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TRATADO PRACTICO

DE

DERECHO CIVIL FRANCES POR

MARCELO PLANIOL JORGE R I PE RT


PROFESOR HONORARIO DE LA PROFESOR DE DERECHO CIVIL DE
FACULTAD DE DERECHO DE PARIS LA FACULTAD DE DERECHO DE PARIS

TRADUCCION ESPAÑOLA DEL

DR. MARIO DIAZ CRUZ


DEL COLEGIO DE ABOGADOS DE LA HABANA

TOMO PRIMERO

LAS PERSONAS
ESTADO Y CAPACIDAD

CON EL CONCURSO DE

RENE SAVATIER
PROFESOR DE LA FACULTAD DE DERECHO

DE POITIERS

Mí'
T Y ■f

IMPORTADORES
LIBAOS^
í

1945
CULTURAL, S. A.
HABANA
t

Es propiedad por lo que se re­


fiere a los derechos exclusivos de
traducción al español, así como a la
presente traducción.

Editada e impresa en la Habana.

- -------- -~~-“^7^7tural”. s. A., Obispo 525, Habana, Cuba.


Printed by
PALABRAS DEL TRADUCTOR

La literatura jurídica española está en crisis. Y más que en crisis,


? que supone estado pasajero, debemos tristemente confesar que sufre
de prolongada parálisis o estancamiento. La producción es tan escasa
en derecho civil (1) que, cuando no se trata de algún comentario pre­
cipitado del Código con vistas a la librería, en ocasiones sin terminar,
o de un trabajo hecho en relación con el derecho civil derogado, y
adaptado a la legislación vigente, con un sistema a veces incompren­
sille, o de un esfuerzo con fines netamente pedagógicos, o de un ma­
nual, tan suscinto y elemental, que no llena las exigencias de la téc­
nica ni las necesidades de la práctica profesional, no encontramos en
realidad nada que en nuestro idioma-, presente, en cuadro completo
los progresos del derecho civil a la altura alcanzada en Alemania, en
Francia o en Italia.
No faltan en España, ciertamente, eminentes civilistas, que se
han formado, en lo que va del presente siglo, estudiando y asimilando
la portentosa- producción alemana e italiana que marchan, indiscu­
tiblemente, a la vanguardia en los estudios del derecho privado; pero
aún no se han recogido los frutos de esa reciente intensificación cul­
tural, con un tratado completo y al día del derecho civil español
(2),ya- que a tanto no alcanzan algunas brillantes monografías y ar­
tículos publicados en revistas.
-4 falta de producción en el suelo propio, es fuerza por tanto la
importación que cubra las necesidades culturales de nuestros pueblos
de habla hispana. A ello tiende la- presente traducción del Tratado
Práctico del Derecho Civil Francés, que está en curso de publicación
en Francia, dirigida por Marcel Planiol y Georges Ripert, insignes
! ' profesores de la Universidad de París cuyos nombres, más que cono-

1 (1) Ya la calificaba de escasa Adolfo Posada en 1892.—V. el Prefacio de


la traducción de “La Teoría do la Posesión” de Yhering, Madrid 1912.—p. VIT.
(2) .Dos obras sin embargo merecen especial mención: el Curso Elemental de
Derecho Civil español, común y foral con arreglo a la explicación del Dr. Felipe
Clemente de Diego.—Madrid 1923; y Derecho Civil español común y foral (Ma­
drid 1926) del Dr. José Castan Tobeñas, ajustado al programa para oposiciones a
Notarías. El primero os un trabajo extenso, revelador de la inmensa cultura de su
autor pero de difícil manipulación para la práctica por su división en lecciones de
cátedra; y la segunda, que es una brillante síntesis del derecho civil y de gran
claridad deja en el ánimo del lector una sensación de desconsuelo, advirtiendo
cómo su ilustre autor que es una do las mentalidades más profundas en España
entro los que cultivan el derecho privado, haya circunscrito su labor a dar cumpli­
miento a un programa administrativo.
cidos. resultan familiares para los estudiosos del Derecho civil en Es­
paña y en los pueblos latino-americanos.
Esta- traducción se lleva a cabo con la expresa- autorización de los
autores, y, si bien hubiera sido de desear que, al trasplantar las ideas
a nuestro idioma, las hubiéramos adaptado al ordenamiento vigente* en
España, por medio de notas pertinentes, ello hubiera, sin embargo,
demorado notablemente la publicación, y, en todo caso, hubiera cir-
cunscrito a España y a Cuba, que tienen el mismo Código civil, el
ámbito del esfuerzo.
En cuanto a la obra, cuyos volúmenes publicados han sido acogi­
dos en Francia y en el extranjero con unánime aprobación de la crí­
tica científica, no necesita presentación. Sus líneas generales y sus
propósitos se señalan, con esa claridad neta y meridiana que parece pa­
trimonio de los franceses, en él prólogo que damos traducido.
La inmensa labor de exégesis, y últimamente de sistematización,
tejida sobre la codificación napoleónica del Derecho civil, más o menos
fielmente copiada por todos los códigos promulgados en el nuevo y el
viejo continente, durante el siglo último, hasta la promulgación del
código alemán de 1900, el suizo de 1912 y el brasilero, en América,
de 1917; la producción científica alemana do la pasada centuria, en
cuanto al Derecho romano, y en los últimos tiempos, durante la- for­
3 mación. y con posterioridad al Código civil de 1900, y la- contribución
técnica de Italia, en el resurgimiento de los estudios jurídicos ocasio­
nados en aquel país, al partir de su unificación política, puede decirse
que han agotado el contenido de la- elaboración científica del derecho
privado contemporáneo. No hay ya territorio inexplorado dentro de
sus confines, ni campo que, a fuerza de cultivo intenso, no haya ren­
dido todos sus frutos posibles. De ahí la vuelta a la- práctica jurídica,
el descenso ál valle después del escalamiento de las alturas, el aterrizaje,
en suma, para hablar en términos de actualidad, trayendo a la realidad
d-e la vida práctica, las sanas conquistas del pensamiento, alcanzadas
en las serenas y elevadas de la especulación técnica.
La obra que traducimos es, pues, una obra práctica; si bien rin­
diendo culto, aunque sin alarde, a las teprías científicas consagradas.
Ella significará, vertida a nuestro idioma, una inyección vivificadora
en los estudios civilísticos de España y América, y representará un po­
deroso auxiliar para la práctica forense y para los organismos oficiales
de la justicia.

A esto, tan sólo aspira la traducción.

La Habana, Septiembre 1927.

Mario Díaz Cruz.


II OBRAS CITADAS POR EL SOLO NOMBRE
DEL AUTOR

AUBRY Y RAU—Cours de droit civil frangais, 5? ed., 12 vol., 1S97-1922, revisada


por M. Bartin a partir del tomo VI.
BAUDRY-LACANTINERIE, HOUQUES-FOURCADE, CHENEUX et BONNE-
CARRERE.—Traite de droit civil: Les personnes, 5 vol., 3* cd., 1907-1908. I
BEUDANT (Ch.).—Cours de droit civil frangais, 1896.
COLIN (A.) et CAPITANT.—Cours élémentaire de droit civil frangais, t. I y II,
4? ed. 1924, t. III, 3? ed., 1922.
DEMOLOMBE.—Cours de Code Napoleón, 31 vol., ed. de 1896.
HUC.—Covvmentairc théorique et pratique du Code civil, 15 vol., 1892-1903.
PLANIOL.—Traite élémentaire de droit civil, t. I, 10? cd., con la colaboración de
G. Ripert, 1925, t. II y III, 9? ed., 1923-1924.
PILLET.—Traite pratique de droit international privé, 2 vol., 1923-1924.
WEISS.—Traite théorique et pratique de droit international privé, 2? ed., 6 vol.
1897-1913.

ABREVIATURAS

Ann. de dr. comm Anuales do droit commercial.


Ann. de leg. étrang Annuaire de législation étrangére (publicado por la So-
cieté de législation comparée).
Arg. atr. Argumento sacado del artículo.
Art Artículo.
Belg. Jud. Belgique judiciaire.
Bull............ Boletín.
Cas. ..... Casación.
Ch. réun. Salas reunidas de la Corto de Casación.
Civ. Sala civil de la Corte de casación.
C. civ. . Código civil.
C. com. Código do comercio
c. pen. Código ponal.
c. Trab Código dol trabajo.
Clunct. Journal de droit International privé (fundado por
M. Clunet y continuado por Andrés Prudhomme).
Comp.............. Compárese.
Cons ...... Consúltese.
Crim Sala de lo criminal.
D Recopilación periódica de jurisprudencia de Dallos
Decr ...... Decreto.
D. Jur. Gén. Repertorio alfabético de legislación, de doctrina y de
jurisprudencia de Dalloz.
D. Jur. Gén., Supl Suplemento a la obra precedente.
Ed. . Edición. .
Fcnet. Recopilación completa de los trabajos preparatorios del
Código Civil, por Fenet.
Gas. Pal Gazette du Palais.
Gas. Trib Gazette des Tribunaux.
J Journal.
J- Off.................... Journal Officiel.
J. Off., Doc. parí Journal Officiel; documentos parlamentarios.
L \.... Ley.
Locré .......... Legislación civil, comercial y criminal de Francia, por
Locré.
Núm. o n Número.
Op. cit Obra citada anteriormente (opere citado).
Ord Ordenanza.
Pág. o p Página.
Pfo Párrafo.
Pasicr ............... Pasicrisie belge.
Pr. civ Código de procedimiento civil.
Pr. crini............................... Código de procedimiento criminal.
Req .................. Sala de requerimientos de la Corte de Casación.
Rev. crit. de leg, et de
jurispr ............. Revue critique de législation et de jurisprudence.
Rev. de dr. int. privé et
de dr. penal intem... Revue de droit International privé et de droit penal inter-
national (fundada por M. Darras).
Rev. trim. de dr. civil... Revue trimestrielle de droit civil.
Siguiente.
S Recopilación de jurisprudencia de Sirey (1).
3 S. chr. .. Sirey chronologique.
Sol. impl. Solución implícita.
T ...... Tesis.
T. 1 Tomo I.
Tr Tribunal.
Tr. civ. . Tribunal civil.
Tr. com. Tribunal de comercio.
V Véase.
V? cit. .. Verbo citado (palabra precitada).

I
(1) La referencia a esta recopilación vale como referencia a las Pandeóles
franQaises y al Journal du Palais a partir de 1908.
PREFACIO 1

DEL

TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Este Tratado de Derecho Civil presenta caracteres pe­


culiares que deben ser brevemente expuestos. Tiene la pre­
tensión de dar, en una forma lo más concisa posible, un
repertorio completo de derecho civil francés contempo­
ráneo., de acuerdo con la ley y la jurisprudencia. ■
Cada generación necesita un tratado de derecho civil
que responda a la- concepción que tenga del método jurídico
y a sus necesidades prácticas. Hemos querido crear, para
la generación presente, un instrumento de trabajo que
pueda, sustituir aquellas obras que, aunque tienen un alto
valor, llevan sobre sí el peso de los años. Para eso, ha sido
preciso eliminar de este comentario toda la parte del de­
recho privado que ya hoy tan sólo tiene un interés histó­
rico'. artículos derogados del código y otras leyes; contro­
versias en otros tiempos sostenidas y hoy desechadas ; solu­
ciones antes discutibles y ahora incontrovertibles. No hemos
conservado de esas leyes y de esas discusiones sino lo nece­
sario para exponer la- evolución del derecho o comprender
las soluciones actuales. No era posible echar sobre nuestro
derecho actual el peso de un comentario ya inútil.
Las referencias doctrinales se hacen solamente en re­
lación a aquellos tratados de derecho civil que aún conser-
van gran autoridad ante los tribunales, puesto que las obras
muy antiguas han sido ya- utilizadas por los tratados más
recientes. Igualmente, la jurisprudencia ha sido citada en
relación con sus últimos documentos y siempre que hayan
I

x PREFACIO

tenido valor de tal desde mucho tiempo atrás. De nada


sirve acumular citas de sentencias y sobre todo, mencionar
decisiones sin valor. Un tratado debe hacer una selección.
Por otra parte, esa eliminación nos era fácil, por cuan­
to, para todas las cuestiones que no ofrecen más que un
interés histórico o para las explicaciones doctrinales de las
instituciones, que no tienen sino un valor educativo, hemos
hecho una simple referencia al Tratado elemental de M.
Planiol.
Gracias a este método de eliminación, ha sido posible
dedicar un espacio importante al comentario de las leyes
nuevas que se han multiplicado en los últimos treinta años
y han renovado ciertas partes del derecho civil, a tal pun­
to que los tratados antiguos se han hecho inútiles en esas
partes. Además, se ha podido hacer un número considera­
ble de citas de jurisprudencia e indicar las soluciones prác­
=í ticas de la mayoría de los casos que se presentan en la hora
actual. En suma, el pensamiento de los autores ha sido el
de hacer un repertorio práctico de derecho civil francés
contemporáneo.
Pero nada se ha omitido del espíritu científico que de­
be presidir a este estudio y que brilla por su ausencia, fre­
cuentemente, en los repertorios o en los códigos comentados.
Las soluciones, no solamente son citadas - son, también, cla­
sificadas, analizadas y discutidas. Ni aun en los casos en
que ha sentado jurisprudencia, hemos abandonado el dere­
cho de crítica. La doctrina no debe tener por misión única
analizar la jurisprudencia; debe tratar, en la medida de lo
posible, de dirigir sus tendencias y apreciar sus soluciones.
El método jurídico de este tratado es conocido: es el
mismo que, desde 1899, se ha mantenido en el Tratado ele­
mental de M. Planiol y que, desde entonces, ha inspirado la
doctrina jurídica. Los métodos exegéticos, durante ta/nto
tiempo en vigor y que han producido comentarios intermi­
nables de los artículos del Código civil, han sido abandona­
dos. La renovación que ha sufrido el método de 'interpre­
tación del derecho, ha aumentado el papel del intérprete al
darle una libertad que no había conocido antes. Este mé­
todo ha inspirado, de treinta años a esta parte, estudios de
primer orden, muchos de los cuales se hallan dispersos en
revistas especiales. El inventario de esas riquezas ha sido
hecho en una forma completa.
PREFACIO XI

Un solo hombre no es posible que tuviera hoy la pre­


tensión de llevar a cabo una obra de tal magnitud. La aso­
ciación es útil citando se puede respetar por la unidad de
dirección, la unidad de pensamiento y de doctrina; ade~
más esa unidad está asegurada en esta obra por su misma
base, que lo es el Tratado elemental de M. Planiol. Cada
colaborador de este Tratado práctico se ha inspirado en un
método común y en ocasiones hasta ha renunciado volunta­
riamente a sus concepciones personales. No se hallará en
esta obra una serie de estudios separados, sino un tratado
completo de derecho civil moderno, compuesto de acuerdo
con un mismo método jurídico.
* * *

Las siguientes advertencias son necesarias para que


el lector pueda comprender mejor el plan general y la im­
portancia de la obra:
1 El Tratado práctico está dividido en tratados se­
parados de uno o dos volúmenes redactados con la colabo­
ración de un autor distinto y la reunión de esos tratados
forma el comentario completo del Código civil, dentro del
mismo orden del Código, que hemos querido respetar en
sus grandes lineas a fin de facilitar la investigación. Pa­
ra la introducción general y las primeras disposiciones del
Código civil, basta con acudir al comentario que se halla en
el Tratado elemental o a las aplicaciones que de ellas se
hacen en los diferentes volúmenes.
29 En cada uno de estos volúmenes las divisiones son
análogas; a cada párrafo se le ha puesto un título y se le
ha enumerado. De esc modo, las búsquedas se han facili­
tado ; las tablas generales indican, en cada caso, los párrafos
de los diversos volúmenes.
39 Los tratados clásicos de derecho civil se citan en
relación con cada caso; salvo excepciones, se han suprimido
las citas ya inútiles de los tratados antiguos; las revistas
especiales que se utilizan ampliamente y cada capítulo se
halla precedido de una bibliografía completa cíe la cuestión
que se trata.
4? La jurisprudencia se cita, con la doble referencia
del Dalloz y el Sirey; se utilizan las recopilaciones especia-
I

XII PREFACIO

les para las decisiones más recientes o los casos cztriosos a


que se refieren; cuando la jurisprudencia ha sido estable­
cida desde hace mucho tiempo, sólo se citan las primeras
sentencias de la Corte de casación y las decisiones recientes.
59 Aunque el derecho internacional privado consti­
tuye hoy una ciencia aparte, era imposible, en un tratado
dedicado especialmente a los profesionales, no indicar las
soluciones de conflictos de leyes a propósito de cada cues­
tión; damos la exposición de la jurisprudencia francesa- del
caso y las referencias doctrinales necesarias, sin hacer co­
mentarios sobre los principios en sí del conflicto.
6' La Al sacia y la Lorena poseen hoy un derecho es­
pecial compuesto en parte del derecho f rancés introducido,
en parte del derecho alemán conservado y en parte de nue­
vas disposiciones destinadas a combinar esas dos legislacio­
nes. Ese derecho especial ha sido indicado en cada caso y
comentadas las disposiciones particulares; este tratado de
derecho civil rendirá, por ello, los más grandes servicios a
los departamentos de la Alsacia y la Lorena.
79 h'o ha sido posible añadir a las leyes francesas un
comentario de las legislaciones extranjeras; por otra parte,
esos estudios de derecho comparado, cuando son insuficien­
tes, no prestan ningún servicio práctico y ni siquiera per­
miten tener una idea clara de la legislación estudiada. Pero
hacemos la cita de los documentos de jurisprudencia belga
y hasta en cosasiones de las resoluciones italianas, puesto
que esos derechos tienen gran contacto con nuestro derecho
nacional.
Cada volumen ha sido puesto al día hasta la fecha de
su publicación; pero, como la terminación de una obra se-'
mejante exige naturalmente varios años, las tablas gene­
rales indicarán en apéndice las modificaciones legislativas l

más importantes que se hayan producido en el curso de la


publicación.
INTRODUCCION

1. El estado civil y la capacidad en derecho civil.—El


tomo I de este Tratado comprende el estudio del estado ci­
vil y de la capacidad de las personas, considerados desde
el punto de vista del derecho civil. El sujeto de derecho,
persona física o persona moral o jurídica debe ser consi­ ¡
derado en sí mismo antes de que sean examinadas las re­
laciones que nacen de la organización de la familia.
Primeramente, es preciso determinar cuáles son las
personas, sujetos de derecho cuándo comienza y cuándo
termina la personalidad y cómo puede ésta resultar afec­
tada por la ausencia. Seguidamente, hace falta estudiar
los medios empleados para identificar y clasificar esas per­
sonas: el nombre, el domicilio, el estado civil.
El estudio de la capacidad debe ir unido al del estado
civil. La incapacidad de una persona dimana, en efecto,
de su estado; se declara por virtud de su edad o de su es­
tado mental. Sólo la incapacidad de la mujer casada de­
riva de las relaciones de familia. Por lo tanto, la capa­
cidad de la mujer se estudiará con ocasión del matrimo­
nio (1).
2. El estado político.—El derecho público estudia la
situación del hombre en relación con el Estado. El goce o
el ejercicio de los derechos políticos no tiene relación algu­
na con el goce o el ejercicio de los derechos civiles. No obs­
tante, es necesario observar que el Código civil, después de
haber sentado el principio de que todo francés gozará de
derechos civiles, ha dado las reglas de la adquisición de la
nacionalidad (arts. 8 a 10, 12 y 13) y de la condición de
extranjeros en Francia (art. 11). Estos artículos y las
leyes complementarias no serán comentados en este trata­
do. El derecho internacional privado es ya una rama in­
dependiente del derecho civil. Mas aún, la nacionalidad y
la condición de los extranjeros más bien son cuestiones de

(1) Véase nuestro Tratado, II, La familia, Ira. parte.


2 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

derecho público que de derecho privado (1). Remitimos,


pues, sobre estas cuestiones, a las obras de derecho inter­
nacional (2).
3. Legislación.—El libro primero del Código civil es­
tá consagrado a las personas. Esta parte ha sufrido buen
número de modificaciones desde 1804. En particular, las
disposiciones relativas a los actos del estado civil, a la pa­
tria potestad y a la tutela, han sido bastante profunda­
mente reformadas.
Aparte del Código civil, hay que tener en cuenta una
serie de leyes de carácter administrativo, cuyo estudio es
preciso para dar una idea exacta de nuestra organización
jurídica. Estas leyes tienden a multiplicarse, pues son la
manifestación de la intervención del Estado en la vigilan­
cia de las relaciones existentes entre miembros de una mis­
ma familia.
4. Alsacia y Lorena.—La ley de l9 de junio de 1924
que ha introducido las leyes civiles francesas en los depar­
tamentos reintegrados, clecide que las leyes francesas so­
-
bre la patria potestad, la minoría de edad, la tutela, la cú­
ratela, la emancipación, la mayoría de edad, la incapacidad,
el consejo de. -familia y la condición de las personas no inca­
pacitadas judicialmente y recluidas en un establecimiento
de alienados, se declaren en vigor en esos departamentos
(art. 15). Sin embargo, esa ley reserva la aplicación del
derecho local en algunos puntos particulares, especialmente
sobre la patria potestad (arts. 18 y 19), la tutela de los
menores y de los incapacitados (arts. 20 y 28) ; pero deroga
£ ciertas disposiciones particulares del derecho local vigente

(art. 28) y aplica las reglas francesas sobre la nulidad, en


el caso de la no observancia de las reglas mantenidas en vi­
gor (art. 26).
La ley de l9 de junio de 1924 contiene, además, disposi­
ciones transitorias (arts. 115 a 126) relativas al estado civil
y a la capacidad de las personas.
Esos textos serán estudiados o citados a propósito de
las materias de que tratan.
(1) A. Colín, nota en D. 1920. 1. 5.
(2) Sobre la 'nacionalidad, además de los tratados generales de derecho In­
ternacional privado, se puede consultar: Geouffre de Lapradell*, La nationalité
dforigine, 1893; Zeballos, La nationalité, 5 vol., 1914-1919; Lehr La nationalité
dan* les principaux Etats, 1909; Rouard do Card, La nationahtc frangaise, 2’ ed.
1922.
PRIMERA PARTE

EL ESTADO CIVIL

5. Pian general de esta parte—La primera parte de


este volumen consagrada al estado civil de las personas,
comprende el estudio de la personalidad considerada en sí
y de los medios de identificar y de clasificar las personas.
El Título I contiene el examen de las cuestiones gene­
rales sobre la personalidad y el estado civil, de la situación
particular de la ausencia y del problema de la personali­
dad. moral, en cuanto este problema se refiere al derecho
civil.
El Título II examina los diferentes medios de identi­
ficar y clasificar las personas, es decir, el nombre, el domi­
cilio y los actos del estado civil.

TITULO I

DETERMINACION DE LA PERSONALIDAD
Y DEL ESTADO CIVIL

CAPITULO PRIMERO
LA PERSONALIDAD

6. Definición.—Se llaman personas, en el lenguaje ju­


rídico, los seres capaces de tener derechos y obligaciones
(1). Mas brevemente, se dice que la’ persona es todojszyeío I
de derecho. La idea de personalidad, que es necesaria para
dar una base a los derechos y obligaciones, es, pues, inútil I
(1) Sobre el origen de la palabra, véase Planiol, Traite élémcntaire, I, núm. 362.
¡
4 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

en las teorías que discuten la existencia de derechos y de


deberes subjetivos entre individuos (1). Pero es, por el
contrario, indispensable en la concepción tradicional del
Derecho.
En la doctrina corriente, se reconocen dos clases de
personas: l9 los hombres, considerados como individuos y
llamados a veces personas físicas; 29 ciertos establecimien­
tos, fundaciones o seres colectivos a los cuales se les da in­
diferentemente los nombres de personas morales, personas
civiles, personas jurídicas o personas ficticias.
7. Personalidad del sér humano.—Desde la abolición
de la esclavitud (2), todo sér humano es persona (3). No
es en modo alguno necesario que tenga plena, conciencia de
sí, ni que esté dotado de inteligencia y de voluntad.
Los niños y los locos son personas, aunque no tengan
voluntad consciente; tienen, pues, derechos y obligaciones;
sin embargo, no pueden, por lo menos dentro de la doctri­
na jurídica tradicional, adquirir situaciones jurídicas crea­
das por actos de voluntad, ni incurrir en responsabilidad
civil que suponga la conciencia del acto cometido. Además,
tienen irremisible necesidad de un representante, puesto
que no pueden tomar parte en el comercio jurídico.
En cambio, los animales no tienen jurídicamente per­
sonalidad (4). La ley de 2 de julio de 1850 que, en un inte­
rés de moralidad social, castiga los malos tratos infligidos
públicamente a los animales domésticos, no puede ser in­
terpretada como una concesión de derechos a éstos. Menos
aún se concibe a los animales como sujetos de obligaciones.
Cuando un animal causa un daño a una persona, la ley es-
(1) Véase Duguit, Eludes du Droit public. I, L’Etat, le Droit olíjectif ct la
¡ loi positivo, 1908; II, L’Etat, les gouvernevicnts el les agents 1903; III, Le droit
social, le droit individué! ct la transforma Ivon de l’Etat, 2'-‘ ed., 1911, Véase, tam­
bién del misino autor, Er. de Droit constituíio,nn el, 2’ ed., 1921, principalmente las
págs. 134 y s., 151 y s., 339 y s. Comp. Gény, Science ct tcchnique, III, núm. 229,
y IV, pág. 175.
(2) El esclavo, objeto do propiedad, no puede ser concebido como sujeto
de derecho. La esclavitud, desaparecida de nuestras colonias desdo el decreto do
liberación do los negros, de 27 de abril de 1848, está severamente prohibida, hasta
el punto que todo acto de participación en la trata de negros se castiga con tra­

I bajos forzados (ley do 4 do marzo de 1831. Cnm. 5 enero y G abril 1905, D. 1905.
1 8° y °08)
(3) Dos seres humanos materialmente unidos, pero que tengan una vida in-
depenáíenfe (hermanos siameses), constituyen dos personas is. * .

mor°le’ 2’ ed ’ T> « *£
págs. 105 y s.
T

LA PERSONALIDAD 5

tablece la responsabilidad de quien tiene el uso del mismo


(art. 1385, Cód. civ.).
8. Atributos de la personalidad. (1)—Las personas
tienen un nombre que sirve para distinguir a las unas de
las otras, un domicilio, que los fija en un punto del territo­
rio y más generalmente, un estado jurídico que se compone
de cualidades múltiples.
i
Es tradicional (2) unir a la personalidad la noción del
patrimonio, puesto que toda persona tiene un patrimonio
y no más de uno, y ningún patrimonio puede existir sin
una persona que lo sostenga. Esta concepción, según la
I cual, el patrimonio no es un conjunto de derechos y obli­
gaciones sino un atributo de la personalidad, está sujeta
a discusiones actualmente (3). El estudio del patrimonio
será hecho en el Tratado de los Bienes.
9. Igualdad de las personas.—El derecho civil des­
cansa en el principio de la igualdad de las personas huma­
nas, es decir, de su igual actitud para tener derechos.
En la aplicación de este principio, sin embargo, es
preciso tener en cuenta las consideraciones siguientes:
l9 Los extranjeros pueden ser privados de derechos
que correspondan a los nacionales. De hecho, en la socie­
dad moderna, la igualdad tiende a establecerse. Quedan,
no obstante, trazas de la desigualdad primitiva y hasta, en
el momento actual, se observa un retroceso hacia una acen­
tuación de la desigualdad (4).
. - 29 Las mujeres han sido consideradas incapaces por
virtud de su sexo y el Código civil ha conocido algunas de
esas incapacidades que tendían realmente a ofrecer una
mayor protección a las mujeres. Estas incapacidades han
desaparecido todas: la de ser testigo en los actos del es­
tado civil, por la ley de 7 de diciembre de 1897; la de ser .
tutora, pro-tutora o miembro de un consejó de familia, por
la ley de 20 de marzo de 1917: la de suscribir una letra de
(1) Sobre el conjunto de los derechos de la personalidad, véase: E. H. Pe-
rreau. Les droits de la pcrsonaUté, Lev. tri-mestrielle, 1909, pág. 501; Demogue La
notion de sujet de droit, ibid., 1909, pág. 611.
(2‘) La noción del patrimonio ha sido sistematizada por Aubry y Bau.
(3) Gény, Méthodc d’interprctation, 2* ed., I, pág. 141 y s.; Gazin, Essai
—sur la notion de patriinoine dans la doctrine classiquer-tesis, Dijón. -1
Lacostc, La notion d’ayant canee a titre particuUer, tesis Burdeos, 1916. Saleilles
nota S. 94. 2. 185. Véase nuestro Traité des Bien-s.
(4) Véase el proyecto do ley relativo a la posesión do inmuebles por los ex­
tranjeros presentado el 3 do junio de 1919, el informe do M. Lévy-UUmann y la
discusión en la Sociedad do estudios legislativos, Boletín, 1924, págs. 396 y s
6 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

cambio, por la ley de 8 de febrero de 1922 (art. 113, c.


com.) (1).
3’ La profesión somete a veces al que la ejerce a una
legislación especial, por ejemplo, a las leyes sobre acciden­
tes del trabajo, o le da derechos u obligaciones particula­
res (privilegios, incapacidades).
4’ La clase social de la persona no debe, en principio,
crear distinción alguna: la nobleza no es sino una distin­
ción honorífica (2), el sacerdocio y el estado religioso ya
no crean incapacidades (3). No obstante y por imperio de
consideraciones nuevas se ha visto reaparecer en las leyes
civiles distinciones fundadas en la clase social, en tanto
que la clase se caracteriza por la situación de fortuna. De
ahí que en Jas leyes de guerra sobre alquileres se haya te­
nido en cuenta la situación de fortuna de los inquilinos para
conceder o negar indemnizaciones (4).
►i
10. Condiciones de adquisición de la personalidad—
La personalidad no corresponde sino a la criatura que na­
ce vi va y viable. La que nace muerta no tiene personalidad
aunque haya vivido en el claustro materno. La criatura
incapaz de vivir, bien a consecuencia de un nacimiento
prematuro, o debido a una imperfección de los órganos,
no debe ser considerada como persona.
La solución de este doble problema es muy importan­
te en el caso de que se haya abierto una sucesión que co­
rresponda o beneficie a la criatura durante el período de
la gestación o en los primeros días que sigan a su nacimien­
to. La criatura que logra personalidad jurídica, puede re­
coger la sucesión y trasmitirla a sus propios herederos.
Esas dos cuestiones no pueden ser resueltas sino por
un examen pericial médico. Para determinar si la criatu­
ra ha vivido, se investiga si ha penetrado aire en sus pul­
mones (5). Para saber si ha nacido viable, es preciso exa­
minar la conformación de sus órganos. En algunas legis-
(1) Es preciso señalar, a título ¿le curiosidad, el art. 47 de la ley de 30 do
junio 1923, que prohíbe los juegos de azar cu un círculo constituido de acuerdo con
la ley de 1’ de julio de 1901, en el caso de que algunas mujeres formen parte do
la asociación.
(2) Véase wi/rd, Título II, Cap. I. .
(3) Sobre la desaparición de la antigua incapacidad de matrimonio, véase
nuestro Tratado. II, La familia. . ,e
(4) Sobre la influencia de las categorías sociales enla aplicación do mime-
rosos textos y principabnente do los arts. 1384, 2101, , , * • civ., 0 • O. coin.,
y de una legislación social y fiscal considerable, véanse también las notas de M.
Snvatier, 1^‘e1¿'¿er¿en7]o1g pulmones del niño en una vasija llena de agua y si flotan,
es que el niño ha respirado.
LA PERSONALIDAD 7

¡aciones extranjeras, existen reglas legales para suprimir


o disminuir las discusiones (1).
11. Personalidad del concebido.—Por ministerio de
la ley cuando una criatura nace viva y viable, se retrotrae
su capacidad de adquirir derechos a la época de su concep­
ción (2) ; de ahí el viejo adagio “infans conceptas pro nato
lidbertur quoties de comniodis ejus agitur” (3). Algunos
códigos extranjeros contienen una disposición general en
ese sentido. El Código francés se limita a aplicar esta re­
glas a las sucesiones (art. 725), y a las donaciones o legados
(art. 960). Sin embargo, esta personalidad anticipada
produce aún efectos útiles cuando se trata de la adquisi­
ción de una nacionalidad nueva o de un reconocimiento vo­
luntario de paternidad o maternidad natural (4).
¿Cómo conocer la fecha de la concepción del niño?
Los artículos 312 y siguientes ordenan colocarle entre
los 180 y los 300 días que preceden al nacimiento. Suponen,
además, que la concepción de un niño vivo y viable es posi­
ble durante todos los días de ese período (5). Van más le­
jos aún cuando se trata de apreciar la ligitimidad del ni­
ño, pues, dentro del plazo que haya entre los ISO y los 300
días, presumen que la concepción ha tenido efecto siempre
en el momento más favorable a esa legitimidad. Pero se
discute si ese beneficio debe extenderse a los casos en que
no se trata de legitimidad (6).
La personalidad no se retrotrae nunca al día de la con­ I
cepción en el caso de que le sea perjudicial.
12. Fin de la personalidad.—La personalidad termi­
na únicamente con la muerte. La muerte civil, prevista
como pena accesoria por el art. 25 del Código civil, ha sido
suprimida por la ley del 31 de mayo de 1854 (7).
(1) El Código civil alemán (art. 1) exige solamente que el niño haya vivido;
el Código civil italiano (art. 125 decido que, en la duda, el niño nacido vivo será
reputado viable; el Código civil español exige que el niño tenga figura humana
y viva veinticuatro horas completamente separado de la madre (art. 30).
(2’) La personalidad no puede llevarse más allá de la concepción. Cuando se
consideran los efectos de un acto jurídico, se les llama personas frituras a aquellas
que no están concebidas en el momento en que se celebra el acto. Do este acto no
puede nacer un derecho en beneficio do aquellas personas. So encontrarán las
aplicaciones de este principio en el estudio de la estipulación por otro y en el de
la donación.
(3) Lalou, Etudc sur la máxime: Infans conceptúa. •tesis, París, 1904.
(4) Véase muestro Tratado, La familia, 3’ parte.
(5) V. Civ., julio 1.1, 1923, Gaz. Pal. 1923. 2. 507.
(6) Esta cuestión será examinada en nuestro Traite des succcssions.
(7) Véase Planiol,, .Traite_____________ .......... 372-374.
élémentaire, I, núms. .............. .....
La .............
muerte ....................
civil ha
«ido sustituida por la degradación cívica la incapacidad legal (véase infrd, 2’ parte)
8 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

El derecho romano había admitido la continuación fic­


ticia de la personalidad del difunto hasta la aceptación de
su sucesión por sus herederos. Se quería evitar con eso la
herencia yacente que creaba una especie de solución de con­
tinuidad en la propiedad. Se obtiene hoy el mismo resul­
tado retrotrayendo la aceptación del heredero, a la muerte
del causante.
La muerte, que destruye la personalidad, no impide
que la personalidad que existió, continúe produciendo efec­
tos. De ahí, el derecho de testar que prolonga, hasta más
allá de la muerte, la voluntad de la persona humana. De
ahí, también, el respeto debido al cadáver que representa­
ba antes a una persona: de una parte, la ley organiza su
defensa con sanciones penales (art. 358 y s. C. Pen.) (1);
de otra parte ordena atenerse, respecto de los funerales y
la sepultura, a las intenciones, expresas o tácitas, del di­
funto (ley del 15 nov. 1887) (2).
Pero no puede reconocerse que, después de la muerte,
se adquieran derechos que correspondan a los herederos.
Tanto es así que en caso de accidente mortal, los parientes
ejercitan la acción de reparación en su propio nombre,
no como herederos, justificando el perjuicio que han su­
frido (3).

y la doble incapacidad de disponer y de recibir a título gratuito. (Véase nuestro


Traité des donations).
(1) Timbal, La conditwn juridique des morts, tesis, Tolosa, 1903.
(2) Esta ley parece exigir que las intenciones del difunto sean expresadas
en un testamento regular. Pero la jurisprudencia ha reconocido y con razón que, en
caso de dificultades entre los miembros de la familia, la voluntad del difunto, incluso
• no expresada, es la que hay que hacer que prevalezca: Req., 23 abril 1912, D. 1913.
1. 41, nota Capitant; Aix, 20 abril 1921, S. 1922. 2. 103, nota Hugueney, y, en ape­
lación, Req., 22 abril 1922, S. 1922. 1, 195.
(3) Lacoste, Nota em S. 97. 2. 25; Le Poittevin, nota en S. 96. 1. 83.
I

CAPITULO SEGUNDO

EL ESTADO <A>

Sección I.— Caracteres generales del estado.

13. Definición del estado.—Se llama estado de una


persona, ciertas condiciones que, la ley toma en considera­
ción para atribuirle efectos jurídicos. El lenguaje jurídi­
co no considera como elementos del estado civil sino las cua­
lidades inherentes a la persona, con exclusión de las que
se refieren a la profesión (1), o a la función, y que sin em­
bargo implican también derechos y deberes.
El estado de una persona debe ser considerado desde
tres puntos de vista:
l9 por sus relaciones con la agrupación política: es­
tado político.
2" por sus relaciones con la agrupación familiar: es­
tado de familia;
3’ por su situación puramente personal: estado per-
sonal.
El estado, puramente personal es el que vamos a estu­
diar en este volumen (2).
14. Goce y ejercicio de los derechos.—El estado civil
de una persona sirve para determinar la existencia de los
i
derechos y de las obligaciones que le incumben y su apti­
tud para ejercitar sus derechos y cumplir sus obligaciones.
(A) So ha manvenido la palabra “estado” en este caso, como equivalente a
“état”; sin embargo téngase en cuenta que se refiere a la situación de las perso­
nas según su distinta posición an el agregado social. La palabra en el texto tieno
una significación más amplia que la do “estado civil”.
(1) Nos remitimos a los tratados do derecho comercial para el estudio del
estado especial do los comerciantes y de las consecuencias que produce la quiebra
en ose estado.
(2) No trataremos en este volumen, por lo tanto, do ]a privación de dere­
chos sufrida por los condenados criminalmente, salvo en cuanto a sus consecuen­
cias en el derecho civil; las otras incumben al estado político.
I
10 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Se expresa corrientemente -esta distinción hablando del


goce y ejercicio de los derechos. Esas expresiones adole­
cen de un doble defecto; no señalan claramente la antíte­
sis, porque la palabra goce, en su sentido usual, designa
más bien el uso que la existencia de un derecho; además, no
despiertan sino la idea de derechos, cuando es preciso pen­
sar también en las cargas y obligaciones (1).
La aptitud de una persona para ejercitar por sí mis-
ma sus derechos, se designa por el término capacidad; es­
ta capacidad no es otra cosa que una subdivisión del es-
•tado (2).
15. Indisponibilidad del estado civil (A).—El estado
de una persona ciertamente, no es el conjunto de sus dere­
chos y obligaciones. Es una situación jurídica, en la cual
está interesado el orden público. Esto es lo que interesa
conocer para exponer la importante cuestión de la indis­
ponibilidad del estado.
* Esta cuestión se presenta, bajo tres aspectos: 1’ ¿se
puede desconocer el estado de una persona? 2Q ¿se puede
modificar? 3’ ¿se pueden modificar sus consecuencias?
16. A. Respeto del estado civil legalmente estable­
cido.—El estado civil de una persona es una situación ju­
rídica establecida sobre reglas legales y que puede, ade­
más, no responder al estado natural. De .ahí, que en ma­
teria de filiación, la existencia de presunciones irrefuta­
bles o de prohibiciones sobre determinadas pruebas pueda
dar a una persona un estado legal contrario a la realidad
de las cosas. Lo único que tiene importancia jurídica, en
principio, es el estado legal (3).
Este estado no puede ser desconocido por la voluntad
de las personas. Puede ser que esa voluntad llegue a modi­
ficarlo por medio de la aplicación de reglas jurídicas, en
la adopción o en la legitimación, pero sin que se permita
jamás un desconocimiento del estado civil. Toda conven-
(1) Planiol, Traite élémcntaire, I, núms. 429-432.
(2) Véase en sentido contrario: Capitant, Introduction a l’etudc du droit
civil, núm. 111; A. Colín v Capitant, I, p. 111. El símil que hacemos está admi­
tido ñor la jurisprudencia: Civ., 21 feb. 1870, D. 70. 1. 299, 7 marzo 1873, D. 73.
1.243; 18 enero 1876, D. 76. 1.1.151. . ,
(A) Aun cuando la palabra in-disponibihdad no es casto lana sin embargo la
usamos como traducción de la palabra francesa xndxsponrtdité , aplicable a
aquellas situaciones judíricas que no son susceptibles do cambio, modificación o
disposición por la voluntad del sujeto do derecho, es ^ec“- 10 !l‘opuedo dispo­
nerse o hacerse; porque el uso do las equivalentes alteraría en muchos lugares la

^ad0 natUraL B°'


EL ESTADO 11

ción, transacción o renuncia contraria al estado legalmen­


te impuesto sería radicalmente nula.
Existen, sin embargo, situaciones excepcionales en que
la renuncia voluntaria al ejercicio de una acción sobre el
estado civil lleva indirectamente a un desconocimiento de­
finitivo del estado de una persona.. Ocurre esto cuando
los herederos a los cuales la ley permite usar, por un inte­
rés puramente pecuniario, una acción sobre impugnación
de la paternidad o en reclamación del estado civil (arts.
316, 318, 329), renuncian a la prueba del estado civil, su­
jeto al litigio (1). Se podría citar también los casos de
confirmación cuando se trata de la acción de nulidad del
matrimonio, ya que la anulación de un matrimonio equi­
vale al reconocimiento del estado anterior de soltero.
17. Continuación. Imprescriptibilidad del estado ci­
vil.—Ni aun el tiempo es bastante a permitir que se eluda
el estado civil cuando éste se deriva de una situación in­
dependiente de la duración como en la filiación, por ejem­
plo. Y es que estando el orden público interesado en que
esta situación sea respetada, el derecho de reclamarla es
imprescriptible. Esta regla tiene sus excepciones relati­
vas precisamente a ciertos derechos sobre cuyo ejercicio
depende de la voluntad de las partes: derecho para obte­
ner la anulación de un matrimonio; derecho de los herede­
ros de investigar la filiación de su autor o de repudiar el
pretendido hijo de éste; así como el derecho de investiga­
ción de la paternidad natural (art. 340). Todos los cuales
se extinguen al cabo de un tiempo más o menos largo.
Como el tiempo no puede hacer desaparecer el derecho
de alegar un estado civil, tampoco puede hacer adquirir el
derecho de alegar otro estado, el cual sería necesariamente
la negación del precedente. Poco importa que durante un
largo período se haya poseído un estado civil contrario a
la realidad legal; siempre se puede acreditar el verdadero
estado.
18. CQntinuación. Posesión del estado civil.—Puesto
que el estado civil se determina poi* la ley, su posesión no
puede, por sí sola, crear una situación jurídica regular.
Una persona no puede decirse casada porque esté en po­
sesión del estado de esposo, o hijo legítimo de otra persona,
porque lleve su nombre, sea tratada por ella como hijo su­
yo y considerada por todo el mundo como tal. No obstan- ■

(1) Comp. Req., 26 abril 1924, D. II. 1924, pág. 2'47.


!

TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS


12

te, la posesión de estado es tomada en consideración como


prueba de los hechos que dan lugar a la aplicación de las
reglas legales sobre el estado civil. Por eso, la posesión
del estado civil puede servir para probar la filiación legí­
tima (art. 320), o para establecer la filiación natural en
caso de legitimación después del matrimonio art. 331
mod. por la ley de 25 de abril 1924). Pero no puede dársele
ese papel cuando la situación de hecho ha sido creada por
el mismo que pretende sacar de ella la prueba de su estado:
por eso, la posesión de estado no puede ser invocada por
uno de los esposos para establecer el matrimonio (art. 195).
Los derechos de la posesión del estado civil serán estudiados
en el Tratado de la Familia.
19. B. Modificación voluntaria del estado.—¿Entra­
ña la indisponibilidad del estado chai la imposibilidad de
que los interesados modifiquen su estado? Hay que hacer
* la distinción siguiendo las fuentes de origen.
El estado de una. persona se funda, en efecto, unas ve­
ces en un hecho material, otras en una manifestación de la
- voluntad, otras en un juicio. Según el origen del estado
la voluntad humana es más o menos capaz de modificarlo.
a) Existen determinados elementos del estado civil
que se fundan en hechos materiales; tales son la filiación,
la minoridad, el domicilio. Una distinción parece impo­
nerse en cuanto a la disponibilidad del estado: si estos he­
chos son en sí del dominio de la voluntad humana; ésta po­
drá modificarlos y en consecuencia modificar el estado del

interesado: así es en lo que se refiere al domicilio. Si por


el contrario, tales hechos se imponen ineluctablemente, el
estado que esos hechos crean se impone con la misma fata­
lidad ; como por ejemplo en cuanto a la minoridad y a la fi­
liación.
Sin embargo, hay que hacer una reserva en cuanto a
la filiación. Debido a las reglas por las cuales la ley res­
tringe la prueba de la misma, un acto de voluntad puede
cambiar el estado legal de -una persona: un nino que se
encuentra legalmente en la imposibilidad de probar su fi­
liación natural, es extraño a sus padres; cuando ésto lo re­
conocen voluntariamente, resulta claro que un acto de vo-
luTTtad'"es el que modifica su estado. El acto de voluntad,
en ciertos casos, puede incluso crear una fi lacion ficticia:
ese es uno de los resultados de la adopción.
b) Otros elementos del estado tienen su origen en una
sentencia Esta sentencia o ejecutoria se dice que es cons-
EL ESTADO 13

titu'tiva de estado. Tales son las sentencias de divorcio, de


separación de cuerpos y bienes, de legitimación, de interdic­
ción, de formación de un consejo de familia, de suspen­
sión de la patria potestad. La ley subordina entonces el
cambio de estado a una demanda, acto de libre voluntad.
Pero sustrae su realización al acuerdo de las partes, por­
que entiende que debe hacerla depender de condiciones
mas o menos precisas, independientes de la- voluntad de
los interesados, y de las cuales, los tribunales lian de ser
los únicos jueces. Todo acto por el cual las partes susti­
tuyan al juez para efectuar el cambio de estado civil será
nulo.
Aun la nulidad absoluta de un matrimonio no puede
tampoco resultar sino de una sentencia (1). Esta sentencia
ofrece el carácter especial de tener efectos retroactivos: el
matrimonio que anula se considera que no ha existido nun­
ca. Sin constituir, propiamente hablando, un estado nue­
vo, la sentencia destruye un estado preexistente y puede ser
calificado de sentencia destructora del estado civil. Si la
nulidad es relativa, la demanda depende todavía de la libre
voluntad de ciertas personas. Si es absoluta, el ministerio
público puede anular el matrimonio a pesar de los intere­
sados.
Es una situación diferente la que se encuentra en los
cambios de nombre. Aunque el nombre de una persona no I
puede ser modificado sin una autorización del Jefe del Es­
tado (núm. 107), se admite, no obstante, que es la volun­
tad del interesado la. que constituye el principio del cam­
bio, y se declara lícita a condición de cambiar de nombre
aceptada, por el beneficiario de una donación (2).
c) Finalmente, hay casos en que el estado civil, lejos
de sustraerse a la voluntad humana, tiene su origen en esa
voluntad. Así ocurre cuando el estado civil resulta de la
celebración del matrimonio; de su confirmación si es nulo
de nulidad relativa; de la reconciliación después de la
separación de cuerpos, de la emancipación. A veces, la ley
da a esa voluntad un podei' que pudiéramos decir sobre­
natural ; le permite suplir a. la realidad y crear, gracias a
una ficción, la situación que hubiese producido un suceso
determinado: tal es el caso de adopción (3) o de la legiti­
mación. Ficciones voluntarias de filiaciones legítimas.
(1) V. nuestro Traité de la famálle.
(2) E. II. Perreau, Le droit au noni en matidre civÜe, p. 156 y s Civ. 4 julio
1836, S. 36. 1. 642; Req., 21 agosto 1848, D. 48. 1. 223.
(3) So observará, además, que la adopción, como ttambién la. legitimación
después del matrimonio, necesitan de procedimientos judiciales,, lo
' > que podría ha-
14 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Aun entonces, sin embargo, queda mucho de la indis­


ponibilidad del estado. La l.ey da, sin duda, a las partes el
poder de modificar ese estado a su voluntad, pero no a su
capricho. Y por eso encierra esa voluntad en condiciones
de forma y de fondo que indican bien que la materia es
siempre de orden piiblico y que si la voluntad humana re­
presenta en él su papel, la Sociedad trata de conservar su
dirección. Son más bien instituciones que contratos lo
que ella reglamenta. De ahí. por ejemplo, que toda pro­
mesa hecha antes de realizar uno de los actos en cuestión,
pueda ser declarada nula, como ocurre con los esponsa­
les (1).
Además, en todos los casos en que una voluntad re­
presenta un papel en un cambio de estado, esa voluntad no
puede ser suplida por ninguna otra. El principio es que el
estado civil es independiente de las iniciativas privadas.
*
Sólo las que la ley designa, en los casos que las señala, pue­
den tener un valor jurídico. De ahí que los acreedores
de una persona, jamás puedan ejercitar las acciones de
estado de su deudor ni colocarse en su lugar en los actos
que pudiesen influir en su estado (2).
Por último, en todos los casos en que la lev permite
a la voluntad modificar un estado, esta modificación es
definitiva; la voluntad que ha creado un estado nuevo, no
puede revocarlo. No se puede revocar un reconocimiento
de hijo natural; y la voluntad, de las partes no basta pa­
ra revocar una emancipación, una adopción o un matrimo­
nio. La separación de cuerpos o de bienes es lo único que
las partes pueden voluntariamente anular. Los esposos di­
vorciados pueden casarse de nuevo, pero entonces hay su­
cesión de estados diferentes y no modificación voluntaria
del estado.
20. C. Modificación de las consecuencias del estado.
—Es necesario no confundir con el estado civil los derechos
y obligaciones que de él se derivan. Sobre esos derechos y
obligaciones sí se pueden hacer transacciones. No se pue­
de renunciar a la cualidad de hijo legítimo o natural de una
ccr que se clasificara el estado en la categoría de los que.quitan de las decisio­
nes judiciales. Sin embargo, el estado que establece eso en. ^ahdad
su origen en un acto de voluntad autorizado por la justicia. Gomp. los juicios do
emancipación (ley 24 julio 1889, Tít. II) . . ... gl
(2) - W la aeei6a
de estado, al pasar a los herederos, toma un ca
EL ESTADO 15

persona; pero está permitido renunciar a la sucesión, con­


secuencia inmediata de un estado semejante.
Sin embargo, hay que hacer distinciones entre Jas con­
secuencias del estado. Si bien algunos derechos y algunas
obligaciones pueden ser aislados del estado en sí, otros son
inseparables del mismo. Estos derechos y obligaciones par­
ticipan entonces de la indisponibilidad del estado.
a) Ante todo, hay que clasificar entre las consecuen­
cias indisponibles del estado todos los derechos y obligacio­
nes extrapatrimoniales que se derivan de aquél: los dere­
chos sobre las personas, los derechos y deberes de protec­
ción, los deberes de obediencia. En este sentido es nula toda
renuncia de la autoridad marital, de la patria potestad, de
la tutela. Indudablemente que un padre y un tutor pue­
den delegar la educación del niño que les ha sido confiada,
pero esa delegación es siempre revocable ad nutum. Un
marido puede permitir a su mujer el ejercicio de una pro­
fesión independiente, pero tendrá siempre el derecho sal­
vo intervención de la justicia, de retirarle su autorización í
Le esta prohibido al padre, al tutor o al marido disminuir
o anular los derechos que posee de su estado y que son tam­
bién obligaciones para él (1). La jurisprudencia, por
ejemplo, anula los compromisos por los cuales un marido
se haya obligado con su mujer a educar a sus hijos en una
religión determinada. El Código civil declara nulas las
cláusulas de un contrato de matrimonio que atente a la
autoridad marital (art. 1388) (2). Los terceros, más aun
que las personas investidas por su estado de esos derechos
y deberes extrapatrimoniales, están incapacitados para mo­
dificarlos; en particular, un consejo de familia no puede
restringir los derechos que la patria potestad da a una ma­
dre tutora sobre la persona de sus hijos.
Pero nada impide que se realicen convenciones en re­
lación con esos derechos y deberes, si sólo se proponen apli­
car una regla legal obligatoria. En este sentido, está per­
mitido a los esposos divorciados arreglar por convenio el
derecho de visita del padre o de la madre a los hijos que
no le hayan sido confiados, y que se dé por válida la renun-
(1) Igualmente, los derechos y deberes legales de protección que el Estado
confiero no pueden ser arbitrariamntc aumentados por la voluntad de las partes.
Sobre la aplicación do.esto principio a la incapacidad de la mujer casada: Civ 22
dic. 1879, D. 80. 1.112, S. 80. 1. 12o; Rcq., 13 mayo 1885, D. 86. 1.204, S. 85, 1. 212.
(2) Véase nuestro Tratado t. VIII, Regímenes matrimoniales, núm. 30.
1G TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cía de un tutor que sabe que está a punto de ser desti­


tuido (1).
21. Continuación. Consecuencias patrimoniales del
I estado.—b) En cuanto a las consecuencias patrimoniales
del estado, parece imponerse una sub-distinción, según Ja
época en que se las considere. Hay un momento, efectiva­
mente, en que, habiéndose producido la consecuencia, el
derecho pecuniario que deriva del estado civil, se separa
de ese estado y entonces, ese derecho se hace disponible; has­
ta ese instante no lo era. La regla es general y los ejem­
plos son numerosos. El derecho de suceder es inherente al
parentesco, es decir, al estado civil, e indisponible como el
estado mismo. Después de la muerte del pariente a quien
se hereda, como el estado civil ha producido su efecto que
es la apertura de la sucesión, el derecho de sucesión se se­
para del estado civil y se hace disponible. De igual modo,
el derecho de pedir alimentos a sus próximos parientes es
inherente al estado civil, pero las cuotas de la pensión ali­
menticia se separan del estado civil a cada vencimiento y
se hacen disponibles. Igualmente, también, el derecho del
usufructo legal del padre, sobre los bienes del hijo, el de­
recho del usufructo por parte del marido en caso de dote,
sobre la misma, el del marido en caso que no haya dote so­
bre los bienes de su mujer, son por sí mismos indisponibles,
puesto que no se consideran sino como dependencias del es­
tado civil, pero nada impide que a medida que llega su
vencimiento, el padre o el marido disponga de las rentas
que esos derechos le dan.
Aun en el caso de que un derecho pecuniario siga in­
herente al estado, puede, lo mismo que los derechos extra­
patrimoniales, ser objeto de convenciones, siempre que és­
tas no hagan sino traducir las consecuencias legales del
estado: por eso son válidas las convenciones que fijan pro­
visionalmente la forma de pago y el montante de la obliga­
N ción alimenticia.
22. Continuación. Donaciones o liberalidades hechas
bajo una condición relativa al estado civil.—Hay una dero­
gación aparente de la indisponibilidad ele los derechos pe-
cunarios inherentes al estado civil, en el poder reconocido
a los terceros que dan o legan bienes a una peisona, de sus-
traer esos bienes a las reglas que Parece exigir el estado
del donatario o legatario. Pueden descartar el derecho del
------ FFTodos estos puntos se estudian o en este volumen o en el tomo II eou-
sagrado a la familia.
EL ESTADO 17

usufructo o administración de un padre, el derecho del usu­


fructo del marido, de los bienes donados o legados al hijo
o a la mujer. Es que en el momento de la donación o del
legado, el derecho de usufructuar bienes o de administrarle
no depende aún del estado: se puede, pues, disponer de ellos
separadamente.
Por una consideración semejante, se admite la vali­
dez de las liberalidades hechas con la condición de respe­
tar un estado determinado, por ejemplo, con una cláusula
que establezca la prohibición de casarse o de volverse a ca­
sar, dictada por motivos legítimos. La aceptación de la
liberalidad no implica el compromiso de no modificar su
estado; pero el que infringe la cláusula incurre en la re­
vocación de la liberalidad. El derecho de propiedad so­
bre el bien no es entonces sino una consecuencia accidental
del estado.
Sección II.—De las acciones derivadas del estado civil (1).
23. Definiciones.—Las acciones 'derivadas del estado
civil son aquellas que tienen, o a la constitución, o a la des­
trucción, o a la declaración de un estado. Son, pues, cons­
titutivas, destructivas o declarativas del estado civil Ya
hemos indicado el papel de las acciones constitutivas o des­
tructivas del estado civil al describir los orígenes de dicho
estado, a propósito de su indisponibilidad. En cuanto a
las acciones declarativas de estado, tienden o a reclamar el
estado civil que parece no tenerse, o a confirmar el estado
que parece tenerse. De ahí las denominaciones de acción
en reclamación del estado y de acción en confirmación de
estado, respectivamente, dadas a esas dos categorías de ac­
ciones. Usualmente se aplican sobre todo esos dos térmi­
nos a las acciones relacionadas con cuestiones de filiación
que estudiaremos en el tratado de la familia. Digamos aquí
únicamente que plantean dos series de problemas: por una
parte, se trata de saber cuándo la acción es útil; por otra
parte, se trata de saber cuándo es posible.
(1) Bibliografía.—Bufnoir, De l’autorité de la chosc jugée en matiére d’état
des personnes, tesis, París, 1893; Chéneaux, De l’cffet de la chosc jugée sur les
questions d’état ct de capacité genérale, tesis, Burdeos, 1895; Dastarac, De l’cffet de
la chosc jugée en m-atiére d’état des personnes, tesis, Tolosa, 1895; Laurin, De l’cffet
ac la chosc jugée en matiére d’actions d’état, tesis, Aix, 1902; P. Esmein, Des cffets
des décisions de justioc sur la rcconnaissancc ct la oréation des droits; Tissier, Exa­
men de jurisprudencc sur l’acquiesccment ct le désistement en mutiérc d’état. Bev.
critique, 1902, p. 608 y s.; y nota S. 1902. 2. 89; Pilón, nota en S. 1903. 1. 273:
Hugueney, nota en 8. 1914. 2. 211; Savatier, nota en D. 1920. 2. 61.
W'l"
I
18 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

24. Observación—a) La cuestión de la utilidad de


una acción en reclamación o en confirmación de estado
de hijo, tiene relación con el sistema de pruebas legales que
]a ley establece en esta materia. No es útil confirmar, ju­
dicialmente un estado, sino en el caso de que ese estado
parezca legalmente establecido. No es útil reclamarlo ju­
dicialmente si no está aún legalmente establecido. Ahora
es cuando aparece la importancia de lo que se llama pose­
sión de estado. ¿Que valor debe atribuirse, para estable­
cer una filiación, al hecho de que un individuo que ha vi­
vido como hijo de otro, haya sido siempre considerado co­
mo tal? Se dice, entonces, que posee el estado de hijo le­
gítimo o natural {suprá, núm. 18). Pero ¿le dispensa, esa
posesión de definir el estado de que goza? O bien, ¿le
ayuda a definir ese estado, y en qué medida? Análogas
cuestiones se presentan en materia de matrimonio; todas
* corresponden al tratado de la familia.
b) . La segunda dificultad especial que va unida a
las acciones que han de ser estudiadas aquí, es la de saber
-i; cuándo esas acciones son posibles •. la ley las encierra, en

efecto, en límites estrechos, lo mismo en lo que concierne


a las personas que pueden ejercitarlas, como en lo que se
refiere a las condiciones en que esas personas pueden po­
nerlas en ejercicio.
La presente sección será consagrada solamente a la
teoría general de las acciones de estado, desde el punto de
i- vista de las regias de procedimiento de esas acciones y de
la autoridad del fallo que las termina.
§ 1. Procedimiento de las acciones sobre el estado civil.
25. Influencia de la indisponibilidad del estado civil.
—Las reglas especiales de las acciones del estado civil proce­
den todas de la indisponibilidad del estado civil. Esta in­
disponibilidad ordena, en primer término, el curso del pro­
cedimiento y luego los actos que pueden poner fin al mismo.
a) En el curso del procedimiento, la indisponibilidad
del estado debe impedir todo acuerdo entre las partes, que
tienda a un fallo convenido que disimularía una conven­
ción relativa al estado. La ley quiere, ante todo, que cual­
quier asunto del estado civil se le participe al ministerio
público (art. 83, 29 Proc.). Esta participación es muy natu­
ral en una materia que, como las cuestiones c el estado civil,
tanto importan al interés público. Ademas, como no es po­
sible ninguna transacción en materia sustraída a la autono-
EL ESTADO 19

mía de la voluntad, no hay lugar al acto ele conciliación de


las partes ante el juez de paz.
b) Por la misma razón,, la acción sobre el estado ci­
vil, a la cual se halla ligado el interés público, prosigue su
marcha mucho más inexorablemente que un proceso cual­
quiera. Este último puede tener fin por un consentimien­
to o un desistimiento: uno y otro son imposibles cuando la
voluntad de las partes es ajena al problema.
Pero, como la indisponibilidad del estado civil no es
absoluta, el consentimiento y el desistimiento no están siem­
pre prohibido. La prueba se halla en la misma ley que se
esfuerza en provocar el desistimiento de una acción de es­
tado civil particular, la acción de divorcio, sometiéndola
primero a una tentativa de conciliación especialmente apre­
miante, no ante el juez de paz, sino ante el presidente del
tribunal, y permitiendo luego al juez, en todas las etapas
del procedimiento, que suspenda su marcha ante la espe­
ranza de una reconciliación.
Para que el consentimiento o el desistimiento se pro­
híban es preciso que anulen un derecho relativo al estado
y que ese derecho sea indisponible.
26. Consentimientos o desistimientos que equivalen
a la, libre disposición de un derecho.—Ante todo, hay que
descartar el caso en que el procedimiento entablado sea pu­
ramente voluntario: como no hay litigio no puede haber
consentimiento, y el desistimiento es ciertamente libre.
Igualmente, hay que poner fuera de discusión el sim­
ple desistimiento de instancia, que tiene por objeto dete­
ner la acción sin cambiar en nada la situación de los liti­
gantes. Como la situación vuelve a ser la que era antes de
la instancia, las partes conservan todos sus derechos, con
la facultad de ejercitarlos judicialmente una segunda vez.
No disponen de su estado, sino solamente del procedimien­
to ya iniciado y que convierten en inútil. Incluso cuando
el estado es indispensable, ese desistimiento es válido (1).
¿Es lo mismo en el caso de desistimiento de la apela­
ción? La negativa se impone si los* plazos de apelación han
expirado cuando interviene ese desistimiento. Tendría en­
tonces por objeto hacer pasar como cosa juzgada el fallo
de primera instancia. El litigante que hubiera interpues­
to apelación contra esa sentencia, renunciaría; pues, al ha­
cerla definitiva, a los derechos que pretendía habían sido
(1) Req., 15 Nov. 1916, D. 1916. 1. 249.
I
20 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

desconocidos por los primeros jueces; equivaldría a dispo­


ner de esos derechos, cosa que no puede hacer si esos dere­
chos son indisponibles. Pero, si el desistimiento de la ape­
lación se hace cuando no han vencido aún los plazos para
apelar, ¿no equivale, entonces, al desistimiento de instan­
cia, puesto que deja al apelante en libertad de presentar
ante el Tribunal una nueva apelación y no anula sino el
procedimiento seguido en la primera? En realidad, aun
entonces, el desistimiento de apelación es mucho más gra­
ve que el desistimiento de instancia, porque este último de­
ja al litigante en libertad de reanudar su pleito en un pla­
zo cualquiera, mientras que, al desistir de su apelación,
da por ganada la causa a su contrario, a menos de inter­
poner en un plazo muy breve una nueva apelación- Con­
viene, pues, asimilar el desistimiento de apelación a un acto
de disposición del derecho que se defendía (1).
Lo mismo sucede con el consentimiento en una sen­
tencia condenatoria, acto por el cual se hace definitiva esa
decisión, impidiéndose usar contra ella ningún recurso (2).
Y también sucede lo mismo con el desistimiento de un
recurso que no sea el de apelación (3) ; como el recurso de
casación. Todos esos actos equivalen al desistimiento de la
acción en síf es decir, al abandono del derecho que la acción
defiende.
27. Derechos de que no se puede disponer por vía de
consentimiento o de desistimiento.—Es, desde luego, in-
(1) Esta cuestión largo tiempo debatida, parece ya transada hoy: Civ., 15
febrero 1916, D. 1916. 1. 249, S. 1917*. 1. 22; París, 12 julio 1905, D. 1906. 1. 230;
Burdeos, 21 nov. 1906, D. ibid. y S. 1907. 2. 204; Burdeos, 10 mayo 1910, J>.
2. 143, S. 1911. 2. 19; París, 2 mayo 1917, D. 1920, 2. 88; 6 dic. 1921, S. 1922,
2. 8. Véanse, como últimas sentencias divergentes; Lyon, 26 fcb. 1907, S. 1907.
2T, 294; París, 3 mayo 1911, S. 1911. 1. 300; Algor, 29 feb. 1912, S. 1914. 2. 252.
Véanse sobre la antigua jurisprudencia notas de Tissior, S. 1902. 2. 89 y Lacoste,
k>. 95. 1. 81 y Tissier, Rev. Critique, 1902, pág. 608 y s.
(2) Art. 249 para el divorcio En jurisprudencia, especies innumerables.
V. en materia de interdicción: Req., 14 junio 1842, S. 42. 1. 742; Lyon, 24 julio
1872, 8. 73. 2. 40; Req., 12 enero 1875, D. 76. 1. 217, S. 75. 1. 117; Civ., 4 dic.
1905, D. 06. 1. 2‘07, 8. 06. 1. 136; para la dación de un consejo judicial: Nimes,
25 enero 1876, 8. 77. 2. 294; para la oposición a matrimonio; Algor, 11 dic. 1851,
S. 51. 2. 760; para la demanda en nulidad de matrimonio. Civ., 4 nov 1901, S. 1903,
1. 273, nota de Pilón; para la acción en nulidad del reconocimiento do un hijo na­
tural: Civ., 3 agosto 1908, D. 1908. 1. 456, S. 1908 1. 3-8; para la acción en desti­
tución de tutela: Civ., 3 marzo 1902, S. 1902. 1. 16'; para la acción en desconoci­
miento de paternidad: Req., 30 mayo 1902, D. 1. .
Í31 La iurisnrudencia harto oscilante ha venido a consolidarse indirecta-
(. ) La Jlr sP U<1 z,if;mnq sentencias citadas más arriba, relativas al de-
mente en ese sentido por U» filtunas sontone (]es¡sti]nicnto: 1£¡ <'«
Batimiento do apelación. Para la P0SXÜhacÍ!l ]a solución indicada: Civ., 4 nov
como
?¡“CnO;i9P0ri lló/s 03 1 277y 3 mtirzo >902, D. 1903. t. 81 nota L. g’
S. 1902, 1. 167.
s.
EL ESTADO 21

disponible, ya lo hemos señalado, el derecho de hacer decla­


rar un estado; por lo tanto, las acciones que sancionan ese
derecho no son susceptibles de consentimiento. Han sido
señaladas las siguientes excepciones: la acción en descono­
cimiento ejercitada por los herederos del presunto padre y
la acción en investigación de maternidad ejercitada por los
herederos del hijo (1). Además, una acción tendiente a
hacer declarar un estado civil puede ser válidamente ter­
minada por el acto de voluntacl del defensor que equivale a
la prueba de ese estado: así, pues, una acción en investiga­
ción de maternidad natural puede tener fin por el consen­
timiento de la madre si ese consentimiento implica recono­
cimiento del hijo.
En cuanto a las acciones de un carácter contencioso que
tiendan a una resolución judicial constitutiva o destructo­
ra de estado civil^ la respuesta debe ser distinta: hay que
establecer una diferencia profunda entre los consentimien­
tos y desistimientos que equivalen a una adhesión a un
cambio de estado y los que equivalen a una adhesión al man­
tenimiento del estado preexistente.
El cambio de estado civil: interdicción, divorcio, se­
paración de cuerpos, extinción de la patria potestad, anu­
lación de un matrimonio, etc., no puede resultar sino por
una decisión legalmente tomada como cosa juzgada. Toda
convención que tienda a realizar un cambio de estado, ha­
ciendo definitiva, antes de tiempo, una decisión que la ley
no permite, es nula. Las partes deben ser impotentes pa­
ra efectuar o acelerar convencionalmente una constitución b
de estado que es de la competencia exclusiva de los tribu­
nales. Por lo tanto, son nulos todos los consentimientos, ya
directos, ya resultantes de un desistimiento de apelación,
en un juicio que pronuncie el divorcio, a separación de
cuerpos y bienes, la interdicción o la formación de un con­
sejo de familia, la extinción de la patria potestad, la anu­
lación de un matrimonio. La jurisprudencia lo reconoce
no solamente para la acción en divorcio, en que la ley lo dice
expresamente (art. 249), salvo la excepción de que el divor­
cio se pronuncie en un caso de separación ya acordada sino !
también para las otras acciones que tienden a un cambio
de estado (2), excepto una, la acción en separación de
(1) A. Colín y Capitant, I, p. 338.
(2) Jurisprudencia citada más arriba. No obstante, para el consentimiento
en una separación do bienes, la cuestión no ha sido expresamente resuelta Cnmn
Sobro esto punto: Civ., 29 agosto 1827, S. chr. 25-27. 1. 679. Baudry-Lracañtinerie
P* y R- T. D. O. —I - 2
i TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS
22

cuerpos. Por razones que no ha expuesto claramente en


ningún caso y que parecen resultar simplemente de la au­
sencia de un texto formal (comp. art. 249), la Corte de ca­
sación permite que se consienta en la sentencia que pro­
nuncia la separación de cuerpos (1). Sin embargo, la se­
paración de cuerpos de un estado para establecer al cual es
radicalmente ineficaz la convención de las partes y la ju­
risprudencia hasta sanciona con una severidad extrema esa
carencia de facultades (2). Se comprende tanto menos su
indulgencia para el acuerdo en una separación de cuerpos,
cuanto que hoy ésta es la puerta que tiene abierta el divor­
cio, en el cual está prohibido el acuerdo, a menos, precisa­
mente que haya sido pronunciado su conversión de separa­
ción de cuerpos (art. 249) (3). Acceder a la separación de
cuerpos es acceder virtualmente al divorcio que ya no se
podrá impedir. Esa coincidencia de algunas cortes de ape­
* lación (4), no ha convencido al Tribunal Supremo, cuyas
decisiones, es cierto, son anteriores a la lev del 9 de diciem­
bre de 1922 que completa el artículo 249?
Pero, si bien nos negamos a admitir el acuerdo entre
las partes en los juicios que tienden a modificar el estado
civil, permitiríamos, en cambio, que se accediera a él en los
juicios en que se rehúsa modificarlo. La solución es indis­
cutible en los juicios en que se rehúsa admitir la nulidad
relativa de un matrimonio, o en los juicios en que se recha­
za una demanda de divorcio o de separación de cuerpos. En
estos últimos casos, principalmente, la posibilidad recono­
cida de una reconciliación da valor al consentimiento que
se presta en el juicio que pretende la desunión de los espo­
sos, o al desistimiento de la apelación hecha contra esa de­
cisión. Pero la jurisprudencia anula, en cambio, toda ad­
hesión a un juicio que rechaza una demanda de extinción
de la patria potestad, una demanda de interdicción o de
formación de consejo judicial. Sin embargo, parece que
Le Courtois y Surville, Du contrat de inariage, II, núm. 923. El art. 1444 no resuel­

vo la cuestión pero disminuye su importancia práctiea.
(1) Véase oiota Rcq., 28 dic. 1891, D. 92. 1. 114, S 92 1. 120; Req., 26 ju­
lio 1916, D 1916. 1. 249; Grenoble, 4 nov. 1902, S. 03. 2. 190; Butdeos, 11 mayo
1910, D.’ 1911. 2.' 143, S. 1911. 2. 19.
i (2‘) Civ., 2 enero 1907, D. 1907. 1. 137, nota de Colín, S. 1911. 1. 080, nota
Wah(3) Sobre este caso especial, v. Ed. L6vy, Délai de viduW el aequieseement
? ; ooore esie i de corps en divorce. Recopilación peno
au jugement de conversión de separa!.™
ral dé leyes, decretos y sentencias, !• , P‘l&« •
(4) Nancy, 13 febrero 1909, D. 1912.

_ ■
EL ESTADO 23

se entra aquí en el dominio de la autonomía de ]a voluntad.


(1). Las demandas en cuestión son libres. Es una cuestión
de mera oportunidad la que debe guiar al demandante.
¿ Por qué no permitirle tener en cuenta esta oportunidad
renunciando a su acción?
§ 2. Autoridad de los fallos sobre el estado civil.
28. Planteamiento del problema.—¿Exceptúase de
la autoridad de la cosa juzgada el fallo sobre el estado ci­
vil? ¿No es oponible sino a las partes y no beneficia sino
a éstas? El interés de la cuestión es muy grande. Cada
persona tiene necesidad de ser fijada en su estado verda­
dero; y lo mismo sucede a los terceros que tratan con ella.
Sería de considerable utilidad que la sentencia en esta ma­
teria tuviese una autoridad absoluta, igual a la que se re­
conoce a los actos del estado civil, en vez de una simple
autoridad relativa que permite que el debate se reanude
cada vez que se presenta un nuevo interesado que no ha
sido ni parte, ni ha estado representado en el primer
proceso.
29. Fallos constitutivos o destructores del estado
civil.—La cuestión no es discutible en los fallos constitu­
tivos de un nuevo estado. La situación que crean es fac­
tible de oposición para todo el mundo (2). Así es cuando
se trata de juicios de divorcio, de separación de cuerpo y
de bienes, do interdicción y de formación de un consejo de
familia, de legitimación y de extinción de la patria potes­
tad. Otro tanto puede decirse de los fallos encaminados a
extinguir el estado civil, tales como los que pronuncian la
nulidad de un matrimonio, puesto que su efecto absoluto
no puede ser discutido (3) por nadie. En los asuntos en
que la jurisprudencia ha tenido que tratar esta cuestión
(.1) En ése sentido, véase Tissier, nota S. 1902. 2. S9. Comp. Pilón, nota S.
1903. 1. 273.
<2) Merlin, Rén., v. Questions d’état, pfo. ITT, art. 1. Bufnoir, op. cit., pág. 55
y s.; Baudry-Lacantinerie y Chéneaux, IV, núms. 421 y 425; A. Colín y Oapitant,
J, pág. 344. Comp. P. Esmein, op. cit., pág. 11 y s.; Bartin sur-Aubry y Rau, XII,
pfo. 769, nota 62 quater. Sin embargo, cosa inverosímil ha sido precisamente caí
un juicio de interdicción en el que ha sido pronunciada la única sentencia que pa­
rece establecer claramente el principio de la autoridad relativa de la cosa juzgada:
Burdeos, 29 marzo 1887, D. 87. 5. 434.
(3) La doctrina se pronuncia en general por la autoridad absoluta: Bufnoir,
op. cit., pág. 118 y s.; Bartin sobre Aubry y Rau, VII, pfo. 459, nota 2 quater;
A. Colín y Capitán t, I, pág. 343; Plañid, Ripert y Rouast, Tratado, II, La familia,
núms. 311 y s. Véanse, sin embargo, Baudry-Lacantimerie y Chéneaux. IV núm. 425-
de Lo-ynes, nota en D. 1891. 2. 153.

24 TRATADO PRÁCTICO BE DERECHO CIVIL FRANCES

ha reconocido este efecto absoluto, pero apoyándose en mo­


tivos diversos (1).
30. Sentencias a virtud de demanda. — Es preciso
igualmente excluir de la controversia los fallos que termi­
nan un procedimiento voluntario. Su misma naturaleza
les quita la autoridad de la cosa juzgada.
Si se trata de un fallo constitutivo del estado civil, ta­
les como el fallo de adopción, de legitimación post-matri-
monio, de transferencia consentida de patria potestad, ese
fallo tiene sin duda autoridad respecto de los terceros, en
tanto que crea un estado civil nuevo para una persona que
en lo sucesivo vivirá dentro de la sociedad con ese estado
legal; pero ese fallo es susceptible de las vías ordinarias de
nulidad tanto por parte de las partes, como de terceros.
Si se trata de juicios declarativos del estado civil, ta­
les como un juicio de rectificación de actos del estado civil,
* sobre demanda y sin opositor, el que lo haya obtenido no
puede oponerlos a los terceros que no hayan sido partes en
el juicio (comp. art. 100) y hasta puede pedir al tribunal
que revoque su decisión o que la modifique, si más tarde,
se ha demostrado la inexactittud (2). Hay que exceptuar,
sin embargo, los juicios declarativos de defunción, a los
cuales la ley concede la importancia de actos del estado ci­
vil (art 92).
31. Juicios declarativos de estado civil. — La cues­
tión no tiene, pues, fundamento, sino en los casos de jui­
cios declarativos de estado civil en materia contenciosa. Se
trata de saber si el art. 1351 es aplicable a esos juicios. Se
ha reconocido ya que ese artículo, aunque colocado por el
Código en el título 4 í de los contratos y de las obligaciones
convencionales”, tiene una importancia que se sale de los
límites de ese título. Todo el problema está en saber si la
regla establecida por ese texto os lo bastante general para
que no tenga excepciones, o sí, por el contrario, cabe, en
materia de acciones sobre el estado civil, descartar o limi­
tar su aplicación. Entre dos teorías en extremo claras,
lina en favor de la autoridad absoluta y otra de la autori­
dad relativa, salvo arreglos inspirados por el estudio de la
1 1 Ifton D 91 2 153, S. 03. 2'. 4; Civ., 9 mayo 1900, S.
inn/1? a. decisiones, que estatuye sobro una nulidad reía*
1901. 1. 185. La pruner-a de esas nulidad estaba reservada a uno de
tiva, se apoya en la idea de que- a* ac rales que el interés público exige
los esposos; la segunda enuncia en rem e> . &
i
la estabilidad y la certeza del 337j s. 1909. 1. 27; Angers, 12 agosto 1901,
i Civ., ¿a oct, auuo, >
T>. 1902. 2. 210, S. 1904. 2. 29.
EL ESTADO 25

Jurisprudencia, se han propuesto teorías destinadas a ex­


plicar las reglas particulares que habría que seguir en esta
materia
32. Teoría de la autoridad absoluta y del opositor
legítimo.—Pronto se vieron los inconvenientes que tenía
el principio de la autoridad relativa de los juicios, aplica­
da a las cuestiones del estado civil, y nuestros antiguos
autores, Cujas, Duaren, Doñean y después y sobre todo
d’Argentré, los eludieron fundando la teoría del legítimo
opositor que estuvo en boga por mucho tiempo» D’Argen­
tré hace constar que “la común y decidida opinión, es, la
de que un juicio sobre el estado civil de la persona hace de­
recho y produce consecuencia contra todos” (.1), siempre
que se haya seguido “con un opositor legítimo”. Y ¿qué
es el legítimo opositor? D’Argentré responde: “el que tie­
ne el primero y principal interés”. Otros han dicho: “el
que tiene el más próximo y primitivo interés”, Estas defi­
niciones no son claras sino en apariencia, pues jamás han
podido ponerse de acuerdo sobre quién pueda representar
a los demás en el pleito y hacer factible el juicio de oposi­
ción. Se puede admitir, desde luego, que el padre repre­
sente la rama paterna y la madre la rama materna; pero,
después del fallecimiento, se hace cada vez más difícil des­
cubrir el legítimo opositor a medida que el parentesco se
aleja. Contra este escollo se ha deshecho finalmente la
“teoría del legítimo opositor” (2).
Además, la teoría del legítimo opositor no peca so­
lamente de falta de precisión; hay que reprocharle, tam­
bién, que no está conforme con los textos, ni es lógica, ni
útil, ni equitativa.
a) En primer término, no está de acuerdo con los
textos y especialmente con el art. 100 del Código civil que
declara que las decisiones judiciales que rectifican los ac­
tos del estado civil “no podrán en ningún tiempo ser opues­
tas a las partes interesadas que no las hayan pedido ni ha­
yan intervenido en ellas”. ¿No es ésto negar la fuerza ab­
soluta de los juicios sobre estado civil?
b) Además, la idea de representación de toda la fa­
milia y aun de extraños por una sola persona está falta de
base; ¿ de dónde le vendría a esta persona ese mandato ex-
t------------
(1) Advis sur le partagc des nobles, Cuestión 29, núms. 1 y 7.
(2) Ha sido adoptada por los primeros comentadores del código con esc '3-
i
cióai do Morlin. V. Proudhon, II, pág. 109; Toullier, X, núms. 22'6 v s.; Durante
III, núm. 163.

A
26 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

traordinariol? No descansa ni en la naturaleza, ni en la


ley, ni en la convención.
c) Es preciso no exagerar los pretendidos inconve­
nientes prácticos de la relatividad del juicio. La posibili­
dad para terceros de renovar indefinidamente el litigio es
las más de las veces ilusoria. Cuando un litigante haya
ganado el pleito, en una cuestión de estado civil, es poco
probable que nadie trate de discutir el estado reconocido.
De todos modos, aun cuando un segundo pleito ocurra en
el mismo sentido, se encontrará con una jurisprudencia
sentada, difícil de destruir.
d) Finalmente, la teoría de la autoridad absoluta ha
producido resultados que, por su exageración, hieren evi­
dentemente a la equidad. Una vez transigido el pleito
con el opositor legítimo, efectivamente, la solución será
absolutamente inatacable, incluso para un tercer opositor.
* Un hijo que haya sido declarado tal en un pleito seguido a
su padre, se convertiría de ese modo, sin recurso posible en
hermano de los otros hijos de ese padre, no llamados, sin
embargo, al pleito, y podría reinvindicar de la sucesión de
éste, sus derechos de hermano. Hay en eso algo de injus­
to y fue en un caso de ese género en el que lá Corte de ca­
sación desmintió por la primera y por la última vez la teo­
ría tradicional del opositor o contradictor legítimo (1).
33. Teoría de la autoridad relativa.—Semejantes in­
convenientes han conducido a la doctrina a abandonar el
principio de la autoridad absoluta de la sentencia pronun­
ciada sobre reclamación de estado. Era ya esa la opinión
de Merlin. Pué adoptada por Demolombe y Aubry y Rail
(2). El art. 1351 establece una regla general que debe apli­
carse a las aciones del estado civil; además del art. 100
llama la atención sobre su existencia.
Sin duda el principio de la autoridad relativa no es­
capa tampoco a los inconvenientes; pero es posible res­
tringirlos tomando en consideración, en ciertos casos, la
cualidad de los interesados y, en otros, la naturaleza de
la acción reservada a ciertas personas, y hasta haciendo
verdaderas excepciones.
34. Continuación. Límite derivado de la represen­
tación por las partes de ciertos grupos de interesados.—
<?) «v. 9 -yo 1821, D 7Xo7oX’v^g2 307 a 321; Aubry
y Bau K p“o.n544T"texto y'nota 29-30; Valetto sobro Proudhon, I!, pág. U2
y 113 obs. 2; Plauiol, Traite élémentaire, I, nu,n-
EL ESTADO 27

Desde luego se puede admitir que en ciertas instancias las


partes en el pleito representen a otros interesados a las cua­
les se les pueda oponer la sentencia que se pronuncie.
a) La sentencia que establece una filiación vale co­
mo prueba contra los herederos de las partes, en cuanto a
la devolución de la sucesión de éstas (1). ¿No son los he­
rederos los continuadores del difunto? Lo que ha sido juz­
gado contra él debe reputarse juzgado contra ellos. Esta
asimilación, prácticamente necesaria, tropieza, sin embar­
go, con una grave objeción: los herederos heredan efecti­
vamente el patrimonio del difunto pero no su estado civil.
Pues bien, la sentencia pronunciada contra el difunto se
refiere únicamente a su estado civil, de ningún modo a su
patrimonio, ni tampoco al orden de su sucesión.
b) Según algunos autores, los fallos sobre una cues­
tión de filiación con intervención de todos los parientes vi­
vos pueden oponerse a todos los parientes que estén por
nacer; en el futuro aun en los litigios que no se refieran a
la sucesión de los primeros. Esta restricción a la relativi­
dad se apoya solamente en la necesidad de poder fijar de
una vez para siempre, una cuestión de estado, sin tener
que reanudar el pleito a cada generación (2). En el fon­
do es difícil no ver en esta reserva, como en la precedente,
una supervivencia parcial de la teoría, del opositor legiti­
mo (3), porque se atribuye de hecho esta cualidad de opo­
sitor legítimo, en materia de sucesión, al futuro de cujus,
en relación con las otras materias familiares, para el con­
junto de todos los parientes vivos.
c) Finalmente, tendrán fuerza de cosa juzgada con
relación a todos, los fallos sobre el estado civil en materia
represiva y aun, según algunos autores en materia civil,
cuando el ministerio público ha sido parte principal en el
mismo (4).
Baudry-Lacantinerie, Cbauveau y Chéneaux, IV, núm. 604
(1) Baudry-Laeanti'nerie, 604;; Aubry y Bau,
■J .4 T» 2 — On M X ¿« ** /.La OI ’a U -• A ««« 1 QO 1 v» ««/\/> 4 o rl
IX, pfo. 544, bis, 6’ a, texto y nota 31. Comp. Civ. 9 mayo 1821, precitado.
(2) Merlin, v. Qucstion d’ctat, pfo. III, art. 2, núms. 3 y 4; Aubry y Rau,
—’ 'b, texto
IX, pfo. 544 bis. 6 • ■ _•y nota 32.
(3) Véase la observación hecha más arriba a propósito de la teoría de Ché-
ncaux sobre la autoridad, sobre el fallo en materia de nulidad de matrimonio. Para
un mantenimiento parcial de la teoría del opositor legítimo: P. Esmein, op. cit.,
pág. 18 y s.; Surville, I, núm. 85.
(4) Solución implícitamente adoptada por el código civil para la acción ten­
diente a hacer reconocer la nulidad absoluta de un matrimonio (arta. 184 y 190).
La misma solución lógicamente admitida en cuanto a los juicios de rectificación de
un acto de estado civil; sin eso, la acción de rectificación dada al ministerio públi­
co (art. 99) no tendría efecto. Comp. Chéneaux, op. cit., núms. 217-2’18; Baudry-

i Lacantinerie y Houques-Fourcadó, III, núm. 1988 y s. La misma regla está ad­


mitida especialmente en materia do nombro para los que defienden la relatividad
de la cosa juzgada: E. H. Jerreau, Le roit au nom en, matiérc civile, págs. 136-137.
28 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

35. Continuación. Caso en que la acción se reserva


a ciertas personas.—Existe una serie de acciones que la
I ley concentra en las manos de un número limitado de per­
sonas. Se reconoce entonces que el fallo pronunciado a
virtud de la demanda de aquellas que tenían el monopolio
de la acción tiene valor en relación con todas las demás
puesto que la solución del litigio no puede ya ser puesto
nuevamente a discusión (1). Así es que el fallo dado a vir-
tud de la demanda del padre ejerciéndola en la acción de
extinción de patria potestad tiene una importancia general,
puesto que sólo el padre puede someter la cuestión a los
tribunales (2). De igual modo, suponiendo que no se vea
en el juicio de anulación de un matrimonio un juicio cons­
titutivo de estado civil es preciso reconocer, sin embargo,
que la nulidad, una vez pronunciada, a virtud de la deman­
da del único que podía invocarla, no puede ya volver a ser
sometida a los tribunales (3). Finalmente, ¿no es este el
caso de las demandas de investigación de paternidad o ma­
ternidad naturales, puesto que sólo el hijo natural puede
presentarlas ? (4). Algunos autores parecen reducir el ra­
zonamiento que acabamos de hacer a los casos de la nuli­
dad de matrimonio y de la extinción de la patria potestad.
No se explica. Pero hay que reconocer que este razona­
miento levanta algunas objeciones generales. Se compren­
de muy bien que el fallo recaído a la demanda do los que
tenían la exclusividad de la acción, tenga un valor particu­
larísimo, puesto que otros no podrán ya formular la mis­
ma demanda; pero no se comprende por qué aquel que po-
sée, él solo la acción, no ha de poder reproducirla contra to­
dos los que no sean el demandado primitivo; ni por qué
aquéllos que no hayan sido parte, no puedan desconocer el
fallo pronunciado (5).
(] ) Merlin, v. cit. pfo. núm. 5. A. Colin y Capitamt, I, págs. 343-344.
(2) La jurisprudencia que hay en esto sentido se mega a apoyarse en esta
razón. Civ., 31 diciembre 1834, D. Jur. Gen., v. Patcrnité, núm. 145 y Req., 9 marzo
1847, D. 47. 1. 137. n , . * ,
(3) Agen, 14 junio 1890, D. 91. 2. 153, S. 93. 2. 4; pero aquí todavía el Tri­
bunal Supremo no parece creer en el razonamiento do la doctrina indispensable
para llegar a la autoridad absoluta del juicio: Civ., 9 mayo 1900, S 191. 1 185.
(4) A. Colin y Capitant, loe. cit. A propósito de la jurisprudencia, la misma
observación que en los casos precedentes. Sin apoyarse en ““liento de Ja
doctrina, una vieja sentencia da una autoridad absoluta a esto juicio, Tnb. Cas.,
8’ 244; Aubry et Eau,
IX, pfo. 545 bis, 1, notas 42 a 44.
EL ESTADO 29

36. Continuación. Excepciones por razón de la na­


turaleza de la cuestión juzgada.—Se admiten dos excep­
ciones formales a la autoridad relativa:
1‘ Existe, por lo menos, una acción en materia de es­
tado civil sobre la cual la Ley quiere que el fallo tenga una
autoridad absoluta: es la que tiende a hacer reconocer ju­
dicialmente un fallecimiento (art. 92, C civ., ley 8 junio
1893). Ese fallo tiene el valor de un acto sobre el estado
civil tanto para las partes como para los terceros. Esta
disposición es ciertamente un abandono de la teoría de la (
relatividad de los juicios sobre las acciones del estado civil.
2’ Se admite generalmente, aunque sin texto legal la
autoridad absoluta del fallo que reconoce el nombre de una
persona (1). ¿Cómo habría de llenar el nombre su misión
de distinguir a un individuo en la sociedad, si la decisión
de la justicia no pudiera valer contra los terceros, ni pu­
diera ser invocada por ellos?
37. Jurisprudencia.—Gracias a esas limitaciones y
a esas excepciones, el principio de la relatividad de la cosa
juzgada puede ser aplicado en materias sobre el estado ci­
vil sin grandes inconvenientes. Pero la jurisprudencia
no se contenta con llevar al principio de la autoridad rela­
tiva las limitaciones fundadas en las causas indicadas an­
teriormente. En los casos en que no entran aquéllas, deci­
de que la sentencia puede beneficiar a otros que no sean
partes: en consecuencia permite a una tercera persona pre­
valerse del fallo denegando la acción en reclamación del
estado civil pronunciado en beneficio de otro pariente (2).,
En otros casos, decidiendo sobre cuestiones que entran en
las excepciones arriba indicadas, los tribunales, dan, para
excluir el principio de la autoridad relativa, motivos que
se salen de la explicación de la decisión dada (3). Final­
mente, hay todavía decisiones en que se ve reaparecer la
idea del opositor legítimo (4).
H) V? infrd, núm. 123. En este sentido, Chüneaux, op. cit., pág. 120 y s.
Baudry-Lacantinerie, Chauveau y Chóneaux, IV, núm. 425 y 611; Lallier, De la
propicié des noms el des titres, núm. 177; A. Colín y Capitant, I, pág. 344; Contrd,
E. TI. Perreau, op. cit., pág. 129 y s. En el sentido defendido en el texto: Metz,
29 abril 1847 (sol. impl.) D. 47. 2. 108.
(2’) Req., 3 enero 1866, D. 66. 1. 417, S. 66. 1. 89.
(3) V. principalmente los motivos comunes a las sentencias precitadas de la
Sala do lo civil, do 7 nov. 1838, S. 38. 1. 865 y 9 mayo 1900 precitado, que para
dar autoridad absoluta a los juicios de divorcio y de nulidad de matrimonio se con­
forman con declarar “que el estado de las persoaia.i no puede permanecer incierto
sin que resulto do ello una perturbación profunda para las familias y un atentado
para el orden social ’ \ V. también notas precedentes.
(4) Civ., 31 dic. 1834, D. Jur. Gen., v. Paternité, núm. 145; Burdeos 10 marzo
1864 S. 64. 2. 179 y bajo Req., 3 enero 1866, D. 66. 1. 417; París 16 marzo 1899
D. 1900. 2. 132, motivos. ’ ’
30 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Frente a esta jurisprudencia poco coherente y en con­


junto poco favorable a la relatividad de los juicios, la doc­
trina moderna ha edificado sistemas mixtos que se inspi­
ran en ideas diversas.
38. Sistema que distingue los juicios según sus ca­
racteres.—Aun aceptando la mayoría de las soluciones
prácticas indicadas anteriormente, este sistema teórico echa
por tierra el principio. El art. 1351 que establece la regla
de la relatividad de la cosa juzgada, resultaría inaplicable
en materia de estado civil; y ello debido, más que a la prác­
tica, a la razón del lugar en que se encuentra ese precepto
en el Código civil. Una disposición que figura en el capí­
tulo de la prueba de las obligaciones no puede fácilmente
' ser generalizada para regular la prueba del estado civil de
las personas. Esta prueba que cumple en la ley la misión
de una reglamentación muy especial se basta a sí misma.
* De acuerdo con el espíritu de esas reglas especiales, se de­
be determinar en cada caso, si el fallo sobre el estado civil
alcanza, o no a los terceros. Después de haber establecido
esos principios, los partidarios de esta teoría, se entregan
a una investigación analítica que los lleva casi exactamente
a los resultados que hemos indicado más arriba. El siste­
ma nuevo (1), construido sobre una sentencia que recono­
cía una autoridad absoluta a la anulación de un matrimo­
nio (2), parece haberse preocupado sobre todo de ampliar
la aplicación de los fallos de esta clase; y ya hemos visto que
se podría llegar simplemente al mismo resultado con sólo
considerar dichos fallos como destructores del estado civil.
39. Sistema que asimila el fallo sobre el estado civil
a un acta de estado’ civil.—Este sistema descarta el ar­
tículo 1351, no tanto a causa de su lugar en el código como
en virtud de su razón de ser. La autoridad relativa de la
cosa juzgada se explica por el contrato que todo juicio en­
vuelve, (A) en el cual las partes han prometido atenerse a
la decisión del juez, y que no puede afectar a terceros. Aho­
ra bien, un contrato judicial es inadmisible en materia de
estado civil, ya que la indisponibilidad del estado haría nu­
la toda promesa de las partes. Por lo tanto, si ésta no pue­
den atacar el fallo pronunciado, no es porque exista corn­
il) El sistema ha sido bosquejado por Loynes, nota Paitada D91. 2 153;
y presentado por Chéneaux en su tesis (op. y en rj- acan-
tinerie.
(2) Agen, 14 junio 1890, precitado.
(A) Litis-contestatio.—(N. del T.).
EL ESTADO 31

promiso entre ellas, sino porque al orden público interesa la


estabilidad del estado civil, y de ahí que esta razón se im­
ponga del mismo modo a los terceros que a las partes. El
fallo declarativo de estado civil es, como el acta de estado
civil, la constancia oficial de éste; tiene la autoridad por la
misma razón; debe tener autoridad de la misma manera,
es decir, para todos (1).
Sería dar demasiada importancia a la teoría discuti­
ble del contrato judicial. La autoridad de la cosa juzga­
da se funda en realidad en el orden público, lo mismo en
materia patrimonial que en materia de estado civil y no
difiere de naturaleza en los dos casos. Además, la asimi­
lación del fallo de un juicio sobre estado civil a un acta de
nacimiento o al reconocimiento de un hijo natural, que todo
el mundo puede impugnar, ¿no permite a las propias par­
tes volver sobre el fallo pronunciado, lo que es, sin em­
bargo, en buenos principios, imposible de admitir? Final­
mente, la dificultad que surje del Art. 100, que sólo da una
autoridad relativa a las sentencias de rectificación de las
actas del estado civil, no se descarta.
40. Sistema de indivisibilidad del estado civil.—Es­
te sistema ve una imposibilidad material en que el estado
civil de un mismo individuo difiera según las personas que
lo consideran. Un hijo no puede hacer juzgar su filiación
contra su padre sin hacerla juzgar contra los otros hijos del
mismo padre. De otra manera la situación sería insoluble:
¿cómo dividir la sucesión del padre, si una persona puede
reclamar sus derechos de heredero frente a uno de los hi­
jos y no frente a los otros? El estado civil o ha de ser apli­
cado umversalmente o es inaplicable; eso es lo que carac­
teriza su indivisibilidad, cuyos ejemplos podrían multi­
plicarse. Por lo tanto, est¿í claro que la relatividad de la
cosa juzgada permitiría a una persona reclamar sucesiva­
mente su filiación frente a varios padres (2), lo que ha­
ría radicalmente imposible el reglamento de la tutela y de
la sucesión de esta persona.
Así pues, cuando se ha fallado sobre el estado civil
aunque sea en relación con dos personas solamente, es pre­
ciso, so pena de negarle todo efecto, concederle un valor ab­
soluto. Igual que un nombre que, por otra parte, no es
más que su expresión, un parentesco no puede ser relativo.
(1) A. Colín y Capitant, I, p. 345 y s.; Laurin, op. cit., pág. 46 y s. 61 y s.
(2) B. Sivaticr, nota D. 1920, 2. 61. Comp. también París 16 marzo 1922
I). 1923. 2. lb*j.

1
32 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Un estado es o no es, pero si existe, es materialmente im­


posible aplicarlo solamente en relación con mi número li­
mitado de personas (1) .
Siendo esto así, para que no resulte ineficaz, el juicio
de estado ha de producir efecto en relación con todos. Así,
pues, de cualquier manera que hayan elegido a su adversar
rio en el juicio (2), las partes deberán respetar la cosa
juzgada incluso en sus relaciones con los terceros. No po­
drán, si no incluyen en el mismo sino a determinadas per­
sonas, reservarse la facultad de reanudar el pleito contra
otras; hay en esto una solución de equidad elemental que
parece ser lo que tiene en cuenta la práctica (3).
En cambio, a los terceros a quienes el juicio lesione,
pueden atacarlo por la vía de un nuevo procedimiento (ter­
cera oposición) (4). Como la materia es indivisible, el fa­
* llo que obtengan, después de haber traído al mismo a todas
las partes del juicio precedente, tendrá como éste un efec­
to absoluto. Este nuevo procedimiento no sólo hará que
el fallo dado en el juicio anterior no tenga efecto contra el
oponente, sino que la anulará por completo para sustituir­
lo por otro. De este modo será siempre evitada la contra­
dicción de los fallos (5).
41. Continuación. Aplicación y conclusión.—Este
sistema parece ser el que está más de acuerdo con las ten­
dencias de la jurisprudencia y el que permite explicar to­
das sus decisiones (6). Tiene el mérito de poder ser apli­
cado no solamente a los fallos declarativos, sino también a
las sentencias constitutivas de estado civil, en que los tri-

(1) Eso es lo que los tribunal-s han reconocido evidentemente en un gran


número de casos en que la indivisibilidad era evidente: Meta, 29 abril 1847; Req.,
9 marzo 1847, precitados; Req.. 3 enere 1866, D. 66. 1. 417, S. 66. 1. 89; Civ., 18
mayo 1897, D. 98. 1. 97; París, ÍO feb. 1898, D. 1900. 2’. 57.
(2) Bien entendido que el juez puede frustrar las connivencias rechazando
una demanda on que las partes no hayan demandido a los principales interesados,
que, por otra parte, pueden intervenir.
(3) Req., 3 enero 1866, precitado.
(4) Aun los partidarios de la relatividad reconocen de una manera confusa,
la importancia de ésta on tal materia: V. Baudry-Lacantinerie y Houqucs-Pourcade,
II, núm. 956, Baudry-Lacautiuerie y Chéneaux, IV, núm. 604; E. IT. Porrean. Le
droit au nom, pág. 133-134. ik-
(5) En este sentido, Laurin, op. cit., p&g. 1o6-15í.
(6) V. aun, además de todas las sentencias precitadas: Civ 7 dic. 1808, D.
Jar. Gén. v. Chote jugée, núm. 272; 9 mayo 1821, núm. 273, 28 junio de
1824, ibid., núm. 276. Comp. solamente como indicando una tendercia contraria:
Burdeos, 29 marzo 1887, D. 87. 5. 434 (interdicción) y loitiers, 3. dic. 1918, D.
1920, 2. 59.

J
EL ESTADO 33

bunales hacen uso de él (1). Sin embargo, también este


sistema tropieza con algunas objeciones.
Desde luego que la indivisibilidad del estado ciyil ha ¡I
sido criticada. Ella significa que cada individuo no pue­
de, en sus relaciones con una persona determinada, pasar
por ser legítima y no serlo, por tener tal madre en vez
de tal otra. Pero la indivisibilidad del estado civil se di­
ce que es perfectamente compatible con el carácter pura­
mente relativo de las pruebas. Puede ser probado contra í‘i

una persona que un hijo es legítimo y que es hijo de tal ■ ’j

padre, sin que esa prueba sea oponible a otra. No se trata


de dividir el estado civil, sino de distinguir en relación
con qué personas se ha conseguido establecer. La misma
ley da esta solución en el art. 100 C. civ. Nada impide,
en efecto, en muchos de los casos, que una persona sea con­
siderada con estados civiles diferentes en sus relaciones
con personas distintas.
Además, esta teoría, como la precedente, choca con el i
art. 100. Para evitar este precepto, los partidarios de la
indivisibilidad del estado civil se ven obligados a limitar
su campo de acción. No alcanza sino a las rectificaciones
de actas del estado civil, no a las discusiones o reclamacio­
nes sobre estado civil. Y en efecto, dicen ellos, desde el
momento en que, a propósito de una demanda de rectifica­
ción de actas del estado civil, se comienza un litigio sobre
el estado mismo, se reconoce que ese litigio deja de depen­
der de las reglas de fondo y de forma de la demanda de
rectificación, para ser sometido a las reglas de fondo y de
forma de la acción que se reclama, o de la discusión sobre
el estado que descubre. La relatividad propia de la recti­
ficación debe, entonces, consecuentemente, ser descarta­
da (2).
(1) Un gran número de decisiones estatuye sobre el nuevo procedimiento
(tiercc opossitioii), en materia de interdicción y de formación de un consejo de
familia. Esta vía de recurso puede ser introducida por cualquiera de los que tie­
nen el derecho do solicitar una de esas dos medidas o su terminación. Entonces es
cuando la tercera oposición tiem-e un efecto absoluto y anula evidentemente el pre­
cedente juicio, v. Amiens, 30 enero 1886, D. 88. 2. 39. En cuanto a los que la ley
no autoriza para sobrestar la interdicción, la formación de un consejo de familia o
su terminación, no pueden formular tercera oposición sino para la defensa do sus
intereses lesionados por un fraude; esta, tercera oposición, al evitar que el fallo
les ocasiones perjuicio, los deja que subsistan: Req., 10 nov. 1902, S. 1903. 1. 80;
Caen 30 dic. 1857, D. 58. 2'. 147; Burdeos, 29 marzo 1887, D. 87. 5. 434; ¿yon 26
mayo 1909, D. 1911. 2. 51. Soluciones comparables en materia de divorcio Sobro
esas diferentes soluciones, v. P. Esmoin, op. cit., pág. 23 y s.
(2) V. infrá, título II, cap. 3.
■MI"

34 tratado práctico de derecho civil francés

En definitiva, la cuestión aparece, como si fuera teó­


ricamente casi insoluble. El principio de la autoridad re­
lativa de la cosa juzgada tiene una importancia general,
pero sus aplicaciones en materia de acciones sobre el estado
civil muchas veces no tienen razón de ser: de ahí una lista
de limitaciones y de excepciones que pueden extenderse a
causa de los motivos muy serios en que están fundadas. Su
abundancia acaba por quitar valor a este principio y los
motivos comunes a todas estas excepciones terminan en una
regla general contraria a la del art. 1351.

Sección III.—Conflictos de leyes

42. Aplicación de la ley personal. (1) —El derecho


internacional privado, que establece sobre la misma base
* el estado y la capacidad de las personas (2), desde hace
mucho tiempo (3), reconoce competencia a la ley nacional
del interesado para la determinación del estado civil o de
su capacidad. La doctrina tradicional ha sido parcialmen­
te consagrada por el C. civ.; la jurisprudencia ha comple­
tado la disposición legal.
I9 Los franceses, aun residiendo (4) en país extran­
jero, de acuerdo con los términos del art. 3, párr. 3 del Có­
digo civil, están sometidos a las leyes francesas sobre el
estado y la capacidad. Las únicas dificultades que pueden
surgir son las relativas a la calificación de las leyes (5).
Una ley, que se considera como de derecho interno, relativo
al estado civil, puede, desde el punto de vista internacional,
no ser considerada como tal, porque se refiere a las relacio­
nes de la persona con el territorio (6), o con la sociedad po-
(1) Bibliografía.—Además de los tratados de derecho internacional privado,
y. Champeommunal, Le canflit des lois pcrsonclles, Rev. do droit int. privé, 1909 y
"1910; Surville, Du conflit de lois pcrsonclles, Clunet, 1912, pág. 5 y 395; Jordán,
Portée et limite du principe consacrant l’appÚcatiun par les tribunaux frangais aua¡
étrangers de lewrs lois nationáles, Rev. de droit int. r.rivé, 1923, pag. 192.
(2) Pillet y Niboyet, Manuel, nún., 418, pág. 509.
(3) En el antiguo derecho, todas las escuelas admitían que el estado y la
capacidad civiles entraban en el estatuto personal. V. Lainó, Introduction a Vetude
du droit int. privé, II, pág. 114 y l’article 3 du Code Civil, Rev. de droit mt. privó,
i905, pág. 33. .
(4) La palabra residencia no se opone aquí a la palabra domicilio. El francés
domiciliado en el extranjero so rige por el art. 3 pfo. o. Qn„
(5) Sobre la cuestión de las calificaciones, v.. Barti18‘ P?SS- -25 y
s., 446 y S. y Eludes de droit int. privé. Comp. Pillet, Principes de droit interna-
EL ESTADO 35

lítica (1). El carácter de la ley en derecho interno, ade­


más, es indiscutible algunas veces (2).
29 Los extranjeros residentes en Francia están so­
metidos para su estado y su capacidad a su ley nacional,
aunque el Código civil, no dé la regla y el principio de re­
ciprocidad no tenga un valor absoluto, en derecho interna­
cional (3). La doctrina y la jurisprudencia admiten la
aplicación del estatuto personal, bien porque la personali­
dad de las leyes debe ser la regla (4), ya porque esas le­
yes se toman en consideración a la persona (5), o finalmen­
te porque esas leyes deben ser permanentes, de acuerdo con
su objeto (6).
43. Límites de esta aplicación.—Sin embargo, la apli­
cación de su ley personal a los extranjeros residentes en
Francia, sufre dos limitaciones por aplicaciones de .teorías
bien conocidas del derecho internacional que nosotros indi­
camos sin discutirlas.
I9 La jurisprudencia, al admitir la teoría de rin-
vio (7), decide que si la ley personal del extranjero es, de
acuerdo con su sistema nacional de Derecho Internacional
Privado, es la ley del domicilio, hay lugar a aplicar esa ley,
y en consecuencia, la ley francesa, cuando ese extranjero es­
tá domiciliado en Francia (8). De hecho, por esta aplica­
ción, los anglosajones, domiciliados en Francia, se encuen­
tran regidos por la ley francesa (9).
(1) Por ejemplo, las privaciones de derechos civiles pronunciados a título
de penas. V. para la extinción de la patria potestad pronunciada contra extranje­
ros en Francia, in.frd, 2* parte.
(2) También se pregunta si la ley de 11 julio 1907 sobre el libre salario de
la mujer casada, es una ley de capacidad o de régimen matrimonial. V. nuestro
Tratado, IX, 4? parte.
(3) Pillet y Niboyet, Manual, pág. 511.
(4) Esta es la teoría do la escuela italiana: Weiss, Tratado, III, pág. 70 y s.
Manual, pág. 39.
(5) Savigny, VIII, pfo. 362, pág. 2 33 y s.
*(6) Pillet, Principes, núm. 145; Traite pratique, I, núm. 239. Comp. Aubry
y lían, I, pfo. 31, pág. 133; Despagnet y Boeck. Tr. de droit int. privé, 5* ed.
núm. 330. Audinet, Manuel du droit int 2’ ed. núm. 305.
(7) Véanse sobre esta teoría, además de los tratados generales de derecho
internacional privado: Lainé, Pev. de droit int. pr'.vé, 1906-1909; Bartin, Eludes
du droit int. privé, pág. 83 y nota D. 1898, 2. 281; Potin, tesis, Dijón, 1913; Armin-
jon Le renvoi Rev. de droit int. privé, 1923, pág. 565; Lercbours-Pigeonniere, Ob-
servations sur la question du renvoi, Clunet, 1924, pág. 877; Audinet, notas S. 1899-
1, 105; S. 1908. 2. 257; S. 1913. 1. 105.
(8) La corte de casación no se ha pronunciado sobre la referencia o rinvio
sino en materia de sucesión mobiliaria y de competencia judicial (Req., 22 enero
1923, S. 1924. 1. 73, nota Niboyet). Pero las cortas y tribunales han hecho fre­
cuentes aplicaciones del mismo en las lejes de estado y do capacidad civiles: Véase
por ejemplo, Lyon, 29 julio 1898, Clunet, 1899, 569; París, 15 marzo 1899, Clunet
1899, 794; Reimos, 24 julio 1923, Gas. Palais, 1923, 2, 545. ’
(9) Pillet y Niboyet, Manual, núm. 433, pág. 521.
36 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

29 La ley extranjera no puede regir el estado y la


capacidad civiles de un extranjero en Francia, si aquélla
es considerada por el juez francés como contraria al orden
público (1). La jurisprudencia ha interpretado muy am­
pliamente (2) este principio en lo que toca a las leyes de
estado y de capacidad civiles, considerando, inclusive, que
una incapacidad jurídica, admitida por la ley extranjera no
podía ser invocada en Francia cuando fuese de naturale­
za perjudicial a los franceses con los cuales el extranjero
hubiese tratado (3). Esta jurisprudencia sera analizada
en el estudio de los incapacitados.
44. Cambio de ley personal (4).—El cambio de ley
personal presenta una doble cuestión.
La primera no ofrece una gran dificultad. Los actos
regularmente producidos bajo el imperio de una ley son
válidos puesto que el cambio de ley no tiene efectos sino
* para el futuro.
La segunda es mucho más dudosa. La situación ad­
quirida bajo el imperio de la ley antigua, ¿continúa produ­
ciendo sus efectos bajo el imperio de la nueva; por ejem­
plo, el extranjero que ha adquirido capacidad a consecuen­
cia de una mayoría de edad adquirida a los 20 años, debe
ser considerado como mayor de edad antes de los 21, si se
hace francés? Algunos autores lo admiten en virtud del
respeto de los derechos adquiridos (5).
Por otra parte, el cambio de ley personal es buscado a
veces para escapar a una consecuencia de la ley antigua.
En algunos casos los tribunales rehúsan aplicar la ley nue­
- va declarando que hay fraude de ley. Ocurre esto en ma­
teria de naturalización, cuando se trata de eludir una regla
de matrimonio y una prohibición de divorcio (6).
45. Autoridad de las sentencias extranjeras en ma­
teria de estado civil.—Aunque las sentencias extranjeras
no tengan fuerza ejecutoria en Francia, sino por el exequá­
tur del juez francés, la jurisprudencia admite que el estado
(1) Bartin, L’tuJcs de droit int. privé, pág. 189; PiHet, Principes, núm. 182 y
a., Traité ^^reciieiites ^aplicaciones del mismo en los conflictos de leyes
relativos armonio y ala «n. g civ23 fübrer0 18gi> R
92’ (i)29j>erroud, Ves consequences d’un changcncnt de la loi personen», Clunet,
1905, pág.^ 250. p.U)t y Niboyet> Manuar núm 441>

pág. 529; Niboyet, nota en S 'Favline> núm 157.


(6) VOase nuestro Tratado, t. 11, x >

■J
•h
EL ESTADO 37

civil que resulte de un juicio extranjero atributivo de esta­


do, puede ser invocado en Francia sin que la decisión de la
jurisdicción extranjera haya obtenido el exequátur. Así
pues una persona divorciada por un tribunal extranjero
podrá volver a casarse en Francia (1). Pero ésto no es así
sino cuando la existencia y la importancia de la decisión
extranjera sea incontestable, sin lo cual hay lugar a exami­
nar la fuerza ejecutoria de la sentencia y se hace necesa­
rio el “exequátur”. La jurisprudencia francesa admite en
este caso que la sentencia extranjera no puede ser revisa­
da en cuanto al fondo y que tiene en Francia el mismo va­
lor que en el país de origen (2).
46. Alsacia y Lorena.—Como el derecho local ha si­
do parcial y temporalmente mantenido en vigor en los tres
departamentos reintegrados por la ley de l9 de junio de
1924 (supra, núm. 4), podrán producirse durante estos 10
años conflictos de leyes interprovinciales (3). La ley de
introducción decido que las reglas de derecho local reser­
vadas sobre el estado y la capacidad civiles de las personas,
serán aplicables a las personas a que se refiere la ley del
24 de julio de 1921 (Art. T) sobre estos conflictos (4).
Esta iiltima ley somete al derecho local:
l9 A los alsaciano-lorenenses y sus hijos legítimos o na­
turales, incluso a los nacidos posteriormente al 11 de no­
viembre de 1918, excepción hecha de las mujeres casadas I
con franceses.
2’ A los niños nacidos en los departamentos reinte­
grados de padres desconocidos.
3° A la mujer casada con mi alsaciano-lorenés (Ar­
tículo 2).
I
. I
Tenemos por tanto, una solución legislativa para los
conflictos interprovinciales sobre el estado y la capacidad
civiles; solución que es semejante a la que fué adaptada
para los conflictos de leyes internacionales.
(1)
(i) Civ., 2‘8 feb. 1860, S. 60. 1. 210. Del mismo modo, para la sentencia do
.anulación de matrimonio: Civ., 9 mayo 1900, S. 1901. 1. 1S5.
(?) Civ., 9 mayo 1900, S. 1901. 1. 185; Req., 11 nov. 1908, D. 1914. 1. S, S.
1909. 1. 72.
(3) Pillet y Niboyet, Manual, núm. 634 bis. CoLnp. Bartin, sobre Aubry y Rau, ¡ l¡
XII, pfo. 769, texto y ¡nota 2 bis.
(4) Niboyct, Conflits
~ entre les lois frangaise el ’les lois locales d’Alsace et
Lorraine, 1921, núm. 89 y s., pág. 160 y s. Repertoi.c platique de droit d’Alsace------- et
.Lorraine, 1 Etat et capacité, por Blas.
CAPITULO III

LA AUSENCIA (1)

§ 2.—Nociones generales.

47. Definición y límite de la ausencia.—El ausente


es la persona cuya existencia no es posible establecer por
ningún hecho y cuya muerte no puede ser probada. Se dis­
* tingue del no presente y del desaparecido.
El no presente es el que se encuentra alejado de un lu­
gar determinado pero sobre la existencia, del cual no hay
dudas serias.
El desaparecido es al que ha .cesado de vérsele a partir
de un accidente o de una catástrofe en la que, según toda
probabilidad, ha hallado la muerte. Se podrá, pues, al ca­
bo de algún tiempo, hacer declarar su fallecimiento por me­
dio de un juicio.
El ausente se distingue, pues, del no presente en que
■ su existencia es dudosa y del desaparecido en que la fal­
ta prolongada de noticias es la única razón de que se dude
de esa existencia. Esta situación tiende a hacerse rara a
causa de la facilidad creciente de las comunicaciones y por­
que la ley actual autoriza los juicios declarativos sobre fa­
llecimiento de una persona en todos los casos en que se está
más bien en presencia de un desaparecido que de un ausen­

te (Dec. de 3 de enero de 1813, leyes de 8 de junio de 1893 y
25 de junio de 1919).
Los intereses del ausente, como los del menor, se colo­
can bajo la protección del ministerio público, que debe ser
oído en todos los procedimientos que le conciernan.
(1) Bibliografía.—Desquiron, Traité du domdle ct de Vabsence, 1812; Da
Moly Tr. des absents. 1822; Biret, Tr. de Vabsence et de ses effets, 1W2A- Talrui-
dier, Tr. des absents, 1831; Serment, Theorie de 1®3G;
riaeman, Coda et traité des absents, 1842; G. Rau, Vabsence en niatiere avilo
tt mditaire, 1921; Luzzato, Condistone giundtca adíe scomparsa. Padouo, 1921.
LA AUSENCIA 39

48. Los no presentes.—Aunque la no presencia de


una persona pueda dejar sus intereses sin protección, nin­
guna medida se halla especialmente prevista por la ley
para protejerlos.
Los arts. 112 y s., que permiten proveer sobre los intere­
ses del presunto ausente, no pueden, en efecto, extenderse
por analogía al no presente (1). Desde luego, esos textos
prevén visiblemente que la defensa de los intereses del
ausente será con la mayor frecuencia asumida por sus he­
rederos, lo que fácilmente se comprende puesto que su fa­
llecimiento es verosímil, pero no permite a los presuntos
herederos de un individuo vivo inmiscuirse en la gestión
de su fortuna, pretendiendo que la abandona al alejarse.
'Además, la ley niega la equiparación de los no presentes
con los ausentes, organizando el procedimiento en rebel­
día, sin encargar al ministerio público de actual' en favor
de los intereses del no presente. Si el no presente debiera
ser tratado como mi presunto ausente, el ministerio públi­
co sería oído en todo procedimiento, lo que no ocurre (2)
(Art. 114).
Para la protección de los intereses de un no presente,
es preciso pues remitirse al derecho común (3). Sus pre­
suntos herederos no tienen aún ningún derecho que jus­
tifique por su parte mía acción jffdicial. En cambio, sus
acreedores pueden, a título de conservación, ejercitar los
derechos de su deudor y hacer que se tomen las medidas
necesarias para impedir la caducidad de su crédito. In­
cluso se les permite (4) hacer nombrar para los bienes
amenazados, administradores provisionales, encargados,
por ejemplo, de impedir que las tierras se queden sin cul­
tivo (5). Por último, una sentencia ha declarado que el
(1) París, 16 dio. 1864, bajo Req., 19 junio 1856, D. 66. 1. 487, S 66. 1. 324;
N'ancy 2'6 marzo 1874, D. 75. 2. 37, S. 74. 2. 165 (sol. impl ) ; Burdeos, 30 julio
5 895, I). 98. 2. 253; contrd, Burdeos, 22 nov. 1S70, B. 72. 2. 8, S. 71. 2. 90. En
nuestro sentido, Baudry-Lacantinerie y Morques Fourcade, II, núm. 1081. Comp.
Aubry y Rau, I, pío. 147, texto y nota 4. Los trabajos preparatorios son además
formales (v. Locré, IV, págs. 43, 53 y 54).
•2) V. Agen, 24 marzo 1811 y París, 25 nov. 18.11, B. Jur. Gón., v. Absencc
■núms. 91 y 92.
(3) Salvo algunas, disposiciones especiales, véanse, para el cultivo do las tie­
rras abandonadas, la ley de 28 de septiembre, 6 octubre 1791, art. I9 tít. I9', scc. 5’,
quo encarga a la municipalidad del cuidado de la cosecha del agricultor no presen­
te; y para e' período de la guerra, las leyes de G oct. 1916 y de 7 de abril de 1917.
Véanse, además, sobre la protección de los herederos no presentes en la apertura de
ana sucesión, los arts. 819 C. civ., 911 y 942, C. pr. civ.
(4) Los acreedores de alimentos tienen el derecho de requerir estas medidas:
Burdeos, 30 julio 1895, precitado.
< 5) París, 16 dic. 1864, precitado.
I I '

TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS


40

ministerio público puede, también, hacer nombrar, para


los bienes de los no presentes, administradores provisio­
nales, en virtud de la ley del 16-24 de agosto de 1790 que
le encomienda el velar por los intereses de los “ausentes in­
defensos” (Título VII, Art. 3 (1). Pero esta solución es
de las más dudosas, primero, porque no es cierto que la
ley de 1790 haya comprendido a los no presentes en el nú­
mero de los “ausentes indefensos” (2) y además porque
esa ley de organización judicial debe considerarse deroga­
da por la ley de 21 de abril de 1810 que establece una nue­
va organización y regula especialmente las atribuciones del
ministerio público (Art. 46).
Prácticamente, además, los que se ausentan por tiem­
po suficiente para que sus bienes corran algún riesgo, de­
jan un mandatario encargado de defender sus intereses. Si
lo omiten, una gestión de negocios podrá suplir el man­
* dato. Por último, el no presente descuida sus intereses
por debilidad de espíritu, nada impide que se le haga nom­
brar un consejo judicial o que se pida su incapacidad (3).
49. Los desaparecidos, especialmente, los desapere-
cidos en la guerra (4).—En toda guerra, militares y aun
civiles envueltos en el movimiento de los ejércitos, desapa­
recen sin que el fallecimiento de esos desaparecidos pueda
ser regularmente probado. Pero su número ha sido tan
grande durante la guerra de 1914, a causa de la cifra de los
combatientes y del poder de los medios de destrucción em­
pleados, que el legislador ha tenido que modificar para

ellos el derecho común.
Hasta la ley de 3 de diciembre de 1915, nunca se había
considerado como ocurrido el fallecimiento de los desapa­
recidos en la guerra. Una sentencia del Consejo de Estado,
de 7 de abril de 1805, había firmado que no se probaba ni
por la falta prolongada de noticias ni aun por simples tes­
timonios “verbales”. Leyes sucesivas se habían esforzado
¡4 M
(1) Nancy, 26 marzo 1874, precitado.
Aun en el antiguo Derecho, el muusteno publico estaba efectivamente
encargado de prestar protección a los no presentes lo meuos las sucesiones
abiertas en su beneficio (Nouv. Denisart, v. Absencc. ait. 1 , pfo. 1 )
Una dificultad crea sin embargo la necesidad del interrogatorio del de-
*ensor \n4soe dos^proeedinúentos Pero ese P“m m °mÍtÍd° 8¡
ee hace imposible por la mala‘ Votariat et de l’Enregistrement, XIII
(4) Bibliografía.—Michot, Kcvue d ¡,5 juin 1()i9, Louis nouvelles loia
pág. 12; Jouglar, %^ncntair^ ae'survic, de l’absmce ct ¿ actes
parte, pág. 661; Fauquet Des j 1920; G. Rau, De Vábsence en matiz 3
de déces dans leurs rapports avec <J • redécés des miliiaires, 1921. 1natiéro
civile et müitaire ct de la constata i i
I
LA AUSENCIA 41

simplemente en hacer más sencillas, más expeditivas, y al


mismo tiempo más protectora de los intereses del militar
desaparecido, las reglas del derecho común sobre la ausen­
cia (1).
La ley de 3 de Diciembre de 1915 inauguró otro siste­
ma extendiendo a los desaparecidos en la guerra, civiles y
militares, los Artículos 87 y s., obra de la ley de 8 de Junió de
1893. Esta última ley, que ha introducido definitivamente
en nuestro derecho la distinción entre el desaparecido y el
ausente, solamente bosquejada antes por un decreto de 3 de
Enero de 1813, permite hacer constar judicialmente el fa­
llecimiento de los desaparecidos en el mar. La ley de 1915
los asimiló a los desaparecidos en guerra. Pero esta asimi­
lación, que hizo posible la declaración de fallecimiento de
cerca de 80,000 desaparecidos, resultó insuficiente muy
pronto. Subordinaba efectiva y expresamente la ocurren­ I
I
cia del fallecimiento a presunciones graves que debían aña­
dirse a la falta prolongada de noticias. Estas presunciones ¡H
faltaban cuando no se podían reconstituir las circunstan­
cias de la desaparición y las familias de muchos desapare­
cidos se veían precisadas a invocar las reglas de la ausen­
cia (2).
La ley de 21 de junio de 1919 ha estimado que toda des­
aparición que tenga su origen en hechos de guerra estaba,
por eso mismo, rodeada de circunstancias capaces de ha­
cer presumir el fallecimiento. Ha permitido, pues, que
se declaren los fallecimientos de todos aquellos que hayan
desaparecido del 2 de Agosto de 1914 al 23 de Octubre de
1919 por hechos de guerra, siempre que hayan transcurri­
do 6 meses desde el 23 de Octubre de 1919, fecha del cese
de las hostilidades y dos años después de la desaparición
(Art. 9). Resulta de esta disposición que ya es posible
obtener la declaración de fallecimiento de todos los des­
aparecidos de la última guerra (3), y que las disposiciones
que conciernen a la ausencia ya no tienen interés para
ellos.
Sin embargo, la ley de 30 de Junio de 1919 contiene
numerosas disposiciones que abrevian los plazos y simpli­
fican las formalidades del derecho común. Señalaremos
(1) Por eso es que las guerras de la Revolución y del Imperio dieron ocasión
a las leyes del 11 ventoso- y 16 fructidor, año II, de. 6 brumario, año V, de 21
marzo 1804, y a la importante ley de 13 de enero de 1817, que fué puesta nueva­
mente on vigor por la ley do 9 de agosto de 1871.
(2) V. Tr. Senlis, 12 dic. 1915,, precitado.
(3) V. infrd, tít. II, cap. 3, El estado civ>l.
42 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

estas simplificaciones a propósito de los preceptos que de­


rogan; su interés es sobre todo teórico puesto que los que
pretendan declaraciones de ausencia encuentran ventajas
mucho más sólidas en las declaraciones de fallecimiento (11.
50. Períodos sucesivos de la ausencia.—Como el au­
sente es aquel cuya existencia o muerte no está probada, to­
do derecho subordinado a la prueba de una u otra, queda
en suspenso. El litigante que logre que la prueba de una
o de otra quede a cargo de su contrario, triunfará necesa­
riamente (2).
Sin embargo, a medida que el tiempo transcurre sin
noticias, el fallecimiento del ausente se hace más verosí­
mil.^ La ley tiene en cuenta esta idea, estableciendo varios
períodos en el curso de los cuales se dirige hacia la presun­
ción de muerte, sin que no obstante llegue nunca a admitir­
la de modo absoluto (3). A la no presencia, sucede, en
primer término, la ausencia presunta cuando la falta de
noticias comienza a hacer que se dude de la vida del ausen­
te. Al cabo de algún tiempo, la ley permite que se haga de­
clarar judicialmente la ausencia y atribuye a esta declara­
ción efectos cada vez más amplios: primeramente, la en­
trega provisional y luego, al cabo de un nuevo período, la
toma de posesión definitiva por las personas que hereda­
rían sus bienes si hubiera muerto. Pero, a pesar del térmi­
no empleado, el carácter definitivo de esta última medida se
halla también subordinado a la continuación de la ausencia.
Si el ausente reaparece, en cualquier época que sea, vuelve
a adquirir en principio todos sus derechos. Si su muerte
•• ; llega a ser conocida, en la fecha de esta muerte son confir­
madas todas las transferencias de derechos que la toma de
posesión había hecho que datasen de las últimas noticias.
Se hallarán estudiadas en las diferentes partes de este
tratado las diversas cuestiones creadas por la ausencia en
cuanto a la devolución de los bienes de la ausencia, a la
suerte de su matrimonio, a la liquidación de su régimen
<'l) La ley de 11 dic. 1924 que modifica el aft. 93 y que permite levantar el
acta de. fallecimiento en los ejércitos, por la dcclaraci6n def T 8Ín
i el encargado del Registro civil tenga que hacer constar el fallecimiento, S1rve para
disminuir el número de los desaparecidos. «rosto 1871 S vi i

“**<»>
te, véanse las declaraciones do trabajos preparatorios ibid., p&gf-5°
y a.). Véanse también otros pasajes u so.
73, 128, etc.
LA AUSENCIA 43

matrimonial y al ejercicio de la tutela y de la patria potes­


tad sobre la persona de sus hijos. Sólo conviene indicar
aquí el límite a que se ajustan esos problemas.
51. Conflicto de leyes.—La jurisprudencia aplica al
extranjero que tiene en Francia un domicilio de hecho, las
reglas de la ausencia, debido a que esas reglas se limitan a
precribir medidas provisorias y conservadoras y no to­
can a su estado ni a su capacidad (1). Esta jurispruden­
cia se justifica para las medidas coetáneas a la presunción
de ausencia. Pero nos parece más jurídico aplicar a la de­
claración de ausencia la ley personal: esta declaración mo­
difica, en efecto, los derechos del ausente por virtud de su
estado y abre los derechos de los causahabientes.
§ 2. Período de presunción de ausencia
52. Duración de este período.—El período de pre­
sunción de ausencia comienza desde que la falta de noti­
cias se ha prolongado el tiempo bastante para que la exis­
tencia del ausente parezca, de hecho, incierta. Esta incer­
tidumbre que depende de circunstancias a consecuencia de
las cuales el interesado ha cesado de aparecer y de dar no­
ticias suyas, es apreciada soberanamente por los jueces de
hecho (2).
Desde ese momento, dejan de poderse ejercitar todos
los derechos que suponen la prueba de la existencia del au­
sente. No obstante, los derechos subordinados a la prue­
ba de la muerte del ausente no se abren aún: la ley prevée
únicamente medidas provisorias que conciernen a la tute­
la de sus hijos y a la administración de sus bienes.
El período de presunción de ausencia se prolonga has­
ta que los interesados hayan obtenido un fallo sobre decla­
ración de ausencia; se verá que no pueden obtenedlo, sino
5 u 11 años después de la desaparición del ausente, según
los casos.
53. Caducidad de los derechos que suponen la prue­
ba de la vida.—Estos derechos son muy diversos:
1’ El ausente no puede suceder (3), poique nara su­
ceder es preciso probar que se existe alamn .
(1) Civ., 27 dic. 1897, D. 1901, 1. 40. Comp. on sentido <• , -j
agosto 1854, D. 55. 2. 4, S. 54. 2. 700, para un extranjero .
Francia, pero no estaba domiciliado on ella: la encuesta p:*.ri-.., .<•
no es tampoco posible en este caso.
(2) V. principalmente Iteq., 23 tnov. 1891 S. : . ’» \ . -
S. 1909. 1. 242; Tr. Aix, 21 enero 1924, D. II. 1924, r. <;
(3) V. principalmente Civ., 8 marzo 190’. ’ü/’l.íM 1
Bourges, 27 enero 1872, D. 72. 2. 31, S. 72. 2. 134; 1. << r3j 22 abril 'i \>
44 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cujus (1). Los bienes que pudieran corresponderles, si


1
su existencia hubiese podido ser probada, van a sus cohe­
rederos o a los herederos subsiguientes (2), sin que estos
tengan que ofrecer ninguna garantía de restitución (Art.
136) (3). Sin embargo, si se trata de militares desapare­
cidos por hechos de guerra, las leyes de 11 ventoso y de
16 fructidor del año II, no derogadas (4), quieren que su
parte en las sucesiones a las cuales hubieran sido llamados,
sea remitida a un curador que los representará hasta la de­
claración de ausencia.
29 Desde el momento en que la existencia del mari­
do se hace incierta, los hijos concedidos por la mujer de­
jan de beneficiarse con la presunción Pater is est. . . (5).
Sin embargo, si, de hecho, los hijos de la mujer de un ausen­
te han gozado de una posesión de estado de hijos legítimos,
corroborada por su acta de nacimiento, son considerados
* legítimos en virtud del Art. 322 (6). Esta posesión de es­
tado, admitida por varias sentencias, continúa siendo di­
fícil de concebir, puesto que supone, no solamente la pose­
sión de estado de hijos por parte de los que la invocan, si­
no la posesión de estado de esposos por parte de los padres,
en el momento de la concepción del hijo (7). ¿Cómo con­
ciliar esta última posesión de estado con la ausencia del
%-----------
(65; Bruselas, 18 nov. 1886, D. 87. 2. 155; Dijón, 23 marzo 1888, S. 88. 2. 240;
Tr. Imperio Alemán, 10 enero 1889, D. 93. 2. 43; Alger, 4 mayo 1896, D. 97. 2'. 364;
S. 98. 2. 140; París, 25 nov. 1903, D. 1904. 2. 318; Nimcs, 21 marzo 1909, D. 1909.
5. 41. S. 1909. 2. 140.
TI) Esta prueba puede resultar además la dcclai ación explícita o implícita
de los coherederos del ausente, cuando se reservan voluntariamente la parte de esto
último (Bruselas, 18 nov. 1886, precitado). Pero debe admití:seles que demuestren
uue se han equivocado.
(2) O a sus representantes, si el ausento era un heredero en gradó en que la •
: epresentación está admitida y si deja descendientes: de dos cosas una, en efecto,
o el ausente está vivo y hereda o está muerto y sus descendientes pueden entonces
representarlo: Req., 10 nov. 1824, D. Jw. Gén., v. Abs&'cc, núm. 512, S. 25. 1. 167.
Baudry-Lacantinerie, y Houques-Fourcade, II, 1262: Aubry y Bau, I, pfo. 158,
pág. 952, nota 3; A. Colín y Capitant, III, pág. 382-383.
(3) Bourges, 27 enero 1872, precitado; Comp. Dijón, 23 marzo 1888, precitado.
(4) Aubry y Rau, I, § 161, texto y nota 3; Baudry-Lacantinerie y Ilouquos-
Fourcade, II, núm. 1308. n
(5) Douai, 18 nov. 1861, S. 62. 2. 1; Civ., 15 dic. 1863, D 64. 2 153, S. 64. 1.
,»••• 29 (motivos: esta sentencia ha sido a veces inexactamente interpretada) ; Civ., 19
nov. 1906, D. 07. 1. 289, nota Binet, S. 71. 2. 260; Limoges, 17 mn:zo 1924, Gas.
Pal., 24 mayo. No se pueden citar én sentido contrario sino muy viejas sentencias
de apelación. V. Tolosa, 14 julio 1827 y 29 dic. 1828. D. Jur, Gén, v. Patcrnxté
et FHtoion, núm 116 genten(jia dc la Sala d lo civil de 15 de
dic. ¿21863, dígase lo quo se diga, »o ha sido dosmcnbda por la aenteucia do 19
nov. 1906. Comp. Douai, 12 iul. 1856, D. 56 2 292 S 57 - 169.
(7) Civ., 30 nov. 1920, D. 1921. 1. 177, nota dc S..vatier.
LA AUSENCIA 45

marido? De cualquier forma, los herederos de éste, pue­


den, por lo menos, impugnar al hijo de su definitiva pose­
sión de estado (1). Salvo esta acción de impugnación, la le­
gitimidad de los hijos de la mujer del ausente que tienen
título y posesión de estado, les permite ser tratados como
hijos legítimos en relación con su madre (2) y con la fa­
milia de su padre; pero no tienen ningún derecho a la su­
cesión de su pretendido padre, porque esta sucesión que se
le concediera supondría de su parte, según el Art. 625,
la prueba de que habían sido concedidos antes del falleci­
miento de éste (3).
3’ La mujer del ausente no puede impugnar los actos
por ella realizados sin autorización marital. Es cierto que
el Art. 222 exige que, en ausencia del marido, la mujer se
haga autorizar judicialmente, pero para impugnar los ac­
tos que haya celebrado sin autorización tendría que de­
mostrar que, al celebrarlos, ella tenía el carácter de mu­
jer casada, lo que exigiría la prueba de la existencia de su
marido (4). Es preciso, no obstante, de acuerdo con la ju­
risprudencia, exceptuar el caso de las donaciones hechas
a la mujer del ausente. Las autorizaciones requeridas pa­
ra los incapaces, se consideran como reglas de forma exi­
gidas por ía solemnidad de esos actos (5). Ahora bien,
para prevalerse de una donación que se le haya hecho, la
mujer debe establecer que han ‘sido cumplidas las formas
exigidas por la solemnidad del acto; por lo tanto, los tribu­
nales han podido declarar que la mujer del ausente, no
autorizada, no pudiendo probar la regularidad de su acep­
tación, se verá privada del beneficio de la donación acep­
tada por ella (6).
49 Los derechos vitalicios que corresponden al au­
sente no pueden ya ejercitarse. Así es, en cuanto al dere-
(1) Algor, 14 feb. 1921, D. 1921. 2. 30 (sol. impl.).
(2) Deeisionies precitadas.
(3) Douai, 12 jul. 1856, D. 56. 2. 292; Caen, 21 agosto 1863, D. Jur. Gén.,
Sup., v. Al)sence, núm. 19, S. 64. 2. 15.
Í4) Además,, eso es lo que. .parece admitir, aunque con vacilaciones la juris­
prudencia, por lo menos cuando ' 'la mujer’ ' * ausente
del ‘ j se ha calificado viuda: Req.,
7 marzo 1889, D. 90. 1. 119, S. 92. 1. 396; Caen, 13 dic. 1875, D. 77. 2‘. 108, S. 75,
2. 137. Sin embargó, hay una senitcncia contraria en un caso en que la mujer no
había precisado su calidad: Civ. 9 mayo 1882, D. 83. 1. 251, S. 82. 1. 340. Esta
sentencia que pretende oponer al contratante con la mujer la prueba de la capaci­
dad do ésta, es criticable. La incapacidad es la excepción y debe ser probada.
Pero si la mujer se había explícitamente declarado casada en el acto litigioso, con­
vendría anular este acto abiertamente celebrado en violación de su incapacidad:
Algor, 27 junio 1853, £) 56. 2. 275.
(5) V. infrd, 2’ parte, Teoría general, de los incapacitados.
(6) Civ., 29 enero 1879, D. 79. 1. 76, S. 79. 1. 159. V. sin embargo, contri.
Lyon, 20 agosto 1869, S. 70. 2. 424.
46 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cho de ima renta vitalicia en beneficio del ausente. Inclu­


so se ha autorizado al deudor de una renta que ha continua­
do pagando esa renta a que repita sus pagos (1) lo que, pa­
rece un error, pues corresponde al deudor probar que ha
pagado indebidamente y, por conclusión, la muerte del au­
sente no está más probada que su vida. El derecho de goce
legal que podía tener el ausente, sobre los bienes de sus hi­
jos, como es igualmente vitalicio, no puede ya ser ejercita­
do por sus representantes (2) ; pero si el ausente tiene cón­
yuge, se impone el mantenimiento de este derecho, puesto
que el beneficiario queda incierto hasta la declaración de
ausencia, que fijará provisionalmente el goce legal en fa­
vor de la mujer.
59 Los pactos sobre la sucesión del ausente no pueden
ya ser atacados como pactos sobre sucesión futura; pues no
se podría hacerlos anular sino probando la vida del de cujus
al ser celebrado el contrato (3).
69 Aunque el cónyuge del ausente no pueda legalmente
volverse a casar por no poder probar el fallecimiento de
su cónyuge, el matrimonio que llegase a contratar no puede
ser impugnado en tanto que no sea demostrada la vida del
ausente; sólo a este último corresponde la acción de nuli­
dad del matrimonio (Art. 139).
La enumeración que.,precede no indica sino las apli-
caciones más frecuentes de nuestro principio, Todos los
demás derechos subordinados a la prueba, de la vida del
ausente, se hallan igualmente paralizados desde el período
de declaración de ausencia (4). No hay excepciones sino
para los mandatarios del ausente; resulta, en efecto de los
Arts. 120 y 121 que estos mandatarios podrán, hasta la
declaración de ausencia, continuar representando su man­
dato, sin tener que probar que su mandante continúa exis­
tiendo (5).
(1) Poitiers, 9 mayo 1910, D. 1911. 2. 2'87.
(2) Algor 27 dic. 1890, S. 92. 2. 5. V. sin embargo Algei, 29 mayo 1886 en
-X ■' Beq., 1* abril 1889, D. 91. 1. 413, S. 89. 1. 217. En realidad, en este cuso, como
en e] de la renta vitalicia, la carga de la prueba debe variar según que sG trate
de reclamar los frutos futuros o de repetir los frutos obtenidos. Asi es hasta quo,
declarada la ausencia, el nudo propietario se haya hecho dar posesión. Entonces
nuede reclamar todos los frutos obtenidos desde la c esapaucion
(3) Req., 17 enero 1843. D. Jur. Gen., v. Absence, núm, 468, 14 agosto 1871,
S’ /(4)1'As°í1es para todos los derechos afectados por una condición de sobrevida
del ausente a una persona muerta durante 1.a ausc"®lft;q(.- g o ni . Q
(5) Solución cierta. V. además, Donar, 13 nov. 186a, S. 66. 2. 61, Tr. Senhs,
12 dic. 1915, S. 1917. 2. 112.
LA AUSENCIA 47

54. Suspensión de la apertura de los derechos que


suponen la prueba de la muerte,—Como la muerte del au­
sente no se halla más probada que la vida, ningún derecho
que exija esta prueba, por parte del que lo pretende, puede,
por lo tanto, ser ejercitado. Hay a partir de entonces un
interés capital en saber si la carga de la prueba, en un plei­
to que concierne a la ausencia, incumbe al que mantiene
que el ausente está vivo o al que lo pretende muerto; el éxi­
to del pleito depende de eso (1). Los casos señalados an­
teriormente demuestran las dificultades que hay en distin­
guir las dos situaciones (2).
Volveremos a encontrar los derechos cuyo ejercicio
está subordinado a la muerte del ausente, en los dos párra­
fos siguientes; sólo después de la declaración de ausencia
puede el ausente, en cierto modo, ser tratado como muerto
y sólo entonces pueden aparecer esos derechos.
55. Posibilidad de medidas provisionales.—Tienen
por objeto o la protección de los hijos o la del patrimonio ¡
del ausente.
La situación de los hijos del ausente será especialmen­
te estudiada en la parte dé este tratado consagrada a los
incapacitados; la ley establece para ellos una tutela pro­ •
visional si no tienen ya una protección legal organizada
(Art. 141 a 143). No nos ocuparemos aquí sino de las me­
didas de protección del patrimonio del ausente.
La ley ha previsto la necesidad de esas medidas en el
caso, desde luego frecuente, en que el ausente no ha deja­ q
do mandatario para que cuide de sus intereses (Art. 112) ;
pero son igualmente posibles cuando ese mandatario mue­
re, renuncia a su mandato, o cuando ese mandato no le con­
fiere poderes suficientes (3).
Los intereses del ausente están entonces sufriendo per­
juicio y su patrimonio puede disminuir de mil maneras;
por falta de cultivo de las tierras y por ruina de los edi­
ficios, por prescripciones en su contrato, por condenas pro­
nunciadas en rebeldía por embargos, etc. . . . Los terceros
pueden sufrir indirectamente con esta situación, si tenían
I
fl) V. Civ., 23 enero 1865, D. 65. 1. 13, S. 65. 1. 70; Req., 14 agosto 1871, S.
71. 1. 101; Caen 12 dic. 1875, D. 77. 2'. 108, S. 75. 2. 137; Civ., 29 enero 1879, D.
79 1 . 76, S. 79. 1. 159; 9 mayo 1882, D. 83. 1. 151, S. 82. 1. 340; Req., 7 mayo
1889, D. 90. 1. 119, S. 92. 1. 396; Lyon, 20 agosto 1869 S. 70. 2. 424- Poitiers 9
mayo 1911, O. 1911. 2. 287.
(2) Comp. principalmente, Req., 14 agosto 1871 y Civ., 9 mayo 1882 preci­
tados. ‘ ’ 1
(3) Aubry y Rau, I, § 149, nota 1 bis; Baudry-Lacantinerio v Hououes-
Fourcade, II, Biúm. 1067. ‘ 1
U w

48 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

con el ausente relaciones de derecho, que se afectaran por


la gestión de su patrimonio. Así sucede tratándose de sus
acreedores, de sus asociados o de su -cónyuge. Unos y otros
tendrán el derecho de solicitar para él medidas protecto­
ras, pues el Art. 112 permite la acción a todos los jntere-
sados. Entre éstos se encuentran igualmente los herede­
ros del ausente, a quienes la posibilidad del fallecimiento
da un derecho de vigilancia sobre la sucesión, y el minis­
terio público, defensor legal del ausente (Art. 112 y 114).
Todos estarán obligados a demostrar la necesidad de
las medidas que proponen, sin la cual no podría ser tolera­
do inmiscuirse, en los asuntos de una persona que todavía
no ha sido declarada ausente (1).
56. Medidas admitidas.—Los tribunales deciden li­
bremente de acuerdo con las circunstancias. Pueden hacer
que se proceda a realizar gestiones útiles: ordenar que una
*
hipoteca sea inscripta, disponer reparaciones en los bienes
por obreros designados por ellos. La mayoría de las veces
se remiten, para las medidas que hay que adoptar, a un
administrador provisional o curador que ellos nombran
determinando sus poderes. Con frecuencia, declaran de
una manera general que le dan “los poderes más amplios”
(2). Estos poderes implican, sin embargo, un doble límite.

I
g
a) En primer término el tribunal no puede permitir
al administrador provisional que ejecute sino los actos es­
trictamente necesarios; siendo esto así, cuando se trata de
actos de administración, puede dejarse al administrador
que juzgue su necesidad; pero si se trata de actos de dispo­
sición (3), el tribunal debe reservarse el poder de autorizar
especialmente cada uno de ellos (4). No puede efectiva­
mente dar al administrador nombrado por él derechos más
amplios que los que se otorguen a los presuntos herederos
que tomen posesión provisional después de la declaración
de ausencia.
(1) Es una idea sobre la cual se ha insistido mucho en ocasión de los trabajos
I preparatorios; Locré, IV, págs. 35, 36, 57, 126, 129 y 1 >4.
* f2) V. Tr. Bernay 19 enero 1909. D. 1909. 2. 145. Esta practica, admitida
por la mayoría de los autores (v. Aubry y Rau, I, § 149, Pa8* • > paud‘j-Lacan-
Linerie y Houques-Fourcade, II, núm. 1069; A. Colín y api an , , P*g. * sería
1 sin embargo de validez dudosa, sino so considerasen mfis que los ti abajos prepara-
torios en fue se manifiesta una viva reacción contra el uso del Ant.guo Derecho de
nombrar al ausente un curador general. A. I»ocre, > J ® acidados en acnprni
(3) Sobre la distinción, v. 253 ^mo^os) B
(4) Comp. Burdeos, 30 julio 1895, D. 98. .. Ko3 (motivos).
LA AUSENCIA 49

b) Seguidamente, si se trata, de una partición en la


cual el ausente está interesado (1), la ley quiere que los in­
tereses del ausente sean necesariamente defendidos por un
notario que deberá ser comisionado por el Tribunal (2). J
(Art. 113).
Es preciso no confundir este notario con el que repre­
senta a uno o varios no presentes en una apertura de do­
cumentos o en un inventario en virtud de los Arts. 928, 931,
942 C. pr. civ. Según esos artículos, es el presidente y no
el tribunal el que designa el notario, y un solo notario pue­ i
de representar a todos los no presentes interesados en el 1
asunto, mientras que, según el Art. 112, es el tribunal en
pleno el que lo designa y es preciso nombrar varios nota­
rios si hay varias personas en estado de presunción de au­
sencia que tengan intereses distintos. Además, la misión
del notario se termina -con el inventario, cuando se trata
de un no presente (3) ; y va hasta la partición cuando se
trata de un presunto ausente.
Los actos concernientes al ausente, lo mismo si se han
celebrado por un administrador provisional o que por el
notario del Art. 113, pueden invocarse contra el ausente o
sus causahabientes; ya que el ausente ha sido debidamen­
te representado por aquellos que actuaban por él. No obs­
i
tante; parece resultar de los trabajos preparatorios, que el
Código ha querido dejarle expedita al ausente la vía de la
demanda civil para impugnar los actos celebrados por sus
-i
representantes (4)j pudiendo alegar que como la designa­
ción judicial se ha producido en jurisdicción voluntaria no
goza de la autoridad de la cosa juzgada y que toda persona
podrá impugnarla discutiendo que haya habido realmente
presunción de ausencia (5).
57. Procedimiento.—Los interesados deben dirigir­
se al tribunal del último domicilio del ausente (6). La com­
petencia de este tribunal so funda, ante todo en que el au-
(1) Nada impide tampoco tomar también un notario como curador o admi­
nistrador general. El notario comisionado en ejecución del art. 113 no puede pro­
vocar. por sí mismo, una partición; solamente puede asociarse a la que demanden
los coherederos del ausente (Req., 21 nov. 1887, D. 88. 1. 165, S. 88. 1. 324).
(2) Estando encargado de representar al ausente y no como fedatario, podrá
cumplir su misión fuera do su jurisdicción. (Tr. Sena, 2 mayo 1924, Gas. Pal.,
8 imv. .1924).
(3) V. sin embargo Tr. de Lons-le-Saulnier, 22 mayó 1912, D. 1913. 2. 322.
(4) Véase la declaración do Malleville, Locré, IV, pág. 61.
(5) Reúnes, 11 julio 1891, D. 92. 2. 142.
(6) Aubry y Rau, I, § 149, nota 2, pág. 910; Baudry-Laeantinerie y Hououes-
Fourcade, II, 1078.
50 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sente es un demandado virtualmente (Art. 59, al 1), y ade­


más de que se trata de medidas en cierto modo preparato­
rias para la apertura de su sucesión (Art. 559, al 6). No
hay que hacer excepción en lo que se refiere a las medidas
que conciernen a los inmuebles del ausente, aunque a veces
se haya sostenido la competencia del tribunal de su situa­
ción; los trabajos preparatorios, que se invocan en este sen­
tido (1), muestran realmente el Consejo de Estado divi­
dido en la cuestión. Por lo demás, la ación tendiente a pro­
teger la fortuna del ausente, no es ni real ni mixta.
El tribunal actúa mediante la demanda; los interesa*
dos unen a esta todos los documentos que puedan justifi­
car la ausencia; el tribunal resuelve después de haber oído-
el informe de un juez comisionado por el presidente y las
indicaciones del ministerio público (Art. 859 c. pr. Civ.).
Puede ordenar además todas las medidas de instrucción que
sirvan para, esclarecerle. Como el procedimiento trata de
1 proteger el patrimonio del ausente, las costas van a cargo de
este patrimonio.
§ 3. Período de la declaración de ausencia.
58. Condiciones de la declaración de ausencia.—La
ley distingue según si al alejarse el ausente ha dejado o no
detrás de sí un apoderado, es decir, un mandatario general
para administrar sus bienes.
a) Si el ausente ha dejado un mandatario, es de ra­
zón retrasar la declaración de. ausencia, ya que la falta de
noticias es explicable, puesto que el mismo interesado lia
preyjsto que estaría mucho tiempo sin volver, y la espera no
ofrece demasiados inconvenientes habiendo el ausente de­
jado a alguien para que actúe en su lugar. La declaración
de ausencia no puede entonces ser pedida sino después de
transcurridos 10 años de su desaparición o sus últimas no­
ticias (2) (Art. 121) ; este plazo se mantiene, aun en el ca­
so de que su apoderado muera o resigne su mandato, pues
la ley se ha atenido sobre todo a la previsión, por parte del
ausente, de la duración de su alejamiento (Art 122). Pa­
ra que un poder retrase así la declaración de ausencia (Art.
(2) atsent» debo ser considerado como que ha dejado un apo-

¿“*■
LA AUSENCIA 51

122) es preciso además que sea general; un mandato espe­


cial no protegería al ausente y no presumiría en él la pre­
visión de un largo alejamiento.
b) Si el ausente no ha dejado poder o no ha dejado
sino un poder especial, se debe creer que su desaparición
lia sido voluntaria e imprevista, lo que hace más verosímil
un accidente mortal y como, por otra parte, sus intereses
I
sufren, puesto que nadie tiene facultad para representar­ j
los, la ley permite la demanda de declaración de ausencia
cuatro años después de sus últimas noticias.
c) Aunque el ausente haya o no dejado apoderado ge­
neral, la ley de 25 de Junió de 1919 ha permitido que se de­
mande sin dilación la declaración de ausencia, siempre que
la desaparición haya tenido por causa un hecho de guerra
comprendido entre el 2 de Agosto de 1914 y el 23 de Octu­
bre de 1919, fecha de la cesación de las hostilidades.
Los plazos previstos por los Arts. 115 y 121 parten de
la fecha en que el ausente ha manifestado por última vez
su existencia, ya mostrándose o bien enviando noticias
suyas (1).
59. Procedimiento de la declaración de ausencia.—
Ninguno de aquellos que tienen derechos subordinados a
la muerte del ausente, pueden ejercitarlos en tanto que la
ausencia no haya sido declarada; todos tienen, pues, inte­
rés en demandar, tan pronto los plazos legales hayan expi­
rado, esa declaración que debe ser hecha mediante una sen­
tencia.
Lo mismo que la demanda de medidas provisionales
presentada durante la ausencia presunta, la demanda de
declaración de ausencia es de la competencia del tribunal
del último domicilio del desaparecido y se presenta al Pre­
sidente del tribunal. Pero el procedimiento se entabla en
este caso contradictoriamente con el ministerio público
(Art. 116), encargado de defender los intereses del ausen­
te (Art. 114). Como el ausente se halla representado por
este último, no puede formular nuevo procedimiento con­
tra el fallo que ha declarado la ausencia (2).
El tribunal puede rechazar la demanda de plano, a
pesar de la falta de noticias, cuando determinadas circuns-
(1) Es la única solución racional: Baudcy-Lacantinerie y TTouques-Ponrcade,
El, núm. 1092. No obstante, los términos del art. 115 hacen decir a. algunos auto­
res quo el plazo comienza el día do la llegada de las noticias y no el de su partida
(Aybry y Rau, I, pfo. 151, nota 4). Pero, ¿cuándo y dónde se consideran esas
noticias como llegadas?
(2) Colmar, 4 marzo 1815, D. Jur. Gén., v. Absence, núm. 262, S chr • Bau-
dry-Lacantinerio y Houcues-Fourcade, II, núm. 1097.
ST1

52 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tancias hagan creer en la existencia del ausente; el Art.


117 le da para rechazar la acción un poder soberano. No
puede, en cambio, hacer uso de él, sino respetando tres dis­
posiciones establecidas por la ley para la protección del pre­
sunto ausente.
I9 El Tribunal, antes del juicio de declaración de au­
sencia, debe ordenar, por medio de un juicio calificado de
preparatorio, dos informaciones, una en el lugar de la úl­
tima residencia y otra en el lugar del último domicilio del
ausente, si dichos lugares son distintos Art. 116). Esas
informaciones se realizarán contradictoriamente entre el
demandante y el Ministerio público que representa los in­
tereses del ausente. Se decide en general que los testigos
tachables de acuerdo con el procedimiento común, Arts. 268
y 283 C. pr. civil, podrán ser oídos en este caso. ¿ Cómo no
se ha de interrogar a los parientes y empleados del pre­
* tendido ausente, cuando se trata precisamente de saber a
cuándo se remontan las últimas noticias recibidas del mis­
mo? (1).
29 La ley quiere que transcurra por lo menos un año
entre el proveído que ordena la información y el que ha de
pronunciar la ausencia: este plazo debe darle tiempo al au­
sente para ser informado de la demanda dirigida contra
él (Art. 119).
3’ El proveído que ordena la información, así como
el que declara la ausencia, deben ser publicados por orden
del Ministerio de Justicia, al cual se envían por el juzgado
(Art. 118). La ley no dice cómo debe ser hecha esa publi­
cación. En la práctica tiene efecto en la Gaceta Oficial.
(Journal Officiel). Se estima que este diario, que circula
por todos los países del mundo, y que es recibido por nues­
tros agentes en el extranjero, es el medio más seguro para
. ■
notificar al ausente que aún esté vivo.
Los fallos de declaración de ausencia que sean seguidos
sin información, o sin publicación del auto preparatorio, o
sin la observación del plazo de un año entre ambos proveí­
dos, serán nulos (2).
Cada una de estas dos providencias es susceptible de
apelación; pues la que ordena la información, y que el Art.
(l)~Aubry y Rau, I, pío. 151, núm. 11; Baudry-Laeantinerie y Honques-
PO'^)e’civ.)nÓ15-jÍHo7Í878, D. 78. 1. 422, S. 78. 1. 452. Contri, NimeS) 14 Lr0

18"8, D. 78. 2. 62.


va (1).
LA AUSENCIA

118 califica de preparatoria, no es en realidad definiti­

Las formalidades precedentes las simplifican los cua­


tro primeros artículos de la ley de 25 de Junio de 1919,
53
r I
cuando la desaparición del ausente proviene de un hecho de
guerra ocurrido entre el 2 de Agosto de 1914 y el 23 de
Octubre de 1919. La información entonces es potestativa
(Art 4 al 3). En cambio, la información con que comien­
za la instancia debe ser transmitida con los documentos
que le acompañan, al Ministerio de la Guerra, de la Mari­
na, del Interior o de las Colonias, según que el desapareci­ ¡
do sea un militar, un marino o un civil. Este Ministerio le -
remite todo al Procurador de la República con las informa­
ciones que ha podido obtener (Art. 2). La demanda es pu­
blicada igualmente en la Gaceta Oficial y se comisiona a
un juez investigador. Su sentencia de declaración de au­
sencia puede dictarse un año después de la desaparición.
Todas estas reglas tienen escaso interés práctico actualmen­
te, puesto que la declaración de fallecimiento de los desapa­
recidos de guerra ya está admitida (No. 49).
60. Quién puede hacer declarar la ausencia—La de­
claración de ausencia no tiene ya por objeto principal, como
las medidas tomadas durante la presunción de ausencia, 'I
proteger los intereses del ausente (2), sino el permitir el
ejercicio, a otras personas de los derechos subordinados a
su fallecimiento. Son, pues, los titulares de esos derechos o
iH
sus acreedores (3) los que deben ser considerados como los
interesados a los cuales se abre el Art. 115 la acción para la
declaración de ausencia. Tales son:
1* Los herederos presuntos del ausente, a los que la
I
declaración de ausencia permite tomar posesión provisional,
(1) Baudry-Lacantincrie y Houques-Fourcade, IT, núm. 100.
(2) Tiende, en -efecto, a la toma de posesión de los bienes cuyo objeto prin-
cipa] es bcneficiar a los que han tomado posesión de ellos, a l<x. cuales les serán
aseguradas, por lo menos, las cuatro quintas partes de los frutos, a expensas del
ausente. En estas condiciones, poco- importa que algunos pasajes de los trabajos
ME
preparatorios presenten la declaración de ausencia como si se propusiera también
la protección de los intereses del ausente. Ese objeto es secundario. Es preciso
concluir: 1’ que el ministerio público, defensor de los intereses del ausente, no
tiene capacidad para actuar en la declaración de ausencia; 2* que los gastos del
juicio irán a cargo de los demandantes. Nimes, 14 enero 1878, D. 78. 2. 62 V. tam­
bién sobre otro interés do la cuestión, infrd, pág. 64, nota 5.
(3) Baudry-I/acantinerie y Houques-Fourcade, IT, núm. 1110; Colmar, 26
junio 1823, D. Jur. Gen., v. Absence, núm. 177. Sin embargo, la jurisprudencia,
desde luego muy antigua, parece más bien considerar el derecho a declaración de
ausencia como exclusivamente reservado a los interesados. Metz, 15 febrero 1823
D. ibid. núm. 175; Colmar, 30 agosto 1837, ibid. núm. 176. - ,
P. y R. T. D. O. —I - 3
54 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

con nn derecho más o menos amplio, de los frutos y rentas


de los bienes del ausente;
29 Sus legatarios y donatarios de bienes futuros que
se hallan en una situación análoga;
3’ Su cónyuge, al que la declaración de ausencia per­
mite exigir la liquidación de la sociedad legal y ejercitar
las ventajas que para el caso de muerte posterior puedan
haber sido establecidas en el contrato de matrimonio (1) ;
49 Los nudo-propietarios de los bienes de que el au­
sente era usufructuario, puesto que la declaración de au­
sencia suspende ese usufructo;
59 Todos aquellos cuyos derechos estuviesen afecta­
dos por una condición suspensiva consistente en la muerte
del ausente, principalmente los donatarios que se hubieran
reservado el derecho de retracto convencional.
61. Toma de posesión provisional.—Las personas de
* que acabamos de tratar, pueden, desde la declaración de au­
sencia, pedir1 el goce provisional de los derechos que les
daría la muerte del ausente. Sus herederos (Art. 120) de­
ben para eso hacer que se les dé posesión provisional, por

medio de una resolución judicial que puede ser la senten­


cia declarativa de la ausencia u otra sentencia posterior.
Los otros causahabi entes no están obligados a promover el
juicio sino cuando los herederos no han obtenido que se
les dé posesión; son éstos, en efecto, los que deben en prin­
cipio hacer la entrega (Art. 123). La toma de posesión se
retrotrae al día de las últimas noticias (2).
Los que han tomado posesión provisional no tienen si­
no un goce precario de los derechos del ausente; el Art. 125
los califica de depositarios; efectivamente, no pueden, sal­
vo autorización judicial (3) disponer de los bienes que les
han sido entregados (4) (Art. 128) y deben dar cuenta de
(1) Orleans, 25 junio 1835, S. 35. 2. 355.
(2") Aubrv y Rau, I, pfo. 148 in fine. Es en esta fecha principalmente cuan­
do se considera disuelta la sociedad legal de gananciales (Dovai, 13 enero 1865,
S. 66. 2. 61), abierta la sucesión, extinguido el usufructo, etc. Resulta de ello que
les que han tomado posesión provisional tienen derecho a todos los frutos obtenidos
desde la desaparición del ausente (Baudry-Lacantmeno y Houques-Fourcado, II,
núm. 1112) sin que, además, tengan que guardar, en caso do vuelta del ausento, los
obtenidos entre ía desaparición de éste y la toma dn
Rau I pfo 154- Baudry-Lacantineno y Houques-Fouicade, II. núm. 11481. Ade­
más’ a ne ar de ía disolución de la comunidad, se pueden compen-ar los frutea per-
el ¿poso de' ausente eon las caraas que le incumban por el sostenimiento

núm 12; Baud^-Lacantinerie y Houqucs-Fourcade, II, núm. 1139. í


Comp. 153­-
’ Pf°- Bur
i
Szl deos, 30 julio 1895, D. 98 2. 253 tfi prohibidos
están prohibidos sino cuando requieran el
(4) Esos actos de d.spos. on no
no esta P De M
a ]
concurso de la justicia que pueue
g
LA AUSENCIA 55

ellos al ausente, si reaparece. Sin embargo, a diferencia de


simples depositarios, representan además al ausente en sus
actos de administración; y la ley los autoriza a guardar, las
cuatro quintas partes de las rentas del ausente, en todos los
casos; las nueve décimas partes, si el ausente aparece des­
pués de 15 años, y todas las rentas, si aparece después de los
30 años (Art. 126). En previsión de las restituciones que
puedan tener que hacer al ausente y para proteger los in­
tereses de éste, la ley los obliga: l9 a prestar garantía
(Art. 120 y 123) ; 29 a hacer inventario; 3’, vender el mo­
biliario e invertir su importe, así como el de los frutos ob­
tenidos (Art. 126).
Además, como los derechos de los que lian tomado po­
sesión provisional, provienen de la vocación sucesoria, de
un contrato de matrimonio o de una liberalidad, serán más
ampliamente estudiados en las partes de nuestro tratado
relativas a esas materias.
62. Derechos reservados en el caso de la toma de po­
sesión provisional.—A pesar de lo que procede, la decla­
ración de ausencia no abre, ni aun a título provisional, to­
dos los derechos que resultarían de la muerte del ausente.
a) En primer término, la ley prevé un hecho especial
que rechaza toda manifestación de esos derechos más allá 3
de la declaración de ausencia: el Art. 124 concede al cón­
yuge del ausente el derecho de optar, con ocasión de esa de­
claración, por la continuación provisional de la sociedad
legal de gananciales (Art. 124), que de este modo podrá ser
prolongada hasta 30 años, cuando más (Art. 129). El es­
poso que usa de ese derecho retrasa al mismo tiempo la
apertura de todos los derechos subordinados al fallecimien­
to del ausente (1), principalmente los derechos de sus he­
rederos presuntos.
b) Por otra parte, sin perjuicio de la generalidad de
los términos del Art. 123, puede decirse que existen “dere­
chos subordinados a la condición del fallecimiento del au-
Bícmnro ser celebrados y no corren el riesgo de sor nulos sino en pl caso de regreso
del ausente, toda vez que su nulidad supone la prueba de su existencia. Debe de­
cirse otro tanto do las cesiones de derechos sucesorios consentidas por los herederos
presuntos del ausente, sobro la Darte en que hayan tomado posesión y de la parti­
ción extrajudicial que hagan entre ellos; la partición judicúú es válida si la justicia
consiento en prestarse a ello. Sobre el caso de los herederos pobres que no puedan
prestar garantía: Mourlon, Rev. pratique, I* 1850, pág. 132. Véase nuestro Tratado
de las sucesiones.
(1) Aubry ot T?au. I, 155, pág. 935. Comp. Baudry-Laca-ntinerie y Houques-
Fourcade, II, nüin. 1194. V. nuestro Tratado, t. IX, Régimen matrimonial.
56 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

sente” que no pueden ser ejercitados ni aun después de la


declaración de ausencia. La ley entiende que solamente se
trata de derechos patrimoniales, según lo prueban las dis­
posiciones que exigen la prestación de una fianza y un in­
ventario, a fin de que sea posible, si el ausente vuelve, la re­
construcción de su patrimonio. Por lo tanto ningún dere­
cho extra patrimonial subordinado a la prueba de su falle­
cimiento, podrá ser abierto, ni siquiera provisionalmente,
por la declaración de ausenciael esposo de la ausente no
queda libre (1) ; la mujer del ausente no se convierte en
capaz (Art. 222) ; los herederos del marido ausente no pue­
den ejercitar aún la acción en extinción de patria potestad
(2). Pero con mayor razón que en el período precedente,
el matrimonio del cónyuge del ausente y los actos celebra­
dos por su mujer sin autorización, no podrán ser impugna­
dos sino con la prueba de su muerte.
* c) . Finalmente la jurisprudencia se niega a admitir
en perjuicio de terceros, los derechos que obtengan de la
declaración de ausencia los que hayan tomado posesión pro­
visional de los bienes. Se inspira en esta idea para afirmar
que:
l9 Los herederos legitimarios que han tomado pose­
sión provisional no pueden pedir la reducción de las dona­
ciones hechas por el ausente (3) :
29 La toma de posesión provisional no permite a los
herederos el retracto sucesorio (4) ;
39 Los terceros continúan prescribiendo contra el au­
sente, no contra los que han tomado posesión provisional;

la minoridad o la interdicción de estos últimos no suspende
la prescripción (5) ;
4’ Cuando una donación se halla subordinada al fa­
llecimiento de una persona sin hijos el hecho de que los
4
hijos de esta persona hayan sido declarados ausentes antes
(1) Juicio del C. do Estado 12 Germinal año XIII, D. Jur. Gen., v. Absence,
núm. 530. , . ,
(2) Alger, 14 febrero 1921, T). 1921. 2. 30 (sol. im.pl.). Igualmente el que se
pretende hijo legítimo de dos individuos ausentes que hayan vivido junten como
marido v mujer, no será dispensado de traer su acta de matrimonio, lo que el
art. 197 le permitiría si hubiesen muerto (París, 2’1 junio 18»3, b. u3. 375).
(3) Caen, 24 feb. 1872, D. 73. 2. 81, S. 72. 2. 241.
(4) Grenóble, 3 junio 1846, D. 47. 4. 426; Burdeos, 23 abril 1856, D. 56. 2.
202’ (5) 5Rennet7Í3 marzo 1862’, D. 62. 2. 177, S. 62. 2. 193; Meta, 10 agosto 1864,
»■ á:\. s, a‘v 2.«. ..¿i»
causa de suspensión de prescripción, Keq., ,
sr
. oy.
i 1. 407.
-i
5
LA AUSENCIA 57

de su muerte no equivale al cumplimiento de la condición


de que depende esa liberalidad (1). •;
Estas soluciones son fuertemente discutibles. El Art.
123, al otorgar, desde la declaración de ausencia, todos los
derechos subordinados al fallecimiento del ausente, no dis­
tíngale según que esos derechos deban o no ejercitarse con­
tra terceros (2).
63. Toma de posesión definitiva.—El período de la
toma de posesión definitiva no es más que una segunda fa­
se del período de la ausencia declarada. Comienza treinta
años después del juicio de declaración de ausencia y aun
antes, si han transcurrido 100 años desde el nacimiento del
ausente. (Art. 129). Esta última regla hace recordar la
presunción “del siglo de vida” que el Derecho Romano y
el Antiguo Derecho aplicaban al ausente. En lo que toca
a los desaparecidos de la guerra de 1914-1919, el art. 8 de
la Ley de 25 de junio de 1919 permite al Tribunal que ha
de declarar la ausencia, reducir a 5 años el plazo al cabo del
cual podrá ser ordenada la toma de posesión definitiva.
La ley hace que la toma de posesión definitiva produz­
ca dos efectos y la jurisprudencia añade un tercero.
a) Pone término necesariamente a la sociedad legal,
en cuanto haya continuado a instancia del esposo presen­
te, lo cual implica que se realicen todos los efectos de la
ausencia que la opción del cónyuge presente había retar­
dado (art. 129 sol. impl.).
b) Aumenta los derechos de los que han tomado po­
sesión ; éstos no se hallan ya sujetos a ninguna restitución
de frutos en el caso de regreso del ausente (Art. 127, p. 2) ;
pueden disponer válidamente de los bienes y éstas enaje­
naciones perjudican legalmente al ausente. (Art. 132) ;
pueden prescribir contra el ausente o contra sus hijos y
descendientes que se presentaren, puesto que cuando el
(1) Civ., 23 enero 1863, D. 65. 1. 13, S. 65. 1. 70.
(2) Se Úieó en vano que la sucesión del ausente no se abre sino por la en­
trega definitiva. Ella en realidad no se abre ni por la toma de posesión provisio­
nal, ni por la toma definitiva, sino que, desde 1a. declaración do ausencia, la ley
permito a los herederos del .ausento que gocen provisionalmente de todos los dere­
chos que los daría esa sucesión, cualesquiera que sean aquellos contra los cuales
se ejerciten estos derechos. Es igualmente un erroi* pretender que la toma do po­
sesión provisional, como está prevista en interés del ausento y no de sus causa-
habientes, no puede darles derechos quo él no poseo. Este pretendido principio
está desmentido por todas las reglas de la ausencia. La mejor explicación de
esta jurisprudencia parece ser una preocupación práctica. Los tribunales temen
quo el ejercicio contra terceros de derechos fundados en la muerte del ausente,
en una fecha dada, complique extraordinariamente la liquidación que haya que
hacer si el ausente reaparece o si la verdadera fecha de su fallecimiento viene a
ser conocida.
5S TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

plazo de la prescripción es de 30 años no requiere ningún


título (Art. 133).
c) Finalmente la jurisprudencia parece admitir que
la toma de posesión definitiva abre aquellos derechos su­
bordinados a la muerte del ausente que la declaración de
ausencia había dejado todavía en suspenso, puesto que “el
ausente, entonces, se presume muerto” (1).
Esto es así, desde luego, en cuanto a los efectos de la
toma de posesión.en perjuicio de terceros; la jurispruden­
cia permite, a partir de la toma de posesión definitiva, el
ejercicio de la reducción en beneficio a los legitimarios (2),
el retracto sucesorio (3) ; decide que la prescripción no
corra ya contra el ausente, sino contra los que han tomado
posesión (4) sin que este efecto de la toma de posesión de­
finitiva implique carácter retroactivo (5). Se ha visto que,
realmente, conviene unir todos estos efectos de derecho a
í la declaración de ausencia, sin esperar a la toma de pose­
sión definitiva.
La jurisprudencia otorga también a la toma de pose­
í; sión definitiva algunas consecuencias extrapatrimoniales
como si se tratara de la muerte del ausente. Así, pues, la
toma de posesión definitiva trasmite a los herederos del
marido ausente la acción de impugnación de legitimidad
contra los hijos de su mujer (6). Jurídicamente, esta ju­
risprudencia es criticable, puesto que la ausencia no equi­
vale nunca a una declaración de muerte, sin perjuicio de
los términos de algunas sentencias y de las ventajas prác­
ticas de esta tesis, que puede además estar apoyada en cier­
tos pasajes de los trabajos preparatorios (7). Prueba de
ello es que los Tribunales no se atreverían a extremar el
(1) En ese sentido: Algor, 14 febrero 1921, D. 1921. 2. 30. Esto es cierta­
mente un error: principios más exactos han sido expuestos por Civ., 23 enero 1865,
precitado, que saca do ellos, además, una consecuencia criticable. Otras sentencias
dicen que la toma de posesión definitiva abre definitivamente la sucesión del ausen­
te; esta expresión es igualmente criticable.
“■ Caen, 24 febrero 1872. precitada.
(2)
p •‘ 1 (3) Grenoblc 3 junio 1846 v Burdeos, 23 abril 1856, precitadas.
(4) Reúnes. 13 marzo 1862' y Metz, 10 agosto 1864, precitadas.
(5) Las mismas sentencias. * ... , . ....
Al^er 14 de
cicio^de esta*acción 1921, precitada.
feb.extinción de la Se puede
patria Pastad en’ realidad justificar el ejer-
b ’ •■- i- v'otvín pnfnsfiid, a partir de la toma de po-
sesión diciendo que aquella acción, ”1 carácter
«.v- 1¿.. toma^ J-"i f puramente patrimonial cuando
: ' pasa a los herederos del marido*
i------ >'*- suprd,, págs.
(v. 14 y 25) y puede ser ejercitada
por ellos tan pronto como estén, aunque sea a título provisional cu posesión de las
*
tribunos Lcroy y Huguet( Locró, IV, pág-, 161 -

! í de Tronchet (Locró, IV, pág. 40 y s.).


LA AUSENCIA 59

principio, quizás en una cuestión, poco práctica, pero cu­


ya solución puede servir para limitar los efectos de la to­
ma de posesión definitiva; en efecto no permitirían volver­
se a casar al cónyuge del ausente (1). Y es que la toma de
posesión definitiva no equivale, desde el punto de vista de
los derechos extrapatrimoniales, a la prueba, ni siquiera
provisional, de la muerte (2).
§4. Cesación de la ausencia.
64. Prolongación indefinida de la ausencia.—Como
la toma de posesión definitiva no equivale a la prueba de
la muerte, la ausencia se prolonga indefinidamente, en tan­
to que no son aportadas ni la prueba de la vida del ausente,
ni la prueba de su muerte. Se había propuesto, siguiendo
una antigua tradición, que se considerase al ausente como
muerto cuando hubieran transcurrido 100 años desde su
nacimiento y se encuentran trazas de este sistema en los
plazos fijados para la toma de posesión definitiva (Art.
129) ; pero como la edad del hombre es variable y alcanza
raramente los 100 años, este término era arbitrario y se le
ha descartado con razón.
Sin embargo, se adopta en Alemania un sistema, lla­
mado la declaración de muerte {Todeserklaerung}, según
el cual puede producirse mía declaración de muerte al ca­
bo de cierto tiempo, lo bastante largo para hacer creer que
la persona ausente haya muerto (3). Este plazo es en
principio de 10 años; se le disminuyen en una mitad cuan­
do han transcurrido 10 años desde el nacimiento del ausen­
te ; se le abrevia todavía cuando las circunstancias que han
precedido a la desaparición hacen más verosímil la presun­
ción de muerte: por ejemplo, 3 años después de una gue­
rra; uno, dos o tres años después de un naufragio, según
]a distancia del viaje emprendido. El sistema alemán ha
hecho que se confundan dos cosas distintas entre nosotros,
aunque la ley de 25 de junio de 1919 las haya aproximado—
el caso en que haya ausencia porque no se sabe si la perso-

(1) Juicio del C. de Estado, 12 Germinal año XIII, D. Jur. Gen-., v. Absence,
núm. 530.
(2) Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, II, núm. 1061; A. Colín y
Capitant, I, púg. 431; Capitant. Intr. a l’étude du Groit civil, núm. 101.
(3) Saleilles, De l’abscnce dans le C. civ. allemand, Revue bourguignonne.
1900, pág. 113.
60 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

na ha muerto y el caso en que hay la certeza de su falleci­


miento (Art. 5 a 24 C. civ.) (1).
65. Sucesos que ponen fin a la ausencia.—La ausen­
cia no termina en Francia sino mediante la prueba de la
vida o de la muerte del ausente.
Si su vida se prueba, el ausente entra en la clase de
los no presentes; desde entonces corresponde a él la admi­
nistración de sus bienes; los que han tomado posesión de­
ben rendirle sus cuentas, restituirle, dentro de los límites
del Art. 127, las rentas percibidas por ellos- y cesan en el
futuro de tener ningún derecho sobre los frutos de sus
bienes.
Si se llega a saber, por el contrario, su fallecimiento
y la fecha de éste, sus derechos y los de los demás interesa­
dos se someterán a las reglas consiguientes. Ante todo, se
abrirá su sucesión en beneficio de los que fueran sus suce­
* sores en esa fecha y que pueden ser distintos de los que
han tomado posesión de sus bienes. En efecto, cuando se
ha sabido que el fallecimiento no ha ocurrido sino mucho
después de las últimas noticias, las variaciones ocurridas en
la composición de la familia de una fecha a la otra, pueden
cambiar completamente el curso de la devolución de los
bienes (2). Además, los que han tomado posesión provisio­
nal deberán restituir a los verdaderos herederos los frutos
percibidos por ellos en igual medida que al mismo ausen­
te (3).
Si el ausente no regresa o no da noticias suyas sino
después de un largo -período, le incumbe probar su identi­
dad. Los Tribunales harán bien en mostrarse severos, pues­
to que las imposturas son bastante verosímiles (4).
(1) Esta confusión existía también en Austria y en los cantones alemanes
de Suiza; ha cesado en Austria, donde so admite, a la vez del sistema do la decla­
ración do muerte, que no da sino una probabilidad de muerte fundada en la falta
prolongada de noticias, un sistema de prueba del fallecimiento ñor juicio, en un
todo semejante a nuestros juicios declarativos de fallecimiento (ley do 18 octubre
1881). En Suiza, una distinción análoga ha sido también introducida por el Código
civil de 1907’ mientras que el art. 34 permite la prueba directa de la muerto de
una persona que ha desaparecido en circunstancias tales que su muerte debe ser
tenida por cierta, los arts. 35 a 38 proveen el caso del individuo cuyas noticias
faltan sin que su fallecimiento sea cierto; una declaración de ausencia puedo enton­
ces producirse al cabo de dos o do seis años secón los casos; produce inmediatamente
los efectos de nuestra“Xión Cprovisional pueden prescribir contra los
(2) Los que na ]a toma 1l0sesl6n definitiva, o también a
;:;HrdXSXednVo°VquePla fecha.real del fallecimiento del ausento llega a ser
conocida. (París, 12 die. D-¿ 175#
Sobreviertas precaudmi^ ’ posibles, v. Tr. Langres, 9 mayo 1906, n.

1906. 5. 49.
CAPITULO rv

LA PERSONALIDAD MORAL (A)

Sección I.—Naturaleza de la personalidad moral (1)


!
66. Definición.—La personalidad moral es la atribu-
ción de derechos y de obligaciones a otros sujetos que no son
los seres humanos. Esos sujetos de derechos son llamados
personas morales, personas civiles, personas jurídicas o,
también, personas ficticias, denominación que implica ya
una cierta concepción de la personalidad.
El estudio de la personalidad moral ha dado lugar des­
!
de hace unos cuarenta años a runa considerable literatura.
Tan sencillo como es determinar la personalidad jurídica
de los seres humanos, que tienen todos personalidad y son
todos iguales en derechos, es difícil comprender como la
personalidad jurídica puede tener otros sujetos que los
seres humanos y determinar la amplitud de los derechos
que aquella implica.
Ese estudio que se sale de los límites del derecho civil,
no puede ser perseguido en este Tratado sino en la medida

(A) Hemos querido mantener la expresión francesa equivalente a las personas


jurídicas a que .se refiere el Código civ. español, con tanto mayor motivo cuanto
quo técnicamente también en español pueden llamarse personas morales a las per­
sonas judíricas.—(N. del T.).
(1) Bibliografía.—La obra capital de Michoud y también la de Saleilles
han hecho en parto inútil la consulta de los estudios anteriores. En todos los trata­
dos do derecho público, de derecho civil y de derecho comercial, se encuentra el
estudio do este problema. Citamos sencillamente por orden cronológico los estudios
particulares. Labbé, nota S. 61. 2. 249; Van den Heuvel, De la situation légale des
associations sans but lucratif en Franoe et en Dclgiquc, 2’ ed. Bruselas, 1884;
Vauthier, Eludes sur les personn-es mprales, Bruselas y París, 1887; Mongin, Situa­
tion juridique des societés dénées de personálité, Rev. crit., 1890; Thaller, nota, D.
93. 2. 106; Ducrocq, De la personálité civile de l’Etat, d’aprés les loi civiles krí
administratives de la Franco, 1894; Do Vareilles-Sommiéres, Les personnes morales,
1901; Valéry, Contribution a l’étudc do la personnalité morales. Rev. générale, 1903*
Jossorand, Essai sur la propriétó collectivc, Lw du centcnairc du Code civil, I,
pág. 357; Lévy-Ullmann y Grunebaum-Ballin, Essai sur les fondations, Rev. trim/
62 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

que es indispensable para el conocimiento de las relaciones


del derecho privado. Por esta razón resumiremos bastan­
te brevemente las concepciones doctrinales de la persona­
lidad moral sin que tomemos partido sobre esas concepcio­
nes, Hay en esta cuestión un problema de derecho públi­
co general. Además aun sobre el principio mismo de la
creación de las personas morales, las diferencias de concep­
I ción no influyen ya en las soluciones positivas; disposicio­
nes imperativas de la ley regulan casi completamente los
intereses en juego.
Sin preocuparse de las variantes, se pueden descubrir
■ cuatro concepciones principales del problema de la perso­
nalidad moral: las dos primeras ven en esta personalidad
una ficción, que para unos es una ficción abusiva de la
doctrina y para otros una ficción útil de la ley; las dos úl­
timas ven en ella, en cambio, una realidad, rcalidad^ácnica
* en una teoría, realidad^fejeíwa en otra.
67. A. Teoría de la ficción doctrinal.—La persona­
lidad moral aparece a ciertos autores como una pura fic­
ción, creada inútil y abusivamente por la doctrina y que se
debiera eliminar de la ciencia jurídica.
Pero los ataques contra la ficción han sido inspirados
por ideas diferentes:
1* Algunos autores discuten ]a existencia real de de­
rechos subjetivos que pertenecen a las personas, unas con­
tra otras; juzgan en consecuencia inútil el dar un apoyo a

1904, pág. 2’53; Boistel, Conception des personncs morales, 1904 y Cours de pililo-
sóplele du Droit, II, pág. 23 y s.; Michoucl, La theoric de la personalicé morale ct
I i-. son application au Droit frangais, 2 vol., París, 190G-1909 y 2’ ocl. rev. por Trota­
bas, París, 1924; Saleilles, De la personnalité juridique, Jlistoirc ct theorie, París,
1910, y Etude sur l’histoirc des sociétés en commandite, Ann. de Droit commcrcial,
1895; Nast, Ann. de Droit comlpiiercial, 1910 y R«v. crit., 1911,. pág. 534 a 558;
Crémieu, Ann. de Droit comm-ercial, 1910, pág. 296; Pillct, Les personncs morales
en droit international privé, 1914; Bornnecase, nota S. 1916, 2. 65; Bourcart, nota
S. 1918-.1919. 2. 73. Las tesis quo abordan do frente o de modo indirecto la cues­
tión son en extremo numerosas: V. las de Piebourg, París, 1875; Séligman, París,
1888; Truchy, París, 1888; Ravier du Magny, Grenoble, 1894; Geouffre do Lapra-
delle, París, 1895; Touwion, Burdeos, 1895; Lot, París, 1895; Gondi, París, 1896;
Didier-Rousse, París, 1898; Mostré, París, 1899; Nógulesco, París, 1900; Picol,
Tolosa, 1907; Partliéniu, París, 1908; Coquet, París, 1908; Román, París, 1919;
Pépy, París, 1920; Marcel Cuq. París, 1921.
La literatura extranjera no es menos abundante. V. especialmente Brinz, en
sus Pandekten, ed. de 1888, pág. 432 y s.; Zitclmann, Begriff und Wessen dar soge-
nannten juridischcn Personan; Jollinek, System der subjektwen offcntlichcn
liechtc • Gierke, Die Genossonchaftshcorie und die llcchtsprcchung y das Deutsche
GenossenchaftreM; Holder Natürliche und junsUsche lersonnen;Bindor, Das
Problem dar juristischen Personlichkeit; Meurer, IDc jurisliscl.en Personen, naeh


LA PERSONALIDAD MORAL 63

esos derechos, inventando, para eso, personas morales (1).
Esta concepción filosófica no puede ser discutida aquí.
Cualquiera que pueda ser su valor, es cierto que es com­
pletamente extraña a las concepciones de los autores del
Código civil y a la organización de las relaciones de dere­
cho según ese Código. Además, nada está menos demos­
trado que la falsedad o la inutilidad de los derechos subje­
tivos.
68. Continuación. La propiedad colectiva.—2’ Se
ha sostenido con mucha fuerza que la idea de la personali­
dad moral, superficial y falsa ha traído hasta nuestros días
la persistencia de la propiedad colectiva al lado de la pro­
piedad individual (2). Bajo el nombre de personas civi­
les es preciso comprender la existencia de bienes colectivos
en forma de masas distintas, poseídas por un grupo de
hombres. El mito de la personalidad moral debe ser útil­
mente reemplazado por la noción positiva de la propiedad
colectiva (3). Todas las reglas legales pueden ser expli­
cadas de este modo, puesto que la personalidad moral no es
concebida por la ley, sino en el caso de que haya una pro­
piedad colectiva y desde el momento que se abandona la
idea falta de la personalidad, se hace desaparecer un cúmu­
lo de dificultades que crea esa ficción.
dcm RcicTisrecht. TTnger, System des ostcrreichischcn allgcmeincn Privatshechts
(I, § 42' y s.) ; Windscheid, Lehrbuch des Pandcktenrcchts, 8’ ed., Kipp. § 57 a
62; Max Schwabe, Die juristichc Person und das ’Mitglicdschaftsreclit. y Reclvt-
ssubjekt und Nutsbefüaniss; Schwab©, Pie Kocrperschof t mit und ohne Person-
lichkrit (Bale, 1904) ; Giorgi, Persone giuridice; Vivante, La personalita giuridica
dcllc societa convmerciali (Rivista de diritto commerciale, 1er. año); Ferrara, La
teoría delle persone giuridice, Tormo, 1913; Barcia López, La teoría general de las 1
personas jurídicas y el problema de su responsabilidad civil por actos ilícitos. Buenos
Aires, 1918.
(1) Duguit, Tr. de Pr. constitutionncl, 2> ed., 1921, pág. 320 y s. Sobre la crí­
tica do esas concopciones, v. Góny, Les bases fondamentalcs du droit civil. R&v.
I
trirn., 1922, pág. 779 y s. y sp. pág. 807 y s., reproducido en Science et Technique,
IV, 1924, pág. 159 y s. Inf. de las teorías do M. Duguit, Jéze, Les príncipes gené-
rcax du droit administratif (Ext. de la Lev. génévale d^ad-ministration, 1904.
(2) Esta teoría es desarrollada por Planiol, Traite élcmentaire, I, núm. 3016
y s. y 3046. V. también Ihering, Esprit du droit romain, Trad. Meulenacre, IV,
pág. 430; Barthélémy, Traite de Proit administratif, 10’ ed., pág. 24 y s.; Ives
Guyot, Rev. pol. et parí., dic. 1898; Van den Ileuvel, Mongin, de Vareillcs-Som-
mieres, Meuror, Schwabe, op. cit. Comp. Góny, Mhétode d’ínterpretation, 1» ed.,
pág. 121 y s. y sobre las sociedades comerciales solamente Thaller, Tr. élémentaire
de Proit commercial, núms. 274 y s.; Thallor y Pie, Tr. des sociétés conwnercíales,
I, núms. 177 y s. La aproximación entre la propiedad colectiva y la personalidad
moral es tanto más incitante cuanto que el Antiguo Derecho y el Derecho germá­
nico suministran una concepción intermedia en la Gesammtc Hand, V. Josserand,
loe. cit.
(3) Desde el punto de vista doctrinal y didáctico, la consecuencia de esta
Idea es que la teoría de la personalidad moral debe ser estudiada en la teoría de
la propiedad. Eso es lo que hace M. Plamiol en su Traite ólém&ntaire. Nosotros,
en cambio, hornos aproximado la personalidad moral a la personalidad física, con­
forme a la denominación y a la tradición y para no adoptar un plan que dependería
do una concepción doctrinal discutida.
TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS
64

Se han dirigido a esta teoría dos reproches principa­


les. En primer término, se aplica d i fícilinente a las per­
sonas morales que no son colectividades, como los hospita­
les, escuelas y fundaciones diversas. & En qué personas
físicas hallar el verdadero apoyo, de sus derechos >. Se­
guidamente, al confundir la personalidad moral y la pro­
piedad colectiva, se olvida la naturaleza extrapatrimonial
de muchos de los atributos de la personalidad moral: el
mismo objeto de las agrupaciones o fundaciones dotadas de
personalidad, les confiere ciertos derechos propios, tales
como el derecho de soberanía en el Estado; el derecho de
defensa del oficio, en el Sindicato obrero; y finalmente,
cualquiera que sea su objeto, toda persona moral tiene un
domicilio y un nombre. Ninguno de esos derechos puede
ser considerado como perteneciente a los miembros del gru­
po cuya personalidad ha sido reconocida; tienen por base al
* grupo mismo (1).
69. Continuación. Propiedad de afectación.—39 Al­
gunos autores, aun admitiendo que determinados derechos
: - y obligaciones pueden ligar a unas personas físicas con
otras, estiman sin embargo que los derechos y obligasiínies
no tienen necesariamente por base a las personas. Exis­
tirían patrimonios sin dueños, basados en la afectación a
un fin único de todos los bienes que forman parte de ellos
Í2). Esta afectación tendría el carácter de propietario.
Tal sería el caso de los patrimonios adscritos a los fines
respectivos de las asociaciones, de las fundaciones, y del
Estado.
Esta teoría, confundida algunas veces, erróneamente,
con la precedente, no tiene su valor. Puede parecer que,
al razonar así, no se hace más que un juego de palabras:
se rehúsa ver un sujeto de derecho en el establecimiento o
(1) ¿Son definitivas estas objeciones? So puede contestar a la primera quo
los hospitales y otras fundaciones pertenecen a la colectividad de sus beneficia­
rios que muchas veces hasta es la de los ciudadanos de la nación entera. En cuanto
a la segunda cae por su base, en cuanto se admite que los derechos oxtrapatrimo-
niales lo mismo que los derechos patrimoniales, pueden ser basados colectivamente.
Pero entonces la cuestión de la personalidad se convierte en una simple cuestión de
terminología y las teorías do la propiedad colectiva no difieren de la de la realidad
técnica sino por las palabras empleadas. M Góny ha demostrado perfectamente
(Sd2e etMenique, III, 1921, pág. 212 y s.) y M. Michoud ha reconocido (I, núma. 3
v 1 Tue ladivergencia era de orden puramente técnico (V. también declaraciones
L1U» a » £1 «•
su importancia. también Bckkor, Zum Lcbre, vam Rechtssubjct
(2) Brinz, op. cit. V. i 2 y s. J en
Jdhrbüchcr für Dogm’aUk, 18'-, P *
i"
LA PERSONALIDAD MORAL 65

en el grupo de que se trata, pero se ve un sujeto de dere­


chos en el patrimonio de ese establecimiento o de esa agru­
pación; esto no es más que un artificio de léxico.
70. B. Teoría de la ficción legal.—La teoría que ve
en la personalidad moral una ficción legal útil lia sido ad­
mitida sin discusión y sin límite, durante la primera mi­
tad del siglo xix (1). En reacción súbita contra su fal­
ta de liberalismo, han nacido todas las teorías divergentes. T
En esta concepción, las personas físicas son los únicos ver­
daderos sujetos de derechos; pero, por concesión, la ley les
da ficticiamente una personalidad calcada en las suyas a
ciertos establecimientos que considera útiles; esta es la per­
sonalidad moral.
Esta teoría adolece de un doble defecto: descansa en
un postulado no demostrado y carece de liberalismo. Está
fundada en mía afirmación sin pruebas, puesto que parte
de la idea a priori de que las personas físicas son los fínicos
verdaderos sujetos de derecho. Y de esta afirmación dis­
cutible, saca una consecuencia tiránica, al decir que la ley
sólo puede permitir a un establecimiento o a un sér colec­
tivo el poseer un patrimonio. Además, hay, por lo menos,
una persona moral que no toma su personalidad del Esta­
do: el mismo Estado.
71. C. Teoría de la personalidad moral, realidad téc­
nica.—Esta teoría parece ya invadir a Francia (2). Afir­
man que no hay ninguna imposibilidad en concebir dere­
I
chos que pertenezcan a otros seres que no sean los indivi­
duos humanos. Más aun, la naturaleza de las cosas orde­
na, a menudo, esta concepción. No se puede concebir sin
derechos propios, ni al Estado, ni a muchas sociedades, aso­
ciaciones o establecimientos. El hecho, para ellos, de ser
sujetos de derecho, lejos de ser una ficción, es, pues, una
realidad lógica y a veces necesaria. El Derecho romano y
el Antiguo Derecho habían ya comprendido así la persona­
lidad moral. Para ellos las universitates, por la naturale­
za de las cosas, estaban llamadas a poseer un patrimonio
propio, y el Estado no tenía necesidad de intervenir para
(1) V. especial mentó Laurent, I, núm. 287 y s.; Ducrocq, Cours de Droit
admin., 7’ ed., IV, pfo. 296. Comp. ya Lyon-Caen y Renault, Tr. de Droit Commcr-
cial II, núms. 12’6 y 3.; Jossorand, op. cit.; Lévy-Ullmann y Grünebaum-Baullin,
op. cit.
(2) V. nota Michoud, op. cit., sp. I, núms. 45 y s.; Saleilles, Valéry, Nast,
Créhiou, op. cit.; Gény, Science et téchniquo en Droit privé positif, III, (1921)
págs. 212 y s.; Uapitant, Introd. a l’ct. du Droit civil, 4* ed., núm. 160- A. Colín
y Uapitant, I, pág. 653 y s.; Pillot, op. cit., núms. 13 y s., sp. núm. 28.
1

66 tratado práctico de derecho civil francés

igualarla ficticiamente a individuos humanos; su misión


única era la de autorizar su formación (1).
Pero esta realidad de, las personas morales se conside­
ra puramente técnica. Aparece como la traducción más
simple y más lógica de fenómenos jurídicos ya indiscuti­
bles. Gracias a esta observación, se evita que choque la idea
que constituye el fondo de los dos precedentes siste­
mas, a saber, que no pueden existir lógicamente derechos
sino en interés de los hombres. Esto es evidente, pero eso
no impide que sea técnicamente útil a los hombres y en su
interés mismo, crear seres sobre los cuales harán descan­
sar derechos destinados, a fin de cuentas, a beneficiar a los
individuos.
Por ese medio, también, se evitan los extremos y los
errores de las teorías que van a ser examinadas en el párra­
fo siguiente.
* 72. D. Teoría de la realidad objetiva.—Varios auto­
res han llevado más lejos de lo que era necesaria la reac­
ción contra la teoría de la personalidad moral, ficción legal.
Se han esforzado efectivamente en mostrar que las perso­
nas morales presentaban los mismos caracteres objetivos
que las personas físicas, y respondían, en consecuencia, a
la misma definición filosófica de la persona.
Algunos han pretendido ver en la persona moral un
organismo tan completo y tan único como el de la persona
humana, puesto que la vida de la agrupación a que se le
reconoce personalidad es tan independiente de la vida de
sus miembros, como la vida del hombre es independiente de
la de cada una de sus cédulas. Esta es la teoría llamada
orgánica, cuya exageración se descubre, a simple vista (2).
Otros autores, sin ir tan lejos, han reducido el concep­
to de la personalidad al de voluntad y se han esforzado en
demostrar que las agrupaciones personificadas tenían una
voluntad propia, distinta de la de sus miembros, lo que bas­
taba para sentar su personalidad (3). Aun así reducida,
rñ Rnhrn pste punto: Planiol, Traite élémcntaire, I, núms. 3036 y 3037-
\ 7 ? ¿ \ vfitude du Droit civil, núms. 149 y s.
Capitant, Jn re j ismc e( société, t. Paría, 1896; Novicov Coheiencs eí
(2) Worm , Science sacíale contemperante, 3’ ed., pég. 222 y s., que vo
volonté sacíale. Eo , fisiol6gic0 y n0 una individualidad psicológica.
en la sociedad un .‘ ritMestro, Les personnes morales ct le proMems
(3) Zitclniarun, GicrKe, / París 1899. BolBtelj op cit '
de leur rcsponsabiMé P™ núm¡); 5 y EI pUnto do vista do M. Ilauriou «
Théorie générale de lEtt’ ue Bca también partidario do una realidad o?
igualmente un poco djícronte, que ha llegado a cierto grado do eoncentracMn
i jetiva. Para él, la “^"ierte automáticamente on persona moral (.Prineipés
y do organización, se c
droit public, cap. Xiv;.

I
LA PERSONALIDAD MORAL 67

esta pretendida realidad objetiva de las personas morales


peca doblemente, por su inutilidad y poi' su inexactitud.
Por su inutilidad, porque no es necesario, para descar­
tar la teoría de la ficción, demostrar que las asociaciones
son personas, en el sentido filosófico de esta palabra y que
están dotadas de una voluntad propia; basta con aceptar
que ellas pueden ser personas en el sentido jurídico, es de­
cir. sujetos de derechos y de obligaciones.
Por su inexactitud, porque no es cierto que la preten­
dida voluntad de las personas morales sea distinta de la_de
las personas físicas que expresan esa voluntad. No podría
rigurosamente pretenderse, sino cuando se tratara de una
agrupación cuyas decisiones se tomaran por la Asamblea
o junta general. Pero cuando la persona moral es un
hospital, por ejemplo, o cuando una decisión puede ser to­
mada, en nombre de una persona moral, por un solo hombre,
¿cómo sostener que esta persona moral tiene una voluntad
colectiva distinta de la ele su intérprete? En realidad, la
noción de personalidad jurídica no supone necesariamente
una voluntad distinta: el infans y el loco no la tienen; ella
supone solamente intereses distintos que son susceptibles
de expresarse por voluntades extrañas (1).
73. Conclusión.—Que la personalidad moral sea una
ficción o sea una realidad técnica, siempre será exacto que
su noción resulta indispensable para la formación de las
relaciones jurídicas. Total, es lo mismo como si hubiese en
el mundo, al lado de las personas físicas, otros sujetos de
derecho: las personas morales.
Pero, mientras que las personas 'físicas se hallan en
principio sobre un pie de igualdad, las personas morales
tienen derechos desiguales, porque esos derechos dependen
del papel que tienen que representar y que es muy diverso.
Hay en este punto una diferencia fundamental, que se ol­
vida con gran frecuencia cuando se estudia el problema de
la personalidad moral, estimando que todas las personas
morales, tienen el mismo estatuto. La técnica jurídica se
ejerce con mucha más libertad cuando se trata de personas
morales que cuando se trata de personas físicas. Por esta
razón, prestamente, el derecho de la personalidad moral se
crea con más vacilación y complejidad.
(1) V. Michoud, I, núins. 46 y 8.
68 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Sección II.—Clasificación de las personas morales.

74. Principio de la clasificación.—Algunas personas


morales representan, bajo diversas formas, la autoridad
pública en las funciones que ésta cumple; otras dependen
de la iniciativa de los particulares. Se nombran las pri­
meras personas morales de derecho público, o más simple­
mente, establecimientos públicos; las segundas, personas
morales de derecho privado, o, más simplemente, estableci­
mientos privados (1).
Unas y otras difieren, ante todo, por sus modos de
constitución y de extinción. Los establecimientos públicos
■ I no pueden ser creados y extinguidos sino por el Estado;
los establecimientos privados lo son generalmente por la
voluntad de los particulares, segrin las reglas ya exami­
* nadas.
Hay entre estas dos clases de personas morales otras
diferencias numerosas e importantes. Mientras que para
los seres humanos hay igualdad desde el pmito de vista del
goce de los derechos privados, para las personas morales,
el goce y el ejercicio de esos derechos se hallan sometidos
a ciertas condiciones de acuerdo con el servicio público lla­
madas a llenar.
Por su fin, los establecimientos públicos gozan de pri­
vilegios particulares; reglas especiales de contabilidad pú­
blica, régimen especial de las obras públicas, beneficios fis­
cales, reglas especiales de procedimiento (Art. 49, 83 y 401,
proc. civ.), facilidades para los préstamos del crédito in­
mobiliario, garantía particular sobre los bienes ele sus deu­
dores (Art. 2123-3’ Civ.), cualidad de funcionarios recono­
!
cida a sus administradores, carácter ejecutivo de las deci­
siones de esas autoridades.
Estos establecimientos, en cambio, se hallan sometidos
a una más estricta vigilancia que los establecimientos pri­
vados y a veces, desde el punto de vista del ejercicio de los
derechos nrivados, su situación es mucho peor. Bastará
citar como ejemplos, la necesidad de autorizaciones para
celebrar contratos de arrendamiento a largo plazo (ar-
i

4. lomfiftíición y las dificultades muy reales de la clasificacixn


(1) Sobre esta ^f^^houd, I, op. cit„ núms. 82 y s, pág. 220. aC16n
de ciertas personas morales, v.
I
LA PERSONALIDAD MORAL 69

1712) (1), para transigir, (art. 2045-3’) para adquirir o


para disponer de determinados bienes (2).
A propósito de estas reglas diversas, la jurisprudencia,
en ausencia de un texto preciso, ha tenido que declarar so­ ..
bre el carácter público o privado de un establecimiento.
75. A. Personas morales de derecho público.—Es­ ■

tado y circunscripciones administrativas.—Esta categoría


comprende en primer término al Estado y ciertas circuns­
cripciones administrativas.
El Estado se considera en todos los países como una
persona que representa a la nación entera en su soberanía
y- en su independencia. Ha sido calificado de “persona
moral necesaria” (3).
Ciertas circunscripciones administrativas territoriales
se hallan dotadas de personalidad: así es en cuanto a
los departamentos (4), a los municipios (5) y a las sec­
ciones de municipios (6). Las uniones de municipios tie­
nen igualmente personalidad (7). Ni el distrito que es una
circunscripción administrativa, ni el cantón, que es una
circunscripción judicial y financiera, tienen, en cambio,
personalidad: sería inútil, puesto que no tienen patri­
monio (8).
Hay que señalar igualmente la personalidad atribuida
a Argelia (9) y a las colonias francesas (10).
76. Establecimientos públicos.—Los establecimientos
públicos son ramas de los servicios generales del Estado,
separadas del conjunto para ser erigidas en órganos dota­
dos de vida propia. Un servicio público puede tener una
contabilidad y recursos financieros especiales- sin estar
por eso dotado de personalidad: así, por ejemplo, la Caja
(1) Sobre la imposibilidad para las personas de derecho público de invocar ¡
disposiciones legales sobre la prórroga de los arrendamientos: Civ., 23 marzo y 11
mayo 1920, S. J920. 1. 265, nota Hugueney.
(2) Leyes de 2 enero 1817, art. 2 y 3, y 7 agosto 1851, art. 9 y 10. Igual­
mente so podía citar antes, la necesidad de una, autorización para el ejercicio de
las acciones en juicio (art. 1032, Proc.), desaparecida desde la ley de 8 de enero
do 1905.
(3) Michoud, op. cit., I, núm. 107. Véase la discusión sobre el carácter y la
extensión do esta personalidad.
(4) Dic. 9 abril y 16 dic. 1811; ley 16 junio 1824 (sol. impl.) ; ley 10 mayo
1838.
(5) Ley 5 abril 1884, art. 90.
(6) Ley 5 abril 1884, -art. 128 y 13 nov. 1917.
(7) Ley 22 marzo 1890, añadiendo un título VIII a la ley de 5 de abril 1884.
(8) Planiol, Traite élémcntairc, I, núm. 3017. Véase la objeción hecha por
Michoud a esta explicación, op. cit., I, pág. 339, nota 1.
(9) Ley 19 dic. 1900.
(10) V. Tissier, Dons ct Lcgs, ¡núms. 728 y y el texto citado.
y
1

TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS


70

de los Depósitos y Consignaciones. Lo que caracteriza la


personalidad es la aptitud para tener derechos y obligacio­
nes propias. Además, es difícil a veces reconocer el esta­
blecimiento público; ya porque el modo de su creación es
variable (ley o decreto), ya porque el acto de su constitu­
ción lo mismo menciona especialmente la personalidad ci­
vil, como la supone implícita sin mencionarla, y por último,
porque el establecimiento se halla adscrito a veces a una cir­
cunscripción administrativa y parece confundirse con ella.
El número de los establecimientos públicos tiende a
aumentar (1). Ha sido creado un gran número de ellos por
leyes recientes.
Constituyen establecimientos públicos.
r Los servicios financieros del Estado dotados de
personalidad, la Caja Nacional de Ahorros (2), las dos Ca­
jas Nacionales de Seguros para casos de muerte o de en­
fermedad (3), la Caja de los Inválidos de la Marina (4)
* y la Caja.de previsión de los marinos franceses (5), los Fe­
rrocarriles del Estado (6).
2’ Establecimiento de alta cultura o de instrucción:
Instituto de Francia y cada una de las cinco Academias
que lo componen (7), Colegio de Francia (8), Academia de
Medicina (9), Universidades regionales (10), y cada una
de las facultades que las componen (11), Liceos y Cole­
gios (12). Escuelas normales primarias (13), Conservatorio
nacional de artes y oficios y Escuela de minas (14), Insti­
tuto agronómico (15). Escuela de Atenas y de Roma (16)
(1) Sin embargo, ha habido supresión, por la ley 9 dic. 1905 sobre la sepa­
ración de la Iglesia y el Estado, de los establecimientos religiosos; fábricas, mesas,

capítulos, consistorios y consejos presbiterianos, V. Planiol, Traité élémentaire, I,
núm. 3027, y Michoud, op. eit., I, núm. 133, pág. 357.
(2) Ley 9 abril 1881, arts. 15 y 36 abril 1910, art. 73. Pero esta solución
es discutible. Michoud, op. eit., I, pág. 392 y la jurisprudencia parece contraria:
Aix 18 junio 1908, D. 1910. 2. 4; C. de Estado, 2’4 dic. 1919, D. 1911, 3. 127.
. ■ ’ (3) Ley de 11 julio 1868, art. 9.
(4) Aucoc, Conférences de droit administranf, 3’ cd., I, pág. 360; G. Ripcrt,
Vroit maritime, 2* ed-, I, núm. 685.
(5) Ley de 29 nov. 1905, art. 2.
(6) Ley de 13 julio 1911, art. 41. Comp. antes de esta ley, C. de Estado 10
> dÍC- 5 f™eytiTorTo°in?22Dabril06Í79¿ 8°-
(7)
(8)
OrT’I d^mo/arL 18; ky^?^julio 1911 (art. 121).
(9)
(10) Ley 10 julio 1896.
(11) Ley 28 abril 1893, art. 71.
(12) Ley 7 abril 1850, art 15.
(13) Lev 19 julio 1889, art. 4/.
Ley 13 abril 1900, arts 3- y 34.
(14)
Ley 25 feb. 1901, art. 7
(15) Ley 31 marzo 1903, art. 71.
(16)
LA PERSONALIDAD MORAL 71

y un cierto número de escuelas erigidas en establecimien­


tos públicos por leyes recientes (1).
39 Establecimientos de asistencia pública, hospicios y
hospitales (2), que pueden estar adscritos a una circuns­
cripción administrativa, oficinas de beneficencia (3), Ofi­
cina nacional y oficinas departamentales de los pupilos de
la nación (4), Caja de crédito municipal llamadas antes
Montes de Piedad (5), Cajas de Escuelas (6), Comités de
viviendas baratas (7), Oficinas de asistencia médica (8),
depósitos de mendicidad (9) y según algunos autores, las
cajas de socorros a los obreros mineros (10) y los asilos de­
partamentales de alienados (11).
49 Establecimientos de interés nacional, tales como la
|
Orden Nacional de la Legión de Honor (12), ía Oficina Na­
cional de Comercio Exterior (13), los Museos Nacionales
(14), el Dispensario Público de Higiene Social (15), la Ca­
ja de las Investigaciones Científicas (16), la Oficina Co­
I
í! v
lonial (17), la Oficina de Pescas Marítimas (18).
59 Agrupaciones locales necesarias a la vida econó­
mica, Cámaras de Comercio (19), Cámara de Industrias
termales y climáticas (20), Cámara de agricultura (21),
puestos libres (22).
(1) Escuela de las minas de Saint-Etienne (ley 22 abril 1905, art. 63 y ley
30 enero 1907, art. 76) ; Escuela de los maestros mineros de Alais y de Douai (ley
12 junio 1920) ; Escuelas nacionales de agricultura (ley 5 abril 1920) ; de aguas y
bosques (ley 27 junio 1921), de horticultura (ley 9 de agosto 1921, art. 6), do
puentes y caminos (ley 29 agosto- 1921, art. 46).
zox Ley 16 vendimiario año V.
(2)
(3) Leyes de 9 frimario año V y 2'8 pluvioso año VIII.
(4) Ley do 27 julio 1917, arts. 9 y 16.
(5) Ley de 12 abril 1922. C. do Éstatdo 20 junio 1919, D. 1922. 3. 13, nota
Puget. Michoud, I, núm. 92.
(6) C. do Estado 17 mayo 1900. Kcv. gén. d’administration, 1901, 1. 301; C.
do Estado, 22 mayo 1903, D. 1906. 3. 1., concl. Romieu, S. 1905. 3. 37, nota Hauriou.
75 y s. que reemplaza la ley de 30 nov. 1894.
Ley de 5 dic. 1922, art. " íi
I
(7) “
(8) Ley de 15 julio 1893.
(9) Ley do 12 abril 1912. *
(10) Ley do 29 junio 1894, art. 6. V. Michoud, op. cit., I, núm. 90, pág. 251.
(11) Michoud, op. cit., I, núm. 132, pág. 395. La jurisprudencia es contraria.
(12) Ley 18 floreal año X y decreto 16 marzo, 1852.
(13) Leyes de 4 do -abril 1898, art. 1? y 25 abril 1919, art. 6.
(14) Ley 16 abril 1895, art. 52.
(15) Ley 15 abril 1916, art. 2.
(16) Ley 16 julio 1901.
(17) Lev 28 fob. 1904.
(18) Ley 31 dic. 1918, art. 10.
(19) Decreto de 3 sept. 1851, art. 19; ley 9 abril 1898; art. I9 Para las agru-
paciones regionales de cámaras de comercio, la cuestión es discutida; v. Berthó-
lemy, Droit administratif, 10’ ed., pág. 764.
(20) Ley 13 abril 1910, art. 7, y 24 sept. 1919, art. 7.
(21) Ley 3 enero 1924, art. 33.
(22) Ley 12 junio, 1920. Los puertos autónomos deben ser creados por
una • ley.
I

72 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

6’ Las sociedades de funcionarios ministeriales (1)


y los Colegios de Abogados (2) ; pero no todos los cuerpos
constituidos tienen personalidad (3).
77 B. Personas morales del derecho privado. Dis­
tinción.—Las personas privadas son establecimientos, fun­
dados y regidos por particulares, que actúan a veces bajo
la vigilancia y con el permiso de la administración, pero
sin ninguna delegación de poder público.
Pueden concebirse dos tipos: la fundación y la agru­
pación.
78. Fundaciones.—La fundación no se halla directa­
mente prevista por ninguna disposición del derecho fran­
cés; el Código alemán (4), en cambio, la reglamenta bajo
el nombre de Stiftung (Art. 80-89). Ella se compone de
una masa de bienes destinados por la voluntad de una per­
sona, el fundador, a un servicio determinado; y pro­
* vista, para este servicio, de personalidad jurídica. Puede
ser constituida, o por actos entre vivos o por testamento,
que determinen institución, la afectación de los bienes y su
organización. Como esta institución responde a una nece­
sidad de todos los países, se han esforzado en Francia por
suplir el vacío de la ley por medio de procedimientos di­
versos que aún continúan siendo muy imperfectos (5).
! Prácticamente, el éxito de las fundaciones depende de la
voluntad del Gobierno, puesto que este es libre de conceder­
i i ..
les personalidad civil por un procedimiento que se usa tam­
bién para ampliar la personalidad de las asociaciones y
que es; la declaración de utilidad pública. Esta declara­
ción resulta de un acuerdo tomado por el Consejo de Esta­

do (6) ; y no impide a los establecimientos que la obtengan

(1) Notarios: ord. de 4 enero 1893 y C. de Estado, 2 dic. 1881, D. 82. 3. 21;
procuradores y ujieres: Caen, 2o julio 1870, D. 72. 1. 25; agentes de bolsa, Caen,
16 feb. 1885 D. 86. 1. 261; S. 86. 1. 456; V. sin embargo Burdeos. 22 mayo 1911,
S. 1916. 2. 65, nota Bonnecase, y C. do Estado, 27 feb. 1911, pfig. 190.
(2) Decreto de 20 junio 1920 (arta. 1’, 16 y 18). V. antes do oso decreto,
Aubry et Rau, I. pfo. 54, nota 15. Michoud, op. cit., I, núm. 95.
(3) Planiol, Traite élémentairc, I,. núm 3026
(4) V. sobre el derecho alemán, Radulesco, La fo.ndation prwé dans le droit
París 1924 fundaeionM „ucstro Traite des Donatiens.-
BiBL ^nk-Truehy Bavier du Magny, Geouffre ¿te Lapradolte Coquet, tesis
tévy Ultaann y Grunebaum-Ballte, oP. c*. I»f. y d>scu8I6„. BuU. Soc,
et. Ug^ 19¿0’2P^88 y 21 agosto 1872f> art. 5> pfo 4. L

julio 1901, art. 10.


LA PERSONALIDAD MORAL 73

el continuar siendo personas de derecho privado (1), si bien


sometidos a una cierta tutela administrativa.
79. Sociedades y asociaciones.—Las agrupaciones vo­
luntarias, dotadas de personalidad, son las siguientes:
l9 Las sociedades mercantiles, creadas conforme a los
preceptos del Código de Comercio, de la ley de 24 de julio
de 1867 y de las demás leyes comerciales, que ya no les im­
ponen ninguna autorización para su formación, tienen per­
sonalidad de pleno derecho (2).
29 Las sociedades civiles, constituidas conformes al
Código civil y a diversas leyes especiales, tienen también
personalidad civil de pleno derecho, de acuerdo con la juris­
prudencia (3).
3* Las asociaciones sindicales (4), formadas entre
propietarios terratenientes para llevar a cabo ciertos tra­
bajos de interés común, tienen igualmente personalidad,
siempre que se trate de asociaciones sindicales libres (ley
21 junio 1865, Art. 3).
49 Los sindicatos profesionales, regularmente cons­
tituidos por la presentación en la Alcaldía de los estatutos
y de los nombres de los administradores, adquirentes de ple­
no derecho una. personalidad civil que es completa desde
la ley del 12 de marzo de 1920, que modificó al Art. 6 de
la ley de 21 de marzo de 1884.
59 Las sociedades de socorros mutuos, mediante la
presentación en la subprefectura de los mismos requisitos,
son de pleno derecho personas morales, que gozan de cier­
tos derechos (Ley l9 abril 1898, Art. 15) ; si sus estatutos
se hallan conformes con las prescripciones generales de la
ley. tienen, además, el derecho absoluto de ser aprobadas
(1) La distinción de los establecimientos públicos (personas de derecho pú­
blico) y do los establecimientos de utilidad pública (personas de derecho privado)
no ha sido bien comprendida hasta, muy tarde. Los arts. 910 y 937 del C. eiv. pa­
recen confundirlos bajo el nombre de establecimientos de utilidad pública. La ley
de 3 de septiembre do 1851, art. 19, da este nombre a las cámaras de comercio.
(2) Salvo si so trata por lo menos en algunas de ellas, de una propiedad co­
lectiva. V. Saleilles, op. cit.; Thaller, Tr. él. Dr. Com., núms. 274 y s.; Thaller y
Kc, Tr. des sociétés, I, núms. 177 y s. Además, las sociedades de cuenta en parti­
cipación, a causa de su carácter oculto, son la excepción a la personalidad de las
sociedades comerciales. So consideran como sociedades comerciales las cajas de
ahorros, que no son- establecimientos públicos, sino establecimientos privados (C. do
Estado, 28 juuio 1912, D. 1915. 3. 33).
(3) Req., 23 feb. 1891, D. 91. 1. 337, S. 92. 1. 73, nota Meynial; 2 enero 1894,
D. 94. 1. 81, S. 94. 1. 129 (motivos).
(4) La jurisprudencia ve en estas asociaciones establecimientos públicos. Tr.
Conflictos, 9 dic. 1988, U 1901. 3. 42. En el mismo sentido, Michoud, op. cit., I,
núm. 83. Contrd, Ducrocq, Droit administratif, 6’ ed. II, núm. 1574; Hauriou, Droit
administratif, 3* ed., .púg. 788; Berthélémy, Droit adininistratif, 10’ ed., pág. 658.
74 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

por decreto ministerial (Art. 16 y s. de la misma ley) ; fi­


nalmente, por acuerdo del Consejo de Estado, pueden ser
declarados de utilidad pública (Art. 32), lo que amplía su
personalidad.
69 Las asociaciones que pueden ser libremente for­
madas desde la ley de l9 de julio de 1901 (1), no adquieren
personalidad civil, sino por medio de una declaración he­
cha en la prefectura o en la subprefectura, con presenta­
ción de los estatutos, indicación del nombre de la asocia­
ción, de su domicilio social y de sus administradores o di­
rectivos (Art. 5). Los atributos de esta personalidad son
reducidos; para ampliarlos, las asociaciones pueden pedir
la decía ración de utilidad pública (Título II de la ley).
79 Las congregaciones religiosas, lejos de gozar de
las disposiciones de la ley de 1901, han sido sometidas por
esta ley a im régimen de excepción (2) ; no pueden ser crea­
das sino mediante una autorización que exige siempre la
intervención del legislador. La ley de 7 de julio de 1904,
además, ha suprimido enteramente las congregaciones de
enseñanza, incluso las autorizadas anteriormente.
Sección HI.—Extensión de la personalidad moral.
80. Derechos de las personas morales en general.—Es­
tos establecimientos con personalidad reconocida no tienen
siempre una personalidad moral completa; se les niega al­
gunos derechos. La importancia de estos derechos parece
depender del fundamento que se da a la personalidad moral.
La teoría de la realidad objetiva de las personas mora­
les conduce a reconocerles todos los derechos de las perso­
nas físicas, a no ser que una disposición restrictiva de la
ley lo impida. La de la ficción legal no les da, en cambio,
sino los derechos que el Estado tiene a bien reconocerles,
asimilándolas en una medida más o menos amplia a las per­
sonas físicas. Las demás teorías conducen a distinciones;
la que no ve en la personalidad moral sino una propiedad
colectiva parece atribuir a la persona moral la facultad de
(1) Sobre la situación anterior a 1901, v. Planiol, Traité élémen-taire, I,
núm. 3038 a 3039. . ~ . Q inni r» mnr-
(21 Sobre los caracteres distintivos, v. Crim. 8 julio 1904, D. 1905. 1. 59.
r> / to «■ lon^. T vnn 2 feb 1904; Riom, 13 feb. 1904. D. 1905. 2 137-
av iblly U* "2 abril 1911, D. 1912. 1. 13. V. también la importan^
ñola "de A Esmei^ S. 1^03. 1. 425 que vo onlae eongrogaewnee, mée qUo aeoeia-
ciones, órganos secundarios de la Iglesia ca
LA PERSONALIDAD MORAL 75

poseer colectivamente todos los derechos patrimoniales que


sus miembros pueden poseer individualmente; pero su per­
sonalidad se reduce a los derechos patrimoniales (1). Y
por último, los que ven en la personalidad moral una sim­
ple realidad técnica dan a la persona moral los derechos
que se determinan por los intereses que representa. /Yunque
la intervención de la ley positiva limita las consecuencias
de la elección entre estas diversas teorías, esta última, que
es la más seguida, conduce a los mejores resultados prácti­
cos, al permitir que se concedan determinados derechos ex­
trapatrimoniales a las personas morales.
81. A. Derechos extrapatrimoniales de las perso­
nas morales. Caracteres.—Estos derechos resultan im­
puesto por aquellos intereses de los cuales las personas
morales vienen a significar sus adaptaciones técnicas. Al­ ¡i
gunos son comunes a todas las personas morales; otros de­
penden del objeto de cada una de ellas.
La distinción de los establecimientos públicos y de los
establecimientos privados es todavía capital en este punto,
porque los primeros, teniendo que asegurar un servicio pú­
blico, tienen derechos y prerrogativas que corresponden a
la soberanía. I
En relación con los establecimientos privados, se pue­
den señalar, entre los derechos especiales que pueden co­
rresponderles los derechos de patria potestad y de tutela
conferidos a ciertos establecimientos de asistencia, y el de­
recho de elección para las cámaras de comercio concedido
a las sociedades comerciales.
82. Nombre y domicilio.—Todas las personas mora­
les tienen derecho a un nombre, que sirve para distinguir­
las, y que es, o conferido por el acto de constitución, o es­
cogido libremente por el establecimiento (2).
Tienen un domicilia que las sitúa jurídicamente, desde
el punto de vista de la competencia de los tribunales, de
las notificaciones que les sean dirigidas del inicio de la
quiebra (3).
(1) Sin embargo, los partidarios do esta teoría no la pueden llevar do hecho
hasta esta consecuencia. En realidad, como so ha visto, nada impediría decir que
los derechos extrapatrimoniales, del mismo modo quo los derechos patrimoniales,
pueden ser poseídos colectivamente.
(2) Las sociedades comerciales dobon observar, para la elección de ese nom­
bre, las reglas que dependen do la forma do la sociedad (nombre colectivo, en co­
mandita, anónima).
(3) Con la reserva hecha por la jurisprudencia llamada de las sucursales
principales. V. infrd, núm. 144-145.
76 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

83. Nacionalidad.—Las personas morales de derecho


público tienen la nacionalidad del Estado de que emanan.
En cuanto a las personas de derecho privado, tienen, en
cierto sentido, una nacionalidad propia, distinta de la de
sus miembros o de sus administradores. Se someten, efec­
tivamente al fundarse, a la ley de un país determinado que
regula los caracteres y la extensión de su personalidad. En
Francia, se determina su nacionalidad por su asiento so­
cial. Pero es necesario no deducir de ello que la naciona­
lidad así adoptada por esas sociedades sea de la misma na­
turaleza que la de las personas físicas, y que se deba conce­
der a las personas morales que tienen su asiento social en
Francia, los privilegios que la ley francesa concede a sus
nacionales. Esta confusión en que incurrían antes de 1914
la doctrina y la jurisprudencia francesas (1), procedía de
una equiparación completa, ya real (teoría de la realidad
objetiva), ya ficticia (teoría de la ficción legal), de las
personas morales y las personas físicas. La imprudencia
se ha revelado en los casos de sociedades compuestas por
súbditos enemigos, las cuales, porque tenían su asiento so­
- cial en Francia, pretendieron, durante la guerra, ser tra­
tadas como si fueran de súbditos franceses (2).
84. Defensa de los intereses morales.—Las asocia­
ciones pueden igualmente tener que defender judicialmen­
te los intereses morales que tienen bajo su custodia. No
pueden hacerlo sino en el caso de que sufran un daño moral.
La Corte de casación, que en 1913 había admitido la acción
del sindicato profesional (3), en 1923 se ha negado a ad­
I mitir la acción de una asociación de funcionarios para la

defensa de la función pública (4). La jurisprudencia pa­
rece también rehusar, a las asociaciones formadas para la
(1) Principalmente, a propósito de la cautio judicatwn solví, do los dere­
I . . • chos de elección y de elegibilidad en los tribunales y cámaras de comercio, mate­
; ■ ria en que los privilegios de los nacionales franceses eran concedidos a todas las
sociedades que tuvieran su asiento social en Francia.
(2) Especialmente para, exitar el secuestro. V. sobre la materia: Bull. Soc.
Lég. comp., 1916, p. 405 y s.; 1917 y 1918, informe de M. Lyon-Cacn y discusión.
Bull. Soc. Et. lég., 1920, p. 42 y s.; tesis Román, París, 1919; Pepy, París, 1920;
Marcel Cuq París, 1921. Wahl, Droit civil ct c&mmarcuü de la guerra, I, p. 791 a
954 II p 295 a 321 Nota S. 1916. 2. 17; Situation dos sociétés ennemies cu com­
posees de'sujets ennemies, J. des Soc., 1916, p. 153; Landry, La nationalité des so­
ciétés, Rev. pol. et parí, 1916, p. 182 y s.; Gain, La natwnalUé des sociétés avant
et depuis la guerra, 1^; Pillet y Niboyet, Manuel de droit intcrn, núm. 236.
(3) Cas Caín, reunidas, 5 abril 1913, informe Falcimaigne, concl, Sarrut, D.
1914. 1. 61, nota L. S, S. 1920. 1. 49, nota Mostré, a cuestión, no es ya discutible

1923> D’ 1®24’ h (Ami-


calj^nsmuteuís-rcardina! Lueon) Sobre esU asunto^. L. Rolland, uota D.

i 11 1913. 1. 321; Chavegrin, (notas en b. ivi • ’


LA PERSONALIDAD MORAL 77

protección de la moral pública, el derecho de constituirse


como parte civil en la persecución de los delitos contra
las costumbres. Esta cuestión que se relaciona con la se­
paración del daño colectivo, será estudiada en el tratado de
las obligaciones (1).
85. B. Derechos patrimoniales. Comparación con
las personas físicas.—El concepto de la personalidad moral
tiene como consecuencia el hacer que se considere a la perso­
na moral, y no a los miembros que la componen propieta­
ria de los bienes afectados al servicio que constituye su ob­ ’i
jeto o a los intereses defendidos por el establecimiento. El
Código civil deriva de esta idea la consecuencia de reputar
muebles los derechos de los asociados (Art. 529).
No obstante, los derechos que pertenecen a la persona
moral sobre su patrimonio no son tan completos como los
de la persona física. De una parte, efectivamente esta per­
sona no posee derechos sino con un objeto determinado:
de ahí el principio de la especialidad; de otra parte, la ley,
en interés público, restringe o reglamenta esos derechos; y
por último, la persona moral está obligada, en una medida
que es difícil de determinar, a respetar los derechos indi­
viduales que pertenecen a los miembros de la agrupación.
86. Especialidad.—El principio de la especialidad (2)
implica el que las personas morales no reciban derechos y
no celebren actos sino de acuerdo con su objeto. En todo
otro dominio, en efecto, su personalidad no tiene razón de
ser. El objeto de la persona moral es inmutable para las
fundaciones; para las asociaciones, en cambio, puede reci­
bir modificaciones por voluntad de sus miembros, y para
los establecimientos públicos, o corporaciones su objeto se
defino por el estado.
La sanción del principio de especialidad se manifiesta
sobre todo cuando los establecimientos reciben, mediante
ciertas cargas, donaciones sometidas a la autorización ad­
ministrativa. Esta autorización no es concedida sino en
función del principio de la especialidad de la cual la ad­
ministración es entonces el único juez, con exclusión de los
(1) Sobre el conjunto de la cuestión, v. Disc. Soc. Prisiones, Rev. pénit.,
1916, p. 381. Prop. Bérengcr-Ribot, 27 mayo 1909, comentada en la Rev. pénit.,
1909, p. 901; Nourrisson, Rev. pénit., 1910, p. 750; Garcon, Rev. pénit., 1913, p.
757 y 1205; Roux, nota en Crim., 23 enero 1914, S. Í6. 1. 89.
(2) iMichoud, op. cit., II, núm. 243 y s.; Henri Ripert, tesis París, 1909:
Béqué, t. G renoble., 1908.
I

78 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tribunales civiles (1). En los demás casos, corresponde a


esos tribunales anular los actos celebrados por un estable­
cimiento, que resulten contrarios al principio de su espe­
cialidad y, por consecuencia, sin personalidad civil (2)
La especialidad no debe ser en modo alguno conside­
rada demasiado rigurosamente. Así, pues, las suciedades,
órganos destinados a realizar y a repartir beneficios.- pue­
den recibir y dar donaciones (3). Además, cuando se tra­
ta de agrupaciones, hay que tener en cuenta su derecho a
a modificar' por ellas mismas su objeto (4).
87. Límites legales.—Además del principio de la espe­
cialidad, el Estado limita, por desconfianza a las umanos
muertas” la extensión de los derechos patrimoniales acce­
sibles a las personas morales de derecho privado. Esta li­
mitación no afecta ni al patrimonio de las sociedades civi-
les ni mercantiles, ni al de las asociaciones sindicales, ni al
* de los sindicatos profesionales (Ley 12 de marzo 1920 que
modifica el Art. 5 de la ley de 21 de marzo de 1884). La
sufren todavía hoy las asociaciones y las sociedades de so­
corros mutuos.
I9 Las asociaciones simplemente declaradas (5) no
pueden recibir nada fuera de las cuotas de sus miembros;
ningún máximun se ha fijado directamente para esas cuo
tas, pero la ley limita a 500 Francos la suma prevista para
la readquisición de que pueden ser objeto (Art. 6). No pue­
den hacer ninguna inversión inmobiliaria con el producto
I Bi de las cuotas, pues la asociación no puede poseer sino los
inmuebles indispensables a su funcionamiento (6).
(1) Es preciso reservar no obstante el caso on quo la liberalidad, incluso au­
torizada por el Consejo de Estado, impusiera a la persona moral una actividad quo
la ley le prohibiese. Sería hecha entonces con una condición ilícita. Esta condi­
i ción sería reputada no escrita, por los tribunales civiles, a menos de que fuera la
- causa impulsora y determinante de la liberalidad quo, en esc caso, caería comple­
■■ tamente. Esta soluciones son corrientemente aplicadas en los casos de liberali­
• dades hechas a los municipios con encargo do sostener escuelas libres. Sobre los
principios, v. Michoud, op. cit., II, núm. 257; Capitant, Intr. a l’étudc du, Droit civil,
- núm. 193 4’ ed. p. 247, nota 2, y nuestro Tratado de las Donaciones.
I d ¡' (2) ’ Sobre los actos do los sindicatos extraños a la defensa profesional, v.
I Grim 19 junio 1908, D. 1909. 1. 21. S. 1910. 1. 57. La especialidad a voces so
garantiza, por una responsabilidad penal do la persona moral o do sus órganos (V. Loy
1 21 marzo 1884, art. 8).
I (3) Aubry ct Rau I, § 54, p. 281; A. Colín y Capitant II, p. 619; Capí-
tant, Introduction, núm. 192, p. 245; Lot, Des liberahtes auo sociales, t París, 1895.
Véanse también, sobro las cooperativas de consumo, los términos formales de la ley
de 7(41 ySobr1e7’esate principio V sus. límites, v. Michoud, op. cit II, núm. Sol.
(.4; aoore este j j ‘uand ouo so puede reconocer a las asociaciones ™
(5) Sobre1 laLociations non déclarécs, Rev triin°
declaradas, v. Margat, De la capacite acs ev. tnm.,
1905,(p. 235-Ma^^ De ja dM associations déelarées, Rev. trun, 100T>

p. 5.
i'
LA PERSONALIDAD MORAL 79 I

Si la asociación se hace reconocex* como de utilidad pú­


blica, adquiere el derecho de recibir a título gratuito con au­
torización administrativa; pero continúa sin poder poseer
más que los inmuebles necesarios a su funcionamiento (Art.
11) ; además, todos sus valores mobiliarios deben ser nomi­
nativos.
29 Las sociedades de socorros mutuos, ya sean libres
o aprobadas, no pueden poseer inmuebles sino hasta la con­
currencia de las tres cuartas partes de su capital (l9 Abril
1S98 Art. 15 modificado por la ley de 15 de Agosto de 1923
y Art. 20). En virtud de los mismos textos, pueden reci­
bir a título gratuito mediante la autorización administra­
tiva. La ley limita además las invenciones mobiliarios po­
sibles para las sociedades aprobadas y prescribe el depó­
sito de sus valores al portador en la Caja de los Depósitos
y Consignaciones.
En cuanto a la declaración de utilidad pública, da a la
sociedad anteriormente aprobada el derecho de poseer in­
muebles en una medida fijada por el decreto que concede
ese derecho, en una cuantía que puede ser superior a las
tres cuartas partes del capital social (Art. 33) (1).
88. Reserva de los derechos individuales.—Finalmen­
te, el ejercicio por parte de la persona moral de los derechos
que le corresponden tiene un límite en los derechos indi­
viduales que corresponden a los miembros de la agrupación.
Cuando la persona moral es una agrupación de indi­
viduos, su personalidad se manifiesta, tanto en el exte­
rior, como en sus relaciones internas. Como miembros de
la agrupación, estos individuos le reconocen una autori­
dad. le confieren un derecho de dirección al cual se some­
ten y que constituye la unidad necesaria do la persona mo­
ral. No obstante, esta sumisión no es absoluta. La adhe­
sión de los miembros al organismo social no se hace sino
con reserva de ciertos derechos individuales que no se po­
nen a la disposición de la agrupación (2). Como esta ne-
(1) So observará que el prejuicio contra la mano muerta no ha continuado
ejerciéndose sino on materia inmobiliaria, en nuestra época en que las más grandes
potencias financieras se hallan en poder do la fortuna mobiliaria; es esto un signo,
entro otros muchos, do su carácter en gran parte anticuado.
(2) V. Michoud, op. cit., IT, núm. 167. Son los Sondcrrechte del derecho ale­
mán. Es esta observación la que, según algunos autores, limita en Derecho público las •
prerrogativas del Estado on las relaciones con los individuos. En derecho mercan­
til, se basa en la distinción de la acción social y de la acción individual, así como
on la extensión de los derechos de las asambleas extraordinarias en las sociedades
por acciones (V. la importante nota do Thaller, D. 93. 1. 106). Es también esto
problema el que domina el carácter do los contratos colectivos do trabajo celebra
dos por los sindicatos, y la autoridad de esos contratos en relación con los sindi
cados.
80 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

gación es frecuentemente implícita, encuentra a veces di­


ficultad en determinar con precisión a qué derechos se re­
fiere. La cuestión es de aspecto práctico, puesto que la
validez de las decisiones tomadas por los órganos generales
de la agrupación, depende de saber si han respetado los de­
rechos reservados por sus miembros.
El problema ha resultado tan difícil para las socieda­
des anónimas, que el legislador ha tenido que intervenir pa­
ra resolverlo, en caso de silencio de sus estatutos, por medio
de una serie de reglas que fijan los derechos de sus asam­
bleas extraordinarias (leyes de 16 noviembre de 1903 y 22
noviembre de 1913).
89. C. Personas morales extranjeras. Reconoci­
miento de su personalidad (1).—Como las personas morales
tienen una nacionalidad, la cuestión de la condición de las
personas morales extranjeras surge necesariamente. Sola­
* mente los principios pueden ser señalados aquí.
Los que consideran la personalidad moral como una
ficción legal, concesión benévola hecha por el Estado a de­
j ■- terminadas agrupaciones, han tenido que llegar a la con­
clusión de negar todo derecho a las personas morales ex­
tranjeras (2). Como tienen su vida ele la soberanía de un
Estado, no pueden tenerla sino dentro de las fronteras de
ese Estado. Parece, no obstante, que hay en eso algo de
exageración, porque al considerar a las personas morales
reconocidas por un Estado como personas físicas que de­
penden de ese Estado, se puede perfectamente admitir el
reconocimiento y el respeto, por parte del juez extranje­

r. ro, de la persona así creada (3).


Cuando se considera, en cambio, que la personalidad
moral supone una propiedad colectiva o que corresponde a
una realidad, se llega naturalmente a admitir que esas per­
sonas sean reconocidas por todos los Estados que forman
í * . parte de la comunidad jurídica. Esta es la solución univer­
salmente aceptada hoy (4).

r
(1) Pillet, Les personnes morales en droit int. privé, 1914, y las tesis preci­
tadas sobre la nacionalidad de las sociedades, principalmente las de Marc.nl Cuq
y 1 Laurent Droit civil, I, núm. 30fl, y Droit civil International, IV, núm. Jl»
y s • Aubry y Rau, I, $ 54; Weiss, Traité de Droit int. privé, 2» ed., II, p. 452. V.
conm manifestación de esta doctrina enla jurisprudenciaReq V agosto 1860. D.
60 1. 444 S. 60. 1. 865; Cas. Turín, 21 dic. 18.)/, S. 1900. 1. 2o, Cas. belga, 20
marzo 1902 (sol. ’impl.), Cluncl, 1904 p. 198.
(3) V. Pillet, op.. cit., núm. ■ " • ¿ droit int. privé, 1913, p. 681 v a .
(4) Pillet, op. Sc¡t íl núm. 322 y s.; Rcv. gen. de droii inl'
Wé^ír^k) ¿X élé^enlaire de droit latera. privé, núm. 137; Pille¿
■ '1

í ! '■?
LA PERSONALIDAD MORAL 81

90. Caracteres de las personas morales extranjeras.


—Subsiste, en cambio, la discusión respecto de los carac­
teres de esas personas morales y la ley que debe determi­
narlos. La teoría de la propiedad colectiva conduciría ló­
gicamente a aplicar la ley territorial: la teoría de la perso­
nalidad real reclamaría la aplicación de la ley nacional.
Sin dejarse guiar en semejante materia por una con­
cepción demasiado rígida, parece que, para determinar la
condición y ]a capacidad de las personas morales extran­
jeras, se puede establecer una doble regla.
I9 Los derechos de esta persona moral se hallan desde
luego determinados por la ley que ha presidido su forma­
ción: esta persona no puede tener más derechos de los que
la ley nacional le concede (1).
29 Esos derechos, en segundo lugar, se hallan limita­
dos por las reglas del derecho francés aplicables a los es­
tablecimientos similares que tienen nacionalidad francesa.
Se puede considerar, por lo tanto, que la ley francesa traza
a esos establecimientos límites de acción de los que no de­
ben salirse por razones de orden público. Como la ley
francesa tiene en este punto el carácter de una regla de
orden público se opone al reconocimiento de derecho más
amplios en beneficio de personas extranjeras (2).
Hay que añadir que a veces la ley nacional considera
que los límites de la actividad de las personas morales ex­
tranjeras, deben ser más estrechos que los otorgados a las
personas francesas, y entonces impone a esas personas con­
diciones particulares (3).
Sección IV.—Vida de las personas morales.
91. Forma de constitución de las personas morales.
—Las personas morales de derecho público no pueden real­
mente ser fundadas sino por el Estado, árbitro único sobre
y Niboyct, Traitó élémentaire de droit int. privé, págs. 234 y s.; Capitant. Intro*
duction,, núm. 184; Baudry-Lacantineric y Houques-Fourcade, I, núm. 308. A.
Consejo de Estado, 12 enero 1854, D. 56. 3. 16, S. 55. 2’. 800.
(1) V. las referencias precitadas especialmente, Michoud, núm. 324.
(2) Michoud, op. cit., II, núm. 328-329; Baudry-Lacantineric y Houques-Four­
cade, I, núm. 310; Capitant, IntToduction-, núm. 184; Comp. Pillet, Les personnes
'inorares en. droit interna privé, núrns. 74 y s.
(3) La ley de 30 de mayo do 1857 no admite la existencia, en Francia, de las
sociedades anónimas extranjeras, a menos de que estén autorizadas por un decreto
que puede sor común a todas do un país determinado. Tal es al menos el sentido
general reconocido a este texto que no parece haber sido derogado por la ley do
1867. Véanse también las leyes de 17 marzo 1905, 19 dic.* 1907, 3 julio 1913 y 20
fcb. 1922 sobro las sociedades de seguros, ahorros y capitalización.
T¡'
82 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

la oportunidad en que deba dar un patrimonio especial a


determinado servicio público. La forma de constitución de
las personas morales de derecho privado, por el contrario,
parece depender teóricamente de la naturaleza atribuida a
la personalidad civil.
Si se ve en la personalidad civil una ficción, benévola
y artificialmente creada por el legislador en beneficio de
los establecimientos que quiere favorecer, tendremos que
los particulares serán radicalmente impotentes para crear
personas morales sin una intervención del legislador. Esta
intervención, además, podrá ser particular a un estableci­
miento determinado, o general para toda una categoría de
establecimientos definidos por su objeto y sus caracteres.
Esta teoría de la ficción, en su falta de liberalismo, se
acomoda perfectamente con las concepciones sociales en
boga a principios del siglo xrx. Estas concepciones, im­
pregnadas de individualismo, tenían la tendencia a ver en
* las agrupaciones con personalidad reconocida, instrumen­
tos opresores para los individuos. Al mismo tiempo, te­
mían que las agrupaciones demasiado poderosas y cuya
perpetuidad aumentaba indefinidamente la fortuna, se
convirtieran en rivales del Estado; de ahí la necesidad de
IH subordinar a la autorización del Estado la posibilidad,
para esas agrupaciones, de poseer un patrimonio y la uti­
í lidad de limitar la composición de su patrimonio a los de­
rechos que el Estado les permitiera comprender en el mis­
mo. En el sentido .de esta doble limitación, se hacía obser­
• ■
var, además, que el patrimonio inmovilizado en poder de
personas morales, por un período casi indefinido, resulta
I ■ sustraído al de aprovechamiento de los demás miembros
de la sociedad política y resulta frecuentemente bastante
mal administrado (1).
■■ •
El error o la exageración de esos temores apareció a
fines del siglo xrx y provocó un ataque general contra
‘: .i** -
la teoría de la ficción. Al ver en la personalidad moral
■ una realidád natural, ya objetiva o bien simplemente téc­
nica, se ha querido, en efecto, evitar la intervención del
Estado, evidentemente inútil para reconocer esta realidad
preexistente.
■ En cuanto a la concepción de la propiedad colectiva, no
implica necesariamente, para la creación de la personali-

I¿
r • dn muchos economistas modernos, León Say, Paul Lerov-
(1) Las al Senado, por M. do Lamarzelle, en ln
Beaulieu y otros han rndo expuestas juuiOj Vcb. vart„ p. 822). S03,6n
dol 11 de junio de 1901 (J.

iI ■ í
LA PERSONALIDAD MORAL 83

dad. la intervención del Estado. Si el régimen de la pro­


piedad parece efectivamente contrario al derecho común
de la indivisión o de la representación judicial, es porque
ese derecho común no se aplica más que a la propiedad
individual. Se puede muy bien admitir un régimen de
propiedad colectiva que tenga reglas propias.
Prácticamente, la elección entre esas diversas teorías
no tiene gran importancia: la enumeración que hemos
hecho de las personas de derecho privado bastan para
mostrar cómo la ley interviene de hecho, a fin de regular
las condiciones de existencia de casi todas. Que se consi­
dere esta intervención como una concesión a esos estable­
cimientos de una personalidad que no tendrían sin ella,
o que se considere como una limitación de la personalidad
que habrían tenido naturalmente, tal diferencia no pro­
duce ninguna consecuencia práctica.
1
No obstante, el predominio de la teoría de la realidad
no ha sido ajeno a la tendencia favorable que anima hoy al
legislador, hacia las agrupaciones susceptibles de personi­
ficación. Ha contribuido, igualmente a que la jurispru­
dencia reconozca la personalidad de las sociedades civiles.
■H
92. Punto de partida de la personalidad moral.—He­
mos señalado más arriba la equiparación hecha por al­
gunos autores entre la naturaleza y los caracteres de las
personas físicas y los de las personas morales. Esta equi­
Ii
paración tiene por base la teoría que vé en la personalidad ■
moral una ficción legal (1), así como la teoría que vé en
ella una realidad objetiva. Igualmente, varios represen­
tantes de estas teorías han llegado lógicamente a asimilar
el período de formación de las personas morales y el pe­ i
ríodo de gestación de las personas físicas. Unos lo hacen
liberalmente, extendiendo a las personas morales la máxi­
ma. Infan conceptus pro nato habetur quoties de comino dis
ejus agitar; otros se niegan a esta extensión. La cuestión
í
í.

es con frecuencia discutida en este terreno cuando se trata


de fundaciones. Surge cuando mía liberalidad se ha hecho
a un establecimiento futuro, no declarado aún de utilidad
pública (2). Se trata de saber si la declaración ulterior
de utilidad pública puede validar retroactivamente esta
liberalidad.
(1) V. sin embargo la teoría de la ficción que en este punto se vuelve contra
osa concepción en el art. precitado de MM. Lévy-UUniaun y Grunebauin-Ballin
Rcv. trim., 1904. ’ ‘ ’
(2) V. nuestro Tratado de las Donaciones.
84 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Este problema está mal presentado cuando se quiere


hacer que dependa su solución de una concepción teórica
de la personalidad: la. personalidad civil no es más que
un medio jurídico de responder a necesidades determina­
das : comienza, pues, desde el momento en que esas necesi­
dades lo exigen. Por consiguiente, en materia de funda­
ciones, la personalidad del establecimiento declarado de
utilidad pública, debe remontarse a la fecha en que le ha
sido hecha una liberalidad.
93. Actividad y órganos de la persona moral.—La
persona moral, base de derechos, no puede ni adquirirlos
ni ejercitarlos sin el socorro de una actividad humana.
Las personas que le prestan su concurso han sido conside­
radas largo tiempo como sus representantes, ligados a ella
por un mandato legal o convencional. Parece más exacto
ver en esas personas algo más y calificarlas de órganos de
* la persona moral. En efecto, la naturaleza de la represen­
tación quiere que el representado, por lo menos en poten­
cia, tenga una voluntad distinta de la de su representante,
susceptible de dirigir a éste y de poner fin a sus poderes.
En cambio, la voluntad de una asociación, de una socie­
dad, de una fundación, no* tiene existencia fuera de la de
su asamblea general y de sus administradores; la voluntad
Estado no tiene existencia fuera de la de su Parlamento,
de sus gobernantes y de sus funcionarios. Los hombres
que ejercen los derechos de la persona moral hacen algo
más que representarla; encarnan su voluntad; aquélla no
tiene voluntad fuera de ellos.
Es preciso concluir de esto que los órganos de la per­
sona moral, al expresar su sola voluntad, pueden compro­
meterla en todo lo que una persona puede ser comprometi­
da por su propia voluntad, más poderosa, a este respecto,
que la de un mandatario. Por eso, en todas las materias en
I[ ' que la ley civil tiene que tener en cuenta la buena fe, se im­
putará a la persona moral la buena o la mala fe de su ór­
gano ; por eso también, el órgano de la persona moral po­
drá ejercer sus derechos políticos, prestar por ella un ju­
ramento, hacer por ella una confesión (1). Mas aun. la
í.
persona moral, por medio de sus órganos, puede modificar

su propio carácter, su objeto, su composición. Einahnen-


(1) Art. 336. Pr. civ. (sol. impl.). París, 26 enero 1881 D 82. 2 105; Greno-

!
i al órgano por la constitución de la persona • i. 22o,
S. 74. 1. 258.

II
LA PERSONALIDAD MORAL 85

te, se puede incluso admitir, aunque la cuestión sea muy


discutida, que la responsabilidad civil de los órganos cuan­
do obran como tales, se -confunde con la de la persona mo­ |
ral (1), y que lo mismo ocurre con la responsabilidad penal
en que se incurre por culpa (2).
No es preciso llegar a la conclusión de la identidad de
los órganos de una persona moral y los órganos de una
persona física; por naturaleza existe entre unos y otros
una oposición infranqueable: el órgano de la persona mo­
ral es el asiento de la voluntad que la dirige, mientras
que los órganos de las personas físicas son los instrumen­
tos inconscientes de una voluntad que está fuera de ellas.
Las personas morales presentan órganos de una gran
variedad; las asambleas generales, los consejos de admi­ I
MI
nistración, los administradores y los gerentes son los ór­
ganos de las sociedades y de las asociaciones; todos los
funcionarios a los cuales la ley confiere iniciativas, son
los del Estado y de los establecimientos públicos; los al­
caldes, prefectos, administradores diversos, los de los mu­
nicipios, departamentos y establecimientos públicos. Es
a veces difícil distinguirlos de los simples encargados o
mandatarios, que no encarnan la voluntad de la persona
moral y son solamente empleados por ella (3).
94. Desaparición de las personas morales; sus causas.
—Las personas morales pueden resultar destinadas a una
vida mucho más larga que las personas físicas; vida fre­
cuentemente indefinida. De ahí el impuesto especial que
(1) En este sentido, Civ., 28 <nov. 1876. D. 77. 1. 65. S. 77. 1. 218 y sobre la
aplicación del art. 1382, con exclusión del art. 1384, Civ., 9 abril 1921, S. 1922. 1.
161 (caso en que los órganos de un sindicato eran simples huelguistas). Sobre la
responsabilidad civil do las personas morales, Michoud, op. cit., II, núm. 266 y s. y
nuestro Tratado de las Obligaciones.
(2) En este sentido. Michoud, loe. cit.; Mostré, La responsabilité pénale des
personnes morales, t. París, 1899. V. también las discusiones. Soc. do las prisiones,
Rcv. pcnitcntiaire, 1920, p. 239 (para los sindicatos) ; Miskoles, Les corporations
et le problema de leur responsabilité pénale, lien. intern. de Droit pénal, 1924, p.
128; Garraud, Tr. de Dr. penal, I, núm. 221 y s.; Vidal y Magnol, Cours de Dr. crim.,
núm. 65 bis: Roux, Cours de droit penal, núm. 103; Gareon, C. Pénal annoté, p. 47
núms. 93 y s. Crim. 10 marzo 1877, D. 84. 1. 429 (en nota), S. 77. 1. 336; 8 marzo
1883, D. 84. 1. 429, S. 85. 1. 470; 17 dic. 1891, D. 92. 1. 365; 6 abril y 15 nov. 1894,
D. 96. 2. 50, S. 94. 1. 376; 4 nov, 1898, S. 1901. 1. 57, nota do Roux; 25 marzo 1904,
S. 1906. 1. 104; 7 marzo 1918, D. 1921. 1. 217, nota de Nast, S. 192’1. . 89, nota de
Roux; 25 julio 1919, Gaz. Pal., 3 noviembre, estas últimas sentencias favorables a
la idea do responsabilidad penal combatida por los Sres. Nast y Roux. Una res­
ponsabilidad penal do las personas morales es evidentemente difícil do concebir, a
menos que exista un texto formal, en la teoría de la ficción, legal. Pero no tiene
duda en ciertos casos en que la ley la prevé expresamente.
(3) Sobro la distinción, véase Michoud, op. cit., II, núm. 189. Sobre el caso
en que el órgano puede confundirse con simples miembros de una agrupación v.
Civ., 9 abril 1921, precitado. ’
P. y R. T. D. 0.—1-4
I

86 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

pesa sobre ellas, llamado impuesto sobre bienes de manos


muertas (1) y destinado a compensar los derechos de mu­
tación a los cuales escapan esos bienes.
No obstante, las personas morales tienen un fin. unas
veces natural y otras impuesto según que se deba a su na­
turaleza o a la voluntad del Estado, además extinguen
naturalmente por el transcurso del tiempo las personas
morales que no se hayan fundadas sino por un plazo de­
terminado o hasta la realización de un objeto específico;
así como las agrupaciones con personalidad reconocida,
cuya disolución es acordada por la asamblea general; y las
sociedades, disueltas por la desaparición de un asociado.
Los sindicatos, asociaciones y aun sociedades desaparecen
también por convención tácitas o desuso, cuando cesan de
tener miembros o de estar organizados.
Por otra parte, el estado tiene el derecho de suprimir
las personas morales en virtud de su soberanía. Lo hace sin
* dificultad en las de derecho público que deben su existencia
a su delegación; lo puede hacer también con los estableci­
mientos que no tienen personalidad moral, sino por su auto­
- rización, como las congregaciones; le basta entonces con re­
tirar esa autorización. Todas las demás personas morales
I • ’ pueden ser disueltas por medio de leyes; aun el hecho de
que constituyan realidades no impide el que razones de or­
den público puedan exigir su desaparición.
!’ '' • . • •,

Finalmente, a la disolución hay que añadir la av.ula-

i . cióv de las personas morales irregularmente constituidas.


Esto se impone tanto más. cuanto que esa anulación no
tiene sino una retroactividad muy limitada (2).
La disolución de una persona moral entraña la liqui­
dación de su patrimonio; pero si se trata, de una sociedad,
las necesidades técnicas de su liquidación hacen que la per­
sonalidad sobreviva durante el período de la liquidación.
I ' ■ ■
95. Suerte de los derechos de la persona moral a su
disolución (3).—Los derechos extrapatrimoniales que des­
cansan sobre la personalidad civil se extinguen definitiva­
mente con ella (4). Pero sus bienes, que pierden con ella
su base jurídica, continúan existiendo, y es preuso deter­
minar sus nuevos adquirentes. Esa transferencia, de bienes
/
$ ác fait„ 1913.
i Se puede afirmar algo análogo de las demás clases do agrupantes que no 86an
8OC¡e(3a) “serbesco, La üevóliMon desViensdes persones disparues, 1920.
(4) Michoud, op. di., II, núm. J y

I
Lzl PERSONALIDAD MORAL 87

lia sido considerada por la jurisprudencia como la apertura


de una sucesión y ha declarado, consiguientemente; que
constituya sustitución prohibida en el legado hecho a un
establecimiento con destino subsidiario a otro estable­
cimiento en caso de disolución del primero (1). Seme­
jante asimilación proviene de una confusión errónea en­
tre la personalidad civil y la personalidad física, confusión
en la cual caen, a la vez, los partidarios de la ficción legal
y los de la realidad objetiva de las personas morales.
Si la persona civil disuelta es un establecimiento pú­
bero, sus bienes deben volver al Estado, al Departamento
o al Municipio que lo haya creado.
Algunos partidarios de la teoría de la personalidad-
ficción legal, han pretendido que el Estado se incautase
también, a la disolución de las personas morales de derecho
privado, de los bienes que le pertenezcan, puesto que esa
disolución los deja sin dueño. En realidad, la personali­
dad no es otra cosa que el instrumento técnico de intereses
particulares que sobreviven a su desaparición y que el
Estado debe continuar respetando. Lo hará fácilmente si
en el acto de fundarse la persona moral se ha determi­
nado de antemano la suerte de su patrimonio a su diso­
lución. El acto en cuestión (institución, si se trata de una
fundación, estatutos, si se trata de una sociedad) debe,
efectivamente, tener cumplimiento. En caso de que el acto
de fundación nada disponga, es preciso resolver el proble­
ma de acuerdo con la naturaleza y el objeto de la persona
moral disuelta.
1* Si se trata de una sociedad, su patrimonio debe di­
vidirse entre los asociados, una vez pagado a los acreedo­
res sociales.
2’ Si se trata de una asociación (ley l9 de julio de
190’1, Art. 9) o de un sindicato (ley 21 de marzo 1884 Art. 7
modificado por ley 12 de marzo de 1920), la asamblea ge­
neral se reúne, antes de la disolución, para acordar la dis­
tribución de su patrimonio. El de la asociación podrá ser
distribuido entre los asociados después del pago a los
acreedores; la ley prohíbe, en cambio, esa partición, a los
sindicatos disueltos. En el caso de que una asamblea ge­
neral no hubiera podido ser celebrada, el patrimonio de
esas agrupaciones debiera, creemos nosotros, ser repartido
de acuerdo con las mismas reglas que el de las fundaciones.
(1) ;Rcq., 12 feb. 1896, D. 96. 1. 545, S. 96. 1. 305.

i' 88 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

i >
39 Los bienes de las fundaciones, en la parte que pro­
viene de las liberalidades (a) recibidas, deben ser devuel­
tos a los autores de esas liberalidades o a sus herederos; el
resto debe ser dedicado a la realización de objetos semejan­
tes al de la fundación (1). Esto es lo que decide, en particu­
lar, para los establecimientos libres de enseñanza superior,
la ley de 12 de julio de 1875, Art. 12.
11 •i ■ ■
49 El activo neto de las sociedades de socorros mu-
tuus se distribuye de acuerdo con las reglas previstas por
el Art. 31 de la ley de l9 de abril de 1898. Ese texto lo
destina, después del pago a los acreedores, primero, a cum­
plir los compromisos de la sociedad disuelta con sus miem­
bros, luego a reembolsar al Estado sus subvenciones des­
pués a depositar en el fondo de dotación de las sociedades
de socorros mutuos, el equivalente de las liberalidades he­
chas a título inalienable a la sociedad disuelta, y por último,
a reembolsar sus cuotas a prorrata entre los asociados.
* 59 Reglas especiales han sido previstas sobre la apli­
cación de los bienes de las congregaciones disueltas, (L. 24
mayo 1825, art. 7, y L. I9 julio 1901, art. 18) y de los bienes
1\ de los antiguos establecimientos dedicados di culto, disuel-
tos por la separación de la Iglesia y el Estado (2) (leyes

de 9 de diciembre de 1905, art. 3 y s., y 2 enero 1907).


a) Con el término genérico de liberalidades los franceses señalan todas las
trasmisiones o adquisiciones a título gratuito.—(N. del T.).
(1) Véase nuestro Tratado de las Donaciones.
(2) Sobre la suerte de las liberalidades hechas a osos diversos establecimien­
tos y a las congregaciones, v. nuestro Tratado de las Donaciones.

I
' • 1


TITULO n

IDENTIFICACION DE LAS PERSONAS

CAPITULO PRIMERO

EL NOMBRE (1)

96. Definición.—A cada persona se le designa en so­


ciedad por un nombre que permite individualizarla. Esta
designación oficial es una medida que se toma tanto en in­
terés de la persona como en interés de la sociedad a que
pertenece. El procedimiento ofrece una utilidad tal que
las personas morales reciban un nombre lo mismo que las
personas físicas (núm. 82).
El nombre de una persona se compone de varios voca­
blos unidos que no tienen ni el mismo origen ni la misma
importancia. El nombre patronímico o de familia consti­
tuye su parte esencial; los otros vocablos son agregaciones
a ese nombre y no tienen el mismo valor.

(1) Bibliografía.—De la Roque, Traite de I*origine des noms ct surnoms,


París, 1681, reimpreso en el Trdité de la noblesse, del mismo; Tournade; Etudes
sur le nom de famálle et les titres de noblesse, 1882; Houlier do Villedieu, De la
propriété des noms patronymigues, tesis, Poitiers, 1883; Lallier, De la propriété
des noms ct des titres, 1890; TÍumblet, Traite des nón\s, des prénoms ct des pseudo-
nym-es, París-Lioja, 1892; Saleilles, Le droit au nom individual dans le Code civil
állcmand, Rov. crit., 1900, p. 94; Sudre, Le droit au nom, tesis, París, 1903; A. Colín,
nota on el Dalloz, 1904. 2. 1; Blomdel, Etud-e juridique sur le nom patronymique,
tesis, París, 1905; E. Jtf. Perreau, Le droit au nom en matiére civile, 1910. Añádase
la bibliografía citada infrd, núm. 104, 124, 132*. Para el derecho extranjero: Lause!,
Le nom en droit civil. Laussane, 1892; Covelle, Etude sur le nom en droit civil, tesis,
Ginebra, 1899; Opet, Das Namanrecht des bürgerliches Gesctzbuchs, Archiv für civil
Praxis, LXXXVII, p. 313-409 y bibliografía citada por Saleilles.
90 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

El Código civil no contiene ninguna reglamentación


del nombre; y, apenas, si en el título de los actos del estado
civil, y en el del matrimonio, se hallan algunas indicaciones
relativas a la atribución del nombre. El derecho aplicable
en este caso resulta de los usos y de la jurisprudencia.
La mayor parte de los Códigos extranjeros contienen,
en cambio, disposiciones sobre el nombre. Como esos pre­
ceptos legales son del estatuto personal, resultan aplicables
a los extranjeros en Francia (1).
Secciox I.—El nombre patronímico
97. Determinación del nombre patronímico. — El
nombre patronímico o de familia no pertenece en propie­
dad a una persona determinada; es común a todos los
miembros de la familia. Para detexnninar el nombre de
■ una persona es preciso, pues, no solamente poder ligar le­
* galmente esta persona a una familia determinada, sino ade­
más conocer el nombre que lleven los miembros de dicha
familia. Esta investigación sólo es útil cuando se pretende
corregir el nombre atribuido al individuo por su acta de
nacimiento y que se considera, hasta probarse lo contrario,
como suyo.
§ 1. Relación del individuo con la familia.
98. Hijos legítimos.—Los hijos legítimos toman el
apellido de su padre. Es el uso el que impone esta regla.
El art. 57 del C. civil, se refiere a ella al prescribir que, en
el acta de nacimiento, se mencionen solamente los nombres
dados al hijo. El apellido es, pues, para los hijos legítimos
una consecuencia de la filiación y la atribución del apellido
se halla subordinada a la prueba de la filiación.
Los hijos legitimados toman, por su legitimación, el
nombre de su padre, aunque hayan llevado antes el nombre
de su madre.
99. Hijos naturales reconocidcs. — El hijo natural
cuya filiación no se halla establecida sino^ en relación con
uno solo de sus padres, lleva el apellido de éste, lo mismo en
el caso de reconocimiento voluntario o que en el de investi­
gación judicial de la filiación.
En el caso de reconocimiento por el padre y la madre
en un mismo acto, el hijo toma el apellido de su padre.
(I)-París, 13 julio 1923, Gaz. Trib., 7 noviembre 1923.

i i ?:
EL NOMBRE 91

En el caso de reconocimientos sucesivos o de juicios su­


cesivos sobre la prueba de la filiación, el hijo toma el ape­
llido de aquél de los dos en relación con el cual ha sido esta­
blecida primeramente la filiación (1). Esta solución, to­
davía discutida, resulta, a nuestro juicio, de la ley de 2 do
julio de 1907, que, al modificar el art. 383 del C. civil, ha
preceptuado, en este sentido, la atribución de la patria po­
testad. El apellido así atribuido debiera ser mantenido aún
en el caso de que el tribunal, como se lo permite el art. 383,
le privase de patria potestad.
Esta regla ofrece para el hijo la ventaja de fijar su
apellido de manera que no pueda ser cambiado por un nue­
vo reconocimiento, y ha sido defendida desde este punto de
vista; pero, por lo menos, tiene tantos inconvenientes como
ventajas, primero, porque el hijo natural, que viva con su
padre y su madre, llevará el apellido de la madre si ha
sido ésta la primera en reconocerle y por ahí denunciará su
filiación, y además, porque, en este caso, la legitimación
del hijo entrañará esa modificación del apellido nombre que
se quería evitar.
ICO. Hijos naturales no reconocidos.—Estos hijos no
tienen relación legal con sus padres, puesto que no puede
darse la prueba de la filiación natural, según la jurispru­
dencia, ni del acta de nacimiento ni de la posesión de esta­
do. De hecho, sin embargo, el apellido de la madre natu­
ral es muy frecuentemente indicado por el declarante en
el acta de nacimiento. La jurisprudencia admite, en este
caso, que, en defecto de reconocimiento del padre, el hijo
debe ser designado por el apellido de la madre declarada
(2). Es difícil en este caso hacer que descanse la atribu­
ción del apellido en el vínculo de la filiación, bien que con
razón los tribunales se hayan inclinado por la idea de que
hav una nrobable filiación de hecho, aunque no esté legal­
mente establecida. Más jurídico es considerar en este ca-
(1) Dijón, 6 junio 1911, S. 1912. 2. 137. Contrá, A. Colín y Capitant, I, p.
355-356 Para la jurisprudencia anterior a la ley do 1907, v. Tr. Gray, 22 julio
1908, D. 1910. 2. 3; en apelación, Besanzon, 30 dic. 1908 y en cas. Req., 7 dic. 1909,
D. 1910. 1. 48. Contrd, Tr. Mascara, 10 enero 1906, D. 1906. 2. 244, S. 1907 2. 82,
que obligan al hijo a llevar el apellido del padre.
(2) Tr. Argentan, 4 julio 1894, S. 1900. 2. 81; Tr. Saiut-Sever, 10 agosto
1899, ibid.; Tr. Mascara, 10 enero 1906, D. 1906. 2. 244, S. 1907. 2. 28; Limoges, 10
agosto 1907, D. 1908. 2. 12; Tr. Nogent-le-Rotrou, 25 abril 1913, S. 1920. 2. 105.
Carta del Guarda Sellos, 13 marzo 1895, Louis nouv.t 95. 2. 139. Baudry-Lacantinerie
y Houques-Fourcade, I, núm. 294 IX; A. Colín, y Capitant, I, p. 294, nota 1;
E. H. Perreau, nota S. 1900. 2. 81, y op. cit., p. 217; Bogros, Essai sur les cmtsé-
quenccs juridiques de la filiation naturelle de fait, t. Poitiers 1923, p. 48 y s. Contrá,
Lallier, op. cit., núm. 35; Tournade, op. cit., p. 21; Humblet, op. cit., núm. 67
92 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

so una atribución administrativa del apellido por parte del


encargado del Registro del estado civil. Como el acta del
estado civil, sin probar enteramente la filiación, declara
el parto de la madre, ésta no puede alegar que esa atribu­
ción de su nombre patronímico representa un atentado a
su reputación.
101. Hijos adulterinos e incestuosos.—La filiación
adulterina e incestuosa no se establece legalmente sino en
casos excepcionales (1). El hijo cuya filiación incestuosa
es reconocida, en el caso de nulidad del matrimonio con­
traído de mala fe por los dos cónyuges, lleva desde su acta
de nacimiento el apellido de su padre. Aunque no haya re­
lación con la familia, hay que dejar a este hijo el apellido
del padre, que corresponde a su filiación de hecho, filiación
que le da además derecho a los alimentos.
* En cuanto al hijo cuya filiación adulterina ha sido es­
tablecida por la negación de paternidad, no puede llevar
el apellido del padre que figure en su acta de nacimiento
(2). Debe tomar el nombre patronímico de su madre a la
cual está unida por el lazo de filiación que produce los mis­
mos efectos (3).
102. Niños encontrados.—Los niños encontrados no
tienen relación con ninguna familia existente, no sólo por­
que su filiación no está establecida, sino también, porque
su identidad es dudosa. El art. 58 del Código civil decide
-■ ■
que, en el acta del hallazgo que será levantada por el encar­
gado del registro civil, serán indicados los nombres dados
al niño. El uso, confirmado por dos circulares de 30 junio

1812 y 31 diciembre 1905, reconoce al encargado del Regis­


tro civil el derecho de escoger el nombre del niño (4).

b Esta atribución caprichosa de nombres, no debe lesio­


nar el interés de los terceros, ni perjudicar al niño. El en­
cargado del registro civil no puede, pues, darle un apellido
llevado por una familia existente a un nombre que indique
su origen, por su rareza. Los terceros interesados, en el
niño en el segundo,, pueden pedir judi­
primer caso y el nino
cialmente la modificación de ese apellido y entonces será el

- $ Savatier, S. 1924. 1. 177, nota de

E’ "(a?'París 9 marzo 1894, 3X95.J.


registrocivil con"!lamido del padre real y no del marido. Ed. L6vy. Ga*. Tribunaux,

I ’ Z0'2\¡)eTOL^U Nou^elles, 1906. 3. 45.

i
EL NOMBRE 93

tribunal el que determine los nombres del niño (1). Se re­


comienda igualmente al encargado del registro civil que no
forme el apellido del niño con un simple nombre, procedi­
miento que revelaría el nacimiento irregular.
Si el niño encontrado ha sido depositado en la Asis-
t encía pública, son los administradores del hospicio los que
eligen el nombre del niño. Pero eso es un simple uso y ju­
rídicamente, la atribución debe ser hecha por el encargado
del registro civil que representa a la autoridad pública.
Aplicaremos la misma regla al niño que sea presenta­
do al encargado del registro civil por un declarante que
conoce su identidad, sin que su filiación esté jurídicamen­
te establecida. Se ha sostenido que, en este caso, el niño no
debe recibir sino los nombres escogidos por el declarante
y el último de los cuales le servirá temporalmente de nom­
bre patronímico (2), salvo el caso en que el apellido de la
madre natural haya sido declarado. En realidad, sólo el
encargado del Registro civil tiene facultad para atribuir
un apellido al niño y aun en el caso en que el apellido de
la madre natural haya sido declarado, sólo por un uso es­ {

tablecido, el encargado del Registro civil da ese apellido al


niño. El nombre es una institución de policía civil y sólo
el representante de la autoridad pública puede darlo. No
hay, pues, que hacer ninguna distinción entre los niños
encontrados y los niños cuya filiación no ha sido estable­
cida Se ha argüido vanamente, en sentido contrario, fun­
dándose carácter excepcional del art. 58, que habla del
nombre de los niños encontrados. En realidad, no es ese pre­
cepto el que dice cómo se les da nombre; y las razones que
dan atribuciones de elección al encargado del registro civil
son generales.
Esta, atribución de apellido tiene carácter provisional, ■

porque el niño, luego que su identidad sea conocida o su


filiación establecida tendrá el apellido de la familia a que
pertenezca.
§ 2. Determinación del apellido.
103. Fijeza del nombre de familia.—Hoy, el nombre
patronímico tiene un carácter de fijeza y se impone a to-
(1) Trib. de Pontivy, 5 marzo 1902, D. 1902. 2. 414, S. 1903. 2. 217. El
tribunal no ha reconocido el derecho do sustituir el apellido suprimido y ha trans­
formado en nombro patronímico el último nombre; poro eso equivale a una atribu­
ción do nombro patronímico. Si el niño hubiera recibido sólo nombre, esa atribu­
ción soría entonces necesaria. V. en este sentido Tr. Sena, 8 nov. 1910 Lo loi
17 fob. 1914. ' ’
(2) Trib. Pontivy, 5 marzo 1902, precitado. Lallior, op. cit., núm. 35; Ilumblet
■op. cit., núm. 18; Blondel, op. cit.t p. 73. Contrá, Perreau, op. cit., p. 271.
94 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

dos los miembros de la familia; pero esto es relativamente


reciente. Todos los nombres actuales se han venido for­
mando poco a poco, en la antigua Francia, por el uso y la
voluntad de los que los llevaban (1). Su fijeza definitiva
se estableció por el decreto de 6 fructidor año II que prohi­
bió los cambios de nombre. Para determinar el apellido
de una familia hay que remontarse, pues, en línea directa
(2) y de padres a hijos tan lejos como sea posible, ya que
la prueba de la filiación puede resultar de toda clase de
documentos, pero la forma del apellido no es establecida
sino por documentos públicos y principalmente por las ac­
tas de nacimiento y de bautismo. Como los apellidos han
sido fijados en el año II bajo la forma regular que debían
tener en esa época, la investigación de la forma exacta del
apellido puede remontarse más allá de esa fecha y, en este
caso, hay que investigar si la modificación dada al mismo
por el antepasado del reclamante, era regular según los usos
y la legislación de la antigua Francia (3).
De hecho, las reclamaciones van casi siempre sobre la
atribución de la partícula, considerada por la opinión pú­
blica como un signo de nobleza o, por lo menos, como un
¡ signo de la antigüedad de la familia. La partícula es en
realidad una parte integrante del nombre de familia y no
un signo de nobleza (ín/rd, núms. 104 y 132).
Para estatuir sobre la atribución del apellido, hay
que dar la preferencia a la forma del nombre según se en­
cuentra en los documentos más antiguos, pues, desde antes
de la Revolución está en vigor el principio de la imposibi­
lidad para una familia de cambiar de apellido sin obtener
del Rey cartas patentes a ese efecto.
Ahora bien, no se puede aplicar esta regla sin reservas,
pues esa prohibición a los nobles no data sino del siglo xvi;
'■ 4 •
y hasta hay dudas sobre la fuerza obligatoria del edicto de
Amboise de 24 de marzo de 1555 que se los prohíbe (4).
Para los plebeyos, la interdicción es más tardía aún; no
fué definitivamente establecida hasta el siglo xvui (5).
(1) Planiol, Traité élémdntaire, I, núm. 376-380.
(2) Poco importa el nombro do las ramas colaterales do de la misma familia;
Angora, 12 agosto 1901, D. 1902. 2. 210, S. 1904, 2. 29; Bourges, 30 enero 1901,
D' 1 r°3)' %o3mp.S8in19e°mbtgo7: Civ, 6 marzo 1923, D. 1923. 1. 57, nota Savatior;

6. 1924. ^'r(mcsse He changer de nom-, Denisart krt Nouveau Denisart,

E II Porrean, op. cit., p. 199 y 200; Contri, Lallior quo hace romo».
tarse akes dei siglo XV te inmutabilidad do los nombres do fam.l.a (op. cit, p. 29
11i» ,
y s.) Comp. Merlin y Denisart, loe. cit.
l>*
EL NOMBRE 95

Por lo tanto hay que llevar las investigaciones a fines del


siglo xvii, para los nombres plebeyos y a fines del siglo
xvi para los nombres nobles. Los cambios anteriores de­
ben ser respetados.
Posteriormente, también la ortografía de algunos nom­
bres ha sufrido variaciones ligeras que deben mantenerse.
La ortografía de los nombres propios no tenía antigua­
mente la firmeza que ha adquirido hoy y las modificacio­
nes de ortografía no eran ciertamente consideradas como
cambios prohibidos, cuando no alteraban ni la consonancia
ni la fisonomía general de los mismos (1). Pero se debe
considerar, en cambio, que la agregación de una partíc'üa
es una modificación prohibida (2), salvo en los dos casos
en que los cambios de apellidos, por vía de agregación han
sido posibles hasta fines del antiguo Régimen: el primero
concierne a los nombres de tierras, el segundo a los sobre­
nombres de familia.
104. Nombres de tierra (3).—Hasta la Revolución, se
admitió que los poseedores de tierras podían añadir el
nombre de sus tierras a su nombre patronímico, haciéndo­
lo preceder de la partícula de. Al cabo de algún tiempo de
uso, el nombre de la tierra se incorporaba al nombre patro­
nímico, adquiriendo a su vez el carácter de apellido (4).
Por lo menos, así lo viene juzgando la Corte de casación
desde hace mucho tiempo (5). Al principio la Casación exi-
(1) Amieng, 24 dic. 1890, en Req., 17 nov. 1891, D. 93. 1. 245, S. 93. 1. 25,
nota de Lallier.
(2*) Tolosa, 13 marzo 1893, S. 93. 2. 281, nota de Lallier; Tr. Orange, 21
abril 1893, ibid. Esta no parece ser, no obstante, la opinión de la Corte de Casa­
ción que, en varias ocasiones, han validado agregaciones de partículas fundándo­
se solamente cu un uso de buena fe y más que secular. Como conciliación con la
imprescriptibilidad del nombre: Civ., 17 dic. 18G0. D. 61. 1. 176; Req., 15 mayo
1867, D. 67. 1. 241; Req., 25 mayo 1869, S. 69. 1. 308; Req., 10 nov. 1897, D. 98.
1 242, S. 99. 1. 337. En el mismo sentido. Limoges, 9 abril 1S78, S. 78. 2. 196; Bour-
ges, 8 enero 1889, D. 89. 2. 270. Comp. Req., 17 nov. 1891 citado suprd y la diser­
tación del Sr. Lallier. V. también Porrean, op. cit., p. 171 y s. Este autor se es­
fuerza en conducir la solución de la Corte de Casación a una cuestión de prueba; lo
que la legitimaría, pero no parece conforme con los textos de las sentencias.
(3) Beautemps-Beaupró, Du droit des propietarios de ficfs d’ajouter le nom
do le-ur ficf ü leur nom patronymique, París, 1863; do Chómerault, Additwn des
noms de fiefs, Rev. cris., 1865, p. 160; Vian, La partieule mobiliairc, 1880: H.
Preuil De la partieule dito nobiliaire. t. París, 1903; P. Jaquesson, Du nom de
famille, partieule et nom de térro, París, 1906.
(4) Asi es como la Corte de casación interpreta hoy el antiguo uso. El nom­
bro de tierra se convierto on un elemento intrínseco dol nombre do familia. (Civ.,
10 marzo 1862, D. 62. 1. 219, S. 62. 1. 593; Civ., 20 nov. 1866. D. 66. 1. 1. 437, S. 66.
1. 419) y no, como se ha pretendido, en un simple sobrenombre hereditario. L^ asi­
milación dol nombro de tierra a un sobrenombro ni ha sido hecha sino por sen­
tencias antiguas; Roq., 14 nov. 1832. D. Jur. Gén., v’ Nom. núm. 2'0, S. 33. 1. 324.
(5) Añádanse principalmente a las sentencias citadas en la nota anterior: Req.
15 dic. 1845, D. 46. 1. 60, S. 46. 1. 81; Civ., 15 enero 1861, D. 61. 1. 176; Req. 2
feb. 1881, D. 81. 1. 339, S. 82. 1. 115; Req., 23 oct. 1901, D. 04. 1. 307, S. 02,
96 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

gía que la tierra hubiera sido noble (1). Sus últimas senten­
cias, sin resolver explícitamente la cuestión, parecen reco­
nocer un derecho idéntico a los antiguos propietarios de tie­
rras plebeyas (2) y a la vez, esa jurisprudencia exige im­
plícitamente la fecha a partir de la cual la incorporación
del nombre de tierra resulte establecido para que sea res­
petada posteriormente. Como esa incorporación no tiene
relación alguna con las distinciones nobiliarias y los dere­
chos feudales, no ha podido dejar de ser válida, ni con la
ley del 4 de agosto de 1789, ni con la de 19-23 de junio de
1790, y solamente no ha venido a ser irregular con el De­
creto del 6 fructidor año II, que dispone, que “ningún ciu­
dadano podrá usar otros apellidos ni nombres que los in­
dicados en su acta de nacimiento (3).
La incorporación de un nombre de tierra a un nombre
patronímico supone por parte del propietario: 1’ la inten­
ción de realizar esa incorporación; 2? un uso suficiente­
mente largo del nombre de tierra que haga pública esa
intención. Esas condiciones se aprecian como cuestiones
de hecho en las que la Corte de casaciónl se niega a interve-
nir (4). De aquí, la falta de armonía en la jurisprudencia
de los Tribunales de apelación.
Tomando o usando el nombre de su tierra cuantas ve­
ces haya tenido que nombrarse, es como se ha estimado que
el propietario ha tenido que manifestar su intención de in­
corporarla a su apellido. Como esta incorporación proce­
día únicamente de su voluntad, puede hacerse depender de
actos o documentos privados (5) u oficiales, siempre que
el nombre de tierra haya sido públicamente.
Para que sirvan de prueba de la intención, esos actos
1. 191; Req., 10 marzo 1914. D. 1916. 1. 70, S. 1918-1919. 1. 45. Pero- reí. la nota
Savatier en Civ., 6 marzo 1923, I). 1923. 1. 57.
(1) Req., Í5 die. 1845, Civ., 10 mayo 1862 y 20 nov. 1866 precitadas; en el
mismo sentido, París, 4 dic. 1863, D. 64. 2. 12, S. 66. 1. 435; Bourges, 3 enero 1889,
D. 89. 2. 270; Poitiers (motivos), 3 nov. 1913, D. 1917, 2‘. 39, S. 1914. 2. 135
(2) Req., 2 feb. 1881, 23 oct. 1901 y 10 marzo 1914, precitadas. En esto sen­
tido Lallier, op. cit., núm. 22; Porrean, op. cit., p. 282. Poitiers, 9 jul. 1866, D.
66. 2. 192 S. 66. 2. 344; Amiems, 21 nov. 192'3, J. d’Amiens, 1924. 73; Burdeos, 14
junio 1923,’ La Loi, 19 octubre.
(3) En este sentido, la única sentencia del Tribunal Supremo desde que pa­
rece admitir el uso de los nombres de tierras plebeyas, es la Req., 2 febrero 1881,
precitada. Anteriormente una sentencia fijaba el ano 1789 para el cese del uso:
riv
19-23 15unió
pnnra
U90- precitada.
1861PaSs Las decisiones
4 die. 1863, apelación
precitada; dePoitiers se atenían
19 die la. l?308.
1867, S.a 69. ley do
(4) Jurisprudencia constante: v. las sentencias citadas en las notas prece-
dentes y anúdase Req., 17¿ ^¿^Jgi.^ntre los actos en que so apoyan las sontem-

de los diversos registros.


EL NOMBRE 97

o documentos deben ser suficientemente numerosos; el nú­


mero exigido varía, según la apreciación de los Tribunales
de apelación; algunos se han conformado con dos actos (1),
otros se han negado a ordenar la rectificación pedida an­
tes de que se hayan presentado un gran número de ellos; 92
en un caso (2). No es preciso, para la negativa, que en el
intervalo de los documentos producidos se encuentren algu­
nos en número apreciable en que el nombre de la tierra de­
je de aparecer: se estima que los ascendientes no han te­
nido la intención de incorporarlo a su nombre patroními­
co al no usarlo sino de vez en cuando. Por último, el nom­
bre de tierra no debe solamente figurar en los actos como
una señal indicadora: si está separado del nombre patro­
nímico por las palabras “sieur” o “seigneur” los Tribu­
nales estiman dudosa la intención de incorporarlo a ese
nombre (3). En cambio nada prueba mejor esa incorpo­
ración que la firma, y los Tribunales le conceden un valor
muy grande (4).
Hay que observar también que la intención de los an­
4
tiguos propietarios de tierras puede ser apreciada por to­
dos los detalles de su actitud. Por eso, el hecho de aban­
donar el nombre de tierra, en tiempos de la Revolución,
bien que ineficaz, si es que el nombre estaba ya adquiri­
do (5), puede ser estimado como indicio de que el propie­
tario de la tierra entendía que definitivamente no debía
atribuírsele (6).
29 El uso del nombre, manifestado por esos actos,
debe haber durado un cierto tiempo. Volvemos a encon­
trarnos en este punto con las mismas divergencias en las
sentencias. Algunas exigen “un largo tiempo” (7), o “va-
(1) Aix, 12 marzo 1913, en Req., 10 marzo 1914, precitada.
(2) Angers, 12 agosto 1901, D. 1902. 2. 210, S. 1904. 3. 29; Tr. Mayenne, 13
agosto 1902, D. 1903. 2. 222.
(3) Civ., 29 junio 1863, D. 63. 1. 453, S. 63. 1. 191; París, 4 dic. 1863, pre­
citada; Angers, 2 julio 1894, S. 95. 2. 132; Poitiors, 3 nov. 1913, precitada; Tr.
corr. Loriante, 15 oct. 1923, Gas. Pal., 24 noviembre. Pero reunidos a otros docu­
I
mentos en quo el propietario es designado directamente por el nombre de la tierra,
dichos documentos pueden ser tomados en consideración: Angers, 23 marzo 1876,
S. 76. 2. 283; Req., 2 feb. 1881 y 10 marzo 1914, precitadas.
(4) V. principalmente París, 4 dic. 1863; Angers, 2 jul. 1894, precitadas;
pero los tribunales reconocen que la agregación del nombre de tierra a la firma no
es indispensable: Angers, 23 marzo 1876, precitada.
(5) .Este es el caso general de los quo readoptan nombres de tierra llevados I
por sus abuelos antes do la Revolución. Aún no teniendo nada de nobles, los nom­
bres con partícula fueron entonces, por precaución, freeuentemeoitc modificados o
recortados. Do ahí los numerosos casos sobro la materia.
(6) Req., 22 oct. 1901, precitada.
(7) París, 22 feb. 1861, D. 61. 2. 41.

•fi1
98 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

rías generaciones” (1) para la adquisición definitiva del


nombre de tierra. Otras lian fundado la incorporación
del nombre de tierra en escritos de los cuales los más an­
tiguos, se remontan a 1785 (2) y aun a 1787 (3). Estas
últimas decisiones nos parecen defendibles, ya que la du­
ración de la posesión no interviene en este caso sino como
señal de la intención de los ascendientes de hacer entrar en
su nombre patronímico el de su tierra (4). Documentos
' un poco anteriores al año II pueden bastar si hacen notoria
esa intención (5).
105. Sobrenombres de familia.—Era de uso en otro
tiempo el que las diferentes ramas de una misma familia
se distinguieran entre sí por medio de sobrenombres here­
ditarios, que podían ser, pero no lo eran siempre, nombres
de tierra. El Decreto de 6 fructidor, año II, abolió esa
práctica para el futuro, consagrándola para el pasado, a
* condición de que los sobrenombres mantenidos no recorda­
sen calificaciones feudales y nobiliarias.
El que pretenda usar hoy uno de esos sobrenombres he­
reditarios que no figure en su acta de nacimiento, debe, por
lo tanto, establecer: l9 que sus antepasados lo usaban antes
del 6 fructidor, año II, no exigiéndose ninguna condición
de tiempo, siempre que el uso del sobrenombre sea justifi­
cado; 29 que ese sobrenombre tuviera por objeto el distin­
guir a sus antepasados de otros miembros de la misma fa­
milia ; 3’ que ese sobrenombre no se refiriera en nada a ca­
lificaciones feudales o nobiliarias (6). Aun en este caso,
el juez del caso decide libremente sobre si el uso del sobre­
nombre existía o no antes del año II (7).
106. Individuos cuya familia no lleva ningún apellido.
—El territorio francés recibe a veces a individuos cuya ley
personal ignora el apellido. Los Judíos y los Musulmanes,
(1) Bourges, 30 enero 1901, D. 1903. 2. 325. S. 1904. 2. 27.
(2) Aix, 12 marzo 1913 en Peq., 10 marzo 1914, precitada.
(3) Lyon, 24 mayo 1865, D. 65. 1. 163, S. 66. 2. 343.
W Esto es lo que pone bien do relieve la sentencia do 9 julio 1866 de la
Corte vic Poitiers, precitada, así como la consulta de Abel Pervinquiere relacionada
de AlvixzxJ
con esta.
(---- . . -i- 1 t
sentencia.
------------- -D.- 66. 2.
\ aa o 192. Eso explica también como la Corte de casación
:■
se remito al juez del hecho.
(5) Hay
Hay sin embargo una dificultad que no parece haber sido vencida. Si el
sin embargo
propietario que
propietario que iañadido el nombre do la tierra a su nombro. vivía en el año II, jno
gúnbciudadanodpod°rá usl/o\Vos Tponid^s" nombres los indicados “n su’acta do

naCÍ?«86H ^7
H°01 LoVí. 462'; Voet’1901, D. 1904, 1. 307, 8. 1902. 1. 19!. Cf. Perrcan>
°P- «i' PCiv2,9115 e’nero 1861; Beq., 9 enero 1901, precitadas.
EL NOMBRE 99

cuando no habitan un país en que se impone el nombre pa­


tronímico, no llevan, en general, sino nombres individuales
más o menos acompañados de sobrenombres. Un decreto de
20 de julio de 1808 ha ordenado a los judíos que no tuviesen
nombre patronímico, que adopten uno que no sea ni un
nombre de ciudad, ni un nombre del Antiguo Testamento.
Regla limitativa que desde luego ha sido mal observada.
Los israelitas extranjeros que vienen a establecerse en
Francia son obligados a la misma formalidad dentro de los
tres meses de su llegada. Igual obligación ha sido impues­
ta a los indígenas de Argelia, por una ley de 23 de marzo
de 1882. Del mismo modo que se forma para nuestros an­
tepasados el apellido, llamado inmediatamente a ser inva­
riable, ocurre, para estas personas, en que se forma por la
voluntad privada; pero esta libre elección tiene que recibir
la sanción de la autoridad pública.
§ 3.—Modificaciones lícitas de un nombre patronímico.
107. Modificación por decreto.—La interdicción de
cambiar de nombre establecida por el decreto de 6 fructi-
dor, año II, no puede ser absoluta. Resulta a veces con­
veniente que un nombre de familia extinguido sea restable­
cido por colaterales; a veces también, existe un interés
práctico inmediato en ese restablecimiento, como cuando
éstos, y hasta extraños a la familia, han recibido un legado
de un representante de esa familia, a cambio de adoptar el
apellido del testador. No aceptando ese cambio, caducaría
el legado (1). Otras veces se trata de dejar un nombre des­
honrado o ridículo. Para todas esas modificaciones, la so­
la voluntad del interesado no puede nada; pero la ley de
11 germinal, año XI, en su título II, permite solicitar un
cambio por decreto. La solicitud, trasmitida por el Juz­
gado a la Cancillería, es objeto de una resolución por parte
del Consejo de Estado. El decreto dado a propuesta del
Guarda sellos, se publica en el Bulletin des Lois y no se ha­
ce definitivo, a menos, que en el plazo de un año después de
la publicación, ningún interesado haya hecho oposición an­
te el Consejo de Estado (art. 7). Aun antes del decreto
pueden hacerse oposiciones oficiosas, y la Cancillería exi-
(1) A menos de considerar la condición como ilícita y consiguientemente como
no escrita; pero la tradición es contraria y con razón. El cambio- de nombre no
es ni lícito, ni imposible, pero está subordinado a una autorización que representa
el papel do condición suspensiva y que puede fallar (V. C. de Estado, 6 julio 1825
D. Jur. Gén., v9 Nom. núm. 41). ' 3
100 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ge, para facilitarlas, que se publique la solicitud. (1). Pa­


ra dar su aprobación o para negarla el Consejo de Estado
se inspira simplemente en la oportunidad, pues se trata
en este caso del ejercicio de una facultad discrecional que
corresponde al Gobierno (2). La oposición al decreto da­
do no se admite nunca sino por parte de personas que pue­
dan justificar un interés legítimo y serio en la anula­
ción (3).
El Consejo de Estado no da una solución favorable a
la demanda, a menos de que el demandante justifique un
interés atendible. Esas demandas son bastante frecuentes
después de los procesos criminales que hacen demasiado
célebre el nombre de un condenado. Los cambios de nom­
bres no son concedidos cuando tienen por objeto la atri­
bución de la partícula, práctica necesaria para detener una
ola de solicitudes vanidosas (4), y que por cierto el Consejo
de Estado no ha seguido algunas veces.
El que obtiene un decreto autorizando un cambio de
nombre, no puede disfrutar de los efectos prácticos de ese
decreto, sino haciendo rectificar su acta de nacimiento;
pero no se le impone ninguna obligación, ni se le fija nin­
gún plazo. El cambio de nombre queda, pues de hecho, a
su discreción; lo cual no es una buena solución.
El decreto de cambio de nombre alcanza a los descen­
dientes por nacer que llevarán en su acta de nacimiento el
nombre rectificado del padre. Los hijos ya nacidos pueden
ser comprendidos en la solicitud presentada y en el decre­
to. Si no se hace ninguna mención de los hijos ya nacidos,
se tropieza con una dificultad, puesto que esos hijos han
recibido al nacer el nombre de familia y la modificación
posterior es arbitraria. El Consejo de Estado hace una
distinción y decide que sólo los hijos menores pueden, de
derecho, disfrutar del beneficio del decreto (5). Pero es-
(1) Decreto de 8 enero 1859. art. 9.
(2) Cruet, L’arbitraire administratif, i. París, 1906.
(3) V. como últimas sentencias y conforme a una larga serie de decisiones,
C. -de Estado, 29 nov. 1907, D. 1909. 3. 71; 15 nov. 1909, D. 1911. 3. 86. Esto inte­
rés consiste generalmente en evitar confusiones entre la familia del demandante y
la del oponente Este último puede tratar de impedir que el solicitante tome no so-
lamente su pronto apellido, sino también el do una fnm.ha de la cual descienda
por mujeres (C. de Estado 4 dic. 1896 y 19 feb 1897 D 98. 3. 35 y 67). Tero no
siempre tiene el derecho de impedir al solicitante quo tome su propio apellido si
dicho solicitante tiene relación con su familia por las mujeres. (C. do Estado 15
nov. 1909,^nrecitada^o egtaWo<,¡aa p0T Roq., 8 mayo 1920, infor.
mada en L’Actwn c07"™“n'!íe’ °d^lSBl, informada por Lévesque, Drnit nobi-

j. srsx>* > - >»«««.


EL NOMBRE 101

ta solución es poco jurídica, porque no se trata aquí en


estos casos, como en materia de naturalización, de una ad­
quisición de derechos. La jurisprudencia civil parece con­
siderar que todos los descendientes podrán disfrutar del
beneficio del decreto concedido (1). ¿No implica, efectiva­
mente, la rectificación del acta de nacimiento de su padre,
que los efectos de cambio de nombre de éste se remonten
hasta la fecha de su nacimiento?
108. Cambios por vía de consecuencia.—El nombre de
una persona cambia, por vía de consecuencia, según dife­
rentes causas:
1’ Como el apellido depende de la filiación, existe
modificación o más bien restablecimiento del mismo cada
vez que el vínculo de filiación, que no haya sido conocido
legalmente, resulte probado; o cada vez que el hijo ve que
se le atribuye después de una sentencia sobre su estado
civil, una filiación distinta de la que se le creía establecida
en el momento en que el nombre le fuera atribuido; o, fi­
nalmente, cuando al hijo se le priva del beneficio de la fi­
liación establecida y se queda sin filiación alguna, salvo en
este último caso, el mantenimiento del nombre dado a título
de atribución administrativa.
2’ El apellido debe ser modificado, por vía de conse­
cuencia, cuando el ascendiente del hijo que lo lleva hace
rectificar ese apellido u obtiene su modificación por de­
creto.
3’ Finalmente, hay modificación del apellido cuando 1
el estado del hijo en la familia, cambia por una causa nue­
va; este es el caso de la legitimación de un hijo natural que
llevaba el apellido de su madre, y el de la adopción (art.
351, mod., ley de 18 junio 1923). El adoptado añade el
apellido del adoptante al que él llevaba. Hasta puede sus­
tituir el segundo por el primero, si no había recibido este
último como niño encontrado o hijo natural no reconocido. ¡
109. Restablecimiento del apellido de los ciudadanos
muertos por la patria (2).—Una ley de 2 de julio de 1923
permite a los herederos de un ciudadano varón muerto por
Des jugements tendal a etabUr, rectifeir, reconstituer ou annuler les actos de Vétat
civil, tesis, París, 1914, p. 158.
(1) Orleans, 97 abril 1866, D. 66. 2. 224, S. 66. 2*. 240. Comp. Grenoblo, 5
julio 1870. D. 70. 2. 206, S. 71. 2. 44. V. también Cas. Roma 16 abril 1903. Rcv.
trim., 1904, p. 639.
(2) R. Savatier, Camonentaire de la loi du S juillet 1953, Lois nouvelles, 1923,
I, p. 209; E. H. Porrean, Le relcvemcnt du nom des victimes de la guerre, Lev. trim-
1924, p. 585 y s.
102 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Francia en una guerra, restablecer el apellido amenazado


de extinción.
Para ese restablecimiento es necesario que el difunto
sea “el último representante varón de su familia, en el or­
den de la descendencia”. El parentesco se cuenta hasta el
6* grado, según lo muestra la ley, no admitiéndose que los
parientes más lejanos puedan solicitar el restablecimiento
del apellido. El hecho de que parientes de generaciones an­
teriores a la víctima de la guerra (ascendientes o tíos) so­
brevivan, no impide el restablecimiento del nombre por
otro pariente, pues la ley presume que las generaciones an­
teriores no tienen más que representantes de demasiada
edad para perpetual' sucesivamente la familia. En cambio,
la supervivencia, a la víctima de la guerra, de un pariente
varón de su generación o de una generación posterior, aun­
que no sea más que por unas horas, impide el restableci­
miento del apellido.
La persona a quien se admite el restablecimiento del
apellido ha de ser en principio el más próximo pariente
varón del difunto el día de su muerte. El artículo primero
habla del más próximo “a suceder”, lo que no parece ex­
cluir a las mujeres; pero esta disposición no debe ser to­
mada a la letra; en efecto, el restablecimiento del apellido
se permite cuando el difunto deja hijas, hermanas o sobri­
nas del mismo apellido, que es el caso más frecuente; en
este caso está claro que la ley no ha pensado en ellas para
el restablecimiento del apellido, puesto que ya lo llevan.
Además, la letra de la ley declara “perpetuar” el apellido
de los ciudadanos muertos por la patria; eso no es posible
sino siendo varones los que restablezcan el nombre (1).
En el caso de que el difunto hubiera dejado varios pa­
i r rientes varones del mismo grado, los tribunales escogerán
en caso de conflicto, al que ha de ser admitido en el resta­
blecimiento del apellido, puesto que sólo uno debe gozar
de esta prerrogativa (2). En caso de que no actúe uno,
los demás tienen derecho exclusivo al restablecimiento del
apellido. La ley admite también que los presuntos suceso­
res más alejados sustituyan a los más próximos, en el caso
de que no actúen éstos.
En todo caso, no tienen el derecho de llevar el apelli­
do restablecido sino los parientes va concebidos en los mo­
mentos del fallecimiento de la víctima de la guerra (art. 1),
4 ’savatier, op. cit., p. 216. ConM. E. H. Porrean op cit p. 594.
(2) Savatier, op. cit., p. 2T15. Contri, E. H. Porrean, op. cit., p. 595

1L
EL NOMBRE 103

lo que da el resultado paradógico de que se excluya fre­


cuentemente a los nietos, a los cuales son preferidos los pa­
rientes más lejanos.
Por último, los parientes más próximos pueden ser
excluidos, o por su indignidad, que los tribunales aprecia­
rán libremente, o por la voluntad del difunto, expresa o
tácitamente manifestada (art. 3, al 2). Este último texto
se remite al art. 6 que parece exigir un testamento regular
para la designación, por el difunto, de un heredero de su
apellido, fuera del más próximo pariente. La exclusión o
la indignidad de los llamados a sucederle más próximos
tiene el mismo resultado que si no actuara: la acción en
restablecimiento de nombre pasa a sus sucesores de los
grados siguientes.
Si las condiciones que preceden se cumplen, el desig­
nado para sucederle tiene un derecho absoluto al restable­
cimiento del nombre del desaparecido. Puede, por lo tan­
to, en vez de solicitar un favor de la autoridad administra­
tiva, hacer simplemente que se declare su derecho por el
tribunal del último domicilio del difunto. Debe presentar
su solicitud dentro de un plazo de dos años; este plazo em­
pieza a correr desde la mayoría de edad del causahabiente,
o, en el caso de que ya sea mayor de edad, desde la trans­
cripción del acta del fallecimiento del causahabiente en los
registros del estado civil. La solicitud se publica durante
tres meses, que es el plazo dado a los interesados para en­
tablar oposición. El tribunal decide en procedimiento con­
tencioso o por juridicción voluntaria, según que haya ha­
bido o no oposición; en este último caso, los terceros no I
pueden actuar contra la decisión pronunciada, puesto que
la oposición no es admisible sino durante los tres meses de
la publicación.
El efecto de la sentencia es la agregación del apellido i
restablecido al apellido del demandante, cuando éste acepta
la sentencia. La sentencia pronuncia, en consecuencia, la
rectificación de las actas del estado civil que conciernen al
demandante.
§ 4. Efectos del matrimonio en- el nombre.
110. Nombre de la mujer casada.—Contrariamente a
la opinión vulgar, el matrimonio no hace adquirir a la mu­
jer el apellido de su marido. Nada, en la ley, indica que
el matrimonio entrañe el cambio del apellido de la mujer,
como entraña el cambio de su nacionalidad. No existe,
104 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

además, ninguna razón buena para que produzca ese efec­


to, puesto que el apellido indica la descendencia. La mujer
casada no tiene, pues otro apellido que el mismo de sol­
tera. De esto resulta: l9 que el hijo repudiado por su pa­
dre, toma el nombre patronímico de su madre; 2’ que si
la mujer sola adopta a un niño, el apellido de la mujer es
el que toma el niño y no el del marido. De lo contrario,
el niño llevaría, en los dos casos, el apellido del marido, si
este apellido se hubiera convertido en el de la mujer.
Pero usualmente la mujer se designa por el apellido
de su marido. A esta costumbre no pueden dejar de unirse
consecuencias jurídicas. Y los tribunales, seguidos de una
manera implícita por la misma ley, han tenido que recono­
cerla. La mujer adquiere un verdadero derecho de goce
sobre el apellido de su marido. A este derecho corresponde
una obligación: ellas no pueden impedir que los terceros le
den también ese apellido (1).
*
Goza del apellido del marido como de una especie de
sobrenombre, a título de agregación a su nombre personal
(2). Puede servirse de él para firmar, como podría servir­
se de un sobrenombre. Puede usarlo en determinados do­
cumentos, aunque parezca más correcto que en ellos sea
mencionada por su apellido de soltera, apareciendo el ape­
llido de su marido simplemente como medio de identifica­
ción, después de las palabras “esposa” o “viuda”. Los
notarios y procuradores respetan en general esta regla al
frente de sus documentos, simplemente a fin de designar
a la mujer, en el cuerpo de esos escritos, por el apellido de
su marido. Este es el procedimiento que se emplea tam­
bién en las sentencias.
El goce del apellido del marido atribuye a la esposa o
la viuda, un interés legítimo de defensa, cuya protección
puede invocar, contra las usurpaciones de terceros (3).
La costumbre, que es en este caso soberana, mantiene
que después de la muerte del marido disfrute la mujer el el
nombre de éste. Es para ella un piadoso recuerdo que no
se borrará sino por un segundo matrimonio.
(1) Esto es lo que no puede ser discutido desde la ley de 6 julio 1893 que
I— tribunales autorizar a la mujer separada do cuerpo a no llevar el
permite a los*
nombre de su marido (art. 311 nuevo); Tr. Quimper, 22 die. 1904, D. 1907. 2. 256.
UV od
Sobre la naturaleza del derecho de la mujer, v. nota A. Colín, D. 1904. 2. 1. E. H.
Perreau', op. cit., p. 226 y s. y Rcv. trim 1903, p 515 y s.
(I) V^priu^pSnt^^uen, 10 nov. 1909, D. 1911. 2. 165; Comp. Bourgea,

18 oct. 1921, D. 1922. 2. 128.


l

EL NOMBRE 105

111. Efectos del divorcio.—En cambio, el divorcio,


que rescinde todo vínculo entre los esposos, hace reapare­
cer para la mujer su apellido que la costumbre cubría bajo
el del marido. Las incertidumbres de una antigua juris­
prudencia han determinado al legislador a decirlo clara­
mente. En defecto, la ley de 6 de febrero de 1893, al modifi­
car el art. 299, declara que después del divorcio “cada es­
poso recupera el uso de su apellido”.
El precepto es tan formal que es imposible admitir
excepciones (1). Se podría concebir su utilidad para las
comerciantes que han adquirido una clientela bajo el nom­
bre de su marido, o para las artistas que bajo ese nombre
lian adquirido celebridad; y que al cambiar de nombre co­ ■

rren el riesgo de desorientar a los clientes y admiradores;


pero el interés de conservar el nombre del marido podría
concillarse con el precepto legal, autorizándolas a unir a
su nombre patronímico el apellido de su antiguo marido,
si bien haciendo preceder a este del sufijo “ex”, o de la pa­
labra “antiguamente”, o, si se trata de una comerciante,
del término “antigua casa” (2).
No creemos que por acuerdo de los esposos se pueda
derogar la regla del art. 299 y permitir a la mujer conser­
var el apellido del marido. Sin embargo, la Corte de casa­
ción ha declarado que el art. 299 no es de orden público y
puede ser obviado por medio de una autorización dada por
el marido en el divorcio (3). Esta autorización quitaría
al marido todo derecho a entablar acción contra la mujer,
en lo sucesivo para el abandono del apellido conservado
por la divorciada. Esto es olvidar que el precepto que ha­
ce perder a la divorciada el apellido del marido, no se ha
establecido en interés exclusivo de éste, sino también en in­
terés de los terceros a quienes la pérdida del apellido del
marido revela la existencia del divorcio, y en interés de la
familia del marido, cuyo nombre patronímico no debe per­
tenecer a una extraña. Los preceptos que se refieren al
apellido se han establecido en beneficio de todos los miem­
bros de la sociedad y los cónyuges no tienen derecho a mo­
dificarlos. Una convención de este género es directamente
contraria al principio de la indisponibilidad del apellido.
(1) En este sentido, Pan, 10 enero 1902 y 4 agosto 1902, s. 1902. 2. 205; Bur­
deos 3 dic, 1904, D. 1907. 2. 73, nota Thomas; Tr. dei Sena, 19 nov. 1907, S. 1909. 2.
123. Cf. Baudry-Lacantinerie, Chauveau y Chéneaux, III, uúm. 253.
(2) Burdeos, 3 die. 1904, precitada; Berrean, Rev. crit.t 1908, p. 591.
(3) Civ., 20 feb. 1924, D. 1924. 1. 19.
IJ
106 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

112. Efectos de la separación de cuerpos.—El precep­


to es más flexible en el -caso de la separación de cuerpos.
El art. 311, modificado por la ley de 6 feb. 1893, da al tri­
bunal que pronuncia Ja separación, un poder absoluto (1).
En principio, la mujer separada de cuerpo, conserva el ape­
llido de su marido. Pero dos medidas excepcionales son
posibles: 1’ la mujer puede, a su instancia, ser autorizada
a no llevar más el nombre de su marido; 29 el marido puede
hacer que se prohíba a su mujer el llevar su apellido (2).
¿Pueden estas medidas ser solicitadas judicialmente
fuera de un juicio sobie separación de cuerpos? Un tribu­
nal lo ha admitido (3), pero la solución así dada no nos
parece exacta, puesto que los tribunales no pueden modi­
ficar los nombres de las personas, sino en los casos previs­
tos por la ley y a la mujer no se puede quitar el derecho a
llevar el apellido de su marido.
* 113. Apellido del marido.—En lo que concierne al
marido, la costumbre respeta mucho más el principio que
hace el nombre de familia independiente del matrimonio.
El hombre casado continúa siendo designado por el apellido
que llevaba antes del matrimonio, puesto que es el jefe de
familia (4) ; da su apellido a sus hijos y a su mujer, y to­
da la familia se halla así agrupada bajo un solo nombre
patronímico, símbolo de su unidad.
Pero esta unidad del nombre familiar puede realizar­
se de otra forma en uso por algunas familias y en algunas
regiones, en que el marido une el nombre de su mujer al su­
yo, reunión, desde luego, efímera que no permite a los hi­
jos conservar el nombre de su madre (5). Dentro de estos
límites, la validez de esta costumbre ha sido también reco­
nocida implícitamente por la ley de 1893 (art 299 y 311).
Esta costumbre está muy lejos de ser general. Existe
en diversas regiones, por ejemplo, en ciertas partes ele la
Champaña (6), y también, quizás, en los hábitos particu-
(1) Req., 3 enero 1900, D. 1901. 1. 73, S. 1901. 1. 401; 2*5 junio 1923, S. 1924
I .. 1. 77, Gaz. Pal., 5 oct. 1923.
(2) Tr. de Quimper, 12 dic. 1904, precitada.
(3) Tr del Sena 25 dic. 1897, P. 98. 2. 496. En el mismo sentido, Porrean,
op. cit., p. 246-247; Lallier, op. cit., p. 199-200; Contrd, Humblet, op. cit., núm. 170.
(4) Es la costumbre, obra común do las mujeres y do los hombros, la única
culpable, si es que hay culpable, y las feministas no tienen razón alguna en acu­
sar al legislador. V. Hubertine Auclort: Le vom. do zV embargo,
los arts. 100 y s. del Código ruso soviético de la familia, sobro la elección del nom­
bre del .(T.ra^- *nota a Col.n, g 39Q4 ? i6i
(í) e“h: pX'u, p. 233-234 y referencias; París, 21 junio 1903.

á ■ precitada.
EL NOMBRE 107

lares de ciertas familias (1). Además, no es corriente en­


tre los maridos el tomar el nombre de sus mujeres, sino en
el caso de que haya peligro de confusión con otros parien­
tes, o simplemente con homónimos (2). Este peligro apa­
rece con una evidencia particular en el ejercicio de un co­
mercio o de alguna otra profesión pública. El nombre de
su mujer, unido al suyo, permite al marido individualizar
mejor su empresa y mantener, aún después de la muerte
de su mujer la continuidad de su razón comercial (3).
Los tribunales tendrán, pues, en cada caso, que entre­
garse a investigaciones de hecho, sobre la legitimidad de
esa unión (4). Los efectos serán limitados. El doble ape­
llido no podrá ciertamente ser usado sin fraude en los ac­
tos del estado civil. Los dos apellidos no podrán ir unidos
sino en aquellos casos en que puede hacerse uso de sobre­
nombres (5) y la ley de 1893, que ha aceptado reconocer el
uso preexistente, no ha cambiado nada, realmente, ese ca­
rácter del apellido de la mujer unido al del marido. El
marido podrá emplear el doble apellido en sus relaciones
mundanas o profesionales o en los actos privados, y ser­
virse de él para firmar (6). El divorcio y la separación
de cuerpos tienen, sobre este uso, el mismo efecto que sobre
el que da a la mujer el apellido del marido.
Además de los casos admitidos por la costumbre, el
uso del apellido de la mujer por parte del marido, es lícito
en la vida privada, pero no debe lesionar a terceros en el
ejercicio de sus derechos. Sólo podrán actuar contra el ma­
rido aquellos que tengan derechos sobre ese nombre. Y
aún el juez podrá deducir de su actitud, si en realidad ha­
bían consentido en el uso que el demandado ha hecho de él
y si esta aprobación anterior les quita el derecho de recla­
mar (7).

(1) París, 21 junio 1903, precitada.


(2) Ponen, 10 enero 1909, D. 1911. 2. 165, S. 1912. 2. 177, nota E. H. Perreau.
(3) Poiticrs,, 8 dic. 1863,, S. 64. 2. 50;, 2 „junio 1863 .y Req., 17 agosto- 1864,,
„_______
D 65. 1. 303; Limogcs, 21 enero 1888, S. 8$. 2. 27.
(4) En esto sentido, nota A. Colin, D. 1904. 2. 1; pero v. nota de E H. Pe Pe-­
rreau, S. 1912. 2'. 177.
(5) En esto sentido, A. Colin, nota, precitada; Lallier, op. cit., CÍt.» p. 203;
M
Perreau, op. cit., p. 09?.
p. 515.
-
237; del mismo, nota precitada y artículo en JRcv. trim.. 1903

(6) O. sin embargo, Rouen, 10 enero 1909, precitada.


(7) Es lo que . .parecen admitir en sus motivos, las dos sentencias do Rouen y
de Paría, anteriormente citadas.
108 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Sección II.—Derechos y obligaciones que se relacionan


con el nombre patronímico

§ 1. Derecho al nombre
114. Naturaleza del derecho; propiedad del nombre.
—¿Es objeto el apellido de un derecho de propiedad? La
jurisprudencia admite que el nombre patronímico es pro­
piedad de la familia que lo lleva (1). Esta proposición,
sostenida en otros tiempos (2), se halla hoy universalmente
abandonada en doctrina (3) y con justa razón: es doble­
mente falsa, desde el punto de vista teórico y desde el pun­
to de vista histórico.
Como la palabra lo indica, el derecho de propiedad es
la atribución propia, exclusiva, de una cosa a una persona.
La existencia de ese derecho supone que la cosa que es ob­
jeto del mismo no puede pertenecer al mismo tiempo a va­
* rias personas, beneficiando en su totalidad a cada una.
Ahora bien, ese es justamente el caso del apellido: dos per­
sonas y hasta un número mayor pueden llevar el mismo a
la vez, y cada una sacará de ello todas las ventajas y como­
didades que pueda producirle. De hecho, los mismos ape­
llidos se encuentran por doquiera; las formas variables de
su ortografía produce una ilusión de su nombre real.
El error no es menor desde el punto de vista histórico.
El mismo origen de los nombres rechaza invenciblemente
la idea de propiedad; casi todos han sido sacados del fon­
do común del idioma y de la Historia; son nombres de cua­
lidades, de profesiones, de nacionalidades- o bien el nom­
bre de un personaje piadoso o célebre, no de cosas apropia-
bles. Lo que ha introducido la idea de la propiedad de
los apellidos, es el nombre feudal, es decir, el nombre de
tierra llevado por una persona. Esta forma de designar
a las gentes por los señoríos que poseían, debía fatalmente
conducir al error de confundir el nombre con la propiedad.
Esta no ha sido nunca excusable sino para ciertos nombres
y ya hoy no lo es para ninguno.
(1) Ln palabra se encuentra en numerosas decisiones. V. las notas siguió»
tes y Civ., 25 oct. 1911. D. 1912. 1. 208, S. 1912. 1. 95.
1 (2) Merlin, Répertoire, v’ Nom.
(3) Labbé, nota S. 84. 2. 21; Lalher, op. cit., núm - j 3, TTumblet, op. cit.,
núm. 228; Capitant, Introdvotion a Vétudc du ^roit civil, ‘4» ed :núm. 131, p. 173-
i7d- A Cnlín nota D 1904. 21. 1; Perreau, op. cit., p. 37 y s. Baudry-Lacantmerie
í, SS». ». xxui,
ssions, I, núm. 8; A. Colín y Capitant, I, p. 360, Blonaei, op. cit., p. J41 y s..

í
Sudré, op. cit., p. 76 y s.

I
EL NOMBRE 109

Además, sería una propiedad singularísima esa del


apellido, pues, para la persona a quien designa, es más bien
una obligación que un derecho. La ley lo establece más
que en interés de la persona, en interés general, y es para
ella una institución do policía, la forma obligatoria de la
designación de las personas. La trasmisión hereditaria no
debe crear esa ilusión; no es obra del padre: es la ley la
que, para hacer notorio el hecho de la filiación, exige que
ese hecho sea anunciado por la identidad del apellido. To­
do esto se sale de la idea de propiedad. x
Aun estando de acuerdo hoy para rechazar la idea de
propiedad, los autores no se entienden muy bien para reem­
plazarla. Algunos no ven en el nombre patronímico sino
la marca y la traducción de una filiación (1). Las accio­
nes que la defienden serán, por lo tanto, acciones en recla­
mación o en impugnación de estado y más especialmente
acciones en reclamación o en impugnación de filiación.
Creemos esta concepción tan incompleta como la que hace
del apellido una propiedad de familia, puesto que descono­
ce que para nombrar a un individuo, no basta con saber
cual sea el nombre de una familia, hay que saber también
si el individuo tiene alguna relación con ella. Y por el con­
trario. no viendo en el apellido sino la marca de una filia­
ción, se desconoce que, para nombrar a un individuo, no
basta con conocer sus relaciones con una determinada fa­
milia, sino que además hay que conocer también el apellido
de ésta. ¿Cómo explicar, entonces, el derecho de un indivi­
duo a un nombre que ha sido autorizado a llevar, por decre­
to, y que no es en absoluto la manifestación de una filia­
ción? En cuanto a la afirmación de que el nombre forma
parte del estado civil, se impone, desde luego, pero, por esa
misma razón, no resuelve ningún problema.
De que no exista propiedad del nombre patronímico,
no hay que deducir que una persona, no tenga derecho al ■

apellido que lleva su familia. Si la sociedad marca con uu


signo a toda familia y a todo individuo, es por interés so­
cial, en primer término, pero es también por interés de I

aquéllos a quienes proporciona de ese modo el signo funda­


mental de su identidad. El titular puede valerse de est*
derecho contra cualquiera y es por esa condición absoluta
y general de su ejercicio que tiene semejanza con un dere­ i
cho de propiedad.
(1) A. Colín, op. cit.
110 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

La marca que la sociedad fija sobre un individuo se


relaciona con él como uno de los atributos de su persona­
lidad (1), y el individuo adquiere a la vez el derecho a usar
el apellido y el derecho a defenderlo.
115. Uso del apellido.—En toda ocasión, el portador
de un nombre patronímico tiene el derecho a usarlo para
designarse a sí mismo en sus relaciones sociales, profesio­
nales o civiles. Sin duda, le es igualmente permitido, en
sus diversas actividades, hacerse designar por un sobre­
nombre, pseudónimo, nombre de guerra, nombre comer­
cial, libremente escogido por él; si bien en tales casos que­
da expuesto a la acción de terceros que alegaren que el uso
de ese modo de designación, demasiado parecido al nombre
patronímico de los reclamantes, les causa perjuicio, con
lo que podría verse privado de su uso. Al servirse de su
apellido hace uso, en cambio, de un derecho absoluto, a
menos que se entregue a verdaderas maniobras que tiendan
a crear una confusión (2).
El derecho que la persona tiene a su nombre patroní­
mico, se manifiesta mejor aún, cuando entra en relaciones

con la Sociedad. En los actos sobre el estado civil, en el
ejercicio de los derechos políticos, en el cumplimiento de
las obligaciones cívicas y militares, en la obtención de pen­
siones, .de socorros y de diplomas, en el nombramiento pa­
ra cargos públicos o funciones civiles, es el nombre patro­
nímico el único que se emplea. El interesado puede hacer
I í'
■ ■ ■

1
rectificar todos los actos en que su nombre haya sido alte
rado (3). El que obtiene una decisión modificando su nom­
bre, debe sobre todo hacer rectificar su acta de nacimiento,
|í para que en el futuro la modificación sea llevada correcta­
mente a todos los actos que le interesen.

I . 116. Defensa del nombre.—La defensa del nombre


se ejerce a la vez contra terceros que se nieguen a dar al
(1) Es lo que ¡os alemanes han desarrollado ampliamente. V. Saleilles, Saloilles, Lo
droit au nom wdi'viduel dans le codo civil pour lfEmpire I)’Allemagne, Rev. crist.,
5 • ■
1900 p. 94.
(2) Lo que es además frecuente en materia comercial, en que se puede usar
su propio nombre para hacer una competencia desleal a un homónimo. V. principal principal-­
mente, París. 27 dic. 1893, D. 94. 2. 96; 29 mayo 1903, D. 1903. 2. 163; 24 nov.
1905, D. 1906. 2. 201; Tr. Reims, 18 mayo 1906. 10. 1909. 2. 89, nota Claro; París-

25 oct. 1910, S. 191.f. 2. 102. Estas sentencias, al reprimir el abuso, establecen
i cuidadosamente el principio de la libertad del uso de nombro. Esta libertad so halla
afirmada por varias sentencias de la Corte do Casación: v. principalmente Civ., 30
enero 1878, D. 78. 1. 231, S. 78. 1. 289; Req., 24 junio 1908, D. 1908. 1. 551.
(3) V. también, sobre la rectificación del nombre de un elector o- do un ju­
rado en las listas oficiales: Trib. crim., de Moselle, 28 nov. 1866, D. 66. 2. 226;
Civ./l’ mayo 1889, S. 89. 1. 335.
EL NOMBRE 111

interesado su verdadero nombre, alegando que no tiene de­


recho a él (1), contra terceros que empleen el nombre en
una forma molesta o mortificante, en novelas o en piezas
de teatro, por ejemplo (2), y por último sobre todo, contra
los terceros que usurpen el nombre, bien a título de nom­
bre patronímico (3), bien a título de nombre comercial (4\
o bien a título de pseudónimo (5), si la elección de éste pue­
de crear una confusión.
Este es el caso en que, para algunos autores, aparece
el interés por saber si el nombre es verdaderamente objeto
de un derecho de propiedad. La persona que lo lleva po­
dría, si fuera tal derecho, hacerlo respetar, sin tener que
probar que la usurpación le causa un perjuicio. El perjui­
cio existiría por el solo hecho de que hubiera usurpación
de un derecho de propiedad. Algunas decisiones, inspirán­
dose en la idea de propiedad del apellido, no exigen, en
efecto, la prueba de ningún perjuicio determinado (6).
Pero la jurisprudencia contraria tiende a dominar (7). La
divergencia es, tal vez, más aparente que real. La ma­
yoría de las decisiones que afirman la inutilidad de la prue­
ba de un interés, se refieren, o a casos de competencia
desleal en que el demandante tiene un interés evidente en
denunciar, o a la defensa de apellidos con partícula (8) ;
(1) Tr. del Sena, 26 nov. 1869, D. 70. 3. 25. La jurisprudencia, sobre todo,
parece haber examinado la cuestión por el lado represivo, desde el punto de vista
del delito- de difamación: Crim., 1S dic. 1874, D. 75. 1. 281, S. 75 1. 328; Tr. del
Sena, 18 nov. 1903, D. 4. 1904. 2. 55.
(2) Tr. del Sena, 15 fcb. 1882, S. 84. 2. 21, nota Labbé; Tr. del Sena, 2’5
mayo 1909, D. 1910. 5. 46.
(3) V. principalmente Beq., 15 mayo 1867, D. 67. 1. 241, S. 67. 1. 241, 17
nov. de 1891, D. 93. 1. 245, S. 93. 1. 25; 16 nov. 1897, D. 98. 1. 242, S. 99. 1. 337;
Civ., 10 nov. 1902, D. 1904. 1. 85, S. 1903. 1. 505.
(4) V. principalmente Civ., 15 y 16 abril 1878, D. 79. 1. 169 S. 79. 1. 250;
14 marzo 1881, D. 81. 1. 378, S. 82. 1. 8; Tr. Nantes, 10 julio 1910, D 1911 5. 6.
Lo mismo sucedo en el caso del nombre do un inventor de un producto. Los terceros
comerciantes no pueden emplearlo para designar este producto, sino en el caso do
que el uso haya hecho que eso nombre patronímico sea necesario a osa designación
(sentencias precitadas). Otras decisiones citadas por Thaller y Percerou, Tr. de
droit cojn-mercial, p. 318. Sobro el nombre patronímico hecho nombro comercial, v.
bibliografía infrd, bajo el núm. 119.
(5) Tr. del Sena, 15 fcb. 1882'. D. Jur. Gén-., Sup. V Nom. núm. 123, S. 84. 2.
21, nota Labbó; 13 marzo 1889, S. 90. 2. 119; l9 agosto 1903, D. 1904 2. 4 y en
apel., París, 24 mayo 1905, S. 1906. 2. 217, nota E. H. Perreau.
(6) V. principalmente Burdeos, 4 junio 1862, S. 63. 2. 6; París, 4 dic. 1863,
D. 64. 2. 12 y en Beq., 14 marzo 1865, D. 66. 1. 266, S. 66. 1. 435; París, 16 mayo
do 1900, 1). 1902. 2. 174, S. 1902’. 2. 15; Tr. del Sena, 19 akbril 1902, bajo París, 21
enero 1903, 8. 1904. 2. 161; Tr. de Nantes, 10 julio 1910, precitada, Rouen, 10 nov.
1909, D. 1911. 2. 165, S. 1912. 2. 177, nota E. H. Perreau; Tr. dol Havre 9 feb.
1924, Gas. Pal., 12 abril 1924.
(7) V. principalmente Rioni, 2 enero 1865, D. 65. 2. 17, S. 65 2. 7; Tr. del
Sena, 25 mayo 1909, D. 19J0. 5. 46; Civ., 6 marzo 192'3 (sol. impl.), D. 1923. 1. 57
nota Savatier. V. Req., 7 diciembre 1909, D. 1910. 1. 48. ’
(8) V. todas las sentencias citadas en la nota núm. 6.
!
112 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

pero, como la partícula sirve para indicar la antigüedad


de una familia, el que lleva an nombre semejante tiene un
interés, por lo menos moral en que el mismo apellido no
sea empleado por usurpadores; porque este uso disminui­
ría la rareza del apellido y podría hacer que se dudara de
su buena ley. Es, pues, una afirmación de pura fórmula
el decir que el portador de un apellido puede entonces pro­
ceder sin tener que probar un interés. En realidad, ese
interés existe, tanto más cuanto que las mismas decisiones
que lo consideran inútil, tienen buen cuidado en hacerlo
constar y llegar a veces hasta añadir que si se hubiera tra-
tado de un apellido corriente, su titular no hubiese tenide
acción (1). Se establece también que en el caso de una
acción intentada contra un escritor que ha dado un nombre
patronímico a un personaje, o que ha usado de ese nombre
como pseudónimo, es siempre la cuestión del perjuicio cau­
sado el que decide a los tribunales a ordenar o no la supre­
sión del pseudónimo o el cambio del nombre del personaje
(2). El perjuicio parece, pues, que es la primera condición
de la acción contra el usurpador de un apellido.
Hay una segunda: es preciso tener a su vez un derecho
a ese apellido (3). Esto no quiere decir que sea necesario
llevarlo: hasta los parientes maternos y con mayo?' razón
una viuda o los colaterales de una rama, que lleven un nom­
bre de tierra distinto, pueden defender un apellido que
no es o que es incompletamente el suyo. Es preciso, sin
embargo, que sean parientes en un grado lo suficientemen­
te próximo para estar interesados en salvaguardar Ja mar­
ca distintiva dada por la sociedad, si no a ellos mismos, por
lo menos, a su familia. En este caso, también, es la existen­
cia de un interés moral el que sirve de criterio a los tribu­
nales (4).
La acción ejercida para la defensa del apellido tiene
por objeto una condena al pago de daños y perjuicios, pa­
ra <el pasado, y la prohibición al usurpador de hacer uso del
■ y. (1) Rouen, 10 nov. 1909, precitada.
(2) V. las decisiones citadas en las notas del uúni. 116. La prueba de ello
está en que esas decisiones admiten la ausencia de la responsabilidad do! autor, en
el caso de consentimiento tácito de los portadores del apellido Se recuerda que
el Consejo de Estado exige también que haya un ínteres que justifique la oposición
a un cambio de nombre. , . .
i (3) Pero no es necesario que eso derecho pertenezca a un individuo; un mu­
nicipio puede también defender su nombre contra una usurpación: C. de Estado,
16 ae(°At0 v8%S253juho 1867, D. 68. 2. 34, y on apel. Beq, 20 abril 1868, D. 68. 1.
292 S 68 1.194; Tolosa, 18 eAero 1899, D. 1900. 2. 52 y en apel.; C.v, lo nov. 1902,
D. 1904. 1. 85, 8. 1903. 1. 505.

•¡
EL NOMBRE 113

mismo, para el porvenir. Esta prohibición puede ser san­


cionada por una pena (1). Finalmente, si todavía quedan
trazas del abuso cometido, el autor del abuso será condena­
do a hacerlas desaparecer. De todos los ejemplares de su
libro, por ejemplo, tendrá que borrar el apellido que ha he­
cho ridículo u odioso (2).

§ 2. Carácter obligatorio del nombre.


117. Inmutabilidad del nombre.—El nombre presen­
ta un segundo aspecto: es obligatorio para los que designa.
La Sociedad tiene que poseer, a veces contra los designados
y en todo caso en interés general, un medio de identifica­
ción que no les permita escapar. De ahí, una serie de
nuevos caracteres del nombre: es inmutable y, como con­
secuencia, indisponible e imprescriptible.
La inmutabilidad no es absoluta, pues los cambios se
hallan simplemente subordinados a una autorización ad­
ministrativa (suprá, núm. 107). De donde la obligación de
cambiar de nombre, impuesta como condición de un con­
trato, no es nula (3). Mucho más práctico es el caso en que
esta obligación resulta de un testamento, y hemos visto que,
entonces, el Consejo de Estado no la consideraba tampoco
ilícita, y que la ha tenido muy en cuenta como justificación
de un cambio de nombre.
La inmutabilidad del nombre no impide que se pueda,
fuera de las relaciones legales, hacerse designar por un vo­
cablo cualquiera. Los mismos actos jurídicos no por eso
dejan de ser válidos, siempre que el apodo dé suficiente fi­
jeza a la identidad de las partes. También es posible que,
por la costumbre, caiga en el olvido una parte del nombre;
y si es nombre lleva una partícula, que separa un nombre
de tierra de otro nombre, ocurrir que adquiera importan­
cia preponderante el nombre de tierra (4), a condición, no
obstante, de no crear con ello una confusión entre los nom­
bres de dos familias (5). Pero tales caprichos no trascien­
den a las actas del estado civil. Destinadas a catalogar a
los individuos, esas actas deben señalarlos bajo el nombre
(1) Paría, 10 marzo 1900, D. 1902’. 2. 174. S. 1902. 2. 215; Req., 18 marzo
1913, D. 1916. 1. 248.
(2) Tr. del Serna, 15 fcb. 1882, S. 84. 2. 21; 13 nov, 1889, S. 90. 2. 119.
(3) Civ., 4 julio 1836, S. 36. 1. 642; Req., 21 agosto, 1848, D. 48. 1. 223.
v. E. II. Perroau, op. cit., p. 15G y s.
(4) Amiens, 24 dic. 1890, en Req., 17 nov. 1891, D. 93. 1. 245, S. 93 1. 25.
(5) Burdeos, 4 junio 1862', S. 63. 2. 6; Reúnes, 20 abril 1881, S. 81. 2 30*
Tolosa, 18 enero 1899, D. 1900. 2. 52, precitada.
1Í6 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

más que la marca, no tendrá derecho a modificar su as­


pecto, aun continuando el uso del nombre que ella com­
prende (1) ; otra cosa sería si el nombre comercial le hu­
biera sido cedido en su conjunto (2).
La cesión voluntaria del nombre puede ser temporal
o perpetuo (3). Aun en el primer caso, cesa de producir
efecto si hubiera abuso, principalmente si el cesionario se
sirve del nombre comercial adquirido por él, para tratar de
crear confusiones, o amenaza, por sus actos, con deshonrar
el nombre patronímico que constituye su razón comercial
(4). El cedente, por su parte, debe abstenerse de usar des­
lealmente su nombre patronímico para hacer competencia
al cesionario de su razón comercial (5).
Por último, aun fuera de una cesión explícita, el dere­
cho de servirse del nombre patronímico de un predecesor,
como nombre comercial, puede resultar, para el sucesor, de
un largo uso tolerado por los que llevan el nombre patro­
* nímico (6).
Tampoco hay atentado a la indisponibilidad del nom­
bre cuando un individuo consiente en ver que su nombre se
convierte en el pseudónimo de un autor o en el nombre de
un personaje imaginario creado por un escritor. El inte­
rés social, que impone a la persona el respeto de su nombre,
no sufre con eso (7).
§ 3. Sanciones penales del derecho al nombre.
120. Delitos realizados por medio de un cambio de
nombre.—Como el nombre ha sido instituido en interés de

la Sociedad y para permitirlo identificar a sus miembros,
la modificación arbitraria de los nombres causa un tras­
torno social contra el cual procede la ley penal. Ya hoy no

(1) Comp. Tr. Reims, 18 mayo 1906, precitada, y la nota Claro.


(2) Lo que se presume en caso de cesión de un establecimiento comercial: v.
Req., 28 enero 1924, D. H. 1924. 205.
(3) Req., 5 julio 1897, S. 98. 1. 228. A menos de indicaciones contrarias, la
cesión debe considerarse perpetua: Thaller, nota precitada; París, 11 j.dio 1867,
precitada; Req., 3 feb. 1909, D. 1910. 1. 441, informe L.'tellicr, S. 1909. 1. 481, nota
Lyon-Caen; París, 21 junio 1923; Gaz. Pal., 1923. 2. 317. Contrá, Lyon. 12 junio
í i 1873, D. 74. 2, 168, 8. 74. 2. 246; Burdeos, 28 nov. 1896, 7). 97. 1. 1.04’
Req. 3 feb. 1909, precitada;
(4) Req., París, 21 junio 1-923^
precita da^París^21^junm .-923, precitada. Comp. sobre
los títulos de nobleza: Civ., 25 oct. 1898, D. 99. 1 166. S. 99 1. 177
Ca0n"'ÍTdic^Í853'
(5) Caen, 13 dic. 1853, S. 54. 2.2.'398;
398; París, 22 nov. 1899, D. 1900. 2. 276.
__________
(7) V. principalmente, JPr. del Sena, 30 inlarzo 1-82, S. 84. 2. 21; 1?' agosto
1903, D. 1904. 2. 4 (sol. impl.) y en apel., París, 24 mayo 1905, D. 1908. 2. 319,
6. 1906. 2. 217, nota E. H. Perreau.
EL NOMBRE 117

se muestra muy rigurosa. El decreto-ley del 6 fructidor


año II, que había establecido el principio definitivo de la
inmutabilidad del nombre, lo fortificaba con sanciones pe­
nales. Estas eran, a veces, extraordinariamente, riguro­
sas (l)pero, precisamente a causa de su exageración, fue­
ron consideradas como implícitamente derogadas con el
régimen revolucionario (2), y el cambio de nombre dejó
de ser perseguido. En el fondo, continúa lo mismo. Un
solo texto, el artículo 259 del Código penal, se ocupa de]
asunto, pero sólo en algunos casos. Este texto es muy poco
aplicado. Y no se puede, realmente, considerar como pro­
tecciones del nombre, la represión de ciertos actos que se
producen de hecho por medio de un cambio do nombre. Lo
que la ley castiga en esos casos, es el acto a que ha tendido
ese cambio de nombre, y no el cambio en sí. En esta forma
proceden los preceptos que castigan la falsedad (art. 147-
150 Cód. pen.), infracción que se puede realizar por medio
de falsos nombres o una firma falsa; la estafa (art. 405 del
Cód. pen.), que se puede realizar por medio de nombre fal­
so. La ley castiga también la falsificación (3). que se co­
mete frecuentemente por usurpación de un nombre o de una
firma a que no se tiene derecho. Castiga los fraudes electo­
rales realizados por el elector que adopta un nombre in­
exacto (4), el ejercicio de la medicina con un pseudónimo
(5), y por último la falsificación del expediente judicial de
otro, gracias a la usurpación de su nombre (6).
121. Delito del artículo 259 del Código penal.—En el
art. 259 del Código penal, cuya redacción actual data de la
ley de 8 de mayo de .1858, no ha sido ciertamente el nombre
lo que el legislador ha tratado de proteger. Este precep­
to castiga con una multa de 500 a 10,000 francos “a cual­
quiera que, sin derecho y a fin de atribuirse una distinción
honorífica, use públicamente un título, cambie, altere o mo­
difique el nombre que le conceden los registros del estado
civil. La partícula “de” que pasa por una distinción ho­
norífica, ha sido especialmente considerada por los autores
(1) Prisión de sois meses, multa igual a la cuarta parte del ingreso del de­
lincuente y degradación cívica del reincidente (art. 3).
(2) Crim., 13 enero 1813. Comp. Mcrliai, v. Pro>nesse de chango' de nonti
E. 11. Porrean, op. cit., pág. 95; Lallier, op. cit., núm. 150; este autor no hace datar
la abolición, sino la ley dfc 1858 que modifica el art. 259 C. Pen Sin. embargo,
esta tesis encuentra, resistencias: V. Merlin, loe. cit. Cas. Bélgica. 4 mayo- 1857,
O. 57. 2. 111. Cornp. Angers, 29 junio 1896, D. 98. 2. 217, S. 99. 1. 337.
(3) Art. 42'5 y s. O. Pen.; leyes de 28 enero 1824 y de 9 feb. 1895.
(4) Decreto-ley de 2 febrero 1852, arts. 31 y 33.
(5) Ley de 30 noviembre 1892, art. 9.
(6) Ley do 5 agosto 1899, art. 12, modificado po- ’a ley de 1'. julio 1900.
P# y R- T. D. C. — I - 5
118 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

de ese precepto, y se halla legalmente protegida contra las


usurpaciones de la vanidad, aunque de hecho las persecu­
ciones sean raras (1) y la impunidad casi segura.
Dos elementos caracterizan este delito: la alteración
de un nombre patronímico; el objeto honorífico de esta al­
teración.
1’ La alteración de un nombre patronímico es el uso,
a título de apellido, de im vocablo diferente del verdadero
apellido del delincuente. La diferencia puede ser simple­
mente una diferencia de ortografía que sea intencional (2).
El Ministerio público o la parte civil tienen la obligación
de suministrar la prueba. Pero esta prueba será dada, en
principio, desde el momento en que se establezca que un
antepasado directo del acusado no usaba el nombre que se
atribuye; con más fuerte razón, lo será cuando ese nombre
se vea desmentido por las indicaciones del acta de nacimien­
to del propio acusado; sería entonces al acusado al que le
correspondería demostrar su derecho (3).
Poco importa, por otra parte, en qué ocasiones ha al­
terado su nombre: el art. 259 no exige que esto sea en un
acto relativo al estado civil. Tarjetas de visita o de parti­
cipación, una placa de identidad fijada en una puerta (4)
pueden bastar, tanto más cuanto que es de temer que el
nombre usual trate más tarde de introducirse en el Regis­
tro del estado civil. Pero es preciso realmente que el nombre
alterado haya sido efectivamente usado y a título de nom­
bre patronímico. El uso de un sobrenombre, aun provisto
de la partícula, es lícito siempre que el que lo adopte no
oculte con él un nombre de guerra.
29 El segundo elemento del delito es la intención de
L> hacer el nombre más llamativo. Ciertamente que ha sido
la ilegítima vanidad la que se ha pretendido atacar en el
cambio del nombre, al mismo tiempo que se ha querido im­
pedir que el público sea engañado. Se trata, pues, aparte
el caso de usurpación de títulos, de arreglos de un nombre
tendientes a introducir en él, de una forma o de otra, lo
que halaga el orgullo y asegura la consideración especial­
! mente la partícula. Poco importa que esa partícula no
tenga relación alguna con la nobleza, o que el inculpado ha-
(1) V. sin embargo, Tr. corr. |de Lorient, 15 oct. 1023,GaS. Pal,, 1923. 2. 621:
Tr corr. Marvéjols, 15 octubre 1921, Gaz. Pal., 1921 J. o85.
Í2< París 16 enero 1862. D. Jur. Gen., Bupl. v. Ncm, num. 53, S. 63. 2* 45.
(3) Sobre estas cuestiones de prueba, v. Crim. 5 onoro 1861, O. 61 1, 88, S.
61. 1. 202; 10 marzo 1905 8 1908. 1■ a •
(4) Tr. corr. Lorient, 15 octuore ,

I i
EL NOMBRE 119

ya sido noble efectivamente (1), o que se trate de la usur­


pación de un nombre de tierra simplemente plebeya. Bas­
ta con que el acusado haya obrado con conocimiento de
causa (2).
Lo más frecuentemente, debido a la falta de iniciati­
va para la persecución penal, las cuestiones de nombre son
llevadas ante los tribunales civiles. Desde luego que se­
rían necesariamente llevadas ante esos tribunales, a títu­
lo de cuestión prejudicial, si el acusado hiciera surgir esta
cuestión (3).
§4. Acciones relativas al nombre.
122. Acciones de reclamación y de impugnación del
nombre.—Las acciones en reclamación de nombres son ge­
neralmente iniciadas por una solicitud que presenta el in­
teresado, con vista a la rectificación de las actas del estado
civil que le conciernen. El presidente puede crear el dere­
cho por una orden, el Tribunal por sentencia (art. 99, C.
civ.) La mayor parte de las veces no hay contradictor.
Las acciones sobre impugnativa del nombre, en cam­
bio, tienen siempre el carácter contencioso. Tienden a ha­
cer que se prohíba a una persona el uso de un apellido al
cual esta persona no tiene derecho y, en consecuencia, a ha­
cer que se rectifique su acta de nacimiento (4), si ha sido
inscripta con este último apellido. La iniciativa correspon­
de, ciertamente, como ya lo hemos dicho, a los miembros
de una familia homónima, siempre qpe demuestren un per­
juicio (sztpra,, núm. 16). Corresponde también, al Ministe­
rio público, desde la ley de 20 de noviembre de 1919 que
modifica el art. 99 del Código civil. Este texto reconoce ex­
plícitamente al Ministerio público el ejercicio de la acción
de rectificación de actas del estado civil, que ya le daba
antes ]a jurisprudencia en estos casos (5). Anque la ac­
tividad de los tribunales no se manifiesta mucho en este
(1) Crim., 5 enero 1866, precitada. Garraud, Traité de droit crimine!, IV,
núm. 1408.
(2) Garlón, C. Pénal annoté, en el art. 259; Lallier, op. cit., pág. 262 y s.;
E. H. Porrean, op. cit., pág. 105 y s.; Ch. de Chergó, L.ettres d’uw p aysan genti!-
homme sur la loi du 28 mai 1858, 1860; Hédoin, De Uusurpation des titres nobi-
Viaiitps, tesis, París, 1900, págs. 120 y s.
(3) Garraud, op. cit., IV, núm. 1411.
(4) Comp. Rcq., 10 marzo 1909, S. 1912. 1. 261.
(5) V. principalmente, Civ., 2'4 dic. 1901, D. 1902. 1. 361, S. 1902. 1. 358;
Civ., 25 oct. 1905, D. 1906. 1. 337, nota Planiol, S. 1909. 1. 27; Req., 8 mayo 1920
informadla en L’Action com/munále, 5 dic. 1920.

I
T' 120 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

terreno, parece, sin embargo, que prefieren esta acción a la


acción represiva fundada en el art. 259 del C. Penal.
Junto a las acciones sobre reclamación a la impugna­
ción de nombre, hay otras acciones que protegen o limitan
ei uso de un nombre no discutido. Son igualmente de la
competencia de los tribunales de justicia (1).
123. Autoridad de la cosa juzgada.—Si se trata de
una decisión que ha recaído sobre una reclamación de nom­
bre iniciada por una solicitud en rectificación de acta del
estado civil, la jurisprudencia no ve en ella sino un acto de
jurisdicción voluntaria (2), con el cual no tiene relación
la autoridad de la cosa juzgada (suprÁ, n9 30) El Ministe­
rio público, puede, pues, presentar al presidente del tri­
bunal otra demanda, solicitando que vuelva sobre su deci­
sión, en el caso de que la primera rectificación hubiera si­
do originada por un error (3). El interesado puede, tam­
bién, a pesar de la primera negativa, formular una nueva
demanda fundada en nuevos argumentos (4).
Si se trata, por el contrario, de una decisión conten­
ciosa que pone fin a un pleito sobre atribución de nombre,

i hay que reconocerle autoridad de cosa juzgada. Pero es­


ta autoridad, ¿es simplemente relativa, de acuerdo con la
doctrina que la mayoría de los autores aplican (suprá, n’
31 y s.) incluso en materia de cuestiones sobre el estado
civil, o bien es absoluta? En realidad, la cuestión se des­
dobla. Se puede preguntar, de una parte, si la cosa juzga­
da en materia de nombre respecto del miembro de una fa­
milia, beneficia o perjudica a los demás miembros de esa
familia; y de otra pa?te, si afecta a los extraños con los
cuales las partes entran en relaciones.
a) Esta última cuestión se plantea así: cuando una
persona, en sus relaciones con otra, se ha encontrado con
que se le niega judicialmente el derecho a un nombre de­
terminado, ¿puede todavía reclamar útilmente contra un
tercero su derecho a ese nombre? O bien, cuando habien­
do querido un primer contrario impedirle que Heve ese

II nombre, y el tribunal ha reconocido su derecho, ¿puede to­


davía un segundo contrario hacer que se le prohíba el uso
/i\ Tr Conflits 22 julio 1922, T). 1924. 3. 25.
•• . (2) Angers, 12 agosto 1901, D. 1902. 2. 210; S. 1901. 2. 29; Civ., 25 octubre
19°5 precitada. ’ wo itada> motivo9.


M) Angers 12 agosto 1901, precitada; Bourges 25 julio 1899 (nol. impl.)
en Civ 24 dFc 1901 precitada; Tr. Mayennc, lo agosto 1902 prestada. Esta últi-
sentencia conchó una rectificación que por tres veces habta s.do ya dcnegada
judicialmente al mismo demandante.

j
EL NOMBRE 121

del mismo apellido? La naturaleza del nombre, procedi­


miento social de identificación de los individuos, parece
oponerse tanto a una como a otra pretensión. ¿Qué sería
un nombre tan pronto reconocido como negado a una mis­
ma persona? Y lo que es más grave aún, puesto que se tra­
ta de una institución de interés social, ¿qué nombre habría
que tomar de las actas del estado civil, al margen de las
cuales se hubieran transcripto dos sentencias contradicto­
rias? Aun en el caso de no admitir la indivisibilidad del
estado civil en general, hay que reconocerla en este caso y
dar a la decisión pronunciada una autoridad general (1).
No obstante, es innegable que semejante criterio es
muy difícil de conciliar con la indivisibilidad general del
estado civil y el principio de la relatividad de la cosa juz­
gada, en materia de estado civil, defendido por algunos
autores. Basta para darse cuenta de ello con suponer una
sentencia que, al decidir una cuestión de filiación, resolvie­
ra, por vía de consecuencia, (a) una cuestión de nombre.
Si esa decisión no tiene sino una autoridad relativa en
cuanto a la filiación que establece, ¿cómo ha de tener una
autoridad absoluta en cuanto al nombre que reconoce? Y
.por otra parte, ¿cómo no conceder al interesado un nom­
bre que corresponda a la filiación que le ha sido atribuida?
Se cae entonces en la dificultad a que conduce la pluralidad
de nombres de individuo y la diversidad de esos nom­
bres según las personas con las cuales entra en relaciones.
La no aplicación que voluntariamente se admite de la re­
latividad de la cosa juzgada en materia de nombre, es difí­
cil do conciliar con el mantenimiento de esa relatividad en
materia de estado civil (2).
b) El otro problema, en el fondo, se halla basado en
el precedente. Si se admite que el nombre reconocido a
un padre tiene un valor absoluto, el hijo, legalmente obli­
gado a llevar el nombre de su padre, no puede, como si se
tratara de un extraño, desconocer ese nombre (3). Se evi- •
(1) Baudry-Lacantinerie y Chauvoau y Chéncaux, III, núms. 425 y 611; Bal- .
lier, op. cit., núms. 117 y s.; Chéneaux, De Vautorité de la chose jugée en matiére
d’état, tesis, Burdeos, 1895, pág. 120 y s.; Metz, 29 abril 1847, D. 47. 1. 108. C&ntrd
Uneoste, De la chose jngee, 2’ ed., pág. 246; E. TI. Porrean, op. cit., pág. 12T9 y
s. Esto último autor no admite el carácter absoluto de la sentencia que haya
recaído a la demanda del Ministerio público. Comp. Limoges, 22 julio 1904, S
1908. 1. 58.
(a) En cuanto a lo que so entiende “por vía de consecuencia1 ’ en la técnica
francesa, véase, más arriba, núm. 108, pág. 101.—(N. del T.).
(2) Sobro las distinciones a las cuales so vo uno entonces obligado; Baudry-
Lacantinerie, Chauvoau y Chéneaux, loe. cit.: E. H. Perreau, loe. cit. Comp Crim
10 marzo 1905, S. 1908. 1. 57. '
(3) Contrd, E. TI. Porrean, op. cit., pág. 127.
122 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ta de este modo que los pleitos corran el riesgo de reanu­


darse de generación en generación. Pero, llegado a este
punto, ¿se puede uno detener en él? La decisión que esta­
tuye sobre el nombre de una persona, ¿no estatuye, en rea­
lidad, sobre el nombre del antepasado del cual desciende es­
ta persona, y no sirve de prueba del nombre para todos los
demás descendientes del mismo antepasado? No obstante,
parece que se puede escapai' a esta consecuencia. La auto­
ridad de la cosa juzgada supone, en efecto, la identidad de
objeto. Ahora bien, la acción de un colateral para hacer
reconocer su nombre individual, no tiene el mismo objeto
q ue la acción de otro colateral para hacer establecer el suyo.
No se puede decir que el objeto de una y otra acción sea el
de establecer el nombre individual, sino el apellido de to­
da la familia, y que por tanto este objeto es por lo mismo
idéntico para todos los miembros de una misma familia.
Eso sería, creemos nosotros, un error. La determinación
del nombre de un individuo es en realidad algo absoluta­
mente especial de este individuo. El método que consiste
en fijarlo relacionando al individuo con una familia, no es
sino un método cómodo escogido por la ley para llegar a ese
nombre individual. Ese procedimiento no se impone y
no depende de la naturaleza del nombre; la prueba está
en que se puede conceder a un individuo un apellido que
no corresponda a ninguno de su familia. La misma natura­
leza del nombre requiere, pues, que la acción que lo preci­
sa no identifique sino al individuo. La identificación del
ascendiente no interviene en el juicio sino como motivo; y
la decisión dada en este punto no tiene la autoridad de la
cosa juzgada para los colaterales (1).
Sección III.—Agregaciones al nombre patronímico
124. Sentido de esas agregaciones.—El nombre pa­
tronímico es común a todos los miembros de una misma fa­
milia. A pesar de su carácter de distintivo individual, no
marca de una manera suficiente la personalidad jurídica.
Por eso el apellido debe ir acompañado de nombres, llama­
dos algunas veces nombres de pila. Además, en la prác­
tica, el deseo de indicar de modo más preciso a la persona
1
(1) Cic. 1* junio 1863, D. 63. 1. 451, S. 63. 1. 387. E. H. Perreau, loe. cit.
Baudry-Lacanthierie, Chauveau y Chéneaux, loe. cit. Cf. tajnbién, 8 marzo do 1841,
D. Jur. Gón., v. Nom, núm. 17.
EL NOMBRE 123

por un signo distintivo da nacimiento al sobrenombre, alias


o apodos y al pseudónimo (1).
De otra parte, es el deseo de realizar la importancia
del nombre, el título de nobleza ha sido conservado, aunque
no corresponda a una clasificación social de las personas.
Por último, algunos apellidos van precedidos de la partí­
cula de, del, de la, de las o de los. Pero esta partícula es
una parte integrante del apellido y no una agregación, y
no debe ser considerada como un título de nobleza (núms.
103 y s.).
§ 1. Los nombras de pila, (2).
125. Atribución de los nombres de pila.—Los nom­
bres de pila se inscriben en el acta de nacimiento por el en­
cargado del registro civil a instancia de los padres (3) que
otorgan mandato para este defecto al declarante, o se presu­
me que le han dado mandato. La elección del nombre y el
orden de inscripción (4) corresponde, pues, de hecho, al
declarante. Pero, cuando resulte establecida la falta de
filiación, el encargado del registro civil elige administrati­
vamente el apellido del niño, él mismo elige los nombres de
pila, o inscribe Jos que le son indicados por la administra­
ción del hospicio (5).
Todo niño recibe obligatoriamente un nombre de pila,
sin que la ley haya, previsto sanción para los padres en ca­
so de negativa de éstos a darle uno; y puede recibir tantos
como le plazca indicar al declarante, sin que la ley haya
pensado en limitar ese número. La mayoría de los niños
reciben dos o tres nombres de pila y parece que la abun­
dancia de los nombres de pila sea un lujo de las clases ri­
cas (6).
Ningún precepto legal impide a los padres dar a uno
de sus hijos los nombres de pila ya atribuidos a otro de sus
(1) Existen además una serie de designaciones que pueden servir de identi­
ficación del individuo en un cierto medio social (el nombre monástico, el número
do la matrícula de un alumno o el de un soldado) y otras que marcan el ejercicio
do la profesión (razón comercial).
(2) Em. Bion, L’art de nommer les nouveau-nts, 1920; E. Lévy, Le manuel
des prénom-s, 1922.
(3) "Los nombres do pila (pr¿no?ns), como lo indica su etimología, deben
siempre preceder al nombre patronímico. V. Tr. del Sena, 16 abril 1924, La loi,
’ * - frecuentemente,
-- desconocido
9 julio. Esto principio es ■* * * ’ ' ’las confusiones posi-
■* ahí
do
bles. V. bajo la sentencia precitada, la nota do E. Léw.
(4) ~Tr. de Ponticy, 5- marzo Í902, D. 1903. 2. 414, S. 1903. 2. 207.
(5) Circ. Min. Interior. 30 junio 1812, S. suprd, núm. 102.
(6) Ed. Lóvy, op. cit., pág. 55.
124 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

hijos y los padres usan algunas veces de esta práctica en el


caso de defunción de un hijo; es extremadamente inconve­
niente por las confusiones que engendra.
12G. Elección de nombres de pila-.—La elección del
declarante no es libre. Con el fin de evitar los nombres de
pila de un carácter ridículo o político, la ley del 11 germi­
nal, año XI (art. 1’) prescribe que se elijan de “los dife­
rentes calendarios en uso” o “entre los nombres de los per­
sonajes conocidos de la historia antigua”. Esta regla, muy
prudente en sí, hace surgir en la práctica grandes dificul­
tades de aplicación, ya sea porque los diferentes calenda­
rios contienen nombres muy pocos conocidos y que se han
hecho ridículos, o porque la demarcación de la historia an­
tigua y de la moderna es muy difícil de trazar, o en fin, por­
que las modificaciones de ortografía, la feminización del
vocablo o el empleo de una lengua extranjera, han dado a
esos nombres de personas, formas nuevas. De ahí los con­
flictos entre el declarante y el encargado del estado civil,
que se han tratado de impedir por medio de la publicación
de listas de nombres de pila autorizados, sin carácter ofi­
cial (1). Los encargados del registro civil, que compro­
meten su responsabilidad por una negativa injustificada
y que saben que su tolerancia no los expone a ninguna san­
ción, admiten en general las declaraciones que les son he­
chas; por eso, en el curso de la última guerra, el fervor de
admiración hacia los generales vencedores y el acuerdo en­
tre los aliados, han traído la creación de nuevos nombres.
Dos proposiciones de ley fueron presentadas en 1907 para
reglamentar la elección de los nombres de pila (2).
127. Cambios de nombres de pila.—Los nombres de
pila que identifican a la persona son inmutables. El inte­
resado elige libremente entre esos nombres el que quiere lle­
var usualmente sin tener que respetar el orden en que le
han sido puestos en su acta de nacimiento (3). La inmu­
tabilidad de los nombres de pila se considera aún más se­
veramente que la del apellido, puesto que el Consejo de Es­
tado, por otra parte, -consiente en la incorporación, en la
modificación de nombre (4) aunque la jurisprudencia ci-
(1) Sobre todos estos puntos, v. el muy curioso libro de Ed. Lóvy.
(2) Pron Sabaterie de 25 nov. 1907, núm. 1329, Cámara, scs. extr. do 1907,
Off. pág. 278. Prop. Magnaud, 26 nov. 1907, núm. 1336. Cámara, sos. extr. do 1907,
Off., pág. 300; Ed. Lóvy, op. cit., pág. 162.
zqx No nuede pedir la rectificación de su ceta do nacimiento con el pretexto
- ■Tr-

C (4) liep. 16; Cttrta “inÍ’terÍB1


de 25 marzo 1858, D. Jur. Gen., Suppi., v.
EL NOMBRE 125

vil decide que esas modificaciones voluntarias son de la


competencia administrativa (1). En realidad, no hay nin­
guna razón para negar su modificación, por la vía adminis­
trativa, a un nombre de pila ridículo. El Consejo de Es­
tado, por otra parte, consiente en la incorporación, en el
nombre, de un nombre de pila que un ascendiente ha hecho
célebre.
En cuanto a la modificación de los nombres de pila por
vía de rectificación judicial del acta de nacimiento, no se
puede hacer sino en el caso de que los nombres consigna­
dos en el acta no correspondan a la declaración hecha al
encargado del registro civil (2) o hayan sido irregularmen­
te elegidos (3). La jurisprudencia ha admitido igualmen- *
te esta rectificación en el caso de que se descubra el error
sufrido sobre el sexo del niño (4) y decide también que el
tribunal puede, a demanda del Ministerio público, confe­
rir nombres de pila a un niño que no hubiese recibido nin­
guno (5).
128. Efectos jurídicos de los nombres de pila.—Los
derechos derivados del nombre de pila, en principio, son
los mismos que los que se relacionan con el nombre patro­
nímico. El portador de un nombre de pila puede hacer
uso de él para designarse. Pero, como ese derecho es me­
nos absoluto que el que ejerce sobre su nombre patroními­
co, la jurisprudencia admite más fácilmente que el titular
se vea impedido de usarlo en las circunstancias en que ese
uso pueda crear confusiones perjudiciales para otro (6). El
objeto del nombre de pila es impedir esas confusiones, no
facilitarlas.
El portador de un nombre de pila puede también de­
fenderlo contra un ter^ro que lo lleve o lo emplee sin de­
recho, y le cause por ello un perjuicio resultante de posibles
confusiones (7).
Finalmente, del mismo modo que el apellido, el nom­
bre constituye una obligación para su titular, siempre que
(1) Civ.j 4 julio 1836, D. Jur. Gén., v. Nom. núm. 34, S. 36. 1. 612.
(2’) Tr. de Chambón 9 julio 1887, informada por Ed. Lóvy, op. cit.. pág. 177;
Tr. do Compioge, 7 febrero 1912, informada por Ed. Lóvy, pág. 181. Pero v. Tr.
de Lisicux, 13 octubre 1910, D. 1911. 5. 4.
(3) Trib. del Sena, 23 julio 1891, informada por Ed. Lóvy, op. cit., pág. 177;
Tr. de Narbonne, 26 oct. 1899, S. 1903. 2. 218; Perreau, op. cií., pág. 443.
(4) Angora, 27 febrero Í846, D. 46. 2. 85.
(5) Tr. del Sena, 14 agosto 1913, informada por Ed. Lóvy, pág. 184. Tr. de
Aubussou, 18 abril 1916, Gas. Trib., 14 septiembre 1917.
(6) V. principalmente París, 20 mayo 1866, D. 87. 2. 84; Tr. del Sena 24
diciembre 1923, Gas. Trib., 6-7 febrero 1924.
(7) París, 20 mayo 1886, precitada.
126 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

su uso sea necesario para su identificación. Así sucede en


muchos actos oficiales o solemnes, en que la ley exige la
mención de los nombres de pila de los interesados, a fin de
que las personas sean designadas con la mayor precisión
posible. Un comerciante, para no hacer competencia des­
leal a un homónimo, se ve obligado frecuentemente a usar
su nombre de pila (1). Este se incorpora entonces a su
razón comercial y puede ser objeto de cesión con ella. En
la vida de familia, el uso del nombre de pila puede ser obli­
gatorio para los hijos y los hermanos menores si no quieren
exponerse, por ejemplo a que sus cartas sean abiertas por
el hermano mayor o por su padre, jefe de familia, y a
quien se presume designado por el apellido usado sin nom­
bre de pila (2).

§ 2. El sobrenombre y el pseudónimo.
*
129. Caracteres y diferencias.—La ley exige que el
medio legal de designación de los individuos, el nombre pa­
tronímico unido a los nombres de pila, sea rigurosamente
respetado en los actos oficiales (3), pero no se opone a que
otros medios de designación sean también empleados en las
relaciones privadas. Tales son el sobrenombre alias, o apo­
do y el pseudónimo. .Parecen distinguirse uno de otro por
su origen y por su significación.
I9 El sobrenombre alias o apodo es obra generalmen­
i • -
te del público, el pseudónimo obra de la persona que lo usa,
puesto que el sobrenombre es impuesto y el pseudónimo li­
bremente escogido.
i 29 Por otra parte, el sobrenombre, alias o apodo lo
mismo que el nombre patronímico, designa toda la persona
física, mientras qi*e el pseudónimo no concierne sino a un
aspecto voluntario distinto que se oculta en aquélla. Sepa­

5 ra de la persona que todos conocen por su nombre patroní­


mico, al autor literario, al artista, al guerrero, al bandido,
a los cuales les sirve de disfraz.
El uso, por otra parte, puede atenuar esas dos dife­
•• rencias y hacer que el pseudónimo tienda hacia el sobre­
nombre, si el pseudónimo es adoptado por el público y aca­
ba por cubrir y designar toda la personalidad de quien lo
usa. Igualmente, sucede alguna vez que una persona se
(T)~V. principalmente Beq., 16 junio 1903, D. 1903. 1. 454; 2'4 junio 1908.
D. 1908. 1. 551. mni Ti 1903 9 197
g S: 13WÍm
1!•
EL NOMBRE 127

sirve de un sobrenombre a guisa de pseudónimo. Pero no


puede hacerlo sino con reserva del derecho de tercero ya
conocidos por ese mismo pseudónimo.
130. Atribución. — La elección del sobrenombre es
necesariamente libre, puesto que es obra de un irresponsa­
ble, el público. Se establece por el uso y este uso da real­
mente al individuo que lo lleva el derecho de dejar que se
emplee, para designarlo, el sobrenombre que se le ha im­
puesto y por el cual es ya conocido (1). Pero no puede
adoptarlo por pseudónimo, sino con las reservas que siguen.
La elección del pseudónimo, en efecto, no puede ser
completamente libre. Se debe elegir de forma que no cause
perjuicio a nadie. Los que fueran lesionados por esa
elección pueden hacer que se condene al titular a abando­
narlo o a modificarlo. Se consideran terceros perjudicados
a los que llevan un nombre patronímico semejante al pseu­
dónimo, a los que han tomado ya un pseudónimo semejan­
te, y aun a sus herederos, a los efectos de la reclamación
correspondiente (2). En estos conflctos interviene un ele­
mento de importancia capital: la duración o la notoriedad
del o de los pseudónimos en cuestión: cuanto más conocida
sea por su pseudónimo el personaje literario, artístico o de
otra índole que usa el pseudónimo, más digno de respeto es
ese pseudónimo. Cuando no expresa todavía ninguna per­
sonalidad, el portador de un nombre análogo podrá fácil­
mente hacer que se prohíba; un ligero interés le basta para
poner fin a una cosa tan inconsistente e impedii' que otro
adopte la marca por la cual resulta él conocido (3). Cuan­
do el pseudónimo ha adquirido vida, por un pasado, por­
que un renombre, o una clientela se le han unido; su soli­
dez es mucho más consistente. Representa entonces, un in­
terés legítimo que ha nacido sin que nadie le ponga obs­
táculos. Ese interés será en lo sucesivo más atendible que
los intereses menores (4). Los portadores más o menos ig­
norados de un mismo nombre (5) o de un pseudónimo aná-
(1) París, 23 mayo 1924 (motivos), D. 1925. 2. 9. nota do Savatior.
(2) Paría, 23 mayo 1924, precitada.
(3) Tr. del Sena, 30 marzo 1882, D. Jur. Gen., Sup., v. Nom, núm. 12’3, S. 84.
2. 21; 1» abril 1869, D. 71. 3. 70.
(4) Tr. del Sena. 23 abril 1857, París, 12 dic. 1857 y Civ., 6 junio 1859, D.
59. 1. 248, S. 59. 1. 657; Tr. del Sena, 17 julio 1867 y París, 30 dic. 1868, S. 69.
2. 139; Tr. Tolosa, 18 mayo 1386, D. 89. 2. 9, S. 86. 2. 119; Tr. del Sena, 22 julio
1896, D. 97. 2. 13, S. 97. 2. 219; Tr. del Sena, 1» agosto 1903, D. 1904. 2. 4, y en
apel., París, 24 mayo 1905, D. 1908. 2. 319, S. 1906. 2. 219, nota de E. H. Perreau;
París, 22 nov. 1911, D. 1912. 5. 4; París, 21 octubre 1921, Gas. Trib.t 13-14 enero
1922; Tr. del Sena, 8 febrero 1922, Gas. Trib., 26 abril 1922.
(5) V. principalmente, Tr. do Tolosa, 18 mayo 1886 y Tr. del Sena, 8 febrero
1022, precitadas. •
128 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

logo (1) no tendrá ya derecho a impugnar el nombre lite­


rario o artístico legítimamente adquirido, sobre todo cuan­
do ligeras diferencias evitan la confusión (2). Más aún,
la situación se invierte y es el propietario del pseudónimo
adquirido el que, teniendo ya un interés en evitar las con­
fusiones, se opone al ejercicio abusivo de nombres semejan­
tes al suyo.
131. Derecho de uso y de defensa.—Los derechos na­
cidos del pseudónimo y del sobrenombre son derechos de
uso y de defensa.
1’ El titular de un sobrenombre o de un pseudónimo
puede naturalmente designarse con el vocablo por el cual
es conocido a reserva, como ya hemos dicho, del derecho
de terceros. Lo emplea principalmente para firmar (3)
y esta firma es perfectamente válida. Si se trata de un
pseudónimo literario o artístico, se observa que nace sobre
* ese vocablo una especie de propiedad análoga, pues no
puede como esta última, abandonar completamente a la
persona física que había señalado primeramente en su ac­
tividad literaria o artística, y ser cedida a un tercero. Su
valor es inseparable de la persona designada. No obstan­
te. si un sólo pseudónimo designa a varios colaboradores,
pueden existir entre ellos convenciones que regulen el uso
y permitan a uno o a varios de estos autores hacer uso in­
dividualmente del pseudónimo (5) ; pero la cesión a un ter­
cero o la transmisión del pseudónimo por herencia quedan
excluidas (6). En ausencia de semejantes convenciones,
ninguno de los colaboradores tiene el derecho de servirse
aisladamente del pseudónimo sin el consentimiento de los
demás. Por otra parte, como si se tratase de un nombre co­
mercial, el esposo que ha hecho del nombre patronímico de
su cónyuge, un nombre literario o artístico, puede aún ha­
cer uso de él después del divorcio, siempre que adopte los

Ij medios de evitar toda confusión entre su nombre civil y su
I nombre artístico (7).
(1) V. principalmente, Tr. del Sena, 22 julio 1896 y París, 21 octubre 1921,
precitadas.
(2) V ' nrincinalmente Parí», 22 noviembre 1911 y 21 octubre 1921, precitadas.
3 (3) V. on último lugar Req., 20 octubre 1908, D. 1910. 1. 291.
(4) Iteibel Du nom commercial, artistújuc ct Uttérairc, tesis, Nancy, 1905.
París, 23 mayo 1924, precitada, y nota do Savatier.
(5)
(6) vaanteTd™U°ley9do’1893C>1Tr.ndo Tolosa, 18 mayo 1886, D. 89. 2. 9, nota
(7)
de Flürer, 8. 86. 2. 119 y desdo entonces, Tr. del Sena, 19 noviembre 1907, S.
1909. Z. 123.

i
ED NOMBRE 129

29 El titular de un sobrenombre o de un pseudónimo


por otra parte, tiene el derecho de defenderlo contra las
usurpaciones de terceros. Se trata de evitar confusiones
perjudiciales. Si el que puede ser confundido con el por­
tador de un pseudónimo adquirido, no tiene a su vez dere­
cho al nombre que ha adoptado, debe serle absolutamente
prohibido el uso del mismo (1). Se tiene sobre ese voca­
blo un derecho cualquiera, ya como pseudónimo, ya como
nombre patronímico, ya como sobrenombre, los tribuna­
les prescribirán medidas: uso de un nombre de pila, indi­
cación en letras gruesas de la profesión o especialidad, in­
dicación entre paréntesis del nombre patronómico comple­
to, lo que evitará a la vez las confusiones posibles y hará
respetar los derechos adquiridos (2). Todas estas medidas
podrán ser sancionadas por medio de una multa que se pa­
gará por cada contravención (3).
§ 3. Títulos nobiliarios (4)
132. Caracteres de los títulos nobiliarios.—La adi­
ción al nombre de un título de nobleza no tiene exclusiva­
mente el carácter de una marca complementaria de identi­
dad. Si bien el título puede ser útil para identificar a una
familia (5), sirve sobre todo para honrarla (6).
Más que al individuo, pertenecen a la familia los tí­
tulos nobiliarios: príncipe, duque, marqués, conde, vizcon­
de, barón, caballero. Completan su identificación recor­
dando su pasado. Enteramente desligados de las tierras
a cuyo dueño designaban en su origen no son actualmente
más que el accesorio de un nombre patronímico. Pero, por
virtud de su carácter honorífico, no pueden ser usados si-
(1) Tr. del Sena, 30 marzo 1882 y 1’ abril 1869, precitadas.
(2) París, 22 octubre 1921, precitada.
(3) Tr. del Sena, 28 febrero 1922, en París, 23 mayo 1924, precitada.
(4) Bibliografía.—De Boulainvilliers, Essai sur la noblessc de Franco, 1792;
Do la Boque, Traite de la nobtesse et de ses diverses espcces, Roiien, 1734; De la
Grango, De la noblessc convine institution impértale, 1857; De Sómainville, Codc de
la noblessc fran^aisc, 18G0; Lévesquo, Du- droit nobilaire franjáis au IX siecle,
1866; Maury, La noblessc aprés et avant la Rcvolution. Rcv., des deux mondes, 15
diciembre 1882'; De ni mal, Nobles et noblessc, 1882; TIédoin, De l’usurpation des
titres nobiliaires, tesis, París, 1900; Frottier de la Mcsselidre, La noblessc bre-
tonne avant 1789, tesis, Reúnes, 1902; Jéze, Rógimc juridiqu-c des titres de no-
blcsse, Rev., do droit public, 1910, pfig. 476; Nisot, Le droit des armoiries, 1925
(derecho belga).
(5) París, 18 julio 1893, D. 1894. 2. 7; Req., 26 octubre 1897, S. 1900. 1. 356,
Concl. Coraoillo, C. do Estado 29 abril 1910, D. 1912. 1. 73, S. 1912. 3. 125.
(6) Concl. Corneille, precitadas; E. H. Porrean, op. cit., pág. 232; Baudry-
Lacantinerie y Houques-Fouroade, I, núm. 294 bis, XXXI; A. Colín y Capitant, I,
I

130 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

no por una persona que sea el jefe y representante de la


familia titulada. Es preciso, pues, determinar primero a
las familias tituladas y después, en esas familias, al porta­
dor del título.
133. Determinación de las familias tituladas.—Los
títulos son todos recuerdos del pasado; ya hoy, en Francia,
no se conceden. Los que otorgan todavía los gobiernos ex­
tranjeros no se reconocen. Para saber si una familia es ti­
tulada, es preciso hallar el origen de su pretendido título.
Los títulos de nobleza actualmente reconocidos derivan
de tres fuentes distintas:
l9 Hubo un tiempo en que el título se unía a la pro­
piedad, por parte de un noble, de ciertas tierras nobles (1).
Pero, desde hacía ya bastante tiempo, -cuando sobrevino la
Revolución, que esta práctica había cesado de ser admiti­
da en el Antiguo Derecho (2). Las familias que reclaman
un título de esta clase, deben, pues, probar, por medio de
documentos, que su uso les fué oficialmente reconocido an­
tes de 1789 (3).
29 En los últimos siglos de la Monarquía, el Rey ha­
bía tomado la costumbre de reservarse el derecho de conce­
der los títulos, excepción hecha del de escudero que todo
gentil hombre podía adoptar, pero que se considera hoy co­
mo abolido (4). Las familias beneficiarías de estos títu­
los concedidos por el rey, ofrecen la prueba del título por
medio de la exhibición de las cartas patentes verificadas y
registradas que los han establecido. Los nobles de las pro­
vincias anexionadas a Francia en esta época, conservaban
también su nobleza, derivada, o de antiguos usos, o de una
concesión de su anterior soberano (5).
39 La Revolución suprimió los antiguos títulos (6) ; el
Imperio estableció otros, la mayoría trasmisibles únicamen­
te después de la constitución de los mayorazgos 7;
(1) Esas tierras se llamaban feudos do dignidad. Sómainville, op. cit., pág.
260 y s • Lallier op. cit., núm. 67-59; Hódoin, op. cit., págs. 39 y 45. Comp. Req.,
15 diciembre 1845, S. 46. 1. 81, D. Jur. Gén., v. Usurpation, núm. 9.
(2} Lallier op cit., núm. 53; Hódoin, op. cit., núms. 55-56; E. H. Perrcau,
on M pág 3U- ¿a R^quo, op. cit., eap. XVIII, p<ig. 58
P‘ ?3> PRea 14 nov 1832, D. Jur. Gén., v. Nom, num. 20, S. 33. 1. 324; Oiv., 10
ion? D 1904 í 85 S. 1903. 1. 305. Además, por ese procedimiento se llega
a validar las Usurpaciones tácitamente toleradas por el uso bajo el antiguo Régimen,
r. Lanier^p.^^núm^eOp y embargo París, 25 marz0 1920i
S. 1924 1 254. Esto título ,° pág'°289 y s.“ E° TLPerreáu, op. cit.,
pág Conejo V Estado, 29 abril 1910 (sol. >mpl.), D. 1912. 3. 73, s. 191¡>

-• • (7) Decretos de mui*


I
EL. NOMBRE 131

la Restauración mantuvo éstos, restableciendo aquéllos (1).


Raros títulos fueron concedidos desde entonces por los di­
versos gobiernos franceses hasta 1870. Otra práctica con­
sistía en confirmar en Francia, por medio de una autori­
zación gubernamental, los títulos concedidos por un sobe­
rano extranjero (2). Se han visto todavía algunos ejem­
plos en los primeros años de la Tercera República (3). Es­
tos fueron los iiltimos (4).
Un proyecto de ley, de 4 de noviembre de 1924, supri­
me la investidura de los títulos nobiliarios en cancillería y
prohíbe la mención de los títulos en los documentos pú­
blicos.
La prueba del título se hace normalmente por la exhb
bición de las actas de concesión o de confirmación. Un tí­
tulo no puede ser adquirido por el largo uso y el título tie­
ne, como el nombre, un carácter de inmutabilidad.
134. Determinación del portador del título.—El tí­
tulo, que tiene un carácter honorífico, no pertenece sino al
jefe de familia y vax unido a su nombre. El principio es
efectivamente que los títulos se trasmiten únicamente de
varón en varón, por orden de progenitura, no teniendo de­
recho a él el hijo sino a la muerte del padre y las mujeres
únicamente a falta de hombres. Esta era la regla del An­
tiguo Derecho (5) y desde entonces los títulos suprimidos
han sido restablecidos cada vez con sus reglas de trasmi­
sión originarias. Pero, por esta misma razón, cuando el
acto de soberanía que los ha fundado les ha dado otra for­
ma de trasmisión, quedan naturalmente sujetos a esa for­
ma (6). Hoy todavía, algunos títulos dados con esta dis­
posición, benefician a todos los descendientes varones, pri­
mogénitos o segundones, de aquel a quien se hubiesen con­
cedido (7). Algunos son transmisibles a todos los descen-
(1) Carta de 1814, art. 71.
(2) Decreto de 5-12' marzo 1859.
(3) Borel d’Hauterivé, 1876, pág. 427, citado- por Berrean, op. cit., pág. 395. V.
no obstante, la decisión do 10 mayo de 1876 del Presidente de la República, citada
en el informe de Merignan en Civ., 3 agosto 1908, D. 1909. 1. 467, S. 1914. 1. 291.
(4) Decisión precitada y Declaración del Gobierno en la Cámara, 14 dic.
1906, J. Off., 16 dic. Deb, parí., Cámara, pág. 3243.
(5) Lallier, op. cit., núm. 63; E. H. Berrean, op. cit., pág. 347-348, 353-354;
Baudry-Lacantinerie y IIouques-Fourcado, I, núm. 294 bis XXXVI. V. principalmen­
te los motivos do Civ., 15 junio 1863, D. 63. 1. 313, S. 63. 1. 281; 25 oct. 1898, D.
99. 1. 166, S. 99. 1. 117.
(6) Comp. Niines, 11 mayo o 21 dic. 1875, D. 77. 2. 221, S. 76. 2. 267; Req.,
2’6 oct. 1897, precitada.
(7) Así ocurro con las familias de Broglie y do Bauffremont, en que todos
los hijos son príncipes del Santo Imperio y sólo el mayor es duque.
rr"
132 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

dientes del fundador no casados (1). Varios alternan de


generación en generación, o dan al hijo viviendo aún su
padre, el derecho a usar un título diferente, a veces aso­
ciado a un nombre distinto (2). Algunos de estos últimos
usos, resultan, 210 de las cartas patentes, sino de antiguas
costumbres familiares. Si se prueba que fueron reconoci­
das oficialmente bajo el Antiguo Régimen, son válidas to­
davía (3). Por último, se halla una disposición análoga en
los decretos del Primer Imperio, según los cuales, el pri­
mogénito del titular de un mayorazgo del Imperio, una
vez constituido esc mayorazgo y hecho transmisible el tí­
tulo, adquiere el título inmediatamente inferior al del pa­
dre, según el orden indicado anteriormente (suprti, núm.
134) (4). Pero no hay que darle un valor legal al uso de
cortesía, ya conocido por el Antiguo Régimen como tal,
que da a los hijos menores, aún viviendo el mayor,, los tí­
tulos que siguen al suyo. Parece igualmente cierto que los
franceses que adopten esos títulos, lo mismo que los que lle­
ven títulos concedidos por un gobierno extranjero y no
autorizados en Francia, caen bajo la sanción del art. 259
del Código Penal, estudiado anteriormente, a propósito de
las alteraciones del nombre (suprá, núm. 121).
La transmisión de varón a varón, por orden de primo-
genitura, hace surgir algunas dificultades.
I9 La primera se presenta cuando el portador de un
título mere sin hijo. Hay jurisprudencia ya sentada que
• decide que el título pasa entonces de pleno derecho al je­
fe del colateral, que, por esa muerte, se convierte en el je­
fe de la rama mayor de la descendencia masculina del fun­
F* . > dador del título (5). Es dudoso que, en el Antiguo dere­
cho, ese desplazamiento del título haya sido posible sin una
confirmación del Rey que restableciese el título caído (6).
(1) En las familias citadas en la neta precedente, todas las hijas son prin­
cesas.
(2) Sobre el principio, decisión del C. del sello, 2 julio 1866; E. TI. Porrean,
op. cit. pág. 355. Como ejemplos, se cita a las familias de Broglie y do Bauffro-
mónt- de Grignaii y de Bussy-Rabutini. La de los duques de Luynes y do Crcvreuse
alternan estos dos nombres de generación en generación, uniendo el título de duque
unas veces a Luynes y otras a Chevrcuse.
(3) Nimes 11 mayo 1875, precitada.
(41 El título vitalicio de Caballero pertenecía a todos los hijos dol titular del
mavorazao de acuerdo con los decretos do 4 junio 1809, art. 5, y 3 marzo 1910,
irt5 10 Esm decretos, cuyo mantenimiento en vigor os discutido (Comp. E. H.
Perreau, Bcv. erit pAg. 78) han “
(5*) Wom^O agosto 1906, y Beq., 3 agosto 1908, D. 1909. 1. 407, S. 1914. K
29!, con 7" Mariguan^ precitado. Lallier, op. cit, núm. 107.
• ' !
'■ ■ í
EL NOMBRE 133

Pero como hoy no existe autoridad con facultad para auto­


rizar ese restablecimiento, se ha aceptado la trasmisión de
pleno derecho al colateral.
29 En la línea descendiente masculina que viene en
orden útil para usar el título, ¿deben contarse a los hijos
naturales y adoptivos? Para los primeros la solución no
es dudosa: no suceden al título porque no forman parte de
la familia y la tradición es formal (1). En cambio, exis­
te discusión respecto de la descendencia adoptiva a la que
varios actos del Imperio reconocen explícitamente el de­
recho de sucesión al título. Esos actos, casi contemporá­
neos, de la introducción de la adopción en el Código civil,
nos parece que dan luz sobre el espíritu con que fue hecha
esa introducción. Se ha querido permitir a los que no te­
nían hijos que continúen ficticiamente la familia con todos
sus recuerdos. El título debe, pues, pertenecer a los des­
cendientes adoptivos, al mismo tiempo que el nombre (2).
39 ¿Cuál es el efecto del matrimonio sobre el título?
Desde larga fecha se admite que el matrimonio atribuye a
la mujer, que lo feminiza al tomarlo. Se convierte, por su
matrimonio, en el jefe y representante femenino de la ra­
ma mayor de la familia (3). En cambio, en los casos ra­
ros en que una hija es titulada, su matrimonio no trasmite
su título al marido. Este conserva su nombre (4) y si, a ve­
ces, un decreto lo autoriza a utilizar el nombre de su mujer,
no Jo autoriza jamás a utilizar el título.
135. Contiendas sobre los títulos nobiliarios.—El Go­
bierno republicano que ha adoptado una actitud puramen­
te pasiva en materia de títulos nobiliarios, dejando que
subsistan los que existen, pero rehusando que se introduz7
can otros nuevos, tiende con su abstención a dejar a los tri­
bunales judiciales la solución de todas las contiendas en
materia de títulos, que marchan naturalmente a la par con
las de los nombres. A este movimiento concurren en efecto
disposiciones del Poder público y la jurisprudencia.
Un órgano administrativo creado por el Primer Im­
perio, el Consejo del sello de los títulos, después de múlti-
(1) Edicto sobro las tablas de 1600, art. 26. Ordenanza de 1629, art. 197;
Lallier, op. cit., núm. 65; E. II. Perreau, op. cit., pág. 360.
(2) E. II. Porrean, op. cit., págs. 362 y s. Contrá, París, 18 julio 1893, D.
94. 2. 7, S. 94. 2'. 85. Lallier, op~ cit., núm. 66; Baudry-Lacantincric y Mouqucs-
Fourcade, I, núm. 294 bis XXX VI. A. Colín y Capitant, i, pág. 363.
(3) Riom, 20 dic. 1906 en Rcq., 3 agosto 1908, D. 1909. 1. 467, S. 1914. 1. 291.
(4) El poder marital, do acuerdo con algunas decisiones, haría hasta desapa­
recer el título do la mujer (De-c. Consejo dol sello, 2 julio 1866, informada por E. H.
Perroau, op. cit., pág. 379-80).
134 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

pies transformaciones (1) vio definirse su competencia por


un decreto de 8 de enero de 1859. Fué encargado de todo
lo que se relaciona con “la comprobación, la confirmación
o el reconocimiento de los títulos”, de una parte; y de otra
parte de su comprobación. Ahora bien, la. Constitución de
1875, sin declararlo explícitamente, ha hecho en verdad im­
posible al jefe del Gobierno actual, la comprobación de nue­
vos títulos. Lo mismo ocurre, al parecer, con la confirma­
ción de un título, acto que “tiende a reparar lo que puede
ser incompleto o insuficiente en su comprobación” (2).
Aun quedaba lo relativo al reconocimiento y la comproba­
ción de títulos adquiridos. Pero, desde 1899. la jurispru­
dencia hubo finalmente de reconocer que en esta materia,
el decreto de 1859 no había podido derogar Jos preceptos
de separación de los poderes administrativos y judicial (3).
Ahora bien, cuando la propiedad de un título se debate, el
litigio es en principio puramente civil y nada permite des­
- cartar la competencia de los tribunales judiciales que es
la competente en materia relativa al nombre. Otra cosa
muy distinta es, cuando la demanda, en vez de poner en
juego solamente los intereses privados, recae en el acto del
poder publico que ha instituido el título; la validez de es­
te acto y su interpretación, si los tribunales lo estiman os­
curo, son exclusivamente de la competencia administrativa.
Un decreto de 10 de enero de 1872 ha reemplazado
al consejo del sello de los títulos, ya reducidos al más insig­
nificante papel, por un Consejo de administración que
forma parte del Ministerio de Justicia. Como las cuestio­
nes sobre títulos no nobiliarios no pueden referirse más que
a simples comprobaciones y reconocimientos, han pasado
de la jurisdicción del Jefe del Estado a la del Ministro.
Del Antiguo Consejo subsistía un número de oficiales mi­
nisteriales: que eran los refrendarios del sello de Francia;
- ■ •• pero un decreto, del 11 de junio de 1892, los ha suprimido
por la vía de extinción progresiva. No obstante, a veces,
I cuando un título cambia de poder, se continúa pidiendo la
investidura del nuevo titular y haciendo que se expida en
la Cancillería un 'certificado que menciona la inscripción
de éste como sucesor. Pero esta formalidad, por cierto
Ií (1) Decreto de H marzo 1808, art. 11; Ordenanza de 15 julio 1814; decreto
30 octubre 1830, decreto de 29/.ebr ’ ^^1898 D 99 1 ifir q nn
(2) Concl. Desjardins en Civ.,25 octubre 1898 D 99. 1. 166 S 99 1. 117.
Tr An Conflictos 17 jumo 1899, D. 99. 3. 100, S. 1900. 3. 17; Req., 3
azosto 1908 D 1909 1 467, S. 1914. 1. 291, int. Mangnan; C. de Estado, 29 abril
ifío^D. 19Í2 3 73, s: 1912. 3. 12’5, eonel. Comedlo. Civ., 6 marzo 1923, D. 1923.
2. 57, nota Savatier.

I
EL NOMBRE 135

bien bastante costosa, no es necesaria para que el portador


de un título obtenga su inscripción en su acta de nacimien­
to (1), parece destinada, aunque está prevista por antiguos
preceptos (2), a caer en desuso.
136. Derechos derivados del título nobiliario.—El tí­
tulo de nobleza no impone ninguna obligación. Se une, sin
duda, normalmente, al nombre para acabar de caracterizar
al que lo lleva, pero esta agregación más que carga es una
ventaja. El orden público no está interesado en ello, y el
uso del título no tiene nada de obligatorio. El titular pue­
de, además, usar de sil título y puede defenderlo, igual que
si se tratara de su propio nombre.
Puede usar de él en los actos privados y en los actos
públicos. Si su título no lia sido mencionado en los actos
públicos, principalmente en las actas del registro civil, pue­
de pedir su rectificación mediante un juicio (3). Como
un hijo no tiene en principio el derecho de usar el título de
familia viviendo su padre, el encargado del registro civil
parece que puede negarse a expresar el título en el acta.
Después del fallecimiento del padre, el hijo puede presen-
tai' una solicitud para hacer que se complete esa acta de
nacimiento, y la decisión, transcripta al margen, le asegurará
el uso del título. El mismo procedimiento será empleado
por el colateral que, por la extinción de la rama principal,
se convierta en jefe de la familia.
No obstante, el uso del título parece sufrir en jurispru­
dencia una reserva que no se establece en el uso del nombre.
El nombre usado en un comercio, adquiere una segunda na­
turaleza, la del nombre comercial, que le permite destacar­
se del portador del nombre individual, para seguir al esta­
blecimiento fundado por él, con posibilidad para pasar a
las manos de un tercero. La jurisprudencia, en cambio se
opone a que se haga ]o mismo con un título (4). Considera
que el título es creado para honrar a una familia, no a un
(1) V. París, 16 marzo 1910, D. 1912. 2. 324, S. 1910. 2. 307. Comp. Req.,
22 abril 1846, O. 46. 1. 172, concl. Dupin.
(2) Decretas de 1» marzo 1808, art. 38 y 4 mayo 1809, art. 39. Es igualmente
dudoso que se pueda armonizar con la Constitución de 1875; V. informe Marignan,
precitado.
(3) Civ., P junio 1863, D. 63. 1. 216, S. 63. 1. 447; 26 octubre 1897, S. 1901. 1.
356; París, 16 marzo 1910, precitada. Gire. Min. Justicia, 19 junio 1858, D. 58. 3.
62. Comp. sin embargo, sobre las sentencias, decreto 6 julio Í810, art. 38 y Crim.
22 julio 1905, D. 1905. 1. 369, nota Fauchille; y sobre los oficiales, decisión minis­
terial de 23 dic. 1903, art. 4, que prohíbe el uso del título en el servicio, por bajo
del grado de general. Ya hemos mencionado más arriba que el proyecto de ley de
4 nov. 1924, que suprimía el uso de los títulos en los actos públicos (núm. 133)
(4) V. Civ., 25 octubre 1898, D. 99. 1. 166, S. 99. 1. 117.
136 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

comercio. El título, en las manos del comprador, podría


beneficiar a éste indebidamente con la confianza prestada
por el público al honor del comerciante noble. Finalmente,
el brillo del título podría verse empañado por su mercanti­
lismo y tal vez por la quiebra del establecimiento al que se
hubiera unido. Subsiste en esto un recuerdo de la antigua
prohibición.
El carácter honorífico del título explica también cier­
tas singularidades que distinguen las acciones en defensa
del título de las acciones en defensa del nombre. La defen­
sa del título es más celosa, puesto que es la de un honor ex­
clusivo hecho a una persona y a una familia y constituye
parte integrante de su patrimonio moral. Se comprende,
pues, que esta acción corresponda, no solamente a la per­
sona titular, sino a todos los miembros de la familia titular
(1). Por eso se explica también que el portador del títu­
lo pueda perseguir a un homónimo o a un pariente que no
adopta el mismo título que él (2) pero que trata, sin em­
bargo, de provocar errores, bien entre familias o bien en
en el orden de parentesco de los miembros de una familia.
Por eso se explica, finalmente, que la acción alcance a los
extraños que no son completamente homónimos, pero que,
siéndolo en parte, realzan por medio de un título esta se­
mejanza (3). En todos estos casos, lo que guía al juez,
conscientemente o no, es, como en materia del nombre, una
cuestión de perjuicio y de interés. Sólo que el interés de
los portadores de un título es apreciado mucho más am­
pliamente que el de los portadores de un apellido, sin que
haya para eso otras razones que los antecedentes del pasado.
A esta defensa individual, se añade la defensa social
de los títulos, establecida por el art. 259 del Código Penal,
ya estudiada en materia de nombres (suprd, núm. 121), y
que se aplique en materia de títulos, sin que las persecucio­
nes sean por cierto más frecuentes en estos casos.
(1) ' Civ., 15 junio 1863, D. 63. 1. 343, S. 63. 1. 281; Req., 30 enero 1867, S. 68.
1. 111; C. de Estado, 28 marzo 1866, D. 66. 3. 49, S. 66. 2. 99 (sol. impl.) ; Civ., 6
marzo’1923, D. 1923. 1. 57, nota de Savatier.
(2) Tr. del Sena, 19 julio 1878, en París, 30 mayo 1879, D. 79. 2. 137; Tr.
de Mans 5 febrero 1896, en Angora, 29 junio 1896, D. 98. 21. 217 y en Req., 10 nov.
1897 S 99 1 337.
(3) Tr. del Sena, 19 junio 1878 y Tr. do Mans, 5 febrero 1896, precitadas.

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r • - U'1
CAPITULO II

EL DOMICILIO (1)
a. r^ 3 6 o. S <1

Sección I.— Domicilio general.

§ 1. Def inición y caracteres d¿l domicilio.

137. Definición.—De acuerdo con los términos del


art. 102, el domicilio de una persona .es el lugar en que tie­
ne su principal asiento.
Esta disposición no acusa suficientemente la circuns­
tancia de que el domicilio sea un lugar. Engañado por ella.
Aubry et Rau han definido el domicilio 44 como la relación
existente entre una persona y un lugar” (2). Pero se reco­
noce fácilmente su error tratando de sustituir, en una fra­
se, la palabra domicilio por la expresión 1 í relación entre
una persona y un lugar”.
El lugar que sirve de domicilio a una persona es el de
su principal asiento. Esta expresión traduce a la vez dos
ideas, cuya yuxtaposición suscita más de una dificultad:
la de vivienda ordinaria y la de principal centro de nego­
cios. Su determinación combinada permite situar a cada
miembro de la sociedad.
Como medio de individualización de la persona, el do­
micilio se une, a su estado personal. Los tribunales admi­ ■

nistrativos han deducido de ella su incompetencia en ina-


(1) Bibliografía.—Desquiron, Tr. du domicile ct de l’abscnce, 1812; Loiseau,
Du domicile co-mmic principe de c&m'pétencc lógislativc depuis le Code civil, tesis
París, 1893. Sobre el Antiguo Derecho v. Pothier, Introd. g hiérale aux coutumes,
núms. 5 a 20. Sobre el derecho extranjero, Gérin-Lajoie, Du domicile ct de la juris-
diction des tribunaux, Montreal, 1922.
(2) Aubry y Rau, I, § 141, nota 1. Sobre el origen de este error, v. Planiol
Traité élémentaire, I, núm. 555
IJ

138 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVEÜ FRANCES

feria de domicilio (1). Pero, en el orden judicial, los tri­


bunales civiles no son los únicos que conocen de esta mate­
ria; las jurisdicciones especiales resuelven corrientemente
sobre cuestiones de domicilio que se presentan ante ellas,
la mayoría de las veces en la forma de excepciones de incom­
petencia.
Como el domicilio sirve para situar a las personas, debe
ser fijo, obligatorio y único. En principio, en nuestro dere­
cho actual, tiene esos tres caracteres.
138. A. Fijeza, del domicilio.—El principal estableci­
miento de una persona no cambia por el hecho de que esta
persona vaya a habitar otro lugar; ese lugar donde habita
momentáneamente se llama residencia. Existe independen­
cia recíproca entre el domicilio y la residencia; primero,
porque una persona puede pasar una temporada, incluso
prolongada, en una ciudad, sin tener la intención de fijar
en ella el centro de sus negocios; y, después, porque, para
las personas que tienen un domicilio fijado por la ley, el
lugar de la residencia no suele tomarse en consideración
para la determinación legal del domicilio.
La fijeza que distingue el domicilio de la residencia
no significa que el domicilio sea inmutable. Una persona
puede cambiar de domicilio, o porque adquiera un domi­
cilio legal o porque cambie su domicilio de hecho. Pero no
podrá modificar este último sino trasladando efectivamen­
te su asiento principal para otro lugar.
■ j- 139. Efectos de la residencia.—La residencia, que
no ha sido objeto de una reglamentación legal general, co­
mo el domicilio, es mucho menos rica en efectos jurídicos.
Existen, sin embargo, diversos intereses ligados a la resi­
dencia.
I9 Reemplaza al domicilio cuando éste es desconocido,
por ejemplo para las citaciones (art. 68-89 Pr. civ.).
2’ Permite el matrimonio dentro del municipio cuan­
do tiene una duración de un mes (art. 74)..
39 Representa un papel en derecho criminal, en la fi­
jación de la competencia (art. 23 y 63, C. I. cr.), y como
elemento de ciertos delitos (art. 339 Pen.) ; en derecho ad­
ministrativo sirve para determinai a los beneficiarios de
Tr de Conflictos, 10 abril 1850, D. 50. 3. 49, S. 50. 2. 487; C. do Estado,
12 iulio 1882 D 84^3. 32; Tr. de Conflictos, 4 jubo 1896 D. 97. 3. 71, S. 97. 3. 81.'
Fe/o eso no es cierto sino en cuanto al domicilio general, no en relación de ciertos
Fero eso no es cierto puramente administrativo, como el domicilio nara

■i 1902, D. 1904. 3. 26.


EL DOMICILIO 139

la asistencia pública en cada municipio. (Leyes de 24 ven-


dimario, año 31, título V y de 15 de julio 3893, art. 6).
Es igualmente la residencia la que designa a los que han de
usar los bienes comicncdes, a los beneficiarios de derecho
de pasto (art. 105 C. for.) y de poda de árboles (affouage)
(a). La ley la tiene en cuenta también para fijar el lugar
de ejercicio de los derechos políticos Ley de 5-abril 1884,
art. 14) y para la inscripción de los reclutas en las listas
de reclutamiento (Ley de 1’ de abril de 1923, art. 14). Se
dice en estos diversos casos que la residencia concurre a
formar un domicilio especial.
En esos diversos casos, la residencia, aunque se distin­
gue del domicilio, por su falta de estabilidad, supone una
estancia de cierta duración. Sin embargo, por pasajera que
sea, toda estancia en un lugar produce por sí ciertos efectos
jurídicos, desde luego extraños al Derecho Civil (1).
Se observará que cuando la ley señala tales efectos a
la residencia y hasta a la habitación pasajera, le extiende
el concepto de la palabra domicilio: se habla del domicilio
de socorros, del domicilio electoral, del delito de violación
de domicilio. Hay que guardarse de las confusiones que
puede engendrar el empleo de este vocabulario.
139. bis. B. Necesidad del domicilio.—En principio
toda persona tiene mi domicilio, puesto que a su nacimien­
to, el hijo adquiere el de sus padres y conserva indefinida­
mente ese domicilio de origen si no elige otro.
Este principio sin embargo, no es absoluto, y aunque
la mayoría de los autores sostienen lo contrario (2), hay
personas sin domicilio. La misma ley lo supone, puesto que el
art. 59 Pr. civil permite citar al demandado en el tribunal
de su residencia “si nó tiene domicilio” y el art. 270 del
Código Penal restablece el delito de vagancia contra “los
que no tienen ni domicilio cierto, ni medios de subsisten­
cia”. De hecho, el caso de individuos sin domicilio se pre­
senta, aunque raramente. La mayoría de las veces, se pue­
de atribuir un domicilio incluso al vagamundo que, en de­
fecto de haber adquirido uno, conserva el domicilio de ori-
(a) <<Affouago,, es el derecho que tienen los habitantes de un municipio
que les permite tomar en los bosques la madera para la calefacción.
(1) Sobre el delito de violación de domicilio, véase por ejemplo el art. 184
del C. penal.
(2) Laurent, II, núm. 7416; Beudant, I, 162; Huc. I, núm. 373. V. sin em­
bargo, las reservas do Demolombe, I, núm. 318; Aubry y Rau, I, § 141, nota 7; A.
Colin y Capitant, I, pág. 427.
/
I

i
140 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

gen que tenía en la casa de sus padres (1) (art. 108). Pe­
ro aun para esto es preciso que se pueda domiciliar a los
padres, pues existen familias de bohemios y de saltimban­
quis que viven desde tiempo inmemorial en estado de nó­
madas, lo que excluye para ellas toda especie de domici­
lio (2).
140. Domicilio de los extranjeros (3).—Aunque el
art. 102 no habla sino del domicilio de los franceses, no se
puede admitir que el derecho de domicilio esté reducido a
los nacionales. La fórmula del precepto se explica porque
los autores del Código, queriendo señalar la diferencia en­
tre el domicilio civil y el domicilio político, no han pensa­
do sino en aquellos a quienes interesaba este último (4).
Pero ya en el Antiguo Derecho se concedía un domicilio a
los extranjeros (5) y es cierto que el Código no ha querido
expresar su situación. Además, es un grave error conside­
* rar exclusivamente el domicilio como objeto de un derecho,
cuando ese medio de situar a las personas se impone sobre
todo en interés público.
Sin embargo, los términos del art. 102 han determina-
de acuerdo con el domicilio de origen y no por el domicilio
! entre aquellos que, según el art. 11, no pueden ser ejerci­
dos en Francia por extranjeros (6). Siempre establece
que el verdadero domicilio de los extranjeros está fuera de
Francia; lo relaciona con su estado, y lo determina por su
ley nacional (7). En Francia, el extranjero no puede ad­

i quirir un verdadero domicilio, sino haciendo que se le au-

(1) Ese domicilio, en realidad puramente ficticio, no impide, además, el de­


lito de vagancia: Crím. 21 marzo 1823, D. Jur. Gen., v. Vacian-cía, níim. 78. S. chr.;
Poitiers, 6 julio 1875, D. 76. 2. 152, S. 76. 2. 81; Crim. 8 marzo 1877. D. 90. 2. 13.
en nota, S. 90. 2'. 213, en nota; París, 7 mayo 1907, D. 1907. 2. 241.
(2) Naney, 4 noviembre 1924, Gas. Palais, 9 enero 1925.
(3) Bennet, Le domicile des élrangers en France, tesis, Tolosa, 1923.
«) Locré, III, pág. 403 y 434.
(5) Merlin,, v.. Doinicüc, núm. 13.
(6) Rcq., 7 julio 1874, D. 75. 1. 271, S. 75. 1. 19, informo Almcyras-I/fltour;
Civ 5 marzo 1875, S. 75. 1. 409 casando Pau, 14 marzo 1874, D. 75. 2. 243; Civ.,
5 mavo 1909, D. 1910. 1. 407, S. 1912. 1. 525; Civ., V abril 1912, D. 1913. 1. 503, S.
1912* 1 128- París, 29 julio 1872, D. 72. 2. 225; Aix, 27 marzo 1890, D. 91. 2. 13,
S 93 1 505- Pau 11 junio 1906, D. 1907. 2. 1; Aix, 25 enero 1910, S. 1913. 1. 505.
V en sentido contrario: Wciss, Tr. de droit int. privé, 2> ed. II, púg. 428; Pillot,
Traite pratique. I, núm. 143; Despagnet y do Bocck, Traite d-c droit int. 5> ed.,
núm 167; Surville y Arthuys, Traité de droit int 6" ed num. 127; Pillot y Nibo-
yet, Manuel de droit int. privé, núm. 223, púg. 2,5; Aud.net amta en s. 1911. 2. 1.
? (7'1 Bnudry-Laeantinerie y Houqucs-Foiircado, II, núm. 967. Las sentencias
citadas en la nota precedente lo admiten implícitamente al decir quo el extranjero
establecido en Francia conserva su domicibo de origen.

■H
EL DOMICILIO 141

torice por decreto a fijar su domicilio en el suelo nacional:


se produce entonces la admisión de domicilio (1).
Esta jurisprudencia, criticable en sí, no presenta to­
dos los inconvenientes prácticos que se podrían temer. Los
tribunales, aún rehusando al extranjero el derecho a un
domicilio legal, admiten que un extranjero puede tener en
Francia un domicilio de hecho y conceden a este domicilio
los mismos efectos que al domicilio legal, ya en interés del
extranjero, o en el de terceros (2). La única consecuencia
inquietante de la denegación de un domicilio legal en Fran­
cia es que la ley aplicable a la sucesión mobiliaria, que se­
gún la jurisprudencia es la ley del domicilio, se determina
de acuerdo con el domicilio do origen y no por el domicilio
de hecho que el extranjero tenga en Francia (3).
Es de desear pues que, adoptándose un principio más
.firme, la jurisprudencia reconozca a los extranjeros un do­
micilio legal en Francia. Esa sería una solución lógica,
puesto que admite que un francés puede tener, en el extran­
jero, su domicilio legal (4).
141. C. Unidad del domicilio.—El principio de la
unidad del domicilio, que el antiguo derecho no conocía,
ha sido afirmado en el Consejo de Estado, por Tronchet, y
en el Tribunado por Malherbe, y resulta implícitamente
de las disposiciones del Código civil (5). Al hablar del
“principal asiento”, el art. 102 excluye toda pluralidad de
(1) Sobre el domicilio así adquirido y que es sobre todo interesante desde el
punto de vista de la naturalización, v. Weiss, L’admission- a domicile des étrangers
en 'ranee, Clunet, 1899, pág. 5. L’Ebraly, L’adniission a domicile et les droit
qu’cllc con fere, tesis, París. 1898.
(2) Así es para la fijación do la competencia en materia personal mobilia­
ria (Req., 2 julio 1886, D. 87. 1. 224, S. 87. 1. 69; 15 junio 1909. D. 1912. 1. 209) ;
eu materia de sucesiones (Rcq., I9 julio 1S95, S. 96. 1. 225), de divorcio1 o do sepa­
ración do cuerpos (Alger, 1* feb. Í909, S. 1911. 2. 609; París, 10 enero 1911, D.
1912. 2. 293, S. 1911. 2. 270; Rcq., 29 julio 1912, S. 1913. 1. 425 y 25 junio 1918, S.
1918-199. 1. 206; Civ., 10 nov. 1920, S. 1923. 1. 128, nota Niboyct; París, 24 dic.
1921, Gas. Palais, 27 fcb. 1925); en materia do quiebra (Rcq., 11 dic. 1923, JD. H.
1924, pág. 2). El domicilio do hecho del extranjero en Francia puede produc'r tam­
bién los mismos efectos que un domicilio de derecho gracias a. la teoría del rinvio
(suprd, núm. 43). V. caí último lugar, Rcq., i9 marzo 1910, D. 1912. I. 262, S. .1913.
1. 105; París, 17 abril 1910, D. 1910. 2. 145, nota de Wagner. Añádase not de A.
Colín, D. 1907. 2. 1, en Pau, 11 junio 1906. en sentido contrario.
(3) Véanse las primeras decisiones precitadas como niegan al c::.-rnn; ro un
domicilio do derecho-. Pero como Req., 1’ marzo 1910 precitada. Cas sentenciar de
la Sala do lo civil do 5 mayo de 1909 y l9 abril 1912 añaden a. la teoría de. ’.a / im­
prudencia otra consecuencia que so relaciona con el domicilio de les c/.rtos t'.: nee. »
de un extranjero (infrd, núm. 156).
(4) Cas., 27 abril 1865, S. 68. 1. 257; 21 junio 1865, S. 65. 1. 3’3; P-ihd v
Niboyet, Manuel de droit int., núm. 223, pág. 276.
(5) Roq., I9 abril 1911, D. 1913. 1. 400. Aubry y Rau, I, § 142, nota l b is ‘
Baudry-Lacantinerie y Houqucs-Fourcado, II, núm. 1013 y s.; A Colín v C-mit-int
I, pág. 425 y s.; Loeré, III, pág. 450 y 452. * ’ “ 5
142 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

domicilios. Además, todos los artículos de] Código y las


demás leyes sobre las tutelas, las sucesiones, las quiebras,
la competencia, etc., suponen el domicilio único. El prin­
cipio de la unidad de domicilio es admitido por el Código
suizo (art. 23), pero rechazado por el Código alemán (art.
7). En Francia mismo, no puede aplicarse sino a costa de
un gran número de salvedades reconocidas por la ley o la
jurisprudencia, y que convendría ampliar aún haciendo un
llamamiento a la noción del domicilio elegido (1).
142. Domicilios especiales. — Al lado del domicilio
general, existen domicilios especiales que no tienen la mis­
ma fijeza que el domicilio general y son considerados fre­
cuentemente como residencias a las cuales se otorgan a ve­
ces efectos propios. Se entiende por domicilio especial el
lugar en que se sitúa especialmente a una persona en lo que
se refiere a determinadas relaciones de derecho.
Los más importantes domicilios especiales, desde el
* punto de vista civil, son elegidos por la persona a quien con­
ciernen. Pueden entonces acercarse a lo que se llama domi­
cilio elegido. Así es en cuanto al domicilio comercial o pro­
fesional que una persona puede tener fuera de su domicilio
principal (V. infrá, núm. 168).
Pero existen además domicilios especiales determina­
dos por la ley. Tales son:
1’ El domicilio matrimonial, determinado por un mes
de residencia continua y que fija la competencia del encar­
gado del registro civil para la celebración del matrimonio
(art. 165) ;
2’ El domicilio político en que se ejercitan los dere­
chos cívicos;
3’ El domicilio de socorro y de asistencia (2), que de­
termina el municipio que debe prestar asistencia (3) ;
49 El domicilio especial atribuido a los deportados,
transportados y confirmados por la ley de 25 de marzo 1873,
B art. 17 y por los decretos de 8 de enero 1895, art. 32 y S de
mayo 1899, art.32. El primero de esos textos da a los de­
S ■ portados el domicilio en el lugar en que sufre su pena upa­
ra todos los derechos civiles que puedan ejercitar en las colo-
(1) P. Esmein, nota S. 1921. 1. 313. V. ín/rd. núm. 168. Sobro la crítica del
¡ ■ PrÍnC(2)° 1899. ^-nuel du donñcüO

de "ÁV En9AÍsacia y Borona, el domicilio do «ocorro se determina por la ley



local de 30 mavo 1908? mantenido en vigor; so adquiero en principio por un año
dTpe™anenXyVT/Jrc et Larras, t. I. v. Domicilc „
a (
>)' ,, por Kuntzingen.

; I
EL DOMICILIO 143

nias”, los dos últimos no se refieren, en relación a los for­


zados y a los confinados, sino a los atributarios de conce­
siones (1). Los domicilian en el lugar de esas concesiones
para todos los derechos relativos’a los mismos- Esos diver­
sos condenados no reciben en la colonia sino un domicilio
especial, sin necesidad de la intención de fundar en él su
principal asiento. Los deportados y transportados se ha­
llan además afectados por la interdicción civil, y la ley les
atribuye en Francia un domicilio general, el de su tutor
(Art. 108).
143. Limitación del principio de la unidad de domi­
cilio.—El principio de la unidad de domicilio, no impide a
los tribunales el dar de hecho, frecuentemente, en sus de­
cisiones, domicilios diferentes a la misma persona; inspi­
rándose en el interés de los terceros, y sin que el principio
de la autoridad de cosa juzgada pueda servir de obstáculo,
si se trata de dos pleitos diferentes.
144. Domicilio de las personas morales.—Cualquier
teoría que se adopte sobre la naturaleza de las personas
morales, hay que situar sus intereses en un lugar deter­
minado que representara para ellas el papel de un domi­
cilio (suprá, núm. 82). Es el asiento social, o “casa social”.
Y ahí, con preferencia es, donde los Arts. 59, al. 4, y 69-6’
Proc. civ. disponen que las sociedades sean emplazadas.
No obstante, una jurisprudencia cuyos orígenes se re­
montan a 1844 (2), y confirmada hoy por sentencias innu­
merables (3), permite emplazar a las sociedades, no sola­
mente en su asiento social, sino en todas sus sucursales im­
portantes. Esta jurisprudencia resulta bienhechora pues­
to que permite a los que entran en relaciones con la socie­
dad valerse de tribunales mucho más accesibles que aquél
que dependería del asiento social, con frecuencia alejado
del campo de acción de la sociedad. ¿Cómo se puede justi­
ficar esa jurisprudencia en derecho? (4).
(1) Sobro la extensión posible ¿lo estos textos a todos los condenados que
ejorcitan derechos en las colonias, v. Garraud, Tr. de droit pénal, II, núm. 435.
(2) Req., 15 mayo 1844, D. Jur. Gór., v. Assurances terrestres, núm. 295, S.
44. 1. 394.
(3) Entro las más recientes sentencias de la Corte do casación, v. Req., 15 abril
1893, D. 94. 1. 539, S. 93. 1. 319; 29 >nnrZ0 1909. S. 1909. 1. 413; 15 junio 1909,
D. 1912. 1. 209 (sol. impl.) ; 7 marzo 1911, D. 1916. 1. 224, S. 1911. 1. 511.
(4) Algunos autores no creen posible esta justificación; Aubry y Rau, I,
§ 142. Garsonnet, Traite de procedure, II, § 470. Lyon-Caon, nota S. 85. 1.
169; Glasson, nota, D. 85. 2. 49. Las últimas sentencias so abstienen efectiva­
mente de justificar en derecho la jurisprudencia establecida: Req., 15 abril 1893,
23 abril 1909 y 7 marzo 1911, precitadas.
144 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Se ha sostenido que el principio de la unidad del do­


micilio no debe aplicarse a las sociedades (1), al menos,
desde el punto de vista de la competencia (2). Las socie­
dades podrán tener varios asientos sociales (3), varias cor­
sas sociales, en el sentido del Art. 69, Pr. civ. (4), algunas
sentencias dicen hasta varios domicilios (5), o varios “es­
tablecimientos principales” (6). Pero no parece posible
admitir esta diferencia entre las sociedades y los indivi­
duos. En primer término, las razones que han determina­
do al legislador a no querer sino un domicilio, son idénticas
en los dos casos. Además, los textos, en su forma implícita,
son igualmente claros. Basta leer los Art. 59 y 69, Pr. civ.
para asegurarse que no pretenden establecer sino una com­
petencia única y no suponen que una sociedad pueda tener
varias “casas sociales”. Por último, la idea de que las so­
ciedades puedan tener varios domicilios generales se avie­
nen mal con las soluciones de la jurisprudencia que no per­
miten emplazar en el lugar de una sucursal, sino en los plei­
tos relativos a las operaciones de esa sucursal.
En realidad, las sociedades no tienen más que un asien­
to social (7), que tiene carácter de domicilio general en
cuanto a la determinación del tribunal competente, cual­
quiera que sea el origen del pleito (8). Pero, además, se.
les permite elegir domicilio en interés del público, en las
sucursales en que entran en relaciones con terceros (9).
Esta elección de domicilio atribuye competencia, para las
operaciones de una sucursal, al tribunal de que depende la
I £1 sucursal y el demandante tiene el derecho de elección entre
ese tribunal y el de su asiento social.
k ■ (1) Laurent, IT, núm. 70.
(2) rissicr, nota, S. 99. 1. 257.
(3) Req., 15 mayo 1844, precitada; Civ., .11 mayo 1852, ]). 52. 1. 174, S. 52,
I V ■ 1. 509; Req., 19 junio 1876, D. 77. 1. 134, S. 77. 1. 383.
(4) Es lo que sostiene M. Tissier para quien la competencia debe ser, o»
materia de sociedades, independiente del domicilio (nota precitada).
(5) Req., 17 abril 18G6, (3 sentencias), D. 66. 1. 279, S. 66. 1. 191; Req., 16
abril 1883, D. S4. 1. 87, S. 83. 1. 271; Req., 17 febrero 18S5, D. 86. 1. 14, S. 85. 19.
248; Civ., 30 junio 1891, D. 94. 1. 539, S. 91. 1. 479. V. también Req., 15 junio 1909,
precitada. , x
(6) Req. 17 abril 1866, precitada, (1’ sentencia); 18 nov. 1890, S. 93. 1. 22.
(7) Las*últimas sentencias distinguen claramente la. sucursal del asiento so­
cial; Req., 13 abril 1893; 29 abril 1909; 7 marzo 1911, precitadas. C’omp. no obs­

i tante, Req., 15 junio 1909, precitada. .


(8) Las sentencias no conceden al tribunal de la sucursal sino una competen­

I cia facultativa (v Req., 29 marzo 1909 precitada) ; es decir qU0 la elección de


domicilio ha sido hecha en interés de! P^lmo, ”° dV%6°\ 322^
ha decidido aveces lo.contrario (Keq.1
(9) Req., 17 febrero ,18.>1, D-J876) j, 7G. j. i)72°
en,bnrg0’ S°

di'c101880-D‘87 i. Í01,OS 87. l.’íO. En este-sentido Baudry-Lacantinerio y Ron-


•!
EL DOMICILIO 145
i!

Esta forma de elección de domicilio no tiene nada de


anormal. Por eso, se verá que una mujer casada puede
adquirir, sin manifestación expresa de voluntad, un do­ I
micilio profesional junto a su domicilio general (infrá,
No. 168).
145. Continuación. Competencia del tribunal de la II i
sucursal.—Esta idea explica perfectamente las dos condi­

I
ciones esenciales exigidas por la jurisprudencia para dar
validez a la citación de una sociedad ante el tribunal de
- una de sus sucursales.
I9 Ante todo, la sociedad debe considerarse como re­
presentada en la sucursal; esto no es así sino en el caso de
que mantenga un agente de importancia (1). Una compa­
4
ñía de ferrocarriles no elige domicilio en el de todos sus
jefes de estación, sino solamente en sus estaciones princi-
pales (2), de ahí el nombre de “jurisprudencia de las es­
taciones principales”, dado, a veces, a esta jurisprudencia,
por virtud de una de sus aplicaciones más prácticas (3).
La Corte de casación exige del juez que conoce del Jiecho
la indicación de los motivos que le han permitido conside­
rar a la sucursal como suficientemente importante (4).
2’ Por otra parte, sólo pueden ser dirigidas a la su­ !
cursal las citaciones que se relacionan con la operaciones
ele esta sucursal (5). La jurisprudencia entiende amplia­
mente esta palabra “operaciones”. El tribunal de una su­
cursal conoce desde luego de los contratos celebrados por
ella (6), además de los contratos cuya ejecución debe es-
ques-Fourcade, II, núm. 1015; Sarrut, Tr. des transporta par chccmins de fer,
núm. 106 y s.; P. Esincin, nota S. -1921. 1. 313.
(1) Se exige sobre todo que ese agente tonga mandato general para contratar
en nombro de la sociedad. Ese mandato hace en efecto verosímil el de dirigir los
pleitos do la Sociedad. V. Req., 17 abril 1851, precitada; Tolosa, 27 abril 1872,
D. 76. 1. 395; Req., 16 abril 1883, S. 83. 1. 271 ; Orleaus, 2 feb. 1889, D. 90. 2'. 165;
Roq., 18 marzo 1890, D. 90. 1. 443; 18 nov. 1890, D. 92. 1. 414, S. 93. 1. 22; Alger, 24
mayo 1895, D. 97. 2. 219; 16 nov. 1898, D. 1900. 2. 4S2.
(2) Solución implícita de varias sentencias: Civ., 15 nov. 1875. D. 76. 1. 321;
3 feb. 1885, D. 86. 1. 304, S. 85. 1. 270; 27 junio 1899, D. 1900. 1. 227, nota L. S.
(3) Pero esta aplicación no es la única: la misma jurisprudencia concierne
a las sociedades de todas especies: sociedades do seguros (Req., 15 mayo 1844, 17
feb. 1851, 10 nov. 1852; Algor, 24. mayo 1895 y 16 nov. 1898, precitadas), bancos
(Riom, 8 enero 1855, D. 55. 5. 93) ; sociedades de transportes marítimos (Req., 29
marzo 1909, S. 1909. 1. 463; 7 marzo 1911, D. 1916. 1. 224, S. 1911. 1. 5), socie­
dades mineras (Req., .18 .nov. 1890, D. 92. 1. 414, S. 93. 1. 22) ; sociedades indus­
triales (Req., 16 abril 1883, D. 84. 1. 87, S. 83. 1. 271; 17 fob. 18S5, I). S6. 1. 14,
S. 85. 1. 248); sociedades periodísticas (Tr. do Montpellier, 1.1 marzo 1908, D. 1908.
5. 31) y también las congregaciones religiosas (Civ., 7 dic. 1886, D. 87. 1. 101, S.
93. 1. 70).
(4) Civ., 15 noviembre 1875, D. 76. 1. 321.
(6) V. las sentencias precitadas y Tr. com., Saint-Nazaire, 21 nov. 192'3, Gas.
Palais, 1924. 1. 321.
(6) Req., 26 nov. 1849, D. 50. 1. 59; 17 feb. 1851, D. 51. 1 119, S. 51. 1.
685; 10 nov. 1352, D. 53. 1. 105, S. 52. 1. 788; Lyon, 5 feb. 1925, D. H. 1925, 209.
i

146 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tar a su cargo (1), y por último ele los delitos o cuasidelitos


de que los agentes de la sucursal sean responsables (2). Se
admite, por lo tanto, que, como todos los grandes estableci­
mientos de una sociedad están encargados de asegurar la
vigilancia de un radio determinado, las acciones nacidas
de las operaciones concernientes a ese radio, podrán ser
llevadas ante el tribunal del establecimiento correspon­
diente (3).
La elección de domicilio no se halla subordinada a
otras condiciones (4). No obstante, hay que observar que
no constituye más qiie una presunción. Ahora bien, es
frecuente que-las sociedades la descarten en sus contratos,
insertando una cláusula que somete las discusiones even­
tuales sobre la ejecución de esos contratos, a la competen­
cia exclusiva del tribunal de su asiento social (5) o de una
sucursal determinada (6). Esta es una de las razones que
hacen nuestra jurisprudencia particularmente interesante
en materia de transporte por ferrocarriles, en los casos
que no resultan insertadas cláusulas semejantes.
El interés de esta jurisprudencia ha disminuido -en
materia comercial, debido a la triple competencia que re­
conoce el art. 420,. C. pr. civ., y que basta, en general, para
salvaguardar los intereses del demandante.
Sin embargo, la teoría de la jurisprudencia es útil
para completar ese texto. Pues ella da competencia al tri­
bunal cte la sucursal en cuyo radio debe ser entregada una
mercancía, incluso en el caso de que no sea ese lugar el mis­
mo en que se ha celebrado el contrato (7). Con más fuerte
(1) Req., 16 abril 1883, D. 84. 1. 87, S. 84. 1. 271; 17 feb. 1885, D. 86. 1. 14,
S. 85. 1. 248; Civ., 30 junio 1891, D. 94. 1. 539, S. 91. 1. 479; Ro., 29 marzo 1909,
S. 1909. 1. 463; 7 marzo 1911, D. 1916. 1. 224, S. 1911. 1. 511.
(2) Req., 15 abril 1893, D. 94. 1. 539, S. 93. 1. 319; Alger, 16 nov. 1898, D.
1900. 2. 482. V. también motivos, Civ., 27 enero 1913, D. 1913. 1. 255.
(3) Notas Tissicr, S. 1899. 1. 257 y L. S., D. 1900. 1. 227. Ha habido algu­
nas resistencias en. jurisprudencia; Civ., 3 feb. 1885, D. 86. 1. 304, S. 85. 1. 270;
27 junio 1899, D. 1900. 1. 227. Véanse también las decisiones en sentido diverso
informadas bajo la nota do M. Tissier. No obstante, no hay duda quo los tribu­
nales se orientan en el sentido quo indicamos (V. Req., 15 abril 1893, precitada, con
el informe en el Sirey delConsejero Demangoat); Burdeos, 1*> marzo 1910 y Chain-
béry, 15 junio 1910, D. 1913. 2f. 63.
(4) Así, pues, los empleados de la sociedad se benefician con ello lo mismo
quo el público; aunque se haya discutido en otro tiempo (Req., 22 mayo 1854, D.
54. 1. 262), eso no tiene duda, por lo menos en el caso en quo el gerente de la

E;
sucursal tenga atribuciones para admitirlos o despedirlos. La cuestión ha sido ya
resuelta en esto sentido por la Corte de Casación: Req., 7 marzo 1911, precitada.
(5) V. Civ., 30 junio 1874, D. 76. 1. 395; 6 abril 1886, D. 86. 5. 97.
(6) Por ejemplo, la sucursal del puerto do salida o do armamento do los
transportes marítimos.
(7) Esto era el caso en casi todas las sentencias precitadas en que la sociedad
i • había sido emplazada en la sucursal encargada de ejecutar el contrato.
EL, DOMICILIO 147

razón, la jurisprudencia “de las estaciones principales” su­


ple el Art. 420, cuando se trata de la ejecución ele un. con­
trato que escapa a ese texto (1), o de una responsabilidad
delictuosa (2). Finalmente, en materia civil, esa jurispru­
dencia es el único recurso del demandante (3).
§ 2.—Intereses prácticos del domicilio.
146. Enumeración.—Los intereses prácticos de la de­
terminación del domicilio son muy importantes, pero no
pueden ser explicados sino a propósito de las diferentes
cuestiones a que conciernen.
El domicilio de una persona determinada se fija a la
vez en interés de esta persona y en interés de los terceros
que entran en relaciones con ella. Es preciso, pues, conside­
rarlo desde ambos puntos de vista.
147. Interés de los terceros.—El domicilio de una per­
sona es a la vista de los terceros, el lugar de su habitación
y su centro de negocios.
a) Covio lugar de habitación, el domicilio dispensa a
los terceros de la busca de la persona a la que tienen que
dirigir una notificación. Respecto de ellos, esta persona
se halla jurídicamente situada en un lugar fijo y los actos
notificados a ese domicilio se considera que han llegado a
ellos. Por lo tanto, el domicilio de una persona es a don­
de deberán serle comunicados todos los actos extra-judicia­
les y diligencias que le conciernen (Art. 68-69, Pr. civ.).
Esto no evita todas las dificultades a los terceros. La bus­
ca del domicilio, en vez de la persona, debe ser hecha cuida­
dosamente por el ujier encargado de la citación (4). Cuan­
do el domicilio, a pesar de todo, no se puede encontrar, la
ley permite suplirlo por medio de la publicación del acto
que no ha podido ser notificado en el domicilio (V. princi­
palmente Art. 69-8’, Pr. civ.).
b) Covio centro de negocios, el domicilio determina,
en interés de los terceros, el lugar en que deben ser publi-
(1) Como la cuenta corriente: Peq., 1’ marzo 1887, D. 87. 1. 161.
(2) V. las sentencias citadas en el número precedente. Este interés ha dis­
minuido desde la ley de 26 nov. 1923, véase art. 59 Pr. civ.
(3) V. principalmente Civ., 7 dic. 1886, D. 87. 1. 101, S. 93. 1. 70. i
(4) V. París, 16 nov. 1853, D. 55. 2. 126; Colmar, 14 junio 1859, D. 59. 2.
214; Nancy, 23 nov. 1901, D. 1902. 2. 172; París, 29 julio 1904, D. 1905. 2. 378.
El ujier debo indicar en la diligencia los pasos dados por él para tratar de des­
cubrir el domicilio. El saber si esos pasos han sido suficentes, es libremente
apreciado por los jueces: R/q., 19 junio 1866, D. 66. 1. 486; 7 feb. 1893, S. 94. 1.
-57, nota Labbó; 27 mayo 1893, S. 96. 1. 327. V. lo que se dirá más adelante del
domicilio aparento (núm. 164).
»

148 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

eados o realizados determinados actos que los terceros tie­


nen interés en conocer. .
lv Las medidas de publicidad¡ consistentes en avisos
e inserciones en los diarios, se hacen en el lugar del domi­
cilio, principalmente cuando el hecho o el acto publicado
toca al estado y a la capacidad civil de la persona. (Véanse
Art. 60, 61, 80, 82, 87, 93, 95, 96, 97, 250, 311, 502, 1445).
Esta publicidad será indicada a propósito de cada acto.
2? Algunos derechos deben ser ejercitados en el muni­
cipio en que está domiciliada la persona. Esta es la excep­
ción, puesto que el ejercicio de los derechos no se localiza.
Esta excepción es debida al interés que el público tiene en
conocer los actos realizados. Así sucede en cuanto a la adop­
ción (Art. 360), la emancipación (Art. 477) y el matrimo­
nio (Art. 165), con la reserva importante de que existe un
domicilio matrimonial.
3’ Por último, cuando hay lugar a proceder a la li­
* quidación total de los negocios de una persona, los toreé-
ros tienen interés en que se coloquen en su domicilio, don­
de tenían la costumbre de hacer negocios con ella. Así es
en materia de sucesión, de quiebra, de dación de la tutela,
de liquidación de la sociedad legal de gananciales.
Como en todos estos casos el domicilio se reconoce en
interés de los terceros, no se permite a aquel a quien se im­
pone o a sus representantes, que lo sustituyan voluntaria­
ií mente por otro lugar.
148. Interés de la persona domiciliada.—Para la per­
sona domiciliada, el domicilio es igualmente tomado en
consideración como lugar de habitación y como centro de
I r‘. negocios.
a) Como lugar de habitación, determina la competen­
cia de los tribunales en materia personal mobiliaria o ex­
trapatrimonial. Una persona puede exigir en principio no
tener otros jueces que los del lugar en que habita (Art. 59.
Pr. civil).
I ' b) Como centro de negocios, el domicilio ofrece múlti­
II Ib• "■ •- ples intereses, los más importantes de los cuales conciernen:
l9 a la demanda de pago hecha al deudor (Art. 2047),
I
1 y, el protesto, en materia
C. co.) ;
: de letra de cambio (Art. 173,

2’ ’al derecho de servir de testigo en los actos nota-


piados (1.25 ventoso, año XI, Art. 9) ;
3’ ai derecho
- - de
’ servir de
1 garantía judicial (Art.
2018) ;
4’ a la determinación del tiempo requerido para que
prescriba la propiedad inmobiliaria (Art. 2265) ;
EL DOMICILIO 149

59 a la adquisición de la nacionalidad francesa ( trt. 8,


9,13), y de los derechos civiles reconocidos por el art. 11;
69 a la aplicación en ciertos casos de la legislación
especial de Alsacia y Lorena (ley de 24 julio de 1921 y do
l9 junio de 1924) (1).
Sección II.—Determinación del domicilio.
§ 1.—Domicilios legales.
149. Caracteres de los domicilios legales.—De hecho,
la mayoría de los franceses no tienen libertad para elegir
su domicilio: la ley les impone por domicilio, o el de otra
persona de la cual los hace depender, o el lugar en que su­
pone que habitan. El domicilio así establecido es obliga­
torio como domicilio general (2) y no pueden existir jun­
to a él sino domicilios especiales (3). Se adquiere de ple­
no derecho, tan pronto resulten reunidas las condiciones
legales e independientemente de toda residencia efectiva.
Nuestro derecho abusa de los domicilios legales, fre­
cuentemente ficticios, tanto más cuanto que los preceptos
legales se amontonan a menudo unos sobre otros.
150. Menor no emancipado.—El niño, como no tiene
la disposición de su persona, ni de sus bienes, no puede
poseer sino un domicilio prestado, el de la persona que se
ocupa de él y de sus asuntos. Este domicilio es muy im­
portante, puesto que lo conservará, después de su mayoría
de edad, hasta tanto que no haya adquirido otro.
Los hijos legítimos reciben su domicilio de las per­
sonas designadas por el art. 108, 1 ‘el padre y la madre, o
el tutor”.
I9 Cuando el padre y la madre viven, tienen normal­
mente el mismo domicilio y este domicilio común será el
del hijo.
(1) El domicilio determinaba antiguamente el estatuto personal de cada indi­
viduo. Lo determina todavía en el derecho anglo sajón, que nuestra jurisprudencia
tiene a veces en cuenta, gracias a la teoría del rinvio. Además, como se ha visto,
nuestros tribunales hacen depender dol domicilio del-de cujus la ley aplicable a su
sucesión mobiliaria. Por último, el domicilio do las partes interviene para deter­
minar la ley aplicable a sus convenciones, siempre que la elección de esta ley resulte
de su presunta voluntad.
(2) Así, pues, la condición de fijar su domicilio en un lugar determinado,
impuesta en una liberalidad a una mujer casada, a un menor o a un incapacitado,
ha sido declarada* como no escrita: Poitiers, 3 junio 1842, S. 43. 2. 295.
(3) Sobre los criados, v. Civ., 31 mayo 1897, S. 99. 1. 95; 18 abril 1904, S.
1905. 1. 414; 29 marzo 1904, S. 1905. 1. 414. Véase lo que so dirá de los domici­
lios elegidos.
P. y R. T. D. O. — I- 6
150 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Pero los domicilios se separan en caso de divorcio o de


separación de- cuerpos. ¿Conservará entonces el hijo el
domicilio de su padre? El art. 102 no impone de ningún
modo esta solución. Al atribuir al hijo el domicilio de “su
padre y su madre”, supone im domicilio único. Si no lo es,
se entra en el derecho común y el domicilio del hijo está en
“su principal asiento”, es decir, en la casa de aquel de sus
padres al que le ha sido encomendada su custodia. Desde
la ley del 6 de abril de 1910, la custodia entraña en prin­
cipio la administración legal; el centro de negocios del me­
nor y su habitación concurren, pues, a fijar su domicilio en
la casa de la misma persona (1) (Art. 389, al. 3). Si el
tribunal; separa ambos elementos concurrentes, se debe
fijar entonces el domicilio del menor en la casa de aquel
de sus padres que tenga su administración legal; en efecto,
se va a ver como en caso de muerte de uno de los padres,
5 la ley prefiere el domicilio del tutor al domicilio del su­
perviviente que fuera privado de la tutela; es porque con­
cede más importancia a la consideración del centro de los
negocios del menor que a la habitación (2).
La ley de 24 julio 1889, art. I9, hace perder a los pa­
dres privados de la patria potestad el derecho de dar su
domicilio a sus hijos. Estos adquieren entonces el domici­
lio de su tutor o el del hospicio que hace las funciones de
tal (art. 10). Si uno solo de los padres es el desposeído de
la patria potestad, el otro, al conservar la administración
legal, da naturalmente su domicilio al hijo.
29 Cuando uno de los padres muere, se abre la tutela
(art. 390) y la ley coloca entonces el domicilio del hijo en
la casa de su tutor, con preferencia a la del padre supervi­
viente, cuando a éste no le corresponde la tutela (3). El
art. 108 no da, en efecto al hijo el domicilio “de su padre y
su madre” sino en el caso de que los padres vivan juntos,
y en su defecto, designa el domicilio del tutor. Por ana-
(1) No obstante, ha. sido juzgado quo el hijo continuase domiciliado en la
casa -do su padre, aun cuando su madre era a la vez custodiadora y encargada de
la administración (Rcnnes, 20 feb. 1913, S. 1913. 2. 201). So pretendo que el padre
continúa siendo el titular de la patria potestad. ¿Y qué es una patria protestad a
la que se le ha amputado la custodia, la administración y sin duda el goce legalf
Véase en nuestro sentido, Tr. Auxerre, 23 julio 1901, D. 1901. 2. 389 y cu París, 21
nov. 1902, S. 1907. 2. 13.
(2) Comp. Rennes, 20 feb. 1913, S. 1913. 2. 201. V. antes de la ley do 1910:
sobre el domicilio del padre, París, 9 prairial, año X, D. Jur. Gón., v. Pomícíte,
núm. 80, S. chr.; Angers, 5 mayo 1885 D. Jur. Gáfl., Sup. v. Minorité, núm. l<>0,
I 8 86 2 15
(3) Aubry y Rau, I, § 143, nota 9. A. Colín y Capitant, I, púg. 423; Bau-

II. dry-Lacantinerio y Houques-Fourcade, II, núm. 988.
EL DOMICILIO 151

logia, si hubiesen varios tutores, se preferirá el domicilio


del tutor de los bienes, al domicilio del tutor de la persona;
si hay varios tutores de los bienes, puede estimarse como
si de hecho el menor estuviese domiciliado en la casa de
cada uno de ellos para las operaciones que le conciernen
respectivamente.
151. Continuación. Hijos naturales.—El caso de los
hijos naturales no está previsto ni por el art. IOS, que su­
pone la unidad de domicilio en la casa de los padres, ni por
la ley del 2 de julio de 1907. Su domicilio queda, pues,
bajo el dominio del derecho común. El hijo no reconocido
(de igual modo que todos los niños encontrados), resulta
domiciliado en la casa de la persona que lo recoge a título
permanente (1) o en el hospicio en que haya sido deposi­
tado (2). El hijo natural reconocido está domiciliado en
la casa de aquél de sus padres, en general designado con­
forme al Art. 383, que se ocupa de él y de sus bienes. Si la
administración de los bienes no se halla en las mismas ma­
nos que la de la persona, es preciso, por analogía con el
caso del hijo legítimo, domiciliar al menor en la casa del
administrador de sus bienes. La situación del menor cu­
yas fortuna y persona se hallan bajo dos direcciones dife­
rentes, muestra bien lo que tiene de artificial el principio
de la unidad de domicilio. Lógicamente, este menor tiene
dos domicilios, uno para su persona y otro para sus bienes.
152. Continuación. Hijos adoptivos.—La ley de 19 de
junio de 1923 que ha permitido la adopción de los menores,
da al adoptante la patria potestad (art. 352). Es preciso,
pues, reconocer que el niño adoptado tiene su domicilio
legal en la casa del adoptante, aunque conserva sus de­
rechos dentro de su familia natural.
153. Incapacitado.—La atribución a los incapacita­
dos judiciales de un domicilio de derecho en la casa de su
tutor, se justifica con las mismas razones que para los me­
nores. Como el art. IOS no hace distinciones, este domici­
lio se impone, no solamente a los incapacitados judiciales,
sino a los incapacitados legales, privados también de la ad­
ministración de sus bienes (3). Se ha visto que se puede
reconocer un domicilio especial, además, a estos últimos,
en la colonia en que cumplen su pena (núm. 142).
(1) Civ., 9 mayo 1S89, D. 89. 1. 424, S. 89. 1. 43G.
(2) Decreto, 19 enero 1811, art. 15; Bruselas, 18 enoro 1888, D. 88. 2. 249.
(3) Grenoble, 14 junio 1892, D. 93. 2. 437, sol. impl.
152 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

En cambio, el menor emancipado, el pródigo y el débil


de espíritu tienen libertad para elegir su domicilio (1).
154. Mujer casada.—El art. 108 da a la mujer casada,
una vez celebrado el matrimonio, el domicilio de su marido.
Esta es la consecuencia de la obligación de residir juntos
(2). Lo que determina el domicilio de la mujer no es la admi­
nistración de su fortuna, sino el lugar legal de la habita­
ción. Así, pues, en caso de separación de bienes (3), la
mujer, que puede dar a su fortuna un centro de adminis­
tración distinto, conserva sin embargo el domicilio.de su
marido. Se impone a ella en tanto que esté 4‘obligada a
seguir a su marido” (art. 214), incluso si, de hecho, aban­
dona el domicilio conyugal (4), o si el marido traslada su
domicilio al extranjero, (5) y según parece hasta si el
marido se convierte en ciudadano extranjero (6).
En cambio, desde que cesa para la mujer el deber de
* seguir al marido, puede adquirir un domicilio indepen­
diente. Esto es así, no solamente en caso de divorcio, sino
i1 también en caso de ausencia (7) o de interdicción del ma­
rido.
i

i 155. Continuación. Separación de cuerpos.—Para el


caso de separación de cuerpos, la jurisprudencia, que se
había sentado en este sentido (8), ha sido confirmada por
la ley de 6 febrero 1893, que modifica el art. 108.
Pero la mujer separada de cuerpos, como también la
mujer divorciada, no adquiere un domicilio propio, sino
una vez que la sentencia de separación o de divorcio ha
sido pronunciada. La ordenanza por medio de la cual el
presidente del tribunal, al comienzo del procedimiento,
asigna a la mujer una residencia distinta, no opera la
separación de los domicilios, aunque la ley hable entonces
Ir a veces del “domicilio separado” (art. 313 y 331, aunque
debe verse el lenguaje más correcto de los arts. 238. 246 y
I ■ . ■

I
(1) R«q., 14 díc. 1840, D. Jizr. Gen., v’ Interdiction, núm. 289, l9
(2) V. nota A. Esmein, S. 84. 1. 457.
(3) Baurges, 21 julio 1854, D. 56. 1. 162.
(4) El marido puede, pues, dirigir a su propio domicilio la demanda de rein-
legración del domiciclio conyugal formulada contra su mujer: Alger, 6 junio 1870,
D. 70. 2. 214, S. 70. 2. 45.
(5) Req, 21 julio 1865, D. 65. 1. 418.
(6) Baudry-Lacantinerie y HouquesFourcado, II, núm. 982‘; Contra, Aubry
▼ Rau, I, § 143, texto y nota 8; A. Esmoin, S. 84. 1. 257; Douai, 3 agosto 1858,
D. 58. 2. 218, S. 58. 2. 513.
(7) Eamein, loe. cit.; Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, II, núm. yao.
i (8) Req., 19 agosto 1872, D. 73. 1. 419, S. 73. 1. 75.


EL DOMICILIO 153

296). El lugar de habitación provisional dado a la mujer


es demasiado inestable para que haga el papel de “princi­
pal asiento”, por lo que la mujer debe continuar domicilia­
da en la casa de su marido (1). Es a este domicilio al que
le deben ser dirigidos todavía los actos que le conciernan,
por singular que sea el mandato que se supone dado al
marido para recibirlos. Los tribunales reconocen solamen­
te una excepción a esta regla, cuando se trate de comuni­
caciones hechas por el mismo marido (2) ; deben ser lle­
vadas a la residencia asignada a su mujer. Eso es lo que
se expresa a veces al decir que esa residencia equivale al
domicilio respecto del marido (3).
Aún después de la separación de cuerpos, se tiene en
cuenta todavía el domicilio del marido, para dirigirle toda
comunicación hecha a la mujer en materia de estado civil
(art. 108, al 3). Como se debe comprender en el estado ci­
vil la capacidad de las personas (suprd, núm. 14) las de­
mandas sobre interdicción y sobre formación de consejo
judicial dirigidas contra la mujer, deberán también ser
comunicadas al marido.
156. Criados.—El art. 109, al decidir que los criados
se hallan domiciliados en la casa de sus amos, les da un
domicilio prestado que se funda, como el precedente, en la
habitación común. Esta disposición no concuerda bien con
nuestras costumbres. La habitación, absolutamente tem­
poral de los criados en la casa de sus amos, no constituye
sino muy raramente su principal establecimiento. Es com­
pletamente arbitrario fijar en él, por ejemplo, el lugar de
apertura de su sucesión. La situación se hace todavía
más extraña cuando el mismo amo no reside en su domi­
cilio. El criado está entonces domiciliado en un lugar que
le es completamente extraño (4).
El art. 109 pone dos condiciones para la adquisición
del domicilio del amo: el servicio habitual y la habitación
común.
(1) Orleans, 6 agosto 1863, D. 64. 2. 14 y los motivos de las decisiones ci­
tadas en la nota que sigue.
(2) Nancy, 11 agosto 1865, D. Jur. Gen., Sup. v’ Divorce, núm. 288, S. 65.
2. 324; Chambéry, 17 julio 1888, D. 88. 25 89, nota Glasson; Bcsanzon, 20 nov. 1896,
D. 97. 2. 348.
(3) Todavía hay que hacer excepción del caso en que la mujer descuida en
proseguir una demanda en separación de cuerpos o en divorcio emanada de ella: Req.,
19 agosto 18621, D. 63. 1. 129, S. 62. 1. 795.
(4) Civ., 15 marzo 1904, D. 1904. 5. 261.
154 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

a) El Código no se refiere sino a los mayores (1)


“que sirven o trabajan habitualmente en la casa de otro”.
Caracteriza de este modo una relación de dependencia a la
cual escapan los que trabajan por su cuenta, como contra­
tistas. En el número de estos últimos se cuentan el colo­
no (2) o el aparcero (3), aunque habiten en la casa de su
arrendador; pero no los secretarios, administradores (4),
preceptores, etc., que, al arrendar sus servicios por tiempo,
dependen estrechamente de su amo. La Jey quiere servi­
cios o trabajos habituales, es decir, que constituyan el ofi­
cio principal del que los presta; sin que tenga trascen­
dencia el tiempo que hayan venido prestándolos al dueño
actual (5).
bj El art. 109 exige que el amo y el criado habiten
junto la misma casa. Esta regla, que excluye todo domi­
cilio legal para los domésticos de personas morales (6),
3 exige que el criado duerma (7) bajo el mismo techo que el
amo, o en las dependencias inmediatas de la casa que el
amo habita (8). La sentencia que atribuya al criado el
domicilio del amo, debe mencionar en sus motivos los he­
chos constitutivos de esa habitación común (9).
Poco debiera importar la nacionalidad del amo. Pero
la teoría de la jurisprudencia, sobre la ausencia del domi­
cilio legal de los extranjeros en Francia, ha conducido a la
Corte de casación a decidir que el domicilio de hecho del
amo no se convierte en este caso en el domicilio legal de
sus criados (10). Como, de acuerdo con esta teoría, el ex­
tranjero conserva su domicilio de origen en el extranjero,
eso conduciría a domiciliar también en él a sus criados
• • franceses. Esta consecuencia, que sin duda no sería admi-
(1) Es preciso ciertamente añadir a Jos mayores, los menores emancipados
(arg. art. 108).
(2) V. Civ., 13 abril 1897, S. 98. 1. 285, y las referencias de la nota siguiente.
& • (3) Civ., 28 marzo 1889, D. 89. 1. 336, sol. impl.; 10 junio 1901, S. 1902. 1.
95, sol. impl. Comp. Civ., 15 abril 1904, S. 1906. 1. 47.
(4) Req., 25 feb. 1924, D. H. 1924, p. 201.
I (5) Civ., 3 abril 1913, D. 1915. 1. 93, S. 1913. 1. 217, nota Rubén de Couder.
(6) Civ., 14 abril 1904, Gas. Trib., 17 abril 1904; a menos que el criado no
esté al servicio do los agentes de la persona moral: Civ., 5 mayo 1903, S. 1906.
1. 358.
(7) Civ., 8 abril 1908, S. 1910. 1. 46.
(8) Incluso separadas por una carretera: Civ., 15 abril 1904, S. 1906. 1. 519;
I Civ., 25 abril 1904, D. 1905. 5. 43, S. 1905. 1. 144. Comp. sin embargo, Civ., 20
r • ■ abril 1901, S. 1901. 1. 293.
(9) Civ., 16 julio 1901, D. 1901. 1. 584; 18 marzo 1908. D. 1908. 1. 305; 15
marzo y 5 mayo 1909, D. 1910. 1. 87.
(10) Civ., 5 mayo 1909, D. 1910. 1. 417, S. 1912. 1. 525; V abril 1912, D. 1913.
1. 503, S. 1912. 1/228.
í¡ ■
I
EL DOMICILIO 155

tida, bastaría para condenar la teoría jurisprudencial so­


bre el domicilio de los extranjeros.
157. Funcionarios nombrados vitaliciamente. — El
art. 107 da como domicilio legal de los funcionarios nom­
brados vitaliciamente, aquel cuyas funciones no llegan a su
fin sino con la edad del retiro y que, hasta entonces, no
puede ser destituido, ni trasladado, sin su consentimiento.
Estos funcionarios son poco numerosos. La mayoría
de aquellos cuyas funciones no son temporales, pueden ser,
si no destituidos por lo menos trasladados contra su vo­
luntad. Ya no se citan, entre los que tienen sin discusión
un domicilio legal, sino a los miembros de la magistratura
y a los notarios que, según el art. 2 de la ley de 25 ventoso,
año XI, están obligados a la residencia (1). Desde la se­
paración de la Iglesia y el Estado, los sacerdotes, obispos
y canónigos, aunque económicamente inamovibles, no pue­
den ser ya considerados como funcionarios.
Existe duda respecto de otros oficiales ministeriales
que no sean los notarios, que tengan carácter de inamovi­
bles, pero no sometidos a la obligación de residencia. An­
tiguas decisiones (2) sólo reconocen un domicilio legal a
los funcionarios obligados a residir en el lugar de sus
funciones. Sin embargo, la claridad y la generalidad del
art. 108 no parece que permitan esta distinción. El lugar
donde ejerce su función puede ser considerado como el
centro de negocios del funcionario, aun en el caso de que
resida en otra parte (3).
Para establecer el domicilio legal del funcionario, de
acuerdo con los términos del art. 108, basta con la. acep­
tación de las funciones. Si se exigiera un juramento, la
aceptación resultará de la prestación de ese juramento, y
si no, de las circunstancias. El cambio de domicilio ade­
más se opera antes de que el funcionario haya comenzado
a residir en él.
158. Combinación y conflicto entre los domicilios le­
gales.—La combinación de los diversos domicilios legales
da lugar a tres dificultades.
(1) Esta jurisprudencia es demasiado restrictiva. La Corte de casación ha
rehusado considerar como funcionarios nombrados vitaliciamente a los profesores
de la enseñanza superior titulares do una Cátedra (Civ., 13 marzo 1885, D. 85. 1.
313, S. 86. 1. 181). Ahora bien, esos profesores gozan de garantías que son equi­
valentes a una inevitable inamovilidad y siempre se ha considerado- que ellos te­
nían una especie do ltpropiedad de su Cátedra”.
(2) Req., 16 junio 1850. D. Jur. Gén.t v* Domioile, núm. 102; Cas. belga 13
julio 1863, Pasicr., 1863. 1. 406; 11 julio 1864; Pasicr., 1864. 1. 342.
(3) Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, II, núm. 973.
7^’

156 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

a) Una persona puede verse en el caso de que se le


imponga legalmente un domicilio en varios lugares dife­
rentes. Eso se produce cuando una mujer casada se ale­
ja de su marido para emplearse como criada. Es preciso,
en este caso, hacer que prevalezca el domicilio del marido
(1). El compromiso de la mujer se halla en efecto, subor­
dinado a la autoridad marital,, que subsiste y continúa ha­
ciendo del domicilio marital el domicilio conyugal. Ade­
más, la mujer volverá a él cuando termine su compromiso.
La ley parece igualmente imponer dos domicilios a la
mujer casada incapacitada, cuando la tutela sale de las ma­
nos del marido. En este caso, el domicilio legal de la mu­
jer continúa en la casa de su marido, puesto que está fun­
dado en la obligación que subsiste de residir juntos (2).
&) Lá persona a la cual otra persona le presta su
domicilio, puede tener también un domicilio legal. Este
será entonces el último prestado, aunque sea, cosa frecuen­
te, doblemente ficticio para el que lo recibe. Cómo justi­
ficar, por ejemplo, la adquisición del domicilio del amo de
su marido, por parte de la mujer que se ha quedado en el
domicilio conyugal? La ley, sin embargo, no admite más
que una excepción, también discutida, a la regla que pre­
cede: la mujer de un incapacitado, si ella no es nombrada
tutora, no tiene necesariamente, el domicilio del tutor de su
marido. La atribución a la mujer del domicilio del ma­
rido supone, en efecto, no solamente la obligación para ella
de residir junto con él, sino el derecho del marido de ele­
gir la habitación común. Ahora bien, como el poder ma­
rital no pasa al tutor del marido, este tutor no tiene el
derecho de imponer un domicilio a la mujer. Esta, por
lo tanto, recobra la libertad de elegir el suyo (3).
c) Por último, puede ocurrir que la persona que de­
ba prestar su domicilio a otra, a su vez, tiene que recibir el
suyo de esta última: este es el -caso de la mujer tutora del
marido incapacitado. Como las disposiciones legales re­
sultan entonces inconciliables, se debe recurrir a los prin­
I cipios generales: la mujer tutora elige el lugar del asiento
Iít conyugal, o sea, el domicilio del marido (4).
(1) Aubry y Rau, I, § 143, nota 13; Baudry-Lacantinerio y IIouques-Four
cade, I, núm. 1002.
(2) Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, II, núm. 999.
(3) Aubry y Rau, I, § 143, nota. 7. Contrd, Baudry-Lacantinerio y Houques-
Fourcade, II, núm. 998. TT
(4) Aubry y Rau, loe. cit.; Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, ái,
núm. 997.

I
EL DOMICILIO 157

Las dificultades precedentes se combinan unas con


otras cuando la mujer y el marido, ambos incapacitados,
tienen dos tutores diferentes; pero, como el poder marital
ha desaparecido entonces, no hay dificultad en que cada
cónyuge sea domiciliado en la casa de su tutor (1).
§ 2.—Determinación del domicilio libre.
159. Principios generales.—Las personas a las cua­
les la ley no les impone un domicilio, pueden elegir el suyo
libremente (2). Nada les prohíbe el establecerlo incluso
fuera de Francia (3). (Véase, además, el art. 69. 8\ 9’ y
10, Pr. civ., sol. impl.).
La determinación del domicilio es, pues, una pura
cuestión de hecho, de la que conocen soberanamente los
jueces del fondo (a) (4), que conozcan del asunto, quienes,
además deben motivar suficientemente sus decisiones (5).
No obstante, cuando el debate se libra en relación con la
competencia de un tribunal, el interesado puede llevar
como cuestión de hecho ante la Corte de casación, recu­
rriendo para reglamentar jueces (b), si la excepción de
incompetencia le ha sido opuesta (6).
(1) Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, II, núm. 1000.
(2) Sobre las cláusulas de los actos jurídicos que señalan a una persona su
domicilio general, v. Demogue, Obligations, II, núm. 800.
(3) La Corte de casación que lo reconocía antes de 1908 (Req., 21 junio 1865,
D. 65. 1. 418, S. 65. 1. 313; Civ., 27 abril 1868, D. 68. 1. 302, S. 68. 1. 257; Req.,
6 marzo 1888, D. 88. 1. 486, S. 91. 1. 27; 11 mayo 1897, D. 97. 1. 296, S 97.
1. 325) parece haber modificado en esta fecha su jurisprudencia, y dice que el
establecimiento en el extranjero no puede hacer perder al francés su domicilio do
origen en Francia (Civ., 24 marzo 1908 y 15 marzo 1909, S. 1912. 1. 470). Pero
estas sentencias, dadas en materia electoral, no tienen tal vez sino una importan­
cia limitada. En nuestro sentido: Aubry y Rau, I, $ 141, nota 4; Baudry-Lacan­
tinerie y Houques-Fourcade, II, núm. 1019; Contrá, Demolombe, I, núm. 349.
(A) Jueces del fondo, o jueces del mérito, como se suele decir algunas veces
en lenguaje jurídico español, equivale a expresar los Tribunales de Instancia que
son los que conocen de los hechos. La Casación francesa no entra generalmente en
la materia de hecho. (N. del T.).
(4) Jurisprudencia constante: V. principalmente, Req., 12 junio 1903, D.
1903. 1. 410, S. 1903. 1. 412; 25 julio 1904, D. 1905. 1. 250; 21 nov. 1905, D. 1906.
1. 20, S. 1906. 1. 413; 15 marzo 1909, D. 1909, 1. 395. S. 1909'. 1. 396; 28 abril
1914, D. 1914. 215; Civ., 25 junio 1918, D. 1922. 1. 149; 13 enero 1919, D. 922.
1. 150.
(5) Sobre las aplicaciones diversas de esto principio, v. Civ., 10 junio 1901, S.
1902. 1. 95; 25 marzo 1904, D. 1906. 1. 464; 10 abril 1906, S. 1907. 1. 192; 19
marzo 1907, S. 1909. 1. 526; 8 abril Í910. D. 1913. 1. 270. El juez no puede ni
conformarse con decir quo una persona tiene en un lugar dotorminado su princi­
pal asiento, ni fundar un cambio de domicilio en hechos de simple residencia, ni
rechazar sin examen circunstancias invocadas como indicios de un cambio de domi­
cilio.
(B) El procedimiento francés denomina "réglement de juges” a la decisión
de un tribunal superior que decide una cuestión do competencia. (N. del Tí).
(6) V. principalmente, Req., 30 enero 1895, S. 95. 1. 172; 14 junio 19'U B
1905, 1. 329; l’ febrero 1911, D. 1913. 1. 400; 13 marzo 1911, D. 1912. 1. 15<- 23
julio 1919 y 20 marzo 1921, S. 1921, 1. 313.
158 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Los jueces no deben nunca perder de vista el principio


de la necesidad del domicilio. Si cada uno es libre de ele­
gir su domicilio, a nadie puede privársele de él. Un an­
tiguo domicilio no puede, pues, perderse sino por la ad­
quisición de uno nuevo (1).
De ahí la importancia del domicilio de origen, antiguo
domicilio cierto del interesado, que siempre se presumirá
que lo conserva, salvo prueba de la adquisición de un do­
micilio nuevo. Las circunstancias pueden aportar la prue­
ba de ese cambio. Pero, cualquiera que sea su decisión,
los jueces salvaguardarán siempre los derechos de los ter­
ceros inducidos por virtud de la teoría del domicilio apa­
rante (infrá, núm. 164).
160. Domicilio de origen.—Al menor emancipado a
quien haya llegado a la mayoría de edad, cesa de imponér­
sele el domicilio de sus padres o tutor. No deja por eso de
conservar el domicilio que él tuvo hasta ese momento (2),
en tanto que no haya fundado en otra parte su asiento
principal, aunque haya perdido todo contacto con el do­
micilio de origen, en el curso de su existencia (3).
Para muchas personas, se puede encontrar un domici­
lio de origen sin remontarse hasta el día de su mayoría de
edad. Basta con que la persona haya tenido en un momen­
to cualquiera, un domicilio cierto, por ejemplo, un domici­
lio legal. Así, pues, el domicilio conyugal de la mujer se
mantiene después de la separación de cuerpos o la disolución
del matrimonio (4). Se ha decidido también que el criado
conserve el domicilio del amo cuando cesa la comunidad de
¡- • habitación (5), o cuando el criado deja su colocación sin ad-
(1) El principio es constante: v. principalmente, Req., 14 junio 1904, D. 1905,
1. 329; Civ., 27 marzo 1906, D. 1906. 1. 437, S. 1907, 1. 39; 22 abril 1907, S. 1909.
1. 526; 7 abril 1908, D. 1908. 1. 305, S. 1910. 1. 591; Req., 1’ feb. 1911, D. 913.
1. 400; 3 marzo 1911, D. 1912. 1. 158.
(2) V. principalmente, Req., 14 junio 1904; Civ., 7 abril 1908, precitadas;
Adde, Civ., 5 mayo 1909, D. 1910. 1. 87; Req., 3 enero 1923, D. 1923. 1. 187; Req.,
3 marzo 1925, D. II. 1925, pág. 223; Paría, 13 feb. 1923, D. 1923. 2. 153.
(3) Así, pues, la expulsión do un seminario o- do una congregación do ense­
ñanza, no impide a los seminaristas y aun a los congregantes trasladados al extran­
jero, continuar domiciliados en el lugar del seminario o del colegio confiscados, y
eso durante su vida entera, si no tienen la intención de establecer en otra parte
un domicilio: Civ., 27 marzo 1906 y 22 abril 1907, precitadas. Comp. Channont,
Bcv. crit., 1908, pág. 136. Conservan, también, su domicilio de origen los locos in­
ternados/ Req., 11 feb. 1908, D. 1909. 1. 237 y los individuos expulsados o deste­
rrados. . .
(4) Agen, 10 abril 1900, D. 1900. 2. 430; Comp. no obstante, Caen, 8 feb.
1904, D. 1904. 2. 438. ¿No se puede decir que la ruptura del lazo conyugal trans­
forma en domicilio la residencia atribuida a la mujer por el tribunal?
I fi (5) Civ., 15 marzo 1904, D. 1904. 5. 261; Req., 25 julio 1904, D. 1905. 1. 250.
Cuando el amo tiene varias residencias, los criados que deja en cada una de ellas
conservan, pues, siempre su domicilio.
EL DOMICILIO 159

quirir otro domicilio (1), por muy artificial que sea el que
se le da entonces. El principio de conservación del domi­
cilio de origen conduce a veces, efectivamente, a resultados
singulares (2) ; pero ha sido criterio firme de los autores
del Código, como medio de atribuir un asiento legal a todos
los miembros de la Sociedad (3).
El cambio voluntario supone en el que adquiere un
nuevo domicilio, dos condiciones fijadas por el art. 103;
de una parte, la habitación en un lugar nuevo, de otra par­
te “la intención de fijar en él su principal asiento”. La
existencia de una habitación en el lugar del cambio preten­
dido es fácil de comprobar. Lo que ya es más difícil de
probar es el carácter de principal que el interesado dé a
esa habitación, tanto, por su intención como por sus actos.
161. Cambio de domicilio por doble declaración.—La
prueba de la intención resultará dice el art. 104, de una
declaración expresa, hecha tanto en la municipalidad del
lugar que se deje como en la del lugar a que se haya tras­
ladado el domicilio. Esta doble declaración, sometida so
pena de nulidad, a las reglas indicadas por el texto (4), pue­
de hacerse en un momento cualquiera; lo mismo después,
que antes, del cambio de habitación (5). Proporciona al
declarante una doble ventaja» y sin embargo, esto no ha
bastado para que se cumpla en la vida diaria (6).
En primer término, prueba, respecto de su autor, la
intención del cambio de domicilio, salvo prueba contraria
resultante de un vicio de consentimiento (7). Desde este
primer punto de vista sin embargo no es ya tan útil; por­
que se puede manifestar la intención de otras muchas ma­
neras tan eficaces, siempre que el principal asiento resul­
te efectivamente trasladado.
(i) Civ., 27 marzo 1912, S. 1912. 1. 229.
(3) V. principalmente 27 marzo 1906, 22 abril 1907 y 7 marzo 1912, preci-
tadas.
(3) V. principalmente las declaraciones del Primer Cónsul (Locré, III, pá-
gina 415) y las del tribuno Mouricault, (ibid., pág. 442).
(4) ÉnEn particular debo ser doble: Civ., 29 marzo 1904, D. 1905. 1. 239; 27
>7 C?
marzo 1907, S. inno i 47; Agen,
1908. 1. a___ in
10 abril i1900, D. innn
nnn ta n /49n.
1900. 2. 430; Chambéry, A4
agosto 1908, D. 1909. 1. 93; Tr. com. do Lyon, 7 nov. 1919, D. 1920. 2. 74. Sobre
otras irregularidades, v. Amiens, 2* marzo 1909, D. 1911. 2. 131; Rcq., 26 oct. 1909,
Ác/Vi'j JLZ, ** V VVV.

D. 1910. 1. 160, S. 10. 1. 422. Esta declaración generalmente se transcribe en la


alcaldía on un registro, pero es válida sin sor transcrita, si el Alcalde reconoce que
la ha recibido; Montpollior, 8 julio 1898, en Req., 26 nov. 1900, D. 1901. 1. 79.
(5) Civ., 19 abril 1910, ¿. 1911. 1. 175, S. 1912. 1. 55; 7 mayo 1907, S. 1908.
1. 150.
(6) En cambio, las declaraciones de traslado, del -domicilio político son fre-
cuentes.
(7) Roq., 24 junio 1912, D. 1914. 1. 31.
1-60 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Pero, además, la declaración del art. 104 crea de he­


cho una presunción de traslado real del principal asiento
del declarante, desde el momento en que éste tiene una ha­
bitación en el municipio en que dice fijar su domicilio (1).
Corresponde a los terceros el probar que este nuevo asien­
to no es el principal. Como, precisamente, se tiene inte
rés en crear esa presunción cuando es falsa, es decir cuan­
do no hay tal domicilio, una gran parte de las declaracio­
nes de cambio de domicilio, que se hacen en las Alcaldías, se
realizan con intención de fraude. Las recopilaciones de
sentencias revelan que éstas descansan sobre esas declara­
ciones, para anularlas, una vez obtenida la prueba del man­
tenimiento del antiguo asiento principal (2).
162. Cambio de domicilio resultante de los hechos.—
En defecto de declaración expresa, añade el art. 105, la
prueba de la intención de trasladar el principal asiento de­
* penderá de las circunstancias. Todas las demás declara­
ciones pueden, por lo tanto, reemplazar la del art. 104. Pe­
ro estas declaraciones, si es cierto que prueban la intención
de adquirir un nuevo domicilio no hacen presumir el tras­
lado real del principal asiento, que queda para ser probado
por el interesado.
Para esta prueba, la jurisprudencia se refiere a una se­
rie de indicios de los cuales ninguno tiene valor abso­
luto; pero cuyo conjunto permite al juez de hecho resolver
soberanamente si el domicilio ha sido o no trasladado.
T En primer lugar hay que tomar en consideración
el tiempo y la continuidad de la habitación en el nuevo
asiento (3). No obstante, por mucho que esta residencia
se prolongue, no puede jamás convertirse en principal
asiento (4)> y por otra parte, las circuntancias pueden re­
velar que el traslado de este último coincidió inmediata­
mente con el traslado de la habitación (5).
(1) Req., 26 nov. 1900, D. 1900. 1. 78; Civ., 7 mayo 1907, S. 1908. 1. 150; 19
abril 1910, D. 1911. 1. 175, S. 1912. 1. 55; Orleans, 9 agosto 1890, D. 91. 2. 235.
(2) Muy numerosas decisiones: v. principalmente 24 (y no 23) feb. 1892’, D.
92. 1. 288, S. 92. 1. 151; 21 nov. 1893, D. 94. 1. 60, S. 94. 1. 80; Civ., 14 mayo 1901,
S. 1904. 1. 142; 30 junio 1913, D. 1913. 1. 531; París, 15 nov. 19.00, D. 1901. 2. 60.
(3) Req., 21 nov. 1905, D. 1906. 1. 20, S. 1906. 1. 413, 26 dic. 1905, D. 1906.
1. 232’; 3 marzo 1925, D. II. 1925, pág. 223; Tr. del Sena, 28 julio 1913, S. 1917. 2.
63. Comp. las decisiones citadas más adelante relativas a los funcionarios.
(4) París, 31 julio 1811, D. Jur. Gén.t v’ Domicile, 47, 2’: Civ., 6 marzo 1904,
D. 1906. 1. 437, S. 1907. 1. 39 (sol. impl.) ; Rcq., 14 junio 1904, D. 1905. 1. 329.
(5) * Esto ha sido claramente afirmado en el curso de los trabajos preparato­
rios (Locró III, pág. 435). Pero, en ausencia de una declaración del interesado, el
caso será raro. No es tampoco indispensable que el nuevo domicilio sea un esta­
blecimiento definitivo, pero, salvo declaración, el establecimiento pasajero es difí-
EL DOMICILIO 161

29 Se examinarán también las condiciones materia­


les de la nueva instalación, principalmente si el interesa­
do ha trasladado su mobiliario (1), su personal doméstico
(2) , cuáles son las dimensiones de su nuevo alojamiento
(3) ; una instalación en un hotel demostrará difícilmente
un nuevo domicilio (4).
39 Otras indicaciones se sacan del traslado de las re­
laciones de familia. El matrimonio contratado en el lu­
gar de la nueva habitación (5), o el hecho de llevar a ella
a su mujer, sus hijos, su familia (6), será suficiente para
designarle como el asiento principal del interesado.
4’ Se tendrá igualmente en cuenta, el traslado de los
intereses materiales; el ejercicio de una profesión en un
lugar es un signo de la importancia del establecimiento
que se tiene en él (7). Este signo tiene mayor valor cuan­
to más estable sea la profesión. Las funciones públicas
temporales o revocables se consideran demasiado inesta­
bles para que entrañen de derecho la adquisición de domi­
cilio en el lugar en que se ejercen (art. 106) (8). Pero el
lugar de su ejercicio puede ser un elemento de determina­
ción del principal asiento (9). Frecuentemente ha sido
juzgado así respecto de los militares (10). Otros intereses
materiales determinantes del domicilio, resultarán de las
cilmento toma-do en consideración. Véase lo que se dice más adelante de los fun­
cionarios y comp. Civ., S abril 1913, S. 1913. 1. 218 y 9 julio 1913, S. 1913. 1. 399.
(1) Dijón, 26 julio 1867, D. 68. 2. 78; París, 22 nov. 1894, D. 95. 2. 150;
pero v. Civ., 31 julio 1907, D. 1908. 1. 78, S. 1908. 1. 182.
"" Req., 21 nov. 1893, D. 94. 1. 60, S. 94. 1. 80; París, 15 nov. 1900, D. 1901.
(2)
2. 61.
(3) París, 15 nov. 1900, precitada.
(4) Caen, 8 fcb. 1904, D. 1904. 2\ 438;... Jlanoi, 21 sept, 1905, 1907. 2. 92.
(5) Civ., 14 mayo 1901, S. 1904. 1. 142; Bruselas, 18 enero 1888, D. 88. 2. 249;
— ___ .i- i etnrr ' r\ i nnn k i n ----------- ---- rv.. 09 ififM T» i nrw;
Tr. de Tolosa, 14 dic. 1905. D. 1905. 5. 19; pero v. Civ., 23 marzo 1904. D. 1906.
1. 464.
(6) Tr. de Lorient, 16 marzo 1897, D. 97. 2. 462; Req., 11 mayo 1897, S. 97.
1. 325; París, 15 nov. 1900, y civ. 14 mayo 1901, precitadas; Caen, 8 dic. 1904, D.
1904, 2. 438; pero v. Req., 21 dic. 1905, D. 1906. 1. 232, S. 1907. 1. 444.
(7) Req., 26 dic. 1905, precitada (restaurador); Amiens, 2 marzo 1909, D.
1911. 2. 131; Civ., 8 abril 1910, D. 1913. 1. 270 (sacerdote), 8 abril 1913, S. 193.
1 218 (minero, colono) ; pero v. Civ., 18 mayo 1896, D. 97. 1. 293 (profesor libre) ;
10 mayo 1905, S. 1907. 1. 191 (abogado, empleado) ; Tr. de Pau, 24 marzo 1906,
D. 1906. 5. 66; Pand. fr., 1907. 2. 1, nota Commaille (actriz); Civ., 3 julio 1906,
S. 1907. 1. 143 (seminarista).
(8) Sobre las aplicaciones de este principio, v. Civ., 30 marzo 1892, S. 02. 1.
524; 18 mayo 1901, D. 1902. 1. 298; 8 marzo 1904, D. 1906. 1. 187; Hanoi, 21 sept.
1905, precitada.
(9) Req., 16 mayo 1809, D. Jur. Gén., v? JDomicile, núm. 115, V
(10) París, 22 nov. 1894, D. 95. 2. 150; Tr. del Sena, 28 julio 1913, S. 1917.
2. 63; pero v. Burdeos, 21 nov. 1901, D. 1903. 2. 499, S. 1904. 2. 158; Civ., 27
marzo 1912, S. 1912. 1. 229.
162 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

enajenaciones o adquisiciones de propiedades (1), como


asimismo el traslado del centro de administración de una
fortuna, probado por la apertura de una cuenta en un
banco del lugar de la nueva instalación (2).
59 Los tribunales examinan también en qué lugar el
interesado paga ciertos impuestos: la contribución perso-
nal-mobiliaria, los impuestos locales, la patente (3). Tie­
nen en cuenta, también, para la determinación del domici­
lio civil, el lugar en que el interesado ejercita sus derechos
políticos (4).
69 Y finalmente, en la duda, el asiento “principal”
es sencillamente aquél que el interesado considera como tal.
Se investigará, pues, en qué lugar se declara domiciliado
el mismo en sus documentos (5). El hecho de que, sin estar
legalmente obligado a ello, haya elegido domicilio en i a ca­
sa de otro, en una ciudad, indicaría que él mismo considera
que lo ha perdido, o que no ha adquirido su domicilio ge­
neral (6).
Todos esos indicios son raramente concordantes. Se
ponen en la balanza aquellos de sentido contrario, acordán­
dose de que debe ser presumida la conservación del domi­
cilio de origen, salvo prueba en contrario (7).
163. Determinación directa de un domicilio. — Par­
tiendo del domicilio de origen es como la jurisprudencia
determina casi siempre el domicilio actual. No obstante,
este procedimiento puede ser insuficiente, ya porque el mis­
mo domicilio de origen es dudoso, o ya porque habiendo
(1) Civ., 30 marzo 1892, D. 93. 1. 29, S. 92. 1. 524; París, 22 nov. 1894, D.
95. 2. 150; Req., 17 mayo 1903, D. 1904. 1. 82; Caen, 8 feb. 1904, D. 1904. 1. 438;
Civ., 8 abril 1913, S. 1913. 1. 218; pero v. Req., 26 dic. 1905, D. 1906. 1. 232, S. 1907.
1. 444; Req., 28 abril 1914, D. 1914. 1. 216.
(2) Tr. del Sena, 28 julio 1913, precitada.
(3) Req., 21 nov. 1905, D. 1906. 1. 20, S. 1906. 1. 413; 26 dic. 1905, D. 1906.
1. 232, S. 1907. 1. 444; 13 enero 1919, D. 1922. 1. 150; pero v. Civ., 30 marzo 1892,
D. 93. 1. 29, S. 92. 1. 524; Agen, 10 abril 1900, D. 1900. 2. 430; Req., 14 junio 1904,
D. 1905. 1. 329.
(4) Req., 5 nov. 1890, S. 91. 1. 255; 21 nov. 1893; D. 94. 1. 60, S. 94. 1. 80;
30 enero 1895, D. 95. 1. 358, S. 95. 1. 172; 3 marzo 1925, D. H. 1925, pág. 223; poro
v. Req., 14 junio 1904, D. 1905. 1. 329; 21 nov. 1905, D. 1906. 1. 20, S. 1906. 1.
413.
(5) Req., 21 nov. 1902, D. 1902. 1. 542; Tr. de Tolosa, 14 dic. 1905, D. 1906.
5. 19; Req., 26 dic. 1905, precitada; Amiens, 2 marzo 1909, D. 1911. 2. 131; Tr.
del Sena, 28 julio 1913, S. 17. 2. 63. Así puede ser utilizada la declaración do
traslado de domicilio, hecha en una sola alcaldía: Civ., 27 mayo 190 7, S. 1908. 1.
447 Pero v. Req., 6 marzo 1888, D. 88. 1. 486, 8. 91. 1. 27; 20 nov. 1889, D. 90.
1. Í71; Agen, 10 nov. 1900, D. 1900. 2. 430.
(6) Tr. de Lorient, 16 marzo 1897, D. 97. 2. 462.
(7) Civ 27 marzo 1906, D. 1906. 1. 437, S. 1907. 1. 33; 22 abril 1907, S.
1909 1 526- 27 abril 1908, D. 1908. 1. 305, S. 1910. 1. 591; 5 mayo 1909, D. 1910.
1 87- Req ’l’ feb. 1911, D. -1913. 1. 400; 3 marzo 1911, D. 1912. . 58.

II
EL DOMICILIO 163

efectivamente perdido ese domicilio, se vacila entre dos


nuevos asientos de los que no se cabe cual es el principal.
Igualmente, algunas personas habitan una parte del año en
el campo, y la otra parte en la ciudad, en dos casas que les
pertenecen (1). También hay personas cuya habitación
principal se halla alejada de su principal centro de nego­
cios (2).
Para la determinación directa del domicilio que se im­
pone en este caso, se emplea el mismo método que en mate­
ria de traslado de domicilio, con la diferencia que no exis­
te ninguna presunción como en el caso de traslado, en fa­
vor de ninguno de los dos asientos. De ahí que, la expresión
de la voluntad del interesado revista una importancia capi­
tal (3). Se ha ido a buscar la intención del interesado hasta
en su testamento, atribuyéndole por domicilio el lugar en
que él eligió su albacea testamentario. En defecto de in­
dicios sobre su voluntad, el elemento capital de decisión de­
be ser el tiempo y la continuidad de la habitación» respec­
tivamente, en los diversos asientos (4). También en este
caso, se tendrá en cuenta accesoriamente el lugar del ejer­
cicio de su profesión (5), la situación de sus principales
propiedades (6), el domicilio de la mayoría de sus acreedo­
res (7), el sitio de su principal tren de casa (8), el lugar
res sus relaciones de familia (9), el de pago de sus impues­
tos personales (10) el de aquél en que ejercita sus derechos
políticos (11).
Finalmente, para domiciliar a la persona cuya habita­
ción principal se encuentra enclavada sobre terrenos perte­
necientes a dos municipios, se elige aquél en que se encuen­
tra la puerta de entrada de la habitación (12).
164. Domicilio aparente.—El problema que precede
no tiene, respecto de terceros, toda la importancia que pu-
(1) V. por ejemplo, Req., 11 abril 1910, 1). 1913. 1. 159, S. 1913. 1. 509.
(2) V. por ejemplo, Req., 15 marzo 1909, D. 1909. 1. 395, S. 1909. 1. 396.
(3) La sentencia do la Sala de admisión, de 11 de abril de 1910, precitada,
es muy significativa a este respecto.
(4) Civ., 12 nov. 1907, S. 1909. 1. 215; Req., 15 marzo- 1909 y 11 abril 1910,
precitadas, 1* feb. 1911, D. 1913. 1. 400.
(5) r Pero sólo •
- accesoriamente y el lugar principal de habilitación será el que
dómine en caso do conflicto: Req., 15 marzo 1909, precitada.
(6) rIgual- observación:
- v. Req., 15 marzo 1909, precitada.
(7) Req., 1A10 .V —1 a 1 A
abril —
1910, precitada.
(8) Civ., 12 nov. 1907, precitada.
(9) Req.,.. 15 marzo 1909, precitada.
(10) Rouen, 8 abril 1903, D. 1903. 2. 439, S. 1904. 2. 102; Civ., 12 nov. 1907,
y Req., 15 marzo 1909 precitadar is.
(1 1 \
y x/ Rouen, uO8 ~V-.fi
Akvuun. UU 1903 __y Req., 15 marzo 1909, precitadas; pero v. Req., 10
abril mnn
abril 1910, precitadas.
(12) Tr. de Lille, 15 dic. 1877, D. 78. 2. 86; Rouen, 8 abril 1903, precitada.
164 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

diera creerse: cuando emplazan a una persona o le dirigen


citaciones al domicilio que les parece que tiene, esos actos
son declarados válidos la mayoría de las veces por la juris­
prudencia, aún en el caso de error (1).
Eso se explica fácilmente cuando el poseedor del do­
micilio aparente se ha comportado de forma que hace caer
en error a los terceros; es entonces responsable de ese error
(2), sin que para eso sea necesario que haya habido fraude
por su parte. El simple hecho de haber creado una aparien­
cia capaz de engañar a los terceros sobre su verdadero do­
micilio es, de su parte, una imprudencia que lo obliga a una
reparación a las víctimas de esa apariencia: está obligado
realmente a propender a que los terceros tengan los medios
de conocer su verdadero domicilio.
Pero las sentencias van mucho más lejos. Convalidan
los emplazamientos y citaciones dirigidos a un domicilio
considerado aparente, cuando en realidad nada disimulaba
el verdadero domicilio, por ejemplo, en las acciones de los
criados o de los proveedores (3).
En realidad, los tribunales, desconociendo las condi­
ciones jurídicas de la apariencia-, recurren al domicilio
aparente siempre que una persona tiene varios asientos de
alguna importancia y los terceros que han contratado con
ella en uno de esos establecimientos, no se han dado cuenta
realmente de que su domicilio se hallaba en otra parte (4).
Así comprendida, la idea del domicilio aparente se ha­
lla muy cerca de la idea de elección tácita de domicilio, con
(1) Tolosa, 13 julio 1816, D. Jur. Gen., v9 Domioilc, núm. .136; Req., 2 marzo
do 1819, París, 9 junio 1825 y 2 julio 1830, S. chr. París, 5 abril 1850, D. 52. 2.
158; Req., 7 junio 1885, D. 87. 1. 12, S. 86. 1. 152; Tr. Burdeos, 21 fob. 1894, D.
*95. 1. 33; Req., 4 agosto 1896, D. 97. 1. 601, S. 1900. 1. 515; Douai, 26 oct. 1898,
D. 1900. 2. 206; Tr. del Sena, 24 marzo 1900, en Req., 15 julio 1904, D. 1905. 1. 250;
París, 19 junio 1907, con Req., 15 marzo 1909, D. 1909. 1. 395, S. 1909. 1. 396;
Req., 26 abril 1921, S. 1921. 1. 313, nota de P. Esmein; Tr. do Niza, 27 feb. 1922,
Gaz. Pal., 13-14 sept. 1922.
(2) Sobre la responsabilidad del que crea una apariencia y sus numerosas
aplicaciones, véase nota Savatier, D. 1922. 1. 201.
(3) Req., 4 agosto 1896, precitada (jardinero que cita a su amo ant-o el tri­
bunal de su residencia rural) ; Req., 7 julio 1885, precitada (costurera que cita a
sus clientes ante el tribunal del lugar de su veraneo).
(4) Los motivos de varias decisiones precitadas definen bastante curiosa­
mente esta tendencia; v. principalmente las de París, 9 junio 1825 y 2 julio 1830;
Req., 7 julio 1885, precitadas. En realidad, los tribunales y las cortes do apela­
ción liarían indudablemente un mayor uso del domicilio aparente, si no temiesen la
censura de la Corte de casación, a la que aunque se trata de materia de puro hecho,
puede ser sometida la cuestión por medio de una cuestión de competencia, después
de la denegación de una excepción do incompetencia. Véase la prueba en Req.,
17 febrero 1862, D. 62. 1. 177, B. 62*. 1. 396, que anula una decisión que había fun­
dado un domicilio aparente en permanencias pasajeras on una casa do huéspedes,
cuyo carácter era perfectamente conocido del demandante. Comp. Civ., 9 mayo 1904,
D. 1909. 1. 258.
EL DOMICILIO 165

la que la comparan la doctrina (1) y las sentencias (2).


Una y otra expresan la reacción de la práctica contra la
teoría francesa de la unidad del domicilio.
Sección III.—Del domicilio elegido

§ 1. Condiciones y forma de la elección de domicilio.


165. Naturaleza del domicilio elegido (3).—El domi­
cilio elegido es menos un verdadero domicilio que una de­
rogación convencional de los efectos normales del domici­
lio real (a). Esta derogación tiene por objeto atribuir
competencia, para el conocimiento de los litigios derivados
de un acto jurídico, a un tribunal que no le corresponde al
domicilio general de las partes. Además, en tanto que al­
gunas elecciones se confunden pura y simplemente con una
cláusula atributiva de competencia, otras designan a un
mandatario, ante el tribunal designado, para recibir los ac­
tos comunicados a la parte que elige domicilio.
La elección de domicilio e§ raramente hecha en inte­
rés de su autor; la mayoría de las veces lo hace porque se
le exige, o por disposición de la ley (v). principalmente
art. 176 y 2148, C. civ., y art. 61, 422, 435, 559, 584, 609, 637,
673, 675, 780, 783, 789, 927, Pr. civ.), o por la otra parte
en el contrato, que quiere atribuir competencia a un tribu­
nal elegido, generalmente el de su propio domicilio.
166. Condiciones de validez de la elección de domi­
cilio.—La elección de domicilio exige a su autor la capa­
cidad: 1’ para obligarse, puesto que ella constituye un
compromiso; 2’ comparecer en juicio, porque ella modi
fica la competencia de los tribunales. Por lo tanto, mien­
tras que el tutor puede elegir domicilio para todas las ac­
ciones mobiliarias sin la autorización del consejo de familia
y el menor emancipado sin la asistencia de su curador, la
mujer casada necesita, para la elección de domicilio, de la
autorización de su marido y el pródigo de la de su consejo
judicial.
(1) P. Esmoin, nota, S. 1921. 1. 313.
(2) Tr. do Burdeos, 21 do febrero de 1894, precitada.
(3) Besnus, Du domicile élu, envisagé au point de vue des responsdbüités
pour les significations qui y sont faites.
(a) La ‘‘elección do domicilio”, en el derecho francés equivale a nuestra
renuncia ¡al fuero del domicilio, a los efectos de la competencia de los Tribunales.
Nuestro sistema so refiero a los Tribunales, al francés al domicilio, de donde se
deriva la competencia judicial.
166 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL. FRANCÉS

Una elección de domicilio se permite incluso a aque­


llos a quienes la ley impone un domicilio general. No de­
roga realmente este domicilio, sino respecto de los contra­
tantes, y no impide a los poderes públicos y a los terceros el
dar siempre al interesado su domicilio legal. Nada impi­
de tampoco a un extranjero, aun dentro de la teoría de la
jurisprudencia, la elección de domicilio en Francia (1).
Un domicilio elegido puede coincidir con el propio do­
micilio general (2), de la persona, ya porque ella quiera
atribuir a este domicilio una competencia exclusiva para
ciertos pleitos, ya porque pretenda garantizar a la otra
parte contra todo cambio de domicilio, o, finalmente, por­
que la ley le imponga una elección de domicilio en el lu­
gar en que tiene precisamente su domicilio general; en este
caso, además, la jurisprudencia admite voluntariamente
que en defecto de interés por parte de terceros, la elección
de domicilio no será indispensable; el domicilio general
* podrá valer por domicilio elegido (3).
La elección de domicilio resulta generalmente de una
convención entre las partes interesadas. Pero la ley exige
algunas veces que sea elegido un domicilio en un acto unila­
teral, como una inscripción de hipoteca (art. 2148).
La elección de domicilio puede ser hecha por un man­
datario autorizado especialmente para ello (4).
167. Formas de elección.—Fuera de los documentos
en que resulta obligatoria para ciertos actos o contratos la
elección de domicilio no se halla sometida a ninguna solem­
nidad; únicamente dificultades de prueba impiden que se
haga verbalmente. El art. 111 habla de ella como de una
cláusula del contrato cuya ejecución le concierne, pero na­
da impide que intervenga posteriormente, siempre que sea
aceptada por todos los interesados (5). Puede ser expre­
sa o tácita, aunque en este último caso, exige una manifes-
(1) V. principalmente Req.j 29 julio 1890, D. 91. 5. 252, S. 91. 1. 16; Civ.,
5 junio 1905, S. 1905. 1. 305.
(2) Pau, 15 mayo 1885, D. 88. 2. 152.
(3) V. principalmente Req., 4 julio, 1901, S. 1902. 1. 532'.
(4) Al ujier se le considera, salvo prohibición, con cualidad para elegir do­
micilio: Rouen, 11 feb. 1839, D. Jur. Gén., v’ Domicüe élu. núm. 104. 29; 19 mayo
1842 D. ibid., v’ Frais et dcpe-ns, núm. 362); pero no el procurador judicial (Rouen,
*• 14 agosto 1843, D. ibid., núm. 362).
(5) Civ., 25 nov. 1840, D. Jur. Gén., v? Domicile élu, núm. 95, S. 41. 1.
Aubry y Rau, I, $ 146, núm. 6; Baudry-Lacantinerio y Houqucs-Fourcade, II,
núm 1037. Comp. sin embargo, las declaraciones hechas en el curso de los trílba­
/ jos preparatorios del Código civil, por Emmery y el tribuno Malherbe (Locré, 111,
púg. 438 y 456) .
el domicilio 167

tación cierta de voluntad (1). Así, pues, una parte no pue­


de considerarse que ha elegido domicilio, salvo en la medi­
da que la ley se lo imponga, en la casa de su procurador ju­
dicial (2), con mayor razón, en la casa de su abogado (3),
de su notario (4), o de su ujier (5), ni siquiera en la casa
de aquel a quien ha dado poder para que elija domicilio en
su nombre (6).
Pero la intención de elegir domicilio se presenta por
manifestaciones muy diversas.
a) Casi todos los comerciantes hacen imprimir9 en su
papel de correspondencia y en sus facturas, una cláusula,
diversamente redactada (7), estableciendo que la acepta­
ción de sus ofertas equivale a la elección de domicilio ante
el tribunal de que ellos dependen. Todo pedido que venga de
una persona advertida por esas menciones, supone, pues, a
menos que se hagan reservas, elección implícita de domi­
cilio ante el tribunal designado (8). Los tribunales ex­
ceptúan, sin embargo, el caso en que las circunstancias in­
diquen claramente que la elección de domicilio no ha sido
aceptada por el -cliente (9). Igualmente ocurre a veces que
dos cláusulas de este género se cruzan y se contradicen
cuando el contrato ha sido concertado entre dos comercian­
tes que estipulan, cada uno por su parte, la competencia
del tribunal de su domicilio. Si las circunstancias demues­
tran que, no obstante eso, han considerado el contrato co­
mo concertado, hay que renunciar a ejecutar una de esas
cláusulas, eligiendo de acuerdo con las intenciones más ve­
rosímiles de las partes. Se concede entonces más valor a
las enunciaciones manuscritas que a las enunciaciones im­ !
presas (10).
(1) V. además las sentencias citadas infrá, Civ., 7 dic. 1886, D. 87. 1. 101. S.
87. 1. 70; Nancy, 19 dic. 1895; D. 96. 2. 475. Comp. Req., 31 oct. 1893, D. 94. 1.
257, S. 94. 1. 88.
(2) Algor, 6 dic. 1911, D. 1913. 2. 354.
(3) Lyon, 1’ marzo 1824, D. Jur. Gén., v’ Doruicilc élu.t núm. 95.
(4) Dijón, 25 nov. 1852, D. 52. 2. 67.
(5) París, 22 nov. 1912, D. 1913. 2. 326.
(6) Civ., 18 marzo 1839, D. Jur. Gén., v’ Domicilc élu., núm. 127, S. 1839.
1 510; 20 nov. 1843, D. ibid., S. 44. 1. 249.
(7) Esta estipulación es tan usada que resulta, en los usos dol comercio, de
la simple mención que el cliente 1 ‘adoptará los usos de la fábrica” (Req., 8 feb.
1899, D. 1900. 1. 469, S. 1900. 1. 171). Algunos impresos emplean las palabras
“elección do domicilio”; otros estipulan, sin emplearlas, la competencia exclu­
siva do un tribunal dado.
(8) Req., 8 feb. 1899, precitada, sol. impl.
(9) Req., 8 feb. 1899, precitada y Grenoble, 12 agosto 1908, D. 1909. 2. 207,
8. 1909. 2'. 175.
(10) Req., 8 feb. 1899, precitada.
I

168 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

b) En materia comercial, la simple indicación de un


lugar de pago es atributiva de competencia para el tribu­
nal de ese lugar (art. 420, Pr. civ.) (1). Los tribunales
han juzgado a veces que podría ser lo mismo en materia
civil, si las circunstancias hicieran verosímil esa elección
de domicilio (2) ; pero el caso es excepcional, al menos,
fuera de la categoría de elecciones tácitas de domicilio que
se examina en el párrafo siguiente.
168. Elección tácita de domicilio en un centro de ne­
gocios.—A una persona que tenga un establecimiento inde­
pendiente de su domicilio, ¿pueden dirigírsele y recibir en
él citaciones en relación con los negocios, que salgan de ese
establecimiento? eso no puede perjudicarle, puesto que es­
ta atribución de domicilio corresponde a la organización
de su fortuna; y esta solución es caso indispensable para
los terceros que, habiendo contratado con ese establecimien­
s
to, no tiene ninguna relación con el domicilio general, fre­
cuentemente alejado. De hecho, esos terceros han pensado
al contratar que el asunto se arreglaría en el mismo lugar.
- Hay, en cierto modo, mala fe, por parte del deudor que,
habiendo contratado en uno de sus establecimientos y pa­
ra necesidades exclusivas de éste, pretende llevar a sus
acreedores ante el juez de su domicilio general, extraño al
asunto. Ese deudor falta así a sus compromisos morales
que implican elección tácita de domicilio en su centro de
negocios, para cada uno de los contratos celebrados en el
lugar y concernientes a ese establecimiento.
Se ha visto (supra, núm. 144) como la jurisprudencia
va dando amplio espacio a esta idea, tratando como domi­
cilios especiales las sucursales de las personas morales (3).
Otras tres aplicaciones del mismo principio debieran ser
reconocidas; sólo una es firmemente admitida por la juris­
prudencia que deja las otras dos en la sombra. Nos referi­
•• mos a las siguientes:
a) Los tribunales admiten que la mujer casada, a la
cual el art. 108 atribuye el domicilio de su marido, tiene,
no obstante, si ha sido autorizada a ejercer el comercio, un
domicilio especial independiente para las necesidades de
(1) Sobro esta interpretación del art. 420 v. Req., 29 julio 1890, D. 91. 5. 252.

B ¡r (2) Rouen, 25 mayo 1857, D. 58. 5. 135, S. 58. 2. 48.


(3) Sin apelar siempre a la- idea de elección de domicilio, con la mayor fre­
cuencia pasada en silencio, a veces admitida (Req., 17 feb. 1851, D. 51. 1.
51. 1. 686; 10 nov. 1852, D. 53. 1. .105, S. 52. 1. 788; 30 mayo 1876, D. 76. 1. 37-,
S. 76. 1. 358) y a veces rechazada (Civ., 7 dic. 1886, D. 8. 1. 101, S. 87. 1. 70).

fV
j?;
14 1/
EL DOMICILIO 169

ese comercio (1). En él es donde sus acreedores podrán


perseguirla (2) y donde será declarada su quiebra (3).
Esta jurisprudencia debe -ciertamente ser extendida a las
mujeres autorizadas a ejercer una profesión no comercial.
b) Se debe admitir que el que pasa una temporada
en una ciudad en que no está domiciliado, por ejemplo, co­
mo estudiante, funcionario, artista dramático, elige implí­
citamente domicilio en esta ciudad en beneficio de sus pro­
veedores (4). La jurisprudencia no parece desfavorable a
esta elección tácita.
e) Pero, a pesar de las tentativas de algunas cortes
de apelación (5), la Corte de casación, hasta ahora, parece
negarse a admitir que un individuo que tiene (6) un esta­
blecimiento profesional además de su domicilio pueda es­
tar domiciliado en él para los asuntos que tienen relación
con ese establecimiento. Se ha visto como la teoría del do­
micilio aparente, frecuentemente invocada en este caso, es
insuficiente siempre que la otra parte contratante no corra
el riesgo de confundir el establecimiento litigioso con el
domicilio legal. Es, pues, un domicilio elegido el que se
debe reconocer. No hay razón para no aplicar en este ca­
so la regla aceptada para las sucursales de las sociedades
(7). ¿Por qué se ha de hacer de la facultad de tener un
I
domicilio profesional distinto del domicilio general, un pri-
(1) Req., 20 mayo 1806, D. Jur. Gén.t v9 Domicile, núm. 68; 1’ mayo 1823,
ibid., núm. 59, 3?; Req., 12 junio 1883, D. 83. 1. 281 y la nota S. 84. 1. 257, nota
A. Esmein So observará que la Corte de casación, al admitir la idea, evita la pa­
labra do domicilio elegido. V. en favor de este domicilio especial de la mujer co­
merciante: Aubry y Rau, § 143, núm. 4; Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade,
II, núm. 983 y s. y las notas precitadas en la sentencia de 1883.
(2) Req., 20 mayo 1806 y l9 mayo 1823, precitadas.
(3) Req., 12 junio 1883, precitada. Lo que da a este domicilio un efecto más
amplio que al domicilio elegido en general.
(4) Aubry y Rau, I, § 145, núm. 4; Baudry-Lacantinerie y Houques-Four­
cade, II, núm. 1039; A. Colín y Capitant, I, pág. 426; Tr. de Burdeos, 21 feb. 1894,
D. 95. 2‘. 33. Esta última sentencia apela también a la idea de domicilio aparente,
do la que usa la jurisprudencia, desde luego, en caso parecido. V. suprd, núm. 164, y
Req., 17 feb. 1862, D. 62. 1. 276, S. 62. 1. 296; Req., 7 julio 1885, D. 87 1. 12, S.
86. 1. 152.
(5) Como aplicación a los particulares de la jurisprudencia relativa a las
sociedades, v. Dijón, 26 feb. 1870, D. 74. 2. 83. Comp. las sentencias relativas a
?os comerciantes ambulantes, a los cuales se les reconoce un domicilio en cada ciu­
dad en que venden sus mercancías: Douai, 31 marzo 1843, S. 43. 2. 237; Burdeos,
20 nov. 1866, D. 68. 2. 21, S. 67. 2*. 229. V. también, Req., 31 julio 1844. D. Jur.
Cén.t v9 Exploit núm. 224-2’’ Comp. finalmente la jurisprudencia sobre la dualidad
de las quiebras do un comerciante, en Francia y en el extranjero.
(6) V. Civ., 9 mayo 1904, D. 1909. 1. 258, S. 1901. 1. 11; Req., 28 julio 1919,
S. 1921. 1. 313. Estas sentencias, la primera de las cuales declara soberana la
apreciación del juez del hecho, no son, desde luego, decisiones de principio.
(7) Sobre esta asimilación, v. notas de A. Esmein, S. 1884. 1. 257 y P. Es­
mein, S. 1921. 1. 313. La intención de los autores del Código- ha sido dejar a los
tribunales que estatuyan (V. la discusión en el Consejo de Estado y especialmente,
Locré, 111, pág. 424-425).
170 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

vilegio de la mujer casada? Muy al contrario, ese domici­


lio profesional es más difícil de admitir para ella, a quien
la ley impone estrictamente otro, de acuerdo -con los mis­
mos términos del art. 108, que para la persona libre de ele­
gir el suyo.
Una amplia llamada a ]a idea de elección tácita de do­
micilio parece, pues, la corrección natural del principio de
la unidad de domicilio general. A pesar de la soberanía
del juez del hecho (1), .esta aplicación exige el concurso de
la Sala de Admisión (a), a la que puede ser siempre some­
tida la cuestión, por la vía de reglamento de jueces (2).

§ 2. Efectos de la elección de domicilio.


169. Principios generales.—Salvo en los actos en que
la ley impone una elección de domicilio para atribuirle
s ■
ciertos efectos determinados, la importancia de la elección
depende de la intención de las partes, soberanamente apre­
ciada por el Tribunal de Instancia (3). Según los casos,
el domicilio elegido determina solamente la competencia o,
cuando más, el lugar de recepción de ciertas -citaciones, y
a veces, además, la elección de un mandatario. La inten­
ción de las partes es apta para fijar, igualmente, la dura­
ción de los diversos efectos de la elección.
Como toda convención, la elección de domicilio no pue­
de ni perjudicar ni beneficiar a terceros (4). Sin embar­
go, las elecciones de domicilio, voluntariamente hechas en
interés de un tercero, equivaldrán a estipulaciones por
otro. Las hechas por actos unilateral benefician a todos los
interesados.
170. Atribución de competencia.—El tribunal del do­
micilio elegido obtiene competencia para los pleitos pre­
vistos por la elección de domicilio, de acuerdo con los prin­
cipios siguientes:
(1) Req., 31 oct. 1893, D. 94. 1. 157, 8. 94. 1. 88; Civ., 9 mayo 1904, precitada.
(A) Chambre de Requótes, que en los sucesivo traduciremos como “Sala do
admisión’1, es una de las Salas de la Corte de casación francesa, sin correspondien­
te en nuestra organización judicial, que tiene por principal objeto juzgar sobre la
admisibilidad de los recursos de casación, tanto por cuestiones de forma ya como
de fondo; tiene además otras funciones señaladas principalmente en la ley do

27 Ventoso, año VIII, art. G0. Para más detalles véase Fayó “La Cour do Cassa-
tion”, París, 1903, págs. 36 y siguientes. En las notas sin embargo mantendre­
mos la abreviatura “Req.” (N. del T.).
(2) Req., 28 feb. 1919, precitada.
(3) V. principalmente, Civ., 22 dic. 1869, D. 73. 1. 55, S. 70. 1. 202.
(4) Civ., 31 dic. 1878, D. 79. 1. 55, 8. 79. 1. 212; Req., 22 junio 1896, D. 98.
1 . 83; Civ., 10 nov. 1909, D. 1911. 1. 169; Nancy, 13 marzo 1893, D. 94. 2. 439.

II
EL DOMICILIO 171

a) La elección de domicilio, se refiere a la ejecución


de uno o varios actos jurídicos determinados. Podrá, pues,
ejercitarse ante el tribunal del domicilio elegido, toda ac­
ción en ejecución de esos actos, comprendiéndose en ellas
las acciones que estén garantizadas (1), siempre que, en
este caso, la atribución de competencia no sea ni contraria
al orden público, ni pueda lesionar a terceros. La compe­
tencia del tribunal elegido se extiende también, aun faltan­
do precepto expreso, a la rescisión del contrato por incum­
plimiento (2), toda vez que dicha competencia resulta in­
dicada para todas las acciones que se apoyan en el acto li­
tigioso.
En cambio, la elección de domicilio no se extiende en
principio a ]a acción de nulidad del acto jurídico a que
concierne (3), toda vez, que si la sumisión o elección de
domicilio es un pacto accesorio, hacerla valer equivaldría a
suponer que es válido el contrato que se tacha de nulo. Es­
te criterio no significa, más que una interpretación proba­
ble de la voluntad de las partes; pero ello no impide que las
partes no puedan hacer de la elección de domicilio, una
convención independiente de la validez del acto o contra­
to (4). A veces también, es en relación con el ejercicio de
la acción de nulidad lo que especialmente mueve a las par­
tes para la elección de domicilio. Así, pues, la elección
de domicilio que acompaña ofertas reales se extiende so­
bre todo a la acción de nulidad de esas ofertas (5). Además,
la elección de domicilio se aplica a las acciones en restitu­
ción que resultan de la nulidad absoluta del contrato y que
se apoyan en ese contrato de la misma manera que la acción
de rescisión (6). Finalmente, el defensor no puede sus­
traerse a los efectos de la elección de domicilio alegando
simplemente ante el tribunal del domicilio elegido, la nuli­
dad de acto. Y por último; no implica la sentencia re-
(1) Req., 15 nov. 1843, D. Jur. Gen., v9 Vomicile élu, núm. 64, S. 44. 1. 251.
(2) Req., 15 nov. 1843, precitada.
(3) Req., 4 abril 1842 (motivos) D. Jur. Gén., v’ Vomicile élu, núm. 86, S. 42.
1 569; Req., 27 dic. 1843, D. Jur. Gén., v9 Vomicile élu, núm. 36 (acción revocatoria) ;
Burdeos, 21 junio 1834, S. 34. 2. 550. Aubry y Rau, I, § 146, núm. 22; Baudry-
Lacantinerio y Houques-Fourcade, II, núm. 1045.
(4) Rouen, 30 abril 1870, D. Jur. Gén., Sup. v9 Vomicile élu, núm. 27, S. 71.
2. 75.
(5) Besanzon, 2 abril 1892, D. 94. 2. 196; Pau, 23 mayo 1893, D. 93. 2. 372.
(6) Comp. Req., 4 abril 1842, D. Jur. Gén., v’ Vomicile élu, núm. 86, S. 42'. 1.
569, que en el caso de un préstamo nulo, retiene la elección de domicilio, decla­
rando quo la restitución de la suma prestada es una especie de ejecución del con-
t) ato.
172 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

caída en materia de competencia que ésta tenga efecto so­


bre la sentencia de fondo (1).
d) La competencia del tribunal elegido para todas
estas acciones no es un principio exclusivo.
En primer término, no excluye la del tribunal del do­
micilio general, sino en el caso de que haya sido estipulada,
por lo menos en parte, en interés del que la elige (2). Ca­
so relativamente raro. Los tribunales juzgarán soberana­
mente en este punto la intención de las partes (3). No obs­
tante, la misma ley quiere que algunas elecciones de do­
micilio, impongan sus efectos a todas las partes, por ejem­
plo, en materia de expropiación por causa de utilidad pú­
blica (4).
Por otra parte, la elección de domicilio no impide que
las partes invoquen reglas de competencia que no se fun­
den en sus domicilios (5). El domicilio elegido no reviste
mayor importancia que el domicilio general. Pero, aun en
*
este caso, la voluntad de los contratantes puede aumentar
.los efectos de la elección, haciendo que el tribunal elegido
sea el único competente para todas las acciones que naz­
can del acto o contrato y de las que el orden público no le
impida conocer.
i
17L Lugar para las notificaciones.—Si la elección
do domicilio indica no solamente un tribunal o una ciudad,
sino una casa, produce un segundo efecto: las notificacio­
nes concernientes a la vía de apremio se llevarán a cabo en
esa casa. Cuando la elección-ha sido convencional, la ju­
risprudencia saca la conclusión de que los plazos de dis­
tancia para el emplazamiento deben calcularse, no de acuer­
do con el domicilio general, sino de acuerdo con el domi­
cilio elegido en donde deba verificarse ese emplazamien­
to (6). Esta solución es discutible, puesto que no es el
(1) Douai, 12 abril 1900, D. 1901. 2. 139.
(2) V. principalmente, Req., 12 agosto 1868, D. 80. 2. 239, on nota, S. 68.
1. 397; Civ., 14 junio 1875, D. 75. 1. 289, S. 76. 1. 172; Grenoblo, 6 mayo 1881,
T). 82. 2. 17; Tolosa, 14 abril 1886, D. Jur. Gen., Suppl., v’ Domicile élu., núm. 25;
Douai, 7 mayo 1900 D. 1902. 2. 376; Civ., 19 enero 1915, D. 1919. 1. 40.
(3) A condición de no desnaturalizar la convención: Civ., 16 feb. 1898, D.
98. 1. 158, S. 98. 1. 352. Sobre la obligación do motivar, v. Civ., 14 julio 1875, y
19 enero 1915, precitadas.
(4) Civ., 19 feb. 1912, S. 1913. 1. 463 y 2 dic. 1913, D. 1917. 1. 170. S. 194.
1 224.
(5) V. principalmente, Civ., 10 nov. 1909, D. 1911. 1. 169; Dijón 24 julio
7878, D. 78. 2. 114; Tr.
----
do
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Marinando,
------ -3
17« -!junio 1905, TX
------!- 1AA4T
D. 11908.'
AAO 1
S 1O1Q
1. U2, .Q 1912.
1. 74.
(6) V. principalmente, París, 12 agosto 1861, D. 68. 5. 145; Req., 21 dic.
1875, D. 76. 1. 271, S. 76. 1. 109; París, 30 junio 1908, S. 1909. 2. 42; Civ., 24
íct. 1911, S. 1912. 1. 85. Lo mismo ocurre en relación con el domicilio elegido con-
forme el Art. 584. Pr. civ.; Civ., 24 oct. 1911, S. 1912. 1. 85.
EL DOMICILIO 173

mandatario, cuya casa ha sido elegida como domicilio, el


que debe comparecer, sino el mandante.
En cuanto a las notificaciones, el domicilio elegido no
excluye tampoco el domicilio principal, salvo intención con­
traria de las partes. Pero su existencia impide al juzgado
notificar válidamente los actos que conciernen a las perso­
nas que no tienen en Francia domicilio general conoci­
do (1).
Cada elección de domicilio designa, expresa o implí­
citamente, los actos que permite que sean notificados en
el domicilio elegido. Si ha sido convencional, esos actos se
determinan de acuerdo con la intención de las partes (2).
Cuando las partes no han visto, en la elección de un domi­
cilio, más que el accesorio de una atribución de competen­
cia. no se debe permitir la notificación, en el domicilio ele­
gido, sino en cuánto a los actos relativos a los procesos que
se siguen ante el tribunal elegido (3.). Aun hecha con ca­
rácter más general y para todas las consecuencias de una
convención, la elección de domicilio, de acuerdo con el uso
j salvo cláusula en contrario, no tiene otro objeto que la
vía de ejecución judicial esa convención (v. Art. 11) (4).
Deben ser considerados como relativas a la ejecución
forzosa de la convención litigiosa, las citaciones en conci­ II
liación (5), las diligencias de emplazamiento (6) notifica­
ciones de sentencias (7) los trámites de apelación (8)
¡
(1) Req., 9 mayo 1905, D. 1905. 1. 430; Poitiers, 22 mayo 1880, D. 80 2. 239.
V sin embargo. Req., 12 agosto 1868, D. 80. 2. 239, en nota, S. 68. 1. 397, y comp.
civ. 22 clic. 1869, D. 70. 1. 55, S. 70. 1. 202.
(2) Civ., 22 clic. 1869, precitada.
(3) Civ., 22 dic. 1869, precitada.
(4) Baudry-Lacantinerie y Houqucs-Fourcade, II, núm. 1047.
(5) Civ., 9 dic. 1851, D. 52. 1. 29, S. 52. 1. 39; lo que entraña la competen­
cia del juez do paz del domicilio elegido para la tentativa de conciliación.
(6) Req., 25 nov. 1875, D. 75. 1. 358; 21 dic. 1875, D. 76. 1. 271, S. 76. 1. 109.
(7) En esto sentido Aubry y Rau, I, § 146, núm. 8. Baudry-Lacantinerie y
Houqucs-Fourcade, II, 1043. Hay quo comprender en ellos las sentencias condena­
torias. La jurisprudencia permite comunicar las de los tribunales do comercio al
domicilio elegido al principio do la instancia, conforme al Art. 422, pr. civ. (Civ.,
21 dic. 1857, D. 58. 1. 59; 25 marzo 1862, D. 62. 1. 276, S. 62. 1. 607; Req., 17
marzo 1887, D. 87. 1. 247; París, 10 agosto 1889, D. 90. 2. 288; Algor, 24 nov.
1897, D. 98. 2. 453; París, 4 junio 1921, D. 1921. 2. 41, nota H. A.). Pero hasta
aquí ha anulado la comunicación dirigida al domicilio elegido en una convención,
de la sentencia condenando a ejecutar dicha convención (Civ. 2'4 enero 1865, D.
65. 1. 74, S. 65. 1. 127; París, 6 nov. 1897, D. 98. 2. 60) . Se dice quo una ves
pronunciada la sentencia, no so trata ya do la ejecución de la convención, sino
do la ejecución de la sentencia. Esto es un error, puesto quo la sentencia en sí no i

es más quo un paso hacia la ejecución de la convención. Esas dos últimas sen­
tencias, que están en contradicción con las precedentes, parecen estarlo también con
Jas decisiones quo admiten la utilización del domicilio elegido para las persecuciones
do embargo.
(8) La jurisprudencia ha estatuido principalmente en cuanto al traslado la
comunicación del escrito do apelación en el domicilio elegido en la notificación
174 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

(a) u otras diligencias que impliquen recursos, los manda­


mientos sobre embargos y todos los trámites de dichos em­
bargos (1). La demanda en rescisión de un contrato por
incumplimiento de las obligaciones, debiendo ser conside­
rada como una demanda en ejecución, el procedimiento que
le concierne puede ser notificado en domicilio elegido. Por
último la elección de domicilio se aplica ciertamente tam­
bién a las notificacions que conciernen a los incidentes de
esas aciones (2).
Pero salvo indicaciones contrarias, la elección de do­
micilio hecha en una convención no permite notificar en
el domicilio elegido de una parte, la -cesión que hiciera la
otra parte del derecho que le da el contrato (3). El domi­
cilio elegido no es tampoco, de pleno derecho, lugar de pa­
go (4). El Art. 125S permite no obstante, que se haga en
el domicilio elegido el ofrecimiento de pago, pero solamente
3 en el caso de que no haya sido fijado ningún lugar de
pago (5) puesto que esos ofrecimientos pueden ser consi­
derados como actos iniciales para una ejecución judicial
del contrato.
de la sentencia condenatoria. No admite la validez de esa apelación (Burdeos,
11 dic. 1867, D. 67. 5. 140; París, 7 abril 1868, D. 68. 2. 115, S. 68. 2. 309: Rcnnes,
0 dic. 1881, D. 82. 2. 79; Grenoblc, 17 mayo 1898. D. 98. 2. 492; 2 mayo 1905,
D. 1906. 2. 182; civ. 28 nov. 1911, D. 1912. 1. 445, S. 19121. 1. 132; Poitiers, 14
enero 1914, D. 1916. 2. 1; Civ., 16 julio 1914, S. 1915. 1. 21), salvo cuando La noti­
ficación se acompaña de un mandamiento de ejecución de embargo (Art. 584 nr.

lo
civ.). Se invoca erróneamente un argumento a contrario sacado de esto último
texto y se apoyan erróneamente también en el Art. 456 que dico que el acto do
apelación debe ser notificado “a la persona o al domicilio”. ¿Por qué eso texto
no se ha de referir al domicilio general, con exclusión del domicilio elegido? En
Argelia, donde la ordenanza del 16 de abril de 1843, que reemplaza el Art. 456, em­
plea términos análogos, se admite quo la palabra domicilio puedo entenderse lo
mismo como domicilio elegido que como domicilio general, y quo la notificación
del acto de apelación puede hacerse a él (Civ., 16 julio 1914, precitada). Se ob­
servará que las decisiones precedentes no han estatuido sobre el domicilio elegido
í-onvencionalmente, al cual la jurisprudencia parece más bien contraria: Rcq., 31
Iv - julio 1844, D. Jur. Gen., v’ Exploit, núm. 224-2’ Una sentencia reciente considera
E ese domicilio convencional como domicilio elegido en un mandamiento do ejecu­
ción de embargo, Art. 584), en el cual puede ser notificado el escrito de apela­
i ción (Civ., 24 oct. 1911. S. 1912. 1. 85). La apelación do un incidente puedo ser

I notificado al domicilio elegido (París, 3 enero 1917, S. 1918-1919. 2. 78) Además


.a notificación de la apelación en el domicilio elegido es siempre posible si las partos
lo han previsto (Civ., 14 agosto 1848, D. 48. 176, S. 48. 1. 704).
(a) En el procedimiento francés el escrito de apelación se notifica por tras­
lado de la contraparte. (N. del T.).
(1) Rcq., 20 dic. 1905, S. 1906. 1. 140 (sol. impl.) ; Tr. de Ronnes, 14 agosto
1891, D. 93. 2*. 246.
(2) V. principalmente, Bruselas, 12 feb, 1901. D. 1902. 2. 181; Tr. Avignon,
6 mayo 1909, S. 1909. 2. 273; París, 3 enero 1917, precitada.
(3) Aubry y Rau, I, § 146, núm. 16; Baudry-Lacantinorie y Houques-Four-
cade, II, núm. 1045.
(4) Comp. art. 1258-6’ y Rcq., 25 enero 1893, D. 93. 1. 183, S. 94. 1. 186.
(5) Salvo para el domicilio elegido en un mandamiento de ejecución de em­
- • bargo (art. 584, Pr. civ.) : París, 7 agosto 1896, D. 97. 2. 45.
EL DOMICILIO 175

Si en vez de ser libre, ]a elección de domicilio fuera


impuesta por la ley, los actos que pueden ser notificados
en el domicilio elegido se determinan en consideración al
objeto perseguido por el legislador (1). Salvo si se hace
en una diligencia de ejecución de embargo, la elección do
domicilio impuesta no tiene ninguna influencia sobre los
términos del emplazamiento (2).
172. Mandato resultante de ciertas elecciones de do­
micilio.—El domicilio puede ser elegido, no solamente en
un lugar, sino en la casa de una persona designada. Im­
plica, entonces, para esta última, mandato para recibir las
notificaciones de las diligencias dirigidas al elector. Los
beneficiarios de la elección de domicilio están por lo me­
nos autorizados para suponer un mandato y para notifi­
car los actos a la persona designada (3). El ujier puede
entenderse para los traslados como si fuera con la parte
misma, sin usar sobre cerrado (4). Pero esta persona, evi­
dentemente, no tendrá las obligaciones de un mandatario,
sino en el caso de que, por lo menos implícitamente, las ha­
ya aceptado. Esta aceptación resulta implícita del man­
dato, para un funcionario ministerial, del hecho de haber
redactado o notificado el documento que contiene la elec­
ción, en su estudio como despacho (5). En cambio, a un
registrador de hipotecas no se le debe considerar que ha
aceptado un mandato por el solo hecho de que haya inser­
tado en sus registros una inscripción que implique la elec­
ción de su oficina como domicilio (6).
Si el mandato ha sido aceptado, obliga al mandatario,
no solamente a recibir las notificaciones y traslados que se
le hayan dirigido, sino a trasmitirlas sin dilación a su man­
dante, sobre quien recaerá las consecuencias de rigor. Si
debido a un retraso de esa trasmisión, el mandante sufrie­
ra un perjuicio, el mandante sería evidentemente el res­
ponsable del mismo (7). El mandato se limita solamente
a la recepción y trasmisión; y salvo cláusula en contrario,
(1) Diferencia precisada en Civ., 24 oct. 1911, S. 1912. 1. 85. La elección de
domicilio hecha en una diligencia- de emplazamiento o en un acto de apelación no
vale, pues, sino- para el procedimiento hecho ante la jurisdicción que le correspon­
de: Civ., 15 marzo 1897, D. 97. 1. 328; 13 feb. 1924, D. H. 1924, pág. 225.
(2) La misma sentencia. Comp. suprd las notas relativas a la cominrcación
de la sentencia- de condena y del acto do apelación en el domicilio elegido.
(3) Douai, 4 mayo 1880, D. 81. 2. 108; Rennes, 25 febrero 1892, D. 92 2. 517.
(4) Tolosa, 12 dic. 1902, S. 1903. 2. 294.
(5) Rcq., I» marzo 188G, D. 86. 1. 456, S. 86. 1. 314; Pau, 16 nov. 1885, D.
86. 2. 248.
(6) Rennes, 25 feb. 1892, D. 92. 2. 517.
(7) Req., 1* marzo 1886, precitada; 24 junio 1902, D. 1902. 1. 424.
176 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL, FRANCÉS

no se permite al mandatario ninguna iniciativa jurídL


ca (1). Pero le prohíbe que se haga cargo de intereses con­
trarios a los de su mandante (2).
Si el mandato no ha sido aceptado aquél en cuya casa
ha sido designada como domicilio elegido, no está obligado
ni a recibir ni a ítrasmitir los documentos que se le entre-
guen. Si los recibe, no obstante, no se le considerará sino
como un depositario obligado a conservarlo a la disposición
de los interesados (3).
173. Duración del domicilio elegido. — El domicilio
elegido dura, a menos que las partes o la ley no dispongan
otra cosa, todo el tiempo necesario para la ejecución del
acto o contrato a que se refiere. Resulta de esto que la
elección se hace, no solamente para aquel que la consiente,
sino para sus herederos y causahabientes a título univer­
sal (4).
La elección de domicilio dura todo el tiempo necesa­
rio para la ejecución del acto o contrato, aun en el caso de
que haya sido hecha en casa de un mandatario. La muerte
de este último pone fin en principio al mandato, pero deja
que subsista la elección respecto de sus beneficiarios quie­
nes conservan el derecho de enviar los documentos en el
domicilio del difunto. Además, la mayoría de las eleccio­
nes de domicilio se hacen en la casa de los funcionarios mi­
nisteriales y en este caso, el mandato que contiene, lejos
de tener fin por la muerte del mandatario, pasa de dere­
cho a su sucesor (5).
u Durante todo su término de duración, la elección de
domicilio es, en principio, inmutable. La elección de la
(1) El mandatario no está autorizado a constituir procurador judicial para
el mandante (Req. I9 marzo 1886, precitada), ni a recibir pagos por él, a menos
de convención en ese sentido: Req. 25 enero 1893, D. 93. 1. 183, S. 94. 1. 186; Lyon,
16 feb. 1860, D. 60. 2. 78, 8. 64. 2. 607; París, 18 abril 1872, D. 75. 2*. 47; Riom,
31 enero 1876, D. 77. 1. 150.
.. • (2) El ujier cuya casa ha sido elegida como domicilio, no puedo dirigirse
comunicaciones a sí mismo: Req., 11 dic. 1903. S. 1904. 1. 368; Alger, 8 mayo
1903, D. Ú903. 2. 240; Alger, 20 feb. 1908. D. 1909. 2. 352, S. 1910. 2. 106.
(3) Douai, 4 mayo 1880, D. 81. 2. 108; Rennes, 25 feb. 1892, D. 92 2. 517.
(4) V. principalmente, sobro los herederos: Civ. 19 julio 1915, D. 1919- 1.
40, S. 1920. 1. 99; París, 4 julio 1921, D. 1921. 2. 41. Do igual modo, el domicilio
elegido persiste después de la interdicción del elector: Req., 25 nov. 1874, D. 75.
1. 358, S. 75. 1. 445 y después de la disolución de la sociedad que lo hubiese ele­
gido: Bor.rges, 21 agosto 1871, D. 73. 2. 34, S. 71. 2. 257.
(5) Tr. de Rennes, 14 agosto 1891, D. 93. 2. 2'46. Sin embargo, ha sido de­
cidido que para eso, el domicilio debía ser elegido “en el estudio” y no “en la
casa” del oficial ministerial: Grenoble, 24 agosto 1830, D. Jur. Gén., v’ Domicile
ílu, núm. 13.
EL» DOMICILIO 177

casa de un funcionario ministerial, (a) sigue a su estudio,


puesto que la elección se refiere no tanto al individuo como
a la función. Cuando se elige la casa de un particular, el
domicilio, en principio, se supone siempre que está en su
lugar primitivo. Ahora bien, es necesario cierta liberali­
dad en la aplicación de estas reglas y permitir al que lo
haya elegido trasladar ese domicilio siempre que nadie
pueda sufrir con ello (1). Basta en general con que el nue­
vo domicilio elegido se halle en la misma ciudad o pueblo
que el anterior y que el traslado sea comunicado a los inte­
resados. Se entiende, por último que el domicilio elegido
puede ser trasladado por acuerdo de las partes, siempre que
la ley no se oponga a ello.

(a) Generalmente, en Francia, la sumisión tácita, que a tal equivale lo que


allá se denomina, domicilio elegido, so hace con referencia al domicilio del notario
autorizante a quien se le denomina en término genérico por funcionario ministe-
r al. (N. del T.).
(1) Es precisamente lo que hace el art. 2152.


CAPITULO ni

LAS ACTAS DEL ESTADO CIVIL (1)

Sección L—Organización del estado civil.

§ 1. Caracteres y crítica de la organización actzial.

174. Definición y utilidad.—Se llama actas del esta­


do civil a las actas auténticas destinadas a dar una prueba
cierta del estado de las personas. Esas actas se inscriben
en registros públicos, llevados, en cada municipio, por el
Alcalde o mi delegado suyo que, en el ejercicio de esta flui­
ción, toma el nombre de encargado del registro civil.
El llevar registros del estado civil ofrece un interés
de primer orden para la administración y la policia del
(J) Bibliografía.-—Hutteau d’Origny, De Vétat civil, 1823; Majorel et Co-
ffinieres, Traité de Vétat civil, 182G; Coin-Delisle, Actcs de Vétat civil, 1835: Rieff,
Commentaire sur la loi des actcs de Vétat civil, 2’ ed., 18-14; Cival, Traite théorique
et pratique de Vétat civil, 1851; Sauvan, Traite complot des actcs de Vétat civil,
Lyon, 1859; Iluberson, Codc manual des médecins de Vétat civil, 1869; Collier,
Tenue de Vétat civil en Franco, 1863; Béquet, Tr. de Vétat civil, 1883; Crépon et
l.ehr, Manuel des actes de Vétat civil en Droit frangais et étranger, 1887; Misco-
pein, La Science du praticien de Vétat civil, 1890; Henriet, De la rédaction des
artes de Vétat civil, 1891; Mersier, Tr. tliéorique et pratique des actcs de Vétat
civil, 2’ ed., 1892, suppl. 1898; Dacassagne, Du role du mcdecin dans la reforme du
Codc civil, Arch. d’Anthropologic, 1906, pág. 73; Monfieu, Manuel des actcs de
Vétat civil. 4’ ed., 1914; Taillandier, Manuel forniulairc des officers de Vétat civil, ■
6" ed. 1920; Ed. Lévy, Notes sur Vétat civil, tesis, París, 1910; Del mismo, L’ago
d’une auvergnate, Etudcs sur Vétat civil, París, 1920; Notions sommaires d’état civil
a Vusage des médecins accouchcurs et des sages-fenvines, París, 1924, y numerosos
artículos y notas citados en el curso de esto capítulo. Addcs Formulaire général des
actes de Vétat civil, publicado por el Ministro de Justicia, 1’ ed. 10 enero 1913, úl­
tima edición, 192'4. Y otras numerosas obras citadas en Dramard, Bibliographie,
i-úm. 310 y s. .
Sobre el derecho extranjero, véanse principalmente: Crcpon y Lehr, Manuel
des actes de Vétat civü en Franca et a VEtranger, 1887; Roland et Wouters, Manuel
de Vofficier de Vétat civil en Belgiquc; Ed. Lévy, L’état civil en Sutsse et en
1 Belgique, en Lfage d’una auvergnate, p. 34 y s.

L
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 179

Estado. Las informaciones dadas por los registros sir­


ven para la confección de las listas electorales, para hacer
las comprobaciones del servicio militar, para el expediente
judicial, y para la identificación de los nacionales.
En las relaciones de derecho privado, las actas del es­
tado civil proporcionan a toda persona un medio de prueba
de su estado y hasta de su capacidad; al mismo tiempo ofre­
cen una utilidad para terceros que tienen necesidad de co­
nocer, para la seguridad de las relaciones de negocios» la
capacidad de las personas con las cuales tratan.
175. Vicios de la organización actual.—La organiza­
ción actual del estado civil adolece de un doble vicio: la pu­
blicidad es incompleta y la organización se halla dispersa.
a) .Para que rindan todos los servicios que pueden
dar, los registros del estado civil debieran ser completos.
Ahora bien, les falta mucho para que presenten el cuadro
de todos los hechos y actos que crean o modifican el estado
de las personas. En primer término, no mencionan nada
de lo que concierne el estado político (nacionalidad, priva­
ciones a consecuencia de condenas penales) ; además» no
revelan sino muy incopletamentc la condición de las per­
sonas en cuanto a su estado privado.
Los registros del estado civil proceden históricamen­
te (1) de la secularización, por la ley de 20-25 septiembre
1792, de los registros parroquiales, llevados en otro tiem­
po por los párrocos, reglamentados por varias ordenanzas
o declaraciones reales (2) ; que son los mismos que se han
contentado con trasladar a las alcaldías. Ahora bien, el
clero parroquial, que utilizaba esos regitros para su con­
tabilidad y las cuestiones de orden religioso, sólo tenían
que tener en cuenta tres clases de ceremonias: los bautis­
mos, casamientos y entierros que se celebraban en sus igle­
sias. De ahi nuestras tres actas primordiales de estado ci-

(1) Sobre la parto histórica de los actos del estado civil, v. Planiol, Traite
(lé-mentairc, I, núm. 459 y s.j Berriat-Saint-Prix, Recherches sur la législation et la
tenue des actos de l’état civil en France, 2’ 1842; Taillandior. No tice historique
tur les anden registres de l’état civil, Annuaire de la Société d’Nistoirc de Franco,
1847; Merlct, Etudcs sur les anciens registres de l’état civil. Ohartes, 1861; H. do
Fontenay, Rccherch.es sur les actos de l’état civil aux XIV* et XV* siécles, Bibl. de
i’Ec. dos Chartes, 1869; Thibeaud, Histoires des actcs de l’état civil en Franco,
tesis, Burdeos, 1891 y 1 vol. 1892; Chastainer, L’état civil des protestante sotes l’an­
den régime, tosis, Montpellier, 1922.
(2) Las más importantes son las Ordenanzas de Villers-Cottcrets (1539),
art. 50 y 53, do Blois, (1579), arts. 40 y 181; la Gran Ordenanza sobre procedimiento
¿ivil do 1667, que reglamenta la formalidad de la copia, la. Declaración de 9 abril
1736, debida a Aguesseau, y finalmente, el edicto de 28 noviembre 1787, que insti«
tuye el retado civil secular do los no católicos.
II

180 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

vil: actas de nacimiento, de matrimonio y de fallecimiento.


Estas son las que reglamenta el título del Código consagra­
do a las actas del estado civil.
Sin embargo» desde que se puso en vigor el Código ci­
vil^ otras actas han tenido que ser llevadas también a los
registros. en virtud de textos aislados. Tales son: 1’, el
divorcio (art. 251) ; 2’, la adopción (art. 359) ; 39, el acto de
descubrimiento de un niño recién nacido (art. 58) ; 4’, el
i.
reconocimiento de un hijo natural, mencionado en el ar­
tículo 62, la que no obstante, no reviste necesariamente la
forma de un acta de estado civil. Esta lista, como se verá
se ha agrandado mucho desde entonces.
Queda, sin embargo, numerosos hechos de la vida ci­
vil que tienen sus formas de prueba particular y no se
inscriben en los registros: la emancipación, que se hace
siempre antes el juez de paz, y se anota por el escribano en
3 sus registros: la interdicción, la costitución de un conse­
jo judicial» la separación de cuerpo o de bienes, resultan
de juicios y sentencias que se conservan en el archivo del
tribunal o de la Corte, y que reciben una publicidad par­
ticular; el reconocimiento de hijo natural puede también
hacerse ante notario, en cuyo caso queda en secreto.
Por último, el legislador moderno tiene la tendencia
a hacer las copias de ciertas actas del estado civil volunta-
riamente incompletas, para evitar las investigaciones in­
discretas que puedan revelar el origen de los hijos natu­
rales. La inspiración caritativa de esta tendencia, no im­
pide que sea directamente contraria al propio objeto del
estado civil.
b) Además, la imperfección del sistema no se refie­
re solamente a la escasez de los hechos que se mencionan en
los registros, sino también a la dispersión de las inscrip­
ciones. Ocurre piuy a menudo que las actas de nacimien­
* to. de reconocimiento, de adopción, de matrimonio, de fa­

llecimiento, que conciernen a una misma persona, se ha­


llan diseminadas en tantos municipios como actas existen;
sin que exista ningún lazo de unión entre ellas, salvo las
• • r* . inscripciones marginales que remiten en algunos casos de
un acta a otra. Enera de esos casos, para conocer las ac­
. v. .
tas que conciernen a una persona, hay que estar prevenido
de la existencia de cada una de ellas y saber la fecha y el
lugar de cada una. Es decir que para poderse informar
por los registros, es preciso estar ya ampliamente informa­
do de antes.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 181

176. Proyectos de expediente civil (1).—Para reme­


diar el doble inconveniente de la insuficiencia y de la dis­
persión actuales de las actas del estado civil, se lia pro­
puesto concentrar en el juzgado del lugar de nacimiento de
cada persona, informaciones completas de su estado. Se
le constituiría de ese modo un expediente civil por medios
muy análogos a los que permiten, en el mismo lugar, la
constitución de expedientes judiciales. Los expedientes
clasificados por orden alfabético podrían contener fichas o
tarjetas movibles relativas a cada uno de los hechos ocu­
rridos desde su nacimiento y que han influido en su esta­
do. Sin modificar ninguna de las instituciones existentes,
se alcanzaría el objeto, obligando a los encargados del re­
gistro civil, a los notarios y a los procuradores, cuando re­
dactan un acta u obtienen un juicio modificativo de esta­
do, a hacer llegar el aviso del mismo, en un breve plazo, al
juzgado del lugar de nacimiento.
177- Medidas de centralización de las informaciones.
—Hasta aquí, el legislador se ha conformado con esbozar
la reforma. Ha atenuado los vacíos y dispersión de las
actas del estado civil, por la generalización de las trans­
cripciones, y menciones hechas al margen de los registros
del estado civil. Especialmente al margen del acta de na­
cimiento se halla una serie de indicaciones que reconstru­
yen en parte el estado del interesado; se puede completar­
las yendo seguidamente al acta de matrimonio,a la cual re­
mite una de esas menciones. Las investigaciones así faci­
litadas, dejan todavía mucho que desear en cuanto a sen­
cillez.
Además, puede verse la comunicación de las mencio­
nes que deban hacerse al margen de asientos, y la inscrip­
ción de esas menciones, se hallan mediocremente organiza­
das y resultan mal efectuadas. Los errores frecuentes que
(1) Bibliografía.—Lois, Mémoirc sur la centralisation des actos de l’état
civil au domicile d’origine, 1856 (Extrait des Mem. de l’Acad. des Sciences morales,
3 856, 4’ sem., pág. 429) ; del mismo, Centralisation des actos de l’état civil, París,
1863 (Extr. do la Rov. pratique, 1863-64; D’Albiousse, De l’ettablissement dans
tous les greffes de primiére instancc des casiers de l’état civil, 1864 (extr. de Rev.
pratique. 1860 y 1862: Del mismo. De la supression du orime de bigamic par l’éta-
blissement d’un casicr de l’état civil, 1865; dUIordain, Reflexión sur la législation
frangaise de la vic civile, 1878; Raynald-Pctiet, De la publicité en matiére d’état
c* de capacité des personnes. Rev. critique, 1887, págs. 582 y s.; Cannivet, Infor­
me de la Cámara do los Diputados, J. Off., 17 feb. 1887, Theureau, Les casiers judi-
ciaires et un projet de casier civil, París, 1892. {Extrait des comptes rendus de
VAcademia des Sciences morales, 1892, I, 681); Cliarmont, Rov. crit,, 1893, págs. 468
y s.; Sermot, Le casier civil, Tolosa, 1891, v. Lois Nouvelles, 1909; Pirón, Le casier
civil, París, 1908; Ed. Lévy, Notes sur l’état civil, tesis, París, 1910, págs. 97 y s.;
Bourreau, Centralisation de l’état civil, París, 1915.
P. y R. T. D. 0. —I - 7
182 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

se comprueban (1) hacen dudar de la facilidad de organi­


zación del expediente civil. Es preciso por tanto no pen­
sar en que esta creación sea tan fácil como la del expedien­
te judicial. Nunca se podría comparar con la comunica­
ción. relativamente fácil de las sentencias condenatorias,
para el expediente judicial con la inmensa correspondencia
que supondría entre las alcaldías el tener al día el expe­
diente civil.
178. Cartilla de familia. — Las investigaciones sin
embargo, se facilitan por una institución nacida junto al
estado civil: la cartilla o cédula de familia. Después de
todo matrimonio, el encargado del registro civil expide
gratuitamente a los esposos una cartilla sobre la cual serán
inscriptos, seguidamente de la mención del matrimonio,
las de los nacimientos y defunciones que interesan a los
miembros de la nueva familia: padre, madre, hijos. Esta
Q cartilla, presentada al encargado del registro civil, a cada
nacimiento y a cada fallecimiento, permite redactar exac­
tamente las actas necesarias. Al mismo tiempo, el encar­
gado del registro civil menciona esas actas en la cartilla o
cédula producida, que de este modo está al día. Así se cons­
tituye un pequeño expediente familiar.
Instituida en París por el Prefecto del Sena, en 1875,
la cartilla o cédula de familia se había generalizado ya mu­
cho cuando la ley de 5 abril 1884 hizo obligatorios para los
municipios los gastos de la misma (art. 136). Su uso ha si­
do reglamentado por una circular del 15 de mayo de 1884.
La práctica corriente de la cartilla o cédula de familia
i r? • hace de ella el más usual documento de identidad (2).
§ 2.—De los encargados del registro civil.
179. Designación del encargado del registro civil.—
Desde 1792, la misión de redactar las actas del estado civil
ha correspondido siempre, en Francia, a las viumcipali-
dades. Es la ley de 28 pluvioso, año vin, art. 13, la que
aún está en vigor a este respecto; pues las leyes posteriores
de organización municipal se han conformado con mante­
ner en las municipalidades, en términos generales, las fun­
ciones de que las encargaban los textos anteriores (L. 5
■ (1) V. a este respecto la curiosa aventura informada por Ed. Lóvy: Troya
n mariaaca, deux femmes ct un act de naissanoe, L’Aclion communale, 16 dic 1923.
(21 Sobre la práctica actual de la cartilla do familia, las imperfecciones do
ésta y los remedios propuestos, v. el artículo de Ed. Lóvy, J. d’Adminiatratwn dea
communes rurales, l9 enero 1925, págs. 1 y s.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 183

abril 1884, art. 82-3’). Excepcionalmente, como se verá,


el papel de encargado del registro civil puede ser desempe­
ñado también por otras autoridades: cónsules, prefectos,
capitanes de buques, autoridades militares.
En principio, es el alcalde el que desempeña la fun­
ción de encargado del registro civil. En las secciones mu­
nicipales creadas por un decreto del Consejo de Estado, a
causa de la dificultad de las comunicaciones, el alcalde re­
sulta reemplazado por el adjunto especial nombrado a este
efecto (L. 5 abril 1884, art. 75). El alcalde puede libre­
mente delegar sus poderes en todo adjunto, o, en su defec­
to, en un concejal municipal, cualquiera que sea la catego­
ría de este (L. de 1884, art. 82). Finalmente, si el alcalde
está ausente, suspendido, destituido o impedido, se le reem­
plaza de pleno derecho por un adjunto, por orden de desig­
nación, o en su defecto, por un concejal municipal, por or­
den de lista (art. 81 y 84). Si toda la municipalidad hu­
biera dimitido o hubiese sido destituida, el prefecto desig­
nará a un delegado para las funciones de encargado del re­
gistro civil (art. 44 y 87).
La violación de las reglas que fijan el orden en que los
miembros de la municipalidad son llamados a desempeñar
las funciones de encargado del registro civil, no se sancio­
na con la nulidad del acta. En una época en que la ley mu­
nicipal no establecía el alcalde delegado sino por orden de
lista, la Corte de casación rehusó declarar la nulidad de
matrimonio celebrados por un concejal municipal irregu­
larmente delegado (1). Del mismo modo, no se vacilaría
en dar por válidas hoy actas que se hubieran extendido por
un concejal municipal delegado por el alcalde ante de los
adjuntos, o por un concejal que pretendiera reemplazar a
los demás miembros de la municipalidad impedidos sin que
en realidad existiera tal impedimento. Ninguna seguridad
ofrecería el estado civil, si los interesados tuvieran que
comprobar en cada caso la regularidad de la delegación del
concejal municipal o del adjunto que lo celebra. Están
(1) Civ. 7 agosto .1883, D. 84. 1. 5, informe Monod. concl. Barbier. nota Du-
crocq, S. 84. 1. 5, nota Labbó; París, 20 agosto 1883, S. 84. 2. 20 En el mismo
sentido, Tr. de la feoehe-Sur-Yon, 13 marzo 1883, D. 83. 2. 49, nota Ducfocq, S. 84.
2, 20, informada con Tr. del Sena, 23 fcb. 1883, que habiendo adoptado la solu-
c’ón contraria, en el asunto denominado matrimonios de Montrouge, fuó casada por
la sentencia precitada do hi- sala do lo civil. Sobre este asunto, v. también, AVallon,
l’CV. crit., 1884, pág. 11; Fuzicr-Hermann, Gas. Pal., 23 marzo 1883. Comp. Crim.,
28 abril 1883, D. 83. 1. 273, S. 84. 1. 46. La solución de la Corte de casación,
aprobada por Labbó (nota precitada.) ; A. Colín y Capitant, I, pág. 387 y en la 5’
cd. de Aubry y Rau (I, § 56, nota 3 ter.) ha sido combatida por Ducrocq (notas
precitadas) y por Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcadc, II, núm. 800.
I I

184: TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

•en el derecho de considerar a todos los miembros de la mu­


nicipalidad “con aptitud particular para desempeñar las
funciones del estado civil” (1), y de fiar en esa aptitud.
180. Misión del encargado del registro civil.—El en­
cargado del registro civil recibe las declaraciones que le son
hechas, redacta el acta, le da lectura, la firma y la hace fir­
mar (art. 35, 38 y 39). Se verá, además, que, sobre todos
í I esos puntos, se sigue una práctica que está muy poco de
acuerdo con la ley y que, la misión del encargado del regis­
tro civil, las más de las veces, se limita a firmar, al cabo de
algún tiempo, actas que él no ha recibido.
El encargado del registro civil está obligado, no sola­
mente a extender las actas, sino también a:
l’> dar un apellido y nombres al niño cuyo nacimien­
to se le declara, sin que los padres sean conocidos;
29. comprobar personalmente los fallecimientos (ar­
* tículo 77), práctica caída en desuso;

I
3\ proceder a la publicación y a la celebración de los
matrimonios;
4’, velar por la conservación de los registros deposi­
tados en la alcaldía;
F Ir ; 5’, hacer en ellos todas las transcripciones y mencio­
nes ordenadas por la ley;

i
6’, expedir copias y extractos de las mismas a todo el
que lo solicite.
Todas esas tareas son obligatorias para los alcaldes y
adjuntos: sobre todo, no pueden negarse a recibir un acta.
Semejantes negativas, que no dejan de ocurrir (2), impli­
can una responsabilidad civil. Al perseguir al encargado
responsable, los interesados pueden incluso obtener una
sentencia destinada a ser transcripta en los registros del
estado civil, para que conste en ellos el acta denegada (3).
Además, el art. 85 de la ley de 1884 permite al prefecto ex­
tender por sí mismo (4) o por medio de un delegado, las
actas que las municipalidades abandonan o se niegan a re­
cibir.
El alcalde debe negarse, no obstante, a extender el acta
U- H ■ fundada eñ declaraciones irregulares como, por ejemplo,
(1) Civ., 7 agosto 1883, precitada.
(2) V. los ejemplos citados en Planiol, Traite élémentaire, I, núm. 466 y por
FJd. Léw L’Agc d’une auvergnate. Addc. Pau, 16 mayo 1853, D. 54. 5. 13 S. 53.
2 491: Tr. Vassy, 18 enero 1823, D. 1923. 2. 79.
(3) Pau, 16 mayo 1853, precitada. Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade,
Jl, núm. 803 bis. . .
(4) Contrd sobre el derecho del prefecto de celebrar por sí mismo el acto,
V. Baudry-Laeautinerie y Houques-Fourcade, II, núm. 801.

i
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 185

cuando se pretende dar a un niño un nombre que no debe


serle impuesto (núm. 126) ; y hasta rechazar una declara­
ción de paternidad evidentemente adulterina. Pero, en
principio, él no está en modo alguno obligado a comprobar
el valor, jurídico o material (1), de las declaraciones que le
sean hechas, de suerte que lo más seguro para él es inscri­
birlas, puesto que eso no implica ninguna responsabilidad,
mientras que sí la implicaría una negativa injustificada.
Este principio es sin perjuicio de los casos en que la ley le
ordena imperativamente determinada comprobación: en­
tonces, por la recepción irregular del actajincurre en res­
ponsabilidad. Así sucedería en el caso en que procediera
a la celebración de un matrimonio con desprecio de una
oposición regularmente formulada (2) o sin haber exigi­
do los documentos que la ley impone que se presenten.
Ahora bien, esto no significa que ese derecho, o ese deber
de comprobación, dé al encargado del registro lina verda­
dera jurisdicción: el valor definitivo del acta recibida o
rechazada por él no puede ser apreciado sino por los tri­
bunales.
En su calidad de encargado del registro civil, los al­
caldes y adjuntos son agentes del poder judicial, depen­
dientes del Procurador de la República, del Procurador
General y del Ministro de Justicia. Pero no hay que con­
fundir, por eso, como se hace muchas veces, sus funciones
de encargados del registro civil con sus funciones de ofi­
ciales de policía judicial. El estado civil no tiene nada de
común con la investigación de los crímenes, delitos y con­
travenciones, que constituye la policía judicial (art. 9. O.
Inst. crim.).
181. Competencia del encargado del registro civil.—
Debe ser considerada desde dos puntos de vista:
1’ “Ratione loci”, la competencia del encargado del
registro civil se reduce a los límites del municipio en que
el acta debe ser levantada. Para las actas de nacimiento:
los del municipio en que el niño ha nacido; para las actas
de defunción, los de aquel en que ha tenido lugar la muer­
te. La residencia o el domicilio de los esposos, es el que se
(1) No puede negarse a inscribir las declaraciones que so lo hacen, so pre­
texto de inverosimilitud (sobre un reconocimiento d hijo natural, v. Tr. del Sena,
2S junio 1898, Le J)roit, 12 julio 1898; carta del Procurador do la República de 17
sept. 1849, D. 50. 3. 28), salvo cuando la ley le ordena comprobarlos, como en caso
de fallecimiento (art. 77).
(2) Sobro la aplicación de este principio en materia de oposición a matrimo­
nio, v. nuestro Tratado, t. II, núm. 183.
186 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

señala para el acta de matrimonio (art. 74) tomándose, al


efecto, el lugar en que se ha celebrado el matrimonio; y
para la transcripción de las sentencias de divorcio (ar­
tículo 251). El domicilio del adoptante, es el que se tiene
en cuenta, para la transcripción de los juicios de adopción
(artículo 3G7). El reconocimiento de un hijo natural pue­
de ser inscripto en cualquier municipio.
29 “Ratione personae”, una circular del Guarda Se­
I llos, de 21 de julio de 1818 (1), confirmada por otra de 16
de noviembre de 1824, prescribe a los encargados del re­
gistro -civil que no deben recibir actas que les interesen a
ellos mismos o que conciernan a sus propios hijos. Pero
no existe ninguna sanción y el parentesco entre el encar­
gado del registro civil y las personas interesadas en el acta
no hace que sea ésta nula. En cambio los tribunales pue­
den declarar nulas las actas extendidas por un encargado
del registro civil que figure en ellas al mismo tiempo como
parte, como declarante o como testigo (2), porque existe,
en tal caso, incompatibilidad entre las funciones desempe­
ñadas por la misma persona. La ley quiere realmente» al
pie del acta, un número determinado de firmas; pues bien,
una de ellas falta, puesto que una firma repetida no vale
por dos.
182. Responsabilidad civil del encargado del regis­
tro civil.—Las funciones de encargado del registro civil
implica una gran responsabilidad civil, prevista por el
art. 52 y con frecuencia insuficientemente conocida de los
que la desempeñan. Toda falta (3) cometida por ellos en
el ejercicio de sus fluiciones, les obliga a respetar el perjui­
cio que puedan causar. Así, pues, se comete falta de irre­
¡’
gularidades en el acta (4). Cuando no se redacta de acuer­
do con las declaraciones recibidas; cuando no se redacta
E (5) o transcribe inmediamente un acta o una sentencia
(6) ; cuando no se firma en seguida un acta (7) o cuando
(1) D. Jur. Gén., v. Actos de l'ctat civil, núm. 38.
(2) Aubry y Rau, I, $ 56, núm. 6; Baudry-Laeantinerio y Houqucs-Fourcade,
II, núm. 806. La nulidad no es, además, sino facultativa para loa tribunales (V.
tn/rd, núm. 204).
i (3) Poitíers, 26 abril 1908, S. 1909. 2. 17 y en Req., 15 junio 1909, D. 1911.
1. 113.
(4) Salvo que excuse, si son excusables, esos errores de derecho. A este res­

•r pecto, realmente, el encargado del registro civil, no puede ser tratado más dura­
mente que el notario. _oon
(5) Pau, 16 mayo 1853, D. 54. 5. 13, S. 53. 2. 491; Limoges, 15 mayo 1889,
v) 9Q o 307.
(6) -Riom 7 agosto 1889, en Req., 5 agosto 1890. D. 91. 1. 277; Poiticrs, 26
} • *¡ fcb. 1908. 8. 1909. 2. 17 y en Req., 15 junio 1909, D. 1911. 1. 113.
(7) Comp. Polosa, 16 mayo 1899, D. 1901, 2'. 116 (motivos). Pero véase el
ejemplo dado por Lévy, tesis citada, pág. 31.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 187

se expiden extractos inexactos de los registros. Estas fal­


tas implican riesgos considerables que pueden entrar muy
frecuentemente-en juego: así, pues, las costas de un gran
número de juicios para la rectificación deben, si las partes
han utilizado al encargado del registro civil, ir a cargo del
que ha redactado mal el acta (1). Es duro hacer que
caigan tales riesgos sobre un hombre que desempeña gra­
tuitamente sus funciones y que en la práctica se ve obliga­
do para ello a ponerse en manos de subordinados (2). El
art. 41 agrava todavía más esta situación al hacer respon­
sable a todo depositario de los registros de las alteraciones
que éstos sufran, aún hechas por un tercero y salvo su re­
curso contra éste (3).
183. Responsabilidad penal y disciplinaria.—Las fal­
tas de los encargados del registro civil implican también
sanciones disciplinarias y penales.
Desde el punto de vista disciplinario, puede entrañar
la supensión o la destitución del encargado del registro
civil, alcalde, adjunto o concejal municipal, por la autori­
dad adminstrativa (4).
Desde el punto de vista penal, un cierto número de
responsabilidades especiales se refieren a las funciones del
registro civil; conciernen en particular al encargado que
procede a un matrimonio sin haber satisfecho las exigen­
cias legales (art. 68, 156-7, 192-193’ C. civ. y 193-195, C.
pen.). Además, el art. 192 del C. penal castiga con uno a
tres meses de prisión y a una multa de 16 a 200 francos al
encargado del registro civil que levante un acta en hoja
suelta. Estos diversos hechos se salen de la competencia
del tribunal correccional y constituyen delitos.
No es lo mismo el caso cuando se trata de hechos que
castiga el art. 50 del C. civil. Este artículo sanciona, con
una multa que puede llegar hasta cien francos, las contra­
venciones cometidas por los encargados del registro civil
o los represen!antes del Ministerio Público contra las dis­
posiciones de los arts. 34 a 49 que reglamentan la forma ge-
(1) Pau, 16 mayo 1853, y Limoges, 15 mayo 18S9, precitadas; comp. sin em­
bargo, Tr. Ambert, 20* dic. 1923, La Loi 20 dic. 1924.
(2) Sin embargo la responsabilidad pesa sobre el alcalde y no, en principio,
sobre el secretario de la alcaldía, que es de hecho, la mayoría do las veces, el ver­
dadero encargado del rgistro civil (Tolosa, 16 mayo 1899, prcitada).
(3) En la práctica, en muchos municipios, el alcalde so cubre por medio de !
una fianza; pero ésta, que no representaría ningún papel en el caso de falta con­
siderada gravo, se reduce, en general, a una cifra muy por debajo de las posibles
responsabilidades.
(4) C. de Estado, 18 marzo 1910 (2* esp.), D. 1912. 3. 80.
188 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

neral de llevar el registro civil. El art. 50 remite el cono­


cimiento de esos hechos al tribunal civil. La Corte de ca­
sación ha decidido que aunque la ley los calificase de con­
travenciones, no constituyen para los encargados del re­
gistro civil contravenciones en el sentido penal, sino sim­
ples incumplimientos de los deberes que les imponen sus
funciones (1). Las consecuencias, desde luego, mal defi­
nidas, de esta discutible jurisprudencia (2)» son principal­
mente la de sustituir, en la aplicación del art. 50, la pres­
cripción civil de treinta años por las prescripciones crimi­
nales de la acción y de la pena (3).
Ocurre a veces que las contravenciones cometidas por
el encargado del registro civil por incumplimiento de los
arts. 34 a 49 se convierten, en lo criminal, en falsedades en
escrituras pblicas. Se reconoce entonces que la respon­
sabilidad del art. 50 se borra ante el delito de falsedad que
es el único que debe ser perseguido (4). Pero, cuando el
i encargado del registro civil pretende, para reclamar la
competencia del Tribunal de lo criminal, que los hechos
perseguidos constituyen realmente falsedades, la Corte de
- casación no quiere que el tribunal civil suspenda su deci­
sión, a menos que el Ministerio público no le haya pedido
el sobreseimiento civil para perseguir la falsedad (5).
El art. 50 que es ciertamente de interpretación estric­
ta no sanciona sino la violación de los arts. 34 a 49 (6) ; pe­
i tb ! ro la sanción alcanza también si ha sido cometida en cuan­
to a la forma de llevar los registros de publicaciones de
matrimonios (7). Y lo mismo castiga las omisiones volun­
tarias que las negligencias (8).
!
§ 3.—De los registros del estado civil.
-
184. Forma de los registros.—Las actas del estado
civil deben ser inscritas en registros’ y no en hojas sueltas
(1) Civ. 27 dic. 1892, D. 93. 1. 305, nota de Loynes, S. 96. 1. 393, nota Roux,
y en apel. Riom, 26 abril 1893, D. 93. 2. 539, S. 96. 2. 230.

h'
(2) V. nota de Loynes, loe. cit. El hecho do que un tribunal conozca de una
infracción penal, principalmente de un delito de audiencia, no cambia su natu­
raleza.
(3) Riom, 26 abril 1893, precitada (motivos).
(4) Riom, 26 abril 1893, precitada. De Loynes, nota precitada.
(5) Civ. 27 dic. 1892, precitada. Si además la infracción no< puede ser pro­
bada sino demostrando que el encargado del registro civil ha alterado los hechos
a él declarados o por él comprobados, el Ministerio público no puede hacerle apli­
car las nenas del art. 50 fuera de una inscripción de falsedad (Riom, 26 abril 1893,
nrecitada y nota de Loynes, precitada).
(6) V. Metz, 8 mayo 1851, D. 56. 1. 129.
(7) Limogcs, 13 feb. 1895, D. 95. 2. 398, S. 95. 2. 192.
(8) V. sin embargo, Tr. de Narbonne, 23 julio 1907, D. 1907. 5. 33.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 189

que se perderían demasiado fácilmente (1) (Art. 40). Es­


te precepto es sancionado por la responsabilidad civil del
alcalde del adjunto y por penas correccionales (Art. 192
C. pen.).
Estos registros se componen de hojas de papel timbra­
do, numeradas de antemano, de la primera a la última, ru­
bricadas por el presidente del tribunal y en las cuales las
actas se suceden sin ningún blanco (Art. 41-42), lo que pre­
viene toda supresión, adición o sustitución (2). Al fin de
cada año, los registros estarán cerrados y finiquitados por
el encargado del registro civil, inmediatamente después de
la última acta inscrita, de manera que impida la adición de
actas supuestas.
Como la administración hace pagar anticipadamente
el timbre de todos los folios del registro, y no reembolsa el
de los folios inutilizados, las alcaldías tienen cuidado de
adquirir registros apenas suficientes para contener el nú­
mero de actas que se calculan. En caso de insuficiencia, 4
procuran^registros suplementarios, también calculados tan
justos como es posible. En Bélgica, hasta se sirven de cua­
dernos de cuatro hojas. La ley fiscal ha hecho de ese modo
que se varíen las disposiciones de la ley civil.
Según los departamentos, los libros registro se entre­
gan en blanco o contienen fórmulas impresas, que al alcal­
de llena cuando tiene actas que levantar. La simplifica­
ción que proporciona este último procedimiento es más
aparente que rea], pues las fórmulas preparadas concuer-
dan mal con la variedad de las actas a levantar por su or­
den de recepción, con la diversidad de sus enunciados, con
la amplitud y la brevedad y con el número de los nombres
de persona y de lugar que se mencionan en ellas. Estos
libros registros impresos se concillan, además, muy mal
con el precepto que ordena que el encargado del registro
civil, que reciba un acta o una sentencia para transcribir­ í
la, la copia inmediatamente en sus registros a continuación
de las últimas actas. El espacio falta para esta transcrip­
ción puesto que las fórmulas impresas se suceden sin in-
(1) So verá que en la práctica se hace frecuentemente una primera anotación
del acta en una hoja suelta para ser pasada inmediatamente a los registros, en loa
ouo se hace firmar en blanco. La admisión de actas en hojas sueltas sería a veces
útil. Permitiría principalmente el ir a los hospitales y clínicas do maternidad, a
recibir declaraciones do nacimiento sin necesidad de los libros registros, aumen­
tándose así considerablemente el número de los reconocimientos por parte de las
madres, de hijos naturales (V. observaciones de Ed. Lévy, Bull. Soo. Et. lég.,
1519, pág. 56).
(2) Además, cada acta lleva un número de orden (ordenanza de 26 nov.
1823, art. 1).
190 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tervalos (1) (Art. 42). En una palabra, los registros im­


presos no pueden ser utilizados sino con tantas tachaduras,
enmiendas, e interlíneas aprobadas y firmadas al margen,
que sus inconvenientes sobrepasan con frecuencia a sus ven­
tajas (2).
Como las actas se suceden en los registros por el or­
den de su recepción, se han tenido que proveer tablas alfa­
béticas anuales y decenales, de acuerdo con los nombres de
las partes. Las tablas anuales son hechas por el encarga­
do del registro civil, por duplicado, en papel timbrado de
. la dimensión de los registros a los cuales se unen dentro del
mes que sigue al cierre de los mismos (Art. 2 y 4 del decre­
to de 20 de Julio de 1897). Las tablas decenales se hacen
por triplicado para ser depositadas en el juzgado, en la
alcaldía, y en la prefectura (3) (Art. 3 y 5 del decreto).
No hay tablas para los registros de publicaciones de matri­
monio.
185. Número de los libres registros.—Sin hablar del
registro especial llevado para las publicaciones de matri­
monio (Art. 63)> los encargados del registro civil pueden
inscribir nacimientos matrimonios y fallecimientos, o en
el mismo registro, o en tres registros diferentes. El pre­
sidente del tribunal es el que elige entre estas dos formas
no sin que la rutina represente en esa elección un papel
tan grande como la importancia del municipio de que se
trate (4).
Salvo el registro de publicaciones de matrimonio, que
es simple (Art. 63), todos los registros de estado civil son
Llevados por duplicado (5) (Art. 40). La misma acta es,
pues, levantada y firmada dos veces, en dos ejemplares
del mismo valor. Al fin del año uno de los triplicados se
deposita en los archivos del municipio y el otro se envía
al archivo del tribunal civil del distrito, a fin de que uno
sobreviva a la posible destrucción del otro (Art. 43).
(1) Esto obliga a tachar todas las palabras impresas de una o varias actas y
escribir en los blancos la sentencia o el acta que haya que transcribir. Hay que
salvar seguidamente, al firmar5, el número de palabras tachadas. Ese es, al menos,
el único procedimiento regular.
(2f) V. Ed. Lévy. Izotes sur l’état civil, tesis citada, págs. 9 y s.
(3) Las tablas de la prefectura, poco consultadas, podrían ser suprimidas
sin inconvenientes (Ed. Lévy, o;?, cit., págs. 22 y s.).
(4) V. Ed. Lévy, op. cit., pág. 69. Se observará quo los registros impresos
son casi necesariamente distintos según las actas a recibir.
(5) Por lo menos los de las alcaldías de la metrópoli y los de los consulados.
Los registros militares y marítimos se llevan simples (arts. 59 y 95). Los do las
colonias ee llevan por triplicado (Edicto de junio de 1776), el tercer ejemplar so
destina a ser enviado a Francia, el Ministerio de las Colegias.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 191

Cuando las dificultades de las comunicaciones han obli­


gado a hacer, de una parte del municipio, una sección do­
tada de un adjunto especia], este adjunto lleva registros
especiales que se reúnen a los otros después del cierre (ley
de 18 florea!, año x, art. 4). Además, algunos municipios
importantes dividen sus registros para permitir a sus em­
pleados que redacten simultáneamente varias actas (1).
Cada una de las partes llevadas simultáneamente se agre­
ga, a la otra al fin de cada año; este procedimiento con­
cuerda difícilmente con las reglas establecidas por los arts.
41 a 43.
186. Comprobación de los registros.—El interés pú­
blico exige que la forma de llevar los registro sea exacta­
mente comprobada. En París se hace por dos empleados
especiales: los comprobadores de las actas del estado civil.
Además, se hace una comprobación judicial, en todos los
municipios, en el momento en que el alcalde remite al juz-
gado el ejemplar destinado a quedarse allí. El art. 53 im­
pone esta comprobación al Procurador de la república, ojie,
en caso de necesidad toma la iniciativa de las rectificacio­
nes necesarias y persigne, si los descubre, los delitos y con­
travenciones de los encargados del registro civil. La ex­
periencia demuestra cuán necesaria es esa comprobación;
se descubren a veces irregularidades en más de la tercera
parte de las actas extendidas durante el año (2). No obs­
tante, todos los juzgados no tienen un cuidado igual en es­
ta tarea enojosa (3). De hecho, la mayor parte de la la­
bor es efectuada por los jueces de paz que sirven de inter­
mediarios para la trasmisión de los registros (4).
El art 53 no parece prever esta comprobación sino
para el ejemplar destinado al archivo del juzgado. Sin
embargo, la jurisprudencia lo exige a la vez para los dos
registros (5). En otra forma, es de temerse que el encar­
gado del registro civil ponga sus cuidados exclusivamente
en el ejemplar que ha de enviar al archivo del juzgado. Pe­
ro el envío simultáneo de los dos registros para compro­
barlos tiene el doble inconveniente de que priva durante ese
(1) Ed. Lévy, op. cit., pág. 13.
(2) Ed. Lévy, op. cit., pág. 37. V. ejemplos de mala forma do llevar el regis­
tro en Douai, 18 marzo 1850, D. 51. 1. 43, S. 51. 1. 202; Req., 28 nov. 1876, D. 77.
1. 367, S. 77. 1. 172.
(3) Ed. Lévy, op. cit., pág. 122.
(4) Ed. Lévy, op. cit., pág. 57.
r:
(5) Civ., 23 fcb. 1847, D. 47. 1. 81, S. 47. 1. 361. V. Ed. Lévy, op ■ cit.,
págs. °39n ~y7 8.
i
192 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tiempo al municipio de registro civil y expone a perderse


los dos duplicados a la vez. La circular del Guarda sellos,
de 6 de junio de 1843, prescribe el envío separado; pero pa­
rece que no se observa siempre (1).
187. Transcripciones en los registros (2).—Además
de las actas extendidas por el encargado del registro civil
del lugar, los registros reciben numerosas copias de senten­
I cias o de actas extendidas en otra parte. Son transcripcio­
nes , que se han multiplicado desde la promulgación del Có­
digo civil
Actualmente esas transcripciones se inspiran en dos
ideas; unas tratan de dar a las actas recibidas de fuera una
mayor publicidad, las otras tratan de reemplazar o de rec­
tificar actas precedentemente 'omitidas, o recibidas de una
manera inexacta, irregular o incompleta.
a) Precisamente con un interés de publicidad, la ley
3 ordena la transcripción de la sentencia de divorcio en los
registros del estado civil del lugar en que fué celebrado el
-
matrimonio (art. 251). Racionalmente en el lugar en que
se conserva la prueba del matrimonio, es donde más impor­
ta hacer que aparezca su disolución.
I ' * Por una razón idéntica, se transcribe en esos mismos

r registros, al margen del acta de matrimonio, la sentencia


que retira a una mujer casada los poderes que tiene por la
ley de 13 de junio de 1907 (art. 3 in fine, modificado por
la ley de 8 de junio 1823).
Igualmente, en el lugar en que se conserva la prueba
del nacimiento y de la filiación es donde es más útil hacer
pública la adopción o el reconocimiento de hijo natural.

En el lugar del nacimiento es donde el art. 367, modifica­


do por la ley de 18 junio 1923, prescribe la transcripción
de la sentencia de adopción, Ningún texto ordena que se
transcriban los reconocimientos de hijo natural que resul­
j■ te de actas notariales y judiciales. Es de desear que los
interesados o el ministerio público se tomen el cuidado de
hacer que £e efectúe tan pronto el reconocimiento se haya
•• hecho público. El reconocimiento voluntario produce real­
mente los mismos resultados que la sentencia favorable a
una investigación de paternidad o de maternidad, y se ad-
- (1) Ed. Lévy, op. cit., pág. 41. Sobre la pérdida, en esta ocasión, de los re­
gistros do Divonne-les-Bajns en 1909, v. Boisseau, Des jugements tendant a éta-
blir, remnstituer, recitfier, annuler des actes de Vétat civil, t. París, 1914, pág.
114 y 8

i • -
(2) Ed. Lévy, De la transcription d’actes ct de jugements sur les registres
de Vétat civil, París, 1919.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 193

mite corrientemente que esa sentencia entraña rectifica­


ción del acta de nacimiento y debe ser, por tal concepto,
transcripta en los registros (infra, núm. 223).
Por último, también con un interés de publicidad, la
ley quiere que varias actas del estado civil levantadas en el
lugar en que se ha producido el hecho que relatan, sean in­
mediatamente transcriptas en los registros del lugar en que
son más conocidos aquellos a quienes conciernen? Así, pues,
desde la ley de 20 noviembre de 1919, toda acta de. defun­
ción recibida fuera del municipio en que el difunto estaba
domiciliado, debe ser transcripta en los registros de su do­
micilio (1) (art. SO). Disposiciones análogas conciernen
a las actas del estado civil levantadas en alta mar (art. 60
y 86), o por la autoridad militar (art. 94 y 98) y las actas
de matrimonio levantadas en el extranjero de acuerdo con
la ley del lugar (2) (art. 171). Para las demás actas del
estado civil extendidas en el extranjero, de acuerdo con
la forma local, la transcripción no es jamás obligatoria,
pero los interesados pueden solicitarla (3). Todas estas
transcripciones se hacen en el lugar del último domicilio
de aquellos a quienes concierne el acta, y si es desconocido,
en la alcaldía del 1er. distrito de París (ley del 10 agosto
1917).
b) Otras transcripciones tienden a rectificar un acta
irregular o a reemplazar un acta omitida. Deben también
ser transcriptas las sentencias rectificativas, ya sea que la
rectificación haya sido perseguida en el juicio principal
(art. 101 modificado por la ley de 20 de noviembre de
1919), o que se presente como incidentalmente necesitada
por otro juicio, y principalmente por un juicio de estado.
Así es cuando se trata de juicios que anulan un matrimo­
nio, una legitimación o un reconocimiento, o admiten una
desaprobación, una investigación de paternidad o mater­
nidad o declaran una legitimación, etc.
(1) El nuevo art. 80 es prácticamente poco observado. Varias alcaldías ru­
rales lo ignoran todavía; otra se arreglan para declarar siempre que el difunto
estaba domiciliado en el lugar en que falleció, lo que les ahorra toda trasmisión.
Sobre lo que debiera ser el funcionamiento de ese artículo, v. Ed. Lévy, Lois Nou-
vellos, 1920, 1, pág. 74.
(2) V. nuestro Tratado, t. II, núm. 2'35.
(3) Gire. Min. Justicia, 11 mayo 1875, y sol. impl. art. 99, O. civ., al 2 (re­
dacción de la ley de 20 nov. 1919). La ley do 8 junio 1893, que prescribe que las
expediciones de actas levantadas en el extranjero, no san ya transcritas, sino so­
lamente conservadas (art. 47, C. civ.), impide solamente al ministerio tomar la
iniciativa do esa transcripción; pero los particulares quedan en libertad do hacer
que so efectúe, aun fuera de los casos del art. 171. V. Boisseau, op. cit., pág. 25 y s.
194 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Deben igualmente ser transcriptos (infra, iT 231 y s.),


puesto que suplen las actas del estado civil, los juicios que
reemplazan o completan los registros que se hubieran per­
dido o no hubiesen sido llevados (art. 46), los juicios o ex­
pedientes declarativos de nacimiento, de matrimonio o de
fallecimiento, previstos principalmente por los arts. 55,
90 y s., C., por el decreto de 3 de enero 1813, art. 19,
sobre las defunciones ocurridas en las minas, y por las le­
I yes de 3 dic. 1915 y de 25 junio 1919, relativas a los des­
aparecidos de la última guerra. Por último, deben serlo
también los juicios que anulan un acta del estado civil, los
cuales preven frecuentemente que su parte dispositiva
reemplazará dicha acta, o de los juicios que condenan a un
encargado del registro civil o a un particular por hechos
de los cuales resulta la omisión o la irregularidad de un acta
del estado civil (1) (V. principalmente art. 198).
Ya se ha visto la extensión adquirida hoy por esa prác­
tica de la transcripción. Tal vez se podría usar de ella to­
davía más (2).
188. Notas marginales.—Las menciones que la ley
prescribe que se hagan al margen de las actas del estado
civil tratan de completar el contenido con la indicación de
actos, hechos o juicios posteriores a la presentación de esas
actas y que conciernen a los mismos interesados.
Aseguran de ese modo un cierto lazo de unión: T, en­
tre las diferentes actas y sentencias comprendidas en un
mismo registro; 29, entre las actas y sentencias comprendi­
das en diferentes registros; 39, entre las actas del estado
civil y ciertas actas y sentencias que no figuran en los re­
gistros. Esos lazos de unión resultan todavía incómodos e
incompletos.
1’ Cuando una transcripción de acta o de sentencia
se hace en los registros en qzie se enenentra un acta que
aquélla competa a rectifica, no ofree toda su utilidad a

I
menos de que una nota al margen del acta primitiva, remi­
ta a la transcripción. Esta, hecha en la fecha en que el en-
(1) V. también sobre la transcripción do la rectificación administrativa de

i. actas do defunción levantadas durante la guerra, la ley de 18 abril 1918, arts. 4 y


s.; infrá, núm. 243.
(2) Se ha pedido especialmente la transcripción de actas de nacimiento en
el lugar de domicilio del padre y la madre (Ed. Lévy, De la transcription d'actes
et de jugements sur les registres d Vctat civil, págs. 11 y s.), la transcripción de las
sentencias do separación de cuerpos o bienes en los registros del lugar dol matrimo­
nio la de las actas do defunción en los registros del lugar d nacimiento. Parece
que en todos estos casos, las menciones al margen bastarían para suponerlas, desdo
luego, prácticamente posibles (v. el número siguiente).
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 195

cargado del registro civil recibe el acta o la sentencia que


ha hecho transcribir, puede realmente encontrarse muy le­
jos del acta primitiva.
Esa llamada se halla expresamente prevista en el ca­
so de la transcripción del divorcio» que debe ser mencio­
nada al margen del acta de matrimonio (art. 251, al. 2)? en
el de la transcripción de la adopción, que debe ser mencio­
nada al margen del acta de nacimiento (art. 367, in fine).
En el de los juicios rectificativos dados en cuanto al acta
principal, cuya transcripción debe ser mencionada al mar­
gen del acta que rectifican (art. 101 in fine). A pesar de
la ausencia del precepto expreso, esta regla debe ciertamen­
te hacerse general y alcanzar a las sentencias que rectifi­
can accesoriamente un acta de estado civil, haciendo valer
el acta principal en cuanto a una acción de estado o a una
persecución criminal; a las transcripciones de actas nota­
riales de reconocimiento de hijos naturales, que deben ser
anotados al margen del acta de nacimiento, y a las trans­
cripciones de sentencias que anulan actas del estado civil.
Igualmente, conviene anotar al margen de los regis­
tros, en la fecha en que les correspondieran, las actas omi­
tidas en esa fecha y que han sido, o transcriptas posterior­
mente, o reemplazadas más tarde por sentencias transcrip­
tas. En este punto, también, la ley es, no obstante, incom­
pleta: no se halla una disposición imperativa sino en la
ley de 20 de noviembre de 1919, que modifica el art. 92 (1),
tobre los juicios declarativos de defunción, y 55, sobre los
juicios declarativos de nacimiento. Hay que entregarse en
todo al celo de los encargadas del registro civil. ■

Se observará que la ley de 8 de junio de 1923, que mo­


difica la de 13 de julio de 1907, suprime la cuestión de la
transcripción de la sentencia limitando los poderes de la
mujer casada, que debe ser directamente hecha al margen
del acta de casamiento; igual observación respecto de la ley
de 18 de abril de 1918, sobre la rectificación administrati­
va de las actas de defunción de la guerra. I
2’ Otras notas marginales establecen lazos de unión
entre el acta que anotan y las actas de otros registros. El
casamiento se menciona al margen del acta de nacimiento
de los dos esposos (art. 76, C. civ., ley 17 agosto 1897). El
reconocimiento de un hijo natural (art. 62, al. 1, ley de 8
junio 1893), que puede ser extendida en cualquier lugar,
(1) V. sobre esta ley Ed. Lóvy, Lois Nouvcllcs, 1920, 1, pág. 74.
196 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

debe ser indicado al margen del acta de nacimiento que


completa; el art. 331, C. civ. (ley agosto 1897) da la mis­
ma regla para el matrimonio que legitime una prole ile­
gítima. Al margen del acta de nacimiento se halla, pues,
un bosquejo del expediente civil.
39 Finalmente, se imponen también al margen de las
actas de estado civil, notas que se refieran a sentencias
que no figuran en los registros del estado civil. Así, pues,
i al margen del acta de nacimiento de los hijos adoptivos de
la nación, se anota la decisión por la cual han sido adopta­
dos (ley de 27 julio 1917, art. 8), y al margen del acta de
matrimonio, la sentencia que retira a la mujer sus pode­
res sobre los bienes reservados (1), así como el acta de re­
conciliación de los esposos después de la separación de cuer­
pos (2) (art. 311, al. 4).
Esta organización está todavía muy lejos de asegurar
entre las actas del estado civil, la relación cómoda y com­
f ' -
pleta que resultaría de la constitución de un expediente
civil. Es incómoda, porque exige a los interesados la con­
- sulta sucesiva de actas que los remiten de unas a otras.
Así, pues, para saber si una persona está casada, hay que

consultar, después de su acta de nacimiento, el acta de ma­
fe i, ' trimonio a la cual remite: sólo ahí se verá si se menciona
algún divorcio. No es eso todo; esta^segunda consulta, no
proporcionará ni siquiera los medios de saber si el cónyuge
mencionado en el acta de matrimonio vive aún, puesto que
su fallecimiento no da lugar a ninguna nota, ni al mar­
gen de su acta de nacimiento, ni al margen del acta de ma­
trimonio.
En efecto, la organización de las notas marginales es­
tá muy lejos de ser completa. Se acaba de ver que el ac­
ra de defunción no se anota en ninguna parte (3). Lo mis­
mo ocurre con la separación de cuerpos o de bienes, que
podría ser anotada útilmente al margen del acta de ma­
U *■ trimonio. Sería igualmente útil anotar el nacimiento de los
(1) ▼. el comentario de la ley de 8 junio 1923, por Ed. Lóvy, Lois Nouvelles,
1923, 1, pág. 257.
(2) Esta última regla es además singular, puesto que la separación do cuer­
pos no se menciona en el estado civil; no so explica sino por una confusión del
legislador.
(3) Sobro la proposición de M. Charpentior tendiente a mencionar el acta
de defunción al margen del acta do nacimiento' v. J. Off. Doc. parí., Sonado 1924,
núm. 85. Pero sobre las dificultades do esta reforma, v. el informe do M. Gourju,
Doc’, parí., Senado, 1924, núm. 173. El Senado ha rechazado esta proposición, pero
la Cámara ha votado en 1924 una proposición de M. Pernois, que tiene el mismo
objeto.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 197

hijos; pero se verá que la multiplicación de las menciones


choca con obstáculos de hecho insuperables (núm. 190).
189. Remisión de las actas y sentencias para trans­
cribir y para anotar.—Como el Código no dice nada a este
respecto, la trasmisión de esas actas y sentencias estuvo
mucho tiempo abandonada al celo de los interesados. Re­
cientemente, una serie de disposiciones fragmentarias han
tratado de asegurar la sinceridad y la rapidez de la re­
misión.
1’ Si se trata de una sentencia, la ley cuenta o con el
procurador del demandante o con el Procurador de la Re­
pública. Al procurador judicial es al que el art. 252 C.
Civ. (ley de 26 junio 1919) encarga de comunicar, dentro de
un plazo de 15 días, al encargado del registro civil, el divor­
cio que se haya hecho definitivo. Es él, también, el que de­
be comunicar, la sentencia de adopción dentro de un plazo
de tres meses (art. 367, C. Civ., ley 19 junio 1923). En los
dos casos, un retraso le hace incurrir, en la reparacióií de
daños y perjuicios, en una multa de 100 francos. En cam­
bio, es al Procurador de la República al que el art. 101 (ley
de 20 de noviembre 1919), encarga de trasmitir al encargado
del registro civil y al escribano del juzgado los mandamien­
tos, sentencias y juicios y sentencias de rectificación, remi­
sión que debe ser “inmediata”. Es a él, también, al que la
ley de 27 julio 1917, art. 8, encarga de asegurar, en un plazo
de cuatro meses, la anotación de la sentencia de adopción
de los hijos adoptivos de la nación, al margen de su acta
de nacimiento. De hecho, las remisiones por el Juzgado
corren el riesgo de retrasarse tanto, que son los mismos pro­
curadores de los interesados los que toman frecuentemente
la iniciativa de entregar a los encargados del registro civil y
a los escribanos una certificación de la sentencia que hay
que transcribir.
La ley no organiza siquiera ni la remisión de las sen­
tencias de estado que ordenan incidentalmente una rectifi­
cación de actas del estado civil, ni la de los juicios decla­
rativos de nacimiento, de matrimonio o de defunción, ni la
de las sentencias criminales susceptibles de fungir como
actas del estado civil. Conviene, al parecer, aplicar aquí,
por analogía la regla del art. 101 concerniente a la resolu­
ción de rectificación propiamente dicha. En cuanto a las
sentencias que pronuncian la revocación de poderes a una
mujer casada, sobre sus bienes reservados, el art. 2 de la
ley de 1907, modificado por la de 1923, dice que la trans-
198 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cripción al margen debe ser hecha “a solicitud del marido


o del ministerio público”. La remisión no puede, pues, con­
siderarse como organizada. Lo mismo ocurre con la del
acta de reconciliación después de separación de cuerpos, so­
bre la cual la ley es más breve todavía. (Art. 311, al. 4).
29 Si es un acta de estado civil que debe ser objeto de
la remisión o de la anotación al margen, lo más sencillo es
exigir que la remisión sea hecha por el encargado que ha
levantado el acta. Es esto, en efecto, lo que preven los
textos:
a) Para las menciones al margen (art. 49, al. 3, ley
de 17 agosto 1S97) (1), el encargado que levanta un acta
o realiza una transcripción destinadas a ser anotadas en
otra fecha, o en otros lugares, realiza el mismo, si procede,
la anotación en sus propios registros, en un plazo de tres
días; en el mismo plazo avisa al Procurador de la Repú­
blica (a) de que depende. Este vela, sin que la ley le fije
plazo, porque la anotación se haga en el duplicado depo­
sitado en el archivo del juzgado y, si la ley lo exige, en los
registros de otros municipios.
b) En lo que concierne a las transcripciones de actas,
encontramos otro sistema: el art. 80 (ley 20 nov. 1919) or­
ganiza la remisión directa, de alcalde a alcalde, del acta de
defunción que hay que transcribir; esta remisión debe ser
Lecha en el plazo más breve.
La transmisión al encargado del registro civil de los
reconocimientos notariales de hijos naturales, se halla aún
abandonada al celo de las partes.
La falta de método de toda esta legislación fragmenta­
ria, es evidente.
190. ¿Cómo se efectúan las transcripciones y anota­
ciones al margen?—l9, la transcripción es una copia que
el encargado del registro civil o el escribano del juzgado
debe hacer en sus registros (2), del texto que se le remite.
Se le da un plazo de cinco días, bajo las penas del art. 50.
C. Civ., a partir de la notificación que él recibe, para la
transcripción del divorcio (art. 252, ley de 26 junio 1919) ;
la de las sentencias de adopción debe ser hecha “acto con­
tinuo’'’ (art. 367, al. 2, ley de 18 junio 1923), y la de los jui­
cios rectificativos “al instante” (art. 857, Pr. civ.) Estas
(1) Sobre esta ley, v. Lenoir, Lois Nouvclles, 1897, 1, págs. 405 y s.
(a) Fiscal do partido.—(N. del T.).
(2) Sería mucho más cómodo, como en Bélgica, tener un registro especial
para Jas transcripciones.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 199

reglas no son sancionadas sino por los daños y perjuicios


eventuales, y resultan, por cierto, nial observadas.
La transcripción, salvo para las sentencias previ-tas
por el art. 2 de la ley de 13 de julio 1907, se efectúa en el
cuerpo mismo de los registros, en su fecha; esta regla hace
muy incómodos los registros impresos, en que las fórmulas
de actas de nacimiento, de matrimonio y de defunción se
suceden sin blanco (suprá, núm. 184).
Si la transcripción se refiere a un acta del estado civil
recibida de otra parte, se copia íntegramente. Algunos en­
cargados del registro civil lo hacían también con las senten­
cias, lo que resultaba conforme con la letra de la ley, pero
sobrecargaban inútilmente los registros. Por eso» desde la
ley de 20 nov. 1919 (1), que modifica el art. 858, Pr. civ., la
transcripción no se refiere sino a la parte dispositiva de
las sentencias. Para que esa parte dispositiva se baste a
sí misma, la ley quiere que enuncie siempre los apellidos y
nombres de las partes, así como los lugares y las fechas
de las actas en cuyo margen deberá ser mencionada la trans­
cripción (2).
29 En cuanto a las notas marginales, salvo la excep­
ción de la ley 1907. deben limitarse a la simple indicación de
]a fecha, del lugar y de la naturaleza del acta a que se refie­
ren así como la indicación de las partes en el acta. Por muy
sencillamente que se redacten, llegan, por su número, a en­
torpecer y embrollar los registros en que se amontonan, has­
ta el punto que no se puede pensar en multiplicarlas (3).
Sin embargo, están todavía muy lejos, como se ha visto, de
proporcionar todas las comodidades deseables para las in­
vestigaciones en los registros.
Las menciones al margen y las transcripciones deben,
unas y otras, ser fechadas (4) y firmadas por el escribano
del juzgado o el encargado de registro civil.
(1) V. el comentario de esta ley por Ed. Lévy, Lois Nouvelles, 1920, 1, pág. 74.
(2) Falta mucho para que todas las sentencias observen esta disposición
(v. los ejemplos citados por La Lo 15 oct. 1924).
(3) V. las observaciones de M. Ed. Lévy, on la Soc. d’Etudes Isgislatives
Bull., 1912, pág. 223 y s. Se encontrará una lista do las notas marginales, ya hoy
incompleta, en la circular do l9 octubre 1S97, hecha en ejecución de la ley de 17
agosto 1897, que modifica el art. 49 y que da un buen número de indicaciones
prácticas. Otra, enumeración la da M. Ed. Lévy, en su tesis precitada, pág. 19. Se
reduce a los casos indicados en nuestro texto.
(4) El Juzgado so atiene a la focha. Lo cual le permite comprobar el tiem­
po que ha dejado pasar el encargado del registro civil antes do hacer la transmi­
sión. Ed. Lévy, tesis precitada, pág. 19.
200 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Sección II.—Redacción de las actas del estado civil.

§ 1. Actas recibidas en la forma ordinaria.

191. Personas que concurren a las actas.—Concurren


al acta, además del encargado del registro civil, las partes,
los declarantes y los testigos.
r La parte es la persona cuya acta establece o modi­
fica el estado. Las partes no se hallan presentes sino en
la confección del acta de matrimonio que exige la presen­
cia de los esposos, y en la del acta de reconocimiento de hi­
jo natural, que exige la presencia del autor del reconoci­
miento. Aun ésta puede hacerse representar por un pro­
curador o apoderado especial (art. 36). Lo mismo puede
hacerse en el matrimonio, no en cuanto a los esposos, cuya
presencia es de rigor, sino en cuanto a las personas que de­
ben autorizarlos.
29 Los declarantes son las personas que, en ausencia
de las partes, dan a conocer al encargado del registro civil
el hecho que hay que hacer constar. Se suelen utilizar en
las actas de nacimiento y de defunción. Toda persona pue­
de ser declarante; la ley no exige en ningún caso que sea
mayor de edad ni siquiera cuando se trata de un declaran­
te de una defunción, puesto que el art. 78 no le atribuye
ya el carácter de testigo desde la ley de 7 febrero 1924 (ín-
i,f i: Jra, núm. 215).
3’ Los testigos eran exigidos por el Código civil para
certificar al encargado del registro civil la identidad de
las partes o de los declarantes, confirmar la exactitud de
jas declaraciones hechas y comprobar la conformidad del
acta con estas declaraciones. La ley de 7 febrero 1924 ha su­
primido los testigos en las actas de nacimiento y de defun­
ción y no los ha mantenido sino en las actas de matrimo­
■; *
nio (1). La ley de l9 dic. 1924, que modifica el art. 93, ha
extendido la regla a las actas del estado civil levantadas en
el ejército. Esta supresión ha sido hecha para poner fin
al empleo de testigos profesionales que se tomaban en las
ciudades, en las proximidades de la alcaldía, y que por com­
placencia o mediante una pequeña suma, atestiguaban he­
chos de que ellos no tenían conocimiento.
(1) Esta ley ha sido extendida a las colonias francesas y países de protecto­
rado dependiente del ministerio de las colonias, por decreto de 21 marzo 1924.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 201

En las actas de matrimonio, toda persona mayor de


edad puede ser testigo, aunque sea pariente de las partes
(art. 37) (1). La antigua incapacidad de las mujeres ha
desaparecido desde la ley de 7 dic. 1897 (2).
192. Redacción, lectura y firma del acta.—El acta
se redacta por el encargado del registro civil que, inmedia-
ramente, da lectura de ella a las partes, declarantes y testi­
gos. Estos la firman con el encargado del registro civil (3).
Se debe hacer mención de la causa, por la cual uno de ellos
no puede firmar. Las llamadas y las tachaduras deben ser
aprobadas (art. 38, 39 y 42).
Prácticamente, la ley no se observa casi nunca, sobre
todo, en las declaraciones de nacimiento y de defunción.
El acta se levanta sin la presencia del encargado del regis­
tro civil, por un simple empleado, y en el campo, por el
secretario de la alcaldía. El encargado del registro civil
firma después, cuando viene a la alcaldía. Como su nom­
bre y su carácter figuran en el acta (4), esta práctica pue­
de dar lugar a grandes dificultades si llega a morirse el
encargado, sin haber aún firmado el acta que él declara
haber recibido. Esta irregularidad está muy lejos de ser
la única con que se tropieza. En las ciudades las notas pa­
ra el acta son frecuentemente recibidas en hojas sueltas;
se hace que las partes firmen en blanco en los registros y
no se redacta el acta hasta después de su partida. A veces
se redacta el acta a su presencia en uno solo de los registros
y se hace que firme en blanco el otro.
En lo que concierne a las actas de matrimonio, se no­
ta otra irregularidad. En las ciudades, se redactan por
indicaciones dadas por las partes y antes de que el matri­
monio sea celebrado. A pesar de las instrucciones del Tri­
bunal, esta práctica parece inevitable allí donde el número
de los matrimonios es importante (5).
A pesar de todo, es lamentable que nuestra ley man­
tenga, para la redacción de las actas del estado civil, una
(1) Las reglas son diferentes para los testigos do actas notariales, que de­
ben ser franceses y no ser parientes do las partes (L. 25 ventoso, año XI, arts.
9 y ii).
(2) Do acuerdo con la ley do 7 do dic. 1897, el marido y la mujer no pueden
ser testigos en la misma acta; pero la ley do 27 octubre 1919 ha suprimido esa pro­
hibición al derogar el al. 2 .del art. 37.
(3) V. Ed. Lévy, Actes de l’état civil, témoins des actes de naissance et de
déces, en el Hocueil général des loi-s, décrcts et arréts, 192'4, pág. 41; Comm entaire
de la loi du 7 février 1954, Lois Nouvoliles, 1924, pág. 304.
(4) Aunque al fin solamente, en las fórmulas quo datan de 1913.
(5) Ed. Lévy, L’Age d’une auvergnate, pág. 70.

!'
202 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

reglamentación que, como se ve, no es más que aparente.


La situación es tanto más paradógica, cuanto que hay que
recurrir a la denuncia por falsedades para demostrar que
el encargado del registro civil no ha observado la ley (1).
Por otra parte, esta inobservancia, casi necesaria, tiene el
inconveniente de comprometer muy injustamente la respon­
sabilidad de los encargados del registro civil.
La ley no señala lugar para la redacción del acta; pe­
I ro como los registros deben permanecer en la alcaldía, en
ésta es donde son evidentemente extendidas esas actas. Sin
embargo, la regla hace una excepción para los casos de los
matrimonios in extremis (art. 75 mod. la ley de 9 agosto
1919). Además, es de uso, en algunas alcaldías de París,
¿levar en determinados días los libros registros de nacimien­
tos a los hospitales y clínicas de maternidad, lo que aumen­
ta considerablemente el número de los reconocimientos ma­
ternos de hijos naturales (2).
Muchos documentos (poderes, expedientes, etc.) deben
unirse a las actas del estado civil, en virtud de diferentes
preceptos que lo imponen. Como no se puede unirlos ma-
íerialíñente, se hacen legajos que se depositan inmediata-
mente en el archivo del juzgado, con el duplicado (v.
art. 44).
193. Contenido general de las actas del estado civil.
—Además de las reglas que conciernen al contenido respec­
tivo de las actas del estado civil, según su naturaleza, exis­
ten algunas disposiciones generales
Toda acta del estado civil enuncia el año, el día y la ho­
ra en que es extendida, los apellidos y nombres del encar­
gado del estado civil, los apellidos y nombres, profesión y
domicilio de todos los que son nombrados en ella. Indica
además, por el número de años, la edad de los declarantes
y menciona que los testigos son mayores de edad (3) (art.
= ■
34 m xl. ley 28 oct. 1922). Todas las fechas deben figurar
- (1) El formulario de 1913 se ha esforzado por atenuar esa paradoja. El al­
calde no aparece ya a la cabeza del acta como habiendo recibido por sí mismo las
declaraciones de las partes, sino solamente al pie, como firmante con éstas. Eso
basta para hacer que todos los alcaldes de Francia cometan innumerables falseda­
des- y además, esas fórmulas, más de acuerdo con las necesidades prácticas, res­
ponden muy mal a las exigencias legales. La ley, más aun que las fórmulas, es lo
que habría que modificar.
(2) V. Ed. Lévy, Bull. Soc. Etudes Legislativos, 1919, pág. 30; La Lot, 11
mayo 1919; Lois Nouv ellos, 1923, 1, pág. 35
(3) Sobre las modificaciones hechas, sobre estos puntos, a la legislación ante­
rior v Ed Lévy, Comentario de la ley de 28 octubre 1922, Lois Nouvclles, 19-3,
1 pág.' 34. Desdo la ley de 7 febrero 1924, la indicación relativa a los testigos no
tiene ya lugar sino en el acta de matrimonio.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 203

en sus letras y nada debe ser escrito en abreviatura (ar­


tículo 42).
El acta debe limitarse cuidadosamente a las indicacio­
nes exigidas por la ley (art. 35) (1). No obstante, hay to­
lerancia respecto de esta regla. Por una parte, se comple­
ta el acta por ciertas indicaciones necesarias para la prue­
ba de su regularidad, como el carácter de alcalde, de adjun­
to, de concejal delegado por el alcalde o que reemplaza al
alcalde impedido, como encargado del registro civil. Por
otra parte, se hace figurar en el acta ciertos caracteres ho­
noríficos de las personas nombradas en ella.
Estas personas tienen, desde luego, el derecho de ha­
cer constar sus títulos nobiliarios (2) (suprá, 136), lo que
es natural, puesto que esos títulos son el accesorio del nom­
bre. Una Circular ministerial de 19 junio 1858 prescribe
no obstante, a los encargados del registro civil que se ase­
guren antes de inscribir el título, del derecho del interesa­
do, lo que se hace prácticamente por el examen de actas
del estado civil anteriores. Pero esta comprobación no pue­
de ser una obligación para el encargado del registro civil,
cuya misión no es comprobar, sino inscribir las declara­
ciones que se le hacen. Comprometería, pues, su respon­
sabilidad negándose indebidamente a inscribir un título, pe­ i
ro no la compromete al inscribir» a indicación de las par­
tes y sin mala fe, un título indebido (supra, 180).
Por otra parte, circulares de 3 mayo 1807, 7 abril 1904
y 16 mayo 1916, prescriben, respectivamente, la inscrip­
ción en las actas de las cualidades de Caballero de la Le­ !
gión de Honor, condecorado con la medalla militar y con­
decorado con la cruz de guerra. Finalmente, la última de
esas circulares consagra implícitamente la práctica que
permite a los encargados del registro civil mencionar, in­
dependientemente de la profesión propiamente dicha, los
títulos científicos y literarios y las funciones electivas de
que se hallan investidos los comparecientes. No obstante,
la omisión de esos títulos y funciones no puede ciertamen­
te dar lugar a la rectificación de un acta que no resulta,
por ella, tachada de irregularidad. Otra cosa sería la omi-
(1) Así, pues, el neta no debo indicar la nacionalidad do las personas que
so mencionan en ella: Tr. La Rochello, 24 junio 1913, en Poitiers, 14 junio 1914,
D. 1916. 2. 1. i
(2) Aunque, por un desconocimiento muy grande de la competencia adminis­
trativa y do la misión jurídica do los alcaldes, la pretcnsión do la Administración
sea la do hacerles quo exijan a loe comparecientes actas regulares de comprobación
204 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sión de un título nobiliario, sin el cual el nombre no resul­


taría completo.’
Se observará también que cuando el encargado del re­
gistro civil ha hecho figurar en el acta menciones inútiles,
poro con las cuales no se ocasiona perjuicio a nadie, no in­
curre por eso en responsabilidad apreciable, puesto que
nadie se preocupa generalmente de hacer que se rectifique
el acta. En cambio este encargado sería civilmente respon­
sable de los perjuicios ocasionados por menciones, no sola­
mente inútiles, sino perjudiciales a ciertos intereses.
Un formulario general, destinado, a servir de guía a los
redactores de actas del estado civil, ha sido publicado por
el Ministerio de Justicia, en 1913. Las fórmulas que con­
tiene no tienen nada de obligatorias. (Circular de 10 de
enero de 1913). Ha sido objeto de ediciones sucesivas (úl­
tima edición, 1924).

§ 2. Actas clel estado civil recibidas en circunstancias


especiales.

194. Actas levantadas en el extranjero en las formas


de la ley local (1).—El francés que, hallándose en el ex­
tranjero, tenga que levantar un acta de estado civil, puede
escoger entre dos procedimientos que, además, se aplican
igualmente al extranjero que tenga que obtener un acta en
Francia (2).
El art. 47, que pone en juego la regla Locas regit ac-
ium, permite emplear las formas en uso en el país en que
se encuentre el interesado. Así, pues, en los países en gue
las actas son extendidas por el clero, el francés puede con­
formarse con recurrir a los Ministros del culto (3).
El francés, si se ha apartado de esas formalidades, no
puede probar en Francia un hecho del estado civil por un
(1) V. Duguit, Des conflits de législation relatifs a la fo'fime des actes ci-
vils Burdeos, 1882; Pillet, Traite pratique de droit int. privé, II, núms. 795 y s.
’ (2) París, 3 marzo, 1898, D. 98. 2‘. 120.
(3) Sobre la prueba del nacimiento y de la filiación por el acta de bautismo
v. Req. 13 junio 1865, D. 65. 1. 409; y sobre la del matrimonio por el acta levan­
tada por el ministro del culto: Aix, 20 marzo 1862, D. 63. 2. 48, S. 62. 2. 387; Bru­
selas 26 nov. 1875, D. 76. 2. 129; Burdeos, 21 dic. 1886, D. 87. 2. 163, Clunct,
1887* pág. 600. Con mayor razón, la ley local se aplica cuando da, para la redac­
ción’del acta, plazos más largos que la ley francesa. Sin embargo, un acta do
bautismo pierde parto do su fuerza probante si es lavantada más do un año des­
pués del nacimiento: Pau, 19 febrero 1873, D. Jur. Gén., Sup. v. Actes de l’état civil,
núm. 88 S. 73. 2. 85, o si el lugar del nacimiento es desconocido: Marsella, 19 febre­
ro 1910,’ Clunet, 1910, pág. 873.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 205

acta de notoriedad o por testigos (1). Su único recurso


(infrá, núm. 235), y solamente en el caso de que el acta haya
sido omitida, es el hacerla restablecer por medio de un jui­
cio declarativo (2). Si lo que produce es un acta extran­
jera, le incumbe probar la competencia del encargado que
la ha levantado. Se exigía antes, para eso, la legalización
del acta por el Cónsul de Francia en el país de origen; hoy
basta con la legalización del cónsul que representa a ese país
en Francia. El acta presentada en Francia debe ser visada
para el pago del timbre.
Para facilitar el uso en Francia de actas levantadas
en el extranjero, las partes pueden, o hacer que sean trans­
criptas en los registros franceses del estado civil (suprd,
núm. 187), o depositarlas en el ministerio de asuntos ex­
tranjeros. La transcripción debe ser hecha en el domicilio
de origel den francés a que se refiere el acta o, en su defecto,
en la alcaldía del 1er. distrito de París (ley 10 agosto 1917).
Antiguamente, se hacía a menudo de oficio, conforme a una
circular del 11 mayo 1875. Efectivamente, un gran núme­
ro de países (3) han firmado con Francia convenciones que
aseguran el cambio de actas del estado civil que conciernen
a sus nacionales respectivos (4).
195. Actas recibidas en el extranjero por los agen­
tes diplomáticos y consulares.—El francés en el extranje­ i
ro puede también dirigirse para los actos de estado civil,
a los agentes diplomáticos y a los cónsules franceses que se
mantienen en cada lugar (art. 48). Estos se igualan en­
tonces a los encargados del registro civil del territorio
francés, con los mismos deberes y la misma responsabili­
dad (5). Uno de los duplicados de los registros se remite
a fines de cada ano, al Ministerio de Asuntos extranjeros
------------ - •
(1) Req., 27 dic. 1837, S. 38. 1. 545; Req., 9 julio 1873, D. Jur. Gén., Sup.
v. Ades de l’état civil, núm. 85, S. 73. 1. 405; Burdeos, 26 marzo 1878, D. 80. 2. 144,
S. 78. 2. 204.
(2) V. principalmente, Tr. Reims, 2 enero 1914, v Tr. Saint-Malo, 13 febre­ I
ro 1914, informadas por Boiseoau: Des jugemewts tendant a établir, reconstituer,
rectificr ou annulcr des actes de Vétat civil, tesis, París, 1914, págs. 55 y 70. Comp.
Tolosa, 20 febrero 1913, D. 1913. 2. 202.
(3) V. la lista do esos países: Pillet, Traité pratique, II, núm. 800; Surville
y Arthuys, Cpurs élévien-tairc de Droit intern. privé, núm. 283 y nota.
(4) Esas actas eran transmitidas al encargado del registro civil competente,
por medio de certificaciones dispensadas del timbre (Dccis. min. de 20 enero 1879),
por mediación del Ministro de Asuntos extranjeros, del Ministro del interior y de
los prefectos y sub-prefectos. Pero la ley de 8 junio 1S93 ha sustituido esta trans­
cripción do oficio de actas extranjeras, por su simple depósito en el Ministerio de
Asuntos extranjeros (art. 47). So pueden obtener del Ministerio certificaciones de
las actas así depositadas.
(5) Tr. Conflits, 25 marzo 1912, D. 1912. 3. 1, nota Mórignhac.
206 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

tpie asegura su custodia y puede expedir certificaciones.


Además, la circular de 11 mayo 1875 que, en este caso, pa­
rece que sigue en vigor, prescribe la remisión inmediata,
por parte de nuestros cónsules y agentes diplomáticos, de
una certificación del acta que acaban de extender, al Mi­
nisterio de asuntos extranjeros. Esta certificación se des­
tina a que llegue, por mediación del Ministro del Interior
y de los prefectos y sub-prefectos, a la alcaldía del muni­
1
cipio en que se halla domiciliado el francés a quien concier­
ne ; y el alcalde la transcribirá en sus registros.
Los cónsules y agentes diplomáticos franceses no pue­
den extender actas cuando una de las partes sea extranje­
ra, salvo, no obstante, el acta de matrimonio de un francés
y de una extranjera, que se convierte en francesa por su
matrimonio. El art. 48, cuyos términos se aclaran por una
relación con los del art. 47, restringe, en efecto, rigurosa­
mente su competencia a los franceses (1).
198. Actas de estado civil extendidas en alta mar (2).
—Cuando los nacimientos o las defunciones se producen
- en un barco francés que no puede comunicar en ese mo­
mento con algún puerto en que hubiese un encargado del

II registro civil francés (alcalde, o delegado de éste; cónsul


o agente diplomático), los art. 59 y s. y 86 y s., modifica­
dos por una ley de 8 de junio de 1893, otorgan las funciones
de encargado del registro civil al capitán, dueños o patrón o
al que desempeña sus funciones, sobre los barcos de comer­
I ■ cio o de pesca; al comisario de marina o, en su defecto, al
comandante, en los buques del Estado.
p
Ik El acta se inscribe entonces a continuación del rol de
]a tripulación (art. 59), que sólo funge de registro del es­
tado civil provisional. Efectivamente, el oficial encarga­
do que corresponda, deposita en el primer puerto situado
en Francia o en el que haya un consulado francés, dos cer­
tificaciones de esta acta. Una se queda en el Consulado o
en la oficina de Inscripción marítima del puerto, en donde
se podrán obtener certificaciones; la otra se expide, j)or
el Cónsul o ]a administración de la Inscripción marítima,
al Ministro de Marina que la remite al alcalde del último
domicilio de la persona muerta o de los padres del niño na­
cí) V principalmente Civ., 10 agosto 1819, D. Jvr. Gén., v. Acto de l’état
civil, núm. 355, S. citrón. París, 6 abril 1869, D. 72. 2. 216, S. 70. 2. I7S. Aubry y
Rau, I, § 66; Baudry-Lacaaitinerie y Houques-Foureade, II, núm. 879. V. nuestro
Tratado, t. II, núm. 237.
(2) Wilhelm y Trayer, Des actos de l’état civil recur en mer.

ACTAS DEL ESTADO CIVIL 207

ciclo a bordo; esta certificación debe ser transcripta en los


registro del estado civil del municipio. Si el último domi­
cilio es desconocido, se envía para ser transcripta a la alcal­
día del ler. distrito do París (ley de 10 de agosto de 1917).
Al margen del original que figura a continuación del rol de
tripulantes, se hace mención, por parte del Cónsul o el ad­
ministrador, de los depósitos y envíos hechos. Por último
y para mayor seguridad, el art. 61 ordena que una tercera
certificación sea depositada, en el puerto de destino a la
llegada del barco» para que sea, también, trasmitida al
encargado del registro civil del domicilio de la persona a
que corresponda.
197. Actas del estado civil levantadas en el ejército
(1).—¿os arts. 93 y s., modificados por las leyes de 8 de ju­
nio 1893, 28 feb. y 20 dic. 1922 y 11 dic. 1924, confieren, en
una serie de casos, a los militares las funciones de encarga­
do del registro civil.
1’ Asi es, ante todo, fuera de Francia, cuando se tra­
ta de actas que conciernen a los ‘militares comprendidos en
las movilizaciones militares, cuarteles generales y estados
mayores, prisiones militares y en los hospitales militares»
marítimos y coloniales. Se consideran igualmente a los mi­
litares que se hallan prestando servicios en las Colonias.
2’ Las autoridades militares pueden también, fuera
de Francia, encargarse del registro civil, aun para los no
militares, cuando éstos si son franceses, se encuentran en
una localidad ocupada, o les es imposible hacer que sean
extendidas sus actas por autoridades locales o los represen­
tantes diplomáticos y consulares franceses.
3’ Por último, en Francia, las autoridades militares
no tienen competencia sino en el caso de movilización y de
sitio y a condición de que la guerra haya desorganizado el
servicio municipal. Esta competencia se extiende entonces
a todas las actas, incluso las que se relacionen con civiles o
con extranjeros. Estas reglas se aplican a las actas de naci­
miento» de defunción, de reconocimiento de hijos naturales
(art. 98), de adopción (art. 361, ley 19 junio 1923) y final­
mente, de matrimonio, siempre que los dos cónyuges sean
franceses y que uno de ellos, por lo menos, se encuentre en
las condiciones que acaban de ser descriptas (art. 93 y 97).
(1) Julioti, Actes de Vétat civil des militaires, Rev. trim., 1915, pág. 53;
Conduzorgucs, La législation de guerre relative aux actes de décés des militaires,
tesis, Montpellier, 1921.
208 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Se lleva un registro simple en cada cuerpo de tropa o


formación de guerra movilizada, en cada cuartel general
o estado mayor, en cada prebostazgo, en cada hospital y
en cada xuiidad que opere aisladamente en las colonias o en
ultramar (art. 95) (1). Los oficiales encargados de recibir
las actas son designados por el art. 93 (2); y los registros
son numerados y rubricados por los oficiales generales o
superiores enumerados por el art. 96.
Los registros se cierran lo más tarde, o sea el día en
que los ejércitos pasan al estado de pie de paz» o que se le­
vanta el estado de sitio, y son enviados inmediatamente al
Ministerio de la Guerra o de la Marina, que los deposita en
sus archivos. Se puede acudir a ese ministerio para obte­
ner certificaciones (art. 95 in fine).
El acta pasa después a los registros ordinarios (art.
94). Las actas de nacimiento son transcriptas en los regis­
tros del domicilio del padre, las de matrimonio en los del
domicilio del marido, las de defunción en los del domicilio
del difunto. Si ésos domicilios son desconocidos, se trans­
criben en la alcaldía del 1er. distrito de París. Las actas
de reconocimiento de hijos naturales son transcriptas en los
registros que contengan su acta de nacimiento (art. 98).
La transcripción se efectúa por medio de una certifi­
cación de cada acta transmitida, tan pronto como sea posi­
ble por el oficial que la ha recibido al Ministro de la Gue­
rra o al de la Marina, y por éste al encargado del registro
civil a que corresponda.
198. Actas del estado civil extendidas en épocas de
trastornos y de guerra.—Ha sucedido varias veces que, a
consecuencia de trastornos o de guerra, la marcha regular
de las oficinas del estado civil ha resultado interrumpida
en algunas partes del territorio francés. Se verá cómo la
constitución de registros ha podido ser organizada poste­
riormente (jnfrá, núm. 244 y s.) ; aunque en muchos casos,
esos registros han continuado siendo llevados por personas
que desempeñaban la función de .encargado del registro ci­
vil, sin tener atribuciones para ello, y el legislador ha tenido
(1) Esto registro recibe las actas que conciernen a los militares dependien­
(1)
tes de la formación, a la cual se halla afectado, así como las actas relativas a los
aislados, civiles o militares, que se hallen en la vecindad inmediata de esa for­
mación.
(2) Están en primera línea los que la organización militar nombra especial­
mente para los registros: oficiales pagadores de los cuerpos, funcionarios de la
Intendencia en los Estados mayores, administradores de los hospitales... En su
defecto, el acta es recibida por el oficial que manda la Mformación.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 209

que intervenir entonces para convalidar esas actas. Así lo


ha hecho, por la ley de 6 enero de 1872, para las actas le­
vantadas, después de la Revolución del 4 de septiembre de
1870, por la municipalidades de buena voluntad que se
habían establecido irregularmente en lugar de las munici­
palidades del Imperio, dondequiera que estas últimas ha­
bían cesado en sus funciones. Esas actas no podrán ser
anuladas, dice la ley (art. 1), ‘‘por virtud del solo defecto
de cualidad de las personas que las han recibido”. El texto
no pone más que una condición para su validez: esas perso­
nas deben haber tenido, en el momento del acta» el ejercicio
público de las funciones municipales de encargado del re­
gistro civil, “con cualquier título que sea”.
Esa es exactamente la fórmula que reproduce la ley
de 28 febrero 1922, art. 4, para las actas levantadas entre
el 2 de agosto 1914 y el 22 febrero 1922 (1).
En cambio, la ley de 19 de julio 1871 se negó a mantener
las actas levantadas durante la Commime de 1871, en el de­
partamento del Sena, por las municipalidades de la insu­
rrección. No queriendo reconocer éstas, solamente previo
que las actas así levantadas serían reconstituidas en regis­
tros especiales.

Sección III.—Utilización de las actas del estado civil.

§ 1. Publicidad de las actas del estado civil.

199. Publicidad por medio de extractos.—Los regis­


tros del estado civil, hechos para informar al público, es-
ran a la disposición de todo el mundo. Pero la comunica­
ción, posible fuente de desorden, puede ser negada (2). Só­
lo por medio de una. copia, un extracto o un boletín, sacados
de esas actas, podrá el solicitante conocer su contenido.
Esos documentos les serán expedidos tomándolos de uno
de los duplicados, o por el escribano del juzgado, o por el
encargado del registro civil, y reproducen, o las actas le­
vantadas en los registros, o las actas o sentencias transcrip­
tas en los mismos. Son de tres clases:
1’ Las copias reproducen íntegramente el acta a que
se refieren con las menciones al .margen. No son necesarias
(1) Esta ley se aplica no solamente a las regiones invadidas, sino a toda
Francia. En todos los municipios, efectivamente, la movilización so ha llevado una
parto y a veces la totalidad del Consejo municipal.
(2) Burdeos, 30 agosto 1880, D. Jur. Gén., Snp. v. Actos de Vétat <ñvü
aúm. 31. *
210 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sino muy raramente y devengan los mismos derechos de


timbre y de archivo que los extractos.
29 Los extractos difieren de las copias en que no com­
prenden las indicaciones relativas a los testigos, ni las in­
dicaciones que las actas del estado civil daban frecuente­
mente, antes del formulario de 1913, sobre los documentos
anexos. La ley de l9 de marzo de 1918 previo esos extrac­
tos para las demandas de pensión; la ley de 9 de agosto de
J 1919 los ha generalizado (art. 45 O. civ.) (1).
Copias y extractos deben en principio ser hechos en
papel timbrado (2), salvo un número bastante grande de
derogaciones resultantes de favores legales enumerados en
una circular ministerial de T de junio 1913, pero cuyo nú­
mero ha aumentado aún después (3). Ningún derecho de
registro se exige (ley de 22 frimario, año VII, 3. 89).
Derechos de expedición, variables según las actas, son
fijados uniformemente para Francia por la ley de 18 dic.
1922 (4). Se preveen también en ella algunas exenciones.
39 Por último, las alcaldías y los juzgados expiden
gratuitamente, sobre papel sin timbre, simples boletines
que refieren las indicaciones esenciales de las actas, de
matrimonio y de defunción, con las notas marginales. Nin­
guna fuerza probatoria se reconoce a estos boletines, pero,
prácticamente, la administración y hasta los tribunales, se
conforman con ellos en muchos casos. En cuanto a las per­
sonas que desean simplemente ser informadas, lo son por
medio de esto boletines casi tan bien como pueden serlo
por los extractos.
Para hacerse expedir un extracto o un boletín, es pre­
ciso conocer la existencia, la fecha y el lugar donde se ha
levantado el acta de que se trata. Los particulares, a los
cuales se les encierra el acceso directo a los registros, pue­
den encontrar dificultades para procurarse esas informa­
ciones. Se admite, por lo tanto, que las tablas decenales
deben ser puestas a su disposición y que el escribano del
juzgado (pero no el alcalde), debe estar presto a las inves­
I tigaciones que ellos deseen (5).
(1) No hay que confundir esos extractos del art. 45 que contienen todas las
menciones interesantes del acta, con los del art. 57 (ley 30 nov. 1906) quo omiten
voluntariamente una parte. .
(2) Se hacen sobre un papel timbrado especial (Decreto do 6 mayo
(3) V. principalmente, ley de 7 agosto 1913, art. 48; loy 27 julio 1917 (hijos
adoptivos de la nación), art. 31, etc. .. -p,
(4) Sobro les motivos do esta ley y sus dificultades de aplicación, v. Kú.
Lévy Comentario publicado en el Rccueil général des lois, décréts et arrétés, 193d,
pág 5. La tarifa debo ser fijada en las alcaldías y juzgados.
(5) Burdeos, 30 agosto 1880, precitada.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 211

Se ha disuadido a los notarios de que expidan certi­


ficaciones de las actas del estado civil cuya copia hubiera
sido depositada en su estudio. Además, esa notificación
no puede tener la fuerza probatoria de los extractos expe­
didos por la alcaldía o el juzgado (1).
200. Restricciones a la publicidad del estado civil.—
Estas restricciones protegen a los hijos naturales, que pu­
dieran sentirse humillados al ver que su acta de nacimien­
to revela la irregularidad de su origen (la ley de 30 no­
viembre de 1906), que modifica el art. 57 del C. civ., se lia
esforzado por evitarles ese peligro (2).
Sólo pueden obtener copia entera del acta de naci­
miento o el extracto casi completo del art. 45; l9 el Procu­
rador de la República; 29 el hijo inscripto; 3V sus ascendien­
tes y descendientes; 4’ su tutor o representante legal. To­
das las demás personas que quisieran una certificación com­
pleta deben dirigirse por escrito al juez de paz, quien, pre­
via la justificación de un interés legítimo, les expidirá a
ese efecto una autorización sin gastos.
En ausencia de esa autorización, no se les proporcio­
nará sino un extracto incompleto, que indique solamente:
1’ el año, la hora, el día, y el lugar del nacimiento; 2’ el sexo
del niño; 3’ los nombres que le han sido dados; 4* los ape­
llidos, nombres, profesiones y domicilio de su padre y su
madre.
Así pues, esos extractos, aun después de la ley de 1906,
informan siempre a los indiscretos que tales hijos eran “de
padre y de madre desconocidos.” Por una ley de 22 de
junio de 1922 (3) se ha intentado atenuar ese peligro al de­
cidir que se pasará sencillamente en silencio a los padres
desconocidos en las actas de nacimiento. Por otra parte,
una ley de 30 de dic. de 1915, art. 6, temiendo que el origen
ilegítimo de un hijo pueda resaltar por su acta de legitima­
ción, ha ordenado que la certificación de esta última acta
no sea expedida con la del matrimonio sino a las personas
designadas por el art. 57 modificado. Por último, yendo
más lejos aún, la ley de l9 junio 1922, que modifica el art.
333, ha decidido que la certificación del acta de naeimien-
(1) Gire, ministerial de 23 mayo 1862. En consecuencia, esas certificaciones
no pueden ser admitidas en apoyo do demandas judiciales o de actos oficiales. Se
deben tratar lo mismo las certificaciones que algunos encargados del registro civil
expiden de las actas que lo han sido remitidas en apoyo de un casamiento.
(2) Sobro la preparación de esta ley (Ley Peret), v. la discusión en la Socie­
dad de Estudios Legislativos, Bull., 1914, págs. 2'11 y 382, con el informe de M. A.
Colín. Añádase circular dé 31 dic. 1906, Lois Nouvellcs, 1907, 3. 67; Cluzel, Co­
mentario, Lois Nouvellcs, 1907, pág. 257; Lorin de Rniro, tesis, Dijón, 1906.
(3) V. comentario de Ed. Lóvy, Xoís NowteUes, 1923, 1. 1.
212 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

to del hijo legitimado será redactada, del mismo modo que


la del acta del hijo legítimo, con la mención de esposos
respecto del padre y la madre. Da, por lo tanto, al deposi­
tario del registro, la orden de expedir una certificación no
conforme con el acta.
Con todas sus excelentes intenciones, esta legislación
está condenada a faltar a su objeto, directamente contrario
a la razón de ser de los registros del estado civil. Los ter­
ceros tienen el más grande interés, desde el punto de vista
de la representación legal de los hijos naturales menores,
de los derechos de sucesión de éstos y de su reserva, por
ejemplo, en conocer el estado civil de esos hijos. Realmen­
te, también, antes del matrimonio de un hijo natural, la
familia en la cual entra, tiene necesidad de ser informada
de su filiación, y, la organización del estado civil no tiene
otro objeto que el de hacer fáciles esas informaciones.
Igualmente, las medidas adoptadas, molestas para los
hijos legítimos, no impiden de ningún modo a la maligni­
dad pública el estar siempre atenta al origen de los demás.
En primen,término, los alcaldes se conforman, para expe­
dir extractos completos con una simple afirmación de pa­
rentesco entre el solicitante y el hijo interesado; exigir las
pruebas de ese parentesco equivaldría para ellos a una
fuente de complicaciones molestas. Además, la ley no pue­
de impedir que la omisión del nombre de uno de los padres,
en el extracto del art. 56, revele el origen del hijo, siempre
que éste no haya sido reconocido a la vez por su padre y
por su madre. Por otra parte, en el caso de que haya sido
reconocido en un acta que no sea el acta de nacimiento, no
prohíbe la expedición a terceros de la más reveladora de
todas las actas, la de reconocimiento. Por último, los ter­
ceros que duden del origen de un hijo, tienen un medio
sencillo de obligarle a revelarlo; considerándole ilegítimo
hasta que haya exhibido la certificación de su acta de na­
cimiento. Observemos, además, que la designación de los
arts. 57 y 333 es difícilmente conciliable con la del Art. 857
pr. civ., que ordena que el encargado del registro civil no
puede realizar por sí mismo ningún cambio en las actas
de sus registros; y que la ley de 1916 alcanza los resultados
más singulares, cuando el hijo es designado en su acta de
nacimiento por otro nombre que el de sus padres le han
dado más tarde al reconocerle (1).
(1) Sobre todos estos puntos, v. el estudio de M. Ed. L6vy, Gas. Trib., 20-21
enero 1922.

i
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 213

• § 2. Fuerza probatoria de las actas del estado civil /

201. Copias y extractos como medios de prueba.—


Contrariamente a la regla general (art. 1334), las copias
y extractos de los registros producen la misma fe pública
que los propios registros (art. 45). Es imposible aportar
los libros registros con ocasión de cada discusión. No obs­
tante, si un tribunal tuviera razones serias para dudar de
la sinceridad de un extracto, por ejemplo, al comprobar
su desacuerdo con otro, podría ordenar una comprobación
directa de los registros depositados en su archivo o una
comprobación, por medio de un exhorto, de los registros
que estuvieren en otros lugares. Una ordenanza de 18 de
agosto de 1819, preve incluso la conducción al juzgado, con
objeto de comprobación, de los libros registros que estén
en operaciones» en cuyo caso los alcaldes deben procurarse
inmediatamente otros nuevos libros.
Para que estén revestidos de fuerza probatoria, las co­
pias y extractos deben llevar con todas sus letras, la fe­
cha de su expedición y estar certificados conformes con el
registro, por el encargado del mismo o el escribano del juz­
gado, que los firma y les pone el sollo de su administración
(art. 45). Antes de la ley de 9 de agosto de 1919, la firma
del alcalde o del escribano del juzgado debía ser legaliza­
da, además, por el presidente del tribunal o más sencilla­
mente, tratándose de los alcaldes, por el juez de paz del
cantón. Esta formalidad, prácticamente inútil, no se man­
tiene hoy más que para las actas que hay que exhibir ante
las autoridades extranjeras y salvo convenciones interna­
cionales que establezcan lo contrario.
Las copias y extractos de las actas del estado civil ex­
tranjeras tienen en Francia la misma fuerza que les da a la
ley del lugar en que han sido levantadas.
202. Extremos de las actas que hacen fe hasta su im­
pugnación de falsedad.—Extendidos por encargados pú­
blicos que actúan en el ejercicio de sus funciones, las actas
del estado civil son documentos auténticos (art. 1317). Por
lo tanto hacen fe hasta su declaración de falsedad. Pero,
según la regla general, esa fuerza probatoria no se refiere
más que a los hechos que el encargado declara haber
visto, oído, comprobado o realizado, conformemente a su
misión (1). No se refiere» «n modo alguno, a la repro-
(1) Sobre las vacilaciones de mía antigua doctrina en establecer esa distin­
ción, véase Planiol, Traité élémcntaire, I, núm. 519.
P. y R.
T. •>.
214 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ducción de las declaraciones recibidas por él de simples


particulares, aunque éstos incurran ciertamente, en caso
de mala fe, en las penas por falsedad en documentos pú­
blicos.
Se halla, pues, establecido, que hasta su impugnación
de falsedad, al menos si el acta lo indica, que el encargado
del registro civil ha recibido personalmente, en la fecha y
en el lugar mencionados, a los comparecientes cuyos nom­
bres da, los cuales le han hecho exactamente las declara­
ciones que él ha consignado en el acta, declaraciones de las
cuales le ha dado lectura, después de lo cual ha firmado
con ellos. Además, en las netas de nacimiento anteriores
a la ley de 20 noviembre de 1919, ese encargado debía ha­
cer constar que un niño de sexo determinado le había sido
presentad^ (art. 55). En las actas de matrimonio prueba
también el cumplimiento regular de las formas del matri­
monio (1). En las actas de defunción, la ley parece impo­
nerle que haga constar que él se ha trasladado cerca de la
persona fallecida (art. 77). Así pues la suerte quiere que
las menciones del acta que hagan fe hasta su impugnación
de falsedad,-sean precisamente las que, en su conjunto son
casi todas falsas al menos, en lo que respecta a las actas
de nacimiento y de defunción (2).
203. Extremos que hacen fe hasta prueba en contra­
rio.—Todos los demás extremos de las actas del estado ci’
vil gozan de fe pública únicamente hasta prueba en con­
trario. Así ocurre con la identidad (3) de las partes, de­
clarantes y testigos, y -con los apellidos, nombres, edad, pro­
fesión y domicilio que sirven para fijar esa identidad (4) ;
con la fecha y el lugar del nacimiento y defunción, que se
han declarado al encargado del registro civil (5). En cuanto
al vínculo de filiación establecido por el acta de naeimien-
(1) Aix, 18 agosto 1870, D. 71. 2. 249, S. 72. 2. 69.
(2) También el formulario do 1913 imputa a los encargados del registro civil
las menos constancias posibles. Esto encargado declara solamente, en las actas do
nacimiento y de defunción, haber firmado con las partos. En esas condiciones,
parece que el acta entera, comprendida la constancia dnl sexo del niño o la de la
existencia de un cadáver, no debe ya dar fe, sino salvo prueba contraria. ¿Quó es
entonces el art. 45? La legalidad de esas fórmulas parece, pues, desdichadamente,
°Sv., 7 nov. 1855, D. 55. 1. 462, 8. 56. 1. 151; París, 31 julio 1890, D. 91.
2 12'9, S. 92*. 2. 302. .
(4) Civ., 9 diciembre 1924, D. H. 1925, pág. 46; Tr. Gante, 21 junio 1893, D.
94 2 387
(5) Nimes, 13 junio 1860, D. Jur. G¿n., Sup. v. Actes do l’état civil, núm. 98,
8. 60. 2. 376. ’

i
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 215

to, la ley regula su valor probatorio por medio de reglas


particulares (1).
Sólo hacen fe los puntos o extremos que la misma ley
prescribe que se hagan figurar en las actas; las demás tie­
nen simplemente el valor de informaciones, irregularmente
dadas en un acta que no debiera contenerlas. La única ex­
cepción que algunos autores admitían, en favor de la fuer­
za probatoria de las menciones del acta de defunción que
refieren la fecha de la muerte, ha cesado de serlo» después
de que la ley de 7 de febrero 1918 ha venido a exigir esa
indicación.
La fe otorgada a las menciones de las actas del estado
civil no es sino relativa. No se aplica, para cada acta, sino
a su objeto. Así, pues, los apellidos, nombre, profesión o
domicilio de los comparecientes no son probados sino por
cuanto son necesarios a la constancia del nacimiento, del
matrimonio o de la defunción que el acta registra. Para
todo otro objeto, su indicación tiene solamente el valor de
un dato.
204. Nulidad de las actas del estado civil.—Ningún
precepto declara la nulidad de las actas del estado civil
irregulares. Los trabajos preparatorios (a) muestran que,
salvo en el caso del matrimonio en que se proveen varios
motivos de nulidad, el legislador se ha entregado comple­
tamente a la prudencia de los jueces.
El tribunal competente es el del distrito de que depen­
de la municipalidad en que ha sido extendida el acta nula.
Dejaremos a un lado.las nulidades de matrimonio. Ya
que, tienen relación, no con el acto instrumental, que no es
nulo sino por vía de consecuencia, sino con el acto jurídico,
y es precisamente como documentos probatorios como estu­
diamos ahora las actas del estado civil.
Limitándose a este punto de vista, se observan en las
nulidades de actas de* estado civil, pronunciadas por los
tribunales dos categorías.
La primera concierne el caso en que sus extremos esen­
ciales resultan comprobados como falsos o sin objeto, aun
habiendo sido regularmente inscriptas. Así, como por ejem­
plo, cuando un acta certifica el fallecimiento de una per-

(1) V. nuestro Tratado, t. II, Familia, 3’ parte. Comp. Civ. 1» mayo 1888,
D. 89. 1. 287, 8. 89. 1. 337.
(a) Trabajos preparatorios del Cód. eiv.— (N. del T.).
216 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

sona viva (1), o cuando hace constar por segunda vez el


nacimiento de un hijo ya declarado (2) o una defunción ya
inscripta en el Registro civil (3). La nulidad, entonces, no
entraña ninguna dificultad (4).
Más delicado es el otro caso de nulidad, acpiel en que,
pudiendo ser exactas las manifestaciones del a.cta, esta re-
sidta irregidarmente extendida. Fuera de un pequeño nú­
mero de casos en que esta nulidad es cierta, la Corte de
casación da al juez del hecho mi poder soberano para apre­
ciarlo (5).
Son nulas las actas redactadas fuera de los registros
consagrados al estado civil y principalmente en hojas suel-
tas (Art. 40 y 319). Esas actas, inexistentes como actas
del estado civil, pueden solamente servir, llegado el caso»
como principio de prueba por escrito. Son igualmente nu­
las las actas que hayan sido extendidas por un simple par­
ticular y no por mi encargado del registro civil (6). Se
va a ver, sin embargo, que la práctica está muy lejos de
anular uniformemente las actas recibidas por los emplea­
dos de la alcaldía, aun en el caso de que el alcalde no las
haya firmado nunca.
Pero en todos los casos en aue el acta figura en los re­
gistros del estado civil y ha sido extendida por un encarga­
do del registro civil los tribunales recobran su poder de
apreciación soberana. Esto sucede cuando el acta ha sido
extendida por un encargado sin competencia (7) o inscrip-
(1) Ti*. Vcrsalles, 9 enero 1918, La Loi, 17 marzo 1918. Comp. la ley do
25 junio 1919 sobre los juicios declarativos de defunción de los desaparecidos do
guerra, art. 10.
(2) Tr. del Sena, 4 mayo 1917, texto en Lyon: Jugemcnts et ordcnnances de
rectificatwñ de Vétat civil tesis, París, 1921, pág. 79; Tr. del Sena, 2 dic.
1910, texto en Boisseau, Des jugements tendant a ctablir, reconstituir, rcctificr ou
11 annuler les actos de Vétat civil, pág. 135.
(3) Tr. del Sena. 6 junio 1924, La Loi, 31 julio 1924.
(4) Por la misma razón, se pueden anular notas marginales, tales como las
do matrimonios que no han sido celebrados: Tr. del Sena, 20 enero 1922, La Loi,
Hí - 9 octubre 1924, con la nota de Ed. Lóvy. Pero convendría que el ministerio público
demandase, entonces, si hay lugar, la anulación del acta do matrimonio.
(5) Req., 23 junio 1869, D. 71. 1. 327, S. 69. 1. 445; 28 nov. 1876, D. 77. 1.
367, S. 77. 1. 172.
(6) A A reserva de las leyes de 6 enero 1872 y de 28 febrero 1922. C. suprd,
núm. 198.
... Civ.
(7) < 7 agosto 1883, D. 84. 1. 5, S. 84. 1. 1; Tr. de la Roche-sur-Yon, 13
lmarzo 1883, D. 83. 2. 49, S. 84. 2. 20; París, 20 agosto 1883, S. 84. 2'. 20, sobre el
caso del acta extendida r __ un consejero municipal uregularmente delegado. So
por
podría creer en la ------- do apreciación
libertad
1- misma l-~ ■ de los tribunales cuando un acta
ha sido levantada en un municipio distinto de aquol en que debiera haberlo sido;
sin embargo, varias sentencias (Tr. de Avranches, 19 sept. 1913, informada por
Boiseeau, op. cit., pág. 134; Tr. del Sena, 21 dic. 1910, ibid., pág. 135; Tr. Joigny,
28 julio 1914, La Loi, 1* agosto 1914) admiten esos casos una nulidad de principio.
¡hit Solución demasiado rigorista, por cuanto es a veces difícil determinar el municipio
donde se produce el suceso a registrar.


ACTAS DEL ESTADO CIVIL 217

ta después de la fecha que indica (1) ; los tribunales apre­


ciarán entonces la buena fe de los comparecientes. Lo mis­
mo ocurre cuando uno de los testigos exigidos no ha compa­
recido o era menor de edad (2) ; los tribunales determinan
si el valor probatorio del acta ha disminuido por eso. Lo ha­
cen también, si una parte de las manifestaciones previstas
por la ley para fijar la identidad de los interesados, faltan
o son inexactamente indicadas; examinan, entonces, si, no
obstante, la identidad de esos interesados es cierta, (3).
Por último, la misma suerte -corren cuando el acta adole­
ce de la falta de una de las firmas que debía llevar; tienen
entonces que juzgar si esa omisión es debida a un olvido
(4) o a una negativa (5) ; y según el resultado de ese exa­
men, validarán o anularán el acta (6).
Hay sin embargo un caso en que el acta no firmada pa­
rece ser nula: aquélla en que la firma omitida es la del en­
cargado del registro civil (7). De hecho, a fin de cada año,
después de haber comprobado los registros, el Procurador
de la República devuelve al alcalde, para que sean comple­
tadas por él, las actas que hubiera olvidado firmar: prác­
tica prevista, aunque poco regular, por una ordenanza de
26 nov. 1823. Es inaplicable esa práctica cuando, en el in­
tervalo, el encargado del registro civil indicado en el acta,
se ha muerto. Para descartar este riesgo, se ha propuesto,
recurriendo a una modificación de la ley, que no se nombre
en el cuerpo del acta al encargado del registro civil, y hasta
que se suprima la necesidad de su firma que, prácticamen­
te, ya no es de utilidad sino al pie de las actas de matrimo­
nio (8). Pero eso sería el abandono completo de la concep­
ción francesa de las actas del estado civil (9). Actualmen-
(1) Sin embargo, una sentencia del Tr. de Mantés, 20 enero 1895, inf. por
Boisseau, cp. cit., pág. 368, parece entonces considerar que la nulidad es de justicia.
(2) TTna- decisión de Algor, 29 nov. 1917, en Req., 20 enero 1920, D. 1921. 1.
129, afirma la nulidad del acta recibida ante un testigo menor de edad. Sobre la
crítica do esa decisión, v. ibid. la nota do M. Rouast.
(3) Tr. de Burdeos, 10 agosto 1896, D. 98. 2‘. 254.
(4) Angora, 27 dic. 1854,' D. 55. 2. 202, S. 55. 2. 10; Req., 23 junio 1869, D.
71. 1. 327, S. 69. 1. 445.
(5) Req., 28 nov. .1876, D. 77. 1. 367, S. 77. 1. 172; Douai, 21 dic. 1885, D.
Jur, Gén., Sup. v. Actes de l’état civil, aiúm. 49, S. 87. 2. 151.
(6) Sobre el reconocimiento do un hijo natural, no firmado po:>r su autor, v.
Req., 28 nov. 1876; Angers, 27 dic. 1854; Douai, 21 dic. 1885, precitadas.
(7) Sobro este caso, v. Ed. Lóvy, Gaz. Trib., 6 julio 1919.
(8) Ed. Lévy, Notes sur Vétat civil, t. París, 1910, pág. 29.
(9) Lo que no quiere decir que esa concepción, desde el punto de vista legis­
lativo, sea digna de ser conservada. Los hechos parecen haberla condenado, pues
en la práctica, es siempre un funcionario municipal y nunca el alcalde, el que reci­
bo las declaraciones de nacimiento y de defunción y levanta las actas correspon­
dientes. Sería, pues, lógico, a fin do poner de acuerdo la ley y la práctica, quitarlo
218 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

te, se está obligado a remediar el defecto de la firma del


encargado por procedimientos diversos, salvaguardando el
interés de las partes.
I9 Un decreto de 18 pluvioso, año III, ordenaba a los
encargados del registro civil de Nautes que firmasen las
actas que sus predecesores habían dejado sin firma. Aun­
que ningún texto autoriza ya ese procedimiento (1), pare­
ce que se emplea algunas veces: se tachan, aprobando al
I
margen, las palabras que designan en el acta al encargado
fallecido que declaraba haberla recibido, y se reemplaza ese
nombre por el de otro miembro de la municipalidad que fir­
ma el acta. Aun a falta de esta especie de reconstituciones,
algunas sentencias han declarado que el acta no firmada,
podía, no obstante, ser considerada como válida (2).
29 Lo más seguro para el tribunal es, en realidad, con­
siderar el acta como simplemente irregular, si el defecto
de firma no es voluntario, regularizarla por medio de la
sentencia que pronuncie (3), decidiendo que esa sentencia
sea transcripta en los registros, a costa del encargado del
registro civil que ha cometido la falta, o de sus herederos,
si el demandante los ha incluido en la demanda.
La falta voluntaria de la firma hace que sea nula el
acta (4).
Se observará, a este respecto que la nulidad de im ac­
ta del estado civil no tiene mucho interés, cuando el tribu­
nal, después de haberla anulado, puede acto seguido recons­
tituirla (5).
Esta doble operación difiere poco, por lo menos a pri­
mera vista, de una rectificación (6).
la redacción de esas actas del estado civil a los alcaldes, para confiarla a fundo-
narios especializados y responsables.
(1) Sobre esa irregularidad, v. Cas. Florencia, 19 feb. 1880, D. Jur. Gén.,
Sup. v. A ates de l’état civil, núm. 48, S. 81. 4. 8.
(2) Douai, 18 marzo 1850, D. 51. 1. 43, S. 51. 1. 202.
(3) Cas. Florencia, 19 febrero 1880, precitada; Tr. del Sena, 28 febrero 1919,
D. 1920. 2. 83 y Gaz. Trib., 6 julio 1919, nota E. Lévy; es una simple rectificación.
Sobre la inexistencia del acta (reconocimiento de hijo natural) recibida, en ausen*
cia del alcalde, por el secretario de la alcaldía y no firmada en seguida, v. sin cm*
bargo: Tolosa, 16 mayo 1899, D. 1901. 2. 116. V. también, Tr. Versalles, 10 febrero
1909, inf. por Lyon, Jugemcnts et orden-nances de rectificación d’actos de l’état
civil, pág. 44, que prevé la firma, por parto del presidente de tribunal y el escribano,
de las actas irregulares.
(4) Burdeos, 24 febrero 1913 inf. por Bousseau, op cit., pág. 264.
(5) Eso es lo que hacen muchas sentencias que pronuncian la nulidad, vénnso
principalmente, Tr. Mantés, 29 enero 1895; Trib. del Sena, 2 dk 1910; Tr. Avran-
ches, 19 sept. 1913; Tr. Joiguy, 28 julio 1914, precitadas; Tr. Am 'ert, 20 diciembre
1923*, La Loi, 20 dic. 1924. En realidad, en este último asunto, no había lugaf sino
a una simple rectificación.
(6) Hay, no obstante, un verdadero interés en juego cuando <o trata de un
acta de nacimiento o de un reconocimiento de hijo natural. Cual lo> esas actas
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 219

Sección IV.—Las diversas actas del estado civil (1)


§ I. Las actas de nacimiento.
205. Quién debe declarar el nacimiento.—El art. 56,
queriendo que todo nacimiento sea declarado en el registro
civil, encarga imperativamente de esa declaración a ciertas
personas determinadas por el mismo, y e] art. 346 del C.
penal sanciona la falta de declaración de aquellas personas
que hubieran estado presentes en el alumbramiento con pri­
sión de 6 días a 6 meses y multa de 16 a 300 francos. Esas
personas responsables difieren, según que el padre asista
o no al nacimiento.
1’ Si el padre asistiese a. él, está tan especialmente
obligado a declarar lo que todas las demás personas están
en el derecho de remitirse absolutamente a él y no incurren
en ninguna responsabilidad por defecto de declaración (2).
Pero es preciso para eso:
a) que se trate de un padre legítimo, pues el padre
natural, salvo el caso en que haya reconocido ya al hijo (3),
no está obligado a darse a conocer; es, pues, la presencia
del marido la que libera a los terceros de su obligación ;
b) que el padre haya asistido al alumbramiento, es
decir, que se haya encontrado en la casa, con conocimiento
de otros testigos del alumbramiento, en el momento preciso
del nacimiento o en algunas horas siguientes; su llegada
posterior, aun antes de la expiración del plazo dado para
la declaración no liberaría a los terceros (4) ;
c) que el padre no esté, con conocimiento de los tes­
tigos, en la imposibilidad de hacer la- declaración- a conse­
cuencia de enfermedad mental, por ejemplo (5).
2’ Si el padre no ha asistido al alumbramiento, una
subdistinción resulta del Art. 56, según que la madre haya
son nulas y salvo el caso de posesión do estado de hijo legítimo, no pueden ser
reconstituidas, en cuanto a la filiación del hijo, sino * n el caso do que éste haya
tenido éxito en la investigación de maternidad o paternidad (v. infrd, ní*ms. 221-
222) ; de ahí la importancia particular de la nulidad, en materia de reconocimiento
do hijo natural.
(1) Las actas de matrimonio, cuyo estudio es inseparable del matrimonio, se
estudian en el tomo II de esto Tratado, La Familia, núm. 211.
(2) Crim. 21 agosto 1844, D. Jur. Gén-., v. Actos de l’état civil, núm. 510, 9
44. 1. 671; 12 nov. 1859, D. 60. 1. 50, S. 60. 1. 186; 12 dic. 1862 (motivos), D. 63.
1. 392, S. 63> 1. 276. Aubry y Rau, I, § 60; Baudry-Lacantinerie y Houques-Four-
cade, II, 889; A. Colín y Capitant, I, pág. 398.
(3) Crim. 12 dic. 1862. precitada.
(4) V. el informe de Simeón, Locré, IH, pág. 200.
(5) Garlón, Code Penal annoté, bajo el art. 346, núm. 13.
220 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

o no dado a luz en su domicilio; la palabra domicilio toma­


da en su sentido más amplio y comprendiendo también la
residencia (1).
En el primer caso, todas las personas que hayan asisti­
do al alumbramiento se hallan, indistintamente; obligadas
a declarar el nacimiento, sin que haya que establecer un
orden entre ellas; la ley enumera especialmente a los mé­
dicos, cirujanos, comadronas (2), cuya presencia supone.
Pero los demás testigos no se hallan autorizados a abando­
narse a esas personas (3) ; deben comprobar si ]a declara­
ción ha sido hecha y, en caso de necesidad, hacerla por sí
mismos, bajo la sanción de las penas del Art. 346, C. penal
Se considerará también que han asistido al nacimiento, no
solamente las personas presentes en el momento preciso
del alumbramiento, sino aun aquellas introducidas cerca
de la madre y del hijo en el lugar en que se ha producido
el alumbramiento, en las horas que siguen inmediatamente
al nacimiento (4). La obligación pesa, sin distinción, sobre
los parientes, criados y extraños.
b) Si la madre ha dado a luz fuera de su domicilio,
la obligación de todas las personas presentes no deja de
tener sus sanciones (o), pero el Art. 56 obliga igualmente
ha hacer la declaración a la persona en cuya casa se ha rea­
lizado el alumbramiento. No obstante, el Art. 346 del C.
penal, no castiga penalmente su silencio sino en el caso de
que asistiese ella misma al alumbramiento (6).
Nada impide que la declaración sea hecha por una
persona que no esté obligada a ello, incluso si no ha asis­
tido al alumbramiento (7). Ninguna otra puede ser per­
I seguida.
(1) Crim. 28 febrero 1867, D. 67. 1. 190, S. 67. 1. 267; poro- sin excluir por
eso el domicilio legal (para el de un criado, Crim. 10 marzo 1865, D. 65. 1. 402, S.
65. 1. 2921) .
(2) Esas personas no pueden invocar el secreto profesional, pues se les obli
ga únicamente a declarar el hecho de un nacimiento y su fecha, sin indicar necesa­
riamente el nombre de la madre o el lugar del alumbramiento: Crim. 16 septiembre
1843, D. Jur. Gén., v. A des de l'ctat civil, núm. 234, S. .43. 1. 915; l9 junio 1844,
Ü. ibid. S. 44. 1. 670; Tr. corr. Reims, 12 marzo 1910, inf. Boisseau, op. cit-,
pág. 62; Tr. corr. de Vesoul, 27 enero 1920, D. 1920. 2. 151. Comp. Ley do 27
junio 1904, art. 9 al 2.
(3) Crim. 12 nov. 1859, D. 60. 1. 50, S. 60. 1. 186; 20 febrero 1867, D. 67. 1.
190 8. 67. 1. 267; Tr. Rochefort, lv mayo 1924, Gaz. P alais, 5 julio 1924.
(4) Chambóry, 19 sept. 1868, D. 69. 2. 62; Tr. Corr. Vesoul, 22 enero 1920,
D 1920 2. 151. V. Gar^on, Code pénal annoté, bajo el art. 346, núms. 17 y 18.
(5) La ley ha querido añadir una garantía de declaración suplementaria, sin
rPRtarlP nada a las garantías ordinarias. La Corte do Casación que al principio
vlefló en reconocerlo (Crim. 12 dic. 1862, D. 63. 1. 392, S. 63. 1. 276) ee decidió en
neguidá; a hacerlo (Crim. 28 febrero 1867, D. 67. 1. 199, S. 67. 1. 267).
(6) Arg. del texto del art. 346.
(7) Alger, 21 junio 1923, La Loí, 14 enero 1925.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 221

Entre las personas obligadas a la declaración, la ley


no comprende a la madre, a la que se presume incapaz de
abandonar su lecho (1). Se ha visto, sin embargo, a al­
gunas madres venir por sí mismas, dentro de los tres días,
a declarar a su hijo (2), y desde que se llevan los libros
registros a las clínicas de maternidad, hay muchas declara­
ciones hechas por sup madres.
La no declaración, castigada por sí misma por el Art.
346 puede, además, constituir, si priva intencionalmente
al niño de su estado, el delito de ocultación de niño (Art.
345) (3).
206. Plazo para la declaración de nacimiento.—Para
dar cumplimiento a su obligación, todas las personas enu­
meradas por la ley deben hacer la declaración de nacimien­
to regularmente, es decir, ante el encargado del registro
civil competente y en el plazo de tres días, fijado por el
Art. 55.
Conforme a la regla general, este plazo es franco, y
comprende los tres días que siguen al del alumbramiento.
Se amplía a diez días en el extranjero para las actas recibi­
das por los cónsules de Francia (Art. 55, al. 3, ley de 21
junio 1903) (4). El mismo plazo de diez días existe para
las declaraciones en los ejércitos (5). En las colonias, los
plazos son variables (6).
La no observancia de estos plazos implica no solamente
una sanción penal, sino también una sanción civil; la impo­
sibilidad de hacer que se levante el acta haciendo constar
un nacimiento tardíamente declarado. Esta imposibilidad
ya reconocida antes, ha sido consagrada por la ley de 20 de
noviembre de 1919 (7) (Art. 55, al. 2). Los interesados se
ven entonces reducidos a obtener un juicio declarativo de
nacimiento, que puede ser rehusado por falta de las pruebas
(1) Crim. 10 sept. 1847, D. 47. 1. 302, S. 47. 1. 763.
(2) Y su declaración debe evidentemente ser recibida: Tr. Tolosa, 22 dic.
1915, D. 1917, 2. 15, V. el art. do M. Lévy, Les Couragcu-scs, La Loi, 1’ oct. 1920,
y nota del mismo La Loi, 14 enero 1925.
(3) Sobre la jurisprudencia concerniento a esta difícil cuestión: Garlón,
op. cit., bajo el art. 345, núm. 23 y s. Para quo el delito exista, basta que el delin­
cuente por omisión sea uno do aquellos a quienes. obliga el art. 50, C. civ. más
amplio quo ol art. 346 del C. penal.
(4) El decreto do 17 do mayo 1909 ha ampliado el plazo a treinta días en Rusia
y fuera de Europa.
(5) El art. 346 del O. penal, como no se refiere más quo a los arts. 55 y 56
del C. civil, no sanciona las declaraciones tardías de nacimientos hechas en los ejér­
citos o en el mar (arts. 59 y 03).
(6) V. la enumeración de los. textos coloniales, con la indicación de los delitos
que señalan, en los pequeños, Código Carpentier, bajo el art. 55.
(7) Sobre esta ley, v. Ed. Lévy, Lois Nowvellcs, 1919, I, pág. 74.
222 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

que el tribunal juzgue suficientes. La sentencia será trans­


cripta, en los registros, y mencionado al margen en la fecha
del nacimiento. En la práctica en muchas alcaldías, en ca­
sos semejantes, se deja que se posponga la fecha del parto.
207. Lugar de la declaración.—El encargado del re­
gistro civil competente para recibir la declaración es el del
lugar del nacimiento. La declaración hecha en otra parte
debiera ser negada y equivaldría a no declaración. No obs­
tante., se está prácticamente obligado a hacer excepciones
en algunos casos, como en el de un nacimiento en el curso
de un viaje por ferrocarril, en barco o en avión. Es preci­
so entonces permitir la declaración al término del viaje de
la madre o en el lugar en que lo interrumpa (1).
208. De la declaración del nacimiento. — De hecho,
por lo menos en las ciudades, el declarante se presenta en
la alcaldía provisto a la vqz de su cartilla de familia y un
certificado expedido por el médico o la comadrona que ha
realizado el alumbramiento. Esta última práctica, nacida
bajo el imperio del Código civil de 1804, que por cierto vio­
1 laba arbitrariamente, pues el art. 55 prescribía entonces
la presentación del recién nacido al encargado del registro
civil. A continuación de una vigorosa campaña hecha a
mediados del siglo xix por el doctor Loir, que puso de
relieve el riesgo que corría el niño por el hecho de esa pre­
sentación prematura en la alcaldía (2), la ley cesó de ser
generalmente observada. Una circular ministerial de 9 de
octubre de 1870, principalmente, autorizó a los alcaldes a
tomar la decisión de delegar en los médicos la constancia
i de los nacimientos, y la práctica se conformó, en la mayo­
ría de los municipips, con certificados de las comadronas.
En el campo y en algunas ciudades no se exigía siquiera
el certificado. La ilegalidad de esta práctica provocó la
modificación por la ley de 20 de Noviembre de 1919, del
Art. 55, que no exige ya la comprobación personal del en­
cargado del registro civil.
Pero la experiencia ha demostrado ya que se ha caído
en otro exceso. Como la ley no prevé ya ninguna compro­
bación de las declaraciones de nacimiento, el encargado del
(1) Incluso en el caso do que el nacimiento haya tenido lugar en país ex­
tranjero. . ,
(2) Loir, Du Service des actes de maissqnce en ' ranee et a l’étrangcr et ae
la nécessité d’amélior-er ce Service (Mem. Acad. des Seciences morales, VIII, pág. 89).
Del mismo: De la nécessité de constaten les naissances a domicile, ibid., X. pftg. 319.
Del mismo: De l’état civil des nouveav^nés au point de vtte de l’histoirc de l'hygiene
et de la loi, París, 1865, 2’ ed.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 223

registro civil carece ya de todo pretexto legal para exigir


un certificado de médico o de comadrona. De acuerdo
con la regla común, debe extender el acta sin comprobar
las indicaciones que se le den (1). De ahí la posibilidad
de suposiciones y de sustituciones de hijos, hechas toda­
vía más fáciles desde la ley de 7 de febrero de 1924 ha su­
primido los testigos de las actas de nacimiento. Pero, so­
bre todo, esta situación hace ilusoria la regla de al. I9 del
Art. 55, pues el encargado del registro civil no tiene ya nin­
gún medio de comprobar la verdadera edad del niño en el
momento de la declaración, y el declarante puede siempre,
posponiendo la fecha del nacimiento, ponerse dentro de
la ley.
209. Nacimientos sujetos a declaración.—La decla­
ración no es obligatoria sino cuando hay nacimiento. Aho­
ra bien, no hay nacimiento sino en el caso de que una mu­
jer dé a luz un sér humano. Dos puntos hay ciertos a este
respecto.
1’ Los nacimientos deben en principio ser declarados
aún en el caso de que el niño no haya vivido o no fuera via­
ble (2). Un decreto de 4 de julio de 1806 prevé, sin distin­
ción, todos los casos en que “el cadáver de un niño cuyo na­
cimiento no ha sido registrado es presentado sin vida al en­
cargado del registro civil”. Prescribe a éste que levante un
acta en la que “no expresará que un tal niño ha fallecido”,
sino que “un niño le ha sido presentado sin vida” y en la I
que mencionará además a los padres del niño y la fecha,
con año, día y hora, en que el niño ha salido del claustro
materno. Aunque el decreto prevé su inscripción en el re­
gistro de las defunciones, el acta es doble y contiene tam­
I
bién una constancia del nacimiento. Debe ser levantada
dentro de los tres días del alumbramiento, so pena de incu­
rrir en las sanciones civiles del Art. 56, C. civ. y penales del
Art. 346, C. penal (3)z; además, la inhumación del niño sin
acta de fallecimiento, y por consecuencia sin permiso, cae
bajo la pena del Art. 358, C. penal (4) ; finalmente, la no
(1) V. Tr. del Sena, 23 feb. 1923, Gas. Trib., 17 junio con la nota de M. Ed.
Lévy. Sobro uno de los abusos a temer, v. el artículo do M. Ed. Lévy: L’enfant
cst né; la mérc est marte, Gas. Trib., 8-9 febrero 1924.
(2) Sobre la cuestión, v. el artículo de M. Ed. Lévy, titulado: Aíorts-nés,
en L’Age d’une auvergnale, págs. 29 y s. y el artículo del mismo citado en la nota
precedente.
(3) Para la aplicación del art. 346, C. pon.: Crim. 3 sept. 1843, D. Jur. Gén.,
v. Actas de l’état civil, núm. 510, S. 43. 1. COI; 2 agosto 1844, D. ibid., S. 44. 1. 671-
27 julio 1872, D. 72. 1. 277. S. 72. 1. 397.
(4) Meta, 24 agosto 1854, D. 54. 5. 431, S. 54. 2. 663; Agen, 6 agosto 1874,
D. 75. 5. 175 (sobre esto delito, v. infrá, núm. 214). ° '
224 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

declaración constituye el delito previsto por el Art. 345,


al. 2, C. penal, que castiga con la pena de uno a cinco me­
ses de prisión, la ocultación de niño, cuando no este proba­
do que el niño haya vivido.
El acta prevista por el decreto de 1806, por sí sola, no
da ningún dato sobre la cuestión de si el niño ha vivido.
Para salvaguardar los derechos de terceros contra decla­
raciones quizás interesadas, el decreto prescribe expresa­
mente al encargado del registro civil que silencie ese ex­
tremo (1).
29 En cambio, es igualmente cierto que el embrión
todavía informe no tiene que ser declarado bajo las san ció
nes que preceden, aunque, para París, una instrucción del
Prefecto del Sena, de 26 de enero de 1882, renovada en
1906 (2), prevé un registro de fetos de seis semanas a cua­
tro meses. Esta reglamentación, de utilidad para la inves­
tigación de los abortos voluntarios, es extralegal.
Por lo demás la dificultad consiste en saber cuando el
feto debe ser considerado como un niño. Sobre esta cues­
tión existen dos tendencias en jurisprudencia. Algunos
tribunales examinan, en cada caso particular si el niño te­
nía forma humana (3), y principalmente, si su sexo se po­
día conocer (4). Este sistema deja un ancho campo al
arbitrio de los tribunales, pues la expresión “forma huma­
na” está muy lejos de ser precisa. Por eso la Corte de ca­
sación parece orientarse hacia una solución diferente, apo­
yada en el Art. 312. El feto se presume que nace “niño” a
• partir del 180 día que sigue a la concepción (5). Es, por lo
tanto, a partir de esa fecha cuando el alumbramiento debe
! ser declarado, bajo las penas del delito de supresión de
niño. El plazo se apreciará o de acuerdo con las relaciones
del padre y la madre, o de acuerdo con el estado del niño
examinado por expertos. La duda beneficia al acusado (6).
Este conserva además la facultad de probar que el pro-
(1) En consecuencia, no se levantará sino una sola acta, desde el momento
en que el niño ha muerto ya cuando la declaración de nacimiento, incluso en el
caso de que haya vivido algún tiempo (Ed. Lévy, &p. cit., p. 39).
(2) Ed. Lévy, op. cit., p. 30.
(3) Metz 24 agosto .1854, precitada: París, 15 enero 1865, D. 65. 2. 138, S.
66. 2. 95; Chambéry, 29 nov. 1868, D. 71. 2. 34, S. 69. 2. 165; Amiens, 20 dic. 1873.
D. 75. 5. 175, 8. 75. 2. 108; Agen, 6 agosto 1874, ibí-d.
(4) Besanzon, 31 dic. 1884, S. 45. 2. 595.
(5) unm. 7 agosto 1874, D. 75. 1. 5, S. 75. 1. 41, nota Villey; Amiens, 29
junio 1876 D. 80. 2. 57, S. 79. 2. 230; Aligera, 30 mayo 1880, D. 82. 2. 139, S. 81.
2 8; Tr. Toíosa, 2 dic. 1896, D. 97. 2. 268. Garlón, C. Penal annoté, bajo en ar­
tículo 345. núm. 179 y s.
(6) Douai, 10 abril 1881, D. Jur. Gén., Sup. v* Grimas contre les personales,
r.úm. 375, 8. 82. 2. 36.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 225

ducto del parto, aun después de seis meses de gestación, no


era más que una masa, un óvulo degenarado (1),
210. Objeto de la declaración de nacimiento.—En
principio, el declarante está obligado a indicar los hechos
que deben contenerse legalmente en el acta de nacimiento.
Puede hacerlo tanto más fácilmente cuanto que, en general,
ha asistido al alumbramiento.
Desde la ley de 22 de julio de 1922, el Art. 57 prevé que
el nombre del padre y la madre naturales no figurará en
ella necesariamente; el declarante puede, pues, abstenerse
de indicarlos, lo que ya se admitía generalmente. Prácti­
camente, puede también hacerlo cuando el hijo es legítimo,
lo que efectivamente el encargado del registro civil no pue­
de comprobar; sólo que el declarante se exporte entonces a
las penas, no del Art. 346, sino del Art. 345 que castiga la
supresión del niño (2).
En cambio debe indicar la fecha y el lugar del alum­
bramiento y el sexo del niño. Las declaraciones incomple­
tas sobre estos puntos, no son directamente punibles con
las penas del Art. 346, C. penal; pero el encargado del re­
gistro civil puede negarse a recibirlas (3), y en este caso,
se incurre en las penas en cuestión, puesto que el nacimien­
to se considera que no ha sido declarado.
211. Contenido del acta de nacimiento.—Ese conte­
nido se halla, determinado por el Art. 57, párr. 1’» que debe
ser completado por el Art. 34, modificado por la ley de 28
de octubre de 1922. El acta contiene, además de las mani­
festaciones comunes a todas las actas del estado civil, la
indicación de la hora y del día del nacimiento (4), necesa­
rias para conocer más tarde la fecha de la mayoría de edad;
la del lugar del nacimiento, necesaria para apreciar la com­
petencia del encargado del registro civil y proporcionar
más tarde indicios a aquellos que discutan o busquen una
filiación; la del sexo del niño, de los nombres que le da el.
(1) Poitiors, 30 agosto 1878, precitada.
(2) Salvo si so trata de un módico o de una comadrona, que pueden siempre
invocar el secreto profesional.
(3) Salvo la excepción prevista en la nota precedente; no puedo exigir en­
tonces sino la fecha del nacimiento y el sexo: Crim. 16 spt. 1843, D. Jur. Gé-n,, y*
Actes de l’ctat civil, núm. 234, S. 43. 1. 915; 1’ junio 1844, D. t&icZ.» S. 44. 1. 670;
Tr. corr. de Reims, 12 marzo 1910, inf. Boisseau: Des jugements tendant a établir,
reconstituer, rectifier ou annulcr les actes de l’état civil, tesis, París, 1914, p. 62.
(4) Y aun do la primogenitura si se trata de ge rítelos: Caen, 17 agosto 1843,
D. Jur. Gén., eod. v* núm. 421; Tr. Brioud, 26 enero 1894, inf. por Lyon, Jugements
ct ordonnances de red. d’actes de l’état civil, t. París, 1921, p. 46. Sobre las in­
dicaciones relativas a los gemelos, v. Ed. Lévy, Gaz. Trib. 2 julio 1920 y abril
1924, La Loi, 31 dic. 1924.
226 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

declarante, del apellido que resulta de su filiación o, en


su defecto, de la elección del encargado del registro civil
(suprá, núm. 102).
212. Continuación. Designación de los padres.—Fi­
nalmente el acta de nacimiento contiene en principio los
apellidos, nombres, profesión y domicilio de los padres y
para identificarlos claramente, los lugares y las fechas de
su nacimiento (ley 28 octubre 1922 (1), mod. Art. 34) a
menos de suponer que el declarante no afirma que ignora,
completa o parcialmente, su identidad.
Las indicaciones dadas por el declarante no deben ser
siempre recogidas por el encargado del estado civil y hay
lugar a hacer las siguientes distinciones:
1’ Si la filiación es legítima, el acta debe indicar los
nombres del padre y de la madre, con su carácter de esnosos.
29 Si la madre natural es indicada, el encargado del
registro civil debe mencionarla (2). La opinión contraria,
que se apoya en el texto del artículo 35, es generalmente
rechazada y parece condenada por la ley de 7 de febrero de
1924. La indicación de la madre natural no equivale a re­
conocimiento, pero sirve para probar el parto, en caso de
investigación ulterior de maternidad. Si es hecha por el
padre, que reconoce por sí al hijo, es todavía más precisa,
puesto que demuestra la maternidad natural (Art. 336) (3).
3’ El padre natural no puede ser indicado en el acta
a no ser que él mismo declare al hijo o haga hacer esa de­
claración por medio de un mandatario (4). La indicación
del padre no es útil para la identidad del hijo y la investi­
gación de paternidad natural no se admite sino en los ca­
sos determinados por la ley (Art. 340).
4’ Si el hijo es adulterino, el encargado del registro
civil no debe hacer constar esta filiación, ni aun en el caso
de reconocimiento por parte de los padres (Art. 335). En
el caso de adulterio de la mujer, el nombre del marido de la
madre es el que debe ser inscripto en el acta; en el caso de
relaciones adúlteras del marido con una mujer libre, sólo
el nombre de la madre será inscripto. De hecho, algunas
mujeres casadas, no queriendo atribuir a su marido el hi-
(]) Sobre esta ley, v. Ed. Lévy. iois Nouvelles, 1923, 1, p. 33.
(2) Aubry y Rau, II, 60, nota 9; A. Colín y Capitant, I, p. 400; Contra,
Baudry-Lacantinerie y Houqucs-Pourcado, II, núm. 897.
m V sobre estos dos puntos nuestro Tratado, II, La Famiba, 3’ parto.
(a\ V el informe de Simeón en el Tribunado, Locr5, III, p 209. En este
sentido: Aubry y Rau, II, § 60, ¡nota 9; Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcado,
XI, núm. 894; A. Colín y Capitant, I, p. 400.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 227

jo nacido del adulterio, lo hacen declarar como natural ocul­


tando su estado de mujer casada.
59 Por último, en caso de filiación incestuosa, figu­
rando sólo en el acta el nombre de la madre, la constancia
de esta filiación es imposible. No se debiera admitir el re­
conocimiento del padre sino en el caso de que la madre no
haya sido indicada.
Si uno de los padres o los dos, no son indicados por el
declarante, no se hace ninguna mención de esta no declara­
ción (Art. 57 mod.ley 22 julio 3922) (1), precaución que
en realidad no oculta nada, pues el silencio es revelador.
Si hay reconocimiento por parte del padre o de la ma­
dre, el acta de nacimiento contiene la indicación del reco­
nocimiento.
213. Niños encontrados. —No se puede tratar de le­
vantar un acta de nacimiento de los niños encontrados,
puesto que nadie ha asistido al alumbramiento y además,
su nacimiento puede haber sido ya declarado. No obstante
y en tanto que su verdadera identidad no sea encontrada,
hay que matricularlos provisionalmente en los registros,
dándoles un nombre. El Art. 58 ordena a toda persona que
descubra a un recién nacido que lo lleve al encargado del
registro civil, con los vestidos y otros efectos encontrados
sobre él, indicando todas las circunstancias de tiempo y de
lugar del hallazgo. El encargado del registro civil abrirá
un expediente detallado que equivaldrá a un acta de naci­
miento. Ese expediente debe, pues, figurar en los regis­
tros de nacimiento y contener la indicación de la edad apa­
rente del mismo, de su sexo, de los apellidos que le son da­
dos y de la autoridad civil a la cual será confiado. Se ve
que la ley, al suprimir la presentación al encargado del re­
gistro civil en las declaraciones de nacimiento, la ha man­
tenido en las declaraciones de niños hallados. Como no
es menos peligrosa, no es tampoco respetada por la costum­
bre de las ciudades. Lo que encuentran niños los llevan
no a la alcaldía, sino al hospicio; la declaración no se hace
hasta después.
La omisión de esta declaración es castigada por el Art.
347 con las mismas penas que la omisión de una declara­
ción de nacimiento; pero la ley no fija en este caso el pla­ í
zo para efectuarlo; solamente hay que admitir que debe
serlo mientras el niño sea todavía “recién nacido” y que
(1) Ed. Lévy, Loús Nouvclles, 1923, p. 1.
228 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

entre tanto, se debe tener cuidado de él. La persona obli­


gada a la declaración es la primera que lia descubierto al
niño; no está obligada a ello sino en el caso de que el niño
sea recién nacido, lo que corresponde aproximadamente a
su primer mes (1). La ley no dice nada de los niños o de
los locos que sean hallados más tarde sin estado civil co­
nocido.
Pero se verá que los juicios declarativos transcriptos
en los registros equivalen para ellos al acta del Art. 58
(infrá, núm. 238).
§ 2. Acta de defunción.
214. Declaración obligatoria de las defunciones.—Ni
el Código civil ni el Código penal imponen a personas de­
terminadas la declaración de las defunciones, salvo cuando
la defunción ha tenido lugar en un hospital (V. Art. 80).
La ley no fijaba tampoco, para la declaración de las
defunciones, ningún plazo (2). Este último olvido ha sido
reparado por la vía administrativa. El decreto de 15 de
abril de 1919, art. 8, declara que toda defunción debe ser
declarada dentro de las veinticuatro horas, pero sin encar­
gar a nadie de esa declaración, lo que excluye toda sanción
penal incluso la del Art. 471, 3", C. penal.
No existe tampoco sanción civil, aunque una circular
ministerial del 28 de mayo de 1822, mal fundada en la de­
cisión del Consejo de Estado, de 12 brumario, año XI. que
concierne a los nacimientos, haya prohibido a los encarga­
dos del registro civil que reciban declaraciones retrasadas
de defunción. Esta circular parece ser ilegal, pues la ley
impone a los encargados del estado civil el deber de recibir
las declaraciones de defunción sin ninguna exigencia de
fecha (3). Todo lo que exige la ley, es que el encargado
del estado civil pueda trasladarse cerca de la persona fa­
llecida (Art. 77), lo que supone que el cuerpo no ha desapa­
recido.
En aplicación de esta idea, una circular ministerial de
18 enero de 1882 prescribe al encargado del registro civil
que no explica el permiso de inhumación, previsto por el
Art. 77, sino después de haber levantado el acta de defun-
(1) Comp. Garlón. Cade pénál annoté, bajo ol art. 347, núm. 3.
(2) Tr. Lovaína, 11 marzo 1889, y Tr. Tormondo, 15 junio 1891, S. 92. 4. 32.
Sobreseí origen histórico do este olvido, v. Planiol, Trai-té ¿Icmentaire., I, núm. 500.
(3) Tr. Lovaína, 11 marzo 1889 y Tr. Tormondo, 15 junio 1891, S. 92. 4. 32.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 229

ción. Obrar de otro modo sería por su parte una impru­


dencia verdadera, pues se expondría a ciencia cierta a no
poder comprobar el fallecimiento. Se haría necesario, en­
tonces, un juicio para esa comprobación yJas costas incum­
birían al encargado que cometiera la falta (1), a petición
de las partes.
Ahora bien, la imposibilidad de obtener del alcalde el
permiso de inhumación antes de haber declarado el falle­
cimiento, equivale prácticamente a hacer obligatoria esa
declaración en un plazo breve. Esc permiso de inhumación
es exigido por el Art. 77 a toda persona que quiera proceder
a un enterramiento y el Art. 358 del Código penal castiga
con la pena de seis días a dos meses de prisión y con una
multa de dieciséis a cincuenta francos a los que prescindan
de ese permiso (2) .
215. Lugar de la declaración.—El Código civil no in­
dicaba, por un olvido curioso (3), el lugar donde debía ha­
cerse la declaración de defunción. En la práctica se im­
ponía que se hiciera en el lugar mismo del fallecimiento.
Esta solución ha sido ya expresamente dada por la ley de
7 de Febrero de 1924 (Art. 78 nuevo).
Una dificultad se presenta cuando el cadáver se en­
cuentra en un lugar en que con toda certeza no se ha pro­
ducido el fallecimiento (ahogado arrastado por las aguas»
víctima de un asesinato, llevado lejos del lugar del crimen,
individuo muerto de repente en un compartimiento del fe­
rrocarril). En estos casos hay que atribuir competencia al
encargado del registro civil del lugar del hallazgo (4).
Cuando el fallecimiento se produce en un municipio en
que el difunto no estaba domiciliado, el Art. 80, modificado
por la ley de 20 de Noviembre de 1919, ordena que el encar­
gado que ha extendido el acta dirija una certificación en el í

plazo más breve al lugar del domicilio del difunto para una
transcripción inmediata en los registros de ese lugar.
216. Quién puede hacer la declaración.—Según el Có­
I
digo civil, la declaración debía ser hecha por dos personas
(1) V. sin embargo, contri), Li mogos, 15 mayo 1889, I». 90. 2. 307.
(2) Sobre ose texto, v Garlón, Codo pénal-annoté. Se debe, parece, consi­
derar como una sepultura propiamente dicha, todas las maneras de hacer desapa­
recer el cadáver, talos como la incineración o la inmersión (Garlón, loe. oit., nú­
mero 8 y s.).
(3) V. la explicación do este olvido en Planiol, Traite ílémentaire, I, 305.
(4) Ed. Lóvy, Notes sur l'état civil, t. París, 1910. p. 118. En el caso de que
el cuerpo es hallado en el límite do dos municipios el uso quiere que la posición
de la cabeza determine la competencia.
230 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

que la ley calificaba de testigos y que, en consecuencia, de­


bían ser mayores de edad (1). La ley de 7 de febrero de
1924, que ha suprimido los testigos en las actas de nacimien­
to y defunción (suprá, núm. 191), decide que la defun­
ción será declarada por una sola persona, pariente del
difunto, o por lo menos que posea sobre su estado civil
los detalles más exactos y más completos (Art. 78). Esta
persona puede ser un menor. En cuanto a saber si posee
detalles completos, nadie puede juzgarlo.
Para las actas de defunción levantadas en los ejércitos,
la ley de l9 de julio de 1918, que modifica el Art. 93, había
decidido que los declarantes podían ser menores de edad, si
se hallaban movilizados (2). La ley de 7 de febrero de
1924, sobre la supresión de los testigos, se olvidó suprimir
esa disposición. La ley de 11 de diciembre de 1924, que mo­
difica de nuevo el Art. 93, no ha mantenido la necesidad de
dos declarantes, sino en el caso de que el encargado del re­
gistro civil no haya podido trasladarse hasta donde esté el
cadáver.
217. Comprobación del fallecimiento. —Distintamen­
te de los nacimientos las defunciones deben aún ser compro­
badas por el encargado del registro civil que se trasladará
cerca de la persona fallecida (Art. 77).
En la práctica, es un médico, el del difunto o el del es­
tado civil, según los municipios, el que expide un certifica'
do de defunción. La intervención de un médico ofrece en
este caso grandes ventajas. Es el único que puede distin­
guir la muerte verdadera de ciertos estados letárgicos o ca-
talépticos, así como comprobar la hora y la causa, lo que es
de gran utilidad para el descubrimiento de los crímenes,
las operaciones de estadísticas, a la lucha contra las'enferme­
dades contagiosas. Sin embargo, a pesar de su valor prác­
tico, ese sistema es realmente ilegal (3).
En el pensamiento de la ley, la comprobación del falle­
cimiento tiene sobre todo por objeto asegurar la represión
de los crímenes contra la vida humana. Por eso, cuando
(1) Sobre la nulidad del acta por minoridad de los testigos: Req., 20 enero
1920, D. 1921. 1. 129, nota Rouast.
(2) La ley de l9 julio 1918 ha sido- declarada aplicAb’e a todas las actas do
defunción levantadas en los ejércitos después del 2 do agosto ció 1914. Es, pues,
retroactiva, pero no interpretativa. V. Req., 20 enero 1920, precitada.
(3) El médico que expida el certificado debe ser, en l’aHs, un módico foren*
se oficialmente nombrado (decisión de 31 dic. 1821). Una eirculai del Ministro
del Interior, do 24 dic. 1866, ha prescrito a los alcaldes de los municipios que do*
leguen en uno o en varios médicos a este efecto, pero no ha sido* observada sino
en determinadas grandes ciudades.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 231

esa comprobación revela indicios de muerte violenta, la ley


no permite la inhumación sino después de que un oficial
de policía, asistido de un médico, ha levantado acta del es­
tado del cadáver, de los indicios comprobados y de los deta­
lles recogidos sobre los nombres, apellidos, edad, profesión
y domicilio de la persona fallecida (Art. 81).
Además, para evitar las inhumaciones precipitadas, el
Art. 77 ordena al encargado del registro civil que no expi­
da ningún permiso, para inhumar antes de las veinticuatro
horas después del fallecimiento. Las infracciones a estas
disposiciones son castigadas por el Art. 35S, Código penal,
con las mismas penas que la inhumación sin permiso.
En los ejércitos, el acta de defunción puede ser levan­
tada aunque el encargado del registro civil no haya podido
trasladarse hasta la persona fallecida, pero, en este caso,
es preciso el testimonio de los declarantes (Art. 93 in fine,
mod. por la ley de 11 de diciembre de 1924).
218. Contenido del acta de defunción.—Las indica­
ciones especiales de esta acta, a que se refiere el Art. 79,
que completa el Art. 34, son de dos clases.
I9 La mayor parte de ellas tienden a la identificación
del difunto, l9 por medio de sus apellidos, nombres, fecha
y lugar de nacimiento, profesión y domicilio; seguidamente
por la mención de los apellidos, nombres, profesiones y úl­
timo domicilio de su padre y su madre, de los apellidos y
nombres de su último cónyuge, si el difunto era casado,
viudo o divorciado, y por último, por la indicación del pa­
rentesco del difunto con el declarante, cuyos nombres, ape­
llidos, profesión y domicilio deberán ser mencionados. Si
algunas de estas indicaciones faltan, se deberá conformar­
se con los demás; si la misma identidad del difunto es des­
conocida, se tratará de suplirla mencionando sus signos
característicos (vestidos, joyas, talla, cicatrices, etc.) que
permitan reconocerle (1) ..
29 La ley de 7 de febrero de 1924? además, ha consa­
grado en el Art. 79, el uso, hasta entonces jurídicamente dis­
cutido, de insertar en el acta la indicación del día, hora y
lugar del fallecimiento, siempre que se conozcan. Ocurre
a veces que se ignoran, en algunos casos de catalepsia y so­
bre todo cuando, no habiendo asistido nadie a la muerte, el
(1) Véanse los ejemplos de actas do defunción de desconocidos completa
mente informados por Boisseau; Des jugements tondcvnt a établir, reconstituer,
rectifier ou annuler des actes de l’état civil, tesis, París, 1914, p. Í44 y 146. V.
también Lossona, De l Identification d’un cadavre, Rev. trim., 1905, p. 793.
232 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cadáver no se descubre sino algún tiempo después. En este


caso, el acta hará constar, bajo forma dubitativa, una fecha
aproximada del fallecimiento. Indicará también las cir­
cunstancias en que se funda esa apreciación.
En principio, aparte del lugar y de la fecha, el acta no
debe mencionar ninguna de las circunstancias del falleci­
miento. El Art. 85 lo prohíbe expresamente en el caso de
muerte violentfa, de ejecución capital o de fallecimiento en
las prisiones.
Una notable excepción ha sido hecha, no obstante, por
dos leyes de 2 de julio de 1915 y 28 de febrero de 1922, la
segunda ampliando la primera, en favor de las víctimas de
las guerras sostenidas por Francia y especialmente de la
de 1914. Las palabras muerto por. Francia deben figurar
en su acta de defunción. El campo de aplicación de este
favor es todo lo amplio posible (1). Pero la aplicación de
la mención prevista se halla siempre subordinada al aviso
de la autoridad militar. Se hace de oficio por esta en las
actas que ella levanta. El alcalde, en cambio, no la inserta
sino en el caso de que sea advertido por la autoridad mili­
tar o la familia (2).
Sección V.—Rectificación de las actas del estado civil (3)

Casos de rectificación.
219. Utilidad de la rectificación. — Desde que han
empezado a figurar en los registros, con las firmas legales,
las actas del estado civil, comprendidas las transcripciones
y notas marginales, no pueden ya sufrir ningún cambio
sin una decisión judicial. No obstante, con frecuencia son
(1) La ley ha sido hecha lo mismo para los civiles que para los militares (V.
la enumeración del Art. 1’ de la ley de 1915 rectificado por la ley do 1922).
(2) Si con ocasión de una declaración de fallecimiento, la familia reclama
esa mención en el acta, el alcalde debe levantar el acta de defunción inmediata­
mente, pero esperar, para hacer figurar en ella la mención, el aviso do la autoridad
militar; cuando este aviso llega a él, pono la mención al margen, la fecha y la
firma. Procede igualmente cuando esta mención le es solicitada para un acta ya
levantada, en la que ha sido omitida por error o porque la ley no la preveía aún.
Es una verdadera rectificación administrativa de acta del estado civil la que la
ley hace realizar directamente al alcalde, en vez do encargar de ello a los tribunales
civiles. Así mismo éstos se declaran incompetentes para pronunciar su anulación
(Tr. del Sena, 7 marzo 1919. Gaz. Trib., 14 junio).
(3) Bibliografía.—Boisseau, Des jugentente tendant a ctablir, rcconstituer,
rectifier ou annuler des actes de Vétat cwü, tesis, París, 1914; Ed. Lévy Cominea
taire de la loi du 20 nov. 1919: Louis Nouvelles, 1920. 1, p. 74; R. Lyon, Jugements
et ordonnances de rcdifications d’actes de Vétat civil, tesis, París, 1921; Crozes,
La rectification des actes de Vétat civil, tesis Tolosa, 1921.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 233

necesarias algunas modificaciones de su texto. La ley (ar­


tículo 99 y s.) prevé, a este efecto, un procedimiento sim­
plificado llamado de rectificación de las actas del estado
civil, cuyas aplicaciones son muy frecuentes. Sin embargo
es preciso evitar su extensión, ya al caso de que la modi­
ficación interesada haga surgir una cuestión de estado, o
bien en el caso en que se trate, no de la rectificación, sino
de la constitución o de la reconstitución, de un acta.
A reserva de esto, procede la rectificación en tres ca­
sos, que pueden además combinarse.
1’ El acta es incompleta. Por eso, muy numerosas
rectificaciones tienen por objeto mencionar en algunas ac­
tas un título de nobleza o una partícula que habían sido
omitidos en ella (supra, núms. 115 y 136). Otras rectifica­
ciones frecuentes introducen, en un acta de fallecimiento,
el nombre y las demás marcas legales de identidad de la
persona cuyo cadáver no había sido aún identificado cuando
la declaración de fallecimiento (1). Otras, también, com­
pletan la indicación de la fecha o del lugar de un falleci­
miento o de un nacimiento (2). Se considera también co­
mo acta incompleta el acta que no hubiera sido levantada
sino sobre un solo libro registro; el otro registro debe ser
rectificado (3). Y por último, es preciso rectificar el acta
en que falta una de las firmas que debiera llevar, a menos
que esa omisión no la anule (suprá, núm. 204) (4).
2’ El acta, es inexacta. Las inexactitudes que dan lu­ I
gar al mayor número de juicios de rectificación se refieren
a los apellidos (suprá, núm. 130) y nombres ( supra, nú­ i
mero 127), alterados o con mala ortografía y más particu­
larmente, a los nombres a los cuales ha sido unida ]a par­
tícula ; poco importa que esas alteraciones de nombres fi­
guren en las firmas o en el cuerpo mismo del acta (5). Otros
errores rectificables se refieren a las demás señas legales
de la identidad de los interesados: sus títulos nobiliarios,
(1) Véanse, como ejemplos, las sentencias informadas en las tesis precitadas
de MM. Boisseau y Lyon: Tr. Amiens, 21 junio 1873 y Tr. Versalles, 21 marzo
1900 (Boisseau, p. 150 y 144) ; Tr. Versalles, 16 mayo 1913 (Lyon, p. 36). No hay
que asombrarse demasiado de que un encargado del registro civil rectifique por sí
mismo el acta en un caso semejante. (V. ejemplo citado por Boisseau, p. 147). ¡'
(2) Caen, 17 agosto 1843, D. Jur. Gén., v’ Actcs de l’état civil, núm. 421; Tr.
Brioude, 26 enero 1894, (Lyon, op. cit., pág. 46).
(3) Circ. min. 19 octubre 1871: Tr. Saint-Flour, 30 junio 1906 (Boisseau,
op. cit., p. 86).
(4) Tr. Versalles, 10 feb. 1909 (Lyon, op. cit., p. 44); Tr. Sena, 28 feb. 1919,
D. 1920. 2. 83 y Gaz. Trib., 6 julio 19Í9, ¡nota Ed. Lévy.
2 Ch&teau-Chinon, 29 junio 1900, bajo Bourges, 30 enero 1901, S. 1904.
234 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

su sexo (1), domicilio (2), profesión (3), fecha y lugar de


nacimiento (4), su carácter de esposo de una persona de­
signada (5) o de hijo de una persona indicada (6), cuando
no se refieren a una cuestión de estado (7). A las verdade­
ras inexactitudes se equipararán los hechos que la ley repu­
ta inexactos: así, pues, cuando un niño ha sido declarado
en el registro civil como hijo de una mujer casada y de un
hombre que no sea el marido, el acta se presumirá inexacta
y se rectificará de forma que el marido sea indicado como
padre (8). Por último, a las actas que eran inexactas
desde su confección, se equipararán las actas que se han
hecho inexactas posteriormente, por ejemplo, a consecuen­
cia de un cambio de nombre (suprá, núms. 107 y 115), o de
una legitimación (9).
39 El acta- contiene manifestaciones no previstas por
la ley y cuya supresión puede ser ordenada.
220. Sentencias rectificativas y declarativas. — Se
confunden frecuentemente con las rectificaciones del es­
tado civil las sentencias que suplen un acta que ha sido omi­
tida en los registros en la época en que debió haber sido
levantada; bien porque haya sido simplemente extendida
en hoja suelta o porque no figure en ninguna parte (10).
En esta -confusión ha incurrido hasta el Consejo de estado,
en una decisión del 12 brumario, año XI, sobre los naci­
mientos tardíamente declarados. No deja por eso de cons-
(1) Angers, 27 feb. 1846, D. 46. 2. 85; Tr. Sena, 2' feb. 1906 (Boisseau, op.
•a _ inox inin .. -iao\ .
cit, p. 193) y 30 dic. 1910 (ibid., p. 192); Tr. Corbeil, i16
n ni 4
julio i1914, T n 7 zií 10
La Loi, 19
julio.
(2) Cas. belga, 20 marzo 1919, D. 1920. 2. 83.
(3) Tr. Burdeos, 3 nov. 1897 (Lyon, op. cit., 78); Tr. Versalles, 2 dic'- 1913
(Boisseau, op. cit., p. 203). Se trataba de personas erróneamente designadas como
«riadas de cuarto.
(4) Tr. Sena, 21 enero 1911 (Boisseau, op. cit., p. 197) ; y 10 feb. 1911,
(tbid., p. 215) ; Tr. Versalles, 19 mayo 1913 (ibid., p. 196) ; Tr. Sena, 21 enero
1915 (Lyon, op. cit., p. 72).
(5) -Tr. - - marzo y 2’0 abril 1911 (Boisseau, op. cit., p. 180 y 182);
Sena, 31
23 marzo J880
Tr. Reims,, 20 1880 (ibid., p. 229).
(6) -Tr.. Sena, 10 feb. 1911, precitada, Tr. Saint-Malo, 21 feb. 1913 (Boisseau,
op. cit., p. 185).
(7) rEse es el caso principalmente para la indicación del esposo de una per-
sona fuera de su acta de matrimonio, y para la indicación de sus padres fuera
de su acta de nacimiento.
(8) Req., 22 jul. 1913, S. 14. 1. 351.
(9) Tr. Burdeos, 22 enero 1913 (Lyon, op. cit., p. 81).
(10) Esta confusión ha sido cometida principalmente por las decisiones si­
guientes en quo se rnaaiifiesta, directa o indirectamente, en la aplicación que de­
clara hacer de los arts. 855 y s., Pr. civ. y del juicio del Consejo de Estado de 12
brumario añoXI- Pau, 16 mayo 1853, D. 54. 5. 13, S. 53. 2. 491; Civ., 14 junio
185R B58 í ¿59- Burdeos, 15 feb. 1888, D. 89. 2. 197, S. 88. 2. 192; Rouen, 11
oct. 1889, D. 90. 2. 305, S. 90. 2. 10; Tr. Barbezieux, 17 nov. 1911, D. 1912. 5. 1.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 235

tituir un error, según lo ha reconocido implícitamente la


ley de 20 de noviembre de 1919, al dar el nombre de juicios
declarativos de nacimiento a los que establecen un naci­
miento después del plazo de tres días dado por el art. 55
(1). La ley compara muy justamente esos juicios con los
juicios declarativos de defunción, los cuales difieren de los
juicios rectificativos por el procedimiento empleado y la
autoridad que se hace cargo de ellos (infrá, núm.239).
Son igualmente juicios declarativos y no juicios rec­
tificativos los que dan los tribunales cuando, después de
haber anulado un acta irregular, la reemplazan por una
sentencia que ocupará el lugar del acta nula.
221. Acciones de estado y rectificación de las actas
del estado civil; interés de la distinción.—La acción en
rectificación debe ser cuidadosamente distinguida de las
acciones de estado y eso desde dos puntos de vista:
l9 La ley impone para la eficacia de las acciones de
estado, condiciones de fondo severas a las cuales, las par­
tes no pueden escapar presentando insidiosamente su de­
manda bajo la forma de una acción en rectificación de un
acta inexacta, es decir, de una acción que como esta última
está abierta a todo interesado y al Ministerio público, y en
la cual la prueba es libre. Así, pues, como las acciones de
estado, en principio, le están prohibidas al Ministerio pú­
blico, éste no puede demandar, bajo la forma de rectifica­
ción, la supresión de un reconocimiento de hijo natural, lo
cual sería una verdadera discusión de estado (2). De igual
modo, el hijo puede pedir solamente que un acta de naci­
miento en la cual él figura como nacido de padres desco-
. nocidos, sea completada por la atribución de una preten­
dida filiación (3) y no lo puede pretender más que si se i
encuentra en los casos en que la ley permite la investiga­
ción de paternidad o de maternidad. Igualmente, también,
un extranjero no podrá escapar a los preceptos de su ley
nacional, presentando una acción de estado a un tribunal
francés, bajo la forma de una demanda en rectificación de
un acta (4).
(1) V. el título del capítulo de esta ley que modifica el art. 55. La misma
expresión ha sido- introducida por la ley en el art. 99.
(2) Corto do apelación indochina, 9 sept. 1911, D. 1913. 2. 41, nota P. Bi-
net. La misma solución para las otras acciones en discusión de estado: París, 25
marzo 1891, D. 93. 2. 63, salvo el derecho del Ministerio público do proceder en
li
nulidad do matrimonio (art. 190-1).
(3) Req., 9 enero 1854, D. 54. 1. 185, S. 54. 1. 689. i
(4) Civ. 14 mayo 1834, D. Jur. Gén., v? Actcs de l’état civil, núm. 451, S 34.
1. 847; Civ., 20 feb. 1901 (motivos), D. 1902. 1. 9, S. 1902. 1. 281.
236 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

2’ En cuanto al procedimiento y a la autoridad ele


la sentencia pronunciada, las acciones de estado no deben
ya ser confundidas con las acciones en rectificación (1).
La ley ha creado para éstas un procedimiento ligero y rá-
indo, porque no tienen relación sino con errores o irregula­
ridades materiales cuya rectificación es fácil y no perju­
dica a terceros. Se sabe, en cambio, cómo la ley, por inte­
rés público, rodea de garantías toda modificación del es­
tado de una persona. No permite, por lo tanto, que en un
caso semejante, se sacrifique la seguridad del procedimien­
to a una rapidez que no es indispensable. Toda acción que
presente una cuestión de estado debe, por consiguiente, ser
llevada ante el tribunal de domicilio del demandado, don­
de será sometida al procedimiento ordinario (2). En cam­
bio, se puede sostener que la sentencia pronunciada tiene
una autoridad que el art. 100 rehúsa al resultado rápida­
mente obtenido de la acción de rectificación (suprá, nú­
meros 40 y 41).
222. Continuación. Criterio de la distinción.—A los
fines de la distinción y para aclarar una jurisprudencia
bastante poco homogénea, es. preciso analizar las diversas
manifestaciones que se encuentran en las actas del estado
civil.
a) Las actas contienen en primer término extremos
relativos al acta en sí, a su fecha, al encargado del registro
que la ha recibido, a los declarantes y testigos; es preciso
que las firmas correspondan a esos puntos. Las inexacti­
tudes e irregularidades de esas manifestaciones son en prin­
cipio rectificables en la forma de los arts. 99 y s., y esto
aun en el caso de que se tratase de la nulidad de un acta
de la cual dependiera la prueba de una filiación o de un
matrimonio.
b) Las actas contienen además la indicación de las
circunstancias.de focha y de lugar de los hechos que rela­
tan; esos puntos pueden ser rectificados sin dificultad,
puesto que no llevan aparejada ninguna cuestión de estado.
c) Por otra parte, las actas contienen una serie de
extremos destinados a determinar la identidad de las par-
(1) Binet, nota precitada; Mersier, Tr. des actcs de l’état civil, núm. 474.
V. sin embargo,’ en sentido contrario, Aubry y Rau, I, § 63, núm. 5. Baudry-Lacan-
tinerie y Houques-Fourcade, II, «núm. 954.
(2) Beq. 13 nov. 1882, D. 84. 1. 120, S. 83. 1. 272; Agón, 27 nov. 1866, D.
66 9 235 8 67. 2. 138 (motivos) ; Algor, 16 dic. 1878, D. Jur. Gén., Sup., v» Jetes
de l’état civil, núm. 119, 8. 80. 2. 15; Chambéry. 20 julio 1885, D. ibid.’, Tr. Sona,
31 marzo 1896, D. 99. 2. 389; Civ. 20 feb. 1901, precitada (motivos); Tr. Pon-
toise, 5 dic. 1922T, Gas. Trib., 7-8 feb. 1923 (motivos).
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 237

tes, es decir, del difunto, en las actas de defunción; de los


esposos, en las actas de matrimonio, del hijo y de sus pa­
dres, en las actas de nacimiento. Estos extremos pueden
ser erróneos o incompletos sin hacer dudosa la identidad
de la parte; se podrá entonces rectificarlas (1). Es muy
distinto si la rectificación pedida no se refiere simplemen­
te a los signos de identidad, sino a la misma identidad de
las partes. Hay entonces en juego, en las actas de naci­
miento y de matrimonio, una cuestión de estado, puesto que
el matrimonio, la paternidad o la filiación de la persona de­
signada se encuentran en duda y se cae en el caso que se­
ñalamos a continuación. En cuanto a las actas de defun­
ción, el error sobre la identidad de la persona fallecida
entraña su nulidad, y necesita, para la persona verdadera­
mente fallecida, un juicio declarativo de defunción.
d) Por último, las actas del estado civil hacen men­
ción del matrimonio y de la filiación de las partes. Estas
menciones exigen en el acta de nacimiento, la filiación; en
el acta de matrimonio, el estado de esposos. Pueden, en
principio ser modificadas por vía de acción de rectifica­
ción (2). No'obstante, esto no ocurre sino cuando el esta­
do realmente depende del acta.
Consiguientemente, puede ser directamente pedida una
modificación de las menciones relativas a la filiación, o en
el caso de que esas manifestaciones sean legalmente proba­
torias, o en el caso de que una filiación contraria se halle
ya legalmente probada. En virtud de la primera idea, se
podrán suprimir por vía de rectificación, las menciones de
un acta de nacimiento que atribuya al hijo un padre natu­
ral que no lo ha reconocido, o un padre legítimo muerto
realmente en la época de la concepción (3), o un padre adul­
terino o incestuoso (4). Al hacer esto, no se toca a su es­
tado, sino solamente al acta que atribuirá irregularmen-
(1) Sobre eso delicado- punto, v. Civ., 20 feb. 1901, precitada; Tr. Pontoise,
31 marzo 1909 (Bousscau, op. cit., p. 260) ; Tr. Sena, 10 feb. 1911 (ibid., p. 215) ;
Tr. Rb.uen, 15 sept. 1911 (Lyon, op. cit., p. 56); Tr. Burdeos, 2 abril 1913 (ibid.,
p. 87). I
(2) Una sentencia hace una distinción completamente arbitraria entro esa
filiación y el hombro que la indica. Atribuye a un individuo el nombre de un padi padre
pretendido por ól, por medio do la simple rectificación de’ 5 su
SU íacta de
1 nacimiento,
------------- s--x
sin, para eso, estatuir sobre
* la paternidad. V. Agen, 27 nov. 1866, D. 66. 2. 235,
8. 67. 2. 138.
__(3) Tr. Burdeos, 2 abril 1906 (Lyon, op. cit., p. 96) ; Tr. Gap. (ord.), 24 dic.
1920. La Loi, 27 abril 1922; Tr. Pontoise, 5 dic. 1922. Gas. Trib., 7-8 feb. 1923.
Sobro esta última, v. Gaudemet, liev. trim-., .473.
.... 1923, p.
Tr. Ambert, 20 dic. 1923, La Loi, 20 dic. 1924, nota Ed. Lóvy. Comp.
Roq., 22 julio 1913, S.' 1914. 1. 351'.
238 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

te ese estado. En virtud de la segunda idea, se puede rec­


tificar un acta de nacimiento que, designando a una mujer
casada por madre, omite indicar a su marido como padre
(1) o también un acta que omita declarar los padres cuan­
do el hijo tiene una posesión indiscutible de hijo legítimo
(2) , o, con mayor razón, un acta desmentida por la senten­
cia que un tribunal competente ha pronunciado ya sobre
una acción de estado regular. En este último caso, por
otra parte, muy rara vez tendrá que intervenir una deman­
da en rectificación, puesto que la sentencia pronunciada
sobre la acción de estado debe ordenar directamente esa
rectificación.
Lo que acabamos de decir respecto de la filiación, es
exacto en cuanto al matrimonio. Para la prueba de éste
el acta del estado civil es siempre legalmente probatoria,
en tanto que no se resulte anotada por una sentencia de
anulación (3). Esa sentencia anotada no puede, pues, ser
.impugnada por vía de rectificación. No se puede tampo­
co hacer constar un matrimonio por medio de un juicio
rectificativo, sino solamente por medio de un juicio decía-
ilativo.

§ 2. Procedimientos de rectificación.
223. Rectificaciones ordenadas accesoriamente por
sentencias diversas.—Si bien el procedimiento de rectifica­
ción no puede ser empleado para las acciones de estado, en
cambio el procedimiento de esas acciones puede terminar­
se por medio de una rectificación. Eso es lo que se produ­
ce si el demandante en la acción de estado obtiene una sen­
tencia que contradiga las manifestaciones de ciertas actas
del estado civil. Esa sentencia permitiría evidentemente
obtener im mandamiento de rectificación, del Presidente
del Tribunal del. lugar del acta inexacta; pero el deman­
dante o el Ministerio público pueden evitar esos gastos su­
plementarios, pidiendo al tribunal encargado de la acción
de estado que ordene accesoriamente y como consecuencia
(1) Req. 22 julio 1913 (precitada) ; Tr. Ambert, 20 dic. 1923, precitada. La
jurisprudencia, anterior se hallada dividida: contra la simple rectificación: Req.,
9 enero 1854, D. 54. 1. 185, S. 54. 1. 689; Chambéry, 20 julio 1885, precitada; Tr.
Lyon, 13 julio 1904, Gaz. Trib., 1904. 2'. 216 y 9 junio, 1905, Mon. jud. Lyon, 29
julio 1905; pero a favor de la simple rectificación: Tr. Mantés, 9 nov. 1839 (Bois-
seau, op. cit., p. 371).
(2) Tolosa, 20 feb. 1912, D. 1913. 2. 202.
(3) V. nuestro Tratado, t. II, La Familia.

-•
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 239

necesaria de su decisión, la rectificación de las actas en que


esta decisión contradice (1).
Así pues, la rectificación del acta del matrimonio será
accesoriamente ordenada por la sentencia que anula su ma­
trimonio, la rectificación de un acta de nacimiento lo será
por la sentencia de legitimación o por aquellas que admi­
tan una investigación de paternidad o de maternidad, o
una desaprobación. Los juicios de anulación de legitima­
ción, de adopción o de reconocimiento de hijo natural,
pronunciarán igualmente la rectificación de las actas co­
rrespondientes (2).
Nada impide tampoco que una rectificación sea orde­
nada por una jurisdicción represiva que, al estatuir sobre
una infracción, compruebe un error en un acta del estado
civil (3). Puede serlo igualmente algunas veces por un
tribunal civil encargado de una acción de carácter patri­
monial, por ejemplo, de una acción por daños y perjuicios
contra un declarante o un encargado del registro civil (4).
Las explicaciones que siguen no conciernen a esas rec-
iificaciones incidentales o accesorias, sino solamente a las
rectificaciones perseguidas en cuanto a lo principal.
224. ¿Quién puede proceder en rectificación? — La
acción en rectificación está abierta a todo interesado y al
Ministerio público.
Los derechos del Ministerio público, largo tiempo dis­
cutidos (5), no lo son ya desde la ley de 20 noviembre de
1919, pues el Art. 99 prevé expresamente que dicho minis­
terio puede actuar. Eso supone, no obstante, que el orden
público está interesado en la rectificación, cosa que apre­
ciarán los tribunales.
En cuanto a los interesados, son aquellos a quienes
conciernen personalmente las menciones inexactas omiti-
(1) Req., 8 abril 1910. D. 1913. 5. 17, S. 1912. 1. 109; Tolosa, 26 abril 1893,
D. 94. 2. 15(5, S. 9G. 2. 252; París, 24 dic. 1913, en civ., 6 marzo 1923, D. 1923. 1.
81, Nota Savatier.
(2) V. las decisiones precitadas.
(3) Arg. a fortiori, del Art. 198. V. las razones dadas más adelante en este
sentido-, a propósito de los juicios declarativos, núm. 234.
(4) Pan, 16 mayo 1853, D. 54. 5. 13, S. 53. 2. 491.
•i
(5) Sobre la controversia anterior a la ley de 1919, v. Planiol, Traité ¿lémcn-
taire, I, núm. 532. El orden público debo sor considerado principalmente como in­
teresado cuando se trata do una alteración de un (nombre patronímico (Cas. 12
mayo 1920, S. 1901) o indicación do una filiación adulterina o incestuosa,
y también si la inexactitud del acta expono a hacer sufrir perjuicio a un ausente
o a un incapaz, o impide la aplicación do las leyes sobro la conscripción o permite
un matrimonio incestuoso o adulterino. Queda bien entendido que el Ministerio
público no puede so-licitar esas rectificaciones, sino en el caso de quo impliquen
una cuestión de estado.
i
240 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

das o irregulares. La jurisprudencia parece conformarse,


para acoger su acción, con el interés moral que ellos tienen
en ser exactamente designados (1). En materia de nom­
bre, el derecho de hacer que se rectifique el acta se extien­
da a todos los miembros de la -familia que designa (No. 116).
El interés existe, parece, aún en el caso de que la persona
a la que el acta identifica inexactamente no haya desempe­
ñado sino el papel de declarante o de testigo.
Pueden también demandar la rectificación las partes
que temiesen ver disminuida la fuerza probatoria del acta
por el hecho de sus irregularidades; los alcaldes que te­
miesen ver comprometida su responsabilidad por virtud
de las omisiones o de los errores de im acta; y los terceros
que teman que un acta inexacta entrañase confusiones
que los perjudicase, por ejemplo» en materia de nombre, etc.
(Nos. 16 y 136).
225. Competencia.—La competencia se halla regula­
da por el Art. 99 que en principio encarga, de la acción
de rectificación al presidente del tribunal del lugar en que
ha sido levantada el acta que debe rectificarse. Como el
acta se encuentra en su archivo, la tiene mejor que nadie
al alcance de su mano, y el Procurador de la República
podrá mejor que en otra parte, velar porque la rectifica­
ción sea regularmente hecha en los libros registros. Por
otra parte, el lugar del acta es también aquel en que se ha
celebrado el hecho que hace constar, y el tribunal de ese
lugar es el que está mejor situado para conocer y corregir
las inexactitudes que se hayan deslizado en esa constancia.
Ese tribunal extiende también su competencia a la rectifi­
cación de todas las> actas de estado civil diseminadas en va­
rios lugares, que hayan sido objetos de un error original
en un acta levantada en su jurisdicción (2).
No obstante, añade el Art. 99, párr. 2. la rectificación de
las actas del estado civil extendidas en el curso de un viaje
marítimo, en el extranjero (3) o en el ejército, será solicita-
(1) Cas. Belga, 20 marzo 1919, D. 1920. 2‘. 83.
(2) Limoges, 22 julio 1895, D. 97. 2. 163, S. 97. 2. 278; Burdeos, 21 julio
1913, S. 1914. 2. 255; París, 24 dic. 1913, precitada. V. el ejemplo de una rectifi­
cación quo alcanzaba a la vez a 21 actas, dado por Boisseau (op. cit., p. 220)
Amiens, 3 mayo 1895.
(3) Lo que supone que los interesados tienen siempre el derecho de hacer
transcribir en Francia cualquiera do las actas del estado civil levantadas en el ex­
tranjero en la forma local. V. suprcL, núm. 187. Pero de hecho la mayoría do las actas
recibidas en el extranjero no son transcritas, sobre todo si se trata do actas levan­
tadas por los cónsules, puesto que el duplicado so conserva únicamente en el Mi­
nisterio de asuntos extranjeros (Art. 48). Se sabe quo desde la ley de 8 de julio do
1893 ese Ministerio conserva también, sin hacerlas transcribir, las actas levanta­
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 241

da al presidente del tribunal de ]a jurisdicción en que el


acta haya sido transcripta; allí, efectivamente, es donde se
encuentran los registros que más importa rectificar. Igual­
mente, cuando se trata de que una persona fallece fuera
de su domicilio, es el acta transcripta en su domicilio la
primera que debe ser rectificada; el tribunal de ese domi­
cilio es al que el Art. 99 encarga de la rectificación.
Por último, la ley ha previsto que procede rectificar
no solamente actas, sino sentencias modificándolas o reem­
plazándolas. El Art. 99, párr. 3> declara quedos juicios de­
clarativos de nacimiento y de defunción serán rectificados
por tribunal que haya declarado el nacimiento o la defun­
ción. La misma solución debe ser extendida por analogía
a las sentencias declarativas de matrimonios, de legitima­
ción o de reconocimiento de hijos naturales. Creemos tam­
bién que hay que darla igualmente a las rectificaciones
que haya que hacer a la parte descriptiva de cualquier sen­
tencia (1) transcripta en los registros. No se pueden modi­
ficar esas sentencias por mandamientos de un magistrado,
ni siquiera por sentencia del tribunal del lugar del acta,
cuando no ha sido el que los ha pronunciado.
Los tribunales franceses son competentes para rectifi­
car las actas del estado civil concerniente a los extranjeros,
cuando esas actas figuran en registros llevados en Francia.
226. Procedimiento.—La ley de 20 de noviembre de
1919 (2), aun manteniendo el principio de que la rec­
tificación no puede ser sino judicial, se ha esforzado por
reducir todo lo posible, sus formalidades y gastos.
La solicitud de rectificación se presenta en una instan­
cia al presidente del tribunal, regla aplicable incluso cuan-
das en el extranjero en la forma local y que le han sido enviadas como relaciona­
das con sus nacionales. En uno y otro caso, hay que admitir, para la rectificación,
la competencia del tribunal del Sena. Tr. del Sena, 14 agosto .1894 y 31 marzo 1896,
D. 99. 2. 389. Se puedo, por la vía de rectificación, introducir en el acta las men­
ciones prescritas por la ley francesa y no por la ley extranjera: Rouen, 10 enero
1912 Cluncl, 1912, png. 817; Pillet, Traite pratique, TI, núm. 797.
(1) Así como de los rectificativos, cuya rectificación es posible, sobre todo,
siempre que la sentencia, habiendo sido dada sin opositor, no tenga la autoridad
de cosa juzgada (V. infrd, núm. 227). Como ejemplos do rectificaciones semejantes,
v. Civ. 24 dic. 1901 (1’ especie), D. 1901. 1. 337, S. 1902. 1. 353, nota E. TI. Po­
rrean; Civ. 29 octubre 1905, D. 1906. 1. 337, nota Planiol, S. 1909. 1. 27; Angers,
12 agosto 1901, D. 1902. 2. 2'10, S. 1904. 2. 29; Tr. Mayenne, 13 agosto 1902, D.
1903. 2. 222. El art. 99 se olvida que se puede llegar a encontrarse no solamen­
te frente a una sentencia de primera instancia, sino a una sentencia declarativa o
rectificativa dictada en Casación. ¿A quién se demandará entonces la rectifica­
ción? Cromos, por analogía que debe ser demandada al Primer presidente de la
Corte de casación que ha dado esa sentencia y que la Corte sólo puede ordenarla.
(2) V. el comentario de Ed. Lévy, precitado.
242 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

do la rectificación de una sentencia tenga que ser hecha por


el tribunal en pleno. Esa será siempre la forma, a menos
que el demandante quiera hacer que decida la rectificación
contradictoriamente, citando a juicio a las partes intere­
sadas, que él citará entonces ante el tribunal, conforme
al derecho común, pero sin el preliminar de la conciliación
(Art. 885, pr. civ.). Así es como hay que proceder para
rectificar, de manera que afecte a toda mía familia, un
nombre inscripto en las actas del estado civil» o de manera
que afecte a los herederos, la fecha de una defunción ins­
cripta en el acta de defunción, o de manera que afecte al hijo,
la fecha indicada en el registro civil como la de su naci­
miento. Creemos también que nada impide introducir una
acción en rectificación citando al alcalde a cuyo cargo se
quiera que corran los gastos (1).
Si el Presidente del Tribunal estima fundada la de­
manda, puede inmediatamente, previo parecer del Minis­
terio público (2), fallar en justicia por mandamiento
(Art. 99, C. civ.). El mandamiento original se archiva en­
tonces en el juzgado (Art. 885, pr. civ. al. 2). Parece ser
que la ley permite rechazar la demanda en la misma forma
(V. Art. 856, pr. civ.), pero la circular de 12 de diciembre
de 1919 prescribe que para ello se debe contar con el tribu-
na51; por lo menos» deberá someterle las rectificaciones que
haya que hacer a una sentencia (3). En todo otro caso, pue­
de también el Presidente someterlo a la consideración del
tribunal cuando se vea en una situación embarazosa (4).
El tribunal conoce de la rectificación en audiencia pú­
blica o en Sala de consejo, según el procedimiento sea o no
contradictorio (5). Igual que su presidente, puede pedir
(1) V. sin embargo, contrd, Caen, G marzo 1907 (Boisseau, op. cit., p. 302).
El Art. 855, pr. civ., no prevé citación alguna sino contra 1 ‘las partes interesadas”
en la rectificación, en el número de las cuales no entra, se dice, el encargado del
registro civil. Esto es una simple afirmación. El encargado del registro civil
es interesado siempre que se lo imputa una falta, que so lo demandan daños y per­
juicios o que se quiere hacerle pagar las costas de la instancia. Además, no so
puede impedir que se proceda contra ól por daños y perjuicios por la vía principal,
lo que permitiría al tribunal que lo condene, ordenar accesoriamente la rectifica­
ción. Pau 16 mayo 1853, D. 54. 5. 13, S. 53. 2. 491. Comp. Tr. Ussel, 28. junio
1899 y Limogcs, 15 mayo 1889, D. 90. 2. 307.
(2) Este parecer ce dado generalmente bajo la forma de visto bueno do la
demanda con las palabras: “Visto, no se opone”.
(3) Lo hará también con las rectificaciones rehusadas por un juic;o prece­
dente y que hubieran sido objeto de una nueva demanda.
(4) En A Isacia y Lorcna, las reglas de competencia son las mismas quo en
el resto de Francia (ley l9 junio 1924> Art. 35^‘ . , ,o 1010
(5) V. sin embargo Ed. Lévy, loe. cit., p. i7 y comp. circular 12 dic. iviJ.
La jurisdicción de la Sala del consejo, cuando el asunto es contradictorio, no puede
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 243

toda clase de detalles útiles, y, si la demanda concierne a


un menor, consultar al consejo de familia. El tribunal pue­
de también negarse a ordenar la rectificación en tanto que
el demandante no haya citado a juicio, por medio de un
acta de procurador, a los interesados, cuya presencia le
parezca iitil. Siempre serán oídos un juez informador y el
ministerio público» (Art. 855, pr. civ.).
La apelación es posible dentro del plazo de dos meses,
o por parte del demandante, si el mandamiento o la senten­
cia han rechazado la demanda en todo o en parte, o por los
contrarios, si la rectificación ha sido ordenada por una
sentencia contraria a sus conclusiones (Art. 856) (1). El
Ministerio público puede interponer apelación, de acuerdo
con la jurisprudencia, incluso si se ha comprobado, en pri­
mera instancia como parte coadyuvante (2). Además, si
no ha tenido contradictor en primera instancia, la posibi­
lidad de la apelación se rige en este punto por el derecho
común; no le quita al Ministerio público o al demandante
e] derecho que tienen siempre de instar al presidente o al
tribunal que modifique su decisión (3). El plazo de apela­
ción corre, en caso de instancia contradictoria, desde la no­
tificación, y en caso de procedimiento voluntario, desde el
mandamiento con fallo. Del mismo modo que el tribunal,
la Corte de apelación resuelve en audiencia pública o en '
Sala de consejo, según que haya o no contradictor, pero no
tiene que producirse el informe del ponente (4).
fundarse sino sobre un precepto legal, con excepción, en este caso, del derecho
común; pero ese precepto no existo. E» cambio el Art. 856 pr. civ., hace expresa­
mente, en apelación, la distinción que sostenemos.
(1) El art. 856, Pr. civ., no prevé expresamente sino el caso do procedimien­
to gracioso. La apelación se hace entonces por vía de demanda al primer presi­
dente do la Corte de apelación. En los demás casos, es preciso, para la apelación,
atenerse al derecho común. No se permitiría a los torceros que no hubieran sido
llamados a juicio, pero éstos podrían hacer oposición a. la ordenanza o a la senten­
cia, como igualmente, intervenir en la instancia si tienen interés en ello.
(2) Civ., 29 oct. 1905, D. 1906. 1. 337, nota Planiol, S. 1909. 1. 27. Pero véase
en sentido contrario Civ. 24 dic. 1901 (2’ especie), D. 1902. 1. 361, S. 1902. 1.
353, nota E. H. Perreau. La cuestión es delicada. Se dice que el Ministerio pú­
blico no tiene necesidad, para apelar, de haber contradicho en primera instancia,
como el demandante no necesita haber sido contradicho. Pero no hay que olvidar
que en materia graciosa, la posibilidad de apelación es excepcional y debe ser in­
terpretada estrictamente; ahora bien, la ley no la concede sino al demandante
V. las notas precitadas.
(3) Civ., 24 dic. 1901 (dos sentencias) y 29 oct. 1905, precitadas (v. suprd,
núm. 30). Lo mismo sucede cuando se trata de rectificar un acta cuya rectificación
ha sido anteriormente rehusada por la Corte de apelación, poro está claro que so
exigirán entonces medios nuevos: Tr. Mayenne, 13 agosto 1902. D. 1903» 2. 222.
Para el caso de que se trate de rectificar una decisión ,de la Corte de apelación,
v. la nota del número precedente.
(4) Civ. 30 nov. 1920, D. 1921. 1. 177, nota Savatier.
244 ' TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

La parte dispositiva del mandamiento de la sentencia


de primera instancia o de la sentencia definitiva (a) de
rectificación se remite a los encargados del registro civil
y a los escribanos del juzgado para que sea transcripta por
ellos en sus*registros y mencionada al margen del acta que
se rectifica (1) (Nos. 187 y s.).
227. Autoridad de la rectificación.—Sería lógico dar
al acta rectificada la misma autoridad que al acta primiti­
va que afecta a todos. Sin embargo, el Art. 100 no hace la
rectificación ejercita ble, sino contra las personas presen­
tes o representadas en la instancia. Los partidarios de la
relatividad de la cosa juzgada en materia de estado, ven en
eso una aplicación a un principio de prueba (2). Esto es
discutible, puesto que el procedimiento de rectificación
deja de poderse aplicar precisamente desde que está en
una cuestión de estado. Este procedimiento interviene, sin
embargo, en materia de nombre, caso en el que se concede
al juicio pronunciado una autoridad excepcional que sobre­
pasa a la del Art. 100 (No. 123).
En todo otro caso, ese texto no concierne práctica­
mente sino a las rectificaciones e irregularidades materia­
les de las actas.
Este Art. 100, si se aplicase prácticamente, llegaría a
resultados próximos a lo absurdo. Por ejemplo, al mar­
gen de una misma acta del estado civil podría encontrarse
toda una serie de notas remitiendo a rectificaciones contra­
dictorias de esa acta, válidas, unas y otras, en relación con
determinados interesados solamente. Además, si se siguie­
ra la idea basta el final habría que expedir, a los terce­
ros que pidiesen certificaciones del acta rectificada, la co
pia del texto primitivo de esa acta, puesto que la rectifi­
cación no les afectaría. Es decir que la rectificación fal­
taría completamente a su objeto. Por eso, el Art. 857, pr.
(a) El procedimiento francés establece una denominación diferente para
las sentencias, según el Tribunal de donde emanen. Llama ‘ ‘ ju gemente”, la de­
cisión de los Tribunales inferiores, y “arréts” las sentencias de las Cortes de ape­
lación y de la Corte de casación. Nosotros traducimos jugcmients, por sentencias,
y arréts, por sentencias definitivas. Para mayores detalles véase Glasaon, Prccis
Thcorique ct pratlquc de procédure civilc. Vol. I. p. 504 (N. del T.).
(1) Algunos juicios ordenan a justo título la rectificación no solamente de
Las actas del estado civil, sino de las actas notariales, redactadas de acuerdo con
las indicaciones del estado civil (Req., 23 marzo 1867, D. 67. 1. 300, S. 6/. 1. 215)
y sobre todo de la cartilla de familia (v. por ejemplo, Tr. Veraniles, 29 mayo 1913,
informada por Boisseau, op. cit., p. 196). Pero parece que en la cartilla so debo
proceder por vía de tachaduras y enmiendas aprobadas, por la falta do espacio.
(2) V. Planiol, Traité élémentairc, I, núm. 535.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 245

civ., al decir que todas las certificaciones expedidas a quien


quiera que sea deberán tener en cuenta la rectificación, se
convierte en el contrapeso del Art. 100, C. civ. (1), que no
es tolerable sino porque no tiene efecto (2). Produce tan
pocos que, desde el establecimiento del Código civil, no se
cita sino una sola decisión que lo haya aplicado (3), y
fínicamente debido a una confusión entre la materia pro­
pia de la rectificación y la de las- acciones del estado.
Una multitud de razones concurren, además, a esa ina­
nidad: en primer término los terceros resultan muy rara­
mente perjudicados por rectificaciones que, por ejemplo,
no tocan al estado de nadie’ y cuando su interés se halla
en juego, los tribunales no dejan de exigir su citación al
procedimiento: Además, el acta rectificada tiene una auto­
ridad de hecho muy superior a su autoridad de derecho y
los tribunales equiparan ésta con el acta primitiva; no ad­
miten que se pueda contradecirla sino demandando una
nueva rectificación del acta ya rectificada (4). Esta se­
gunda rectificación es siempre posible si la primera ha si­
do ordenada sin opositor y no tiene la autoridad de cosa
juzgada. En el caso de que la primera rectificación haya
sido dada contradictoriamente, tendría realmente autoridad
de cosa juzgada entre las partes; pero entonces los tribu­
nales obligan de hecho a los terceros a aceptarla (5).
228. Rectificaciones administrativas (6).—A pesar
de las facilidades dadas a la rectificación judicial por la
ley de .1919, en muchos casos, parece larga y complicada a
los interesados y a los encargados del registro civil. La
mayor parte de las actas irregulares no son nunca rectifi­
cadas. No se deciden a hacerlo sino cuando las circunstan­
cias obligan a ello. Además, ocurre frecuentemente que, to-
(1) Pero este art. 857 sería materialmente imposible de aplicar en el caso en
que las transcripciones de juicios contradictorios, dados en lugares diversos, tu­
vieran que ser mencionadas al margen.
(2) Sobre la crítica del art. 100, v. principalmente: Bufnoir, De Vautorité
de la chosc jugée en. maticrc d’état, t. París, 1893, p. 64; Ed. Lévy, op. cit., p. 24.
(3) Colmar, 29 nov. 1843, D. Jur. Gén., v’ Actes de l’état civil, núm. 481. En
cambio, so citan algunas decisiones contrarias al art. 100. V. Poiters, 26 junio
1829, ibid., p. 483; Rennes, 21 mayo 1845, O. 45. 4. 10.
(4) V. Civ., 24 dic. 1901, D. 1902. 1. 361, S. 1902. U 353; Civ., 20 oct. 1905,
2. 210, S. 1904. 2. 29 y Tr. Mayenne, 13 agosto 1902, D. 1903. 2. 222. Adde Tr.
Burdeos, 11 octubre 1842 (Lyon, op. cit., p. 116) .
(5) Se les admitirían únicamente que hiciesen torcera oposición, citando a
juicio a las partes que hubieran obtenido la anterior rectificación y obteniendo
una nueva decisión que les afectaría, pues la materia es indivisible. Comp. suprd
núm. 40.
(6) Duringer, La rectificación administrativo des actes de déces. JPour la
prorrogation et l’extensión pendant la paix de la procédure des lois de guerre.
París, 1920.
P. y R. T. D. 0. —I- 9
246 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

mando el camino más corto, los alcaldes realizan por si


mismos, directamente y sin decisión judicial, adiciones y
modificaciones en las actas ya redactadas en los registros
en curso de que tienen ambos duplicados. A veces, a fin de
año, el Tribunal mismo les devuelve esos duplicados, des­
pués de la comprobación, para que regularicen en ellos de­
terminadas actas que carecen, por ejemplo, de su firma
(núm. 204). Estas rectificaciones administrativas se ha­
llan muy poco conformes con la ley; pero la necesidad a
que responden es tan grande que la ley ha debido preverlas
excepcionalmente. Las rectificaciones así prevista tienen
la ventaja de que se les reconoce evidentemente la misma
autoridad que al resto del acta.
Dos casos han sido reglamentados. Uno de ellos, ya
i estudiado, concierne a la adición de la mención ‘"muerto
por Francia” (n9 218) ; el otro merece un examen especial.
229. Continuación. Actas de defunción de los mili­
tares levantadas durante el período de la guerra (1).—La
ley de 18 de abril de 1918, que deroga una ley anterior de
30 de septiembre de 1915, cuya aplicación no hace más que
extender, es aplicable a todas las actas de defunción o sen­
tencias declarativas (2) de defunción, extendidas desde
el 2 de agosto de 1914 hasta una fecha que será fijada por
decreto, y concerniente a los militares, marinos del Estado,
o personas que vivan entre los ejércitos, cualquiera que
sea el encargado del registro civil que haya levantado esas
actas (art. 1 y 2). Además, es aplicable a las actas de
definición levantadas para civiles por la autoridad militar»
conforme al art. 93 (art. 7). La ley distingue tres clases
de rectificaciones.
I9 Algunas impugnan la identidad de la persona fa­
llecida o el hecho del fallecimiento. Estas rectificaciones
continúan sometidas al derecho común (art. 1 y 8). No
obstante, si no hay duda de que la persona que se ha su­
puesto muerta, vive, el art. 11 permite al tribunal de su
domicilio rectificar —debiera decir anular— el acta de de­
función, incluso antes de toda transcripción.
29 El acta puede, contener menciones inútiles. Será
entonces rectificada conforme al derecho común si está ya
transcripta en los registros municipales del último domici-
(1) V. Duringer, op. cit.; Ed. Lévy, La guerre ct les actes de décés. Paría,
1916 (Extrait des Loi-s Nouvelles).
(2) No obstante, los juicios declarativos no pueden ser objeto do una recti­
ficación administrativa, en cuanto a la fecha que asignan al fallecimiento (art. 8).
ACTAS del estado civil 247

lio del difunto (art. 11). Si no, la rectificación es hecha,


según los casos, por el Ministro de la Guerra o de la Mari­
na, y el acta no será transcripta sino después de esa rectifi­
cación (el mismo artículo).
39 En todos los demás casos, la rectificación puede ser
administrativa, lo que no excluye, si las partes lo prefie­
ren, la rectificación judicial. El ministro de la Guerra o
de la Marina, a instancia de los interesados, o del Ministe­
rio público o al encargado del registro civil (art. 2), proce­
de a una información, después de la cual añade a la certi­
ficación que ha debido serle remitida, una nota que com­
pleta o rectifica el acta; y finalmente dirige la certificación
rectificada al alcalde, del último domicilio del difunto. El
alcalde, entonces, sino ha hecho aún la transcripción, trans­
cribirá el acta ya rectificada (art. 3 y 4). Si ya ha trans­
cripto el acta irregular, no transcribirá; en los registros co­
rrientes sino la nota puesta por el Ministro en la certifica­
ción, y hará, al margen del acta irregular, una llamada a
esta nota (art. 4). Hecho esto, el alcalde avisará inmedia­
tamente al Ministro, quien velará porque la rectificación
sea igualmente hecha doquiera se encuentre el acta irregu­
lar: o en el juzgado, o en los Ministerio de la Guerra, de
la Marina, cíe Asuntos extranjeros, de las Colonias, o en
otras alcaldías. Cada una de las autoridades prevenidas
debe, hasta donde sea posible, transcribir la nota rectifica­
tiva al margen del acta que hay que rectificar o, si falta es­
pacio, en los registro corrientes, con llamada al margen
del acta (art. 5). J
La rectificación administrativa hace fe como si fuera
la propia acta, y puede ser corregida por rectificaciones ul­
teriores, administrativas o judiciales.
Sección VI.—De las sentencias declarativas de actas
del estado civil (1).

§ 1. Reglas comunes a todas las sentencias que reemplazan


actas del estado civil.
230. Principio que justifica las sentencias declarati­
vas.—La Sociedad se halla interesada en conservar cons­
tantemente al día el estado civil que ella erige de sus miem­
bros. Por ello, ningún nacimiento, ningún matrimonio,
(1) Boisseau, tesis precitada; Lyon, tesis precitada.
248 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ninguna defunción debe escapar a sus registros; la ley pres­


cribe que todos dichos hechos o actos sean declarados y que
se levante acta de todos. Por lo tanto, si uña declaración
no se hace, o si los registros han omitido tener en cuenta esa
declaración, esta omisión debe ser reparada y el acta reem­
plazada por una sentencia que será transcripta en los regis­
tros y mencionando al margen en la fecha en que hubiera
debido figurar. Lo mismo sucede cuando no se han llevado
los registros o cuando se han destruido.
Hemos censurado que s$ equiparen estas sentencias o
decisiones, a las rectificaciones (núm. 220) ; son en efecto
de más importancia, puesto que establecen un acta sin. que
nada les falte, y no deben, por lo tanto, aprovecharse o uti­
lizar el procedimiento rápido de la rectificación. No obs­
tante, la confusión, frecuente en jurisprudencia (1), pro­
cede de ima idea justa: la de que el objeto de esos fallos es
el de incorporarse a los registros del estado civil comple­
tándolos. Ese es, al menos, su principal y suficiente justi­
ficación (2).
Esa idea resulta desconocida cuando no se ve, en los
fallos en cuestión, sino aplicaciones puras y simples del
art. 1348, según el cual los interesados pueden probar por
medio de testigos aquello sobre lo cual no han podido pro­
curarse una prueba escrita o cuya prueba escrita, se haya
extraviado (3). Si las sentencias que declaran un naci­
miento o una defunción no tuviese más que ese funda­
mento’ no podrían ser obtenidas pon los que, habiendo po­
dido hacer que se extiendan actas de nacimiento o de de­
función han omitido las declaraciones proscriptas; ni pol­
los encargados del registro civil que se hubiesen abstenido
de extender acta de las declaraciones que se les hubieren
hecho. Ahora bien, rehusar a esas personas el derecho de
hacer constar el nacimiento, o la defunción, sería un con­
trasentido, puesto que, más que los otros, ellos son los que
deben tratar de reparar la falta cometida. La jurispruden­
cia lo ha visto así.
(1) V. Las decisiones citadas bajo el núm. 220 y el juicio del Consejo do Es­
tado, de 8-12 brumario, año XI.
(2) V. a este respecto los muy .notables motivos de civ. 14 junio 1858, D.
58. 1. 247, S. 58. 1. 659, así como los de la mayoría de las decisiones precitadas.
Esta concepcón de los juicios que declaran los hechos del estado civil nos pare­
ce sobresalir con una extrema claridad del conjunto de la jurisprudencia; sin em­
bargo, ha sido an general mal vista por la doctrina; mejor inspirado, ol legislador
de 20’de noviembre de 1909 la ha adoptado implícitamente.
(3) Véase principalmente Baudry-Lacantinerie y Houqucs-Fourcade, I, num.
852 y siguientes.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 249

Por otra parte, si, como en el art. 1348, esos fallos fue­
ran destinados únicamente a permitir al demandante que
supla, en un pleito determinado, una prueba escrita im­
posible, no tendrían ningún interés general, no podrían ser
provocado fuera de una instancia que hiciera útil esa prue­
ba, y no deberían ser transcriptos en los registros, puesto que
fuera de esa instancia no tendrían ninguna fuerza probato­
ria. Ahora bien, los fallos declarativos son prácticamente
instados y dados a fin de que rindan los mismos servicios
que el acta que reemplazan.
Sin embargo, el art. 1348 no deja de tener interés
cuando el acta aunque exista, resulta impedida de presen­
tación por un caso de fuerza mayor (guerra, revolución,
invasión). Ese precepto es entonces la única justificación
de los que pretenden prescindir del acta para probar los
hechos que ésta hace constar (infra, núm. 235). En todo
otro caso, la acción tiene necesariamente por objeto la for­
mación de un acta que los interesados utilizarán acto se­
guido. No obstante, el art. 1348 interviene aún, permitién­
doles hacer constar, en los fallos declarativos de nacimiento,
una filiación, que la falta de acta del estado civil no le per­
mite normalmente (infrá, núm. 236).
231. Sentencias declarativas que reemplazan a las
actas nulas.—Puede ocurrir que el acta del estado civil
que llega a ser anulada no exija ninguna que la reemplace.
Así pasa cuando el acta anulada hacía constar un hecho
pura y simplemente inventado o, también, cuando el ac­
ta que desaparece constituía la única prueba legalmente
admisible de sus manifestaciones esenciales; este último.ca­
so es el de los reconocimientos de hijos naturales, los cua­
les se reputan inexistentes desde el momento en que el ac­
ta auténtica que los probaba es nula (1), a menos que los
interesados acudan en investigación de maternidad o de pa­
ternidad ante el tribunal competente, fundados en la con­
fesión contenida en el acta nula.
Pero, lo más frecuentemente es que, haya que reem­
plazar el acta nula por otra, tal sucede cuando su irregula­
ridad no es óbice al hecho o que el acta nula hace constar
que se ha producido (2) ; o bien aun, cuando se trata de un
(1) Rcq. 28 nov. 1876, D. 77. 2. 367, S. 77. 1. 172; Douai, 21 dic. 1885, D.
Jur. Gén-., Suppl., v. Actos de Vétat civil, núm. 49, S. 87. 2. 154; Burdeos, 21 feb.
1913 (Boisseau, op. cit., p. 264).
(2) Riom, 30 enero 1810, D. Jur. Gén., v* Actes de l’état civil, núm. 149- Tr.
Sena, 2 dic. 1910 (Boisseau, op. cit., p. 135); 4 mayo 1917 (Lyon, op. cit. p. 79) •
Tr. Veraniles, 9 enero 1918, La Loi, 17 marzo 1918. ?
250 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

«acta de defunción en la que se ha incurrido en error sobre


la identidad de la persona fallecida (1). Entonces la nece­
sidad de una sentencia declarativa, aparece tan pronto co-
irio la nulidad ha sido pronunciada. Creemos que esa
decisión judicial puede ser dada siempre por el mismo tri­
bunal que pronuncia la nulidad. Si la instancia es recha­
zada, la sentencia declarativa será siempre otorgada a ins­
tancia del demandado, que hará de ese modo resucitar in­
mediatamente el acta cuya nulidad se persigue contra él.
Si la demanda de nulidad no es rechazada los interesados y
el ministerio público pueden demandar al tribunal del lugar
en que ha sido extendida el acta, /a anulación y la recons­
titución al propio tiempo de .dicha acta (2).
El acta reconstituida deberá atenerse completamente
a la parte dispositiva de la sentencia (art. 858, pr. civ.):
no mencionará sino los hechos cuya prueba haya sido apor­
tada, puesto que el acta irregular puede servirle también
de indicio (3), ya que esta prueba es libre en principio.
Sin embargo, la sentencia no mencionará hechos relativos
a la filiación sino en el caso de que ésta sea legalmente pro­
bada ante el tribunal competente, pues el acta de nacimien­
to nula equivale a un acta de nacimiento muda sobre la fi­
liación.
Señalemos que, en un caso particularmente importan­
te, la ley ha sustituido por la reconstituí ion administrati­
va la reconstitución judicial de actas nulas. Se trata de
aquéllas que habían redactado, en 1871, los encargados del
registro civil de la Comuna revolucionarla de París. La
ley de 19-23 julio de 1871 ordenó que se cancelaran, pero
que se reprodujeran sobre nuevos registros» y esta repro­
ducción les da la fuerza probatoria que reconoce el derecho
común.
232. S-entencias que suplen a la pérdida o a la omi­
sión de los registros.—Es el único caso en qne, desde su
origen, el Código civil ha previsto directamente en jui­
cio "que supla el acta del estado civil (art. 46). El precep­
to es general y se aplica a la constancia de todos los hechos
del estado civil mencionados normalmente en los registros:
nacimientos, matrimonios, defunciones, reconocimientos de
(7) Bourges, 31 agosto 1829, D. Jur. Gén.t cod. v. núm. 165. Comp. también la
ley 18 i‘ 20 oct 1895 (Boisseau, op. cit., p. 368; Pr. Auxerre, 19 sept.
1913 (ibid ’p 133); Tr. Joigny, 28 julio 1914, La Loi, 1» agosto 1914.
(3) O aun según los casos, do comienzo de prueba por escrito.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 251

hijo natural (1), legitimaciones (2), adopciones, divorcios


(3), etc.
Para utilizar el art. 46, el demandante se ve obligado
a una doble prueba: en primer término, la de la pérdida o
la omisión de los registros (4), y después, la del contenido
del acta que hay que reconstituir en todo o en parte. Cada
una de esas pruebas puede hacerse tanto por medio de tí­
tulos, tales como registros domésticos, como por medio de
testigos o presunciones.
A la omisión de los libros registros se equipara la irre­
gularidad demostrada en la forma de llevarlos (5), o el
llevar el registro de estado civil en hojas sueltes (6). A
la pérdida de los registros, se equipara la de los documen­
tos justificativos (7) ; una laceración o un deterioro que
llagan ilegible un acta, equivalen también a una pérdida,
por lo menos, parcial (8).
Como los casos del art. 46 suponen necesariamente pa­
ra los interesados la imposibilidad de suministrar la prue­
ba legal y normal de las relaciones de filiación o de matri­
monio, esa prueba podrá ser aportada libremente cuando
haya sido demostrada la ausencia o la pérdida de los regis­
tros (9).
El art. 46 no impone expresamente la transcripción,
en los registros actuales o nuevos, de las actas rué hubie­
ran debido figurar en los registros inexistentes o destrui­
dos, como reemplazando en lo sucesivo a éstos; pero, con
razón, los tribunales suplen casi siempre ese silencio (10), y
(1) Riom, 2 enero 1874, D. 74. 1. 110, S. 75. 2. 204; Tr. Sena, 2’5 julio
189G, D. 97. 2. 84; Req. 18 nov. 1901, D. 1902. 1. 529, S. 1906. 1. 77 (motivos);
Tr. de Wassy, 28 enero 1923, D. 1923. 2. 79.
(2) Riom, 2' enero 1874; Tr. Sena, 21 julio 1896; Tr. Wassy, 28 enero 1923,
precitadas.
(3) V. Amiens, 29 abril 1890, S. 92. 2. 153. Hoy, como la transcripción del
divorcio o do la adopción es ya posible sin la condición de plazo, ha dejado de
constituir un problema para estas actas.
(4) Sobro el caso de pérdida de los registros llevados en el extranjero, v.
Lyon, 17 julio 1921, D. 1921. 2. 13.
(5) Agen, 9 germinal año XIII, O. Jur. Gen., v. Actcs de l’état civil, núm.
158; Burdeos, 29 agosto 1811 y 9 marzo 1812, ibid., núm. 153 y 155; Montpellier, 2
marzo 1832, ibid., núm. 158. »
(6) Lo mismo si se trata do actas de matrimonio: Baudry-Lacantinerie y
Houques-Fourcado, II, núm. 857. Contrd, Aubry y Rau, I, § 64.
(7) Rcq., 6 feb. 1837, D. Jur. Gen. v. Actcs de l’état civil, núm. 168, S. 37.
1. 642.
(8) Civ. 21 junio 1814, D. Jur. Gen., v. op. cit., núm. 143; 24 marzo 1829,
ibid., 145; Bastía, 15 marzo 1842, ibid., .144.
(9) Aubry y Rau, I, § 64, nota 4; Baudry-Lacantinerie y Houques-Four-
cade, II, núm. 860
(10) So puede decir ya siempre. V. principalmente, sobro los registros no lle­
vados de Corboil: Tr. Corbeil, 6 sopt. 1893 (Boisseau, op. cit., 58); sobre los
registros quemados de Pont-l’Abbé: Tr. Quimpor, 13 marzo 1901 (ibid., p. 125);
252 TRATADO PRACTICO- DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ordenan también con razón, que si se descubre, en la época


correspondiente al acta, restos de los registros, la sentencia
será anotada al margen de ellos.
En caso de destrucción de uno de los dibplicados, el
otro se salva generalmente. Hay lugar entonces a recons­
truir el primero. Dos procedimientos son admisibles: o
bien el Procurador de la República hace sacar una copia
íntegra del registro salvado e interviene una decisión ju­
dicial para que se considere esta copia como un registro
(1) o bien el propio Ministerio dirige, al tribunal una de­
manda de declaración judicial colectiva de todos los hechos
del estado civil contenidos en el registro. El tribunal en­
tonces pronuncia sentencia ordenando la confección de un
segundo duplicado (2), al cual su participación atribuye
de antemano fuerza probatoria (3).
La acción puede ser iniciada directamente ante el tri­
bunal del lugar donde debieran encontrarse esos registros
(4). Puede también ser iniciada, incidentalmente, ante un
tribunal encargado de una cuestión cuya solución dependa
del acta que tenga que reconstituirse (5).
Prácticamente, el art. 46 no tiene todo el interés que
se pudiera creer (6) ; de una parte se limita a un caso par­
ticular, el de la inexistencia o pérdida de los registros, ca­
so en el cual se supone que la prueba ya está hecha. Ahora
bien, es prácticamente inútil, la mayoría de las veces, apor­
tar esa prueba, puesto que toda acta omitida, incluso en
registros regularmente llevados, debe ser reconstituida, y
la prueba de su omisión se confunde entonces con la prueba
del hecho que debía hacer constar (V. núm. 233). De otra
parte, cuando las circunstancias previstas por el art. 46 se
presentan en gran número, el legislador toma desde luego
medidas excepcionales que hacen inútil el uso de ese pre­
cepto.
233. Sentencias declarativas que suplen las actas
omitidas en los registres.—Prácticamente se puede obte-
sobre los registros perdidos de Divonne: Tr. Gcx, 11 mayo 1910 (ibid., p. 119).
Pero esta práctica, hay que reconocerlo, no es muy antigua. (V. decisiones citadas
en las notas precedentes). Parece no obstante, haber sido a veces seguida desde
1936 (Tolosa, 1 agosto 1836, D. Jur. Gén., cod. y. núm. 166).
(1) Décis. min., 16 julio 1877, Bull. Min. Just., 1877, p. 124.
(2) Tr. Sena, 30 junio 1858, D. 70. 3. 114.
(3) Sobre la fuerza probatoria de los juicios declarativos, v. infrd, núm. 234.
(4)i V Tr. Sena, 30 junio 1858; Tr. Corbeil, 6 sept. 1893; Tr. Quimper, 13
marzo ’1901; Tr.’ Gex, 11 mayo- 1910, precitadas.
(5) V. principalmente Riom, 2 enero 1874, D. 74. 1. 110, S. 75. 2. 204.
. (6) Casi todas las aplicaciones regulares que citan las recopilaciones son
antiguas.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 253

ner la declaración de un nacimiento o de una defunción


omitidos en registros, aunque estén completos y perfecta­
mente llevados (supra núm. 230). Es igualmente inútil pre­
sentar una prueba especial de la omisión; esa prueba emer­
ge necesariamente del misino hecho de que el nacimiento o
la defunción de que se trata se ha producido en un lugar
determinado, en una fecha determinada, sin que en esa
fecha, y en los registros de ese lugar se hagan mención de
los mismos (1). La prueba de la emisión del acta en los
registros es también inútil a menos que la fecha o el lugar
del hecho que haya que hacer constar sean inciertos (2) y
es entonces muy difícil. La posibilidad de tales sentencias
declarativas es indiscutible; se apoya en la libertad en que
se dejó a los jueces por los trabajos preparatorios (3) y en
la necesidad de tener registros completos (V. también el
art. 1348, C. civ.).
Lo que se dice de los nacimientos y de las defunciones
es exacto en cuanto a los matrimonios (4). No hay que de­
tenerse en el art. 194 del Código civil que niega el estado
de esposos a las personas que no pueden presentar un acta
de matrimonio. Ese texto tiende a impedir que se pruebe
por medio de una posesión de estado, un matrimonio que
no se ha celebrado nunca. No se refiere a los matrimonios
cuya celebración esté probada, y cuya acta no haya sido ex­
tendida o haya desaparecido. El matrimonio se reputa per­
fecto desde el momento en que el encargado del registro
civil ha declarado, en nombre de la ley, que las partes están
unidas. Si ese encargado muriese sin haber tenido tiempo
de levantar el acta del estado civil, las partes no pueden
sufrir perjuicios por ello.
El matrimonio no llevado a los registros puede, pues,
en este caso y en todos los demás, ser judicialmente hecho
constar.- Además, el art. 194 lo demuestra, al exceptuar
de sus disposiciones el caso del art. 46, que es típico de
(1) La generalidad de la doctrina exige una prueba previa de ]a omisión
antes de que la prueba del bocho dol estado civil puoda ser admitida. Esto sería
verdad si la reconstitución del acta omitida no tuviera otro fundamento- que el
art. 1348, lo que hemos discutido. En nuestro sentido: Aubry y Rau, I, $ 64; A.
Colín y Capitant, I, p. 409; y la jurisprudencia citada, en la nota siguiente.
(2) Req. 2 feb. 1809, D. Jur. Gen., v. Actes de l’Ótat civil, núm. 157; Req. 22
dic. 1819, ibid., núm. 150; Riom, 14 mayo 1817, ibid., núm. 154; Agen, 9 mayo 1821,
ibid. núm. 149; Caen, 9 agosto 1823, ibid., núm. 163; Reúnes, 5 dic. 1831, ibid.,
núm. 160; Gante, 22 mayo 1840, ibid., 152. Muy numerosas sentencias informadas
en las tesis citadas de MM. Boisseau y Lyon. V. sobre todo Boisseau, p. 41 y s.
(3) Locró, III, p. 48. (Trabajos preparatorios del Cod. civ. fr. (N. del T.).
(4) V. principalmente, Agen, 9 mayo 1821; Req., 22 dic. 1819, precitadas.
Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, II, núm. 854; A. Colin y Capitant, I. p.
409-410. Contrd, Aubry y Rau, loe. cit.', Morsier, op. cit., núm. 395.
254 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

matrimonio celebrado sin acta instrumental. Mejor aun.


el art. 198 prevé que el acta de matrimonio puede ser, des­
pués de la omisión, reemplazada por medio de un juicio cri­
minal. Desde luego, que esto no implica que la ley no haya
querido obligar a los interesados a dirigirse a las jurisdic­
ciones represivas antes que a los tribunales civiles.
De igual modo que el matrimonio, la legitimación pue­
de ser hecha constar por medio de sentencia, cuando no ha
sido inscripta. Las sentencias prevista, desde la ley de
30 de diciembre de 1915 por el art. 331, párr. 2, no son en
el .fondo más que resoluciones declarativas de legitima­
ción (1).
234. Procedimiento y autoridad de las sentencias de­
clarativas.—Tal como lo hemos definido, los juicios decla­
rativos de hechos del estado civil son normalmente de la
competencia del tribunal del lugar cuyos registros deben
completar (2), o si ese lugar no es conocido, del tribunal
del domicilio del interesado (3). La ley no lo dice en nin­
guna parte; pero la comunidad de objeto de esos juicios y
de los juicios de rectificación exigen una competencia idén­
tica.
En cambio, no se deben considerar iguales los dos pro­
!• cedimientos. El que prevé el art. 99, Código civil, y los arts.
855 y s., pr. civ., es demasiado excepcional para que pueda
ser extendido. Un mandamiento del presidente del tribu­
nal no puede constituir completamente un acta del estado
civil; además, el párr. 3‘ de lart. 99 (ley de'30 noviembre de
1915) supone implícitamente que las sentencias en estos
(1) Eran más raras antes de 1915, pues el reconocimiento de los hijos no
entrañaba entonces la legitimación sino en el caso de que fuera hecha, 1b más tarde,
en el momento del matrimonio. Sin embargo, podía haber lugar a juicio decla­
rativo de legitimación o si, al celebrarse el matrimonio, hubiera pasado inadver­
tido un doble reconocimiento anterior, o si el encargado del registro civil so hu­
biera negado sin razón a recibir un reconocimiento hecho entonces. V. sobre esto
último caso: Tr. Wassy, 18 enero 1923, D. 1923. 2. 79; sobre el primero: Tr. Sena,
20 junio 1898; Le Droit, 7 octubre 1898; Tr.i Sena, 2'1 mayo 1912, Gas. Trib., 4
dic. 1912.
(2) Solución explícita o implícitamente adoptada por todas las decisiones:
Tr. Sena, 30 junio 1858, D. 70. 3. 114; Tr. Corbeil, 6 sept. 1893 (Boisseau, op. cit.,
p. 58); Tr. Quimper, 13 marzo 1901 (ibid., p. 125); Tr. Sena, 26 feb. 1909 (ibid.,
p*. 95)’; Tr. Gex, 11 mayo 1910 (ibid., p. 119) ; Tr. Reims, 14 mayo 1912 y Tr.
Sena, 8’agosto 1912 (ibid., p. 39); Tr. Sena, 7 feb. 1913 (ibid., p. 43); Tr. Meluu,
18 dic. 1913 (ibid., p. 84); Tr. Rennes, 2 enero 1914 (ibid., p. 55); Tr. Versa lies,
4 feb 1914 (ibid., p. 47); Tr. Aubusson, 27 julio 1917 (Lyon, op. cit., p. 18);
Tr. Sena, 23 feb. 1923, Gas. Trib., 17 junio 1923.
(3) Civ. 14 junio 1858, D. 58. 1. 247, S. 58. 1. 659; Tolosa, 20 feb. 1912, D.
1913 2. 202; Tr. Barbezieuz, 17 nov. 1911, D. 1912. 5. 1; Tr. Sena, 11 junio 1914.
Gas. Trib. 3 julio 1914. Igualmente, si so trata de un acta que hubiera debido
levantarse en el extranjero: Tr. Saint-Jea'n-d’Angóly, 11 mayo 1910 y 30 junio
J911 (Boisseau, p. 32 y 33); Tr. Sant-Malo, 23 dic. 1913 (Boisseau, p. 34).

-
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 255

casos, sólo pueden ser declarativas de nacimiento o de de­


función. Pero como el procedimiento es frecuentemente
de jurisdicción voluntaria, el juicio podrá efectuarse en
Sala del consejo (1). La sentencia sería dada en audien­
cia pública, y según las reglas del derecho común» si el pro­
cedimiento fuera contradictorio.
Todo interesado puede solicitar una sentencia o reso­
lución que reemplace un acta del estado civil. Pero el Mi­
nisterio público es el encargado especialmente de solicitar­
lo (2), puesto que ]a sociedad está esencialmente interesa­
da en que los registros estén completos. Su derecho a ac­
tuar no puede negarse, porque su acción es del mismo or­
den, pero más necesaria, que en materia de rectificación, en
que la ley se lo reconoce.
Felizmente, no encontramos en este caso ningún pre­
cepto similar al art. 100 que limite la autoridad de las
sentencias declarativas. Hay, pues, que decir que esos fa­
llos, destinados a reemplazar actas del estado civil, revis­
ten la misma naturaleza de éstas y, como ellas, afectan a
todo interesado. La ley no declara, además, expresamente,
por medio del artículo 92 para ciertos fallos declarativos
Je fallecimientos, e implícitamente en los demás casos que
prevé (3).
Por último, hemos supuesto hasta ahora que la senten­
cia se hubiere interesado como pronunciamento principal;
pero, lo mismo que en materia de rectificación, nada impi­
de que la constancia y la declaración de un hecho del esta­
do civil se presenten accesoriamente en el curso de cual­
quier instancia. El tribunal competente para estatuir so­
bre la acción presentada, lo será también para declarar la
existencia del hecho que afecta del estado civil. Deberá
insertar en su parte dispositiva un párrafo especialmente
destinado a esta constancia, que será transcripto en los re­
gistros.
(1) Tr. Burdeos, 24 agosto 1SS1 (Lyon, op. cit., p. 16), 1’ mayo 1901, ibid.,
p. 21; Sena, 8 agosto 1912; Polosa, 20 feb. 1912; Tr. Sena, 2'3 feb. 1923,
precitadas.
(2) Tolosa, 1» agosto 1836, D. Jur. Gen., v* Actos de l’état civil, núm. 166;
Tr. Sena, 30 junio 1858; Tr. Corbeil, 6 sept. 1893; Tr. Quimper, 13 marzo 1901;
Tr. Burdeos, 1’ mayo 1901; Tr. Reims, 14 marzo 1912; Tr. Níelun, 18 dic. 1913,
precitadas. Adde, Limogcs, 15 mayo 1889, D. 90. 2. 307; Tr. Sena, 7 feb. 1911
(Boisseau, op. cit., p. 43).
(3) V. art. 55 (L. 20 nov. 1919); decreto de 3 enero 1813; ley de 25 junio
1919. En el mismo sentido: Rennes, 21 mayo 1845, D. 45. 4. 10. Creemos, además,
que la tercera oposición es posible, demandando a las partes. Su éxito destruye
completamente el acta por virtud de la indivisibilidad de la materia (suprá, núm. 40).
256 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO1 CIVIL FRANCÉS

Los tribunales del orden* civil y penal tienen jurisdic­


ción para disponer incidentalmente, que se suplan las actas
que falten. La competencia de los del orden criminal se
halla expresamente atribuida en los juicios criminales de­
clarativos de matrimonio, por el artículo 398. En los demás
casos resulta del derecho común: las decisiones dadas en lo
criminal y que hacen constar la existencia de un nacimiento
o de una defunción se imponen al juez civil. No es preciso
pues, esperar una decisión de éste para considerar el hecho
como probado y levantar acta del mismo. Ese procedimien­
to es principalmente capaz de aplicaciones prácticas cuan­
do un tribunal represivo condena a un acusado de homi­
cidio voluntario o de imprudencia y el acta de fallecimien­
to de la víctima no ha sido levantada, o cuando, fundadas
en el art. 358, C. Pen., las personas que han procedido a
una inhumación sin permiso, son objeto de una persecución
penal (1).
235. Imposibilidad de suplir por medio de sentencias
declarativas las actas que no se encuentran.—No se pueden
obtener sentencias que reemplacen actas del estado civil
sino en el caso de que esas actas no existan. Ahora bien, si
su inexistencia es muy fácil de demostrar cuando se cono­
ce la fecha y el lugar en que debieran haber sido extendi­
das, se hace en cambio casi imposible de probar cuando se
ignora la fecha y el lugar exacto del hecho que se quiere
demostrar. Como el Registro del estado civil se supone co­
rrectamente llevado, hasta prueba en contrario, se supon­
drá que el acta existe, y se negará en tanto que no sea pre­
sentada la prueba de los hechos que con ella deben hacerse
constar (2).
. No solamente esto es así cuando el hecho probado ha
tenido lugar en Francia, sino también cuando se ha produ­
cido en un país extranjero en que el Registro del estado ci­
vil resulta organizado (3). Si, por el contrario, dicho país
no tiene organizada la constancia regular del hecho liti­
gioso habría que equiparar ese caso al de la falta de Regis­
tro, en Francia, y permitir la prueba por todos los medios.
(1) Sin embargo no se citan aplicaciones prácticas. Deben ser más raras en
materia de actas de nacimiento, puesto que los arta. 345 y s., C. pen., no pueden
ser aplicados por las jurisdicciones represivas, si plantean una cuestión do estado
antes de que las jurisdicciones civiles hayan estatuido (arts. 326-327, C. civ.).
(2?) Req., 27 dic. 1837, S. 38. 1. 545: 9 julio 1873, D. Jur. Géit-, Sup. v«
A ote8 de l’état civil, núm. 85, S. 73. 1. 405; Burdeos, 26 marzo 1878, D. 80. 2. 144,
8. 78. 2. 204. V. también Req., 18 nov. 1901, D. 1902. 1. 529, 9. 1906. 1. 77.
(3) Véanse las decisiones precitadas.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 257

De este modo, se puede probar por todos los medios un ma­


trimonio contraído en el estado de New York, cuya legis­
lación admite el matrimonio sin acta del estado civil (.1).
Por otra parte, hay que hacer reserva del caso en que la
imposibilidad de encontrar el acta que se presume levanta­
da se deba a un caso de fuerza mayor, tal como una guerra
o una revolución, que impiden las comunicaciones con el
lugar en que se encuentre el acta. Este caso es momentá­
neamente equiparable al de destrucción del Registro (2).
No obstante, como esos registros volverán a ser accesible
algún día, no procede suplirlos por medio de una senten­
cia que reemplace el acta. Sólo dentro de los límites de un
interés actual, se permite a una persona suplir el acta que
no puede procurarse, y la sentencia dada no deberá ordenar
la transcripción en los registros.
Esta imposibilidad de suplir las actas que no se pue­
den encontrar, cuando se ignora la fecha y el lugar de la
misma, sería muy dura, si la ley no diese en determinados
casos, a la posesión de estado la misma fuerza que al acta
que no se encuentra. Esto es lo que hace, en beneficio de
los hijos legítimos que éstos pueden probar, por medio de
posesión de estado, el matrimonio de sus padres y su filia­
ción. A veces, en efecto, les es imposible saber la fecha y
el lugar de su nacimiento y del matrimonio de sus padres
(3). Nada semejante existe en relación con las actas de
fallecimiento: El rumor general de la muerte de un indi­
viduo no permite en principio suplir el acta de fallecimien­
to, cuando, ignorando el lugar y la fecha de la muerte (4),
no se puede procurar esa acta. El matrimonio no puede
tampoco ser probado, por medio de la posesión de estado
por los mismos esposos. Estos no pueden pretender haber
olvidado la fecha y el lugar en que se han casado (5).
La propia ley se aparta de la regla que exige un acta
para la prueba de todos los hechos del estado civil cuando
esa prueba se .destina a facilitar la celebración de un matri­
monio (6).
Por último, se verá que la jurisprudencia, deseosa de
conferir a toda persona un estado civil, por lo menos provi-
(1) París, 20 enero 1873, D. 73. 2. 59. S. 73. 2. 177.
(2) Req., 14 nov. 1922, D. 1924. 1. 79; Civ., 9 dic. 1924, Gas. Pal., 11-12
enero 1925.
(3) V. nuestro Tratado, t. II, La Familia, 3’ parte.
(4) Req., 9 julio 1873; Burdeos, 26 marzo 1878, precitadas.
(5) V. nuestro Tratado, t. II, núin. 220 y s.
(6) V. nuestro Tratado, tomo II, núm. 126, 131 y 135.
258 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sional, permite al que no puede encontrar el suyo, hacerse


constituir uno por medio de un juicio (infra núm. 238).

§ 2. Dificultades especiales a los diversos juicios que


reemplazan las actas del estado civil.

236. Sentencias declarativas de nacimiento.—Estas


sentencias son exigidas por el art. 55 siempre que no se
haya declarado un nacimiento dentro de los tres días. Se
sabe que, en este punto, la ley de 20 de noviembre de 1919
no ha hecho más que consagrar una jurisprudencia ante­
riormente establecida (suprd núm. 209). El retraso de la de­
claración no es necesariamente una falta; puede deberse a
causa de fuerza mayor (1) o a negativa de recibirla opues­
ta sin razón, por un encargado del registro civil (2). Una
sentencia entonces es también necesaria. Así como en el
caso de que la omisión del acta se deba a olvido del encar­
gado que ha recibido la declaración (3). Sólo que, cuando
la falta es imputable al encargado del registro civil, es és­
te el que, si es demandado, debe soportar las costas del jui­
cio. Con frecuencia, la omisión del acta no se comprueba
hasta el momento del matrimonio o del servicio militar.
El procedimiento y la competencia se hallan sometidos
a las reglas generales indicadas anteriormente (234). No
obstante, se ha juzgado que cuando las comunicaciones con
el lugar de nacimiento son imposibles, la madre puede so­
licitar una sentencia declarativa al tribunal de su residen­
cia y hacer’ que se ordene inmediatamente la transcripción
en los registros de éstas, puesto que la que hay que hacer en
los registros del lugar de nacimiento debe retrasarse hasta
la fecha en que se hagan accesibles (4).
La grave dificultad a que dan lugar esos juicios estri­
ba en la prueba de la filiación. Se trata en principio de la
filiación legítima, única que podría probar el acta de naci­
miento que hay que reemplazar. La ausencia de esa acta
no autoriza por sí sola al hijo a eludir la necesidad de una
acción en investigación de maternidad. Por lo tanto, no se
le admite que pruebe su filiación con motivo de una acción
en declaración de nacimiento y como accesoria a esa acción

(1) Tr. Tolosa, 221 dio. 1915, La Loi, 16 julio 1916.


(2) Pau, 16 mayo 1853, D. 54. 5. 13, S. 53. 2. 491; Tr. Sona, 23 febrero 1923
Gaz. Trib., 17 junio 1923.
(3) Tr. Aúbusson, 27 julio 1917 (Lyon, op. cit., p. 18).
(4) Tr Tolosa, 22 dic. 1915, precitada.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 259

sino en el caso de que pueda invocar una causa de fuerza


mayor que haya destruido el acta o impedido la declara­
ción del nacimiento; o también si es que prueba que el ac­
ta ha sido omitida a pesar de una declaración regular. Pe­
ro, en esos diversos casos, el hijo puede suplir, aun por me­
dio de testigos, la prueba normal de su filiación de la que
no ha sido privado sino por fuerza mayor.
Por otra parte, nada impide que la sentencia decla­
rativa de nacimiento haga constar la existencia de una po­
sesión del estado de hijo legítimo, o la de un reconocimien­
to anterior de hijo natural. Pero, fuera de esos casos, ese
fallo no puede dar una filiación al hijo cuyo nacimiento ha­
ce constar, sin que éste haya previamente ejercitado con
éxito, ante el tribunal competente, una acción en investiga­
ción de maternidad legítima o natural; y, en caso de necesi­
dad, una acción en investigación de paternidad legal (1).
237. Sentencias declarativas de reconocimiento de
hijos naturales—Estos fallos son posibles aun para la re­
constitución de los reconocimientos notariales (2). Pero
hay que probar que se ha levantado en determinado momen­
to un acta de reconocimiento en forma auténtica; son, por
tanto, inaplicables esos fallos en los casos en que, habiéndo­
se recibido la declaración de reconocimiento por parte del
encargado del registro civil, este haya omitido levantar acta
del mismo (3). El interesado no tiene entonces otro recurso
que buscar la responsabilidad del encargado del registro ci­
vil (4). En efecto, a la inversa de las actas de nacimiento
o de defunción, la existencia de los reconocimientos de hijo
natural no es exigida por el orden público; estos reconoci­
mientos no tienen valor sino hechos en la forma auténtica,
proscripta por la ley y sin la cual no son sino confesiones que-
puede, llegado el caso, servir de base a una investigación
de maternidad o de paternidad.
(1) V. suprd, núm. 230. La distinción que proponemos no es, sin embargo, muy
clara en jurisprudencia. Véanse las decisiones que se apoyan en una posesión de
estado para reconocer una filiación legítima: Tr. Saint-Jean-d)Angóly, 4 mayo
1910 (Boisseau, p. 32); Tr. Saint Malo, 24 oct. 1913 (ibid., p. 33). Pero las sen­
tencias siguientes indican una filiación legitima sin mencionar la posesión de estado
que de hecho existía: Tr. Burdeos, 24 agosto 1881 (Lyon, p. 16) ; Tr. Versalles
29 mayo 1913 (Boisseau, op. cit., p. 53) ; Tr. Aubusson, 27 dic. 1915 y Tr. Sena,5
23 feb. 1923, precitadas. En esos dos últimos casos la ausencia de acta del estado
civil era. imputable al alcalde. En cuanto a la filiación natural, ha sido a veces
mencionada por juicios declarativos sin reconocimiento de loe padres. (V. las sen­
tencias informadas por M. Boisseau, p. 45-46), lo que es inadmisible
(2) Comp. Req., 18 nov. 1901, D. 1902. 1. 529, S. 1906. 1. 77.
(3) Tolosa, 16 mayo 1899, D. 1901. 2. 116.
W Y^todavía, según la sentencia citada en la nota precedente, ese recurso no
<e alcanzaría.
260 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

238. Sentencias que otorgan un estado civil a una


persona que carece de él.—La ley quiere que toda persona
tenga un estado civil, aunque sea hijo de padres descono­
cidos y que tenga un nombre regularmente. Esta regla pro­
tege especialmente a los que están en la imposibilidad de
descubrir su estado civil o de encontrar su identidad. De
ahí el expediente que el artículo 58 prescribe que se inicie
en el momento del descubrimiento de un niño encontrado,
el cual le procura un estado civil provisional, en tanto el
verdadero estado civil, tal vez regularmente constituido, no
haya sido descubierto (213). Pero el encargado deLregis­
tro civil no tiene competencia a este efecto, sino en el caso
de que se trate de un niño recién nacido. Ahora bien, la
misma necesidad puede presentarse en otros casos, o cuan­
do el individuo sin estado civil conocido es un niño encon­
trado en relación con el cual el artículo 58 no fué observa­
do cuando era un recién nacido, o cuando el niño encon­
trado ya no es un recién nacido, ó cuando, atacado de amne­
sia, un individuo olvida todo su pasado, o finalmente y más
simplemente todavía, cuando habiendo perdido muy pron­
to a sus padres, o habiendo nacido en un lugar y en una
fecha que éstos no pueden precisar, este individuo se halla
en la imposibilidad de encontrar su acta de nacimiento.
Es estos diversos casos, la necesidad primordial de
constituir a toda persona un estado civil, decide a los tri­
bunales a descartar la regla según la. cual ese estado no
puede ser probado sino por los registros. El estado civil
desconocido lo sustituyen, pues, por un estado civil provi­
sional, por medio de un fallo o sentencia que reconoce un
nombre al interesado y que equivale al acta de nacimiento
en tanto que esa carta no resulta encontrada (1).
Si los padres de ese individdo son desconocidos, el fa­
llo se limita a hacer constar su existencia, con su edad apro­
ximada y a darle un nombre, generalmente aquél por el
que ya era designado (2). Si los padres legítimos son co­
nocidos por medio de una posesión de estado cierta, el fa­
llo que haga constar la existencia puede también hacer
constar la filiación, absteniéndose únicamente de fijar exac­
tamente la fecha y el lugar de nacimiento (3). En los dos

(1) Civ. 14 junio 1858, D. 58. 1. 247, S. 58. 1. 659; Tr. Barbqzieux, 17 nov.
1911, D. 12. 5. 1; Tolosa, 20 feb. 1912, D. 13. 2. 202; Tr. Saint-Malo, 13 feb. 1914
(Boisseau, op. cit., p. 70).
(Z) Esto caso es el de Civ. 14 junio 1858 y do Tr. Barbezioux, 17 nov. 19H
precitadas.
(3) Tolosa, 20 febrero 1912, y Tr. Saint-Malo, 13 feb. 1914, precitadM.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 261

casos, el juicio dado deberá ser transcripto en los registros


del domicilio o de la residencia actual del interesado, en
condiciones de ser anulado por una'nota marginal cuando
la verdadera identidad resulte conocida.
239. Sentencias declarativas de defunción (1).—Pro­
cede una sentencia declarativa de defunción siempre que
en el momento en que se va a declarar el fallecimiento, el
cadáver no puede ya ser visto por el encargado del regis­
tro civil (2). Este fallo es dado sin dificultad cuando hay
testigos que afirman haber asistido al fallecimiento o visto
el cadáver (3). Pero puede ocurrir, sin que esas circuns­
tancias concurran’ que se tenga, sin embargo, una certeza
moral de la defunción. ¿ Se podrá entonces hacerla decla­
rar? La jurisprudencia lo admite con razón (sítprá, mi-
mero 47 y 49). El principio de la libertad de la prueba per­
mite en ese caso conformarse con simples presunciones
cuando llegan a una certeza moral. Así resulta cuando una
persona desaparece en un incendio o en un accidente ferro­
viario en el que no se ha podido identificar a todos los muer­
tos (4), o cuando cae en un río sin que su cuerpo sea encon­
trado (5). Los tribunales recurrían a los mismos princi­
pios. cuando una persona desaparecía en el mar, antes de la
íey de 8 de junio de 1893. Exigía únicamente que las pre­
sunciones dieran del fallecimiento una certeza moral libre­
mente apreciada por ellos. Semejante certeza no existe en
todos los casos de desaparición. Así pues, cuando la erup­
ción de la montaña. Pelée devastó la Martinica, no se cre­
yó bastante en los fallecimientos de los desaparecidos para
hacerlos constar ñor sentencia. Igualmente, después de
las guerras de la Revolución del Imperio y de 3914, tuvie­
ron que intervenir algunas leyes para autorizar a los tri­
bunales para considerar que las desapariciones de milita­
res, de acuerdo con ]as circunstancias, hacían presumir su
muerte (Leyes de 15 de enero de 1817, vuelta a poner en
vigor en 9 de agosto de 1871, de 3 de diciembre de 1915 y
de 29 de junio de 1919).
(1) En Alsacia y Lorena, las acciones en declaración de fallecimiento inten­
tadas antes de que entren en vigor las leyes francesas, serán juzgadas conforme a
los preceptos de la ley local (ley 1* junio 1924, art. 118).
(2) Tr. Sena, 26 enero 1909 (Boisseau, op. cit., p. 70).
(3) Tr. Saint-Malo, 13 agosto 1831 (Boisseau, op. cit., p. 89) ; Tr. Sena, 26
fcb. 1909 (ibid., p. 95). Véase también, París, 12 dic. 1851, D. 54. 5. 12; Limoges,
15 mayo 1889, D. 90. 2. 307.
(4) Tr. Melun, 18 dic. 1913 (Boisseau, op. cit., p. 84). l >
(5) Besanzon, 30 junio 1878, D. 79. 2. 34, S. 78. 2. 300; Tr. Burdeos, 1» mayo
1901 (Lyon, op. cit., p. 21). ’ ?


]
262 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

En el transcurso del siglo xix, el legislador se ha es­


forzado por prever, a fin de guiar a los tribunales y de fi­
jarles un procedimiento, los principales casos de desapari­
ción. Esos procedimientos se pueden aplicar por analogía
a los casos no previstos. Cuando la prueba resulta única­
mente de presunciones, la hora y la fecha exacta del falleci­
miento son casi siempre desconocidas. El tribunal les asig­
na sencillamente una fecha aproximada.
240. Desaparición en las minas.—Esta desaparición
se halla prevista por el decreto de 3 de enero de 1813, ar­
tículo 19. En el caso en que sea imposible llegar hasta los
cuerpos de las víctimas de un accidente minero, el alcalde
(u otro funcionario público) levanta un acta en que hace
constar esa circunstancia. Esa acta se remite al Ministerio
público el cual hace que se ordene por el tribunal su agre­
gación a los registros. En realidad, es una transcripción
la que se hace. En ese caso, por una excepción del artículo
858, Pr. civ. actual, no es necesario que la parte disposi­
tiva ordene la transcripción al registro. El acta transcripta
tiene el mismo valor que un acta del estado civil. Esta cons­
tatación de las defunciones permite principalmente a las
viudas volverse a casar.
241. Desapariciones en el mar (1).—En tiempos de
paz, estas desapariciones son las fuentes principales de las
defunciones que no constan en el registro civil. Desde ha­
ce tiempo, los tribunales habían tomado el partido de su­
plir las actas de defunción por sentencias o resoluciones
que, al permitir a las viudas que se volvieran a casar, go­
zaban de una autoridad absoluta (2). No obstante se dis­
cutía esa autoridad y aun la regularidad de esas sentencias
que deban igualmente lugar a dificultades de competencia
y de procedimiento. De ahí la ley de 8 de junio de 1893 que,
al sancionar y dirigir una jurisprudencia ya establecida»
debe ser considerada como interpretativa. Los procedi­
mientos que indica la autoridad que concede a los fallos
previstos por ella, se deben extender, regularmente a Jos
(1) Véanse muy numerosas sentencias informadas íntegramente por Bois-
seau, op. cit., p. 75 y s. Adde los informados por do Cour (op. cit., nota siguien­
te) y Burdeos, 6 marzo 1874, D. 78. 5. 12, S. 76. 2. 9; 23 feb. y 16 junio 1880, D.
Jur. Gén., Sup., v9 A cíes de l’état civil, núm. 43, S. 81. 2. 43; 15 febrero 1888, 1). 89.
2. 197, S. 88. 2. 192; Roucn, 11 octubre 1889, D. 90. 2. 305, nota Planiol, S. 90. 2. 10.
(2) De Courcy, Les veuves des marins disparus. Méinoire adressó a M. le
Ministre de la Marine, París, 1878; Bufuoir, Bull. du Comité des travaux kisto-
riques et scientifiques, 1885, p. 107. V. contra la jurisprudencia precedente, Burdeos,
2 junio 1875 y feb. 7. do 1876, D. 78. 5. 11, S. 76. 2. 10 y 77. 2. 52.
ACTAS DEL. ESTADO CIVIL 263

casos que no prevé (1). Hubiera sido de desear que la ley


lo explicara con más claridad.
La ley distingue dos casos: l9 Una o varias personas
caen al agua sin que sus cuerpos puedan ser encontrados
(art. 87) ; entonces, como el resto de la dotación del buque
está a salvo, los oficiales de a bordo encargados por la ley
de llevar el registro civil levantan un acta de desaparición
semejante a la del decreto de 1813, sobre las minas. Esa
acta ocupa un lugar en los registros de a bordo junto a las
actas del estado civil y se halla sometida a las mismas co­
municaciones o traslados, pero no adquirirá autoridad o
eficacia sino por medio de una sentencia.
29 El buque se pierde con todo o parte de la tripula­
ción y de los pasajeros, sin que se haya podido levantar o
salvar las actas de que acabamos de hablar. Entonces, el
Ministro de Marina provoca una información administra­
tiva “sin formas especiales”, después de la cual pronun­
cia una decisión haciendo constar la desaparición de todas
o parte de las personas de a bordo (artículo S2). A esta
información le da toda la publicidad deseable. Hecho car­
go del expediente o de los resultados de la información, el
Ministro de Marina los remite, por medio del Procurador
general de la jurisdicción, a la Sala del tribunal competen­
te; esta Sala provocará el procedimiento declarativo de fa­
llecimiento (art. 90). El tribunal puede también encar­
garse por los interesados, mediante una demanda dirigida
al presidente, lo mismo que en materia de rectificación,
pues el artículo 91 remite al artículo 855 Pro. civ. El Mi­
nisterio Público tiene cuidado entonces de hacer constar
esa demanda al ministro de Marina. La defunción se decla­
ra por sentencia, no por mandamiento a pesar de regirse
por las reglas de la rectificación (arg. art. 92) ; esta sen­
tencia puede hacer constar colectivamente varios falleci­ i

mientos (art. 90) ; su parte dispositiva debe redactarse en


forma que sea transcripta (art. 82, cod. civ. y 858, Pr. civ ),
no se conforma pues, como si se aplicase el Decreto de 1813, ■

con ordenar la transcripción del expediente. Una triple


competencia se concede a los tribunales, a elección del mi­
nistro o del demandante: l9, la del último domicilio del di-
(1) Prácticamente, sobre los accidentes en tierra, parece que se deba recu­ f
rrir más propiamente a la aplicación, por analogía, del decreto sobro las minas,
que supone que so levanto acta por el alcalde, en vez del oficial de a bordo. V.
Besanzon, 30 junio 1878; Tr. Burdeos, 1* mayo 1901; Tr. Melun, 18 dic. 1913,
precitadas. Se observará la diferencia entre los dos casos en cuanto a la redac­
ción del juicio que ha de intervenir.
264 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

funto; 2’ la del puerto de procedencia del buque y 39 la del


lugar del fallecimiento (1). La transcripción se realiza,
para las sentencias colectivas en los registro del estado
civil del puerto de procedencia. Se puede expedir extrac­
tos individuales que hagan constar por separado cualquie­
ra de las defunciones. Las sentencias individuales se trans­
criben en los registros del último domicilio del difunto y
anotados al margen, correspondiente de la fecha en que se
hayan pronunciado, si la muerte ha tenido lugar en el mu­
nicipio a que corresponde dicho domicilio, cosa que se po­
drá raramente afirmar. De lo contrario, la fecha de la
sentencia y de su transcripción no se anotan sino en las
tablillas (2).
Con razón, la ley prescribe que esos fallos, tengan la
misma fe pública respecto de todos, como si fueran actas
del estado civil.
242. Desaparición en el curso de una navegación aé­
rea.—La ley de 31 de mayo de 1924 (art. 59 al. 2) sobre la
navegación aérea decide que la ley de 1893 podrá ser apli­
cada a las personas que se encontraran a bordo de una aero­
nave desaparecida sin noticias, y a las que se han denomi­
nado: “Desaparecidos en el aire”. La muerte no puede
ser declarada sino después de la expiración de un plazo de
tres meses que empieza a correr desde, la fecha del envío de
las últimas noticias.
243. Desaparición de los militares en campaña.—El
art. 89 aplica a los militares y marinos desaparecidos en
las colonias las reglas sobre la constatación de los fallecí-'
mientos en el mar. La ley de 3 de diciembre de 1915 las ha
declarado igualmente aplicables a los desaparecidos de la
guerra de 1914. Pero esta aplicación ha perdido todo in­
terés por la ley de 25 de junio de 1919, pues la declaración
de fallecimiento de esos militares y marinos desaparecidos
resulta “de jure”, a demanda de los interesados o del Mi­
nisterio públicodesde el momento en que han transcurri­
do más de dos años desde la desaparición y más de 6 meses
desde el cese de las hostilidades (art. 9) (3). El fallo de-
(1) No habría competencia, posible del tribunal del lugar del fallecimiento
! sino en. el caso de desaparición dentro de las aguas territoriales, puesto que ex­
tienden a esas aguas los límites de las circunscripciones judiciales. Coinp. sobre la
competencia en materia de abordaje, art. 406, § 7, C. Com.
(2) Regla que se ha hecho necesaria por la multiplicación de los juicios de­
clarativos de fallecimiento después de la última guerra. Sobre estas dificultades
de aplicación, v. Lyon, op. cit., p. 22 y s.
(3) V. Jouglar, Commentaire, Lois NouveUes, 1919, 3. p. 061.
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 265

be fijar la fecha del fallecimiento (1). La ley no dispone


que a ese fallo se le reconozca autoridad absoluta, puesto
que supone con razón que esa autoridad va implícita (2).
Prevé, en cambio, eventualmente, el regreso de la persona
que se ha declarado fallecida y le admite entonces que ins­
te la anulación del juicio. Esta anulación entraña la del
segundo matrimonio que la mujer del desaparecido haya
podido contraer, el cual valdrá únicamente como patrimo­
nio putativo. Los bienes atribuidos a los herederos del
desaparecido serán restituidos en la misma medida que si
se hubiese producido toma de posesión definitiva (artículo
10) (3).
Sección VII.—Reconstitución administrativa de las actas
del estado civil.
244. Caracteres de esa reconstitución.—En el caso de
destrucción de los registros del estado civil, los interesa­
dos, en virtud del artículo 46, pueden hacer que se pronun­
cie una sentencia que supla a esa pérdida (JSupra, 232).
Péro el legislador se ha visto obligado a preocuparse de la
reconstitución del estado civil totalmente destruido en una
catástrofe. Además de algunas disposiciones particulares
(4), se han hecho dos aplicaciones principales de ese pro­
cedimiento: una después de los sucesos de la Comuna de
París, la otra después de la guerra de 1914.
245. Registros destruidos durante la Comuna de
París.—El doble incendio del Hotel de Ville y del palacio
de Justicia de París por la Comuna de 1871 destruyó a la
vez los dos depósitos parisinos del estado civil. Una ley de
12-25 de febrero de 1872 se ocupó de ordenar reconstituir­
los sin sobrecargar inútilmente al tribunal del Sena. Se
empleó la forma administrativa; una comisión especial fue
encargada de comprobar las pruebas presentadas y orde­
nar la reconstitución de las actas destruidas sirviéndose de
(1) Req., 28 julio 1924, Gas. Palais, 28 oet. 1924.
(2) En ese sentido, Req., 28 julio 1924, precitada, que fija la disolución do
una sociedad de nombre colectivo en el día del fallecimiento judicialmente hecho
constar de uno de sus miembros. Hay que equiparar estos fallos con los pronun­
ciados de conformidad con la ley de 1893. De ahí se deducirán también las re­
glas de la competencia y las de la transcripción de los fallos declarativos do de­
función.
(3) El caso no es inverosímil (Véase el ejemplo de Planiol, Traité Elémen-
taire, I, núm. 515 nota 1). Se podrán generalizar las reglas de la ley de 25 de
junio de 1919 a todos los demás casos de reaparición de una persona declarada
muerta.
(4) Leyes do 18 febrero 1873 y 25 junio 1874 relativas a la reconstitución
de los registros de Remiremont ét de Montmódy.
i
26G TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

elementos diversos; como extractos ya expedidos de los an­


tiguos registros, registros de los diferentes cultos, de los
hospitales, de los cementerios, de las Academias. A pesar
de los plazos sucesivos concedidos al público, cuyo concurso
se solicitaba, quedan aún muchos vacíos (1).
Las actas así restablecidas hacen fe hasta su impugna­
ción de falsedad cuando reproducen extractos sacados de
los precedentes registros. De otro modo, no valen sino has­
ta prueba en contrario.
El trabajo de reconstitución ha quedado sin terminar,
pues la Comisión ha dejado de funcionar en junio de 1896,
después de una ley de 5 de junio de 1893. Ño obstante, se
han dado disposiciones para recoger en el Palacio de Jus­
ticia, en una forma simplificada, las actas no reconstitui­
das todavía, que se descubrieran en el futuro. Al mismo
tiempo la ley de 1893, ha decidido que las actas que queden
por reconstituir serán restablecidas de oficio, para el pe­
ríodo moderno, con ayuda de diferentes medios de que dis­
pone la Administración. Ese trabajo ha tenido que ha­
cerse hasta el 1’ de enero de 1S20, para las actas de naci­
miento, y hasta 1’ de enero de 1838, para las actas de defini­
ción. La reconstitución administrativa no impide a los in­
teresados el poder usar del Art. 46 (2).
246. Registros destruidos por los sucesos de la gue­
rra de 1914.—Para los registros destruidos en los depar­
tamentos por la guerra de 1914, la ley de 15 de diciembre
de 1923 emplea medios análogos a los previstos por la ley
de 12-25 de febrero de 1872, y los extiende además a la re­
constitución de toda clase de actas y archivos.
Los documentos que sirven para la reconstitución de
los registros son los mismos; no obstante la nueva ley aña­
de a ellos las cartillas de familia__(Art. 1’). Una comisión
de por lo menos tres miembros es la encargada de utilizar
esos documentos en cada distrito (art 2) para la confec­
ción de nuevos registros. La ley se esfuerza por asegurar
de oficio su documentación por dos vías diferentes, a las
cuales se une una tercera ya creada por una ley anterior,
de 20 de junio de 1920.
I9 Én primer término, el Procurador de la Repúbli­
ca del distrito debe hacer que se publique en el Journal
Officiél, en la recopilación de las actas de la Prefectura y
(1) Planiol, Traite élómcntairc, I, núm. 543.
(2) Riom, 2 enero 1874, precitada; Tr. Sena, 25 julio 1896, D. 97. 2'. 84;
Tr. Sena, 30 dic. 1910 (Boisseau, op. cit., p. 109).
ACTAS DEL ESTADO CIVIL 267

en los diarios del departamento, una lista de los registros


del estado civil que se tengan que reconstituir en todo o en
parte. Toda persona, y especialmente todo funcionario o
oficial ministerial, debe, dentro de los tres meses de esa pu­
blicación, o en el mes que siga al momento de su hallazgo,
presentar en la alcaldía o en el juzgado de su residencia los
extractos auténticos o cartillas de familia relativos a las
actas destruidas. El escribano del juzgado o el alcalde ex­
piden al que remite este documento una copia en papel sin
sellar que tiene el mismo calor probatorio; en cuanto al do­
cumento remitido, lo hacen llegar a la Comisión (Art. 3).
2’ Ademéis, los alcaldes de los municipios cuyo esta­
do civil se ha perdido deben redactar la lista de las perso­
nas de las cuales creen haber recibido, antes o durante la
guerra, las actas destruidas, indicando hasta donde sea po­
sible la residencia actual de esas personas. La confección
de esa lista evidentemente muy difícil, será no obstante fa­
cilitada por los registros de los cultos, si existen. Las per­
sonas designadas, prevenidas si es necesario por el Procu­
rador de la República, están obligadas a hacer una declara­
ción en la alcaldía de su residencia en la que indiquen to­
dos los hechos del estado civil que les conciernen a ellos o a
los miembros de su familia y que hayan sido insertados o
transcriptos en los registros durante uno de los años corres­
pondientes a la destrucción del Registro civil. Esta decla­
ración que se trasmite a la Comisión después de haber sido
firmada por el alcalde y el compareciente, debe relacionar
todos los documentos o registros que pueden servir de in­
vestigación y determinar las notas esenciales de las actas
a que se refieren; y en fin, debe ser hecha en el plazo de
un ano después de la publicación prevista por el Art. 3.
(Art. 4).
39 Por último, la ley de 20 de julio de 1920 dispone
que mientras se realiza la reconstitución completa de los re­
gistros, los extractos serían suplidos por simples actas de
notoriedad expedidas sin gastos por el juez de paz del do-. i»
i
micilio o de la residencia de los interesados, en presencia
de tres testigos (1). También pueden expedirse certifica­
ciones de esas actas de notoriedad, las cuales llevan timbre
y son registradas gratis. Una de ellas debe dirigirse, dentro
del mes, al Procurador de la República del distrito donde
se encontraba el acta anterior para que sea depositada en
(1) La Ley 7 febrero 1924 ha reducido a fres el número de los testis-os
todas las actas do notoriedad. °
268 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

el juzgado, constituyendo así una tercera fuente de infor­


maciones para la Comisión.
La reconstitución de los registros y consecuentemente
las remisiones y declaraciones previstas por los Arts 3 y
4 son obligatorias para todos los actos posteriores a 1839;
pero, continuarán evidentemente incompletas, puesto que
no se prevé ninguna sanción.
Se observará la insignificancia de garantía que ofrecen
los tres testigos del acta de notoriedad prevista por la ley
de 1920, que sin haber visto nunca el acta que se dice des­
truida, atestiguan: 1* su destrucción; 2’ su contenido.
Los nuevos registros, así como los documentos destina­
dos a reconstituirlos están exentos de derechos de timbre y
de registro (1).
(1) Regla aplicada además a todos los registros que reconstituyen Jos que
se han perdido por causa de fuerza mayor (ley de 25 marzo 1817, art. 75; sol.
Ad. de Registro, 4 julio 1881, D. 81. 5. 362).
SEGUNDA PARTE

LAS INCAPACIDADES

CAPITULO PRELIMINAR

LAS INCAPACIDADES EN GENERAL


i

Sección L—Principios generales. i

§ 1.—Sentido e importancia de las incapacidades

247. Doble sentido de la palabra incapacidad.—La


expresión incapaz tiene un doble sentido. Ordinariamente
se aplica’a personas que poseen todos sus derechos, pero
que no tienen el libre ejercicio de los mismos: los menores,
los interdictos. Pero, la misma palabra designa a veces
¡'

a personas completamente privadas de ciertos derechos, co­


mo el derecho de suceder (Art. 725), o de recibir liberali­
dades (Art. 902, 906, 908, 911). Esta dualidad de acepcio­
nes puede crear errores. La expresión incapaz no se toma •I
aquí sino en el primer sentido (1).
l:í
248. Objeto de las incapacidades.—En nuestro dere­
cho, la mayor parte de las incapacidades tienen por objeto
proteger al mismo incapaz y se establecen por su propio
í!
(1) El que los alemanes traducen por Handlungfacliijkcit, que reserva el
término Rechtsfaehigkcit para las incapacidades que privan del derecho mismo.
En Francia se designan con frecuencia a las primeras por incapacidades de ejer­
cicio, las segundas por incapacidades de goce; pero estas palabras son ambiguas.
V. Capitant, Introduction a Vétude dtu Droit civil, núm. 134; Demogue, Obligations
II, núm. 662. *
270 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

interés, para impedirle que se perjudique con sus actos.


Las sanciones de esas incapacidades no pueden, pues, si­
no caer sobre los terceros, pero no sobre el incapaz. Se verá
que la organización de las nulidades y de las responsabili­
dades incurridas está enteramente orientada hacia la sal­
vaguardia de este último.
A veces, no obstante, la incapacidad se establece no
tanto para proteger al incapaz como para defender a la so­
ciedad contra él. Esas incapacidades de defensa social se
distinguen de las 'incapacidades de protección en que su
sanción se dirige contra el mismo incapacitado; los terce­
ros pueden entonces invocar la incapacidad en detrimento
suyo. Tal es la incapacidad del interdicto legal.
La incapacidad de la mujer casada presenta un carác-
ter mixto. Ño se establece únicamente en interés de la in­
capacitada, sino también en el de la organización familiar;
puede, por lo tanto, ser invocada por el marido, represen­
tante de ésta, lo mismo que por la mujer.
249. Incapacidades naturales, incapacidades arbitra­
rias. —La incapacidad de una persona es a veces la obra
arbitraria de la ley: por ejemplo, los que sufren interdic­
ción, los pródigos, las mujeres casadas. Estas incapacida­
des tienen una causa puramente jurídica: el matrimonio o
una sentencia. Para otros incapacitados, como el menor y
el loco, la incapacidad es real. La ley no hace más que san­
cionar y reglamentar un estado de cosas que se impone por
sí mismo. La incapacidad legal cubre entonces la incapa­
cidad natural. Más adelante veremos las consecuencias que
se derivan de esta idea (infra, núm. 251).
250 Incapacidades y personas bajo potestad.—Para
proteger a las personas que no están en estado de proceder
por sí mismas, la ley no las tacha solamente de incapacita­
dos; los pone a veces bajo una potestad. Por eso existen la
patria potestad, el poder marital y el poder tutelar que per­
tenece al consejo de familia.
La potestad difiere de la incapacidad en que no se
aplica solamente al ejercicio jurídico de los derechos, sino
a la persona misma del incapacitado, que la ley somete a
la dirección de un protector legal. Esta autoridad, que di­
rige a la persona del incapaz, no corresponde siempre al
administrador de sus bienes; así pues, durante el período
de la patria potestad, esta potestad y la tutela no descansan
necesariamente en la misma persona y cuando la patria
potestad termina, el consejo de familia toma la dirección
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 271

de la persona del pupilo mientras que el tutor se hace cargo


de la administración de los bienes (1).
251. Combinación de varias incapacidades.—Las in­
capacidades pueden combinarse unas con otras, ya porque
en una misma persona se reúnan varias incapacidades, o
mismo para todas, se hace que prevalezcan aquellas que pri­
van al incapaz del ejercicio de sus derechos sobre las que
bien porque su protector legal se encuentre también tacha­
do por otra incapacidad.
I9 Cuando una m isma persona se halla tachada de in­
capacidades diversas, se debe consultar su objeto. Si es él
le someten solamente a una asistencia o a una autorización;
así, pues cuando a un menor emancipado, o a un pródigo,
se les asila o se les interdicta con alienados, su antigua in­
capacidad resulta absorbida por la nueva (2). Igualmente,
en caso de concurrencia de dos incapacidades del mismo
objeto, se hace prevalecer, la más fuerte sobre la más débil;
principalmente, para los alienados, la interdicción sobre la
reclusión.
Si, por el contrario, las incapacidades que coexisten son
de objeto diferente se aplican cumulativamente. Así, pues,
cuando a una mujer casada, interdicta o pródiga, se le nom­
bra un tutor o un consejo judicial que no sea el de su mari­
do, el poder marital se combina con su nueva incapacidad.
Su tutor no puede representarla en un acto sino con la auto­
rización marital o judicial de que ella misma hubiera teni­
do necesidad; cuando solamente se halla bajo un consejo
judicial, debe procurarse a la vez la autorización del ma­
rido y la asistencia del consejo, si el acto que se ha de cele­
brar exige una y otra (3). Si el marido administra la tu­
tela de su mujer interdicta, reúne los poderes de tutor a los
que ya tiene por su potestad marital.
29 Cuando el protector legal de un incapacitado se
halla también tachado de incapacidad, por ejemplo, cuan­
do el marido de una mujer, o el padre de un menor, se ha­
lla también bajo un consejo judicial, su incapacidad no in-
(1) Sobro la delimitación de los campos respectivos de la patria potestad y
do la tutela, en caso de conflicto, v. infrá, núm. 301; sobro la de los del consejo do
familia y deí tutor, v. infrá, núm. 427.
(2) Comp. sobro estos puntos, Demogue, Obligations, II, núm. 688.
(3) París, 20 abril 1875 (motivos), D. 76. 2. 238, S. 75. 2'. 138; Rennes, 3
enero 1880, D. 80. 2. 254, S. 82. 2. 174. Demogue, op. cit., II, núm. 6S7; Aubrv y
Rau, I, $ 138, pág. 865, nota 11. Bien entendido que el nombramiento do un consejo
judicial a la mujer no lo quita al marido los poderes de administración quo tiene,
no del poder marital, sino del régimen matrimonial; París, 13 nov. 1863 D. 63 5
217, S. 64. 2. 193; Limogcs, 27 marzo 1867, D. 67. 2. 77, S. 62. 2. 337.
272 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

fluye sobre sus derechos de potestad (1). En cambio, no


podría asistir Vellidamente al incapaz en los actos patrimo­
niales que no pueden celebrar por su propia cuenta. Se ve
obligado entonces, o a hacerse asistir de la misma forma
que si el acto le interesara personalmente (2), o a hacerse
sustituir por otra autoridad regularmente nombrada en la
asistencia del incapaz (curador o consejo cid hoc; ó tribu­
nal, si se trata de autorizar a una mujer casada) (3).
Si el caso, no es de asistir, sino de representar a un
incapacitado, las reglas en principio son las mismas: una
mujer casada no puede ejercer la tutela sino con su marido
como cotutor (Art. 396) (4). Sin embargo, por excepción
a los principios, la ley le permite ejercer la tutela de su
marido incapacitado (art. 507), sin relevarla por eso de
la incapacidad que le alcanza en los actos que le conciernen
personalmente (5). Pero, debido a la falta de precepto
análogo, no se le puede permitir a la mujer, que ejerza en
cuanto a su marido, las funciones de consejo judicial, ya
que sería incompatible con la potestad marital (6).
252. Medios de suplir la capacidad: garantía.—Las
incapacidades crean una gran dificultad a los terceros que
deseen contratar con el incapacitado, y aun a este último,
al hacer que sean complicados, costosos o imposibles actos
de gran utilidad. Se verá (infreí núm. 280) que el mandato
proporciona, a veces, un remedio; pero existe otro aun más
generalizado: la garantía (7).
(1) Igualmente, también la incapacidad de la mujer casada deja en principio
intacta la patria potestad ejercida por la mujer sobre sus lujos do un matrimonio
anterior (V. nuestro Tratado, t. II, núm. 416). Sobre la distinción de los derechos
de potestad y de las incapacidades, v. suprd, núm. 250.
(2) En este sentido, en el caso en que el padre se hallo sometido a. un consejo
judicial: Req. 10 nov. 1897, D. 98. 1. 310, S. 1901. 1. 524, y en el caso en que el
marido esté en la misma situación: París, 10 julio 1890, Pa'nd., 1891, 2. 271; pero
la solución admitida por esta sentencia es muy discutible (V. París, 13 nov. 1866,
D. 66. 2. 245, S. 67. 2. 234). Añ. la nota siguiente y, (infrd, cap. de los pródigos
y de los locos) .
(3) El recurso al tribunal es la única vía abierta a la mujer cuyo marido es
menor, con exclusión de la autorización del marido asistido de su curador (art. 224).
Esta solución se extiendo lógicamente al caso en que el marido se encuentre some­
tido a un consejo do familia: Civ., 6 dic. 1876, D. 77. 1. 307, S. 77. 1. 64; 5 julio
1921, D. 1921 1. 214; Tr. Lyon, 8 julio 1872 D. 73. 3. 7. A. Colúi y Capitant, I,
núm. 644; Baudry-Lacantinerie y Houques-Fourcade, III, núm. 2287; Aubry y Rnu.
V, § 472, núm. 43. V. nuestro Tratado, t. II, núm. 472-473.
(4) Se observará, no obstante, que la ley no da la misma solución ni cuando
una mujer divorciada o casada en segundas nupcias tieno la administración legal
de los bienes de sus hijos, ni tampoco en todos los casos en quo una mujer casada
es tutora (V. infrd, cap. de la tutela).
(5) V. infrd, cap. de los alienados.
(6) V. infrd, cap. do los pródigos e imbéciles.
(7) Sobre la teoría general de la garantía, v. nuestro Tratado de las Obli-
g aciones.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 273

La garantía es un compromiso que se contrae por otro,


mediante el cual una persona, al intervenir en un acto, se
constituye en fiadora de la ratificación ulterior de ese acto
por parte del incapacitado, cuando éste vuelva a recupe­
rar su capacidad, o por parte de sus herederos. El inca­
pacitado conserva, desde luego, el derecho de atacar el ac­
to (1) 5 pero, si se niega a confirmarlo, la otra parte tendrá
un recurso en garantía contra el que se constituyó en fia­
dor de la confirmación (2). Las seguridades, pues, de esta
parte es tan sólida como si se tratara de un contrato cele­
brado regularmente; evitándose formalidades y gastos a
veces prohibitivos. La garantía obtenida será tanto más
segura, si el fiador es un pariente al que el incapacitado
deba racionalmente heredar. La aceptación de la sucesión
entrañará una confirmación del acto (3). A veces, tam­
bién, sobre todo tratándose de individuos sujetos a inter­
dicción, la garantía se da por los presuntos herederos del
incapacitado (4), titulares eventuales de la acción en nuli­
dad. Está claro que la obligación de garantía que pesa so­
bre el que ha consentido en ella, le impedirá siempre atacar
el acto (infrd> núm. 298).
Si la rectificación garantizada por el fiador se realiza,
el acto se regulariza retroactivamente y produce sus efec­
tos desde su fecha (5).
§ 2.—Causas de incapacidad.
253. La capacidad es la regla.—El art. 1123 dice:
“toda persona puede contratar, si no ha sido declarada in-
(1) Eso derecho corresponde también, durante la incapacidad, al represen­
!
tante legal del incapacitado, incluso si se ha constituido en fiador de la ratifica­
ción, salvo el recurso que puede, entonces ser ejercido personalmente contra él: ■

Tr. Belfort, 22 febrero 1924, D. II. 1924, pág. 447


(2) Ese recurso no aparece sino en el caso de demanda de nulidad persegui­

i
da por el incapacitado. Hasta entonces, todas las partes que hayan aceptado la
garantía están ligadas por el acto: Req. 25 mayo 1S52, D. 52. 1. 279; Besan^on,
30 dic. 1891, D. 92. 2. 113; Limogos, 22 julio 1896, D. 99. 2. 93, S. 99. 2. 262. Otra ■jr
cosa sería, no obstante, si el fiador se hubiera comprometido a la ratificación en un
plazo determinado.
(3) Roq. 16 junio 1846, D. 46. 1. 364; Civ., 28 junio 1859, JD. 59. 1. 299, S.
59. 1. 753. Según la jurisprudencia, la obligación de garantía es indivisible.
(4) A modo de otros ejemplos prácticos, se pueden citar: el de los copropie­
tarios mayores de edad constituyéndose en fiadores de los copropietarios menores
en el caso de una venta (Roq., 28 mayo 1852; Limoges, 22 julio 1896, precitadas),
o el del marido saliendo garante por su mujer menor (Rea , 3 agosto de 1859, D. 59.
1. 419, S. 59. 1. 801), o el del donador que se constituyo en fiador del donatario
incapaz a. fin de anular, por una excepción en garantía, su propia acción en nulidad
(Civ. 21 junio 1893, D. 94. 1. 201, nota Planiol, S. 94. 1. 17, nota Tissior* °0
marzo 1905, D. 1905. 1. 383, S. 1905. 1. 163). ’
(5) Roq. 3 agosto 1859, precitada. V. in/rd, núm. 294.
274 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

capaz por la ley”. Esta regla, formulada a propósito de


los contratos, en general y se aplica a todos los actos jurídi­
cos. Produce dos consecuencias: l9 Toda persona que la ley
no declara incapaz se estima dotada de capacidad plena;
29 le son permitidos, en principio, todos los actos que la ley
no prohíbe a los incapaces.
254. Referencias.—Nada se dirá aquí de la locura,
de la inbecilidad y de la prodigalidad, cuyo estudio es in­
separable de los procedimiento que se examinarán más
adelante destinados a hacerlas constar judicial o adminis­
trativamente. En cuanto a las privaciones e incapacida­
des que se derivan de condenas criminales’ no correspon­
den a un tratado de derecho civil. Lo mismo ocurre con
las incapacidades administrativas que alcanzan a las per­
sonas morales. En fin, debemos remitir a los diversos vo­
lúmenes de este Tratado para el estudio de las incapacida­
des especiales que tienen por objeto la realización de cier­
tas clases de actos: matrimonios, liberalidades, etc. Uni­
camente la minoridad y el sexo femenino serán objeto aquí
de explicaciones generales.
255 Minoridad.—La minoridad, causa de incapaci­
dad, dura en nuestro derecho hasta los 21 años. Esta edad
debe calcularse por horas a partir de la del nacimiento,
mencionada en el acta del registro civil; la mayoría de edad
y la plena capacidad comienzan, pues, el día del aniversario
y a la hora indicada en el acta de nacimiento (1).
Este procedimiento que fija la mayoría de edad, no de
acuerdo con el examen individual del desarrollo de los in­
teresados, sino a una edad constante, es el adoptado por
todas las legislaciones modernas (2), y la edad de 21 años
es la más comúnmente admitida (3).
........
. .^><?r es POr 1° 9ue el ark 57 exige que sea indicada la hora en el acta
íXa- vm,<?t0* ?StC c6™Puto de la mayoría de edad está además conforme con la
tradición En este sentido: Naucy, 10 marzo 188S (motivos), D. 88. 2. 212, S. 89.
t' / yo?-DOt?; ^íí¡eS’J7 ?ayo 1888 (rn°tivos), D. 89. 2. 5, S. 89. 2*. 109. Beudant,
I, núm 28o, pág. 531; Baudry-Lacantinerio, Chéneaux v Bonnecarrdre, V, núm. 780.
La regla tropieza con dificultades cuando se trata de un niño encontrado, cuya ma­
yoría de edad se aprecia por presunciones. En cuanto al niño nacido el 29 de febre­
ro de los anos bisiestos hay que admitir que llega a la mayoría do edad 21 años
después, al acabar el día 28 de febrero.
1- Tla historia de la mayoría de edad, v. Planiol, Traite? ¿lómentaire,
í, núm. 161o. Y Lotus Amiable, Essai historique ct critique sur l’age de la majoritt,
Eev. iMt. du droit franqaxs ei étranges, 1861, pág. 205 y s.
C* aít ‘ 323 ’ C’ civ- art. 25: C. civ. rumano, arta,
r X* ? -°S la raayoría una edad unas voces más baja (art. 14,
„ civ. suuo 20 anos) otras veces más alta (art. 385, C. civ. holandés, y art. 320,
C. civ. español, 23 anos).
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 275

Existen, además, en nuestro derecho, mayoría de edad


especiales que aceptan para el menor de 21 años determina­
das capacidades particulares. La edad de la pubertad (18
y 15 años) le permite casarse (art. 144) ; puede compro­
meterse para un trabajo industrial, a partir de 13 años
(art. 1, lib. II, C. del trabajo) ; contratar por sí solo un
compromiso militar, a partir de los 20 años (L. 1’ de abril
de 1923, art. 64) ; testar parcialmente después de los 16 años
(art. 904, C. civ.). La mayoría de edad penal es, según
diversos casos, unas veces a los 12, otras a los 16 y otras a
los 18 años.
La edad de 21 años es precedida de hecho por un des­
arrollo intelectual que da al menor una cierta actividad ju­
rídica. El Código civil ha tenido en cuenta eso para permi­
tir su emancipación. Leyes especiales, ]a jurisprudencia y
las costumbres han ampliado considerablemente el círculo
de ]a iniciativa del menor (1).
256 El sexo femenino.—El sexo femenino no es por
sí mismo, dentro de nuestro derecho civil, una causa de in­
capacidad (2). Pero la mujer se convierte en incapaz si
se casa. Su incapacidad, que, por otra parte, puede ser re­
ducida por las capitulaciones matrimoniales, se funda en
la necesidad de dar un jefe al hogar. Es una simple conse­
cuencia de la autoridad marital; no hay que olvidar este
punto en la reglamentación legal.
La antigua concepción sobre la incapacidad femenina
ha dejado trazas durante mucho tiempo, que hace la inca­
pacidad de la mujer aunque no sea casada ; pero se hacen
cada vez más raras, puesto que las leyes especiales las van
borrando una detrás de otras.
Se han visto desaparecer sucesivamente:
1’ La incapacidad de las mujeres para ser testigos
en las actas del estado civil (ley de 7 diciembre de 1897 que
modifica los arts. 37 y 980) y las actas notariales (la misma
ley que modifica los arts. 9 y 11 de 25 ventoso, año Ni,
sobre el notariado) ;
29 La incapacidad para formar parte de un consejo
de familia o de ejercer la tutela (ley de 20 de marzo de 1917) ;
39 La incapacidad para firmar una letra de cambio
(ley 7 febrero 1922, que módifica el art. 113 del C. com?j.
(1) V. infrd, cap. de la patria potestad y do la tutela.
(2) Sobre la parte histórica, v. Planiol, Traité élétnentawe í *
»úm. 1620 y 3.
Paul Gido,‘j?íude sur la condition privé de la fenvine, 2* ed. París 1885*
276 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

No se pueden ya citar en derecho civil, como vestigios


del pasado más que dos textos:
a) El art. 381 que limita el derecho de corrección de
la viuda sobre sus hijos menores, sometiendo el ejercicio de
ese derecho al asentimiento de parientes paternos (infrá,
núm. 345).
b) El art. 391 que permite al padre nombrar a la
madre un consejo de tutela (infrá, núm. 4S1).
En derecho público, en cambio, la mujer continúa ta­
chada de incapacidades muy importantes. Se halla priva­
da de los derechos políticos y del acceso a determinadas fun­
ciones públicas. Esta inferioridad tiende también a ate­
nuarse. Ya, se han permitido un gran número de funciones
a las mujeres (1) y se prevé que los derechos políticos les
serán concedidos (2).
Sección II.—Forma de protección de los incapacitados.
257. Formas diferentes de protección.—Algunos in­
capaces, que continúan ejercitando sus derechos ellos mis­
mos, se hallan simplemente protegidos por el concurso de
una persona, sin la asistencia o la autorización de la cual
no pueden celebrar actos que se consideren peligrosos. Son
aquellos los incapaces asistidos o autorizados y se da a ve­
ces a la protección organizada para ellos el nombre gené­
rico de cúratela, término más especialmente aplicable a la
incapacidad del menor emancipado. Esta categoría de in­
capaces, comprende a más del menor emancipado, a las mu­
jeres casadas y a los pródigos e imbéciles.
Otros incapaces, con más vigor protegidos, resultan
completamente privados del ejercicio de sus derechos y se
les confía a una persona llamada tutor o administrador le­
gal encargada de representarlos. Estos incapaces represen­
tados o bajo tutela (3), son el menor no emancipado, el alie­
nado interdicto y el condenado interdicto legal. La situa­
ción del alienado recluido tiende también a ser la misma.
Por último, la ley combina a veces las dos formas an­
teriores de protección exigiendo determinadas autorizacio­
nes del representante legal del incapacitado.
(1) Ley de 1* dic. 1900 (profesión de abogado); 20 abril 1924 (oficio «le
subastadores).
(2) V. leyes de 23 enero 1878, derecho do elección a cargo de los tribunales
de comercio; de II dic. 1923, elegibilidad a las C’ámaras de comercio.
(3) Esta palabra debería comprender, en su sentido amplio, la administra­
ción legal.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 277

§ 1.—Incapaces representados.
258 Imposibilidad de la representación en determi­
nados actos personales.—En principio, la representación
de los incapaces bajo tutela se extiende a todos los actos que
pueda interesarles, sin embargo, alguno;: actos son de un
orden demasiado íntimo y de apreciación demasiado perso­
nal para que se permita a un representante legal que los ce­
lebre en su nombre.
En primer término, sucede esto cuando el acto a reali­
zar exige una manifestación personal de voluntad, por
ejemplo, el matrimonio o el testamento.
En lo que concierne al matrimonio, <4 menor que ha
llegado a ]a edad legal de la pubertad, puede contraer ma­
trimonio con la autorización de las personas determinadas
por la ley (1).
En lo que concierne al testamento, el menor no pue­
de hacerlo sino después de la edad de 16 años y en este caso,
únicamente por la mitad de los bienes de que pueda dis­
poner (art. 904).
Se puede citar, en el mismo orden de ideas, la confe­
sión. Un representante legal no tiene cualidad para con­
fesar hechos personales del incapaz, puesto que la confe­
sión supone el conocimiento personal. Pero como la con­
fesión puede tener como consecuencia Ja pérdida del dere­
cho alegado o defendido, el incapaz no puede confesar sino
en la medida en que pueda disponer d* su derecho (infrá,
núms. 281 y 566), y la misma regla debí1 ser aplicada al re­
presentante legal en los hechos que conciernen a su propia

i
administración (2).
El reconocimiento del hijo natural es una confesión de
filiación que puede ser hecha libremente por el menor.
259. Continuación. Contratos que obligan a la per­
sona física.—Ciertos contratos crean una obligación per­
sonal de servicios; exigen entonces el compromiso perso­
nal del que debe realizar el trabajo. El representante le­
gal no puede, por lo tanto, celebrar, en nombre de un in­
capaz, un contrato que obligue a ese incapaz a prestar ser­
vicios personales.
(1) V. nuestro Tratado, t. II, núm. 119 y 3.
(2) Civ. 22' junio .1880, D. 80. 1. 318, S. 91. 1. 23; Lvon, 18 julio 1861 D 63
2. 166, S. 61. 2. 177. Aubry y Rau, I, § 114, texto y nota 19; XIT, § 751. texto v
nota 17, pfig. 115. Comp. Burdeos, 24 junio 1859 D. 59. 2. 198. S 60. 2. 277.
P- y R. T. D. O. —I- 10
i
278 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

No pueden existir dudas sobre este punto sino en los


casos en que el representante legal ejerza sobre el incapaz
un derecho de potestad. Esta potestad sobre la persona
implica el derecho de hacer trabajar al menor, como medio
de educación y de corrección. Por eso el padre podía an­
tiguamente alistar a su hijo como grumete en la marina
mercante (1). El padre o el tutor puede concertar hoy un
contrato de aprendizaje en nombre del niño (2). Se obser­
vará que, en todos estos casos, el compromiso se contrae por
la persona que tiene un derecho de potestad y de dirección
personal, sin que sea necesario para tal fin la representa­
ción legal del incapaz.
Cuando el menor ejerce personalmente un oficio, se
ha hecho necesario reconocerle el derecho de afiliarse a los
sindicatos profesionales, sin autorización (3), y de instar
ante el “consejo de hombres buenos” (4) (a) o ante otras
jurisdicciones, sobre las dificultades relativas al ejercicio
de su profesión (5). En interés de esos menores asalariados
ha sido principalmente que el legislador ha permitido a to­
dos los menores de más de 16 años, que hagan depósitos y
i
extracciones en las cajas de ahorros (6).
260. Continuación. Actos que tienen un carácter
personal ---La representación no es posible en una serie
de actos que tienen un carácter personal. Pero, en este
punto, es difícil dar una regla general, puesto que las so­
luciones no son siempre muy coherentes. La adopción de
un menor, por ejemplo, puede ser realizada con el consenti­
miento de sus representantes, salvo el derecho del tribunal
a tener en cuenta la oposición del menor (Art. 348).
Se pueden citar entre los actos que el representante
legal no podrá llevar a efecto:
♦-------------
(i) r Decreto/de 3 ‘brumario,,año TV. Actualmente el contrato de alistamiento
marítimo se concierta -------- asistido
‘ - xpor el' menor ---------- do«o su padre o tutor y en defecto de
éstos, del juez de paz (Ley 17 abril 1907, arts. 10 y 51). El menor que ha sido
tinfnri Til rl r\ n — i- ----------- ■ •
autorizado a embarcarse puede, en lo sucesivo, contraer por sí- solo
-
sus eompromwd*:
CVn . .1
marzo 1911,
Req. 7 rnúmMOT r —— ~
1’ DD.’ 191C
1910.' K1. 224
224,’ SS.’ 19U1911 ' L 5U; Bipürt’ Proii ”UMÍÍ"'r'
(2) Código del trabajo, lib. I, art. 3, in fine.
(3) Ley do 12 marzo 1929 que mod. el art. 4 de la ley de 21 marzo 1884.
(4) Ley de 21 junio 1924, Código del trabajo, lib. IV, art. 71.
(a) El ‘'consejo de hombres buenos” (conseil do prud’hommes') equivalen a
las comisiones do inteligencia obrera” quo -a— —sew constituyeron vji Francia
w.tMUi vmj ví vii en xiauuni por la ley
f'v* **•
do 2(
27 de marzo do de 1907.
1907, vy fcinner»
tienen, nnr
por £n nnín»no terminar por vía de
funciones i conciliación l<>g
1m
dificultades ocasionales con motivo dol contrato do trabajo,^etc.—N. dol T.).
---------- — —— w.mnzmjw, GW.--------- XV UO1 ■*■•/•

(5) Ley de do 12 julio 1905, sobre los jueces do paz, art. art 5 y artart. 16, al 2, com
cora-­
‘ ’
binados y lr>v
rlnn v ley do 24 din
do 24 nrf- K1
ROR art.
dic. 11896, 51, onkm la i-
sobro ln s — ;z
inscripción marítima. ’
(6) Ley do 9 abril 1881, art. 6, y de 20 julio *1895, art. 16.
—¡


LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 279

l9 El contrato de matrimonio, que debe ser celebra­


do por el menor, asistido de las personas que deben dar su
consentimiento al matrimonio (1) ;
29 El ejercicio de los derechos do potestad que corres­
ponden a los incapaces y que se ejercitan libremente por
ellos (suprá núm. 251) ;
39 La acción en divorcio que se prohíbe al represen­
tante del incapaz, ya que la acción de separación de cuer­
pos es la única autorizada, (art. 307 al. 2).
En cambio, algunas acciones extrapatrimoniales, aun
aquellas que exigen la apreciación más delicada, pueden
ser ejercitadas por la representación del incapaz, tales co­
mo la acción en investigación de paternidad (art. 340).
la acción de i/mpzcgnación (2), (a), y según la jurispruden­
cia, la acción de nulidad de matrimonio (3). Sin duda hay
en eso algo de exageración (4) ; el mismo incapaz y, a par­
tir de cierta edad, el menor, deberían ser personalmente ad­
mitidos en las acciones sobre el estado que a ellos concierne.
Esto es lo que reconoce la jurisprudencia en el caso par­
ticular de acciones de interdicción o en dación de consejo
judicial ejercitadas contra un menor, en virtud del proce­
dimiento especial de esas acciones (5).
261. Actos que interesan al representante legal del
incapaz.—El representante legal de un incapaz cesa de re­
presentarle válidamente cuando se halla personalmente in­
teresado en el acto que haya de celebrar en nombre de ese
incapaz. No obstante esto es exacto sólo hasta el punto en
que los intereses de uno y otro pueden ser contrarios. No
es lo mismo, pues:
l9 Cuando el acto en cuestión es obligatorio: el re­
presentante puede pagar al incapaz con sus propios fondos
y hacerse pagar por él, de los fondos que el incapaz tenga
disponibles (6) ;
29 Cuando el acto en cuestión es de puro carácter be­
néfico, por parte del representante legal: así pues, el pa­
cí) V. nuestro Tratado, t. VIIT, núms. 43 y s.
(2) Civ., 2'2 julio 1844, S. 44. 1. 626.
(a) “Aetion de dósaveu”. Hornos traducida el nombre específico de esta
noción por acción do impugnación, porque es la que permito impugnar una filiación
atribuida a un ascendente.— (N. del T.).
(3) Civ. 26 julio 1890, D. 90. 1. 290, S. 90. 1. 216.
(4) Es más bien, tal vez, por virtud de una idea de potestad sobro la persona
del incapaz, que debido a una simple incapacidad, por lo que son ejercitadas esas
acciones. So observará que el art. 340 do la acción en investigación do paternidad
natural a la madre únicamente, incluso en el caso do que no sea tutora.
(5) V. infrd, cap. de la interdicción
(6) V. infrd, núms. 592 y s.
280 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

drc, al contratar para sus hijos un seguro de vida. puede


aceptarlo en su nombre (1).
En todos los demás casos, el acto que interesa perso­
nalmente al representante legal es nulo, si se celebra por él
en nombre del incapaz, ya que la acción de nulidad, no
corresponde entonces sino al incapaz. Para celebrar váli­
damente un acto semejante, el representante habitual del
incapaz deberá hacerse sustituir en esta representación por
otro mandatario, o general (protutor) o especial (adminis­
trador ad hoc o tutor ad hoc).
262 ‘Responsabilidad que origina la representación
del incapaz.—El representante de un incapaz es un man­
datario que incurre en principio en la responsabilidad que
nace del mandato.
a) Respecto del incapaz, hay que aplicarle los arts.
1992 y siguientes: El representante legal debe pagar le­
galmente intereses de las sumas que hubiera empleado pa­
ra su uso desde el día de ese empleo (art. 1996). Se hace
culpable de abuso de confianza si se apropia bienes del in­
capaz (art. 408, C. pen.). Responde de las personas por
las cuales se sustituye conforme al art. 1994; y su respon­
sabilidad se aprecia más gravemente según que reciba re­
muneración o que administre gratuitamente (art. 1992).
Sin embargo, respecto del tutor la ley agrava en va­
rios puntos las obligaciones que impone el derecho común
para el mandato gratuito. Esto resulta del art. 450 que
obliga al tutor a administrar como buen padre de familia,
y de los arts. 455-456, que le imponen deberes particu­
larmente rigurosos en materia de inversión de fondos (2).
b) Respecto de los terceros, el representante legal es
responsable de sus propios delitos, de los cuales el incapaz
no tiene que responder (3). Aunque la jurisprudencia

(1) Viv. 25 abril 1903 (sol. üupl.), D. 1904. 1. 150, S. 1903. 1. 329, nota Wahl
en sentido contrario: OrleaJis, 26 marzo 1887, D. 88. 2. 140, S. 89. 1. 289; Limo-
gen, 4 junio 1923, Gas. Palais, 23. 2. 369; Adde las referencias citadas por M. Wahl
en la nota 8. 1902. 2. 12. Pero, sí so debo generalizar esta solución en las donacio­
nes indirectas resultantes de estipulaciones por otro, en cambio, las reglas de forma
requeridas por las donaciones entro vivos impiden al representante legal del menor
el aceptar con este carácter, en el acto do la donación, la liberalidad de él mismo
Lace al incapaz (v. Civ. 27 julio 1892, D. 92. 1. 457, 8. 93. 1. 121 y nota, D. 99. "•
81, pero relaciónase, sobre un medio de eludir esa prohibición, Civ., 21 junio 1893
D. 94. 1. 201, nota Planiol). Sobro los contratos celebrados entre un incapaz y su
representante legal, v. Demogue, Obliyations, I, núm. 51 y s.
(2) Para más detalles sobre todos estos puntos, véanse las explicaciones dadas
sobre la responsabilidad del tutor en el capítulo del menor bajo tutela.
(3) Req. 5 julio 1847, D. 48. 1. 148, 8. 48. 1. 345; Bastía, 23 enero 1S55, D.
55. 2. 149, S. 55. 2. 97; Montpellior, 16 julio 1891 y Req. 21 marzo 1893, D. 93.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 281

aplica a veces al mandante el art. 1384, para hacerle res­


ponsable de los delitos cometidos por el mandatario en el
ejercicio de sus funciones, ese texto no puede referirse al
incapaz legalmente representado, puesto que su represen­
tante no ha sido nombrado por él, sino que, por el contrario,
le ha sido impuesto.
En cambio, la responsabilidad contractual en que se
incurra por el incumplimiento de una obligación del inca­
paz, recae sobre este último; su representante debe tam­
bién responder en este caso si la falta emana de él. Cree­
mos también que el dolo cometido por el representante le­
gal en la coneertación de un contrato permite a la otra par­
te demandar su nulidad contra el incapaz (1). Pero no es
posible equiparar al dolo el hecho, por parte del represen­
tante del incapaz, de haberse comprometido con extralimi­
tación de sus poderes legales. Como la comprobación de
esos poderes ha de ser hecha por la otra parte contratan­
te, no han incurrido en ninguna responsabilidad (2), a su
respecto, ni el tutor o administrador legal, ni, mucho me­
nos, el incapaz. Sin embargo, el representante de éste pu­
diera ser responsable respecto de la otra parte, o en vir­
tud de una promesa hecha en ese sentido (swprd núm. 252),
o debido a manejos empleados para hacer creer en sus po­
deres (3).,

§ 2. Incapaces asistidos o autorizados.

263. Diferencias entre la asistencia y la autorización.


—La ley habla de la asistencia dada al menor emancipado
' (art. 482) por un curador, al imbécil (art. 499) y al pró­
digo (art. 513) por un consejo judicial (4). Emplea la pa­ i

labra autorización (5) para designar el concurso pres-


1. 433 y nota Planiol, S. 95. 1. 241, nota Wahl; Civ. 7 mayo 1894, D. 94. 1. 505,
S. 98. 1. 510. V. Dcinoguo, Obligations, I, núm. 137. Comp. sin embargo, Rcq., 24 ■

nov. 1841, S. 42. 1. 158: Req., 12 mayo 1909, S. 1915. 1. 177.


(1) Planiol, nota D. 93. 1. 433' y Demogue, loe. cit. Contrd, Wahl, nota S.
1895. 1. 241
(2) Nancy. 9 mayo 1885, D. 86. 2. 134, S. 87. 2. 137; Douai, 10 nov. 1890,
D. 91. 2. 133. V. infrd, núm 271.
(3) Nancy, 9 mayo 1885, precitada. Añádase la responsabilidad del tutor
en caso de constitución irregular de la tutela; lo haría, dice una sentencia, res­
ponsable respecto de terceros de la nulidad de los actos celebrados: Req., 16 junio
1846, D. 46. 1. 364.
(4) Paralela a esa póngase la asistencia prestada a la mujer tutora por su
marido cotutor (art. 396) y a la madre tutora por el consejo de tutela (art. 391).
(5) Y todavía esa. diferencia no es debida, en las instancias, sino a una des­
dichada intervención de Boulay en los trabajos preparatorios, que hizo que se sus­
tituyera por el término autorización el término asistencia, puesto primeramente
282 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

tado a la mujer casada por su marido o por la justicia (art.


215 y s.). Una autorización se exige igualmente del tutor,
del administrador legal o del emancipado par^ la realiza­
ción de actos que se consideran graves; se da al primero y
al tercero por el consejo de familia, y al segundo por c¡ tri­
bunal Se puede también considerar como tal la autoriza­
ción administrativa necesaria a los representantes de las
personas morales para llevar a efecto determinados actos.
En principio, la autorización difiere de la asistencia
en que aquella es una asentimiento dado por anticipado, por
una sola vez, a cada operación, mientras que la asistencia
en un concurso continuo que se le presta. Prácticamente
la diferencia no se hace sentir sino a propósito de las accio­
nes judiciales en que se exige la asistencia rigurosamente
por virtud de ser llamados a juicio el curador o el consejo
judicial. En los demás actos, en cambio, se admite que una
autorización especial dada por adelantado equivale a la
asistencia (1). Esta distinción no resulta de ningún pre­
cepto determinado, sino de consideraciones prácticas. En
efecto, las acciones judiciales duran un tiempo bastante
largo, durante el cual pueden surgir incesantemente inci­
dentes que exigen la presencia del asistente del incapaz
mientras que los contratos se realizan instantáneamente en
el momento del concurso de consentimientos. Basta con
que en ese instante el asentimiento del curador o del con­
sejo sea cierto para que el incapaz se halle tan bien prote­
gido como si participara el uno o el otro en el acto. La
autorización anterior, especial y no revocada, equivale,
pues, a la asistencia.
264. Formas de la asistencia y de la autorización.—
La asistencia en materia de acciones judiciales, exige que
se considere como parte a la persona encargada de asistir
al incapaz, en todos los actos del procedimiento. En los
actos extra-judiciales, la asistencia resulta normalmente
de la concurrencia de esa persona al acto, o de una autori­
zación que obedece entonces a todas las reglas indicadas a
continuación.
En cambio, la autorización, que es normalmente una
manifestación de voluntad exterior al acto, puede perfec­
tamente resultar del concurso prestado al acto por la auto­
ridad llamada a autorizarlo. El art. 217 lo dice en relación
en el texto, arguyendo uua simple repetición de palabras (Planiol, Traitó élémen-
taire, I, núm, 952).
(1) V. los capítulos del menor emancipado y del pródigo y el imbécil.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 283

con la autorización del marido, pero la regla tiende a gene­


ralizarse. Cuando la autorización depende del tribunal y es
requerida a fin de habilitar al incapaz para proceder ante
él implícitamente también resultará concedida por el curso
que haya dado el tribunal a la instancia, siempre que la
sentencia haga constar que es realmente así como debe in­
terpretarse.
Cuando la autorización no resulta implícita, en la for­
ma expuesta, debe ser dada por escrito. El art. 217 lo re­
quiere para la autorización dada por el marido a la mujer.
En cuanto al curador y al consejo judicial, la misma exi­
gencia resulta del hecho de que su autorización debe equi­
valer a una asistencia. Por último, la autorización dada
por un consejo de familia o por un tribunal, resulta evi­
dentemente del acta -escrita de una deliberación o de una
decisión.
Por las mismas razones, la autorización tácita no se
admite en principio, fuera de la que resulta de haber con­
currido al acto o contrato.
265. Especialidad de la autorización.—La autoriza­
ción debe ser especial. Se entiende por tal que debe indi­
car con precisión las cláusulas esenciales del acto que se
autoriza. Así debe ser cuando la autorización tenga el ca­
rácter de asistencia a ese acto. Si no fuera así, una autori­
zación general equivaldría a una supresión arbitraria de
la incapacidad establecida por la ley (1). La especialidad
debe, pues, ser exigida, tanto para la autorización de la ■¡
mujer por el marido (2), como para la del tutor o del ad­
ministrador legal por el consejo de familia o el tribunal.
Cada acto debe presentar, en todas sus cláusulas, las ga­
rantías de seguridad requeridas por la prudencia de la ley.
Para las acciones judiciales, sería deseable que la auto­ í
rización dada precisara si se aplica o no a los recursos y a
los incidentes. Si no lo hace, es lógico suponer que permi­
te el ejercicio de todos los procedimientos destinados a sos­
tener normalmente el derecho litigioso: recursos ordina­
rios (3), demandas, actuaciones periciales, interrogato-
(1) Demogue, Obliciations, IT, núm. 707.
I
(2) Vóaso a cato respecto nuestro Tratado, t. IT, La Familia.
(3) La jurisprudencia y la doctrina, sán muy poco homogéneas So permito
al tutor autorizado a proceder por el consejo de familia, a que interpongan apela­
ciones (Civ. 17 nov. 1813, D. Jur. Gen., v. Appcl civil, núm. 804; Nimes, 2 julio
1829, D. Jur. Gén., v. Minorité, núm. 527; Riom, 10 mayo 1855, S. 56. 2. 1; Poitiers
28 nov. 1864, D. 65. 2. 160, S. 66. 2‘. 121; Algor, 26 febrero 1866, en Rcq., 22 enero
1868, D. 68. 1. 109, S. 68. 1. 209. Aubry y Rau, I, § 114, pág. 722, texto y nota
9; Baudry-Lacantinorie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 532). Sobre la mujer
284 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

rios sobre hechos y artículos, etc. En cambio no permite


el ejercicio de los recursos extraordinarios, e indudablemen­
te, de procedimientos excepcionales, como la querella por
falsedad (1).
La especialidad de la autorización admite algunas ex­
cepciones legales, principalmente la de la autorización que
se requiere ai efecto de ejercer un comercio o una profe­
sión y la que se da a la mujer para que administre sus bie­
nes (2).
266. Revocabilidad de la autorización.—El asenti­
miento del protector legal del incapaz se requiere justa­
mente en el momento en que se celebra el acto. Hasta que
ese acto no se ha celebrado, la autorización dada es, por lo
tanto, revocable (3), incluso cuando resulta de una diligen­
cia de jurisdicción voluntaria desprovista de las consecuen­
cias de la cosa juzgada.
La revocación de la autorización no impide que los
actos ya celebrados produzcan irrevocablemente sus efec­
tos. Así pues, la autorización para pleitos, dada para un
juicio, continúa, a pesar de toda revocación, permitiendo
que se prosiga el pleito hasta su término, una vez hecho el
emplazamiento.
Los terceros, pueden y deben atenerse a la autorización
dada, en tanto que no se les prevenga de su revocación.
267. Autorización posterior al acto.—Como el acto
celebrado sin autorización es nulo, una autorización poste­
rior es ineficaz. El protector legal no puede, por sí solo,
extinguir la acción de nulidad que corresponde al incapaz.
Pero la nulidad, como se verá (número 224), puede
ser borrada por una confirmación regular del acto nulo.
Esta confirmación puede ocurrir antes de que termine Ja
incapacidad, a condición de que reúna los consentimientos ’
casada, la jurisprudencia hace hoy una distinción: salvo indicación formal (Req.
I9 marzo 1858, D. 58. 1. 104), la autorización dada a. la mujer para plcitar no
le permite interponer apelación de una sentencia dada contra ella (Civ. 5 agosto
1840, D. 40. 1. 201, S. 41. 1. 315; 15 dic. 1847, D. 4S. 5. 18, S. 49. 1. 293; 22
enero 1879, D. 79. 1. 121, S. 79. 1. 252); en cambio, se le permito la defensa en
apelación, sin estar autorizada, si lia ganado en primera instancia (Req. 15 marzo
1848, D. 48. 1. 119, S. 48. 1. 285; 5 mayo 1873, D. 73. 1. 438, S. 73. 1. 298; Civ.
25 febrero 1879, D. 79. 1. 158, 8. 79. 1. 273) ; hay, sin embargo, sobre este punto
decisiones divergentes (Civ. 1$ agosto 1857, D. 57. 1. 333; Req., 5 mayo 1858, D.
58. 1. 286, S. 59. 1. 41; Poiticrs, 16 febrero 1881, D. 81. 2. 136). Véase nuestro
Tratado, t. IZ,
II, núm. 458.
(1) En todonnen caso,
ln delación de juramento
la delación debe debe
de juramento ser eouinarada a una tran­
ser equiparada
sacción .
(2) Véase nuestro Tratado, t. II, La Familia, núm. 45G.
(3) Dcmogue, Obligations, II, núm. 706.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 285

y autorizaciones que fueren necesarios para la validez del


acto en sí. Se deduce que la autorización borra la nulidad
de un acto anterior cuando va acompañada de la voluntad
del incapaz de mantener ese acto, expresado de una mane­
ra expresa, y aún tácita, puesto que entonces existe con­
firmación (1).
En el caso particular de la mujer casada, la autoriza­
ción del marido, dada posteriormente al acto celebrado por
aquélla, y aun sin un nuevo asentimiento de la mujer, ex­
tingue la acción de nulidad del marido. Pero esto es de­
bido a que la autorización del marido, diferente en eso de
la autorización dada a los demás incapaces, se requiere no
tanto por interés de la mujer como por el de la familia re­
presentada por su jefe. Por eso se explica que este último
pueda renunciar, aun sin la conformidad de su mujer, a
una acción de nulidad que no ejercita por la mujer, sino
por condición de jefe de familia (2).
268. Autorización parcial o condicional. — Nada im­
pide a la autoridad de que depende la autorización el no
concederla sino condicionalmente. El acto no será enton-
(1) Se admite para la rcgularización de la acción judicial intentada por el
incapaz. La del pródigo os regularizada por la intervención de su consejo judi­
cial (V. principalmente, Crim. 27 junio 1884, D. 85. 1. 135, S. 87. 1. 334; Civ.. 4
nov. 1901, D. 1902. 1. 135, S. 1903. 1. 273), la del menor emancipado por la inter­
vención de su curador (Bcsanccn, 8 abril 1884, D. 85. 2*. 247). La acción inmobi­
liaria intentada por el tutor es validada por una autorización posterior del eon-
scjo do familia (Req. 27 marzo 1S55, D. 55. 1. 257, S. 55. 1. 702; Cas. sala reun.
21 marzo 1897, D. 97. 1. 277, S. 97. 1. 309, motivos), y parece que es lo mismo
lespccto do la acción mobiliaria intentada por el menor cuando su padre o tutor
interviene para regularizarla (Tr. La Roche-sur-Yon, 1’ mayo 1923, Gaz. Palais,
ii>23. 2. 102. V. Algor, 11 cuero 1900, D. 1902. 2. 476. Comp. no obstarte, Bourges,
26 enero 1903, D. 1905. 2. 23). Por último, la nulidad de la acción ejercitada, por
una mujer casada no autorizada, se confirma por la intervención del marido (V.
en último lugar, Req., 1*? agosto 1923, Gaz. Palais, 1923. 2. 601). Pero, sin oue
se pueda comprender bien por qué, la jurisprudencia se manifiesta más vacilante
en el caso en que se trata, no de una acc On judicial, sino de otro acto. Importantes
sentencias parecen decir que 1.a autorización del consejo, do familia posterior a
un acto, no permiten convalidarlo (Civ. 12 marzo 1839, D. Jur. Gé'i., v. Success''on.
núm. 784; 10 nov 1894, D. 94. 1. 337, S. 'f 1. 81, nota Lacoste; Cas. sal. reu. 22
marzo 1897, precitada; pero v. on sentid^ contrario, Grenoblo, 10 julio 1860, T>.
62. 2. 40, S. 61. 2. 21; Rouen, 13 dic. 1905, D. 1908. 2. 233). En cambio, la juris­
prudencia admite la autorización del marido dada a un acto anterior de su mujer,
que ésta quiere mantener, convalida, el acto (Req. 25 mayo 1886, D. 87. 1. 379, S.
87. 1. 268. V. también Req. 19 .marzo 1877, D. 79. 1. 455). La jurisprudencia
administrativa admite también que la autorización prefectoral exigida para ciertos
actos de las personas de derecho público, puede intervenir para ratificar, con efecto
retroactivo, actos celebrados anteriormente. V. de Bezin, Des autossiations ct ap-
probations en mati&rc administrativo, tesis, Tolosa, 1908.
(2) La jurisprudencia decide además que la acción do nulidad de la mujer
no so extingue por la confirmación del marido: Civ., 26 junio 1839, S. 39. 1. 878;
París, 12 mayo 1859, S. 59. 2. 5G1; Orleans, 6 junio 1868, D. 68. 2. 194, S. 69. 2.
231; Douai, 10 dic. 1872, D. 73. 2. 92, S. 73. 2. 139; París, 14 nov. 1887, D. 88.
2. 225. (V. nuestro Tratado, t. II, núm. 467).
286 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ces válido sino en el caso de que se cumpla la condición im­


puesta (1). Consistirá, en la mayoría de los casos, en cier­
tas precauciones exigidas al incapacitado o a su represen­
tante; por ejemplo, cuando se exija de él que el producto
de la operación proyectada se reciba por un notario que
asegure su colocación (2). En realidad esto no implica
una orden obligatoria, puesto que el incapaz o su represen­
tante pueden siempre abstenerse de realiza^ la operación.
Pero si la efectúan, no será considerada como autorizada
y por consiguiente como regular, sino mediante la observan­
cia de las condiciones establecidas. Nada impide, tampoco,
al protector legal el no autorizar sino parcialmente los actos
propuestos (3).
269. Imposibilidad, para la autoridad encargada de
asistir o de autorizar de sustituir al incapaz o a su repre­
sentante lagal.—Las autoridades encargadas de asistir o
de autorizar al incapaz o a su representante no deben olvi­
dar jamás que la administración de su patrimonio no les
pertenece. No pueden, por lo tanto, ni dar órdenes al in­
capaz, de sustituir a éste o a su representante en el ejerci­
cio de sus derechos (4).
No obstante, la imposibilidad de dar órdenes no impi­
de a esas autoridades el usar de su poder de inhibición por
medio de las autorizaciones parciales o condicionales que
acaban de señalarse. Además, ocurre a veces que esas au­
toridades, por ejemplo, el consejo de familia, después de]
fallecimiento de los padres, retienen junto a sus derechos
de consejo sobre la administración de los bienes del inca­
paz, derechos de potestad sobre la persona de éste. Las
órdenes que den en ese terreno se impondrán (suprá* nú­
1
mero 250).
Es igualmente imposible para la autoridad que asiste
al incapaz, el sustituirle en el ejercicio de sus derechos,
usurpando así el papel de tutor. Pero la jurisprudencia
(1) En este sentido, Demogue, Obligations, II, núm. 707 in fine. Sobro una
aplicación de este principio, v. el art. 457, C. civ. El mismo derecho corresponde
al tribunal _que aprueba una deliberación del consejo de familia, autorizando un acto
del administrador legal; Rcq., 12 enero 1921, D. 1922. 1. 177, nota Savatier.
(2) V. no obstante, sobre la no responsabilidad de los terceros por defecto
de empleo, art. 389, al. 7, y la ley de 27 febrero- 1880, art. 6. En el sentido de los
textos, v. infrá, núm. 575 y s.
(3) V. Demogue, Obligations, II, núm. 707 bis. La aprobación por parte del
tribunal de una deliberación del consejo de familia, puede igualmente ser parcial:
Civ., 30 enero 1924, D. 1924. 1. 49, nota Savatier.
(4) V. en los capítulos siguientes la aplicación do esas reglas a las relacio­
I nes del consejo do familia con el tutor, del tribunal con el administrador legal o el
tutor, del consejo judicial con el pródigo o el imbécil, del curador con el menor
emancipado.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 287

introduce en este principio una importante modificación


en lo que se refiere al pródigo o a] imbécil. El consejo que
lo asiste puede pedir en nombre de éstos la nulidad de ]os
actos irregularmente celebrados por ellos: el consejo puede
también, en todos los demás pleitos, presentar en nombre
del incapaz conclusiones contrarias a las que adopte direc­
tamente este último y ejercitar en su nombre los recursos
de que él se abstenga (1). Aunque la situación del menor
emancipado sea idéntica, ninguna decisión análoga parece
haberse dado aún a su respecto.
270. Imposibilidad de asistir o de autorizar a un in­
capaz en un asunto en que se está interesado.—El protec­
tor legal de un incapaz no puede asistirle o autorizarle en
un acto en el que esté personalmente interesado. En caso
tal el incapaz puede hacer xque se anule el acto o negocio
concertado; estableciendo la oposición por daños y per­
juicios. No obstante, la regla no debe aplicarse en este
caso con más severidad que en materia de representación
legal (suprd, núm. 261). Ello aparte, hay que establecer dos
reservas:
Por excepción, el marido puede autorizar válida­
mente a la mujer en los actos que le interesen personal­
mente. El hecho de que celebre un acto con su mujer equi­
vale también a una autorización. Esto es debido a la soli­
daridad particular que hace comunes los intereses del
hogar (3).
2* El juez de paz puede descartar del consejo de fa­
i
milia, reunido para autorizar un acto, a los parientes per­
sonalmente interesados en ese acto; aunque ciertamente la !
ley no se lo impone; de todos modos, si lo ha hecho, el acuer­
do tomado no es necesariamente nulo (4).
271. Responsabilidades contraídas por la asistencia I

o la autorización (5).—Salvo las excepciones que resultan I

de ciertos regímenes matrimoniales, en lo que concierne


al marido, la persona que asiste o autoriza a un incapaz
no se obliga personalmente por el acto a que concurre, a

(1) V. infra, tít. II, cap. 3.


(2) Lo contrario ha sido también decidido sobre el ejercicio de la apelación
por parte del curador. Amiens, 24 mayo 1823, D. Jur. Gen., v. Appel civil, núm. 481.
(3) V. nuestro Tratado, t. II, núm. 448.
(4) V. infra, núms. 450 y 458.
(5) Demogue, Obligatwns, II, núm. 709 bt>.
288 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

menos que se constituya en fiador del incapaz. Sin embargo


resulta responsable por culpa (1).
Responde de su dolo con terceros, si los lia inducido
a error; pero no se considera, a este respecto, que comete
culpa si ha autorizado un acto que la ley no permite al in­
capaz puesto que la comprobación de la capacidad de éste
corresponde a la otra parte contratante (2).
Respecto del incapaz, las personas encargadas de au­
torizar o de asistir, responden por culpa, bien negando ar­
bitrariamente su concurso en un acto evidentemente útil, o
autorizando con ligereza un acto cuyo riesgo o irregulari­
dad tenían medios para conocer’(3).
Sección IH.—Extensión de las incapacidades.
§ 1. Medida de las incapacidades
272. Gravedad respectiva de los actos prohibidos.—
Las incapacidades establecidas por nuestro derecho dejan
al incapaz o a su representante una libertad de acción más
o menos amplia. Para determinarla, se clasifican los ac­
tos por orden de gravedad y se construye la escala de. las
incapacidades en relación con una categoría de actos jurí­
dicos. Los actos menos graves y más necesarios llamados
actos conservatorios1 son siempre permitidos al incapaz o
a su representante sin ninguna autorización. Vienen des­
pués los actos de administración cuya realización facilita
la ley con el mínimo de formalidades; después, los actos de
disposición a titulo oneroso, respecto de los cuales exige,
• en cambio, garantías más o menos complicadas; por últi­
mo, al final de la escala, se encuentran los actos de dispo­
sición a título gratuito, por regla general prohibidos a los
incapaces.
273. Actos conservatorios.—Todos los incapaces tie­
nen el derecho de celebrar válidamente los actos que, nece­
sarios para la salvaguardia de sus derechos, no entrañen
para ellos ningún riesgo; estos actos se llaman conservato­
rios. El derecho de los incapaces a llevarlos a efecto no se
(1) Si la autorización es dada por un consejo (consejo de familia) los miem­
bros incurren en una responsabilidad solidaria (V. iiifrd, núm. 459).
(2) Civ. 26 abril 1921, S. 1921. 1. 73, nota Hugucney, V. suprá, núm. 262.
(3) V. las aplicaciones hechas de estas reglas en los capítulos siguientes. El
incapaz tiene un recurso ante el tribunal y ésto no solamente condenar al pro­
tector legal del incapaz al pago de daños y perjuicios, sino también en caso do ne­
garse a consentir en un acto, darlo un sustituto ad hoc.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 289

halla prescripto en ninguna parte> pero debe deducirse del


fundamento mismo de las incapacidades. Al existir para
la protección de las personas de los incapacitados, no pue­
den prohibirles los actos que son a la vez urgentes, necesa­
rios y sin riesgos (1). Hay en este caso una especie de apli­
cación del principio de necesidad en materia civil.
La noción de acto conservatorio tiene una gran impor­
tancia en materia de incapacidades, y también nos la en­
contramos en otros casos, por ejemplo, en la determinación
de los derechos que corresponden al acreedor condicional
(art. 1180) (2).
El acto conservatorio se define por un doble carácter:
es necesario para sustraer a un peligro inminente el patri­
monio o uno de sus elementos, y no entraña sino un insig­
nificante gasto en relación con la gravedad del riesgo (3).
I9 El acto conservatorio supone, en primer término,
la existencia de un peligro inminente para algún elemento
del patrimonio del incapaz. Por ejemplo, la transcripción
de una adquisición inmobiliaria, la inscripción de una hi­
poteca son actos conservatorios, porque, en tanto que no
son efectuados, el acreedor corre el riesgo de perder el de­
recho a perseguir la cosa y la prefación de su derecho y si
se trata de compra, porque se corre el riesgo de que se
adelante otro comprador o que un acreedor hipotecario ins­
criba antes de que se inscriba la compra. El requerimien­
to hecho a un deudor es un acto conservatorio, puesto que
impide la pérdida de los intereses del crédito. Constituyen
también actos conservatorios los contratos que aseguran la
consolidación de un edificio amenazado de inmediato de­
rrumbe, cuando el gasto en que se incurre es insignifican­
te en relación con el valor del edificio salvado. Por último,
son inmediatamente necesarios, y, por tanto actos conserva­
torios, cuando la prueba de un derecho corre el riesgo de
desaparecer, determinadas precauciones destinadas a con-
(1) Domoguc, Obligations, IT, núm. 684.
(2) Pero el acto conservatorio respecto del acreedor no se entiende en la
misma forma que respecto del incapaz. En los dos casos supone que lea inconve­
nientes que hay en realizarlo sin insignificantes en relación con las ventajas que
ofrece; pero, si se trata de un incapaz, es en relación con 61 que se examina si el
acto no presenta sino iusignificantes inconvenientes; si se trata de un acreedor,
so hace la misma investigación respecto del deudor. De ahí resulta que algunos
actos que pueden ser llevados a efecto como actos conservatorios por un incapaz,
no pueden serlo a igual título por un acreedor. El más claro es la inscripción de
una hipoteca. So permito al incapaz, porque no le obliga personalmente, pero al
acreedor sin derecho actual, porque obliga demasiado al deudor: Rcq., 4 marzo 1902,
D. 1902. 1. 214, S. 1902. 1. 161.
(3) Comp. la definición dada por Trasbot, L’acte d’administration en droit
privé franeáis, tesis, Burdeos, 1921, pág. 199.
290 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

servar dicha prueba, como requerimientos y hasta procedi­


mientos destinados a obtener una constancia judicial (1).
En cambio no se puede consideral' como inminente el peli­
gro que amparan los contratos de seguros; por lo que estos
contratos constituyen actos de administración, y no conser­
vatorios.
2’ Es preciso, en segundo término, que el gasto sea
insignificante en relación con el bien que se ha de prote­
ger. Esto parece estar fuera de duda en la mayoría de los
ejemplos precitados. La principal dificultad estriba, a
este respecto, en las acciones judiciales. En principio,
cuando el ejercicio de esas acciones le está prohibido a un
incapaz, éste no puede recobrarlo alegando el carácter con­
servatorio de la acción. Sin embargo, puede hacerse que
la necesidad inmediata de esta acción aparezca de una ma­
nera apremiante, por ejemplo, para interrumpir una pres­
cripción. Por eso, ]a jurisprudencia ha establecido un tér­
mino medio. Aun en el caso en que la ley estime que la
acción obligue dañosamente al incapaz, no deja de hacerse
la notificación, después de la cual, una u otra parte puede
interrumpir definitivamente el procedimiento, cuando el
incapaz no se halla habilitado para proceder (v. infra, núm.
293). Esta notificación no simplifica sino gastos insignifi­
cantes. Será válida en tanto como acto conservatorio, pe­
ro el procedimiento no podrá confirmarse válidamente sino
en conformidad con los principios que regulan el procedi­
miento en casos de incapacidad. Así se ha decidido que sea
para el pródigo (2), y para el tutor que procede en materia
inmobiliaria sin autorización (3). Esta regla debiera gene­
ralizarse a todos los incapaces (4).
Se aplica también a los casos de recursos procesales
ordinarios, cuando los plazos están a punto de expirar (5).
Ahora bien, no creemos que se pueda dar la misma so­
lución a los trámites para iniciar un procedimiento de em-

(1) Req. 22 enero 1901, D. 1901. 1. 94, S. 1901. 1. 331.


(2) Crím. 27 junio 1884, D. 85. 1. 135, S. 87. 1. 334; Civ. 4 nov. 1901, D. 1902.
1. 185, S. 1903. 1. 273.
(3) Req. 27 marzo 1855, D. 55. 1. 257, S. 55. 1. 702; Cas., sal., reu., 21 marzo
1897, D. 97. 1. 277, S. 97. 1. 309, motivos.
(4) Sobre los alienados recluidos, v. Crim. 25 enero 1839, D. Jar. Gn., ▼-
h’éné núm. 263- 23 enero 1859, D. 60. 1. 55. Sobre el menor: Tr. la Roche-sur-
Yon í* mavo 1923, Gaz. Palais, 192'3. 2. 202. V. Alger 21 enero 1900, D 1902.
I 1. 476. Comp. sin embargo, Bourges, 1’ mayo 1903, D. 1905. 2. 23. Sobre la mujer
casada: R<yv, l9 agosto 1923, Gaz. Palais, 1923. 2. 601.
Í5) Montnellier l9 ulio 1840, D. Jur. Gén., v. Interdictian, núm. 296; Bruse­
las, 24 dic. 1851, D. eod. v. núm. 292-5’; Poitiors, 7 agosto 1867, D. 69. 1. 268, S.
68.’ 1. 429.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 291

bargo. Aunque a veces urgentes, estos trámites tienen por


objetos inmovilizar en perjuicio del deudor el objeto em­
bargado; comprometen, pues, gravemente la responsabili­
dad del embargante, en el caso en que el embargo sea hecho
sin derecho y saliéndose de los límites de los actos conser­
vatorios. La jurisprudencia reconoce un carácter conser­
vatorio a ciertos procedimientos de recursos y permite así
al incapaz seguirlos hasta el final (1).
274. Actos de administración (2).—Sin que, por re­
gla general, se permita a todos los incapaces, el acto de ad­
ministración se faculta a los incapaces asistidos; además,
llevado a efecto por un tutor o un administrador legal, no
exige en general ninguna formalidad de habilitación. La
noción de acto de administración, más aun que la del acto
conservatorio, desempeña también un papel importante
fuera de la materia de las incapacidades. Determina., por
ejemplo, los poderes del usufructuario, del heredero bene­
ficiario, del marido administrador de los bienes de su mu­
jer. No es sin embargo exacto que la misma definición al­
cance a todos los casos.
En lo que concierne al mecanismo de las incapacida­
des, se puede definir el acto de administración como el ac­
to que tiende, por procedimientos normales', a la conserva­
ción y a la explotación del patriotismo, así como al empleo
de las rentas.
a) El acto de administración se reconoce, pues, en
primer término, por su carácter normal (3). Aun ciertos
actos, evidentemente favorables a un patrimonio (acepta­
ción de una liberalidad o de una sucesión), no entran en
la noción de actos de administración, puesto que respon­
den a circunstancias excepcionales, extrañas a la adminis­
tración corriente del patrimonio (4). No son tampoco actos
normales aquellos que comprometen gravemente el porve­
nir: así, pues, la percepción de los frutos, acto de adminis­
tración si los frutos están vencidos o separados, deja de ser-

(1) Req. 22‘ enero 1901, D. 1901. 1. 94, S. 1901. 1. 331; París, 22 mayo 1906,
Gas. Trib., 2 sept. 1906.
(2) Bibliografía.—Lebaron, De l’actc d’adininistration en droit civil fran-
ga>ist t. París, 1916; Arasbot, L’actc d’administration en droit privé franjáis,
t. Burdeos, 1921; Loubers, nota S. 1912. 1. 337.
(3) V. una curiosa aplicación de esta idea en Alger, 6 julio 1892, D. 93. 2. 366,
C. 93. 2. 275. Sobro el principio, Trasbot, op. cit., págs. 165 y s.
(4) Estos actos entrañan una apreciación moral que obliga tanto a la perso­
na como a los bienes. La autoridad dada a la persona es la que debo autorizarlos:
así, pues, el tutor no podrá, llevarlos a cabo sin Ja autorización del consejo de fami­
lia, la mujer sin la autorización del marido.
292 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

lo si se trata de frutos de años ulteriores (1) ; el mismo


arrendamiento, tipo de acto de administración, si es por
un término de tiempo normal, se convierte en un acto de
disposición si excede de nueve años (2). Los actos de co­
mercio, por no sor normales en la administración del patri­
monio no constituyen nunca, actos de administración (ín-
fra, núm. 34). Por último, todos los actos considerados co­
mo enajenaciones, inversiones (3), renuncias (4), o con­
venciones constitutivas de obligaciones (5) cuando tienen
por objeto disponer del caudal del menor, o de bienes mue­
bles o inmuebles que representan en su patrimonio una real
importancia (6) son demasiado graves para ser considera­
dos como normales y corrientes; se salen de los límites de
actos de administración.
b) El acto de administración se caracteriza adenitis
por su objeto (7).
Comprende: 1? los actos que tienden a la toma de po­
sesión del administrador: toma de posesión del patrimonio;

(1) Poitiers, 5 marzo 1823, D. Jur. Gén., v. Minorité, núm. 802; Limoges, 28
enero 1824, ibid., núm. 480, S. 1824. 2. 233; Poitiers, 2 julio 1845, D. 46. 2. 128,
S. 47. 2. 120. Hay quo hacer una excepción do loa alquileres que el uso autoriza
a cobrar por anticipado.
(2) Sobre los casos particulares, v. los arts. 595, 1429-3% 1718. Estos textos
pueden ser generalizados. V. Bcq., 14 julio 1875, D. 76. 1. 202, S. 75. 1. 463.
(3) La colocación de capitales, que no es otra cosa quo la enajenación do
estos a título oneroso, constituye un acto de disposición. V. sobre el tutor y el
administrador legal. Ley 27 febrero 1880, art. 6, y las explicaciones dadas sobre
ese punto en los núms. 576 y s.; sobre los menores emancipados que no estuvieran
sometidos a esta ley: A. Colín y Capitant, I, pág. 554; sobre el pródigo: Lyon, 9
junio 1883, D. 84. 2. 83; Tr. Lectouro, 4 marzo 1881, en Agen 9 nov. 1881, D. Jur.
Gen., Sup. v. Interdicción, núm. 260, S. 82. 2. 233, nota Labbó; sobre la mujer sepa­
rada de bienes; Lyon, 7 febrero 1883, D. 85. 2. 74; Civ. 2’ dic. 1885, D. 86. 1. 194,
S. 86. 1. 97, nota Labbé.
(4) V. principalmente, C. de Estado, 28 febrero 1845, D. 45. 3. 125, S. 45. 2.
381; Civ. 6 marzo 1893, D. 93. 1. 473. Comp. no obstante, Civ. 21 junio 1871, D.
71. 1. 294, S. 71. 1. 49.
(5) V. Poitiers, 3 febrero 1858, D. 59. 2. 72, S. 58. 2. 620; Civ., 1’ agosto 186-3,
D. 60. 1. 316, S. 60. 1. 929; Bcq. 25 abril 1882, D. 82. 1. 248, S. 83. 1. 221 ; Lyon. 9
junio 1883, D. 84. 2. 83; París, 16 . enero 1882, D. 92. 2. 209; Algor, 6 julio 18n?
D. 93. 2. 3G6, S. 93. 2. 275; Civ. 20 dic. 192j, Gas. Trió., 8 abril D23. Véanse
también las decisiones citadas infrd, núm. 291.
(6) La importancia se aprecia según la naturaleza del bien transmitido, el
lugar relativo que ocupa en un patrimonio más o menos considerable y los domas
elementos que dan al acto un carácter normal o anormal. Las duciZoncs que con­
ciernen a las ventas de muebles corporales, (a) árboles en pie y productos a extraer
del suelo son particularmente sugestivas sobre las circunstancias que guían esa apre-
ciación: v Douai, W dic. 1872, D. 73. 2. 92, S. 73. 2. 139; París, 18 dic 1878 D.
80 1 61 S 80 1. 206; París, 23 nov. 1893, J. des notaires, 1894, pág. 547; heq.
14 dic 1921 D 1922’. 1. 179; Tr. del Sena 17 octubre 1922, D. 23. 2. 173.
(7) Por eso ~como el poner al portador valores nominativos no puedo tener
por objeto sino su alienación, debe ser tratado como esta última. Comp. Ley
febrero 1880, art. 10. . . ... .
(a) Muebles corporales, en contraposición a valores mobiliarios.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 293

cobro de cantidades (1) y liquidaciones necesarias para


dicho cobro (2) ; 2" los actos tendientes a la conservación
y sostenimiento del patrimonio: reparaciones, seguros, ven­
ta de muebles en mal estado y sin gran valor, pago de deu­
das exigibles, con los fondos disponibles; 3’ los actos que
tienden a la producción del patrimonio: contratos de arren­
damiento y de explotación directa; 49 los actos de percep­
ción y de aprovechamiento de las rentas vencidas: cobro
de alquileres y de cupones, venta de frutos, empleo de ]as
rentas (3), colocación de ahorros.
El ejercicio de las acciones judiciales debe colocarse
aparte. Tiende, indudablemente, a la defensa y a la con­
servación del patrimonio: pero un pleito es un hecho dema­
siado anormal en la administración de los bienes para que
constituya en principio uñ acto de administración.
275. Continuación. Concepción legal del acto de ad­
ministración.—Se observará que el criterio obtenido del
objeto del acto y de su carácter corriente, deja a un lado
su naturaleza jurídica objetiva. En sí, una venta de mue­
bles y hasta una venta de inmuebles (4), es, según las cir­
cunstancias, unas veces un acto de administración y otras
veces un acto de disposición. El mismo caso es también el
uso de una cuenta corriente, según que se alimenten con las
rentas o con el capital (5). Existen también casos en que
un préstamo, en su acto de disposición por excelencia, ha
podido ser considerado como acto de administración (6). I
Pero este criterio racional del actp de administración,
hacia el cual, como lo demuestran esos ejemplos, tiende la
jurisprudencia, está muy lejos de ser siempre adoptado por
la ley, en materia de incapacidades. La ley se esfuerza en
general en limitar cada incapacidad por vía de enumera­
ción, haciendo la lista completa de los actos que prohíbe que
(1) Estos son prohibidos por razones particulares a ciertos incapaces (arts.
482, 499 y 513). No dejan de ser en principio un acto de administración normal
y necesaria; sobro el tutor, v. Civ., 13 marzo 1905, D. 1906. 1. 165, S. 1910. 1. 476,
y sobre la mujer separada de bienes: Req. 12 "junio 1901, D. 1902. 1. 55, S. 1902.
1. 124; Civ. 31 enero 1911, D. 1912. 1. 57, S. 1913. 1. 249, nota Le Courtois.
(2) Sobre los derechos del tutor a esto respecto, v. infrá, núms. 552 y 553.
í
(3) Sobro el principio de que los gastos del incapaz no deben ser mayores
que los ingresos, v. infrá, núm. 291.
(4) Sobro estos dos extremos, comp. las sentencias citadas en la página ante­
rior, nota 3; especialmente, Req. 14 dic. 192'1; consultar la exposición doctrinal de
R. Savatior, Rcv. Critique, 1924, págs. 10 y s.
2. 79.
(5) Tr. del Sena, 17 dic. 1910, y Tr. com. del Sena, 23 enero 1912 D. 1914.

(6) Sobro el caso do préstamo tratado como acto de administración: Req. 26


f
octubre 1910, D. 1913. 5. 32, S. 1912. 1. 337, nota Loubers; comentado por Trnbot,
op. cit., pág. 169. i
h
294 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

efectúen libremente el incapaz o su representante; resultará


lógicamente de eso que los actos enumerados serán siem­
pre prohibidos y los demás siempre permitidos. Ahora bien,
esos actos son indicados, no por su objeto, sino por su na­
turaleza jurídica (venta, arrendamiento, prestamos, etc.).
Y los resultados a que llega la ley de ese modo se alejan
tanto más de aquellos a que conduciría el criterio racional
del acto de administración, cuanto que continúa todavía
impregnada de la vieja concepción r&s mobilis res vilis. En
las ventas, como en las acciones judiciales, ef Código civil
se inclina a no ver sino actos de administración cuando se
trata de muebles, sin poner cuidado al parecer, en la im­
portancia de éstos: en cambio, ve en ellas actos de disposi­
ción si se trata de inmuebles cualquiera que sea su valor.
Se verá en el estudio detallado ele las incapacidades cómo
la jurisprudencia ha tratado de actuar sobre todos esos pun­
tos. La ley ha tenido finalmente que intervenir paraxcon­
siderar como actos de disposición las enajenaciones de mue­
bles incorporales (ley 27 feb. 1880 y 6 feb. 1910).
276. Actos de disposición a título oneroso.—En un
sentido estricto la palabra acto de disposición es sinónimo
de enajenación; en el sentido amplio que presenta en ma­
teria de incapacidades, se opone al acto de administración
y comprende todos los actos patrimoniales demasiado gra­
ves para ser calificados entre éstos. La realización de es­
tos actos se halla sometida a formalidades y habilitaciones
variables según las incapacidades. A veces, también, esos
actos están completamente prohibidos.
277. Actos de disposición a título gratuito.—Se tra­
ta aquí de actos que comprometen el patrimonio del inca­
paz sin contraprestación económica. Esos actos son en
principio imposibles para el incapacitado representado'.
su mandatario legal está obligado a administrar su patri­
monio como buen padre de familia y se excedería, segura­
mente, en sus atribuciones, disipándolo por medio de actos
gratuitos.
En cuanto al incapaz asistido o autorizado no se halla
en la imposibilidad legal de comprometerse a título gra­
tuito; pero debe proveerse de la autorización de su protec­
tor legal (1). Como éste está encargado de la salvaguardia

(1) V. no obstante, en relación con la mujer casada sometida a la ley do 13


• r 'ion? reforma establecida por Ja ley de 19 marzo do 1919, do escasa impor-
jull°- ? .. 3 y nuestro Tratado, t. IX, 4’ parte.
tancia práctica
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 295

de su patrimonio, compromete su responsabilidad con esa


autorización y se puede estar seguro de que la negará casi
siempre. Lo mismo ocurre para la mujer casada: su mari­
do puede en principio autorizarla a hacer liberalidades sin
comprometer su responsabilidad.
Los actos a título gratuito comprenden, en primer ter­
mino, desde el punto de vista de las incapacidades, las libe­
ralidades entre vivos, salvo los regalos de costumbre, y ade­
más, la fianza. El mandato y el depósito están incluidos
siempre que impongan responsabilidades gratuitas al inca­
paz. El préstamo gratuito obedece a las mismas reglas, fue­
ra de los límites autorizados por el uso.
No hay que confundir con los actos gratuitos el pago
de obligaciones naturales (1). La constitución de dote obe­
dece igualmente a un régimen de favor, principalmente pa­
ra los incapacitados (art. 513).
278. Actos sometidos a regímenes particulares.—Un
determinado número de actos se hallan fuera de la clasifi­
cación anterior y están sometidos a un régimen particular. I
Comprenden:
l9 Los actos extrapatrimoniales: se sabe (suprd, núm.
260), que estos actos, salvo excepciones, pueden ser reali­
zados por los incapaces representados) por sus mandata­
rios legales provistos, según los casos, de habilitaciones di­
versas. Los i/ncapaces asistidos son en general libres en
cuanto a sus personas, y la ley parece interesarse menos en
la protección de estas personas que en la de su patrimonio.
Por lo tanto, pueden llevar a cabo libremente los actos ex­
tra patrimoniales. Hay que exceptuar, sin embargo, en el. i
matrimonio, el ejercicio de las acciones de estado (2) y ha­
cer reserva, en lo que se refiere a la mujer, de los derechos
de potestad del marido (3).
29 El contrato de matrimonio y el testamento suponen
un intervención personal del incapaz.
(1) Sobro las obligaciones naturales del menor no emancipado, comp. Req. 27
octubre 1885, D. 86. 1. 37, S. 89. 1. 13; Burdeos, 31 dic. 1895, D. 97. 2. 97; sobro
las del emancipado; Req., 17 agosto 1841, D. Jur. Gén.t v. ALinorité, núm. 811; sobre
las del pródigo: Civ., 9 marzo 1896, D. 96. 1. 391 S. 97. 1. 225. nota de Esmein,
Civ. 15 enero 1908, D. 1909. 1. 105, nota Binet, S. 1909. 1. 357. Véanse las explica­
ciones dadas en los capítulos consagrados a cada uno de esos incapaces.
(2) Sobre el menor emancipado, v. Aubry y Rau, § 133, pág. 850; Baudry-
Lacantinerie, Chéneaux, y Houques-Fourcadc. V. núm. 760, e infrá, tít. I, cap. 3.
Sobro el pródigo, arte. 499 y 513 e infrá tít. II, cap. 2. \
(3) Aun esta potestad no excluye ol libre ejercicio por parte de la mujer íf
do su propia potestad sobre sus hijos del primer matrimonio o sobre sus hijos
naturales.
29-6 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

3* Los actos de comercio se hallan sometidos a un ré­


gimen especial (1). La mujer casada y el menor emancipa­
do pueden ejercer el comercio con una autorización par­
ticular (art. 205, C. civ.) todos los demás incapaces y sus
representantes no pueden comerciar.

§ 2. Obligaciones de ios incapaces.

279. Principio de estas obligaciones.—Todo incapaz,


incluso tachado de una interdicción general de realizar ac­
tos jurídicos, conserva por necesidad el derecho de llevar a
cabo actos conservatorios (núm. 273) y se obliga por conse­
cuencia de esos actos. Se qbliga, igualmente. por aquellos
actos que la ley le da, a título excepcional, el derecho de
realizar personalmente. Pero fuera de esos actos jurídi­
cos, hay para los incapacitados causas generales de obliga­
ciones que provienen de que el legislador no ha querido sus­
traerlos a obligaciones impuestas por motivos de equidad o
de protección social. Indicaremos aquí únicamente el prin­
cipio de esas obligaciones.
280. Representación.—Los incapaces pueden válida­
mente representar a otros. Esto se debe a que la persona­
lidad del representante desaperece completamente detrás
de la del representado que soporta las consecuencias del ac­
to llevado a efecto.
Pero, al representar a otro, el incapacitado no puede
contraer ninguna obligación en relación con el represen­
tado, fuera de las formas y límites legales. Resulta de ello
que el mandato aceptado por él, aunque produciendo sus
efectos respecto de los terceros con quienes contrata, no
echa sobre él obligaciones ni responsabilidades respecto del
mandante si su incapacidad le prohíbe aceptarlas, que es el
caso más frecuente.
La posibilidad de otorgar un mandato, incluso gene­
ral, al incapaz asistido, permite eludir la regla de la espe­
cialidad de la autorización; así, pues, la mujer se conside­
ra que recibe un mandato general que la habilita para to-
(1) Sobre el principio: v. Civ. 7 marzo 1922, D. 1922. 1. 169, S. 1922. 1. 145,
not-a Lyon-Caen y en recurso, Dijón, 29 enero 1923, D. 1923. 2. 15, S. 1923. 2. 8,
con el comentario- de R. Savaticr, Rcv. critique, 1924, pág. 13 y s. (caso del menor);
Civ 3 dic 1850 D. 51. 1. 42, S. 50. 1. 777; Req., 3 abril 1855, D. 55. 1. 129, S. 55.
1 641- Civ 1» agosto 1800, D. 60. 1. 316, S. 60. 1. 929 (caso del pródigo). V. ade­
más infrá los capítulos consagrados a las diversas categorías de incapaces y sobro
la mujer casada, nuestro Tratado, II, La Familia.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 297

dos los actos domésticos; cuando su marido se ausenta le


otorga frecuentemente un poder más general todavía (1).
Teóricamente, nada impide, tampoco, al tutor o admi­
nistrador legal de un incapaz representado, conferirle, a
título de mandato, la administración de todo o parte de su
patrimonio.
Pero, en todos esos casos, se aplicarán las reglas que
preceden. En primer término, el mandante contrae con
los terceros las mismas obligaciones que si hubiese obrado
personalmente: así, pues, en el régimen dotal o de sociedad,
es el mismo marido a quien la mujer obliga cuando usa de
su mandato doméstico.
Además, el incapacitado no se halla más obligado con
los terceros, que lo que estaría si su protector legal, en vez
de darle poder, hubiera contratado directamente: así, pues,
el tutor no puede autorizar a su pupilo a que lleve a cabo un
acto que él mismo no hubiera podido celebrar: igualmen­
te, la mujer mandataria de su marido no pierde el derecho
de renunciar a la sociedad legal y de librarse de ese modo,
respecto a los terceros, de las consecuencias de los actos ce­
lebrados por ella misma.
Por último, al convertirse en el mandatario de su pro­
tector legal, el incapacitado nqjibra en nada a este último
de la responsabilidad que tiene respecto de él. Las faltas
cometidas por el incapaz mandatario, en la administración,
de su patrimonio, se consideran cometidas por el protector
legal que le ha otorgado mandato de administrar. En efec­
to, se luí visto que el incapaz, al aceptar un mandato, no
aceptaba las responsabilidades del mandatario sino en la i
medida en que ello no fuera contrario a su incapacidad.
Además, el contrato de mandato celebrado entre el inca­
paz y su protector legal para librar a éste de su responsa­
í
bilidad respecto de aquél, sería contrario al carácter de
orden público de la protección legal de los incapacitados.
Y finalmente, esa liberación no sería menos contraria a la
regla que prohíbe al protector legal dé un incapaz el cele­
brar con él contratos que hagan incompatibles sus intereses.
281. Confesión.—El representante legal no puede r
prestar confesión por cuenta del incapaz (suprá, núm. 258)
pero el incapaz personalmente, si tiene conciencia de sus
palabras, puede confesar. Esta confesión se tiene en cuen­
ta en los asuntos extrapatrimoniales, puesto que el recono­ -
cí) Véase nuestro Tratado, t. II, núms. 437 y 438 y tomo VIII núms. 568
y 571.
298 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cimiento de hijo natural hecha por un incapaz es válida, y


la acción en investigación de paternidad es posible contra
un padre menor que hubiera hecho una confesión de pa­
ternidad. Pero, en materia patrimonial, la jurisprudencia
no permite la confesión al incapacitado, sino en la medida
en que tiene capacidad para renunciar al derecho discutido
(1). Esta última solución, poco lógica, si se considera la
confesión como un modo de prueba, puede explicarse, si se
trata de la renuncia de un derecho (2).
282. Responsabilidad civil.—El incapaz, consciente
de sus actos y moralmente responsable, se obliga por sus
delitos y cuasi-delitos. El menor, por ejemplo, no puede
pretender la irresponsabilidad sino en el caso de que no
tenga conciencia de los actos que comete. Desde ese punto
de vista, hay dos períodos en la minoridad: pero la ley no
fija edad precisa para la responsabilidad. Esta es una
cuestión dejada de hecho a la apreciación de los tribuna­
les (3).
La irresponsabilidad de un incapaz tiene, para el bucn
orden social, inconvenientes graves. Puede ser corregida
de dos maneras:
x l9 Por medio de la responsabilidad de aquellos que
están encargados de velar por el incapaz; esta responsabi­
lidad supone la prueba de la negliencia cometida, pero en
determinados casos la ley presume la culpa (Art. 1384) ;
29 Por medio de una obligación de reparar, que, in­
dependiente de los principios de la responsabilidad, supon­
ga una apreciación de la condición respectiva del autor y
de la víctima del daño; es una solución que la ley francesa
no conoce, pero que dan algunas legislaciones extranjeras
cuando se trata de daños causados por los locos (4).
Todos los incapaces conscientes de sus- actos se obli­
gan por sus delitos y cuasi-delitos, pero esta fuente de obli­
gaciones hace surgir grandes dificultades en tanto que se
refiere a la incapacidad contractual. Un delito puede en
efecto, ser cometido en la concertación o en la ejecución de
un contrato. En este caso, hay lugar a determinar en que
(1) Lvon, 18 julio 186’, D. 63. 2. 166, S. 61. 2. 177. Aubry y Rau, I, §.114,
texto Y nota 19; XII, $ 751, texto y nota 17, pág. 115. Comp. Burdeos, 24 junio
1859, D. 59. e¿. 198, S. 60. 2. 277; Civ., 22 junio 1880, D. 80. 1. 318, S. 81. 1. 23.
V* ^(2^’ Esta concepción es discutida. V. Bartin, sobro Aubry y Rau, XII, § 751,

”0ta *8 fc’s; , 31 roarZ() 1852, D. 54. 5. 658; Toloua, 28 nov. 1884, S. 65. 2. 5;
“Tr Lille l9 febrero 1894, D. 94. 2. 512; Burdeos, 23 enero 1905, S. 1905. 2. 188.
(4) ’ V. nuestro Tratado, tomo IV.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 299

medidas la obligación delictual del incapaz le priva del de­


recho de prevalerse de su incapacidad (infra, núm. 296).
Por otra parte, aun los incapaces inconscientes se ha­
llan obligados siempre que la obligación de reparar el da­
ño causado no tenga ya por fundamento la idea de culpa,
sino que descanse en un idea de riesgo, de seguro o de asis­
tencia.
283. Influencia de la responsabilidad penal sobre la
responsabilidad civil.—La responsabilidad penal supone
la conciencia de los actos: un incapaz que es penalmente
responsable incurre, pues, en una responsabilidad civil por
las consecuencias de su delito. Pero, en este caso, el ca­
rácter penal del hecho ejerce una influencia sobre la apli­
cación de la responsabilidad civil.
Efectivamente, cuando se trata de una persecución pe­
nal, el incapaz comparece ante la justicia sin representa­
ción ni asistencia, salvo si se trata de un menor de 13 años,
reputado penalmente irresponsable (Art. 5, al. 1, ley de 22 1
de julio de 1912). De una parte, las reglas de protección
individual del incapaz en sus relaciones con los particula­
res no pueden entorpecer la defensa social y por consecuen­
cia dificultar el funcionamiento de la justicia represiva;
por otra parte, ésta funciona de manera de dar el máximo
de garantías a todo inculpado, aunque, por el contrario,
tuviera necesidad de una protección y una dirección en los
pleitos civiles. Estas razones han determinado a la juris­
prudencia a descartar la necesidad de citar a juicio a los
protectores legales del incapaz, incluso cuando la jurisdic­
ción represiva está hecha cargo de la parte civil (1), no !
obstante que el pensamiento de ésta tiende no tanto a la
defensa de la sociedad como a una reparación individual.
Aun entonces, ante la jurisdicción represiva el interés so­
cial es el que se considera como principal obligado y el
incapaz goza, ante esta jurisdicción de las mismas garan­
tías que si únicamente tuviera que juzgar una persecución
penal.
I.

284. Obligaciones cuasi contractuales.—El incapaz


no puede obligarse respecto de otro por un acto volunta­
rio de administración, a menos que ese acto sea realizado
(1) Sobre el menor, v. Crim. 9 mayo 1846, D. 46. 1. 316, S. 46. 1. 844; 27
abril 1899, S. 1900. 1. 535, nota Roux; sobre el pródigo, Crim. 22 febrero 1896, S.
98. 1. 377. Contrd, Garraud, Précis, aiúm. 307; sobre la mujer casada, el art. 216.
C. civ. transa la cuestión cu el sentido do la solución generalizada por la juris­
prudencia.
I
300 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

bajo la forma de un contrato o de un cuasi-contrato. No


puede, pues, ser gestor de negocios. Pero puede resultar
válidamente obligado por la gestión ajena, aun en el caso
de que haya disipado el beneficio por la gestión obtenida.
En cuanto al pago de lo indebido obliga al incapaz a
restituir lo que ha recibido en la medida en que se ha enri­
quecido y salvo el caso de mala fe (Art. 1312, 1376) pero en
realidad ello no es más que la aplicación de la regla general
aplicable a todo enriquecimiento sin causa.
285. Enriquecimiento sin causa.—Si el incapaz se en­
riquece sin causa a costa de otro se halla bajo la acción
de in revi verso, porque su obligación en ese caso descansa
en la efectuación de un hecho y no en un acto de voluntad
de su parte. La influencia de esta regla sobre las conse­
cuencias de las nulidades derivadas de las incapacidades se
examinará más adelante (N9 247).
Por ahora basta tomar nota simplemente de la protec­
ción especial de que goza el incapaz. Así como por regla
general, el enriquecimiento adquirido por una persona a
costa de otra puede ser objeto de repetición, incluso si es­
ta persona lo ha disipado, el incapaz que hace anular un
contrato no está obligado sino en la medida en que se haya
enriquecido.
Ahora bien, esa regla, necesaria para proteger al in­
capaz, no debe ser extendida al caso en que la acción de- in
revi verso, se ejercita fuera de todo contrato celebrado por
el incapaz.
286. Casi no hay necesidad de decir que las obligacio­
nes legales pesan sobre el patrimonio de los incapaces.—
Así es en cuanto a la obligación de alimento y también, por
ejemplo, en cuanto a los impuestos públicos.

Secciox IV.—Sanción sobre las incapacidades.

§ 1. De las diversas nulidades con que se sancionan


las incapacidades.

287. Diversidad de las sanciones de las incapacidades.


_ La incapacidad se sanciona por la nulidad del acto irre-
gularmente celebrado por o para el incapaz. La nulidad
afecta al acto o contrato integralmente, o solamente la clan-
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 301

sula que se excede de los límites de capacidad de una de


las partes (1).
Las nulidades son de órdenes diversos:
1’ El acto puede ser nulo de nulidad absoluta;
2* Lo más frecuentemente es nulo de derecho, pero
de una nulidad relativa;
3V Puede ser simplemente rescindible en caso de le-
sión;
4’ Por último, es a veces simplemente reductible.
La sanción es impuesta por la ley en consideración del
objeto que se persiga.
288. Nulidades absolutas.—Es raro que la incapaci­
dad entrañe una nulidad absoluta, puesto que de ordina­
rio no debe ser invocada contra el incapaz, al que debe pro­
teger. Existe, no obstante, una excepción en el caso de in­
terdicción legal. La incapacidad tiene en este punto un ca­
rácter penal y es de interés social. Todos los interesados
pueden, por lo tanto, invocarla. En cambio es dudoso que
el interdicto legal pueda hacerlo, puesto que la medida di­
rigida contra él no debe volverse en su favor (2).
Por otra parte, la jurisprudencia admite la nulidad ab­
soluta de las donaciones (3) y el contrato de matrimonio
(4). Esos son actos solemnes a cuyas formas la jurispru-

(1) Según los casos, los tribunales anularán osa cláusula solamente o el con­
junto del acto, al examinar si éste era o no indivisible en la intención de las par­
tes. Sobre la donación con obligación: Civ., 25 marzo 1861, D. 61. 1. 2'02 S. 61.
1. 673; sobre el contrato de matrimonio; Cas. sal, retín., 21 junio 1892. D. 92. 1.
369, S. 94. 1. 449; Civ. 30 nov. 1908, D. 1909. 1. 418, S. 1914. 1. 380; sobre el con­
trato de trabajo: París, l9 marzo 1877, D. 78. 2. 108; 27 junio 1889, D. 90. 2. 206,
S. 89. 2. 159; Civ. 13 febrero 1906, D. 1907. 1. 33, S. 1910. 1. 29; sobre un convenio
entre tutor y pupilo, Bcq. 27 dic. 1S80, D. 81. 1. 360, S. 81. 1. 464. V. ia/rd,
núm. 291. La partición en que han tomado parte personas capaces e incapaces, es
anulado para todos los coparticipantes, cuando el incapaz demanda su nulidad: Civ. I
5 dic. 1887, D. 88. 1. 421, S. 88. 1. 425, nota Mcynial.
(2) Japiot, Des millités en inatiére d’actos juridiqu-cs, tesis, París, 1909, pág.
619; G. líipcrt, La- régle morale dan-s les obligatioiis civiles núm. 104. Hay en eso
quizás una aplicación de la regla Neme auditar propriam turpitudincm allcgans.
(3) Sobro la mujer casada, v. Civ. 14 julio 1856, D. 56. 1. 282, S. 56. 1. 641.
V. Civ. 29 enero 1879, D. 79. 1. 76, S. 79. 1. 159 y suprá, pág. 52; sobre el menor,-
v. Civ. 5 marzo 1855, D. 55. 1. 101, S. 56. 1. 348; 19 junio 1872, D. 72. 1. 346, S.
72. 1. 281; Rcq. 16 junio 1879, D. SO. 1. 415, S. 80. 1. 166; 15 julio 1889, D. 90.
1. 100, 8. 89. 1. 412; Civ. 27 julio 1892, D. 92. 1. 457, S. 93. 1. 121. V. la nota do
Japiot bajo Tr. Quimper, 23 nov. 1910, S. 1912. 2. 257. Pero esta regla no so
aplica ni a las donaciones indirectas (París, 12 mayo 1898, D. 99. 2. 313), ni a las
I
donaciones disimuladas (Civ. 30 nov. 1896, D. 97. 1. 449, nota Sarrut, S. 97. 1. 89,
nota Tissier). Para las donaciones, el carácter absoluto de la nulidad puede ser
modificado si el donante se constituye en fiador de la confirmación regular del do­
natario; la excepción de garantía se opone entonces a su acción en nulidad: Civ.
21 junio 1893, D. 94. 1. 201, nota Planiol, S. 94. 1. 17; Civ. 20 marzo 1905, D. 1905.
1. 383, S. 1905. 1. 163. ,
(4) V. nuestro Tratado, t. VIII, núm. 95-98.


302 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

dencia incorpora, cuando son celebrados por incapaces, las


formalidades de habilitación requeridas por éstos. Da a
la omisión de esas formalidades la misma sanción que a la
de las otras fórmulas del acto, es decir, una nulidad abso­
luta. Esta jurisprudencia, que ha logrado principalmen­
te hacer que caiga, a instancias del que constituye la dote,
la liberalidad a favor del incapaz, hace de éste la primera
víctima y va contra su protección. Pero se justifica, en lo
que concierne al contrato de matrimonio, por razones prác­
ticas y por el carácter del acto.
289. Nulidades relativas de derecho.—Con la mayor
frecuencia, el acto irregularmente celebrado, por o para el
incapaz es nulo de derecho, en el sentido de que cuando el
incapaz demanda su nulidad, los tribunales no pueden re­
husarla y no tienen que examinar si el incapaz ha sufrido
o no lesión. Eso no impide el que la acción en nulidad se
reserve al incapaz. Tal es el régimen de los actos celebra­
dos por el interdicto judicial (Art. 502) y de los celebrados,
sin la autorización o la asistencia requeridas, por la mujer
casada o el pródigo.
No obstante, para la mujer casada, procede tener en
cuenta el doble fundamento de la incapacidad. La nuli­
dad del acto es ciertamente relativa, pero existen dos ac­
ciones en nulidad: una en beneficio ele la mujer, la otra en
beneficio del marido, y esas dos acciones resultan indepen­
dientes una de la otra.
290. Rescisión por lesión.—En lo que concierne al
menor, hay que hacer una distinción. Antiguamente, los
actos del menor no eran nulos por sí mismos sino única­
mente cuando resultaba lesión. De ahí la regla: Minar
non r^stituitur tanqziam minor, sed tanquam laesus. Este
principio ha sido mantenido por el Código civil (art 1305-
1306) (1). Sin embargo, ha dejado de ser absoluto. En
los actos solamente sujetos a restitución, el Art. 1311 opo­
ne, efectivamente, en materia de minoridad, los actos nulos
en la forma, indicando así que la nulidad de estos últimos,
aunque relativa, es de derecho. Estos actos son aquellos
para el cumplimiento de los cuales se requieren ciertas fór­
mulas. o del tutor, o del administrador legal, o del menor
emancipado. .
Se comprenden entre esas formulas, la autorización
del consejo de familia y la aprobación del tribunal, cuan-
(7) Ha sido suprimido en el Código civil italiano, art. 1304.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 303

do son exigidas, y además, las formalidades particulares


proscriptas para ciertos actos que interesan al menor (ven­
ta de inmuebles, transacción, partición (1), actos de co­
mercio) (2). Los actos celebrados por el menor o por su
representante legal, con desprecio de esas formalidades,
son nulos de derecho.
En cambio, son únicamente rescindióles por lesión los
actos llevados a cabo por el menor en nombre de su repre­
sentante legal, cuando éste hubiera tenido el derecho de
celebrarlos sin formalidades (3). Debe darse la misma
solución para los actos que el menor emancipado hubiera
podido celebrar con la sola asistencia de su curador, cuan­
do ha omitido proveerse de ella; esta asistencia no es consi­
derada en este caso como formalidad (4), que es el caso de
la autorización del consejo de familia en que sí lo es.
Sin embargo, todas esas reglas suponen la excepción de
que el acto atacado sea el pago. La recepción, por regla ge­
neral, no puede ser lesiva. De ello resultaría aplicada sin
distinción que el pago hecho al menor, emancipado o no,
sería siempre válido, y el recibo de este liberatorio, aun si
posteriormente el menor hubiera disipado el dinero recibi­
do, lo cual es inadmisible, y so pena de que la protección le­
gal fuera absolutamente ineficaz, ha sido preciso anular de
derecho los pagos hechos al menor, a menos de tener en
cuenta el caso de enriquecimiento por su parte (Art. 1241
C. civ., infrá, núm. 297).
El hecho de que los actos de que se trata resulten váli­
dos siempre que no sean lesivos, as'egupa al menor no eman­
cipado una iniciativa mucho más amplia que lo que permi­
ten suponer los preceptos sobre la tutela o la administra­
ción legal. Las partes que contratan con el menor gozan
en realidad de toda garantía si el acto no resulta desventa­ i

joso al menor y es punto que debe naturalmente ser apre­


ciado en el momento del acto (5).
Aunque parezca que existen decisiones contrarias (6)
la rescisión por lesión no puede ser ya demandada sino en I

(1) Sobro el carácter relativo de la .nulidad de la partición, v. Planiol, nota


bajo Prtitiers, 9 marzo 1'893, D. 95. 2. 121 y referencias.
(2) Civ. 7 marzo 1922, D. 1922. 1. 169, S. 1922. 1. 145, nota Lyon-Caen y
en recurso, Dijón, 29 enero 1923, D. 1923. 2. 15, S. 1923. 2’. 8, con comentario de R.
Savatier, Rcv. crit., 1924 pág. 13.
(3) Principio constante desdo la sentencia do Civ. 38 junio 1844, S. 44. 1. 497.
(4) Baudry-Lacantinerie y Barde. III, núm. 1952; Aubry y Rau, IV, pág. 421.
2; A. Colin y Capitant, I, págs. 561-562.
(5) Demoguc, Obligations, I, núm. 403.
(6) V. Req. 24 abril 1861, D. 61. 1. 256, S. 61. 1. 625, motivos; París, 1’ marzo
1877, D. 78. 2. 108; 27 junio 1889, D. 90. 2. 206, S. 89. 2. 159; Nimea, 19 julio 1922,

I
304 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

el caso de actos irregulares. ¿De qué servirían las forma­


lidades legales si los terceros no adquirieran por ellas una
plena seguridad? Nadie las aceptaría y estando la parte
contratante con el menor, haga lo que hiciere, amenazada
de rescisión, el menor correría el riesgo de no encontrar a
nadie que contratara con él (1). Es preciso, por tanto, no
admitir la nulidad, sino en e] caso de fraude concertado
entre los protectores legales del incapaz y las otras partes,
con el fin de revestir de formas legales actos lesivos para
el incapaz (2).
291. Reducción de los convenios excesivos.—Al inca­
paz se le admite frecuentemente que efectúe actos de ad­
ministración. Entre esos actos se encuntran los gastos
de su vida corriente en relación con sus ingresos. Para
los incapaces de que se trata, esos gastos son en sí váli­
dos, eficaces los convenios por los cuales se realicen; pero
esos convenios, cuando sobrepasan en su conjunto a los in­
gresos del incapaz dejan de ser actos de administración
(suprá, núm. 274), al menos si responden a gastos de lujo.
Se puede, pues, anularlos. No obstante, en un caso por lo
menos, cuando se trata del menor emancipado (Art. 484,
al. 2), la ley no considera su nulidad como completa: la
obligación, clice, será reducida al justo límite de las nece­
sidades y los recursos del incapaz.
Aunque ese texto se refiera únicamente al menor eman­
cipado, la jurisprudencia (3) llega a la misma solución
cuando se trata del pródigo o del imbécil, en virtud de un
razonamiento muy ingenioso. La mayoría de las veces,
las provisiones excesivas hechas al incapaz, (alojamiento,
comidas, vestidos, animales de lujo, etc.) resultan que han
desaparecido, pues ya se han aprovechado cuando surge el
pleito sobre su pago. Por, lo tanto, la restitución en espe­
cie es imposible. Pero el incapaz se halla enriquecido en
la medida en que esos gastos le han evitado los que hubiera
hecho regularmente, es decir, en la medida de sus ingresos.
En esta medida, pues, y sólo en esta medida, debe ser con­
denado a pagar, puesto que la condena no se funda en su
Gaz. Pal.. 5-6 nov. 1922. Pero esas sentencias pueden sin duda explicarse por la idea
desarrollada en el número siguiente.
(]) Aubry y Rau, IV, pág. 419-420; Baudry-Lacantineric y Barde, III, nums.
1950 v s. • A. Colín y Capitant, I, págs. 564 y s*.
Tr del Sena, 31 enero 1924, Gaz. Palais, 1924. 1. 452.
U Rea 3 abril 1855, D. 55. 1. 129, S. 55. 1. 641; Civ. 1» agosto 1860, D. 60.
1 316 S 60. 1. 929; eq. 7 julio 1902, D. 1902. 1. 422, S. 1902. 1. 504; Lyon, 10
* 1R61 D 61 2. 165; Besan^on, 7 agosto 1889, D. 90. 2. 64; París, 2 dic. 1904,
D 1905 2. 385;' Tr. Sena, -1 maya 1922, S. 1922. 2. 104.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 305

obligación, sino en su enriquecimiento (1). Este razona­


miento tiene una importancia general para todos los in­
capaces admitidos a administrar (2), incluso para el me­
nor no emancipado. El campo de la reducción no se con­
funde para él con el de la rescisión por lesión, que conside­
ra cada uno de esos actos en sí y exige una lesión contempo­
ránea al acto; mientras que la reducción considera el con­
junto de sus gastos y los disminuye aunque el precio paga­
do no sea exagerado en relación con el valor de la provisión,
siempre que sea exagerado con relación a los ingresos del
menor. Parece que un razonamiento análogo puede entra­
ñar la reducción de actos celebrados por el representante
legal de un incapaz representado (3).
En la reducción que pronuncian, los tribunales tienen
en cuenta la utilidad respectiva de los diversos gastos he­
chos. Cuando ios ingresos son excedidos por el conjunto
de esos gastos, solamente los gastos inútiles son los que no
se consideran como actos de administración. Esta utilidad
se apreciará considerando la condición social del incapaz.
La jurisprudencia tiene en cuenta también la buena fe de
las partes contratantes con el menor, ya porque los provee­
dores pueden legítimamente haberse fiado ele las aparien­
cias, o ya porque el proveedor que incita a ciencia cierta a
un incapaz a gastos exagerados comete una falta de la que
debe responder antes que nadie (4).
La reducción puede alcanzar a la totalidad del negocio I
si el acto impugnado se considera que no ha enriquecido en
nada al incapaz (5).

§ 2. Carácter relativo de las nulidades.

292. Actos extrajudiciales.—Salvo las reservas indi­


cadas en el N9 288, los actos irregulares del incapaz no son
nulos o reductibles sino de un modo relativo. La acción de
nulidad no corresponde, pues, sino al incapaz y hasta que
no obtenga una sentencia de anulación, el acto o convenio
se considerará tan válido que puede demandarse su ejecu­
ción. El mismo Ministerio público, a pesar de su misión
(1) Decisiones citadas en la nota precedente. I
(2) Comp. también las soluciones admitidas por el mandato doméstico de la
mujer casada en nuestro Tratado, t. II, núm. 389 y t. VIII, núm. 56S.
(3) G. Ripert, La régle inórale dans les obligations civiles, núm. 51.
(4) Sobro esas tendencias, G. Ripert, loe. cit. c infrd, tít. I, cap. 3 y tít. II,
cap. 2.
(5) Req. 10 abril 1890, D. 91. 1. 292, S. 93. 1. 463.

d
306 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

protectora de los incapaces, no puede ejercitar en su lugar


la acción de nulidad (1).
La acción puede, no obstante, ser intentada por los re­
presentantes legales del incapaz (2), sus herederos y sus
acreedores (3). No deben considerarse como representan­
tes los protectores legales del incapaz simplemente asistido.
Sin embargo, si se trata de una mujer casada, el marido de­
riva de su calidad de jefe del hogar una acción de nulidad
distinta de la de su mujer. En quanto al pródigo, la juris­
prudencia señalada en el N9 269 permite al consejo judicial
intentar en su nombre la acción en nulidad, y no hay lógi­
camente razón alguna para que esa jurisprudencia no se ex­
tienda al curador del emancipado. Pero el asistente legal
del incapaz se transfoma entonces en un verdadero repre­
sentante, que no puede ya pretender que se le considere co­
mo tercero (4).
La acción de nulidad puede, por último, ser ejercitada
por aquellos a quienes el incapaz la hubiera válidamente
cedido, tácita (5) o explícitamente (6).
Pero los terceros no pueden demandar la nulidad del
acto del incapaz, puesto que este último podría perjudicar­
se, cosa que la ley no permite. Tampoco creemos que los
terceros perseguidos por el contratante del incapaz, en vir­
tud del acto anulable, tengan contra él una excepción dila­
toria (7). Hasta que la anulación sea declarada, los dere-
(1) Civ. 15 mayo 1878 (motivos), D. 78. 1. 270, S. 78. 1. 341.
(2) Sin que se pueda oponerles 1a- excepción de garantía, si es que han cele­
brado el acto o si so han constituido fiadores: de esta última circunstancia no resul­
taría otra cosa quo un recurso contra ellos por daños y perjuicios.
(3) Req., 28 mayo 1823, D. Jur. Gén., v. Quiebra, núm. 273; Civ. 10 mayo 1853,
D. 53. 1. 160, S. 53. 1. 572; Bastía, 26 mayo 1834, D. Jur. Gén., v. Obligations,
núm. 930; Rouen, 9 enero 1838, D. ibid., núm. 909-1* S. 38. 2. 110; Bastía, 30 agos­
to 1854, D. Jur. Gén., v. cit., núm. 930, S. 54. 2. 481; París, 14 nov. 1887, D. 88.
2. 225; Baudry-Lacantinerie y Barde, I, núm. 615; Aubry y Rau, IV, págs. 211-2.
Comp. A. Colín y Capitant, II, pág. 46. V. también Burdeos, 26 nov. 1889, S. 91.
2. 233, nota Lacoste: Civ., 6 julio 1909, D. 1911. 1. 81, nota do Loynes, S. 1911. 1.
161, nota Leeourtois: Civ. 5 enero 1921, Gas. Pal., 6-7 febrero, comonta-da por Gau-
demet, Rev. trim., 1921, pág. 232, Contrd Grenoble, 2 agosto 1927, D. Jur. Gén.,
v. Mari-agc, núm. 939, S. chr.; París, 10 enero 1835, D. Jur. Gén., v. Contrat de
mariage, núm. 2152; Req. 6 marzo 1878, S. 78. 1. 316; Alger, 22 febrero 1899, D.
1901. 2. 33. V. nuestro Tratado de las obligaciones.
(4) Civ. 13 nov. 1895, D. 96. 1. 267, S. 97. 1. 262; 15 nov. 1898, D. 98. 1. 190,
S. 98. 1. 305, nota Lyon-Caen; París, 20 nov. 1906, D. 1906. 2. 432; 23 dic. 1919,
D. 1919. 2. 80.
(5) Civ. 5 enero 1921, precitada, V. Civ. 6 julio 1909, precitada; so debo
presumir esta cesión en favor de toda persona a la que el iucapaz ceda un bien quo
la acción de nulidad le permite reivindicar.
(6) Alger, 25 octubre 1897, D. 98. 2. 448.
(7) V ° e*n este sentido, Japiot, Rev. trim., 1910, pág. 549. Contrd, Civ. 18
octubre 1910, D. 1912. 1. 233, nota Appleton, S. 1915. 1. 148. Esta negativa do
ejecución abriría una acción en garantía que se reflejaría contra el incapaz.
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 307

chos del cocontratante son indudablemente frágiles, pero


existen.
La relatividad de la nulidad tiene además por conse­
cuencias la confirmación y la prescripción de 10 años que
extinguen la acción de nulidad (jnfrá, núms. 294 y 295).
293. Instancias judiciales.—Unicamente la persona
que no tiene capacidad para demandar y no presenta las
autorizaciones requeridas, puede en principio invocar la
nulidad del procedimiento (1). Resulta de ello que, si su
contrario, sin detenerlo desde el principio de la instancia
ha contestado contra sus fundamentos» no puede impedir
a la jurisdicción correspondiente que pronuncie sentencia
que no podrá ser atacable por el hecho de la incapacidad,
sino por el incapaz. Pero, como es imposible obligar al con­
trario del incapaz a querellarse contra un procedimiento
irregularmente entablado, exponiéndole a una sentencia
anulable, se le reconoce el derecho de negarse a contestar
la demanda, en tanto que el incapaz no haya regularizado
su comparecencia (2). Ya se ha visto que la comparecen­
cia realizada por el incapaz era válida por la intervención
voluntaria de su protector legal, que equivale a la confir­
mación (N9 273). Las cosas suceden del mismo modo des­
pués de una oposición o de una apelación.
El incapaz puede pedir la nulidad del procedimiento
anteriormente entablado por él en cualquier estado que se
halle, incluso ante la Corte de casación, puesto que la nuli­
dad incurrida es de orden público (3). Pero, como esta
nulidad no puede ser pronunciada sino a demanda del in­
capaz, ninguna jurisdicción puede suplirla de oficio (4).
Todas las sentencias pronunciadas en las actuaciones en-
(1) V. principalmente, Req. 19 enero 1841, D. Jur. Gen.. v’ Minorité, uúm. 529,
S. 41. 1. 426; Req. 22 enero 1868, B. 68. 1. 109, S. 68. 1. 209; París, 16 julio 1902,
bajo Civ. 10 enero 1906, D. 1906. 1. 449. Véanse las sentencias citadas en la si­
guiente nota.
(2) Es una excepción dilatoria que debe ser lógicamente opuesta antes de todo
defensa del fondo de la cuestión: Civ. 5 enero 1859, D. 59. 1. 34, S. 59. 1. 335. La
mayoría de las decisiones no parecen, sin embargo, reproducir esa última exigencia;
Civ. 6 marzo 1878, D. 78. 1. 316. 78. 1. 324; Crim. 27 junio 1884, D. 85. 1. 135,
S. 87. 1. 334; Civ. 4 nov. 1901, D. 1902. 1. 185, S. 1903. 1.273. El contrario del
incapaz se halla en todo caso impedido por la sentencia y no puede prevalerse en
apelación do la nulidad del procedimiento de instancia: Req. 19 enero 1841 y 22
enero 1868, precitadas.
(3) V. principalmente Civ. 6 dic. 1876, D. 77. 1. 307, S. 77. 1. 64; Civ. 8
abril 1903, D. 1903. 1. 295, S. 1903. 1. 309. A condición, no obstante, de que los
jueces hayan tenido que conocer la incapacidad: Civ. 5 julio 1921, D. 1921. 1. 214.
(4) Contrd, Nancy, 3 julio 1894, D. 95. 2‘. 257, pero solamente en el caso de
un procedimiento perseguido por un tutor en conflicto de intereses con el menor.

í:
30S TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tabladas por el incapaz caen en caso de anulación del pro-


cedimiento.
Una vez que la decisión dada contra el incapaz se ha­
ya puesto en vigor como cosa juzgada, por la expiración
del plazo de recurso, la nulidad se encuentra a cubierto.
No obstante, es posible una demanda civil si el procedi­
miento no ha sido comunicado al Ministerio público (Art.
480, 8' pr. civ.). Quizás, también, se debe permitir en to­
dos los casos en que haya sido omitida una autorización
legalmente necesaria al incapaz, en virtud del Art. 480, 2’,
pr. civ.

§ 2. Excepciones contra la acción de nulidad.

294. Excepción de confirmación.—La acción en nuli­


dad intentada por el incapaz debe ser rechazada si él mis­
mo o su representante lian confirmado o ratificado válida­
mente el acto anulable. Esa confirmación o notificación
exige las mismas habilitaciones que se exigen para el pro­
pio acto (v. supra, núm. 267). Podrá igualmente ocurrir la
confirmación que, después cese la incapacidad (1), por par­
te del ex-incapaz o de sus herederos. Desde antes, aque­
llos incapaces que tengan la disposición de sus rentas co­
rrientes pueden emplearlas sin autorización para extinguir
voluntariamente sus obligaciones contraídas en estado de
incapacidad, que son obligaciones naturales (2).
La confirmación, acto unilateral que no tiene necesi­
dad de ser aceptada (3), puede ser, no solamente expresa
(4), sino tácita; resulta o de la ejecución voluntaria (Art.
1338), o de todo otro acto del causahabiente que implique
a los ojos del juez del mérito (5), la intención de renunciar

Si se trata de un menor en tutela, hay que reservar el efecto del ar­


tículo 472, que anula los tratos relativos a la administración de la tutola cele­
brados antes de la rendición de cuentas do ésta (v. infrd, núm 606 y s.)
(2) V. Civ. 9 marzo 1896, D. 96. 1. 391, S. 97. 1. 225, nota A. Esmeiu y 15
enero 1908, D. 1909. 1. 105, nota Binet, S. 1909. 1. 357.
(3) Aubry y Rau, IV, p. 444; Baudry-Lacantinerie y Barde, ObligatWM.
III, núm. 1986.
(4) A menos de observar, en el acto- instrumental, las condiciones del artículo
1338 que exige la mención: 1’ de la causa de la nulidad; 2? de la substancia dol
acto; 3- de la intención de confirmarlo. Pero el acto instrumental incompleto o
inexacto en uno de estos puntos puede valer como comienzo de prueba por escrito.
V. Req., 21 abril 1875, L>. 75. 1. 488; Amiens, 11 feb. 1896, 1). 98. 2. 158.
(5) Req. 6 junio 1860, D. 60. 1. 339, S. 60. 1. 593; 16 junio 1869, D. 69.
1 478, S. 70. 1. 163; Req, 4 abril 1876, D. 76. 1. 380; 17 marzo 1924, D. H. 1924,
p. 261. Poro la Corte de casación quiero que el juez del hecho motive su senten­
cia de manera que permita comprobar la existencia do las condiciones de fondo
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 309

a la nulidad del acto irregular (1). El juez puede inducir­


lo de una simple abstención comprobada aún dentro de un
plazo inferior al plazo normal de prescripción (2).
Como el acto se hace inatacable, la confirmación obr¿i
respecto del pasado del mismo modo que para lo porvenir
(Art. 388), salvo los derechos adquiridos por terceros (3).
295 Excepción de prescripción.—La nulidad relati­
va prescribe a los .10 años (4). Se explica en general esta
prescripción por una confirmación tácita. Así es como la
ha comprendido, en un caso particular, ]a ley de 30 de Ju­
nio de 3838, Art. 19 al. 2. Pero e.i Art. 1305, C. civ. no es
fiel a esta idea cuando acepta, la prescripción contra los in­
terdictos desde el día que se levanta la interdicción, puesto
que pueden haber perdido toda memoria de sus actos y su
silencio no prueba, en modo alguno que ]o confirmen. Igual­
mente, los herederos de un incapaz pierden, 10 años des­
pués de su muerte, su acción en nulidad de los actos cele­
brados por su causante, aunque ellos tal vez los hayan ig­
norado siempre. La prescripción, por lo tanto, no se fun­
da únicamente en una confirmación tácita, sino también en
el orden público (5).
296. Excepción de dolo del incapaz.—El incapaz se
obliga por sus delitos (su-prá, núm. 282). Ahora bien, es un
delito engañar a su contratante con maniobras destinadas
a hacerle creer en su capacidad. La mejor reparación del
perjuicio así causado consiste en dejar que la otra parte
conserve las ventajas del acto sobre cuya regularidad se
de la confirmación: (’iv. 8 enero 1838, D. Jur. Gén., v9 Cassation, núm. 1719; 7 nov.
1877, D. 78. I. 169, S. 78. 1. 62.
(1) V. Grenoblc, 10 julio 1S60, D. 62. 2. 40, S. 61. 2. 21 (el incapaz válida­
mente asistido convierte en dote el precio de una venta de inmuebles que él podía
impugnar) ; Req. 9 nov. 1869, D. 70. 1. 165, S. 70 1. 71 (aceptación sin protesta
de una cuenta de tutela en que figura el acto anulable) ; 25 nov. 1878, D. 79. 1. 415,
S. 79. 1. 57 (igual solución para la. cuenta del mandatario de una mujer casada,
dada después de la muerte deí marido); 22 julio 1885, D. 87. 1. 228, S. 87. 1. 248
(el cx-incapaz pretende que el precio de la venta que él podía atacar le ha sido
dado); Req. 17 marzo 1924, precitada, (continuación de una administración de
que se ha hecho cargo siendo aun menor) .
(2) Poitiers, 9 marzo JS94, D. 95. 2. 121, nota Planiol.
(3) Así, pues, la hipoteca reconocida a un acreedor conserva su preferencia
aun en el caso de que, posteriormente, el propietario del inmueble confirme una
hipoteca anulable reconocida anteriormente: París, 23 julio 1838, D. Jur. Gén., v9
Priviléges el hipothéqucs, núm. 1234, S. 39. 2. 5; Montpellier, 6 enero 1866, D. 66. 2.
41, S. 66. 2. 280; Tolosa, 26 junio 1889, D. 91. 2. 65. Baudry-Lacantinerie y Barde,
Obligations, III, núm. 2017. Contrd, Aubry y Rau, IV, p. 447. Véase nuestro Tra­
tado de las Obligaciones.
(4) Salvo el derecho de oponerla como excepción.
(5) Japiot, Des nullités en matiere d’actcs juridiques, p. 816; Gény, Metho-
de d’interprctation-, p. 150; Nota Naquot, S. 1915. “1. 41. obro este principio
y sus consecuencias véase nuestro Tratado do las Obligaciones.
P. y R. T. D. O.—I- 11
310 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

le había engañado. El dolo del incapaz servirá, pues, de


excepción a la acción de nulidad intentada por él (1).
A este dolo no se equipara en principio la simple afir­
mación que el incapaz hubiera hecho de su capacidad (Art.
1307) (2). En el caso de conformarse con ella, ésta se con­
vertiría en capacidad de estilo, y las incapacidades serían
eludidas, a menos de que el incapaz no se hallara en el ca­
so de probar la mala fe de su cocontratante, cosa a menudo
difícil. Los tribunales apreciarán si la conducta del inca­
paz, deseoso de ocultar su incapacidad, puede o no ser con­
siderada como dolosa (3).
297. Excepción de enriquecimiento sin causa del inca­
paz.—Normalmente, la anulación del acto debiera obligar
al incapaz a restituir todo lo que hubiera recibido, o en es­
pecie o en su equivalente. Ahora bien, resulta que, la ma-
yoría de las veces, cuando se procede en nulidad, el menor
ha disipado lo que el acto impugnado le había producido.
La incapacidad faltaría a su objeto de protección si, no
obstante, se le condenase a una restitución completa, equi­
valdría a quitarle con una mano lo que se le diese con la
otra. En favor de los incapacitados, se admite que la anu­
lación de un acto, obtenida por ellos, les permita recupe­
rar todo lo que dicho acto les hubiera hecho perder, sin obli­
garlos en principio, a restituir lo que hubieran recibido en
cambio. Del mismo modo cuando se demuestra que su en-
(1) Respecto de la mujer casada, v. Civ. 28 marzo 1888, D. 88. 1. 361, S. 91.
1. 294; Req. 7 mayo 1889, D. 90. 1. 119, S. 92. 1. 396; 3 junio 1902, D. 1902. 1.
452, S. 1902. 1. 485; Req. 8 nov. 1905, D. 1906. 1. 14, S. 1907. 1. 145, Nota do
Hémard; Grenoblo, 21 mayo 1912, D. 1915. 2. 46; Req. 7 mayo 1924, Gas. Palais,
1924. 2. 187; respecto del menor: Req. 15 nov. 1898, D 99. 1. 439, S. 99. 1. 225,
21 marzo 1899, D. 99. 1. 192, S. 99. 1. 225, nota Waíil, contri, nota Thaller, D.
95. 2. 25—respecto del pródigo: París, 30 nov. 1897, y Civ. 13 marzo 1900, D.
1900. 1. 588, S. 1903. 1. 26 (motivos). V. además, Deschampa, Dol ct faute des
incapables dans les contrats, Rcv. crit., 1890.
(2) La regla, escrita a propósito del menor, debe ciertamente sor generali­
zada bajo el beneficio de la nota siguiente. Las causas do incapacidad son ob­
jeto do una publicidad legal que da a los terceros prudentes los medios de regis­
trar las declaraciones de incapaces. V. además sobro el pródigo: Lynn, 9 juaio
1883, D. 84. 2*. 83. Civ. 13 marzo 1900, precitada; sobre el menor: Dijón 29 enero
1923, D. 23. 2. 15; Req. 17 marzo 1924, D. H. 1924, 261; sobro la mujer casada:
Civ. 29 abril 1862, D. 62. 1. 214, S. 62. 1. 701; París, 14 nov. 1887, D. 88. 2. 225;
Civ. 6 abril 1898, D. 98. 1. 305, S. 1902. 1. 460.
(3) En esta apreciación, tendrán en cuenta la buena fo del cocontratanto
(Civ. 28 marzo 1888, precitada) y la prudencia que según los casos se puedo exigir
de él. En virtud de esta idea, Ja simple posfecha fijada por el menor en la acep­
tación- de una letra de cambio, acto de comercio que exige a la voz rapidez y segu­
ridad para el girado, puede ser considerada como un dolo: Req. 15 nov. 1898 y 21
marzo 1899, precitada. Igualmente, cuando una mujer procedo judicialmente, el
simóle hecho de calificarse viuda o soltera, ha sido declarado suficiente para am­
parar a su contrario (Civ. 28 marzo 1888 y 3 junio 1902; Req. 7 mayo 1924, pre­
citadas).

-
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL 311

riquecimiento subsiste en el momento de la acción de nuli­


dad están obligados o restituir (Art. 1312). Es de temerse
que de hecho el incapaz se abstenga de proceder por nulidad
antes de haber disipado el producto de su acto, disipación
por la cual no se verá molestado, puesto que la otra parte
se encuentra en la imposibilidad de atacar el acto (1).
El enriquecimiento del incapaz no es directamente una
excepción que puede oponerse a la acción de nulidad; ya
que no impide realmente que se pronuncie la anulación,
solamente tiende a prohibir al incapaz que se aproveche de
su indemnidad.
298. Excepción de garantía.—Sucede a menudo que,
a consecuencia de la aceptación de una sucesión o de una
comunidad, el patrimonio del incapaz confunde con el pa­
trimonio de la persona obligada a garantizar al cocontra­
tante de ese incapaz. La obligación de garantía que ha
entrado a formar parte de ese patrimonio, impide entonces
a su titular el intentar la acción de nulidad (2). Este obs­
táculo es tanto más grave cuanto que la obligación de ga­
rantía, según la jurisprudencia, es indivisible (3). Basta
con que el incapaz acepte pura y simplemente mía comu­
nidad o una sucesión, en la que no tiene sino derechos par­
ciales, para que se prive completamente de la facultad de
atacar un acto del que salió garante el marido o el de cujus,
en virtud de una promesa o como consecuencia de un caso
de culpa (4). !

(1) So admite, no obstante, que si el provecho sacado a un acto útil no ha


sido destruido sino fortuitamente, el incapaz queda obligado a restituir: Baudry-
Lacantincrie y Bardo, ObHaatians, II, núm. 1431.
(2) Req. 16 junio 1846, D. 46. 1. 364; Civ., 28 junio 1859, D. 59. 1. 299, S.
5a. 1. 753.
(3) Req. 8 nov. 1893, D. 94. 1. 417, S. 94. 1. 401, nota de Ráeoste.
(4) Sobro la mujer casada común en bienes, v. nuestro Tratado, tomo IX.

I
TITULO I.

LOS MENORES

CAPITULO PRIMERO

LA PATRIA POTESTAD

Sección I.—Caracteres y duración de la patria potestad (1)

299. Definición.—La patria potestad es el conjunto


de los derechos y de las facultades que la ley concede al pa­
dre y a la madre sobre la persona y sobre los bienes de sus
hijos menores.
Dichos derechos y facultades no les son concedidos sino
como consecuencia de los pesados deberes que tienen que
cumplir y que no tiene otro objeto que hacerles posibles el
mantenimiento y la educación del hijo.
Se ha criticado el término de patria potestad por el
cual la ley designa los derechos y facultades de los padres.
Ese término evoca las legislaciones primitivas, en que el
padre tiene sobre sus hijos una verdadera potestad, funda­
da eri su interés más que en el de ellos y en relación con la

(1) Bibliografía.—Magnin, Traité des minorités, tutclles el curatcllcs, 1833;


Chardon Traite des trois puissance, patcrncllc, maritale et tutélaire, 1843; Oudot
et Demangeat, Du droit de famille, 1867; Leloir, Codo de la puissance patcrncllc,
2 vol. 1892- Taudiére, Trait¿ de la puissance patcrncllc, 1898 ; Nourrisson, Elude
critique sur la puissance patemelle et ses limites, 1898; Gastambide, L’enfant devant
la famille et l’Etat, tesis, París, 1902; Dolzons, La famille frangaise et son évolution,
1912- Bonieau La maternité et ses effets juridiques, tesis, París, 1911; Béraud,
T droit de vuissance patcrncllc dans le Codo civil et despuis le Codo civil, tesis,
Montpellier, 1912; Lefebvre, La famille en Franco, 1920.
PATRIA POTESTAD 313

propiedad. En este sentido, la expresión patria potestad


no ha sido exacta jamás en Francia (1) y lo es hoy menos
que nunca. La autoridad parentdl existe (2) para la pro­
tección del hijo. Por eso, la madre la posee igualmente y
la ejerce en defecto del padre.
En la definición que hemos dado, la patria potestad
comprende todos los derechos y facultades de los padres.
Sin embargo, la misma palabra tiene en nuestro derecho
otro sentido más limitado (3) por el que no designa sino los
derechos en el ejercicio de los cuales la ley deja a los padres
un poder casi discrecional al abrigo de las usurpaciones de
los tribunales y del resto de la familia. La patria potestad
constituye así, un campo en que la Sociedad abandona sus
derechos en las manos del padre y de la madre, considera­
dos como jueces infalibles del interés del hijo en particular
y de la familia en general. El interés familiar es, en efecto,
el que representan los padres: en su persona la ley prote­
ge la autonomía que debe corresponder, en la sociedad, a la
familia, de la cual son jefes (4).
Esta doble acepción, amplia y estrecha a la vez, de la
patria potestad, crea dificultades cuando el legislador des­
cuida el precisar el sentido en que emplea esa palabra, co­
mo en la ley del 19 de junio de 1923, sobre la adopción (art.
352, C. civ.). Se tropieza entonces con un mar de confu­
siones, tanto más cuanto que los dos sentidos se hallan em­
pleados alternativamente en los dos textos. El título de la
patria potestad, en el Código civil, no trata de esta potestad
sino en su sentido estrecho, no comprendiendo en ella, ni la
administración legal, ni la tutela legal del padre y la ma-

(1) Sobre la parte histórica, v. Planiol, Traite élér.icntaire, I, núm. 1637 y s.;
Bomard, Histoirc de Uautorité paternsllc en France, París, 1863; Du plcssis de
Grenódan, Histoirc de l’autoritc patcrnclle dans lfanden- droit, tesis, París, 1900;
Brugeilles, licchcrehcs historiques sur le Droit ecrit: puissance paternclle, tesis,
Burdeos, 1903. Sobre la justificación posible del término usual, suprd, núm. 250.
(2) Esto neologismo ha sido propuesto para expresar la idea de que esa po­
testad corresponde lo mismo a la madre que al padre. Tronchet, cuando los tra­
bajos preparatorios, habían propuesto la expresión 11 autoridad paterna” (Locré,
VII, p. 21).
(3) Existen igualmente concepciones intermedias: para Aubry y Rau, IX,
§ 550 la patria potestad, en su sentido ajnplio y la patria potestad en su sen­
tido estrecho so distinguen en el hecho de que sólo la primera comprende los de­
rechos del padre y la madre que sobreviven a la mayoría de edad o a la eman­
cipación.
(4) Sobre esta concepción, en sí muy justa, que es la de Le Play, V. Plan­
tean de Marousseaux, Du controle de la justice sur les droits patcrnellcs de co-
rrection ct d’éducation, tesis, París, 1887. Ha dominado los trabajos preparatorios
do la ley de 27 julio .1917, sobre los pupilos de la nación. Se observará que la
minoridad do los pudres no les impido sor jefes de familia y de tener los derechos
correspondientes a esta cualidad (suprd, núm. 250) .
314 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

dre; en cambio, la ley de 24 de julio de 1889, sobre la extin­


ción de la patria potestad, engloba en ella todos los derechos
y poderes de los padres (art. I9, al. 1.).
§ 1. Caracteres de la patria potestad.
300. Contenido de la patria potestad.—La patria po­
testad se ejerce a la vez sobre la persona y sobre los bienes
del hijo.
Sobre la persona, comprende un derecho de guarda,
de dirección y de vigilancia que permite a los padres ele­
gir la habilitación del hijo, ser dueños de su educación e in­
tervenir en sus relaciones y su correspondencia. Les con­
fiere también el derecho de reducir a prisión a sus hijos
(derecho de corrección').
Sobre los bienes del menor, la patria potestad da a los
padres un derecho de goce legal y, mientras viven ambos,
un derecho de administración legal.
Otros atributos de la patria potestad, previstos por
preceptos diversos, son mixtos y producen sus efectos.a ]a
vez sobre la persona y más o menos sobre los bienes: tales
son el derecho de emancipar al hijo (art. 477), de consen­
tir o no a su matrimonio (art. 148 y s.) y a su adopción
(art. 348), de autorizar su contrato de matrimonio (art.
1398), de autorizar al menor emancipado a ejercer el co­
mercio (art. 2, C. com.) ; el derecho del padre o la madre
supervivientes, de ser tutores legales de sus hijos (art.
390) y de dar a éstos su domicilio (art. 108) ; el derecho
del que muera el último de nombrar al hijo un tutor testa­
mentario (art. 397). El estudio decesos derechos tendrá su
lugar natural fuera de este capítulo en el que solamente
conviene mencionarlos.
301. Patria potestad y tutela (1).—La tutela es igual­
mente, en nuestro derecho, una institución de protección de
los menores, que confiere al tutor derechos y facultades so­
bre su persona y sobre sus bienes. Parece, por lo tanto, de
la misma naturaleza que la patria potestad en su sentido
amplio, y no difiere de ella sino por la menor extensión de
los derechos del tutor (2). Esta identidad de naturaleza
(1) Desserteaux, De la protection des enfanís legitimes aprés prédécés de leur
pére ou de leur mére. Rev. trim., 1912, p. 6.
(2) Es la concepción de nuestro Código que da al tutor, del mismo modo
sobro la persona que sobre la fortuna del pupilo, una especio de diminutivo de la
patria potestad Pero se puede concebir una distinción muy racional, en que la
natria notestad representa derechos sobre la persona y la tutela derechos sobro
h>s bienes (Rousseau, La minorité des cñfants naturels p. 22 y s.). Sobre otros
posibles sistemas, v. Bandry-Lacautmene, Cneneaux y Bonnecarrére, v. num. 1-J.
PATRIA POTESTAD 315

es la que crea la dificultad de los conflictos que pueden pro­


ducirse entre los padres y el tutor en caso de coexistencia
de esas dos instituciones.
Esa coexistencia aparece en nuestra ley cuando uno de
los padres muere durante la minoridad del hijo; el otro,
aun conservando la patria potestad, se hace cargo en prin­
cipio de la tutela (art. 390). Desde ese momento, las dos
instituciones existen una cerca de la otra y pueden sepa­
rarse. Basta con que el superviviente sea excusado o des­
tituido como tutor para que la patria potestad y la tutela
recaigan en dos personas distintas. Aun en c] caso de que
correspondan a la misma persona, es necesario saber qué
derechos y deberes resultan respectivamente de su carác­
ter de tutor y de su carácter de padre o de madre, puesto
que la ley establece sobre la tutela una intervención que
no existe en materia de patria potestad. Los mismos pro­
blemas se presentan en el caso de filiación natural, puesto
que la patria potestad y la tutela coexisten en ese caso des­
de su origen. La clave de la dificultad se encuentra en la
distinción de los dos sentidos del término patria potestad.
La muerte de uno de los padres, al interrumpir su colabo­
ración, y la intervención mutua que ejercían uno sobre otro
obliga a la ley a suplir esa intervención por medio de la
organización de una tutela; pero esa tutela deja a un lado
las prerrogativas de la magistratura familiar que son con­
sideradas como el bien propio del jefe de familia. Tales
son aquellas de que trata el título de la patria potestad: de­
rechos de guarda (1) y de corrección; usufructo legal (2).
El padre superviviente los conserva aunque no ejerza la
tutela o sea excluido de ella. El consejo de familia, órgano
de la tutela, no puede inmiscuirse para nada en el ejerci­
cio de esos derechos privativos (3), y lo mismo ocurre, en
principio, con el tribunal (4).

(1) Poiticrs, 21 julio 1890, D. 91. 2. 73. nota do Loynes, S. 91. 2. 17 nota I
Boucart; Parts, 15 diciembre 1898, D. 99. 2. 57 nota Planiol, S. 99. 2. 205; líen­
nos, 5 diciembre 1901, S. 1902. 2. 16. Comp. sobre la antigua jurisprudencia: Req.
3 marzo 1856, D. 56. 1. 290, S. 56. 1. 408; 15 marzo 1864, D. 64. 1. 301, S. 64. 1.
155; 27 junio 1879, D. 79. 1. 223, S. 79. 1. 464.
(2) Montpcllier, 25 agosto 1864, D. 65. 2. 25, S. 64. 2. 225. Lvon, 4 junio
1878, D. 79. 2. 167, S. 79. 2. 3; Tr. Seino, 6 noviembre 190S, D. 1909. 5. 16. S.
1909. 2'. 263.
(3) V. Grenoble, 11 agosto 1S54, D. 55. 2. 91, S. 54. 2. 583 y en apel.: Req.
5 marzo 1855, D. 55. 1. 341, S. 55. 1. 283; Reames, 24 febrero 1883; D. Jur. Gén.,
sup., V. Puissance paterncllc, núm. 24, S. 84. 2. 150.
(4) V. esp. Orleans, 12 agosto 1897, D. 99. 2. 60; París, 20 mayo 1898, D.
99. 2. 447, 3 enero 1917, D. 1917. 2. 37.
316 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

En cambio, se excluyen de esa rígida magistratura las


prerrogativas de los padres, a que se refieren los arts. 389
y s.» en el capítulo de la tutela, sección primera y que cons­
tituyen, mientras viven los dos padres, el contenido de la
administración legal, pero a la muerte de uno de ellos, se
transforman eu tutela legal. Esta tutela se halla sometida
a las causas ordinarias de destitución de la tutela (1): y
a la triple intervención del protutor, del consejo de familia
y del tribunal. Esta última intervención se ejerce, desde
antes de la muerte de uno de los padres, sobre ]a adminis­
tración legal que, desde la ley de 6 de abril de 1910, no goza
del carácter de derecho absoluto.
Las prerrogativas de los padres que no se hallan expre­
samente tratadas por la ley, ni en el título de la patria po­
testad, ni en el capítulo de la tutela, sección primera, son
en general derechos que conciernen por lo menos tanto a
la persona del hijo como a su patrimonio: es preciso, pues,
en caso de escisión entre la patria potestad y la tutela,
atribuir esas prerrogativas a la primera más bien que a la
segunda. Es la dirección de la persona del niño antes que
su fortuna lo que realmente se considera como intangible
en las manos del jefe de familia, puesto que se refiere al
ejercicio de su derecho de guarda.
Por lo tanto, en caso de desunión de la patria potestad
y de la tutela, de la primera es de la que dependerá el dere­
cho de consentir al matrimonio del hijo (art. 148 y s.), a
su contrato de matrimonio (art. 1348), a su adopción (art.
348). Los favores concedidos al padre y a la madre como
tutores por los arts. 453 y 470 los tienen asegurados por el
usufructo legal, aun sin la tutela.
Pero quedan tres puntos delicados.
I9 ¿Debe estimarse como de la patria potestad sepa­
rada de la tutela el derecho de emancipar al hijo (art.
477) ? Ello significará permitir a los padres que a su anto­
jo despojarán al tutor nombrado en su lugar. Sin embargo,
ese derecho nos parece más bien que depende de la patria
potestad que de la tutela, puesto que libera al tutor de la
guarda y del usufructo legal. Solamente que debe caer bajo
la acción de los tribunales en caso de abuso, principalmen­
te, si el padre usara de él únicamente por animadversión
hacia el tutor (2).
m' Kea 19 abril 1843, D. Jur. Gen., V. Putesancc patcrncllc, núm. 159; Lyon,
. . . 1R7R D 79 2 167. Véase, Montpellier, 25 agosto 1864, D. 65. 2. 25. La
cuestión no ya discutible desde la ley de 6 abril 1910.
(2) La jurisprudencia marcha en este sentido: v. infra, núm. 619.
PATRIA POTESTAD 317

2’ La cuestión parece presentarse en términos seme­


jantes en relación con el derecho del padre o de la madre
superviviente de nombrar a su hijo un tutor testamenta­
rio (art. 397). Pero en este punto, hay un precepto: el art.
398, que priva explícitamente de ese derecho a la madre a
quien se le haya removido de la tutela a consecuencia de
un segundo matrimonio. Aunque la nominación del tutor
testamentario concierne tanto a la guarda como al patri­
monio del menor, parece que la ley no admite su ejercicio
por parte del padre o la madre que muera el último, si­
no en el caso de que quien lo ejercite sea personalmente
tutor (1).
3’ Creemos también que la ley hace prevalecer el
domicilio del tutor sobre el de los padres (art. 108) (2)
(núm. 150).
302. Abuso e intervención de la patria potestad.—
Se verá más adelante cómo la patria potestad, hasta en sus
atributos cuasi-soberanos, puede ser objeto de remoción.
Aun fuera de los casos de pérdida de la patria potestad, el
padre que usó sus derechos en perjuicio del hijo o contra
los derechos de un tercero, comete un abuso que deben re­
primir los tribunales. Hemos visto un ejemplo en el número
precedente (3). Se verá, además, que los tribunales han
juzgado copio abuso de la patria potestad el hecho de pri­
var sistemáticamente y sin razón a los ascendientes de toda
relación con el hijo (infra, núm. 391). Con más razpn
existe abuso, por parte del padre, en alejai* sistemáticamen­
te al hijo de la madre, a fin de obligar a ésta a demandar el
divorcio (4). Pero no son estos casos de abuso los únicos
que los tribunales han reconocido (5). Algunos autores
(1) JJoudant, I, núm. 7S9; Aubry y Rau, I, § 100, p. 045. Sin embargo,
cuando no es una destitución o una remoción sino una excusa la que retira la tu­
tela al superviviente, varios autores no parecen negarlo el derecho de nombrar un
tutor testamentario, sino en el caso de que ya haya un tutor dativo en funciones.
V. A. Colin y Capitant, I, p. 485.
(2) Sobro los precedentes históricos anteriores al Código civil, así como sobre I
los trabajos preparatorios: Planiol, Traite élémcntaire, I, núm. 1728, con las dos !
notas.
(3) Sobro el abuso del derecho de emancipación, V. Burdeos, 14 julio 1838,
D. Jur. Gén., v* Min-orité, núm. 678; Caen, 9 julio 1859, £). 52. 5. 231. 2; Burdeos,
7 enero 1852, D. 52. 2. 200, S. 52. 2. 276; Caen, 4 diciembre 1867, S. 68. 5. 228;
París, 4 dic. .1894, D. 95. 2. 484, S. 97. 2. 73, nota de Wahl.
(4) Tr. Sena, 25 dic. 1910, D. 1911. 5. 19; París, 8 febrero 1912, D. 1912.
2. 273; nota Planiol, S. 1914. 2. 209, nota Hugueney. Esta sentencia supone con
razón el mantenimiento de la intervención de los Tribunales de acuerdo con la
ley sobre la pérdida do la patria potestad, de 1889. Sobre este punto, véase infrá,
núm. 385.
(5) Sobre la protección do la salud del niño, V. Req., 3 julio 1912, S. 1912.
1. 512.
318 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

han visto abuso de la patria potestad en el hecho de que sea


retirada, sin motivos, la autorización dada para el matri­
monio, cuando se hubieren hecho gastos para el casamiento
dando crédito a la autorización ya concedida (1).
La intervención y control judicial de la patria potes­
tad, que pudiera significar un caso de aplicación de la
teoría general del abuso del derecho, en materia donde
quizá sea delicado acogerla (2), es prácticamente bienhe­
chora, siempre que sea limitada cuidadosamente. .Parece
realmente atrevido que se produzca en materia de consen­
timiento de matrimonio. En todo caso, los tribunales han
exigido siempre, para reconocer el abuso de la patria po­
testad, una violación manifiesta de los derechos morales
del hijo o de un tercero.
El legislador francés, siguiendo el ejemplo de varias
legislaciones extranjeras, tiende a hacer cada vez más po­
derosa la intervención de los tribunales sobre la patria
potestad. Esta tendencia se manifiesta por la legislación
sobre la pérdida de la patria potestad, que hace de los tri­
bunales los distribuidores de la patria potestad en caso de
divorcio y de separación. Además, al propio tiempo que
la intervención de los tribunales, se ejerce una interven­
ción administrativa sobre ciertos abusos de los padres, por
ejemplo: los inspectores del trabajo vigilan las condiciones
del trabajo de los niños (3).
303. Conflicto de leyes (4).—La patria potestad de­
recho familiar, que depende del estado de las personas, co­
rresponde evidentemente al estatuto personal, regido en
Francia por la ley nacional de los interesados. Esta solu­
ción, que había sido consagrada por la Convención de la
Haya, está como principio, unánimemente admitida en doc­
trina (5) y en jurisprudencia (6).
(1) Lyon, 23 enero 1907, D. 1908. 2. 73, nota, Josserand, S. 1909. 2. 310;
Tr. Niza, 19 noviembre 1923, Gas. Pal., 1924. 1. 183 (motivos).
(2) Notas bajo las sentencias precitadas. Addc, Observaciones E. H. Po­
rrean, Bev. crit.f 1908, pág. 589 y G. Ripcrt, Pev, crit., 1909, pág. 144. V. Tomo II,
núm. 141. ,
(3) V. C. trabajo, Libro II, titulo III, sobre la inspección del trabajo.
(4) Champcomniunal, Pev. de droit imt. privé, 1910, p. 716 y s.
(5) Weiss Traité de droit int., 2’ cd. IV, p. 132 y s.; Pillot, Traite pra-
ticnic I. núm. 328; Pillet y Niboyet, Manuel, núm. 435 y 487; Valéry, Manuel,
núm *816 v s Surville y Arthuys, Cours elérnentaire, núm. 317 y a.; Audinet, Prin­
cipes de droit int. 2’ ed., núm. 638 y s.; Surville, Revue critique, 1898, p. 257; Champ-
communal, toe. ig77, D 77 385j g 7g 1 25, nota Ronault> civ. 2.
• lona
^ppl., ó X.
V’ íoú, 1 385,
1Q11 ‘ 336; París, Audinet:
nota5 agosto París,
1908, 2 agosto
D.’ 1908® 1872,
2. 288, 8. D. Jur.2. Gen.,
1908. 280
(druits de visite des ascendants).
PATRIA POTESTAD 319

En la práctica, se tropieza con cuatro dificultades


principales:
l9 En esta» como en toda otra materia, se debe reser­
var la aplicación de las leyes territoriales de policía, por
ejemplo, para el derecho de corrección del padre (1) o la
pérdida de la patria potestad (2) resultante de mía con­
dena pronunciada en Francia (3). Pero es preciso, en este
caso que la ley afecte el orden del Estado: así, pues, la ley
que sanciona la obligación de la instrucción primaria puede
no ser aplicada a los extranjeros (4).
29 La noción de orden público se opone a veces a la
aplicación de la ley extranjera. Impone la sustitución de
la ley francesa a la ley extranjera normalmente competen­
te. Pero las aplicaciones que se citan de esta regla son
todas dudosas, por ejemplo, en lo que concierne a la atri­
bución <íel derecho de usufructo legal (infra, núm. 356),
la indisponibilidad de la patria potestad (5) o el derecho
de guarda (6). En lo que se refiere a la reclamación de la
nacionalidad francesa, el art. 9 determina quién debe re­
presentar al menor extranjero que haya de hacer la decla­
ración; ahora bien, esta solución resulta dictada por con­
sideraciones especiales derivadas del problema de la na­
cionalidad.
39 La aplicación de la ley nacional en Francia puede
chocar con dificultades de procedimiento, porque no exis­
ten órganos de protección semejantes a los que existen en
la ley nacional del incapaz (7).
49 Finalmente, se presenta una última dificultad en
el caso en que los padres y el hijo no tengan la misma na­
cionalidad (S). La jurisprudencia da en general en este
caso la preferencia a la ley nacional del padre (9). Esta
(i) Pillct y Niboyet, Manuel, núm. 502"; Audinct, Precia, 2* cd., núm. 640;
Bartiu sobre Aubry y Pau, IX, § 549, p. 109. Contrá Weiss, Traite, IV, p. 154.
(2) París, 25 abril 1899 Clunot, 1899, p. S23. Douai, 10 dic. 1895, ALx, 8
marzo y 10 nov. 189", S. 99. 2. 57.
(3) Pillet, De la déchéancc de la puissance paternelle, Clunet, 1892, p. 5;
Audinet, nota S. 99. 2. 57.
(4) Trib. Céret, 2’8 febrero 1883, Mon-, justice de pato 1883, p. 201. Contrá'.
Trib. Kenncs, 13 ulio 1883, ibid., 1883, p. 358.
(5) París, 29 abril 1913, S. 1914. 2. 40. Esta sentencia la considera como
do orden público.
(6) París, 7 mayo 1919, S. 1920. 2. 49, nota Niboyet.
(7) Por ejemplo, el juez de tutelas alemán no tieno su equivalente en Francia
en la solución de dificultades análogas, V. núm. 437 y s,.
(8) Esto ocurre en el caso en que el padre ha cambiado de nacionalidad des-
pués del nacimiento sin que esto cambio afecte al hijo, o también en el caso en
que, en un país, la nacionalidad del hijo so determine según el jus solí.
(9) Civ. 13 enero 1873, D. 73. 1. 2'97, S. 73. 2. 13, y 14 marzo 1877, D. 77.
1. 385, S, 78. 1. 25. V. no obstante, Civ. 2 junio 1908, precitado.
320 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

solución es aprobada por algunos autores debido a que la


patria potestad es una parte esencial del derecho de fami­
lia (J). Se inspira, erróneamente, creemos nosotros, en la
idea de que la patria potestad es un poder creado en favor
del padre, cuando, más que todo, es hoy una medida de pro­
tección del niño sometido con tal título a la ley nacional (2).
Esta solución permite además evitar un segundo conflicto
de leyes casi insoluble si los dos padres fuesen de naciona­
lidad distinta, cosa que puede ocurrir con los padres natu­
rales y aún con los padres legítimos.
304. Alsacia-Lorena.—La ley de l9 de junio de 1924,
art. 15, introduce en Alsacia-Lorena la legislación fran­
cesa de la patria potestad. En lo sucesivo, esta potestad
corresponderá, pues, no solamente a los padres legítimos,
sino a los padres naturales a quienes el derecho local la ne­
gaba. Conforme al art. 383, se ejerce por aquel de los dos
que haya reconocido primero al hijo, a menos que el tribu­
nal civil o el tribunal de las tutelas decidan otra cosa.
En algunos puntos, no obstante, el derecho local con­
tinúa aplicándose.
1* El art. 18 de la ley de 1924 mantiene en vigor el
art. 1766 del Código local y los arts. 123 a 127 de la ley de
ejecución de ese código de 17 de abril de 1899. Esos textos
dan a una jurisdicción especial, el tribunal de las tutelas
(Vormundschaftsgericht) el control permanente en la pa­
tria potestad: ese tribunal toma todas las medidas necesa­
rias para poner remedio a los abusos o a la negligencia de
los padres y puede llegar hasta declararlos privados de la
patria potestad (infrá, núm. 413). No obstante la compe­
tencia que le corresponde no excluye la del tribunal civil de
derecho común, puesto que el Art. 18 de la ley de 1924 de­
clara que el art. 1666 del Código local se aplicará simultá­
neamente con las leyes francesas sobre la prescripción de
la patria potestad. Los interesados, pues, tendrán en la
mayoría de los casos, la facultad de dirigirse o al tribunal
civil, o al tribunal de tutelas, y puede temerse que algunos
casos traten de hacer anular por uno las medidas proscriptas
por el otro. Este peligro, sin embargo, se excluye durante
la instancia de divorcio, puesto que el tribunal civil, de

(1) Bartin, nota D. 1901. 2. 268, y sobro Aubry y Rau, IX, § 549, p. 107;
Pillet v Niboyet,’ Manuel, nú ni. 497; Pillet, Traité pratique, I núm. 328, p. 661.
zo\ ’Weiss frailé, 2* ed., IV p. 163; Despngnct, Traite, 5’ ed., núm. 269;
Audinot, nota S. 1900. 2. 90; Surville y Trthuya, Trailé, 6’ cd. núm. 320; Renault,
jiota S. 78. 1. 25.

_ i
PATRIA POTESTAD 321

acuerdo con el mismo texto, es el único competente du­


rante dicha instancia para estatuir sobre la guarda de los
hijos.
2’ La administración legal continúa sometida al de­
recho local (art. 19), mientras que el derecho del usufruc­
to legal se halla regido por la ley francesa. Esta adminis­
tración legal cuyas regias serán expuestas más adelante
(núm. 359 y s.) no se aplica además sino a los hijos legí­
timos, puesto que los hijos naturales se hallan sometidos
para la administración de sus bienes, a las regías de la tu­
tela de los hijos legítimos (art. 21) salvo aplicación de me­
didas transitorias (1).
39 El derecho de los padres de designar un tutor tes­
tamentario , continúa sometido a las regias del derecho local
(art. 20 de la ley de 1924, art. 1766 y 1777 C. civ. alem.).
Estas reglas se aplican a los menores Alsacianos-Lo-
reneses en la fecha del 11 de nov. de 1918, en el sentido del
art. 54 del tratado de Versalles, así como a los que han na­
cido después de esa fecha, de padres Alsacia.nos-Loreneses
malquiera que sea su lugar de nacimiento, o de padres des­
conocidos, en los departamentos recobrados.
§ 2. Duración de la patria potestad.
305. Extinción de la patria potestad por muerte.—La
patria potestad se extingue por la muerte del hijo. En el
caso de la muerte del padre o de la madre, se le dan a la
administración legal los derechos de potestad.
En el caso de muerte del padre y de la madre, la ex­
tinción de la patria potestad no es completa: en una gran
medida, la patria potestad del padre últimamente muerto
sobrevive a su fallecimiento. En efecto, las disposiciones
de última, voluntad por las cuales ha previsto el porvenir
del hijo conservan una fuerza casi igual a la de ]a voluntad
que hubiera podido expresar estando vivo. Por eso, pre­
cisamente, la ley le permite nombrar un tutor testamenta­
rio, que podrá excluir incluso a los ascendientes (art. 396).
Deben igualmente ser respetadas las disposiciones por las
cuales elige la religión en que debe ser instruido el hijo
(2), le da un guardián y fija la forma de educación que ha
de serle dada (3). Aun después de su muerte, la familia
(1) Ley de l9 junio 1924, art. 124. V. Hamel, Rcp. prat. d* Alsc.ce et I,or-
raiiic, w Minorité, núm, 131-137.
t2) Colmar, 19 dov. 1857, D. 59. 2. 36 S. 58. 2. S2
(3) Rouon, 4 enero 1883, D. 83. 2. 155, S. 84. 2. 175.
322 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

fundada por él sigue siendo su obra, que puede continuar


desenvolviéndose de acuerdo con la orientación que él le
imparta.
No obstante, como el difunto no puede preverlo todo»
y pueden presentarse situaciones que hagan imposible o
perjudicial para el hijo la realización de la voluntad pa­
terna, el consejo de familia y los tribunales pueden alte­
rar ciertas disposiciones que el mismo difunto hubiera qui­
zás modificado. También hay que reconocerles a Jos tri­
bunales y consejo de familia el derecho de no ejecutar dis­
posiciones que, desde su origen, resultan evidentemente
perjudiciales al hijo.
Las actas de última voluntad del difunto en relación
con esta materia sólo tienen fuerza cuando se contengan en
un testamento válido. Sin embargo, como es la equidad la
que debe guiar al consejo de familia en sus acuerdos, re­
sulta moralmente obligado a tener en cuenta otras disposi­
ciones que el difunto haya podido dar aunque no estén con­
tenidas en un testamento perfecto (1).
306. Mayoría de edad o emancipación del hijo.—Co­
mo la patria potestad, no es ya hoy más que una institu­
ción de protección, se extingue cuando los hijos no tienen
necesidad de ser protegidos, es decir, a su mayoría de edad
o a su emancipación.
Algunos sociólogos de la escuela de Le Play han la­
mentado que los poderes del padre terminen tan pronto
(2). En efecto, la cesación rápida de la patria potestad
disminuye la cohesión de la familia, cuyos miembros se in­
dependizan; pero, ¿no es necesaria esa independencia a
los hijos llamados a convertirse a su vez en jefes de nue­
vas familias? Además, ¿o es un sueño ilusorio querer
rehacer artificialmente un pasado que chocaría con nues­
tras costumbres de hoy?
Por lo demás los efectos de la patria potestad no des­
aparecen simultáneamente con la mayoría de edad o con
la emancipación: hasta cierto punto, se puede decir que la
extinción es progresiva; el usufructo legal cesa realmente
desde que el hijo ha alcanzado la edad de 18 años; en cam­
bio, algunas otras prerrogativas de los padres sobreviven
a la mayoría de edad del hijo.
(1) Tr. Lille, 10 marzo 1904, D. 1904. 2. 240. Cf. I. 27 julio 1917 (Pupilles
de ¿¿g quo él, Chrestien do Poly, Essai sur la pwissanoe pater-
ncllc París, 1820, y sobre su escuela, la tesis precitada do M. Planteuu de Ma-
rroussem. I¿ipp. Áubry y Bau, IX, § 549.
PATRIA POTESTAD 323

Estas prerrogativas son poco numerosas (1) ; la prin­


cipal es el derecho de los padres de ser consultados sobre el
matrvmonio de sus hijos, en tanto que éstos no hayan cum­
plido 25 años, y el derecho, cualquiera que sea la edad de
los futuros esposos, de hacer oposición a su matrimonio sin
tener que dar motivos en el acta de oposición (art. 151 y
176) (2). Se puede también comparar con la patria potes­
tad que unía en otros tiempos a los hijos con sus padres,
la obligación alimentaria que continúa existiendo entre ellos
después de la mayoría de edad (arts. 205 y 207) (3).
Por último, el art. 371 declara que, “en toda edad, el
hijo debe honor y respeto a su padre y a su madre”. Pero
este último precepto no enuncia más que una regla moral,
desprovista de efectos jurídicos, ya que nunca impediría
al hijo que pudiera intentar contra sus padres una acción
deshonrosa, acusándolos de robo, por ejemplo, si bien que
en este caso sólo se diera lugar a reparaciones civiles (ar­
tículo 380, C. pen.). Nada impide tampoco al hijo, acree­
dor de sus padres, que use de sus derechos con el mayor
rigor, haciendo embargar y vender todos sus bienes (4).
Se puede considerar como una consecuencia del derecho
al respeto, la agravación de las penas del asesinato que al­
canza al parricida (arts. 13, 299 y 323, C. pen.). Por los
demás delitos cometidos por un hijo, en la persona de sus
padres no son agravados. Sin embargo en esos casos tam-
bién la agravación estaría perfectamente justificada; y al­
gunas faltas de los hijos a la obligación de respeto que de­
ben a sus padres, deberían permitir privarlos de una parte
de su legítima hereditaria, determinando limitativamente
estos casos, como lo hace el Código civil respecto de la in­
dignidad (5).
307. Pérdida de la patria potestad, por prescripción.
—Las ventajas y derechos que forman la patria potestad no
tienen razón de ser sino en interés del hijo. Bajo el régi­
men del Código civil se había ya pensado en reconocer a los
tribunales» la facultad de retirar definitivamente esos de­
rechos a los padres que los variaran de objeto; esto no era
(1) V. sobre la supervivencia de una patria potestad sobre el hijo incapaci­
tado después de su mayoridad: lícq. 1S junio 1923, Gaz. Trib., 1924. 1. 32 y las
observaciones do M. Gaudcnict en Rev. triin., 1924, p. 91 y s.
(2) V. nuestro Tratado II, núm. 144 y s., y 165 y s.
(3) V. nuestro Tratado, II, núm. 22.
(4) V. no obstante, contra el ejercicio do la prisión por deudas: Bastia, 31
agosto 1826, D. Jur. Gón., v’ Minorité, núm. 734, S. 28. 2. 56.
(5) Comp. Glasson, Rapport a la Société d’Economie socialc, Ref. sociala,
324 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

reconocer simplemente el carácter sinalagmático de los de­


rechos y deberes de los padres, sino pronunciar la resolu­
ción de los primeros cuando los segundos no fueran cum­
plidos (1). De hecho, ese razonamiento, que hubiera sido
sólido en materia patrimonial, resultaba muy aventurado
en materia de estado, y de ahí que los tribunales no se re­
conocieran sino el derecho de modificar las condiciones de
la guarda y de la administración legal, y aún eso, en casos
excepcionales. Por eso, una serie de leyes han venido, su­
cesivamente, a conceder a los jueces el poder de pronunciar
en numerosos casos la extinción de la patria potestad. La
confusión de esas disposiciones es tal que su estudio exige
una sección especial.
308. Indisponibilidad de la patria potestad. — For­
mando parte del estado de las personas, la patria potestad
tiene un carácter de indisponibilidad (supra, núm. 15 y s.).
Resulta de ello que toda abdicación por parte del pa­
dre de los derechos que la ley le confiere sobre la persona o
los bienes de su hijo, es müa (2).
Las consecuencias de esta regla serán estudiadas en
detalle a propósito de cada una de las atribuciones de la
patria potestad.
Se verá que la ley de 24 de julio de 1889 ha permitido
al padre y a la madre delegar voluntariamente en la Asis­
tencia pública todas o parte de las prerrogativas de la pa­
tria potestad (núm. 323). Pero esta ley ha tenido que res­
petar los principios otorgando a la delegación el efecto de
tena sentencia derivada del convenio en cuestión, y no re­
gulándose por el convenio. La Asistencia pública trató en
vano de obtener del legislador una validación de los conve­
nios sobre cesión de patria potestad que lograra que se le
hiciesen, a fin de impedir a los padres que le abandonaran
sus hijos, que volvieran a llevárselos una vez educados, con
objeto de aprovecharse de sus ganancias y tal vez de indu­
cirlos al vicio.
De hecho, no obstante, el legislador no tardó en ir más
lejos todavía, al consagrar, en defecto una cesión explícita,
la cesión implícita de la patria potestad a la Asistencia
pública (núm. 401) o de la guarda del menor a otra persona
después del abandono del hijo (núm. 407 y s.).
(1) Vfieeilles, Contrat de mariage, II, núm. 431.
(2) V in frá núm. 311, sobre el caso do separación de hecho del padre y de la
madre, y nuestro Tratado, t. VIII, núm. 29 sobro la cláusula del contrato de matri­
monio* que atenta a la patria potestad.
PATRIA POTESTAD 325

Por otra parte, la ley de 19 de junio de 1923 ha per­


mitido la adopción de los menores; esta adopción, autori­
zada por el padre y la madre, modifica muy profundamente
sus derechos.
La patria potestad pasa al adoptante, comprendido en
ella el derecho de consentir el matrimonio (infrá, núm. 314
y s.).
Sección II.—Personas investidas de la patria potestad.

§ 1. Padres legítimos.
309. Derechos del padre y la madre. Supremacía del
padre.—El art. 272 atribuye la patria potestad conjunta­
mente al padre y a la madre. Pero, en la generalidad de
los casos, el derecho de la madre es casi nominal: en efecto,
el art. 373 añade: “sólo el padre ejerce esa autoridad du­
rante el matrimonio”. Por lo tanto, mientras el padre esté
vivo y sea capaz, la autoridad materna duerme, por decirlo
así. La ley ha querido dar a la familia un jefe en la per­
sona del marido (1).
De lo expuesto se deduce que la madre no tiene el dere­
cho de censura ante los tribunales en cuanto a la forma en
que ejerce el padre la guarda, la vigilancia, la educación del
hijo y aún la administración de sus bienes. Los tribunales
no tienen facultades para servir de árbitros entre los pa­
dres; precisamente para evitar el incesante recurso judi­
cial, muy poco favorable para la paz entre los cónyuges, la
ley da un jefe al hogar (2).
310. Derechos de la madre.—No obstante, la regla
debe ser comprendida de una manera liberal y la madre
puede ejercitar ciertos derechos.
1’ En primer término debe ser consultada sobre el
casamiento de los hijos que no tienen 25 años (art. 148 y
151). Sin embargo, eso no es más que un signo de defe­
rencia, pues el consentimiento del padre prevalece.
2' En lo que concierne a la adopción, el consentimien-
(1) V. Lesonno, Code de la mére de familia, París, 1855; Jessionesse, Des
obligations et des droits de la mére, t., París, 1870; Rougé, De la participation
de la mere á la puissance paternclle, t. París, 1870; Haas, Les droits de la mére,
tesis, París, 1902'; Bonjcaoi, La maternité es ses cffets juridiques, t., París, 1911.
Lcfeuvre, Les droit de la mére sur les enfants dans le droii francails contcmpo*-
rain, t., París, 1913; Société d’Etiides legislativos: informe Meynial sobre los de­
rechos do la mujer en la familia, Bull. 1908, p. 212, núm; 261.
(2) París, 3 enero 1917, D. 1917. 2. 36. V. el núm. siguiente.
326 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

to de la madre es indispenasble durante la minoridad del


hijo (art. 348).
3’ La madre está facultada, más que ninguna otra per­
sona, para demandar la desautorización del padre indigno.
4* Si la mujer, estando separada de cuerpos y bienes,
subviene de su caudal a los gastos de educación del hijo,
tiene el derecho de censurar ante los tribunales y en inte­
rés de su fortuna, la manera en que el padre conduce dicha
educación (1).
59 Por último, la madre tiene ciertamente facultades
para obligar al padre a cumplir las obligaciones que la ley
le impone en interés del hijo. Ese derecho de ella no ofre­
ce dificultad alguna, cuando esas obligaciones se hallan
clara y explícitamente reglamentadas por la ley. Puede,
por ejemplo, exigir judicialmente que el padre haga dar
instrucción a sus hijos (2) (ley 6 abril 1882) ; haga inven­
tario de los bienes que les corresponden y respete las de­
más reglas imperativas que conciernen al usufructo o a
la administración legal. Resultarán dificultades, en cam­
bio. cuando los deberes que la madre pretenda hacer obser­
var al padre sean de orden más general. Los tribunales de­
berán respetar las prerrogativas de éste, siempre que la
salud o la amoralidad del hijo no se hallen en peligro. Pero
si comprueban evidentemente ese peligro, deben, creemos
nosotros, permitir a la madre que exija las medidas útiles
sin obligarla a demandar la extinción de todo o parte de
la patria potestad contra su marido (3). Puede, por lo
tanto hacer que se ordenen esas medidas poi' el juez com­
petente, y aún, en caso de urgencia absoluta, tomar ella
misma la iniciativa.
La preeminencia del marido en el ejercicio de la pa­
tria potestad es muy atacada por la literatura feminista
(4) y sus resultados son a veces enojosos, sobre todo cuan­
do se trata de hijos de corta edad. No obstante parece el
único medio de evitar conflictos insolubles y peligrosos.
(1) Caen, 8 abril 1851, D. 52. 2. 127, S. 51. 2. 720. La madre podría, tam­
bién, cuando no está separada de bienes y no quiere pedir la separación, llegar a
un resultado análogo, haciendo nombrar un consejo judicial a su marido.
(2) Por ejemplo, el tribunal ordenará, a instancia de la madre, que el hijo
sea colocado en un establecimiento de instrucción determinado y condenará al padre
a la pensión. En modo alguna es precisa una extinción de patria potestad.
(3) París 8 febrero 1912, D. 1912. 2. 273, S. 1914. 2. 209. Eso supone el
mantenimiento del derecho de intervención do los tribunales desde la ley do 1889.
V sobre este punto, infrá, núm. 385.
(4) V Turjean, Le feminismo franjáis; Madame Compain, L’un vers l antro,
ion?. Iqnrn- la Guerre et la condition privée de la fenune, tesis, París, 1919; Pro-
pram’a de la Liauc franjáis pour les droits des fomines, 1920; proposición Bcrnard,
dS 26 febrero 1909, J. Off. 21 abril, Doc. Parí., Cam, nú^ 2348.
PATRIA POTESTAD 327

311. Caso de separación de hecho.—Los conflictos


entre padres se agudizan sobre todo en el caso de separa­
ción de hecho. El principio es que una separación seme­
jante no cambia nada y que el marido, principalmente, es el
que conserva la guarda del hijo (1). Las convenciones que
se celebran frecuentemente a este respecto, en el momento
de la separación, no le perjudican (2), a causa de la indis­
ponibilidad de la patria potestad. Existe una sentencia
que establece que la madre no puede alegar la corta edad
de sus hijos para pretender que sus cuidados les son indis­
pensables (3), y se ha llegado hasta negarle el derecho de
visita (4) ; en resumen, parece que se la reduce, si quiere
recuperar parte de la patria potestad, a demandar la sepa­
ración de cuerpo o el divorcio.
Sin embargo, la jurisprudencia no muestra verdadera­
mente esa severidad sino cuando la madre no tiene una ra­
zón válida para residir fuera del domicilio conyugal. Cuan­
do la responsabilidad de la separación de hecho incumbe
sólo al marido, bien porque rehúse recibir a su mujer, o
porque le haga imposible la vida en su domicilio, hay que
admitir, por el contrario, que la madre no debe sufrirla;
los tribunales podrán, pues, adoptar una medida que sirva
para reprimir el abuso que comete el padre al privarla de
sus hijos. No puede permitirse a éste que ejerza sobre su
mujer, con propósito de divorcio, una violencia moral abu­
siva de la que sean instrumentos sus hijos (5). Además,
la exclusividad de su derecho de guarda está ligada a esa
comunidad de vida conyugal que él hace imposible. Si, por
el contrario, ]a responsabilidad de la separación incumbe
a la mujer, todos los derechos del marido deben ser respe­
tados (6).
Ocurre que, al abandonar sin derecho el domicilio con­
yugal, la mujer se lleva a sus hijos. El marido puede, en­
tonces, en vista de la urgencia, obtener del juez correspon­
diente una ordenanza que sancione su derecho de guarda.
(1) Orloans, 12 agosto 3897, D. 99. 2. 60; París, 20 mayo 1898, D. 99. 2. 447;
29 abril 1913, S. 1914. 2. 40; 3 enero 1917, D. 1917. 2. 37. Otra cosa sería en caso
de anulación do un matrimonio putativo, puesto que la preeminencia del marido
no existe sino durante el matrimonio V. infrá, núm. 313.
(2) París, 29 abril 1913, precitado.
(3) Orloans, 12 agosto 1897, precitada. Pero la sentencia descarta la alega­
ción más bien do hecho quo do derecho.
(4) Orleaus, 12 agosto 1897, precitada.
(5) Tr. Sena, 25 dic. 1910. D. 1911. 5. 19; París, 8 febrero 1912, D. 1912.
2. 273, S. 1914. 2. 209. V. no obstante París, 20 mayo 1898, precitada.
(G) Orloans, 12 agosto 1S97, precitada. Comp. Req. 18 junio 192B, Gas. Tríb.
24. 1. 32' y observaciones de Gaudemet en JScv. trim., 1924, p. 91 y* s.

I
328 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

La madre rebelde no incurre en las penas del art. 357, Có­


digo penal, que no puede alcanzarla sino después de sepa­
ración de cuerpos o de divorcio. Pero su marido puede re­
husarle subsidios y, si tiene la disposición de sus bienes,
obtener que se la condene a una sujeción (1).
312. Caso de muerte o de impedimento del marido.—
Siempre que el marido no pueda ejercer la patria potes­
tad, el derecho latente de la madre aparece, y ésta, conver­
tida en jefe natural de la familia, ejerce a su vez esa auto­
ridad.
Esto se produce:
r En caso de muerte del marido, a menos que esa
muerte extinga la administración legal; salvo esta reserva,
el derecho de la madre superviviente es tan absoluto como
antes el del padre^(2), y no puede en principio ser dismi­
nuido testamentariamente por él; el consejo de tutela que
él imponga no tendrá competencia sino para los actos que
conciernan a la tutela, con exclusión de la patria potestad
(3) (art. 391) ;
29 En caso de incapacidad del marido, a menos que
el tribunal que pronuncia esa incapacidad no considere
también a la madre indigna o incapaz de ejercer la patria
potestad (art. 9, ley 24 julio 1889) (4) ;
39 En caso de ausencia del marido, en el sentido jurí­
dico (art. 141) ; la ley dice que la madre tendrá a su cargo
la vigilancia de sus hijos con todos los derechos del marido
en cuanto a su educación y a la administración de sus bie­
nes; no habla expresamente del usufructo legal; pero cier­
tamente hay que concedérselo a la madre, después de la de­
claración de ausencia, puesto que la toma de posesión se re­
fiere entonces a todos los derechos subordinados al falle­
cimiento del ausente (art. 123) y el derecho del usufructo
, ■ •

de la madre entra en esta categoría (5). La cuestión, ade-


(1) V. nuestro Tratado, t. II, núm. 371.
(2) Aubry y Rau, IX, § 550, p. 110. V. también bibliografía citada suprd,
p. 303, nota 1, y una muy larga nota, 8. 30. 2. 337. Comp. Desserteaux, De la
protcction des enfants légitvmcs aprés prcdécés de leur ou, de leur mere, Kcv.
trim.. 1912, p. 6. z c
(3) París, 27 agosto 186/, D. Jwr. Gén., Supp., v’ Aiinorvté-tuteUe, núm. 6o, b.
68. 2. 113. V.’ín/rd, núm. 481.
(4) V. infrd, núm. 399 y 400. Esta reserva se aplica, parece, aunque afuera uo
la ley de 1889 quo sólo la prevé expresamente. Es en efecto cierto que dejar la
patria potestad a la mujer que vive con su marido, podría hacer ilusoria la pres­
cripción de ú1 Capitant, I, p. 460; Baudry-Lacantineric y IIouques-Fourcadc,
II núm 1293- Contra Aubry y Rau, IX, § 550, p. 111; Alger, 29 mayo 1886, D.
91. 1 413, 8. 89. 1. 217. 27 dic. 1890, 8. 92. 2. 5.
PATRIA POTESTAD 329

más, no tiene interés sino en el caso de que ]a madre no


esté casada bajo un régimen de comunidad u opte por ]a
disolución de ésta.
49 Se deben generalizar las reglas precedentes a to­
dos los demás casos en que el marido se halla impedido de
ejercer la- patria potestad. Esta se encuentra delegada en
la madre en la medida en que existe el impedimento. La
locura del marido, sobre todo en caso de interdicción, en­
traña una delegación completa de la patria potestad (1).
La no presencia del marido supone una delegación parcial
de la misma, según lo ha reconocido la ley de 3 de julio
de 1915 relacionada con los movilizados de la guerra
de 1914 (2). Esta última delegación se halla además do­
blemente limitada: en primer término, no se aplica sino en
la medida en que el padre está realmente impedido por su
alejamiento, de ejercer personalmente sus prerrogativas
y además, la madre, salvo en el caso en que sean evidente­
mente perjudiciales para el hijo, debe respetar todas las
disposiciones proscriptas por el padre, antes de su partida,
para el tiempo que dure su ausencia (3).
313. Caso de divorcio, de separación de cuerpos o de
nulidad de matrimonio.—Nada justifica ya, en este caso,
la preeminencia del padre, que no se apoyaba sino en la
unidad del grupo de que era jefe. La intervención de los
tribunales en las relaciones de los padres indeseable en
tanto que el matrimonio está unido, se convierte en algo
sin inconveniente cuando está separado. Son ellos, pues,
los que han de decidir la atribución de la guarda de los
hijos (Art. 302) y los que han de arbitrar en interés de los
menores todos los conflictos entre padres, que suscite el
ejercicio de la patria potestad (Arts. 302 y 152) (4).
Los tribunales se reconocen en el caso de anulación de
un matrimonio putativo, el mismo papel de árbitros que
la ley les atribuye en caso de divorcio o de separación de
cuerpos (5).
§ 2. Padres adoptivos.
314. Principio de la transferencia de la patria po­
testad a los padres adoptivos.—La adopción de un hijo me­
cí) Orleans, 9 agosto 1817, D. Jur. Gén., v* Intcrdiction, núm. 164; Aubry y
Rau, loe. cit. bajo la misma reserva. A. Colín y Capitant, loe. cit.
(2) Isore, La gucTre et la condition privée de la fentyne, tosis, París, 1919.
(3) París, 3 enero 1917, D. 1917. 2'. 37.
(4) V. nuestro Tratado, t. II, núm. 650 y s.
(5) Niines, 27 octubre 1919, Gaz. Trib., 24-25 dic. 1919.

f
330 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

ñor da al adoptante la patria potestad. (Art. 352, Ley 19


junio 1923). Poco importa que el menor haya estado an­
tes bajo tutela o bajo la patria potestad de sus padres.
Pero si hubiere estado bajo su potestad, la ley les reserva
el derecho de recobrar ésta en el caso de interdicción del
adoptante de muerte o de su desaparición judicialmente
comprobada.
Así, pues, al ejercer una potestad virtual, los padres
del adoptado están, respecto del adoptante, en una situa­
ción semejante a la de la madre respecto del padre. Su
derecho al control es el mismo (suprá, No. 310) Pueden
provocar la pérdida de la potestad del adoptante o impug­
nar sus abusos, exigir que cumpla sus obligaciones, negar­
se a contribuir a una forma de educación que les implique
gastos exagerados, en caso en que los gastos estén a su car­
go y ejercitar, por último, el derecho de visitar al hijo en
las medidas que les convengan.
315. Extensión de la patria potestad transferida a
los padres adoptivos.—La ley no precisa si la patria po­
testad transferida al adoptante debe entenderse en sentido
amplio o en sentido estrecho. Por lo tanto, se ha podido
sostener (1) que no implica sino los derechos previstos en
el título del Código bajo el rubro De la patria potestad (de­
recho de guarda y sus accesorios, derecho de corrección, de­
recho del usufructo legal). El artículo 352, se ha dicho es­
tablece, en principio, que el adoptado continúe en su fami­
lia natural. No indica la transferencia de la patria potes­
tad sino como una excepción a esta regla. Esta excepción
debe, pues, ser entendida en sentido estricto. Además por
la propia ley se comprueba, al juzgar necesario añadir que
el adoptante no posea solamente la patria potestad, sino
el derecho de consentir al matrimonio; esta última disposi­
ción hubiera sido inútil si la transferencia de la patria po­
testad fuera general. Estos argumentos no parecen defi­
nitivos. En efecto en la Sociedad de Estudios Legislati­
vos que ha preparado la ley de 1923, las declaraciones for­
males del ponente y del Presidente de la comisión (2) se
ha sostenido que la transferencia de la patria potestad im­
plicaba utodos los poderes que resulten de la misma”, y

(1) Rouast, Corn/mentaire de la loi du 19 juin 1923, D. 1923. 4. 259 y nota


D. 1924. 2. 161.
(2) Declaraciones do M. Ed, Lévy, informador, Bull., 1920, p. 91 y de M.
Tissier, presidente, ibid., p. 118.
PATRIA POTESTAD 331

que el derecho de consentir el matrimonio del adoptado no


es más que una de sus consecuencias, grave, pero lógica.
Por lo tanto, hay que estimar comprendido en la pa­
tria potestad transferida a los padres adoptivos el derecho
de administración legal, en el caso en que el adoptado tu­
viera bienes. Si, además, la tutela no se hallara abierta,
¿cómo dejar esa administración legal a los padres del adop­
tado, cuando al perder el usufructo legal, no administra­
rán ya sino en interés del adoptante? Se puede, por últi­
mo, añadir que los padres del adoptado ejercerán sobre la
administración de los bienes por el adoptante, la misma
intervención de vigilancia que la madre sobre la adminis­
tración del padre; ahora bien, se sabe que esa vigilancia es
la que permite que se den al administrador legal derechos
más amplios que al tutor. Estos argumentos parecen con­
tradichos por la circunstancia de la falta de vocación here­
ditaria del adoptante en la sucesión del adoptado.
Pero, si la tutela del adoptado estaba en ejercicio
cuando ocurre la adopción, no creemos que pueda resuci­
tarse en beneficio del adoptante una administración legal
definitivamente extinguida. Solamente procederá la mo­
dificación de la tutela, ya que el adoptante encuentra en la
patria potestad que se le atribuye, los derechos de tutela
legal que antes correspondían al padre o a la madre del
adoptado. La administración legal del adoptante se trans­
forma igualmente en tutela si posteriormente a la adop­
ción, los padres legítimos del adoptado mueren ambos.
Como se ha visto, es efectivamente el control de los padres
lo que permite conceder al adoptante derechos más amplios
que a un simple tutor.
Del mismo modo que ocurre con la administración le­
gal al adoptante debe conferírsele el derecho de emancipar
al hijo. ¿Cómo mantener, según se ha propuesto (1), ese
derecho al verdadero padre y permitirle que anule así la.
patria potestad del adoptante, es decir, que borre los efec­
tos de la adopción?
Del propio modo, el adoptante podrá nombrar al adop­
tado un tutor testamentario, en el caso de que, habiendo
muerto o siendo desconocidos los padres legítimos o natu­
rales de éste, no pueda volver a ellos, de derecho, la patria
potestad a la muerte del* adoptante. Esta designación del
tutor testamentario por el adoptante, se justifica, tanto por
(1) Rouast, loe. cit.


332 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

la sucesión que deja al adoptado, como por la superviven­


cia parcial, después de la muerte, de todo poder paterno.
(suprá, No. 305).
316. Caso en que la adopción se haga por dos esposos
conjuntamente.—En ese caso, el marido, mientras viva, es
el único que tiene el ejercicio de la patria potestad, de igual
modo que en la familia legítima. A su muerte, este ejer­
cicio pasa a la mujer antes que a los padres del hijo, nada
impide que se pueda conservar para el superviviente de los
dos adoptantes la administración legal, mientras que vivan
los padres legítimos; éstos ejercen, sobre el adoptante, un
control análogo al de la madre legítima sobre el padre. En
cuanto al consentimiento para el matrimonio, en que la ley
exige el del adoptante (art. 352) es difícil, por falta de pre­
cepto expreso, admitir preferencia a favor del marido. Sin
embargo, esta solución sería prácticamente deseable (1).
§ 3. Padres naturales (2).
317. Atribución de la patria potestad a los padres
naturales.—La mayoría de las legislaciones extranjeras,
como lo hacía antes nuestro antiguo Derecho, no estable­
cían, en principio patria potestad sobre los hijos naturales.
La patria potestad supone la organización de una familia
cuyo jefe haya aceptado voluntariamente los deberes que
constituyen la razón de ser de esa potestad, en la que se
encuentra asistido y vigilado, para el cumplimiento de sus
deberes por los otros miembros de la familia. Estas condi­
ciones faltan siempre más o menos en el caso de filiación
natural. La patria potestad es difícil concebirla en ese
caso, por lo menos cuando el hijo se ha impuesto a sus pa­
dres por medio de una investigación de maternidad o de
paternidad. Hay que buscar, por tanto, en otras institu­
ciones la protección de los hijos naturales (3). No obs-
(1) V. nuestro Tratado, t. II, núm. 132.
(2) Bibliografía.—Rousseau, La minorité des enfants naturels. París, 1908.
Travers, Ve la puissance paternelle et de la tutcllc sur les enfants naturels, París,
1907; Informe A. Colín y discusión, Bull. soc. ct. leg., 1902-03; A. Roux, T)c la
condition des enfants naturels dans le codo civil allemdnd, th., París, 1902. Sobro
los derechos suizo, belga, monegasco, comunicación de M. Champcommunal. Bull. Soc.
lea comp 1909-10, p. 79 y s.; Lohr, Situation juridique des enfants naturels en
droit comparé, Bev. de derecho int 1905 p. 625.
(3) La cuestión es ademas difícil de resolver bien, a causa de los dos rasgos
esenciales de la familia natural: su carácter más o menos oculto, y su inorgani­
zación por falta de deberes voluntariamente asumidos por sus miembros. So des­
voces inexplicablemente estas dos realidades positivas c ineluctables (V.
i Jol Cnnercso pen. de Washington en favor de la similación do los hijos
.'ai ? legítimos, Kev. pe»., 1909, p. 1180).
PATRIA POTESTAD 333

tanto, el Código civil de 1S04, concedía ya a los padres na­


turales uno de los atributos más característicos de la pa­
tria potestad: el derecho de consentir al matrimonio de
sus hijos (art. 158 antiguo). Pero se discutía sobre la ex­
tensión de las facultades de los padres. La ley de 2 de
julio 1907 ha venido a definirlos en un sentido muy favo-
rabie a los padres.
318. Extensión de la patria potestad. — El artículo
383 actual asimila en principio la patria potestad de los
padres naturales a la de los padres legítimos. No obstan­
te, en el caso en que el padre y la madre hayan reconocido
al hijo, ni uno ni otro la ejerce con la misma soberanía que
un padre legítimo; resulta, en efecto implícitamente del
art. 383 al. 2, que cada uno de ellos tiene sobre la patria
potestad del otro un amplio control. El derecho de visitar
al hijo a aquel que no tiene la guarda, no puede descono­
cérsele. Por lo demás, puede decirse que en este caso, la ley
no hace más que restringir la plenitud de la patria potes­
tad de los padres puesto que excluye de ella la administra­
ción legal o que resulta reemplazada por la tutela, la cual
se ejerce de pleno derecho por la misma persona que tiene
la patria potestad (art. 389). Sin embargo es posible que
resulten separadas en caso de excusa o de destitución de la
tutela; los problemas que plantea esta situación han sido
ya estudiados (supra, No. 301) (1).
319. Atribución de la patria potestad al padre y a
la madre.—En ausencia de familia constituida, no hay nin­
guna razón para dar la preferencia al padre natural. Por
eso, el artículo 383 decide que la patria potestad corres­
ponde a aquel de los padres que haya reconocido primero
al hijo; la preferencia del padre sólo existe en el caso de
reconocimiento simultáneo; en cuyo caso es necesaria una
regla legal de atribución.
Estas disposiciones tienen la ventaja de evitar una
transferencia de patria potestad en caso de reconocimien­
tos sucesivos. Se añade que la prioridad del reconocimien­
to indica una mayor afección. Esto no es muy exacto: la
madre reconoce algunas veces primero al hijo, porque le es
mucho más difícil ocultarse que al padre, y a veces, tam­
bién, para intentar una acción en investigación de paterni-
(1) El art. 340 C. cív. atribuye a la madre natural el derecho dp buscar la
paternidad del hijo, sin que haya lugar a examinar si ella posee la tutela: Limoges,
17 marzo 1924, Gaz. Pal., 24 mayo.
334 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

dad contra un hombre rico. En cambio, si el reconocimien­


to tiene lugar en el acta de nacimiento, el padre tiene la
prioridad por la fuerza de las cosas, siempre que la madre
no haya efectuado el reconocimiento durante su embarazo.
La ley, temiendo que el azar ponga la patria potestad
en manos del menos conveniente, permite a los tribunales,
en interés del hijo, que se la den al otro, y son soberanos al
apreciar la utilidad de esa sustitución, que no está subor­
dinada a ninguna causa de extinción determinada. Esa
transferencia judicial de la patria potestad puede efectuar­
se total o parcialmente. De esto resulta para uno de los
padres el derecho de impugnar ante los tribunales las dis­
posiciones tomadas por el otro (1), puesto que la situación
es análoga a las de los padres legítimos divorciados o sepa­
rados de cuerpos (2). Por la misma razón, las decisiones
que atribuyen la patria potestad al uno o al otro de los pa­
dres, pueden ser constantemente revisadas (3).
A la muerte de uno de los padres, el otro toma de ple­
no derecho la patria potestad que antes había podido serle
negada por la ley o los tribunales (Art. 383).
320 Hijos adulterinos e incestuosos.—En el caso en
que la filiación adulterina o incestuosa se encuentre excep­
cionalmente comprobada, procede la aplicación de las mis­
mas reglas, puesto que la ley no hace distinción alguna.
En Alsacia y Lorena los hijos adulterinos e incestuosos
pueden ser reconocidos por sus padres, pero el art. 16 de la
ley de 1’ de junio de 1924 decide que, en estos casos, la cons­
tancia de la filiación producirá sólo efectos alimentarios.
(1) Este principio era admitido antes de la ley de 1907 (V. Riom, 26 julio
1854, D. 55. 2. SI, S. 55. 2. 15; Chambéry, 8 dic. 1900, D. 1903. 2. 146) pero no
podía ser de otro modo entonces, puesto que la patria potestad no se reconocía sino
con reservas a los padres naturales (Lyon, 8 marzo 1859, D. 59. 2. 141, S. 60. 2.
431; París, 10 mayo 1894, D. 94. 2. 534).
(2) Pero como la ley penal es do interpretación estricta, no se puedo exten­
der al padre natural que niega al otro la devolución del hijo pronunciada judicial­
mente, el art. 357 C. pen. (L. 5 dic. 1901), que castiga esta negativa, por parte de
los padres divorciados (París, 8 marzo 1921, D. 1921. 2. 110).
(3) Las medidas referentes a la reglamentación de la patria potestad so to­
man según el procedimiento normal, y no en Sala del consejo como aquellas por
las cuales (art. 389 al. 13) el tribunal reemplaza el consejo do familia (Civ. 31 oc­
tubre 1917, D. 1917. 1. 158). Por la misma razón aquel de los padres que es atri­
butario leal de la patria potestad no puede dirigirse, salvo caso de peligro ur­
gente al juez de los recursos, para recobrar la guarda dol hijo. Pertenece a los
tribunales y no a la jurisdicción perentoria (juego do rófórés) (a) al decidir si no
conviene mantener la guarda al otro de los padres: París, 7 febrero 1924, Gas. Pal.,
21 raa^-° ^^p’rocedimiento francés (arts. 806 y sigts. Cód. pr. civ.) establece una
iurisdicción especial (référós) para casos perentorios o urgentes, y el juez cuando
’actúa en ese carácter so llama “jugo de référós”
PATRIA POTESTAD 335

El reconocimiento no confiere, pues, a su tutor la patria


potestad (1).
§ 4. Derechos de los ascendientes.
321. Derechos vitalicios del padre y la madre.—En
tanto que el hijo cuente con padre o madre, los ascendien­
tes lejanos no ejercen ninguna autoridad sobre él; no
pueden, principalmente, impugnar la forma de educación
escogida por los padres. La potestad de éstos es indepen­
diente de la de los abuelos (2), aun cuando los padres sean
menores (3).
No obstante, los hijos están obligados á un deber de
respeto hacia sus ascendientes de todos los grados (4). El
padre no puede, pues sin razón legítima (5), oponerse a
que el hijo cumpla sus deberes con sus abuelos, suprimien­
do todas las visitas y toda correspondencia. Los tribunales
tienen el derecho de autorizar unas y otra, a pesar de la
voluntad del padre, y en las condiciones que juzguen con­
venientes (6). Algunas decisiones llegan hasta suspender
la guarda que corresponde a los padres, confiando el hijo
a sus ascendientes varios días, por ejemplo, durante todas
o parte de las vacaciones (7). Si bien la Corte de casación
ha visto en tal medida un atentado ilegal al derecho de
guarda del padre o de la madre, que es inviolable mientras
no intervenga una destitución (8), sin perjuicio, no obs-
(1) Hamel, l¿cp. prat. de droit d’Alsace et Lorrain-e, v9 líinorité, núm. 128.
(2) Sobre la ineficacia del testamento del ascendiente que usurpa la patria
potestad: Orleans, 5 febrero 1870, D. 70. 2. 49, S. 70. 2. 257.
(3) Caen, 7 julio 1913, S. 1920. 2. 41.
(4) Y también hacia los ascendientes de sus padres naturales, no obstante
la ausencia del parentesco legal: lo que sigue es, pues, en principio, aplicable para
ellos como para los ascendientes legítimos. Comp. París, 20 junio 1861, D. 61. 2.
136, S. 61. 2. 461.
(5) Req. 12 julio 1870, D. 71. 1. 218, S. 71. 1. 28; Civ. 26 julio 1870, D.
71. 1. 217, S. 71. 1. 28; París, 20 junio Í861, precitada; Lyon, 13 nov. 1907. C.
1908. 5. 31. H
(6) Civ. 8 julio 1857 ,D. 57. 1. 273, S. 57. 1. 721; Req. 12 julio 1870 y Civ.
26 julio 1870 precitada; 28 julio 1891, D. 92. 1. 70, S. 91. 1. 385; Req. 12 febre­
ro 1894, D. 94. 1. 218, S. 94. 1. 240; París, 5 agosto 1908, D. 1908. 2. 288, S.
1908. 2. 280. En principio, los ascendientes tienen el derecho de no estar vigila­
dos durante el tiempo de su visita (Req. 12 julio 1872 y 12 febrero 1894, precita­
das). En principio, también, la visita se hace en el domicilio del padre (Burdeos,
16 julio 1867, D. 68. 5. 340, S. 68. 2. 70) pero los tribunales pueden igualmente
ordenar que el niño sea llevado a visitar a sus abuelos (París, 5 agosto 1908 pre­
citada). Sobre estos puntos v. juotas de Loynes, D. 90. 2. 25 y 93. 2. 81.
(7) Req. 12 julio 1870, precitada; París, 14 agosto 1869, D. 69. 2. 238, S. 69.
2. 267; Nimes, 3 agosto 1898, D. 99. 2. 381, S. 99. 2. 20.
(8) Civ. 26 julio 1870, precitada; Civ. 28 julio 1891 precitada; Agen, 6 nov.
1889, D. 90. 2. 25, S. 90. 1. 132, nota de Loynes; París, 26 febrero 1S92, D. 92.
2. 311; Req. 12 febrero 1894, precitada; París, 5 agosto 1908, precitada.
336 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL» FRANCÉS

tante de los casos de necesidad absoluta (1). Las visitas


permitidas a los abuelos no resultan aseguradas por las
sanciones del art. 557. C. penal (2). Pero nada impide,
creemos, que los tribunales ordenen una medida de rigor.
Por otra pt.rte, hay que reconocer a los ascendientes
el derecho de obligar a los padres» si es necesario, judicial­
mente, a cumplir aquellas de sus obligaciones señala­
das por la ley. Los ascendientes además tienen derecho
para pedir la extinción de la patria potestad y pueden vi­
gilar la salud del menor, por medio de un médico del que
se hagan acompañar durante sus visitas (3) ; y si a causa
de salud se exigen cuidados indispensables, en caso de ne­
cesidad, pueden pedir que sean ordenados judicialmente;
así como cualquier otra medida urgente, o simplemente
necesaria, exigida por el interés del menor. Por último, si
ellos atienden, por medio de una pensión alimentaria, a la
subsistencia de sus nietos, están en el derecho de velar por­
que sus padres empleen convenientemente esos alimentos.
Hay que añadir que el artículo 935 les permite aceptar
las donaciones hechas a sus nietos, en nombre de éstos,
aunque vivan el padre y la madre.
Las convenciones que restrinjan o aumenten sus dere­
chos, serán nulas (4).
322. Derechos después de la muerte del padre y la
madre.—De una manera general, la patria potestad no
pasa a los ascendientes del segundo grado al fallecimiento
del último superviviente de los padres. No obstante, la ley
les concede un doble derecho que no se explica ñno como
un vestigio de patria potestad.
P La tutela, les corresponde, a menos que el último
superviviente de los padres no los haya despojado de ella
éArt. 402). El consejo de familia escoge entre los ascen­
dientes. Las facultades concedidas al ascendiente son los
del tutor (5).
29 Los ascendientes ejercen siempre, aunque no ten­
gan ]a tutela, el derecho de consentir al matrimonio de su
descendiente (art. 150). Es imposible explicar esta pre­
rrogativa discrecional sino como un residuo de la patria
potestad.
Civ. 28 julio 3 891, precitada.
(1)
(2)
(3)
(4)
sssiS's.K.ní- i74's- v.s
-■
(5)
PATRIA POTESTAD 337

La preferencia concedida en otros tiempos a la rama


paterna para el ejercicio de esos derechos, ha desaparecido
por una modificación de los preceptos del Código civil
(Ley 20 de marzo de 1917).
§ 5. Derechos de la Asistencia Pública (1).
323. Caso en que la patria potestad se delega en la
Asistencia Pública.—Los derechos de la Asistencia Pú­
blica sobre sus pupilos no llevan legalmentc d nombre de
patria potestad, sino en los casos, previstos por el títu­
lo II (2) de la ley de 24 julio 1889, en que el Tribunal de­
lega en ella esas prerrogativas. Esos casos son dos.
T La delegación de la patria potestad en la Asisten­
cia Pública puede ser voluntaria de parte de los padres (3).
Supone entonces una convención entre los padres, de una
parte, y de otra parte, la administración de la Asistencia
Pública o un particular que goce de sus derechos civiles, o
una asociación autorizada a ese efecto» que consienta en
encargarse del niño. Este acuerdo no tiene valor por sí
mismo; pero la Sala del consejo del tribunal, a la que se le
haya dirigido una demanda conjunta de las partes (4), pue­
de confirmarlo por medio de una sentencia dada en audien­
cia pública, debiendo ser oído el Ministerio Público (ar­
tículos 17 y 18).
29 La misma delegación puede ser la consecuencia del
abandono moral de los hijos por parte de sus padres. Pero
constituye una verdadera extinción que será examinada,
como tal, más adelante (infrá, mim. 408).
324. Consecuencias de la delegación.—En los dos ca­
sos, es en el Estado, representado por la Asistencia Públi­
ca, en quien se delega la patria potestad. Esa delegación es

(1) Bibliografía.—Gory y Worms, Tr. tlieoriquc et platique de l’Assistanec


publique; Samaran, Les pupüles de l’Assistance publique th. París, 1907; Lam-
perriéro; La rcvendicatioii des enfants recucillis par l’Assistance publique, th. París,
1910; Hamel, Pouvoirs de l’Assistance publique sur ses pupilles, Rov. pon., 1911,
p. 746; Fleury, De l’application- ct de l’interprctation de l’art 6 de la loi du í?7
juin 1904 dans les rapports de l’Assistance publique avee les parents, th. Rennes,
1910.
(2) Desde la ley de 15 do noviembre do 1921, el título I de la ley de 18S9
provó también delegaciones, pero solamente parciales, de atributos de la. patria
potestad.
(3) Planiol, Lev. critique, 1911, p. 158.
(4) Creemos que la delegación consentida por el padre no tiene efectos en
relación con la madre, si ésta, no ha por sí misma tomado parte en la convención
y en la instancia. Ella podrá, pues, reclamar el niño a la muerte de su marido
(Comp. Nancy, 30 noviembre Í909, D. 1913. 5. 12).

41
33S TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

siempre absoluta, si se trata de un niño moralmente aban­


donado; en cambio, cuando se trata de delegación volunta­
ria puede limitarse a las facultades convenidas entre las
partes. Pero al principio de la atribución de la patria po­
testad a la Asistencia Pública no impide al tribunal el con­
ferir el ejercicio de todas o parte de sus prerrogativas a
la persona o al establecimiento que recoja al hijo (art. 17
y 20). La preferencia de la Asistencia Pública se mani­
fiesta entonces por una vigilancia que ejerce el prefecto,
el cual, en caso de necesidad, acudirá ante el tribunal para
obtener la destitución de la persona o del establecimiento
a que hayan sido remitidos esos derechos (art. 22 y 23).
Por otra parte, los padres cuya patria potestad hubie­
ra sido delegada, incluso por su voluntad, en la Asistencia
Pública, pueden de tres en tres años, presentar una deman­
da al tribunal de la residencia del hijo para hacer que se le
restituya la patria potestad. El tribunal examina en Sala
de Consejo la demanda y pronuncia, en audiencia pública,
una sentencia que no puede pronunciar sin previa audien­
cia del guardián del niño; esa sentencia debe imponer en­
tonces una indemnización a los padres no indigentes.. Si
el examen del asunto revela contra los padres causas de
destitución, el Ministerio público velará porque el Tribu­
nal pronuncie la destitución al rechazar la demanda (ar­
tículo 21).
En caso de delegación voluntaria, los padres conser­
varán todas las atribuciones de la patria potestad que se
hubieran reservado; no obstante si rehusaran consentir al
matrimonio de sus hijos, la Asistencia Pública podrá hacer
juez al tribunal de su disestimiento con los padres o este
respecto (art. 17, al. 2) (1).
Esta parte de la ley de 1889 resulta poco aplicada: la
delegación voluntaria es sobre todo muy rara. La Asisten­
cia Pública la había hecho introducir para tener armas
contra los padres que pretendiesen recobrar a los lujos
abandonados, una vez criados los hijos por ella. Pero, en
realidad desde la ley de 27 de junio de 1904, la Asistencia
Pública se encuentra de pleno derecho protegida contra
esas reclamaciones sin tener necesidad de delegación. Y
aún más en cuanto que los padres no retienen prácticamen­
te ninguna atribución de la patria potestad y no facilidad
para hacérsela restituir.

(1) Véase nuestro Tratado, tomo II, núm. 137.


PATRIA POTESTAD 339

325. Equivalente de una patria potestad en la tute­


la administración de la Asistencia Pública sobre todos sus
pupilos.—Fuera del caso de delegación de la patria potes­
tad, los derechos de la Asistencia Pública sobre sus pupi­
los llevan solamente el nombre de tutela (ley 27 junio 1904
tit. III, sec. II). Pero, de hecho, salvo la administración
legal, comprenden todos los atributos de la patria potestad:
el usufructo legal (art. 16), un derecho de corrección tan
extenso y mejor regulado que el de los padres (ley 28 ju­
nio 1904 sobre los pupilos de la Asistencia Pública contu­
maces viciosos), y por último, el derecho de guarda (ar­
tículo 17), y el derecho de consentir al matrimonio de los
pupilos; a su emancipación; a su alistamiento militar (ar­
tículo 13) y lo que permite además demostrar cuan inexacto
es ver en eso una simple tutela, es la enumeración de los pu­
pilos sobre los cuales se ejerce, de acuerdo con los términos
del art. 6 de la ley.
En efecto, además de, 1’ los niños encontrados; 29 los
niños abandonados ordinarios; 39 los huérfanos pobres (1) ;
49 los niños cuyos padres han sido privados de la patria
potestad, esta lista comprende, 59 los niños cuya patria po­
testad ha sido delegada en la Asistencia Pública siguiendo
las reglas estudiadas en el número anterior. Sobre ellos,
es innegable que la Asistencia Pública ejerce absolutamen­
te la patria potestad. Ahora bien, la suerte de los demás
no se distingue en nada de las de sus pupilos, sino es por
los derechos que los arts. 17 y 21 de la ley de 1889 dejan a
los padres cuya potestad ha sido delegada. Para todo lo
demás, los pupilos de la Asistencia Pública son iguales. Es
decir, que no se hallan sometidos a una simple tutela, sino
a una potestad semejante a la potestad paterna.
Por eso, la Corte de Casación ha podido justamente
declarar que esta potestad, calificada de tutela administra^
tivay destruye los derechos de los padres en caso de con­
flicto (2). Lo ha dicho en particular sobre el más signifi­
cativo el más poderoso de los derechos de los padres la
guarda, ante el cual un verdadero tutor ha tenido siempre
que inclinarse. La Asistencia Pública, en cambio, decide
(1) Do acuerdo con los términos de la ley de 1904, el huérfano pobre es el
huérfano quo no tiene medios de existencia. Cae bajo la tutela de la Asistencia
pública desdo quo ésta lo recoge, y esto aún en el caso de que su tutela haya sido
ya organizada conforme al derecho común, cuando el tutor no se puedo ocupar
efectivamente de 61 y mantenerlo: Lyon, 28 dic. 1923, Rev. Jud. Lyon, 28 abril 1924.
(2) Civ. 10 enero 1912. D. 1912. 1. 153 nota Planiol, S. 1912. 1. 366, cassant
París, 8 julio 1909, D. 1910. 2'. 351, S. 1911. 2. 156, nota Flugueney, Como. Tr. Sena,
4 enero 1911, D. 1912. 2. 57 nota Planiol, S. 1911. 2. 156.
310 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

casi libremente cuando los padres reclaman uno de sus pu­


pilos, si este debe serles devuelto (art. 17) (1) ; los tribu­
nales no pueden, a su pesar, ordenar la restitución, sino en
el caso de que comprueben que el interés del niño exige su
retirada de la Asistencia Pública. Caso evidentemente raro.
Las distintas prerrogativas de la Asistencia Pública,
que pueden igualmente oponerse a los padres, serán, pues,
estudiadas al propio tiempo que las prerrogativas corres­
pondientes a éstos. La administración legal resulta reem­
plazada por una verdadera tutela; por eso, se estudiará en
el capítulo consagrado a esta última institución.

§ 6. P apilo s de la nación (2).

326 ¿Quién puede ser adoptado como pupilo de la


nación?—La ley de 27 de julio de 1917, modificada en al­
gunas de sus disposiciones por la de 26 de octubre de
1922 (3) ha querido manifestar la solicitud de la Nación
hacia los hijos de los muertos y mutilados de la última
guerra, así como por los hijos que hayan sido víctimas di­
rectas de esa guerra (4). Se benefician, pues con sus dis­
posiciones (art. I9) ;
l9 Los menores víctimas de la guerra de 1914, en el
sentido de la ley de 24 de junio de 1919, es decir, que “a
consecuencia de los hechos de la guerra, definidos en el ar­
tículo 2 de esa ley, hayan recibido una herida o contraído
un mal que haya entrañado una enfermedad”;
29 Los “huérfanos cuyo padre, madre, o sostén de
familia haya sido muerto por el enemigo” o “haya muerto
de heridas o de enfermedades contraídas o agravadas por
el hecho de guerra”; la palabra sostén de familia se en­
tiende ampliamente; designa a toda persona que haya asu­
mido la carga del sostenimiento de un iniño (art.
' 2);. se
considera este niño como huérfano;
(1) Civ. 10 junio 1912 precitada.
(2) Bibliografía.—Félix, Des pupilles de la nation, 1924; Le Gal, tesis,
Rennes, 1921; Maumy, t. Poitiers, 1923; Challarnel, La loi da 27 juillct 1.918, 1919.
(3) El decreto del 3 de julio 1913 declara estas dos leyes aplicables en Ai-sacia
? ¿'0(4)a’ V. sobre la preparación de la ley: Berthélémy, Le sort d-es orphelins de
la auerre Reforme socialc, 1916. Discusión Soc. d'éiudes legislatvves; informes
Berthélémy y Saleillcs. Bull. 1914, p. 247 y s, 299. 317 y s., 1915, p 256 y s.
Re?lt de a¿n. publ. 15 nov. 1917, D. 1918, 4. 254, S. 1918. 9. 4. 617 varias veces
modificado Gire. Minist. Just. 7 enero 1918. Duvcrgier 1918, p. 28. Sobre ley do
1922 y el alcance de las modificaciones que ésta aporta a la ley de 1817; Hamel,
Ecv. trim., 1922, p. 962.
PATRIA POTESTAD 341

39 Los niños cuyo padre, madre o sosten de familia


se encuentren, por virtud de heridas recibidas, o de enfer­
medades contraídas o agravadas por un hecho de guerra,
en la incapacidad de proveer a sus obligaciones y a sus car­
gas de 4‘jefe de familia”, si esos niños han nacido antes
del fin de un período de 300 días después del cese de las hos­
tilidades (1) ;
49 Los niños cuyo padre o sostén de familia haya de- "
saparecido en el campo enemigo en forma tal que se presu­
ma su fallecimiento; esta clase se hjt hecho inútil por virtud
de las facilidades dadas para obtener en ese caso el juicio
declarativo de defunción.
En todos los casos, es preciso que el hecho de guerra
de que se trate se refiera a la guerra de 1914; no pueden
equipararse a ésta las campañas coloniales posteriores al
decreto de cesación de las hostilidades (2) ni anteriores al
r dé agosto de 1914. Pero entre esas dos fechas, las cam­
pañas coloniales deben ser consideradas como ligadas a la
guerra general en que estaba empeñada Francia.
327. Formas de la adopción de los pupilos.—La adop­
ción de un menor como pupilo de la nación se pronuncia
por el tribunal que resuelve en Sala de Consejo y en estos
términos: “La Nación adopta al menor X...” (art. 6).
El tribunal competente es el del domicilio del menor,
ante el cual acude el representante legal del niño o el Mi­
nisterio público, por medio de una simple expresión de he­
chos; el representante del niño, si no es un ascendiente, pa­
ra esa demanda debe ser autorizado por el consejo de fa­
milia. La ley no ha previsto el caso del emancipado; éste,
como no tiene representante legal procederá personalmen­
te con la autorización del consejo de familia o de un ascen­
diente si lo tiene vivo, (art. 348 y s. y art. 484, C. civ. ).
Una vez alcanzada su mayoría, de edad, su acción se extin­
gue; no procede la adopción de mayores de edad como pu­
pilos de la nación (3).
El expediente por decirlo así, casi se halla suprimido;
el tribunal se reúne de oficio, por las gestiones del Ministe­
rio público, que debe ser oído sobre todas las informacio-
(1) Esta última restricción no se refiere a las otras tres categorías de pu­
pilos. Civ. 23 abril 1925, D. H. 1925, p. 348.
(2) París, 29 abril 1923, S. 192'4. 2. 53.
(3) Civ. 11 feb. 1924, Óaxr. Pal. 5 nov. 1924; París, 18 feb. 1924, Gas. Pal.
1924, 1. 391, D. 1924. 2. 55, nota Eegris. Contra, Bourgcs, 17 junio 1924, Gas. Pal.
12 julio 1924.
P. y K. T. D. 0. —I- 12
342 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

nes que considere útiles; no envía al representante del ni­


ño ante la Sala del consejo, sino en el caso de que tenga ne­
cesidad de pedirle explicaciones para apreciar el buen fun­
damento de la demanda. La sentencia, cualquiera que sea»
se notifica por el secretario del juzgado por medio de una
carta certificada al representante del niño, así como a la
oficina departamental de los pupilos de la nación. Uno y
otro pueden apelar dentro del mes a partir de esa notifica­
ción por medio de una simple carta certificada dirigida al
secretario en ejercicio de la Corte; el procedimiento de
apelación es el mismo que en primera instancia; se admite
el recurso de casación (1). Además, la demanda rechaza­
da puede ser reiterada, si nuevos hechos vienen a justifi­
carla.
328. Continuación. Prueba. — La ley simplifica la
prueba que haya que presentar cuando el padre o el sostén
de familia del niño ha muerto en condiciones que han da­
do ocasión a una pensión o es personalmente titular de una
pensión, de acuerdo con las leyes de 31 de marzo y 24 de
junio de 1919 (art. 1’, al. 3.). Las decisiones que conceden
esas pensiones tienen en cierto modo la autoridad de la co­
sa juzgada en cuanto a la causa de la muerte o de la enfer­
medad del padre o del sostén de familia. Ellos prueban
que esta muerte o esta enfermedad provienen de un hecho
de guerra (2). Pero la ley indica claramente que la pen­
sión no prueba más que eso, de suerte que su existencia no
dispensa en modo alguno a los interesados >de probar la re­
unión de las demás condiciones exigidas por la ley. Princi­
palmente, deberán demostrar que la herida o la enferme­
dad que ha valido al padre un derecho de pensión lo ha
puesto al mismo tiempo “en la imposibilidad de proveer a
sus obligaciones y a sus cargas de jefe de familia”, cosa
que los tribunales no presumirán fácilmente en caso de mu­
tilación leve (3). Creemos que deberían tener en cuenta
la fortuna y los medios de existencia del padre.

late8
11. 91. con.A? ,de.’a de M.
relación de 1922 solución
A. Colín T.n contraria:n-Civ • 5 •]; . 1929 D 1920
Julio
nal a motivar su fallo: Civ. 30 enero 1924, Gaz Pal *,“P!'cR,tameut<‘ al tribu‘
(2) V. no obstante Nimes. 14 oct 1994. r> 7 ó? ' °
el derecho de ser pupilos de la nación a los hi’ios dn un mili/^0 1?“°» ^ue nicSa
fermedad contraída durante su servicio cuando la onfo ar pensionado por cu-
con las operaciones militares. ' "d° ’a Cnfermedad no tiene rolac.ón

C.WE"i;D. 1925.
1925, 1924.
¿“A ~ULlrSQ«4’L"p”'?4 0
Pal. 2. 76;1.Grenoble, coinp.
66. Pero30 eneroOren oble,
1924, 5 marzo
Gaz. 1924 D’ H
Pal., ibid. ’ P’
PATRIA POTESTAD 343

En cambio el hecho de que no haya sido concedida


ninguna pensión no impide a los tribunales el adoptar co­
mo pupilos de la Nación a los niños que consideren que res­
ponden a las condiciones legales (1).
329. Organos de protección y de asistencia de los pu­
pilos de la Nación.—Para asegurar la asistencia y protec­
ción de los pupilos de la Nación, la ley ha creado una orga­
nización de tres grados.
I9 A la cabeza se encuentra la Oficina nacional de los
pupilos de la Nación encargada de atribuciones financieras
y administrativas y que conoce, además, de los recursos for­
mulados contra las decisiones de las oficinas departamen­
tales (art. 11 de la ley). Está presidido por el Ministro
de Instrucción pública y compuesto de 118 miembros, la
mayoría elegidos por diversas corporaciones sociales. Está
representado, en el intervalo de sus sesiones, por una co­
misión permanente cuya composición determina ella mis­
ma; el presidente de esta comisión es el que representa en
juicio la Oficina y celebra por ellos los contratos (art. 13).
29 En el grado inferior se encuentran las oficinas de­
partamentales que ejercen atribuciones bastante importan­
tes en materia de tutela (infra, núm. 481), pueden provocar
contra los padres de pupilos la pérdida de la patria potes­
tad, en los casos en que se incurre en ella, de acuerdo con el
derecho común; ayuda a la colocación de los pupilos y les
reparte las subvenciones del Estado. Estas oficinas com­
prenden algunos miembros ex-oficio y un mayor número
de delegados de diversas corporaciones sociales (art. 14 y
15). Del mismo modo que la Oficina Nacional, la Oficina
Departamental nombra de su seno una sección permanen­
te, compuesta en su tercera parte por mujeres, y cuyo pre­
sidente representa a la oficina, judicialmente, y en los ac­
tos de la vida civil.
39 Finalmente, en cada cantón, hay una sección can­
tonal^ formada de corresponsales elegidos por la oficina de­
partamental, a los cuales se unen el consejero general, los
consejeros del distrito del cantón y el alcalde del término
municipal. Esta sección nombra igualmente una sección
permanente y un presidente. No tiene ni personalidad ci­
vil ni iniciativa directa. Su misión se reduce a informar a
la oficina y a indicarle y suministrarle auxiliares capaces
de ayudarle en la protección de los pupilos (art. 17 y 18).
(1) Nimes, 13 nov. 1923, Gas. Pal. 1924. 1. 170.
344 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Sección III.—Derechos y cargas de los padres

§ 1. Guarda, Educación, Sostenimiento.


330. Derecho de Guarda.—En su sentido amplio la
guarda del hijo comprende todos los derechos que se ejer­
cen sobre su persona, excepción hecha del derecho de hacer­
le encarcelar (núm. 342 y s.). En sentido estricto com­
prende especialmente el derecho de retener al hijo en el lu­
gar escogido por los padres.
El menor no emancipado no puede; abandonar el lu-
gar de habitación que le ha sido asignado por* su padre (ar-
tículo 374) (1). Tiene, además, su domicilio legal en la
casa de su padre (art. 108) (suprá, núm. 50).
Ese derecho de guarda entraña como consecuencia el
derecho de los padres a velar sobre el cuerpo y sobre la
memoria del hijo después de su muerte. Solamente el pa­
dre tiene el derecho de regular sus exequias y sepultu­
ra (2).
Comprende también el derecho de autorizar o prohibir
la reproducción fotográfica pública del hijo (3).
331. Continuación. Sanciones..—El derecho de guar­
da de los padres les es concedido en interés del hijo y tam­
bién en interés público. Por lo tanto, es enérgicamente
sancionado.
T Los padres pueden reclamar el socorro de la fuer­
za pública y obtener, manu militari, que el hijo vuelva. Se­
gún la urgencia, pueden obtener en ese sentido un manda­
miento judicial (4), pero a condición de que no exista duda
sobre la atribución del derecho de guarda, en cuyo caso se­
ría preciso la solución previa de ese extremo (5).
(1) Reserva hecha de su derecho de contratar un compromiso militar a par­
tir de la edad de 20 años (ley l9 abril 1923 que reproduce leyes aaiteriores). La
modificación implícita del artículo 374 data de la ley de 21 marzo 1832 (art. 32).
(2) París, 24 marzo 1922, D. 1922. 2. 108. Coinp. después do la mayoridad:
Aix, 20 abril 1921, S. 1922. 2. 105, nota Hugucncy, y sobro apel., Req 27 abril
1922, S. 1922. 1. 295.
(3) Tr. Sena, 18 nov. 1907, D. 1908. 5. 23.
(4) Orleans, 12 agosto 1897, D. 97. 2. 60; Tr. Agen, 13 marzo 1903. D. 1904.
2 16- Tr Pan, 9 agosto 1905, D. 1905. 5. 38 (motivos) ; Pan, l"» febrero 1906, D.
1906/2. 367, S. 1906. 2'. 80; París, 3 enero 1917, D. 1917. 2. 37. Aubry y Rau,
IX $ 550 p. 112; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonneearrére, V, núm. 134;
Leloir op.’cit., núm. 105 y 108; Taudiero, op. cit., n. 83. Chardon, op. cit., II, núm-
24 La urgencia es necesaria (París, 26 marzo 1903, D. 1907. 2. 36 y 7 febrero 19-4,
Gas Pal. 21 marzo), pero, salvo excepción no puede ser conctstada.
* fñ) ** El procedimiento de recurso no es posible en el caso de abandono moral
, . invocada por el tercero caritativo que Jo hubiera recogido. El asunto
X entonZ ser juzgado según el procedimiento de la ley de 24 julio 1889;
PATRIA POTESTAD 345

2" La persona que se haya aprovechado de las pasio­


nes del menor es responsable de daños y perjuicios a los pa­
dres (1) y puede ser castigada a una medida- de rigor (as-
treinte) (a) para obligarla a la restitución. Toda persona
que recoja a un niño sin intervención de los padres o tutor,
debe hacer en la alcaldía una declaración que deberá tras­
untársele a éstos. El defecto de declaración se sanciona pe­
nalmente con una multa y prisión en caso de reincidencia
(ley 24 julio 1889, art. 19).
39 Por último, la sustracción del menor es. un delito
con sanción penal (art. 345 y s., C. penal). La ley de 15 de
diciembre de 1901 que modifica el Art. 357 de! C. penal, ha
extendido las penas de esa infracción al padre o a la madre
que se lleve o sustraiga, aun sin fraude o violencia, a un
niño cuya guarda ha sido confiada al cónyuge o a otra per­
sona. Esta ley se aplica aún en el caso en que la guarda del
hijo se da en curso de un juicio sobre extinción de la patria
potestad, divorcio o separación de cuerpo, o por el juez que
pronuncie una de estas medidas. Es, como toda ley penal,
de interpretación estricta y no se puede aplicar al caso de
un hijo natural legalmente colocado bajo la guarda de uno
de los padres (2), ni sancionar el derecho de visita de los
ascendientes (3).
332. Continuación. Obligación de los padres. Aban­
dono de hijo—El padre no solamente tiene el derecho, si­
no también el deber de ejercer su guarda sobre el hijo. Por
eso, el abandono de hijo es un delito (art. 342 y s., C. penal,
ley 7 abril 1898). No obstante, el temor de los abortos y
de los infanticidios hace necesaria una cierta tolerancia.
Por eso, un decreto de 19 de enero de 1811 ha consagrado
el sistema de los tornos, aparatos movibles que permiten de­
positar un niño en el hospicio sin ser visto. Esos tornos
han sido cerrados uno después de otro, a partir de 1823;
pero los inconvenientes de esta clausura se han manifesta­
do tan claramente que la ley de 27 de junio de 1904 prevé
nuevamente la admisión de niños en los hospicios, a puerta *
abierta, sin que la persona que los lleve esté obligada a dar I
a conocer ni el nombre del niño, ni el lugar y la fecha de
Amiens, S febrero 1922, D. 1922, 2'. 37. Esta es aún difícilmente admisible si el
conflicto sobre la guarda surge entro dos padres naturales, por que pertenece en­
tonces ni tribunal decidir entre ellos (París, 7 febrero 1924, precitada) .
(1) Nancy, 25 enero 1873, D. 73. 2. 11, S. 73. 2. 255.
(a) Fórmula dol procedimiento francés que equivale al apremio personal.
(2) París, 8 marzo 1921, D. 1921. 2. 110.
(3) París, 13 febrero 1903, D. 1903. 2. 374.
346 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

su nacimiento. La presentación del niño se hace sin otro


testigo que la persona nombrada para el servicio de ad­
misión que está obligada al secreto profesional (arts. 8,
9 y 36).
333. Continuación. Responsabilidad de los padres —
De acuerdo con los términos del art. 1384-29, del Código ci­
vil, el padre, o la madre después de la muerte del marido,
son responsables del daño causado por sus hijos menores
que habiten con ellos y sólo pueden eludir esa responsabi­
lidad probando que no han podido impedir el hecho que
da lugar a esa responsabilidad. Esta presunción legal de
culpa es una consecuencia del derecho de guarda. Se apli­
ca en el caso en que el hijo no habite con sus padres, si los
padres, descuidando el ejercicio de su derecho de guarda,
han hecho que el hijo vague o abandone el domicilio pa­
terno (1).,
334. Derecho de educación (2).—El cuidado de diri­
gir' la educación del hijo, de vigilar su conducta, de formar
su carácter, es la parte esencial de la misión de los padres.
I9 Los padres eligen la religión de sus hijos. Tienen
el derecho de proceder por daños y perjuicios contra el que
trate de alejar al hijo de las prácticas de la religión, o le
imponga, contra su voluntad una práctica religiosa como
por ejemplo, administrarle el bautismo (3). En caso de
disentimiento, corresponde al padre elegir la religión, sin
ningún recurso posible para la madre y a pesar de los com­
promisos que haya podido adquirir a ese respecto (infrá,
núm. 340) (4).-
29 Los padres deciden el género de instrucción que se
deba dar al hijo. Tienen el derecho de darle instrucción
personalmente, de elegir el establecimiento que ha de dár­
sela o los maestros y preceptores que los ayudarán en esa
misión (5).
39 Tienen el derecho de elegir una carrera para el hi­
jo y prepararlo para el ejercicio de tal oficio o tal profe­
sión. Celebran personalmente el contrato de aprendizaje
(1) V. nuestro Tratado, t. VI. Obligaciones.
(2) Pierre Paradel, Du role de la familia dans Veducation, 1857: Layollóe,
T’état le páre et l’enifant, 1905; Rousseau ct Bonuecase, L’cducation dans la nie
juridique du franéate, 1908; Gilíes, Les droits du pérc de familia dans Venscignc-
maní. th. París, 1924.
(3) Liege, 5 mayo 1909, D. 1911. 2. 364.
?4) La elección de- la religión que correspondo a los padres se impono al tutor
desnuca de la muerte de los padres: Colmar, 19 nov. 1857, D. 59. 2. 36_.
Pnrn nuoden existir dificultades para distinguir esa enseñanza privada
de la apertura de una escuela libre: Crim. 25 febrero, 1886, D. 87. 1. 457; Crun.,
13 julio 1912, Bull.
PATRIA POTESTAD 347

(C. trabajo, Libro I, art. 3). Prácticamente, la poca incli­


nación del hijo puede hacer ilusorio ese derecho, si los p<^
dres quieren usar del mismo autoritariamente.
335. Continuación. Instrucción obligatoria.—El de­
recho de educación de los padres implica una obligación
que se sanciona, si es preciso, con la pérdida de la patria po­
testad. Esta obligación ha sido precisada desde el punto
de vista de la instrucción por la ley de 28 de marzo de 1882,
que ha hecho obligatoria, bajo sanciones penales, la ins­
trucción primaria de los niños. Toda persona que tenga
la guarda de un niño de 6 a 13 años debe hacer saber en la
alcaldía, 35 días antes de la apertura de las clases, si pre­
tende instruirlo en su domicilio o en una escuela que ella
indique (art. 4 y 7). En el primer caso, el niño sufre un
examen oficial anual cuya insuficiencia obliga a los pa­
dres a enviar al hijo a una escuela. En el segundo caso,
la asiduidad del niño a la escuela, se pone bajo la ins­
pección de una comisión escolar. Los padres del niño que
falte a la escuela, por lo menos cuatro veces durante el mes,
en el espacio de medio día, serán citados ante la comisión,
para ser amonestados (art. 12). En caso de reincidencia
la comisión ordena que se fije en la tablilla a la puerta de
la alcaldía, durante 15 días o un mes, el nombre de la per­
sona responsable. Una nueva reincidencia se castiga como
contravención. Pero estas reglas han venido a aumentar el
arsenal de las leyes no aplicadas (1).
De hecho, la prohibición de emplear a los niños en un
trabajo industrial antes de la edad en que terminen sus es­
tudios, ha sancionado bastante eficazmente la obligación de
instrucción en los centros industriales. No ocurre así en
los centros agrícolas.
336. Continuación. Derecho de control de los padres
(2).—La obligación de la instrucción y la libertad religio­
sa en la enseñanza en las escuelas públicas, han planteado
la cuestión del derecho de control de los padres en la edu­
cación y la instrucción dada a sus hijos en la escuela pú­
blica.
T Es difícil considerar al instructor público como el
delegado del padre de familia, sometido por este concep-
(1) V. no obstante, en la época que ha seguido inmediatamente a la ley,
Crim. 14 y 15 dic. 1884, U. 84. 1. 213, S. 84. 1. 401, Nota ViUey. Pero la resis­
tencia do las costumbres ha paralizado el esfuerzo intentado y desde hace tiempo
las recopilaciones no hacen mención de persecuciones.
(2) Gilíes, Les droitts du páre de fa/mille dans l’enseignemcnts, tesis, París,
1920.
348 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

to a la supervisión del padre (1) ; pero el instructor, como


toda persona, es responsable por culpa, y puede ser conde­
nado al pago de daños y perjuicios al padre, en caso de vio­
lación de la libertad religiosa o de propósito contrario a las
costumbres o a las conveniencias sociales (2).
2’ Los padres de familia tienen el derecho de formar
asociaciones destinadas a hacer que se respeten sus dere­
chos (3) y a inspeccionar la enseñanza dada en la escuela.
Estas asociaciones son lícitas (4). Pueden usar de la vía
administrativa para hacer asegurar la libertad religiosa
(5) ; pero es dudoso que puedan proceder en demanda de
daños y perjuicios contra el instructor que la viole (6).
337. Relaciones y correspondencia de los hijos.—Los
padres pueden reglamentar como tengan por conveniente
las religiones de sus hijos y prohibirles que vean a tal o cual
persona (7). Pero este derecho, absoluto en principio si
se trata de extraños o de colaterales, aunque sean próxi­
mos, deja de serlo si se trata de ascendientes. Ya se ha
visto que, al menos por razones especiales, los tribunales
reservan a éstos un derecho de visita (wprd, núm. 321).
Los padres son igualmente los únicos jueces de las lec­
turas de sus hijos y pueden reclamar daños y perjuicios a
los terceros que, contra, su voluntad, proporcionen al hijo
libros cuya lectura les hubieran prohibido ellos.
(1) Gilíes, op. cit., núm. 50. pág. 104.
(2) Este derecho ha sido afirmado en la célebre causa Morizot, por la Cor­
te de Óijón, en la sentencia de 24 marzo 1908, D. 1908. 2. 253. El Trib. do los
Conflictos, por sentencia de 2 junio 1908, ha anulado la sentencia de conflicto sur­
gido en esta causa, D. 1908. 3. 57. La Corte de Dijón ha resuelto en el fondo,
por sentencia de 28 dio. 1908, D. 1909. 2. 13. V. Rolland, Rev. du droit public,
1908, pág. 87.
(3) Estas asociaciones de padres de familia fueron creadas a partir do 1905
con un carácter confesional, y una unión general fué formada en 1911. Su cons­
titución ha provocado asociaciones llamadas "do defensa de la escuela laica , y
proyectos de ley que no dieron resultado. V. Gilíes, tesis precitada; Gouraud,
La crise de l’écóle laique; L’école el la famillc, 1909; Fonsegrivo, L’Etat mo­
derno et la ncutralité scolafre 1910; Barret, Le conflit entre VEglisc et l’Etat sur
la question scolairc, tesis, París, 1912. Se han creado asociaciones de padres do
alumnos, por otra parte, y se han federado para la inspección de| la enseñanza secun­
daria pública.
(4) Cas. 13 julio 1918, D. 1918. 1. 52. V. Lalou, D. 1911, 2. 39; Charmont,
Rev. critique, 1913, pág. 449.
(5) Sobro el derecho de estas asociaciones despedir la interdicción do ciertos
manuales y el procedimiento a seguir, v. C. de Estado, 20 enero 1911, Roe 1913, 3.
9 (2 sentencias), 8. 1911. 3. 49, nota Hauriou; 14 enero 1916, D. 1916.
(6) Esta solución parece ordenada por la sentencia del Tribunal pleno, de «15
junio 1923 D 1924. 1. 153, nota Rolland, V. G. Ripert, La Régle mórula dans les
obliaations civiles, núm. 184 y nuestro Tratado, t. VI, Obligaciones.
(7) Sobre la iniciativa quo guarda, sin embargo, al menor para la dirección
dn «u nersona v que es, en principio, la misma que bajo la tutela, V. üi/rd. núm. 529.
.P . . Jf;rrnado en el texto ha sido establecido especialmente por Civ. l8 julio
F«q?rnC 92l 7091 1. 385; Req. 12 febrero 1894, D. 94. 1. 218, 8..94. 1- 240
V para la aplicación a tías maternas: Tr. del Sena, 17 febrero 1914, S. 14. 2. 124.
PATRIA POTESTAD 349

Pueden igualmente abrir y examinar la corresponden­


cia de sus hijos, interceptar y confiscar si es preciso las
cartas escritas o recibidas por ellos. El secreto y la invio­
labilidad de las cartas misivas no existen, pues, para los
menores (1).
338. Trabajo del niño.—Ningún contrato de trabajo
puede ser concertado por el menor sin la intervención de
sus padres. Jurídicamente esta intervención se requiere
para cada nuevo contrato que se celebre y no basta una au­
torización general dada en el momento en que el hijo toma
un oficio determinado (2).
De acuerdo con la concepción de la patria potestad del
C. civil, hasta parece probable que los padres puedan con­
certar un contrato de trabajo en nombre del menor (supra,
núm. 259). Esa es la solución que antiguamente se daba
para el aislamiento del hijo como grumete a bordo de un
buque mercante (3). Y es la que continúa todavía en vigor
para el contrato de aprendizaje.
Pero esta concepción no es admisible. Un padre no
puede obligar a su hijo contra la voluntad de éste. Eso se­
ría hacer pesar sobre él una servidumbre que los tribunales
no autorizan en modo alguno. Si la ley limita el derecho de
corrección, no es para que sea permitido imponer al hijo
un trabajo forzado. Además, al permitir al menor que in­
grese libremente en un sindicato profesional, las leyes de
21 de marzo de 1884 y de 12 de marzo de 1920 han recono­
- cido al menor una cierta independencia profesional, por lo
menos, cuando ha alcanzado la edad de 16 años.
Las administraciones que admiten menores como fun­
cionarios, especialmente la de la enseñanza, exigen un com­
promiso personal, en el que el padre no interviene sino para
dar su autorización (4).
En lo que concierne al contrato de trabajo, existen
prácticas diversas (5). Algunos patronos contratan única­
mente con los padres , que actúan como guardianes del hijo
(1) Caen, 11 julio 1866, D. Jur. Gen., Sup. v. Lettre mfcsivc, núm. 10, S. 67.
2. 151; París, 9 julio 1913, D. 1915. 2. 54, S. 1914. 2. 48. Aubry y Rau, IX, § 550,
pág. 112.
(2) V. no obstante, la ley del 24 (lie. 1896, sobre la inscripción marítima,
art. 20 y 51. G. Ripert, Droit maritime, 2’ ed. I, núm. 570.
(3) Decreto de 3 Brumario año IV. Véase ley 17 abril 1907, art. 29, sobre
el embarque de los grumetes.
(4) Civ. 26 enero 1891, D. 91. 1. 123, S. 94. 1. 415.
(5) Peuillet, De la minorité en matidre de contrat de travail, tesis, Lille, 1912;
Parry, TSngagemewt théatral des incapdbles, tesis, París, 1915; Demogne, Obliga-
tions, II, núm. 681; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 599.
350 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

y como administradores legales o tutores (1). La Juris­


prudencia parece reconocer la validez de esos contratos, co­
mo si fueran actos de administración: pero es porque de he­
cho el menor consiente a la ejecución del convenio. Otros
patronos tratan con el menor que obra por sí solo. No co­
rren gran riesgo, puesto que el contrato que es entonces res-
cindible, no lo es sino en caso de lesión y la lesión es rara
de hecho (2). Parece, ademéis, admitirse que está a cubier­
to de la nulidad por la autorización tácita del padre.
El contrato de trabajo coloca al niño en una situación
especial. De una parte, lo somete a condiciones particula­
res de trabajo, intervenidas por los inspectores del trabajo,
(C. trabajo, libre II) ; de otra parte, le da una cierta inde­
pendencia al permitirle ingresar en un sindicato (ley 21
marzo 1884, art. 4), y hasta proceder judicialmente para
el ejercicio de los derechos nacidos del contrato, con la auto­
rización del Tribunal ante el cual acude (ley 12 julio 1905,
art. 16 y C. trabajo, libro IV, art. 71). Por último, el mis­
mo Código civil sustrae los salarios del hijo al derecho del
usufructo legal de los padres (art. 387).
339. Obligación de sostenimiento.—“Quien hace al
niño debe alimentarlo”; esta máxima de Loysel es siempre
verdadera, aunque el código no la expresa directamente en
ninguna parte. El artículo 203 declara que “los esposos
contraen, por el solo hecho del matrimonio, la obligación
de alimentar, cuidar y sostener a sus. hijos”; pero ese tex­
to presenta erróneamente la obligación como una consecuen­
cia del matrimonio, cuando realmente se deriva de la filia­
ción. Los artículos 205 y s. reglamentan, por otra parte, la
obligación alimentaria, pero la prevén entre mayores y no
entre el padre y el hijo sometido a su potestad, al cual se
deben no solamente los alimentos, sino los cuidados perso­
nales. Una observación análoga se impone a propósito del
art. 385, que hace del sostenimiento del hijo una carga de­
rivada del usufructo legal: en realidad, ese sostenimiento
i no es sólo una carga pecuniaria de un usufructo relativa­
mente especial; es una carga personal que pesa sobre todos
los padres. A pesar de la ausencia de precepto general,
el deber de sostenimiento que existe a cargo de los padres
no se ha puesto nunca en duda.

París, 27 junio 1889, D. 90. 2. 206, S. 89. 2. 159.


(1)'2 C93 S3. f85re2° VoQ6’ D‘ 19°7‘
D. 83 33’ 191°’ L 29: París- 8 julio 188’
(2)
PATRIA POTESTAD 351

El Estado estima frecuentemente que está obligado a


ir en su ayuda. De ahí, los socorros dados a domicilio, a
los padres necesitados, por la Asistencia Pública que, ade­
más, consciente en recibir y colocar a su costa a los hijos de
los indigentes (arts. 3, 4, 6, 7, 39 y s., ley 27 de junio de
1904). De ahí, también, las leyes que conceden una asis­
tencia especial a una categoría de padres particularmente
interesante y respecto de los cuales, el Estado tiene obliga­
ciones especiales: Los padres de familia numerosa (ley 14
de julio de 1913 y 22 de julio de 1923) (1).
Este deber de los padres produce contra ellos una ac­
ción de reembolso, fundada en el cuasi contrato de gestión
de negocios a favor de aquellos que han hecho gastos nece­
sarios en beneficio de sus hijos menores (2). Es el caso de
la Asistencia Pública o de otras personas a las cuales hu­
biera sido confiada la guarda por los padres o por los tri­
bunales. Salvo intención de beneficencia o de liberalidad
(3) de esos guardianes —y la ley se lo prohíbe en princi­
pio a la Asistencia pública (art. 38, ley 27 junio 1904)—,
pueden reclamar el reembolso de sus gastos y exigir, para
cubrirse de ellos una pensión. La privación de la guarda
o de las otras atribuciones de la patria potestad no libra
a los padres de su obligación de sostenimiento que enton­
ces se convierte solamente en obligación alimentaria. Es­
ta no puede ser evitada por la justicia sino a los indigen­
tes (V. los arts. 12, 16 y 21 de la ley de 24 de junio 1889,
modificados en 1921, y ios arts. 38 y 42 de la ley de 27 de
junio de 1904). La acción en reembolso de los gastos de
sostenimiento no parece tampoco sometida a la prescrip­
ción de cinco años, sino a la de treinta que se aplica al reem­
bolso de los mandatarios y gestores de negocios (4).
Los padres no tienen, sin embargo, que cubrir de sus
propios recursos los gastos de sostenimiento del hijo, sino
en el caso de que éste no tenga recursos suficientes, y esto
es así aún después de la extinción de su derecho de usufruc­
to legal (5). No pueden, no obstante utilizar más que los
___________ i

(1) Sobro estas medidas, v. Boncoiran, La famillc nómbrense dans l’hístoire


et de nos jours, tesis, Grenoble, 1923; Durand, Des niesures prises par le Icgislaieui
franjáis pour enoourager la natalité, tesis, París, 1923.
(2) Douai, 22 agosto 1849, D. 50. 2. 66, S. 50. 2. 386; Dijón, 4 febrero 1888,
D. 89. 2. 243; Abe, 12 junio 1904, D. 1904. D. 1904. 2. 208. Pero la acción se da
sólo en el caso que estas personas no sean, al propio tiempo deudores de ella en el
mismo grado: Grenoble, 10 febrero 1903, D. 1904. 2. 469, S. 1904. 2. 243.
(3) Req. 25 junio 1872, D. 74. 1. 16, S. 73. 1. 129.
(4) Civ. 22 mayo 1922, D. 1922'. 1. 203.
(5) Req. 13 marzo 1813, D. Jur. Gén., v. Puiss. paternelle, núm. 125; Bastía,
29 dic. 1856, S. 57. 2. 333;’Reúnes, 9 nov. 1878, D. 79. 2. 32, S. 79. 2. 181; Tr. Quira-
352 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ingresos del hijo (1), a menos que los gastos sean tales que
amenacen con comprometer su propio capital.
La obligación pesa completamente sobre cada uno de
los padres (2), pero sin solidaridad, por lo tanto, sin recur­
so para el que paga de repetir contra el otro (3). Como es
esencialmente personal, no pasa a los herederos del falleci­
do primeramente y recae entonces enteramente sobre el su­
perviviente.
El padre que falte a su obligación de sostenimiento in­
curre en la pena de privación de la patria potestad (art. 2
in fine de la ley de 1889) ; además, como el sostenimiento
de los hijos esta comprendido en las cargas del hogar, el es­
poso que no subviene a ellas puede ser perseguido por el
otro y su salario embargado según las formas simplificadas
de la ley de 13 de junio de 1907, art. 7 y s. Aquel de los pa­
dres que ejerza la patria potestad puede igualmente proce­
der contra el otro como representante del hijo. En Jos dos
casos, el hecho de dejar que transcurran más de tres meses
sin pagar la pensión a que hubieran sido condenados el pa­
dre o la madre, constituye el delito de abandono de familia
Qey 7 de febrero de 1924). Parece que no hay interés en
discutir si, en la expresión del art. 203 “los esposos con­
traen juntos”, esta última palabra debe ser traducida por
uno hacia el otro. Los principios del derecho común bastan
para prestar armas a cada esposo en beneficio del hijo.
340. Indisponibilidad del derecho de guarda. — El
padre puede sin duda delegar en terceros el ejercicio de esos
derechos, pero siempre de una manera provisional y revo­
cable. Le está prohibido en principio comprometerse para
el futuro. Por lo tanto:
a) Las cláusulas de una liberalidad que impongan a
un padre o a una madre una forma de guarda o de educa­
ción determinada o una religión determinada para sus lii-
! EASjVff ?: S:2-,¡ 30 >■ -i, <4.»«,.»
1900 ^2 ?80nntS’ 9 n°V’ 1SZS’ precitada‘ v- sin embargo, Burdeos, 5 dic 1899. D.

X”i Di»?s1:r? *i?-. *■ ,x»«..... -


tenimiento puede, pues, actuar por el todo contr- el unoT H<|Ut° ha Pn^do cl sos'
(argumento de la expresión "contraen juntos"’ ¿n 0 art °0K° ° °S
(3) París, 26 abril 1892, D 93 2 175. e¡v a fon?’ . , kt
18 dic. 1919, D. 1920. 2 101. Estaa soiueioúes son 4“>
dentes. Estas provienen do una asimilación de la dmirU • • / I i
padres a una obligación alimentaria ordinaria. V. sobro' e/earíietor™e’^tVen"caso
de pluralidad do deudores, nuestro Tratado, t. II, núin 37 °
PATRIA POTESTAD 353

jos, deben ser consideradas como condiciones ilícitas y


reputadas no escritas (1).
b) Las convenciones por las cuales el padre confía
el hijo a un educador, son por su parte, revocables ad nu-
tum, en el sentido de que puede recobrar al hijo (2) ; pero
si el contrato hubiera sido celebrado por un tiempo deter­
minado y a título oneroso, el padre debe indemnizar al edu­
cador cuando recobra al menor sin una razón atendible. Lus
arts. 14 y 15, libro I, C. trabajo, parecen imponer una so­
lución diferente sobre el contrato de aprendizaje celebra­
do por el padre por un tiempo determinado: el padre m
puede recobrar al hijo, ni siquiera, medíante indemnización
sino en los casos en que la ley prevé la resolución del con
trato de arrendamiento de obra o de servicios celebrado en
nombre de su hijo. Por último, la ley de 24 de julio de
1889 ha previsto en ciertas condiciones una especie de ce­
sión de la patria potestad (supra, núm. 324 e infra, núme­
ro 341).
c) Las convenciones celebradas entre el padre y la
madre, o entre los padres y los ascendientes, cuando esas
diversas personas viven separadas para reglamentarlos pe­
ríodos durante los cuales tendrán respectivamente la guar­
da o la visita del niño, no tienen sino un valor muy provi­
sional. Cada una de las partes queda libre en principio de
revocarlas (3). Pero, como su desacuerdo es llevado en­
tonces ante los tribunales, éstos, cuando la ley les permite
desempeñar el papel de árbitros, pueden decidir que los
términos de la convención continúen en vigor (4). Los tri­
bunales estatuyen especialmente en caso de desacuerdo en­
tre padres naturales, divorciados o separados de cuerpos y
también en el caso de litigio sobre el derecho de visita de
los ascendientes. En caso de separación de hecho, debida
a la falta del marido, intervienen para reprimir los abusos
de éste. Pero no pueden, contra la voluntad de los padres.
(1) Orlcans, 5 febrero 1870, D. 70. 2. 49, S. 70. 2. 257; Crim. 3 julio 1872
(motivos), D. 72. 1. 241, S. 72. 1. 273; París, 24 junio 1892, D. 93. 2. 81, S. 93. 2.
228. Conírd, Dcsserteaux, T)e la protection des enfants légitimcs apr¿s le prédécés
de leur pdre ou m&re Rcv. t.rim., 1912. pág. 31.
(2) París, 26 marzo 1903, D. 1907. 2. 36; Burdeos, 26 enero 1913, S. 1914,
2. 79, salvo aplicación de la ley do 24 julio 1889, título II, en caso de abandono
moral.
(3) Grenoble, 11 agosto 1854, D. 55. 2. 91, S. 54. 2. 583, y en aoel. Kcq. 5
marzo 1855, D. 55. 1. 341, S. 55. 2. 283; París, 29 abril 1913, S. 1914. 2. 40 V., tam­
bién, París, 2'6 marzo 1903 y Burdeos, 26 enero 1913 precitados.
(4) Caen, 27 agosto 1828, S. chr.; París, 22 nov. 1892, D. 93. 2 523 S 94/
2. 70; París, 8 febrero 1912, D. 1912. 2. 273, S. 1914. 2. 209, nota Huguency. Comp.
Alger, 27 junio 1864, D. 64. 2. 288, no olvidando que la nulidad de la convención
entro marido y mujer hubiera, en esta especio aprovechado al marido.
354 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

dar a un ascendiente una verdadera guarda, o contra la


voluntad del marido que no ha incurrido en culpa, remitir
el hijo a la madre responsable de una separación de hecho
(V. suprá núms. 309, 311 y 321).
No hay que equivocarse sobre ello, la repartición con­
tractual de la guarda del hijo, si el tribunal la mantiene, ce
sa de fundarse en la convención; tendrá su único punto de
apoyo en la decisión judicial pronunciada. Cuando los pa­
dres tienen pareceres comunes sobre la guarda del hijo, está
claro que los tribunales no pueden cambiar nada, puesto
que la patria potestad ejercida por los padres es intan­
gible (1).
d) El contrato de matrimonio no puede contener nin­
guna disposición que limite el ejercicio de la patria potestad
(art. 1388), es decir, que retire al marido, por medio de
cláusula especial, algunas de sus prerrogativas legales. De
donde se ha concluido que las cláusulas relativas a la edu­
cación y la religión de los hijos por nacer serán tachadas
de nulidad (2). La jurisprudencia no ha tenido ocasión de
conocer de cláusulas semejantes: pero ha declarado nulas
las promesas verbales (3). Sería de desear que el contra­
to de matrimonio pudiese contener parecidos pactos de
familia, útiles sobre todo, para evitar frecuentes conflictos
en los matrimonios mixtos.
341.. Guarda de los niños confiados a la Asistencia
Pública.—El título tercero de la ley de 27 de junio de 1904
determina los principios generales aplicables a la tutela
administrativa y consecuentemente a la guarda de los pu­
pilos de la Asistencia pública. Esta expresión no designa
sino los niños cuya guarda se encuentra directamente con­
fiada a esta administración; no hay que aplicarla a los
7i i ños que asisten a domicilio ni a aquéllos cuya patria po­
testad le ha sido delegada, pero cuya guarda es ejercida, en
virtud de una decisión judicial, por una persona a un es­
I tablecimiento de caridad.
Además, todos los niños cuya guarda corresponde a la
Asistencia pública no reciben el nombre de pupilos. Los que
le son enviados en virtud de las leyes de 1898 y de 1912,
(1) 0jv 6 febrero 1865, D. 65. 1. 218, S. 65. 1. 58.
(2) V. nuestro Tratado, tomo VIII, núm. 29.
m Mímps 12 mayo 1886, Pand., 86. 2. 292; Tr. Marsella 7 febrero 1891,
Pand 92 2 280. laúdidre, op. cit., pág. 108. Leloir, op. cit., I, núm. 93; Guil-
louard, Contrat de mariage, I, núm. 113-114.
PATRIA POTESTAD 355

estudiadas más adelante, se llama niños en guarda (1) ;


aquellos que la hospitalización o la detención de su padre
y su madre dejan temporalmente sin medios de existencia,
y que son provisionalmente albergados por ella, se llaman
niños en depósito. Estas dos clases de niños se distinguen
de los pupilos de la Asistencia pública, en que ésta no go­
za respecto de ellos, fuera de la guarda, las prerrogativas
de la tutela administrativa. Además, respecto de los se­
gundos, esa misma guarda no es más que un depósito con­
fiado por los padres que pueden retirarla desde el momen­
to en que estén en situación de hacerlo. Salvo esas dife­
rencias, todos esos niños son tratados en la Asistencia pú­
blica, en cuanto a su guarda se refiere, de acuerdo con las
reglas aplicadas a los pupilos por la ley de 1904.
Estas reglas comprenden en principio la colocación de
los menores de menos de 13 años en familias que consien­
tan en recibirlos y criarlos, mediante una pensión pagada
por la administración. Son de preferencia escogidas en
el campo; los hermanos y hermanas confiados a la Asisten­
cia pública deben, en cuanto sea posible, ser colocados en
la misma familia o, por lo menos, en el mismo municipio
(art. 21). Como se quiere evitar el contacto entre los hi­
jos y los padres negligentes o indignos que no han conser­
vado su guarda, el art. 22 declara que el lugar de coloca­
ción permanecerá secreto, salvo decisión contraria tomada
por el prefecto en interés del niño. Los padres son simple­
mente notificados en épocas fijas sobre la existencia del
hijo. Esta regla rigurosa no debe ciertamente ser aplicada
a los niños en depósito.
Las personas en cuya casa se colocan reciben el nom­
bre de nourriciers (a). Se interesan por la vida del niño
mediante prunas diversas previstas por el art. 23. Deben
asegurar al niño de acuerdo con los términos de 1882, la
instrucción primaria, prestarle todos los cuidados, pero no
tienen capacidad para representación ni para su defensa
judicial (2). Elegidos por el Inspector departamental de
los niños, se hallan bajo su vigilancia constante que pue­
de traducirse por el retiro inmediato del pupilo mal cui­
dado o mal educado (art. 32). De hecho, su eleccion.es
(1) Desde, que la prescripción de la patria potestad es divisible, hay que
añadir a la enumeración de esos hijos en guarda, hecha por la ley do 1904, aquellos
cuyos padres hayan sido privados do la guarda únicamente, en virtud del título I
de la ley 1889.
(a) Alimentistas.—(N. del T.).
(2) Burdeos, 28 nov. 1833, D. Jur. Gen., v. Hinorité, núm. 708.
356 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

importante; si bien se hallan “alimentistas” que tratan al


niño como a uno de los suyos, otros no consideran su misión
sino como un negocio del que tratan de sacar provecho es­
catimando el sostenimiento del pupilo y haciéndole traba­
jar en vez de enviarlo a la escuela.
En el caso en que la salud impidiera su colocación, se
guarda según su edad en una creche o un hospicio (art. 19)
Cuando el niño alcanza los trece años la pensión cesa
en principio de ser pagada por él (art. 26) ; se le provee de
un equipo y se le coloca en aprendizaje y la vigilancia que
se ejercía antes sobre el “alimentista”, se ejercerá en lo su­
cesivo sobre el patrón. De hecho, cuando el “alimentista”
ha cumplido a satisfacción, en general, es él mismo el que
conserva al niño como aprendiz.

§ 2. Derecho de corrección.

342.—El derecho de corrección en general.—El cuida­


do de la educación del hijo da necesariamente, a los pa­
dres, sobre su persona, un derecho de corrección bastante
extenso. No obstante, ese derecho no ha sido definido ni
reglamentado nunca de una manera precisa para el legis­
lador. ¿En qué medida los padres pueden emplear los cas­
tigos corporales, los golpes, el encierro? Todo en este pun­
to es cuestión de medida y, salvo los casos extremos, única­
mente las costumbres regulan la forma de ejercicio de ese
poder (1). Un punto notable es la dulcificación continua
de los castigos inflingidos al hijo. El padre caía aún antes
de la legislación actual bajo la acción de los arts. 309, 310
y 311 del C. Penal, cuando existían “heridas o maltrato de
obras:” la ley de 5 de abril de 1898 ha introducido en el C.
Penal disposiciones especiales para reprimir los atentados
y violencias cometidos contra los hijos. No hay duda al­
guna de que rebasaría su derecho al tener a su lujo secues­
trado “en prisión privada”. La ley de 24 de julio de 1889
permite retirarle la patria potestad por “mal trato que ha­
ya comprometido la salud del hijo”. De hecho, el padre
dispone, en -el ejercicio de las demás atribuciones de su pa­
tria potestad sobre la persona y sobre los bienes del hijo,
de muchos otros medios de corrección que no son los cas-

(1) Los Tribunales tienen que apreciar si la medida ha sido o no rebasada.


V Tr de Reúnes 18 sept. 1891, D. 91. 2. 393, nota de Loynes; G renoble, 19 dic.
1002 S 1903. 2. 158; Pau, 25 marzo 1899, D. 1901. 2. 430, S. 99. 2. 165.
PATRIA POTESTAD 357

tigos corporales (1). Además, el Código le reconoce un de­


recho que se designa especialmente en nuestro idioma ju­
rídico, con el nombre de derecho de corrección: el de hacer
encarcelar al hijo.
Sólo el Estado tiene el derecho de hacer sufrir penas;
sin embargo, el Código permite a los padres que hagan en­
carcelar a sus hijos, poniendo así la fuerza social al serví
ció de la autoridad doméstica. Este derecho existe en Fran­
cia desde tiempo inmemorial. Se ejercía antiguamente aún
después de la mayoría de edad del hijo (2). Hoy ya no co­
rresponde sino a los padres de menores no emancipados (ar­
tículos 372, 375 y 377).
La experiencia prueba que, sobre todo, los padres po­
bres que de ordinario no saben o no pueden educar bien a
sus hijos, son los que han recurrido a ese procedimiento. Los
obreros de poco salario, jornaleros, o indigentes, forman
por sí solos, según M. Bonjean, el 85% del número total de
los solicitantes.
Las estadísticas del Ministerio del interior son de tal
modo contradictorias que son inutilizables. Según las es­
tadísticas del Ministerio de justicia, que parecen más exac
tas, el término medio anual de las ordenanzas de encarce­
lación, de 1900 a 1910, no llega a 800. En 1913 su número
ha sido solamente de 504, de las cuales 271 eran de mucha­
chos y 233 de muchachas.
343. Quién puede solicitar la encarcelación.—El de­
recho de “hacer detener” al hijo se concede indistintamen­
te al padre o a la madre legítimos y naturales (art. 383).
La madre no puede usar de él sino en el caso de que le ha­
ya sido otorgado el ejercicio de la patria potestad, es decir,
en defecto del padre.
En la práctica surge un cierto número de dificultades
que se imputan erróneamente a una redacción viciosa de
la ley. Estas cuestiones se presentan sobre todo cuando los
padres están divorciados, o cuando el padre está loco o au­
sente, y la mayoría de las veces se deben a un simple error
de interpretación: se ha perdido de vista que el dere­
cho de corrección es un accesorio del derecho de guarda y

(1) La mayor parto do las voces, el niño no tiene recürsos ni medios de sub­
venir a sus necesidades fuera de» la ayuda de sus padres; de ahí el gran número do
privaciones que estos pueden inflingirle y la última do las cuales es desheredarle del
tercio disponible. (V. suprá, núm. 306). Se cita también el derecho de contratar al
hijo, a pesar suyo, como aprendiz (V. suprá, núm. 338), y antes como grumete.
(2) Planiol, Traité éíémcn taire, I, núm. 1666.

i
358 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

que es inseparable de éste; quien no tiene la guarda del hijo


no puede tener el derecho de hacerlo encarcelar.
La situación del padre y la de la madre son tampo­
co idénticas. Incluso cuando la madre tiene el ejercicio de
la patria potestad, no puede ejercer el derecho de correc­
ción sino por vía de demanda. Sólo el padre lo ejercita por
vía de autoridad.
344. Encarcelación por vía de autoridad.—Cuando el
padre procede por vía de autoridad tiene el derecho abso­
luto de obtener la prisión de su hijo, sin necesidad de expo­
ner los motivos y sin que la justicia pueda negarse a ello.
El presidente del tribunal está obligado a firmar la orden
de arresto que el padre le pida. Esta facultad dejada al
padre le permite conducirse con despotismo. Pero la juris­
prudencia ha encontrado el medio, dándole vuelta a la ley,
de realizar una verdadera mejora. So pretexto de que el
art. 375 no permite al padre proceder por vía de autori­
dad, sino cuando tenga motivos de descontento muy gra­
ves contra su hijo, se abre una información para compro­
bar la naturaleza de sus quejas. Esta práctica, audaz crea­
ción del tribunal del Sena (1), se ha extendido a la mayor
parte de los tribunales de las grandes ciudades. Permite
rechazar un gran número de demandas de encarcelación y
evitar muchos abusos.
La ley no permite al padre proceder por vía de auto­
ridad, sino cuando su hijo es aiin muy joven, licuando tie­
ne menos de 16 años cumplidos” (art. 376).
Cuando el hijo tiene más de 15 años cumplidos, pue­
den surgir conflictos graves entre su padre y él y se debe
temer de parte del padre una irritación que lo lleve a usar
de su derecho por venganza. Teniendo menos de 15 años,
en cambio, la juventud del hijo le impide provocar hasta
ese punto el odio paterno.
Además, el padre resulta también privado de esa fa­
cultad, aun cuando su hijo no tiene todavía 15 años cupli-
dos, en los tres casos siguientes:
1’ Cuando el padre se ha vuelto a casar (art. 380)
porque se teme la influencia de su segunda mujer, con fre­
cuencia hostil a los hijos del primer matrimonio (2) ;
2’ Cuando el hijo ejerce un oficio (art. 382), porque
se teme que el arresto abusivo del hijo no le perjudique,
Bcv. penitentiairc, 1891, pág. 173. '
(1) Si el padre se casa y enviuda, debe recobrar el pleno ejercicio de su dere-
(2)
cho, puesto que el motivo de la restricción ha desaparecido.
PATRIA POTESTAD 359

comprometiendo su aprendizaje y haciéndole perder su sa­


lario ;
37 Cuando el hijo posee bienes personales (el mismo
Art.) ; Cambacérés, que ha hecho que se admita esta última
excepción y que ha dado por motivo de la misma el temor
de que el padre se haga comprar la libertad de su hijo por
buen dinero contante, amenazándole con la prisión, olvida­
ba que un hijo tan joven no tiene la disposición de su for*
tuna.
345. Encarcelamiento por vía de solicitud.—Cuando
se procede por vía de solicitud, el padre puede solamente
solicitar del presidente del tribunal la orden de arresto que
éste concede o niega después de haber examinado los moti­
vos alegados por el padre y de haber conferenciado con el
Procurador de la República (Art. 377). El presidente no
es ya entonces el simple ejecutor de la voluntad del padre.
Puesto que puede rehusar el mandamiento que se le pide,
puede con mayor razón abreviar el tiempo de la detención
(el mismo Art.). Este es el derecho de proceder que corres­
ponde también a la madre, en todos los casos en que ejer­
cita la patria potestad o solamente la guarda del menor.
Poco importa, si el padre ha muerto, que sea tutora o no;
pero no puede proceder sino con una doble reserva:
1’ Necesita el asentimiento de los dos más próximos
parientes paternos del hijo (Art. 381) ; no basta consultar­
les; es preciso su aprobación (1) ;
29 Pierde enteramente su derecho cuando se vuelve a
casar mientras que el padre, aunque casado nuevamente,
conserva el derecho de arresto. Se teme en la mujer la in­
fluencia del segundo marido (Art. 381: sol. impl.).
346. Naturaleza, lugar y duración de la detención.—
La encarcelación del hijo es una simple privación de liber­
tad, sin carácter penal propiamente dicho, sin consecuen­
cias jurídicas y para la cual sería bueno crear una denomi­
nación técnica, puesto que la palabra detención, en el len­
guaje del derecho moderno, designa una pena especial apli­
cada a los delitos políticos.
No se sufre en los mismos locales que las penas ver­
daderas. El proyecto decía que el niño sería enviado a
una casa de corrección, pero Lebrun hizo que se suprimie­
ra el artículo al hacer observar que eso sería “enviarlo al
(1) La regla no puedo aplicarse a la madre natural, puesto que el hijo natural
no tiene legalmente otros parientes que su padre o su madre.


360 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

crimen”. Algunas casas se fundaron, especialmente en


París, para recibir a los niños detenidos; un decreto de 30
de septiembre de 1807 designó para la detención de las mu­
chachas, la casa de las Damas de San Miguel; pero fueron
las colonias penitenciarias las que se encargaron de esa
misión (ley 5 agosto 1850). Esta misma ley (Art. 2) ha­
bía ordenado, que en todas las casas de detención y de jus­
ticia se dedicara un cuartel distinto a los jóvenes deteni­
dos jle cada categoría. Un decreto de 11 de noviembre de
1885 (Art. 30) ha hecho felizmente algo mejor: ha ordena­
do que.los menores encerrados por vía de corrección pater­
na sean completamente aislados incluso de los demás dete­
nidos de su misma edad.
En cuanto al niño de menos de 15 años cumplidos, su
detención no puede exceder de un mes (Art. 376), lo que es
ya mucho para un niño tan joven. A partir del comienzo
del décimo sexto año, el límite de la detención es de seis me­
ses (Art. 377) ; pero, como se ha visto, el presidente tiene
entonces el derecho de reducir de oficio el tiempo que el
padre solicita.
El padre posee siempre el derecho de abreviar la de­
tención en curso cuando juzga suficientemente castigado a
su hijo (Art. 379). Es una especie de derecho de gracia.
Aunque la ley no haya hablado sino del padre, el mismo de­
recho corresponde incuestionablemente a la madre, cuando
ejerce la patria potestad.
347. Procedimiento.—El hijo no puede ser detenido
y encarcelado sino por una orden escrita, firmada por el
presidente del tribunal. Esta orden se da mediante deman­
da verbal del padre. El padre debe comprometerse, por
escrito, a pagar los gastos necesarios y a suministrar al hijo
los alimentos convenientes. No hay ninguna otra forma
procesal. Ningún escrito. Ni siquiera se hace mención de
la entrada del hijo en el registro de la cárcel (decreto 11
nov. 1885, Art. 31). Unicamente la orden de arresto es
escrita y ni siquiera los motivos se enuncian en ella (Art.
378). La ley ha querido que desaparezca toda traza de
lo que no es más que un castigo paterno para que el hi­
jo, cuando llegue a hombre, no conserve de él ninguna
mancha.
El Art. 382, par. 2, reserva al hijo detenido un recur­
so contra la orden de arresto expedida por el presidente
del tribunal. Ese recurso es llevado ante el Procurador
PATRIA POTESTAD 361

general de la jurisdicción, al que el hijo puede dirigir una


memoria.
Se pregunta en qué casos se halla abierto al hijo ese
recurso. La ley habla de él después de una disposición
(Art. 382, al. 1) que se refiere a los casos en que el hijo
ejerce un oficio o posee bienes personales: ¿se debe limi­
tar el recurso a estos dos casos? En general, se inclina a
permitirlo en todos los casos en que al hijo se le detiene
por vía de demanda, ya que los motivos que la justifican
se enuncian siempre (1).
Este recurso no es una verdadera apelación; en con­
secuencia, no suspende la ejecución de ]a pena. Por eso,
la ley supone que siempre se ejercita por el hijo ya dete­
nido (Art. 372).
348. Críticas y proyectos de reformas.—El sistema
de la ley francesa sobre la prisión por vía de corrección
paterna, es objeto de numerosas críticas. Se le reprocha
principalmente que es una medida ineficaz; las razones
que hacen encerrar a un menor no son de ordinario actos
delictuosos; son vicios de carácter, malas costumbres, pe­
reza, insubordinación, libertinaje; eso no se corrige por
una prisión de algunas semanas o de algunos meses. Ade­
más, no se puede mantener de hecho la separación entre el
niño encerrado y los otros detenidos; con la mayor frecuen­
cia se llega en la práctica a una promiscuidad detestable,
de suerte que la prisión corrompe a los que tienen la pre­
tensión de corregir. Se pide, pues, la supresión del encar­
celamiento de corta duración y su sustitución por un inter­
nado de duración indeterminada en una escuela especial;
una medida de orden penal se quiere sustituir por una me­
dida de orden pedagógico. Se demandan además algunas
otra reformas secundarias, principalmente, la necesidad
de una decisión judicial en todos ]os casos, precedida de
una información seria y completa (2).
(1) Ord. ler. Pres. Aix, Gas. Trib. 2 agosto 1905, D. 1905. 5. 48. Baudry-
Lacantinorio, Chéneaux y Bonuecarrdre, V. núm. 146; Aubry y Rau, IX, § 550
pág. 115, núm. 22; A. Colín y Capitant, I, pág. 443; Co-ntrá, Leloir, op. cil., I,
núm. 146.
(2) V. la discusión en la Sociedad de Prisiones, Rcv. peniteiitiaire, 1893,
pág. 454; 1894, págs. 1 y s.; 137 y s.; 289 y s.; 1896, pág. 493; Joly, Rvf. socudc,
1895, pág. 561 y s. Berthelóniy, Rev. philanthropique, febrero 1899, núm. 424; Prop.
Bernard, Cam. de Dip. 26 febrero 1909, Doc. parí. Cb., pág. 192, núm. 2348; E.
Porrean, Rev. critique, 1910, pág. 235; Cuche, Tr. ac scien.cc ct legislation peniten-
tiaire, págs. 68 y s. Sobre el funcionamiento mejor, en Aisacia y Lorena de la
organización alemana. V. informe de M. León Barthes, analizado Rev. penitentiaire,
1922, especialmente págs. 795 y s.
362 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

349. Disposiciones especiales para la corrección de


los menores prostituidos.—La ley de 11 de abril de 1908,
relacionada con la prostitución habitual de los menores (1)
declara, en su Art. 2, que no implica derogación de los Arts.
375 y s del Código civil. Se aplica, pues, simultáneamen­
te con esos textos. Nada impide al padre y a la madre usar
contra sus hijos que se prostituyan habitualmente, el de­
recho de corrección ordinaria, a menos que el Ministerio
público no juzgue a propósito intervenir para requerir la
aplicación de las medidas previstas en 1908, lo que puede
hacer aún contra la voluntad del padre y la madre (2).
Pero conjuntamente con sus derechos ordinarios, los pa­
dres tienen también la posibilidad de reclamar la aplicación
de una de esas medidas.
La que les interesa es el envío del hijo de menos de 18
años a un establecimiento público o privado destinado a su
reforma (Art. 2, con envío al Art. 1). Puede ser solicitada
no solamente por el padre, sino también por la madre o por
toda persona que tenga regularmente la guarda del hijo.
La medida se ordena por la Sala del consejo del tribunal
civil de la jurisdicción del domicilio de los padres o del
lugar de la prostitución, si se ha acudido ante ese tribunal
por medio de demanda. Dura un tiempo indeterminado,
que el tribunal mide en interés del menor, pero que no pue­
de prolongar más allá de la mayoría de edad. Puede, cuan­
do le parezca útil, modificar la medida preventiva. Los pa­
dres no tienen ya en ese caso un derecho de gracia discre­
cional; la devolución del hijo no puede serles hecha sino
previa conformidad de un comité de inspección instituido
en cada distrito y que estatuye por medio de apelación al
tribunal (Art. 9).
Los establecimientos previstos deben estar organiza­
dos de manera que puedan enseñar a sus pensionistas un
oficio que éstos estarán en estado de ejercer a su salida.
Deben también llenar las condiciones propias que asegu­
ren la higiene, la inspección, la disciplina y la educación
moral de los menores. Reuniendo estas condiciones es co­
mo pueden ser autorizados administrativamente los esta-

(1) La costumbre es apreciada por el juez conforme a las circunstancias; no-


es necesario que la prostitución sea pública, y poco importa la naturaleza de los
actos que la constituyan: Civ. 19 nov. 1912 (2 sentencias), D. 1913. 1. 353, nota
Le Poittevin, S. 1913. 1. 561.
(2) Se tropieza entonces con una verdadera extinción del derecho de guarda
(v. infrá, núm. 410).
PATRIA POTESTAD 363

blecimientos privados para recibir menores prostituidos,


(Art. 4). Bien pocos funcionan prácticamente (1).
350. Derecho de corrección ejercitado sobre sus pu­
pilos por la Asistencia pública.—La ley de 28 de junio de
1904 se ha esforzado (2) por dar a la Asistencia pública
medios de corrección eficaces sobre sus pupilos rehacios y
viciosos. Estos medios son de dos grados.
En principio, el pupilo rehacio es solamente sustraído
a la colocación familiar, bajo cuyo régimen es difícil hallar
una disciplina suficiente, para ser puesto en una escuela
profesional, agrícola o industrial, departamental o priva­
da. Las escuelas privadas son designadas cada año, a* su
demanda, por el Ministro del interior (Art. 1). La decisión
concerniente al menor se verifica por el prefecto, de acuer­
do con el informe del inspector departamental de los niños
asistidos, y es siempre revocable en interés del pupilo.
Pero si éste da motivos de descontento muy graves, el
asunto no se reduce a eso. A solicitud del prefecto y sobre
el informe del inspector, el tribunal civil puede confiarlo a
la Administración penitenciaria. Esta, después de un tiem­
po de prueba, decide si debe ser llevado a una colonia o ca­
sa penitenciaria o a una colonia correccional (Art. 2). La
Administración representada por el prefecto conserva un
derecho de gracia discrecional.

§ 3. Usufructo legal.

351. A. Objeto y atribución del usufructo legal.—


Definición y fundamento.—El usufructo legal es el derecho
del padre y de la madre a beneficiarse personalmente con
las rentas de sus hijos menores de 18 años, a cambio de sa­
tisfacer el sostenimiento y la educación de éstos. Es un de­
recho del usufructo sometido a ciertas reglas particulares
que provienen de su origen y de su objeto.
Esta institución, derivada, con algunas modificacio­
nes, de los derechos de guarda noble y burguesa reconoci­
dos a los padres por ciertas costumbres (3), está muy com­
batida hoy. Se le reprocha el volver contra el hijo la pa­
tria potestad destinada a la protección de su persona y de
(1) Sobre loe defectos de la ley de 1908 y su escasa aplicación, v. Rev. péni-
ten t i-aire, 1912, pág. 548.
(2) Sobro el éxito mediano do esta tentativa, v. Rcv. Pénitcntiairc, 1909,
pág. 1186.
(3) V. Plauiol, Traité élómcpitaire, I, núm. 1688.


364 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

sus bienes. Más aún que la tutela, se dice, la patria potes­


tad debiera ser gratuita.
A veces se lia defendido el usufructo legal con bastante
malas razones. Se ha alegado la complicación de cuentas
que tendría que rendir el padre al llegar sus hijos a la ma­
yoría de edad, aunque nunca sería mayor que la de la rendi­
ción de cuentas de la tutela. Se ha dicho que el usufructo
legal íiene por objeto indemnizar al padre de los gastos he­
chos y del tiempo invertido en el hijo; cuando, en realidad,
constituye un beneficio más que una indemnización, y ade­
más, el deber del padre debe ser ajeno a toda indemni­
zación.
El usufructo legal, se puede justificar: 1’ por una cier­
ta indivisibilidad del presupuesto familiar, especie de co­
munidad ampliamente entendida, en la que caen, en favor
del sostenimiento de todos, asegurado a su costa por el jefe
de familia, los ingresos de los dos esposos y los de sus hi­
jos no independizados; 2’ por la voluntad presunta de la
persona de quien proviene la fortuna personal del hijo, y
que podría, si lo hubiese preferido, descartar por disposi­
ción especial el usufructo legal de los padres. Estas razo­
nes aparecen particularmente determinadas en el caso más
frecuente del usufructo legal, que es aquél en que uno de los
padres ha muerto, y transmite sus bienes a sus hijos, por
herencia dejando implícitamente al superviviente los recur­
sos necesarios para continuar su vida anterior.
352. Atribución del usufructo legal.—Las razones que
preceden explican cómo el usufructo legal corresponde, en
la familia legítima, al jefe de esa familia. Pasa, después,
a la madre en el caso en que el padre haya muerto (Art.
384), o cuando, loco o ausente (supra-, núm. 312), se encuen­
tra incapaz de ejercer la patria potestad.
En caso de divorcio, la ley lo atribuye al esposo que ha
obtenido el divorcio en su favor (Art. 3S6). y lo hace des­
aparecer definitivamente si el divorcio ha sido pronunciado
por culpas mutuas. La separación del cuerpo la deja al
padre (1).

(1) Fuera del caso de divorcio, ladeincapacidad


(1) del padre tiene efectos varia­
bles Cuando es pronunciada en virtud
' ' ' la ley de 1899,,di tribunal decido libro-
inente si la inadre recibe, en lugar del padre, el goce legal (V. m/rd, nuins. 399 y
beneficia
400) Si es pronunciada por abuso de goce, parece, es la madre la que se. beneficia
de eDo, como cu los otros casos en que el padre es privado de ese goce. Se observa
rá desde entonces la poca eficacia de la prescripción, si los esposos son comunes
en bienee.
PATRIA POTESTAD 365

353. Continuación. Padres naturales.—Ninguna de


las razones que justifican el usufructo legal explica su atri­
bución a los padres naturales. Sin embargo esta extensión
resulta de la ley de 2 de julio de 1907 que completa el Art.
384. Los padres naturales no ejercen ciertamente su dere­
cho del usufructo legal sino después de hacer que se le nom­
bre al hijo un protutor (Art. 289, pár. 11, in fine). Su dere­
cho se retrotraerá a la toma de posesión de los bienes del
hijo, si la designación del protutor se hace dentro de los
tres meses que siguen a dicha toma de posesión. El dere­
cho del usufructo legal de cada uno de los padres naturales
conduce a otorgarles un derecho equivalente al derecho de
sucesión en usufructo sobre los bienes del otro, durante la
mayor parte de la minoridad del hijo.
354. Usufructo y administración de los bienes.—Se
observará que ese usufructo legal no va siempre unido a
la administración de los bienes que les están encomenda­
dos. En principio, es independiente de la administración
legal. El usufructo sobrevive a esta en caso de muerte de
uno de los esposos; en cambio, es la administración legal la
que sobrevive al usufructo paterno cuando el hijo cumple
los 18 años. El divorcio, que deja subsistir la administra­
ción legal, puede también separarla del usufructo, aun
cuando deje este subsistente, (Arts. 386 y 389, pár. 3, com­
binados).
355. Derecho de la Asistencia pública.—La Asisten­
cia pública ejerce, de acuerdo con los términos del Art. 16
de la ley de 27 de junio de 1904, un derecho de disfrute le­
gal sobre los bienes de sus. pupilos de menos.de .18 años,
No obstante, el prefecto podrá consentir su devolución par­
cial al niño, en el momento de la rendición de cuentas, a
juicio de la Comisión que desempeña el papel de Consejo
de familia.
356. Conflicto de leyes.—La atribución del derecho i*
del usufructo legal hace surgir dificultades particulares
cuando se trata de extranjeros a los que su ley nacional no
da ese derecho. En principio y conforme a la regla gene­
ral indicada (su-prá, núm. 303), ese derecho no debe ser
reconocido a los extranjeros sino en tanto que su ley nacio­
nal se lo conceda. Es preciso también ir más lejos y ad­
mitir que las modalidades de ese derecho, que lo diferen­
cian de un usufructo ordinario» se hallan igualmente de­ í
terminadas por la ley nacional (1). Pero, mientras el de-
(1) Civ. 14 marzo 1877, D. 77. 1. 385, S. 78. 1. 25 nota Renault.
366 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

recho consista en un usufructo, se encuentra sometido a la


reglamentación del usufructo del país en que se ejerce y
en que se hallan los bienes.
357. B. Bienes sometidos a usufructo legal.—Ca­
rácter general del derecho.—El derecho del usufructo le­
gal concedido por el Art. 384 comprende todos los bienes del
hijo, cualesquiera que sean su naturaleza, su procedencia y
su origen; es un usufructo universal. Alcanza, pues, a los
bienes siguientes:
l9 Las rentas vitalicias, usufructos y otros derechos
vitalicios que posee el hijo. Como las rentas de esos bie­
nes implican capital, permitir al padre que se los apropie
es transferirle indirectamente una parte del patrimonio
del hijo: pero como la ley las atribuye de derecho al usu­
fructuario (Art. 588) ninguna disposición permite que se
haga una excepción del padre.
29 El fondo de comercio que pertenece al hijo-. el usu­
fructo legal sirve precisamente para el sostenimiento del
comercio familiar hasta que el hijo esté en edad de dirigirlo
(1) ; sostenimiento que, sin el usufructo del padre, sería
muy difícil (infrá, núm. 589). El padre, usufructuario le­
gal, comercia en su propio nombre (2), y soporta sus ries­
gos, quedando al hijo, derecho de reivindicar la nuda-pro-
piedad del establecimiento en caso de quiebra (3).
39 El derecho de arrendamiento que el hijo tuviese a
consecuencia de una sucesión. Si se trata de un contrato
de arrendamiento, no hay duda de que el padre puede go­
zar de la casa de su hijo. Se ha propuesto, en cambio, que
se le prive del beneficio de los contratos de colonato, dicien­
do que el detecho del colono no consiste en el goce, sino en
las cosechas que son un capital (4). Es un error, el de­
recho del colono, como el derecho del inquilino, es un dere­
cho de disfrute, sometido al usufructo, igual que un derecho
de renta.
358. Bienes excluidos del usufructo legal.—Sin em­
bargo, a título excepcional, la ley sustrae al usufructo le-
(1) Thaller, Traité élémentairc de droit commercial, núm. 152; Dolnlanda
'L’v.sufruit d’un fonds de commercc, tb. Burdeos, 1922, sp. púgs. 134 y s. Comp.
Civ 9 mesidor, año XI, JvT. Gón., n. Puis pat., núm. 179. París, 14 mayo 1853, D.
55 2. 68; Lyon, 10 febrero 1890, Ann. Dro-it comm. 1890, I, pág. 230.
(2") Rc’ha ordinaria para el usufructuario de un fondo de comercio: Beq. 29
enero 1883, D. 83. 1. 314, S. 85. 1 482.
(3) V. Delalande, op. cit.. y loe. cit.
(4) Baudry-Lneantinerie, Chéncaux y Bonnecarrére, V. núm. 151. V. también
7 marzo 1824, D. Jur. G¿n., v. Puiss, patemclle, núm. 111, S. chr., pero so trata do
un arrendamiento foral, muy cercano a una venta de madera en píe.
PATRIA POTESTAD 367

gal tres clases de bienes. Una será estudiada en nuestro


tratado de las sucesiones; se trata de los bienes que el hi­
jo hereda cuando uno de sus padres resulta excluido de la
herencia de sus ascendientes a causa de indignidad; la in­
dignidad del padre y de la madre les priva incluso del de­
recho del usufructo legal (art. 713). Las otras dos excep­
ciones se hallan previstas por el art. 387.
359. Bienes adquiridos por medio de un trabajo se­
parado.—El padre es el que cobra, en virtud de su dere­
cho de administración legal los salarios del hijo que traba­
ja fuera de su casa (infra, núm. 370) ; pero está obligado
a capitalizarlos para el menor sin disfrutar de ellos perso­
nalmente. La exclusión del disfrute legal supone en este
punto dos condiciones.
En primer término, es preciso que se trate de los bene •
ficios de un trabajo personal, no pueden considerarse igual
ni los beneficios del juego, ni los resultantes de una coman­
dita (1).
Además, es preciso que se trate de un trabajo separa­
do: el hijo no hace suyos los productos de su industria, sino
en el caso de que no trabaje al servicio de su padre (2), o
en casa de éste o fuera de ella. La ley no ha querido permi­
tir al hijo que obligue al padre a darle un salario por la
ayuda que reciba de él. Se cuenta con la afección del pa­
dre para impedirle que abuse de la gratitud de los servi­
cios del hijo, reteniendo, al que podría ganarse la vida por
fuera, sin indemnizarle voluntariamente. Por otra parte,
cada vez más, especialmente en el campo, los hijos que tra­
bajan con sus padres exigen un salario; y la costumbre lo
está haciendo ley.
Tal vez convendría, como se ha propuesto a veces (3),
indemnizar, de la sucesión del padre, antes de realizar su
partición por igual, a ]os hijos que han trabajado gratui­
tamente para él.
360. Bienes donados o legados con exclusión expresa.
—El art. 387 sustrae al usufructo legal del padre los bie-
ns que han sido donados o legados al hijo con esa condi­
ción expresa. Esta excepción, muy natural si se justifica
el disfrute legal por la intención de la persona de la cual
(1) Paría, 10 enero 1878, D. 78. 2. 131, S. 79. 2. 23 y sobre apel. Req. 10 dic.
1878, D. 79. 1. 224, S. 79. 1. 126.
(2) Tr. Chateau-Goutier, 2 agosto 1904, D. 1905. 5. 5; Tr. Parthenay, 20 abril
1909, D. 1909. 2. 335, S. 1909. 2. 289.
(3) Prop. Boret, J. Off. Doc. parí. Sess. extr. 1924 Cámara, anexo 973,
pág. 402.
368 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

tiene el hijo sus bienes, se interpreta en cambio en forma


muy distinta. En efecto, para que un donante no se abs­
tenga de hacer liberalidades en beneficio del hijo a causa
del derecho de disfrute legal que beneficiaría al padre, se
le permite que no den nada a éste y que la excluyan. Esta
exclusión, que debe ser expresa, además, no impide que el
padre se aproveche indirectamente de la liberalidad; ya
que puede hacer que se le indemnice en lo sucesivo, de las
rentas de la fortuna del hijo, por los gastos de su sosteni­
miento (1).
Se ha discutido a veces al donante el derecho de sus­
traer al disfrute legal de los padres los bienes que forman
parte de la legítima del hijo. La legítima es completamen­
te intangible, y se dice se deberían reputar no escritas las
condiciones de la liberalidad a que se refieren. Esta opi­
nión no puede ser aprobada: la legítima no existe sino en
interés del legitimario; únicamente él puede prevalerse de
ella; ahora bien, no hay razón para hacerlo cuando esta le­
gítima, muy lejos de ser disminuida se ve aumentada a ex­
pensas del disfrute legal (2) se observará además que si
se justifica el usufructo legal por la intención del disponen-
te, la ley hace a los padres un favor excepcional extendién­
dola también a la legítima; excluir ésta del usufructo es sen­
cillamente restablecer la solución normal.
361. C. Derechos del usufructuario legal. Apli­
cación de las reglas del usufructo.—El usufructo legal,
como no es más que una variedad del usufructo, da a los pa­
dres los derechos de todo usufructuario. El usufructuario
legal adquiere los frutos civiles día a día y los frutos natu­
rales por su percepción. Pierde, pues, todo derecho a es­
tos últimos, si no los ha recibido antes del décimo octavo
ano del hijo; en cambio, incluso después dé esa fecha pue­
de reclamar los frutos civiles vencidos durante el usufruc­
to, por ejemplo, los intereses de las deudas de terceros con
el hijo (3).
No obstante, ese usufructo tiene de particular que cons­
tituye un derecho de carácter familiar. Eso es lo que la
ley ha querido señalar al evitar el designarlo por la pala-
(1) Iteq. 13 marzo 1813, D. Jur. Gen., v. Puiss. palcrncllc, núm. 125; Rennea,
9 nov 1878, D. 79. 2. 32, S. 79. 2. 181. V. suprá, núm. 339.
Í2) A. Colín y Capitant, I. pAg. 445; Baudry-Lacantmcrie, Chéncaux y Bon«
nocarrére -V. núm. 152; Contrá, Req. 11 nov. 1828 (motivos)’, D. Jur. Gen., v. Disp.
t itifs núm. 122, S. clir.; Tr. Yvetot, 24 julio 1885, bajo- Rouen, 12 febrero 1887,
n «<) 2 181 S. 88. 2. 42; Taudiére, op. cit., pág. 91 y nota 2.
(3) ’civ ’°7 enero 1904, D. 1901. 1. 521, S. 1906. 1. 497, nota Homard.
PATRIA POTESTAD 369

bra usufructo (1) (a) y es también por eso por lo que dis­
pensa al padre de prestar fianza (2) (art. 601). Igual-
cuente, como el usufructo legal es un atributo de la patria
potestad, su constitución no da lugar a ningún derecho fis­
cal (3).
362. Indisponibílidad del derecho.—Pero la conse­
cuencia más notable del carácter familiar del susfructo de
los padres, es su indisponibilidad (s?z;nv}, núm. 21). Tiene
su origen en que el usufructo legal es un atributo de la pa­
tria potestad, conferido al padre para que cumpla deberes
a los cuales está indisolublemente ligado. Pero no existe
sino dentro del límite en que el usufructo es efectivamente
indispensable para la satisfacción de esos deberes (4).
En consecuencia, el padre, al enajenar como tutor o
administrador legal el bien de su hijo, cede al mismo tiem­
po el usufructo legal que le corresponde sobre ese bien (5).
Se reconoce también que, en caso de nulidad de la venta
hecha por el padre, el comprador tiene el derecho de rete­
ner los frutos del bien hasta la fecha en que cese el usufruc­
to que corresponda al padre que resulta garante de la ven­
ta (6). El usufructo paterno puede también ser cedido o
embargado separadamente, puesto que la nuda-propiedad
la conserva el hijo (7). Pero esa cesión o ese embargo no
son válidos sino en el caso de que dejen al padre bastantes
rentas para satisfacer las cargas del usufructo legal y es­
pecialmente el sostenimiento. En la medida en que son ne-

(1) Por lo menos esta palabra se ha evitado en el título de la Patria potes­


tad, aunque aparezca ocasionalmente en otra parte (art. 389, 601 y 730) .
(a) En derecho francés el usufructo paterno se llama tl disfrute legal”, y
esto explica la expresión del texto. Nosotros, hasta ahora, hemos venido traducien­
do ”disfrute legal” por usufructo legal, a fin de acomodar la terminología a la
usual en el derecho español.— (N. del T.).
(2) Incluso si el usufructo le ha sido legado, ese legado no puede hacer peor
su condición (Tolosa, 10 dic. 1908, D. 1910. 2. 89, nota de Loynes, S. 1909. 2. 57.
y en apel., civ. 10 marzo 1914, D. 1917. 1. 183), la obligación de prestar garantía
no nacería entonces sino en el momento en que el usufructo legal hubiera terminado
(Cas. belga, 9 julio 1903, S. 1907. 4. 27).
(3) Civ. 15 junio 1842, S. 42. 1. 695.
(1) A. Colín y Capitant, I, pág. 456-457. Comp. Aubry y Rau, IX, § 550
Zjús, pág. 120; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 156.
(5) Civ. 29 junio 1869, D. 69. 1. 329, S. 70. 1. 65; 5 enero 1870, D. 70. 1.
58, S. 70. 1. 156 y sobre apel. de la primera especie: Burdeos, lv agosto 1871, D.
72. 2. 168.
(6) Civ. 29 junio 1869, Burdeos, 1’ agosto 1871 precitados.
(7) Colmar, 27 enero 1835, S. 35. 2. 246 (motivos); Lyon, 23 junio 1849, D.
50. ‘ -
2. 24, S. 49. 2‘. 682 (motivos) ; Douai, 4 marzo 1859, S. 59. 2. 346; Riom, 16
marzo 1892, S. 93. 2. 146 (motivos) ; Burdeos, 21 febrero 1893, D. 93. 2. 361; Lyon,
13 nov. 1894, D. 96. 2. 393, S. 95. 2. 145 (motivos). V. no obstante, Burdeos, 19
junio 1849, D. 50. 2. 22, 8. 49. 2. 681.
370 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cesarios al menor, los frutos le son reservados (1). De ahí


que se niegue a los acreedores personales del padre el de­
recho de embargar no solamente las rentas futuras, sino
también las rentas vencidas cuando exceden de esa medi­
da. La jurisprudencia sólo permite el embargo, a aquellos
con los cuales se hubiera obligado el padre en interés del
hijo. Se habría podido objetar que los frutos civiles caen
día a día en el patrimonio del padre y en la garantía gene­
ral de sus acreedores, de suerte que al atribuirlos preferen­
temente a aquellos de los acreedores con los cuales se hu­
biera obligado el padre en favor del hijo, se establece un
privilegio sin precepto que lo autorice. En realidad, la ju­
risprudencia se justifica en fuerza a otra razón que le per­
mite escapar a la objeción: estimando que el usufructo le­
gal no comienza sino donde terminan las necesidades del
hijo (2). Los frutos del patrimonio de éste, incluso los ven- •
cidos, no caen dentro del patrimonio del padre, sino en tan­
to que no haya excedente entre los ingresos del hijo y sus
gastos. Hasta entonces, permanecen en el patrimonio del
hijo y se hallan afectados por sus acreedores, con exclusión
de los del padre. Unicamente por una especie de confusión,
el artículo 385 comprende el sostenimiento del hijo entre
las cargas del usufructo legal; para la jurisprudencia, es
algo más: fija el límite pasado el cual comienza el usufruc­
to legal. No obstante, los acreedores del hijo pierden su de­
recho exclusivo sobre las rentas, a partir de la percepción
por parte del padre, pero únicamente a causa de la confu­
sión que se establece entonces entre los frutos y el resto del
patrimonio paterno.
En la medida en que las rentas pertenecen al hijo, el
padre no puede naturalmente darlas en prenda (3) y el
usufructo de los inmuebles no puede ser gravado por Iri-
poteca (4).
Se observará además cuán frágil es el derecho de los
cesionarios de rentas futuras. Las rentas cedidas no les
pertenecerán, sino en tanto que no sean necesarias para el
pago de los acreedores con las rentas conservadas por él
y crear al menor, de este modo, un pasivo atrasado que no
podrá ser extinguido sino por medio de todos los frutos fu­
turos de la fortuna del hijo. Todas las cesiones que se hi-
(1) V. Colmar, 27 marzo 1835; Lyon, 23 junio 1849; Douai, 4 marzo 1859;
21 febrero 1893, precitados.
V Limoges, 14 mayo 1897, D. 1901. 2. 381, S. 1901. 1. 498, en nota.
Lvon 13 nov. 1894, D. 96. 2. 393, S. 95. 2. 145 y la nota.
(4) Burdeos 19 junio 1849, D. 50. 2. 22, S. 49. 2. 681.
PATRIA POTESTAD 371

cieran anticipadamente serán pues anuladas. Lo serán


igualmente de pleno derecho inmediatamente con motivo
de la emancipación que el padre puede libremente otorgar
en todo momento. Indudablemente que subsiste en ambos
casos, el recurso en garantía de los cesionarios contra el pa­
trimonio personal del padre; pero en un caso semejante,
este último será casi siempre insolvente. La fragilidad de
los derechos del cesionario del usufructo legal, equivale
prácticamente a una indisponibilidad casi completa de ese
usufructo.
363. D. Cargas del usufructo legal. Cargas de
los usufructos ordinarios.—El usufructo legal soporta en
primer término todas las cargas de derecho común de los
usufructos a título universal, tales como el inventario, el
pago de los intereses de las deudas del hijo (1) y los gas­
tos de sostenimiento de sus bienes. Esta última carga pe­
sa, no obstante, sobre el padre, de acuerdo con reglas espe­
ciales, si une a la cualidad de administrador el carácter de
usufructuario legal. Con el primer carácter, está obliga­
do a velar por la conservación y el sostenimiento de los bie­
nes del hijo, lo que le obliga, no solamente, como al usufruc­
tuario ordinario, a los gastos ordinarios, sino también a los
extraordinarios. Sólo que, como no hace los gastos útiles y
necesarios en su carácter de usufructuario, sino también en
su carácter de representante del nudo-propietario, es equi­
tativo que se le permita cubrir sus gastos, en la medida del
sobrante, con el capital de los bienes cuya administración y
usufructo tiene a la vez (2).
Además, de las cargas normales del usufructo, el art.
285 impone a los padres que tienen el usufructo legal, va­
rias cargas especiales relacionadas con el origen y la natu­
raleza de sus derechos.
364. Carga de la alimentación, del sostenimiento y de
la educación del hijo.—Do acuerdo con la jurisprudencia,
los padres no tienen derecho al usufructo, sino sobre el ex­
cedente de los ingresos de las rentas del hijo en relación con
las cargas de su sostenimiento. Lo que es necesario para
pagar ese sostenimiento continúa perteneciendo al hijo; el
padre provée aquél con los ingresos de éste, pero por su
(1) Pero no de las deudas a que el hijo no está obligado: el usufructuario
legal aprovecha, pues, la aceptación sólo beneficiaría del menor. En esto sentido,
Tr. Bar-sur-Soine, 11 agosto 1897 bajo Civ. 24 enero 1900, D. 1900. 1. 320, S.
1901. 1. 361. Poro véase en sentido contrario, Tr. Bar-sur-Aube, 1? marzo 1901,
S. 1901. 2. 308.
(2) Bonncs, 24 febrero 1902, S. 1903. 2. 66; Req. 17 nov. 1903, D. 1904. 1.
11, S. 1904. 1. 5.
372 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

carácter de administrador y no de usufructuario. En rea­


lidad, mientras que las rentas del hijo no son superiores
a los gastos de sostenimiento, el usufructo no proporcio­
na a los padres ninguna ventaja (1) por causa de la admi­
nistración legal, puesto que el padre que fuera privado
del usufructo, podría igualmente compensar los ingresos
del hijo con el costo de su educación. Se sabe que la obliga­
ción alimentaria de los padres hacia sus hijos, no se ejerce
sino en caso de que el patrimonio de estos últimos no pro­
duzca los recursos suficientes (suprá, No. 339).
Cuando el sostenimiento del hijo se cubre enteramen­
te con su propia fortuna, debe atemperarse a la importan­
cia de dicha fortuna. Cuando, por el contrario son los pa­
dres los que están obligados a proveer al sostenimiento, son
sus propios recursos los que les sirven de medida. La obliga­
ción del art. 385 no se confunde, pues, con la del art. 303.
365. Otras cargas especiales del usufructo legal.—El
artículo 3S5-39 pone, en primer término, a cargo del usu­
fructuario legal, los intereses y atrasos de los capitales.
Ese texto parece, a primera vista, que establece un doble
empleo de las reglas generales del usufructo (art. 612).
Conserva, no obstante, su valor propio ya que como usu­
fructuario, el padre y la madre no tienen que cubrir de
sus ingresos, sino las deudas de intereses vencidos du­
rante el usufructo, y pueden considerar los intereses atra­
sados como deudas de capital y pagarlas del capital del
hijo (art. 612). El art. 2S5 tiene por objeto precisamen­
te obligados a cargar ese atraso sobre las rentas que ellos
cobran (2) ; eso es un acto de buena administración. No
obstante, la ley no adopta esa regla sino cuando se trata de
intereses y atrasos de capitales, con exclusión de los alqui­
leres y arrendamientos.
El art. 385-4’ pone también a cargo del usufructuario
legal los gastos de entierro y los de última enfermedad. No
se trata cíe los gastos del hijo, que entran evidentemente en
el sostenimiento de que están encargados ya los padres, ni
(1) Muy al contrario, puesto que se imponen a los padres cargas especiales
que nada compensa (V. el núm. siguiente).
(9} Disposición tomada para el art. 367, dq la Costumbre do París. Tr. Arras,
5 ¿unió 1859, D. ÓO. 3. 70, S. 59. 2. 887; Tr. du Puy, 25 marzo 1865, D. 65. 3. 23.
A Colín v Capitánt, I, púg. 457; Aubry y Rau, IX, § 550 bis, pág. 125; Baudry-
t (’héncaux y Bonnecarrdrc, V. ¡núm. 161. Contrd, Lyon, 16 febrero
D jir Gén V. I>uis» paternclle, núm. 151, S. 35. 2. 310; Ñimes, 9 julio 1857,
i -7 O 83 s. .57. 2. 161. Nancy, 28 mayo 1881, D. Jur. GC^n., Sup. v. Puiss.
paternelle, núm. 114, 8. 81. 2. 229. E. Cbardon, op. cit., núm. 150.
PATRIA POTESTAD 373

de sus gastos de entierro que corresponden a su sucesión.


Los gastos de que se trata son aquellos de la última enfer­
medad y de la muerte de la persona a la cual ha sucedido el
hijo, y cuyo fallecimiento de apertura al derecho del usu­
fructo legal (1). Esta disposición ha sido tomada, por me­
diación de Pothier (2), de las antiguas Costumbres.
366. Carácter gravoso del usufructo legal aceptado.—
—Las cargas que pesan sobre el usufructo legal pueden,
de remunerador que es en general, hacerlo oneroso para
los padres. Deben no obstante, si no han renunciado a él,
cumplir sus obligaciones (3). Por ejemplo, un usufruc­
to legal los obliga a pagar los intereses deudores atrasados,
los gastos de entierro de última enfermedad, incluso si no
ha durado más que algunos días y no ha procurado a los
padres sino recjirsos muy inferiores a las sumas debi­
das (4). Este resultado se explica por el carácter de carga
que significa el usufructo legal. Pero nada impide que el
padre renuncie voluntariamente a su usufructo (5) ; basta­
rá para ello con una manifestación de voluntad cualquiera,
que lo eximirá desde su origen de todas las cargas usufruc­
tuarias, siempre que por ningún acto anterior no haya ma­
nifestado su aceptación.
La renuncia no se aplica más que al patrimonio actual
del hijo; sobre el cual es que tiene el padre un derecho
adquirido; no puede en ningún caso extenderse al usu­
fructo de los bienes futuros del hijo, por su conexión con
la patria potestad. Esta renuncia traslada todas las cargas
del usufructo sobre la cabeza del hijo; en cambio, el padre
tiene que darse cuenta de todos los frutos, una vez cubierto
el costo de su sostenimiento.
367. E. Fin del usufructo legal Causas de extin­
ción del usufructo.—Las causas generales que ponen fin
al usufructo se aplican al usufructo legal, principalmente
la muerte del usufructuario o su renuncia al usufructo. Es
ta última, puede hacerse después de la aceptación del usu­
fructo, pero no tiene efectos sino para lo porvenir (6). Si
(1) Douai, 22 junio 1855, D. 55. 2'. 83, S. 55. 2. 619; París, 10 agosto 1864,
S. 64. 2. 286; Rennes, 11 enero 1904, D. 1904. 2. 351; Req. 22 junio 1905, D. 1907.
1. 58, D. 10. 1. 535. A. Colín y Capitant, loe. cit.; Aubry y Rau, IX, § 550 bis,
<1. pág. 126; Baudry-Lae.antinerie, Cháneaux y Bonnccarrdre, V. núm. 162.
(2) Tr. de la, Gardo Noble, núm. 94.
(3) Civ. 24 enero 1900, D. 1900. 1. 320, S. 1901. 1. 361; Rennes, 11 enero
1904, precitada. Comp. Lyon, 6 febrero 1890, D. 91. 2. 377.
(4) Rennes, 11 enero 1904, precitada.
(5) Civ. 2'4 enero 1900, precitada. Aubry y Rau, loe. cit.
(6) Lyon, 16 febrero 1835, precitada.
P. y R. T. D. 0.—I • 13
374 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

es hecha en fraude de los acreedores del padre, éstos pue­


den atacarla por la acción revocatoria (Pauliana) (1).
El usufructo legal se extingue por abuso de disfrute
la protección concedida en este caso a todo nudo-propie­
tario debe darse a fortiori al hijo, en interés del cual se
establece la patria potestad (2).
Pero, ¿se debe considerar como abuso de disfrute el
incumplimiento por parte del padre de las cargas particu­
lares al usufructo legal, especialmente la del sostenimiento?
Aunque el Antiguo derecho lo haya admitido y a pesar del
carácter sinalagmático del usufructo legal, esta aplicación
por extensión de una penalidad o rescisión parecía impo­
sible antes de la ley de 15 de nov. 1921, que modifica ]a de
24 de julio de 1889. Pero, desde 1921, la ley permite la ex­
tinción especial del usufructo legal, en todos los casos en
que se falte al sostenimiento comprometiéndose la seguridad
del hijo.
Desde antes, los tribunales, sin que pareciera que ad­
mitían la extinción del usufructo legal por falta de soste­
nimiento del hijo, reconocían por lo menos la posibilidad
de retirar al padre la administración de los bienes de éste.
Se nombraba entonces un administrador o tutor encargado
de cubrir con los ingresos las necesidades del menor y con­
tando el padre para todo lo demás; así entendido, el usu­
fructo legal parece completamente parasitario (3).
368. Causas de extinción propias del usufructo legal.
—El usufructo legal se extingue por causas extrañas al
usufructo ordinario, y bien al propio tiempo que la patria
potestad, ya en otra forma.
La extinción de la patria potestad entraña natural­
mente el fin del usufructo legal, que no es más que un atri­
buto de aquélla. Este termina, pues, por la muerte del hi­
jo, por su emane ipació n (art. 384), por la destitución del
padre o de la madre, si es que el usufructo legal figura en­
tre los derechos que el tribunal afecta con esa destitución.
En cambio, la destitución de la tutela del padre o de la
madre supervivientes, aun en el caso de conducta impro-
(1) Aubry y Rau, IX, § 550 bis, púg. 130, nota 36; Baudry-LacantineriOj
Chéneaux y Bonnecarrdre, V. núm. 177. La jurisprudencia admito también la ac­
ción oblicua: Req. 11 mayo 1819, D. Jur. Gén., v. Puissance patcrnelle, núm. 173,
S 1819 !• 446.
(2) V. sin embargo Limoges, 14 mayo 1897, D. 1901. 21. 381, S. 1907. 498.
Poro la Quiebra del padre no equivale a un abuso de goco y no hace cesar ol usu­
fructo legal: Alger, 27 dic. 1890, S. 92. 2. 5.
(3) Besan^.on, 1’ agosto 1844, D. 45. 2. 170, S. 46. 2. 17G; Limoges, 14
mayo 1897, precitado.
PATRIA POTESTAD 375

pia, deja subsistir del usufructo legal (1) ; el nuevo tutor,


debe, pues, rendir cuenta, a los padres destituidos, del ex­
cedente de las rentas del hijo sobre los gastos de sosteni­
miento reglamentados por el consejo de familia (art. 354).
El usufructo legal se extingue, separadamente de la patria
potestad cuando el hijo llega a la edad de 18 años. Los
autores del Código han temido que la conservación del usu­
fructo legal más allá de esta edad, impida a los padres el
consentir al matrimonio o a la emancipación de sus hijos.
Además, la capitalización de las rentas de los tres últimos
años anteriores a la mayoría de edad del hijo, tiene la ven­
taja de constituir a éste, para el día de su mayoría de edad,
una especie de peculio disponible, sin tocar a su fortuna.
369. Continuación. Extinción del usufructo legal.—
Además, la ley prevé dos verdaderas causas de extinción
del usufructo legal:
l9 La primera alcanza de pleno derecho al padre o
a la madre contra el cual se haya pronunciado el divorcio
y a los dos padres a la vez, si se ha pronunciado por cul­
pas recíprocas (art. 389). La separación de cuerpo legal, en
cambio, deja subsistir del usufructo, puesto que la extin­
ción se considera de derecho estricto (2). Por la misma
razón, la extinción no alcanza al esposo divorciado sino en
relación con los bienes de los hijos comunes; conserva, en
cambio, su usufructo sobre los bienes de sus hijos natu­
rales o de sus hijos de anterior matrimonio.
2’ Una segunda causa de extinción alcanza al espo­
so superviviente que descuida hacer inventario (3) den­
tro de los plazos legales a la muerte del cónyuge primera­
mente fallecido (art. 1442). Estos dos motivos de extin­
ción dejan subsistir la administración legal o la tutela de
los padres; pero estos deben en lo sucesivo capitalizar pa­
ra el hijo el excedente de sus ingresos sobre sus gastos de
sostenimiento (4).
Desde la ley de 21 de febrero de 1906 que modifica el
art. 386. el padre y la madre supervivientes o divorciados
no pierdeii ya el usufructo legal por un nuevo matrimonio.
(1) Besangon, l9 agosto 1844, precitada; Montpellier, 25 agosto 1864. D. 65.
2. 25, S. 64. 2. 225; Algor, 27 dio.. 1890, precitada; Tr. dol Sena, 6 nov. 1908, D.
1909. 5. 16, S. 1909. 2. 263, salvo bien entendido, a hacer pronunciar la prescripción
total o parcial de la patria potestad.
(2) Aix, 25 marzo 1912, D. 1914. 2. 76, S. 1913. 2. 7; pero la prescripción se
produce el día de la conversión do separación de cuerpo en divorcio.
(3) La constancia de culpa es necesaria; la expiración de los plazos no im­
plica pues extinción de derecho: Civ. 30 junio 1920, D. 1921. 1. 157, S. 1921. 1. 52.
(4) Cív. 30 nov. 1910, D. 1912. 1. 74, Tr. Quimper, 2 enero 1902, D. 1903. 2. 7.
376 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

§ 4. Administración legal.
370. A. Definición y atribución. Naturaleza de la
administración legal.—La administración legal es el de­
recho dado al padre de administrar los bienes del hijo con
poderes más amplios que los de un tutor. Supone la exis­
tencia del padre y de la madre, puesto que, a la muerte de
uno de ellos, se abre la tutela. Se ejerce raramente de he­
cho, porque en general un menor no tiene bienes persona­
les antes del fallecimiento de uno de sus padres. No obs­
tante, la administración legal alcanza a sus economías per­
sonales, que provengan de su trabajo o de donaciones ma­
nuales. El padre tiene, pues, únicamente facultad para co­
brar los salarios de sus hijos menores y reglamentar su em­
pleo, (1) pero la costumbre corrige en este punto a la ley
y restringe el campo de la administración legal.
Legalmente, la iniciativa reducida que se deja al me­
nor es la misma que bajo la tutela, a propósito de la cual
será estudiada (infrd, núms. 529 y 546).
Si la ley aumenta los poderes de los padres cuando am­
bos existen todavía, es porque cuenta con su colaboración.
Sería, pues, lógico que la administración legal cediera su
lugar a la tutela cuando cesa esa colaboración por virtud
de divorcio o porque uno de los padres se halla ausente,
incapacitado, o privado de ese derecho de administración.
Sin embargo, sin buena razón, la ley la mantiene (2).
La administración legal prevista por el art. 381 del C.
civil no estaba reglamentada antes de la ley de 6 de abril
de 1910 (3) ; de ahí una serie de dificultades que esta ley
ha resuelto, disminuyendo el número de los pleitos, pero
no sin alargar desmesuradamente el texto del art. 389.
371. Atribución de la administración legal.—Este de­
recho es un privilegio de los padres legítimos; la ley de 1907
(1) Comp. sin embargo París, 21 mayo 1816, D. Jur. Gen., v. Minorité, núm.
765. Bapp. nota Wahl, S. 1904. 4. 17, y lo que se dice suprd, núm. 338, del derecho
para el padre de celebrar a nombre del hijo el contrato del trabajo. En todo caso,
el hecho de que el hijo haya recibido el salario, no haco nulo el pago si el salario
ha sido definitivamente aprovechado por 61. El art. 1308, que declara no rescindi-
bles los actos celebrados por un menor artesano, con ocasión de su arte, supone un
oficio independiente.
(2} V. no obstante el núm. siguiente sobre el caso de destitución.
(3) Bibliografía.—V. sobre la ley de 1910: Capitant, La loi de 6 abril 1910.
Tí frirn 1910 pág. 271; Rigaucl, mismo asunto, Jíev. de législ. de Toulousc, 1911;
Ftudc sur Vadministration légale, tesis. Toulousc, 1911; De Chauvigny do
B ot Pe légale, t. París, 1912. Chirol, L 'administraron légal et la
, . , r 1910. Sobre el derecho anterior, Informe do B. Bartm y discusión,
lBullSoc ct lég. 1905, págs. 297 y s. Wagner, L ' administra t ion légale des bxens
PATRIA POTESTAD 377

no ha concedido al padre natural más que una tutela legal


(art. 389, al. 12). La Asistencia Pública, cuya tutela sui
generis comprende, no obstante, la mayoría de los atribu­
tos de la patria potestad, no tiene tampoco la administra­
ción legal de los bienes de sus pupilos.
La madre legítima reemplaza de derecho, del mismo
modo que en el ejercicio de los demás atributos de la patria
potestad, al padre que pierde la administración legal por
virtud de ausencia (1) (art. 141) o de interdicción (2). En
los demás casos de incapacidad del padre, los tribunales
libremente confían la administración legal a un tercero,
con exclusión de la madre (3) ; además, si la incapacidad
es total, pueden realizar la apertura de la tutela (art. 10
y 11 ley 24 julio 1889). Esta se abre igualmente por el
fallecimiento del padre; y la madre, entonces, sólo resulta
tutora legal.
En caso de divorcio o de separación de cuerpos los tri­
bunales están en libertad de dar la administración legal a
la madre. Esta la recibe en principio si tiene la guarda del
hijo (art. 389, al. 3).
372. Exclusión de la administración legal de los pa­
dres.—Por último, en casi (4) todos los casos en que pro­
ceda remitir ocasionalmente o definitivamente la adminis­
tración de toda o parte de la fortuna del hijo, a otros que
no sean los padres, viviendo éstos, la ley prevé la nomina­
ción de otros administradores que, aunque extraños a la
familia, tendrán poderes calcados en los del padre admi­
nistrador legal. Esto ocurre en los casos siguientes:
l9 Bienes donados o legados al hijo con la condición
expresa de administración por un tercero (art. 3S9, pár. 1).
El donante o el testador pueden realmente tener razones
para desconfiar de la administración del padre. A menos
que no decida otra cosa, los poderes del administrador ele­
gido por él, son como acaba de decirse, los mismos que los
del padrQ. En caso de fallecimiento del administrador de­
des enfants ininucrs, Rev. trini., 1902, p. 782'; Arlides Seligm-an, Rcv. crit., 1875,
p. 090 y s.; Thomas, Rcv. gen., 1898, p. 425 y s.; Notes Hitier, D. 97. 2. 297; do
Loynes D. 1907. 2. 313; Garnicr, De la puissancc patcrncllc quant aux biens. tesis
París 1914.
(1) Tr. Ais, 21 enero 1924. D. H. 1924, p. 176.
(2) En efecto, la interdicción del padre Jujee pasar a la madre la patria
potestad entera. V. s-uprá, núm. 312.
(3) Esto es cierto para la destitución parcial pronunciada en virtud de la
ley de 24 julio 1889 (V. infrd, núm. 399). En los demás casos, mantener la adminis­
tración legal de la mujer, retirándola al marido, correría el riesgo de ser ilusoria.
(4) Hay que reservar el caso de destitución total do la patria potestad (V.
infrd, núm. 400).
378 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

signado, o si el disponente se ha conformado con excluir


expresamente al padre sin designarle mi sustituto, este
será nombrado por el tribunal (arg. art. 389, pár. 4). Por
último, creemos que el derecho del disponente de nombrar
otro administrador que no sea el padre implica el de res­
tringir los poderes del padre administrador o exigir garan­
tías de él (1).
29 Incapacidad del padre y la -madre, viviendo am­
bos (2) (art. 389, al. 4).—El tribunal nombra entonces un
administrador por medio de. una decisión dada en Sala de
consejo. La ley supone en este caso que la incapacidad no
comprende más que la administración legal, pues la extin­
ción total de la patria potestad pronunciada a la vez con­
tra los dos padres, es causa, para abrir la tutela (ley 24 ju­
lio 1889, art. 10 y 11) (3).
3° Oposición de intereses entre el administrador y él
menor.—El tribunal nombra entonces, en la misma forma
que en el caso precedente, un administrador ad hoc (art.
389, al. 4) (4), es decir, encargado únicamente de los asun­
tos en que exista oposición de intereses. Su misión es por
lo tanto limitada y definida por el tribunal, pero la des­
empeña con poderes comparables a los del padre. Nada im­
pide, si el tribunal lo estima útil, el nombrar a la madre pa­
ra esta función. Una solicitud para designación de adminis­
trador ad hoc puede emanar, o del mismo padre, o de un
pariente, o de cualquier persona que tenga facultad pa­
ra hacer convocar al consejo de familia cuando se trata de
la designación del tutor. Los casos de oposición de intereses
son los mismos que en la tutela (V. núm. 509).
373. Conflicto de leyes.—El derecho de administra­
ción legal se halla sometido a la aplicación de la ley nacio­
nal de los padres y del hijo (supra, núm. 303). Esta ley es la
(1) Capitant, op. cit., núm. 17-18. El testador puede subordinar a una consti­
tución de hipoteca el mantenimiento de la administración legal que él tendría el
derecho de excluir. V. desde antes la ley de 1910, Req. 30 abril 1833, motivos, D.
Jur. Gén., W Disp. entre vifs. núm. 189, S. 33. 1. 460.
(2) ¿Qué ocurre entonces a la muerte de uno- de ellos? El superviviente, pri­
vado de la administración legal durante la vida de su consorte, ¿tiene como tutor
legal, a la muerte de éste, la administración de esos bienes? Esto nos parece im­
posible. Sin embargo, el administrador escogido por el tribunal no lo- es tampoco y
procede nombrar un tutor dativo.
(3) Esta destitución especial de la administración legal puedo, por otra parte,
ser pronunciada conforme a dos procedimientos diferentes y en dos categorías de
casos: en virtud del art. 389 (V. infrá, núm. 378), o en virtud de la ley de 2‘4 julio
1889 (V. infrd, núm. 392 y s.).
Í4) Por descuido o por ignorancia, el legislador designa bajo el mismo nom­
bre el administrador general nombrado en lugar del padre y el de la madre des­
tituidos.
PATRIA POTESTAD 379

que determina la extensión de los poderes del padre, las


autoridades de intervención y de vigilancia y las medidas
que hay que tomar para la administración de los bienes.
Los extranjeros tropezarán con grandes dificultades pa­
ra hacer que se apliquen en Francia las reglas de procedi­
miento previstas por su ley nacional, especialmente, en el
caso de alta tutela judicial. Se podrá recurrir a la inter­
vención del Cónsul extranjero; en su defecto habrá que se­
guir las formas equivalentes de la ley francesa (Comp.,
infrá, núm. 441).
Para los alsacianos y lorenenses domiciliados en los
departamentos franceses, se puede admitir la sustitución
del juez de tutela por el consejo de familia (1).
374. B. Funcionamiento de la administración lb
gal. Diferencias con la tutela.—El principio de que la
administración legal no es una tutela, ya admitido antes
de la ley de 1910, ha sido confirmado por esta ley que enu­
mera limitativamente los artículos del capítulo de la tutela
aplicables a la administración legal. En todo lo demás, las
dos instituciones difieren.
I9 De los tres órganos de intervención de la tutela, el
sub-tutor, el consejo de familia y el tribunal, sólo el último
resulta mantenido en la administración legal. Se presume
evidentemente que la asistencia de la madre equivale, res­
pecto del padre, a sub-tutor y consejo de familia. No obs­
tante, esto no se realiza en caso de divorcio, de interdicción
o de incapacidad de los padres.
29 La administración legal no grava con ninguna hipo­
teca legal' los bienes del administrador. Esta hipoteca,
considerada como inútil en tanto que vive la madre, grava
inmediatamente los inmuebles del padre a la muerte de
aquélla. El legislador piensa que el hijo no tiene casi nun­
ca derechos que reclamar con anterioridad. Puede que
ocurra algo muy distinto; sin embargo, los tribunales mis­
mos no están autorizados a exigir una garantía al padre
administrador-legal. Pero los padres y allegados del me­
nor, así como el Ministerio público, que tienen el derecho de
hacer pronunciar la destitución del administrador legal que
pusiera en peligro la fortuna del menor (art. 3S9, al. 9),
pueden, ante esta amenaza, exigir de un administrador le­ !
gal sospechoso que preste voluntariamente garantías al
menor.
(1) ITamel, Rep. prat. d’Alsaco-Lorrainc, Minorité, núm. 10.
380 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Esto sólo es posible, sin embargo, “por causa grave”,


y sería preferible que no se tuviera que esperar una causa
semejante para exigir garantías al administrador (1)
(Comp. art. 166S y 1844, C. civil alemán).
3° El administrador no está obligado, como tal, al in­
ventario de los bienes del menor. Pero está obligado a ello
por otro concepto, si es al mismo tiempo usufructuario.
4’ Por último y sobre todo, los poderes del adminis­
trador legal son más amplios que los del tutor.
375. Poderes del administrador legal. — La diferen­
cia entre estos poderes y los del tutor se basa en la diferen­
cia de constitución que acaba de ser descripta entre la ad­
ministración legal y la tutela. La ausencia del sub-tutor
y del consejo de familia permite al padre realizar solo to­
dos los actos que, en la tutela, tendría necesidad del con­
curso de uno de esos órganos (art. 389, al. 6) y que serán
estudiados en el capítulo de la tutela; algunos de ellos pa­
recen sin embargo graves, como el derecho de renunciar a
una sucesión o la de alienar valores mobiliarios del menor
hasta una cantidad de 1500 francos (ley 27 de febrero 1880,
arts. 1 y 2). Se hace observar que este último derecho per­
mite al administrador, procediendo por ventas sucesivas,
disponer de una gran parte de la fortuna del menor. Pero
esta observación no tiene ya sino una importancia teórica,
puesto que el administrador puede alienar de hecho, aun
sin emplear ese procedimiento, todos los valores que hayan
quedado al portador (V. núm. 376).
En cambio, continúan sometidos a la autorización del
! tribunal todos los actos del administrador legal que hubie­
ran requerido en caso de tutela, una aprobación. La auto­
rización se le da, a instancias del administrador, en Sala
de consejo (art. 389, al. 6). Contra la negativa cíe autori­
zación se puede interponer apelación lo mismo que contra
la aprobación de un acuerdo del consejo de familia (2).
La jurisprudencia reconoce al tribunal la facultad de
no conocer la autorización sino imponiendo al padre cier­
tas garantías, tales como la intervención de un tercero en­
cargado de recibir en su lugar las sumas que sean emplea­
das para el hijo (3). La facultad de rehusar la autoriza-
(1) S<* ha visto, sin embargo, que la persona de la cual el menor tiene sus
bienes puedo exigir estos del administrador legal. (V. núm. precedente).
(2) Capitant, op. dt., P- 299, núm. 38.
(3) Beq. 12 julio 1921, D. 1.922.
1922. 1. 177, nota Savatier, S. 1921. 1. 168.
PATRIA POTESTAD 381

ción implica, en efecto, la ele no concederla sino con ciertas


condiciones.
Los actos prohibidos al tutor, no son todos prohibidos
al administrador legal. Este podrá, haciendo que repre­
sente al menor un administrador ad hoc, arrendar o com­
prar los bienes de su pupilo, o adquirir un crédito contra
él; el art. 450 que prohíbe esos actos al tutor no figura en­
tre los preceptos a los cuales remite el art. 389. En cam­
bio, se encuentra entre ellos el artículo 461, que prohíbe la
aceptación pura y simple de una sucesión del menor. De
igual modo, las razones que prohíben a todo menor en tu­
tela las liberalidades, los actos de comercio (1) y el com­
promiso o transacción, no son especiales y actúan también
con respecto del menor bajo administración legal (2).
En cuanto a los actos que exigen, en la tutela, formas
protectoras especiales que suponen la intervención de los
órganos de protección habituales, no están sujetos a esas
formalidades, bajo la administración legal, siempre que el
art. 389 no remita a los preceptos relativos a la tutela. Una
referencia de este orden se hace: l9 en el art. 459, C. civ. y
en los arts. 953 y siguientes proc. civ. que ordenan que la
venta de los inmuebles de menores sea hecha en pública
subasta, siguiendo reglas determinadas; 2’ al art. 466, que
impone al menor la partición judicial cuando tenga que
proceder a la división: 39 a los arts. 3 y 10 de la ley de 27 fe­
brero 1880, que exigen la intervención de un agente de bolsa
en la venta o conversión al portador de los valores mobilia­
rios de un menor.
En cambio, el art. 389, que remite al art. 467 al. 2, omi­
te a propósito aplicar a las transacciones celebradas por el
administrador legal el par. 1 que exige, en la tutela, la con­
sulta, bastante inútil, de tres jurisconsultos (3).
376. Obligaciones del administrador legal.—El admi­
nistrador legal debe administrar como buen padre de fa­
milia (art. 389. par. 5) y de acuerdo con el mismo texto, es
responsable de su administración en los términos estable­
cidos por el derecho común, es decir como un mandatario
gratuito (4). Su responsabilidad difiere, pues, de la del
tutor (infrá, núm. 4S6 y s.) de una manera poco justificable. I
(1) Civ. 7 marzo 1922, D. 1922. 1. 1G9, S. 1922. 1. 145, nota Lyon-Caen; Ca-
pitant, op. cit., tnúm. 41, p. 301.
(2) V. para la nulidad de una renunciación por el administrador legal: Civ.
27 junio 1923, S. 1924. 1. 174, la nota de M. Hugueney.
(3) Tr. Lunóvillc, 12 julio 1924, Gas. Pal., 31 enero 1925.
(4) El debería responder de la declaración atrasada en el registro, de una ■

sucesión que le toca al menor: Req. 11 febrero 1925, D. H. 1925. p. 156.


382 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

En cambio, y salvo en cuanto al usufructo legal el ad­


ministrador es comparable al tutor desde el punto de vis­
ta de su rendición de cuentas, puesto que el art. 389 remite
a los arts. 469 y 471 a 475, que regulan la rendición de
cuentas de los tutores.
Del mismo modo que el tutor, el administrador legal
se halla teóricamente obligado a convertir en nominales
los títulos al portador del menor que puedan serlo. Pero
la ley añade que los terceros no tendrán que velar por la
conversión (art. 389, al. 7) y más aún que bajo la tutela, es­
ta obligación, que no es sancionada ni por la responsabili­
dad posible de un sub-tutor, ni por la de los terceros, es le­
tra muerta. Indudablemente, la ley no excluye la vigilancia
de los terceros sino desde el punto de vista de su responsa­
bilidad: no pretende retirarle a. los parientes, a los allega­
dos y al ministerio público el derecho de proceder para
obligar al padre a que ponga los títulos en la forma nomi­
nal (arg. art. 389, al. 8); pero se cuidan en general de usar
de ese derecho. De suerte que el padre retiene, si quiere,
la facultad de alienar sin intervención o bajo su propio res­
ponsabilidad toda la fortuna mobiliaria del menor. Hay
evidentemente en ello un peligro, tanto más grande cuanto
que ninguna hipoteca legal garantiza el recurso del menor.
Pero, por otra parte, el padre se reserva, de ese modo, una
libertad casi indispensable en la buena administración de
una fortuna mobiliaria, de suerte que, si algunos menores
pueden perder mucho, la mayoría ganan con ello sensible­
mente (1).
Por último, la ley impone al administrador legal el
empleo de los fondos del menor cuando pasan de 1500 frs.
I (art. 389, al. 7). Adopta esa cifra general, puesto que, en
este caso, no hay, como en la tutela, un consejo de familia
que fije, según la importancia de la fortuna del menor el
punto de partida de las inversiones obligatorias (art. 455)
(2). Esta disposición tiene por sanción, lo mismo que en
la tutela, una obligación personal del administrador al pa­
go de los intereses legales de las sumas no invertidas; esta
sanción desaparece cuando el administrador es al mismo
tiempo usufructuario de los bienes del menor; no se apli-

(1) Comp. sin embargo Capitant, op. cit., núm. 20, p. 287 y s.
(2) Pero, en realidad, aft. 455 no concierne al padre y la madre tutores,
1 administrador legal, cuando- no es usufructuario, se halla menos
de suerte que el
l fuera tutor.
favorecido que si
PATRIA POTESTAD 383

ca tampoco si lia gastarte personalmente, en el sostenimien­


to del menor una suma anual que sobrepase a los intere­
ses perdidos; siempre que hubieren tenido, efectivamente,
el derecho de emplear estos en ese sostenimiento. Las in­
versiones son escogidas libremente por el administrador
legal, salvo, en cuanto a la Sala del Consejo, si los fondos
provienen de un acto que deba autorizar el que por di­
cha Sala se subordine su autorización a una inversión de­
terminada (1).
377. C. Fin de la administración legal. Cesación
absoluta de la administración.—La administración legal
puede cesar por dos clases de causas,'ya porque se hace
inútil, a veces, en atención a que el menor alcanza la capa­
cidad necesaria para administrar su fortuna personalmen­
te, ya porque, otras veces, es reemplazada por la tutela.
En la primera categoría se colocan la mayoría de edad
del hijo y su emancipación. En el primer caso, el* hijo ma­
yor tendrá toda la libertad para obrar. En el segundo ca­
so, hará libremente los actos de pura administración y en
los demás deberá conformarse con las reglas establecidas
para los menores emancipados; pero estas reglas suponen
siempre la intervención personal del incapaz de manera
tal que hace imposible el sistema de representación ajena,
tal como ocurre en la administración legal.
En 1a segunda categoría se colocan la muerte de uno
de los esposos (art. 390), y la extinción pedida de la pa­
tria potestad (ley 24 julio 1889, art. 1 y 101, que producen
la tutela. Es preciso decir otro tanto del abandono mate­
rial o moral del menor, cuando éste es recogido por la Asis­
tencia Pública en calidad de pupilo. La administración le­
gal de los padres desaparece bajo la tutela de la Asisten­
cia pública y ésta puede negarse a devolver los bienes del
hijo del mismo modo que su persona (supra, núm. 323).
378. Destitución personal del administrador.—Ade­
más, la ley de 1910 prevé diversas causas que cambian la
persona del administrador, sin que la administración le­
gal llegue a su término. Estas causas son: 1’ la interdic­
ción; 2V la nominación de un*consejo judicial, 39 el estado
de ausencia; 49 la destitución pronunciada por el juez.
Este último caso de destitución no supone la pérdida
total de la patria potestad; solamente la administración es

(1) Req. 12 julio 1921, precitada; Capitant, op. cit. p. 291, núm. 24 bis.
384 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

lo que se retira al padre. La destitución se pronuncia en


estos casos por causa grave (fraude o mala administra­
ción) ; tiene lugar a instancias de aquel de los padres que
no está investido de dicha administración o de un pariente
o allegado del hijo, o del Ministerio público (art. 389,
párr. 9).
Los tribunales se reconocían ya, antes de 1907, el de­
recho de pronunciarla (1) y usaban de ella con bastante
frecuencia, no solamente cuando la fortuna del hijo se ha­
llaba amenazada sino también cuando el administrador le­
gal empleaba las rentas en cosas ajenas a su principal des­
tino: el sostenimiento del hijo. Estos casos pueden entra­
ñar siempre la destitución, que, puede, además, ser pronun­
ciada en virtud de la ley de 24 de julio de 1889, modificada
por la de 15 de nov. de 1921.
Ya sabemos en qué casos la administración legal de que
ha sido privado el padre, pasa a la madre, y que, si ésta es
destituida, a su vez, se nombra un administrador por el tri­
bunal (suprá, núm. 371 y 372).
379. D. Alsacia y Lorena. Mantenimiento del dere­
cho local (2).—El mantenimiento del derecho local en lo
que concierne a la administración legal, ha sido impuesto
por la conservación de ese derecho en materia de tutela. La
I
tutela no se abre sino en el caso de fallecimiento de los dos
padres; era necesario, pues, proveer a la administración de
los bienes durante el período en que la ley francesa esta­
blece la tutela, es decir, a partir del fallecimiento del uno o
del otro, y eso ha conducido a excluir completamente el de­
recho común en cuanto a la administración de los bienes.
Ya hemos indicado cuáles son las personas sometidas
a la aplicación del derecho local (suprá, núm. 46), y qué di­
ficultades pueden surgir cuando estas personas se hallan
domiciliadas en los departamentos franceses (núm. 373).
En lo que se refiere a los hijos naturales hay que apli­
car las reglas de la tutela, pero, en caso de legitimación la
administración legal sustituye a la tutela, puesto que el
art. 1883 de C. civ. local ha sido derogado por el art. 17
de la ley de 1 de junio 1924.
(1) Incluso después de la ley de 1889; Limoges, 14 inayo 1897, D. 1901. 2.
381, S. 1907. 1. 498 en nota.
Hamel, Uép. pratiqw de droit d’Alsace-Lorraine, v9 Minoritc, t. 11, p. oiu.
PATRIA POTESTAD 385

380. Atribución del derecho de administración.—El


derecho de administración corresponde en principio al pa­
dre, ya vivan los dos padres o haya muerto la madre.
Se hace excepción a esta regla:
l9 En el caso en que se retire ese derecho por el tri­
bunal de tutelas;
29 En el caso de que los bienes hayan sido donados o
legados al hijo con la condición de que el padre no tenga el
derecho de administración (art. 1638, C. civil local).
En estos dos casos el tribunal de tutela o el donante
designa un curador.
La madre ejerce ese derecho en el caso de que el padre
fallezca primero, puesto que la incapacidad especial del de­
recho civil local ha desaparecido. Pierde ese derecho si se
vuelve a casar (art. 1697, C. civ. local) pero puede ser de­
signada tutora (1).
Las mismas reglas son aplicables al padre y a la ma­
dre; no obstante la madre tiene que aceptar que se le im­
ponga la asitencia de un consejo (Beistand), o por volun­
tad expresada por el padre antes de su muerte (art. 1688,
C. civ. local), o de oficio, por el tribunal de tutelas (art.
1687, C. civ. local). El consejo desempeña casi la propia
misión de un sub-tutor (art. Í694, C. civ. local) ; debe ins­
peccionar a la madre y asistirla (art. 1689, C. civ. local) ;
se prescribe su intervención en ciertos actos especiales (art.
1643, 1690, 1691, C. civ. local), y puede recibir una delega­
ción para administrar, como curador, todos o parte de los
bienes del menor, (art. 1693, C. civ. local).
381. Derechos del administrador. — El padre puede
celebrar todos los actos jurídicos (art. 1630, C. civ. local)
con las siguientes reservas:
l9 Algunos actos deben ser aprobados por el tribu­
nal de tutelas. Esos actos son los mismos para los cuales
el tutor tiene necesidad de aprobación (art. 1643, § 1, C.
civ. local; infrá, núm. 568 y s.). Pero los poderes del padre
son más extensos que los del tutor, puesto que el tribunal
puede dar una aprobación general para ciertos actos, tales
como una explotación comercial o industrial ya explotada,, I

si la necesidad se presenta (art. 1643, § 3 y 1825, C. civ.


local).
(1) En el caso de embarazo de la madre, el art. 1912 del C. civ. local prevé
la nominación de un curador; la ley de l9 do junio- 1924 ha anulado ese texto, pero
los trabajos preparatorios indican que es para aplicar en ese caso el art. 393. C.
civ. fr. (Ciro. del 29 nov. 1924, S. Lois annotées,11924j p. 1512, col. 3) .
386 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

2° Algunos actos se prohíben al padre. Son los mis­


mos que se le prohíben al tutor (art. 1630, 2, art. 1795) :
aquellos en que está personalmente interesado, y las dona­
ciones, salvo aquellas dictadas por un deber moral (art,
1641, C. civ. local).
382. Obligaciones del administrador.—El padre está
dispensado de hacer inventario, salvo en los casos si­
guientes :
1’ En caso de muerte de la madre (art. 1640, C. civ.
local), incluso para los bienes que no forman parte de la
sucesión; bastando una simple enumeración;
2’ En caso de segundo matrimonio (art. 1669, C. civ.
local), y en este caso debe justificar el inventario antes de
casarse;
3* En caso de dispensa dada por el tribunal de tute­
las en interés del hijo (art. 1667, 2).
El padre tiene la obligación de administrar el patri­
monio del hijo con los mismos cuidados que sus propios
asuntos (art. 1664 C. civ. local), y está sometido a las mis­
mas reglas que el tutor para la inversión de los fondos (art.
1642, C. civ. local).
383. Fin de la administración legal.—La administra­
! ción legal desaparece al mismo tiempo que la patria potes­
tad por todas las causas de destitución del derecho francés
y del derecho local que se combinan (V. infrá, núm. 413).
Desaparece también totalmente en caso de quiebra del
padre (art. 1647, § 1, C. civ. local), o por decisión del tribu­
nal de tutelas, cuando el padre no se ha atenido a las deci­
siones adoptadas por el tribunal (art. 1667 y 1670, C. civ.
local).
Además, puede ser limitada y reglamentada por el Tri­
bunal de tutelas que, después de haber oído al padre y, si es
posible, a la madre, y los parientes o allegados (art. 1673,
C. civ. local) puede retirar al padre sus facultades o pode­
res sobre ciertos bienes o para ciertos derechos (art. 1630—
29 y 1796 C. civ. local), imponer un inventario, y obligar al
padre a prestar garantía (art. 1668, 1671, 1672, C. civ.
local). . .
El padre está obligado a rendir cuenta de su adminis­
tración en el caso de cese o retirada de poderes (art. 1585,
C civ local). Si es necesario es sustituido por un curador.
PATRIA POTESTAD 387

Sección IV.—Pérdida de la patria potestad (1)


§ 1. Principios generales.

384. Complejidad de la legislación francesa.—El Có­


digo civil callaba sobre la extinción posible de la patria po­
testad; y durante largo tiempo, la única arma contra pa­
dres indignos fué la intervención, ya extensa, que los tri­
bunales se reconocieron a sí mismos el derecho de ejercer
sobre sus abusos. Como esta arma se reveló insuficiente, el
legislador hubo de intervenir infligiendo golpes sucesivos
a la inviolabilidad de la patria potestad. Pero esos golpes
se han sucedido sin orden puesto que las diferentes leyes
votadas se yuxtaponen sin armonizarse y quedan en vigor
todas a la vez, de tal suerte que esta materia es una de las
partes más complicadas de nuestra legislación.
Una de las leyes tiene mayor importancia que las otras:
se trata de la de 24 de julio de 1889 que se propone ser un
verdadero código de la destitución de la patria potestad.
No ha dejado por ello de permitir que subsistan textos an­
teriores, a los cuales resultan agregadas leyes posteriores.
En esas disposiciones actuales, modificadas por la ley
de 15 de nov. de 1921, la ley de 1889 prevé, según las nece­
sidades, una privación total de la patria potestad y una
privación parcial que no comprende sino ciertos atributos
de esa potestad. Entre los otros textos en vigor, unos no
prevéen sino una privación parcial^ y otros solamente una
privación general. Las privaciones parciales relativas a
los derechos del usufructo y de administración legal han
sido examinadas anteriormente, a propósito de cada uno
de esos derechos. Queda, por estudiar: l9 la privación de
derecho común establecida en la ley de 1889, título prime­
ro; 29 las leyes particulares que establecen una destitución
general, y 39 las leyes que establecen una destitución del
derecho cíe guarda solamente.
(1) Bibliografía.—Lallemand, La question des enfants délaissés et aban-
donnós au XIX si-cclc, 1885; Guény, la protection des enfants maltraités ct mora-
lemcnt abandonnes. Testoud, Le contróle de la puissance patcrnclle par les tri-
bunaux ct la loi du 24 juillct 1889, Kcv. critique 1891, p. 16 y s.; Charmont, La
loi du 24 juillct 1889, Lev. crit.„ 1891, p. 511; Lallomand, Notes sur la loi du 24
juillct 1889. Annuaire de lég. franqaise, 1890; Didier, Etude sur la loi du 24 juillct
1889; Nillus. De la déchéance de la puissance patcrnclle: Góffout, Des limitations
a la puissancc patcrnclle. Informe Leloir y discusión sobre la necesidad de una
revisión do la ley de 1889. liev. pen., 1898, p. 369 y s.; Rouast, Commentaire de la
loi du 15 novembre 1921, Hcv. trim., 1922, p. 230 y s.; Sabatier, La déchéance de
la puissance patcrnclle ct la privativa du droit de gardo, París, 1923.
388 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

385. Distinción entre la privación de la patria po­


testad y de las instituciones afines.—Es necesario distin­
guir la privación de la patria potestad de la de otras tres
instituciones: la intervención de la patria potestad, la de­
legación voluntaria de la patria potestad, y de la tutela:
l9 La intervención de la patria potestad es, como se
ha visto (supra, núm. 302), el derecho de los tribunales de
reprimir los abusos de que puede ser objeto. Esa interven­
ción impide o sanciona ciertos actos abusivos; no retira a
los padres ninguno de los atributos de su patria potestad ni
ninguno de sus derechos. Sólo a esa intervención podían
recurrir los tribunales antes de que el legislador les abrie­
se la vía de la destitución; pero de hecho, habían entrado
en el dominio de ésta, no privándose, por ejemplo, de qui­
tarle la guarda de un menor a sus padres, para confiarla
a terceros (1). La ilegalidad de estas prácticas apareció
cuando la ley de 1889 codificó la privación de la patria po­
testad: fuera de los casos limitativamente indicados, en
que la privación era necesariamente total y estaba someti­
da a un procedimiento determinado, ninguna medida de
privación, ni siquiera parcial, pudo decretarse en lo su­
cesivo por los tribunales. Estos, aun manteniendo su in­
tervención sobre la patria potestad (2) tuvieron que re­
ducirla a la represión de los actos abusivos, sin que esa re­
presión pudiera llegar hasta privar a los padres de uno de
sus atributos (3). Después que la ley de 1921 ha hecho di-
sivible la privación, la distinción de que se trata ha perdi­
do una parte de su interés. No obstante, sigue imponién­
dose desde tres puntos de vista: a) la intervención de la
patria potestad puede siempre ejercerse aún fuera de los
casos de privación limitativamente enumerados por la ley
de 1889; b) puede serlo sin el procedimiento exigido por
esa ley; c) no entraña para el que es objeto de ella, la in­
capacidad de ser tutor, curador o miembro de un consejo
de familia (i/nfrd, núm. 398).
(1) V. por. ejem. Req. 15 marzo 1864, D. 64. 1. 301, S. 64. 1. 155; 27 enero
1879 D 79. 1. 223, S. 79. 1. 464.
(2) Civ 28 julio 3891, D. 92. 1. 70, S. 91. 1. 385; Req. 12' febrero 1894, D.
94 1 218 S 94 1. 240; París, 4 dic. 1894, D. 95. 2. 484, S. 97. 2. 73 nota Wahl;
Burdeos, 17 febrero 1897, D. 98. 2. 197; Tr. Sena^ 24 dic. 1910, 1). 1911. 5. 19;
París00*?
París, ’febrero
8? ‘ 1912, D. 1912. 2.273, nota Planiol, S. 1914. 2’. 2po’ nota Huguenéy;
'• -inlin 1919 S 1912. 1. 512. En este sentido notas Planiol y Uugueney precitadas;
-
Aubry " ’ a IX,
y Rau, IX, *$ 550,
550, p.p. 116-7. Contra nota de Loynes, D. 91. 2. 73. Cpr.
i---------- de la -puissancc patemellc par les tribwiaux ' et la loi du Si
Testouci, Le contróle
juillet 1889, Rcv. critique 1891, p. 22 y s
** (3) V Pnitiors’<9.1 21’ inlm 1890, D.
julio 1890. 1J. 91.
! 1. 73, nota de Loynes, S. 91. 2. 17,
Nota’de Loynes, D. 94. 2. 393; París, 15 dic. 1898, D. 99. 2. 57,
nota Bourcart; - - h
nota de Loynes, S. 99. 10j.
PATRIA POTESTAD 389

El deseo de evitar esa pesada incapacidad llevará sin


duda a los tribunales a usar con frecuencia de sus derechos
de intervención más bien que de la privación prevista por
la ley de 1921.
2’ La delegación voluntaria de la patria potestad exa­
minada anteriormente (núm. 233), se distingue de la priva­
ción en que no es una medida tomada contra los padres,
puesto que es concedida por ellos. Pero otras pretendidas
delegaciones de esta potestad, impuestas a los padres con- *
tra su voluntad, son en realidad verdaderas privaciones
de las cuales hablaremos más adelante (núm. 409 y s.).
3° Por último, la privación de la patria potestad es
distinta de la revocación de la tutela, sin duda, la entraña
en el caso, por lo menos, en que se pronuncia en virtud de
la ley de 18S9 (art. 8) ; pero la revocación de la tutela
puede ser pronunciada separadamente, en virtud de los
arts. 434 y siguiente, C. civ., en perjuicio del que sobreviva
ya el padre o la madre; y deja que subsistan sus derechos
de patria potestad, según la distinción analizada anterior­
mente (suprá, núm. 301).
386. Personas que pueden ser objeto de la privación
—La privación, ya sea total o parcial y cualquiera que sea
la ley que permita pronunciarla, es una medida de orden
público, que puede y debe alcanzar en caso de necesidad
a toda persona que tenga, aunque sea virtualmente, una
parte de la patria potestad. Alcanza lo mismo a los padres
naturales que a los padres legítimos.
La privación puede ser pronunciada contra locos (1) :
un loco puede usar peligrosamente la patria potestad sin
que las circunstancias exijan.su reclusión o su interdicción;
ahora bien, ]a privación, salvo cuando resulta por condenas
plurales, no es tanto una medida penal como una medida I
para protección de los menores (infrá, núm. 399).
387. Extranjeros.—Alcanza en Fancia lo mismo a
los extranjeros que a los franceses (2), incluso si la ley
nacional del padre o del hijo no la admite o la admite me­
nos ampliamente que la nuestra. La prueba de que no se
trata de una disposición de puro estatuto personal, sino
muy de orden público, es que la acción para la privación
(1) Tr. Sena, 19 abril 1901, D. 1901. 2. 412.
(2) Douai, 10 clic. 1895, S. 99. 2. 57, nota Audinet; Aix, 8 marzo 1897, D.
97. 2. 157, S. ibid.; 15 nov. 1897, S. ibid.; París, 25 abril 1899, S. ibid. En el
mismo sentido Pillct, J. Clunet, 1892, p. 5 y a. Cordier, Le Droit, 29 nov. 1894;
Pillet, Tr. pratiqw, II, núm. 503.
390 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

corresponde al Ministerio Público tanto como a la familia


del menor. Por otra parte, creemos que nada impediría a
los extranjeros de prevalerse, además, según su derecho
nacional, de causas de privación no previstas por la ley
francesa. Fuera de las sanciones que impone el orden pú-
blico francés, realmente, su estatuto personal es el que fija
la extensión de los derechos de los padres en sus* relaciones
con los hijos (1).
388. Privación preventiva; patria potestad de hecho.
—Pueden igualmente ser privados los padres naturales
que no han reconocido aún a sus hijos (2). Ejercen a ve­
ces, desde antes del reconocimiento, lo que puede llamarse
una patria potestad de hecho. Sin duda esta autoridad no
se apoya en ningún fundamento jurídico y los tribunales
no tendrían necesidad de pronunciar la privación para
quitar el hijo a sus padres (3). Por una decisión funda­
da en que el hijo es extraño a la persona que lo guarda se­
ría destruida el día en que conviniera a los padres recono­
cerle, si el tribunal no pronuncia desde luego la privación.
Por razones análogas, los tribunales pronuncian tam­
bién, en caso de necesidad (4), la privación de la madre
cuando el padre ejerce aún la patria potestad, (5) ; la de
los padres cuyo hijo no está todavía más que concebido,
la de los abuelos por la parte de patria potestad que tienen
en ellos (ley de 24 de julio de 1889), y por último, la de los
I padres adoptivos.
§ 2. Derecho común sobre la privación de patria potestad.
Ley de 24 de julio de 1889, título I.
389. Privación general y de pleno derecho. Caso

(1) París, 2 agosto 1872 D. Jur. Gen., Sup., v’ Loi-s, núm. 336. La toaría del
respecto internacional de los derechos adquiridos quiero además que cada país res­
pete las destituciones pronunciadas en el extranjero contra los extranjeros. Pero
las destituciones pronunciadas en un país contra. Jos nació-nales de un otro país
no parecen tener efecto en este último contra su derecho nacional. (V. Aix, S marzo
1897 precitada, motivos).
(2) Tr. Droux, 22 nov. 1904, Gaz. Palais, 1905. 1. 189; París, 20 abril 1905,
p 1907. 2. 228; Caen., 7 julio 1913, S. 1920. 2. 40, nota Huguoney. Conlrd, Tr.
Vervins, 17 marzo 1893, D. 93. 2. 40, nota de Loynes, S. 1920. 2. 4*0 en nota. V.
también en sentido diverso, Leloir, op. cit., I, núm. 510 y s. y Ilcv. pénitcnliairc, 1898,
p. 373- Jolly, Rcv. pénitcntiaire 1905, p. 788; Josscrand, Rev. trim. 1905, p. 883;
Baudry-Lacantinorie, Chéneaux ot Bonnecarrdrc, V. núm. 2S7 bis; Bogros, Essai
sur les conscquences juridiques de la filiation naturclle de foÁl, t. Poitiers, 1923,
p 72 v h
(3) Tr des Andelys, 27 mayo 1891 informo por Lelo-ir, op. cit., II, pág. 451.
(4) Un interés ya existente es necesario, resultante do un peligro próximo.
Caen, 7 julio^*894, D. 94. 2. 265 y la nota, S. 95. 2. 114.
(5)
PATRIA POTESTAD 391

de privación.—Estos casos son cuatro y todos resultan de


condenas penales del padre (1).
I9 Los padres y ascendientes condenados por aplica­
ción del art. 334, párr. 2, Código Penal. En el momento de la
ley de 1889, este texto castigaba a los padres, por excita­
ción habitual al libertinaje de szis propios hijos y descen­
dientes menores. Desde entonces ha sido modificada dos
veces por las leyes de 3 de abril de 1903 y 20 de diciembre
de 1922. La primera, que ha reemplazado al párr. 2 por
una disposición que no prevé ya un delito cometido por el
padre, la madre o los ascendientes de la víctima, no ha pen­
sado en rectificar consecuentemente la llamada contenida
en la ley de 1889; y la segunda no ha pensado en ello tam­
poco. No es ya el párr. 2, sino el párr. 6 del art. 334 el que
prevé la culpabilidad del padre o del ascendiente de la víc­
tima, y este párrafo 6 la prevé por un delito más grave que
el antiguopárr. 2. Como estas reformas no han modifica­
do la referencia del art. 1889, nos parece imposible decir
que esta decreta ahora la privación de derecho de todos los
delitos previstos por el nuevo párr. 6 (2); solamente pa­
rece que esta destitución se produce aún en los casos, ya
previstos por el antiguo párr. 2 (3); pero se verá que el art.
335 impone en los demás casos a que se refiere el art. 334,
párr. 6 otra especie de privación en penas de menor du­
ración (infra, núm. 405).
29 Si la excitación habitual del menor al libertinaje,
no tiene por autor a uno de sus ascendientes, el culpable es
sin embargo destituido de toda patria potestad sobre sus
propios descendientes, pero únicamente en su segunda con­
dena (art. l9-49).
39 Los padres y ascendientes resultan también obli­
gatoriamente privados de la patria potestad cuando son
condenados o como autores de un crimen cometido sobre su
hijo o descendiente, como coautores o cómplices de un cri­
men cometido por él. Se observará que la pena pronunciada
no tiene ninguna importancia; no es precisamente sobre el
carácter criminal de la condena sobre lo que la ley se re­
gula, sino sobre el carácter criminal de la infracción (art.
r-2’).
(1) La destitución resultante do la condena no sería afectada por la gracia
del condenado, que no afecta sino a la pena. Desaparece, en cambio, en caso de
amnistía, pues esta borra la infracción. Sobre les efectos de la rehabilitación,
v. infrd, núm. 403. Sobre los de la condena prorrogada, v* conclusiones Baudonin,
D. 1902. 1. 209. I
(2) V. sin embargo, Baudry-Lacantinerie, Chóncaux et Bonnecarróre, V. nú­
mero 235.
(3) Comp. Matter, Lois nouvclle, 1903, p. 297.
392 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

49 Si los padres y ascendientes han cometido sobre


sus hijos o descendientes simples delitos, la privación se­
rá obligatoria, después de la segunda condena (art. T-3’);
no se considera ya igual el delito cometido con el hijo al
delito cometido sobre su persona.
390. Carácter automático de la privación.—En los
casos que procede la. privación no tiene siquiera necesidad
de ser pronunciada especialmente; resulta de pleno derecho,
dice el art. 1’, de las condenas (1).
Sin embargo, para tener una prueba más visible de da
privación y para que pueda estatuirse sobre sus consecuen­
cias, el Ministerio público o los interesados harán bien en
tomar determinaciones invitando al tribunal a hacerla cons­
tar y a ordenar las medidas necesarias. El tribunal puede
además hacerlo de oficio (art. 9).
391. Carácter total d_e la privación.—La generalidad
se manifiesta desde un doble punto de vista.
En primer termino, la privación se extiende a todos
los hijos y descendientes de las personas afectadas; inclu­
so les quita a éstas la posibilidad de ejercer más tarde una
patria potestad sobre hijos no nacidos aún (2) y también,
de acuerdo con los términos del art. 8, la facultad de ser en
lo sucesivo tutor, subtutor, curador o miembro de un con­
sejo de familia.
Además, se aplica a todos los derechos de la patria po­
testad, entendidos en el sentido más amplio. El art. 1’ enu­
mera expresamente un número de preceptos que prevén la
mayoría de esos derechos; pero, como se temía con razón
que hubiera olvidos, se ha teñido cuidado de poner la pa­
labra especialmente delante de esa enumeración señalando
así que no tenía nada de limitativa.
El último párrafo del art. I9 precisa solamente que
no se debe comprender en la patria potestad afectada por
la destitución, la obligación alimentaria recíproca (art.
205 a 207, C. civ.). Evidentemente, la destitución conti­
núa igualmente sin obrar ninguna influencia sobre los de­
rechos de sucesión. Pero la mujer viuda o divorciada pier­
de su derecho a la obtención y al goce de la. pensión de re­
tiro de su marido (ley 14 abril 1924, art. 56) (3).
m Crim. 21 eept. 1893, D. 96. 1. 426, S. 94. 1. 300.
(2/) /Douai, 8 mayo 1893, D. 93. 2. 401, nota de Loyues, S. 93. 2 120; Tr.
derecho Suspendido, pero, si hay lugar, después, a la liquidación
y al restablecimiento de la pensión, ninguna reclamación puedo ser hecha por los
atrasos (art. 56 in fine}.
PATRIA POTESTAD 393

392. B. Privación facultativa, total o parcial.


Destitución pronunciada por un tribunal represivo.—Del
mismo modo que la destitución de derecho, la destitución
facultativa puede ser la consecuencia de condenas penales.
Pero exige una disposición expresa de la sentencia. Dis­
posición que el tribunal represivo puede tomar a instancias
de cualquiera y aún de oficio, al pronunciar su sentencia
(art. 9, párr. 2). Así resulta cuando las condenas del pa­
dre, la madre o los ascendientes, entran en una de las ca­
tegorías siguientes (art. 2 de la ley de 1889).
1’ Una condena a trabajos forzados o a reclusión, por
un crimen que no sea uno de los previstos por los arts. 86
a 101, Código penal. La ley, como se ve, excluye los críme­
nes políticos, a la vez por el género de condena que exigen
y por no referirse a los preceptos penales que castigan los
delitos políticos de más importancia.
29 Dos condenas por uno de los hechos siguientes: se­
cuestro, supresión, exposición o abandono del niño; tam­
bién la vagancia. La expresión de la ley es ambigua; ¿.es
preciso que las dos condenas hayan sido pronunciadas por
el mismo delito repetido? Parece más conforme con su
espíritu, contentarse con dos condenas o delitos, aunque
diferentes de los que forman parte de la enumeración le­
gal. Este segundo caso no se distingue del primero sino
en que estas infracciones son castigadas con penas correc­
cionales (1).
3’ Dos condenas correccionales, en menos de un año,
por embriaguez pública, lo que supone una condena ante­
rior de los tribunales de policía por la misma infracción
(V. art. 2, párr. 2, de la ley de 23 de enero de 1873, al cual
envía la ley de 1889).
4’ Una condena pronunciada en virtud de los arts.
1, 2, y 3 de la ley de 7 de diciembre de 1874, ley que será
objeto más adelante de un examen especial (infrdt n9 406).
59 Una primera condena por excitación habitual de
un menor al libertinaje o prostitución, ]o que supone que
el autor del delito no es un ascendiente de la víctima, caso
en que la destitución sería de derecho (art. 1 -l9).
69 Una condena por delito de abandono de familia
(ley de 7 de febrero de 1924, art. 1, párr. 3).
393. Privación pronunciada por un tribunal civil —
Si en los casos que preceden, el tribunal ha omitido pro-
(1) Además, sólo tiene interés si las infracciones en cuestión no constituyen
casos do destitución obligatoria en virtud del art. 1, 2, y 3. (V. suprá, número
389-3’ y 4’).

ti
39-1 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

nunciar la destitución, ésta puede ser solicitada al tribunal


civil (art. 9, pan*. 1 y 2, sol., implícita); pero este tribunal
la pronuncia también, con exclusión del tribunal represivo
(1), en otros dos casos, el primero de los cuales, con todos
los casos que preceden, es en realidad absorbida por el
segundo.
1° El primero, que basta con mencionar, permite la
privación a los padres cuyo hijo o descendiente ha sido en­
viado a corrección, o en virtud del art. 66 del Código pe­
nal, relativo al menor de 18 años irresponsable por falta
de discernimiento, o en virtud del art. 67 del Código penal
relativo a las condenas que alcanzan a los menores de 16
años (art. 2-5’).
2’ En cuanto a la última causa de destitución, bas­
tante amplia, para que lo abarque todo, se refiere, en el art.
2-6v, “al padre y madre (y ascendientes) que comprome­
tan por maltrato, por malos ejemplos de embriaguez ha­
bitual o de notoria mala conducta, por falta de dudados o
falta de dirección necesaria, la salud, la seguridad o la mo­
ralidad de sus hijos o de uno o varios de éstos”. Gracias
a este precepto es posible la privación en todos los casos en
que sea útil.
Esto es exactamente lo que ha querido la ley de no­
viembre de 1921; para eso ha añadido a los casos ya consi­
derados por la ley de 1889 la “falta de cuidados”, que no
estaba explícitamente previsto y que los tribunales hubie­
ran podido vacilar en incluirla (2). Ha visto también una
causa de privación en “la falta de dirección necesaria”, a
la cual hay que añadir a fortiori la inmoralidad de la direc­
ción. Ha hecho, pues, desaparecer otro vacío de la ley de
1889, que no pronunciaba la privación por mala conducta
de los padres, sino en el caso de que ésta fuera notoria (3):
lo que importa, en realidad, no es el mal ejemplo dado al
público, sino el mal ejemplo dado al hijo; hoy, ese mal ejem­
plo puede ser considerado evidentemente como una falta
de dirección necesaria. En suma, los tribunales no tienen
ya que preocuparse más que de una cosa, el peligro
del hijo; cualesquiera que sean la causa y la naturaleza de
ese peligro, los autoriza a pronunciar la destitución de los
(1) Criin. 29 febrero 1924, Gaz. Palais, 1924. 1. 718.
(9) V. Grenoble, 13 junio 1892, D. 93. 2. 267, 8. 93. 2. 92. Riom, 9 moyo
1893 í> 94. 144, S. 94. 2. 167; Pau, 6 enero 1920, 8. 1921. 2. 3.
zoC El anticuo texto la exigía, además, escandalosa: v. París. 9 agosto 1893,
D. 94 2. 101; Alger, 1 julio 1903, D. 1905. 1. 99, S. 1904. 2. 295; Pau, 6 enero
1901, precitada.
PATRIA POTESTAD 395

padres en el ejercicio de la patria potestad (1). No obs­


tante, se observará que la ley no piensa sino en el peligro de
la persona del hijo y no añade nada a los remedios que la
ley aportaba antes al peligro de su patrimonio.
394. Procedimiento de la acción para la privación a
patria potestad ante el tribunal civil.—La cuestión del pro­
cedimiento a seguir no se presenta sino en el caso de que
la acción sea llevada ante el tribunal civil; puesto que, ante
los tribunales represivos, a privación no es más que el ac­
cesorio de una sentencia obtenida según las formas del de­
recho común. En cambio, la acción se ejercita en lo civil
siguiendo un procedimiento especial que ha dado lugar a
algunas dificultades.
La acción corresponde al Ministerio público y a los
parientes del menor hasta el cuarto grado, pero no al sub­
tutor por este solo carácter, ni a los allegados (2). Estos
no pueden sino solicitar la acción del ministerio público
(art. 3).
La Sala del consejo del tribunal, y en apelación, la de
la Corte, es la que tiene competencia (art. 3). So pena de
nulidad, todos los debates deben tener lugar ante ella (3),
pero los pronunciamientos necesarios, aún antes de fallar
en el fondo (4), se dan en audiencia pública (V. sobre la
sentencia definitiva (art. 4 párr 6).
La competencia ratione personae se determina por e)
domicilio del defensor y, si este domicilio es desconocido,
por su residencia: el art. 3, en este punto, no hace más que
atenerse al derecho común (5). Además, siempre que la
ley de 1889 no lo descarta, se aplica el procedimiento civil
de derecho común (6). Por error únicamente se ha pre­
tendido a veces lo contrario al argüir el carácter penal que
se atribuía a la ley de 1889 (7). El art. 9 señala perfec-
(1) V. Rouast, Jicv. trim., 1922, p. 237-238.
(2) París, 2 febrero 1897, D. 97. 2. 168, 8. 97. 2. 280.
(3) Civ. 18 enero 1S99, D. 99. 1. 134, S. 1903. 1. 343; Nancy, 2 marzo 1901,
D. 1902. 2. 458, S. 1902. 2. 270.
(4) Angora, 18 marzo 1891, D. 92. 2. 57, nota Planiol, S. 91. 2. 140; Req.,
8 nov. 1916, S. 1920. 1. 12. Cantrá, Reúnes, 26 dic. 1900, D. 1901. 2. 134, S. 1901.
2. 263.
(5) Burdeos, 26 marzo 1907, D. 1907. 2. 272, S. 1907. 2. 300.
(6) Civ. 5 mayo 1902, D. 1902. 1. 209, S. 1904. 1. 41; 18 junio 1902, D. 1902.
1. 350. S. 1904. 1. 89; Req. 8 nov. 1915; precitada; Poitiers, 8 mayo 1905, D. 1907,
2. 14, S. 1906. 2. 8.
(7) Esta fuó la tesis del Procurador general Baudouin (V. concl. en el Da-
Hoz bajo Civ. 5 mayo 1902, precitada). Pero la Corte de casación so negó a ad­
mitirla y, por consecuencia, a convalidar, como so lo podía el fiscal, apelaciones I
hechas como en materia correccional, sin la observancia de las reglas del art. 456 C.
pr. civ. El carácter civil y no penal de la ley es aun más notable desde que la re-
396 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tamente que, eu el espíritu de la ley, cuando se acude ante


la Sala del consejo se verifica en su carácter de juridic-
ción civil y no existe razón alguna para eludir en principio
el procedimiento que normalmente se sigue ante ella.
Hay que convenir especialmente en que las notifica­
ciones y emplazamientos obligatorios (1) de una parte a
otra, no son válidos sino están hechos por medio del ujier
(2) que la apelación (3), la oposición (4) y el recurso de
casación (5), se interponen en la forma habitual, y por úl­
timo. que los términos para el emplazamiento y compare­
cencia son los mismos de derecho común (6).
395. Continuación. Particularidades del procedimien­
to.—Sin embargo, la ley hace al procedimiento habitual
notables modificaciones que se inspiran en el deseo: l9 de
hacer oír a las partes por el tribunal; 29 de rodear de cier­
tas garantías una medida tan grave como la privación; 3’
de asegurar, sin embargo, a esa medida la celeridad de la
que puede depender la salud del menor.
I9 El art. 4, párr. 29, quiere que la acción sea inicia­
da no por medio de una demanda formal, o sea por un ac­
ta de procurador, sino por una memoria, es decir, por un
escrito motivado presentado al Presidente por el deman­
dante en persona, con los documentos justificativos, y no
tificada (7) al demandado (8). El art. 4, párr. 4, que re­
mite al procedimiento de la interdicción (art. 892-3’, proc.
civ.) quiere que ese demandado comparezca en persona
ante la Sala del consejo la que le interrogará. Como el pro­
forma de 1921 ha permitido sustituir la palabra destitución por la palabra retirada.
No obstante, es todavía desconocido por algunas decisiones (Tr. Saumur, 15 no­
viembre 192'3. Gaz. Pal., 24. 1. 83). V. sobre otra, consecuencia de este carácter
suprd, núm. 386.
(1) Pero no, bien entendido, las relativas a los procedimientos facultativos:
Req. 27 dio. 1920, X>. 1921. 1. 153. S. 1922. 1. 681.
(2) Civ., 18 junio 1902; Po-itiers, 8 marzo 1905, precitadas; París, 14 marzo
1913, D. 1914. 2. 56; 13 junio 1913, D. 1915. 2. 32. S. 1905. 2. 22. La ley do
1889 emplea sin embargo la palabra notificación.
(3) Civ. 5 mayo 1902'; Poitiers, 8 marzo 1805; París, 14 marzo y 13 junio
1913 precitadas; París, 4 oct. 1924. Gaz. Pal., 24 oct. 1924.
(4) París, 15 mayo 1908. D. 1909. 2. 280, S. 1908. 2. 308.
(5) Civ. 15 julio 1908, D. 1908. 1. 339, S. 1908. 1. 460.
(6) Angers, 18 marzo 1891, precitada.
(7) La notificación debe ser hecha en tiempo útil para su defensa: ningún
juicio susceptible de perjudicarle puede, pues, ser pronunciado antes que esta no­
tificación le ha va permitido hacerse oir: Angers, 18 marzo 1891, precitada, nota
Planiol; Informe* Reiuibs, 26 dic. 1900. D. 1901. 2. 134, S. 1901. 2. 263. No es
necesario significar especialmente los documentos relacionados en la memoria, por
lo menos cuando son conocidos por el demandado: Civ. 18 marzo 1901. D. 1902.
1 481 S. 1902. 1. 521.
O más exactamente, a los demandados: la madre en efecto debo ser puesta
en causa si no se le quieren dejar las prerrogativas retiradas al padre: Agen, 22
•lie. 1895. D. 98. 2. 184.
PATRIA POTESTAD 397

cedimiento pone, pues, a las partes directamente en pre­


sencia, la mediación de procurador no es en modo alguno
obligatoria para ellas (1). Voluntad que la ley ha seña­
lado aún, al hacer partir el plazo de oposición, no, como
en derecho común de la comunicación de la sentencia al
procurador, sino de su comunicación a la parte misma (ar­
tículo 6). La necesidad de un procurador se comprendería
tanto rqenos cuanto que la privación se persigue la mayor
parte de las veces contra insolventes. Además, nada im­
pide a las partes el que se hagan representar voluntaria­
mente por un procurador (2), salvo bien entendido, en la
memoria del demandante y en el interrogatorio del deman­
dado. No siendo indispensable el procurador en apelación
como no lo es en primera instancia, el escrito de apelación
puede presentarse sin esa representación (3). Igualmente,
las informaciones ordenadas por el tribunal se persegui­
rán sin procurador. Por último, no es necesario la justi­
ficación al carácter (4).
29 La ley introduce en el procedimiento dos garan­
tías obligatorias; un dictamen del juez de paz del cantón
del domicilio del demandado (art. 4, párr. 5) y el informe
de un juez que el Presidente solicita después de haber re­
cibido la memoria (párr. 3). Ambas están proscriptas y de­
ben ser mencionadas en las soluciones y sentencias so pe­
na de nulidad del procedimiento (5). Además, la ley pre­
vé que el Procurador de la República, antes de intentar la
acción, hará una información oficiosa y sumaria (art. 4,
párr. 1) ; pero si está ya suficientemente documentado,
puede ciertamente proceder sin información (6). Igual­
mente, el párr. 4 que envía a los arts. 892-39, pr. civ., indica
que el tribunal podrá hacer convocar al consejo de familia
(1) París, 11 enero 1901, D. 1901. 2. 370, S. 1901. 2. 271; 7 marzo 1902, D.
1905. 2. 234; Civ. 5 mayo 1902, D. 1902. 1. 209. concl. Baudouin, S. 1904. 1. 41
y la nota.
(2) Civ. 5 mayo 1902, precitada. La Corte de París, antes opuesta, se ha
adherido a la jurisprudencia de la Corte de casación: v. París. 24 julio y 7 agosto
1902, Gas. Pal., 1902. 2. 265. Pero no parece que el querellante pueda hacerse
representar por un mandatario no procurador.
(3) V. Civ. 5 mayo 1902, precitada; Poitíers, S mayo 1905; París, 14 marzo
y 13 junio 1913, precitadas.
(4) Civ. 18 marzo 1901. D. 1902. 1. 481, S. 1902. 1. 521; so trataba, en
verdad, de una destitución obtenida por el Ministerio público.
(5) Civ. 18 marzo 1901, precitada; 31 oct. 1907 D. 1907. 1. 477, S. 1907.
1. 462; Lyon, 28 febrero 1912, D. 1913. 2. 5. Civ. 13 julio 1920, D. 1924. 1. 119.

I
S. 1921. 1. 8. Este informe es obligatorio en apelación como en primera instan­
cia. La nulidad del fallo pronunciado sin el dictamen del juez de paz está cu­
bierta si este dictamen es dado por la Corte (mismas decisiones).
(6) Toulouse, 20 enero 1902, bajo Civ. 18 junio 1902*. D. 1902. 1. 350, 8.
1904. 1. 89; Lyon, 28 febrero 1912, precitada.

i
398 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

para obtener su parecer; pero el texto añade que esta me­


dida es puramente facultativa. Por último, lo mismo su­
cede con la información a la cual, si procede, se practica
por la misma Sala del consejo, en la forma más simple
(art. 4, párr. 5’). Este último precepto, al parecer, la re­
mite de acuerdo con el art. 893, párr. 2 y 3, Pr. civ., al que
parece enviar, por equivocación, la lev de 1889 (art. pá­
rrafo 4) y según el cual, la información ha de hacerse do
acuerdo con las formas ordinarias (1).
Sin embargo, la jurisprudencia parece orientarse ha­
cia otra tesis, según la cual, el art. 4, párr. 5, de la ley de
1889, y el art. 893 párr. 2 y 3, procedimiento civil, se apli­
carán conjuntamente, el primero, en relación con el caso
en que el tribunal quiera proveerse de simples informacio­
nes, el segundo, cuando se trate de una información orde­
nada por resolución. Esto se hará en la forma ordinaria,
teniendo en cuenta, evidentemente, que las partes pueden
desempeñar personalmente la misión de los procuradores.
No es una concepción muy práctica.
39 Aun rodeando el procedimiento de garantías, la
ley no quiere que el menor quede largo tiempo en peligro.
Prevé, pues, en primer término, que la Sala del Consejo
ordenará durante la instancia todas las medidas provisio­
nales útiles, en relación con la guarda y la educación de
los menores. Estas medidas se ejecutarán, no obstante
i
oposición o apelación (art. 5). Esta última regla es igual­
mente aplicable a la sentencia que pronuncie la privación
de la patria potestad (art. 4, in fine).
396. Continuación. Recursos.—Por último, la ley to­
ma precauciones para que los recursos retrasen el menor
tiempo posible la solución definitiva del litigio. No admi­
te la posibilidad de dos oposiciones sucesivas (art. 6, in
fin&) y reduce el plazo de la oposición a una. semana fran­
ca (2) a partir de la notificación en persona, o al año a
partir de la notificación en el domicilio.
En cuanto al plazo de apelación no es más que de diez
días a contar del de la sentencia, si es contradictoria (3)
o del día en que la oposición deje de ser admisible, si es en
V. Req. 8 nov. 1916, 8. 1920. 1. 12.
g Sobre el carácter franco del plazo, Poitiers, 8 mayo 1905, precitada.
(3) V. sin embargo, Nimes, 5 marzo 1923, S. 1923. *2. 143, que admite una
excepcióncuando la sentencia ha sido pronunciada después de una instancia con-
tradictoria,, rpero — la
—,sin - *presencia . del demandado, x-puesto j el asunto ha sido de­
-- xcilio
cidido en ij rebeldía;r el 7 ’— de diez Jf
plazo -- —
días se ----- -___z _a contar entonces desdo la
empozará
notificación.
PATRIA POTESTAD 399

rebeldía (art. 6 y 7) (1). Basta con que el demandado ha­


ya estado presente en persona o por medio de su procura­
dor, en un momento cualquiera de la instancia, ante la Sa­
la del consejo, para que la sentencia deba ser considerada
como contradictoria (2). Como la intención de la ley es
abreviar la instancia, los plazos reducidos, que da a los re­
cursos deben ser aplicados también a los juicios antes de
que se pronuncie sentencia (3). Pero el plazo del recurso
de casación sigue siendo el mismo del derecho común.
397. Carácter divisible de la privación.—Antes de su
reforma, la ley de 1889 hacía total la privación; incluso la
facultativa. Esta falta de flexibilidad, que colocaba a los
tribunales en la alternativa de todo o nada, era en extremo
lamentable en todos los casos intermedios, e impedía a la
justicia que pronunciara privaciones útiles, porque hubie­
ran parecido exageradas. Eso ha sido sobre todo lo que ha
hecho necesaria la ley de 15 de nov. de 1921 (4), después de
la cual, la destitución se ha convertido en divisible, bajo
el nombre de retirada o pérdida de los derechos de patria
potestad. (5).
En todos los casos en que la destitución sea facultativa,
el art. 2 da a los tribunales completa libertad, si no estima
útil una privación completa, para: 1’ no privar a los pa­
dres de una parte de sus derechos de patria potestad; 2’
no privarlos de esos derechos sino sobre la persona de uno
o varios de sus hijos. De hecho, como las causas de desti­
tución legales son relativas a las faltas del padre respecto
de la persona y no respecto de los bienes del hijo, la desti­
tución parcial pronunciada debe con la mayor frecuencia
afectar todo o parte del derecho de guarda, y la privación
del derecho do corrección que no es ya útil, puesto que los
tribunales pueden libremente no permitir su ejercicio (su-
pra, núms. 344 y 345). La privación parcial podrá también
afectar los derechos que la ley no trata en el título de la
patria potestad, como el derecho de emancipar al hijo, de
permitir su matrimonio o su adopción. Esto se halla ex­
cí) Creemos que so debo equiparar al fallo contradictorio el nuevo falla por
defecto dado en onosición. Este es realmente el espíritu del art. 6. Comp. Rennes,
7 dic. 1907, D. 1908. 2. 146.
(2) V. París, 11 marzo 1895, D. 96. 2. 385, nota de Loynes, S. 96. 2'. 241, nota
Tissier; Civ. 5 mayo 1902. D. 1902. 1. 209, S. 1904. 1. 41 y la nota.
"" Burdeos, 22 febrero 1899, S. 99. 2. 493, S. 1900. 2. 46.
(3)
c:
(4) V. Rouast, Rcv. trim, 1922, p. 230, y la bibliografía indicada anterior-
mente.
(5) Esta expresión trata de no ser tan humillante como la de destitución.
Desdo otro punto de vista, retirada y destitución son sinónimas.
400 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

presamente previsto por el art. 14. Resulta de ello que


por medio de un procedimiento de destitución parcial, la
familia puede llegar indirectamente a realizar la emanci­
pación del menor, su adopción o su casamiento a pesar de
los padres. Pero el caso continúa siendo muy poco prác­
tico. puesto que es preciso siempre suponer que el mante­
nimiento del estado actual sea no solamente desventajoso
sino peligroso para el lujo.
La ley actual permite también retirarle especialmente
el usufructo legal a los padres que descuidan el sosteni­
miento del lujo. Se sabe que antes los tribunales no se
reconocían ese derecho (suprá, núm. 367).
398. Continuación. Incapacidad de ser tutor.—Exis­
te sin embargo un punto en que la falta de habilidad del
legislador deja a los tribunales cohibidos. Sin ver que se
contradecía, la ley ha extendido a los padres parcialmente
privados de potestad la incapacidad de ser tutor, sub-tutor
o miembro de consejos de familia, que el art. 8 de la ley de
1889 decretaba contra los padres que habían sido objeto
de una privación total. Resulta, pues, que la privación de
un atributo cualquiera de la patria potestad, entraña para
el condenado la pérdida del derecho de ser tutor de todos
sus hijos, y la destitución de la tutela legal, si ya la ejercía.
Los tribunales pueden conservar al padre la guarda, la
administración legal, el usufructo legal, pero están obli­
gados a retirarle la tutela de todos sus hijos a la vez, y
hasta el derecho de ser miembros de su consejo de familia.
Esto es tanto más absurdo cuanto que el derecho de ser
tutor se relaciona más especialmente con la fortuna del
hijo, mientras que las causas de destituciones se refieren
principalmente a la protección de su persona. Es muy
posible que este error paralice en gran parte el efecto
útil de la reforma de 1921.
399. C. Efectos de la destitución. Retirada parcial
de los atributos de la patria potestad.—Estos atributos no
desaparecen, pero pasan a otra persona.
Si se trata de los derechos de consentir a un casamien­
to, a una emancipación o a una adopción, pasan a las per­
sonas a quienes corresponderían en el caso de defunción
del o de los padres destituidos (art. 14 in fin#).
En cuanto a los demás derechos, el tribunal decide si
procede que se le conserven a la madre cuando ésta existe
(art. 11 párr 4, comb. con el art. 9 párr. 3). Si la destitu­
ción resulta de derecho de una sentencia del tn 1?”"01 de
tribunal
PATRIA POTESTAD 401

lo criminal que omita el estatuir sobre esta cuestión, el


Ministerio Público o los padres acuden inmediatamente
ante la Sala del consejo del tribunal civil para que resuel­
van (art. 9). En el caso de que la madre no sustituyera o
no pudiera sustituir al padre, el tribunal podría atribuir
esos derechos o a un pariente, o a una persona que goce de
sus derechos civiles, o a un establecimiento de beneficencia
reconocido de utilidad pública o habilitado por ordenanza
prefectoral (art. 11, párr. 4).
Toda persona que desee que se le confíen los derechos
retirados al padre, puede, de acuerdo con el art. 13, inter­
venir en la instancia por vía de demanda. Este texto exi­
gía que se comprometiese a cumplir las obligaciones de im
tutor oficioso. Pero esta restricción, que sin duda ya no
se aplicaba, después de 1921, en el caso de contradicción,
entre los deberes del tutor oficioso y los derechos mante­
nidos al padre, ya no tiene valor, desde que la ley de 19 de
junio de 1923 ha suprimido la tutela oficiosa. Además,
como la intervención se halla sometida a las reglas ordi­
narias, está abierta a. todo interesado (1).
400. Retirada. total.—La privación total de la patria
potestad sobre uno o varios hijos, divide aún los derechos
retirados al padre. El derecho de consentir el casamiento,
a la emancipación o a la adopción, es atribuido a los padres
que lo hubieran poseído en caso de fallecimiento de la per­
sona destituida, (art. 14). La madre, por lo tanto, no
puede ser privada de él, en caso de destitución del padre,
a menos que ella también haya sido objeto de una desti­
tución regular.
Puede, en cambio, la madre ser privada de los demás
atributos de la patria potestad, aun sin privación propia­
mente dicha, puesto que está demasiado próxima, según se
ha pensado, de la influencia paterna. Como en el caso an­
terior, los tribunales decidirán, por lo tanto, si los derechos
retirados al padre serán pasados a ella. Si se los niegan,
pueden ordenar la apertura de la tutela, de acuerdo con los
términos del derecho común (art. 10 párr. 1) o el manteni­
miento de esta tutela en el caso de que la muerte de uno de
los padres la hubiese ya producido. Aunque la ley remite
al derecho común, la madre o los ascendientes no destitui­
dos no tienen, sin embargo, ningún derecho de tutela le­
gal (Arg. de la expresión “persona designada”, en el ar-
(1) Req. 8 nov. 1916, S. 1920. 1 . 12.
402 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL. FRANCÉS

fíenlo 10, párr. 1) ; y nada impide tampoco que puedan ser


nombrados tutores según parece sólo el tribunal puede pro­
nunciarse en este punto y decidir si, en defecto de la patria
potestad que niega a la madre, ésta puede ser investida de
la tutela. Es, pues el Tribunal y no el consejo de familia,
el que nombrará el tutor (1). Al tutor se le dispensa de la
hipoteca legal; pero el tribunal puede imponerle que cons­
tituya sobre todos sus bienes o sobre un inmueble una hi­
poteca que garantice su administración hasta la concurren­
cia de una suma determinada que corresponda a la fortuna
del menor (art. 10, párr. 3).
El que desee ser nombrado tutor puede intervenir en
la instancia por medio de demanda.
401. Continuación. Envío del hijo a la Asistencia pú­
blica.—No es obligatorio para el tribunal decretar siempre
la constitución o el mantenimiento de la tutela. Puede
dispensarse de ello remitiendo el niño a la Asistencia pú­
blica. El art. 11 dice que en este caso, ésta ejercerá la tu­
tela administrativa en los términos de los arts. 11 a 18 de
la ley de 1904. Eso es olvidar el art. 13 de esta ley que
concede a la Asistencia pública el derecho de consentir al
casamiento y a la emancipación del niño, cuando en reali­
dad, el art. 14 de la ley de 1889 se lo niega (infrá, n’ 403).
Como de ordinario, la Asistencia pública procederá gene­
ralmente a la colocación de los menores (art. 11, párr. 2).
La persona a quien se le confíe puede, al cabo de 3 años,
demandar al tribunal la tutela del niño (art. 13 in fine).
Hay todavía otro caso en que la sala del consejo (2) tiene
el derecho de modificar las medidas adoptadas. El art. 2
párr. 3, se lo permite si una madre enteramente privada
de la patria potestad vuelve a tener hijos. El tribunal, a
instancia de parte, toma entonces provisionalmente, du­
rante la primera edad, todas las medidas necesarias, y pue­
de especialmente dejarlos algún tiempo con la madre. Pe­
ro, al señalar que esta última medida no es sino provisio­
nal, la ley indica claramente el carácter en principio defi­
nitivo de las adoptadas en caso de privación. Este carácter
otorgado por la ley, creemos nosotros que es lamentable.
402. Hijos nacidos posteriormente a la privación de
la patria de los padres.—Cuando la destitución se extien-
(1) V. Charmont, J?ev. crit. 1891. p. 520. Contra, Baudry-Lacantinerie, Ché-
neaux y Bonnecarrére, V. núm. 277.
Í2) La ley no dice de que tribunal; parece que naya que aplicar por ana­
logía las disposiciones del art. 15 que atribuye competencia al tribunal del domi­
cilio de la persona que la ley considera como demandada (V. núm. siguiente).
PATRIA POTESTAD 403

de hasta a los futuros hijos de un padre destituido, ¿perte­


nece a su mujer la patria potestad sobre los que hayan de
nacer? Sí, si el tribunal ha mantenido a esta la patria po­
testad sobre los hijos ya nacidos; pero no en el caso contra­
rio. Esto es lo que resulta implícitamente de la situación
creada por el art. 9, párr. 4, a la mujer que se ha casado con
posterioridad a la destitución. Esta no obtiene realmente
el ejercicio de la patria potestad sobre sus propios hijos,
sino en el caso de que el tribunal se lo otorgue; se teme
siempre que el ejercicio de la patria potestad por una mu­
jer equivalga al ejercicio de esa potestad por el marido
destituido. En realidad, esta razón, válida durante la vi­
da en común, carece de fuerza cuando esta cesa por la muer­
te del padre, la separación de cuerpos o el divorcio. Es, pues,
lamentable que la Sala del consejo no pueda revisar, hasta
de oficio, la medida primitivamente adoptada, sin obligar
a que la madre inste. Por los términos del art. 16 in fine,
la madre tiene una acción en restitución de prerrogativas
de las cuales, en realidad, ella no está destituida.
403. Restitución posible de la patria potestad.—Si
la privación de la patria potestad es la consecuencia de
condenas penales, la restitución de la patria potestad apa
rece evidentemente como un complemento civil de la reha­
bilitación. No puede solicitarse, por lo tanto, sino después
que la rehabilitación haya tenido efecto. Sin que ello im­
plique para el Tribunal civil la obligación de otorgarla,
cuando estime que el mantenimiento de la privación sea
conveniente para el interés del hijo (art. 15, párr. 1).
Si la destitución no ha sido la consecuencia de conde­
nas penales, su mantenimiento no se justifica realmente
sino en tanto que el interés del hijo lo reclame. Ahora
bien la ley, desconfiando de los padres destituidos, les im­
pone un plazo de prueba de tres años antes de que puedan
pedir la restitución de sus derechos (art. 15 párr. 2). En
caso de negativa, esta restitución no puede ser demandada
sino por la madre, después de la disolución del matrimo­
nio (art. 16, in fine).
La medida que se tome parece que no puede ser sino
integral: Erróneamente, tal vez la ley de 3921 ha mante­
nido aquí el sistema del todo o nada. Los derechos reti­
rados no pueden ser objeto de una restitución parcial.
La ley abre a los padres la acción en restitución aún
cuando no tengan ya más que hijos mayores (art. 15 pá-

i
404 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

rrafos 3 y 4) ; pero omite preverla en el caso de que todos


los hijos o descendientes hayan muerto. Es preciso suplir
esta omisión, puesto que los padres pueden tener interés
aún entonces, en ser elevados de sus incapacidades, prin­
cipalmente de la de ejercer funciones de tutor.
Al restituir la patria potestad, el tribunal debe impo­
ner una indemnización para el tutor o el delegado, a me­
nos de insolvencia de los padres, cuando los bienes del hijo
no hayan bastado para su sostenimiento (art. 16, párr. 3).
404. Continuación. Procedimiento de la restitución.—
La jurisdicción competente sigue correspondiendo a la Sala
del consejo, aunque, no precisamente la del tribunal que
haya pronunciado la privación. Si el hijo se ha hecho
mayor después de la destitución del padre se considera co­
mo demandado y la competencia se regula por su domicilio.
Si es menor, hay que distinguir: el tribunal competente es
el del domicilio de la tutela en caso de destitución total; el
domicilio del delegado de los atributos de la patria potes­
tad a que se refiera la destitución, en caso de privación par­
cial (art. 15). Si las demandas, sobre destitución fueran
frecuentes, toda clase de dificultades ilustrarían los vicios
de esta determinación de la competencia. La ley ha olvi­
dado realmente que puede haber varios hijos; ¿serán pre­
cisas tantas acciones para la restitución como domicilios
distintos haya? Ha olvidado que pueden haber fallecido;
¿a qué tribunal dirigirse en este caso? Ha olvidado en ca­
so de destitución parcial, que los atributos retirados al
padre se dividen casi siempre entre varias personas (ar­
tículo 11 y 14 combinados); ¿a cuál de sus atributarios
se considerará como demandado? Por último, ¿qué es eso
del domicilio de la tutela? (1).
El procedimiento es análogo al de la demanda de pri­
vación, salvo en cuanto a que el demandado no es ya el
padre, sino el delegado de sus derechos, el tutor o el hijo.
Además, el juicio del consejo de familia, es obligatorio
esta vez (2). (Art. 16).

(!) Al parecer, hay que admitir que una sola acción bastará en caso de
pluralidad de demandados; siendo competente el tribunal del domicilio de cada
uno de ellos a voluntad del demandante (art. 59 Pr. civ., pár. 2). El domicilio de
¡a tutela es el lugar en que se ha constituido la tutela. Por último, en caso de
muerte de los hijos, el tribunal competente para la restitución debe ser el que ha
pronunciado la destitución.
Ron reres 23 julio 1912, S. 1913. 2. 84. El juez de los recursos es, pues,
incompetente: Amiens, 8 febrero 1922, D. 1922. 2. 37, 8. 1922. 2. 312.
PATRIA POTESTAD 405

§ 3..-—Privaciones diversas de la. patria potestad


o del derecho de guarda.
405. A. Privaciones que afectan el conjunto de la
patria potestad. Código Penal.—Se puede ver, en primer
término, cómo una privación de la patria potestad, por lo
menos momentánea, en la interdicción legal, que priva a
los condenados del ejercicio de esta potestad, puesto que
están ficticiamente considerados como locos e incapacitados
judicialmente.
Pero los únicos textos del Código Penal que se refie­
ren verdaderamente a la cuestión son los arts. 334-5, de
que ya se ha hablado a propósito de los arts. 1 y 2 de la ley
de 1889. El art. 334, que no castigaba antes sino la pro­
vocación habitual al libertinaje, castiga también, desde una
ley de 3 de abril de 1903, toda provocación, aunque no sea
habitual, a la prostitución^ y todo empleo de medios de vio­
lencia para conducir a una mayor a la prostitución o re­
tenerla en una casa de libertinaje. Después de la ley del
20 de diciembre de 1922, estos hechos son punibles aún en
el grado de tentativa.
El art. 335 castiga de pleno derecho al culpable de
uno de esos delitos con una serie de privaciones, principal­
mente con la pérdida de los derechos inscriptos en el título
del Código Civil sobre la patria potestad, cuando la vícti­
ma ha sido uno de sus hijos. La ley de 1889 había quitado
primeramente todo interés a ese texto, haciendo de la con­
dena por provocación habitual de sus hijos al libertinaje,
un caso de destitución automática que priva a los padres
no solamente de los derechos comprendidos en el título del
Código Civil, de la patria potestad, sino de todos los atri­
butos de ésta. El interés del art. 335 ha reaparecido des­
pués de las leyes de 1903 y de 1922, que amplían el artícu­
lo 334, influyendo en él delitos no previsto por la ley de
1889, a la cual remite siempre, según ya hemos visto (suprd,
número 389), y solamente por la excitación de menores al
libertinaje habitual, siempre que hayan producido efectos.
Cuando esos delitos del art. 334, ampliado, son cometidos
por los padres en la persona de sus hijos, procede aplicar el
artículo 335 y considerar a los culpables como privados de
sus derechos y sus prerrogativas mencionadas en el título
de la patria potestad; pero solamente en cuanto a esas pre­
rrogativas, puesto que conservan especialmente el derecho
de consentir al matrimonio de sus hijos. Por otra parte,
su rehabilitación basta para borrar la privación.
r. y R- T. D. O.—I - 14
í
4 06 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

406. Ley de 7 de diciembre le 1874 (1).—Esta ley cas­


tiga a la vez con penas correccionales y con una privación
completa de la patria potestad, facultativa para el tribunal,
a los padres:
l9 Que entreguen sus hijos de menos de dieciséis años
a individuos que ejercen las profesiones de acróbatas, sal­
timbanquis, charlatanes, exhibidores de animales salvajes,
directores de circo (art. 2) ;
29 Que coloquen a sus propios hijos bajo la dirección
de vagabundos, gentes sin hogar o mendigantes de profe­
sión (el misino artículo) ;
39 Que dediquen a los mismos hijos a la mendicidad
habitual (art. 3).
El art. 2-39, de la ley de 24 de junio de 1889, al enviar,
entre las causas de destitución facultativas que prevé, a la
ley de 1884, ha hecho entrar en su dominio los hechos pre­
cedentes; las reglas de la destitución facultativa de dere­
cho común les son ya aplicables y principalmente, desde
1921, la divisibilidad en la privación de la patria potestad.
Además, la ley de 1889 establece una causa de desti­
tución facultativa, por motivo de condena prevista por el
artículo l9 de la ley de 1874, que en esta última ley, no afec­
taba a la patria potestad. Esta privación nueva castiga al
padre y a la madre que ejerzan la profesión de acróbatas
o uno de los oficios indicados anteriormente considerados
como semejantes, y empleen en ellos a sus hijos de menos
de doce años.
407. Ley de 24 de julio de 1889, tít. II, transferencia
forzosa de la patria potestad.—El tít. H de la ley de 1884
organiza, junto con la destitución prevista por el título I»
la transferencia de la patria potestad. En realidad, esta
transferencia no difiere de la destitución sino en el caso en
que se cosienta por los padres. Cuando se impone a ellos,
a título de sanción, no es más que una nueva forma de des-
titución.
La transferencia forzosa se halla prevista por el ar­
tículo 19 y por los párrs. 1 y 2 del art. 20 de la ley de 1889,
y concierne a los hijos morahnente abandonados por sus pa­
dres y recogidos por particulares caritativos que gozan de
sus derechos civiles, por establecimientos de beneficencia
autorizados a este efecto o por la Asistencia pública. Cuan­
do estas personas y establecimientos recogen a un niño en-
(1) Jolly, Comentario en el Codc de Venfanco íraduile en justice, 1904, p.
140.
PATRIA POTESTAD 407

ferino tienen por primer deber que dar aviso a los padres; el
artículo 20 los obliga, pues, so pena de sanciones penales, a
hacer dentro, de los tres días una declaración en la Alcaldía
(en París, en la Comisaría de Policía). Esta declaración
se trasmite al Prefecto y se notifica por él a los padres.
Si, dentro de los tres meses después de hecha la decla­
ración, los padres no han reclamado al hijo, los que lo han
recogido pueden dirigir al Presidente del tribunal una ins­
tancia interesando a la transferencia de la patria potestad,
cuya resolución es de la jurisdicción de la Sala del Consejo,
debiendo ser oído el Ministerio público. Esta transferen­
cia, si se concede a una instancia de tercera persona, pon­
drá siempre la patria potestad en manos del Estado, repre­
sentado por la Asistencia pública. Además, el tribunal pue­
de, al propio tiempo, delegar en el demandante el ejercicio
de todos o parte de los atributos de esa potestad. De este
modo quedan a cubierto de una vez los intereses de la cari­
dad, y el principio de que la patria potestad, si no corres­
ponde a los padres, no puede ser atribuida sino al Estado.
El régimen de la patria potestad después de esa trans­
ferencia forzosa es el mismo que después de una transfe­
rencia voluntaria; bastará, pues, con acudir a las explica­
ciones dadas a este respecto (suprá, núm. 324). Se obser­
vará únicamente que este régimen es sensiblemente distinto
del que resulta de la privación por derecho común, principal­
mente desde el punto de vista de los derechos de los parti­
culares a los cuales puede ser confiado el hijo y desde el
punto de vista de la posible restitución de la patria potes­
tad. Nada justifica, sin embargo, esas diferencias, que son
una de las numerosas complicaciones inútiles de la materia.
408. Pupilos de la Asistencia pública. Ley de 27 junio
1904 (1).—Se ha visto (suprá-, núm. 325) que la Asistencia
pública obtenía por esa ley sobre los pupilos, bajo el nombre
de tutela administrativa, verdaderos derechos de patria po­
testad que anulaba los de los padres. Así, pues, siempre que
la Asistencia pública puede considerar a un niño como pu­
pilo suyo, se puede decir que hay indirectamente destitu­
ción de los padres. Esto es tan cierto, que la. ley de 3904
reglamenta la tutela administrativa de una manera idén­
tica para todos los pupilos sin ocuparse de saber si sus pa-

(1) Tanon, tesis París, 1905; Planiol, Le lois ignorées. Rcv. critique, 1911.
p. 159; Ramel, Pouvoirs de l’Assistancc publique sur ses p ttp Ules, Rev. péniten-
tiaire, 1911, p. 746.
408 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

dres están destituidos o no. Sin embargo, se imponen toda­


vía algunas distinciones:
lv Cuando se trata de hijos cuyos padres han sido
destituidos por sentencia de la patria potestad (ley 24 julio
1889, título I) o cuya patria potestad ha sido transferida
a la Asistencia pública (ley 24 julio 1889, título II), la ley
de 1904 entra en varios puntos en conflicto con la ley de
18S9. Y resultan tantos más embarazosos esos conflictos,
cuanto que esas dos leyes se remiten recíprocamente una a
la otra, sin reparar que están en contradicción (art. 11 de
la ley de 1889, texto de 1921, y art. 6 de la ley de 1904).
Creemos, por tanto, que la ley de 1904, al establecer el ré­
gimen de los pupilos de la Asistencia pública, no ha pen­
sado en derogar la ley de 1889, en los casos en que le son re­
mitidos niños en virtud de estta ley. Las disposiciones de
ésta la conducirán en caso de conflicto al régimen general
de la tutela administrativa.
Desde entonces, el derecho de consentir al matrimonio
y a la emancipación del hijo corresponderá, en caso de des­
titución, a los parientes indicados en el art. 14; y en caso
de delegación, a las personas indicadas por los arts. 11 y 20
de la ley de 1889, y no a la Asistencia pública, a pesar del
artículo 13 de la ley de 1904. Del propio modo, los padres
que quieran recobrar sus derechos usarán, cuando se trate
de destitución o de transferencia, procedimientos previstos,
según los casos, por los títulos I o II de la ley de 1889; y no
serán, como los demás pupilos de la Asistencia pública, so­
metidos al buen deseo de la administración, en que apenas
intervienen los tribunales (art. 17, ley 1904).
2* Con excepción de los niños que le son remitido en
virtud de la ley de 1889, la tutela de la Asistencia pública se
aplica en todas sus reglas a sus pupilos. Esta tutela es la
que entraña indirectamente la destitución de los padres.
La situación es tanto más singular cuanto que la Adminis­
tración se encuentra así mejor armada para resistir a las
demandas de restitución del hijo, lo mismo si los padres
han sido destituidos como si no lo hayan sido (stiprá, nú­
mero 325).
Los hijos a cuyos padres se aplica esta forma indirec­
ta de destitución son: a) los niños encontrados, es decir,
los que, nacidos de padres desconocidos, son descubiertos
en un lugar cualquiera, o llevado a un establecimiento de­
positario (art. 6-19) ; b) los hijos materialmente abando­
nados es decir, que, nacidos de padres conocidos^ son aban-
PATRIA POTESTAD 409

donados por éstos, sin que se pueda recurrir para su soste­


nimiento a ellos o a los ascendientes (art. 6-29). Se obser­
vará que estos hijos se distinguen de los hijos moralmentc
abandonados (art. 6-49) en que se convierten en pupilos de
la Asistencia pública en virtud del título II de la ley de 1889,
que organiza para ellos la transferencia de la patria po­
testad.
Esta última categoría comprende, en primer término,
a los niños recogidos por particulares y que, aun estando
moralmente abandonados por sus padres, no se hallan ma­
terialmente en la indigencia. En cuanto a los hijos recogi­
dos por la Asistencia pública, el criterio legal que permite
decidir si éstos se hallan materialmente o moralmente aban­
donados, es la posibilidad de poder acudir a sus padres, es
decir, la extensión de los recursos económicos de estos úl­
timos. Si la Administración, en su deseo de conservar ni­
ños abandonados, quiere asegurarse un recurso en indem­
nización contra sus padres, debe considerarlos abandona­
dos sólo moralmente y hacerse delegar los derechos de pa­
tria potestad de acuerdo con el título II de la ley de 1880.
409. B. Restituciones diversas restringidas al de­
recho de guarda. Ley de 19 abril 1898 (1).—Es una ley
penal, en que la palabra niños designa consecuentemente a
los menores en su sentido penal, es decir, de menos de dieci­
ocho años de edad (ley 12 abril 1906). Permite retirar su
guarda a los padres: a) en caso de crímenes o de delitos co­
metidos por los hijos; b) en caso de crímenes o delitos come­
tidos sobre los hijos, cualesquiera que sean esas infraccio­
nes, la guarda del hijo podrá ser confiada, a elección del
tribunal, a un pariente, a una persona o institución cari­
tativa libremente designada, o a la Asistencia pública, si
tienen menos de quince años (ley 12 abril 1906, art. 3). Esta
decisión, mientras se espera la sentencia por el delito, po­
drá ser tomada provisionalmente por el juez de instruc­
ción a menos que los parientes del niño hasta quinto gra­
do, su tutor, subtutor o el Ministerio público hagan oposi­
ción por medio de demanda (2). Como el tribunal estatu­
ye en el más breve plazo en Sala de Consejo, podrá entonces
reformar siempre provisionalmente y en interés del niño,
la decisión del juez de instrucción (arte. 4 y 5 de la ley).
(1) V. Jolly, Examen critique ele la loi du 19 avril 1898. Rev. pénitcntiaire
1903, p. 341; Passer, Code de l’inftínce traduite en justüte, 1903.
(2) La enumeración es limitativa y excluye por consecuencia las sociedades
do patronato: Tr. corr. Sena, 14 dic. 1904, D. 1905. 2. 99; París, 12 feb. 1905 y !
Casa. 1 dic. 1905, Gas. Trib., 20 dic. 1905.
410 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

La sentencia definitiva (1) sobre la guarda se pronuncia


cuando el tribunal de lo criminal dicte sentencia condena­
toria.
Esta ley se aplica todavía hoy sin dificultad, con la
doble condición de que se trate, a la vez, de un crimen o
delito cometido: a) sobre el niño; y b) por otra persona que
no sea el atributario principal de la patria potestad. En
cambio, no se armoniza sino muy penosamente con la ley
posterior de 22 de julio de 1912, si la infracción ha sido
cometida por el niño, o con la ley anterior de 24 de junio
de 1889, si la infracción ha sido cometida sobre el niño, pero
por la persona que ejerce sobre él la patria potestad.
I9 El caso de infracción del niño ha sido previsto des­
pués de la ley de 1898, por una ley de 1912, estudiada más
adelante (411). Sus disposiciones difieren de la ley de 1898
en cuatro puntos por lo menos. En primer término, las
medidas tomadas durante la instrucción se hallan someti­
das a reglas especiales (art. 16), que no prevé la ley de 1898.
Seguidamente, si el menor tiene más de trece años y menos
de dieciocho (art. 66, modificado C. Penal), la ley de 1912
no prevé que se pueda confiar a la Asistencia pública (2).
En tercer lugar, las medidas previstas por la ley de 1912,
para la guarda del niño, tienen con frecuencia un carácter
provisional (arts. 23 y 25), mientras que las de la ley de
1898 eran definitivas. Y por último, la ley de 1912 consi­
dera, entre el mantenimiento y la destitución de la guarda
de los padres, una medida intermedia que falta en la ley
de 1898, la libertad vigilada. Está fuera de duda que la
primera, y las dos últimas, de estas diferencia son conve­
nientes y tienden a corregir la ley de 1898. La Corte de
Casación ha dado con razón la misma solución para la se­
gunda (3). En efecto, la ley de 1902 ha omitido intencio­
nalmente indicar la Asistencia públic.a entre las personas
a las cuales puede ser confiada la guarda de un menor de
más de trece años, puesto que esta administración se había
quejado de no estar organizada para llevar a cabo la correc­
ción de los jóvenes delincuentes.
Además, la ley de 1912 cuida el mantener la ley de 1898
para los casos de infracciones cometidas sobr^e los niños,
(1) Esta sentencia no puede ser condicional y prever, por ejemplo, el envío
del menor al correccional si la guarda de la persona a la cual se lo confía, es re­
tirada: Crim. 11 abril 1902, D. 1902. 1. 358, S. 1904. 1. 156.
(2) Bajo el régimen de la ley de 1898, la Asistencia pública no puede ne«
«rae ala guarda del menor: Crim. 14 agosto 1902, D. 1903. 1. 459.
g ,3X Crim. 14 mayo 1914, D. 1914. 1. 274, 8. 1914. 1. 497, nota Roux. V. noto
Nast, bajo Tr.’ Sena, 2*0 marzo 1914, D. 1914. 2. 81.
PATRIA POTESTAD 411

pareciendo además limitar su aplicación a este caso. Re­


sulta de ello que el padre y la madre que se nieguen a some­
terse a la decisión tomada por el juez, no incurrirán en las
penas del art. 267 C. Penal, que no remite sino a las leves
de 1889 y 1898.
29 Es con la ley de 1889 con la que es preciso conciliar
la de 1898 en caso de crimen o de delito cometido por el pa­
dre sobre el hijo. La ley de 1898 no deroga la anterior, y
ambas se aplican, pues, conjuntamente. Hay que conve­
nir, en primer término, que,, en los casos en que el crimen o
delito cometido haga obligatoria e indivisible la privación
de la patria potestad (art. 1, ley 1889), esta destitución
absorbe completamente la del derecho de guarda prevista
por la ley de 1898. Esta última ley no tendrá que aplicar­
se en este caso sino durante la instrucción. En cambio, en
los casos en que la ley de 1889 no prevé sino una destitución
facultativa divisible, los tribunales pueden elegir entre ésta
y la destitución de la guarda prevista en la ley de 1898. La
primera es más flexible, puesto que comprende: a) todos
los derechos o b) únicamente los derechos que el tribunal
designe; pero puede ser menos durable, puesto que permite
a los padres esperar una restitución eventual de la patria
potestad, que no permite la ley de 189S. Además, el dere­
cho de guarda retirado por la ley de 1889, no puede ser de­
vuelto a título de atributo de la patria potestad, sino a la
Asistencia pública, .puesto que su ejercicio sólo puede ser
concedido a un tercero. En cambio, la ley de 1898 permite
conceder directamente la guarda a la persona a la cual se
devuelve el niño. Desde luego que ello no obstante, en caso
de abuso, esta guarda puede serle retirada.
410. Ley de 11 de abril de 1908, concerniente a la pros­
titución de los menores.—Se ha visto (suprá, núm. 349) que
esta ley confiere a los padres el derecho de usar, para la co­
rrección de sus hijos menores de dieciocho años y habitual­
mente prostituidos, establecimientos de reformas especiales.
Pero constituye un arma de dos filos que puede volverse con­
tra estos mismos padres. En efecto, el Ministerio público
puede demandar de oficio, por medio de demanda, a la Sala
del Consejo del Tribunal Civil en la jurisdicción del cual
se ha producido la prostitución o en la del tribunal del do­
micilio de los padres, que la guarda del hijo sea retirada
a éstos y confiada a un establecimiento de reforma, públi­
co o privado, a un miembro de la familia o a una persona
caritativa (arts. L 11 y 12). El Ministerio público tiene
412 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

también la obligación de proceder cuando la policía haya


levantado un informe por tres veces haciendo constar que
el menor ha sido hallado en la vía pública provocando a
otro a la corrupción. Después de cada uno de esos infor­
mes, las personas encargadas de la guarda del niño ten­
drán que ser advertidas. Después del segundo, esas perso­
nas son amonestadas por el Procurador de la República
que puede, por su propia autoridad, retirarles provisional­
mente la guarda durante cinco días o más (art. 3). En es­
pera de la sentencia que ese magistrado puede o debe pro­
vocar, según los casos, el Presidente del tribunal y después
del día fijado para la comparecencia, el tribunal mismo es­
tatuye sobre la guarda provisional de los menores (artícu­
los 16 a 18).
La decisión tomada no priva a los padres sino de la
guarda del hijo, pues las demás prerrogativas se le man­
tienen. Esta guarda se les retira en principio definitiva­
mente: hasta la mayoría de edad o el casamiento del hijo,
dice el art. I9. No obstante, en caso de enmienda del me­
nor, el tribunal puede devolverle definitivamente a sus pa­
dres (art. 10). A título provisional, su devolución a los
padres puede ser hecha a simple juicio de un Consejo de
• vigilancia, por el establecimiento o la persona que tenga su
guarda (art. 9). Esta decisión provisional no puede ser
revocada ni por la Sala del Consejo. Esta puede igualmen­
te, si el interés del menor que lo exige, retirar su guarda a las
personas o establecimientos que la hubiesen recibido prime­
ramente (art. 10).
La ley de 1908 ha continuado casi inaplicada. No de­
roga tampoco la de 1889; y llegado el caso, el Ministerio
público utiliza a su elección una u otra. Pero la familia del
niño no puede valerse contra el padre y la madre guardia­
nes, sino de la ley de 1889.
411. Ley de 22 de julio de 1912, sobre los tribunales
para niños (1). — Esta ley organiza especialmente las ju­
risdicciones que conocen de los crímenes o delitos de los me­
nores de dieciocho años. Prevé, además, para su enmienda,
medidas que varían según que los menores hayan o no cum­
plido los trece años.
Con menos de trece años, el tutor de una infracción,
juzgado entonces por la Sala del Consejo del tribunal, no
V Además de los tratados de derecho crimina], Nast y Klcine, Code
(1)
nuel des tribunaux pour enfanits; Collard, La loi du 5 mars, 1912, Rcv. Dr. pen.
1912.
PATRIA POTESTAD 413

puede ser condenado (art. 1). Pero el tribunal, si com­


prueba el delito, puede retirar su guarda a los padres, bien
completamente, confiándolo a la Asistencia pública, o a una
persona o un establecimiento caritativo; o bien parcialmen­
te, poniendo al guardián del hijo bajo la intervención de un
delegado judicial: es lo que se llama entonces de la libertad
vigilada (art. 6).
Entre dieciséis y dieciocho años, el niño puede ser con­
denado y enviado como culpable a una casa de corrección
(artículo 67, modificado, C. Penal). Pero los tribunales se
comportan con más amplitud absolviéndolos por falta de
discernimiento.- Pueden entonces, si no quieren que los pa­
dres conserven una guarda sin intervención, dejarles al
hijo en libertad vigilada o quitárselo para confiarlo a una
persona o a un establecimiento caritativo (1), que pueden
igualmente vigilar, o enviarlo a una colonia penitenciaria
durante un período de tiempo fijado por el juez, sin que se
pueda prolongar más allá ele la mayoría de edad (art. 66,
modificado, C. Penal).
La institución verdaderamente nueva de la ley es la
libertad vigilada. Cuando ésta se otorga a un menor de­
vuelto a sus padres, coloca su guarda bajo la intervención
incesante del tribunal, tenido al corriente por su delegado.
El delegado tiene para eso un derecho de visita, que ejerce
cou tanta frecuencia como lo exijan las circunstancias. Por
los informes recibidos del delegado, el Presidente puede, de
oficio, acudir al tribunal para que sean tomadas las medidas
deseadas en interés del menor (2).
Además, las disposiciones concernientes a la guarda
del menor, son siempre esencialmente revocables y modi­
ficares cuando su interés lo exige. El tribunal puede re­
tirar su guarda o devolverla a sus padres, y si procede po­
ner fin a la vigilancia de que éstos eran objeto. Se acude
ante él, o de oficio por su presidente, o por los interesados
o el Ministerio público, por medio de una instancia. En
caso de urgencia y en varios otros casos, estas medidas,
que son normalmente de la competencia del tribunal que ha
estatuido sobre la infracción, pueden ser pedidas al tribu­
nal del lugar en que el menor esté en guarda. En espera
de la decisión de] tribunal, el Presidente puede estatuir pro­
visionalmente (arts. 23 y 25).
I.!
(1) Pero no a la Asistencia pública: Crim., 14 marzo 1914, D. 1914. 1. 274.
S. 1914. 1. 497, nota Roux, V. suprd, núm. 409.
(2) Sobre el mecanismo de esta institución desdo 1912, v. informe Kahn y
discusión, Rev. pcn., 1922, p. 461 y s.
íh
414 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Por último, durante la instrucción que precede a la


sentencia de una infracción cometida por un menor, el juez
de instrucción puede ya, a título provisional, tomar medidas
análogas a las que corresponde tomar al tribunal, salvo, bien
entendido, el envío para corrección (arts. 3 y 16).
412. Ley de 5 de agosto de 1916.—Por medio de am­
pliación al art. 20 de la ley de 24 de julio de 1889, ha sido
establecido en 1916 un nuevo caso de destitución de dere­
cho de guarda. Se trata del caso en que los padres se des­
preocupen durante mucho tiempo de un hijo confiado por
ellos mismos o por la justicia a una persona o a un estable­
cimiento autorizado a recibir la guarda de los menores.
Esa prolongada despreocupación de los padres hace que
se dude de su interés por el hijo. Por eso, cuando preten­
dan recobrarlos o aún antes, el depositario del niño podrá
acudir ante el tribunal de su domicilio con una demanda
dirigida contra los padres y tendente a conservar el hijo
definitivamente a expensas de. éstos. El tribunal podrá,
además, reservar a los padres un derecho de visita cuya for­
ma y frecuencia determinará.
Esta nueva causa de destitución, por una verdadera
falta de método ha sido incluida en el art. 20 tít. II, de la
ley de 24 de julio de 1889. En realidad, conserva en él toda
su individualidad nronia.
propia.
I9 En vez de comprender, como en los demás casos de
destitución de delegación previstos por la ley de 1889, todos
los atributos de la patria potestad, divisible o indivisible­
mente, no incluye más que al derecho de guarda.
29 Mientras que el tít. II de la ley de 1889 no prevé
la transferencia de la patria potestad sino en favor de la
Asistencia pública, puesto que el ejercicio de los derechos
de ésta sé delega únicamente en particulares, la ley de 1916
pone, en cambio, la guarda del niño, directamente, en la
persona que lo ha recogido. No está, pues, sometida a la
vigilancia de los arts. 22 y s. De igual modo, el derecho de
visita previsto para los padres se opone a las reglas que se
aplicarían si el menor pasara bajo la potestad de la Asisten­
cia pública (1) (art. 12, ley de 1904; v., suprd, núm. 341).
39 Por último, la acción para restitución de la pa­
tria potestad dada a los padres por el art. 21 de la ley de
(1) La Asistencia pública puede además valerse do la ley de 1916 para re­
tener como menores en f^uarda, bajo la reserva del derecho de visita, los menores
quo ella tenía simplemente en depósito.
VATRIA POTESTAD 415

1889, es inaplicable a la privación de la patria potestad


prevista por la ley de 1916, puesto que ésta se halla incluida
en el art. 20, y el art. 21 no remite sino a los arts. 17 y 19.
Las únicas disposiciones generales del título II de la
ley de 1899 que hay que aplicar a nuestro caso son las que
conciernen al procedimiento.
413. Alsacia y Lorena (1). — Aun introduciendo las
leyes francesas sobre la‘destitución de la patria potestad,
la ley de l9 de julio de 1924 (art. 15) mantiene en vigor las
disposiciones del art. 1666 del C. civ. local, y los artículos
123 y 127 de la ley de ejecución de esq Código.
En virtud de esos textos, el tribunal de las tutela (su-
prá, núm. 304) puede:
l9 Retirar al padre la guarda del hijo si el interés
moral o físico de éste lo exige (2) o retirar la administra­
ción o el goce legal;
29 Ordenar la educación forzosa del hijo (Zwangser-
ziehung} (3) haciéndole ingresar en una casa de educación
o de corrección; pero hace falta, entonces, el consentimien­
to de los padres, en casos excepcionales, y cuando pasa de
dieciséis años.
39 Ordenar el ingreso provisional en caso de urgencia,
incluso sin autorización de los padres.
En éstos dos casos, los gastos de ingreso corren a car­
go del Estado, salvo su recurso contra los bienes del menor
y de las personas responsables. La autoridad administra­
tiva decide sobre su ingreso y puede siempre hacerlo cesar.
El tribunal puede de su parte revocar las medidas adop­
tadas.
(1) Mainel, Rcp. juridique d’Alsace ct Lorrainc, v* minorité, núm. ¿15-20.
(2) Trib. rcg. Estrasburgo, 19 junio 1920. Rev. jur. d’Als-Lorr. 1921, p. 34.
(3) Ley de introducción de 17 abril 1899; art. 123; Lerebourg-Piggenniére,
Ann. lég. étr., 1901, p. 195; Saleillcs, Tutelle légale et éducation forcee en Alle-
magnet Bull. Soc. El. LégiaUitives, 1903, p. 191.
CAPITULO II

LA TUTELA DE MENORES (1)

Sección I.—Principios generales de organización

§ 1-—Caracteres y dominio de la tutela.

414. Definición. — La tutela es una función jurídica


confiada a una persona capaz y que consiste en encargar-
se- del
- - cuidado
— de un incapaz, representarlo y administrar
sus bienes.
No hay que definir la tutela como una carga legal, cosa
que no es siempre, ni hacer entrar, en su definición el ca­
rácter obligatorio que le corresponde de ordinario, aunque
no forzosamente (arts. 361 y 394, C. civ.; ley 24 julio 1889.

No hay que ver tampoco en la tutela (como en Roma)


un munus publicuan. Es hoy una institución de puro de-

(1) Bibliografía.—Desauiron. Tr. de. la minorité. do la tutcllc ct de Ve-


mancipation, 1810; De Baurquet. Des conscils de famille. avis de parents. tutcllcs
ct curatclles, 1913. 2 vol.: Mangin, Tr. des minorité, tutcllcs ct curatclles. París.
Bécbet, 1833; Chardon, Tr. des trois puissances maritale, paternellc ct tulclairc.
1944; De Frémínville, Tr. de la minorité ct de la tutcllc, 2 vol. 184G; Jay, Tr. des
conscils de famille, des tuteurs, des subrogés-tuteurs ct curatcurs ct des conscils
judiciaircs, 3’ ed. 1854; De Croos, Code des tutcllcs ct das conscils de famille,
2 vol 1885; Minard, Critique de la législation francaisc en ce. qui concerne la
sauvegarde des intérets des mincurs, tesis París, 1902; Pascaud,' De l’organtsa-
tion de la tutcllc des mincurs, 1904; Poidvin, Traité formulairc de la minorité de
la tutcllc et du conseil de famille, 1902.
Sobro el derecho comparado: Lehr, La tutcllc des mincurs ct les conscils de
famille, Lausanne, 1896; del mismo, un artículo de la liev. de Droit international,
1902, p. 315 y 8.; Gastambide, L’enfant devant la famálle ct l’Etat, tesis París,
1901- Lahennaeur, Jurisdiction ct procédurc des mincurs (Franco, Bclgique, Alle-
magne) tesis, Caen 1918; Férc, Le mincur, sa condition générale ct sa capacité en
droít anglais, tesis París, 1923.
TUTELA DE LOS MENORES 417

recho privado, que puede ser confiada a extraños (infrá,


número 487). La tutela, en sus caracteres actuales, ha sido
extendida a los interdictos, salvo aquellas diferencias que
serán estudiadas en el capítulo de la interdicción.
415. Modificación histórica de los caracteres de la
tutela.—La tutela parece que fue primeramente en Roma
una potestas, establecidas más bien en interés de la fami­
lia que en el del impúber sui generis a que se refería. Pero
se ha convertido, más que en patria potestad, en una sim­
ple institución de protección. Por eso se confundía, en
el curso de nuestro antiguo derecho, con otra institución de
protección que el derecho romano había creado para los me­
nores ya púberes: la cúratela. Persiguiendo su extensión
incluso en el Código Civil, inspirado en ese punto por la
tradición del derecho de costumbres, ha conquistado un lu­
gar a expensas y al lado de la patria potestad.
Esta tutela de nuestro derecho presenta una diferen­
cia esencial con la tutela y la cúratela romanas: en vez de
autorizar al incapaz, el tutor tiene hoy por misión el repre­
sentarlo.
416. Organos de la tutela.—El mecanismo de la or­
ganización tutelar tiene cuatro engranajes: l’> la potestad
tutelar reside esencialmente en el Consejo de familia, que
continúa, en cierto modo, la patria potestad (su-práf núme­
ro 250); en nuestro derecho, la tutela es, pues, sobre todo,
una magistratura familiar.
2’ en la administración corriente de la tutela, el tutor
es el que actúa, tiene cuidado del menor y lo representa;
3’ el sub-tutor vigila al tutor y algunas veces lo sus­
tituye ;
49 el tribunal, colocado por encima del Consejo de fa­
milia, interviene sus decisiones, que puede, por recurso, re­
formar. Su intervención es siempre necesaria en algunos
actos muy graves. Por último, cuando se trata de hijos na­
turales, reemplaza al Consejo de familia.
La organización de la tutela es, pues, principalmente
familiar. Este es el carácter esencial de la organización
francesa. Se opone a esta organización la de la alta tute­
la judicial, practicada en Alemania y en Suiza y que ha
sido conservada en Alsacia y Lorena (v., infrá, números
429 y s.).
417. Apertura de la tutela.—Cuando se trata de hi­
jos legítimos > la tutela se abre en los casos siguientes:
41S TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

1’ Muerte de uno de los esposos (art. 390) ; hay en­


tonces coexistencia de la patria potestad y de la tutela du­
rante la vida del superviviente;
2’ Destitución de la patria potestad pronunciada con­
tra el padre, cuando el tribunal no autoriza a la madre a
ejercerla (ley de 24 julio 1889, arts. 9 a 11; v., suprd, nú­
mero 400), o destitución pronunciada contra la madre que
hubiera conservado la patria potestad.
Hay que observar que la tutela no se abre, en cambio,
en los casos de divorcio de los cónyuges, ni en el caso de
ausencia del padre, cosa que no es, desde luego, muy lógica
(suprd, núm. 370).
Los hijos naturales están siempre bajo tutela, sean o
no reconocidos. Si esos hijos se legitiman, la tutela se re­
emplaza por la patria potestad.
418. Lugar de apertura de la tutela. — El lugar de
apertura de la tutela es, no aquel en que se realiza el he­
cho que da lugar a ella, sino aquel en que será preciso si­
tuarse por organizaría. De acuerdo con el art. 406, la tute­
la se abre en el domicilio del menor, es decir, en el lugar en
que se halla su domicilio legal. Es éste el domicilio del
padre, a excepción del caso de hijos naturales reconocidos
solamente por su madre, y frecuentemente, también, de los
hijos de divorciados. La determinación de ese lugar de
apertura es importante porque fija la competencia del juez
de paz encargado de convocar el Consejo de familia (infrá,
número 451).
419. Coexistencia de la patria potestad y de la tutela.
—La organización de la tutela no suprime necesariamente
la patria potestad sobre un menor (1). Hay coexistencia
de estas dos potestades cuando se trata de hijos legítimos,
en tanto que el padre o la madre viven y no han sido pri­
vados de la patria potestad, y cuando se trata de hijos na­
turales, desde el momento en que el padre o la madre han
reconocido al hijo.
La misma persona ejerce a menudo las dos potestades
y actúa entonces con dos caracteres distintos. Puede igual­
mente haber divisiones de poderes entre el padre y la ma­
dre y el tutor (v. suprd, núms. 250 y 301).
Muchas legislaciones modernas no admiten esa coexis­
tencia de la patria potestad y de la tutela y no abren la tu­
tela hasta que el padre y la madre han fallecido (2).
m V la explicación histórica en Planiol, Traite élémentairs, I, núm. 1952.
(2) Códigos italiano (art. 241), español (art. .199), alemán (art. 1853 y 1804
ombinados). (V. núm. 304 y 430).
TUTELA DE LOS MENORES 419

420. Tutela de la Asistencia pública.—Nos encontra­


mos co'n una situación que recuerda la coexistencia de la
patria potestad y de la tutela, en los niños confiados a la
Asistencia pública. La ley -de 27 de junio de 1904 da el
nombre de tutela a las prerrogativas que ]a administración
ejerce sobre sus pupilos. Pero esas prerrogativas, bastan­
te fuertes como para anular las de los padres, comprenden
una verdadera patria potestad, con derechos de guardia, de
corrección y del usufructo. Le falta, sin embargo, a la Asis­
tencia pública un atributo de la plena patria potestad: la
administración legal. En esta medida, es justo decir que
no ejerce más que una tutela.
421. Tutela de los pupilos de la nación.—Esta tutela
de que gozan los hijos indicados en el capítulo de la patria
potestad (núm. 326), sigue en principio el derecho común.
No obstante, esto no es cierto sino con algunas reservas, la
primera de las cuales consiste en la vigilancia general ejer­
cida sobre el tutor por la oficina departamental, con de­
recho de censura ante el Consejo de familia y mediante re­
curso, ante el tribunal (ley julio 1917, art. 22, párr. 4). La
ínisión de la oficina departamental se transforma y crece
todavía, si el Consejo de familia (art. 21), en ausencia del
tutor legal o testamentario, atribuye directamente la tu­
tela a este organismo.
Además, los pupilos de la Nación pueden ser provistos
de un consejero de tutela (infrá, núm. 481).
Los diversos puntos particulares en que la tutela de los
pupilos de la Nación depende del derecho común, serán es­
tudiados a propósito de los preceptos modificados.

§ 2.—Práctica y crítica de las reglas de la tutela


422. Defecto de observancia prácticas de las reglas de
la tutela (1).—Las reglas de la tutela, como se verá, son
minuciosas, pero se impone una observación previa: con
frecuencia no son más que teóricas; la práctica las descui­
da. Eii dos casos, por ]o menos, su observancia se conside-
(1) V. además do ]a bibliografía citada núm. 414, informo .Tules Favre, J.
Off., 1879, p. 3094, relativo a la información organizada por Dufaure sobre el íun-
eionamiento do la tutela. Informo A. Colín y discusión en la Soc. Et. léffisl., Bull.
1902-03. Proposición depositada en el Senado y en la Cámara el l9 julio 1910,
Rev. pén., 1910, p. 1053 y 1282. Informo Lassus. al Comité de défen-se des enfants
traduits en justice et discussion, Rcv. pén-., 1912. 1. 527. Informe Berthélemy y
discusión en la Soc. Et. législ-, Bull., 1914, p. 247 y s. Informo Saleilles y discu­
sión, ibid., 1915, p. 256 y s.
420 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ra inútil: cuando el menor no tiene fortuna y cuando ¿e


halla bajo la tutela de su padre o de su madre. En este
último caso, las relaciones de familia impiden la observan­
cia rigurosa de las reglas legales. Como el pupilo es el he­
redero del tutor, las obligaciones que pudieran nacer de la
administración tutelar se verán más tarde extinguidas por
confusión de derechos.
No hay que extrañarse, por lo tanto, de que más de la
mitad de las tutelas, en Francia, parezcan irregularmente
constituidas y que, en aquellas cuya constitución es regular,
la administración lo sea raramente. Las costumbres pro­
tegen a los menores más que la ley, puesto que, a pesar de
esas irregularidades, los pleitos concernientes a las tutelas
no son muy numerosos.
423. Medios de asegurar la constitución regular de la
tutela.—A la apertura de la tutela, la clave de la consti­
tución regular de ésta parece ser, en derecho francés, la
convocación del Consejo de familia encargado de organi­
zaría. De hecho, en un gran número de tutelas, el Conse­
jo no es nunca convocado. Como el juez de paz es el que
puede y debe hacer la convocatoria del mismo, de oficio
(infrá, núm. 453), el problema estaría resuelto si ese ma
gistrado se informara regularmente de las tutelas abiertas
en su cantón y cumpliera en seguida con el deber de convo­
car el Consejo de familia.
En la legislación actual, teóricamente, el Juez de paz
debe ser informado en la mayoría de los casos. Una reci­
sión de 22 pradial, año V, ordena a los alcaldes que den
aviso sin dilación, al juez de paz del cantón, del fallecimien­
to de toda persona que deje menores por herederos, siempre
que ]a defunción no haya tenido lugar en la cabecera de
partido del cantón.
Estas disposiciones han sido extendidas a la ciudad de
París por circulares del Prefecto del Sena, y, desde enton­
ces, a toda la Francia (circ. min. .10 dic. 1887). El encar­
gado del Registro civil debe a este efecto hacer una pregun­
ta especial al declarante de una defunción. Sería fácil
encaminar hacia la protección de los pupilos sin tutor esa
reglamentación que, en su texto actual, tiene por objeto
principal la protección de los incapaces llamados a una
herencia. Se podría llegar a ello haciendo que el encarga­
do del Registro civil (aun en la cabecera de partido del
cantón), pregunte si el difunto ejercía alguna tutela, ade­
más de la de sus hijos, los cuales están necesariamente com-

i
TUTELA DE LOS MENORES 421

prendidos entre sus herederos. Habría también que hacer


que el alcalde previniese efectivamente al juez de paz, pues­
to que la ordenanza del año V, en una gran parte de Fran­
cia, es actualmente letra muerta; y sería posible para ello
medios bastante fáciles de emplear (1).
El juez de paz, una vez informado, es preciso que ac­
túe. En el uso actual, es raro que él tome la iniciativa de
la convocatoria del Consejo de familia destinado a consti­
tuir las tutelas que saben que han sido abiertas.
Para obligarle se podría fijarle un plazo dentro del
cual tendría que convocar el Consejo, de oficio, si la familia
no hubiera actuado en ese sentido en un plazo más corto.
Se pondría la convocatoria bajo la intervención del Pro­
curador de la República, al que el juez de paz tendría que
enviar cada año un estado de las tutelas constituidas en
su cantón (2).
Queda por prever el caso en que, no respondiendo na­
die a la convocatoria del juez de paz, el Consejo no pueda
ser constituido. Se podría entonces desposeer de sus atri­
buciones al Consejo de familia en beneficio del juez de paz,
que organizaría sólo la tutela, pudiendo recurrir al tri­
bunal.
424. Mejoramiento de las reglas de la tutela.—La tu­
tela, una vez organizada, hay que hacerla funcionar. Se
puede preconizar para eso: 1’, una simplificación de ese
funcionamiento; 29, medidas que estimulen la actividad del
tutor; 39, mejoramiento de la intervención de la tutela;
49, ampliación de la iniciativa legal del pupilo.
425. Simplificación del funcionamiento de la tutela.
—El menor sería quizás la primera víctima de la observan­
cia demasiado fiel de las reglas de administración impues­
tas para su protección. Tienen el doble defecto de ser en
extremo costosas y el que desestimulan toda actividad. Se
saben cuáles son los gastos, la duración y frecuentemente
(1) Si las municipalidades no son muy fieles a las prescripciones de la sen-
i encía del año V, que los jueces de paz se descuidan en recordarles, ellas demues­
tran en cambio una fidelidad muy exacta on enviar a la Prefectura, la cual los
transmite al Ministerio para la estadística, los boletines detallados do nacimiento
y de fallecimiento y que comprenden las indicaciones necesarias al juez do
paz y muchas otras. Bastaría hacer pasar estos boletines por la intermediación
de los jueces.de paz. Como on el pasado, las prefecturas procurarían quo se re­
dactasen y que se enviaran regularmente. Comp. Las disposiciones del proyecto
Julos Favre, J. Off. 1379, p. 3094, y del proyecto del .1910 indicado más arriba.
Comp. también, I, 27 julio 1917 sobre los pupilos de la Nación, art. 20, así como
art. 250 C. civ. italiano y art. 293 O. civ. español.
(2) V. proyecto Jules Favre, precitado.
422 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

los insignificantes resultados de la partición judicial y de


la venta de bienes de menores. Es más riguroso obligar al
menor a pagar una triple consulta de abogado para toda
transacción que a lo mejor no representa sino una centena
de francos, cuando su desistimiento completo no exige mu­
chas veces ninguna autorización. Independientemente
también de esos actos sometidos a formas especiales, a
simple autorización del Consejo de familia, unida a la apro­
bación del tribunal, cuesta ya, independientemente de los
gastos de viajes y de correspondencias, varios cientos de
francos. Pues bien, sobre todo en la administración de
una fortuna mobiliaria, resulta exigido a cada paso (1), y
lo sería aún más frecuentemente si, para evitar las moles­
tias y dificultades el tutor no adoptara una política de ad­
ministración puramente pasiva (2) o no violase deliberada­
mente la ley (3).
Aún dejando a un lado la reforma de la venta en pú­
blica subasta y de la partición judicial (4), sería fácil ali­
gerar un poco el peso de estas formalidades agobiantes. El
Consejo ¿e familia, cuya importancia ha exagerado el Có­
digo, no desempeña en ellas un papel necesario. Tiene su
lugar natural en la organización de la tutela y en la di­
rección de la persona del pupilo, cuando el heredero es de
la magistratura familiar de los padres. Pero en la admi­
nistración del patrimonio, su autorización, en general dada
sin examen serio, viene a coincidir con la del tribunal
que debiera bastar en todos los casos. La autorización del
Consejo de familia y la aprobación del tribunal podrían
ambas ser reemplazadas por la autorización del juez de
paz, cuando se trate de una cifra que no debe pasar de la
cifra deseablemente superior a 1,500 francos, y cuando pase
de esa cifra, en caso de urgenci/i, por un mandamiento

(1) Supóngase, por ejemplo, un menor cuya fortuna se halla colocada en


obligaciones de ferrocarril. Todos los años un cierto número de títulos son amor­
tizados. La amortización representa un capital a colocar en los tres meses. /.No
se ve obligado el tutor, cada tres meses, a convocar el consejo do familia del me­
nor para autorizar la inversión y hacer aprobar por el tribunal la decisión tomada?
jy qué decir de los autores que quieren obligarle a cumplir cada vez esas formali­
dades en el lugar de la apertura, es decir, tal vez, en el otro extremo do Francia?
(2) La cartera nominal del monor no es objeta de ninguna modificación, in­
cluso ~si hubiese sido mal constituida por las personas a las cuales ha suce­
dido el menor, o incluso también si los valores que comprendo se hallan visible­
mente abocados a los más grandes riesgos.
(3) Manteniendo, como se verá, los valores del menor bajo la forma do al
portador ’ *.
(4) V. nuestro Tratado, tomp IV, Sucesiones.
TUTELA DE LOS MENORES 423

de tribunal competente (1). Se podría suprimir también,


en las transacciones, la opinión ele los jurisconsultos.
426. Medidas que estimulen la actividad del tutor.—
Puede preguntarse si no convendría derogar en principio
la tutela gratuita, cuando el tutor no es el padre «o la madre.
Un pariente más alejado a un extraño puede encargarse de
nial grado de la carga tal vez gravosa que constituye la ad­
ministración de una fortuna, carga que se le impone a su
pesar, sin indemnización por el tiempo que consagra a ello,
y que se agrava todavía por pesadas formalidades y grandes
riesgos. Incluso si el tutor es honrado y no trata de retri­
buirse irregularmente, su falta de celo impedirá que el ca­
rácter gratuito de la tutela sea una economía, puesto que
tratará de descargarse de su administración en personas
cuyo salario llevará en cuenta y cuya intervención podrá
ser fuertemente onerosa. Además, a pesar de los princi­
pios expuestos anteriormente, es imposible que el carácter
gratuito de la misión del tutor no influya en la apreciación
de su responsabilidad por los tribunales. Creemos, pues,
ventajoso para el menor, que todo tutor que no sea el padre
o la madre pueda exigir, en el momento de la constitución
de la tutela, honorarios que el Consejo de familia fijará
según las dificultades de la administración, salvo apelación
al tribunal y cambios ulteriores, si después de eso la admi­
nistración se hace más fácil o más difícil (2).
Por otra parte, se ha observado, desde el punto de vis­
ta de la actividad del tutor, que nuestra ley abusa de las
tutelas legales. Los ascendientes y las ascendientes care­
cen, con frecuencia, de la aptitud necesaria para la admi­
nistración simultánea de varias fortunas; se podría hacer
que dependiera su vocación a la tutela de una confirmación
del Consejo de familia (3).
427. Mejoramiento de la intervención de la tutela.—
El Consejo de familia, institución característica de la tu­
tela francesa, ha sido muy criticado y se ha propuesto, a
ejemplo de las legislaciones germánicas y anglo-sajonas,
que se sustituya más o menos completamente la interven-

(1) Sobre este último punto, Comp. el art. 6 de la ley alemana de 16 do


junio de 1887, sobre la tutela, Annuair-e étrangcr, XVII, p. 385.
(2) Si el código civil suizo (art. 416) y el Código civil español (art. 276) pre­
vén obligatoriamente honorarios para el tutor. El Código alemán (par. 1836) los
prevé facultativamente.
(3) A. Colin y Capitant, I. p, 259. Es la solución del Código civil suizo,
sólo que la confirmación es judicial (art. 380).
424 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ción familiar de la tutela por una intervención judicial (1)


o administrativa (2). Hay una parte de exageración en
esas críticas; la familia está más cerca del menor que el
juez o que los funcionarios, y frecuentemente mejor infor­
mada; su intervención tiene, por lo tanto, una utilidad jun­
to a la intervención judicial; el organismo que se llama Con
sejo de familia reúne, además, la intervención judicial y la
intervención familiar, puesto que es precedido por el juez
de paz. No obstante, la experiencia ha demostrado que el
Código ha confiado demasiado en esta institución.
Se podría, pues, en primer término, según los hemos
mostrado anteriormente (núm. 425), retirarle el cuidado ele
aprobar los actos patrimoniales del tutor, salvo el consul­
tar al tribunal o al juez de paz, si lo estima útil. Además,
habría que proceder también contra el abuso de los manda­
tarios que transforma algunos Consejos de familia en asam­
bleas de empleados de los oficiales ministeriales. Se po­
dría hacer limitando a dos, cuando más, el número de los
mandatarios admitidos a Consejo que no fueran parientes
o amigos de la familia. ,Por último, si el Consejo de fami­
lia se despreocupa del menor, lo que sería demostrado por
la abstención de sus miembros en responder a las convoca­
torias, se podría desposeerlos de la intervención tutelar.cn
favor de la autoridad judicial asistida de organismos filan­
trópicos (3).
Convendría además, contrariamente a nuestra ley ac­
tual, interesar en la intervención de la tutela a los repre­
sentantes del Ministerio público, dándoles el derecho de
acudir ante el Consejo de familia o, por medio de recurso,
ante el tribunal (4). Igualmente, habría que restituir a
(1) V. sobre la autoridad tutelaría y la autoridad de vigilancia en Suiza
C. civ. suizo, art. 361, 379, 420 y s. El juez de las tutelas alemán desempeña a la
vez el papel de nuestro consejo de familia y de nuestro tribunal, y es asistido
por los consejos comunales de huérfanos y según el caso, de un consejo de familia
(th/nd*. núm. 431).
(2) V. especialmente la pro-p., precitada del 1’ julio 1910, que instruye un
consejo de vigilancia de los tutores, funciona en cada cantón bajo la presidencia
del juez de paz, asistido de los alcaldes y de cinco institutores. Com. las discu­
siones de que esta proposición ha sido objeto en el comité de defensa de los hi­
jos citados judicialmente y en la Soc. d’ét. legislativos. C’omp. la institución, por
la ley del 27 julio 1917, de los oficios departamentales de los pupilos de la Na­
ción v de las secciones cantonales. Su-prá, núm. 329. Se consultará, sobre las legis­
laciones germánicas, al lado de las referencias dadas suprd, núm. 422, las indicadas
a propósito de la patria potestad sobre los hijos naturales, núm. 317. Los Gcmciii-
fconsejos municipales de los huérfanos), que funcionan en Alemania,
han sido especialmente estudiados en Francia a propósito de los hijos ilegítimos
* Bull. Soc. et législ., 1903, tesis Roux, p. 49 y s. Travers, op. cit.t p. 320 y s.).
Í3) Sobre lo que pueden ser estos, v. nota precedente.
(4) Proposición Julos Favre, precitada.
TUTELA DE LOS MENORES 425

éste el derecho de reformar los acuerdos del Consejo de fa­


milia relativos a la organización de la tutela, derecho que le
ha retirado la jurisprudencia reciente (infrá, núm. 517).
Por último, la intervención prevista por el Código es
defectuosa por su falta de permanencia y de organización.
Fuera de los estados anuales de cuenta, que no se deben al
subtutor sino cuando el Consejo de familia se ha preocupa­
do de ordenarlos, este último, solamente tiene el derecho de
pedir, al tutor en ejercicio, detalles y aclaraciones sobre su
administración, y no lo hace en caso de una demanda
de destitución. Convendría, al parecer, obligar al tutor,
aún en caso de silencio del Consejo de familia, a presentar,
regularmente al subsutor, y quizás al Procurador de la Re­
pública, no solamente estados de cuenta, sino cuentas anua­
les completas, debiendo ser puestos a su disposición todos
los documentos justificativos (1).
428. Desarrollo le la iniciativa legal del menor.—Fi­
nalmente, la ley debe cuidar la trasición entre la minori­
dad y la mayoría de edad e interesar al menor en sus pro­
pios asuntos desde antes que termine su minoría de edad.
Es un medio más y no el menos eficaz de asegurar la in­
tervención de sus representantes. Nosotros permitiríamos
al pupilo, cumplidos sus quince años, que recibiese perso­
nalmente, del juez de paz la convocatoria de su Consejo de
familia. Todas las veces que éste se reuniese convendría
convocar al pupilo con voz consultiva. Su consentimiento
debiera ser necesario para el ejercicio de las acciones re­
servadas a la persona (infra, núm. 529) ; con mayor razón
debiera ser explícitamente exigido ese consentimiento para
los contratos de trabajo que le conciernen. Por último, si
el tribunal o el juez de paz, como lo deseamos, sustituyeran
al Consejo de familia para la autorización de los actos pa­
trimoniales más graves, habría que permitir al menor de
más de quince años que desaprobara el acto que se proyec­
taba ante ellos para oponerse a la autorización (2).
§ 3.—El régimen de la tutela en Ais acia y Lorena (3)
429. Mantenimiento del derecho local.—La ley de T
de junio de 1924 (arts. 15 y 28) deja subsistir por diez años,
(1) V. C. civ. suizo, art. 413 y C. civ. alemán, art. 1840.
(2) Comp. art. 409 C. civ. suizo que ordena que el pupilo capaz de discernir
sea consultado para todos los actos importantes, y el art. 1S27, C. civ. alemán que
obliga el consejo de familia y el juez de las tutelas a oir al menor antes de las
decisiones importantes.
(3) Hamel, Rép. prat, de droit et de jur. d’Alsace et Lorrainc, v’ Minorité,
t. II, p. 310.
426 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

en Alsacia y Lorena, las reglas del derecho local sobre la


protección tutelar, igualmente que las de la patria potes­
tad (suprá, núm. 304). El sistema alemán de la alta tutela
judicial ha parecido proteger mejor al pupilo que el sistema
francés de la vigilancia y no ha querido privar de ella a los
departamentos reintegrados.
No obstante, algunas disposiciones del derecho francés
han sido introducidas y deben combinarse con la legisla­
ción local mantenida (1). El estado de ese derecho es el
que va a ser indicado, puesto que no es posible naturahnen
te exponer en este tratado todas las reglas de la organiza­
ción tutelar alemana.
Esta organización especial es aplicable a los menores
alsacianos-lorenenses en el sentido que ha sido precisada
para la patria potestad (suprá, núms. 304 y 379).
430. Apertura de la tutela.—Las causas de apertu­
ra de la tutela se hallan regidas por el derecho local (artícu­
lo 20, párr. 1 y 2). Para los hijos legítimos la tutela no se
abre, diferentemente del derecho francés, sino cuando el
padre y la madre han fallecido o han sido privados de la
patria potestad (art. 1773, C. Civ. local).
No obstante, debe tenerse en cuenta la introducción del
derecho francés en dos casos:
1’ Cuando el padre es privado de la patria potestad
y el matrimonio no está disuelto, la patria potestad no co­
rresponde a la madre según el C. Civ. local (art. 1648, pá­
rrafo 2, a contrario). El tribunal podrá en este caso con­
fiarle la tutela (2).
2’ Si la madre investida de la patria potestad se vuel­
ve a casar, pierde la patria potestad y, según el derecho lo­
cal, no puede ser tutora sino en el caso en que no exista nin­
gún abuelo paterno (art. 1776, C. Civ. local). Esta inca­
pacidad particular no debe ser mantenida, puesto que se
aplica, en materia de capacidad, la ley francesa (ley de
J924, art. 20, párr. 2) (3).
431. Organización de la tutela.—En vez de descansar,
como la tutela francesa, en el Consejo de familia, la orga­
nización de la tutela del derecho local descansa en el tri-
(1) Sobre el punto de partida de la aplicación, de la lev de 1’ de junio 1924
para la tutela, v. París. 18 feb. 1925, D. H. 1925, p. 316.
(2) Hamel, op. oit., P- ^6.
(3) Hamel, op. cit., núm. 55. En cambio, no creemos, como M. Hamel, que el
art 1783 C. civ* loe., qu° impone a la mujer, .para sor tutora, la autorización del
*™«-ridn qea inaplicable. Esta disposición podía bien constituir una in-
ca^cídad en derecho local, poro es conforme al art. 420, p4r. 2, C. civ. fr.
TUTELA DE LOS MENORES 427

bunal de tutelas (Vormundschaftgericht}. Este tiene tam­


bién poderes más activos que nuestro Consejo de familia.
Es siempre el que nombra al tutor de los hijos legítimos
(Vormund), estando obligado naturalmente, y salvo mo­
tivos graves, a respetar el testamento del padre y de la ma­
dre y en caso de silencio de ese testamento a nombrar tutor
al abuelo paterno o, en defecto de éste, al abuelo materno
(arts. 1774 a 1779). El tribunal de tutelas puede, en todos
los casos, dar órdenes al tutor, que es en cierto modo su de­
legado, tanto sobre la administración de la fortuna del pu­
pilo como sobre la dirección de su persona; sancionándo­
las con multas sin perjuicio de la responsabilidad del tu­
tor (art. 1873, C. Civil local). Este mismo tribunal es el
que recibe el inventario (art. 1802, C. Civil local), las cuen­
tas anuales, y la cuenta general al final de la tutela (artícu­
los 1839, 1840 y 1892, C. Civil local) ; determina las seguri­
dades y garantías que se han de exigir al tutor (art. 1844,
C. Civil francés) ; aconseja las medidas que han de tomarse
si está impedido el tutor (art. 1846, C. Civ. local), y le pro­
híbe los actos que puedan ponerle en conflicto con los inte­
reses del menor (art. 1796, C. Civ. local).
Junto a un tribunal investido de semejantes poderes,
no hay sitio para un Consejo de familia; sin embargo, el
art. 1847, C. Civ. local, dice que los padres del menor serán
oídos, a demanda del tutor o del subtutor, en todos los asun •
tos importantes, y aún de oficio, en ciertos casos designa­
dos; además y sobre todo, los arts. 1858 y siguientes, C. Civ.
local dicen que un Consejo de familia (famüienrat') de dos
a seis miembros, presididos por el juez de tutelas, podrá ser
constituido o de conformidad con el testamento del padre
y de la madre legítimos, o por el tribunal de tutelas, si lo
estima útil, a intancias del tutor, del subtutor, o de un
pariente. Este Consejo de familia se forma siguiendo re­
glas (arts. 1S62 y siguientes, C. Civ. local) notablemente di­
ferentes a las del Código francés. Salvo designación del
padre y la madre, no comprende más que parientes y alle­
gados del pupilo (art. 1877, C. Civ. local), y el Consejo de
familia desaparece por falta de un número suficiente de
personas para formar parte de él (art. 1879, C. Civ. local).
Sus funciones son las mismas que las del tribunal de tute­
las, y por lo tanto, más amplias que en el resto de Francia
La tutela de derecho local comprende un subtutor
^Gegenvormund'), siempre que el pupilo posea un patrimo­
nio apreciable y que los padres no hayan excluido testamen-
428 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tariamente este órgano (arts. 1792 y 1852, C. Civ local). El


subtutor, además, no tiene la misma misión que en nuestro
Código Civil: no puede suplir al tutor impedido, pero está
encargado' de vigilarle y de informar en consecuencia al
tribunal de tutelas (art. 1797, C. Civ. local). Examina es­
pecialmente el inventario y las cuentas que deben serle pre­
sentadas qntes de su trasmisión al tribunal de tutelas (ar­
tículos 1802, 1842 y 1891, C. Civ. local). Por último concu­
rre a las extracciones de fondos que pertenezcan al pupilo,
así como a los actos de disposición que se refieran a sus cré­
ditos o valores mobiliarios (arts. 1809 y 1812, C. Civ. local).
Junto a este primer órgano de información, el tribu­
nal de tutelas tiene un segundo en el Consejo comunal de
los huérfanos (Gevieindewaisenrat) mantenido en Alsacia
y Lorena (arts. 1849 a 1851, C. Civ. local, y 128 a 135 de la
ley de introducción de ese Código).
Finalmente, la tutela de derecho local apela también,
si procede a un curador (JPfleger), nombrado por el tribu­
nal de tutelas y cuya misión es la de reemplazar al tutor im­
pedido (arts. 1794 y 1909, C. Civ. local), así como al mismo
pupilo que, a partir de cierta edad, es llamado ante e] tri­
bunal de tutelas o el Consejo de familia cuando se trata de
la autorización que hay que dar a un acto importante (ar­
tículo 1827, C. Civ. local).
432. Funcionamiento de la tutela.—En este punto,
también, se ha mantenido el derecho local. Se aplica al
inventario, que no tiene necesidad de ser protocolado (ar
tículo 1802, C. Civ. local) ; a las cuentas, que deben en princi­
pio ser presentadas anualmente (art. 1839, CF Civ local) : a
las habilitaciones necesarias para ciertos actos, dadas por el
tribunal de tutelas (arts. 1821 a 1824, C. Civ. local). Se ob­
servará, no obstante, que el art. 27 de la ley de T de junio
de 1924 deroga los arts. 1829 y 1830 del C. Civ. local, que
preveía que la aprobación de ese tribunal podía ser posterior
al acto; en lo sucesivo, pues, deberá satisfacer a la condición
de anterioridad que se exige a las autorizaciones concer­
nientes a los incapaces en derecho francés (supra, núme­
ro 267).
Es también el derecho local el que regula las garan­
tías exigidas al tutor en todas las ocasiones, principalmen-
* te cuando retiene cantidades o títulos al portador pertene­
cientes al pupilo. No obstante, a las garantías que el dere­
cho local permite que se le impongan, según las circunstan­
cias (art. 1844), el art. 20 de la ley de 1924 añade la hipo-
TUTELA DE LOS MENORES 429

teca legal (1). Por otra parte, el art. 24 de esta misma ley
permite al tutor librarse de la obligación de depositar los
títulos al portador del pupilo, impuesta por el derecho local
si convierte éstos en nominales, conforme a la ley francesa.
El art. 24 añade que el padre, cuando designa un tutor, pue­
de permitirle que conserve en su poder los títulos al porta­
dor, sin conversión ni depósito. Es dudoso que la madre
superviviente tenga el mismo derecho, puesto que el dere­
cho local no le reconoce todas las prerrogativas del padre
en materia testamentaria.
Finalmente, el derecho local rige también, en princi­
pio, las inversiones que se imponen al tutor. Resulta de
ello que no se le fija ningún plazo comprable a los de los
arts. 454 siguientes del C. Civil, para esas inversiones; el
tribunal de las tutelas apreciará, según las circunstancias
si el tutor se muestra suficientemente diligente (art. 1801,
C. Civ. local). En cambio, los arts. 1807-1808 del C. local,
más estrictos en este punto que el derecho francés fijaban
limitativamente el posible objeto de las inversiones del pu­
pilo ; pero, aunque esos textos no parecen haber sido explí­
citamente derogados, debe considerarse que lo están, pues­
to que las inversiones que imponían debían ser hechas en
Alemania. El tutor de un alsaciano-lorenés puede, pues,
elegir libremente sus inversiones, salvo la intervención del
tribunal de tutelas.
433. Aplicación del derecho francés.—De acuerdo con
la ley de l9 de junio de 1924, procede, sin embargo, a aplicar
el derecho francés en los casos siguientes:
l9 Las causas de dispensa, de incapacidad y de ex­
clusión de tutela son las mismas del derecho francés (ar­
tículo 20). Son, no obstante, apreciadas por el tribunal de
las tutelas y no por el Consejo de familia. Pueden ser invo­
cadas aún por los tutores regularmente nombrados antes de
primero de enero de .1925, o contra ellos. Como las mismas
se aplican a las funciones de tutor, de subtutor y de miem­
bro del Consejo de familia, de acuerdo con el derecho fran­
cés, es preciso aplicar las reglas del Cód. Civ. francés al
subtutor y al Consejo de familia (3). El art. 20 entraña,
por consecuencia, la exclusión de un gran número de dis-

(1) V. nuestro Traite des súrctés récllcs.


(2) Circular del 29 nov. 1924, 8. Lois annotées, 1924, p. 1512’, col. 3. II.
Hay quo concluir notablemente que las mujeres podrán formar parte de los con­
sejos de familia.
430 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

posiciones del Cód. Civ local que no han sido explícitamen­


te derogadas (1).
29 El tutor puede, en vez de consignar los títulos al
portador (art. 1914, C. Civ. local), convertirlos en títulos
nominales (ley 1924, art. 24, párr. 1), y puede ser dispensa­
do por el padre de la obligación de depositar o de conver­
tir los títulos (ley 1924, art. 14, párr. 2) (supra, núm. 432).
3’ Las disposiciones de la ley francesa sobre la nuli­
dad son aplicables en caso de inobservancia de las reglas
legales (ley 1924, art. 26) y aún de las reglas del derecho
local. Sin embargo, hay que reservar la aplicación del ar­
tículo 1831 del C. Civ. local, sobre el acto jurídico unilateral
celebrado por el tutor sin la aprobación del tribunal de las
tutelas, puesto que este artículo continúa en vigor.
49 La hipoteca legal del pupilo sobre los bienes del
tutor se establece (ley 1924, art. 20, párr. 2), pero, cuando
se trate de inmuebles situados en los departamentos rein­
tegrados, debe ser inscripta (2) (ley 1924, art. 57).
434. Tutela de los hijos naturales.—La ley de 1’ de
junio de 1924 (art. 21) organiza, para los hijos naturales,
un régimen especial. Estos hijos, como en derecho francés,
se hallan bajo tutela desde su nacimiento, y hay que aplicar
a esta tutela las reglas del derecho local relativas a la tutela
de los hijos legítimos.
Aquel de los padres naturales que ejerce la patria po­
testad es el tutor legal.
Si el hijo no está sometido a la patria potestad, la tu­
tela se confiere de acuerdo con la reglas del derecho lo­
cal, con la reserva de que se excluye la vocación legal de
los abuelos, puesto que el parentesco natural no existe más
que en primer grado. El padre o la madre que estuviera
investido de la patria potestad, puede designar el tutor (ar­
tículo 1776, C. Civ. local) ; en su defecto, el tutor se elige
por el tribunal de las tutelas, previa consulta al Consejo co­
munal de los huérfanos.
No trata del Consejo de familia, puesto que este Conse­
jo no puede ser integrado sino por parientes o allegados.
Para los hijos naturales nacidos antes del 1’ de enero de
1925, se mantiene el régimen anterior (ley .1924, art. 124),
es decir, que el hijo se halla en Ja situación de un hijo legí-
V art. 1780, 1787, 1865 y 3866, 1888 y 1889, C. civ. lical. Puedo haber
(1) ciertas dificultades para saber si la regla, es una regla do capacidad, V.
por ejenípío lo que se dice de la madre (núm. 430).
(2) V., nuestro Traité des Súrctés réelles.
TUTELA DE LOS MENORES 431

timo respecto de su madre y de los ascendientes de su ma­


dre (1). Pero este régimen tiene fin por el reconocimien­
to del hijo o por la declaración judicial de paternidad pro­
nunciada contra el padre posteriormente al lv de enero
de 1925.
435. Procedimiento.—El tribunal de tutelas es el juez
del tribunal cantonal que ha reemplazado al antiguo tribu­
nal de bailía (ley de 25 julio 1923). Hay que aplicar la ley
de 17 de mayo de 189S sobre la jurisdicción voluntaria para
el procedimiento ante este tribunal.
No obstante, hay que observar que la determinación del
domicilio que da competencia a ese tribunal, se hace de
acuerdo con las reglas del C. Civ. francés.
436. Conflictos de leyes de jurisdicciones. — La ley
de 24 de julio de 1921 (art. 3) sobre los conflictos entre la
ley francesa y la ley local, aplica la ley personal en mate­
ria de estado y de incapacidad. Los menores alsaciano-lore-
neses que estén domiciliados en el territorio francés deben,
por tanto, seguir las reglas de la ley local, cosa que engen­
dra graves dificultades, las cuales serán examinadas a pro­
pósito del conflicto de leyes infra, núm. 441).
En cuanto a los menores franceses domiciliados en los
departamentos recobrados, hay que aplicarles las reglas
francesas. El art. 3 de la ley de 24 de julio de 1921, sobre los
conflictos entre la ley francesa y la ley local, parece estable­
cer lo contrario, pero esta ley emplea una fórmula demasia­
do general al decir “la tutela está organizada”. El resto del
texto demuestra a las claras que se trata únicamente de
una cuestión de competencia. El juez cantonal desempe­
ñará el papel de juez de paz en el Consejo de familia; el tri­
bunal regional, el papel de tribunal civil. No obstante, de
acuerdo con la ley de 1924, (art. 83, párr. 1), el tribunal can­
tonal resuelve en lugar del tribunal civil en todos los ca­
sos en que no hay contradicción. Como sería singular que
el juez cantonal presidiera el Consejo de familia que auto­
riza un acto y después aprobaba personalmente ese acuer­
do, la ley de .1924 (art. 85) reserva, para la aprobación, la
competencia del tribunal civil.

(.1) El nrt. 124 reproduce la fórmula del art. 1705, C. civ. loe.; pero el art.
1707 preveía ]a nominación de un tutor; este último artículo no habiendo sido re­
servado y pudiendo ser considerado como una 'restricción d.e los derechos de la ma­
dre, deben darse a la madre natural todos los derechos que tendría la madre legí­
tima en un régimen de administración legal. V. llame], op. cít., núm. 133.
432 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

§ 4.—Conflicto de leyes (1)

437. Aplicación de la ley nacional.—En principio, las


reglas de la tutela, como todas aquellas de que establecen
las incapacidades para protección, forman parte del esta­
tuto personal y dependen en Francia de la ley nacional dél
menor bajo tutela (2). Esta solución que fue dada formal­
mente por convención de La Haya, de 12 de junio de 1912
(artículo 1), se aplica con gran frecuencia por la jurispru-’
ciencia francesa.
La ley nacional del menor es la que determina el punto
de partida y la duración de la tutela (3) ; el lugar en que se
abre (4) ; la designación de los órganos de protección (5);
sus derechos y sus obligaciones, y, por consecuencia, las
formalidades de habilitación necesarias para los actos del
menor (6).
En la mayoría de los países, se considera la tutela como
de estatuto personal. La jurisprudencia angloamericana
considera, en cambio, que la tutela concierne esencialmente
a la administración de los bienes y depende de la ley terri­
torial (7).
438. Tutor y pupilo de nacionalidad diferente.—Esta
dificultad puede presentarse con más frecuencia que en la
patria potestad, puesto que el tutor puede no ser un parien­
te del menor, pero es de más fácil solución. La tutela, en las
legislaciones modernas, no se concibe sino como una protec­
ción del menor. Consecuentemente, es preciso aplicar la
ley nacional del pupilo (8).
La jurisprudencia francesa admite, sin embargo, que
hay que aplicar la ley nacional de la madre en el caso en
(1) Chavegrin, De la tutelle des mineurs en droit int. privé, liev. critique,
1883, p. 498; Loiseau, Des conflits de loi relatifs a la tutelle des mineurs, tesis
París, 1885; Grouitch, La tutelle des mineurs en droti int. privé, t. París, 1897;
Pascaud, La tutelle des mineurs en droit int. privé, 1905; Suinien, La tutelle de
fait en droit int. privé, Clunet, 1905, p. 310.
(2) Weiss, Traité de droit int. privé, 2’ ad., III, p. 346 y s.: Pillet, Traité
pratique, I, núm. 328 bis. Pillet et Niboyet, Manuel, núm. 490. Audinet, Principes
de droit int. 2’ ed., núm. 653; Surville et Artliuys, Cours élémentairc, núm. 322.
(3) Bruxelles, 29 julio 3867. Pasicris, 66. 2'. 57; Aix, 10 marzo 1887, Pasicr.
87. 2. 408.
(4) Trib. co. Sena, 9 marzo 1897, Gas. Palais, 4 junio 1897.
Í5) París 28 junio 1889, Clunet, 1890, p. 329.
(6) París’ 27 junio 1888, Clunet, 1890, p. 946; Pan, 9 junii 1907, D. 190&
2 68 S 1909 2. 117; Corte de Alejandría, 3 junio 1909, Clunet, 1910, p. 1300;
Trib ' Mulhouse, 17 marzo 1924, Gas. Palais, 24 junio 1924.
(7) Pillet Traité pratique, I, núm. 328 bis, p. 665.
(8) Para’los casos do dos pupilos do nacionalidad diferente, v. Gronoble, 21
mayo 1924. D. H. 1924. p. 519. Clunct. 1925. p. 153.
TUTELA DE LOS MENORES 433

que ésta sea tutora legal de sus hijos menores de naciona­


lidad extranjera (1). Pero esta solución, que se apoya en
los principios de la soberanía francesa, no nos parece jus­
tificada, y no se justifica mejor porque se invoque la de­
fensa de los intereses franceses (2).
La aplicación de la ley nacional del tutor puede, sin
embargo, defenderse si se trata de apreciar la capacidad del
tutor o las excusas (3), pero no las causas de exclusión o
de destitución, que deben regirse por la ley de la tutela,
o, si tocan al orden público, por la lex fori.
439. Excepciones a la aplicación de la ley nacional.—
La aplicación de la ley nacional del pupilo sufre, no obs­
tante, excepciones por diferentes causas:
l9 En primer término, hay que excluir las cuestiones
de orden público, cuando la ley nacional de un pupilo ex­
tranjero impone reglas que puedan estimarse contrarias al
orden público francés, o cuando el orden público francés
. exige una destitución del tutor (comp. núms. 303 y 387).
2’ La ley territorial aplicable a la propiedad inmobi­
liaria ejerce su influencia sobre la hipoteca legal del me­
nor. Esta hipoteca no podrá existir en un país sino en el
caso de que sea admitida por la ley de la tutela y por la de
la situación de los inmuebles (4).
3’ Finalmente, la lex loci actas puede aplicarse por
consecuencia de la imposibilidad en que se encuentra de
realizar en un país las formalidades de habilitación para
un acto determinado. Pero en esto se produce un problema
más amplio que debe ser examinado aparte.
440. Organización en el extranjero de la tutela de los
menores franceses.—La aplicación de la ley nacional tro­
pieza con graves dificultades cuando el menor francés está
domiciliado en el extranjero. No se puede reunir el Con­
sejo de familia presidido por un juez de paz. Hay que
admitir que el cónsul francés puede reemplazar al juez de
(1) Civ. 13 enero 1873, S. 73. 1. 13.
(2) Trib. Sena, 3 abril 1884, Clunct, 1884. p. 521; París, 28 .junio 1889.
Clunct, 1890, p. 329. Comp. Burdeos, 23 julio 1897 S. 1900. 2. 891 (motivos) y
Grenoblc 1 marzo 1823, precitada (motivos).
(3) Pillet et Niboyet, Manuel, núm. 497, p. 578; Batin, nita al D. 1901,
2. 267. I
(4) Survillo et Arthuys, op. cit., núm. 383; Woiss, op. cit., III, p. 386 y s.
La jurisprudencia francesa, apoyándose sobre una interpretación abusiva del art.
11, so niega a reconocer el beneficio de la hipoteca legal a los extranjeros que no
son admitidos a domiciliarse en Francia. Así lo que resulta de decisiones relati­
vas a la hipoteca legal de la mujer casada: Civ. 20 mayo 1862, D. 62. 1. 2'01, S.
62. 1. 673; 4 marzo 1884, D. 84. 1. 205, S. 84. 1. 273; Req., 27 enero 1903, D.
1903. 1. 249.
434 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

paz en sus atribuciones titulares (1). Pero es difícil reco­


nocer al tribunal extranjero el derecho de aprobar los acuer­
dos del Consejo de familia, y más aún juzgar los recursos
contra esos acuerdos.
441. Menores extranjeros en Francia,.—La interven­
ción del cónsul extranjero se concibe para el menor extran­
jero cuando la tutela es administrativa o familiar de acuer­
do con su ley nacional (2).
Pero si la ley nacional de los menores extranjeros or­
ganiza una tutela judicial, estos menores no pueden encon­
trar en Francia los órganos necesarios y les es forzoso, a
menos de disposición contraria de su ley, recurrir a sus
jueces de tutelas nacionales. Resultaría, para ellos, de esto
una situación deplorable, si la jurisprudencia francesa no
hubiese puesto remedio sabiamente, recordando que el objeto
de toda tutela es la mejor protección posible del menor.
La jurisprudencia ha admitido, por lo tanto, siempre
que, a consecuencia de obstáculos diversos, no se pueda or­
ganizar en Francia la tutela del menor extranjero, confor­
me a su ley nacional que procede a constituirle, mientras
obtiene otra y con carácter provisional, una tutela conforme
a la ley francesa (3). Se puede justificar esta prácti­
ca por razones de orden publico, puesto que éste no tolera
que un menor esté sin protección. Esta substitución de
las reglas impuestas por la ley nacional del menor por las
reglas francesas, debe, pues, ser excepcional. La Corte de
Casación ha precisado que el menor extranjero no puede
ser provisto de un tutor conforme a la ley francesa “sino
en tanto que ese menor esté sin protector legal y que la me­
dida sea adoptada con carácter provisional” (4).
Todas las dificultades que preceden han sido previs­
tas y resueltas por im gran número de tratados que ligan a

(1) Weiss, op. cit., III, p. 324 y s.; Survillc et Arthuys, op. cit., núm. 323.
Comp. Pillet et Niboyct, oí), cit., núm. 496. Es la solución de la mayor parte de los
U. IH., IIIUU, 1UV. l.l

tratados diplomáticos; v. Weiss, op cit., p. 370.


(2) V referente a aplicaciones jurisprudenciales do tratados diplomáticos,
Reo l9 nov., 1896, D. 97. 1. 313, S. 1900. 1. 516; Pau, 16 junio 1913, D. 1915.
Req
- 40, S. 1913. 2.
2. 2. 301.
301.
(3) V. nota Besan^on, 30 nov. 1887, D. 88. 2. 113, nota de Boeck, S. 90. 2.
59; Pau 16 junio 1913 precitada; Req., 11 dic. 1923 precitada. Los tribunales
aprecian ’libremente el tiempo durante el cual los intereses del menor exigen el
mantenimiento do esta situación provisional: Burdeos, 30 mayo 1910, D. 1912.
2. 326.
Í4) Civ. 19 nov. 1923, Cluiiet, 1924, p. 163, -nota A. Morillot y sobre apel.
Grenoble, 21 mayo 1924, D. H. 1924, p. 519. Clunet, 1925, p. 153.
TUTELA DE LOS MENORES 435

Francia con diversos países (.1), y fijan la condición, en


Francia, de los menores correspondientes a esos países, y
la condición de los menores franceses en esas propias na­
ciones. Francia tiene celebrado en particular, convencio­
nes con Bélgica, Suiza, Italia, España, Portugal y Grecia.
Sección II.—Consejo de familia
§ 1.—Composición del Consejo de familia,
442. Definición.—El Consejo de familia es una asam­
blea compuesta en cuanto sea posible de parientes y alle­
gados del menor y presidida por el juez de paz. La im­
portancia que la ley le da caracteriza la tutela francesa.
Mas, aunque el derecho de costumbre, del cual ha sido sa­
cado el Consejo de familia, el Código Civil ha querido hacer
de la tutela una institución familiar. Sus tendencias han
sido seguidas por los Códigos de la Europa latina, pero los
Códigos alemán y suizo han reducido considerablemente los
límites otorgados al Consejo de familia (2).
El Consejo de familia no es una asamblea constituida
por todo el tiempo que dure la tutela. A cada nueva con­
vocatoria puede ser compuesto de una forma distinta (in-
frd, núm. 447). Nadie tiene, por lo tanto, el carácter legal
de miembro del Consejo de familia (3).
443. Hijos naturales e hijos asistidos.—El Código Ci­
vil había previsto la reunión del Consejo de familia para
todas las tutelas. Ahora bien, era paradógico pensar, para
los hijos naturales, en reunir una asamblea de parientes,
puesto que esos hijos no tienen familia. Hoy, el Consejo
de familia se encuentra reemplazado, en dos casos, por una
intervención judicial o administrativa.
Para los hijos naturales, después de la ley de 2 de ju­
lio de 1907, el tribunal civil es el que desempeña el papel
de Consejo de familia. Aún después de esa ley se continúa
hablando del Cosejo de familia dejos hijos naturales (véa-
(1) V. la lista do los tratados celebrados por Francia con varios estados so­
bro esto asunto, en Surville ct Arthuys, op. cit., núni. 324 nota 2, y Pillet, Traité
pratique, núm. 329, p. 667 y núm. 331 bis, p. 675. Otras indicaciones Weiss, III, p.
32'6 y s. La Convención de La Haya do 12 junio 1902, relativa a la materia, ha
sido denunciada por Francia a partir del 1» julio 1914 (J. Clunet, 1914. p. 880) .
V. sobro la aplicación de estos tratados, jurisprudencia precitada.
(2) Sobre los orígenes históricos del consejo de familia y las legislaciones
extranjeras, v. Planiol, Traité élórnen-taire, I, núm. 1771.
(3) V. el error cometido sobre este punto por la ley del 7 febrero 1924 so­
bro el abandono de familia.
436 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

se art. 159) ; pero entendiéndose que el tribunal substituye


al Consejo con atribuciones idénticas. Por la fuerza de las
cosas, las reglas de la tutela han sido, pues, modificadas,
puesto que no se puede tratar de 1a. aprobación de los acuer­
dos (infrá, núms. 521-522).
2' Para los pupilos de la Asistencia pública^ el Conse­
jo de familia es reemplazado por una Comisión administra­
tiva de siete miembros nombrada por el Consejo general (ley
27 julio 1904, art. 12). La regla se aplica lo mismo a los
pupilos hijos naturales como a los hijos legítimos, puesto
que la ley de 1907 no ha derogado esa ley especial.
444. Misión del Consejo de familia. — El Consejo de
familia, por lo menos en ausencia del padre y la madre, re­
presenta en la organización de la tutela el poder, que ejerce
de tres maneras:
l9 Es ante todo el que organiza la tutela y nombra sus
agentes: el tutor cuando éste no está ya designado (arts. 405
y s.), el subtutor (art. 420), el curador (art. 393) ; es el que
pronuncia, en caso procedente, la destitución de dichos
agentes (arts. 446 y s.) ; el que fija el presupuesto de la tu­
tela (arts. 454-5) y hace al tutor, que no sea el padre o la
madre, indicaciones generales relativas a la guarda y edu-
cación del menor.
2’ Una vez la tutela constituida, o reconstituída, el
Consejo de familia continúa siendo convocado siempre que
su parecer se considere útil para la dirección de la persona
del menor. Este parecer se impone a todo tutor que no sean
los padres. Y es el Consejo de familia, principalmente, el
competente para autorizar el casamiento en defecto de as­
cendientes (arts. 159 y 175) ; la adopción en defecto del pa­
dre y la madre (art. 450) ; y en el mismo caso, la emanci­
pación (art. 478), o la encarcelación como medida de co­
rrección (art. 478).
39 Por último, se requiere su consentimiento para
todos los actos patrimoniales que la ley considere que pue­
den comprometer gravemente la fortuna del menor, y pue­
de hacer que le rinda cuentas anuales el tutor siempre que
no sea el padre o la madre (art. 470).
445. Misión del Consejo de familia fuera de la tutela
_ Hay que añadir que el Consejo de familia actúa a veces
fuera*”de la tutela, ya que se le consulta para la interdicción
de los mayores, la dación a éstos de un Consejo judicial y el
levantamiento de una y otra de esas medidas (arts. 496, 512
y 514) ; puede decidir la salida de un alienado recluido en
TUTELA DE LOS MENORES 437

un asilo (ley 30 junio 1838, art. 14) ; da su parecer sobre la


destitución de la patria potestad y su restitución (ley 24
julio 1889, arts. 4 y 16) ; nombra el tutor ad hoc, encargado
de defender una acción en impugnación de filiación (artícu­
lo 318) ; y el tutor en las sutituciones (art. 1055) ; el cura­
dor del menor emancipado (art. 480) ; autoriza a este, en
ausencia del padre y la madre, para ejercer el comercio (ar­
tículo 2 C. Com.) ; pronuncia la revocación de su emancipa­
ción (art. 485). Pero, cualquiera que sea el objeto de su
convocatoria, el Consejo de familia queda sometido, salvo
las excepciones que mencionaremos, a las mismas reglas que
en materia de tutela: las explicaciones que se dan a conti­
nuación valen, pues, para todos los casos.
446. Número de los miembros del Consejo de familia.
—El Consejo de familia se compone:
r Del juez de paz del cantón, que lo preside, con voto
de calidad en caso de votación (art. 416) ;
29 De s<'is parientes, allegados, o amigos (art. 407).
No obstante, esta limitación del número no es aplicable a
los ascendientes, a las ascendientes viudas y a los hermanos
y hermanas carnales del menor, que son llamados todos a
Consejo, en cualquier número que sean (art. 408). El me­
nor, aún próximo a su mayoría de edad, no es admitido ja­
más en el Consejo de familia (1).
447. Elección de los miembros. — En principio, el
juez de paz elige a los parientes civiles o afines del menor,
hombres y mujeres, que residen en el municipio del domi­
cilio de la tutela o en un radio de 20 kilómetros alrededor
de ese domicilio (art. 407). Esos parientes o afines (ar­
tículo 408) deben pertenecer en número respectivamente
igual a las líneas paterna y materna ; si una de ellas no pue­
de reunir tres parientes afines, se reemplaza a los que falten
de acuerdo con las reglas indicadas más adelante (2). Los
parientes carnales y principalmente los hermanos y her­
manas, se cuentan indiferentemente en las dos líneas (3)
(1) V. suprd, núm. 428. Los códigos civiles italiano (art. 251, par. 3) y
suizo (art. 409) admiten con razón en el consejo de familia al menor de más de
16 años (V. también art. 1827, C. civ. alemán).
(2) Para los pupilos de la nación, la ley de 27 de julio 1917, art. '20, pres-
cribo al juez de paz que complete el consejo con ayuda de miembros de la sec­
ción cantonal o de la oficina departamental o con la ayuda de personas reconoci­
das por esta oficina.
(3) Roq., 10 agosto 1815, D. Jur. gen., v’ Aíinorité, núm. 185. Ocurro lo mis­
mo con los hijos mayores de un interdicto cuando el consejo de familia concierne
a este último. Lo mismo quo los ascendientes y los hermanos carnales, esos hijos
deben ser llamados al consejo cualquiera que sea su número.
P- y R. T. D. o. — I - 15
438 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

El marido y la mujer no pueden formar parte, juntos,


del mismo Consejo de familia.
Se prefiere al pariente civil al afín del mismo gra­
do (1) y al pariente o al afín más próximo, al pariente o a]
afín más lejano; en igualdad de grado, se toma al de más
edad de los dos parientes o de los dos afines, y al marido si
se trata de dos esposos.
La práctica hace entrar a los afines en los Consejos de
familia, incluso cuando el cónyuge que produce la afinidad
lia muerto, e incluso también si el pariente afín se ha vuel­
to a casar (2) ; no parece exigir siquiera que haya hijos na­
cidos del matrimonio (3). En cuanto a los parientes, se
exigía que lo fuesen hasta el grado de sucesión, es decir,
hasta el duodécimo. Se puede mantener esta regla: la ley
de 31 de julio de 1917, que ha limitado en un interés fiscal
el parentesco sucesorio jil sexto grado, no puede conside­
rarse que ha pretendido modificar la composición de los
Consejos de familia. En la elección de los parientes miem­
bros del Consejo, la ley no tiene en cuenta el grado de inti­
midad o tal vez de enemistad que pueda existir o no entre
ellos y el padre y ]a madre del menor (4).
No excluye tampoco a los que tienen intereses opues­
tos a los del pupilo, salvo que el juez de paz tenga en cuen­
ta todas estas circunstancias al corregir los preceptos del
derecho común (núm. 455).
Puede ocurrir que no se encuentren, en mi radio de dos
miriámetros, tres parientes o afines, para cada una de las
dos líneas. El juez de paz tiene entonces la elección entre
dos partidos. La ley le permite llamar a los parientes o
afines domiciliados a mayores distancias, o, en el munici­
pio mismo, a los amigos del padre y la madre (art. 409).
Además, aún si hay a mano un número suficiente de pa­
rientes civiles y afines, puede convocar aunque estén lejos
a los parientes o afines del mismo grado o de grado más
próximo, conocidos por el interés que demuestren en favor
de la familia (art. 410).
(1) Resulta de esto que las hermanas del pupilo son preferidas a sus mari­
dos lo que es considerado por los jueces de paz del campo como una fuente de di­
ficultades. Si se trata de un interdicto, el primero do los miembros llamados a
su conseno do familia sería un allegado: su cónyuge.
(2) Rcq., 26 julio 1810, D. Jur. Gen., v’ Minorité-Tutcllc, núm. 186; 24 fe­
brero 1825, ibid., núm. 189.
(3) Bruselas 11 junio 1812. D. Jur. G¿n., ibid. Pero se observa la regla
HPPiin la cual los parientes afines de un mismo pariente afin no son afines entre
sí- Caen 10 junio 1880, D. 81. 2f. 217.
(4) * Burdeos, 17 enero 1860, D. 60. 2. 95. V. para los pupilos de la Nación
1. 27 julio 1917, art. 20, par. 1.
TUTELA DE LOS MENORES 439

Al aplicar estos principios, el juez de paz no está obli­


gado en absoluto a componer de una manera idéntica los
Consejos de familia sucesivos de un mismo menor (1). No
obstante, esta permanencia es deseable, puesto que las mo­
dificaciones de la composición del Consejo pueden disimu­
lar fraudes (2).
448. Causas de exclusión.—No pueden formar parte
del Consejo de familia:
l9 Los menores, excepto la madre, en el caso en que
ella n.> tenga la tutela;
29 Los interdictos; pero no los individuos provistos
de un Consejo judicial, salvo que el juez de paz se abstenga,
si es preciso de convocarlos;
39 Aquellos que tengan, o cuyo padre o madre tengan,
con el menor, un pleito, que comprometa el estado de éste o
una parte importante de su fortuna.
Estas tres primeras causas de exclusión se desprenden
del art. 442.
4* Los condenados a una pena criminal (art. 34-3’,
C. Pen.) y ciertos condenados a una pena correccional (ar­
tículo 42 C. Pen.) ;
59 Los individuos que hayan perdido la patria potes­
tad por privación o retirada (ley 24 julio 1889, art. 8), aun
parcial, en virtud de la ley de 15 de noviembre de 1921 (su-
prá> núm. 398) ;
69 Los individuos privados o destituidos de una tu­
tela (art. 445). Se trata de los tutores destituidos por
mala conducta notoria, incapacidad o infidelidad. Hechos
que no impiden entrar en un Consejo de familia sino en el
caso de que hayan provocado la destitución anterior de una
tutela cualquiera, de aquel al que son opuestos (3).
La jurisprudencia admite que esta enumeración no es
limitativa, puesto que los tribunales pueden declarar irre­
gularmente constituido un Consejo de familia cuyos miem-
(1) Req., 28 marzo 1011, S. 1917. 1. 116; Caen, 30 dic. 1857, D. 58. 2. 146,
S. 58. 2. 625; Caen, 31 julio 187S, D. 79. 2. 269; Burdeos, 9 junio 1863, D. Jur.
Gén., Sup., v* Minorité, núm. 114, S. 64. 2. 9; Tr. Máco-n, 28 mayo 1890, D. 91. 2.
223. Aubry et Rau, I, pfo. 91, nota 6, p. 595. Esto es, además, evidente, si como lo
creemos, el lugar de convocatoria del consejo' de familia puede cambiar en el cur­
so de la tutela.
(2) Rouen, 9 dic. 1854, D. 55. 2. 106; Burdeos, 9 junio 1863 precitada; Req.,
28 marzo 1911 precitada.
(3) Sin embargo, no se excluirá do los consejos de familia ni a las mujeres
destituidas de la tutela por causa de su casamiento, ni las personas excluidas de
una tutela por razón de un pleito sostenido por ellas contra el menor. El pródigc
provisto de un consejo judicial puede ser admitido al consejo do familia: Eeu
21 nov. 1848, D. 48. 1. 230, S. 48. 1. 677.
440 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

bros no ofrezcan circunstancialmente las garantías morales


suficientes (1).
No hay que excluir del Consejo de familia: a) a las
mujeres después de la importante reforma de la ley de 20
de marzo de 1917 (infrá, núm. 488) ;
b) a los extranjeros, porque se debe admitir que pue­
dan ser tutores (infra, núm. 487) (2) ;
c) al tutor (3) que tiene voz deliberativa; o admisión
en el Consejo resulta a contrario del art. 423, que lo excluye
del voto para la designación del subtutor (4).
449. Mandatarios.—Se ha visto que el Juez de Paz
podía, si lo estimaba útil, convocar a los parientes que re­
sidan lejos, y a los cuales puede serles difícil de trasladarse
aun los que residen en el lugar pueden verse impedidos. El
artículo 412 permite, pues, a los miembros del Consejo que
se hagan representar en el Consejo por medio de mandata­
rios especiales (5). Este texto resulta conformado al exi­
girse que un solo mandatario no represente a varios miem­
bros. Facilita, además, los mandatos, al eximir de todo
gasto el acta escrita necesaria para producir prueba del
mandato. Ha querido así multiplicar las constituciones de
tutelas regulares.
Eso es hacer que prevalezca la fornrn sobre el fondo
El abuso de los mandatos se convierte en uno de los princi­
pales vicios del funcionamiento de los Consejos de familia.
Los miembros convocados se conforman con firmar pode­
res en blanco y enviarlos al escribano del juzgado o al tu­
tor que les pone el nombre del primer llegado: empleado
de oficial ministerial o asiduo del juzgado de paz.’ Un Con­
sejo de familia celebrado así está falto de toda garantía mo­
ral ; sólo su forma es regular.
(1) Req. 11 agosto 1852, D. 54. 1. 318, S. 53. 1. 299; París, 10 julio 1874.
D. 76. 2. 188; Caen, el 31 julio 1878, D. 79. 2. 269; Tr. Brioy, 24 enero 1878 pre­
citada. Resultaría de ello, además del recurso del are. 883 Pr. civ., la posibilidad
de hacer anular los actos autorizados por el acuerdo irregular. Pero los tribuna­
les, al mismo tiempo que se reservan esta posibilidad no parecen tener la ocasión o
el deseo de valerse de ella. Prácticamente, el juez de paz informado de las cir­
cunstancias, las tiene en cuenta por sí mismo en la composición del consejo y es
a él al que se presentan, si hay lugar para ello, recusaciones.
(2) La jurisprudencia lo reconoce evidentemente, ya que ella admite la tu­
tela legal ejercida por los extranjeros (infra, núm. 487) ; Tr. Briey, 24 enero 1878,
“ 79. 3. 40.
D.
(3) Lo mismo es aplicable al subtutor que provoca un acuerdo. Tr. Máeon,
28 mayo 1890 ...
----- precitada. rr
V. sin — v------- ------
embargo, para i_la exclusión 0 destitución de
la tutela, núm. 493.
(4) Sobre
~ ' consecuencias de esta regla. V. infra, núm. 514.
indicando la orden del día del consejo de familia: los manda-
(5) Es decir* votar sobre objetos imprevistos. El mandatario nombrado Me­
tarios no podrían
ne, además, que no ser incapaz de formar parte del consejo de familia: Orleans,
12 enero 1850, D. 50. 2. 60.
TUTELA DE LOS MENORES 441

El mandatario debe tener plena libertad de votar de


acuerdo con las circunstancias que surjan en el Consejo.
Todo poder que le imponga un parecer determinado, será
nulo y el poderdante se considerará como no presente (1).
450. Sanción de la composición irregular del Consejo.
—La complicación de las reglas relativas a la composición
del Consejo de familia sería en extremo peligrosa si esas
reglas estuvieran todas proscriptas so pena de utilidad. De
una parte, la inseguridad sería completa; de otra, la ob­
servancia literal de la. ley correría el riesgo de introducir
en el Consejo de familia personas que por su poca inteli­
gencia o moralidad y aún por el estado de sus relaciones
con los parientes del menor, serían en realidad indeseables.
Por eso la ley anula los acuerdos de los Consejos de fami­
lia irregularmente formados; dejando de hecho a los jue­
ces de paz un amplio poder de apreciación. Los tribunales
no pronuncian la nulidad sino en los tres casos siguientes:
1’ Cuando la irregularidad en la composición del Con­
sejo es la consecuencia de un fraude destinado a eliminar
sin razón válida a ciertos parientes (2). Estos fraudes son
fáciles, puesto que el juez de paz, encargado de convocar al
Consejo se fían en general de la lista de parientes remiti­
da por el que requiere la convención y que puede formar
el Consejo con parcialidad. No obstante, los tribunales se
reservan la facultad de apreciar si la exclusión de los pa­
rientes omitidos a sabiendas estaba justificada por motivos
de hecho, tales como el mal estado de sus relaciones con el
menor (3) o su excesiva condescendencia con el (4). Por
eso, este primer motivo de anulación se reúne al siguiente.
2,? Cuando los tribunales anulan los acuerdos de Con­
sejos irregularmente compuestos siempre que la irregu­
laridad pueda haber causado un perjuicio al menor (5).
Se inspiran, para apreciar este perjuicio, a la vez, en
la naturaleza de la irregularidad cometida, en la honorabi-
(1) Tr. Chambérv. 16 ínnrzo 1880, D. Jitr. Gen.. Sun. v9 Minorité, núm. 111, S.
80. 2. 217; Pan, eneró 1895, I). 96. 2. 217, S. 95. 2. 129; Caen, 26 nov. 1895, S.
96. 2. 34; Angers, 23 marzo 1896, D. 96. 2. 477.
(2) Req. !'■’ febrero 1825, D. Jur. Gen., v9 Minorité, núm. 177; Nimes, 17 ma­
yo 1838, ibid., núm. 213; Lyon, 13 marzo 1845, D. 46. 2. 186; Orleans, 14 noviembre
1850, D. 51. 2. 72; Angers, 23 marzo 1896 precitada; Req., 29 abril 1903, D.
1903. 1. 300; 28 marzo 1910 precitada. V. también los motivos de las decisiones
citadas más adelanto.
(3) Riom. 25 nov. 1928, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 175; Cbambóry, 19
enero 1886, D. 87. 2. 161, S. S8. 2. 16.
(4) Orleans, 29 enero 1896, O. 96. 2. 470.
(5) V. nota Req., 29 abril 1903 precitada y los motivos de todas las otras
decisiones citadas en Lis notas precedentes y siguientes.

b
442 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

lidad y en la competencia de los miembros llamados erró­


neamente (1) y en las consecuencias prácticas del acuerdo
tomado (2). Un acuerdo que produzca lesión será más fá­
cilmente anulado que otro; se presumirá, pues, que un Con­
sejo regularmente compuesto no lo hubiera tomado (3).
3’ Pero hay que admitir*, además, que ciertas irregu­
laridades sustanciales, anulan de pleno derecho el acuerdo,
sin que haya que examinar si ha habido fraude o perjuicio.
No se concibe, por ejemplo, que puedan ser válidos los acuer­
dos tomados por un Consejo compuesto de tres miembros,
o reunido bajo la presidencia de un notario. Pero es gran­
demente difícil distinguir las reglas sustanciales, sancio­
nadas por la nulidad, de las otras reglas de composición
del Consejo. Se ha propuesto que se tache de nulidad la
violación de todos 4‘los preceptos destinados a asegurar al
incapaz las garantías de un acuerdo familiar serio, esclare­
cido y dirigido por el magistrado competente” (4). Pero
sería en realidad embarazoso descubrir entre las reglas de
composición del Consejo, aquellas que no corresponden a
esta definición. Lo mejor es, pues, atenerse al criterio,
vago aún pero menos engañoso de Aubry y Rau, según los
cuales el acuerdo es nulo “si no emana de una asamblea
que presente los caracteres de un verdadero Consejo de fa­
milia” (5).
Ciertamente será así cuando el Consejo no haya sido
presidido por el juez de paz del cantón en que el Consejo se
haya reunido (6) o cuando hayan sido convocados por el
juez de paz menos de seis miembros, si por lo menos no se
llena este vacío (7), el día del Consejo, por parientes o ami­
gos benévolamente presentes.

(1) Rcq., 4 nov. 1874. D. 75. 1. 214, S. 75. 1. 52; Dijón, 4 enero 1895, D.
95. 2. 536; Orlcans, 29 enero 1896, D. 96. 2. 470; Burdeos, 22 enero 1923, Gas. Pal.,
21 marzo Í923.
(2) T*eq. 4 nov. 1874 precitada.
(3) No "hay que concluir de esto que la irregularidad pierdo su interés en
presencia del art. 883 Pr. eiv. el cual permite atacar, por perjuicio causado al me­
nor, hasta los mismos acuerdos regulares. El recurso previsto por este último tex­
to no puede ser en efecto intentado sino por el tutor, el sub-tutor, y los miembros
del consejo de familia, poco tiempo después del acuerdo. Si no lo es, este últi­
mo es definitivo y el acto que autoriza es inatacable. Al contrario, el menor puede
aunque mucho más tarde, atacar un acto que ha sido autorizado sólo por un acuer­
do irregular.
(4) Gaudemct, nota bajo Civ. 13 abril 1910, S. 1911. 1. 257.
(5) Aubry y Rau, I. pfo. 96.
(6) Pero no, a nuestro parecer, si el consejo do familia ha sido reunido en
un cantón que no’sea el en que debiera haberse reunido. V. infrá, núm. 452‘.
(7) Douai. 4 marzo 1859, S. 59. 2. 346; Tr. Lyon, 19 junio 1896, D. 70. 3.
104. V. infrá, núm. 456.
TUTELA DE IzOS MENORES 443

Pero creemos que es erróneo que se considere (1) esta


última irregularidad igual al caso en que, entre los seis pa­
rientes convocados hubiera un incapaz: la situación de éste,
haya o no respondido a la convocatoria, se acerca mucho,
salvo el caso de fraude, a la de un no presente, cuya falta
no impide necesariamente que el Consejo delibere válida­
mente (art. 415) (2). Lo mismo debe ser, con mayor ra­
zón aún, en el caso en que algunos de los miembros regu­
ladamente convocados no se hayan hecho representar re­
gularmente.
En todo caso, la deliberación no será nula de derecho
por el hecho de que los parientes más lejanos o más jóve­
nes hayan sido llamados en lugar de parientes de grado
más próximo (3) ; o de más edad, o afines en vez de parien­
tes (4) ; o amigos en vez de parientes y afines (5). Los tri­
bunales habrán de apreciar igualmente su validez en el caso
de que alguno de los hermanos o hermanas carnales o as­
cendientes haya sido omitido (6) ; o en el caso de que el juez
de paz hubiese llamado a amigos fuera del municipio del
domicilio de la tutela (7). Del propio modo, en el caso en
que hubieran tomado parte en el Consejo de familia más de 'i
seis miembros, sin que se esté en el caso previsto por el ar­
tículo 408 (8), y en el caso en que el equilibrio de las líneas
no se haya respetado (9).
(1) Aix, 3 febrero 1832, D. Jur. Gen., v" Minorité, núm. ISO, S. 33. 2. 307;
Orleans. 12 enero 1850, D. 50. 2. 60; París, 21 marzo 1861. O. 61. 2. 73. S. 61.
2. 209; Chambóry, 13 enero 1879. D. SO. 2. 9, S. 79. 2. 136: Tr. Clermont, 7 marzo
1923. Gas. Trib., 11-12 junio 23, Gaudomet, nota bajo Civ. 13 abril 1910, S. 1911.
1. 257; Aubry y Rau, loe. cit.; Baudry-Lacantincrie, Chóneaux et Bonnecarrére,
V. núm. 421.
(2) En este sentido Req. 11 agosto 1852, D. 54. 1. 318, S. 53. 1. 299; Caen,
29 dic. 1855, D. 56. 1. 291; G renoble, 11 enero 1864, D. 65. 2. 57, S. 64. 2. 249;
Tr. Bricy, 24 enero 1878, í). 79. 3. 40; Nancy, 7 enero 1899, D. 1900. 2. 273. So
examinará antes de decidir si las garantías legales han faltado al menor, si el
consejo de familia hubiera reunido la mayoría, excepción hecha del incapaz.
(3) Req., 30 abril 1834, D. Jur. Gen., v? Minorité, núm. 209; Reúnes. 2 feb.
1S35 y Angcrs, 1’ feb. 1838, ibid., núm. 175; París, 21 feb. 1924, D. H. 1924, p. 270.
(4) Por ejemplo los cuñados en el lugar de las hermanas, sus esposas.
(5) Req. 4 nov. 1874, D. 75. 1. 214, S. 75. 1. 52; Chambóry, 19 enero 18S6,
B. 87. 2, 161. S. 88. 2. 16; Tr. Caen. 23 dic. 1895, D. 98. 2. 355; Orlcans. 29 enero
1896, D. 96. 2. 470; Req., 9 junio .1904, D. 1904. 1. 400, S. 1904. 1. 412; 18 julio
1904, D. 1904. 1. 552, S. 1905. 1. 23; Burdeos, 12 enero 1923, D. 1923. 5. 12. V.
sin embargo Civ. 19 agosto- 1850, S. 50. 1. 644.
(6) V. sentencias citadas nota precedente, addc París, 21 febrero 1924, D.
H. 1924, p. 270.
(7) Rea. 20 enero 1875, D. 76. 1. 28. S. 75. 1. 217; Limoges. 17 junio 1889,
D. 90. 2‘. 336; Dijón, 4 enero 1895, D. 95. 2. 536.
(8) Aubry y Rau, T, pfo. 96, 1’ hipótesis b, p. 622. V. sin embargo, Amiens,
11 fructidor año XIII y Bourges, 2, fructidor, año XIII, D. Jur. Gen., vv Minorité,
núm. 172, poro estas decisiones son anteriores a la jurisprudencia afirmada por las
citas do las notas precedentes.
(9) Req. 10 agosto 1815, D. Jur. Gén.. v’ Minorité, núm. 185; Aubry y Rau,
loo. cit. Comp. no obstante nota Gaudomet bajo Civ. 13 enero 1910, S. 1911. 1
257.
444 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Se verá que estas cuestiones deben compararse a las


que establecen las irregularidades cometidas en el funcio­
namiento de los Consejos de familia (infreí, núm. 458). En
los dos casos, la nulidad puede ser perseguida directamen­
te contra el acuerdo, o indirectamente contra el acto auto­
rizado por ella (1). Si el acuerdo es directamente atacado,
se extenderá a este recurso el procedimiento general de los
artículos 883 y siguientes (infrá, núm. 518).

§ 2.—Funcionamiento de los Consejos de familia

451. Lugar de reunión del primer Consejo de familia.


—Cuando se abre una tutela, debe ser inmediatamente con­
vocado un Consejo de familia para organizaría. Este Con­
sejo (arts. 406 y 421) se celebra evidentemente en el domi­
cilio que tenga entonces el menor, y que' es, para el hijo
legítimo cuyo padre o madre acaba de morir, el domicilio
conyugal de éstos. Si los padres se divorcian, la tutela se
abre en el domicilio del que tenga la administración le­
gal (2). El caso de los hijos naturales será examinado
aparle (infrá, núm. 521).
El retraso en la constitución de la tutela no cambia
el lugar de apertura de ésta, y es siempre en ese lugar en el
que debe ser celebrado el Consejo de familia constitutivo,
incluso si hay un tutor legal y este último traslada a otra
parte su domicilio (3). La jurisprudencia parece justi­
ficar esta solución diciendo que la tutela legal, hasta el
Consejo constitutivo, no es sino una tutela de hecho, que
no confiere al menor el domicilio del tutor (4). Eso es,
creemos, inexacto: desde antes de la convocación del Conse­
jo, en tutor legal tiene cualidad exclusiva para dirigir a Ja
persona del menor y administrar su patrimonio, y por con­
secuencia, le presta, su domicilio (526). La regla de que
se trata se justifica de otro modo: la convocatoria inme­
diata de Consejo en el domicilio del menor es, para el tutor
legal, una obligación contemporánea a la de la apertura de
(1) V. sin embargo Aubry y Rau, I, pfo. 96, nota 38.
(2) El da en efecto su domicilio al menor. V. suprd, núm. 150; Tr. Auxerre,
10 enero 1901, D. 1901. 2. 389, S. 1907. 2. 13. Pero los tribunales hacen mas bien
nrevalecer el último domicilio del padre: Angers, 5 mayo 1885, D. Jur. Gen.. Sup.,
V’ Minoriti. núm. 150, S. 86 2. 15; líennos, 20 febrero 1913, S. T913. 2. 201.
¿31 Civ 11 mayo 1842, D. Jur, Gen., v9 Minorite, num. 211, S. 42. 1. 661;
Reo. 5 mayo 1846, D. 46. 1. 129, S. 46. 1. 463; Aix, 7 marzo 1846, D. 46. 2. 171;
Douai, 4 marzo 1859, S. 59. 2 346.
(4) Req. 5 mayo 1846 y Aix, 7 marzo 1846, precitadas. V. también, Civ. 23
marzo 1819, D. Jur. Gén., v9 Minorité. núm. 209.
TUTELA DE LOS MENORES 445

la tutela (arts. 406, 407 y 421 combinados). El tutor no


puede modificar a su voluntad el contenido de esa obliga­
ción sustituyendo posteriormente por su domicilio aquel en
que estaba obligado a convocar al Consejo desde el princi­
pio (1). Además, la solución contraria le permitiría com­
poner a su gusto el Consejo de familia, alejando su domi­
cilio de la residencia de los parientes que él quisiera des­
cartar ; y el menor se vería de ese modo privado de las ga­
rantías legales.
452. Lugar de reunión de las sesiones posteriores del
Consejo de familia.—La jurisprudencia es muy poco clara
en esta cuestión: algunas sentencias suponen que, como el
domicilio del menor sigue al del tutor en sus traslados, el
Consejo de familia debe también seguir a uno y otro (2).
Otras decisiones, y ésta es la solución más frecuente de las
Cortes de apelación, admiten que todas las sesiones del Con­
sejo de familia celebradas en el curso de la tutela deben ce­
lebrarse en el lugar de apertura de ésta (3). Por último,
la jurisprudencia actual de la Corte de Casación parece
distinguir: el lugar de apertura de la tutela continúa sien­
do el lugar de la convocatoria para las sesiones del Consejo
de familia “que completan o modifican la tutela”, por la
razón de “que, en tanto que la tutela no ha sido completa­
mente organizada, el menor no puede tener otro domicilio
que su domicilio de origen”. Así resulta siempre que se
trate de nombrar, revocar o reemplazar a un tutor o a un
subtutor (4). Pero, mientras que la tunela funciona re­
gularmente, el Consejo de familia necesario para la apro­
bación de los actos del tutor, puede, salvo el caso de fraude
o de perjuicio, sei* convocado en el domicilio actual de éste,
que es también el domicilio del pupilo (5). La Corte de
Casación parece además no ver en eso sino una facultad
(1) Civ. 11 mayo 1842, precitada. V. también Civ. 10 nov. 1896, D. 99. 1.
¿09, S. 97. 1. 321 (motivos).
(2) Req. 30 abril 1834, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 209, sol. impl.; 10
agosto 1825, ibid., núm. 210 (sol. impl.) Metz, 7 marzo Í867, D. 67. 2. 60.
(3) Req. 29 nov. 1809, 1). JuX. Gén., v» Minbrité núm. 209; París, 24 julio
1835 ibid., núm. 210; Nimes, 17 mayo 1838, ibid., núm. 213; Nancy, 1* julio 1853,
D. 54. 2. 234. S. 53. 2. 558; Metz, 31 maya 1870, D. 70. 2. 194. S. 71. 2. 107; Rouen,
24 febrero 1870 D. Sup., cod., v’ núm. 150, S. 71. 2. 44; Casa. Belg., 7 mayo 1883,
D. ibid., núm. 151, S. 85. 4. 10.
(4) Civ. 23 marzo 1819, D. Jur. Gen., v’ Minorité, núm. 209; Civ. 11 mayo
1842, D. Jur. Gén., vv cit., núm 211; Req. 4 mayo 1846, D. 46. 1. 129, S. 46. 1 465.
Aix, 7 marzo 1846, D. 46. 2. 171; Douai, 4 marzo 1859, S. 59. 2. 346; Civ., 2 marzo
1869, D. 69. 1. 199, S. 69. 1. 151. Igual solución para el consejo de familia nom­
brando un curador al menor emancipado: Req. 17 nov. 1849, D. 50. 1. 76-77, S. 50.
1. 299; Metz, 31 mayo 1870 precitada.
(5) Req. 4 mayo 1846, precitada. Esta solución es la de Aubry y Rau, I,
pío. 92. bis.
446 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

para el tutor, que puede convocar el Consejo en el domicilio


de origen (1).
La distinción hecha por la Corte de Casación corres­
ponde, en una gran medida, a las necesidades prácticas.
Con frecuencia, es en el lugar de apertura de la tutela don­
de se encuentra agrupada la familia del menor. El Conse­
jo que se reúna en esc lugar presentará, pues, grandes ga­
rantías para medidas tan graves como la designación, la des­
titución o la sustitución del tutor o del protutor. En cam­
bio, las medidas corrientes de administración de la tutela,
para las cuales es necesario a mejiudo el concurso del Con­
sejo de familia, serían singularmente molestas, si el tutor
no pudiese realizarlas sino trasladándose cada vez a un lu­
gar tal vez muy alejado de su domicilio, en que las dificul­
tades materiales de la convocatoria le parecieran además
mucho más grandes que en su casa. Esta situación amena­
zaría perjudicar al mismo menor, al retroceder el tutor ante
actos muy útiles, pero demasiado difíciles (2).
Ahora bien, esta jurisprudencia, bastante meritoria
de hecho, se halla muy débilmente motivada de derecho. Es
falso decir que la suspensión de una tutela basta para pri­
var al menor de su domicilio legal en la casa de su tutor.
Incluso la muerte o la retirada de éste no pueden producir
el efecto de anular retroactivamente el domicilio que ha­
bía dado a su pupilo y restituir al menor el domicilio pri­
I mitivo de apertura de la tutela. No existe, para el menor
excepción a la regla general que quiere que el último do­
micilio legal de una persona se conserve en tanto que no se
haya regularmente establecido otro, y para el menor, ese
domicilio es el de su tutor. No puede distinguirse entre los
Consejos que reorganizan la tutela y los Consejos que par­
ticipan en su administración.
Quedan las dos tesis extremas. La del domicilio del
tutor nos parece que debe prevalecer, de acuerdo con el
fundamento de los arts. 406 y 407 relativos al Consejo de fa­
milia que nombra al tutor. Se señala erróneamente, en
sentido contrario, que el segundo de esos textos supone im­
plícitamente la convocatoria en el lugar de apertura de la
tutela. Eso es olvidar que el primero ha precisado que el
Consejo de familia se reunirá en el domicilio del menor
(406), y resulta de esa aproximación que la ley considera
la tutela como abierta de nuevo en el domicilio actual del

(1) Misma sentencia.


A. Colín y Capitant, I, p. 496, suprá. núm. 425.
(2)
TUTELA DE LOS MENORES 447

pupilo cada vez que haya necesidad de nombrar un tutor


dativo. El Consejo reunido en esc domicilio es el que nom­
bra el sustituto del último tutor legal o testamentario. Con
mayor razón, es en ese domicilio, en el que deben regularse
las convocatorias de las sesiones menos importantes del Con­
sejo de familia. Por lo demás, a falta de justificación legal
de la jurisprudencia de la Corte de Casación, esa solución
más favorable al menor. Nuestra ley prevé reuniones de­
masiado frecuentes en los Consejos de familia para que no
se trate de facilitar la tarea del tutor. No es exacto decir,
como se hace frecuentemente (1), que el centro de los asun­
tos del menor, continúa encontrándose siempre en el lugar
en que se abrió la tutela. Hoy (2), en el caso frecuente en
que la fortuna del pupilo sea sobre todo mobiliaria, sigue
al tutor en sus traslados. Además, por lo menos en caso de
tutela legal, los parientes más próximos, es decir, los her­
manos y hermanas, se trasladan a menudo con el tutor. Fi­
nalmente, el cambio de domicilio de este último puede ten­
der lo mismo o acercarlos al lugar de origen de la familia
como a alejarlos.
No hay más que mía reserva que hacer, y es el caso en
que el cambio de domicilio del tutor haya tenido por obje­
to modificar arbitrariamente la composición del Consejo, en
perjuicio del menor. Conforme al derecho común, el fraude
viciaría entonces el acuerdo.
453. Iniciativa de la convocatoria. — Corresponde al
juez de paz, que elige los miembros del Consejo: sin embar­
go, en la práctica, consiente en presidir Consejos de familia
a cuyos miembros no ha convocado, cuando estos últimos se
presentan espontáneamente ante él en número suficiente y
con las cualidades requeridas (3). Fuera de este caso, el
juez de paz puede actuar de oficio, cuando la lev se lo or­
dena (v. especialmente el art. 406, 421), y además, siempre
que lo juzgue útil al menor. Por otra parte, está obligado
a convocar el Consejo, cuando es requerido para ello por
algunas personas.
454. Derecho de solicitud. — El derecho de solicitar
la convocación corresponde a interesados que varían según
los casos.
(1) Aubry y Rau. I, pfo. 92 bis; Baudry-Lacantinerio, Chóneaux y Houques-
Fourcado, v. núm. 398.
(2) Comp. el art. 249 C. civ. italiano, que permite al tribunal de transferir
por sentencia el lugar do la tutela cuando el tutor cambia de domicilio.
(3) Douai, 13 febrero 1844, S. 45. 2. 79; París, 4 agosto 1849, D. 50. 2. 191.
Douai, 4 marzo 1859, S. 69. 2. 346; Tr. Sena, 28 feb. 1905, D. 1906. 5. 40. Ca­
sación belga, 21 junio 1894, D. 96. 2. 92.
448 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Si se trata de organizar una tutela que se abre; de ha­


cer nombrar un tutor o un protutor, entre esos interesa­
dos se comprenden principalmente a todos los parientes,
afines y acreedores del menor, así como a su tutor y a su
protutor, cuando cualquiera de ellos existe ya (artículos
421 y 424).
La ley es más restrictiva en el caso en que la necesidad
de la medida a tomar sea menos evidente. Puede única­
mente exigir la convocatoria de un Consejo a fin de desti­
tuir al tutor o emancipar al menor, los parientes y afines
del cuarto grado cuando más (arts. 446 y 479) y, en el pri­
mer caso, el protutor. En todos estos casos la ley ordena
al juez de paz acceder a la solicitud, pues su negativa podría
imputarse como interesada (1).
En los demás casos y salvo excepción que resulte de
preceptos particulares (2), el tutor únicamente tiene el de­
recho de exigir la convocatoria del Consejo, la cual es con
frecuencia indispensable, principalmente, para el cumpli­
miento de ciertos actos. Pero tocios los miembros de la fa­
milia, el protutor y también creemos, el menor, pueden so­
licitar la convocatoria del juez de paz, si se considera útil
para el bien de la persona o de la fortuna del menor, pues­
to que la dirección general de una y otra debe estar bajo
la alta autoridad e intervención del Consejo. Es una apli­
cación de esta regla la que hace el art. 7 de la ley de 27 de
febrero de 1870, al ordenar al protutor que requiera la
convocatoria del Consejo de familia cuando las disposicio­
nes de esta ley no sean aplicadas. La solicitud de los miem­
bros de familia o del protutor, puede, en estos casos, ser
rechazada por mandamiento del juez de paz, pero, como
este mandamiento tiene un carácter contencioso, puede ser
objeto de un recurso por parte del solicitante, ante el tribu­
nal que resuelve en Sala del Consejo (3). Con más fuerte
razón puede interponer un recurso semejante el tutor a
quien se deniegue la convocatoria (4). Pero no parece que

(1) Bien entendido, si, por imposibilidad, el juez de paz diese un manda­
miento rechazando la convocatoria, se podría hacer una apelación en contra como
en el caso siguiente.
(2) Para los pupilos de la Nación, la oficina departamental tiene el derecho
absoluto
«
de requerir
—.í — 1^»
convocatoria
¡a z>/\ Aon 4 Ari z»
consejo rlde 4*familia
del rtA»inniA o 1 11 oí aiia
el ftutor
si estima que ni lltni"

compromete los intereses morales o materiales i del niño (L. 27 julio 1917, art.
22, par. 4).
Burdeos. 20 marzo 1854, J. des jus tices de paix, art. 332: Tr. ChAteau«
roux.(28 níLrzó" 1899/^71900. 2.’ 65.
Puedo proceder
(4) L- . por vía de persecución en el caso en que el juez de paz
se niegue incluso a dar un mandamiento.
TUTELA DE LOS MENORES 449

al Ministerio público corresponda un derecho análogo. Uni­


camente tiene facultad para advertir al juez de paz (1), a
menos de que se trate de constituir la tutela de un pupilo
de la Nación (ley 27 julio 1917, arts. 19 y 25).
455. Formas de la convocatoria.—Regularmente, el
juez de paz debe convocar a los miembros del Consejo por
medio del ujier (arg. art. 411). El plazo es de tres días
francos por lo menos, y aumenta según las reglas genera­
les de los arts. 5 y 72 C. Proc. Cic., y el art. 1033 del mismo
Código (ley 13 de marzo 1922), que lia modificado implícita­
mente, en este último punto, el art. 411 del C. Civ.)
Si la convocatoria es regular, entraña para el que no
asista a ella una multa de uno a cincuenta francos, pronun­
ciada sin apelación por el juez de paz (art. 413), salvo le­
gítima excusa soberanamente apreciada por el juez. Esta
convocatoria regular permite al Consejo deliberar en núme­
ro inferior a la regla legal, siempre que las tres cuartas par­
tes de los miembros convocados se hallen presentes (artícu­
lo 415).
En la práctica» se suele conformarse con advertir a los
miembros por medio de carta o encargándole que se aviT
sen unos a otros. De este modo se evitan gastos, pero se
está expuesto a no poder celebrar la remisión del Consejó
de familia si no se reúnen los seis parientes y amigos, pre­
sentes o representados por mandatarios. Es prudente en­
tonces asegurarse el concurso de miembros en número ma­
yor que puedan servir de sustitutos.
456. Reunión del Consejo y voto.—El Consejo se ret
une en la casa del juez de paz, es decir, en su despacho, o en
cualquier otro lugar fijado por él (art. 415). Las sesiones
no son públicas.
Las decisiones se adoptan por mayoría absoluta, que
es la única verdadera mayoría (2). El juez de paz tiene
voto de calidad (art. 416). Siempre que la votación no sea
unánime, el juicio de cada miembro debe ser relacionado
(art. 483, Proc. Civ.), incluso el del juez de paz (3).

(1) Aubry y Rau. I, pfo. 94, nota 1; Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bon-


necarrére, V. núm. 406.
(2) Aubry y Rau, I, pfo. 94, núm. 14; Baudry-Laeantmerie, Chéneaux y Bon-
necarrére, V. núm. 416; A. Colín y Capitant, I, p. 496.
(3) La declaración hecha por el juez de paz de que él no conoce suficien­
temente las circunstancias do un acto proyectado, para votar a favor de su apro­
bación, equivale a un voto negativo (Grenoble. 18 dic. 1845, D. 46. 2. 186. S.
46. 2. 430).
450 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Se sabe que si el Consejo lia sido regularmente convo­


cado, las tres cuartas partes de los miembros llamados de­
ben estar presentes (art. 415). Sin embargo, en caso de
que falte uno de ellos, el juez de paz tiene la facultad de
reemplazarlo por un pariente o amigo que se presente es­
pontáneamente (1). Pero no basta que las tres cuartas par­
tes de los miembros convocados se hallen presentes al abrir­
se el Consejo, aun el abandono de los otros tenga el sentido
de votos negativos (2), puesto que el art. 415 exige su pre­
sencia en la deliberación.
En todos los casos en que la sesión o reunión del Con­
sejo no pueda ser eficazmente celebrada» a consecuencia de
la falta de los miembros convocados, por imposibilidad de
reunir la mayoría absoluta sobre una sola opinión, o por
cualquiera otra causa, el juez de paz debe aplazar la asam­
blea (art. 414) hasta nueva convocatoria, que se hará si es
preciso de manera que desaparezcan los obstáculos con que
se hayan tropezado.
457. Caracteres del acuerdo tomado. — Se llaman
acuerdos las decisiones votadas poi el Consejo de familia.
La mayoría de las veces se trata de verdaderas decisiones.
Tales son las tomadas en materia de matrimonio, de adop­
ción, de emancipación, las que organizan la tutela y, por
último, las que autorizan al tutor a celebrar cualquier acto,
o le niegan esa autorización, puesto que el tutor no puede
celebrarlo con la negativa del Consejo.
A veces, sin embargo, el Consejo de familia es llamado
para que dé un simple parecer, destinado a iluminar al tri­
bunal» sin obligarle: por ejemplo, en la interdicción y la
dación de un Consejo judicial (arts.494 y 514 C. Civ.: 892
3’, Pro. Civ.) ; la retirada, la extinción o la destitución de la
patria potestad o la delación de la tutela de un niño aban­
donado (ley 14 de julio de 1889, arte. 4, 13 y 16) ; la reduc­
ción déla hipoteca legal (art. 2143), la rectificación del acta
de nacimiento (art. 856, Prov. Civ.).
El escribano del juez de paz, que debe asistir a la de­
liberación del Consejo, levanta un acta que contiene todas
las indicaciones necesarias para la apreciación de la regu­
laridad del Consejo; el escribano expide certificaciones de
Tr Lvon 19 junio 1869, D. 70. 3. 104. Comp. el núm. precedente
(1) ^iv 17 nov. 1924, Gaz. Pal., 20 dic. 1924. Contrá, Tr. Pontarlier, 27 fo-
(2)
»' 1902^precitada.’Comp. Agen, 2'6 marzo 1810, D. Jur. Gén„ v« Minorité, núm.
brero
• se niega a comprender en el consejo de familia al miembro que compa­
231, que
' para presentar una excusa.
rece <sólo
TUTELA DE LOS MENORES 451

esa acta a los miembros del Consejo y a las autoridades de


la tutela, pero no a terceros (1).
Los acuerdos del Consejo de familia no son considera­
dos como sentencias; sin embargo, se verá que pueden ser
objeto de verdadero recurso ante el tribunal. El lugar de
dirigirse a éste, nada impide que se solicite una retractación
del mismo Consejo de familia. Este tendrá igualmente fa­
cultad para interpretar sus decisiones (2).
458. Sanciones del funcionamiento irregular del Con­
sejo.—En este punto, también, (supra, núm. 450), la juris­
prudencia parece distinguir entre formalidades sustancia­
les y no sustanciales, sancionándose con la nulidad única­
mente las primeras, fuera de fraude y de todo perjuicio para
el menor.
Son nulos los acuerdos que no han sido verdaderamen­
te votados, o porque el Consejo de familia no haya reunido
las tres cuartas partes por lo menos de los miembros capa­
ces convocados (3), o porque el pretendido acuerdo no haya
sido tomado por mayoría absoluta. Se debe considerar de
esta última categoría el acuerdo que no haya obtenido la
mayoría sino gracias al voto de un incapaz. Si, por el con­
trario la mayoría hubiera sido asegurada independiente­
mente de la presencia y del voto de éste, los tribunales usa­
rán de su poder de apreciación (4).
Se ve por lo general una causa de nulidad de derecho
en la convocatoria del Consejo en lugar distinto al prescri­
to (5). Sin embargo, la ley no pronuncia en ninguna parte
esa nulidad, que ninguna razón decisiva justifica. En rea­
lidad, la más grave irregularidad del Consejo es la de su
formación, que difiere más o menos de la que habría tenido
si hubiese sido convocado por el juez competente. Ahora
bien, se ha visto (supra, núm. 450) que los tribunales apre-
(1) Civ. 30 dic. 1840, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 259.
(2) Req. 5 agosto 1879, Jur. Gén., Sup. cod v9 núm. 166, S. 80. 1. 193, nota
de Labbó.
(3) Angers, 23 marzo 1896, D. 96. 2. 477.
(4) Gronoble, 11 enero 1864, D. 65. 2. 57, S. 64. 2. 249; Nancy, 7 enero 1899,
D. 1900. 2. 273. V. suprtl, núm. 450.
(5) Nimes, 17 inayo 1838, Jur. Géiu, v9 Minorité, núm. 213; Req. 4 mayo 1846,,
D. 46. 1. 129, S. 46. 1. 465 (sol. impl. para los acuerdos que organizad! la tutela);
Civ. 2 marzo 1869, D. 69. 1. 199, S. 69. 1. 151; Metz, 31 mayo 1870, D. 70. 2. 194,
S. 71. 2. 107; Rouon, 24 feb. 1870, D. Jur. Gén., Sup., v9 Minorité, núm. 150, S. 71.
2. 44; Angers, 5 mayo 18S5, £). ibid., S. 86. 2. 15; Tr. Auxorre, 10 enero 1901, D.
1901. 2. 389, S. 1907. 2. 13; Civ. 13 abril 1910, S. 1911. 1. 257, nota Gaudemet
Comp. Aubry y Rau, I, pfo. 92 bis. Algunas sentencias reservan a los tribunales
el derecho de validar el acuerdo: Nancy, 28 julio 1865, D. 66. 5. 477, y otros acuer­
dos que Jio sean los que organizan la tutela: Req. 4 mayo 1846, precitada.
452 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

cian soberanamente la validez de los acuerdos tomados por


Consejos irregularmente compuestos y los convalidan siem­
pre que no hubiera habido fraude ni perjuicio.
459. Responsabilidad de los miembros del Consejo de
familia. — Su responsabilidad no existe si no hay dolo o
falta grave (1).
La hay en caso de irregularidad en la composición o
en el funcionamiento del Consejo. Si esta irregularidad
provoca la anulación de un acuerdo, los autores del fraude
o de la culpa grave, a los cuales se debiera esa anulación
deben reparar todo el perjuicio causado, tanto al menor,
como a los terceros que hubiesen fiado en el acuerdo irre­
gular.
La hay también en caso de adopción» por dolo o culpa
grave, de medidas contrarias al interés del menor. Esto
ocurro en el caso de la designación de un tutor notoriamen­
te incapaz o falto de escrúpulos (2), o en la omisión de una
hipoteca legal evidentemente necesaria.
Todos los miembros que se han asociado al dolo o a la
culpa grave son responsables solidariamente. No hay que
hacer excepción ni siquiera del juez de paz. Pero éste no
puede ser encausado sino por la vía de la responsabilidad
civil (3).
Sección III.—Del tutor.
§ 1.—Designación del tutor
460. Formas diversas de designación del tutor.—Tres
formas de designación se emplean, una en defecto de la otra,
y, en principio, en el orden siguiente:
l9 La mayor parte de las veces, cuando una tutela se
abre, la ley designa a los que llama de pleno derecho: ésta
es la tutela legal.
29 En defecto de tutor legal, se suele dirigirse al tu­
tor designado por el testamento del último fallecido de los
padres: ésta es la tutela testamentaria.
39 Y por último, en defecto de tutela legal o testamen­
taria, el tutor se nombra por el Consejo de familia: ésta es
la tzctela dativa.
(1) Poiticrs, 9 enero 1905, D. 1907. 2. 310. Aubry y Rau, I, pfo. 97. Comp.
BaudrY-Lacantinerie, Chéncaux y Bonnecarróre, V. núm. 431.
Poitiers 9 enero 1905. precitada (motivos).
(3) Req., 8 oct. 1924, D. H. 1924, p. 635.
TUTELA DE LOS MENORES 453

461. A. Tutela legal. Tutela legal de los padres


legítimos. — La tutela corresponde al padre o a la madre
superviviente cuando uno de ellos mucre. Esta atribución
tiene efecto siempre, aun cuando el superviviente de los
esposo es menor, aun cuando haya habido un divorcio pro­
nunciado contra él (1), y aun cuando la guarda d los hi­
jos le haya sido retirada. El único medio de descartarlo es
hacer que se pronuncie contra él» viviendo aún el otro cón­
yuge, la destitución de la patria potestad, o de la adminis­
tración legal, o después de la muerte de su cónyuge, la sim­
ple destitución de la tutela (suprá, núms. 378, 391 y 398).
462. Disposiciones especiales relativas a la tutela de
la madre. — La tutela de la madre difiere desde luego de
la del padre por virtud de reglas que, después de la ley de
20 de marzo de 1917, se han hecho aplicable a toda tutela
concedida a mujeres: facultad de éstas de excusarse (artícu­
lo 394), y obligación de someter el mantenimiento de su tu­
tela al Consejo de familia, en el caso de que se casen o se vuel­
van a casar (art. 395). Estas reglas serán estudiadas más
adelante, puesto que son hoy comunes a todas las mujeres.
i Desde otros dos puntos de vista, la madre supervivien­
te se halla en una situación particular.
1’ El padre, cuando muere primero, puede restringir
los poderes de su mujer tutora legal, por medio de la desig­
nación de un Consejo de tutela (art. 391).
2’ Cuando la madre está embarazada al ocurrir la
muerte del padre, el Consejo de familia designa un cura­
dor (art. 393).
463. Consejo de tutela.—Este Consejo es una perso­
na que el padre nombra en previsión de su muerte, o por
testamento regular, o por cualquier acta notarial, o por una
declaración hecha ante un juez de paz cualquiera, asistido
de su escribano (art. 392). El designado debe tener capa­
cidad para ser tutor y puede por las mismas razones que
éste, ser destituido por el Consejo de familia. Puede rehu­
sar la función de Consejo (2), y a menos que el padre no
haya designado un segundo curador, en defecto del primero,
la madre se hallará, por esa negativa libre de toda vigilan-
(1) Rouen, 5 enero 1925, Gaz. Palais, 1925. 1. 405.
(2) Aubry y Rau, I, núm. 99 bis, nota 8; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 326. No recibe en efecto sino una misión de confianza de la
que la ley no hace, ni implícita ni explícitamente, una carga obligatoria; es más
dudoso que esa misión, una vez aceptada, pueda ser resignada por el consejo. Desdo
este punto de vista, ha sido considerada erróneamente como un mandafo, cosa
que no es.
454 -TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cia especial. La designación del Consejo por el padre pue­


de ser condicional.
La nominación de un Consejo de tutela no puede usur­
par la patria potestad de la madre, intangible para el pa­
dre (1). Procede, pues, aplicar la distinción general entre
los derechos que corresponden a la madre en su carácter de
tutora y los que se derivan de la patria potestad (suprá, nú­
mero 301). De este número son la guarda del hijo y el gQce
legal. La asistencia del Consejo será desde ese momento
inútil para la percepción de las rentas, a las cuales la madre
tiene derecho en virtud de esta última prerrogativa (2).
Aun para la administración de los bienes, el Consejo de
tutela no tiene, en relación con la madre, sino una misión
de asistencia, que lo equipara al curador do un menor eman­
cipado o al Consejo judicial de un pródigo. Esta asisten­
cia es en principio necesaria para todos los actos patrimo­
niales de la inadre tutora (art. 391). Pero el padre, pue­
de limitarla a algunos de ellos. Además, la ley parece re­
ducir la asistencia indispensable a la aprobación de los ac­
tos de la madre y se ha llegado a convenir que este asenti­
miento puede ser dado tácitamente (3), y que no es nece­
sario cuando el acto en vez de emanar de la iniciativa de la
madre, se impone a ella, como defensa contra ciertas accio­
nes judiciales (4).
El art. 391 parece admitir la nulidad del acto celebra­
do por la madre no asistida, diciendo que se halla incapaz
para celebrarlo sin asistencia (5). Es riguroso imponer
esta nulidad a los terceros de buena fe, puesto que el acta
por el cual nombra el Consejo no se publica. Sin embargo,
si se rechazase, las únicas sanciones do] defecto de asisten­
cia serían la destitución posible de la tutora y su responsa­
bilidad hacia el hijo, responsabilidad casi ilusoria, puesto
que el hijo es el heredero de la madre.
Las funciones del Consejo de tutela tienen fin por su
muerte o su destitución, pero el padre puede designarle un

(1)
(1) Suprá, núm. 312. Aubry y Rau, loe. cit., nota 9; Baudry-Lacantincrie,
Chéneaux y Bonneearrére, V. núm. 327; A. Colín y Capitant, I, p. 481.
(2) París, 27 agosto 1867, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 68, S. 68. 1. 113.
(3) Pau. 28 marzo 1887, I). 87. 2. 166.
(4) Besan^on, 29 junio 1868, D. 68. 2. 203, S. 69. 2*. 149. Do acuerdo con
Ja misma sentencia, el parecer do! consejo doja igualmente de ser necesario cuan­
do la madre pleitea contra él. . . ~
to) Aix,
(5) Aix 31 marzo 1840, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 91. A. Colín y Ca-
nitAnt I 4’ ed p. 481' Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarréro, V. núm.
1 —J ’ . . ’ y r»-..
328. Para Aubry Rau’’/T
(I, nfn 99 bw, nnffí
pfo“ QQ h. r»
nota 118, p. 636), netn nulidad no
esta nnlirlnd OPriu-­
no ‘perju
dica a los terceros de buena fe.
TUTELA DE LOS MENORES 455

sustituto. Terminan también al terminar la tutela de la


madre.
La madre puede, en caso de desacuerdo con el Consejo
que se negara a autorizar un acto patrimonial que ella cre­
yese útil, acudir al Consejo de familia, jefe de la tutela,
para que resuelva la cuestión (1). Las designaciones de
Consejos de tutela serían, pues, motivos de numerosas di­
ficultades, si no fueran muy raros en la práctica (2).
464. Curator ventris. — Nombrado por el Consejo de
familia que constituye la tutela, a la mujer que se declara
encinta, el curador está encargado especialmente de evitar
una supresión o una suposición de parto. Además, cuando
el padre premuerto, no ha dejado otros hijos es lógico en­
cargarlo de administrador provisionalmente de la sucesión.
No se sabe, en efecto, quién heredará al padre; nadie se halla
en estado de reclamar su sucesión y como la madre no tiene
aún la tutela se encuentra sin personalidad para actuar.
El día en que nace el hijo, la madre se convierte en tu-
tora legal y la ley transforma de pleno derecho al curador
en protutor (art. 393, pár. 2). Resulta de ello: l9. que la
madre no tiene necesidad de reunir un segundo Consejo des­
pués del nacimiento; 29, que no puede tomar parte en el
Consejo de familia que nombra el curador; 39, que éste debe
ser tomado de la línea paterna (art. 423).
Prácticamente, la institución del curador ventris tien­
de a caer en desuso. Ni las costumbres ni la ley autorizan
ya las visitas médicas que conocía el derecho romano (3)
y la intervención, que constituía la principal razón de ser
del curador, cesa de ese modo de poderse ejercer práctica­
mente. El mismo nombre de ese prsonaje parece ridículo.
Ninguna sanción afecta a la omisión de su nominación. Mu-
(1) La competencia ti el consejo- de familia, la cual se ha querido a veces sus­
tituir por la del tribunal, se justifica perfectamente, puesto qnc no so trata sino
de una atribución de pura tutela, y la patria potestad es intangible para el con­
sejo do tutela. El padre hubiera- tenido quo sufrir la intervención del consejo de
familia, si hubiera ejercido personalmente la tutela; su autoridad no puede, pues,
nada contra esa intervención sobro la tutela de su mujer superviviente. En esto
sentido Aubry y Rau, loe. oit., núm. 13. Comp. Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y
Bonnccarrórc, V. núm. 328, quo no admiten en ese caso ningún recurso.
(2) En Alemania, esta nominación os más usada (C. civ. pfo. 1687 y 1777
combinados). En Francia el padre puede fácilmente pensar en ello después del
divorcio o separación de cuerpos. Pero, como uno y otra hacen cesar el poder
marital, so debo preguntar si la nominación de un consejo do tutela continúa
siendo posible. Es preciso admitir quo el padre sigue siendo jefe de familia cuan­
do el divorcio o la separación de cuerpos han sido pronunciados en su favor: real­
mente, la falta de la madre no puede hacerle perder sus derechos sobre los hijos
(V. art. 302). Pero en los demás casos,- el derecho de nombrar a la madre un
consejo do tutela debe desaparecer. -
(3) Dig. 25 4, De inspiaiendo ventre custodicndoque parta.
456 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

chas madres se abstienen de declarar su embarazo al juez


de paz o esperan el nacimiento de su hijo para reunir
el Consejo de familia.
465. Tutela legal de los ascendientes.—La tutela de
los ascendientes no sucede siempre a la del padre y la ma­
dre. Los ascendientes pueden ser-excluidos de ella: 1’, por
la voluntad del padre o la madre que haya muerto el último,
si éste ha nombrado un tutor testamentario (art. 397) (1);
2\ por la presencia de un tutor dativo, si el padre o la ma­
dre superviviente había dejado de ser tutor antes de su
muerte (art. 405). Esta muerte no puede realmente privar
de funciones adquiridas a un tutor que ya las ejerciera
Los ascendientes son llamados hoy a la tutela sin dis­
tinción de sexo (art. 403) ; no obstante, la ascendiente pue­
de excusarse (art. 428, ley 20 marzo 1917). Si es casada,
no parece que sea necesario el consentimiento de su mari­
do para su tutela; el art. 405 no lo exige sino para las tu-
toras dativas. En caso de concurrencia entre ascendientes
varones o ascendientes hembras, la preferencia se regula­
rá por el grado de parentesco (art. 403). Si el grado es el
mismo, la elección corresponde al Consejo de familia, que
no puede preferir a un tercero (2). La ley no parece si­
quiera hacer excepción a esta regla en el caso muy frecuen­
te en que el ascendiente o la ascendiente en concurrencia
sean dos esposos. Resulta de ello, después de la ley de .1917,
que el abuelo no es ya tutor de derecho si su mujer existe
todavía; es preciso que el Consejo de familia elija entre
ellos, a menos que ella no declare su excusa (comp. no obs­
tante la palabra ascendientes viudas en el art. 408).
Si, entre varios ascendientes del mismo grado, los hay
excluidos, incapaces o excusados, la tutela recae en los otros
a los cuales se reduce la elección del Consejo de familia En
defecto de otros ascendientes del mismo grado, la excusa,
la incapacidad o la exclusión no producen el efecto de lla­
mar a la tutela a los ascendientes-más lejanos. La ausen­
cia de transmisión resu’ta de los términos del art. 405, que
abre la tutela dativa, no solamente cuando no hay tutores
legales, sino también cuando el tutor llamado es excluido o
excusado (3).
(1) Tolosa, 3 dic. 1917, D. 1921. 2. 33, nota Rouast, S. 1920. 2. 3.
(2) El consejo de familia puede dividir la tutela entre los ascendientes, con­
fiando a uno la persona y al otro los bienes: Roq. 23 dic. 1924. D. H. 1925. p. 21.
(3) Rcq. 26 feb. 1807. D. Jur. Gén., v9 Minorité, .núm, 151; París, 24 jubo
1835 S 35 ° 406; París, 24 junio 185b, D. 57. 2. 10, S. 56. 2. 2o/; Reúnes, 21
feb.’1890, D. 91. 2. 162, S. 91. 2. 20.
TUTELA DE LOS MENORES 457

466. Hijos adoptivos.—La situación creada por la ley-


de 19 de junio de 1923 es bastante singular. Si el hijo es­
taba ya bajo la tutela en el momento de la adopción, esta tu­
tela no cesa, pues el padre adoptivo toma a su cargo la pa­
tria potestad. Si, por el contrario, el hijo estuviese bajo la
patria potestad, esta potestad se transfiere al padre adop­
tivo, y la muerte ulterior de los padres de sangre no cambia
esa situación. La tutela no se abre hasta la muerte del pa­
dre adoptivo, pero como, en este caso, la patria potestad
volvería, si estuvieran vivos, a los padres de sangre (artícu­
lo 352, par. 2), es preciso, en el caso de que fallezcan an­
tes el padre o la madre, seguir las reglas ordinarias de la
transmisión de la tutela.
En el caso de que un hijo haya sido adoptado por dos
esposos (art. 346), al fallecimiento de uno de los adoptan­
tes no habría lugar a abrir la tutela, puesto que cada uno de
los adoptantes tiene la plena patria potestad.
Todas estas soluciones encajan mal con el sistema ge­
neral de nuestro derecho.
467. Tutela legal de los padres naturales (1).—El
art. 389, par. 12 (ley 2 julio 1907) atribuye la tutela de un
hijo legalmente reconocida al padre que esté investido de
la patria potestad. Salvo juicio en'contrario, es aquel que
ha reconocido el primero al hijo y en caso de reconocimien­
to. simultáneo, el padre (swprfl, núm. 329).
Después de la muerte del padre que está investido de
ella, la tutela pasa de derecho al otro. No parece que el
padre tutor pueda nombrarle a la madre un Consejo de tu­
tela: esta prerogativa no se explica en el padre legítimo,
sino por su carácter de jefe de la familia y el poder mari­
tal, que faltan al padre natural.
Como la ley no hace distinción, parece que la tutela co­
rresponde igualmente a los padres incestuosos o adulterinos,
en los casos excepcionales en que la filiación de sus hijos
hubiera sido probada.
468. Tutela legal de la Asistencia pública (suprá, nú­
mero 325).—En París, es el director de la Asistencia públi­
ca el que hace el oficio de tutor; en provincias el prefecto o
(1) Sobre la condición de los hijos naturales desde el punto do vista legis­
lativo, véanse las referencias dadas en el núm. 317. La jurisprudencia se muestra
como en todo lo que toca a los testamentos, muy descosa de dar una eficiencia
legal a las intenciones del difunto. Ha visto la nominación de un tutor testamen­
tario en un escrito do puño y letra del padre superviviente, fechado y firmado por
él. en el que ruega a una persona determinada que cuide de su hijo (Tolosa, 3
dic. 1917, precitada).

fe
458 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL» FRANCES

su delegado, inspector departamental de la Asistencia pú­


blica (ley 27 junio 1904, art. 11).
469. B. Tutela testamentaria. Derecho de nomi­
nación.—El derecho de nombrar un tutor testamentario,
vestigio postumo de la patria potestad, corresponde al pa­
dre o la madre que haya muerto e] último, legítimos o na­
turales, y sólo a él. No puede ser ejercido por el cónyuge
de un interdicto que viva aún o de un ausente (v. art .142).
Los padres adoptivos no lo poseen en tanto que no so­
breviven al testador, ni el padre, ni la madre legítimos, na­
turales o adoptivos (art. 352).
Aunque dependiente de la patria potestad, este dere­
cho no se otorga sino al padre o a la madre que tengan igual­
mente la tutela (núm. 301). Pero la madre conserva la fa­
cultad de designar libremente la tutela (núm. 301). Pero la
madre conserva la facultad de designar libremente un tutor
testamentario, aun en el caso de que sobre ella misma pese
un Consejo de tutela, y el tutor testamentario así elegido
por ella se hallará libre de la asistencia de tal Consejo.
470. Formas de la designación.—La nominación del
tutor testamentario se hace en una de las formas señaladas
(supra, núm. 463) para la nominación de un Consejo de tu­
tela a la mujer superviviente (arte. 398 y 392 combinados).
El que muera último el padre o la madre puede nombrar
el tutor condicionalmente o por un tiempo determinado;
pero como la ley quiere que el tuto]* testamentario, cuando
cesa en sus funciones sea reemplazado por un tutor dativo,
el testador no puede nombrar dos tutores llamados a succ-
derse uno a otro.
En principio, la designación vale por sí misma y en au­
sencia de toda ratificación. Sin embargo, debe exigirse la
confirmación del Consejo de familia si hubiera sido hecha
por una madre casada en segundas nupcias; mantenida en
tutela (art. 400).
Aun en ausencia de designación regular en cuanto a la
forma hecha por el padre, el Consejo de familia está obli­
gado moralmente, para la elección de tutor, a tener en cuen­
ta los deseos expresados por el padre superviviente (1).
471. C. Tutela dativa. Caso de aplicación.—La de­
signación del tutor corresponde al Consejo de familia en
los casos siguientes, que se desprenden en general del ar­
tículo 405:
(1) Tr. Lille, 10 marzo 1904, D. 1904. 2. 240.
TUTELA DE LOS MENORES 459

I9 Si el padre o la madre superviviente cesan de ser


tutor antes de su muerte y la tutela no pasa a los ascen­
dientes (suprá, núm. 465) ;
29 Si el tutor testamentario cesa en sus funciones por
cualquier causa o si resulta excusado o incapaz desde el
principio: el solo hecho de su designación excluye a los as­
cendientes (1) ; pudiendo también admitirse que el padre
o la madre superviviente puedan establecer una disposi­
ción puramente negativa que descarte a los ascendientes y
deje al Consejo de familia el cuidado de su sustitución;
39 Si el ascendiente llamado a tutela muere o se en­
cuenta incapacitado, excluido, excusado o destituido, en
cualquier momento que sea;
49 Si el fallecimiento del padre o la madre que muera
el último, no hay ni tutor testamentario ni ascendiente Ha-
mado ;
5’ Si a uno de los esposos se le ha excluido de la ad­
ministración legal antes de la muerte del otro (suprd, nú­
mero 378) ;
69 Si un hijo natural no reconocido no es confiado a
la Asistencia pública (art. 389. párr. 12; supra, núm. 468).
472. Convocatoria del Consejo de familia.—En estos
diversos casos, el Consejo de familia debe ser convocado en
breve plazo por el juez de paz, bien de oficio, o a solicitud
de todo interesado (art. 406). Provocar esa convocatoria
es un deber especial del protutor si es que ya existe (artícu­
lo 424). La ley de 27 de julio de 19.17 hace de la convocato­
ria de oficio un deber imperioso para el juez de paz en el
caso de que se trate de pupilos de la nación cuya familia no
hubiese pedido esa convocatoria dentro de los 15 días que
siguen a la apertura de la tutela (art. 20).
473. Forma de designación.—El tutor dativo se nom­
bra por el Consejo de familia, (art. 405). Sin embargo, en
caso de retirada o de destitución total de la patria potestad,
parece que su nombramiento corresponde al tribunal (ley
24 julio .1889, art. .10) (suprd, núm. 400). Se sabe también
que este último tiene carácter de Consejo de familia para
los hijos naturales.
474. Elección de tutor.—El Consejo de familia elige
con toda libertad al tutor, salvo los casos de excusa, de ex­
clusión o de incapacidad. Puede nombrar tutora a la ma-
(1) Tolosa, 3 die. 3 917, precitada.
460 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

dre superviviente y casada en segundas nupcias, incluso si


esta se encuentra destituida por no haber hecho confirmar
su tutela por el Consejo de familia, al volver a casar (1).
Sin duda, el art. 455 elimina de lo* Consejos de familia a
toda persona excluida o destituida de la tutela, lo que im­
plica con mayor razón la incapacidad de ejercer una tute­
la cualquiera. Pero ese texto relativo a las causas de ex­
clusión o de destitución previstas por los artículos que le
preceden, es inaplicable a la madre casada en segundas nup­
cias. Nada prueba que ésta y su nuevo marido sean indig­
nos de ser tutores. No han cometido más que una irregulari­
dad de forma y sería frecuentemente contrarios a los intere­
ses del menor darle por tutor a un extraño. Pero la decisión
del Consejo no confiere en ese caso a la madre sino una tu­
tela dativa; su tutela legal ha desaparecido.
475. Tutela en caso de ausencia.—La ausencia no abre
nunca la tutela. En efecto, la patria potestad subsiste en
favor del cónyuge del ausente, si existe aún (áwpra, núme­
ros 312 y 378) ; y si ha muerto, la ausencia del superviviente
no es sino una causa de traslación de la tutela, puesto que
ésta se halla ya abierta (arts. 141 y 142).
El art. 142 prevé esta traslación, cqp carácter provi­
sional (v. el fin del texto), en el ascendiente más próximo
o a un tutor nombrado por el Consejo de familia. Esta tras­
lación se hace seis meses después de la desaparición. Si
existen ascendientes, la intervención del Consejo de fa­
milia es necesaria para la delación de la tutela, no solamen­
te en el caso en que varios de ellos sean del mismo grado,
sino en todos los casos en que la ausencia no haya sido de­
clarada, puesto que es el Consejo el que hace constar enton­
ces esa desaparición. Pero no puede preferir otros tuto­
res a los ascendientes, ni los ascendientes más lejanos a los
ascendientes más próximos. En este sentido es como se
debe interpretar el art. 142, que no puede ir contra las re­
glas generales que rigen la tutela de los ascendientes, por
cuanto ha sido redactado cuando esas reglas (arts. 393 y s.)
no estaban aún definidas.
Se observará que el art. 142 no prevé sino la ausen­
cia del padre combinada con la muerte de la madre; pero
la misma solución debe aplicarse al caso de ausencia de la
madre combinada con la muerte del padre.
(1) París 24 junio 1856, D. 57. 2. 10, S. 56. 2. 527; 19 nov. 1887, D. 88.
2. 176 S. 88. 2. 29; Renn.es, 21 julio 1890, D. 91. 2. 162, S. 91. 2. 20.
TUTELA DE LOS MENORES 461

Finalmente, la ley aplica también las mismas reglas


al caso en que la muerte de uno de los padres, en lugar de
preceder a la ausencia del otro, ocurra con posterioridad.
Si la ausencia lia sido declarada, el tutor de derecho, es de­
cir, el ascendiente más próximo de todos, entra inmediata­
mente en funciones después del fallecimiento. En su de­
fecto, debe nombrarse sin dilación un tutor provisional. Si
la ausencia no ha sido declarada, el Consejo de familia nom­
bra al tutor provisional, seis meses después de la desapari­
ción que él mismo está en el deber de comprobar.

§ 2.—Pluralidad de tutores y auxiliares de la tutela

476. Nombramiento de varios tutores. — En general


no hay más que un solo tutor que asegura el funcionamien­
to completo de la institución tutelar. La ley habla ade­
más, casi siempre en singular del tutor. Pero los mismos
textos prevén excepciones a la unidad de la tutela y en nin­
guna parte resulta forzada tal unidad.
Hay que concluir, por lo tanto, en que el testador o el
Consejo de familia, cuando la ley les confía la elección de
tutor (1), pueden, si lo estiman útil a los intereses del me­
nor, nombrarle dos (2) o varios tutores. Ordinariamente
esta pluralidad de tutores va acompañada de una división
de las funciones. Por ejemplo, a uno se nombra para la
administración de ciertos elementos de la fortuna del pu­
pilo, tales como un establecimiento de comercio o propie­
dades situadas en una región lejana, y otro asume el resto
de la tutela (3). O, también, a uno se nombra para ad­
ministrar los bienes (tutor de los bienes o tutor oneroso), el
otro es encargado de la guarda y de la educación del niño
(tutor de la persona o tutor honorario) (4). Se ha re-

(1) La pluralidad de los tutores parece, en cambio descartada por la misma


ley en caso de tutela legal (V. sin embargo, Tr. Sena, .14 nov. 1911, D. 1915 5. 11.
Coinp. nota Naquct, S. 2'21. 1. 169) salvo no obstante los casos (pluralidad de as­
cendientes) en que el consejo de familia tiene que elegir entre varios tutores le*
gales: Civ. 23 dic. 1924, D. 1925. 1. 65, con informe Cólico.
(2) Req. 14 dic. 1863, D. 64. 1. 63. S. 64. 1. 21, que rechaza el recurso con­
tra Dijón, 14 mayo 1862, D. 62. 2 12x, S. 62. 2. 449; Tr Sena, 14 nov. 1911, pro­
citada; Req. 23 clic. 1924, precitada. A. Colín y Capitant, T, p. 488. Contrd, Bau*
¿fry-Lacantinerle, Chéneaux y Bonnecarróre, V. núm. 373 y s. Comp. Aubry y Kan»
1, pfo. 89, núm. 8. Una dificultad práctica concierne entonces al domicilio del me*
ñor (art. 108). Suprd, núm. 150.
(3) Pero es preciso tener cuidado con calificar al administrador de los bie­
nes alejados de tutor y no de protutor, pues el art. 417 es limitativo; Tr. Sena,
*5 mayo 1910, D. 1911. 2. 312.
(4) Reo. 14 dic. 1S63 y 23 dic. 1924, precitadas.
462 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

suelto también que es posible que la guarda se confiara a


una persona que no tuviera el título de tutor (1).
La ley de ese modo rechaza el dividir las atribuciones
de la tutela en el caso principal en que prevé el desdobla­
miento y que es el de los cotutores. Deben considerarse
como tales, en cuanto a sus atribuciones, a los tutores que
el Consejo de familia o el testador nombra conjuntamente a
un solo menor, sin distribución de funciones. En cambio,
la ley prevé la especialización de las tareas en otra institu­
ción : la protutela (núm. 478).
477. C-otutela,. — La supresión de la incapacidad de
ser tutoras que afectaba a las mujeres que no fuesen la ma­
dre, ha dejado señales en el caso en que se trata de mujeres
casadas (núm. 488). En particular, éstas no pueden mu­
chas veces, administrar una tutela sino de acuerdo con su
marido que recibe el título de cotutor. Esta era ya, antes de
la ley de 1917, la condición de la madre que se volvía a ca­
sar; ha sido extendida a la mayoría de las tutoras casadas
por el nuevo art. 405 combinado con el art. 395.
El carácter de cotutor hace del marido el asociado ne­
cesario de la tutora, en todos sus actos. El concurso de
ambos es necesario para validez de los actos de adminis­
tración corriente y cualquiera que sea el régimen matrimo
nial (2). Pero es prácticamente necesario admitir que e7
consentimiento del uno, al acto realizado por el otro, pued?
resultar de las circunstancias. Esto será así, principal
mente, cuando se trate de ]a percepción de los ingresos de7
menor y de los gastos de su sostenimiento. El que actúe, se
halla, en cases semejantes, implícitamente autorizado por
el otro (3).
Como todos los actos de cotutela se consideran reali­
zados de acuerdo, la responsabilidad de los cotutores es so­
lidaria (art. 396). Por la misma razón, esos tutores no

(J) Ea entonces una misión de confianza y no una verdadera tutela la que


se confía a esa persona: Rouen, 8 mayo 1840, Jur. Gén., v* Minorité, núm. 393; 4
enero 1883, D. ó.s. 2. 155, S. 84. 2. 175: Req. 14 marzo 1917,.S. 1922. 1. 169, not*
Naquet. Resulta de ello que no es obligatoria y que no existe la capacidad necesaria
al tutor. (En este sentido Req. 14 marzo 1917, precitada, pero control, París. 15
abril 1904, D. 1906. 2. 323). Todo eso se explica muy bien por el derecho del til*
tamo fallecido, padre o madre, o del consejo do familia, de hacer indicaciones, pnrr
la educación y la guarda del hijo. ■/. ,
(2) La jurisprudencia, en efecto, no da al marido de la tutora la misión do
nnfnrívnr’a sino de administrar conjuntamente con ella: Req. 5 mayo 1856, D. 5v.
1 241 S. 56. 1. 793; Civ. 15 nov. 1898, D. 1904. 1. 465, S. 99. 1. 140, sol. im-
PlíClt(3)‘ Aubry y Rau, I, pfo. 99 bis, p. 642, nota 39 bis.
TUTELA DE LOS MENORES 463

rinden sino una sola cuenta (1). Esta cuenta y esta res­
ponsabilidad se hallan garantizadas por una hipoteca legal
que afecta a la vez los bienes de uno y de otro.
478. Protutela.—Procede la protutela cuando un me
ñor une reside en Francia tiene bienes en las colonias o re
cíprocamente. Un solo tutor administraría difícilmente
bienes situados a una tan gran distancia. El protutor es
el administrador designado entonces por el Consejo de fa­
milia para los bienes lejanos (art. 417). Esta designación
parece obligatoria, pero solamente en caso de tutela dati­
va, de acuerdo con los términos del art. 417. ya que el tutor
legal puede no consentir que se le imponga un coadjutor
nden endiente de él, lo mismo que el tutor testamento»^0
continuador del padre o de la madre, a menos que estos
timos hayan expresado su intención contraria (2). La ley
no prevé ni siquiera, en el caso de tutor designado para todo
el patrimonio, la posibilidad de que se nombre volunta­
riamente un protutor. Ocuparse de tumi la fortuna del
menor, bajo su única responsabilidad es, para el tutor le­
gal o testamentario, tanto un deber como un derecho Pue­
de rodearse, bajo esta responsabilidad, de auxiliares pa­
gados (art. 454). Ese es igualmente el único recurso del
mismo tutor dativo, cuando una parte de la fortuna del
menor, en vez de estar situada en las colonias, se encuentra
en otros países de ultramar; la disposición del art. 417 debe
en verdad interpretarse estrictamente (3). No obstante.,
como se ha. visto, nada impedirá que el Consejo de familia
o el testador designen en este caso varios tutores.
El art. 417 afirma la independencia del protutor Hay
pues, en su dominio exactamente los poderes de un tutor
ordinario. Sus bienes son afectados por la hipoteca legal;
le afectan las mismas causas de incapacidad, de excusa o
de exclusión que a los demás tutores; se nombra por el mis­
mo Consejo de familia que asegurara el lazo de unión entre
él y el tutor principal (4). Este lazo de unión es asegura-

(1) Raq. 19 abril 1886, D. 87. 1. 171, S. 90. 1. 109; Civ. 24 oct. 1905, D.
1906. .1. 153, S. .1910. 1. 485. Sin embargo, no es así cuando se trata do los
anos posteriores al matrimonio; los años anteriores son objeto- de una cuenta es­
pecial, en relación con la cual no alcanza ninguna responsabilidad al marido. Req
7 feb. 1871, D. 72. 1. 355, S. 71. 1. 121.
(2) Tal es además la tradición. Contrd, Baudry-L/acantincric, Chóneaux y
Bonocarrére, V. núm. 372.
(3) Tr. Sena, 25 mayo 1910. D. 1911. 2. 312.
(4) Baudry-Lacantinerie Chóneaux y Bcnnecarróre, V. núm. 371; Demolom-
bo, Vil, núm. 206.
464 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

do igualmente para lo que se refiere al subtutor (a). Erró­


neamente se ha pretendido (1) que debía nombrarse un sub­
tutor especial o protutor; la ley no lo prevé en ninguna
parte.
479. Tutores ad lioc.—Son éstos los tutores de man­
dato limitado nombrados para un asunto especial .
No intervienen sino excepcionalmente. En efecto, el
principal caso en que el tutor no puede representar al me­
nor es el de la oposición de intereses (v., suprá, núm. 261) y,
en este caso, el art. 420 designa un representante legal al
menor en la persona del subtutor (2). Sin embargo, pue­
de ocurrir que el subtutor también tenga intereses opues­
tos a los del menor (3), o que varios menores que tienen el
mismo tutor y el mismo subtutor posean intereses opuestos
(v. art. 838) (4). En estos diversos casos, es forzoso hacer
que represente al pupilo un tutor ad hoc, nombrado por el
Consejo de familia (art. 968, Pro. Civ.).
La misión del tutor ad' hoc no implica ni hipoteca lega1,
ni la designación de un subtutor ad hoc (5).
480. Auxiliares remunerados del tutor.—El tutor tie­
ne siempre el derecho de hacerse ayudar en su administra­
ción por auxiliares con sueldo, y su cooperación suele ser
necesaria con frecuencia, sobre todo cuando existen asun­
tos contenciosos o una explotación industrial, comercial
o agrícola que exija conocimientos especiales. Estas per­
sonas no son sino mandatarios del tutor, sin poderes pro­
pios y que actúan bajo su responsabilidad (art. 454. párra-
(a) El sub-tutor de la tutela francesa equivale al protutor en la tutela del
Cód. civ. esp. (N. del T.).
(1) Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 373; Demolom-
be, VII, núm. 212 y 356.
(2) Sería irregular toda nominación de tutor ad hoc cuando el tutor o el
subtutor pueden actuar: París, 9 agosto 1875, D. 77. 2. 56; París, 4 dic. 1878, S.
80. 1. 193; Lieja, 14 abril 1881, D. Jur. Gén., Sup., v’ Minoritc, núm. 654; Greno-
ble, 6 ncv. 1894, D. 95. 2. 347, S. 96. 2‘. 67. Esta solución era cierta antes de la ley
de 1917 y parece que debe ser mantenida a pesar de la modificación accidental
del art. 420 (V. infrá, núm. 509). La regla que acabamos de indicar no es siempre
respetada. V. Tr. Versalles, 16 oct. 1923, D. 1924. 2. 161.
(3) Burdeos, 21 febrero 1893, D. 93. 2. 361.
<4) ■
Este texto prevé la nominación de un tutor ad hoc al menor que concu-
. . -

partición con su tutor. Pero no hay necesidad de efectuar esa nomina-


rre a una pnrtición
—--
ción sino en el caso de que el’ subtutor -.............. su ln¡3ión normal de re-
no -pueda cumplir
presentación, o porque concurre también a la 1 partición o porque ejerce la subtutela
- -- . - --. j 193? no.
---- 1__-menores copartícipes. Req. 15 mayo 1878, £). 79. 1. 40, S. b0.
do varios
ta Labbé; Grenoble, 6 nov. 1894, precitada; Req. lv feb. 1892, D. 93. 1. 250, S.
93 1 253
(5)^ En este sentido, se puede sacar un argumento a fortiori de la situación
del sub-tutor cuando representa al menor. Además, el sub-tutor ordinario está
siempre ahí.
TUTELA DE LOS MENORES 465

fo 2). El tutor tiene el derecho de escogerlos y de revocar­


los a su voluntad.
El art. 454 parece subordinar su empleo a una autori­
zación especial del Consejo de familia. No hay nada de
eso. La autorización del Consejo es únicamente necesaria
al tutor para permitirle que cargue en cuenta sus sala­
rios (1). Aún esta autorización no es exigida del padre y
la madre tutores a los que no concierne el art. 454. Incluso
para los demás tutores, es preciso interpretar la regla en
forma amplia. No impide que se dé sueldo sino a los man­
datarios permanentes más o menos generales, y el tutor pue­
de, en cambio, hacerse ayudar mediante pago, por los servi­
cios de un banco o de un hombre de negocios cada vez que
le sea necesario (2).
Los mandatarios, aun los que sean generales, elegidos
por el tutor, no se hallan sometidos sino a las reglas del
mandato, con exclusión de las de la tutela (3).
481. Pupilos de la nación: consejero de tutela y tu­
tor delegado.—Los pupilos de la nación pueden tener al
propio tiempo que su tutor, un consejero de tutela desig­
nado por la oficina departamental (4). Esta designación
sólo procede en el caso de que sea pedida por el consejo de
familia; debiendo ser éste requerido por el juez de paz: des­
de su primera reunión, para deliberar sobre este objeto
(art. 23, ley 27 julio 1917); debe además ser aceptada por
el tutor a la vez en su principio y en la elección del conse­
jero designado. No obstante, en caso de tutela dativa, la
situación es diferente, pues el consejero de tutela resulta en­
tonces obligatorio y puede ser impuesto hasta al propio Con­
sejo de familia.
El consejero de tutela no tiene participación directa
en la tutela; ayuda al tutor, lo vigila e informa a la oficina
departamental que acudirá en caso de necesidad, al Consejo
de familia (art. 24).
Por otra parte, el Consejo de familia puede otorgar la
tutela dativa a la misma oficina departamental. Ahora
bien, está claro que ésta no la ejercerá en pleno; delegará
en una persona que administrará bajo su dirección (ar­
tículo 21). La ley suprime entonces al subtutor y dispensa
(1) Baudry-Lacantinefio, Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 463.
(2) Aubry y Rau, I, pío. 1J2, nota 36 bis, p. 693. V. también Caen, 11 abril
1888, D. 88. 2. 315.
(3) Sobre la aplicación a su responsabilidad y a la prescripción de la acción
en rendición do cuentas, v. Req. 3 julio 1877, D. 78.' 1. 56, S. 78. I 456.
(4) Sobre la concepción primitiva del tutor social,' v,? Félix, Les pupilles de
la nation, 192'4, p. 197.
466 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

de la hipoteca legal al tutor delegado que debe llenar las con­


diciones de capacidad ordinaria de los tutores. Es la ofici­
na departamental, sin duda, y no el Consejo de familia, la
que pronuncia, llegado el caso, la destitución del tutor de­
legado; así como la que puede permitirle que resigne sus
funciones y reemplazarlo libremente. La oficina departa­
mental es económicamente responsable respecto del pupilo
de la administración del tutor delegado (1).
482. Herederos del tutor y tutor saliente.—La tute­
la, carga esencialmente personal, no pasa a los herederos
del tutor (art. 419). Sin embargo, si éstos son mayores,
sanos de espíritu, saben que heredan de un tutor y aceptan
la sucesión, aunque sea a beneficio de inventario (2), de­
ben, de acuerdo con el propio precepto, continuar la admi­
nistración de su autor hasta la nominación de un nuevo
tutor, al cual darán cuenta por el de cujus.
Como su deber es provocar prontamente esa designa­
ción, no pueden celebrar, mientras tanto, sino actos con­
servatorios o de administración exigidos por las circuns­
tancias. Si se exceden, aunque cuenten con la autorización
del Consejo de familia, sólo se les considera como tutores de
hecho (3).
Cuando son varios los herederos, para la validez de
los actos de administración celebrados por ellos se exige la
participación de todos, salvo mandato tácito o expreso que
se dé a cualquiera uno de ellos por los demás.
En caso de cambio de tutor, por otra causa que no sea
la muerte del tutor saliente, y, mientras se hace la designa­
ción de su sucesor, el tutor saliente se halla en la misma si­
tuación que los herederos de un tutor fallecido No obs­
tante, mientras que estos últimos escapan en principio a la
hipoteca legal, el tutor saliente tiene que continuar sopor­
tándola mientras dure su administración.
§ 3.—Excusas, incapacidades y exclusiones
483. Carácter obligatorio de la tutela.—En principio
que sea legal, testamentaria o dativa, la tutela es obligato-
(1) Félix, op. cit., p. 207.
(2) El texto no hace mención ele esas condiciones, pero es imposible impo­
ner a un menor, a un loco o a un ausente, una obligación que no pueden cumnlir.
Parece que si tienen un representante legal, éste se halla personalmente obligado
en su lugar a la administración provisional y a la rendición de cuentas: Besamjon,
1G e“®ro ^p^^lamento hasta la mayoría de edad del pupilo: París, 13 dic 1877,
D. 78. 2. 71, 8. 78. 2. 11.
TUTELA DE LOS MENORES 467

ria y se impone al tutor. Constituye una carga e implica


una responsabilidad que, de no ser así, la mayoría de las
veces haría que no se aceptase (1).
Sin embargo, la ley de 24 de julio de 1889, art. 10, ex­
ceptúa las tutelas constituidas después de las privaciones
de la patria potestad (v. también el núm. 481, sobre el tutor
delegado de los pupilos de la Nación).
Además, la ley admite : 1’, excusas que permiten a cier­
ta categoría de personas dispensarse o descargarse de la
tutela; 29, incapacidades que descarten de la tutela a cier­
tos individuos que se presumen fuera de estado para admi­
nistrar un patrimonio ; 3", causas de exclusión que privan de
la tutela a gentes indignas de la confianza necesaria.
484. A. Excusas. Enumeración.—Son éstas:
1* El sexo femenino (arts. 394 v 428) (infrá, núme­
ro 48S).
2’ Las altas funciones del Estado. Se da una lista en
el art. 427, que se refiere al Acta constitucional del 18 de
mayo de 1804 (era el Senado-consulto que había organiza­
do el Imperio). Muchas plazas y títulos enumerados en las
ricas nomenclaturas de dicha Acta, no existen ya. Mencio­
nemos únicamente, entre los que subsisten, los de Mariscal
de Francia, Consejero de Estado, Senador y Diputado (2).
Hay que añadir los miembros de la Corte de Casación y los
Prefectos, mencionados en el art. 427, pero no los Subpre­
fectos. El Tribunal de Cuentas goza de las mismas prerro
gativas que la Corte de Casación (ley 36 septiembre 1807).
3’ La residencia obligatoria de un funcionario en un
departamento distinto de aquel en que se ejerce la tutela
(artículo 427). Esta causa de excusa favorece igualmente
a personas que no son propiamente hablando funcionarios,
pero que están obligados a una residencia, como los notarios
(ley 25 ventoso, año XI, art. 1’).
4’ El estado militar, para, los militares en servicio
activo.
5’ Las misionas del gobierno (arts. 428 a 431).
69 La vejez. La edad de 65 años basta para negarse
a aceptar la tutela: el tutor nombrado antes de esa edad
(1) Sin embargo, hay que admitir que como el tutor dativo no obtiene sus
poderes sino del consejo do familia, 'puede retirarse y ser reemplazado do acuerdo
con él: Tr. Senlis, 28 feb. 1894, D. 95. 2. 227, S. 94. 2. 218 (solución exacta, pero
mal motivada).
(2) Y los ministros que son mencionados en las primeras ediciones del Có­
digo y que no han desaparecido sino por olvido de las ediciones siguientes (V.
Aubry y Bau, I, pfo. 107, nota 2).

J
4G8 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

no puede hacer que se libre del cargo antes de los 70 años


(artículo 433).
79 Las enfermedades graves (art. 434), tales como la
ceguera, sordera, etc. No deben ser considerados como en­
fermedades los males cuya duración no se puede prever.
S“ La carga anterior de dos tutelas (art. 435). El que
se halle ya encargado de dos tutelas está dispensado de acep­
tar una tercera. Por tutelas, la ley entiende no el número
de pupilos, sino el de los patrimonios que hay que adminis­
trar; varios hermanos o hermanas, sometidos a un mismo
tutor, no dan lugar sino a una tutela para todos. La cuali­
dad de esposo equivale a la de tutor; el patrimonio de la
mujer del cual está encargado el marido se cuenta por una
tutela. Lo mismo ocurre con el carácter de padre adminis­
trador legal (el mismo artículo).
99 El número de hijos. El que tenga cinco hijos le­
gítimos vivos está dispensado de toda tutela que no sea la
de sus hijos (art. 436). Los hijos muertos se cuentan si
han dejado descendientes o si han muerto por la patria.
Pero no hay que tener en cuenta a los hijos naturales o
adoptivos ni al hijo concebido y no nacido todavía.
10' La cualidad de extraño a la familia (art. 432). La
tutela se halla ante todo a cargo de los parientes directos o
por afinidad; es una obligación de familia. Sin embargo,
la persona extraña elegida por el padre o por el Consejo de
familia, no siempre puede hacer que se le excuse de la tute­
la; esto no se le permite, a menos que exista en un radio de
4 miriámetros, un pariente directo o por afinidad en condi­
ciones de administrarla (el mismo artículo). Además, la
excusa admitida en su favor le permite rehusar la tutela,
pero no hacer que le dispense de ella una vez que la ha acep­
tado (1).
Además, algunas decisiones parecen admitir, paralela­
mente a estas excusas de derecho, algunas excusas de he­
cho (2) cuya legalidad es de las más dudosas, puesto que el
carácter obligatorio de la tutela no depende del arbitrio de
los tribunales (3), ni del Consejo de familia.
485. Presentación de las excusas. — La mayor parte
de las excusas no permiten eludir la tutela que aún no se
(1) En este sentido, so puede sacar un argumento de las palabras "no puede
ser obligado a aceptar” del art. 432.
(2) V. París, 24 julio 1835, S. 35. 2. 405; Tr. Senlis, 28 feb. 1894, D. 95. 2.
227, S. 94. 2 218.* Sobre la verdadera justificación de esta última decisión, véase
Ja nota baio il número precedente.
(3) Tr. Sena, 2 nov. 1895, S. 96. 2. 116; Limoges, 17 marzo 1896 S. 98. 2.
TUTELA DE LOS AI ENORES 469

haya asumido; y deben presentarse ante de todo acto que


implique la aceptación de la tutela. Los bienes del intere­
sado escapan entonces a la hipoteca legal.
Otras excusas en cambio son consideradas por la ley
como suficientemente graves para permitir al tutor que
se libre de una función ya asumida, cualquiera que sea el
perjuicio que pueda irrogarse para el menor. Son única­
mente las indicadas por el art. 431 (funciones conferidas
durante la tutela), 433 (llegar a la edad de 70 años), 434
(contraer una enfermedad). La tutela subsiste en relación
con el pasado, manteniendo las responsabilidades y la hi­
poteca correspondientes.
En todos los casos, el Consejo de familia es juez de la
excusa presentada, salvo recurso ante el tribunal y apela­
ción ante la Corte (art. 889, Pro. Civ.). Pero la no acep­
tación de la excusa por el Consejo de familia obliga al tutor
a administrar provisionalmente (art. 440). Esta regla se
extiende también a las mujeres, tutoras legales o testamen­
tarias, que están obligadas a administrar hasta que se hayan
hecho sustituir (art. 394).
El tutor dativo que asiste a su designación por el Con­
sejo queda obligado si no presenta en el acto sus excusas a
su-spicienda tutela (art. 438). Si no ha asistido a su de­
signación, ésta debe serle notificada, y tiene tres días, más
los plazos de distancia fijados por los arts. 5 y 72 Pro. Civ.
(ley 19 de marzo de 1922), para hacer valer sus excusas (ar­
tículo 439). La ley, que no prevé en este caso sino las ex­
cusas a siiscipienda tutela, olvida, además, el caso más fre­
cuente, o sea el del tutor legal o testamentario, nombrado
fuera del Consejo de familia. Como ningún plazo se le fija,
no perderá el beneficio de la excusa hasta el momento en
que sus actos impliquen renuncia expresa o tácita. Es pre­
ciso decir otro tanto del tutor que puede oponer una excusa
a suscepta tutela, salvo si se trata de una misión del Gobier­
no, en que el tutor tiene un mes para hacer que se convoque
el Consejo de familia que ha de librarlo del cargo (art. 431).
486. B. Incapacidades. Enumeración —Alcanzan a
las personas siguientes:
l9 Los menores, incapaces de protegerse a sí mismos
y por lo tanto de proteger a otro. La ley exceptúa sin em­
bargo al padre y a. la madre: su afección por sus hijos su-
62. Aubry y Rau, I, pfo. 10G, nota 5, p. 659; Baudry-Lacantinerie, Chéncaux y
Bonnccarréro, V. núm. 443; A. Colín y Capitant, T, p. 47S.

P. y R. T. D. C. — 1-16
470 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

pie a la edad y nadie debe limitarles poderes que reciben de


la naturaleza (art. 442, párr. 1).
Los interdictos (art. 442, 2’). Los locos no interdic­
tos únicamente serán excluidos o destituidos por el Conse­
jo de familia (1). Ninguna incapacidad general afecta a
los pródigos o imbéciles (2), a menos que el Consejo de fa­
milia los excluya si su conducta los mostrase incapaces o
desleales (art. 444).
487. Capacidad de los extranjeros.—La cuestión de
la capacidad de los extranjeros ha sido vivamente discu­
tida en otros tiempos. No nos parece dudoso que un extran­
jero pueda ser tutor de un pupilo francés. Sin embargo,
la jurisprudencia francesa vacila. Reconoce que un ex­
tranjero puede ser tutor legal (3). Pero no parece admitir
que un tutor dativo extranjero pueda nombrarse en Fran­
cia a im menor (4), sobre todo en ausencia de parentesco
entre uno y otro (5). Eso es un error; la tutela no es ya
en Francia un munos publicum, sino una institución de
protección privada, y es inadmisible que esta protección
no pueda, si el interés del menor lo exige, beneficiarse con
el concurso de un extranjero. El art. 11 C. Civ., que limita
en Francia el goce de los derechos civiles de los extranjeros,
no puede, cualquiera que sea el sentido que se le dé, privar
a los menores franceses de su protección normal (6).
488. Mujeres.—Bajo el imperio del Código Civil, las
mujeres estaban excluidas de la tutela y de los Consejos
de familia y no se hacía excepción sino de la madre, en lo
que se refería a las funciones de tutor, y de las ascendien­
tes viudas, en lo referente a los Consejos de familia. La
ley de 20 de marzo de 1917 ha suprimido esa incapacidad
de las mujeres, fundada en la vieja idea de que la tutela
es un munus publicum. Ha autorizado a todas las muje­
res a desempeñar funciones de tutor, de subtutor y de
(1) París, 2 agosto 1895, D. 96. 2. 56.
(2) Baudry-Lacantinerio, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 449. Comp. Req
21 nov 1848 D. 48. 1. 230, S. 48. 1. 677. Contrd, Aubry y Rau, I, pfo. 92, nota 7.
(3) Civ. 16 feb. 1875, D. 76. 1. 49, 8. 75. 1. 193, nota Labbé; París, 2 agosto
1879, D. 82. 5. 415, S. 80. 2. 81.
(4) Civ. 16 feb. 1875, precitada, motivos. V. sin embargo, Tr. Sena, 13 aic.
1892, D. 99. 1. 213.
Según algunas decisiones, el parentesco del extranjero con el menor au-
toriza a nombrarle tutor: Nancy, 29 oct. 1898, ü. 99. 2. 209; Algor, 29 oct. 1908,
D 1909. 5. 31. V. también Weiss, Traité de droit int„ II, p. 185; Pillet y Niboyet,
líanV(6) ¿Survílíe’y Artbuys/zraité de droit int., núm. 321; Pillet, Traité pratique,
I, núm. 328 bis, P- 664.
TUTELA DE LOS MENORES 471

miembro del Consejo de familia y modificado en este sen­


tido un gran número de artículos del Código Civil.
No obstante, no hay igualdad completa entre el hombre
y la mujer, puesto que la mujer goza del beneficio de una
excusa de la tutela (suprá, níun. 484).
Esta ley se aplica a las tutelas ya organizadas. La as­
cendiente, tutora legal, tiene derecho a reclamar la tutela de
sus hijos a los cuales se les hubiera dado un tutor dativo (í),
Al convertir en una simple causa de excusa la antigua
incapacidad, la ley de 24 de julio de 1917, ha tenido que re­
glamentar la situación de las tuto ras casadas. Su reglamen­
tación, inspirada en la condición en que, según el Código,
queda la madre que se vuelve a casar, como se va a ver, deja
mucho que desear.
489. Autorización de las mujeres casadas. — La ley
admite desde luego que la tutora dativa no puede aceptar
sus funciones sin la autorización de su marido (art. 405,
párr. 2). Lo que se explica tanto más fácilmente cuanto
que, según el mismo texto, el marido es necesariamente co­
tutor. Pero, por un grave defecto de método, la ley no
exige la autorización marital sino en una disposición que
concierne exclusivamente a la tutela dativa, y precede re­
sultar de ello que las tutoras legales o testamentarias ca­
sadas o que se hayan vuelto a casar, que además no tienen
que aceptar la tutela, puesto que la tienen de derecho, la
pueden recibir sin autorización marital. Esto concierne:
l9, a la madre legítima divorciada y vuelta a casar cuando
la tutela se abre después de su matrimonio (2) ; 29, a las as­
cendientes que se hayan vuelto a casar; 39, a las ascendien­
tes preferidas por el Consejo de familia a sus maridos;
49, a la madre natural casada antes del reconocimiento de]
hijo y aún a la madre del hijo adulterino; 59, a todas las
mujeres casadas nombradas por testamento.
490. Cotutela del marido.—La ley, temiendo la in­
fluencia del marido de .la tutora, en la mayoría de los ca­
sos. le hace participar de derecho en las responsabilidades
de la tutela cuya dirección parece corresponde de hecho.
4
(1) Civ. 16 marzo 1923, Gaz. Pal., 1923. 2. 158; 19 mayo 1923, S. 1923. 1.
337, nota Hugueney; véase Savatier, Éevue critique, 1924, p. 15; Rouast, nota
en D. 1921. 2. 3o.
(2) V. sin embargo, Tr. corr. Evreux, 13 nov. 1924, Gas. Pal., 21 enero 1925,
que sostiene que si el divorcio ha sido pronunciado contra la madre, ésta no tiene
ningún derecho particular a la tutela, cuando está casada en segundas nupcias al
fallecimiento del padre.

I
472 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Por eso, preve la cotutela obligatoria '. 1’, del esposo de la


tutora que se casa estando en funciones, cuando es mante­
nida en la tutela por el Consejo de familia (art. 395). El
marido en esas condiciones no tiene de qué lamentarse’ pues­
to que sabía que su matrimonio lo exponía a esa cotutela;
2’, del esposo de la tutora dativa (art. 405, el cual tam­
poco no puede quejarse, puesto que su consentimiento es
exigido para la aceptación de la tutela por parte de su
muj er.
Pero el legislador, sin duda por inadvertencia, no ha
previsto la cotutela del marido en ninguno de los casos, in­
dicados anteriormente, en que la tutora legal o testamenta­
ria estaba ya casada en el momento en que entra en funcio­
nes. Parece tanto más imposible,, sin un texto, imponer al
marido la carga de la cotutela, cuanto que su mujer, en
esos mismos casos, no tiene necesidad de su consentimiento
para ser tutora. No obstante, en casos de este género, la
desconfianza en el marido puede justificarse tanto o más
pie en los otros. Basta con suponer a una madre divorcia-
la y vuelta a casar antes de*que la tutela se haya abierto
por la muerte del padre. El segundo marido, al que se
dispensa de toda responsabilidad, es, sin embargo, más de
temer que el de una madre viuda.
En los casos en que es cotutor, el marido de la tutora
lo es en principio mientras dura el matrimonio; pero, como
el matrimonio es la única razón de ser de su cotutela, ésta
cesa de derecho por la muerte de la mujer, por el divorcio y
también por lá separación de cuerpos (1), que, al hacer im­
posible la colaboración en extremo estrecha, supuesta por
la cotutela, restituye a la madre una tutela libre, sin peli­
gro en lo sucesivo. En cambio, en tanto que el matrimo­
nio no resulta legalmente interrumpido ni roto, la tutela
de la mujer y la cotutela del marido son inseparables. La
incapacidad, la excusa o la causa de exclusión, que pusiera
fin a una, haría desaparecer a la otra (2).
491. Mantenimiento de la tutela por el Consejo de
familia.—Por último, la ley prevé, de una manera todavía
fragmentaria una tercera regla, inspirada en la misma
idea de desconfianza que las anteriores. Cuando una tu-
(1) Tr de Narbonne, 7 junio 1901, D. 1901. 2. 410. Baudry-Lacantinerie,
Chéneaux v Bonnecarrére, V. núm. 342; Aubry y Rau, I, pfo. 99 bis, nota 41 ter.
Í21 Boui-rcs 28 enero 1857, D. 59. 2. 50, S. 57. 2. 508; Reúnes, 25 jumo
1857 S 58 2 408- Tr. Sena, 29 nov. 1872, D. 73. 3. 1G, S. 73. 2. 150. Racional­
mente, se puede hacer excepción, no obstante, del caso de interdicción del marido.
TUTELA DE LOS MENORES 473

tora/cualquiera que sea su título a la tutela, se casa, o se


vuelve a casar estando en funciones, queda obligada a re­
unir al Consejo de familia, que decidirá si la tutela debe
serle mantenida (1) (art. 395). Parece también imposible
extender ese texto fuera del caso que prevé (2), puesto que
establece una destitución. Desde entonces, la tutora legal,
casada en el momento en que la tutela le es concedida (véan­
se los casos indicados en el núm. 489), no tiene necesidad,
para conservar la tutela, de proveerse del asentimiento del
Consejo de familia. Dada la concepción de la ley, hay en
este punto un vacío considerable en los dos casos de la ma­
dre natural (3) y de la madre divorciada (4). Estos casos
que son los que el hijo tiene más necesidad de ser defen­
dido, resulta que se halla privado a la vez de la garantía de
la cotutela, y de la garantía de la intervención del Consejo
de familia.
La jurisprudencia considera como soberano el acuer­
do del Consejo de familia en cuanto mantiene o no la tu-
te’a (5). Como la tutela legal, del mismo modo que la tute­
la dativa, no puede ser condicional, parece que el Consejo
no puede poner condiciones al mantenimiento de la tutora
(argumento art. 405) (6). La retirada de la tutela a la
madre casada en segundas nupcias entraña siempre la tu­
tela dativa (7). Si la tutora descuida el convocar al Con­
sejo de familia cuando se casa o se vuelve a casar, cosa que
(1) Este mantenimiento, además, la priva, según, la jurisprudencia, de una
parto de las ventajas otorgadas al padre y a la madre tutores. El cotutor, como
no goza de esas ventajas, hace, que las pierda la tutora a causa de la indivisibili­
dad de su administración (V. inp'd, núm. 537) ; se comprendería mejor lo contrario.
(2) Comp. sin embargo, París, 4 dic. 1807, D. Jur. Gén., v9 AtiViorité, n9 116.
(3) Una sentencia de Limogesí de 17 marzo 1924, Gas. Pal., 24 mayo 1924,
aplica en sus considerandos a una madre natural la destitución del art. 395, aun­
que no ha reconocido al hijo sino después de su matrimonio. Justifica esta so­
lución por la rctroactividad del reconocimiento. V. también, Caen, 22 marzo 1860,
D. Jur. Gen., Sup., v9 Minorité, núm. 87, S. 60. 2. 610.
(4) Sobre el caso de» la madre divorciada y vuelta a casar, comp. París, 3
dic. 1924, Gas. Tnb., I9 feb. l:\15, y Roucn, 15 enero 1925, Gas. Pal., 1925. 1. 495,
que parecen admitir la necesidad de una confirmación del concejo de familia.
Sobre la cuestión, v. Sainsot, Peu. du Notarial, 1925. 1. 89.
(5) Civ. 23 junio 1902, concl. Beaudouiu, D. 1902. 1. 347, S. 1902. 1. ?85;
31 dic 1992, D. 1903. 1. 143, S. 1903. 1. 88; Besaron, 30 nov. 1904, D. 1905. 2. 120.
S. 1905. 2. 164; París, 21 feb. 1924, D. H. 1924, p. 270, V. infró, núm. 493.
(6) Grcnoble, 28< julio 1832, D. Jur. Gen., v9 Minorité, núm. 402, S. 33? 2. 76;
Caen, 30 dic. 1845, D. 46. 4. 501, S. 46. 2. 261; Grcnoble, 21 junio 1854, S. 55. 2.
407; Comp. Req. 5 marzo 1855, D. 55. 1. 341, S. 55. 1. 283. La tutora administra
válidamente sin tener en cuenta las condiciones establecidas. (V. ín/rd, núm. 544).
La retirada, pronijuciada por el consejo de familia en provisión de casamiento, se
halla siempre subordinada a la realización de éste: Burdeos, 27 mayo 1919, D.
1922. 2. 114, S. 1920. 2. 85.
(7) Req. 26 feb. 1807, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 151; París, 24 junio
1857, D. 57. 2. 10, S. 56. 2. 527; Montpellier, 13 junio 1866, D. 68. 2. 162, S. 67. 2.
114; Renncs, 21 julio 1890, D. 91. 2. 162, S. 91. 2. 20.
474 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ocurre realmente con frecuencia, se encontrará privada de


pleno derecho de la tutela (art. 395). Y sin embargo sus
responsabilidades y las de su marido se aumentan; ya las
examinaremos a propósito de la tutela de hecho (infrd, nú­
mero 505).
492. C. Exclusión (1). Causas de exclusión.—Son
éstas:
1’ Un pleito con el pupilo, en el cual se encuentre em­
peñado o el tutor, o su padre o su madre y que amenaza el
estado del menor o una parte notable de su fortuna. La
ley teme la falta de imparcialidad de ese tutor. La grave­
dad del pleito pecuniario es apreciado, a este respecto, por
el Consejo de familia (2).
2* Las condenas a una pena criminal, que entrañan
como consecuencia la degradación cívica (arts. 443 C. Civil
y 34-4’ C. Pen.), así como algunas penas correccionales (ar­
tículo 42-6’ C. Pen.). No hay excepciones para las condenas
políticas, como en la ley de 24 de junio de 1889. Los con­
denados pueden, no obstante, ser tutores de sus propios
hijos, previa conformidad de la familia (arts. 34-4’ y 42-6’
C. Pen.), salvo si caen también bajo la acción de la destitu­
ción de la ley de 24 de julio de 1889. Diferentemente del
caso anterior, hay exclusión de pleno derecho.
3’ La destitución o la simple retirada parcial de la
patria potestad. Ya. hemos criticado esta disposición (sw-
pra, núm. 398) ; la retirada parcial de la patria potestad no
siempre implica que un padre sea incapaz o indigno de ser
tutor (ley 24 julio 1889, art. 8). También en este punte, se
opera la exclusión de pleno derecho.
4’ La mala conducta notoria, es decir, el libertinaje.
Los hechos son soberanamente apreciados por el Consejo
de familia y el tribunal (3), que pueden declarar insufi­
ciente para la destitución una falta pasajera o más o menos
(1) Aunque sean comunes a todas las tutelas, la gravedad do las causas de
exclusión se exige particularmente en la tutela legal: Tolosa, 18 mayo 1832, D.
Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 363.
(2) Salvo el recurso ante el tribunal: Roq. 21 abril 1880, D. 80. 1. 430 S.
81. 1. 75; Nimes, 2 marzo 1848, D. 48. 2. 58, S. 48. 2'. 295; Nancy, 29 oct. 1898,
D. 99 2. 209. No se puede sacar una causa de incapacidad (lo un pleito ya termi­
nado hace mucho tiempo: Req. 21 abril 1880, precitada.
(3) Req 12 mayo 1830, D. Jur. Gén., v* Minorité, núm. 356, S. 30. 1. 326;
Req. 15 marzo 1864, D. 64. 1. 301, S. 64. 1. 155; 8 feb. 1904, D. 1904. 1. 336, S. 1905.
1 172 Esta soberanía llega a decisiones un poco anárquicas, que traducen sm
dinla la variedad de los hechos, pero también la mayor o menor indulgencia de los
tribunales- Rouen, 24 enero 1859, D. 60. 2. 24; Gante, 18 dic. 1880, D. Jur. Gén.,
C eod ’v’ núm. 265, 8. 82. 4. 28: Douai, 26 oct. 1898, D. 1900. 2. 31: París, 15
a- P IRQ» ’n 99 2 57 S 99. 2. 205; Tr. Saint Etienne 3 mayo 1921, D. 1921. 2.
149; París, 8 dic. 1924, D. H. 1925, p. 86.
TUTELA DE LOS MENORES 475

antigua (1) ; deben atenerse al interés del menor. En nin­


gún caso, una falta ignorada del público y del hijo puede
considerarse que constituye una mala conducta notoria (2)
(artículo 444).
59 La incapacidad (el mismo artículo). La ley habla
aquí, no de la incapacidad jurídica, sino de la torpeza y de
la imprevisión en la dirección de los negocios. Al exigir
que esta incapacidad resulte comprobada en relación con
la gestión de la persona excluida de la tutela, la ley no in­
dica que la gestión que sirva de comparación se refiera ne­
cesariamente a la de otra tutela (3). El Consejo de familia,
que estatuye soberanamente bajo la intervención del tribu­
nal (4), puede igualmente tener 0en cuenta la incapacidad
demostrada por el excluido en la administración de su pro­
pia fortuna. Pero no hay que deducir de ello que la quie­
bra, la bancarrota o la insolvencia de un individuo sean
necesariamente causas de exclusión de la tutela (5). Co­
rresponderá al Consejo de familia y al tribunal examinar
si son debidas a mala suerte o, por el contrario, a incapaci­
dad o, tal vez, a infidelidad.
6’ Realmente, en virtud del mismo precepto, la infi­
delidad, aunque esté probada por la administración de otro
patrimonio que no sea el del pupilo, es una causa de exclu­
sión de la tutela, hay que entender la infidelidad en su sen­
tido amplio y comprender en ella todos los actos reproba­
dos por el honor. Además hay que equiparar con la inca­
pacidad o la infidelidad, el hecho de dejar a la persona de
un pupilo o su patrimonio en abandono (6). El tutor que
se comporte en esa forma es evidentemente más peligroso
(1) Rouen, 24 enero 1859, y Tr. St. Etienne, 3 mayo 1921, precitada, esta
última quo parece demostrar una indulgencia exagerada. En principio, es cierto
que la exclusión puede fundarse en faltas anteriores a la apertura de la tutela.
Caen, 28 mayo .1902', y Req. 8 feb. 1904, S. 1905. 1. 172.
(2) Burdeos, 15 pluvioso, año XIII, D. Jur. Gén., v’ ALinoritc núm. 357;
Rouen, 24 enero 1859, precitada. Para comprobar la notoriedad, el tribunal puede
ordenar una información: Req. 8 feb. 1904, precitada.
(3) Req. 18 marzo 1861, D. 61. 1. 432, S. 62. 1. 698; Aix, 7 enero 1868. D.
71. 2. 129, S. 69. 2. 141; Besamjon, 31 agosto 1870, D. 71. 2. 50, S. 71. 2. 162;
Limogcs, 17 marzo 1896, S. 98. 2. 62.
(4) Además de los casos de las notas vecinas, v. Limoges, 28 agosto 1821,
D. Jur. Gén., v9 Miworité, núm. 361; Tolosa, 18 mayo 1832, S. 32. 2. 470.
(5) Bruselas, 22 junio 1827 y 14 agosto 1833, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm.
358; Burdeos, 25 marzo- 1873, D. 75. 2. 8. Pero suministran sin embargo un ar­
gumento para esa destitución. V. Bruselas, 22 junio 1827, precitada; Tolosa. 18
mayo 1832, D. Jur. Gén., v* cit., núm. 363; Burdeos, 8 agosto 1845, D. 47. 4. 486;
Aix, 7 enero 1868; Besamj.on, 31 agosto 1870, precitadas.
(6) París, 26 termidor, año IX, y Tolosa, 25 nov. 1830; D. Jur. Gén., v*7 Mi­
norité, núm. 363; Paría, 22 julio 1901, D. 1907. 2. 385, nota Boistol. V. también,
Limogcs, 17 junio 1889, D. 90. 2. 336.
476 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

y más culpable que un simple incapaz. El art. 421 trata


igualmente al tutor que se abstuviese dolosamente de hacer
que se nombre un subtutor.
493. Procedimiento de exclusión.—Algunas causas de
exclusión operan, como las incapacidades, de pleno dere­
cho (1). El Consejo de familia no tiene entonces que pro­
nunciar la exclusión, que supone una causal de existencia
anterior a su decisión, sino simplemente tenerla en cuenta
y nombrar otro tutor: así ocurre en los casos de exclusiones
que se derivan de los arts. 34 y 42 C. Pen. y de la privación
de la patria potestad.
En cambio, la existencia de un pleito con el menor (ar­
tículo 442-39), la mala conducta notoria, la incapacidad o la
infidelidad de la persona llamada a la tutela, no pueden anu­
lar la tutela legal o testamentaria, sino en el caso de que sean
reconocidas de acuerdo con un procedimiento especial.
Este procedimiento implica siempre una intervención
del Consejo de familia, citado por el juez de paz, o bien de
oficio o a instancia de un miembro de la familia o del sub­
tutor, que tiene misión especial a este efecto (2) (art. 446).
El juez de pa-z está obligado a atender la instancia de éste
o de todo pariente de cuarto grado a lo sumo (art. 446).
El excluido debe ser llamado al Consejo (art. 447), por
medio de una citación hecha en su domicilio; no obstante,
el defecto de citación resultará subsanado por su presencia
en el Consejo, su adhesión o su dimisión voluntaria (3). El
Consejo se atiene a las reglas ordinarias; pero el uso admi­
te (4), erróneamente, el voto de la persona que demanda la
exclusión, lo .que exige, lógicamente, que se admita tam­
bién al tutor para que vote personalmente (5). Es bastan­
te hacer que voten los parientes de los dos (6). El acuer­
do en que se pronuncie la exclusión nombrará directamen-
te en la mayoría de los casos al nuevo tutor (7). Indicará,

(1) Sobre el efecto automático de la interdicción, Gante, 13 fcb. 1897, D.


99. 2.
2. 27. Contra el efecto automático de la reclusión: París, 2 agosto 1895, D.
96. 2. 56.
El tutor no puede tomar la iniciativa de ello: París, 21 enero 1897,
(2) E-
D. 97. 2. 174.
París 22’ julio 1901, D. 1907. 2. 385. Si el domicilio es desconocido, se
toguirán las reglas del art. 69, § 8. Pr. civ.
° . i
Aubry .. Rau, 11, pfo.
y T>«.. nfn LIO
M9, np. 745
745;• Req. U2 mayo 1830, D. Jur. Gén., v’
.Vtnoriíé, núm. 356.
Esto derecho
(5) E-í- 2— es negado al tutor: Tr. Clermont, 7 marzo 1923, Gaz. Trib.,
17-12 junio 1923.
(6) Req. 1612 dic. 1829, D. Jur. Gén.t v9 Puissancc patcmcUe, núm. 78. Comp. *
París, 10 julio 1874, D. 776. 2. 188.
(7) Lyon,
r_ 30 nov. 1837. D. Jur. Gén., v» Minorité, núm. 245-388.
TUTELA DE LOS MENORES 477

so pena de nulidad, la causa de la exclusión (art. 447). Cual­


quiera que sea la solución adoptada (1), es posible un re­
curso ante el tribunal.
El acuerdo excluyendo a un tutor no es eficaz por sí
mismo; exige la adhesión voluntaria del excluido o la apro­
bación del tribunal. Hasta entonces, el tutor nombrado en
sustitución del excluido, no .puede entrar en funciones (ar­
tículo 448). Pero como esta regla tiene por objeto proteger
al excluido, sólo este último puede quejarse de haber sido
irregularmente reemplazado y atacar los actos del nuevo
tutor (2).
La adhesión del excluido puede ser dada en la sesión
misma del Consejo de familia si asiste a ella y se hace cons­
tar entonces en el acta. Puede también ser anterior y tra­
ducirse por la dimisión voluntaria que el tutor ha declara­
do que presenta (3). El Consejo de familia, además, no
se halla en absoluto obligado por esa dimisión y puede pro­
nunciar o no la destitución.
Por último, la adhesión del tutor puede ser posterior
al acuerdo y manifestarse bajo una forma cualquiera, in­
cluso tácitamente (4).
En defecto de la adhesión del excluido, corresponde al
subtutor (art. 448) (5), o si éste no actúa, a un miembro
cualquiera del Consejo de familia, e incluso al nuevo tutor
nombrado (6) interesar la aprobación ante el tribunal (7).
Esta actuación será evidentemente contenciosa, y el
tutor debe, pues, ser reemplazado (8). El tribunal resuelve
(1) Bourgos, 13 junio 1906, D. 1908. 5. 15. Sin embargo, la ley no prevé
explícitamente ningún recurso contra el acuerdo que rechaza la destitución; por lo
tanto se puedo preguntar si esta jurisprudencia está de acuerdo con la señalada y
criticada en el núm. 491.
(2) Req. 14 junio 1842, D. Jur. Géu., v* Intcrdiction, núm. 244, S. 42. 1. 742.
(3) Req. 17 feb. 1835, S. 35. 1. 81; 2 agosto 1876, D. 77. 1. 61, S. 77. 1. 255;
Limoges, 17 marzo 1896, S. 98. 2. 62; París, 21 enero 1897, D. 97. 2. 174 (motivos).
(4) Rennes, 14 mayo 1831, D. Jur. Gen., v* Aíinorité, núm. 377; Req. 14 junio
1842, precitada (sol. impl.); París, 22 julio 1901, precitada.
(5) Se trata de un subtutor anterior a la destitución. Si, con ocasión de
ésta, el subtutor ha sido cambiado, este cambio no perjudica al tutor hasta que
la destitución no haya sido aprobada: Bruselas, 12 nov. 1830, D. Jur. Gén., v*
íJinorité, núm. 381; Grenoble, 24 junio 1845, D. 46. 4. 502.
(6) Hay en efecto interés en hacer validar su nominación. Comp. Grenoble,
?4 junio 1845, precitada.
(7) Este no puede ser encargado de la destitución por la vía directa. Nancy,
7 enero 1899, D. 1900. 2. 273.
(8) Solución casi cierta actualmente: Orleans, 12' enero 1850, D. 50. 2. 60;
Civ. 7 abril 1875, D. 77. 1. 371, S. 77. 1. 469, sol. impl.; Tr. St.-Etienne, 3 mayo
1921, D. 1921. 1. 149. Resulta, pues, que si no se demanda al tutor, el tribunal
debe negarse a aprobar y si otra cosa hace, el tutor puede dirigirse al mismo tribu­
nal para hacer que se anule el acuerdo aprobado (Civ. 7 abril 1875, precitada). No
?e deduce de eso que se lo prohíba apelar al tutor que no haya sido demandado.
La sentencia de 1875 que lo dice es anterior a la jurisprudencia que permite hoy
478 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

en audiencia pública (1) y se concede apelación; pero obra­


rá prudentemente, si es que mantiene la exclusión, orde­
nando la ejecución provisional del acuerdo aprobado (2).
En el caso de que, al no ser apelado por nadie el acuerdo,
el tutor quiera anular la amenaza que pesa sobre él por el
hecho del acuerdo del Consejo, podrá atacar este acuerdo
por medio de un recurso contencioso ante el tribunal, con­
tra el subtutor (art. 448). Este recurso difiere del de de­
recho común previsto por el art. 882 Pr. Civ., en cuanto
este último se ejerce contra los miembros del Consejo de fa­
milia que han votado el acuerdo atacado, todos los cuales
deben ser emplazados y en este caso, en cambio, el empla­
zamiento no se dirige sino contra el subtutor (3). Pero el
tribunal podrá ordenar que sean citados los miembros que
hayan votado la revocación, y estos podrán intervenir’ en
la instancia, del mismo modo que el pariente o afín que haya
acudido ante el Consejo do familia instando la exclusión,
aunque no haya tomado parte en el Consejo (art. 449).
En el caso en que el tribunal rehúse la aprobación del
acuerdo, el tutor legal o testamentario continuará en fun­
ciones y los gastos de la instancia incumbirán al menor,
salvo culpa grave o dolo que permita imputarlo a uno o va­
rios miembros del Consejo de familia demandados, o del
atutor de la demanda de exclusión (4). Si, por el contra­
rio, la exclusión es confirmada, produce efecto a partir de
la aprobación y el tutor excluido debe correr con los gastos.
En los casos de hijos naturales, el tribunal, que no se
considera entonces que estatuye como Consejo de familia,
puede, por sentencia dada, en audiencia pública (5), tras­
ladar la patria potestad y la tutela de uno de los padres al
otro.
la apelación de todas las sentencias de aprobación (V. infrd, núm. 520). Las deci­
siones contrarias en apariencia a la solución que presentamos, so justificarían in­
cluso hoy, puesto que tenían por objeto permitir la apelación al tutor contra la
decisión dada en su ausencia: Nimes, 8 julio 1834, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm.
384, 8. 35. 2. 198; Retines, 19 marzo 1844, ibid., núm. 384; París, 8 dic. 1875, D. 78.
2. 51. Comp. Rennes, 4 junio 1833, D. Jur. Gen., v9 cit., núm. 383; París, 2 agosto
1895, D. 96. 2. 56.
(1) Tr. Sena, 28 junio 1924, Gas. Pal., 24 oct. 1924. Corap. Rcq. 3 mayo 1909,
n 1912. 1. 105, S. 19Í0. 1. 257, que da competencia a la Sala del consejo (pero so
trata de la destitución de un tutor de hijo natural y ol tribunal hacía por lo tanto
(le consejo de familia).
(2") Burdeos, 14 enero 1903, D. 1903. 2. 188, S. 1903. 2. 166.
(3) Lieja, 17 marzo 1831, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 385; Montpellier,
24 mayo 1883, I). Jur. Gén., Sup. eod., v9 núm. 76. Aubry y Rau, I, pfo. 96, nota
34 p. 624.
' C4) Burdeos, 29 dic. 1890, D. 92. 2. 368, S. 91. 2. 221.
(5) Civ. 31 oct. 1917, D. 1917. 1. 158.
TUTELA DE LOS MENORES 479

§ 4.—Misión y responsabilidad del tutor


494. Doble misión del tutor—El tutor tiene una mi­
sión cuya naturaleza varía según que se ocupe, del patri­
monio o de la persona del menor.
En cuanto al patrimonio, es en principio representan­
te legal del pupilo que se encuentra, cualquiera que sea su
edad, privado de toda iniciativa. Hay en esto una exage­
ración de la ley, contra la cual han reaccionado las costum­
bres, no sin éxito (v. núms. 290, 428 y 529).
En cuanto a la persona d¿l menor, la misión del tutor
no puede ser en principio sino una misión de guarda, de
dirección y de vigilancia, puesto que la iniciativa del pu­
pilo es inevitable desde el momento en que está en edad
de manifestarla. No obstante, el menor continúa sin po­
der realizar por sí solo la mayoría de los actos jurídicos
que conciernen a su estado. Pero su representación por el
tutor ya no es tan general porque es imposible no conceder­
le el derecho de participar en su propia dirección. Las so­
luciones diversas adoptadas por la ley en esa materia serán
objeto de un examen especial (infra, núms. 529 y s.).
495. Carácter gratuito de la tutela. — El tutor está
obligado a administrar gratuitamente; así lo quiere el prin­
cipio del carácter gratuito del mandato. El art. 471 confir­
ma implícitamente este principio no dejando figurar hono­
rarios en las partidas de la cuenta de tutela.
Como el tutor está obligado a aceptar una tutela gra­
tuita, resulta que todo acuerdo del Consejo de familia por
el cual se le fijen honorarios, equivaldrá a un acto de dis­
posición a título gratuito de los bienes del menor y como tal
prohibido (1). Sin embargo, como el Consejo de familia
tiene la misión de reglamentar el presupuesto de la tutela,
autorizando hasta donde sea preciso al tutor a usar de man­
datarios pagados, y como el tutor tiene derecho al reem­
bolso de sus gastos, nada impide, según admiten los tribu­
nales, que el Consejo de familia disponga anticipadamente
ese reembolso y conceda al tutor una cierta suma en pre­
cisión (2). Varias decisiones de jurisprudencia han de-
(1) Req. 14 dic. 1863, D. 64. 1. 63, S. 64. 1. 21 (motivos); Douai, 5 abril
1865, D. Jur. Gen., Sup. v9 Minorité, núm. 339, S. 66. 2. 301 (motivos) ; París, 6 nov.
1896, D. 97. 2. 70, S. 99. 2. 29 (motivos); Montpellier, 19 mayo Í910, AZon. Jud.
Trib. Midi, 3 julio 1910; Req. 5 julio 1920, D. 1921. 1. 157, S. 1921. 1. 52 (motivos).
(2) Req. 18 abril 1854, D. 54. 1. 387, S. 55. 1. 120; Dijón, 14 mayo 1862, D.
62. 2‘. 121, S. 62. 2. 449 y en apcl.: Req. 14 dic. 1863, precitada; Douai, 5 abril
480 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

clarado que esta concesión no dispensará al tutor de dar


cuenta de sus gastos sin poder retener, de ]a suma conce­
dida, sino sus gastos justificados (1). Pero decisiones más
numerosas permiten reglamentar forzosamente, desde la
apertura de la tutela, la suma anual que el tutor podrá re­
tener a título de gastos de gestión (2). Esa libertad per­
mite al Consejo de familia, salvo recurso al tribunal, burlar
el principio del carácter gratuito de la tutela, concediendo
al tutor una indemnización calculada a bulto superior a la
cifra probable de sus gastos. La Corte de Casación respeta
la apreciación del juez del hecho llamado a estatuir sobre el
buen fundamento del acuerdo y se ha llegado a mantener
un acuerdo que concedía al tutor, a título de indemnización
aproximada, la totalidad de los ingresos del menor (3).
Esto era dar al tutor el equivalente del goce legal y simpli­
ficar hasta el extremo de las cuentas de la tutela.
Esta atribución aproximada no puede resultar sino de
un acuerdo especial del Consejo de familia. Si no la ha
pedido, el tutor, que acepta entonces implícitamente el ca­
rácter gratuito absoluto de la tutela, no tiene derecho sino
al reembolso de sus gastos justificados, con exclusión de las
remuneraciones de los mandatarios. Así resulta aún en el
caso de que desempeñe además, la profesión de notario o de
administrador judicial.
496. Responsabilidad del tutor ante el Consejo de fa­
milia.— Si no desempeña su doble misión en una forma sa­
tisfactoria, el tutor responde de ella ante el Consejo de fa­
milia. Este puede prescribirle que cumpla los actos a los
cuales la ley le obliga (v. art. 7 ley 24 febrero 1880), así
como los actos necesarios según las circunstancias. En cuan­
to a aquellos que no son sino simplemente útiles, parece que
el Consejo no puede imponerlos al tutor, salvo las excepcio­
nes que se indicarán más adelante (infraf núm. 544).
497. Destitución.—Pero, en el caso de que la inercia
injustificada del tutor pruebe en su parte incapacidad o
infidelidad, así como en todos Jos casos en que las circuns-
1865 precitada; Grenoble, 8 febrero 1866, D. 67. 2. 71, S. 66. 2. 184; París, 6 no­
viembre 1896, precitada; Rouen, 13 dic. 1905, D. 1908. 2. 223. Req. 5 julio 1920
precitada.^^_i^ 1863, sol. impl.; París, 6 nov. 1896; Montpellier, 19 mayo

1^1^(2)rGCReq. 18 abril 1854; Grenoblo, 8 febrero 1866; Rouen, 13 dic. 1905; Req.
5 julio 1920 precitadas. Esta jurisprudencia está conforme con las tendencias do
las legislaciones extranjeras: V. suprá núm. 426
(3) Grenoble, 8 feb. 1866; Req. 5 jubo 1920, precitadas.
TUTELA DE LOS MENORES 481

tancias revelen en el curso de la tutela, una causa de exclu­


sión, el Consejo de familia, actuando de la misma forma
que para la exclusión de un tutor legal o testamentario, pro­
nunciará la destitución del tutor. El procedimiento es el
mismo. La destitución entra en vigor desde el día en que
el acuerdo del Consejo de familia es aceptado por el tutor
o aprobado por el tribunal (1). Es definitiva (arg. artícu­
lo 445) (2).
El Consejo de familia no tiene necesidad de intervenir
para destituir al tutor en los casos de incapacidad o de ex­
clusión de pleno derecho.
498. Responsabilidad del tutor en relación con el me­
nor.—El tutor es responsable del perjuicio que causa al
menor por la violación de obligaciones señaladas pop? la
ley, como no proceder a la inversión de los fondos (art. 455-
69), o no hacer la conversión de los títulos en nominales (ley
27 feb. 1880, art. 5). Además, el art. 451 le obliga a admi­
nistrar como buen padre de familia y lo hace responsable
de toda, mala administración. Resulta de ello que el tutor
queda tratado más severamente que un mandatario ordi­
nario gratuito, que está únicamente, obligado a poner en los
negocios de otro el mismo cuidado que en los propios (arts.
1374 y 1992) ; si esta indulgencia se otorgara al tutor sería
peligrosa para el pupilo, y es por eso por lo que el tutor res­
ponde lo mismo de culpas leves que de las graves (3), ya que
la comisión de la culpa se aprecia soberanamente por el juez
de la cuestión (4), el que atendido el carácter gratuito de la
tutela da con frecuencia prueba de indulgencia.
Esta responsabilidad del tutor concierne, desde luego, a
sus deberes para con la persona del pupilo; a quien debe
indemnizar por el accidente que le ocurra a éste, debido a
la falta de cuidados que hubiera debido tener; y es igual­
mente responsable pecuniariamente de la ignorancia del
menor, cuya instrucción hubiera abandonado completa­
mente (5).
(1) Trib. Sena, 28 junio 1924, Gas. Pal., 2’4 oct. 1924.
(2) Una jurisprudencia ya antigua admite no obstante algunas excepciones:
Bosamjon, .18 marzo 1806, 17 dic. 1807 y Rouen, 23 marzo 1844, D. Jur. Gén-., v9
Aíinorité, núm. 365-366.
(3) Nancy, 7 feb. 1861, D. 61. 2. 220; Caen, 11 feb. 1888, D. 88. 2. 315;
Rouen, 13 dic. 1905, D. 1908. 2. 233. V. sin embargo, Douai, 11 marzo 1851, en
Req. 10 dic. 1851, D. 52. 1. 152, S. 52. 1. 727; Req. 21 dic. 1897, D. 98. 1. 382, 8.
1901. 1. 171.
(4) Req. 10 dic. 1851, precitada; Civ. 18 agosto 1879, D. 82. 1. 470, S. 80. 1.
102; 15 nov. 1898, D. 1904. 1. 456, S. 99. 1. 140.
(5) Civ. 23 abril 1817, D. Jur. Gen., v? Aíinorité, núm. 729-4’,

482 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

En la administración del patrimonio, su responsabili­


dad puede derivarse ele su inercia. Así, pues, se sanciona
la falta de explotación fructífera de los bienes del menor
o su pérdida o ruina debido a la falta de mantenimiento o
de cuidado. Como, en la hora actual, algunos seguros son
actos normales e indispensables de buena administración,
se hará responsable al tutor que no haya asegurado al me­
nor contra incendios (1) o contra los accidentes del traba­
jo de su personal. El tutor deberá también reparar el per­
juicio causado al menor por la no inscripción de un privi­
legio o de una hipoteca (2). La no interrupción de una
prescripción corriente durante la minoridad (3), el no
reembolso de las cantidades en peligro (4) por su absten­
ción de ciertos pleitos evidentemente necesarios (5), por
un embargo que él hubiera debido evitar poniéndose en
condiciones de pagar las deudas del menor (6), o por la
imposibilidad en que el menor se encuentre de probar sus
derechos contra terceros, por el hecho de la omisión de un
inventario que el tutor hubiera debido ordenar que se hi­
ciera (7).
La responsabilidad del tutor se deriva también de sus
actos positivos, siempre que éstos sean evidentemente per­
judiciales o peligrosos. Se ejerce con ocasión de todos los
actos claramente desventajosos para el pupilo en el mo­
mento mismo en que son celebrados (8), de los pleitos que
intente o sostenga en nombre del menor con mala fe o evi­
dente ligereza: los tribunales no vacilan en poner direc­
tamente las costas de estos pleitos a cargo del tutor (9). El
..<?}„ Rennes, 8 enero 1897, D. 97. 2. 365, S. 97. 2. 127. Comp. Besantjon, 1’
abril 1863, D. 63. 2. 93, S. 97. 2. 127.
(2‘) París, 4 enero 1823, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 726-6.
(3) Pau, 19 agosto 1850, D. 51. 2. 5, S. 50. 2. 587, a condición de que el
menor no haya estado en situación de interrumpirlo personalmente después do su
mayoría de edad. París, 20 junio 1857, D. 58. 2. 88.
(4) E
(4) Req. 28 nov. 1842, ~ " núm. 729-9, S. 43. 1. 323; Nancy,
D. Jur. Gén., v’‘ cit.,
7 feb. 1861, D. 61. 2. 200; Civ. 19 agosto 1879, D. 82. 1. 470, S. 80. 1. 1Ó2; Réq.
15 nov. 1892, D. 93. 1. 37, S. 93." 1. 145.
(5) Rennes, 8 enero 1897, precitada.
(6) Req. 8 julio 1901, D. 1903. 1. 539, S. 1903. 1. 185.
(7) Montpellier, 12 nov. 1924, D. 1925. 1. 17, nota Savatier.
(8? Burdeos, 16 marzo 1841, D. Jur. Gén., v’ Puissance patcrnellc, núm. 729-7.
Salvo no obstante, si el menor puede evitar los inconvenientes del acto haciéndolo
neriuieio resultaría entonces do
anular- el perjuicio de la confirmación, os decir de su hecho.
r9\ 'V art —
(9) 132 ~Pr civ. ‘; Civ. 5 julio 1847, D. 7,0
48. 11. 148, S. 48. 1. 345; Bas­
tía 8 dic 1863, D. 64 2. 1, S. 64. 2. 20; Dijón, 22 dic. 18G5, D. 66. 2. 39, S. 66
288; Montpellier, 9 julio 1869, D. 70. 2. 180, S. 70. 2. 148; Tr. Vannes, 29
22. 288-

enero 1908, “
O. 1908. 5. 35. Esta solución se justifica, por el carácter culposo do
la responsabilidad <con torceros (infrd, núm. 500). Si los gastos no son directamen-
te puestos a cargo> del tutor, la responsabilidad de este último lo impedirá hacer-
los entrar rn < ’ pasivo del menor en el momento de representar su cuenta: Limogee,
en el
23 agosto 1821
- D. Jur. Gen., v’ cit., núm. 361; T. Nerac, 24 feb. 1877, D. 78. 3. 7.
TUTELA DE LOS MENORES 483

tutor es responsable también de toda exageración probadla


de gastos (1), de todos los actos que exponga el patrimo­
nio del pupilo en forma que él debe saber que es peligrosa,
por ejemplo, con la recepción de letras de cambio a guisa
de cobro (2) ; del empleo del capital del menor en opera­
ciones peligrosas o en inversiones de azar (3).
Con mayor razón, el tutor debe indemnizar al menor
por las multas fiscales en que haya podido hacerle incu­
rrir (4) y de los daños y perjuicios contractuales a que haya
dejado que se le condene por virtud de una resistencia evi­
dentemente injustificada.
También incurre en la responsabilidad del art. 450 por
virtud de la elección y vigilancia de sus mandatarios. Hay
en eso una cuestión de hecho. Si bien puede, por ejemplo,
confiar cantidades a un Notario honorablemente conocido,
con miras a su inversión (5), sin incurrir en responsabi­
lidad, incurrirá en ella si dejase sin vigilancia en casa de
un Notario cantidades de las que un día, la bancarrota del
depositario pueda privar al pupilo (6).
Finalmente, las malversaciones del tutor le hacen cul­
pable de abuso de confianza (art. 408 C. Pen.) (7).
499. Determinación de la responsabilidad del tutor
respecto del pupilo.—La obligación de administrar la tu­
tela nace en el momento en que el tutor conoce el hecho que
lo inviste. Así, pues, el tutor dativo que no haya estado
presente en la deliberación en que se le investía de la tu­
tela, no es responsable sino desde el día en que se le hace
la notificación. El Consejo de familia debe desigual’ a uno
de sus miembros para que haga esa notificación dentro de
los tres días, más los plazos de distancia (arts. 418 C. Civil
y 882 Pr. Civ.). Por analogía, la responsabilidad de los
tutores dativos y testamentarios, que comienza en princi-
(1) Rollen, 13 dio. 1905, D. 1908. 2. 233.
(2) Civ. 19 agosto 1879, D. 82. 1. 470. S. 80. 1. 102.
(3) Roq. 23 abril 1902, D. 1902. 1. 309, S. 1904. 1. 5Q6. La insolvencia de
un deudor no implica necesariamente una falta del tutor: Douai, 24 junio 1881, D.
Jur. Gén., Sup. v* cit., núm. 351, S. 82. 2. 60.
(4) Pueden en efecto ser pronunciadas en nombro del menor: Civ. 7 mayo
1901, D. 1905. 1. 497, S. 1903. 1. 97. V. Ley de 8 do abril 1910, art. 12.
(5) Rcq. 10 dic. 1851, D. 52. 1. 152, S. 52. 1. 727. La sentencia hace notar
quo no estaba prohibido entouccs a los notarios el hacer negocios de banca.
(6) Rcq. 21 dic. 1897, D. 98. 1. 382, S. 1901. 1. 174; 22 dic. 1897, D. 99. 1. 83,
8. 1901. 1. 175, sol. ünpl.
(7) Crim. 10 agosto 1850, D. 50. 1. 250, S. 50. 1. 695. 28 abril 1866, D. 66. 1.
356, S. 67. 1. 46; 3 feb. 1870, D. 71. 1. 269, S. 72. 1. 151. El abuso de confianza
está probado desde el momento en quo el tutor, requerido para que dé cuenta por
el consejo do familia, se encuentra en la posibilidad do restituir lo quo ha re­
cibido (Crim. 8 feb. 1870, precitada) .
484 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

pió desde el día en que son llamados a la tutela, se retro­


trae a aquel en que tuvieron conocimiento de su aptitud
para ser tutores.
Esta responsabilidad subsiste en tanto que el tutor está
en funciones, y aún después, si se niega a restituir y a ren­
dir cuentas cuando cesa en su misión. Si la fortuna de su
expupilo, se pone en sus manos voluntariamente, después
de la rendición de cuentas, su responsabilidad no es ya más
que la de un mandatario ordinario (1).
La responsabilidad del tutor se manifiesta con más
frecuencia en el momento de la rendición de cuentas, pues­
to que el pupilo o sus representantes exigen entonces que
añada a su activo los daños y perjuicios a que hubiera es­
tado obligado. En esta rendición de cuentas, la ley estable­
ce a veces presunción de su responsabilidad para facilitar
ciertas pruebas al pupilo: la ausencia del inventario auto­
riza a éste a probar por vox populi el montante de los valo­
res muebles recibidos por el tutor; la ausencia de declara­
ción en el inventario de un crédito del tutor contra el me­
nor, impide al tutor el que pueda consignarlo en cuenta (ar­
tículo 451, párr. 2).
A iniciativa del subtutor, la responsabilidad del tutor
puede, además, ser reconocida desde antis de su rendición
de cuentas (2), en forma de condena al pago de daños y per­
juicios. Puede incluso entrañar la condena de oficio del
tutor por los gastos de pleitos abusivos (núm. 498).
500. Responsabilidad del tutor respecto de terceros.
—Cuando el tutor comete, en su administración, delitos o
cuasidelitos, en los cuales no ha tomado parte el menor, el
tutor puede ser considerado único responsable (3), puesto
que -el art. 1384 no se puede aplicar al menor,que no tiene
parte alguna ni en la elección, ni en la vigilancia de su re­
presentante. El menor está únicamente obligado en la me­
dida del enriquecimiento que el delito del tutor haya podido
proporcionarle (4).
Cuando el tutor se hace culpable de faltas contractual
les en la ejecución de las obligaciones del pupilo, es eviden-
(1) La jurisprudencia se manifiesta en sentido contrario, si no ha tenido
efecto una inversión expresa del título. V. infrd, núm. 502 y 598.
(2) Comp. Limoges, 28 agosto 1821, D. Jur. Gén., v9 cit., núm. <361, que re­
serva simplemente los derechos de los menores para el momento do la cuenta.
(3) Req. 5 julio 1847, precitada; Bastía, 2’3 enero 1855, D. 55. 2. 149, S. 55.
2 97- Montnéllier 16 julio 1891, y Req. 21 marzo 1893, D. 93. 1. 433, nota Pla-
ninl 8 95 241 nota Wahl; Civ. 7 mayo 1894, D. 94. 1. 505, S. 98. 1. 510; Comp.
sin embarco Iteq, 24 nov. 1841, S. 42. 1. 158; Req. 12 mayo 1909, S. 1915. 1. 117.
(4) Req. 24 nov. 1841, precitada; Civ. 28 mayo 1856, D. 56. 1. 377, S. 56.
1 587- Bastía’, 23 enero 1885,. precitada; Montpellier, 16 julio 1891, precitada.
TUTELA DE LOS MENORES 485

teniente al menor al que se considera que ha dejado de cum­


plir y que debe ser condenado al pago de daños y perjui­
cios; pero como la falta emana del tutor, la mayoría de las
veces, éste se halla obligado a prestar garantía al pupilo.
Es una solución análoga la que se debe dar en el caso de que
el menor incurriese, por falta de su tutor, en una penalidad
cualquiera, tal como una multa fiscal (1). En virtud de
esta obligación de garantía, y con la intervención del sub­
tutor, el tutor podrá ser condenado en favor con el deman­
dante (2).
Pero el tutor no incurre en principio en ninguna res­
I
ponsabilidad respecto de terceros, cuando celebra con ellos
un acto irregular que el menor hace anular en seguida (3),
y ello aún en el caso de que sea él mismo el que ejerza por
el menor la acción en nulidad (4). En efecto, los terceros
que celebran con un tutor actos irregulares toman parte en
la pretendida falta que reprochan. No obstante, el tutor
debe garantizarlos, en el caso de que haya prometido esa
garantía constituyéndose en fiador de la regularizaron del
acto (5), o en el caso de que haya engañado dolosamente a
los terceros en relación con la eficacia del acto (6). En es­
tas condiciones, como ya lo hemos observado anteriormen­
te, núm. 498), no puede depender del menor el confirmar el
acto, haciendo que repercuta en su provecho la responsabi­
lidad del tutor.
.501. Continuación. Tutor que goza de una capaci­
dad civil incompleta.—Puede ocurrir que el tutor sea un
menor emancipado o que una tutela.se le confíe a un indivi­
duo sobre el que pese un Consejo judicial. Parece entonces
conforme con la tendencia de la jurisprudencia (supra nú­
mero 251) que se obligue al tutor, cuando celebra por el pu­
pilo actos que él no tiene el derecho de poder realizar por
sí mismo, a hacerse asistir por sus órganos habituales de
protección.
(1) Civ. 7 mayo 1901, D. 1905. 1. 497, S. 1903. 1. 87. Véase la ley de 8
abril 1910, art. 10.
(2) Coinp. las últimas sentencias precitadas y las decisiones que condenan
directamente al tutor respecto de terceros a las costas de un pleito al que Ha con­
ducido abusivamente al menor (swprd, núm. 498).
(3) V. suprd, núm. 262. Conip. sin embargo, Req. 16 junio 1846, D. 46. 1 364.
(4) Nancy, 9 mayo 1885, D. 86. 2. 134, S. 87. 2*. 137; Douai, 10 nov. 1890, D.
91. 2. 133.
(5) Nancy, 9 mayo 1885, precitada (motivos) ; Tr. Belfort, 22 feb. 1924, D.
H. 1924, 447 motivos. V. suprd, núm. 252. Como la obligación de garantía pesa so­
bre el tutor, no le impide, además, proceder en nulidad en nombro del menor (Tr.
Belfort, precitada).
(6) Nancy 9 mayo 1885, precitada, motivos, V. suprd, núm. 262.
486 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Sin embargo, hay que establecer una excepción a esta


regla cuando la tutora es una mujer casada. La mayor par­
te de las veces, como su marido es cotutor, debe participar
en todos sus actos de tutela. En los casos en que no hay
cotutela (suprá, núm. 490), la tutela de la mujer casada
debe ser tratada como la patria potestad y su ejercicio es
independiente de la intervención del marido.

§ 5.—Tutela de hecho (1)


502. Definición de la tutela de hecho. — Se dice que
hay tutela, de hecho cuando una persona ejerce sin derecho
las funciones de tutor de un menor. Toda constitución irre­
gular de la tutela no crea por sí, una tutela de hecho. Así,
pues, el defecto frecuente en el nombramiento o sustitución
de un subtutor, no tiene por sanción sino la responsabili­
dad y la destitución posibles del tutor, que no impide que
éste administre válidamente, salvo en algunos actos deter­
minados.
Igualmente, no hay que considerar al tutor de hecho
como un simple gestor de negocios que, en ausencia de tu­
tor, toma en sus manos, más o menos ocasionalmente, los
intereses del menor sin atribuirse el carácter de tutor. Pero
una administración constante y general de la fortuna del
menor implica ese carácter, puesto que el que la asume sus­
tituye por ella la tutela regular cuya constitución debe pro­
vocar.
No hay que tratar tampoco como tutor de hecho al an­
tiguo tutor que continúa de hecho su administración des­
pués de la mayoría, de la emancipación o de la muerte del
pupilo (2). No se puede hablar ya de tutela, puesto que
ya no hay pupilo; sólo hay un mandato o una administra­
ción de negocios.
Por último, hay que distinguir del simple tutor de he­
cho al tutor putativo que ejerce la tutela en virtud de un
título tachado secretamente de nulidad o de inexistencia.
La jurisprudencia le aplicaría sin duda las reglas del man­
dato aparente y declararía que los actos celebrados por un
tutor semejante son válidos respecto de terceros engañados
por la apariencia: eror comunis facit jas. Este mismo
(1) Sumien, Les tuteurs de fait, Rev. trim., 1903, p. 7S1 y s. Do! mismo,
La tutelle de fait en droit internatwnal privé, Clunct, 1905, p. 316.
(2) Sumien, op. cit. Rev. trim., p. 790 y s. Pero véase sobre la jurispruden­
cia francesa, infrei, núm. 598.
TUTELA DE LOS MENORES 487

tutor difiere del tutor de hecho en que, no habiendo come­


tido culpa alguna, no debe ser tratado en condiciones más
desfavorables que un tutor ordinario.
503. Caso de tutela de hecho.—El caso más célebre
de tutela de hecho es el de la tutora que, al casarse o volver­
se a casar, no promueve la convocatoria al Consejo de fami­
lia para ser mantenida en sus funciones. El art. 395, am­
pliado por la ley de 20 de marzo de 191'7. declara que es
destituida de la tutela, pero continúa siendo responsable,
solidariamente con su marido, de las consecuencias de una
tutela indebidamente conservada.
Se encuentran aún tutelas de hecho en los otros casos
en que un tutor dimisionario o destituido continúa, sin em­
bargo, su administración; o cuando padres naturales admi­
nistren los bienes de un hijo no reconocido, y, por último,
cuando la administración general de los bienes de un me­
nor se asume por subtutor, un coheredero o un tercero
cualquiera.
504. Suerte de los actos celebrados por el tutor de
hecho.—Estos actos no pueden evidentemente obligar al
menor irregularmente representado (1). El tutor de he­
cho no puede celebrar válidamente en nombre del incapaz,
sino actos de conservación. Fuera de esos actos, los terce­
ros alegarán inútilmente su buena fe: salvo en el caso de
la tutela putativa (núm.502), en que les es posible infor­
marse sobre los poderes de un tutor. Además, no pueden
pretender, como si se tratara de un mandato ordinario, que
su error es debido a la imprudencia del mandante y que
éste debe sufrir las consecuencias, puesto que el menor es
irresponsable de su representación irregular.
La nulidad del acto no es sino relativa, como la de to­
dos los actos irregulares que conciernen al menor (suprá,
número 292) (2). La otra parte contratante con el tutor de
hecho, al no poder pedir la nulidad del acto, queda some­
tida a la buena voluntad del menor; pero en todo caso está
en el derecho de hacerse indemnizar, por el tutor de hecho,
del perjuicio que le cause la anulación de un acto que es­
timó válido, si, al menos, el error que ha sufrido tiene ex­
cusa en la apariencia engañosa creada por la tutela de he­
cho (3).

(1) Sumicn, op. y loe. cit., p. 801.


(2) Sumien, op. y loe. cit., p. 801 y a.
(3) Sumien, op. y loe. cit., p. 804. 3
i.
488 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

El acto nulo estará siempre, convalidado, como en de­


recho común, por el dolo del menor, su confirmación o la
prescripción de diez años; por otra parte, el acto nulo no
autoriza nunca al menor a enriquecerse a expensas de otro
(suprá, núms. 294 y s.).
Se llega a resultados parecidos aplicando al acto del
tutor de hecho los principios de la gestión de negocios aje­
nos. Sería, sin embargo, un error, puesto que el tutor de
hecho no se presenta a los terceros como un gestor de nego­
cios, sino como mandatario.
505. Condición jurídica y responsabilidad del tutor
de hecho.—El principio es sencillo: al substituir irregular­
mente a un tutor, el que asume una tutela de hecho comete
una falta de la que debe reparación al pupilo. No puede,
pues, pretenderse exento de ninguna de las obligaciones
impuestas a un tutor regularmente nombrado, puesto que
es debido a su falta el que no haya designación regular de
un tutor. Tan es así, que debe responder en principio aún
de culpa leve (1), tiene que admitir que se le prueben por
pública notoriedad las restituciones debidas al menor si no
la hecho inventario; está obligado de pleno derecho, lo
mismo que un tutor, a pagar interés por las sumas no em­
pleadas por él (2) ; no puede adquirir los créditos de un
tercero contra el menor, ni1 comprar los bienes de éste, el
saldo de su cuenta de tutela devenga de pleno derecho inte­
reses ; y por último, los convenios celebrados por él con el
menor, a las liberalidades que hubiera recibido de éste an­
tes de la rendición de cuentas (3), son nulos.
En cambio, nada autoriza al tutor de hecho a reclamar,
arguyendo su propia culpa, los favores que la ley concede
al tutor regularmente nombrado,^ en comparación con un
mandatario, y entre los cuales el principal es ía prescrip­
ción de 10 años del art. 475 (4).
La responsabilidad del tutor de hecho, como tutor, nace
en el mismo momento en que su administración termina,
o con ésta; o a lo sumo, del mismo modo que la del tutor
regular, al terminar la minoridad. Antes de la ley de 20 de
marzo de 1917, la jurisprudencia adelantaba el punto de
(1) V. sin embargo, Alger, 3 mayo 1896, D. 99. 2. 412', pero, en el sentido
defendido eri el texto, nota Pie, ibid. Sumien, op. y loe. cit., p. 805.
(2) Sumien, p. 807-8. V. infrá, n£m. 542, observando que la jurisprudencia
íinndA a tratar como tutor de hecho al tutor que continúa su administración des­
pués de la mayoría de edad del pupilo (núm. 598).
(31 Civ 14 dic. 1836, S. 3/. 1. 88.
(4) V infrd, núm. 611, bajo el beneficio de la observación de la penúltima
nota. Centró, Sumien, op. cit., p. 806.
TUTELA DE LOS MENORES 489

partida de esa responsabilidad en perjuicio del cotutor de


hecho, en caso de la no convocatoria del Consejo de fami­
lia con ocasión del casamiento de la tutora (1). Se apoya­
ba en el art. 395 que hacía entonces responsable al marido
“de todas las consecuencias de la tutela indebidamente con­
servada” y que oponía al art. 396 que imputaba solamente
al marido cotutor regular la responsabilidad de “la admi­
nistración posterior al casamiento”. Esa jurisprudencia
derivaba en conclusión de esta oposición que la ley había
sancionado la conservación indebida de la tutela hacien­
do responsable al cotutor de hecho de las consecuencias de
la administración de su mujer aún antes del casamiento,
conforme, además, con la antigua jurisprudencia (2). Esta
solución era objeto ya de críticas antes de la ley de 1917,
primero, porque imponía al marido, por una falta que in­
cumbía exclusivamente a la mujer, una responsabilidad ex­
orbitante y además, porque daba una importancia excesi­
va a la diferencia de redacción de los arts. 395 y 396. En
realidad, el primero, si bien hablaba de “todas las conse­
cuencias de la tutela”, indicaba seguramente que se ate­
nía a “la tutela indebidamente conservada”, es decir, pos­
terior al casamiento (3). Esta solución se ha hecho aún
más manifiesta después de que la ley de 1917 ha suprimido,
en el art. 395, la palabra “todas”.
Esta ley ha suprimido también, por equivocación, en el
artículo 395, la palabra solidariamente, que el antiguo texto
aplicaba a la responsabilidad de la tutora y del segundo
marido. Pero la solidaridad no deja por eso de existir en
virtud del derecho común (4).
506. Hipoteca legal.—La jurisprudencia (5) y la ge­
neralidad de la doctrina (6) afectan con la hipoteca legal
(1) Caen, 22 marzo 1860, D. Jur. Gén., Sup., cod., v’, núm. 87, S. 60. 2. 610;
Dijón, 15 julio 1862r D. 62. 2. 146, S. 62. 2. 486; Nancv, 27 junio 1891, Pand., 92.
2'. 197; París, 14 marzo 1905, D. 1907. 2. 23, S. 1906. 2. 156; Aubry 7 Rau, 5» ed.
1, pfo. 99 bis, texto y núm. 26, p. 368; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonneca-
rrórc, V. núm. 345.
(2) Domat, Lois civiles, II, 1. 3. 37; Pothier, Des Hypothéques, I, 1. 3.
(3) Eso es, además, lo que parecen indicar los trabajos preparatorios. Sobre
las redacciones sucesivas del art. 395, v’ Locró, VII, p. 173 y 197. En este sen­
tido A. Colín y Capitant, I, p. 483.
(4) Pues el marido y la mujer son responsables de una falta común: A. Co­
lín y Capitant, I, p. 484. Además, no pueden ser mejor tratados que si la mu­
jer se hubiera hecho mantener en la tutela, caso en que la solidaridad resulta del
art. 396.
(5) Req. 15 dic. 825, S. chr.; Req. 27 junio 1877, D. 78. 1. 412, S. 79. 1. 55;
Req. 23 abril 1902, D. 1902. 1. 309, S. 1904. 1. 506. Estas sentencias conciernen aí
marido del cotutor de hecho. Sobre el caso del tutor que prolonga su adminis­
tración más allá de la mbyoría. v. infrd, núm. 598.
(6) Suraien, op. cit., p. 808; Aubry y Ráu, III, pfo. 264 bis, texto y nota
14, p. 360; Baudry-Lacantinerie y de Loynes, Privilégcs ct Hypothéques, II, núm.
490 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

los bienes del tutor de hecho. Esta era en efecto la solu­


ción del antiguo derecho, que se puede suponer mantenido
por la necesidad de proteger al menor. La regla no ofrece
además, dificultad alguna para los tutores destituidos o
dimisionarios que continúan la administración; la prolon­
gación de ésta forma parte, en efecto, de su cuenta general
(infrd, \iúm. 598) indiscutiblemente garantizada por la hi­
poteca legal. Si la tradición no fuera tan firme, la cuestión
sería por el contrario dudosa para las personas que asumen
una tutela a la cual no han tenido derecho nunca. En efec­
to, aún cuando se comprende que la culpa de atribuirse una
les imponga personalmente las mismas obligaciones que si
fueran tutoras, en cambio se podría dudar de que ello per­
judicase a sus acreedores y compradores, que no son res­
ponsables de ella y que son las víctimas de la hipoteca le-
gal (1).

Sección IV.—El subtutor (2)

§ 1.—Misión y responsabilidad

507. Dualidad de misión del subtutor.—Subtutor quie­


re decir tutor suplente (a). Pero no es ésa su principal
misión: la institución de tutor ad hoc hubiera bastado. Lo
que justifica la existencia permanente del subtutor, es ]a
necesidad de ejercer una vigilancia constante de los actos
del tutor.
El antiguo art. 420 trataba de definir, imperfectamen­
te, desde luego, la misión del subtutor. La ley de 20 de mar­
zo de 1917, al asegurar a las mujeres la subtutela, ha co­
rregido este artículo de tal manera, que ya no contiene in­
dicación alguna sobre la misión del subtutor. Este olvido
del legislador no impide que esta misión continúe siendo la
misma, de igual modo que la forma de nominación del sub-
1187- A. Colín y Capitant, I, p. 484. Se observará, no obstante, que estos últi­
mos autores no toman partido claramente sino en el caso de la cotutela de hecho
del marido de la tutora.
(1) No obstante, pueden creer en la tutela y consiguientemente prever la
hipoteca.
(2) La función del subtutor está suprimida para los pupilos de la Nación,
cuando esta tutela es otorgada a la Oficina departamental (Ley 27 jubo 1917,
nrf- 91'l No existe tampoco para los pupilos do la Asistencia pública (Ley 2 ju­
lio 1904,’ art. 13, modificado por la ley 18 dic. 1906)i
(a) Ya hemos dicho anteriormente que el subtutor (subroge-tuteur) equivale
en el derecho español al protutor (N. del 3.).
TUTELA DE LOS MENORES 491

tutor, también pasada en silencio por el art. 420, después


de la ley de 1917 (1).
508. Función de vigilancia.—La ley exige que el sub­
tutor esté presente en ciertos actos en que los fraudes son
particularmente fáciles: inventario (arts. 451 y 1442), y
venta a pública subasta (arts. 452, 459 C. Civ. y 962 Pr. Ci­
vil). Exige, además, que las sentencias pronunciadas con­
tra el tutor sean comunicadas al subtutor, en defecto de lo
cual no corre el plazo de apelación (art. 444 Pr. Civ.), si
bien es distinto en cuanto al recurso de casación (2).
El subtutor es el encargado de hacer que se inscriba
la hipoteca legal del menor (art. 2137) : de provocar la sus­
titución del tutor fallecido (art. 424), de perseguir en caso
de necesidad su destitución (art. 446) ; de exigir de él, por
mandato del Consejo de familia, estados anuales de cuenta
(artículo 470), hechos sin gastos en papel sin timbre No
obstante, este último derecho no se aplica en el caso en que
el tutor sea el padre o la madre (3).
La ley de 27 de febrero de 1880 ha establecido nueva­
mente esta función del subtutor en todas las operaciones
que conciernen a los valores mobiliarios que. pertenecen a
incapaces, y la inversión de sus cantidades disponibles. El
artículo 7 encarga especialmente al subtutor, bajo su respon­
sabilidad personal, de vigilar el cumplimiento de los precep­
tos legales. Debe, en caso de necesidad, “provocar la re­
unión del Consejo de familia, ante el cual será llamado el
tutor a dar cuenta de sus actos”, puede también salvaguar­
dar los valores del pupilo que el tutor dejara al portador,
oponiéndose a que se hallen en poder de éste (4).
509. Substitución del tutor en caso de oposición de in­
tereses.—El subtutor es llamado a representar al menor
en todos los casos en que se presenta una oposición de inte­
reses entre él y el tutor (5), puesto que los actos celebrados
(1) Respuesta ministerial a la pregunta de M. Desgroux, J. Off., 21 feb.
1923. Gas. Pal., 1923, p. 60; Req. 1’ abril 1924, D. 1924. 1. 121, nota Capitant.
Contrd, Tr. do paz de Le Mana, 27 feb. 1923, Ann. just, paix, 23, p. 287, do acuerdo
con ol cual, el subtutor no tiene ya cualidad para representar al tutor en caso de
falta de interés, de suerte que habría lugar a una nominación de tutor ad. hoc.
En el mismo sentido: Tr. Viro, 8 mayo 1924, Gas. Pal., 22-23 junio 192*4.
(2) Civ. 13 enero 1890, D. 90.’1. 145, S. 91. 1. 49.
(3) Salvo, según la jurisprudencia, si so trata de una madre casada en se­
gundas nupcias y cotutora, puesto que su tutela es indivisible oon la del marido,
que no goza do la exención legal do los estados de situación: Req. 5 mayo 1856,
D. 56. 1. 241, S. 56. 1. 793.
(4) Req. 28 nov. 1911, D. 1913. 1. 116, S. 1913. 1. 381.
(5) Esta oposición es soberanamente apreciada por el juez del hecho: Civ.
30 nov. 1875, D. 76. 1. 340, S. 78. 1. 365; Req. 20 abril 1885, D. 85. 1. 170, S. 85.
1. 255.
492 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

por él solo son nulos (1). La ley prevé principalmente el


caso de arrendamiento concertado entre uno y otro (artícu­
lo 450, párr. 3) ; se podría decir otro tanto de todo contrato
que los ligue con intereses encontrados (2), pero no aque­
llos en que sus intereses son comunes. Por eso, en ciertas
donaciones hechas por el tutor al menor, el primero firma
el acto, a la vez en su nombre y en su carácter de tutor (3).
El subtutor representa también al menor en la aceptación o
repudiación de la sociedad legal que haya existido entre un
padre tutor y la madre fallecida del pupilo (4) y en el prés­
tamo hecho por el menor a fin de pagar una deuda del tu­
tor (5). Es a él a quien debe ser notificada la cesión a un
tercero de un crédito del tutor contra el menor (6).
El derecho de representación de1 subtutor aparece más
frecuentemente aún en las instancias en que están empe­
ñados, cada uno de su parte, el tutor, y el menor: pleitos so­
bre partición (7), procedimiento de prelación o de división
relativo a la hipoteca legal (8) ; demandas tendientes a ha­
cer que se incapacite judicialmente al tutor o se le provea
de un Consejo judicial (9) ; pleito de oposición entre el tu­
tor y el pupilo para la ejecución de un acto que el tutor hu­
biese celebrado en interés común (10) ; demandas que tra­
ten de establecer la responsabilidad del tutor o que tiendan
a la anulación de un acto irregular celebrado por él (11).
(1) Agen, 26 mayo 1864, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 210, S. 64. 2. 131, y
sobre un procedimiento así empeñado; Nancy, 3 julio 1894, U. 95. 2. 2'57, S. 96.
2. 100. Pero la nulidad de una sentencia dada de esa forma, np le impide quo
entre en vigor de cosa juzgada, salvo la responsabilidad del tutor para con el pu­
pilo. Req. 19 junio 1844, S. 44. 1. 547.
(2) V. las sentencias citadas suprd, núm. 479.
(3) Sobre la aceptación, por el padre tutor, de un seguro de vida . suscrito
por él en beneficio -del menor, v. Orleans, 26 njarzo 1887, S. 89. 1. 289; Civ. 25
abril 1903, D. 1904. 1. 150, S. 1903. 1. 329; Limoges, 4 junio 1923, Gaz. Pal., 23.
2. 369. Se verá también que el tutor puede pagar personalmente al menor y pa­
garse personalmente de su fortuna. Sobre el principio así aplicado, v9 suprá, núm.
261. Comp. Civ?30 nov. 1875, D. 76. 1. 340, S. 78. 1. 365; Req. 20 abril 1885, D.
85. 1. 170, S. 85. 1. 255.
(4) Tr. St. Omer, 16 fcb. 1899, D. 1900. 2’. 301. Comp. Req. 20 abril 1885,
precitada.
(5) Si por lo menos, lo que es discutible, se supone la validez de ese prés­
tamo: Req. 28 enero 1896, D. 96. 1. 543.
(6) Roq. 9 dic. D. 75. 1. 411.
(7) Req. 15 mayo 1878, D. 79. 1. 40, S. 80. 1. 193, nota Labbé; Req. I9 fob.
1892 D. 93. 1. 250 S. 93. 1. 253; Grenoble, 6 nov. 1894, D. 95. 2. 347, S. 96. 2. 67;
V. sin embargo, Civ. 30 nov. 1875, D. 76. 1. 340, S. 78. 1. 365.
(8) Burdeos, 4 feb. 1895, D. 96. 2. 233, S. 96. 2. 271.
(9) Req. 9 feb. 1863, D. 63. 1. 279, S. 63. 1. 16; 20 enero 1875, D. 76. 1. 98,
S 75 1 217
(10) Administra entonces los negocios del pupilo al mismo tiempo que los
suyos, hasta que la oposición aparezca: Amiens, 25 feb. 1873, D. Jur. Gén., v»
Minorité, núm. 311. ,
(11) Tr. Sena, 11 enero 1922, Gaz. Pal., 14 febrero.
TUTELA DE LOS MENORES 493

510. Imposibilidad del subtutor de representar al me­


nor en otros casos.—Este derecho de representación del
menor es excepcional. Cuando el tutor mucre, se convier­
te en incapaz o es destituido, el subtutor no asume de de­
recho la tutela, ni siquiera provisionalmente, y debe sim­
plemente provocar el nombramiento de un nuevo tutor (ar­
tículos 419 y 424). Con mayor razón, en tanto que el tutor
está en ejercicio, el subtutor no puede sustituirle, si no hay
divergencias de intereses entre el tutor y el pupilo. La obli­
gación que el art. 444 impone a todo contrario del menor,
de comunicar la sentencia pronunciada contra éste al sub­
tutor, para que comience a correr el plazo de apelación, no
autoriza, al subtutor a apelar por su propia iniciativa, en
ausencia de oposición de intereses entre el pupilo y el tu­
tor (1). Su intervención en un pleito en que el tutor re­
presenta al menor, no estaría justificada sino alegando un
concierto fraudulento entre el tutor y la otra parte, u otra
oposición de intereses entre el tutor y el pupilo (2).
Sin embargo, se puede admitir que el substutor se en­
cargue por el Consejo de familia de celebrar actos legalmen­
te obligatorios, o necesarios realmente, a los cuales se negara
el tutor: la negativa opuesta del Consejo de familia, estable­
ce una divergencia de intereses entre el tutor y el pupilo (3).
Fuera de los casos en que está autorizado a ello, el sub­
tutor que pretende representar al pupilo no es más que un
simple gestor de negocios, muy semejantes a un tutor de
hecho (4).
El subtutor no se halla gravado con hipoteca legal, ni
afectado por las incapacidades que la ley supone al tutor
que contrata con el menor (5). Nada autoriza a nombrar­
le un subtutor ad hoc (6).

(1) Jurisprudencia en esto sentido después de Req. 28 uov. 1887, D. 88. 1.


226, S. 88. 1. 16. Informe Lardenois^ Rouen, 6 dic. 1902, D. 1903. 2. 373, S. 1904.
2. 31.
(2) París, 19 julio 1870, D. 70. 2. 215, S. 71. 2. 69; Pau, 5 mayo 1891, D.
92. 2. 192.
(3) Req. 15 mayo 1878, D. 79. 1. 40, S. 80. 1. 193; Nancy, 17 julio 1886,
D. 87. 2. 39 (recurso rechazado por Req. 28 nov. 1887, precitada).
(4) V. París, 19 mayo 1823, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 736; Req. 14
junio 1831, ib id., núm. 314.
(5) Req. 21 dic. 1852, D, 52. 1. 316, S. 53. 1. 13, concl. de Rouland: Agón,
13 junio 1853, S. 53. 2. 390»; Angers, 29 agosto 1884, D. 88. 1. 241, S. 85. 2. 61.
(6) Actúa en efecto no en su carácter de tutor, sino en su carácter de sub­
tutor. Nota Labbc, S. 76. 2. 97. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarróre,
V. (núm. 384. Véase sin embargo, París, 11 marzo 1843, D. Jur. Gén., v9 Minorité,
núm. 305, S. 44. 2. 153; Burdeos, 19 marzo 1875, D. 77. 2. 25, S. 76. 2. 97; París, 5
agosto 1879, S. SO. 1. 193. Comp. Grenoble,, 6 nov. 1894, D. 95. 2. 347, S. 96. 2. 67.

i
494 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

511. Responsabilidad del subtutor.—Como subtituto


del tutor, tiene la misma responsabilidad que él (1), puesto
que cumple su función con poderes idénticos (2). Como vi­
gilante, la ley lo declara solidariamente responsable con el
tutor en caso de falta de inventario (art. 1442) y de falta
de inscripción de la hipoteca legal (3) (art. 2137). Fuera
de esos casos, el subtutor no responde a las faltas del tu­
tor, a menos de que las haya dejado cometer pudiendo im­
pedirlas, y varios tribunales aprecian su responsabilidad
con una indulgencia extrema, puesto que no lo condenan
sino en el caso de que haya por su parte falta grave o do­
lo (4). Esta indulgencia corresponde a una costumbre muy
extendida, que ha dado por resultado el que caiga en des­
uso la vigilancia del subtutor y es dudoso que sea conforme
con el espíritu de la ley. En todo caso, hacer que se juzga­
ra severamente la responsabilidad deí subtutor, sería uno
de los medios posibles de regularizar la administración tan
frecuentemente ilegal de la tutela, asegurándole un inter­
ventor interesado.
Los tribunales se muestran más severos en los casos
en que la ley encarga especialmente al subtutor de ciertas
misiones determinadas, como la de hacer que se reemplace
al tutor muerto o ausente (5), o asegurar el empleo de los
capitales del menor (6) y la conversión en nominales de sus
valores, conforme a la ley de 1880. Su negligencia debe
también ser severamente apreciada si, a pesar del aviso
del Consejo de familia, dejara de exigir al tutor los estados
de cuentas anuales de la administración.
§ 2.—Designación del subtutor
512. Epoca de la designación.—Es necesaria su nomi­
nación en toda tutela, salvo las excepciones indicadas an­
teriormente (p. 549, nota 2), y la. ley se preocupa tanto de
la rapidez de dicha designación, que prohíbe al tutor le-
gal o testamentario que comience su administración antes
(1) Sobre su responsabilidad y su condena a las costas de una instancia abu-
sivamente ejercida por el pupilo, v. Burdeos, 29 die. 1890, D. 92. 2. 368, S. 91.
2. 221.
(2) Riom, 10 julio 1846, D. 46. 2. 180; Tr. St. Omer, 16 feb. 1899, D. 1900.
2. 30.
(3) Req 12 die. 1898, D. 99. 1. 305, S. 99. 1. 333.
(4) Poitiers 9 enero 1905, D. 1907. 2. 310; Rouen, 13 dic. 1905, D. 1908. 2. ‘¿33.
(5) Nancy 7 feb. 1861, D. 61. 2. 200; Req. 12 die. 1898, precitada.
Burdeos, 21 feb. 1893, D. 93. 2. 361, y en recurso: Civ. 29 julio 1895, D.
(6)
96. 1. 107, S. 97.’ 1. 38.
TUTELA DE LOS MENORES 495

de que se realice (art. 421). Poi' lo tanto, es deber del tu­


tor provocarla en un plazo muy breve (v., infra, núm. 531),
que, en el caso particular de hijos naturales reconocidos,
es de tres meses, según el art. 389, párr. 12 (ley 2 jul. 1907).
Ahora bien, ese deber no tiene otra sanción que la destitu­
ción del tutor, en el caso de que su conducta probara su dolo
(artículo 421) o su incapacidad (art. 444). En la tutela
dativa, el Consejo de familia llamado a nombrar al tutor,
nombra, inmediatamente después, al subtutor (art. 422), a
menos que haya uno ya en funciones.
Se sabe (supró, núm. 464) que la designación del sub­
tutor es anticipada cuando tiene que cumplir primeramente
la misión del curador (art. 393).
513. Duración de las funciones.—Las funciones del
subtutor, dice el art. 425 cesarán al mismo tiempo que la
tutela. El subtutor se nombra, pues, por todo el tiempo que
dure ésta, hasta la mayoría o la emancipación. No habrá
necesidad de reemplazarlo sino en el caso de que muriera,
fuere destituido o tachado de incapacidad, o se excusara en
el curso de la tutela. Además, el cambio de tutor, que deja
en principio subsistir’ sus funciones (1), pondrá fin a ellas
si el subtutor fuese nombrado tutor; el Consejo de familia
tendría también que reemplazarle en el caso de que el nue­
vo tutor fuera de la misma línea que él (infrá* núm. 515)
En todos los casos en que hay que sustituir a un sub­
tutor, esta sustitución debe ser inmediata; el tutor está obli­
gado a velar por que así sea, bajo la misma sanción que se
establece con ocasión de la apertura de la tutela.
514. Forma de nominación.—Aunque el art. 420 no
lo dice, ya desde la modificación de 1917. el Consejo de fa­
milia, reemplazado, en los casos de hijos naturales, por el
tribunal, es el que nombra al subtutor. Los arte. 389. 421
y s. lo implican. Este Consejo está compuesto de acuerdo
con las reglas ordinarias, pero el tutor no puede votar en la
designación del subtutor (art. 423). Parece resultar de ello
que si un Consejo de familia de siete miembros ha elegido
entre éstos al tutor, no cuenta ya con número suficiente para
elegir al subtutor, y en tal caso el juez de paz debe apla­
zar esa nominación para una junta ulterior. Pero el uso
de un gran número ele jueces de paz se manifiesta en sen­
tido contrario (2). En todo caso, esa irregularidad no es
(1) Sobro la sustitución de un subtutor negligente en esta ocasión, v. sin
embargo: Lünoges, 37 junio 1889, D. 90. 2. 336.
(2) V. la discusión entro jueces de paz, Ann. jut. paixt 1869, p 325 300
398, 403; 1870, p. 37-41, 73-86. ' » “ »
496 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

una causa de nulidad, puesto que la presencia de un inca­


paz en una junta del Consejo de familia no basta para anu­
lar ésta, si no hay fraude o perjuicio (1).
515. Quién puede ser nombrado.—El Consejo de fa­
milia goza en principio de la misma libertad que para la
elección del-j.utor. Como la tutela, la subtutela es obliga­
toria para la persona, elegida, puesto que las causas de ex­
cusa, de incapacidad o de exclusión son las mismas. La
mujer casada no puede aceptar una subtutela sin el consen­
timiento de su marido (art. 420, párr. 2). Pero su casa­
miento no le hace perder una subtutela anterior y su mari­
do no tiene parte en el ejercicio de la subtutela, ni aún cuan­
do la mujer reemplaza al tutor, puesto que ningún texto
impone en este caso al marido una responsabilidad análoga
a la del cotutor.
La libertad de elección del Consejo de familia sufre,
no obstante, una limitación: el subtutor no puede ser de­
signado de la misma línea que el tutor (art. 423). Pero,
como los parientes carnales se consideran de las dos líneas,
la elección de uno de ellos como tutor o subtutor deja una
completa libertad para la disposición del otro cargo tutelar.
Esta es la regla que el art. 423 aplica a los hermanos car­
nales.
La nominación de un tutor y de un subtutor de la mis­
ma línea, por otra parte no es nula ni para uno ni para
otro, salvo el caso de dolo (2) ; pero todo miembro de la
familia puede pedir la regularización de la situación para
el futuro, por medio de la dimisión y la sustitución del sub­
tutor.
Sección V.—El tribunal
516. Triple misión del tribunal en materia de tutela.
—El tribunal civil de primera instancia interviene en ma­
teria de tutela, bajo tres aspectos:
l9 como jurisdicción de apelación contra las decisio­
nes del Consejo de familia;
29 como encargado de aprobar los acuerdos más im­
portantes del Consejo de familia;
39 desempeñando
~ n
personalmente
---------------- ’------
la misión de Consejo
de familia de los hijos naturales.
(1) Grenoble, 11 enero 1864, D. 65. 2’. 57, S. 64. 2. 249; Nancy, 7 cuero 1899,
D 1900 2 273. V. suprá, núm. 450.
’ (2) Douai, 22 julio 1856, S. 57. 2. 33; Nancy, 7 enero 1899, precitada.
TUTELA DE LOS MENORES 497

§ 1.—Recurso contra los acuerdos del Consejo de familia


517. Casos en que es posible el recurso. — Indepen­
dientemente de los acuerdos irregularmente tomados,- cuya
nulidad ha sido examinada (suprd, núms. 450 y 458), el tri­
bunal del distrito en que se halla domiciliado un Consejo
de familia, puede entender en todo acuerdo no unánime que
el tutor, el subtutor o un miembro del Consejo estimen per­
judicial para los intereses del menor (art. 883, Pr. Civ.), o
atentatorio a los derechos de un tercero (1), aún en el caso
en que por su objeto, este acuerdo sea válido sin necesidad
de aprobación.
Sin embargo, la jurisprudencia, al admitir que el ar­
tículo 883 Pr. Civ. no tiene por objeto permitir el recurso de
que se trata, sino solamente regular su forma de ejercicio, se
aparta de ese precepto en cuanto a las condiciones de fon­
do del recurso. De una parte, amplía, sus términos, permi­
tiendo que se ataquen hasta los acuerdos tomados por una­
nimidad (2). Pero, de otra parte, restringe arbitrariamen ­
te el precepto desde otro punto de vista. Hay en efecto
algunos acuerdos que la Corte de Casación, corrigiendo la
jurisprudencia anterior de las Cortes de Apelación (3), de­
clara soberanos y exentos de todo recurso, cuando son re­
gularmente tomados. Tales son los que deciden si la mujer
casada debe ser mantenida en la tutela (4). Para recha-
(1) Esto último caso es el de los acuerdos que estatuyen sobre una excusa,
una exclusión o rehúsan al tutor el derecho de- auxiliarse por un administrador pa­
gado (Baudry-Lacantincric, Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 427; Aubry y Rau,
I, pfo. 96. núm. 29 y s., p. 622).
(2) Tr. Gaillac (motivos), 25 marzo .189.1, D. 94. 1. 270, S. 94. 1. 91; Caen,
13 dic. 1897, D. 98. 2. 205, nota Biville, S. 98. 2. 64. Concl. Beaudouin, D. 1902.
1. 347, S. 1902. 1. 385; Aubry y Rau, I, pfo. 96, nota 8; Baudry-Lacantinerie,
i -
Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 425; A. Colín y Capitant, I, p. 497. Jurispru­
dencia anterior contraria: Tolosa, 22 feb. 1854, (motivos), D. 54. 2. 239, S. 54.
2. 197; Agen, 24 dic. 1860 (motivos), D. 61. 2. 20, S. 61. 2. 182; Tr. Arbois, 4 ju­
lio 1868, (motivos), D. 69. 3. 7, S. 69. 2. 88; Roucn, 25 nov. 1868 (motivos), D. 69
2. 76, S. 69. 2. 48; Bruselas, 1.1 junio 1890, D. 91. 2. 249; Dijón, 14 enero 1891, D.
91. 2. 223.
(3) Tolosa, 22 feb. 1854, D. 54. 2. 239: Nancy, 8 abril 1S57, D. 57. 2. 175,
S. 57. 2. 362; Agen, 24 dic. 1860, precitada; Dijón, 14 mayo 1862, D. 62. 2. 121, S.
62. 2. 449; Roucn, 25 nov. 1868, precitada; MontpelÚer, 14 mayo 1883, D. Jur. Gén.,
Sup., v9 Minorité, núm. 77. S. 85. 2. 50; París, 19 nov. 1887, D. 88. 2. 176; Besan^on,
29 enero 1896, D. 97. 2. 305, nota Biville, S. 96. 1. 32; Caen, 13 dic. 1897, D. 98. 2.
505, nota Biville, S. 98. 2. 64. Más raras eran las decisiones en el sentido consa­
grado por la Corte de casación: Grenoble, 1S enero 1854, D. 56. 2. 55, S. 55. 2. 737;
Montpellier, 15 junio 1866, D. 68. 2. 162, S. 67. 2. 114; Angers, 4 nov. 1875, D.
76. 2. 31, S. 76. 2. 168; Tr. Rouen, 27 julio’ 1891, D. Jur. Gén., Sup., v9 cit., núm.
170, S. 92. 2. 53.
(4) Civ. 23 junio 1902, concl. Beaudouin, D. 1902. 1. 347, S. 1902. 1. 385,
nota Lyon-Caen; 31 dic. 1902, D. 1903. 1. 143, S. 1903. 1. 88. Esta jurisprudencia
hasta ahora es unánime de todas las Cortes de apelación; Besamjon, 30 nov. 1904,
D. 1905. 2. 120, S. 1905. 2. 164; París, 21 feb. 1924, D. H. 1924, p. 270. V. no
obstante, las sentencias citadas en la nota siguiente y Req. 23 dic. 1924, Gaz.
498 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

zar todo recurso contra esas decisiones, la Corte de Casa­


ción hace observar que la ley no prescribe que se motiven,
y que el Consejo de familia. cuando organiza la tutela, debe,
como sucesor de la patria potestad, hallarse libre de la auto­
ridad de los tribunales, salvo, sin duda, en caso de abuso.
Estas razones generales parecen también eximir de todo
recurso las decisiones, regulares en la forma, nombrando
o confirmando en sus funciones a un tutor o a un subtu­
tor (1) ; las que autorizan un casamiento; una emancipa­
ción o una adopción (2) ; y por último todas las relativas a
la guarda y a la emancipación del menor (3) ; todas depen­
den, en efecto, de esa magistratura familiar que pertenece
cuando viven a los padres, y la ley no exige que se motiven
los acuerdos en relación con ninguna de ellas.
Estas soluciones son de las más dudosas. El art. 883
es realmente el fínico fundamento del recurso contra los
acuerdos del Consejo de familia; no se tiene, pues, el de­
recho de extenderlo ni de restringirlo. Además, hay una
contradicción profunda en la doble solución de la juris­
prudencia. Para justificar el recurso contra las decisio-
les unánimes del Consejo, no se da más que una razón: la
necesidad de poner un remedio a los acuerdos manifiesta­
mente perjudiciales al pupilo. Pues bien, esta razón exi­
ge más imperiosamente aún la intervención de decisiones
tan graves como las que organizan la tutela y la guarda
o la educación del menor. La ley admite, además, expre­
samente, ese recurso contra las decisiones que conciernen a
la exclusión o a la destitución del tutor (art. 448), o que
estatuyen sobre una excusa (art. 440), o también que deci­
den si la mujer de un interdicto será su tutora (art. 507).
Finalmente, la obligación de motivar las decisiones del Con­
sejo de familia no está ligada a la admisibilidad de un re­
curso, puesto que no existe sino en el caso del art. 448, y su
ausencia no hace obstáculo alguno al recurso contra los
acuerdos relativos a la administración corriente de la tu­
tela (4).
PaLt 10 enero 1925, D. H. 1925, p. 21. En este sentido Aubry y Rau, I, pío. 96,
núm’. 13 y 99 bis, núm. 23.
(1) Comp. sin embargo, Bourges, 13 junio 1906, D. 1908. 5. 15.
(2) Entre las que permiten un recurso, v.: Tolosa, 22 feb. 1854, D. 54. 2. 239,
S. 54. 2. 197; Bruselas, 11 junio 1890, D. 91. 2. 249.
(3) V Req 3 marzo 1856, D. 56. 1. 290, S. 56. 1. 408; Req. 23 ¿lie. 1924, D.

Xmpl’(4)‘ 1,Sobre2él3recúSrBO1 posible: A. Colín y Capitant, I, p. 497; Baudry-La-


eantinerie, Chéneaux y HouqueB-Foureade, V. núm. 426.
TUTELA DE LOS MENORES 499

La solución restrictiva de la Corte de Casación es con­


traria al movimiento que trata de organizar cada vez más
la intervención judicial de las organizaciones protectoras
de los incapaces, movimiento que manifestaba ya el artícu­
lo 883 Pr. Civ., desconocido por esta jurisprudencia (1), y
que se ha atacado mucho desde entonces. Esta solución tie­
ne, pues, menos probabilidades de mantenerse que la igual­
mente discutible desde el punto de vista legal, pero más con­
forme con los intereses del menor, por la cual se permite el
recurso aún contra los acuerdos unánimes.
518. Ejercicio y efectos del recurso.—El recurso es
posible incluso contra los acuerdos ya aprobados por el tri­
bunal, puesto que esta aprobación es de jurisdicción volun­
taria (art. 888, Pr. Civ.). No obstante, creemos que sea
diferente en el caso de que el autor del recurso no objete
nada a la comunicación que se le hubiera hecho de la de­
manda de aprobación, intimándole a oponerse a ella, si
fuera oportuno. El art. SS3 no fija ningún plazo para el
recurso; los tribunales apreciarán, pues, si, del tiempo trans­
currido, resulta o no que el autor del recurso haya remm-
ciado a él implícitamente.
El recurso se concede por el art. 883 al tutor, al sub­
tutor, al curador del menor, si se trata de un emancipado,
y a los miembros del Consejo de familia, incluyendo a los
que hubieran votado el acuerdo (2). No quedan obligados
por su voto, puesto que se trata, no de sus intereses, sino de
los del pupilo. Unicamente el juez de paz, cuyas funciones
quedan al margen de los debates, no puede recurrir (3). Los
parientes no llamados al Consejo (4) y los terceros no tie­
nen ningún título para proceder, si su exclusión ha sido
regular, salvo cuando el acuerdo lesione sus intereses per­
sonales, en cuyo caso se les concede la acción (5).
(1) Eso es lo que resulta de las declaraciones hechas sobre el art. 883, Pr.
civ., por el tribuno Mouricault, con ocasión de los trabajos preparatorios. Locré,
XXIU, p. 187 y s.
(2) Aubry y Rau, I, pfo. 96, nota 2; Baudry-Lacantinerie, Chéncaux y
Bonnecarrére, V. núm. 428.
(3) Aubry y Rau, I, pfo. 96, nota 4; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bon­
necarrére, loe. cit. Permitirle proceder sería permitirle que dirigiera la acción
contra él, cosa inadmisible.
(4) ’ Caen, 30 dic. 1857, S. 58. 2. 625; Dijón, 13 enero 1S58, D. 60. 2. 179.
V. sin embargo, Nancy, 7 enero 1899, D. 1900. 2. 273. Los parientes omitidos in­
debidamente pueden seguramente proceder: Nancy, 7 enero 1899, prcitada.
(5) Aubry y Rau, I, pfo. 96, 1er. caso, b; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux
y Bonnecarrére, V. núm. 428; Dijón, 15 feb. 1866, D. 66. 2. 63, S. 66. 2. 240. La
acción se halla igualmente abierta, si se trata de pupilos de la nación, a la Oficina
departamental (L. 27 julio 1917, art. 22).
500 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

El recurso se parece mucho a una apelación. Algunas


decisiones (1) lo califican erróneamente de ación en nú-
lidad: permite en efecto al tribunal sustituir por otra de­
cisión la que hubiera tomado el Consejo de familia (2), y
constituye, por lo tanto, una vía de reforma. Sin embargo,
difiere de una apelación por la fortuna, porque se inicia bajo
la forma de oposición a la ejecución de una demanda de
aprobación o a una aprobación pronunciada, o bajo la for­
ma de acción dirigida contra los miembros de la mayoría
del Consejo (art. 883 Pr. Civ.), que deben ser individual­
mente citados (3). Todos los miembros del Consejo, cual­
quiera que sea su opinión, pueden intervenir en la instan­
cia. Esta se oye en audiencia pública, salvo una excepción
para los pupilos de la nación (art. 22, ley. 27 julio 1917).
La sentencia que la termine, como no se considera dada en
apelación, es apelable (art. 889 Pr. Civ.).
Las costas del pleito serán según las responsabilidades
contraídas, impuestas al menor, a los demandantes o a los
demandados (4).

§ 2.—Aprobación de los acuerdos del Consejo de familia


519. Condiciones y naturaleza de la aprobación.—En
principio, los acuerdos del Consejo de familia son ejecu­
torios en sí. No obstante, en casos graves, limitativamente
enumerados, la ley exige su aprobación, es decir, la apro­
bación por un tribunal civil. En ausencia de oposición de
una de las personas que puedan atacar el acuerdo, el tri­
bunal no puede modificar éste (5). Pero puede no apro­
barlo sino parcialmente (6) o condicionalmente (7), exi-
(1) Req. 8 nov. 1893, D. 94. 1. 270, S. 94. 1. 9; Besan^on, 29 nov. 1896, D.
97. 2. 305, nota Biville.
(2) Req. 3 marzo 1856, D. 56. 1. 290, S. 56. 1. 408; Colmar, 19 nov. 1857,
precitada; Bruselas, 11 junio 1890, D. 91. 2. 249. sol. impl.; Douai, 15 dic. 1900,
D. 1903. 2. 9; Namcy, 23 junio 1906, sol. inrpl., D. 1908. 2‘. 329, S. 1907. 2. 145;
Bourges, 13 junio 1906, D. 1908. 5. 15, sol. impl. A. Colín y Capitant, I, p. 497,
nota Savatier, D. 1924. 1. 49. Nosotros la admitimos incluso para los acuerdos
que organizan la tutela.
(3) So pena de inadmisibilidad de la demanda, V. sin embargo, Tr. Saint-
Lo> en Caen, 13 dic. 1897, D. 98. 2. 505, S. 98. 2. 64. Incluso después de aprobación
graciosa, parece que el autor del recurso puede elegir entre las dos vías. Com. los
recursos’contra la destitución de un tutor, suprd, núm. 493.
(4) Caen, 13 dic. 1897, precitada.
(5) Civ. 23 dic. 1924, D. 1925. 1. 65, con el informe del consejero Célico. Al­
gunas decisiones admiten esta regla incluso en caso do oposición; no las creemos
fundadas. Civ. 9 feb. 1863; D. 63. 1. 85, S. 63. 1. 113; 17 dic. 1867, D. 67. 1. 482,
S 68 1 166, Comp. motivos de Civ. 24 dic. 1924, precitada.
(6) Civ. 30 enero 1924, D. 1924. 1. 49. nota Savatier; en el mismo sentido.
GaU^(e^et,Notas ^Savaüc^e’n’Beq^l 2^ enero 1921, D- 1922. 1. 177, y en Civ 30 ene-
ro de 1924, precitada; Gaudemet, loe. cit. V. sin embargo, Civ. 24 feb. 18/9, D.
TUTELA DE LOS MENORES 501

giendo, por ejemplo, para que el acuerdo se considere apro­


bado, que se den ciertas garantías al menos.
Como es un acto de juridicción voluntaria, la aproba­
ción no impide el recurso en el fondo o en la forma contra
el acuerdo aprobado (1). No ampara, tampoco las nulida­
des de ese acuerdo (2), aunque el tribunal deba de oficio
abstenerse de aprobar un acuerdo cuya nulidad compro­
bara (3).
520. Formas.—La aprobación es pedida al Presiden­
te del tribunal por medio de una demanda, unida a una cer­
tificación del acuerdo (art. 885 Pr. Civ.). No obstante,
“si el tutor o cualquiera otra persona encargada de intere­
sar la aprobación no lo hacen en el plazo fijado por el
acuerdo, o, en defecto de fijación, en el plazo de una quin­
cena”, un miembro cualquiera de la asamblea, así como e]
subtutor, podrá perseguir la aprobación por la vía de ac­
ción contra el tutor (art. 887 Pr. Civ.). El procedimien­
to será entonces contencioso. Lo será también cuando un
miembro de la asamblea o el subtutor juzguen oportuno
hacer oposición a la aprobación (art. 8S8, Pr. Civ.). En
todos los casos, es necesaria una comunicación al Ministerio
público (4), cuya audiencia es obligatoria así como el in­
forme de un juez. Si la acción se inicia por la vía de de­
manda, el Presidente responde a ella por medio de un man­
damiento designado al juez informador y ordenando la
citación del Procurador de la República, que consigna su
informe al pie del mandamiento. El caso se juzga en Sala
del Consejo, si el procedimiento continúa siendo de jurisdic­
ción voluntaria.
Aunque el procedimiento en general sea de jurisdic­
ción voluntaria, el art. 889 Pr. Civ. permite siempre la
apelación (5) ; los interesados tendrán, pues, frecuentemen­
te, la elección entre éste y el recurso contencioso ante el mis­
mo tribunal, recurso que hemos estudiado anteriormente.
79. 1. 157. Se observará que la condición do empleo o do rcempleo no es oponible
a los terceros (V. infrá, núm. 576, 579 y 583).
(1) Civ. 7 feb. 1849, D. 50. 1. 77, S. 50. 1. 299.
(2) Civ. 13 feb. 1923, S. 1923. 1. 131. Comp. Req. 23 mayo 1882, D. 82. 1.
367, V. sin embargo, Req. 27 oct. 1885, D. 86. 1. 378, S. 89. 1. 13.
(3) Tr. Clermont, 7 marzo 1923, Gas. Trib., 11-12 junio.
(4) Como este último no es más que parte junta, no es necesariamente de­
mandado en el recurso do casación. Civ. 15 julio 1890, D. 90. 1. 361, S. 91. 1. 9;
Civ. 30 enero 1924 y 24 dic. 1924, precitadas.
(5) Req. 22 julio 1920, 1). 1921. 1. 139, que abandona, la jurisprudencia an­
terior que resultaba do Req. 10 junio 1874, D. 75. 1. 309, S. 78. 1. 157. V. además,
en el mismo asunto que la sentencia de 22 julio 1920; París, 26 enero 1921, D.
1922. 1. 177. No obstante, una sentencia de ¡a Sala civil de 16 uov. 1921, D. 1924.
1. 54, parece dar un paso atrás.
P. y R. T. D. C. — 1 - 17
502 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

§ 3.—Tribunal que suple al Consejo de familia (1)


521. Consejo de familia de los hijos naturales.—Des­
de la ley de 2 de julio de 1907 (párrs. 12 y s., art- 389. C. Ci­
vil), el tribunal civil tiene carácter de Consejo de familia
cuando se trata de hijos naturales menores, de padres cono­
cidos o desconocidos (2). Como, en realidad, es imposible
saber si el hijo de padres desconocidos es o no hijo natural,
esta, competencia del tribunal se extiende realmente a los
hijos, incluso legítimos, cuya filiación es ignorada, si no son
pupilos de la Asistencia pública.
El tribunal de que se trata es, si la filiación resulta
desconocida, el de la residencia del hijo. Este tribunal ten­
drá, pues, facultad para poner al hijo bajo la tutela de la
persona que lo guarda voluntariamente. El domicilio de
tutela no tiene entonces ninguna firmeza; como el tribunal
sirve de Consejo de familia, cambia con todos los traslados
del niño, en tanto que su tutela no haya sido constituida, y,
después, con todos los traslados del tutor.
Si el hijo es reconocido, el tribunal competente es el
del “domicilio del padre investido de la tutela en el momen­
to en que ha reconocido a su hijo”. Continúa siendo el mis­
mo a partir del reconocimiento, a menos que la tutela no
se transfiera al otro padre, a instancia suya, por el tribunal
del domicilio actual del demandado. Después de eso será
atribuida la competencia, para reemplazar el Consejo de fa­
milia, no al tribunal del domicilio actual del padre que ob­
tiene la tutela, sino, de acuerdo con el precepto, al tribunal
de domicilio que tenía cuando reconoció al hijo. Todas es­
tas reglas son visiblemente complicadas y arbitrarias.
522. ¿Cómo decide el tribunal?—El tribunal acuer­
da en Sala del Consejo, aún cuando rechace las demandas de
los padres. Acude ante él el padre o la madre cuando son
conocidos y también el Ministerio público puede también
(1) Gauchet, La tutcllc des enfants naturcls, t. Paría, 1909. Artículos do
Uhabrió y Clunel sobre la ley de 2‘ julio 1907, Lois Nouv., 1908.
(2) No hay que extender esta solución a los mayores interdictos. El Art.
389, en el que la ley de 1907 ha insertado sus disposiciones, está comprendido cu
la sección I, titulada; De la tutela del padre y la madre, y no so aplica, por lo
tanto si no a los menores: además, el Art. 494, relativo a la interdicción, no re­
mite ’para la composición del consejo de familia, sino a la sección IV dol capítulo
de la tutela. Por último, si puede ser difícil do convocar, por falta de parientes,
el consejo de familia del hijo natural menor, el del mayor se compone fácilmente
con la ayuda de sus amigos. La solución contraria no puedo imponerse sino en el
o do oue el hijo natural se halle privado do razón desde su minoridad. En
nuestro sentido, Burdeos, 15 julio 1910 D. 1915. 2. 57, nota Léonce Thomas.
Contra, Tr. Sena, 29 jumo 1909, D. 1910. -J8.
TUTELA DE LOS MENORES 503

reunirse de oficio. El padre o la madre que no hayan pro­


vocado personalmente su reunión, deberán ser citados ante
el tribunal. La oposición y la apelación les está permitido
en todos los casos (1). No dejan por eso de ser privados de
un grado de jurisdicción; el que corresponde, en la familia
legítima, al recurso elevado ante el tribunal.
Ya no hay que hacer distinción alguna entre los acuer­
dos sujetos o no, en derecho común a la aprobación; la adop­
ción de un acuerdo por el tribunal equivale al mismo tiem­
po a la aprobación (2).
Se puede reprochar a esta organización el que da a los
hijos naturales un órgano de protección situado muy lejos
de ellos, que ignoran frecuentemente su existencia y que no
tienen medios de saber las medidas de protección que los sal­
vaguardan (3). Se observará que el tribunal no conoce
solamente la protección de los hijos naturales en su carác­
ter de Consejo de familia, es decir, con ocasión de la tutela,
sino que ejerce también su jurisdicción sobre la patria po­
testad, para repartir ésta entre los padres naturales. Pero
estatuye entonces en audiencia pública, de acuerdo con las
formas ordinarias (4).

Sección VI.—Constitución y organización de la tutela

§ 1.—Gobierno de la persona d&l menor

523. Período durante el cual subsiste la patria potes­


tad; transmisión.—La tutela se abre normalmente por el fa­
llecimiento de uno de los padres. La tutela no afecta al de­
recho de guarda del superviviente, y, sólo en una extensión
variable, su derecho de corrección. El principio es, pues,
que ni el Consejo de familia ni el tribunal tienen derecho a
inmiscuirse en el gobierno de la persona del menor. Esta
regla sufre, en lo que concierne al tribunal» las derogacio­
nes estudiadas en el capítulo de la patria potestad. En
cuanto al Consejo de familia, sólo ejerce intervención efec

(1) So debe decidir, por transposición de la solución admitida para los hi­
jos legítimos, que el padre y la madre naturales pueden elegir cutre las dos vías.
(V. suprd, núm. 520).
(2) No deja de depender do la Sala del Consejo, incluso si hay oposición:
Req. 3 mayo 1909, D. 1912. 1. 105, S. 1910. 1. 257.
(3) Sobre las dificultades legislativas con las cuales choca la organización
do la tutela do los hijos naturales, v. Rousseau. La minorité des enfant naturéls,
París, 1908; Travc-rs, De la- puissance patern-ellc et de la tutclle sur les enfants
naturcls, París, 1907. Informe A. Colin v discusión, Bull. Soc. Et. Lcg., 1902-1903.
(4) Civ. 31 oct. 1917, D. 1917. 1 .* 158, su-prd, núm. 319.
504 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

tiva sobre la fortuna del menor. Cuando más, podrá, en


caso de abuso de la patria potestad sobre la persona del
menor, encargar al subtutor que acuda ante el tribunal, y
hasta que demande la privación de la patria potestad. .Por
su propia iniciativa, el Consejo de familia puede también
pronunciar la destitución del tutor, pero ésta no quita a los
padres sus derechos sobre la persona del hijo (suprct, nú­
meros 301 y 385).
524. Extinción de la patria potestad; transmisión de
sus prerrogativas al Consejo de familia.—Cuando la patria
potestad se extingue, la autoridad sobre la dirección perso­
nal del menor pasa, como la ley lo supone implícitamente,
(arts. 159, 350 y 478) al Consejo de familia, sucesor natu­
ral de la magistratura familiar ejercitada en vida por los
padres. Se sabe, no obstante, que, a menos de peligro para
el hijo, el Consejo de familia debe respetar, en el gobierno
de la persona de éste, los deseos expresados por el padre
o la madre que haya muerto el último (suprá, núm. 305).
Además, no sucede, creemos nosotros, la magistratura de
los padres en cuanto a su intangibilidad (1). Los tribuna­
les tienen un derecho de intervención sobre las decisiones
del Consejo, que les permiten reformarles en caso necesario
en interés del menor. Se trata de la aplicación pura y sim­
ple del art. 883 Pr. Civ. No obstante, algunas sentencias
de la Corte de Casación parecen descartar todo recurso de
fondo contra los acuerdos por los cuales el Consejo de fa­
milia, sucesor en la patria potestad, organiza con este ca­
rácter la tutela (supra, núm. 517).
525. Ejercicio de esas prerrogativas por parte del tu­
tor.—Si el Consejo de familia, en lo que concierne a la per­
sona del menor, es el órgano legislativo de la tutela, el tu­
tor es su órgano ejecutivo. Es en su casa en la que el me­
nor tiene su domicilio, y es él quien debe asegurar la eje­
cución de las instrucciones del Consejo, salvo, no obstante,
cuando se trate de autorización para casarse, de emancipa­
ción y de alistamiento militar, en que las decisiones del
Consejo son ejecutadas por el menor. A condición de res­
petar las instrucciones recibidas, el tutor conserva una am­
plia iniciativa.
Ahora bien, está absolutamente obligado por esas ins­
trucciones (2), cosa que importa tanto más observar cuanto
(1) Sobre todo, cuando hay un tutor testamentario o un ascendiente tutor.
Alizo déla patria potestad sobrevive en ellos: V. Req. 23 dic. 1924, D. 1905. 1. 65.
Ag Reo 3 marzo 1856, D. 56. 1. 290, S. 56. 1. 408; Colmar, 19 nov. 185/,
D 59^ 2 36, 8. 58. 2. 81; Tr. Lille, 10 marzo 1904, D. 1904. 2. 240; Nancy, 23 ju-
TUTELA DE LOS MENORES 505

que en la administración de los bienes, el tutor goza de una


iniciativa completa y no tiene que recibir órdenes del Con­
sejo de familia. Si desaprueba las indicaciones impuestas
por el Consejo de familia, en relación con la persona del
menor, puede únicamente usar del recurso del art. 883 Pr.
Civ. fundado, en el derecho que liemos reconocido al tribu­
nal de reformar en todos los casos las decisiones del Con­
sejo (1). Si viola deliberamente las instrucciones reci­
bidas, el tutor incurre en la pena de destitución y es res­
ponsable del perjuicio causado al menor, del mismo modo
que del perjuicio causado a los terceros por la nulidad de los
actos que haya celebrado por él.
526. Derecho de guarda.—Bajo la dirección del Con­
sejo de familia, el tutor tiene, pues, la guarda del menor.
Pero, como esta guarda no es más que una delegación, la
jurisprudencia permite a aquellos de los cuales la recibe
el tutor que se la nieguen. El padre o la madre que mue­
re el último, o el Consejo de familia, que nombra al tutor,
pueden encargar (2), de la guarda del pupilo a una perso­
na que no sea el tutor. Pero, una vez que el tutor haya sido
nombrado y se le ha encargado de la guarda, del hijo, ésta
no puede privársele de ella, sino por medio de una verda­
dera destitución (3).
Salvo en tener en cuenta la dirección del Consejo de fa­
milia, la guarda del tutor implica las mismas prerrogativas
y las mismas obligaciones que la de los padres. El tutor de­
termina, pues, la religión del pupilo, su forma de educación
y el lugar en que ha de residir; vigila su correspondencia y
regida sus relaciones. Los que censuren las decisiones adop­
tadas por un tutor que no sean el padre o la madre, pueden
acudir al Consejo de familia para que dé al tutor las órdenes
necesarias (4). Una sentencia permite también que se
acuda directamente al tribunal, pasando por encima del
Consejo de familia (5). Eso es olvidar que el tutor, en el
ejercicio de su patria potestad restringida, no es más que
nio 3906, D- 1908. 2. 329, S. 1907. 2. 145. Aubry y Rau, I, pfo. 111, p. 674; A.
Colín y Capitant, I, p. 500; Contrá, Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonneca-
rróre, V. ¿núm. 455.
(1) V. las decisiones citadas en la nota precedente. Comp. Req. 24 dic. 1924,
precitada.
(2) París, 8 marzo 1840, D. Jur. Gén., v’ jtfinorité, núm. 393; Rouen, 4 enero
1883, D. 83. 2. 155, S. 84. 2‘. 175; París, 15 abril 1904, D. 1906. 2. 323; Req. 14
marzo 1917, S. 1922. 1. 169, nota Naquet, V. supr<it núm. 476.
(3) París, 15 abril 1904, precitada.
(4) Req. 3 marzo 1856; Tr. Libio, 10 marzo 1904; Nancy, 23 junio 1906,
precitadas.
(5) Nancy, 23 junio 1906, precitadas.
506 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

un delegado del Consejo de familia; de ahí la necesidad de


provocar la decisión de éste, para saber si se debe ir en
queja ante el tribunal.
527. Derecho de corrección.—La guarda comprende,
en la tutela como en ]a patria potestad, una derecho de co­
rrección sometido a las mismas reglas (art. 46S). No obs­
tante, la encarcelación de un menor en tutela no puede ser
reclamada sino por vía de instancia (suprd, núm. 345).
La iniciativa de la instancia de encarcelación corres­
ponde al tutor; pero necesita la autorización previa del Con­
sejo de familia.
528. Alimentos del menor.—El niño no grava al tutor
a menos que posea contra él un crédito alimentario. Si el
menor tiene bienes suficientes, sus alimentos, que regula
entonces el Consejo de familia (infrá, núm. 541), corren a
cargo de sus ingresos. Si no los tiene suficientes, se le ase­
guran, llegado el caso, por las pensiones alimentarias que le
deben sus ascendientes y por los anticipos sobre el salario
del menor, recibido por el tutor. Falto de recursos, el tu­
tor puede confiar, al niño a la Asistencia pública, desem­
barazándose así indirectamente de la tutela. El niño se
convierte en pupilo de la Asistencia pública en calidad de
huérfano pobre (ley 27 junio 1904, art. 6-3’) ; resultará en­
tonces sometido a la tutela administrativa descrita en el
capítulo de la patria potestad (núm. 325).
529. Iniciativa del menor en la dirección de su perso­
na y en los actos jurídicos que conciernen a ésta.—Aún es­
tando obligado a obedecer a su tutor y sometido al derecho
de corrección, el menor se dirige a sí mismo necesariamen­
te. De ahí, su responsabilidad civil y frecuentemente pe­
nal, en caso de delitos o cuasidelitos cometidos por él; de
ahí, también, su derecho de representar a otro, y, para cier­
tos autores, la validez de la confesión hecha por él {snprá}
número 281), que resulta en todo caso admisible en el reco­
nocimiento de hijo natural (1).
Parece resultar también de ese .poder del menor sobre
su propia persona, que es necesario su consentimiento para
que sus servicios puedan ser arrendados a un patrono.
Todo contrato de trabajo que le concierne no puede, por lo
tanto, ser concertado sino con la doble intervención de su
(1) Eeq *4 nov. 1853, S. 35. 1. 785; Orleáus, 3 6 enero 3 847, D. 47. 2. 17;
Ronnes 2 marzo 1882, 1). 84. 1. 386; Bruselas, 25 fcb. 1888, S. 89. 4. 3. Aubry y
Ttau 5» *"ed. XX, pfo. 568, p. 229 y s.; Baudry-Lacantinerie, Chauveau y Ché-
neaux TV, núm. 651; A. Colín y (’apitant, I, p. 437. V. además, nuestro Tratado
de la Familia.
TUTELA DE LOS MENORES 507

tutor y de él, interviniendo el tutor para autorizarle. Sin


embargo, el art. 3, lib. I, Cód. del Trabajo, da la solución
contraria para el contrato de o/prendizaje, que el tutor con­
cierta solo, tal vez porque se ve en él un medio de educa­
ción. La jurisprudencia parece que no ha tenido que exa­
minar la parte de libertad dada al menor sino en los con­
tratos de trabajo celebrado por hijos bajo patria potestad;
por eso, nos conformaremos con remitir a las explicaciones
dadas a este respecto (1). Se observará, no obstante, que la
participación personal del menor en el convenio, se impone
racionalmente, todavía más si se encuentra bajo la guarda
de un tutor que si se llalla colocado bajo la de sus padres,
cuya autoridad es mayor.
La ley respeta con más amplitud la iniciativa del me­
nor en el matrimonio que contrata personalmente, con la
autorización de un ascendiente o del Consejo de familia y
en el alistamiento militar que celebra el mismo con la auto­
rización del Consejo de familia, hasta los veinte años y por
sí solo después de esa edad (ley l9 abril 1923, art. 64).
Esta iniciativa debe ser más extensa en el caso en que
se intente una persecución criminal contra el menor. Co­
rresponde al menor defenderse personalmente y puede ha­
cerlo sin autorización (v., suprá, núm. 283), aún en el caso
en que la víctima, inicie la acción civil.
Por último, se ha concedido recientemente al menor
una cierta actividad profesional, permitiéndole que se ad­
hiera, después de los dieciocho años a una sociedad de soco­
rros mutuos (ley l9 abril .1898, art. 3) y después de los dieci­
séis años, a un sindicato (ley 21 marzo 1884, art. 4 modifica­
do por la ley de 12 marzo 1920, art. 1).
Al menor, sin embargo, cualquiera que sea su edad, no
se le reconoce ninguna participación personal en el ejer­
cicio de las acciones que conciernen a su estado- A espal­
das de él y sin que pueda proceder contra su representan­
te, se pronuncia su adopción (arte. 348 y s., Código Civil,
ley 19 junio 1923), y su filiación se investiga (v. principal­
mente, el art. 340) (2), o se discute por su tutor, y procede
éste por él en restablecimiento*de su nombre (art. 1, in fine,
ley 2 julio 1923). Con mayor razón, los representantes del

(]) V. núm. 338 y cap. de Las incapacidades en general, núm. 259. Sobre el
pago del salario al tutor, v9 infrá, núm. 561; sobro las acciones relativas al contra­
to do trabajo, infrdt núm. 546; sobre la utilización del salario para la manuten­
ción del menor, suprá, núm. 52'8.
(2) Pero la madre lo intenta en su carácter de madre y no de tutora: Limo-
ges, 17 marzo 1924, Ga<. Pal.t 24 mayo 1924.
508 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

menor pueden ejercer las acciones cuya apreciación per­


sonal le reserva la ley, como la demanda en destitución de
sus padres (1). Apenas si la jurisprudencia reconoce al
menor el derecho de proceder personalmente en una ac­
ción en interdicción, en dación de Consejo judicial o en des­
titución de la patria potestad, intentada contra él (2).
Todas esas soluciones son manifiestamente exageradas.
A partir de diesiséis años, por ejemplo, se podría exigir ven­
tajosamente la inclusión personal del menor en las accio­
nes que interesan a su estado y subordinar a su consenti­
miento el ejercicio hecho en su nombre de las acciones con­
sideradas como exclusivamente reservadas a la persona
(Comp., supra, núms. 258 y s., 279 y s.).
§ 2.—Organización patrimonial de la tutela
530. Distinción de las dos fases de la tutela.—Mien­
tras que desde el punto de vista del gobierno de la persona
del menor, la tutela no sustituye a la patria potestad, sino
después de la muerte de los dos padres, preside, en cambio,
a la administración de los bienes del pupilo, desde la muer­
te de uno de ellos, si se trata de hijos legítimos, y desde el
nacimiento del menor, si se trata de hijos naturales.
Pero, en realidad, la sustitución de la tutela a la patria
potestad no es completa, ni aún desde el punto de vista pa­
trimonial, antes de la muerte de los dos padres. El padre
y la madre tutores conservan, en efecto, en la administra­
ción de los bienes de sus lujos, ciertas prerrogativas que
los colocan por encima de los demás tutores. La entera
constitución de la tutela patrimonial se realiza, pues, en
dos etapas, si hay fallecimiento sucesivo de los padres.
531. A. Primera tase. Tutela del padre y la madre.
Convocación inmediata del Consejo de familia. — Cuando
uno de los padres legítimos muere, el otro tiene por deber
inmediato organizar la tutela de sus hijos, y para eso, con­
vocar al Consejo de familia, desde antes de entrar en fun­
ciones, dice el art. 421. Esta última adición no tiene gran
importancia: en interés mismo de] menor, el supervivien-
' (1) Req. 9 feb. 1863, D. 63. 1. 279, S. 63. 1. 16; 20 enero 1875, D. 76. 1. 28,
S 75. 1- 217.
(2) Diión 24 abril 1830, D. Jur. Gen., v’ Interdiction, núm. 54, 8. 30. 2. 218;
Nimes 23 abril’1839, D. Jur. Gén., cod. verb., núm. 250, S. 39. 2. 433; Bruselas,
17 di/ 1850 D. Jur. Gén.., v*-’ Interdiction, núm. 19; Burdeos, 6 junio 1855, 8. 56.
o 431 cónip. Metz, 30 agosto 1823, D. Jur. Gén., v’ cit.t núm. 19, S. 25. 2. 315;
París 31 eneró 1894, D. 94. 2. 233, S. 95. 2. 84. Véase infrá, núm. 675.
TUTELA DE IjOS MENORES 509

te administra la fortuna de éste, generalmente indivisa con


la suya, durante el intervalo que hay entre la muerte del
otro esposo y la convocatoria del Consejo de familia. No
se le puede reprochar sino en el caso de que el menor sufrie­
ra algún perjuicio con el hecho del retraso con que se ha lle­
vado a cabo dicha convocatoria. El tutor incurre entonces
en una responsabilidad pecuniaria y en la destitución.
Salvo perjuicio causado, los plazos dados por la ley
para la convocatoria del Consejo son, pues, puramente teó­
ricos. Son, además, exageradamente cortos; resulta, en
efecto, de los arts. 421 y 451, que la convocatoria del Conse­
jo de familia y la nominación del subtutor deben preceder al
levantamiento de los sellos y al inventario que, de acuerdo
con el art. 451, tienen ellos que iniciar diez días a lo sumo
después de que el superviviente de los padres haya conoci­
do la apertura de la tutela. La ley de 27 de julio de 1917,
sobre los pupilos de la Nación, prescribe al juez de paz que
convoque de oficio al Consejo de familia, si el padre com­
petente no ha justificado dicha convocatoria quince días
después de la apertura de la tutela.
El primer objeto de ese Consejo de familia es el de
completar la tutela con la nominación de un subtutor. Ade­
más, da al tutor, si es preciso, las autorizaciones que éste
pueda pedirle, principalmente para aceptar a beneficio de
inventario la sucesión del padre fallecido (art. 461), con­
servar en su poder los valores al portador que no se pue­
dan convertir en nominales, proceder, pasado un determi­
nado plazo, a la venta o la conversión en nominales de las
otras (1. 27 feb. 1880, art. 5), y no hacer justipreciar los
muebles del menor que sean preciso conservar (art. 453).
532. Hijos naturales.—A la obligación de los padres
legítimos tutores de convocar en breve plazo al Consejo de
familia, corresponde, cuando se trata de padres naturales,
la de acudir a los mismos fines ante el tribunal que desem­
peña la función de Consejo de familia, dentro del plazo de
tres meses después de la apertura de la tutela (art. 389, pá­
rrafo 12).
533. Inventario.—El tutor legal tiene otro deber ur­
gente : debe hacer que se proceda, en presencia del subtutor,
al levantamiento de los sellos, si han sido fijados sobre los
bienes del pupilo (1) y, en todos los casos, al inventario de H
(1) Es muy necesario que los arte. 819, C. civ. y 911, Pr. civ., que prescri­
ben la fijación de sellos siempre que una sucesión alcanza a un menor, sean efec­
tivamente observados. Debido a una interpretación liberal del art. 911, la juris-
510 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

esos bienes. Como se acaba de decir, el art. 451 impone para


esas formalidades a partir de la apertura de la tutela, un
plazo demasiado corto de diez días, que no es observado
y que no tiene sanción, siempre que el retraso con que se ha
hecho el inventario no cause peí*juicio al menor. Este pla­
zo de diez días se conciba mal, además, cuando se trata de
hijos naturales, con el plazo de tres meses que el art. 389 da
para la nominación de su subtutor, la cual debe realmen­
te ser anterior al inventario. Es evidente que el legislador
de 1907, al dar tres meses para la nominación de un subtu­
tor ha olvidado que el art. 441 encerraba necesariamente ya
esa nominación dentro de un plazo de menos de diez días.
La mayoría de las veces, el inventario requerido por el
art. 451 a la muerte del primero de los padres legítimos, se
confundirá con el exigido por el art. 1442 a la disolución
de la sociedad de gananciales que haya existido entre los
padres, y con el prescripto por el art. 461 para la aceptación,
en nombre del menor, de la sucesión del padre fallecido. En
efecto, la fortuna de este ultimo constituye casi siempre la
mayor parte de los bienes del pupilo. La falta de inventa­
rio de la fortuna del menor es, pues, indirectamente sancio­
nada por las reglas que imponen ciertas destituciones, prin­
cipalmente la de la patria potestad, al superviviente de los
padres, cuando omita el inventario de los bienes comunes.
Además, esta falta de inventario autoriza siempre a los me­
nores a probar más tarde por púbbca notoriedad la consis­
tencia de los bienes no inventariados (arg. art. 1442, pá­
a rrafo 2).
534. Continuación. Declaración de los créditos del
tutor.—Finalmente, el art. 451 prescribe al tutor que de­
clare especialmente en el inventario, so pena de ser desti­
tuido, sus créditos con el menor. La ley quiere por ese me­
dio impedir al tutor que resucite, en el curso de la tutela,
créditos que él se hubiera hecho pagar antes de ]a apertu­
ra de ésta, destruyendo el recibo hallado por él entre los
papeles del menor. Pero, para impedir que un tutor ig­
norante se perjudique con esta regla, el art. 451 quiere que
el Notario requiera especialmente al tutor para que decla­
re sus créditos y los mencione en el acta cíe ese requerimien­
to. En defecto de mención en el acta, el tutor se considera­
rá que ha sido advertido y no se verá privado de su cré-
nírudencia lo dispensa si ol menor tiene un tutor en funciones o ya designado
(Rioni, 30 nov. 1885, D. 87. 2. 45, S. 87. 2. 215)’.
TUTELA DE LOS MENORES 511

dito no declarado (1). Creemos, sin embargo, que la omi­


sión en el inventario entraña prescripción del crédito, del
mismo modo que una respuesta falsa.
La extinción de los créditos no declarados concierne a
aquellos que no son líquidos (2). Sin embargo, los moti­
vos de esta regla parecen limitar su campo. No se refiere
a los créditos que son imposibles de haberse podido pagar
al tutor antes de la apertura de la tutela. Tales son los le­
gados que le hayan hecho el padre o la madre cuya muerte
abre la tutela (3). Lo mismo ocurre con las recompensas
dadas por ese padre o esa madre, en virtud de las reglas
de la sociedad legal, al esposo superviviente, tutor legal (4).
Por último, la extinción no se aplica a los créditos que igno­
raba el tutor al verificarse el requerimiento (5).
535. Continuación. Estimación de los bienes mue­
bles conservados. — El inventario impuesto al tutor no
comprende ninguna estimación del valor de los muebles
cuya valuación se hace directamente por el Notario. No
obstante, el padre o la madre tutores deberán hacer evaluar,
por un experto nombrado por el subtutor y pagado por ellos,
los muebles del pupilo que se quieran conservar, en virtud
de su derecho de goce legal (art. 453). Pero pueden hacer­
se dispensar de esa estimación por el Consejo de familia i

(arg. art. 452). Su autorización es siempre necesaria cuan­


do se trate de la conservación de los muebles por parte de
los padres tutores, después de la cesación del goce legal.
536. Medidas de seguridad inmediatas en relación con
los valores mobiliarios del pupilo. — Una ley de 27 de fe­
brero de 1880 (infra, núm. 575), al asegurar a la fortuna no­ fc
biliaria del menor la protección que le faltaba antes, prohí­
be al tutor que enajene sin autorización los valores del pu­
pilo. Pero esta ley hubiera sido letra muerta si los refo.rt-
dos valores hubiesen podido quedar bajo la forma de valo­
res al portador. Por eso, el art. 5 de la ley de 1880 prescri­
be al tutor que al entrar en funciones convierta en nomina­
les, dentro de los tres meses, todos los títulos al portador (6)
(1) Nancy, 23 junio 1851, D. 52. 2f. 84, S. 51. 2. 711. Baudry-Lacantinerie,
Chóneaux y Bonnecarrero, V. núm. 476.
(2) Nimes, 29 marzo 1852, D. 52. 5. 547, S. 52. 2. 340. Baudry-Lacantinerie,
Chóneaux y} Bonnecai>ére, ibid.
(3) Nancy, 29 junio 1872, S. 73. 1. 357.
(4) Aubry y Rau, I, pfo. 112, nota 10, p. 677.
(5) Aubry y Rau, ibid, núm. 13; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonneca-
rróre, loe. cit.
(6) No hay que entender por eso sino loa títulos emitidos por los Estados y
grandes establecimientos financieros, no los créditos privados trasmisibles al
portador. Aubry y Rau, I, pfo. 112, nota 31, cuad., p. 682.
512 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

del pupilo. Esta regla, que se aplica incluso a los valores


indivisos entre menores y mayores, puede no obstante ver­
se modificada por una intervención del Consejo de familia
o por una imposibilidad material.
El Consejo de familia puede, en vez de la conversión,
disponer la enajenación de los títulos al portador (párr. 1,
in fine). Puede también prorrogar el plazo de tres me­
ses dado para la conversión de los títulos (párr. 3) ; la ley
no indica la duración máxima de esa prórroga, lo que da por
resultado que se permita al Consejo de familia impedir de
hecho dicha conversión en nominales.
Además, hay valores mobiliarios, especialmente títu­
los extranjeros, que no conocen la forma nominal. Otros
títulos no pueden aceptar esa forma, porque una conven­
ción o un testamento ordenan que se mantengan al porta­
dor. El tutor está entonces obligado a consultar, dentro
de los tres meses, al Consejo de familia, que es el que debe
decidir si esos valores han de ser conservados o vendidos
(párr. 3) ; dicha venta podrá también ser ordenada más
tarde.
Por último, en todos los casos en que los valores al por­
tador se hallen, aunque sea provisionalmente, en poder del
tutor, el Consejo de familia puede ordenar que éste haga su
depósito en un Banco o en la Caja de los depósitos y con­
signaciones, de donde no podrá retirarlos sin la autorización
del Consejo.
Aunque la conversión en nominales se halle sanciona­
da por la responsabilidad del subtutor que, para obtenerla,
puede oponerse a que le sean entregados al tutor los títulos
retenidos por terceros (1), la ley de 1880 está muy lejos de
ser obedecida. Además, hay que reconocer que la conver­
sión en nominales no deja de tener inconvenientes prácti­
cos, por virtud de las dificultades considerables con que esta
ley rodea toda enajenación de los títulos del menor.
537. Medidas impuestas a los padres tutores en el
curso de su administración.—Algunas de esas medidas no
son sino renovaciones, siempre que sean necesarias de las
medidas proscriptas al verificarse la apertura, de la tutela.
Así, pues, cuando el menor recoja una sucesión o una libe­
ralidad a título universal, el tutor estará obligado a hacer
inventario; cuando entre los bienes del pupilo figuren títu­
los al portador, el tutor estará obligado, dentro de los tres
(1) Req. 28 nov. 1911, D. 1913. 1. 116, S. 1913. 1. 381.
TUTELA DE LOS MENORES 513

meses, a convertirlos en nominales; cuando el subtutor fal­


te, el tutor deberá en el plazo más breve hacerlo sustituir.
Además, en virtud del artículo 6 de la ley de 27 de fe­
brero de 1880, el tutor está obligado a invertir dentro de
los tres meses, las cantidades disponibles del menor. Para
esa inversión, debe obtener ]a autorización del Consejo de
familia, y cuando pase de 1,500 francos, la aprobación del
tribunal {infra, núm. 578). El Consejo-de familia puede
autorizar al tutor a guardar más tiempo los fondos no inver­
tidos, y prescribir en caso de necesidad, el depósito de esos
fondos en un Banco (art. 6, in fi/ne). Al cabo de tres me­
ses, y falto de autorización, el tutor debe al menor los inte­
reses simples al tipo legal de todos los fondos no invertidos
(art. 456 C. Civ. (2), pero, para los padres tutores, esta
sanción no es eficaz sino después de que cese su derecho del
usufructo legal. El plazo corre desde el día en que el capi­
tal haya sido recibido o haya debido serlo (3).
Aun después del cese del usufructo legal, el padre o la
madre tutores no están obligados nunca a capitalizar para
el menor los intereses y frutos no invertidos. Al imponer
esta obligación a los tutores que no sean el padre o la ma­
dre, los arts. 454 y 455 exceptúan implícitamente a éstos (1).
Hay en esto una singularidad tanto más extraña cuanto que
el padre o la madre tutores resultan de ese modo mejor tra­
tados que el padre administrador-legal (art. 389, párra­
fo 7). (V., suprá, núm. 376.)
538. B. Segunda fase. Tutor que no sea el padre o
la madre. Medidas inmediatamente prescritas.—Después
de la muerte o de la destitución del padre o la madre super­
viviente, se abre una segunda fase de la tutela, cuya orga­
nización se hace sensiblemente más rigurosa. La misma
situación se produce además desde la apertura de la tute­
la, en los casos excepcionales en que los padres o el super
Adviente de ellos fueran desconocidos, excluidos o excusa­
dos.
El tutor que sucede al padre o a la madre tiene a su
cargo, en primer término, las mismas obligaciones que és-
(1) No se trata de intereses compuestos, puesto que los artículos 454 y 455
no se aplican al padre y la madre.
(2) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarróre. V. núm. 516. V. Rouen,
13 dic. .1905, D. 1908. 2. 233.
(3) Civ. 24 dic. 1895, D. 96. 1. 321, S. 96. 1. 25; civ. 15 nov. 1898, D. 1904.
1. 465, S. 99. 1. 140. Pero esta última sentencia descarta la regla para la madre
que se ha vuelto a casar, a consecuencia de la indivisibilidad de su cuenta con la
del marido cotutor se hubiera podido creer eu cambio- que esa indivisibilidad be­
neficiaba al cotutor y le proporcionaba las ventajas conferidas a la madre.
514 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

tos en el momento de iniciar sus funciones. Debe provocar


la convocatoria del Consejo de familia si no lia sido cele­
brado aún; hacer, si es preciso, que se lavanten los sellos
fijados sobre los bienes del menor, levantar inventario de
los nuevos bienes adquiridos por el menor que sucede a su
tutor legal, y convertir en nominales los títulos al portador
de que se hace responsable.
Del propio modo debe recibir y comprobar las cuentas
producidas por el precedente tutor o s;is representantes. No
obstante, hay que observar que, a la muerte de su tutor le­
gal, el menor es a la vez acreedor a esta rendición de cuen­
tas, como pupilo, y deudor de esta rendición de cuentas como
heredero del tutor, de suerte que parece como que se pier­
de todo interés. Pero eso no es más que aparente, pues el
menor no puede aceptar la sucesión de su tutor legal sino
bajo beneficio de inventario (art. 461), y no es personal-
riente deudor de la rendición de cuentas. Además, si po­
see coherederos mayores de edad, éstos tienen por su par­
te que rendirle cuentas, sin tener cuentas que pedirle a él.
Por último, el tutor nuevo tiene un interés muy grande en
una rendición de cuentas regular, que completará el inven­
tario comprobando exactamente la situación de la fortuna
cuya administración toma a su cargo. Como este interés
puede ser opuesto al del menor, el subtutor intervendrá en
la rendición de cuentas (1).
La misión del Consejo de familia que nombra al nuevo
tutor o que es convocado por él, no es idéntica a la del Con­
sejo que hubiesen convocado, para la apertura de la tutela,
el padre o la madre. Además, este nuevo Consejo no tiene
en principio que nombrar subtutor, puesto que éste conti­
núa sus funciones (suprá, núm. 513) ; por otra parte, es lla­
mado a estatuir sobre nuevas medidas impuestas a los tu­
i; tores que no sean el padre o la madre. Estas medidas com­
prenden, en primer término, la venta de los muebles del
menor y después, el reglamento del presupuesto de la tu­
Ii tela.
539. Venta de los muebles. — En primer término, el
tutor (2), que no sea el padre o la madre, está obligado a
hacer que se vendan en pública subasta (3), dentro del
(1) V infrá núm. 597 y 599. En favor de la idea sostenida en el texto: Bo-
sanqon, 27 nov. 1862, V.*62. 2. 2-14. Pero véase París, 31 marzo 1876, D. Jur. Gén.,
Sup. v’ Minorité, núm. 617.
(2) V. Coin Delisle, Rcv. cril., 18.)9 p. 303 a 349. .
la venta es hecha por un oficial público que puede libremente elegir:
(Aubry y liau, I, pfo. 112, nota 20, p. 679) . Sobre las formas do esta venta, v.
Pr. civ., art. 945 y s.
i
TUTELA DE LOS MENORES 515

mes que siga al cierre del inventario, previa fijación de pas­


quines y en presencia del subtutor, todos los muebles cor­
porales (a) del menor, a menos que haya sido autorizado
por el Consejo de familia a conservarlos. Esta autoriza­
ción puede ser dada también, por lo menos dentro de los
límites de la parte de libre disposición, por el donador o
testador del cual el menor obtenga los muebles (1). Salvo
estas excepciones, la regla es absoluta: la ley estima que los
muebles corren el riesgo de destruirse durante la tutela, y
que, en todo caso, su venta es un medio de convertir una
riqueza estéril en un capital que produzca rentas.
La regia se aplica a todos los muebles corporales que
el tutor encuentre en la fortuna del menor, pero no a los
muebles incorporales que, en la mayor parte de los casos,
producen rentas: su exclusión ha sido implícitamente con­
firmada por la ley de 27 de febrero de 1880. Hay que ex­
cluir igualmente de la venta obligatoria los muebles indivi­
sos entre el pupilo y otras personas (2). La regla no se apli­
ca tampoco a los muebles que constituyen frutos o produc­
tos de los bienes del pupilo, en el sentido de que el tutor
puede venderlos privadamente (infra, núms. 558 y 560).
Además, esta última forma de venta puede ser autorizada
para todos los muebles por el Consejo de familia; parece
también que la autorización dada por éste para conservar­
los, implica la de venderlos privadamente.
La obligación de hacer que se vendan en pública su­
basta los muebles del pupilo, dentro de los tres meses, no
tiene otra sanción que la responsabilidad civil del tutor en
caso de perjuicio causado al menor por inobservancia del
precepto. Este perjuicio se produce si los muebles que el
tutor estaba obligado a vender se destruyen en el curso de
la tutela: debe entonces al menor el importe de ellos. En
los demás casos, el menor podrá reclamar también: 1’ El
montante de la depreciación sufrida durante la tutela por
los muebles no enajenados; 29 El montante de los intereses
que hubiera producido el importe de la enajenación de esos
muebles. No obstante, este perjuicio desaparece si los mue­
bles no vendidos eran realmente necesarios al pupilo, que,
en caso de venta, hubiera tenido que comprar otros para
reemplazarlos. Los tribunales apreciarán, pues, si al con-
(a) MuebQes corporales, son los muebles que no so refieren a títulos o dere­
chos mobiliarios. (N. del T.).
(1) Contra, Aubry y Rau, I, pfo. 112, p. 680 ,texto y nota 26, pero véase
ínfrd, núm. 547.
(2) París, 9 enero 1924, D. 1924. 2. 161.
516 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

servar los muebles el tutor se lia comportado “como un buen


padre de familia” (1). Y apreciarán también si el tutor
lia causado un perjuicio al menor prefiriendo la venta pri­
vada a la venta en pública subasta, puesto que el compra­
dor de buena fe se halla protegido por el art. 2279 contra
la nulidad de la primera (2).
540. Reglamento del presupuesto de la tutela. — E]
Consejo de familia convocado por el tutor que no sea el pa­
dre o la madre, debe: 1’, fijar el gasto anual del menor (ar­
tículo 454, párr. 1) ; 2’, determinar la suma por encima de la
cual las_rentas economizadas deberán ser capitalizadas por
el tutor (art. 455). Puede también ordenar al tutor que su­
ministre anualmente al subtutor estados ¿le cuenta (art. 470)
y autorizarle a que se haga auxiliar por administradores
pagados (art. 454, párr. 2) ; estos dos últimos extremos han
sido ya examinados (suprá, núms. 480 y 508). Los otros dos
dan lugar a varias cuestiones.
541. Fijación del gasto anual.—El Consejo de fami­
lia fija anticipadamente la suma que el tutor podrá gastar
anualmente, tanto en la administración del patrimonio del
pupilo como en el sostenimiento del menor, en consonancia
con sus necesidades y recursos; normalmente, el gasto pre­
visto no puede sobrepasar la cifra de los ingresos del pupilo,
pero se puede hacer una excepción en el caso de que éstos no
basten para cubrir sus necesidades (3).
La simia fijada es necesariamente la misma durante
todo el período de la tutela. Desde su origen, el Consejo pue­
de prever que las necesidades o los recursos del pupilo au­
mentarán o disminuirán a medida que avance en edad. En
el caso de que no se haya reglamentado por el Consejo el gas­
to del menor.- el tutor podrá encontrarse, al presentar sus
cuentas, con que so le discuta la utilidad ele sus gastos.
La previsión que se hace es generalmente la de un má­
ximum, por encima del cual el tutor no puede, sin nuevo
acuerdo del Consejo, consignar en cuenta los gastos hechos
por él para sostenimiento del pupilo (4). Pero el tutor no
se halla dispensado de rendir cuenta de esos gastos (5) y,
(1) Rcq. 8 dic. 3824, D. Jur. Gen., v’ 'M.inorité, núm. 427, S. 25. 1. 199; Civ.
9 julio 1866, D. 66. 1. 385, S. 66'. 1. 381.
(2) Grenoble, 3 enero 1906, D. 1910. 5. 8.
(3) Demolombe, VII, núm. 601. La misma solución resulta implícitamente de
Douai, 5 junio 1846, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 435, que permito a un tutor el
cargar en cuenta los gastos útiles hechos para la manutención personal del menor,
a expensas de su capital, sin que el consejo do familia lo haya siquiera autorizado.
(4) A menos de demostrar su utilidad (V. wfrd, núm. 601).
(5) París 6 nov. 1896, D. 97. 2. 70, S. 99. 2. 29, motivos.
!
TUTELA DE LOS MENORES 517

si no ha alcanzado el máximo previsto, reconocer al menor


la diferencia entre ese máximo y los gastos efectivamente
hechos. No obstante, nada impide, según parece, que el
Consejo de familia sustituya la fijación de un máximo por
la de un convenio, mediante el cual el tutor se encargue per­
sonalmente del sostenimiento del menor. Este procedimien­
to, que se parece a un contrato de alimentación, ha sido es­
tudiado anteriormente a propósito del carácter gratuito de
I la tutela (snpra, núm. 465), que sirve frecuentemente para
burlarlo.
542. Fijación del punto de partida de la obligación
de capitalizar los ingresos.—El mismo Consejo de familia
fija la suma por encima de la cual el exceso de los ingre­
sos del menor sobre sus gastos, haya de ser obligatoriamen­
te invertido. Esta inversión deberá hacerse en el plazo de
seis meses, una vez obtenido el montante fijado por el Con­
sejo de familia (art. 455). Si el tutor, que no sea el padje
o la madre (suprá, núm. 537), no ha hecho fijar ese mon­ I
tante, está obligado a invertir cada seis meses todas las su­
mas que tenga el menor, por módicas que sean (art. 456).
En defecto de inversión, el tutor debe los intereses le­
gales de las sumas que esté obligado a emplear. Se com­
prenden en ello los intereses compuestos, puesto que hubie­
ra tenido que invertir de la misma manera las rentas de las
sumas que hubiera dejado sin colocar (1).
El punto de partida del plazo de seis meses, al cabo del
cual el tutor es deudor de los intereses de sumas no coloca­
das, se halla implícitamente fijado por el art. 455 en el
momento en que aparece el exceso de los ingresos sobre los
gastos, es decir, con ocasión de la cuenta anual que debe
presentar el tutor (2). Se ha observado que las rentas co­
bradas durante los seis primeros meses del año quedan de
ese modo improductivas durante más de un.año y las otras
más de seis meses (3). Hay que contestar que esas rentas
deben ser primeramente consagradas a saldar los gastos del
período correspondiente y que es solamente la inversión del
(1) Rcq. 3 julio 1877, D. 78. 1. 56, S. 78. 1. 456; Gante, 21 mayo 1833, D.
Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 469; Lyon, 19 agosto 1853, D. 54. 2. 165, S. 55. 2'. 334;
Dijón, 17 enero 1856, D. 56. 2. 94, S. 56. 2. 349; Douai, 5 abril 1865, D. eod., v’
Sup. núm. 339, S. 66. 2. 301; Roucn, 13 dio. 1905, D. 1908. 2. 233. AubYy y Rau,
I, pfo. 112, núm. 38; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 498.
(2) Gante, 21 mayo 1833; Douai, 5 abril 1865, precitada. Chardon, op. cit.,
III, núm. 515. Algunas decisiones hacen correr los mismos intereses sois meses des­
pués do una presentación de cuenta que fuera, no anual, sino semestral. Rouen,
17 febrero 1842, D. Jur. Gén.t v» Minorité, núm. 632.
(3) Rouen, 17 feb. 1842, precitada.
518 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

excedente, lo que la ley ordena. Además, no se puede, aun­


que se haya propuesto (1), hacer correr separadamente, al
cabo de seis meses, el interés de cada, cobro. Es imposible
saber lo que queda después de seis meses de ese cobro, con­
fundido con el presupuesto general de la tutela (2). Será
preciso, pues, hacer, el l9 de enero de cada año, el balance
de los ingresos y gastos del año anterior, incluyendo, no
obstante, entre los ingresos, las rentas vencidas que, por
negligencia, el tutor no haya todavía percibido (3). Se
sacará del excedente de los ingresos, de una parte, la simia
que el tutor esté autorizado a conservar y de otra parte, el
total de las inversiones efectuadas por él en los seis meses
siguientes, y el resto producirá interés, en perjuicio del tu­
tor por el tiempo que hubiera estado sin invertir. El tutor
no estará autorizado a deducir del año anterior, más de las
sumas que acaban de ser indicadas, los gastos hechos du­
rante los seis meses siguientes en el sostenimiento del menor,
puesto que estos gastos deben ser tomados de los ingresos
del mismo período y de la suma que el tutor haya sido au­
torizado a dejar en reserva, conforme al art. 455.
Si el tutor, no contento con no invertir los fondos del
menor, se los atribuyese personalmente, deberá los intere­
ses desde el mismo día, en concepto de mandatario (4) (ar­
tículo 1996).
Los intereses de las sumas que el ttitor haya podido
emplear durante su tutela corren también después del fin
de ésta, puesto que su falta continúa privando de ellos al
menor. Pero no hay que unir a eso los intereses de las
rentas cobradas más tarde por el expupilo, ni continuar
llevando la cuenta de intereses por escala, puesto que se cae
en el derecho común del mandato o de la gestión de nego­
cios núm. 598).
(1) Besaníjon, l9 abril 1863 (sol. impl.), D. 63. 2. 92; Orleans, 13 nov. 1890,
D. 91. 2. 357, S. 92. 2. 216. Baudry-Lacautinerie, Chóneaux y Boniiecarrére, V.
núm. 466 y 500; Aubry y Rau, I, pfo. 112, nota 37, p. 693. Los primeros do estos
autores resuelven la dificultad que presentamos obligando al tutor a hacer, cada
seis meses, una cuenta de excedente de ingresos o invertir el excedente en segui­
da; pero este sistema oíos parece más riguroso que el texto.
(2) Además, antes de someter a inversión los beneficios obtenidos con el
excedente de rentas, hay que compensarlos con los anticipos del tutor: Burdeos, 24
enero 1835, D. Jur. Gén., v9 Minorité, -núm. 633. V. in/rd, núm. 601.
(3) Aubry y Rau, I, pfo. 112, núm. 41 ; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y
Houques Fourcade, V. núm. 500. Bien entendido de que esto no será así en el caso
de que se trate de frutos y rentas que pueden ser percibidos en épocas fijas (Be-
san$on, l9 abril 1863, precitada).
(4) Aubry y Rau, loe. cit., núm. 39; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Hou-
ques-Fourcade, loe. cit.
TUTELA DE LOS MENORES 539

No hay que considerar como rentas no invertidas las


indemnizaciones discutidas y no liquidadas que puede deber
el tutor; no devengan interés sino desde el día de la de­
manda (1).
543. Medidas impuestas en el curso de la tutela.—Pa­
ralelamente al empleo de las economías, que acab{i de ser
descripto, todo tutor está obligado, lo mismo que el padre y
la madre que ejercen la tutela (szcpra, núm. 537), a invertir
las cantidades del menor dentro de los tres meses de su co­
bro y si se ha descuidado este último, dentro de los tres me­
ses a contar desde el día en que han debido cobrarlos.
Además, siempre que el pupilo recibe una sucesión o
una liberalidad a título universal, o que llega a poseer un
título al portador, y también cuando el subtutor llega a
faltar, el tutor está obligado a provocar de nuevo las medi­
das proscriptas; levantamiento de sel1 os, inventario, venta
de muebles, conversión de los títulos en nominales, desig­
nación de un subtutor.
Finalmente, todo cambio ulterior de tutor da lugar a
las formalidades antes descriptas.
544. C. Principios que gobiernan la administración
patrimonial del tutor. Autonomía del tutor.—Aparte de
su derecho de fijar sobre los extremos ya enumerados el
presupuesto de la tutela, ni al Consejo de familia (2), m al
tribunal (3), se les permite que dé al tutor órdenes de nin­
guna clase, ni aun en el momento de la organización de la
tutela. La autonomía relativa concedida por la ley al tutor»
es una garantía de buena administración (4).
Sin embargo, el Consejo de familia y el tribunal tienen
un poder prohibitivo, que les permite impedir aquellos ac-
(1) Rcq. 2 agosto 1909, D. 1910. 1. 525.
(2) Aubry y Rau, I, pfo. 89, p. 589. En este sentido Riom, 15 feb. 1809, D.
Jur. Gén., v" Minorité, núm. 402; Civ. 11 agosto 1818, D. ibid.; Tolosa, 2' julio 1821,
D. ibid.; Grenoblc, 28 julio 1832, D. ibid., S. 33. 2. 76; Douai, 30 agosto 1939, D.
ibid.; Caen, 30 dio. 1845, D. 46. 4. 501, S. 46. 2. 261; Grenobl?, 21 junio 1854,
S. 55. 2. 407; Tr. Sona, 29 julio 1864, D. 64. 3. 108. Pero contrd, Rouen, 8 agos­
to 1827, D. Jur. Gén., v’ cit., núm. 403; Req. 20 julio 1842, D. ibid.; LimOgcs, 23
feb. 1846, D. 46. 2. 153, S. 46. 2. 648; Burdeos, 25 marzo 1873, D. 75. 2. S, S. 73.
2. 215. Estas decisiones son anteriores, como se ve, a la ley de 27 feb. 1880. La
mayoría se refieren en efecto a la reglamentación por el consejo de familia, de la !
inversión de los fondos del menor. Ahora bien, esa ley ha hecho obligatorio para
el tutor el someterla necesariamente a la aprobación del consejo. Este no puede
todavía hoy, sin embargo, fijar imperativamente al tutor una inversión determi­
nada y, con mayor razón, despojarle del manejo de los fondos en favor de un se­
cuestro, si no se trata de los fondos que provengan de un acto- para el que puede
negarlo su autorización. V. infrd, núm. 576, 579 y 583.
(3) Civ. 25 feb. 1879, D. 79. 1. 157, S. 79.’ 1. 273. Pero so consultará coa
reservas esta decisión exagerada (V. suprd, húm. 519).
(4) Salvo lo que será dicho en el número 547.
520 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

tos para el cumplimiento de los cuales la ley exige su asen­


timiento, y pueden servirse indirectamente de ese poder en
un sentido positivo. Cuando les es pedida una autorización
o una aprobación, pueden realmente poner como condicio­
nes la adopción de ciertas medidas que hacen el acto más
perfecto, y el tutor debe someterse a ellas a menos de con­
siderar la autorización como denegada (v. art. 457 C. Civ.,
y art. I9 ley 27 febrero 1880) (1).
Además, pensamos que cuando el tutor se niegue a rea­
lizar un acto que parezca indispensable al Consejo de fa­
milia, éste no está obligado, para obtener que se realice, a
provocar la destitución del tutor; puede, apoyándose en la
oposición de intereses creada por la resistencia del tutor,
encargar al subtutor de que celebre el acto (2). Esto es
sobre todo necesario cuando el tutor se niega a un acto im­
perativamente proscripto por la ley. Ese es, además, el obje­
to implícito del art. 7 de la ley de 27 de febrero de 1880 (3).
Por otra parte, esta ley deroga en varios puntos el
principio de la autonomía del tutor; según ella, el Consejo
de familia puede realmente dar al tutor la orden de vender
o de poner en depósito en un establecimiento determinado
los títulos al portador del pupilo (supra, núm. 536).
Aparte de los estados de cuenta anuales que pueden pres­
I cribir el Consejo de familia, el tutor no tiene que dar más
cuenta a nadie de su administración, durante la tutela, sal­
vo si por el Consejo de familia se le piden explicaciones (4)
(v. art. 470 y ley 27 febrero 1880, art. 7).
455. Principio tradicional de la omnipotencia del tu­
tor.—Se verá que la ley determina explícitamente los po­
deres c[el tutor en lo que concierne a la mayoría de los ac­
tos que interesan al menor. Sin embargo, no les prevé to­
dos. ¿Qué se debe decidir sobre los actos de los cuales la
ley no habla?
El derecho romano (5) admitía en principio la omni-
(1) V. suprá, núm. 2'68 y 519, e infrd, núm. 576, 579 y 583, regla que tiende
a generalizarse.
(2) La jurisprudencia admita en caso semejante, para el emancipado, la sus­
titución del curador por un curador ad hoc. V. núm. 629.
(3) Este texto dice que el tuto-r tendrá que dar cuenta al consejo de familia
de la conversión en nominales de los valores mobiliarios sometidos a su adminis­
tración. Eso implica, para el consejo do familia, el derecho do provocar esa con­
versión en caso de inacción del tutor.
(4) Derecho reconocido al consejo de familia por Crina., 3 feb. 1870, D. 71.
1 269, S. 72. 1. 153.
(5) Libro XXVI, tít. VII, p. 27. Tutor quantum ad providentiam pu-
pÜlarem domini loco haberi, debet.
TUTELA DE LOS MENORES 521

potencia del tutor. Desde entonces, ésta ha sido reducida


progresivamente. Pero se ha procedido siempre por la
vía de restituciones sucesivas, de suerte que el principio
parece mantenido (1). El mismo Código se limita a de­
cir cuáles son los actos que el tutor no puede realizar sino
con una autorización o ateniéndose a formas particulares,
lo que parece reconocerle el derecho de celebrar libremente
todos los demás. Precisamente porque la jurisprudencia,
no sin vacilación, había adoptado esta solución (2), fué vo­
tada la ley de 27 de febrero de 18S0, que impide al tutor
enajenar libremente los muebles incorporales de su pupilo.
Esta ley ha quitado su principal interés a la cuestión que
estamos examinando.
Hoy, sin embargo, no sin nuevas vacilaciones (3), la
jurisprudencia parece desmentir la tesis tradicional al afir­
mar que el tutor no es más que “el administrador de los
bienes del menor” (arg. art. 450) (4). Este nuevo pun­
to de vista, que parece el resultado de una larga e insensi­
ble evolución, corresponde adecuadamente a la concepción
racional de la misión tutelar, para que no tenga probabili­
dad de triunfo. Jurisprudencia que terminará sustituyen­
do por una doctrina general y racional, el pragmatismo sin
método del Código.
546. Inaptitud relativa del menor para la administra­
ción de sus bienes. — En apariencia, el menor no parece
tener participación legal en la administración de su patri­
monio. Pero la teoría de las nulidades de incapacidad (su-
prá, núm. 29(J) hace realmente válidos los actos oue celebra
en lugar de su tutor, con excepción de la aceptación de un
pago, sujeto a la doble condición de que esos actos no sean
lesivos y estén permitidos al tutor sin formas particulares.
Al amparo de esta teoría se desarrolla en la práctica una
gran actividad jurídica de los menores; se justifican prin­
cipalmente de ese modo sus compras en los almacenes. Con
mayor razón, se permiten al menor los actos conservato­
rios, puesto que, por definición, ellos no pueden ser lesivos.

(1) Conip. Pothier, Des pcrsonncs, núm. 165 a 172.


(2) Civ. 3 feb. 1873, D. Jur. Gen., Sup. v’ Minorité, núm. 354, S. 73. 1. 61;
Req. 21 julio 1873, D. 74. 1. 264, S. 73. 1. 446.
(3) Civ. 26 feb. 1890, D. 90. 1. 290, S. 90. 1. 216; 13 marzo 1905, D. 1906.
1. 165, S. 1910. 1. 477.
(4) Civ. 2*2 junio 1880, D. 80. 1. 318, S. 81. 1. 23; Rcq. 1’ abril 1889, D. 91.
1. 413, S. 89. 1. 217; Civ. 6 marzo 1893, D. 93. 1. 473, S. 97. 1. 502; Req. 14 dic.
1921, D. 1922. 1. 179.

I
522 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Además, ?a ley exceptúa expresamente la ineptitud per­


sonal del menor en varios actos:
l9 El testamento (art. 904) ; a partir de los dieciséis
años, el menor puede testar libremente por la mitad de la
cuota disponible; esto no puede realmente perjudicarle;
29 El contrato de matrimonio (arts. 1309 y 1398), in­
separable del matrimonio en sí y celebrado, como este últi­
mo por el menor, con las mismas autorizaciones (1) ;
39 Ciertos actos de previsión; ingresos en la caja de
ahorros (para favorecerlos, la ley permite también al me­
nor, salvo oposición del tutor, que retire libremente los fon­
dos inscriptos en su cartilla, ley de 20 de julio de 1895, artícu­
lo 16, párr. 3) ; inversiones en la Caja Nacional de los reti­
ros para la vejez (ley de 20 de julio de 1886, art. 13, párr. 2);
49 Los expedientes relativos al ejercicio de ciertas pro­
fesiones u oficios (2), puesto que la autorización del juez
puede habilitar a los menores para que reclamen solos (ley
de 12 de julio de 1905, arts. 5 y 16 combinados, sobre los
juzgados de paz; Cód. Trab., libro IV, art. 71, sobre los
Consejos de árbitros) ;
59 Las defensas en accionas civiles intentadas ante los
tribunales represivos por las víctimas de infracciones co­
metidas por menores; éstos las sostienen sin asistencia del
i I
tutor (3).
Por último, como todos los incapaces dotados de inte­
ligencia y de voluntad, los menores se obligan por sus de­
litos, pueden representar a terceros, hacer ciertas confesio­
nes válidamente, y se ven obligados a la restitución del en­
riquecimiento sin causa obtenido a expensas de otros (su-
prd, núms. 279 y s.).
547. La organización patrimonial de la tutela es de
orden público.—Todo lo que concierne a la organización pa­
trimonial de la tutela es de orden público (4) y se impone
al Consejo de familia. Este no puede ni ampliar ni dismi­
nuir (suprá, núm. 544) los poderes del tutor, fuera de los
casos en que la ley le permite regular el porvenir de la tu­
tela. Igualmente, el testamento del padre o la madre últi­
mamente fallecido, no puede en principio aumentar ni dis-
(1) V. nuestro Tratado, t. VIII, núm. 43 y s.
(2) Sobre el papel de los menores en los contratos que conciernen a su pro-
fesión, v. D. 46. 1. 316, S. 46. 1. 844; Crim. 27 abril 1899,
S 1900 I 535. Aubry y Rau, I, pfo. 109, núm. 8; Roux, nota S. 98. 1. 377. Coi>
trá, Garraud, Précis de Droit criminel, núm. 307. V. suprá, núm. 283.
(4) Aubry y Rau, I, pío. 89.
TUTELA DE LOS MENORES 523

minuír la misión legal del Consejo de familia o del tutor,


desde el punto de vista de la fortuna del pupilo.
No obstante, hay que hacer una restricción relaciona­
da con los autores de liberalidades hechas al pupilo. Due­
ños de no dar nada, éstos pueden, por lo menos dentro de
los límites de la cuota disponible, regular libremente la
suerte de lo que ellos dan, y aumentar o disminuir los po­
deres del tutor o del Consejo de familia sobre el objeto de
su liberalidad (1), e incluso someter ese objeto hasta la
mayoría de edad del pupilo, a la administración de un ter­
cero. Se debe sacar en este sentido un argumento a fortiori
del art. 389, párr. 1, que da esas soluciones en materia de
administración legal.
Sección VII.—Extensión de los poderes de administración
del tutor
§ 1.—Actos permitidos al tutor que actúa solo
548. Concepto general.—Como se ha dicho anterior­
mente (supra, núm. 545), el principio de la omnipotencia
del tutor no ha cesado, en el curso del antiguo derecho y des­
pués del Código Civil, de ser objeto de restricciones suce­
sivas que reducen progresivamente los poderes del tutor a
los límites de actos de administración. La jurisprudencia
tiende hoy a considerar esta evolución como terminada y a
prohibir de pleno derecho, al tutor que actúe por sí solo, en
los actos que se salgan de esos límites.
Incluso parece adherirse a esta regla, en un terreno
en que su resistencia fué tan clara que obligó al legislador
a intervenir: la venta de muebles, habían dichos algunas
sentencias del Tribunal supremo en la víspera de 1880 (2),
no está prohibida por ningún texto al tutor que actúa solo;
por lo tanto, le está permitida incluso si sale de los límites
del acto normal de administración. Al corregir imperati­
vamente, la ley de 27 de febrero de 1880, esta jurispruden­ (■

cia sobre la venta de los muebles incorporales, se podía


creerla mantenida en los casos de muebles corporales. Aho­
ra bien, una sentencia reciente (3) que resuelve sobre ven-
(1) Sobre la dispensa de la obligación do invertir los fondos del menor, v.:
T. Sena, 17 abril 1894, D. 96. 2. 427; sobre la dispensa do la obligación do ven-
dor el mobiliario-, suprá, núm. 539.
. (2) c: Civ.. 32 fob. 22-:, 1873, z. D. jz
Jur. zz.., z~
.. G6n., Sup. v’ Minorité, núm. 354, S. 73. 1. 61;
Rcq. 21 julio.. — 1873, - D. 74. -• -1. 2'64,
-• -S. 73. 1. 446.
(3)
C? Req.
~ 14 dic. 1921,
......................... “““ ~ 1922. 1.
D. ----------- - 179.
’ V. el comentario de Savatier, Rev.
crit., 1924, p. 11.
524 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

til de un corte de madera, es decir, sobre una venta de niñe­


óles por anticipación (1), no la permite al tutor, sino cuan­
do constituye un acto de administración, cosa que se deter­
minará, dice la sentencia, de acuerdo con la naturaleza de
la madera vendida, los usos de la explotación y la impor­
tancia de la venta en relación con el conjunto de los bienes
administrados.
Así, pues, la Corte de Casación consagra no solamente
la idea de que el criterio general de los poderes del tutor
se reduce al del acto de administración, sino también la
idea de que el criterio general del acto de administración
se halla más bien en las circunstancias del acto que en su
naturaleza jurídica (2). Una venta de corte de madera,
cuya naturaleza jurídica es invariable, puede ser un acto
de administración o un acto de disposición, según que cons­
tituya o no un acto normal de explotación.^
Este último carácter del acto de administración, ya exa­
minado por nosotros en la teoría general de las incapaci­
dades (mún. 274 y 275), hace, sin embargo, imposible, en el
estado actual de los textos, la adopción de una regla que
identifique exactamente el límite de los poderes dél tutor
con la de los actos de administración. En efecto, los tex­
tos legales que regulan la materia enumeran los actos por
categorías, permitiendo al tutor algunas categorías de ac­
tos y negándole el derecho de realizar sin autorización las
demás. Sin duda, suponer que un préstamo o una venta
de inmuebles, son siempre actos anorma1 es, que se salen de
los límites de la administración, se aleja poco de la reali­
dad, y el Código, al prohibir esos actos al tutor que obra
solo, respeta aproximadamente el criterio expresado ante­
riormente. Pero esto no es sino una aproximación, pues­
to que, en determinadas circunstancias, esos mismos actos
pueden convertirse en actos de administración.
Otra razón impide que los poderes del tutor, sean exac­
tamente, en nuestra ley positiva, iguales a los poderes ra­
cionales de un administrador: es !a solución tradicional
que determina la importancia de los actos, de acuerdo con
el carácter inmobiliario o mobiliario, que por cierto ha de­
jado de ser exacto si se tiene en cuenta la constitución mo­
derna de la fortuna francesa. La desestimación del pa-
(1) V. en último lugar, Civ. 3 abril 1922, S. 1923. 1. 14; Req. 12 julio 1922,
Gaz. Pal., 1922’. 2. 476.
(2) Sobre el desarrollo de este punto, v. Trasbot, L'actc. dfadministraban en
droit privé franjáis, t. Burdeos, 1921.
TUTELA DE LOS MENORES 525

trimonio mobiliario, que hacía que se considerara la enaje­


nación de los muebles como un acto de administración, pa­
rece corregida por la ley de 1880 y la tendencia actúa1 de la
jurisprudencia. Pero la protección para la fortuna inmo­
biliaria ha dado aún resultados poco lógicos, tales como el
considerar un acto de disposición el ejercicio de toda acción
inmobiliaria.
549. A. Actos tendientes a la conservación y al
SOSTENIMIENTO DEL PATRIMONIO DEL PUPILO. ActOS CO'nseT-
vatorios (1).—El tutor puede ciertamente hacer sin auto­
rización los gastos exigidos por los actos conservatorios:
registro de una compra, inscripción de una hipoteca, oposi­
ción, etc.
La interrupción de la prescripción es la única que ofre­
ce dificultad. Resulta ordinariamente del ejercicio de una
acción judicial: ahora bien, en materia inmobiliaria, el tu­
tor no puede proceder sin autorización. Se ha preguntado
si la acción intentada por él interrumpe la prescripción.
Se admite en general, porque la autorización ulterior del
Consejo de familia regulariza el procedimiento. En los
casos urgentes, el tutor lanzará por lo tanto el emplazamien­
to ; si seguidamente se hace autorizar para pleitear, la pres­
cripción se estimará regularmente interrumpida (2).
550. Reparaciones.—El tutor debe hacer todas las re­
paraciones necesarias o útiles y puede celebrar todos los
tratos y convenios a este efecto, aun cuando comprometan
no solamente las rentas, sino el capital del pupilo (3). Nin­
gún texto restringe realmente los poderes del tutor para las
reparaciones que pueden ser pagadas con los ingresos, y su
derecho a efectuar otras más importantes, si son útiles, re­
sulta de su deber de administrar como buen padre de fa­
milia.
Si el tutor es al mismo tiempo usufructuario legal, debe
hacer a su costa las reparaciones usufructuarias. En
cuanto a las grandes reparaciones, le corresponde a él ade­
lantar el dinero necesario, si no está autorizado por el Con­
sejo de familia para retirarlo del capital del pupilo: real­
mente, durante el período del usufructo son útiles sobre
(1) Sobro la noción de actos conservatorios, v- suprd. núm. 273.
(2) Req. 27 marzo 1855, D. 55. 1. 357, S. 55. 1. 702; Salas rcun. 22 marzo
1897, D. 97. 1. 277, S. 97. 1. 309, motivos. Sobre la validez general de semejan­
tes autorizaciones, v. suprd, núm. 267 y 273.
(3) Aubry y Rau, I, pfo. 113, núm. 50; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Ronmccarróre, V. núm. 508; A. Colín y Capitnnt, I, p. 508. Sin embargo, algunos
tutores consideran útil hacerse autorizar y hasta hacer que se apruebe la autori­
zación. V. Bourges, 20 abril 1909, D. 1910. 2. 108.
526 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

todo para él (1). Pero, al fin de la tutela, los lleva al pasi­


vo de la cuenta del menor, en la medida en que este último
se beneficie por ello (2).
No hay que confundir con las reparaciones las mejo­
ras más o menos útiles que el tutor pretenda realizar en las
propiedades del menor. Si se trata de gastos normales, en
relación con los ingresos y que no exceden del máximum que
el Consejo de familia haya fijado para gastos anuales de
administración, el tutor puede hacerlos sin tener que acu­
dir al Consejo de familia. Si se trata, por el contrario, de
gastos extraordinarios o que obliguen al capital del pupi­
lo, debe hacer que los autorice el Consejo de familia (3).
No obstante, las que hubiera hecho por su propia iniciati­
va deben ser reembolsadas por el menor en la medida del
enriquecimiento que proporcionen a éste, cuando termine
la tutela, a menos que se trate de obras cuya realización
exija el menor (art. 555).
El derecho del tutor a efectuar las grandes reparacio­
nes incluso a expensas del capital del menor, no le dispen­
sa de las formalidades legales para los actos destinados a
obtener los fondos necesarios para esas reparaciones.
551. Seguros.—El tutor suscribe, en nombre del me­
nor, los seguros que hagan necesarios los riesgos de la for­
tuna de éste. Asegurar los inmuebles del menor contra in­
cendios es para el tutor hasta un deber sancionado por su
responsabilidad (sicprá, núm. 598), otro tanto se puede de­
cir de los más necesarios entre los seguros-responsabilidad,
principalmente los que amparan los accidentes del trabajo
del personal al servicio del menor.
ii El seguro de vida es una forma de capitalización que
el tutor puede emplear sin autorización, para el menor, a
condición de no tomar el importe de las primas sino de los
ingresos de éste (4) ; bien entendido que no puede ser con­
tratado en beneficio de un tercero, puesto que el tutor no
puede hacer liberalidades a expensas del pupilo.
(1) Se sabe, en efecto, que el usufructuario no puede obligar al nudo-pro­
pietario a las grandes reparaciones: Alger, 29 mayo 1886, en Req. 1» abril 1889,
D. 91. 1. 413 S. 89. 1. 217. V. nuestro Tratado, tomo III.
(2) Eso no es así, aunque se trate de construcciones; no se aplica el ar­
tículo 599 pues el usufructuario se considera que ha construido en su carácter de
tutor. V. Req. I9 abril 1889, D. 91. 1. 413, S. 89. 1. 217, que rehúsa una indemni­
zación para construcciones inútiles y Req. 17 nov. 1903, D. 1904. 1. 11, S. 1904. 1.
5 nota Lvon-Caen, que concede una indemnización para construcciones útiles.
' (3) Y aun hoy por el tribunal, si esos gastos exceden de 1.500 francos, pues
deben ser considerados como inversiones. . ■•
(4) Si necesitan do los fondos del menor, debe ser autorizado de la misma
manera que una inversión.
TUTELA DE LOS MENORES 527

552. Reembolso de fondos. — El derecho de cobrar li­


bremente (1) los fondos del menor se deriva para el tutor,
del derecho de tomar posesión de los bienes que está encar­
gado de administrar. La jurisprudencia aplica ese derecho
a los fondos que el menor posee en el Banco o en la caja de
ahorros (2). El retraso debido al'tutor en cobrar un cré­
dito vencido y no productivo, le hace deudor de los intere­
ses legales de la suma correspondiente, a partir del mo­
mento en que hubiera debido invertirla nuevamente (supráj
números 537 y 543).
Cuando el tutor personalmente es el deudor del menor,
debe en sus cuentas pagar a éste el día del vencimiento, si
la deuda es líquida (3).
553. Liquidación de los créditos del menor, concesión
de plazo y arreglos con el deudor. — El derecho de hacer­
se pagar los créditos debidos al menor, implica para el tu­
tor el derecho de liquidarlos (4) y de concertar con el
deudor, bajo su responsabilidad (5), los arreglos necesa­
rios para el pago. En el número ele estos últimos, se debe
poner la concesión de un plazo para el pago, a condición de
que ese plazo sea moderado y no equivalga a una nueva
inversión del capital.
En cambio, el tutor no puede consentir por sí solo a
una novación por cambio del deudor (6), la cual implica­
ría, a la vez, una enajenación del antiguo crédito y una in­
versión sobre el nuevo deudor, por lo tanto, dos operaciones
sometidas a la autorización por el art. 1’ de la ley de 27 de
febrero de 1880.
(1) Salvo cuando esos fondos provienen de actos para los cuales es necesa­
ria la autorización del consejo de familia. Esto puede entonces poner como con­
dición para esa. autorización, la entrega del caudal a un tercero que hará su inver­
sión, .o exigir la asistencia del subtutor para el cobro do los fondos: Douai, 21
abril 1873, D. 74. 2. 147, S. 73. 2. 296. Comp. Req. 12 junio 1921, D. 1922. 1. 177,
nota Savatier. Sobre la falta de responsabilidad del deudor en cuanto al empleo,
inflad, núm. 576, 579 v 5S8.
(2) Civ. 13 marzo 1905. D. 1906. 1. 165, note Planiol, S. 1910. 1. 475.
(3) So pena do verse obligado al pago de los intereses legales al cabo de tres
meses (suprd, núm. 537). Non obstat, Civ. 1’ agosto 1866, D. 66. 1. 337, anterior/ a
la ley de 27 feb. 1880. V. Aubry y Rau, I, pfo. 112, nota 40; Baudry-Lacanti-
nerie, Chauvcau y Bonnecarróre, V. núm. 518. Además, el tutoú es responsable do
la insolvencia del deudor o do la proscripción ocurrida después del momento en
que hubieran debido sor cobrados los créditos del menor. (V. suprd, núm. 498) .
Comp. Civ. 27 oncro 1908, D. 1910. 1. 522, S. 1910. 1. 537, nota Naquet, quo admito
la nueva fianza de un crédito no líquido del menor contra el tutor. Sobre el caso
on quo el tutor fuera insolvente y la deuda vencida garantizada especialmente v’
infrd, núm. 603.
(4) Req. 25 nov. 1861, D. 62. 1. 131, S. 62. 1. 192: Grenoble, 11 enero 1864,
D. 65. 2. 57, S. 64. 2. 249.
(5) Civ. 19 agosto 1879, D. 82'. 1. 470, S. 80. 1. 102.
(6) Contrd, Aix, 10 mayo 1906, D. 1906. 2. 352, . 1906. 2. 160.

fe
528 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Con mayor razón, el tutor no tiene atribuciones para


consentir una rebaja de deuda o renunciar a una garantía,
con perjuicio para el menor (1). No obstante, se le permi­
te que vote en la junta de acreedores de la quiebra (2).
554. Pago de las deudas del menor. — El tutor pue­
de (3) y debe (4) pagar las deudas vencidas (5) del menor,
comprobando, bajo su responsabilidad (6), su existencia y
su validez. No parece que tenga atribuciones para pagar
sin autorización deudas naturales, puesto que un pago se­
mejante supone una renuncia a la excepción que priva a
0 esas deudas de su valor civil (7).
Si el mismo tutor es acreedor del menor, puede pagar­
se al vencimiento de los fondos de éste (8). En el caso de
que no hubiera fondos disponibles y de que el Consejo de
familia no le autoriza a realizar algunos de los bienes,
puede hasta perseguir de pago al menor, en la persona del
subtutor; también puede ceder su crédito a un tercero.
Pero todo ello en el caso solamente de que la deuda del me­
ntor sea extraña a la administración tutelar; puesto que, si
resulta de anticipos hechos por el tutor en el curso de su
administración, no constituye sino una partida de la cuen-
(1) V. in/rd, núms. 581 y 588. El tutor, por lo tanto, no puede consentir
por sí sólo a un orden en que el menor no sea colocado por todo el valor de sus
hipotecas (Civ. 6 marzo 1893, D. 93. 1. 473, S. 97. 1. 502). Semejante consentimien­
to debiera ser tratado, según los casos, como una transacción a una compra inmo­
biliaria.
(2) A condición de quo ese voto no entrañe la renuncia a una garantía; civ.
3 8 julio 1843, D. Jur. G-én., v9 Minorité, núm. 514. Baudry-Lacantinorio, Chéneaux
y Bonnecarrére, V. núm. 518.
(3) Lo quo no 1c dispensa, sino tiene a mano los fondos necesarios do ob­
servar las formas requeridas por los actos necesarios para su realización.
' J (4) So pena de ser obligado por el perjuicio ocasionado al menor por los in­
tereses de demora y todas las demás condenas.
(5) Antes de la ley de 1880, el tutor podía pagar hasta las deudas no ven­
cidas que devengaran interés, si la operación resultara ventajosa. Parece que hoy
un pago semejante se considera como una inversión y requiere las mismas autori-
zaeiones. Sin embargo en la 5’ ed. Aubry y Rau mantienen la antigua solución
(I, pfo. 113, pág. 715) .
(6) Civ. 22 junio 1880, D. 80. 1. 318, S. 81. 1. 23, motivos. Comp. Burdeos,
(6)
24 junio 1859, D. 59. 2. 198, S. 60. 2. 277. De ahí el derecho del tutor a discutir
las deudas del menor que le parecen dudosos, debiendo ir a cargo del menor los
gastos de esa discusión. (V. infrá, núm. 567).
(7) Burdeos, 31 dic. 1895, D. 97. 2. 97 (renunciación a una prescripción).
Comp. Req. 27 octubre 1885, D. 86. 1. 37, 8. 89. 1. 13. Sin embargo, se puedo hacer
una excepción en el caso de que el honor del pupilo se halle gravemente empeñado.
(8) Aubry y Rau, I, pfo. 113, p. 715; Baudry-Lacantinrie, Chéneaux y
Bonnecarrére V. núm. 513. La asistencia del subtutor no es necesaria; pero no hay
que decir que hay compensación legal, puesto que ningún crédito exigible corres­
ponde al menor contra el tutor hasta la rendición de cuentas.
TUTELA DE T/OS MENORES 529

ta de la tutela, cuyo alcance no será líquido hasta el momento


de la rendición de cuentas (infrá, núm. 603) (1).
Encargado de pagar las deudas del menor, así como
de percibir sus créditos, el tutor tiene atribución para apla­
zar todas las cuentas que le interesen (2) y concertar con
los acreedores los. arreglos necesarios para el pago del pa­
sivo del pupilo. Puede obtener una concesión de plazo, a
condición de que ésta no encubra un nuevo préstamo. Aun­
que no puede realizar actos de comercio para el menor, tiene
facultades para renovar las letras de cambio de que éste sea
deudor en su carácter de heredero, lo que da por resultado
único el aplazar el vencimiento (3).
555. B. Actos tendientes a hacer producir los bie­
nes del pupilo. Reparaciones de los bienes.—Los bienes
del pupilo, especialmente los inmuebles, tienen frecuente
necesidad de ser reparados para que puedan producir. El
tutor puede realizar esas reparaciones libremente si los inT
gresos del pupilo permiten realizarlo. Pero no podrá con­
sagrar a ello los fondos del pupilo sino con las autorizacio­
nes necesarias a la inversión de estos infrá núms. 578
y 586).
556. Arrendamientos. — Los arrendamientos, tipo de
acto de administración cuando no exceden de la duración
normal, podrán ser celebrados libremente por el tutor por
9 años a lo sumo. Esta limitación resulta de la combinación
de los arts. 1718, 1429 y 1430, el primero que extiende al
tutor los poderes que los otros dos dan al marido en mate­
ria de bienes (4). El arrendamiento por más de 9 años no es
tampoco nulo. El arrendador continúa en el goce de él, aún
después de ese término, en tanto que continúa la tutela (5),
salvo el exigir la debida responsabilidad al tutor si las
condicionas del arrendamiento se han convertido en per­
judiciales para el menor. Cuando la tutela cesa, se aplica
el sistema siguiente: el arrendamiento se divide en perío-
(1) Rouen, 14 junio 1870, D. 72. 1. 142, S. 71. 2. 132; Rcq. 9 dic. 1874, D.
75. 1. 411. Contrá, Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 513.
Sobro los intereses de esos anticipos, v. infrá, núm. 583.
(2) Bien entendido, bajo su responsabilidad: pero los convenios efectuados
obligarán al menor respecto de tercero. Req. 25 nov. 1861, D. 62. 1. 131, S. 62.
1. 192: Grcnoble, 11 enero 1864, D. 65. 2. 57 S. 64. 2. 2'49; Besancjon, 16 enero
1891, D. 91. 2. 279.
(3) Civ. 22 junio .1880, D. 80. 1. 318, S. 81. I. 23.
(4) Véase, sobro la aplicación do estas reglas, nuestro Tratado do los Regí­ i
menes matrimoniales, t. VIII, núm. 600-601. Erróneamente, una sentencia de Nimes,
19 julio 1922, Gas. Pal., 5-6 nov., declara nulos los arrendamientos que lesionan
al menor salvo si el arrendamiento envuelve una verdadera enajenación, la lesión
no tiene otra sanción que la responsabilidad del tutor.
(5) Incluso después del cambio del tutor, Rcq. 7 feb. 1865, D. 65. 1. 219, S.

fe
530 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

dos de 9 años a contar desde su origen, y las partes comple­


tan el período en que se encuentran. De este modo, el pu­
pilo no se ve obligado por más tiempo que si su tutor hu­
biera celebrado sucesivamente varios arrendamientos de 9
años.
El tutor puede concertar arrendamientos nuevos an­
tes de la expiración del arrendamiento en curso, para evi­
tar pérdidas de alquileres a consecuencia de vacancia; pero
no puede hacerlo sino durante los 3 últimos años del pre­
cedente contrato de arrendamiento, si se trata de bienes
rurales y en los 2 años liltimos si se trata de casas. Esto
lleva, a 11 ó 12 años la duración máxima de los compro­
misos que pueden adquirirse por el tutor y que el menor
que sale de la tutela tiene que respetar. Los arrendamien­
tos celebrados o renovados con demasiada anticipación no
tienen efecto, a menos que su ejecución no haya comenza­
do antes del fin de la tutela (v. art. 1430) El tutor no pue­
de en principio hacerse pagar alquileres por anticipado (1);
eso sería una anticipación de goce que amenazaría con
perjudicar más tarde al menor (v., suprá, núm. 374). Un
abono anticipado puede, sin embargo, ser autorizado de
acuerdo con la costumbre del lugar. En París, por ejem­
plo. los propietarios exigen frecuentemente seis meses an­
ticipados a título de garantía. Se observará que el cobro
anticipado de alquileres no está prohibido sino porque se
sale de los límites de la administración, sin que se pueda in­
vocar ningún precepto que especialmente lo estatuya.
Las reglas limitativas de los arts. 1429 y 1430 no se
aplican cuando el arrendamiento que obliga al menor por
un largo período, ha sido concertado en ejecución de una
promesa de arrendamiento que el pupilo tenga que respe­
tar (2).
La jurisprudencia admite que algunos contratos de
arrendamiento de más de 9 años obligan al pupilo por una
simple autorización del Consejo de familia, sin aprobación
del tribunal (3).
El tutor no puede tomar personalmente en arrenda-
miento los bienes del pupilo sino tratando con el subtutor,
con la autorización del Consejo de familia (art. 450) (4).
(1) Liinoges, 28 enero 182'4, D. Jur. Gén., Minorité, núm. 480, S. 24. 2. 233;
Poitiers, 2 julio 1845, D. 46. 2. 128, S. 47. 2. 120; Baudry-Lacantinerie, Chéiwaux
v Bonnecarrére, I, núm. 510.
(2) Civ. 22 feb. 1870, D. 70. 1. 100, S. 70. 1. 267.
(3) La misma sentencia, sol. impl.
(4) No puede burlar la ley arrendando a un tercero que le ceda en seguida
el arrendamiento. Bourges, 29 dic. 1842, D. Jur. Gén., Minorilé, núm. 571.
I

TUTELA DE LOS MENORES 531

558. Contratos de explotación directa —En vez de al­


quilar los bienes del pupilo, el tutor puede explotarlos di­
rectamente. Su derecho de administración le permite ce­
lebrar todos los actos necesarios para la explotación nor­
mal, compras de materias primas y herramientas, arrenda­
miento de mano de obra, ventas privadas o públicas de las
cosechas o de los productos (1).
559. Establecimientos de comercio. — Sin embargo,
esta libertad cesa en la administración de un establecimien­
to de comercio (2). Como el menor no puede hacerse co­
merciante sino después de su emancipación y ejerciendo
el comercio personalmente (art. 2 Cód. de Comercio), el
tutor no puede comerciar en nombre de su pupilo (3). Si
conserva el establecimiento de comercio, no puede hacerlo
sino corriendo personalmente con sus riesgos y peligros y ce­
lebrando los actos de comercio bajo su propio nombre (4).
Esto, además, no parece fácil que ocurra a menos que el
tutor haga que el subtutor le arriende el establecimiento
con la autorización del Consejo de familia, de acuerdo con
el art. 450. Es más sencillo alquilar o vender el estableci­
miento a un tercero. Estas dificultades se simplifican si
el tutor es al mismo tiempo usufructuario legal del estable­
cimiento (núm. 358).
560. Venta de muebles corporales.—Se sabe (núme­
ro 539) que esta venta, está no solamente permitida, sino que
resulta ordenada al tutor desprovisto del usufructo legal,
en relación con los muebles corporales que haya en el pa­
trimonio del menor al hacerse cargo de él o a consecuencia
de sucesiones. La mayoría de las veces, el Consejo de fa­
milia descarta en todo o en parte esta obligación. No se
debe, además, extenderla a los muebles donados o legados
al pupilo a título particular, siempre que parezca implíci-
(1) Nancy, 1* dic. 1909, en Civ. 16 dio. 1912’, D. 1914. 1. 115; Arnicas, 24
oct. 1922, S. 1923. 2. 6; Rcq. 14 (lie. 1921 (sol. impl.), D. 1922. 1. 179.
(2) Lyon-Cacn, nota on S. 85. 2. 97; Crouzet, La siluation d’un fonds de
commcrce échu a un inincur, t. París, 1906.
(3) Sobro la prohibición al menor do todo acto ele comercio, v. infrá, n9 589.
(4) Contra toda otra solución, v. Tr. Béziers, 22 enero 1923, Gas. Pal., 23.
1. 572. Qomp. Rcq. 23 abril 1902, D. 1902. 1. 309, S. 1904. 1. 506. Sin embargo,
varias decisiones parecen haber reconocido implícita o explícitamente la validez
de la administración comercial del tutor por cuenta del menor: v* Pau, 28 marzo
1887, D. 87. 2. 166 (pero las operaciones tendían a la liquidación do un estable­
cimiento) ; Algor, 4 abril 1891, S. 92. 2. 16 (sobro la continuación de un comercio
ya comenzado antes de la apertura do la tutela); Kennes, 20 feb. 1911, D. 1913.
2. 36. Comp. también Civ. 6 nov. 1912, S. 1914. 1. 126, solución implícitamente
desin'entida por la jurisprudencia reciente de la Corte de Casación analizada
infrá, núm. 589.
532 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tómente excluida, por la intención del disponente, la venta


obligatoria por el tutor (supra, núm. 547).
El tutor puede, por lo tanto, conservar en su poder un
bu en número de muebles corporales, a los cuales se van su­
mando los frutos y productos de los bienes del menor. El
pensamiento del Código, que desdeñaba la propiedad mo-
biliaria, era ciertamente que el tutor podía enajenar todos
esos muebles sin autorización para utilizar su importe.
Esto resulta indiscutible si se trata de muebles de poco valor
o de los frutos normales de los bienes del pupilo: pero, con­
siderando la importancia adquirida después del Código Ci­
vil, por la fortuna mobiliaria, la jurisprudencia parece va­
cilar hoy en exagerar el principio, (supra, núm. 548). En
todo caso, niega al tutor el derecho de vender sin autoriza­
ción un corte de madera, muebles por anticipación (1), cuan­
do por virtud de la naturaleza de la madera vendida, del uso
de la propiedad y de la importancia del corte, esta venta no
es un acto de administración (2). Habría realmente que
decir lo mismo de la venta de materiales de una cantera.
No obstante, se observará que estas ventas difieren de las
ventas ordinarias de muebles corporales en que aquéllas
desprenden algo de un inmueble del pupilo, desprendimien­
to material que constituye tal vez el acto de disposición que
el Tribunal supremo prohibe al tutor (3).
El comprador de un mueble corporal está en todo caso
amparado por el art. 2279 si ignora que el tutor le vende un
bien de su pupilo (4).
561 C. Percepción y utilización de las rentas.—
Percepción de las rentas del menor.—El tutor tiene única­
mente atribuciones para percibir las rentas vencidas (5)
del menor. Esto no ofrece dificultades sino cuando se tra­
ta de los salarios de éste.
El principio general debe serles aplicado, y es error,
creemos nosotros, que una antigua decisión (6) declare
emancipado al menor para todo lo que se refiere a su pro­
fesión. De hecho, no obstante, muchos patronos pagan di-
(1) Sobre el carácter mobiliario de esta venta: Civ. 3 abril 1922, S. 1923.
1. 14- Req. 12 julio 1922, Gas. Pal., 1922. 2. 476.
(2) Req. 14 dic. 1921, D. 1922. 1. 179. Contrd, Amiens, 24 octubre 1922,
S 1923 2. 6. Comp. Nancy, 11 dic. 1909, en Civ. 16 dic. 1912, D. 1914. 1. 115;
Tr. Sena, 17 oct. 1922, D. 1923. 2. 1/3.
(3) V. Nancy 11 dic. 1909, precitada, y Savatier, Pev. crit., 1924, p. 10 y s.
(4) Grenoble, 3 enero 1906, D. 1910. 5. 8.
(5) Sobre las rentas no vencidas, v* supra, núm. 274 y 556. Es preciso real­
mente generalizar la solución dada para los arrendamientos.
(6) París, 21 mayo 1816, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 765.

j
TUTELA DE LOS MENORES 533

rectamente a sus obreros menores, y demasiado frecuente­


mente éstos disipan uin provecho las cantidades cobradas
por ellos. Estimamos que puede ser reclamado entonces al
patrón un segundo pago a menos que los padres hayan au­
torizado a éste, siquiera implícitamente, a abonar directa­
mente el salario’al pupilo.
562. Gastos de manutención del menor. — El primer
objeto del excedente de las rentas del menor sobre sus gas­
tos de administración, debe ser su manutención y su edu­
cación personales. El tutor hará libremente los gastos ne­
cesarios a este efecto, teniendo cuidado de no tocar al ca­
pital del menor (1), y de mantenerse dentro de los límites
de la suma que el Consejo de familia haya podido fijar.
Nada impide al tutor encargar al propio menor para que
corra con parte de esos gastos, dándole “una pensión”.
563. Inversión de ahorros.—El excedente de las ren­
tas sobre los gastos se invierte por el tutor, bajo su respon­
sabilidad en caso de imprudencia (niun. 498), con una li­
bertad casi completa. Puede depositarlo en las cajas de
ahorros, prestarlo a interés, emplearlo en adquirir tierras
o valores mobiliarios. No obstante, como la jurispruden­
cia prohíbe al tutor todo acto de comercio (núm. 559), esa
inversión no puede ser comercial. El tutor no puede, pues,
adquirir para el menor una participación social en casa de
comercio que dé al menor el carácter de comerciante. La
cuestión será examinada mus adelante (núm. 589).
Se ha visto que la inversión de los ahorros es obligato­
ria para los tutores que no sean el padre o la madre.
564. D. Defensa judicial del patrimonio. — Dere­
cho del tutor a comparecer en juicio.—Los arts. 464 y 465,
que prohíben al tutor ejei citar sin autorización una acción
inmobiliaria o de partición de bienes le permiten a contrario
pleitear por el menor en toda circunstancia grave:
l9 en materia inmobiliaria, únicamente cuando el pu­
pilo es demandado;
T en materia mobütaria;
39 en materia de acciones poscsorias} puesto que éstas
no son consideradas como verdaderas aci iones inmobilia­
rias, sino como acciones conservatorias (2);
(1) V. sin embargo, sobre el padre y la madre; Burdeos, 5 dic. 1899, JD.
1900. 2. 380. Comp. suprd, núm. 541, o infrd, núm. 601.
(2) Aubry y Rau, I, pío. 114, nota 8, p. ,721; Baudry-Lacantinerie, Ché-
neaux y Bonnecarrérp, V. núm. 529; A. Colín y Capitant, I, p. 509. Comp. Req.
19 enero 1841, D. Jur. G¿n., v" Minorité, núm. 529.
1
P. y R. T. D. C. —I - 18
534 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

49 en materia de vías de ejecución (a), puesto que el


mismo embargo inmobiliario (1) no es otra cosa que el
ejercicio de un derecho accesorio al crédito cuyo pago ga­
rantiza ;
5’ en materia de estado y de capad lad (2), ya se tra­
te del estado del pupilo (3), o del de un tercero (4).
Se observará, no obstante, cuán paradójico es conce­
der más importancia a una reivindicación o a una acción
declaratoria de servidumbre que a una acción de estado.
El principio de la libertad de acción del tutor le per­
mite, siempre que una autorización resulta inútil para la
misma demanda, ejercitar todos los recursos; hasta el de
casación (5). En materia inmobiliaria, puede apelar o ha­
cer oposición, si el menor es demandado, puesto que no se
trata sino de la continuación normal de la defensa (6), pero
para el recurso de casación necesita autorización, ya que no
es una forma de defensa ordinaria (7).
El derecho de pleitear implica, para el tutor, el de pro­
vocar todos los incidentes de procedimiento, incluso una im­
pugnación por falsedad (8).
El cumplimiento de su mayoría de edad da inmediata­
mente al pupilo el ejercicio exclusivo de la acción y, por tan-
Ca) Vías de ejecución, que constituye la vía de aprendo en el procedimiento
francés, son. trámites procesales separados del procedimiento ordinario y que cons­
tituyen un enjuiciamiento especial. (N. del T.).
(1) Bruselas, 12 nov. 1806, D. Jur. Gén., v9 Min-oritc, V. número 524-1%
Aubry y Rau, I, pfo. 114, núm. 3, p. 720; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bon-
necarrére, V. núm. 537; salvo en lo que concierne a la demanda de conversión de
embargo en venta voluntaria, que necesita sor autorizada (V. art. 744, Pr. Civ.).
(2) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bounccarróre, V. núm. 531. C&ntrá,
<Aubry y Rau, I, pfo. 114, nota 7, p. 720.
(3) Civ. 17 feb. 1890, D. 90. 1. 290, S. 90. 1. 21G; oucüi, 14 marzo 1877,
D. 77. 2’. 193; S. 80. 1. 241; Bastia, 8 feb. 1888, D. 88. 2. 317; Grenoble, 5 dic.
1883, S. 84. 2. 73. Comp. la solución dada por el art. 340, que permite la acción
jen investigación de paternidad, no al tutor, sino a la madre. Sobre la acción
contra el menor, v9 suprá, núm. 529.
(4) V. principalmente Douai, 29 nov. 1848, D. 49. 2. 256, S. 49. 2. 538; Lyon,
24 feb. 1859, D. Jur. Gén., Sup. v9 Imterdiction, núm. 26, S. 59. 2. 655; Req. 9 fob.
1863, D. 63. 1. 279, S. 63. 1. 16; Req. 20 enoro 1875, L>. 76. 1. 28, S. 75. 1. 277;
Caen, 21 marzo 1861, D. 63. 1. 279, S. 62. 2. 484.
(5) Aubry y Rau, I, pfo. 114, núm. 25 bis y 25 tri.; Bamlrv-Lacantinerio,
Chéneaux y Bounccarróre, V. núm. 356.
(6) Sobre la apelación, v. Pbitier*, 28 nov. 1864, D. 65. 2. 161, S. 66. 1. 121;
Algor, 2'6 feb. 1866, D. 68. 1. 110, S. 68. 1. 209. Se verá además (núm. 569) quo el
derecho do apelación corresponde igualmente al tutor demandante en materia in in-­
mobiliaria.
(7) Los mismos autores.
(8) V. Tolosa, 2 mayo 1827, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 522, 2. S. 27. 2.
150. Aubry y Rau, I, pfo. 114, núm. 15, p. 723; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Houques-Fourcade, V. núm. 533.
TUTELA DE LOS MENORES 535

to, el procedimiento, continuando en nombre del tutor, será


nulo (1).
565. Consentimiento y desistimiento. — El art. 464,
que prohibe al tutor allanarse a una demanda sobre inmue­
bles sin autorización, le permite en cambio el allanamiento
a toda otra demanda dirigida contra el menor (2). La Cor­
te de Casación (3) extiende esta regla al consentimiento de
las sentencias pronunciadas contra el pupilo, es decir, a la
renuncia del derecho de apelación, a pesar del principio que
prohibe toda renuncia al tutor no autorizado.
El desistimiento de instancia se permite al tutor, aun
en materia inmobiliaria, puesto que no compromete el de­
recho litigioso (4). El tutor se reserva la facultad de po­
ner en cuenta los gastos hechos, a menos que no los haya
hecho con cierta ligereza, puesto que no se le puede imputar
el haber aumentado esos gastos inútilmente pleiteando has­
ta el final. El desistimiento dejaría de ser válido, si hu­
biera sido hecho en virtud de una transacción no autoriza­
da o si, realizándose después de la prescripción, equivalie­
ra a una renuncia.
El desistimiento de apelación debe considerarse como
allanamiento a la sentencia pronunciada, que (5), sometida
a autorización en materia inmobiliaria, no lo está según la
Corte de Casación en materia mobiliaria.
566. Confesión y juramento. — Se ha dudado de que
el tutor tenga facultad para comprar en perjuicio del pu­
pilo, puesto que la confesión equivale de hecho a una re­
nuncia.
La posibilidad para el tutor de hacer, en relación con
su administración, confesión en perjuicio al menor, resul­
ta de su derecho incontestable a firmar, por este último,
actos instrumentales, que no son otra cosa que confesiones
anticipadas. Estas confesiones no tendrán, sin embargo
la eficacia bastante sino en el caso de que se relacionen con
su administración y estén hechas dentro de los límites de

(1) Amiens, 19 feb. 1896, D. 97. 2. 232, S. 98. 2. 31; Bourges, 7 enero 1903,
S. 1905. 2. 166.
(2) Civ. 3 nov. 1903, D. 1904. 1. 131. Salvo cuando el consentimiento no es
sino un elemento de transacción. V. in/rd, núm. 585.
(3) Civ. 10 enero 1894, motivos, D. 94. 1. 377, S. 95. 1. 81 y Cámaras reuni­
das 22 marzo 1897, D. 97. 1. 277, S. 97. 1. 309, concl. Proc. gen. Manan. Contrá,
Aubry y Rau, 1, pfo . 114, texto y nota 21.
(4) Civ. 21 nov. 1849, D. 50. 1. 15.
(5) Civ. 10 enero 1894. y C. reun. 22 marzo 1897, precitadas.
536 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sus poderes; de otro modo no tendrán valor sino como in­


formes (1).
Dentro de los límites en que le es posible una declara­
ción, puede exigirse juramento al tutor por la contra-par­
te; excepcionalmente, la declaración puede también refe­
rirse a hechos extraños a la administración tutelar en el caso
previsto por los arts. 2275 C. Civ. y 189 C. Com., para com­
batir una prescripción corta. En cambio, el tutor no pue­
de exigir, en nombre del menor, el juramento decisorio a
su adversario, sino después de haberse hecho autorizar para
transigir (2).
567. Gastos. — Los pleitos sostenidos por el tutor se
consideran establecidos en interés del menor que soporta
sus gastos. Sin embargo, éstos pueden ir directamente a
cargo del tutor en el caso de pleitos iniciados de mala fe o
con demasiada ligereza (suprá, núm. 498).
§ 2.—Actos qu& exigen la autorización del Consejo de familia
sin necesidad de aprobación judicial
568. Concepto general.—Los actos de que se trata
son considerados por la ley como más graves que los prece­
dentes. De hecho, y salvo algunas excepciones que con­
I ciernen principalmente al ejercicio de las acciones inmobi­
liarias, son actos que exceden de los límites de la adminis­
tración, por sus riesgos pecuniarios o por su carácter ex­
traordinario y la apreciación moral que imponen; de allí la
intervención del Consejo de familia.
Esta intervención que, aun siendo necesaria para el
acto, no obliga al tutor a realizar éste, debe ser en princi­
pio previa. No obstante, hay por lo menos un caso en que,
dada posteriormente, convalida el acto llevado a efecto: es
cuando el tutor procede judicialmente, en un interés apre­
miante adelantándose a la autorización necesaria, que no
se procura sino en el curso del procedimiento. La jurispru­
dencia considera entonces la introducción de la acción como
un acto conservatorio válido (suprá, núm. 549). Algu­
nas sentencias importantes han afirmado en sus motivos
que, en todo otro caso y principalmente en el consentimien­
to sobre materia inmobiliaria, la autorización no es eficaz
(1) Lyon, 18 julio 1861, S. 61. 2. 177. Aubry y Rau, I, pfo. 114, texto y
nota 19 XII § 571, texto y nota 17, p. 115. Comp. Burdeos; 24 junio 1859, D. 59.
2. 198 S. 60. 2. 277; Civ. 22 junio 1880, D. SO. 1. 318, S. 81. 1 . 23.
(2) Aubry y Rau, XII, pfo. 753, p. 138-139.
TUTELA DE LOS MENORES 537

si 110 se da antes del acto que haya de realizarse (1). Sin


embargo, esta solución está muy lejos de estar definitiva­
mente establecida por la jurisprudencia (2) y a nosotros
I nos parece criticable. Hemos mostrado, en la teoría gene­
ral de las incapacidades (núm. 267), que todo acto debía ser
considerado como válidamente confirmado cuando el re­
presentante del incapaz obtiene la autorización que falta­
ra en su inicio. Obligar al representante del incapaz a rea­
nudar un nuevo acto después de haber obtenido esa auto­
rización, es gravoso para los intereses del menor. Basta su
confirmación debidamente autorizada.
El acto que ha de realizarse debe ser objeto de una
autorización especial (3) que indique, no solamente su na­
turaleza jurídica, sino también su cualidad y, en caso ne­
cesario, sus condiciones. No obstante, la autorización para
realizar un acto determinado puede comprender implícita­
mente la de realizar otros actos considerados como conse­
cuencias o corolarios del mismo (4).
Además de los arrendamientos, ya sean a largo plazo,
o consentidos al mismo tutor, mencionados anteriormente
(sujyrá, núm. 557), los actos para los cuales la autorización
del Consejo do familia es necesaria y suficiente, pueden re­
ducirse a tres categorías: 1’, las acciones inmobiliarias y so­
bre partición; 2’, las decisiones que hayan de tomarse sobre
la aceptación de una sucesión o de una liberalidad; 3’, las
enajenaciones de muebles incorporales, inversión de capita­
les y conversiones de títulos al portador en nominales, pre­
vistas por la ley de 27 de febrero de 1880, cuando no alcan­
zan a más de 1,500 francos.
569. A. Acciones en relación con bienes inmue­
bles y de partición de herencia. Demandas inmobilia­
rias. — La autorización no es necesaria sino en el caso de
que el tutor se constituya en demandante. No tiene nece-
(1) Civ. 10 enero 1894, D. 94. 1. 377, S. 95. 1. 81, nota Lacoste y C. reuni­
das, 22 marzo 1897, D. 97. Ú 277, S. 87. 1. 309.
(2) V. principalmente Rouen, 13 dic. 1905, D. 1908. 2. 2'33. Comp. jurispru­
dencia relativa a los demás incapaces (núm. 267) .
(3) Una autorización general equivaldría, por parto del consejo de familia,
a modificar el estatuto legal de la tutela, el cual es de orden público (suprá, núm.
547). Sobre el carácter general del mismo principio V. (suprd, núm. 265).
(4) Así pues, la autorización para intentar una acción judicial comprende
la de los recursos ordinarios (V. núm. siguiente). Se ha juzgado también, que la
autorización para atacar una. partición de herencia de ascendiente por lesión
implicaba virtualmcnte la de atacarla por atentar a la legítima. (Reúnes, 16 agos­
to 1847, D. 49. 2. 117) .
538 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sidad de ella si es demandado o si continúa una acción ya


intentada (1).
Entre las acciones inmobiliarias no se comprenderán,
como se ha dicho (núm. 564)3 ni las acciones posesorias, ni
las demandas ejecutivas. El ejercicio de una puja en su­
basta no es tampoco una acción inmobiliaria, pero es error
el que se haya decidido que no exige tampoco autoriza­
ción (2) ; equivale realmente a una compra a crédito, o a una
inversión, y debe seguir la condición de esos dos actos.
A menos de disposición contraria, la autorización de
intentar una acción implica la de provocar todos los inci­
dentes del procedimiento y aún, creemos, la de hacer opo­
sición o apelar (3), pero no la de interponer un recurso de
casación (4).
Como la autorización no se requiere sino en interés
del menor, sólo él o su representante (5) pueden invocar
la nulidad del procedimiento, cosa que les es posible hasta
en casación (6), puesto que la nulidad es de orden público.
Pero el contrario, al que no se puede obligar a iniciar un
procedimiento anulable, puede negarse-a contestar la de­
manda en tanto que el tutor no haya regularizado su ac­
ción (7). Si contesta a la demanda, pierde el derecho de
invocar su irregularidad (8).
# Los gastos del procedimiento anulado por falta de au­
torización incumben al tutor (art. 132 Pr. Civ.) (szupra, nú­
mero 498).
570. Allanamiento a la acción sobre inmobiliares. —
El art. 464 exige, para este allanamiento, la autorización
del Consejo de familia, ya se trate de allanarse a la de-
(1) Burdeos, 22 mayo 1889, D. 89. 2. 284.
(2) Rouen, 6 enero 1846, D. 46. 2. 201, S. 53. 2. 385, en nota; Bourges, 2
abril 1852, D. 55. 2. 110, S. 53. 2. 385.
(3) Civ. 17 nov. 1813, D. Jur. Gén., vv Appel civil, núm. 824; Nimes, 2 julio
1829, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 527; Riom, 10 mayo 1855, S. 56. 2. 1; Poitiers,
28 nov. 1864, D. 65. 2. 160, S. 66. 2. 121; Alger, 26 feb. 1866, en Req. 22 enero
1868, D. 68. 1. 109, S. 68. 1. 209. Aubry y Rau, I, pfo. 114, textoy nota 9, p. 722;
Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 532. Eu todo caso, la
admisibilidad de la apelación debe ser opuesta antes de las conclusiones do fon­
do: Burdeos, 22 mayo 1889, precitada. Comp. suprd, núm. 265.
(4) Aubry y Rau, ibid., texto y nota 25 bis y 25 tri.; Baudry-Lacantinerio,
Chéneaux y Bounecarrére, V. núm. 536.
(5) Req. 11 dic. 1810, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 529; Req. 24 agosto
1813 D. ibid.; Req. 19 enero 1841, D. ibid.; Burdeos, 22 mayo 1389. precitada.
*(6) Civ. 8 abril 1903, D. 1903. 1. 295, S. 1903. 1. 309. Poro la nulidad del
procedimiento estará amparada una vez que la decisión se ha puesto en vigor como
cosa juzgada (suprd, núm. 293).
(7) Civ. 5 enero 1859, D. 59. 1. 34, S. 59. 1. 335.
(8) La misma sentencia, motivos. En todo caso, el defecto de autorización
del menor en primera instancia no puede sor invocado contra él en apelación: Req.
19 enero 1841, precitada. V. suprd, núm. 293.
TUTELA DE LOS MENORES 539

manda, de consentir la sentencia pronunciada contra el


menor, o de desistir de la apelación (1), que no es otra cosa
que un allanamiento indirecto.
Como el allanamiento a una demanda inmobiliaria
equivale, para el pupilo, a la pérdida del derecho inmobi­
liario, reivindicado contra él por un tercero, se ha sosteni­
do (2) la necesidad de añadir a esa autorización del Conse­
jo de familia, )a aprobación del tribunal. Este razonamien­
to por analogía no ha podido prevalecer contra el texto del
artículo 464 (3), y no tiene valor sino en el caso de que el
allanamiento encubra una enajenación voluntaria o haya
sido hecha en ejecución de una transacción no aprobada.
El allanamiento no autorizado es nulo; no impide la
apelación y la oposición; pero la expiración de los plazos
de esos dos recursos da a la sentencia la autoridad de cosa
Juzgada (4).
571. Acción de división. — La acción de división no
exige, por parte del tutor, la autorización del Consejo de fa­
milia sino en el caso de que la intente contra la voluntad de
los demás copartícipes. Puede actuar sin autorización, como
demandante, o unido a los otros copartícipes, en una de­
manda colectiva de partición (art. 465, ley 15 nov. 1921).
La partición es un acto de disposición, para el cual se jus­
tifica la exigencia de una autorización. Si no se exige
además la aprobación del tribunal, es debido a las garan­
tías que ofrece al menor la forma necesariamente judicial
de la partición. Esta reglas valen para la división de todo
condominio, cualquiera que sea su origen, sucesión, socie­
dad, etc.
La autorización dada para toda división o partición
debe lógicamente permitir al tutor que provoque la licita­
ción, que no es más que una de sus operaciones. Pero el
artículo 460 equipara la licitación a las demás ventas de in­
muebles y la somete, por lo tanto, a una autorización espe­
cial aprobada por el tribunal, cuando no es solicitada por
los copartícipes del menor (5).
(1) Y también <lel desistimiento do un recurso de casación: Cas. .17 mayo
1868, D. 69. 1. 284. Esta sentencia equipara erróneamente con una acción inmobi­
liaria, una acción de estado que puede tener consecuencias en cuanto a los inmue­
bles.
(2) Sobro todo, cuando el menor es demandado en primera instancia: Aubry
y Rau, I, pfo. 114, texto y nota 24.
(3) Civ. 10 enero 1894, D. 94. 1. 377, S. 95. 1. 81 y S. Rouen, 22 marzo 1897,
D. 97. 1. 277, S. 97. 1. 309, concl. Manan.
(4) Civ. 9 julio 192'4, Gas. Palais, 1924, 2. 443.
(5) Esta interpretación es generalmente admitida, Angers, 19 jimio 1851, D.
51. 2. 163, S. 70. 2. 294, en nota; Naney,'3 julio 1878, y en recurso, Civ. 20 enero

I
540 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Aunque el defecto de autorización hace anulable la di


visión, parece que los demandantes no pueden prevalerse de
ella para detener el procedimeinto sino in liniine litis (1).
572. Forma judicial de la división. — Toda división
en que participe un menor debe ser hecha judicialmente y,
además, precedida de una estimación general (art. 466).
Ahora bien, la división judicial, en la ley francesa, es tan
complicada, tan onerosa y tan imperfecta que los interesa­
dos no se resignan a ella sino en caso desesperado (2). Tra­
tan de sustraerse a ella por varios medios:
1’ El convenio de indivisión, por el cual» los condo­
minos se comprometen a no pedir la división durante un
tiempo dado, que no puede exceder de 5 años (art. 815) ;
esta convención es renovable; se puede además exceder su
límite de duración organizando la indivisión en sociedad,
lo que tiene la ventaja de remediar el carácter molesto de
la indivisión pura y simple (3) ; se evitan también esos in­
convenientes agregando una división provisional al conve­
nio sobre indivisión;
2* La división provisional, que no comprende sino el
disfrute de la cosa y que el tutor puede hacerla solo (ar­
tículo 466, in fine) ; hay que esperar a la mayoría de edad
para confirmar esa división o hacer otra;
3’ La división con garantía (4), en la cual, los mayo­
res se comprometen unos con otros a asegurar la adhesión
de los menores, cuando éstos lleguen a la mayoría de edad,
procedimiento peligroso, puesto que no obliga a los meno­
res que pueden siempre pedir otra división;
4’ La transacción ; se pone fin al condominio so pre­
texto de terminar una diferencia surgida entre los copar­
tícipes; pero este procedimiento no es legal sino en caso de
litigio serio (5).
59 La venta de los 'bienes pro indivisos; el importe de
la venta se divide en efecto de pleno derecho (art. 1220) y.
1880 D. 80. 1. 161, S. 80. 1. 209. Aubry y Rau, I, pfo. 113, nota 20, p. 705.
Contrd. Burdeos, 25 agosto 1870, D. 71. 2. 143, S. 70 2. 294.
(1) Civ. 5 enero 1859, D. 59. 1. 34, S. 59. 1. 335 (motivos) . Contri, Bruse­
las 23 feb. 1826, D. Jur. Gen., v9 Minorité, núm. 516. En todo caso, la. autorización
dada en el curso dol procedimiento cubre )a irregularidad de éste. Comp. Bruse­
las 4 julio 1811, D. Jur. Gén., v9 cit., núm. 516, suprd, núm. 2'93.
’ (2) V el informe de Piédeliévre, Pulí. Soc. ét. lég., 1905, p. 215.
Riom 2 mayo 1907, D. 1908. 2. 109, S. 1908. 2. 289. Comp. R. Savatior,
Rev. trim., 1923, p. 192 ? s., comentario de Civ. 5 julio 1922, Ga3. Pal., 18 nov.
1922.
?4) Sobre el carácter definitivo de es« división en relación con los mayores,
V Chambérv 9 feb. 1870, D. 70. 2. 188, S. 70. 2. 123. Comp. suprd, núm. 252.
’ (5) Civ’ 5 dic. 1887, D. 88. 1. 241>, S. 88. 1. 425 Comp. Angers, 7 agosto 1874,
D 75. 2. 35, V. Jxsloutre, Rcv. trian., 1909, p. 71.
TUTELA DE LOS MENORES 541

por consiguiente, la división cesa: este procedimiento es


legal cuando la venta se hace a un tercero; ya que en reali­
dad no se trata de división, y por lo tanto creemos nosotros
que no se puede acusarla de burlar la ley (1). Ahora bien,
la acusación estaría justificada si los mismos condominos se
consituyeran individualmente en compradores;
69 La división hecha por los padres, del conjunto de
sus bienes y aun de los bienes ya indivisos entre menores,
con cláusula penal de desheredación si éstos no aceptan a
título obligatorio la división hecha de sus bienes (2/
La división hecha mediante demanda no autorizada del
tutor, puede ser confirmada por el menor cuando sea ma­
yor, incluso implícitamente (3). Hasta su anulación, esa
división valdrá (art. 466 in fine} como provisional (4).
573. B. Decisiones relacionadas con la aceptación
de las sucesiones y liberalidades. Aceptación de heren­
cia. — La aceptación pura y simple de ima herencia deja­
da al menor está absolutamente prohibida al tutor. La
aceptación a beneficio de inventario y la renuncia suponen,
ambas, la autorización necesaria y suficiente del Consejo
de familia. Es fácil comprender el peligro de la renuncia.
En cuanto a la aceptación a beneficio de inventario no so­
lamente puede resultar inútil y molesta en caso de insol­
vencia de la sucesión; sino que puede también ser, en caso
de obligación de restitución, muy onerosa para el heredero;
basta con suponer para eso que el montante de la restitu­
ción a que le obligue la aceptación sea superior al montante
de su parte de sucesión.

(1) La Corte do casación, parece exigir erróneamente, para validar la ven­


ta, que la indivisión sea mantenida por medio de La inversión del importe en otros
valores pro indivisos: Civ. 15 julio 1890, D. 90. 1. 361, S. 91. 1. 9, nota Lyon-Caen.
Reprueba, sin embargo, algunas decisiones todavía más estrechamente formulistas,
que prohíben toda alienación de muebles pro indivisos entre un mayor y un menor,
so pretexto do que la división es ya inútil: Tr. Sena, 23 junio 1880, D. 81. 3. 70,
nota 1, S. 80. 2. 269; 7 dic. 1883, D. Jur. Gén., v9 cit., núm. 419; Tr. paz Reims, 27
agosto 1900, D. 1901. 2. 165. Véase también Aubry y Rau, I, pfo. 113, texto y
nota 12 oct., p. 701.
(2) V. Req. I9 marzo 1830, D. Jur. Gen., v9 Disposition entre vifs, Sfúm. 187;
Req. I9 marzo 1831, D. ibwL; Civ. 6 junio 1883, D. 84. 1. 33; Civ. 25 feb. 1925, D.
II. 192'5, p. 270; Douai, 7 dic. 1871, D. 73. 2. 282; Dijón, 10 julio 1879, D. 80.
2. 129.
(3) Esta confirmación puede también resultar, dice la jurisprudencia, sc-
gúu los casos, de su mantenimiento voluntario en posesión. No hay, pues, que es-
perar a la prescripción do diez años. Req. 4 abril 1876, D. 76. 1. 380; Poitiers, 9
marz/ 1SP3, D. 95. 2. 121, nota Planiol, S. 94. 2. 153, nota Wahl.
(4) Sobro el carácter relativo do la nulidad de esa división, v. la nota de
Planiol, anteriormente citada.
542 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Se considerará igual a la aceptación de herencia, la


de un legado universal o a título universal (1), no la de un
legado particular (v. sobre este último, el número siguien­
te). La aceptación o la repudiación de su participación en
la sociedad legal de gananciales por los menores herederos
de la mujer debe también ser considerada como aceptación
de herencia (arg. de la palabra mayor en el art. 1455).
La autorización de aceptar a beneficio de inventario
una herencia no implica ni el derecho de ejercer el retrac­
to de heredero (2) que debe ser considerado como una ad­
quisición a crédito o a título de inversión, ni el de hacer,
conforme al art. 802, abandono de los bienes de la sucesión.
Este abandono exige una autorización especial, pero como
deja al menor la propiedad de los bienes de la sucesión, es
menos grave que una renuncia y la aprobación del tribunal
no se exige (3).
La autorización para aceptar, dice una antigua sen­
tencia, debe ser anterior a la declarción del tutor en el
juzgdo (4). En todo caso, no dispensa al tutor de esa de­
claración, puesto que no tiene por sí sola valor activo. Pero
la ausencia de declaración del tutor no priva, al menor del
beneficio de inventario, puesto que la aceptación pura y
simple, que es imposible para él, no resulta siquiera de los
actos que en derecho común equivalen a aceptación táci­
ta (5). Unicamente confirmando esos actos después de su
mayoría de edad, puede el menor perder el derecho al bene­
ficio de inventario, si no resulta que se halla aún ninguna
declaración en el juzgado (6).
La renuncia parece permitida, con la autorización del
Consejo de familia, cualesquiera que sean sus efectos, aun
cuando equivalga a una donación indirecta, salvo el caso en
que un acto revele ésta; este acto de donación y su ejecu-
(1) Dijón, 10 julio 1879, D. 80. 2. 129. Aubry y Rau, I, pfo. 113, texto y
nota 3; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 542. Resulta do
ello que los ascendientes no pueden sustituir al tutor en la aceptación de legados
de esta especie, invocando el art. 935. Comp. no> obstante, Civ. 25 junio 192'3, D.
1923. 1. 119 (motivos).
(2) Contrd, Grenoble, 16 agosto 1858, D. Jur. Gén.t Sup. v’ Minorité, núm.
501. Pero comp. Aubry y Rau, I, pfo. 113, nota 9, p. 699; Baudry-Lacantinerie,
Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 544.
(3) Sin embargo, parece que se manifiesta en sentido contrario, Civ., 12 mar­
zo 1839 D. Jur. Gén,, v9 Succession, núm. 784. Poro en el sentido <lp nuestra opinión
Douai, 18 agosto 1855, D. 56. 2. 92, S. 56. 2. 342. Aubry y Rau, I, pfo. 113, núm.
5, p. 698; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 543.
’ (4) Civ. 12 marzo 1839, precitada. Pero v. supvd, núm. 267.
(5) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 546; A. Colin y
Capitant, IH, p. 463-464.
(6) Pau, 22 mayo 1912*, S. 1912. 2. 179.

1
TUTELA DE LOS MENORES 543

ción son nulos. Además, el tutor y los miembros del Con­


sejo de familia son en todo caso responsables de la pérdida
causada al pupilo por una renuncia notoriamente desventa­
josa. Pero el pupilo y su tutor, autorizado a este efecto,
pueden, dice el art. 462, revocar la renuncia, siempre que
los herederos subsiguientes no hayan aceptado; derecho que
también corresponde a los renunciantes mayores (artícu­
lo 790).
574. Aceptación de liberalidades. — El art. 463 pare­
ce subordinar toda aceptación de donación a la autoriza­
ción del Consejo de familia (1). En realidad, esto no es
así, sino en el caso de que el menor no tenga ascendientes,
pues cada uo de éstos puede, aun a pesar de los otros as­
cendientes y sin ejercer la tutela, aceptar libremente la do­
nación (art. 935). Realmente son razones morales las que
llevan al legislador a exigir en este caso, para el tutor, la
autorización del Consejo de familia y, en este punto, con­
fía en los ascendientes, deseando, si el honor no se opone a
ello, que ninguno deje escapar la ocasión de una donación
en favor del menor. No obstante, parece, que esto sólo es
exacto en el caso de donaciones sin cargas (2). El artícu­
lo 463, que es el vínico, a excepción del art. 935, que alude a
cargas posibles, parece siempre someter a la autorización
del Consejo de familia la aceptación de la donación que las
impone al menor; si bien el que se aplica a las donaciones-
divisiones hechas por un ascendiente es el art. 935 cita­
do (3).
Las reglas que preceden no se refieren sino a.las do­
naciones entre vivos. Pero son aplicables, creemos, salvo
disposiciones contrarias, a la aceptación de las donaciones
indirectas, siempre que se requiere la aceptación. Lo mis­
mo sucede enn las donaciones encubiertas que deben, ade­
más, ser aceptadas por el menor con las mismas autoriza­
ciones que e] acto cuya apariencia revisten.
(.1) Sobro el carácter de la nulidad de las donaciones no autorizadas, v. suprd,
núm. 288.
(2) V. sin embargo, en sentido contrario: Grenoble, 11 enero 1864, D. 65.
2. 57, S. 64. 2. 249,- Lyon, 24 junio 1868, D. 68. 4. 177; S. 69. 2. 41; Aubry y
Rau, pfo. 642; Baudry-Lacantinerio y M. Colín, Tr. des donations, I, núm. 1297.
En todo caso, si la carga consiste en una alienación inmobiliaria, es imposible elu­
dir la autorización del consejo de familia.
(3) Nimes, 22 marzo 1839, D. Jur. Gén., v’ Disp. entre vifs, núm. 4528; 10
abril 1847, D. 48. 2. 102, S. 48. 2. 130; París, 23 junio 1849, D. 50. 2. 10, S. 49. 2.
554; Caen, 3 marzo 1855, D. 56. 2. 91; Poit.iers, 20 fob. 1861, D. 61. 2. 93, S. 61.
2. 465; Lyon, 13 marzo 1877, D. 78. 2. 33, S. 78. 2'. 138. Con la mayor frecuencia,
un ascendiente declara aceptar la donación hecha por otro. Sobre la cuestión de
saber si el donante mismo puede aceptar por el donatario, v9 suprá, núm. 261.
544 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

La aceptación de los legados no es objeto de disposición


especial. Está sometida a las reglas de la aceptación de
las sucesiones, ya sean universales o a título universal. Si
son a título particular, hay que* admitir que la ausencia de
preceptos restrictivos permite al tutor aceptarlos libremen­
te (1), por lo menos, si en tanto no existan cargas (2); pero
según los motivos de una sentencia reciente de la Corte de
Casación parecen someter los legados al mismo régimen de
las donaciones (3).
A la inversa de lo que ocurre con la renuncia de suce­
sión, la de una liberalidad resulta del silencio de los que
pueden aceptar ésta, y no necesita, consecuentemente, nin­
guna autorización (4). Si dicha renuncia no se justifica
por algún motivo moral, implica la responsabilidad para el
tutor.
575. C. Actos previstos por la ley de 27 de febrero
de 1880, que importen menos de 1.500 francos. Enaje­
naciones de muebles incorporales.—No sin vacilaciones (5),
la Corte de Casación había decidido en 1873 (6) aplicar a
las ventas de muebles incorporales la regla de la omnipo­
tencia del tutor en ausencia de limitación legal de sus pode­
res. Resultaba de ello que toda una parte, con frecuencia
la más considerable, de la fortuna de los menores se hallaba
a la discreción absoluta de los tutores que podían enajenar,
sin autorización, todos los valores mobiliarios de sus pu­
pilos.
La ley de 27 de febrero de 1880 (art. 1), con un cam­
bio de frente, ha sometido al tutor, en toda enajenación de
muebles incorporales a la autorización del Consejo de fa­
milia y, además, a la aprobación del tribunal, si la opera­
ción es de más de 1.500 francos (7). Esta ley se refiere
(1) Aubry y Rau, I, pío. 113, nota 11. No hay que confundir con la acep­
tación ía demanda de entrega; esta es, según el objeto del legado, una acción mo-
biliaria o una acción inmobiliaria, y en los dos casos obedece a las reglas genera­
les concernientes al ejercicio por parte del tutor de las acciones del menor.
(2) Parece difícil, incluso si la carga es mobiliaria, permitir al tutor que
asuma para el menor, la obligación correspondiente sin autorización (Aubry y
Rau, loe. cit.).
(3) Civ. 25 junio 1923, D. 1923. 1. 119. En esto sentido, Baudry-Lacantine-
rie Cbéncaux y Bouques-Fourcade, V. núm. 548; A. Colín y Capitán t, I, p. 512.
’ (4) París 21 oct. 1902. D. 1903. 2. 121, nota Claro.
(5) Civ. 12’ dic. 1855, D. 56. 1. 18, S. 56. 1. 97.
(6) Civ. 3 feb. 1873, D. Jur. Gén., Sup.t v’ Minoritc, núm. 354, S. 73. 1. 61;
Req. 21 julio 1873, D. 74. 1. 264, S. 73. 1. 446.
(7) Bibliografía.—Varios comentarios de la ley de 1880 han sido publi­
cados: Bressolcs, Tolosa, 1881 ; Buchórc, París 1882; Coulet, 2’ edición, 1884;
Dcfrénois, 2’ ed., 1887. Sobro los problemas resueltos por esa ley, v. Saloilles,
De l’ali¿nation des valcurs mobiliéres par les adininistratcturs du patrimoinc
TUTELA DE LOS MENORES 545

evidentemente y en primer termino- a los valores mobilia­


rios, pero se aplica también a todos los demás muebles incor­
porales, cualesquiera que sean (1), tales, por ejemplo, como
los establecimientos mercantiles (2) y oficios enajenados,
los derechos de propiedad literaria, artística, industrial, las
participaciones sociales, los derechos de crédito cualesquie­
ra entre los cuales se halla el derecho al arrendamiento.
Por una consecuencia, curiosa, la ley de 1880, que res­
peta el derecho del tutor de enajenar sin autorización, por
lo menos, en los límites de la administración, la plena pro­
piedad de los muebles corporales del menor, prohíbe, en
cambio, la enajenación de las desmembraciones de esa pro­
piedad, tales como el usufructo, puesto que tales desmem­
braciones son muebles incorporales.
Este régimen es aplicable lo mismo a los muebles in­
corporales de que el menor resulte copropietario que a los
que les corresponden en su integridad (3).
La imposibilidad de enajenar los muebles incorporales
sin autorización implica la de no poder darlos en garantía,
permutarlos o aportarlos a una sociedad.
De hecho, la prohibición de las enajenaciones no auto­
rizadas está muy lejos de ser efectiva, en la práctica, cuan­
do se trata precisamente de bienes que la ley de 1880 ha
querido proteger: los valores mobiliarios. En efecto, mien­
tras éstos estén al portador, cosa que es en extremo fre­
cuente, a pesar de la disposición contraria de la ley (suprd,
núm. 536), el comprador resulta protegido por el art. 2279.
De suerte que el único recurso del menor es el de exigir
responsabilidad al tutor que los haya vendido. El compra­
dor o, si la venta se hace en Bolsa, el agente de Bolsa no
tiene que hacer ninguna investigación para saber si los va­
lores vendidos pertenecen a un menor: así lo exige la natu-,
raleza misma de los títulos al portador (4).
d’autri, 1883; Chavegrin, De la protcction de la fortune mobiliére des mvneurs
en Droit comparé, t. París, 1907. Véase también Deloison, Tr. des valeurs mobi-
liércs.
(1) A excepción, no obstante, ¿lo los billetes de banco, considerados como
muebles corporales.
(2) Tr. St-Nazaire, 5 mayo 1923, Gas. Trib., 24 octubre. Comp. Tr. Sena, 21
enero 1922, Gas. Pal., 14 feb. (venta do clientela). Comp. no obstante Burdeos,
2'9 dic. 1890, D. 92. 2. 368, S. 91. 2. 221. Si. la ventet comprendiera con el óstable-
cimionto algunos inmuebles, debo, además, obedecer a las formas do los arts. 457
y siguientes.
(3) Sobro eso extremo, v. suprd, núm. 572. Además, nada impide a los mayo­
res el alienar su parte do condominio.
(4) Peq. 28 feb. 1899, D. 1905. 1. 28, S. 1901. 1. 31. Los valores adquiridos
por el tutor, bajo su propio nombro, como consecuencia do la venta do los del pu­
pilo, pertenecen al tutor (la misma sentencia).
546 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

576. Medidas ordenadas por el acuerdo que autori­


za la enajenación.—Al autorizar la enajenación de los mue­
bles incorporales, el Consejo de familia puede ordenar a
este respecto todas las medidas que considere útiles para
la garantía del menor; en principio, estas medidas impo­
nen a la autorización condiciones cuyo cumplimiento hace
que ésta se considere como no concedida. La enajenación
realizada menospreciando las condiciones impuestas es,
por lo tanto, nula. Sin embargo, el art. 6 in fine descarta
esta regla cuando el Consejo de familia ha exigido la rein­
versión del importe de la venta. Ese texto declara que
“Los terceros no son en ningún caso fiadores de la inver­
sión” y resulta de ello que ninguna nulidad de la enajena­
ción puede perjudicar a los compradores, por el hecho de
que el tutor no haya llevado a efecto la reinversión dispues­
ta. Corresponde al Consejo de familia proveer a la ejecu­
ción de sus instrucciones, declarando, por ejemplo, que el
precio de venta deberá ser entregado a un mandatario que
goce de su confianza, un notario, por ejemplo, especialmen­
te encargado de llevar a cabo la reinversión proscripta (1).
Creemos también que ese mandato puede sei’ válidamente
otorgado al agente de Bolsa encargado de vender los valo­
res, si el Consejo de familia le encarga de emplear su impor­
te en la compra de otros valores determinados. Al excluir
la responsabilidad de los terceros, la ley no excluye la
de los mandatarios del Consejo de familia (2).
El art. 3 de la ley de 1880 no autoriza la enajenación
de los valores de Bolsa sino por medio de un agente de Bol­
sa; entendiéndose sólo los valores que se cotizan en la mis­
ma, ya que es libre la forma de venta de los otros muebles
incorporales (3). El agente de Bolsa se elige por el Con­
sejo de familia o, en su defecto, por el tutor. El subtutor
no tiene que intervenir (4).
577. Conversión de títulos nominales en títulos al
portador. — La conversión de títulos nominales en títulos
al portador pone los mismos a la discreción del tutor. La
ley de 1880, art. 10, que modifica la jurisprudencia ante-
(1) Aubry y Rau, I, pfo. 112, nota 31. Comp. Toloaa, 5 mayo 1838, D. Jur.
Gén. v* Minorité, núm. 4’03. Civ. 20 junio 1843, D. ibid.; Douai, 21 abril 1873, D.
74. 2. 147, S. 73. 2. 296; Roq. 12 junio 1921, D. 1922'. 1. 177, nota Savatier.
(2) Dcloison, Tr. des valeurs mobiliércs, p. 238, nota 1.
(3) No es necesario nunca que la venta do los muebles incorporales tenga
efecto a subasta: Civ. 16 nov. 1921, D. 1924. 1. 54.
(4) Civ. 16 nov. 1921, precitada.
TUTELA DE LOS MENORES 547

rior (1), considera la conversión como una venta de esos


valores, ¿esde el punto de vista de las autorizaciones re­
queridas.
No obstante, como el tutor tiene atribuciones para co­
brar los fondos del menor, puede hacer que se le pongan al
portador sin autorización los valores amortizados, cuando
el establecimiento emisor no reembolsa sino bajo esta forma.
Como la conversión en nominales de todos los títulos
de su pupilo es una obligación para el tutor (art. 5 de la
ley de 1880), el Consejo de familia no podrá autorizar la
conversión al portador, operación inversa, sino en casos ex­
cepcionales que no se explican fuera de los casos de ven­
ta o de amortización. Además, para las rentas del Estado-
esta conversión es imposible en todos los casos, en virtud
de la ordenanza de 29 abril 1831 y del decreto de 18 junio
de 1864 (2).
578. Inversión de capital. — Contrariamente a ]a in­
versión de las rentas, que el tutor efectúa libremente, las
inversiones de capital se hallan siempre sometidas a auto­
rización.
El derecho del Consejo de familia a disponer sobre la
forma de inversión no es dudoso cuando los fondos provie­
nen de un acto que depende de su autorización, como una
venta dé inmuebles o de valores mobiliarios. El Consejo,
al autorizar a vender, puede uindicar todas las condicio­
nes que juzgue titiles” (art. 457 C. Civ. y art. 1, párr. 2, ley
27 feb. 1880). Puede, pues, subordinar su consentimiento
a un empleo determinado del precio de venta.
Pero la duda surge cuando se trata de cantidades que.
provienen de herencias, y del cobro de créditos del menor,
cantidades que el tutor tiene en efecto facultad para reci­
bir sin autorización. Hasta 1880 se podía afirmar que se
hacía la inversión de esas cantidades a voluntad del tutor.
Pero el art. 6 de la ley de 1880, que obliga a todo tutor a
invertir dentro de los tres meses los fondos de su pupilo,
añade: “las reglas proscriptas por los artículos anteriores
serán aplicables a dicha inversión”. Se ha sostenido (3)
que el legislador había pretendido sencillamente ordenar
de ese modo la compra de valores nominales. Pero, en ese
(1) Rcq. 4 agosto 1873, D. 75. 5. 468, S. 73. 1. 441.
(2) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 584.
(3) Aix, 10 mayo 1906, D. 1906. 1. 352‘, S. 1906. 2. 160. Aubry y Rau, I,
pío. 112, texto y nota 31 dic. j. p. 687-688; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 522; Lyon-Cacn, nota S. 85. 2. 97; Bressoles, op. cit., p. 59;
Buchóro, op. cit.t núm. 32.
54S TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

vaso, le habría bastado con remitir al art. 5 de la ley. Aho­


ra bien, el art. 6 remite de una manera general6 4 a los artícu­
los precedentes’7; hay, pues, que comprender en ellos el
art. r, el cual subordina las operaciones a que se refiere,
a la autorización del Consejo de familia y aún a la aproba­
ción del tribunal, si los valores exceden de 1.500 francos.
Estas formalidades, previstas para la venta de valores mo­
biliarios por el art. T, debido a la llamada del art. 6, se han
hecho igualmente necesarias para toda inversión (1).
También ocurre lo mismo cuando consiste en una com­
pra de inmueble; o de valores mobiliarios, o en un présta­
mo con interés, o en cualquiera otra inversión productiva
de los fondos del pupilo. Sin embargo, no constituyen in­
versiones de capital los ingresos en la caja de ahorros y la
adquisición de bonos de la defensa nacional, ni los depósi­
tos a corto plazo en un Banco. Son operaciones de tesore-
v ría que entran en la administración corriente y que el tu­
tor hará libremente bajo su responsabilidad. Se observa­
rá que si el tutor obtiene de ese modo para el menor, ren­
tas por lo menos iguales al tipo legal de interés, resultará
dispensado de la obligación de efectuar dentro de los tres
meses la inversión de los fondos del pupilo, aunque no exis­
ta el usufructo legal (infrá, núm. 596).
§ 3.—Acto# que necesitan, además de la autorización
del Consejo de familia^ la aprobación del tribunal
579. A. Enajenaciones inmobiliarias a titulo one­
roso y constituciones de hipotecas. Habilitación reque­
rida para las enajenaciones inmobiliarias.—-Las enajenacio­
l;i nes inmobiliarias, actos tradicionalmente considerados co­
mo muy graves, son para las cuales el arbitrio del tutor ha
I
resultado limitado desde muy antiguo (2). Tratadas hoy
por el art. 457 C. Civ., exigen una autorización del Consejo
de familia aprobada, por el tribunal.
Estas enajenaciones, dice el texto, deben ser autoriza­
das únicamente en caso de necesidad o de beneficio eviden­
te, circunstancias que serán apreciadas soberanamente por
el’Consejo de familia, bajo su responsabilidad, y por el tri­
bunal. Si como de ordinario, la enajenación tiene por ob-
/ix P'irís 21 mayo 1884, D. 8o. 2. 177, S. 85. 2. 97; Tr. Nlontpcllicr, 27
■¡nlin 1901 S 1902. 2. 21; Rennes, 9 feb. 1904, D. 1904. 2'. 263; S. 1904. 2. 263;
ToloM 19 marzo 1906, D. 1906. 2. 192, S. 1906. 2. 95. Doloison, op. cit., núm. 223;
Conip ’ A. Colín v Capitant, I, p. 511-512.,
(2) V. Plañid, Traite élémcutaire, I, núm. 1918.
TUTELA DE LOS MENORES 549

jeto procurar fondos al menor, el Consejo de familia debe


exigir del tutor una cuenta sumaria que pruebe la insufi­
ciencia de sus fondos y de rentas disponibles (art. 457, pá­
rrafos 2 y 3), cuenta cuyo resultado debe hacerse constar
en el acta del acuerdo.
La ley exige también la constancia de la insuficiencia
del mobiliario que, a su parecer, debe venderse con prefe­
rencia a los bienes inmuebles. Pero esto no rige necesaria­
mente en cuanto a los muebles incorporales, considerados
no obstante a este respecto como inmuebles, por la ley de 27
de abril de 1880.
El Consejo de familia, añade el párrafo 4 “indicará los
inmuebles que deben ser vendidos preferentemente y to­
das las condiciones que considere útiles”. En principio,
la no observancia de esas prescripciones entraña la nulidad
de la venta, que se considerará como no autorizada. Sin
embargo, si las condiciones impuestas se refieren a la rein­
versión de los fondos obtenidos por la enajenación, se sabe
ya que el art. 6. párr. 2, de la ley de 27 febrero 1880 exime
de responsabilidad a los terceros compradores. El Conse­
jo de familia puede únicamente obligarlos a depositar los
fondos en poder de una persona designada por él y que res­
ponderá de su inversión como mandatario del menor (1).
Del mismo modo que el Consejo de familia puede po­
ner condiciones a su autorización, el tribunal, en interés del
menor, puede ponerlas también a la aprobación, la cual pue­
de otorgar parcialmente (2).
580. Enajenaciones diversas que necesitan la habili­
tación.—El art. 457 somete a las reglas que preceden toda
enajenación de inmueble a título oneroso y toda constitu­
ción de hipoteca.
Se debe estimar comprendidas en el concepto de enaje­
naciones de inmuebles, a más de la venta, la permuta, la
dación en pago (3) y la aportación en sociedad (4j. así corno
todos los actos que a título oneroso impliquen un desmem­
bramiento de la propiedad inmobiliaria f5), como usu­
fructo, servidumbre, enfiteusis y anticresis. La renuncia
a una prescripción adquirida debe igualmente ser conside­
rada como una enajenación (6). Igualmente debe ser con-
(1) La’situación es la misma que la estudiada en el número 577.
(2) Sobre esos dos extremos, V? suprd, núm. 519.
(3) O, por analogía, el abandono al credirentista del inmueble afectado por
la garantía do su renta: Poiticrs, 14 uov. .1822’, D. Jur. Gén., Minorité, n9 549.
(4) Riom. 2 mayo 1907, D. 1908. 2. 109, S. 1908. 2. 289.
(5) Civ. 25 marzo 1861. D. 61. 1. 202, S. 61. 1. 676.
(6) Burdeos, 31 dic. 1895, D. 97. 2. 97.
550 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

si derada la. renuncia a un derecho de retracto consentida


por un vendedor, o la renuncia de la prórroga del retrac­
to aceptada por un comprador. Se trata, en efecto, de dis­
poner en el primer caso de una propiedad bajo condición
suspensiva, y en el segundo, de una propiedad bajo con­
dición resolutoria. (1). La cesión de derechos hereditarios
se considerará como enajenación inmobiliaria, o como ven­
ta de muebles incorporales, según que la sucesión compren­
da o no inmuebles (2). La venta de un corte de madera y
la de materiales de una mina o de una cantera, serán o no
consideradas como ventas de inmuebles, según que se sal­
gan o no de los límites del acto de administración (supra,
número 560).
No se considerará como una enajenación el otorgamien­
to de una escritura de venta que el menor estuviese civil­
mente obligado a celebrar en virtud de un acto o de un
compromiso anterior en el que se fijará ya el objeto y el
precio (3). En cambio, todo acto por el cual el menor con­
traiga la obligación de enajenar un inmueble, por ejemplo,
al aceptar una donación con carga inmobiliaria, exige la
autorización del Consejo de familia y la aprobación del tri­
bunal (4).
No es necesario tampoco reunir al Consejo de familia
cuando un inmueble del menor se halla sometido a un pro­
cedimiento de apremio o de expropiación, por embargo o
por causa de utilidad pública. En este último caso, cuando
la Administración hace ofrecimiento al tutor, éste puede
aceptarlos con la simple autorización del tribunal (ley de
3 mayo 1841, arts. 13 y 25). Puede también rehusarlos sin
autorización, lo que entrañará ipso fació la continuación
del procedimiento de expropiación (5).
La autorización del art. 457 no es ya necesaria para la
licitación de inmuebles pro indivisos, demandada por los co­
herederos del menor. Pero el art. 460 parece a contrario
sensu exigirla para el tutor, si éste, aun autorizada ya a la
división, toma la iniciativa de pedir la licitación (supra, nú­
mero 571).
581. Constitución de hipoteca o renuncia de hipoteca.
__ El art. 457 considera muy justamente igual a una ena-
(1) Aubry y Rau, I, pío. 113, texto y nota 19, p. 705.
(2) Uiv. 21 dic. 1836, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 576.
(3) Req. 8 marzo 1852, D. 52. 1. 73, S. 52. 1. 393; Comp. Dijón, 15 julio
1879, D. 80. 2. 129, S. 80. 2. 41, consulta Bufnoir.
(4) Civ 25 marzo 1861 y Dijón, 10 julio 1879, precitadas.
(5) Civ’. 13 marzo 1861, D. 61. 1. 181, S. 61. 1. 653.
TUTELA DE LOS MENORES 551

j enación inmobiliaria toda constitución de hipoteca sobre


los bienes del menor. Resulta de ello que la autorización
para hipotecar no puede concederse al tutor sino en interés
del pupilo (1) (art. 457, párr. 2). Ademéis, desde el punto
de vista de la habilitación necesaria, se debe considerar la
renuncia a una hipoteca constituida en favor del menpr,
igual que la constitución de una hipoteca sobre los bienes
de éste (2). Parece también oue hay que considerar como
disposición de un derecho inmobiliario, el abandono de un
inmueble hipotecado, por parte del menor: el art. 2172 lo
implica.
582. Formalidades para la venta de inmuebles. — La
venta de los bienes de menores no puede tener efecto sino
en pública subasta, previa fijación de anuncios, ante un
juez del tribunal o un notario comisionado judicialmente,
en presencia del subtutor (art. 459) y de acuerdo con trá­
mites que corresponden al procedimiento civil (arts. 953
a 965, Pr. Civ.).
Estas formalidades son en principio aplicables a la li­
citación de los bienes del menor, aún en los casos de división
provocada por los copartícipes de éste. Sin embargo, la ju­
risprudencia convalida la licitación, a pesar de la ausencia
del subtutor, siempre que los intereses del menor no sean
opuestos a los del tutor (3).
En cambio, las formalidades prescriptas por el art. 459
no se aplican a otras enajenaciones que no sean la venta
propiamente dicha. La aportación a una sociedad, la per­
muta, la constitución de una servidumbre predial, las re­
nuncias a títulos onerosos, excluyen por naturaleza el pro­
cedimiento de la subasta. No hay que deducir de ello, como
se ha hecho a veces (4), que esos actos sean de imposible
realización, sino que pueden hacerse con eficacia en forma
privada una vez concedida autorización por el Consejo de
familia aprobada por el tribunal (5). En sentido contra­
rio a los arts. 457 y 458, el art. 459 se refiere exclusivamen­
te a la venta.
(1) Tr. Gante, 21 marzo 1883, Pastor. 1883. 3. 117. V. también infrá, n9 588.
(2) Incluso si tione por objeto facilitar una orden. Civ. 6 marzo 1893, D. 93.
1. 473, S. 97. 1. 502.
(3) Req. 14 feb. 1850, D. 50. 1. 169.
(4) A. Colín y Capitant, I, p. 517-518.
(5) Aubry y Rau, I, pfo. 113, p. 705. notas 18 y 19; Baudry-Lacantinerie,
Ghéneaux y Houqucs-Fourcade, V. núm. 562-563. Comp. Civ. 18 mayo 1813, D. Jur.
Gen., v9 Minorité, núm. 549-3’; Dijón, 10 jubo 1879, D. 80. 1. 129; S. SO. 2. 41,
consulta Bufnoir; Tr. com. Tournai, 16 fob. 1904, S. 1905. 4. 8; Riom, 2 mayo
1907, D. 1908. 2. 109, S. 1908. 2. 289. 'I’
i
552 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

583. B. Contratos que imponen ciertas oblagacio­


nes consideradas PEEiGROSAS. Empréstitos.—El préstamo
se halla sometido, por los arts. 457 y 458, a las mismas con­
diciones de habilitación que la venta de inmueble. En este
punto también el tutor debe suministrar al Consejo de fa­
milia las justificaciones que comprueben la utilidad (1).
El préstamo es realmente una operación cuajada de peli­
gros; es la forma más tentadora de la deuda, fuente de em­
bargo y de ruina.
No obstante, el préstamo es frecuentemente un medio
mejor que la venta de procurarse fondos, y puede a veces
constituir un acto de administración. Sin embargo, ni aún
cuando se trata de la apertura de una cuenta de anticipos
en un Banco, es posible escapar a las exigencias formales
del art. 457 (2).
Estas formalidades se imponen aún en el caso de que
el menor se halle amenazado de embargo, por no haber po­
dido procurarse fondos inmediatamente. Creemos, no obs­
tante, que el tutor puede entonces, como acto de conserva­
ción, obtener por un préstamo a corto plazo los fondos ne­
cesarios, y hacer validar inmediatamente la operación por
el Consejo de familia, cuyo acuerdo aprobado por el tribu­
nal, fijará la manera de consolidar la operación (3). Se
bl observará, además, que el que presta la suma necesaria para
cancelar una deuda del menor no corre riesgo grave, aun­
que la operación no resulte después autorizada. En efecto,
aunque el menor no se halle obligado con el prestamista por
el contrato, lo está ciertamente por su enriquecimiento, equi­
valente a la deuda cancelada. Nada impide además, lle­
gado el caso, el procedimiento de la subrogación legal.
Antes oue recurrir a las formas regulares del présta­
mo, muchos tutores prefieren adelantar de su dinero las su­
mas necesarias. Este procedimiento no puede tener los
efectos de un préstamo autorizado y por consiguiente el tu­
tor no puede reclamar el reembolso de sus anticipos sino
(1) En principio, el acta del consejo de familia debe hacer constar, so pena
do nulidad del préstamo, que esas justificaciones lian sido presentadas; pero la
jurisprudencia aplica esta regla con amplitud de espíritu y parece admitir que la
constancia de una amenaza de embargo es suficiente: Burdeos, 17 marzo 1843, P
Jur. Gén. v9 Minorité, núm. 533. Además, la aprobación del tribunal liaría presu­
mir la presentación de la cuenta sumaria y otras justificaciones exigidas (Gante,
27 mayo 1857, citada por Laurent, V. núm. 94).
(2) En todo caso eso es cierto si se trata do una pignoración do títulos.
París, 28 dic. 1905, S. 1906. 2. 237.
(3) Es un procedimiento análogo al que la corte de casación aprueba paia
el ejercicio conservatorio de las acciones inmobiliarias, suprd, núm. 549.
TUTELA DE LOS MENORES 553

en su cuenta de tutela (1) ya condición de probar que han


beneficiado al menor (2). Hasta la rendición de cuentas,
su crédito no será ni disponible (3) ni ejecutivo (4). No
obstante, como esta cuenta se rinde por un mandatario, los
anticipos útiles producen interés desde el día en que son
hechos (5) (art. 2001), y hasta el cierre de la cuenta. Ade­
más, el procedimiento de la subrogación legal convierte al
tutor en acreedor del menor, si sus anticipos han tenido por
objeto cancelar una deuda do este último en uno de los ca­
sos previstos por el art. 1251.
Al autorizar un préstamo, el Consejo de familia señala
sus condiciones (6), sin que pueda hacer que el prestamista
responda del empleo de los fondos que entrega.
584. Transacciones. — La transacción no exige sola­
mente la autorización del Consejo de familia y la aproba­
ción del tribunal, el art. 467 impone, además, que se haga
preceder (7) de una consulta favorable dada por unani­
midad (8), por tres jurisconsultos elegidos por el Procura­
dor de la República. Hay que dirigirse a tres abogados,
inscriptos si es posible desde antes de 10 años, pues la ley no
ha empleado la palabra jurisconsultos sino debido a que la
orden de los abogados, suprimida en septiembre de 1790,
no estaba todavía restablecida.
La transacción sometida a las reglas del art. 467 supo­
ne la existencia de una diferencia efectiva y no puede en
caso contrario servir para burlar las formas legales de una
partición hereditaria (suprá, núm. 572) o de otro acto cual-
(1) Req. 9 dic. 1874, D. 75. 1. 411. Esta reserva, además, no tiene graves
consecuencias, puesto que el tutor puedo sacar de los fondos del menor, tan pron­
to como tenga los suficientes a su disposición, las sumas necesarias para balan­
cear sus anticipos en las cuentas que ha do rendir más tarde.
(2) Rcq. 26 oct. 1910, D. 1913. 5. 32, S. 1912. 1. 337, nota Loubers. Comp.
Rcq. 17 nov. 1903, D. 1904. 1. 11, S. 1904. 1. 5, nota Lyon-Caeu.
(3) Rouen. 14 jumo 1870, D. 72. 2. 142, S. 71. 2. 132; Req. 9 dic. 1874,
precitada.
(4) Algor, 12 mayo 1880, D. Jur. Gén., Sup. v9 jMinorité, n9 577, S. 81. 2. 37.
(5) Rcq. 20 dic. 18G9, D. 71. 1. 309, S. 70. 1. 51; Douai, 23 nov. 1874, D.
76. 2. 83, S. 76. 2. 318; Req. 18 julio 1907, D. 1910. 1. 79; 28 oct. 1910, preci­
tada. Pero es preciso para eso que so trato do anticipos útiles. No so pueden con­
siderar como anticipos las sumas que un deudor de alimentos ha gastado en su
descendiente supliendo la falta de rentas de éste. Estas sumas no pueden ser re­
petidas a expensas del capital del menor: Req. 19 abril 1886, D. 87. 1. 171. Comp.
Lyon, 18 mayo 1869, D. 70. 2. 5, S. 70. 2. 68.
(6) Regla ya expuesta en el núm. 579 con las precauciones debidas. En to­
do casó, ol consejo do familia fijará ol interés del préstamo, su duración y su
montante.
(7) La Corte de casación, interpretando rigurosamente la ley, ha condena­
do una práctica frecuente, según la cual, el juicio de los jurisconsultos era poste­
rior al acuerdo: Req. 13 mayo 1922, S. 1923. 1. 132.
(8) Baudry-Laeantinerie, Chóneaux y Bonnecarróre, V. uúm. 589.
554 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

quiera. Ahora bien, la existencia de una diferencia cual­


quiera somete necesariamente a las formas indicadas el
convenio que le ponga fin, aun en el caso de que no hubie­
ra iniciado ningún pleito, y aunque la controversia hi­
ciera relación solamente a bienes muebles (1). No obstan­
te, la situación será distinta si la convención consagrara el
triunfo completo del menor o, por el contrario, constitu­
yese de su parte un allanamiento o un desistimiento (snprá»
números 565 y 570). Cosa extraña, el menor, que no puede
asegurarse un éxito parcial sino mediante la aprobación del
tribunal y el juicio de tres jurisconsultos, no tiene necesidad
de esas garantías para que reconozca su fracaso completo.
Los tribunales han deducido de ello, con una lógica singu­
lar, que el desistimiento y el allanamiento no son válidos,
sin aprobación y sin informe de jurisconsultos, sino en el
caso de que sean completos y absolutos; en otra forma se
estiman como transacción (2). Sin embargo, este razona­
miento no tiene valor sino en el caso de que, mediante el de­
sistimiento o el allanamiento parcial del menor, el contra­
rio reconozca las razones de las pretensiones del menor en
otros puntos.
Si la transacción pone fin a un pleito pendiente ante
una Corte de apelación, se sostiene a veces (3) que la trans­
ri acción acordada puede ser aprobada por la Corte. Esta
solución es contraria, tanto a la letra misma del art. 467,
como a los principios que regulan la aprobación judicial.
Priva a los opositores de un grado de jurisdicción e impide
prácticamente atacar ante el tribunal, conforme al art. 883,
Pr. Civ., el acuerdo aprobado. Ahora bien, nada permite
sustraer ese acuerdo al derecho común de los recursos (4).
i
El acuerdo en los casos de quiebra no se considera como
una transacción (5).
585. Suerte de las adquisiciones hechas por el menor.
—Las adquisiciones al contado hechas por el tutor para su
(1) París, 14 agosto 1871, D. 72. 5. 455, S. 71. 2. 198. Aubry y Rau, 5* ed.,
1, pfo. 113, nota 30, p. 709; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarrére, V.
núm. 589.
(2) • Montpellier, 25 nov. 1920, D. 1922. 2. 95, si se tratase de una senten­
cia concediendo al menor una renta vitalicia, como indemnización por un acciden­
te corporal, y que hubiera sido ejecutada por el tutor durante nueve años, auncno
Xa renta concedida fuese menor que la renta demandada. A la mayoría de edad,
la apelación del menor fuó declarada admisible, pues la ejecución voluntaria de
la sentencia puede considerarse como una transacción, en ausencia de emplazamien­
to ’CEular que le haya hecho adquirir la autoridad de la cosa juzgada.
‘ (3) Caen, 1’ marzo 1847, D. 49. 2. 37, S. 48. 2. 387.
(4) V. París, 8 julio 1859, D. 60. 1. 305, S. 60. 1. 971.
(5) Civ. 18 julio 1843. D. Jur. Gén., v’ Minoritó, núm. 514.
TUTELA DE LOS MENORES 555

pupilo, deben ser consideradas, o como inversiones, si los


bienes adquiridos son fructíferos y si el importe proviene
del capital del menor o de su renta capitalizada (suprá, nú­
mero 578), o como gastos de sostenimiento o de administra­
ción.
Si la compra se hace al crédito será nula si sólo cons­
tituye una especulación en nombre del menor; pero ése no
es siempre el caso; ya que puede también constituir un gas­
to de sostenimiento o de educación para saldar ulteriormen­
te con sus rentas, o una inversión anticipada de cantidades
a recibir próximamente, o por último, una inversión unida
a una operación similar a un préstamo.
I9 Las compras a crédito hechas por el tutor para el
sostenimiento y educación del menor son válidas respecto
de los vendedores, aunque excedan de las rentas del menor
o del máximo anual fijado al tutor. Emanan realmente
de un mandatario aparente (1) y no implican sino una res­
ponsabilidad personal. No obstante, hay que exceptuar a
los terceros que hubieran demostrado realmente impruden­
cia en atención a la importancia, de las ventas hechas a cré­
dito.
2’ La inversión anticipada de cantidades que se ha­
yan de recibir próximamente debe ser considerada, desde
el punto de vista de las autorizaciones requeridas, como la
inversión de cantidades vencidas, si en cuanto a la recep­
ción próxima no existe duda alguna (2) ; pero, si es dudosa
o lejana, se cae en el caso siguiente.
39 Puede ocurrir que una adquisición, por ejemplo,
de una casa parezca útil a up menor que no tenga en ese
momento cantidades disponibles. Lo más frecuentemente
es que el tutor reúne, antes de proceder a la compra, al con­
sejo de familia, para obtener la autorización a fin de rea­
lizar los fondos necesarios, con la aprobación del tribunal.
En vez de autorizarle a concertar con un tercero un prés­
tamo por la suma necesaria, el Consejo de familia, creemos,
con la aprobación del tribunal, puede autorizarle a estipu­
lar un plazo de pago lejano, lo que equivale, desde el pun­
to de vista práctico, a la concertación de un préstamo con
(1) Sobro el principio, Demogue, Obligations, I, núm. 103 y s. La situación
os análoga a la do la madre casada cuyas compras exceden, por su número, al man­
i
dato doméstico. V. Riom, 6 agosto 1895, D. 96. 2. 2S0. Comp. también las deci­
siones citadas por Demogue, Rcv. trim., 1923, p. 993. La situación del menor re­
presentado por su tutor difiere, pues, notablemente do la del menor emancipado,
cuyos compromisos son reductibles (v. núm. 291).
(2) Nancy, 9 mayo 1885, D. 86. 2. 134, S. 87. 2. 137, y nota. Comp. Req. 5
enero 186?, D. 63. *1. 77, S. 63. 1.9.
55G TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

el vendedor (1). En los. demás casos, si el tutor no lia he-


dio lo necesario para procurarse las cantidades antes de i

firmar la escritura de compra, la validez de la adquisición


se halla subordinada a la obtención ulterior de la autoriza­
ción que permita conseguir, por venta o a préstamo, los
fondos necesarios. Esta autorización debe, pues, ser con­
siderada como necesaria para la compra, pero, por regla
general (núin. 267), se permite confirmarla posteriormente. i

586. C. Actos que exceden de 1.500 francos previs­


tos por la ley de 1880. Determinación del límite de 1.500
francos.—Se ha visto que la ley de 27 de febrero de 1880
subordinada a la autorización del Consejo de familia: 1’, to­
das las inversiones de cantidades; 29, toda venta de muebles
incorporales; 39, toda conversión al portador de títulos no­
minales. Esos mismos actos exigen, además, la aprobación
del tribunal cuando alcanzan a más de 1.500 francos, suma
en que no debe exceder el total, aun cuando el menor sea co­
propietario de los valores de cuya enajenación se trata (2)
Hay que situarse precisamente en el momento de la
autorización dada por el Consejo de familia, para saber si
la cifra-límite resulta alcanzada (3). El mismo Consejo
de familia es el que juzga, en efecto, si su acuerdo necesita
ser aprobado (art. 2). Resulta de ello que, cuando el acta
de ese acuerdo lo declara válido por sí mismo, los terceras
se hallan a cubierto sin tener que examinar si el acto im
porta más de 1.500 francos (4), salvo cuando la inexactitud
de la declaración hecha apareciere con evidencia (5). Esta
inexactitud puede, además, entrañar la responsabilidad de
los miembros del Consejo de familia.
587. Recurso contra la sentencia de aprobación. —
Para apresurar las formalidades necesarias y para poner a
los terceros al abrigo de sorpresas, el art. 2, párr. 2, de la
ley de 1880, declara que la sentencia dada sobre la aproba­
ción será siempre, en último recurso, lo que excluye la ape-
(1) El acto será nulo si la compra de ese modo hecha no se aprueba de
acuerdo con las reglas requeridas para los empréstitos. Comp. Corte Martinica,
31 agosto 1863, y Req. 2 mayo 1865, D. 65. 1. 365, S. 65. 1. 206.
(2) Cir. min. 20 mayo 1880, D. 81. 3. 701. Imputarle solamente en sus va­
lores una parte inferior a 1500 francos sería realmente una especie do división
amigable (comp. suprd, núm. 572).
(3) Cir. precitada; Aubry y Rau, I, pfo. 113, pág. 706-707.
(4) Arg. de la expresión “según la apreciación del consejo de familia” en
el Art. 2 de la ley de 1880. Aubry y Rau, ibid. Entre los torceros hay que com­
prender a los intermediarios obligatorios do la venta, tales como los agentes de
l)01s£L *
(5) La mala fe o la falta grave de los terceros deben ser demostradas (Cir.
precitada).
TUTELA DE LOS MENORES 557

¡ación, pero, al parecer, no la oposición (1). Además, cuan­


do la aprobación ha sido graciosamente, la ley mantiene
expresamente, contra el acuerdo, el recurso del artícu­
lo 88.3 Pr. Civ. por perjuicio causado al menor o a los ter­
ceros o por irregularidad. Pero las sentencias dadas en este
recurso no pueden ser apeladas.
§ 4.—Actos absólidamente prohibidos al tutor
588. Actos a título gratuito.—El poder hacer libera­
lidades a expensas de su pupilo está prohibido al tutor des­
de tiempo inmemorial, como directamente contrario a su
misión, que es la de conservar el patrimonio del menor. Por
eso, el Código no ha creído necesario hacer de esta prohibi­
ción el objeto de una disposición expresa; se conforma con
sobreentenderla.
Abarca lo mismo a las donaciones indirectas o encu­
biertas que a las donaciones de forma auténtica. Hemos in­
dicado, no obstante, la reserva práctica que se hace a esta
regla, por la posibilidad para el tutor, autorizado por el
Consejo de familia, de renunciar a una sucesión (supra, nú­
mero 573).
Además, aunque la prohibición de las liberalidades se
aplica a las donaciones mobiliarias, el tutor puede distri­
buir limosnas y hacer los regalos de costumbre proporcio­
nados a la fortuna del pupilo. Aun hará bien en mostrar­
se económico en relación con tales regalos, puesto que la
costumbre no los impone a los menores/
Hay que considerar como donaciones todos los demás
actos gratuitos, tales como la liberación gratuita de una
garantía (2), la fianza prestada gratuitamente a favor de
un tercero, en cualquier forma que sea (3), y cualesquiera
renuncias a títulos gratuito (4).
589 Actos de comercio.—El art. 2 C. Com. prohíbe
implícitamente al menor no emancipado el ejercer el co­
cí} Se ha dicho, pues, erróneamente, que los intermediarios de la venta se
hallaban dispensados, para cubrirse, de exigir un certificado de no oposición o
apelación. Inútil para probar la de apelación, esc certificado es necesario para i
la ausencia de oposición.
(2) Pero no se considera como una renuncia gratuita la que se hace para fa­
cilitar el orden do prelación o el acuerdo de acreedores en la quiebra. Será un
acto do disposición, sujeto a las formas del art. 457, pero no prohibido: Civ. 18
‘julio 1843, D. «Tur. v9 Minorité, núm. 514; Req. 6 marzo 1893, D. 93. 1. 173,
S. 97. 1. 502.
(3) Sobre la garantía real. v. además, suprti, núm. 119 bis.
(4) Salvo aquellas que resultan del consentimiento o del desistimiento, v9
suprd, núm. 565 y 570. Sobre la declaración considerada como renuncia, v9 suprá,
núm. 5GG y núms. 2'58 y 281.
558 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

mercio. Esta regla no permite al tutor comprar o adminis­


trar un establecimiento de comercio por cuenta del menor,
aunque el establecimiento haya venido a poder del menor por
sucesión o legado (1).
El art. 3 C. Com. no permite tampoco al menor no
emancipado, ni a su tutor, realizar actos aislados de co­
mercio} y el art. 114 C. Com. aplica esta regla a las letras
de cambio. Pero si el menor celebra un acto de comercio,
¿será necesaria la prueba de la lesión para hacer que se
pronuncie su nulidad? La jurisprudencia parecía admi­
tir antes, en esta materia, la distinción de principio aplica­
ble a los actos jurídicos y no pronunciar la nulidad de aque­
llos para los cuales no se impone ninguna forma especial
sino en el caso de que hayan producido lesión (2). Una
sentencia reciente de la Sala de lo civil ha hecho prevale­
cer una solución más rigurosa. Todo acto de comercio es
nulo (3). Solución lógica, puesto que el acto que ha omi­
tido las formalidades de los arts. 2 y 3 C. Com. es evidente­
mente nulo en la forma, en el sentido del art. 1311 C. Civil
(suprd, núm. 290). Se puede preguntar si no exagera la
diferencia entre el acto de comercio y el acto civil.
¿Habrá que sacar de la nulidad de los actos de comer­
cio la consecuencia de que el menor no puede adquirir- en
una sociedad comercial, una participación social/* Si se
trata de una sociedad de personas, en la cual, la cesión de
parte estuviera autorizada por la escritura social, no se
puede adquirir por el menor la parte cedible, puesto que
el menor se convertiría en comerciante al entrar en la so­
ciedad. La cuestión, por tanto, sólo puede ser discutida, en
cuanto se refiere a la parte de comandita o a las acciones
Para la suscripción, por el tutor, de acciones de una
sociedad comercial y la adquisición de esas acciones, es pre­
ciso autorizar, mediante las formalidades habilitantes re­
queridas para las inversiones'. Nada se opondría a la ad­
quisición por no ser un acto de comercio (4). «Pero, al re-
(1) En este caso, si se quiere conservar el establecimiento comercial, se es­
tá obligado a recurrir a. expedientes, por ejemplo, dar el establecimiento en arren­
damiento a un tercero que tenga, el carácter do comerciante. V. Lacour y Bouteron,
Précis de droit commercial, 3’ ed., I, núin. 99; Thaller y Percerou, Tr. de droit
commercial, 6? cd., núm. 152. V. suprd, núm. 559.
(2) Alger, 4 abril 1891, S. 92. 2. 16.
(3) Civ. 7 marzo 1922, D. 1922. 1. 169; S. 1922. 1. 145, nota Lyon-Caen y en
recurso Dijón, 29 enero 1923, D. 192’3. 2. 15, S. 1923. 2. 8; Trib. Béziers, 22 entro
1923, Gaz. Palais, 1923. 1. 572; Lacour y Bouteron, op. oit., I, núm. 97; Savatier,
Rcvue critique. 1924, p. 13.
(4) Civ. 21 fcb. 1860, D. 60. 1. 129; Lyon, 17 julio 1883, D. 84. 2. 180; Bur­
deos, 22 marzo 1893, D. 93. 2. 528.
tutela de los menores 559

solver la jurisprudencia, por el contrario, que es acto de co­


mercio, la suscripción de acciones (1), en lógica pura ha­
bría que prohibir esa operación al tutor. Sin embargo,
esa solución no puede ser admitida. La suscripción de ac­
ciones no ofrece más peligros que la adquisición de títulos
en Bolsa. Es a veces indispensable para la administración
de la fortuna, por ejemplo, en el caso de aumento del ca­
pital social reservado a los antiguos accionistas. Finalmen­
te, se ha podido sostener que la ley de 27 de febrero de 1880
derogaba implícitamente los arts. 2 y 3 C. Com., al permitir
la inversión de los fondos del menor en valores mobilia­
rios (2).
No parece que sea útil, en cambio, permitir al menor
que se haga comanditario de una sociedad por intereses (3).
El comanditario no es comerciante, pero participa en las
operaciones comerciales y la suscripción de una parte de
comandita es un acto de comercio.
590. Compromiso.—El compromiso es una convención
por la cual dos personas someten sus diferencias a uno o
varios árbitros. Se trata, pues, de la sustitución por un
juez privado de los tribunales organizados por el Estado.
Ahora bien, resulta de la combinación de los arts. 1004 y
83-6* Pr. Civ., que los pleitos que conciernen a los menores
no pueden ser sustraídos a los tribunales, pues el Ministe­
rio público debe siempre ser oído en lo que se refiere a ellos.
El compromiso es, pues, absolutamente imposible por parte
de un tutor (4).
591. Referencia a actos ya examinados. — Ya se ha
indicado anteriormente que la aceptación pura y simple,
expresa o tácita, de una sucesión dejada al menor, era ab­
solutamente imposible para el tutor (núm. 573).

(1) Civ. 13 agosto 1856, D. 56. 1. 343; Rcq. 3 marzo 1863, D. 63. 1. 125; Pa­
rís, 21 mayo 1884, D. 85. 2. 177, S. 85. 2. 97. Contrd/ Angors, 18 enero 1865, D. 65.
2. 67; París, 26 enero 1S74, D. 76. 2. 216; Burdeos, 22’marzo 1893, precitada.
(2) Lacour y Bouteron, op. cit.r I, núm. 97. En favor del derecho del tutor a
suscribir acciones, mediante autorización: París, 21 mayo 1884, precitada; Riom,
2 mayo 1907, D. 1908. 2. 109. Se observará, no obstante, que esas sentencias son
anteriores a la do la Sala civil de 7 do marzo de 1922, precitada. V. además, de­
negando el derecho de suscripción al tutor: Lyon-Caen, nota S. 1885, 2. 97.
(3) Comp. no obstante, Req. 10 dic. 1878, D. 79. 1. 224, S. 79. 1. 126; Riom,
2 mayo 1907, precitada.
(4) Pero nosotros no podemos, como algunos autores (Baudry-Lacantinerie,
Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 604; Aubry y Rau, I, pfo. 113, núm. 49), negar
a las partes el derecho de transigir válidamente sobro la base de la solución dada
.por los árbitros, a pesar de la ineficacia del acto, en tanto que constituye un com­
promiso. Esta transacción está únicamente obligada a obedecer a las reglas de
habilitación concernientes a las transacciones en general.
560 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Lo mismo ocurre con la conversión al portador de va­


lores nominativos del Estado correspondiente al menor (nú­
mero 577).
592. Actos prohibidos por existir oposición entre el
tutor y el pupilo.—Se sabe (1) que los contratos que inte­
resan a la vez al tutor y al pupilo no están prohibidos en
principio, aun cuando exista oposición de intereses, puesto
que dicha oposición no obliga sino a la intervención del sub­
tutor. Sin embargo, el art. 450, párr. 2, establece dos ex­
cepciones.
593. Venta de bienes del pupilo al tutor. — El tutor
no puede comprar ningún bien, mueble o inmueble, que per­
tenezca al pupilo. Aunque la venta se haga en pública
subasta, la ley teme que el tutor que quiere pujar o sobre­
pujar (2), desprecie el bien a la vista del público y le im­
pida alcanzar su precio.
Sin embargo, esta incapacidad de adquirir no puede
privar al tutor de derechos adquiridos, como el de pedir la
división entre el menor y él, convirtiéndose en comprador
de los bienes pro indivisos en licitación (3), o el de conver­
tirse en adjudicatario de inmuebles ejecutados a su pupilo
que estuvieran hipotecados (4). Ha sido un error permitir
al tutor la adquisición de un bien del pupilo vendido en ple­
na propiedad por el menor y por él conjuntamente, si an­
tes poseía el usufructo parcial (5). Sería verdaderamen­
te fácil para el tutor usufructuario el adquirir los bienes
del menor, uniendo voluntariamente su usufructo a la ven­
ta y comprando en seguida el todo so pretexto ríe consolidar
el usufructo.
594. Adquisición por el tutor de créditos contra el
menor. — Está prohibido al tutor hacerse ceder (a título
oneroso) (6) “ningún derecho o crédito contra su pupilo”.
(1) Suprd-, núm. 509; sobre el caso liarticular de los arrendamientos, núm.
557; sobre los anticipos del tutor al pupilo, núm. 583; sobre el pago de los créditos
recíprocos del pupilo y del tutor núms. 552 y 554.
(2) Contra, París, 15 julio 1886, D. 87. 2. 109, S. 88. 2. 233. Baudry-Lacíui-
tinerie y Saignat, Tr. de lw vente, núm. 234. Pero en el sentido de nuestra opinión:
Guillouard, Vente ct échange, I, núm. 122.
(3) Montpellier, 10 junio 1862, D. 63. 2. 30, S. 62. 2'. 401; Pau, 14 agosto
1866, D. 67. 2. 120, S. 67. 2. 312. Aubry y Rau, V. pfo. 351, texto y nota 8;
Baudry-Lacantinerie v Saignat, op. cit., núm. 233.
(4) Tolosa, 4 feb. 1825, S. 25. 2. 147; Aix, 27 enero 1870, D. 72’. 2. 53, S.
72 2 247 Aubry v Rau, loe. cit.-, Baudry-Lacantinorio y Saignat, loe. cit.
(5) París, 12 abril 1856, D. 56. 2. 228, S. 56. 2. 406; Montpellier, 10 junio
de 1862, D. 63*. 2. 30, S. 62. 2. 401. Aubry y Rau, loe. cit., nota 10; Baudry-La-
cantinerie y Saignat, loe. cit.
(6) Aubry y Rau, I, pfo. 116, p. <32; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Houques-Fourcade, I, núm. 621 . La restricción no se encuentra en el texto, pero re-
TUTELA DE LOS MENORES 561

En realidad, desde el momento en que se trata de un dere­


cho “contra el pupilo”, la expresión del art. 450, por gene­
ral que parezca, no se refiere sino a la cesión de los crédi­
tos. Nada impide, pues, al tutor adquirir de un tercero una
parte de una sucesión de la que el menor es coheredero, o
una servidumbre activa cuyo predio sirviente pertenece al
pupilo (1).
I La ley no prohíbe más que la “cesión” al tutor del cré­
dito contra el menor. No impide el procedimiento de la
subrogación legal cuando el tutor ha pagado la deuda del
menor en uno de los Casos del art. 1251. No impide tampo­
co la subrogación convencional; pero creemos que ésta, su­
poniendo un anticipo hecho por el tutor al pupilo para pa­
gar una deuda, debe ser, por eso, autorizada por el Consejo
de familia y aprobada por el tribunal. De lo contrario, el
anticipo no es reembolsa-ble hasta la rendición de cuentas
(suprá, núm. 583).
El menor sólo puede hacer anular la cesión del crédi­
to de que es deudor. Puede también, creemos nosotros, li­
berarse, pagando al tutor el importe de la cesión hecha a
este último. Si este importe es inferior al crédito, el tutor
perseguía realmente un beneficio ilícito (2).
Sección VIII.—Fin de la tutela

595. Causas que ponen fin a la tutela. — La tutela


termina únicamente por causas que provienen del menor;
que normalmente es la mayoría de edad. La tutela termina
también por la muerte del menor o por su emancipación,
pero ésta no hace más que sustituir a la tutela por una in­
capacidad atenuada, la cúratela.
No hay que confundir el cese de la tutela, con el de las
funciones de un tutor, por muerte o por surgir una causa de
excusa, de incapacidad o de exclusión. Se sabe ya que la
tutela continúa y en qué forma el tutor debe ser inmediata-
mente reemplazado (suprá, núms. 47.1, 538 y 553)'.
No obstante, dos importantes cuestiones se presentan
al fin de la tutela, una, la de las cuentas, que se rinden a
flulta del objeto do la ley que es la de impedir al tutor que especule a expensas
del menor.
(1) Aubry y Rau, loe. cit.; Baudry-Lacantinerie, Chéncaux y Bonnecarrére,
loe. cit.
(2) Aubry y Rau, loe. cit. Contra. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonn©
carrero, loe. cit. Esta era la solución del antiguo derecho y constituye la única
sanción eficaz que es posible dar a la prohibición legal.
562 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cada cambio de tutor; la otra, en cambio, la de la prescrip­


ción, no se presenta hasta el fin de la tutela, puesto que la
prescripción está suspendida para los menores (art. 2252).

§ 1.—De la cuenta de la tutela

596. Obligación de rendir cuentas.—La obligación de


rendir cuentas pesa sobre todo tutor o sus herederos, en
el momento en que cesa en sus funciones. No obstante, el
tutor ad hoc, como no está encargado sino de una misión
determinada, no tiene cuenta general que presentar. Lo
mismo ocurre con el subtutor. En cambio, el padre admi­
nistrador-legal, debe, en principio, ser considerado como el
tutor, desde el punto de vista de sus cuentas (art. 389, pá­
rrafo 11). Si el tutor se halla al mismo tiempo en condomi­
nio con el menor, la cuenta a que está obligado se halla so­
metida a las reglas de la cuenta de tutela, más severas que
las de la cuenta de condominio (1).
No obstante, la obligación de rendir cuentas puede ob­
viarse. En efecto, la jurisprudencia permite hoy al Con­
sejo de familia regular por ajuste el presupuesto de la tu­
tela, abandonando al tutor todas las rentas del pupilo a tí­
tulo de indemnización (suprá, núm. 541). El tutor no tiene
entonces que restituir los bienes y cantidades recibidos por
él, lo que le dispensa de las cuentas siempre que los bienes
se encuentren en especie a su salida (2). La propia excu­
sa de rendir cuentas puede serle concedida cuando el do­
nante lo dispone en cuanto a lo que sea objeto de una li­
beralidad hecha al menor (3). Por último y sobre todo, la
; ! excusa resulta también del usufructo legal, respecto de to­
das las rentas correspondientes al usufructuario.
En cambio, el tutor no* se halla dispensado de la rendi­
ción de cuentas por la pérdida de los documentos relativos
a su administración. Esta pérdida, si es debida a un caso
fortuito (4) o a falta del menor (5), autoriza únicamente
al tutor a simplificar sus justificaciones y a hacer figurar
en su cuenta los gastos de reconstitución de ésta. El tutor
no puede tampoco ser dispensado de rendir cuenta porque,
(1) Civ. 3 feb. 1845, D. 45. 1. 149, S. 45. 1. 453.
(2) Eeq. 5 julio 1920, ,D. 1921. 1. 157, nota Lalou, S. 1921. 1. 52. V. suprá,
núm. 495.
(3) V. suprá, núm. 547. Contra, Aubry y Eau, I, pfo. 121, texto y nota 16,
P- 757- Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Houques-Fourcade, V. núm. 630.
(4) Civ/14 enero- 1835, D. Jur. Gen., v9 Minorité, núm. 599.
(5) Douai, 9 julio 1855, D. 56. 2. 79.
TUTELA DE TX)S MENORES 563

de hecho, haya dado posesión de sus bienes al pupilo; real­


mente es responsable de las disipaciones de este. Por últi­
mo, únicamente por error, se ha dispensado a veces de ren­
dir cuentas (1) al tutor de un niño cuya fortuna se compo­
ne exclusivamente de un capital en especie, basado en que
ese tutor, se dice, se libra de ello por la sola reconstitución
del capital con los intereses legales. Pero ello es descono­
cer la obligación del tutor de invertir los fondos del menor
de manera que proporcionen a éste el beneficio de las opor­
tunidades favorables de la inversión y le den, sobre el obje­
to de la inversión, un derecho propio, más seguro que un
simple crédito contra, el tutor.
597. ¿Entre quiénes se hace la rendición de cuentas?
—Al que hay que rehdir cuentas no es otro, en general, que
el pupilo llegado a su mayoría de edad y plenamente capaz.
En el caso de que la cuenta deba rendirse a un menor eman­
cipado o a un mayor bajo Consejo judicial, uno y otro de­
ben estar asistidos por su curador (art. 480) o Consejo.
Por último, en caso de cambio de tutor, las cuentas deben
rendirse al nuevo tutor.
El que rinde las cuentas es el tutor saliente o, si éste
está impedido, su representante; y, si el tutor ha muerto,
su heredero. En el caso de que el pupilo mismo sea el here­
dero del tutor fallecido, se ha visto (.S2¿pr«, núni. 538, comp.,
infra, núm. 599) que el nuevo tutor debe, no obstante, redac­
tar una cuenta aprobada por el subtutor, que representa
al menor en uno de sus dos caracteres, el de heredero o el
de pupilo.
Si varias personas han ejercido juntas la tutela, como
cotutores, o sin que sus atribuciones estén divididas, ren­
dirán una. cuenta única, de cuyos elementos serán solida­
riamente responsables a partir del momento en que su ad­
ministración haya sido común (2) (v. art. 396). En cam­
bio, cada una rendirá una cuenta independiente en caso de
división de las atribuciones, como en la protutela.
Si varios hermanos y hermanas tienen un mismo tu­
tor, cada uno aprobará en principio una cuenta distinta,
que le será rendida al llegar a su mayoría de edad, pero nada
impide al tutor el reunir esas cuentas en una sola, cuan­
do tiene que rendir varias en el momento de hacerlas: éso
(1) Req. 23 agosto 1837, D. Jur. Gen., v’ Minorité, núm. G19.
(2) Sobro las consecuencias do esta situación respecto de la madre que se
ve privada, según la jurisprudencia, de las ventajas concedidas al padre y a la
madre que ejercen la tutela, v. suprü, núm. 508 y 537.
564 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

será una economía de gastos; se dedicará, en los gastos como


en los ingresos, una columna especial a cada menor y una
columna a los artículos comunes, columna cuyos resultados
se dividirán en principio a prorrata.
598. ¿A qué período se refiere la cuenta?—La cuen­
ta de tutela propiamente dicha no se refiere sino al perío­
do de minoridad (1). Indudablemente, si el tutor conti­
núa llevando la administración después de la mayoría de
edad, deberá también rendir una cuenta relativa a esa pro­
longación de su administración; pero la cuenta posterior a
la mayoría de edad no es una cuenta de tutela, garantizada
por la hipoteca legal (2), y en la que toda suma no inver­
tida produce de derecho intereses compuestos (3).
En cambio, en tanto que la minoridad subsiste, el tu­
tor debe comprender en su cuenta la administración que
ha continuado aún después de su salida del cargo (4). En
efecto, salvo si la ejecución provisional de una sentencia
de remoción ha sido ordenada (art. 135 Pr. Civ.), está obli­
gado a proseguir la administración de la tutela hasta la en­
trega al sustituto. Administra siempre con el carácter de
tutor y como tal debe rendir cuenta.
Si el que rinde las cuentas es un padre o una madre,
no abre la cuenta del hijo sino a partir de sus dieciocho
anos, salvo el caso de existencia de rentas sustraídas al usu­
fructo legal.
599. Caso de tutelas sucesivas. — Si el menor ha te­
nido varios representantes legales sucesivos, al último co­
rresponde presentar, al fin de la tutela, una cuenta que
(1) ¿Cómo hablar de una cuenta de tutela después de la mayoría de edad,
puesta que ya no hay tutela? En este sentido. Nancy, 19 marzo 1830, D. Jur. Gén.,
v9 Minorité, núm. 471; Grenoble, 16 enero 1832’, D. Jur. Gén., v9 Privilégc, n9 1054;
Bourges, 28 abril 1838. ibid.; Angers. 23 feb. 1853, D. 53. 2. 42, S. 53. 2. 289;
Lyon, 19 agosto 1853, D. 54. 2. 165, S. 55. 2. 334; Dijón, 17 enero 1856. D. 56.
2. 94, S. 56. 2. 349; Besan?on, l9 abril 1863, D. 63. 2. 93; Caen, 7 julio 18J1,
D. 72. 2'. 204, S. ’71. 2. 197. Sumien, Les tuteurs de fait, Rc<v. trini., 1903, p. 790
y s. Contrd, Req. 28 nov. 1842, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 729, S. 43. 1. 328;
Pau, 19 agosto 1850, D. 51. 2. 5, S. 50. 2. 587; Agen, 3 mayo 1862, D. 63. 2. 16,
S. 63. 2. 68; Civ. 9 julio 1866, D. 66. 1. 385, S. 66. 1. 381; Rouen, 29 marzo 1870,
D 73 9 70 (caso de emancipación); París, 31 marzo 1876, D. Jur. Gén., Sup. v9
cit., núm. 617; París, 13 dic. 1877, D. 78. 2'. 71, S. 78. 2. 11 ; Civ. 15 nov. 1898, D.
1904. 1. 465. S. 99. 1. 140. Aubry y Rau, I, pfo. 120, texto y nota 3, p. 750. En to­
do caso los herederos del tutor no están obligados como ésto por la administración
continuada por ellos posteriormente a la muerte del tutor, ocurrida después do la
mayoría de edad (París, 13 dic. 1877, precitada). Coinp. infrd, núms. 603 y 613.
(2) Grenoble, 16 enero 1832; Bourges, 28 abril 1838: Angers, 23 feb. 1853,
precitadas. Contrd, Pau, 19 agosto 1850; Civ. 15 nov. 1898, precitadas.
(*3) "V. las sentencias citadas, p. 632, nota 2.
(4) Sumien, loe. cit.

r
TUTELA DE LOS MENORES 565

comprenda la administración de sus predecesores (1), ya


que es que, debe en efecto, bajo su responsabilidad, provo­
car y recibir las cuentas de éstos. Si las ha aprobado inde­
bidamente o si no ha obligado al precedente tutor a regula­
rizarlas, corresponde a él indemnizar al menor. Su res­
ponsabilidad no excluye, además, la de los otros tutores,
a menos que se hallen amparados por una recepción regu­
lar, judicial o privada, de sus cuentas, por sus sucesores.
Y aún esta recepción no impide las rectificaciones permi­
tidas por el derecho común que se examinarán más adelante
600. Formas de las cuentas.—Cuando las partes es­
tán de acuerdo, la cuenta se hace, sin ninguna forma espe­
cial (2) ; la cuenta puede, pues, ser rendida oralmente, ha­
ciéndose constar su rendición por una simple declaración
del pupilo (3).
Pero si el pupilo es un menor, la rendición de cuen­
tas que no puede considerarse como una transacción (4),
no exige, consiguientemente, ninguna autorización del Con­
sejo de familia para el recibo que deba darse al tutor sa­
liente (5). Nada obliga, tampoco, al tutor nuevo a hacerse
asistir del subtutor (6). En cambio, el menor emancipado
debe estarlo por su curador (art. 480).
Las cuentas deben rendirse, salvo acuerdo en contrario,
en el lugar en que estaba domiciliado el menor cuando el tu­
tor fué investido de sus funciones (arg. art. 527 C. Pr. Civ.).
Si se produce discusión o negativa sobre la rendición
de cuentas, el Consejo de familia, no tiene facultad para co­
nocer de ello. La cuenta se comprueba judicialmente, en
esos casos, con las formalidades proscriptas por los arts. 527
y s. Pr. Civil. El art. 473 C. Civ., que remite al procedi-
(1) Boureles, 15 marzo 1826, S. 26. 2. 301; Burdeos, 1’ abril 1828, S. 28.
2. 128; Req. 25 junio 1839, S. 39. 1. 688; Besaron, 27 nov. 1862, D. 62. 2. 214;
París, 31 marzo 1876, motivos, precitada. Aubry y Rau, I, pfo. 121, texto y no­
ta 1-0 sobre el caso en quo el menor fuese heredero do sus precedentes tutores,
suprd, núm. 538.
(2) Req. 30 junio 1920, D. 1921. 1. 157, S. 1921. 152. Ningún texto exige
la rendición judicial: Poitiers, 25 agosto 1846, D. 47. 2. 77; Civ. 23 mayo 1882.
D. 83. 1. 409.
(3) Tr. Blois, 24 junio 1840, D. Jur. Gén., v’ Enrégistremcwt, núm. 5253 ; Tr.
do Strassbourg, 14 enero 1863, D. 65. 3. 37; Tr. Aix, 22 agosto 1864 y T. Castres,
j
28 agosto 1867, D. 67. 3. 93. S. 68. 2. 153; Gante, 24 abril‘1882, Píwvt 82. 2. 212;
Bruselas, 2'6 dic. 1900, D. 1902. 2. 348.
(4) Req. 30 junio 1920, precitada.
(5) Poitiers, 25 agosto 1846, D. 47. 2. 77, S. 47. 2. 94; Req. 30 junio 1920,
precitada, sol. impl.

l
(6) Req. 30 junio 1920, precitada, sol. impl. Aubry y Rau, I, pfo. 121, no­
ta 2, p. 752; Baudry-Laeantinerie, Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 630. Hace­
mos, sin embargo excepción en el easo de que el menor sea heredero del tutor fa­
llecido. V. suj}rd, núm. 538.
P. y R. T. D. C. — I ■ 19
566 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

miento ordinario, resulta, por tanto, corregido por el Có­


digo de procedimiento. No obstante, las formas prescriptas
por este xiltimo no son necesarias si el pleito se refiere a
un punto bien definido que no afecta al conjunto de la
cuenta presentada por el tutor (1). El tribunal compe­
tente es siempre el del lugar que la tutela haya sido otor­
gada (2) (art. 527 Pr. Civ.).
601. Elementos de la cuenta. — La cuenta es un ba­
lance de los ingresos y los gastos.
En los ingresos se consignan, de acuerdo con los inven­
tarios levantados, las cantidades recibidas o cobradas por
■ el tutor y el importe de las ventas hechas por él, después
todas las rentas del menor y finalmente las indemniza­
ciones debidas por el tutor, por ejemplo, por falta de co­
bro (3) o de inversión.
En los gastos, el tutor consigna todos los desembolsos
que ha hecho por el menor, a condición de que hayan sido
útiles (art. 479, párr. 2). Los actos comprendidos en sus
poderes se consideran útiles, si no exceden de las rentas
del menor o de la simia anual fijada por el Consejo de fa­
milia al tutor que no sea el padre o la madre (4). Todos los
demás gastos no autorizados deben considerarse inútiles»
salvo prueba en contrario, a juicio del juez del fondo, y de
acuerdo con el estado de cosas existentes cuando se hizo el
gasto (5).
Dicho juez apreciará con no menos libertad la prue­
ba del desembolso del tutor (6), que pretenda consignar un
gasto en la cuenta del menor. Esta prueba no exige ningún
(1) Req. 7 dio. 1886, D. 87. 1. 428, S. 87. 1. 13. V. también Civ. 23 mayo
1882’, precitada.
(2) Es decir, el del lugar en que el menor estuviera domiciliado cuando el
tutor ha sido llamado a funciones, regla igualmente cierta para los tutores legales
y testamentarios (V. Garsonnet y César Brú, pfo. 474, nota 10, p. 133).
(3) Resulta de ello que todos los créditos del pupilo vencidos durante la ad­
ministración deben ser consignados y corresponde al tutor demostrar, llegado el
caso, que no es culpa suya el que no hayan sido pagados: Req. 19 enero 1841, D.
Jur. Gén.. v’ Conlrat de mariage, núm. 1607.
(4) Si el tutor que no sea el padre o la madre hubiese dejado de hacer que
el consejo de familia lo fijase el presupuesto de la tutela, tendrá que probar la
utilidad de sus gastos. V. Áubry y Rau, I, pfo. 112, p. 692; Baudry-Lacantinorie,
Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 459.
(5) V Lyon, 18 mayo 1869, D. 70. 2. 5, S. 70. 2. 68; Req. 20 dic. 1869, D.
71. 1. 309-310, S. 70. 1. 51; Douai, 23 nov. 1874, D. 76. 2. 83, S. 76. 2. 318; París,
29 enero 1890* D. 91- 2. 237. En el caso de que los gastos hubieran sido hechos en
la manutención del menor por un tutor deudor de una obligación alimentaria, no
pueden en principio ser consignados en cuenta sino on el límite do sus rentas. Véa­
se 8Uj)fd núm. 583, y nota-.
(6) ’ Es preciso que la suma haya sido efectivamente desembolsada: Civ. 27
nrmnín 1877 D. '78. 1. 152, S. 78. 1. 78. Sobre el carácter soberano do la aprecia-
•An dp los tribunales, v. Req. 15 junio 1880, D. sup. v’ cit., núm. 590, S. 81. 1. 28.
Qomp? Rotien, 13 dic. 1905, D. 1908. 2. 239.
TUTELA DE LOS MENORES 567

escrito; una exigencia semejante se encontraba en el pro­


yecto primitivo (1) del art. 471, y fué intencionalmente
tachada, poi' temor a crear al tutor una situación demasia­
do difícil. Con frecuencia, se estará obligado a creer a este
último por su palabra, lo cual no constituye ningún riesgo
para la tutela.
602. Balance de la cuenta y restituciones.—La dife­
rencia entre los ingresos y los gastos constituye un saldo,
debido, unas veces por el pupilo al tutor y la mayoría de
las veces por el tutor al pupilo.
Si la cuenta revela un saldo en el pasivo del menor, el
art. 474 sólo obliga a los intereses a contai’ de la demanda
del tutor. Disposición tanto más curiosa cuanto que antes
del cierre de la cuenta, los anticipos del tutor podían gozar
del derecho a los intereses (art. 2001) (supra, núm. 583).
Si, por el contrario, el saldo es a favor del menor, el
art. 474 dice que los intereses correrán de derecho a partir
del cierre de la cuenta, es decir, desde el fin de la adminis­
tración del tutor, como tal tutor; no debiendo producir in­
tereses las sumas que se agreguen después al saldo. El ar­
tículo 474 deroga en este punto el art. 1153, que no hace co­
rrer los intereses de un capital adeudado sino desde el día del
requerimiento de pago. Protege al menor contra un exceso
de timidez que le impida pedir su cuenta e interesa al tutor
a rendir ésta rápidamente. Se sabe, además, que las sumas
que el tutor hubiere dejado de invertir demasiado tiempo,
producen intereses compuestos desde antes del cierre de la
tutela; a partir de ésta, se confundirán en el saldo que de­
venga intereses simples (núm. 598).
Se incluirá igualmente en dicho saldo el montante de
los créditos del menor contra el tutor, vencidos durante la
tutela, aunque de origen extraño a ésta (2).
Si la cuenta presentada se impugna, los intereses co­
rrerán de derecho, no solamente por el saldo declarado por
el tutor, sino también por las sumas que haya dejado de
consignar voluntariamente; no obstante, si esas omisiones
se explican por medio de una discusión seria, parece que I
es necesario el requerimiento del menor para hacer que
corran los intereses de ellas (3). Lo mismo sucede en el
caso de que la omisión haya sido involuntaria. El curso I
(1) Locré, VII, p. 143.
(2) El tutor estaba en efecto obligado a cobrarlos de ai mismo a su venci­
miento, suprd, núm. 552.
(3) Req. 2 agosto 1909, D. 1910. 1. 525.
5G8 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRAXCÉS

automático de los intereses se explica por el deseo de obli­


gar al tutor a una pronta restitución del saldo; pero no se
puede exigir esa restitución sino por las sumas que sepa
que debe.
En tanto que la cuenta no se haya rendido, los intere­
ses del saldo continúan aumentándolo sin que el tutor pue­
da invocar la prescripción de cinco años del art. 2277, pues­
to que ésta no af ecta los elementos de una cuenta no liqui­
dada aún (núm. 603).
3 Al mismo tiempo que el saldo en dinero de la cuenta de
tutela, el tutor saliente restituirá los bienes del menor que
haya recibido o comprado y conservado en especie; esos
bienes se reconocerán por medio de los inventarios y de la
cuenta. El tutor deberá justificar la desaparición fortuita
de los que falten o pagar su importe.
603. Indivisibilidad de la cuenta.—Los diversos ele­
mentos de una cuenta de tutela no forman créditos y deu­
das distintas entre tutor y pupilo, sino simplemente asien­
tos de crédito y de débito inseparables del conjunto de la
cuenta. No se sabrá, pues, cuál de las partes es acreedora
y por qué suma, hasta que la cuenta se haya rendido y sea
conocido su saldo. Este saldo formará entonces un crédi­
to exigible, el primero y el único (1) que la tutela habrá he­
cho nacer entre el tutor. Consiguientemente:
I’ La hipoteca legal del pupilo garantiza un crédito
incierto que no será conocido hasta la rendición de cuentas;
hasta entonces no es posible estimación alguna de la deuda
garantizada por hipoteca (2), ni la inscripción de esta úl­
tima (art. 2153-3).
2’ Las deudas del menor con el tutor, que sean líqui­
das y exigibles en el curso de la tutela, pierden, una vez pa­
sadas a la cuenta de la tutela, su carácter propio. Sus ga­
rantías especiales desaparecen (3), y dejan de devengar
intereses convencionales.
¡
(1) Req. 9 dic. 1874, D. 75. 1. 411; Rouen, 14 junio 1870, D. 72'. 1. 142. S.
71. 2. 132; Aíger, 12 mayo 1880; D. Jur. Gén., Sup. MinoritC, núm. 577, S. 81.
2. 37, V. también nota Naquet, S. 1910. 1 537. Pero creemos que el subtutor, en el
curso de la tutela, puede hacer que se condone al tutor respecto del menor por vir­
tud de actos de tutela: el montante do la condena entrará en cuenta (swpní, núm.
499) .
(2) Por lo tanto, en el orden establecido sobre el precio de un inmueble del
tutor, se deberán tomar las medidas necesarias para reservar eventualmente los
derechos del menor: Algor, 10 mayo 1880, preitada; Civ. 2 enero 1855, D. 55. 1.
28, S. 55. 1. 125.
(3) Pero, para evitar la pérdida do las garantías, parece que el subtntor
puede oponerse a que paso a la cuenta la deuda del tutor con el menor y so uti­
lice para el pago de esa deuda la garantía existente. París, 17 marzo 1896, D. 98.
2. 513, noto César Brá. I
TUTELA DE LOS MENORES 569

3’ Cuando algunos elementos de la cuenta de tutela


producen intereses, la parte que los debe no puede conside­
rarse liberada por la prescripción de cinco años (1). Y así
es también cuando se trata de los intereses de los anticipos
del tutor, debidos por el menor, o de los intereses de las
sumas no invertidas, debidos por el tutor.
49 El saldo de la cuenta es siempre un crédito civil)
incluso si esa cuenta comprende elementos comerciales (2).
5’ Se sabe que la jurisprudencia se apoya en la indi­
visibilidad de la cuenta rendida por la' madre del pupilo
y su marido cotutor para hacer perder a la primera las
ventajas concedidas al padre o a la madre tutores (suprá,
números 508-537).
69 Se sabe también que la jurisprudencia tiende a
comprender en la indivisibilidad cíe la cuenta de tutela la
administración continuada por el tutor después de la ma­
yoría de edad y aplicar a esta administración las reglas de
la tutela (3).
604. Gastos de la cuenta.—Aunque los gastos se ha­
yan anticipado por el tutor (art. 471), están a cargo del
menor (4). No obstante, encaso de remoción del tutor,
corren a cargo de éste, puesto que es por su culpa que se
han hecho necesarios. •
En caso de litigio, las costas del pleito incumben al que
pierda (5) ; pero, el tutor, aún condenado, puede siempre
cargarle en cuenta al menor, los gastos que hubiese produ­
cido a cuenta privada (6).
605. Revisión de la cuenta.—La cuenta regularmen­
te rendida no es revisable; en el sentido de que su conjunto
debe ser mantenido, pudiendo únicamente los interesados
i
demandar la rectificación de las falsedades, errores u omi­
siones que se hubieran deslizado en ella (art. 541 C. Pr. Ci­
vil). Pero la rendición de cuentas se halla sometida a las
(1) Douai,, 22 abril 1857, T). 58. 2. 32. S. 57. 2. 746; París, 31 marzo 1876,
D. Jur. Gen-., Sup. v9 ñfinorité, núm. 617, S. 78. 2. 9; Req. 18 julio 1907, D. 1910. 1.
79. Sobre el principio general aplicado a la cuenta de tutela: v9 Req. 9 enero
1867, D. 67. 1. 101, S. 67. 1. 59; 10 dic. 1871, D. 71. 1. 300, S. 72. 1. 211. Por las
mismas razones hay que descartar el art. 2151, O. civ., del cálculo de las sumas
garantizadas, por la hipoteca legal del menor. Nancy, 19 marzo 1830. D. Jur. Gen.,
v9 cit., núm. 471; Civ. 15 nov. 1898, D. 1904. 1. 465, S. 99. 1. 140.
(2) Rounes, 20 feb. 1911, D. 1913. 2. 36.
(3) V. suprá, núm. 598, o infrá, núm. 613. Comp. también Rennes, 20 feb.
¡
1911, precitada.
(4) Douai, 22 abril 1857, precitada. Constituyen, pues, el último asiento de
la cuenta en el debe de éste.
(5) Pau, 19 agosto 1850, D. 51. 2. 5, S. 50. 2. 587; Lyon, 19 agosto 1853, D.
54. 2. 165; Caen, 22 marzo 1860, D. Jur. Gén., Sup. v9 Mtyiorité, n9 87, S. 60. 2. 610.
(6) Civ. 11 marzo 1857, D. 57. 1. 124.
570 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

nulidades de derecho común, principalmente en el caso de


dolo o de incapacidad (1).
La acción de rectificación de una cuenta judicialmen­
te rendida, debe ser llevada ante el tribunal que ha cono­
cido de ella, y la de una cuenta privada ante el tribunal del
domicilio del demandado.
El art. 541 Pr. Civ., destinado a proteger al que rinde
las cuentas con reclamaciones repetidas, no impide al tú-
tor que consienta voluntariamente en una revisión gene-
ral (2).

§ 2.—Nulidad de los convenios celebrados antes


de la rendición de cuentas
606. Precauciones tomadas por la ley en el momen momen-­
to de la mayoría de edad del pupilo.—Existe un peligro
que es de temer en el momento del cese de la tutela: el pu­
pilo, al llegar a su mayoría de e-dad, siente frecuentemente
impaciencia por obtener la entrega y el goce de sus bienes;
un tutor’ poco escrupuloso podría abusar de la situación,
poniendo como condición, para una restitución inmediata,
una descarga prematura o ciertas ventajas personales. De
ahí los arts. 472 y 907, que prolongan en cierto modo la
minoridad hasta el momento en que la cuenta haya sido
rendida y comprobada. El segundo de esos artículos pro­
híbe toda donación hecha por el menor al tutor, antes de
esa fecha; el primero, que hace surgir varias dificultades,
anula todos los convenios relativos a la tutela, llevados a
cabo entre el expupilo y el extutor, antes de que el pupilo
esté completamente al tanto de la administración de su re­
presentante.
607. Personas entre las cuales están prohibidos los
convenios antes, de la rendición_de cuentas.—El art. 472 no
los prohíbe sino entre el tutor (3) y el menor llegado a su
mayoría de edad, y debe interpretarse estrictamente, pues­
to que establece una incapacidad. No resultan, por tanto,
afectados:
l9 Los convenios entre el pupilo convertido ya en ma-
yor, y una persona no investida de la tutela* principahnen-
(1) Bruselas, 25 agosto 1810, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 654. Comp.
Pau, 12 nov. 1879,- D. 80. 2*. 220.
(2) Colmar, 18 mayo 1816, D. Jur. Gén., v’ Acquicscenient, núm. 833. Poro
el consentimiento a la revisión no se presume y debe ser clararacnito establecido:
Nancy 6 feb. 1894, D. 95. 2. 375, y en recurso: Req. 18 enero 1897, D. 97. 1. 444.
(3) Salvo la prueba de una interposición do personas, destinada a burlar la
disposición legal: Riom, 9 enero 1860, D. Jur. Gén., Sup. v’ Minorité, núm. 603.
TUTELA DE LOS MENORES 571

te el heredero del tutor (1) ; el art. 472 hubiera estado me­


jor en este punto si se hubiera extendido, pues las tenta­
ciones del menor son las mismas. El art. 389 párr. 11 (ley
6 abril 1910) ha realizado esa extensión respecto de los con­
venios celebrados por el administrador legal con su hijo ya
mayor.
2’ Los convenios celebrados entre el tutor saliente y
otro que no sea pupilo ya mayor; tales como el nuevo tu­
tor, el menor emancipado (2), los herederos del menor (3).
Pero los convenios entre el emancipado y su extutor exigi­
rán la asistencia del curador siempre que modifique la cuen­
ta que hay que rendir (art. 480).
608. Convenios prohibidos antes de la rendición de
cuentas.—Hay que considerar en este punto, no los térmi­
nos de la ley, sino sus motivos. Aunque prohíbe todo con­
venio entre el expupilo y extutor, no se refiere sino a los
convenios relativo^ a la cuenta de administración. El ar­
tículo 2045 lo precisa así, al prohibir que se transija sobre
la cuenta de tutela. Pero este segundo precepto no es com­
pleto, ya que la nulidad relativa a los convenios que se hagan
por motivo de cuenta no se refiere solamente a la transac­
ción, sino a todo acto “que tenga por objeto sustraer al tutor
en todo o en parte, a la obligación de rendir cuentas” (4).
La nulidad afecta especialmente, a los reconocimien­
tos de ciertos elementos de la cuenta de la tutela hechos en
globo o en detalle, por el exmenor, sin las justificaciones
exigidas (5) ; recibos, descargos (6) y renuncias (7) con­
cedidos prematuramente al tutor saliente, aunque sea por
contrato de matrimonio (8), y mediante una contra-parti- ¡
(1) Beq. 19 mayo 1863, D. 63. 1. 345, S. 63. 1. 305; Civ. 28 mayo 1879, D.
80. 1. 463, S *0. 1. 415.
(2) Tr. Tournai, 4 abril 1900, S. 1901. 4. 24.
(3) Civ. 9 julio 1866, D. 66. 1. 385; París, 28 marzo 1874, D. 76. 1. 217, S.
75. 1. 117.
(4) Beq. 16 mayo 1831, D. Jur. Gén., v9 Aíinorité, núm. 651, S. 31. 1. 201;
Civ. 1* junio 1847, D. 47. 1. 204, S. 47. 1. 504; Beq. 10 abril 1849, D. 49. 1. 105, S.
49. 1. 406; Civ. 4 feb. 1879, D. 79. 1. 86, S. 79. 1. 161; Civ. 21 enero 1889, D. 89.
1. 421, S. 91. 1. 76; 15 nov. 1898, D. 1904. 1. 465, nota L. S.; S. 1899. 1. 140;
Amiens, 15 nov. 1904, D. 1905. 2*. 55, S. 1905. 2. 173; 16 nov. 1910, S. 1912. 1. 100.
Aubry y Bau, I, pfo. 121, núm. 21, p. 759; Baudry-Lacantinerio, Chóneaux y Bon-
necarrére, V. núm. 635; A. Colin y Capitant, I, p. 522.
(5) París, 19 abril 182-3, D. Jur. Gén-.. v9 Aíinorité, núm. 644; Bruselas, 26
dic. 1900, D. 1902. 2. 348.
(C) Douai, 9 junio 1855, D. 56. 2. 79; Civ. 21 enero 1889, precitada.
(7) París, 14 agosto 1812, D. Jur. Gén., v’ Afinorité, núm. 644.
(8) Douai, 20 enero 1S44, D. ibid.; París, 14 agosto 1812' precitada; Civ.
14 dic. 1818, D. ibid.
572 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

da (1), tal como una constitución de dote (2), pues las ven­
tajas consentidas por el expupilo al extutor en pago de cré­
ditos deben, en realidad, incorporarse a la cuenta de tutela o
depender de la misma (3). Basta con que una de las cláu­
sulas del contrato invada parcialmente la cuenta, para ha­
cer que caiga por nulidad todo el convenio, si es indivisi­
ble (4).
En cambio, escapan indiscutiblemente a. la nulidad las
ventas y demás contratos entre el expupilo y el extutor, en
relación con objetos que no han estado nunca comprendidos
en el patrimonio tutelar; y aun la venta al extutor de un
objeto determinado que haya estado comprendido en dicho
patrimonio, siempre que no influya en las cuentas de la tute­
la. Nada impide tampoco al tutor el contratar libremente
con su antiguo pupilo cuando ya no tiene cuentas que ren­
dirle, por virtud de la carencia de fortuna del menor, o por
cualquiera otra razón (5). Por último, deben respetarse
los contratos que no ataquen en nada los efectos de la fu­
tura rendición de cuentas (6).
Pero surgen dificultades en relación con los siguientes
extremos:
l9 El expupilo no puede renunciar a su hipoteca le­
gal, en beneficio del tutor, antes de una cuenta regularmen­
te (7) aprobada. Ahora bien, la dificultad consiste en com­
binar este principio con el derecho del mayor a contratar
libremente con cualquiera otra persona que no sea su tu­
tor y de trasmitirle el beneficio de sus derechos, de los
que forma parte la hipoteca legal que él tenía durante la
minoridad. La trasmisión de la hipoteca, ¿podrá hacerse
en beneficio de un acreedor del tutor? Esta subrogación
de un acreedor del tutor en la hipoteca legal equivale de
hecho a una renuncia del menor a la hipoteca que garanti­
za la futura cuenta; está, por lo tanto, prohibida si se hace
para permitir al tutor que obtenga crédito a expensas
de las garantías del menor. Pero puede ocurrir, en cam-
(1) Douai, 20 enero 1844, D. ibid.; Nimes, 2 junio 1830, D. ibid.
(2) Solo que la constitución de la dote cae entonces bajo el mismo golpe.
Aubry y Ííau, I, pfo. 121, nota 19, p. 758.
(3) Bourges, 7 feb. 1827, I). Jur. Gén., v* Minorité, núm. 644; Douai, 20
enero 1844, precitado.
(4) líen. 27 dic. .1880, D. 81. 1. 360, S. 81. 1. 464 •(suprd, njúm. 287).
(5) París, 16 marzo 1814, D. Jur. Gén., v" Minorité, ¡núm. 649; Rcq. 16 abril
1892 D ibid
(6) Reo 16 mayo 1831, D. Jur. Gén., v* cit., núm. 651; Lyon, 14 feb. 1852,
D 55 5. 457, motivos. Contra, Civ. 5 junio 1850, D. 50. 1. .186, S. 50.’ 1. 714.
671 Civ 12 iulio 1847. D. 47. 1. 314; Dijón, 26 marzo 1810, D. Jur. Gén.,
v9 Privilégc, núm. 1096; Idontpellier, 20 marzo 1852, D. 55. 2. 88, S. 53. 2. 30.
TUTELA DE LOS MENORES 573

bio, que el menor se obligue por propio interés con el acree­


dor del tutor, y entonces nada le prohíbe subrogar a éste en
su hipoteca, aun antes de la rendición de cuentas (.1), ya
que las obligaciones y cargas del tutor no se modifican por
ello.
29 Somos de criterio que al exmenor le está permitido
garantizar, antes de la presentación de cuentas, una obliga­
ción del tutor (2) y a que, un contrato semejante será abso­
lutamente independiente de la administración tutelar, ya
que si permite al acreedor garantizado invocar en segundo
término la hipoteca legal, no será sino en concurrencia con
los demás acreedores ¿leí expupilo.
39 El art. 472 prohíbe al extutor cuyas cuentas no
han sido presentadas, al hacerse ceder por el expupilo sus
derechos en uña masa de bienes proindivisos entre ellos dos,
comprendida como tal en la administración tutelar (3) ;
pues ello sería dispensar al tutor de todas las cuentas en
relación con esa parte del patrimonio tutelar. En cambio,
la cesión inversa, del tutor al pupilo, nos parece posible,
así como la división, si se mantiene al tutor la obligación de
rendir sus cuentas relativas al período de condominio (4).
4’ Por último, nuestra opinión es que no se permita
al menor reconocer (5), confirmar o ratificar (6) un he­
cho a un acto anterior a la apertura de la tutela en forma
tal que resulte abandonado al tutor una parte del patrimo­
nio, cuya rendición de cuentas procedería, de no realizarse.
609. Formalidades que deben preceder a los conve­
nios relativos a las cuentas de administración.—Para que
(1) Beq. 10 abril 1849, D. 49. 1. 105, S. 49. 1. 406; Bourges, 20 feb. 1852,
D. 52. 2'. 111, S. 52. 2. 645; Montpellicr, 20 marzo 1852, precitada. Sin embargo,
esta reglas parecen haber sido respectivamente y sucesivamente desconocidas, en
sentido inverso, por dos decisiones de la Corte de casación. Una sentencia (Civ.
12 julio 1847, precitada) declara nula la renuncia de un exmenor a su hipoteca en
favor de un tercero comprador de un bien del tutor; otra (Civ. 15 nov. 1898, D.
1904. 1. 465, S. 99. 1. 140) admite, en cambio, la validez de una subrogación en
su hipoteca consentida por el menor en interés del tutor solamente. Comp. tam­
bién, sobre esta tendencia: Bourges, 20 feb. 1852, precitada.
(2) Comp. Civ. 15 nov. 1898, precitada.
(3) Civ. 14 dic. 1818, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 644; Nimes, 2 junio
1830, D. ib id.; Douai, 20 enero 1844, D. ibid.; Montpollier, 18 marzo 186S, D. sup.
v’ c-ií., n9 603, S. 68. 2. 119. Contrd, París, 5 enero 1820, D. Jur. Gén., v9 cit. no. 651.
(4) Por medio de esta restricción se explican las incertidumbres de la ju­
risprudencia. Sobre la validez de la división, v9 ¡Reúnes, 25 enero 1826, D. Jur.
Gén., v’ cit., núm. 651. 3; Burdeos, 23 julio 1879, D. Sup. v9 cit., núm. 608, S. 80.
2‘. 286. Aubry y Rau, I, pfo. 121, nota 21, p. 759; pero contra esta validez: París,
12 agosto 1821, D. Jur. Gen., v9 cit., núm. 644; 8 marzo 1867, D. Jur. Gén., Sup.,
v’ cit., núm. 603, S. 67. 2. 185; Amions, 15 nov. 1904, D. 1905. 2. 55, S. 1905. 2. 173.
Comp. la cuestión examinada, núm. 612.
(5) Civ. 1* junio 1847, D. 47. 1. 204, S. 47. 1. 504.
(6) Contrd, Nimes, 23 junio 1851, D. 52. 2. 174, S. 51. 2. 507.
574 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

esos convenios puedan ser válidamente celebrados, la ley


exige:-
l9 La presentación de una cuenta detallada, es decir,
que enumere, asiento por asiento, todos los gastos y todos
los ingresos. De hecho, como la cuenta puede ser oral, bas­
ta, para la observancia de esta primera regla, con un reci­
bo dado por el encargado de recibir las cuentas.
29 La presentación de los documentos justificativos
de la cuenta, inventario, contratos, recibos, etc. En este
punto, también suele ser bastante la declaración general del
recibo.
39 Un recibo dado por el expupilo al extutor, para ha­
cer constar la entrega de la cuenta y de los documentos, diez
días por lo menos antes del convenio. Aunque este extre­
mo se ha discutido (1), la ley parece exigir que no sola­
mente la rendición de cuentas, sino también el recibo, sean
anteriores en diez días por lo menos, al convenio (2). Uni­
ca forma de impedir que se burle el art. 472 por medio de
una cláusula formalista de la escritura donde se declare
que la cuenta y los documentos han sido entregados diez
días antes. Además, los fraudes son muy fáciles y reducen
grandemente el valor de la precaución legal; nada impide,
en efecto, que en el momento del convenio se confeccione
un recibo de cuenta y de documentos fechados diez días an­
tes, ya que hará fe de su fecha, sin ser registrado (3), pues­
to que perjudica a cualquiera de las partes, entre ellas al
menor que quisiera atacar el convenio. Es cierto, que el
menor conserva el derecho de probar la falsedad de la fe­
cha, pero una prueba semejante puede ser prácticamente
imposible.
610. Sanción de la ley.—La convención celebrada en
las condiciones que precede es válida, dado que el menor
ha tenido un tiempo suficiente de reflexión, salvo el caso
de error, dolo o violencia (4).
En cambio, si las garantías del art. 472 han faltado,
el convenio es nulo de nulidad relativa; el menor, único ad­
mitido a invocar la nulidad, no podrá convalidarla por con-

(1) París, 3 enero 1812; Aix, 2' feb. 1841 y Tolosa, 27 nov. 1841, D. Jur. Gén.,
v* Minorité, núm. 657. V. también Blois, 24 junio 11840; Tr. Strasbourg, 14 enero
1863 y otras dccisio-nes citadas suprcL, núm. 600.
(2) Aix, 10 agosto 1909 y Rennes, 24 dic. 1824, D. Jur. Gén., v’ cit., n» 656;
Burdeos, 29 julio 1857, D. Sup. v9 cit., núm. 612, S. 57. 2. 664. Aubry y Rau, I,
pfo. 121, núm. 27-28, p. 760-1; Baudry-Lacantincrie, Chéneaux y Bonnecarróre, V.
núm. 634; A. Colin y Capitán t, I, p. 522".
(3) Los mismos autores, loe. cit., y Burdeos, 29 julio 1857, sol. impl.
(4) Pau, 12 nov. 1879, D. 80. 2. 220.
TUTELA DE LOS MENORES 575

filmación, sino una vez observadas las condiciones del ar­


tículo 472 (1) : la misma confirmación sería, realmente, un
convenio relativo a la tutela.
§ 3.—Prescripción en materia de tutela
611. Beneficiarios de la prescripción decenal. — Una
prescripción larga de las acciones del menor contra el tu­
tor haría pesar sobre este último una responsabilidad de­
masiado prolongada, puesto que los documentos justifica­
tivos pueden fácilmente perderse y los datos para el tutor
y los testigos se borran aún más pronto. El Código, más
equitativo que el antiguo derecho, libera, pues, al tutor diez
años después de la mayoría de edad del pupilo (2).
Unicamente el tutor podrá invocar esta prescripción
que, no tiene ya por objeto la protección del pupilo, sino la
suya, y la cual no le impide, por lo tanto, ni siquiera des­
pués de los diez años, reclamar al menor lo que le corres­
ponda (3). En este punto hay que considerar al tutor lo
mismo que al administrador legal (art. 389, párr. 11), pero
no al tutor de hecho que haya incurrido en la falta de no
haber provocado la regularización de la tutela en la época
de la minoridad, quien por lo tanto no podrá pretender
las ventajas de la situación del tutor (4). El subtutor no
se beneficia tampoco con la prescripción, puesto que no tie­
ne cuentas que rendir.
612. Acciones extinguidas por la prescripción. — De
acuerdo con el espíritu de la ley y el lugar que ocupa el ar­
tículo 475, no todas las acciones del menor contra el tutor se
afectan indistintamente por la prescripción de diez años,
sino sólo aquellas que ponen en tela de juicio la propia ren-
(1) Civ. 5 junio 1850, D. 50. 1. 186, 8. 50. 1. 714; 21 enero 1889, D. 89. 1.
421, S. 91. 1. 76; Req. 29 enoro 1894, D. 94. 1. 380, S. 95. 1. 19; Amiens, 15 nov.
1904, D. 1905. 2. 55, S. 1905. 2. 173.
(2) Se trata de una prescripción sometida a todas las reglas generales de las
prescripciones. Es susceptible de suspensión y do interrupción (Civ. 5 junio 1850,
precitada). Entre las caus/s de interrupción, no hay que contar, sin embargo, la
simple inscripción do la hipoteca legal: Civ. 5 dio. 1900, D. 1901. 1. 213, S. 1904.
1. 219, casando Riom, 29 dic. 1898, S. 1902. 2. 169, nota Wahl. Se admite la
aplicación, a esta prescripción, de la regla Tcmporalia quiae sunt ad agendum per­
petua fiunt ad excipicndum; Reúnes, 28 abril 1830, D. Jur. G¿n., v» Minorité,
núm. 683; Req. 9 dic. 1829, ibid., núm. 729.
(3) Lyon, 11 enero 1862, D. Sup. v’ cit., núm. 635, S. 62. 2. 305; Burdeos, 29
agosto 1882, D. ibid., S. 83. 2‘. 32. Aubry y Rau, I, pfo; 121, p. 766; A. Colin y
Capitant, I, p. 524; Baudrv-Lacantinerie, Chéneaux v Bonnecarróro, V. núm. 642
Contri. Montpellier, 13 abril 1847, D. 47. 2. 66, S. *62. 2. 305, en nota; París, 14
julio 1864, D. Jur. Gén., Sup., v’ cit., núm. 635, S. 65. 2. 252.
(4) V. suprd, núm. 505. Sobro el caso del tutor que continúa su administra­
ción después de la mayoría do edad, v» in/rd, núm. 613.

L
576 TUTELA DE LOS MENORES

dición de cuentas, por riesgo de la memoria del tutor. Ta­


les son:
r La acción de rendición de cuentas propiamente
dicha;
I 29 La acción de responsabilidad por mala adminis-
tración d);
3’ La acción de restitución de frutos, en el caso del
artículo 1442 (2);
4’ La acción de rectificación de cijenta, por omisión
en los ingresos o exageraciones en los gastos (3), salvo el caso
en que el dolo del tútor, al hacer la rendición de cuentas,
pueda ser probado separadamente (4).
En cambio, las demás acciones del pupilo no se extin­
guen sino por la prescripción de treinta años. En particu­
lar la acción reivindicatoría de bienes que hayan quedado en
poder del tutor (5), las demandas de rectificación de erro­
res de cálculo incurridos en su cuenta (6), la acción para
reclamación del saldo; ninguna de estas acciones obliga
realmente al juez a examinar de nuevo la administración
de la tutela.
Con mayor razón, no caen bajo la prescripción de diez
años las acciones nacidas de una causa extraña a la tutela,
como la acción de división de bienes que hayan permaneci­
do indivisos durante la minoridad, entre tutor y pupilo (7) :
la acción para reclamar un crédito independiente, del pu­
pilo contra el tutor, a no ser que el crédito haya vencido
(1) Req. 9 dic. 1829, precitada, sol. impl.; Lyon, 23 nóv. 1850, D. 51. 2. 2'41,
S. 51. 2. 87.
(2) Rouen, 29 agosto 1840, D. Jur. Gén., v* Contrat de niariage, núm. 1614.
Aubry y Rau, I, pfo. 121, p. 765; A. Colín y Capitant, I, p. 523.
..i (3) Poitiers, 20 agosto 1850, D. 50. 2. 139, S. 51. 2. 168. Aubry y Rau, I,
pfo. 121, p. 764; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Houques-Foureade, V. núm. 640.
A. Colín y Capitant, I, p. 52'4. Sobre el cálculo de la prescripción, v. sin em­
bargo, Lyon, 21 enero 1854, D. Jur. Gén., Sup. v9 cil., núm. 621, S. 55. 2. 369 (pres­
cripción de treinta años después de la mayoría de edad); París, 10 agosto 1864, D.
¿bid., S. 64. 2. 286 (prescripción de diez años después del descubrí miento del error).
(4) Req. 10 enero 1821, D. Jur. Gén., v" Minorité, núm. 676; Tolosa, 7 marzo
3 855, D. 56. 2. 110, S. 55. 2. 257; Req. 23 dic. 1856, D. 57. 1. 205, S. 57. 1. 845;
la prescripción corre entonces desde el descubrimiento del dolo (art. 1304).
(5) Aubry y Rau, I, pfo. 121, nota 43 y s.; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux
y Bonnccarrére, V. núm. 642’; A. Colín y Capitant, I, p. 623.
(6) Meta, 10 julio 1821, .D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 676. Aubry y Rau,
I, pfo. 121, nota 43 y s.; Baudry-Lacantinerio, Chéneaux y Bonnecarrére, ibid.;
Colín y Capitant, p. 524.
(7) Caen, 10 dic. 1859, D. Jur. Gén., Sup. v9 Mvnonte, núm. 627, S. 60. 2.
615- París, 16 junio 1875, D. 77. 2. 148. Igualmente, el exmenor puede después do
los diez años posteriores a su mayoría do odad impugnar cualquier ventaja quo ex­
ceda de la cuota disponible v otorgada, a su tutor, por uno do sus ascendientes;
Bourges 31 dic. 1862. D. 66. 1. 338 o demandar la revocación por incumplimiento
de los cargas de un liberalidad hecha a su tutor; Civ. 16 dic. 1913, D. 1915. 1.
28, S. 1914. 1. 660.
TUTELA DE LOS MENORES 577

durante la tutela, en cuyo caso lia tenido que incluirse en


cuenta (1). No hay que considerar como créditos venci­
dos durante la tutela las restituciones matrimoniales que
el pupilo tuviere derecho a reclamar como sucesor del pa­
dre premuerto, contra el superviviente que resulte tutor.
Esas restituciones son objeto de una cuenta especial y has­
ta que se completen dan derecho al interesadlo a la copro­
piedad de la masa en los bienes a que afectan (2) ; esta co­
propiedad no puede perderse por la prescripción de diez
años (3). Por la misma razón, ésta no alcanza al derecho
que tiene el expupilo de probar la ocultación cometida por
su tutor en un inventario que interesa a uno y a otro (4).
La prescripción de diez años deja intactos los derechos
cuya existencia, ha reconocido el tutor en ese intervalo (5),
puesto que ese reconocimiento equivale de hecho a haberlos
llevado a la cuenta.
613. Punto de partida de la prescripción.—El artícu­ j
lo 475 hace correr la prescripción a contar de la mayoría de
edad. Hay que hacerla partir del fallecimiento, si la tute­
la termine por la muerte del pupilo (6), a menos de que se
suspenda la prescripción durante la minoridad de sus he­
rederos; pero la prescripción no corre desde el día de la
emancipación (art. 2252).
En cuanto a los tutores que salen del cargo antes del
fin de la tutela, la prescripción no corre en su favor sino
desde el día de la mayoría, de edad o de la muerte del pupi­
lo y no desde el día en que dejan la tutela. Así lo exige,
además, el derecho común, ya que la prescripción se sus­
pende siempre en favor de los menores. Añadiendo la du­
ración de la minoridad a la duración de la acción, se ve que
un tutor puede ser perseguido por hechos que se remon­
ten a una treintena de años. A pesar de los términos ab-
(1) V. sin embargo, contra esta reserva, Aubry y Rau, loe. cit. Para cier­
tos autores (A. Colín y Capitaut, I, p. 534) al crédito- vencido durante la tutela
puede también ser reclamado al tutor treinta años después de la mayoría de edad,
pero no estará garantizado por la hipoteca legal sino durante diez años, tiempo
durante el cual puede figurar en la cuenta.
(2) Civ. G dic. 1910, D. .1912. 1. 446, S. 19.14. 1. 293 y nuestro Tratado, to­
mo IX, Regímenes matrimoniales.
(3) Req. 31 marzo 1845, D. 45. 1. 187, S. 46. 1. 545; Lyon, 23 nov. 1850,
D. 51. 2. 241, S. 51. 2. 87; Civ. 5 dic. 1900, D. 1901. 1. 213, S. 1904. 1. 219. Pero
una vez extinguida ]a acción do rendición de cuentas, esas restituciones no so
hallan ya garantizadas por la hipoteca legal del menor (última sentencia).
(4) Civ. 16 abril .1851, D. 51. 1. 128, S. 51. 1. 526.
(5) Aubry y Rau, I, pfo. 121, nota 49.
(6) Aubry y Rau, I, pfo. 121, p. 764, nota 39; Baudry-Lacantincrio, Ché-
neaux y Bonnecarrére, V. núm. 643; A. Colín y Capitaut, I, p. 525.
578 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

solutos del art. 475, la Corte de Casación retrasa el punto


de partida de la prescripción hasta después de la mayo­
ría de edad si el tutor continúa su administración (1). Esta
solución es criticable, puesto que según hemos visto se abre
una nueva cuenta que no tiene los caracteres de la cuenta
de tutela (suprá, núm. 598).
614. Prescripción de la acción de nulidad de los con­
venios celebrados antes de la rendición de cuentas.—La ju­
risprudencia aplica la prescripción del art. 475 a la acción
de nulidad de los convenios celebrados antes de diez días
después de la presentación regular de la cuenta (2). Esta
nulidad, se dice, tiene por objeto obligar al tutor a presen­
tar regularmente la cuenta impedida por el convenio pre­
maturo. Carecería por tanto de sentido si se pronunciara
más de diez años después de la mayoría de edad, puesto que
no se podría exigir al tutor que reemplazara el convenio
nulo por una cuenta regular. La prescripción del derecho
a demandar una cuenta impide, por lo tanto, anular los ac­
tos consignados en ella (3).
En realidad, la acción de nulidad del convenio llevado
a cabo no implica la rendición de cuentas. Tiene por obje­
to únicamente restituir al menor las ventajas que el conve­
nio concediese al tutor, ventajas que ese convenio fija fre­
cuentemente por sí mismo y sin referencia a la cuenta. Así,
pues, cuando el menor ha hecho una prestación determina­
da en pago de un saldo alegado por el tutor sin rendición
de cuentas. Tiene por objeto únicamente restituir al me­
! nor las ventajas que el convenio concediese al tutor, venta­
jas que ese convenio fija frecuentemente por sí mismo y sin
referencia a la cuenta. Así, pues, cuando el menor ha hecho
una prestación determinada en pago de un saldo alegado
por el tutor sin rendición de cuentas regular, debe poder
recobrar lo que ha dado sin riesgo de que se le oponga el
(1) Civ. 15 feb. 1882, D. 83. 1. 111, S. 82. 1. 248; 16 dic. 1913, D. 1915. 1.
28 S. 19T4. 1. 460; Tr. Sena, rl mayo 1921, D. 1921. 2. 147, salvo, bien entendido,
bí ha sido convenido con el pupilo que el ex-tutor administrará en lo sucesivo como
mandatario (última decisión) .
(2) Civ. 26 -julio 1819, D. Jur. Gén., v’ Minorilc, -núm. 668; Req. 14 nov. 1820,
D. ibid.; Civ. 5 junio 1850, D. 50. 1. 186, S. 50. 1. 714; Civ. 15 feb. 1882, precita­
da En este sentido, A. Colin y Capitant, I, p. 525.
(3) Sin embargo, la jurisprudencia reconoce que la demanda de nulidad do
nn convenio celebrado en ausencia de rendición de cuentas, no interrumpe la pres-
.rínción de la acción en rendición de cuentas. Es que las dos acciones pueden ser
distintas por su objeto (Req. 1’ mayo 1850, D. 50. 1. 151, S. 50. 1. 542). En cam-
bio la interrupción de la prescripción do la acción de rendición de cuentas, inte-
qpfyfin la jurisprudencia, la prescripción do la acción en nulidad de los
eonvenios (Civ. 5 junio 1850, D. 50. 1. 180, S. 50. 1. 714).
TUTELA DE LOS MENORES 579

art. 475, que le prohíbe únicamente pedir una cuenta nue­


va. Nada impedirá, además,, al tutor, a quien no perjudi­
ca la prescripción de diez años, presentar entonces la cuen­
ta eludida antes por él, para reclamar el pago al pupilo, en
lugar de los beneficios que la nulidad del convenio le obli­
ga a restituir (1).
Pero, si la acción de nulidad escapa a la prescripción
de diez años del art. 475 siempre que no tiende a una nue­
va cuenta, cae, en cambio, bajo otra prescripción de diez
años, la de las nulidades relativas en general (art. 1304) (2).
Esta última no parte de la mayoría de edad, sino de la
fecha del convenio anulable (3). Si se funda sobre una
confirmación tácita, sería lógico también no hacerla correr
sino desde el día en que el convenio puede ser confirmado;
esta fecha es aquella en que el tutor presenta, contra recibo,
una cuenta detallada y justificada (4) ; si ño la presenta
nunca, lo será aquella fecha a partir de la cual dicha pre­
sentación no puede ya exigírsele diez años después de la
mayoría de edad; las dos prescripciones de diez años se
unirían entonces una después de otra, puesto que la acción
en nulidad (art. 1304) no empieza a correr hasta la expi­
ración de la acción en rendición de cuentas (art. 475).

(1) Dcmolombe, VIII, núm. 168; Chardon, op. cit., IU, núm. 522-3.
ULUU1ULUUU, V JLJLX. UUU1, ÁUUj VUCUUUUj V ¡J • VVk.y *JL~U>> *** * ~ ~ *-* •

(2) V.. sin embargo, Aubry y Rau, I, pfo. 121, texto y nota 35, p. 765, que
•___ ______ ....____ • -e
no admiten sino una prescriprión de x. •_.x_
treinta _____
años que ___________
corren desde el día del con­
genio nulo.
(3) Magnin, op. cit., I, núm. 737; Dcmolombe, loo cit.; Chardon, loe. cit. ■
(4) ‘ Baudry-Lacaatinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 638.

I
CAPITULO III

EL MENOR EMANCIPADO (1)

Sección I.—Organización de la emancipación

615. Definición. — La emancipación es un acto que


confiere a un menor: T, el gobierno de su persona; 2’, el
goce y la administración de sus bienes con una capacidad
limitada. Estas reglas son de orden público, en el sentido
de que, en el momento de la emancipación no se puede dar
al menor una capacidad diferente de la que determina la
ley.
A pesar de su nombre, ese acto no se parece a la eman­
cipación antigua, que era únicamente una forma de extin­
ción de la patria potestad. Nuestra emancipación provie­
ne de la fusión ya realizada a fines del antiguo derecho, de
esa emancipación romana y de la venia aetatis, que daba a
los menores romanos una capacidad anticipada, extinguien- v
do su cúratela antes de que hubiesen cumplido los veinti­
cinco años.
La emancipación no está admitida por algunos Códi­
gos extranjeros. El Código Civil alemán (art. 3) beneficia
al menor que se considera suficientemente prudente y há­
bil con una declaración de mayoría, que lo equipara com­
pletamente al mayor de edad. El Código suizo admite tam­
bién que el matrimonio (art. 14) y la emancipación (ar­
I. • tículo 431) dan la mayoría de edad. No hay, pues, para los
menores suizos y alemanes, estado intermedio entre la in­
capacidad ordinaria y la plena capacidad.

(1) Bibliografía.—Magnin, Tr. des inunorité, tutellc et curatclle, 1833; Jay,


Tr. des conseils de familia, des tuteurs, des sdbrogés-tnbeurs, curaleurs, conseils

1 judioiaires, 3* ed., 1854; Giboulot, De l’émancipatwn, 1855; Lo Gendre, De l*é-


mancipalion, i. Poitiors, 1872.
-
EL MENOK EMANCIPADO 581

616. Utilidad.—La emancipación tiene la ventaja de


iniciar progresivamente al menor en el uso de la libertad,
= lía sido comparada a un noviciado.
No obstante, se hace poco uso de ella en la práctica; no
hay por término medio más que 3,500 emancipaciones por
año, sobre más de 660,000 jóvenes de ambos sexos que cum­
plen anualmente la mayoría de edad. La razón es que
nuestra ley fija la mayoría de edad un tanto temprano; no
existen ventajas en dar la capacidad a los jóvenes antes de
los 21 años. Además, las costumbres les confieren, como se
ha visto (núms. 290, 428, 529, 546), desde antes de la eman­
cipación, una capacidad mayor de la que en principio per­
mitieron sospechar las disposiciones legales.
De hecho, muchas emancipaciones tienen por objeto
permitir al menor que ejerza el comercio, cosa que no le
es posible sino en el caso de que haya sido emancipado.
Otras tienen por objeto simplificar las formalidades de la
tutela cuando resultan molestas para la administración de
la fortuna del pupilo. Pero la simplificación obtenida no
es muy grande, puede también transformarse en una fuen­
te de complicaciones, si el emancipado se hallaba anterior­
mente sometido a la administración legal, puesto que en
ese caso no hay Consejo de familia y la emancipación nece­
sita la intervención frecuente de esa asamblea. No obstan­
te, en el caso de la administración legal, la emancipación tie­
ne la gran ventaja práctica de facilitar todos los actos que
conciernen a la fortuna mobiliaria (supráf núms. 375 y 586).

§ 1.—De las diversas formas de emancipación

617. Formas de emancipación.—La emancipación es


un acto puramente privado: puede ser hecho sin ninguna
intervención de la autoridad pública. En el antiguo de­
recho francés, en cambio, había que obtener cartas reales
de la cancillería de los Parlamentos. La intervención de
la autoridad pública ha sido suprimida en consideración a
las garantías particulares ofrecidas por las personas que
concurren a la emancipación.
Pero este acto privado es un acto solemne; y la solem­
nidad no es sencillamente una medida de publicidad, sino
L
que tiene por objeto llamar la atención de los protectores
del menor sobre la gravedad del acto.

fe
582 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Hay, sin embargo, un caso en que el menor se encuen­


tra emancipado de pleno derecho (1) ; que es cuando se dice
que hay emancipación tácita, mejor sería llamarla emanci­
pación legal.
618. Emancipación tácita. — Todo menor que se casa
se emancipa de pleno derecho; sin que haya necesidad de
ninguna declaración (art. 476). El matrimonio es incom­
patible, en el estado de nuestras costumbres, con la subor­
dinación de un menor que se hallara sometido a la patria
potestad o a la tutela. El marido tiene necesidad de su in­
dependencia como jefe de familia y, por otra parte, su au­
toridad marital excluye toda dirección ejercida por un ter­
cero sobre su mujer.
La emancipación se producirá, pues: l9, cualquiera que
sea la edad del novel esposo; 29, cualesquiera que sean las
personas que hayan autorizado al matrimonio; 39, cualquie­
ra que sea la voluntad, aún contraria a la emancipación,
del esposo o de los padres. Pero la emancipación supone
un matrimonio válido (2), o por los menos putativo.
La emancipación por matrimonio es definitiva e irre­
vocable: sobrevive a la 'disolución del matrimonio por muer­
te o por divorcio (3). Hay que admitir igualmente que
sobrevive a la anulación del matrimonio, cuando el matri­
monio anulado vale como matrionio putativo, y el espo­
so menor era de buena fe. En este caso, en efecto, el esposo
debe conservar todas las ventajas del matrimonio y la anu­
lación obra como una disolución.
619. Emancipación por uno de los padres.—El dere­
i cho de emancipar al hijo es, como se ha visto (supra, núme­
|| ro 301), un atributo de la patria potestad, que abdica en
cierto modo, para librar al menor (art. 477, párr. 1). En
tanto que el padre vive, únicamente el puede en principio
emancipar al hijo, puesto que únicamente él tiene el ejerci­
cio de la patria potestad.
(1) La emancipación por matrimonio es el único caso do emancipación legal.
No hay que conceder autoridad alguna a una antigua sentencia en contrario:
París, 21 marzo 1816, D. Jur. Gén., v’ Minorité, <núm. 765. Véase, sobro un proyec­
to primitivo del Códigoc civil, Fenet, X, p. 565, art. 80.
(2) Como el matrimonio se presume válido hasta sentencia de anulación, a
los terceros no puede perjudicar la nulidad de los actos anteriores a esa anula­
ción. Especialmente, cuando el matrimonio no vale como putativo, la mala fe de
los cónyuges no puede beneficiarles contra los terceros engañados por la aparien­
cia de matrimonio.
(3) Civ. 21 feb. 1821, D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 848 (viuda de 14 años).
>A.ubry y Rau, I, pfo. 129, p. 832, texto y nota 5; Baudry-Lacantincrie, Chéneaux
y Bonnecarrére, V. núm. 682; A. Colín y Capitán t, I, p. 547.
EL MENOR EMANCIPADO 583

Cuando el padre muere o está privado de la patria po­


testad o es incapaz de ejercerla (1), el derecho de emanci­
par pasa a la madre (art. 477, párr. 1).
La renovación de la tutela no hace perder a los padres
la facultad de emancipar a. sus hijos, que corresponde a la
jurisdicción de la patria potestad (2).
En el caso de divorcio o de separación de cuerpos, se ad­
mite generalmente que el derecho de emancipar correspon­
da simpre al padre, y que la emancipación pueda ser anu­
lada a instancias de la madre, si al emanciparse al hijo se
hace con el objeto de mermar los derechos concedidos judi­
cialmente a la madre o a terceros, cuando se pronunció el
divorcio o la separación de cuerpos (3). Es partir de una
idea falsa el pretender que, después del divorcio, el padre
continúa poseyendo la patria potestad con preferencia a la
madre, cuando el art. 373 no consagra esa preeminencia
sino durante el matrimonio. Los tribunales no resuelven
directamente la cuestión. En efecto, sin afirmar el derecho
exclusivo del padre, sostienen que, en todo caso, la emanci­
pación, hecha por él solo, no puede perjudicar las decisio­
nes judiciales ya tomadas sobre la guarda y que confían
ésta a la madre o a un tercero (4). A quien corresponda
la guarda es a quien debe atribuirse el derecho de emanci­
pación, puesto que los efectos relativos a la persona del
menor son más importantes que los relativos a su patrimo­
nio (suprá, núm. 301).
El derecho de emancipar un hijo natural corresponde
a aquel de los padres que tiene el ejercicio de la patria po­
testad.
(1) En esto último caso, el derecho do emancipar ha sido discutido a la
madre; se funda, no obstante, en ol derecho común do la patria potestad (núm. 312)
y está corroborado por el art. 2, C. coin., que permite a la madre del menor auto­
rizarlo a ejercer el comercio en caso de ausencia o de interdicción del padre. En
nuestro sentido, Aubry y Rau, I, pfo. 129, p. 833, texto y nota 10; Baudry-Lacan-
tinerie, Chóneaux y Bonnecarróre, V. núm. 700; A. Colin y Capitant, I, p. 548.
(2) En este sentido, Lioja, 6 mayo 1806, D. Jur. G6n., v9 Minorité, núm. 773;
Burdeos, 14 julio 1838, D. ibid.; Burdeos, 7 enoro 1852, D. 52. 2. 200, S. 52. 2. 276;
Rcq. 3 marzo 1856, D. 56. 1. 290, S. 56. 1. 408; Caen, 4- dic. 1867, D. Jur. Gen.,
Sup. v9 cit., núm. 266, S. 68. 2. 228.
(3) Aubry y Rau, I, 5’ ed., pfo. 129, p. 833, texto y nota 9 bis; Baudry-La-
cantinerie, Chóneaux y Bonnecarróre, V. núm. 696.
(4) Req. 4 abril 1865, D. 65. 1. 387, S. 65. 1. 257. Tr. Sena, 6 marzo 1862, S.
62. 2. 394; Roucn, 12 junio 1866, S. 67. 2. 47. Sena. 12 junio 1891, D. 93. 2. 372;
Douai, 25 marzo 1895, S. 97. 2. 73, nota Wahl. Esto es quizás el gormen de un
sistema según el cual cada un o de los padres puede emancipar al hijo en relación
con los atributos de la patria potestad cuyo ejercicio lo ha sido judicialmente
confiada.
584 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

En lo que concierne a los hijos adoptivos hay que dar­


le el derecho de emancipación al adoptante (suprá, núme­
ro 315) (1).
620. Continuación Condiciones y formas. — El me­
nor puede ser emancipado por sus padres desde que alcan­
za la edad de 15 años cumplidos (2). La emancipación efec­
tuada antes de esa edad es radicalmente nula. Nulidad que
no puede ser confirmada al llegar el menor a la edad legal,
y que debe ser efectuada de nuevo con las formalidades le­
gales.
Las formalidades impuestas a los padres son muy sen­
cillas. Basta con una declaración ante el juez de paz del
domicilio del hijo (3), asistido de su escribano. La juris­
prudencia parece como que considera nula (4) la declara­
ción hecha a un juez de paz incompetente; lo cual resulta
exagerado, puesto que la ley no prevé esa nulidad y tampo­
co determina explícitamente en ninguna parte la regla de
competencia (5).
Conforme a un criterio general, la jurisprudencia ad­
mite que el derecho de emancipar, lo mismo que los demás
atributos de la patria potestad, fuera del caso de abuso, se
ejerce soberanamente por los padres, que no tienen que dar
cuenta de sus razones (6). El juez de paz no puede, pues,
negarse a recibir la declaración de emancipación que se
le haga (7). Pero no hay que deducir de ello que el dere­

cho de emancipar no esté sometido a ninguna intervención.
Hay un abuso de derecho de patria potestad y una verda­
dera burla del poder de emancipar al hijo, cuando esa
emancipación se otorga por motivos ilícitos. Esto ocurre
cuando ^1 padre o la madre emancipan al hijo contra su in­
terés, para sacar personalmente un provecho injusto de

(1) Solución adoptada para la emancipación por el consejo do familia: Al-


ger, 26 junio 1888, D. 89. 2. 242.
(2) Sobro las razones que han determinado esa edad, v. Planiol, Traite élé-
mentaire, I, ¡núm. 1989.
(3) Sobre esa competencia, Pau, 13 marzo 1888, D. 88. 2. 283. Aubry y
Bau. I. p. 834. pfo. 129. texto y nota 10 pis; Baudry-Laeantinerio, Chéncaux y
Bonnecarrére, V. núm. 690.
(4) Pau, 13 marzo 1888, precitada (motivos). Baudry-Laeantinerie, Clióneaux
y Bonnecarrére, loe. cit.
(5) Aubry y Rau, loe. cit.
(6) Burdeos, 14 julio 1838, D. Jur. Gén.t v’ Minorité, núm. 770, S. 39. 2. 73;
Caen 9 julio 1850, D. 62:. ’5. 231-232. V. también los motivos do las decisiones ci­
k* tadas en las notas siguientes.
(7) Tr. Sena, 2 agosto 183G, D. Jur. Gén., v* Minorité, núm. 770. 1 .
EL MENOR EMANCIPADO 585

esa emancipación (1) y hasta para perjudicar a un ter­


cero (2).
Por analogía con el caso en que la emancipación se
efectúa por el Consejo de familia, la demanda de nulidad
debe ser llevada ante el tribunal de la jurisdicción en que
se halla el juez de paz ante el cual se haya hecho la decla­
ración de emancipación.
621. Emancipación por el Consejo de familia. — Des­
pués de la muerte o la remoción del padre o la madre, el
hijo puede ser emancipado por su Consejo de familia (ar­
tículo 478) ; la emancipación no depende nunca de los ascen­
dientes, ni del tutor.
La iniciativa de la convocatoria del Consejo de familia
para el objeto de la emancipación, corresponde normalmen­
te al tutor. Si éste no actúa, el art. 479 permite a los pa­
rientes y afines, hasta el cuarto grado, requerir la convoca­
ción del Consejo. El juez de paz está obligado a resolver
a sus instancias. Ese derecho no corresponde, sin embargo,
ni al subtutor ni al Ministerio público.
El Consejo de familia, con menos libertad, a este res­
pecto, que los padres, no puede emancipar sino a los meno­
res de 18 años de edad, por lo menos. Se pretende que la
emancipación no permita a los agentes de la tutela desemba­
razarse demasiado pronto de su carga.
La composición del Consejo de familia está determina­
do por las reglas estudiadas en el capítulo de la tutela (nú­
meros 446 y s.). Parece resultar de la jurisprudencia, des­
de luego criticable, que ese Consejo debe reunirse en el lu­
gar en que fue abierta la tutela del menor que se vaya a
emancipar (3).
Parece también resultar de la jurisprudencia relativa
a la tutela (núm. 517) que el acuerdo del Consejo de familia
referente a la emancipación no sea susceptible de recurso
ante el tribunal, siempre que reúna los requisitos de for-
(1) París, 4 die. 1894. D. 95. 2. 484, S. 97. 2. 73, nota Wahl. Véanse tam­
bién las decisiones que anulan la autorización de ejercer el comercio dada al eman­
cipado en provecho personal del que lo autoriza: infrd, núm. 646. El caso de abuso
es igualmente exceptuando por Burdeos, 14 julio 1838, y Caen, 9 julio 1850, pre­ ■
citadas.
(2) Principalmente al tutor cuando el autor de la emancipación ha sido
destituido do la tutela: Burdeos, 7 enero 1S52, D. 52. 2. 276; Caen, 4 dic. 1867, D.
Jur. Gén., Sup. v- cit., núm. 266, S. 68. 2. 228. Véanse también las decisiones pre­
citadas que paralizan la emancipación concedida por un padre divorciado o se­
parado de cuerpos para hacer ineficaces las medidas relacionadas con la guarda
del hijo, adoptadas por eJ tribunal (.s*uprd, núm. 619).
(3) Req. 17 nov. 1849, D. 50. 1. 76-77, S. 50. 1. 299; Douai, 22 dic. 1863,
D. 85. 2. 246, en nota S. 65. 2. 13; Mctz, 31 mayo 1870, E 70. 2. 194, S. 71. 2. 107.
5S6 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

ma (1). Esta solución no puede, sin embargo, mantener­


se de una manera absoluta, pues el Consejo de familia no
puede ser investido de derechos superiores a los de los pa­
dres; que se trate de Consejo de familia o de padres, los tri­
bunales deben siempre poder reprimir los abusos de la eman­
cipación.
Los pupilos de la Asistencia publica se emancipan por
el organismos que para ellos tienen carácter de Consejo de fa­
milia. El tutor es el que declara la decisión de ese Consejo
al juez de paz, el cual no forma parte de él (ley 27 junio
1904, art. 13, modificado por la ley de 18 diciembre 1906).
622. Prueba de la emancipación. — La prueba de la
emancipación tácita se confunde con la del matrimonio. En
cuanto a la emancipación expresa, la prueba queda en la
secretaría del juzgado de paz. Si la emancipación emana
de los padres, su declaración tiene que haber sido registra­
da. Si emana del Consejo de familia, el acta de acuerdo
debe indicar, so pena de nulidad (2), además, de la compo­
sición del Consejo, la declaración hecha por el juez de paz,
después de la votación, de que el menor queda emancipado
(artículo 478).
En todos los casos, la prueba de la emancipación con­
sistirá en una certificación de la declaración del padre o de
la madre o del acuerdo del Consejo de familia. No obstan
te, si los registros del juzgado de paz no se hubieran lleva­
do o hubiesen sido destruidos, los interesados pueden invo­
car el caso de fuerza mayor para probar de otro modo su
II emancipación (3).
623. Conflictos de leyes. — Conforme a las reglas ge­
M nerales de las incapacidades de protección, la emancipación
! i,i
i: de los menores obedece, en cuanto a las reglas de fondo a
las disposiciones de la ley nacional del menor (4). Esta
ley determina la posibilidad de una emancipación, la edad
en que está permitida, la capacidad del menor emancipado
e indica los órganos de protección de ese menor.
En cuanto a las formas de la emancipación, pueden
ser las del país en que se hace, pero a condición de que no
-1 •; choquen con la ley nacional del menor: por ejemplo, si la
/Antiguamente, solución contraria, Tolosa, 22 feb. 1854, O. 54. 2. 239, S.
54 2 197 Pero parece indirectamente abandonada por Civ. 23 junio 1902, Concl.

te
Beaudoin D 1902. 1. 347, S. 1902. 1. 385, nota Lyon-Caen, y 31 dic. 1902, D. 1903.

te
22 ^.^9^.1900.2.33.
(3) Req. 27 enero 1819, D. Jur. Gen., v’ Minorité, núm. 766. Comp. Riom, 22
marzalde droit internationdl, I, núm. 332.
EL MENOR EMANCIPADO 587

emancipación se pronuncia por sentencia, de acuerdo con


la ley nacional de un menor determinado, los tribunales
franceses no pueden estatuir sobre la emancipación de ese
menor, puesto que la emancipación judicial no existe en
Francia.
Las cuestiones que hace surgir la cúratela son además
semejantes a las que se presentan en materia de tutela (nú­
meros 437 y s.).
624. Alsacia y Lorena. — Las disposiciones de la ley
francesa se han hecho aplicables en Alsacia y Lorena por
la ley de 1’ de junio de 1924, que ha tenido que adaptarlas
a las reglas locales de la tutela en la sustitución del juez de
paz y del Consejo de familia por el tribunal de las tutelas.
La declaración de mayoría de edad del derecho local, se su­
prime, pues:
l9 Si la emancipación se efectúa por el padre o la
madre, es el tribunal de las tutelast en vez del juez de paz,
el que tiene que recibir la declaración de emancipación
(art. 22, párr. 1, ley 1 junio 1924). Se observará que esta
disposición que concierne a la forma de la emancipación,
es por consiguiente territorial y no de estatuto personal:
por aplicación de la regla Locus regit actum, el tribunal de
las tutelas podrá recibir la declaración de emancipación de
todos los padres franceses que tengan su domicilio en Al­
sacia y Lorena (1).
2’ El tribunal de las tutelas sustituye al Consejo de
familia en la emancipación de los menores alsaciano-lore-
neses que no tengan padre ni madre. El art. 22, párr. 2,
de la ley de 1924, que contiene esta regla, añade que los
parientes y afines del menor deben sei’ consultados en esos
casos, conforme al art. 1847 del Código Civil local. Esta
consulta se hace de oficio por el tribunal de tutelas, pero no
obliga al tribunal.
Se presenta, no obstante, una dificultad cuando el me­
nor se halla sometido a una tutela en la cual funciona un
Consejo de familia instituidos por el padre o la madre últi­
mamente fallecido, y es que entonces corresponderá, a ese
Consejo de familia y no al tribunal de las tutelas, decidir
sobre la emancipación (art. 1872 C. Civ. local) (2).

(1) En esto sentido, Ciro, de 29 nov. 1924, S. Lois annotés, 1924, p. 1514.
columna 1.
(2) Rep. prat. d’Alsacc et Lorrainc, v9 Minorité, núm. 120.

I
5S8 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

§ 2.—El curador
625. Naturaleza de las funciones del curador. — Al
menor emancipado se le provee de un curador, cuyas fun­
ciones consisten, no es representarle, sino en asistirle. Esta
asistencia (1), análoga a la dada al pródigo por el Consejo
judicial, implica normalmente la presencia del curador en
todos los actos celebrados por el emancipado y su partici­
pación en esos actos (2).
Pero veremos que, en la práctica, la intervención del
curador no se manifiesta en la misma forma según se trate
de acciones judiciales o de contratos (vnfrd, núm. 630).
626. Cúratela dativa. — En principio, la cúratela es
dativa (art. 480) ; el Consejo de familia es el que nombra
al curador. El padre o la madre que emancipan a su hijo,
no son de derecho sus curadores (3). Más aún, no pueden
ser nombrados para esta función por el Consejo de familia,
a no ser que éste designe primeramente un curador ad hoc
para recibir sus cuentas.
En Alsacia y Lorena, el tribunal de las tutelas es el
que nombra al curador (art. 22, párr. 3, ley l9 junio 1924).
Lo hace libremente, sin tener que tomar parecer a los pa­
dres ni al Consejo comunal de los huérfanos, como lo pres­
cribía el art. 1779 del Código Civil local.
627. Cúratela legal. — El Código Civil no señala nin­
gún caso de cúratela legal. En lo que concierne a los pupi-
los de la Asistencia pública, existe, en cambio, una cúrate­
la legal: el tutor desempeña, de derecho, en caso de eman­
cipación, las funciones de curador (ley 27 junio 1904, mod.
Ij por la ley de 18 dic. 1906, art. 14, párr. 3).
Sin embargo, se admite generalmente que el marido
mayor de edad es de pleno, derecho curador de su mujer,
cuando ésta es menor (4). Se saca esta solución del prin-
(1) Sobre esta asistencia, v’ suprd, núm. 263 y s.
(2) Por analogía con el consejo judicial, V. Civ. 1’ fcb. 1876, D. 76. 1. 80.
S. 76. 1. 153. En este sentido, Baudry-Laeantineric, Chéneaux y Bonnecarróre,
V. núm. 724.
(3) Contra, Besan^on, 8 abril 1884, D. 85. 2. 2’46, S. 84. 2. 93. Pero esta
sentencia es aislada y no tiene autoridad. V. en nuestro sentido, Caon, 27 junio
1812, D. Jur. Gen., v9 Minorité, núm. 791; Douai, 22 dic. 1863, D. 65. 2. 246, en
nota, S. 65. 2. 13; Aubry y Rau, I, pfo. 131, p. 839; Baudry-Laeantineric, Chéneaux
y Bonnecarróre, V. núm. 717; A. Colín y Capitant, I, p. 549; Laurent, V. núm. 208;
Demolombe, VIII, núm. 242. Parece, sin embargo, que en algunas regiones, los
jueces de paz consideran al padre y a la madre investidos legalmente en la cúra­
tela. Esta práctica es una irregularidad, si es que existe. Comp. Sol. Enregistr.,
18 mayo 1869 D. 70. 3. 75; S. 70. 2. 90.
(4) Pau 11 marzo 1811, D. Jur. Gén., v9 cit., núm. 792, S. 13. 2. T; Ir. Sena,
2 dic. 1853; D. 54. 5. 293; Rcq. 4 feb. 1868, D. 68. 1. 393, S. 68. 1. 441; Tr. Tour-
EL MENOR EMANCIPADO 589

eipio de la. autoridad marital. Se halla corroborada por


el art. 2208, párr. 2, que, en un caso particular, se confor­
ma con la autorización del marido para asistir a la mujer
menor, y no exige la autorización judicial sino en el caso
de que también el marido sea menor. El art. 506 puede se­
ñalarse en el mismo sentido, puesto que en caso de inter­
dicción de la mujer, le señala a su marido como tutor legal.
Algunos autores, aún reconociendo que la esposa no
puede tener otro curador que su marido, pretenden que, en
realidad, no tiene necesidad de curador. La cuestión no
tiene interes alguno bajo el régimen de la sociedad legal,
en que el marido administra la fortuna de su mujer; en
cambio, si se dispensara de curador a la mujer separada de
bienes, se aumentaría su capacidad en relación con los dé-
más emancipados, puesto que los poderes que le da ese ré­
gimen son más amplios que los que la emancipación confie­
re al menor. En realidad, nada, en la ley (1), autoriza a
conceder un beneficio semejante a la mujer menor (2).
Si el marido es también menor, parece que, por las
mismas razones, su curador es también el de su mujer (su-
prá, núm. 251).
628. Excusas, incapacidades, causas de exclusión. —
De igual modo que la tutela, la cúratela es una carga obli­
gatoria (3). Esto se admite, por identidad de motivos, en
el silencio de la ley.
Pero hay que extender al curador las causas de excusa,
de incapacidad o de exclusión (4) relativas al tutor. Des­
de la ley de 20 de marzo de 1917, el sexo femenino ha deja-

nai, 4 abril 1900, S. 1901. 4. 24; Aubry y Rau, I, pfo. 113.1, p. 839, texto y no­
ta 3; A. Colín y Capitant, I, p. 549-550. Comp. Baudry-Laeantinerie, Chéneaux
y Bonncearróre, V. núm. 718. Lo contrario no es cierto y es también dudoso que la
esposa mayor de edad puede ser nombrada curadora, de su marido menor por el
consejo de familia; v. la solución negativa admitida en materia de consejo ju­
dicial (¿n/rd, núm. 737).
(1) Ni siquiera el art. 2208. C. civ., que, por inadvertencia, dice que se nom­
brará un tutor a la mujer casada contra la cual se persiga una expropiación, en
í -
el caso do que su marido se niegue a proceder cou ella.
(2) Además, los autores de que se trata (Demante. II, núm. 248 bis; Laurent,
V. núm. 209; Cuc, III, núm. 480; Bendant, II, núm. 210) no llegan a eso y propo­
nen, en un caso semejante, la nominación do un curador ad hoc.
(3) Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bonncearróre, V. núm. 721; A. Colín
y Capitant, I, p. 550; Comp. Aubry y lían, I, pfo. 128, p. 830.
(4-) A. Colín y «Capitant-, ibid. Regla casi unánimemente admitida en las
pausas de exclusión y de incapacidad, puesto que la tutela y la cúratela se colocan
en el mismo plano por los arts. 34 y 42, C. pen., y el art. 8 de la ley do 2’4 julio
1889; Aubry y Rau, loe. cit.; Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bonncearróre, V.
núm. 723. Pero estos últimos autores no admiten en la cúratela, sino excusas de
hecho, sin extensión de las reglas de la tutela.
590 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

do de ser, para la cúratela, lo mismo que para la tutela, una


incapacidad (art. 480) ; no es más que una excusa.
Además, la mujer casada no puede aceptar una cúrate­
la sin el consentimiento de su marido. Pero, en ausencia
de precepto que extienda en este caso las reglas de la tute­
la parece que la curadora en funciones no pierde su cuali­
dad por su matrimonio y que su marido no es cocurador.
629. Curador ad hoc. — Siempre que el curador ten­
ga intereses opuestos a los del menor, debe abstenerse de
asistir a éste (1). Esta asistencia irregular equivaldría
al defecto de asistencia y la nulidad del acto así celebrado
podría ser pedida por el emancipado (sivpra, núm. 270).
Por eso, la jurisprudencia anula los contratos de sociedad
celebrados entre un menor emancipado autorizado a ejer­
cer el comercio y su curador (2).
Pero, en el caso de oposición de intereses entre el me­
nor y su curador, nada impide que se reemplace ocasional­
mente a éste por un curador ad hoc (3), que tendrá, para
la misión definida por el Consejo de familia, los poderes
normales de un curador. Este es el procedimiento cuya ne­
cesidad hemos indicado, cuando se quiere nombrar para la
cúratela al antiguo tutor o al administrador legal del me­
nor: es preciso entonces un curador ad hoc que. asista al
menor en la rendición de cuentas (núm. 626).
Puede nombrarse también un curador ad hoc cuando
el menor quiera celebrar un acto para el cual el curador or­
dinario le niega su asistencia y que el Consejo de familia
o, en recurso, el tribunal, considera útil (4). Por excep­
ción, este curador ad hoc puede ser designado por el tri­
bunal, si el Consejo de familia se hubiere negado a ello (5).

(1) París, 15 feb. 1838. D. Jur. Gen., v9 Contrat de mariage, núm. 1062. Sn
asistencia es, en cambio, regular en el caso de intereses comunes, frecuentes entre
marido y mujer, soberanamente apreciada por el juez del hecho. V. Rcq. 4 fob.
1868, D. 68. 1. 393, S. 68. 1. 441, dejando mucho que desear los motivos de esta
última sentencia.
(2) V. Douai, 21 junio 1827, D. Jur. Gen., v9 Commercant, núm. 154; París,
20 feb. 1858, D. 58. 2. 74; Douai, 16 agosto 1869, D. 70. 2. 87; París, 14 nov. 1901,
D. 1902. 2. 238.
(3) Tr. Sena, 2’4 feb. 1854, D. Jur. Gén., v9 líinorit'é. núm. 794, Le Droit, 19
feb. 1854.
(4) Douai, 15 dic. 1900, D. 1903. 2. 9. Aubry y Rau. I, pfo. 133, p. 851,
texto*y nota 20; A. Colín y Capitant, I, p. 554. Comp. Baudry-Lacantinerie, Ché-
neaux y Bonneearrére, V. núm. 765, que quieren que el recurso sea directamente
llevado ante el tribunal.
(5) Douai, 15 dic. 1900, D. 1903. 2. 9. Contri), Aubry y Rau, loe. cit., se
nuiero obligar entonces al tribunal a que envío de nuevo al menor ante el con­
sejo de familia para que éste haga la nominación del curador ad hoc.
EL MENOR EMANCIPADO 591

630. Asistencia del curador.—El curador debe pres­


tar al menor emancipado la asistencia de que se habla en el
número 625.
La regla se aplica a las acciones judiciales; el curador
debe figurar en la instancia., junto al emancipado, a fin de
poder intervenir útilmente en cada incidente imprevisto.
En los contratos, en cambio, se admite que la asisten­
cia propiamente dicha puede ser reemplazada por una auto­
rización anterior, siempre que las cláusulas y condiciones
del acto que se vaya a realizar resulten insuficientemente
detalladas (supra, núm. 264).
En cambio, ocurre que algunos curadores se exceden
en su papel, tomando a su cargo directamente los asuntos
del menor, en vez de limitarse a asistirlo en su activi­
dad (1). Deben, entonces, ser considerados, según los casos,
como mandatarios o gestores de negocios (2). De acuerdo
con la jurisprudencia (suprá* núm. 502), procede considerar
como un tutor de hecho en el antiguo tutor que, nombrado
curador de su expupilo, continuara la administración de sus
bienes sin haberle rendido cuentas.
Excepcionalmente, el art. 175 C. Civ. da al curador una
misión activa, habilitándole para que se oponga al matri­
monio del menor, y el art. 482 le obliga, a vigilar el empleo
de los fondos de este.
631. Responsabilidad y garantías. — Cuando, como
acabamos de decir, el curador es considerado como tutor
de hecho, administra con una responsabilidad no menor
que la de un tutor, y sus bienes quedan afectos a la hipote­
ca legal (núm. 506). Igualmente, su responsabilidad es la
de un mandatario o la de un gestor de negocios en los de­
más casos en que tome personalmente en sus manos los
asuntos del menor. Responsabilidad que puede aún resul­
tar agravada si debido a abuso de autoridad ha extendido
sus funciones. Ello obligará al curador a una rendición de
cuentas, aunque no garantizada por la hipoteca legal.
Si el curador se ha limitado a sus funciones normales,
la asistencia prestada por él al menor no puede imponerle
una responsabilidad semejante a la del tutor. Su situa­
ción será más bien la de los miembros del Consejo de fami­
lia, que no son responsables sino en el caso de dolo o cul-

(1) Comp. ol ejercicio de la acción en reducción por el curador en nombro


del menor, infrd, núm. 644.
(2) Req. 6 feb. 1843, D. Jur. Gón., v» Compté, núm. 35, S. 43. 1. 500.
592 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

pa grave (1). A menos que por ser su intervención más


activa, su responsabilidad sea más seria (suprci, núm. 271).
Sin embargo, la responsabilidad del curador se apro­
xima a ]a del tutor cuando el menor recibe una suma de
dinero a título de capital. El curador está en efecto encar­
gado entonces de una misión activa: debe vigilar su empleo
(infrd, núm. 641).
Salvo el caso en que se le considere como tutor de he­
cho, el curador no se verá afectado por la hipoteca legal,
ni tachado de ninguna de las incapacidades que alcanzan
al tutor en sus relaciones personales con el menor.
La asistencia del curador como no se requiere sino en
interés del menor, no le impone, salvo el caso de dolo, nin­
guna responsabilidad respecto de terceros (2).
5 3.—Cesación de la cúratela
632. ¿Corno cesa la cúratela? — La cúratela termina
de tres maneras:
l9 por la mayoría de edad del emancipado,
2* por su muerte,
39 por la revocación de la emancipación.
En ningún caso, el fin de la cúratela presenta los mis­
mos problemas que el fin de la tutela; no hay cuenta que
rendir, ni prescripción especial. Ni la mayoría de edad
del emancipado, ni su muerte, hacen necesaria explicación
alguna. La revocación de la emancipación es, en cambio,
una institución original, aunque muy poco práctica.
633. Caso de revocación.—En primer término, la re­
vocación no es posible a menos de que la emancipación no
haya tenido efecto tácitamente por virtud del matrimo­
nio (3) : eso resulta de los fundamentos para esa emancipa­
ción especial y de la redacción del art. 485; este precepto,
relativo a la revocación, no concierne sino a la emancipación
expresa, puesto que declara que se emplearán para revocar
la emancipación, las mismas formas que para conferirla.
Además, no incurre en la revocación de su emancipa­
ción, de acuerdo con los términos del art. 4S3, sino el me-

(1) En este sentido, así como sobre el extremo siguiente: Aubry y Rau, I,
---- texto
pfo. 131, p. 840, ■ ■ nota
y 8-9. Baudry-Lacantinorie, Chóneaux y Bonnecarróre,
V. núm. 725.
(2) Civ. 26 abril 4920, S. 21. 1. 273, nota Hugueney, Véase núm. 271.
(3) Civ. 21 feb. 1821 J D. Jur. Gén., v’ Minorité, núm. 9. Aubry y Rau, I,
pfo/
pfo. 135,
: p. 856; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarróre, V. núm. 775;
A. Colín y Capitant, 1, p. 550.

5
EL MENOR EMANCIPADO 593

ñor cuyos compromisos se hubieren reducido por excesos,


conforme con el art. 484. Resulta de ello que la emancipa­
ción no será revocable por virtud de la mala conducta del
menor, por grave que ésta sea (1). En su reglamentación
de la emancipación, la ley se preocupa mucho de la conser­
vación de la fortuna del menor, pero parece que le es com­
pletamente indiferente su conducta moral.
Sobre todo eso, incluso la mala administración patri­
monial no es de pleno derecho una causa de revocación; no
lo es si no entraña la reducción, en favor del menor, de sus
compromisos excesivos. Resulta de ello que, si el emanci­
pado es el único dueño de la acción de reducción, abstenién­
dose de intentarla durante su minoridad, puede evitar todo
riesgo de revocación de su emancipación. Pero la absten­
ción sistemática a actuar sería imposible si, conforme a la
tendencia de la jurisprudencia, se permitiera al curador
tomar la iniciativa para el ejercicio de la acción de reduc­
ción (infrie, núm. 644).
634. Formas de la revocación.—La revocación se hace
en la misma forma que si se tratara de la emancipación (ar­
tículo 485). La ley expresa mal esa idea: prevé, para la
revocación de la emancipación, “las mismas formas que las
que hubieran tenido lugar para conferirla”. Ahora bien,
el empleo de esas formas puede no ser posible, principal­
mente, si un hijo emancipado por sus padres, los ha perdi­
do después. Será entonces el Consejo de familia el que reti­
rará la emancipación por medio de una votación seguida de •
una declaración del juez de paz de que “la emancipación
está revocada”. No hay jurisprudencia a causa de la ra­
reza práctica do las revocaciones. Parece que el menor
puede acudir ante el tribunal contra la revocación (2).
|
635. Efectos de la revocación. — El art. 486 dice “el
hijo volverá a entrar en tutela"", lo cual no siempre es exac­
to. En realidad, si el hijo tiene aún a su padre y a su madre,
cae de nuevo bajo su patria potestad y no bajo la tutela que
no está abierta. Si procede la tutela, ésta se constituye, des­
pués de la revocación, de acuerdo con los principios del i
derecho común, lo que hace que el hijo vuelva a caer, fre­
cuentemente, pero no siempre, bajo la de su antiguo tutor. ■

(1) Tr. Tolos:», 15 nov. J8S2, 1). Jur. Gen., Sup. v’ Minorité, núm. 747, S. 83.
2. 96; Tr. Sena, 13 julio 1900, y París. 9 enero 1901, D. 1901. 2. 301, S. 1901.
3. 36. Aubry y Rau, I, p. 855-6, pfo. 136, texto y nota 2; Baudry-Lacantinerie,
Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 773; A. Colín y Capitant, I, p. 551.
(2) Comp. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 776.
594 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

La revocación produce además otro efecto: impide que


el hijo sea emancipado de nuevo. “Permanecerá (en tutela)
hasta cumplida su mayoría de edad”, declara el art. 486;
además, no es de temer una nueva emancipación por par­
te de los padres que han hecho revocar la primera. El ar­
tículo 486 no prohíbe realmente sino la emancipación expre­
I sa, pues el matrimonio produce, aún después de la revoca­
ción de una primera emancipación, su efecto habitual, a cau­
sa de los motivos imperiosos de la emancipación tácita (1).
Sección II.—Capacidad del menor emancipado y adminis
tración de su patrimonio
636. División. — La emancipación da al menor el de­
recho de obrar personalmente y una semi-capacidad. Pero,
en los actos que no entrañen esa capacidad, la ley no estima
siempre bastante la asistencia del curador e impone, en al­
gunos casos, que se observen las reglas de la tutela. Se
pueden, pues, dividir en tres categorías los actos de admi­
nistración del menor emancipado.
§ 1.—Libertad de acción del emancipado
637. Gobierno de su persona.—En principio, el eman­
cipado es dueño de su persona; su curador no se baila en
modo alguno encargado de vigilarle. Puede crearse un do­
micilio personal (art. 108). Escapa al derecho de correc­
ción (art. 377). Puede completar a su voluntad su educa­
ción y elegir su profesión; puede, pues, contraer un com­
promiso militar antes de los 20 años (2), o un compromiso
teatral; únicamente, el ejercicio de la profesión comercial
es el que exige para él una autorización (art. 2 C. Com.)
(infra, núm. 645).
La libertad del menor emancipado sufre una excep­
ción respecto del matrimonio y de la adopción, que conti­
núan sometidos a l?.s mismas autorizaciones que antes de
la emancipación.
(1) Aubry y Rau, I, pfo. 136, p. 857; Baudry-Lacanthierie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 778; A. Colín y Capitant, loe. cit.
(2) Por eso, la ley de l9 abril 1923 (Art. 64), sobre el reclutamiento del
ejército, al reproducir sobre este extremo las leyes anteriores, no exige de los me­
nores que quieran alistarse, sino el consentimiento de sus padres o do su tutor, sin
hacer alusión a su curador. No obstante, la autoridad militar, por una interpre­
tación inexacta de la ley, exige, parece, que los jóvenes emancipados de menos do
20 años se hagan nombrar un tutor ad hoc, para cumplir diejio precepto que ha­
bla de los menores sin distinguir si son emancipados o no. ¡Nombrar un tutor a
un emancipado! Es como si se le nombrase a un mayor de edad.
EL MENOR EMANCIPADO 595

Además, esa libertad no se extiende en principio a las


acciones de estado (1), puesto que el emancipado no puede
proceder por sí solo sino en los pleitos relativos a los actos
de administración. No obstante, hay que exceptuar la ac­
ción de divorcio: ésta, en efecto, tiene sus formas especia­
les y la autorización dada por el presidente se considera su­
ficiente (2). Pero, erróneamente, algunas sentencias per­
miten al menor defenderse libremente en una acción de in­
terdicción (3).
638. Administración del patrimonio. Principio.—La
ley dice, en los arts. 481 y 484, párr. 1, que el emancipado
puede hacer solo todos los actos que sean de pura adminis­
tración; en los demás, necesita la asistencia de su curador
o llenar las formalidades impuestas al tutor. Así, pues, a
pesar de la emancipación, la incapacidad continúa siendo
la regla y la capacidad es la excepción.
Al señalar por límites a la capacidad del emancipado
las fronteras del acto de. administración, la ley tiene buen
cuidado de indicar, por la palabra pura, que se trata de una
administración muy estrictamente considerada. Los artícu­
los 482 y s. reflejan esa idea, al prohibir al emancipado que
realice sin asistencia ciertos actos permitidos al tutor. Del
mismo modo que en la tutela, la ley procede por categorías
y excluye del dominio de la administración en cuanto a los
emancipados los actos que por su naturaleza jurídica le pa­
recen más graves, aun cuando las circunstancias hagan que
sean actos de administración (v., suprá, núms. 274-275). La
expresión general que emplea permite, en cambio, por lo
menos, prohibir al menor los actos cuya naturaleza jurídi­
ca no se sitúe a prior-i fuera de la pura administración, sino
que se salgan de hecho de los límites de ésta, por virtud de
su objeto y de las circunstancias que los rodean.
El menor emancipado conserva naturalmente el dere­
cho de realizar los actos que ya podía llevar a cabo solo an­
tes de su emancipación.
639. Actos tendientes a, la conservación del patrimo­
nio del menor. — Estos actos se hallan comprendidos, con
(1) Aubry y Rau, T, pfo.- 133, p. 850; Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y
Houqucs-Fourcadc, V. «núm. 760. Contrd, A. Colín y Capitaut, I, p. 553 y los mo­
tivos de varios de las decisiones citadas en las notas siguientes.
(2) Tr. Sena, 23 julio 1894, D. 95. 2. 85; París, 22 marzo 1894, I). 94. 2. 469,
S. 99. 2. 40; Angers, 4 enero 1899, D. 99. 2. 160, S. 99. 2. 40; Tr. Limogcs, 3 die.
1908, D. .1910. 2. 200, S. 1909. 2. 228; Tr. Montron, 25 enero 1911, D. 1911. 2. 384.
A. Colin y Capitant, I, p. 215. ConP’d, Aubry y Rau, loe. cit.; Baudry-Lacanti-
¡nerie, Chauveau y Chóneaux, IV, núm. 100.
(3) Bourgés. 22 dic. 1862. S. 63. 2. 132.J. infrá, núm. 675.
596 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

una sola excepción, en la pura administración. El emanci­


pado, puede pues:
1' Celebrar todos los actos conservatorios (1) ;
29 Contraer los compromisos necesarios para las re­
paraciones exigidas en sus bienes (v., suprá, números 274
y 550) ;
39 Asegurar estos contra todos los riesgos de destruc­
ción y asegurarse personalmente contra los accidentes de
que puede, ser víctima o que puede causar a otro (2) {su­
prá, núms. 274 y 551) ;
49 Pagar sus deudas exigidles (3), en la medida que
le permitan los medios de que disponga {suprá, números
274 y 554).
Pero el art. 482 le prohíbe recibir el pago de sus cré­
ditos sin la asistencia del curador. Con mayor razón, no
puede, del mismo modo que el tutor, proceder sin asisten­
cia a la liquidación de sus créditos, tomar parte en un pro­
cedimiento de orden o en arreglos de cuentas activas y pa­
sivas. El art. 480 hace la misma aplicación al arreglo de
su cuenta de tutela, que el emancipado no puede realizar
sino en presencia de su curador.
Por excepción, puede libremente retirar cantidades
colocadas por él en la caja de ahorros, salvo oposición del
curador; se sabe que ya tenía derecho a ello antes de la
emancipación {suprá, núm. 546).
640. Actos tendientes a hacer que produzcan frutos
los bienes del menor.—Estos actos comprenden:
l9 El arreglo material de los bienes, destinado a ha­
cerlos productivos; es permitido al emancipado, a condi­
ción de que no sea pagado sino con sus rentas; de otro modo,
constituiría una inversión o un compromiso reductible.
2* Los arrendamientos: están permitidos siempre que
no excedan de 9 años (art. 481), y no sean renovados sino
con 2 ó 3 años de anticipación a lo sumo (4) ; en estos dos
casos hay que aplicar las reglas de la tutela (núm. 556), que
fijan la medida en que el arrendamiento puede ser conside­
rado como un acto de administración.
(]) París, 23 (lie. 1891, D. 92. 2. 435. Sobre Ja noción de actos conservato­
rios, vv svpra, núm. 273.
(2) El seguro de vida debe ser considerado, según las circunstancias, como
un verdadero seguro o como una inversión.
(3) Las deudas no exigibles no pueden ser pagadas por ól, sin asistencia,
con sus fondos disponibles; esto sería una inversión. Con mayor razón, no puedo
pagar sin asistencia sus deudas naturales si no es con sus rentas: Req. 17 agosto
1841. 1). J'ir. Gén., V-’ .Vúiorífí, núm. 81.1. V. suprd, núm. 277.
(4) N irnos, 12 junio 182'1, I). Jur. Gén., v9 Minorltt, núm. 803, 8. 22. 2. 138.
EL MENOR EMANCIPADO 597

39 Los contratos de explotación directa, que el menor


puede llevar a cabo, lo mismo que el tutor, salvo el derecho
a pedir la reducción de sus compromisos excesivos y, sin
embargo, sin incluir el ejercicio del comercio, sometido a
reglas especiales.
49 Las ventas de muebles corporales, aún los que no
sean frutos de los bienes del menor, cuando, de acuerdo con
su importancia y según las circunstancias, no se salgan de
los límites de la administración (1).
59 Todos los contratos de trabajo, los cuales se permi­
ten al menor emancipado, puesto que éste tiene el libre go­
bierno de su persona.
641. Exclusión de las inversiones de cantidades dis­
ponibles. — La inversión de cantidades disponibles no pue­
de hacerla el emancipado. Constituye una disposición de
esas cantidades y se sale, por lo tanto, de la pura adminis­
tración (2). Además, el art. 482, al exigir la asistencia del
curador para el cobro de esas cantidades que hace el me­
nor, encarga al curador que vigile el empleo de las mis­
mas. Esto no es más que la aplicación de una regla general
de nuestro derecho (núm. 275), que excluye siempre esas
inversiones del dominio de los actos de administración. No
se puede invocar en contra el art. 484 (párr. 2) que declara
simplemente reductibles las obligaciones contraídas por el
menor “por vía de compra o de otra forma”. Este precep­
to, en efecto, debe ser combinado con el párr. I9 del mismo
artículo que comienza por prohibir al menor todo acto que
se salga de la pura administración y que indica que las
compras cuya reducción inmediata prevé la ley, son eviden­
temente aquellas que, consideradas aisladamente, no se sa-
!•
(1) París, 1S <lic. 1878, D. 80. 1. 61, S. 80. 1 206. Baudrv-Laeantinerie, ■

Chéncaux y Bonnecnrrérc, I, núm. 734; A. Colín y Capitant, I, p. 553-554. Contrá,


Aubry y Rau, I, pfo. .132, p. 84-1, texto y nota. 3. V. suprd, nú ios. 274 y 500.
(2) Así es, principalmente cuando se trata de compra de inmuebles (Comp.
sobre la mujer separada de bienes, Civ. 2 dic. 1885, D. 86. 1. 294, S. 86. 1. 97).
Aunque se haya afirmado lo contrario, la Corte de casación no- se ha pronunciado
nunca en sentido distinto en materia de emancipación. Se ha afirmado al citar
una serie de sentencias: Req. 15 dic. .1832. D. Jur. Gén.t v9 núm. 809, S. 33. 1.
ü«7; 29 junio 1857, D. 58. 1. 33, S. 57. 1. 729; 21 agosto 1882, D. 83. 1. 339, S. 83.
1. 113; 10 feb. 1890, D. 91. 1. 292, S. 93. 1. 463. Pero estas sentencias, criticables ■M
desde otro punto do vista (v. tn/rd, núm. 644), no han tenido que estatuir sobre la
cuestión que nos ocupa: en todos los casos considerados por esas sentencias, la eman­
cipada, que no era siempre una mujer casada, había sido asistida por su curador.
En el sentido do nuestra opinión, A. Colín y Capitant, I, 4* ed., p. 554. Comp. Lyon-
Caen, nota S. 83. i. 113. Contrá, Aubry y Rau, I, pfo. 132, texto y nota 7, p. 842.
1
La cuestión no es ya dudosa, si se interpreta como nosotros la ley de 27 feb. 1880.
T. suprd, núm. 578, e infrá, núm. 650.
P. y R. T. D. O. — I ■ 20
598 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

len de esa pura administración (1) ; interpretando en otra


forma el art. 484, se llegaría a declarar válidas, salvo re­
ducción, todas las obligaciones, cualesquiera que fueran con­
traídas por el emancipado, puesto que el art. 484, párr. 2,
es general y no cita como ejemplo sino las obligaciones
contraídas por Ada de compra; de este modo, nos parece
que se caería en lo absurdo (2).
Para poner a cubierto su responsabilidad, el curador
encargado de vigilar el empleo de las cantidades disponi­
bles, hará muy bien en no dar recibo de ellas sino a cam­
bio de que el deudor las entregue directamente a una perso­
na designada. Esta persona será, según los casos, aquella
con la cual ha de hacerse el empleo convenido de acuerdo
con el menor (vendedor, prestatario), o un tercero (ban­
quero, notario), que no se desprenderá de esas cantidades
sino para efectuar la inversión convenida. Una vez que el
curador haya dado, así como el menor, recibo de la cantidad
cobrada, el deudor quedará libre de toda responsabilidad
y no tendrá que vigilar su empleo.
642. Percepción y utilización de las rentas.—El eman­
cipado tiene el derecho de percibir directamente sus ren­
tas y usar de ellas libremente (art. 481), sin estar obliga­
do, como antes el tutor, a economizar nada de ellas. Se de­
duce de esto que los arrendamientos que celebra como in­
I quilino, sus compras de muebles y aún de objetos de lujo,
el contrato de su personal doméstico, etc., se consideran
,.r válidos, puesto que se estünan pagados poi' sus rentas; no
obstante, si éstas fueran excedidas, puede haber lugar a re­
ducción, como se verá.
Contrariamente a la inversión de sus cantidades dis­
ponibles, la de sus rentas pueden efectuarse por el eman­
cipado.
El hecho de percibir las rentas no es un acto de admi­
nistración sino en el caso de que esas rentas estén venci­
das (3), o si el uso autoriza su percepción anticipada y por
un corto período (4). En otra forma se saldría de los po­
deres del emancipado. No obstante, parece que es preciso
(1) Las compras hechas a crédito requieren también la autorización del con­
sejo de familia o serán completamente prohibidas en los mismos casos que bajo
la tutela (núm. 585). . T -
(2) Esa es, sin embargo, la opinión sostenida por Aubry y Eau, J, pfo. 132,
o 8 *12 *v 8
(3) Poitiers, 5 marzo J«23, D. Jur. G£n v’ Minoría, núm 802, S. chr. Au-
brv v Bau I pió 132 p. 841, nota 1; Baudry-Lacantinone, Chéneaux y Borme-

T¿íí: "*«««■ «>-■ •»


EL MENOR EMANCIPADO 599

permitirle, del mismo modo que al pródigo (1) que compro­


meta sus rentas futuras, en una medida razonable, en el
pago de sus deudas naturales (suprá, núm. 277).
643. Acciones mobiliarias y posesorias.—El art. 482
prohibe al emancipado las acciones inmobiliarias, sin dis­
tinguir si es demandante o demandado. Nuestra ley con
sidera en principio que tales acciones se salen de los pode­
res de un administrador (2). Lo mismo ocurre, en prin­
cipio, con las acciones de estado, salvo la reserva hecha an­
teriormente (núm. 637) de la acción en divorcio o en sepa­
ración de cuerpos. El art. 840 prohibe también al emancipa­
do que concurra solo a una acción en división.
Pero, al no exigir la asistencia del curador sino para
las acciones sobre inmuebles, la ley señala implícitamente
que el menor podrá ejercer sin asistencia las acciones so­
bre muebles (3), a las cuales deben unirse las acciones po­
sesorias (4). Esta solución se halla conforme todavía con
la idea general que nuestra ley se hace de los límites de la
administración (suprci, núm. 276). Se ha tratado en vano
de excluir las acciones mobiliarias que tienden al cobro de
un capital mobiliario, so pretexto de que el menor no tiene
capacidad para efectuar cobros por sí solo (5). El menor
emancipado no está incapacitado para defender judicial­
mente sus derechos a ese capital. En cambio, el cobro libre
implicaría un riesgo de disposición que no se corre en el caso
de reclamación judicial (6).
El derecho de ejercer sus acciones mobiliarias supone,
para el emancipado, el derecho de promover todos los in­
cidentes y de interponer todos los recursos. Puede tam­
bién desistir de una instancia, si sus derechos no se afec­
tan. Pero el allanamiento a la demanda y el desistimiento
de la apelación, si bien, como en la tutela, no aparece es­
tablecido en la ley, no deben permitirse al emancipado, sin
embargo, a menos de que pueda disponer del derecho litigio-
(1) Comp. Req. 17 agosto 1841, D. Jur. Gén., v9 Minorité, núm. 811.
(2) Salvo el derecho del emancipado a iniciarlas a título conservatorio, a
base do hacerse asistir antes do proseguirlas. Comp. París, 23 dic. 1891, D. 92. 2.
435; Besangon, 8 abril 1884, D. 85. 2. 246 (V. cuprd, núm. 273).
(3) Amiens, 8 feb. 1862, D. Jur. Gén., Sup. v9 Minorité, núm. 709, S. 62. 2.
110. Aubry y Rau, I, pfo. 132, p. 845; Baudry-Lacantineric, C’héueaux y Bonneca-
rróre, V. núm. 739; A. Colín y Capitant, I, p. 553.
(4) Los mismos autores, ibid. Comp. no obstante, Req. 27 marzo 1832, S.
I
52. 1. 598.
(5) Aubry y Rau, loe. cit.; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarrére,
Ice. cit.; Poitiers, 27 mayo 1880, D. 81. 2. 18, S. 82. 2. 21; Comp. Douai, 22 dic.
1863, D. 85. 2. 246, en nota, S. 65. 2. 13.
(6) Douai, 26 abril 1865, S. 66. 2. 174. A. Colín y Capitant, loe. cit.
600 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

so, es decir, en el caso en que dicha disposición no tenga


otro carácter que el de un acto de administración (1).
También es ésa la solución que debe dársele a la tran­
sacción (2). La ley no ha precisado a este respecto los po­
deres del emancipado. Pero el art. 2045 quiere que el que
transija tenga la libre disposición del objeto de la transac­
ción. En el menor se da esta condición cuando el objeto
de la transacción es de pura administración, principalmente
cuando se trata de rentas. Los trabajos preparatorios del
Código Civil así lo revelan (3).
644. Reducción posible de los compromisos excesivos
del emancipado.—El menor emancipado, a pesar de los lí­
mites estrechos de su capacidad, corre el riesgo de incu­
rrir en gastos exagerados y en prodigalidades que excedan
de sus rentas. El legislador, habiendo reconocido, en los
trabajos preparatorios, la imposibilidad de anular esos gas­
tos (4), que, asiladamente y en sí, son actos de administra­
ción, se ha conformado con declararlos reductibles en caso
de exceso (art. 484). Reducción que sólo concierne a las
obligaciones contraídas por el menor dentro de los lími­
tes de su capacidad. Y no alcanzará jamás las que se sa­
len de la pura administración: ya por que el menor resul­
te regularmente asistido o autorizado, pues entonces es el
caso en que sus actos son inatacables (5), ni cuando no ha
sido autorizado, porque dichos actos son entonces, no re­
ductibles, sino nulos o rescindióles por lesión (6). La ju­
risprudencia permite, sin embargo, al menor que haga re­
ducir hasta los convenios que se salgan.de la administra­
ción, celebrados por él con la asistencia de su curador (7).
Ello hace a la asistencia casi inútil y se corre el riesgo de
que el menor no la requiera; es, además, arrojar al descré­
dito económico sobre la situación del emancipado por la fal­
ta de seguridad ofrecido para los terceros que contraten con
él (comp., suprá, núm. 291).
(1) Comp. Aubry y Rau, I, pfo. 153, p. 851.
(2) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonneearrérc, V. núm. 736; A. Colín
y Capitant, I, p. 555; Aubry y Rau, I, pfo. 135, p. 854, texto y ¡notas 5 y 6.
(3) Exposición de los motivos de Bigot-Préameneu, título do transacción.
Locré, XV, p. 417.
(4) V. la primera redacción del art. 484 (Locré, Vil, p. 146), y las obser­
vaciones hechas sobre ella en el Consejo de Estado (Locré, VTI, p. 195).
(5) A Colín y Capitant, I, p. 569-570; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 738. V. suprá, núm. 290.
Los mismos autores. Pero comp. Aubry y Rau, I, pfo. 132, p. 842 y s.
m Reo 15 dic 1832, D. Jur. Gén., v1? Mino-nté, núm. 809, S. 33 1. 687; 29
< • n 58 1 33 S 57 1. 729; 21 agosto 1882, D. 83. 1. 339, S. 83. 1. 113;
¡Heb 1890/d 91 l 93. 1.’ 463; Comp. suprü, núm. 641.
EL MENOR EMANCIPADO 601

El art. 484 habla de obligaciones contraídas “por vía


de compra o de otra forma”. .Esta última palabra hace alu­
sión a las deudas que provienen del contrato de criados, al­
quileres de caballos, carruajes, casas, etc., o de convenios
con contratistas. En todo caso, la ley supone que el menor
se ha obligado a pagar: no le defiende, en cambio, contra la
lesión resultante de la venta de sus cosechas o del arriendo
de sus inmuebles a un precio que no sea el debido (1).
Los tribunales no deben usar de sus poderes sino con
mesura. Tomarán en consideración, dice el art. 4S4, la for­
tuna del menor, la buena o la mala fe de sus cocontratantes,
la utilidad o la inutilidad de los gastos. Si el menor hu­
biera obrado con dolo hacia la otra parte, el convenio no
estará nunca sujeto a reducción.
Al hablar de exceso y de reducción, la. ley entiende evi­
dentemente que el compromiso, válido hipotéticamente, sub­
siste en su mayor parte. Sin embargo, la Corte de Casación
admitió que un menor que había contraído una obligación
excesiva en la compra de un inmueble, podía beneficiarse
de una reducción total (2). Esto es, en realidad, como lo
observa el mismo Tribunal supremo, la nulidad bajo otro
nombre.
La reducción se asemeja a la nulidad en que beneficia
a los incapaces por su carácter relativo, o sea, que se da
sólo en su provecho (3) ; la acción no se concede en principio
sino al menor asistido de su curador, con el concurso del
cual puede extinguirla desde antes de su mayoría de edad.
Sin embargo, como es de temer que e] emancipado, deseoso
de conservar su crédito y de evitar la posible retirada de
su emancipación, no haga uso nunca de esa acción, sería
útil realmente permitir a su curador que proceda en re­
ducción en interés suyo. Este ha sido probablemente el
criterio de la jurisprudencia, cuando adopta una solución ■

semejante en materia de Consejo judicial (4).


645. Efectos de las obligaciones no reducidas.—Sal­
vo el caso de reducción, los actos celebrados por el menor
(1) A. Colín y Capitant, I, p. 468.
(2) Rcq. 10 abril 1890, D. 91. 1. 292, S. 93. 1. 463. .
(3) Se extingue por la prescripción de 10 años por la confirmación del me­
nor. Pero, para confirmar el acto, el menor debe ser asistido de su curador o ha­ I
ber alcanzado la mayoría de* edad. V. Req. 29 junio 1857, precitada.
(4) Req. 24 junio 1896, D. 97. 1. 404, S. 97. 1. 113. En el sentido de esta
extensión, Lyon-Caen, S. loe. cit. A. Cilin y Capitant, I, p. 569. Otros autores
han propuesto dar la. acción en reducción a los qife pueden revocar la emancipa­
ción. En este sentido: París, 19 mayo 1838, D. Jur. Gén.t v’ Minóritc, núm. 847.
Demolombe, VIII, núm. 347 y s. Sobre el interés de esta solución, núm. 768.
602 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

emancipado dentro de los límites de su capacidad son ple­


namente válidos. Ni siquiera son rescindibles por lesión
(art. 483). Como para el menor se crean de ese modo acree­
dores que tienen los mismos derechos que los de un mayor,
nada impedirá que sus bienes y hasta sus inmuebles sean
embargados y vendidos por ellos. El único medio de de­
fensa para el menor en cuanto a inmuebles se puede encon­
trar en el beneficio del art. 2206, que permite al menor exi­
gir de sus acreedores la excusión previa en el mobiliario
(comp., infrá, núm. 752 y nota).
646. Ejercicio de un comercio por el menor.—Los po­
deres del menor emancipado reciben una extensión sin­
gular cuando se le autoriza a ejercer el comercio. El me­
nor comerciante es considerado realmente mayor para las
necesidades de su comercio (art. 487 C. Civ. y art. 2 C. Co­
mercio). Unicamente la enajenación de sus inmuebles le
está prohibida (art. 6 C. Com.), pero puede hipotecarlos.
Creemos también que únicamente la autorización de ejer­
cer el comercio permite al menor entrar en una sociedad
de nombre colectivo ; aunque sea solidariamente resnonsable
de las deudas sociales, ninguna autorización particular le
es necesaria para contraer esa responsabilidad suplementa­
ria (1).
La capacidad del menor' comerciante se extiende no so­
lamente a los actos directamente comprendidos en su co­
mercio, sino también a los actos que hagan relación a dicho
comercio, tales como los que tienden a proporcionar locales,
capital o los créditos necesarios. Tan es así, que, con ocasión
de la ley de 1880, se ha omitido a sabiendas el hablar del
menor comerciante para reservarle la facultad de enaje­
nar o comprometer sus valores mobiliarios a fin de obte­
ner los fondos necesarios para su comercio (2). Más aún,
todo acto celebrado por el menor comerciante, salvo prue­
ba en contrario, debe presumirse hecho para las necesida­
des de su comercio (3). Esta es la aplicación al menor del
principio general establecido por el art. 638 C. Com. y al
mismo tiempo el único medio de prestar a los terceros la
seguridad necesaria. Pero, como siempre son posibles los
(1) Caen, 11 agosto 1828, D. Jur. G¿n., vv Commercant, núm. 143. Lacour y
Bouteron Précis de droit corumercial, 3’ ed., I, núm. 94. Contrd, Lyon-Caen y Re­
nault, Tr. de droit co-manercial, I, núm. 230; Tr. com. Algor, 30 enero 1924, Gas.
Pal., 1924. 1. 615. e
(2) Tr. Sena, 15 abril 1908, D. 1908. 5. 51.
(3) Civ 23 marzo 1857, D. 57. 1. 126, . 58. 1. 300; Req. 20 enero 1885,
D 86 1 319 8 85 1 295. Lyon-Caen y Renault, c,p. cit., I, núm. 233; Thallor,
Précúi de'droU coinmircial, núm. 154; Lacour y Bouteron, op. cit., I, núm. 95.
EL MENOR EMANCIPADO 603

fraudes, el menor podrá en todo caso probar que el acto no


tenía sino un objeto civil, sabiéndolo su cocontratante, o
debiéndolo saber (1).
647. Continuación. Autorización para ejercer el co­
mercio.—Para adquirir esta capacidad extraordinaria, el
emancipado debe recibir una autorización expresa y es­
crita (2) de ejercer el comercio; no se le puede conceder
sino a los 18 años por lo nanos (art. 2 C. Com.). No es ei
curador el que le da esa autorización, sino aquel de sus pa­
dres que ejerza las prerrogativas de la patria potestad,
conservadas después de la emancipación (3) ; y si los dos
han muerto o han sido destituido, el Consejo de familia,
cuyo acuerdo debe ser aprobado. Esta autorización que
puede ser general, o reducida a un comercio determinado, y
hasta un acto de comercio particular, es objeto de una pu­
blicidad por medio de pasquines en la sala del tribunal de
comercio y por la inscripción en un registro especial lle­
vado en el juzgado. Dicha publicidad tiene de singular el
que no se establece en interés de terceros, sino en el del
mismo menor, único ¿i quien se permite prevalerse de su
omisión. La autorización dada al menor figura también en
el registro del comercio (art. 4-69, ley de 18 marzo 1919),
pero en este caso la publicidad, por el contrario de lo que
ocurre con la anterior, se hace en interés de los terceros.
La autorización dada al menor emancipado para ejer­
cer el comercio, de acuerdo con el derecho común, es revo­
cable sin efecto retroactivos a menos que se demuestre dolo,
por las autoridades capaces de concederla (4). Además,
es anulable si las circunstancias demuestran que ha sido
dada, no en interés del menor, sino en el del autor de la
autorización, por ejemplo, para que se le permita formar
una sociedad con el menor (5).

(1) Rcq. 2'0 enero 1885, precitada; Amiens, 11 fcb. 1896, D. 98. 2. 158; Req.
10 marzo 1898, D. 98. 1. 279, S. 1. 325.
(2) Salvo
‘ ' estas dos condiciones* Poitiers, 3 marzo 1843, D. Jur. Gén., v*
Co-nimercant, núm. 136; París, 2 jimio 1885, D. Jur. Gén., Sup. eod., p* núm. 61,
S. 85. 2. 163; Lyon-Caeu y Renault, op. cit., I, núm. 223-224. Pero ningún texto
exige que el acta de autorización del padre o do la madre sea auténtica.
(3) París, 20 enero 1905, D. 1905. 2. 45.
(4) Lyon-Caen, y Renault, I, núm. 22'6. Contrd, Thaller, op. cit., núm. 151;
Lacour y Bouteron, Précis de. droit commercial, 3’ ed., I, núm. 92, que exige la in­
tervención judicial.
(5) Douai, 21 junio 1827, D. Jur. Gén., v’ Com-mcrcant, núm. 154; París, 20
enero 1858, O. 58. 2. 55, S. 58. 2. 74; Douai, 16 agosto 1869, D. 70. 2. 87; París,
14 nov. 1901, D. 1902. 2. 238. Para prevenirse contra el riesgo de anulación, in­
vocando el interés del menor, los parientes pueden hacer autorizar la constitución
j
do la sociedad por el consejo de familia, cuyo acuerdo debe ser aprobado (Douai,
21 junio 1827, precitada).
604 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Todo acto de comercio, aunque sea aislado (1), cele­


brado sin una autorización regular, es nulo en la forma (2).
El menor no puede ser llevado ante los tribunales de comer­
cio (3), ni puede ser declarado en quiebra (4).
§ 2.—Actos que exigen la asistencia del curador
648. Principio. — Esos actos son en muy escaso nú­
mero (una decena), por las razones siguientes. Los redac­
tores del proyecto del Código Civil estimaron suficiente la
asistencia del curador aún para los actos más graves sin
exigir otra formalidades (5). El Tribunado, hallando ese
sistema insuficientemente protector, hizo en cambio exten­
der las formas de la tutela a todos los actos del emancipa­
do que se extralimitaran de las facultades que se conceden
al tutor (art. 484). El curador resulta de ese modo casi
eliminado, puesto que, cuando se recurre a las formas de
la tutela, su asistencia es absolutamente inútil (v., infra, nú­
mero 654). Si aún le ha quedado algo que hacer, es porque
los actos permitidos al emancipado son menos numerosos
que los permitidos al tutor sin autorización. Además, dis­
posiciones posteriores han conferido al curador atribuciones
nuevas.
649. Actos permitidos al tutor, sin autorización, y
prohibidos al emancipado, sin asistencia.—El campo de ac­
ción, atribuido al curador por la razón histórica que acaba
de exponerse, se determina mediante la comparación de
los actos permitidos libremente al tutor y los permitidos
libremente al emancipado. Todo lo que se salga de las fa­
cultades del emancipado, sin salirse de las que correspon­
de al tutor, exige, como condición de validez necesaria y
(1) París, 20 enero 1905, D. 1905. 2. 45.
(2) Eso es lo. que parece resultar de la sentencia de Civ. 7 marzo 1922, co­
mentada en el núm. 589. En este sentido, Dijón, 8 enero 1845, D. 45. 2. 80; Tr.
Baint-Gaudens, 2 dic. 1881. D. 82. 3. 112. Contra, Ponen, 23 julio 1858, D. 59. 2.
216 S. 59. 2. 630- Nancy, 12 enero 1875, D. Jur. Gén.t -Sup. v*? Convmcrcant, núm.
73, fe. 75. 2. 52. Comp. París, 17 dic. 1885, D. ibid., S. 86. 2. 37. En este sentido,
Lyon-Caen, nota S. 83. 1. 113; Thaller, op. cit., núm. 155.
Hay que exceptuar, bien entendido, el caso de dolo del menor y su enriqueci­
miento. sin causa.
(3) Ponen 23 julio 1858, D. 59. 2. 216, S. 59. 2. 630; Civ. 6 agosto 1862,
D. 62. 1. 175. S. 64. 1. 171; Nimes, 5 nov. 1863, S. 63. 2. 256; París, 17 dic. 1885,
D. Jur. Gén.. Sup. v’ Commcrcant, núm. 73, S. 86. 2. 37.
(4) Amiens, 7 enero 1853, B. 54. 2’. 9; Tr. com. Nantes, 2 dic. 1863, D. 64.
3 16- París 2 junio 1885, S. 85 . 2. 163. Menos aun el menor en cuestión puedo
*sér quebrado: Crim. 17 marzo 1853, D. 53. 1. 114, S. 52. 1. 230; Aix, 26 enero
1876 S 76 2. 104. Véase también Civ. 18 abril 1882, D. 83. 1. 73, S. 83. 1. 161,
nota Lyon-Caen.
(5) Sobre el caso de que esta asistencia fuera negada, v’ suprá, núm. 629.
EL MENOR EMANCIPADO 605

suficiente, la asistencia del curador. Responden a estas


condiciones:
l9 el ejercicio de las acciones de estado, como deman­
dante o como demandado (v., suprd, núms. 564 y 637) ;
29 la recepción de cantidades que tenga/n el concepto
de principal, aún cuando provengan de economías, capitali­
zadas, y el recibo dado al deudor (art. 482 C. Civ.) (v., su­
prd, núms. 552 y 639) ;
39 la liquidación, especialmente la de la cuenta de la
tutela precedente (art. 4S0 C. Civ.) (v., suprd, números
553 y 639) ;
■ 49 el allanamiento judicial dado en materia de mue­
bles (1), cuando no se trata de un acto de pura adminis­
tración, y en las mismas condiciones, el desistimiento de la
apelación (v., suprd, mims. 565 y 643) ;
59 la venta de muebles corporales, cuando se sale tam­
bién de la pura administración. Se sabe que, en la opi­
nión dominante, el tutor tiene la facultad y aún, en prin­
cipio el deber, de vender, sin autorización los muebles cor­
porales del pupilo. En cuanto al emancipado, en cambio,
sus facultades de pura administración se hallan limitados
de acuerdo con la importancia y la naturaleza del mobi­
liario que se vaya a vender. Si bien puede enajenar los
muebles de que sean de corta duración los frutos de sus
bienes, y las cosas fuera de uso, no puede en cambio dis
poner solo ni de sus joyas de familia, ni de los cuadros de
firma. La asistencia del curador en esos casos le es nece­
saria (2).
650. Enajenaciones de muebles incorporales.—Estas
enajenaciones no se permiten ya al tutor. Pero, al prohi­
bírselas, salvo autorización, la ley de 27 de febrero de 1880, b
no ha querido extender a todos los emancipados las condi­
ciones de habilitación requeridas en lo sucesivo del tutor.
El art. 4 dice en efecto: “El menor emancipado en el cur­
so de la tutela, aunque esté asistido de su curador, deberá
observar, para la enajenación de sus muebles incorporales,
las formalidades prescriptas anteriormente en relación con
el menor no emancipado. Esta disposición no se aplica al
menor emancipado por el matr ionio”.

(1) Se trata en efecto de una renuncia. Comp. Aubry y Rau, I, pfo. 133,
p. 851; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 748.
(2) Paría, 18 dic. 1878, D. 80, 1. 61, S. 80. 1. 206. Baudry-Lacantinerie,
i
Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 734; A. Colín y Capitant, I, p. 553-554. Contrd,
Aubry y Itau, I, pfo. 132, p. 843, texto y nota 10, suprd, núm. 640.
G06 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Resulta en efecto de ese precepto que los menores eman­


cipados por el matrimonio pueden, como antes de 1S8O; ena­
jenar sus muebles incorporales con la sola asistencia de
su curador, y aún sin esta asistencia, en los casos raros en
que dicha enajenación pueda considerarse como de pura ad­
ministración.
Igualmente, es cierto que los menores emancipados en
el curso de la tutela continúan sometidos, después de su
emancipación, a la necesidad de las mismas autorizaciones
que su tutor antes de la emancipación (números 575 y si­
guientes, 586 y s.).
Pero la ley parece olvidar toda una clase de emanci
pados. Aquellos cuya emancipación expresa ha .tenido
efecto en el curso de la administración legal. Ha creído
ciertamente que esos menores pueden continuar disponien­
do de sus valores mobiliarios con la sola asistencia de su
curador (1). Al no referirse sino a la tutela, la ley de 1880
no ha querido tocar sino a los menores que viven o hayan
vivido bajo este régimen. La exigencia de una autoriza­
ción del Consejo de familia o de una aprobación del tribu­
nal, le ha parecido a dicha ley tanto más dura, aplicada a
emancipados que salen de la administración legal, cuanto
que la emancipación se traduciría de ese modo en una dis­
minución de su capacidad. Parece que la intención de la
ley debe, todavía hoy, ser respetada.
No obstante, el legislador ha debido pensar que el ar­
tículo 484 puede lógicamente conducir a una solución con­
traria. Ese precepto somete realmente al menor emancipa­
do a las formalidades de la tutela, siempre que no se trate de
un acto permitido libremente al tutor, sin preocuparse de
saber si el menor se hallaba antes de la emancipación bajo
el régimen de la tutela o bajo el de la administración legal.
Su aplicación literal conduciría, por tanto, a imponer, aún
a los emancipados de la segunda categoría, las autoriza­
ciones requeridas del tutor por la ley de 1880. Además, la
justificación aparente de la diferencia establecida en este
punto, entre el emancipado de la tutela y el emancipado de
la administración legal, ha desaparecido casi completamen­
te con la reforma déla ley de 6 de abril de 1910 que ha equi­
parado la administración legal y la tutela, especialmente
desde el punto de vista de la enajenación de los valores mo-
(1) V. la declaración del informador del Senado, D. 1880. 4. 50. Aubry y
Rau I, pfo. 133, p. 847-S, nota 9 tri; Baudry-Lacantinerio, Chéneaux y Bonne-
earróre,’ V. núm/ 751; A. Colin y Capitant, I, p. 556.
EL MENOR EMANCIPADO 607

biliarios. En el fondo, la ruptura de la unidad del régimen


aplicable a los emancipados no ha sido nunca justa; hoy es
casi incomprensible (1).
La enajenación de las rentas del Estado y de las accio­
nes del Banco de Francia obedece a las reglas precedentes,
puesto que la ley de 1880 ha derogado la ley de 24 de marzo
de 1806 y de 25 de septiembre de 1813 (2).
651. Conversión de los títulos nominales en títulos al
portador.—La necesidad de obtener, para esta operación,
la asistencia del curador resulta como consecuencia de ]o
que se acaba de decir en relación con la alineación de los va­
lores. La facultad de convertir los títulos nominales en tí
tulos al portador, supone la facultad de alienar el valor in­
corporado al título, puesto que pone éste a merced de una
simple transmisión. El lazo de unión entre las dos opera­
ciones, que la doctrina había perfectamente puesto en vi­
I gor (3), ha sido legislativamente establecido por la combi­
nación del art. 10 de la ley de 1880 con sus arts. 1 y 4.
Del mismo modo que la alienación, la conversión al por­
tador de valores nominales exige, aunque el emancipado es­
tuviera antes bajo tutela, una autorización del Consejo de
familia y cuando se trate de más de 1.500 francos, una auto­
rización del tribunal.
Además, las rentas del Estado con ti mían sometidas a
las disposiciones de la ordenanza de 29 de abril de 1831 y de
decreto de 18 de junio de 1864, señalados en el capítulo de
la tutela (v. num. 577). Estos dos textos no se consideran
derogados por la ley de .1880 (4).
652. Inversión de cantidades disponibles. — Antes de
la ley de 27 de febrero de 1880. esas inversiones exigían,
ciertamente, como condición necesaria y suficientes, la asis­
tencia del curador; en efecto, de una parte, hemos demos-
(1) La unidad debe ser restablecida en el sentido más favorable al menor,
para el cual la asistencia, del curador debe siempre bastar. V. Planiol, Traité
mentaire, I, núm. 202’9, en nota, y suprd, núm. 425.
(2) La ley de 24 de marzi de 1806 permitía al emancipado vender, con la sim­
ple asistencia do su curador, las inscripciones de 50 francos o menos de renta. Las
do más de 50 francos exigían la autorización del consejo de familia. El decreto
¿o 25 de septiembre de 1813 contenía, para las acciones del Banco de Francia, dis­
posiciones análogas, según que el título en venta comprendiese una sola acción o
enás. Resulta de la derogación de esos textos legales que el montante de la ven­
ta es hoy indiferente; la asistencia del curador es siempre suficiente fuera de los
casos en que se aplica la ley de 1880, consecuencia que se impone, aunque el le­ ¡h
gislador no parezca haberse dado cuenta de olio. Civ. 13 agosto 1883, D. 84. 1.
103, S. 84. 1. 177, nota Lyon-Caen.
(3) Lyon-Caen, nota S. 69. 2. 321.
(4) Circ. minist. Justicia, 20 mayo 1880, D. 81. 2. 72, col. 2. Comp. Circ.
Min. Finanzas, 10 marzo 1880.
608 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

trado que no pueden ser consideradas como actos de pura


administración; de otra parte, entran, no obstante, en las
facultades del tutor. Llenan, pues, las dos condiciones in­
dicadas anteriormente (núm. 649). Parece que el art. 6 de
la ley de 18S0 los ha sometido a las mismas codiciones de
habilitación que las enajenaciones de valores mobiliarios
(suprdy núm. 578). Al combinar este art. 6 con el art. 4, ál
cual parece que se remite, se está obligado a hacer, en ma­
teria de inversión de cantidades disponibles, cualquiera que
sea el objeto de esas inversiones, la misma distinción entre
dos categorías de emancipados que en los números anterio­
res. El menor emancipado en el curso de la tutela tendrá
necesidad de las autorizaciones que eran antes necesarias
a su tutor; los demás emancipados.podrán conformarse con
la asistencia de su curador.
653. Actos diversos, subordinados por la ley a la sola
asistencia del curador. — Algunos textos permiten expre­
samente al menor emancipado conformarse con la asisten­
cia de su curador en diversos actos que el tutor no podía
celebrar sin la autorización del Consejo de familia. Esos
actos son:
l9 la partición (art. 480) : en virtud de este texto, ya
no hay que distinguí]*, como ocurre en la tutela, si el me­
nor es demandante o demandado; la asistencia del curador
es siempre necesaria, y bastante (1) ; la partición, aún des­
pués de la emancipación, es necesariamente judicial si exis­
te un menor interesado en ella;
29 el ejercicio de una acción inmobiliaria; como para
la partición, el art. 482 no distingue entre demandante o
demandado;
3’ la aceptación de una donación (2) (art. 935, párra-
fo 2):
4’ la conversión de un embargo inmobiliario en ven­
ta voluntaria (art. 744 Pr. Civ.).

§ 3.—Actos sometidos a las formalidades de la tutela


654. Inutilidad de la asistencia del curador.—Se sabe
va (núm. 648) que, a instancias del Tribunado, el menor
(1) Burdeos, 25 enero 1826, D. Jur. Gén., v’ Contrat de rnariage, núm. 453, y
París 8 mayo 184*8 D. 49- 2'. 64. Esta última sentencia extiendo esta solución a
una demanda do licitación por la cual declara de buen derecho la asistencia del
curador necesaria y suficiente. Comp. no obstante, Tr. Dunkerque, bajo Douai, 30
"'^^V^^obre^si la aceptación de un legado debe o no ser considerada*como la
de una donación, v. núm. 574.
EL MENOR EMANCIPADO 609

emancipado fué equiparado al menor en tutela, en todos los


actos en que un tutor no puede llevar a cabo sin autoriza­
ción. El principio se presenta en términos generales por
el art. 484, que dice: “no podrá realizar ningún acto que
no sea de pura administración, sin llenar los requisitos pros­
criptos para los menores no emancipados”. Se ve, por tanto,
que la asistencia del curador, no se une, sino que se reem­
plaza por las formalidades de la tutela. Además, ¿qué uti­
lidad puede haber en la intervención del curador para per­
mitir un acto que el Consejo de familia y quizás el tribunal
han aprobado ya?
655. Indicación de los actos de que se trata.—La lista
de esos actos ha sido ya presentada con ocasión de la tute­
la. Son principalmente las enajenaciones de inmuebles,
los préstamos (art. 483), las constituciones de hipoteca (ar­
tículos 484 y 457 combinados), las aceptaciones o repudia­
ciones de sucesiones (art. 484 y 461 combinados), las tran­
sacciones que no se refieran a actos de pura administración
(artículos 484 y 467 combinados), el allanamiento a la de­
manda en materia inmobiliaria (.1) (arts. 484 y 464 combi­
nados).
A esta lista hay que añadir, como se ha visto, los actos
a que se refiere la ley de 27 de febrero de 1880, pero sola­
mente cuando conciernen a menores emancipados en el cur­
so de la tutela.
Además, hay que exceptuar los actos indicados en el
número 653, que la ley, al derogar el art. 484, somete a la
sola asistencia del curador, aunque exigen, bajo la tutela, la
autorización) del Consejo de familia.
656. Del Consejo de familia llamado a intervenir.—El
Consejo de familia, Llamado a autorizar los actos del eman­ ■

cipado, se recluta y convoca en principio como la del menor


en tutela. No obstante, el emancipado juega en él un pa
peí semejante al del tutor; tiene indiscutiblemente el dere­
cho de provocar la convocatoria del Consejo y la de interve­
nir en él con voz simplemente consultiva. Nada impide que
el curador forme parte del Consejo, siempre que no esté per­
sonalmente interesado en el acuerdo.
Por analogía con la solución que hemos adoptado en ií
materia de tutela (v. núm. 452), admitimos que el menor
(1) Axibry y Rnu, I, p. 854, pfo. 135. Pero no se confundirá con el alla­
namiento a la demanda el consentimiento dado a las medidas de instrucción, que
está permitido desde el momento que se tiene derecho a proceder. Req. 27 marzo
1832, 8. 32. 1. 598.
610 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

emancipado puede hacer convocar, salvo el caso de fraude,


el Consejo de familia en su domicilio, que él haya elegido
libremente. Sería demasiado duro obligarle, siempre que
necesite una autorización, a hacer un viaje al lugar en que
haya sido emancipado. La jurisprudencia de la Corte de
Casación, interpretada por analogía, parece reconocerlo asi
para los Consejos de familia llamados a autorizar los actos
de su administración. Pero no por eso deja de establecer
en principio la fijeza del lugar de reunión del Consejo, para
aplicarla rigurosamente, siempre que no se trate de autori­
zar un acto de emancipación del emancipado, especialmen­
te, cuando el Consejo ele familia acuerda sobre su matrimo­
nio, sobre la revocación de su emancipación o sobre la sus­
titución de su curador (1).
657. Tribunal de las tutelas en Alsacia-Lorena.—En
Alsacia y Lorena, el tribunal de tutelas sustituye al Conse­
jo de familia en la autorización de los actos que el emanci­
pado no puede realizar solo, ni con la asistencia de su cu­
rador. Estos actos son los mismos que en la legislación
francesa; como ésta los determina partiendo de las dispo­
siciones de la tutela, ocurre que las reglas de la tutela fran­
cesa, descartadas en Alsacia-Lorena para los menores no
emancipados, obran parcialmente a partir de la emancipa­
ción. Hay que añadir que el tribunal de las tutelas reem­
plaza no solamente al Consejo de familia, sino al tribunal
civil: las autorizaciones que da se bastan a sí mismas y no
tienen necesidad de ser aprobadas (art. 22 in fine de la ley
de l9 de junio de 1924).
658. Actos prohibidos al emancipado.—Los actos de
disposición a título gratuito, comprendida la fianza (2), y
las renuncias gratuitas de toda clase se prohíben al eman­
cipado del mismo modo que al menor en tutela. Lo propio
sucede con el compromiso, con la aceptación pura y simple
de una sucesión, con la conversión al portador de las ren­
tas del Estado nominales. La emancipación no aumenta
tampoco la capacidad de testar del menor.
(1) Req 17 nov 1894 D. 50. 1. 76-77, S. 50. 1. 299; Douai, 22 dic. 1863, D.
85. 2. 246, en nota, S*. 65. 2. 13; Metz, 31 mayo 1870, D. 70. 2. 194, S. 71. 2\ 107.
(2) Si es gratuita (v9 suprá, núm. 588). De hecho las fianzas más frecuentes
son las quo ofrece a su marido la mujer emancipada por el matrimonio; no pueden
ser consideradas como gratuitas. Pero exigen la autorización del consejo de fami­
lia y la aprobación del tribunal: Bourges, 13 agosto 1838; París, 23 junio 1843, D.
Jur Gén v* cit núm 835. Véase también, sobre otro ejemplo de fianza a título
oneroso sometido’a las’mismas autorizaciones: Req. 4 feb. 1868, D. 68. 1. 393.
TITULO II

LOS INCAPACES MAYORES

CAPITULO PRIMERO

LOS INTERDICTOS

659. Definición. — La interdicción es una sentencia


por medio de la cual, un tribunal civil, después de haber
comprobado la enajenación mental de una persona, le re­
tira la administración de sus bienes (1). Esta sentencia
entraña como consecuencia el sometimiento a tutela del in­
terdicto, el término inerdicción designa a veces también el !
estado creado por la sentencia de interdicción.
En el pensamiento de los autores del Código Civil, la
interdicción debía ser el derecho común de la locura; era
llamada a preceder a la reelución del alienado. Los hechos
han desmentido esa previsión: las formalidades complica­
das y onerosas y sobre todo la publicidad de la interdic­ i
ción, han asustado, desde su origen, a las familias que tra­
tan de evitarla, recluyendo simplemente, en caso de nece­
sidad, al demente. La ley de 30 de junio de 1838 ha consa­
grado esa facultad, reglamentándola. Aunque los autores
de esta ley hayan creído que las familias, una vez obtenida
la reclusión, no se conformarían con él y proseguirían in-
(1) La. interdicción de que se trata aquí es la interdicción judicial. Hay otra
interdicción, llamada, interpretación legal, que afecta a los condenados a pena
aflictiva o infamante (art. 29, O. Penal, y L. 31 mayo 1854, art. 2). Esta, que co­
rresponde más al derecho penal que al derecho civil, no so halla establecida en
interés del condenado, sino contra él; de ahí una consecuencia importante en cuan­
to al carácter absoluto de la nulidad que afecta los actos celebrados por el inter­
dicto. Se puede preguntar, desde el punto de vista legislativo si esta interdicción
legal no es una inútil complicación y si no hubiera bastado con nombrar un ad­ ■
ministrador judicial para los bienes del condenado.
612 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

mediatamente la interdicción, la proporción de los inter­


dictos en relación con los internados no ha dejado de dis­
minuir desde entonces. El número de los internados al­
canza a más del doble desde la mitad del siglo y pasa hoy
de 100.000; el número de los interdictos se lia estacionado
en cambio; cada año, la cifra de las demandas de interdic­
ción oscila entre 500 y 800 y distan mucho todas ellas de
ser continuadas hasta el final (infrá, núm. 682). Se ve
cuán rara es la interdicción, en relación con el número de
aquellos a quienes podría alcanzar.

Sección I.—Condiciones de la interdicción

§ 1.—Causas de la interdicción

660. Causas legales de interdicción.—El art. 489 in­


dica tres causas de interdicción: la imbecilidad, la demen­
cia y el furor. Según las palabras del tribunal Tarrible en
el Cuerpo legislativo (1), los autores de la ley han queri­
do designar por imbecilidad la debilidad mental debida a
la ausencia o a la obliteración de las ideas, por demencia
la enajenación que quita el uso de la razón, y por furor
una demencia llevada al más alto grado, que impulsa al
furioso a realizar actos peligrosos para sí mismo o para
los demás. No es de interés distinguir el furor de la de­
mencia ordinaria, sino en cuanto a la determinación de las
personas que pueden demandar la interdicción. En efec­
to, la ley no indica sino dos causas de interdicción, la imbe­
cilidad y la demencia.
Además, el origen y la calificación patológica de la
enajenación mental son en realidad indiferentes. La ley
no ha definido la imbecilidad o la demencia (2) y la abun­
dancia de sus expresiones prueba únicamente su deseo de
no dejar escapar ninguna causa de alteración de la razón.
El examen de la jurisprudencia deja ver la más grande va­
riedad en los trastornos mentales que han entrañado inter­
dicción (3).
(1) Locró, VII, p. 389.
(2) Planiol, Traite élcmentaire, I, núm. 2039.
(3) V. por ejemplo, sobre la histeria: Dijón, 11 feb. 1863 y Req. 5 abril
1864 D 65 1. 83 S. 65. 1. 158; sobre la senectud: Burdeos, 17 mayo 1893, D. 94.
o l.í- sobre la falta de desarrollo mental: Riom, 29 junio 1882’, D. 83. 2. 70, S.
oó 2 ’ 139- sobre el delirio de persecución: Req. 1'3 marzo 1876, D. 76. H 343, S.
76 1. 421' sobre la locura epiléptica: Bastía, 8 feb. 1888, D. 88. 2. 317, S. 89. 2. Í77.
LOS INTERDICTOS 613

Pero si bien es cierto que la interdicción sanciona las


perturbaciones mentales más diversas, en cambio, no san­
ciona sino éstas. Ya hoy no existe interdicción por ningún
mal o enfermedad corporal (1), como la sordo-mudez (2),
ni por ningún vicio (3), como la embriaguez (4), ni par
la simple vejez (5) y las enfermedades que entraña. Estos
estados no pueden hacer que se incapacite sino a los indi­
viduos en quienes pueda producirse una verdadera enaje­
nación mental (6). Aún esta enajenación mental debe pre­
sentar un carácter suficiente de gravedad y de hábito.
661. Gravedad necesaria de la enajenación mental.—
La interdicción necesita una alteración muy grave (7) de
las facultades intelectuales. Esto resulta implícitamente
del art. 499, que permite al juez conformarse con nombrar
un Consejo judicial al demandado, si no comprueba más que
la debilidad de espíritu.
Hay un gran número de grados entre el hombre sano y
el débil de espíritu y entre el débil de espíritu y el enajena­
do. Para saber si el grado de enajenación mental sea de
los que deba entrañar la interdicción, los jueces se pregun­
tan si ponen al alienado en estado de no poder gobernar su
persona y administrar su patrimonio (8). En caso de duda,
establecer un cierto número de comprobaciones de hecho
que se encuentran en la mayoría de las sentencias: exa­
minan si el demandado conoce el valor de las cosas (9), si
conoce el sentido de lo que escribe (10), si se acuerda de lo
(1) Caen, 1» mayo 1879, D. 80. 2. 247 (parálisis do la lengua) ; Colmar, 2
pradial, año XIII, D. Jur. Gén., v9 Intcrdiction, núm. 65, S. chr. y Req. 5 julio 1837,
D. ibid., núm. 24 (epilepsia).
(2) Lyon, 34 14 enero 1812, D. Jur. Gen.,Gén^, v9 Intcrdiction, núm. 2'6, S. chr.; •!
Rouen, 10 mayo 1842, D. ibid., S. 42. 2. 524. Pero véase sobre el caso en que se ha-
rHa acompañada do idiotez; Besan^on, 7 feb. —
. . _ _ - . 1911, _
D. 1911.- -2. 400,
--- ~S. 1911. 2. 216.
(3) Req. 6 dic. 183 i, D. Jur. Gén., v9 Intcrdiction, núm. 2i7-8, S. 32. 1. 216.
(4) Rouen, 18 encro 1865, D. 65 . 2. 226, S. 65. 2. 350.
(5) Lyon, 16 nov. 1905, D. 1907. 5. 52.
(6) V. principalmente Bastía, 8 feb. 1888, precitada; Besan§on, 7 feb. 1911,
D. 11. 2. 400, S. 11. 2. 216.
(7) V. principalmente, Rouen, 8 floreal, año XII; Angora, 23 abril 1806;
Req. av29 uju-yo
mayo 1822. D. Jur. Gén., Gén. v9 Intcrdiction, núm. 27, 69 y 79, C. chr.; Lyon,
24 julio 1872, D. 72. 2‘. 191; Tr. Évreux, 20 marzo 1925, Gas. Pal., 18 junio.
(8) V. principalmente Req. 21 nov. 1848, D. 48. 1. 230; 18 marzo 1876, D.
76. 1. 342, S. 76. 1. 421; Riom, 29 junio 1882, D. 83. 2. 70, S. 83. 2. 139; Req.
22 abril 1891, D. 91. 5. 310, S. 91. 1. 213; Burdeos, 17 mayo 1893, D. 94. 2. 11; 11
Roq. 5 nov. 1900, D. 1901. 1. 24; Besan^on, 7 feb. 1911, D. 1911. 2. 400, S.
1911. 2. 216.
(9) Angcrs, 23 abril 1806, 1). Jur. Gén., v9 Intcrdiction, núm. 27, S. chr.;
Lyon, 14 enero 1812, D. Jur. Géñ.., v9 cit., núm. 262, S. chr.; Riom, 29 junio 1882,
Besan^on, 7 feb. 1911, precitadas.
(10) Besancjon, 7 feb. 1911, precitada. í
614 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

que hace (1), si es capaz de oponer alguna resistencia a sus


instintos o a la sugestión del primero que llegue (2).
662. Carácter habitual de la enajenación mental.—
La interdicción supone que el estado de locura, aún cuan­
do esté sujeto a intermitencias, sea por lo menos habitual
(artículo 489). Si por ser reciente la locura, el juez tuvie­
ra duda de su carácter definitivo, podrá diferir el pronun­
ciamiento de la interdicción nombrando entre tanto un ad­
ministrador provisional (3).
Pero no es necesario que el estado de demencia sea con­
tinuo. El interdicto puede tener intervalos lúcidos (4) ; se
verá también que precisamente para evitar las dificultades
que pueden surgir, es por lo que resulta útil prácticamente
laúnterdicción.
663. Libre apreciación del juez del hecho.—Sobre to­
das las cuestiones que preceden, la Corte de Casación reco­
noce libertad de apreciación al juez de hecho (5), quien re­
suelve sin intervención: l9, sobre la existencia del estado
de enajenación mental (6) ; 29, sobre su carácter suficien­
temente grave (7) ; 3’, sobre su carácter habitual y sobre
la forma en que ha de tener en cuenta, a ese respecto, los
intervalos lúcidos (8).
Para apreciar esos hechos, puede apoyarse en las prue­
bas de toda índole adquiridas en los debates; puede recha­
zar de plano, antes de la presentación todo interrogatorio
y de toda investigación, cualquiera demanda de interdicción
que le parezca de antemano no justificada por la demanda
o contradicha por los documentos suministrados (9). Pue­
de conformarse, para fundar la interdicción con el juicio
del Consejo de familia y con el interrogatorio (10) unidos
(1) Burdeos, 17 mayo 1893, precitada. Comp. Req. 29 mayo 1822, D. Jur.
Gén., v’ Interdiction, núm. 24.
(2) V. Req. 6 dic. 1831, D. Jur. Gén., v9 Interdiction, núm. 27, S. 32. 1. 210;
13 marzo 1876, D. 76. 1. 343; Besan^on, 7 feb. 1911, precitada.
(3) Comp. París, 28 enero 1814, I). Jur. Gén., v9 Interdiction, núm. 81.
(4) V. principalmente, Req. 5 abril 1864, D. 65. 1. 83, S. 65. 1. 158; 22 iiuv.
. 1891, precitada.
(5) V. principalmente, Req. 29 mayo 1822 y 23 enero 1828, D. Jur. Gén.,
v9 Interdiction, núm. 24, S. chr.; 19 agosto 1834, D. ibid., núm. 216; 5 julio 1837,
D. ibid., núm. 24; 5 abril 1864, precitada; 16 agosto 1875, D. 77. 1. 132- Civ. 17
1876.
enero -fcv* • D.
• • 76. - 151,/ S. 76. 1. 302;• Req.
-- —1. , — 13 marzo 1876, precitada; 22 nov.
1900 precitada; 6 julio 1909, D. 1909. 1. 535, S. 11. 1. 575.
-- ’ • • _____ 17 Anam 1ft7fi. OQ
principalmente Req. 17 enero 1876; ■Prt'U 1 23
QC1 feb. 1898; 6 julio 1909, pre-

citadas.
(7) V. principalmente, 29 mayo 1822 y 13 marzo 1876, precitadas.
(8) V. especialmente Req. 5 abril 1864 y 22 nov. 1891, precitadas.
V principalmente Req. 17 enero 1876; Req. 6 julio 1909. precitadas.
(9) —: y
Comp. infrd, núms. 680 y 681.
(10) Req. 21 nov. — Í848'c y 6 julio 1909, precitadas.
LOS INTERDICTOS 615

a los documentos de prueba presentados (1). Bueno de


ordenar una investigación (art. b93 Br. (Jiv.) o de una ac­
tuación pericial, está en su poder interpretarlas como le
convenga y si es preciso, desmentir los resultados de una
y de otra (2).
Para la justificación de la decisión tomada por el juez
del hecho, la Corte de Casación se conforma con motivos
sumarios, consistentes en la afirmación pura y simple del
estado de demencia o de imbecilidad habitual (3). El ca­
rácter habitual debe especialmente ser comprobado, pero el
Tribunal Supremo declara suficiente como una comproba­
ción implícita, por ejemplo, en la afirmación de que el in­
terdicto no se halla en estado de gobernar su persona y de
administrar su patrimonio (4).
664. Interdicción de los menores. — La ley no habla
de interdicción sino para el mayor (art. 489). Los menores
han sido considerados como que están protegidos por la in­ I
capacidad resultante de su minoridad.
No obstante, es de gran conveniencia en hacer que se
incapacite a un demente antes de su mayoría de edad. De
otro modo, podría disfrutar entre su mayoría y su inter­
dicción. de un intervalo de capacidad, durante el cual po­
dría ratificar sus actos anteriores y llevar a cabo otros. Se
escapa a ese peligro pidiendo la interdicción por anticipado,
de tal suerte que el menor, al llegar a su mayoría de edad, no
hará más que cambiar de incapacidad (5). Su tutor y su
subtutor no conservarán sus facultades, a menos que el Con­
sejo de familia se los confirme con un nuevo carácter.
665. Interdicción de los extranjeros.—Los extranje
ros pueden ser incapacitados en Francia; no hay razón al­
guna para no concederles esa forma de protección, reque­
rida además por el orden público para todos los que sean
incapaces de gobernarse (6). Será preciso únicamente que
(1) Req. 23 feb. 1898, precitada.
(2) Req. 6 julio 1909, precitada.
(3) Req. 21 nov. 1848, D. 48. 1. 230; Req. 23 feb. 1S9S, D. 98. 1. 220, S.
1901. 1. 123.
(4) Req. 21 nov. 1848, precitada.
(5) Metz, 30 agosto 182'3, D. Jur. Gén., v’ Interdicción, núm. 19; Dijón, 24
abril 1830, D. Jur. Gón., v’ cit., núm. 54, S. chr.; Nimes, 23 abril 1839, D. Jur. Gén.t
v9 cit., núm. 250, S. 39.. 2. 433; Bruselas, 17 dio. 1850, D. 52. 2. 31; Burdeos, 6 ju­
nio 1855, S. 56. 2. 431; Bruselas, 2 mayo 1881, S.: 82. 4. 32; París, 31 enero 1894
(sol. impl.), D. 94. 2. 233, S. 95. 2‘. 84; Burdeos, 25 sept. 1910, Le Droit, 4 feb.
1911. Aubry y Rau, I, pfo. 124, nota 7, p. 790; A. Colin y Capitant, I, p. 585.
Sobre La necesidad do demandar al menor y a su representante legal, v» in/rd, núm.
675.
(6) París, 23 marzo 1899, D. 1900. 2. 21. Pillet y Niboyet, Manuel, núm. 436
bis. V. sin embargo, sobro la interpretación del tratado franco-suizo de 13 de ju­
nio do 1869; Nimes, 28 feb. 1881, D. 82. 2. 196, S. 82. 2. 111.
616 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

tengan su domicilio de hecho en Francia (1) y que su pro­


tección no se haya organizado o instado en el extranjero.
Ahora bien, la protección de los locos, como la de los
demás incapaces, depende en principio de su ley nacio­
nal (2). La interdicción de los extranjeros no tendrá efec­
to, pues, en Francia, sino en el caso de insuficiencia de las
medidas provisionales previstas, para los alienados, por la
ley francesa (3). Si la ley nacional del alienado le prote­
ge por medios diferentes, se aplicarán desde que sea posi­
ble, gracias a la intervención de los magistrados extranje­
ros (4) y de los cónsules (5).
Si, como la ley francesa, la ley nacional del interdicto
extranjero, lo somete a una tutela, se seguirá para esa tu­
tela, las mismas reglas que para la del menor extranjero
(suprá, núm. 439).
Los tribunales franceses observarán también, para la
interdicción de los extranjeros, las reglas del procedimien­
to francés (6).
La interdicción de un alienado extranjero, pronuncia­
da en el extranjero, le sigue (7) de pleno derecho (8) en
Francia; no obstante, si no se ha organizado ninguna pu­
blicidad de ella en nuestro país, los terceros que han con­
tratado con el interdicto sin incurrir en culpa, no pueden
resultar perjudicados, según la jurisprudencia (9). La
(1) París, 2'3 marzo 1899, precitada.
(2) Esta solución está umversalmente admitida. Véanse todas las decisiones
citadas aquí. Weiss, Traite de dr. vnt., 2’ ed., III, p. 417 y notas; Surville Clunet,
1912,’p. 410.
(3) " Esta era la solución de la Convención de La Haya de 17 julio 1905.
Comp. Valéry, Traite de dr. int., núm. 287.
(4) Nimes, 28 feb. 1881, precitada.
(5) Tr. Sena, 26 dic. ....
1882. Clunet, 1883, p. 51. L. Renault, Rcv. crit., 1883,
p. 733; Weiss, op. cit., 2’ ed., III, p. 419.
(6)
Tr. Túnez, 23 nov. 189Í, Clunct, 1892, p. 966. Comp. París, 23 marzo
~ ~ ‘

1899, c 11 2.. No obstante, es la ley nacional del demandado la que determina


precitada.
Las personas que pueden solicitar la interdicción: París, 19 marzo 1899, CZwiet,
1899, p. 794; 21 marzo 1899, ibid., p. 791.
(7) Weiss, Tr. de dr. int., 2^ ed., III, p. 420 y s.
(8) El execuatur no es necesario, puesto que so trata de un juicio de estado.
V. principalmente Tr. Annecy, 7 mayo 1884, Clunet, 1885,p. 438; París, 21 mayo
1885, ibid., 1885, p. 541; Tr. Sena, 30 junio 1894, ibid., 1895, p. 103; Tr. com.
Marsella 14 oet. 1907, D. 1908. 5. 27. En este sentido, art. 9 de la convención do
La Haya de 17 julio 1905. Weiss, op. cit., 2» ed., VI, p. 40 y s. Comp. sin em­
bargo, Tr. Sena, 12 enero 1908, Clunct, 1908, p. 482; Pillet y Niboyet, o>p. cit.,
núm. 629; Valéry, op. cit., núm. 821.
(9) Comp. las declaraciones do M. Thézard, informe al Senado do la ley do
18 marzo 1893 D. 93. 4. 39, núm. 1, col. 2. En este sentido: París, 20 marzo Í890,
Clunct 1891 p. 493; Burdeos, 11 abril 1906, D. 1908. 2. 278; Lyon, 30 abril 1907,
Clunct 1908’ p. 146. Comp. también Civ. 27 marzo 1865, D. 65. 1. 382', S. 65. 1.
161 Contrd París, 21 mayo 1885, precitada; Tr. Sena, 28 marzo 1893, Clunet. 1893,
860- 30 junio 1894, precitada; Tr. com. Anvers, 30 junio 1894, ibid.. 1900, p.
1Ó11- Weiss op. cit. III, P- 422 y s-i Surville, Rcv. crit., 1894, p. 219. Comp.
LOS INTERDICTOS 617

interdicción pronunciada en Francia debe producir sus


efectos en el extranjero (1).
La Convención de La Haya de 17 de julio de 1905, que
consagraba la mayoría de las soluciones precedentes, en los
conflictos de la ley relativos a la interdicción, ha sido de­
nunciada por Francia en 1917, pero los principios que ha­
bía adoptado continúan orientando el derecho internacional
privado (2).
666. Alsacia y Lorena.—El art. 23 de la ley de l9 de
junio de 1924, que introduce en Alsacia-Lorena la legisla­
ción civil francesa, hace una distinción esencial en lo que
concierne a la interdicción (3).
De una parte, son las leyes francesas las que gobier­
nan todo el procedimiento de interdicción, que se lleva ante
el tribunal civil. De donde hay que deducir, que éste pu­
dra nombrar al demandado, durante la instancia, un ad­
ministrador provisional con las mismas facultades que en
I Francia (4). Igualmente, la publicidad de la sentencia de ■

interdicción se realiza por los mismos medios que en Fran­


cia, con la diferencia de que los registros de extractos se
llevan en el tribunal cantonal y no en el tribunal civil del
distrito (art. 86 ley lv junio 1924). Por último, la aplica­
ción de las reglas francesas en el procedimiento de inter­
dicción, supone su aplicación en el procedimiento para su
cesación.
Por otra parte, una vez pronunciada la interdicción,
son las reglas del derecho local y no la del derecho fran­
cés, las que regulan la protección del interdicto. Se apli­
carán, pues, los arts. 1896 y s. del Código local, que remiten
en su conjunto, a la tutela de los menores (5). Esas lla­
I madas no son aplicables eii Alsacia y Lorena sino en la
medida en que la tutela local de los menores no se hayan mo­ 11
dificado por la ley de 1924 (núms. 429 y s.). Además, los ar­ • 5-
tículos 1906 a 1908, que se referían en derecho local a la de- II;
Pillot y Niboyot, Manuel, núm. 437. La jurisprudencia dominante so cincilia difí­
cilmente con los prineipos expuestos infrá, núm. 691.
(1) Req. 6 julio 1868, D. 69. 1. 267.
(2) V. Porroud, Clunet, 1912, p. 508.
(3) I-Iamel, lieperloire pratique d’Alsace y Lorraine, v’ Incapables. T. I,
p. 231.
(4) En esto sentido: circular de 20 de noviembre de 1924, S. Lois annotées,
1924, p. 1513, col. 3.
(5) Las principales diferencias se refieren: P a la designación del tutor,
------------ ilegales
puesto que la lista de las preferencias — i-.j ge halla modificada (Art. 1899 y
1900) y la tutela testamentaria ha sido excluida (Art. 1898):,; 2’ a la supresión
/................. . ■' del
:_i
subtutor en caso do tutela del padre o de la madre del interdicto (Art. 1903-1904) ;
3’ a la posibilidad de consentir, en nombro del interdicto, a una constitución do
doto, Art. 1902) .

I
618 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sigilación de un tutor provisional, en el curso de la instancia


de interdicción, por el tribunal de las tutelas, deben ser con­
siderados como tácitamente derogados, puesto que, en vir­
tud de las reglas de procedimiento francés, aplicables a Al-
sacia y Lorena, corresponde al tribunal civil nombrar un
administrador provisional.
§ 2.—Derecho a instar la interdicción
667. Cónyuge del alienado. — Cada esposo puede pe­
dir la interdicción de su cónyuge (art. 490). Conserva ese
derecho aún después de la separación de cuerpos (1), y no
lo pierde sino con el divorcio (2) ; todavía puede conservar­
lo indirectamente si existieran hijos menores habidos en el
matrimonio, pero siempre con el carácter de representante
de los hijos y no en su propio nombre (3).
La mujer no puede proceder en interdicción contra su
marido sino con autorización judicial (4) ; no se concibe,
en este caso, la autorización del marido. Este no puede acce-
ler a la demanda, por lo tanto, el defecto de autorización de
a mujer demandante puede ser invocado por ella o por el
narido demandado. Pero puede ser válidamente repara­
do en el curso de la instancia por la autorización del tri­
bunal (5). No creemos tampoco, aunque se haya sosteni­
do, que la sentencia que prescribe la convocatoria del Con­
sejo de familia deba considerarse necesariamente que equi­
vale a una autorización implícita para la mujer; no puede
contener autorización implícita sino en el caso de que haya
surgido la cuestión de incapacidad (6).
668. Parientes.—Todos los parientes del alienado tie­
nen concurrentemente el derecho de demandar su inter­
dicción (art. 490). Parece que sea preciso limitar esa po­
sibilidad a los que son parientes en grado de suceder, pues­
to que la ley ha establecido una estrecha relación entre la
condición de heredero y el derecho de demandar la inter­
dicción y ese derecho se le niega a los allegados. Antes de
la ley de 31 de diciembre de 1917, podían proceder los pa-
(1) Nancy, 26 feb. 1868, D. 69. 2. 199. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 816. En el caso de separación de bienes: Montpellier, 14 dic.
Bonneearrére,
1841, D. Jur. Gén., v’ Interdiction, núm. 39.
Req. 6.. agosto
'(2)- — . tnnA
D. OzL
1894, T\ 94. T1. d09
492.
(3) Grenoble, 24 julio 1900, D. 1901. 2. 121, S. 1903. 2. 9.
(4) Tr Lyooi, 8 junio 1872, D. 73. 3. 7.
(5) Caen *1’ mayo 1826, D. Jur. Gén., v*? Interdiction, núm. 2'69.
(6) Contrd, Tolosa, 8 feb. 1823, D. Jur. Gén., v9 Mariage, núm. 778-2’; Tr.
Lyon/á junio 1872, precitada.
LOS INTERDICTOS 619

rientes hasta el grado décimo-segundo (1). Esta ley no


nos parece que haya modificado esta solución, aunque en
principio limita el derecho de sucesión al sexto grado. Ad­
mite en efecto que el parentesco a los fines de suceder se
cuenta hasta el décimo-segundo, grado en el caso de que e]
de cujus estuviera incapacitado para testar, que es precisa­
mente el caso del interdicto. Los parientes más lejanos del
sexto grado, tienen interés en hacer que se pronuncie la in­
terdicción.
No se debe conceder el derecho de demandar la inter­
dicción a los padres naturales o adoptivos sino en el caso de
que sean considerados como tales desde el punto de vista de
las reglas de sucesión (2) ; es preciso negarlo con mayor
razón a aquéllos cuya filiación natural no se halla estable­
cida legalmente. • ’

Los hijos pueden demandar la interdicción de sus pa­


dres. Esta demanda, si está justificada, es en interés del
mismo demandado y por consiguiente no es contraria al de­ i
ber de respeto (3).
Si el demandante de la interdicción se halla bajo tute­
la, su tutor la representa sin autorización especial del Con­
sejo de familia (4). Pero el menor emancipado debe, como
en las demás acciones de estado, hacerse asistir de su cu­
rador y el pródigo necesita de la asistencia de su Consejo
judicial.
En caso de discusión, el parentesco se establecerá como
en materia de sucesión, puesto que la prueba de las filiacio­
nes litigiosas se hallan sometidas en principio al derecho
común (5).
669. Exclusión de los afines y de los otros interesa­
dos.—La ley guarda silencio sobre los parientes por afini­
dad; por lo tanto, ninguno de ellos, ni siquiera de los más
cercanos, puede pedir la interdicción (6), puesto que la
enumeración legal es limitativa. La ley ha querido unir la
facultad de demandar la interdicción a la condición de he­
redero presunto y a las “esperanzas” que ella otorga. Se­
ría admisible si el interés del demandante fuera la mejor
(1) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. Sil. A. Colín y
C •
Capitant, I. p. 585. Contrá, Aubry y Rau, I, pío. 125, p. 585.
‘ (2)
‘ París, 17 dic. 1909, D. 1911. 2. 214.
(3) Aubrv y Rau, I, pfo. 125, p. 721. V. también París, 23 marzo 1899, D.
1900 . 2. 21.
(4) V. principalmente Req. . 9 feb. 1863 (sol.
, impl.),
.. D. 63. 1. 279 S. 63. 1. 16
■ 1 X TX
20 enero 1875 (sol. impl.), D. rrz?
76. i1. no
28, OS. « 75. 11. 01'7
217.
(5) Comp.
~ Tr. Son
~ a,'13 julio ----------
-------- 1869, D. " 72. 5. 275-276.
- ----
(6) V. principalmente Req. 9 febrero 1863 y 20 enero 1875, precitadas.
620 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

justificación de Ja interdicción. Pero, como ésta debe ante


todo tener por objeto la protección personal del alienado,
sería preferible fundar el derecho de requerirla en la afec­
ción del demandante por el difunto; ahora bien, hay más
probabilidades de encontrar afecto en un yerno o en un cu­
ñado que en parientes de un grado lejano que, además, la
mayoría de las veces, no tienen ninguna esperanza de here­
dar. Se observará, no obstante, que, si los parientes afines
no tienen personalmente el derecho de proceder, pueden ha­
cerlo frecuentemente en nombre de los parientes menores
que representan (1), como tutores o administradores lega­
les (2), y también como subtutores, en el caso de oposición
de intereses con el tutor (3). La autorización del Consejo
de familia no les es necsaria.
Con mayor motivo, los amigos (4), los acreedores (5)
y todas las demás personas (6) no tienen ningún derecho
a requerir la interdicción de un alienado. El demente en
persona no puede en un intervalo lúcido demandar su in­
terdicción (7).
La acción iniciada por una persona que no tenga per­
sonalidad para instar es ineficaz a menos que no haya re­
currido sentencia que llegue a alcanzar fuerza de cosa juz­
gada ; la nulidad del procedimiento puede ser invocada por
todo interesado en todo momento de la causa, incluso ante
la Corte de Casación; no queda a cubierto por la interven­
ción en el curso del procedimiento de un pariente que esté
en grado sucesorio (8).
Los que no tienen el derecho de demandar la interdic­
ción no pueden tampoco apelar de la sentencia que la re­
chaza, ni continuar el procedimiento interrumpido por la
(1) Req. 9 febrero 1863 y 20 enero 1875, precitadas.
(2) Se sabe también que la madre divorciada puede proceder, en nombre do
sus hijos menores, en interdicción ¿le. su padre, su ex-marido, aunque no sea ad­
ministradora legal: G renoble, 24. julio 1900, D. 1901. 2‘. 121, S. 1903. 2. 9 (suprd
núm. 677).
(3) Req. 9 febrero 1863 -y 20 enero 1875, precitadas.
(4) Caen, 30 diciembre 1857, D. 58. 2. 146.
(5) V. Poitiers, l9 febrero 1843, D. Jur. Gen-., v9 Inierdiction, núm. 51; Gre­
noble, 9 dic. 1847, D. 48. 2. 204; Bruselas, 12 enero 1881, D. Jur. Gén., sup. v9 cit.,
núm/37, S. 81. 4. 31.
(6) Como el administrador provisional o el mandatario ad litem nombrados,
conforme a la ley de 1838, w un loco ya internado: Nancy, 4 julio 1860, D. 63. 5.
23 S. 63. 2. 108. Como también el hijo adoptivo del padre natural dol alienado:
París, 17 dic. 1904, S. 1910. 2. 180.
(7) Aubry y Rau, I, pfo. 124, p. 790, texto y nota 10; Baudry-Lacantinerie,
Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 821, el alienado no puede tampoco consentir a la
demanda (v9 suprd, núm. 27) .
(8) Bruselas, 2'3 dic. 185/, Pasicr., 1857. 2. 182.

-I
LOS INTERDICTOS 621

muerte del demandante (1), ni intervenir en la instan­


cia (2). No obstante, existe una excepción parcial en cuan­
to a los parientes afines o amigos que hayan formado parte
del Consejo de familia consultado sobre la demanda de in­
terdicción. El art. 894 Pr. Civ. les permite apelar de la sen­
tencia que resuelve sobre la interdicción, lo que implica
igualmente la facultad de intervenir en la apelación inter­
puesta por el demandante.
670. Derechos del Ministerio público.—En principio
(artículo 491), el Ministerio público no puede proceder sino
en el caso de que el alienado no tenga ni parientes conoci­
dos, ni cónyuge. Le corresponde a él presentar la prueba
para justificar su acción (3). Como no puede, en los de­
más casos, provocar la interdicción directamente, no puede
demandar una medida cualquiera que fuerce indirectamen­
te a los interesados (4).
Otra cosa muy distinta es en el caso en que el alienado
se encuentre en estado de furor, es decir, peligroso para
otro. Punto que el juez del hecho apreciará soberanamen­
te. Entonces, no solamente el Ministerio público, lo mismo
que en el caso precedente, puede instar la interdicción, sino
que la ley se lo impone como obligación. Esta distinción
podía justificarse bajo el imperio del Código Civil, en que
era preciso primeramente hacer incapacitar a aquellos que
se querían que fuesen internados, pero se comprende des­
pués de que la ley de 30 de junio de 1838 permite internar
sin interdicción: es realmente el iuternamiento y no la in­
terdicción lo que necesita el estado de furioso (5). Sin em­
bargo, el texto del Código continúa (6) permitiendo al Mi­
nisterio público la demanda de interdicción en interés civil
del alienado, aún después de su internamiento, siempre a
condición, necesaria y suficiente, de que se trate de un loco i-

furioso; ésta goza, en este punto, por una extraña buena j


suerte, de una protección especial.4
671. Concurso de varias personas que tienen el de­
recho de demandar la interdicción.—Es frecuente que va­
rias personas tengan individualmente el derecho de deman-
(1) V. Burdeos, 23 aposto 1854, D. 55. 2. 105, S. 54. 2. 789.
(2) Greuoble, 9 dic. 1847; Caen, 30 dic. .1857; Nancy, 4 julio 1860; Bruse­
las, 15 enero 1881, precitadas.
(3) Civ. 7 agosto 1826, D. Jur. Gén., v’ hiterdiction, núm. 50, S. chr.
(4) Civ. 15 mayo 1878, D. 78. 1. 270, S. 78. 1. 341. V. también, civ. 21 julio
1909, S. 1911. 1. 13.
ííl
(5) También el Ministerio público se abstiene ‘de actuar, V. nota Planiol,
D. 1904. 1. 138. ■
(6) Req. 23 julio 1903, P. 1904. 1. 138, nota Planiol, S. 1904. 1. 217, nota
Naquet.
622 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

dar la interdicción de un alienado. En principio, cada una


de ellas es independiente. El procedimiento lo dirige la
primera que presenta una demanda con fines de interdic­
ción, pero cada una de las demás puede intervenir en la ins­
tancia ante el tribunal (1) y reanudar esa instancia en el
i
caso de que la primera la abandone o no pueda proseguir­
la (2).
En tanto que la sentencia que pronuncia la interdic­
ción, como fallo constitutivo de estado, vale contra todo el
mundo; en cambio la sentencia que rechaza la interdicción,
se dice generalmente (3), no perjudica sino al demandan­
te, y no impide a las demás personas que pueden requerir
la interdicción, reanudar la demanda sobre los mismos he­
chos. Este punto de vista es muy discutible: aun admitien­
do la relatividad de los juicios de estado (sttprá, números
33 y s.). Se puede creer que el pariente que inicia la de­
manda representa a toda la familia, y que los demás, cuando
no juzgan conveniente intervenir en la instancia, le recono­
cen implícitamente esa misión; no puede, pues, apoyarse
una segunda vez en los mismos hechos para demandar nue­
vamente la interdicción. Pero nada impide que el primer
demandante u otros inicien una nueva demanda de interdic­
ción, si la primera ha fracasado, siempre que se funden en
nuevos hechos a los cuales se podrán entonces acumular los
antiguos (4).
672. Ausencia de obligación de la demanda de inter­
dicción.—En principio, la ley ha querido dejar a las per­
sonas designadas por ella el derecho de apreciar libremente
si conviene o no hacer incapacitar al alienado. Incluso en
el caso de furor del alienado, los parientes y el cónyuge no
están obligados a hacerlo incapacitar (5).
No obstante, el deseo de generalizar la interdicción im­
pulsa a la ley a sancionar con bastante severidad la inac­
ción de_los parientes; privándolos del derecho de impug­
nar los actos del alienado que no sean sus liberalidades, una
vez ocurrida su muerte, si en vida no han demandado su
interdicción (jinfrá, núm. 726) (art. 504).
(1) Caen, 4 enero .1843, citada por Demolombe, VIII, núm. 467, y por Ban-
dry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 815.
(2) Req. 6 agosto 1894, D. 94. 1. 492; Req. 28 enero 1913, D. 1914. 1. 85;
Caen, 31 julio 1878, D. 79. 2. 269.
(3) Baudrv-Lacantinerie, Chéneaux y Bonuocarrére, V. núm. 813; Lacoste,
Autorité de la chosc jugée, 2’ ed., núm. 701 y b.
(4) Tr. Lyon,‘8 junio 1872, D. 73. 3. 7.
(5) Planiol, nota en D. 1907. 1. 315. De ahí la imposibilidad de imponerles
una responsabilidad por ese solo hecho respecto de terceros o el alienado.

i
LOS INTERDICTOS 623

Sección II.—Procedimiento de la interdicción


§ 1.—Demanda de interdicción
673. Tribunal competente.—El art. 492 no contiene
derogación alguna al derecho común; el tribunal competen­
te es, por lo tanto, el del domicilio del demandado de inter­
dicción. La nulidad del procedimiento llevado ante otro
tribunal no resulta amparada por el allanamiento a la de­
manda (1), puesto que el allanamiento es imposible en ma­
teria de interdicción.
Después de la ley de 1838, el Ministerio público ha per­
dido el derecho que tenía antes (2) de acudir, en caso de fu­
ror y en virtud de la urgencia, ante el tribunal de la resi­
dencia del alienado: toda urgencia ha desaparecido en efec­
to desde que la interdicción no es necesaria para el interna-
miento.
El domicilio atributivo de competencia es el del aliena­
do en el momento en que la demanda de interdicción se pre­
senta. Desde ese momento, el tribunal se hace cargo (3),

ye ya en la competencia (4).
674. Forma de la demanda. — El procedimiento co­
mienza, no por un emplazamiento o un preliminar de con­ i;
ciliación, sino por una demanda al presidente del tribunal
(artículos 493 C. Civ. y 890 Pr. Civ.). Esta demanda tien­
¡'
de, como se verá, a la convocatoria del Consejo de familia
y al interrogatorio del alienado. Debe expresar los hechos

¡I
de imbecilidad, de demencia o de furor en que se funda la
demanda y acompañarse de los documentos justificativos
que sean útiles (cartas del alienado, actas de policía, infor­
mes médicos, etc.), así como de una lista de testigos. Pero
la única sanción de estas exigencias (5) es la posibilidad

(1) Contrcl, Roq. 24 dic. 1838, D. Jur. Gen., v* Intcrdlction, núm. 126, S. 39.
1. 49. V. también Douai, 22 junio 1854, D. 55. 2. 254, S. 54. 2. 491, pero la inter­
dicción, en estos casos, había entrado en vigor como cosa juzgada.
(2) Sobre la situación anterior a ]a ley de 1838: Req. 24 dic. 1838, preci­
tada. Contra ese hecho: Baudry-Lacautinerie, Chéueaux y Bonnecarrére, V. nú­
mero 827.
(3) Roq. 2'3 mayo 1860, D. 60. 1. 350, S. 60. 1. 958.
(4) Caen, 30 abril 1879, S. 80. 2. 175; Tr. Sena, 18 abril 1913, D. 1913. 2. 365.
(5) Muchos autores distinguen y no admiten nuestra solución, sino on la
unión do los documentos y la citación de los testigos. Articulados precisos son.
on cambio, indispensables para La validez del procedimiento ulteror. Aubry y
Rau, I, pfo. 125, p. 793. texto y nota 10; Baudry-Lacantinerie. Chéneaux y Bon-
nccarróro, V. núm. 829. En este sentido: Reúnes, 16 agosto 1838, D. Jur. Gén,, v*
Interdiotion, núm. 313. Pero véanse las sentencias citadas en las notas siguientes.
624 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

para el tribunal de rechazar de plano la demanda insuficien­


temente motivada o demasiado incompleta (1) Si los he­
chos expuesto parecen al tribunal suficientemente serios
para dar lugar a la convocatoria del Consejo de familia y
al interrogatorio, la sentencia que ordena esas medidas pro­
duce dos efectos de cubrir los vacíos de las demandas.
675. ¿Contra quién se dirige la demanda? — La de­
manda se dirige siempre contra el alienado (2) cuya de­
manda personal es necesaria aunque se trate de un inter­
nado (3) o de un incapaz (4) ; pero sus protectores legales
deben igualmente ser demandados, conforme al derecho
común. Así ocurre en el caso del marido, si la demandada
es una mujer casada (5), del administrador legal o del tu­
tor, si el demandado es un menor no emancipado (6) ; los
representantes de éste se harán reemplazar no obstante por
un administrador cid hoc o por el subtutor si fueran tam­
bién demandantes (7). Creemos que si el demandado se
halla ya provisto de un Consejo judicial, o si se trata de
un menor emancipado, el Consejo judicial (núm. 748) o el
curador (8) deben ser demandados, puesto que el pródigo y
el imbécil no pueden nunca pleitear sin asistencia y el menor
emancipado necesita de asistencia en las acciones de esta­
do (9) (núm. 637).
El interés de estas cuestiones se hace sentir sobre todo
en el emplazamiento que no interviene sino en la segunda
parte del procedimiento; deben, sin embargo, ser inmedia-
(1) Sobre la precisión de los articulados, v. Req. 2 agosto 1860, D. 60. 1.
495, S. 61. 1. 254; Civ. 17 enero 1876, D. 76. 1. 151, S. 76. 1. 302; Lyon, 12 enero
1882, D. 83. 2. 12, Sobre la indicación de los testigos, v’ Req. 2 agosto 1860, pre-
citala; Burdeos, 21 abril 1875, D. 76. 5. 71. S. 75. 2. 296.
(2) Resulta de ello que su muerte hace imposible la prosecución de la ínter •
dicción: Limoges, 27 abril 1853, D. 54. 2. 6, S. 53. 2. 320. Esta sentencia carga
al demandado las costas incurridas por su interdicción.
(3) V. infrá, núm. 675 in fine. Sobre las citaciones necesitadas por el proce
dimiento, infrá, núm, 681.
(4) Metz, 3Q agosto 1823, D. Jur. Gen., Interdicción, núm. 19, S. chr.; Di-
jón, 24 abril 1830, D. Jur. Gen., v1-’ Interdiction, núm. 54, S. chr. Nimes, 23 abril
1839 D. Jur. Gen., ibid., núm. 250, S. 39. 2. 433; Bruselas, 17 dic. 1850, D. 52. 2. 31;
Burdeos 6 junio 1855, S. 56. 2. 431; Bruselas, 2 mayo 1881, S. 82. 4. 32; París,
31 enero 1894, D. 94. 2. 233, S. 95. 2. 84. Aubry y Rau, I, pfo. 109, p. 670, núm.
10 y pfo. 125/p. 793; Baudry Lacantinerio, Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 825.
(5) Civ. 9 enero 1822, D. Jur. Gen., v’ Interdiction, núm. 56; Caen, 1’ mayo
1826 ibid., núm. 269. Comp. 9 junio 1829, D. Jur. Gén., y’ Mariagc, núm. 907.
(6) Dijón, 24 abril 1830; Bruselas, 17 dic. 1850, Burdeos, 6 junio 1855;
Bruselas 2 mayo 1881; París, 31 enero 1894, precitadas. Aubry y Rau, Baudry-
Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarrére, loe. Contra, Mc.tz,
toe. cit. Contrá, agíalo 1823,
Metz, 30 agisto
precitada, v’ suprá, núm. 529).
* () Bruselas/17 dic. 1850, precitada.
***■ ’ ‘ 1Q*A nvn/iif.Oíln

Contrá Civ 15 marzo 1858, D. 58. 1. 121, S. 58. 1. 653.


(8) Contrd, Bourges, 2-2 dic. 1862, D. 63. 5. 218, S. 63. 2. 132.
(9)
DOS INTERDICTOS 625

tamente resueltas si la defensa se ejerce inmediatamente


después de la demanda (núm. 677), a lo que tiene derecho.
676. Desistimiento posible. — La demanda de inter­
dicción es susceptible de desistimiento. Erróneamente, la
jurisprudencia ha decidido en general lo contrario apoyán­
dose en la indisponibilidad del estado. El desistimiento de
la instancia no impide una nueva demanda y no es sino la
aplicación de la regla que deja a las personas designadas
por la ley la elección de proseguir o no la interdicción (nú­
meros 27 y 272).

§ 2.—Primera fase del procedimiento

677. No es contradictorio ni público.—En principio,


toda la primera fase del procedimiento se desenvuelve sin
que el demandado sea citad o, hasta el momento en que se
le someta al interrogatorio. Aún este último tiene efecto sin
procedimiento contradictorio.
Por virtud de la ausencia de contradicción, se genera­ i
liza a todo ese período la regla que el art. 496 pone en vi­
gor para el interrogatorio y que tiene la ventaja de no di­ ■

fundir inútilmente las demandas injustificadas de inter­


dicción : el procedimiento tiene efecto en Sala de Consejo, I’
sin publicidad (1).
Otra sería la solución si el demandado renuncia per
sonalmente al carácter secreto del procedimiento, presen­
tando oficial y públicamente su defensa. Puede hacerlo !
desde que se haya presentado la demanda: puede interve­ !
nir ante el tribunal para oponerse a la convocatoria del
Consejo de familia y al interrogatorio, llegando a la con­ I
!
clusión de una denegación inmediata de la demanda (2) ; I.
puede también, como se verá, hacer oposición a la senten­ ■

cié! que ordena esas medidas e interponer una apelación


contra esa sentencia. En todos estos casos (3), el proce-
(1) Poitiors, 4 junio 1860, D. 60. 5. 205. S. 60. 2. 493; Besangon, 19 julio ■

1876, D. Sup. v’ cit., núm. 56, S. 76. 2. 199 (motivos) ; Civ. 16 feb. 1875, D. 76. 1.
49, motivos. Baudry-Lacantinerie, Chéncaux y Bonnecarróre, V. núm. 830; A. Colín
y Capitán t, I, p. 586. La regla no so halla prescrita por ningún texto formal (v.
solamente el art. 498 interpretado a contrario; además, la publicidad dada a los
juicios interlocutorios no perjudica su validez: Civ. 16 feb. 1875, precitada).
(2) Besangon, .19 julio 1876, precitada; París, 23 marzo 1899, D. 1900. 2. 21.
(3) Sobro el caso de apelación: Civ. 17 enero 1876, D. 76. 1. 151, S. 76. 1. 302
(sol. impl.) ; 22 junii 1908, D. 1909. 1. 272', S. 1911. 1. 17, nota Tissier (sol. impl.).
Sobre el caso de oposición: Besangon, 19 julio 1876, precitada. Concl. de! Abo­
gado general de Lnborie en París, 19 junio 1875, D. 76. 2. 42, e informe del Con­
sejero Denis en Rcq. 11 mayo 1892, D. 93. 1. 453, S. 92. 1. 470.

l
626 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

dimiento tiende al derecho común; haciéndose contradicto­


rio se hace público (1).
678. Designación de un investigador y comunicación
al Ministerio público. — Una vez recibida la demanda, el
presidente del tribunal ordena su comunicación al Minis­
terio público y nombra un juez para que informe el día
indicado (art. 891 Pr. Civ.). Una y otra obligación resul­
tan sancionadas por la nulidad del procedimiento ulterior.
Que el procedimiento sea contradictorio o no, no se puede
pronunciar sentencia alguna sino después de las conclusio­
nes del Ministerio público (art. 515).
679. Sentencias que ordenan la convocación del Con­
sejo de familia y el interrogatorio.—En el día fijado pre­
vio informe del juez comisionado y las conclusiones del
Ministerio público, el tribunal decide si procede rechazar
de plano la demanda (suprd, núms. 663 y 674), o comenzar
a. instruirla ordenando la convocatoria del Consejo de fami­
lia. Muy frecuentemente, la sentencia que ordena la re­
unión del Consejo de familia, fija también la fecha del in­
terrogatorio del demandado (2) ; pero el tribunal puede
esperar’ el parecer del Consejo de familia para decidir, por
medio de una segunda sentencia (3), el rechazar la deman­
da u ordenar el interrogatorio.
Las sentencias que deciden sobre la convocatoria del
Consejo de familia y el interrogatorio se hallan sujetas a
apelación (4), por medio de un requerimiento al Primer
presidente del tribunal (5) en el caso en que sean recha­
zadas esas medidas, lo que es una forma de descartar defi­
nitivamente la demanda. Si por el contrario ordenan las
medidas solicitadas, la jurisprudencia admite dos recursos
sucesivos (6) : en primer término, la oposición (7), si esas
(1) Lo que no impide
.v al demandado, si ]o xprefiere,
- , intentar únicamente una
defensa oficiosa, por medio de una memoria y documentos adjuntos; el tribunal
puede también 1L recurrir a un interrogatorio oficioso, pero sin poder motivar en
tos Xresultados de esta
—— —--- —— --- medida el rechazamiento de la demanda de interdicción:
Civ. 17 enero 1876 (sol. impl.), precitada.
(2) V. nota D. 99. 2. 247.
(3) Req. 11 mayo 1892, D. 93. 1. 452', S. 92. 1. 410; Chambcry, 5 julio 1898,
D. 99. 2. 247.
(4) Comp. sin embargo, Dijón, 17 julio 1906, S. 1907. 2. 100.
(5) Rouen, 11 dic. 1844, D- 53. 5. 270.
(6) En efecto, dice, no hay en esto un procedimiento gracioso, puesti que
hay ya un demandado conocido-, aunque no i llamado. V. especialmente el informo
de Denis y las concl. de Laborío, precitadas.
(7)
V "principalmente, Douai, 11 marzo 1864, D. 76. 2. 42, en nota. S. 64.
- ■ • - — T'--! 11

2. 147; Caen, 30- enero 1873, D. 76. 2. 42, S. 73. 2. 293; París, 19 junio 1875, pre­
citada D ib id. con concl. de Laborío; Civ. 17 enero 1876, D. 76. 1. 151, S. 76. 1.
302; Req* 11 mayo 1892, informe Denis, D. 93. 1. 453, S. 92. 1. 410; Paría, 23
marzo 1899, D. 1900. 2. 21.
LOS INTERDICTOS 627

sentencias resultan, como ocurre casi siempre, en ausen­


cia del demandado; seguidamente, la apelación (1), puesto
que la sentencia perjudica el fondo y debe ser considerada
como interlocutoria: ya se ha visto que en los dos casos el
procedimiento se hace público, conforme al derecho común
(suprá, núm. 677) al hacerse contradictoria. Por la misma
razón creemos que la apelación debe ser iniciada en ese
caso por acto de apelación y no por medio de requerimien­
to al primer presidente del tribunal de apelación (2). El
derecho común al cual se debe acudir en todos los casos
quiere también que la oposición no sea posible después de
la ejecución de la sentencia, y que la apelación no pueda
ser hecha en tanto que la oposición no sea admisible (3).
Por último, permite la evocación (a) de la demanda de in­
terdicción por el tribunal, si el asunto se le presenta como
de estado (4).
Aun cuando existan dos sentencias sucesivas, ordenan­
do, una, la convocatoria del Consejo de familia, y otra, el
interrogatorio, la Corte de Casación las considera como
indivisibles y rechaza la oposición contra la segunda siem­
pre que la primera haya sido ejecutada (5). Parece ha­
ber en eso una exageración; la segunda sentencia no es ne­
cesariamente la consecuencia de la primera, puesto que, al ‘a

desaparecer del Consejo de familia, el tribunal queda en li­


bertad de rechazar la demanda, prescindiendo en esta for for-­
¡
ma del interrogatorio (6).
680. Informe del Consejo de familia.—Ningún proce­
dimiento de interdicción es válido (7) si el tribunal no ha
comenzado por consultar el Consejo de familia (arts. 494
C. Civ. y S92 Pr. Civ.) ; ni la consulta, si es posterior, da va­
lidez al procedimiento seguido sin cumplir dicho requisito.
En este último caso las actuaciones deben iniciarse nueva-
(1) Civ. 17 enero 1876, precitada; Besan^on. 19 julio 1876, D. Jur. Gén^
v’ Interdiction, núm. 56, S. 76. 2. 199; Gante, 31 dic. 1909, D. 1910. 2’. 366.
(2) Unicamente en el caso de ausencia de contradictor y en defecto de ape­
lación por parte dol demandante debo ser empleado el requerimiento. V. Civ. 29
junio 1908 D. 1909. 1. 272, S. 1911. 1. 17, nota Tissier. Unicamente también en
esto caso es necesario un informe en la Corte, como en primera instancia (la mis­
ma sentencia).
(3) Req. 11 mayo 1892, precitada.
(a) Evocación, es el derecho o facultad de un tribunal superior, en el pro­
cedimiento francés a pedir el conocimiento de la causa en curso, en el inferior.
(N. del T.).
(4) Caen, 30 enero 1873; París, 19 junio 1875 y 23 marzo 1899, precitadas.
(5) Req. 11 mayo 1892, precitada.
(6) Chambéry, 5 junio 1898; Civ. 29 junio 1908, precitadas.
(7) Civ. 19 agosto 1850, D. 50. 1. 281; Caen, 31 julio 1878, D. 79. 2. 269;
París, 2 enero 1895, I>. 96. 2. 217, S. 95. 2. 129. Véanse también las sentencias ci-
tadas en las notas siguientes.
628 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

mente, ya que antes de toda otra medida procede consultar


al Consejo de familia (1). La omisión cometida podría
invocarse hasta en casación, y sólo se convalida cuando la
sentencia de interdicción alcanza fuerza de cosa juzgada,
salvo el recurso por quebrantamiento (2). La nulidad del
acuerdo del Consejo de familia implica también la del pro­
cedimiento de interdicción (3), pero no puede invocarse en
casación si las causas de la nulidad se refieren a una apre­
ciación de hecho (4).
El Consejo de familia que se haya de consultar debe
obedecer en principio a las reglas generales descriptas a
propósito de la tutela (art. 494). Nótese, sin embargo, que
este último precepto no remite sino a la sección IV del ca­
pítulo II, del título de la menor edad, y excluye en esta
forma el art. 389 que, en la sección I del mismo capítulo,
sustituye el tribunal, por el Consejo de familia de los hijos
naturales menores (5).
Los hijos naturales menores son los únicos que tuvo
en cuenta la ley de 1907 al realizar su reforma. Después de
la mayoría de edad, a la familia de estos menores (esposos,
hijos) no se le puede quitar el derecho de componer el Con­
sejo de familia, con el concurso de amigos.
Aunque el demandado sea hijo legítimo, su Consejo de
familia presenta ciertas diferencias que son forzosas en
relación con el de los menores. Antes que nada se llama a
su cónyuge y a sus hijos, con voz para deliberar (6). El
art. 495 no contraría esta regla sino en el caso de que sean
el propio cónyuge o sus hijos los que pidan la interdicción;
y aún así los admite en el Consejo, pero con voz de informa-
(1) No obstante, V. Montpellier, 18 messidor, año XIII, D. Jur. Gén., v" In-
terdiction, núm. 71; Caen, 28 junio 1827, C. v9 cit., ibid., núm. 84; Garsonnet, Tr.
de procédure, 2’ ed., VII, pfo. 2684, p. 2'67. Además el procedimiento pudiera sei
vuelto a emprender ante la Corte, en apelación. V. Civ. 29 junio 1908, D. 1909. 1.
272, S. 1911. 1. 17, nota Tissier.
(2) En esta materia en efecto, el allanamiento a una irregularidad es impo
sible, puesto que el orden público está interesado: Lyon, 14 julio 1853, D. 54. 2
33, S. 53. 2. 618. .
(3) Req. 24 feb. 1825; Caen, 29 junio 182'7; Colmar, 14 julio 1836, T>.
Jur. Gén., v*? Interdiction, núm. 84; Lyon. 14 julio 1853 ; D. 54. 2. 33, S. 53. 2. 618;
Req. 2 agosto 1860, D. 60. 1. 495, S. 61. 1. 254 motivos; Civ. 7 mayo 1873, D. 73.
1. 243, S. 73. 1. 297, (sol. impl.) ; Pau, 2 enero 1895, precitada.
(4) Req. 25 noviembre 1857, D. 58. 1. 2'99, S. 58. 1. 289.
(5) Burdeos, 15 julio 1910, í). 1915. 2. 57, nota L. Thomas. Contrá. Tr. Sena,
29 junio 1909, D. 1910. 2. 298.
(6) V. nota Civ. 25 marzo 1833, D. Jur. Gen., v9 Interdiction, núm. 74, S. 33.
1. 257* París, 2 mayo 1853, D. 53. 2. 191, S. 53. 2. 321; 15 junio 1858, D. 58.
¿ 91, S. 58. 2. 104; Lyon, 12 enero 1882, D. 83. 2. 12; Tr. Genova, 27 noviembre
1883 *D. Sup. eod. v9 núm. 60; Casación belga, 21 junio 1894, D. 96. 2. 92. Comp.
París, 24 febrero 1853, 8. 53. 2. 463. Aubry y Rau, I, pfo. 125, p. 194; Baiuky-
Lacantinerie. Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 835; A. Colín y Capitant, I, p 586.

I
LOS INTERDICTOS 629

ción solamente. De la misma manera, en vez de llamar


para completar el Consejo a los amigos del padre y madre
del interesado, como si fuese menor, se dirigirán a los ami­
gos del mismo demandado.
En fin, el art. 494 excluye del Consejo de familia al
demandante de la interdicción, salvo su derecho de parti­
cipar con carácter informativo, si es que persigue la inter­
dicción de su cónyuge o de uno de sus ascendientes. Esta
exclusión no se extiende (1) a los parientes próximos al de­
mandante ni a su esposo, salvo el derecho del juez de paz
de descartarlos si su informe puede parecerle sospecho­
so (2), siguiendo la regla general que le permite las exclu­
siones que sean necesarias en interés del incapacitado (3).
El juez puede excluir también al esposo con el cual estén pen­
dientes trámites de separación de cuerpos o de divorcio (4).
La convocatoria del Consejo obedece a las reglas ge­
nerales, contando, además, con el demandado entre las per­
sonas que tienen derecho de requerir la formación del Con­
sejo de familia. El Consejo se preside por el juez de paz
del domicilio (5) del demandado (6).
Lo que se pide al Consejo de familia es un sencillo pa­
recer sobre el estado mental del demandado, por lo que si
dicho Consejo se decide por o en contra de la interdicción
su deliberación queda válida (7) ; y, puesto que no da sino
su parecer, su acuerdo no es susceptible de ningún recurso
en cuanto al fondo (8). De donde resulta que el expediem
te no tiene que contener bajo pena de nulidad, de las opi­
niones de cada, uno de los miembros de la minoría (9), ya
que el art. 883, que prescribe esta regla, lo hace con objeto
de facilitar el ejercicio de los recursos normales contra los
acuerdos de los Consejo de familia. 31
La ley no exige que el Consejo de familia consultado

I
se pronuncie formalmente en uno u otro sentido; el pro'
(1) Tolosa, 15 marzo 1882 y Civ. 19 mayo 1885, D. 86. 1. 71, S. 85. 1. 267.
Casación belga, 2Í junio 1894, precitada.
(2) Lyon. 12 enero 1882', precitada.
(3) Req. 21 abril 1880, D. 80. 1. 430, S. 81. 1. 75. Caen, 31 julio 1878, D.
79. 2. 269: Compárese París, 15 junio 1857, precitada. V. suprd, núms. 448 y 450.
(4) Civ. 13 abril 1910, D. 1911. 1. 46, S. 1911. 1. 257, nota Gaudemet; Caen,
31 julio 1878, precitada.
(5) So trata del domicilio en la oportunidad _de la demanda; Req. 30 abril
1834, I). Jur. Gén., vv Minorité, núm. 209.
(6) Y no por un juez del tribunal de primera instancia, Contrd, París, 15
mayo 1813, D. Jur. Gen., v9 Interdietion, núm. SO.
(7) Req. 5 abril 1864, D. 65. 1. 84, S. 65. 1. 158.
(8) Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarróro, V. núm. 838; Garsonnet,
Tr. de proccdurc, 3» ed., VII, pfo. 2684, p. 266.
^9) Req. 2 agosto 1860, D. 60. 1. 495, S. 61. 1. 254.
p- y R. T. D. O.—I - 21
630 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

cedimiento de interdicción puede continuarse aunque se


declare poco documentado para emitir opinión (1). En
tales casos sería preferible que el Consejo de familia tratase
de tomar los informes que le faltan, llamando si es necesa­
rio, y sin otorgarles voz para deliberar, al demandado (2),
al demandante (3) y hasta al procurador de éste. Téngase
presente que fuera del caso de decisión preliminar del Con-
sejo de familia, la presencia de este procurador en la delibe­
ración sería, absolutamente irregular, aunque fuere con ca­
rácter consultivo solamente.
Cualquier irregularidad cometida en la composición o
la convocatoria del Consejo de familia no implica la nulidad
del acuerdo, más que de acuerdo con las distinciones hechas
en el capítulo de la tutela (núms. 450 y 458).
681. Interrogatorio del demandado. — Antes de pro­
ceder al interrogatorio, el art. 893 Pr. Civ. ordena (4) que
el requerimiento y el parecer del Consejo de familia se no­
tifiquen al demandado (5). Hay, además, que notificarle
la fecha del interrogatorio, que se fija en la resolución que
dispone la práctica de dicho interrogatorio o, en su defec­
to, por el mandamiento-orden del presidente hecho a vir­
tud de requerimiento (6). Varios autores aplican por ana­
logía a esta última notificación las reglas concernientes a
los interrogatorios sobre hechos y sobre artículos; por lo
tanto, se debe notificar al demandado por lo menos con 24
horas de anticipación, para comparecer a declarar (v. ar-
tículo 329 Pr. Civ.) (7).
(1) Garsonnet, loe. cit.
(2) Consúltese París, 28 abril 1879, D. 80. 2. 117.
(3) Aubry y Rau, I, pfo. 125, p. 795; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bon-
necarrére, V. núm. 835.
(4) La falta de esta significación, no anula el procedimiento ulterior, a me­
nos que el demandado haga reservas acerca de este punto: Req. 3 de febrero 1868,
D. 68. 1. 390, S. 68. 1. 255.
(5) Sea en persona, sea en el domicilio que tenía a principios de la instan­
cia. El padre puede sin embargo, significar a su hijo en el asilo cu donde esté
internado, si no ha tenido otro domicilio que el paterno: París, 13 abril 1875, D.
75. 2. 233, S. 75. 2. 197.
(6) Coíhpáresc Garsonnet, Traite de procédure, 2’ edición, VII, pfo. 2685,
p. 268.
(7) Garsonnet, loo. cit.; Demolombe, VIII, núm. 505; Glasson, Tr. de pro­
cédure 5’ ed., II, núm. 1120, p. 647. Esta solución haría partir do esta asignación,
la segunda fase del procedimiento, puesto que ella entonces resulta contradictoria
y conforme al derecho común. En realidad, el interrogatorio al alienado es una
cosa bastante diferente del interrogatorio sobre hechos y artículos. El propósito
de la ley parece ser que tenga lugar sin la presencia del demandado, por lo tanto
sin contradicción ein la Sala del Consejo. Por consecuencia es muy aventurado pre­
cisar aquí las disposiciones del art. 329, Pr. civ. También, la jurisprudencia parece
nrmWnrae con notificaciones de comparecencia, dirigidas al demandado (Req. 4
de abril 1887 D. 88. 1. 292, S. 88. 1. 69). Del mismo modo, el término de 24 horas
riguroso si, el demandado ha tenido el tiempo necesario para comparecer:
LOS INTERDICTOS 631

El interrogatorio se verifica ante la Cámara del Con­


sejo (art. 496). Sin embargo, puede suceder que el deman­
dado citado debidamente no concurra; entonces el tribunal
podrá proveer ordenando la continuación del procedimiento,
si se funda en que el demandado no estuviera en la imposi­
bilidad de presentarse, y que su no concurrencia ha sido vo­
luntaria (1) ; apreciando, este último caso de acuerdo con los I
resultados del expediente y si existe duda podrá ordenar
que se haga nueva citación del demandado para fecha de­
terminada (2). En fin, el tribunal comprueba que la no
comparecencia del demandado se funda en causa legítima,
el tribunal debe comisionar un juez dé primera instancia (3)
para que proceda a practicar el interrogatorio en el domi­
cilio (art. 496 C. Civ.), y siempre sin publicidad.
Si el tribunal ha rechazado sin interrogatorio la de­
manda de interdicción, la Corte, revocando el fallo, puede 5
proceder por ella misma al interrogatorio (4).
El Ministerio público, debe, bajo pena de nulidad, es-
tar presente al interrogatorio, que tendrá lugar ante el tri­
bunal o el juez comisionado (art. 496).
El interrogatorio se practica por el presidente o por
el juez comisionado con completa libertad, y puede ser am­
pliado (art. 497, sol. impl.) y carearse al demandado con
terceras personas. El interrogatorio conserva su eficacia
aunque el demandado rehúse contestar (5) o si se lo impide
su estado mental.
La omisión del interrogatorio, salvo el caso en que la
i
abstención voluntaria del demandado sea judicialmente
comprobada, está sancionada por la nulidad del procedi­
miento posterior (6). Nulidad que puede invocarse hasta
en la Corte de Casación (7) en tanto que la interdicción no
alcance fuerza, de cosa juzgada. Téngase presente que el
interrogatorio es necesario para la admisión de la deman-
Tr. Tolosa, 6 enero 1857, J, des Avoués, 1858, art. 2962, p. 210; París, 23 marzo
1899, D. 1900. 2. 21. Baudry-Lacantinorie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 841.
(1) V. principalmente Req. 29 abril 1868, D. 69. 1. 229, S. 68. 1. 324, 9 dic.
1868, D. 69. 1. 188, S. 69. 1. 119; Civ. 16 febrero 1875, D. 76. 1. 49, S. 75. 1. 193;
R-oq. 4 abril 1887, precitada.
(2) V. Roq. 4 abril 1887, precitada, y Req. 21 marzo 1917, S. 1917. 1. 48.
(3) Civ. 9 mayo 1860, D. 60. 1. 214, S. 60. 1. 505. No un juez de paz. Dijón,
15 scp. 1877, D. 78. 2. 39, S. 78. 2. 104. Consúltese París, 28 abril 1879, D. 80. 2.
117, S. 79. 2. 180. Si hubiese apelación, la Corte podría emplear un consejero.
(4) Civ. 29 junio 1908, D. 1909. 1. 272, S. 1911. 1. 17. Nota Tissier, Comp.
Civ. 2'9 abril 1885, D. 1885. 1. 375.
(5) Req. 3 feb. 1868, motivos, D. 68. 1. 390, S. 68. 1. 255; 7 feb. 1893, D.
93. 1. 152, S. 96. 1. 351.
(6) V. nota Civ. 26 enero 1848, D. 48. 1. 63, S. 48. 1. 177; 9 mayo 1860,
precitada; Req. 4 abril 1887 y 7 feb. 1893, precitada.
(7) Civ. 9 mayo 1860, precitada.
632 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

da de interdicción, pero no para rehusarla (1) (suprá, nú­


mero 663).
Con el interrogatorio se instruye un expediente en que
consta el cumplimiento de sus formalidades. Conforme
con el derecho común, este expediente, documento que sir­
ve de fundamento a la demanda de interdicción, debe de
trasladarse al demandado en el momento de la notificación
(artículo 65 Pr. Civ.).
682. Nombramiento posible de un administrador pro­
visional.—Después de haberse proclamado, una vez al me­
nos, el interrogatorio con el demandado, el tribunal puede,
dice el art. 497, nombrarle un administrador provisional.
No es obligatorio, y este nombramiento resulta inútil cuan­
do se trata de incapacitar a un menor, a una mujer bajo el
régimen de la sociedad legal, o a un alienado ya asilado,
puesto que estas personas tienen ya un administrador en­
cargado de sus bienes.
La designación de un administrador provisional se
hace por la Sala del Consejo (2), mediante instancia (3), a
menos que el expediente se haya hecho contradictorio y pú­
blico. El tribunal lo escoge libremente (4). La resolución
sobre este punto es susceptible de apelación (5), y de opo­
sición (6), como los que ordenan la consulta del Consejo de
familia y el interrogatorio. El nombramiento puede pe­
dirse en cualquier momento comprendido entre el interro­
gatorio y la sentencia de interdicción (7).
Las funciones del administrador no está determina­
das por la ley. El art. 497 dice que se nombra “para cui­
dar la persona y los bienes del demandado”. Se debe pro­
curar armonizar este precepto con la ley del 30 de junio
de 1838 (art. 32), que hace referencia también al nombra­
miento de un administrador de bienes. Pero sin que pueda
establecerse una equiparación completa de estas dos situa­
ciones, puesto que el demandado en interdicción no es to­
davía incapaz, y las funciones del administrador del artícu­
lo 497 son por lo tanto precarias.
(1) V. principalmente, Req. 22 mayo 1892, D. 93. 1. 452, S. 92. 1. 410.
(2) Civ. 6 y 19 feb. 1856, D. 56. 1. 71, conclusión, Nicias Gaillard. El juez
del relato sería incompetente: Burdeos, 12 mayo 1885, D. Jur. Gón-., Sup. v» Inter-
diction, núm. 87; París, 2'8 nov. 1924, D. H. 1925, p. 67.
(3) Rouen, 11 dic. 1844, D. 53. 5. 270, S. 45. 2. 652. Podrá asimismo ser
hecha de oficio.
(4) Civ. 6 y 19 febrero 1856, precitadas.
(5) Req. 10 agosto 1825, D. Jur. Gén., v’ Apelación civil, núm. 1100.
(6) Rouen, ll°dic. 1844, precitada. Comp. Req. 10 agosto 1825, precitada.
(7) Req. 16 feb. 1900, D. 1900. 1. 160.
i
LOS INTERDICTOS 633

Las funciones restringidas del administrador se deben


considerar a los actos urgentes y necesarios (.1), El admi­
nistrador no debe disponer de los bienes del interdicto (2),
ni actuar judicialmente en su nombre, y menos aún ejer­
cer las acciones relativas al estado civil (3).
En la práctica, la sentencia que nombra el administra­
dor determina y extiende a menudo sus facultades, y en su
defecto el administrador se hace autorizar judicialmente
para realizar los actos jurídicos que son útiles aunque no
sean necesarios ni urgentes. En esos casos se le autoriza
para realizar los actos más graves, tales como la venta, el
préstamo, la hipoteca (4).
Sin embargo, en esto parece que se abusa en la práctica.
El tribunal no puede, ni en la resolución sobre el nombra­
miento, ni por autorización posterior, dar al administrador
provisional facultades ajenas a su misión legal. En todo
caso, otorgarle funciones que no pertenecen al tutor parece
una solución inadmisible.
El nombrámiento del administrador impide al deman­
dado la disposición de sus bienes (5). Es el administra­
dor quien lo representa, con el encargo de darle cuenta. Y
se debe siempre combinar esta regla con la del manteni­
miento de la capacidad civil del demandado en interdicción
bajo la reserva del art. 503.
A menos de resolución en contrario, la misión del ad­
ministrador provisional dura en tanto que dura la instan­
cia (6). Si se pronuncia la interdicción, su actuación se
prolonga, hasta el nombramiento del tutor; designación en
vista de la cual el administrador puede pedir la reunión
del Consejo de familia. Sucede frecuentemente que e] de­
mandante no prosigue en los trámites de interdicción más
allá del nombramiento de este administrador, viendo, en
ella una salvaguardia suficiente. Además de las faculta­
des restringidas del administrador provisional que hacen
sugestión bastante incómodo, termina con la caducidad
(1) Aubry y Rau, I, pfo. 525, p. 796; Demolombe, VIII, núm. 515; A. Colín
y Capitant, I, p. 586.
(2) Civ. 22 enero 1855 (dos sentencias), D. 55. 1. 248, S. 55. 1. 161 y sobre
segunda instancia de una do estas sentencias: Roucn, 2'2 enero 1856, D. 56. 2. 133.
(3) París, 7 marzo 1924, D. II. 1924, 305 y D. 1925. 1. 25, nota G. Ripert
reformando una sentencia del Tribunal del Sena que había autorizado al adminis­
trador para obrar en nulidad de’ matrimonio.
(4) Civ. 6 y 19 febrero 1856, precitada.
(5) V. no obstante, Roueu, 21 feb. 1842, D. .Tur. Gén., v9 Interdiction-, núm.
114; Alta Corto de los Países Bajos, 12 dic. 1879, D. 80. 2. 140, S. 81. 4. 26; perc
cons. París, 7 marzo 1923, precitada.
(6) Consúltese París, 4 junio 1853, D. 54. 2. 126, S. 52. 3. 382.
634 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

de la instancia, que es lo mismo que si se desestimara la so­


licitud de interdicción.
El administrador provisional debe dar cuenta al tu­
tor (505). Y si es él mismo el que ha sido designado tutor,
la cuenta de administrador y la de la tutela se funden en
una sola cuenta.

§ 3.—Segunda fase del procedimiento

683. Su carácter público y contradictorio. — Después


del interrogatorio del demandado, el demandante de la in­
terdicción puede pedir el. emplazamiento del presunto in­
terdicto y desde ese momento el procedimiento se convierte
forzosamente en contradictorio y público (1).
Sin embargo, el Código no lo determina claramente,
pues el art. 498 no prescribe la publicidad sino por el jui­
cio final; inadvertencia que se explica, sin duda, por el he­
cho de que antes de las cartas patentes de 1769, el proceso
de interdicción era secreto hasta el final.
684. Información e informes periciales. — La infor­
mación es puramente facultativa para el tribunal, que no
la ordena sino cuando se encuentra sin datos suficientes.
La investigación se practica en la forma ordinaria, ante
un juez comisario y en trámites contradictorios; sin embar­
i
go, el tribunal puede disponer que el demandado no asista
personalmente (art. 893 J?r. Civ.), será representado por
su procurador generalmente y es lo más corriente, aún en
el caso que el tribunal no haya tomado decisión sobre este
punto.
Derogando el principio general ha habido que admitir
que el tribunal pueda oír en la información a los parientes
próximos generalmente excluidos por el art. 283 Pr. Civ. (2).
Excepción a este precepto que resulta tan necesaria como
en materia de divorcio, puesto que los parientes de que se
trata son corrientemente los testigos mejor informados del
estado del asilado. Y por la propia razón, hay que admi­
tir el testimonio de los criados. Los miembros del Con­
sejo de familia, que haya sido precedentemente consultado

(1) El Ministerio público continúa haciéndose oir antes de cada juicio (art
515).
(2) Bruselas 15 mayo 1807, D. Jur. Gen., v» Interdiction, núm. 263. Garsin-
net, frailé de pro’cídure, 2’ ed., VII, pío. 2686, p 271-2. Contrd, Gante, 27 mayo
1868 Pasier. 1868. 2. 414. Baudry-Lacantmerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. nu­
mero 847.
LOS INTERDICTOS 635

pueden también ser oídos aunque el tribunal tenga presen­


te el informe escrito del Consejo (1).
La investigación generalmente se ordena después del
emplazamiento y sobre puntos señalados por las partes;
pero nada impide al tribunal tomar la iniciativa, aunque
sea antes del emplazamiento con que empieza la segunda
fase del procedimiento (2).
Junto con la información, se permite al Tribunal cual­
quier trámite de investigación y principalmente el recono­
cimiento médico sobre el estado de salud del demandado.
685. Sentencia. — El fallo se pronuncia en audiencia
pública, con citación y audiencia de las partes (art. 498).
El tribunal puede adoptar tres soluciones:
1’ rechazar la demanda, si el estado mental del de­
mandado le parece bueno;
29 declarar la interdicción, si la enajenación mental
le parece habitual y total;
39 limitarse a nombrar al demandado un Consejo ju­
dicial, lo cual Adene a ser un término medio entre las dos
resoluciones extremas (suprá, núm. 661 e, infra, núm. 731).
Las costas del juicio son, en principio, de careo del
que pierde, pero se debe condenar al demandado, aunque
el fallo se limite a nombrar un Consejo judicial (3) ; ya
que en este último caso la demanda ha sido útil, y los gas­
tos no resultan mayores por el hecho de que se haya exage­
rado de la medida solicitada, puesto que las formalidades
necesarias para el nombramiento de un Consejo judicial son
idénticas a las formalidades para la interdicción.
El juicio que declare la interdicción no es susceptible
de allanamiento, puesto que el estado civil es indisponi­
ble (4).
Debe ser notificado a las partes dentro de los diez días
(artículo 501), regla que, por cierto, parece que está falta de
(1) BaudryLacantinerie, Chéncaux y Bonnecarrére, loe. cit., (pero esos au­
tores descuidan comentar el art. 2-83 pr. civ.) ; Bruselas, 15 mayo 1807, precitada.
Contra, Nancy, 17 dic. 1885, D. 86. 2. 280, S. 87. 2. 15.
(2) Poitiers, 4 junio 1860, D. 60. 5. 205, S. 60. 2. 493.
(3) V. principalmente, Civ. 14 julio 1857, D. 57. 1. 354, S. 57. 1. 727; Tr.
Lyon, 22 enero 1872, L>. 72. 3. 16. Baudry'-Lacantinorio, Chéneaux y Bonnecarré-
re,- V. núm. 857.
(4) V. suprú, núm. 2*5 a 27. Nimes, 25 enero 1876, D. 77. 2. 187; Civ. 4 dic.
1905, D. 1906. 1. 207. Pero el demandante en interdicción puede al contrario de­
sistir de la instancia o consentir en el fallo que la desestima. Una sentencia de
la Corte de Casación parece admitirlo implíctamente: Beq. 28 enero 1913, D. 1914.
1. 85; pero casi por unanimidad las Cortes de Apelación están en sentido contra­
rio: Lyon, 24 julio 1872, D. 72. 1. 191; Tolosa, 22 mayo 1880, D. 80. 2. 195; París,
19 enero 1884, D. Jur. Gén., Sup v’ Desistcmcnt, núm. 6; París, 6 julio 1899 D.
1902. 2. 387; Caen, 27 dic. 1899, S. 1902. 2. 89, nota Tissier.
636 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

sanción; pero inmediatamente el fallo produce efectos ple­


nos con relación a terceros, puesto que es constitutivo de
estado, y de allí la necesidad de asegurarle una publicidad
que será examinada más adelante.
686. Recursos.—El fallo que resuelve sobre la inter­
dicción es susceptible de todos los recursos.
La oposición no es admisible contra una sentencia en
rebeldía si el interdicto ha dejado pasar varios años (1).
Regla ésta que no se justifica, por la aceptación tácita, que
sería imposible, sino por el interés del orden público inte­
resado en la estabilidad de la cosa juzgada.
La apelación es siempre posible (2). En apelación,
como en primera instancia, el Ministerio público debe ser
oído, ya que el interrogatorio del demandado es facultati­
vo (art. 500). La ponencia en un Magistrado no se exige
sino en el caso en que el procedimiento sea contradicto­
rio (3). La Corte puede adoptar una de las tres soluciones
que se permite al tribunal, pronunciándose de acuerdo con el
estado del presunto alienado en la fecha de la sentencia (4).
La oposición de terceros es imposible por parte de quie­
nes no sean parientes, si no alegan un fraude urdido con­
tra ellos entre el demandante y el demandado (5). Sabe­
mos que estos terceros no pueden intervenir' en la instancia.
El estado y la capacidad del alienado están fuera de su al­
cance, pero la oposición de terceros es por el contrario po­
sible a las personas admitidas a pedir la interdicción (6).

§ 3.—Publicidad

687. Forma primitiva de la publicidad. — El Código


Civil se había limitado a establecer un doble sistema de edic­
tos (art. 501). que es el que se ha mantenido. La sentencia
debe publicarse: l9, en las tablillas especiales en el local
del tribunal; 29, en los estudios de los notarios del distrito.
Esta última medida se ordena porque la mayoría de los asun­
tos importantes se tratan en las oficinas de los notarios, y
(1) Tr. Sena, 7 die. 1923, Gas. Pal., 7 feb. 1924.
(2) Era juzgada en audiencia solemne antes del decreto del 26 octubre 1879;
Civ. 17 enero 1876, D. 76. 1. 151, S. 76. 1. 302.
(3) Civ 29 junio 1908. D. 1909. 1. 272, S. 1911. 1. 17, nota Tissier.
(4) Poitiers 5 agosto 1831, S. 32. 2. 206 y ]a solución implícita do Civ.
29 junio 1908 precitada. Contra., Besan$on, 3 dic. 1919, D. 1921. 2. 5.
jumo , P 2f) encro 1866> I). 66. 1. 170, S. 66. 1. 105; Req.
10 nov. 1902 n 1903. 1. 541, 8. 1903. 1. 80; Lyon, 26 mayo .1909, D. 1911. 2. 52;
Burdeos, 29 marzo 1887, D. 87. 5. 434,8. 99 2. 153.
'61 Civ. 9 enero 1822, D. Ju-r. Gen,, v» Inrcrdiction, num. 56. S.
LOS INTERDICTOS 637

produce una publicidad bastante eficaz sobre las incapa­


cidades, siempre, desde luego, que el interdicto no abando­
ne la jurisdicción del tribunal que decreta la interdicción,
ya que es en ese territorio donde únicamente se fijan los
edictos (1).
Esta doble publicidad, tiene efecto en los diez días si­
guientes a la sentencia que pronuncia la interdicción y no
hay por lo tanto que esperar a que alcance fuerza de cosa juz­
gada, pues se realiza aunque la sentencia sea recurrida (2).
La publicación de edictos en las oficinas de los nota­
rios se hace por medio del Secretario del Código Notarial,
a quien el demandante de la interdicción debe remitir den­
tro de los diez días de la sentencia, un extracto del juicio ob­
tenido por él (3) (decr. 16 febrero 1807, sobre la tarifa ci­
vil, art. 175, no derogada). Es atribución de dicho Secre­
tario el comunicar acto continuo la sentencia a todos los
notarios del distrito, y corresponde a estos iiltimos tener al
día (4) la lista de los interdictos, y de los individuos pro­ i
vistos de un consejo judicial. Estas reglas permiten deter­
minar y distribuir responsabilidades.
El art. 92, párr. 29 del decreto del 16 de abril de 1807
prevé además que se haga la publicidad por un diario de
anuncios judiciales, publicidad que es puramente faculta­
tiva (5).
688. Publicidad suplementaria por registros.—A es­
tas formalidades antiguas, la ley del 16 de marzo de 1893
(arts. 501 nuevo al. 2 y s.) (6) añade otra: se debe hacer
mención de la interdicción sobre el registro que lleva el es­
cribano del tribunal civil del lugar del nacimiento del in­
terdicto (art. 501, al. 2). Este registro es público como los
registros del estado civil, y cualquier persona puede pedir
una copia. Esta es la primera tentativa hecha en Francia
para establecer el “Expediente civil”.
El procurador del demandante debe trasmitir, dentro
del mes a partir del día en que la sentencia de interdicción
haya adquirido fuerza ejecutoria, un extracto sumario del
(1) Civ. 29 junio 1819, D. Jur. Gén.t v9 Intcrdiotion, núm. 288; 1’ agosto
,1860, D. 60. 1. 326, S. 60. 1. 929.
(2) / * . y
Aubry . Rau,
~ I, pfo.
‘ 12'5, p. 798,, nota 24----bis; -
Baudry-Lacantinerio,
- _ - i,
Bonnecarrére,
(3) yTolosa,
Chéneuax . V. núm. 865. Cons. Civ......
..3 enero -------- 9 enero 1822,
. precitada
1820, D. Jur. Gén., v9 Interdiction, núm. 131.
(4) Civ. 19 oct. 1897, D. 98. 1. 41, S. 98. 1. 183.
Nancy, 1*7 f»:¡b. 182-9, D. Jur. Gén., v9 cit., núm. 133.
í
(«) V. Charmont, Vn nouvcau -modo de publication des incapacités, Rev.
crit., 1893, p. 468 y s. Consúltese también el relato hecho al Senado por Thézard.
638 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

fallo al escribano del tribunal correspondiente. El escriba­


no debe anotar dicho fallo en el registro en un plazo de quin­
ce días, y en los quince siguientes remitir al procurador un
certificado de la inscripción.
Si el interdicto ha nacido en el extranjero, es imposible,
salvo tratados internacionales, ordenar a la escribanía del
lugar de su nacimiento la publicación de la ley de 1893; por
lo que el nuevo art. 501 ordena que se lleve un registro cen­
tral para los interdictos de esta categoría, en la escribanía
del tribunal del Sena. En este registro se inscriben también
las interdicciones de los individuos nacidos en las colonias
francesas; sin perjuicio del registro llevado en la escribanía
de su lugar de origen, y, en fin, se inscribe también en el
Registro del Sena las interdicciones cuyo lugar de naci­
miento sea desconocido (1).
689. Sanción de la publicidad. — Aunque se hubiera
podido establecer que la interdicción que no se haya hecho
pública no perjudicara a los terceros, que no hubieran sido
advertidos, de manera que la nulidad de los actos realiza­
dos con ellos por el interdicto no les perjudique; sin em­
bargo, no se ha llegado a recurrir a esta sanción extrema,
estimándose la protección debida al incapaz como una ne­
cesidad superior (2).
La única sanción legal consiste, por consiguiente, en la
responsabilidad pecuniaria de personas, hacia los terceros
engañados por defecto de publicidad. Son responsables:
1’ el demanda/nte en interdicción, si la equivocación
de terceros ha sido motivada por que no haya practicado lo
necesario para la fijación de los edictos;
2’ el tutor del interdicto (3) ;
39 el secretario del Colegio Notarial, y el propio Cole­
gio, si los terceros han sido víctimas de la falta de comu-
(1) Regla adoptada por analogía con el armario judicial. Aubry y Rau, I,
pío. 125, p. 799, nota 24 quinquenal.
(2) Eso es cierto para la publicidad prevista por la ley de 1893 (véase la
última linca del artículo 501). Para la publicidad, por medio de carteles del Códi­
go Civil primitivo, es la opinión dominante: V. Aubry y Rau, pfo. 125, p. 799 y 800;
Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnccarrére, V. núm. 867; A. Colín y Capitant,
1 p. 5*87-8, Montpellier, 1’ julio 1840, D. Jur. Gén., v’ Interdiction, núm. 2‘96, S. 40.
2 314; Rennes, 12 mayo 1851 D. 52. 2. 262, S. 52. 2. 131; Req. 6 julio 1869, D.
69 1 267 S 68 1 32’5; Poitiers, 15 mayo 1882, D. 83. 2. 40, S. 83. 2. 108. Cons.
no* obstante, Civ. 16 julio 1810, S. chr.; Florencia, 25 enero 1812, D. Jur. Gén.,
loe cit.; Douai, 22 junio 1854, D. 55. 2. 254, S. 54. 2. 491; Tr. Lyon, 13 marzo
1869 D 71 5- 221 Comp. también la jurisprudencia concerniente a la necesidad
de la publicación e¿ Francia de las interdicciones declaradas en el extranjero,

Req. 6 junio 1896, D. 96. 1. 448, S. 1900. 1. 166.


LO.S INTERDICTOS 639

nicación de la sentencia de interdicción a los notarios de


la jurisdicción;
49 los notarios del distrito del tribunal que haya de­
cretado la interdicción, si no han mantenido al corriente
la lista de los interdictos en los edictos fijados en su estu­
dio, omisión que ha ocasionado en la práctica error a ter­
ceros, precisamente en un documento redactado por uno de
estos notarios (1) ;
5* el procurador del dema/ndante expresamente encar­
gado por el art. 501 de trasmitir un extracto del fallo al
escribano, e implícitamente encargado por su mandato ad
litem de trasmitir otro al secretario del Colegio Notarial;
69 el escribano del tribunal del lugar del nacimiento
del interdicto si el error de los terceros se debe a que no se
haya anotado en el registro a su cargo dentro del plazo le­
gal, el extracto del juicio de interdicción.
Además este escribano y el procurador incurren en una
multa de 50 francos si no lo hacen en el plazo prescrito,
siendo como son de sus cargos respectivos la obligación de
anotar la interdicción en los registros.

Sección III.—Condición jurídica del interdicto

§ 1.—Incapacidad personal del interdicto

690. Utilidad de la interdicción.—La interdicción su­


pone la sustitución de una incapacidad de derecho conti­
nuo, a la incapacidad de hecho» que sin embargo a veces es
intermitente, como era antes de la interdicción, la incapa­
cidad del demente; suprimiendo así la capacidad que exis­
te durante los intervalos lúcidos. En otros términos, la in­
terdicción equivale a una presunción, absoluta de locura.
De aquí una doble ventaja:
l9 La prueba simplifica en extremo, basta una com­
paración de fechas. Si el acto o contrato aparece hecho du­
rante la interdicción, es anulable; sin que se tenga que exa­
minar si su autor lo ha hecho en un intervalo de lucidez y d
ni siquiera si ya estaba sano.
29 La nulidad de los actos o contratos del demente
puede pedirse aún después de su muerte, por los herederos
del interdicto, ya que la interdicción obvia los obstáculos
que se oponen a su acción {infrct, núm. 726).
(1) Civ. 19 oct.. 1897, D. 98. 1. 43, S. 98. 1. 183.
I
640 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Así desaparece el doble obstáculo de hecho y de dere­


cho, que en general impide demandar la nulidad de los ac­
tos hechos por un alienado.
691. Extensión de la incapacidad del interdicto.—La
ley emplea la fórmula más absoluta: “Todos los actos rea­
lizados... por el interdicto... serán nulos” (art. 502).
Este texto no implica por lo tanto ninguna excepción, se
extiende tanto a los contratos como a las sentencias en su
contra.
Sin embargo, la mayoría de los autores (1) permiten
al interdicto, siempre que esté en un intervalo de lucidez,
realizar ciertos actos. No existe acuerdo sin embargo para
hacer una lista de los actos permitidos, porque se discute so­
bre el motivo que justifique las excepciones, los unos (2)
consideran el interdicto como capaz de hacer durante sus
intervalos de lucidez, los actos que no se puedan ejecutar
por mandatario. En efecto, dicen, no teniendo el tutor
personalidad para actuar en esos casos, el interdicto se
encontraría completamente privado del derecho de ejecu­
tarlos, si no se le permitiera para ello aprovechar sus mo­
mentos de lucidez. Tales serían el matrimonio (3), la adop­
ción, el testamento y lógicamente hasta el compromiso y la
donación (4).
Otros autores (5) no atribuyen a la interdicción más
que un fin limitado: proteger el patrimonio del interdicto.
Serían nulos, por consiguiente, aunque realizados en sus
períodos de lucidez, solamente los actos patrimoniales; los
otros (matrimonio, adopción, reconocimiento de hijos na­
turales (6), emancipación, demanda en nulidad de matri­
monio, etc.), son válidos (7).
(1) Demolombe, VIII, núms. 633 y s.; Villey, Des actes do l’interdit poste-
rieurs au jugement d’interdiction, p. 122 y s.; Huc, III, núm. 519; Laurent, V.
núms. 308 y s.; Aubry y Rau, I, pfo. 127, p. 808; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux
y Bonnecarrére, V. núms. 903 y s. La opinión contraria, que había sido adoptada
por los primeros comentadores del Código Civil (Toullier, I, núm. 502; Duranton,
II, núms. 27 y s.; Proudhon, I, p. 375 y II, p. 551; Colmet do Santerre, II, núms.
274 bis a) tienden además a volver en favor (Comp. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux
et Bonnecarrére, núm. 906, nota 1; Colín y Capitant, I, p. 590 y s.).
(2) Demclombo, loe. cit.; Villey, oj). cit. y loe. cit.
(3) Sobre este punto, v. nuestro Tratado, t. II, núm. 97.
(4) V. Contra, motivos de Nancy, 8 mayo 1880, D. 83. 1. 113, no contradichos
< este punto de ]a Corte de Casación.
acerca de
(5) Laurent, loe. cit.; Huc, loa. cit.
(6) V. sobre este punto, nuestro Tratado, t. II, 3? parte.
(7) Comp Lyon, 14 enero 1870, D. 76. 5. 272, S. 71. 2. 270, admitiendo que
la indulgencia por el interdicto, en el curso de un intervalo lúcido, de injuria gravo
cometida a ese respecto por un legatario, extingue toda acción de revocación por
I • ingratitud.
LOS INTERDICTOS 641

Estos dos sistemas introducen distinciones arbitrarias


en la aplicación de una disposición que es terminante. El
primer sistema estima inadmisible que un incapaz pueda
encontrarse en la incapacidad absoluta de realizar cual­
quier acto. Y no obstante dicha imposibilidad es por el
contrario perfectamente normal: el menor, por ejemplo,
no puede, ni por el mismo ni por su mandatario, hacer un
testamento de todos sus bienes, una donación o un compro­
miso. No hay razón para establecer distinciones con el
interdicto. El segundo sistema no es menos ilógico: los ac­
tos extrapatrimoniales exigen, tanto como los otros, el con­
sentimiento libre de su autor, y como la gravedad es igual
a la de los actos de interés pecuniario, debe tener el demen­
te para ellos la misma necesidad de protección legal. Se­
ría un error el considerar la interdicción como destinada
únicamente a proteger a la familia contra los actos de di­
lapidación de un demente, olvidando que tiene por razón
principal la protección del propio incapaz. Por lo demás
ya se verá más adelante {infra, núm. 704) que las acciones
extrapatrimoniales del interdicto están a cargo del tutor, lo
que demuestra que la incapacidad legal del demente alcan­
za a ese aspecto.
692. Continuación. Matrimonio del interdicto.—La
cuestión es particularmente grave y difícil de resolver en
lo que concierne a la capacidad del interdicto para contraer
matrimonio. No se podría aplicar aquí pura y simplemen­
te la regla de que la incapacidad general se aplica a los ac­
tos extrapatrimoniales como a los actos patrimoniales. La
capacidad en materia de matrimonio está, en efecto, regu­
lada especialmente en virtud de consideraciones particula­
res, por lo que ningún texto hace al interdicto incapaz de
casarse. Por esta razón la jurisprudencia parece inclina­
da a declarar el matrimonio válido cuando ha sido contraí­
do en un intervalo de lucidez (1). Esta solución parece
la más jurídica, pero cabría preguntar si el matrimonio debe
permitirse a los locos, teniendo en cuenta que un intervalo
de lucidez no es una cura y el mantenimiento legal de la
interdicción prueba que la locura persiste (2).
693. Obligaciones extracontractuales. — El interdicto
que tiene conciencia de sus actos, se obliga como todos los
incapaces (szóprd, núms. 281 y s.) por sus delitos y por sus
(1) Rcq. 12 nov. 1844, D. 45. !.• 98, S. 45. 1. 246 (motivos) ; Gante, 2 junio
1902, S. 1903. 4.; Trib. Chálons-sur-Marne, 5 marzo 1909. 5. 47; Trib.
Vorvins, 21 julio 1910, D. 1911. 5. 6, S. 1911. 2. 125. Contri, Casación belga 21
febrero 1895, D. 97. 2. 195. '
(2) Véase nuestro Tratado, t. II, núm. 97.
642 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cuasi-delitos, y es penalmente responsable (1). También


resulta obligado por las obligaciones legales, principalmen-
te en caso de enriquecimiento sin causa.
Como todo incapacitado, el interdicto puede válidamen­
te representar a otro, pero sin asumir personalmente res­
ponsabilidad por razón de esta representación.
Se admite, en fin, que puede realizar actos conserva-
torios.
694. Carácter de la nulidad de los actos del interdicto.
—La incapacidad del interdicto no es la misma que la del
menor. Esta última tiende sobre todo a evitar lesión al in­
capaz, mientras que el acto del interdicto se reputa nece­
sariamente como obra de un loco, privado del uso normal
de su inteligencia y de su voluntad: por lo tanto, como ese
acto carece de un elemento de validez, el consentimiento li­
bre, es nulo de derecho (art. 502).
Ahora bien, su nulidad es puramente relativa (artícu­
los 1125 y 1304 sol. impl.) (2). Unicamente el interdicto,
mientras vive (3), y, después de su muerte, sus herederos,
rueden prevalerse de ella, pero no la otra parte contratan-
e (4).
La nulidad no produce efectos mientras no resulte pro
nunciada judicialmente; puede consolidarse por medio de
la confirmación (art. 1338), o por la prescripción de diez
años (art. 1304).
Queda entendido que es el tutor quien puede ejercitar
la nulidad por el interdicto, en tanto que la interdicción no
haya cesado. El interdicto, después de terminada la inter­
dicción, o antes, su representante, puede también ceder a
un tercero el ejercicio de la acción de nulidad
La relatividad de esta nulidad es singular en el caso
particular en que el acto haya sido celebrado por un loco
en un momento de inconsciencia absoluta: no se compren­
dería que ese acto no fuera tachado de nulidad absoluta,
puesto que el consentimiento, elemento esencial de todo
acto jurídico, no ha existido. De donde parece deducirse
(1) Sin «tender a la nulidad civil do los actos jurídicos que constituyen un
elemento de esas infracciones. El derecho penal en efecto, no tiene cuenta ningu­
na de esta nulidad; v. por el abuso de confianza: Crim. 2'9 nov. 1902, S. 1904.
3?2) Aubry y Bau, I, pfo. 127, p. 808; Baudry-Lacantincrie, Chéneaux y
Bonnecarrére. V. núm. 896; A. Colin y Capitant, I, p. 593.
(3) Alger, 25 oct. 1897, D. 98. 2. 448.
(4) En materia de interdicción legal, la nulidad es on cambio absoluta. Los
terceros interesados pueden prevalecerso do ella contra el interdicto. Por una re-
versión de situación bastante curiosa, se pregunta si la acción no dobe ser rehusa­
da al interdicto, puesto que la incapacidad es creada contra ól y no en su favor.
LOS INTERDICTOS 643

que todos los interesados pudieran tener el derecho de in­


vocar la nulidad y que ésta podría ser objeto de una con­
firmación expresa o tácita. Esta sería, la regla si en el
caso del loco cuya interdicción no hubiera sido legalmente
declarada (rn/rd, núm. 724). ¿Cómo es posible, por tanto,
que ese principio se derogue porcia comprobación oficial de
la enajenación mental? Sin embargo, la solución contraria
es la tradicional. La incapacidad legal resultante de la in­
terdicción envuelve, se dice, la incapacidad de hecho que
proviene de la enajenación mental y no permite ya que ésta
se invoque. Además, la nulidad relativa protege mejor al
enajenado que la nulidad absoluta, puesto que la acción le
queda reservada (1). Parece así responder mejor a los ca­
racteres generales de las incapacidades de protección (su-
práy núnis. 28S-289 e, infrá, núm. 716).
Estas razones, sin embargo, no nos parecen suficientes
para impedir la aplicación de las regias sobre la validez de
los actos jurídicos. Persistimos en creer que los terceros
pueden demandar la nulidad de un acto jurídico celebrado
por el interdicto en ausencia completa de consentimiento,
cosa, además, difícil, puesto que la locura no suprime siem­
pre completamente la conciencia del alienado.
695. Punto de partida de la incapacidad.—El artícu­
lo 502 expresa que la interdicción tendrá su efecto “desde
el día de la sentencia”. La eficacia de la interdicción no
data, pues, del día en que se reclama. La razón es sencilla.
La sentencia de interdicción es constitutiva de estado. En
lugar de declarar una situación preexistente, lo que hace es
modificar la capacidad del demandado. Esta modificación
no data, pues, más que de la resolución que la pone en vigor.
Siempre es preciso tener en cuenta la sentencia anterior
que haya podido impedir actuar al interdicto por la desig­
nación de un administrador provisional (suprd, núm. 682).
La interdicción, produce sus efectos inmediatamente
después de la sentencia que la pronuncia. La jurispruden­
cia interpreta en este punto completamente a la letra el ar­
tículo 502. No solamente anula los actos posteriores a la
sentencia, aún los celebrados antes de que ésta se haya pu- -
blicado (suprd, núm. 639), no solamente deniega todo efecto

I
suspensivo a la oposición (2) o a la apelación (3), en el
(1) A. Colín y Capitón t, I, p. 593.
(2) Req. 6 julio 1868, D. 69. 1. 267, S. 68. 1. 325; Caen, 22 enero 1856 D
56. 2. 133; Rouen, 17 marzo 1875, D. 75. 2. 207, S. 77. 2. 197; Civ. 20 dic. 1922
Gas. Pal,, 9 feb. 1923. ’
(3) Req. 27 julio 1874, D. 76. 1. 129, S. 1902. 2. 91; Cae. 11 dic 1911 S
644 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

caso en que la. sentencia de interdicción resulte definitiva­


mente mantenida, sino que también llega a la misma solu­
ción en el caso en que la sentencia de interdicción, pronun­
ciada primeramente en rebeldía resulte anulada median­
te la oposición, y la interdicción restablecida por la apela­
ción (1). Lo mismo ocurre en el caso de que la sentencia de
interdicción, anulada, primeramente en apelación, fuera
restablecida, después, en casación, por la Corte. Estas dos
últimas soluciones, contrarias a las reglas ordinarias del
procedimiento (2), a nuestro entender, no tienen justifica­
ción sino en el caso de que el interdicto quiera aprovechar­
se de la prolongación de la instancia para celebrar actos im­
portantes (3). Pero entonces el fraude a la ley sería el
verdadero motivo de la nulidad de sus actos (4).
En el caso de que el tribunal rechace la demanda de
interdicción y resulte acogida después de la Corte, la in­
terdicción no data sino del día de la sentencia. No obstan­
te, si el tribunal hubiera ya nombrado al demandado un
Consejo judicial, la incapacidad así establecida sería efecti­
va entre la sentencia apelada y la sentencia definitiva.
La interdicción pronunciada por el tribunal no pro­
duce efecto en ningún momento, si la Corte rechaza la de­
manda (5) ; no obstante, cuando la sentencia suprema nom­
bra al demandado un Consejo judicial, la incapacidad limi­
tada que resulta de ella, se considera que se remonta al día
de la sentencia primitiva. Los actos regulares del admi­
nistrador provisional subsistirán válidamente.
Toda esta jurisprudencia, basada en el texto del artícu­
lo 502, ha sido motivada por un celo excesivo hacia la pro­
tección del interdicto. Es muy peligrosa para los terceros,
puesto que la incapacidad del alienado existe antes de que
se haya revelado por medio de ninguna publicidad. Se ha
pensado, sin duda, en que el estado físico del alienado da
a conocer a todos su incapacidad. Pero este alienado pue­
de tener largos intervalos lúcidos y durante los cuales el
1912. 1. 551; Angers, 3 agosto 1866, D. 67. 2. 23, S. 66. 2. 340. Esto so justifica
tanto mejor desdo ol punto do vista jurídico, cuanto quo ol texto primitivo del art.
502’ _______
hablaba de 1la
________ sentencia
_1____ ' ■” r yy ~~
' /’ definitiva queL~ esta palabra,
’ - *suprimida
ia sido
-ha —sa-t | — a sa­
hiendas. V. nota Lacoste, S.
biendas. 1902.;4. 17, y A. Colin y Capitant, I, p. 594. V. Bru­
8. 1902
selas, 29 nov. 1900, 8. 1902. 4. 17.

París, 6** clic.
""" /*.
1894, D. 95. O2. 425,
T"\ AO
nota Glasson.
(2) V. nota Glasson, precitada.
(3) París, 7 marzo 1895, D. 95. 2. 425, nota Glasson, S. 98. 1, 305.
(4) Sobre los pródigos y los imbéciles, coas, el núm. 745.
(5) Reo 9 julio 1816. Amiens, 16 feb. 1823; Rouen, 22 julio 182S; París,
-junio 1833 D Jur. Gén., v’ Interdiction, núm. 220, 8. chr.. y S. 38. 2. 417; Lyon,
2 nov. 1831, Civ. 4 feb. 1835, D. ibid., núm. 221.
LOS INTERDICTOS 645

alienado puede ser dueño de sus actos. La regla legal no


concuerda, pues, con la necesidad moderna de una publici­
dad completa del estado.
696. Prueba de la fecha de los actos del interdicto.—
Como la incapacidad no data sino del día de la interdicción,
el interdicto podrá burlarla poniendo fecha anterior a sus
actos. El fraude es tan fácil, que la jurisprudencia se ha­
bía negado primeramente a considerar la fecha alegada
por el interdicto como factible de invocarse contra él o sus
representantes, que pidieran la nulidad; a no ser que fue­
ra cierta conforme al art. 1328. Un sistema semejante,
que tenía la ventaja de proteger excelentemente al incapaz,
pareció contrario a la regla según la cual los documentos
privados hacen prueba sobre su fecha entre las partes con­
tratantes (1), sin necesidad de registrarlos. Por eso, la
jurisprudencia lo ha abandanado. Las sentencias del Su­
premo declaran hoy (2) que la fecha anterior a la senten­
cia, en los documentos privados del interdicto, implican su
validez. Para que eso no sea así, es preciso que el deman­
dante en nulidad pruebe por algún medio, desde luego, cual­
quiera, puesto que se trata de comprobar el fraude, la in­
exactitud de esa fecha. Presentada esa prueba, el docu­
mento se considerará celebrado en estado de incapacidad,
sin que sea necesario conocer la verdadera fecha (3). Co­
rresponde entonces a la parte que invocase el acto falsa­
mente fechado, el demostrar que ese acto ha sido celebrado, I
no obstante, en período de capacidad (4) ; la misma prueba
incumbirá, también, a los que invocasen un documento sin
fecha (5).
697. Suerte que siguen los actos anteriores a la in­
terdicción.—Ya hemos indicado que la interdicción no pro­
duce efectos sino después de la sentencia que la pronuncia =
y por lo tanto no es retroactiva. Como no obstante, ella es i
prueba de un estado de locura generalmente preexistente,
el art. 503 permite que se pida la nulidad de actos anterio-
(1) Tal voz la antigua jurisprudencia sea aun defendible, pues la regla en
cuestión no puedo aplicarse sino en el caso de quo la fecha haya sido puesta por
un individuo sano de espíritu, lo quo la interdicción hace quo sea dudoso.
(2) Orleans, 2'5 agosto 1837 y 21 marzo 1838, D. Jur. Gé-n., v’ Intcrdiction,
núm. 221, S. 38. 2. 66 y S. 39. 2. 326; Nancy, 21 marzo 1842, D. ibid,t núm. 223;
Tr. Lyon, 13 marzo 1869, D. 71. 5. 220; Civ. 13 nov. 1895, D. 96. 1. 267, . 97. 1. 262;
.París, 19 dic. 1’919, D. 19. 2. 80. Como sentencia de transición, v. Req. 8 marzo
1836, D. Jur. Gén., v» cií., núm. 220. S. 36. 1. 236. En esto sentido Baudry-Lacanti-
aerie, Chéneaux y Bonnecarróro, V. núm. 931.
(3) Roq. 30 junio 1868, D. 69. 1. 230.
(4) La misma sentencia.
(5) Orleans, 17 junio 1875, D. 77. 2. 177, S. 75. 2. 319. Cons. Civ. 13 nov.
1895, precitada.
646 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

res a la sentencia, celebrados en estado de demencia. Aun­


que otra cosa se haya dicho, no hay en eso ninguna excep­
ción al principio de la no retroactividad de la sentencia; el
acto anterior a la interdicción es anulado como emanado de
un loco y no como emanado de un interdicto: y es una prue­
ba de la irretroactividad de la interdicción el hecho de que
la anulación sea posible aunque la interdicción, si bien de­
mandada, no resulta declarada nunca después de la muer­
te del alienado. Además, la retroactividad de la interdic­
ción permite hacer anular no solamente los actos, sino tam­
bién las sentencias anteriores; pues bien, si han adquirido
la autoridad de la cosa juzgada, esas sentencias son inataca­
bles aún después de la interdicción (1). Las notificaciones
hechas al demente son también válidas.
Una doble condición establece el art. 503 para la anula­
ción de los actos anteriores a la sentencia de interdicción:
l9 Es preciso que la causa que haya motivado des­
pués la interdicción, es decir, la enfermedad mental, exis­
tiera ya el día en que se celebrara el acto. Se observará que
no es necesario en modo alguno probar la falta de razón en
el momento preciso del acto (2), puesto que los tribunales
no están obligados a tener en cuenta los intervalos lúcidos.
La prueba de la demencia anterior al acto se podrá realizar
con una absoluta libertad de medios (3). Como el empleo
de presunciones es admisible, se permite al tribunal ir a
buscar indicios en la investigación, el interrogatorio y el
informe del Consejo de familia, comprendidos en el proce­
dimiento de interdicción, y todo eso aunque el beneficiario
del acto atacado no haya sido parte de él (4). Lo mismo
que ocurre para la declaración de interdicción, el juez del
hecho aprecia libremente pvístencia de la demencia en la
fecha del acto litigioso, y la Corte de Casación se conforma
con una simple afirmación de su parte.
29 Es preciso que el estado del demente haya sido
notorio. La ley quiere evitar que los terceros no sean fá-
(1) Douai, 18 feb. 1848, D. 48. 2. 175, 8. 48. 2. 563. Limoges, 8 dic. 1919,
___ PaZ., 3 sept. 1920. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm.
Gaz
92'9; A. Colín y Capitant, I, p. 595-6.
(2) Roq. 6 agosto 1840, D. Jur. Gén., v9 Interdiction, núm. 215.
(3) Req. 12 sept. 1811, D. Jur. Gén., v9 Interdiction, núm. 217; 5 agosta 1824,
19 agosto 1834 D. ibid., núm. 216, 6 agosto 1840, D. ibid., núm. 215; 19 fob. 1861,
D. 61. 1. 443 S. 62. 1. 504; 7 nov. 1898, D. 98. 1. 565, 8. 99. 1. 223.
íL Roq5 12 sept. 1811, D Jur. Gén., v9 Interdiction, núm. 217; Rennes, 16
nov 1813 ibid • Req. 13 marzo 1869, D. 72. 1. 75, S. 69. 1. 372. Baudry-Lacantine-
rip Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 293. Contrd, Nimes, 22 marzo 1818, D. Jur.
Cfin v9 cit núm. 217, S. chr.; Nancy, 21 marzo 1894, D. Jur. Gén., v9 cit., núm.
223.’ Aubry’y Rau, I, pío. 127, nota 7, p. 808-809.
LOS INTERDICTOS 647

Gilmente víctimas de sorpresas. No obstante, se conforma


con una notoriedad general, y no exige que la locura haya
sido conocido particularmente por aquel contra quien se
pida la nulidad (1), salvo el derecho del juez a tener en
cuenta la buena fe del tercero si su imprudencia es excusa­
ble. Tanto la existencia de la demencia, como su notorie­
dad son apreciadas libremente por el juez del hecho, pu-
diendo elegir las pruebas. Nada impide hacer que se re­
monte la notoriedad de la demencia a muchos años antes
de la interdicción (2), puesto que la prescripción de diez
años de la nulidad de los actos del demente no empieza a
correr sino a partir del cese de la interdicción (art. 1304,
párrafo3) (3).
Si se reúnen las dos condiciones que preceden, el acto
puede ser anulado, pero a diferencia de lo que ocurre en
cuanto al acto que se realiza con posterioridad a la inter­
dicción, su nulidad no resulta obligatoria (art. 503). El
tribunal tiene en este punto un poder discrecional que ejer­
cerá teniendo en cuenta a la vez el interés del demente (4),
la buena fe de los terceros amenazados por la nulidad (5),
y la posible existencia de un intervalo lúcido (6) en el mo­
mento en que se celebrara el acto impugnado.
Aún cuando no se trate de demencia notoria, es preciso
I reconocer a los tribunales el derecho de anular el acto ce­
lebrado por el interdicto con anterioridad a su interdic­
ción, siempre que la prueba de la enajenación mental resul­
te del acto mismo (7). En este caso, la culpa grave del
cocontratante se hace evidente y el acto del demente se pue­
de siempre anular, aunque la interdicción no se pide (ar-

I (1) Rennes, 16 nov. 1813; D. Jur. Gén., v* Interdiction, núm. 213, S. chr.;
Grenoble, 30 junio 1847, D. 48. 2. 150, S. 48. 2. 450; Req. 19 feb. 1861, precitada,
sol. impl. V. Angers, 13 feb. 1846, D. 46. 2. 74. Baudry-Lacantinerie, Chénoaux y
Bonnecarrére, V. núm. 924; A. Colín y Capitant, I, p. 595. V. también Lyon, 18
nov. 1898, D. 99. 2. 103, S. 99. 2. 172. Poro creemos que, en cambio, basta que la
demencia haya sido conocida de aquel contra el cual es demandada la nulidad,
para que esa nulidad pueda ser pronunriada incluso de ausencia de notoriedad I
general (Aubry y Rau, loe. cit.'). V. infrá, núm. 724.
(2) Angers, 1» marzo 1845, D. 45. 2. 61, 13 Feb. 1846, precitada.
(3) V. además Angers, 1’ fmarzo 1845, y 13 feb. 1846, precitadas, Chambéry,
19 enero 1886, D. 87. 2. 161, nota Flürer, S. 88. 2'. 16. Baudry-Lacantinerie, Ché-
neaux y Bonnecarrére, V. núm. 927. Contrá, A. Colín y Capitant, I, p. 595. V. infrá,
núm. 724.
ii
(4) V. principalmente, Aix, 23 abril 1847, D. 47. 2. 188; Angers, 13 feb.
1846, precitada. V. Req. 15 nov. 1826, D. Jur. Gén., v» Interdiction, núm. 217.
(5) Aubry y Rau, I, pfo. 127, p. 809; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 924.
I
(6) Nancy, 21 marzo 1842, D. Jur. Gén., v? cit., núm. 223.
(7) Civ. 5 junio 11882, D. 83. 1. 173, S. 84. 1. 112. Cons. Nancy, 21 marzo
1842, precitada.
I
648 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

tículo 504). Se dispensa también al demandante de la nuli­


dad el probar la notoriedad de la demencia, si el acto liti­
gioso es una liberalidad (art. 901) y en todos los casos en que
la nulidad del acto que haya celebrado se ejercite en vida (1),
salvo que se admite al juez exigir la notoriedad de la de­
mencia para anular los actos de los locos cuya interdicción
no ha sido nunca solicitada (v., infrá, núm. 724).

i § 2.—Tutela del interdicto

698. Reglas generales.—La interdicción declarada da


origen a la tutela. Eso es lo que quiere decir el art. 509;
cuando expresa: “El interdicto se equipara al menor en
cuanto a su persona y bienes”.
La tutela de los interdictos obedece, pues, en principio,
a las reglas de la de los menores. Su organización gene­
ral es idéntica; hay un tutor, un subtutor, un Consejo de
familia. Las atribuciones de los distintos componentes de
la tutela son las mismas; sus facultades y obligaciones son
semejantes; se les aplican las mismas causas de excusa, de
exclusión y de destitución (art. 505).
Sin embargo, se ha visto ya (supra, núm. 6S0), en el
procedimiento de interdicción, que el Consejo de familia
del mayor presenta ciertas diferencias con el del menor.
Se aplican al Consejo de familia de la tutela del interdicto
las mismas reglas de composición que al encargado de dar
su parecer sobre la interdicción, con la diferencia de que el
que solicita la interdicción puede formar parte del Consejo,
una vez declarada aquélla (2).
Por otra parte, existen entre las dos tutelas algunas
diferencias que se refieren: l9, a la designación del tutor;
29, a su misión; 39, a las causas de cesación de la tutela.
699. A. Particularidades relativas al tutor.
Predominio de la tutela dativa.—No existe la tutela testa­
mentaria para el interdicto. No existe tampoco la tutela
legal sino en favor del marido si la interdicción alcanza a
una mujer casada. En todo otro caso, el tutor es nombrado
por el Consejo de familia (3), que debe reunirse a este efec-
(1) V. infrdt núm. 724, y las notas; jurisprudencia contraria (v. decisiones
anteriormente citadas) .
(2) Comp. París, 24 feb. 1853, D. 53. 2. 167, S. 53. 2. 463, sentencia an­
terior a la ley de 1917.
(3) Tr Sena 6 junio 1924, D. 1925. 2. 11. El consejo de familia no puedo
delegar a esté efecto sus poderes en el tribunal (la misma sentencia).
LOS INTERDICTOS 649

to inmediatamente después de la sentencia de interdic­


ción (1), a iniciativa del solicitante o de cualquier intere­
sado, pudiendo también proceder de oficio el juez de paz
(argumento art. 406).
700. Tutela legal del marido.—“El marido es, de de­
recho, el tutor de su mujer interdicta” (art. 506). El mari­
do tiene efectivamente sobre la persona y los bienes de su
mujer derechos que se acomodarían muy mal a ima división
con el tutor. Y es así aún cuando se trate de un marido
menor. La ley no hace distinciones.
Bajo el imperio del Código de 1804, se admitía una ex­
cepción respecto del marido separado de cuerpo (2). Su
exclusión de la tutela legal ha sido confirmada implícita­
mente por la ley de 6 de febrero de 1893, que ha librado com­
pletamente a la mujer de la potestad marital. Como la
mujer, en cuanto a su persona, deja de hallarse sometida al
marido desde el momento en que por mandamiento del pre­
sidente del tribunal se le asigna, al comienzo del procedi­
miento de separación, una residencia separada, hay que ad­
mitir que, si a una mujer casada se le incapacita en el cur-'
so de un procedimiento de separación de cuerpos o de di­
vorcio, su marido no es legalmente su tutor (3) ; es preciso
nombrar un tutor provisional que reemplace al administra­
dor provisional, mientras el resultado de la acción en el cur­
so permita saber si es que habrá definitivamente tutela da
tiva. J
La separación de "bienesf incluso judicial, no hace per­
der al marido su cualidad de tutor legal, a menos que no
sea objeto de una destitución. En cambio, el hecho de que
sea destituido de la tutela o excusado de ella, no le quita la fí
potestad marital y no cambia en nada su régimen matrimo­
nial (4), salvo que el representante de la mujer demande,
según los casos, la separación de cuerpos o bienes.
701. Mujer tutora del marido interdicto.—La mujer
no es tutora legal de su marido interdicto, pero puede ser
nombrada tutora dativa (art. 507). Resulta de eso para ella
(1) Como la interdicción produce sus efectos aun en el caso de que haya
apelación u oposición, parece que no so debe esperar el resultado de esos recursos
para nombrar al tutor. No obstante, los actos de ésto no tendrán efecto, si la in­
terdicción resulta finalmente rechazada (v. suprd, núm. 695) . Sería, pues, más segu­
ro continuar recurriendo a un administrador judicial provisional (art. 505). Comp.
Aubry y Rau, I, 5’ ed., pfo. 126, p. 802, texto y nota bis.
(2) R^q. 25 nov. 1857, D. 58. 1. 299, S. 58. 1. 289; Nancy, 15 mayo 1868, D.
69. 2. 224, S. 69. 2. 149; Poitiers, 22 abril 1869, D. 74. 5. 296, S. 69. 2. 181.
(3) Poitiers, 22 abril 1869, precitada.
(4) Sobre la responsabilidad que continúa existiendo para él, v. Civ. 22 feb.
1841, D. Jur. Gén.t v9 Interdicción, núm. 177.
650 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

un cambio de papel altamente singular, que le crea una si­


tuación completa (Cons., suprá, núm. 251). Como mujer
casada, la tutora es incapaz, y como su marido no puede ya
darle autorización ninguna, tiene que acudir al tribunal
para obtener esa autorización, cada vez que quiera proceder
por su cuenta(l). Pero, cuando representa a su marido,
no tiene necesidad de autorización sino según las reglas ge­
nerales de la tutela (2), puesto que los incapaces pueden re­
presentar a otro como si fueran capaces (art. 1990) ; suprá,
número 280). Esta es la regla que hay que aplicar a la ad­
ministración de la sociedad legal por la mujer (3).
Como la situación extraña que se le crea así a la mu­
jer no deja de tener sus riesgos, la ley quiere que el Con­
sejo de familia regule “la forma y las condiciones de su
administración”. Eso significa evidentemente que pue­
de restringir las facultades de la mujer; pero no aumentar­
los (4). Puede, por ejemplo, obligar a la mujer a no ac­
tuar sino con el consentimiento del subtutor. En el caso
de que la mujer se estime perjudicada, conservará el dere­
cho, dice el precepto, de acudir ante el tribunal.
Con mayor razón, la mujer puede recurrir contra la
lecisión que le rehúse la tutela (5). Pero si esta negativa
se confirma, es preciso respetar su derecho y su deber de
asistencia y concederle, consiguientemente, una cierta in­
tervención en la tutela y en especial con referencia la de­
terminación -del tratamiento médico de su marido; así como
desde el punto de vista de la administración de los bienes
de la sociedad legal (6). La mujer ejercerá en lugar del
marido la patria potestad y conservará sus derechos rela­
tivos a la administración del hogar.
702. B. Particularidades relativas a la adminis­
tración de la tutela. Aplicación de los recursos del alie­
nado a su curación.—El tutor de un menor debe sobre todo
tratar de hacer economías; el tutor de un loco debe sobre
(1) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonneearrére, V. núm. 890. Sobro su
aplicación interesante, v.: Poitiers, 17 junio 1847, D. 47. 2. 61, S. 47. 2. 16.
(2) Burdeos, 30 enero 1890, D. 91. 2. 245.
(3) Aubry y Rau, I, pfo. 126, p. 804; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y
Bonneearrére, V. núm. 890. A. Colín y Capitant, I, p. 589.
(4) Contrá, Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonneearrére, V. núm. 889. Si
el consejo de familia omite resolver, la mujer tendrá los poderes de un tutor ordi­
nario: Burdeos, 30 enero 1890, precitada.
<■51 Sobre todo si no ba sido puesta también en el caso de hacer valor su
derecho moral; Bruselas, 20 julio 1812, y Bennes, 27 dic. 1830, D. Jur. Gén., v*
"administración debe ser confiada al tutor .del interdicto puesto que
esto último Uleree todos los derechos patrimoniales del marido. Orleans, 9 agosto
1817, D' Jur. Gén„ v’ Interdictan, núm. 164; Rennes, 3 feb. 1819, D. ibid., núm. 182.
LOS INTERDICTOS 651

todo aliviar su suerte y acelerar su curación. Por lo tan­


i to, puede emplear con este fin, no solamente las rentas, sino
también las cantidades disponibles del interdicto, mediante,
sin embargo, la autorización del Consejo de familia.
El Consejo fija, en efecto, como en el caso de minori­
dad, el gasto anual previsto. Es también el Consejo y no
el tutor, el que decide, de acuerdo con los recursos y el es­
tado de salud del interdicto, si el alienado ha de ser cuida­
do en su domicilio o en una clínica u hospital (art. 510).
Hay que exceptuar, no obstante, el caso en que el interdic­
to sea una mujer casada, puesto que el marido, tutor o no,
conserva entonces sobre ella la potestad marital (1).
703. Donaciones a los hijos del interdicto.—Se sabe
que las donaciones son imposibles a los representantes de
los menores. En el caso de los interdictos, la ley ha tenido
que someter esa regla a una excepción importante cuando
se trata de un alienado que tiene hijos (o nietos huérfanos), I
en edad de contraer matrimonio: el art. 511 autoriza al Con­
sejo de familia a dotarlos. El acuerdo debe ser, no obstan­
te, aprobado por el tribunal.
El texto denomina esta dote “anticipo de herencia”; la
supone, poi* lo tanto, restituible y prohíbe implícitamente
al Consejo de familia favorecer a un hijo con una mejo­
ra (2). Dice también que el Consejo de familia “reglamen­
tará las convenciones matrimoniales”, es decir, el régimen
bajo el cual ha de casarse el hijo dotado. Esto no es abso­
lutamente cierto: si el hijo es menor, hará su contrato de I
matrimonio con la asistencia de los que le autorizan a ca­
sarse (art. 1398) ; si es mayor de edad, lo celebrará solo.
El Consejo de familia del interdicto puede únicamente, co­
mo todo donante, subordinar su liberalidad a las condicio­
nes que quiera, por ejemplo, a la adopción de un régimen
determinado.
El art. 511 se aplica no solamente si se trata de dotar
a un hijo al casarlo, sino también si se trata de establecerlo:
por ejemplo, de comprarle un establecimiento de comercio
o un oficio enajenado (3). El art. 511 que puede parecer,
no obstante, como una disposición de carácter excepcional
y por lo tanto de interpretación estricta, se acepta sin ein-
(1) Baudry-Lacantmerio, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 882. Cantrd,
Aubry y Rau, I, pfo. 126, p. 805, texto y nota núm. 13.
(2) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonneearró, V. núm. 883.
(3) Amiens, 6 agosto 1824, D. Jur. Gén., v’ cit., núm. 193, S. chr.; Burdeos,
6 junio 1842, D. ibid., S. 42. 2. 485. Aubry y Rau, I, pfo. 126, p. 806. Contrd, Bau-
dry-Lacantinorie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 884.

j
652 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

bargo que es que en realidad la ley no ha querido estable­


cer una regla limitativa ; si se ha referido al matrimonio
del hijo, es por tratarse del caso ordinario en que las libe­
ralidades destinadas a la primera instalación resultan ne­
cesarias.
704. Ejercicio de las acciones extrapatrimoniales. —
El tutor de un interdicto puede, en principio, como el de
un menor ,núms. 529 y 564), ejercitar libremente las accio­
nes de estado que corresponden a la persona que represen­
ta; ya que los efectos de la interdicción, no se reducen al
patrimonio del interdicto, sino que se extiende a lo que se
refiere a su persona y a su estado (sziprd, núm. 691).
No obstante, el libre ejercicio por parte del tutor de
las acciones extrapatrimoniales del interdicto es aún más
enojoso que en el caso del menor, puesto que conduce a con­
secuencias más graves. Por eso se permite al tutor ejer­
cer sin autorización del Consejo de familia la acción de nu­
lidad del matrimonio (1) o la acción para impugnación de
paternidad (2) que corresponde al interdicto. El art. 307
permite también al tutor proceder por el interdicto en se­
paración de cuerpos (3), pero exige al menos la autorización
del Consejo de familia. La acción en divorcio parece pro­
hibida a contrario, por ese precepto, a los representantes
del interdicto (4) que proceden como demandantes, pero,
como la acción en separación puede tres años más tarde re­
sultar en divorcio, por conversión a voluntad de la otra par­
te, el interdicto corre el riesgo de encontrarse, cuando se
le levante la interdicción, divorciado sin haberlo sabido ni
querido.
705. C. Cesación de la tutela. Sentencia de re­
habilitación.—La tutela de los interdictos, diferentemente
de la de los menores, está llamada en principio a durar toda
la vida del incapaz. No cesa por su vuelta a la salud: es
preciso, para que tenga fin, una nueva sentencia constitu­
tiva de estado que pronuncie el cese de la interdicción, des­
pués de haber comprobado la curación del demente.
La cesación de la alienación mental debe para tal fin
resultar comprobada; la duda, que, en la instancia, impe-
(1) Civ. 26 julio 1890, D. 90. 1. 290, S. 90. 1. 216. Contrd, Baudry-Lacantl
nerie, Chéneaúx y Bonnccarrére, V. núm. 886. V. París, 7 marzo 1823, Gaz. Pal., 10
mayo 1924
(2) Civ. 22 julio 1844, S. 44. 1. 626.
(3)> V. nuestri Tratado, t. II, La Famiilxa, 2> parte. La acción es posible
incluso ñor
' hechos anteriores a la clemencia, si el perdón del alienado antes de la
era manifiesto: Roa. 28 marzo 1911, D. 1913. 1. 103, S. 1917. 1. 116.
interdicción no ------
(4)i’”v. nuestro Tratado, t. II, La Fa/milia, 2” parte.
LOS INTERDICTOS 653

día pronunciar la interdicción, impide después su termi­


nación (1). En un caso como en otro, el juez del hecho tie­
ne, además, una libertad absoluta de apreciación (2) ; pue­
de rechazar la solicitud sin darle curso, si las condiciones
en que se haya iniciado le parece que revelan su falta de
fundamentos (3) ; pero no puede acogerla sino después de
nuevo cumplimiento de todas las formalidades ya obser­
vadas para la interdicción. En efecto, el art. 512 equipara
completamente el procedimiento para su rehabilitación al
procedimiento de interdicción (4) ; es preciso fijar la mis­
ma regia para ]a publicidad de uno y otro.
Las personas que pueden solicitar la rehabilitación son,
pues, las mismas admitidas a provocar ]a interdicción No
obstante, hay que incluir entre ellas al propio interdic­
to (5), a pesar del silencio de la ley a este respecto. Aunque
esto en realidad es una audacia de interpretación puesto
que, en principio, el interdicto está incapacitado para pro­
ceder; pero la necesidad obliga; generalmente nadie pide
la rehabilitación, sino es por sí mismo, puesto que la fami­
lia suele componerse de herederos presuntos que no desean
devolverle sus bienes y la facultad de testar (6).
La acción que reproduce el procedimiento de inter­
dicción es contradictoria y dirigida contra el tutor (7),
que está encargado de proteger al interdicto, de represen­
tarle como tal y de hacerle que siga bajo tutela mientras
no se cure. Si personalmente, como pariente, quiere obte­
ner la rehabilitación se dirigirá contra el subtutor. Se debe
admitir la intervención de todas las personas que pueden
provocar la interdicción.

(1) Tr. Lyon, 30 nov. 1867, D. 69. 3. 90; Rouen, 17 enero 1890 y en recurso:
rReq.

I
13 julio 1891. D. 92. 1. 124.
(*) Civ. 13 enero 1864, D. 64*. 1. 86, S. 64. 1. 19.
'""
(3) Civ. 13 enero 1864, Tr. Lyon, 30 niv. 1867, precitadas; Lyon, 30 agost-o
1S76, D. 78. 2. 72, S. 78. 2. 152.
(4) Sobre
* ‘ *las aplicaciones de este principio, v’: París, 8 julio 1909, D. 1912.
(5) Burdeos, 8 marzo 182'2, D. Jur. Gén., v’ Interdictan, núm. 239, S. chr.;
2. 111,' S. 1909. 2. 304; Poitiers, 28 oct. 1912, D. 1914. 2. 207, S. 1913. 2. 179.
Riom, 2 dic. 1830, D. ibid., S. 33. 2. 493; Aix, 31 julio 1884,. D. Jur. Gén., Supl.
v’ Intcrdiction, núm. 185, S. 86. 2. 42. Áubry y Rau, I, pío. 127, p. 807. A. Colín
y Capitant, I, p. 590. Contrd, Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarróre, V.
núm. 942.
i-
i •
(6) Conceder la acción al incapaz parece mucho más eficaz que abrírsela al
Ministerio público, el cual no es admitido tampoco, normalmente, a provocar la
interdicción. V. sin embargo, Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, loe.
cit., y Poitiers, 5 agosto 1831, S. 32. 2. 205. V. Req. 14 junio 1842, S. 42. 1. 742,
reduciendo al Ministerio público a su papel de parte adjunta y prohibiéndole la
apelación.
(7) Riom, 2 dic. 1830, precitada; Burdeos, 23 mayo 1899, D. 99. 2. 370. Con-
trdt Civ. 12 febrero 1816, D. JuL Gén., v9 Intcrdiction, núm. 240; Burdeos, 8 mar­
ro 1822, precitada; Aix, 3 julio 1884, precitada.
654 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

En vez de hacer que cese completamente la interdic­


ción, el tribunal puede sustituirla por un Consejo judicial.
La sentencia de rehabilitación no produce efecto sino
desde el día en que se pronuncia (1) ; la acción de rehabili­
tación se extingue, pues, por la muerte del interdicto (2).
706. Descargo del tutor a los diez años.—El carácter
perpetuo de la tutela del interdicto hace esta carga muy
pesada. Para aligerarla, la ley permite al tutor que pida
ser reemplazado al cabo de 10 años de ejercicio (art. 508).
No obstante, el cónyuge, los ascendientes y descendien­
tes del interdicto, cuando son tutores, están obligados a con­
tinuar siéndolo indefinidamente, salvo el caso de excusa
legal (el mismo artículo). El motivo de esta excepción es
el lazo estrecho que los une al interdicto y les crea el deber
de velar sobre él y sobre sus intereses.

(1) Pero una sentencia del levantamiento anulada en tercera oposición o


por un recurso cualquiera, produce sus efectos hasta la sentencia que restablecí
la interdicción; París, 30 noviembre 1911, S. 1912. 2. 244; Req. 11 dic. 1911, D.
1913. 1. 430, S. 1912. 1. 551. V. suprá, núm. 695.
(2) Montpellier, 7 enero 1851, D. 54. 2. 7, S. 52. 2. 401.

V-
CAPITULO II

LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS

Sección I.—Los alienados internados


§ 1.—El intemamiento (1)

707. Reglas actuales del internamiento.—El régimen


actual del asilamiento de los. enajenados data de la ley de
30 de junio de 1838. El Código Civil había descuidado el
tratar directamente la cuestión (2), pensando que el asila­
miento no funciona sino como una medida de la tutela de
!
los interdictos. La ley de 1838, ya ilustrada por experiencia
contraria, ha puesto fin al carácter puramente arbitrario Jí
de los asilamientos, que continuaban realmente efectuán-
dose sin la previa interdicción. Esta ley, cuidadosamente
preparada y que era la primera iniciativa sería adoptada
en Europa para mejorar, organizándolo, el régimen del
(1) Bibliografía.—Dr. Pinol, La loi de juin 1838 et ses détraot&urs, 1865
(Extracto del Journal de Medicine mentóle) ; Tanon, Etude critique de la loi de
Í838, 1868 (Extracto de la Lev. pratique); Garsonnet, La loi sur les aliénés:
nécessité d’unc réforme, 1869; Lespinasse, Lev. critique, 1870, p. 231; Bertrand,
Proo-verb de la Commission de la Soc. de lég. comparée chargée d'cxaminer la !■

réforme de la loi de 1838, 1872; Desmaye, Etv.de sur la loi de 1838, 1873; J. do
Crisenoy, Mémoire sur la loi concernant les aliénés, 1882; Lagrésille, La séques-
tration des aiénés dans la législation actuelle et dans la législation future, 1883;
Th. Roussel, senador de la Lozére, Lapport sur le projet de révision de la loi de
1838, 20 mayo 1884, Doc. parí., anexo núm. 157, Prop. Reinach, Cám. de Dip., ti
1890, 5’ legislatura, anexo núm. Í059. Faillides, tesis, París, 1898; Informe Dubief.
Doc. parí., Cám. de Dip., 1903, anexo 871, p. .422; Bull. Soc. Etudes legisl., 1903.
4. 5, con informes de Maur. Bernard, Larnaude et Saleilles; Lebret, Analyse du ■

rapport Dubief, Lev. crit., dic. 1904, p. 610; Decante, La discussion de la loi des
aliénés a la Ch. des députés, Lev. pénit., 1907, p. 962; Signitz et Lesueur, La ré-
forme du régime des aliénés, Lev. pol. et parí., 10 sept. 1908. GrisoUe, L’aliéné
non intedit, 3’ od., 1914; Mairet, Le régime des aliénés, Masson, 1914; Spacb
La liberté individuelle et le projet de loi sur les aliénés, Lev. pénitentiaire, 1920,
p. 87.
(2) Sobre la parte histórica do la cuestión y su posición actual, v. Plañíol,
Traité élémentaire, núm. 2062 y s. y la bibliografía citada anteriormente. Adde.
Dr. Parent y Dr. Thulió, L’incopétence de l’autorité judidairc dans Vintememeni
des aliénés, Lev. polit. et parí., febrero y mayo 1914. ■
656 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

asilamiento de los locos, fue en su tiempo acogida como un


bien, y adoptada como modelo en el extranjero. Este fa­
vor no duró sino una veintena de años. Hacia 1860, una
violenta campaña de prensa fué hecha contra ciertos asi-
lamientos, presentados como secuestros arbitrarios. Des­
de entonces, la cuestión ha seguido siendo constantemente
debatida; ha dado lugar a una literatura constante y a pro­
yectos de la ley sucesivos. Uno de ellos, obra de una gran co­
misión extraparlamentaria, fué presentado en el Senado el
25 de marzo de 1882, donde fué objeto del voluminoso e im­
portante informe de M. Roussel, citado en la bibliografía.
Votado por el Senado, este proyecto no fué aprobado por
la Cámara de los diputados. Esta votó el 22 de enero de
1907 otro provecto informado por M. Dubief, y que se halla
todavía pendiente en el Senado.
De hecho, se puede reprochar a la ley de 1838, la insu­
ficiencia de las garantías que ofrece contra los secuestros
arbitrarios y el carácter a la vez rudimentario y complica­
do de que reviste a la representación del internado; tanto
judicialmente como en los actos civiles.
Estaría justificada una,reforma, tanto más cuanto que
el número de los internados no dejan de aumentar. Había
únicamente 15.280, en 1842; eran 63.000 en 1881, y 101.732
en 1913. Se observa también una progresión semejante en
todos los países (1).
La ley de 1838 es enteramente aplic ble a los interna-
mientos efectuados en Alsacia y Lorenu (art. 1-2’, párr. dt
ley de 1’ de junio de 1924) ; resulta de e lo que los diferen­
tes órganos de representación de los i’ temados son nom­
brados por el tribunal civil y no por é tribunal de las tu­
telas.
708. Establecimiento para alienados (2).—Estos es­
tablecimientos son frecuentemente llamados asilos y tam­
bién casas de salud, expresión que se halla en el art. 5.10.
La ley reconoce dos clases: los establecimientos públicos,
puestos bajo la dirección de la autoridad pública ; los esta­
blecimientos privados, dirigidos por particulares bajo la
vigilancia de la autoridad (arts. 2 y 3, ley 1838).
Cada Departamento está obligado a tener un estable­
cimiento público para recibir a sus alienados, o a contratar,
(1) Sobro el aumento del número de locos internados on los diversos países,
V’Ann. Statist de la France, 34 vol., 1914-15, p. 180.
(2) V adema» de la ley de 1838, la ordenanza de 18 dic. 1838-, modificada
ñor última vez por el decreto de 23 marzo 1908. V. también el reglamento de 20
marzo 1857, D.’ Jur. Gén., Sup., v* Alienes, p. 3G4 y s.
IA>S ALIENADOS NO INTERDICTOS 657

aunque sea fuera de su territorio, con un establecimiento


público o privado que se encargue de admitirlos (art. 1’, ley
de 1838). La mayoría de los establecimientos públicos son
departamentales y no tienen personalidad jurídica distin­
ta de la del Departamento (1) ; sin embargo, los hay autó­
nomos (2). En cuanto a los. establecimientos privados, no
pueden abrirse sin autorización del Gobierno (art. 5). El
solicitante debe ser doctor en medicina o contar con el con­
curso de un médico. Deben prestar una fianza y comuni­
car a la administración el reglamento interior del estable­
cimiento.
709. Ingreso de los internados en los asilos.—La ley
de 1838 llama ingreso a la entrada de un internado en un
establecimiento público o privado. Ese ingreso se realiza
de diferentes modos, según que se trate de un alienado in­
ofensivo o de un alienado peligroso.
En el primer caso (art. 8), el ingreso no puede ser sino
voluntario. No por parte del alienado, desde luego, sino
por parte de sus parientes o amigos. La persona que i

reclama el internamiento debe hacer la solicitud por escri­


to y firmada, indicando la naturaleza de las relaciones que
le unen al demente y dando pruebas de su propia identidad,
que el jefe del establecimiento debe comprobar bajo su res­
ponsabilidad. Además, el solicitante debe presentar: un
certificado médico, de fecha no anterior a quince días, cons­
titutivo de un reconocimiento del estado del enfermo y que
atestigüe la necesidad de asilarlo; en caso de urgencia, los
jefes de los asilos públicos pueden también realizar el asi- i;
lamiento sin la presentación previa del certificado; 2’, un
documento de identidad que pruebe la identidad del de­
mente.
Cuando se trate de alienados peligrosos, el ingreso pue­ !,
de ser forzoso, es decir, ordenado por el prefecto de policía,
en París, y por los prefectos de los demás departamentos;
no pudiendo efectuarlo sino en el asilo sostenido o elegido -i
por su Departamento (3). La orden del prefecto debe ser
razonada (art. 38). Admitiendo la jurisprudencia que lo
1
está suficientemente, cuando se acompañan certificados
médicos (4). Los alcaldes y comisarios de policía están
(1) Civ. 21 mayo 19.12, D. 1920. 1. 162, S. 1914. 1. 29 («iiprd, núm. 76).
h
(2) Tienen la personalidad civil,, C. de Estado,, 11 julio 1890, D. 92*. 3. 21,
S. 92. 3. 130. Sobre su organización, v. el decreto de 12 junio 1912, J. Off., 28
julio.
(3) Consejo do Estado, 21 julio 1911, D. 1913. 3. 131, S. 1914. 3. 47.
(4) La misma decisión.
658 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

obligados a cooperar en el cumplimiento de la orden pre­


fectoral (art. 22), así como en la investigación oficiosa
que en casos le preceda (1). En los casos urgentes, los co­
misarios en París y los alcaldes en los departamentos, pue­
den ordenar ingresos provisionales, con la obligación de
comunicárselo al prefecto dentro de las 24 horas (art. 19).
El prefecto debe también darle conocimiento de sus órde­
nes al Ministro del Interior (art. 22).
La ley de 1838 no considera peligrosos sino a los alie­
nados que comprometen el orden público o la seguridad de
las personas (art. 18). El proyecto presentado añade a és­
tos aquellos que comprometen su propia seguridad.
710. Cúratela del internado. — Esta cúratela, que no
tiene nada de común con la del menor emancipado, es una
salvaguardia contra los abusos del asilamiento. El cura­
dor está encargado: l9, de velar por que las rentas del in­
ternado se consagren a aliviar su suerte y a acelerar su cu­
ración ; 2’, de reclamar su salida tan pronto como su estado
lo permita.
La designación de este curador no se hace de oficio por
el tribunal, que no es consultado, dentro del sistema de la
ley de 1838, sobre el ingreso del alienado, sino a instancia
del cónyuge de un pariente, de un amigo o del Ministerio
público (art. 27).
Este curador no puede ser ni uno de los presuntos he­
rederos del internado, ni su administrador provisional. Sus
funciones, que son gratuitas y obligatorias (2), terminan
con la liberación del alienado.
711. Otras garantías contra los asilamientos arbitra­
rios.—La ley organiza: l9, la observación médica constante;
29, la vigilancia administrativa; 39, la vigilancia judicial del
estado mental del internado. Y se esfuerza por asegurar
la salida tan pronto como el asilamiento deje de ser nece­
sario.
I9 El médico del establecimiento debe examinar al
enfermo dentro de las 24 horas de su ingreso voluntario y
expedir un certificado del estado en que lo encuentre (ar­
tículo 3). Debe, además, consignar todos los meses, en el re-
(1) Consejo de Estado, 28 julio 1911, D. 11913. 3. 125.
(2) La ley de 1838 no declara aplicables a ese curador las causas de excusa,
de incapacidad o de exclusión aceptada en materia do tutela. Esta omisión es
realmente voluntaria, pues el art. 34 do la ley realiza en cambio esa extensión al
administrador provisional. De lo que es preciso deducir que los tribunales apre*
ciarán libremente las excusas presentadas por el curador y los hechos alegados
contra su nominación (Aubry y Rau, I, pfo. 127 bis, nota 9, p. 816; Baudry-
Lacantinerio, Chóneaux y Bonnecarrérc, V. núm. 1032).
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 659

gistro del establecimiento, el estado de cada internado, haya


sido o no voluntario el ingreso (arts. 12 y 18). Por último,
hará, en el primer mes de cada semestre, un informe desti­
nado al prefecto sobre la salud de cada internado (art. 20)
Además, en los establecimientos privados, el prefecto, avi­
sado, como se verá, el ingreso de cada internado, encarga,
dentro de los tres días, a tres médicos extraños al estable­
cimiento, que visiten al nuevo pensionario y dirijan a la
Prefectura un informe inmediato (art. 9).
29 El Prefecto se halla en esa forma constantemente
al corriente. En, primer término, todos los documentos pre­
sentados con ocasión del ingreso, se consignan en un bole­
tín de ingreso, que se le envía al prefecto inmediatamente I
junto con el certificado dado entonces por el médico del
establecimiento (art. 3). Estos documentos, además, se
transcriben en un registro numerado y firmado por el al­
calde (l),en que el médico del establecimiento inscribirá
los resultados de su visita mensual y en que figurarán los
informes completos sobre cada internado: nombres, edad, !|
domicilio, profesión; mención, si existe, de la sentencia de
interdicción y nombre del tutor; nombre y dirección de la
persona que haya interesado asilamiento (art. 12). Este
registro se halla siempre a la disposición del alcalde de la
comuna, del prefecto y de los delegados de éste, y del mi­
nistro del interior, que están autorizados a visitar en todo
•I
ínomento el establecimiento (art. 4). El informe médico
semestral se comunica al prefecto (art. 20), así como el de
la comisión médica encargada por él de examinar al demen­
te a su entrada en un establecimiento libre (art. 9) y el cer­ j

tificado médico, librado 15 días después de cada ingreso


voluntario (art. 11). Las comunicaciones que le dirija el
alienado no pueden ser interceptadas (art. 29).
3* Paralelamente a la intervención administrativa,
la ley organiza la Íntervención judicial del asilamiento. El 3
presidente del tribunal, el Procurador de la República, el
juez de paz, pueden siempre recibir las comunicaciones del
internado (art. 29), visitar el establecimiento (art. 4), e
inspeccionar el registro (art. 12). Las visitas del Procu­
rador de la República son incluso obligatorias, por lo me­
nos una vez al semestre, en lo que se refiere a los estable­
cimientos privados (art. 4).
(1) La falta de osa transcripción, como tampoco la de otras formalidades de
intervención, no autorizan al internado a reclamar su salida del asilo. No se pue­
do quejar de ello, sino probando que la irregularidad le ha perjudicado: Req. 27
dic. 1875, D. 76. 1. 66, S. 76. 1. 97.
660 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

712. Salida del internado. — El Prefecto, instruido


como acaba de decirse, puede siempre ordenar la salida
inmediata de todo internado (art. 16). En caso de ingre­
so administrativo, está también obligado a decidir expre­
samente, cada semestre, sobre el mantenimiento del asila-
miento (art. 20). Pueden también hacer que salga el in­
ternado, si el ingreso lia sido voluntario: l9, su curador;
2’, la persona que haya pedido su internamiento; 3’, toda
persona delegada por su Consejo de familia; 49, su cónyuge,
si existe, y en caso contrario, sus ascendientes y si tampoco
los hay, sus descendientes (1).
No obstante, uno de éstos puede hacer oposición, ante
el jefe del establecimiento, a la salida del internado re­
querida pof otro; entonces, es el Consejo de familia el que
decide. El alcalde, advertido por el médico del estableci­
miento de que la salida del internado sería peligrosa para
el orden público, puede igualmente oponerse provisional­
mente y esa oposición termina al cabo de quince días, si no
se confirma por el prefecto (art. 14). Por otra parte, este
último puede siempre dar una orden especial al efecto de
impedir que el alienado cuyo ingreso haya sido voluntario,
no salga del establecimiento sin su autorización (art. 21).
Por último, el mismo alienado, todo pariente o amigo
de éste, y el Procurador de la República, pueden pedir por
medio de simple requerimiento, a la Sala del Consejo del
tribunal, que se ordene su libertad. La negativa opuesta, en
este punto por el Consejo de familia o por el prefecto, pue­
de igualmente ser llevada ante la Sala del Consejo (art. 29).
La jurisdicción administrativa no tiene ninguna com­
petencia para conocer sobre los fundamentos del asilamien-
to(2).
El asilamiento puede también terminar por la evasión
del alienado, si la dirección del asilo no trata de recobrar­
lo (3). Al cabo de algún tiempo (4), el internado no tiene
ya necesidad de dirigirse al tribunal para hacer que se con­
firme su libertad; además, no podría pedir su libertad sino
una vez vuelto al asilo (5).
(1) No obstante, si se tratara de un interdicto, solamente su tutor puede,
de acuerdo con el art. 14, requerir su libertad.
(2) V. principalmente, C. de Estado, 16 dic. 1881, D. 83. 3. 25, S. 83. 3. 41 j
21 julio 1911, y 12 enero 1912, D. 1913. 3. 131, S. 1914 3. 47.
(3) Besantjon, 15 feb. 1888, D. 190o. 2. 143, en nota. Coinp. Burdeos, 11 dic.
1901, D. 1905. 2. 143.
(4) Este plazo es actualmente apreciado por los tribunales de acuerdo con
las circunstancias. El proyecto do la ley votado por el Senado (art. 50), fijaba en
15 días el plazo después del cual la reintegración del alienado no puedo tenor lu­
gar sin. que sean de nuevo llenadas las formalidades del internamiento.
(5) Burdeos, 11 dic. 1901, precitada.
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 661

713. Insuficiencia de estas precauciones. — A pesar


del lujo.de precauciones, nada es más fácil, de hecho, que
hacer encerrar en una casa de locos a una persona sana:
basta con un certificado de un médico complaciente o in­
hábil. Las garantías de la ley son todas posteriores al asi­
lamiento. Ahora bien, hubiera sido nías seguro impedir los
asilamientos arbitrarios, que tratar de poner fin a ellos,
cosa que el hecho realizado hace necesariamente más difícil-
De ahí los proyectos de reforma (1).
De hecho, el abuso de los asilamientos arbitrarios se ha
revelado por la práctica. Los pretendidos locos (2) que
consigan salir de los asilos pueden reclamar, con justo dere­
cho, daños y perjuicios al departamento, si han sido inter­
nados por orden del prefecto (3), a las personas que lo han
hecho encerar, si el asilamiento fue voluntario (4), o a los
médicos que dieron a la ligera el certificado engañoso que
dió lugar al asilamiento (5).
714. Régimen y gastos del asilamiento. — Como el
alienado no tiene el uso de su inteligencia, es sometido, por
la fuerza en caso de necesidad, al régimen más adecuado
para impedirle que se perjudique a .sí mismo o perjudique
a los demás. Este régimen debe también tender a su cura­
ción, si es posible. Como el loco carece de razón, no tiene
derecho al secreto de su correspondencia, que puede ser
abierta e interceptada por las autoridades del asilo. Eso es
lo que indica implícitamente el art. 29 m fine, que solamen­
te hace excepción de las comunicaciones dirigidas a la au­
toridad judicial o administrativa (6). Otro tanto sucede
con las correspondencias confidenciales, tales como las di­
rigidas a un capellán; pero el director del establecimiento,
(1) El proyecto Dubief, votado en la Cámara, exige dos certificados médi-
eos y no admito el iiitornamiento sino a título provisional, h astil que haya sido
confirmado por sentencia del tribunal.
(2) En principio, únicamente el internado, con exclusión de sus parientes y
amigos, puede proceder por daños y peruicios, a consecuencia de su internamien-
to arbitrario; Chambéry, 25 junio 1907, D. 1907. 2. 379. 4
(3) Montpellier, .14 enero 1903, D. 1900. 2. 273, nota Appleton, S. 1904. 2.
1G9, nota E. H. Berrean.
(4) Sobre el caso do un deudor quo ha logrado hacer encerrar a su acreedor
en buen estado mental, v.: Caen, 16 enero 1901, D. 1904. 2. 370, S. 1904. 2. 172.
(5) Caen, 16 enero 1901, precitada; Tr. Blois, 3 dic. 1908, D. 1909. 5. 17;
Nimcs, 3 julio 1911, D. 1914. 2. 85, S. 1913. 2. 177, nota 9. H. Berrean, V. tam­
bién, sobro las responsabilidades con terceros que pueden entrañar un certificado
mal dado: Chambéry, 25 junio 1907, precitada, y en recurso, Req. 13 mayo 1908,
D. 1908. 1. 36, S. 1911. 1. 464.
(6) Tr. Angers, 22 julio 1873; Angers, 6 marzo 1874, D. 75. 2. 227, y en
recurso. Req. 27 dic. 1875, 1). 76. 1. 66, con informe del consejero Lepcflletier y
conclusiones del abogado general Reverehon, S. 76. 1. 97, con conclusiones del
abogado general y nota Labbé.
P. y R. T. D. C. — I - 22
662 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

obligado a respetar el secreto, no puede presentarlas judi­


cialmente sino en interés del alienado; nunca en el suyo
propio (1).
Los gastos del internamiento se ponen normalmente a
cargo del alienado, para el bien del cual se suponen hechos,
o de sus deudores alimentarios (art. 27). Se fijan en prin­
cipio por los establecimientos públicos, de acuerdo con una
tarifa oficial (art. 26) ; pero las rentas del internado, si ex­
ceden de las exigencias de esa tarifa, deben ser consagra­
das a mejorar su suerte (art. 38, sol. impl.). Si los repre­
sentantes o la familia del internado se negaran a pagar esa
deuda, el cobro de la misma se persigue ante la jurisdicción
civil competente. Los establecimientos públicos, así como
los establecimientos privados que tienen carácter de asilos
departamentales, gozan del privilegio de hacer que se sos­
tenga su pleito por el Registro, en la forma habitual (2)
admitida para esta administración (art. 27, párr. 3).
Si los establecimientos de esas dos clases no creen po­
sible hacer pagar al alienado o a su familia los gastos de
internamiento, esos gastos corren a cargo combinado del
Estado, del departamento y del municipio en que el alie­
nado tiene su domicilio de socorro determinado por la ley
de 15 de junio de 1893: esta ley fija la división de los
gastos incurridos, por sus arts. 3, 26, 27 y 28. La contribu­
ción del municipio puede ser consignada de oficio en su
presupuesto por el prefecto, sin que tenga el municipio de­
recho a evitarla alegando que el asilamiento no era nece­
sario (3) o que el internado tenía recursos. Esta última
circunstancia abre únicamente un recurso al municipio con­
tra los deudores de los gastos (4). El Estado toma a su
cargo los gastos de asilamiento de los alienados sin domi­
cilio de socorro, aún cuando sea un prefecto el que haya re­
querido su asilamiento (le yl3 junio 1911, art. 101).

§ 2.—Condición jurídica del internado

715. Caso de los internados bajo tutela. — La condi­


ción jurídica del internado no presenta dificultades si es
al mismo tiempo interdicto o menor; su tutela se organiza
(1) Esta reserva parece desconocida, a pesar do las conclusiones del aboga­
do general, por la sentencia de la Sala de recursos. Pero v. nota Labbé.
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 663

entonces de acuerdo con las reglas examinadas anterior’


mente.
También se hallan sometidos a una tutela, por la ley de
10 de enero de 1849 (art. 3), los alienados de la ciudad de
París, puesto que su tutor es la Asistencia pública. Esta
última disposición no reza sino con los locos no sometidos a
una tutela, de derecho común y desprovistos de administra­
dores judiciales (1). El Consejo de familia que rodea al tu­
tor administrativo debe reclutarse, en el caso de cada inter­
nado, de acuerdo con el derecho común (2). Pero la exis­
ten da de una tutela no agrava la capacidad personal de esta
clase de internados.
716. Incapacidad del internado no interdicto.—Lógi-
camc nte, el ingreso de un alienado en un asilo debiera ser
tan indiferente para su capacidad, como el ingreso de un
enfermo en un hospital. Remedios absolutamente distin­
tos d« bian corresponder respectivamente a las dos necesi­
dades» entrañadas por la alienación mental: al peligro de
actos jurídicos irreflexivos debe poner remedio únicamen­
te la interdicción, mientras que el asilamiento debe de te­
ner poT objeto único cuidar al enfermo y ponerlo en condi­
ciones de no causar perjuicios. Sin embargo, la ley de
1838 ha atribuido intencionalmente efectos jurídicos al asi­
lamiento, casi iguales a los de la interdicción, lo cual, fre­
cuentemente, dispensas a las familias de pedir esta última
medida.
El art. 39 de la ley de 1838 establece que: “Los actos
realizados por una persona recluida en un establecimiento
de alienados, durante el tiempo que haya estado retenida,
sin que su interdicción haya sido pronunciada ni provoca­
da, podrán ser impugnados conforme al art. 1304 C. Civ.”.
De este modo, fundándose en la presunción de hecho que
resulta del internamiento, la ley permite a los herederos
del internado atacar los actos de éste después de su muerte,
sin que se les pueda objetar el art. 504. Con mayor motivo
los herederos o el alienado mismo que haya recuperado la 4
(1) Son ellos a los que los trabajos preparatorios califican do “alienados
abandonados” (D. 1849. 4. 36, col. 2).
(2) Es decir, entro los miembros de la familia del internado, puesto que la ■
ley do 1849 no contiene en este punto ninguna derogación a las reglas generales
que, no obstante, de hecho, parece que no se observan. Unicamente cuando so
trata de los actos reglamentados por la ley do 27 feb. 1880, el art. 8 de esa ley
reemplaza al consejo do familia de los alienados sin administrador judicial por
la comisión administrativa del asilo. De hecho, parece que los asilos de París se
han colocado ellos mismos, para lo que respecta a la administración do los bie­
nes del internado, bajo el régimen general, un miembro de la comisión de vigiT
lancia, ejerce en ella la misión de adinnistraedor provisional. V. Decoin y Gary,
Tr. théorique et pratique de lfAssistance publique, I, p. 184 y s.; A. Colin y Ca-
pitant, I, p. 596.

Jfl
664 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

salud, no necesitan probar en forma precisa que la razón


faltaba en el momento del acto, puesto que la locura se hace
verosímil poi' la detención en el asilo (1).
No obstante, la incapacidad del internado no se con­
funde con la del interdicto. La ley de 1838, en efecto, no
remite al art. 504, que anula de pleno derecho los actos del
interdicto, sino solamente al art. 1304, que limita a diez
años el término para la acción en nulidad concedida contra
dichos actos. Resulta de ello que los del internado no son
nulos de derecho; el tribunal conserva un poder de apre­
ciación y puede mantenerlos, si los juzga llevados a cabo
de buena fe por los terceros y en un momento en que el in­
ternado gozaba de razón. La expresión “podrán ser im-
pugnados” es significativa, a este respecto, en el art. 39.
Parece, además, que se trata de una nulidad relativa, que
únicamente el internado o sus causa-habientes pueden in­
vocar. La llamada hacia el art. 1304 lo implica (2).
Otra diferencia entre el internado y el interdicto se ha­
lla en el punto de partida de la prescripción de diez años
de la acción en nulidad. Para el interdicto, ese plazo par­
te de la rehabilitación o, si no, de la muerte del alienado.
Pero de este modo se hace correr la prescripción contra
personas que pueden ignorar la existencia del acto anula-
ble. En 1838 se aprovechó la ocasión que se ofrecía de es­
tablecer una regla mejor, obligando a los terceros, si quie­
ren hacer que corra la prescripción contra la acción en nu­
lidad, a comunicarle el acto anulable al loco, después de su
vuelta a la salud, o a sus herederos, después de su muerte.
La prescripción no corre sino a partir desde la fecha de
esa notificación (art. 39). Hubiera sido lógico, al intro­
ducir esa disposición en la ley de 1838, modificar en el mis­
mo sentido el art. 1304; no se ha hecho y de ahí la conse­
cuencia extraña de que, desde el punto de vista de la pres­
cripción, el internado y sus herederos se hallan más eficaz­
mente protegidos si no ha habido interdicción, que si ésta
ha sido declarada.
(1) Tal nos parece ser el punto do vista de los autores de la ley de 183&.
En esto sentido, A. Colín y Capitant, I, p. 599-600. Algunos lo discuten preten­
diendo que la ley de 1838 deja la prueba de la demencia a cargo del que ataca el
acto del interesado. Pero, como los mismos autores admiten que los tribunales re­
conocerán de Lechó y en justo derecho, en el internamiento, una presunción de
demencia, el conflicto es sobre todo teórico (V. Aubry y Rau, I, pfo. 127 bis, p.
827- Baudry-Lacantinerie, Chéncaux y Bonnecarrére, V. núm. 1058).
1 (2) Aubry y Rau I pfo. 127 bis, P- 826i Baudry-Lacantinerie, Chéneaul
y Bonnecarrére, 1, núm.’1059; A. Colin y Capitant, loe. cit. El Ministerio público
no nuede argüir su misión de protección de los alienados para proceder personal-
mente en Sad Civ. 15 mayo* 1878 D. 78. 1. 270, 8. 78. 1. 341. Comp. sobre la
situación del interdicto, suprá, núm. 6.4.
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 665

La incapacidad del internado difiere también de la


del interdicto en que las citaciones hechas directamente al
primero, en su domicilio o en su persona, son válidas si para
sus bienes no se ha nombrado un administrador provisio­
nal judicial (1). En el caso contrario, son simplemente
anu] ables (2) (art. 35, ley de 1838).
En suma, para establecer la incapacidad del interna­
do, no hay interés en pedir la interdicción de los locos in­
ternados. Este interés se presenta únicamente si se quiere
asegurar sin demasiados obstáculos la administración de
sus asuntos por medio de representantes legales.
717. Carácter incompleto de las medidas adoptadas
para la administración del patrimonio del internado.—Sal­
vo los casos indicados en el níim. 715, el internado no se ha­
lla bajo tutela; se procede únicamente a las medidas indis­
pensables por medio de la intervención de administradores
provisionales y de mandatarios de poderes limitados. Estas
medidas bastan en la mayoría de los casos: siempre que el
asilamiento no se prolongue; o el alienado posea pocos bie­
nes o éstos sean de administración fácil, o si no hay que lle­
var a cabo ningún acto grave. Cuando esto no es así, es
preciso pedir la interdicción para organizar la tutela. Las
tentativas de los tribunales para permitir actos importan­
tes a los representantes del internado no interdicto, pare­
cen actualmente ilegales. Pero los proyectos de reforma
mejoran considerablemente la representación del interna­
do (3).
718. Designación de un administrador provisional al
internado.—En los asilos públicos, todo internado está re­
presentado, para la administración corriente de su fortuna,
por un administrador provisional que elige de su seno la i

comisión administrativa del asilo (art. 31). En los esta­


blecimientos privados, el internado no tiene administrador
provisional hasta que la nominación de éste ha sido conce­
dida libremente por el tribunal, a demanda del esposo del
alienado, uno de sus parientes o del Ministerio público.
(1) Civ. 13 marzo 1865, D. 65. 1. 123, S. 65. 1. 233; Chambéry, 2’2 d¡c. 1865,
D. 66. 2. 105; París, 13 abril 1875, D. 75. 2. 233, S. 75. 2. 197. Si el domicilio an­
tiguo dol internado no so halla o so ha perdido, la comunicación se hace al asilo,
que es su residencia o su domicilio nuevo; v. las sentencas precitadas.
(2) Caen, 30 dic. 1857, D. 58. 2. 147, S. 58. 2. 625.
(3) Según el proyecto do Dubief, uno o varios administradores departamen­
tales so encargan do administrar provisionalmente los bienes do todos los interna­
dos, con poderes limitados. Pueden ser reemplazados a instancia de los parientes
del curador o del Ministerio público, por administradores dativos o judiciales quo
tengan los poderes de un tutor. El marido administra provisionalmente los bie­
nes de la mujer.
666 TRATADO PRACTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Estas mismas personas tienen cualidad para solicitar tam­


bién la sustitución, por un administrador judicial, del ad­
ministrador provisional legal de los recluidos de asilos pú­
blicos, sustitución que puede ser igualmente exigida por
los miembros de las comisiones administrativas, si ningu­
no de ellos quiere encargarse de la administración provi­
sional (arts. 31 y 32). Pero la ley no da ningún derecho
semejante al internado que únicamente puede pedir al Mi­
nisterio público que intervenga (1).
El administrador provisional judicial se nombra por
el tribunal del domicilio del internado, que decide en Sala
de Consejo, después del acuerdo del Consejo de familia y
sobre las conclusiones del Procurador de la República (ar­
tículo 32). La ley añade que la sentencia no es susceptible
de apelación (2) ; pero se ha juzgado que esta disposición
no prevé sino el caso de procedimiento de jurisdicción vo­
luntaria en que no surja ninguna.discusión sobre la desig­
nación del administrador. Si no resulta así, la apelación
será posible (3). El mismo razonamiento parece implicar
también que la Sala del Consejo dejará entonces de ser
competente. La .apelación será admisible también si la
sentencia hubiera otorgado al administrador poderes más
amplios que ]o que la ley permite (,4). Se puede también
solicitar del tribunal que modifique su propia decisión,
cuando ésta, dada en jurisdicción voluntaria, no sea sus­
ceptible de adquirir la autoridad de cosa juzgada (5);
siempre en el bien entendido de que las personas que se
estimen lesionadas por la designación del administrador
pueden interponer tercera oposición (6).
Un administrador provisional puede ser nombrado ju­
dicialmente aún para una mujer casada internada (7), si
está separada de bienes, o si conviene celebrar por ella, no
obstante su marido, im acto determinado (8), para el cual,
ella, estando sana mentalmente, hubiera podido hacerse au­
torizar judicialmente. La existencia de un mandato ge-

(1) Aubry y Rau, I, pfo. 127 bús, p. 814, texto y nota 6; Baudry-Lacanti-
nerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núin. 1034.
(2‘) Lo mismo ocurre con el que decide sobre la renovación de las faculta­
(2)
des de un administrador provisional: París, 4 enero 1851, D. 51. 5. 21, S. 51. 2. 83.
(3) Civ. 5 marzo 1878, D. 78. 1. 173, S. 78. 1. 177 y en recurso, Rouen, 25
(3)
feb. 1880, D. 81. 2. 76, S. 80. 2. 253.
(4) Caen, 15 nov. 1870, D. 73. 2. 238, S. 72. 2. 308.
(5) Caen, 30 dic. 1857, D. 58. 2. 147, S. 58. 2. 625.
(6) Civ. 5 marzo 1878, precitada (sol. impl.).
(7) Rouen 25 feb. 1880, precitada y en recurso: Req. 14 feb. 1881, D. 81.
7 375 S. 81. 1/ 104. Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 1036.
-•
(8) pUe(ie tratarse entonces sino de un administrador ad hoo. A. Colin y
Capitant, I, p. 598.
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 667

neral, dado por la internada antes de su locura o en un in­


tervalo lúcido, no sirve de obstáculo a ]a designación de un
tercero como administrador provisional, si el tribunal esti­
ma que la negligencia o las malversaciones del mandatario
lo hacen necesario (1).
El administrador provisional, lo mismo que el tutor,
tiene una carga obligatoria y gratuita (2), pero no es res­
ponsable más que como mandatario ordinario (3) y sus in­
muebles no son afectados por la hipoteca legal. No obs­
tante, a instancia de los interesados o del Ministerio pú­
blico, la sentencia de designaciones o una sentencia poste­
rior (4) puede constituir sobre sus bienes una hipoteca,
hasta la concurrencia de una suma determinada. Esta hi­
poteca, inscripta legalmente dentro de los quince días, por
orden del Procurador de la República o, de hecho, si éste
no lo hace, a instancia de una persona cualquiera, no tiene
efectos sino desde la inscripción (art. 34). En estos casos
la hipoteca legal difiere, de la del interdicto: 1’, en que no
tiene efecto de derecho; 2’, en que no garantiza sino una
suma definida; 39, en que no se halla dispensada de ins­
cripción.
1
719. Facultades del administrador provisional. — La
ley no las determina sino para el administrador legal,
miembro de la comisión administrativa. El art. 31 le en­
carga del cobro de las sumas debidas al internado, el pago
de sus deudas (si halla en su patrimonio los fondos necesa­
rios), y de celebrar contratos de arrendamiento de menos
de tres años. Puede también hacerse autorizar por el tri­ 1
bunal para vender en pública subasta el mobiliario, es de­
cir, lo que se entiende por muebles corporales, puesto que
la ley de 27 feb. 1880 se aplica a los muebles incorporales i
(art. 8 de esta ley). Las sumas que cobre el administrador
provisional se depositan en la caja del establecimiento, v jI
la fianza de] receptor se halla afecta a esta responsabilidad
con preferencia a todo otro crédito.
A falta de precepto expreso que defina sus facultades,
los demás administradores provisionales no pueden llevar
(1) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 1035.
I (2) Aubry y Rau, I, pfo. 127 bis. p. 815; Baudry-Lacantiuerie, Chéneaux
y Bonnecarrére, V. núm. 1037. El art. 34 de la ley de 1838 extiende también al ad­
ministrador legal las causas de excusa, do incapacidad o de exclusión establecidas
en materia de tutela,
(3) Aubry y Rau, I, pfo. 127 bis, p. 822-3; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux
y Bonnecarrére, V. núm. 1047.
(4) En este sentido, Aubry y Rau, I, pfo. 127 bis, p. 824. Contrá, Baudry-
Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 1048. La necesidad de esa garan­
tía y su importancia dependen en realidad de la importancia de la fortuna del in-
668 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

a cabo sino actos de administración propiamente dichos.


Así resulta por analogía de su semejanza con los adminis­
tradores provisionales legales (1). Además, de no ser así,
la interdicción no tendría ningún sentido ni ninguna utili­
dad, puesto que el asilamiento proporcionaría las mismas
ventajas, permitiendo también a los representantes del alie­
nado evitar la intervención del Consejo de familia, y las
formalidades protectoras de la tutela. No está en la mano
del tribunal, que nombra un administrador provisional o
decide ulteriormente sobre la demanda de ese administra­
dor, corregir la ley autorizándole a realizar actos de dis­
posición que sólo la interdicción permite a los representan­
tes del alienado. En cambio, puesto que le está permitido
al tribunal rehusar la designación del administrador, el
puede perfectamente limitar sus poderes a ciertos actos
determinados.
Se sabe ya que la jurisprudencia está muy lejos de aca­
tar estrictamente estos preceptos. Si algunas sentencias
prohíben en absoluto al administrador provisional la acep­
tación de una sucesión (2); la venta de un oficio enajena­
do (3) o la transacción (4) : otros en cambio le permiten la
participación extra judicial (5), la inversión de cantidades
disponibles (6) y la enajenación de un establecimiento de
comercio o de un oficio enajenado, exigiendo además, para
los últimos actos, una autorización del presidente del tri­
bunal (7) o una autorización del Consejo de familia apro­
bada por el tribunal (8), y así era aún antes de la ley.de
27 de febrero de 1880. Esas decisiones están implícitamen­
te de acuerdo con la jurisprudencia de la Corte de Casación
relativa a las facultades del administrador provisional
temado. El tribunal podrá, pues, instituir una hipoteca si esta fortuna se mo­
difica en el curso de la administración.
(1) Algunos autores hasta confunden los poderes de unos y otros: A. Co-
Capitant,
lin y (2) rCaen, I,Í5p.nov.
597.
1870, D. 73. 2. 238, S. 72. 2. 308. En esto sentido A. Co-
lin y Capitant, I, p. 597; Aubry y Bau, I, pfo. 127 bis, p. 821; Baudry-Lacan-
tinerie, Chéneaux y Bonnecarrérc,*v' núm. 1046. Comp. la jurisprudencia citada en
Bonnecarrérc, V. númí
el núm. 720, sobre los poderes del mandatario ad litcm.
(3) JMetz,, 8 ‘ dic. 1868, -D. 69.
- 2. 40, S. -
— 133. La cuestión parece ya
69. -2. —
tranzada por la ley de 1880.
(4> M'Cz, 8 dic. 1868, precitada. ’
(5) Grenoble, 2 abril 1895, D. 96. 2. 473, S. 97. 2. 205.
v. Grenoble, 27 feb. 1884, Jou^n. des arrets de Grenoble, 1884, p. 207, ci­
.(6)
tada por Baudry-Lacan tinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 1042. Esta sen­
tencia limita no obstante a las rentas del Estado y a las acciones del Banco do
Francia el objete de las inversiones del administrador. Rechazados por la ley de
J880, esas soluciones eran, aun antes de esta ley completamente arbitrarias
(7) Lvon 22 junio 1865, D. Jur. Gen., Supl., > Ahéní, núm. J22, S. 66. 2.
16 En este seitido Baudry-Lacantincrie, Chéneaux y Bouneearróre, V. num. 1011.
¿8) DÚ^ ÍHn. justicia, 9 junio .1857, D. Jur. Gén., Supl. w Aliiné, núm. 122.
S 68 2 133 y Gillct et Demoly Analysc des cvrculatrcs ct instructwns emanadas
del Ministerio’de Justicia, núm. 3714.
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 669

nombrado duranjte una instancia de interdicción (art. 497,


Código Civ.) (supra, núm. 682). La semejanza se impone
I tanto más cuanto que el legislador de 1838, al dar al loco
un administrador provisional, se inspiraba precisamente
en la designación ya prevista entonces por el art. 497.
De cualquier manera, la ley.ha resuelto por sí misma
algunas cuestiones particulares. Prohíbe implícitamente
al administrador querellarse por el internado. Además,
reglamenta la enajenación de los muebles incorporales del
internado, la conversión al portador de sus valores nomi­
nales y la inversión de sus fondos disponibles. El art. 8
de la ley de 27 de febrero de 1880 confiere al administrador
provisional, para esos actos, el carácter de un tutor, porque
se les permite realizarlos con la autorización del Consejo
de familia, y cuando importen más de 1.500 francos, con la
aprobación del tribunal. La ley de 1880 ha debido también
poner fin a discusiones que es asombroso que existan toda­
vía sobre los derechos del administrador en materia de in­
versiones de fondos disponibles y de ventas de estableci­
mientos de comercio o de oficios enajenados (1).
El art. 35 de la ley de 1838 da al administrador provi­
sional judicial el poder de recibir sólo las citaciones desti­
nadas al internado. Si muere o si no ha sido nombrado,
esas citaciones quedan sometidas al derecho común (su-
prdf núm. 716).
720. Fin de la administración.—Las facultades del ad­
ministrador provisional terminan con el internamiento
(art. 37). Si la interdicción del internado estuviera pe­
dida, este administrador ocuparía el lugar del administra­
dor previsto por el art. 497, C. Civ., y sus facultades ex­
piran en la misma fecha que terminan desde este último.
El tribunal puede, además, estimamos nosotros, a instancia
del administrador judicial, reemplazarle antes de la expi­
ración normal de sus funciones. Si se trata del administra­
dor judicial de un loco internado en un asilo privado, sus
funciones terminan cada tres anos, a menos que el tribunal
se las renueve (art. 37), lo cual puede hacer de un modo
imperativo (2).
■í
721. Mandatarios ad litem.—El administrador provi­
sional no puede, en ningún caso (3), figurar en una instan-
(1) Comp. pnr ejemplo, en el tomo V, de Baudry-Lacantinerie, Chéueaux y
Bonnecarrórc, los núms. 574 y 1041.
(2) Baudry-Laeantinorio, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 1049; Aubry y
Rau, I, pfo. 127 bis, núm. 30, p. 82*5.
(3) Salvo para demandar alimentos a los parientes próximos del internado
(art. 27, L. 1838).
670 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cía en nombre del internado. El art. 38 de la ley de 1838


exige que éste sea representado por un mandatario ad ti-
tem especial.
Dicho precepto no autoriza en principio esta disposi­
ción sino para continuar una acción entablada antes del
asilamiento o para defenderse en una acción intentada por
un tercero. Si es necesario, para el internado, constituirse
en demandante, la ley, en su interés de que la interdicción
sea solicitada, no permite la designación de un mandatario
ad litem sino en caso de urgencia.
El mandatario ad litem, que está en libertad para re­
husar el mandato y que puede ser retribuido, se nombra a
iniciativa del administrador provisional o del procurador
de la República; también el administrador puede.ser elegi­
do mandatario (art. 33). El único tribunal competente es
el del domicilio del alienado, que decide en Sala del Consejo
y la jurisdicción ante la cual se sostenga un pleito en los
momentos del asilamiento debe, por lo tanto, inhibirse has­
ta la designación del mandatario por el tribunal del domi­
cilio del alienado (1). La parte contraria al internado no
tiene facultades para pedir dicha designación; únicamente
puede citar al administrador provisional, al mismo tiempo
que al internado, para que, si el primero no requiere la no­
minación de un mandatario, el procedimiento se continuará
en rebeldía contra el segundo (2).
El mandato ad litem es necesariamente especial (ar­
tículo 33). No obstante, dado para un pleito, permite na­
turalmente al mandatario utilizar los recursos ordinarios
contra la sentencia pronunciada en contra del alienado (3).
Pero toda otra demanda, incluso conexa, es inadmisible (4).
Con mayor motivo, el mandatario no puede transigir (5) o
aceptar (6) una sucesión o una comunidad en nombre del

(1) Req. 4 mayo 1870 (2 sentencias), D. 72. 1. 192, S. 72. 1. 230, Burdeos,
18 julio 1888, D. 90. 2. 51, S. 89. 2. 64. V. Crim. 31 oct. 1912, S. 1913. 1. 424. V.
también Civ. 7 junio 1899, D. 1900. 1. 8. S. 99. 1. 404.
(2) V. Aix, 8 julio- 1865, D. Jur. Gén., Supl. v9 Aliéné, núm.. 128; Burdeos,
18 julio 1888, precitada. En caso semejante, también, en defecto del administrador
provisional, el procurador de la República debe intervenir para requerir la nomi­
nación del mandatario ad litem e impedir así que el internado sea condenado en
rebeldía.
(3) Crim., 3 agosto 1895, D. 1900. 5. 19; París, 15 dic. 1894, S. 95. 2. 37. El
mandato necesariamente especial dado en este caso debe ser considerado como la
autorización dada por el consejo de familia al tutor y que, aunque especial, per­
mite también el ejercicio de los de recursos ordinarios (V. suprd, núm. 569). Conlrd,
el derecho del mandatario a recurrir en apelación: Baudry-Lacantinerie, Chéneaux
v Bonnecarrére, V. núm. 1052.
1 (4) Crim., 19 mayo 1893, D. 1895. 1. 405, S. 94. P. 425.
(5) Metz, 8 dic. 1868, T). 69. 2. 40, S. 69. 2. 133.
(61 Caen 15 nov. 1870, D. 73. 2. 238, S. 72. 2. 308; Tr. Meaux, 21 julio
1886, Jfon. Jud. Ly&n, l9 dic. 1886; París, 15 marzo 1892. D. 92. 2. 229, S. 92.
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 671

asilado, como tampoco renunciar a ella: estos actos los con­


sideramos prohibidos para el mismo administrador provi­
sional y que exigen la intervención de los órganos de la
tutela.
El mandato ad litem continúa después de la interdic­
ción del asilado, hasta que se le nombra un tutor (1).
Es indispensable un mandatario para representar al
demente incluso en un procedimiento de jurisdicción vo­
I luntaria, como el de la partición judicial (2). En cambio,
las cuentas y liquidaciones extrajudiciales corresponden al
administrador legal. Las acciones sobre el estado civil su­
ponen, del mismo modo que las demás, la intervención de
un mandatario (3). No obstante, una por lo menos de ellas
el pleito sobre interdicción dirigida contra el asilado, pa­
rece que también exige que se demanda personalmente a
éste al propio tiempo que a su mandatario (4).
722. Otros representantes del internado.—El art. 36
de la ley de 1838, previendo el caso de que un asilado no
tenga administrador provisional, declara que el tribunal, a
instancia de parte que lo interesp, podrá nombrar un nota-
rio paira que lo represente “en los inventarios, cuentas, di­
visiones y liquidaciones” en que esté interesado.
L.a intervención del notario será especialmente útil en
caso de conflicto de intereses entre el administrador y el
asilado, y en particular en ]a rendición de cuentas del ad­
ministrador provisional (5). Siendo, este notario el que
sustituye al administrador, no puede tener poderes más
amplios que los de éste. De ahí que sea curioso que la ley
2. 185; 25 marzo 1892, D. 92. 2. 229, S. ibid. Aubry y Rau, I, pfo. 127 bis. p.
821; A. Colín y Capitant, I, núm. 598. Contrá, París, 11 agosto 1891, S. 92. 2. 185;
26 enero 1892, D. 92. 2. 87, S. ibid., 9 agosto 1892, D. 92. 2. 600, S. 2. 47,
senteaicias que consideran la aceptación de una sucesión o do una comunidad in­

Ii
cluidas en los poderes del mandatario ad litem nombrado para una partición ju­
dicial.
(1) Rouen, 13 feb. 1855, D. 50. 2. 53, S. 55. 2. 519. I fl
(2) Aix, 6 julio 1865, D. Jur. Gén.t Sup. v» Aliént, núm. 128; París, 11 mar-
zo 1891, 26 enero 1892, 9 agosto 1892, precitadas; Grenoble, 2 abril 1895, D. 96.
2. 473, nota T. P., S. 97. 2. 205.
I
(3) Así en la acción de divorcio o separación de cuerpos: París, 24 abril
1872, S. 72. 2. 135; Caen, 9 nov. 1875, D. 76. 2. 133, S. 76. 2. 35; Civ. 20 marzo
1878, D. 78. 1. 180, S. 78. 1. 305; Burdeos, 18 jubo 1888, D. 90. 2. 51, S. 89. 2. 64.
(4) En este sentido: Angers, 6 nov. 1899, D. 1900. 2. 335, S. 1900. 2. 128;
Burdeos, 10 abril 1905, Pand., 1906. 2. 117, concl. dol abigado general Hómar, O.
75. 2. 233; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarróre, V. núm. 1051. Pero
muchas decisiones judiciales parecen admitir que, para defenderse en una demanda
de interdicción, no tietne necesidad el asilado del mandatario ad litem: Nancy, 4
julio 1860, D. 63. 5. 230, S. 63. 2. IOS; Caen, 31 jubo 1878, D. 79. 2. 269, 26
abril 1882, D. Jur. Gén., v9 Intcrdiction, núm. 39, S. 82. 2. 223. Según una
sentencia, (Caen, 30 dic. 1857, D. 58. 2. 147, S. 58. 2. 625), la designación de un
mandatario ad litem que asista al internado demandado de interdicción, es faculta­
tiva. Comp. París, 13 abril 1875, D. 75. 2. 233, S. 75. 2. 197.
(5) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarróre, V. núm. 1054.
672 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

de 1838 disponga su presencia en la partición, siendo así


que el propio administrador legal no tiene personalidad
para realizar una partición extrajudicial, que está prohibi­
da a los incapaces, ni para efectuarla judicialmente, que es
de la competencia del mandatario ad litem. De ello debe
deducirse que el notario, lo mismo que el administrador pro­
visional, intervendrá, no en la división propiamente dicha,
sino en los actos, cuentas y liquidaciones que se producen
con la partición y que no pueden llevarse a cabo más que
judicialmente.
En tanto que el alienado no se halle interdicto, la ley
no admite para él otros representantes que los mandatarios
ad litem y el administrador provisional o notario comisio­
nado.
Es, pues, improcedente la resolución judicial que nom­
bra un tutor ad hoc para celebrar un acto determinado (1)
Los tribunales han usado a veces este- procedimiento para
los actos de enajenación realizados por el asilado, estiman­
do que el administrador provisional no puede realizarlos,
obre todo si está interesado en ellos personalmente La
urisprudencia parece ampliar las facultades del adminis-
raclor provisional saliéndose de los límites normales, cuan­
do la designación de un tutor ad hoc no solamente resulta
impropio, sino prácticamente inútil. En caso de intereses
encontrados, es un administrador ad hoc lo que se debe
nombrar.
723. Conflicto de leyes.—La ley de 1838, en tanto que
tiene por objeto el afilamiento administrativo de los alie­
nados peligrosos, resulta de orden público y es aplicable a
los extranjeros. Es más, creemos que es preciso extender
esa regla al afilamiento voluntario, -y que la ley de 1838, debe
ser considerada como una ley de policía y de seguridad
aplicable sin distinción de personas (2). Al extranjero asi­
lado en un afilo francés, puede nombrársele un ^administra­
dor provisional y mandatario ad litem, en espera de que su
representación se organice conforme a su ley nacional, que
rige, desde su origen, para su capacidad.
Si un francés resulta asilado en él xtranjero, los tri­
bunales se niegan en general (3) a nombrarle un adminis-
(1) Rcq. 23 mayo 1882, T). 82. 1. 367, S. 83. 1. 97, nota Labbé.
(2) Surville y Arthuys, Tr. de droit intern., núm. 322, nota 1; Weiss, Traitó
de droit intern., 2’ cd., III, p. 416; Valéry, Traite de droit intern., núm. 826. Es­
ta era la solución a que se llegó en la convención de La Haya de 17 julio 1905,
flrt’ ni Douai 18 feb. 1848, D. 48. 2. 175, S. 48. 2. 563, 9 agosti 1886, S. 89.
o 20* Caen 8 feb 1904, D. 1904. 2. 438. En este sentido Surville y Artbuys, loe.
cít “Weiss, loe. cit. Pillet, Traitó pratique, I, núm. 336.
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 673

trador provisional, so pretexto de que la ley de 1838 no pue­


de aplicarse sino a establecimientos autorizados y vigilados
por el Gobierno francés. Pero el asilado tiene en realidad
tanto mayor necesidad de ser protegido cuanto que el Go­
bierno francés no vigila el establecimiento en que se halla
y la denegación de esa medida de protección, constituida
por el nombramiento de un administrador provisional, re­
sulta para él tanto más injusta cuanto que el procedimien­
to para la interdicción se hace muy difícil a causa de su
ausencia, que impide el que pueda ser interrogado.
Sección II.—De los alienados no asilados (1)
724. Nulidad radical de los actos jurídicos.—La per­
sona atacada de enajenación mental no se. da cuenta del
sentido e importancia de lo que hace. Sus actos jurídicos,
consiguientemente, se hallan tachados de nulidad absoluta,
puesto que les falta un elemento esencial, la voluntad cons­
ciente. De lo que se deduce que dicha nulidad puede pro­
barse en todo tiempo, sin restricción (2), a instancia de
cualquier persona.
No es ése el sentido general de la jurisprudencia (3) ;
que no deriva de la enajenación mental una inexistencia o I
nulidad absoluta, si no únicamente la nulidad relativa del
acto del loco. Esta nulidad no puede, pues, ser invocada
sino por el mismo demente o su representante; y puede com­
batirse, o por una confirmación expresa, o por la prescrip­
ción de 10 años (4). Es cierto que un sistema semejante,
(1) Bibliografía.—Grisolle, L’ali&né non interdit, 3’ ed., 1914; Ledoux, De
la démencc d?. fait ct des ses conséqucnces juridiqves, t. Poitiers, 1908.
(2) Existe alguna dificultad en conciliar esas soluciones con el Art. 503 que
no permite en caso de interdicción, anular los actos del loco anteriores a su in­
terdicción, sino en el caso de que la demencia fuera entonces notoria (suprd núm.
35). Es difícil admitir que la interdicción reduzca el derecho que tenía antes el
demento de atacar los actos celebrados en estado de demencia. Es lógico, por lo
tanto, el admitir que los tribunales podrán siempre mantener los actos del demen­
te, en consideración a la falta de notoriedad do la demencia y a la buena fe de
los terceros, y esto aunque el demente sea o no declarado interdicto después. No
puede ser de otra manera sino en casos de liberalidades (Art. 901).
(3) Sobre la inexistencia del acto v.: Tolosa, 21 enero 1885, D. 86. 2. 73;
Rennes, 31 octubre 1923, Gas. Pal., 23. 2. 699. Pero sobre la nulidad relativa: Bur­ I
deos, .14 enero 1857, D. Jar. Gen., V>’ Obligations, núm. 2969; Poitiers, 30 octubre
1893, S. 95. 2. 225: Burdeos, 22 abril 1896, D. 96. 2. 455y S. 96. 2. 232. Comp.
civ. 9 nov. 1887, D. 88. 1. 161, nota do Poncet, S. 87. 1. 461. Esta jurisprudencia
puede apoyarse también en argumentos de analogía sacados de la nulidad simple­
mente relativa do los actos del asilado y del interdicto, a pesar de la inexistencia
de su consentimiento (suprd, núm. 694 y 716) . Comp. también la situación del in­
terdicto antes do su interdicción, supril, núm. 697; parece difícil que ésta transfor­
mo en nulidad relativa la inexistencia con que se pretendo tachar sus actos an­
teriores .
(4) De acuerdo con las sentencias precitadas, esta prescripción corre desde
el día del acto nulo. Sería más lógico hacer que corriese desdo el día de la cesa­
ción de la demencia. V. nota de Lacoste, S. 95. 2. 225.
674 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

por reñido que esté con los principios, resulta en una pro­
tección más eficaz para el incapaz, puesto que la nulidad no
puede ejercitarse en su contra. Se puede agregar, para
justificar la jurisprudencia, que la locura del hombre que
se supone suficientemente consciente para celebrar un acto
coherente, no es generalmente tal que suprima completa­
mente su inteligencia y su voluntad; tal locura viciará la
mayoría de las veces dichos actos y en tales casos pueden
equipararse sus efectos con los que se producen por un vi­
cio de consentimiento, y en tal sentido la solución de la ju­
risprudencia tiene defensa.
Aparte de la jurisprudencia citada, dos obstáculos se
oponen también para que los actos del demente sean siem­
pre y sin distinción tachados de ineficacia: uno, de puro
hecho, o sea la dificultad de la prueba de la enajenación
mental en el momento preciso en que se haya celebrado el
acto; otro, de derecho, que resulta del art. 504.
725. Prueba de la demencia. — La demencia no es
siempre continua y completa; frecuentemente se ve inte­
rrumpida por intervalos lúcidos. ¿Cómo probar que en el
nomento preciso en que ha sido celebrado el acto que se im­
pugna, el loco se hallaba privado de su razón? Esta prue­
ba es frecuentemente difícil, aunque se pueda realizar por
todos los medios, puesto que se trata de un simple hecho.
Partiendo de esta última idea, la jurisprudencia se con­
forma la mayoría de las veces con una presunción, resultan­
te del hecho de que el demente se halle en un estado casi
constante de demencia en el período anterior y en el período
posterior el acto de que se trata. Los tribunales deducen
de ello la casi certeza de la demencia en el momento del acto,
a menos de que aquellos que sostienen su validez, de­
muestren ciertas circunstancias que hagan verosímil un in­
tervalo lúcido en ese mismo momento (1). Este procedi­
miento no es más que la aplicación del derecho común que
permite al juez, cuando la prueba testimonial es posible,
decidirse por simples indicios; una apreciación semejante,
que es de puro hecho no es materia de casación. Además,
una presunción análoga es la que permite anular los actos
del demente asilado (2) ; ésta es, sin embargo, más fuerte,
(1) Civ 26 feb. 1838, D. Jur. Gén., v* Disp. entre vifs, núm. 213, S. 38. 1.
533- Dijón, 20 dic. 1881, D. 82. 2. 8, S. 83. 2. 36; Nimes, 4 junio 1894, D. 94. 2 464;
rX’ 8 iulio 1901, D. 1901. 1. 496, 8. 1902. 1. 124; P marzo 1904, D. 1905. 1. 47.
8 1904- 1. 400. En este sentido Lacoste, S. 95. 2. 227. A. Colín y Capitant, ni,
p. 635, y I, p- ¿81; Aubry y Rau, I, pío. 127 bt.% p. 809-810
1 Í21 V suprd núin 716. So asemejan también la situación de los locos libres
y la de los interdictos anteriormente a la interdicción, snprd, uta. 697. La mayoría
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 675

por cuanto el asilainiento hace presumir la nulidad del acto


del loco sin que el que la demanda tenga que demostrar la
constancia de la locura en el período anterior y en el pe­
ríodo posterior.
726. Imposibilidad de anular los actos del alienado
después de su muerte.—La ley prohíbe en principio impug­
nar, por causa de locura, los actos de una persona falleci­
da (art. 504). Tr¿ita de ese modo de descartar las discu­
siones demasiado numerosas y de una solución demasiado
difícil, pues los herederos de una persona imbécil tienen la
tendencia natural a criticar sus actos so pretexto de enfer­
medad mental.
Pero esta regla comprende tres excepciones que abar­
can la mayoría de los casos en que los actos del demente co­
rren el riesgo de ser impugnados y reducen singularmente
su importancia.
I9 La nulidad puede siempre ser reconocida cuando
el contenido del acto demuestra por sí mismo la demencia
del que lo ha celebrado, excepción que se justifica por sí
sola. El juez del hecho aprecia libremente si la demencia
resulta del acto (1). Este debe, por sí solo (2), ofrecerla
prueba de ello. :
29 La donación y el testamento pueden siempre ser
atacados por imbecilidad de su autor (art. 901). En este
punto, en efecto, el peligro llamado de captación es dema; t
siado grave. Los demás contratos que no sean la donación
son inatacables también después de la muerte de su autor,
principalmente el contrato de matrimonio si contiene ven­
tajas matrimoniales (3). Pero las donaciones pueden ser
anuladas aún hechas en un contrato de matrimonio (4).
39 Por último, la nulidad de los actos de un demente
puede ser ejercitada después de su muerte, cuando, habien­
do sido demandada su interdicción, ha muerto durante la
instancia (5) (art. 504). La ley, que trata de impulsar a

do loa autores citados en la not-a anterior muestran que una y otra se confunden,
Contrá, Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 793.
(1) V. civ. 5 junio 1882, D. 83. 1. 173, S. 84. 1. 112.
(2) Por lo tanto, no se puede ofrecer la prueba de la demencia por medio
do otros actos o hechos. Orleans, 28 abril 1860, D. 60. 2. 98; pero, sin duda, éstoé
pueden ser invocados para corroborar la locura si el contenido del acto es de na­
turaleza que la hace presumir: París, 2'0 marzo 1807, D. Jur. Gén., v’ Disp. entro
vifs, núm. 196.
(3) Sobre la adopción, véase también: Poitiers, 23 nov. 1859, S. 61. 2. 138,
y en recurso: Req. 1’ mayo 1861, D. 61. 1. 213, S. 61. 1. 513.
(4) Riom, i7 julio 1839, D. Jur.-Gén., v* Interdiction. núm. 232. in fine S.
40. 2. 66. *
(5) Si esta hubiera fracasado o se hallase voluntariamente abandonada, se
volvería al principio y la demanda do nulidad sería inadmisible. Req. 3 enero 1832'.
D. Jur. Gen., v9 Interdiction, núm. 232.
676 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

los interesados a que soliciten la interdicción del demente,


obligándolos, en caso contrario, a respetar sus actos des­
pués de su muerte, no puede hacerlos responsables de no
haber procedido con diligencia en caso de fallecimiento
rápido. Pero la demanda de asilamiento del loco no pue­
de considerarse en este caso como una demanda de inter­
dicción, aunque su ingreso en un asilo permita también, como
se ha visto, impugnar sus actos después de su muerte.
El art. 504 se refiere sin distinción a todos los actos del
demente, aún a los extrapatrimoniales (1). Como abarca
los actos unilaterales (2), sé aplica a las simples abstencio­
nes del demente, cuando producen un efecto jurídico fun­
dado en la voluntad de éste. Así, pues, aún admitiendo la
suspensión de la prescripción en beneficio del loco (3), por
el motivo de que dicha prescripción se funda en una con­
firmación tácita, los herederos del loco no pueden, después
de su muerte, invocar esa suspensión, puesto que la confir­
mación tácita del loco se reputa válida.
727. Acciones judiciales que interesan al loco.—Como
todos los actos jurídicos que emanan del loco son nulos en
principio, el procedimiento entablado por él ante un tribu­
nal cualquiera no tiene valor, salvo si lo ha establecido en
sus intervalos lúcidos (4). El tribunal, si la enajenación
mental de una de las partes resulta invocada, debe negarse
a continuar el procedimiento hasta que sea reanudado, o
por el incapaz en un intervalo lúcido, o por un represen­
tante debidamente nombrado, lo que supone su interdic­
ción a su asilamiento (5). No obstante, la sentencia dicta­
da en juicio contradictoria contra un demente (6) es sus­
ceptible de adquirir la autoridad de cosa juzgada, y de con-

(1) Req. 1’ mayo 1861, precitada. Baudry-Lacantinerio, Chónacux y Bonno


carrére, V. núm. 939. Contrd, A. Colín y Capitánt, I, p. 583. Sobro el matrimonio,
V. nuestro Tratado, t. II, núm. 97.
(2) Caen, 27 julio 1846, D. 53. 5. 271.
(3) Es cierto que la demencia de la persona contra la cual so prescribo no
suspendo la prescripción adquisitiva: Douai, 17 enero 1845, D. 45. 2. 50, S. 45.
2. 277; Angers, 6 feb. 1847, D. 47. 2. 105, S. 47. 2. 201; Req. 31 dic. 1866, D 67
1. 350, S. 67. 1. 153, nota Boullanger. Comp. no obstante los motivos de Req. 21
mayo 1900, D. 1900. 1. 422, S. 1902'. 1. 133. Sería lógico que fuese distinto en
las prescripciones que se fundan sobre todo en una idea de confirmación tacita,
eomo la prescripción de 10 años de las acciones en nulidad relativa. V. anterior­
mente núm 35 y 61. V. en sentido diverso, Douai, 17 enero 1845, precitada; Angers,
19 marzo 1845, D. 45. 2. 61, S. 46. 2. 229; Burdeos, 14 oncro 1857, S. 57. 2. 353;
Req. 31 dic. 1866, precitada.-
(4) V Crim., 25 enero 1839, D. Jur. Gen., v’ Aliene, num. 263.
(51 Crim 23 dic 1859, D. 60. 1. 55. V. también Crim., 31 oct. 1912, S. 1913.
1. 424. En materia criminal, un tutor o un mandatario ad htem no pueden tam-
poco «pres^njar^a un^cusadoado Tolos¡1) 21 cnoro D . 8G. ¡> „
LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS 677

vertirse de ese modo en definitiva, salvo el recurso de re­


visión, en caso de que proceda (suprá, núm. 293) (1).
En cambio, el procedimiento seguido en rebeldía con­
tra un incapaz no interdicto, ni asilado, es válido, y la sen­
tencia dictada es ejecutoria (2). Se ha pretendido (3) que
dicho procedimiento no puede nunca ser válido, por falta
de ejecución consciente del demente (art. 156 Pr. Civ.) (a).
Ahora bien, como este precepto no exige que el trámite en
ejecución de sentencia destinado a impedir la caducidad
de la que se dicte en rebeldía, se realice con la plena con­
ciencia del demandado, no se explica la pretensión que se
impugna.
728. Irresponsabilidad del demente.—Como el loco no
tiene conciencia de sus actos, no puede incurrir en culpa
moralmente imputable, sin que para ello haya que tener en
cuenta, la falta de asilamiento o de interdicción. Ninguna
sanción que implique culpa falta por su parte, es posible
contra él. No puede ser condenado criminalmente (4) ; y i

la jurisprudencia admite que no es responsable tampoco del I


perjuicio causado por sus actos que produzcan daños (5),
fuera de los casos, por lo menos, en que la responsabilidad

(1) íSobre el carácter en .principio definitivo do la cosa juzgada: Douai. 18


feb. 1S4S, D. 48. 2. 175, S. 48. 2. 563; Limoges, 8 dic. 1919, Gae. Pal., 3 sept. 1920.
(2) Poitiers, 31 agosto 1842, D. Jur. ~ ~
Gén., v9 Intcrdiction,
- núm. 210, 1’.
(3) Poitiers, l9 feb. 1842, D. Jur. Gén.f v* Intcrdiction, núm. 210, 3’, S. 43.
2. 394.
i ,
(a) Se refiere el texto a la ejecución de las sentencias en los juicios en re­
beldía que no tienen efecto hasta seis meses después de dictadas, término en el !
cual ipuede establecerse audiencia (oposición) y como el loco no tiene conciencia
para ejercitar este derecho, se explica el sentido de esta frase en el texto. (N. dél T.).
(4)
Pero habrá lugar
~
evidentemente al internamiento
‘ ‘
administrativo de los
locos que se revelen peligrosos por sus actos delictuosos. Sobre el problema de la
locura y de la semi-locura en derecho penal, v9 Grasset, La responsabilitó des
____ _ -i _ 1 _______ • 1_____________ ____ .1________ 1. _ __________ 1 ..o T-

criminéis, París, 1908; del mismo, Les criminéis a responsabilitó attcnuéc. jRcv.
cath. des institutions ct du droit, 1910, p. 497-52'2. La cuestión ha sido discutida
dos veces en la Sociedad de Prisiones (jRcv. pénitcntiairc, 1905, p. 43 y s., 184 y
i ririri _ 3 TX_ ____________ \ TT. 3!_______ X • 3
s., 473 y s., y 1922, p. 730, con el informe del Dr. Balthazar). Ha sido discutida
igualmente en el X Congreso penitenciario internacional de Budapest (Rev. pén. pén.,t ¡i
1905, p. 1008).
(5) Caen, 2 die. 1853, D. 55. 2. 117, S. 54. 2. 385; Req. 14 mayo 1866, D.
67. 1. 296, S. 66. 1. 257; Lyon, 22 feb. 1871, D. 72. 2. 133, S. 71. 2. 8; Req. 21
oct. 1901, con informe de Lctellier, D. 1901. 1. 524, S. 1902. 1. 32; Lyon, 31 dic.
1904, D. 1907. 1. 315. nota M. P., S. 1910. 1. 20. Contrá, Montpellicr, 31 mayo
1866, D„ 67. 2. 3, S. 66. 2*. 259. La víctima del acto de un loco tiene solamente el
recurso de quejarse de la imprudencia de las personas a quienes incumbe la guar­
da del demente: Caen, 2 dic. 1853, prcitada; Chainbéry, 29 oct. 1889, D. 90.
2. 302, S. 91. 2. 10; Req. 21 oct. 1901 (motivos), 30 julio 1906, precitadas. Ade­
más la responsabilidad del loco se halla excepcionalmente obligada en el caso de
que no haya perdido la razón sino por sus excesos: Rouen, 17 marzo 1874, D. 74. 2.
190. S. 74. 2. 19; Caen, 9 nov. 1880, D. 82. 2. 23, S. 82. 2. 118. Sobre esta juris­
prudencia y si' crítica, v. nuestro Tratado, t. IV, Obligaciones, y Labbé, De la
démcncc au point de vito de la responsabilitó ct l’imputabilitó en matiérc civile,
Dcv. crit., 1870, p. 109 y s.

1
678 TRATADO PRÁCTICO DE DERECÜO CIVIL FRANCÉS

se halla fundada en una idea de riesgo (1), y no de culpa.


Por otra parte, como el divorcio y la separación de cuerpos
son, en nuestro derecho, las sanciones de la culpabilidad de
un cónyuge, no pueden caer sobre el que no goza de su ra­
zón en el momento de realizar los hechos que se le repro­
chan (2).
(1) Así en materia do accidentes del trabajo y quizás en varios do los ca­
sos previstos por los arts. 1384 y s.
(2) V. principalmente Req. 5 agosto 1890, D. 91. 1. 365, S. 94. 1. 15; 4
marzo 1902, D. 1902. 1. 192, S. 1902. 1. 388; 15 mayo 1912, D. 1912. 1. 303, S.
912. 1. 360, y nuestro Tratado, t. II, núm. 517.

CAPITULO III

LOS PRODIGOS Y DEBILES DE ESPIRITU (1)

729. Forma de protección (2).—Los pródigos y débi­


les de espíritu conservan la dirección de su persona y la
administración de sus bienes. Pero, para proteger su for­
tuna, se les prohíbe celebrar ciertos actos pecuniarios, im­
portantes, sin la asistencia de una persona encargada de
1
proteger sus bienes y llamada consejero judicial (artícu­
los 449 y 513) (a).
El nombramiento de un consejero judicial no es la
única protección posible para un pródigo. También las
cláusulas de la inalienabilidad insertadas en las liberali­
dades que les hacen producen útiles consecuencias (3). En
realidad van aún más lejos en la protección, puesto que co-
(1) Bibliografía.—Lambert, De la condition des prodigues en droit roniavn
et du conseil judiciaire frangais; Delaporte, Traité de la condition du prodigue
dans le droit romain, le droit frangais et les législations étrangéres modernos, 1881;
Louis Girard, De la protection des prodigues, tesis, París, 1906; R. Barillot, Le
conseil judiciaire d’a-prés la loi et la jurisprudence,tesis, París, 1907.
(2) Sobre la parte histórica, v* Planiol, Traite élémcntairc, I, núm. 2107, 2108
y 21 (a) El texto dice “consejo judicial”, pero tratándose de una sola persona
hemos preferido decir consejero, ya que consejo, en español, parece referirse a un
rrriiDo o colectividad, (I1*, del T.). 7 -»
g 1 Véanse nuestro Tratado de los bienes y nuestro Tratado de las dona­
ciones.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPIRITU 679

locan a los bienes donados en condiciones de no poder ser


embargados.
Sección I.—Nombramiento del consejero judicial
§ 1.—Personas que deben ser provistas de un consejero
jicdicial
730. Pródigos.—El pródigo a que se refiere el art. 513
es el que, por desarreglo mental o de costumbres, disipa su
fortuna en gastos locos. Los economistas se hallan dividi­
dos sobre la utilidad de protegerlos contra su voluntad,
puesto que la circulación de riquezas que ellos producen no
se supone perdida (1). Pero, aún en el caso de que la Eco­
nomía política no lo exigiera, la moral bastaría a justificar
la protección de los pródigos: l9, en interés de esos desdi­
chados, incapaces de residir a sus impulsos; 29, en interés
de su familia, especialmente de sus descendientes; 39, para
evitar el enriquecimiento escandaloso de los desalmados que
los explotan las más de las veces.
Los tribunales gozan de libertad de apreciación para
reconocer: l9, si un individuo debe ser considerado pródi­
go (2) ; 29, en caso afirmativo, si se le debe nombrar un con­
sejero judicial (3). No obstante, la prodigalidad supone
siempre dos condiciones: en primer término, los gastos del

i
pródigo deben ser bastante superiores a sus rentas, para
que su fortuna se vea seriamente amenazada (4). Además,
esos gastos deben ser locos (5), es decir, inspirados, no por
(1) V. en este sentido Cawes, Cours d’économie politique, 3’ ed., I, núm. 425
y 424. V. Bathie, Rev. crit., 1860, p. 132; pero, en favor do la protección: Leroy-
Beaulieu, Tr. d’Econornie politique, IV, p. 316 y s.; Jourdan, Tr. d’économie
politique, p. 510; Colson, Tr. d’économie, 2’ ed., I, p. 119.
(2) V. principalmente Req. 4 julio 1838, D. Jur. Gén.. Interdiction, núm.
274, S. 38. 1. 654; 12' marzo 1877, D. 78. 1. 184, S. 77. 1. 203; 16 marzo 1887, D. u
87. 1. 211, S. 88. 1. 69; 13 junio 1898, I). 98. 1. 304, S. 99. 1. 29; 21 fob. 1899, D. I
¡I
99. 1. 243; 18 julio. 1906, D. 1906. 1. 328, S. 1906. 1. 456.
(3) Es lo que resulta de los motivos generales de las sentencias precitadas,
que abandonan completamente a la prudencia del juca del hecho la apreciación de
las circunstancias que necesitan o no la nominación do un consejero. Principal­
mente, en caso de prodigalidad de una mujer casada, la potestad marital puede
servirle como protección suficiente. V. en particular, Req. 12 marzo 1877, precitada
(mitivos). V. infrd, núm. 733.
(4) V. principalmente, Req. 18 agosto 1884, S. 86. 1. 453; París, 31 enero
1894, D. 94. 2. 233, nota Planiol, S. 95. 2. 84; 25 marzo 1897, D. 97. 2. 287, S.
08. 2. 49. En este sentido, declaraciones de Tronchet y do Portalis en los trabajos
preparatorios. Fenet, X, p. 688 y 690; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonne-
carróre, V. núm. 956; A. Colín y Capitant, I, p. 604.
l
(5) París, 7 enero 1856, D. 56. 2. 138, S. 56. 2. 223; Burdeos, 12 julio 1859,
D. 59. 2. 2'00; París, 25 marzo 1897, D. 97. 2. 287, S. 98. 2. 49 y en recurso: Req.
13 junio 1898, D. 98. 1. 304, S. 99. 1. 29. V. en este sentido nota Planiol, preci­
tada, D. 94. 2 233, y las declaraciones que cita de Portalis, Maleville y Combace-
res; Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarrére, loe. cit.; A. Colín y Car

I
680 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

la razón, sino por la pasión o el trastorno mental, como el


jugador (1) o el litigante por manía (2).
La prueba de los actos de prodigalidad corresponde al
demandante que no puede limitarse a demostrar solamen­
te la disminución de la fortuna del demandado, obligando
así a este último a una especie de rendición de cuentas (3).
731. Debilidad de espíritu. — El débil de espíritu a
que se refiere el art. 499 es aquel cuyas facultades se hallan
debilitadas, sin que haya perdida total y habitual que haga
posible la interdicción. Aunque la Corte de Casación pre­
tende establecer entre el y el pródigo un abismo infranquea­
ble (4), es difícil muchas veces distinguido de éste, puesto
que no se les da un Consejo judicial a los pródigos, a no ser
que sus gastos sean locosy y tampoco se les da a los débiles
de espíritu sino en el caso en que pongan sus bienes en peli­
gro (5). Todo lo que se puede decir es que hay más pasión
en el caso de los primeros y más debilidad cerebral en el
caso de los segundos.
Los tribunales aprecian libremente la existencia de la
debilidad de espíritu (6) y deciden a su arbitrio, según la
gravedad y el carácter más o menos habitual de los trastor­
nos mentales, entre la interdicción o la dación de un con­
sejero judicial (7) ; pueden también rehusar ésta cuando les
parezcan que las circunstancias excluyen todo peligro para
la fortuna del imbécil (8).
732. Defectos físicos y vicios morales.—En realidad,
el art. 499 no precisa la naturaleza de las causas que autori-
pitant, loe. cit. Así, pues, no bastan para entrañar la nominación de un consejero
judicial, ni el hecho, por parte de una mujer haber cauciouado a su marido (Pa­
rís, 7 enero 1856, precitada), ni el hecho, por parte do un individuo, de haber es­
peculado audazmente, pero inteligentemente, on la Bolsa, aunque ello implique la
ruina de su fortuna (París, 15 marzo 1897, precitada).
(1) París, 15 enero 1897, precitada, motivos.
(2) Req. 4 julio. 1838, D. Jur. Gén., v9 Interdiciion, núm. 224, S. 38. 1. 654.
V. el número siguiente.
(3) Burdeos, 12 julio 1859, precitada.
(4) Req. 16 marzo 1887, D. 87. 1. 211, S. 88. 69.
(5) V. Req. 21 feb. 1899, D. 99. 1. 243.
(6) V. principalmente, Req. 5 julio 1837, 1). Jur. Gén.t v9 Interdiciion, núm.
24, 39; Req. 21 febrero 1899, precitada.
(7) Rouen, 8 floreal, año XII, D. Jur. Gen., v9 Interdiciion, núm. 260, 1°
(senectud); Colmar, 2 prairial, año XIII, D. ibid., núm. 65, l9 (debilidad de espí­
ritu provocada por epilepsia); Req. 29 mayo 1822, D. ibid., núm. 27, 79 (falta do
memoria y abandono); Riom, 4 mayo 1825, D. ibid., núm. 256, l9 (senectud); Req.
3 feb 1837 D. ibid., núm. 24, 39 (locura intermitente); Ainicns, 19 enero 1856, D.
57 1 354 7senectud) • Tr. Lyon, 27 enero 1872, D. 72’. 3. 16 y en apelación: Lyon,
°4 julio 1872 D 72. 2. 191 (exaltación de ideas): Tolosa, 7 dic. 1905, D. 1906. 5.
2n ¿incoherencia manía de recelo, de litigar, obstinación injustificada); Tolosa,
21 julio 1909 S.1910. 2. 43 (manía do querella) ; Bruselas, 13 julio 1912. S. 1913.
4. 23 Jur. Gén., v- Interdiciion, núm.
24, Á y Req. 12 marzo’1877, motivos, D. 78. 1. 184, 8. 77. 1. 203.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 681
I
zan el nombramiento de un consejero judicial: se limita con
permitirla “si las circunstancias lo exigen”. Fórmula am­
plia que permite a los tribunales tomar en consideración
simples defectos físicos, como la sordera (1), o vicios, como
la embriaguez habitual (2), que les parece que ponen en
peligro la fortuna del demandado.
733. Cases de los demandados ya incapaces.—El me­
nor, a quien puede constituir en interdicción (núms. 664
y 675), puede también verse nombrar un consejero judi­
cial (3). Nada impide tampoco la designación de un conse­
jero judicial a una mujer casada (4), cualquiera que sea su
régimen matrimonial, si, por virtud de las circunstancias,
los tribunales estiman al marido cómplice o sin autoridad
oral en relación con los actos de disipación de su mujer.
Por la misma razón, el matrimonio de una pródiga jio obliga
a los tribunales a dejar la incapacidad legal anterior (5).
§ 2.—Procedimiento para el nombramiento
734. Solicitud.—El nombramiento de un consejero ju­
dicial se puede pedir por las mismas personas que pueden
interesar la interdicción, tramitándose y decretándose de !■

acuerdo con los mismos trámites (art. 514). La publicidad


es la misma (art. 501), bajo sanciones idénticas. I

De donde se deduce que el Ministerio público no tiene


facultad para solicitar la designación de consejero judicial,
sino en los casos de ausencia del cónyuge o de parientes co­
nocidos (6) (art. 491). Tampoco el pródigo o el débil de
(1) Lyon, 14 enero 1812, D. Jur. Gén., V? cit., núm. 26, S. chr.; Rouen, 18
mayo 1842, D. ib id., S. 42. 2. 524; París, 11 (lie. 1903, D. 1906. 2. 127. V. también
sobre debilidad de ¡a vista: Req. 29 mayo 1822, precitada; A. Colín y Capitant,
I, p. 603-4; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnccarrére, V. núm. 953.
(2) Rouen, 18 enero 1865, D. 65. 2. 226, S. 65. 2. 350 y autoridades precitadas.
(3) Bourges, 5 mayo 1846, D. 46. 2. 237, S. 46. 2. 329; París, 31 enero 1894, i
D. 91. 2. 233, S. 95. 2. 84. La utilidad de esta medida puede hacerse sentir, o
por el emancipado, o por el menor que está próximo a su mayoría de edad (V.-au­
toridades citadas en ]a nota siguiente). Sobre la demanda del tutor, núm. 675.
(4) V. principalmente Req. 4 julio 1838, D. Jur. Gén., v9 Intcrdiction, núm. ití
252-1», S. 38. 1. 653; París, 7 enero 1856, D. 56. 2. 138, S. 56. 2'. 223; 13 nov. 1863,
1). 63. 5. 217; 4 agosto 1866, S. 67. 2. 132. Req. 12 marzo 1877, D. 78. 1. 184, S.
ll
77. 1. 203; Tr. Tolosa, 3 junio 1911, D. 1912. 5. 3. El consejero puede ser nom­
brado a la mujer, o a demanda del marido (París, 20 abril 1875, D. 76. 2‘. 238. S.
75. 2. 138) o contra su voluntad (Poitiors, 18 mayo 1881, D. 82. 2. 247, S. 83. 2.
8). En este sentido, Aubry y Rau, I, pfo. 138, p. 864-5; Baudry-Lacantinerie,
Chéneaux y Bonnccarrórc, V. núm. 961; A. Colin y Capitant, I, p. 604. Sobre las
consecuencias de esta nominación, v. infrei, núm. 737. J-
(5) Req. 12 marzo 1877, precitada. Comp. sin embargo, Nancy, 3 julio 1838,
D. Jur. Gén., v» Intcrdiction, núm. 251, S. 39. 2. 283.
(6) Rouen, 5 dic. 1853, D. 54. 2. 123, S. 55. 2. 561. El ministerio público
no puede burlar la regla que le impide proceder introduciendo uua demanda en in­
terdicción so pretexto de furor. Al rechazar esta demanda, los tribunales no pue­
den imponer al demandado un consejo judicial (Besan^on, 25 agosto 1810, D.
Jur. Gen., v» Intcrdiction, núm-, 265).

L
682 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

espíritu no pueden reclamar personalmente un consejero


judicial (1) ; ni pueden consentir directa o indirectamente
a la demanda (2).
735. Posible modificación de la instancia inicial.—El
nombramiento de un consejero judicial puede tener lugar
de oficio, aunque se inste la interdicción, cuando los tribu­
nales consideren exagerada esta última medida (supra^ nú­
mero 6S5). El solicitante de la interdicción puede también,
en el curso del procedimiento, reducir él mismo el objeto ele
su acción pidiendo el nombramiento de un consejero judi­
cial. Con mayor motivo puede reclamar esta designación
desde el principio (3) ; la ley lo dice en el caso de prodigali­
dad (art. 513), y sí el art. 499 no lo indica en los demás casos,
no se debe sino a un incidente de los trabajos preparatorios
que modificó el lugar de ese artículo en el Código.
La Corte de Casación no admite que el demandante se
apoye en hechos de prodigalidad, cuando primeramente
no ha invocado sino la debilidad de espíritu de su deman­
da o viceversa (4), sino que lo obliga a iniciar de nuevo el
procedimiento, puesto que esas dos causas de incapacidad,
dice, son absolutamente distintas. Esta exigencia, aunque
no es penosa, carece, sin embargo, de fundamento; se ha
visto que, de hecho, la prodigalidad y ]a debilidad de espí­
ritu son difíciles de distinguir (núm. 731). La ley, que no
emplea en ninguna parte la frase “debilidad de espíritu”,
no define tampoco ésta como una causa independiente de
incapacidad; por el contrario, refiriéndose a la demanda
de interdicción, el art. 499 declara que de la misma puede
resultar la designación de un consejero judicial, siempre
que las circunstancias lo exijan y, por lo tanto, lo mismo en
el caso de prodigalidad que en el caso de imbecilidad. De
cualquier modo que sea, las demandas para la designación
de un consejero judicial burlan fácilmente esa jurispru-

(1) Aubry ct Rau, I, pfo. 138, p. 864, nota 7; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux


y Bonnecarrére, V. núm. 965. Comp. no obstante, Lyon, 14 enero 1812, D. Jur. Gén.,
cit. núm. 26. El Antiguo Derecho estaba en sentido contrario.
(2) Nimes, 25 enero 1876, D. 77. 2. 187, S. 77. 2. 294; Dyon, 24 julio 1872
D. 72. 2. 191 S. 73. 2. 40; Tolosa, 22 mayo 1880, D. 80. 2. 195, S. 81. 2. 92. Aubry
y *Raú í, 5’ ed., pfo. 138, p. 864. V. París, 19 junio 1884, D. Sup., v9 Désistemcnt,
6 y suprd, núm.’ 27. Contrd, Turín, 4 enero 1812, D. Jur. Gén., v’ I.nterdict-ion, núm.
267. Se observará que, en cambio, un pródigo puede aceptar válidamente una libe,
calidad aue se le haga con una cláusula de inalicnabilidad.
(3) Besan <jon, 2 feb. 1865, D. 65. 2. 95, S. 65. 2. 239 (sol. impl.). Aubry y
t rrfn 138* V) 862; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm.
952’V Rcq. 16¡marzo 1887, D. 87. 1. 211 S. 88. 1. 69.
(4) Roq. 16 marzo 1887, precitada. Aubry y Rau, I, pfo. 138, p. 863, nota
4 ter.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 683

dencia, invocando a ]a vez prodigalidad y la imbecili­


dad (.1).
736. Consejero judicial provisional.—El art. 497 per­
mite, en el curso del procedimiento de interdicción, que se
nombre al demandado un acLministrador jjrovisional. Esta
designación queda vigente, aún en el caso de que la instan­
cia no resulte sino en el nombramiento de un consejero ju­
dicial. El administrador provisional en ese caso no pue­
de alcanzar facultades más amplias que las de un consejero
judicial, y los actos del demandado en el curso del pleito
son válidos siempre que la ley no exija para ellos la asis­
tencia de este (2).
Cuando la demanda tienda directamente al nombra­
miento de un consejero judicial, no es un administrador
provisional, sino mi consejero -provisional el que se pueda
nombrar durante la instancia y en las mismas condicio­
nes (3). Sus facultades serán confirmadas o retroactiva­
mente anuladas por la sentencia definitiva. Su designación
puede resultar muy útil sin la retroactividad de la senten­
cia de nombramiento del consejero.
§ 3.—Elección y misión del consejero judicial
737. Nombramiento y sustitución posible por el tribu­
nal.—El consejero judicial es nombrado directamente por *
el tribunal, que lo elige libremente (4), entre los parientes
o los extraños. No existe ningún consejero judicial legal,
ni siquiera el marido (5) ; el tribunal, cuando juzga que la
autoridad del marido no basta a proteger el patrimonio de
la mujer, tiene en general buenas razones para no desig­
narle consejero judicial de ésta. La designación de un
tercero no anula ni los derechos de administración del
marido sobre los bienes de su mujer, ni la potestad marital;
■B
y la autorización del marido deberá ser prestada concu-
(1) V. principalmente Besan^on, 2 fcb. 1865, precitada.
(2) V. Bourges, 4 dic. 1882, bajo Civ. 29 abril 1885, D. 85. 1. 375, S. 68.
1. 157.
(3) V. además do las sentencias citadas en la nota precedente: Baud'/y-
Lacantinerie-Cliéneaux y Bonnecarróre, V. núm. 966-967. Com. París, 6 julio 1899,
8. 1900. 2. 115.
' l.j
(4) Req. 12 marzo 1877, D. 78. 1. 184, S. 77. 1. 203; Poitiers, 18 mayo 1881,
D. 82. 2. 2’47, S. 83. 2. 8; Req. 18 julio 1906, D. 1906. 1. 32S, S. 1906. 1. 456
Aubry y Rau, I, pfo. 139, p. 867-8; A. Colín y Capitant, I, p. 603. La ley no
prohíbo la pluralidad de consejeros judiciales, pero no se ve cual puedo ser el in­
terés que haya cu ello. ■■

(5) Roq. 12 marzo 1877 y Poitiers, 18 mayo 1881, precitadas. Baudry-La-


cantincrio, Chóneaux y Bonnecarróre, V. núm. 968. Contri Nancy, 3 dic. 1838, D.
Jw. Gén,.t v’ Interdictan, núm. 251, S. 39. 2. 283.

1
684 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

rrentemente con la asistencia del consejero (1). La mujer


no puede ser nombrada consejero de su marido; la potes­
tad marital se opone a ello (2).
Como no recibe del tribunal sino un mandato, puede
revocársele (3) después, a instancia de cualquier interesa­
do, y basta cíe oficio, si no cumple ese mandato a satisfac­
ción del demandante. En este caso, como en todos los de­
más en que las funciones del consejero judicial terminen,
se le reemplaza con otro por el tribunal o por la Corte que
lo hubiera nombrado (4), a instancia de cualquier intere­
sado, o de oficio (5). El sustituto puede ser designado en
Sala del Consejo (6).
738. Aceptación potestativa. — La persona nombrada
consejero judicial por el tribunal no está obligada en nin­
gún caso a aceptar (7). I-Ie ahí una diferencia notable con
la tutela, diferencia que no se funda en ningún precepto,
sino simplemente en la tradición.
Después de haber aceptado sus funciones, el consejero
puede renunciar, pero únicamente con la aprobación del
tribunal (8), del que solicitará, al mismo tiempo, que le
nombre sustituto. El orden público impone que el inca­
paz no se quede sin protección y las funciones del conseje­
ro requieren una cierta continuidad.
739. Misión de asistencia. — Legalmente, el consejero
judicial, del mismo modo que el curador de un menor eman-
(1) V. supra, núm. 251; París, 13 nov. 1863, D. 63. 5. 217, S. 64. 2. 193; Li-
moges, 27 mayo 1867, D. 67. 2. 77, S. 67. 2'. 337; París, 20 abril 1875, D. 76.
2. 238, S. 75. 2. 138. Aubry y Rau, I, pfo. 138, p. 865, nota 11; Demogue, Tr.
des Oblig., II, núm. 687. V. Fennes, 3 enero 1880, D. 80. 2. 254, S. 82. 2. 174.
(2) Tr. Scmur, 16 enero 1861, D. 62. 3. 59, S. 62. 2. 233. No hay que ar­
güir en sentido contrario del caso del interdicto, cuya mujer puede ser tutora,
puesto que ésta se halla fuera de estado para ejercer la potestad marital.
(3) Req. 13 feb. 1844, D. Jur. Gén., v'? Intcrdiction, núm. 292, S. 44. 1. 348;
12 agosto 1868, D. 69. 1. 268, S. 68. 1. 429; Lieja, 12 julio 1882, D. 84. 2. 200,
8. 82. 4. 47; París, 16 enero 1890, D. 92. 2. 209. Aubry y Rau, I, pfo. 139, p.
871; Baudry-Lacantineric, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 969.
^4) Naney, 26 nov. 1868, D. 69. 2. 199, S. 70. 2. 184; Nimes, 25 enero 1876,
r ------
D. 77. " —
2. 187; Pau, 20 julio 1914, D. —
..................... - ”
1917. -2. 48. Riom, —
V. — • • ....................
12 junio 1911 (moti-
vos), D. 1914. 5. 25.
(5) Aubry
‘ ' y Rau, I, pfo. 139, núm. 871.
(6) Tr. Dijón, 13 nov. 1866, D. 67. 3. 5, S. 67. 3. 197. Corte Cochinchina, 30
J Req.. 18 marzo 1907, D. 1909. 1. 525. Baudry-Lacantinerie, Ché­
junio 1904,? bajo
neaux y Bonnecarrére, V. p. 969. Pero parece que conviene darlo la misma pu­
blicidad a la sentencia que reemplaza el consejero que a la que lo nombró.
(7) Aubry y Rau, I, pfo. 139, p. 868; Baudry-Lacantineric, Chéneaux y
Bonnecarrére, V*. núm. 969. V. Tr. Naney, 30 abril 1868, bajo Naney, 26 nov. 1868,
precitada, y Tr. Dijón, 21 marzo 1860, D. 66. 5. 262. Contra, Reúnes, 14 agosto
1823 D. Jur. Gen., v’ Intcrdiction, núm. 281, S. chr.
(8) Naney, 26 nov. 1868, precitada: Pau, 20 julio 1914, D. 1917. 2. 48.
Contra Aubry y Rau, I, pfo. 139, p. 868. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bon-
nppnrrére V núm 969. En todo caso, cuando la dimisión del consejero es ignora­
da por los terceros, no puede serles opuesta: Req. 14 junio 1876, D. 78. 1. 126, S.
76 1 341 • Además, dada a destiempo, implica la responsabilidad del consejo.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 685

cipaclo, está únicamente encargado de asistir al incapaz en


los actos que la ley considera peligrosos para él. Esta asis­
tencia exige que el protector legal sea demandado en to­
dos los procedimientos que interesen al incapaz (1) ; en
los demás actos, basta con una autorización, necesariamen­
te especial (2) y anterior o concomitante aí acto (3). Esta
distinción tiene su justificación, en ausencia de precepto le­
gal, en consideraciones prácticas (v., supra, núms. 263 y s.).
De lo que se deduce que las atribuciones legales del con­
sejero judicial no consisten nunca en una intervención es­
pontánea. El consejero no puede representar al inca­
paz (4) ni administrar su fortuna. Se concibe, no obstante,
que no deja de tener sus peligros el dejar en las manos de
un pródigo cantidades y valores mobiliarios (5). Por eso,
algunos consejeros tienden a ampliar su misión y a insti­
tuirse en administrador de la fortuna del incapaz. Esta
pretensión, incuestionablemente ilegal, no deja de tenei’ sus
peligros, puesto que la ley no impone al consejero judicial
ninguna de las garantías y seguridades exigidas a un tu­
tor. De donde la incompetencia y las malversaciones de su
parte amenazan con dejar al incapaz sin recursos.
No obstante, pudiendo negarse a dar recibo de las can­
tidades debidas al incapaz, el consejero puede también su-

(1) Civ. 1* feb. 1876, D. 76. 1. SO, S. 76. 1. 153; Nancy, 24 feb. 1892.D.
92. 2. 293; Req. 20 junio 1883, D. 84. 1. 248, S. 84. 1. 327; Civ. 29 junio 1903,
D. 1903. 1. 411, S. 1904. 1. 213. Aubry y Rau, I, pfo. 139, p. 870; Baudry-Lacan-
tinerie, Chénoaux y Bonnecárróre, V. núm. 970. V. suprd, núm. 263. Resulta de ello
que la sentencia debe ser comunicada al pródigo y a su consejero, en defecto de lo
cual, los plazos de apelación no corren ni contra uno »ni contra otro: Req. 20 •I
junio 1883, precitada; Lyon, 26 mayo 1909, D. 1911. 2. 52. No obstante, sobre
las sentencias ya pronunciadas en el momento del nombramiento del consejero,
v9: Burdeos, 1’ agosto 1900, S. 1902. 2. 94.
(2) Suprd, núm. 265. Bruselas, 27 enero 1841, D. Jur. Gén., v9 Interdiction,
núm. 301. Las mismas autoridades. Sobre, las consecuencias da la especialidad indis­
pensable, v. infrd, núm. 749.
(3) Las mismas autoridades, V. Req. 15 marzo 1910, D. 13. 5. 26. Pero na­
da se opone, observan muy exactamente los autores, a que el consejero y el pródi­
go, procediendo de acuerdo confirmen el acto irregular. V. en este sentido, suprd, ?
núm. 267. Req. 6 junio 1860, D. 60, 1. 339} S. 60. 1. 593. V. Rennes, 19 feb. 1879,
D. 79. 2. 65.
(4) Aubry y Rau, I, pfo. 139, p. 368-869; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux
y Bonnecárróre, V. núm. 970; A. Colín y Capitant, I, p. 605. Sobre las consecuen­
cias do ese principio en materia de acciones judíenles, v9 infrd, núm. 749.
(5) Ese peligro no se presenta cuando se trata de cantidades a recibir do
terceros, puesto que la asistencia del consejero entonces es necesaria; existe, en
cambio, cuando se trata de cantidades que el pródigo tuviera ya en su poder en
el momento de la dación del consejo y sobre todo de aquellos que poseen las per­
sonas a la cuales el pródigo ha de heredar. En este último caso, los consejeros
por parte del pródigo de la sucesión y de exigir por lo menos un inventario. Los
tribunales, hasta ahora, han rechazado esas medidas como ilegales: Rouen, 19
abril 1847, D. 47. 2. 91, S. 47. 2. 363; Douai, 30 junio 1855, D. 56. 2. 56, S. 5/5.
2. 670. Produce asombro de esa timidez de la jurisprudencia, generalmente tan
audaz para proteger al pródigo.

k
686 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

bordinar ese recibo a ciertas condiciones, puede exigir vá­


lidamente del incapaz (suprd, núm. 268), como condición de
su asistencia, que el dinero le sea personalmente entregado,
para que asegure inmediatamente la inversión convenida
con el incapaz (infria núm. 759). Igualmente, llamado a
asistir al incapaz cuando pleitea, el consejero puede señalar
sus divergencias de opinión con él por medio de conclusio­
nes especiales (infrá, núm. 750).
Se verá más adelante que los tribunales extienden en
dos ocasiones la misión legal del consejero judicial: 1’, per­
mitiéndole, cuando pleitea en unión del pródigo, establecer
los puntos del debate, no solamente por su cuenta, sino tam­
bién por cuenta de éste; 2’, permitiéndole la acción de nuli­
dad contra los actos del incapaz (infra, núm. 768).
740. Consejero judicial ad hoc.—Es preciso que el in­
capaz no sufra la obstaculización o la mala voluntad de su
consejero judicial, cuando tiene que realizar un acto que
necesita de la asistencia de éste. Se ha visto que el tribu­
nal puede entonces revocar y reemplazar al consejero judi­
cial. Pero, sin llegar a eso, se suele conformar con nom­
brar al incapaz un consejero judicial ad hoc especialmente
encargado de asistirlo en el acto en cuestión (1). Esta de­
signación es también necesaria cuando el acto que se vaya
a celebrar coloca en contradicción los intereses respectivos
del pródigo y del consejero (2) : este último no puede en­
tonces prestarle asistencia (3).
En contra de lo que ocurre con la sustitución defini­
tiva del consejero judicial, la designación de un consejero
judicial ad hoc puede muchas veces ser instada en el tribu­
nal del domicilio actual del incapaz (’4), que decide en Sala
(1) Poitiers, 7 agosto 1867, y en recurso: Req. 12 agosto 1868, D. 69. 1. 268,
S. 68. 1. 429; Lieja, 12 juüo 1882’, D. 84. 2. 200, S. 82. 4. 47, París, 31 enero 1888,
8. 88. 2. 191; 25 marzo 1890, D. 90. 2. 257, S. 90. 2. 107; Roq. 16 mayo 1899, D.
99. 1. 399, S. 99. 1. 500; Civ. 14 junio 1921, D. 1924. 1. 216. Aubry y Rau, I, pfo.
139, p. 871; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 974. El tri­
bunal aprecia soberanamente el fundamento de la resistencia del consejero: Roq.
16 mayo 1899, precitada y nota Planiol bajo París, 25 marzo 1890, precitada (sen­
tencia. en sentido contrario).
(2) Tr. Chélons-sur-Saóne, 5 dic. 1849, I). 66. 5. 261. Tr. Sena, 14 abril 1859,
D. ibid.; Tr. Dijón, 21 marzo 1860, D. ibid.; Tr. Dijón, 13 nov. 1866, D. 67. 3. 5,
g’ 67 *2. 197; Tr. Sena, 30 abril 1870, precitada.
(3) So pena de nulidad: París, 16 julio 1859, y en recurso, Roq. 13 junio
1860 D. 60. 1. 503, S. 61. 1. 237; Amgérs, 3 agosto 1866, D. 67. 2. 23, S. 66. 2.
340 ’ Aubry y Rau, 1. pfo. 139, p. 870; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonno-
carrére V 972, V. suprá
(4) Tr. Sena, 14 abril 1859, precitada; Riom, 12 junio 1911, D. 14. 5. 25;
p. 14 iunio 1921 D. 1924. 1. 216, S. 1921. 1. 319. Sobre la nominación en el
curso de un pleito’por la Corto de apelación ante la cual se ha acudido. Riom,
23 die. 1908, D. 1909. a. 272.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 687

del Consejo (1), a instancia aparte (2) y sin contradic­


ción (3). Por lo menos es así cuando la designación de]
consejero ad hoc pone remedio su jurisdicción volunta­
ria, a una oposición de intereses entre el incapaz y su con­
sejero ordinario. Pero es distinto si la designación del
consejero ad hoc tiene por objeto suplir la negativa de
asistencia opuesta a un acto por el consejero ordinario.
Este es, hasta que sea revocado, mandatario del tribunal
que lo ha nombrado, y otro tribunal no puede contrariar­
lo (4). La acción debe entonces oírse en audiencia pública,
llamando al consejero ordinario ante el tribunal que lo ha
nombrado (5), que apreciará libremente sobre la raciona­
lidad de la negativa de dicho consejero (6).
El consejero ad hoc, que recibe un mandato imperativo,
está obligado a prestar su asistencia al acto designado (7).
No obstante, si se trata de un pleito, se le permite que adop­
te las resoluciones que considere mejor (8).
El tribunal no puede en ningún caso autorizar el acto
directamente; la mediación de un consejero ad hoc es siem­
pre indispensable (9).
741. Remuneración posible y responsabilidad.—Como
el consejero judicial está en libertad de rehusar su misión,
puede exigir, para cumplirla, una remuneración que será
fijada de acuerdo con él por el tribunal (10). En este caso,
su responsabilidad es la de un mandatario remunerado.
(1) Tr. Sena, 14 abril 1859; Tr. Dijón, 21 marzo 1860 y 13 nov. 1866, pre- i
citadas.
(2) Tr. Sena, 14 abril 1859 y 30 abril 1870, precitadas.
(3) Las mismas decisiones.
(4) V. Nancy, 24 feb. 1892, D. 92. 2. 293, que niega entonces a la Corte de
apelación encargada de ' 3 un pleito, e] derecho do nombrar un consejero ad hoc al
incapacitado que lo necesita.
(5) Pero no puede compararse con esto caso la existencia de un pleito entre
el incapaz y el consejero; lo que hace precisa entonces la nominación de un con-
sejoro ad hoc, es la oposición de intereses y no la negativa de asistencia (Civ. 14
junio 1921; Tr. Dijón, 13 nov. 1866; Tr. Sena, 30 abril 1870, precitadas).
(6) V. jRcq. 16 nov. 1899, D. 99. 1. 399.
(7) París, 31 enero 1888, S. 88. 2. 191, 25 marzo 1890, D. 90. 2. 257 y no­
ta Planiol, S. 90. 2. 107. Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarróre, V. núm.
974; pero el consejo ad hoc nombrado puede rehusar sus funciones; Tr. Dijón, 21
marzo 1860, precitada. Su mandato está limitado estrictamente a los fines fija­
dos por el tribunal: Req. 12 agosto 1868, D. 69. 1. 268, S. 68. 1. 429. | jl
(8) París, 31 enero 1888 y 25 marzo 1890, precitadas.
(9) Jurisprudencia constante: v. principalmente, Orleans, 15 mayo 1847, D.
47. 2. 138, S. 47. 2. 567; Bcsan^on, 11 enero 1851, D. 51. 2. 61, S. 51. 2. 75;
Reúnes, 3 enero 1880, D. 80. 2. 254, S. 82. 2. 174; Douai, 7 marzo 1881, D. 81. 2.
208, S. 81. 2. 137; Nancy, 24 feb. 1892, D. 92..2*. 293; Req. 10 nov. 1897, D. 98.
1. 310, S. 1901. 1.. 524. Aubry y Rau, I, pfo. 139, p. 871; Baudry-Lacantinerie,
Chéneaux y Bonnecarróre, V. núm. 974. Contrd, A. Colin y Capitant, I, p. 609; Chai-
don, Puissaincc tutélaire, núm. 278.
(10) Bruselas, 23 abril 1829, D. Jur. Gén.t v9 Interdiction-, núm. 277, 2’ (sol.
impl.). Antiguamente, los consejeros judiciales oran siempre, en efecto, hombres
il
de loycs que exigen evidentemente honorarios. Contrd, A. Colin y Capitant. I.
p. 605. ’ ’ I
1
688 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

En los demás casos, no responde sino de dolo o de cul­


pa grave (1). Los tribunales -han reconocido ésta en el
consejero que asiste al pródigo en actos peligrosos (2) o
en gastos exagerados; en el que autoriza al pródigo a co­
brar cantidades sin vigilar su inversión (3) ; en el que se
despreocupa de sus funciones y se desembaraza de ellas sin
autorización del tribunal (4). Es preciso también admi­
tir la responsabilidad del consejero que usurpa los dere­
chos del incapaz asumiendo directamente la administración
de su fortuna, y la del consejero que, negándose a autorizar
un acto evidentemente útil, hace necesaria la designación
de un consejero ad hoc. Los gastos de dicha designación
pueden cargársele a él.
El consejero judicial, en principio, no tiene cuentas
que rendir; a menos que haya recibido mandato del pródi­
go para administrar (5) o usurpado la administración de la
fortuna del incapaz.
§ 4.—Conflictos de leyes.— /Usada y Lorena
742. Conflicto de leyes.—En principio, hay que apli­
car las mismas soluciones que en el caso de la interdicción,
con una reserva, no obstante, que tiene su origen en que
algunas legislaciones extranjeras no tienen institución aná­
loga a nuestro consejero judicial, unas porque no tachan a
los pródigos y a los débiles de espíritu de ninguna inca­
pacidad; otras, porque los someten a la interdicción (6).
Como la materia es de estatuto personal, los tribunales fran­
ceses no pueden en ningún caso, ni siquiera a título provi­
sional, nombrar un consejero judicial a los nacionales de
los países que no admiten medida de protección para los
pródigos e imbéciles. Pueden, en cambio, nombrar un con­
sejero provisional a los nacionales de los países que admi­
ten la interdicción de los pródigos, si se trata de individuos
domiciliados en Francia y cuya protección, debido a esto,
no puede ser inmediatamente organizada por las autorida­
des de su país; es, en efecto, de principio, que en caso se-
(1) Aubry y Rau, I, pfo. 139, p. 871, núm. 14. V. Baudry-Lacantineric, Ché-
neaux y Bonnecarrére, V. núm. 976. Esta responsabilidad es apreciada por el tribu­
nal del domicilio del .consejo: Riom, 12' junio 1911, D. 1912. 5. 25.
(2) París, 16 enero 1890, D. 92. 2. 209.
(3) París, 31 enero 1876, D. 77. 2. 48, S. 77. 2. 149.
(4) Nancy, 26 nov. 1868, D. 69. 2. 199, S. 70. 2. 184.
La cuenta sería rendida entonces en presencia del consejo ad hoc: Tr.
Sena, 14 abril 1859, y Tr. Dijón 21 marzo 1860, D. 66. 5. 262'
i6) Esta es la solución más general: C. civil suizo, art. 3/0; C. civil alemán,
nrt 114- C civil español, art. 200; C. civ. holandés, art. 487/. V. el sistema fran­
cés conservado en el art. 330 del C. eiv. italiano.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 689

mejante, la protección de los incapaces debe ser provisio­


nalmente organizada, de acuerdo con la ley de su domicilio,
hasta que sus autoridades nacionales puedan decidir el ase­
gurarle su constitución regular (1).
Se observará también qpe la naturalización del indi­
viduo provisto de un consejero judicial en un país que no
admite esta institución, da al interesado su plena capaci­
dad, por lo menos, cuando no se trate de un caso de frau­
de (2).
En todo lo demás, hay que seguir las indicaciones da­
das en el capítulo de la interdicción (mun. 665).
743. Alsacia y Lorena.—El Código Civil alemán pre­
veía la interdicción de los pródigos, borrachos y débiles de >
espíritu (art. 114) y la designación de un curador a los
que sufren algún defecto (art. 1910) ; ya el defecto sea físico
o intelectual. Desde la ley de l9 de junio de 1924, art. 15,
los tribunales alsacianos y loreneses no pueden ya recurrir
a esas formas de protección, reemplazados por la dación de
un consejero judicial, conforme al Código* Civil francés.
En lo que se refiere a las interdicciones ya en curso,
el tutor de los pródigos, borrachos y débiles de espíritu se
ha convertido automáticamente en consejero judicial (ar­
tículo 116 de la ley). Como no puede ser lo mismo en el
caso de que el interdicto sea un enajenado, habrá que acudir,
para saber si hay trasformación de pleno derecho, a los ra­
zonamientos de la sentencia de interdicción.
Contrariamente a las interdiciones, las cúratelas de
los que sufran de algún defecto, constituidas o solicitadas
anteriormente al l9 de junio de 1924, continúan rigiéndose
por la antigua ley (art. 117). Estas cúratelas, según Jas
necesidades, pueden extenderse, de acuerdo con la decisión
del tribunal, bien a la totalidad de los asuntos del inválido, ' i

bien a ciertos asuntos, o a ciertas categorías de actos de­


terminados.
El curador no es llamado a autorizar al inválido, sino
I
a representarle, de acuerdo con reglas copiadas de las de
la tutela. El inválido, además, no está tachado de incapaci­
dad, y resulta de ello que sus actos son válidos lo mismo que
los del curador. En caso de conflicto, el acto primeramente
llevado a cabo tiene prioridad sobre el segundo.
(1) Pau, 31 julio 1895, Clunct, 1896, p. 147; 27 marzo 1857, Clunct, d. 721.
V. Ponen, 5 die. 1853, D. 54. 2. 123; Req. 29 enero 1866, D. 66. 1. 170, S. 66. 1.
105. Pillet, Traite irratiquc, I. núin. 332. p. 680.
(2) Tr. Sena, 31 die. 1910, D. 1911. 5. 11.
690 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Sección II.—Incapacidad del pródigo y del débil de espíritu


§ 1.—Principios generales
744. Carácter uniforme.—Los efectos de la designa­
ción de un consejero judicial son invariables. El tribunal
no puede colocar al pródigo o al débil de espíritu bajo un
régimen de incapacidad provisional o temporal (1). No
puede tampoco ampliar o reducir la lista de los actos pro­
hibidos al incapaz sin asistencia (2).
El antiguo derecho no conocía esta rigidez. Los tri­
bunales acomodaban la incapacidad a la diversidad de los
casos. Pero esta diversidad, beneficiosa para el incapaz,
era singularmente peligrosa y molesta para los terceros., a
los que hacía correr el riesgo de incurrir en error y a los
que obligaba a acudir incesantemente a la sentencia que ins­
tituía la incapacidad.
745. Irretroactividad de la incapacidad.—En princi­
pio, la incapacidad del pródigo tiene efectos a partir de la
fecha de la sentencia, entendiéndose esta fecha en la mis­
ma forma que en el caso de la interdicción (art. 502), por
lo tanto independientemente de toda publicidad, y aún del
ejercicio de los recursos, si éstos no prosperan. El art. 503,
que permite anular actos anteriores a la sentencia, se refie­
re especialmente a la interdicción (3).
No obstante, la jurisprudencia, para hacer eficaz la
incapacidad, ha tenido que exceptuar los actos que el pró­
digo celebra previendo que se va hacer de una dación inmi­
? nente una designación de consejero judicial, y a fin de elu­
dir sus efectos, con la complicidad de un tercero (4). Esos
actos son nulos como tachados de f raude a la ley (5). Des-
(1) París, 6 julio 1899, D. 1902. 2. 387.
(2) Burdeos, 27 feb. 1878, D. 79. 2. 120, S. 78. 2. 182. Aubry y Bau, I,
pfo. 140, p. 872; Glasson, nota D. 95. 2. 425. Contrd, Baudry-Lacantinerie, Chó-
neaux y Bonnecarrére, V. núm. 980.
(3) París, 9 feb. 1874, D. 75. 2. 160, S. 74. 2. 280; Req. 13 enero 1886, D.
86. 1. 244; 25 oet. 1920, T>. 1921. 1. 31, S. 1920. 1. 243. Aubry y Rau, I, pfo. 140,
p. 880; A. Colín y Capitant, I, p. 606; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bon-
necarrére, V. núm. 1025. Salvo no obstante el juego de las nulidades de derecho
común: Montpellier, 16 enero 1823, D. Jur. Gén., v’ Interdictiovi, núm. 215, 3’;
Gante 17 feb. 1894, D. 95. 2. 331. Nótese que La nominación de un consejo judi
eial provisional en el curso do la instancia, tacha ya provisionalmente de incapaci­
dad al pródigo en la medida indicada por el tribunal. Nancy, 2'7 enero 1900, Pand,
1901.2. rCpresontación, basta con que el fraude haya sido conocido
ni mn-nd alario del que ha contratado con el pródigo amenazado do incapaci-
dad Parí? 22 marzo 1895, D. 96. 2. 261, 8. 97. 1. 113.
Tnrisnrudencia constante: V. principalmente: Req. 30 junio 1868, D. 69.
i oan q 68 1 324- 14 julio 1875, D. 76. 1. 202, S. 75. 1. 463; 15 dic. 1879, D.
80 1 177 8. 80. 1/129;' 35 junio 1888, D. 89. 1. 59, S. 88. 1. 469; 5 nov. 1889,
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 691

de el principio de la instancia para el nombramiento del con­


I sejero, el demandante puede dirigirse a la justicia y aún al
juez, para suspender el efecto de esos actos (1). La prueba
del fraude incumbe al pródigo (2) o a su consejero (3) al
pedir la nulidad y puede hacerse por todos los medios (4).
Cierto que el pródigo tiene un procedimiento para evi­
tar esa nulidad, poniendo fecha anterior a los actos que
celebra. Sin duda, no estando registrados, la fecha de esos
actos no da fe respecto de los terceros; pero se reputa exac­
ta respecto del pródigo., en tanto que no se aporte prueba
contraria (suprd, núm. 696). Esta solución, que la juris­
prudencia admite aún para el interdicto, es discutible en lo
que concierne a este último; no lo es en lo que se refiere al
pródigo, puesto que la oposición de una fecha por parte de
este último es necesariamente consciente. En vano puede
el consejero judicial que procede en nulidad en beneficio
del incapaz, presentarse como un tercero para sostener que
la fecha no hace fe en su contra. Los tribunales no han po­
dido acoger esta tesis, porque es claro que el consejero pro­
cede entonces por cuenta del incapaz, único titular de la
acción de nulidad {infra, núm. 769).
746. Evolución histórica de la incapacidad.—Aban­
donando la tradición que hacía que se determinara por el
juez la extensión de la incapacidad del pródigo, el Código
ha tenido que fijar los actos para los cuales se exige la asis­ I
tencia del consejero judicial. El proyecto no habla sino de
la enajenación y de la hipoteca; el tribunal aumentó la lis­
ta, diciendo que la equiparación entre el interdicto y el me­
nor exigía la equiparación del débil de espíritu y del menor
emancipado (5).
D. 90. 1. 379, S. 91. 1. 407; 21 abril 1898, D. 98. 1. 413; S. 1904. 1. 446; 15 julio
¡I
1903, D. 1904. 1. 12'9, nota Capitant, S. 1904. 1. 446; 11 dic. 1911, D. 1913. 1. 430,
S. 1912. 1. 551 (motivos); 10 nov. 1919 y 25 oct. 1920, D. 1921. 1. 31, S. 1920,
1. 248. Baudry-Lacantinorie, Chéneaux y Bonnecarrére, loe. cit.; A. Coliu y Capi­ !
tant, I, p. 611. Contrd, Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 880; Glasson, nota D. 95.
2. 428. Sobro la necesidad del fraude do todas las partes: París, 12 euoro 1906, D.
1906. 2. 361.
(1) V. París, 5 abril 1887, D. 88. 2. 220.
(2) Burdeos, 29 dic. 1884, y Req. 13 enero 1886, D. 86. 1. 244, V. Req. 26
junio 1888, precitada.
(3) Él derecho- del consejero a pedir la nulidad es en efecto admitido (V.
Infrd, núm. 769). En este sentido, nota Lyon-Caen, S. 98. 1. 305. Contrd, especial­
I
mente en este caso, nota Glasson. D. 95. 2. 425, S. 98. 1. 305, conc., en el Dalloz,
las conclusiones del abogado general Jacomy. Esta sentencia se sale también do
la jurisprudencia actual, al otorgar al consejero la condición do tercero.
(4) El pródigo tiene también, cuando la acción de nulidad puede fracasar
auto la buena fe de su co-contratante, una acción en respomsabilidad contra el
intermediario que hubiera organizado el fraude: Req. 15 julio 1903, D. 1904. 1.
129, nota Capitant, S. 1904. 1. 446.
(5) V. Planiol, Traité éléinentaire, I, núm. 2123.
692 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Esa tendencia ha sido, sin embargo, bastante mal. tra­


ducida por los textos legales que, a primera vista, parecen
reducir la incapacidad del pródigo a una serie de actos,
limitativamente enumerados; lista que es demasiado insu­
ficiente para asegurar al pródigo una verdadera protec­
ción. Pero la jurisprudencia inspirándose en la necesidad
de esa protección, ha sabido dar a los términos de esa enu­
meración un sentido amplio que desarrolla considerable­
mente la incapacidad de las personas provistas de un con­
sejero judicial, y tiende a hacer que el límite de los actos
permitidos sin asistencia sea el de los actos de adminis­
tración.
747. Cesación de la incapacidad. — La incapacidad
dura en principio toda la vida del pródigo o del imbécil. No
cesa, ni con el casamiento de una mujer pródiga (1), ni con
la dimisión o el fallecimiento del consejero, el cual, en este
caso, debe ser reemplazado (2). Puede, no obstante, tener
fin o por la interdicción del incapaz (3), o por la cesación
de su incapacidad.
Esta cesación, establecida contra el consejero judicial,
puede pedirse por las mismas personas y da lugar al mis­
mo procedimiento que la terminación de la interdicción.
La jurisprudencia parece admitir que debe ser decretada
por el tribunal del domicilio actual del incapaz (4). Hu­
biera sido más lógico hacerlo depender del tribunal que ins­
tituyó la incapacidad. Se sabe, en efecto (suprá, núm. 737),
que éste es el único competente para reemplazar o revocar
• el consejero judicial, puesto que la incapacidad ha sido or­
ganizada por él en atención a consideraciones en las que él
resulta el mejor juez. Las mismas razones parecen impo­
ner a fortiori su competencia si se trata de terminar la in­
capacidad. El tribunal juzgará libremente si las circuns­
tancias justifican la cesación (5). La resolución sobre la
cesación del consejero, lo mismo que la sentencia de su de­
signación ,tiene efecto desde el día en que se firma (6).
(1) Req. 12 marzo 1877, D. 78. 1. 184, S. 77. 1. 203. V. Douai, G marzo 1857,
D. 57. 2. 146, S. 57. 2. 572; Lyon, 6 marzo 1889, D. 89. 2. 273.
(2) Nancy, 26 nov. 1868, D. 69. 2. 199, S. 70. 2. 184.
(3) Civ. 15 marzo 1858, D. 58. 1. 121, S. 98. 1. 653 (sol. impl.) ; París, 3
marzo 1898, bajo Civ. 4 nov. 1901, D. 1902. 1 .. 185.
(4) Req. 14 dic. 1840, D. Jur. Gén., v9 Intcrdiction, núm. 289; Tolosa, 3 dic.
1907 J). 1908*. 5. 12. Aubry y Rau, I, pfo. 138, p. 867.
(5) Req. 12 marzo 1877, precitada.
(6) No hay efecto suspensivo para recursos; Civ. 20 abril 1922, D. 1923. 1.
63 S 23. 1. 263. V. suprd, núm. 705. Pero si la sentencia de cesación es anulada
en’ tercera oposición de miembros de la familia, los actos llevados a cabo hasta
. cont'nria nue priva do nuevo al pródigo de su capacidad, son válidos salvo el
caso de fraude: Req. 11 dic. 1911, D. 1913. 1. 430, S. 1912. 1. 551.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 693

§ 2.—Actos que exigen la asistencia del consejero


748. A. Actos enumerados por el Codigo Civil.
Carácter absoluto de la regla que exige la asistencia.—La
enumeración de los arts. 499 y 513 no parece únicamente li­
mitativa ; parece tener igualmente un valor absoluto. No
obstante, las mismas razones que han impulsado a la ju­
risprudencia a completar dicha lista, la han obligado igual­
mente en ciertos casos a no dar sino un valor relativo a los
términos de la enumeración que contiene. Queriendo lle­
var los poderes del pródigo y del imbécil a los actos de ad­
ministración, los tribunales tienden a permitir siempre és­
tos al incapaz, aun cuando parezcan prohibidos por los ar­
tículos 499 y 513 (1).
749. Acciones judiciales.—Es el primer acto a que se
refiere la ley, sin duda en consideración a la frecuencia an­
tigua de la manía de litigar. El texto no admite ningún?
excepción (2), de lo que se deduce que la asistencia del
consejero es tan necesaria en las acciones sobre muebles (3)
y las acciones sobre el estado civil (4), como en las accio­
nes sobre inmuebles; y lo mismo si el incapaz es demandan­
te como si es demandado (5), y ya sea el procedimiento con­
tencioso o voluntario (6), en primera instancia, en apela­
ción o en casación (7).
(1) Además de los ejemplos indicados en los números siguientes, v.: Rouen,
19 abril 1847, D. 47. 2. 91, S. 47. 2. 363, motivos.
(2) V. principalmente Limogcs, 2 junio 1856, D. 57. 2. 26, S. 56. 2. 601;
Rcnnes, 3 enero 1880, D. 80. 2. 254, S. 82. 2. 174; Nancy, 24 feb. 1892, D. 92T. 1.
293. Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 984; A. Colín y Ca-
pitant, I, p. 607; Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 872-3. Sobre una aplicación de
esta regla hecha en la demanda de exequátur de una sentencia extranjera, v. Req.
27 julio 1874, D. 76. 1. 129, S. 1902. 2. 91.
(3) París, 22 die. 1862, S. 63. 2. 30; Civ. 6 nov. 1867, D. 67. 1. 491, S. 68. 1. 10.
(4) Sobre la acción para que retire una. oposición al matrimonio, v.: Tolosa,
2 die. 1839, D. Jur. Gén., v» cit., núm. 292, 1»; Besan^on, 11 enero 1851, D. 51. 2.
61, S. 51. 2. 75; Tr. Sena, 23 oct. 1869, D. 69. 3. 90. Douai, 7 marzo 1881, D. 81.
2. 208, S. 81. 2. 137; Lieja, 12 julio 1882, D. 84.2. 200, S. 82. 4. 47; Tolosa, 11
agosto 1884, D. Sup., v» cit., núm. 234, S. 85. 2. 78. Sobro kt acción en separación
do cuerpos o en divorcio; Amiens, 9 julio 1873, y 21 julio 1SS0, D. ibid., núm. 232,
S. 73. 2. 225 y 82 2. 76; París, 25 Aiarzo 1890, D. 90. 2. 257, S. 90. 2. 107. Es­
tas soluciones son aprobadas por Aubry y Rau, I, 5* od., pfo. 140, p. 873 y por A.
Colin y Capitant, I, p. 607-8. V. no obstante Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 987.
(5) Amiens, 9 julio 1873 y 21 julio 1880, precitadas; Rennes, 3 enero 1880,
precitada; Nancy, 2'4 fob. 1892, precitada. Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 873.
Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 935; A. Colín y Capitant,
I, p. 607.
(6) Sobre la demanda do partición, v.: Rcnnes, 3 enero 1880, precitada; so­
bre la participación en un orden Civ. 29 agosto 1870, D. 70. 1. 353, S. 71. 1. 157.
(7) Req. 13 feb. 1S44, D. Jur. Gén., v’ cit., núm. 292, S. 44. 1. 34>8; Limoges
2 junio 1856, precitada, y Poitiers, 7 agosto 1867, D. 69. 1. 268, S. 68. 1. 429-
Rcnnes, 3 enero 1880, precitada; Nancy, 24 feb. 1892, precitada.
P. y R. T. D. O.— I - 2.3
694 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

Hay que exceptuar, sin embargo, las acciones que se


ejercitan con ocasión de la propia incapacidad. Tanto es
así, que el pródigo puede, sin asistencia, apelar de la sen­
tencia que le nombra un consejero judicial (1) ; y aún des­
pués de pedir al tribunal la sustitución del que haya sido
nombrado; bien definitivamente, por otro consejero (2) o
en casos excepcionales, por un consejero cid hoc (3), con el
fin de instar para que termine su incapacidad (4). Se ha
permitido al incapaz hasta oponerse sin asistencia a una de­
manda de interdicción (5), lo que por cierto es mucho más
dudoso.
Por otra parte, la jurisprudencia no exige tampoco que
figure en el proceso el consejero cuando se trata de infrac­
ciones penales del incapaz. La misma parte civil se halla
dispensada de citarlo (6).
Por último, como corresponde al pródigo el derecho de
llevar a cabo actos conservatorios, se le permite realice ci­
taciones 7), y apele (8) o recurra ei\ apelación (9) para
la conservación de un derecho amenazado. La asistencia
del consejero judicial, al unirse inmediatamente al prpee-
dimiento, convalida éste (núm. 273) ; pero, hasta que no
se produzca dicha intervención, el demandado goza de una
excepción dilatoria (10), salvo la urgencia en ciertos casos
en que se obtienen mandamientos judiciales (11).
El recurso de casación y los recursos extraordinarios,
como no tienen nunca el carácter de actos conservatorios,
no se permite al pródigo sin asistencia (12).
(1) Burdeos, 27 feb. 1878, D. 79. 2. 120, S. 78. 2. 182. Reúnes, 14 dic. 1893,
JD. 94. 2. 233, S. 95. 2. 135.
(2) Lieja, 12 julio 1882, precitada.
(3) BesanQon, 11 enero 1851, precitada; Tr. Sena, 23 oct. 1869, precitada,
Tr. Sena, 30 abril 1870, D. 70. 3. 78; Lieja, 12 julio 1882, precitada.
(4) Tolosa, 3 dic. 1907, D. 1908. 5. 12'. Baudry-Lacantincrie, Chóneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 988.
(5) Civ. 15 marzo 1858, D. 58. 1. 121, S. 58. 1. 653. V. Tr. Lyon, 8 junio
1872, D. 73. 3. 7. Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 873; A. Colín y Capitant, I, p. 608.
Pero’ véase Baudry-Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 988. V. n9 675.
(6) Crim., 29 marzo 1849, D. 49. 1. 225, S. 50. 1. 77; 22 feb. 1896, S. 98. 1.
377, nota Roux; Rennes, 22 dic. 1897. S. 98. 2. 22'0. Contra, París, 10 dic. 1910,
8. 1911. 2. 179. V. núm. 283.
(7) Crim., 27 junio 1884, I). 85. 1. 135, S. 87. 1. 334.
(8) Bruselas 24 dic. 1851, D. Jur. Géu., v9 Interdicción, núm. 292, 59 Poi-
Hptr 7 agosto 1876 D. 69. 1. 268, S. 68. 1. 42’9. V. también París, 12 dic. 1861, D.
62 5 186; Renne¿, 19 feb. 1879, D. 79. 2. 65.
191 Montpellier l9 julio 1840, D. Jur. Gén., v9 Intcrdiction, núm. 296; Civ.
4 nov 1901, D. 1902. 1. 185, S. 1903. 1. 273.
('101 Crim. 27 junio 1884, y Civ. 4 nov. 1901, precitada. V. suprd, núm. 293.
Mil La ordenanza puede entonces ecr dada a demanda del incapaz: Req. 22
enero 1901 D. 1901. 1. 94, S. 1901. 1. 331.
(121 Sobre el recurso de casación, v. Req. 13 feb. 1844, D. Jur. Gén., v9 cit.,
núm. 2-92, 29, S. 44. 1. 348.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 695

La prohibición, para el pródigo, de pleitear sin asis­


tencia obliga al contrario que tiene im pleito en curso con
él, desde el momento en que se le nombra al pródigo un
consejero judicial, a hacer intervenir a dicho consejero para
la regularidad del procedimiento ulterior (1) ; de igual
modo, el cambio de consejero obliga a pedir la constitución
al nuevo consejero (2). No obstante, la jurisprudencia pa­
rece validar la continuación del pleito, si el contrario del
pródigo no ha sido avisado de su cambio de estado (3). Es­
ta tolerancia, explicable, en equidad, es difícil de conciliar
con el principio de que la sentencia que implica nombra­
miento de consejero judicial tiene inmediatamente efecto,
independiente de toda publicidad (suprá, núm. 745).
750. Forma en que se produce la asistencia del conse­
jero en las acciones judiciales (4).—La jurisprudencia au­
toriza al consejero salir del papel pasivo que la ley pare­
ce atribuirle. No solamente se le autoriza a presentar es­
critos diferentes de los del incapaz, sino que se consideran
presentados en representación del incapaz (5), aunque sea
contra la voluntad de éste. De suerte que el consejero pue­
de ejercitar judicialmente todos los derechos litigiosos del
pródigo y hasta intentar en su nombre las de recursos or­
dinarios 6), a condición de formalizarlos aunque sea ul­
teriormente (7). Este derecho extralegal de representa­
ción es uno de los medios por los cuales la jurisprudencia
ha extendido la misión del consejero, es cuando lo ejercita,
no puede pretender que se le trate como a un tercero en re-
(1) V. civ. 21 fcb. .1870, D. 70. 1. 299, S. 70. 1. 316. A menos, se admite, de
que el asunto se halle ya resuelto (la misma sentencia, motivos). Adde, Burdeos,
1’ agosto 1900, S. 1902." 2. 94.
(2) V. sin embargo, Req. 14 junio 1876, D. 78. 1. 126, S. 76. 1. 341.
(3) La misma sentencia.
(4) Sobro la necesidad de demandar al consejo, v. suprd, núm. 739.
(5) Esa es realmente la teoría de la jurisprudencia, puesto que son los de­
rechos del incapaz lo que el consejo ejercita en nombre de éste. V. principal­
mente, nota Lyon-Caen, S. 97. 1. 1.13.
(6) Sobre la apelación, v. Orleans, 1S mayo-.1853, D. 54. 5. 443; París, 27
agosto 1855, S. 55. 2. 678; Lyon, 9 mayo 1882, D. 83. 2. 21; Gante, 17 feb. 1894,
precitada. Cas. belga, 2'nov. 1900, D. 1902. 2. 349. V. Req. 20 junio 1883, D. 84.
1. 24S, que no deja correr los plazos de apelación sino después do una doble cita­
ción al pródigo y a su consejo v para la oposición; Civ. 8 dic. 1841, D. Jur. Gén.,
v’ oit., núm. 303, S. 42. 1. 60; 27 dic. 1813, D. ibid., S. 44. 1. 346; Orleans, 18 mayo
1853, precitada. En el sentido de esta. jurisprudencia: Aubry y Rau, I, 139, p. 869-
70. Contra, Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 1020 y s. En
realidad, el carácter pretoriano de esta jurisprudencia es innegable, pero su ca­
rácter benéfico ]o es igualmente (V. A. Colin y Capitant, I, p. 612 y nota Capi-
tant, D. 1904. 1. 129). Hay en esto, sin embargo, una diferencia entre el pródigo
y el emancipado, cuya razón de ser se buscaría en vano (V. Amiens, 24 mayo 1923,
O. Jur. Gén., v’ Appel, núm. 481). Sobre las consecuencias de esta jurisprudencia
en materia do consentimiento y de desistimiento, v. infrd, núm. 756.
(7) Cas. belga, 2 nov. 1900, precitada. Comp. Lyon, 9 mayo 1882, precitada.
G96 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

¡ación con el incapaz a quien representa: principalmente,


le perjudica la fecha de los documentos privados de éste,
a falta de registro (1), y no puede hacer uso de la tercera
oposición (2).
En suma, en materia de acciones judiciales, no le fal­
ta al consejero judicial, para que la representación del in-s
capaz sea completa, sino el derecho de poder intentar la
acción sin la participación voluntaria de éste (3) ; se verá
también que la jurisprudencia hace una excepción de la
acción de nulidad de los actos del pródigo. Todas las de­
más acciones no ejercitarán sino conjuntamente por el pró­
digo y su consejero o contra el pródigo y su consejero. No
obstante, la intervención voluntaria del consejero en el cur­
so del procedimiento convalida los actos anteriormente lle­
vados a cabo (4). Se sabe además que la nulidad de este
procedimiento no puede ser demandada sino por el incapaz
y fínicamente mientras la resolución dictada no sea firme
(suprá, núm. 293). Las denjás partes no tienen, contra la
acción irregularmente intentada, sino una excepción dila­
toria que deben oponer al principio de la instancia (5).
751. Transacción.—La transacción no se permite sino
a los que tienen la libre disposición del derecho a que se
refiere (art. 2045). Parece que este precepto debe servir
para interpretar los arts. 499 y 513, que prohíben la tran­
sacción al pródigo que actúa sólo. Estos dos artículos no
impiden al pródigo o al débil de espíritu que transija en
asuntos de pura administración, en que él es dueño de sus
decisiones. Esta es la solución admitida para el menor
emancipado (supra, núm. 643).
(1) Civ. 13 nov. 1895, D. 96. 1. 267, S. 97. 1. 2'62 v en recurso, Orleans, 5
jmayo j-&97, S. 97. 2. 303; París, 23 dic. 1919, D. 1919. 2'. 80 Contrd, París, 26
■___ -iooo
junio 1838, bajo n;„
Civ. o8 dic. 10/1
1841, precitada.
Lyon-Caen; Paría,
(2) Civ. 15 feb. 1898, D. 98. 1. 190, S. 98. 1. 305, nota Lyon-Caen; París, 20
qov. 1906, D. 1906. 2. 432.
(3) Civ. 20 mayo 1806, Dl Jur. Gén., v’ Lois, núm. 241; París, 7 mayo 1852',
D. 53. 2. 80. V. París, 13 nov. 1863, D. 63. 5. 217, S. 64. 2. 193.
(4) Montpellier, 1’ julio 1840, D Jur. Gén., v? Interdiction, núm. 296; Bruse­
las 24 dic. 1851, ibid., núm. 292; París, 12 dic. 1861, D. 62. 5. 186; Poitiers, 7
agosto 1867, D. 69. 1. 268, S. 68. 1. 429; Rennes, 19 feb. 1879, D. 79. 2. 65; Crim.,
27 junio 1784, D. 85. 1. 135, S. 87. 1. 334. Lo mismo sería en el caso de la muerte
del pródigo seguida de la reanudación voluntaria de instancia por sus herederos:
Civ. 4 nov. 1901, D. 1902. 1. 185, S. 1903. 1. 273. En el mismo sentido, Baudry-
Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 986, p. 882, nota 2 y suprá, n’ 273.
Pero si la intervención voluntaria del consejo judicial vale por ratificación del
procedimiento anterior, la nulidad de éste no puedo ponerse a cubierto por la
demanda de ese consejo, a citación da las demás partes (Tr. Sena, 23 oct. 1869,
n 69 3- 90) 110 obra f°rma 9ue ratifique el procedimiento anterior (Arnicas,
9 julio 1873, y 21 julio 1880, D. Jur. Gén., Sup., v’ Interdiction, núm. 232, S. 73.
9 ^225 Y 82*2. 71). Además no puede ratificarlo, creemos, en el caso de que sea
¿realmente contrario del pródigo (Tr. Sena, 23 oct. 1869, precitada).
P (5) V. Crim., 27 julio 1884, y civ. 4 nov. 1901, precitadas.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 697

752. Enajenaciones de bienes.—Los arts. 499 y 513, al


prohibir a los pródigos y a los imbéciles la enajenación de,
bienes, no distinguen ni la naturaleza, ni el objeto de la
misma. Las ventas y permutas están, pues, tan prohibi­
dos como las donaciones (1). Las enajenaciones parcia­
les de bienes, tales como las constituciones de servidumbres
o de usufructo, están prohibidas lo mismo que las enaje­
naciones totales 2). Los muebles, y especialmente los va­
lores mobiliarios, no pueden ser enajenados (3), como tam­
poco los inmuebles. Las renuncias a los derechos deben ser
comprendidas en el número de las enajenaciones.
Sin embargo, conforme a la idea indicada anteriormen­
te, es preciso a pesar de la rigidez del precepto, exceptuar
las enajenaciones mobiliarias que tengan el carácter de ac­
tos de administración (4) (venta de frutos, de bestias, de
material fuera de uso, etc.). Es una cuestión de hecho que
debe resolverse de acuerdo con la naturaleza de la cosa
vendida, todo lo relativo al objeto de la venta, y la impor­
tancia del bien vendido, en relación con el conjunto del pa­
trimonio (5) del pródigo.
La enajenación está prohibida aún con ocasión de con­
trato de matrimonio. No obstante, como el pródigo pue­
de casarse, puede hacerlo bajo el régimen de la sociedad le­ j
gal de gananciales y consentir en las enajenaciones que im­
plica la adopción de dicho régimen {infra, núm. 763) (6).
La prohibición de la enajenación voluntaria no impi­
de el traspaso forzoso, a consecuencia de embargos por par­
te de acreedores respecto de los cuales el pródigo resulte,
según los casos, legalmente obligado (7).
753. Hipoteca.—La constitución de una hipoteca es
una especie de enajenación inmobiliaria; se prohibiría al
pródigo aunque los arts. 499 y 513 no lo hubieran expresa­
mente mencionado. i}
(1) Incluso las instituciones contractuales (v. infrd, núm. 764).
n
(2) París, 10 marzo 1854, D. 55. 2. 246, S. 54. 2. 597. Baudry-Lacantine-
rie, Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 998; Aubry y Rau, I, 140, p. 875.
(3) Tr. regional superior de Munich, 25 junio 1902, S. 1908. 4. 5. Aubry I '
y Rau, I, pfo. 140, p. 874; Baudry-Laeantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm.
994; A. Colin y Capitant, I, p. 607.
(4) Las mismas autoridades.
(5) Tr. Sena, 15 julio 1882, Gas. Pal., 1882. 2. 305; 17 oct. 1922, D. 1923. 2.
173 (corte do madera) y nota R. Savaticr, Pcv. crit., 1924, p. 10 y s.
(6) Salas reunidas, 21 junio 1S92, D. 92. 1. 369, nota do Loynes, S. 94. 1.
449, nota Bufnoir, V. nuestro Tratado, tomo VIII, núin; 49.
(7) V. suprd, núm. 645. Do ahí el peligro de las obligaciones excesivas con­
traídas por el pródigo. En este punto, la incapacidad de que es objeto el pródigo
lo protege menos que una cláusula convencional do inalienabilidad. V. una sen­
tencia aislada y audaz que hace derivar una inembargabilidad real del nombra­

1
miento do un consejero judicial: Dijón, 22 nov. 1867, D. 68. 2. 73, S. 67. 2. 338. ¡
698 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

Pero se trata de la hipoteca convencional. Nada im­


pide que los bienes del incapaz resulten afectados por una
hipoteca legal o judicial (1).
754. Préstamo.—El préstamo está expresamente pro­
hibido en la enumeración legal, puesto que es un acto peli­
groso y tentador para el pródigo. El pródigo que contrate
un préstamo, no está obligado a restituir, de la suma pres­
tada, sino el enriquecimiento que le haya proporcionado
definitivamente (2).
Se considerará, naturalmente, como préstamo directo,
todo préstamo indirecto o disimulado, que se haga por me­
dio de vales (3), alquileres (4), traspasos (5) o suminis­
tros (6).
Aunque la prohibición de los arts. 499 y 513 es abso­
luta, la jurisprudencia, fiel a la idea capital indicada an­
teriormente, parece casi admitir que el préstamo del pró­
digo o del débil de espíritu es válido, cuando constituye
solamente un acto de administración (7).
755. Recibo de cantidades.—Los arts. 499 y 513, equi­
paran en este punto, conforme al voto del Tribunado, al
pródigo y al menor emancipado, y exigen la asistencia del
consejero para que el incapaz pueda recibir un valor mobi­
liario y otorgue recibo válido. Hay que sobreentender que
el consejero vigilará el empleo de los fondos, sin lo cual l¿i
precaución resultaría ilusoria (8). El incumplimiento o
descuido en esa vigilancia constituye la fuente más fre­
cuente de su responsabilidad. Para librarse de ésta, el
consejero judicial puede exigir, so pena de negar su asis­
tencia, que las sumas debidas al pródigo se paguen directa-
(1) No hacemos excepción de las sentencias que condenan al pródigo en
virtud de convenios celebrados sin asistencia, aun si son pronunciadas contra las
conclusiones del consejero. Si se pretendiese quo no comprenden hipoteca judicial,
hay que admitir, por razones análogas, que el matrimonio contraído por un pró­
digo sin la asistencia de su consejero no entraña la hipoteca legal en beneficio
de la mujer, lo cual sería absurdo. V. sin embargo, Dijón, 22' nov. 1867, precitada.
Además, la falta de hipoteca judicial no presta ningún servicio, al pródigo, puesto
que no impide el embargo.
(2) Civ. I9 agosto 1860. D. 60. 1. 216, S. 60. 1. 929. V. suprd, núm. 297.
(3) Caen, 14 julio 1845, D. 45. 4. 323; Civ. 24 junio 1913, D. 1917. 2. 39,
S. 1913. 1. 495.
(4) Rcq. 5 agosto 1840, D. Jur. Gén., v9 cit., núm. 294, S. 40. 1. 907. V. Rcq.
14 julio 1875, D. 76. 2. 202', S. 75. 1. 463.
(5) Tr. Seine, 5 agosto 1873, D. 73. 3. 87.
(6) Dona! 18 febrero 1891, bajo Req. 22 diciembre 1891, D. 92. 1. 536.
(7) Comp.1 Civ. 15 enero 1908, D. 1909. 1. 105, nota Binet, S. 1909. 1. 357;
Douai 13 mayo 1909, S. 1910. 2. 107, motivos. Además, se verá que estas decisio­
nes pueden explicarse de otro modo.
(8) Caen, 6 mayo 1850, D. 51. 2. 46, S. 50. 2. 592; París, 31 enero 1876,
D 77. 2. 48, S. 77. 2. 149; Agen, 9 nov. 1881, D. Jur. Gén., sup. v9 Jntcrdiction, n9
<*60 S. 82. 2. 233, nota Labbé. Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 874; A. Colín y
Capitañt I p. 607; Baudry-Lacantinorie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 932.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 699

mente por el deudor, al vendedor, al agente de Bolsa o al


acreedor a las cuales se destinan (1). El consejero prefie­
re a menudo no dar recibo sino a condición de que las can­
tidades se entreguen directamente a dichas personas. Esa
actitud no es lícita sino como medio de asegurar un empleo
ya convenido entre el incapaz y su consejero; y será ilícito,
como se ha visto {suprá, núm. 739), si transfiere al conseje­
ro, de hecho, la administración de la fortuna del pródigo.
La asistencia del consejero es necesaria al pródigo para
otorgar recibo de las cantidades, aunque éstas se deban a
economías realizadas (2). El principal en títulos al por­
tador debe ser equiparado al capital en efectivo. La impo­
sibilidad de otorgar por sí sólo recibo implica para el inca­
paz la imposibilidad de recibir por sí solo una rendición de
cuentas (3).
756. A. Actos que deben añadirse a la enumeración
legal. Compromiso, allanamiento o demandas, desisti­
miento, proporción de juramento decisorio. — Todos estos
actos se hallan directamente prohibidos sin asistencia. En
relación con el compromiso, esta regla se deriva del artícu­
lo 1003 Pr. Civ., que no autoriza a contraer compromiso sino
sobre los derechos de que se puede disponer libremente (4).
En cuanto al allanamiento a las demandas y al desistimien­
to consentidos por el incapaz que obra poi* sí solo, resultan
evidentemente ineficaces 5), puesto que, como se lia vis­
to (núm. 750). una vez la acción intentada, el consejero
puede actuar y ejercitar los recursos que interesen al inca­
paz aún contra la voluntad de éste. Por último, la proposi­ i
ción de confesión bajo juramento decisorio equivale a una
transacción (suprá, núm. 566) (6).
757. Aceptación y repudiación de herencia.—A pesar :»
de la ficción de retroactividad, la renuncia o repudiación
de una herencia equivale a una enajenación; está, pues, íj
prohibida al pródigo que actúa solo, si no por la letra, al II
(1) V. sentencias precitadas, sol. impl., y A. Colin y Capitant, loe. cit.
(2) Solamente a partir del momento en c' que~ 'han sido capitalizadas
n -■> (í?i/rd, n’
/z
763) no así con los depósitos hechos por el incapaz cu cuenta corriente,
’ -— — ------------ en un

banco. Tr. Sena, 23 enero 1912, D. 1914. 2. 79; Tr. Sena, 17 dic. 1910, ibid., en
sub-nota.
(3) Tr. Sena, 14 abril 1859, y Tr. Dijón, 21 marzo 1860, D. 66. 5. 262.
(4) París, 29 agosto 1851, D. 52. 5. 325.
(5) Bruselas, 27 nov. 1823, D. Jur. Gén.t v9 Désistement, núm. 21, S. chr.; ■!

Renncs, 26 diciembre 1866, D. 68. 2. 174 v en recurso, Civ. 6 nov. 1867, D. 67. 1. ■■

481, S. 68. I. 10; Civ. 29 junio 1903, D. 1903. 1. 411, S. 1904. 1. 213. Baudry-
Lacantinerie, Chóneaux y Bonnecarrére, V. núm. 989. Resulta do ello que el con­
sentimiento dado por el pródigo solo no impide la caducidad de instancia: Civ.
6 nov. 1867, precitada.
(6) Civ. 30 nov. 1909, D. 1911. 1. 33, nota H. L., S. 1911. 1. 262.
700 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO. CIVIL FRANCES

menos por el espíritu de la ley. La aceptación pura y sim­


ple obliga al pródigo a abonar todas las deudas de la suce­
sión; por lo tanto, le está igualmente prohibida (1), puesto
que la jurisprudencia establece, como se verá, que el pró­
digo no asistido no puede obligarse sino dentro de los lí­
mites de los actos de administración. En cuanto a la acep­
tación a beneficio de inventario, la ley la equipara, desde
el punto de vista de la capacidad exigida, a la renuncia de
herencia (art. 461) ; no ve en ella un acto de administra­
ción (v., suprá, núrns. 274 y 275), y la lógica de la jurispru­
dencia cqnduce, como consecuencia, a prohibírsela al pró­
digo sin asistencia.
En todo caso, aunque se admita que el pródigo pueda
aceptar por sí solo una sucesión, no por ello puede recibir
de terceros, sin la asistencia de su consejero, los bienes com:
prendidos en ella (2).
Hay que equiparar a la aceptación de herencia, la de
una liberalidad a título universal o que implique obligacio­
nes importantes (3).
758. Partición.—Aunque ésta, en nuestro derecho, sea
un acto simplemente declarativo, es un acto de importancia
para el cual la ley exige ordinariamente la plena capacidad.
Además, la teoría de la división declarativa no es más que
una ficción, y la operación consiste realmente en un cam­
bio de partes indivisas, es decir, en una enajenación (4).
Por lo tanto, el pródigo necesita la asistencia de su conse­
jero para la partición.
759. Inversión de cantidades disponibles; conversión
de títulos.—Se ha visto anteriormente cómo el consejero ju­
dicial asegura la inverción de las cantidades debidas al in­
capaz, antes de otorgar recibo de ellas Pero, aún en el
caso de que el pródigo tuviera ya en su poder algunas canti­
dades, no puede invertirlas a su voluntad sin intervención
de su consejero, puesto que dicha inverción no significa otra
cosa que una enajenación (5). En el caso de que el con­
sejero haya otorgado recibo de cantidades pagadas al in­
capaz sin asegurar para ellas una inversión satisfactoria
el pródigo puede elegir entre exigir la responsabilidad del
(1) Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 876; Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bon*
necarrére, V. núm. 1000. Contrá, Douai, 30 junio 1855, D. 56. 2. 56, S. 56. 2. 670.
(2) Pero es distinto cuando so trata de cantidades que el de cujus tenía
directamente en su poder a su muerte (V. suprd, núm. 739).
(3) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrórc, loe. cit.
(4) Req. 15 marzo 1910, D. 1913. 5. 26. Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y
Bonnecarrére, V. núm. 1002; Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 876; sobre la división
judicial. v. suprd, núm. 749.
J (5) V. Lyon, 9 junio 1883, D. 84. 2. 83; Agen, 9 nov. 1881, D. Jur. Gén., Sup.,
v’ Jntcrdiction, núm. 260, S. 82. 2. 233, nota Labbé, V. suprd, núm. 274.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 701

consejero (1), o hacer anular la inversión (2). Según la


gravedad respectiva de las imprudencias cometidas, los tri­
bunales pueden, en los casos de reclamaciones mutuas di­
vidir la reparación de la pérdida causada al pródigo, entre
el consejero y el tercerd contra el cual se decrete la nulidad
de la inversión.
El seguro de vida contratado por el incapaz en su fa­
vor debe ser considerado como una inversión (3).
La conversión al portador de valores nominales equi­
vale de hecho a su enajenación y exige realmente la asis­
tencia del consejero judicial.
760. Obligaciones anulables.—Es muy notable que la
ley no haya dicho nada % de la capacidad de obligarse; por
eso, es en ese punto donde el trabajo extensivo de la juris­
prudencia resulta más sobresaliente. Los tribunales con­
sideran la obligación contraída o como un préstamo (4), o
como una enajenación (5), o, por último, se limitan a es­
tablecer en principio la imposibilidad para el incapaz de
obligarse por sí solo fuera de los límites de lo que se en­
tiende por actos de administración (6). Por eso anulan por
falta de asistencia:
l9 Las operaciones de especulación y principalmente
las compras a plazos que obligan para lo porvenir los re­
cursos del incapaz (7). Ya hemos visto que, aún al conta­
do, las inversiones hechas por éste no son libres;
29 Los arrendamientos de más de 9 anos (8) o los ce­
lebrados con más de 2 ó 3 años de antieipación: se aplican
a su nulidad las mismas reglas que en materia de tutela (su-
práf núm. 557) ;
39 El alquiler de inmuebles, las compras de material
y de animales destinados a una empresa, incluso agrícola
(9) que comprometa cantidades importantes y a la cual el
pródigo pretenda lanzarse por su propia cuenta.
(1) V. París, 31 enero 1876, D. 77. 2. 48, S. 77. 2. 149, y suprd, núm. 739.
(2) V. Lyon, 9 junio 1883, y Agen, 9 nov. 1881, precitadas, suprd, núm. 274
y 287.
(3) El incapaz puede pues contratar sin asistencia un seguro de vida que
no comprometa sino sus rentas; pero no puede, sin asistencia, pagar primas que
I
necesiten de parto do su capital. V. Civ. 9 marzo 1896, D. 96. 1. 391, S. 97. 1. 255
relativa al seguro de vida contratado por el incapaz en favor de acreedores. V.
infrei, núm. 765.
(4) Req. 5 agosto 1891, D. Jur. Gén., v’ Interdiction, núm. 2'94, S. 40. 1. 907;
Douai, 18 feb. 1891, bajo Req. 22 dic. 1891, D. 92. 1. 536.
(5) Req. 14 julio 1875, D. 76. 2. 202, S. 75. 1. 463.
(6) Civ. 1» agosto 1860, D. 60. 1. 316, S. 60. 1. 929.
(7) Lyon, 9 junio 1883, D. 84. 2. 83; Civ. 20 dic. 1922, Gas. Trib., 8 abril
de 1923.
(8) Req. 14 julio 1875, precitada.
(9) París, 16 enero 1890, D. 92. 2. 209.
702 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

761. Obligaciones reductibles. — Por sus gastos co­


rrientes de manutención, alojamiento, sostenimiento y sus
compras de objetos usuales, el pródigo que lleve una vida
demasiado fastuosa puede arruinarse tan rápidamente co­
mo por medio de préstamos o ventas. En sí, cada uno de
esos gastos es un acto de administración; pero pueden ex­
ceder de sus límites por su importancia o por su frecuen­
cia. Los tribunales se reservan entonces el derecho, lo mis­
mo que en el caso del menor emancipado, de reducir dichos
gastos cuando los consideren exagerados (1).
Esta exageración es una cuestión de hecho, y los jue­
ces aprecian la equidad de la reducción teniendo en cuen­
ta, a la vez que la importancia del gasto considerado en re­
lación con las rentas del pródigo (2), la utilidad de ese
gasto (3) apreciada de acuerdo con la situación social del
pródigo (4), la coexistencia posible de otros gastos que ab­
sorban las rentas (5) y, por último, la buena fe de los ter­
ceros con los cuales el incapaz haya podido contratar (6).
Esto terceros, realmente, pueden ignorar la importancia
de las rentas del pródigo y la existencia de otros gastos ya
efectuados por él.
Esta libertad de apreciación arroja un desorden apa­
rente en la jurisprudencia que parece, además, haber evo­
lucionado. Antiguamente, algunas sentencias considera­
ban como reductible todo gesto que excediera del justo lí­
mite de las necesidades del pródigo (7). Hoy se aprecia
más exactamente el sentido de la incapacidad del pródigo.
Esta incapacidad tiene por objeto la salvaguardia de su
fortuna, pero no le obliga a hacer economías. Por lo tan­
to, los gastos de lujo más evidentemente inútiles no son im­
pugnables si se han hecho dentro del límite de las rentas
del incapaz (8).
(1) Req. 3 abril 1855, D. 55. 1. 129, S. 55. 1. 641;. Civ. I9 agosto 1860, pre-
citada; Lyon, 10 mayo 1861, D. 61. 2. 165; Besantjon, 7 agosto 1889, D. 90. 2. 64;
Roq. 77 julio
Req. 1902, D.
julio 1902, 1. 422,
1902. 1.
D. 1902. S. 1902.
422, S. 1902. 1.
1. 504; París~ 2'
504; París, dic. 1904,
2 dic. Í904, D. 1905.’
D. 1905.
2. 385; Tr. Sena. 4 mayo 1922, S. 1922. 2. 104. Sobre la justificación de esta ju- ju­
risprudencia, v9 suprd, núm. 2'91. Contfd, Baudry-Lacantinerie, Chóncaux y Bonne-
carrére, V. núm. 1016; A. Colín y Capitant, I, p. 609-10. V. civ. 2 dic. 1885, D. 86.
1. 128, S. 86. 1. 120.
R-eq. 3 abril 1885, Civ. 2 dic. 1885; Bcsan^on, 7 agosto 1889; Req. 7 ju-
(2) Req. ju­
lio 1902- París, 2 dic. 1904; Tr. Sena, 4 mayo 1922, precitadas.
(3) ’ Req/3 abril 1855; Civ. I9 agosto 1860; Lyon, 10 mayo 1861; Civ. 2 dic.
l/L/, VZAF. -AVJV/V , JAJVllj AW AUU A y VA». UUV»

*
1885; Besan^on, 1889j Tr. Sena, 4 mayo
7 agosto) 1889; 1922’‘, precitadas.
mayoJ922
(4) Req. ~7 julio 1902; París, 2 dic. 1904; Tr. Sena, 4 mayo 1922, precitadas.

(5) V. BesanQon, 7 agosto 1889, precitada.
(6) V. Req. 7 julio 1902; París, 2 dic. 1904; Tr. Sena, 4 mayo 1922, pre-
citadas.
(7) Civ. I9 agosto 1860, Lyon, 10 mayo 1861, precitadas.
(8) V. otras decisiones precitadas. V. París, 31 enero 1894, D. 94. 2. 233, y
nota Planiol, S. 95. 2. 84.
LOS PRÓDIGOS Y DEDILES DE ESPÍRITU 703

762. Actos de comercio.—Los actos de comercio, inclu­


so aislados, no pueden ser considerados como actos de ad­
ministración (suprd) núm. 274 y 278) ; exigen, pues, la asis­
tencia del consejero judicial (1).
Como la asistencia debe ser siempre especial, el ejerci­
cio de un comercio por el pródigo o el débil de espíritu es
casi imposible, puesto que cada uno de sus actos exige (2)
el concurso del consejero. El pródigo no puede, pues, en­
trar como asociado dando su nombre a una sociedad (3) ;
pero puede ser comanditario o accionista, siempre que a la
escritura social o a la adquisición de las acciones haya asis­
tido el consejero judicial (4).
§ 3.—Actos permitidos sin asistencia
763. Actos personales.—El pródigo y el débil de es­
píritu no se hallan protegidos sino en su patrimonio: con­
servan independencia en cuanto a su persona. Contraste
a primera vista singular, pero que no es raro en nuestro de­
recho y que se explica por el respeto que éste profesa a la
libertad personal del individuo.
Resulta, pues, que el pródigo y el imbécil pueden ca­
sarse, adoptar, reconocer libremente un hijo natural, aun­
que estos actos extrapatrimoniales engendren obligaciones
pecuniarias, principalmente en relación con los alimentos.
La capacidad para contraer matrimonio comprende, ade­
más, el derecho de adoptar por sociedad legal o cualquier
otro contrato menos oneroso (5). Sería lógico, puesto que
se permite el matrimonio al pródigo, dispensarle de asis­
tencia en la acción de divorcio, en separación de cuerpos o
para impugnar la oposición al matrimonio; sin embargo, la
(1) Rcq. 3 abril 1855, precitada, sol. impl. Civ. 1» agosto 1860, precitada.
*Pero, conformo al derecho común, pueden resultar obligaciones civiles para el pró­
digo. de sus actos comerciales; por ejemplo, si ha conservado de ellos un beneficio
(las mismas sentencias). Letras de cambio o pagarés a la orden pueden también
valer por reconocimiento de deudas civiles.
(2) Civ. 3 dic. 1850, D. 51. 1. 42, S. 50. 1. 777; París. 22 dic. 1S62, D. Su^Z,
v* Intcrdiction, núm. 263, S. 62. 2. 30; Angers, 10 feb. 1865, D. 65. 2. 63, S. 65. 2.
163; Lyon, 29 mayo 1872', D. 73. 2. 19; Cas. belga, 17 oct. 1889, D. 91. 2. 356. S.
90. 4. 4 y en recurso: Gante, 20 marzo 1890, D. 91. 2. 356; Burdeos, 22 abril 1896,
I). 96. 2. 279; Lyon, 1* marzo 1904, S. 1906. 2. 83. Contrd, Tr. com. Tourcoing, 30
abril 1901, D. 1902. 2. 342; Tr. reg. sup. Munich, 25 junio 1902 (motivos), S. 1908
4. 5. Resulta de esta jurisprudencia que al_ pródigo no se le puede llevar ante los
tribunales de comercio (Angers, 10 feb. 1865, y Burdos, 22 abril 1896, precitadas)
y no puede ser declarado en quiebra: París, 22 dic. 1862; Cas. belga, 17 oct. 1889;
Gante, 20 marzo 1890; Lyon, 1’ marzo 1904, precitadas.
(3) Civ. 3 dic. 1850; Lyon, 29 mayo 1872, precitadas.
(4) Req. 28 marzo 1892, D. 92. 1. 265, S. 93. 1. 461.
(5) París, 13 julio 1895, D. 96. 2. 302. V. nuestro Tratado, VIH, núm. 49.
704 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

opinión contraria es la que triunfa en las Cortes de apela­


ción y entre los autores (1).
Por la misma razón, el pródigo puede arrendar libre­
mente sus servicios, elegir su domicilio, ejercer la tutela
(suprá, núm. 486), gozar de todos sus derechos cívicos, sal­
vo el de formar parte de un jurado (ley 21 noviembre 1872
art. 2-12’) o de un consejo general (ley 10 agosto 1871, ar­
tículo 7) ; es civil y plenamente responsable de sus faltas y
puede prestar confesión civil en la misma medida que los
demás incapaces (2).
La capacidad del pródigo para ejercer sus derechos fa­
miliares, cesa cuando éstos consisten en autorizar o repre­
sentar a otro incapaz en actos que el pródigo no podría ha­
cer por su propia cuenta. La jurisprudencia exige enton­
ces que se haga asistir de su consejero, en el ejercicio de la
administración, legal de sus hijos o pupilos (3) y que se
haga suplir judicialmente su capacidad en la autorización
marital (4) (arg. analogía, art. 224; v., supra, núm. 251).
El pródigo no puede ejercitar tampoco sus acciones
sobre estado civil (suprá, núm. 749).
764. Actos de administración o conservatorios. — El
pródigo o el débil de espíritu, pueden, como los demás in­
capaces, (núm. 273), realizar todos los actos conservatorios
(5). Además, la jurisprudencia les permite los actos de
simple administración (núms. 274-275) (6), como se ha vis­
to anteriormente (núm. 748), y eso aunque se hallen literal­
mente comprendidos en la enumeración de los artículos
499 y 513.
El pródigo puede, por lo tanto, celebrar todos los con­
tratos destinados a la reparación y al sostenimiento de sus
inmuebles, asegurar sus bienes y su persona contra todos
los riesgos, hacer que prodúzca su fortuna, por medio de
arrendamientos de menos de 9 años y de contratos de ex­
plotación directa, a condición de no comprometer en esa
(1) V. suprd, núm. 749. V. no obstante París, 25 marzo 1890, D. 90. 2. 257,
nota Planiol, S. 90. 2. 207.
(2) Sobre esos dos puntos v. suprd, núm. 281 y s.
(3) Req. JO nov. 1897, D. 98. 1. 310, S. 1901. 1. 524. No> obstante y a pe­
sar de la solución contraria dada por el Tribunal Supremo, la asistencia del con­
sejero creemos nosotros, deja de ser indispensable en los actos sometidos a la ai>
torización judicial. V. la nota siguiente.
(4) Tr. Lyon, 8 junio 1872, D. 73. 3. 7; Civ. 6 dic. 1876, D. 77. 1. 307, 5 ju­
lio 1921, D. 21. 1. 214. A. Colín y Capitant, I, 4* ed., p. 644; Baudry-Lacan*
tinerie y Houques-Fourcade, VI, núm. 2287; Aubry y Rau, V, pfo. 472, núm. 43.
Entre las que permiten también la autorización del marido asistido de su consejero
judicial v. París, 10 julio 1890, Pand., 91. 2. 271; V. París, 13 nov. 1866, D. 66.
2. 245, S. 67. 2. 324.
(5) (5) V. principalmente Req. 22 enero 1901, D. 1901. 1. 94, S. 1901. 1.
331. Sobre la noción de actos conservatorios, v. suprd, núm. 273.
(6) V. los números anteriores. Sobre la noción de esos actos, núm. 274-275.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 705

explotación cantidades de que no pueda disponer sin ]a


asistencia de su consejero (1) ; vender sus muebles en la
medida de la administración corriente; percibir y gastar
sus rentas vencidas; hacer uso de una cuenta corriente sos­
tenida con dichas rentas (2)3 e invertir sus ahorros.
765. Testamento y aceptación de liberalidades. — El
pródigo puede libremente testal* y lo mismo el débil de es­
píritu, salvo el derecho de sus herederos de impugnar ata­
car su testamento por captación o demencia. La posibili­
dad de testar, tradicionalmente reconocida al pródigo
muestra claramente que su incapacidad se establece en su
interés personal más que en el de sus herederos. Sin em­
bargo, no se puede equiparar al testamento la institución
hereditaria contractual, puesto que ésta constituye incues-
tionalmente una enajenación (3) (arts. 499 y 513).
El pródigo y el débil de espíritu puede también acep­
tar sin asistencia las liberalidades que se les hagan, a me­
nos que estén gravadas por una carga tal que se deba con­
siderar su aceptación como un acto de disposición (4).
766. Pagos.—El incapaz puede pagar todas sus deu­
das exigibles con los fondos que tenga en su poder ya pro­
vengan éstos del capital o de las rentas. Puede concertar
con sus acreedores arreglos, firmar pagarés que prorro­
guen su deuda (5), comprometer, para ésta, en una medida
que no pase de lo razonable, sus rentas futuras (6), aun­
que no su capital (7). Para que puedan estimarse válidos
estos arreglos, tienen que serlo la deuda pagada, prorroga­
da o garantida (8).
En cuanto a sus obligaciones naturales o sus deudas nó
vencidas, no puede pagarlas sino de sus rentas (9). La ju-
(1) París, 16 enero 1890, D. 92. 2. 209; v. su-prá, núm. 760.
(2) Tr. com. Sena, 23 enero 1912, D. 1914. 2. 79. V. también Tr. Sena, 17
dic. 1910, D. ibid., en sub-nota.
(3) Agen, 2H julio 1857, D. 57. 2. 168, S. 57. 2._530; Tolosa, 7 mayo 1866, D.
66. 2. 109; Orlcans, 11 dic. 1890, Salas reunidas, 21 junio 1892, D. 92. 1. 369; nota
do Loynes, S. 94. 1. 440, nota Bufnoir. Aubry y Rau, I, pfo. 140, p. 874; Baudry-
Lacantinerio, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 995. V. sin. embargo, Pau, 25 junio
1806, D. v* cit., núm. 298, S. chr.; Bruselas, 3 abril 1886, D. 87. 2. 71, S. 88. 4. 13.
(4) Baudry-Lacantinerie, Chéneaux y Bonnecarrére, V. núm. 1000.
(5) Req.
" . 3“ abril 1855,
................ ~ D. 55. 1. 129, ~ S. 55. 1. 641,- \ sol.' impl.
• /
(6) París, 2 dic. 1904, D. 1905. 2. 385, nota Dupuich, S. 1906.. 2. 7.
Í7) LaT - misma sentencia, tz 22 . 9 marzo
V. también, Civ. .. . 22???, 96. 1. ?'__,
D. ??.
1896, 2?. 391, S 97.
1. 225, nota Esmein. El capital de un seguro do vida, además, no se considera
que le pertenece (las mismas sentencias).
(8) Así,
r: ■ pues, •los arreglos y concernientes
■ al■ cobro
■ do un Apréstamo. consenti­
do durante la incapacidad, sin asistencia del consejero son. evidentemente nulos:
Caen, ■14 julio
c • 1845,, ~
------- D. 45. 4. 323; Tr. Sena, 5 agosto „ 1873,, D. 73. 3. 87; Civ. 24
------
junio 1913, D. 1917. 1. 39,, S. --1913.- 1.- 495. - - V.- no obstante, Civ. 9- marzo 1896, pro- — ■' I
citada.
(9) Civ. 9 marzo 1896, precitada; Douai, 13 mayo 1909, D. 1909. 5. 69. V.
Pau, 25 junio 1806, precitada.
706 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCES

risprudencia le permite comprometer, dentro de un límite


razonable y hasta sus rentas no vencidas, en pago de sus
deudas naturales (1). Entre éstas, creemos que es preciso
comprender las deudas que el pródigo hubiera contraído
durante la minoridad (2), pero no las que haya asumido
después de la sentencia dándole un consejero judicial. Es­
tas últimas, aunque obligaciones naturales, no pueden ser
objeto de ningún compromiso válido en tanto que subsista
la, incapacidad que las anula (3). Pero nada impide al pró­
digo el pagarlas de sus rentas vencidas y disponibles, de que
puede usar libremente o de su capital, una vez levantada
su incapacidad (4).
766 bis. Comparación con la emancipación. — Teóri­
camente, es grande la diferencia entre el menor emancipa­
do y el pródigo o el débil de espíritu. Para el primero, que
sale de una incapacidad completa, la incapacidad continúa
siendo la regla; para el segundo, la capacidad, antes com­
pleta, continúa siendo el principio (5). Sólo que, la in­
terpretación judicial de la incapacidad del pródigo, fiel a
las tendencias del Tribunado, ha llevado a cabo una apro­
ximación casi completa entre las dos clases de incapaces.
Una sola diferencia esencial subsiste: el pródigo y el débil
de espíritu pueden realizar, con la asistencia de su conse­
jero, cualquier acto, mientras que para, el emancipado no
basta siempre con la de su curador; necesita para muchos
casos la autorización del Consejo de familia, la aproba­
ción del tribunal y otras formalidades más; y hasta algu­
nos actos se le prohíben. Por otra parte, se pueden notar
algunos puntos en que la capacidad del emancipado es,
unas veces más, y otras veces menos completa que la del
pródigo.
De una parte, en efecto, el emancipado puede ejercer
el comercio con una autorización general; puede sin asis­
tencia ejercitar acciones mobiliarias o posesorias, y las ac­
ciones de divorcio o de separación de cuerpos; en todos es­
tos puntos, su capacidad excede de la del pródigo.

(1) Civ. 9 marzo 1896, precitada; Civ. 15 enero 1908, D. 1909. 1. 105, nota
Binet, S. 1909. 1. 357.
(2) uiv. enero 1908,
15 eneru
Civ. xa x»vo, precitada.
(3) Tr. Sena, 5 agosto 1873, precitada. V. sin embargo, Civ. 9 marzo 1896,
precitada. Pero de hecho no existía un verdadero compromiso
— —------- - del pródigo,
. — . -puesto
que éste únicamente había contratado un seguro de vida en beneficio del acreedor
—----- las primas. Estas fueron pagadas libremente y de
y podía abstenerse de abouar
las rentas vencidas (V. A. Colín y Capitant, I, 4’ ed„ p. 610).
(4) París 30 mayo 1893, bajo Civ. 9 marzo 1896, precitada.
(5) V. ese principio aun establecido por Civ. 15 enero 1908, precitada.
LOS PRÓDIGOS Y DÉBILES DE ESPÍRITU 707

Pero, en cambio, el pródigo puede casarse y adoptar


sin asistencia; aceptar por sí solo una donación o un lega­
do a título particular, sin cargas importantes; por último,
como se ha. visto, una Corte de apelación le ha permitido
también que acepte por sí solo una herencia. Actos, todos,
que están prohibidos al emancipado que actúa por sí solo.
§ 4.—Nulidad de los actos no autorizados
787. Sanción de la ley.—Los actos del prodigo o del
débil de espíritu para los cuales se requiera la asistencia
del consejero judicial, serán nulos para cuando se realicen
sin dicha asistencia. Esta nulidad, que no aparece esta­
blecida en ningún precepto, resulta de la tradición, así como
del art. 502, que declara nulos de derecho los actos del in­
terdicto y que hay que aplicar por analogía a la semi-inter-
dicción de los pródigos y débiles de espíritu.
Lo mismo que ocurre en materia de interdicción, los
jueces anularán, forzosamente, el acto sin tener que exa­
minar si se han lesionado los intereses del pródigo. Pero la
nulidad es relativa (1) y no puede ser invocada sino por el
incapaz. Además, ya hemos visto (núm. 761), qué lugar se
da por la jurisprudencia a la acción de reducción de los
convenios del pródigo.
Se sabe ya que la nulidad no se produce retroactiva­
mente, salvo el caso de fraude. De donde resulta, que el
pródigo puede fácilmente evitarlo por medio de una sim­
ple anticipación de fecha (núm. 745).
Esta nulidad es relativa (suprá, núm. 289) y prescribe
a los diez años, los cuales corren desde el cese de la incapaci­
dad (arg. analogía art. 1305) (2).
768. Ejercicio de la acción de nulidad por el conseje­
ro.—Rigurosamente, la acción de nulidad debe concederse
únicamente al incapaz, puesto que el consejero no tiene per­
sonalidad para ejercí tai' en su nombre una acción judicial.
Pero esta regla amenazaría con hacer ilusoria la protección
legal, puesto que el pródigo podría evitar la impugnación
de los actos por medio de los cuales se procure dinero, lo
que es tanto de temer más cuanto que generalmente desea
poder procurarse nuevas cantidades por medio de actos se­
mejantes. La jurisprudencia ha tenido, pues, que recono­
cí) Sobro las consecuencias de este principio v* Lyon, 29 mayo 1872, D. 73.
2. 19; Crim. 27 junio 1884, D. 85. 1. 135; Tr. Sena, 10 feb. 1909, S. 1910. 2'. 231;
Rcq. 9 mayo 1910, D. 1913. 5. 4, S. 1911. 1. 110, y $uprd, núm. 292-293.
(2) Civ. 8 abril 1891, S. 91. 1. 149.
708 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

cer al consejero judicial el derecho de demandar la nulidad


en nombre del pródigo y hasta en contra de su voluntad (1).
El consejero judicial debe, por lo tanto, ser tratado
como una especie de tutor; representa legalmente al inca­
paz (2), y se le pueden oponer todas las excepciones que
procedan contra este último. Principalmente, la fecha de
los documentos privados del pródigo le perjudica, si dichos
documentos no están registrados (art. 1328) y no puede es­
tablecer lo que se llama tercera oposición contra resolucio­
nes dictadas en perjuicio del incapaz (3). Además, el con­
sejero judicial debe necesariamente hacer que el pródigo
intervenga en el pleito (4).
Se ve cuánto se modifica con esta jurisprudencia la
misión normal del consejero judicial. No obstante, la Cor­
te de Casación se limita con decir “que se trata de una sim­
ple cuestión de procedimiento, cuya solución no contraría
ningún texto de la ley, pero asegura la eficacia de sus pres­
cripciones, colocando a todas las partes ante la justicia, en
el papel que les corresponde” (5). En realidad, se encuen­
tra en este punto uno de los ejemplos más notables de las
audacias de la jurisprudencia. Se puede decir que toda
esta materia ha sido obra de los tribunales más) bien que del
legislador (6).
(1) V. principalmente París, 26 junio 1838, bajo Civ. 8 dic. 1841, D. Jur.
Gén., v* Intcrdwtwn, núm. 303, S. 38. 2. 417, 13 feb. 1841, S. 41. 2. 224; Req. 29
junio 1881, D. 82. 1. 33, S. 82. 1. 125; París, 7 marzo 1895, D. 95. 2. 425, nota Glaa-
son, S. 98. 1. 305; Req. 4 junio 1896, D. 97. 1. 404, S. 97. 1. 112, nota Lyon-Caen;
Nancy, 26 junio 1897, D. 98. 2'. 512.
(2) V. nota Lyon-Caen, precitada.
(3) Sobre esos dos extremos, v. suprá, núm. 750.
(4) París, 13 feb. 1841; Req. 29 junio 1881; Req. 25 junio 1896, y Nancy,
26 junio 1897, precitadas.
(5) Req. 24 junio 1896, precitada.
(6) V. en esto sentido, Baudry-Lacantínerie, Chéneaux y Bonnecarrérc, V.
núm. 1920 y s.; A. Colín y Capitant, I, p. 612-3; Capitant, nota en D. 1904. 1. 129.
I ADICIONES

37. Autoridad de las sentencias dictadas en materia


de estado. Jurisprudencia.—Una sentencia de la Corte de
Casación (Civ. 23 abril 1925, D. H. p. 368) parece poner
término a las vacilaciones de la jurisprudencia, al decidir­
se con firmeza por la autoridad únicamente relativa de las
sentencias dadas sobre el estado civil de las personas. Esta
sentencia declara que no perjudica a un legatario la reso­
lución judicial que haya alcanzado fuerza de cosa juzga­
da, por la que se haya reconocido la filiación de un hijo con­
tra los herederos ad intestat de su autor. La Corte de Ca­
sación no se conforma, pues, con establecer la relatividad
de la cosa juzgada en materia de estado; se niega también
i
a admitir la excepción a esa 'relatividad atribuida por la
mayoría de los autores cuando la acción de estado se halla I
reservada a determinados interesados (núm. 35). Por úl­
timo, los motivos de la sentencia condenan no menos clara­
mente la tesis de que se trata en el núm. 40, según la cual el
estado es indivisible.
No obstante, la conclusión práctica sacada por el Tri­ i
bunal Supremo de la relatividad de la cosa juzgada, se re­
fiere simplemente a la admisibilidad de la tercera oposición
que fué intentada por las personas que no habían sido par­
tes o no han estado representadas en el juicio. De acuerdo l
con la sentencia, el éxito de esta tercera posición permite í_

que subsista el fallo anterior entre las partes. No se rec­ -


tifica, por lo tanto, en los registros del estado civil, pero se
transcribe también la sentencia que resuelve la tercera ono-
sición. No se sabe qué es lo que pueda resultar en esas con­
diciones la aplicación del art. 857 Pr. Civ. (v. núm. 227).
401. Entrega del hijo a la Asistencia pública en caso
de destitución completa de los padres. — La ley de 23 de
julio de 1925, destinada a poner en armonía las leyes de 24

í =
710 TRATADO PRÁCTICO DE DERECHO CIVIL FRANCÉS

de julio de 1889 y de 27 de junio de 1904, con la legislación


nueva sobre la adopción ha modificado el art. 13 de la ley
de 1S89, imponiendo a toda persona deseosa de cuidar al
hijo cuyos padres han sido destituidos de la patria potes­
tad, un compromiso determinado. Por medio de ese com­
promiso, el guardián eventual promete alimentar al niño,
educarlo y ponerlo en estado de ganar su vida, sin poder
cubrir ninguno de esos gastos con las rentas del niño. Este
compromiso parece que se exige igualmente a la persona
que, aspire a la tutela como a la que no pida más que el cui­
dado material del niño, en el caso de que la tutela se atri­
buya a la Asistencia pública.

il.
INDICE ANALITICO DEL TOMO PRIMERO
Págs.

INTRODUCCION 1
1. El estado y la capacidad en derecho civil. — 2. Estado político. —
3. Legislación.—4. Alsacia y Lorena,

PRIMERA PARTE
EL ESTADO CIVIL
5. Plan general de esta parte. 3

TITULO PRIMERO 1
i
DETERMINACION DE LA PERSONALIDAD Y DEL
ESTADO CIVIL
CAPITULO PRIMERO
LA PERSONALIDAD

6. Definición.—7. Personalidad del ser humano.—8. Atributos de . la


personalidad.—9. Igualdad do las personas.—10. Condiciones de adquisi­
ción de la personalidad.—11. Personalidad del concebido.—12. Fin de la
personalidad.

CAPITULO II

EL ESTADO
SECCION I.—Caracteres generales del estado 9

13. Definición del estado.—14. Goce y ejercicio de los derechos.—15. In­


disponibilidad del estado civil.
16. A. Respeto del estado legalmente establecido. — 17. Continuación.
Imprescriptibilidad del estado civil. — 18. Continuación. Posesión de estado !
civil.
19. B. Modificación voluntaria del estado.
20. C. Modificación de las consecuencias del estado.—21. Continua­
ción. Consecuencias patrimoniales del estado. — 22. Continuación. Dona­
ciones o liberalidades hechas bajo una condición relativa al estado civil.
h
í
SECCION II.—De las acciones derivadas del estado civil 17
23. Definiciones.—24. Observación.
$ 1.—Procedimiento de las acciones sobre el estado civil 18
25. Influencia de la indisponibilidad del estado civil.—26. Consenti­
mientos o desistimientos que valen disposición de un derecho.—27. Dere­
chos de que no so puede disponer por vía do consentimiento o desistimiento.
712 ÍNDICE DE MATERIAS

Págs.

* 2.—Autoridad de los fallos sobre el estado civil 23


28. Planteamiento del problema. — 29. Fallos constitutivos o destructo­
res del estado civil. — 30. Sentencias a virtud de demanda. — 31. Juicios
declarativos de estado civil.—32. Teoría de la autoridad absoluta y del
opositor legítimo.—33. Teoría de la autoridad relativa.—34. Continua,
ción. Limite derivado de la representación por las partes de ciertos grupos
interesados.—35. Continuación. Caso en que la acción se reserva a ciertas
personas.—36. Continuación. Excepciones por razón de la naturaleza de la
cuestión juzgada.—37. Jurisprudencia (1)—38. Sistema que distingue
los juicios sobre sus caracteres.—39. Sistema que asimila el fallo sobre el
estado civil a un acta de estado civil.—40. Sistema de indivisibilidad del
estado civil.—41. Continuación. Aplicación y conclusión.
SECCION III.—Conflictos de leyes

42. Aplicación de la ley personal.—43. Límites de esta aplicación.—


44. Cambio de ley personal.—45. Autoridad de las sentencias extranjeras
en materia de estado civil.—46. Alsacia y Lorena.

CAPITULO III

LA AUSENCIA
§ 1.—Nociones generales 38

47. Definición y límite do la ausencia.—48. Los no presentes.—19. Los


desaparecidos, especialmente los desaparecidos en la guerra.—50. Períodos
sucesivos de la ausencia.—51. Conflicto de leyes.

$ 2.—Período de la presunción de ausencia 43

52. Duración de este período.—53. Caducidad de los derechos que supo­


nen la prueba de la vida.—54. Suspensión de la apertura de los derechos
que suponen la prueba de la muerte.—55. Posibilidad de medidas provi'
sionales.—56. Medidas admitidas.—57. Procedimiento.

$ 3.—Período de la declaración de ausencia 50

58. Condiciones de la declaración de ausencia.—59. Procedimiento de


la declaración de ausencia.—60. Quién puede hacer declarar la ausencia.—
61. Toma de posesión provisional.—62. Derechos reservados en el caso do
la toma de posesión provisional.—63. Toma de posesión definitiva.
§ 4.—Cesación de la ausencia 59

64. Prolongación indefinida de la ausencia.—65. Sucesos que ponen fin


a la ausencia.
CAPITULO IV
LA PERSONALIDAD MORAL
SECCION I.—Naturaleza le la personalidad moral 61

66. Definición. 67. A. Teoría de la ficción doctrinal. — 68. Conti­


nuación La propiedad colectiva. — 69. Continuación. Propiedad de afec­
tación 70. B. Teoría de la ficción legal. — 71. C. Teoría de la perso­
nalidad moral realidad técnica. — 72. D. Teoría de la realidad objetiva. —
73. Conclusión.

(1) . Véase la adición, do la página 709.


ÍNDICE DE MATERIAS 713
Págs.
SECCION II.—Clasificaciones de las personas morales 68
74. Principio de la clasificación. — 75. A. Personas morales de derecho
público. — Estado y circunscripciones administrativas. — 76. Estableci­
mientos públicos. — 77. B. Personas morales del derecho privado. — Dis­
tinción. — 78. Fundaciones. — 79. Sociedades y asociaciones.
SECCION III.—Extensión de la personalidad moral 74
80. Derechos de las personas morales en general.
81. A. Derechos extra-patrimoniales de las personas morales, Caracte-
ros. - 82. Nombre y domicilio. — 83. Nacionalidad. — 84. Defensa de
los intereses morales.
85. B. Derechos patrimoniales. Comparación con las personas físicas. —
86. Especialidad. — 87. Límites legales. — 88. Reserva de los derechos
individuales.
89. C. Personas morales extranjeras. Reconocimiento de su personalidad.
90. Caracteres de las personas morales extranjeras.
SECCION IV.—Vida de los personas morales 81

91. Forma de constitución de las personas morales.—92. Punto de par­


tida de la personalidad moral.—93. Actividad y órganos de la persona mo­
ral.—94. Desaparición de las personas morales; sus causas.—95. Suerte
do los derechos de la persona moral a su disolución.

TITULO II
IDENTIFICACION DE LAS PERSONAS
CAPITFLO PRIMERO

t EL NOMBRE 89
96. Definición.
SECCION I.—El nombre patronímico 90

97. Determinación del nombre patronímico.


$ 1.—Relación del individuo con la familia
98. Hijos legítimos.—99., Hijos naturales reconocidos.—100. Hijos na-
turales no reconocidos.—101. Hijos adulterinos e incestuosos.—102. Ni-
fioe encontrados.
6 2.—Determinación del apellido 93
103. Fijeza del nombre ere familia.—104. Nombre do tierra.—105. So-
brenombres de familia.—106. Individuos cuya familia no lleva ningún ape­
llido.
§ 3.—Modificaciones lícitas de un nombre patronímico 99
107. Modificación por decreto.—108. Cambios por vía de consecuencia.
109. Restablecimiento del apellido de los ciudadanos muertos por la patria
i
$ 4.—Efectos del matrimonio en el nombre 103
110. Nombro de la mujer casada.—111. Efectos del divorcio.—112.
Efectos de la separación, de cuerpos.—113. Apellido1 del marido. ,
SECCION II.—Derechos y obligaciones que se relacionan
con el nombre patronímico
§ 1.—Derecho di nombro 108
114. Naturaleza del derecho; propiedad del nombre.—115. Uso del ape- ■
nido.—116. Defensa del nombre.
714 ÍNDICE DE MATERIAS

Págs.

§ 2.—Carácter obligatorio del nombre 113


117. Inmutabilidad del nombre.—118. Imprescriptibilidad.—119. Indis-
ponibilidad Nombre comercial
$> 3.—Sanciones penales del derecho al nombre 116

120. Delitos realizados por medio de un cambio de nombre.—121. Deli-


to del artículo 259 del Código Penal.
§ 4.—Acciones relativas al nombre 119

122. acciones de reclamación y de impugnación de nombre.—123. Auto­


ridad de la cosa juzgada.
■SECCION III.—Agregaciones al nombre patronímico 123
124. Sentido de esas agregaciones.

§ 1.—Los nombres de pila


125. Atribución de los nombres de pila.—126. Elección de nombres de
pila.—127. Cambios de nombres de pila.—128. Efectos jurídicos de los
nombres de pila.
$ 2.—El sobrenombre y el pseudónimo 126
129. Caracteres y diferencias.—130. Atribución.—131. Derecho de uso
y de defensa.
§ 3.—Títulos nobiliarios 129
132. Caracteres de los títulos nobiliarios.—133. Determinación de las
’amilias tituladas.—134. Determinación del portador del título.—135. Con-
:iendas sobre los títulos nobiliarios.—136. Derechos derivados del título
nobiliario.

CAPITULO II
EL DOMICILIO
SECCION I.—Domicilio general
$ 1.—Definición y caracteres del domicilio 137
137. Definición.
138. A. Fijeza del domicilio. — 139. Efectos de la residencia.
139. bis. B. Necesidad del domicilio. — 140. Domicilio de los extran-
jeros.
141. C. Unidad del domicilio. — 142. Domicilios especiales. — 143. Lí­
mite del principio de la unidad del domicilio. — 144. Domicilio de las per­
sonas morales. — 145. Continuación. Competencia del tribunal do la HU-
cursa!.
§ 2.—Intereses prácticos del domicilio 147

146. Enumeración.—147. Interés de los terceros.—148. Interés de la


persona domiciliada.
SECCION II.—Determinación del domicilio
§ 1,—Domicilios legales 149

149. Caracteres de los domicilios legales.—150. Menor no emancipado.


Continuación. Hijos naturales.—152. Continuación. Hijos adoptivos.
Incanacitado.—154. "Mujer casnda-155.
Mujer casada. —155. Continuación. Separación
<3e cuerpos.1—156.
---- Criados.—157.157. -Funcionarios
----- - —. nombrados vitaliciamente.
158. Combinación y conflicto
c----------- entre los domicilios legales.
ÍNDICE DE MATERIAS 715
I
Págs.

$ 2.—Determinación del domicilio libre 157


159. Principios generales.—160. Domicilio de origen.—161. Cambio de
domicilio por doble declaración.—162. Cambio de domicilio resultantte de
los hechos.—163. Determinación directa de un domicilio.—164. Domicilio
aparente.
SECCION III.—Del domicilio elegido
$ 1.—Condiciones y forma de la elección de domicilio 165

165. Naturaleza del domicilio elegido.—166. Condiciones de validez de


la elección de domicilio.—167. Formas de" elección.—168. Elección tácita
de domicilio en un centro de negocios.
§ 2.—efectos de la elección de domicilio 170
169. Principios generales.—170. Atribución de competencia.—171. Lu­
gar para las notificaciones.—172. Mandato resultante de ciertas eleccio­
nes de domicilio.—173. Duración del domicilio elegido.

CAPITULO III
LAS ACTAS DEL ESTADO CIVIL

SECCION I.—Organización del estado civil

§ 1.—Caracteres y crítica de la organización actual 178

174. Definición y utilidad.—175. Vicios de la organización actual.—


176. Proyectos de expediente civil..—1777. Medidas de centralización de
las informaciones.—178. Cartilla de familia.
$ 2.—De los encargados del registro civil 182

179. Designación del encargado del registro civil.—180. Misión del en­
cargado del registro civil.—181. Competencia del encargado del registro I
civil.—182. Responsabilidad civil del encargado del registro civil.—183.
Responsabilidad penal y disciplinaria.
§ 3.—De los registros del estado civil 188

184. Forma de los registros.—185. Número de los libros registros.—186.


Comprobación de los registros.—187. ranscripciones en los registros.—
188. Notas marginales.—189. Remisión de las actas y sentencias para
transcribir y para anotar.—190. ¿Cómo se efectúan las transcripciones y
anotaciones al margen?
L
SECCION II.—Redacción de las actas del estado civil
§ 1.—Actas recibidas en la forma ordinaria 200

191. Personas que concurren a las actas.—*192.


»192. Redacción, lectura y
firma del acta.—193. Contenido general de las actas del estado civil.
$ 2.—Actas del estado civil recibidas en circunstancias especiales 204

194. Actas levantadas en el extranjero en las formas de la ley local.—


195. Actas recibidas en el extranjero por los agentes diplomáticos y con.
sulares.—196. Actas del estado civil recibidas en alta mar.—197. Actas,
del estado civil levantadas en oí ejército.—198. Actas del estadd civil ex-
tendidas en épocas do trastornos y de guerra.
716 ÍNDICE DE MATERIAS
I
Págs.

SECCION- III.—Utilización de las actas del estado civil


§ 1.—Publicidad de las actas del estado civil 209
I
199. Publicidad por medio de extractos.—200. Restricciones a la publi­
cidad del estado civil.
§ 2.—Fuerza probatoria de las actas del estado civil 213

201. Copias y extractos como medios de prueba.—202. Extremos de las


actas que hacen fe hasta su impugnación, de falsedad.—203. Extremos quo
hacen fe hasta prueba en contrario.—204. Nulidad do las actas del estado
civil.
SECCION IV.—Las diversas actas del estado civil

§ 1.—Las actas de nacimiento 219

205. Quién1 debe aclarar el nacimiento.—206. Plazo para la celebración


de nacimiento.—207. Lugar de la declaración.—208. De la declaración
del nacimiento.—209. Nacimientos sujetos a declaración.—210. Objeto de
la declaración de nacimiento.—211. Contenido del acta de nacimiento.—-
212. Continuación. Designación de los padres.—213. Niños encontrados.

§ 2.—Acta de defunción 228

214. Declaración obligatoria de las defunciones.—215. Lugar de la de­


claración.—216. Quién puede hacer la declaración.—217. Comprobación
del fallecimiento.—218. Contenido del acta de defunción.
SECCION V.—Beatificación de las actas del estado civil

§ 1.—Casos de rectificación 232

219. Utilidad de la rectificación.—220. Sentencias rectificativas y de.


clarativas.—221. Acciones de estado y rectificación do las actas del es­
tado civil; interés de la distinción.—222. Continuación. Criterio de la dis­
tinción. ,
$ 2.—Procedimientos de rectificación 238

223. Rectificaciones ordenadas accesoriamente por sentencias diversas.—


224. ¿Quién puede proceder en rectificación? — 225. Competencia. — 226.
9
Procedimiento.—227. Autoridad de la rectificación.—228. Rectificacio­
nes administrativas.—229. Continuación. Actas de defunción de los mili­
tares levantadas durante el período de la guerra.
SECCION VI.—De las sentencias declarativas de actas del estado civil

§ 1.—Reglas comunes a todas las sentencias que reemplazan actas


del estado civil 247

230. Principio que justifica las sentencias declarativas.—231.. Senten-


¿ 2 ;;
cias declarativas '
que reemplazan ai las actas nulas.—232. Sentencias que
suplen a la pérdida o a la omisión de los registros.—233. Sentencias de-
elarativas que
n suplen I— actas
x/—i a las — t-- omitidas en los registros.—234. Procedí-
miento y autoridad — las sentencias declarativas.—235. Imposibilidad do
i------------- de
suplir por medio de sentencias declarativas las actas que no se encuentran.
$ 2 Dificultades especiales a los diversos juicios que reemplazan
las actas del estado civil 258

236. Sentencias declarativas de nacimiento.—237. Sentencias declara-


tivas do reconocimiento do hijos naturales.—238 Sentencias que otorgan
„„ esuao cíTil a una persona quo carece do 61.—239. Sentencias dcclarati-
ÍNDICE DE MATERIAS 717

Págs

vas do defunción.—240. Desaparición en las minas.—241. Desaparición en


el mar.—242. Desaparición en el curso de una navegación aérea.—243. Des­
aparición do los militares en campaña.
SECCION VII.—Reconstitución administrativa de las actas
del estado civil
244. Caracteres de esa reconstitución.—245. Registros destruidos du­
rante la Comuna de París.—246. Registros destruidos por los sucesos do
la guerra de 1914.

SEGUNDA PARTE
LAS INCAPACIDADES
CAPITULO PRELIMINAR
LAS INCAPACIDADES EN GENERAL
ÍSECCION I.—Principios generales

$ 1.—Sentido c importancia de las incapacidades 269

247. Doble sentido de la palabra incapacidad.—248. Objeto de las in­


capacidades. — 249. Incapacidades naturales, incapacidades arbitrarias.—
250. Incapacitados y personas bajo potestad.—251. Combinaciones do va­
rías incapacidades.—252. Medios do suplir la incapacidad: garantía.
rias
§ 2.—Causas de incapacidad 273

253. La capacidad es la regla.—254. Referencias.—255. Minoridad.—


256. El sexo femenino.

SECCION II.—Modo de protección de los incapacitados


257. Formas diferentes do protección.
$ 1<.—Incapaces representados 277

258. Imposibilidad de la representación en determinados actos persona-


lofl.—259. Continuación. Contratos que obligan a la persona física.—260. í
í
Continuación. Actos que tienen un carácter personal.—261. Actos que inin-­
teresan al representante legal del incapaz.—262. Responsabilidad que ori­
gina la representación del incapaz.
281 i
$ 2.—Incapaces asistidos o autorizados
263. Diferencias entre la asistencia y la autorización.—264. Formas
de la asistencia y do ]a autorización.—265. Especialidad de la autorización.
266. Rcvocabilidad de la autorización.—267. Autorización posterior al
acto.—268. Autorización parcial o condicional.—269. Imposibilidad, para
la autoridad encargada de asistir o de autorizar, de sustituir al incapaz o
a su representantj legal.—270. Imposibilidad de asistir o de autorizar a
□n incapaz en un asunto en que se está interesado.—271. Responsabilida­
des contraídas por la asistencia o la autorización.

SECCION ELI.—Extensión de las incapacidades

$ 1.—Medida do las incapacidades 288


272. Gravedad respectiva de los actos prohibidos.—273. Actos conser.
vatorios.—274. Actos do administración.—275. Continuación. Concepción
lega] del acto de administración.—276. Actos de disposición a título one.

IH L
718 ÍNDICE DE MATERIAS

Págs.

roso.—277. Actos de disposición a título gratuito.—278. i


Actos sometidos
a regímenes particulares.
§ 2.—Obligaciones de los incapaces 296

279. Principio de estas obligaciones.—280. Representación.—281. Con­


fesión.—282. Responsabilidad civil.—283. Influencia de la responsabili­
dad penal sobre la responsabilidad civil.—284. Obligaciones cuasi-contrac-
tuales.—285. Enriquecimiento sin causa.—286. Casi no hay necesidad de
decir que las obligaciones legales pesan sobre el patrimonio de los incapaces.
SECCION IV.—Sanción sobre las incapacidades
§ 1.—De las diversas nulidades con que se sancionan las incapacidades 300

287. Diversidad de las sanciones de las incapacidades.—288. Nulidades


absolutas.—289. Nulidades relativas de derecho.—290. Rescisión por le­
sión.—291. Reducción de los convenios excesivos.
2.- ^■arácter relativo de las nulidades 305

292. Actos -extrajudiciales.—293. Instancias judiciales.

§ 3.—Excepciones contra la acción de nulidad 344


294. Excepción de confirmación.—295. Excepción de prescripción.—296.
Excepción de dolo del incapaz.—297. JExcepción de enriquecimiento sin
causa del incapaz.—298. Excepción de garantía.

TITULO PRIMERO
LOS MENORES
CAPITI'LO TRIMERO

LA PATRIA POTESTAD

SECCION I.—Caracteres y duración de la patria potestad 313


299. Definición.
$ l.—Caracteres de la patria potestad 314

300. Contenido de la patria potestad.—301. Patria potestad y tutela.—


302. Abuso e intervención de.-la patria potestad.—306. Conflicto do leyes.
304. Alsacia y Lorena.
$ 2.—Duración de la patria potestad 321

305. Extinción de la patria potestad por muerte.—306. Mayoría de edad


o emancipación del hijo.—307. Pérdida de la patria potestad por prescrip­
ción.—308. Indisponibilidad de la patria potestad.
SECCION II.—Personas investidas de la patria potestad
§ 1.—Padres legitimaos 325

309. Derechos del padre y la madre. Supremacía del padre.—310 De-


____ —Caso de separación de hecho.—312. Caso de
rechos de la madre.
muerte o de^impedimento
c del marido.—313. Caso de divorcio, de separación
de cuerpo o de nulidad do matrimonio.
ÍNDICE DE MATERIAS 719

Págs.

§ 2.—Padres adoptivos 329


314. Principio de la transferencia de la patria potestad a los padres
adoptivos.—315. Extensión de la patria potestad transferida a los padres
adoptivos.—316. Caso en que la adopción se haga por dos esposos conjun­
tamente.
$ 3.—Padres naturales 332

317. Atribución de la patria potestad a los padres naturales.—318. Ex­


tensión de la patria potestad.—319. Atribución de la patria potestad al
padre o a la madre.—320. Hijos adulterinos e incestuosos.

$ 4.—Derechos de los ascendientes 335


321. Derechos vitalicios del padre y la madre.—322. Derechos después
de la muerte del padre y la madre.
$ 5.—Derechos de la Asistencia pública 337

323. Caso en que la patria potestad se delega en la Asistencia pública.—


324. Consecuencias de la delegación.—325. Equivalente de una patria po­
testad en la tutela administrativa de la Asistencia pública sobre todos sus
pupilos.
$ 6.—Pupilos de la nación 340

326. ¿Quién puede ser adoptado como pupilo de la nación!—327. Por-


mas de la adopción de los pupilos.—328. Continuación. Prueba.—329. Or­
ganos de protección y de asistencia de los pupilos de la Nación.

SECCION III.—Derechos y cargas de los padres


§ 1.—Guarda, Educación, Sostenimiento 344

360. Derecho de guarda.—331. Continuación. Sanciones.—332. Conti­


nuación. Obligación de los padres. Abandono del hijo.—333. Continuación,
Responsabilidad de los padres.—334. Derecho de educación.—335. Conti­ I
nuación. Instrucción obligatoria.—336. Continuación. Derecho de control de
los padres.—337. Relaciones y correspondencia de los hijos.—338. Traba­
jo del niño. — 339. Obligación de sostenimiento. — 340. Indisponibilidad
del derecho de guarda.—341. Guarda de los niños confiados a la Asisten­
cia pública.
$ 2.—Derecho de corrección 356

342. El derecho de corrección en general.—343. Quien puede solicitar la


encarcelación.—344. Encarcelación por vía de autoridad.—345. Encarce­
lación por vía de solicitud.—346. Naturaleza, lugar y duración de la deten­
ción.—347. Procedimiento.—348. Críticas y proyectos de reformas.—349.
Disposiciones especiales para la corrección de los menores prostituidos.—
350. Derecho de corrección ejercitado sobre sus pupilos por la Asistencia
pública.
$ 3.—Usufructo legal 363
351. A. Objeto y atribución del 'usufructo legal. Definición y funda-
mentó.—652. Atribución del usufructo legal.—353. Continuación. Pa-
dres naturales. — 354. Goce y administración de los bienes. — 355. De­
recho de la Asistencia pública.—356. Conflicto de leyes.
357. B. Bienes sometidos a usufructo legal. Carácter general del de­
recho. — 358. Bienes excluidos del •-usufructo legal. — 359. Bienes adqui-
jidos por medio de un trabajo separado.—360. Bienes donados o legados
con exclusión expresa. I
361. C. Derechos del usufructuario legal. Aplicación do las reglas del
usufructo. — 362. Indisponibilidad del derecho.
1
J
720 ÍNDICE DE MATERIAS

Pag».

363. D. Cargas del usufructo legal. Cargas de los usufructos ordina­


rios.—364. Carga do la alimentaciós, del sostenimiento y de la educación
dol hijo.—865. Otras cargas especiales del usufructo legal..—366. Carác
Carác-­
ter gravoso del usufructo legal aceptado.
367. E. Fin del usufructo Icgsl. Causas de extinción del usufructo. —
368. Causas de extinción propias del usufructo legal.—369. Continuación.
Extinción del usufructo legal.

§ 4.—Administración legal 376

370. A. Definición y atribución. Naturaleza de la administración legal.


371. Atribución de la administración legal.—372. Exclusión de la admi­
nistración legal de los padres.—3731 Conflicto de leyes.
374. B. Funcionamiento de la admvnistración legal. Diferencias con la
tutela. — 375. Poderes del administrador legal. — 376. Obligaciones del
administrador legal.
377. C. Fin de la administración legal. Cesación absoluta de la adminis­
tración.—378. Destitución personal del administrador.
379. D. Alsacia y Lorcna. Mantenimiento del derechd local. — 380.
Atribución del derecho de administración.—381. Derechos del administra­
dor.— 382. Obligaciones del administrador. — 388. Fin de la admínis-
tración legal.
SECCION IV.—Pérdida de la patria potestad
1 § 1.—Principios generales 387

384. Complejidad de la legislación francesa.—385. Distinción entre la


privación de la patria potestad y de las instituciones afines.—386. Perso­
nas que pueden ser objeto do la privación.—387. Extranjeros.—388. Pri­
vación preventiva; patria potestad de hecho.

§ 2.—Derecho común sobre la privación de patria- potestad 390

389. A. Privación general y de pleno derecho. Caso de privación. —


390. Carácter automático de la privación. — 391. Carácter total de la pri­
vación.
392. B. Privación facultativa total o parcial. Destitución pronunciada
por un tribunal represivo. — 393. Privación pronunciada por un tribunal ci­
vil.—394. Procedimiento do la acción para la privación a patria potestad
ante el tribunal civil. — 395. Continuación. Particularidades del procedi­
miento. — 396. Continuación. Recursos. — 397. Carácter divisible do la
privación. — 398. Continuación. Incapacidad de ser tutor.
399. C. Efectos de la destitución. Retirada parcial de los atributos de
la patria potestad. — 400. Retirada total. — 401. Continuación. Envío del
hijo a la Asistencia pública (1). — 402. Hijos nacidos posteriormente a
la privación de la patria de los padres. — 403. Restitución posible de la
patria potestad. — 404. Continuación. Procedimiento de la restitución.
§ 3,—Privaciones diversas de la patria potestad o del derecho de guarda 405

405. A. Privaciones que afectan el conjunto de la patria potestad. Có­


digo penal. — 406. Ley de 7 de diciembre do 1874. — 407. Ley de 24 do
julio de 1899; título II; transferencia forzosa do la patria potestad. — 408.
Pupilos de la Asistencia pública. Ley de 27 do junio de 1904.
409. B. Destituciones diversas restringidas al derecho de guarda. Ley
de 19 abinl 1898. 410. Ley de 11 de abril do 1908, concerniente a la pros­
titución de los menores. — 411. Ley de 22 de julio de 1912, sobre los tribu­
nales para niños.—412. Ley de 5 de agosto do 1916.—413. Alsacia y Lorcna.

(1) Véase la adición de la página 709.


ÍNDICE DE MATERIAS 721

Págs.

CAPITULO II
LA TUTELA DE LOS MENORES

SECCION I.—Principios generales de organización


$ 1.—Caracteres y dominio de la tutela 416
414. Definición.—415. Modificación histórica de los caracteres do la tu­
tela.—416. Organos de la tutela.—417. Apertura de la tutela.—418. Lu­
gar de apertura do la tutela.—419. Coexistencia de la patria potestad y de
la tutela.—420. Tutela de la Asistencia pública.—421. Tutela de los pu-
pilos do la Nación.
$ 2.—Práctica y crítica de las reglas de la tutela 319

422. Defecto de observancia práctica de las reglas de la tutela.—423.


Medios de asegurar la constitución regular de la tutela.—424. Mejoramien­
to de las reglas de la tutela.—425. Simplificación del fuscionamiento de la
tutela.—426. Medidas que estimulen la actividad del tutor.—427. Mejora­
miento de la intervención de la tutela.—428. Desarrolló de la iniciativa
legal del menor.
3.—El regimen de la tutela en Alsacia y Lorcna 325

429. Mantenimiento del derecho local.—430. Apertura de la tutela.—


431. Organización de la tutela.—432. Funcionamiento de la tutela.—433.
Aplicación del derecho francés.—434. Tutela de los hijos naturales.—435.
Procedimiento.—436. Conflictos de leyes de jurisdicciones.
§ 4.—Conflicto de leyes 432
437. Aplicación de la ley nacional.—438. Tutor y pupilo de nacionali-
'77. 77
dad diferente.—439. Exccpcio:j.-ljnes a la aplicación de la ley nacional.—440.
7"1----- j — de la tutela de los menores franceses.—441.
Organización en el extranjero
I Menores extranjeros en Francia.
SECCION II.—Consejo de familia
§ 1.—Composición del Consejo de familia 435
442. Definición.—443. Hijos naturales e hijos asistidos.—444. Misión
del Consejo de familia.—445. Misión del Consejo do familia fuera de la tu­
tela.—446. Número de los miembros del Consejo de familia.—447. Elec­
ción do los miembros.—448. Causas de exclusión.—449. Mandatarios.—
450. Sanción do la composición irregular del Consejo.
§ 2.—Funcionamiento de los Consejos de familia 444

451. Lugar de reunión del primer Consejo de familia.—452. Lugar de


reunión do las sesiones posteriores del Consejo del familia.—453. Iniciativa i
de la convocatoria.—454, Derecho de solicitud.—455. Formas de la con­
vocatoria.—456. Reunión del Consejo y voto.—457. Caracteres del acuer­
do tomado. — 458. Sanciones del funcionamiento irregular del Consejo.—
459. Responsabilidad do los miembros del Consejo de familia.
SECCION III.—Del tutor

§ 1.—Designación del tutor 452

460. Formas diversas de designación del tutor.


461. A. Tutela legal. Tutela legal de lo§ padres legítimos. — 462. Dis­
posiciones especiales- relativas a la tutela do la madre. — 463. Consejo de
tutela. — 464,' Curato? vontris. — 465. Tutela legal do los ascendientes.—
466. Hijos adoptivos. — 467. Tutela! legal de los padres naturales. — 468.
Tutela legal do la Asistencia pública.
722 ÍNDICE DE MATERIAS

Págs.

469. B. Tutela testamentaria. Derecho de nominación. — 470. Formas


de la designación.
471. C. Tutela dativa. Caso de apelación. — 472. Convocatoria del Con­
sejo de familia. — 473. Forma; de designación. — 474. Elección del tutor.
475. Tutela en caso de ausencia.
§ 2.—Pluralidad de tutores y auxiliares de la tutela 461

476. Nominación de varios tutores. — 477. Cotutela. — 478. Protute­


la. — 479. Tutores ad hoc. — 480. Auxiliares remunerad ores del tutor.—
481. Pupilos de la nación; consejero de tutela y tutor delegado. — 482.
Herederos del tutor y tutor saliente.
$ 3.—Excusas, incapacidades y exclusiones 466

483. Carácter obligatorio de la tutela.


484. A. Excusas. Enumeración. — 485. Presentación de las excusas.
486. B. Incapacidades. Enumeración. — 487. Capacidad de los ex­
tranjeros. —4. 488. Mujeres. — 489. Autorización de» las mujeres casadas.—
490. Cotutela del marido. — 491. Mantenimiento de la tutela por el Con.
sejo de familia.
492. C. Exclusión. Causas de exclusión. — 493. Procedimiento de ex.
clusión.
$ 4.—Misión* y responsabilidad del autor 479
494. Doble misión de| tutor.—495. Carácter gratuito de la tutela.—496.
Responsabilidad del tutor ante el Consejo» de familia.—497. Destitución.—
498. Responsabilidad del tutor en relación con el menor.—499. Determi­
nación de la responsabilidad; del tutor respecto del pupilo.—500. Responsa-
bilidad del tutor respecto de terceros.—501. Continuación. Tutor que goza
de una capacidad civil incompleta.

$ 5.—Tutela de hecho 4S6


502. Definición de la tutela de hecho.—503. Caso de tutela de hecho.—
504. Suerte de los actos celebrados por el tutor de hecho.—505. Condición
jurídica y responsabilidad del tutor de hecho.—506. Hipoteca legal.

SECCION IV.—El subtutor

§ 1.—Misión y responsabilidad 490

507. Dualidad de misión del subtutor.—508. Función de vigilancia.—


509. Sustitución del tutor en caso de oposición do intereses.—510. Im.
posibilidad del subtutor de representar al menor en otros casos.—511. Res-
ponsabilidad del subtutor.
§ 2.—Designación del subtutor 494
512. Epoca de la designación.—513. Duración de las funciones.—514.
Forma de nomisación.—515. Quién puede ser nombrado.
SECCION V.—El tribunal

516. Triple misión del tribunal en materia de tutela.


$ j Recurso contra los acuerdos del Consejo de familia 49?

517. Casos en que es posible el recurso.—518. Ejercicio y efectos del


recurso.
$ 2.__ Aprobación de los acuerdos del Consejo de familia 500

519. Condiciones y naturaleza de la aprobación.—520. Formas.


ÍNDICE DE MATERIAS 723
Págs.

$ 3.—Tribunal que suple al Conseja, d-d familia 502


521. Consejo do familia de los hijos naturales.—522. Cómo decide el tri-
bunal.
SECCION VI.—Constitución y organización de la tutela
§ 1.—Gobierno de la persona del menor 503
523. Período
- - durante
- el cual subsiste la patria potestad: trasmisión.—
itinción de la patria potestad;, trasmisión do sus prerrogativas
524. Extinción w al
— ---- --------------------------
Consejo de familia.—525. Ejercicio do esas ? ------------------------ —
prerrogativas por parte J.y
del
tutor.—526. Derecho de guarda.—527. Derecho de corrección.—528. Ali­
mentos del menor.—529. Iniciativa del menor eñ la dirección de su persona
y en los actos jurídicos que conciernen a ésta.
§ 2.—Organización patrimonial de la tarifa 508
530. Distinción de las dos fases de la tutela.
531. A. Primera faset Tutela del padre y la madre. Convocación inme­
diata del Consejo de familia.. — 532. Hijos naturales. — 533. Inventario.
534. Continuación. Declaración de los créditos del tutor. — 535. Continua­
ción. Estimación de los bienes muebles conservados. — 536. Medidas de
seguridad inmediatas en relación con los valores mobiliarios del pupilo. —
537. Medidas impuestas a los padres tutores en el curso de su administra­
ción.
538. B. Segunda fase: Tutor que no sea el padre o la madre. Medidas
inmediatamente prescritas. — 539. Venta de los muebles. — 540. Regla­
mento del presupuesto de la tutela. — 541. Fijación del gasto anual. — 542.
Fijación del punto de partida de la obligación de capitalizar los ingresos. —
543. Medidas impuestas en el curso de la tutela.
544. C. Principios que gobiernan la administración patrimonial del tu­
tor. Autonomía del tutor. — 545. Principio tradicional de la omnipoten­
cia del tutor. — 546. Inaptitud relativa del menor para la administración
do sus bienes. — 547. La organización patrimonial de la tutela es de orden
público.
SECCION VII.—Extensión de los poderes de administración del tutor
$ 1.—Actos permitidos al tutor que actúa solo 523 .1
548. Concepto general.
549. A. Actos tendientes a la conservación y al sostenimiento del patri­
monio del pupilo. Actos conservatorios. — 550. Reparaciones. — 551. Se­
guros. — 552. Reembolso de fondos. — 553. Liquidación- de los créditos
del menor, concesión do plazos y arreglos con el deudor. — 554. Pago de
las deudas dol menor.
555. B. Actos tendientes a hacer producir los bienes del pupilo. Re-
paraciones de los bienes. — 556. Arrendamientos. 558. Contratos de
explotación directa. — 559. Establecimientos de comercio, 560. Venta í
de muebles corporales.
561. C. Percepción y utilización de las rentas. Percepción de las ren-
tas del menor. — 562. Gastos de manutención del menor. — 563. Inver-
sión de ahorros.
544. D. Defensa judicial del patrimonio. Derecho del tutor a compa-
recer en juicio. — 565. Consentimiento y desistimiento. — 566. Confesión
y juramento. — 567. Gastos.
§ 2.—Actos que exigen la autorización del Consejo de familia
sin necesidad de aprobación judicial 536
568. Concepto general.
569. A. Acciones en relación con bienes inmuebles y de partición de he-
renda. Demandas inmobiliarias. — 570. Allanamiento a la acción sobre in­
mobiliarios. — 571. Acción de división. — 572. Forma judicial do la di-
visión.
573. B. Decisiones relacionadas con la aceptación de las sucesioness y
liberalidades. Aceptación de herencia. — 574. Aceptación de liberalidades.

E
724 ÍNDICE DE MATERIAS

Págs.

575. C. Actos provistos por la ley de 27 de febrero de 1880 que impor­


ten menos de 1.500 francos. Enajenación de muebles incorporales. — 576.
Medidas ordenadas por el acuerdo que autoriza la enajenación. — 577. Con­
versión de títulos nominales en títulos al portador. — 578. Inversión de
capital.
§ 3.—Actos que necesitan además de la autorización del Consejo
de familia, la aprobación del tribunal 548
579. A. Enajenaciones inmobiliarias a título oneroso y constituciones de
hipotecas. Habilitación requerida para, las enajenaciones inmobiliarias. —
580. Enajenaciones diversas que necesitan la hablitación. — 581. Consti­
tución de hipoteca o renuncia de hipoteca. — 582. Formalidades para la
venta de inmuebles.
583. B. Contratos que imponen ciertas obligaciones consideradas peligro­
sas. Empréstitos. — 584. Transacciones. — 585. Suerte de las adquisi­
ciones hechas por el menor.
586. C. Actos que exceden de 1.500 francos previstos por la ley de 1880.
Determinación del límite de 1.500 francos. — 587. Recurso contra la sen­
tencia de aprobación.
§ 4.—Actos absolutamente prohibidos al tutor 557

588. Actos a título gratuito.—589. Actos de comercio.—590. Compro­


misos.—-59L Referencia a actos ya examinados.—592. Actos prohibidos
por existir oposición entre el tutor y el pupilo.—593. Venta de bienes del
pupilo al tutor.—594. Adquisición por el tutor de créditos contra el menor.
SECCION VIII.—Fin de la tutela 561
595. Causas que ponen fin a la tutela.

§ 1.—De la cuenta- de la tutela


. 596. Obligación de rendir cuentas.—597. ¿Entre quiénes se hace la ren­
dición de cuentas?—598. ¿A qué período se refiere la cuenta?—599. Caso
de tutelas sucesivas.—600. Formas de la cuenta..—601. Elementos de la
cuenta.—602. Balance de la cuenta y restituciones.—603. Indivisibilidad
de la cuenta.—604. Gastos de la cuenta.—605. Revisión de. la cuenta.
$ 2.—Nulidad de los convenios celebrados antes de la rendición
de cuentas 570

606. Precauciones tomadas por la ley. en el momento dé la mayoría de


edad del pupilo.—607. Personas entre las cuales están prohibidos los con­
venios antes de la rendición de cuentas.—608. Convenios prohibidos antes
de la rendición de cuentas.—609. Formalidades que deben proceder a los
convenios relativos a las cuentas de administración.—610. Sanción de la ley.
§ 3.—Prescripción en materia de tutela 575
611. Beneficiarios de la prescripción decenal.—612. Acciones extingui­
das por la prescripción.^—613. Punto de partida de la prescripción.—614.
Prescripción de la acción de nulidad de los convenios celebrados antes de
la rendición de cuentas.

CAPITULO III
EL MENOR EMANCIPADO
SECCION I.—Organización de la emancipación 580

615. Definición.—616. Utilidad.


ÍNDICE DE MATERIAS 725

Págs.

§ 1.—De las diversas formas de emancipación 581


617. Formas de emancipación.—618. Emancipación tácita.—619. Eman­
cipación por. uno de los padres.—620. Continuación. Condiciones y formas.
621. Emancipación por el Consejo de familia.—622. Prueba de la eman­
cipación.—623. Conflictos de leyes.—624. Alsacia y Lorena.
§ 2.—El curador 588
625. Naturaleza de las funciones del curador.—626. Cúratela dativa.—
627. Cúratela
• legal.—628. Excusas, incapacidades, causas de exclusión.—
629. <Curador ad hoc.—630. Asistencia del curador.—631. Responsabilidad
y garantías.
§ 3.—Cesación de la cúratela 522

632. ¿Cómo cesa la cúratela?.—633. Caso dez revocación.—634. Formas


de la revocación.—635. Efecto de la revocación.
SECCION II.—Capacidad del menor emancipado
y administración de su patrimonio 594
636. División.
$ 11—Libertad de acción del emancipado 594

637. Gobierno do su persona.—638. Administración del patrimonio.


Princip o.—639. Actos tendientes a la conservación del patrimonio del me­
nor.—640. Actos tendientes a hacer que produzcan frutos los bienes del
menor.— 641. Exclusión de las inversiones de cantidades disponibles.—
642. Percepción y utilización de las rentas.—643. Acciones mobiliarias y
posesorias.—644. Reducción posible de los compromisos excesivos del eman­
cipado.— 645. Efectos de las obligaciones no reducidas.—646. Ejercicio
de un, comercio por el menor.—647. Continuación. Autorización para ejer­
cer el comercio.
§ 2.—Actos que exigen la asistencia de curador 604

648. Principio.—649. Actos! permitidos al tutor, sin autorización, y pro-


Libidos al emancipado, sin asistencia.—650. Enajenaciones de muebles in­
corporales.—651. Conversión, de los títulos nominales en títulos al porta­
dor.—652. Inversión de cantidades disponibles.—653. Actos diversos, sub­
ordinados por ki' ley a la solaí asistencia del curador.
§ 3.—Actos sometidos a las formalidades de la tutela 608

654. Inutilidad de la asistencia del curador.—655. Indicación do los


actos de que se trata.—656. Del Consejo de familia llamado a intervenir.—
657. Tribunal de las tutelas en Alsacia y Lorena.—658. Actos prohibidos
al emancipado.

TITULO II
LOS INCAPACES MAYORES
CAPITULO PRIMERO !
LOS INTERDICTOS 611
659. Definición.
P. y R. T. D. C.—I - 24
726 ÍNDICE DE MATERIAS

Págs.

SECCION I.—Condiciones de la interdicción


§ 1.—Causas de la interdicción 613

660. Causas legales de interdicción.—661. Gravedad necesaria de la ena-


jonación mental.—652. Carácter habitual do la enajenación mental.—663.
Libre apreciación del juez del hecho.—664. Interdicción de los menores. —
665. Interdicción de los extranjeros.—666. Alsacia y Lorena.
§ 2.—Derecho a instar la interdicción 618

667. Cónyuge del alienado.—668. Parientes.—669. Exclusión de los afi­


nes y de los otros interesados.—670. Derechos del Ministerio público.—671.
Concurso de varias personas que tienen el derecho de demandar la interdic­
ción.—672. Ausencia de obligación de la demanda de interdicción.
SECCION II.—Procedimiento de la interdicción
§ 1.—Demanda de interdicción 623

673. Tribunal competente.—674. Forma de la demanda.—675. ¿Contra


quién se dirige la demanda?—676. Desistimiento posible.

$ 2.—Primera:. fase del procedimiento 625

677. No es contradictorio ni público.—678. Designación de un investi-


gador y comunicación al Ministerio público.—679. Sentencias que ordenan
la convocación del Consejo de familia y el interrogatoro.—680. Informe del
Consejo de familia.—681. Interrogatorio del demandado.—682. Nombra­
miento posible de un administrador provisional.

$ 3.—Segunda fasd del procedimiento 634

683. Su carácter público y contradictorio.—684. Investigación e infor-


mes periciales.—685. Sentencia.—686. Recursos.

§ 3.—Publicidad 636

. 687. Forma primitiva de la publicidad.—688. Publicidad suplementaria


por registros.—689. Sanción de la publicidad.

SECCION III.—Condición jurídica del interdicto


§ 1.—Incapacidad personal del interdicto 639

690. Utilidad de la interdicción.—691. Extensión de la incapacidad del


interdicto.—692. Continuación. Matrmonio dol 'interdicta.—693. Obliga­
ciones extracontractuales.—694. Carácter de la nulidad do los actos del in­
terdicto.—695. Punto de partida de la incapacidad.—696. Prueba de la
fecha de los actos del interdicto.—697. Suerte que siguen los actos ante­
riores a la interdicción.
§ 2.—Tutela del interdicto 648

698. Reglas generales.


699 A. Particularidades relativas al tutor. Predominio do la tutela
dativa. — 700. ''Tunela,
----- legal
~ del marido. — 701. Mujer tutora del marido
interdicto.
702. B. Particularidades relativas a la administración de la tutela. —
Aplicación de los recursos -3 ¿el alienado a su curación. — 703. Donaciones a
~
los hijos del interdicto. • 704. Ejercicio de las acciones extra patrimoniales.
<----------- de la tutela. Sentencia de rehabilitación. — 706. Des-
705. C. Cesación
cargo del tutor a los 1-0 años.
ÍNDICE DE MATERIAS 727

Págs.
CAPITULO II

LOS ALIENADOS NO INTERDICTOS


SECCION I.—Los alienados internados
§ 1.—El internamiento 655
707. Reglas actuales del internamiento..—708. Establecimientos para alie­
nados.—709. Ingreso de los internados en los asilos.—710. Cúratela Uel
internado.—711. Otras garantías contra los asilamientos arbitrarios.—712.
Salida del internado.—713. Insuficiencia de estas precauciones.—714. Ré­
gimen y gastos del asilamiento.
§ 2.—Condición jurídica del internado 662
715. Caso de los internados bajo tutela. — 716. Incapacidad del inter­
nado no interdicto. — 717. Carácter incompleto de las medidas adoptadas
para la administración del patrimonio del internado. — 718. Designación de
un administrador provisional al internado. — 719. Facultades del admi­
nistrador provisional. — 720. Fin de la administración. — 721. Mandata­
rios ad litem. — 722. Otros representantes del internado. — 723. Conflic­
to de leyes.
SECCION II.—De los alienados no asilados 673
724. Nulidad radical do los actos jurídicos.—725. Prueba de la demen­
cia.—726. Imposibilidad do anular los actos del alienado después de su
muerte.—727. Acciones judiciales que interesan al loco.—728. Irresponsa­
bilidad dol demente.

CAPITULO III
LOS PRODIGOS Y DEBILES DE ESPIRITU
729. Forma de protección.
SECCION I.—Nombramiento del consejero judicial 678
§ 1.—Personas que deben ser provistas de un consejero judicial 679
730. Pródigos.—731. Debilidad de espíritu.—732. Defecaos físicos y
vicios morales.—733. Casos de los demandados ya incapaces.
§ 2.—Procedimiento para el nombramiento 681
734. Solicitud.—-735. Posible modificación de la instancia inicial.—736.
Consejero judicial provisional.
§ 3.—Elección y misión del consejero judicial 683
737. Nombramiento y sustitución posible por <el tribunal.—738. Acep-
tación potestativa.—739. Misión do asistencia.—740. Consejero judicial
ad hoc. — 741. Remuneración posible y responsabilidad.
§ 4.—Conflicto de leyes. Alsacia y Lorcna 688 I

742. Conflicto de leyes.—743. Alsacia y Lorena.


SECCION II.—Incapacidad del pródigo y del débil de espíritu
1.—Principios generales 690
744. Carácter uniforme.—745 Irretroaetividad de la incapacidad.—
746. Evolución histórica de la '•'•rapacidad.—747. 'Cesación de la iucapa-
cidad.
728 ÍNDICE DE MATERIAS

Págs.

§ 2.—Aotos que exigen la asistencia del consejero 693


748. A. Actos enumerados por el Código Civil. Carácter absoluto de la
regla que exige la asistencia. — 749. Acciones judiciales. — 750. Forma
en que se produce la asistencia del consejero en las acciones judiciales. —
751. Transacción. — 752. Enajenaciones de bienes. — 753. Hipoteca. —
754. Préstamo. — 755. Recibo de cantidades.
756. B. Actos que deben añadirse a la enumeración legal. Compromi­
so, allanamiento o demandas, desistimiento, proporción de juramento dece-
sorio. — 757. Aceptación y repudiación de herencia. — 758. Partición. —
759. Inversión de cantidades disponibles; conversión de títulos. — 760.
Obligaciones anulables. — 761. Obligaciones reductibles. — 762. Actos de
comercio.
§ 3.—Actos permitidos sin asistencia 703

763. Actos personales.—-764. Actos de administración o conservatorios.


765. Testamento y aceptación de liberalidades. — 766. 'Pagos. —< 766 bis.
Comparación con la emancipación.
$ 4.—Nulidad de. los actosl no autorizados 707

767. Sanción de la ley.—768. Ejercicio de la acción de nulidad por el


consejero.
TABLA ALFABETICA DE LAS MATERIAS
CONTENIDAS EN EL TOMO I „(1)
Las cifras indicadas remiten a los números. La letra s, a continuación de un
número, significa <íysiguiente,\

ABANDONO.—De hijos. Delito, 382. Asistencia pública, 323, 325, 332, 408.
—De familia, 339, 392.
ACCIONES DE ESTADO.—Definición, 23. Utilidad, 24. Admisibilidad, 24. Re­
clamación de estado, 13, 41. Discusión de estado, 13, 41. Caracteres, 221-
222. Acciones relativas al nombre, 122-123. Capacidad, 260, 278. Tutela,
428, 529, 564. Menor emancipado, 637, 648. Interdicto, 704. Pródigo, 749.
—Acción civil contra Jos incapaces, 285, 543, 749.
—Acciones judiciales (Forma de ejercicio) por. — incapaces en general, 263,
265, 293. Menor, 569. Emancipado, 630. Alienado internado, 721-722. Alio­
nado no interdicto ni internado, 727. Pródigo, 750.
—Acciones inmobiliarias. Tutela, 564, 569, 570. Emancipado, 653. Pródigo, 749.
—Acciones mobiliarias. Tutela, 564. Emancipado, 643. Pródigo, 749.
—Acciones posesorias. Tutela, 564. Emancipado, 643. Pródigo, 749.
ACCIONES DE LAS SOCIEDADES.—Menor, 598, 650. V. Valores mobiliarios,
Títulos nominales, Títulos al portador.
ACEPTACION.—De la sociedad legal de gananciales. Capacidad, 509, 573, 721.
—De sucesión. Administración legal, 375. Tutela, 521, 573, 574. Emancipado,
655, 656. Internado, 721. Pródigo, 757.
ACREEDOR.—Acción de nulidad a nombre del incapaz, 2’92. Medidas conser­
vatorias en el caso de ausencia, 48, 55-56. Convocatoria del Consejo de fa­
milia, 454. Interdicción, 669.
ACTA—De desaparicióna en las minas, 240. De la desaparición en el mar, 241. De
la desaparición en 1la navegación aérea, 242. De acuerdo del Consejo de fa-
milia, 264, 457.
ACTAS.—De defunción. En general, \ 214l a 217. Declaración obligatoria, 214 a
216. /^notación al margen, 188. “ Transcripción, 187, 196-197, 215. Compro-
bación, 217.
—Del estado civil. En general, 174 a 216. Definición y organización, 174, 175.
Inscripciones en el extranjero, 187, 194-195, 201. En el mar, 196. En loa
ejércitos, 197, 216-217, 229.* Redacción, 192. Contenido, 193. Formulario, 193.
Publicidad. 199, 200. Fuerza probatoria, 201 a 204. Nulidad, 204, 213, 251.
—De matrimonio. 187, 188, 196-197.
—De nacimiento. Declaración del nacimiento, 205. Plazo, 206. Lugar de na­
cimiento, 207. Cómo se declara el nacimiento, 208. Nacimientos que deben
declararse, 209. Objeto do la declaración, 210. Contenido del acta, 211-212.
Niños hallados, 215. Transcripciones, 196-197. Mención al margen, 158.
—Do notoriedad, 246.
ACTOS o título gratuito. Capacidad, 276, 588.
—Conservatorios. En general, 272-273. Tutela, 516, 549, 564. Emancipado, 638. \
Interdicto, 693. Pródigo, 749, 763 bis. •
—De administración. En general, 272, 274-275. Tutela, 545, 548, 568. Eman­
cipado, 638. Administración provisional del alionado, 682‘, 719. Pródigo, 748
751, 752, 760, 761, 763 bis.
—De comercio. Capacidad en general, 274, 278. Administración legal, 375.
Tutela, 589. Emancipado, 646-647. Pródigo, 772.

(1) Una tabla alfabética detallada figurará al final del Tratado.

i
730 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

—Actos de disposición. Capacidad en general, 272, 273-274. Tutela, 568.


Emancipado, 649 y s., 658.
—Extrapatrimoniales. Capacidad en general, 258, 279, 260, 278. Menor, 428,
529. Emancipado, 637. Interdicto, 691-692. Pródigo, 763.
ADMINISTRACION. Acto de administración.—V. esta palabra.
—Administración legal. Naturaleza, intervención, carácter, 301, 370. Indepen­
dencia del goce legal, 374. Alsacia y Lorena, 304, 379 y s. -Conflictos ^e le­
yes, 373. Comparación con la tutela, 374. Fin, 377 y s. Poderes del admi admi-­
nistrador legal, 375. Obligaciones, 376.
ADMINISTRADOR.—Ad hoc, 266, 372, 375, 722.—Provisional. Ausencia, 56. In­
terdicción, 666, 682, 736. Internado. 71S a 720, 722.
—Legal—V. Administración legal.
ADOPCION.—Consentimiento para la adopción do los menores, 301, 397, 399, 444,
517, 529.—de los interdictos, 691.—de los pródigos, 763. Efectos de la adop­
ción, 299, 308, 311 a 316. Juicio de adopción, 19, 30, 157. Publicidad, 158.
AGENTE DE BOLSA, 76, 575, 576.
AGENTES DIPLOMATICOS 195.—V. Cónsul.
ALCALDE.—Encargado del registro civil, ‘"la 179 183; v. esta palabra. Declara­
ciones de cambio de domicilio, 161. Intervención de la instrucción obligato-
ria, 335. Internamiento de los alienados, 709.
ALEMANIA.—Ausencia, 64. Domicilio, 141. Mayoría de edad, 355, 615. Patria
potestad, 419. Tutela, 416, 417, 419, 426, 427, 428 442' 465. Emancipación
615. Pródigos, 742. V. Alsacia y Lorena.
ALIENADO.—Personalidad, 7. Patria potestad, 386. Nulidad de los actos, 724
y s. Pleitos, 727. Irresponsabilidad, 728.
ALIMENTOS, 301, 339.
ALLANAMIENTO A LA DEMANDA.—En la^ acciones sobre el estado civil, 25
a 27. Sentencia de interdicción, 667, 680, 685. Tutela, 565, 570, 584. Eman­
cipado, 643, 649, 655. Pródigo, 756.
ALSACIA Y LORENA.—Conflictos de leyes, 46. Domicilio, 148. Patria potestad
en general, 304, 320, 413. Administración legal, 379 y s. Derecho de. corree-
ción, 413. Tutela, 429 a 435. Emancipación, 624, 626, 657. Asilamiento de
los alienados, 707. Consejo judicial, 743. Cúratela de derecho local, 431, 743.
AMIGOS, 446 y s., 669.
ANOTACION MARGINAL.—Registros del estado civil, 188 a 190.
ANIMALES, 7.
APELACION.—Rectificación de actas del estado civil, 226. Destitución de la
patria potestad, 394' y s. Reforma de los acuerdos de Consejos de familia,
518, 520. Interdicción, 679, 686, 695.—Capacidad. En general, 265, 273.
Tutela, 508, 510, 564. Alienado asilado, mandatario ad litem, 721. Pródigo,
749-750.
APORTACION EN SOCIEDAD.—Tutela, 572, 575, 580, 589.
APRENDIZAJE.—Menor, 259, 338, 340, 529.
APROBACION.—V. Tribunal civil.
APROVISIONAMIENTOS a un incapaz, 291, 644-645, 754, 761.
ARRENDAMIENTO.—Actos do administración, 274. Capacidad: tutela, 509, 557,
568. Emancipado, 640. Pródigo, 760, 763 bis.
ARRENDAMIENTO DE COSAS.—V. Arrendamiento.
ARRENDAMIENTO DE SERVICIOS.—Capacidad en general, 259. De lof hijos,
255, 302. Patria potestad, 338, 359. Tutela, 529, 561, 558. Pródigo, 763.—
V. Salario.
ASCENDIENTES.—Patria potestad, 302‘, 321, 322, 337. Destitución, 388. Acep­
tación de las liberalidades, 574.
ASESINATO.—Acta de defunción, 215, 217, 218.—V. Muerto violenta.
ASTT.AMTENTO de los alienados. Historia, 659, 707. Asilos, 708. Ingreso, 709.
Cúratela, 710. Garantías, 711, 713. Salida, 712. Aégimen y gastos, 714.
Condición jurídica del internado, 715 a 717. Administrador provisional, 713
a 720. Mandatario ad litem, 721. Otros representantes, 722. Conflictos de
leyes, 723.
ASILOS DE ALIENADOS, 708 y s.» 718.
ASISTENCIA de los incapaces. Definición, 263. Formas, 264. Especialidad,
Iniciativa del incapaz, 269, 2'78. Caso de oposición de intereses, 270.
Responsabilidades, 271, 277.—del curador, 630.—del Consejo judicial, 739.
AfliqTPNOIA PUBLICA.—Personalidad, 76.—Pupilos de la Asistencia pública.
Nombre de los niños expósitos, 102. Patria potestad o tutela, 308, 407, 528.
Guarda, 341, 408 a 411. Derechos sobre sus pupilos, 323 o 326, 350, 420.
TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 731

Sostenimiento de los pupilos, 339. Goce legal, 355-356. Emancipación, 621.


Consejo de familia, 4*43. Tutor, 468. Ausencia de subtutor, 507.
ASOCIACIONES.—Personalidad, 79, 87, 95.—de padres de familia, 336.
AUSENCIA.—Definición, 47. Períodos, 50. Conflictos de leyes, 51. Presunción.
52 a 57. Declaración, 58 a 60. Toma de posesión, 61 y s. Cesación, 64, 65.
Patria potestad, 312, 378. Tutela 469, 475.
AUTORIDAD DE LA COSA JUZGADA.—En materia de estado de las personas,
28. Sentencias constitutivas o privativas del estado civil, 2’9. Sentencias a
instancia de parte, 30. Sentencias declarativas de estado, 31. Teoría del con­
tradictor legítimo, 32. Teoría de la autoridad relativa, 33 a 36. Jurispru­
dencia, 37 (v. la adición al fin del volumen). Sistema que distingue los fa­
líos según sus caracteres, 38. Equiparación de la sentencia al acta del esta­
llos
do civil, 39. Sistema de la indivisibilidad del estado civil, 40 (v. la adición
al fin del volumen).
—Especialidades.—Nombre, 123. Rectificación de las actas del estado civil,
227. Juicios declarativos de hechos del estado civil, 234, 240, 241, 243. Jui­
cio de interdicción, 671. Juicios dados contríT incapaces, 293. Contra alie­
i nados, 727. Juicios extranjeros en materia de estado, 45.
AUTORIZACION. De los incapaces.—Definición, 263. Formas, 264. Especia­
lidad, 2’65, 568. Posterior al acto, 267, 568, 585. Parcial o condicional, 268,
544, 576, 578, 579. 583, 739. Iniciativa libre del incapaz, 269, 278. Oposición
de intereses, 270. Responsabilidades, 271, 277. Pródigo, 739.
—Del matrimonio.—V. Consentimiento a matrimonio.
—Dada por el Consejo de familia.—Caracteres, 568. Casos, 569 y s.
—De mujer casada.—V. Mujer casada.
ACTUACION PERICIAL.—Capacidad: autorización implícita, 265. Actuación pe­
ricial de los muebles conservados por el tutor, 535. En la partición de bienes
de los menores, 572. En el procedimiento de interdicción, 684.
BOLETINES.—Del estado civil, 199.
BUENA FE, 291. 639, 644, 655, 665, 761. *
BUFETE.—Alienación, tutela, 575. V. Muebles incorporal. Oficial Ministerial.
CAJA DE AHORROS.—Personalidad, 71, 79. Depósitos de los menores, y retiras,
259, 552, 716.
CAJA NACIONAL DE RETIROS.—Personalidad, 76. Depósitos de los menores,
546.
CAMBIO.—Tutela, 575, 580, 582.
CAPACIDAD.—V. Incapacidad.
CAPITAN de navio, 196, 240.
CARTAS PRIVADAS.—Intervención de los padres, 337. Alienados, 714.
CARTILLA DE FAMILIA.—178, 208, 2’46.
CASA DE CORRECCION.—346, 349-350, 411.
CESACION.—De la interdicción, 705. Consejero judicial, 747, 749. Hipoteca (V.
esta palabra).
COBRO de créditos.—Capacidad en general, 274. Tutela, 498, 542, 543, 552, 556,
561. Emancipado, 639, 641, 642, 649. Pródigo, 755, 757, 763 bis.
COLOCACION de incapaces.—Pupilos de la Asistencia pública, 341, 401. Hijos de
padres privados de la patria potestad, 401, 409 y s., 413. Alienados, 709.
COLONIAS.—Personalidad, 75. Estado civil, 185, 197, 206, 243. Pupilos de la
Nación, 326. Protutela, 478.
COMADRONA.—Docaración de nacimiento, 205, 208.
COMANDITA.—Capacidad, 589. Goce legal, 359.
COMERCIO.—Incapaces, 278. Tutela, 559, 589. Menor bajo potestad, 359. Eman­
cipado, 445, 647. Pródigo, 762.
COMPARECIENTES.—191.
COMPETENCIA de loa tribunales.—Determinación por el domicilio, 145, 148, 167-
¡
168, 170. Para la declaración de ausencia, 57. En materia de títulos nobi­
liarios, 135. De anulación de las actas del estado civil, 204. De rectificación
de actas del estado civil, 225. De juicios declarativos de hechos del estado
civil, 234, 241. De destitución de la patria potestad, 392 a 394. De senten­
cias de interdicción, 673. De nominación de un mandatario ad litem, 721. De
nominación de un Consejo judicial, 737, 740.
—De los encargados del Registro civil, 181, 204, 207, 215.
COMPRAS.—Menor, 558, 585, 5S9. Emancipado, 641-642. Pródigo, 759, 760.
COMPROBACION.—De los títulos nobiliarios, 115. De los registros de estado I
civil, 186. De los nacimientos, 208. De las defunciones, 217. I
COMPROMISO.—Administración legal, 375. Tutela, 590. Pródigo, 756.
732 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

COMPROMISO MILITAR.—Menor, 255-637.


CONDENA PENAL.—Como fuente de incapacidades, 254.—Destitución de la
patria, potestad. 289 y s. 'Exclusión de los Consejo de familia, 448. Exclu­
sión de la tutela, 492. V. Interdicción legal.
CONFIRMACION.—De los actos anula-bles, 267, 294, 60S. De los atributos no­
biliarios, 135.
CONFLICTOS DE LEYES.—Estado y capacidad en general, 42 a 43. Ausencia,
51. Patria potestad, 303. Usufructo legal, 356. Administración legal, 373.
Destitución de la patria potestad, 303, 387. Tutela, 437 y s. Menor eman­
cipado, 623. Interdicción, 665. Asilamiento, 723. Consejero judicial, 742.
CONGREGACION RELIGIOSA, 79, 95.
CONSEJEROS DE TUTELA.—Pupilos de la Nación, 421, 481.
CONSEJO COMUNAL DE LOS HUERFANOS, 427, 431, 434.
CONSEJO DE ARBITROS, 259.
CONSEJO DE ESTADO.—Cambio de nombre, 107. Títulos nobiliarios, 135.
CONSEJO DE FAMILIA.—Generalidades.—Definición, 442. Mecanismo esencial
de la tutela, 416. Crítica, 42’5, 427-428. Alsacia y Lorena, 431, 434, 436 443.
Hijos naturales y asistidos, 436, 493, 521-522.
—Funcionamiento.—Composición, 446 y s., 493, 514. Lugar de reunión, 451
y s., 458, 656. Convocación, 453 y s., 472, 493. Reunión y voto, 456. Acuer­
do, 457. Sanción por el funcionamiento irregular, 450 y 458. Responsabili­
dad de los miembros, 4'59.
—Su actuación en la tutela.—Potestad tutelar sobre la persona, 250, 269, 463,
476, 517, 523-524, 702. -Confirmación de tutor testamentario, 470. Elección
de tutor legal entre ascendientes, 465. Constancia de la desaparición del
tutor, 475. Nombramiento del tutor dativo, 471 y s. Nombramiento del
protutor, 478. Del tutor ad hoc. 479. Autorización del empleo de mandata­
rios remunerados, 480. Presentación de las excusas, 485. Mantenimiento en
la tutela a la tutora que se casa, 491. Exclusión o destitución del tutor, 492,
493. Notificación al tutor de su nombramiento, 499.’ Nombramiento del
■subtutor, 499. Constitución general de la tutela, 531. Dirección de la ges­
tión patrimonial de la tutela, 544’, 576, 579, 583. Autorización dada a
los actos del tutor: actos sometidos a la autorización, 568 y s., 600, 703; es­
pecialidad de la autorización, 265 (V. Autorización); aprobación de la auto­
rización, v. Tribunal civil Apreciación de la importancia de las operaciones
sobre muebles iCncoporales, 586.
—Su actuación fuera de la tutela de los menores.—En general, 445. Destitu­
ción de la patria potestad, 395, 404, 445. Emancipación, 621. Revocación de
la emancipación, 634. Autorización al emancipado a ejercer el comercio, 646.
Autorización de los demás actos del emancipado, 654 a 656. Procedimiento de
interdicción, 679, 680. -Consejo de familia del interdicto, 698, 702.
CONSEJERO DE TUTELA.—Madre vuelta a casar, 256, 463.
CONSEJERO JUDICIAL.—Dación, 734 y s. Por demanda de interdicción, 685,
705. Por instancia de terminación de la interdicción, 735. No retroactivi-
dad, 745, 750. Elección, Designación, 737. Aceptación, 738. Sustitución, 737.
Funciones, 739, 750, 768. Consejero judicial ad hoc, 740. 749. Consejero ju­
dicial provisional, 736. Remuneración, 741. Responsabilidad, 741, 755, 759.
Conflicto de leyes, 742. Alsacia-Lorena, 743. V. Pródigo.
CONSEJO DEL SELLO DE LOS TITULOS, 135.
CONSENTIMIENTO para el patrimonio.—Atributos de la patria potestad, 301.
Después de la mayoría de edad, 306. Derechos de la madre, 310. Derecho
de los ascendientes, 322. Derecho del Consejo de familia, 444, 517. Padres
adoptivos, 315. Privación del derecho de consentir para el matrimonio, 397,
399 401, 405. 408. Abuso de ese derecho, 302, 397.
CONSERVATORIO NACIONAL DE ARTES Y OFICIOS.—Personalidad, 76.
CONSISTORIOS.—Personalidad suprimida, 76 nota.
nnxr<?TTTTTnTnN De hipoteca.—Menor bajo tutela, 581. Emancipado, 6¡>5. Ad-
ministrador provisional de los bienes do un alienado 682 719. Pródigo, 753.
-De servidumbre.—Menor bajo tutela, 582 586 Pródigo 752.
De dote Incapaces en general, -76. Interdictos, 666, 703.
n JXián de las actas del estado civil, 195. Tutela, 440-441.
CONTBADIOTOB LEGITIMO, 32.—V. Autoridad de la cosa juzgada.
nn^A?O DE I^LTBIMONIO.-Jrenor, 260, 288, 301, 546. Pródigo, 752 763.
CONTRATOS celebrados antes de la rendición de cuentas de la tutela, prohibí-
Formalidades antes de proceder a los contratos, 609. Personas en-
TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 733

tre las cuales están prohibidos, 607. Convenios prohibidos, 608. Sanción, 610.
Prescripción, 6.14.
CONVENCIONES DE LA HAYA, 303, 437, 665.
CONVERSION.—V. Títulos nominativos, Títulos al portador.
COPIAS.—Actas del estado civil, 199 a 201, 227.
CORTES DE MADERA.—Capacidad. Tutela, 548, 560.
COSA JUZGADA.—V. Autoridad de la cosa juzgada.
COTUTOR, 476, 477, 490.—de hecho, 490, 503 y s., 508.
CRIADOS.—Domicilio legal, .156, 158. Testimonios de criados. 59, 684.
CUASI-CONRATOS.—1 Capacidad. 284.
CUENTA CORRIENTE.—Acto de administración, 275. Pródigos, 763 bis.
CUENTAS.—Administración legal, 376, 596.
—Alienados asilados.—Administrador provisional, 721-722.
—Consejo judicial, 741, 755.
—Tutela.—Cuentas diversas recibidas por el tutor, 552. Cuenta de tutela:
Obligación, 596. Entre quiénes, 477, 538, 597. Por qué período, 598-599.
Formas, 600. Elementos, 499, 601. Balance, 602. Indivisibilidad, 603. Gas­
tos, 604. Revisión, 405. Prescripción, 611 a 614.
CURADOR.—Del menor emancipado.—Designación, 445, 626. Cúratela legal, 627.
Excusas, incapacidades, exclusión, 628.
Asistencia, 630. Derecho de impugnar los acuerdos del Consejo de familia,
518. Actos en que la asistencia es necesaria, 618 a 654. Responsabilidad y
garantías, 631. Curador ad hoc, 626, 629. V. Emancipación: Menor emanci­
pado.
—Cúratelas diversas.—Cúratela en caso de ausencia, 56. Cúratela del loco
internado, 710. Cúratela de derecho local alsaciano y lorenés, 431, 743.
—Curator ventris, 444, 464.
DACION EN PAGO.—Tutela, 580.
DECLARACION.—Personas morales, 93. Incapaces, 258, 281. Menor, 566.Pró-
digo, 763.
DECLARACION.—De ausencia, 58 y s.—de nacimiento, 205, y s.—de defunción;
214 y s.
DECLARANTES, 191, 205, 216.
DEFUNCION.—V. Actas de defunción. Sentencias declarativas de defunción.
Ausencia. Desaparición.
DELEGACION.—De la patria potestad, 30S, 323-324, 385, 407.
DEMENCIA, 660. V. Interdicción. Asilamiento.
DEPORTADOS.—Domicilio especial, 142.
DEPOSITOS BANCARIOS.—Tutela, 578.
DERECHOS.—De corrección.—-En general, 342. Atribución, 343 y s., 444, 527.
Naturaleza de la detención, 346. Procedimiento, 347. Crítica, 348. Menores
prostituidos, 349. Asistencia pública, 350. AIsacia-Lorena, 413.
—De guarda.—Atribución, 301. Definición, 330. Sanciones, 331. Obligación
de loa padres, 332 y s. Educación, 334 y s. Trabajo del hijo, 338. Manu­
tención, 359. Pupilos de la Asistencia pública, 341. Destituciones especia­
les, 409 y s. Derecho del tutor, 526. Misión del Consejo do familia, 526.
—De gracia.—Hijo en corrección, 346, 350.
—De visita.—Padres y ascendientes, 313-314, 318, 321, 340.
DESAPARICION.—Desaparecido, 47, 49, 239 a 242.
DESISTIMIENTO.—Acciones sobro estado civil, 25 a 27. Interdicción, 676. Tu­
tela, 565, 570, 584. Emancipado, 643, 649 655. Pródigo, 756.
DETENCION.—V. Derechos de corrección.
DIVORCIO.—Acción de divorcio.—Capacidad, 260. Emancipado, 637. Interdicto,
704. Pródigo, 763. Allanamiento a la demanda, desistimiento, 27. Irres­
ponsabilidad del alienado, 728.—Sentencia de divorcio. Constitutivo de es­
tado, autoridad absoluta, 29. Transcripción, 187. Anotación al margen, 188.
Efectos del divorcio. Patria potestad, 313, 340. Usufructo legal, 352, 369.
Administración legal, 371. Derecho de emancipar, 618-619. Tutela, 463, 489
a. 491. Interdicción, 667.
DOLO.—Del representante de un incapaz, 262, 271. De un incapaz, 296. De los
miembros de un Consejo de familia, 459. Del tutor, 500.
DOMICILIO.—Domicilio general.—Caracteres.—Definición, 137. Fijeza, 138. Ne­
cesidad, 139. Unidad, 141 a 143. Personas morales, 82, 144-145. Extranje­
ros, 140.
—Domicilio libre.—do origen, 139, 159-160. Cambio de, 161-162.—aparente, 164.
—de hecho, 140.
734 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

—Domicilio legal.—Menor no emancipado, 150 a 152, 301. Mujer casada, 154,


155. Interdicto, 153. Criados, 156, 158. Funcionarios vitalicios, 157. Con­
flictos de domicilios legales, 158.
—Domicilio general.—Intereses.—Enumeración, 146 a 148. Declaración de na­
cimiento, 205. Actas del estado civil, 193. Rectificación de las actas del
estado civil, 219. En derecho internacional: de la tutela, 437 y s.; de la cú­
ratela, 623; en el caso de asilamiento de los alienados, 723; en la protección
de los pródigos, 742; en la concepción anglo-sajona, 43. Desde el punto de
vista de la aplicación del derecho local alsaciano-lorenés, 148.
—Domicilio elegido.—Naturaleza, 165, Elección, validez, 166. Formas de la
elección, 167. Elección tácita en un centro de negocios, 168. Efectos de la
elección, 169 a 172. Duración, 173. Personas morales, 144-145.
—Domicilios especiales en general, 139 142. Domicilio político, 142. Domicilio
matrimonial 142. Domieiliq para la asistencia, 142. Domicilio de la tutela,
418, 447, 450, 451 y s., 521.
DONACIONES.—‘Capacidad, 621, 288. Administración legal, 375. Tutela, 509,
573, 588. Emancipado, 658. Interdicto, 703. Alienados, 726.
DOTE.—V. Constitución de dote.
EDUCACION.—Derechos y deberes de los padres, 334 y s. Derecho del Consejo
de familia, 444.
ELECCION de domicilio.—V. Domicilio elegido.
EMANCIPACION.—Definición, 615. Utilidad, 616. Emancipación tácita, ' • , 618.
691. Por
Emancipación por los padres, 301-302, 397, 399, 401, 619-620, C51. — el
Consejo de familia, 446, 517, 621. Prueba, 622. Cesación, 632. Revocación,
440, 633 y s. Alsacia y Lorena 626. Conflictos de leyes, 623.
EMBARGO.—No es un acto conservatorio, 273. 'Capacidad, tutela, 564, 569. Con­
versión del embargo en venta voluntaria, 633. Embargo de los salarios para
las necesidades familiares, 339.
EMBRIAGUEZ.—Destitución de la patria potestad, 382-393. Causa de interdic­
ción, 660.
ENAJENACION.—Incapacidades, 274. Tutela, 580. Emancipado, 655. Pródi­
go, 752.
ENCARGADO del Registro civil.—V. Oficial.
ENFERMEDAD.—Gastos de la última, 365.
ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA—Incapaces en general, 285, 297. Interdi*»
■tyo, 695.
ESPAÑA.—Mayoría de edad, 255. Patria potestad y tutela, 419. Tutela, 426.
Pródigos, 742. Tratado diplomático, 441.
ESTABLE CIMIENTOS REFORMATORIOS—Menores prostituidos, 349, 410.
—De utilidad pública, 78, 79. 87. Públicos, 76.
—De comercio.—Goce legal, 359. Tutela, 559, 575.
ESTACIONES PRINCIPALES—'Competencia, 144-145.
ESTADO.—Personalidad, 75.
ESTADO (de las personas).—Definición, 13. Indisponibilidad, 15 a 22, 25, 308,
340, 347, 362. Posesión de estado, 18, 24, 235, 236, 238. Imprcscriptibilidad
estado, 17. Prueba del estado, 18. Estado político, 2, 175. V. Actas del es­
tado civil. Acciones de estado. Juicios.
ESTADOS DE SITUACION DE CUENTAS.—En materia do tutela, 427, 444, 508.
ESTADOS UNIDOS.—Conflictos de leyes, 43, 437.
EXCITACION AL LIBERTINAJE.—Pérdida de la patria potestad, 389, 392, 405.
EXCUSAS.—Que dispensan de la tutela, 483 a 485. Efectos de las excusas, 465,
471. Alsacia y Lorena, 433. Conflictos de leyes, 438. Descargo del tutor del
interdicto, 706. Dispensa de la cúratela, 628.
EXPEDIENTE CIVIL, 176-177, 688.
EXPOSICION DE LOS HIJOS.—Destitución de la patria potestad, 392. V. Niño

EXPROPIACION por causa de utilidad pública. Menor, 580.


EXTRACTOS de actas del estado civil, 199 a 201, 227.
EXTRANJEROS.—Derechos en Francia, 9. Personas morales extranjeras, 89-90.
Domicilio 140 Pérdida de la patria potestad, 387. Tutela do los menores
extranjeros 401. Tutelas ejercidas sobre franceses confiadas a extranjeros,
AAQ Tnfnrdií'eión de los extranjeros, 665. Asilamiento de los alienados
extranjeros 733.'l^ró<l'gos extranjeros 742. V. Confictos de leyes.

civH, 192, 202. Capacidad necesaria, 265, 564.


TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 735
FECHA.—Actos del estado civil, 193, 202-203, 219. Actos del interdicto, 696-697.
Pródigo, 745, 750.
FEMINISMO, 256, 309 a 311.
FILIACION.—Indisponibilidad del estado civil, 18, 19. Autoridad de la cosa juz­
gada, 34, 35 (v. esta palabra). Hijo de la mujer del ausente, 53. Anotación
en Jas sentencias rectificativas del estado civil, 222. Anotación en los juicios
declarativos d-e hechos del estado civil, 231, 236. Ejercicio de las acciones
que se refieren a la filiación de un menor, 529. V. Adopción.
FRAUDE.—'Conflictos de leyes, 44. Composición del Consejo de familia, 450.
FRUTOS.—Percepción. Capacidad en general, 274. Tutela, 561, 556, 568. Eman­
cipado, 642'. Pródigo, 763.
FUNCIONARIOS.—Domicilio, 157, 162. Excusa de la tutela, 484, 485.
FUNDACION.—Personalidad, 78, 95.
FUNERALES.—Reglamento, 12, 330. Gastos, 365.
GARANTIA.—Obligación de, 252, 298, 500.
—.Fianzas, 232, 500, 572. Caución. Ausencia, 62. Capacidad de, 288, 588, 608,, 658.
GARANTIAS.—Exigidas del administrador legal, 374, 383. Exigidas del tutor
después de la destitución de la patria potestad, 400. Exigidas del tutor en
Alsacia y Lorena, 431-432. V. Hipoteca.
GASTOS.—Rectificación de actas del estado civil, 182, 22'6, 236. Tutela, 498, 500,
567, 569, 604. Cuentas de la tutela, 604. Interdicción o Consejo judicial, 685.
Asilamie'hto de los alienados, 714.
—Gastos de funerales y de última voluntad.—Goce legal, 365.
GESTION DE NEGOCIOS.—Manutención de niños, 339. Tutela de hecho, 504,
Subtutor, 510.
GRUMETE, 259, 338.
GUARDA de los menores.—V. Derechos de guarda.
GUERRA.—Desaparecidos, 49, 243. Nombre de las víctimas de la—, 108. Actas
del estado civil, 196-197. Actas de defunción; mención ‘1 muerto por la
Francia”, 218. Actas de defunción rectificación, 229. Actos del estado
civil, imposibilidad de encontrarlas, 235. Actas del estado civil, reconstitu­
ción, 246. V. Militar.
HABITACION.—V. Residencia.
HIJO.—Generalidades.—Personalidad, 7. Dirección del hijo y administración de
•sus bienes. V. Patria potestad, Tutela. Manutención del hijo. V. Manu­
tención. Protección del hijo. V. Pérdida de la patria potestad V. también
Abandono de hijo, Seducción do menores.
—Hijo adoptivo.—Nombre, 108, 134. Domicilio, 182. Patria potestad, 314 a 316,
388. Tutela, 466, 469. Emancipación, 619. V. Adopción.
—Hijos adulterinos e incestuosos.—Nombre, 100-101. Acta de nacimiento, 212.
Patria potestad, 32'0.
—Hijo natural.—Nombre, 99 a 101. Título nobiliario, 314. Domicilio, 151. Ac­
ta de nacimiento, 212. Extracto del nacimiento, 200. Patria potestad, 137 a
320. Usufructo legal, 353. Destitución de la patria potestad, 388. Apertura
de la tutela, 371, 379, 417, 434. Tutor del hijo natural, 467, 489 a 491. Sub­
tutor, 512. Consejo de familia, 521, 522, 680. Constitución de la tutela, 532.
Emancipación, 219. V. Reconocimiento de hijo natural.
—Hijo postumo.—Tutela, 444, 464.
HIPOTECA CONVENCIONAL.—V. Constitución do hipoteca.
—Hipoteca legal que afecta los bienes de un incapaz, 753.
—Hipoteca legal del menor y del interdicto.—Inexistencia en caso de admi­
nistración legal, 374. Supervivencia de la hipoteca legal a la destitución
de la patria potestad, 400. Caso del protutor, 478-479. Del tutor ad hoc,
478-479. Del tutor delegado, 4S1. Del tutor saliente, 482.- Del tutor do
hecho, 506. Del curador, 631. Del administrador provisional de un aliena­
do, 7.18. Inscripción, deber del subtutor, 508-511. Prorrateo, 509. Orden de
Prolación, 509. Crédito garantizado, 63. Alsacia-Lorena, 433. Conflictos de
leyes, 439.
—Renuncia de hipoteca.—En general, bajo la tutela, 581. De la hipoteca legal,
en beneficio de acreedores del tutor saliente, 608.
HOJAS SUELTAS.—Registro civil, 184, 204, 219, 232.
IMBECIL.—Definición, 731. V. Consejero judicial, Pródigo.
IMBECILIDAD, 660.
IMPRESCRIPTIBILIDAD.—Estado de las personas, 17. Nombre, 118.
IMPUGNACION DE LA PATERNIDAD.—Ausencia, ‘53. Transcripción do la
sentencia, 187. Capacidad para intentar la acción, 260. Nominación de un
tutor ad hoc, 445.
736 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

INALIENABILLDAD.—Alimentos, 21. Sucesiones futuras, 21. V. Indisponibilidad.


INCAPACES.—Asistidos o autorizados.—V. Asistencia, Autorización, Mujer ca­
sada, Menor emancipado, Pródigo.
—Representados, 257. Extensión de la representación, 258 a 261. Responsa-
bilidad del representante del incapaz, 262. V. Interdicto, Asilado, Menor,
Obligación.
INCAPACIDAD.—Generalidades.—Carácter, 14. Definición, 247. Incapacidades
de goce, de ejercicio, 14, 247. Objeto, 248.—naturales y arbitrarias, 2'49. Dis­
tinción de los incapaces y de las personas bajo potestad, 250. Combinación
de varias incapacidades, 251. Medios de suplir la capacidad, 2'52. Carác­
ter excepcional de la incapacidad, 652. Extensión, 272 a 286. Sanción, 287
a 298. V. Incapaces, Obligación.
—Especialidades.—Incapacidades que se derivan de condenas criminales, 254.—*
de las personas morales, v. Personas morales. Incapacidades diversas, 2'54.
Incapacidad de ser tutor, v. Tutor.— de ser miembros de un Consejo de fami­
lia, 447, 450.—de ser curador, 628.
—Incapacidad, de hecho.—Tutela, 492.
INDIGNIDAD para heredar, 359.
INDISPONIBILIDAD.—Del estado, 15 a 22. De la patria potestad, 308. Del de­
recho de guarda, 340. Del usufructo legal, 362.
INDIVISIBILIDAD.—Del estado, 40. De las nulidades, 3S7. De la cuenta do
tutela, 603.
INEMBARGABELIDAD.—Usufructo legal, 362. Bienes de un incapaz, 645, 752.
INFIDELIDAD.—Exclusión del Consejo de familia, 448. De la tutela, 482.
INFORME.—De parientes, 457, 680.—De jurisconsultos, 375, 584.
INFORMES PERICIALES.—Capacidad; autorización implícita, 265. Estimación
de los muebles conservados por el tutor, 535. En la partición de los bienes
de menores, 572. En el procedimiento de interdicción, 684.
INGLATERRA.—Conflictos de leyes, 43, 437.
INHABILITACION PARA LA TUTELA.—Cansas, 497. Procedimiento, 493-497,
•Consejo de familia que la pronuncia, 454. Efectos, 391, 398, 465, 471, 510.
Aleada y Lorena, 433. V. Destitución de la tutela.
INSCRIPCION HIPOTECARIA.—Acto conservatorio, 273.
INSPECTOR.—De los niños asistidos, 341. Del trabajo, 338.
INSTRUCCION.—Derechos y deberes de los padres, 334 y s.
INSTRUCCION CRIMINAL.—Niños, 409, 411.
INTERDICCION judicial—Definición, 659. Causas, 660 a 665. Interdicción do
los menores, 529, 664, 675. De los emancipados, 637, 675. De los locos asilados,
721. De los pródigos, 675. De los extranjeros, 665. De un tutor, 509. Con­
flictos de leyes, 665. Alsacia-Lorena, 666. Personalidad para actuar, 667
a 672'. Demanda, 673 a 676. Parte secreta y no contradictoria del procedi­
miento, 677 a 682. Fase pública y no contradictoria del procedimiento, 683
a 686. Allanamiento a la demanda, desistimiento, 27. Publicidad, 687 a 689.
Cese de la interdicción, 705. V. Interdicto.
—Interdicción legal.—Nulidad de los actos del interdicto, 248, 288, 694. Ca­
rácter de esta incapacidad, 248, 694.
INTERDICTO.—Domicilio, 153, 158. Caso de concurrencia del asilamiento y do
la interdicción, 251. Incapacidad de ser administrador legal, 378. Miembro
de un Consejo de familia, 448; tutor, 486. Utilidad de la interdicción, 690.
Extensión de la incapacidad, 690 a 693. Carácter de la nulidad do los ac­
tos del interdicto, 694. Momento en que comienza, la incapacidad, 696-697.
Tutor del interdicto, 699 a 701, 706. Su Consejo de familia, 521. Particula­
ridades de la administración de la tutela, 702 y s. V. Interdicción.
INTERESES.—De las cuentas do tutela, 602. De. las sumas no colocadas por el
tutor, 511, 537, 542. De las sumas no colocadas por el administrador legal, 376.
INTERROGATORIO.—Pérdida de la patria potestad, 395. Procedimiento do in­
terdicción, 679, 681, 682.
INTERVALOS LUCIDOS, 662-663, 690 a 693.
INTERVENCION-—Patria potestad, 302, 385. Tutela, 427, 525, 544. Asilamien­
to, 707. 709 y s. Registros del estado civil, 186.
INTERVENTORES del estado civil, 186.
INVALIDO.—Excusa de la tutela, 484, 485. Interdicción, 660. Consejo judicial,
732 'Cúratela de los inválidos en Alsacia-Lorena, 743.
rmrvNT’ARIO Usufructo legal, 363, 369. Administración legal, 374, 382. Au-
^^^ 56, 61 Tutela, 498-499, 505, 508, 511, 533-534, 543. Alienados asila­
dos, 722.
TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 737

INVERSION, de capital. Capacidad. — Acto de disposición, 274. Administra­


ción legal, obligación de invertir, 376. Alsacia y Lorena. Naturaleza de la
inversión, 43. Tutela: Responsabilidad del tutor *por mal empleo, 498. Obli­
gación de invertir, 511, 537, 542. No garantía de los terceros, 576. Elec­
ción de inversión, 544. Habilitación necesaria, 578, 586. Inversión por com­
pra, 585. Inversión en acciones, en comandita (v. esta palabras). Inver­
siones diversas, 550, 551, 554, 555, 569, 573. Inversiones exigidas del tutor
de hecho, 505. Emancipado: cantidades disponibles, 641, 652; rentas, 642.
Pródigo, 739, 759, 763.
INVESTIGACION.—Capacidad, 265. Destitución de la patria potestad, 395. In­
terdicción, 684. Declaración de ausencia, 59.
ITALIA.—Mayoría de edad, 255. Tutela y patria potestad, 419. Tutela, 452.
Pródigos, 742. Tratado diplomático, 441.
JUEZ DE PAZ.—Intervención de los registros del estado civil, 186. Sentencia del
juez de paz en la destitución de la patria potestad, 395. Constitución de la
tutela, 423 (v. Consejo de familia). Ante él -se puede hacer la designación
del Consejo de tutela, 463; del tutor testamentario, 470. Ante él se hace la
declaración de emancipación, 620-621. Intervención en los asilamientos arbi­
trarios, 711.
JUEZ DE LAS TUTELAS.—Conflictos de leyes, 411. Derecho extranjero, 422.
V. Tribunal de las tutelas.
JUDIOS.—Nombre, 106.
JURAMENTO.—Capacidad, 566, 756.
LEGION DE HONOR, 76, 193.
LEGITIMACION.—Transcripción, 187. Mención al margen, 188.
LEGITIMA HEREDITARIA, 306. Exclusión legal, 360.
LESION, 290.
LETRA DE CAMBIO.—/Mujer, 256. Tutor, 554.
LEY RETROACTIVA.—Tutela de las mujeres, 488.
LIBERALIDADES. Hechas bajo una condición relativa al estado, 22. Bajo con­
dición de cambio de domicilio, 149. Con exclusión del usufructo legal, 360.
Con exclusión de la administración legal, 372. Con condiciones derogatorias
de las reglas de la tutela, 547. I
—Aceptación de las liberalidades. Capacidad.—Tutela, 509, 574. . Emancipado,
653. Pródigo, 757, 764. Aceptación en nombre del incapaz por el mismo au­
tor de la liberalidad, 2'61.
—Ausencia.—Liberalidades bajo condición de fallecimiento de una persona, 62.
LIBERTAD VIGILADA.—Limitación o destitución de la patria potestad, 409, 411.
LICITACION.—Bienes de menor. 571, 580.
LITIGIO SOBRE EL ESTADO CIVIL, 13, 41. V. Acciones de estado.
LIQUIDACION.—Capacidad, 274. Créditos del menor, 553, 649. Deudas del me­
nor, 554.
LIQUIDACION DE CUENTAS.—Tutela, 533, 596 y s. Menor emancipado, 649.
LOCOS FURIOSOS.—Interdicción, 660. Afilamiento, 709.
MALA CONDUCTA notoria.—Patria potestad, 393. Consejo de familia, 448. Tu­
tela, 492.
MADRE.—Patria potestad en general, 299, 302, 309 a 313, 434. Derecho de co­
rrección, 345. 349. Goce legal, 53, 352. Administración legal, 371, 380. Des­
titución, 380, 400, 430. Tutela, 430, 462 y s., 489 a 491. Emancipación del
hijo, 619. V. Maternidad, hijo.
MANDATARIO.—Ad litem (asilado) 721, 722. Mandatarios pagados al tutor, I
480, 498.
MANDATO.—Implicado por la elección de domicilio, 172. Del representante del
incapaz, 262. Conferido a un incapaz, 280. En los Consejos do familia, 427,
i
449. Dado por el tutor, 480, 498. !
MANUTENCION de los hijos.—Patria potestad, 339, 363, 364. Asistencia públi­
ca, 339. Tutela, 528, 541, 562.
MARIDO.—Nombre, 113. Ausencia, 53. Incapacidades .posibles, 259. Cotutela,
476-477, 490, 503 y s., 508. Cúratela do la mujer casada, 627. Falta de co-
curatela, 628. Tutela de la mujer casada interdicta, 700. Consejero judicial
de la mujer casada, 737. Marido interdicto, mujer tutora, 259, 701.
MARINO.—Desaparición, 259, 293.
MATERNIDAD.—Investigación: autoridad de la sentencia pronunciada, 35; trans­
cripción de la sentencia pronunciada, 187. ■

I,
738 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

MATRIMONIO.—Del ausente. 62. Del cónyuge del ausente, 62. Del desaparecido,
243. De los menores, v. Consentimiento para el matrimonio. Del interdicto,
692. Del pródigo, 763.
—Acta de matrimonio.—Rectificación, 2'12. Anotación al margen del acta de
nacimiento, 188. Sentencia declarativa del matrimonio, 233, 235.
—Efectos del matrimonio.—Acerca del domicilio, 154 a 155. Acerca del nom­
bre, 110 a 113. Acerca del título nobiliario, 134.
MAYORIA DE EDAD. 255. Fin de la patria potestad, 306, 377, 664.—de la tu­
tela, 598, 613, 615, 664.—de la cúratela del emancipado, 632.
MEDICO.—Del Registro civil, 208, 217. Intervención en los asilamientos, 707 y s.
MENOR. Generalidades.—Edad, 255. Actos que puede celebrar, 279 y s., 290,
428, 529, 546. Nulidad de sus actos, v. Nulidad. Domicilio, 150 a 152, 301.
Matrimonio, v. Consentimiento para el matrimonio. Interdicción, 529, 664,
675. -Constitución del consejero judicial, 753. Incapacidad de formar parte
de un Consejo de familia, 448. Aptitud para declarar en el Registro civil,
191, 216. V. 'Hijo.
—Menor comerciante, 445, 646-647.
—Menor emancipado.—Gobierno do su persona, 637. Administración de su pa­
trimonio, 638. Inversiones, 641. Percepción y utilización de sus rentas, 642.
Acciones mobiliarias y posesorias, 643. Reducción de los contratos excesi­
vos, 644-645. Comercio, 646-647. Interdicción, 664, 675. Actos que exigen
la asistencia del curador, 648 a 653. Actos sometidos a las formas de la
tutela, 654 a 658. Actos prohibidos, 658. Comparación con el pródigo, 766.
—Menor no emancipado.—V. Patria potestad, Tutela.
MILITAR.—Actos del estado civil, 197. Rectificación de las actas de defunción,
229 Desaparición, 47, 49, 143. Dispensa de la tutela, 484. Compromiso mi­
litar, menor, 255, 637. V. Guerra.
MINAS.—Desaparición en las, 240.
MINISTERIO PUBLICO.—Intervención en las acciones sobre el estado civil, 25.
Protección de los ausentes, 48, 55, 59. Acción en materia do nombres, 121-
122. Intervención en los registros del estado civil, 186. Transmisión de ac­
tas para transcribir, 189. Acción para rectificaciones de actas de estado ci­
vil, 224. Acción en declaración de actos del estado civil, 234, 241, 243. Re­
constitución de los registros destruidos, 246. Delegación de patria potestad,
324-325. Pupilos do la nación, 327. Derecho de corrección, 345, 349. Con­
versión en nominales de los títulos del menor, 376. Acción en destitución
de la patria potestad, 387, 394-395, 409, 410, 411. Intervención de la organi­
zación de la tutela, 423, 427, 454. A propósito de la aprobación do los acuer­
dos de Consejos de familia, 520. Demanda de interdicción, 670, 673. Inter­
dicción, 677 a 679, 681, 683. Asilamientos arbitrarios, 711, 712.
MINISTERIO de asuntos extranjeros.—Actas del estado civil inscritas en el extran­
jero, 187, 194-195, 225, 229.
—De las colonias.—Registros del estado civil, 185. Actas de defunción de mi­
litares, rectificación, 229. Militares desaparecidos, 243.
—De la guerra.—Actas de defunción, rectificación, 229.
—De justicia.—Encargados del Registro civil, 180. Publicación del formulario
del estado civil, 193. Estadísticas, 342.
—Del interior.-—Actas del estado civil, 195. Estadísticas, 342. Pupilos de la
Asistencia pública, 350. Internamiento de los alionados, 709, 711.
—De marina.—Desaparecidos en el mar, 281. Actas de defunción, 229.
MINORIDAD, 255.—V. Mayoría de edad, Menor, Patria Potestad, Tutela.
MUEBLES INCORPORALES.—Actos de disposición: Capacidad en general, 278.
Tutela, 575 a 578, 586-587. Emancipado, 650. Loco internado, 719. Pródigo,
752. V. Valores mobiliarios.
MUERTE.—Civil, 12. Violenta, 215, 217-218. Por la Francia, 218. V. Acta de
defunción, Desaparición, Nacido muerto.
MUJER CASADA.—Incapacidad general. Autorización marital, carácter, 248, 267,
270, 701. Ejercicio de uña tutela, 489 a 491, 503, 505, 517. De la tutela del
marido interdicto, 701. De una subtutela, 515. Capacidad para formar par­
te del Consejo de familia, 447.—para ser curadora, 628.—para demandar la
interdicción, 667. Bienes reservados, publicidad de la sentencia que retira
Jos poderes de la mujer, 1S8. Ausencia del marido, 53. V. Potestad.
__ Concurrencia de incapacidades.—En general, 251. Emancipación tácita, 6«8.
•Cúratela legal de la mujer, 627. Mujer casada internada, administrador pro­
visional, 718. Mujer pródiga, Consejo judicial, 737.
__ Especialidades.—Nombre de la mujer casada, 110 a 113. Título nobiliario, 134.
Domicilio, 154-155, 158, 168.
TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 739

MUJERES en general.—Incapacidad, 9, 356, 448. Excusa para la tutela, 484-485.


Incapacidad en la tutela, 488.
MUSULMAN.—Nombre, 106.
NACIMIENTO.—V. Acta de nacimiento, Sentencia declarativa de nacimiento.
Niño viable, Niño concebido.
NACIONALIDAD.—En general, 2. De las personas morales, 83. Influencia del
domicilio, 148. Falta de mención en las actas del estado civil, 193.
NATURALIZACION, 44, 742’.
NAVEGACION AEREA.—Desapariciones, 242.
NIÑO asistido.—Niño en depósito, 341. Niño en guarda, 341. Pupilo de la Asis­
tencia pública. V. Asistencia pública.
—Concebido, 11, 53, 92, 388, 464.
—Nacido muerto, 10, 209.
—Expósito.—Nombre, 102. Acta de hallazgo, 213. Tutela de ía Asistencia pú­
blica, 325, 40S (v. Asistencia pública, pupilos}. Tutela fuera de la Asisten­
cia pública, 521.
—Viable, 10, 209.
NOBLEZA.—V. Títulos nobiliarios, Particular.
NOMBRE.—Definición, 96.
—Determinación.—Hijos legítimos, 98. Hijos naturales, 99-100. Niños expósi­
tos, 102. Determinación del nombre de una familia, 103 a 106. Personas mo­
rales, 82.
—Modificaciones.—Por decreto, 19, 107. Por sentencia, 108. Por restableci­
miento, 107, 109. Efectos del matrimonio, 110, 113.
—Acciones.—Acciones públicas que sancionan penalmente el nombre, 120, 121,
Acciones de reclamación y de discusión de nombre, 123. Autoridad de la
cosa juzgada, 36, 123. Rectificación de actas del estado civil, 219.
—Caracteres.^—Falta de un derecho de propiedad del nombre, 114, 116. Dere­
cho de uso, 115. Derecho de defensa, 116. Inmutabilidad, 17. Imprescrip-
tibilidad, 118. Indisponibiliuad, 119.
—Nombre comercial.—Nombre patronímico convertido en comercial, en gene­
ral, 119; uso preferente, 115; caso de divorcio, 109; estabilidad, 119. Elec­
ción del nombre comercial, 115, 124, nota. Imposibilidad de incorporar a él
un título nobiliario, 131. Falsificación, 120.
—Nombre artístico o literario.—En caso de divorcio, 109. V. Pseudónimos.
NOMBRES DE PILA.—Atribución, 125. Elección, 126. Cambio, 127. Ef. jurí­
dicos, 128. Sobrenombre. Caracteres, 129. Atribución, 130. Uso y defen­
sa, 131. Sob. de familia, 105.
NO PRESENTE, 47, 48.
NOTARIO.—Ausencia, 56. Domicilio, 157. Extractos de actas del estado civil,
199. Venta de bienes de menores, 582. Consejero judicial, 687, 689. Repre­
sentación del asilado, 722. Consejo de tutela, 263. Tutor testamentario, 270.
NOVACION.—Capacidad, 553.
NULIDAD. Derivada de las incapacidades.—En general, 287. Alsacia y Lorena,
433. Nulidad absoluta, 288. Nulidad relativa de derecho, 289. Rescisión por
lesión, 290. Nulidad en la forma, 288, 290. Reducción de compromisos exce­
sivos, 291, 644, 761. Núlidad de los actos extrajudiciales, 292, 498. Nulidad
de las instancias, 293. Excepciones diversas que se oponen a la acción en
nulidad, 294 a 298. Consejo de tutela, 463. Tutor de hecho, 504. Interdicto,
694 y s. Asilado, 716. Alienado no interdicto ni asilado, 724 y s. Pródigo,
760-761, 767-768. Convenios celebrados entre pupilos y tutor, 606 y s., 614.
—Nulidad del matrimonio.—Sentencia, 19. Transcripción, 187. Capacidad, 260.
Patria potestad, 313.
—-Nulidad de las actas del estada civil, 204, 223, 231.
—Nulidad de los acuerdos del Consejo de familia.—'Composición irregular, 450.
Recurso, 517. Procedimiento, 518.
—Nulidad del procedimiento de interdicción, 674, 680, 681.
OBLIGACION. De los incapaces.—Principio. 279. Representación, 258 y s., 280.
Declaración, 281. Responsabilidad civil, 282-283. Cuasi-contratos, 284. En-
riquccimiento sin causa, 285. Obligaciones legales, 286.
—Obligación natural.—Incapaces, 278. Tutela, 554. Emancipado, 642. Pró­
digo, 765.
OFICIAL DEL REGISTRO CIVIL.—Determinación, 179. Misión, 180. Compe­
tencia, 181, 204, 207, 215. Responsabilidad civil, 182, 226, 236, 237. Respon-
740 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

sabilidad penal y disciplinaria, 183. Acción, en rectificación, 224. Tutela, 423.


—Oficial ministerial.—Domicilio, 187.
-Oficial de policía judicial, 180.
OFIOINA DE LOS PUPILOS DE LA NACION.—Personalidad, 76. Organización,
329. Atribuciones tutelares, 421, 427, 4S1. V. Pupilos de la nación.
OPOSICION. Recurso.—Destitución de la patria potestad, 304 y s. A la apro­
bación do un acuerdo del Consejo de familia, 518 a 620. Interdicción, 679,
686, 695. Capacidad: en general, 265, 2'73; bajo la tutela, 564; de los locos
asilados, 721; de los pródigos, 749, 750. V. Tercera oposición.
—Oposición a matrimonio, 306.
—Oposición de intereses.—Entre un incapaz y los distintos miembros de la
tutela: incapacidades en general 261, 270. Administración legal, 372. Tu­
tela 479, 508, 510, 592 a 555. ¡Cúratela, 629. Consejero judicial, 740.
ORDEN PUBLICO.—Nulidad de orden público, 288, 293. Orden público en la
organización de la tutela, 597. Orden público en los conflictos de leyes en
general, 43; en los confictos relativos a la patria potestad, 303, 378; en los
conflictos relativos a la tutela, 438, 439, 441.
PADRE.—Patria potestad, 309. V. Hijo.
PAGO.—Lugar de pago, domicilio, 148 Pago do lo indebido (ausente), 53. Pago
a un incapaz, v. Reembolso. Pago a un menor bajo tutela, 290, 554, 561; a
un emancipado, 639; a un pródigo, 765. V. Obligación natural.
PAISES BAJOS.—Mayoría de edad, 255. Pródigos, 742.
PARIENTE.—Ausencia, 59. Destitución de la patria potestad, 394. Consejo de
familia, 446 y s., 454, 518. Emancipación, 62'1. Interdicción, 628, 684.
PARTICION.—Ausencia, 56. Administración legal, 375. Tutela, 509, 571-572, 608.
Emancipado, 653. Loco internado, 719, 721, 722. Pródigo, 757.
1 PARIENTES AFINES.—Destitución de la patria potestad, 394. Consejo de fa­
milia, 446 v s. Interdicción, 669.
PARTICULA LLAMADA NOBILIARIA.—En general, .103. Nombres de tierra,
104. Sobrenombres de familia, 105. Usurpación, 121.
PATRIMONIO.—Atributo de la personalidad, 9, 21. De las personas mora’os
85, 95.
í
PATERNIDAD.—Investigación, 187, 260.
PERDIDA. De la patria potestad.—Generalidades. Complejidad de la legislación
francesa, 384. Nauraleza de la destitución, 307, 385. Personas afectadas,
386 y s. Destitución preventiva, 388. Conflictos de leyes, 303, 387. Alsa-
cia-Lorena, 413. Consentimiento, desistimiento, 27. Domicilio de los hijos,
150. V. Delegación de la patria potestad, Restitución de la patria potestad.
—Por la ley de 1889, 384. Destitución general y de derecho, 389 y s. Desti­
tución facultativa y divisible, 392 y s. Efectos de la destitución, 150, 312,
399 y s., 417 (véase1 la Adición al fin del volumen). Procedimiento.
—De la tutela.—«Causas, 489-490, 492, 497, 523, 52'5. Procedimiento, 493, 497.
Consejo de familia -que la pronuncia, 444. Efectos, 368, 385, 391, 398, 448,
465, 4'71, 510. V. Exclusión de la tutela.
—Destituciones diversas.—Destituciones generales, 405 y si.—del derecho de
guarda, 409 y s.—del goce legal, 369, 397, 413.—de la administración legal,
377-378, 413.
PERDIDA DE LA ADMINISTRACION LEGAL.—V. Pérdida de la patria po
testad
PERMISO PARA INHUMAR, 214, 217.
PERSONA-—V. Personalidad.
PERSONALIDAD.—Definición, 6. Atributos, 8. Igualdad, 9. Niño concebido,
11. Fin de la personalidad, 12.
PERSONALIDAD MORAL.—Definición, 66. Ficción doctrinal, 67. Propiedad
colectiva, 68, 80, 91. Patrimonio de afectación, 69, 80, 91. Ficción legal, 70,
80, 91. Realidad técnica, 71, 80, 91. Realidad objetiva, 72, 80 91. Personas
morales de derecho público, 75 a 76. De derecho privado, 77 a 79. Exíran-
jeras, 89-90. Extensión de la personalidad moral, 80 y s. Especialidad, 86.
Reserva de los derechos individuales, 88. Nombre, 82. Nacionalidad, 83. Do­
micilio, 82, 114-115. Constitución de las personas morales, 91. Punto de par­
tida, 92. Organos, 93. Responsabilidad, 93. Desaparición, 94.
PT.A7.O.—Declaración do ausencia, 58. Toma definitiva de posesión, 63. Decla­
ración de nacimiento, 206. Defunción, 214. De trascripción de las actos del
estado civil, 189-190. De convocación de Consejo de familia, 455. De no­
minación de subtutor, 512, 531, 533. Prórroga de los plazos por virtud de
las distancias, 455, 485. fiebre los plazos especiales de apelación y de opo­
sición, v. Apelación, Oposición.
TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 741

POSESION.—Toma de posesión de los bienes del ausente 61 a 63. Posesión do


24, 235, 23G,
estado, 18, 2'4, 236, 238.
POTESTAD.—Derechos de potestad en general, 250. Potestad marital, v. Mujer
casada. Potestad tutelar, v. Consejo de familia.
—Patria potestad.—Naturaleza, 250, 299, 303. Definición, 299, 300. Relacio­
nes con la tutela, 301, 530. Abuso e intervención, 302, 310-311, 385. Conflic­
to de leyes, 303. Duración, 305 a 308, 647. Atribución: padres legítimos 309
a 313; padres adoptivos, 314 a 316; padres naturales, 317 a 320. Patria po­
testad de hecho, 318. V. Pérdida, Madre, Restitución.
PREFECTO.—Pupilos de la Asistencia pública, 324-325, 350. Internamientos, 709,
711, 712, 714.
PRELIMINAR DE CONCILIACION, 25.
PRESCRIPCION. De diez años de las acciones de nulidad.—En general, 294, 295.
Tutela, 611 a 614. Alienados interdictos, 694; asilados, 716; no interdictos
ni asilados, 724. Pródigo, 767.
—Prescripciones diversas.—Interés del domicilio, 148. Prescripción contra el
alienado, 726.
PRESIDENTE del tribunal civil.—Registros y actas del estado civil, 184, ?Z5.
Encarcelación de los menores, 344-345, 347. Medidas provisionales concer­
nientes a los menores autores de infracciones, 411. V. Recurso.
PRESTAMO.—Como acto de disposición, 275. Tutela, 583. Emancipado, 655.
Pródigo, 754.
PRESUNCION de ausencia, 52 y s.
PRESUPUESTO de Ja tutela, 540, 542.
PROCURADOR.—Transcripción de las actas, 189. Interdicción, 689.
PRODIGO. Generalidades.—Modo de protección, 729. Definición, 730. Incapaci­
dad en general, 744, 746. No retroactividad, 745. Cesación de la incapacidad,
747, 749. Posibilidad de ser administrador legal, 378; tutor, 686, 763; miem­
bro del Consejo de familia, 468. Conflictos de leyes, 742. Alsacia y Lorena.
743. Comparación con el emancipado, 746.
—Actos del pródigo.—Que exigen asistencia, 748 y s. Acción judicial, 749, 750.
Transacción, 751. Alienación, 752. Hipoteca, 753. Préstamo, 754. Recibo de
cantidades, 755. Compromiso, allanamiento a la demanda, desistimiento, de­
lación de juramento, 756. Aceptación y repudiación de herencia, 757. Divi­
i sión, 758. Inversión de fondos, conversión de títulos, 759. Actos de comer­
cio, 762. Obligaciones, 760-761.
Permitidos sin asistencia, 763 y s. Actos personales, 763; do administración
y conservatorios, 763. Testamento, 764. iVceptación de liberalidades, 764.
—Nulidades, 767. Obligaciones anulables, 760. Obligaciones reducibles, 761.
Ejercicio de la acción de nulidad por el Consejo, 768.
PROFESION.—Infuencia sobre el estado, 9. Sobro el domicilio, 12. Anotación en
el Registro civil, 193. Rectificación en el Registro civil, 219. Elección por
parientes del menor, 334.
PROSTITUCION DE MENORES.—Derecho de corrección, 349. Destitución de la
patria potestad, 405, 410.
PROSTITUCION DEL HIJO.—Pérdida de la patria potestad, 384, 392*, 405.
PROTUTELA, 476, 478.
PROVEER EN CASACION.—Pérdida de la patria potestad, 394 y s. Capacidad,
265. Tutela, 564. Pródigo, 749.
PRUEBA.—Del estado civil, v. Estado civil. De los títulos nobiliarios, 133. De
los actos de estado civil, 201 a 204> 230 a 246. De la enajenación? mental,
684, 696-697, 725. Do la fecha de un acto, v. Fecha.
PSEUDONIMO. 120, 129, 130, 131.
PUBLICACIONES de matrimonio.-?—Registro, 185.
PUPILOS de la nación.—Anotación al margen del acta de nacimiento, 288. Quién
puede ser adoptado, 326. Formas de la adopción, 327. Prueba, 328. Organos
do protección, 329. Tutela, 427, 454, 472, 481, 507, 518 531. V. Consejero de
tutela, Oficina do los pupilos de la nación.
—Pupilos de la Asistencia pública.—V. Asistencia pública.
—Pupilos en general, v. Menor, Tutela.
QUIEBRA.—Administración legal, 367, 383. Tutela, 4*92, 553. Pródigo, 712.
QUITA.—-Capacidad, 553.
RECLAMACION de estado, 13, 41.
RECONOCIMIENTO DE HIJO NATURAL.—Por un menor, 258. Por un inter­
dicto, 691. Por un pródigo, 763. Transcripción en los registros del estado
742 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

civil, 187, 397. Anotación al margen del acta de nacimiento, 188. Sentencias
declarativas de reconocimientos de hijo natural, 237.
RECTIFICACION. Actas del estado civil.—Utilidad, 219. Límites, 220 a 222.
Ordenada como incidental de otra sentencia, 223. Quién puede proceder, 2'24.
Competencia, 225. Procedimiento, 226. Autoridad, 41, 227. Rectificaciones
administrativas, 228-229. Transcripción, anotación marginal, 188, 226. En
materia de cambio de nombre, 107 a 109, 123, 12-7.
—De cuenta de tutela, 605, 612^
RECURSO de casación.—Pérdida de la patria potestad, 394 y s. 'Capacidad, 265;
tutela, 564; pródigo, 749.
—Derecho de guarda, 331. Acto conservatorio, 272-273, 749.
REDUCCION de contratos excesivos.—Incapacidades en general, 291. Emanci­
pado 633, 644, 645. Pródigo, 761.
REGISTROS del estado civil.—Forma, 185. Nombre, 185, 2'32. 'Comprobación,
186. Registro de las publicaciones de matrimonio, 185. Registros llevados
en el mar. 196; en los ejércitos, 197. Envío de registros al juzgado, 201, 785.
Ausencia o pérdida, 232. Registros destruidos por la Comuna de París, 245;
por la guerra de 1914, 246.
—Registro mercantil, 647.
—Registro de la interdicción, 6S8.
—Registros de los establecimientos de alienados, 711.
REHABILITACION.—Patria potestad, 403, 405.
RELEGADO.—Domicilio especial, 142.
RELIGION del hijo, 334, 340.
RENTAS del estado.—Pertenecientes a un menor bajo tutela, 577. A un menor
emancipado, 650-651. Renta vitalicia. Usufructo legal, 559.
RENUNCIA.—Del estado civil, 16. Del usufructo legal, 367. De herencia, v.
Aceptación de herencia. De hipoteca, v. Hipoteca. Capacidad en general,
174. Renuncias imposibles para el menor, 588. Renuncias del exmonor en
beneficio de su antiguo tutor, 60S.
RENUNCIA-—Del tutor, 483, 493. Del curador, 628. Del 'Consejo judicial, 738.
REPARACION de un edificio.—Capacidad, 273, 274. Tutela, 550. Emancipado,
638. Pródigo, 763 bis.
REPRESENTACION.—De los incapaces, 257 a 262. Por un incapaz, 2'80. V.
Mandato.
RESIDENCIA, 138-139.
RESPONSABILIDAD CIVIL.—De las personas morales, 13. De los encargados
del estado civil, 182, 226, 236, 237. De las personas encargadas de asegu­
rar la publicidad de la interdicción, 639. De los representantes do los inca­
paces, 262. J De laá personas que los asisten o los autorizan, 271. De] padre
y la madre respecto de terceros, 333. Del administrador legal, 376. Del tu­
tor, 498 a 500, 505J 534, 537, 539, 542, 575, 612. De lo* cotutores, 477. Del
tutor de hecho 505. De los miembros del Consejo de familia, 459, 575. Del
subtutor, 511. ‘Del curador del emancipado, 2'71, 631. Del consejero judicial,
731, 755, 759. De los incapaces en general, 282-283, 296. Del interdicto, 695.
Del alienado no interdictó ni asilado, 728. Del pródigo, 763.
—Responsabilidad penaL—Personas morales, 93. Encargados del Registro civil,
183. Incapaces en general, 283. Menor, 529. Alienado, 728.
—Responsabilidad disciplinaria.—Encargado del Registro civil, 183.
RESTITUCION de la patria potestad, 324, 402 y s., 408 a 412.
RETRACTO SUCESORIO, 62, 573.
REVOCACION.—De la emancipación, 633 y s. Del consejero judicial, 757.
SALA DEL CONSEJO.—Actos y hechos del estado civil, 226, 234. Patria po­
testad, 323-324, 394 y s., 349, 375. Pupilos de la nación, 327. Consejo de fa­
milia, 519-520. Consejo de familia do los hijos naturales, 521-522. Interdic­
ción, 677 y s. Salida de los alienados de los asilos, 712. Designación de un
administrador provisional a los alienados asilados, 718. Designación do un
mandatario ad litem a dichos alienados, 721. Consejero judicial, 737, 740.
SALARIO.—Administración legal, 370. Tutela, 561. Usufructo legal, 359. Ac­
ciones relativas al salario; ejercicio por el menor, 259. Embargo de los sala­
rios, 339. V. Arrendamiento de servicios.
SECUESTRO DE HIJO.—Destitución de la patria potestad, 392.
SEDUCCION DE MENORES, 331.
SEGUNDAS NUPCIAS.—Tutora, 489 y s.
TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 743

SEGUROS.—Capacidad, 273-274. Tutela, 498, 551. Emancipado, 638. Pródigo,


753 bis.
SEGUROS SOBRE LA VIDA.—Incapaz, 261, 509. Seguro contratado en nombre
del menor bajo tutela, 509, 551. Pródigo, 759.
SENTENCIAS. Sobre el estado de las personas.—En general, 19. Constitutivos
de estado, 19, 27, 29, 695. Privativos del estado civil, 19, 27, 29. A instancia
de parte, 30. Sentencias extranjeras, 45.
—Declarativas de actos del estado civil.—Caracteres, 31. Justificación 230.
Diferencia con las sentencias de rectificación del estado civil, 220. Que reem­
plazan actas nulas, 251. Que suplen la omisión de los registros, 232. Que
suplen actas omitidas, 2'32-233. Imposibilidad de suplir por medio de ellas
las actas no encontradas, 235, 23S. Procedimiento y autoridad, 234. Sen­
tencias declarativas de nacimiento. En general, 28, 238. Transcripción, 187.
Necesidad, 206. Sentencias declarativas de matrimonios, 233. Sentencia de­
clarativas de defunción: En general, 238. Autoridad, 36, 234. Dando término
a la ausencia, 64. Necesidad, 214. Desaparición en las minas, 240. Desapari­
ciones en el mar, 241. Desapariciones aéreas, 242. Desaparición de militares
en campaña, 243. Sentencias declarativas de reconocimiento de hijo natural,
237. Sentencias declarativas de legitimación, 233. Sentencias que constitu­
yen un estado civil a una persona que carece de él, 238.
SEPARACION DE BIENES.—Tutela, 700.
—De cuerpo.—Allanamiento, desistimiento, 27. Efectos sobre el nombre de los
esposos, 112. Efectos sobre el domicilio de los hijos, 150. Efectos sobie
el domicilio de la mujer, 155. Efectos sobre a patria potestad, 313, 3¿0.
V. Divorcio. Subsistencia del derecho para pedir la interdicción del cónyuge,
667. Pérdida de la tutela del cónyuge interdicto,' 700.
—De hecho.—Patria potestad, 311, *340.
SINDICATO.—Personalidad, 79, 95. Capacidad, 259, 338, 529.
SOCIEDAD.—Personalidad, 79, 82.—De nombre colectivo, 646.—En comandito,
359, 589.—Por acciones, v. Acción, Comercio, Valores mobiliarios.—De socorros
mutuos, 79, 87.
SOCIEDAD LEGAL DE GANANCIALES.—Ausencia, 62. Tutela, 509, 573. Alie­
nado asilado, 721.
SOLIDARIDAD.—De los miembros del Consejo de familia, 459. De los cotuto­
res. 476-477.
SUBASTA.—Tutela, 569.
CTTOmTTmr>n —t
SUBTUTOR. »__: _
Designación, 444, 464, 512 a 515, 531 a 533. Función en general,
507 a 510; en la conversión en nominativos de los títulos del pupilo, 508, 511;
en la exclusión o la destitución de tutor, 493; en la acción de incongruen­
cia de intereses con el tutor, 499: en el recurso contra un acuerdo del Cor*
sejo de familia, 518; en el concurso a una venta de inmueble, 582; en la
convocación del Consejo de familia, 454, 472. Responsabilidad. 511. Dura­
ción del cargo, 513. Ai-sacia y Lorena, 431. No designación de subtutor
especial para protutor, 478; ni para tutor ad hoc, 479.
SUCESION.—Ausencia, 53. Personas morales, 95. V. Aceptación.
SUCURSAL.—Domicilio, 145, 168.
SUIZA.—Ausencia, 64. Mayoría de edad, 155. Domicilio, 141. Tutela, 416, 427-
428, 442. Emancipación, 615. Pródigos, 742. Tratado diplomático, 441.
SUSTRACCION DE MENORES.—Estado civil, 210. Destitución de la patria po­
testad, 392.
TERCERA OPOSICION.—Acciones de estado, 37, 40. Rectificación do actas del
estado civil, 227. Sentencia do interdicción, 684. Tercera oposición del Con­
sejo judicial no admisible, 750.
TESTAMENTO.—Capacidad, 255, 258, 278. Tutor testamentario, 470. Consejo
de tutela, 463. Del menor, 546. Del interdicto, 691. Del alienado no inter­
dicto ni asilado, 726, Del pródigo, 764.
TESTIGOS.—Actas del estado civil, 191, 208, 218, 256. Mujeres, 256.
TITULOS al portador.—Administrador legal, 376. Tutela, 508, 511, 536, 543-544,
575. Tutela alsaciano-loronesa, 432-433. Pródigo, 755.
TITULOS NOKTT.TARTOS—Usurpación, 121, 135, 136. Caracteres, 132. Familias
tituladas, 133. Portador del título, 134. Contencioso, 135, 136. Derechos ad­
juntos, .136.
TITULOS NOMINALES.—Conversión, 274. Tutela, 577, 586-587. Emancipado,
651. Pródigo, 759.
TOMA DE POSESION.—V. Ausencia.
TRABAJO.—V. Arrendamiento de servicios.
744 TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS

TRAMITES DE TRASLADOS EN EL PROCEDIMIENO.—Domicilio, lugar para


los traslados, 147. Domicilio elegido, 171. Destitución de la patria potes­
tad, 394. Traslado al subtutor, 508. De sentencia de interdicción, 680. A
un alienado asilado, 716.
TRANSACCION.—‘Capacidad: Patria potestad, 375. Tutela, 42'5, 572, 584, 608.
Emancipado, 643, 655. Loco asilado, 719, 721. Pródigo, 751.
TRANSCRIPCION.—En los registros del estado civil, 187, 189-190, 226, 232.
—Hipotecaria.—Acto conservatorio, 275.
TRANSPORTADO.—Domicilio especial, 142.
TRIBUNAL CIVIL.—Juez sobre las contravenciones con ocasión del registro del
estado civil, 183.
—Organo de la tutela.—En general, 416. Aprobación de los acuerdos del Con­
sejo de familia, 425, 493, 518 a 520, 579 y s., 584, 587. Recurso contra las
decisiones del Consejo de familia, 517, 518, 587. ribunal que sustituye al
■'Consejo de familia de los hijos naturales, 521-522, 680.
—Jurisdicción protectora de los incapaces en general.—Intervención de la pa­
tria potestad, 302, 310, 311, 385. V. Pérdida de la patria potestad. Auto­
rización de la administración legal, 375. Autorización al emancipado, para
ejercer el comercio, 647.
—Tribunal cantonal (Alsacia-Lorena), 435-436, 666.
—Tribunal de comercio.—Elegibilidad de las mujeres, 2'56, nota. Incompeten­
cia de los actos del pródigo, 762. V. Comercio.
—Tribunal de las tutelas.—De derecho local alsaciano-lorenés. Determinación,
435. Misión que tiene en la patria potestad, en general, 380. En la adminis­
tración legal, 380 a 383. En el ejercicio del derecho de corrección, 413. En
la tutela en general, 431 a 435. En materia de emancipación, 624, 657. V.
Juez de las tutelas.
—Tribunal para niños delincuentes, 411.
TUTELA.—Generalidades.—Sentido amplio, 257. Relación con la patria potestad
en general, 301, 419, 523. Diferencias con la administración legal, 374. De­
finición, 414. Historia, 415. Apertura, 417-418, 430, 451, 452, 453. Consti­
tución, 423, 444. Carácter gratuito, 426, 495, 541. Alsacia y Lorcna, 429 a
436. Conflictos de leyes, 437 a 441.
—Práctica y crítica.—No observancia de las reglas, 422. Medios de asegurar
su constitución regular, 423. Simplificación del funcionamiento de las tute­
las, 425. Medidas que estimulan la actividad de tutor, 426. Mejoramiento
de la intervención de la tutela, 427. Desarrollo de la iniciativa legal do
1 menor, 428.
—Organos de la tutela.—V. Consejo de familia, Consejo de tutela, Curator ven-
tris, Subtutor, Tutor.
—Gobierno de la persona del menor.—Período do coexistencia con la patria
potestad, 523. Extinción de la patria potestad, potestad tutelar del Conse­
jo de familia, 524. Ejercicio de 1?. potestad tutelar por el tutor, 525 Dere­
cho de guarda, 526. Derecho de corrección, 527. Manutención del menor, 528.
Iniciativa del menor, 529. V. Asistencia pública, Consejo de familia, Patria
potestad.
—Organización patrimonial.—Primera fase, tutela del padre y la madre, 531
y s. Convocación del Consejo de familia, 531-532. Inventario, 533 a 535.
Medidas de seguridad relativa a los valores mobiliarios, 536. Medidas a re­
novar en el curso de la administración, 537.
•Segunda fase, tutela que no es la del padre o la madre, 538 y s. Medidas
inmediatas, 538. Venta de muebles, 539. Reglamento del presupuesto de Ta
tutela, 540 a 542. Medidas que se renuevan en el curso de la tutela, 543.
Principios que gobiernan la administración patrimonial. Autonomía del tu­
tor, 544. Omnipotencia del tutor, 545. Ineptitud del pupilo, 546. Reglas de
orden público, 547.
—Poderes del tutor.—Actos permitidos sin autorización, 548 y s. Actos ten­
dientes a hacer que produzcan normalmente los bienes del pupilo, 555 a 565.
Defensa judicial del patrimonio, 564 a 567.
Actos que exigen la autorización del Consejo de familia, 568 y s. Acciones
inmobiliarias y de división, 569 a 572. Aceptación y repudiación de suco-
■siones y liberalidades, 573 y 574. Disposición de muebles incorporales e in­
versión de cantidades que n0 lleguen a 150 francos, 575 a 578.
Actos que exigen la aprobación del tribunal, 579 y s. Alienación de inmue­
ble, e hipoteca, 579 a 582. Contrato que implique obligaciones peligrosas,
TABLA ALFABÉTICA DE MATERIAS 745

583 a 585. Disposición de muebles incorporales c inversiones que excedan de


1.500 francos, 585-586.
Actos prohibidos al tutor, 588 y s.
—Fin de la tutela, 595. V. Cuentas de la tutela. Contratos celebrados antes
de la rendición de cuentas de la tutela.
—Tutela de hecho, 481, 492, 502 a 506.
—Diversas.—Tutela administrativa, v Asistencia pública. Tunela dativa, le-
gal testamentaria, v. Tutor. Tutela judicial, *, v. Juez de tutelas. Tutela de
hijos naturales, v. Hijo natural. Tutela de los interdictos, v. Interdictos.
Tutela de los locos asilados, 715. Tutela en caso de ausencia, 475.
TUTOR. Designación.—Tutor legal, 460 y s. Padres legítimos, 461. Madre, 462
i a 464. Ascendientes, 465. Padres adoptivos, 466. Padres naturales, 467.
Alsacia y Lorena, 304, 431. Tutor dativo, 471 a 475.
—Casos particulares.—Unidad de la tutela, 476 y s. Cotutor, 477. Protutor,
478. Tutor honorario, 476. Tutor remunerado, 476. Tutor ad hoc, 479, 507,
510, 722. Tutor delegado, 481. Tutor saliente, 482. Tutor de hecho, 502 a
506. Tutor putativo, 502. Tutora, 488 y s.
—Capacidad.— Enumeración de las incapacidades, 486. Extranjeros, 487. Mu­
jeres, 256, 430, 488 y s. Alsacia-Lorena, 433. Conflictos de leyes, 438. Efec­
tos, de la incapacidad, 448, 456, 471.
—Exclusión Excusas.—V. estas palabras.
—Misión y deberes del tutor.—Misión, 494. Deber de convocar el Consejo de
* familia, 454, 531, 532, 538. De declarar sus créditos, 534. Autonomía del
*ua * 4 *<* , UUU. UtViUAlU OUO

tutor en materia patrimonial, 544. Omnipotencia, 545, 548. Responsabilidad,


496 y a., 505, 534, 537, 539, 542, 689.
USUFRUCTQ
******■*• AvwvAVjy aj a ivrrx a —Fundamento,
LEGAL. 351.
uuuuuivutu^ um-l» Atribución, 53, 301, 352 y s. Conflic­
tos de leyes, 356. Bienes sometidos, 359-360. Derechos del usufructuario le­
gal, 361. Indisponibilidad del goce legal, 362. Cargas, 339, 363 y s. Extin-
ción, 3G7 y s., 413.
VAGANCIA.—Ausencia de domicilio, 139. Causa de destitución de la patria po­
testad, 392, 406.
VALORES MOBILIARIOS de los incapaces.—Administración legal, 375-376. Tu­
tela, conversión en nominales, 508, 531. Actos do disposición, 575 y s. Eman­
cipado, 650-651. Pródigo, 752'. V. Muebles incorporales, Título al portador
Título nominativo.
VEJEZ.—Tutela, 484-485. Interdicción, 660.
Venta.—De bienes indivisos. Tutela, 572, 580, 586. De bienes de pupilo a tutor,
593, 60S. De derechos sucesivos, tutela, 580. De inmuebles: incapacidad en
general, 274 a 276; administración legal, 375; tutela, 579 y s.; emancipado,
655; pródigo, 752. De muebles, actos de administración, 274-275. Tutela, 535,
539, 543, 548, 558, 5G0. Emancipado, 649. Loco asilado, 719. Pródigo, 752,
763 bis.
TABLA DE TEXTOS EN VIGOR

CODIGO CIVIL

Artículos) N9 de volumen Artículos| N9 de volumen Artículos N9 de volumen


3.... [ 42. 86 j 187, 196. 139.... 53, 62.
8 .... 2, 148. 87 I 49, 147, 241. 141 .... 55, 312, 475.
9 .... 2, 148. 88 | 241. 142 .... 55, 469, 475.
10 .... 2. 89 241, 243. 143 .... 55.
11 .... 2, 148, 487. 90 187, 241. 144 .... 255.'
12 .... 2. 91 241. 148 .... 300 s., 310.
13 .... 2, 148. 92 36, 188, 234, 241. 149 .... 300 a.
25.... 12. 93 147, 191, 197, 206, 150 .... 300 s., 322.
34.... 183, 193, 211, 212, 216, 217, 229. 151 .... 300 s., 306, 319.
218. 94... 187, 197. 152 .... 300 fl., 313.
35 180, 183, 193, 212. 95-96-97 147, 197. 153-154-
36 183, 191. 98 ... 187, 197. 155... 300.
37 183, 191, 256. 99 ... 219 g., 234. 156 .... 183, 300.
28 180, 183, 192. 100... , 30, 32, 33, 39, 41, 157 ..... ¡ 183.
39 180, 183, 192. 221, 227, 234. 158 .... 300 s., 317.
40 183 s., 204. 101. 187 s. 159 .... 444, 524.
41 183 s. 102 137 s. 165.... 142, 146.
42 183 s., 192. 103 , 160. 171.... 187.
43 183, 185. 104 . 161 8. 175 .... 444, 630.
44 183, 192. 105 . 162. 176 .... 165, 306.
45 183, 199 s. 106 . 162. 184.... 34.
46 183, 187, 232, 233, 107 155 190.... 34.
235. 108 . 139,’ 142, 150 s. 192-193.. ‘ 183.
47 183, 194 s. 168, 300 s., 330, 194.... 233.
48 183, 195. 637. 195. . . 9.
49 183, 189. 109.. .. . 156. 198.... 187, 233.
50 783, 190. 310.. .. , 147. 203.... 339.
51-52... | 182. 111.. .. . 167. 205.... 306, 339, 390.
53.... | 186. 112.. .. . 48, 55, 56. 296.... 339, 390.
55.... | 187 s., 206, 208, 113.. .. . 56. 207.... 306, 339, 364, 3<K>
i 220, 234, 236. 114.. .. . 48, 55, 59. 214.... 154.
56. I 200, 205. 115.. .. , 58, 60. 216 .... 283.
57. f 200, 211 8. 116-117 217 .... 264.
58. | 102, 175, 213, 238. 118-119 59. 222.... 53, 62.
59. I 196, 206. 120 .... 53, 61. 224.... 251, 763.
60. | 147, 187, 196. 121 .... 53, 58. 238.... 155.
61. | 147, 196. 122 .... 58. 246.... 155.
62. | 175, 196. 123 .... 61, 62, 312. 249 .... 27.
63. | 185. 124 .... 62 3. 250 .... 147.
68. | 183. 125 .... 61 8. 251 .... 175, 181, 187, 188.
74. I 139, 181. 126 .... 61. 252 .... 189 6.
i 75. ¡ 192. 127 .... 61, 63, 65. 296.... 155.
76. I 188. 128 .... 61. 299.... 109, 113.
77 | 180, 202, 214 8. 129 .... 62. 64. 302.... 313.
78. | 191, 215, 216. 130 .... 61, 65. 307.... 260, 704.
79 I 218. 131 .... 65. 311 .... 112 b., 147, 188 s.
80 I 147, 189, 214, 215. 132 .... 63. 312 .... 11.
81 ,| 217. 133 .... 63. 313 .... 155.
82 • I 147. 134 .... 61. 316.... 16.
85 ,| 218. 135-136. . | 53. 318.... 16, 445.

i
TABLA DE TEXTOS EN .VIGOR 747
Artículos N9 de volumen Artículos N9 do volumen
Artículos N9 de volumen
397............. 300 s., 305, 465. 461 ............. 375, 531, 757.
319 ............
204.
398 301, 470. 462 ............. 573.
320 ............ 18.
390............. 301. 463 ............. 574.
322............ 53.
400 ............. 301, 470. 464 ............. 564 s., 570, 572,
329 16.
401 ............. 484 s. 655.
331............ 18, 155, 1SS.
402 ............. 322. 465 564 8., 570.
333............200.
403—404.. 465. 466 375, 572.
335-336.. 212.
444, 465, 470, 473, 467 375, 584, 655.
340............ 17. 212, 260, 31S, 405.............
477, 489 s. 468 444, 527.
529.
469 375.
342.. .. 209. 406............. 451 s., 472, 699.
470 301, 444, 508. 540,
346.. .. 466. 467............. 445, 447, 451 s.
544.
348.. . . 260, 300, s., 310. 408............. 446, 447, 450, 498.
471 376, 493, 601, 604.
409-410.. 447,
I 529. 411 ............. 455. 472’ 294, 376, 606 s.
350.. .. 444, 524. 473-474.. 376.
351.. .. 412 ............. 449.
i 108. 413 ............. 455. 475 376, 505, 612 6.
352.. . . 152, 299, 466.
414 ............. 456. 476 618.
359.. .. 175. 146, 300 s., 619.
415 ............. 450, 455 s. 477
360.. .. | 147. 444, 524, 621 s.
416 ............. 446, 456. 478
367.. . . 181, 187, s. 454, 601 s., 621.
417 ............. 478. 479 .............
370.. . . 388. 445, 600, 626, 628,
418 499. 480 .............
371.. .. 306. 649, 653.
372.. . . 309, 342. 419 ............. 482, 510.
638, 640, 642.
373.. .. 309, 619. 420 ............ ’ 444, 479, 507, 514 s. 481.. ..
482.. .. 263, 274, 630, 638 s.,
374.. .. 330. 421 ............. 451, 453 s., 512, 641, 643, 649, 653.
375.. .. 342, 344, 349. 514, 531.
483 633, 638, 645, 655.
376.. .. 344, 346. 422 ............. 512, 514.
484 633, 638, 641, 644,
377.. .. 342, 345 s., 637. 423 ............ 448, 464, 514 s.
648, 654 6.
378.. .. 347. 424 ............. 434, 472, 508, 510.
485 445, 634.
379.. . . 346. 425 ............. 512.
486 635.
380.. .. 344. 426 ............. | 515.
487 646.
381.. .. 256, 345. 427 ............ 484.
48S 255.
382.. .. 344, 347. 428 ............ 465, 484.
489 660 s.
383.. .. 99, 151, 31S s., 343. 429 ............ 484.
490 667.
384.. .. 352, 368. 430-431.. 484 s.
> 385. .. . 362 s. 432............. 484. 491 670, 734.
433-434.. 484 e. 492 673.
386.. .. 352 s., 369. .
435-436.. 484. 493 674.
387.. .. 338, 360. 4f57, 521, 680.
437-438- 494.
388. . . . 255.
439 485. 495. 680.
389 en gal 301, 370. 445, 677, 681.
440............. 517, 538. 496.
al. 1 . 372, 547. 681 s., 719, 736.
442............ 448, 486, 493. 497.
al. 2 . 371. 683.
443 385, 492. 49S.
al. 3 . 150, 371. 263, 274, 661, 729,
444............ 486, 492, 508, 510, 499.
al. 4 . 372. ~ ' s., 735, 748,
731
al. 5 . 376. 512.
445 448, 497. 751 s., 764.
al. 6 . 375. 686.
446 444, 454, 493, 50S 500
al. 7 . 376, 537. 6S7 s., 734.
447 493. 501
al. 8 . 376. 147, 289, 691, 694 s.,
448 493, 517. 502
al. 9 . 374. 745, 767.
.11. 10 . 376. 449 493.
262, 375, 498, 508, 503 697, 745.
al. 11 . 353, 596, 607, 611. 450
559, 592 s. 504 672, 697, 726.
al. 12 . 318, 371, 647, 4 71, 682, 69S.
451.. .. 499, 508, 531, 533 s. 505
512, 514, 532 s. 700.
452.. .. 508, 535. 506
al. 13 . 521, 580. 251, 517, 701.
453.. .. 301, 531. 507
390 150,
A. W, 300,
«J W, •377,
» I I, 417.
454.. .. 368, 432, 444, 478, 508 706.
391 256^ 263, 312, 462,
480, 537, 540. 509 698.
463. 702, 708.
392 455 262, 444, 474, 498. 510
301, 463, 470.
437, 540, 542. 511 277, 703.
393 ‘ 301
¿¿I, 444, 462, 464,
456 262, 498, 537, 542. 512 445, 705, 747.
475, 512. 263, 274, .729 s.,
394.. .. 301, 484 s. 457 268, 544, 578 s., 513
395.. .. 655. 735, 748, 751 s.
301, 477. 490 s.,
514 445, 457, 734.
504, 505.
396... . , 259. 263. 301, 477,
505, 597.
458.. ..
459.. ..
460
582.
375, 508, 582.
570.
515
529
I
| 85.
85.
I
<
748 TABLA DE TEXTOS EN VIGOR

Artículos N9 de volumen Artículos N9 de volumen Artículos] N9 de volumen


555 550. 1220......... 572. 1445... 147.
588 359. 1241......... 290. 1455... 573.
595 274. 1251......... 383, 594. 1712... 74.
601 361. 1258......... 171. 1718... 274, 556.
612 365. 1304..... 614, 694, 697, 716. 1992 ... 262, 498.
725 11, 53, 247. 1305 ......... 290, 295, 767. 1993 1994
730 359. 1306 ......... 290. 1995... 262.
790 573. 1307 294. 1996 262, 542.
802 573. 1309......... 546. 2001... 602.
815 572. 1311 ......... 290. 2018... 148.
819 533. 284, 297.
1312 ......... ‘ 2045 | 74, 608, 643, 751.
838 479. 1317......... 202. 2047... 148.
840.......... 643. 1323......... 696, 767. 2101... 9.
901 .... 697, 726. 1 334......... 201. 2123... 74.
902 .... 247. 1338 294, 694. 2137... 508, 511.
904.... 255, 546. 1348....... 230, 233. 2143... 457.
906 .... 11, 247. 1351......... 31, 33, 38, 39, 41. 2148... 165 s.
907 .... 606. 1374 498. 2153... 603.
908 .... 247. 1376......... 284. 2172... 581.
910 .... 78. 1382-1383 182, 262o’ 271, 282. 2206 645.
911 .... 247. 1384 ......... 9, 282 333, 500. 2208... 627.
935.... 574, 653. 1385 ......... 7. 2252... 595, 613.
937.... 78. 1388......... 20, 340. 2265... 148.
980.... 256. 1398 300 s., 546, 703. 2271... Ó.
1120... 252. 1429......... 274, 556. 2275 ¡ 566.
1123... 253. 1430 556. 2277 | 602.
1125 694. 1442 369, 508, 511, 533, 2279 | 539, 560, 575.
I 1180... 273. 612. I

CODIGO DE COMERCIO

Artículos] N9 de volumen Artículos; N9 de volumen Artículos] N9 de volumen


1 a 5 ...| 338. 646.
6........... 407 | 241.
2 | 300, 445, 559, 589, 72 a 75. 338. 549 | 9.
] 637, 646 s. 113 9, 256. 638 | 646.
3 ¡ 589, 646. 189........... 566. I
1
CODIGO FORESTAL

Artículos] N9 de volumen
105 j 139.

CODIGO DE INSTRUCCION CRIMINAL

Artículos] N9 de volumen Artículos] N9 de volumen | Artículos] N9 de volumen


9 | 180. 23 ] 139. [63 | 139.

CODIGO PENAL

Artículos N9 de volumen Artículos N9 de volumen Artículos N9 de volumen


13............. 306. 42............. 448, 492 s. 147-150.. 120.
29............. 659. 66-67.... 393, 411. 184........... 139.
34............. 448, 492 s. 86, 101... 392. 192.......... 183, 184.
TABLA DE TEXTOS EN VIGOR 749

Artículos N9 de volumen I Artículos N9 de volumen | Artículos, Nv de volumen


193, 194, 323 1306. 354, 355,
195.. .. 183. 334.......... 389, 405. 356.. . . 331.
259.......... 121, 122, 134, 136. 335 405. 357 ........... 319, 321, 331.
267.......... 409. 339........... 139. 358 ........... 11, 209, 214, 217,
270.......... 139. 345 ........... 206 s. 234.
299.......... 306. 346 ........... | 205 s. 408 262, 498.
309, 310, | 348........... | 332. 425 120.
311.. ..| 342. 471 214.

CODIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL

Artículos N9 de volumen Artículos) N9 de volumen Artículos! N9 de volumen


5...........
455, 485. 527 I 600. 888 j 518, 520.
49.......... 74. 541 | 605. 889 | 518, 520.
59......... 57, 139, 144, 148. 559........... | 165. 890 ........... | 674.
61.......... 165. 584 | 165. 891 ........... 678.
69.......... 139, 144, 147, 159. 609.' | 165. 892 ........... 457, 680.
72........... 455, 485. 637 | 165. 893 ........... 395, 681, 684.
83........... 25, 74, 590. 673.......... | 165. 911........... 533.
132........... 569. 744........... 653. 927........... 165.
135........... 598. 780........... 165. 928,931.. 56.
156........... 727. 783-789.. 165. 942. 56.
283.......... 684. 855 ........... 226, 234. 241. 945. 539.
329........... 681. 856 ........... 226, 457. 953. 376, 582.
401........... 74. 857 ........... 190, 200, 227. 962. I| 508, 582.
420........... 145, 167. 858 ........... 190, 231, 240 s. 965. I| 582.
422........... 165. 859 ........... 57. 968. !¡ 479.
435........... | 165. 882 ........... 499. 1003 I I 455, 756.
444............| 508. 883 ........... 450, 493, 517 s., 1004 I 590. i
473............ ’ 600. 524 s., 584, 587, I
) 480............1 293. 680. I
I

CODIGO DEL TRABAJO

Artículos, N9 de volumen | Artículos) N"9 de volumen Artículos) N9 de volumen


L. I, 3 .. j 259, 334, 529. L. II, 1 ,| 255. L. IV, 71. j 259, 338.
1 114, 15... .| 340. 1

CODIGO CIVIL LOCAL ALSACIANO-LORENENSE

Artículos Artículos! N9 de volumen Artículos N9 de volumen I


N9 de volumen
1630......... 381, 783. 1690, 16911 1801......... 432.
1638......... 381. 1693,16971 380. 1802 431 s.
1640,1642 382. 1766.......... ' 304. 1S07,1808 432.
1643......... 380 s. 1774......... 431. 1809 431.
1664......... ‘ 382. 1776 ... 434. 1812........ 431.
1666 ........ 304, 413. 1777 ... 304. 181-1,1821
1667 ........ 382. 1779... 626. 1822,1823
1669......... 382 s. 1792... 431. 1824... 432.
1670,1671 1796 ... 383, 431. 431.
1827.........
1672,1673 383. 1797 ... 431. 1829,1830 432.
1831........ 433. 1851 ... 431. 1S96, 1898
1837,1839 1852 ......... 431. 1S99,1900
1840,1842 431. 1858,1862 1903, 1904|
1844........ 431, 432. 1867... 431. 1906, 1907
1846 431. 1872 624. 1908......... 666.
1847........ 624. 1879.........
431. 1910......... 743.
1849........ I 431. 1892.........![ 431. I

J
750 TABLA DE TEXTOS EN VIGOR

DISPOSICIONES DIVERSAS
(Salvo indicación contraria, el precepto citado es lina ley) (1)

Fechas Materia Números


Año II. 6 fructidor. Fijeza de nombre . 175, 179.
1806. 24 marzo Rentas del Estado pertenecientes a un menor 650.
1 julio (Decr.) “Presentación del niño sin vida .... 209.
1807. 20 julio (Decr.) Indice de los registros del estado civil '.84.
2’0 julio (Decr.) Mayoridad 133.
1808. 1 marzo (Decr.) Nombre de los israelitas 102.
1809. 4 junio (Decr.) Mayoridad 133, 134.
1810. 3 marzo (Decr.) Títulos nobiliarios 133,134.
T5 septiembre . Organización judicial 48.
20 abril (Decr.) Expósitos 332.
1811. 19 abril (Gire.) Nombre de 'los expósitos 102’.
(Decr.) Declaración del fallecimiento de los
íl 1812. 30 enero desaparecidos en las minas 47, 187, 240, 241.
1813. 3 enero (Docr.) Rentas del Estado pertenecientes a 650.
menores ..... 650.
1814 Constitución. Títulos nobiliarios 132.
1822. 28 mayo (Circ.) Declaraciones tardías de defunción . . 214.
1823. 26 noviembre . . Registros del estado civil 184, 204.
« 1831. 29 abril (Ord.) Rentas del Estado pertenecientes a
menores 577, 651.
1838. 30 junio Asolamientos de dementes en general 659, 670, 673,
707 y s.
Art. 1 708.
Art. 2 708.
Art. 3 708, 711, 714.
Art. 4 711.
Art. 8 709.
Art. 9 711.
Art. 11 711.
Art. 12 711.
Art. 14 445, 712.
Art. 16 712.
Art. 18 709, 711.
Art. 19 295, 709.
Art. 20 711, 712.
Art. 21 712.
Art. 22 709,
Art. 26 714.
Art. 27 710, 714.
Art. 28 714.
Art. 29 711, 712, 714.
Art. 31 718.
Art. 32 718.
Art. 33 721.
Art. 34 718.
Art. 35 716, 719.
Art. 36 799*
Art. 38 714, 721.
Art. 39 716.
1841. 3 mayo . Expropiación por causa de utilidad pública . 580.
1848. 27 abril . (Decr.) Liberación de los negros 7.
1849. 10 enero . Tutela de los locos asilados en París 715.
1850. 5 agosto Encarcelación de los menores sometidos al de­
recho de corrección 346.
1854. 31 mayo Abolición de la muerte civil 12, 659.
1858. 28 mayo Usurpación de nombre 121.
TABLA DE TEXTOS EN VIGOR 751
Fechas Materia Números
1S59. 5-12 marzo (Decr.) Consejo del sello de los títulos . . . 133, 135.
1864. 18 junio . . (Decr.) Rentas del Estado pertenecientes a
menores 577, 651.
2871. 19 julio . . . Actas dol estado civil inscritas durante )a
■Comuna de París 198, 231.
9 agosto . Desaparecidos de guerra 49, 239.
1872. 6 enero .. Actas dol estado civil inscritas después de H
Revolución de 1870 198.
10 enero . . (Decr.) Supresión del consejo del sello de l^s
títulos ...................... 135.
12 febrero Reconstitución de los registros destruidos por
La Comuna 245.
1873. 25 marzo Domicilio especial de los deportados 142.
1874. 7 diciembre Revocación de la patria potestad 390, 406.
1880. 27 febrero Disposición de los muebles incorporales de
los incapaces. En general 275, 545, 548, 568
y 646.
Art. 1 544, 553, 575 y s.
y 651.
Art. 2 586, 587.
Art. 3 576.
Art. 4 650, 651, 652.
Art. 5 498, 531, 536, 577.
Art. 6 537, 578, 652.
Art. 454, 544.
Art. 8 719.
Art. 10 577. 651.
1881. 9 abril . Cajas de ahorro 75, 259.
1882. 6 abril . Instrucción primaria obligatoria 310, 335, 344.
1884. 21 marzo Sindicatos profesionales 79, 87, 95.
6 abril Organización municipal:
44. Delegado del prefecto para h!
Registro civil 179.
Art. 75. Adjunto especial de una sec­
ción del municipio 179.
Art. 81. Transmisión de las funciones
del Registro civil
82. Delegación de esas funciones
por ol alcalde
179.

179.
i
Art. 84. Transmisión de esas funcione.’» 179.
87. Prefecto encargado del Re
gistro civil 179, 180.
Art. 90. Personalidad de los Munici­
pios 75
Art. 128. Personalidad de las secciones
del Ayuntamiento 75.
Art. 136. Cartilla de familia 178 I
Título VIII. Sindicato de comunas .. 75.
1885. 11 noviembre . . (Decr.) Encarcelación de los menores, dere­
cho de corrección 346-347.
1886. 20 julio Depósitos de ¿os menores en la Caja Nacio-
nal de retiros 546.
1887. 15 noviembre . Funerales 12.
1889. 24 julio Revocación de la patria potestad. En general 384 v s., 408 y
413.
Art. 1 150, 300. 388. 389
v s.. 405 v 409. i
Art. 2 342'. 367. 392 V s.,
397, 401, 405, 406
v 409.
Art. 3 394.
Art. 4 - - *<U. 395t 445, 457.
Art. 5 395.
Art. 6
Art. 7 396
Art. 8 •-- : 385, 448, 492.

752 TABLA DE TEXTOS EN VIGOR
Fechas | Materia Números
Art. 9 390, 392, 412, 417.
Art. 10 150, 400, 414, 417,
473 y 483.
Art. 11 399, 401, 408, 417.
Art. 12 339.
Art. 13 399, 401, 45T.
Art. 14 399, 400, 408.
Art. 15 403, 404.
Art. 16 339, 401, 403, 445,
y 457.
Art. 17 308, 323, 324, 325,
340 y 412.
Art. 18 308, 323.
Art. 19 331, 407, 412.
Art. 20 324, 407, 408, 412.
Art. 21 324, 325, 339, 412.
Art. 22 412.
6 febrero . . . Art. 23 412.
1893. Separación de cuerpo 109, 112, 113, 115
y 700.
16 marzo Publicidad de la interdicción
5 junio 688, 689.
Reconstitución de los registros del estado ci­
vil destruidos en París en 1871 245.
15 julio Asistencia médica. Personalidad de la Ofici­
na de asistencia médica. Casa de socorros 76, 139, 142.
1895. 8 enero (Decr.) Domicilio especial de los forzados .. 142.
20 julio Cantidades depositadas por los menores en las
Cajas de ahorros 259, 546.
1897. 17 agosto . . Anotaciones marginales en el registro civil. 188 y s.
7 diciembre Admisión de mujeres como testigos en las
actas 9, 191, 256. ,
1898. 23 enero Mujeres electoras en los tribunales de co­
mercio 256.
1 abril Sociedades de socorros mutuos 79, 87, 95.
7 abril Abandono de niño 322.
19 abril Destitución de la patria potestad. Violencias
•sobre los niños 341, 342, 409.
1899. 5 agosto
: Expediente judicial 120.
1900. 11 julio Expediente judicial ........................................... 120.
••
1 diciembre . . Mujeres abogados 256.
1901. 1 julio Asociaciones y congregaciones 78, 79, 87, 95.
5 diciembre . . 331.
Corrupción de menores................................ • • • •
1903. 3 abril Prostitución y corrupción de menores (revo­
cación de la patria potestad) 389, 405.
21 junio Plazo de declaración de nacimiento en el ex­
tranjero 206.
1904. 27 junio 324, 325, 420.
Menores asistidos. En general . . .
Art. 6 325, 408, 528.
Art. 8 . . 332.
Art. 9 332.
Art. 11 401, 468.
Art. 12 401, 443.
Art. 13 325, 401, 408, 507,
512 y 621.
Art. 14 401, 627.
Art. 15 401.
Art. 16 355, 401.
Art. 17 325, 401, 408.
Art. 18 401.
Art. 19 341.
Art. 21 341.
Art. 22 341.
Art. 23 341.
Art. 26 341.
Art. 32 341.
Art. 36 332.

1
TABLA DE TEXTOS EN VIGOR 753
Fechas Materia i . Números
Art. 38 . i 339
Art. 42 339.
1904. 28 junio Pupilos do la Asistencia pública incorregibles
o viciosos 325.
1905. 17 marzo Sociedades extranjeras de seguros 90.
12 julio Autorización a un menor para proceder ante
el juez de paz 259, <338, 546.
1906. 30 noviembre . . Extractos de las actas de nacimiento especia
les concernientes a los hijos naturales . . 200.
18 diciembre . . Tutela de los pupilos de la As. púbica 507, 621, 627.
1907. K7 abril Alistamiento de grumetes 259, 338.
2 julio Hijos naturales: Nombre 99.
Domicilio ........... t............. 251.
Patria potestad 31S y s.
Usufructo legal 353.
No administración lega! 371.
Consejo de familia .... 187 y s., 339. I
13 julio Legítima de la mujer casada 443, 521, 680.
1908. 11 abril Prostitución de menores 349, 410.
1909. 17 mayo (Decr.) Plazo de declaración de nacimiento
en el extranjero 206.
1910. 6 abril Administración legal 150, 275, 301, 370
y s. y 607.
8 abril . .. Responsabilidad del tutor por multa fiscal .. 498.
1911. 13 junio . . . Gastos de asilamiento de locos 714.
1912. 21 julio . . . Tribunales para niños. Menores delincuente® 341, 411.
1913. 14 julio . . . Asistencia a las familias numerosas 339.
1915. 2 julio ... Mención “ muerto por la Francia en las ac-
tas de defunción 218.
3 julio Ejercicio de la patria potestad por las muj'1-
res de los movilizados 312.
30 septiembre . Rectificación administrativa de las actas de
defunción militares 229.
3 diciembre . . Desaparecidos de guerra ................................. 49, 187, 239, 243.
30 diciembre . . Publicidad del acta de legitimación 200.
1916. 5 agosto .... Revocación del derecho de guarda 412.
1917. 20 marzo Tutela ejercida por las mujeres 9 256, 445, 477, 448 a
’ 491, 503, 505, 507.
27 julio Pupilos de la Nación. En general 326 y s.
Art. 1 326, 328.
Art. 2 326.
Art. 6 327.
Art. 8 188, 189.
Art. 9 76.
Arts. 11 a 18 329.
Art. 19 454.
Art. 20 472.
Art. 21 481.
Art. 22 421, 518.
Arts. 23 y 24 481.
Art. 25 . 454.
10 agosto .... Transcripción de las actas del estado civil . . 187, 194, 196.
31 diciembre .. Presupuesto, grado de sucesión 447, 668.
1918. 1'7 febrero .. . . Indicación de la fecha de la muerte en las ac­
tas de defunción 203.
1 marzo Extractos de las acta’s del estado civil .. . 199.
18 abril Rectificación administrativa de las actas de
defunción, militares 187-188, 228-229.
1 julio Testigos en las actas del estado civil en los
ejércitos 216.
1919. 18 marzo Registro mercantil 647.
31 marzo Pensiones de las víctimas de la guerra 328.
15 abril . (Decr.) Plazo de las declaraciones de defun­
ción 214.
24 junio Víctimas de la guerra. Pupilos de la Nación. 326, 528.
25 junio Desaparecidos de la guerra. En general .... 47, 49, 187, 239.
754 TABLA DE TEXTOS EN VIGOR

Fechas Materia Números


Art. 1 58.
Arts. 2 a 4 59.
Art. 7 58.
Art. 8 67.
Arts. 9 y 10 243.
1919. 26 junio Transcripción del divorcio en el Registro ci-
vil 189-190.
9 agosto Casamiento “in extremis” 192.
Extractos de las actas del estado civil 199.
23 octubre .... Legalización de los extractos •¿01.
27 octubre .... Cesación de las hostilidades 49, 243.
20 noviembre . . Marido y mujer testigos en el estado civil . . 191.
Rectificación de actas del estado civil 122, 219 y s.
Transcripción de actas y de juicios en el Re-
gistro civil 187 a 190, 215.
Supresión de la comprobación de las decla­
raciones de nacimientos 202, 208.
Sentencias declarativas de nacimientos y do
defunciones 220, 230, 234, 236.
1 diciembre .. (Circ.) Rectif. de actas del estado civil .. . 226.
1920. 1’2 marzo Sindicatos profesionales 79, 87, 95, 259,
338 y 529.
20 junio Actas de notoriedad que suplen a las actas
. ..
destruidas del estado civil 246.
1921. 24 julio Conflictos de leyes Francia-Adsacia y Lorcna 46, 148, 436.
15 noviembre . . Revocación divisible de la patria potestad 384 v s., 448.
571. ‘
15 diciembre .. Partición de los bienes de menores
1922. 8 febrero . .. . Letra de cambio 9, 256.
28 febrero . . . . Actas del estado civil en el ejército 197.
Actas recibidas durante la guerra de 1914 . . . 198.
Muertos por Francia 218.
13 marzo Prórroga de los plazos por virtud de la dis­
tancia ......................................... .............................. 455, 485.
Expedición del acta de nacimiento del hijo
legitimado 200.
22 julio Actas de nacimiento de hijos de padres des­
conocidos .................... ............. 200, 210, 212.
26 octubre . . . Pupilos de la nación 326 y s.
Actas del estado civil •••• 193, 211-212.
9 diciembre .. Conversión de la separación de cuerpo en di­
vorcio 27.
18 diciembre . . Tarifa de los extractos del estado civil 199.
26 diciembre . . Actas del estado civil en los ejércitos 197.
20 diciembre . . Corrupción de menores 389, 405.
1923. 1 abril Reclutamiento del ejército 139, 255, 529.
8 junio ...... Libre salario de la mujer casada 187, 189, 190.
188, r"
19 junio Adopción .............................. .. • ........................... 108, 152.
2 julio Restablecimiento del nombre de los ciudada­
nos muertos por la patria 109, 529.
22 julio Socorros a las familias numerosas .... 339.
25 julio Tribunales alsaciano-loreneses 435.
15 agosto . . . . Sociedades de socorros mutuos 87.
11 diciembre . . Estado civil en los ejércitos, testigos 49.
15 diciembre . . Reconstitución de los registros del estado civil
destruidos por hechos de guerra 246.
1924. 7 febrero . . . Abandono de familia 339, 390, 442.
7 febrero .. Actas del estado civil .............. •••••• 191, 193, 208, 211,
215, 218, 236.
7 febrero .■ . Actas de notoriedad 246.
24 marzo . . . . (Decr.) Supresión de 1los testigos de las actas
de nacimiento y de defunción en las Colo­
/l A .. r. Z X . X W* 1 Z"X 1 /"\

nias 191.
14 abril ... Pensiones •.•• 439.
..............................
20- abril ... ' Comisarías de policía °5ü.
I Legitimación ........................ 18.
- r 25
31
abril
mayo
...
... l Navegación aérea 242,
TABLA DE TEXTOS EN VIGOR 755

Fechas Materia Números


1924. 1 junio- Introducción de la legislación civil francesa
I
I 4, 46, 148.
en Al sacia y Loresa. En general
Art. 1 .... 4, 498.
Art. 14 . ... 433.
Art. 15 . ... 304, 413, 429, 743.
Art. 16 .... 320.
Art. 17 .... 379 y s.
Arts. 18 y 19 304.
Art. 20 304, 430, 432, 433.
Art. 21 304, 434.
Art. 22 624, 626, 657.
Art. 23 666.
Art. 24 433.
Art. 26 433.
Art. 28 429.
Art. 83 436.
Art. 85 436.
Art. 86 666.
Arts. 116-117 743.
27 junio C. Trabajo, Libro IV ............. 259, 338. i
29 noviembre .. (Oiré.) Aplicación de la legislación civil fran­
cesa en Alsacia-Lorena 380, 433, 666.
11 diciembre . . Actas del estado civil en los ejércitos 191, 197, 216-217.
11 diciembre ..
1925. 23 julio
Elegibilidad de las mujeres en las Cámaras
de comercio
Patria potestad y adopción
256.
Adición.
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BUSTAMANTE Y MOREJON (JOSE M.) y SEGURA BUSTAMANTE
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CAMACHO (Dr. PANFILO D.).—Comentarios al Decreto-Ley sobre Divor­
cio con Disolución del Vínculo Matrimonial de 10 de Mayo de 1934.
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CANEDA ACOSTA (Dr. CECILIO).—El Amparo y su Jurisprudencia. Co­
mentarios a la Orden 362 de 1900.
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tural. i
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CLARENS (Dr. ÁNGEL).—El Derecho Hipotecario en Cuba.
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CORZO (Dr. ISIDORO).—Comentarios a la- Ley , del Divorcio con Disolu-
ción del Vínculo Matrimonial de 6 de febrero de 1930.
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jurispru-­
sobre el testigo y la prueba testifical en nuestra legislación y jurispru
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Vol. V.—Derecho de Obligaciones.
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— Código Civil Explicado.
Tomo I.—Contiene: Libro Primero: De las personas. Libro Segundo: De
los Bienes, de la Propiedad y de sus modificaciones.
1 tomo en 49, rústica.
Tomo II.—Contiene: Libro Tercero: De los diferentes modos de adquirir
la propiedad: 19 De la ocupación. 29 De la donación. 39 De las suce­
siones.
1 tomo en 49, rústica.
Tomo III.—Contiene: Libro Cuarto: De las Obligaciones y Contratos.
Lecciones de la Filosofía del Derecho. Con vista a las actuales direc­
ciones del pensamiento filosófico-jurídico.
FERRER Y ALONSO (Dr. JUAN M.).—Leyes de Impuestos y Apremios
Municipales.
1 tomo en 4?. rústica.
GARCERAN LAREDO (Dr. OCTAVIO).—El Rapto y su Jurisprudencia.
En prensa.
GARCIA PEDROSA (Dr. JOSE R.) .—Legislación Social de Cuba desde 1899
hasta diciembre de 1935. (Nueva edición).
2 tomos en 49, rústica Agolado
Apéndice del año 1936.
1 tomo en 49, rústica.
Apéndice del año 1937.
1 tomo en 49, rústica.
Apéndice del año 1938.
1 tomo en 49, rústica.
Apéndice del año 1939.
1 tomo en 49, rústica.
Apéndice del año 1940 a 1943.

LIBRERIA CERVANTES —GALIANO 304 — APARTADO 111 5 — HABANA

i
OERAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCIA 5

GARCIA RIVERA (Dr. FAUSTO) .—Escritos Judiciales.


1 lomo en 49, encuadernado en medía pasta.
GUERRA Y SANCHEZ (Dr. RAMIRO).—Azúcar y Población en las An-
tillas. (Nueva edición corregida y aumentada).
1 tomo en 4°, rústica.
— La Industria Azucarera en Cuba.
1 tomo en 4?, rústica.
— La Expansión Territorial de los Estados Unidos a expensas de España
y de los Países Hispano-Americanos.
1 lomo en 4*?, rústica.
— Filosofía de la Producción Cubana.
1 tomo en 49, rústica.
GUTIERREZ (Dr. GUSTAVO).—Historia del Derecho Constitucional Cu­
bano. Vol. 1.
1 tomo en 49, rústica.
GUTIERREZ DE CELAS (Dr. SANTIAGO) .—Cuestiones de Derecho Po­
sitivo.
1 lomo en 49, rústica.
— Derechos Hereditarios del Cónyuge Viudo.
1 tomo en 89, rústica.
HERNANDEZ CORUJO (E.) .—Lecciones de Derecho Constitucional Cu­
bano.
1 tomo en 49, rústica.
BORREGO ESTUCO (Dr. LEOPOLDO) .—Ley de Accidentes del Trabajo
Vigente en Cuba.
1 lomo cu 49, rústica.
IMPUESTOS VIGENTES EN LA REPUBLICA DE CUBA (1942) .—Anota­
dos y Concordados por el Dr. Rafael Pérez Lobo.
1 tomo en 49, rústica.
INFIESTA (RAMON).—Historia Constitucional de Cuba. i
1 lomo en 49, rústica.
JUNCO Y ANDRE (Dr. ALBERTO DEL).—Derecho Procesal Civil. Se-
gundo Curso.
2 tomos en 49, rústica.
JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL SUPREMO DE CUBA EN MATE­
RIA CIVIL.—Recopilación de todas las sentencias dictadas en casación
sobre materia Civil, Hipotecaria, Contencioso-Adminislraliva y de ln-
conslitucionalidad por el Tribunal Supremo de Cuba en los años 1908,
1909, 1910, 1911 y 1912, extractadas por los Dres. Martínez Gikalt.
Dihigo y Hernández, constituyendo cada uno de los citados años un
volumen completo e independiente de los demás.
Cada tomo en 49, rústica.
LANCIS (Dr. ANTONIO).—Derecho Administrativo. Nueva edición com­
pletamente reformada.
1 tomo en 49, rústica.
LAZCANO (Dr. ANDRES MARIA) .—Constitución de la República de
Cuba del año 1940.
3 tomos en 49, rústica.
— Diccionario de la Constitución de la República de Cuba del año 1940.
1 tomo en 49, rústica.
— Constituciones políticas de América.
2 tomos en 49, rústica.
— Ley Orgánica del Poder Judicial de la República de Cuba de 1909, con
todas las modificaciones hasta julio de 1939.
1 tomo en 49, rústica.
— Acuerdos de la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo de Cuba.
Tomo I.—Basta diciembre de 1929.
1 tomo en 49, rústica.
Tomo II.—Años 1930 y 1931.
1 tomo en 49, rústica.

525 — APARTADO
LA MODERNA POESIA — OBISPO 605 — HABANA
n
¡
I
6 OBRAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCIA

— Ley del Timbre Nacional, con sus modificaciones y Reglamento para


su Ejecución.
1 folleto en 49, rústica.
— Legislación Civil Especial.
Tomo I.—Contiene: Ley de Accidentes del Trabajo, Ley de Contratos
de Refacción Agrícola, de Colonato y Molienda de Caña de Azúcar, Ley
Orgánica del Poder Ejecutivo en la parte que trata de la Reclusión de
Dementes. Ley’ de Pensiones para Miembros del Ejército Libertador y
su Cuerpo Auxiliar Civil.
1 tomo en 49, rústica.
Tomo II.—Contiene: Recursos para el Amparo de la Posesión. Ley so­
bre Expropiación Forzosa.
1 tomo en 49, rústica.
— Servicio público de acueductos.
1 tomo en 49, rústica.
LE RIVEREND BRUSONE (Prof. EDUARDO) .—Matrimonio Anómalo.
( por “equiparación”).
1 tomo en 49, rústica.
LEGISLACION HIPOTECARIA Y SOBRE MORATORIA VIGENTE EN
CUBA, por Mariano Sánchez Roca, Rafael Pérez Lobo y Calixto
Ruiz Sierra.
1 tomo en 89, tela.
LEGISLACION DE MONTES VIGENTE EN CUBA, por el Dr. Rafael
Pérez Lobo.
1 tomo en 89, tela.
LEY DE ENJUICIAMIENTO CIVIL VIGENTE EN CUBA, por Mariano
Sánchez Roca, Rafael Pérez Lobo y Calixto Ruiz Sierra.
1 tomo en 89, tela.
LEY DE ALQUILERES Y SU REGLAMENTO y LEY 29 PRORROGANDO
SU VIGENCIA.
1 folleto en 49, rústica.
LEY DE DIVORCIO CON DISOLUCION DEL VINCULO MATRIMONIAL
y DECRETO 740 COMPLEMENTARIO DE LA LEY DE DIVORCIO.
1 folleto en 49, rústica.
LEY DE REUNIONES PUBLICAS y LEY DE ASOCIACIONES.
1 folleto en 49, rústica.
LEY DEL IMPUESTO SOBRE LA RENTA, SUELDOS, ETC. y REGLA­
MENTO PARA SU APLICACION.
1 folleto en 49, rústica.
LIQUIDACION DE LA MORATORIA HIPOTECARIA. REGLAMENTO
DE LA MORATORIA CONSTITUCIONAL y REGLAMENTO DEL
COBRO DE IMPUESTOS SOBRE INTERESES.
1 folleto en 49, rústica.
LOPEZ CASTILLO (Dr. RAUL).—Capacidad Civil de la Mujer Casada.
1 tomo en 49, rústica.
LLACA Y ARGUDIN (Dr. FRANCISCO).—Legislación sobre el Registro
del Estado Civil en Cuba.
1 tomo en 49, rústica.
— Apéndice I a la Legislación sobre el Registro del Estado Civil en Cuba.
1 tomo en 49, rústica.
— Apéndice II a la Legislación sobre el Registro del Estado Civil en Cuba.
1 tomo en 49, rústica.
— El Procedimiento Correccional en Cuba.
3 tomos en 49, rústica.
— Apéndice I al Procedimiento Correccional en Cuba.
1 tomo en 49, rústica.

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I

OBRAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCIA 7

— El Libro del Procurador.


1 tomo en 49, rústica.
— Legislación sobre el Divorcio en Cuba.
1 tomo en 49, rústica.
— Legislación sobre Jubilaciones y Pensiones de Funcionarios y Empleados
Públicos.
Tomo I.
1 tomo en 49, rústica.
Tomo II.
1 tomo en 49, rústica.
— Legislación Notarial de Cuba. i
1 tomo en 49, rústica.
— Legislación sobre Amnistías e Indultos de la República de Cuba, hasta
el año 1933.
1 folleto en 49, rústica.
— Legislación sobre Amnistías e Indultos de la República de Cuba, desde
diciembre de 1933 hasta marzo de 1941.
1 folleto en 49, rústica.
— Repertorio Judicial. Publicación mensual en la que están recopiladas las
Sentencias dictadas por la Audiencia de La Habana, en orden crono*
lógico, desde 1925 a 1943.
Precio de cada número.
Precio de la suscripción anual. (Pago adelantado).
Precio de cada año, encuadernado en pasta, pudiendo servir los años
1925 a 1944 inclusives.
LLANO Y RAYMAT (Dr. GREGORIO DEL) .—Estudios Jurídicos sobre
Cuestiones Prácticas de Derecho Civil e Hipotecario.
1 tomo en 49, rústica.
LLORET Y ROMAN (MANUEL) y AMELLER Y ESCOBAR (JORGE).— í
Ley de Propiedad Industrial (Marcas y Patentes) vigente en la Repú-
blica de Cuba.
1 lomo en 49, rústica.
MACHADO (Dr. JOSE).—Los Hijos Ilegítimos.
1 tomo en 89 mayor, rústica.
— Ley de Retiro Marítimo y Comisiones de Inteligencia Obrera.
1 tomo en 49, rústica.
— Los Contratos sobre Bienes con ocasión del Matrimonio.
1 tomo en 89 de 259 páginas, rústica.
MARESMA (JOSE E.).—Ley Orgánica del Poder Ejecutivo y Reglamento
para el Gobierno de las Secretarías (Ministerios) de Despacho de la
República de Cuba.
1 lomo en 49, rústica.
MARQUEZ STERLING (MANUEL).—Proceso histórico de la Enmienda
Platt.
1 tomo en 49 mayor, rústica.
MARTI ESCASENA (MANUEL) .—Legislación obrera de la República de
Cuba. í
2 lomos en 49, rústica.
— Jurisprudencia de la legislación obrera.
1 lomo en 49, rústica.
— Apéndice alla Legislación Obrera de la República de Cuba. Compren-
diendo lodo lo legislado ' desde Mayo ¿e 1943 hasla la fecha, incluyendo
- - --
toda la Jurisprudencia comprendida en tales fechas. ¡
2 tomos en 49, rústica. !
MARTINEZ (Dr. JOSE AGUSTIN) .—Sacco y Vanzetti, un grave error ju-
dicial.
2 tomos en 49, rústica.

LA MODERNA POESIA —OBISPO 525 — APARTADO 605 — HABANA

ii
8 OBRAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCIA

MARTINEZ ESCOBAR (Dr. MANUEL).—La Casación en lo Civil-


1 tomo en 49, rústica.
— Contratos Diversos.
1 tomo en 49, rústica.
— La Hipoteca.
1 tomo en 49, rústica.
— Los Juicios Serbales.
1 tomo en 49, rústica.
— Letras de Cambio.
1 tomo en 49, rústica.
— Obligaciones y Contratos.
1 tomo en 49, rústica.
— Suspensión de Pagos y Quiebras.
1 tomo en 49, rústica.
— Las Tercerías de Dominio.
1 tomo en 49, rústica.
— La Revolución de la Personalidad.
1 tomo en 49, rústica.
— El Desahucio y su jurisprudencia. 2^ edición.
1 lomo en 49, rústica.
— Los Seguros y su Jurisprudencia.
1 tomo en 49 rústica.
MARTINEZ GIRALT, DIHIGO y HERNANDEZ FIGUEROA—Véase Jn-
risprudencia del Tribunal Supremo de Cuba en Materia Civil, en esta
misma relación.
MAS Y OBREGON (Dr. JOSE P.).—De los Eñibargos Preventivos y del
Aseguramiento de Bienes Litigiosos.
1 tomo en 49, rústica.
MASVIDAL (Dr. RAUL A.).—Código Electoral Vigente Anotado.
1 tomo en 49, rústica.
MENENDEZ (Dr. EMILIO).—El Divorcio.
1 tomo en 49, rústica.
MERINO BRITO (Dr. ELOY G.).—El Recurso de Inconstitucionalidad y
su Jurisprudencia.
1 tomo en 89, rústica.
MORALES COELLO (JULIO).—Curso de antropología jurídica. Tomo I y II.
2 tomos en rústica.
MONTAGU (Dr. GUILLERMO DE) .—Jurisprudencia del Tribunal Supre­
mo de Cuba en Materia Civil, Hipotecaria, Contencioso-Administrativa
y de Inconstitucionalidad.
Volumen I.—Años 1919 a 1923 inclusives.
1 tomo en 49, rústica.
Volumen II.—Años 1924 a 1928 inclusives.
1 tomo en 49, rústica.
Volumen III.—Años 1929 a 1933 inclusives.
1 tomo en 49, rústica.
Volumen IV.— Años 1934 a 1938, ambos inclusive En prensa
MORALES Y NUÑEZ (GUILLERMO).—Ley de Coordinación azucarera y
su Reglamento, interpretados por el Tribunal Supremo y la Comisión
de Arbitraje Azucarero, con toda la Legislación que con ellos concuerda
o los modifica, comentarios y notas aclaratorias En prensa.
MORAN (Dr. CARLOS M.).—Legislación Industrial.
Volumen I.—Legislación del Trabajo.
1 tomo en 49, rústica.
— Diccionario Electoral.
1 tomo en 49, rústica.
MORE Y BENITEZ (Dr. BAUTISTA) .—Leyes Complementarias de la Cons­
titución de la República de Cuba (1940).
1 tomo en 49, rústica.

LIBRERIA CERVANTES — GALIANO 304 — APARTADO 111 5 — HABANA

4
i

OBRAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCf A 9

MOSQUERA Y POZO (Dr. GILBERTO).—Legislación Sanitaria de Cuba.


Ordenanzas Sanitarias.
1 lomo en 4<?, rústica.
NIETO Y PIÑEIRO-OSOR1O (Dr. A.) y ENRIQUEZ GOIZUETA (Dn. P.).—
El Código Electoral y su Doctrina. Edición de 1944.
2 tomos en 49, rústica.
NUÑEZ Y NUÑEZ (Dr. EDUARDO R.).- Contrato de opción.
1 lomo en 49, rústica.
— Código de Comercio de Cuba.
4 tomos en 49, rústica.
— El Contrato de cuenta corriente.
1 tomo en 89 mayor, rústica.
— Ley de Enjuiciamiento Criminal de Cuba.
1 lomo en 49, rústica.
— Elementos de Derecho Internacional Privado.
2 tomos en 49, rústica.
OCHOA (MIGUEL A.).—Principios económicos. Tomo I: Generalidades.
1 tomo e¡n 49, rústica.
— Tomo II: De la Circulación de la Riqueza. Del Consumo de la Riqueza.
1 tomo en 49, rústica.
PADRON Y HERNANDEZ (Dr. CLAUDIO J.).—Et Código de Defensa So-
cial y la Ley de Ejecuciones y Sanciones y Medidas de Seguridad en
Indice Alfabético.
1 tomo en 49, rústica.
PEREZ CUBILLAS (Dr. JOSE M.) y PAZOS ROQUE (Dr. FELIPE).—
El Problema Monetario en Cuba.
1 tomo en 49, rústica.
PEREZ LOBO (Dr. RAFAEL).—Legislación fiscal vigente. (Impuestos ge­
nerales del Estado). Compilación de la legislación completa de cada uno
de los impuestos, puesta al día según todas las modificaciones, adicio­
nes y recargos promulgados, copiosamente anotadas y concordadas.
Los sumarios alfabéticos de esta obra constituyen un verdadero DICCIO­
NARIO FISCAL DE LA LEGISLACION CUBANA, pudiendo hallar con
ellos todas las cuestiones de esas legislaciones con referencia precisa al
precepto concreto de la Disposición Legal que las regula.
1 tomo de 1,500 páginas encuadernado en pergaminoide flexible.
— Código Civil de la República de Cuba y la nueva Constitución. Edición
profusamente anotada y concordada y con la indicación de toda la Ju­
risprudencia sentada por el Tribunal Supremo de Cuba desde 1898
hasta el mes de Marzo de 1944, a continuación de cada artículo.
Unica edición de bolsillo que puede sustituir a todos los Códigos pu­
blicados hasta el día.
1 tomo en 129, sólidamente encuadernado.
— Legislación azucarera de Cuba. Contiene toda la Legislación hasta el
año 1936. Tomos I y II.
2 tomos en 4-9, encuadernados.
— Legislación azucarera de. Cuba. Tomo III. En este tomo se encuentran
recopiladas todas las Leyes y Disposiciones legales, así como la Juris­
prudencia del Tribunal Supremo que no están incluidas.cn los dos tomos
primeros y que se han promulgado hasta el mes de Abril de 1944, con un ■
sumario alfabético de la doctrina que facilita grandemente la consulta.
También lleva varios índices que hacen sumamente fácil la búsqueda
de cualquier asunto.
1 tomo encuadernado.

LA MODERNA POESIA — OBISPO 525 — APARTADO 605 — HABANA


10 OBRAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCIA

Despido de obreros y empleados. Contiene: Causas de despido. Expe­


diente de separación. Recursos. Procedimientos. Formularios. Obra ne­
cesaria a los Abogados, Procuradores, Patronos y Obreros, constituyen­
do un verdadero DICCIONARIO DE JURISPRUDENCIA JUDICIAL
Y ADMINISTRATIVA. Contiene también el Decreto 798 de 1938 con
referencia al Diccionario; un formulario completo para la formación
de expedientes de separación y varios índices de todo su contenido
para facilitar la búsqueda de cualquier Resolución o Sentencia.
1 tomo en 49, encuadernado.
— Legislación de Montes. Contiene toda la Legislación de Montes vigente,
profusamente ilustrada con notas puestas al pie de cada artículo rela­
cionándolo con los que regulan la misma materia, facilitando así Jas
consultas de estas leyes. Un extenso Sumario Alfabético y un índice
cronológico permiten hallar en el acto el precepto que se busca y
todos los que con él guardan relación.
1 tomo en 129, encuadernado.
PEREZ LOBO (DR. RAFAEL) .—Código de Comercio y Legislación Mer­
cantil. Puesto al día y profusamente anotado y concordado al pie de
cada artículo con todos los demás del mismo Código, del Civil, de la Ley
de Enjuiciamiento y todas las disposiciones que los aclaran o comple­
mentan. Contiene además, al pie de cada artículo, referencias de todas
las sentencias del Tribunal Supremo que los aplican o interpretan. Edi­
ción cuidadosamente cotejada y revisada en la que se advierten los ar­
tículos cuyo texto aparece en otras ediciones con graves errores expli­
cando por medio de notas en qué consisten, con lo que resulta esta edi­
ción la única que se ajusta estrictamente al texto oficial. Contiene,
además del Código, toda la Legislación Mercantil agrupada por materias
incluso las disposiciones de carácter general sobre Regulación de Precios
y Abastecimientos y relación completa de las de carácter específico. Y
un Sumario Alfabético de todo el contenido.
1 volumen sólidamente encuadernado en pergaminoide.
PEREZ LOBO (DR. RAFAEL).—Impuesto del empréstito de 35 millones
y Legislación de Alcoholes. Contiene la legislación completa que regula
esos impuestos, con las últimas modificaciones, copiosamente anotada y
concordada, y las disposiciones sobre regulación de alcoholes, con un mi­
nucioso Sumario Alfabético que facilita en grado sumo las consultas.
1 volumen sólidamente encuadernado en pergaminoide.
— Arancel y Repertorio de Aduanas. Nueva edición puesta al día.
1 lomo en 49, rústica En prensa
PEREZ LOBO (Dr. RAFAEL).—Arancel de Aduanas puesto al día con la
Jurisprudencia y su Repertorio.
1 tomo en 49, rústica.
PEREZ LOBO (Dr. RAFAEL).—Formularios civiles En prensa
PEREZ MARTINEZ (Dr. ISIDRO) .—Manual para los Exámenes de Fun­
cionarios y Empleados Públicos.
Primer Grado.
1 tomo en 89, rústica.
Segundo Grado.
1 tomo en 89, rústica.
Tercer Grado.
1 tomo en 89, rústica.
PEREZ MARTINEZ (Dr. ISIDRO) y NUÑEZ RIVAS (ALBERTO).—
Manual del Aspirante a Procurador.
1 tomo en 89, tela.
PEREZ PICO (Dr. MANUEL).—Las Asociaciones Cooperativas.
1 tomo en 49, rústica.
PIEDRA Y PIEDRA (Dr. CARLOS M.).—La Constitución y el Tribunal
Supremo. Texto de la Carta Fundamental del Estado firmada el día 19
y promulgada el 4 y publicada en la Gaceta Oficial de julio 7 de 1940.
Con las declaraciones hechas por el Tribunal Supremo acerca de sus
preceptos y de los de contenido igual o semejante de la Constitución

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OBRAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCIA 11

do 1901 y de las Leyes Constitucionales de 3 de Febrero de 1934 y


de 11 de Junio de 1935; anotadas.
1 tomo en 49, rústica.
PIEDRA (CARLOS M.) y MENENDEZ CARABALLO (A.).—Jurispruden­
cia Contencio so-Electoral.
1 tomo en 4*, rustica.
PIEDRA Y PIEDRA (Dr. CARLOS M.).—La inamovilidad de los trabajadores.
Origen y desenvolvimiento del derecho a Ja inamovilidad de los em­
pleados y obreros al servicio de Empresas y Entidades particulares con
la doctrina del Tribunal Supremo de Cuba hasta el día y con varios
índices para su más fácil consulta En prensa
PLAN1OL (IMARCELO) y RIPERT (JORGE/.—Tratado Práctico de Dere-
cho Civil.
Tomo I.—Las Personas.
11.—La Familia.
III. —Los Dienes.
IV. —Las Sucesiones.
V. —Donaciones y Testamentos.
Tomos Vi y Vil.—Las Obligaciones.
„ viii y IX.—Regímenes Económicos Matrimoniales.
„ x y XI.—Los Contratos Civiles.
n .XII Xlll.—Garantías Reales.
íxax y Xiii.
Tomo XIV.—Indice General de la Obra.
Tomos en rústica, con cerca de 1,000 páginas, en 49.
La misma obra encuadernada en tela.
La misma obra encuadernada en holandesa.
La misma obra encuadernada en pasta española o americana.
PORTELA (Dr. GUILLERMO).—Tratado de Derecho Procesal.
2 lomos en 49, tela.
PRONTUARIO LEGAL, formado bajo la dirección del Dr. H. F. Betan-
courl. Contiene toda la Legislación promulgada en el año 1943 extrac­
tada o resumida, agrupada en orden cronológico de publicación.
1 tomo en 49 mayor, encuadernado.
PUjALb DE QuEóaua (Dr. EJtUXfcóTO).—Indice General de la Ley Hipo­
tecaria y su Reglamento y Jurisprudencia Hipotecaria.
2 tomos en 49, rústica.
RAGG1 y AGEO (Dr. ARMANDO M.).—Código de Defensa Social.
2 tomos en 49, rústica.
— Criminalidad Juvenil y Defensa Social.
2 lomos en 49, rústica.
RAGG1 Y AGEO (Dr. CARLOS).—Contratos de Trabajo.
1 tomo en 49, rústica.
ROA (Dr. ARMANDO).—Roosevelt the executive dictator.
1 tomo en 49, rústica.
ROA (Dr. JORGE).—Biología Social.
1 tomoen 89, rústica.
RO1G DE LEUCHSENRING (EMILIO) .—Historia de la Enmienda Platt.
2 tomos en 89 mayor, rústica.
RUIZ Y GOMEZ (Dr. JUAN M.).—Principios Generales de Derecho Admi­
nistrativo.
1 tomo en 49, rústica. . ,
SANCHEZ DE BUSTAMANTE (Dr. ANTONIO).—Derecho Internacional
Privado. 391 edición.
3 tomos en 49, rústica.
— La Comisión de Jurisconsultos de Río de Janeiro y el Derecho Inter­
nacional.
1 tomo en 49, rústico.
— Discursos.
2 tomos en 89, rústica.

LA MODERNA POESIA —OBISPO 525 — APARTADO 605 — HABANA

J
12 OBRAS DE DERECHO, LEGISLACION Y JURISPRUDENCIA

SANCHEZ ROCA (Dr. MARIANO), PEREZ LOBO (Dr. RAFAEL) y


RUIZ-S1ERRA (CALIXTO).— Leyes Civiles de la República de Cuba.
1 tomo en 4?, con más de 2,100 páginas, encuadernado en piel flexible.
SEGURA CABRERA (Dr. ANDRES).—Acciones y Recursos Lósales (en lo
Judicial y en lo Administrativo).
1 tomo en 4?, rústica.
— La Compra-Venta Civil y Mercantil.
1 tomo en 49, rústica.
— El Juicio de Desahucio.
1 tomo en 49, rústica.
— La Posesión. El Expediente Posesorio de la Ley. Hipotecaria.
1 tomo en 49, rústica.
— La Zona Marítima y Terrestre. La Propiedad Privada y el Uso Público.
1 tomo en 49, rústica.
— Programa para los Ejercicios Teórico-Prácticos en las Oposiciones para
La Provisión de Notarías.
1 tomo en 49, encuadernado.
— La Policía Judicial ante los Delitos Públicos.
1 tomo en 89, rústica.
SEGURA GARCIA MENOCAL (Dr. ISMAEL) .—Curso Integral de Legisla­
ción Hipotecaria.
1 tomo en 49, rústica.
— Manual del Procurador y del Mandatario Judicial.
1 tomo en 49, tela.
SIERRA JIMENEZ (JUAN).—Manual del Secretario de los Juzgados Mu­
nicipales.
1 tomo en 49, rústica.
— Manual del Juez Municipal.
1 tomo en 49, rústica.
STAMLER (Prof. RUDOLF) .—El Juez. Traducción del Prof. E. Fernández
Camus.
1 tomo en 49, rústica.
Encuadernado en pergaminoide flexible.
TARICHE LLAGUNO (Dr. LEONARDO) .—Ordenanzas de Aduanas. Nueva
edición puesta al día.
1 tomo en 49, rústica.
VALDES HERRERA (RAMON MARIA) .—Tratado de Pensiones a Vetera­
nos. Anotado y Concordado.
1 tomo en 49, rústica.
VENEGAS MUIÑAS (AUGUSTO) y VENEGAS PAZOS (AUGUSTO).—
Serventías y Caminos Vecinales.
1 tomo en 49, rústica.
VILA (RAUL).—Síntesis de Derecho Procesal.
1 tomo en 89, rústica.
ZAMORA (Prof. JUAN CLEMENTE).—Manual de Derecho Constitucional.
Vol. I.
1 tomo en 49, rústica.

LIBRERIA CERVANTES — GALIANO 304 — APARTADO 1115 — HABANA


TRATADO PRACTICO
DERECHO CIVIL
POR

MARCELO PLANIOL JORGE RIPERT


Profesor Honorario de la Profesor de Derecho Civil de la
Facultad de Derecho de París Facultad de Derecho de París
CON LA COLABORACION INDICADA A CADA ESPECIALIDAD
Este Tratado se inspira en los principios y métodos que han constituido el
éxito del “Tratado Elemental” de Marcelo Planiol, obra que se ha hecho clásica
y que en veinticinco años ha sido reeditada ya diez veces, no obstante la enorme
cifra de cada impresión. Este nuevo Tratado no representa el desarrollo del Tra­
tado Elemental, principalmente destinado a los estudiantes, lo resume en su parte
histórica y explicativa y se apoya en él para presentar en una forma lo mas con-
densada posible, una exposición completa de la legislación, de la doctrina y de la
jurisprudencia.
Gracias a este método, el conjunto de Derecho Civil, ha podido ser expuesto
en catorce volúmenes de unas 800 páginas cada uno. Cada tratado esta dividido
en párrafos numerados e intitulados siguiendo el procedimiento adoptado en el
Tratado Elemental. .
Los autores de este Tratado se han preocupado, ante todo, de ofrecer a los
profesionales una obra que al propio tiempo que las ventajas de un Repertorio
de jurisprudencia, o un Código anotado, tenga el carácter científico que falta con
frecuencia en estas recopilaciones. Los profesionales encontrarán en este Iratado
las soluciones metódicamente clasificadas y analizadas.
Hacer ganar tiempo al profesional y no prescindir en nada del carácter cien­
tífico que debe tener un Tratado de Derecho Civil; tal es el objeto que se na
tratado de alcanzar. Este Tratado práctico y completo tendrá bien pronto la auto­
ridad que se reconoce al Tratado elemental. r .
Los tomos perfectamente traducidos al castellano, de 800 paginas poco mas
o menos; en magnífico nnnel.papel, clara y correcta impresión, se venden
venden al precio
al precio
siguiente:
Cada tomo de 24 X 16 cts. en rústica.
Cada tomo de 24 X 16 cts. en pasta americana, color azul,
Cada tomo de 24 X 16 cts. en pasta francesa, color negro.
~ r , o valenciana.
Cada tomo de 21- X 16 cts. en pasta española,
— cuanta
Gastos de envío ipor ----- del subscriptor.
TOMOS PUBLICADOS
lomo 19—Las personas—Estado y capacidad.—Concurso del Dr. Rene Savatier,
profesor de la Facultad de Derecho de Poitiers.
29—La familia-—Matrimonio, Divorcio, Filiación.—Concurso del doctor An­
drés Rouast, profesor de la Facultad de Derecho de Grenoble.
39—Los bienes.—Concurso del Dr. Mauricio Picard, profesor de la Facultad
de Derecho de Lyon.
49—Las sucesiones.—Concurso de los doctores Jacobo Maury, profesor de
la Facultad de Derecho de Tolosa; y Enrique Vialletou, profesor de la
Facultad de Derecho de Montpellier.
59—Donaciones y testamentos.—Concurso de Rcné-Luciano Morcl, profesor
de la Facultad de Derecho de París.
69 y' 79—Las obligaciones.—Dos volúmenes con el concurso del doctor Rene
Cassín, profesor de la Facultad de Derecho de Lille, y Paul Esméin,
profesor de la Facultad de Derecho de Poitiers.
89 y 99—El régimen matrimonial.—Dos volúmenes, con el concurso del
Dr. Marcelo Nast, profesor de la Facultad de Derecho de Estrasburgo.
„ 10 y 11.—Los contratos civiles.—Dos volúmenes. Con el concurso del
doctor José Hamcl, profesor de la Facultad de Derecho de Estrasburgo.
- 12 y 13.—Garantías reales.—Dos volúmenes. Con el concurso de Emile
Becqué, profesor de la Facultad de Derecha de Montpellier.
- 14.—Indice general de la obra.

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