AGUA MUERTA

Este fenómeno  fue observado por primera vez en 1893, durante una expedición del noruego Fridtjof Nansen al Polo Norte. Mientras atravesaba las aguas del océano Ártico, al norte de Siberia, comprobaron  que su barco empezaba  a detenerse aunque los motores funcionaban perfectamente. Nansen dijo que parecía una «fuerza misteriosa» que frenaba el barco. 

El Fram, barco de Nansen con el que alcanzó el record de latitud más al Norte.

En 1904, Vagn Walfrid Ekman (físico y oceanógrafo sueco) descubrió que las olas formadas en esa parte del océano Ártico, debajo de la superficie y entre capas de aguas de distintas salinidades, que se dan en el Ártico, generaban resistencia. Pero no parecía seguro.

Recientemente, un equipo del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), de la Universidad de Poitiers, cree haber desvelado el misterio.

 Y concluyeron que las variaciones de velocidad descritas por Ekman se deben a la generación de olas que actúan como una especie de «cinta transportadora ondulante», que hace que las embarcaciones se muevan hacia adelante y hacia atrás.

Los expertos resaltaron que el fenómeno no solo se da en lugares con glaciares, sino en todos los mares y océanos, e incluso grandes lagos, en la desembocadura de ríos, donde se mezclan aguas de diferentes densidades, o se mezclen distintas temperaturas.

En el Golfo de Alaska, confluyen aguas que proceden del deshielo de glaciares, más claras de color, con las más salinas del Pacífico.

¿Se acaban por mezclar los dos tipos de agua? Claro que sí.

El río Fraser en su desembocadura en el Océano Pacífico cerca de Vancouver, Canadá. El fenómeno es muy similar.

La diferencia de densidad, la temperatura y la salinidad, hacen que las aguas se comporten como dos elementos líquidos distintos, pero con el tiempo, ambas se homogeneizan y se mezclan. Mientras esto sucede, se producen unas barreras conocidas como termoclinas, unos muros naturales en los que tropiezan dos aguas con diferentes propiedades que se tocan sin llegar a mezclarse.

Encuentro de las aguas de río Negro en su desembocadura en el Solimôes, nombre con el que se conoce al Amazonas en esa zona. Las aguas de éste último arrastran sedimentos más arcillosos.

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