La Historia De Esther

Sentencia

Para obtener más información sobre la sentencia, consulte Introducción a los tribunales penales: Sentencia.

La siguiente es la sección final, que describe el episodio de la sentencia del caso de Esther. Un panel muestra un tribunal nuevo. La jueza, una mujer vieja con cabello oscuro amarrado en un rodete, se sienta en el estrado. Las personas que trabajan en el tribunal se sientan y se preparan para la audiencia. Esther y Maya están entrando a la sala mientras Esther narra los acontecimientos. “El paso final era ver a el juez en el tribunal de salud mental. Este tipo de salón del tribunal especializado con frecuencia se llama un ‘tribunal de resolución de problemas’. Mi conversación con la jueza aquí fue directa al grano”. Un panel muestra a la jueza sentada en el estrado. Le dice a Esther: “He visto sus archivos médicos y su registro de antecedentes penales, señora Pierre, y he hablado con el fiscal del distrito y la trabajadora social. Debido a su diagnóstico previo de trastorno de estrés post-traumático, la naturaleza del crimen, y el informe de parte del fiscal del distrito y la trabajadora social, le permitiré participar en el Programa de Drogas y Salud Mental del Buen Samaritano”. Un panel muestra a Esther de pie en el tribunal. Le dice a la jueza: “Gracias, su señoría”. “No me agradezca todavía”, responde la jueza. “Todavía tiene que completar el programa”.

Un panel muestra a la jueza más de cerca. Se pone los anteojos y lee una hoja de papel. “Este es un programa con un mínimo de dos años”, dice. “Tendrá que asistir a citas mensuales en el tribunal con un trabajador social para revisar conmigo su progreso”. Un panel largo y vertical lleva hacia una imagen de Esther vista de espaldas mientras mira hacia la jueza. La descripción que hace la jueza del programa sigue mostrándose en burbujas de diálogo que se despliegan hacia abajo y terminan justo encima de la cabeza de Esther. “Usted vivirá en el centro residencial de internamiento hasta que ellos decidan que usted está lista para ir a casa. Asistirá a todas las sesiones como fueron diseñadas por su trabajadora social, incluyendo terapia regular y pruebas de drogas. No puede tomar alcohol ni consumir drogas durante la extensión del programa. Al final de los dos años los trabajadores sociales y yo haremos una evaluación exhaustiva para determinar si ha tenido suficiente progreso para haber terminado. Si falta a alguna sesión de terapia, cita, cita en el tribunal, o falla en una prueba de drogas, reprobará el programa y será sentenciada a tiempo en prisión. ¿Está esto claro?”.

Esther —todavía de espaldas, mirando a la jueza— responde: “Sí, su señoría”. La jueza concluye la audiencia diciendo: “Se levanta esta sesión del tribunal por seis semanas para que la señora Pierre entre en el acuerdo de negociación”. Hay un panel grande de color negro con una textura granulada. Contra el color negro, la narración de Esther prosigue: “Seis semanas después, me llevaron de nuevo a la corte para declararme culpable a cambio de participar en el programa”. En la textura negra, la voz de la jueza llama a Esther. “Señora Pierre, entiendo que quiere declararse culpable”. “Sí”, responde.

La jueza, de perfil, le habla directamente a Esther. Le dice: “El fiscal le ha imputado los cargos de: robo en segundo grado, agresión en segundo grado, posesión criminal de un arma en segundo grado. En vez de ir a juicio, el fiscal le ha hecho la siguiente oferta de negociación de pena: Puede declararse culpable de intento de agresión en el segundo grado a cambio de la oportunidad de participar en el programa de recuperación. Si completa el programa de manera exitosa, puede retirar su declaración de culpable [de delito grave] y declararse culpable de un delito menor. Si usted no completa el programa, la condena por el delito grave permanecerá en su registro de antecedentes penales de manera permanente y tendrá que cumplir tiempo en prisión. ¿Es esto lo que quiere hacer?”. Esther —que también aparece de perfil enfrentando a la jueza— responde: “Sí”. La jueza le pregunta a Esther: “¿Ha tenido usted la oportunidad de consultar con su abogada acerca de posibles defensas a las que puede estar renunciando al no ir a juicio a disputar estos cargos?”. Esther responde: “Sí”.

Esta imagen consiste solo en burbujas de diálogo que comienzan en la parte superior del panel y serpentean hacia abajo. Las preguntas de la jueza y las respuestas de Esther zigzaguean una al lado de la otra. “¿Entiende usted que si se declara culpable está renunciando a su derecho a un juicio?”, pregunta la jueza. “Sí”, dice Esther. “¿Entiende usted que si se declara culpable está renunciando a su derecho a interrogar a los testigos?”. “Sí”. “¿Entiende usted que si se declara culpable está renunciando a su derecho a testificar o permanecer callada?”. “Sí”. “¿Entiende usted que puede haber consecuencias de inmigración si acepta este acuerdo de negociación, incluyendo la deportación o que le sea denegada la naturalización?” “Sí”. “¿Es cierto que, el 20 de noviembre de 2018, usted intentó herir a una persona en la tienda Duane Reade en el centro de Brooklyn?” “Sí”. “¿Es cierto que usó un arma? ¿Un cuchillo?”. “Sí”. “Además de la promesa de un programa y un delito menor, ¿alguien le ha prometido algo más a cambio de esta negociación?” “No”. “¿Alguna persona le ha coaccionado para que se declare culpable?” “No”.

La jueza y Esther, ambas de perfil, están ahora cara a cara. La jueza pregunta: “¿Se está declarando culpable de manera libre y voluntaria?”. “Sí”, dice Esther. Ahora, la jueza lee la sentencia de Esther. “La sentencia del tribunal es el Programa de Drogas y Salud Mental del Buen Samaritano. Tendrá que respetar los términos del programa por un mínimo de 2 años hasta que lo haya completado. Tendrá que someterse a pruebas de drogas regulares y reportarse a la corte. Cualquier violación a las reglas del programa, o cualquier arresto la traerá frente a esta corte. Luego voy a decidir si usted puede permanecer en las alternativas al programa de encarcelamiento. Si encuentro que no está cumpliendo o que ha sido expulsada del programa, la voy a sentenciar a pasar tiempo en prisión. ¿Acepta los términos de este acuerdo de negociación? Si es así, por favor firme el contrato que tiene enfrente. ¿Acepta los términos de este acuerdo de negociación? Si es así, por favor firme el contrato que tiene enfrente”. “Bien”, dice Esther. El panel muestra un primer plano de la mano de Esther firmando el contrato. La jueza finaliza su sentencia diciendo: “El caso es aplazado hasta el 20 de septiembre de 2019, para su primer informe”.

Para obtener más información sobre el rol de los programas de desviación y los tribunales de resolución de problemas como otra forma de control social, consulte este recurso

La Esther del presente cuenta qué pasó después de la lectura de la sentencia. “Después de que tomé el acuerdo de negociación, me quitaron las esposas. Yo tenía solo unos pocos minutos para abrazar a mis hijos rápidamente. Los trabajadores sociales estaban en mi cita con el tribunal y me llevaron del tribunal a la residencia, al centro de internamiento. Esta es la primera parte de la sentencia, en donde acepté a entrar en un programa. Pero eso no significa que el caso ha terminado o que mi sentencia haya terminado. Mi sentencia es completar el programa y permanecer bajo supervisión hasta que lo haga. Cuando lo haga (si lo hago), regreso al tribunal para que el juez declare oficialmente que habré cumplido mi sentencia. Estaba bajo el control de este programa por los próximos dos años. Lo cierto acerca de los programas de recuperación y alternativa al encarcelamiento (ATI, por sus siglas en inglés); y otras formas de supervisión o monitoreo, es que replican las mismas dinámicas de encarcelamiento y que extienden el control carcelario fuera de la prisión hasta la comunidad. Aún después de que pude dejar el programa residencial de internamiento y regresé a casa, todavía tenía toque de queda y tenía que asistir a sesiones diarias de consejería. Si no asistía a las sesiones, me negaba a tomar los medicamentos, o me involucraba en una discusión con el personal u otros participantes, podría ser sancionada por el programa. Una sanción podría revertir mi progreso y requerirme que estuviera allí más de dos años. Si acumulaba demasiadas sanciones, el juez podría haberme expulsado del programa y yo habría tenido que cumplir la sentencia en prisión y el delito grave habría permanecido en mi registro de antecedentes. Observé cómo esto les pasaba a otras personas que estaban en el programa de tratamiento al mismo tiempo que yo”.

Esther sigue describiendo su experiencia en el programa. “A pesar de que sí recibí algunas sanciones menores por haber perdido algunas sesiones, pude mantenerme en buenos términos con la jueza y completé el programa con éxito en el período de dos años. En mi última cita en la corte, el juez me permitió revertir mi declaración de culpable al delito grave y declararme culpable de un delito menor. Mi sentencia fue de “tiempo cumplido” lo cual significa que ya había completado la sentencia porque había completado el programa y ya no había nada más que yo debía hacer. Sin embargo, las condenas a delitos menores (que ahora son dos) siempre pesarán sobre mí cabeza, en el sentido de que estaré más vulnerable a la deportación. Menos vulnerable de lo que estaría si tuviera una condena de un delito grave violento, pero más vulnerable que si no tuviera un registro de antecedentes penales. Mi registro de antecedentes penales, incluso con condenas por delitos menores, también hace que encontrar trabajo, asegurar vivienda, y acceder a beneficios públicos sea mucho más difícil”. Un panel muestra a Esther de vuelta en la sala de reuniones, donde comenzó a contar su historia. Sigue contándosela a las personas reunidas. “Mi caso puede haber terminado pero las consecuencias colaterales nunca desaparecerán”.

¿Le interesa el trabajo organizativo sobre la abolición de los tribunales penales y del complejo industrial penitenciario (PIC, por sus siglas en inglés)? Visite la página ACTUAR.

“La única experiencia positiva que salió de mi tiempo en el programa fue que conocí a otras mujeres fuertes y valientes que también habían sido encarceladas o habían estado bajo algún tipo de control del sistema de castigo criminal”. Un panel muestra a Esther entre un grupo de presentadoras de aspecto femenino. Una de ellas, una mujer de piel oscura con un afro corto, tiene una mano en el hombro de Esther. Todas sonríen y ríen. Esther sigue narrando. “Algunas de ellas estaban involucradas en una organización comunitaria local mayormente compuesta de personas que habían sido criminalizadas o enjuiciadas y que querían abolir el sistema de castigo”. “Ellas me acogieron en su grupo y me mostraron una manera para canalizar mi indignación y desesperación y convertirla en tratar de generar cambio. Esta fue la manera como me involucré en el trabajo organizativo para construir el poder comunitario y desmantelar el complejo industrial penitenciario, el cual incluye policías, jaulas, y tribunales”. Un panel muestra a Esther llegando al final de su historia en la reunión organizativa. Abre los brazos para recibir en la lucha a todas las personas que están allí. “Es una lucha a la cual les invito a unirse”, dice. Antes de irse, les pediré que consideren estas preguntas: ¿Qué les sorprendió? ¿Qué aprendieron? ¿Qué les hace sentir indignación/enojo? ¿De qué manera los procesos aparentemente mundanos o los procesos y procedimientos burocráticos fueron punitivos en sí mismos? ¿En qué puntos del caso tiene el fiscal poder? ¿El juez? ¿Y qué piensan de mi abogada defensora? ¿Y yo? ¿Cuáles son las maneras en las que piensan que los miembros de la comunidad podrían intervenir para cambiar el poder de los fiscales a la persona que está siendo criminalizada?. Consulte este recurso para ver algunas ideas. La historia de Esther termina aquí.

Consulte las siguientes herramientas y recursos que le servirán de ayuda para organizarse a fin de consolidar el poder y trasladarlo a su comunidad, y desfinanciar y desmantelar el sistema de castigo criminal:

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