Humildad

La humildad es uno de esos valores esenciales, es saber admitir nuestros errores, saber alcanzar nuestros objetivos sin ser arrogantes, saber aplaudir a aquellos que también logran sus objetivos y sobre todo, acordarte y ser agradecido con quién te ha ayudado a lograr ese éxito.

La persona humilde está dispuesta a aprender de las personas a su alrededor, independientemente de su nivel de estudios o cargos dentro de la organización. El humilde no tiene que proyectar sobre otras personas, lo que ella tiene mejor y sacar ventaja de las cosas; a final de cuentas, los humildes no necesitan mostrar superioridad, ¡ni usar la jerarquía para ser respetado por otras personas! El respeto viene automáticamente de acuerdo con los actos de cada uno y a medida que el tiempo pasa en el trabajo.

Virtudes todas estas que suelen brillar por su ausencia en las redes sociales, en las que el yo se impone a todo lo demás y en las que los logros personales, aunque sean tan banales como tomarse un latte en no sé qué sitio de moda, no dejan de compartirse como trofeos cotidianos.

Pero ser humilde no significa ocultar tu talento. Tomar conciencia sobre las propias fortalezas y debilidades es un rasgo distintivo de las personas humildes.

Y es que la humildad y visibilidad del talento no son condiciones contrarias, sino complementarias. Porque ser humilde no quiere decir renunciar al reconocimiento o esconderse, sino ser consciente de nuestras capacidades, abrazarlas y mostrarlas al mundo sin miedo. Conocer tus fortalezas, pero también tus debilidades y limitaciones. Aceptar que tu visión no es la única y estar abierto a escuchar a los demás. Aprender a colaborar y cuidar a tu equipo. Apreciar el valor de las cosas y las personas. Pedir ayuda, dar las gracias y reconocer los méritos ajenos y propios cuando es necesario.

 

Pero ¿Cuáles son los beneficios ocultos de la humildad?

 a.- Mejores relaciones: Diversos estudios sugieren, que las personas humildes cuidan mucho más sus relaciones, quizá porque son capaces de aceptar a los demás como son. Por ello, son mucho más propensos a reparar y a crear vínculos fuertes con los demás. Y cuidar las relaciones es cuidarse a uno mismo y la propia salud.

b.- Mejor liderazgo: Las personas humildes también son mejores líderes, y la humildad y la honestidad son buenos factores predictivos respecto a los resultados de un empleado en su trabajo.

c.- Menos ansiedad: Ser humilde también es garantía de serenidad, pues varios estudios han señalado que las personas con egos tranquilos sufren menos ansiedad.

d. Mayor autocontrol: Quizá porque también conocen y aceptan mejor sus propios límites, y porque están menos obsesionadas consigo mismas, las personas humildes también poseen una mayor capacidad de autocontrol.

e.- Mas calidad personal y espiritual: Cuando conocemos a alguien que irradia humildad nos sentimos bien de inmediato, quizá porque a su lado nos sentimos vistos, escuchados y aceptados tal y como somos. Las personas humildes pueden regalar este don a los demás porque también son capaces de ver y aceptar sus fortalezas y limitaciones, sin juzgarse ni ponerse a la defensiva.

f.- La vida como escuela: Las personas humildes ven la vida como una oportunidad de aprendizaje para todos, reconociendo que, aunque nadie es perfecto, todos podemos trabajar nuestras limitaciones y abrirnos a recibir nuevas ideas, consejos o críticas. La persona humilde nunca deja de aprender precisamente porque es permeable a los demás y no se considera por encima de nadie.

g.- Mas responsabilidad: Un ego aquietado se traduce en una menor agresividad y manipulación, en más honestidad y espíritu constructivo. Las personas humildes toman responsabilidad por sus acciones, corrigen sus errores, escuchan las ideas de los demás y no sobrestiman sus capacidades.

Finalmente, la clave para ser humilde es preocuparse genuinamente por los demás, es decir, estar atento a las necesidades de las personas que nos rodean intentando ayudarles a resolver sus dudas y, sobre todo, a desarrollar su potencial.

«Un gran líder es ante todo un sirviente, y este simple hecho es la clave de su grandeza”.

Robert K. Greenleaf

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