El artículo de la semana pasada (que si no has leído te invito a que lo hagas ahora), terminaba recordando que detrás de los problemas de la sociedad actual se esconde una lucha de poder, que es además origen de la corrupción tan escandalosa que sufrimos:
«En un país como el nuestro que vive de la picaresca desde hace siglos, la corrupción y el clientelismo están firmemente enraizados. Está muy bien reflejado en la literatura de Cervantes, Lope de Vega y otros ilustres. Va a ser muy difícil conseguir un cambio sustancial, pero si no empezamos ya y de forma decidida, sin paños calientes, cada vez va a ser más difícil conseguirlo de forma pacífica.»
Continuamente se destapan casos de corrupción entre políticos de todo signo y que afectan incluso a la financiación de los propios partidos, e incluso sindicatos. ¿Cómo se puede entender que la ciudadanía siga votando a esos partidos? ¿Alguien puede realmente pensar y creerse que la financiación ilegal de ciertos partidos va a dejar de existir?
Hay que tener en cuenta que detrás de los partidos y sindicatos más potentes está la financiación por parte de grandes grupos. A la vista está que los partidos tradicionales se han convertido en maquinaria de poder, con estructuras enmarañadas de corrupción y clientelismo.
Hace bien poco que salieron a la luz en Asturias los casos del más que probable enriquecimiento ilícito de Villa (PSOE y SOMA-UGT), el escándalo de Aquagest que salpica a dirigentes de varios partidos (entre ellos Arestegui, presidente del PP avilesino), la trama que afectó al consejero Riopedre, los escándalos del Niemeyer en Avilés, los Palacios en Oviedo, El Musel en Gijón, etc. etc.
¿Estamos dispuestos a no volver a votar nunca más a los partidos y a las personas que se ha demostrado que nos mintieron y nos robaron? ¿Estamos dispuestas a no votar nunca más a partidos que se financiaron ilegalmente? Queremos cambiar, pero les votamos ¿en qué quedamos?
El caso es que mucha gente sabe muchas cosas, pero rara vez “se tira de la alfombra”. Seguro que sabes, como lo sé yo, de algún dato sobre corrupción municipal, en alguna empresa grande, en compraventa de fincas, o en muchos otros asuntos.
Pero como decía al principio, la corrupción está incrustada en la organización social. Después de todo, los políticos/as fueron ciudadanos/as antes de dedicarse a la política, y lo siguen siendo. Las personas que se dedican a la política son un extracto de la sociedad en la que vivimos y no precisamente seleccionadas por las mejores bondades en este sentido.
Volviendo al tema de fondo de estos artículos: ¿queremos realmente cambiar el sistema?
Nos escandalizamos ante los casos de corrupción, pero somos partícipes de que la economía sumergida siga siendo superior al 20%: pedimos facturas sin IVA, hacemos regalos a gente con buena posición esperando que eso nos ayude a medrar o a conseguir favores, aceptamos pagar parte de un piso con dinero negro.
Mucha gente se hace la ofendida cuando descubre que hay muchos puestos cubiertos a dedo en la administración, pero no se convocan manifestaciones, ni los sindicatos piden que todas las plazas en interinidad salgan a concurso y se regularice la situación. Hay muchísima más gente en el aeropuerto para ver llegar a un futbolista de la que podría haber para exigir que se saque a concurso los puestos de trabajo de la administración. Nada más hay que ver la reacción ante el escandaloso aumento del gasto de los políticos en los ayuntamientos de Gijón y Oviedo: Ninguna.
Cada vez hay más manifestaciones de todo tipo, a veces por cosas absurdas. Hay incluso mucha gente que sigue diciendo que las cosas se solucionan “luchando en la calle”, aumentado por tanto el frentismo y con comportamientos con cierta agresividad (a veces incluso desmedida). Pero entre manifestación y manifestación seguimos alimentado el sistema.
¿Estaríamos dispuestos/as a no aceptar un trabajo sin el contrato adecuado? ¿Y a denunciar cualquier caso que conozcamos? ¿Nos negamos a hacer horas extras injustificadas? ¿Nos movilizamos ante los negocios sucios que conocemos?
No nos engañemos; la gente no está dispuesta a mojarse ante las situaciones de ilegalidad e injusticia que conoce. Cada persona tiene un poquito de participación en todo en ese engranaje. Podemos seguir haciéndonos trampas al solitario, pero la realidad es que formamos parte del sistema del que renegamos.
Muchas veces he oído decir que en realidad lo que nos molesta es no poder beneficiarnos de lo que se benefician otras personas, si nos lo ofrecieran lo aceptaríamos. ¿Quién está de acuerdo?, o mejor dicho: ¿quién no está de acuerdo?
Pero ¿hay alternativa? Por favor, ¿no conoces ningún otro partido que los típicos que ya nos han engañado tantas veces? ¿Cuándo fue la última vez que denunciaste por algo en lo que no ganabas ni perdías nada especial? ¿Cuándo fue la última vez que dijiste no a tu jefe o a la posibilidad de una gratificación? ¿Cuándo fue la última vez que te negaste a una compraventa o un negocio con dinero negro? ¿Cuándo fue la última vez que defendiste lo justo o lo legal, aún yendo contra tus intereses personales?
Recuerda: Se tú el cambio que quieres que se produzca.