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INFANCIAS Y JUVENTUDES LATINOAMERICANAS

Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud – CINDE


Universidad de Manizales – CLACSO ISBN: 978-958-8045-32-0

La ofensa sexual cometida por adolescentes como forma de socialización


Eje temático: Construcción social de la niñez y la juventud en contextos de violencias
Mesa: Infâncias e Juventudes em contexto de violências: novas formas de sociabilidades
contemporânea
Autor e institución: Miguel Eduardo Barrios Acosta1.
Palabras clave: ofensores sexuales, violencia sexual, adolescentes.

La presente ponencia es una reflexión basada en el trabajo de investigación titulado


Caracterización Psicológica, Social y Pediátrica de Adolescentes Abusadores Sexuales en
Bogotá (Barrios, Romero, Cortés, Mojica, Vejarano, 2014). Se analiza a partir de los resultados
del estudio la hipótesis de la ofensa sexual cometida por adolescentes como una forma de
socialización en algunos de ellos. El texto está dividido en cuatro secciones: a) contextualización
del problema de la violencia sexual cometida por adolescentes; b) principales hallazgos de la
pesquisa que suscitan los análisis; c) implicaciones de la victimización sexual como una forma
de socialización, y; d) algunas reflexiones a modo de cierre.

Violencia sexual cometida por adolescentes

Aproximadamente el 30% de los casos de abuso sexual en la niñez son cometidos por
adolescentes (Groth y Loredo, 1981), aunque no todas las víctimas de los adolescentes ofensores
sexuales son menores de edad (Flanagan y Maguire, 1992). El término agresor/ofensor sexual
adolescente hace referencia a cualquier hombre o mujer entre los 11 a 18 años, quien comete
cualquier acto de violencia sexual a una persona de cualquier edad en contra del deseo de la
víctima o de una manera agresiva, explotadora o amenazante (Barrios et al., 2014).

1Profesor Titular del Departamento de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional


de Colombia. Médico Pediatra. Ph.D Salud Pública.
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La ofensa sexual cometida por adolescentes en general ha sido poco reconocida, en gran
parte porque se produce contra otros miembros de la familia, se maneja a su interior, sin
trascender a las instituciones de control e intervención y también porque se ha entendido como
actos transitorios y poco relevantes (Groth y Loredo, 1981). Sin embargo, hay que tener en
cuenta que el 50% de los agresores sexuales adultos en los Estados Unidos han reportado que su
primer delito sexual ocurrió durante la adolescencia y en España se ha documentado que el 80%
de los adultos agresores sexuales cometieron delitos sexuales antes de los 18 años de vida
(Kimonis, Fanniff, Borum, Elliot, 2011); lo anterior no significa que la mayoría de los
adolescentes ofensores sexuales lo sigan siendo durante la adultez.

La agresión sexual cometida por adolescentes genera estigmatización sobre el joven,


quien socialmente se asume como un psicópata y depravado sexual, condicionando rechazo y
daños importantes sobre una persona. Empero, estos adolescentes bajo un tratamiento
profesional tienen un buen pronóstico en cuanto a su ajuste y comportamiento sexual futuro
(Carrasco, 2011).

Algunos hallazgos sobre adolescentes agresores sexuales en Bogotá

En el lapso 2012- 2014 desde el Departamento de Pediatría de la Universidad Nacional de


Colombia se hizo una caracterización psicológica, social y pediátrica de un grupo de 18
adolescentes hombres declarados como agresores sexuales de la ciudad de Bogotá, así como de
las ofensas sexuales cometidas (Barrios et al., 2014). En dicho estudio de carácter clínico,
descriptivo, longitudinal y prospectivo participaron adolescentes declarados como agresores
sexuales por el sistema de justicia y en tratamiento integral por la Asociación Creemos en Ti.
Una vez se aceptase el ingreso al estudio mediante la firma de consentimiento informado por
parte del adolescente y su represente legal se aplicó un protocolo de entrevista y evaluación de
los participantes por parte de los psicólogos y pediatras investigadores.

El estudio analizó y comprendió las dinámicas sociales, familiares, psicológicas


individuales y médicas que participaron y facilitaron el acto sexual abusivo por parte de los
adolescentes. Los datos recopilados incluyeron variables sociodemográficas, estructura y
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funcionalidad familiar, factores de riesgo para la agresión sexual asociados con la familia y los
adolescentes. La esfera individual incluyó el desempeño escolar, variables psicológicas como la
inteligencia, habilidades sociales, comunicativas, la capacidad para resolver conflictos, el nivel
de empatía y de desarrollo de la moral.

También se hizo una exploración amplia de la sexualidad incluyendo identidad y


orientación sexual, conocimientos sobre la sexualidad y los derechos sexuales y reproductivos,
aspectos fisiológicos y biológicos, uso de pornografía, historia de haber sido víctima de abuso
sexual y las prácticas sexuales, donde se exploró: masturbación, noviazgos, relaciones con
“amigas/os especiales” y relaciones casuales, experiencias coitales, número y edad de los
compañeros sexuales, prácticas homo-eróticas y pornografía, así como las características de las
ofensas sexuales cometidas.

Las principales conclusiones del estudio establecieron que los adolescentes participantes
tenían notorias deficiencias sociales tal cual como se ha descrito en la literatura (Shoor, Speed,
Bartelt, 1966; Kavaussii y Kaplan, 2009) y conocimiento sobre la sexualidad muy bajo. Dentro
de los síntomas y diagnósticos psicológicos-psiquiátricos realizados se incluyen: desordenes de
conducta (44,4%), comportamiento oposicional y desafiante (22,2%), trastornos de conducta
(16,6%) y rasgos disociales (11,1%). Este espectro es coincidente con descripciones de los
adolescentes ofensores como agresivos, impulsivos, ansiosos, con rabia, con pobre control de
impulsos y con problemas de salud mental (Shoor et al., 1966; Davis y Leitenberg, 1987;
Kavaussii y Kaplan, 2009). En la evaluación pediátrica de nuestro estudio se encontró que el
33.3% de los adolescentes tenían un tono emocional deprimido. En el 25% de los participantes
existía algún nivel de inconformidad con su imagen corporal, malestar que no tiene relación
directa con el estado nutricional o Índice de Masa Corporal -IMC-.

El 66,6% de la muestra afirma haber tenido relaciones coitales distintas a los hechos de
victimización sexual por lo cual están en tratamiento, con una edad promedio de inicio de esas
relaciones es 13 años. Esa actividad coital es usualmente con un sola/o compañera/o con una
frecuencia que es anual para el 83,3% y mensual en el 16,6%. El 94% de los adolescentes
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evaluados afirman no haber tenido historia de ser víctimas de abuso sexual y en el único que
referenció victimización lo hizo como haber sido testigo de pornografía a su hermana menor.

En lo referente a la victimización sexual documentada, el promedio de edad del primer


acto abusivo es de 14,5 años, y la edad promedio de las víctimas es de 8 años con un rango entre
4 y 14 años. El 88% de las víctimas son de sexo femenino. El número de episodios de ofensas
sexuales tiene un promedio de 2,5, y 3 adolescentes reportan haber agredido en 10 ocasiones. El
38,8% señala un solo episodio de abuso. Uno de los 18 adolescentes tuvo una segunda víctima,
y otro abusó de una tercera. El parentesco más frecuente de los ofensores con sus víctimas es
hermandad o de media hermandad en 59%. La coerción empleada durante la agresión contiene:
la seducción (66,6%), engaño (33,3%), chantaje (16,6%), amenazas físicas (16.6%) y violencia
manifiesta (16%). El estudio consideró que el consumo de psicoactivos en el grupo de
adolescentes del estudio no parece tener relación directa con la agresión sexual pero si con
menores comportamientos prosociales.

La disfuncionalidad familiar fue una constante dentro de las familias participantes e


incluyó en similares porcentajes: roles difusos, la falta de límites, deficiencias comunicativas,
limitaciones para suplir las necesidades básicas de los adolescentes tanto materiales como
afectivas. El estilo parental predominante es permisivo, que se puede asociar o combinar con
rasgos negligentes y autoritarios. Una segunda constante en los adolescentes es el tener carencias
en su desarrollo. Prácticamente la totalidad de ellos tienen deficiencias significativas en sus
habilidades de comunicación, resolución de conflictos, de desarrollo moral, con un nivel de
inteligencia promedio-bajo. Es persistente el pobre rendimiento escolar tanto en la esfera
académica como problemas para mantener comportamientos prosociales dentro de la escuela.
Los dos bloques de hallazgos previos parecen facilitar el nicho básico desde donde se posibilita
la agresión sexual.

En síntesis, los hallazgos de este estudio permiten hacer una caracterización general de la
agresión sexual cometida por los adolescentes participantes, la cual parece estar condicionada
fundamentalmente por deficiencias familiares y del desarrollo individual que van teniendo
algunas expresiones clínicas que se van manifestando como síntomas psicológicos o emocionales
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variables, y que se consolidan en actos abusivos cometidos contra familiares, especialmente


hermanas y medio hermanas, que a su vez se facilitan por las características familiares y sociales
donde se vive.

Es importante anotar que los elementos de análisis y conclusiones del estudio descrito se
han construido desde los lineamientos de las ciencias biomédicas en virtud de los acuerdos,
fortalezas y preferencias del grupo de investigación. De tal modo que, dentro de la misma se
manejan conceptos como funcionalidad, disfuncionalidad, normalidad, anormalidad, enfermedad
mental, entre otros.

La ofensa sexual cometida por adolescentes como una forma de socialización

A partir de la experiencia investigativa sucintamente expuesta se pretende construir en


este apartado puentes entre un problema conductual específico, la ofensa sexual cometida por
adolescentes, y las dinámicas y determinantes de la socialización en este grupo de personas. Para
lo cual, por limitantes de espacio, sólo se incorporan algunos apartes seleccionados.

Autores y textos clásicos de juventud han sostenido que la violencia es una forma de
comunicación, expresión y socialización entre los jóvenes. Dentro de esa concepción se ha
validado la puesta en escena de distintos tipos de violencia como una forma de canalización del
malestar de grandes grupos de adolescentes y jóvenes excluidos por una sociedad que no les
facilita la consecución de sus necesidades básicas como estudio, trabajo, cultura, salud y
bienestar en general. Lo anterior ha servido entre otras para criminalizar la juventud pero
también para entender por parte de la sociedad y sus líderes, la importancia de incluir a los
adolescentes y jóvenes dentro de las políticas públicas intentado responder a los requerimientos
más sentidos. Es decir, al menos por una parte de la colectividad se ha podido leer a las
expresiones violentas de adolescentes y jóvenes de un modo propositivo (Barrios, 2007).

Entonces haciendo un parangón surgen varias preguntas: ¿Es posible entender y


comprender la ofensa sexual cometida por adolescentes no como problemas o patologías
individuales de los agresores, sino como una expresión de un malestar social de más profundo
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nivel?, y en caso de considerase negativa esa respuesta, ¿Qué características diferentes tiene la
violencia sexual que no permite realizar tal similitud?

Actualmente, al menos en los discursos oficiales de las políticas de juventud, se validan


como formas de comunicación y socialización en los adolescentes, jóvenes y también en adultos,
algunas expresiones que previamente se entendieron como “transgresiones” y que incluyen entre
otras: grafitis, piercing, tatuajes, trasformaciones corporales o culturas juveniles. ¿Qué pasó para
que la norma social cambiase al respecto? ¿Cómo los adolescentes y jóvenes se ganaron ese
espacio? ¿Tiene lo anterior alguna relación con la ofensa sexual cometida por adolescentes? Las
posibilidades de plantearnos preguntas sobre el tema son infinitas, pero los medios reales de
responderlas, a mi entender, son mínimos tanto por falta de conocimiento como de espacios
genuinamente abiertos para debatirlas. De tal modo que, este texto sin duda genera más
inquietudes y cuestionamientos que respuestas.

Quiero sin embargo, en medio de la complejidad del tema, desarrollar algunas ideas. En
Colombia por norma es ilegal tener relaciones sexuales antes de los 14 años. Así, encuentros
coitales consensuados entre parejas de adolescentes de igual nivel de desarrollo, donde alguno de
ellos, o ambos, es menor de 14 años, son criminalizadas. En el tópico que nos ocupa, algunos
adolescentes son remitidos a instituciones para evaluación y tratamiento como ofensores
sexuales por haber sostenido relaciones amorosas con sus parejas.

Volviendo a la investigación precitada se retoma que casi el 60% de las victimas tienen
relación de hermandad o media hermandad con los victimarios del estudio. Se documentaron dos
casos de relaciones incestuosas, pero sin características de violencia sexual. Es decir, las
relaciones y acercamientos sexuales que se presentaron entre esos menores de edad se dieron sin
diferencias de poderes, edades o coerción que pudiesen establecer el diagnóstico de abuso
sexual. A estos actos se les llamó dentro de la investigación como pseudoabusos sexuales; sin
que lo anterior signifique carencia de problemas en cuanto al desarrollo o a la conducta sexual,
de hecho, en uno de estos casos el pronóstico clínico se estableció como malo con respecto a la
posibilidad de agresión sexual futura. Dentro del Sistema Nacional de Bienestar Familiar se
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definieron los actos como ofensas sexuales, pero vale preguntarse, ¿la ofensa contra qué o quién
se dio?.

La proscripción del incesto es quizá el mayor acuerdo social de la humanidad y es una


prohibición mayor. Si una de las funciones básicas de la sexualidad es la comunicativa, ¿Qué
estaban comunicando esos adolescentes con sus relaciones sexuales incestuosas, técnicamente no
violentas? Para el estudio, las mismas dan cuenta de la disfuncionalidad familiar que le ha
impedido al núcleo familiar inscribir la proscripción del incesto en sus hijos. Pero, ¿Qué otras
explicaciones se pueden dar? Ante esta última pregunta un buen científico social puede
responder y con razón, que es necesario hacer una descripción y un seguimiento más denso al
fenómeno para poder generar mayores y mejores explicaciones del mismo (Latour, 2012).
Entonces, sin desmeritar el papel y los aportes de las ciencias biomédicas dentro de este tipo de
fenómenos, es necesario incorporar marcos interpretativos más complejos que las asociaciones
estadísticas, para poderlos abordar integralmente.

En conexión con lo anterior, es necesario retomar que la investigación desmonta la


acepción de que la violencia sexual por parte de los adolescentes se genera como un efecto de
una victimización sexual previa, sin embargo, sí se documentaron múltiples formas de trauma en
la mayoría de los participantes. El anterior dato sirve para ratificar la invitación de evitar las
asociaciones simples y alejadas de explicaciones situadas. Así, se requiere más espacio y tiempo
para generar y pensar las muchas inquietudes que este tema genera.

Consideraciones Finales

Como se ha especificado, aproximadamente la mitad de los agresores sexuales adultos


cometieron sus primeros delitos sexuales durante la adolescencia. De tal modo que, es
importante desarrollar estrategias de detección precoz de adolescentes en riesgo de ser agresores
sexuales, así como realizar intervenciones tempranas y adecuadas para disminuir la incidencia de
abusadores sexuales en la etapa adulta. Igualmente, es esencial profundizar en el conocimiento,
enseñanza y abordaje de las distintas manifestaciones de la sexualidad infantil que contribuyan al
fomento del bienestar en la vida sexual desde la niñez y la identificación de situaciones de alerta.
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Así, se requiere de la sociedad en general, la escuela y las familias una responsabilidad


coherente y adecuada con los principios del desarrollo de la sexualidad infantil y alejada de los
preceptos tradicionales sustentados en patriarcalismo, el machismo, la heterosexualidad y la
anulación de la sexualidad infantil.

Finalmente, se resalta la importancia de hacer visible el tema y la caracterización holística


de las ofensas sexuales cometidas por adolescentes. Todavía es mucho lo que se debe conocer y
aprehender sobre este tópico como una forma de socialización. Este ensayo ha propuesto algunos
subtemas para iniciar la tarea, lo cual a su vez puede tener aplicación en la atención de los
victimarios adolescentes.

Referencias bibliográficas

Barrios, M., Romero, C., Cortés, J., Mojica, G. y Vejarano, M. (2014). Caracterización
Psicológica, Social y Pediátrica de Adolescentes Abusadores Sexuales en Bogotá.
Universidad Nacional de Colombia.

Barrios. M.E. (2007). Violencia, adolescentes y jóvenes: una reflexión desde la perspectiva de
los derechos. En Derechos de los niños y las niñas, debates, realidades y perspectivas.
Duran E y Torrado M, editores. Editorial Universidad Nacional de Colombia.

Carrasco, N. (2011). Faro: una guía para el tratamiento de la agresión sexual. Segunda edición.

Davis, G. E., y Leitenberg, H. (1987). Adolescent sex offenders. Psychological Bulletin, 101,
417–427.

Flanagan, T. y Maguire, K. (Eds.). (1992). Sourcebook of Criminal Justice Statistics 1991.


Washington, DC: U.S. Government Printing Office.

Groth, A.N. y Loredo, C.M. (1981). Juvenil sex offenders. Guidelines for assessment
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Kavaussii, R., y Kaplan M. (2009). Psychiatric Diagnoses in Adolescent Sex Offenders. New
York: State Psychiatric Institute. Columbia University.

Kimonis, E., Fanniff, A., Borum, R., Elliot, K., (2011). Clinicians perceptions of indicators of
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Latour, B. (2012). Investigación sobre los modos de existencia. Una antropología de los
modernos. Barcelona: Paidós.

Shoor, M., Speed M.H. y Bartelt, N. (1966). Syndrome of the adolescent child molester,
American Journal of Psychiatry, 122, 783 – 789.

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