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UNIDAD 4

EL MALTRATADOR

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


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CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO
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4.1 PERFIL DEL MALTRATADOR.

El conocimiento de diferentes casos de Violencia de Género ha demostrado


que existen tipos de maltratadores en nuestra sociedad que no responden
únicamente, como la mayoría de la gente cree, a cuestiones como la situación social,
el nivel adquisitivo o la edad.
La idea que se tiene acerca de que un maltratador es una persona de baja
formación, con nivel adquisitivo medio-bajo, con ideas marcadamente machistas y
de tendencias violentas, no se corresponde con la realidad. No hay un perfil social de
maltratador. Ejercen violencia contra las mujeres tanto hombres de alto poder
económico como bajo, desde ejecutivos a peones de obra, hombres con escasa
formación profesional y también ilustres académicos o políticos, hombres violentos o
aparentemente tranquilos, jóvenes o de edad más avanzada, etc.
No es la situación económica, ni familiar, ni profesional la que hace de un
hombre un agresor, sino las ideas y los mensajes que desde niño ha recibido y que
han ido gestando en él una idea de superioridad con respecto a las mujeres, que
junto con sus inseguridades, confusiones y frustraciones materializará en forma de
gritos, insultos y golpes, en el momento en que esa situación de poder que debe
mantener este a punto de disolverse

Partiendo de lo dicho anteriormente, vamos a ofrecer ciertos datos que


comparten los maltratadores y que se exponen en los datos estatales ofrecidos.

EDAD:
En el 2006, la edad media del maltratador si es el marido o pareja es de 51
años, si es el padre o pareja de la madre es de 55 años, si es la madre o pareja del
padre es de 57 años y si los maltratadores son los hijos la edad media es de 23
años.

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En el 2011 la edad media del maltratador es de 45 años según el Ministerio
de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

NIVEL DE ESTUDIOS:

El nivel de estudios predominante en el maltratador es el correspondiente a


personas con un nivel de bachiller mínimo (48%), seguido de maltratadores sin
estudios o primarios‖ (36%), y por último universitarios (16%).

SITUACIÓN LABORAL.
La situación laboral de la mayoría de los maltratadores es la de trabajador,
estando en este estado el 72% de los maltratadores. El 28% se encuentra en
situación de desempleo.

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ESTADO CIVIL.
En los datos que se ofrecen en el 2006 podemos observar que el estado civil
del 54% de los maltratadores es ―separado-divorciado‖, y conforman el porcentaje
más alto de los que aplican violencia familiar. Le sigue en prevalencia el estado de
casado o con pareja (25%), el estado de soltero (21%).

En los datos de la información estadística ofrecida por el Ministerio de


Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en el año 2011 observamos que predomina el
porcentaje de agresores Casados/En pareja (64%). Por el contrario disminuye el
porcentaje de agresores en situación Separados/Divorciados con respecto al año
2006 y manteniéndose el porcentaje sobre los solteros.

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HIJOS.
Al igual que en el perfil de las víctimas, los maltratadores que presentan hijos
conforman el 70%, frente al 30% de ellas que no los tiene.

En la Información estadística del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e


Igualdad de 2011, la proporción de agresores que tienen hijos o hijas es del 90%.

A las mujeres que dijeron que habían sufrido violencia de género se les
preguntó si tenían hijos o hijas menores de edad cuando dicho maltrato se estaba
produciendo, y el 64,9% señaló que sí.

La media de esos hijos/as menores por agresor es de 1,5. Los datos ofrecen
que el 48.2% de los agresores tenían un solo hijo, el 31% dos y el 12.2% tres o
más.

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AÑOS DE CONVIVENCIA CON EL AGRESOR

En el 2006, los datos de los cuáles disponemos son los siguientes: el 65% de
los agresores llevaban más de 5 años conviviendo con la víctima, el 21% entre 1 y 5
años y el 14% menos de un año.

En el 2011, llama la atención la elevada proporción de mujeres que dijo tener


una relación con su agresor que duraba más de 20 años. El 27% de los agresores
llevaban entre 1 y 5 años conviviendo con la víctima, el 20% entre 1 y 5 años y el
19% entre 10 y 20 años.

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AÑOS DE MALTRATO.

Al igual que en las víctimas, la mayoría de los maltratadores presentan un


historial de maltrato de más de 5 años de antigüedad (77%) cuando se denuncia o
se descubre. El 6% presenta un historial de violencia de 1 a 5 años y el 17% de
menos de 1 año hasta que se reconoce.

DENUNCIA
El 27,4% de los agresores recibieron denuncia por parte de la víctima.
Por otra parte, una de cada cuatro de las mujeres que indicaron que habían
denunciado, retiró posteriormente la denuncia. Si extrapolamos estos datos a los de
mujeres residentes en España de 18 y más años, más de 590.000 mujeres habrían
denunciado a su agresor y, de ellas, casi 150.000 habrían retirado la denuncia.

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¿QUIÉN ES?
Como vemos en el siguiente gráfico, a la pareja o ex-pareja le corresponde el
mayor porcentaje (57%) siendo por tanto el que con más frecuencia ejerce del
maltratador. Los hijos maltratan en un 12% de los casos, el padre en un 7%, la
madre en un 8%, los hermanos en un 12% y otro miembro diferente a los anteriores
en un 9%.

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LUGAR DE LA VIOLENCIA
Los datos nos muestran que el 14% de los maltratadores también son
violentos fuera del hogar, pero que la gran mayoría (86%), no son violentos fuera
del hogar y que solo ejercer esta violencia en el área familiar.

MALTRATO EN SU INFANCIA
La mayoría de los agresores no han experimentado malos tratos en su familia
de origen (79%) frente al 21% que sí ha recibido maltrato en su infancia.

Aunque no existe un perfil del maltratador muy homogéneo, según los datos
ofrecidos en el 2006, podríamos concluir tras los datos mostrados lo siguiente: la
mayoría de los maltratadores que son parejas tiene una edad media de 51 años,
separado o divorciado, con estudios básicos, trabajador, con hijos y un historial de
violencia de más de cinco años. El mayor porcentaje de maltrato se produce en el
binomio marido-mujer.

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Según los datos del 2011, concluimos que la edad media del agresor es de 45
años, con estudios de nivel Bachiller, trabajador, casado o en pareja, con hijos, y
entre 1 y 5 años de convivencia con la víctima.

Además podemos añadir que los maltratadores no suelen tener un


comportamiento Violento fuera del hogar (86%) y la mayoría no han experimentado
malos tratos en su familia de origen (79%).
Los aspectos descritos eliminan algunas de las creencias que habitualmente
han existido respecto a los hombres violentos. Son personas de "apariencia normal",
con un cierto nivel de estudios y no están desempleados. Se comportan de forma
agresiva preferentemente dentro del hogar y no manifiestan problemas destacables
en sus relaciones sociales y laborales. Además, la mayoría no han sido víctimas de
maltrato en la infancia y, por tanto, no han aprendido ese comportamiento en la
niñez.

Con respecto al perfil psicológico y a partir de lo expuesto a continuación,


encontraremos la justificación de por qué se puede prevenir e intervenir el maltrato
desde el entrenamiento en habilidades sociales.

El maltratador no tiene un rasgo físico ni comportamental a priori que lo


identifique como tal.

Su conducta no suele estar ligada a consumo de sustancias como el alcohol o


drogas (sólo en un 20% sí), ni a desviaciones psíquicas. Al contrario de lo que se
pueda creer no son enfermos mentales. Por ello, diversos autores ponen de
manifiesto que no se puede hablar, en general, de una relación directa entre
violencia familiar y enfermedades mentales. Suelen ser personas con valores
tradicionales muy establecidos que sobrevaloran todo lo masculino (fuerza, poder,
éxito, competitividad…) por encima de lo femenino.

Una de las características psicopatológicas más significativas en los


maltratadores son las distorsiones cognitivas. Por un lado, están relacionadas con
Ideas machistas sobre los roles sexuales (inferioridad, indefensión, sumisión de la
mujer, etc.); y, por otros con el uso de la violencia como forma eficaz para resolver
conflictos. Todo ello conlleva a una valoración inadecuada del maltrato o de los
factores causales del mismo y a una percepción de falta de responsabilidad sobre
sus actos y a una minimización de la gravedad del problema.

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Otra característica detectada en los maltratadores es la incapacidad de
expresar sus sentimientos, emociones, pensamientos y necesidades de forma
adecuada. Por un lado, por la interiorización de los estereotipos culturales
masculinos que hacen que los hombres oculten sus sentimientos y consideren su
expresión como un signo de feminidad. Y, por otro lado, por los déficits de
habilidades de comunicación y de estrategias de solución de problemas que les lleva
a plantear sus sentimientos y a afrontar las dificultades cotidianas de forma
incontrolada, sin capacidad de empatía. Todo ello les impide resolverlas frustraciones
deforma adaptativa.

Este tipo de hombres piensan que ser ―hombre‖ es ser importante por ello y
una forma de demostrarlo es a través de su poder, sobre su familia o pareja. Con
este tipo de educación ven a las mujeres como seres inferiores. Por lo tanto, la
educación es un factor importante, ya que la violencia se aprende como mecanismo
de defensa de derechos y de solución de conflictos. Convierte, por tanto, a la familia
en el lugar de descarga de tensiones y frustraciones que acontecen en toda su vida.

El afán de poder y dominancia son los motivos principales de los violadores


para agredir a las mujeres y no, al contrario de lo que se piensa, como descarga de
instinto sexual.
El hombre violento resuelve conflictos con hostilidad o intimidando. Emplea
palabras cuyo objetivo sea abusar psicológicamente, insultando o humillando.
Amenaza, intimida como medio de control. Suele tener ataques de ira, donde rompe
objetos (antes de utilizar la violencia sobre la víctima).

Normalmente tiene un episodio de maltrato anterior, en menor o mayor


medida que el actual (ya sea a una amiga, madre, hermana…).

Aseguran que tanto el alcohol como las provocaciones de su mujer son los
responsables de su comportamiento agresivo.

No acepta que le rechacen socialmente ni personalmente (esto lo enfurecerá).

Proyecta emociones extremas sobre los demás (de odio, celos…) y cree que
las personas que lo rodean están en su contra y a favor de su mujer

Es muy rígido en su forma de pensar y no admite compromiso de cambio.

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Sufre súbitos cambios de ánimo y no se responsabilizan de sus errores.
Además, suelen presentarse a sí mismos, cuando se descubre el maltrato, como
víctimas.

Factores de riesgo de ser hombre maltratador.


(Fuente: Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud del MSC)

Puede darse en cualquier contexto, clase social o nivel cultural, pero algunos
factores o situaciones se han relacionado con ser hombre maltratador (tabla
siguiente).

Los problemas con el alcohol y drogas, desempleo, bajo nivel socioeconómico,


antecedentes de violencia en su familia de origen, son más comunes entre los
maridos agresores.

Tabla 1. Factores de riesgo de ser hombre maltratador.

 Experiencia de violencia en su familia de origen*.


 Alcoholismo*.
 Desempleo o empleo intermitente*.
 Pobreza y dificultades económicas.
 Hombres violentos, controladores y posesivos.
 Baja autoestima.
 Concepción rígida y estereotipada del papel del hombre y la
mujer.
 Aislamiento social (sin amigos ni confidentes).
 Vida centrada exclusivamente en la familia.
 Hombres que arreglan sus dificultades con violencia y culpan a
otros de la pérdida de control.
 Trastornos psicopatológicos (celotipia).

* Estos tres factores son los más claramente relacionados con conductas
maltratantes en algunos estudios.

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Tabla 2. Perfil del hombre potencialmente violento en el hogar (Echeburúa y
Fernández-Moltalvo, 1998).

Señales de alerta: perfil del hombre potencialmente


violento en el hogar

- Es excesivamente celoso.
- Es posesivo.
- Se irrita fácilmente si se le ponen límites.
- No controla sus impulsos.
- Bebe alcohol en exceso.
- Culpa a otros de sus problemas.
- Experimenta cambios bruscos de humor.
- Cuando se enoja actúa con violencia y rompe cosas.
- Cree que la mujer debe estar siempre subordinada al hombre.
- Ya ha maltratado a otras mujeres.
- Tiene una baja autoestima.

En resumen, la conducta violenta en el hogar es el resultado de una


expresión inadecuada de la Ira que interactúa con actitudes de hostilidad (que está
muy relacionada con estereotipos sexuales machistas en relación con la necesidad
dé sumisión de la mujer, con la percepción de Indefensión de la víctima y con la
percepción subjetiva de que la violencia es un método eficaz y rápido para conseguir
lo que uno quiere), con un repertorio pobre de conductas (déficits de habilidades de
comunicación y solución de problemas y con unos factores precipitantes (situaciones
de estrés, consumo de alcohol, celos, etc.).

4.2 CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DE LOS


MALTRATADORES.

Desde la perspectiva psicológica, aunque los trastornos mentales son


relativamente poco frecuentes, sin embargo en todos los casos aparecen
alteraciones psicológicas en el ámbito del control de la ira, de la empatía, y
expresión de las emociones, de las cogniciones sobre la mujer y la relación de pareja
y de las habilidades de comunicación y de solución de problemas.

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A continuación se describen algunas de las alteraciones psicológicas más
comunes en los hombres violentos:

 Autoestima: en la víctima se va produciendo una pérdida progresiva de la


autoestima personal a medida que se van sucediendo los episodios de
maltrato.
El maltratador, sin embargo, ha ido perdiendo la autoestima a lo largo de su
vida, y aunque sea difícil de creer, éste tiene en un comienzo del maltrato el
mismo nivel de autoestima con el que termina la víctima tras la convivencia
con él.
Esto significa que las características psicológicas del maltratador antes de
comenzar con la situación de maltrato, son las mismas que se instauran en la
víctima tras la convivencia con las agresiones, es decir, el maltratador busca
con el maltrato que su víctima tenga aún menos autoestima que él mismo a
lo largo de su vida, para sentir así que él no tiene tan poca autoestima.
El maltratador convierte a la víctima en lo que él es, una persona aislada
socialmente, con baja autoestima, esto le permite al agresor poder ejercer
poder sobre las personas con las que convive y sentirse realizado como
comunicador.
La autoestima degenerada es el principal objetivo del maltratador, para así
poder mantener el control emocional sobre la víctima, y no tener que sentir
que la víctima es superior psicológicamente a él.

 Definiciones rígidas de feminidad y masculinidad: se apoyan en valores


basados en los mitos de masculinidad, donde el hombre tiene el control, la
dominación y la jerarquía respecto a la mujer. Esta imagen sexista es difícil
de cambiar porque está profundamente arraigada. Los hombres
maltratadores suelen estar afectados por numerosos sesgos cognitivos
relacionados, por una parte con las creencias equivocadas sobre los roles
sexuales y de inferioridad de la mujer y por otra con ideas distorsionadas
sobre la legitimación de la violencia como forma de resolver los conflictos.

 Minimización y justificación: consideran que lo que sucede en el hogar


pertenece a la esfera privada, lugar donde el hombre es el ―jefe‖ e impone
sus leyes. Estos hombres no se consideran violentos, tienden a minimizar los
hechos y a comprar sus conductas con los actos brutales de otros hombres.
Además justifican su conducta, la cual se debe a factores externos (estrés,

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problemas laborales, abuso de sustancias,…) y responsabilizan a la víctima de
su pérdida de control. Justifican su violencia para desresponsabilizarse de la
misma. Así externalizan la culpa y no implicarse en deseo de cambios.

 Negación: Niegan la violencia, minimizando su existencia al máximo, o la


racionalizan.

 Afirmación de la existencia de violencia cruzada: el hombre argumenta que la


agresividad es mutua en la pareja. Aunque ambos utilicen la violencia, el de
menor fuerza saldrá herido más fácilmente. Este tipo de argumento también
es otra forma de externalizar la culpa.

 Aislamiento social: más de la mitad de los maltratadores están aislados


socialmente, no tienen la cohesión social que conlleva el apoyo: por su propia
personalidad y la influencia recibida del ambiente.
También por un sentimiento de indiferenciación que ha sentido de los demás
hacia él mismo. Éste, por tanto, se aísla debido al fracaso de sus habilidades
sociales para relacionarse de manera fluida con los demás.

 Celos y actitudes positivas: estas conductas se relacionan con los deseos de


controlar a la mujer, la celopatía es un típico rasgo de un hombre violento y
un indicador de riesgo para la mujer.

 Restricción emocional: la inhabilidad para expresar emociones está arraigada


en la socialización de género. Las dificultades de expresión emocional están
en el origen de muchos conflictos violentos. Muchos hombres han aprendido a
no expresar sus sentimientos porque lo consideran síntomas de debilidad y
creen que ―el hombre debe ser fuerte‖. Así la inhibición de los sentimientos y l
apercepción distorsionada de la realidad producen conflictos que se resuelven
de la única manera que han practicado, a través de la violencia.

 Déficit de habilidades de comunicación y de solución de problemas: tienen


habilidades de comunicación y sociales muy pobres, además de baja
tolerancia a la frustración y estrategias inadecuadas para solucionar
problemas.

 Falta de control sobre la ira: presentan impulsividad y falta de control sobre


la ira. La ira es una respuesta a una situación de malestar o una forma
inadecuada de hacer frente a problemas cotidianos.

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 Consumo de alcohol y drogas: el alcohol actúa como un deshibidor y tiene
efectos facilitadores de la violencia. Aun así el alcohol no explica la presencia
de conductas violentas, pero si activa las conductas violentas en personas
que presentan todos los problemas y distorsiones psicológicas presentadas
anteriormente.

En la siguiente tabla se exponen las consecuencias del maltrato para el agresor.

Tabla. Consecuencias para el agresor.

 Incapacidad para vivir una intimidad gratificante con su


pareja.
 Riesgo de pérdida de esposa e hijos.
 Riesgo de detención y condena.
 Aislamiento y pérdida de reconocimiento social.
 Sentimientos de fracaso, frustración y resentimiento.
 Rechazo familiar y social.
 Dificultad para pedir ayuda psicológica y psiquiátrica.

 Distorsiones cognitivas del maltratador:

Los maltratadores poseen una serie de distorsiones cognitivas tanto creadas


por él mismo, como trasmitidas educacionalmente.

Pasamos a enumerar las principales:

1. Ideas machistas sobre la inferioridad de la mujer; conciben que la mujer


debe por obligatoriedad estar a su servicio.

2. Tienen estrategias de resolución de conflictos inadecuadas, de no


negociación y sí de imposición. Usan la violencia como forma válida de
resolución de conflictos, contra una persona vulnerable, más débil.
Imponen que ―los trapos sucios se lavan dentro de casa‖. Los problemas

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son los normales, las estrategias para la resolución de los problemas es lo
que diferencian a las parejas donde conviven los maltratadores.

3. Valoración inadecuada de las responsabilidades del maltrato. Sin esto no


hay motivación de tratamiento, es decir, para que un maltratador quiera
dejar de serlo y acceda a un tratamiento, primero ha de ser consciente de
sus responsabilidades.
Por lo tanto, el maltratador ha de reconocer las responsabilidades de su
propia conducta para poder actuar sobre la misma y superar la situación
de una manera factible.

4.2.1 Estrategias cognitivas del maltratador.

Si hemos mencionado anteriormente que el maltratador tiene distorsiones


cognitivas, hemos de presentar ahora cuáles son estas estrategias cognitivas:

1. Negociación u olvido del problema.


Suelen tratar el problema a partir de una negociación de acuerdo con él
mismo y con la evasión de responsabilidades que tiene establecida. Por lo
tanto, no es una negociación en sí misma, sino un problema que no existe y
donde no hay problema no tiene por qué haber solución.
Ejemplo: Dicen que ella miente.

2. Minimizar el problema o justificar.


En caso de que la evidencia de la situación les lleve a reconocer ―cierto‖
problema, éste lo resuelven minimizándolo o justificándolo, atribuyéndoles las
responsabilidades de los hechos a las víctimas.
Ejemplo: Dicen que ―quizás alguna vez ha ocurrido‖.

3. Atribución del problema equivocado.


Atribuyen el problema al otro miembro de la pareja. Culpan al compañero/a,
a los factores personales y a los factores externos que rodean su propia vida.
Ejemplo: Dicen ―ella me provoca‖.

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¿POR QUÉ AGREDEN?

No existe causa única que provoque los malos tratos, aunque por lo general sí
hay una serie de factores de riesgo que pueden hacer surgir la aparición y posterior
mantenimiento de la violencia de género. Aunque existen otras variables que se
analizan posteriormente, una de las causas principales es la situación de desigualdad
real en la que puede encontrarse la mujer (menor fuerza física, dependencia
económica, menos relaciones sociales debido al aislamiento por estar en casa, ...).
La mujer que depende económicamente de su pareja, tiene más probabilidades de
mantener la relación violenta a lo largo del tiempo. Así mismo, en las situaciones en
las que la mujer tiene un rol de subordinada dentro de la familia, hará que se
mantengan a largo plazo los malos tratos; Son aquellos casos en los que es una
mujer desvalorizada y no apoyada socialmente – adoptando papeles de tolerancia,
subordinación, sentimientos de sacrificio, no reconocimiento de derechos humanos
básicos, ... todo esto hará acrecentar sus necesidades y dependencia hacia el
hombre que esté con ella reforzando esto su necesidad de adaptación hacia el
maltrato.

Factores socio – culturales.

Existen estadísticas criminológicas con porcentajes favorables para la opinión


de que los miembros de las clases más ínfimas de la sociedad sean más violentos
que los de las clases medias y altas (Wolfgang y Ferracuti, 1967). Estos estudios han
descubierto que el medio sociocultural en el que viven las clases más bajas
fomentan actitudes y valores favorables a la fortaleza corporal, a la tenacidad y a la
resistencia física, lo que conlleva a agredir a su pareja, reforzando de esta forma su
concepto de masculinidad (Miller, Geertz y Cutter, 1961). Sin embargo, hay que
mostrar cautela a la hora de atribuir, según el esquema de causalidad, la
pertenencia a clases bajas, medias o altas la agresividad de las personas, ya que las
estadísticas no muestran que la causa del hombre violento sea el pertenecer a una
clase social, y es muy probable que se deba además a otras variables más
específicas (Pastor, 1994c). Las ciencias que analizan lo social, recalcan con sus
estudios que la conducta agresiva es el resultado de experiencias tempranas o de
aprendizaje social, debido a motivaciones externas como la frustración, la aversión o
la amenaza de un peligro bien físico o psicológico, defendiendo exclusivamente la
influencia de factores sociales como causa. Sin embargo, desde una perspectiva más
realista y científica, se concluye que las reacciones del hombre violento se deben a

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una mosaico de distintas variables. Según el modelo de Berkowitz, existe una
interacción dinámica entre la biología (que puede afectar a la conducta) y las
condiciones ambientales (que favorecen o inhiben la expresión de dichas
tendencias), pudiendo influirse ambas variables mutuamente (Martín Ramírez,
2000a).

Factores biológicos.

Los enfoques biológicos tienden a explicar la agresión como algo inherente a


nuestra naturaleza, en vez de adquirido a través de las experiencias vividas y el
aprendizaje. Así, Desmond Morris (1969) describe nuestras ciudades como jaulas
donde prevalece la violencia anónima, o Alexandre Mitscherlich (1969), que
considera al hombre como una marioneta que debe someterse a todos sus instintos
inconscientes. No obstante, la mayoría de los autores que apoyan la predominancia
biológica de la agresión, suelen defender la plasticidad de los instintos, exponiendo
que solo algunas personas se muestran como pautas de acción fija, explicando de
esta forma por qué en determinadas situaciones algunos hombres, y no todos,
actúan de forma violenta.
Según parece, las hormonas sexuales tienen un efecto directo sobre
comportamientos específicos de cada sexo (Martín Ramírez, 2000b): los andrógenos
producen un aumento en el enfado y en la tendencia hacia la agresividad. Por el
contrario, la administración de estrógenos tiene efectos opuestos (Van Goozen,
Cohen – Kettenis, Gooren, Frijda y Van de Poll, 1995). No obstante, no existen datos
evidentes, sino sólo meras concurrencias correlacionales sobre el eventual efecto
causal de la testosterona en muchas de las diferencias observadas del
comportamiento violento de algunos hombres. La testosterona fomentaría la
agresividad a través de distintos mecanismos diferentes: a) una vía sensitiva a los
andrógenos, b) una vía sensitiva a los estrógenos y c) una combinación de ambas,
donde la vía funcional estará determinada por el genotipo (Sussman, Worrak,
Murowchick, Frobose y Schwab, 1996). Por último, añadir que la experiencia social
también influye en el nivel hormonal, por ejemplo, el estrés puede disminuir en nivel
de andrógenos en los hombres, mientras que un estado de ánimo positivo y el éxito
pueden aumentarlo.

Dicho todo esto, desde la perspectiva biológica se concluye que, aunque tras
la existencia de datos experimentales disponibles que convencen sobre las relaciones
funcionales entre bioquímica y conducta, todavía hoy resulta difícil separar causas y

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efectos: aún quedan importantes lagunas sobre cómo se modularían bilateralmente
hormonas y agresión en el hombre violento (Martín Ramírez, 2000c).

Factores psicosociales.

Teniendo en cuenta las explicaciones dadas hasta ahora sobre el


comportamiento agresivo de los hombres en la violencia de género, está claro que
no son defendibles las posturas extremas que hablan de este comportamiento
perturbado como determinado exclusivamente por mecanismos genéticos o
ambientales. Se considera necesario reflexionar de manera personal acerca de las
creencias y principios que existen y mantienen la clase de relación en la que se
sustenta la pareja. Solo así, se puede llegar a comprender las ideas erróneas que los
agresores tienen al basarse exclusivamente en el principio de desigualdad que se les
ha sido transmitido a través de la cultura, de que el hombre es quien manda y el que
decide usando la violencia física, psicológica y/o sexual para reforzarse en este tipo
de creencias; siendo así hombres tradicionalistas y que creen en roles sexuales
estereotipados. De esta forma, mantienen una actitud totalmente negativa y
discriminatoria que se basa en su creencia de desigualdad de las mujeres, que para
Glick y Fiske (1996) gira en torno a: a) Paternalismo dominador, suponiendo que la
mujer es inferior y más débil que el hombre y por tanto realza la figura dominante
masculina; b) Competitividad en la diferenciación de género, considerando que las
mujeres no tienen las características ni habilidades imprescindibles como para
desenvolverse en el medio público; y c) Hostilidad heterosexual, atribuyendo a las
mujeres un poder sexual que les hace manipuladoras para con los hombres. Desde
este enfoque psicosocial, existen distintos estudios (Coleman, 1980; Fernández –
Montalvo y Echeburúa, 1997; Defensor del Pueblo, 1998) que sugieren que las
actitudes y creencias misóginas podrían ser un elemento común y diferenciador de
los maltratadores (Ferrer y Bosch, 2000). Según Eriksson (1997) la violencia
doméstica refleja las desigualdades relacionales de poder entre los distintos sexos;
la mujer es víctima de la violencia debido a su sexo, y el hombre la utiliza para
ejercer su poder.

Factores psicopatológicos.

Existen otros factores que también pueden, y de hecho la realidad así nos lo
demuestra, desencadenar los comportamientos violentos, como el alcoholismo, los
graves problemas económicos, el desempleo prolongado, la drogadicción,

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antecedentes de rechazos afectivos o trastornos psicopatológicos. Todos estos
actúan como generadores de estrés, que si no se aprende a afrontar de una forma
positiva y sana, pueden tener ésta fatal consecuencia, aunque ninguno pueda
tomarse como causa que por sí misma lo explique. Es importante señalar (Espada y
Torres, 1996d) que algunos estudios, tanto de la Comunidad Europea como de
Estados Unidos, indican que una de las causas más importantes de los malos tratos
en el hogar está en la personalidad del maltratador. Corroboran que,
frecuentemente, los hombres violentos que maltratan a sus mujeres muestran
ciertos rasgos patológicos como pueden ser impulsividad, paranoia (delirios
celotípicos), inseguridad, personalidad depresiva, así como tendencia a culpar a los
demás de sus fallos como intento de reforzar su baja autoestima. Desde esta
perspectiva se considera que el hombre actúa de esta manera desadaptada, por
tener un problema psicológico o psiquiátrico, y al sufrir una disfunción se sienten
vulnerables e inseguros, por lo que tienden a sobrecompensar su autoestima a
través de la violencia.

Bajo este enfoque psicopatológico, el hombre maltratador podría tener rasgos


con los que encajaría en el tipo de " personalidad sádica" (Lelord y André, 1998).
Este trastorno de personalidad se caracteriza por un conjunto de comportamientos
cuyo fin es hacer sufrir o " simplemente" dominar a la otra persona.

Buscan el sufrimiento y sumisión del otro exclusivamente por placer personal,


y no como medio para alcanzar cualquier otra meta. Son capaces de llegar a
arreglárselas para no infringir la ley, y no obstante seguir haciendo sufrir a la otra
persona por un medio jurídicamente legal (humillar a alguien en público, aterrorizar
a través de amenazas, regodearse con el sufrimiento del otro, forzar a la otra
persona a que realice actos humillantes o degradantes, ... ).

Este trastorno de personalidad se suele asociar, aproximadamente una de


cada dos ocasiones, a otro trastorno de personalidad, siendo los más frecuentes el
paranoide, narcisista y antisocial.

4.3 TIPOS DE MALTRATADORES.

Los maltratadores no forman un grupo homogéneo, pero podemos


clasificarlos de la siguiente manera:

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1. Según la extensión de la violencia: según la extensión de la violencia, se
diferencian dos tipos de maltratadores:

- Limitada al hogar:
Son maltratadores que sólo agreden en el ámbito familiar, bien sea por
razones como la creencia de la vulnerabilidad de la pareja o por impunidad.
En este grupo se incluyen el 86% de los maltratadores.
Estas personas fuera del ámbito familiar se comportan de manera afable y sin
dejar entrever ni la existencia del problema ni dificultades en las relaciones
sociales.

- Generalizada:
En este grupo se incluyen personas que son ―brutas‖, torpes socialmente y
suelen utilizar la violencia para resolver cualquier tipo de conflicto de la vida
diaria, ya sea dentro del hogar como fuera del mismo. Un 14% de los
maltratadores se encuentran en esta situación de violencia.

2. Según el perfil psicopatológico:

- Sin habilidades interpersonales:


En este grupo se incluyen personas con falta de habilidades de comunicación
social y un gran déficit en utilizar estrategias de afrontamiento y solución de
problemas. Un 55% de los agresores presentan este perfil psicopatológico.

- Sin control de impulsos:


Cualquier contrariedad aumenta su impulsividad aunque luego se arrepienten.
Tienen habilidades de comunicación, pero se relacionan con el trastorno límite
de la personalidad o Borde–Line. El 45% de los agresores se encuadran con
estas características.

- Con trastornos de personalidad:


Con una prevalencia que puede oscilar entre un 15-25%. Este grupo, a su vez
se divide en tres que son: el agresor con un trastorno de personalidad límite,
con un trastorno de personalidad antisocial (psicopatía) y con un trastorno de
personalidad paranoide. Estos agresores suelen caracterizarse por historias
de maltrato continuadas en el tiempo y en general graves o muy graves.

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


181
En el subpunto siguiente nos adentraremos en el principal trastorno de
conducta que manifiestan los maltratadores: la psicopatía. Con ello no
queremos decir que todos los maltratadores sean psicópatas, pero sí un gran
número de ellos son maltratadores.

- Con trastornos mentales graves (psicosis, demencias,....):


Son los menos (menos de un 3-5%) pero están desproporcionadamente
representados en los sucesos más graves (asesinatos) de violencia contra la
mujer.

- Sin ningún tipo de trastorno:


Son los maltratadores que se pueden considerar como ―psicológicamente
normales‖. Estos agresores son los protagonistas de los casos de maltrato
menos violentos.

Dutton y Golant (1997) describen en su libro El golpeador, que las personas


que maltratan a sus parejas pueden clasificarse en tres categorías:

- Agresores psicopáticos: se caracterizan porque, además de maltratar a sus


parejas, también agreden a otras personas y cometen diversos tipos de
delitos, es decir, ejercen una violencia generalizada. Para determinar los
rasgos que definen a estas personas, Dutton y Golant (1997) recurren a los
estudios realizados por Haré sobre la psicopatía y señala que estos hombres
tienen una falta de conciencia moral y de sentimiento de culpa, incapacidad
para ponerse en el lugar del otro, escasa o nula expresión emocional,
imposibilidad de mantener objetivos a largo plazo y de establecer proyectos
realistas. La mayoría tiene conductas marcadamente antisociales. También
resalta que se encuentran controlados y calmados cuando agreden a sus
parejas.

- Agresores hipercontrolados: Se caracterizan por ser controladores, exigen la


subordinación total y no toleran que sus parejas cuenten con recursos
propios. Son abusadores emocionales (descalifican el trabajo y las iniciativas
de ¡a mujer), que controlan minuciosamente sus actividades y el dinero.
Existen dos subtipos:

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


182
a) Activos: Son los fanáticos del control, necesitan dominar al otro, son
minuciosos, perfeccionistas y dominantes.
b) Pasivos: Son distantes con sus parejas y las rechazan emocionalmente.

- Agresores cíclicos/emocionalmente inestables: Esta categoría es


extensamente desarrollada por Dutton. Les caracteriza por su incapacidad
para expresar los sentimientos y por la intensa necesidad de controlar sus
relaciones íntimas, son celosos y mantienen un estado de ánimo cíclico, por lo
que experimentan cambios bruscos y son fácilmente irritables. Ejercen
principalmente violencia emocional, humillando y avergonzando a sus
parejas, aunque también son propensos a utilizar el maltrato físico

Echeburúa, Del Corral y Amor (1999), en cambio, establecen dos formas de


clasificar a las personas que maltratan según dos variables:

- La extensión de la violencia: Dentro de esta primera categoría se describen


dos tipos:
a) Los que solamente son violentos dentro del hogar: Representan al 74% de
las personas que han asistido a su programa de intervención. Se
caracterizan por ejercer un maltrato grave y por mantener una doble
imagen -doble fachada-: fuera del hogar se muestran tranquilos y amables
mientras que dentro son agresivos. La violencia se desencadenaría por las
frustraciones o los celos patológicos.
b) Las personas violentas en general: Representan el 26% de las personas
agresivas. Ejercen violencia tanto dentro como fuera del hogar, mantienen
la idea distorsionada de la utilización de la violencia como medio de
resolución de los conflictos y generalmente han sufrido maltrato infantil.

- Perfil psicopatológico presentado:


a) Personas con déficit en las habilidades interpersonales: Representan el
55% de los casos. Emplean la violencia como estrategia de atontamiento
de los problemas, tienen una marcada carencia de socialización y de las
habilidades adecuadas para las relaciones interpersonales.
b) Personas sin control de impulsos: Son el 45% del total, tienen episodios
bruscos e inesperados de descontrol, son incapaces de dominar su
agresividad, aunque tienen conciencia de lo inadecuado de la conducta que
ejercen.

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


183
Concordando con la mayoría de los autores, Echeburúa, Del Corral y Amor
indican que los maltratadores no tienen un trastorno psicopatológico específico, pero
destacan que en algunos casos sí se aprecian algunas enfermedades mentales, como
la psicosis. Con respecto a los trastornos de personalidad, señalan que podría
relacionarse con el trastorno antisocial.
De las investigaciones desarrolladas por dichos autores, se destaca que el
45% de los sujetos asistidos por ellos presenta un historial psiquiátrico anterior,
marcado por el abuso del alcohol, ansiedad, depresión y celos patológicos.

Otra tipología de los hombres que maltratan a sus parejas es la elaborada por
Saunders (1992, 2003), que clasifica a estas personas en tres tipos: los que ejercen
violencia sólo dentro de la familia, los que son violentos de manera generalizada y
los emocionalmente volátiles.

Las características marcadas por este autor para cada tipología son:

Sólo en la familia Generalizado Emocionalmente volátil


Violentos sólo en el Episodios violentos en
Generalmente violento
contexto familiar contextos extrafamiliares
Menor probabilidad de
Mayor probabilidad de A mitad de camino entre
haber sufrido abusos en la
abusos en la infancia los otros dos tipos
infancia
Menor índice de violencia A mitad de camino entre
Mayor violencia severa
severa los otros dos tipos
Nivel más bajo de abuso Nivel moderado de abuso El nivel más alto de abuso
psicológico psicológico psicológico
Verbalización mínima de Altos niveles de enojo,
Sentimientos reprimidos sentimientos de ira, depresión y celos (más
depresión y celos intentos de suicidio)
Actitudes más flexibles Actitudes más rígidas en Actitudes rígidas sobre los
sobre los roles sexuales relaciónalos roles sexuales roles sexuales
Satisfechos con el Alternancia entre
Menor satisfacción, con
matrimonio, con bajo nivel satisfacción y conflicto en
mayor nivel de conflicto
de conflicto el matrimonio
Consumo esporádico de Uso habitual de alcohol en Poca frecuencia de uso de

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


184
alcohol en relación con los relación con los episodios alcohol en relación con los
episodios violentos violentos episodios violentos
Alguna posibilidad de Alguna posibilidad de
Mayor probabilidad de
tratamientos ¡tratamientos
tratamientos anteriores
anteriores anteriores

Saunders establece esta distinción a partir del grado en que se encubran las
variables: contexto de la violencia, matao in« violencia física, nivel de abuso
psicológico, sentimientos, rigidez de pensamientos de género, satisfacción del
matrimonio, consumo de alcohol y drogas, y realización de tratamientos anteriores.
El siguiente cuadro analiza todas las variables:

Tipología de hombres que Sólo en la Generaliza Emocional


maltratan familia do volátil

En función del contexto donde


Familiar General Episodios
se produce la violencia

índice de abusos en la infancia Menor Mayor Intermedio

índice de violencia severa Menor Mayor Intermedio

Expresión de
Altos niveles (más
sentimientos (ira, Represión Mínima
suicidio)
depresión, celos)

Rigidez de actitudes
relacionadas con los roles Menor Mayor Intermedio
sexuales

Satisfacción en el
Mayor/menor Alternancia Menor/mayor
matrimonio/conflictividad

Frecuencia de consumo de
alcohol en relación con los Intermedio Mayor Menor
episodios violentos

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


185
Probabilidad de tratamientos
Alguna Alguna Mayor
anteriores

Holtzworth-Munroe y Stuart (1994) elaboraron una tipología que fue muy


difundida en Estados Unidos en la década de los noventa y principios de 2000. Para
elaborar dicha clasificación tuvieron en cuenta tres variables que posibilitaban
establecer diferencias entre subtipos de personas que maltratan a sus parejas y que
son:
- La severidad de la violencia física, así como su frecuencia y los abusos
sexuales y psicológicos.
- La generalidad/extensibilidad de la violencia exclusivamente familiar o fuera
del entorno de la familia. Se incluyen también las variables de conducta
delictiva y los antecedentes legales.
- La psicopatología de los maltratadores y los trastornos de personalidad
asociados.

A partir de estas variables, los autores realizan una revisión de las diferentes
investigaciones desarrolladas y las tipologías construidas hasta ese momento, y
concluyen que existen tres categorías de hombres que maltratan a sus parejas:

- Pasivo-dependiente: Es el grupo que presentaría menor severidad en la


violencia física y menor probabilidad de ejercer abuso sexual y psicológico. El
maltrato de este grupo se restringe exclusivamente a los miembros de la
familia y es muy raro que cometan actos de violencia fuera del hogar o que
realicen otro tipo de delitos. Sin trastornos de personalidad. Representarían al
50% del total de hombres que agreden a sus parejas.

- Disfóricos/límites: Manifiestan un grado moderado o severo de maltrato,


incluyendo también el abuso sexual y psicológico. Al igual que el grupo
anterior, su violencia se restringe, generalmente, al núcleo familiar, aunque
pudieran existir algunos hechos de violencia fuera de ésta. Estos hombres son
angustiados y emocionalmente volátiles. Pueden evidenciar trastornos de
personalidad, abuso de drogas y alcohol. Representarían el 25°/o de las
personas que maltratan a sus parejas.

- Generalmente violentos y antisociales: Ejercen una violencia de pareja de


moderada a severa, incluyendo el abuso sexual y psicológico. Son los que

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


186
presentan una mayor agresividad extrafamiliar y poseen amplios historiales
de conducta criminal y antecedentes policiales. Tienen un elevado consumo
de alcohol y drogas, y es frecuente que presenten un trastorno de
personalidad antisocial o una psicopatía. Representarían el 25% de todos los
hombres que maltratan a su pareja.

Para una mejor descripción de esta tipología se incluye la siguiente tabla en la


que se establecen las diferencias según las variables consideradas (Holtzworth-
Munroe y Stuart, 1994):

Pasivo Maltratador Violentos en


Dimensión
dependiente disfórico/límite general

Severidad de la violencia
familiar:
Baja Moderada-alta Moderada-alta
- Violencia física.
Bajo Moderado-alto Moderado-alto
- Abuso sexual y
psicológico.

Generalidad de la violencia:
- Violencia extrafamilar. Baja Baja-moderada
Alta Alta
- Conducta delictiva, Baja Baja-moderada
complicaciones legales.

Psicopatología/ trastorno Ninguno o


Antisocial/
de personalidad: pasivo/dependie Límite o
psicopatía
- Trastorno de personalidad. nte esquizoide
Alto
- Abuso de alcohol/drogas. Bajo-moderado Moderado Alta
Baja
- Depresión. Baja-moderada Baja
Moderada
- Ira/cólera. Moderada

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


187
4.4 CLASIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA

La clasificación de la violencia familiar y de la pareja recaería en las distintas


modalidades vinculares. Según Perrone y Nannini, ésta tendría dos formas:

- Violencia agresión: Se produce entre dos individuos vinculados por una relación
simétrica e igualitaria; en este caso, las dos partes reivindican el mismo estatus
y se esfuerzan por establecer y mantener la igualdad. La violencia en este caso
es cruzada, porque la agresión es bidireccional, recíproca y además pública.
Ambos aceptan la confrontación y la lucha.
- Violencia castigo: Se encuentra entre dos personas que establecen un vínculo de
tipo complementario o desigual en donde las partes no mantienen el mismo
estatus y además cada parte miembro conoce el lugar que le corresponde. Una
de las partes reivindica una condición de superioridad y se arroga el derecho de
infligir un sufrimiento al otro con la justificación de que se merece el castigo.

Según la tipología de maltrato, se puede realizar una clasificación teniendo en


cuenta la extensión de la violencia. En este sentido, una persona que ejerce violencia
sobre su pareja lo puede hacer:
a) De manera exclusiva, es decir, que sólo maltrata a su pareja.
b) Generalizada: la persona maltrata a su pareja y además agrede y comete
delitos fuera del núcleo familiar.

El siguiente cuadro resume las tipologías de todos los autores a partir de la


variable de la extensión de la violencia:

violencia
Violencia
Autor exclusiva dentro Intermedia
generalizada
de la familia

Dutton y Golant Cíclico Hipercontroladores Psicopático

Jacobson y Gottman Pitbull Cobra

Emocional mente
Saunders Sólo en la familia Generalizado
volátiles

Holtzworth- General
Pasivo-dependiente Disfóricos/límites
Munroe y violento/
Stuart antisocial
CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO
188
Solamente violento
Echeburúa Violencia general
en la familia

Terrorista íntimo Terrorista íntimo


Johnson
dependiente antisocial

A partir de esta distinción, cada grupo o categoría se define por:

• Los que agreden sólo a sus parejas incluyen como rasgo, todas o la mayoría
de las características individuales a nivel cognitivo, afectivo, conductual e
interaccional. Todos coinciden en indicar que no presentan psicopatología.
Esta categoría de personas que maltrata es la más numerosa porque
representa entre el 50 y el 70°/o del total, según el promedio que establecen
los autores citados.

• Los que expresan una violencia generalizada se caracterizan por tener una
conducta antisocial, realizar diversos delitos, ser más fríos y calculadores, sin
sentimientos de culpa e incapaces de establecer relaciones no superficiales y
tendrían un trastorno de personalidad antisocial o rasgos psicopáticos.
Representan alrededor del 20 al 25°/o según los distintos autores.

60%

50%

40% Solo a sus


parejas
30%
Violencia general
20%

10%

0%

4.5 CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DEL


MALTRATADOR

Varios autores han descrito distintas características (Dohmen, 1995;


Echeburúa, Del Corral y Amor, 1999) que tienen los hombres maltratadores a partir
de sus aspectos comportamentales, cognitivos, emocionales e interaccionales. A
continuación se describirán los rasgos que presentan, en dichos aspectos, las
personas que ejercen la violencia exclusiva contra sus parejas:

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


189
a) Aspectos comportamentales:

- Deseabilidad social: El hombre se muestra socialmente adaptado,


moralmente virtuoso y emocionalmente ajustado, por ello se habla de su
doble fachada, que hace referencia a que la persona que ejerce violencia
tiene una doble imagen, socialmente se presenta como tranquilo y amable,
preocupado por su familia, y generalmente inhibe y oculta su malestar. Las
personas con las que se relaciona tienen una imagen positiva de él
(comprensivo, tolerante, razonable), pero paradójicamente dentro del
entorno familiar muestra su cara violenta, agresiva, dominante e intolerante.

- Repetición de la violencia con otras parejas: El hombre que agrede a su


mujer ha maltratado a anteriores parejas y muy probablemente lo hará en el
futuro con las nuevas relaciones que establezca. Esta persona repite el mismo
patrón de conducta; por ello, esta violencia no es un problema vinculante y
puntual de una relación, sino que parte del agresor, independientemente de
lo que haga o diga su pareja. Por lo cual, si no se realiza una intervención
que modifique esas pautas, la violencia se perpetuará.

- Resistencia al cambio: Se encuentra en relación a otras características que


presentan las personas que maltratan. En realidad, esta resistencia es
producto de otros rasgos principales como la negación, la minimización y el
culpar al otro de su conducta. Casi todas las personas que asisten a
tratamiento no reconocen o minimizan su violencia y vienen generalmente
obligadas por exigencia judicial o por una presión externa: la mujer le exige
que inicie un tratamiento para no separarse o para volver con él, etc.

- Abuso de sustancias: Si bien el consumo de sustancias (en su gran mayoría,


abuso del alcohol) es un rasgo característico en este tipo de personas, no se
debe asociar directamente como causa del maltrato; en todo caso, el alcohol
u otro tipo de drogas pueden ser un precipitante del acto de agresión.

- Control de impulsos frente a impulsividad: Esta es una característica que


suele ser incluida por algunos autores y cuestionada por otros. En realidad,
son personas que en un momento pierden relativamente el dominio, es decir,
son violentos cuando observan que la situación de control que ejercen contra
sus parejas comienza a no funcionarles.

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


190
b) Aspectos cognitivos:

- Definiciones rígidas de los roles masculinos y femeninos: Este rasgo es


central para comprender el maltrato en la pareja; son sexistas y
discriminativos, por lo que la violencia de género, se definió como una
desigualdad de poder; dicha desigualdad se sustenta en las creencias que
sostiene la cultura machista.
-
- Minimización y justificación: Las personas que maltratan minimizan su
conducta agresiva considerando que lo que ha pasado es algo ínfimo y sin
importancia, y en todo caso, si reconocen la agresión, ésta ha sido leve y
provocada por la mujer, argumentando con razonamientos elaborados la
justificación de su comportamiento.

- Negación: Este rasgo se relaciona con los dos anteriores. En este caso niega
lo sucedido, como si fueran inventos de su mujer para perjudicarlo, o rechaza
toda posibilidad de que los hematomas que presenta su mujer fueran
producto del maltrato, como cuando el hombre señala que lo que pasó es una
confusión, el no agredió, la mujer se cayó y él sólo trató de evitarlo y fue
cuando se golpeó el ojo, por ejemplo.

- Generalización del discurso y del lenguaje: Esta característica está


relacionada con la negación, la minimización y el no asumir su culpa. El
hombre que maltrata generaliza y no personaliza su discurso con la intención
de negar y justificar la violencia, por ello hablan generalmente en tercera
persona y/o de manera condicional.

- Externalización de la responsabilidad: Esta característica está asociada a los


tres rasgos anteriores. La persona que ejerce violencia no se responsabiliza
de su conducta, sino más bien culpa a la mujer, es ella la que provoca o
agrede, justificando su conducta como una defensa al colocarse como víctima
o remarcar que ¡a violencia es cruzada.

- Falta de empatía: La persona sólo observa su punto de vista sin ponerse en el


lugar del otro, no puede comprender ni entender lo que su pareja siente y
piensa.

- La rumiación en el pensamiento: Es un rasgo importante que está asociado a


la inseguridad, los celos desmedidos y el aislamiento entre otras cosas,

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


191
porque la persona vive sus preocupaciones, desarrollando un monólogo
interno en el que las dudas y los celos se tornan certezas en su fantasía, a
medida que las ideas se van consolidando en su mente, donde pasa de
pensar primero que la mujer miró a un hombre en la calle a que seguro le
engaña con aquella persona.

- Rigidez cognitiva: pensamiento todo o nada: El sujeto cree que su idea es la


correcta, piensa que todo se debe hacer corno él dice porque es la única
forma. Le cuesta concebir que puede haber otros modos de hacer las cosas y
que su visión no es la única. Y le resulta mucho más difícil reconocer que
puede estar equivocado.

- Rigidez cognitiva: pensamiento de ganar o perder: Establece los conflictos


como una pelea en que se gana o se pierde y no como una negociación. Si
cede, pierde, con lo que siente que le pierden el respeto. Los conflictos son
vividos como una lucha donde hay vencedores y vencidos.

c) Aspectos emocionales:

- Baja autoestima: Es señalada como el eje del síndrome del hombre


maltratador, "generalmente los hombres violentos necesitan una mujer que
cubra la sensación de sentirse disminuidos y así negar su baja autoestima"
(Dohmen, 1995). Este rasgo, asociado a la dependencia y a la inseguridad,
refuerza la rigidez de género, ya que las pautas culturales machistas aportan
a estos individuos una falsa seguridad de cómo ser hombres. La baja
autoestima puede verse también en que a pesar de que niegan o minimizan
la violencia, se sienten internamente mal y con sensación de inadecuación.

- Restricción emocional y racionalización de los sentimientos: La restricción en


la expresión de las emociones es una característica de la cultura machista, el
hombre debe reprimirlas y autocontrolarlas, no puede exteriorizar el dolor, el
temor y la tristeza. Este rasgo cultural es asumido rígidamente por el hombre
que maltrata. La persona no expresa ni habla de sus emociones, racionaliza
todos los afectos y, por ello, acumula sus sensaciones negativas hasta que
explota en un acto de violencia.

- Dependencia/inseguridad: Ante ¡a baja autoestima y su inseguridad interna,


el hombre que maltrata tiene una profunda dependencia afectiva, no soporta
estar solo, necesita a la mujer como si fuera parte de sí mismo. Las

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


192
relaciones de pareja las establece de forma posesiva y busca controlar todos
los actos que ella realiza, necesita saber adónde va y con quien está.

- Celos: Este rasgo esté presente en casi todas las personas maltratad o ras,
ante cualquier señal (la mujer llega 5 minutos más tarde a casa, la ve
hablando con alguien, etc.) despierta sus celos y su conducta controladora.
Muchos hombres se vuelven totalmente obsesivos y posesivos, reforzados por
la permanente rumiación. La inseguridad y la baja autoestima aumentan la
idea permanente de ser engañados.

- Baja tolerancia a la frustración: En especial con sus parejas, las frustraciones


de la vida cotidiana las descarga con ella. Estas personas necesitan satisfacer
sus necesidades y carencias sin tener en cuenta al otro, cualquier negativa a
sus requerimientos los frustra, pero por la imagen de deseabilidad que
muestra en el ámbito público, el malestar lo expresa en la familia. Si se
siente utilizado y no valorado en el trabajo, se descargará con su mujer,
buscará cualquier pretexto para maltratarla.

d) Aspectos interaccionales:

- Aislamiento: La persona que agrede tiene dificultad o imposibilidad de


mantener un contacto afectivo e íntimo. Aunque exprese tener relaciones con
mucha gente, éstas son superficiales; el aislamiento es emocional, aunque
también esta incapacidad lleve aparejada un aislamiento social.

- Conductas controladoras y manipuladoras: El agresor busca manipular y


dominar a su víctima de todas las formas posibles; cuando el hombre siente
que pierde ese control, surge la agresión física. La violencia emocional es
utilizada para neutralizar cualquier iniciativa de la mujer, la cual es
descalificada, menospreciada, se le niega cualquier intento de autonomía, se
la amenaza y se destruye la confianza en sí misma con el fin de dominarla.

- Inhabilidad para resolver conflictos de forma no violenta en el hogar: Este


rasgo está íntimamente relacionado con la in-capacidad de comunicar los
afectos y soportar los conflictos. Estas personas tienen la fantasía de que el
conflicto no debe existir en la relación, ya que, como se dijo anteriormente,
los asocian directamente con ¡a violencia.

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


193
- Evitación y negación de los conflictos fuera de !a familia: Esta característica
está relacionada con la anterior y con la incapacidad de expresar el malestar
en el espacio público. Ante los conflictos mantienen dos actitudes extremas: o
se callan y evitan resolverlos o agreden para imponer su criterio.

- Escasas habilidades de comunicación: Tienen gran dificultad para expresar los


pensamientos y las emociones. Dohmen señala que la inhabilidad para
comunicarse está íntimamente relacionada a la inhabilidad para resolver
conflictos de forma no violenta.

- Escasa asertividad: Es obvio que con las características anteriormente


mencionadas, los agresores no suelen ser personas asertivas, sus modos de
enfrentarse a las situaciones es evitando -sobre todo en el espacio público- o
agrediendo en el ámbito familiar.

4.6 PROBLEMAS PSICOLÓGICOS DEL MALTRATADOR

A continuación vamos a describir los diferentes problemas psicológicos que


puede tener el maltratador, centrándonos principalmente en los trastornos de
personalidad, abuso de drogas/alcohol, trastornos depresivos y conducta psicopática.

Las personas maltratadoras tienden a mostrar numerosos trastornos


psicopatológicos, sin que haya una consistencia entre estudios en cuanto a la
naturaleza y prevalencia de los mismos.
 En general hay un cierto consenso en que los trastornos de personalidad son
relativamente frecuentes entre los maltratadores, destacando los trastornos
de personalidad narcisista y antisocial, que serían característicos del tipo de
maltratador denominado antisocial.
 Los problemas con el alcohol y otras drogas son frecuentes entre los
maltratadores, pareciendo ejercer además un papel clave en el
desencadenamiento de los actos violentos.
 Los trastornos depresivos también son frecuentes, especialmente en el
subtipo de maltratador disfórico/límite, y que dichos trastornos no suelen ser
en general una consecuencia de los acontecimientos de maltrato y detención,
sino que tienen su origen anteriormente.
 Por último, la conducta psicopática también está presente en maltratadores.

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


194
A pesar de las limitaciones, y de los pocos estudios realizados en España, los
resultados de las investigaciones disponibles tienen implicaciones clínicas ya que el
empleo de tipologías de maltratadores y la identificación de los rasgos
psicopatológicos de éstos, pueden ser de utilidad para determinar tanto la eficacia de
tratamientos como el riesgo de futura reincidencia.
Por ejemplo, los maltratadores caracterizados por trastornos de personalidad
antisocial y rasgos psicopáticos presentan un mayor riesgo de reincidir. Además
responden peor a los tratamientos estándar para maltratadores, probablemente
debido a que su falta de arrepentimiento y de empatía con las víctimas implica muy
poca motivación por un cambio de conducta.
También el consumo de alcohol y drogas son factores asociados al abandono
del programa de tratamiento. En contraste, los maltratadores de tipo disfórico, que a
menudo presentan sintomatología depresiva, tienden a estar mucho más motivados
por recibir tratamiento y éste suele obtener un mejor resultado.
El hecho de que la eficacia de los tratamientos dependa del tipo de
maltratador ha llevado a desarrollar programas específicos. Por ejemplo, los
maltratadores antisociales con rasgos psicopáticos parecen responder muy
pobremente en contextos de terapia con grupos heterogéneos.
El tratamiento de elección suele ser un grupo homogéneo con apoyo
institucional o tratamiento individualizado de naturaleza cognitivo-conductual. En
contraste, los abusadores cíclicos y emocionalmente inestables funcionan mejor en
grupos heterogéneos y se benefician también de otros enfoques terapéuticos.

4.6.1 Trastornos de personalidad.

La mayoría de los estudios que han evaluado la psicopatología de los


maltratadores se han centrado en los trastornos de personalidad. Estos trastornos
habitualmente tienen su origen en la infancia y se describen como patrones de
percepción y relación con el mundo relativamente crónicos, generalizados y rígidos.
Como resultado, las personas con estos trastornos a menudo se relacionan con los
demás de forma disfuncional. Estos individuos no suelen buscar ayuda de forma
espontánea y cuando lo hacen generalmente es debido a que se les impone.
Los trastornos de personalidad más identificados en maltratadores son el tipo
borderline, consistente en inestabilidad general en las relaciones interpersonales,
autoimagen y afectividad, así como impulsividad, el tipo narcisista, caracterizado por
grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía, el tipo antisocial,
caracterizado por desprecio y violación de los derechos de los demás, y el tipo

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


195
paranoide, que implica un carácter rencoroso, desconfiado y la tendencia a
reaccionar con ira y agresividad.
Gondolf, evaluó en el año 2000 a 840 maltratadores remitidos judicialmente a
tratamiento. El 49% mostró puntuaciones suficientemente altas para indicar
trastorno de personalidad, destacando el tipo narcisista (25%), negativista (24%),
antisocial (19%,) y depresivo (19%).

- Trastorno de la personalidad bordeline


El trastorno límite de la personalidad (TLP), o borderline, es una enfermedad
caracterizada por la dificultad en la regulación de las emociones. Esta dificultad
provoca cambios acusados en el estado de ánimo, impulsividad e inestabilidad,
problemas de autoimagen, y relaciones interpersonales inestables. Pueden darse
intentos frenéticos para evitar situaciones de abandono real o imaginario. El
resultado combinado de vivir con trastorno límite puede manifestarse en un
comportamiento destructivo, como la autolesión (cortes) o los intentos de suicidio.

- Trastorno de la personalidad narcisista


El trastorno de personalidad narcisista (uno de varios tipos de trastornos de la
personalidad) es un trastorno mental en el cual las personas tienen un sentido
desmesurado de su propia importancia, una necesidad profunda de atención
excesiva y admiración, relaciones conflictivas y una carencia de empatía por los
demás. Sin embargo, detrás de esta máscara de seguridad extrema, hay una
autoestima frágil que es vulnerable a la crítica más leve.

- Trastorno de la personalidad negativista


El trastorno negativista de la personalidad (TNP), anteriormente denominado
trastorno pasivo-agresivo. El Trastorno Oposicionista Desafiante (TOD) se define por
un patrón recurrente de conducta oposicionista, negativista, desafiante,
desobediente y hostil dirigido a las figuras de autoridad. Las formas más frecuentes
de manifestarse son las siguientes: Se enfadan con relativa frecuencia.

- Trastorno de la personalidad antisocial


Trastorno de personalidad antisocial. Es una afección mental por la cual una
persona tiene un patrón prolongado de manipulación, explotación o violación de los
derechos de otros sin ningún remordimiento. Este comportamiento puede causar
problemas en las relaciones o en el trabajo y a menudo es delictivo.

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


196
4.6.2 Depresión y ansiedad.

Los trastornos depresivos serían coherentes sobre todo con el tipo de


maltratador disfórico/límite.

En el mencionado estudio de Gondolf el trastorno más característico fue la


depresión mayor (11% de la muestra total), seguido de la ansiedad. En opinión de
Gondolf la depresión no parecía ser una consecuencia de los últimos incidentes
(asalto, detención) ya que se encontró que el 31% de los que estaban deprimidos
habían intentado suicidarse o habían amenazado con hacerlo en el pasado. De
hecho, se observó que el 22% de la muestra había recibido en el pasado algún tipo
de tratamiento para sus problemas de salud mental.

4.6.3 Consumo de alcohol y drogas.

Si bien el consumo de sustancias -en su gran mayoría, abuso del alcohol es


un rasgo característico en este tipo de personas, no se debe asociar directamente
como causa del maltrato; en todo caso, el alcohol u otro tipo de drogas pueden ser
un precipitante del acto de agresión.
Ferrer y Bosch (2005) indican al respecto que no se pueden considerar el
alcohol y las drogas como factores predictores del maltrato porque no son unas
variables ni necesarias ni suficientes para explicar la agresión en la pareja, de
manera que sólo pueden ser consideradas como des-inhibidoras o facilitadoras de
dicha conducta. Esta afirmación está basada en los hechos de que:
- En su mayoría, los hombres con problemas de drogas o alcohol no agreden a
sus mujeres.
- Un porcentaje importante de maltratadores no tienen problemas con el
alcohol ni con las drogas.
- Las personas que ejercen violencia en la familia agreden tanto sobrios como
bajo los efectos de tales drogas,
- Los agresores que se hallan bajo los efectos de drogas o alcohol suelen dirigir
selectivamente sus ataques violentos sólo contra su cónyuge o pareja y sus
hijos, pero no contra otras personas fuera del círculo familiar.

Aunque una no es causa de la otra, diversos autores (Neil Jacobson y John


Gottman, 2001; Dutton y Golant, 1995) se preguntan por qué en tantos casos se
dan conjuntamen¬te. Sonkin y Durphy, citados por Dohmen (1995), expresan que

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197
los motivos estresantes que hacen perder el control de su ira pueden ser los mismos
que los llevan a ser adictos, y Adams refuerza esta idea al indicar que la tendencia a
minimizar -y agregaríamos negar y no responsabilizarse de la conducta violenta- es
comparable a las actitudes de negación de los que abusan de sustancias.
Dutton y Golant (1995) señalan que es un error culpar al alcohol de la
conducta violenta, porque aunque existiera un nexo entre ambos, uno no es causa
de la otra, sino que tendrían que ver con aspectos del sí mismo, ya que la
personalidad se desarrolla mucho antes de comenzar a beber o a maltratar.
Este punto es importante ya que algunos agresores suelen escudarse tras el
alcohol.

Numerosos estudios coinciden en el hallazgo de tasas altas de consumo de


alcohol y drogas en los maltratadores. Por ejemplo, Gondolf encontró en su muestra
de maltratadores que el 26% había recibido tratamiento en el pasado para
alcoholismo o consumo de drogas. Grann y Wedin evaluaron a 88 reclusos
cumpliendo condena por homicidio o agresión a su pareja y encontraron que el 51%
presentaba un problema de abuso o dependencia de alcohol o drogas (31% solo
alcohol, 5% alcohol y otra droga, y 16% múltiples sustancias).

Además, el consumo de alcohol y drogas parece vincularse directamente con


los acontecimientos violentos. Por ejemplo, Sharps y colaboradores encontraron que
dos tercios de los maltratadores acusados de homicidio o de intento de homicidio
habían abusado del alcohol, drogas o ambos antes del incidente. En otro estudio,
Fals-Stewart examinó registros diarios de parejas con historial de violencia durante
15 meses y encontró que la probabilidad de un episodio severo de violencia era más
de 11 veces mayor en los días en los que el hombre había consumido alcohol.
Además el 60% de los episodios tuvieron lugar dentro de las dos horas de bebida.

El consumo de sustancias tales como barbitúricos, anfetaminas, opiáceos,


cocaína y combinaciones alcohol/coca también se ha asociado con la violencia. En
particular, el consumo de cocaína está recibiendo una gran atención. Logan, Walker,
Staton y Lenkefeld dividieron a 500 reclusos según el grado de violencia ejercida
contra sus parejas (leve, moderada, extrema) y mediante entrevistas evaluaron el
consumo de sustancias. Encontraron que aquellos en el grupo de violencia extrema
informaban de más años de consumo regular de cocaína (4,5 años) que los del
grupo de violencia moderada (2,9 años) o de baja violencia (2,6 años). Logan y
colaboradores sugirieron varias explicaciones alternativas para la asociación entre

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cocaína y violencia. Por ejemplo, la cocaína puede causar violencia a través de sus
efectos farmacológicos, o puede agravar y potenciar un temperamento agresivo y
hostil, contribuyendo a la expresión de la violencia, o, por último, puede que el
consumo de cocaína y la violencia sean simplemente dos manifestaciones de la
conducta antisocial.

4.6.4 Psicopatía.

Por último, para cerrar este apartado, hay estudios que se han centrado
exclusivamente en los rasgos de personalidad psicopática, asociados
fundamentalmente al tipo antisocial de maltratador. Estos rasgos incluyen
características conductuales y de estilo de vida, tales como impulsividad y conductas
antisociales, junto con características interpersonales y afectivas, tales como la falta
de remordimiento y empatía, el egocentrismo y la manipulación. Echeburua y
Fernández-Montalvo encontraron una tasa del 12%.

Hemos de aclarar que el psicópata es responsable de la conducta violenta que


realiza y no padece una enfermedad mental.

Definición de Conducta Psicopática según el DSM:


―Comportamiento habitualmente antisocial de individuos que se muestran
siempre inquietos, incapaces de extraer ninguna enseñanza de la experiencia pasada
ni de los castigos recibidos, así como también demostrar verdadera fidelidad a una
persona, o a un grupo o a un código determinado. Suelen ser insensibles y
hedonistas, de muy acentuada inmadurez emocional. Carentes de responsabilidad y
de juicio lúcido y muy hábiles para racionalizar su comportamiento a fin de que
parezca correcto, sensato y justificado.‖

Es un trastorno de personalidad, pero con responsabilidad de sus actos. Sabe


lo que hace.

Si un psicópata llevara un tatuaje con un nombre, sólo podría ser el suyo.

No saben explicar que han hecho de daño. Dicen que ellos son los
importantes y punto. La situación empática en el psicópata es totalmente imposible.
Son realmente personas malas.

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199
A continuación se exponen las principales características de la persona con
psicopatía:
1. Conducta antisocial y no por ignorancia de las leyes. Sabe lo que está
haciendo. El psicópata organiza, premedita y le gusta sorprender, teniendo
habilidad para engañar y pasar desapercibido.
2. Relaciones interpersonales sin afectividad.
3. No empatía (de ningún tipo).
4. Relaciones sexuales inmorales.
5. Vanidad que les lleva a considerarse superiores. La diferencia con el
delincuente es que éste lo cuenta para jactarse, el psicópata no lo dice para
no tener las consecuencias que conoce.
6. Ausencia de sensación de culpa y de remordimiento.
7. Frecuentemente tienen atractivo personal.
8. Irresponsables e inconstantes.
9. Actividad sorpresiva.
10. Pensamientos estereotipados.

Diferencias entre el psicópata y el delincuente:

Psicópata Delincuente

No tiene sentido de la Si
responsabilidad Si
No existencia de remordimiento. Si
No relaciones afectivas. Si
No aprendizaje de castigo.

El psicópata es muy difícil de tratar pero para ello debemos intervenir en


cambios cognitivos y conductuales como los siguientes.
Habrá que hacer intervenciones encaminadas a que el psicópata reconozca lo
incorrecto de su conducta, ya que éste no ve ni sospecha nada incorrecto en ella.
El psicópata sólo vive el presente, por lo que habrá que concienciarle de que
las conductas tienen consecuencias a corto–largo plazo.
El psicópata tiene incapacidad para mantener o establecer relaciones
emotivas.

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200
Presenta un alto escepticismo en su tratamiento, ni siquiera creen que lo
necesiten.
Creen en la impunidad de muchos de sus actos.

No aprenden del castigo. Un psicópata no aprende a través de éste como un


delincuente común. Por el contrario, cuando una persona con esta desviación de
personalidad comete un crimen y es castigado con la privación de libertad, tras
cumplir la condena, volverá a cometer el crimen otra vez si se le antojase.

Estas personas tienes dos aspectos relevantes y que hay que tratar: uno es la
incapacidad para adoptar el punto de vista de sus víctimas, además del suyo propio;
el segundo sería la dificultad para tener en cuenta las repercusiones de sus propios
actos a largo plazo.

Por lo tanto, su tratamiento debe ir encaminado a lo siguiente:

- Realizar una historia completa y buscar informaciones complementarias.


- Informarles de cuáles son sus responsabilidades en la terapia y establecer
con el paciente un contrato en el que se comprometa asistir a la misma, ya
que llegan a consulta no por su propia voluntad, sino porque alguien les
fuerza a hacerlo.
- Establecer dos etapas en la terapia:
o La primera sería desarrollar su interés por las consecuencias personales
a largo plazo y lograr una comprensión realista de cómo repercute su
conducta en la víctima.
o La segunda sería adquirir responsabilidad e interés por las demás
personas.

La mayoría de ellos se quedan sólo en la primera etapa, con otros sólo se


consigue reducir un poco sus actitudes antisociales, y otros no llegan a cambiar
nada.

Entre las técnicas empleadas tenemos: reestructuración cognitiva, resolución


de conflictos, habilidades sociales, etc.

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201
4.7 PREVENCIÓN PARA LA NO APARICIÓN DE LA
CONDUCTA MALTRATADORA

Las enseñanzas recogidas al evaluar lo que dicen los organismos nacionales e


internacionales y los resultados de diversas estrategias preventivas con hombres nos
llevan a realizar las siguientes recomendaciones:
En primer lugar, es necesario que la prevención de la violencia de género
incluya actuaciones específicas dirigidas a todo el colectivo masculino y no solo a los
maltratadores, en tanto todos los hombres, de una u otra manera (por acción,
omisión, complicidad, indiferencia o rechazo), son parte del problema de la
existencia de la violencia de género, y por tanto, tienen que ser parte de la solución.
A su vez, para que estas actuaciones sean efectivas deben incluir:
• La Perspectiva de género, que en la intervención con hombres significa
promover la transformación crítica y autocrítica de los modelos tradicionales
de la masculinidad jerárquica y desigualitaria que legitiman la violencia
hacia las mujeres, el machismo, el sexismo, la homofobia y la violencia con
otros hombres, así como de los valores y comportamientos que de estos
modelos derivan.
• La promoción de valores de igualdad, justicia, democracia y paz que
permitan construir otra forma no jerárquica de ser hombre.
• La promoción de los comportamientos masculinos libres de violencia de
género, no como fin en sí mismo, sino como un requisito básico para una
práctica de la igualdad y justicia de género en lo cotidiano, que rechace toda
forma de violencia y que cuestione el poder masculino/patriarcal y la
socialización y valores que promueve.
• La consideración de los factores de protección contra la violencia de género,
y no solo los de riesgo— que deben ser estimulados en la vida de los
hombres, para impulsarlos hacia la no violencia de género.
• La consideración de los factores determinantes de la no implicación
masculina y de las resistencias y facilitadores al cambio.
• Intervenciones que contribuyan a ampliar la percepción de lo que es la
violencia de género, más allá del socialmente reconocido maltrato físico y
psicológico grave a la pareja, así como que permitan romper mitos y
falsedades sobre su causalidad
• Intervenciones que tengan en cuenta la diversidad de los hombres y sus
diversos «perfiles», tanto en su relación a la violencia, como en sus edades,
lo cultural y lo étnico, a través de diseños específicos, especialmente para

CARPE DIEM TÉCNICO EN VIOLENCIA DE GÉNERO


202
hombres jóvenes e inmigrantes y procurando aprovechar los espacios
masculinos ya existentes
 Por otra parte, para optimizar y contextuar adecuadamente las estrategias
de prevención consideramos necesario:
• Aprovechar los conocimientos existentes sobre los factores protectores que
permiten a algunos hombres inclinarse hacia la no violencia, para incluirlos
en los programas de prevención como elementos a potenciar.
• Aprovechar los conocimientos existentes sobre las estrategias efectivas de
intervención con hombres en el ámbito de la prevención.
• Promover el desarrollo de estas intervenciones en el ámbito estatal, y
recoger la experiencia de lo ya existente en España.
• Comprometer a los hombres que ya están organizados contra la violencia
machista.
• Desarrollar investigaciones que permitan conocer las características, los
factores de protección y los discursos y prácticas de los hombres igualitarios
en España, para encontrar las claves locales que puedan permitir impulsar
en otros lo que a ellos les ha permitido comprometerse en la igualdad entre
hombres y mujeres.
• Promover la implicación y formación de los profesionales y agentes sociales
masculinos de los ámbitos sociosanitarios, educativos y de la justicia, dado
su lugar clave en la transmisión de saberes, valores y prácticas en relación a
la violencia y la no violencia de género.

Finalmente, consideramos que deberían promoverse convocatorias de


personas expertas en programas de prevención de la violencia de género enfocada a
los hombres, para intercambiar experiencias, unificar criterios y crear redes de
intercambio en la materia.

Factores promotores de buenas prácticas.

La reciente evaluación de algunos de los programas de prevención con más


experiencia, está permitiendo identificar algunos factores comunes en aquellos que
se han mostrado más eficaces en el logro de cambios en los hombres en relación al
compromiso con la igualdad y la erradicación de la violencia de género. Dado que
conocerlos puede ayudar a dirigir mejor los esfuerzos de quienes están diseñando
programas de prevención focalizados en los hombres para implicarlos en ese
compromiso, describimos a continuación algunos de estos factores, a los que

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203
podemos considerar elementos necesarios para definir buenas prácticas en este tipo
de programas.

Los factores encontrados son:


• Promoción, desde la perspectiva de género, de un trabajo de reflexión crítica
sobre la interiorización de las normas del modelo masculino tradicional por
parte de los hombres, y sus efectos y costes sobre la vida de las mujeres y
también de los mismos hombres.
• Es fundamental trabajar con niños y jóvenes, pero también con sus padres.
• Brindar apoyo que permita que los hombres puedan poner en práctica
comportamientos igualitarios, desafiando las normas masculinas
tradicionales, enfrentándose a sus temores al cambio y contrarrestando la
ridiculización y el aislamiento que los hombres que cambian pueden sufrir de
otros hombres.
• Utilización de un lenguaje centrado en la responsabilidad masculina, más
que en la culpa, insistiendo en la capacidad de los hombres en oponerse al
sexismo.
• El trabajo requiere no sólo un cambio de actitudes, sino concienciarse acerca
de la necesidad de transformar las relaciones de poder, y de implicarse en la
búsqueda del cambio social desde una sociedad de dominación masculina
hacia una sociedad igualitaria.
• Las experiencias vitales negativas derivadas del sometimiento a las normas
masculinas, así como las resistencias son vía de entrada que deben
aprovecharse.
• Promoción de la comprensión de los efectos en las mujeres de la
desigualdad de género y la violencia, favoreciendo la escucha de la voz
femenina y sus sufrimientos de género.
• Consideración de diversidades culturales, las particularidades lo-cales de los
hombres a quienes se destinan los programas, así como de situaciones
específicas como las de las paternidades jóvenes o monoparentales, y la
diversidad sexual.
• Las intervenciones tienen más posibilidades de éxito si se realizan a partir
de los lugares en los que los hombres se reúnen (deportes, discotecas,
etc.).
• La búsqueda y utilización de portavoces efectivos y de modelo de hombres
igualitarios es muy importante (los jóvenes son muy receptivos por ejemplo,

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a los mensajes de los deportistas o cantantes, así como a la de padres o
líderes comunitarios implicados con la juventud).
• El trabajo con las prácticas de cuidado a otros y otras, y la paternidad como
una de ellas es un módulo que no debe faltar en ningún programa de
prevención.
• Los grupos donde sólo se reúnen hombres son el mejor método de trabajo
dado que ello favorece la disminución de la fanfarronería y defensa que se
da ante las mujeres en los grupos mixtos, aunque también es necesario la
inclusión de actividades que incluyan dichos grupos para evitar el
autocentramiento en los malestares masculinos olvidando la voz de las
mujeres.
• La inclusión de la problemática de la homofobia, la violencia contra otros
hombres y contra sí mismo es un factor favorecedor de una crítica más
global del modelo masculino tradicional.
• Los formadores deben estar sensibilizados a las problemáticas de género,
haber reflexionado sobre sus prácticas machistas y tener habilidades de
dinamización grupal.
• Algunos de estos factores pueden sintetizarse en las palabras de uno de los
expertos en estudios de género masculino más comprometidos desde hace
muchos años en el esfuerzo por implicar a los hombres en la erradicación de
la violencia de género, el canadiense Michael Kauffman «la habilidad para
dominar es una marca de la masculinidad, sólo comprometiendo a los
hombres jóvenes y adultos en la redefinición de la masculinidad, serán
transformados esos patrones de dominación. Implicarlos en este trabajo
requiere entre otras cosas tratar como iguales a las mujeres y desarrollar
hábitos de cuidado hacia las otras personas»
• Los elementos encontrados como mejores garantías de buenas prácticas en
los programas de prevención de la violencia de género destinados a
hombres, son coherentes con algunas implicaciones que Gary Barker, uno
de los expertos internacionalmente reconocidos en este tipo de programas,
deriva de los resultados de los estudios sobre hombres igualitarios.
Coincidimos con él que estas investigaciones nos indican que existen
factores protectores y experiencias de vida por la que han pasado algunos
hombres que deberían promoverse en el colectivo masculino para que
puedan acercarse a la no violencia de género y la igualdad, y que para
hacerlo a través de la Prevención hay que tener en cuenta que es necesario
al menos:

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• Captar y estimular a los hombres igualitarios para que sean agentes de
cambios para otros hombres jóvenes y adultos.
• Implicar a los hombres en todos los múltiples escenarios que se mueven, ya
que la familia, los amigos, los clubes, los ámbitos culturales o de ocio, la
escuela, las nuevas tecnologías, etc., son fuente de refuerzo o
transformación de los modelos tradicionales de masculinidad.
• Diseñar y promover espacios y actividades donde los hombres reflexionen
acerca de sus historias de vida y de contacto con la violencia de género, y
los ayuden a ver los costes de la versión tradicional de la masculinidad.
• Ofrecer espacios de desarrollo personal entre iguales alternativos a los
tradicionales que desarrollan la competencia y las habilidades de dominación
• Disminuir la resistencia de instituciones comunitarias a gastar esfuerzos —y
dinero— en trabajar con hombres, por desconfianza hacia ellos y sus
posibilidades de cambio.

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