Shôgun (2024); «vuelve la aventura en el Imperio del Sol naciente»

En 1975, el escritor James Clavell publicó Shôgun, una novela de ficción histórica ambientada en el Japón feudal. Aquello fue un éxito de ventas, no. Fue mucho más. Shôgun, el libro, acabó siendo un betseller y encandiló a todo tipo de lectores. Un prestigiosa publicación de ensayos editó “En Learning From Shogun: Japanese History and Western Fantasy” donde se analizaba la importancia educativa del libro. El trabajo sobre esa recopilación de ensayos en 1980. Se detallaba todo el significado de la obra, gracias al profesor Henry Smith, que escribió: “Shôgun probablemente ha transmitido más información sobre Japón a más gente que todos los escritos combinados de eruditos, periodistas y novelistas desde la Guerra del Pacífico”. Al igual que el  New York Times  Magazine detalló este fenómeno cultural en 1981, diciendo; “los lectores de Shogun han informado comúnmente que se han quedado tan absortos en la novela que sus trabajos y matrimonios palidecen en comparación.” Cuando la adaptación original se emitió en la NBC durante cinco noches en 1980, Shôgun no tenía precedentes en la televisión. Rodada íntegramente en Japón, la miniserie abrió un nuevo mundo y una nueva cultura a los espectadores estadounidenses, al tiempo que mostraba actos de violencia gráfica y sexualidad poco frecuentes en la televisión de la época. Protagonizada por Richard Chamberlain como Blackthorne, Toshiro Mifune como Toranaga y Yoko Shimada como Lady Mariko. Un acontecimiento irrefutable. Shogun, de NBC, narraba la historia desde el estrecho punto de vista de Blackthorne. Los diálogos hablados en japonés ni siquiera se subtitulaban en la pantalla, lo que extendía la sensación de aislamiento y desorientación de Blackthorne al público, sacrificando al mismo tiempo las perspectivas de la mayoría de los personajes japoneses. El éxito de la novela fue sólo el principio. En 1980, Shôgun se convirtió en una miniserie de televisión ganadora de Emmys y Globos de Oro; que atrajo a más espectadores que ninguna otra miniserie hasta entonces, exceptuando, la mítica Raíces. En 1990, el libro se adaptó al formato de musical y se llevó a Broadway.

Ahora, casi medio siglo después de la publicación de Shôgun, FX revive la historia para una nueva generación. La pareja de showrunners tiene el enorme reto de readaptar este relato épico y extenso —cuyo texto original abarca más de 1.100 páginas- y contarlo de una forma nueva y significativa. “Queríamos tomar el espíritu de James Clavell, el espíritu de este libro, y ser fieles a él, porque es una historia magistralmente tramada, los cimientos que nos dieron». Justin Marks (Top Gun 2022, The Jungle Box 2016 y Counterpart 2016) uno de su prestigiosos guionistas afirmó: “Queríamos traerla a la era moderna —algo que el propio Clavell habría hecho hoy—tomando y actualizando lo que funciona en ella, que es esta gran historia, este gran romance, este gran drama político”. Shôgun se rodó en Vancouver a lo largo de un agotador periodo de 10 meses, pero el compromiso de la serie con la autenticidad, termina por crear una representación impresionante y minuciosamente detallada de Japón durante este periodo único de su historia. Un trabajo que ha contado con el asesoramiento de expertos japoneses especializados en gestos o movimientos, hasta organizar un campo de entrenamiento, para que los actores aprendieran a luchar con espadas samurái. La producción parece no haber reparado en gastos a la hora de crear una caracterización lo más convincente posible del Japón feudal. En el centro de la historia de Shōgun está la llegada de un barco que cambiará la dinámica del poder en Japón para siempre, pilotado por un inglés llamado John Blackthorne (Cosmo Jarvis, Raised and Wolves 2020&Peaky Blinders 2019). Aunque pronto será capturado y encarcelado, muy pronto se convertirá en alguien muy valioso, ante  hipotética posibilidad de guerra civil, inminente, en el lejano país nipón. Toranaga, que se enfrenta a una posible sentencia de muerte por parte del corrupto y hambriento Consejo de Regentes, acabará cruzándose con Blackthorne. Descubrirá que este marinero generalmente torpe, a quien comienzan a llamar “el bárbaro”, puede ayudarlo a utilizar las resbaladizas fuerzas del destino a su favor.

A medida que el trío se alinee contra enemigos comunes, incluidos sacerdotes jesuitas y comerciantes portugueses, se acercarán justo cuando el mundo tal como lo conocen amenaza con fracturarse. Mientras tanto, el interés amoroso corre a cargo de Lady Toda Mariko (Anna Sawai), una atractiva cortesana con un marido celoso que es reclutada para traducir el portugués de Blackthorne (porque, obviamente, allí, nadie habla inglés, excepto los clérigos portugueses) al japonés. Anna Sawai, por cierto es una antigua estrella del pop japonés, que está arrasando en el mundo de la interpretación, protagonizando el drama de la BBC (Giri/Hadji, Fast and the Furious 9, Pachenko de Apple TV+) y, más recientemente, Monarch: Legacy of Monsters, en la que comparte protagonismo con Godzilla. Aquí, sin su reptiliano coprotagonista, está plácidamente fascinante.Shôgun es un drama de prestigio por todo lo alto. Lugares exuberantes (cuesta creer, lo reseñado arriba, pero este Japón del siglo XVI se ha hecho en Vancouver), interpretaciones soberbias y una historia atractiva que puede llevar su tiempo, pero que atrae inexorablemente al espectador. FX no escatimó en gastos a la hora de elaborar una adaptación exuberante y fastuosa con una construcción del mundo envolvente que te transporta al Japón feudal a pesar de estar rodada en su mayor parte en Vancouver. No estoy seguro de cuál es el presupuesto de esta serie, aunque dicen las gacetas entendidas de Hollywoodland que es el mayor que ha gastado nunca la cadena FX. Los efectos especiales de los dos episodios son bastante impresionantes, especialmente las escenas de la tormenta oceánica. La mezcla de CGI y efectos prácticos para dar vida a la Osaka medieval es bastante espectacular, A los quince minutos del primer episodio de la serie de FX, Shôgun ambientada en el Japón feudal de 1600, tiene lugar una importante reunión entre el Consejo de Regentes, un quinteto de señores que gobiernan colectivamente el viejo país tras la muerte de su antiguo líder, que ostentaba el título de Taikō. Uno de estos hombres, sin embargo, está claramente en las afueras; Señor Yoshii Toranaga  (Hiroyuki Sanada, Sushine 2008, Helix 2014, Bullet Train 2022 y John Wick 4 2023) se ha convertido en más de un obstáculo que una ventaja para sus compañeros miembros del consejo, especialmente el Señor Ishido Kazunari (Takehiro Hira Giri/Haji 2019, The Swarm 2023,Monarch: Legacy of Monsters 2023), que atribuye su ira colectiva al crecimiento de Toranaga de su feudo y el poder general, aunque es obvio una motivación más convincente se encuentra justo debajo de la superficie. Las disputas se suceden con aparente civismo, pero con cada una de las garantías de Toranaga («Nunca seré el primero en romper la paz») y de sus cautelosas objeciones —incluida la acusación de que mantiene cautiva a la madre del hijo heredero de los Taikō (“La Señora no es más rehén en mi castillo de lo que yo lo soy aquí, en este lugar”)—se hace cada vez más evidente que Toranaga está metido hasta las cejas en problemas.

Quizá haya demasiados encuentros tensos en habitaciones ordenadas, pero eso se compensa con una acción trepidante, de infarto, ya sean escenas de batallas, a cielo abierto o como nuestros héroes se enfrentan a los elementos en barcos, donde la cámara se pone directamente en la cara de las pobres almas que se estrellan contra las tormentas o las rocas. Es algo muy sobrecogedor. Toda una historia de imperios que se enfrentan entre sí, de intrigas políticas y de lucha por el poder. Y para la intriga, tenemos un buen número de rivales, despiadados señores de la guerra, además de los diversos secuaces de Toranaga, y diversos bandidos, samuráis, sacerdotes jesuitas urdidores, geishas libidinosas y asesinos escandalosamente hábiles. Si les gusta la política casi incomprensible del shogunato, las escenas gráficas de corte y troceado, la acción de espadachines y las recreaciones exuberantes del Japón de principios del siglo XVII —¿y a quién no?— éste es sin duda tu mejor chupito de sake. Curiosamente, la arribada de Blackthorne, no sea de las más celebradas por la tierra del sol naciente. Tanto que el mismísimo JB, por tener, un cierto decoro de la cortesía británica y el coraje de un druida ante el imperio romano, terminará siendo una de las manos derechas de su amo y gobernante, al nombrarle Hatamoto. Un montón de peligrosas facciones enfrentadas entre los japoneses (que lo consideran un bárbaro apestoso y peludo y no tienen ningún reparo en hervir vivos a los cautivos para ver lo bien que mueren) y los jesuitas portugueses que controlan en secreto el comercio de Japón a través de su bastión en Macao. James Clavell, aportó una perspectiva que era en gran medida la del occidental transportado a un mundo oriental desconcertante y extraño. Ahora que la televisión, y los valores en general, son mucho más internacionales, la parte japonesa está mucho mejor representada, con escenarios auténticos (sin anacrónicos rastrillos, por ejemplo, en el castillo de Osaka) y menos lugareños inescrutables. El actor japonés clave es Lord Yoshii Toranaga, a quien conocemos por primera vez bajo la acusación —y probable sentencia de muerte— del Consejo de Regentes que dirige el país desde la muerte del venerado líder Taiko.

Hay un buen número de comparaciones televisivas circulando por ahí, en concreto con Juego de Tronos, que no se le ve gran inspiración en el mejor de los casos, ya que los únicos puntos de similitud serían la intriga política situada en un escenario temporal alternativo; si uno estuviera realmente desesperado por establecer comparaciones uno a uno para destacar una lucha por el poder en la que un pez fuera del agua juega un papel vital, Deadwood sería una comparación igual de viable (supongo que eso convertiría a Blackthorne en Alma Garret). Es el tipo de epopeya artesanal que se siente parte de una época pasada, dado el uso exhaustivo de CGI. Shôgun está pensada como una serie limitada, ya que la temporada cubre la totalidad de la novela homónima de James Clavell que actúa como material de origen. Al parecer sus showrunner están convencidísimos sobre la idoniedad de su duración, en el formato de miniserie con 10 episodios. Volviendo a nuestro protagonista, a diferencia de su homólogo histórico en la vida real (que tuvo poca relación con el marino inglés William Adams, en quien Blackthorne se basa libremente), Toranaga comprende rápidamente que este anjin (bárbaro) deus ex machina del otro lado del mundo puede ser su improbable salvación. Uno solo desearía que Shôgun se construyera únicamente en torno a ellos. Si bien la serie se está preparando para una inmensa confrontación que amenaza con subsumir a todos los personajes en su sangrienta estela, la presencia de Sanada y Sawai es lo que mantiene unido a Shôgun. Ellos dos están sobresalientes cuando se hallan en el centro de la historia. En particular, Sanada aporta un equilibrio entre un líder reflexivo y un padre problemático que no está seguro de cuál es el mejor camino a seguir. Sin adelantar lo que sucede, un momento en el que nos acercamos a observar el dolor en los ojos de su personaje, que se endurece en su mejor intento de determinación fría e inquebrantable, es silenciosamente demoledor.

Aunque Blackthorne sigue siendo nuestro principal guía en el mundo de Shôgun, ya que el inglés aprende las costumbres y tradiciones de Japón, Toranaga es la figura central y la verdadera estrella de la serie. No es fácil seguir los pasos del difunto y gran Mifune, que colaboró frecuentemente con el magistral cineasta Akira Kurosawa, pero la imponente interpretación de Sanada como el regio Toranaga destaca por sí sola. Más de 20 años después de que el actor de 63 años hiciera su primera aparición importante en Hollywood en El último samurái 2003, Sanada asume una labor adicional e importante como productor de Shogun; lo que le brinda una mayor oportunidad de contribuir entre bastidores. Cuando Sanada empuña Shôgun en sus manos, no te atreves a apartar la mirada ni un segundo. Más allá de todo el espectáculo y la inminente batalla que se avecina, sigue siendo tan espectacular como siempre, cortando cualquier tontería residual en el espectáculo para encontrar su núcleo más resonante. Sus persecuciones están captadas de forma soberbia, desde una cinematografía arremolinada y llena de olas en un momento, hasta paisajes marinos suavemente menguantes y sobrecogedores en el siguiente; aquí, los paisajes de terror y belleza están en precario equilibrio. Perpetuamente bañada por la niebla, la cámara avanza con regularidad a través del agua, los bosques y los palacios, descubriendo con vacilación nuevas tierras, ansiosamente consciente de los asesinos silenciosos al borde del encuadre. En su interior hay personajes elegantemente ataviados con sedas finamente detalladas y armaduras ornamentadas que brillan en la niebla de la guerra, ya sea en una vista o en un retrato a la luz de las velas.Los sentimientos mutuos de John y Mariko se ven complicados por numerosos factores, entre los que destacan el marido de Mariko, Buntaro (Shinnosuke Abe, Downtown Rocket 2015, BG: Shinpen keigonin 2018 y Kazoku 2023), y el infame pasado de su familia, al igual que la búsqueda de la supervivencia de Toranaga se ve dificultada por pactos y alianzas en los que nunca se puede confiar plenamente. La explicación de Mariko sobre la “valla óctuple” —un muro interior figurativo que los japoneses aprenden a levantar para ocultar sus verdaderos corazones del mundo exterior— es crucial para la trama, ya que la sospecha y el engaño están a la orden del día, y son vitales para mantener la cabeza sobre los hombros.

También hay veteranos de la industria que interpretan a diplomáticos que gobiernan como regentes en ausencia de un emperador. Cuando se reúnen Lord Sugiyama (Toshi Toda  Letters From Iwo Jima 2006, Masterless 2015, Monster Island 2019), el principal adversario de Toranaga, Lord Ishido (Takehiro Hira) y otros, Shogun pone la política en primer plano. Shôgun se convierte entonces en una cuestión de poder más que de búsqueda de la paz. Con amenazas de todas partes, Toranaga debe adaptarse o morir, burlar a sus enemigos y detener sus conspiraciones. Al igual que Juego de Tronos, este clásico de James Clavell se siente rico, plenamente realizado y poblado por personas con obstáculos que superar. Las apuestas emocionales son altas, las pérdidas llegan a las entrañas y la violencia tiene consecuencias. A medida que Shôgun avanza, emerge una historia llena de verdades universales y de una autenticidad innegable. Más allá del inigualable diseño de producción y de las secuencias en las embarcaciones; esta adaptación hace que una historia compleja sea fácil de ver. Con subtítulos en japonés en todo el metraje y la sustitución del portugués por el inglés, se han hecho ciertas concesiones dramáticas. Sin embargo, ese cambio intencionado es el único en una serie que pronto será considerada un clásico. Shogun parece una saga de Hollywood a la antigua usanza, con una atención al detalle sólo comparable a la de El último emperador. Este tipo de series no abundan y Shôgun 2024 tiene el potencial de dejar un legado a grandes producciones cinematográficas como The Last Emperor (1987), Memoirs of a Geisha (2005) o la más cercana; por la cantidad de aristas que ensamblan y adaptan con tanta elegancia. Algo muy propio de ese productor/guionista —tan sui generis— llamado Michael de Luca, The Last Samurai (2003). En definitiva, Shôgun 2024 es un producto que lo tiene muy claro y  a medida que transcurre la acción va directa hacia un final que resuelve las cosas de un modo complejo y conmovedor. Puede que el gran acierto del argumento de Marks —de este entrañable cuento— sea más que genial: es decir, brillante e hipnótica. Algo  que en un mundo televisivo cada vez más inundado de mediocridades, eso es más que suficiente para ganarse el tiempo y la atención recurrentes de los espectadores. Amén, de una generación de bumers que disfrutaron de las andanzas por este país —cuando había una sola cadena de TV, la actual TVE— con aquel opositor a escudero seductor. Sí, aquel australiano, llamado, Richard Chamberlaim. Lo dicho, merece mucho la pena esperar el total de los 10 capítulos de esta fantástica serie; para ver el final de esta hermosa aventura. Nota: 8,8

Monsieur Spade (2024): «La Nostalgia de Hammett y la épica del detective Noir jubilado»

Hoy en día, la cultura pop contemporánea no concede mucho espacio a la novela negra y a sus singulares héroes. De ahí, que demos, por una especie en peligro de extinción; al detective solitario, fumador empedernido y con sombrero que escupía frases graciosas e insultantes mientras intenta resolver un asesinato: tiene poco atractivo para el público más joven. Personajes como Sam Spade y Philip Marlowe son productos del pasado —llevan con orgullo lo anticuado en la manga—, se niegan a avanzar con los tiempos y se aferran a una visión del mundo que les hace poco favor. Sin embargo, la inusual colaboración de Scott Frank (creador de The Queen’s Gambit Netflix) y Tom Fontana (creador de Oz el origen de HBO) en la maravillosa miniserie neonoir de AMC, Monsieur Spade 2024, sea una sorpresa, un acierto y un golpe en la boca del estómago a la ficción actual. No son buenos tiempos los que corren para este tipo de proyectos. Además, mucho mejor, si el resultado final es una jugosa joya tramoyística, que funciona a las mil maravillas. Evidentemente, Frank y Fontana conocen las convenciones del género lo suficientemente bien como para darles un giro que revitaliza viejos tropos para insuflar nueva vida a un personaje casi centenario. En esta nueva visión, del clásico personaje de Sam Spade (interpretado por un colosal Clive Owen) —el influyente protagonista de El halcón maltés de Dashiell Hammett— es un personaje muy diferente del conocido, por el material original. Pero eso es bueno. El Spade de Owen es melancólico y resignado, dolorido por una vida que le ha hecho más daño de lo que se esperaba, perdiendo rápidamente los pocos placeres que le quedaban para disfrutar de sus últimos días. A sus 60 años, Spade, es un expatriado que vive en la pequeña ciudad de Bozouls, en el sur de Francia, recordando vagamente una vida en San Francisco que ahora parece tan lejana que bien podría haber sido un sueño. Llegó aquí para terminar un trabajo, en 1955 (entregar un niño pequeño a su padre), con lo que no contaba, fue, enamorarse —locamente— de una mujer con clase y del cálido ambiente, de tan hermoso lugar, para ya nunca marcharse de la hermosa Francia. Pero han pasado ocho años, llevándose con ellos a su amada esposa Gabrielle (Chiara Mastroianni), que sólo ha dejado, un viñedo de ensueño, repleto de recuerdos agridulces en los que el americano se pierde más a menudo de lo que le gustaría.

Como sabemos, el amor duele, pero añorar un pasado que sólo se aleja de nuestro alcance es peor. Spade es dolorosamente consciente que, amén, de su gruñona criada, la nostalgia es prácticamente lo único que aún no le ha abandonado. A estas alturas, sin embargo, ha hecho las paces con su destino y algunos fantasmas que le perseguían. Por eso, cuando el médico le dice que tiene un enfisema y le deja —seriamente— dos opciones: dejar de fumar o morir, no se inmuta. Es casi como si supiera que la muerte llamaría a su puerta más pronto que tarde. Empero, lo que sí le sorprende es el cruel asesinato de varias monjas locales (con una de las cuales tenía una relación encantadora), que decide investigar junto con la policía del pueblo. Y mientras lo hace, se topa con intrigantes secretos relacionados con su difunta esposa, su ex marido y la chica que trajo a casa hace unos cuantos años. Pero en el proceso de todo esto, el descubrimiento más sorprendente que encuentra es dentro de sí mismo; que en realidad se preocupa por este lugar y su gente más de lo que pensaba. Como en las mejores novelas de detectives del genial Hammett, el caso de asesinato de Monsieur Spade es una red llena de tejemanejes y motivos ocultos, que conecta a una amplia gama de personas con agendas personales que terminan en Bozouls por una razón u otra. Es un misterio extenso y complejo que requerirá la atención del espectador para desenmarañarlo o incluso seguirlo, pero ése, es el aspecto menos atractivo. No obstante, si el más apasionante, de la serie. Lo que Frank y Fontana hacen aquí, es mucho más hermoso, es decir, romantizar una época a través de un microcosmos y dejar que se traslade a los personajes. La nostalgia se tiñe de rosa y Cabernet Savignon por todas partes: la exuberante campiña brilla con colores vivos que rezuman tranquilidad, los impecables coches de época rebosan estilo y el agridulce olor a Gauloises impregna todas las habitaciones, terrazas y piscinas a las que nos lleva una muy delicada cámara.

Obviamente, a veces, todo ello se yuxtapone a la crueldad, el secuestro y el asesinato. Es una ilusión de una época y un mundo que sólo pueden existir en la ficción. Sin embargo, es tan real que dan ganas de tocarlo, de entrar en su ambiente y no salir nunca de él. A esto se añaden unos diálogos nítidos, llenos de ritmo y elegancia (en francés e inglés, mon ami), por favor, vean la ficción y el cine en versión original. No acepten, el chantaje del doblaje. Escuchar el francés de Clive Owen, es una delicia, así como un inglés británico para un detective que es de lo más Made in Usa. Escuchar la lengua original —pronunciados por personas estupendamente bien vestidas e inmaculadas— creadas para impresionar y divertir. No puedo exagerar lo magistralmente escrito que está Monsieur Spade, una sinfonía de ingenio, humor y confianza, que no teme utilizar el idioma local en igual medida a pesar de ser una producción estadounidense. No hay dinero británico ni francés. Sólo la parte de residual de la producción de attrezzo y localización. Por supuesto, nada de esto funcionaría tan eficazmente como lo hace sin el carisma imperecedero de Clive Owen. Incluso al final de la cincuentena, el actor porta esa prestigiosa energía de protagonista que le convirtió en una fuerza, a tener en cuenta, en las dos pantallas como elemento básico de la masculinidad fría como el hielo —que, lamentablemente, cada vez tiene menos oportunidades— de aquel lucimiento que lo convirtió en uno de los hombres más sexys de finales de los 90 y principios de 2000 (véase la serie de Disney+, Un asesinato en el fin del mundo la desaprovechó casi por completo).  El mayor reto al que se enfrenta Monsieur Spade (2024) es que su ritmo es, a menudo, como el de una novela policiaca clásica: lánguido, queriendo que el público se empape de cada línea de diálogo y cambio de escenario. Eso podría no funcionar para las audiencias que están acostumbradas a un drama con múltiples subtramas de ritmo más rápido y esperan un flujo constante de giros en la trama central.

Es una serie de largas conversaciones, con personajes que constantemente se rodean, entre sí, y una combustión lenta, a medida que Spade, y los espectadores, colocan las piezas en su lugar. El público que busque un misterio que no sea el típico procedimiento cuidadosamente envuelto, o una historia que lo sumerja en un mundo totalmente separado, lo disfrutará. Y con solo seis episodios, Monsieur Spade (2024) se asegura de que no se quede más tiempo del esperado. En ese sentido, la serie es muy parecida a su personaje principal: aparece, hace un buen trabajo y remata con una salida adecuada. Teniendo en cuenta, todo eso, estoy algo perplejo por el desinterés y el poco zumbido que este programa recibe vía redes sociales, dado que se ha estado transmitiendo durante casi cinco semanas. Una historia original con una escritura, dirección e interpretación de primera clase; envuelta en nostalgia romántica en un género virtualmente extinto rara vez se siente fresca y vibrante, por lo que debería celebrarse. Así es la excelente televisión, que es lo que Monsieur Spade (2024) es de arriba a abajo. Sin embargo, en cualquier momento en que sienta que la serie carece de enfoque, Owen toma el volante —a veces literalmente, como cuando Spade recibe un disparo de un atacante desconocido mientras conduce— y vuelve a ponerse todo en marcha. Owen extrae la emoción de Spade al darse cuenta que la superioridad presumida, no siempre funciona cuando tus adversarios son más jóvenes y más duros, si no necesariamente más inteligentes, que tú. La disculpa es que tenía que haber hablado de ella, hace un mes, pero mandan otras ficciones que son la tendencia de la dictadura de la cancelación. Les doy un consejo, véanla, en estos días que quiere llegar la primavera y aparece el invierno más crudo de enero; les dejará un sabor de boca inolvidable. Nota: 8 

Feud: Capote Vs The Swans (2024) “Los últimos días de Capote en el lago de los Cines”

Han sido necesarios siete años para que una segunda temporada de Feud, una de las series de antología de Ryan Murphy, vea la luz. El primero, Feud (2017): Bette y Joan, se emitió prácticamente hace una vida (al menos en el mundo de la televisión). Era un pequeño plató emocionante y chismoso, pero llegó flotando entre los vapores del cansancio de los espectadores con todo lo relacionado con Ryan Murphy. En esta maravillosa nueva entrega, Feud. Capote Vs The Swans (2024) FX/Disney+ (quedan advertidos que por los negocios del audiovisual español, aquí se está viendo en HBOMAX, no se preocupen los usuarios de Disney+, ya que también se pueden ver en el canal de Mickey Mouse). Murphy, en esta ocasión, ha entregado las riendas al grandísimo director de cine independiente: Gus Van Sant y al escritor Jon Robin Baitz, quienes han elaborado una historia de glamour venenoso y adulación presuntuosa y a la vez, con una enorme atmósfera llena de intriga, que exige un examen más profundo. El productor, el director y el guionista investigan las consecuencias del lanzamiento de un capítulo de la última novela inacabada del famoso escritor Truman Capote (Tom Hollander White Lotus, Taboo o Harley Quinn), Answered Prayers. En el libro, Capote expuso los secretos de la vida interior de su círculo cercano de amigas (a quienes consideraba “los cisnes” por su belleza etérea) y, a cambio, fue expulsado de ese lugar, que se había hacendado, entre la alta sociedad de Nueva York. Pero nadie sufrió un golpe más profundo que Babe Paley (Naomi Watts, Twin Peaks the Return), la amiga más cercana de Capote que le confió cada minuto de su vida más íntima. Esta relación mutuamente ruinosa entre el escritor y sus colegas está minada por la envidia, la vanidad y unos celos absurdos hasta que derivó en un escándalo demasiado jugoso. Si bien, es un apático placer ver toda la temporada de ocho episodios, —que quede bien claro, que hasta ahora sólo se han pasado 3 capítulos— su conmovedora mitad posterior es particularmente cautivadora. Baitz y Van Sant construyen con entusiasmo un rico conjunto de personajes, los cuales, entregan bienes vengativos mientras se mueven por los círculos de la high society neoyorkina pasada de una fastuosa ostentación de aquella loca y disparada década ochentera.

Mientras ese período se desvanece en una neblina color champán, Watts y Hollander, ofrecen unas notables actuaciones como dos almas perdidas, a la deriva, sin su otra mitad. A pesar de toda su deliciosa maldad, Capote Vs The Swans (2024) atempera su rencor para encontrar una humanidad profundamente resonante en sus sujetos para una serie que es tan desgarradora como alta. FX ha presentado a un Truman Capote contra los cisnes como una historia sobre “las amas de casa originales”. Y por muy llamativo que pueda ser ese eslogan, es apropiado: examinar las similitudes entre Los cisnes de Capote y las verdaderas amas de casa no deja mucho espacio para el debate. En esta serie, hay escándalos sobre engaños, traiciones nefastas, sutilezas falsas y muchas disputas públicas, no muy lejos de lo que ve tu perro si dejas el canal de Documentales Crímenes en Hollywood, en sus buenos tiempos, de Lana Turner y el viejo glamour de la antigua Babilonia de la Metro, puesto todo el día, para que el ruido de los gritos te haga compañía. Empero en las décadas de 1960 y 1970, cuando Capote y sus cisnes comenzaban a perder su influencia y poder, las consecuencias de estas farsas fueron mucho más colosales que las de la mayoría de los espectros televisivos de realidad modernos. El episodio piloto con el que arranca la entrega tiene una duración de 60 minutos, plenos de una intolerable crueldad maliciosa constante; que efectivamente establece las apuestas al mayor damnificado para el resto de la temporada.

Capote que venía recién salido de la enorme popularidad de su magistral novela A sangre fría, está aprovechando, la típica ola de adoración que viene con la celebridad y el abundante dinero a espuertas. Y para él, eso significa una dependencia cada vez mayor del alcohol y las pastillas. Con la tarea de inventar algo igual de apasionante, Capote decide arremeter contra el mundo de la élite del Upper East Side después de pasar años congraciando su yo claramente sureño, voluble y gay con la nobleza de la clase alta de Nueva York. Esto significa acabar con todos sus compañeros, uno por uno, en un capítulo de prueba de concepto impreso, en la revista de culto Esquire, allá por 1975. “La Côte Basque 1965” ridiculizó duramente a todas sus mejores amistades, ya sea por sus propios nombres o por seudónimos apenas velados. Y si aquellos en su círculo de Cisnes lograron evitar la línea de fuego, todavía estaban implicados dentro del capítulo. Junto a Babe Paley, estaba Slim Keith (Diane Lane), la matrona endurecida de esbeltez de clase alta; Lee Radziwill (Calista Flockhart), la hermana de Jackie Kennedy, que trabaja arduamente a la sombra de su hermano; CZ Guest (Chloë Sevigny), una socialité con múltiples guiones. Ahí, andaba la increíble Joanne Carson (Molly Ringwald), esposa de la leyenda del programa de entrevistas Johnny Carson; y Ann Woodward (un hermosa Demi Moore en blanco y negro), una aristócrata cuyo renombre se vio empañado por las sospechas de que ella mató a su marido. Así, como una alucinante y ensoñadora Jessica Lange que interpreta a la madre de Capote; que ejerce de conciencia del Truman más pasado de vueltas.

Cada una de estas mujeres sufrió por los caprichos de la pluma de Capote o por su proximidad a su eventual fallecimiento. Uno podría pensar que equilibrar un elenco repleto de estrellas sería una tarea difícil, o que sus presencias podrían volverse efectistas. Pero la escritura de Baitz comprende de forma innata cómo evitar que esta puerta giratoria de ladrones de escenas se salga de control. Capote Vs The Swans (2024) es el tipo de serie sustantiva con la que sueñan los hombres homosexuales y los amantes de las actrices estimadas cuando se van a dormir. Y aunque algunas partes son mucho más pequeñas que otras (se hubiera agradecido que el personaje de Moore tuviera una longevidad mayor), a pesar de los personajes secundarios que tienen sus brillantes momentos. Muy difícil de olvidar la secuencia donde Demi Moore vestida con un bouffant y gritándole, a grito pelado, de pescadería central. Insultos de gran calibre, en la cara, a Tom Hollander, y es precisamente eso lo que la gente paga a su plataforma de turno, para ver, en una producción de Ryan Murphy: un delicioso visionado entre la conmoción y la estupefacción. Un genio, un fraude o un chiflado más. La franquicia de Feud; es realmente, puro beluga y Murphy ha creado imaginería de gran cineasta. Una fotografía muy lograda de la luz de los 80 de la mano de Nelson Gragg y Jason McCormick. Así como la estupenda dirección artística obra de Judy Becker.

Sin embargo, hay todo un mundo de verdad debajo de la brillante capa superficial, de las pastillas, el alcohol y el miserable glamour. El Capote de Hollander vive entre estos dos estados bipolares: el showman y el escritor que siempre sólo quiso amor. Deseando ser amado. No es sólo la bestial interpretación que hace Hollander de la distintiva voz y los gestos de Capote; que los borda, es también la frágil tristeza evidente detrás de sus ojos, ese pequeño hombre abatido y cínico— que se evidenciaba— en las tensas apariciones del escritor en programas de entrevistas y entre líneas de sus libros. Ese hábitat donde a Capote, de algún modo, captura toda la fealdad presente en su vida posterior (ya que falleció el 25 agosto de 1984, se hablará del 40 aniversario), pero su físico nunca cruza la línea de una caricatura insensible. Incluso en sus momentos más duros, el Capote de Hollander es cálido y hechizante: el tipo de amistad que hace que la eventual bipolaridad del autor sea tan difícil de perdonar. Gus Van Sant ofrece una lente controlada para esta serie, pero que es específica de un período y está basada en los personajes en lugar de algo demasiado llamativo. El aclamado director se asegura de centrarse en este brillante conjunto, especialmente en Watts y Hollander. Obtenga algunas secuencias fascinantes, aunque totalmente ficticias, sobre todo en el tercer episodio, que se presenta en forma de documental de los hermanos Maysles sobre el legendario Black and White Ball de Capote. (No existe tal documental, aunque los Maysle hicieron un especial de televisión de media hora que consistió principalmente en observar a un reportero de Newsweek entrevistando a Capote).

También hay una secuencia fantástica y totalmente imaginada en la que James Baldwin (Chris Chalk) tiene una especie de intervención con Truman. De acuerdo con el enfoque de escritura de “novela de no ficción” de Capote. La nueva Feud (2024) es total y absolutamente distinta a Betty y Joan y eso es lo que hace que esta entrada en Feud sea tan seductora. Ryan Murphy es a veces mejor productor que showrunner y al pasar esta historia a otros ha permitido que se cuente sin nociones preconcebidas. Capote Vs The Swans está inspirada en hechos reales pero se toma grandes libertades con personajes y situaciones de la vida real. Como una especie de representación del universo alternativo de algunas personalidades fascinantes, aunque en su mayoría desagradables, nos resulta difícil apartar la mirada, aunque nos damos cuenta de que estamos siendo testigos de algunos accidentes de trenes humanos de alto perfil. Si a todo ello, le añadimos las notas musicales del maestro Thomas Newman, en fin. Vámonos a los 80, ¡Ya! Todo el elenco es excelente y es probable que Tom Hollander obtenga muchas nominaciones en la temporada de premios, pero esta serie es propiedad de las actrices. Lo más inteligente de Feud es que ha sido capaz de demostrar ser una serie, donde los personajes femeninos pueden existir sin importar la edad y dejando constancia que son por encima de todo intérpretes de un talento excepcional. La relación simbiótica centenaria entre los hombres homosexuales y las mujeres que aman se explora con gran designio, y cada elección que ves en pantalla tiene un significado. Reitero, una vez más. No se equivoquen: esta es una historia de personas blancas muy privilegiadas y lo que sucede cuando juegan con sus derechos. Pero también es una historia de amor y una tragedia, envuelta por un lazo de bordes muy afilados. Capote contra los cisnes es tan exquisito como la época que captura, y nos recuerda que nunca estamos condenados, siempre que tengamos a alguien a quien amar. En definitiva, este Capote Vs. The Swans (2024) es lo que el público espera cuando ve programas de televisión versus realitys como los programas de Real Housewives. Un entretenimiento de un nivel majestuoso. Ya no se hacen historias como esta y el hecho de que esté basada en una historia real, la hace aún más placenteramente decadente. No lo lamentarán. Nota: 8,2

Criminal Record 2024: “Algo huele a podrido en Scotland Yard”

La factoría de la seductora manzana de Cupertino ha dado con una tecla realmente cautivadora y nos muestra en su nueva serie Criminal Record (2024) un Londres fascinante y convulso. Posiblemente, esa belleza de la nueva propuesta reside en su capacidad de reconectar, con inteligencia y experiencia, los hilos de una narrativa tanto tradicional como moderna, consciente del pasado, para ser lo suficientemente osado, al  lanzar una nueva mirada sobre las contradicciones del presente. Esta nebulosidad evocadora, lacónica y arrugada está la otra gran estrella de la serie La atmósfera en la que se mueven, como peces en un acuario, los distintos protagonistas que intervienen en la historia narrada, son propias del género Noir ahumado, y gris de antaño, con una estética esculpida por los claroscuros de la existencia y apenas iluminada por las luces cegadoras de neón embadurnando la oscuridad de la interminables noches. Cuando se nos abre la puerta y se da un paso, a ese Neonoir, que también nos ha retratado gente como Mann o Fincher, creadores de atmosferas. El personaje de Dan Hegarty, en particular, es la quintaesencia de la idiosincrasia de los grandes detectives de la literatura y la pantalla. Desde Marlowe creado por Raymond Chandler hasta quienes pueblan las novelas de Mickey Spillane; antihéroe duro esbozado por la pluma imaginaria de un James Ellroy dispuesto a ahondar en la oscuridad insondable de un alma desgarrada. Subrayando, la ciudad de Londres: una metrópoli cosmopolita y resplandeciente, un crisol dividido entre luces y sombras, atravesado por diferentes culturas que luchan por convivir, por integrarse. Además de encontrar un equilibrio capaz de garantizar la estabilidad, la capital inglesa es el escenario ideal para la historia que se cuenta en Criminal Record. Ya que, su estado de ánimo influye en los personajes, las actitudes y quizás incluso en sus personajes y personalidades, determinando las relaciones que existen entre ellos y que transforman el producto final en algo diferente al promedio televisivo. Porque Inglaterra es, a su manera, la cuna de un género de thriller-criminal con matices Neonoir, entre investigaciones y detectives sagaces (incluso improvisados) que reflejan muy a menudo la dureza del paisaje que les rodea y en el que se mueven. Así lo demuestran los grandes éxitos literarios y televisivos, hijos de la TV popular nacional y las nuevas plataformas de streaming; pero con su llegada a Apple TV+ la serie de Rutman y Collins sube el listón al convertirse sólo en un medio para contar una realidad mucho más compleja, centrando su atención en los personajes, más que en la investigación en sí, que acaba convirtiéndose en una mera narrativa conveniente para mostrar —a través de imágenes— como un “algo más” mucho más complejo. El foco de la serie radica en el deseo de analizar una sociedad como la auténtica y  contemporánea, british society, que se enfrenta a problemas vinculados al racismo, la violencia de género, la falta de justicia (y el consiguiente abuso de poder), las tensiones sociales y el fracaso de las instituciones. En el arranque del primer capítulo, una llamada anónima, de violencia doméstica a los servicios de emergencia parece tener algunas conexiones incómodas con un asesinato cometido 10 años antes (una década). Vemos la actitud de la sargento June Lenker (Cush Jumbo, Torchwood, The Good Fight o The Beast must die), que se vuelve curiosa sobre el hombre, Errol Mathis (Tom Moutchi que hace su debut), que fue condenado por el crimen y está decidida a indagar más. Busca al detective que trabajó en el caso, inspector supervisor Daniel Hegarty (Peter Capaldi Doctor Who, The Devil´s Hour o War World Z), un oficial condecorado y con buenos contactos al que claramente le molesta la insinuación, en torno, al modo en que se llevó su arresto —y la posterior condena del sospechoso— fue de alguna manera incorrecto.

También parece obstaculizarle, el hecho de que June sea joven, ambiciosa y haya eludido el mandato de su jefe de enviar un correo electrónico sobre el tema para interrogar a Hegarrty en persona. Su encuentro inicial no va especialmente bien: Hagerty trata con condescendencia a June, que considera que algunos de sus comentarios —más subidos de tono— sobre Errol rozan el racismo. Los dos discuten sobre si una llamada anónima es razón suficiente para reabrir una investigación que se ha considerado cerrada durante tanto tiempo, pero Hagerty acaba desestimando sus preocupaciones cuando queda claro que él sabe que ella fue a verle con falsos pretextos (y en contra de una orden). Lo que sigue es un ir y venir ridículamente tenso que es en parte investigación, en parte comentario social, y en parte juego de moralidad. El caso en sí, el asesinato de una mujer llamada Adelaide Burrowes, no es particularmente complicado o innovador, pero la historia que lo rodea está llena de giros sorprendentes, desde decisiones que revelan capas inadvertidas de personajes que creíamos entender hasta nueva información que desafía al —establishment de la vieja escuela— nuestras suposiciones sobre la investigación que estamos viendo en pantalla. Aunque gran parte del conflicto entre Hegarty y June se enmarca correctamente en una especie de división generacional —una joven afrobritánica con determinación que sacude el sistema de favores, informantes y encubrimientos que hombres como Hegarty ayudaron a crear y del que aún se benefician—, se complica cada vez más por el hecho de que ambos personajes son tan falibles y defectuosos a su manera. Las otras subtramas del drama, que implican al hijo de Errol, Patrick (Rasaq Kukoyi), que intenta encontrar una forma de hacer su vida a la sombra del crimen de su padre, el intento de Hagerty de criar a una hija con problemas y la madre de June, Maureen (Zoe Wanamaker Britannia y Shadow and Bone), que sufre un deterioro mental, no son tan interesantes como la serie quiere hacer creer. Incluso un esposo que empatiza con ella y la defiende por encima de todo, aunque ella reniegue de su discurso; Stephen Campbell Moore (Downton Abbey, War of The Worlds o The One).Y todos ellos se ven eclipsados por el complicado tira y afloja entre Hegarty y Lenker, que a veces parece adversario, otras veces casi respetuoso —incluso mentor—. Jumbo y Capaldi crepitan juntos mientras sus respectivos personajes se enfrentan de formas que suponen un reto para cada uno de ellos. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Hegarty para proteger su legado? ¿Qué está dispuesta a sacrificar June para descubrir la verdad? ¿Y cuántas reglas están ambos dispuestos a saltarse o incluso a romper en el proceso? Jumbo es una fuerza en todo momento, ya que June se abre camino más allá de los límites, las normas y, en ocasiones, el sentido común, en nombre de la búsqueda de respuestas a preguntas que nadie más parece dispuesto a plantear. Valiente, temeraria, tenaz y paranoica por momentos, es un personaje que contiene multitudes, desde la furia justa hasta la mezquindad más profunda y humana. (Su creciente insistencia en que Hegarty está en el centro de todo lo que va mal en su vida da lugar a varias escenas geniales y, en ocasiones, profundamente incómodas). Criminal Record es más interesante; cuando explora las formas en que las diversas facetas de su identidad —como agente de policía, madre y mujer negra— pueden entrar en conflicto, entre sí, y las luchas inherentes al intento de adaptar viejos sistemas a nuevas formas de pensar.

Pero es Capaldi quien se roba silenciosamente gran parte del espectáculo. Su rostro maravillosamente expresivo encierra multitudes en cada escena, y ahí, Criminal Record despliega sus vibraciones rudas y hurañas con todo su efecto. Una de las cuestiones más complicadas que plantea la serie es qué debemos sentir por su personaje, un hombre capaz de amabilidades sorprendentes y compromisos incómodos y a veces oscuros. La actitud de Hegarty, producto de una época muy diferente en el mundo de la policía y con unas ideas muy concretas sobre lo que los agentes deben ser y hacer, puede parecer propia de un dinosaurio en medio de la policía actual, más moderna y diversa. Está abiertamente resentido con algunos de los cambios recientes en nombre de una mayor diversidad e inclusión. Y, obviamente, es una persona dispuesta a hacer lo que haga falta —incluso, y tal vez especialmente, si eso requiere salirse de las líneas proverbiales— para cerrar sus casos. Está claro que guarda secretos, y la serie es previsiblemente glacial a la hora de desvelar cuáles son esos rincones oscuros de su vida. Sin embargo Expediente Criminal también se niega a convertir a Hegarty en un villano manifiesto y equilibra su frecuente acecho ominoso con genuinos gestos de lealtad y amabilidad, a menudo sorprendentes. Si es un buen detective, una buena persona, o un hombre particularmente moral, es algo que sólo los momentos finales de la serie pueden decir, pero la actuación dominante y llena de matices de Capaldi te mantendrá reevaluando lo que sientes por el personaje casi hasta que los créditos finales rueden. En lo que respecta a los dramas policíacos, el caso central de Criminal Record 2024, no abre precisamente nuevos caminos en cuanto a la narración, aunque toca varios temas dolorosamente oportunos en torno a los grandes errores y problemas institucionales de la policía y la justicia en general. (Aunque, por regla general, es mejor plantear preguntas que responderlas). Pero, ¿se trata de una serie a dos bandas entre dos grandes intérpretes en lo más lo más alto de sus respectivas disciplinas? Esto, merece la pena. Por supuesto. Vayámonos a los datos reales y actuales de estos últimos años. Un informe hecho con datos históricos y que se publicó en marzo de 2023 por The Guardian o The independement (creo recordar), decía que: “la policía metropolitana está podrida, sufre el colapso de la confianza pública y es culpable de racismo institucional, misoginia y homofobia”. El informe de 363 páginas fue realizado por el investigadora independiente Louise Casey, quien inició sus indagaciones a instancias de la MET (Policía Metropolitana de Londres) después de que uno de sus agentes secuestrara, violara y asesinara a Sarah Everard en 2021. Esto que les cuento no es ciencia ficción, pues, la noticia fue dada en la noticias de TVE y apareció en cientos de periódicos de todo el mundo. En aquel informe se recogían pruebas de agresiones sexuales encubiertas o minimizadas por los superiores, mientras el 12% de las mujeres que componen el cuerpo policial reconocía haber sufrido alguna vez acoso o abusos. Amén del relato, de una enorme cantidad de bromas racistas contra agentes de origen musulmán o de raza negra. Visto lo visto, Criminal Record, refuerza esa temática tan potente y humillante, gracias a la intriga, el gran carisma de sus protagonistas, lo cual, obliga a que el ritmo mesurado permita que las complejidades éticas respiren y supuren. Los hábiles valores de producción complementan visualmente el aleccionador comentario del programa sobre el racismo que infecta la justicia.

Para los espectadores pacientes, triunfa un thriller centrado en las deficiencias de la humanidad y no en héroes simplistas. Sin embargo, la serie, lucha por mantener la coherencia en su primera temporada de ocho episodios. Los personajes secundarios a menudo se sienten más simbólicos que plenamente realizados, y el alargamiento de los puntos limitados de la trama, a menudo, detiene el impulso. Navegar por ideas provocativas, en torno, a los prejuicios resulta más fácil que desenredar el misterio central del asesinato, que culmina en una simplicidad decepcionante en comparación con la intrincada preparación. Criminal Record (2024) trasciende el drama policíaco tradicional que penetra entre las capas de la maldita corrupción sistémica y los prejuicios sociales arraigados en su narrativa. En lugar de basarse únicamente en la clásica persecución entre el gato y el ratón, va descubriendo con maestría el velo social para exponer los tentáculos omnipresentes del racismo y la misoginia, de par, en par, para abrir el telón y sacar toda esa mansedumbre de funcionarios con arma de 9mm que vive, intentando no levantar mucho la barbilla delante del jefe. A través de una narración llena de matices, la serie no se limita a presentar estos temas como elementos independientes. Los entrelaza —intrincadamente— en el tejido de las vidas de los personajes y en el caso que están esclareciendo. Por ejemplo, no se trata sólo de un acto singular de racismo o misoginia, sino de las microagresiones, los desprecios sutiles y los prejuicios profundamente arraigados que se filtran en las experiencias cotidianas de los detectives de gran jefatura central. La ardua batalla de Lenker para que se reconozca su destreza investigadora debido a su género o el inquebrantable privilegio de Hegarty frente a la sospecha contribuye a este rico tapiz. Estos temas no se imponen al público, sino que se enraman con delicadeza en el tejido de la narración, desvelando la intrincada red de la discordia social. En definitiva, Apple, ha encontrado un producto muy elegante, sobrio y con un conjunto muy bien hilvanado. Algo que agradecerán esas audiencias que anhelan algo más que el gastado suspenso vano en sus procedimientos policiales. Criminal Record inyecta peso ético a su misterio central. Los comentarios inteligentes y las actuaciones poderosas superan los problemas narrativos esporádicos y los errores de producción. Con espacio para crecer en caso de que surja una segunda temporada, el programa gana enteros como propuesta para ser una recomendación tentativa entre los fanáticos del género que buscan sustancia resonante en lugar de un estilo puramente adrenalizado. No obstante, el título de la serie tiene una doble interpretación, porque el historial delictivo al que hace referencia también amplifica su mirada para adoptar una perspectiva más crítica en torno a las continuas sombras de corrupción, racismo y violencia que se ciernen sobre la policía inglesa. Y ahí entraría nuestro divino Shakespeare y su máxima hametliana con aquello; algo podrido huele en Scotland Yard. Nota: 7,9

The Long Shadow (2023): “la crueldad de la bestia de Yorkshire y la incompetencia policial”

Hay un lugar en la vieja Gran Bretaña que ha traído de cabeza a los gobiernos de los años 70, 80 y casi 90. Inicialmente, a los laboristas de  Callaghan y a posteriori, a la dama de hierro, Mrs. Thatcher. Hablamos del mayor territorio del norte de la isla; Yorkshire y sus tres condados metropolitanos del norte, sur y oeste. Leeds, Sheefield y Northallerton. Cuna del laborismo británico y espina dorsal de lo que se llamó el powerenergy /Made in UK de la década, del subidón industrial British, de finales de los 50 y principios de los 60. Carbón, Acero, textil, ferrocarril y transporte fluvial de mercancías tiraban de aquel auge económico hasta el frenazo, en seco, de la crisis del petróleo en 1973 y la entrada en la UE, del club de Bruselas. Vinieron los años agrios y duros, que dejaron a esta rica región, completamente, devastada; sin economía, sin orgullo y sin vida. A ello, hubo que sumarle a un nuevo elemento enturbiado y criminal: el destripador de Yorkshire generó una nueva, verdadera y cruel industria de asesinatos y caos, entre las mujeres del Yorkshire de todos los ámbitos. Fueron los días oscuros de ese monstruo que tuvo en vilo a todo un imperio. El escritor  David Peace, originario de Leeds, escribió una obra de culto; la trilogía Red Riding. A partir, de esos demoledores y macabros asesinatos como un telón de fondo evocador (Peace era un cazador de ambientes para quien el Destripador era el auténtico catalizador del estado de ánimo en su novela, muy en una línea de pseudoJames Ellroy Noir y trilogía criminal de Los Angeles). Posteriormente, construyó, GB84, una novela de alto contenido político centrada en la lucha entre los mineros liderados por Arthur Scargill y el gobierno de Margaret Thatcher (1983 está trufado de titulares de la campaña que la mantendría en Downing Street). A partir de estos condimentos nos encontramos con unos trabajos audiovisuales, donde lo mejor, del audiovisual británico BBC, ITV o TV5 han creado maravillas como Happy Valley, The Pembrokeshire Murders, A Confession, Steeltown Murders o la fascinante Sherwood ficción emitida por una cadena pública señala, sin ningún tipo de ambigüedad, donde el gobierno de Thatcher utilizó al SDS; un grupo de élite activo desde 1968 hasta 2008, como policía política, no para combatir el crimen organizado, pues tal es su función, sino para desestabilizar grupos de índole política que no eran de su agrado. Y nos damos de bruces con la maravilla que acaba de realizar ITV, The long Shadow (2023), una serie que se distingue de la manada de dramas sobre asesinos en serie, y mucho menos de documentales, de los cuales, todas las plataformas de streaming tienen una sobrada cuota.

La regla general es que, por mucho que los creadores enfaticen que su firmamento se centrará en las víctimas y no en el perpetrador de los crímenes, de alguna manera todos terminan esclavizados precisamente por esa persona. Hay hombres canosos de Yorkshire bebiendo pintas en lúgubres clubes de trabajadores. A finales de la década de 1970, Leeds no era el Minerva, evidentemente. Empero, demasiado desgarrador, el hecho de que tantas mujeres hubieran sido obligadas a prostituirse (una presa fácil para el asesino) por la escasez de recursos familiares. Aun así, es difícil no sentir que la serie amplía la caricatura del “norte sombrío”, pintando a Leeds como una obscura rapsodia de papel tapiz manchado de nicotina y propiedades municipales privadas de sol. The Long Shadow (2023) es la narración de un lugar inhabitable y en constante paranoia, enredado en una investigación policial de juzgado de guardia, contando con el consentimiento y bendición de las familias. TLS, trata en detalle, la convulsa década, a la búsqueda de un asesino despiadado y escurridizo. Desde una perspectiva honesta, se presenta un drama potente, sobrio y desgarrador, sin una sola nota falsa. Los primeros episodios se concentran en presentarnos su situación en general, mientras las terribles dificultades financieras llevan a la asediada esposa y madre a vender sexo y la ponen fatalmente en la mira del mismísimo serialkiller/Sutcliffe. El primer episodio se centra en la segunda víctima, Emily Jackson (Katherine Kelly, Gentleman Jack y Liar), a quien su marido (Daniel Mays, Des, 404 o Good Omends) sopesaba la idea de prostitución de Emily (entre la desesperación y la acumulación de facturas), en una balanza por la que ella; es quien toma ventaja en esa decisión. Kelly es fascinante, cada mirada comunica dolor, miedo y frustración. Sin embargo, la propia Jackson se ve finalmente reducida a una larga lista de arquetipos: madre, descarta a las víctimas como “sólo” prostitutas, cuando sabemos que esposa, prostituta y víctima ante la ley parece los mismo. No obstante, toda la atención está puesta en la policía que investiga el asesinato. El actor irlandés Michael McElhatton (GOT, The Wheel of Time y Jack Ryan) aparece como un engreído jefe superior de toda policía de Yorkshire: en otra interpretación de luxe para enmarcar. El inefable Toby Jones (The english, The Pale Blue eye y Detectoris) es el afable detective, avergonzado, Dennis Hoban, aunque exagera la credulidad al sugerir que la mayoría de los policías estaban del lado de las mujeres; que el asesino apuntó inicialmente. Como se muestra aquí, solo un policía deshonesto, así tenía esa actitud generalizada, de quienes trabajaban en la investigación.

El asesino no aparece, como es debido. Después de ella, está Marcella Claxton (Jasmine Lee-Jones, Dead Pixels 2021), que sobrevive a un ataque con martillo por parte del hombre que pronto será etiquetado como “el Destripador de Yorkshire” por los medios, aunque el apodo, odiado por las familias, apenas se utiliza en The Long Shadow. Aborta a los cuatro meses como consecuencia del ataque. De regreso a casa desde el hospital, la vemos tocar suavemente su terrible herida en la cabeza, tratando de verla en el espejo y medir su extensión, con el catre vacío al fondo: una evocación conmovedora de la extensión literal y metafórica del trauma; cuánto queremos encontrar sus límites y cuán imposible puede ser hacerlo. No es simplemente la pobreza lo que lleva a los Jackson a soluciones extremas, sino que las presiones sociales y el deseo de no perder la cara frente a los vecinos están dibujados con cuidado y precisión. También lo son los sutiles prejuicios que alejan a Irene Richardson (Molly Vevers The Rig 2023 y War Game 2022) de la oportunidad de conseguir un trabajo como niñera que podría haberla salvado de convertirse en la tercera víctima del asesinato de Sutcliffe. Después del asesinato de Wilma McCann (la joven actriz Gemma Laurie) y la investigación que llevará cinco años para detener a Sutcliffe a pesar de que la policía lo entrevistó nueve veces, la atención se centra en Emily Jackson (Katherine Kelly). La pesquisa policial gira en torno a las historias de las mujeres y, aunque toca muchos temas familiares, maternidad, paro crónico de una industria descacharrada, donde todos los hombres andan ociosos entre el pub y sus viviendas. La presencia de personas como Toby Jones, David Morrissey (Walking Dead, Sherwood y Britannia y Lee Ingleby (The Serpent Queen, Innocent y Line of Duty) como los diversos detectives que a lo largo de los años se ocuparon del caso; nos da una idea sobre la calidad del producto, pues, esto está mucho mejor hecho otras series de un cariz similar. Hay una grandísima producción y se nota, en cada detalle: vestuario, attrezzo o la fotografía. Hemos llegado a esperar que se muestren virulentas escena llenas de misoginia y racismo en dramas ambientados en décadas anteriores y que involucran a la policía (o cualquier otra institución difícil de manejar y dominada por hombres), pero The Long Shadow logra arraigarlos de manera más silenciosa y con paso firme. Es una forma de vida, una forma de pensar más que una sucesión de grandes casos (aunque todavía tiene sus momentos, como cuando la entrevista de los detectives en el hospital con Claxton se convierte en un interrogatorio, cuando su cortesía diseñada frente a un afrobritánico la mujer comienza a desquiciarse).

Pensemos, que en 1975, las investigaciones están a cargo del oficial Dennis Hoban (Toby Jones), pero a lo largo de la serie veremos a otros investigadores tomar las riendas ante los fracasos de sus antecesores, entre ellos George Oldfield (David Morrissey), que ocupa la última parte de la historia. Conforme se van desarrollando los asesinatos y la investigación, da la impresión de que estamos más ante una crónica social que ante un True crime, sobre todo cuando las mujeres salen a las calles, cansadas de la incompetencia de la policía, “reclamando las noches” frente a la orden de quedarse en casa, en un emocionante montaje, mientras suena la versión de Peggy Lee de la canción de Paul Simon “Bridge over the troubled wáter” (1970), una de las favoritas de Jacqueline Hill (Daisy Waterstone), la última víctima del asesino. En este sentido, podemos decir que The long shadow  (2023) es la mejor serie dirigida por Lewis Arnold, y eso que ha sido el responsable de lo mejor que se ha hecho en Gran Bretaña en los últimos años, dirigiendo producciones destacadas como (Des, 2020 el drama de Dennis Nilsen protagonizado por David Tennant)), citada anteriormente, o Time BBC (2021) y Sherwood (2022). Hay un estilo reflexivo que impregna toda la historia y que transforma un thriller policial en un profundo estudio de las consecuencias de una sociedad limitada por los prejuicios. Escrita por George Kay (cuya última aparición fue la muy diferente y divertida en el secuestro de Hijack Apple Tv (2023)  protagonizada por Idris Elba) y dirigida por Lewis Arnold, joven cineasta que se ha curtido en el canal británico con las series citadas anteriormente. Pero quizás lo más sorprendente es que esta historia contada con los resortes de la narrativa clásica, ya que Kay, siendo responsable de algunos éxitos que tienen una textura completamente diferente, como el caso de la exitosa Lupin (Netflix, 2021).

La escritura de GK es mucho más sutil y elaborada, evitando caer en el sensacionalismo para centrarse en la descripción del entorno social y las consecuencias del pánico provocado por la sucesión de trece asesinatos a lo largo de cinco años. Su nombre merece ser olvidado tanto como subrayar que se recuerde a las víctimas. Pero es difícil ver cómo TLS ayuda con eso. El caso del Destripador de Yorkshire es un ejemplo de incompetencia policial y misoginia que tiene las suficientes fracturas tanto para Irlanda como para el Reino Unido. Se observará a lo largo de todos los episodios una torpeza que llega al paroxismo de la desidia. The Long Shadow (al menos hasta ahora, que ya está más lejos que la mayoría) rompe con la regla general. Más que cualquier interpretación de un caso notorio que uno recuerda, siendo, un chavalín. Pues, la atención está en las mujeres. En concreto, las mujeres vivas. Y, cuando se van, las personas que dejan atrás. Todo esto significa que entendemos mejor cómo la investigación salió tan mal tantas veces, e incluso “los buenos” creyeron que las muertes de trabajadoras sexuales (y asumiendo que cualquier mujer cerca de una zona de calle conocida lo era) no valía la pena generar muchos esfuerzos, y por ende, el de cualquier mujer borracha, y claro la noche es muy fiera y a lo mejor, recibió lo que se merecía. Empero, ahora que podemos ver los que significa e interpretar mucho mejor sus actitudes descendientes y la reiteración con la que insidiosamente siguen actuando contra las mujeres. Excelentes y enormes escenas sexistas/racistas o una clara división entre los malos policías y los esos pocos —angelicales— que han logrado trascender sus épocas nos permiten creer que las cosas son diferentes ahora. La sutileza y el cuidado de The Long Shadow parecen negarnos ese consuelo equivocado. Ya que la mirada amplifica el interés más allá del retrato del culpable, la hace mucho más profunda y absolutamente más relevante que la mayor parte de las series basadas en crímenes reales. Lo dicho, estamos ante una gran serie y todo un documento sociológico de historia criminal contemporánea del Reino Unido, pero no se olviden, delante de una ficción de un nivel magistral. Los dos primeros episodios son dignos de los mejores films del mismísimo David Fincher. Nota: 8,5

Donkerboss (2022) ¿Ubi est Mandela?

Hablar de cultura del crimen dentro de la industria audiovisual de un país tan fascinante como caótico en todos los sentidos va a ser un ejercicio entre lo quijotesco y lo perseverante, pero es nuestro deber. Bien, estamos dentro del contexto de la ficción del país austral. Ese país, el mismo del demoledor apartheid, ese de enormes recursos de oro, uranio, platino, diamantes, níquel, vanadio, cobre, gas y demás tierras raras. El país de las 11 lenguas oficiales. Uno de los territorios más grandes del continente africano y con casi 60 millones de habitantes. Curiosamente, toda esa riqueza es destruida cada dos o tres años con levantamientos civiles que expulsan toda su rabia, en forma de cólera xenófoba, contra sus hermanos de color de países tan cercanos como Namibia, Zambia Zimbabue, el Congo, Mozambique, Botsuana en busca de algo de prosperidad como humildes conductores de camiones o cualquiera de los comerciantes de origen índico que haya ido a trabajar e intentar por su cuenta. Nada es seguro, ni nadie conoce a nadie. La violencia es el pan de cada día. El gobierno se ha inventado esa agenda woke del 2030, con una serie de consignas políticas que suenan muy chulas: tendremos unas ciudades seguras, unos hogares para toda familia y mucho trabajo para todos ciudadanos sudafricanos. Esto es un día cualquiera en la utópica Sudáfrica del tan cercano recuerdo para el mundo futbolístico de la piel de toro. Da igual, que vivas, en lo más cool de Ciudad del Cabo, Johanesburgo, Pretoria o Durban. Al final, llegarán hasta ese hermoso pueblo que nos presenta este joven cineasta de origen neerlandés, en su debut audiovisual, con muy pocos medios, pero con un guion maravilloso; Nico Scheepers. Así como un equipo técnico que se desvive por marcar profesionalidad. En una industria que es muy pequeña pero repleta de talento, la cual, está muy expectante a los festivales de cine premium y la política de inversiones de las grandes plataformas del streaming. A partir de todo ese humus nace, la maravillosa Donkerbos. Este Neonoir rural con asesino en serie ritualista; es una de las mejores series vistas en este año por la dirección de nuestra publicación. Donkerbos (traducido aproximadamente a nuestro español como » arbusto o bosque oscuro») tiene mucho de las grandes series policiacas de toda la vida y a la vez, en un poco atípica como esas comunes series de detectives más frecuentes y corrientes. Sí, tiene un ritmo lento, pero la historia y varias de las subtramas se desarrollan funcionan estupendamente a esa velocidad. Los personajes se desarrollan con el paso de cada episodio, más, en formato de 60 minutos. La historia, en sí, es bastante oscura y el trabajo de iluminación y dirección sirven para reforzar esa estética. Todos los actores hacen un excelente trabajo, en particular Erica Wessels (Fanie) y Nicole Holm (Marietjie). Algunas de las escenas, en particular, el episodio final, debieron ser bastante difíciles de filmar. Sin embargo, todo el elenco logró interpretar bien sus papeles.

La historia equilibra una inmersión profunda en los personajes principales mientras va tejiendo una emocionante historia de asesinatos en serie, disputas familiares, tribales, raciales y una fábula inquietante. El programa tiene su sede en Sudáfrica, donde se habla afrikáans e inglés, además de varios otros idiomas. Por lo tanto, es perfectamente natural que el idioma hablado cambie según el entorno o con quién se habla. El espectáculo es un ejercicio exitoso, a menudo escalofriante, de aplicación de los elementos figurados del neonoir al contexto sudafricano. Los temas de los problemáticos protagonistas antihéroes y los asesinatos que revelan injusticias y secretos sociales más amplios; se han convertido en parte de las narrativas internacionales. Hay ecos de aquellos campos silenciosamente siniestros de Reyka (2021) —espléndida—, ominosamente envueltos en niebla, son paralelos a Memories of Murder, una película de 2003 del director de Parasite, Bong Joon Ho, sobre la búsqueda de un asesino en serie en la zona rural de Corea del Sur. En los siniestros bosques, a las afueras de la ciudad ficticia de Donkerbos, la policía descubre una fosa común de niños asesinados, cuyos cadáveres están rodeados de símbolos crípticos y adornos grotescos. “Mucha gente muere en este país… muchos niños. ¿Pero todos a la vez? —dice atónito un funcionario de documentación, encargado de ayudar a la policía en sus investigaciones. Los medios de comunicación sudafricanos aprovechan este horror como prueba de los sacrificios de niños cometidos por “satanistas” y “brujas”. Pero a medida que las investigaciones de la brillante pero problemática detective del Servicio de Policía de Sudáfrica (SAPS), Fanie Van Wyk (Erica Wessels) y su igualmente talentoso y nuevo compañero, Tsedza Tshivenga (Sanda Shandu), comienzan a revelar, estos crímenes salvajes tienen sus raíces más en lo mundano: una realidad que ha sobrealimentado lo sobrenatural. El descubrimiento de los cuerpos saca a la luz el pasado de los protagonistas, como la relación extramatrimonial de Fanie y la relación distante con su marido que previamente ha sido condenada por abuso. En lugar de belleza prístina, que invita a un retiro rural idílico; Donkerbos está atravesado por una violencia incipiente y su hijo adolescente gravemente deprimido. A medida que profundizan en el caso, queda claro que el verdadero peligro para los niños locales son a menudo sus propios cuidadores, como una madre negligente que deja a su hija al cuidado de una pareja: fanatismo religioso y abuso íntimo de menores. Con una fotografía envuelta de niebla y personajes uniformemente miserables, que hablan en un diálogo portentoso sobre el mal omnipresente del mundo, este drama en afrikáans, inglés y venda (bantú) está muy explícitamente enmarcado como una variante sudafricana del oscuro drama de investigación policial.

Las sombrías historias de detectives que desentrañan crímenes espantosos, que a menudo ocurren en ciudades supuestamente tranquilas que esconden secretos de pesadilla, se han convertido en éxitos arrolladores en la era del streaming VOD. Esto incluye la ola de Nordic Noirs, como The Killing y The Bridge, producciones escandinavas que luego tuvieron remakes americanos. Sin embargo, a medida que las pantallas se vuelven cada vez más grandes y brillantes, parece que el público se siente cada vez más atraído por historias definidas por la desolación narrativa y visual. En el siglo pasado, el género de ficción detectivesca se asoció con el escapismo, con policías o investigadores privados afiliados a la policía, como Poirot de Agatha Christie, resolviendo crímenes entre las clases altas. Si bien el estilo duro estadounidense, iniciado por escritores como Raymond Chandler y Chester Himes, era más cínico respecto del orden social (a menudo retrataba tanto a los ricos como a la policía como disfuncionales y corruptos), ofrecía, sin embargo, la emoción indirecta de personajes con dos puños que luchaban contra las injusticias y exponer secretos. Pero en el siglo XXI la ficción policial se ha convertido cada vez más en una forma de realismo social, centrada en analizar las consecuencias violentas del crimen en las comunidades. Esta seducción por la investigación refleja un estado de ánimo cultural en el que la gente se siente inundada con noticias sobre Donkerbos, se hace eco de esta visión pesimista del mundo y afirma que refleja la necesidad de sentir que hay “gente valiente entre nosotros y la oscuridad”. Con escenas que muestran cortes de energía y edificios municipales en ruinas, Donkerbos, aprovecha un sentimiento generalizado de desilusión sobre el estado de la sociedad sudafricana. La serie se emitió en Sudáfrica en medio de una crisis energética en curso, donde la corrupción y la mala gestión en el monopolio eléctrico del país provocaron 1.900 horas de “desconexión de carga” (un eufemismo para apagones continuos) solo en 2022. Las tomas de edificios cerrados y calles llenas de basura resaltan el continuo colapso del gobierno local. Según las propias cifras del gobierno, el 59% de los 257 municipios del país están en quiebra y no pueden prestar servicios regulares. Criminalidad, corrupción política y financiera, pero impotente para tomar medidas para detenerlos. Nico Scheepers, el creador de y la violencia social (y la aparente incapacidad de la policía para controlarla) se evidencian en la repugnante regularidad con la que los medios de comunicación se ven inundados con historias de secuestro, abuso y asesinato de niños. Hay gente que habla del nuevo True Detective versus África del Sur. Muchos de ellos críticos que asistieron al pase en la última Berlinale.

Pero  la serie también denuncia tanto a las noticias como a las instituciones religiosas y cómo utilizan cínicamente la publicidad sobre crímenes para sus propios fines. El pastor de la ciudad intenta aprovechar el descubrimiento de los cuerpos para atraer seguidores a su iglesia. En otra escena, un reportero de televisión que persigue una ambulancia aconseja a la madre de un niño asesinado: “Consejo profesional, a la gente le encantan las lágrimas, así que no te contengas”. Dokerboss también analiza cómo la poderosa influencia del fundamentalismo cristiano estructura la información y la vigilancia del crimen en sí. El sadismo y la brutalidad de muchas acciones criminales se consideran tan terribles que no pueden ser simplemente obra de la malicia humana. El propio SAPS mantiene una división de Crímenes Ocultos, 1995 que el país tenía “20.000” satánicos, en activo, que habían hechizado a los agentes de policía para causarles problemas castrenses y financieros. La división de Crímenes Ocultos clasifica todo, desde películas de terror hasta fundada en los últimos días del apartheid por el fundamentalista cristiano Kobus “Donker” Jonker, quien aparecía regularmente en la prensa lanzando afirmaciones escandalosas, como cuando le dijo al periódico Mail & Guardian en prácticas religiosas tradicionales africanas en alianza con las fuerzas del mal, y como era de esperar, ha hecho poco para reducir la tasa de asesinatos, porque su enfoque está en evangelizar una visión religiosa extrema del mundo en lugar de la realidad real. Aspectos prácticos de la resolución de delitos. Los medios de comunicación siempre están dispuestos a darle vida a las historias de crímenes con indicios de participación satánica. Entre 2012 y 2016, una pequeña secta llamada Vencedores en Cristo cometió 11 asesinatos en la ciudad de Krugersdorp, en las afueras de Johannesburgo. A pesar de la amplia evidencia de que estos asesinatos fueron motivados por el robo y la venganza, muchos medios de comunicación los describieron erróneamente como asesinatos “satánicos”. En la hiperbólica serie documental de 2021 Devilsdorp (también producida por Showmax), los entrevistados expresan regularmente su sorpresa, sobre esos blancos conservadores de pequeños pueblos puedan ser responsables de alguna matanza criminal. El uso de música y edición espeluznantes sugiere la influencia de fuerzas diabólicas ocultas, pero lo que se omite, sin embargo, es el hecho de que esos mismos valores moderados sustentaron los crímenes sistémicos del apartheid. Así como el personaje, entre la mística étnica y el trato matriarcal a sus detectives; la capitana Thoko Ntshinga, llamada, coloquialmente, Didi.

Se da a entender que el crimen violento es algo asociado con el “otro”: muy urbano y pura patología dentro de la sociedad sudafricana. Donkerbos desafía este lenguaje cultural, y la investigación descubre el exudado físico que supura bajo la tranquila mitología de Dorp (un pequeño pueblo, donde todo el mundo se conoce). La violencia generalizada alimentada por traumas históricos no resueltos y la mala gobernanza contemporánea, y validada inconscientemente por ideologías de género reaccionarias sobre la dominación masculina de mujeres y niños, significa que ningún espacio está completamente exento de los horrores de la existencia contemporánea sudafricana. Aunque, la serie es un intento serio de luchar dentro de una realidad verdaderamente inquietante, su adhesión a otras convenciones de género, refleja un conservadurismo artístico. Sin embargo, no deja de criticar a los protagonistas policiales defectuosos, se adhiere esa la idea que la policía es, en última instancia, una fuerza para el bien. Los policías son la última línea entre la civilización y el caos, la única protección real contra los horrores. A pesar de su compromiso con la determinación, la descripción del SAPS no logra capturar la sórdida realidad. Al contrario de los agentes obsesivamente comprometidos del programa, los policías sudafricanos tienen una reputación infame, por su mala praxis en las investigaciones de los abusos y la violencia de género. Además, hay una amplísima evidencia, en torno, a como la policía es un laberinto de criminalidad, con agentes trabajando para bandas del crimen organizado y denunciantes asesinados. Donkerbos pierde la oportunidad de profundizar en las barrocas redes del poder y paranoia dentro del estado. Creo que ha acertado, en ese quid, podría haberle desviado del eje central de la historia. Al igual que su predecesor Showmax, la citada anteriormente Reyka ya vista en Filmin, nos mostraba la función de la ficción criminal como un testimonio cuasi teológico de los males del mundo, sin ofrecer la promesa sobre que  tipo de cambio social pueda mejorar las cosas. Aunque fuera cualquiera, pero un cambio. Empero la tradición global de la ficción policiaca también tiene una contracorriente de narrativas antiautoritarias y antisistema, que critican activamente las formas dominantes de poder político y económico y la moralidad convencional. Hay tantas historias de forasteros y forajidos que trabajan fuera del sistema como el protagonista de la policía común. Si miramos a algunos de los contemporáneos de Donkerbos, como las películas negras surcoreanas A Bittersweet Life (2005) y Burning (2018), ofrecen comentarios mordaces sobre la alienación personal y de clase en el capitalismo postardío. En el caso de la estadounidense Yellowjackets (2021) comparte un escenario forestal con Donkerbos, pero sustituye su tono melancólico por una historia salvaje de rarezas sobrenaturales y distópico comportamiento. Al priorizar la extravagancia visual y narrativa, estas obras ofrecen una perspectiva diferente de la realidad social contemporánea, al tiempo que aluden al potencial de agitación y transformación.

Si bien tiene muchos méritos por sí sola, ver Donkerbos me hizo preguntarme si Sudáfrica necesita más policías versus historias malvadas. La realidad surrealista de la vida contemporánea justifica ficciones que subviertan nociones ordenadas de ley contra el desorden y que vayan más allá de simplemente detallar la disfunción. El tono desesperado de la serie es una respuesta a una sensación muy real de desesperación que está omnipresente en el país, pero esta tristeza nos impide sentir una sensación de dependencia y pensar en las alternativas políticas y culturales que podrían transformar una sociedad asustada y rota. Nada mejor que la aparición en escena de la subtrama de los hermanos Van der Walt, Sybrand y Bram (excelentes interpretaciones). Quizás, en lugar de esperar que la gente nos salve, necesitemos narrativas sobre cómo hacerlo nosotros mismos. Toda la historia está ambientada en Limpopo, el nuevo thriller policial captura historias reales de sudafricanos, desde violencia doméstica hasta secuestros y asesinatos de niños. «Cuando se encuentran los cuerpos de seis niños en los bosques apartados de Donkerbos, la detective Fanie Van Wyk, está de por sí, condenada al ostracismo, y deberá luchar, no sólo contra un psicópata que tiene aterrorizada a la región, sino contra su oscuro pasado: su familia y una comunidad desconfiada para atrapar al asesino antes de que se lleven a otro niño». Finalmente, me quiero quedar con unas palabras del director —que sabe de la desdicha y la tragedia de su país— donde afirma, que el crimen es algo tan cotidiano, en todas partes del mundo, porque este género cinematográfico es lo más cercano a la vida que tenemos y camina por esa línea, en la que todos tenemos que creer, que hay una o dos personas, interponiéndose entre nosotros y el caos. Y es por eso que este género nunca morirá, funciona en cualquier idioma y es un género que viaja. Pero no puedes optar simplemente por la retórica figurada. Tienes que encontrar la especificidad dentro de eso. Quería ambientar la serie en el mundo con el que estoy más familiarizado, que es esa parte de la Sudáfrica rural. Y como crecí en una granja, en el medio rural de Limpopo, quería abrazar todas las cosas que la hacen única en términos de relaciones raciales, en términos de estructuras financieras y gubernamentales rotas. El verdadero drama es la sempiterna pregunta: ¿Cómo les falla el gobierno a las mujeres y a los niños? ¿Y cuáles son los sistemas existentes que no pueden simplemente fallarle a un niño, sino crear un monstruo? La respuesta no la tiene ni el jodido presidente de esa hermosa nación. Habría que hablar a través de psicofonía con el mismismo Nelson Mandela y gritarle: ¿Uti est Mr. Nelson? para que trajera la paz que necesita una de las naciones más ricas del mundo; que se desangra en sus 11 idiomas, cada día. El mal y los demonios de Sudáfrica se reflejan en esta excelente ficción. Una nueva historia en clave Neonoir de un país completamente resquebrajado. Un consejo de todo corazón, Dorberkos 2022, merece la pena ser vista. En principio el visionado de esta serie está vía lugares de emisión por Google. Si nos atenemos a la lógica, en poco tiempo, la plataforma Filmin sería el canal que la emitiría en España. Nota: 8,6

1923 (TV) “El Western de Sheridan que atrapó a Mirren y Ford”

A día de hoy, hay algo en el mundo de la nueva ficción del streaming, de tal calado, como para llegar a la siguiente conclusión: “Taylorfactoría”(Una máquina de crear guiones para la TV a la carta). Y es que, un actor mediocre, Taylor Sheridan, se ha reconvertido en un prestigioso guionista y no hay nada que lo detenga. Todo lo que hace se convierte en audiencia millonaria. Taylor Sheridan comenzó escribiendo el guion de «Sicario» y debutó como director, en maravillosa «Hell or High Water» (2016). Sheridan ha encontrado su sitio en el  hábitat de la grandiosa Paramount TV, y su megaéxito, «Yellowstone»(2018) es una de la series con más prestigio, de éste, ya cuarto de siglo XXI. Sus audiencia han llegado a superar los 15 millones de espectadores. «Yellowstone» acaba de finalizar el episodio 7 de la 5 temporada, sin mostrar, ningún indicio de cansancio. Aun más, la gente está expectante y con muchas ganas, a la 2 parte de esa 5 temporada; donde Kevin Costner sigue siendo el patriarca del clan Dutton, en Montana, con un caché de 600.000 euros por episodio. El mundo de la familia Dutton se está expandiendo con una segunda miniserie que fue un rotundo éxito en 2022, «1883»publicada a principios de 2022— y ahora, llegan los vestigios de ese clan, en la nueva «1923». El atractivo de ver la nueva serie de Taylor Sheridan es doble: las leyendas de la pantalla Harrison Ford y Helen Mirren protagonizan «1923». (Una tercera razón es que el ex James Bond, Timothy Dalton, interpreta a un gran antagonista, pero lamentablemente no aparece en el primer episodio, pero da la sensación que es un tipo muy rico y malísimo que clama venganza).

Los que estamos familiarizados con «Yellowstone» o «1883». Estamos de enhorabuena y es que, en esta ocasión, el papel de Jacob Dutton, recae en la leyenda Hollywoodense de Harrison Ford —patriarca de la familia— y comisionado de la gestión del ganado para Montana. Interpretando el tipo de personaje que no solo no le importa ensuciarse las manos, sino que acepta el desafío. (Esto también se usó con gran éxito en Witness, el thriller de Peter Weir de 1985 que le dio a Ford su única nominación al Oscar como un detective de Filadelfia que se esconde dentro de una comunidad Amish de los policías corruptos). Para un actor que no solo tiene experiencia en carpintería, sino también es dueño de una propiedad de 800 acres en Wyoming —andar a caballo mientras administra un rancho le queda a Ford como un guante. Si Ford estaba esperando la oportunidad adecuada antes de aparecer en su primer papel importante en televisión— parece que la encontró. Harrison Ford sigue siendo una estrella, sin importar el tamaño de la pantalla. En este episodio, inicial, el viejo Han Solo, ahora JD, se las va a tener que ver en demasiados frentes y mucho por hacer. Uno de ellos es el Marshall y viejo amigo de los Dutton, el actor Robert Patrick (Terminator 2 y Perry Manson).

El paisaje de Montana brinda al programa una belleza impresionante, y en este episodio piloto —ciertamente— sugiere que «1923» tiene todo el potencial para ser una nueva epopeya llena de  emoción, venganza, violencia y disputas a tutiplén; que llegan a hacerte cómplice de toda la emoción de los 65 minutos que tenemos por delante. Empero, hay tiranteces graduales en Montana, concretamente, se están viviendo unos años, con el paisaje áspero y despiadado, por una demoledora sequía, que no está dejando ni una brizna de pasto. Puede que eso no suene como un gran problema ahora, pero considerando que la comunidad depende del ganado. Sin embargo, el ganado necesita comer hierba fresca para poder sobrevivir y generar negocio a sus propietarios. Vean un telediario y se darán cuenta de como se las gastan, nuestro ganaderos. También, brotes de plagas de  langostas, una depresión económica que se avecina —silenciosamente— y casi cualquier otro problema que pueda imaginar. Lo más importante es la sequía, que ha provocado tensiones altísimas entre vaqueros y pastores. Los pastores están dirigidos por Banner Creighton (Jerome Flynn GOT, Jonh Wick o Black Mirror), quien está furioso por la repentina falta de recursos y al mismo tiempo alberga una venganza contra Jacob y toda su familia. Particularmente, por el enorme patrimonio de tierra que han acumulado desde la llegada del primer Dutton.

Jacob no tiene tiempo para las quejas de Banner, lo que lleva a una escena rápida y furiosa en un juzgado. El conflicto entre Banner y Jacob se acelera, pero la construcción del mundo —aquí— se siente demasiado apresurada y no nos permite entender el porqué Jacob y Banner tienen lo que parece una rivalidad tan hostil. La escena establece que la familia de Jacob tiene la parcela de tierra más grande de la región, mientras que los pastores como Banner están sufriendo en pequeños minifundios. Esa es una dinámica interesante, pero es demasiado familiar y llegan a las manos, en unos pocos segundos, y se siente como una oportunidad perdida de establecer realmente algo especial. Afortunadamente, Ford es emocionante, canaliza efectivamente toda una vida de furia y frustración, de este patriarca sensato. No es de los que rehúyen la violencia, y está claro que este es un hombre que hará absolutamente todo lo que esté a su alcance, y tal vez más, para conservar lo que es suyo. Toda una vida de dificultades ha llevado a este endurecimiento: «He estado aquí desde 1894, Clive, no recuerdo un año fácil», le dice a un compañero de trabajo.” Siempre ha sido difícil, pero aquí estamos; peleando cada día por lo que es nuestro. A medida, que el largo capítulo de introducción vaya avanzando se irá viendo, el barniz interior del personaje que borda HF. Luego está Helen Mirren, que interpreta a la matriarca de la familia Dutton, Cara.

Si les preocupaba que Cara fuera poco más que una esposa cariñosa, pueden desechar esas preocupaciones: Cara tarda menos de un minuto en el primer episodio en eliminar a un enemigo con una escopeta. Está claro que Cara no es alguien con quien meterse, y Mirren se siente muy cómoda, en su papel, de la esposa del patriarca. Llena de callos en las manos como su esposo Ford. Sin embargo, por en ella, transita un halo de humanidad; que le permite sentirse más conectada a tierra. Cara parece ser una persona mucho más sensible cuando habla con sus seres queridos, pero si alguien llega a amenazar aquello por lo que ha trabajado su familia, y tiene una escopeta, cerca; no se anda con titubeos. Si bien la historia de la familia Dutton es intrigante, se siente demasiado familiar, muy propio del género western, y toda la familia que lucha por mantener su rancho es un terreno muy trillado. Mucho más emocionantes son las otras dos historias, establecidas, en el primer episodio de «1923». Y van a dar mucho juego en los próximos capítulos. La primera es bestial, intrigante e inhumana. Sigue a Teonna (Aminah Nieves, Blueberry), una joven indígena introducida en una escena despiadada en una escuela parroquial que parece estar diseñada para asimilar a los niños indígenas, dentro de un estilo de vida de anglosajón, sin importar el daño colateral.

Algunas de las secuencias en esta sección intermedia son casi insoportables de ver. Está siendo atacada brutalmente por su maestra, la hermana Mary (la siempre brillante, Jennifer Ehle, Zero Dark Thirty y Pride and Prejudice), en un brutal momento e inquebrantable que expresa la crueldad y el maltrato de los pueblos indígenas. Todo ello con la connivencia del director del centro, el padre Renaud (Sebastian Roché, The Man in the High Castle y The Young Pope), quien podría ser incluso más sádico y aterrador que la hermana Mary, y lo es. Teonna ha sufrido un tormento inimaginable en esta escuela y tiene pocas esperanzas para su futuro: por la noche, uno de sus compañeros de clase le dice que todo esto terminará pronto. Teonna comenta que los que se fueron prometieron enviar cartas, pero ¿cuántas cartas recibieron? Es una pregunta brutal que no requiere respuesta, y de todas las historias que se gestan en el primer episodio de «1923», es la de Teonna la que me mantendrá mirando y dejándote con mal cuerpo. La segunda involucra a Spencer Dutton (Brandon Sklenar) trabajando a lo largo de África central y oriental —como una especie de mercenario— disparando a leones, leopardos y cualquier otro gran felino que aterrorice a los civiles. Sus servicios son muy solicitados, y él, es un auténtico profesional de la caza de depredadores peligrosos. Spencer lleva consigo un fuerte trauma, tras haber combatido en la Primera Guerra Mundial (conocida en 1923 como la Gran Guerra), que explora en fantásticos flashbacks, explícitos, salpicados de sangre y llenos de  hiperviolencia. Las penurias a las que se enfrentó.

Es obvio, que esta obra destaca por la gran calidad de su  producción que es, con un presupuesto de gran film, en la categoría Vip. 1923 tiene una fotografía y una dirección, realmente, sobresaliente y pulcra. Curiosamente, Spencer ha sido llamado para rastrear a un depredador que ha estado matando trabajadores ferroviarios. Y en ese campamento, acabará conociendo a una mujer que hará que su vida de un giro de 360 grados. Alexandra (Julia Schlaepfer, The politician) a esta tierra indómita, quien, en el transcurso de solo 36 horas, pasa de ser una novia de la alta sociedad, a estar con un tipo con aspecto de Hemingway en las nieves del Kilimanjaro, tomando whisky de malta en el bar del Hotel keniano, Divertida, sexy y muy alocada. Acaba subiéndose en un Rolls conducido por un conductor africano muy elegante, lleno de maletas y cartucheras, en el asiento trasero dirección al océano Indico. Esta mujer hará que el sobrino de Cara, se convierta en un hombre sensible, enamorado y atento. Por momentos, el Spencer rencoroso y violento de hace unos días parece desaparecer y comienza a reír con los chistes de ella. Obvimanete, Taylor Sheridan, está dando lo mejor de aquel cine que consiguió que los espectadores se enamorasen en la oscuridad del fondo del patio de butacas. Casos como Leyendas de Pasión o Memorias de África. Empero, no lo olviden, hay algo que es USA y se llama western. Sheridan es un jinete muy preparado. Por algo será, que muchos directivos de Hollywood, cuando escuchan su nombre, el cerumen de sus tímpanos desaparece. 1923 se puede ver en la plataforma SkyShotime. Nota:8,2

Interview with the Vampire (2022) «Anne Rice, ese clásico, que siempre apetece hincarle el diente»

Dicen que no hay nada eterno en la vida —con una salvedad— los vampiros de Anne Rice. De ahí que si a lo largo de la historia fueron los reyes de la gran pantalla, porque no hacerlos en ese invento tan confortable y adictivo llamado SmartTV. Evidentemente, hemos visto docenas de remakes o reboots para las grandes plataformas del streaming. Desde la divertida y ultramediática True Blood 2008. Todo lo demás, se podría decir que es una selección de refritos de grandes añadas. La mayoría de ellos son meros ecos de los éxitos originales, pero a veces un creador encuentra un nuevo pulso en una franquicia muerta, y ese es el caso de la divina escritora sureña Anne Rice y su libro de culto: Interview with the Vampire» de AMC. Un drama sorprendentemente entretenido, marinado y bien hecho; que tiene aquellos ecos de la serie Hannibal 2013, la versión más postmoderna del Dr. Lecter, de muchas formas: tanto en el estilo y la manera de remodelar de los personajes familiares para una nueva generación. La serie va cogiendo cuerpo y es una realidad. La estructura del guion de la nueva versión es similar, a la cercana obra de Neil Jordan, donde se juntaron tres estrellas y fue un rodaje de asajar el mejor paladar. Cruise, Pitt y un bisoño Banderas. Bien, volviendo, al sentido de lo que son los pensamientos más olvidados, es decir, la memoria. Una discusión entre un inmortal y un periodista. El escritor es nuevamente Daniel Molloy (esta vez interpretado por el actor Eric Bogosian, una de las miradas más cínicas de la pantalla) transformado de un joven ingenuo, en un auténtico veterano amargado, alguien que se sentó para una entrevista con su tema décadas antes y tiene las cicatrices para probarlo. Al igual que la película de 1994, esta serie comienza con una conversación actual entre Daniel Malloy (Eric Bogosian) y Louis de Pointe du Lac (Jacob Anderson). La arruga adicional aquí es que Daniel ha pasado de ser un reportero gonzo advenedizo a una figura mediática de renombre, mientras que la apariencia de Louis no ha cambiado ni un poco desde su última conversación casi medio siglo antes. La serie incluso se atreve hasta con la pandemia, en su episodio inicial, parece que el estado de deterioro del mundo (y su propia condición humana debido al Parkinson) empuja a Molloy a sentarse con su conocido más peligroso: el mundo se está acabando, ¿por qué no hacer algo, mucho más loco, que lo que casi termina por matarte la primera vez?

Y reutilizar a Molloy, a modo, de un niño tonto que quería ser un vampiro. Alguien, el cual, ha visto los peligros del mundo, hace que la serie contenga un plus de nueva energía desde el principio. (Técnicamente, también podría hacer de esto una secuela, más que un reinicio, pero la cuestión es que los productores tienen que continuar con el negocio). Molloy viaja a Dubái para volver a entrevistar a Louis de Pointe du Lac (Jacob Anderson, GOT, The Mimic Broadchurch), un vampiro relativamente joven que fue convertido en Nueva Orleans en la década de 1910. Nuevamente le cuenta la historia de su vida a Molloy, incluida la perspectiva que proviene de otras cinco décadas en la superficie.  La serie adquiere un desarrollo, en gran medida, por el pantano, en esos primeros días del siglo. Únicamente, intercalando unas pocas veces por el propio episodio, generalmente para Molloy. En ese intento por desafiar a Louis en algo que puede estar desvaneciéndose. A veces, Molloy puede sentirse demasiado como el corrector de situaciones, más que, un escritor aclarando los temas vía flashback; que se le  acaban de presentar. Pero Bogosian es lo suficientemente atractivo y su diálogo lo sutilmente agudo como para perdonar la muleta. La mayor parte de «Entrevista con el vampiro» tiene lugar en la década de 1910 cuando Louis lucha como un joven propietario de un negocio negro en Nueva Orleans. Incluso antes de que Louis conozca al vampiro que cambiará su vida: Lestat. Se le presenta como un personaje complejo por derecho propio —fundamentando—, en los lo que vendrá cuando, de repente, anhele la carne humana. Louis tiene un hermano ultrarreligioso, Paul (Steven Norfleet), que desaprueba cada vez más el estilo de vida de su hermano. El increíblemente talentoso equipo del creador y escritor Rolin Jones (Friday Night Lights), el productor ejecutivo Mark Johnson (Better Call Saul) y el director Alan Taylor (un veterano legendario de Game of Thrones, The Sopranos, y Mad Men) realmente configuran el mundo de Louis en Nueva Orleans. Ineludiblemente, Interview with the Vampire 2022 también está empapada en su prosa vertiginosa, desde el metacomentario infiltrado de Daniel hasta el contexto lírico y delicado de los párrafos largos, hechos para Louis, en cada flashback. (La narración de Anderson no solo es una forma hábil de preservar el ADN literario del programa, es una oportunidad ideal para aprovechar los talentos melódicos de alguien que también tiene una carrera musical establecida).

Líneas en cada guion, es una indicación de dificilísimo de dirigir y la facilidad hacia lo cercano al performance  podría volverse este enfoque ornamentado en manos menos importantes. Por supuesto, cualquiera que haya leído los libros o recuerde la película de Neil Jordan sabe lo que sucede a continuación. Después de lo que parece más un cortejo que en las versiones anteriores, Lestat de Lioncourt (impresionante, el australiano, Sam Reid, 71, Lambs of Good, Hatfields & McCoys) convierte a Louis en un vampiro y los dos se convierten en una pareja maravillosa: el encantador francés y el astuto local. La versión de AMC se apoya en gran medida en la relación sexual entre Louis y Lestat que la película de Jordan solo insinuó de manera controvertida, lo que realmente le da al programa una energía diferente. Esta no es tanto una historia de transformación como una historia de exploración y expresión. Lestat no cambia a Louis tanto como abre algo dentro de él, algo que ya estaba allí y solo necesitaba una sacudida de lo sobrenatural. Lograr eso requiere artistas talentosos en los roles centrales. Reid y Anderson demuestran estar más que preparados para el desafío de sus partes complejas. Anderson es un protagonista cautivador, alguien que siente que está orgánicamente en el momento, enfrentando las alegrías y los contratiempos de su situación de una manera que nunca cae en el campamento como podría hacerlo tan fácilmente. La forma en que busca el realismo le permite a Reid interpretar a Lestat de manera un poco más amplia, apoyándose en las excentricidades viciosas del personaje. Él devora una línea como «Fueron tus hermanos y hermanas una vez, y ahora son tus sabrosos inferiores». Puede ser increíblemente encantador alrededor de una mesa e increíblemente mortal más tarde esa noche cuando busca alimentarse. Y tanto Reid como Anderson saben cómo equilibrar tonalmente un espectáculo que a veces puede coquetear con lo camp, como suele hacer cualquier historia de amor de muertos vivientes. Es interesante saber que el gran Bryan Fuller una vez estuvo adjunto a una versión televisiva de los libros de Anne Rice porque parece que algunas de sus notas permanecieron (y también es un recordatorio de que Rice influyó en Hannibal). Una vez más, tenemos a un depredador que se atiborra de cultura tanto como de plasma, devorando arte y música, igual o más, que sus víctimas. Es un espectáculo que se siente rico en los bordes, uno que abarca el potencial humano tanto para la creatividad como para la maldad. De la misma manera que aborda el submundo de las criaturas de la noche.

De nuevo, la pandemia le da un matiz interesante en el sentido de que los segmentos de entrevistas actuales casi se enmarcan como una sociedad en sus últimos días, sin darse cuenta de la vida que solía derramarse en las calles hace un siglo. A pesar de la naturaleza embriagadora y filosófica de las conversaciones de Louis, ya sea con Lestat o Daniel o el puñado de otras personas a las que permite entrar en su círculo íntimo, «Entrevista con el vampiro» no se encierra en un formato rígido. A veces, Daniel recibe la última palabra de un episodio. Las conversaciones entre él y Louis no siempre tienen lugar en una sala de estar iluminada por luz solar artificial (el trabajo de la diseñadora de producción Mara LePere-Schloop y su equipo es tan sorprendente al capturar una visión del presente como al recrear el pasado) y la voz de Louis no es el único que termina guiando al espectador hacia la historia. Arraigar este programa en arrestar constantemente a las personas le da la libertad de seguir a donde sea que sus pasiones, ansiedades y caprichos logren conducirlos a continuación. Construida sobre una base que abarca diferentes épocas, «Entrevista con el vampiro» no se siente restringida a un tiempo o lugar en particular. Hay indicios en los primeros episodios de hacia dónde podría dirigirse la historia de Louis en una temporada futura ya confirmada. Vistos los tres primeros episodios, llega el momento de la aparición estelar de la adolescente, de nuestra pareja de vampiros: Claudia (Bailey Bass) no se presenta hasta el final del Episodio 3. Las circunstancias, por las  que Louis y Lestat, convertirán a Claudia son más complicadas que buscar una compañera. Tiene la alegría de una niña saltando por su casa y desobedeciendo a sus papás, pero también tiene el anhelo de una mujer mientras espera a que la persona que le gusta pase por su casa. Si bien no estaba seguro de envejecer a Claudia, Bailey Bass, ofrece una actuación llena de inocencia y fascinación; que junto con su brutalidad, identifica exactamente quién se supone que es el personaje.

Detalles sobre cómo un niño vampiro funciona de manera diferente a uno adulto, y Bass acepta su hiperactividad sobrenatural. Además, al igual que cambiar la raza de Louis, cambiar la edad de Claudia sirve maravillosamente a la historia. Por un lado, a pesar de que Louis no cuenta la vida de Claudia, la forma en que ha conservado sus diarios muestra el profundo amor que tenía por su hija que iba más allá de la culpa que sentía. Hay un amor profundo que corre a lo largo de este episodio y, por eso, también hay una profunda soledad. Claudia tiene la humanidad que viene con su sed de sangre. Sin el control de los impulsos que es necesario, no puede amar a nadie más que a sus padres. Esto ayuda a poner en perspectiva su creciente resentimiento por Lestat. Es impresionante. La soledad como consecuencia del descontrol asoma la cabeza en Interview whith the Vampire (2022) y Claudia deja de ser una niña. Independientemente de hacia dónde se dirija la serie a continuación, el atractivo perdurable de Louis (y la persistente sensación de tragedia) es que su historia nunca tiene que terminar. “Interview with the Vampire” combina el escapismo gótico sureño de algo como True Blood 2008 con el rico comentario cultural de Hannibal 2013 y de alguna manera encuentra la manera de evitar que esos dos tonos se destruyan entre sí. Es un espectáculo que puede ser muy inteligente acerca de la clase y la raza en una escena y simplemente tratar de un vampiro golpeando la cabeza de un hombre en otra. Abarca tanto lo intelectual como lo carnal de una manera que no se ve a menudo en la televisión y podría decirse que incluso faltaba en la versión del irlandés Neil Jordan. Desde “Juego de Tronos” hasta “El Señor de los Anillos”, este año en la televisión se ha tratado de volver a visitar mundos familiares. Al final, lo clásico acaba marcado la tendencia de lo que supuestamente; es moderno. ¿Quién hubiera imaginado que en este se encontraría tanta vida? Nota:8,3

Gomorrah (2014/2021) «La mejor serie de toda la historia de la Tv de Europa»

Recientemente se reveló una información muy curiosa —a cuento de todo esto del boom de la nueva ficción de TV— ya que, entre los incondicionales del club de fans de la lista de Gomorrah Series, estaba el difunto y grandioso David Bowie, Ed Sheeran, Ricky Gervais, Diego Maradona o Sofia Coppola. ¿Sorpresivo o chocante? Es muy fácil observar el porqué estaban enganchados a un producto de tantísima calidad. La serie, que comienza su quinta y última temporada en Sky Atlantic, es una losa fría como la piedra de un auténtico gángster noir, ambientada en medio de esas torres decadentes, en la moderna Nápoles rebosante de diálogos concisos, traiciones paganas y elegante hiperviolencia. Las afueras de la tercera ciudad más grande de Italia, en ruinas, también son el escenario de las novelas napolitanas de Elena Ferrante. Obviamente, Gomorra es una bestia muy diferente: cuenta con más sicarios armados con bazucas de los que Ferrante logró incluir en sus libros, por un lado. Y, sin embargo, al igual que con la escritura de Ferrante, gran parte de su poder dramático fluye del glamour exótico de Nápoles, una ciudad que —incluso para otros italianos— se siente como un lugar aparte. Esa combinación de clichés mafiosos bien usados en la inquietante y variopinta Nápoles convierte, a esta serie,  en un thriller único. Ese sigue siendo el caso en la quinta temporada, incluso cuando el ritmo acelerado deja poco espacio para admirar el paisaje barroco. En 2006, el joven periodista italiano Roberto Saviano decidió destapar la mafia napolitana, la Camorra. Su libro “Gomorra” vendió más de 10 millones de copias; en 2008 generó una película del mismo título aclamada por la crítica y ahora es la serie de televisión de vital importancia que hace que el dominio de Los Soprano parezca un programa para niños. Lo dice un Sopranista de pro y ferviente admirador del ínclito David Chase.

Saviano llegó a decir: que lamentaba la “ambición” que lo llevó a escribir su sorprendente exposición, un ejemplo clásico de la Nueva Epopeya Italiana que utiliza un Objeto Narrativo No Identificado (UNO), un acto que lo llevó a una sentencia de muerte de la Camorra y una vida bajo la estricta protección de la policía en Nueva York. El periodista  Indrajit Hazrz que escribe para el Hindustan Times en 2008, resumió brillantemente el libro de Saviano: “a diferencia del “hecho+ficción=facción” de Truman Capote y su anhelo obsesivo por los detalles, la UNO se desliza como una bestia, a veces recorriendo el camino del duro reportaje. En otras ocasiones, saltando los murmullos personales, a veces tropezando con cavilaciones filosóficas, o  sumergiéndose en “voces” novelísticas y, a veces, orientándose hacia la teoría social. A diferencia del «periodismo gonzo» de Hunter S. Thompson, esto es muy serio. “El único propósito de la UNO es hacernos reaccionar violentamente sobre un tema usando todos los trucos conocidos en el oficio de narrador”. Cuando Saviano fue atacado por Silvio Berlusconi y otros políticos italianos prominentes, como el patético racista de Salvini y demás jarcia. Ya que el pecado, de atreverse a mostrar la parte más oscura de Italia, fue defendido por ganadores del Premio Nobel de la talla de Orhan Pamuk, Dario Fo, Rita Levi-Montalcini, Desmond Tutu, Günter Grass y Mikhail Gorbachev. A pesar de tener una compañía tan distinguida, Saviano expresó el sabor agridulce del éxito en una entrevista reciente de Telegraph con Benji Wilson: “Lo cambiaría todo. No volvería a hacer nada de eso. Yo no viviría mi vida así. Lo único que quería hacer era escribir un libro. El resto ha sido una especie de desastre. Pero ahora que lo he hecho, nunca les daré (a la Camorra) un momento de paz: mi papel es exponer y analizar, y al hacerlo, seguir recordándoles a estas personas que estoy aquí y que no me voy a ir muy lejos.»

Este fatalismo tan arraigado en esta obra mayor de la ficción de culto; es fundamental para el poder infernal que “Gomorrah The Series” ejerce sobre el espectador. Saber que la propia vida de Saviano está tan intrínsecamente entrelazada con la de sus personajes aumenta la sensación de pavor que sentimos cuando nos topamos —momentáneamente— con un personaje aparentemente menor. A menudo se trata de adolescentes en la periferia de la violencia perpetrada por el clan Savastano central que domina la Vele di Scampia (Velas de Scampia), proyectos de vivienda fallidos que parecen restos oxidados de transatlánticos encallados y una poderosa metáfora para toda una clase de napolitanos abandonados económicamente por las autoridades italianas. Tan pronto como el clan hace el más mínimo favor o regalo a estos jóvenes residentes, sabemos que están condenados, el tiempo corre en sus lamentables vidas y nos vemos reducidos a morbosos turistas que se han aventurado demasiado lejos de la imagen de tarjeta postal de Italia. Aunque de fondo, se observé, el telón de fondo distintivo de viviendas en decadencia que se sofocan bajo la luz diáfana del Mediterráneo, Gomorra regresa con fuerza. De hecho, hubo varias explosiones, la mayoría de las cuales ocurrieron, durante un gran tiroteo en el primer episodio. Y el individuo que hace la mayor parte del despido es el matón pensante Gennaro «Genny» Savastano (Salvatore Esposito), quien ha heredado de su padre —sediento de sangre— el título de jefe de la familia criminal Savastano.

Genny ha tenido un arco de espacio muy cercano al estilo de Michael Corleone, a lo largo, de de toda la serie Gomorra (que se basa en la exposición de Roberto Saviano de 2006 sobre la mafia napolitana «Camorra» y los tentáculos criminales que se extienden a todos los aspectos de la vida en la ciudad). Fue presentado como un principito mimado y un hombre de familia que se quería forjar una vida fuera del crimen. Sin embargo, cinco años de traiciones y represalias brutales lo han convertido en un tipo despiadado. Las afueras en ruinas de la tercera ciudad más grande de Italia, también son el escenario de muchas novelas y libros de algunos-as autores de novela negra europea. Obviamente, Gomorra es una bestia muy diferente: cuenta con más sicarios armados que quarteri spagnoli en el siglo XVIII  durante el barroco napolitano. Y, sin embargo, al igual que con la escritura de Saviano, gran parte de su poder dramático fluye del glamour exótico de Nápoles. Esa misma otredad de un Nápoles inquietante la convierte en un thriller único. Ese sigue siendo el caso en la quinta temporada, incluso cuando el ritmo acelerado deja poco espacio para admirar el paisaje barroco. Contra el telón de fondo distintivo de viviendas en decadencia que se sofocan bajo la luz diáfana del Mediterráneo, Gomorra regresa con fuerza. Un apabullante triunfo audiovisual, una auténtica marca exportada al mundo, que representa a Italia, de igual modo, que lo pueda ser Armani, Ferragamo o Prada. Marketing, aparte, es uno de los temas de conversación más recurrentes entre los habitantes de la bota itálica. Un acontecimiento que genera discusiones acaloradas, bajo las cenizas de la opinión pública.

La novela de Roberto Saviano, en 2006, fue un auténtico caso literario: una obra premiada que aún es capaz de agitar el debate sobre el inframundo y su autor (condenado al destierro por una Ormeta de la Cosa Nostra). La película homónima de Matteo Garrone, dos años después, había disfrutado de un éxito unánime de público y crítica, recibiendo prestigiosos premios en todo el mundo, incluido el Gran Premio del Festival de Cine de Cannes, cinco Premios del Cine Europeo (Mejor Película, Dirección, Fotografía, Guion e Interpretación Masculina) y una nominación a los Globos de Oro. Empero, hagamos un ejercicio de rebobinado al principio de toda esta aventura que se inicia, en 2014. Aquel año, Sky Italia, al poco de salir el éxito de Romanzo Criminale/la serie, anunciaba, un producto televisivo que llevaría el mismo —algo pesado— nombre, escrito a partir de los testimonios de Roberto Saviano. Todo ello, sin embargo, se habría basado en un desarrollo de una trama horizontal —que permitía incorporar cada una de las situaciones mencionadas— a una narración cautivadora: la curiosidad del público fue inmediatamente alcanzada y captada. El principal problema de la transposición serial de las situaciones narradas en una novela hiperrealista como Gomorra —a sabiendas, de llenar de personajes, simulacros con una caracterización perdurable y convincente— fue resuelto magistralmente por la producción, pues, muy hábilmente, encargó a tres excelentes directores, la descripción de los tres integrantes de la familia protagonista, el clan Savastano. Si el poder de la película de Garrone residía en sumergirnos en la ferocidad de ese mundo a través de personajes sencillos, primitivos y absolutos en su capacidad de transmitir un mensaje. Aquí comenzaba un trabajo elaboradísimo de orfebrería audiovisual.

Todo ello muy bien trazado e hilvanado, para el éxito de un producto y que enamorase al público, de inmediato; era necesario llenar esos sobres con pasiones y sentimientos. A Stefano Sollima, en ese momento también showrunner de la serie, se le encomendó la crucial tarea de caracterizar correctamente la figura de Don Pietro Savastano, interpretado por Fortunato Cerlino, y de transmitir la necesaria coherencia al tono de la obra. Francesca Comencini, por primera vez en su carrera en contacto con el género, tenía en cambio el deber de devolver al público el peligro y la ambivalencia de Doña Imma, la esposa del jefe interpretado por Maria Pia Calzone. Pero el personaje que iba a interpretar, Claudio Cupellini, tuvo la transformación más interesante de las tres: al tener que caracterizar la evolución del inmaduro Genny Savastano hasta su toma del poder en el clan, se encontró tejiendo los hilos de la relación de amor y odio entre el propio Genny y Ciro Di Marzio, figura clave en el éxito mundial de la serie. De hecho, se le confió todo el futuro de Gomorrah. Ciro, que en realidad es una representación extrema de los «niños de la calle» que no disfrutan de ninguna alternativa al crimen, representó en realidad una especie de “contracampo transversal” a cada uno de los tipos humanos mencionados hasta ahora. Genny y Ciro son las fuerzas emergentes de una primera temporada de Gomorra en la que el contraste generacional entre criminales es el tema dominante, Don Pietro y Donna Imma son en cambio la representación de la tradición consolidada de un mundo con convenciones diamantinas. No es casualidad, por tanto, que el propio Cupellini y los dos actores principales, Salvatore Esposito y Marco D’Amore, sean el principal rasgo de unión entre la primera y la última temporada de Gomorrah. A ello, habría que sumarle el minucioso trabajo de casting, lenguaje y estética, la perfecta reconstrucción escenográfica de Paki Meduri y el icónico score musical de Mokadelic, Gomorrah cuatro temporadas después de la primera.

La primera temporada, junto a la par con la sarcástica, The Young Pope (2016) de Paolo Sorrentino, la mejor temporada individual de una serie de televisión jamás producida en Italia, una auténtica obra de arte. Un triunfo tanto en lo artístico como en factura y ejecución. Una producción prodigiosa y muy orgullosa, ya hemos comentado, anteriormente, el Made in Italy: exportada a más de 190 países. Un éxito certificado por la enorme cantidad de parodias reservadas a la serie y sus frases de culto, que el propio Roberto Saviano ha acogido en reiteradas ocasiones por su capacidad para difundir una clave para desmitificar el fenómeno mafioso. En los siguientes siete años, tanto, el incondicional espectador internacional —cada vez más amplio— ha conocido la lógica de un mundo en el que han seguido confluyendo profesionales de alto nivel y se han lanzado otros, extraídos de la gran y prolífica cantera napolitana de actores que ha puesto a disposición de la producción actores de cine ya consolidados, figuras teatrales y rostros literalmente venidos del territorio. Gomorra ha representado así un excelente escaparate para nombres tan conocidos como el de directores como Claudio Giovannesi y actores como Andrea Renzi, Gianni Parisi, Gianfranco Gallo, Cristina Donadio o Nello Mascia. Pero también se ha distinguido como un perfecto trampolín para muchos jóvenes intérpretes como Pina Turco, Arturo Muselli, Marco Palvetti, Antonio Folletto, Ivana Lotito, Cristiana Dell’Anna, Andrea Di Maria y Lino Musella. Una vez más, los dos actores principales son las figuras sobre las que se puede expresar mejor el concepto de Gomorrah como auténtico campo de entrenamiento.

Salvatore Esposito, que es el único rostro común en cada una de las cinco temporadas, fue elegido para interpretar a Gennaro Savastano después de estar presente en el set para ayudar al personal de reparto como compañero. Por cierto, ha dado el salto a Hollywood, y fue uno de los interpretes de la última temporada de la serie Fargo de FX. Realizando un papel muy divertido, pero que lo bordaba. Solo más tarde los directores se dieron cuenta de lo perfecto que era para encarnar al joven protagonista. Gracias a su participación en la serie, Marco D’Amore tuvo la oportunidad de consolidarse como un rostro conocido de nuestro cine y, sobre todo, debutar como director con dos capítulos de la cuarta temporada, luego, de llevar a cabo, con L’immortale —un spin-off— a modo de telefilm, dedicado a su personaje y ganador del Nastro d’Argento al —Mejor Director Revelación— y finalmente con cinco episodios en la última temporada. Una carrera como director que el mismo D’Amore define como su pasión primordial y que sin duda estaremos atentos: además de la capacidad de oscilar entre tonos muy diferentes para las tres experiencias que acabamos de mencionar, el talentoso, actor de Caserta también mostró una excelente cultura cinematográfica. Por ejemplo, en lugar de dejar aflorar su conocido amor por el cine italiano clásico. En «L´Inmortale»(2019) supo hacer eco de la misma Nápoles de los 80 que en Luca el Contrabandista (1980) de Lucio Fulci, película explícitamente homenajeada en una escena del spin-off. También a nivel editorial y cross-media, por lo tanto, Gomorrah demostró ser la vanguardia absoluta. Por todo lo anterior, la quinta temporada de la serie cargó con un peso considerable sobre sus hombros: el de cerrar un círculo con linealidad, sin dejar de lado los elementos contundentes y espectaculares que ahora se le reconocen al producto.

La serie comenzó como una mirada cruda y sin adornos, directa a la vida en los barrios marginales plagados del Nápoles más criminal. Fue más un estudio de personajes que la película verdaderamente terrible de 2008 adaptada del libro; Desde el principio, la relación entre Ciro y Gennaro Savastano atrajo, al espectador, pero su fuerza estaba en la gran atención a los detalles del mundo. Tenía toda la credibilidad de la mítica The Wire (2002) de Baltimore y David Simon. Empero era más elegante porque te permitía ver ese mundo, y todo su complejo funcionamiento, sin filtro. Donde The Wire hizo que sus personajes te explicaran todo, Gomorrah confiaba en que lo recogerías. Lo que sucedió con la temporada 3 es algo que sucede con muchos programas que se encuentran con dos o tres personajes realmente trascendentes; comienzan a sufrir bajo el peso de ellos. La historia de Genny (hijo débil de un jefe de la mafia que se convierte en una mente maestra brutal) y su amigo Ciro (brillante pero un escalador de baja cuna con la crueldad y la suerte necesarias para prosperar en ese mundo oscuro) fue tan buena que la narrativa comenzó a agobiarse por segundos. ¿Y qué sucede cuando expones a tus personajes principales a un peligro increíble una y otra vez, pero hay una sensación en el fondo de la mente del espectador de que no pueden morir? Bueno, Uds. lo han comprobado: ingenio y escritura de guion, pura y dura calidad creativa. Obviamente, la tercera entrega de Gomorrah seguía siendo entretenida, pero la calidad vertiginosa de la historia se resintió a medida que descendía a giros bruscos de la trama hiperactiva, en lugar de desarrollarse orgánicamente como un subproducto natural de su panorama criminal específico. «Creo que no hay escapatoria… y, a veces, el sombrío realismo que es la armonía esencial de la melodía de la trama se tambalea ante los giros vertiginosos de la trama que existen por sí mismos».

Bueno, había una forma de escapar: matas a Ciro o matas a Genny. Decirlo es una cosa, pero hacerlo es otra muy distinta, y considero que es una gran ventaja para Saviano y su equipo que en realidad apretaron el gatillo literal/metafórico. Era necesario, pero también aterrador, porque ¿qué sucede cuando comienzas a visionar la temporada 4 sin el personaje espectacular que te hizo en primer lugar? La respuesta, en este caso, es que vuelves a tus raíces, y lo haces con tanta brillantez que es como ver a un atleta de élite volver de una lesión e inmediatamente alcanzar sus alturas anteriores. Cuando comienza la temporada, encontramos a Patrizia haciéndose cargo del narcotráfico de Secondigliano mientras Gennaro, perturbado por su experiencia cercana a la muerte y obligado a asesinar a su amigo, hace las paces con sus rivales y les dice que nunca lo volverán a ver. Sin embargo, no se jubilará; por el contrario, su objetivo es utilizar su dinero para construir un importante aeropuerto internacional en Italia y cosechar los beneficios. La temporada, en sus primeras etapas, va y viene entre esta búsqueda, completa con una mirada detallada al inframundo de los negocios internacionales, y la búsqueda más terrenal de Patrizia para mantener el control de las calles que Genny le dejó. El drama criminal italiano ha acumulado premios y elogios de la crítica. Él también sabe cuándo mantener un perfil bajo y, después de acabar con varios enemigos mortales, actualmente se esconde en un búnker, separado de su esposa Azzurra y su hijo Pietro. Sin embargo, todavía está trabajando para intentar eliminar a la familia rival de Levante.

Por desgracia, los planes para ejecutar a los Levante en un funeral por Roma fracasan cuando los matones de Genny son engañados para que caigan en una emboscada policial, lo que deja la tentadora pregunta de quién entre sus filas avisó a los Levante sobre su golpe. Genny también debe abordar las tensiones con otro padrino, Don Aniello Pastore (Nello Mascia) y su espeluznante sobrino, ‘O Diplomato (Andrea Di Maria). Aniello es un mafioso de la vieja escuela, cuya gran mansión no podría ser más diferente del rascacielos semiderruido que Genny llama hogar. Con los Savastano, en retirada, la rivalidad con Pastore se convierte en un tiroteo masivo en el patio de un complejo de apartamentos. En ese momento, se siente que Gomorrah puede estar a punto de convertirse en una película de acción de los años ochenta (no hubiera sido una sorpresa que Arnold Schwarzenegger pidiera un papel de rodillas a Saviano para ofrecer unas frases concisas). Sin embargo, hay una última sorpresa. Aniello, suplicando por su vida, le revela a Genny que un viejo enemigo que creía muerto todavía está vivo y a salvo en el extranjero. Este es un giro apropiado que plantea la posibilidad del regreso de un personaje principal de temporadas anteriores. Casi puedes imaginarte a Ed Sheeran dejando caer su guitarra con incredulidad y cabizbajo. Y después de ese comienzo feroz, los siguientes siete episodios están repletos de cadáveres humeantes y conspiraciones asesinas que se vuelven locas. Demuestra que nadie hace entretenimiento operísticamente exagerado como los italianos. Y esa serie de despedidas de Gomorra es un largo adiós que vale la pena seguir hasta que se derrame la última gota de sangre.

Lo más cercano que tiene Don Pietro a un sucesor adecuadamente despiadado es el soldado de infantería maquiavélico Ciro, el puente entre los miembros mayores del clan y los jóvenes advenedizos que pasan el rato con Gennaro en clubes nocturnos y en motocicletas y scooters. A su vez, la madre de Gennaro, Lady Imma, una mujer que no estaría fuera de lugar en una tragedia griega manchada de sangre, desprecia a Ciro y sospecha de su amistad con su hijo. “Gomorrah”, la película traspasó los límites del ultrarrealismo de Alan Clarke en películas como “The Firm” y “Elephant” mediante el uso de largas tomas de steadicam para convertir al espectador en cómplice de los muchos crímenes de la Camorra, un observador dispuesto a menudo socavado por una remate brutal que nos obligó a repensar nuestra relación con el género gángster. La película eliminó la música no diegética o una voz en off estilo «Goodfellas» que habría ayudado a la audiencia a seguir la pista de la gran cantidad de personajes. Nos vimos obligados a llenar los espacios en blanco mientras seguíamos a cinco protagonistas, todos en varios rangos dentro de la Camorra, en el contexto de una guerra de clanes en la que los combatientes son en gran parte anónimos e irrelevantes, excepto por el terror invisible que ejercen sobre la población. El final anticlimático, en un chiringuito sin salida, es posiblemente la expresión más anárquica de la desesperanza del cine contemporáneo. Estilísticamente, “Gomorrah The Series” aborda su nihilismo desde un ángulo totalmente diferente. Gran parte de la serie se filma a pulso, lo que permite que el público experimente la desesperación frenética de muchos de los personajes y, específicamente, el estado de ánimo salvaje de Gennaro.

La partitura del grupo post-rock/psicodélico Mokadelic es una pesadilla abstracta que a menudo se convierte en el UNO de la serie, una interpretación perfecta del horror urbano que se desarrolla en Nápoles todos los días. Al igual que en la película, la serie a menudo presenta personajes de manera informal y dignifica a la audiencia con una gran cantidad de inteligencia que les permite reconstruir las relaciones pasadas. Sin embargo, el desarrollo de personajes más tradicionales que brindan los protagonistas principales, hace que la serie sea aún más inquietante moralmente que la película, ya que nos encontramos del lado de un hombre que ha quemado viva a una joven adolescente después de torturarla. Genny, al final de una cuarta temporada vivida en nombre de un intento de liberarse de la lógica criminal y limpiar su nombre, había elegido la forma más sangrienta posible para solucionar sus problemas con los demás clanes de la ciudad y con la justicia, haciéndose ayudar de la misteriosa figura de O´ Maestrale y entregándose en la clandestinidad. Ciro, en cambio, tras embarcarse en un auténtico descenso a los infiernos y una nueva vida en Letonia —las referencias de Dante en El Inmortal son muchas y obvias— no logró abstraerse de los círculos criminales ni siquiera en el norte de Europa, como ya lo estaba sucedió con su experiencia búlgara al comienzo de la tercera temporada. Hacemos un largo travelling y observamos el clan Savastano, como prospera en este mar de abandono, un pseudogobierno que domina a los residentes, desde la cuna hasta la tumba; por su propia connivencia y reforzado por la corrupción al por mayor de los funcionarios locales.

Encabezado por el rostro petreo de Don Pietro Savastano, el clan está en el proceso de hacer una guerra fría contra el jefe rival Salvatore Conte y su monopolio en el suministro de drogas a través de España. El poder feudal de Don Pietro se encuentra en una posición precaria ya que tiene un heredero en el infantil Gennaro (un fiel reflejo de Vincent D’Onofrio en «Full Metal Jacket») pero no tiene repuestos para respaldar el comportamiento imprudente de su hijo. Si el primero —a modo de un Thanos, en clave criminal— llegó esta temporada envuelto en un aura de inevitabilidad y omnisciencia, estando siempre un paso por delante de sus enemigos y pudiendo renunciar a sus más queridos afectos para controlar mejor los reditos. Del crimen tras los errores cometidos en las primeras temporadas, la segunda estuvo lastrada por los estigmas del martirio. Mientras tanto, el primer ministro Walter Ruggieri —un personaje que representa la primera incursión real de la justicia no representada por la policía dentro de la serie— estrechaba su círculo de investigación en torno a Genny y los restantes clanes napolitanos, mutilados por varios miembros, que veían su odio hacia La familia Savastano como progresa sin control. El embrión  de la temporada tenía pues la ardua tarea de desentrañar la situación entre los clanes napolitanos y la inacción del protagonista, favorecido por O´Maestrale. El jefe sanguinario tiene un solo objetivo: salir del barrio Ponticelli con su esposa Luciana y mejorar su vida después de 20 años de prisión. Por lo tanto, elige aliarse con Savastano forjando un vínculo muy profundo. La inacción de Genny y la violencia entre los clanes conllevan una mayor vigilancia por parte de la policía, que impide el funcionamiento de las plazas de narcotráfico.  

En este contexto se nos presenta a O´Munaciello, un rastrero y baboso capo de Secondigliano dispuesto a realizar cualquier genocidio, con tal de acumular posiciones. Pues, en los bajos fondos, la jerarquía —que jugará un papel clave en el cierre de cuentas— durante la guerra de clanes y  el equilibrio interno de sus aliados. Otro personaje clave presentado en esta temporada es el de Doña Nunzia, esposa del mafioso de la vieja escuela, el cavalieri; O´Galantommo, quien pronto se acabará como enemiga acerrima de la familia Savastano debido a los gravísimos agravios sufridos. En este renovado tablero de ajedrez se juega el partido final entre Gennaro y Ciro, personajes en cuya relación se basa toda la serie. Un juego salpicado, como es habitual, de traiciones, frases pegadizas y jugadas a balón parado muy difíciles. Los dos, que se fueron como amigos cercanos al final de la tercera temporada, se abrazan nuevamente en Riga pero pronto se encuentran, de una vez por todas, en lados opuestos de la trinchera. A pesar de que la trama nunca fue el punto principal de Gomorrah, un programa que empaqueta emociones de novela de diez centavos con un estilo italiano tan alto que disfrutas, en él, en lugar de verlo. El vestuario meticulosamente pensado, la variedad de cortes de pelo impactantes, la coreografía de automóviles y motocicletas, la brillante cinematografía nocturna, la arquitectura brutalista de los proyectos de vivienda de Nápoles, hace de “Gomorrah” la Ducati negra lacada de las sagas de gánsteres. Los paisajes y las vidas de los personajes pueden ser sombríamente naturalistas, pero el espectáculo funciona con una sensación elegante y un romanticismo pulp: una melancolía palpable y penetrante. Pero cuando la trama no te atrapa, el programa, basado en el libro del mismo nombre de Roberto Saviano, adopta un enfoque deliberado, casi majestuoso, de su caos que puede ser muy satisfactorio.

Rara vez se trata de situaciones de suspenso: los episodios llegan a resoluciones, a menudo, pero no siempre, violentas, momento en el cual el fascinante tema principal de la banda Mokadelic comienza a sonar y los personajes caminan, conducen o se alejan en scooter, hacia la noche eterna del programa. Aquí hay un enigma extraño: imagina que tienes uno de los mejores y más convincentes personajes en la historia de la televisión criminal, Ciro DiMarzio, l’Immortale, y lo mejor para tu programa es matarlo. ¿Tienes el suficiente valor para hacerlo? En definitiva “Gomorrah The Series, es un logro impresionante y de infarto que ha llegado a la era dorada de la televisión episódica y, al más puro estilo Camorra, usurpó a todos los demás actores principales. Las complejas vendettas entre los principales rivales son una versión absolutamente aterradora de cualquier cantidad de obras de Shakespeare desde «Julius Caesar», pasando por «Macbeth» y hasta «Titus Andronicus». La desesperación total que impregna cada episodio de la primera temporada es un grito desesperado de ayuda de una región de Italia que ha sido abandonada por Dios. El título proviene de un texto escrito por un sacerdote, Giuseppe Diana, quien recibió dos disparos en la cabeza por parte de la Camorra en marzo de 1994, “Ha llegado el momento de dejar de ser una Gomorra”. Antes que nada es necesario precisar que lo mismo encaja tanto con el final de la última temporada de Gomorrah. La serie emitida por TV como con El Inmortal, cuyo final volvió a abrir ante los ojos de los espectadores la posibilidad de un reencuentro. Entre los dos protagonistas de la temporada. Todo fue un efecto, de aperitivo, para paliar un síndrome y poner el punto final a una serie que entra —directamente— en el olimpo de los dioses. A pesar, de la dificultad de su rodaje, en plena pandemia de Covid-19. Y con unas fechas de estreno que acabaron en la ruptura del contrato entre Sky Channel y HBO España.  La temporada 5 de Gomorrah se estrenó a finales de diciembre de 2021, su final llegó. Mucha gente, igual no lo sabe, por todo ese enredo de la productora italiana Cattleya (el embrión Saviano) y la gente de Rupert Murdoch. Creo que los espectadores deben de saberlo, ya que estamos hablando de 10 meses de desajuste. Afortunadamente, Gomorrah, sus 5 temporadas, se pueden ver todas en el canal de streaming HBOMax y en Canal Disney+. Nota: 9,0

Pistol (2022) ¿Anarquía en el Reino Unido? El legado del Punk por Danny Boyle

Los años 70 tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos fueron una extraña época de transición repletas de tragedias descarnadas; de imperios masivos a punto de entrar en la era hipercapitalista. Sin embargo, la música estaba en una de sus cumbres, la invasión musical británica en USA fue un éxito y la retroalimentación norteamericana que fagocitó el reino de las islas todo un beneficio mutuo. Posiblemente, llegó el tiempo de las melenas y los pantacas pata de elefante y la sinfonización del Rock. Curiosamente, existe una razón por la cual el cine estadounidense alcanzó su punto máximo, con obras maestras como The GoodFather (1972) de gran Coppola, La Naranja Mecánica Kubrick (1971), Perros de Paja (1971) Peckinpah o Malas Tierras (1973) del imprevisible Malick. En esa era y poco después se hundió, en los llamativos mínimos, de Tiburón (1975) y Star Wars (1977); esto fue, en términos generales, la muerte del individuo frente al capitalismo devorador, y la música punk fue una expresión inarticulada pero muy poderosa de los jóvenes que lo vieron venir. Puede que lo odiaran, empero solo pudieron expresar su dolor con rabia. El dinero era tan adictivo como un casoplón de la extrema izquierda milénica en la piel de toro. Algo que pasa y seguirá pasando. ¿Quién no ha sido joven y ha soñado con ser una estrella del Rock? La educación de Jones estuvo muy lejos de ser agradable, él y su madre sufrían abusos constantes por parte de su cruel padrastro; un frustrado alcohólico. Margaret Thatcher fue designada por el gobierno de Edward Heath Ministra de Educación desde 1970 a 1974. A partir de ese momento, los chavales de primaria vieron suprimido su vaso de leche, a media mañana. Soplaban nuevos tiempos, ya que en 1979, esa misma dama se convirtió en la todopoderosa primera ministra de UK. La competencia económica, por encima de todas la prebendas, en lugar de la igualdad de oportunidades y la cohesión social. El sistema educativo inglés debía basarse, para los thatcherianos, en la idea de efectividad y eficiencia dejando la equidad para un segundo término; si molestaba para la consecución de esos principios. La guía que dirigió la transformación fue el concepto del nuevo mercado. SJ entraba y salía de los centros de detención juvenil y era analfabeto. El último sueño de Jones en la vida, era ser una estrella de rock de la talla del ínclito David Bowie.

De repente, entran las cortinillas de show de FX Pistol (2022). El director de fotografía Anthony Dod Mantle, consigue ese efecto asombroso, del aspecto aburrido y cutre del Londres de mediados a finales de los años 70, todos los grises, verdes y marrones desgastados que hacen que los colores brillantes de La moda de Vivienne Westwood y el brillo diurno de los diseños gráficos de Jamie Reid para los Pistols resaltan aún más. La energía de la serie y la música de la banda adquieren un poder adicional a través del trabajo de edición de Jon Harris, quien trabaja intensamente en imágenes de época de trabajadores de las cuencas mineras de Yorkshire, en huelga, colas de parados en las grandes ciudades, inflación descontrolada, un Londres que tenía aspecto de vertedero: ¿y cómo no? el Jubileo de Plata de Isabel II. Volvemos al atormentado Jones y sus ilusiones frustradas. Comienza saliendo con micrófono, en ristre, mesa de mezclas y una Gibson Les Paul 1974 del Hammersmith Odeon, donde Bowie (no queda muy claro si los acontecimientos fueron así, si se constata los robos a Bob Marley y Roxy Music) dejó su carmín en la rejilla del micro. Lame el micro y comienza a aporrear la maravillosa Les Paul que se ha apalancado. La guitarra eléctrica comienza a producir una relativa fascinación al ignoto de SJ. Pero Jones se da cuenta que él y sus compañeros nunca podrán ser auténticas superestrellas sexys como los Beatles. En ese instante, se percata que él y sus colegas representan a la clase obrera de Inglaterra, que no se ve ni se preocupa por ellos. La serie de FX y que distribuirá la plataforma Disney+ en España ha sido —digámosle—  semiautorizada.  Basada en la autobiografía del guitarrista Steve Jones, y su memorias “Lonely Boy”(2017) «Historias de un Sex Pistol» escrito por Ben Thompson (aunque, ha tenido que vérselas con la resistencia del cantante del mítico grupo, John Lydon, ya que no estaba de acuerdo, en nada con este proyecto, ya que se ha sentido vilipendiado). El episodio piloto y a la postre, número uno, se puede ver demasiado familiar en su ejecución. Su creador y guionista de la serie, es Craig Pearce.

Obviamente parece tener mucha pasión por el tema, sin embargo, el diálogo y la narración de dicha presentación se ven algo agotados y demasiado formulados. Afortunadamente, a medida que avanza la serie, Pearce parece encontrar un ritmo que funciona para contar la historia de los Sex Pistols. Graig Pearce está acostumbrado a escribir para directores maximalistas o demasiado impulsados por la pomposidad y el barroquismo, del estilo excesivo, como Baz Luhrmann. Después de trabajar con el archipremiado e ícono, del cine británico de los últimos 20 años, Danny Boyle, dicho por él mismo, ha sido una combinación pluscuamperfecta. Un cineasta como Boyle, a menudo, puede tomar historias que le resultan familiares y darles un impulso de su propia visión que ayuda al material a encontrar su voz y ese fue especialmente el caso con Pistol (2022). Si bien algunos ex miembros de la banda pueden estar descontentos con Pistol, es probable que sea para mejor. El estilo y el talento siguen ahí, pero hay una honestidad oculta en la serie que la hace digna de ver y que incluso los que no son fanáticos de los Sex Pistols podrían disfrutar. Muchos se preguntarán: ¿y qué demonios significaba toda esa historia del Punk? Desde un prisma, más visceral, esto funciona. La historia de Sex Pistols y ¿Cómo unos músicos —de un talento tan nulo y mediocre— lograron cautivar, emocionar y horrorizar a toda una nación? Poniendo en marcha, el movimiento punk de la nación del té a las 17,00h: es fascinante por sí sola, especialmente, cuando se considera que solo estaban juntos inicialmente. Durante tres años, los herederos, de lo que sonaba en aquel tugurio de NY, en el viejo Lower East, el mítico CBGB, donde New York Dolls, Television, Ramones, The Voidoids o Patti Smith crean el puto Punk. Empero sus hijos después de la vomitona son los Sex Pistols. De ahí, que la serie Pistol (2022) de FX, sea una historia de estilo, actitud y rebelión percibida en lugar de habilidad musical y, por lo tanto, encaja cómodamente en el modo narrativo de Boyle. Toby Wallace, ejerce como el motor de combustión interna, tiene una especie de encanto desaliñado, casi violento, y visualmente la miniserie es una delicia; Boyle es un maestro en capturar los amplios panoramas de un clima cultural de corta duración, y siempre se ha destacado especialmente cuando la pobreza social es uno de los temas destacados, resultado, quizás, el propio origen inglés de clase trabajadora. A medida que van pasando los capítulos, se irán cobrando algunos pequeños botines muy exquisitos. La obtención de pequeños escalofríos de satisfacción.

Entre los primeros, obtienes a la gran Chrissie Hynde, más tarde le llegó la fama de Pretenders, Siouxsie e incluso Billy Idol. Luego llegarán los críticos que quieren comportarse como sociólogos del periodo y no saben dónde está Re en un mástil de una Fender. O los que no han pisado un universidad, en su divina vida, y criticarán a Pistol 2022, de un modo, dolorosamente obvio; «como un jugueteo superficial. Los personajes son en su mayoría unidimensionales, y nunca parece comprometerse o incluso comprender completamente las fuerzas que impulsan esta extraña revolución en la cultura británica.» Bien, pues, allá con su cantinela… En lugar de una verdadera introspección, tenemos a Thomas Brodie-Sangster como Malcolm McClaren. Brodie-Sangster, mejor conocido por los estadounidenses por su papel en The Queen’s Gambit (2020) y como Jojen Reed en GOT(2011), es un excelente actor al que se le ha encomendado la poco envidiable tarea de Pistol (2022) de plantear el tema una y otra y otra vez. Escena tras escena, la misma monserga: los Sex Pistols son muchachos furiosos y rabiosos de clase trabajadora sin esperanza, sin futuro, simplemente empeñados en el caos y la destrucción, y a la cuarta o quinta vez que lo escuchas, te preguntas si tal vez esto debería haber sido mostrado estéticamente que reiterativamente vía megáfono. Así es el personaje de Malcolm McLaren, manager de los Pistols, el provocador de inspiración situacionista, Malcolm McLaren, con quien Brodie Sangster tiene más que un parecido pasajero. La serie evita las trampas de la mala actuación. Todos los habituales son muy buenos aquí, como hemos ya mencionado los casos de Toby Wallace como Steve Jones, Sydney Chandler como Chrissie Hynde, Talulah Riley como la diseñadora/dueña Vivienne Westwood, de la tienda underground «Sex», en Kings Road en el barrio de Chelsea. Allí creo al lado de su pareja puntual de Malcom Mclaren (Thomas Brodie-Sangster). El creador y cabeza pensante de su gran broma de arcilla. La serie también hace un trabajo admirablemente agradable al retratar la estrecha amistad de Jones y el baterista Paul Cook. Pasaron a tocar juntos en The Professionals después de la ruptura de The Sex Pistols. También pone de relieve la profunda amistad entre Jones y C. Hynde. Johnny Lydon interpretado por Anson Boon y Sid Vicious por el joven Louis Partridge. Insisto en la representación de Mclaren como un charlatán oportunista —por momentos, pseudorepugnante— y la enorme capacidad interpretativa de Brodie-Sangter es muy superior al resto del elenco. Esto, se nota. Cuando aparece, entra en escena, habla y come pantalla. En esa vis del perfecto estafador para la partitura rápida, empero Boyle y Pearce están demasiado contentos para dejar que sus divagantes monólogos sustituyan una exploración real del tiempo y el lugar.

El estilo de dirección de Boyle es esporádico, amañado y más en sintonía con su trabajo en Trainspotting que, digamos, en comparación a Slumdog Millionaire. Hay una estética vintage en la forma en que se enmarca la serie, Boyle y su equipo no estaban obsesionados con hacer que Pistol (2002) se sintiera como esa TV de prestigio, acuñado a menudo, sino que era algo único. Eso es lo que termina haciendo que Pistol sea tan entretenido como es. El siguiente episodio, en parte, sigue a dos chicas de Huddersfield (Catriona Chandler y Sade Malone) que abrazan el punk después de ver la aparición del grupo en el programa de televisión So It Goes de Tony Wilson. Ambos escapan a Londres para buscar a los Pistols y la escena punk, pero pronto se ven sumergidos en una ola de fría realidad. Conocido como el Contingente de Bromley, presentó íconos futuros como Billy Idol, Don Letts y Adam Ant. (Están presentes en el fondo de muchas escenas, pero no tienen nombre fuera de los créditos finales). Sin sentimientos por nadie más: El elemento importante a tener en cuenta al abordar esta serie, se revela, en su título: Pistol, es decir, pistola en singular. El impacto de los Pistols a través de personajes secundarios. En el capítulo 3 “Bodies”, nos trae a Pauline (Bianca Stephens), una mujer mentalmente muy inestable e imprevisible —que supuestamente— estaba tan conmovida al ver a la banda en vivo que se presentó en la casa de Lydon con un feto abortado, en una bolsa, inspirando así a los Pistols; la canción «Bodies». Algo muy característico de Boyle, la introducción de un surrealismo lisérgico como en Trainspotting con el personaje de Mark Renton (Ewan McGregor). Sorprende hasta este capítulo, la ausencia de egos ni esqueletos escondidos en el armario; en cambio, en su mayor parte, nos enfrentamos a la realidad a menudo sombría de los Sex Pistols. Cuando la serie muestra una escena con esa banda en desacuerdo, no opta por seguirla mostrando con una secuencia de toda la pandilla de la banda abrazándose momentos después. La visión de Boyle hace que el ritmo del programa se sienta como una descarga de adrenalina.

Acompañado por una actuación estelar, en particular, de Anson Boon como el notorio Johnny Rotten. Boon entiende claramente el tipo de energía que emana de una serie sobre una banda tan antisistema como los Sex Pistols. Desde la escena introductoria de la audición hasta los momentos finales de la serie, Boon nunca pierde de vista a Rotten. Si bien algunas de sus coprotagonistas se sienten ocasionalmente marginadas o bidimensionales, Boon le da a la serie, esa descarga eléctrica, cada vez que la necesita. Otra notable actuación es la de M. Williams; Si bien su papel como Pamela Rooke se siente pequeño, realmente impresiona en su primera escena, montando una bicicleta, en dirección, a la estación de tren. Tan sólo, con una blusa de plástico transparente amarilla aparentemente sin preocuparse por el mundo de las miradas de espectadores petrificados. Se vislumbra la vida de Jordan, también conocida como Pamela Rooke (Maisie Williams) GOT(2011) es una de las actrices de su generación más talento de momento. Si bien, Pistol (2022) es, intrínsecamente, la historia de Steve Jones. Una decisión creativa, muy particular, que finalmente hace que Pistol funcione tan bien como se atisba en el resultado final. Si bien hay aspectos del programa que pisan terreno familiar con respecto a las biografías de Rock&Roll, incluida la tensión entre los miembros de la banda, el hecho de que Jones sea el único sujeto de la banda que consultó con el programa lo hace sentir más honesto. Pistol (2022) nunca trata de hacer que a la audiencia le gusten sus personajes, sino que intenta que los entiendas.  Está claro que los actores y Boyle habían visto a Sid&Nancy (1986) y absorbieron su espíritu al crear esta nueva serie. Lo mismo podría decirse de la serie en su conjunto. Pero, ¿por qué estirar la verdad cuando es una historia lo suficientemente fascinante por sí sola, sin retoques? Por ejemplo, (spoiler pequeño adelante) Hynde, nacida en Ohio, ha dicho que nunca intentó casarse con Jones para quedarse en el Reino Unido, a pesar de que la serie muestra lo contrario. Sin embargo, a pesar de estos obstáculos, es un espectáculo entretenido. No obstante, inicialmente, el proyecto fue pensado como una miniserie limitada de «uno y listo», ¿podría profundizar en los proyectos posteriores a los Pistols de los miembros individuales, así como en los de los notables contingentes de Bromley como Siouxsie Sioux y Billy Idol? Pregunta de respuesta complicada. Además, la serie tiene problemas que resolver, la perspectiva de otra temporada (o más) que detalla lo que hicieron los miembros después sería fascinante de ver y tal vez menos caricaturesca que los aspectos de la primera temporada que han sido documentados hasta la saciedad. Sin embargo, el espectador ha de saber que es una miniserie de 6 episodios y punto.

La anemia del programa es un efecto contrario a su fuerza: si estás empeñado en combinar la energía anárquica de los Sex Pistols con un cine que parece igualmente caótico, sacrificas la profundidad. Aunque ahondar no algo imposible, más cuando hay tanto talento detrás. Vuelves a ver “Sid and Nancy” de Alex Cox (1986) para ver una representación de los Sex Pistols que es igualmente frenética, pero logra capturar un tipo de realismo duro y la tristeza humana que lo acompaña. Por ejemplo como se sacrifica a Glen Matlock bajista original que interpreta el actor Christian Lees (tratándose del tipo que mejor formación musical tenía del cuarteto del caos, todo ello debido al forro de los caprichos de un manager y un Lydon que la tenían tomada con él, por su cariño hacía Paul McCartney). El recambio fue un zumbado con un candado colgado del cuello, que no sabía, ni aporrear el bajo, a la postre, el icónico Sid Vicius. Sin embargo, se basan demasiado en un lenguaje figurado de dibujos animados aparentemente tomados de la película Sid and Nancy de 1986, maravillosamente interpretada por un portentoso Gary Oldman. O, si quieres ver una contracultura drogada representada con empatía, con sólo buscar en Google, Trainspotting. Fetén. Empero, Danny Boyle no busca ese tipo de cosas aquí. Solo quiere divertirse, aunque ello tenga un precio, y el coste es que nadie llamará a este espectáculo “genial”, solo “entretenido”. Cuando se trata de mantras creativos, podrías hacerlo peor que el aparentemente adoptado por Danny Boyle: “Nunca, nunca dejes que la audiencia se aburra”. Algo que no es nuevo el gran «Hitch» o Hawks, ya lo predicaron. En realidad, esto no es tan fácil como parece, ni es un insulto encubierto. Si adoptar un ritmo vertiginoso con mil cortes de salto por minuto y mucha música a todo volumen y gente guapa haciendo cosas calientes fuera suficiente para hacer una película o un programa de televisión de éxito, todos seríamos directores estrella. De hecho, hay un estilo artístico muy Made in Boyle para implementar todas estas tácticas y convertir la suma en un producto interesante, y desde Trainspotting hasta 28 Days Later, Slumdog Millionaire y Steve Jobs. Boyle ha estado alcanzando ese punto dulce artístico de manera eficiente durante más o menos toda una carrera. Pensemos que quedan dos capítulos por visionar y tienen todo el aspecto de ser esas joyas de la factoría del genio de Gran Manchester. Recuerden la presentación artística de los juegos olímpicos de Londres de 2012, están considerados los mejores de la historia y Danny estaba detrás de 40 cámaras. Y ese puntazo de los Pistols tocando «God Save The Queen” en una barcaza —propiedad de un jovencísimo, Richard Manson (Mr. Virgin)— resoplando por el río Támesis y su aparición en los titulares de toda la prensa del país Así como ese momentazo en Thames Tv en el añejo programa «Today with Bill Grundy«. Nota: 7,7

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