Mujeres en prisiones de alta seguridad: repetición de la violencia

La experiencia de reclusión en una prisión de máxima seguridad siempre es muy dura, pero en el caso de las mujeres existen además problemas que las afectan de manera diferenciada.

Muchas veces, las condiciones de las mujeres en prisión son invisibles al público. Esto se debe, por una parte, a que en las prisiones de alta seguridad, la población penitenciaria de mujeres es mucho menor que la de hombres.

Además, muchas de las mujeres en cárcel han experimentado abusos, y la vida en una prisión de máxima seguridad les recuerda estas experiencias. Las condiciones en prisiones de máxima seguridad varían bastante, porque no hay reglas oficiales que definan qué es máxima seguridad, pero en general las personas viven más aisladas unos de las otras y solo pueden salir de sus celdas una o dos horas por día.

Las mujeres en prisiones de alta seguridad, además se ven aisladas de sus familias. Generalmente son ellas las principales cuidadoras de hijas e hijos, de quienes son separadas al entrar a prisión, a lo que se suma que hay pocas prisiones de máxima seguridad para mujeres, y éstas se encuentran en lugares aislados, lo que vuelve muy costoso para las familias ir a visitarlas.

Y si sus familias las visitan, enfrentan restricciones para vincularse con ellas, por ejemplo, en algunas prisiones de máxima seguridad en Estados Unidos, los y las niñas no se pueden sentar en el regazo de su madre. Muchas prisiones prohíben tocar a las visitas, o tiene barreras físicas de Plexiglás. Es muy triste ver a sus hijas e hijos, pero no poderles tocar.

Casos como estos fueron documentados por Holly M. Harner y Suzanne Riley, en una investigación sobre el impacto de las prisiones de máxima seguridad en la salud mental de las mujeres, las investigadoras mencionan el caso de una mujer que vio por primera vez a su hijo de 6 años, y él estaba enojado por esta situación. Además las cárceles de alta seguridad frecuentemente tienen horas de visitas restrictivas, pueden las disminuir más como forma de castigo.

Las mujeres en prisión tienen tasas muy altas de condiciones de salud mental, adicciones, y han sido víctimas de abuso sexual u otras formas de violencia, factores que frecuentemente están relacionados. Entonces, ellas necesitan tratamiento y cuidados para atender su salud mental.

En los Estados Unidos, la asistencia médica en salud mental es a menudo dirigida a crisis, para evitar comportamientos suicidas u homicidas, atenciones por las que es necesario pagar $5 dólares por cita, que parece poco, pero los trabajos en prisión pagan alrededor de $.50 de dólar por hora, entonces es una barrera bastante grande.

Para una investigación hecha por Harner y Riley, unas mujeres dijeron que estar en una prisión de máxima seguridad era malo para su salud mental porque les daba mucho miedo estar en una celda sola con otra mujer, en lugar de estar en un dormitorio abierto, donde “hay bastante personas que pueden oír tus gritos” si algo pasa.

Para las mujeres con historias de abuso sexual, la falta de privacidad, exámenes médicos, y especialmente las revisiones en las que las hacen desnudarse, son muy estresantes. Varias mujeres dijeron que ellas evitan visitas de sus familias porque no quieren experimentar la humillación de este tipo de revisiones.

Además, ellas están en riesgo de sufrir abuso sexual otra vez, por otras mujeres encarceladas, o muchas veces, por trabajadores de los centros penitenciarios. En la Prisión Julia Tutwiler, una prisión de máxima seguridad en Alabama, por ejemplo, seis empleados del centro fueron imputados por mala conducta o abuso sexual entre 2009 y 2011, como documentó la investigación de James Ridgeway y Jean Casella, sobre las 10 peores prisiones. Muchas veces, estar en una prisión de alta seguridad continúa el ciclo de violencia contra las mujeres.

 

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