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Crítica: Dejar el mundo atrás

Una cinta anticipatoria que encapsula la ansiedad de nuestros tiempos.

Sam Esmail  

/ Julia Roberts, Ethan Hawke, Mahershala Ali, Myha'la, Charlie Evans, Farrah Mackenzie, Kevin Bacon

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Netflix

Error 404: ¿Preparados para un mundo sin internet? es una obra escrita por Esther Paniagua, una reconocida periodista española especializada en ciencia y tecnología y directora de la revista OpenMind. Su título hace referencia al código de error comúnmente asociado con la incapacidad de encontrar una página web, y sirve como metáfora para examinar qué sucedería si nos encontramos en una situación en la que la internet, una parte integral de nuestras vidas modernas, de repente dejara de estar disponible. El libro plantea una exploración intrigante sobre la posibilidad de enfrentarnos a un mundo en el que la conexión a la internet ya no esté disponible, desatando el caos y el pánico a nivel mundial. De acuerdo con ella “ni los gobiernos ni los Estados están preparados para enfrentar el escenario apocalíptico que podría seguir a tal eventualidad”.

Un año antes de la publicación del texto de Paniagua, los novelistas estadounidenses Don DeLillio y Rumaan Alam nos entregaron dos interesantes libros llamados El silencio y Dejar el mundo atrás, respectivamente. Ambas obras describen unos eventos cataclísmicos y misteriosos relacionados con las redes de comunicación en las que todos confiamos. Las dos están impregnadas de una sensación casi abrumadora de ansiedad y temor y exploran lo que les sucede a la clase acomodada cuando la catástrofe los golpea. Sin embargo, mientras que la novela del autor de Ruido de fondo es enigmática y ambivalente hasta el final, la novela del escritor de Rich & Pretty nos va revelando gradualmente los misterios y está colmada de humanidad. Pero lo cierto es que los tres libros llegan a ser tan aterradores y premonitorios como lo fue La carretera del fallecido Cormac McCarthy. 

Así como John Hillcoat llevó La carretera al cine de una manera magistral y Noah Baumbach hizo lo mismo con Ruido de fondo (El silencio todavía no se ha adaptado a la pantalla), Sam Esmail, el creador de esa serie oscura y conspiranoica conocida como Mr. Robot, logra otra gran adaptación, esta vez de la novela de Alam. 

Tanto en la obra literaria como en la cinta de Esmail, todo se inicia cuando Amanda (Julia Roberts, quien trabajó con Esmail en la serie Homecoming) y Clay Sandford (Ethan Hawke) llevan a sus hijos adolescentes, Archie (Charlie Evans) y Rose (Farrah Mackenzie), a una lujosa casa de vacaciones en Long Island, lejos del mundanal ruido. Amanda es una publicista misántropa y Clay es un amable profesor universitario. Una noche, en medio de sus vacaciones idílicas, llaman a la puerta de la casa. Un hombre afroamericano que se presenta como GH (Mahershala Ali) y su hija adolescente Ruth Scott (Myha’la de la serie Industry) piden entrar (en la novela Ruth es la esposa y en la cinta, ella se encuentra de viaje). 

Resulta que GH y Ruth son los dueños de la casa, aunque Amanda desconfía, ya que piensa que ese no es el tipo de casa donde viven personas negras. La preocupación de los Sandford por la pareja que, de acuerdo con Amanda, bien puede tratarse de estafadores o algo peor, queda en un segundo plano cuando comienzan a surgir las señales de una crisis mucho más grande. 

Tanto los Sanford como los Scott son testigos de sucesos extraños (enormes navíos petroleros encallando, aviones estrellándose en los patios de las casas, pitidos ensordecedores y ciervos y aves comportándose de una manera atípica). Sumado a ello, los dispositivos digitales que dependen del wifi no funcionan, para desgracia especialmente de Rose, una fanática acérrima de Friends, quien no ha podido ver el capítulo final de la serie por la falta de internet. 

Los canales de televisión están fuera de servicio y solo transmiten una señal de emergencia que no brinda una mayor información. Al día siguiente, Clay sale en busca de ayuda, pero encuentra a una mujer sollozando junto a la carretera. Ella no habla inglés y Clay no habla español. Es así como el hombre amable se convierte en un ser egoísta y decide dejarla sola y abandonada a su destino.

El libro de Alam fue escrito antes de la crisis del coronavirus y, sin embargo, se anticipa a la sensación de pánico generalizado que se vivió en época de la pandemia. Además se nutre de los temores sobre el cambio climático, la crisis económica, el racismo y la peligrosa dependencia excesiva de la tecnología de la que advierte Paniagua. Esmail canaliza las teorías de la conspiración y la Norteamérica decadente que tanto le interesan, para entregarnos una cinta que se siente tremendamente original y que es tan envolvente como aterradora. 

Dejar el mundo atrás evoca esas estupendas cintas apocalípticas inteligentes y minimalistas que muy pocos han visto como The Trigger Effect (1996), Last Night (1998), 4:44 Last Day On Earth (2011), que se centran en las relaciones humanas y las implicaciones psicológicas del fin inminente, más que en un derroche de efectos y lugares comunes al estilo de las cintas de desastre descerebradas de Roland Emmerich. Asimismo, el tono de Dejar el mundo atrás es más cercano al de una cinta de terror de Jordan Peele que al de la estupenda sátira No mires arriba (2021). Sin embargo, el estupendo final (que es mejor no revelar aquí) es tanto una ácida y graciosa denuncia al absurdo del mundo actual, como también un señalamiento a la relevancia de los formatos físicos. 

Probablemente el público masivo la odiará, porque esta es una de esas películas (cada vez más escasas) que desafían a los espectadores a pensar. Aunque Netflix le ha dado a la película la oportunidad de ser proyectada en salas (como debe ser), su impacto será mayor cuando se vea en casa, por medio de una plataforma de streaming que depende de la internet para que funcione.

Por último, una invitación a aquellos que todavía no tengan lesiones en la corteza cerebral causadas por el bombardeo permanente de los micro videos de TikTok. Vean la película de principio a fin, convérsela con sus familiares y amigos, compren el libro. En fin, regálese un momento para reflexionar. Las películas no son solo entretenimiento.Hay dos tipos de personas preparadas para el desastre inminente: aquellos que construyen un búnker y lo atestan de suministros y armas como Danny, el survivalista interpretado brillantemente por Kevin Bacon. Pero están los otros, más cercanos a GH, quienes se preparan alimentando su cerebro y su corazón. La apuesta va para el segundo grupo.

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