Etnolingüística

Gonzalo Martín, 2009 - @Gadabarthes, 2013 

GENERALIDADES

En opinión de E. Coseriu, la etnolingüística tiende a la comprensión total del modo cómo el conocimiento de las cosas contribuye a la configuración y el funcionamiento del lenguaje, otorgándole la denominación de “lingüística esqueológica”. Esta definición puede resultar algo abstracta pero Duranti nos aclara que más allá de la razón filosófica de donde parte, el carácter científico de esta disciplina reside en su “visión del lenguaje como un conjunto de estrategias simbólicas que forman parte del tejido social y de la representación individual de mundos posibles o reales”, y basándonos en Morant Marco y Díaz Rojo podemos concluir que la antropología lingüística estudia las relaciones entre el lenguaje, el pensamiento y la cultura. Así pues, el territorio propio de la etnoligüística se configura, según A. Tusón, en torno al fenómeno de la comunicación y de la representación del mundo por medio de la lengua específica de las distintas comunidades humanas.

Las nociones básicas sobre las que la etnolingüística traza su recorrido científico son:
  1. La cultura, como sistema de ideas, creencias y valores, donde “las prácticas significantes impregnan todas las demás actividades”.
  2. El lenguaje como instrumento de comunicación mediante “símbolos producidos de manera deliberada”.
  3. Las relaciones entre lenguaje, cultura, pensamiento y entorno

Llegados a este punto, es preciso delimitar el objetivo científico de la etnolingüística respecto del que ocupa a la sociolingüística. La sociolingüística trata de la “variedad y variación del lenguaje en relación con la estructura social de las comunidades hablantes”, en tanto que la etnolingüística aborda, bien la interpretación cultural de una lengua (lingüística etnográfica), o bien la expresión idiomática de una cultura (etonografía lingüística) y, como forma de aproximación a los fenómenos, utiliza dos perspectivas diferentes: sincrónica y diacrónica.
Resumimos, a continuación, las principales corrientes científicas que ha desarrollado la lingüística etnográfica:

Hipótesis de la relatividad lingüística

La filosofía romántica alemana abre el camino a los postulados relativistas al referirse a la semiótica, como sustrato del pensamiento simbólico común a todos los hombres y raíz de toda lengua, y defender la existencia de una estrecha vinculación entre la lengua y el genio o espíritu de cada pueblo o nación. W.V. Humboldt hace referencia a que en cada lengua aparece configurada la peculiar cosmovisión del pueblo en el que se desarrolló. Boas amplía este concepto y, estudiando las gramáticas de las lenguas en sus propios términos, llegó a la conclusión de que “las lenguas establecen clasificaciones subyacentes de la experiencia, que lenguas diferentes clasifican la experiencia de forma diferente y que esas clasificaciones no tienen por qué hacerse conscientes”. Con F. Boas el concepto de relatividad lingüística pasó a la antropología norteamericana y allí originó la teoría más importante sobre la relación entre lengua y cultura:

Hipótesis de Sapir-Worf

Worf la enunció más bien como un axioma que como una hipótesis a verificar: “Las personas que utilizan gramáticas acusadamente diferentes se ven dirigidas por sus respectivas gramáticas hacia tipos diferentes de observación y hacia evaluaciones diferentes de actos de observación externamente similares; por lo tanto no son equivalentes como observadores, sino que tienen que llegar a puntos de vista diferentes sobre el mundo”.
Con anterioridad, Sapir, maestro del anterior, había perfilado bastante este concepto al afirmar que la lengua es una guía hacia la realidad social: “las palabras sobre la cuales viven distintas sociedades constituyen mundos distintos, no simplemente el mismo mundo con diferentes etiquetas asignadas”. Estamos pues, ante un determinismo lingüístico, si tomamos este principio en sentido estricto. No obstante, las críticas recibidas y, sobre todo, la influencia de Einstein, indujeron una acepción relativizada del mismo. Worf no sólo recibió influencias de su coetáneo Albert Einstein, que acababa de publicar su Teoría de la Relatividad Física, también fue influido por Carl Gustav Jung, que había enunciado la suya de la relatividad psicológica. El relativismo propugnado por Sapir y Worf  liga pues lengua y cosmovisión de un determinado pueblo, es decir, propone que hablar una lengua determinada nos hace pensar de una manera determinada.
B.L. Worf  estableció, además, la distinción entre categorías explícitas (fenotipos o rasgos manifiestos) y categorías implícitas (criptotipos o rasgos ocultos) y enunció el concepto de estilos de habla, como patrón de representación de la realidad emanado de la sistemática de las lenguas.

Relativismo norteamericano posworfiano

Mathiot abundó en las tesis relativistas formulando la distinción entre contenido semántico y contenido cognitivo de la lengua, estando el primero de ellos constreñido a la lengua, pero no el segundo; por lo que la cosmovisión de un pueblo correspondería también a sistemas de comunicación extralingüísticos. Hoijer es quien contradice a Whorf de un modo más rotundo, al considerar la lengua sólo como una parte de la cultura tal que, en el seno de ésta, evolucionaría más lentamente que el resto de elementos culturales.

Relativismo pragmático

D. Hymes abre una línea de investigación muy fructífera centrada más en un relativismo funcional que en el relativismo formal clásico. Deja en un segundo plano la morfosintaxis y el léxico y analiza la pragmática. Para Hymes “las diferencias en los actos de habla entre las lenguas son las que reflejan las diferencias antropológicas de las mismas”. Surgen en este contexto los conceptos de variación diatópica (dialecto), diastrática (jerga o sociolecto) y diafásica (registro) aplicados a los códigos pragmáticos de los individuos y de los ámbitos de aplicación (también hay que considerar un tipo de variación individual o idiolecto). Cae en descrédito el supuesto relativista clásico, pues, aún asumiendo que los “actos de habla y los códigos pragmáticos se corresponden con intenciones sociales, con situaciones diversas de interacción social y con valores culturales”, siempre serán atribuibles a “individuos y discursos concretos, y no a lenguas y cosmovisiones colectivas”.

Idealismo lingüístico

En Europa la relación entre lengua, cultura y mentalidad nacional se desarrolla con una componente filosófica más acentuada, sin perder la perspectiva científica. K. Vossler atribuye al espíritu humano el impulso de cambio de las lenguas. En este sentido determinados fenómenos que marcan la idiosincrasia de los pueblos son paralelos a los procesos de evolución de la lengua y, en esta línea, Rolhfs llega a demostrar que el “desarrollo material y social influye en el vocabulario”. En España, Amado Alonso, asumiendo tanto los postulados relativistas como los idealistas llegó a expresar que “la lengua era expresión colectiva de las experiencias acumuladas generación tras generación”.

Historicismo

Es esta una aproximación a la lingüística desde la filosofía, que reformula las ideas básicas del relativismo y las desarrolla: Ortega y Gasset establece una conexión entre los cambios semánticos y los cambios sociales desde la perspectiva de la razón histórica sin que quepa establecer una relación causa efecto. Ortega se aparta de la idea romántica del “genio nacional” para centrarse en los paralelismos existentes entre las causas de los cambios históricos y las que impulsan las variaciones de las lenguas. Así, para Ortega, las palabras son “algos humanos vivientes” y la historia de las palabras permitiría conocer las encrucijadas históricas, según concluye J. Marías.

Estructuralismo europeo

F. Saussure relega a la lingüística externa el estudio de las relaciones entre la lengua y otros fenómenos de la experiencia humana. Sus seguidores, como Meillet o Bally marcan relativa distancia respecto de los intentos de casar lengua y espíritu de una nación, formulando con notable acierto la imprecisa interrelación lengua-cultura: “el progreso lingüístico no sigue […] la curva de la cultura”.  Llegamos así a E. Coseriu para quien la lengua es parte de la cultura aunque la competencia extralingüística determina nuestra capacidad de comunicación. En este sentido las lenguas serían “redes distintas de significados que organizan de manera diferente el mundo de la experiencia”. Coseriu afirma que una lengua puede marcar límites a lo experimentado, con lo cual entronca con el nudo gordiano de la relatividad lingüística, la hipótiesis de Sapir-Worf.

No hay comentarios: