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EL CREADOR LITERARIO Y EL FANTASEO (1908) [1907] Vol.

IX

Ya los niños llevan las huellas del quehacer poético, la ocupación preferida y más intensa
del niño es el juego, en donde inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le
agrada. Toma muy en serio su mundo: emplea en él, grandes cantidades de afecto.

Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino la realidad efectiva. Diferencia muy bien la


realidad de su mundo de juego. Tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginadas
en objetos palpables (necesita del objeto concreto).

Este apuntalamiento en objetos palpables diferencia el jugar del fantasear.

El poeta hace lo mismo que el niño: crea un mundo de fantasía al que toma muy en serio y
lo separa de la realidad efectiva.

La técnica artística se basa en la irrealidad poética, pues muchas cosas que de ser reales
producirían excitaciones penosas y no depararían goce, pueden ser convertidas en fuentes
de placer para el público.

Cuando el adulto deja de jugar “para tomar la vida con la debida seriedad”, cambia el
juego infantil por el humor que le depara ganancia de placer. Y como no podemos
renunciar a nada sino solo sustituir, resigna a los objetos reales y aparece como subrogado
el fantaseo. Crea sueños diurnos.

El fantasear de los hombres es menos fácil de observar que el juego infantil, ya que se
avergüenza de sus fantasías. Prefiere comunicar sus faltas, a sus fantasías. Por esa razón
cree que es el único que fantasea.

Fantasear es la continuación de jugar. El jugar del niño estaba dirigido por deseos (ser
adulto, imita lo que le ha devenido familiar en el adulto).

El dichoso no fantasea, sólo el insatisfecho. Los deseos insatisfechos son las fuerzas
pulsionantes de las fantasías, y cada fantasía es un cumplimiento de deseo.

La fantasía oscila en tres tiempos:

-Presente: Ocasión actual que despierta los grandes deseos.

-Pasado: Desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia anterior (infantil) en que el
deseo se cumplía.

-Futuro: Y crea una situación referida al futuro donde se figura como cumplido a esos
deseos.
Entonces, el deseo aprovecha una ocasión presente para proyectarse en el futuro,
siguiendo el modelo del pasado. (*)

Si las fantasías se vuelven hiperpotentes, se crean las condiciones para caer en las
neurosis.

Las fantasías son los estadios previos más inmediatos de los síntomas neuróticos.

Volviendo al poeta, en sus creaciones hay un héroe situado en el centro de interés; en


este se discierne al yo, el héroe de las novelas y de los sueños diurnos.

En el poeta se da la misma intelección vista en las fantasías (*).

La creación poética, como la fantasía, es continuación y sustituto de los juegos infantiles.

La técnica del poeta consiste en superar el escandalo que depararía la revelación de


fantasías, levantando las barreras entre cada yo singular y los otros. Atempera el carácter
del sueño diurno mediante encubrimientos que producen ganancia de placer. A esa
ganancia de placer que posibilita el desprendimiento de un placer mayor que proviene de
fuentes más profundas. Entonces el poeta nos ofrece placer previo. Nos habilita para
gozar sin remordimientos ni vergüenza de nuestras fantasías.

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