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Aproximadamente el 30% de los casos de abuso sexual en la niñez son cometidos por
adolescentes (Groth y Loredo, 1981), aunque no todas las víctimas de los adolescentes ofensores
sexuales son menores de edad (Flanagan y Maguire, 1992). El término agresor/ofensor sexual
adolescente hace referencia a cualquier hombre o mujer entre los 11 a 18 años, quien comete
cualquier acto de violencia sexual a una persona de cualquier edad en contra del deseo de la
víctima o de una manera agresiva, explotadora o amenazante (Barrios et al., 2014).
La ofensa sexual cometida por adolescentes en general ha sido poco reconocida, en gran
parte porque se produce contra otros miembros de la familia, se maneja a su interior, sin
trascender a las instituciones de control e intervención y también porque se ha entendido como
actos transitorios y poco relevantes (Groth y Loredo, 1981). Sin embargo, hay que tener en
cuenta que el 50% de los agresores sexuales adultos en los Estados Unidos han reportado que su
primer delito sexual ocurrió durante la adolescencia y en España se ha documentado que el 80%
de los adultos agresores sexuales cometieron delitos sexuales antes de los 18 años de vida
(Kimonis, Fanniff, Borum, Elliot, 2011); lo anterior no significa que la mayoría de los
adolescentes ofensores sexuales lo sigan siendo durante la adultez.
funcionalidad familiar, factores de riesgo para la agresión sexual asociados con la familia y los
adolescentes. La esfera individual incluyó el desempeño escolar, variables psicológicas como la
inteligencia, habilidades sociales, comunicativas, la capacidad para resolver conflictos, el nivel
de empatía y de desarrollo de la moral.
Las principales conclusiones del estudio establecieron que los adolescentes participantes
tenían notorias deficiencias sociales tal cual como se ha descrito en la literatura (Shoor, Speed,
Bartelt, 1966; Kavaussii y Kaplan, 2009) y conocimiento sobre la sexualidad muy bajo. Dentro
de los síntomas y diagnósticos psicológicos-psiquiátricos realizados se incluyen: desordenes de
conducta (44,4%), comportamiento oposicional y desafiante (22,2%), trastornos de conducta
(16,6%) y rasgos disociales (11,1%). Este espectro es coincidente con descripciones de los
adolescentes ofensores como agresivos, impulsivos, ansiosos, con rabia, con pobre control de
impulsos y con problemas de salud mental (Shoor et al., 1966; Davis y Leitenberg, 1987;
Kavaussii y Kaplan, 2009). En la evaluación pediátrica de nuestro estudio se encontró que el
33.3% de los adolescentes tenían un tono emocional deprimido. En el 25% de los participantes
existía algún nivel de inconformidad con su imagen corporal, malestar que no tiene relación
directa con el estado nutricional o Índice de Masa Corporal -IMC-.
El 66,6% de la muestra afirma haber tenido relaciones coitales distintas a los hechos de
victimización sexual por lo cual están en tratamiento, con una edad promedio de inicio de esas
relaciones es 13 años. Esa actividad coital es usualmente con un sola/o compañera/o con una
frecuencia que es anual para el 83,3% y mensual en el 16,6%. El 94% de los adolescentes
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evaluados afirman no haber tenido historia de ser víctimas de abuso sexual y en el único que
referenció victimización lo hizo como haber sido testigo de pornografía a su hermana menor.
En síntesis, los hallazgos de este estudio permiten hacer una caracterización general de la
agresión sexual cometida por los adolescentes participantes, la cual parece estar condicionada
fundamentalmente por deficiencias familiares y del desarrollo individual que van teniendo
algunas expresiones clínicas que se van manifestando como síntomas psicológicos o emocionales
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Es importante anotar que los elementos de análisis y conclusiones del estudio descrito se
han construido desde los lineamientos de las ciencias biomédicas en virtud de los acuerdos,
fortalezas y preferencias del grupo de investigación. De tal modo que, dentro de la misma se
manejan conceptos como funcionalidad, disfuncionalidad, normalidad, anormalidad, enfermedad
mental, entre otros.
Autores y textos clásicos de juventud han sostenido que la violencia es una forma de
comunicación, expresión y socialización entre los jóvenes. Dentro de esa concepción se ha
validado la puesta en escena de distintos tipos de violencia como una forma de canalización del
malestar de grandes grupos de adolescentes y jóvenes excluidos por una sociedad que no les
facilita la consecución de sus necesidades básicas como estudio, trabajo, cultura, salud y
bienestar en general. Lo anterior ha servido entre otras para criminalizar la juventud pero
también para entender por parte de la sociedad y sus líderes, la importancia de incluir a los
adolescentes y jóvenes dentro de las políticas públicas intentado responder a los requerimientos
más sentidos. Es decir, al menos por una parte de la colectividad se ha podido leer a las
expresiones violentas de adolescentes y jóvenes de un modo propositivo (Barrios, 2007).
nivel?, y en caso de considerase negativa esa respuesta, ¿Qué características diferentes tiene la
violencia sexual que no permite realizar tal similitud?
Quiero sin embargo, en medio de la complejidad del tema, desarrollar algunas ideas. En
Colombia por norma es ilegal tener relaciones sexuales antes de los 14 años. Así, encuentros
coitales consensuados entre parejas de adolescentes de igual nivel de desarrollo, donde alguno de
ellos, o ambos, es menor de 14 años, son criminalizadas. En el tópico que nos ocupa, algunos
adolescentes son remitidos a instituciones para evaluación y tratamiento como ofensores
sexuales por haber sostenido relaciones amorosas con sus parejas.
Volviendo a la investigación precitada se retoma que casi el 60% de las victimas tienen
relación de hermandad o media hermandad con los victimarios del estudio. Se documentaron dos
casos de relaciones incestuosas, pero sin características de violencia sexual. Es decir, las
relaciones y acercamientos sexuales que se presentaron entre esos menores de edad se dieron sin
diferencias de poderes, edades o coerción que pudiesen establecer el diagnóstico de abuso
sexual. A estos actos se les llamó dentro de la investigación como pseudoabusos sexuales; sin
que lo anterior signifique carencia de problemas en cuanto al desarrollo o a la conducta sexual,
de hecho, en uno de estos casos el pronóstico clínico se estableció como malo con respecto a la
posibilidad de agresión sexual futura. Dentro del Sistema Nacional de Bienestar Familiar se
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definieron los actos como ofensas sexuales, pero vale preguntarse, ¿la ofensa contra qué o quién
se dio?.
Consideraciones Finales
Referencias bibliográficas
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Psicológica, Social y Pediátrica de Adolescentes Abusadores Sexuales en Bogotá.
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Kavaussii, R., y Kaplan M. (2009). Psychiatric Diagnoses in Adolescent Sex Offenders. New
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Shoor, M., Speed M.H. y Bartelt, N. (1966). Syndrome of the adolescent child molester,
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