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VENECIA 2023 Orizzonti

Crítica: A cielo abierto

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- VENECIA 2023: El primer largo de los hermanos Mariana y Santiago Arriaga sigue a un grupo de adolescentes mexicanos en duelo en una arriesgada misión para tomarse la justicia por su mano

Crítica: A cielo abierto
(i-d): Theo Goldin, Federica García y Máximo Hollander en A cielo abierto

A pesar de todas las grandes obras de arte que tratan el tema de la venganza, existe la sensación permanente de que esta es dominio exclusivo del arte o la ficción. Podemos sentir el deseo de justicia a expensas de otra persona, pero esto rara vez escapa al ámbito de la fantasía o de nuestra imaginación. La venganza, a pesar de las advertencias bíblicas contra el “ojo por ojo”, se ha asentado con relativa facilidad como un "tropo" narrativo, un motor muy eficaz para ir del punto A (motivación) al punto B (catarsis).

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Guillermo Arriaga, galardonado guionista de A cielo abierto [+lee también:
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ficha de la película
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(y anteriormente de varias de las películas de Alejandro González Iñárritu), se ha especializado en historias de venganza que podríamos calificar de “pulp elevado”. En esta ocasión, compone un guion para que lo dirijan sus dos hijos, Mariana y Santiago Arriaga, convirtiendo esta ópera prima en un auténtico asunto familiar, que ha tenido su estreno en la sección Orizzonti de Venecia y pronto se proyectará también en Toronto. Por otra parte, ¿hasta qué punto es revelador que se centre en unos hijos que deciden vengar la muerte de su padre asesinado?

A cielo abierto destaca por poner el peso de la venganza en manos jóvenes e inexpertas, las que tiemblan al intentar sostener el arma. Aunque, ¿no lo haríamos todos? La narración comienza en 1993, con el joven Salvador (Theo Goldin) viajando por carretera a través del desierto de Coahuila con su padre (Manolo Cardona), de camino a una reunión familiar que incluye una gran cacería. Con el amenazante espacio negativo del horizonte en constante expansión, y sus neumáticos quemando el asfalto, tenemos una premonición. Esta se cumple cuando un camión de mercancías, conducido por Lucio Estrada (Julio César Cedillo), como descubriremos más tarde, colisiona contra su vehículo en un aparente atropello con fuga, matando al padre pero dejando al hijo con vida.

Con este incidente como prólogo de facto, avanzamos hasta 1995, donde encontramos a los dos hijos de la víctima, Fernando (Máximo Hollander) y su hermano menor Salvador, todavía afectados por su muerte y en proceso de duelo. Al parecer, también han pasado a formar parte de una familia mixta, ya que su madre se ha vuelto a casar, sumando a la intrépida Paula (Federica García) como hermanastra. La transición a la edad adulta se combina con la superación del duelo, ya que aprovechan la excusa de un viaje de placer por carretera para localizar a Estrada, que vive impune a pesar de la muerte de su padre, ya sea por homicidio o premeditada (como Fernando conjetura en sus momentos más paranoicos).

Lo que viene después es una trama demasiado dilatada, llena de momentos trillados y con desarrollos dramáticos tardíos. Una búsqueda con un desenlace previsible de justicia violenta o poética, pero que despierta una fascinación perversa que mantiene al público enganchado. Paula se ve obligada a dejar atrás, a la fuerza, a su abusivo novio Eduardo (Sergio Mayer Mori), que la acompaña inicialmente en el viaje. Sus hermanastros también muestran un interés sexual hacia ella, lo que lleva a complejas negociaciones personales y al establecimiento gradual de límites con los que se sienten más cómodos. En el transcurso del viaje, nos damos cuenta de lo mucho que está en juego y del nuevo equilibrio emocional que puede surgir al final.

En sus mejores momentos, esta historia de jóvenes convertidos en árbitros de la vida y la muerte evoca obras como El señor de las moscas. En otros, lo absurdo de la situación, sumado al carisma obstinado de los protagonistas, hace que la película se aproxime más a una versión latinoamericana de Stranger Things en clave de thriller. La venganza es inútil, y todos somos moralmente falibles, lo que se presenta más como una revelación que como una formalidad para el público. Con todo, hay cierta fuerza en A cielo abierto, reforzada por una eficaz banda sonora de spaghetti western.

A cielo abierto es una coproducción entre México y España, producida por Kramer & Sigman Films y Clave Intelectual. Film Factory se encarga de las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés)

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