Está en la página 1de 452

Universidad Nacional de San Martín

Instituto de Altos Estudios Sociales

Tesis para optar por el título de Doctor en Historia

De “niños desaparecidos” a “nietos restituidos”


Actores, escenarios y discursos en torno a los procesos de
búsqueda y restitución de los/as niños/as apropiados/as
durante la última dictadura en Argentina (1976-2004)

Tesista: Prof. Fabricio A. Laino Sanchis

Director: Dr. Emilio Crenzel (CONICET/ IIGG-UBA)

(Tesis en 2 volúmenes)
(Volumen 1 de 2)

Buenos Aires, febrero de 2020


Resumen

En la presente tesis investigamos los cambios y continuidades a lo largo del tiempo, entre
1976 y 2004, en los procesos de búsqueda, localización y restitución de los niños y las niñas que
fueron apropiados/as durante la última dictadura militar argentina (1976-1983). En este sentido,
rastreamos el momento de emergencia de la cuestión de los “niños desaparecidos” como denuncia
específica y diferenciada de los crímenes dictatoriales y su constitución progresiva como una causa
de acción colectiva dentro del movimiento de derechos humanos, de la mano de la conformación
de un grupo de “madres-abuelas” que gradualmente devino en Abuelas de Plaza de Mayo.
Analizamos, asimismo, la constitución del reclamo por la localización y restitución de estos niños
como un problema público, objeto de debates y disputas en diferentes escenarios, desde la
transición a la democracia en adelante. Analizamos en las décadas de 1980, 1990 y en los tempranos
2000 las diferentes etapas en las que se desenvolvieron tanto la búsqueda como los procesos de
restitución de esos/as niños/as, los actores involucrados en estos procesos y los cambios y
continuidades en los discursos sobre la temática. Indagamos en el rol clave jugado por la
Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo como emprendedora de esta causa, pero observamos
al mismo tiempo las cambiantes respuestas que ofrecieron otros actores, como el Estado, los
diferentes sectores del espectro político nacional, la comunidad internacional y los medios de
comunicación. Analizamos, finalmente, cómo al final de este proceso se terminó configurando un
importante consenso social en torno a la causa de Abuelas de Plaza de Mayo, en un periodo en el
que se establecieron muchos de los modos de acción y de las modulaciones discursivas sobre el
tema que perviven hasta la actualidad.

Palabras claves: Última dictadura militar argentina; Apropiación de niños y niñas; Movimiento
de Derechos Humanos; Abuelas de Plaza de Mayo; Restitución; Identidad.

1
Índice

Agradecimientos 5

Introducción 8
1. Presentación del problema 8
2. Estado de la cuestión 11
3. Objetivos e hipótesis de investigación 15
4. Marco teórico-conceptual, corpus y metodología 17
a. El archivo y el testigo: las fuentes de la historia reciente 21
b. El testimonio y los dilemas de la memoria 23
c. Obstáculos epistemológicos en el análisis de fuentes 27
d. Discursos convencionales y categorías de la práctica:
problematizando el marco conceptual 30
5. Los capítulos 33

Capítulo I. La apropiación de niños y niñas durante la última dictadura militar


argentina: del fenómeno criminal a las primeras denuncias (1974-1980) 37
1. La apropiación de niños y niñas en la historia contemporánea
y en el marco del terrorismo de Estado en Argentina 37
2. Las dimensiones materiales y simbólicas de la apropiación 41
3. Las primeras denuncias en el contexto dictatorial 55
4. “Una búsqueda diferente”: la formación de las “madres-abuelas” 69
5. “¿Cómo los buscábamos?”: el repertorio de acción 77
a. El “campo de la minoridad” y la Justicia 80
b. Las autoridades militares 83
c. La actitud de la Iglesia Católica 84
d. La interpelación a la sociedad civil 86
e. Las tareas de investigación 88
f. “Escribirle al mundo” 91

Capítulo II. El problema de los “niños desaparecidos” en el ocaso de la dictadura:


acción pública local, redes internacionales e institucionalización (1980-1983) 105
1. El derrumbe de la dictadura 105

2
2. De “madres-abuelas” a “Abuelas de Plaza de Mayo” 109
3. “Salir al mundo”: la inserción de Abuelas de Plaza de Mayo en las
redes transnacionales de activismo en derechos humanos 134
4. Los “niños desaparecidos” como problema público en la escena nacional 144

Capítulo III. Juicio, castigo, identidad y restitución: nuevos discursos y escenarios


de disputa en la temprana posdictadura (1983-1987) 165
1. Posdictadura, democracia y derechos humanos 165
2. “Lo más sangriento de la barbarie”: los “niños desaparecidos”
en el “Show del horror” 170
3. La acción política de Abuelas en el nuevo marco democrático 176
a. Las expectativas iniciales 176
b. La CONADEP y las comisiones especiales por los “niños desaparecidos” 184
c. Niveles, potencialidades y límites de la acción política en la creación del
Banco Nacional de Datos Genéticos 190
4. La justicia como escenario de disputa 211
a. Las demandas de justicia del movimiento de derechos humanos 211
b. “Niños desaparecidos” en el Juicio a las Juntas 212
c. Las luchas por las restituciones como “luchas cívicas por la justicia” 226
5. Entre el “dilema de Salomón” y el “derecho a la identidad”: los discursos
públicos en torno a los “niños desaparecidos” 230
a. Los “niños desaparecidos” como “botín de guerra”: las mutaciones del
discurso de Abuelas de Plaza de Mayo 230
b. “Velar por el interés del niño”: Representaciones antagonistas
en la esfera pública 235
c. La legitimación social y estatal del discurso de Abuelas de Plaza de Mayo:
La historia oficial y el Nunca Más 239
6. El fin de la ilusión: Abuelas y la cuestión de los “niños desaparecidos” ante los
proyectos de Punto Final y Obediencia Debida 245
a. El distanciamiento de Abuelas del gobierno nacional 245
b. ¿“Delito aberrante” o “gesto humanitario”? La “sustracción de menores”
en los debates de las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida 250

3
Volumen 2 263

Índice – Volumen 2 264

Capítulo IV. Batallas judiciales, conflictos públicos y conquistas políticas


durante los años de repliegue del movimiento de derechos humanos (1987-1996) 265
1. Acción política y judicial en los intersticios de la impunidad 265
2. La escena internacional como renovado escenario de acción 274
3. La construcción discursiva y política del “derecho a la identidad” 294
4. Nietos/as antes que H.I.J.O.S.: la irrupción pública de los/as
hijos/as de desaparecidos/as en el marco de la lucha de Abuelas 319
5. ¿Qué pasa cuando “aparecen” los “niños desaparecidos”?
disputas judiciales y controversias públicas por las restituciones 334

Capítulo V. Abuelas, nietos/as, H.I.J.O.S. y más en la construcción de un nuevo


consenso sobre la “restitución de identidad” (1996-2004) 345
1. La “apropiación de niños” y las nuevas modalidades
de revisión del pasado dictatorial en el “boom de las memoria” 346
2. “¡Ah, no son bebés!”: transformaciones políticas y discursivas
de una causa sensible al tiempo 367
3. Hijos/as, nietos/as, hermanos/as y Abuelas 386
4. El campo académico y cultural y las luchas por las restituciones 396
5. Hacia un nuevo consenso social en torno a la apropiación/restitución 404

Conclusiones 415

Bibliografía 431

Fuentes 449

4
Agradecimientos

Muchas instituciones y personas contribuyeron en la realización de esta tesis. La primera


de ellas, sin dudas, es Emilio Crenzel, mi director. Le agradezco enormemente todos estos años de
acompañamiento cercano y paciente. Sus sabios consejos, su lectura atenta y sus comentarios
precisos y generosos fueron indispensables para conducir por buen camino este largo proceso.
Además, el Grupo de Estudios sobre Historia Reciente y Memoria Social del Instituto de
Investigaciones Gino Germani de la UBA, que él dirige, me ha permitido contar con un ámbito
muy enriquecedor de intercambio y aprendizaje. Vaya mi agradecimiento también a Diego Galante,
Rocío Otero, Claudia Calvo, Rodrigo González Tizón, Gisela Cardozo, Cecilia Vázquez Lareu,
Ana Alen Lescano, Eugenia Cingolani, Jimena Municoy y Ayelén Mereb, integrantes del grupo,
que en diferentes encuentros leyeron y comentaron avances de los capítulos de esta tesis y me
ofrecieron sus valiosas sugerencias.
Mi interés por la historia reciente argentina y las memorias sociales surgió durante mis
estudios de grado en la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Dos
experiencias de aquellos años me marcaron especialmente. Una de ellas fue el seminario sobre
representaciones del pasado reciente dictado por Roberto Pittaluga, que nos acercó a muchos y
muchas estudiantes a los debates teóricos y los tópicos historiográficos a los que nos abocamos
posteriormente como doctorandos e investigadores. La otra fue mi participación como asistente de
investigación del film documental Campo de batalla. Cuerpo de mujer, dirigido por Fernando
Álvarez. Esta tarea me permitió dar mis primeros pasos en el quehacer del historiador y conocer la
diversidad de archivos y fuentes existentes para el estudio de la historia reciente.
El Doctorado en Historia del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad
Nacional de San Martín fue un espacio invalorable para mi formación, en especial por la calidad y
la calidez de su plantel docente. Quisiera agradecer en particular a Valeria Manzano, Marina Franco
y Cristiana Schettini, que leyeron avances de mi investigación en instancias curriculares y
extracurriculares. Sus comentarios nutrieron mi trabajo al aportarme nuevos conceptos, enfoques
y lecturas. Valeria Manzano y Marina Franco también coordinan el Núcleos de investigación
“Política, sociedad y cultura en la historia reciente del Cono Sur”, en donde he podido conocer la
producción novedosa de colegas que trabajan temáticas afines de la historia reciente. Mi
agradecimiento a todos/as ellos/as por el espacio compartido y por los comentarios y sugerencias
recibidos. Por último, no quisiera olvidarme de todos/as los/as trabajadores/as administrativos y no
5
docentes del IDAES, que siempre tuvieron una excelente predisposición para orientarme y
solucionar cualquier inconveniente que pudiera surgir.
Desarrollé toda mi trayectoria educativa, desde la primaria hasta el posgrado, en
instituciones públicas. El doctorado, además, lo realicé con una beca doctoral del CONICET, que
me permitió abocarme a tiempo completo a la investigación. Traicionaría mis convicciones si no
dedicara unas líneas a agradecer y reivindicar a la educación pública, gratuita, inclusiva y de calidad
y al sistema científico y académico público.
Desde el año 2015 soy auxiliar docente de Historia Argentina en la Universidad Nacional
de Avellaneda. En la UNDAV tuve la suerte de conocer colegas formidables que comparten
intereses y preocupaciones similares a los míos. Agradezco, en primer lugar, a Leticia Marrone,
por su afectuosidad y por haberme invitado a participar en el proyecto de extensión universitaria
“La UNDAV con las Abuelas” que ella dirige. Las actividades de formación y difusión que con
otros/as compañeros/as desarrollamos me han servido mucho para reflexionar sobre la transmisión
de memorias y saberes académicos en contextos diversos. Quiero agradecer también a Verónica
Perera, que coordina el Grupo de Estudio sobre Memorias, Política y Cultura de la UNDAV,
espacio en el que participo y donde he compartido algunos avances de mi tesis. Sus comentarios y
sugerencias han sido muy significativos para desarrollar y mejorar mi producción. Hago extensivo
este agradecimiento a los/as otros/as integrantes del grupo: María Luisa Diz, Cristian Rama y
Leandro Martínez. No quisiera olvidarme, por último, de Lucas Rebagliati y Joaquín Noya,
actuales compañeros de cátedra, y de Virginia Macchi, Marcos Schiavi y Federico Cormick,
excompañeros/as, grandes docentes y excelentes personas.
Para la investigación consulté diferentes archivos y bibliotecas: el Archivo Histórico de la
Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, el Archivo Nacional de la Memoria, el Archivo Oral de
Memoria Abierta, el Archivo del CELS, la Biblioteca del IDES, el Centro de Documentación e
Información del Instituto de Investigaciones Gino Germani y la Biblioteca Nacional Mariano
Moreno. Quiero reconocer a todas estas instituciones y a sus dedicados/as trabajadores/as, que
posibilitaron el acceso y la consulta a toda la documentación relevada. Agradezco especialmente a
Ignacio Mancini, del CDI del Instituto Germani, quien con una paciencia extraordinaria y una gran
habilidad me ayudó a localizar los documentos más exóticos.
La beca Saint-Exupéry, otorgada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Desarrollo
Internacional de Francia y el Ministerio de Educación de Argentina, me posibilitó realizar una

6
estancia doctoral en Francia para hacer un importante trabajo de campo. Agradezco a ambas
instituciones y especialmente a mis tutores allí: la Dra. Nadia Tahir de la Universidad de Caen y el
Dr. Enrique Fernández Domingo de la Universidad París 8. En una segunda estancia doctoral, esta
vez en la Universidad de Bolonia y en el marco del proyecto “SPEME- Questioning Traumatic
Heritage: Spaces of Memory in Europe, Argentina and Colombia” de la Unión Europea, pude
avanzar de manera significativa con la escritura de la tesis. El SPEME ha sido también un fantástico
ámbito de intercambio de ideas y experiencias con colegas de América del Sur y Europa. Por esta
oportunidad les agradezco enormemente a Patrizia Violi, directora del proyecto, y a Lizel Tornay,
su coordinadora en la UBA.
Quisiera agradecer profundamente a todas las personas que entrevisté para esta
investigación y que me brindaron con enorme generosidad y confianza su testimonio. Mención
especial merecen Héctor Rombola, que me ayudó a acceder a documentación y testimonios
canadienses, y María Cecilia Gómez Pinilla, quien escribió una carta de recomendación para que
pudiera consultar los archivos de la ACAT en Francia. Agradezco también a Ilenia Arocha y Adrián
Bernasconi quienes me ayudaron en la desgrabación de algunas de estas entrevistas.
Los/as amigos/as de la vida han contribuido a esta tesis de formas múltiples y a veces
insospechadas. Matías Eidem ha respondido con mucha paciencia todas mis consultas sobre temas
jurídicos y legales, siempre arduos. Todos los cuadernos donde he tomado notas fueron
obsequiados por Matías del Moral. Las creaciones gastronómicas de Manuel Grinberg son una
fuente inagotable de inspiración. La pasión por la política compartida con Laura Huberman nos ha
permitido sobrellevar momentos de zozobra en tiempos recientes. Muchas gracias por esto y por
todo.
Quiero agradecer muy especialmente a mi familia. A mis hermanos, Nicolás, Federico y
Facundo, por las travesuras de chicos y de grandes. A mi abuela Carmen, que ya no está, por
inspirarme la pasión por escuchar y contar historias. A mi mamá, Alicia, y mi papá, Alfonso, por
darme todo su cariño y dedicación, confiar siempre en mí y apoyarme en mis elecciones de vida.
Victoria, mi compañera, ha sido todos estos años mi primera lectora, mi consejera, mi guía
espiritual. Su confianza y aliento fueron y son indispensables. Su amor y alegría llenan de felicidad
cada uno de mis días. Gracias infinitas por la vida compartida.
A todas y todos, muchas gracias.

7
Introducción

1. Presentación del problema

La última dictadura militar argentina (1976-1983) puso en marcha un plan represivo que
implicó la persecución, el secuestro y detención ilegal y la desaparición sistemática de miles de
militantes políticos y sociales. Aunque la mayoría de estas prácticas represivas no fueron
inauguradas con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, su despliegue adquirió a partir de ese
momento características y dimensiones que nunca había tenido. La metodología de la tortura y la
desaparición se implementó de manera masiva, se sistematizó y se organizó desde el aparato estatal,
por lo que Luis Eduardo Duhalde (1984) caracterizó a este sistema como terrorismo de Estado.
Uno de los múltiples crímenes cometidos en el marco del terrorismo de Estado fue la
apropiación, por parte del personal de las fuerzas represivas, de los hijos y las hijas de quienes
fueron secuestrados/as, torturados/as y finalmente desaparecidos/as en los centros clandestinos de
detención. Esta práctica consistió en la sustracción y posterior falseamiento de la identidad o bien
de los niños/as que eran secuestrados/as junto con sus padres y/o sus madres, o bien de los niños/as
que nacieron durante el cautiverio ilegal de sus madres. Los niños/as sustraídos eran apropiados/as
por los propios represores o entregados/as a familias allegadas, que los/as inscribían como hijos/as
propios/as o los/as adoptaban mediante procedimientos de mayor o menor legalidad, rompiendo
así todo vínculo con las familias biológicas y ocultándoles a los/as niños/as su origen y su historia.
Este crimen se produjo en numerosos centros clandestinos de detención de diferentes regiones del
país, al mando de diferentes cuerpos de las fuerzas armadas y de seguridad, implicando así a las
tres fuerzas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea), a las fuerzas de seguridad nacionales
(Gendarmería, Prefectura y Policía Federal) y a distintas fuerzas de seguridad provinciales, en
especial la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
A lo largo de los años, los testimonios de los y las sobrevivientes y diversas investigaciones
pusieron de manifiesto las características y el alcance de la apropiación de niños/as.1 Aunque

1
Sin desconocer las derivas del concepto dentro de las teorías antropológicas y sociológicas sobre la filiación y los
sistemas de parentesco (Tarducci, 2013), en el contexto de este plan entendemos por apropiación de niños/as
específicamente al conjunto de prácticas, implementadas en el marco del Terrorismo de Estado, para secuestrar niños
y niñas, sustraerlos de sus madres, padres y el resto de su familia biológica, entregarlos a otras familias o instituciones
y ocultar su verdadera identidad biológica, quebrando así sistemas de filiación. En el ámbito judicial se suele indicar
al fenómeno como “apropiación de menores”. Sin embargo, el término “menor” resulta problemático. Como han
8
resulta complejo precisar un número exacto de víctimas, a partir de las denuncias formuladas y del
conocimiento acumulado Abuelas de Plaza de Mayo ha estimado que habrían sido alrededor de
500 los niños y niñas apropiados/as. Asimismo, dada su magnitud y regularidad, esta organización,
al igual que la Justicia y diferentes investigadores han señalado la sistematicidad del fenómeno de
apropiación.
Desde un primer momento, incluso durante la misma dictadura militar, los familiares de las
y los desaparecidos, así como otros actores individuales y colectivos, comenzaron un proceso de
búsqueda de los niños y niñas apropiados/as, con el objetivo de localizarlos y restituirlos a sus
familias biológicas. En esta lucha por encontrar y recuperar a los/as niños/as apropiados/as ha
tenido un papel destacado la organización Abuelas de Plaza de Mayo, que desde sus orígenes en
1977 se ha mantenido activa en esta búsqueda.2 Gracias a la lucha de esta organización, con el
apoyo de otras organizaciones de derechos humanos y no gubernamentales (como el Equipo
Argentino de Antropología Forense) y de diferentes instituciones estatales creadas tras el retorno
de la democracia (como el Banco Nacional de Datos Genéticos y la Comisión Nacional por el
Derecho a la Identidad) más de un centenar de casos han podido ser resueltos. 3
El repudio hacia la práctica criminal de la apropiación de niños/as, el reconocimiento
alcanzado por Abuelas a nivel nacional e internacional y el apoyo social extendido hacia su causa
parecen en el 2019 verdades de Perogrullo. Cada nueva “restitución”, como llama a la organización
al encuentro de un nieto o nieta, suele provocar manifestaciones de alegría de sectores sociales y
políticos muy diversos. El caso más notorio fue el de la restitución de Guido Montoya Carlotto, el

mostrado diferentes autores/as, esta categoría se instaló en el espacio público entre fines del siglo XIX y comienzos
del XX como un término diferenciado del de “niño”, lo que derivó dentro del campo de instituciones relacionadas una
clasificación dual de la infancia: por un lado, la niñez, la cual refiere a una infancia educada y protegida por su familia,
y del otro lado, la “minoridad”, la infancia “en peligro”, “peligrosa” o “abandonada”, siempre vinculada con las
familias pobres y de los sectores populares, que comenzaba a ser vista por las clases dirigentes como un problema que
requería de la intervención del Estado. Esta concepción de la “minoridad” derivó en el sistema de Patronato de
Menores consagrado por la Ley 10.903. Es por eso que hablaremos en este trabajo de “apropiación de niños/as”. Sobre
el desarrollo histórico del concepto de “minoridad” y sus derivas institucionales y políticas, véase Carli (2002) y
Villalta (2012).
2
Para evitar repeticiones y agilizar la lectura, en adelante nos referiremos a la organización de manera indistinta como
Abuelas de Plaza de Mayo o Abuelas.
3
A la fecha del 20 de diciembre de 2019, Abuelas consigna oficialmente 130 “casos resueltos”. Sin embargo, no todos
corresponden a niños/as, jóvenes o personas adultas que conocieron su verdadera identidad biológica. Algunas de estas
resoluciones fueron “negativas”, es decir que fueron hallados los restos de las mujeres asesinadas que estaban
reportadas como desaparecidas, cuyos embarazos no llegaron a término. Por otra parte, como veremos más adelante,
el Registro Único de Víctimas del Terrorismo de Estado consigna un total de 176 casos resueltos. Esta divergencia con
los datos de Abuelas tiene que ver con casos no denunciados ante esa organización, sino frente a otros organismos
(como el EAAF) o dependencias estatales (como la CONADI).
9
nieto de la presidenta actual de la organización, Estela Barnes de Carlotto, que se produjo en agosto
de 2014. Su restitución causó una enorme repercusión no sólo en Argentina, sino en gran parte del
mundo occidental: El País y El Mundo de España, la BBC y The Guardian del Reino Unido, La
Reppublica de Italia, Le Monde, RFI y Libération de Francia, la CNN de los Estados Unidos, son
solo algunos de los medios de comunicación de una lista muchísimo más extensa que cubrieron la
noticia durante esos días.
Por supuesto, en Argentina la noticia tuvo una repercusión enorme y se habló del tema
durante semanas. En todas las publicaciones más o menos reconocidas, de todas las orientaciones
ideológicas, casi sin excepción, se repetía una tónica similar: alegría por el reencuentro de la abuela
con su nieto; conmoción por la noticia; valoración de los más de 30 de lucha de Estela de Carlotto
y de la asociación a la que representa; repudio al accionar represivo militar que asesinó a los padres
de estos niños, los separó de sus familias y los entregó a militares o allegados, por lo que crecieron
sin conocer su verdadero origen; valoración positiva de la “restitución” de su identidad, del
conocimiento de la verdad, como una “liberación” de la mentira,
Sin embargo, cuando comencé mi primera indagación exploratoria en el tema, en el
momento en que buscaba definir el objeto preciso de mi investigación, me encontré con numerosos
testimonios de la época de la dictadura y también de los años 1980 y 1990, ya bien entrada la
democracia, que mostraban a una opinión pública mucho más dividida en torno a esta cuestión.
Diversas voces hablaban de un descrédito a la veracidad de los hechos que denunciaban las Abuelas
y otros familiares y organismos. En otros casos consideraban que, aun siendo cierto que podía
haber “niños desaparecidos”, la culpa no era imputable a la represión sino a sus padres y madres
que los habían “abandonado”. Aun cuando se comenzó a aceptar de manera más difundida la
realidad histórica del crimen, muchos consideraban que el reclamo de las Abuelas (la restitución
de los/as niños/as a sus familias biológicas) era legalmente complejo, éticamente dudoso y, en todo
caso, contraproducente para el bienestar y la integridad física y psicológica de los niños y las niñas.4
Así fue cómo surgieron las preguntas que estructuraron el problema de la presente
investigación: ¿De qué manera el problema de la apropiación de niños y niñas durante la dictadura
militar llegó a convertirse en un problema público a nivel nacional e incluso internacional? ¿Cómo

4
A lo largo de la tesis, para referirnos a sujetos colectivos que incluyen varones y mujeres, usaremos principalmente
la variante “os/as” al final de los adjetivos y sustantivos que varíen en género. En algunas ocasiones, para evitar
repeticiones, usaremos también el desdoblamiento de la palabra en ambos géneros (por ejemplo, “los niños y las
niñas”).
10
se construyó a lo largo del tiempo un consenso en torno al reclamo por la localización y restitución
de estos/as niños/as? ¿Cómo logró Abuelas de Plaza de Mayo constituirse en un actor clave en este
proceso, con un enorme y diverso apoyo social? A partir de estas preguntas, en la presente tesis
nos proponemos estudiar los cambios a lo largo del tiempo, entre 1976 y 2004, en los procesos de
búsqueda, localización y restitución de los niños y niñas apropiados/as durante la vigencia del
terrorismo de Estado en la Argentina, especialmente durante la última dictadura militar. En este
sentido, nos proponemos analizar la emergencia y transformaciones de este problema como
demanda diferenciada y causa de acción colectiva dentro del movimiento de derechos humanos;
las diferentes etapas en las que se desenvolvieron tanto la búsqueda como los procesos de
restitución; los actores involucrados en estos procesos, los escenarios en los que se desarrollaron
estas luchas y los cambios y continuidades en los discursos sobre la temática. De esta forma, en la
investigación se examinará el rol clave jugado por la Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo
pero también indagará en el papel de otros actores que, por acción u omisión, resultaron relevantes
en diferentes momentos de estos procesos: otros organismos del movimiento de derechos humanos,
el Estado (en especial, el poder judicial y las agencias dependientes del poder ejecutivo), los
diferentes sectores del espectro político nacional, la comunidad internacional y los medios de
comunicación.

2. Estado de la cuestión

Los procesos de revisión de los crímenes dictatoriales han sido abordados desde campos y
géneros discursivos muy diversos. En nuestro país los estudios sobre memoria social se han
enfocado a examinar los legados del proceso de violencia política y dictaduras militares que
signaron la vida institucional en las décadas del setenta y ochenta (Gillespie, 1987; Calveiro, 1998;
Lanusse, 2005). También se han realizado trabajos de investigación sobre las experiencias de los
detenidos-desaparecidos y, en menor medida, sobre el exilio y la cárcel política (Izaguirre, 1992;
AA. VV., 2003; De Ípola, 2005; Garaño y Pertot, 2007; Yankelevich, 2009). Diversos libros y
artículos abordan la historia y las experiencias de los militantes en primera persona, conformando
un importante corpus de material testimonial o autobiográfico (Diana, 1996; Anguita y Caparrós,
1998; Ciollaro, 1999; Zuker, 2004; Caballero y Larraquy, 2006).

11
Desde una perspectiva académica, diferentes trabajos han estudiado las formas y procesos
de construcción de la memoria social de la última dictadura (Groppo y Flier, 2001; Da Silva Catela,
2001; Feld, 2002; Jelin, 2002; Jelin y Kaufman, 2006; Oberti y Pittaluga, 2006; Crenzel, 2008;
Lvovich y Bisquert, 2008; Flier y Lvovich, 2014). Asimismo, desde diferentes disciplinas (como
la antropología, la sociología y la historia) se han estudiado los procesos de lucha por la elaboración
de verdad y la obtención de justicia impulsados por familiares de las víctimas, sobrevivientes y
otros activistas. Los trabajos de Veiga (1985), Sondereguer (1985), González Bombal y
Sonderéguer (1987) Jelin y Azcárate (1991), Brysk (1994) y Jelin (1994 y 2005) sentaron las bases
para el estudio de este conjunto de organizaciones como un movimiento social, denominado
“movimiento de derechos humanos”. Trabajos más recientes han tratado de mostrar cómo la acción
de este movimiento fue central para convertir a la noción de “derechos humanos” en una “verdad
evidente” de la cultura política argentina (Crenzel, 2013) y han mostrado cómo la categoría de
derechos humanos, al igual que otras que contribuyó a instalar, son construcciones nativas del
propio movimiento (Tahir, 2015; Feld y Franco, 2015; Franco, 2018). También desde el campo
académico se han realizado estudios sobre la memoria de los hijos e hijas de desaparecidos. Estas
investigaciones, sin embargo, se han circunscripto al núcleo de miembros de la agrupación Hijos e
Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) (Calandra, 2004;
Alonso, 2005; Bonaldi, 2006; Cueto Rúa, 2009; Kotler, 2009). Finalmente, en los últimos años
diferentes investigaciones han puesto en tensión los relatos “porteñocéntricos” sobre la historia del
movimiento de derechos humanos argentino y han avanzado en el reconocimiento de diferentes
experiencias de activismo local y regional (Alonso, 2011 y 2015; diversos/as autores/as en Kotler,
2014; Crenzel, 2019).
En términos de los hitos en la elaboración de verdades socialmente aceptadas sobre los
crímenes dictatoriales Crenzel (2008) ha estudiado la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas y su informe final, el Nunca Más, como un momento central en la constitución de un
nuevo régimen de memoria sobre el pasado dictatorial. En esa misma línea, Galante (2014) ha
estudiado el Juicio a las Juntas. Andriotti Romanin (2013) ha indagado en la experiencia de los
Juicios por la Verdad a fines de los años ’90 y comienzos del 2000. Diferentes trabajos han
analizado los procesos judiciales que han comenzado a desarrollarse después de la derogación de
las leyes de Obediencia Debida y Punto Final (Andriozzi, 2011; Quaretti, 2017).

12
El fenómeno criminal de la apropiación de niños y niñas ha sido abordado desde diferentes
disciplinas y enfoques. Las primeras producciones sobre la temática inscribieron estas prácticas
criminales en el marco de un plan político-ideológico impulsado por el terrorismo de Estado, por
el que los niños eran transformados en “botines de guerra” y han enfatizado el carácter “inédito” y
“excepcional” de este fenómeno (Bokser y Guarino, 1992; Van Boven, 1997; Lo Giúdice, 2005).
Más recientemente, distintos trabajos han indagado sobre los dispositivos desplegados por el
aparato represivo para organizar el plan sistemático de apropiación de niños. En este sentido,
Villalta (2012) y Regueiro (2009, 2013) han examinado “las condiciones de posibilidad” de la
apropiación de niños durante la última dictadura militar y han señalado cómo ésta se asentó sobre
categorías clasificatorias de larga duración en el “campo de la minoridad”, así como sobre
dispositivos y prácticas de la burocracia administrativa y del aparato judicial del Estado. Villalta
da cuenta de la reutilización por parte del terrorismo de Estado de las construcciones discursivas
sobre el “abandono” y la “minoridad”, que fueron asociadas a la representación de los padres
desaparecidos como “subversivos”. Regueiro ha estudiado el mecanismo de la “inscripción falsa”,
por el cual los apropiadores lograban inscribir como hijos propios a los niños apropiados utilizando
certificados médicos falsos. Estas investigaciones han permitido matizar las afirmaciones sobre el
carácter “excepcional” de la apropiación, al mostrar la existencia de continuidades institucionales
y de conexiones entre las formas regulares de la burocracia estatal y aquellas surgidas durante el
Estado terrorista. Estos estudios se encuentran en consonancia con un conjunto de trabajos que han
examinado los diferentes aparatos represivos del Estado y sus vínculos con el poder judicial y la
administración pública (Tiscornia, 2004; Sarrabayrouse Oliveira, 2011).
Por su parte, Regueiro (2008) y Urosevich (2015) han investigado el funcionamiento de las
“maternidades clandestinas”, espacios específicos dentro de ciertos centros clandestinos de
detención para retener a las mujeres embarazadas y luego “entregar” a los bebés nacidos en
cautiverio. Álvarez y Laino Sanchis (2019) hemos indagado en las experiencias y las memorias de
las mujeres que atravesaron su embarazo y parto en cautiverio en estos lugares, en línea con otras
investigaciones que han estudiado desde una perspectiva de género la extensión y significaciones
de la violencia hacia las mujeres en centros clandestinos de detención (Bacci et al., 2012; Sutton,
2018; Álvarez, 2018). Finalmente, el trabajo del equipo del Registro Unificado de Víctimas del
Terrorismo de Estado (RUVTE, 2015) ha sistematizado la información cuantitativa conocida sobre
mujeres embarazadas en cautiverio y niños/as apropiados/as.

13
Otro conjunto de escritos e investigaciones ha analizado diferentes aspectos relacionados
con los procesos de búsqueda y restitución de los/as niños/as apropiados/as con sus cambios y
continuidades a lo largo del tiempo, aunque concentrándose casi exclusivamente en el accionar de
Abuelas de Plaza de Mayo. Diferentes trabajos han narrado la historia de la organización a partir
de las memorias de sus integrantes y de los propios relatos institucionales (Nosiglia, 1985; Herrera
y Tenembaum, 1990; Arditti, 2000; Abuelas de Plaza de Mayo, 2007). Trabajos más recientes han
analizado diferentes aspectos centrales del discurso de la organización y sus mutaciones a lo largo
del tiempo. Quintana (2016, 2018) ha estudiado las principales obras publicadas por la
organización, rastreando allí las transformaciones en la configuración de la posición enunciativa
de las Abuelas de Plaza de Mayo a partir de la incorporación de diferentes saberes y discursos.
Gandsman (2009) ha indagado en la complejidad de diferentes categorías y enunciados de la
organización, principalmente la noción de “identidad” y su relación con el campo de “la política”.
Otros trabajos han estudiado aspectos parciales de los modos de acción de la organización.
De Vecchi Gerli (2010) y Diz (2016) han investigado diferentes estrategias de vinculación de
Abuelas de Plaza de Mayo con el campo cultural (la más destacada de ellas, “Teatro por la
Identidad”) para instalar su agenda de reclamos en la esfera pública. Andriotti Romanin (2015) ha
analizado las respuestas de la organización a las primeras medidas tomadas durante el gobierno de
Néstor Kirchner. Medina (2010) y Durán (2019) han estudiado el papel jugado por el Archivo
Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo en los procesos de transmisión de memorias y
de elaboración de identidades de los/as jóvenes que recuperaron su identidad biológica. Por último
diferentes trabajos han planteado una primera aproximación para el conocimiento de la historia de
las filiales de Abuelas de Plaza de Mayo en el interior del país: Bello y Villa (2010) y Solís (2014)
para el caso de Córdoba, Zubillaga (2019) para el caso de Mar del Plata y Scocco (2016) para
Rosario.
Oren (2001) y Regueiro (2013) han analizado diferentes procesos judiciales de restitución
de niños y niñas apropiados/as en las décadas del ’80 y el ’90 como escenarios de disputa y de
producción de discursos y saberes en confrontación en torno a la cuestión de la apropiación y la
restitución de niños. Asimismo, desde el campo de la psicología, diferentes trabajos han analizado
los efectos traumáticos de la apropiación entre sus víctimas y los efectos psicológicamente
liberadores de la restitución de la identidad biológica (Lo Giúdice, 2001, 2005; Teubal, 2003;
Kordon y Edelman, 2007).

14
3. Objetivos e hipótesis de investigación

Pese al importante corpus existente, los trabajos que hemos mencionado se concentraron
principalmente en el estudio del fenómeno de la apropiación cometido durante la última dictadura
o en diferentes aspectos de la historia de Abuelas de Plaza de Mayo, en este último caso a partir de
los propios relatos institucionales. Nuestra investigación parte de estos trabajos preexistentes para
ampliar la mirada hacia otros actores que han sido menos tenidos en cuenta hasta el momento y que
intervinieron activamente en la construcción de discursos y políticas públicas sobre los procesos de
búsqueda y restitución de los niños/as apropiados/as, tales como el Estado, las redes transnacionales
de activismo humanitario y los medios de comunicación. Al reconstruir este campo de interacciones,
buscaremos observar las estrategias y los modos de acción adoptados a lo largo del tiempo, los
discursos y saberes específicos producidos y también las disputas con otros diferentes actores
opositores a la causa. Esta ampliación de la mirada permitirá asimismo echar luz sobre algunos
aspectos menos conocidos de la acción y del discurso público de Abuelas de Plaza de Mayo.
El espectro temporal cubierto por esta investigación abarca de un 24 de marzo a otro, 38 años
después. El punto de partida es el 24 de marzo de 1976, es decir, el comienzo de la última dictadura
militar. Si bien encontramos casos registrados de mujeres embarazadas desaparecidas en los años
previos, la mayor magnitud y sistematicidad del fenómeno se alcanzó con la puesta en marcha a gran
escala del plan represivo después del golpe de Estado. El cierre de nuestro recorte temporal es el 24
de marzo del 2004. En esa fecha, el presidente Néstor Kirchner firmó un convenio por el cual la
Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) pasaba a convertirse en un espacio para la
memoria. En ese acto, que fue multitudinario, dio un discurso Juan Cabandié, quien en ese momento
era el último “nieto recuperado”. Como veremos hacia el final del trabajo, este hecho se transformó
en un hito que condensó una serie de procesos que se venían desarrollando y marcó el inicio de una
nueva etapa en las luchas por la restitución.
La tesis se plantea diferentes objetivos de investigación. En primer lugar, analizaremos los
cambios y continuidades entre 1976 y 2004 en los discursos públicos y los modos de acción de
diferentes actores en torno a la cuestión de la búsqueda y la restitución de la identidad biológica de
los niños/as apropiados/as durante la última dictadura militar, incluyendo organizaciones de la
sociedad civil, medios de comunicación nacionales, organismos estatales y organizaciones
internacionales (gubernamentales y no gubernamentales) de derechos humanos. En esta indagación,

15
examinaremos especialmente la actuación y el discurso de la organización Abuelas de Plaza de Mayo,
prestando siempre atención a su interacción con diferentes actores locales, nacionales e
internacionales.
Uno de los actores centrales con los que Abuelas interactuó en este largo derrotero fue el
Estado. Por ende, en la tesis haremos especial hincapié en el análisis de los cambios y continuidades
en el tratamiento estatal del reclamo por la localización y restitución de los niños apropiados y en el
desarrollo de políticas públicas en torno a esta cuestión, desde el retorno de la democracia y hasta el
gobierno de Néstor Kirchner.
Como veremos, las transformaciones en el campo de actores implicados en los procesos de
búsqueda y restitución estuvieron dados también por el propio paso del tiempo. A partir de los años
’90, los/as hijos/as de los/as desaparecidos/as, muchos de ellos nietos/as apropiados/as, comenzaron
a entrar en escena e involucrarse en estas lucha. Por ende también dedicaremos particular atención a
examinar los discursos y la actuación pública de estos/as jóvenes y su relación con la acción y el
discurso de Abuelas de Plaza de Mayo y de otros actores sociales y políticos involucrados en la
restitución de la identidad biológica de los/as niños/as apropiados/as.
Este investigación parte de la hipótesis de que la conformación de la cuestión de la
apropiación de niños/as durante la última dictadura militar como un problema público, al igual que
las luchas por la localización y restitución de esos/as niños/as a sus familias biológicas como causa
de acción colectiva, se encontraron condicionadas por diferentes factores que habilitaron, en cada
época, diferentes modos de acción y también diferentes discursos, a la vez que crearon una
interacción compleja entre diversos actores, algunos aliados a la causa, otros abiertamente
antagonistas, y otros que sin posicionarse abiertamente fueron interpelados en una disputa que se
desarrolló en diferentes escenarios. Entre las variables que influyeron en la constitución de estos
diferentes discursos y modos de acción se incluyen los cambios en la coyuntura política nacional y
local, las transformaciones en los “marcos sociales de memoria” (Halbwachs, 1925) sobre la última
dictadura, la capacidad de las organizaciones sociales para interpelar diferentes actores y movilizar
recursos en su favor, los cambios en la legislación y la jurisprudencia nacional e internacional y las
transformaciones del propio sujeto de la búsqueda (que fue pasando progresivamente de la niñez a la
adolescencia, la juventud y la adultez). Este último aspecto ha influido no sólo en las estrategias
desarrolladas por las organizaciones que han encarado esta lucha (donde destaca la acción de Abuelas

16
de Plaza de Mayo) y por diferentes organismos públicos, sino también en la recepción de la causa en
diferentes sectores de la opinión pública nacional e internacional.

4. Marco teórico-conceptual, corpus y metodología

En términos historiográficos, la tesis se enmarca dentro del campo interdisciplinar de la


historia reciente (conocida en Francia y en otras latitudes como “historia del tiempo presente”) que
ha retomado muchos de los planteos de la llamada “nueva historia política” para aproximarse a
diversos problemas de la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX: los procesos de
movilización y radicalización política, los regímenes autoritarios, la violencia política, la última
dictadura militar, las violaciones masivas a los derechos humanos y el proceso de “transición a la
democracia” durante la década del ’80. Este campo historiográfico no sólo se ha propuesto abordar
nuevos objetos y problemas, sino que ha formulado nuevas preguntas y ha planteado nuevos
desafíos conceptuales y metodológicos, entre otros tema de una amplia agenda de investigación
(Franco y Levín, 2007; Franco y Lvovich, 2017).
Como han notado diversos autores y autoras, este campo del saber histórico no se define
únicamente por la distancia temporal con el objeto de estudio, sino sobre todo por una serie de
particularidades políticas, epistemológicas y metodológicas. En efecto, los procesos y fenómenos
históricos de este pasado reciente aun producen secuelas visibles en la vida política, judicial y
sociocultural de nuestro país. Por sobre todo, el legado traumático del terrorismo de Estado todavía
ocupa un lugar relevante en la agenda pública. La disputa por el sentido sobre este pasado es
materia de representaciones y memorias sociales diversas, en gran medida antagónicas, que son
elaboradas por actores y grupos sociales que exceden largamente al ámbito estrecho de la
comunidad académica. Por último, gran parte de los y las protagonistas de los procesos históricos
estudiados continúan interviniendo en la vida política, intelectual y cultural del país. Su producción
testimonial se ha visto fuertemente influida por los cambios en la coyuntura política y en las
políticas públicas sobre el pasado que, con sus consiguientes cambios en los marcos sociales de la
memoria, fueron transformando aquello que podía ser decible (y audible) en cada momento
histórico (Jelin, 2002; Oberti y Pittaluga, 2006; Franco y Levín, 2007; Lvovich y Bisquert, 2008;
Crenzel, 2008).

17
En última instancia, todas estas complejidades se vinculan con el hecho epistemológicamente
distintivo de la historia reciente: el sujeto y el objeto de la investigación comparten un mismo
tiempo histórico, un mismo régimen de historicidad. Precisamente, como no se puede sostener el
presupuesto de una distancia entre el presente de la investigación y un pasado “distante” y “frío”,
durante las décadas del ’80 y el ’90 la historiografía académica casi en su totalidad rechazó la
posibilidad de estudiar este periodo. Si bien esta perspectiva ha sido ya largamente superada, es
evidente que los dilemas epistemológicos y metodológicos planteados en su momento subsisten y
no pueden ser desestimados (Franco y Levín, 2007).
Además de inscribirse dentro del campo de estudios de la historia reciente, en la tesis se
considerarán los aportes teóricos y metodológicos de la sociología y de otras ciencias sociales. Para
la construcción del corpus y la aproximación metodológica, se considerarán los aportes de Howard
Becker (2014) sobre la teoría fundamentada en datos y de Robert Stake (1995) sobre los estudios
de caso. Para el análisis de los modos de acción y los discursos de los diferentes actores
involucrados en la discusión pública sobre los “niños desaparecidos” se incorporarán herramientas
conceptuales provenientes de las teorías sociológicas sobre movimientos sociales, en la que se
buscará no desatender la tensión existente entre abordajes más estructuralistas, como el de los
procesos políticos, y otros de corte más constructivista, como aquellos que enfatizan el papel de
los afectos y las emociones en la movilización social. Especialmente, se incorporarán los aportes
de los estudios que desde diferentes disciplinas han analizado movilización de familiares y víctimas
de violaciones masivas a los derechos humanos y de sus luchas por la justicia en contextos políticos
transicionales.
Por último, si bien esta es una tesis de historia y no de estudios de memoria, dado que se
trabajará con testimonios de diverso cariz se tendrán en cuenta los mecanismos de representación
y transmisión del pasado a nivel familiar y social, y la elaboración de conocimiento y sentidos a
partir de la transmisión de memorias.
En nuestra investigación, como se habrá advertido, nos proponemos estudiar un proceso
histórico extenso, de casi cuatro décadas, con una enorme densidad acontecimental ¿Cómo
seleccionar el corpus documental, la muestra a analizar? Este problema se agudiza ya que existe
una formidable diversidad y multiplicidad de fuentes para su estudio. Para reconstruir en
perspectiva histórica, atendiendo a los cambios y continuidades, el complejo entramado de actores
involucrados, las múltiples dimensiones en las que actuaron y los dilemas que se plantearon en

18
cada situación, concentraremos nuestra atención en algunos hitos puntuales del desarrollo histórico
de nuestro objeto de estudio, que funcionen a modo de “casos”.
Como señala Robert Stake (1995), no basta con recabar en el “caso típico”. Es importante
elegir aquéllos que, por sus características, nos permitan indagar sobre las preguntas particulares
de nuestra investigación. En este sentido, tomaremos algunos hitos que son reconocidos y
recordados como emblemáticos por los “discursos convencionales”. Pero también analizaremos
otros que, en cambio, representan casos menos “ejemplares”. Estos casos nos permitirán observar
las “desviaciones”, los datos que no encajan en los relatos canónicos y que nos permiten ver toda
una gama de posibilidad presentes que no están presentes en las historias institucionales ni en el
imaginario convencional (Becker, 2014).
Dado que nuestra investigación busca narrar y comprender la historia sobre la lucha por
localizar y “restituir” niños, jóvenes y luego adultos, los procesos (exitosos o fallidos) de
“restitución de identidad” son los hitos que proveen una mayor exposición pública de los actores
implicados en la problemática, de sus intereses, de sus discursos y de las conexiones entre ellos. A
través del análisis de estos hitos podremos reconstruir e interpretar las voces de Abuelas de Plaza
de Mayo y otros organismos de derechos humanos, la familia biológica, los apropiadores, el poder
judicial, el gobierno nacional, otras agencias del Estado, los medios de comunicación, diferentes
sectores de la opinión pública y de los propios sujetos que constituyen el centro de la discusión:
los/as niños/as apropiados/as.
Asimismo, existen otros hitos que permiten focalizar en aspectos puntales de este proceso
histórico de transformaciones: ciertas campañas masivas de apoyo del extranjero nos permiten ver
la construcción de redes de solidaridad con la causa de Abuelas de Plaza de Mayo y la difusión
internacional de la problemática de los “niños desaparecidos”; algunas campañas de difusión
locales de Abuelas en diferentes medios de comunicación nos permiten ver las variaciones de su
discurso; ciertos procesos judiciales nos muestran la intrincada relación con la justicia, como
espacio de disputa por la prosecución de políticas reparatorias y la legitimación de saberes sobre el
pasado traumático; por último, ciertos procesos de institucionalización nos muestran la cambiante
(y nunca exenta de conflictos) relación de los organismos de derechos humanos con el Estado y el
rol jugado por éste último en la búsqueda de los “niños desaparecidos”.
El corpus empírico que permite la construcción de estos casos es diverso y consta de fuentes
escritas, orales y audiovisuales. Esta heterogeneidad responde a una paradoja que se presenta ante

19
el estudio de procesos cercanos en el tiempo y con actores aun activamente involucrados en la vida
pública: el material empírico es abundante pero, al mismo tiempo, por motivos técnicos,
burocráticos o políticos, no siempre se encuentra disponible, accesible o completo. Para subsanar
estas limitaciones, por un lado se ha buscado aprovechar la existencia de múltiples archivos. En
particular, hemos consultado de forma directa el Archivo Histórico de la Asociación Abuelas de
Plaza de Mayo (AAPM-AH), el Archivo Nacional de la Memoria (ANM), el Archivo del Centro
de Estudios Legales y Sociales (A-CELS), el Centro Nacional de los Archivos de la Iglesia de
Francia (CNAIF), la Biblioteca de Documentación Internacional Contemporánea de la Universidad
París X (BDIC), la Biblioteca del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), el Centro de
Documentación e Información del Instituto de Investigaciones Gino Germani (CDI-IIGG), el
Fondo DIPPBA de la Comisión Provincial por la Memoria y la Biblioteca Nacional Mariano
Moreno (BNMM). También numerosos repositorios digitales, entre ellos la Dirección General
Información Parlamentaria y Archivo del Congreso Nacional (DGIPyA), el repositorio de
Información Legislativa y Documental (InfoLEG) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Nación, el repositorio documental en línea de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) y los archivos digitalizados de la prensa periódica. Asimismo, gracias a la
colaboración de Héctor Rombola, uno de los entrevistados, también hemos accedido
indirectamente a la documentación alojada en los Archivos de Desarrollo y Paz – Caritas Canadá
(A-DPCC).
A través del trabajo de campo en estos diferentes archivos y siempre en función de los
objetivos de investigación propuestos y de la intención de delimitar casos de estudio concretos,
como se verá, se han relevado fuentes escritas publicadas e inéditas de factura muy heterogénea:
documentos públicos e internos de Abuelas de Plaza de Mayo y de otras organizaciones afines,
correspondencia privada entre activistas y organismos de derechos humanos (nacionales y
extranjeros), artículos de prensa, leyes y normativas, causas judiciales e informes de inteligencia,
entre muchos otros.
Por otra parte, dada la cercanía temporal con los hechos y los medios técnicos existentes en
los periodos históricos estudiados, tenemos la posibilidad de contar con testimonios orales y con
numerosos archivos audiovisuales y fotográficos (públicos y privados) que nos ayudan a
complementar y complejizar los documentos escritos, al proveernos una puerta para acceder a la

20
acción y el discurso de los diferentes actores implicados en nuestro problema de investigación,
incluso de los más esquivos (como puede ser la palabra de los/as apropiadores/as).
Las fuentes visuales, sonoras y audiovisuales incluyen fotografías, dibujos y otras obras
artísticas, programas de televisión, spots publicitarios difundidos por televisión o internet,
canciones y temas musicales, entre otras. Estos documentos fueron relevados a través de los
archivos ya mencionados y de algunos repositorios digitales específicos, como por ejemplo la
página web Archivos en Uso. Por último pero no menos importante, hemos incorporado para
nuestra investigación diferentes fuentes orales, testimonios de los/as protagonistas de los hechos
investigados. Algunas de ellas fueron producidas ad hoc para la tesis: en total se realizaron
diecisiete (17) entrevistas, una de ellas en colaboración con las colegas Victoria Álvarez y Erandi
Mejia Arregui. Otros nueve testimonios fueron relevados en dos archivos orales: el Archivo Oral
de la Asociación Civil Memoria Abierta (AO-MA) y el Archivo Testimonial del Programa de
Derechos Humanos de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (AT-PDH-BNMM). Una última
entrevista consultada fue realizada por Héctor Rombola, coordinador de la Red por la Identidad
Canadá/USA.

a. El archivo y el testigo: las fuentes de la historia reciente

Nuestras preguntas de investigación guiarán nuestra elección de casos y éstos, el corpus


documental a analizar. Sin embargo, en la investigación histórica, en la que no podemos observar
de manera directa los fenómenos estudiados, nos vemos restringidos por el material empírico
realmente existente, es decir, por las fuentes conservadas y disponibles. La cercanía temporal con
el periodo estudiado, los altos índices de alfabetización y el desarrollo contemporáneo de nuevas
tecnologías para el registro y la conservación de diversos formatos de materiales (escritos, sonoros,
visuales y audiovisuales), hacen que este problema sea menos agudo en nuestro campo que en otras
áreas del conocimiento histórico.
Sin embargo, algunas dificultades persisten. En primer lugar, la multiplicidad, sin un recorte
adecuado previamente definido en función de los problemas de investigación y de cierto marco
conceptual (aunque sea ecléctico y flexible), puede conducir a un “ahogo intelectual” que paralice
la posibilidad de producir conocimiento. En efecto, la diversidad de fuentes para casi cualquier

21
caso analizado dentro de este largo proceso histórico es más que voluminosa: fuentes escritas
(documentos públicos e internos de Abuelas de Plaza de Mayo y otras organizaciones;
correspondencia con otros organismos y colaboradores, nacionales y extranjeros: artículos de
prensa; leyes y normativas; causas judiciales; informes de inteligencia; entre muchos otros); fuentes
icónicas (fotografías, obras plásticas, dibujos, caricaturas, otras imágenes); fuentes sonoras y
audiovisuales (grabaciones, temas musicales, películas, programas de televisión, spots
publicitarios) y fuentes orales (testimonios en repositorios públicos o producidos ad hoc para esta
tesis).
La abundancia de material empírico, empero, no es siempre la norma, y diversas situaciones
imponen limitaciones a la disponibilidad de las fuentes. Amén de la (potencialmente enorme) masa
de documentación estatal y militar que permanece oculta o que aún no ha sido desclasificada, la
mayoría de los archivos especializados presentan diversas restricciones para la consulta y el uso de
los documentos. Muchos de los organismos de derechos humanos y de otras organizaciones de la
sociedad civil no tienen archivos institucionales, y cuando estos existen, están poco organizados,
con horarios de apertura acotados y poca documentación catalogada y sistematizada. No son
infrecuentes los cierres por periodos prolongados o las limitaciones al acceso a determinadas
colecciones (Tahir, 2015). En nuestro caso puntual, tuvimos (y aún tenemos) serias dificultades
para acceder a la Biblioteca de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, donde se encuentra el
archivo de la organización, no tanto por restricciones institucionales para la consulta de la
documentación, sino porque la organización no cuenta con los recursos para sostener una estructura
de personal que pueda garantizar la apertura del espacio (y menos aún la catalogación del material).
Por otra parte, en los archivos públicos también existen numerosas dificultades para la
consulta y el uso de las fuentes. La utilización de la información en las causas judiciales por delitos
de lesa humanidad en curso y la protección de datos personales sensibles son los argumentos que
se esgrimen habitualmente para imponer restricciones sobre el material. Sin embargo, la normativa
vigente no resulta del todo clara y su aplicación termina siendo bastante discrecional (Águila,
2014).
Ocurre también que muchos documentos, cuya existencia se puede inferir a partir de
referencias, se han perdido o resultan inhallables. También resulta difícil reconstruir series
documentales completas. Esto ocurre tanto con documentos oficiales (públicos y secretos) de la
represión, como con documentos internos de las organizaciones políticas y de la sociedad civil

22
producidos durante el periodo dictatorial, cuando el contexto represivo forzaba a conservar la
menor cantidad de documentación sensible.
Una posibilidad que hemos encontrado para subsanar estas complicaciones es aprovechar
la diversidad de archivos y de formatos existentes. El trabajo combinado en diversos archivos nos
puede permitir reponer los documentos faltantes o completar las series truncas. De esta forma,
hemos encontrado en archivos públicos (como el Archivo Nacional de la Memoria, el Archivo del
CELS y el Centro Nacional de los Archivos de la Iglesia de Francia) documentos de la etapa
formativa de Abuelas de Plaza de Mayo (por ejemplo, intercambios epistolares sostenidos con
organismos extranjeros y presentaciones judiciales y en organismos públicos realizadas en los
primeros años de la dictadura) que no pudimos hallar en el archivo institucional del organismo.
Asimismo, la posibilidad de contar con testimonios orales y la existencia de numerosos
archivos audiovisuales y fotográficos (públicos y privados) nos ayudan a complementar los
documentos escritos, al proveernos una puerta para acceder a la acción y el discurso de los
diferentes actores implicados en nuestro problema de investigación, incluso de los más esquivos
(como puede ser la palabra de los/as apropiadores/as).

b. El testimonio y los dilemas de la memoria

Los testimonios orales son otra fuente de suma relevancia para el estudio del pasado
reciente. En términos metodológicos, representan su marca distintiva. A diferencia de periodos
históricos más distantes, al estudiar el pasado reciente contamos con los relatos de los protagonistas
y los testigos presenciales de los hechos. Los testimonios pueden enriquecer muchísimo el análisis
y la interpretación del pasado pero, amén de las precauciones metodológicas válidas para cualquier
otro tipo de fuente, tienen algunas características particulares que merecen nuestra atención
(Bédarida, 2001).
Vale hacer al respecto una aclaración: la diferencia primordial entre las fuentes escritas y
las orales no es que las primeras son “más fiables” que las segundas. Las fuentes escritas presentan
los mismos problemas de fiabilidad y verificabilidad que las fuentes orales. De hecho, gran parte
de las fuentes escritas no son más que transcripciones de testimonios orales. Por otra parte, muchas
veces se aduce menor fiabilidad a las fuentes orales por la “distancia” entre los hechos y el

23
testimonio. Sin embargo, entre el tiempo de la escritura y el tiempo de los acontecimientos también
existe necesariamente alguna distancia: “por definición, el único acto con el que la escritura puede
ser contemporánea es la escritura misma” (Portelli, 2014: 25).
En definitiva, ni las fuentes escritas ni las fuentes orales pueden tomarse como simples
“proveedoras de verdad”, como emanación objetiva de los hechos. Todo discurso es siempre una
representación de la realidad, por lo que siempre debe analizarse críticamente tomando en
consideración el lugar de enunciación de los sujetos y las relaciones de poder detrás de su
producción (Portelli, 1991).
La entrevista presenta una serie de desafíos: en primer lugar se tiene que concretar y, cuando
se concreta, se tienen que tomar diversas precauciones y adoptar ciertas actitudes para morigerar
los efectos de intrusión y violencia simbólica que toda situación de entrevista supone (Bourdieu,
2002). Sólo de esta forma el/la testimoniante se podrá sentir cómodo/a para compartir sus
memorias, más aun cuando éstas refieren a experiencias traumáticas y sus legados (Portelli, 1991
y 2016). Como sostiene Rosana Guber (2005), la presentación del investigador es el primer peldaño
hacia un tema central del trabajo de campo: la negociación de su rol. La entrevista puede producirse
cuando se genera, en diversas situaciones del trabajo de campo, una relación de confianza basada
en los lazos establecidos entre quien habla y quien escucha. En general, esta confianza puede
conseguir a partir de las referencias de y hacia su mundo de relaciones sociales (Da Silva Catela,
2004). En nuestra investigación, estas referencias han sido decisivas para concertar las entrevistas
pero también para conseguir un clima en el que el entrevistado o la entrevistada pudiera compartir
aspectos menos conocidos o incluso “incómodos” de sus recuerdos (Portelli, 2016).
Sin embargo, la construcción de la confianza, basada en muchos casos en cierta empatía
hacia nuestros informantes y sus historias, puede eventualmente conducirnos a una asimilación
meramente reproductiva de sus relatos. Este riesgo se ve potenciado en una época de “boom de las
memorias” que Wieviorka (2006) ha denominado “la era del testigo”, en el que el imperativo social
del “deber de memoria”, en particular frente a las grandes masacres del siglo XX, ha otorgado a
los testigos un lugar de enunciación privilegiado. Si bien esta valorización del testimonio ha
permitido reconstruir y probar judicialmente los crímenes de masas (caracterizados por la
destrucción de casi toda prueba escrita y material) y desarrollar políticas reparatorias, ha terminado
por sobrelegitimar la palabra testimonial, sin importar a qué hecho o proceso histórico refiera,

24
transformando su experiencia y sus recuerdos subjetivos en una verdad inobjetable (Sarlo, 2005;
Franco y Levín, 2007).
Por lo tanto, nuestro trabajo con las fuentes orales ha de suponer una constante vigilancia
epistemológica. Esto implica recordar que el testimonio, para los/as investigadores/as, tiene un
carácter instrumental, y que si bien se debe guardar el debido respeto por las memorias de esas
experiencias subjetivas únicas, no podemos rendirnos ante ellas y aceptarlas como “la verdad”,
sino que debemos analizarlas críticamente, historizarlas, inscribirlas dentro de su contexto de
enunciación y de los marcos sociales de audibilidad y decibilidad que las vuelven posibles,
interpretarlas, contrastarlas con otras fuentes y enmarcarlas dentro de una trama argumentativa que,
ateniéndose a las reglas de verificabilidad intersubjetiva propias del campo académico, busca dar
cuenta de procesos sociales que exceden (y pueden poner en entredicho) esa memoria particular
(Bédarida, 2001; Bourdieu, 2002; Pollak, 2006; Franco y Levín, 2007).
En este mismo sentido, es importante tener en cuenta que el valor de las fuentes orales no
es únicamente el de proveernos datos “objetivos” –aunque en ciertas circunstancias, ante la falta
de otras fuentes, pueden cumplir muy bien esta función. Los testimonios dan cuenta de la
dimensión experiencial, subjetiva de los hechos vividos, y de cómo son recordados con el paso del
tiempo. Como señala Portelli, las fuentes orales nos dicen no sólo lo que hizo la gente sino lo que
deseaba hacer, lo que creían estar haciendo y lo que ahora piensan que hicieron. De hecho, más
que sobre los acontecimientos, las fuentes orales nos hablan sobre sus significados. “La memoria
no es un depósito pasivo de hechos sino un activo proceso de creación de significados” (Portelli,
1991: 5). Por ende, en el análisis de nuestras fuentes orales consideramos importante incorporar
los principales aportes de la historia oral y de los estudios sobre la memoria. De esta forma,
entendemos que la memoria implica siempre un proceso de reelaboración, un trabajo de selección
de lo que se recuerda y se olvida, lo que se dice y se calla; que los testimonios sobre el pasado son
discursos que llevan la marca de su contexto de enunciación y que develan sintomáticamente
aquello que es socialmente decible y audible en cada momento y cada lugar; que existen capas
sedimentarias, diferentes temporalidades condensadas en el relato (Portelli, 1991 y 2016; Jelin,
2002; Oberti y Pittaluga, 2006; Pollak, 2006; Oberti y Bacci, 2014).
Desde luego, muchas de las dimensiones de la memoria y el testimonio mencionadas en los
párrafos precedentes aparecen en las entrevistas realizadas para nuestra investigación. Por una
cuestión de extensión, me gustaría detenerme aquí solamente en un aspecto: el carácter

25
“estandarizado” de muchos de los testimonios ofrecidos. Las integrantes de Abuelas de Plaza de
Mayo, así como otros/as actores relevantes de nuestro objeto de estudio, son actores “sobre-
entrevistados”: a lo largo de cuatro décadas, han brindado innumerables entrevistas para decenas
de medios nacionales e internacionales. De esta forma, su relato ha adquirido un alto grado de
sistematización y tiende a repetirse, al menos en lo sustancial, en cada nueva entrevista (Tahir,
2015). Se convierten así en “memorias-monumento”: relatos, internamente coherentes que
pretenden imponer un sentido unívoco, inmutable y fuera de discusión sobre el pasado. Esto supone
siempre una serie de “olvidos”; es decir, la exclusión o marginación de determinados elementos
del pasado que, por “irrelevantes” o “incómodos”, son silenciados u opacados (Portelli, 2014).
Romper con la repetición del relato estandarizado no es sencillo, en particular cuando
trabajamos con entrevistadas de edad avanzada que en muchos casos no recuerdan muchos más
detalles de los que han narrado en numerosas ocasiones. A pesar de todo, a partir de la construcción
de la confianza y de una buena preparación previa para la entrevista (que implica, en la mayoría de
los casos, tener un conocimiento preciso de esa “memoria-monumento”, para advertirla cuando
aparece y escabullirse de ella con nuevas preguntas), hemos podido, en algunos casos, romper con
este esquema de repetición de lo ya dicho. Sin embargo, acontece una segunda dificultad: que
muchas entrevistadas (y entrevistados), dispuestos a hablar de lo que hasta ese momento habían
guardado silencio público, exigen hacerlo off the record, es decir, sin que quede registro de ello.
¿Cómo proceder en estos casos? ¿Qué puede hacerse con esta información, en muchos casos muy
valiosa? ¿Cuál es la entidad epistemológica de un dato relevante pero cuya fuente no puede ser
compartida, es decir, sometida a la crítica intersubjetiva? Se trata de interrogantes aun sin respuesta,
sobre los que nos toca seguir explorando para pensar formas alternativas del tratamiento de esta
información.
Por último, digamos que, aunque señalamos que las fuentes orales son el producto de un
encuentro, de un diálogo construido entre entrevistador y entrevistado, también es cierto que, en la
actualidad, existen también numerosos repositorios de testimonios orales, verdaderos archivos
audiovisuales de historia oral con entrevistas a numerosos protagonistas del pasado reciente. En
Argentina, uno de los casos más relevantes es el Archivo Oral de la Asociación Civil Memoria
Abierta. ¿Cómo trabajar con estas entrevistas realizadas por terceros? En principio, debemos tomar
los mismos recaudos que al trabajar con cualquier información producida por terceros, con
motivaciones y objetivos que no son necesariamente los propios (Becker, 2014). En particular,

26
debemos recordarnos que los relatos orales son siempre distintos y que no podemos esperar que las
respuestas ofrecidas por un/a testimoniante en un momento determinado y ante ciertas preguntas
formuladas de cierta manera sean “su versión” inalterable de los hechos (Portelli, 1991). Por estos
motivos, si bien hemos visualizado y fichado testimonios recogidos en Memoria Abierta y otros
archivos orales, también hemos priorizado, en la medida de nuestras posibilidades, la producción
propia de fuentes orales a través de la realización de entrevistas.

c. Obstáculos epistemológicos en el análisis de fuentes

Como señala Howard Becker (2014), todo trabajo de investigación parte siempre de una
determinada “imagen del mundo”, un conjunto de premisas sobre lo que vamos a investigar que
ordena nuestro trabajo intelectual. En cierta medida, el objetivo de toda investigación histórica es
complejizar nuestra “imagen del mundo”, matizar las narrativas convencionales sobre los procesos
históricos, proveer nuevas claves interpretativas que nos permitan ver los problemas desde otro
punto de vista. Para poner en cuestión estos relatos heredados debemos construir nuestro corpus
documental de modo que nos ayude a buscar y encontrar el caso que “pueda perturbar nuestro
pensamiento”; es decir, el caso disruptivo, inesperado, controversial (Becker, 2014: 118). Al no
encajar, al volverse inaprehensibles desde el relato convencional, estos casos nos obligarán a
confrontarlo, ponerlo en duda y reelaborarlo o, cuanto menos, complejizarlo.
Para poder encontrar estos casos disruptivos debemos ponderar adecuadamente todo el
espectro imaginable de posibilidades del fenómeno que analizamos. Sin embargo, suelen aparecer
obstáculos epistemológicos que nos impiden contemplar la gama completa de posibilidades
existentes, todas las aristas de los procesos, todas las relaciones entre los actores.
Podríamos clasificar a estos obstáculos epistemológicos en dos tipos: obstáculos teórico-
conceptuales y obstáculos ético-políticos. Los obstáculos teórico-conceptuales vienen dados por
nuestras propias herramientas analíticas: el paradigma teórico desde el cual analizamos la realidad
impone un horizonte de inteligibilidad que restringe lo que vemos o lo que podríamos llegar a ver.
Lo mismo ocurre con los textos canónicos de la literatura académica, que voluntaria o
involuntariamente pueden condicionar nuestra exploración de casos e hipótesis que allí no
aparezcan como plausibles (Becker, 2014).

27
Los obstáculos éticos-políticos que nos impiden ver, o al menos nos limitan la visibilidad
potencial de todo el espectro de posibilidades vinculadas al fenómeno histórico estudiado, tienen
que ver con nuestro compromiso o empatía con los discursos de los propios actores con los que
trabajamos. Estos actores producen y articulan relatos globales que procuran organizar y volver
inteligibles no sólo el pasado traumático, sino también su propia acción política (su historia de
lucha, su agenda de reivindicaciones y demandas). En las organizaciones más consolidadas, se
terminan conformando relato institucionales o “memorias oficiales” que operan a la manera de lo
que, recuperando a Portelli, hemos denominado “memorias-monumento” (Portelli, 2014) Estas
“memorias-monumento” tienden a homogeneizar (o, al menos, a encuadrar) las diversas memorias
personales, delimitando qué aspectos del pasado pueden y deben ser recuperados y cómo deben ser
enunciados. Por dar un ejemplo, estas “memorias-monumento” se hacen presentes en la mayorías
de los testimonios orales de las integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo y de muchos de los
jóvenes que han recuperado su identidad biológica, pero también, por ejemplo, en las publicaciones
y los discursos oficiales de la institución y en los videos institucionales y los spots publicitarios.
Las dificultades para trabajar con estas fuentes se acentúan porque estas “memoria-
monumento” adquieren el valor de “historias sagradas”. Según la definición que ofrece
Visacosvky, la sacralidad de estas historias consiste en que “bajo ningún punto de vista podían ser
sometidas al imperio de la duda”, ya que no sólo son una creencia firme sobre el pasado, sino que
otorgan sentido al presente, en la medida en que sirven “para definir identidades, para dirimir
posiciones, para legitimar puntos de vista, a personas o instituciones en detrimento de otras, para
proyectar líneas concretas de acción, para luchar o para resistir” (Visacovsky, 2005: 278). Este
problema, al que habitualmente se enfrentan los antropólogos e historiadores, se agudiza cuando
esa sacralidad no es la de un “otro” sino la de un “nosotros” colectivo; es decir, cuando estas
historias son sagradas no sólo para los sujetos estudiados, sino hasta cierto punto también para
nosotros, en la medida en que existe un conjunto de valores y un horizonte ético compartido
(Visacovsky, 2005). Con nuestro objeto de estudio, o al menos con uno de los actores implicados
(Abuelas de Plaza de Mayo) existe esa empatía, producto de un reconocimiento a su causa y de una
afinidad ética y política con muchas de sus demandas. Corremos el riesgo, por ende, de
convertirnos en meros reproductores de estos discursos sacralizados; de aceptar sin
cuestionamiento sus premisas y sus conclusiones; de naturalizar lo que nos presentan como natural

28
y de ignorar todo lo que allí se ignora, se omite por considerarse irrelevante o se evade por ser
demasiado incómodo.
Una estrategia de investigación que puede ayudar a sortear este problema es buscar otras
voces, que nos permitan hallar los “casos que no encajan” para complejizar nuestro objeto de
estudio. Y para hallar esas otras voces, no consideradas, debemos realizar una precisa “definición
de la situación”: debemos considerar y analizar todos los actores (individuales y colectivos)
implicados en nuestro problema histórico y todas las conexiones existentes entre ellos; identificar
sus intereses y comprender el sentido que le otorgaban a la acción (Becker, 2014). Todo esto, sin
desatender la dimensión diacrónica, los cambios y las continuidades, pues el estudio de procesos
históricos supone el análisis de los fenómenos sociales no como objetos estancos, con
características inherentes e inmutables, sino como una serie de procesos interrelacionados en
configuraciones que se modifican y adaptan constantemente (Revel, 2015).
Asimismo, para no quedar condicionados dentro de los límites de nuestros “marcos
teóricos”, ni del “estado de la cuestión”, pero tampoco del “relato institucional” de nuestros actores,
debemos tener una actitud de vigilancia epistemológica constante y poner en duda todas estas
“historias sagradas”. Esta vigilancia sobre la propia tarea no implica negar nuestra posición de
sujetos socialmente situados, ni tampoco desembarazarnos de nuestros valores y compromisos
ético-políticos. Implica, en cambio, la explicitación de ese lugar de enunciación y del contexto de
producción, para advertir (y advertirnos) el punto de vista desde el que escribimos. Pero al mismo
tiempo, supone asumir un compromiso de trabajo crítico que nos permita reconocer los potenciales
sesgos nuestra posición subjetiva y que así pueda proponerse trascenderla, sin someterse a la
coacción de las fuertes presiones sociales que existen en torno a las narrativas del pasado reciente.
Esta rigurosa vigilancia sobre la propia subjetividad requiere, necesariamente, del intercambio
intersubjetivo, es decir, producción para la lectura, discusión y críticas por los y las pares
(Visacovsky, 2005; Franco y Levín, 2007).

29
d. Discursos convencionales y categorías de la práctica: problematizando el marco conceptual

Como señala Howard Becker (2014), todo trabajo de investigación parte siempre de una
determinada “imagen del mundo”, un conjunto de premisas sobre lo que vamos a investigar que
ordena nuestro trabajo intelectual. Esa imagen es en parte una “imagen sustantiva”, lega, basada
en nuestros preconceptos, y es también en parte una “imagen científica”, sustentada en nuestro
bagaje profesional, nuestras ideas “teóricamente informadas”, construidas a partir de nuestra
participación como agentes del campo académico.
En gran medida, la imagen que tenemos sobre nuestro objeto de estudio al momento de
introducirnos en la investigación está dada por ciertos discursos canónicos o convencionales, pocas
veces revisados o entredichos, producidos por aquéllos que detentan (o pretenden detentar) el
monopolio del saber sobre el fenómeno social en cuestión. Esto refiere tanto a los científicos y
especialistas del campo como a los actores sociales que son los protagonistas de esta pequeña
parcela de la vida social.
En el campo de estudios de la historia reciente argentina, las nociones heredadas y los
discursos convencionales tienen un peso aún mayor que en otras áreas del conocimiento histórico.
Ocurre así porque, parafraseando la clásica frase de William Faulkner en su novela Réquiem para
una mujer (1952), el pasado reciente es un pasado que no ha muerto, que ni siquiera ha pasado,
sino que pervive como una de las múltiples dimensiones que configuran el presente.
En efecto, los procesos y fenómenos históricos de este pasado reciente aun producen
secuelas visibles en la vida política, judicial y sociocultural de nuestro país. Por sobre todo, el
legado traumático del terrorismo de Estado todavía ocupa un lugar relevante en la agenda pública.
La disputa por el sentido sobre este pasado es materia de representaciones y memorias sociales
diversas, en gran medida antagónicas, que son elaboradas por actores y grupos sociales que exceden
largamente al ámbito estrecho de la comunidad académica. Por último, gran parte de los y las
protagonistas de los procesos históricos estudiados continúan interviniendo en la vida política,
intelectual y cultural del país. Su producción testimonial se ha visto fuertemente influida por los
cambios en la coyuntura política y en las políticas públicas sobre el pasado que, con sus
consiguientes cambios en los marcos sociales de la memoria, fueron transformando aquello que
podía ser decible (y audible) en cada momento histórico (Jelin, 2002; Oberti y Pittaluga, 2006;
Franco y Levín, 2007; Lvovich y Bisquert, 2008; Crenzel, 2008).

30
Uno de los aspectos del problema del discurso convencional heredado en el campo de la
historia reciente es la asimilación acrítica de ciertas “categorías nativas” como herramientas
analíticas para la investigación. En contraste con las “categorías de análisis” formuladas por los
cientistas sociales en su experiencia distante de los fenómenos sociales, las “categorías nativas”,
también denominadas por Bourdieu “categorías de la práctica”, son aquéllas categorías
desarrolladas por los propios actores sociales en su experiencia social diaria. Lejos de existir una
división tajante entre ambos tipos de categorías, muchas categorías de la práctica son incorporadas
como categorías de análisis y viceversa, existiendo una retroalimentación constante. Esta conexión
recíproca entre los usos analíticos y prácticos genera en ciertas categorías una densidad polisémica
que, cuando no es analizada y explicitada, puede revestir serios equívocos y limitar los alcances
interpretativos de la investigación (Brubaker y Cooper, 2011; Bourdieu, 2012; Roche, 2013).
Estos problemas están presentes en el estudio del pasado reciente. Este campo se ha nutrido
de categorías producidas por comunidades discursivas ajenas a la disciplina historiográfica e
incluso a las ciencias sociales, con destinatarios y fines que no necesariamente coinciden con los
de la producción disciplinar de conocimiento. Se trata de conceptos elaborados en diferentes
periodos por los propios actores de los procesos históricos (principalmente los organismos de
derechos humanos, las organizaciones de familiares de víctimas y de sobrevivientes y los equipos
profesionales que han trabajado o colaborado con estas organizaciones) para describir o interpretar
ese pasado traumático. Muchas de estas categorías nativas, como los conceptos de “terrorismo de
Estado” y “genocidio”, han alcanzado un alto grado de aceptación social por la legitimidad que le
han conferido su amplia difusión cultural, su aplicación en los procesos judiciales por crímenes de
lesa humanidad y su uso recurrente en los programas y diseños curriculares del sistema educativo
formal (Alonso, 2013a; Águila, 2014).
Al mismo tiempo, la historiografía que hegemonizó el campo académico durante las
primeras dos décadas tras el retorno de la democracia en Argentina marginó al pasado reciente
argentino y latinoamericano como objeto de estudio, al considerar que no se podía abordar estos
procesos por su cercanía temporal y su densidad política (Franco y Levín, 2007). Cuando, a
mediados de la década del 2000, finalmente comenzaron a proliferar las investigaciones históricas
que tematizaban diversos aspectos del pasado reciente, el utillaje conceptual disponible era el
provisto por las categorías nativas heredadas (Alonso, 2013a).

31
Con respecto a los conceptos de “terrorismo de Estado” y “genocidio”, Gabriela Águila
(2014) ha señalado que ambos tienden a ofrecer la imagen de un Estado monolítico, ejerciendo la
represión por igual sobre todo el territorio y sobre la totalidad de una sociedad que habría sido una
víctima pasiva de ese poder omnipotente. En su lugar, proponer utilizar la noción de “represión”.
El concepto de “genocidio”, popularizado a partir de la obra de sociólogo Daniel Feierstein (2007),
presenta además otros problemas. Aun aceptando la resignificación del concepto original propuesta
por el trabajo de Feierstein, diferentes críticas señalan que la categoría termina funcionando como
un modelo de referencia o paradigma universal de los crímenes masivos en cualquier lugar y
tiempo. De esta forma tiende a desdibujar el análisis de los procesos históricos concretos y
encorsetar el material empírico para hacerlo “encajar” dentro de las diferentes etapas del modelo
(Alonso, 2013ª; Águila, 2014).
En la presente tesis, sin desconocer las críticas que hemos consignado y con los recaudos
que estas nos conminan a tomar, utilizaremos el concepto de terrorismo de Estado, además del de
represión, para referirnos a los crímenes masivos cometidos durante la última dictadura militar.
Creemos que el concepto tiene la capacidad de dar cuenta del carácter diferencial adquirido por el
aparato represivo a partir de la toma del poder por las Fuerzas Armadas en 1976. Por otra parte,
como ha señalado Pittaluga (2010) en su problematización del concepto, el mismo no debería
permitir pensar no sólo en el “terror” que el Estado aplicó sobre determinados individuos, sino en
su capacidad de crear relaciones sociales y subjetividades que han internalizado esa condición, es
decir, “seres aterrados”.
Además de evaluar la pertinencia de estos conceptos clave, resulta indispensable, como
señala Gabriela Águila (2014), problematizar y evaluar críticamente la efectividad y la pertinencia
para la investigación histórica de cada una de la categorías heredades. Esto supone, ante todo,
aplicar las herramientas de nuestro oficio al análisis de estos conceptos; es decir, pensarlas como
productos históricos, construcciones sociales y políticas fruto de procesos complejos y conflictivos.
Para pensar sus alcances y sus límites, debemos comprender las condiciones de posibilidad de su
producción y circulación social de estas categorías, reponer quiénes fueron sus productores o
emprendedores, qué intereses sostenían, en qué marcos sociales y políticos de enunciación las
desarrollaron, cuáles eran sus interlocutores, a quiénes y con qué finalidad iba destinado el mensaje,
cuáles son los alcances semánticos de los términos y cuáles sus implicancias históricas, éticas y
políticas. Se trata, en suma, de reconstruir la genealogía del concepto, según la propuesta

32
foucaultiana, no para hallar un “origen” imposible sino para deconstruir sus múltiples capas de
sentido, revelar las luchas detrás de su emergencia y poner en suspenso, al menos
momentáneamente, la “verdad” de la que se dice portadora (Foucault, 1988).
Problematizar categorías heredadas y muy arraigadas en el discurso historiográfico no
significa necesariamente desecharlas, sino evaluar qué aspectos de la experiencia histórica son
destacados y cuáles quedan obliterados por el uso de este concepto. Se trata, en última instancia,
de volver sobre un principio básico de toda la investigación social: todos los conceptos deben
definirse (o, en todo caso, re-definirse). Debe asumirse que las categorías no son neutrales ni
naturales y que, por ende, su sentido debe ser (re)construido conscientemente y las razones de su
uso deben ser explicitadas.
Una manera de escapar al corsé de las nociones heredadas, del discurso convencional, es
buscar y estudiar los ejemplos disruptivos, inesperados, controversiales. Al no encajar, al volverse
inaprehensibles desde las categorías convencionales, estos casos nos obligarán a confrontarlas,
ponerlas en duda y crear categorías nuevas o redefinir las antiguas (Becker, 2014).

5. Los capítulos

La tesis se estructura en cinco capítulos, además de la introducción y las conclusiones. En


el primer capítulo de la tesis, titulado “La apropiación de niños y niñas durante la última dictadura
militar argentina: del fenómeno criminal a las primeras denuncias (1974-1980)”, e indagaremos
El análisis partirá de dos hipótesis. La primera es que, a pesar de que el discurso instalado sobre el
tema suele referirse al fenómeno de la apropiación como “inédito y excepcional”, las
investigaciones recientes matizan estas aseveraciones, al mostrar los antecedentes en la historia
contemporánea y, sobre todo, las prácticas y discursos preexistentes sobre los que se asentó su
comisión durante la dictadura. La segunda hipótesis es que el reconocimiento de la apropiación de
niños y niñas como una modalidad represiva específica durante la dictadura y, por ende, su
denuncia a nivel local, nacional e internacional se produjo de forma relativamente tardía y paulatina
y solo se terminó de asentar como un demanda diferenciada dentro de la agenda del movimiento
de derechos humanos con la constitución de una agrupación específicamente orientada a esta causa.
En el segundo capítulo, “El problema de los ‘niños desaparecidos’ en el ocaso de la
dictadura: acción pública local, redes internacionales e institucionalización (1980-1983)”,
33
analizaremos qué ocurrió con la demanda por los niños y niñas secuestrados y nacidos en cautiverio
en los años finales de la dictadura, entre 1980 y 1983, desde los primeros síntomas de pérdida de
legitimidad del régimen militar hasta su desmoronamiento y retirada final. En el capítulo
mostraremos que la visibilidad de la denuncia de estos hechos en la prensa siguió un patrón de
incremento progresivo durante estos años de la mano de la instalación de la “cuestión de los
desaparecidos” como problema en la discusión pública. Sin embargo, como se demostrará, lo
distintivo fue que estas denuncias fueron enunciándose como parte de un problema diferenciado,
con autonomía propia dentro del gran problema de la represión o la “cuestión de los derechos
humanos”. Este problema se formuló como la cuestión de los “niños desaparecidos” y, como
también analizamos en el capítulo, en su visibilización jugó cada vez más un papel predominante,
cuando no hegemónico, una agrupación de “madres-abuelas” que se había constituido al interior
de Madres de Plaza de Mayo y que en estos años se terminó de convertir en una organización
independiente con el nombre de Abuelas de Plaza de Mayo.
En el tercer capítulo, “Juicio, castigo, identidad y restitución: nuevos discursos y escenarios de
disputa en la temprana posdictadura (1983-1987)” indagaremos en las modulaciones políticas y
discursivas que adquirió la cuestión de los “niños desaparecidos” durante el complejo periodo
posdictatorial, en el que el problema de los “derechos humanos” y la revisión de los crímenes cometidos
por el régimen militar saliente ocuparon un lugar central en la agenda política. Tomamos en cuenta
diferentes escenarios en los que se desarrollaron las acciones en torno a esta cuestión: la interacción
entre Abuelas de Plaza de Mayo y el nuevo gobierno democrático, los procesos judiciales, los debates
parlamentarios y la prensa. El recorte temporal se extiende desde el retorno de la democracia, que
supuso la configuración de un nuevo marco de acción para exigir la búsqueda de aquellos/as niños/as
y su restitución a sus familias biológicas, hasta mayo de 1987 cuando, con pocos días de diferencia, se
sancionaron la Ley de “Obediencia Debida” y la ley de creación del Banco Nacional de Datos
Genéticos (BNDG). Como estas batallas no fueron sólo legales, sino también políticas y semánticas,
resulta indispensable analizar los discursos y representaciones sobre los “niños desaparecidos” que
circularon en la esfera pública durante este periodo.
En el cuarto capítulo, “Batallas judiciales, conflictos públicos y conquistas políticas durante
los años de repliegue del movimiento de derechos humanos (1987-1996)”, analizaremos el
derrotero del problema de los “niños desaparecidos” y de las luchas por su localización y restitución
durante los años que siguieron a la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y hasta

34
los actos conmemorativos del vigésimo aniversario del Golpe de Estado de 1976. Diferentes
autores (Lvovich y Bisquert, 2008; Crenzel, 2010) han señalado que en este periodo la revisión de
los crímenes dictatoriales perdió fuerza en la agenda política y salió del centro de la escena. Por
consiguiente, el movimiento de derechos humanos vivió un periodo de repliegue y de redefinición
de sus objetivos, que fue acompañado de una creciente hostilidad de parte del ejecutivo nacional,
en especial durante el gobierno de Carlos Menem. Esto impactó también en la cuestión de los
“niños desaparecidos”, sobre todo a nivel social y discursivo: las pocas restituciones que se
produjeron en el periodo fueron todas muy cuestionadas por diferentes sectores políticos y por
medios de comunicación y periodistas de la prensa escrita y la televisión.
A pesar de este contexto adverso, observamos en nuestra indagación que Abuelas de Plaza
de Mayo pudo encontrar diferentes vetas de acción en este periodo para mantener vigente su
reclamo. Logró impulsar procesos judiciales contra algunos apropiadores y también promover la
creación de un conjunto de instituciones estatales específicamente orientadas a su causa. Como
observamos en el capítulo, en gran medida esto fue posible gracias a la movilización de sus vínculos
en las redes transnacionales de activismo humanitario y a la efectiva interpelación al sistema
americano y universal de derechos humanos. Parte del impulso provino también de la incipiente
renovación generacional dentro de la organización, encarnada en un grupo de adolescentes y
jóvenes, nietos/as restituidos/as o hermanos/as de “niños desaparecidos”, que comenzaron a
realizar acciones públicas en apoyo del reclamo de Abuelas. Este grupo fue un antecedente de
HIJOS, algunos años antes de que se creara esta organización, y puso de manifiesto también un
dato que sería central en el periodo siguiente: los “niños desaparecidos” que se estaban buscando
dejaban de ser “niños”.
En el quinto y último capítulo, “Abuelas, nietos/as, H.I.J.O.S. y más en la construcción de
un nuevo consenso sobre la “restitución de identidad” (1996-2004)” indagaremos en las diferentes
dimensiones que adquirieron la cuestión de la “apropiación de niños” y las luchas por su
localización y restitución en el periodo comprendido entre dos grandes hitos: la marcha por los 20
años del golpe de Estado de 1976 y el discurso de Juan Cabandié en el acto de la firma del convenio
de transformación de la ESMA en un espacio de memoria, el 24 de marzo de 2004. En este capítulo
analizaremos los procesos que derivaron en la enorme relevancia social y política por la cuestión
de la apropiación de niños/as durante el terrorismo de Estado y, en simultáneo, el apoyo y la

35
legitimidad social alcanzada por la causa que promovía Abuelas por la “restitución de identidad”
de los ya por entonces jóvenes apropiados/as.
En primer lugar, examinaremos el papel clave que tuvo el juzgamiento de la apropiación de
niños/as en la reapertura de las causas judiciales contra los responsables de las violaciones masivas
a los derechos humanos durante la última dictadura y en la erosión del marco jurídico-normativo
que había garantizado su impunidad. En segundo término, analizaremos cómo esta nueva
visibilidad adquirida por la cuestión de la apropiación de niños permitió a Abuelas de Plaza de
Mayo sumar actores sociales diversos a su red de alianzas, especialmente dentro de los campos
artísticos y culturales. Observaremos cómo este proceso de mayor visibilización junto con otros
factores, como el paso de la adolescencia hacia la adultez del sujeto de la búsqueda, trajo aparejados
profundas transformaciones en los modos de acción y en los discursos dominantes sobre la
cuestión. Asimismo, la generación de los hijos e hijas de los/as desaparecidos/as asumió un rol
definitivamente protagónico, tanto dentro como por fuera de la Abuelas de Plaza de Mayo, que
puso en tensión prácticas y nociones heredadas y planteó nuevos horizontes y desafíos en las
búsquedas. Observaremos cómo estas complejas mutaciones derivaron en la articulación del
repertorio de acción y en la configuración de los sentidos sobre diferentes categorías claves (como
“apropiación”, “restitución” y “derecho a la identidad”) que dominan hasta el día de hoy la
discusión y las políticas públicas sobre el tema.

36
Capítulo I. La apropiación de niños y niñas durante la última dictadura
militar argentina: del fenómeno criminal a las primeras denuncias (1974-1980)

Este primer capítulo se estructura en dos partes, dividas en varias secciones. En la primera
parte reconstruiremos las características materiales y simbólicas que adoptó la apropiación de niños
y niñas en la Argentina en el marco del terrorismo de Estado. Para ellos, rastrearemos sus
antecedentes en la historia contemporánea mundial y nacional, evaluaremos sus condiciones de
posibilidad y, a partir de la bibliografía actualizada en la materia y de diferentes fuentes
cuantitativas y cualitativas, dimensionaremos los alcances del fenómeno criminal. En la segunda
parte, a partir del apartado “Las primeras denuncias en el contexto dictatorial” rastrearemos las
primeras denuncias públicas de casos de secuestros de niños/as o de mujeres embarazadas, para
identificar cuándo la cuestión se instaló como un problema específico dentro de las denuncias a los
crímenes dictatoriales. Observaremos entonces el papel jugado en la motorización de estas
denuncias por una incipiente agrupación, formada a fines de 1977 al interior de Madres de Plaza
de Mayo, que en sus comienzos se definía simplemente como un grupo de “madres-abuelas” y que
con el tiempo se terminaría transformando en Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Cuándo y cómo surgió
este grupo de “madres-abuelas”? ¿Qué estrategias desplegaron en la búsqueda de sus nietos y
nietas? ¿Con qué actores, instituciones y organizaciones, nacionales e internacionales,
interactuaron en esos primeros años de activismo? ¿Qué discursos públicos elaboraron, en la
Argentina y en el extranjero, para interpelar a la opinión pública y ganar apoyos para su causa?
Estos son algunos de los interrogantes sobre los que avanzaremos hacia el final del capítulo.

1. La apropiación de niños y niñas en la historia contemporánea y en el marco del


terrorismo de Estado en la Argentina

La apropiación de niños y niñas en contextos de crímenes masivos de motivación religiosa,


étnica, racial o política, con características similares a las que se dieron en Argentina durante el
terrorismo de Estado, de ninguna manera es un fenómeno nuevo en la historia contemporánea.
Encontramos ejemplos muy bien documentados de sustracción y separación planificada de niños y
niñas a sus familias en los procesos de avance de los Estados-Nación sobre los territorios de las

37
poblaciones originarias en Australia, Canadá y Estados Unidos.5 La expansión imperialista de
diferentes potencias europeas sobre Asia y África a fines del siglo XIX también estuvo signada por
esta práctica, siendo uno de los más famosos el caso de los “metis”, niños de “raza mixta” de las
colonias belgas del Congo y Ruanda-Urundi que eran separados de sus familias, ingresados en
instituciones y, tras la descolonización, trasladados forzosamente a Bélgica (Heynssens, 2019).
Las grandes guerras y los genocidios del siglo XX también produjeron la separación a gran
escala de niños y niñas de sus familias. La Primera Guerra Mundial vivió un fenómeno sin
precedentes de decenas de miles de niños/as desplazados/as y separados/as de sus familias (Zahra,
2011). Durante el genocidio armenio perpetrado por el estado turco, miles de niños/as de esta
colectividad fueron separados de sus familias e integrados/as en grupos familiares islámicos
(Zahra, 2011). El fenómeno se intensificó en el periodo de entreguerras. Las perspectivas
mesiánicas y exterminadoras de los regímenes de ultraderecha nacionalista en Europa favorecieron
el auge de esta práctica con una connotación netamente ideológica (política o racial). Tras la Guerra
Civil Española, el triunfante régimen dictatorial de Francisco Franco impuso la separación forzosa
de miles de niños/as de sus familias del derrotado bando republicano para “salvarles de sus madres,
familias y entornos estableciendo una segregación total” (Vinyes Rivas, 2015: 3).6 Durante la
Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi secuestró niños polacos, checos, yugoslavos y rusos que
según su criterio, tuvieran condiciones para ser “germanizados”, y los entregó a familias alemanas,
con una ruptura violenta de los vínculos con la familia biológica (Zahra, 2011).
También existieron antecedentes de este fenómeno en la historia argentina, especialmente
durante las campañas militares llevadas adelantes a fines del siglo XIX por el Estado nacional para
expandirse sobre territorios del Sur y el Noreste habitados por diferentes pueblos indígenas. La
apropiación de niños y niñas de las comunidades indígenas derrotadas (y, en algunas ocasiones,
lisa y llanamente exterminadas) y el borramiento de su identidad biológica y cultural fue una

5
Para el caso australiano, véase Meredith WILKIE: Bringing them home: Report of the national inquiry into the
separation of Aboriginal and Torres Strait Islander children from their families, Sidney, Human Rights and Equal
Opportunity Commission, 1997. Sobre Estados Unidos, véase Jorge NORIEGA: "American Indian education in the
United States: Indoctrination for subordination to colonialism", en Annette JAIMES (comp.), The state of Native
America: Genocide, colonization, and resistance, Boston, South Ed. Press, 1992, pp. 371-402; Steven UNGER (ed.):
The destruction of American Indian families, New York, Association on American Indian Affairs, 1977. En cuanto al
caso canadiense, puede consultarse Brad MCKENZIE y Pete HUDSON: "Native children, child welfare, and the
colonization of Native people”, en Kenneth LEVITT y Brian WHARF (eds.), The challenge of child welfare,
Vancouver, University of British Columbia Press, 1985, pp.125-141.
6
Para más información sobre la apropiación de niños/as en España véase también: Eduardo PONS PRADES: Los
niños republicanos en la guerra de España, Madrid, Oberon, 2004 y Ricard VINYES RIVAS, Montserrat
ARMENGOU y Ricard BELIS: Los niños perdidos del franquismo, Barcelona, Plaza & Janés, 2002
38
práctica muy extendida durante la llamada “Conquista del Desierto”, una campaña militar
emprendida entre 1878 y 1885 contras los pueblos indígenas de la Patagonia. Las tropas vencedoras
del Ejército argentino separaron a numerosos niños y niñas de sus familias y los vendieron como
trabajadores forzados en ingenios o estancias o como sirvientes domésticos en hogares de la elite
de Buenos Aires y de otras ciudades del país (Nagy y Papazian, 2011). Durante el siglo XX, recién
volvemos a encontrar la comisión sistemática de esta práctica criminal con la instauración de
terrorismo de Estado en la década de 1970, que tuvo sus primeras manifestaciones durante el
gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón pero terminó de adquirir toda su
dimensión tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, que dio inicio a la última dictadura de
la historia de la Argentina.
La apropiación de niños y niñas que se practicó durante la última dictadura argentina no
puede disociarse de las características globales del terrorismo de Estado que ésta desplegó. Las
Fuerzas Armadas que tomaron el poder el 24 de marzo de 1976 erigieron a una Junta Militar como
la máxima autoridad del Estado, que además de establecer el Estado de sitio, la censura y la
prohibición de toda actividad política, se atribuyó la capacidad de fijar las directivas generales de
gobierno y de reemplazar a todos los funcionarios y gobernantes electos. De esta forma, emitió una
serie de decretos y resoluciones con el fin de dar un marco normativo a la represión que desplegaría
contra las organizaciones político-militares y de izquierda en general. Sancionadas al margen de
los canales legales estipulados por la Constitución vigente al momento del golpe de Estado, y en
flagrante violación de las garantías que aquélla consagraba, estas normativas pretendían fundar lo
que la antropóloga Sarrabayrouse Oliveira (2011) ha denominado “Orden legal de facto”.
Sin embargo, solo en muy pocos casos la represión dictatorial se ciñó a este marco
regulatorio creada por el mismo gobierno de facto. Por el contario, la represión se caracterizó
principalmente por el uso ilegal y clandestino del aparato del Estado en la persecución y el
aniquilamiento de las organizaciones políticas y sociales opositoras.7 Ciertamente, la represión
implementada por las fuerzas armadas y de seguridad y dirigida contra los opositores reales o
potenciales (la llamada “subversión”) no se inauguró con el golpe de Estado del 24 de marzo de
1976. Durante los años 1950 y 1960 dentro de las Fuerzas Armadas habían cobrado fuerza la

7
Como han señalado diferentes investigaciones, el régimen militar utilizó el “orden legal de facto” y las instituciones
preexistentes como forma de “blanquear” o legitimar la represión clandestina, por ejemplo, con la “legalización” de
algunos pocos detenidos en centros clandestinos y su traslado a cárceles legales. Véase SARRABAYROUSE
OLIVEIRA, op. cit., p. 10; Débora D’ ANTONIO: La prisión en los años 70. Historia, Género y Política, Buenos
Aires, Editorial Biblos, 2016.
39
ideología sobre la guerra contrainsurgente y la doctrina de seguridad nacional (Mazzei, 2012;
Pontoriero, 2016a y 2016b). En el contexto de la Guerra Fría, la lucha contra el comunismo se
articuló a partir de la década de 1960 (y con más fuerza en la de 1970) con el discurso de la
“seguridad nacional” que se centraba en la lucha contra el “enemigo interno”, que debía ser
combatido con métodos “no convencionales” (Franco, 2012). Este discurso ya formaba parte de
los gobiernos previos a la dictadura militar de 1976. El gobierno constitucional elegido en 1973 no
sólo no eliminó la legislación represiva dictada en los años previos sino que, entre 1974 y 1975,
“puso en marcha una serie de disposiciones y decretos que configuraron el marco legal para la
activa intervención de las fuerzas armadas en la ejecución de la estrategia represiva” (Águila, 2013,
p. 101). En 1975, en el marco de la represión a la guerrilla en la Provincia de Tucumán conocida
como “Operativo Independencia” se crearon los primeros centros clandestinos de detención
(Pontoriero, 2016a).8 Tras la toma del poder, empero, esta modalidad se sistematizó y se extendió
sobre todo el territorio nacional.
El rasgo distintivo de la estrategia represiva de las fuerzas armadas fue la desaparición
forzada de personas. Se creó para ello una extensa red de centros clandestinos de detención, la
mayoría de ellos ocultos dentro de dependencias oficiales de las fuerzas armadas y de seguridad,
donde los secuestrados eran detenidos, torturados y sometidos a diferentes formas de violencia
física, psicológica y sexual. Luego de un determinado tiempo de cautiverio, algunos detenidos eran
liberados o, más comúnmente, “legalizados” (es decir, puestos a disposición del Poder Ejecutivo
Nacional y encerrados en cárceles comunes por tiempo indefinido, sin que se les sustanciara
proceso judicial alguno). Sin embargo, miles de detenidos y detenidas fueron asesinados/as y sus
cuerpos fueron ocultados (enterrados en fosas comunes o tumbas sin identificación o arrojados al
Río de la Plata y al mar en los tristemente célebres “vuelos de la muerte”) (Duhalde 1983; Calveiro,
1998; Águila, 2013). A pesar del trabajo de identificación llevado a cabo por el Equipo Argentino
de Antropología Forense y peritos judiciales desde 1983, hasta el 2015 sólo habían podido ser
identificados los restos de 637 personas (RUVTE, 2015).

8
Esta represión había sido ordenada por una serie de controversiales decretos del Poder Ejecutivo, que requerían la
“aniquilación de la subversión”. Acerca de los orígenes del plan de exterminio y sus primeros ensayos antes de la
dictadura, véase Esteban PONTORIERO: "En torno a los orígenes del terror de Estado en la Argentina de la década
del setenta: cuándo, cómo y por qué los militares decidieron el exterminio clandestino." Papeles de Trabajo 10:17
(2016), pp. 30-50.
40
2. Las dimensiones materiales y simbólicas de la apropiación

Fue en el marco de este plan sistemático de desaparición de opositores/as políticos/as que


se produjo la apropiación de niños y niñas, quienes eran hijos e hijas de las víctimas de la represión
ilegal. ¿Qué sabemos acerca de esta práctica criminal? ¿Cuántos niños fueron apropiados? ¿Qué
factores coadyuvaron para que en algunos casos se produjera la apropiación y en otros no? ¿Cuáles
fueron los mecanismos y dispositivos, clandestinos e ilegales, pero también públicos y legales, que
permitieron su consumación?
La apropiación de niños y niñas en Argentina, en el marco del terrorismo de Estado, adoptó
dos modalidades claramente diferenciadas. Por un lado, se produjo la sustracción de niños y niñas
secuestrados/as solos/as o, como ocurrió en la mayoría de los casos, junto con sus padres y/o
madres. Como la mayoría de los operativos de secuestro (más del 63%, según datos del RUVTE)
de las fuerzas armadas y de seguridad se realizaron en viviendas particulares, era frecuente que los
y las militantes que iban a ser detenidos/as se encontraran con sus hijos/as al momento de la
detención. Como veremos, el destino de estos niños/as y adolescentes fue muy diverso, y la
apropiación directa a manos del personal militar o policial fue una de varias posibilidades, ni
siquiera la más frecuente.
La otra modalidad de la apropiación de niños fue la sustracción de los bebés nacidos durante
el cautiverio de sus madres, que habían sido secuestradas embarazadas (o que, en casos muy
excepcionales, quedaron embarazadas durante su prolongado periodo de detención). A partir de las
denuncias de los familiares y del testimonio de los y las sobrevivientes, se ha podido establecer
que hubo al menos entre 300 y 400 mujeres embarazadas detenidas en centros clandestinos de
detención de diversas partes de la Argentina (RUVTE, 2015)9 Como veremos, para la puesta en
marcha de la apropiación de sus hijos/as supuso el despliegue de estrategias y dispositivos
represivos específicos para el control de sus cuerpos y la sustracción, entrega y “legalización” de
sus hijos nacidos en cautiverio. Para el desarrollo de esas estrategias y dispositivos fue
indispensable la colaboración de distintos agentes e instituciones de la burocracia estatal y del
campo de la salud (Villalta, 2012).
Además de sufrir los tormentos que eran aplicados a todos/as los/as detenidos y las formas
de violencia sexual que padecieron muchas mujeres (como la desnudez forzada, los manoseos o las

9
Véase también: https://www.abuelas.org.ar/caso (última consulta 15-04-2019).
41
violaciones), las mujeres embarazadas en los centros clandestinos de detención fueron sometidas a
un repertorio de dispositivos y prácticas represivas especiales (Bacci et al, 2012; Álvarez, 2015;
Sutton, 2015). Ante todo, por el interés de los represores por sus hijos/as por nacer. Con este fin,
dentro de los mismos espacios concentracionarios los perpetradores crearon “maternidades”
clandestinas. Se trataba de espacios específicos donde eran recluidas las mujeres embarazadas
durante la gestación y hasta el parto, o a veces algunos días o semanas después. Estos espacios, con
sus actores, sus tiempos y sus rutinas específicas, perseguían el objetivo de lograr el mayor control
posible sobre el cuerpo de las mujeres y sus futuros hijos/as. Allí los represores podían vigilar sus
embarazos y controlar los nacimientos, que en muchos casos se programaban para realizar por
cesáreas. También se garantizaba el aislamiento de las mujeres, con el propósito de desactivar
cualquier forma de solidaridad de los demás detenidos/as. También se buscaba minimizar la
circulación de información sobre el destino final de los/as niños/as, al mismo tiempo que a las
madres se les solía decir que éstos serían entregados a sus abuelos/as u otros familiares. De esta
manera, los represores buscaban producir una instrumentalización radical de los cuerpos
femeninos: las detenidas, sometidas al poder deshumanizante del centro clandestino de detención,
lejos de poder decidir sobre su maternidad, quedaban reducidas únicamente a sus funciones
reproductivas. 10
Con todo, es importante remarcar que a pesar del contexto de sujeción extrema del centro
clandestino de detención, muchos/as detenidos/as desaparecidos/as generaron vínculos de
solidaridad y un tipo de sociabilidad que, de alguna manera, les permitió sostener su integridad
como personas y ejercer algún tipo de resistencia al poder deshumanizante. Estas diversas formas
de resistencia, más allá de su limitada efectividad para contrarrestar el poder represivo, ocupan un
lugar importante en los testimonios de los y las sobrevivientes. Las mujeres embarazadas aparecen
en el centro de la escena de muchos de los relatos sobre estas pequeñas resistencias y formas de
solidaridad en el centro clandestino (Álvarez y Laino Sanchis, 2020). Alicia Carminati rememora

10
Para una perspectiva general sobre el funcionamiento y los dispositivos represivos en estas “maternidades
clandestinas”, véase: Pilar CALVEIRO: op. cit., p. 53; Victoria ALVAREZ: “El encierro en los campos de
concentración”, EN Fernanda GIL LOZANO, Valeria PITA y María Gabriela INI, Historia de las mujeres en la
Argentina. Tomo II: Siglo XX. Buenos Aires, Taurus, 2002, p. 76; Victoria ALVAREZ y Fabricio LAINO SANCHIS
“Maternidades en cautiverio. Experiencias de maternidad, embarazo y parto en centros clandestinos de detención
durante la última dictadura militar argentina”, Mora, 26 (2020) (en prensa). Para análisis de casos de algunas
“maternidades” específicas, véase Sabina REGUEIRO: op. cit., pp. 75-108 (sobre Campo de Mayo) y Florencia
UROSEVICH: “La apropiación sistemática y planificada de niños como práctica social genocida. El caso de la Escuela
Mecánica de la Armada”, Tela de Juicio, 1 (2015), pp. 81-94.
42
la actitud que tuvieron con sus compañeros y compañeras de encierro en el momento que una
compañera de cautiverio embarazada, Stella Ogando, comenzó a tener contracciones:

Cuando Stella se descompone… cuando sucedía algo, alguno se mareaba o se desmayaba o,


en el caso este, cuando Stella empezó con el trabajo de parto, todos empezamos a golpear la
celda para que alguien subiera. Digamos que los golpes eran para llamar la atención.
Normalmente, si golpeabas o no venían, o venían y te retaban o te castigaban por los golpes.
El día que Stella empieza con contracciones, entonces, todos empezamos a golpear. Suben y
la bajan a Stella.11

En unos muy pocos casos (entre 20 y 30 según diferentes registros) las mujeres embarazadas
en cautiverio ilegal fueron liberadas antes del parto (RUVTE, 2015). Por el contrario, la mayoría
de las mujeres (más del 90% de los casos registrados) continuaron detenidas hasta el momento del
alumbramiento. Los nacimientos se produjeron dentro de los mismos centros clandestinos de
detención, en total ausencia de condiciones higiénicas o asépticas mínimas, pero también en
hospitales militares (como en el caso del Hospital Militar de Campo de Mayo) u otros centros de
salud. En estos casos, las detenidas dieron a luz en unidades acondicionadas a esos efectos, donde
contaron con la asistencia no sólo de médicos sino también de obstetras, parteras, enfermeras,
camilleros, monjas y otros actores que circulaban en esas instituciones (Regueiro, 2013). Los
testimonios de los/as sobrevivientes señalan que, después del parto, los/as recién nacidos/as eran
sustraídos/as a sus madres, quienes poco tiempo después eran “trasladadas”, eufemismo de los
represores para referirse al asesinato de los secuestrados y las secuestradas. La supervivencia de las
mujeres que parieron en cautiverio fue absolutamente excepcional. Para el ámbito de la Ciudad de
Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires, se registran tan sólo dos casos. 12
Las “maternidades” clandestinas solían contar con la presencia regular de uno o más
médicos pertenecientes a la fuerza a cargo del centro clandestino. Aunque la mayoría no contaba
con una gran jerarquía formal dentro de las fuerzas, por tareas realizadas terminaron adquiriendo

11
Entrevista a Alicia Carminati, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2006. Alicia Carminati fue secuestrada el 24 de
septiembre de 1976 en el domicilio de un familiar en La Plata. Estuvo detenida-desaparecida hasta el 28 de diciembre
de ese mismo año en los centros clandestinos de detención Arana y Pozo de Banfield. En 1983 se radicó en Australia,
donde residía al momento de la entrevista.
12
Se trata de los casos de Marta Álvarez (detenida en el CCD Escuela Superior de Mecánica de la Armada –ESMA-)
y el de Adriana Calvo (detenida en diferentes CCD del llamado “Circuito Camps”). El testimonio de estas
sobrevivientes excepcionales fue clave en diferentes instancias para reconstruir y probar judicialmente la existencia de
maternidades clandestinas.
43
un papel destacado dentro de la estructura represiva. 13 Estos médicos, ante todo, seguían la
evolución de los embarazos y asistían en los partos. Una vez sustraídos a sus madres, solían ser
también los encargados de repartir a los/as niños/as los represores del centro clandestino de
detención o a personas de su confianza que se encontraban en lista de espera.14 Por último, los
médicos intervinieron en la consumación legal de la apropiación. Existieron dos mecanismos para
concretar esta legalización. Una de ellas fue la adopción, que implicaba la connivencia de las
autoridades judiciales actuantes. Sin embargo, este mecanismo fue más habitual en el caso de los/as
niños/as ya nacidos/as secuestrados/as junto con sus padres y/o madres. En el caso de los/as niños/as
nacidos/as en cautiverio, lo que primó fue el mecanismo de la “inscripción falsa”, por el cual los/as
apropiadores/as lograban inscribirlos como hijos/as propios/as gracias a certificados de nacimientos
falsos, fraguados en general por los mismos médicos que actuaban en la represión. Como podemos
ver, el circuito completo de la apropiación de niños/as nacidos/as en cautiverio (los nacimientos en
las “maternidades” clandestinas, la distribución entre personas de confianza y las inscripciones
falsas) fue posible por la colaboración activa de diversos profesionales de la salud (Regueiro, 2013).
Dada su magnitud, su recurrencia y sus características singulares, que no se habían
observado en ningún otro periodo dictatorial o de fuerte represión estatal en el pasado argentino,
Abuelas y otros organismos de derechos humanos, diferentes sentencias judiciales e investigadores
argentinos y extranjeros han tendido a destacar el carácter “inédito” y “excepcional” que tuvo la
apropiación de niños/as durante la última dictadura militar para la historia argentina. Asimismo,
indicaron que la práctica de la apropiación se había cometido de manera “sistemática” en el marco
de un plan político-ideológico de la dictadura por el cual, dentro de una estrategia represiva que
conceptualizaban como una “guerra antisubversiva”, los niños eran transformados en “botines de
guerra” (Nosiglia, 1984; Herrera y Tenembaum, 1990; Van Boven, 1997; Arditti, 2000). Nos

13
Los casos más conocidos son los de los médicos José Luis Magnacco, capitán de navío de la Armada, que actuó en
el CCD ESMA; los médicos militares Norberto Bianco y Raúl Eugenio Martín, responsables de los partos de la
maternidad clandestina en el Hospital Militar Campo de Mayo; y el de Jorge Bergés, médico de la Policía de la
Provincia de Buenos Aires, que operó en los centros clandestinos que dependieron de la Jefatura de la Policía de la
Provincia, que se conocen como “Circuito Camps” porque estuvieron estuvo a cargo del General de Brigada Ramón
Camps.
14
En el CCD “Automotores Orletti”, que sirvió para la detención clandestina de militantes de esa nacionalidad que se
encontraban exiliados en la Argentina, los niños nacidos en cautiverio fueron repartidos entre los represores argentinos
y uruguayos que actuaron allí. Dos niños, incluso, terminaron “abandonados” en una plaza de Viña del Mar, en Chile.
La revelación de estos casos de apropiación ha resultado fundamental para sacar a la luz la trama de coordinación
represiva entre las dictaduras de la región, que se conoce habitualmente como “Plan Cóndor”. Al respecto, véase
Enrique SERRA PADRÓS y Melisa SLATMAN: “Coordinaciones represivas en el Cono Sur (1964-1991)”, Taller
(Segunda Época). Revista de Sociedad, Cultura y Política en América Latina, 1:1 (octubre de 2012), pp. 27-32
44
interesa evaluar estos enunciados para matizarlos o complejizarlos, a la luz de la evidencia
disponible y de las investigaciones más recientes en este campo de estudios.
Cabe preguntarse, para empezar, cuál fue la magnitud de esta práctica criminal. Como
hemos dicho, Abuelas ha estimado que el número puede rondar los 500 casos. ¿Tiene asidero esta
estimación en los datos existentes? Antes de proceder a analizarlos, debemos aclarar que este
balance, como cualquier otro relativo a las víctimas del terrorismo de Estado, parte de cifras abiertas
y siempre provisorias, en la medida en que los procesos judiciales permiten la incorporación de
casos desconocidos hasta el momento. Esto ocurre particularmente con la cuestión de los/as
niños/as apropiados/as, por dos motivos. En primer lugar, dada la situación de represión imperante
y la clandestinidad en la que se encontraban muchas de las organizaciones políticas perseguidas,
muchas familias desconocían el estado de gravidez en el que se hallaban sus hijas o nueras al
momento de su secuestro. En estas ocasiones, se denunció la desaparición de la mujer, pero no la
del niño/a que debía haber nacido en cautiverio. El testimonio de los/as sobrevivientes de los
centros clandestinos de detención ha permitido rescatar estas historias, gracias a lo cual más
familias han sumado su muestras de sangre al Banco Nacional de Datos Genéticos, permitiendo
incluso la identificación de jóvenes que se habían acercado previamente con dudas con su identidad
pero que, ante la falta de datos, habían obtenido una respuesta negativa. Una segunda dificultad es
establecer con precisión el universo de víctimas incluidos dentro de esta categoría. En las
estimaciones y en las listas de denuncia que se realizaban durante la dictadura solían consignarse a
todos los menores de edad desaparecidos, incluyendo también a los y las adolescentes. 15 Con todo,
el paso del tiempo y la progresiva constatación de que la mayoría de los adolescentes (e incluso de
los niños en edad escolar) había corrida la misma suerte que los adultos, llevó a que estos casos
fueran removidos progresivamente de las listas de búsquedas. De esta manera, las listas actuales
(que combinan información de Abuelas con la obtenida por otros organismos estatales, como la
CONADI y del Equipo Argentino de Antropología Forense) incluyen sólo los casos de mujeres
embarazadas y de niños/as secuestrados/as con sus padres.16

15
Por ejemplo, una organización de exiliados argentinos publicaba en 1981 un informe que incluía tanto a niños como
adolescentes desaparecidos. Véase Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino: “Argentina. Cinco años de
dictadura. 30.000 desaparecidos. Niños y adolecentes [sic] víctimas de la represión, 1981,
http://www.ruinasdigitales.com/documentos-sobre-ddhh/ (consultado por última vez 22-02-2019).
16
Agradezco a Marcelo Castillo, director del Archivo Biográfico Familiar de Abuelas, por las precisiones acerca de la
composición de estos datos.
45
Analicemos entonces los datos disponibles en la actualidad en estas listas. Retomando la
clasificación utilizada por el RUVTE, podemos dividir los casos de niños apropiados registrados
casos resueltos y casos sin resolución. Los casos resueltos son aquéllos en los que se ha podido
identificar al niño/a o establecer fehacientemente su destino o el de su madre, y por ende se
subdividen en resoluciones positivas y resoluciones negativas (ver Gráfico 1). Las primeras
incluyen todos los casos de niños/as apropiados/as que fueron localizados con vida y recuperaron
su verdadera identidad biológica, de los cuales 48 son niños/as nacidos/as en cautiverio y 63
niños/as secuestrados/as vivos con sus padres y/o madres. Las resoluciones negativas, por su parte,
incluyen identificaciones en cementerios o fosas comunes de mujeres asesinadas cuyos embarazos
no llegaron a término, así como las de niños hallados muertos o asesinados. De esta forma, los
casos resueltos suman 176 en total (contabilizando dos casos que se encuentran en revisión).

Gráfico 1: Casos resueltos. El total de casos resueltos para diciembre de 2019 es de 176. Las resoluciones
positivas corresponden a las categorías 1, 2 y 5 y contabilizan 112 casos (63,6%). Las resoluciones negativas
(categorías 3 y 4) suman 64 casos (36,4%). Elaboración propia en base a datos de Abuelas de Plaza de Mayo
(2019) y el RUVTE (2015).

De manera inversa, los casos sin resolución incluyen todas aquellas denuncias de
desaparición de niños/as secuestrados/as con sus padres y/o madres y de mujeres detenidas

46
embarazadas que hasta la fecha continúan sin resolverse. Los casos denunciados o documentados
no resueltos totalizan 234 a la fecha. Como puede verse en el Gráfico 2, la abrumadora mayoría
de los casos no resueltos corresponde a mujeres embarazadas en cautiverio.

Gráfico 2: Casos sin resolución. El total de casos sin resolución para diciembre de 2019 es de 234, de los
cuales 226 (96,6%) corresponden a mujeres embarazadas de las que se desconoce su destino y el de sus hijos/as.
Elaboración propia en base a datos de Abuelas de Plaza de Mayo y el RUVTE.

La sumatoria de los casos resueltos y de aquéllos sin resolución arroja una cifra total de
410 niños y niñas víctimas reales o probables 17 de apropiación. Este número, referido sólo a los
casos documentados y que, por lo que ya hemos señalado, de ninguna manera puede considerarse
definitivo ni cerrado, se encuentra dentro del rango de entre 400 y 800 casos que había estimado
Abuelas hacia finales de la dictadura militar y cercano al número de 500 casos totales que estima
actualmente. Más aún, si incorporáramos los datos de adolescentes de entre 13 y 19 años
desaparecidos (al menos 617 casos, según el RUVTE), dimensión que era contemplada en aquéllos
cálculos originales de Abuelas, el número ascendería a 1032, sobrepasando incluso el guarismo
máximo atisbado por la organización.

17
Decimos “probables” en tanto existe la posibilidad de que algún porcentaje de los casos sin resolución pueda tratarse
de niños asesinados o de embarazos que no llegaron a término.
47
Los datos nos muestran que casi la totalidad (88,73%) de los/as niños/as secuestrados/as
con sus padres y/o madres que fueron apropiados ya han sido localizados y pudieron restituir su
identidad biológica. Por el contrario, 67,5% de los casos de niños que deben de haber nacido
durante el cautiverio de sus madres permanece sin aclarar. Las identificaciones y restituciones de
los niños/as nacidos en cautiverio han resultado las más complejas a lo largo de los cuarenta años
que lleva, hasta el momento, la búsqueda. Mientras que las primeras dos identificaciones de
niños/as secuestrados/as junto con sus padres se produjeron todavía en dictadura, en 1979, la
primera identificación de un niño/a nacido en cautiverio recién se efectuó en 1987. Para ese
momento, ya habían sido localizados/as y restituidos/as otros 26 niños y niñas. A pesar de que en
las últimas dos décadas se incrementaron las identificaciones de aquellos/as niños/as (ya jóvenes
y adultos/as) nacidos en cautiverio, aun hoy la mayoría de las resoluciones positivas sobre el total
de casos resueltos sigue correspondiendo a niños secuestrados junto con sus padres y/o madres
(56,4% del total de resoluciones positivas, 35,2% del total de casos resueltos). Por otra parte, más
de la mitad (56%) de los casos resueltos de niños/as que podrían haber nacido en cautiverio y haber
sido apropiados/as supusieron una resolución negativa, es decir, el hallazgo de los restos de la
mujer embarazada asesinada con la constatación de que su embarazo no llegó a término.
Estos datos nos permiten hacer algunas precisiones acerca de la noción de sistematicidad
de la práctica de apropiación. En el año 2012, el Tribunal Oral Federal 6 dio por probada la
existencia de una práctica sistemática de robo de niños/as en el marco del terrorismo de Estado,
condenando a los acusados (entre ellos, el ex presidente de facto Jorge Rafael Videla) como autores
mediatos del crimen.18
Con todo, la sistematicidad de este crimen no debe interpretarse como una homogeneidad
o uniformidad en su comisión. Por el contrario, un análisis detallado del fenómeno nos permite ver
una importante heterogeneidad y diversidad de casos. Sin poner en duda su magnitud y su
constitución como una parte indisociable del sistema represivo desplegado durante el terrorismo
de Estado, este análisis nos permite ver diferentes modalidades de ocurrencia de este fenómeno, en
virtud de diferentes factores coadyuvantes.
El primer factor que incidió directamente en esta práctica fueron las condiciones en las que
se produjo la apropiación. No tuvo el mismo grado de sistematicidad la apropiación de niños/as
nacidos/as durante el cautiverio de sus madres que la de niños/as secuestrados/as junto con sus

18
Sentencia Causa 1351, Tribunal Oral Federal N° 6, https://www.cij.gov.ar/ (última consulta 20-02-2019).
48
padres. En el primer caso, la apropiación se dio en casi todas las situaciones. No sólo muy pocas
de las mujeres secuestradas embarazadas pudieron sobrevivir a la detención clandestina, sino que
la devolución de sus hijos/as nacidos/as en cautiverio a sus familias fue absolutamente excepcional.
Sobre un total de 299 casos registrados de mujeres secuestradas en estado de gravidez que aún
continúan desaparecidas, apenas 8 niños/as fueron devueltos/as a sus familias biológicas (RUVTE,
2015: 1555-1556). En otras palabras, la inmensa mayoría de las mujeres que dieron a luz en
cautiverio continúan desaparecidas y sus hijos/as presumiblemente fueron apropiados por personal
de las fuerzas armadas y de seguridad o familias allegadas.
Por el contrario, la apropiación directa por parte del personal militar o policial no fue el
único destino, ni siquiera el más frecuente, de los/as niños/as que eran secuestrados/as junto con
sus padres. Esto último, sin dudas, ocurrió en varias ocasiones, pero diferentes investigaciones,
judiciales y académicas, han mostrado que la mayoría de los/as niños/as ya nacidos/as
secuestrados/as con sus padres tuvieron otros finales: fueron entregados a diferentes parientes,
dejados con vecinos, abandonados por las fuerzas represivas en el espacio público o puestos a
disposición de juzgados, institutos u hogares de menores. 19
¿Qué factores incidieron en la apropiación directa? Está claro que pueden haber pesado
numerosas condiciones aleatorias y contingentes. Sin embargo, encontramos un patrón recurrente
claro en todas estas apropiaciones: el perfil etario de las víctimas. Todos los niños secuestrados con
sus padres que terminaron apropiados por personal militar o policial tenían menos de tres años de
edad al momento del secuestro. Evidentemente, el grado de socialización que presentaban los niños
de mayor edad los tornaban indeseables para los potenciales apropiadores, que hasta podían verlos
como un peligro.20 La edad no parece haber sido un factor suficiente (ya que muchos otros bebés
o niños cortísima edad tuvieron destinos alternativos) pero sí una condición necesaria de la
apropiación.

19
Asimismo, en algunos de los casos de niños y niñas que durante mucho tiempo se buscaron como “desaparecidos”
o potencialmente apropiados, finalmente se descubrió que habían sido asesinados/os. Según los registros del RUVTE,
21 niños y niñas de menos de 13 años fueron asesinados o continúan desaparecidos. Cfr. RUVTE: op. cit., p. 1552.
20
Solo para dar un ejemplo podemos mencionar el caso Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos, secuestrada a los cuatro años
de edad junto con su madre y luego abandonada por las fuerzas represivas en un plaza. Según reconstrucciones
posteriores se pudo saber que la niña sabía perfectamente su nombre completo y el de su hermana y se resistía a
quedarse en el instituto de menores donde finalmente quedó internada. Sobre su caso, véase Arditti, R. (2000). De por
vida, historia de una búsqueda. Las abuelas de Plaza de Mayo y los niños desaparecidos. Buenos Aires: Grijalbo, pp.
167-170.
49
En cada uno de los otros destinos posibles para los/as niños/as, se abrieron distintas
posibilidades que implicaron su reencuentro (o no) con una parte o con la totalidad de su familia
biológica. En este derrotero, tuvieron un rol central diferentes agentes del poder judicial y del
llamado “campo de la minoridad”. Al observar la participación de estos actores, podemos agregar
un matiz a la noción de “excepcionalidad” de la apropiación de niños durante el terrorismo de
Estado. Sin desconocer la diferencia cualitativa y cuantitativa existente entre este fenómeno y sus
antecedentes, las investigaciones de Carla Villalta (2012) y Sabina Regueiro (2013) han permitido
visualizar la existencia de fuertes continuidades institucionales y discursivas entre el fenómeno
“excepcional” de la última dictadura militar y las formas regulares de la burocracia estatal. En
particular, diferentes investigaciones sobre el “campo de la minoridad” en Argentina han
demostrado la apropiación de niños durante el terrorismo de Estado se sustentó sobre usos y
prácticas burocráticas de larga data que, aunque irregulares o manifiestamente ilícitas, eran
habituales, rutinarias y consuetudinarias entre los agentes de las instituciones estatales.
Estas investigaciones se encuentran en sintonía con otros trabajos sobre el funcionamiento
del aparato estatal durante la dictadura. Esta producción nos muestra que el régimen militar no creó
una estructura administrativa y judicial sui generis, sino que se montó sobre la trama de
instituciones existentes, adaptándola y utilizándola para sus objetivos represivos (Tiscornia, 2004;
Sarrabayrouse Olivera, 2011) En el caso de la apropiación de niños, las actuaciones del poder
judicial y las instituciones del “campo de la minoridad” resultaron indispensables para su
consumación, ya que otorgaron el marco para concretar la legalización de las apropiaciones.
Ciertamente, en muchas ocasiones existía una afinidad ideológica entre estos agentes
estatales y las fuerzas represivas que perpetraban las apropiaciones de los/as niños/as. En la
mayoría de los casos, empero, la colaboración de estos/as sujetos/as fue mucho menos entusiasta;
su connivencia partió del temor, la omisión, la displicencia y la ejecución de procedimientos de
“rutina”. En palabras de Carla Villalta:

Más allá de la adhesión particular que sus agentes tuvieran con la dictadura, los usos
consuetudinarios y las prácticas rutinarias de estos organismos, junto con la indolencia
burocrática de muchos, también colaboraron en la normalización de estos hechos
excepcionales y los volvieron posibles (Villalta, 2012: 310).

Ni los institutos de menores ni los jueces a cargo de las causas tomaron las medidas
prescriptas por las normativas vigentes para intentar contactar a las familias biológicas de los/as
50
niños/as que llegaban a su poder en supuesta condición de “abandono”. Estos niños quedaban en
manos de familias que, o bien los inscribían fuera de término (modalidad que se usó al menos en
dos casos para inscribir como hijos propios a niños nacidos durante el cautiverio de sus madres) o
bien, más comúnmente en el caso de los niños secuestrados junto con sus padres, eran adoptados
legalmente, mediante trámites a menudo irregulares, en los que se otorgaba la guarda a familias
que no aparecían en las listas oficiales de adoptantes (en ocasiones, los propios funcionarios y
agentes involucrados en estos casos se quedaban con los niños). 21 Más aun, estos funcionarios
denegaron justicia a los familiares en reiteradas ocasiones, respondiendo con negativas y evasivas
sus pedidos de información sobre el paradero de niños que, como se supo tiempo después, habían
estado bajo su jurisdicción.22
Ninguna de estas prácticas era nueva ni fue diseñada específicamente para la apropiación
de niños/as durante el terrorismo de Estado. Eran, como dijimos, procedimientos irregulares o
ilegales pero normalizados, rutinizados, transformados en usos consuetudinarios entre los agentes
burocráticos. Al igual que la falsificación de partidas de nacimiento entre los profesionales de la
salud (como vimos, otros de los puntales de la consumación de la apropiación de niños), eran
prácticas relativamente extendidas que durante años habían habilitado la sustracción de niños a
padres estigmatizados como “abandónicos” para colocarlos en otras familias consideradas más
“respetables” (Villalta, 2012: 269). Sobre estos procedimientos y conceptualizaciones, rutinarios y
habituales, se erigió la apropiación de niños/as durante el Terrorismo de Estado, aunque ahora
desplazando el sujeto estigmatizado (ya no las familias pobres y marginales sino los/as militantes
de las organizaciones revolucionarias, en muchos casos de una extracción socioeconómica más
elevada) y extendiendo el fenómeno a una magnitud nunca antes vista. En suma, si la creación de
espacios concentracionarios para la apropiación, como las “maternidades” clandestinas, era una

21
Véase Sabina REGUEIRO: op. cit., pp. 139-164. La niña Ximena Vicario, abandonada por las fuerzas armadas en
la Casa Cuna de Buenos Aires tras su secuestro, fue adoptada por una trabajadora del lugar, que falseó su identidad
ante la justicia (cfr. https://www.abuelas.org.ar/caso/vicario-ximena-256?orden=c) Por su parte, el niño Emiliano
Tortrino, secuestrado con menos de un año de edad junto con su madre, fue entregado por el juez Jorge Mario Müller
a un amigo suyo, el abogado Domingo Gabriel Maggiotti (cfr. https://www.abuelas.org.ar/caso/castro-tortrino-
emiliano-carlos-273?orden=c).
22
Por mencionar sólo algunos ejemplos, Juan Pablo Moyano, localizado a principio de 1983, había sido dado en
adopción definitiva por el Juez Juan Carlos Fugaretta, del Tribunal de Menores de San Isidro. En los años previos,
Abuelas se había presentado ante este tribunal de menores con datos y fotos sobre este y otros niños, sin obtener
ninguna respuesta El juez Alberto Ripa había dado en guarda a una tía materna a Martín Baamonde en 1978,
desaparecido junto a su madre ese mismo año. El juez nunca comunicó su paradero a la familia paterna. Recién en
1983, cuando una asistente social del juzgado reconoció a Martín en una foto de una solicitada de Abuelas, el juzgado
se comunicó con la familia paterna. Cfr. Julio NOSIGLIA, op. cit., pp. 125-132.
51
aberrante innovación de los militares (al igual que los centros clandestinos de detención donde se
instalaban), la separación de niños/as de sus familias, su entrega en condiciones dudosas y su
adopción irregular o inscripción falsa eran prácticas de larga data en los juzgados, los institutos de
menores y las oficinas de la administración pública (Villalta, 2012).
¿Cuáles fueron los móviles, las razones detrás de la comisión de este delito de apropiación?
¿Respondió a una necesidad contingente y pragmática del plan represivo? ¿O, por el contrario,
hundió sus raíces en fundamentos ideológicos más profundos? No es una pregunta sencilla de
contestar. La valoración del sentido de las acciones de los sujetos es siempre una de las tareas más
complejas de la investigación histórica, tanto a nivel metodológico como epistemológico. Aun
tomando en cuenta nuestra limitada capacidad para comprender las motivaciones y el significado
que los protagonistas de los procesos históricos atribuyeron a sus propias acciones, es posible (y
relevante) esbozar algunas interpretaciones posibles para dar respuestas a los por qué y para qué
de la apropiación de niños/as durante el terrorismo de Estado.
Una primera interpretación posible es considerar a esta práctica criminal como un
subproducto contingente de la modalidad clandestina e ilegal de represión ejecutada por el régimen
militar. Ésta es, por ejemplo, la interpretación que sostuvo el fallo de mayoría del TOF 6 en la ya
citada causa del año 2012. Según la lectura de los magistrados, la apropiación de niños/as tuvo
como fin no poner en riesgo la maquinaria concentracionaria y desaparecedora. Como hemos
señalado, la principal característica de la desaparición forzada fue la ocultación sistemática de toda
información, incluyendo, desde luego, el cuerpo de las víctimas “desaparecidas”. En la ejecución
de ese plan de exterminio, las fuerzas actuantes se encontraron con que muchas de las mujeres
detenidas (que representaron el 30% del total de secuestrados/as) se encontraban embarazadas. Si
eran entregados a sus familias biológicas, estos/as niños/as serían la prueba viviente de que sus
madres efectivamente habían estado cautivas en algún lado, bajo el control de alguien.
Inmediatamente sobrevendrían las preguntas que los militares al poder no querían ni podían
responder: ¿Dónde y cómo habían dado a luz? ¿Qué había pasado con ellas después del parto?
¿Cómo negar entonces la entidad, la existencia de esas desaparecidas frente a semejante prueba?
Frente a esta situación, que emergió en el curso mismo de las operaciones represivas, la respuesta
de los militares habría sido la de “desaparecer” también a los hijos de las y los detenidas/os. En
algunos casos, esto supuso el asesinato de las mujeres embarazadas antes del parto. Pero en la
mayoría de los casos (al menos, de los que se tienen registro), en cambio, la resolución fue la de

52
sustraer a esos/as niños/as, colocarlos en nuevas familias, negar su existencia y cortar todo vínculo
con las familias biológicas. Así pues, esta interpretación ve a la apropiación de niños como una
respuesta pragmática a una contingencia no prevista dentro del plan represivo.
En nuestra opinión, aunque es plausible, esta hipótesis no alcanza a dar cuenta de algunos
aspectos del fenómeno. En primer lugar, explicaría sólo la apropiación de los niños nacidos en
cautiverio, pero también hubo apropiaciones de niños secuestrados junto con sus padres. Como
vimos, en una parte considerable de los casos estos niños fueron devueltos a sus familias o
entregados a vecinos o a instituciones de menores. Sin embargo, muchos de ellos también fueron
apropiados por el personal militar y policial, aunque en sí mismos no constituían una evidencia de
la existencia de centros clandestinos y de desapariciones forzadas. Por otra parte, esta interpretación
pragmática no llega a responder por qué los represores, frente al problema que tenían enfrente, no
se decantaron por otras soluciones para su “resolución”. Por ejemplo, “deshacerse” de los niños,
convirtiéndolos en víctimas del exterminio, como fue frecuente en otros procesos de crímenes
masivos, como el genocidio judío en la Alemania Nazi. De hecho, algunos testimonios de mujeres
secuestradas y detenidas en centros clandestinos preexistentes al inicio de la dictadura parecerían
indicar que esta opción no era ajena a la concepción de algunos represores.
Para tratar de entender por qué las fuerzas represivas optaron por la apropiación de los niños
nacidos en cautiverio (y de una importante cantidad de niños/as secuestrados/as con sus padres),
debemos analizar los fundamentos ideológicos que sustentaron esta práctica sistemática. En esta
ideología se entrelazaba una autopercepción salvacionista, cuasi mesiánica, de la Nación;
determinadas categorías provenientes del discurso del higienismo social; y un determinado modelo
patriarcal y doméstico de la mujer, la maternidad y la familia.
Como ha indicado Judith Filc, en la concepción castrense, la familia, como institución
sagrada y natural, unida por la autoridad paterna sobre la madre y los hijos, constituía la célula
básica que componía el cuerpo de la Nación. La “subversión” era vista por los militares como una
enfermedad que buscaba infectar dicho cuerpo corrompiéndolo desde la base, desde el nivel
celular, desde el interior de la familia. La obligación del Estado era “curar el tejido social enfermo”,
ejerciendo su autoridad sobre los “agentes patológicos”; debía usar su autoridad para aniquilar a la
“subversión”, preservar a la familia argentina y así “salvar a la Nación” (Filc, 1997).23

23
Con respecto a los fundamentos de la “doctrina antisubversiva” y del discurso acerca de la subversión como “agente
exógeno”, véase: Marina FRANCO: Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y "subversión", 1973-1976,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2012; Esteban PONTORIERO: “‘Preparativos de guerra’: Ejército, doctrina
53
Salvar a la familia, curar a la Nación: la metáfora organicista y el discurso mesiánico habría
tenido dos efectos concretos en la ejecución del plan represivo. En primer término, supuso la
intensificación del castigo sobre las mujeres. Para los represores, las militantes secuestradas eran
mujeres que se apartaban de la moral patriarcal que ellos valoraban, que creían que peligraba y
que, por lo tanto, pretendían reforzar. Numerosos testimonios de sobrevivientes de los centros
clandestinos relatan las formas específicas de violencia (en especial, de violencia sexual) a la que
fueron sometidas las mujeres por desviarse de sus obligaciones como “madres y esposas” (Bacci
et al, 2012; Álvarez, 2015; Sutton, 2015). En particular, a las mujeres que eran madres o se
encontraban embarazadas al momento del secuestro se les aplicaron todos los estigmas sobre los
“padres abandónicos” que desde el campo de la minoridad habían irradiado hacia toda la sociedad
a lo largo del siglo XX. Los militares apelaron a discursos y representaciones sobre las “malas
madres” que tenían una larga tradición dentro de la burocracia estatal. A las mujeres embarazadas
detenidas desaparecidas. Las “delincuentes subversivas”, señaladas como “madres abandónicas”,
suponían para los militares el punto cúlmine de la degeneración de la institución familiar (Villalta,
2012).
Pero una segunda consecuencia fue el destino planeado para gran parte de los hijos e hijas
de los detenidos-desaparecidos. Así como los militares justificaban la represión ilegal, la tortura y
las desapariciones como parte de una “guerra contra la subversión” en defensa de la Nación y de
un “modo de vida occidental y cristiano” amenazado por el “enemigo apátrida”, también
justificaron la apropiación como un acto de salvación de los niños y niñas del supuesto peligro,
abandono, odio y desamor a los que se exponían con sus familias biológicas. Los perpetradores
consideraron como la mejor opción la separación de los/as niños/as de sus madres y padres. No
sólo porque obtenían un “botín de guerra” muy preciado por muchas familias que tenían
dificultades para tener hijos/as, sino también porque supusieron que separarlos de sus “malas
madres” era la única manera para torcer el destino de esos/as niños/as y convertirlos en “verdaderos
argentinos” (Regueiro, 2013).
Sabina Regueiro (2013) ha señalado que esta convicción de los militares arraigaba en una
larga tradición de pensamiento eugenésico en la Argentina. Como corriente pseudocientífica y
práctica médica vinculada al darwinismo social, desde su emergencia en el siglo XIX el eugenismo

antisubversiva y planes represivos en los orígenes del terror de Estado, 1973-1976”, Revista Universitaria de Historia
Militar, 5:10 (2016), pp. 319-339.
54
ha sostenido la idea de que la “raza” puede ser mejorada controlando o extirpando los individuos
patológicos o “degenerados” dentro del cuerpo social. A diferencia de la variantes eugenésicas
exterminacionistas, como la desarrollada por los pensadores del nazismo, que planteaba como
única vía para la “higiene racial” la aniquilación de las personas y grupos “enfermos” e “inferiores”,
el eugenismo positivista argentino se caracterizó por plantear la posibilidad del “mejoramiento
racial” a partir de la selección de los progenitores y, sobre todo, de la separación de los niños/as de
sus padres “física y moralmente degenerados”. El énfasis del proyecto de regeneración social y
racial no está puesto en la biología, sino en la cultura, la crianza, el aprendizaje y, por ende, en la
familia como espacio primario donde se produce esta endoculturación. Esta concepción eugenésica
impregnó durante todo el Siglo XX la formación de las fuerzas armadas y de seguridad y, como
señala Regueiro, habría estado entre los fundamentos de la apropiación sistemática durante el
terrorismo de Estado.
Por último, no se puede desconocer que en muchas ocasiones todos estas razones se
combinaron con motivaciones estrictamente económicas: estos/as niños/as podían resultar una
mercancía valiosa para las redes de tráfico que preexistían a la dictadura y continuaron después de
ella. Los juicios llevados adelante en la última década han mostrado cómo en numerosos casos los
niños eran comprados por sus apropiadores, ya fuera de manera directa a las fuerzas represivas o
por la intermediación de profesionales e instituciones de la salud. 24

3. Las primeras denuncias en el contexto dictatorial

Hemos señalado que la desaparición forzada (característica distintiva que adoptó la


represión durante la última dictadura militar) fue una de las condiciones de posibilidad que

24
Solo por traer a colación un caso, Martín Ogando, el hijo de Stella Maris Montesano nacido en cautiverio en el CCD
“Pozo de Banfield”, fue comprado por sus padres de crianza en una Clínica de Wilde. Cfr. Entrevista del autor a Martín
Ogando, Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016. Se presume que habría sido vendido por la obstetra que firmó su
partida de nacimiento, Juana Elena Arias de Franicevich, que trabajaba en esa clínica de Wilde con el médico de la
Dirección General de Investigaciónes de la Policía bonaerense, Jorge Antonio Bergés, quien a su vez atendía a las
mujeres embarazadas en el “Pozo de Banfield” y está comprobado que atendió el parto de Stella Maris Montesano.
Bergés fue condenado varias veces por su participación en la represión y en particular en la apropiación de menores
en diferentes centros clandestinos de detención. Por su parte, la Unidad Especializada para Casos de Apropiación de
Niños durante el Terrorismo de Estado (UFICANTE) investiga desde el 2015 otras 100 partidas de nacimiento firmadas
por la obstetra Arias de Franicevich, por lo que se pudo comprobar al menos cuatro casos de apropiación en los que
estuvo implicada, incluyendo el de Martín Ogando. Al respecto, véase: UFICANTE, “Denuncian ocho nuevos casos
en los que actuó la partera Juana Elena Arias de Franicevich”, 17 de diciembre de 2018. Disponible en:
https://www.fiscales.gob.ar/lesa-humanidad/denuncian-ocho-nuevos-casos-en-los-que-actuo-la-partera-juana-elena-
arias-de-franicevich/
55
permitieron la práctica sistemática de la apropiación de niños y niñas, incluso desde los mismos
comienzos de la dictadura. Sin embargo, como veremos a lo largo de este capítulo, el
reconocimiento de esta práctica como una modalidad represiva específica y, por ende, su denuncia
a nivel local, nacional e internacional se produjo muy paulatinamente. Mientras que los secuestros
y las desapariciones fueron denunciados casi desde un comienzo y fueron el eje de los primeros
informes y solicitadas sobre violaciones a los derechos humanos difundidas en el país y en el
extranjero, la toma de conciencia de la sistematicidad y la magnitud de la apropiación de niños y
niñas, e incluso su conceptualización y denuncia como tal, fueron un proceso más lento. En este
proceso de conformación de un conocimiento sobre este delito y de su impulso como un problema
específico y distintivo dentro de la agenda de reclamos de los organismos de derechos humanos,
fue decisiva la acción de un grupo de familiares, entre las que destacaron (sin ser las únicas
activistas) un pequeño grupo de mujeres que eran, al mismo tiempo, madres de desaparecidos/as y
abuelas de “niños desaparecidos”, nacidos o por nacer. Estas “madres-abuelas” (como ellas se
denominaron a sí mismas) y los otros familiares que las acompañaron, tras haber atravesado
experiencias frustradas de reclamos y búsqueda individuales, confluyeron en Madres de Plaza de
Mayo, donde conformaron una pequeña agrupación o “subcomisión” específicamente orientada a
localizar y obtener la restitución de sus nietos y nietas. Esta agrupación interna, creada entre
octubre y noviembre de 1977 fue creciendo en cantidad de integrantes en los años siguientes, a la
par que recibían más denuncias, delineaban un conocimiento más preciso del problema y
amplificaban su denuncia dentro y fuera del país, hasta transformarse, hacia fines de 1980, en una
organización autónoma: la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
Entre fines de 1976 y principios de 1977 se produjeron las primeras dos revisiones
sistemáticas de las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en Argentina: el informe
de Amnistía Internacional, redactado en enero de 1977 y el informe Argentina, proceso al
genocidio, publicado por la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU) en marzo
de 1977. Al analizarlas podemos observar que, ya fuera porque ignoraban el fenómeno o contaban
con escasas denuncias, estos informes mencionaban la cuestión de la apropiación de niños y niñas
manera tangencial, sin prestarle particular atención.
El 6 de noviembre de 1976, una delegación de Amnistía Internacional llegó a la Argentina
para requerir al gobierno información sobre los/as presos/as políticos/as y las denuncias recibidas
sobre torturas y desapariciones. Los tres miembros de la delegación también se entrevistaron de

56
manera privada con presos/as políticos/as, ex-detenidos/as y familiares de presos/as y
desaparecidos/as. El informe final, publicado en 1977, daba cuenta de la existencia de varios miles
de presos y presas por razones políticas en condiciones infrahumanas de detención y exponía el
uso de la tortura en cárceles y dependencias policiales y militares. Presentaba, además, numerosos
casos de desapariciones, con relatos de los secuestros de estas personas por parte de individuos que
se presentaban como personal de las fuerzas armadas y de seguridad, a la vez que ofrecía por
primera vez una lista detallada de personas desaparecidas 25. Para Patricia Feeney, integrante de la
delegación y redactora del informe, esta publicación “instaló en el mundo, y sobre todo en algunas
capitales europeas, el nivel de atrocidades masivas que estaban cometiendo los militares
argentinos”.26
Sin embargo, el reporte hacía apenas unas escasas y breves referencias sobre el secuestro
de mujeres embarazadas. En la sección “Torturas”, da por sobreentendida la existencia de mujeres
detenidas y presas embarazadas, al señalar que, a pesar de su situación, se las había castigado de
tal forma que incluso habían sufrido abortos27. En esa misma sección se presentaba el testimonio
de una mujer que estuvo secuestrada en el CCD “Coordinación Federal”, que refiere a dichas
formas de tormento: “‘Me llevan a otro lugar, me pegan patadas y trompadas en la cabeza. (...) Yo
les suplico que me dejen, que me van a hacer perder el bebé.’ (...) Dos días después, sufrió un
aborto. Actualmente se encuentra detenida en el penal de Villa Devoto.”28 Además de este
testimonio de una sobreviviente que había sido puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional
(es decir, que después de su detención clandestina había sido legalizada como presa política), la
otra única referencia a una mujer desaparecida secuestrada embarazada era la de María Claudia
García Iruretagoyena, secuestrada con su esposo Marcelo Gelman. 29 No había ninguna otra

25
Amnistía Internacional (1977). Informe de una misión de Amnistía Internacional a la República Argentina. 6-15 de
noviembre de 1976. Barcelona: Amnesty International Publication/Editorial Blume, pp.65-68 y 95
26
Granovsky, M. (23 de abril de 2014). “Me cambió la forma de ver la vida”. Entrevista a Patricia Feeney. Página/12.
Recuperado de https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-242480-2014-03-23.html. Consultado el 29 de julio de
2017.
27
Amnistía Internacional, op. cit, p. 51.
28
Ibíd., pp. 51-52. En el edificio de la Coordinación Federal de la Policía Federal Argentina funcionó uno de los más
activos CCD de Buenos Aires, desde 1974 y sobre todo luego del golpe de Estado. Su jefe más reconocido fue el
coronel del Ejército Alejandro Arias Duval. Desde fines de 1975 se asentó en el tercero y en el cuarto piso del edificio
el Grupo de Tareas 2, que dependía del general Suárez Mason. En los últimos años de la dictadura cambió su nombre
al de Superintendencia de Seguridad Federal, y ya en democracia pasó a ser Seguridad Metropolitana. En 2017
detuvieron a doce policías imputados por crímenes de lesa humanidad cometidos en este CCD
29
Amnistía Internacional, op. cit., pp. 39-40.
57
denuncia, ni aparecía ninguna información sobre partos en cautiverio ni sobre el eventual destino
de los recién nacidos.
En cuanto a niños/as desaparecidos/as, secuestrados/as junto con sus padres, los únicos dos
casos consignados son el de Simón Riquelo, secuestrado el 13 de julio de 1976, con sólo 21 días,
junto a su madre, Sara Méndez y el de Mariana Zaffaroni Islas, secuestrada junto con sus padres,
María Emilia Islas Gatti y Jorge Roberto Zaffaroni Castilla. Todos ellos eran de nacionalidad
uruguaya y, según consignaba el informe, habían sido secuestrados en el mismo operativo. De los
cinco, sólo se conocía el paradero de Sara Méndez, que había sido trasladada clandestinamente a
Uruguay, donde fue “hallada” y detenida por las Fuerzas Armadas Uruguayas. Sin embargo, al
momento de la visita de Amnistía Internacional, su hijo, al igual que Mariana Zaffaroni y sus
padres, continuaban desaparecidos.30 Además de estos dos casos, incluidos en una sección dedicada
a las denuncias de persecuciones, secuestros y desapariciones a los/as exiliados/as uruguayos/as en
la Argentina, no había más referencias a la existencia de niños/as desaparecidos/as.
Por su parte, el informe Argentina, proceso al genocidio fue publicado por la CADHU en
Madrid, en marzo de 1977. La Comisión Argentina por los Derechos Humanos fue producto de la
iniciativa de un grupo de abogados con larga trayectoria en la defensa víctimas de prisión política,
entre quienes destacaban las figuras de Eduardo Luis Duhalde, Carlos María Duhalde, Haroldo
Logiurato, Liliana Galletti, Ignacio Ikonicoff y Marcelo Duhalde (González Tizón, 2016). Este
nuevo organismo había empezado a reunirse en febrero de 1976 como respuesta a los crecientes
atentados, secuestros y asesinatos perpetrados por comandos parapoliciales contra activistas
políticos, sindicales y personalidades públicas considerados afines a las ideas de izquierda,
situación que alcanzaría su clímax a partir del golpe de Estado de marzo de 1976. La CADHU se
propuso entonces ejercer presión sobre la Junta Militar mediante la apelación a la opinión pública
internacional. Este proyecto inicial debió modificarse debido a la represión durante los primeros
meses del gobierno de Videla. La trayectoria militante y profesional de la mayor parte de los

30
Amnistía Internacional, op. cit., pp. 83, 109 y 114. Simón Gatti Méndez (Riquelo era un apellido falso que empezó
a utilizar su madre en plena dictadura, después de la desaparición de unas compañeras de militancia) fue finalmente
localizado en Buenos Aires y pudo conocer su verdadera identidad biológica en el año 2002. Mariana Zaffaroni Islas
fue apropiada por el agente de inteligencia Miguel Ángel Furci y su esposa. Al retorno de la democracia, fueron
localizados por Abuelas pero lograron fugarse al Paraguay, donde permanecieron hasta que fueron extraditados en
1991. Recién entonces la Mariana pudo ser identificada mediante los análisis genéticos. Volveremos sobre su caso y
el de otros/as niños/as secuestrados con sus apropiadores prófugos en Paraguay en los capítulos III y IV
58
miembros de la Comisión hizo de la CADHU un blanco fácil para la represión estatal.31 Lo que
inicialmente constituía la Delegación Exterior, a fines del año 1976 se había convertido en el
Consejo Directivo de hecho del organismo, que en adelante sentó su base de operaciones fuera del
país (Franco, 2008; González Tizón, 2016).
Bajo la consigna “Cada voz que se alce puede salvar una vida en Argentina”, la Comisión
se encargó de denunciar la represión en Argentina desde Madrid, París, Washington y México.
Para ello, los miembros de la CADHU se abocaron a la tarea de recolectar la mayor cantidad de
evidencia posible para obtener pruebas acerca de la represión en el país. A partir de las primeras
denuncias, en marzo de 1977, la Comisión publicó en España Argentina: Proceso al Genocidio,
que proponía un balance del accionar represivo durante el gobierno de Isabel Perón y,
fundamentalmente, durante el transcurso de 1976, caracterizando la situación vivida en el país
como “Terrorismo de Estado”. El nivel de detalle de la información referida en los testimonios
citados, junto al hecho de que fueran las propias víctimas quienes hablaban, posicionaría a la
CADHU como una de las más importantes –y a la vez más tempranas– fuentes de información
sobre las prácticas represivas en Argentina (González Tizón, 2016).
Ahora bien, aunque presentaba una denuncia del accionar represivo de la dictadura militar
más contundente y con mayor contenido político que la de Amnistía Internacional, Argentina,
proceso al genocidio tampoco destacaba particularmente la existencia de niños/as desaparecidos/as
y bebés robados. Sí había una alusión muy general al tema en el Prólogo del informe: “Miles de
hogares argentinos han sido allanados y saqueados y sus moradores maltratados. Muchos de ellos,
incluso niños, han desaparecidos o han sido asesinados”.32 Sin duda esta mención, aunque breve,
es significativa en tanto que muestra que para comienzos de 1977 existía cierta conciencia de que
la desaparición de niños era otro elemento más del accionar represivo de la dictadura militar. Sin
embargo, el resto del informe no aporta más información. Al igual que en el caso del reporte de

31
El 11 de mayo de 1976, luego de haber participado de una reunión de la Comisión, los abogados Mario Hernández
y Roberto Sinigaglia fueron secuestrados en la vía pública, convirtiéndose así en los primeros miembros de la CADHU
en engrosar las listas de detenidos-desaparecidos. En palabras de Carlos María Duhalde: “Sin duda, la razón del
secuestro de la mayor parte de ellos [los miembros de la CADHU radicados en Argentina], estaba en la historia y la
actividad militante o profesional de cada uno, pero su pertenencia a la CADHU y la necesidad de recopilar información
sobre la actividad del terrorismo de Estado, los obligaba a una mayor exposición pública que facilitó en ciertos casos
su aprehensión. Pero también fueron asesinados o desaparecidos algunos de quienes integraron el grupo fundador que
no tenían otra actividad política que la exclusiva pertenencia a este organismo de derechos humanos”. Véase: Comisión
Argentina por los Derechos Humanos (CADHU), (2014 [1977]). Argentina. Proceso al genocidio. Buenos Aires:
Colihue, p. 12.
32
CADHU (2014 [1977]), op. cit..., p. 29.
59
Amnistía Internacional, aparecen algunos testimonios sobre mujeres embarazadas en cautiverio
que enfatizan los malos tratos y las torturas a las que eran sometidas, pero sin embargo no
mencionan información alguna sobre el destino de los niños que habrían nacido en cautiverio. 33
También hay algunos testimonios que narran allanamientos y secuestros en domicilios con
presencia de los hijos menores de edad, pero en todos estos casos los/as niños/as habían sido
llevados/as por las fuerzas armadas a casas de parientes.
Las escasas y dispersas alusiones a la desaparición de niños secuestrados con sus padres y
a bebés nacidos en cautiverio y robados a sus madres en estos informes ponen en evidencia que
para principios de 1977 aún era poco y nada lo que los organismos de derechos humanos sabían
sobre los dispositivos de apropiación de niños y niñas que se estaban desplegando como parte del
accionar represivo militar. Los pocos casos mencionados aparecen casi como excepcionales, no
como un fenómeno de largo alcance. De hecho, como hemos podido observar, entre ambos
informes sólo se da cuenta de dos niños/as desaparecidos/as, quienes habían sido secuestrados junto
con sus padres. A diferencia de lo que ocurría con otros crímenes (como el secuestro, la
desaparición forzada y la tortura), no existía todavía una conciencia de la magnitud y la
sistematicidad que estaba adquiriendo la apropiación de niños/as.
El panorama comenzó a cambiar en 1978. El Mundial de Fútbol que tendría a la Argentina
como sede ofreció una ocasión excepcional para poner en discusión las violaciones a los derechos
humanos cometidas por la dictadura militar argentina. Numerosas organizaciones de derechos
humanos extranjeras y de emigrados/as políticos/as argentinos/as realizaron campañas de
denuncias en el exterior que impactaron en los medios de comunicación y en la opinión pública de
numerosos países, como México, España, Francia, Alemania e Israel, entre otros. La acción política
más resonante fue la campaña de boicot al Mundial, emprendida por un conjunto de organizaciones
francesas. Aunque esta campaña no logró su cometido final, ya que ninguna de las selecciones
clasificadas declinó de participar en la competencia, consiguió visibilizar los crímenes cometidos
por el gobierno militar argentino (Franco, 2008; Rein, 2018).
En los meses previos a la contienda, la cuestión de los “niños desaparecidos” como una
dimensión distintiva de la represión apareció por primera vez en el Buenos Aires Herald. Este
tradicional periódico editado en inglés tenía una línea editorial de clara orientación liberal. Si bien
repetía muchas de las categorías del discurso castrense sobre la “guerra antisubversiva”, también

33
Ibíd., p. 193
60
era muy crítico con el gobierno militar, tanto por su política económica (a la que caracterizaban de
ser aún demasiado intervencionista) como por las acciones represivas que violaban el “Estado de
derecho”. Fue uno de los pocos periódicos que publicaba información sobre las personas
desaparecidas y que le ofrecía un lugar en sus páginas a los organismos de derechos humanos (Díaz,
2009). En esta línea, el 17 de mayo de 1978 publicó en sus páginas una breve nota titulada
“‘Abuelas’ buscan niños desaparecidos”, en el que se presentaba las denuncias de un grupo de trece
mujeres que buscaban a sus nietos. Doce de las trece “sólo saben que sus hijas o sus nueras estaban
embarazadas cuando desaparecieron”. La decimotercera, María Isabel Chorobik de Mariani, era la
única que “sabe con certeza que es abuela”, aunque todos sus esfuerzos para localizar a su nieta
habían sido fútiles: “pedidos de habeas corpus, averiguaciones en las comisarías y los cuartales no
han aportado ninguna pista sobre el paradero de la bebé”. 34
Sin embargo, aun en el marco de las campañas de denuncia y boicot, el tema seguía sin
aparecer en las denuncias internacionales. Por ejemplo, un nuevo informe de Amnistía
Internacional publicado poco tiempo antes del Mundial ‘78 apenas mencionaba unos pocos casos
de niños desaparecidos junto con sus padres (Amnistía Internacional: 1978). De igual forma, un
número especial del boletín de la Comisión de Solidaridad con el Pueblo Argentino (C.O.S.P.A.)
de Madrid denunciaba ante sus lectores españoles las violaciones a los derechos humanos
cometidas por el régimen militar argentino y reclamaba “el cese de los secuestros, torturas y
asesinatos, junto con la aparición de listas completas de presos y desaparecidos y su inmediata
liberación”, pero no hacía ninguna alusión al secuestro de niños o a partos de mujeres embarazadas
en cautiverio ni a ninguno de los otros tópicos que después quedarían ligados al problema de los
“niños desaparecidos” 35.
La primera organización extranjera que comenzó a recopilar y darle mayor entidad a las
denuncias existentes sobre desaparición de niños fu el Comité de Defensa de los Derechos
Humanos para el Cono Sur, más conocida por las siglas CLAMOR. 36 Con sede en la ciudad de San

34
“‘Grandmothers’ seek missing children”, The Buenos Aires Herald, 17 de mayo de 1978, p. 9.
35
“Editorial”, Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino. Número Especial Mundial 78, mayo de 1978, p.1.
36
Surgido en 1977 por iniciativa del arzobispo de San Pablo, Paulo Evaristo Arns y del Reverendo Jaime Wright,
secretario general de la Iglesia Presbiteriana Unida de Brasil y miembro del Consejo Mundial de Iglesias (ambos
reconocidos por su oposición a la dictadura brasilera y su activismo en derechos humanos), CLAMOR fue un
organismo que se propuso relevar y denunciar ante la prensa y los organismos internacionales las violaciones a los
derechos humanos cometidas por los gobiernos militarles del Cono Sur, así como asistir a los familiares, sobrevivientes
y exiliados/as. Se mantuvo muy activo hasta fines de los años ’80 y ocupó un lugar destacado en las redes regionales
de derechos humanos. La organización contó con el apoyo de numerosos organismos internacionales de derechos
61
Pablo, esta organización comenzó a publicar a mediados de 1978 un boletín en cuatro idiomas, el
Boletim Clamor, cuyo eje central fue la denuncia de las violaciones a los derechos humanos
cometidas en los países del Cono Sur. En esta publicación aparecieron las primeras denuncias
públicas sobre la existencia de “niños desaparecidos”, tanto de los casos de niños secuestrados con
sus padres como de aquéllos otros que debieron haber nacido durante el cautiverio de sus madres.
En el segundo número del boletín, de julio de 1978, apareció publicada una carta de Sonia Torres
de Parodi, una mujer cordobesa cuya hija, Silvina Parodi de Orozco, había sido secuestrada el 26
de marzo de 1976, estando embarazada de seis meses. 37 Para entonces, su nieto o nieta debía tener
ya dieciocho meses. Sonia Torres concluía la denuncia solicitando públicamente ayuda para
encontrar a su hija, su yerno y su nieto/a desaparecido:

Por eso ruego que me ayuden a encontrarlos y a descubrir que suerte tuvo ese bebé. En mi
condición de abuela materna pido, por lo menos, que el bebé se quede conmigo hasta que sus
padres sean localizados o liberados.38

En diciembre de 1978, en el boletín de CLAMOR se publicó por primera vez una lista con
varios casos de “niños desaparecidos”. En esta lista se mencionaba específicamente a los niños y
niñas uruguayos que habían desaparecido junto con sus padres en Argentina39. Como veremos más
adelante, la denuncia en el Boletim Clamor terminó siendo muy significativa en el proceso de
búsqueda de estos niños, ya que permitió localizar a dos de ellos que habían sido dados en adopción
(en Chile).
El año de 1979 fue decisivo para la difusión de las denuncias sobre la desaparición de niños,
sobre todo a nivel internacional. En primer lugar, porque la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) propuso la celebración del Año Internacional de la Niñez para promover la concientización

humanos, entre los que cabe destacar al Consejo Mundial de Iglesias, que financió gran parte de sus actividades de
investigación y difusión (Lima, 2004; Aló, 2012; Cruz, 2013; Catoggio, 2014 y 2016; Kelly, 2015).
37
Sonia Torres de Parodi nació en 1929 en Villa Dolores, Córdoba. Es farmacéutica de profesión y vive desde su
juventud en la ciudad de Córdoba. El 26 de marzo de 1976 su hija, Silvina Mónica Parodi, y su compañero Daniel
Francisco Orozco, ambos militantes del PRT-ERP, fueron secuestrados en el barrio Alta Córdoba de la capital
provincial. La pareja fue vista en el CCD "La Perla". Silvina estaba embarazada de seis meses y medio. Desde el
mismo día de su desaparición, Sonia Torres comenzó a reclamar por su hija, su yerno y, posteriormente, por su nieto/a
que debía haber nacido en cautiverio. Esta movilización temprana la puso en contacto con las agrupaciones de denuncia
de Buenos Aires y así fue que, a fines de 1977, conoció al grupo de “madres-abuelas” que se estaba conformando en
la Capital del país. Según sus propias palabras, Chicha Mariani le pidió que conformara la “filial Córdoba de Abuelas”.
Desde entonces es su presidenta. A sus 90 años, Sonia Torres aún busca a su nieto/a. Cfr. Entrevista del autor a Sonia
Torres, Córdoba, 2 de agosto de 2018.
38
“Mãe denuncia o desaparecimento da sua filha grávida”, Boletim Clamor, 2, julio 1978, p.13, traducción propia.
Consultado en Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, Archivo Histórico (AAPM-AH), Caja Clamor.
39
“Crianças desaparecidas no Uruguai”, Boletim Clamor, 4, diciembre de 1978, p. 15-17. AAPM-AH, Caja Clamor.
62
sobre los derechos del niño y su vulneración sistemática. Esta iniciativa propició que muchos
organismos locales, regionales y transnacionales realizaran o se involucraran en acciones
específicamente orientadas a los problemas de la infancia en el mundo. Como analizaremos en
detalle más adelante, esto le permitió al incipiente grupo de “madres-abuelas”, a través de una red
densa de organismos, activistas y comunidades exiliares argentinas, concitar la atención de
numerosas audiencias internacionales. Por ejemplo, diversas organizaciones católicas canadienses
tomaron conocimiento durante ese año de la situación de los “niños desaparecidos” en Argentina
y promovieron una serie de acciones de concientización y de denuncia de este crimen en todo el
territorio de Canadá.
Esta mayor receptividad a las denuncias sobre la desaparición de niños también se vio
potenciada por la repercusión que tuvo la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA). Desde 1976, la CIDH había
recibido numerosas denuncias referidas a las violaciones de los derechos humanos en la Argentina,
en particular sobre el paradero de personas secuestradas y desaparecidas. La presión internacional,
que había aumentado ostensiblemente durante el Mundial ‘78, y se sumaba a la que podían ejercer
dentro del país los principales referentes de los organismos locales, obligó al gobierno militar a
aceptar a fines de 1978 la “observación in loco” solicitada por este organismo. La comisión debía
venir a principios de 1979, pero su visita se demoró hasta después de la renovación de sus
integrantes en la Asamblea Extraordinaria de la OEA. Finalmente, la misión de la CIDH estuvo
presente en la Argentina entre el 6 y 20 de septiembre de 1979. En esas dos semanas, recibió más
de cinco mil denuncias, realizadas fundamentalmente por familiares de desaparecidos/as, presos/as
políticos/as y organismos de derechos humanos como la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos (APDH), la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH) y el Movimiento
Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) (D’Antonio, 2010).
Los familiares de las víctimas y los organismos derechos humanos vieron en la visita de la
CIDH una oportunidad política para visibilizar sus reclamos y sumar nuevos apoyos a su causa.
Antes, durante y después de la visita, desplegaron una intensa actividad de denuncia, a través de
movilizaciones, intervenciones públicas, solicitadas y comunicados en la prensa y petitorios. Sobre
todo, los organismos trabajaron intensamente en la recolección y organización de toda la
información posible para presentarla ante la CIDH. Este despliegue público, favorecido por la
presencia del organismo internacional en el país, consolidó los lazos entre los diferentes

63
organismos y contribuyó a visibilizarlos y legitimarlos progresivamente, lo que permitió a su vez
que muchos familiares que hasta entonces no habían actuado públicamente se acercaran a ellos
(D’Antonio, 2017). El grupo de “madres-abuelas” que ya había hecho su aparición pública en la
nota del Buenos Aires Herald de 1978, aprovechó la ocasión para publicar una solicitada en el
diario Clarín, que retomaba el motivo del día “Internacional del Niño” para reclamar por los “niños
‘desaparecidos’”. 40
Es interesante notar que la de este grupo de abuelas no fue la única solicitada que dio cuenta
de la existencia de niños desaparecidos. Sonia Torres publicó el 26 de marzo de 1976 en La Voz
del interior de Córdoba una solicitada denunciando el secuestro de su yerno y de su hija
embarazada.41 En agosto de 1978, el grupo de “madres-abuelas” de Buenos Aires publicó su
primera solicitada en el diario La Prensa. Al año siguiente, también en agosto, publicaron una
nueva en Clarín. Durante ese mismo 1979, otras familias y agrupaciones hicieron mención a la
cuestión. Las madres de Roberto Toranzo y Patricia Paladín, una pareja de militantes del PC
desaparecidos en 1978, publicaron una solicitada el 4 de abril de 1979 en dos periódicos (La Prensa
y La Nación) exigiendo información sobre el paradero de sus hijos y de su nieto, que ya habría
nacido en cautiverio: “Patricia esperaba un hijo. Nuestro primer nieto. Debe haber nacido en
octubre último. Quisiéramos saber dónde está. Qué han hecho con él. En qué ambiente lo están
criando. Qué destino le reservan”.42 En junio de ese mismo año, una solicitada en Clarín de
“Madres de La Plata, Berisso y Ensenada” preguntaba “¿dónde están nuestros desaparecidos?”
señalando que “un denso muro de silencio se cerró en torno de hombres, mujeres e incluso niños” 43.
La presencia de la CIDH en la Argentina y, sobre todo, su Informe sobre la situación de los
derechos humanos en Argentina, muy crítico con el gobierno militar, favorecieron la acción y la
recepción pública de las denuncias de los familiares y los organismos de derechos humanos, al
exponer las prácticas represivas más violentas, que el régimen militar había pretendido ocultar y
negar, como la desaparición de personas y la existencia de centros clandestinos de detención. De
esta forma, la visita funcionó como un factor catalizador que contribuyó a erosionar la acción

40
“A las conciencias argentinas, en el Año Internacional del Niño”, Clarín, 19 de septiembre de 1979, p. 10.
Consultado en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Hemeroteca (en adelante: BNMM-H).
41
Entrevista del autor a Sonia Torres, Córdoba, 2 de agosto de 2018.
42
“Solicitada: Las Madres de Roberto Toranzo y Patricia Dina Palacin de Toranzo. Las abuelas de la criatura nacida
en el cautiverio”, La Prensa, 5 de abril de 1979. La misma solicitada se replicó el mismo día en el diario La Nación.
Consultado en el Archivo del CELS, Fondo Institucional del CELS, Serie Documentos Periodísticos (en adelante:
Archivo CELS, FICELS, SDP) Negritas en el original.
43
“Solicitada: A los poderes del Estado. Al pueblo argentino”, Clarín, 5 de junio de 1979. BNMM-H.
64
represiva del gobierno militar y fortaleció al movimiento de derechos humanos, tanto a nivel local
como internacional (D’Antonio, 2017; Balardini, 2015).
Entre las numerosas denuncias recibidas por la CIDH en su visita y que luego quedaron
plasmadas en el Informe, dado a conocer el 21 de abril de 1980, aquéllas referidas al secuestro de
mujeres embarazadas o de niños secuestrados junto con sus padres ocupaban un lugar muy
relevante. Ambas situaciones aparecen detalladas en el Capítulo III del Informe, dedicado a la
desaparición de personas. En este capítulo, los integrantes de la comisión hacen una descripción
pormenorizada de los operativos de secuestro y posterior desaparición de personas, mostrando la
participación de grupos armados y “en ocasiones uniformados” y el encierro en dependencias
militares y policiales, lo que les permitía presumir “la participación en los mismos de las fuerzas
públicas”.44
Si bien se afirmaba que la mayoría de los secuestrados tenía entre 20 y 30 años, también se
señalaba que había desaparecidos de otras edades. En particular, habían recibido “varias denuncias”
sobre la “desaparición de recién nacidos, infantes y niños”. 45 Mientras algunos de estos niños
secuestrados junto con sus padres habían sido “devueltos a sus familias” o “abandonados en la vía
pública” otros, en cambio, continuaban desaparecidos.46 Para ejemplificar esta situación, el informe
presentaba el caso de la niña Clara Anahí Mariani, la nieta de María Isabel Chorobik de Mariani,
que integraba el grupo de “madres-abuelas” que posteriormente se transformaría en Abuelas de
Plaza de Mayo. Esta denuncia es significativa, porque además de narrar con suma precisión las
circunstancias en las que se produjo la desaparición de la niña, detalla la cronología de acciones
realizadas por su familia ante las autoridades argentinas y también ante el propio organismo de la
OEA. En efecto, como se señala en el informe, la primera denuncia ante la CIDH había sido
presentada el día 28 de noviembre de 1977, poco tiempo después de que el núcleo fundador del
grupo de “madres-abuelas” comenzara a reunirse. Volveremos más adelante sobre el repertorio de
acción desplegado por esta agrupación durante su periodo inicial, pero por lo pronto podemos
destacar que las denuncias enviadas a la CIDH entre fines de 1977 y principios de 1978 fueron de
las primeras acciones desplegadas para concitar la atención y el apoyo internacional a su reclamo.

44
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de los Estados Americanos (1980).
Informe sobre la situación de los derechos humanos en Argentina. Capítulo III: “El problema de los desaparecidos”,
p. 1. Disponible en: http://www.cidh.org/countryrep/Argentina80sp/Cap.3.htm. Última consulta: 16 de diciembre de
2019.
45
Ibíd., p.7.
46
Ibíd., p. 3.
65
El Informe también mostraba el conocimiento y la preocupación de la CIDH por la situación
de las mujeres secuestradas embarazadas: “El caso de las mujeres embarazadas, preocupa a la CIDH,
no sólo por la madre, sino por sus implicaciones frente a los seres por nacer y por la repercusión que tiene
en el grupo familiar”.47 Los secuestros de mujeres embarazadas y los partos en cautiverio aparecían
ejemplificados por dos denuncias. Por un lado, encontramos el testimonio de Estela María Cronalea
de Falicoff, secuestrada el 25 de noviembre de 1976 con su marido, Alberto Samuel Falicoff. La
testimoniante había sido puesta en libertad después de un mes de cautiverio en lo que (según puede
deducirse de su testimonio) sería la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA)48; su
marido, en cambio, continuaba desaparecido 49. En su relato, Estela Cronalea de Falicoff cuenta que
durante su detención pudo ver a muchas mujeres embarazadas, de quienes recuerda que “tenían un
régimen especial de comidas: por la mañana café con leche, a mediodía y noche, bife con puré y a
la tarde café con leche. A veces les daban vitaminas”. En otra parte del relato, describe una serie
de indicios que le permitieron constatar la presencia de bebés y niños en el lugar. Cuenta, en primer
lugar, que en una ocasión que la habían obligado a lavar la ropa, los guardias le entregaron una
serie de prendas entre las que encontró “pañales y una bombacha de goma”. En otra oportunidad,
pudo escuchar la voz de un niño de unos cuatro años que preguntaba por su padre.50
El otro caso presentado es el de Silvia Ángela Corazza de Sánchez, una obrera textil que
fue secuestrada embarazada. Según relata su madre, que presentó la denuncia de su desaparición
ante la CIDH:

Al ser secuestrada se hallaba embarazada de dos meses. Al cabo de siete meses, la misma
fue acompañada a la casa de la madre, conjuntamente con tres personas que, si bien vestían
de particular, pertenecían a fuerzas policiales o de seguridad: tuvieron un breve encuentro y
en el mismo la señora Silvia Angélica entregó a la madre una niñita recién nacida (cinco
días) manifestándole que había tenido la niña durante el cautiverio y que durante el parto
había sido bien tratada. Una vez entregada la criatura partieron de nuevo con rumbo
desconocido. Desde entonces no se ha sabido más acerca del paradero de la nombrada.51

47
CIDH (1980), op. cit., p. 5.
48
En el casino de oficiales de la ESMA funcionó durante la última dictadura militar un centro clandestino de detención,
tortura y exterminio. Allí funcionaban dos grupos represivos, el Servicio de Inteligencia Naval (SIN) y el grupo de
tareas 3.3.2 de la Marina. El predio donde tenía su sede la ESMA está ubicado en la zona norte de la Ciudad de Buenos
Aires, en el barrio de Núñez, sobre la Avenida del Libertador al 8200 y ocupa 17 hectáreas.
49
La singularidad de este caso es que Estela Cronalea de Falicoff lo denunció ante la OEA, incluso antes de la llegada
de la CIDH a la Argentina, pero después no volvió a dar su testimonio en ninguna instancia judicial. Véase Dandán,
Alejandra, “Lo que encontró la CIDH, 32 años después”, Página/12. 29 de noviembre de 2011. Disponible en
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-182293-2011-11-29.html. Última consulta: 13 de junio de 2018.
50
CIDH (1980), op. cit., pp. 28-30.
51
Ibíd., pp. 3-4.
66
Esta rara excepción de un recién nacido entregado a la familia de su madre 52 servía para
mostrar en el informe, el asidero de la presunción que manejaban los familiares de estos niños y
sus madres secuestradas: que los embarazos habían llegado a término y los niños nacidos en
cautiverio que no habían sido entregados a sus familias habían sido “regalados” o “vendidos”.53
Así, a partir de la visita y el informe de la CIDH, la denuncia de la desaparición de mujeres
embarazadas y niños y el reclamo por su restitución a sus familias se instalará de manera definitiva
dentro del repertorio de los organismos de derechos humanos. Las acciones del grupo de “madres-
abuelas”, como veremos, concitaron cada vez mayor atención, sobre todo de parte de las audiencias
internacionales. La entrega del Premio Nobel de la Paz de 1980 a Adolfo Pérez Esquivel amplificó
aún más la denuncia. Vinculado estrechamente con el grupo de “madres-abuelas” desde sus
comienzos e interiorizado en su reclamo, Pérez Esquivel se refirió a la cuestión de la desaparición
de niños en sucesivas conferencias, entrevistas y también en el discurso de aceptación del premio,
un aspecto que fue destacado por la prensa local e internacional 54
¿Qué había ocurrido entre esas primeras denuncias de 1976 y 1977, donde el secuestro y
desaparición de niños/as aparecía marginal y excepcionalmente, y esta amplificación del reclamo,
con denuncias que daban cuenta de un conocimiento mayor del fenómeno?
Debemos señalar, ante todo, que por las mismas características de la represión, que se movía
entre una cara visible, pública, sustentada en una normativa de “Estado de excepción”, y otra
oculta, clandestina, ilegal, el conocimiento que se tenía en un principio sobre la magnitud y el
alcance de los crímenes cometidos era parcial y fragmentario (Crenzel, 2008). El desconocimiento
sobre el paradero o el destino de las personas era particularmente acuciante en el caso de las mujeres
embarazadas y sus hijos en gestación, ya que sobre estos últimos en un principio sólo se sabía una
fecha estimada de parto. ¿Qué había ocurrido con sus madres? ¿Los embarazos habían llegado a

52
Como hemos mencionado anteriormente, sólo hay siete casos registrados en los que ocurrió esto.
53
Esta presunción queda de manifiesto en la carta que Mariani envió a la CIDH el 4 de mayo de 1978, impugnando la
respuesta del gobierno argentino al pedido de información realizado por dicha comisión:
“Es un comentario ya generalizado en el país que se regalan o venden algunos bebes sacados tanto de sus hogares
donde se producen enfrentamientos como de los lugares de donde ‘desaparecen’ sus padres o de las cárceles donde
nacen.” CIDH (1980), op. cit., p. 9.
54
Cfr. “Hablarán sobre el Nobel de la Paz”. El Día (México), 18 de octubre de 1980.; “Adolfo Pérez Esquivel,
argentino, defensor de los derechos humanos, Premio Nobel de la Paz 1980”. El País (España), 14 de octubre de 1980,
p. 4; “¡Un argentino, Premio Nobel de la Paz!”. Crónica, 13 de octubre de 1980. Consultado en Archivo CELS,
FICELS, SDP. Véase también el discurso de aceptación del premio: “Adolfo Pérez Esquivel - Acceptance Speech”.
Discurso pronunciado el 10 de diciembre de 1980. Disponible en:
https://www.nobelprize.org/nobel_prizes/peace/laureates/1980/esquivel-acceptance-sp.html.Última consulta:
20/06/2018.

67
término? ¿Esas mujeres habían dado a luz? ¿Dónde? Y si así había sido, ¿qué había ocurrido con
los recién nacidos? ¿Por qué no habían sido entregados a sus familias? ¿Bajo el poder de quiénes
se encontraban?
Este vacío se fue llenando progresivamente durante los años de la dictadura gracias a dos
tipos de fuentes de información. La primera y más relevante para reconstruir la suerte corrida por
las madres embarazadas en cautiverio y sus bebés, fueron los testimonios que pudieron brindar los
y las sobrevivientes de los centros clandestinos de detención, principalmente en el exilio. Estos
testimonios fueron claves para identificar a las embarazadas presentes en diferentes CCD, para
confirmar si los embarazos habían llegado a término y para ofrecer algún indicio sobre qué había
ocurrido con el bebé recién nacido. Además de ofrecer datos concretos indispensables para
denunciar e intentar localizar a los/as niños/as y a sus madres, estos testimonios contribuyeron a
delinear una imagen global cada vez más precisa sobre las dimensiones y los mecanismos de una
práctica criminal que, de a poco, se fue caracterizando como “robo de bebés” o “apropiación de
niños”.
Ahora bien, si los testimonios de los y las sobrevivientes eran fundamentales para saber qué
había pasado dentro de los centros clandestinos de detención, las denuncias anónimas realizadas
ante diferentes organismos de derechos humanos eran decisivas para poder reconstruir el destino
de los/as niños/as una vez afuera e intentar localizarlos/as55.
Pero esta información no se produjo de manera espontánea, ni hubiera concitado por sí sola
el apoyo que la búsqueda de los “niños desaparecidos” terminó alcanzando entre organismos y
personalidades de la Argentina y el exterior. Para que los datos y los testimonios dispersos se
convirtieran en saber; para que las denuncias individuales pasaran a integrar parte de un reclamo
colectivo; para que un fenómeno que parecía al principio un ejemplo brutal pero excepcional de lo
que eran capaces las fuerzas armadas, no más que una muestra anecdótica del desborde represivo,
pasara a ser distinguido como una práctica criminal específica, recurrente y cometida a gran escala;
en suma, para instalar el problema de los “niños desaparecidos” dentro de la agenda de reclamos
de los organismos de derechos humanos y de la esfera pública argentina, fue indispensable la
aparición de una agrupación abocada a promover esta causa. Esta organización, que se dedicó a

55
Como veremos, esta información anónima siguió siendo vital tras la vuelta de la democracia, al ofrecer pistas sobre
familias con niños adoptados o inscriptos como propios en condiciones sospechosos que podían llegar a ser hijos/as
de desaparecidos.

68
reclamar por la restitución de los/as niños/as y la aparición con vida de sus madres y padres pero
que también investigó, recolectó información, denunció los hechos, buscó apoyo en Argentina y
en el mundo, se comenzó a gestar a fines de 1977 y a fines de 1980 adoptó el nombre que conserva
hasta la actualidad: Abuelas de Plaza de Mayo.

4. “Una búsqueda diferente”: la formación de las “madres-abuelas”

¿Cuándo y cómo surgió lo que terminaría siendo Abuelas de Plaza de Mayo? Las historias
institucionales de la organización han presentado un relato de estos orígenes que se ha mantenido
desde sus primeras formulaciones en los primeros años de la democracia y hasta la actualidad
(Nosiglia, 1984; Herrera y Tenembaum, 1990; Arditti, 2000; Abuelas de Plaza de Mayo, 2007).
Esta narración comienza en abril de 1977, cuando se conformó Madres de Plaza de Mayo. Algunas
de las integrantes de esta nueva organización tenían hijas o nueras que se encontraban embarazadas
al momento de su desaparición. En determinado momento, alguna de estas mujeres empezó a
convocar a las otras en su misma condición a un costado de la ronda. Quizás fuera Mirta Baravalle,
según recuerda Delia Giovanola 56:

Alguien se puso fuera de ronda, parada. Y a medida que íbamos caminando iban diciendo, si
hay alguna madre, alguna que tenga hijas o nueras embarazadas, salgan de la fila. Yo creo
que la que nos reunió así fue Mirta Baravalle. 57

Doce mujeres respondieron afirmativamente a esta consulta y salieron de la ronda.


Conversaron entre ellas y llegaron a la conclusión de que debían realizar acciones colectivas para
reclamar por sus nietos. Con este propósito, el 22 de octubre de 1977 crearon una nueva
organización, a la que habrían llamado “Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos”.

56
Delia Giovanola fue docente y bibliotecaria. Es la madre de Jorge Oscar Ogando, secuestrado el 16 de octubre de
1976 de su domicilio en la ciudad de La Plata junto con su esposa Stella Maris Montesano, embarazada de ocho meses.
Ambos permanecen desaparecidos. Por testimonios de sobrevivientes del centro clandestino de detención El Pozo de
Banfield, Delia sabe que su nieto nació el 5 de diciembre de 1976. La hija mayor de la pareja, de tres años de edad al
momento del secuestro de sus padres, fue recuperada por los abuelos. Delia es una de las primeras integrantes de
Abuelas de Plaza de Mayo. En noviembre de 2015 recuperó a su nieto, Martín Ogando, nacido en cautiverio.
57
Entrevista del autor a Delia Giovanola. Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016.
69
Existe una versión de este relato de orígenes ligeramente distinta. Es la que encontramos
en las memorias de María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani 58, primera presidenta de la
organización pero distanciada de la misma desde 1989. En sus recuerdos, la creación del colectivo
no fue el 22 de octubre sino un mes más tarde, el 21 de noviembre de 1977. En esa ocasión las
Madres de Plaza de Mayo fueron a denunciar las desapariciones de sus hijos e hijas ante el
Secretario de Estado de los Estados Unidos, Cyrus Vance, que se encontraba de visita en la
Argentina.59 Según el relato de Mariani, después de presentarle las carpetas con información sobre
las madres embarazadas y sobre su nieta desaparecida a Vance, las “doce fundadoras” se
encontraron

Justo enfrente del Círculo Militar, pero en la Plaza, en la puerta del Círculo Militar. Ahí
hicimos la primera reunión, en la vereda, debajo de un jacarandá que estaba florecido. Y ahí
decidimos armarnos, armarnos en institución, juntar a todas las que estuvieran cerca, que ahí
no más encontramos a doce. 60

Podemos pensar, como señala Alessandro Portelli, que en las historias orales, los/as
testimoniantes suelen otorgarle a los hechos recordados algún sentido en particular en función del
papel simbólico que los mismos pueden cumplir dentro de su relato, provocando en las memorias
tanto desplazamientos horizontales como verticales. Esto quiere decir que no sólo ciertos sucesos
pueden sindicarse en un momento distinto al que ocurrieron (desplazamiento horizontal o
cronológico) sino que también pueden quedar vinculados con una dimensión del relato diferente a
la que se le podría llegar a asignar a priori: por ejemplo, cuestiones directamente relacionadas con
la esfera personal y familiar pueden ligarse en la narración con sucesos del ámbito de la experiencia
colectiva o de la historia política nacional e internacional (Portelli, 2016). De esta forma Mariani,
que no pudo haber estado presente de los encuentros preliminares que describe Giovanola en su
testimonio (porque era la única que no militaba con anterioridad en Madres de Plaza de Mayo),

58
María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani fue pintora y profesora de Bellas Artes. Fue la madre de Daniel Enrique
Mariani, militante de Montoneros asesinado durante un operativo en agosto de 1977. Su nuera, Diana Teruggi, militaba
en la misma organización y fue asesinada el 24 de noviembre de 1976 en La Plata. Ese día secuestraron a su nieta,
Clara Anahí Mariani Teruggi, nacida el 12 de agosto de 1976.
Chicha fue una de las primeras integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo. En 1996 fundó en La Plata la Asociación
Anahí, que prosigue la búsqueda de su nieta, además de promover la memoria sobre los crímenes de la dictadura y la
vigencia de los derechos humanos. Chicha Falleció en 2018 sin conocer el paradero de su nieta.
59
“Vance talks over nukes and rights”. The Buenos Aires Herald, 23 de noviembre de 1978, p.3. BNMM-H.
60
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a María Isabel (“Chicha”) Chorobik de
Mariani, La Plata, 6 de julio de 2016.

70
registra como punto de partida (“ahí decidimos armarnos”) la primera reunión en la que ella
participó. Más aun, al ligarla con una acción pública, que tuvo algún grado de notoriedad en la
prensa de la época, Mariani ubica con exactitud la “creación” de la agrupación dentro de la historia
política de lucha contra el régimen militar y le confiere un estatus casi mítico que no puede tener
en esa otra narración en la que la organización hunde sus comienzos en difusas reuniones difíciles
de ubicar en el continuum temporal. El uso de otros símbolos, como la presencia del “jacarandá
florecido” que habría albergado a esa primera reunión, refuerza este efecto narrativo.
En ambas versiones, la organización habría surgido en un momento preciso, delimitada
institucionalmente desde un comienzo. Incluso se marca una fecha fundacional, que en la versión
más aceptada es el 22 de octubre de 1977, aunque no tenemos ningún registro donde conste alguna
actividad específica que se haya realizado dicho día, salvo vagas referencias en algunos testimonios
a una “primera reunión” (Arditti y Lykes, 1992). Sin embargo, el relato está tan instituido que esta
es la fecha que la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo terminó adoptando para celebrar su
aniversario. Más aun, en el 2004, el Congreso Nacional argentino, “en conmemoración al inicio de
la lucha emprendida por Abuelas de Plaza de Mayo”, transformó esa fecha en el Día Nacional por
el Derecho a la Identidad. 61
Sin embargo, la conformación de “Abuelas de Plaza de Mayo” fue más compleja que lo que
nos cuentan estas historias institucionales. Más que de un “origen” o de una “creación”, parece más
adecuado hablar de un proceso de formación, en el sentido en que utilizaba el concepto Edward
Thompson para referirse al desarrollo histórico de la clase obrera en Inglaterra: como un proceso
no predefinido en las que las mismas integrantes estuvieron presentes para transformarse en algo
que no existía, diferenciándose de otros actores a partir de su propia experiencia compartida
(Thompson, 2012 [1963]). Parafraseando a Thompson, Abuelas de Plaza de Mayo no surgió como
el Sol, a una hora determinada; en todo caso, su conformación como una organización específica e
independiente fue el producto de un proceso histórico, no exento de tensiones, contradicciones y
contramarchas, en el que la agrupación fue adquiriendo una identidad distintiva y se fue
diferenciando de Madres de Plaza de Mayo, para adquirir su propio lugar dentro del concierto de
los organismos de derechos humanos.

61
Ley 26.001. Congreso de la Nación Argentina. “Día Nacional del Derecho a la Identidad”. Boletín Oficial de la
República Argentina, 7 de enero de 2005. Disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=102730 Última Consulta: 19 de agosto de 2018.
71
Con respecto a las primeras integrantes de la organización, existen también pequeñas
divergencias entre los relatos institucionales actuales y lo que se desprende de las fuentes
existentes. Según los relatos más consolidados, las doce primeras integrantes de la organización
habrían sido Alicia Zubasnabar de De la Cuadra, Delia Giovanola de Califano, Mirta Acuña de
Baravalle, Vilma Delinda Sesarego de Gutiérrez, Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani, Beatriz
Aicardi de Neuhaus, Eva Márquez de Castillo Barrios, Haydee Vallino de Lemos, Leontina Puebla
de Pérez, Raquel Radio de Marizcurrena, Clara Jurado y María Eugenia Casinelli de García Irureta
Goyena. De este núcleo “fundador”, la única que tenía la certeza de estar buscando a una nieta
desaparecida era María Isabel Chorobik de Mariani, pues su nieta Clara Anahí tenía 3 meses cuando
su madre, Diana Teruggi, fue asesinada en un operativo de las fuerzas conjuntas y ella desapareció.
El resto sólo sabía que sus hijas o nueras estaban embarazadas cuando fueron secuestradas.
Sin embargo, en los primeros documentos producidos por este grupo encontramos la
presencia de otras dos mujeres. Entre las firmantes del recurso presentado ante la Corte Suprema
de Justicia realizado por el grupo el 11 de abril de 1978, además de las doce “fundadoras”
mencionadas anteriormente se encontraba Elida E. de Caimi, otra activista de Madres de Plaza de
Mayo. Era la consuegra de otra integrante del grupo, Raquel Radio de Marizcurrena. Estaba
buscado a su hija, Liliana Beatriz Caimi, quien estando embarazada de cinco meses había sido
secuestrada junto con su compañero Andrés Marizcurrena.
La otra persona que, al parecer, integró el grupo en sus comienzos fue Raquel Gvirtz de
Arcuschin, otra integrante de Madres de Plaza de Mayo, quien buscaba a su hijo Miguel Sergio
Arcuschin, desaparecido junto con su compañera Noemí Josefina Jansenson, embarazada de dos
meses. Raquel Gvirtz no aparece entre las firmantes del recurso presentado ante la CSJ, pero sí
podemos encontrarla en la primera aparición en la prensa del grupo, el 17 de mayo de 1978 en el
diario The Buenos Aires Herald. Allí se vuelve a mencionar a Elida Caimi y el resto de las
signatarias del recurso ante la Corte, con la excepción de María Eugenia Casinelli de García Irureta
Goyena (razón por la cual el artículo computaba sólo trece “abuelas” integrando el grupo).
Dado que tanto Elida de Caimi como Raquel Gvirtz de Arcuschin eran integrantes de
Madres de Plaza de Mayo desde sus comienzos, resulta improbable que no se hayan sumado desde
un primer momento a las actividades de la “subcomisión de abuelas”. ¿Por qué, entonces, los
relatos actuales no las incluyen entre las “doce fundadoras” y, en cambio, sí incluyen a “Chicha”
Mariani, quien casi con total seguridad no habría participado de los primerísimos encuentros del

72
grupo? Es muy difícil responder a esta pregunta con la información que tenemos a nuestra
disposición. Pensamos que, en gran medida, esto se pueda deber a los límites porosos y difusos que
existían en (y entre) los organismos de familiares, que generaban un flujo constante de activistas
que se incorporaban, participaban con mayor o menor intensidad durante cierto periodo y luego se
alejaban, ya sea porque se retiraban de la militancia activa o porque pasaban a colaborar más
estrechamente con otro(s) grupo(s), sin que ello supusiera necesariamente una ruptura o una
retirada formal (Alonso, 2011; Zubillaga, 2019). Por ejemplo, si seguimos en el tiempo a Raquel
Gvirtz podemos observar que continuó más activamente vinculada con Madres de Plaza de Mayo,
por lo que es probable que en las memorias actuales se la recuerde más ligada a esta organización
y se olvide su rol como “fundadora” del primer grupo de “madres-abuelas”.62 Elida de Caimi, por
su parte, era la consuegra de Raquel Radio de Marizcurrena, quien pronto se convirtió en una de
las militantes más activas de la organización. Es dable a pensar que esta participación tan activa
llevara a que, en retrospectiva, las memorias de la organización la hayan colocado a ella como la
primera impulsora de su caso dentro del grupo “fundador”. 63
Es cierto que este grupo de mujeres, integrantes de Madres de Plaza de Mayo, empezaron
a realizar encuentros propios, en confiterías o en sus propias casas, para pensar y articular
estrategias de denuncia y de búsqueda de sus nietos/as que debían haber nacido en cautiverio. Esto
no implicó, empero, una escisión de la organización que las había reunido; a la par que articulaban
estas nuevas acciones, seguían participando de Madres de Plaza de Mayo 64. En gran medida, su
acción durante estos primeros años, por lo menos hasta 1980, fue pensada como el de una comisión
especial dentro de Madres de Plaza de Mayo. Así quedaba plasmado en una carta que Madres de
Plaza de Mayo le envió a principios de 1980 a la Organización Católica Canadiense para el
Desarrollo y la Paz (en adelante, Desarrollo y Paz). Durante la Navidad del pasado 1979, la
organización canadiense había lanzado sorprendente y masiva campaña de apoyo específicamente
dirigida a las “abuelas que buscan a sus nietos desaparecidos”. Cientos de miles de estudiantes y

62
Así pues, en los obituarios tras su muerte, en el año 2013, se la recordaba principalmente por su militancia en Madres
de Plaza de Mayo. Cfr.: “Murió la Madre de Plaza de Mayo Raquel Gvirtz”, Página 12, 27 de septiembre de 2013.
Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-230003-2013-09-27.html. Última consulta: 15 de
octubre de 2019.
63
Sobre este caso, véase la información recopilada por Abuelas de Plaza de Mayo:
https://www.abuelas.org.ar/caso/marizcurrena-caimi-75.
64
Cabe destacar que cuatro de las primeras integrantes de este grupo (Beatriz “Kety” Aicardi de Neuhaus, Mirta Acuña
de Baravalle, Elida E. de Caimi y Raquel Gvirtz de Arcuschin) habían participado también de la formación de Madres
de Plaza de Mayo.
73
familias católicas habían enviado cartas a la Argentina para mostrar su solidaridad con estas
mujeres y el organismo argentino lo agradecía de la siguiente forma:

En el nombre de las Madres de Plaza de Mayo y de la subcomisión de abuelas, queremos


agradecerles por la magnífica campaña que han lanzado en nombre de nuestros pequeñitos
que están perdidos. 65

La existencia del grupo como una “subcomisión de abuelas” dentro de Madres de Plaza de
Mayo se pone aún más de manifiesto en el hecho de que no tuvo ningún nombre fijo hasta que
adoptaron el de “Abuelas de Plaza de Mayo”. Antes señalábamos que las historias institucionales
hablan de una primera denominación, la de “Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos”. Sin
embargo, al rastrear las solicitadas que el grupo logró publicar en la prensa nacional entre 1977 y
1980, encontramos que este nombre recién se empieza a utilizar en 1980, poco antes de ser
cambiado por el que resultaría definitivo 66. En todas las publicaciones anteriores, este grupo de
mujeres se presentaba (o era presentado) cada vez con un nombre distinto. En mayo de 1978, en su
primera aparición en la prensa, el Buenos Aires Herald decía que se habían dado a sí mismas “el
nombre de «Abuelas de Plaza de Mayo»”67. El 5 de agosto de ese mismo año, rubricaban con un
simple “Abuelas” su primera solicitada, publicada en el diario La Prensa68. En cambio, en 1979 se
presentaban en el diario Clarín como “Abuelas Argentinas”.69
La indeterminación en el nombre, o simplemente la falta de uno, daba cuenta de que el
grupo no era pensado como algo separado de Madres de Plaza de Mayo. Entre otras cosas, por el
carácter transitorio que le asignaban en un comienzo. Como destacan en casi todas sus memorias,
estas mujeres confiaban en que las autoridades militares o las instituciones de menores antes o
después les entregarían a sus nietos y nietas. Su reclamo sería, pues, acotado en el tiempo.70
Un solo apelativo aparecía con recurrencia en sus primeros escritos e intervenciones
públicas: estas mujeres se describían a sí mismas como “madres-abuelas”: “Nosotras, madres-

65
“Argentina mothers say cards may total 170.000”, The Global Village Voice. The Newspaper of Development and
Peace. Vol. 4 No. 3 en/mar 1980, p. 1. Inglés en el original (traducción propia). Archivos de Desarrollo y Paz – Caritas
Canadá (A-DPCC), Toronto, Canadá. Agradezco a Héctor Rombola por su colaboración para acceder a este material.
66
“Niños ‘Desaparecidos’”. El Día, 24 de agosto de 1980, La Plata. Archivo CELS, FICELS, SDP.
67
“‘Grandmothers’ seek missing children”. Buenos Aires Herald. 17 de mayo de 1978, p. 9. BNMM-H
68
“Apelamos a las conciencias y a los corazones”. La Prensa, 5 de agosto de 1978. p. 3
69
“A las conciencias argentinas”. Clarín, 19 de septiembre de 1979, p.10. BNMM-H
70
Por ejemplo, en su testimonio Sonia Torres afirmaba: “Debíamos trabajar abuelas y madres separadas porque las
abuelas teníamos dos objetivos: por un lado buscar a los hijos y por otro en el momento de la aparición buscar los
nietos, que pensábamos absolutamente que los iban a devolver, que los iban a llevar a las familias mientras ellos
estuvieran presos pero por supuesto que eso no ocurrió”. Entrevista a Sonia Torres, Córdoba, agosto de 2018.
74
abuelas, hacemos hoy público nuestro diario clamor, recordando que la ley de Dios ampara lo más
inocente y puro de la creación”. 71 La autodenominación remitía a su condición de familiares de
desaparecidos por duplicado, como dejaban en claro en su primera aparición en la prensa: “estas
mujeres dicen que (...) tienen en común dos cosas. Están buscando a sus hijos desaparecidos y
también, según creen, a sus nietos”72. Pero también marcaba la singularidad de su pertenencia a
Madres de Plaza de Mayo: compartían con el resto de sus compañeras el reclamo por sus hijos
desaparecidos, pero se diferenciaban de ellas en que además tenían que buscar a sus nietos, de los
cuales, salvo un solo caso, no tenían ni la certeza de que hubieran nacido. Y, como comprendieron
desde un comienzo, buscar a los/as nietos/as no era igual que buscar a los/as hijos/as:

Empezamos a notar que por los nietos no estábamos haciendo nada, que la búsqueda de los
nietos tenía que ser distinta. En la plaza estábamos buscando a los hijos, en la plaza
estábamos pidiendo por los hijos, pero ya a esta altura ya muchas de nosotros teníamos
nietos, ya había nacido mi nieto y ¿cómo lo buscábamos?73

El testimonio de Delia Giovanola, como el de otras integrantes de ese primer grupo de


“madres-abuelas”, nos llama la atención sobre dos cuestiones. La primera es la convicción de que
la búsqueda de sus nietos/as suponía una especificidad que implicaba ciertas tareas y acciones que
no podían subsumirse en el reclamo por sus hijos/as desaparecidos/as (“la búsqueda de los nietos
tenía que ser distinta”). Aun cuando pudieran no tener del todo claro en qué radicaba ese diferencial
(“y ¿cómo los buscábamos?”), cada una de las madres-abuelas había realizado varias acciones de
manera individual (o mejor dicho, de manera familiar, pues las memorias resaltan la importancia
de los abuelos, de los/as tíos/as y de otros/as familiares en la búsqueda de estos/as niños/as), por lo
que sabían, en principio, que existía un vasto conjunto de instituciones, las del llamado “campo de
la minoridad”, con actores y dinámicas propias, que no concernían al reclamo general de los/as
“desaparecidos/as” pero que las “madres-abuelas” ya habían frecuentado y lo seguirían haciendo.
La segunda cuestión que emerge del testimonio de Giovanola, estrechamente ligada a la
anterior, es la sensación de que, desde la organización a la que pertenecían, no se había delineado
ninguna estrategia, ni se había realizado ninguna acción, quizás ni siquiera se había puesto de
relieve el problema de estos “niños desaparecidos”: “por los nietos no estábamos haciendo nada
(...) en la plaza estábamos buscando a los hijos”. La creación de esta “subcomisión” de “madres-

71
“Apelamos a las conciencias y a los corazones”, La Prensa, 5 de agosto de 1978 p. 3. Archivo CELS, FICELS, SDP
72
“‘Grandmothers’ seek missing children”. The Buenos Aires Herald. 17 de mayo de 1978, p. 9. BNMM-H.
73
Entrevista a Delia Giovanola, Memoria Abierta, 2002.
75
abuelas” venía a llenar este vacío de la organización colectiva, pero desde su surgimiento planteaba
una tensión entre lo general y lo particular: entre la condición de “madre” y la de “madre-abuela”;
entre la pertenencia a una organización mayor como Madres de Plaza de Mayo y el activismo
focalizado de la “subcomisión de abuelas”; en fin, entre formar parte del reclamo global por los/as
desaparecidos/as y las tareas específicas que requería la búsqueda de los y las “niños
desaparecidos”. Esta tensión es tan marcada desde el comienzo que, a pesar de seguir pensándose
como una “subcomisión” dentro de Madres y de no asignarse ningún nombre definido, tampoco
firmaron ninguna de sus primeras solicitadas como “Madres de Plaza de Mayo”.
Estas y otras tensiones se fueron potenciando con los años, hasta provocar, como veremos
en el capítulo siguiente, la separación del grupo de “madres-abuelas” y la creación de “Abuelas de
Plaza de Mayo”. Pero al menos hasta fines de 1979, el grupo de “madres-abuelas” siguió trabajando
como una “subcomisión” dentro de Madres de Plaza de Mayo. Las referentes de Madres y de la
subcomisión de abuelas emprendieron numerosas acciones en conjunto 74. Aun cuando la mayoría
de las integrantes del grupo comenzaron a dedicar su militancia principalmente a este nuevo
colectivo, siguieron participando en las actividades de Madres. Muchas continuaron incluso
después de la separación formal de Abuelas, por lo que en cierta forma tuvieron una doble
adscripción organizativa. Tan grande fue esta imbricación que, cuando el grupo de abuelas
finalmente se independizó, usó un tiempo corto el nombre de “Abuelas Argentinas con Nietitos
Desaparecidos”, pero rápidamente lo cambiaron por el de Abuelas de Plaza de Mayo: un poco
porque la prensa nacional e internacional las llamaban así, al confundirlas con las Madres; otro
poco, seguramente para reforzar el vínculo entre la Plaza de Mayo y el reclamo de los/as familiares
de desaparecidos/as, que comenzaba a inscribirse como marca distintiva de su discurso (Filc,
1997).75

74
Por ejemplo, en octubre de 1978 Chicha Mariani recibió en el departamento de su esposo en Roma a tres integrantes
de Madres de Plaza de Mayo: Hebe de Bonafini, Elida De Galletti y Rosario Cerrutti. Las cuatro juntas se entrevistaron
con el presidente italiano Sandro Pertini y con el cardenal argentino Eduardo Pironio. Si bien de la cúpula eclesiástica
vaticana no obtuvieron ninguna respuesta concreta, consiguieron un compromiso con su causa de parte del presidente
Pertini. Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a “Chicha” Mariani, 6 julio de 2016;
véase también “La épica del té, entrevista a Chicha Mariani y Hebe de Bonafini”, Revista MU, 33, 28 de abril de 2010.
75
Cfr. Entrevistas del autor a María Isabel Chorobik de Mariani (julio de 2016), Rosa Roisinblit (septiembre de 2016)
y Delia Giovanola (septiembre de 2016). Véase también entrevistas a Mariani (diciembre de 2002), Giovanola (julio
de 2002) y Vilma Sesarego (julio de 2002) en el Archivo Oral de Memoria Abierta.
76
5. “¿Cómo los buscábamos?”: el repertorio de acción

De esta manera, entre octubre y noviembre de 1977, aun de forma incipiente y subsumido
dentro de una organización, tomaba forma un nuevo colectivo de familiares de víctimas del
terrorismo de Estado, integrado por un grupo de “madres-abuelas” y orientado específicamente a
la búsqueda de los niños y las niñas que habían sido secuestrados con sus madres y padres o que
debían haber nacido durante el cautiverio de los mismos. Como rememoraba Delia Giovanola, el
primer interrogante que se les presentó fue “¿cómo los buscábamos?”. Pues el problema que se les
presentaba, como al conjunto de los organismos de derechos humanos, era exactamente qué, dónde
y a quién reclamar. Como ha señalado Elizabeth Jelin:

En un sentido muy general […] el ejercicio de justicia requiere que se tenga conciencia de la
dimensión de un daño para saber cuál es la medida del esfuerzo a realizar para repararlo […]
La desaparición, concebida como un daño, implica tanto el secuestro de un cuerpo como la
sustracción de un saber. Hallamos aquí una de las particularidades del fenómeno del
movimiento de derechos humanos: respondiendo a un daño incierto desarrolla entonces una
demanda de justicia indeterminada. Todo lo que en principio puede decirse es que algo ha
ocurrido. Una de las primeras tareas del movimiento fue establecer, con algún grado de certeza,
qué. (Jelin, 1995: 119).

¿Cómo establecer qué había ocurrido con los/as niños/as secuestrados/as junto con sus
padres o, peor aún, con las mujeres embarazadas que debían haber dado a luz en cautiverio? ¿A
quién y cómo acudir? Las memorias de las fundadoras de Abuelas suelen remarcar la confusión
que primaba en los comienzos, en los que la improvisación y la creatividad motorizaron las
primeras estrategias frente a la incertidumbre.
A pesar de todo, tanto en las búsquedas individuales de sus nietos/as como en su
participación en Madres de Plaza de Mayo y otros organismos de derechos humanos, estas madres-
abuelas habían acumulado para fines de 1977 cierta experiencia y saberes sobre los distintos
canales y mecanismos posibles para su lucha. En las búsquedas individuales, las “madres-abuelas”
habían recurrido a los ámbitos institucionales que, acorde a cómo interpretaron en un primer
momento la situación que les tocaba vivir, consideraron “normales” (comisarías, juzgados de
menores). Ante la falta de respuestas obtenida a través de estos canales burocráticos, muchas
apelaron a sus redes personales de contactos para acceder de manera directa a funcionarios militares
o personalidades allegadas (principalmente integrantes de las jerarquías eclesiásticas) que pudieran

77
proveerles información o ayudarlas a interceder ante las autoridades para recuperar a sus nietos y
nietas. Al mismo tiempo, en muchos casos estas mujeres iniciaron sus propias investigaciones,
indagando entre los/as vecinos/as y otros testigos oculares del secuestro de sus hijos y nietos. Estas
primeras pesquisas derivaron en ocasiones en contactos con informantes anónimos o supuestos
“arrepentidos”, pero casi nunca arrojaron datos certeros o relevantes76.
A partir de los saberes y las prácticas aprehendidas en estas primeras experiencias
individuales, además de aquéllas que ya habían podido incorporar como activistas del colectivo de
Madres de Plaza de Mayo (como, por ejemplo, la presentación de habeas corpus), se estructuraron
las primeras estrategias desplegadas por el grupo de “madres-abuelas”. En los meses y años
siguientes acudieron, en primer lugar, a las instituciones de lo que se ha denominado como “campo
de la minoridad” (casas cunas e institutos de menores, tribunales de menores y otras instancias
judiciales relacionadas) para reclamar formalmente por el paradero de los/as niños/as
desaparecidos/as y su devolución a las familias biológicas (Villalta, 2012; Regueiro, 2013). Al
mismo tiempo, intentaron hacer llegar sus reclamos a las autoridades del gobierno militar y a otros
actores sociales y políticos (especialmente miembros de la Iglesia Católica y dirigentes de los
principales partidos) para denunciar la situación y solicitar su intercesión para localizar a los/as
niños/as. En paralelo, forjaron relaciones con otros organismos y referentes del movimiento de
derechos humanos. En la medida en que, como veremos, estas estrategias se mostraron fútiles en
el contexto represivo dictatorial, las integrantes del grupo de “madres-abuelas” comenzaron a
combinarlas con otras nuevas. Empezaron así a desarrollar tareas de investigación por cuenta
propia, apelaron a la sensibilización de la opinión pública nacional a través de acciones en los
medios de comunicación y buscaron difusión de sus denuncias y apoyo para su causa en el
extranjero. En los siguientes apartados analizaremos brevemente las derivas de algunas de estas
estrategias. Como haremos notar, la última de las mencionadas terminó resultando decisiva para la

76
El caso de María Isabel Chorobik de Mariani es ilustrativo de estas trayectorias individuales. Su búsqueda comenzó
en dependencias policiales y militares, como la Comisaría 5ta de La Plata y el 7mo regimiento de Infantería. Ante la
falta de respuesta, se entrevistó con importantes ministros de la jerarquía eclesiástica, entre ellos Monseñor Montes,
obispo auxiliar de la Catedral de La Plata, y Monseñor Grasselli, capellán de la Marina. Ambos la desalentaron para
que no continúe su búsqueda. Se presentó también ante los juzgados de menores, donde sólo obtuvo evasivas o
respuestas negativas. A partir de sus averiguaciones personales, pudo reconstruir hasta cierto punto la secuencia de
hechos del asalto de las fuerzas conjuntas a la casa donde vivía su nuera con su nieta, Clara Anahí. Recibió, por último.
denuncias anónimas con datos sobre el paradero de su nieta que no pudieron comprobarse. (Nosiglia, 1984; Herrera y
Tenembaum, 1985; entrevista del autor a Chicha Mariani, 2016). Vilma Sesarego y su esposo también recibieron
información de un denunciante anónimo, que se hacía llamar “cabo Pedro”, con supuestas noticias sobre el paradero
de su hijo y su nuera. Sin embargo, la información provista terminó siendo inconducente (Entrevista a Vilma Sesarego,
Memoria Abierta, 2002).
78
consolidación de su causa y el avance en las primeras restituciones, producidas durante la misma
dictadura militar.
En parte por las precauciones que la represión obligaba a tomar y en parte por el momento
formativo en que se encontraba, existen muy pocas fuentes producidas por la organización durante
este periodo. Gran parte de la reconstrucción sobre las estrategias de la organización durante estos
años se ha realizado sobre la base de las memorias de sus primeras integrantes. Sin embargo,
contamos con algunas pocas fuentes excepcionales que se han conservado y nos permiten
completar (e incluso, matizar o complejizar) el panorama presentado por las fuentes orales.
Una de las principales estrategias del grupo de “madres-abuelas” fue el armado de carpetas
con toda la documentación que pudiera probar la desaparición de sus hijos/as y sus nietos/as, o de
sus hijas y nueras embarazadas. Estas carpetas, incluían, en primer lugar, testimonios de cada
familia relatando la desaparición de sus hijos/as y sus nietos/as, incluyendo todos los detalles
conocidos sobre la fecha, el lugar y las circunstancias de la detención. Al mismo tiempo, se incluían
fotografías de los niños/as o de las madres embarazadas, junto con otros materiales, como partidas
de nacimiento y certificados médicos de obstetras y pediatras. Estas carpetas eran enviadas a las
autoridades y presentadas cada vez que las integrantes de la asociación se reunían con funcionarios
o personalidades públicas. También, como veremos, fueron enviadas al exterior o entregadas en
los sucesivos viajes que emprendieron a partir de 1978.
Con el paso del tiempo, además de los documentos que buscaban probar la existencia y el
secuestro de los/as niños/as y adultos/as que se denunciaban como desaparecidos/as, las carpetas
que eran enviadas al exterior comenzaron a incluir copias de todos las averiguaciones y los trámites
realizados hasta el momento, ya fuera ante la justicia, las instituciones del “campo de la minoridad”
o las autoridades militares, para mostrarle a los interlocutores foráneos la indiferencia de las
instituciones locales.
La organización francesa Acción de los Cristianos para la Abolición de la Tortura (ACAT)
recibió una de estas carpetas a fines de 1980, durante un viaje de Chicha Mariani y Estela de
Carlotto, presidenta y vicepresidenta de la organización respectivamente.77 El hallazgo de una
copia de esta carpeta en el archivo de la ACAT nos permite reconstruir parte de las acciones
realizadas por este grupo entre 1977 y 1980.78

77
Entrevista del autor a María Cecilia Gómez Pinilla, París, 17 de noviembre de 2017.
78
Cfr. Centre National des Archives de l’Eglise de France (CNAEF), Fondo ACAT, Caja 104. Issy-les-Moulineaux,
Región Parisina, Francia.
79
a. El “campo de la minoridad” y la Justicia

La primera y quizás la más importante de las acciones realizadas en el país fue la


presentación recurrente en las Casas Cuna, institutos de menores y juzgados civiles y de menores
de la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires. También remitieron misivas a muchos
tribunales de menores del interior del país (Herrera y Tenembaum, 1990). La organización entró
así en contacto con las instituciones y agentes del “campo de la minoridad”, un campo dotado de
saberes, prácticas y rutinas burocráticas fuertemente consolidadas (Villalta, 2012; Regueiro, 2013).
Una categoría fundamental dentro de este campo, desarrollada a lo largo del siglo XX, fue (y aún
sigue siendo) la del “menor abandonado”, sobre el cual es pasible la intervención relativamente
discrecional de los agentes autorizados del campo de la minoridad (magistrados, asistentes sociales,
institutos de menores). Los/as niños/as desaparecidos/as, capturados/as o robados/as por los
represores, que ingresaban en este circuito eran rápidamente conceptualizados dentro de las
categorías del “abandono”.
Las oportunidades que tuvieron las Abuelas de hallar una respuesta favorable a las
demandas estuvieron limitadas, por ende, por la propia estructura de este campo, sumada a la
connivencia o complicidad explícita con la dictadura de muchos de sus agentes.79 Entre 1978 y
1982, las integrantes de este grupo se presentaron en diversos juzgados de Capital Federal y la
Provincia de Buenos Aires para solicitar información sobre el paradero de los niños y niñas que
estaban buscando. También recurrieron a la Dirección Provincial del Menor y la Familia. Sin
embargo, en prácticamente todos los casos la respuesta de los funcionarios y los magistrados fue
negativa. El 6 de septiembre de 1978, la Dirección Provincial de Protección al Menor y la Familia
le respondió a María Isabel Chorobik de Mariani que, con respecto a su solicitud “referente a ubicar
el paradero de su nieto (...) esta Dirección, solicitó colaboración a los Tribunales de Menores de la
Provincia de Buenos Aires y a los Institutos Oficiales y Privados de ese ámbito (...) no habiendo
obtenido resultados positivos”.80 El 10 de abril de 1979 la organización realizó ante esta misma

79
Entre otras, se realizaron presentaciones ante la Doctora María Amelia Corbacho, jueza del Tribunal de Menores de
Bahía Blanca; el Dr. Basso, juez del Tribunal de Menores N° 22 de San Martín, con el juez federal Muller, el juez
Wagner Gustavo Mitchell (a cargo del Juzgado de Instrucción Nº 16, de Capital Federal, que oficiaba como juzgado
de menores), el juez de menores Ricardo Quesada, el doctor Juan Carlos Fugaretta, del Tribunal de Menores N° 2 de
San Isidro, la Dra. Delia Pons, del Tribunal de Menores N° 1 de Lomas de Zamora, y el Dr. Alberto Ripa, del Tribunal
de Menores N° 2 de Lomas de Zamora.
80
Carta de la Dirección Provincial de Protección al Menor y la Familia a María Isabel Chorobik de Mariani, 6 de
septiembre de 1978. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 104.
80
dirección un pedido colectivo, por todos los niños y niñas que estaban buscando. La respuesta fue
similar a la anterior, aunque más escueta: “las tramitaciones realizadas para ubicar el paradero de
los menores dieron resultado negativo”81.
Las presentaciones particulares ante los tribunales de menores y otros juzgados competentes
obtuvieron respuestas similares. Los/as agentes judiciales negaron haber tenido bajo su fuero a
los/as niños/as que eran buscados/as o “haberse tramitado actuación alguna”, como le indicaba la
secretaria del Tribunal de Menores de Bahía Blanca a Elsa Pavón, en referencia a Paula Logares,
su nieta desaparecida. 82 Sin embargo, como se pudo ir comprobando con el paso de los años, gran
parte de estos magistrados estuvieron involucrados/as en el traslado a casas cunas y el inicio de
procesos de adopción de niños y niñas que habían nacido en cautiverio o fueron robados/as con sus
padres.83 De estos jueces, el único que durante la dictadura volvió sobre sus pasos fue el Dr. Basso,
que en 1980 permitió a las Abuelas ponerse en contacto con la familia a la que había dado en
adopción a las hermanas Tatiana Ruarte Britos y Laura Jotar Britos, catalogándolas como
“abandonadas” sin buscar exhaustivamente a sus parientes biológicos.
Frente a las respuestas negativas provenientes de los tribunales de menores, el 11 de abril
de 1978 las integrantes de la agrupación presentaron ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación
un recurso solicitando que el máximo tribunal dictara “medidas precautorias” para “garantizar los
derechos fundamentales” que garantizaba la Constitución Nacional. En ese sentido, se le pedía a la

81
Carta de la Dirección Provincial de Protección al Menor y la Familia a María Isabel Chorobik de Mariani, 13 de
junio de 1979. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 104.
82
Carta de Nelly Bety Cobian, secretaria del Tribunal de Menores de Bahía Blanca a Elsa Beatriz Pavón de Aguilar,
15 de mayo de 1979. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 104.
83
Por mencionar sólo algunos ejemplos, Juan Pablo Moyano, localizado a principio de 1983, había sido dado en
adopción definitiva por el juez Fugaretta, del Tribunal de Menores de San Isidro. En los años previos, Abuelas se había
presentado ante este tribunal de menores con datos y fotos sobre este y otros niños, sin obtener ninguna respuesta. Cfr.
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 12 de abril de 1983. Consultado en AAPM-AH, Caja
comunicados de prensa (CCP). Por su parte, Tamara Arze, localizada también en 1983, había sido dejada por las
fuerzas de seguridad en la casa de unos vecinos de su madre, quien había sido secuestrada y posteriormente legalizada
y puesta a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Esta familia se acercó al juez de menores de la jurisdicción, el
Dr. Alberto Ripa, solicitándoles su adopción, “pedido que fue denegado informándoseles que la niña tenía a su madre
en la cárcel”. Sin embargo, la madre en prisión desconocía el paradero de la niña, a pesar de varios pedidos por ponerse
en contacto o saber de ella. Cuando pudo hacer uso de la “opción” para salir del país, se puso en contacto con Abuelas,
quienes realizaron numerosas indagaciones y pudieron localizar a la familia que tenía en guarda informal a Tamara.
Aunque Abuelas había realizado presentaciones previamente en el juzgado del Dr. Ripa, éste no había informado sobre
esta niña de la cual sabía con certeza que su madre se encontraba presa. Cfr. Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado
de prensa”, 19 de julio de 1983, AAPM-AH, CCP. El mismo Dr. Ripa había dado en guarda a una tía materna a Martín
Baamonde en 1978, desaparecido junto a su madre ese mismo año. El juez nunca comunicó su paradero a la familia
paterna. Recién en 1983, cuando una asistente social del juzgado reconoció a Martín en una foto de una solicitada de
Abuelas, el juzgado se comunicó con la familia paterna. Para enfatizar la displicencia y/o la complicidad del juez, el
comunicado de Abuelas destaca que “la fotografía publicada en el aviso era la misma que consta en el expediente del
juzgado” Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 27 de octubre de 1983. AAPM-AH, CCP.
81
Corte que dictara las “medidas necesarias para que los niños señalados no se den en guarda con
fines de adopción en todo el país” y que “se proceda a determinar el origen de los casos de criaturas
menores de tres años dadas en adopción desde marzo de 1976 hasta la fecha, en todo el país, para
determinar si se trata de nieto o nieta de alguna de las peticionantes”.84 El 20 de julio del mismo
año, con el voto unánime de sus cinco miembros, la Corte Suprema rechazó la solicitud
considerándose incompetente para llevar a cabo una acción como la requerida. 85 Por un lado,
porque “el remedio a las situaciones de hecho relatadas por los presentantes (...) solo puede
intentarse mediante la promoción de la denuncia respectiva ante el juez competente”. Pero además
de remitirlas a los juzgados donde ya habían realizado denuncias que no prosperaron, los jueces de
la Corte también señalaban que acceder a los recursos solicitados supondría atentar contra “el
principio de separación e independencia de los poderes del Estado, sobre el que se asienta nuestro
régimen republicano de gobierno”.86 En 1980, la agrupación realizó una nueva presentación que,
de forma aún más general que la primera vez, le pedía al tribunal supremo que, confiando en su
“sabiduría y equidad”, encontrara “algún modo de solución o de respuesta para este drama del que
aquí hablamos”87. Remitiéndose de forma muy sucinta a las consideraciones del fallo anterior, el
26 de diciembre de 1980 la Corte Suprema volvió a rechazar su pedido. 88
Si bien lo que primó entre los agentes del campo de la minoridad y de la justicia fue la
displicencia o la complicidad con el poder militar, las integrantes de este grupo encontraron actores
que estuvieron dispuestos a brindarles algún tipo de ayuda - ya fuera por convicción como por
apego estricto a esos mismos procedimientos burocráticos. Un caso conocido es el de Lidia
Pegenaute, funcionaria de la Asesoría de Menores N° 4 dependiente de los Tribunales 1 y 2 de La
Plata, quien, aunque no pudo ofrecerle ningún dato concreto sobre el paradero de su nieta, puso en
contacto a María Isabel Chorobik de Mariani con Alicia “Licha” Zubasnábar de la Cuadra. 89 A
partir de este encuentro, Mariani se incorporaría al primer grupo de “madres-abuelas”.

84
María I. Ch. de Mariani y otras s/pedido en favor de sus respectivos nietos, fs. 3 y 4, 11 de abril de 1978. CNAEF,
Fondo ACAT, Caja 104.
85
La Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN) estaba integrada por los jueces Adolfo Gabrielli, Aberlardo Rossi,
Pedro Frías, Emilio Daireaux y Elías Guastavino
86
Expte. M-734-L.XVII, 1978, “Mariani y otras s/pedido en favor de sus respectivos nietos”, f. 31, 20 de julio de
1978. Fondo ACAT, Caja 104
87
Expte. P-545 RH, 1980, “Pavón de Aguilar, Elsa Beatriz y otras s/pedido”, f. 4. Fondo ACAT, Caja 104
88
El fallo fue firmado por los jueces Adolfo Gabrielli, Aberlardo Rossi, Elías Guastavino y Cesar Black.
89
“Yo digo que ella [Lidia Pegenaute] fue la creadora de Abuelas de Plaza de Mayo. Ella fue la que me dijo que había
otras madres, otras abuelas. Me dio la dirección de una, era Alicia “Licha” de la Cuadra (…) Fue una amiga invalorable
(…) Hablamos toda la tarde, me explicó todo lo que pasaba que yo no lo veía. Quedamos en ir a Buenos Aires a una
entrevista que se hacía en la plaza san Martín con Cyrus Vance, enviado de Carter que venía a ver qué pasaba en
82
b. Las autoridades militares

Con el objetivo de conocer el paradero de sus nietos y obtener su entrega, las “madres-
abuelas”, además de circular por las instituciones del “campo de la minoridad”, procuraron
entrevistarse con las autoridades militares, con dirigentes políticos y de la sociedad civil, con
líderes religiosos y periodistas. Para 1978, tenían una experiencia personal y colectiva acumulada
que les permitía sospechar fuertemente que no iban a obtener ningún tipo de cooperación de parte
de los funcionarios del gobierno militar. 90 Sin embargo, intentaron agotar todas las instancias a su
alcance. Las reuniones solicitadas en general no fueron concedidas. En las pocas que pudieron
concretarse, los representantes de las fuerzas armadas desconocieron la existencia de los/as
niños/as por los/las que ellas reclamaban. Delia Giovanola recuerda así una de estas entrevistas:

Yo he ido con Kety Neuhaus y Eva Castillo Barrios al Ministerio de Marina a pedir por los
chicos. Presentábamos notas diciendo de la desaparición de los chicos nacidos, por ejemplo,
en la Armada y que queríamos tener conocimiento. Dimos números de teléfono y direcciones
nuestras, me llamaron a mí pidiéndome una entrevista con nosotras. Fuimos las tres abuelas al
Ministerio de Marina. Bueno, muy extrañados de que pidiéramos eso, de dónde habíamos
sacado que habían chicos nacidos en la Marina. Nos vinimos encantadas de cómo nos habían
atendido, pero no nos dieron nada (…) Todo fue una farsa y una mentira pero en el momento
nos atendieron y nos dijeron que no había ningún nacimiento en la Marina ni ningún
desaparecido en la Marina.91

Este testimonio nos permite ver, por otra parte, la complejidad de la estrategia represiva
desplegada por la última dictadura militar. Las investigaciones de los últimos años han comenzado
a destacar el modo en que las formas inéditas de represión del terrorismo de Estado se asentaron
en gran medida sobre legislación, estructuras estatales y prácticas burocráticas preexistentes
(Águila, Garaño y Scatizza, 2016). Como vimos, también la apropiación sistemática de niños y
niñas articulaba mecanismos clandestinos e ilegales sui generis con prácticas ilegales
“normalizadas” y acciones legales y rutinarias dentro de las estructuras burocracia estatal. La

Argentina (...) nunca había ido a Buenos Aires sola (...) me encontré con la sorpresa de ver un montón de mujeres todas
juntitas en un espacio (...) un montón de soldados con perros”. Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo
Oral de la Biblioteca Nacional, 8 de agosto de 2012.
90
Por ejemplo, al recibir de parte de la CIDH la respuesta del gobierno militar a su denuncia presentada a ese organismo
por la desaparición de su nieta, Chicha Mariani respondió: “La respuesta que ha enviado a ustedes el Gobierno
argentino es la misma que se da a todas las indagaciones por personas desaparecidas de cualquier edad. Opino que
para un Gobierno militar, con un servicio de inteligencia tan eficiente, no debe ser difícil establecer, si quiere, el
paradero de un bebé que todavía no caminaba y que dependía de un biberón para subsistir. Consideramos que Clara
Anahí está en poder de las autoridades argentinas o que las autoridades han dispuesto de ella.”. Cfr. CIDH (1980), op.
cit., p. 8.
91
Entrevista a Delia Giovanola, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2002.
83
recepción por parte de las autoridades de la Armada de tres integrantes de Abuelas puede pensarse
también como una de las facetas de esta doble dimensión del accionar dictatorial. Como todos los
demás familiares e integrantes de organismos de derechos humanos, las “madres-abuelas” fueron
vigiladas, intimidadas y perseguidas, tal como consta en los archivos de la Dirección de Inteligencia
de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBBA). Esta agencia de inteligencia policial las
catalogaba, de hecho, dentro del grupo de “delincuentes subversivos” sobre los que hacía
seguimiento.92 Pero al mismo tiempo, eran recibidas y muy bien tratadas por los marinos, quienes
“encantadoramente” trataban de convencerlas de que ningún niño/a había nacido en dependencias
de la Marina. Esta estrategia, que buscaba desalentar la búsqueda de los familiares, fue repetida en
numerosas oportunidades en reuniones que las madres-abuelas tuvieron, a título personal o como
representantes del colectivo, con otras autoridades militares.

c. La actitud de la Iglesia Católica

Las “madres-abuelas” también acudieron a distintos ministros religiosos e instancias


jerárquicas de la Iglesia Católica, así como a representantes de otras confesiones. El recurso a los
funcionarios de la Iglesia Católica fue una constante en las experiencias individuales previas de
casi todas las integrantes del grupo de “madres-abuelas” y siguió siéndolo durante su búsqueda
como colectivo organizado. Entre otras acciones, las Abuelas se presentaron todos los años, desde
1978, en la Conferencia Episcopal que se realizaba en el mes de abril en San Miguel. Sin embargo,
la respuesta de la Iglesia Católica no estuvo a la altura de las expectativas que albergaban muchas
de ellas. El episcopado se negó a sistemáticamente a recibirlas.93 El Cardenal Juan Carlos
Aramburu, arzobispo de Buenos Aires, también rechazó un pedido de audiencia de 1979 alegando
un viaje a Roma.94 Los curas y obispos que aceptaron hablar con ellas, como el capellán Monseñor

92
Según consta en estos archivos desclasificados, la DIPPBA tenía en su poder información de la agrupación por lo
menos desde 1980. Por ejemplo, un registro de su presentación en el Tribunal de Menores de Junín el 3 de noviembre
de 1980. También logró acceder a una carpeta de documentación completa, de las que la organización repartía para
dar a conocer su denuncia. Cfr. Comisión Provincial por la Memoria (CPM) – Fondo DIPPBA, División Central de
Documentación, Registro y Archivo, Mesa Ds, Carpeta Varios, legajo 18018. Más adelante, en 1983, la DIPBBA había
logrado infiltrarse en Abuelas de Plaza de Mayo y siguió su actividad durante ese año y el siguiente, ya bajo el nuevo
gobierno democrático. Cfr. CPM – Fondo DIPPBA, División Central de Documentación, Registro y Archivo, Mesa
Referencia, Legajo 18133. Tomo 1.
93
“La Iglesia: Conferencia Episcopal”, Informaciones. Abuelas de Plaza de Mayo, 3, mayo de 1982. AAPM-AH. Caja
publicaciones (CP).
94
Carta de Carlos Hernando, Prosecretario del Arzobispado de Buenos Aires, a María Isabel Chorobik de Mariani, 31
de octubre de 1979. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 104.
84
Graselli, generalmente intentaban inducirlas a que abandonaran la búsqueda, tratando de
convencerlas, incluso, de que los/as niños/as estaban en “buenas manos”95.
Para aquellas que, como Chicha Mariani, eran católicas practicantes, esta mezcla de
rechazo y desconsideración de parte de su sacerdocio fue experimentado con mucha desazón:

La iglesia fue blanda, nos dilató en el tiempo las búsquedas. Sí, daba consuelo, algunas abuelas
se sintieron bien con el consuelo de la iglesia. (…) Siempre estuvimos buscando y siempre
recurrimos y fuimos hasta donde pudimos. Nosotras luchamos mucho para tener ese apoyo.
Fuimos a hablar con el Papa allá por el ‘78, ‘79 y ‘80. Al Vaticano en realidad fuimos catorce
veces. Pero la realidad es que, en relación a nuestra búsqueda, nunca hicieron nada de nada. O
sea que la Iglesia nos dio algunas voces que ayudaron, pero no más allá del consuelo. Y fue
muy difícil superar eso. 96

Como han mostrado diversas investigaciones, existió una profunda imbricación entre la
jerarquía eclesiástica y el gobierno militar que tenía sus orígenes en una larga tradición de
cooperación entre la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, en particular durante los procesos
golpistas en la Argentina (Mignone, 1986; Mallimaci, 1992; Catoggio, 2015). La Iglesia Católica,
en especial a través del vicariato castrense, jugó un rol clave en la formación ideológica de los
cuadros militares y en la legitimación de la represión, equiparando la noción de “guerra
antisubversiva” a la de “guerra justa” (Ruderer, 2010). En este sentido, resulta comprensible la
actitud que las cúpulas eclesiásticas tuvieron para con los pedidos de las “madres-abuelas”. No
obstante esta tónica general, la imagen de una Iglesia Católica monolítica y homogénea encuadrada
sin fisuras detrás del proyecto político de la dictadura militar debe ser matizada. Desde la década
del ’60, el proceso de reforma litúrgica y pastoral impulsado por el Concilio Vaticano II generó
importantes fisuras dentro de la corporación eclesiástica, dando lugar a la aparición de sectores
católicos “comprometidos”, algunos con posturas reformistas, otros más radicalizados, cercanos al
peronismo de izquierda y otros movimientos populares (Morello, 2015; Catoggio, 2015). Estos
grupos religiosos también fueron víctimas de la represión. Otros tantos apoyaron a los familiares y
a los organismos de Derechos Humanos. En particular, las “madres-abuelas” recibieron un apoyo
muy fuerte del obispo de Neuquén, Jaime de Nevares y del Obispo de Quilmes Jorge Novak.

95
“Fuimos a pedirle a Grasselli, dijo que cómo no habíamos ido antes, qué él la iba a encontrar... hizo una ficha (...)
Volvimos a la semana siguiente y estaba enojadísimo. Que dejáramos de molestar, que no fuéramos a molestar ahí a
la gente, que tiene su trabajo. Que estaba muy bien, en una situación económica muy buena, que la iban a cuidar mucho
y que dejáramos de entorpecer las buenas acciones de los militares” Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, 8
de agosto de 2012, Archivo Oral de la Biblioteca Nacional.
96
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016.
85
d. La interpelación a la sociedad civil

Ante la falta de respuestas de las autoridades militares y el escaso apoyo de la Iglesia y otras
instituciones o personalidades, la agrupación intentó interpelar de forma directa a la sociedad civil
para concitar su apoyo. De igual forma a como lo habían hecho los otros organismos, las “madres-
abuelas” publicaron algunas solicitadas (la que los recursos limitados y la censura les permitieron)
en la prensa porteña y de la ciudad de La Plata.
Como hemos mencionado, la primera aparición en los medios nacionales de la organización
y del problema de los niños desaparecidos se dio en el periódico inglés Buenos Aires Herald.97 El
17 de mayo de 1978 se publicó en sus páginas una breve nota titulada “‘Abuelas’ buscan niños
desaparecidos”, en la que se presentaba las denuncias de un grupo de trece mujeres “que dicen que
se conocieron de casualidad «en los corredores de los juzgados, en la calle afuera de los cuarteles
del ejército, en las comisarías, delante de los altares de las iglesias y, finalmente, en la Plaza de
Mayo»”.98 Esta fórmula de presentación será utilizada recurrentemente, casi sin variaciones para
poner de manifiesto dos cosas. Primero, el carácter fortuito y contingente de la agrupación, que no
habría surgido si no se hubiera producido la desaparición de sus familiares y que no tenía otra
finalidad más que encontrarlos. Segundo, que las (muchas) acciones emprendidas hasta el momento
para localizar a sus hijos, nueras y nietos habían sido infructuosas.
También se señalaba que doce de las trece “sólo saben que sus hijas o sus nueras estaban
embarazadas cuando desaparecieron”. La decimotercera, María Isabel Chorobik de Mariani, era la
única que sabía “con certeza que es abuela”. Según señalaba el diario, su nieta Clara Anahí tenía
tres meses cuando sus padres “fueron asesinados en un tiroteo entre las fuerzas de seguridad y los
ocupantes de su casa de la calle 30, entre 55 y 56, en La Plata”. De manera temprana, el periódico
hacía alusión explícita a la responsabilidad de las fuerzas de seguridad en esta desaparición, aunque

97
En Argentina, hasta 1981 a los organismos de derechos humanos les resultó prácticamente imposible concitar la
atención de la prensa a sus denuncias. Las únicas excepciones entre los diarios porteños de circulación nacional fueron
La Opinión (intervenido por el gobierno en 1977) y The Buenos Aires Herald. Desde una perspectiva liberal doctrinaria
(por la cual también celebraba el plan económico de Martínez de Hoz), y sin dejar de condenar a la “subversión” y
avalar el discurso de la “lucha antisubversiva”, el periódico señala los “excesos” y la “falta de información”. Al mismo
tiempo, desde una perspectiva humanitaria y de compasión con las familias, acompañaba el reclamo de los organismos,
siendo el único medio que, al menos hasta la visita de la CIDH, cubrió sus denuncias y sus acciones públicas. Esta
postura fue mutando hacia un discurso más antimilitarista y pro-organismos de derechos humanos a partir de 1980,
cuando aumentó la deslegitimación del régimen y se dieron a conocer los críticos informes sobre la situación de los
derechos humanos en la Argentina de la CIDH y del Departamento de Estado de los EEUU (Díaz, 2009).
98
“‘Grandmothers’ seek missing children. The Buenos Aires Herald. 17 de mayo de 1978, p. 9. Inglés en el original,
traducción propia. BNMM-H.
86
el término “tiroteo” distara mucho en su carga valorativa de una impugnación en sí misma a la
represión. Mariani terminaba su relato afirmando que todos sus esfuerzos para localizar a su nieta
habían sido fútiles: “pedidos de habeas corpus, averiguaciones en las comisarías y los cuartales no
han aportado ninguna pista sobre el paradero de la bebé”. 99
Otros medios aceptaron publicar solicitadas pagas de los organismos. Entre ellos, La Prensa
fue el primer medio y el que lo hizo con más frecuencia. Por su postura liberal principista, similar
a la del Herald, y también por haber sido marginado del negocio de “Papel Prensa”, con el que la
dictadura benefició a Clarín, La Nación y La Razón, el diario se volvió cada vez más crítico de las
políticas del régimen. Entre otros aspectos, comenzó a volverse cada vez más crítico de la falta de
legalidad en el accionar represivo militar (Díaz, 2009). El sábado 5 de agosto de 1978,
aprovechando la ocasión del Día del Niño, que se celebraba al día siguiente, el grupo de “madres-
abuelas” publicó en el diario La Prensa su primera solicitada que llevó por título “Apelamos a la
conciencia y a los corazones”. El 19 de septiembre de 1979, durante la visita de la CIDH y haciendo
referencia al “Año Internacional del Niño, publicaron una nueva y muy breve solicitada en el Diario
Clarín, a la que ya hemos hecho mención anteriormente. La siguiente solicitada fue el 24 de agosto
de 1980, pocas semanas después del Día del Niño, publicada esta vez en el diario El Día de la
ciudad de La Plata. De manera continuada hasta 1988, y luego con intervalos hasta 1993, el Día
del Niño y otras efemérides referidas a la infancia (como la Navidad, en alusión al “niños Jesús”)
fueron aprovechadas como momentos propicios para publicar solicitadas, emitir comunicados o
lanzar campañas publicitarias. 100
Estas solicitadas en los diarios perseguían un doble objetivo. Por un lado, aspiraban a
difundir el reclamo, demostrar la veracidad de los hechos denunciados y tratar de concitar algún
tipo de apoyo social, disputando públicamente el discurso negacionista castrense, sobre el que
hablaremos en detalle en el próximo capítulo. Había, empero, un segundo objetivo más concreto y
cercano que la construcción de legitimidad social para su causa. A través de las solicitadas, las
activistas de la organización interpelaban a la sociedad civil (el verbo “apelar” aparece
constantemente) para que aportara información sobre el paradero de los “niños desaparecidos”:
“Apelamos a las conciencias y a los corazones de las personas que hayan adoptado o tengan
conocimiento de dónde se encuentran nuestros nietitos desaparecidos”, comenzaba diciendo en la

99
Ibid.
100
“Jesús niño, Señor: Tú que sufriste persecución”. La Prensa. 24 de diciembre de 1981, p. 5. Archivo CELS,
FICELS, SDP.
87
solicitada del 5 de agosto de 1978.101 “Apelamos a los hombres que SABEN, PUEDEN y DEBEN
responder sobre el destino dado a estos niños y bebés indefensos e inocentes”, reafirmaban dos
años después, el 24 de agosto de 1980 en el Diario El Día de la ciudad de La Plata.102 Las denuncias
anónimas recibidas por las integrantes, por intermedio de otros organismos o de manera directa,
incluso a través de “papelitos” que eran entregados durante las rondas en la Plaza de Mayo, fueron
el insumo que permitió empezar a delinear un estado de la situación más preciso y comenzar a
localizar a algunos de los niños secuestrados con sus padres o nacidos en cautiverio.

e. Las tareas de investigación

Aunque resulta muy difícil evaluar la efectividad que tuvieron las solicitadas para difundir
el reclamo o generar algún grado de apoyo a su causa entre la población, sí sabemos que el grupo
de “madres-abuelas” empezó a recibir denuncias anónimas. Algunas hablaban de repentinas
apariciones de niños/as “adoptados/as” o de “nacimientos” poco claros, sin conocimiento del
embarazado que le habría precedido, en familias con miembros de las fuerzas armadas o de
seguridad, o en parejas de allegados a éstas. Como, recién se dijo, las denuncias a veces eran
formuladas de manera directa, a través de “papelitos” entregados en las rondas en la Plaza de Mayo;
más adelante, con el proceso de institucionalización, las empezaron a recibir en su casilla postal y,
luego, en la primera sede de Abuelas de Plaza de Mayo. Otras denuncias, en cambio, eran recibidas
por los otros organismos de derechos humanos, tanto argentinos como del exterior.
Estas denuncias anónimas proveían pistas, indicios. Sin embargo, no se podía recurrir con
esta información a la policía o a la justicia para que investigara la posible comisión del delito de
robo de niños/as. Por lo tanto, las “madres-abuelas” decidieron comenzar a investigar por su cuenta.
Esta tarea insumía bastante tiempo y produjo, de alguna forma, una primera división informal de
las tareas al interior del grupo. Unas de las integrantes que, desde entonces y hasta su fallecimiento
en 2017, más activamente participó del proto-equipo o área de investigación fue Raquel Radio de
Marizcurrena103. Vale destacar que este subgrupo informal dedicado a la investigación podría

101
“Apelamos a las conciencias y a los corazones”. La Prensa, 5 de agosto de 1978. p. 3. Archivo CELS, FICELS,
SDP.
102
Niños «Desaparecidos». El Día, 24 de agosto de 1980, La Plata, p. 12. Consultado en CNAEF, Fondo ACAT, Caja
104.
103
Entrevista a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
88
considerarse como el primer “equipo” de la organización, una modalidad de división del trabajo
interno que se consolidó y expandió con el paso de las décadas.
La investigación implicaba la recolección y sistematización de la información sobre cada
caso de niños/as desaparecidos/as, con la práctica de tareas de inteligencia para aproximarse a las
casas y los espacios donde circulaban esos/as niños/as que podían llegara a ser sus nietos/as. Por
su arrojo y su carácter detectivesco, casi cinematográfico, estas tareas han quedado muy marcadas
en las memorias de todas las integrantes del grupo de “madres-abuelas”. Las narraciones, muy
vívidas, de algunos de estos procedimientos, se han vuelto bastante famosas. Uno de esos largos y
arriesgados procesos de búsqueda fue el que emprendió Elsa Pavón para localizar y reconocer a su
nieta Paula Eva Logares104, que citamos de manera extensa porque nos permite vislumbrar cómo
eran estas actividades:

En el ‘80 aparece una foto de Paula en el viaje de Chicha a CLAMOR, a Brasil. Viene con tres
fotos y me llama y me dice “Jaime Wright me dio tres fotos, diciéndome que nos fijáramos si
era una de las nenas que estábamos buscando, que la nena era uruguaya, pero que me fijara”. Y
me dice “A mí me parece que es Paula, ¿no querés venir a verla?”.
Y bueno me fui a La Plata, a City Bell donde vive ella y me muestra las fotos. (…) Con esa foto
teníamos la dirección y teníamos el nombre de la apropiadora (…) Yo quería ver si era. Así que
lo que hacíamos era turnarnos, con una de mis hijas para ir a la zona. Estaba en Malabia y
Libertador, no es una zona ni para andar paseando, no hay un lugar donde sentarse, no hay un
bar, ni nada. Estamos hablando de agosto del 80, así que no era fácil. Hacia un frio terrible.
Bueno, después de tantas idas y venidas yo alcanzo a verla un día que llega del jardín. Pero
alcanzo a verla de espaldas, porque ella llegó mientras yo estaba caminando en dirección
contraria. (…) Luego les perdimos el rastro. Y en esa pérdida, el rastro de Paula. Y todo el
equipo, el grupo de jóvenes de Abuelas, tratando de rastrear… A ver donde podía estar, la
perdimos.
En el año 83, con la apertura política, permiten que se pongan fotos en todas partes. En ese
momento se ponían murales en las calles con las fotos de los chicos desaparecidos, los nacidos.
Y algunas de las fotos de las jóvenes que se llevaron embarazadas. Salieron en las revistas, en
varias. Con toda esa búsqueda… esto era fines del ‘82, comienzos del ‘83… en esa aparecen, en
la primera vez que se ponen todas las fotos de los niños, aparecen 6 chicos, entre ellos Paula.
Hay una llamada telefónica. Hubo un llamado, no a nosotros sino al Dr. Mignone, del CELS.
Diciéndole que la nena que estaban buscando estaba en la calle Fraga 894, en PB. (…) En ese

104
Elsa Pavón de Aguilar nació el 8 de julio de 1936 en Capital Federal. A lo largo de su vida trabajó como empleada
doméstica, enfermera y técnica en un laboratorio. Su primera hija, Mónica Sofía Grinspon y su compañero, Ernesto
Claudio Logares, militaban en Montoneros. El 10 de junio de 1976 nació la hija de ambos, Paula Eva Logares. Debido
a la persecución política vivida en Argentina, la familia se mudó a Montevideo, Uruguay, donde fueron secuestrados
el 18 de mayo de 1978. Mónica estaba embarazada al momento del secuestro. Por testimonios de sobrevivientes pudo
saberse que la pareja fue trasladada a la Argentina y ambos estuvieron detenidos en la Brigada de Investigaciones de
San Justo y en el CCD "Pozo de Banfield".
Paula Logares fue apropiada por el Subcomisario de la Policía Bonaerense Rubén Lavallén y su esposa, Raquel Leiro,
quienes la inscribieron como hija propia. Como veremos en el capítulo III, luego de un largo proceso judicial, Paula
Eva Logares fue identificada y entregada a Elsa Pavón, quien se encargó de su crianza.
89
momento Abuelas estaba en Montevideo y Corrientes, que fue la primera sede que tuvimos (…)
Ya estaban las dos abogadas… así que bueno, nos reunimos el equipo que estaba en ese
momento. No recuerdo si ya estaba el Dr. Liwski… Creo que sí, que ya estaba. Había 3
psicólogas, estaba el coordinador, estaban las dos abogadas y un médico. Y bueno, ahí
empezamos a ver como hacíamos para acercarnos, para verla, para averiguar cómo era el
apellido, para averiguar cuáles eran las costumbres, que estaba haciendo, en que colegio estaba.
(…) Lo que yo le propuse era que venía todos los días a hacer mis compras cotidianas, hasta el
barrio [de Chacarita] desde Banfield a hacer mis compras. Entonces lo que hice fue averiguar
por el barrio los negocios. De esa manera yo podía venir sola. Nosotras teníamos la costumbre
de andar por lo menos de a dos. Nunca andábamos solas. Siempre andábamos de a dos. (…)En
frente de la casa de Paula, había una verdulería horrorosa. Pero yo me venía desde Banfield a
comprar la verdura ahí, todos los días. Después estaba la carnicería, la panadería, o sea todas las
compras... Y los días que por casualidad no tenía que hacer comprar, iba y me daba una vuelta y
entraba a la panadería o me compraba algo en el kiosco. O sea, durante un mes y pico estuve
dando vueltas con la intención de mimetizarme con el barrio. (…) Entonces ya teníamos todo
armado. Teníamos todos los nombres, teníamos todo lo que necesitábamos. Teníamos fotos…
que el otro día me encontré con una de las abuelas que les sacó las fotos, mientras estábamos
haciendo la búsqueda. Había una abuela que tenía una inmobiliaria a pocas cuadras. Entonces la
iba a ver, le sacaba fotos. Averiguó más o menos los movimientos, porque ella tenía clientes en
el mismo edificio. Entonces pudo ir averiguando cosas cotidianas como para poder seguir
enganchando para llegar hasta ellos.105

En la historia de Elsa Pavón podemos encontrar varios elementos importantes vinculados


con el repertorio de acción de la agrupación en sus primeros años. Como su testimonio narra una
historia de búsqueda que se extiende en el tiempo, aparecen algunos aspectos que caracterizaron
a la organización en su etapa de mayor institucionalización, hacia los años 1982 y 1983: una sede
propia, un equipo de profesionales (abogados, psicólogos y médicos) que asesoraban en los
procesos de restitución y un “grupo de jóvenes” que colaboraban con las tareas de investigación.
Analizaremos estas cuestiones con más detalle en el siguiente capítulo, cuando abordemos este
proceso de consolidación institucional. Nos interesa concentrarnos ahora en las tareas
“detectivescas” que desplegó Elsa Pavón junto con otras integrantes del grupo: a partir de una
foto y luego de una denuncia telefónica (en ambos casos, anónimas), empezó a montar guardia
en los domicilios donde supuestamente vivía su nieta con sus apropiadores. Después de “perderle
el rastro” una primera vez, pensó una estrategia más refinada, que consistía en “mimetizarse con
el barrio” para estar cerca de la niña, obtener información de los/as vecinos/as y constatar si ella
efectivamente era su nieta. El aporte de otros familiares, del “grupo de jóvenes” y de otra
integrante de la agrupación fueron claves para tener esta certeza y conseguir todos los datos.

105
Entrevista a Elsa Pavón, Archivo Oral de Memoria Abierta, 8 de noviembre de 2002.
90
María Luisa Diz (2016) ha denominado a este tipo de actividades detectivescas como
“tácticas dramáticas”. “Tácticas”, de acuerdo a las categorías de Michel De Certau sobre las
formas de resistencia en la cotidianeidad, porque se realizaban en el espacio de lo posible, en el
margen y con los límites fijados por la represión dictatorial. “Dramáticas” en tanto estos modos
de acción supusieron formas de camuflaje, de representación, de escenificación de personajes
para pasar desapercibidas en el escenario público. Como veremos, aunque tras el retorno de la
democracia la organización buscó involucrar activamente al Estado en la búsqueda de sus nietos
y nietas, las tareas de investigación propias continuaron y de hecho se profundizaron y
complejizaron, entre otras cosas, gracias a colaboradores como ese “grupo de jóvenes” al que
refería Pavón.
Otro elemento destacado del testimonio de Pavón remite al inicio de la búsqueda: la primera
pista fue aportada por CLAMOR, organismo brasileño al que ya hemos hecho referencia, que
había recibido unas fotos de unos/as niños/as que le entregaron a Chicha Mariani en un viaje que
ella realizó a Brasil. La importancia de este dato en la historia de la búsqueda de Paula Logares
es indicativo de otra de las estrategias desarrolladas casi desde el comienzo por el grupo de
“madres-abuelas”: difundir su denuncia y vincularse con organizaciones extranjeras. 106

f. “Escribirle al mundo”

Ponerse en contacto organizaciones y personalidades extranjeras, “escribirle al mundo” en


palabras de Delia Giovanola, fue la primera iniciativa de ese incipiente grupo y, con el paso del
tiempo, se terminó transformando en una de las más importantes. Desde fines de 1977, de manera
individual o colectiva las integrantes de este primer grupo buscaron vincularse y concitar el apoyo
de personalidades públicas y organismos internacionales. Ya sea por la posibilidad de amplificar
sus denuncias y conseguir apoyos a su causa, por la ayuda económica o por la solidaridad recibida,
los lazos establecidos con personalidades, activistas y organizaciones de defensa de los derechos
humanos aparecen en las memorias actuales de aquellas integrantes como uno de los elementos
clave para su lucha en esos años, como narra Chicha Mariani:

106
La frase fue utilizada por Chicha Mariani en la entrevista que le realizamos en el año 2016. Entrevista del autor
junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016.
91
[Alicia de la Cuadra] me dijo que se reunían el 21 de noviembre del ‘77 que venía Cyrus Vance,
en nombre del gobierno de Carter, y que todas las madres iban a llevar una nota, un testimonio
(...) Decidimos que íbamos a hacer una carta entre todas. Esa fue la primera acción que ideamos
ahí mismo en la Plaza San Martín. Una carta al Papa entre todas, firmada por todas.107

La denuncia de la desaparición de personas y de los otros crímenes cometidos por las


fuerzas armadas y de seguridad fue una de las principales tareas emprendidas por los organismos
de derechos humanos argentinos durante la última dictadura. Como han mostrado numerosas
investigaciones, esta denuncia no se ciñó a la Argentina sino que, por el contrario, buscó expandirse
hacia el exterior (Jelin, 1995; Tahir, 2015). En un contexto interno que presentaba una estructura
de oportunidades políticas muy restringidas, los organismos y familiares optaron por concitar la
atención en el extranjero como una forma de saltar el cerco impuesto por el régimen militar y
lograr, desde afuera, una presión que pudiera frenar la represión (Brysk, 1994). Esta estrategia era
posible ya que, como han señalado Keck y Sikkink (2000), existían redes transnacionales de
activistas en derechos humanos con capacidad de circular demandas más allá de los límites
nacionales y de ejercer reclamos sobre estructuras estatales y supraestatales, como la Organización
de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización de Estados Americanos (OEA).
¿De qué manera un grupo como el de las “madres-abuelas”, que en sus comienzos contaba
con poco más de una decena de integrantes, pudo insertarse e interactuar con estas redes, contar
con el apoyo de sus integrantes y articular acciones diversas? Si nos atenemos a las memorias de
sus integrantes o incluso a las primeras publicaciones de la organización, pareciera que esa
inserción fue simplemente fruto de la acción decidida de sus activistas, que diseñaron diferentes
estrategias que les permitieron construir una vasta red de vínculos. Delia Giovanola lo menciona
en una entrevista como la tarea de “escribirle al mundo”:

Una de las primeras medidas, muy acertadas, fue escribir al mundo... se hizo una carpeta y se
pegaron fotos, que podríamos buscar. Fotos de Virginia de chiquita, fotos de Stella embarazada,
fotos de ellos… las pegábamos y eso se mandó a los organismos de derechos humanos del
mundo. 108

En el testimonio de Giovanola, los vínculos con el extranjero aparecen como una


construcción realizada de forma directa por las integrantes de la organización. Esta misma imagen
ofrecía en abril de 1982 el primer número del primer boletín de lo que por entonces ya sería Abuelas

107
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002.
108
Entrevista a Delia Giovanola de Califano (DGC), Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016.
92
de Plaza de Mayo, Informaciones. En las páginas centrales de esta publicación se exhibía una red
con países extranjeros y organismos internacionales, en la que Abuelas de Plaza de Mayo se
ubicaba en el centro (Imagen 1). Así presentado, este esquema podría dar la idea de que Abuelas
de Plaza de Mayo, siendo una organización bien definida y claramente delimitada de otros
organismos, entabló vínculos de forma directa con cada una de las instituciones mencionadas, a las
que simplemente les había “escrito”.

IMAGEN 1: En la mitad inferior del esquema se observan los vínculos de Abuelas de Plaza de Mayo con el
extranjero a comienzos de 1982. Fuente: Informaciones. Abuelas de Plaza de Mayo, abril de 1982, pp. 2-3.
AAPM-AH, CP.

Sin embargo, un examen detenido de la documentación y de los testimonios nos muestra


que la inserción en estas redes fue un proceso bastante lento, no lineal, que involucró a múltiples
actores y supuso una serie de interconexiones entre las organizaciones que, en muchos casos,
escapaban al conocimiento del grupo de “madres-abuelas”. En la entrevista anteriormente citada,
por ejemplo, Chicha Mariani rememoraba con desazón la falta de respuesta ante esa primera carta
dirigida al Papa e incluso cuestionaba la “ingenuidad” con la que habían procedido:

93
Entonces hice una carta lacrimosa (que ahora me espanta la carta que le hicimos al Papa). Y
llevé la carta para firmar todas. Firmamos y la pusimos en un buzón. ¡Qué ingenuidad! ¡Es tan
grande la ingenuidad nuestra…! ¡Poner en un buzón la carta! Por supuesto, ni habrá llegado.
Seguramente habremos puesto en su santidad al Papa en el Vaticano, como los niños mandan
sus cartas a los Reyes. Nunca tuvimos respuesta. Nunca, nunca, nunca de nunca. Mientras yo
estuve en Abuelas, el Papa no… Sé que tuve ocho carpetas en su poder, que le fuimos dando,
con todos los datos, con todas las fotos. Con todo lo que necesitaba saber.109

De hecho, aunque los primeros intentos de contacto se realizaron en diciembre de 1977,


recién a finales de 1979 se lograron establecer los primeros vínculos directos, más o menos fluidos,
con algunas de estas organizaciones. La red de relaciones de la organización se extendió
rápidamente a partir de 1980 y continuó creciendo durante toda la década del ‘80, incluso después
del retorno de la democracia. 110
Dos actores fueron claves en este lento proceso de inserción. En primer lugar, los
organismos de derechos humanos argentinos preexistentes. Desde el comienzo de la dictadura,
estos organismos impulsaron a los/las familiares de los/as presos/as políticos/as y de los/as
desaparecidos/as a conformar organismos nucleados a partir de su filiación con las víctimas (Veiga,
1985; Leis, 1989; Jelin, 1995; Tahir, 2015). Asimismo, los/las incentivaron a realizar denuncias en
el exterior, vinculándose con su propia red de contactos en el exterior. Funcionaron así como nodos
locales que permitieron a las agrupaciones de familiares interactuar con las redes transnacionales
para lograr una tribuna internacional para sus denuncias. En el caso de Abuelas, primero de forma
incipiente como “madres-abuelas”, luego como “Abuelas Argentina con Nietitos ‘Desaparecidos’”
y ya con mucha más fuerza desde 1981, como “Abuelas de Plaza de Mayo”, jugaron un rol
fundamental el SERPAJ y luego el CELS.
El otro actor clave en la articulación con los organismos extranjeros y la difusión
internacional de estas denuncias fueron los/as exiliados/as argentinos/as. Las comunidades
exiliares fueron centrales en la instalación en la opinión pública internacional de las denuncias de
violaciones a los derechos humanos cometidas por las dictaduras del Cono Sur. Como señala
Markarian (2004), en el exilio los/as militantes de las organizaciones de izquierda revolucionaria
se acercaron progresivamente al lenguaje y a las prácticas del activismo humanitario (Markarian,
2004). En esta línea, los/as exiliados/as argentinos/as desarrollaron una intensa actividad política
orientada a denunciar a la dictadura y apoyar a los/as familiares, relacionándose en diferente grado

109
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002.
110
Volveremos sobre esto en el Capítulo II.
94
con los organismos de las redes de derechos humanos (Franco, 2008; Yankelevich, 2009; Jensen,
2010; Ayala, 2014).
La participación de estos actores puede verse en el proceso de vinculación con el extranjero
del grupo de “madres-abuelas”, que comenzó a fines de 1977, con el envío de cartas a organismos
gubernamentales internacionales, a organizaciones de derechos humanos y a referentes políticos y
religiosos (Nosiglia, 1984). La principal encargada de esta tarea parece haber sido “Chicha”
Mariani. Las primeras denuncias eran referidas a cada caso particular. Así, por ejemplo, el 28 de
noviembre de 1977 Mariani remitió a la CIDH una carta denunciando la desaparición de su nieta,
Clara Anahí. La denunciada fue ingresada como “caso 2553” y la CIDH comenzó las diligencias
para obtener información del gobierno militar argentino, que resultaron infructuosas. Como hemos
visto en la tercera sección de este capítulo, el caso fue incluido como caso testigo en el reporte de
la visita de la CIDH a la Argentina, en agosto de 1979.111
En 1978, cuando parecían agotarse las vías institucionales de resolución del problema,
comenzaron a plantear denuncias colectivas, por la totalidad de los casos conocidos de niños/as
secuestrados/as con sus padres y madres y de mujeres embarazadas que debían haber dado a luz en
cautiverio. Gran parte de estos primeros contactos epistolares con el extranjero los realizó “Chicha”
Mariani, durante un viaje que realizó a Italia para encontrarse con su marido, que era director de
orquesta y estaba trabajando en Roma.

Mi marido estaba trabajando en Italia, como director de orquesta. Y yo me instalé ahí, porque
yo me quedé acá [en Argentina], había que buscar a Clara Anahí, y me instalé allí seis meses.
Enteros. Y allí hice la conexión con todo el mundo de Abuelas. Tenía todo ahí en el escritorio
de mi marido, así que podía usar todo. El correo me quedaba cerca ya que vivíamos en el
Centro de Roma. Y pude movilizar todo. Después me vine, pero ya estaban todos los contactos
hechos. 112

La ventaja de realizar “la conexión con todo el mundo” desde el extranjero era que de esa
forma se evitaba la interferencia y posible censura que los envíos epistolares podían sufrir desde
Argentina. De hecho, las respuestas comenzaron a llegar. A fines de 1978, la CIDH abrió un nuevo
expediente por la denuncia colectiva de “los niños desaparecidos” en Argentina, que fue
consignada como el “Caso 3459”. A partir de ese momento, la agrupación argentina mantuvo un
contacto regular con dicho organismo, a través de sucesivas presentaciones y ampliaciones de la

111
CIDH (1980), op. cit., pp. 8 y ss.
112
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, La Plata, 6 de julio de 2016
95
denuncia original. 113 En mayo de 1979, también obtuvieron una primera respuesta de la Comisión
de Derechos Humanos de la ONU, que acusaba recibo y anunciaba el comienzo de la tramitación
de su denuncia según los protocolos del organismo.114
Durante su estancia en Roma, Chicha Mariani recibió a tres integrantes de Madres de Plaza
de Mayo: Hebe de Bonafini, Elida De Galletti y Rosario Cerrutti. Las cuatro juntas se entrevistaron
con el presidente italiano Sandro Pertini y con el cardenal argentino Eduardo Pironio. Si bien de la
cúpula vaticana no obtuvieron ninguna respuesta concreta, consiguieron algún tipo de compromiso
de parte del presidente Pertini. 115 Esta acción conjunta muestra una vez más la pertenencia que aun
en ese momento tenía el grupo de “madres-abuelas” a la organización mayor de Madres de Plaza
de Mayo.
Asimismo, los intrincados y a veces insospechados caminos que tuvieron que recorrer las
denuncias por los “niños desaparecidos” se relacionan con la compleja dinámica que habían
adquirido las redes transnacionales de activismo en derechos humanos con las que buscaba
interactuar el grupo de “madres-abuelas”. Las redes transnacionales de activismo en defensa de los
derechos humanos habían comenzado a urdirse en la década del ’60, en un contexto de
globalización de la cultura de los derechos humanos que caracterizó a la segunda posguerra
(Ryfman, 2008; Hunt, 2010). En este marco, surgieron organizaciones de cariz diverso que
centraron su activismo en la denuncia a las violaciones a los derechos humanos, no sólo ni
principalmente en sus países, sino en cualquier parte del mundo. La base de su acción fue un
lenguaje humanitario, de espíritu universalista, que se asumía no fundado en posturas políticas sino
éticas y ubicaba a las “víctimas” (e incluso sólo a sus “cuerpos”) en el eje de su accionar, sin
importar ninguna consideración política, étnica o religiosa, sino sólo las pruebas objetivas de las
ofensas cometidas contra aquéllas (Laqueur, 1989; Crenzel, 2008).
Estos activistas comenzaron a vincularse entre sí formando redes, es decir, creando
estructuras de conexiones flexibles, sin jerarquías internas formales, con distinta intensidad de
vinculación entre sus componentes y con puntos de contactos con otros sujetos, instituciones y
redes (Keck y Sikkink, 2000). En estas redes había organizaciones de carácter diverso:

113
Carta de Edmundo Vargas Carreño a María Isabel Chorobik de Mariani, Washington, EEUU, 16 de marzo de 1979.
Archivo ACAT, Caja 104.
114
Carta de Jakob Möller a María Isabel Chorobik de Mariani, Ginebra, Suiza, 21 de mayo de 1979. Archivo ACAT,
Caja 104.
115
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016;
véase también “La épica del té”, Revista MU, 33, 28 de abril de 2010.
96
organizaciones no gubernamentales de alcance nacional, regional e internacional (laicas o
confesionales); iglesias de diverso signo; instituciones estatales y, por último, dependencias de
organismos gubernamentales internacionales, como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Refugiados (ACNUR), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la
OEA y la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de la ONU.
Durante los años ’60 y ’70, en América Latina se crearon numerosos organismos de
derechos humanos que rápidamente se vincularon con estas redes. Estas organizaciones tuvieron
identidades muy diversas: surgieron organizaciones laicas (algunas vinculadas a un partido
político; otras multisectoriales o apartidarías) y también confesionales (unas ligadas a un
determinado credo; otras ecuménicas) (Sikkink, 1996; Keck y Sikkink, 2000; Tahir, 2015). Es
importante destacar, empero, que una parte considerable del entramado regional de activismo
humanitario estuvo sustentado en organizaciones religiosas, principalmente católicas, pero también
protestantes, ecuménicas y, en menor medida, judías. Estas organizaciones fueron clave en las
tramas regionales de denuncia a las violaciones de los derechos humanos cometidas por los
regímenes militares de la región en los años ’70. Las más destacadas fueron la Vicaría de la
Solidaridad de Chile, el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), la venezolana Fundación
Latinoamericana para el Desarrollo Social (Fundalatin) y la brasileña CLAMOR. A su vez, estas
organizaciones mantenían fluidos vínculos con otras de América del Norte y Europa, donde
también se había desarrollado una profusa red de organizaciones confesionales, entre ellas el
Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Justicia y Paz (Vaticano), la francesa Acción de los Cristianos
para la Abolición de la Tortura (ACAT), numerosas organizaciones católicas y protestantes
estadounidenses y la canadiense Desarrollo y Paz (Cruz, 2013; Catoggio, 2014 y 2016; Kelly,
2015).
El auge del activismo humanitario tuvo también su dimensión nacional. Así fue que en los
’70 surgieron organismos de derechos humanos en distintas ciudades de la Argentina (Alonso,
2008). En el Área Metropolitana de Buenos Aires, donde el grupo de “madres-abuelas” concentró
su actividad en sus comienzos, los más importantes fueron el SERPAJ, la APDH, el MEDH y, más
adelante, el CELS, creado en 1980. A partir de las redes personales de sus miembros, estos
organismos construyeron rápidamente lazos con las redes regionales y transnacionales de derechos
humanos, incorporando a través de ellas el modelo de denuncia del activismo humanitario
(Basualdo, 2011; Tahir, 2015).

97
Como han señalado Keck y Sikkink (2000) y Markarian (2004), las redes transnacionales
humanitarias tenían dinámicas complejas, en las que detrás del discurso común de los derechos
humanos, universalista pero relativamente flexible y hasta ambiguo, interactuaban grupos diversos
con intereses propios y expectativas diferenciadas, que muchas veces convergían en objetivos
compartidos pero que también podían entrar en conflicto. La diversidad de intereses y la
flexibilidad operativa de las redes generaban que, en muchos casos, la circulación de información
y de denuncias corriera por vías que excedían a la iniciativa y los objetivos de una organización
puntual. Una campaña iniciada por una organización podía ser replicada de manera autónoma por
organismos afines en otros países y sin ningún vínculo con las “víctimas” por las cuales
reclamaban. De esta forma, la capacidad de agencia que podía llegar a tener una pequeña
agrupación de familiares, como la del grupo originario de “madres-abuelas”, para promover por sí
sola sus denuncias y construir vínculos con el extranjero, era verdaderamente limitada.
De hecho, las dos primeras acciones relevantes de difusión e investigación realizadas por
organizaciones extranjeras por el caso de los “niños desaparecidos” de Argentina dan prueba de
estas dinámicas que escapaban a la acción del grupo de “madres-abuelas”. La primera de estas
intervenciones fue impulsada por la organización brasilera CLAMOR, que durante 1978 publicó
en su Boletim Clamor una serie de denuncias que terminaron derivando en la localización de los
dos primeros “niños desaparecidos” en Chile, en agosto de 1979. La segunda fue una masiva
campaña de difusión y solidaridad que impulsó las Organización Católica Canadiense para el
Desarrollo y Paz para la Navidad de 1979.
CLAMOR, organismo clave en las redes regionales de derechos humanos, fue como ya
vimos uno de los que más tempranamente recogió las denuncias sobre desaparición de niños/as en
Argentina. Como señalamos en la primera sección de este capítulo, en julio de 1978, en el segundo
número de su Boletim, publicaron una carta de Sonia Torres, una activista de la Comisión de
Familiares de Córdoba, que posteriormente se integraría al grupo de “madres-abuelas”. En
diciembre de ese mismo año se publicó en el Boletim una denuncia sobre “niños uruguayos
desaparecidos”, que incluía una lista con el nombre de los padres y las madres y fotos de varios de
estos niños/as. 116

“Mãe denuncia o desaparecimento da sua filha grávida”, Boletim Clamor, 2, julio 1978, p.13, traducción propia;116
116

“Crianças desaparecidas no Uruguai”, Boletim Clamor, 4, diciembre de 1978, p. 15-17; CLAMOR (1980). “Dossier
Argentina: Crianças e adolescentes desaparecidos Argentina”. AAPM-AH, Caja Clamor.
98
En agosto de 1979, a raíz de este informe, la organización recibió una denuncia de una
asistente social chilena que afirmaba reconocer a dos de los/as niños/as que aparecían en las fotos.
Se trataba de Anatole y Victoria Julien Grisonas, quienes (según la prensa de la época) habrían sido
encontrados/as “abandonados/as” en una playa de Valparaíso en la noche del 23 de diciembre de
1976. Gracias a una serie de acciones realizadas a partir de ese momento, coordinadas con otros
organismos regionales de derechos humanos (la Vicaría de Solidaridad de Chile y la sección
latinoamericana de ACNUR, a cargo de Belela Herrera), la denuncia resultó confirmada. La abuela
pudo reencontrarse con su nieto y su nieta, aunque después de una fuerte disputa judicial, siguieron
viviendo con los padres adoptivos en Chile (Lima, 2004; Catoggio, 2014; Regueiro, 2014).
El caso, por otra parte, tuvo bastante notoriedad en la prensa argentina. Los medios
siguieron la noticia de la localización y el devenir de la causa judicial (Regueiro, 2014). Fue por
esta cobertura periodística que las integrantes del grupo de “madres-abuelas” se enteraron de los
acontecimientos. Es decir que en la localización de los hermanos Julien Grisonas, los primeros dos
“niños desaparecidos” en ser hallados, no tuvo ninguna participación el grupo de “madres-
abuelas”; las acciones de búsqueda emprendidas por CLAMOR, en colaboración con los otros
organismos, se produjeron sin que hubiera ningún contacto con el grupo argentino. Fue recién a
partir de estas localizaciones que las integrantes del grupo de “madres-abuelas” se pusieron en
contacto con CLAMOR, a partir de un viaje que realizan Chicha Mariani y Alicia Zubasnabar de
De La Cuadra a fines de 1979. De hecho, este viaje se transformó en el primer contacto directo del
grupo con un organismo extranjero, como veremos en el capítulo siguiente. A la larga, el vínculo
con CLAMOR se consolidó y fue muy importante para el grupo de “madres-abuelas”.
La otra gran acción realizada por la cuestión de los “niños desaparecidos” en el extranjero
en estos primeros años fue la campaña de difusión que puso en marcha Desarrollo y Paz en 1979.
Con motivo del “Año Internacional de la Niñez” declarado por la ONU, la organización canadiense
organizó una campaña con el objetivo de atraer la atención de la sociedad canadiense sobre la
situación de vulnerabilidad de la niñez en contextos de autoritarismo político. De esta forma, la
campaña consistió en que los adherentes y miembros de la organización enviaran una carta o una
postal de Navidad “a alguna de las 33 abuelas cuyos hijos y nietos han sido secuestrados por la
policía y las Fuerzas Armadas de Argentina (...)”.117 Además de enviar estas cartas de apoyo, se le
proponía a los/as activistas escribirle a la esposa de Videla “para pedirle su intercesión en nombre

117
“Cry for them, Argentina”. The Global Village Voice, septiembre/octubre 1979. pp. 4-5 (traducción propia).
99
de los desaparecidos” y también firmar un petitorio para que las autoridades canadienses
presionaran al gobierno argentino. 118
La campaña tuvo una enorme adhesión entre las comunidades católicas canadienses. Entre
octubre de 1979 y marzo de 1980, miles de cartas fueron enviadas a las “abuelas argentinas”. No
hacemos un uso retórico del guarismo: “Chicha” Mariani recuerda haber recibido cerca de 4.000
cartas.119 Delia Giovanola recibió alrededor de 1.600.120 Según rememora Mike Flynn 121, referente
de la organización encargado de la campaña, fueron enviadas aproximadamente 60.000 cartas y
postales; las organizaciones de exiliados argentinos que, como veremos, participaron de la
campaña, calcularon más de 100.000; Madres de Plaza de Mayo, por su parte, estimó en 170.000
las cartas enviadas. 122 Cualquiera fuera el número final (si proyectamos el número de cartas
recibidas por Mariani y Giovanola al total de 33 destinatarias, el número total pareciera estar más
cercano al provisto por Flynn o al que aproximaba la agrupación de exiliados que al de la
estimación que hacía Madres en 1979), queda claro que miles de familias e instituciones
canadienses se sumaron a la propuesta, que generó una importante conmoción entre las “madres-
abuelas” destinatarias.
Las postales provenían de casi todo el territorio canadiense y fueron enviadas por familias
pero también por alumnos de colegios católicos primarios y secundarios y por monjas y sacerdotes
de diferentes parroquias. La mayoría de estas misivas contenían una postal navideña (generalmente
con motivos religiosos, como el nacimiento de Jesús, la Sagrada Familia y la adoración de los reyes
magos, muchas veces dibujados a mano) adjunta a una breve carta de apoyo estandarizada escrita
en español, impresa y repartida entre las comunidades por la propia organización Desarrollo y Paz,
lo que se evidencia en los errores gramaticales y ortográficos que presentaba:

118
Ibíd.
119
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002.
120
Entrevista a Delia Giovanola de Califano, Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016. Giovanola, que había estudiado
y trabajado varios años como bibliotecaria, catalogó y conservó durante más de tres décadas estas cartas. Actualmente,
su colección personal se puede consultar en el Archivo Histórico de Abuelas de Plaza de Mayo (AAPM-AH-Colección
Giovanola).
121
Entrevista a Mike Flynn realizada por Héctor Rombola, Toronto, Canadá, 15 de mayo de 2017. Agradezco a Héctor
Rombola por haberme permitido consultar esta y otras entrevistas con diferentes protagonistas de la “Campaña de
Cartas” de Desarrollo y Paz.
122
“Argentina mothers say cards may total 170.000”, The Global Village Voice. The Newspaper of Development and
Peace. Vol. 4 No. 3 en/mar 1980., p. 1. Inglés en el original (traducción propia).
100
Estimada Senora: Aqui en Canada muchas personas saben del desaparecimiento [sic] de su
nieto. Comparto de todo corazon su inmenso dolor y espero llevarle algun consuelo
anunciandole que aqui se lleva a cabo una gran campana para pedir a los responsables que se le
devuelvan a su pequenito. Le mando mis mejores saludos de Navidad esperando que pronto
tenga la alegría de acoger en sus brazos a su nieto. Con todo carino [Firma]” 123

Si bien esta carta estandarizada y las postales que las acompañaban ofrecían un mensaje de
solidaridad que hacía énfasis en la fe en Dios, en la esperanza en el reencuentro con el nieto
desaparecido y en el acompañamiento a través de la oración, algunas pocas cartas, contenían un
mensaje más abiertamente político, con una condena del autoritarismo y del accionar represivo del
gobierno militar argentino 124. De igual modo, aunque la mayoría de los remitentes se limitó a enviar
el mensaje estandarizado ya impreso con una postal navideña comprada, otros/as mostraron un
mayor empeño en la tarea: muchos/as adultos/as, pero sobre todo niños/as, transcribieron las cartas
en lápiz o lapicera; otros/as, además, dibujaron ellos mismos las postales (en algunos casos, se
evidencia que esto era parte de una tarea escolar); algunos/as pocos/as se animaron incluso a salir
del texto preestablecido y escribieron sentidas mensajes propios, casi siempre en sus lenguas
maternas (inglés o francés); en algunos casos excepcionales, también en español.
Delia Giovanola, rememoraba en una entrevista el asombro ante el inesperado arribo de
cientos de cartas de apoyo procedentes de Canadá, la mayoría escritas en inglés y francés.

- Fabricio Laino: ¿Y quiénes eran estas personas que les escribían?


- Delia Giovanola.: ¡Eso me taladró el cerebro! Hasta que recibí una de estas cartas de
canadienses de una monja laica que trabajaba en Centroamérica en un lugar religioso y hablaba
español. (...) ¿Y qué pasaba? Las cartas que mandábamos a Europa, a los organismos de
derechos humanos, las habían difundido entre otros organismos de derechos humanos 125.

Este testimonio muestra que esta masiva campaña de apoyo no fue el producto de una
acción coordinada de forma directa entre el grupo de “madres-abuelas” y la organización
canadiense. De hecho, la llegada masiva de cartas tomó por sorpresa al grupo, ya que hasta ese

123
Cientos de ejemplares de esta misma carta pueden consultarse en AAPM-AH-Colección Giovanola, Caja 2. Además
del uso incorrecto del pronombre “se” y del inexistente sustantivo “desaparecimiento”, es notoria la falta de tildes y
de la letra “ñ” donde corresponden. En este último caso, podemos suponer que el conocimiento precario de las reglas
ortográficas del español se vio agravado por el uso de máquinas de escribir con teclado en inglés.
124
Por ejemplo, una postal de 1979 decía brevemente: “Apoyo fuertemente su lucha por la recuperación de su nieto y
de su libertad” (Carta de P. P. a Delia Giovanola de Califano, Bradford, Canadá, s/f, AAPM-AH-Colección Giovanola,
Caja 2; original en inglés, traducción propia).
125
Entrevista del autor Delia Giovanola de Califano, Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016.
101
momento no tenían ningún contacto con la organización canadiense. 126 Los/as promotores/as de
esta campaña fueron los miembros del Comité por la Defensa de los Derechos Civiles en Argentina,
una agrupación de exiliados/as argentinos/as con sede en Toronto que era muy activa en la
denuncia de la dictadura militar. 127 Según recuerda Mike Flynn, antiguo coordinador de campañas
internacionales de Desarrollo y Paz, ellos/as fueron los/as ideólogos/as e impulsores/as de esta
iniciativa:

Dos miembros del grupo argentino se acercaron a mi oficina a presentar su caso y pedir ayuda.
Fue una feliz coincidencia, porque nosotros queríamos hacer alguna campaña sobre la
militarización en el mundo. Ahí nos pusimos a pensar algo en conjunto y surgió la idea de la
campaña por los niños desaparecidos.128

Flynn señala que en esta acción “el grupo argentino fue el que hizo el trabajo duro, nosotros
nos basamos en ese trabajo”. Hubo en particular una activista del Comité que “visitó veinte
ciudades en todo el país para Desarrollo y Paz, hablando sobre los desaparecidos en el marco de la
Acción de Otoño de la organización”. 129 También colaboraron en la campaña los integrantes de la
sección canadiense de AI, que en agosto de ese año habían realizado una vigilia de velas en la plaza
central de Toronto para denunciar las violaciones a los derechos humanos en Argentina. 130 Incluso
también participó, aunque en menor medida, el referente de un organismo argentino, Enzo
Giustozzi, sacerdote católico y miembro de la APDH, que fue invitado a hablar sobre la situación

126
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002;
Entrevista del autor a Delia Giovanola, Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016.
127
Entrevista del autor a Héctor Rombola, Buenos Aires, 4 de enero de 2017. Héctor Rombola es argentino. Emigró a
Canadá con su familia en 1981, donde vive desde entonces. Al poco tiempo de su llegada a este país, se integró al
Comité por la Defensa de los Derechos Civiles en Argentina, grupo que realizaba acciones de denuncia contra la
dictadura argentina. Actualmente coordina la Red Argentina por el Derecho a la Identidad Canadá/USA.
128
Entrevista a Mike Flynn realizada por Héctor Rombola, Toronto, Canadá, 15 de mayo de 2017.
129
“Argentina”, The Global Village Voice, noviembre/diciembre de 1979, p. 7 (traducción propia).
130
Sendas cartas enviadas a Delia Giovanola por T. S. y L. P., dos estudiantes canadienses del nivel secundario, nos
muestran que AI tuvo algún tipo de colaboración activa en la difusión de la campaña. T. S., una estudiante de Montreal,
señalaba que “Amnistía está realizando en este momento campañas a través del mundo para ayudarla; espero que
tengan éxito en presionar a las autoridades de Argentina para que le informen dónde está su nieto” (Carta de T. S. a
Delia Giovanola de Califano, Montreal, 9 de diciembre de 1979, AAPM-AH-Colección Giovanola, Caja 1; original en
francés, traducción propia). Por su parte, L. P., un joven de Quebec, sostenía que “Amnistía Internacional Canadá
piensa en usted y hace todo lo posible para ayudarla a encontrar al pequeño desaparecido” (Carta de L. P. a Delia
Giovanola de Califano, s/f, AAPM-AH-Colección Giovanola, Caja 1; original en francés, traducción propia). La vigilia
de AI en el centro de Toronto es recogida en una nota del periódico de Desarrollo y Paz. Véase: Panozzo, J., “Looking
for the desaparecidos”, The Global Village Voice, septiembre/octubre de 1979, p. 5.
102
de los derechos humanos en Argentina ante el Consejo de Gobernadores de Desarrollo y Paz,
cuando la llamada “Acción de Otoño” comenzaba. 131
De esta forma, podemos apreciar cómo esta campaña, que supuso un masivo y sorpresivo
apoyo para la causa de las “madres-abuelas”, fue motorizada por un grupo de exiliados argentinos,
con el apoyo de otras organizaciones, como AI, con la participación tangencial de un miembro de
la APDH. Sólo a posteriori el grupo de “madres-abuelas” entablaría un vínculo con Desarrollo y
Paz. Al igual que había ocurrido con CLAMOR, la relación entre ambas organizaciones fue la
consecuencia y no la causa de la acción emprendida por el organismo extranjero. A fines de 1980,
cuando Desarrollo y Paz repitió la campaña de postales navideñas, invitó a dos referentes de esa
“subcomisión de abuelas” a recorrer parroquias y colegios de distintas regiones de Canadá
involucrados en la acción. Gracias a este viaje, las integrantes del grupo de “madres-abuelas”
pudieron consolidar el vínculo directo con Desarrollo y Paz y con otras organizaciones
canadienses, en particular con la Liga de Mujeres Católicas (Catholic Women’s League - LMC).
Este ejemplo no sólo revela la importancia de las comunidades de exiliados/as argentinos/as
y la interacción entre éstas y los organismos ubicados en distintos niveles de las redes de activismo
humanitario (local, nacional, regional y transnacional), sino que además pone de manifiesto las
complejas tramas de actores, interacciones y flujos dentro de las redes transnacionales de activismo
en derechos humanos y las limitaciones para incidir en ellas que podía llegar a tener una agrupación
pequeña como la de “madres-abuelas”.
Como hemos señalado anteriormente, en estas redes de activismo existían actores
heterogéneos con intereses diversos, no siempre compatibles, muchas veces hasta enfrentados entre
sí. Para una agrupación con una agenda de reclamos específica era menester movilizar estos
intereses diversos en su favor. Podía pasar que este intento, realizado de forma directa y
premeditada, no resultara exitoso, como le había ocurrido al grupo de “madres-abuelas” en su
intento de acercamiento a la Unicef, que en un principio rechazó apoyar su reclamo por considerar
que se trataba de un “asunto político” – afirmación que, desde la lógica moralizante y “no-política”
del lenguaje de los derechos humanos, suponía poner un manto de sospecha sobre su legitimidad
ética (Moyn, 2010).132 Pero al mismo tiempo, los flujos de interacciones y circulación de

131
Panozzo, J., “Governors told of Argentine ‘disappeared’”, The Global Village Voice, noviembre/diciembre de 1979,
p. 1.
132
La información sobre el rechazo de Unicef surge de una conferencia de prensa que dos referentes de la agrupación
dieron durante su paso por Madrid en su primer viaje a Europa, a fines de 1980: “Refiriéndose a Unicef, manifestaron
que dicho organismo se negó a tratar el tema por considerarlo ‘asunto político’ en un primer momento, pero después
103
información que se generaban en estas redes podían producir, sin ninguna intervención directa de
la agrupación argentina, una “feliz coincidencia” como la que relataba Mike Flynn: el interés de
Desarrollo y Paz de concientizar a los canadienses sobre la “militarización en el mundo” y el más
específico de la organización de exiliados argentinos de denunciar a la dictadura en su país
permitieron realizar una acción conjunta que difundió el reclamo por los “niños desaparecidos”
por el vasto territorio canadiense. Algo semejante había ocurrido en la acción de CLAMOR: sus
tareas de investigación, desconocidas por el grupo de “madres-abuelas”, y en articulación con una
organización católica chilena (Vicaría de la Solidaridad) y un organismo internacional (ACNUR),
permitieron la primera localización de “niños desaparecidos”, un verdadero hito en la historia de
la lucha por su restitución.
Desde fines de 1979, el grupo de “madres-abuelas” pudo utilizar este interés que lentamente
concitaba en el extranjero el problema de la “desaparición de niños” en la Argentina para
consolidar un vínculo directo con estas organizaciones extranjeras y forjar su propia red de
solidaridad, que terminará involucrando a decenas de organizaciones, iglesias e instituciones en
diversas campañas de difusión de sus demandas, de apoyo a su causa y de presión sobre el gobierno
militar. Como veremos en el capítulo siguiente, esta construcción estará indisolublemente ligada
al proceso de autonomización e institucionalización de la organización, que progresivamente
dejará de ser una “subcomisión” dentro de Madres de Plaza de Mayo para transformarse en una
organización independiente.

se rectificó por resolución de su presidente, que se encontraba en aquel momento en un foro internacional. El presidente
de Unicef se comprometió a recibirlas en un próximo viaje”. Véase: “Síntesis de la conferencia de prensa con el exilio
argentino de las Abuelas de Plaza de Mayo” (1981). Documento reproducido en Amorós, M. (coord.) (2011) Argentina
en el Archivo de IEPALA (1976-1983). Madrid: IEPALA Editorial, pp. 478-480. A pesar de esta “rectificación” del
presidente, el apoyo de Unicef no parece haber prosperado, ya que en los documentos de años posteriores no sólo no
se la menciona nunca como una organización colaboradora de Abuelas de Plaza de Mayo, sino que en varias
oportunidades se repite la historia de aquella negativa durante la dictadura. Véase: Abuelas de Plaza de Mayo, 1984 y
2007.
104
Capítulo II. El problema de los “niños desaparecidos” en el ocaso de la
dictadura: acción pública local, redes internacionales e institucionalización
(1980-1983)

1. El derrumbe de la dictadura

A partir de 1980, la grave situación económica y social que vivía la Argentina comenzó a
horadar el poder del régimen militar que gobernaba desde marzo de 1976. Sucesivas crisis
financieras, el aumento de la deuda pública, la escalada inflacionaria, la devaluación de la moneda,
la caída del salario real, el cierre de fábricas como consecuencia de la políticas aperturistas y el
consiguiente aumento del desempleo generaron un empeoramiento de las condiciones de vida entre
amplias capas de la sociedad (Palermo y Novaro, 2003; Damill, 2005). El 24 de marzo de 1981
asumió como nuevo presidente de facto el Gral. Roberto Viola, fuertemente cuestionado al interior
de las Fuerzas Armadas, principalmente por la Armada y por los sectores más “duros” del Ejército
(Canelo, 2016). Las medidas económicas tomadas por Viola no produjeron ningún efecto y para
fines de ese año todas las variables habían empeorado. En un intento de conseguir mayor apoyo
civil y de reconstruir parte de la legitimidad perdida por el régimen, Viola dispuso una relativa
liberalización política (Novaro y Palermo, 2003). Sin embargo, en un contexto crítico y de
acelerada deslegitimación del gobierno militar, con un descontento social cada vez más
generalizado, la relativa distención política propició el aumento de las voces opositores (aunque no
necesariamente antidictatoriales) en la escena pública. Gran parte de la prensa asumió una posición
crítica hacia la política económica y la realidad social, la conflictividad sindical aumentó y los
principales partidos políticos recuperaron parcialmente la iniciativa al nuclearse, en julio de ese
año, en la Multipartidaria (Yanuzzi, 1996; Quiroga, 2004; Franco 2018)
En diciembre de 1981, los sectores “duros” de las fuerzas armadas desplazaron a Viola. En su
reemplazo, asumió el Gral. Leopoldo Galtieri. Como último intento por reconstruir alguna base de
legitimación que garantizara la continuidad del régimen, Galtieri condujo a la ocupación de las
Islas Malinas el 2 abril de 1982. La veloz y estrepitosa derrota ante el Reino Unido en el conflicto
bélico produjo el efecto contrario: la irreversible descomposición del poder militar (Novaro y
Palermo, 2003; Canelo, 2006 y 2016).

105
Tras la renuncia forzada de Galtieri, asumió el poder ejecutivo el General (R) Reynaldo
Bignone. Los principales objetivos de su gestión, la última de la dictadura militar, fueron discutir
la salida electoral con las fuerzas políticas nucleadas en la Multipartidaria y conseguir un acuerdo
que garantizara la no revisión de los crímenes cometidos durante “guerra contra la subversión”,
aspecto que las fuerzas armadas consideraban innegociable (Canelo, 2016; Franco, 2018). Sin
embargo, el rechazo social, el desprestigio y el progresivo aislamiento internacional minaron la
capacidad de negociación del gobierno militar. A diferencia de otros regímenes autoritarios de la
región, la dictadura argentina no tuvo margen para imponer sus condiciones en una “salida pactada”
con las fuerzas políticas civiles (Canelo, 2006; O’Donnell y Schmitter, 2010).
En este contexto de profunda deslegitimación social y de descomposición de su poder, las
denuncias sobre los crímenes cometidos en la represión de los años previos, en particular el
“problema de los desaparecidos”, cobraron mayor estado público. Los/as familiares de las víctimas
y los organismos de derechos humanos que los/as nucleaban y acompañaban pudieron hacer más
visibles sus reclamos, en un contexto en el que el espacio público volvió adquirir su carácter de
ámbito de disputa y confrontación, habitado por actores diversos, no únicamente aquellos que
denunciaban la represión: sindicatos, partidos políticos, vecinos auto-organizados, entre otros,
salieron a las calles a protestar por unas condiciones materiales de vida cada vez más deterioradas
(González Bombal, 1988; Landi y González Bombal, 1995; Jelin, 1995; Franco, 2018). Así, una
sucesión de manifestaciones públicas, como las “Marchas de la Resistencia” y la “Marcha por la
vida y la vigencia integral de los Derechos Humanos”, se volvieron multitudinarias y consiguieron
una importante cobertura mediática. De la misma forma, las solicitadas y comunicados de estos
organismos circularon con más frecuencia, al mismo tiempo que empezaron a editar de forma
regular y abierta sus propias publicaciones (Veiga, 1985; Leis, 1989; Jelin, 1995).
Debido a esta mayor presencia pública y mediática de los organismos de derechos humanos y,
en especial, del “problema de los desaparecidos”, diferentes investigadores han señalado que
después de la derrota en la Guerra de Malvinas se habría producido un acelerado derrumbe del
régimen militar motorizado principalmente por la eclosión en la escena pública de las denuncias
de los crímenes atroces cometidos por las fuerzas armadas en la represión violenta de los años
previos. De esta forma, se habría configurado una “cultura de los derechos humanos”, signada por
un repudio socialmente extendido a las acciones represivas ya consideradas como “violaciones a
los derechos humanos” o como “terrorismo de Estado”, así como por la fuerte presencia pública de

106
los organismos de derechos humanos, que cobraron gran visibilidad y se convirtieron en actores
claves de la caída del régimen. La cuestión de los “derechos humanos”, en suma, habría sido
fundamental, sino definitoria, en este proceso de descomposición del régimen militar posterior a
Malvinas, ocupando el centro de atención pública y social, en el marco de un poder militar
debilitado, sin iniciativa, y con un conjunto partidario que se negaba a negociar las condiciones de
la transición. Esta mirada tiende a ver al final de la dictadura como un mero tránsito hacia una
democracia que lógica e inevitablemente investigaría y juzgaría esas “violaciones a los derechos
humanos” que eran condenadas de manera generalizada por el conjunto de la sociedad, desde su
“horroroso” descubrimiento post-Malvinas (González Bombal, 1991; Landi y González Bombal,
1995; Yanuzzi, 1996; Novaro y Palermo, 2003; Quiroga, 2004).
Por el contrario, investigaciones más recientes, como las de Marina Franco (2018) y Micaela
Iturralde (2015) han mostrado que, si bien es cierto que los organismos de derechos humanos y el
“problema de los desaparecidos” cobraron mayor visibilidad pública, esto no ocurrió de forma
súbita tras la derrota en Malvinas, no se transformó en el principal factor de cuestionamiento al
régimen militar ni en la preocupación central de la mayoría de los actores políticos y sociales, y
tampoco supuso una condena total o parcial a la represión ejercida por las fuerzas armadas ni
mucho menos una voluntad explícita de investigar los crímenes denunciados y juzgar a sus autores.
A pesar de las presiones internacionales que tuvo que enfrentar por las violaciones a los derechos
humanos, sobre todo a partir de la visita en 1979 y el duro informe de 1980 de la CIDH, a nivel
interno el amplio consenso alrededor del discurso castrense de la “necesidad” de la “lucha
antisubversiva” en un contexto de “emergencia” parecía prácticamente inconmovible. De hecho,
para casi todos los actores de la época, las posibilidades reales de que un futuro gobierno
democrático investigara y juzgara los crímenes dictatoriales parecían casi nulas, por lo menos hasta
1983, cuando el gobierno militar quiso imponer un cierre definitivo y unilateral a la cuestión a
través del “Documento Final”, (que justificaba todo lo actuado por las fuerzas armadas, daba por
muertos a todos los desaparecidos y denegaba cualquier información sobre lo ocurrido con ellos)
y de la “Ley de Pacificación Nacional” (rápidamente popularizada como “Ley de autoaministía”,
y que buscaba garantizar la impunidad para todos los participantes en el accionar represivo). Esa
negación a cualquier “cierre negociado” con las fuerzas políticas, sumada al desprestigio cada vez
más generalizado y a un factor contingente, como el inesperado triunfo de Raúl Alfonsín, el
candidato de la UCR, configuraron la coyuntura que permitió imaginar un, aún incierto e

107
indefinido, horizonte de investigación y judicialización (Crenzel, 2015; Galante 2015; Franco,
2018).
En definitiva, no hubo una explosión súbita de una “cultura de los derechos humanos” ni
tampoco una condena masiva al “terrorismo de Estado” en los años finales de la dictadura. La
cuestión de los derechos humanos, formulada en términos del “problema de los desaparecidos”,
tuvo que construirse como un problema público, de forma progresiva, disputando sentidos desde
una posición marginal al discurso dominante de la “guerra antisubversiva” (Feld y Franco, 2015;
Franco, 2018). Desde luego, esta construcción progresiva del problema en la esfera pública fue
posible por el incansable activismo de los organismos de derechos humanos. Pero si sus demandas
fueron calando social y políticamente, en un proceso muy lento, que recién se intensificó en los
primeros años de la posdictadura, esto fue posible por el fuerte desprestigio y rechazo que
alcanzaron a las fuerzas armadas en los años finales del régimen (Franco, 2018).
En esta progresiva y sinuosa conformación de la “cuestión de los derechos humanos” como
problema de discusión pública en los años finales de la dictadura, ¿Qué ocurrió con la cuestión
específica de los/as niños/as y adolescentes secuestrados/as con sus madres y padres, y con el de
las mujeres secuestradas embarazadas cuyos/as hijos/as debían haber nacido en cautiverio?¿En qué
medida logró constituirse en sí misma como un “problema público”, tanto en la agenda de reclamos
de los organismos de derechos humanos como en la esfera pública nacional e internacional? Como
veremos en este capítulo, la visibilidad de la denuncia de estos hechos en la prensa siguió un patrón
de incremento progresivo durante los años finales de la dictadura similar al de la cuestión general
de los/as “desaparecidos/as”. Sin embargo, estas denuncias fueron enunciándose como parte de un
problema distintivo, con autonomía propia dentro del gran problema de la represión o la “cuestión
de los derechos humanos”. Este problema se formuló como la cuestión de los “niños
desaparecidos”. Sin llegar a transformarse en un problema con resonancia propia dentro de la
agenda política nacional (como sí llegará a hacerlo en la posdictadura), subsumido dentro de las
preocupaciones políticas dentro del “problema de los desaparecidos”, la cuestión sí logró instalarse
como una demanda específica dentro del movimiento de derechos humanos. Esto fue posible, por
un lado, por el proceso de autonomización del pequeño grupo originario de “madres-abuelas”
dentro de Madres de Plaza de Mayo, que entre 1980 y 1983 se fue separando progresivamente hasta
transformarse en una institución independiente, dándole especial impulso al tema, dentro y fuera
del país. Pero al mismo tiempo, este problema logró instalarse como cuestión autónoma porque

108
resultaba particularmente contundente en la construcción de consensos antidictatoriales y de
legitimación del reclamo del movimiento de derechos humanos, en la medida en que los “niños
desaparecidos” configuraban “hipervíctimas” de un horror imposible de justificar incluso dentro
del paradigma castrense de la “guerra anti-subversiva”.
En este capítulo, entonces, reconstruiremos en primer lugar el proceso de autonomización e
institucionalización del grupo de “madres-abuelas” de Madres de Plaza de Mayo que, devenido en
la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, se terminó de constituir como el agente emprendedor de
la acción colectiva por los “niños desaparecidos”. Observaremos el despliegue de diferentes modos
de acción, de los cuales destacaremos la interacción con las redes transnacionales de activismo en
derechos humanos, que resultaron muy relevantes en la difusión del reclamo y en la instalación del
problema, a nivel internacional pero también, por sus repercusiones, dentro del país.
Por último, reconstruiremos la progresiva elaboración e instalación del problema de los “niños
desaparecidos” en la esfera pública desde el año 1980 y hasta el final de la dictadura. Analizaremos
los sentidos que en torno a este problema se pusieron en circulación, tanto de parte de Abuelas, de
quienes las acompañaron en el reclamo en el país y en el exterior, de la prensa nacional y también
del régimen militar.

2. De “madres-abuelas” a “Abuelas de Plaza de Mayo”

Como hemos reconstruido en el capítulo anterior, la agrupación de “madres-abuelas”


surgida entre octubre y noviembre de 1977 para reclamar específicamente la localización y
restitución de los/as niños/as desaparecidos/as era, al principio, una pequeña “subcomisión” dentro
de Madres de Plaza de Mayo. Sin escindirse ni dejar de participar en Madres, este grupo había
comenzado a reunirse en octubre de 1977 para pensar y articular estrategias de denuncia y de
búsqueda de sus nietos/as desaparecidos/as. La conformación de “Abuelas de Plaza de Mayo”
como una entidad independiente fue el producto de un proceso histórico de autonomización e
institucionalización, no exento de tensiones y contramarchas, en el que múltiples factores fueron
coadyuvando para que la agrupación se escindiera de Madres de Plaza de Mayo.
¿Cuáles fueron los factores que profundizaron la diferenciación entre Madres de Plaza de
Mayo y la “subcomisión de abuelas” a tal punto de que ésta se convirtiera en una organización
independiente? El primero que debemos señalar es el propio transcurrir del tiempo. Como
109
afirmábamos en el capítulo anterior, las “madres-abuelas” tenían la esperanza de encontrar (mejor
dicho, de que les entregaran) rápidamente a sus nietos/as. Por eso sus primeras acciones, entre fines
de 1977 y comienzos de 1978 estuvieron concentradas en dirigirse a las instituciones del campo de
la minoridad, a la Justicia, a las autoridades militares y a la Iglesia; la expectativa estaba puesta en
encontrar alguna respuesta institucional, o en conseguir alguna presión “desde arriba” que hiciera
ceder a quienes tenían a los/as niños/as en su poder (Arditti, 2000; Regueiro, 2014; Quintana,
2016). Sin embargo, nada de eso ocurrió. Por el contrario, gracias a las denuncias anónimas y los
testimonios de los y las sobrevivientes de los centros clandestinos de detención, los datos de
mujeres embarazadas y niños/as secuestrados/as con sus padres que manejaba la “subcomisión”
comenzaron a aumentar. La progresiva visibilización que esta cuestión fue adquiriendo, sobre todo
a partir de 1979, con la visita de la CIDH a la Argentina, también contribuyó a que muchas familias
en la misma situación se acercaran a la agrupación y sumaran sus denuncias. De esta forma, si
cuando la “subcomisión” comenzó a reunirse, entre octubre y noviembre de 1977, eran 12 los casos
registrados y todavía apenas 13 en mayo de 1978, ya eran 33 para septiembre de 1979, 52 a
mediados de 1980, 89 en diciembre de 1981, 96 en julio de 1982 y 112 casos en febrero de 1983.
Para mayo de 1984, cuando pocos meses después del inicio del nuevo gobierno constitucional, la
organización contabilizaba 142 casos.133 El número de casos confirmados por la organización
siguió creciendo de manera constante desde el retorno a la democracia, con un fuerte impulso tras
la creación de la CONADI en 1992, como veremos en el Capítulo IV.
El tiempo pasaba, los casos aumentaban y las respuestas no llegaban. La incertidumbre para
las “madres-abuelas” era muy grande. A partir del testimonio de algunos/as sobrevivientes, varias
de ellas empezaron a obtener la confirmación del nacimiento de sus nietos o nietas durante el
cautiverio de sus madres. Al mismo tiempo, se filtraban informaciones, muchas veces de parte de
miembros de la Iglesia Católica, que admitían que estos niños eran “regalados” o “ubicados” en
“buenas familias”134. Se volvía imperioso tomar acciones urgentes para no perder el rastro de

133
Buenos Aires Herald. 17 de mayo de 1978, p. 9; “Cry for them, Argentina”, The Global Village Voice,
septiembre/octubre de 1979, pp. 4-5; Corte Suprema de Justicia de la Nación, Expte. P-545 RH, 1980, “Pavón de
Aguilar, Elsa Beatriz y otras s/pedido”, f. 4; “Movimiento por los derechos humanos”, Clarín, 12 de diciembre de
1981, p. 15; “A juzgados de menores reclaman las Abuelas por 96 desaparecidos”, La Razón; 20 de julio de 1982, p.
8; “Replantearon la situación de los niños argentinos desaparecidos”, La Prensa, 27 de febrero de 1983, p.8; Abuelas
de Plaza de Mayo (1984). Niños desaparecidos en Argentina desde 1976, p. 1. Consultado en Archivo CELS-FICELS-
SDP; BNMM-H y A-DPCC.
134
Así lo describía María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani en una carta enviada en 1978 a la CIDH: “Es un
comentario ya generalizado en el país que se regalan o venden algunos bebes sacados tanto de sus hogares donde se
110
estos/as niños/as, ante el temor de no poder localizarlos/as nunca: para octubre de 1980, algunos
rumores hablaban incluso de niños/as “vendidos en Puerto Rico, contrabandeados por militares”.135
Frente a este panorama, la actividad de la “subcomisión de abuelas” aumentó
considerablemente. No sólo tenían que buscar más, sino que tenían que buscar distinto. Su
repertorio de acción continuó apelando formal e informalmente a las autoridades institucionales,
pero se combinó con tareas de investigación propias junto con la búsqueda de una interpelación
directa a la sociedad civil y a la opinión pública internacional para conseguir apoyo y presionar al
gobierno militar. El aumento, la diversidad y la especificidad de estas tareas (en particular, las
referidas a la investigación de cada caso) suponían estrategias y dinámicas organizativas cada vez
más distintas de las de Madres de Plaza de Mayo:

Y así llegamos a formar lo que después fue Abuelas de Plaza de Mayo. Luego de discusiones
con Hebe, por ejemplo. Porque ella decía que teníamos que trabajar juntas y yo estaba segura
que no es la misma manera de buscar. Ella quería que se buscara a todos, fue siempre su lema.
Nosotros no podíamos buscar a los chicos, buscarlos con los grandes, porque no podíamos. No
se puede. Teníamos que hacer una división y buscar a todos pero, bueno, eso trajo discusiones
y qué sé yo... Al final, seguimos Abuelas solas.136

La propuesta de Chicha Mariani, que se había convertido en la referente de la “subcomisión


de abuelas” era “hacer una división y buscar a todos”. No queda claro si se trataba de otorgarle
mayor autonomía al grupo de “abuelas” o directamente separarse de Madres. Lo cierto es que “al
final, seguimos Abuelas solas”, como concluye Mariani.
Las “discusiones” derivadas de la especificidad de la “búsqueda de los niños” y de la
necesidad de “hacer una división” se vieron potenciadas por otros factores, en cierta medida
también vinculados con dicha especificidad. En principio, no debemos descartar la dimensión
estrictamente contingente pero ineludible que encierran algunas diferencias existentes entre las

producen enfrentamientos como de los lugares de donde "desaparecen" sus padres o de las cárceles donde nacen.
CLARA ANAHÍ debe entonces haber sido "regalada" o "vendida" como tantos otros niños.
Con respecto a esto de regalar niños ajenos, puedo comunicarles que Monseñor [sic; nombre probablemente
anonimizado por la CIDH para su informe público] nos dijo que él había rescatado a varios niñitos que ya estaban en
poder de policías que ya los habían inscrito como suyos.”. Carta de María Isabel Chorobik de Mariani a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, 4 de mayo de 1978. Reproducida en: Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (1980). Informe sobre la situación de los Derechos Humanos en Argentina. Capítulo III: “El problema de
los desaparecidos”, p. 9. Recuperado de: http://www.cidh.org/countryrep/Argentina80sp/indice.htm. Último
acceso: 16 de marzo de 2018.
135
“‘Si hubiéramos tenido apoyo de la Iglesia, la tragedia no habría pasado’”. El Día. México. 18 de octubre de 1980.
Consultado en Archivo del CELS, Fondo Institucional del CELS, Serie Documentos Periodísticos.
136
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016.
111
referentes de cada una de las partes. En especial, parecen relevantes aquellas relacionadas con la
manera particular en que la represión había afectado a cada una de sus familias. En un diálogo junto
con Hebe de Bonafini para la Revista Mu, Chicha Mariani lo expresaba de forma muy cruda:

Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: “mi hijo está muerto. Mi búsqueda es
diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo”. Fue
bueno que cada una fuera por su lado. 137

En contraposición a la mayoría de las madres, que vivían en la incertidumbre sobre el


paradero de sus hijos/as “desaparecidos/as”, Chicha Mariani tenía la certeza de que su hijo había
sido asesinado, al igual que su nuera. Era una situación similar a la de Estela Barnes de Carlotto138,
que gracias a diferentes contactos, consiguió que le fuera devuelto el cuerpo de su hija Laura. En
este aspecto también radicaba la “diferencia” de su búsqueda. Por ende, es lógico que estas dos
integrantes de la “subcomisión” concentraran su lucha en buscar a sus nietos/as, quienes podían
llegar a estar vivos/as. Tampoco sorprende que, abocadas exclusivamente a la búsqueda de sus
nietos/as, sin tener que repartir tiempo en otras acciones tendientes a saber el paradero de sus
hijos/as, se terminaran convirtiendo en las referentes de la agrupación y, luego de constituida la
Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, en su presidenta y vicepresidenta, respectivamente.
Con el paso de los meses y los años, a la trágica certeza que tenían las referentes de la
“subcomisión de Abuelas” se fueron sumando sospechas acerca del destino general de los/as
“desaparecidos/as”. Los testimonios de los y las sobrevivientes, que hablaban de personas muertas
en la tortura y de “trasladados” de los que sus compañeros/as de cautiverio nunca volvían,
inclinaron a muchas a suponer que probablemente la mayoría de los desaparecidos/as habían sido
asesinados/as (González Tizón, 2016). Por el contrario, las primeras localizaciones de “niños
desaparecidos” ocurridas en agosto de 1979 (los hermanos Julien Grisonas, hallados en Chile) y
principios de 1980 (las hermanas Tatiana Ruarte Britos y Laura Jotar Britos) venían a confirmar la
creencia de que los/as niños/as estaban vivos/as y habían sido “entregados”, “regalados” o “dados
en adopción” (términos diversos que designaban en esa primera época esta práctica criminal, que

137
“La épica del té, Entrevista a Isabel Chorobik de Mariani y Hebe de Bonafini”, Revista MU, n° 33, 28/04/2010.
138
Estela Barnes de Carlotto fue maestra. Una de sus hijas, Laura Estela Carlotto, fue secuestrada y desaparecida en
Buenos Aires, embarazada, a fines de 1977. Estela pudo reconstruir que su hija había dado a luz en cautiverio antes de
ser asesinada y que su nieto había sido apropiado y su identidad cambiada. Se incorporó al grupo de “madres-abuelas”
en 1978. Desde fines de 1989 es presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
Buscó a su nieto durante casi 36 años. El 5 de agosto de 2014, tras una comprobación de ADN hecha voluntariamente
por el interesado, su nieto fue identificado, y se convirtió en el número 114 de la lista de nietos/as recuperados/as.
112
sólo posteriormente se definirá como “apropiación”). Entre la información recolectada, las
localizaciones y las suposiciones con mayor o menor asidero que se manejaban, las integrantes de
la “subcomisión” fueron construyendo una postura cada vez más definida respecto a la suerte
corrida por los/as “desaparecidos/as”: sus hijos/as, casi con seguridad, estaban muertos/as, pero sus
nietos/as probablemente estaban vivos/as.
Esta diferente consideración sobre la situación de los/as hijos/as y de los nietos/as
intensificaba sin dudas la cuestión de la “especificidad” de la búsqueda de los/as segundos/as, como
lo sugería Vilma Sesarego, una de las primeras integrantes del grupo de “madres-abuelas”, en una
entrevista del año 2002:

Entrevistador: ¿Hay diferencias entre buscar a un hijo y buscar a un nieto?


Vilma Sesarego: Sí, hay diferencias
E: ¿Por qué?
VS: No te voy a poder contestar esto, sería hasta cruel si te lo dijera. Pero es diferente. 139

La “crueldad” indecible, esa diferencia que no se puede expresar en palabras, evidentemente


remite a la hecho de que unos/as, los/as hijos/as, habían sido asesinados/as y su búsqueda empezaba
a ser por la “verdad” (en forma de explicaciones, de reconstrucción histórica de su derrotero
después de su desaparición, de localización de sus restos) y la “justicia” (entendida como castigo
para los/as autores/as intelectuales y materiales de su crimen). 140 Por el contrario, los/as otros/as,
los/as nietos/as, seguramente habían sobrevivido a la experiencia concentracionaria; eran los/as
“desaparecidos vivos”, como Abuelas de Plaza de Mayo comenzó a llamarlos/as con frecuencia en
los años ’80.141 Esta interpretación, que todavía en el 2002, cuando Memoria Abierta realizó la
entrevista a Vilma Sesarego, se hallaba en el límite de lo pronunciable públicamente en la
Argentina, podemos verla expresada de forma abierta ya para enero o febrero de 1980, en una carta
que una de las integrantes de la “subcomisión de abuelas” envió a la Organización Católica
Canadiense para el Desarrollo y Paz en agradecimiento por la masiva “campaña de cartas” a la que

139
Entrevista a Vilma Sesarego, Memoria Abierta, 2002.
140
Mencionamos estos términos en comillas en tanto categorías nativas formuladas en esos años al interior del
movimiento de derechos humanos.
141
Por ejemplo, en una conferencia de prensa de 1984 refutaban de la siguiente manera declaraciones del presidente
Alfonsín: “Las Abuelas de Plaza de Mayo expresaron en una declaración que existen pruebas que contradicen las
expresiones vertidas por el presidente Raúl Alfonsín, en el sentido de que ‘no hay respuestas para los desaparecidos’.
La entidad afirmó que ‘probamos que sí las hay’, y puso como ejemplo el caso de la niña Paula Logares. “La hemos
encontrado – expresaron las Abuelas en un documento- y ha quedado demostrado en forma incuestionable que es ella
(...)”. “Respuesta de las Madres a Alfonsín”. Clarín. 15 de agosto de 1984, p. 5.
113
hemos hecho referencia en el capítulo anterior. En esta misiva, la “madre-abuela” anónima (o
anonimizada por el comité editorial de la revista de la organización, donde fue publicada) afirmaba:

¿Y los niños nacidos en la cárcel? ¿Dónde están? Tenemos temor de que hayan sido regalados
o dados en adopción a los mismos asesinos de sus padres o a sus cómplices. Por ahora creemos
que nuestros hijos e hijas han sido asesinados. Pero sus hijos NO. Ellos están vivos. Nos indigna
la posibilidad de esta aberración. Les imploramos que nos ayuden en la búsqueda de estos
pequeños niños (mi nieto debe tener tres años hoy en día), para que sus verdaderas familias
puedan criarlos. 142

Ahora bien, esta postura de las “madres-abuelas” que ya aparecía con nitidez a comienzos
de 1980 no era compartida por el resto de las Madres. Por el contrario, el problema del paradero o
el destino de los/as “desaparecidos/as” generó un encendido debate entre los/as familiares y los
organismos de derechos humanos (González Tizón, 2016). No todos/as estaban de acuerdo en
tomar por válidos los testimonios que señalaban que los/as “desaparecidos/as” habían
asesinados/as. Había, sin duda, una estrategia política detrás de esta postura: no convalidar el
intento del régimen militar de clausurar la discusión sobre la represión y las violaciones a los
derechos humanos dando a todos/as los/as desaparecidos/as por muertos/as, como se intentó con la
Ley 22.068 de 1979 de “presunción de fallecimiento”143. Por cierto, todos los organismos
coincidían en el rechazo a esta ley. Sin embargo, la postura de Madres de Plaza de Mayo llegó
incluso a cuestionar duramente a referentes del movimiento de Derechos Humanos que
comenzaron a insinuar esta posibilidad. En 1980, en ocasión de la entrega del premio Nobel de la
Paz a Pérez Esquivel, Emilio Mignone, integrante de una comitiva de diferentes representantes de
los organismos de derechos humanos, habría afirmado ante una consulta periodística que los/as
desaparecidos/as podían estar muertos/as. Madres de Plaza de Mayo emitió un comunicado
repudiando estos dichos y exigiendo la “aparición con vida” de todos/as los/as desaparecidos/as.
Esta fue la primera vez que se utilizó esta consigna, que sería central en la movilización de los años
finales de la dictadura.144

142
“Letter to Canadians Catholics calls for action”, The Global Village Voice. The Newspaper of Development and
Peace, enero/marzo de 1980, p. 4 (traducción propia).
143
Ley 22.068, Poder Ejecutivo Nacional. “Ausencia con presunción de fallecimiento”. Boletín Oficial de la República
Argentina, 12 de septiembre de 1979.
144
“Aparición con vida, el porqué de una consigna" en Madres de Plaza de Mayo, año IV, N° 37, dic. 1987, p. 10.
Citado en Cerisola, R. A. (1995). Aparición con vida Las siluetas de detenidos-desaparecidos. Razón y Revolución,
(1).
114
Evidentemente, las diferentes apreciaciones sobre esta cuestión tan sensible, que remitían a
la especificidad que las “madres-abuelas” encontraban en su búsqueda (tanto las que tenían la
certeza del asesinato de sus hijos o hijas, como las que lo sospechaban), contribuyeron también a
incrementar la tensión entre el grupo de “madres-abuelas”. Asimismo, estas diferencias
repercutieron en los modos de acción empleados por cada grupo: si bien la interpelación social
amplia, la movilización y la acción directa fue un elemento común, Madres de Plaza de Mayo fue
mostrando un discurso cada vez más frontal, altamente confrontativo, no sólo con el poder militar
sino con otros actores sociales. En cambio, las integrantes de la “subcomisión de abuelas” optarán
por acciones y discursos más moderados y conciliadores, tendientes a obtener el apoyo de sectores
diversos. Estas diferentes modalidades de acción generaron fuertes choques durante los años finales
de la dictadura, como veremos a continuación.
Así pues, los factores enumerados, vinculados a la especificidad de la búsqueda de las
“madres-abuelas”, potenciados por diferencias cada vez más notorias entre sus integrantes y la
conducción de Madres, desembocaron en un proceso de autonomización que en pocos años derivó
en la conformación de “Abuelas de Plaza de Mayo”. Este proceso de institucionalización puede ser
dividido en dos etapas. En un primer momento, entre 1980 y 1981, la agrupación de “madres-
abuelas” comenzó a interactuar y a promover acciones de forma cada vez más autónoma pero
manteniendo aun una relación ambigua con Madres de Plaza de Mayo, con un importante grado de
dependencia e imbricación con ella. En cambio, en una segunda etapa, entre fines de 1981 y 1983,
se produjeron una serie de acontecimientos que marcaron la creación de una organización
independiente, definitivamente separada de Madres. Esta progresiva transformación institucional
se puede reconstruir, en primer lugar, a partir de la indagación en las acciones públicas realizadas
por la agrupación en Argentina, que quedaron registradas en la prensa y en documentos internos
de la agrupación. Asimismo, otra valiosa puerta de acceso a este proceso histórico de
autonomización e institucionalización es la observación de las interacciones del grupo con las redes
transnacionales de activismo en defensa de los derechos humanos, plasmadas en documentos
propios y en otros de las organizaciones extranjeras.
A comienzos de 1980, las “madres-abuelas” parecían aun ser parte integrante de Madres de
Plaza de Mayo. Por ejemplo, una carta de agradecimiento recibida entre enero y marzo de ese año
por la organización canadiense Desarrollo y Paz, que citamos en el capítulo anterior, las

115
mencionaba como una “subcomisión de abuelas” dentro de Madres145. Sin embargo, algunas
acciones realizadas desde el año anterior comenzaban a mostrar el lento proceso de autonomización
del grupo. Entre ellas, destaca el primer contacto directo realizado entre el grupo y un organismo
extranjero, que tuvo lugar entre octubre y noviembre de 1979. En ese momento, “Chicha” Mariani
y “Licha” De La Cuadra decidieron viajar a Brasil ya que se habían enterado a través de la
localización de los hermanos Julien Grisonas en Chile gracias a las gestiones de CLAMOR.146 Este
viaje y el contacto con los referentes de CLAMOR (el arzobispo de San Pablo, Paulo Evaristo
Arns, y el Reverendo Jaime Wright, secretario general de la Iglesia Presbiteriana Unida de Brasil)
y con otras organizaciones brasileñas fueron posibles gracias a la ayuda de Adolfo Pérez Esquivel,
el presidente del SERPAJ, según rememoraba Mariani en una entrevista del año 2002:

La primera vez que fuimos a Brasil, nos había dicho Pérez Esquivel, nos había dado una carta
para una persona, Fray Alamiro, de Justicia y Paz. [Era] la primera entrada allí, porque sabíamos
que habían encontrado a los chicos en Chile y queríamos tomar contacto con la gente allí (...)
Después conocimos en esa oportunidad a Jaime Wright, al cardenal Arns que tanto ha hecho por
los desaparecidos Nos instalaron en la casa de una señora que se llama Merlice, un lugar muy
lindo. Y bueno, ahí hicimos nuestras primeras incursiones. Y conocimos a Jaime Wright.
(...) Hicimos muchos viajes. Dos o tres veces al año íbamos porque ellos hicieron un almanaque
en base a todas las fotos y datos que llevamos nosotros en los distintos viajes. El almanaque ese
lo voy a tener también, porque es muy notorio, muy lindo. Eso significó crear toda una confianza
con la familia de Jaime Wright. Bueno, esos fueron los primeros viajes. 147

El vínculo con CLAMOR se consolidó con el tiempo y fue muy importante para el grupo
de “madres-abuelas” y luego para la ya conformada “Abuelas de Plaza de Mayo”, no sólo por su
activa colaboración sino porque les tendió un puente con otras organizaciones internacionales de
derechos humanos:

Siguió esta amistad y se convirtió en una hermosa amistad, con Jaime Wright, hasta siempre,
hasta que murió hace dos años [año 2000]. Que nos ayudó muchísimo, él nos abrió el panorama
de qué hay en el exterior, por ejemplo. Nos contactó con el Consejo Mundial de Iglesia. (...)
Él nos presentó allá a Harper, del Consejo Mundial de Iglesias, un día que había venido de
Ginebra y estaba ahí.148

145
“Argentina mothers say cards may total 170.000”, The Global Village Voice. The Newspaper of Development and
Peace. Vol. 4 No. 3 en/mar 1980., p. 1. Inglés en el original (traducción propia).
146
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002.
147
Ibíd.
148
Ibíd.
116
Durante 1980 la agrupación pudo establecer vínculos directos con otros organismos
extranjeros, como el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) al que refiere Mariani, Amnistía
Internacional (AI) y la canadiense Desarrollo y Paz. Con el fin de fortalecer estas relaciones y
amplificar la denuncia de la “desaparición de niños”, entre fines de 1980 e inicios de 1981, Estela
Barnes de Carlotto y Chicha Mariani emprendieron un viaje en el que recorrieron trece países de
Europa y América del Norte, fueron recibidas por diferentes organismos internacionales y
realizaron presentaciones en la ONU y la OEA.149
A la par de esta progresiva inserción en las redes transnacionales y la construcción de una
red de vínculos propia, durante 1980 la agrupación empezó a adoptar un nombre propio para sus
presentaciones públicas. Como vimos en el capítulo anterior, la denominación del grupo había sido
muy inestable en los primeros años, muchas veces llamándose simplemente como grupos de
“madres-abuelas”. A comienzos de 1980 dirigieron una carta al Presidente de facto Jorge Rafael
Videla en la que se presentaban como “Abuelas de Plaza de Mayo” (rótulo que habían usado con
anterioridad al menos una vez, en la nota del Buenos Aires Herald de 1978 que citamos en el
capítulo anterior).150 Sin embargo, en las siguiente solicitadas y presentaciones durante ese año
usaron otro nombre, el de “Abuelas Argentinas con Nietitos ‘Desaparecidos’”. Con esta
denominación firmaron ese año al menos dos documentos: una solicitada en el diario El Día de La
Plata y una nueva presentación judicial ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación para que
intercediera a favor de su demanda. 151
La elección del nombre “Abuelas Argentinas con Nietitos ‘Desaparecidos” merece algunos
comentarios. Primero, daba a entender la voluntad de la agrupación de difundir el reclamo en el
exterior (por eso el adjetivo “argentinas”, redundante para una agrupación de alcance nacional
pero indispensable para otra que quiera proyectarse hacia el exterior). Asimismo, el nombre recurre
a figuras “familistas” que interpelaban al interlocutor desde un lugar emocional-afectivo,
construían la legitimidad de su reclamo sobre la indefensión e inocencia absoluta de las víctimas
y confrontaban con el discurso castrense de la “guerra antisubversiva” como defensa de la familia:
ellas eran “abuelas” cuya única condición en común era tener “nietitos” (con el diminutivo para
enfatizar su corta edad, su ternura, su indefensión) ‘desaparecidos’ (entrecomillado en el original).

149
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016.
150
Carta de Abuelas de Plaza de Mayo a Jorge Rafael Videla, 7 de febrero de 1980. Archivo CELS, FICELS, Fondo
Otras Organizaciones (FOO), Caja 22.
151
“Niños ‘Desaparecidos’ desde 1976”, El Día, 24 de agosto de 1980La Plata; Corte Suprema de Justicia de la Nación,
Expte. P-545 RH, 1980, “Pavón de Aguilar, Elsa Beatriz y otras s/pedido”, f. 4. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 104.
117
Volveremos sobre estos aspectos del discurso de la organización más adelante, pero queremos
destacar otro elemento interesante del nombre: el llamativo uso de la palabra “desaparecidos” entre
comillas. El uso de las comillas pareciera operar como una denuncia subrepticia de la represión,
al señalar la inadecuación entre el paradero y estatus indeterminado del “desaparecido” y el
conocimiento cada vez más certero de que los/as niños/as no estaban vagamente “desaparecidos”
sino que habían sido secuestrados por las Fuerzas Armadas, o habían nacido durante el cautiverio
de sus padres, y luego habían sido “dados en adopción” o “regalados”.
El nombre “Abuelas Argentinas con Nietitos ‘Desaparecidos’” parece haber sido utilizado
en otros documentos o en las primeras presentaciones en el extranjero, como demuestran algunas
intervenciones del Coloquio de París de fines de enero y principios de febrero de 1981, donde la
agrupación es mencionada con ese nombre.152 Sin embargo, su vigencia fue muy breve. De hecho,
en paralelo, en un comunicado de enero de 1981, la agrupación volvía a presentarse como “Abuelas
de Plaza de Mayo”, que se convertiría de ahí en adelante en su nombre definitivo, con el que
firmarán todos sus documentos y se presentarán ante la prensa nacional y los organismos
extranjeros.153
Cabe señalar, empero, que el uso de un nombre distintivo (ya fuera “Abuelas Argentinas...”
o “Abuelas de Plaza de Mayo”) no implicaba en sí mismo que el grupo fuera ya en una organización
independiente, como sus mismas integrantes aclaraban en su carta a la Corte Suprema, a fines de
1980:
Somos un grupo de abuelas argentinas con nietitos “desaparecidos” que recurrimos al más alto
Tribunal de Justicia confiando en los sentimientos cristianos de V.V.E.E. y en la JUSTICIA
ARGENTINA, para que impere el derecho de nuestros nietos, seres incapaces de defenderse
por sí mismos por su corta edad (...)
El 11 de abril de 1978, trece de nosotras elevamos a la Suprema Corte de Justicia de la Nación
nuestro clamor desesperado pidiendo amparo para nuestros niños, de los que no habíamos
podido tener noticias, declarándose V.E. incompetente el 20 de julio de 1978 (...)
Desde entonces creció nuestro grupo, que no es una asociación, sino sólo eso, un grupo de
dolientes mujeres que nos vamos encontrando en nuestro continuo peregrinar.154

152
“La búsqueda de los detenidos-desaparecidos en la Argentina”, intervención de la Comisión de Solidaridad de
Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Muertos en la Argentina (COSOFAM) en el Documento presentado en el
Coloquio Internacional “La política de desaparición forzada de personas”. Senado de la República Francesa. 31 de
enero y 1 de febrero de 1981. Biblioteca de Documentación Internacional Contemporánea de la Universidad París X
(BDIC), Fondos Weil, f. 1116.
153
El primer documento firmado con esta denominación es un comunicado de enero de 1981 que llevaba por título
“Niños y bebés desaparecidos en la República Argentina desde 1976” (reproducido en Amorós, 2011, pp. 304-305).
154
Corte Suprema de Justicia de la Nación, Expte. P-545 RH, 1980, “Pavón de Aguilar, Elsa Beatriz y otras s/pedido”,
f. 4. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 104.
118
La agrupación se presentaba ante el tribunal como un “grupo de abuelas argentinas con
nietitos ‘desaparecidos’”. Sin embargo, este nombre no aparecía en mayúsculas, como sí pasaba
en las solicitadas en los diarios, por lo que podría entenderse como un apelativo genérico, la
descripción objetiva de la condición de esas mujeres. Más aun, dos párrafos después aclaraban que
su grupo “no es una asociación” sino simplemente un “grupo de mujeres dolientes”. Desde luego,
se puede suponer que esta forma de presentarse era parte de una estrategia discursiva para construir
la legitimidad de su reclamo. Por un lado, ya que al negar la condición de “asociación” rechazaban
cualquier posible direccionalidad política que pudiera subyacer a esa noción, conjurando así las
acusaciones de “delincuentes subversivas” con las que el régimen catalogaba a los organismos de
derechos humanos. Al mismo tiempo, invocándose como “madres dolientes”, o como dicen en otro
pasaje de la misma presentación, “simples mujeres, madres-abuelas (...) que no entendemos mucho
(...) sólo sabemos que nuestras criaturas están desaparecidas” 155, interpelaban a sus interlocutores
judiciales aliados del régimen a través de las mismas figuras familistas que constituyeron la base
del discurso hegemónico de la dictadura militar (Filc, 1997; Jelin, 2007; Quintana, 2016). En este
sentido, esta afirmación (“abuelas argentinas con nietitos ‘desaparecidos’ (...) no es una
asociación”), formulada en este contexto de enunciación, no nos permitiría por sí sola demostrar
que, en efecto, todavía no era una organización independiente.
Sin embargo, existen otros indicios de la misma época que apuntan en el mismo sentido:
aunque el proceso de autonomización era cada vez más acentuado, el grupo todavía se encontraba
muy fuertemente vinculado a Madres de Plaza de Mayo. Por ejemplo, el 23 de abril de 1981 se le
envió al Director General de Ceremonial y Audiencias del gobierno militar un pedido de reunión
con el nuevo presidente de facto, el Tte. Gral Roberto Eduardo Viola firmado por “Madres y
Abuelas de la Plaza de Mayo”, lo que podría sugerir que se trataba de dos organizaciones o de una
sola con ese nombre. El único indicio de que podrían ser dos agrupaciones distintas son las rúbricas
de las integrantes: al lado de la firma de varias integrantes de Madres aparece la firma de “Chicha”
Mariani, y arriba de ella la aclaración “Por las Abuelas” escrita a mano. Sin embargo, la carta
estaba escrita a máquina sobre un papel membretado con el logo de la Asociación Madres de Plaza
de Mayo.156

155
Ibíd.
156
Carta de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo al Comodoro Francisco Constantino, Director General de Ceremonial
y Audiencias de la República (23 de abril de 1981). Buenos Aires. Ese primer logo de Madres simbolizaba
gráficamente una operación aritmética en la que la suma de las palabras “Verdad, Justicia, Libertad y Amor” daban
por resultado la “Paz”.
119
Durante el mes de agosto de 1981 el grupo logró cierta presencia en la prensa. El 1 de agosto
publicaron una solicitada en La Prensa, aprovechando como la celebración del Día del Niño, como
habían hecho en años anteriores. La solicitada iba con la firma de “Abuelas de Plaza de Mayo”. El
5 de agosto, la organización presentó una petición a la Junta Militar y organizó una conferencia de
prensa el 10 de agosto para darla a conocer. La Prensa, que cubrió la conferencia, presentó a la
organización como “un grupo autodenominado ‘Las Abuelas de Plaza de Mayo’ – forma parte de
la Asociación Madres de Plaza de Mayo”. 157 Significativamente, los otros medios que reportaron
la noticia se refirieron al grupo de la misma manera, lo que indicaría que no se trató de un error del
periodista sino que fue la forma en la que ellas mismas se presentaron. 158
Por cierto, la misma elección del nombre “Abuelas de Plaza de Mayo” habla de la profunda
simbiosis entre la agrupación originaria y aquella que se estaba creando y desprendiendo de su
seno. ¿Por qué las integrantes del grupo de “madres-abuelas” decidieron cambiar, en menos de un
año, el nombre de “Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos” por el de “Abuelas de Plaza
de Mayo”? Las historias institucionales actuales afirman que este cambio se produjo porque la
prensa nacional e internacional ya las llamaba así, al confundirlas con las Madres (Abuelas de Plaza
de Mayo, 2007). Sin embargo, en un documento de abril de 1982, el primer número de
Informaciones, su primera publicación regular, la organización decía que se había cambiado el
nombre “por invitación de las Madres de Plaza de Mayo”. 159 En la primera interpretación, el
cambio sería producto de una contingencia involuntaria, ligada al reconocimiento que habría
comenzado a tener Madres en la escena local e internacional. En la segunda, en cambio, la
intervención de Madres resulta determinante. 160
Resulta difícil establecer cuál de las dos explicaciones ofrecidas por los actores se ajusta
más al curso de los acontecimientos. En principio, no encontramos prácticamente evidencia que
muestre a la prensa local denominando a la agrupación como “Abuelas de Plaza de Mayo” antes
de 1981, cuando el propio grupo comenzó a llamarse de esa forma.161 Por otra parte, resulta

157
“Presentación por criaturas desaparecidas” (11 de agosto de 1981). La Prensa, Archivo CELS.
158
“Abuelas, Claman” (11 de agosto de 1981). Crónica; “Grandmothers seek missing children” (11 de agosto de 1981).
The Buenos Aires Herald. Archivo CELS.
159
Sin título (abril de 1982). Informaciones. Abuelas de Plaza de Mayo. AAPM-AH, CP.
160
En su biografía de Chicha Mariani, Juan Martín Ramos Padilla recoge una tercera explicación. Según las fuentes
que él habría consultado, fue Pérez Esquivel quién les pidió al grupo de Abuelas que, si se separaban de Madres, al
menos agregaran el “de Plaza de Mayo” en su nombre. Cfr. Ramos Padilla, J. M. (2006). Chicha. La fundadora de
Abuelas de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Editorial Dunken, pp. 185 y ss.
161
La única excepción es la nota del Buenos Aires Herald de mayo de 1978 que hemos mencionado en el Capítulo I.
120
plausible que Madres haya sugerido o “invitado” al grupo de “madres-abuelas” a cambiarse el
nombre, seguramente con el fin de potenciar el reclamo mutuo. De hecho, como efecto de sentido
(ya fuera buscado o no), esta homogeneización denominativa ponía de relieve el carácter de
denuncia y de lucha de la organización y su entrelazamiento con la lucha y el reclamo de Madres,
reunidas ambas organizaciones no sólo por el lazo de parentesco con las víctimas sino también por
el espacio físico y simbólico de la Plaza de Mayo como emblema de la oposición a la dictadura.162
Con todo, más allá de cuál haya sido efectivamente la causa última del cambio de nombre
(sin descartar que hayan actuado en diferente medida los dos factores mencionados, u otros que
escapan a nuestro conocimiento), e independientemente de las interpretaciones que se podrían
ofrecer de los diferentes relatos de los actores, lo que interesa destacar es que la mutación
denominativa vuelve a realzar la persistente imbricación del grupo de “madres-abuelas” con
Madres, su organización originaria, que directa o indirectamente influyó en el cambio de nombre
y la elección de “Abuelas de Plaza de Mayo”.
Como hemos visto, la vinculación de forma directa con las redes transnacionales y la
creación de una red propia de contactos contribuían a reforzar el proceso de autonomización de
Abuelas. En este sentido, fue muy relevante un largo viaje por Europa de dos referentes de la
organización, que entre septiembre y noviembre de 1981 visitaron varios países y mantuvieron
encuentros con referentes de numerosas organizaciones. Con algunas organizaciones, como
Amnistía Internacional y el Consejo Mundial de Iglesias, ya existían vínculos; otras, como Defence
for Children y Save the Children, eran contactadas por primera vez. 163 Como puede observarse a
través de registros periodísticos que dan cuenta de su paso por los diferentes países europeos, las

162
Sobre la Plaza de Mayo de la Ciudad de Buenos Aires como espacio y símbolo de la oposición antidictatorial
ejercida por los organismos de derechos humanos, véase Lorenz (2008) y Sigal (2006).
163
El viaje se prolongó del 5 de septiembre al 6 de noviembre de 1981. Las dos referentes de Abuelas visitaron Francia,
Suiza, Alemania, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Noruega, Inglaterra, Italia y España. Un resumen de su
itinerario permite reconstruir las actividades que realizaron. Salvo en Italia, donde sólo se pudieron contactar con
algunos miembros de la Democracia Cristiana y con contactos en el Vaticano, en el resto de los países tuvieron
numerosas entrevistas. Entre las personalidades y grupos con los que se reunieron, destacan funcionarios oficiales y
representantes de partidos (casi todos socialistas, socialdemócratas, democristianos y, en menor medida, comunistas)
y sindicatos locales; iglesias y organizaciones católicas y protestantes; las secciones nacionales de Amnistía
Internacional; diversas organizaciones internacionales de derechos humanos, muchas de ellas dedicadas
específicamente a la niñez, como Defence for Children y Save the Children; importantes funcionaros de organismos
gubernamentales como Theo Van Boven, secretario de la División Derechos Humanos de la ONU y también grupos
de exiliados argentinos. Asimismo, durante el viaje ofrecieron reportajes para la prensa, la radio y la televisión, dieron
conferencias de prensa y charlas en escuelas y universidad y expusieron la situación de los “niños desaparecidos” ante
los parlamentos danés, sueco, noruego e inglés. Cfr. “Itinerario del viaje de dos abuelas a Europa: 5/9/81 al 6/11/81”
(s/f). Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22.
121
dos referentes de Abuelas presentaban al grupo como una organización independiente,
específicamente dedicada a la cuestión de los/as “niños desaparecidos”.164 Pero además del
reconocimiento internacional que generaban estas presentaciones, en los siguientes meses y años
estas organizaciones apoyaron a Abuelas a través de múltiples acciones que también de esa forma
contribuyeron a su consolidación institucional.
Al mismo tiempo, empero, la vinculación con el extranjero también exhibía las
contradicciones y ambigüedades de este proceso, como quedó de manifiesto en el II Congreso
Latinoamericano de Familiares de Desaparecidos, llevado a cabo entre el 24 y 28 de noviembre de
1981. Este congreso, promovido por la organización venezolana Fundación Latinoamericana para
el Desarrollo Social (Fundalatin), y en particular por uno de sus principales dirigentes, el sacerdote
católico Patrick Rice, fue un verdadero hito en el proceso de construcción de redes regionales de
solidaridad entre las organizaciones de derechos humanos, pues reunió a organismos de familiares
de víctimas de las distintas dictaduras de la región y dio como resultado la creación de la Federación
Latinoamericana de Familiares de Desaparecidos (FEDEFAM) (Ayala, 2014). En este encuentro,
tan relevante para el activismo humanitario regional, el otrora grupo de “madres-abuelas”
participaba de manera independiente, como lo hacía constar en su presentación:

Desde 1980 nuestra Asociación dejó de llamarse ‘Abuelas Argentinas con Nietitos
Desaparecidos’ para denominarse ‘ABUELAS DE PLAZA DE MAYO’, compartiendo con
Madres de Plaza de Mayo sus estatutos y principios, también su sede.
Nuestra solidaridad es total con ellas e idéntico nuestro reclamo pues somos madres con hijos
desaparecidos. Como "Abuelas" mantenemos total independencia de acción y criterios, así como
económica.
Nuestra acción está encaminada específicamente a la búsqueda de los niños desaparecidos desde
1976 en nuestro país.165

164
Por ejemplo, el diario francés de orientación católica La Croix reseñaba la presentación del grupo ante la ONU
afirmando que “Las ‘Abuelas de Plaza de Mayo’ comparecen hoy en Ginebra para presentar (...) un dossier de 74 casos
de niños, en muchos casos de muy corta edad, secuestrados junto con sus padres en el curso de operativos de las fuerzas
de seguridad argentina, o que han nacido en cautiverio durante la detención de sus madres” (“Argentina: Et ils enlèvent
même les enfants...”, 15 de septiembre de 1981, La Croix, París, p. 3). Una reseña de las actividades realizadas por las
dos referentes del grupo en España, entre el 4 y el 6 de noviembre, muestra una presentación similar: “Las Abuelas de
Plaza de Mayo realizaron, a finales del año 1981, una gira por Europa. A su paso por Madrid ofrecieron una conferencia
de prensa y mantuvieron una reunión con el exilio argentino. La presente nota es una síntesis de lo que las abuelas
manifestaron en ambas reuniones.” Cfr. “Síntesis de la conferencia de prensa con el exilio argentino de las Abuelas de
Plaza de Mayo” (s/f). Revista Propuesta. reproducido en Amorós, M. (coord.) (2011) Argentina en el Archivo de
IEPALA (1976-1983). Madrid: IEPALA Editorial, pp. 478-480
165
Abuelas de Plaza de Mayo, “Informe presentado para el II Congreso Latinoamericano de Familiares de
Desaparecidos”, 24 de noviembre de1981. AAPM-AH, Caja Organismos (CO). Mayúsculas en el original. Con
respecto al nombre “Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos”, a través de las fuentes sólo se puede constatar
su uso públicos en algunas solicitadas de 1980.
122
Esta cita muestra el alcance pero también los límites de la autonomización de Abuelas de
Plaza de Mayo. Por un lado se presentaban como una organización con “total independencia”
económica, de acción y de criterios, orientada específicamente a la búsqueda de los/as “niños
desaparecidos”. Al mismo tiempo, empero, afirmaban compartir con Madres “sus estatutos y
principios, también su sede” siendo total su “solidaridad” e “idéntico” su reclamo en tanto madres
con hijos/as desaparecidos/as. En esas condiciones la “total independencia” se veía bastante
limitada. En otra prueba de la profunda interconexión entre ambas organizaciones (y quizás
también del importante reconocimiento internacional del que gozaba Madres ya para ese entonces),
es un reportaje realizado en Caracas a “Chicha” Mariani y Estela de Carlotto durante los días del
Congreso de FEDEDAM afirmaba que “después de recorrer infructuosamente cualquier
dependencia oficial que tuviera relación con los niños, las abuelas decidieron sumarse a las Madres
de la Plaza de Mayo buscando en la unión mayor fuerza”. 166 Curiosamente, el derrotero
organizativo había sido prácticamente el inverso: escindirse de Madres para potenciar la búsqueda
específica de los/as niños/as.
El mes de diciembre de 1981 resultó ser un punto de inflexión en el doble proceso de
autonomización e institucionalización de Abuelas de Plaza de Mayo y de visibilización pública de
su demanda, que se condensó como el problema de “los niños desaparecidos”. En torno a la primera
Marcha de la Resistencia, que se llevó a cabo entre el 10 y el 11 de diciembre de ese año, se
produjeron dos acontecimientos que resultaron ser cruciales.
El 10 de diciembre de 1981, la habitual “ronda de los jueves” de Madres coincidía con el
Día Universal de los Derechos Humanos. Para concitar la atención de la prensa, la organización
convocó a los otros organismos de derechos humanos a realizar ese día una “Marcha de la
Resistencia”. La propuesta consistía en marchar durante 24 horas seguidas alrededor de la Pirámide
de Mayo, desde las 15.30hs del día jueves hasta la misma hora del día siguiente. Un fuerte control
policial, que cortó el tránsito en la zona, intentó sin éxito impedir el ingreso de personas a la plaza.
Pero los y las manifestantes lograron sortear este vallado y, después de unos primeros forcejeos, la
marcha transcurrió pacíficamente. La asistencia, sin ser multitudinaria, fue mucho más numerosa
que la de las semanales rondas de los jueves. Según la prensa de la época fluctuó entre 500 y 1000

Glenda Bustamante, “’Los militares se roban a nuestros nietos’” (28 de noviembre de 1981). El Nacional, Caracas.
166

Archivo CELS-FICELS-SDP.
123
personas el primer día, bajando a unas 200 durante la vigilia nocturna, para incrementarse hasta un
pico de 2500 cerca del final, el día viernes. 167 Destacó la presencia del Premio Nobel de la Paz
Pérez Esquivel, que en declaraciones periodísticas pidió a los gobernantes que atendieran al
reclamo de las Madres para darle “una solución definitiva al drama que vive el país”. 168 En la
marcha se vociferaron varias consignas, entre ellas “libertad, libertad”, “¿nuestros hijos dónde
están?” y “¿los desaparecidos dónde están?”. Pero sin dudas la más importante fue la de “aparición
con vida de los detenidos-desaparecidos”, que se convertiría en la consigna principal del
movimiento de Derechos Humanos en la lucha de los años finales de la dictadura (Veiga, 1985;
Jelin, 1995).169 Las manifestaciones no se limitaron a Buenos Aires: acciones similares se
replicaron en diferentes ciudades del país, lo que puede verse como un signo tanto del crecimiento
y de la mayor articulación de los organismos de derechos humanos a nivel nacional, como de la
acelerada deslegitimación que vivía el gobierno militar, jaqueado por la crisis socioeconómica, y
de la relativa relajación de la represión que proponía el nuevo presidente de facto Roberto Eduardo
Viola (Canelo, 2016; Franco, 2018).170

167
“Iniciaron ayer una marcha de 24 horas las Madres de Plaza de Mayo”, La Prensa, 11 de diciembre de 1981;
“Madres: fin a marcha”, Crónica, 12 de diciembre de 1981; “Marcha de protesta por los desaparecidos”, Clarín, 11 de
diciembre de 1981; “Mums start 24-hours vigil”, The Buenos Aires Herald, 11 de diciembre de 1981; “Concluyó la
marcha en Plaza de Mayo”, 12 de diciembre de 1981, Clarín. Archivo CELS, FICELS, SDP y BNMM-H. Una foto de
la manifestación, que con el tiempo se volvería icónica, muestra a varios centenares de personas formando un círculo
muy amplio alrededor de la Pirámide de Mayo. Véase: “‘Madres de Plaza de Mayo’: Se realizó en orden su
manifestación”, La Razón, 12 de diciembre de 1981.
168
“Marcha de protesta por los desaparecidos”, Clarín, 11 de diciembre de 1981.
169
“Madres: fin a marcha”, Crónica, 12 de diciembre de 1981.
170
Entre varias de las numerosas acciones, en la Iglesia de Santo Domingo de la ciudad de Córdoba se realizó el jueves
10 a la tarde una misa para los familiares de detenidos y desaparecidos que fue atacada con pastillas de gamexane
(“Tiran gamexane durante ceremonia religiosa”, Crónica, 12 de diciembre de 1981). Un oficio religioso similar, en
nombre de “la paz y la clarificación de la situación de los desaparecidos” dispensó Monseñor David Dip en la Basílica
de Nuestra Señora de la Piedad de San Miguel de Tucumán.Plaza (“Mums end maratón”, The Buenos Aires Herald,
12 de diciembre de 1981., p. 16.). En Neuquén, después de realizar una marcha por los derechos humanos, familiares
y sacerdotes, encabezados por el Padre Rubén Capitanio, iniciaron el jueves 10 a la noche un “ayuno y oración” en
reclamo de la “aparición con vida de todos los detenidos-desaparecidos” y la “liberación de los presos políticos y
gremiales, injustamente encarcelados (“Madres: fin a marcha”, Crónica, 12 de diciembre de 1981). En la ciudad de
Santa Fe, APDH y Familiares presentaron un petitorio ante el gobernador el 10 de diciembre. Al día siguiente, se
celebró una misa por los desaparecidos en la Basílica de Guadalupe (Alonso, 2011, pp. 118-120).
Cabe destacar que ese mes de diciembre resultó ser políticamente muy convulsionado. Además de las acciones de los
organismos de derechos humanos, la Multipartidaria convocó para el 17 de diciembre una concentración. Si bien la
asistencia no fue multitudinaria, el acto tuvo resonancia porque el documento leído (titulado “Antes que sea tarde”)
tuvo un fuerte tono antimilitarista, ya que se exigía retorno al Estado de Derecho y la vigencia de la Constitución, un
cronograma electoral claro y una serie de medidas para paliar la crisis económica y social. En este contexto de amplios
cuestionamientos, Viola se vio aún más debilitado al interior de las fuerzas y finalmente fue destituido por los sectores
“duros” el 22 de diciembre (Canelo, 2016; Franco, 2018).
124
En Buenos Aires, en tanto, Abuelas de Plaza de Mayo, que acompañó la Marcha de la
Resistencia, también aprovechó para hacer un importante anuncio, relativo a su demanda
específica. Mientras trascurría el segundo día de la manifestación, el viernes 12 por la mañana,
diferentes personalidades de la cultura y del movimiento de Derechos Humanos (entre los que se
encontraban el escritor Ernesto Sábato y el premio Nobel Pérez Esquivel) realizaron una
conferencia de prensa en un departamento de la Av. Callao de la misma capital para presentar el
“Movimiento por la Recuperación de los Niños Desaparecidos”.
Nos detendremos más adelante en el análisis de esta conferencia y de las implicancias que
tuvo este movimiento, integrado por reconocidas figuras públicas, en la construcción del problema
público de “los niños desaparecidos”. Nos interesa destacar ahora que esta presentación fue
cubierta por casi todos los diarios de la Capital Federal. Era la primera vez que un acto realizado
exclusivamente por Abuelas cobraba tanta notoriedad y captaba la atención de otros medios que
no fueran La Prensa y el Buenos Aires Herald. Las notas periodísticas, además, daban cuenta de
que esta iniciativa era promovida por un organismo diferente al ya conocido de las Madres de Plaza
de Mayo. La nueva agrupación era vagamente señalada como un “grupo de abuelas” en Clarín,
Diario Popular y La Prensa, pero presentada por su nombre completo, “Abuelas de Plaza de
Mayo”, por La Razón y The Buenos Aires Herald. 171
Aquel diciembre de 1981 iba a deparar un segundo acontecimiento decisivo en el derrotero
de Abuelas de Plaza de Mayo. En paralelo a la Marcha de la Resistencia de la Capital Federal, en
la ciudad de Neuquén comenzó una vigilia de “ayuno y oración” para exigir información sobre
los/as detenidos/as-desaparecidos/as. Tras finalizar la larga jornada de manifestación frente a la
Casa de Gobierno, las Madres decidieron replicar en Buenos Aires esta acción. Con este fin, seis
integrantes de la organización se dirigieron el sábado 12 de diciembre a la Catedral de Quilmes,
donde por la noche iniciaron una huelga de hambre.172 En un comunicado de prensa, Madres pedía
adhesiones y acompañamiento en su “pacífico reclamo”. Para el tercer día ya eran diez las mujeres

171
“Reclaman la recuperación de los niños desaparecidos”, Diario Popular, 12 de diciembre de 1981; “Movimiento
por los derechos humanos”, Clarín, 12 de diciembre de 1981; “Un movimiento por los niños desaparecidos”, La
Prensa, 12 de diciembre de 1981; “‘Madres de Plaza de Mayo’: Se realizó en orden su manifestación”, La Razón, 12
de diciembre de 1981.; “Plaza Mums end maratón”, The Buenos Aires Herald, 12 de diciembre de 1981.
172
“Ayuno de madres de desaparecidos”, Crónica, 13 de diciembre de 1981; “Ayuno de seis madres”, Clarín, 14 de
diciembre de 1981.
125
haciendo ayuno dentro de la catedral quilmeña, a las que se les había sumado el cura Antonio
Puigjané. Entre las que llevaban adelante la medida estaban Hebe de Bonafini y Nora Cortiñas. 173
La elección del lugar para realizar esta medida no fue azarosa. La diócesis de Quilmes se
encontraba a cargo de Monseñor Novak, fundador del Movimiento Ecuménico por los Derechos
Humanos y uno de los pocos obispos, junto con Miguel Hesayne y Jaime de Nevares (integrantes
de la APDH), que cuestionaban públicamente el accionar represivo del gobierno militar. De
Nevares era el obispo de Neuquén y, de hecho, apoyó y acompañó la huelga de hambre que
encabezaba en la capital provincial el Padre Capitanio. 174 Probablemente, las integrantes de Madres
de Plaza de Mayo consideraran que Novak también apoyaría su huelga de hambre dentro del recinto
de su Catedral. Sin embargo, la acción no contó con el aval ni del obispo ni de los religiosos de la
iglesia. En un principio, las autoridades religiosas decidieron tolerar la presencia del grupo de
ayuno.175 Con el transcurrir de los días la situación se volvió más tensa. El jueves 17, el Obispado
de Quilmes emitió una declaración en la que expresaba que

Ni el señor obispo ni sacerdote o institución alguna habían sido consultados previamente sobre
esta medida, que tampoco fue autorizada (...) aun compartiendo su dolor, no podemos, sin
embargo, aprobar la actitud de esta madres al tomar una decisión de muy dudosa eficacia, de la
que en ningún momento fuimos informados. 176

A pesar de estas fuertes declaraciones, el grupo de madres prosiguió con su huelga de


hambre, ocupando unos bancos del sector delantero de la nave central de la iglesia. La organización
aprovechó la atención obtenida por la medida para enviarle una carta pública al Papa Juan Pablo II
y para escribir un telegrama a la Junta Militar, reclamando “que esclarezca la situación de los
detenidos-desaparecidos en Argentina”.177
Finalmente, la medida se extendió hasta el martes 23 de diciembre a las 18.30hs. El grupo
madres decidió no continuar con el “ayuno y oración” debido a la falta de apoyo de la jerarquía
eclesiástica y, en particular, “por la constante agresión del párroco de la catedral, padre Isidoro
Pseuda, y su consejo pastoral, que nos amenaza con imprevisibles consecuencias”. Fuertemente

173
“Two join Mother’s protest; telegram sent to Pope”, The Buenos Aires Herald, 14 de diciembre de 1981.
174
“Reclamo por los desaparecidos”, Diario Popular, 15 de diciembre de 1982.
175
“Ayunan madres de la Plaza de Mayo”, La Nación, 15 de diciembre de 1982. “Reclamo por los desaparecidos,
Diario Popular, 15 de diciembre de 1982.
176
“Ayuna en Quilmes un grupo de madres”, La Nación, 18 de diciembre de 1981.
177
“Los ayunantes de la catedral quilmeña han reclamado a la Junta”, La Razón, 18 de diciembre de 1981; “Hunger
strikes continue”, The Buenos Aires Herald, 18 de diciembre de 1981.
126
críticas del obispado local, añadían en el comunicado que “la iglesia de Quilmes, con profunda
desilusión de nuestra parte, ha dado más importancia a una transgresión legal [en referencia a la
ocupación de la Catedral] que a la hondura y urgencia de nuestro drama”178. El conflicto con Novak
alcanzó tal rispidez que cuando las madres se retiraron de la Catedral, fueron recibidas por 250
personas y, para evitar nuevas intrusiones en el recinto eclesiástico, el obispo dispuso cerrar sus
puertas y cancelar todos los oficios hasta que la gente se hubiera dispersado por completo. 179
El enfrentamiento de Madres de Plaza de Mayo con Novak generó fuertes molestias en el
grupo de Abuelas de Plaza de Mayo. La líder de la agrupación, Chicha Mariani, tenía buena
relación con el obispo de Quilmes, quien las acompañó en numerosas acciones públicas. En un
interesante diálogo que mantuvieron para la Revista Mu en el año 2010, Mariani le recordaba a
Bonafini por qué le había molestado tanto la actitud de Madres en esa ocasión y hasta qué punto
terminó de motivar la ruptura entre ambas organizaciones:

María Isabel Chorobik de Mariani: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la
Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre
todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir
discutiendo”, y me abrí.
Hebe de Bonafini: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia.
Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo (...) Y ya ni sé qué le
habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a
echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero
es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor,
la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
Mariani: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda
para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. 180

Si bien la prensa de la época no registra la presencia de ninguna de las referentes del grupo
de Abuelas de Plaza de Mayo durante el ayuno, es probable que en los primeros días de la medida
Mariani y quizás algunas otras se hayan acercado para acompañar la acción y que, ante el creciente
conflicto con la autoridad episcopal, hayan decidido retirarse. Como fuera, el hecho puso de relieve
los diferentes modos de acción que cada grupo iba perfilando: frente al carácter “fuerte”,
“desbocado” de Madres (con Bonafini a la cabeza) se contraponía el “rigor” y la “prolijidad para

178
“Finaliza el ayuno de protesta en Quilmes”, La Nación, 23 de diciembre de 1981.
179
“Ayuno”, Diario Popular, 23 de diciembre de 1981). Diario Popular; “Termina su ayuno un grupo de Madres de
Plaza de Mayo”, La Prensa, 24 de diciembre de 1981.
180
“La épica del té., Entrevista a Isabel Chorobik de Mariani y Hebe de Bonafini”, Revista MU, 3, 28 de abril de 2010.
Disponible en: http://www.lavaca.org/mu33/la-epica-del-te/ Última consulta: 08/06/2018
127
investigar todo” de Abuelas (representadas por Mariani, su referente), que en ese momento deciden
“abrirse” (es decir, terminar de consumar la separación entre Abuelas y Madres) para “no seguir
discutiendo”, para no “distraer” la búsqueda de los/as nietos/as.
De esta manera, estos acontecimientos marcaban el inicio de una segunda etapa en el
proceso de institucionalización de Abuelas de Plaza de Mayo, en el cual la autonomía relativa de
la que ya gozaba el grupo se profundizó hasta dar paso a una escisión completa, que se terminó de
concretar en septiembre de 1983 con la constitución de la Asociación Civil Abuelas de Plaza de
Mayo.
Diferentes hitos de este periodo muestran con claridad este acelerado proceso de
institucionalización que vivió el grupo. En febrero de 1982, lo que alguna vez había sido el grupo
de “madres-abuelas” dejó la sede de Madres de Plaza de Mayo e instaló una sede provisoria en un
departamento alquilado en la calle Uruguay 694, en la Capital Federal. El alquiler de este local fue
posible gracias a una donación de la Organización Católica Canadiense para el Desarrollo y la Paz.
También gracias a donaciones extranjeras, en este caso provenientes de Alemania Federal y
Austria, el 17 de diciembre de 1982 pudieron comprar un local definitivo en la calle Montevideo
459, siempre en la Capital. Allí funcionaría la sede principal de la organización hasta marzo de
1988. 181
Otro mojón en este acelerado proceso de institucionalización fue el diseño de un logo propio,
que al menos desde mayo de 1982 la organización comenzó a utilizar en hojas membretadas para
su correspondencia y sus documentos públicos. 182 El logo, que la organización mantiene hasta la
actualidad, estaba basado en un dibujo hecho por una niña de cinco años de un barrio carenciado
de San Pablo, que visitaron en uno de los viajes que las integrantes del grupo hicieron a Brasil
invitadas por CLAMOR, y consistía en la figura de un bebé o un niño pequeño abriendo sus brazos,
circundado por las palabras “identidad, familia, libertad” (Imagen 2).183

181
Abuelas de Plaza de Mayo (1984), op. cit., pp. 8 y ss.; Abuelas de Plaza de Mayo “Invitación a inauguración de
nueva sede”, 2 de diciembre de 1982. AAPM-AH, CCP.
182
El primer documento con este membrete distintivo que hemos podido localizar en el rastreo en varios archivos es
un comunicado del 17 de mayo de 1982, referido a la aparición de amenazas (“inscripciones injuriosas e insultantes”)
en las puertas de las casas de quienes ya se presentaban como presidenta y vicepresidenta de la organización: “Chicha”
Mariani y Estela de Carlotto. Véase: Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 17 de mayo de 1982. Caja
Comunicados de Prensa (CCP). AH-AAPM.
183
Abuelas de Plaza de Mayo (1984), op. cit., p. 3.
128
IMAGEN 2: En el centro, el dibujo original realizado por la niña brasileña. Abajo, a la derecha, el dibujo
transformado en el logo de Abuelas, circundado por las palabras “Identidad. Familia. Libertad”. Abajo,
el epígrafe dice: “La pureza, la sonrisa, el ingenuo garabato, a pesar del dolor, la tortura, la muerte, el
horror”. Fuente: Abuelas de Plaza de Mayo (1984), op. cit., p. 3.

Más significativo aun en el proceso de consolidación organizativa fue la progresiva


incorporación o articulación del grupo de abuelas de colaboradores y profesionales de diversas
disciplinas. Para 1982, era todavía una organización con una estructura pequeña, compuesta por
las abuelas y otros familiares que realizaban un trabajo bastante intuitivo y “artesanal”, aunque de
mucha creatividad, como recuerda el Dr. Norberto Liwski184, médico que comenzó a colaborar con
la organización en septiembre de ese año:

184
Norberto Liwski es médico y docente. Durante la última dictadura fue secuestrado, detenido en un centro
clandestino de detención y luego puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. En 1982, tras su liberación, entró
en contacto con los organismos de derechos humanos. De esta forma conoció a Mariani, por entonces presidenta de
Abuelas de Plaza de Mayo, que lo convocó para que conformara un equipo profesional dentro de la organización con
especialistas de diferentes disciplinas. Liwski coordinó hasta el año 1989 este primer equipo interdisciplinario,
integrado por médicos/as, psicólogos/as, abogados/as y genetistas.
129
Abuelas era, básicamente, un grupo importante de mujeres, que tenían en común que además de
sus hijos e hijas desaparecidos, con ellos habían desaparecido sus nietos en alguna de las dos
modalidades, porque estaban embarazadas al momento del secuestro y, por lo tanto, podían
suponer que habían nacido en cautiverio o porque había quienes habían visto el nacimiento en
cautiverio, o abuelas que supieron que sus hijas/hijos fueron secuestrados juntos con sus nietos.
(...) ¿Y qué más era Abuelas? Bueno, era una estructura mínima, pequeña, una oficina de tres
ambientes, con un gran activismo, mucha tarea de investigación, mucha tarea de buscar desde lo
más cercano hasta lo más lejano una voluntad muy artesanal en un sentido, pero al mismo tiempo
de una creatividad increíble en esa búsqueda. Y eso en un clima de muchísima solidaridad en el
grupo de Abuelas.185

El primer acercamiento fue el de la abogada Mirta Guarino. Durante los años previos, el
asesoramiento legal había sido proporcionado por los abogados del CELS. A comienzos de 1982,
Guarino, una joven recientemente graduada de la Universidad de Buenos Aires que no pertenecía
al CELS, comenzó a colaborar con las presentaciones de escritos legales. A este primer
acompañamiento profesional se sumó el de Liwski en septiembre de 1982. Liwski había
pertenecido al movimiento de promoción de la medicina comunitaria. Durante la dictadura fue
secuestrado, detenido clandestinamente y luego puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional
hasta su liberación en 1982. Tras su liberación, conoció en septiembre de ese año a “Chicha”
Mariani a través del Padre Mario Leonfanti de la parroquia Nuestra Señora de los Remedios del
barrio de Mataderos, en Capital Federal. Comenzaron a conversar sobre los posibles aportes que
desde diferentes disciplinas científicas se podían realizar a la búsqueda y restitución de los/as
niños/as y también en el acompañamiento a las familias y así surgió la idea de crear un Equipo
Interdisciplinario:

Comenzamos el diálogo sobre cuáles podrían ser las necesidades en los objetivos de Abuelas,
en la búsqueda de sus nietos y nietas. En dos planos: en la búsqueda y en la potencialidad de los
procesos de restitución de los niños y niñas, y también en el apoyo, contención, acompañamiento
de las familias, particularmente de las propias abuelas, o abuelos, tías, tíos o hermanos (...) Y,
como la totalidad de la tarea que se estaba planteando previendo las restituciones futuras,
atendiendo a la necesidad de acompañar y contener situaciones de ansiedad, depresión,
momentos difíciles que atravesaban las familias de los niños desaparecidos, entendí que eso
respondía a la constitución de un equipo interdisciplinario. Entonces se fue generando una
convocatoria de quienes podían sumar desde el conocimiento científico de sus respectivas
disciplinas y un compromiso con los derechos humanos, un equipo, que fue el primer equipo
interdisciplinario de Abuelas de Plaza de Mayo. 186

185
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
186
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
130
A este equipo, que se fue conformando entre 1983 y 1984, se sumaron principalmente
abogados/as, psicólogos/as y médicos/as, biólogos/as y genetistas. Como veremos en el siguiente
capítulo, los saberes provenientes de estas diferentes disciplinas aportaron importantes
herramientas para la búsqueda y localización de “los niños desaparecidos” y su restitución a sus
familias biológicas, y a la vez nutrieron el discurso de la organización, densificando sus conceptos
y aportando argumentos científicos y disciplinares que ayudaron a consolidar la legitimidad social
de su causa.
Además de estos elementos de formalización, como la constitución de su propia sede, de su
logo y de un equipo interdisciplinario de profesionales, otro aspecto que marca la creciente
institucionalización es la acción pública de la organización, que se volvió cada vez más profusa,
visible, distintiva y distinguible. Además de publicar solicitadas como lo había hecho en ocasiones
anteriores, desde 1982 empezó a emitir comunicados y a realizar conferencias de prensa propias
en sus nuevas sedes. Asimismo, empezó a destacar la presencia de su firma, como organismo
independiente, en solicitadas y comunicados conjuntos del movimiento de derechos humanos.
No menos importante, en abril de 1982, la organización comenzó a publicar su primer boletín
informativo: Informaciones. Abuelas de Plaza de Mayo. Se trataba de una publicación muy
sencilla, de factura casera, que consistía, según el número, de una hoja tamaño A5 o A4 doblada al
medio o en tríptico, con notas breves escritas a máquina, algunas infografías y recortes periodísticos
relacionados con los temas abordados en los textos. La austeridad del diseño da la pauta de la
escasez de recursos de la organización, que dependía para su funcionamiento de aportes propios y
de las donaciones provenientes, sobre todo, de individuos y organismos extranjeros. A pesar de sus
limitaciones, esta pequeña publicación fue un paso importante en la construcción de un locus
público y autónomo de enunciación. En su primera serie, contó con siete números. Luego se
discontinuó y reapareció en 1984 (Arditti, 2000).
Asimismo, en las movilizaciones de los organismos de derechos humanos, que se volvieron
más frecuentes y convocantes durante 1982 y 1983, la organización comenzó a participar formando
su propia columna, con banderas, pancartas, afiches y volantes que contenían alusiones específicas
a la cuestión de los/as niños/as desaparecidos/as. Para la Marcha por la Vida del 5 de octubre de
1982, Abuelas sacó un afiche que decía: “Niños desaparecidos en la Argentina desde 1975... ESTO
ES UNA REALIDAD! Abuelas de Plaza de Mayo convocan a la MARCHA POR LA VIDA y la
vigencia integral de los Derechos Humanos” (Imagen 3). En la Marcha por la Vida del año

131
siguiente, pegaron por las calles del centro de Buenos Aires un afiche similar que decía “Niños
desaparecidos: ya hemos encontrado a 11 niños, ayúdennos a encontrar los que faltan” (Imagen 4).
En esa movilización y las siguientes, marcharon con una bandera pequeña, de aproximadamente
2mts x 1mt, con la frase “¿Dónde están los centenares de bebés nacidos en cautiverio? Abuelas de
Plaza de Mayo” rodeada de las fotos de las mujeres embarazadas desaparecidas y sus compañeros
(Imagen 5).

IMAGEN 3: Afiche de Abuelas de Plaza de Mayo para la Marcha por la Vida del 5
octubre de 1982. Fuente: AAMP-AH-CP.

132
IMAGEN 4: Afiche de Abuelas de Plaza
de Mayo de 1983 pegado en un poste en el
centro de la Capital Federal. Fotografía de
Edward Shaw.

IMAGEN 5: Abuelas de Plaza de Mayo en una movilización en 1983 con su bandera distintiva. La sostienen, de
izquierda a derecha, Chicha Mariani, Estela de Carlotto y Raquel Radio de Marizcurrena. Atrás de ellas, a la derecha de
la imagen, se distingue también a Delia Giovanola, sosteniendo una pancarta con la imagen de su hijo Jorge Ogando.
Fotografía de Edward Shaw.

133
Ahora bien, como ya dijimos, un aspecto clave fue el proceso de inserción del grupo en las redes
transnacionales de activismo en derechos humanos. En un movimiento que se retroalimentaba, a
medida que las “madres-abuelas” ampliaban su red directa de apoyos lograban un mayor
reconocimiento institucional que, a la vez, permitía mayor difusión de su reclamo y la vinculación
con nuevas organizaciones extranjeras, lo que daba por resultado una mayor ampliación de esta red.
Por la relevancia de esta interacción en el proceso de institucionalización, pero también por la que
tuvo en la difusión de la demanda específica y de construcción del problema de los “niños
desaparecidos”, analizaremos estas interacciones con un mayor grado de profundidad.

3. “Salir al mundo”: la inserción de Abuelas de Plaza de Mayo en las redes transnacionales


de activismo en derechos humanos

Como señalamos en el capítulo anterior, desde sus comienzos el grupo de “madres-abuelas”


buscó difundir su reclamo en el exterior, dirigiéndose a personalidades y organismos que
conformaban un entramado de redes transnacionales de activismo en derechos humanos. Hemos
visto que estas redes estaban compuestas por un conjunto heterogéneo de actores, con intereses
diversos, que generaban dinámicas complejas de interacción. En este sentido, observamos que el
proceso de inserción del grupo de “madres-abuelas” a dichas redes fue lento y sinuoso. En un
principio, los intentos de difusión de la denuncia en el extranjero y de vinculación con organismos
internacionales no dieron muchos frutos o estuvieron muy ceñidos a las interacciones propuestas por
las referentes de Madres de Plaza de Mayo, sin demasiada especificidad puesta en el caso de los/as
niños/as secuestrados/as con sus madres o padres o de aquellos otros que debían haber nacido en
cautiverio. Asimismo, observamos cómo las primeras dos acciones que desde el extranjero abordaron
este problema (la localización de dos hermanos en Chile gracias a la acción de CLAMOR y la masiva
“campaña de cartas” promovida por la organización canadiense Desarrollo y Paz) fueron concebidas
y desplegadas sin la participación ni el conocimiento del grupo de “madres-abuelas”.
Sin embargo, desde fines de 1979 el panorama comenzó a cambiar y el grupo de “madres-
abuelas” comenzó a desarrollar de manera efectiva vínculos directos con diferentes organizaciones
internacionales, no mediados por otros organismos ni subsumidos en el reclamo general por los/as
detenidos/as-desaparecidos/as de Madres de Plaza de Mayo. La coincidencia cronológica con el
proceso de autonomización del grupo no es casual: el proceso de internacionalización está
directamente vinculado con la progresiva institucionalización de Abuelas de Plaza de Mayo. Para
134
ver de qué manera contribuyó la construcción de estos lazos con el extranjero en dicho proceso,
observaremos primero la dinámica de construcción de estos vínculos; desarrollaremos luego las
formas de cooperación de los organismos extranjeros con el organismo argentino y evaluaremos, por
último, el impacto que esta colaboración tuvo sobre el mismo.
Como hemos señalado anteriormente, el primer contacto directo entre el grupo de “madres-
abuelas” y un organismo extranjero se produjo recién a fines de 1979, con el viaje de “Chicha”
Mariani y “Licha” de la Cuadra para entrevistarse con CLAMOR en Brasil. Como vimos, el contacto
con ésta y otras organizaciones en Brasil, como Justicia y Paz, lo había provisto Pérez Esquivel. 187
El presidente del SERPAJ también puso en contacto a las Abuelas con Defence for Children,
organismos de derechos humanos dedicado a la vulneración de derechos en la niñez y la
adolescencia. Abuelas se pudo entrevistar con esta organización en su viaje de septiembre a
noviembre de 1981. A partir de ese momento Defence for Children lanzó varias campañas de difusión
de las denuncias de Abuelas y, más importante aún, la vinculó con varias organizaciones europeas
de defensa de los derechos del niño/a.188
El otro organismo argentino que funcionó como un nodo local de acceso a estas redes
transnacionales fue el CELS. A través de este organismo, las Abuelas pudieron relacionarse con
Amnistía Internacional, que como veremos realizó varias acciones de apoyo a Abuelas.189 También
gracias al CELS (y a Víctor Penchaszadeh, un genetista argentino exiliado en Nueva York) se
vincularon con la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), que junto con
investigadores de la Universidad de California y de otras instituciones académicas desarrollaron, en
menos de dos años, estudios hematológicos capaces de identificar la pertenencia de un/a niño/a a un
grupo familiar aún en ausencia de su madre y de su padre (descubrimiento que se conoció como el
“índice de abuelidad” y que a la postre fue determinante para la lucha de Abuelas).190
A partir de estos primeros contactos, habilitados por los organismos que funcionaban como
nodos locales, la red de relaciones propias de la organización comenzó crecer. Como hemos visto,

187
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002.
188
“Congresos internacionales”, Informaciones, septiembre de 1982, p. 6; Defence for Children (1982), “¿Ha visto usted
a alguno de estos niños?”, consultado en Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22.
189
Emilio Mignone y Augusto Conte MacDonell tenían contactos con abogados y activistas de derechos humanos de
numerosas organizaciones extranjeras, como Amnistía Internacional y la Lawyers Committee for International Human
Rights (Díaz, 2002; Tahir, 2015).
190
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016.;
Banco Nacional de Datos Genéticos (2017), Una pregunta, 30 años. Memoria escrita del Banco Nacional de Datos
Genéticos. Buenos Aires: BNDG/MINCYT.
135
esta vinculación con el extranjero fue parte fundamental del proceso de autonomización e
institucionalización. Durante 1982 y 1983 los viajes de sus integrantes se hicieron más frecuentes (dos
o más al año) y las formas de apoyo del extranjero se multiplicaron. Para 1984, Abuelas mantenía
contactos directos y frecuentes con más de una decena de organismos extranjeros y numerosas Iglesias
católicas y protestantes; se presentaba de forma independiente ante la CIDH y la ONU y era invitada
con regularidad a participar en diversos foros y congresos internacionales.191
Los organismos de derechos humanos internacionales con los que se vincularon las integrantes
del grupo de “madres-abuelas”, luego devenidas en Abuelas de Plaza de Mayo, desplegaron un amplio
repertorio de acciones para apoyar su causa, que podríamos agrupar en tres grandes categorías. En
primer lugar, encontramos las acciones destinadas a difundir el reclamo por los “niños desaparecidos”
en el extranjero para generar presión directa o indirecta sobre el gobierno militar argentino. Otras
acciones, en cambio, apuntaban al sostenimiento y fortalecimiento de la organización y de sus
respectivas integrantes. Por último, existieron también acciones directamente vinculadas con las
tareas de búsqueda de los “niños desaparecidos”.
Sin dudas, la integración a las redes trasnacionales de derechos humanos fue, para el grupo
de “madres-abuelas” como para los otros organismos argentinos, una excelente plataforma para
difundir en el extranjero sus denuncias. Las acciones promovidas por las organizaciones
internacionales sirvieron de vaso comunicante para hacer llegar su reclamo a organismos
gubernamentales e instituciones religiosas y para movilizar el apoyo de personalidades de la política
y la cultura.
La mayoría de las campañas seguían el modelo que había desarrollado Amnistía Internacional
a partir de la “Campaña contra la Tortura de Uruguay” en 1976. Según este modelo, además de
difundir denuncias de casos individuales graves y bien documentados, se recogían firmas en
petitorios dirigidos al gobierno militar o a un gobierno extranjero; o bien se solicitaba a los/as
activistas que escribieran de forma masiva a las autoridades del país que era el centro de la campaña;

191
Entre las organizaciones de esta red de contactos de APM, había algunas laicas, como la Asociación Estadounidense
para el Avance de la Ciencia, Defence for Children, Terres des Hommes (Alemania y Suiza), L'Union Fraternelle entre
les Races et les Peuples (Suiza), Amnistía Internacional y la Asociación Iberoamericana sobre Niños Maltratados y
Abandonados. Muchas más eran las confesionales, como CLAMOR, Desarrollo y Paz, la Liga de Mujeres Católicas de
Canadá, el Consejo Mundial de Iglesias, la ACAT, el Comité Católico contra el Hambre y por el Desarrollo (Francia),
el Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz (Vaticano), Entraide Protestante Suisse (Suiza), DanChurchAid
(Dinamarca), Save the Children (Suecia) y distintas iglesias protestantes de Alemania, Austria y Noruega (Abuelas de
Plaza de Mayo, 1984 y 2007; Nosiglia, 1984). Además, como hemos mencionado, la organización era miembro de la
FEDEFAM.
136
o bien se “apadrinaba” o “adoptaba” presos/as políticos/as (“prisioneros de conciencia”, en el
discurso de AI) o desaparecidos/as; en muchas ocasiones, se realizaban todas o varias de estas
acciones al unísono (Buchanan, 2002; Markarian, 2004).
En las campañas de los organismos extranjeros en apoyo de Abuelas aparecen todas estas
acciones. La difusión de denuncias individuales de “niños desaparecidos” es algo a lo que CLAMOR
se abocó especialmente a través de su Boletim Clamor y de la publicación de solicitadas en medios
argentinos y brasileros.192 Por su parte, la recolección de firmas estuvo presente en muchas campañas
de AI. La de mayor alcance fue un petitorio dirigido al presidente de facto Reynaldo Bignone,
organizado por las secciones europeas de AI en 1982. La sección francesa, la más activa, juntó más
de 14.000 firmas, entre ellas las de personalidades como Simone de Beauvoir, Constantin Costa
Gavras y Eugene Ionesco.193
Asimismo, hubo numerosas campañas de “padrinazgo” de “niños desaparecidos” y de sus abuelas.
Las secciones de Francia y Bélgica de AI comenzaron con los padrinazgos en 1980. De forma
independiente, en 1981 esta acción fue replicada por otras organizaciones, como la LMC de Canadá
y la ACAT de Francia, que sostuvo la iniciativa hasta el 2010. 194 Según afirma María Cecilia Gómez
Pinilla 195, antigua activista de la ACAT, los padrinos debían:

Contactar a las familias y decirles que ellos eran solidarios y que estaban haciendo todo lo
posible para encontrar a su nieto o nieta. También escribían, porque Abuelas mandaba toda la
lista de las comisarías, de los hospitales, de ministerios, de los jueces de menores, a donde los
grupos escribían preguntando por cada niño. 196

Escribirle directamente a las autoridades militares, a los/as jueces o juezas de menores o a


otras instituciones argentinas, como hacían los “padrinos” de ACAT, también fue una acción de
apoyo bastante común. Tanto es así que en una carta de mayo de 1982, Abuelas le comentaba a
CLAMOR que llegaban al Juzgado N° 2 de San Isidro cartas de este tipo, provenientes de Canadá,

192
“Mãe denuncia o desaparecimento da sua filha grávida”, Boletim Clamor, 2, julio 1978, p.13, traducción propia;
“Crianças desaparecidas no Uruguai”, Boletim Clamor, 4, diciembre de 1978, p. 15-17; CLAMOR (1980). “Dossier
Argentina: Crianças e adolescentes desaparecidos Argentina”; “Niños desaparecidos en Argentina”, La Prensa, 4 de
abril de 1982. La Prensa, p. 5; CLAMOR (s.f.) “Argentina: também as crianças desaparecem”. Consultado em AAPM-
AH, Caja Clamor.
193
“Petición por los niños desaparecidos desde Francia”, Informaciones, (agosto de 1982, p. 5.
194
“CWL asked to “adopt” Grandmother”, The Global Village Voice, octubre de 1981, p. 1.
195
María Cecilia Gómez Pinilla es una activista colombiana que reside en Francia desde 1972. Ingresó a trabajar a la
ACAT en 1987, donde se desempeñó como archivista, intérprete y asesora de campañas sobre América Latina hasta su
jubilación en el año 2010.
196
Entrevista del autor a María Cecilia Gómez Pinilla, París, 17 de noviembre de 2017.
137
Francia, Dinamarca y Brasil. 197 Por cierto, no era infrecuente que una campaña presentara todas estas
acciones juntas. Así ocurrió, por ejemplo, en la “Campaña de Cartas” de Desarrollo y Paz, que
analizamos en el capítulo anterior.198
Los/as activistas de estos organismos internacionales operaron también como mediadores
culturales, sobre todo para traspasar las barreras idiomáticas. Así recuerda Rosa Tarlovsky de
Roisinblit la ayuda brindada por unas activistas de la sección francesa de AI:

Fuimos a París a un Congreso. Llegamos allá con unos documentos para presentar en ese
Congreso, todo escrito en español.... Apenas llegábamos nos agarraron esos documentos, y al
día siguiente estaban todos traducidos al francés. ¿Quiénes agarraron eso? Las mujeres de
Amnesty International. Cada ciudad donde hay Amnesty International son gente solidaria
nuestra y nos ayudan.199

Este tipo de mediación le permitió a Abuelas llegar con su mensaje a la población de regiones
del mundo que de otra forma habrían resultado inaccesibles, no sólo por cuestiones financieras sino
también culturales y lingüísticas.
Un segundo grupo de acciones desplegadas por los organismos que se vincularon con el grupo
de “madres-abuelas” y luego con Abuelas de Plaza de Mayo como una organización ya
independiente, fueron aquellas orientadas a sostener y fortalecer material e institucionalmente a la
organización y sus integrantes. Esto supuso, ante todo, un importante apoyo financiero. Los
organismos extranjeros organizaron colectas y realizaron donaciones gracias a las cuales pudieron
financiar sus viajes por América y Europa, publicar solicitadas en medios de comunicación
nacionales e internacionales, imprimir y distribuir folletos, postales, almanaques y otros formatos de

197
Carta de Abuelas de Plaza de Mayo a CLAMOR. Mayo de 1982. Archivo Nacional de la Memoria (ANM). Fondo
Clamor (FC). Carpeta Correspondencia Recibida (CCR). fs. 191.
198
“Cry for them, Argentina”. The Global Village Voice, septiembre/octubre 1979. pp. 4-5 (traducción propia).
199
Entrevista del autor a Rosa Tarlovsky de Roisinblit, Buenos Aires, 20 de septiembre de 2016. Rosa Tarlovsky de
Roisinblit es la vicepresidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Nació en 1919 Moisés Ville (Provincia de Santa Fe), estudió
obstetricia en la Universidad Nacional del Litoral y ejerció la profesión por varios años. El 6 de octubre de 1978 su hija,
Patricia Roisinblit, embarazada de ocho meses, fue secuestrada junto con su hija Mariana Eva Pérez, de un año y tres
meses de edad. Ese mismo día, en otro domicilio, secuestraron a su compañero, José Manuel Pérez Rojo. La niña fue
devuelta a la familia paterna, pero sus padres continuaron desaparecidos. Por testimonios de sobrevivientes se pudo saber
que la pareja fue secuestrada por un grupo de tareas de la Fuerza Aérea y que, posteriormente, Patricia Roisinblit dio a
luz a un varón en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que funcionaba en la Escuela Superior de Mecánica de la
Armada (ESMA). El niño fue apropiado por un agente civil de la Fuerza Aérea. En el año 2000 pudo ser identificado
gracias a una denuncia anónima. Los análisis realizados por el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) confirmaron
en el año 2004 su filiación.
138
difusión y hasta alquilar su primera sede provisoria y luego, a los pocos meses, comprar el local
definitivo de la calle Montevideo.200
Por otro lado, gracias a sus propias redes y vinculaciones institucionales, estas organizaciones
le permitieron a Abuelas tomar contacto con diversas personalidades y funcionarios de organismos
nacionales y multilaterales y participar e intervenir en numerosos foros y congresos y en asambleas
y comisiones de organismos gubernamentales, como la CIDH-OEA, la CDH-ONU y la Asamblea
Nacional Francesa.201
Por último, algunos organismos internacionales emprendieron por su cuenta investigaciones
en pos de localizar a los “niños desaparecidos”. El caso más resonante, que desarrollamos en el
primer capítulo, fue el de la localización de dos hermanos argentinos hallados en Chile gracias a las
gestiones de la organización brasileña CLAMOR. Muchos activistas de AI que participaban de las
campañas de “padrinazgo” también se comprometieron de forma directa en la búsqueda de los “niños
desaparecidos” apadrinados. Para emprender esta tarea, trataron de conectarse con otros organismos
abocados a la defensa de los derechos humanos, entre ellos CLAMOR. La organización brasileña
recibió consultas de las secciones de Bélgica, Francia y Suiza de AI, según ha quedado constancia
en sus archivos.202 Estos intercambios permiten observar cómo por las redes trasnacionales de
derechos humanos circulaban denuncias e información y se realizaban acciones conjuntas en pos de
ubicar el paradero de adultos/as y niños/as desaparecidos/as. Si bien la mayoría de estas iniciativas
no tuvo éxito, permitieron acumular una información que fue centralizada por CLAMOR y que, a la
larga, terminó siendo muy valiosa para Abuelas, como analizaremos más adelante.203
Ahora bien, en última instancia, ¿cómo contribuyeron todas estas acciones a la lucha de
Abuelas? ¿Qué efectos de corto y mediano plazo tuvo el apoyo del activismo transnacional para la
organización argentina y para su reclamo por los “niños desaparecidos”? Distintas investigaciones
han intentado analizar el impacto que la elaboración de estrategias para trascender las fronteras

200
Entrevista del autor a Rosa Tarlovsky de Roisinblit, Buenos Aires, 20 de septiembre de 2016.; Entrevista a María
Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002. “‘Deepest gratitude’”, The
Global Village Voice, enero/marzo de 1981, p. 4; Abuelas de Plaza de Mayo (1984), op .cit.
201
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002;
“Organismos internacionales”, Informaciones, octubre de 1982 p. 5; “La iglesia: el Papa”, Informaciones, junio de 1982,
p. 1.
202
Cartas de V. F. a Paulo Arns. Bruselas, 16 de noviembre de 1979 y 2 de enero de 1980. CCR, FC, ANM, fs. 92, 101
y 102; Carta de A. D. a CLAMOR, Ginebra, 4 de octubre de 1980. CCR, FC, ANM, f. 201.
203
CLAMOR había logrado reunir más de 7.000 denuncias de personas desaparecidas en Argentina, incluyendo las de
muchos/as niños/as. En 1979, en un viaje realizado a Brasil, dos integrantes del por entonces grupo de “madres-abuelas”
consiguieron una copia este extenso archivo de denuncias, que ingresaron secretamente a la Argentina (Nosiglia, 1984;
Lima, 2004; Cruz, 2013).
139
nacionales tuvo en las luchas por los derechos humanos en Argentina. Keck y Sikkink (2000) han
planteado que la integración a las redes transnacionales de derechos humanos permitió a los
organismos argentinos generar lo que han denominado “efecto boomerang”. En un contexto de
represión y clausura política interna, dicho efecto consistiría en la capacidad de las organizaciones
de la sociedad civil para saltar por encima de las instancias estatales nacionales y buscar aliados en
la arena internacional de forma de generar una presión “desde arriba” sobre el gobierno dictatorial.
Ésta forzaría cambios en la política interna de los regímenes militares que habilitaría, a su vez, una
presión “desde abajo” de la sociedad civil y los organismos locales (Keck y Sikkink, 2000).
¿Hasta qué punto el acceso a audiencias internacionales produjo este “efecto boomerang”?
Resulta difícil precisarlo. Por un lado, la presión generada por las campañas de denuncia, sobre todo
aquéllas vinculadas a la desaparición de ciudadanos/as extranjeros/as en Argentina, impactaron en
los organismos internacionales y regionales e indudablemente produjeron cierta “presión desde
arriba” sobre el gobierno militar argentino, que debió aceptar la visita de la CIDH en 1979
(D’Antonio, 2010; Basualdo, 2011). Sin embargo, la capacidad real de esta “presión desde arriba”
para lograr una movilización social más amplia o al menos algún tipo de respuesta del gobierno
militar a las demandas de los organismos de derechos humanos ha sido fuertemente matizada.
Diversos/as autores/as señalan que la capacidad de recuperar el espacio público y de movilizar a una
parte de la sociedad en contra del régimen militar estuvo dada, como hemos señalado, por una serie
de factores coadyuvantes, entre los que la profunda crisis económica en que se sumió el país desde
1980 y la derrota en la Guerra de Malvinas en 1982 ocuparon un lugar más importante que la presión
ejercida por las organizaciones de derechos humanos y los organismos internacionales (Palermo y
Novaro, 2003; Canelo, 2006 y 2016; O’Donnell y Schmitter, 2010 [1986]; Franco y Feld, 2015,
Franco, 2018).
En el caso de la lucha de Abuelas, los organismos que la apoyaban parecían estar convencidos
de que su acción era decisiva para el avance del reclamo de la organización. Así, cuando las hermanas
Tatiana Ruarte Britos y Laura Jotar Britos fueron localizadas en marzo de 1980, Desarrollo y Paz
publicó en su periódico una noticia afirmando que “las personas que participaron en la campaña de
Desarrollo y Paz (...) pueden haber sido parcialmente responsables por la localización de dos niñas
desaparecidas”. 204

204
“Two ‘disappeared’ children found; campaign helped”, The Global Village Voice, mayo-junio de 1980, p.1.
Traducción propia.
140
Sin embargo, la localización de estas dos niñas resultó ser excepcional. Tuvo mucho peso la
decisión de los padres adoptivos de averiguar el origen de sus hijas adoptadas, incluso a pesar de las
trabas interpuestas por el juez que las dio en adopción. 205 Hasta comienzos de 1983, cuando la
dictadura militar se encontraba fuertemente debilitada y dentro del poder judicial se habían empezado
a producir movimientos de “reacomodación” y “defección estratégica” (Groisman, 1983; Gandulfo,
2015; González Bartomeu, 2015) que habilitaron la posibilidad de nuevas acciones legales, no se
produjeron nuevas localizaciones de niños/as desaparecidos/as. 206
De todas maneras, más allá de la discusión sobre su impacto político o su capacidad de
presión sobre el gobierno dictatorial, el apoyo obtenido de parte de los organismos regionales e
internacionales de derechos humanos tuvo para Abuelas otros efectos de corto y mediano plazo. En
primer lugar, dicho apoyo las ayudó a consolidarse organizativamente, contribuyendo a su proceso
de autonomización y su transformación institucional en “Abuelas de Plaza de Mayo”. Ante todo, por
los recursos financieros que pudieron aportar los organismos, que fueron vitales para sostener unas
actividades de denuncia e investigación que iban en aumento y se complejizaban a la par que crecían
los casos de “niños desaparecidos” reportados y se sumaban más familias a su búsqueda (Nosiglia,
1984).
Pero este fortalecimiento fue mucho más allá de la indispensable ayuda financiera: el apoyo
brindado por los organismos internacionales también contribuyó a contenerlas y a sostenerlas
emocional y anímicamente. Muestras masivas de solidaridad como la “Campaña de Cartas” de
Desarrollo y Paz funcionaban como un importante apoyo afectivo:

Campaña de cartas, Canadá nos mandó... las mías son 4300. Postales para Navidad. Fue terrible
porque era una de las primeras navidades en las que ya uno tenía conciencia de que no íbamos a
recuperar fácilmente a los chicos. Porque al principio creíamos que solo era buscarlos y
encontrarlos. Y recibir esas cajas... porque al final las traían en cajas a las cartas. Miles y miles
de postales, esa solidaridad fue muy, muy importante.” 207

En este testimonio, Mariani rememora cómo las alrededor de 4.300 cartas que recibió de
Canadá la ayudaron a atravesar un momento anímicamente difícil como podía ser una Navidad sin
su nieta (y con la conciencia de que sería difícil recuperarla). Se ha señalado que la contención a
los/as familiares fue, junto con la difusión de las denuncias, una de las tareas centrales de los

205
Entrevista del autor a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.
206
“Denuncian que fueron localizados cinco niños desaparecidos”, Clarín, 16 de marzo de 1983, p. 4; “Grandmums finds
5 missing grandkids; demand other”, The Buenos Aires Herald, 16 de marzo de 1983, p. 8.
207
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 10 de diciembre de 2002.
141
organismos de derechos humanos argentinos durante la dictadura (Jelin, 1995; Alonso, 2008;
Zubillaga, 2019). Sin embargo, este aspecto no se ha tenido en cuenta al evaluar el aporte de los
organismos internacionales, de los cuales se ha ponderado su capacidad de movilizar denuncias,
presionar sobre los gobiernos militares o proveer recursos financieros. Los testimonios nos muestran,
empero, que los organismos y activistas de las redes transnacionales no fueron sólo un canal para
difundir demandas; también jugaron un papel importante en el acompañamiento afectivo. En este
punto, consideramos fundamental reparar en la dimensión política de los afectos ya que, como señala
Sara Ahmed en su libro La política cultural de las emociones, la vergüenza constituye “una sensación
intensa y dolorosa que está ligada con el modo en que se siente el yo acerca de sí mismo, un
sentimiento que el cuerpo siente y que se siente en él. Ciertamente cuando siento vergüenza he hecho
algo que siento que es malo” (Amhed, 2015, p. 164). De esta manera la autora señala que la función
social de emociones como la vergüenza, la culpa o el miedo es precisamente evitar el conflicto,
acallar y, sobre todo, privatizar problemas que en realidad son sociales y culturales. Así, señala la
autora, se puede producir un ocultamiento de la injusticia detrás de lo emocional: emociones como
el miedo, la culpa o la vergüenza refuerzan públicamente los caminos argumentativos de la
discriminación y el rechazo, transformándose en excusas para evitar asumir responsabilidades
colectivas (Amhed, 2015). En el marco del terrorismo de Estado, como hemos visto, el discurso
oficial buscaba teñir con un manto de sospecha y vergüenza los reclamos de los/as familiares de las
víctimas. En ese sentido, la solidaridad proveniente del extranjero permitía romper esa vergüenza
social y políticamente impuesta y reafirmar el sentido de la propia acción. Otro testimonio de Chicha
Mariani insiste en esta idea:

Y ahí vino la lucha enorme de Abuelas y la extensión en el mundo. Nos ayudó muchísimo la
recepción que recibíamos en todos lados como solidaridad, como ayuda, como apoyo. El solo
hecho de saber que había gente lejos que recién se enteraba de lo que nos pasaba y que se
interesaban en ayudarnos nos levantó mucho, nos ayudó mucho para seguir adelante. 208

Mientras que en el país eran perseguidas por el régimen dictatorial e ignoradas por gran parte
de la sociedad, el apoyo del extranjero las hacía sentir acompañadas, incluso por desconocidos/as
viviendo en zonas alejadas del mundo, las “levantó” y “ayudó mucho para seguir adelante” y, en
cierta medida, les permitió reafirmar estar emprendiendo una causa que gran parte del mundo
consideraba justa.

208
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016.
142
Por último, los contactos con el extranjero y la integración en redes regionales e
internacionales de derechos humanos generaron otro aporte crucial para la causa de Abuelas: la
construcción de un saber y la reelaboración de su discurso. A través de las redes transnacionales,
Abuelas pudo acceder a información fidedigna sobre el destino de muchas mujeres embarazadas y
sus hijos/as. Hemos señalado ya el papel de CLAMOR y otras organizaciones, centralizando y
acumulando información y denuncias. También a través de estas redes las integrantes de Abuelas
pudieron entrar en contacto con los/as sobrevivientes de los centros clandestinos de detención que
se encontraban en el exilio. En el extranjero, y en el marco de contención provisto por las redes de
activismo humanitario, los/as sobrevivientes podían ofrecer testimonio sobre su cautiverio y sus
compañeros/as de detención. La información de estos/as exiliados/as permitió construir un
conocimiento sobre la existencia de “maternidades” clandestinas, la sustracción de los/as bebés
nacidos/as en cautiverio y la posterior desaparición de sus madres. 209 En lo fundamental, ese saber
ya estaba conformado para comienzos de 1982, como permite observar un breve artículo de
presentación de la organización publicado en Informaciones, su primer boletín:

1. Nuestra Asociación surgió como consecuencia de la desaparición sistemática de niños desde


1976.
Muchas de nosotras nos conocimos en Plaza de Mayo donde concurríamos como tantas otras
madres, reclamando silenciosamente noticias de nuestros hijos y nietos desaparecidos; otras nos
encontramos en los juzgados de Menores o Casas-cunas, etc.
Cuando comprendimos que la búsqueda de los niños debía hacerse en lugares específicos,
decidimos unirnos para peticionar juntas también por ellos.
9. (...) estamos convencidas que algunos de nuestros niños han sido dados en adopción (...) o están
inscriptos como hijos propios por algún matrimonio, amparándose en las disposiciones que
permiten inscribir nacimientos fuera del término legal. 210

El artículo era bastante preciso acerca de lo que Abuelas sabía acerca del paradero de los
“niños desaparecidos”. Desde 1976 había ocurrido una “desaparición sistemática de niños”. Estos/as
niños/as, según afirmaba el texto, habían sido “secuestrados solos o con sus padres, o nacieron en
lugares desconocidos”, donde se encontraban detenidas sus madres embarazadas. Por último,
adelantaban algunas hipótesis acerca de su destino: o bien habían sido “dados en adopción”, o bien
habían sido inscriptos/as como hijos/as propios/as por otras familias. Sobre la base de esta saber,

209
Abuelas de Plaza de Mayo (1984), op. cit.; Carta de R. R. al Rev. Jaime Wright, Roma, 1 de octubre de 1982. CCR,
FC, ANM, fs. 206-207; CADHU (1980). “Testimonio de sobrevivientes del campo de concentración de la ESMA”,
BDIC, Fondos Weil; Entrevista a Alcira Ríos, Archivo Oral de Memoria Abierta, 11 de septiembre de 2003.
210
Sin título, Informaciones, abril de 1982, pp.1 y 4.
143
que siguió acrecentándose y precisándose en los años siguientes, la organización comenzó a
incorporar progresivamente conceptos como “apropiación”, “robo de bebés” y “botín de guerra”,
nociones que no aparecían en su discurso temprano (Quintana, 2015).
Asimismo, los vínculos con el exterior habilitaron el contacto con saberes profesionales,
principalmente proveniente de los campos jurídicos y psicológicos, que favorecieron a densificar
conceptualmente el discurso de la organización. Sin dudas, también pesó en esta transformación
discursiva la incorporación a la organización de diversos/as profesionales (abogados/as,
psicólogos/as y médicos/as) que constituyeron el primer equipo interdisciplinario. 211 Pero la
participación en congresos internacionales y foros de organizaciones que promovían un nuevo
abordaje de la niñez, pensando en los/as niños/as y adolescentes como sujetos de derecho,
contribuyeron a la incorporación de la noción de “derecho a la identidad”, que se transformaría en
un concepto nodal en el discurso de la organización. 212

4. Los “niños desaparecidos” como problema público en la escena nacional

Hemos visto cómo el pequeño grupo de “madres-abuelas” fue creciendo, autonomizándose y


consolidándose hasta convertirse en una organización independiente. Analizamos varios de los
rasgos distintivos de ese proceso. Nos detuvimos, en particular, en la inserción en las redes
trasnacionales de activismo en derechos humanos como un factor clave no sólo en ese derrotero de
institucionalización, sino también para la difusión de su reclamo. Ahora bien, ¿de qué manera la
demanda específica de las Abuelas, devenidas en agentes emprendedoras de esta causa, se transformó
en un problema público distintivo dentro de la agenda de reclamos de los organismos? ¿En qué
medida se fue volviendo un reclamo visible y distintivo en la esfera pública nacional? ¿Cuáles fueron
las modalidades en que esta demanda se formuló durante los años finales de la dictadura? ¿Qué
sentidos se pusieron en juego, y eventualmente entraron en confrontación, en torno a esta cuestión?
Como analizamos en el capítulo anterior, las denuncias internacionales sistemáticas
realizadas en los primeros años de la dictadura (como las de la CADHU y las de Amnistía
Internacional) tenían nulas o escasas referencias a la existencia de niños/as secuestrados/as junto con

211
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 8 de septiembre de 2018; Abuelas de Plaza de Mayo (1984),
op. cit.
212
“Congresos internacionales”, Informaciones, septiembre de 1982, p. 6
144
sus padres o de mujeres embarazadas en cautiverio. Cuando aparecían, eran menciones aisladas
dentro largas listas de desaparecidos adultos, o bien servían para mostrar la falta de límites de la
brutalidad represiva.
Hemos visto también que el grupo de “madres-abuelas” había publicado algunas solicitadas
con escasa repercusión. Lo que destacaba en estas primeras solicitadas era la categoría con la que
sintetizaban su demanda, el sujeto de su búsqueda: hablaban de “nietitos” o de “niños desaparecidos”.
Resulta significativa esta aparición temprana porque este sintagma es el que en los años siguientes,
y hasta muy entrada la década de 1990, condensó en la esfera pública, tanto en Argentina como en
el exterior, esta particular dimensión de las secuelas del accionar represivo militar. En algunas de las
primeras menciones, como en las solicitadas de 1979 y 1980, la palabra “desaparecidos” aparecía
entre comillas. Como vimos, esto también ocurría con el primer nombre de la agrupación (“Abuelas
Argentinas con Nietitos ‘Desaparecidos’”) y seguramente tenía como objeto señalar que si se
desconocía el paradero de los niños no era por responsabilidad de sus padres (que podrían haberlos
“abandonado”, como sugerían en público las autoridades militares de la época) ni de sus familias o
abuelas (que se encargaban de listar en cada oportunidad todos los trámites realizados y las
dependencias civiles y militares recorridas), sino de las fuerzas armadas y de seguridad que los
habían “robado”, “regalado”, “dado en adopción”, según la información que las integrantes del grupo
ya manejaban para esa época. Sin embargo, desde 1981 estas comillas dejaron de usarse y la cuestión
empezó a referirse simplemente como el problema de los “niños desaparecidos”, no sólo por Abuelas
sino también por los otros organismos, la prensa nacional, las organizaciones extranjeras y la prensa
internacional e incluso los militares, las pocas veces que se refirieron al asunto.
¿Qué supone referirse a este asunto como el problema de los “niños desaparecidos”? ¿Por
qué no “niños robados”, por ejemplo? Es cierto que las sospechas de “robos” y “entregas” se basaban
en un principio en indicios e información anónima que debían ser confirmados. Sin embargo, como
puede verse en un folleto del CELS publicado en octubre de ese año, para 1982 ya existía un
conocimiento bastante claro del funcionamiento de los mecanismos del “robo de bebés” en
cautiverio, basado en numerosos testimonios de sobrevivientes. 213 A partir de este conocimiento,
Abuelas desarrolló en su discurso categorías como “botín de guerra” y “apropiación”. Sin embargo,
todavía en democracia en la esfera pública el tema seguía circulando como la cuestión de los “niños
desaparecidos” (casi nunca “robados” o “apropiados”).

213
CELS (1982). Los niños desaparecidos. Buenos Aires: CELS.
145
Podemos suponer que esta apelación generaba una asociación casi automática del reclamo
particular con la denuncia general por los “desaparecidos”, que era la forma principal en que el
cuestionamiento a la represión militar (ya fuera a sus objetivos o, con más frecuencia, a sus
“métodos” o sus “secuelas) se hacía presente en el discurso de los medios de comunicación, de las
fuerzas políticas y de otros actores sociales (Franco, 2018). El “problema de los desaparecidos” era
también el eje central de las denuncias a las violaciones a los derechos humanos que familiares y
organismos realizaban en el exterior: la dictadura Argentina.
¿Quiénes eran los “niños desaparecidos” por los que se reclamaba? En verdad, detrás de este
apelativo se agrupaban tres tipos diferentes de víctimas del accionar represivo. Un primer grupo era
el de los/as niños y niñas detenidos/as junto con sus padres y/o madres. Estos serían los/as niños/as
a los/as que más literalmente se les podía aplicar el adjetivo “desaparecidos”, al menos en el sentido
en que los organismos lo entendían para las víctimas adultas (es decir, secuestrados con vida por
personal militar o policial, sin conocimiento de su paradero posterior). Un segundo grupo era el de
los/as hijos/as de aquellas mujeres secuestradas embarazadas que debían de haber dado a luz en
cautiverio. Recordemos que el primer grupo de “madres-abuelas” estaba casi íntegramente
compuesto por mujeres cuyas hijas o nueras habían sido secuestradas embarazadas.
Estos son los dos grupos de víctimas que habitualmente recuerdan en sus testimonios las
integrantes de Abuelas y a los que en la actualidad se remiten al hablar de “niños apropiados”. Sin
embargo, en la época, la categoría “niños desaparecidos” hacía referencia a un tercer grupo más: los
y las adolescentes menores de 18 años secuestrados/as solos/as o con su padre y/o madre. Muchos
de estos adolescentes habían sido víctimas indirectas de la persecución hacia sus padres. Sin
embargo, muchos/as otros/as, en especial los/as que habían sido secuestrados/as solos/as, habían sido
blancos de la represión por su militancia en organizaciones estudiantiles, políticas o político-
militares.
La distinción interna entre estos tres grupos, englobados en un mismo reclamo, ya era
marcada en la solicitada que el grupo publicó en Clarín en 1979: “Una vez más preguntamos dónde
están nuestros ‘niños’ desaparecidos con sus padres, sin sus padres, o nacidos en cautiverio”. 214 En
efecto, “niños desaparecidos con sus padres”, “niños desaparecidos sin sus padres” y “nacidos en
cautiverio” se muestran como tres dimensiones diferentes de la represión sobre la niñez, articuladas
bajo una misma causa. Así aparecía también en denuncias internacionales de la época: una denuncia

214
“A las conciencias argentinas”. Clarín, 19 de septiembre de 1979, p.10.
146
del Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA) de México reclamaba por los “niños y
adolecentes [sic] víctimas de la represión” y presentaba tres listas: una de “niños detenidos-
desaparecidos con sus padres”, otra de “niños nacidos en campos de concentración” y una última de
“adolescentes detenidos desaparecidos”.215
En los años finales de la dictadura y en el comienzo de la democracia, al interior de Abuelas
la distinción entre “secuestrados con sus padres” y “nacidos en cautiverio” se mantendrá (e incluso,
se complejizará) en la conceptualización futura de la organización y también aparecerá en algunos
documentos y en material de difusión. En cambio, la cuestión de los “secuestrados solos” (en su
inmensa mayoría, adolescentes militantes políticos) no ocupará tanto espacio de reflexión futura,
sobre todo ante la perspectiva de que estos/as jóvenes seguramente habrían sido asesinados/as como
los/as otros/as detenidos/as adultos/as. Por estos mismos motivos, algunas organizaciones tendieron
a ir diferenciándolos. Por ejemplo, el CELS, junto con el folleto sobre los “niños desaparecidos”
publicó en 1982 otro sobre los “adolescentes desaparecidos”. 216 Con todo, Abuelas siguió
contemplando a este grupo de víctimas dentro de sus casos denunciados. Todavía en 1996, un
informe de Clarín señalaba que “de los 220 casos registrados por las Abuelas de Plaza de Mayo, 79
eran de menores de 12 años, 30 tenían entre 13 y 15 años y 111 tenían entre 16 y 17 años en el
momento de la detención de sus padres”. 217
Dada esta diversidad de situaciones, ¿por qué el sintagma principal de este problema público
fue el de “niños desaparecidos”? ¿Por qué no “niños y adolescentes”, “niños detenidos y nacidos en
cautiverio” u otras formulaciones que dieran cuenta de esta multiplicidad? Creemos que la cuestión
radica en la potencia argumental para la lucha antidictatorial contenida en la categoría de “niños”.
Frente a las críticas por el “problema de los desaparecidos”, uno de los argumentos de la dictadura
era relacionar a los desaparecidos con la “subversión” que había “aterrorizado al país”. De esta
forma, se culpabilizaba y estigmatizaba a las víctimas, transformándolas en blanco legítimo del
accionar represivo, poniendo al mismo tiempo un manto de sospecha sobre quienes los reclamaban
(Crenzel, 2010). Los/as familiares y organismos de derechos humanos desarrollaron diferentes

215
COSPA, “Argentina. Cinco años de dictadura. 30.000 desaparecidos. Niños y adolecentes [sic] víctimas de la
represión”. Abril de 1981. Disponible en: http://www.ruinasdigitales.com/documentos-sobre-ddhh/ Última consulta:
02/06/2018
216
Según consigna Marina Franco (2018:172), la serie abarcó cinco publicaciones: Niños desaparecidos, Adolescentes
detenidos-desaparecidos, Conscriptos detenidos-desaparecidos, El secuestro como método de detención y Muertos por
la represión.
217
“Investigan el destino 85 chicos desaparecidos”, Clarín, 19 de noviembre de 1995, p.16. Archivo CELS-FICELS-
SDP
147
estrategias discursivas para intentar demostrar que los/as desaparecidos/as eran “víctimas inocentes”.
Como ha señalado Judith Filc (1997) en su análisis sobre el “discurso familista”, una de estas
estrategias era demostrar que los/as jóvenes desaparecidos/as no sólo no eran “subversivos” (y, por
ende, “pervertidores de la verdadera argentinidad”) sino que, por el contrario, eran modelos
ejemplares de personas dentro de los cánones familiares tradicionales: buenos/as hijos y buenos/as
padres y madres, educados/as, responsables, estudiosos/as y trabajadores/as. Al mismo tiempo, como
ha mostrado Emilio Crenzel (2008, 2010), esta “inocencia” se formulaba en los términos de la
narrativa humanitaria en la que se inscribían las denuncias, sobre todo a partir del contacto con las
redes trasnacionales de activismo en derechos humanos. Desde la lógica de esta narrativa, con el fin
de generar compasión y empatía emocional, se presentaba a los “desaparecidos” como seres humanos
que habían sido víctimas de innumerables vejámenes que habían avasallado sus derechos
fundamentales. Ambos movimientos discursivos, el del “discurso familista” y el de la “narrativa
humanitaria”, tendían a ocultar o diluir la militancia política de los/as desaparecidos/as.
Con todo, estos intentos de demostrar la inocencia de los/as desaparecidos/as chocaban con
el poderoso consenso social alrededor del discurso de la “guerra antisubversiva” y sus efectos
estigmatizantes sobre las víctimas. Incluso los/as adolescentes podían ser sindicados de
“subversivos” o de “terroristas”. Por el contrario, ¿qué cargo de culpabilidad podía atribuírsele a un/a
niño/a de meses o años o, peor, a un bebé recién nacido/a? Como señalaba con vehemencia una
integrante de Madres de Plaza de Mayo en una entrevista en México, en 1980:

Tienen que responder por las familias destrozadas, tienen que responder por los niñitos
desaparecidos, porque no me van a venir a decir que también los niños eran terroristas, subversivos,
chiquitos que se han llevado con los matrimonios, chiquitos que han nacido en los campos de
concentración ¡Van a responder por todo esto! ¡Y van a entregarnos a nuestros hijos!218

Si en general los/as familiares debían contestar el discurso de los militares y demostrar que sus
hijos/as no eran “delincuentes subversivos”, frente a la cuestión de los “niños desaparecidos” el
argumento castrense parecía desmoronarse por sí sólo. Como hacían las Abuelas en este comunicado
de abril de 1981, no había que demostrar nada, sino simplemente recordar la “total indefensión” de
estas “criaturas inocentes” a merced de sus captores:

“‘Si hubiéramos tenido apoyo de la Iglesia, la tragedia no habría pasado’”. El Día. México. 18 de octubre de 1980.
218

Consultado en Archivo del CELS, Fondo Institucional del CELS, Serie Documentos Periodísticos.
148
Resulta inconcebible pensar siquiera que entre los miles de “desaparecidos” figuren niños y bebés
recién nacidos, pero ésa es nuestra realidad. Se ha despojado de sus más elementales derechos a
seres totalmente indefensos. La fuerza, el poder, las armas, contra biberones y pañales. La muralla
ominosa del silencio, de las no respuestas, contra la desesperación de las abuelas clamando por
los hijos de sus hijos también “desaparecidos” o ya muertos.
Como somos argentinas y amamos nuestra tierra, que fue tierra de prohombres, no creemos que
en un país civilizado y cristiano los hombres de nuestra patria hayan dado muerte a niños ni se
haya comerciado con ellos; pero entonces preguntamos: ¿Dónde están nuestros nietos? ¿Quiénes
se han considerado dueños de las vidas y del destino de esas inocentes criaturas?219

“La fuerza, el poder, las armas, contra biberones y pañales”: esta violenta asimetría parece el
súmmum de la ignominia. Los “niños desaparecidos” emergen entonces como la frontera de lo
socialmente tolerable. Para usar una categoría acuñada por Inés González Bombal (1995), diremos
que se transforman en “hipervíctimas” de un horror que resulta inaceptable, ininteligible e
injustificable incluso en los términos de la “lucha contra la subversión”.
En esta capacidad de articular una denuncia “incontestable”, en erigir una víctima despojada
de todo viso de culpabilidad, una “inocente absoluta” radicaba la potencia de la noción de “niños
desaparecidos”. Justamente estos fueron los sentidos que empezaron a ponerse en circulación cuando
el tema empezó a cobrar mayor visibilidad en la esfera pública, durante 1981, en un año en el que
las denuncias del movimiento de derechos humanos fueron teniendo, de a poco, mayor presencia en
la prensa.
En julio de ese 1981, el Buenos Aires Herald, que había sido pionero en la cobertura del tema,
publicó una nota que se preguntaba “¿Dónde están los niños?” y en sus párrafos centrales señalaba:

Se argumenta, desde luego, que casi todos los desaparecidos eran, si no necesariamente
terroristas activos, al menos personas “involucradas en algo”. De algunos puede haber sido
cierto, pero incluso la peor de las personas tiene ciertos derechos que deben ser respetados en
todas las circunstancias. Este argumento “frío”, realista, además no puede ser expandido para
incluir a los pequeños niños que “desaparecieron” cuando la guerra política desgarró a la
Nación. Muchos de ellos eran demasiado chicos incluso para hablar, menos aún para tener
posturas políticas de cualquier tipo. Y sin embargo ellos, en general junto con sus padres,
también fueron secuestrados y, años después, siguen desaparecidos.220

La nota abreva de los argumentos en torno a la inocencia presentes en la “narrativa


humanitaria”: hasta la “peor persona”, un “activo terrorista” tiene derechos que no pueden ser
violados (por lo tanto, se transforma en una víctima si el Estado los avasalla). Pero insiste en que

219
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, abril de 1981. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 104.
220
“Where are the children?”, The Buenos Aires Herald, 16 de Julio de 1981, p. 3
149
ninguno de los argumentos que pretendían justificar la represión podía extenderse a los “niños
desaparecidos”, que al momento de su secuestro “eran demasiado chicos incluso para hablar”.
La cuestión de los “niños desaparecidos” como reclamo distintivo y dimensión autónoma de
la represión volvió a ser noticia en algunas ocasiones más durante 1981. Un claro ejemplo fue el
Coloquio de París, un encuentro organizado por juristas argentinos y franceses el 31 de enero y el 1
de febrero de 1981 para discutir el problema de la desaparición de personas y evaluar la promoción
de instrumentos jurídicos para prevenirla (Franco, 2008). Allí, diferentes participantes hicieron
hincapié en el problema de los “niños desaparecidos”. En esta línea se pronunciaron en sus
presentaciones Emilio Mignone, abogado del CELS; los miembros de la sección francesa de la
Comisión de Solidaridad de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Muertos en la Argentina
(COSOFAM) y, de nuevo en esta oportunidad, Pérez Esquivel, quien hizo “un llamamiento a la
conciencia universal para movilizarse, en particular, a favor de los niños desaparecidos junto a sus
padres y de esos niños sin rostro nacidos de mujeres secuestradas encintas” 221.
Asimismo, diferentes organismos de derechos humanos, nacionales, extranjeros e
internacionales, lanzaron campañas de denuncia por la “desaparición de niños” en la Argentina. La
organización COSPA, de exiliados argentinos en México, publicó en abril de 1981 un informe con
una serie de listas sobre niños desaparecidos junto a sus padres, mujeres embarazadas secuestradas,
adolescentes desaparecidos y niños separados de sus padres y madres presos/as políticos/as 222. Al
año siguiente el CELS publicó el informe titulado “Los niños desaparecidos”, en el que no sólo se
enumeraban los casos conocidos, sino que, a partir de numerosos testimonios, se reconstruían las
circunstancias del secuestro de los padres y los/as niños/as o de la presencia en determinados centros
clandestinos de las mujeres secuestradas embarazadas. 223
Numerosas figuras públicas se sumaron al reclamo. La expresión más resonante de este apoyo
fue la creación, en diciembre de 1981, del Movimiento por la Recuperación de los Niños

221
Clerc, Jean-Pierre. «La politique de disparition force de personnes est un crime contre l’humanité ». Le Monde. 3 de
febrero de 1981. En: Amorós, M. (coord.) (2011) Argentina en el Archivo de IEPALA (1976-1983). Madrid: IEPALA
Editorial. pp.350-352. Véase también COSOFAM, “La búsqueda de los detenidos-desaparecidos en la Argentina”. En:
Amorós, op. cit; pp. 335 y ss.; Mignone, E. F. (1981). El caso argentino: desapariciones forzadas como instrumento
básico y generalizado de una política. La doctrina del paralelismo global. Su concepción y aplicación. Necesidad de su
denuncia y condena. Conclusiones y recomendaciones. Buenos Aires; CELS, disponible en www. cels. org.
ar/common/documentos/Elparalelismoglobal.pdf. Última consulta: 02/06/2018
222
COSPA, “Argentina. Cinco años de dictadura. 30.000 desaparecidos. Niños y adolecentes [sic] víctimas de la
represión”. Abril de 1981. Disponible en: http://www.ruinasdigitales.com/documentos-sobre-ddhh/ Última consulta:
02/06/2018
223
CELS (1982). Los niños desaparecidos. Buenos Aires: CELS.
150
Desaparecidos. Esta “comisión” (como la presentaban los medios) estaba integrada por el escritor
Ernesto Sábato, el obispo de Neuquén Jaime de Nevares, el pastor metodista José Míguez Bonino,
Adolfo Pérez Esquivel, el rabino Marshall Meyer, el obispo anglicano Ricardo Cutts, Bernardo Canal
Feijoó y la escritora María Elena Walsh. En la conferencia en la que se anunció su conformación
también estaban presentes las principales referentes de Abuelas de Plaza de Mayo, que repartieron a
los/as asistentes copias de las voluminosas carpetas con información y documentación detallada
sobre los 89 casos de “niños desaparecidos” que se denunciaban. 224
Vale la pena detenerse en el contenido de la conferencia por los sentidos sobre los/as “niños
desaparecidos” (y los/as desaparecidos/as en general) que las intervenciones de los presentes
presentaron y reforzaron. El encuentro comenzó con una declaración leída por Sábato. En una
revisión del discurso de las “dos violencias enfrentadas”, que estaba presente en la esfera pública
desde el periodo previo al golpe de Estado (Franco, 2012 y 2015), Sábato comenzó repudiando “los
despiadados asesinatos del doctor Sallustro, del General Aramburu, del doctor Mor Roig y de tantos
otros, perpetrados por el terrorismo”. Acto seguido señaló que el accionar de las fuerzas armadas y
de seguridad “arrasó con los derechos constitucionales y se respondió a los crímenes de los terroristas
con los crímenes de la represión”. Elaborando también una versión temprana del discurso del/de la
desaparecido/a como “víctima inocente” que cristalizaría y se volvería hegemónico después del
Nunca Más (Crenzel, 2008, 2010), el escritor señaló que la sociedad “nunca avaló la desaparición de
diez mil seres” y que “hubo una inmensa mayoría de inocentes, cuyos únicos delitos eran ser amigos
o compañeros de estudios de los probables criminales”.
En su opinión, empero, la atrocidad de estos crímenes había ido más allá aún: “como si todo
esto fuera poco, aquí tenemos a las abuelas de los chiquitos que fueron arrastrados con sus jóvenes
padres y madres o de los que nacieron en algún ignoto reducto de la tragedia (...) ¿Dónde están estos
inocentes absolutos? ¿De qué pueden ser culpables estas criaturas?”225. Sábato cerró su alocución
haciendo un llamado “a la conciencia nacional, a los gremios, colegios de abogados, partidos
políticos y organismos religiosos de todos los credos para el esclarecimiento de estos casos”.226 La
expresión “inocentes absolutos” referida a los “niños desaparecidos” será reutilizada por Sábato en
varias ocasiones futuras. En especial, reaparecerá en el informe Nunca Más. Como veremos más
adelante, el problema de los “niños desaparecidos” tuvo un lugar destacado en la construcción

224
“Un movimiento por los niños desaparecidos”, La Prensa, 12 de diciembre de 1981. Archivo CELS-FICELS-SDP
225
“Movimiento por los derechos humanos”, Clarín, 12 de diciembre de 1981, p. 15. BNMM-H.
226
“Un movimiento por los niños desaparecidos”, La Prensa, 12 de diciembre de 1981. Archivo CELS-FICELS-SDP
151
argumental del informe, al exponer la versión más descarnada e injustificable de aquellas acciones
represivas que comenzaban a configurarse como “terrorismo de Estado”.
Para finalizar la conferencia, Pérez Esquivel leyó una declaración con los fines perseguidos
por el Movimiento, condensados también en un documento repartido por las abuelas presentes. En
este comunicado se exigía “que se esclarezca el destino dado a los niños desaparecidos de la
República Argentina desde 1976; que se investigue hasta sus últimas consecuencias quién o quiénes
los han secuestrado; que se indague el verdadero origen de las criaturas adoptadas durante ese
periodo, y que se reintegren estos niños a sus familiares, respetando sus derechos: a la vida, a
mantener su identidad, a vivir con su familia”. 227 Esclarecimiento, investigación y reintegración: los
reclamos de Abuelas en este momento de la transición se centran en la búsqueda de “verdad” con el
objetivo central de obtener una política reparatoria concreta y factible (la restitución de los niños a
sus familias biológicas). Nada exigen en términos de justicia punitiva hacia los responsables directos
y mediatos de las “desapariciones” de sus nietos. Esto no habla necesariamente de que éste no fuera
un objetivo deseado, sino del hecho de que en ese momento, a fines de 1981, y a pesar de la crisis
económica y del desgaste del régimen, un escenario judicial de revisión de los crímenes dictatoriales
todavía parecía inimaginable (Galante, 2015; Crenzel, 2015; Franco, 2018).
A principios de marzo de 1982, el Movimiento por la recuperación de los niños desaparecidos
realizó una petición escrita ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU por los “niños
desaparecidos”. En la presentación se señalaba que “la gran mayoría de las criaturas (...) se
encuentran, al menos, con vida (...) es imperativo que las autoridades informen acerca del paradero
de las criaturas” y se le solicitaba al organismo que “dedique especial atención a enfocar este
problema, emita los pronunciamientos necesarios a fin de reclamar la acción de las autoridades
locales e implemente los mecanismos e instrumentos que hagan posible encontrar una solución
definitiva para esta cuestión”.228
Gracias a este tipo de acciones, sumadas a las que realizaban las organizaciones que formaban
parte de la creciente red de solidaridad de Abuelas en el exterior y a los propios viajes de las
referentes de la organización, algunos medios extranjeros comenzaron a dar cuenta del problema
específico de los “niños desaparecidos”. Al menos en lo que pudimos reconstruir para el caso de

227
“Reclaman la recuperación de los niños desaparecidos”, Diario Popular, 12 de diciembre de 1981. Archivo CELS-
FICELS-SDP
228
“Reclámase por los niños desaparecidos”, La Nación, 12 de marzo de 1982; “Planteo a la ONU por niños
desaparecidos”, Clarín, 13 de marzo de 1982. Archivo CELS-FICELS-SDP.
152
Francia, entre 1981 y 1983 aparecieron notas en varios periódicos parisinos que abordaban el tema. 229
Muy lejos aún de la resonancia que alcanzará en la temprana posdictadura, sobre todo gracias al éxito
comercial de la película La historia oficial, es evidente que la cuestión progresivamente sobrepasaba
el conocimiento restringido a los círculos de activistas y empezaba a cobrar estado público. En uno
de estos artículos, su autor, Daniel Pezeril, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de París, reflexionaba
sobre los “niños desaparecidos” empleando figuras muy similares a las contenidas en la conferencia
de Sábato y, anteriormente, en el artículo de junio de 1981 del Buenos Aires Herald:

Ya he escrito y repetido aquí mismo: todo individuo, aunque fuera sospechoso de ser un criminal,
tiene derecho a los procedimientos legales que sean necesarios para acceder a un juicio justo.
¿Pero qué decir cuando son niños inocentes los que están involucrados? 230

El fragmento destaca la existencia de un lenguaje humanitario compartido por activistas y


simpatizantes en todo el mundo occidental y también la indudable potencia argumental de la figura
de los “niños desaparecidos” en la lucha antidictatorial.
Como hemos mencionado, en 1982, poco antes del comienzo de la Guerra de Malvinas,
Abuelas comenzó a publicar su propio boletín Informaciones. Abuelas de Plaza de Mayo. La
posibilidad de publicar regularmente un mensuario para su circulación nacional, dedicado a exponer
la “desaparición” de niños y niñas, con críticas (como veremos, no tan frontales como las de otras
organizaciones) a las cúpulas castrenses y eclesiásticas es sintomático de relativa distención política
del periodo (Novaro y Palermo, 2003; Quiroga, 2004; Canelo, 2016; Franco, 2018). Esto no significa,
por supuesto, que la asociación trabajara con absoluta libertad, sin presiones ni persecución. Durante
estos años, sus integrantes sufrieron amenazas de diversos tipos: pintadas intimidatorias en sus
hogares, amenazas telefónicas y seguimiento en la vía pública, entre otras.231

229
Sin pretensiones de exhaustividad, algunos de los artículos que pudimos localizar son Pezeril, Daniel. “Quand des
enfants eux-mêmes ‘disparaissent’”, Le Monde (Francia), 26 de noviembre de 1981. Consultado Archivo CELS-FICELS-
FOO, CAJA 22; “Argentina: Et ils enlèvent mêmeles enfants... ”, La Croix (Francia), 15 de septiembre de 1981, p. 3 ;
“Pas d’enfants « disparus » selon le gouvernement ”, La Croix (Francia), 16 de marzo de 1982, p. 6; “Montand solidaire
des « folles de Mai » ”, Le France Soir (Francia), 7 de octubre de 1983, p. 1 ; “ La longue lutte des « grands-mères de la
Place de Mai » ”, Le Monde (Francia), 8 de diciembre de 1983, p. 8. Todos consultados en CNAEF, Fondo ACAT, Caja
104.
230
Pezeril, Daniel. “Quand des enfants eux-mêmes ‘disparaissent’”, Le Monde (Francia), 26 de noviembre de 1981.
231
Cfr. Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de Prensa”, 17 de mayo de 1982; Entrevista del autor a María Isabel
“Chicha” Chorobik de Mariani, Buenos Aires, julio de 2016; Nosiglia, Julio (1985), Botín de Guerra, Buenos Aires:
Tierra Fértil. Como mencionamos en el Capítulo I, la organización también era seguida por la DIPPBA. Véase supra,
nota al pie 92.
153
En los primeros números, la revista Informaciones presentaba la problemática de los “niños
desaparecidos” y reseñaba las diversas acciones que Abuelas emprendió, en su entonces breve
historia, para localizarlos. Las notas con información de actualidad ocupaban un lugar muy
secundario que fue aumentando con el paso de los meses. En este sentido, Informaciones funcionó
en un comienzo una plataforma de presentación institucional y de balance de lo actuado hasta ese
momento.
En el número 1 de Informaciones, de abril de 1982, en un texto sin título la organización relataba
sus orígenes y exponía su lucha:

2. Nació así, en 1977, el grupo de “Abuelas argentinas con nietitos desaparecidos” (...)
3. Constituimos una Asociación independiente, dedicada específicamente a la localización de
nuestros nietos, quienes fueron secuestrados solos o con sus padres, o nacieron en lugares
desconocidos donde fueron llevadas sus jóvenes madres cuando desaparecieron embarazadas.
Reclamamos que sean restituidos a sus legítimas familias, hasta tanto sean liberados sus padres
hoy desaparecidos (...)
5. Nos presentamos continuamente a las autoridades militares, judiciales, eclesiásticas. Orfanatos,
asilos, hospitales, saben de nuestro paso y reclamo.
6. En cada entrevista presentamos una carpeta con documentación probatoria de la desaparición
de nuestros nietos. Incluye testimonios firmados por cada abuela relatando los hechos, con
fotografías de los niños y/o de sus padres. En abril de 1982 son 90 los niños cuya devolución
reclamamos.232

La organización se presentaba a sí misma como una “Asociación independiente” cuyas


integrantes, desde sus comienzos, habían reclamado “silenciosamente” noticias, primero de sus
hijos/as y luego de sus nietos/as. Según la narración, cuando comprendieron la particularidad del
reclamo por los/as niños/as decidieron crear una organización específica para “peticionar” ante las
autoridades. La elección de las palabras utilizadas para describir los orígenes y las actividades de la
organización muestran el énfasis en presentarla como una organización pacífica, no vinculada a
ningún partido ni corriente política, sin ningún otro objetivo que peticionar ante las autoridades la
localización de los/as niños/as desaparecidos/as. En un similar tono de respetuosa voluntad de
peticionar, Abuelas publicó una solicitada del 1 de julio de 1982 en el diario La Prensa. Allí se
dirigían al “Excmo. Señor Presidente de la Nación. Teniente General (R) Reynaldo B. Bignone”
para “solicitarle” que “arbitre de inmediato los medios para que les sea restituida su identidad a los
NIÑOS DESAPARECIDOS” 233. Este discurso, al deslindar a la asociación de cualquier filiación

232
Sin título, Informaciones, abril de 1982, pp.1 y 4. Los subrayados me pertenecen.
233
Citado en Informaciones, julio de 1982, p. 3.
154
partidaria y mostrarla como una pacífica búsqueda de familiares afectados, apuntaba a construir una
legitimidad social para su causa, contrarrestando el discurso castrense que presentaba a los
organismos de derechos humanos como “organizaciones subversivas” (Veiga, 1985; Jelin, 1995;
Tahir; 2015).
Otro elemento importante que aparece en ese primer número de Informaciones es la cuestión.
Las “pruebas” y las “carpetas con documentación probatoria” eran centrales en las prácticas y en los
discursos de Abuelas. Las “pruebas” tenían una doble función. Hacia el interior de la organización,
eran indispensables para reconstruir, con la mayor precisión posible, qué había pasado con cada
uno/a de los/as niños/as desaparecidos/as y para avanzar progresivamente en una comprensión
global del fenómeno. Hacia afuera, eran la herramienta para demostrar la veracidad de las
desapariciones denunciadas ante la justicia y para construir la legitimidad social en torno al reclamo.
Por eso se vuelve repetitiva la referencia a la “carpeta con documentación probatoria” presentada
ante autoridades militares, políticas, religiosa y organismos internacionales.
Durante 1982 y 1983, Abuelas será noticia en la prensa en algunas ocasiones reactualizando
el tópico de la “carpeta con documentación” como contra-argumento de fundamento empírico a las
declaraciones de autoridades militares. Como hemos dicho, la “desaparición de niños” no resultaba
justificable ni siquiera en los marcos de la “guerra antisubversiva”. Por ende, los jefes militares y
sus voceros se abstuvieron en general de hablar o responder por el tema. Las pocas veces que lo
hicieron, acudieron a un único recurso argumental: las denuncias no tenían asidero, no existían
niños/as desaparecidos/as. El 13 de marzo de 1982 el subsecretario de Asuntos Institucionales del
Ministerio del Interior, Cnel. Bernardo Menéndez, fue consultado por la denuncia formulada por
Sábato y Pérez Esquivel ante la ONU. Su negativa fue categórica:

No se tiene noticia de un solo caso de niños que hayan desaparecido por el hecho en sí de que sus
padres fueran subversivos (...) No se conoce ni uno. En el caso de los padres subversivos
detenidos, sus hijos fueron dados a parientes próximos y, si no los tenían, a institutos adecuados”
Al aludir a los casos de las embarazadas, manifestó que no hay constancia de que “pueda ser cierto
la afirmación [sic] de que hayan permanecido detenidas”.234

En un mismo movimiento, Menéndez reforzaba la estigmatización de los desaparecidos (en


este caso, de los padres “subversivos” de los/as niños/as que se denuncia como desaparecidos/as) y
negaba cualquier detención de niños/as o de mujeres embarazadas. Las Abuelas respondieron

234
“Desaparecidos: Habrá información”, Crónica, 14 de marzo de 1982. Archivo CELS-FICELS-SDP
155
velozmente a estas declaraciones, con la presentación de una petición ante el Presidente de la Nación,
el Ministerio del Interior y el Ministerio de Bienestar social, exigiendo una “rápida y exhaustiva
investigación sobre 89 niños desaparecidos”. Habían acompañado la petición con “carpetas de
documentación probatoria”235 actualizada referente a la desaparición de sus nietos. Las Abuelas se
apoyaban en las mismas palabras de Menéndez:

Al tener información de que el subsecretario de asuntos institucionales del Ministerio/as del


Interior, Coronel Bernando Menéndez aseguró que los niños fueron dados a parientes próximos o
a institutos adecuados y como nuestros nietos no nos han sido devueltos, solicitamos al señor
ministro información sobre los casos mencionados por el Coronel Menéndez. 236

La presentación fue informada a la prensa a través de un comunicado: entre el 16 y el 28 de


marzo, todos los diarios mayores de Capital Federal le dieron espacio a esta información en sus
páginas.237
Estas carpetas de “documentación probatoria” se componían, en primer lugar, de testimonios
de cada familia relatando la desaparición de sus hijos/as y sus nietos/as, incluyendo todos los detalles
conocidos sobre la fecha, el lugar y las circunstancias de la detención. Al mismo tiempo, se incluían
fotografías de los/as niños/as o de las madres embarazadas, junto con otros materiales, como partidas
de nacimiento y certificados médicos de obstetras y pediatras. Además de estos documentos, que
buscaban probar la existencia y el secuestro de los/as niños/as y adultos/as que se denunciaban como
desaparecidos/as, en las carpetas se adjuntaban también todos los trámites para intentar localizar a
los/as niños/as realizados hasta ese momento, ya fuera ante la justicia, las instituciones del “campo
de la minoridad” o las autoridades militares. 238 El predominio de la información factual en las
denuncias, que se concentraba en aportar datos duros y precisos sin ahondar en otras cuestiones de
índole personal o política, fue una característica común de todos los organismos de derechos
humanos (Crenzel, 2008). El objetivo de esta forma de construcción de denuncia era, en palabras de
Abuelas “certificar la incuestionable veracidad de nuestro reclamo”, en un contexto social en el que

235
“Las Abuelas de Plaza de Mayo piden por 89 niños desaparecidos”, La Razón, 18 de marzo de 1982. Archivo CELS-
FICELS-SDP
236
“Petición de las ‘Abuelas de Plaza de Mayo’”, La Prensa, 25 de marzo de 1982. Archivo CELS-FICELS-SDP
237
Además de las notas en La Razón y La Prensa citad ut supra, cfr. “Convocatoria en Plaza de Mayo”, Clarín, 18 de
marzo de 1982; “Reclamación por 89 niños desaparecidos”, La Nación, 29 de marzo de 1982; “Piden paradero de 89
niños”, Crónica, 26 de marzo de 9182. Archivo CELS-FICELS-SDP
238
Dossier “Abuelas de Plaza de Mayo”. Fondo ACAT, Caja 104. Centro Nacional de los Archivos de la Iglesia de
Francia (CNAEF). Issy-les-Moulineaux, Región Parisina, Francia.
156
dicha “veracidad” era cuestionada por el discurso castrense y por diferentes sectores sociales y
políticos.239
Esta voluntad de demostrar de manera “incuestionable” la existencia de niños desaparecidos,
frente a las posturas negacionistas del gobierno militar fue, entonces, un rasgo sobresaliente del
discurso público de Abuelas en los años finales de la dictadura, y quedó plasmada en las solicitadas
que la asociación publicaba en los diarios, por su cuenta o con apoyo de otros organismos,
generalmente en el diario La Prensa. El 4 de abril de 1982, CLAMOR publicó en La Prensa una
solicitada con el título “Niños desaparecidos en la República Argentina”. La solicitada constaba de
dos listas. Una consignaba los “Niños desaparecidos en la República Argentina, desde 1976”, con
nombre, apellido y fecha de nacimiento de los/as niños/as. La segunda, titulada “Niños nacidos
después del desaparecimiento de sus padres en la República Argentina, desde 1976”, presentaba
algunos niños/as con nombre y apellido y otros solamente con los apellidos de los padres y la edad
estimada. Otra solicitada, publicada esta vez por Abuelas, el 1 de agosto de 1982, en ocasión de la
celebración del “Día del Niño”, presentaba un collage con fotos de muchos/as de los/as niños/as
desaparecidos/as, con sus rostros en primer plano. En cierta medida, las solicitadas reproducían, de
forma resumida y para el público masivo, la información probatoria contenida en las “carpetas de
documentación” que acompañaban todas sus presentaciones ante las autoridades: fotos, fechas de
nacimiento, nombres y apellidos de los/as niños/as y de sus madres y padres.
Pero el discurso público no se limitaba a demostrar una verdad. También buscaba interpelar a
la sociedad y comprometerla en la localización y restitución de esos/as niños/as cuya desaparición
se denunciaba. En un contexto político en el cual las instituciones estatales no sólo no prestaban
colaboración sino que ocultaban información y protegían a los implicados, era indispensable contar
con información que proviniera del seno mismo de la sociedad civil. A través de denuncias
anónimas, la población podía proveer datos sobre niños y niñas que, por algún motiva, se pudiera
llegar a sospechar que fueran hijos/as de desaparecidos/as. De esta manera, en el centro de la
solicitada por el Día del Niño, un texto apelativo se dirigía al lector: “Si USTED sabe algo...

239
Sin título, Informaciones, mayo de 1982, p.1. AAPM-AH-CP. Acerca de la recurrencia de la cuestión de las
“carpetas”, en el número 3, de junio de 1982, se detallan las siete carpetas con documentación probatoria que le hicieron
llegar a Juan Pablo II desde su consagración como Sumo Pontífice, tanto de forma directa como a través de diferentes
intermediarios (entre ellos, el premio Nobel Pérez Esquivel y el Arzobispo de San Pablo, Paulo Arns). En ese mismo
número también se relatan las infructuosas presentaciones de la carpeta con documentación ante la Conferencia
Episcopal. El número 4 de Informaciones vuelve sobre el tema al exponer las carpetas presentadas a los sucesivos
presidentes de facto y a los partidos políticos reunidos en la Multipartidaria.
157
AYUDENOS a encontrarlo”. La solicitada de CLAMOR, por su parte, comenzaba con el siguiente
texto:

CLAMOR (Comité de Defensa de los Derechos Humanos en el Cono Sur) (...) Hace un llamado
a la conciencias de quienes puedan aportar datos acerca de las criaturas desaparecidas con o sin
sus padres, y de las que nacieron durante la detención de sus madres en lugares hasta hoy
desconocidos.
(...) Quiénes hagan suyas las siguientes palabras: ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien
ovejas y se le extravía una de ellas, ¿acaso no dejará las otras noventa y nueve en el monte,
para ir a buscar la oveja extraviada? (...) Así también, el Padre de ustedes, que está en el cielo,
no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños (Mateo, 18, 12-14), pueden dirigirse a
CLAMOR (...) o a las Abuelas de Plaza de Mayo, en Capital Federal, Argentina [sin
dirección].240

Como otro elemento distintivo de su discurso durante los primeros años de búsqueda de
Abuelas, aparece en esta última solicitada el “llamado a las conciencias”, que apelaba al sentimiento
cristiano de la compasión, cargado de referencias y símbolos religiosos, como en este caso la cita del
Evangelio. La imagen de la familia, base de la sociedad cristiana y de la Nación Argentina, destruida
por la desaparición de hijos/as y nietos/as, fue un motivo retomado habitualmente en las primeras
solicitadas de Abuelas. Como ha señalado Judith Filc (1997), se trataba de un movimiento similar al
emprendido por otros grupos de familiares, principalmente por Madres de Plaza de Mayo, en el cual
los tópicos “familistas” que habían sido muy importantes en el discurso oficial castrense eran
apropiados y resignificados, de modo que no eran usados ya para avalar la “lucha contra la
subversión” sino para reclamar, desde el dolor de la maternidad y la abuelidad desgarrada, la
“aparición con vida” de los hijos y los nietos secuestrados”. En un ejemplo notable de esta
apropiación, con una carga invertida de significados, del discurso familista de la dictadura militar,
un pequeño recuadro del número 2 de Informaciones, editado en pleno desarrollo de la Guerra de
Malvinas, expresaba lo siguiente:

“En estas horas de prueba para la Patria, nuestro dolor sublimado se eleva al Altísimo en una
súplica de PAZ, sin madres desgarradas, sin hijos ni nietos ausentes; con una Argentina íntegra,
luminosa de Justicia; Soberana en las tierras, en los mares y en el Amor a sus hijos”. 241

Al igual que en el discurso castrense, las Abuelas ponían a la “familia” en el centro de la


escena, como articuladora del tejido social (Filc, 1997). Sin embargo, en la visión de los familiares,

240
“Niños desaparecidos en la República Argentina”, La Prensa, 4 de abril de 1982
241
Sin título, Informaciones, mayo de 1982, p. 6. AAPM-AH-CCP. Mayúsculas en el original.
158
el Estado controlado por el poder militar no sólo no protege a este ámbito “natural” y “sagrado” de
la vida social, sino que se presenta como su destructor, al ser responsable de la existencia de “madres
desgarradas”, con “hijos y nietos ausentes”, fenómeno que la guerra reproduciría en otras familias y
otras madres y abuelas.
Después de la derrota en la Guerra de Malvinas, el poder dictatorial entró en una
descomposición acelerada, que obligó a un relativo relajamiento de la represión y una progresiva
apertura política. Ante esas nuevas relaciones de fuerza, la acción directa cobró cada vez más
relevancia en la estrategia de los organismos de derechos humanos, que se volcaron de lleno a ocupar
las calles con diferentes movilizaciones (Jelin, 1995; Lorenz, 2011). Las dos manifestaciones
públicas más resonantes del movimiento de derechos humanos en Buenos Aires durante 1982 fueron
la “Marcha por la vida y la vigencia integral de los derechos humanos”, realizada el martes 5 de
octubre, y la segunda Marcha de la Resistencia, del 10 de diciembre, que repetía la acción de 1981
de marchar durante 24hs seguidas
Ambas convocatorias resultaron multitudinarias: la Marcha de la Vida, a pesar de ser
prohibida por el gobierno militar, que desplegó un enorme operativo policial, cortó los medios de
transporte y bloqueó todas las vías de acceso a la Plaza de Mayo, contó con cerca de diez mil
asistentes, que marcharon hasta las cercanías de la Casa de Gobierno. 242 Dos meses después, las
autoridades militares también intentaron disuadir la Marcha de la Resistencia, con un cerco policial
que se extendió doce cuadras a la redonda de la Plaza de Mayo, impidiendo el acceso a ella. Sin
embargo, como en la anterior oportunidad, la concentración se realizó igual, esta vez en Avenida de
Mayo y Perú, a una cuadra de la Plaza, con una concurrencia que osciló entre las dos mil y las siete
mil personas, con un pico cercano a las quince mil en su finalización, con una caminata hasta el
Congreso Nacional. 243
Estas manifestaciones fueron convocadas, en todos los casos, o bien por ocho organismos
radicados en la Capital Federal (APDH, CELS, MEDH, LADH, SERPAJ, Familiares, Madres y
Abuelas), o bien, en unos pocos casos, por los tres “organismos de familiares” (aunque sin dudas con

242
“Desaparecidos: se prohibió la marcha”, La Nación, 5 de octubre de 1982; “Limitaciones y orden en la ‘Marcha por
la vida’”, La Prensa, 6 de octubre de 1982; “La ‘Marcha por la vida’ fue multitudinaria y pacífica, La Voz, 6 de octubre
de 1982. Archivo CELS-FICELS-SDP.
243
“Impide la Policía la marcha por los desaparecidos”, Clarín, 10 de diciembre de 1982; “Hubo una compacta marcha
reclamando por los desaparecidos”, Clarín, 11 de diciembre de 1982; “Culmina la marcha de Madres de Plaza de Mayo”,
Crónica, 10 de diciembre de 1982; “Se cumplió la marcha por los desaparecidos”, Crónica, 11 de diciembre de 1982;
“Imponente clamor por desaparecidos”, La Voz, 11 de diciembre de 1982. Archivo CELS-FICELS-SDP.
159
el apoyo de los otros cinco). Es relevante notar aquí que en estas manifestaciones Abuelas de Plaza
de Mayo aparece convocando como un organismo independiente, totalmente separado de Madres.
De hecho, Abuelas difundió sus propios afiches y volantes para muchas de estas convocatorias
públicas. Asimismo, en las marchas pudo verse a sus integrantes con sus familiares y allegados
encolumnados detrás de una bandera propia.
En este periodo de declinación del régimen militar y transición a la democracia, la acción
pública de los diferentes organismos de derechos humanos, tanto en Buenos Aires como en otras
ciudades del resto del país, se mostró muy compacta y unificada. La existencia de un enemigo en
común contribuía a atenuar las diferencias y a potenciar los objetivos compartidos, que quedaban
sintetizados en los reclamos unificados en las marchas (Veiga, 1985; Jelin, 1995). En la “Marcha por
la vida” se planteaba:

Porque en el país existen:


- Detenidos-desaparecidos
- Niños desaparecidos
- Presos políticos y gremiales
- Aparato represivo que sigue actuando con total impunidad
- Estado de sitio.244

Estaba claro para ese entonces que, dentro del movimiento de derechos humanos, el problema
de los “niños desaparecidos” había dejado ya de estar subsumido dentro la cuestión general de los
“desaparecidos” y había adquirido espesor propio como demanda autónoma. La exigencia de
“restitución de los niños desaparecidos” aparecerá también en la multitudinarias movilizaciones de
1983 contra el “Documento final” y la llamada “autoamnistía militar”. 245
Durante 1983, la presencia del problema de los “niños desaparecidos” en la escena pública
se intensificó aún más. El 5 de enero, el Movimiento por la recuperación de los niños desaparecidos
publicó una solicitada que contó con más de 80 firmas de importantes intelectuales, artistas, políticos
y religiosos de Argentina, además de centenares de personalidades e instituciones de América y
Europa.246 Entre los y las firmantes de Argentina, destacaban los/as escritores/as Jorge Luis Borges,
Jorge Asís, Juan José Sebreli, Ricardo Piglia, Aida Bornik y Beatriz Sarlo, la cantante Mercedes

244
Volante convocando a la Marcha por la Vida. Consultado en AAPM-AH-CO.
245
El diario Clarín consignaba que en un segundo lugar en la columna de la marcha “se ubicaron las Abuelas y Madres
de Plaza de Mayo, quienes portaban pancartas con las fotografías y los nombres de sus hijos o nietos desaparecidos.
También llevaban una bandera en la que podía leerse: Restitución de los niños desaparecidos a sus legítimas familias".
Cfr. “Multitudinaria marcha en contra de la sanción de la amnistía”, Clarín, 20 de agosto de 1982. BNMM-H.
246
“Niños secuestrados-desaparecidos desde 1976”, Clarín, 5 de enero de 1983, p. 12.
160
Sosa, los dramaturgos Roberto Cossa, Carlos Somigliana y Osvaldo Dragún, el actor Luis Brandoni,
la actriz Leonor Manso y los/as políticos/as Raúl Rabanaque Caballero, Alicia Moreau de Justo y
Vicente Solano Lima. Las firmas del extranjero provenían de organismos de derechos humanos,
instituciones religiosas, organizaciones sindicales, partidos políticos, universidades y personalidades
del campo académico y cultural de Brasil, Canadá, Francia, Holanda, Italia, México, Suiza, Alemania
Federal y Estados Unidos.
La importancia cualitativa y cuantitativa de las firmas de la solicitada obligó nuevamente a
los voceros militares a dar respuestas sobre el tema. Según trascendidos periodísticos, una comitiva
norteamericana habría inquirido al Ministro del Interior, Gral. Llamil Reston, por la existencia de
“niños desaparecidos”. Ante esta pregunta, él habría asegurado que “los niños desaparecidos no
existen (...) no hay niños desaparecidos”.247 La respuesta de las Abuelas fue similar a la vez anterior:
declararon ante la prensa que “sí hay niños desaparecidos y suman centenares” y que “a cada
gobernante de turno desde 1976 se le entregó documentación probatoria de cada caso de niño
desaparecido”, sin que hubiera habido nunca respuesta a su reclamo. 248
La cuestión de los “niños desaparecidos” adquirió todavía más presencia en los medios de
comunicación por un hecho que hasta entonces sólo se había dado en casos excepcionales: comenzó
a haber localizaciones y restituciones de niños a sus familias biológicas. Estas restituciones fueron
informadas por diversos periódicos y revistas. En algunos casos llegaron a generarse disputas entre
los medios y Abuelas de Plaza de Mayo por informaciones erróneas o falsas, como en el caso de la
restitución de Juan Pablo Moyano. 249

247
La versión fue recogida por Clarín y el Buenos Aires Herald. Cfr. “Un veto que continuará”, Clarín, 27 de enero de
1983; “Missing Children”, The Buenos Aires Herald, 30 de enero de 1983.
248
“Refutaron las Abuelas de Plaza de Mayo al Ministro del Interior”, La Razón, 28 de enero de 1983. También
recogieron estas críticas otros diarios. Cfr. “Insístese en que hay niños desaparecidos”, La Prensa, 30 de enero de 1983;
“Réplica a Reston”, Clarín, 28 de enero de 1983. Archivo CELS, FICELS, SDP.
249
Juan Pablo Moyano había sido secuestrado el 14 de enero de 1978 junto con su madre, Elba Altamirano, militante de
Montoneros al igual que su padre, Edgardo Patricio Moyano, secuestrado un año antes. Como señalamos en el Capítulo
I, Juan Pablo fue entregado por unos vecinos al Juzgado de Menores N°2 de San Isidro, cuyo titular, el juez Fugaretta,
lo dio en guarda sin buscar a su familia biológica. El 12 de abril de 1983, Abuelas de Plaza de Mayo comunicó la
localización de Juan Pablo Moyano. Este hecho fue cubierto por varios diarios de la Capital Federal: Clarín, La Voz y
La Nación. El 20 de abril, la Revista 10, una publicación de interés general, publicó una nota sobre el caso llamada “El
nieto del milagro”. La revista se atribuía haber logrado el encuentro entre el niño y su abuela, Natividad González, gracias
a una nota sobre los “niños desaparecidos” que habían publicado el 23 de marzo. En su versión, un ex policía había
reconocido una foto del niño y se había comunicado con la revista para brindar la información anónima. Abuelas de
Plaza de Mayo salió a desmentir a la periodista que escribió el artículo. Según su propia versión, a raíz de la nota en la
revista, fue un transportista quien se comunicó con Abuelas de Plaza de Mayo y luego también con la revista, razón por
la cual la periodista fue invitada al primer reencuentro entre el niño y su abuela. La organización cerraba el comunicado
diciendo que sentían “burladas en su buena fe” por la actitud de la periodista. Cfr. Abuelas de Plaza de Mayo,
161
Esta novedad fue posible por el cambio de actitud hacia el tema de la mayoría de los/as jueces
y juezas civiles y de menores que habían recibido las denuncias y los habeas corpus por “niños
desaparecidos”. Los siete niños/as restituidos/as durante ese año habían sido dados en guarda legal
(y a veces estaban en proceso para la adopción plena) a familias adoptantes o a familiares lejanos
que no tenían contacto con las abuelas denunciantes. En la mayoría de los casos, los mismos jueces
que habían realizado estos procesos plagados de irregularidades, que habían recibido de parte de
personal militar y policial niños/as “abandonados/as”, que no habían hecho esfuerzos reales por
localizar a su familia biológica y que incluso habían respondido con negativas y evasivas los pedidos
de información de las integrantes de Abuelas, fueron los que propiciaron estas restituciones. Su
accionar durante la dictadura fue, como ya dijimos, en parte por temor, acomodamiento o abierta
connivencia con el régimen, pero también en gran medida también porque estas prácticas irregulares
eran habituales, rutinarias y consuetudinarias dentro del “campo de la minoridad” (Villalta, 2013;
Regueiro, 2015). En sentido contrario, la nueva relación de fuerzas, la pérdida creciente de
legitimidad del régimen y su derrumbe político motivaron lo que González Bartomeu (2015)
denomina “defección estratégica”, que se manifestó en una retirada progresiva de apoyo y hasta en
una intención explícita de avanzar en causas que de una forma u otra pudieran afectar los intereses
de los militares.
No sólo para Abuelas, sino para el conjunto del movimiento de derechos humanos, la Justicia,
al menos como horizonte, estuvo en el centro de su acción pública. En el marco de un proceso de
acelerada deslegitimación del régimen militar, en la “Marcha por la Vida” del 5 de octubre de 1982
los organismos de derechos humanos lanzaron la consigna “Juicio y Castigo a todos los culpables”.
Desde ese momento, la revisión judicial de los crímenes cometidos por las fuerzas armadas en el
ejercicio del poder se convirtió en uno de los principales reclamos del movimiento de cara al futuro
(y aún desconocido) gobierno democrático. Si bien, como ha señalado Jelin (1995, p. 120), nadie
tenía en claro dentro del movimiento “no sólo en qué iba a consistir finalmente el castigo de las
violaciones sino en qué debía consistir ese castigo”, la principal alternativa que empezó a perfilarse
a principios de 1983 fue el impulso de una condena política, motorizada por una futura comisión
parlamentaria bicameral (Jelin, 1995; Crenzel, 2015). Ante este panorama, el gobierno militar en
retirada emitió el 28 de abril de 1982 un “Documento final” en el que rechazaban cualquier revisión

“Comunicado de prensa”, 12 de abril de 1983; Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 20 de abril de 1983;
Acuña, Claudia, “El nieto del milagro”, Revista 10, 20 de abril de 1983. AAPM-AH-CCP.

162
de las acciones realizadas en el marco “casi apocalíptico” de la “guerra contra la subversión”, que
quedaban reservados “al juicio de Dios y a la comprensión de los Hombres”.250 Este documento
preanunciaba la sanción de una posible autoaministía, que finalmente se concretó el 22 de septiembre
de 1983 con la Ley de Pacificación Nacional. Tanto el “Documento Final” como la así llamada “Ley
de autoamnistía” fueron unánimemente repudiados por casi todo el espectro político y sindical, y
más aún por los organismos de derechos humanos, que convocaron movilizaciones multitudinarias
y organizaron petitorios en su rechazo. 251
Con todo, a pesar de la mayor visibilidad pública que tomaba la “cuestión de los derechos
humanos”, tanto por las denuncias y movilizaciones de los organismos de derechos humanos como
por descubrimientos “macabros” (como los enterramientos de NN en fosas comunes en varios
cementerios del país) y procesamientos judiciales a personal militar (por causas de corrupción y por
otras ligadas a la represión), el posicionamiento de los principales partidos políticos fue ambiguo. Si
bien hacían una crítica general a la “falta de derechos” reclamando la “normalización institucional”,
con respecto a la represión, desde antes y también después de la Guerra de Malvinas el reclamo a la
Junta Militar siempre había sido que brindaran “explicaciones” o “información” sobre lo ocurrido,
que permitieran “cerrar” el tema para que no se transformara en un “lastre” o un “quiste” para el
futuro gobierno democrático (Franco, 2018).
Las críticas hacia el accionar militar, las pocas veces que las había (aunque éstas fueron
aumentando a medida que el régimen perdía legitimidad, merced sobre todo a la brutal crisis
económica y social que sobrevino desde 1982) se concentraban en las “secuelas”, los “excesos” o a
lo sumo en los “métodos” empleados en la represión. En cualquier caso, nunca se formulaban en
términos de impugnación de “violaciones a los derechos humanos” y o de un “terrorismo de Estado”
ejercido por el régimen militar, según la opinión de los organismos de derechos humanos. Por el
contrario, como destaca Franco (2018) en su investigación reciente sobre el tema, por lo menos hasta
el final de la dictadura siguió teniendo mucha vigencia en la esfera pública el marco interpretativo
de la “guerra antisubversiva”, sobre la base del cual las fuerzas armadas habían construido la
legitimidad de su accionar represivo. Prácticamente todos los actores políticos (así como la mayor
parte de la prensa, salvo el diario La Voz, fundado en 1982 y ligado a la izquierda peronista) se
cuidaban de aclarar, al hablar del “problema de los desaparecidos”, que no ponían en duda el

250
Junta Militar (29 de abril de 1983). “Documento final de la junta militar sobre la guerra contra la subversión y el
terrorismo”.
251
“Masivo rechazo al documento”, Crónica, 29 de abril de 1983. Archivo CELS, FICELS, SDP.
163
“necesario” accionar de las fuerzas armadas en la “guerra” librada para derrotar al “terrorismo” o al
“enemigo subversivo” (Franco, 2018).
En este sentido, el “problema de los desaparecidos” apareció como un tema secundario en la
campaña electoral. Solamente el Partido Demócrata Cristiano lo tomó como eje en la Capital Federal,
al llevar como candidato a diputado a Augusto Conte, fundador y activista del CELS, que era
presentado como el “candidato de los Derechos Humanos”, hizo del tema un eje central de su
campaña. Mientras tanto, el candidato del peronismo, Ítalo Luder, manifestó posturas ambiguas con
respecto a la “autoamnistía” y la “cuestión militar”, dando a entender que en un eventual gobierno
suyo no la derogaría.
Raúl Alfonsín, candidato de la Unión Cívica Radical, sí tomó una postura clara sobre la
revisión de los crímenes cometidos por las fuerzas armadas y de seguridad a través de un
procesamiento judicial del tema. Bajo el asesoramiento de diversos juristas, como Carlos Nino y
Jaime Malamud Gotti, Alfonsín propuso un modelo de justicia ejemplar y limitada que se sustentaba
en un esquema de división de las responsabilidades entre los partícipes de la represión ilegal: los que
dieron las órdenes, los que las ejecutaron y los que cometieron excesos en su ejecución. De esta
manera, sólo las Juntas Militares serían sometidas a juicio, mientras que las Fuerzas Armadas en
democracia iniciarían un proceso de “autodepuración” para separar al personal más involucrado con
la represión, sin ampliar el procesamiento judicial a todos los responsables. Esta forma de justicia
tendría por sobre todo el papel político de simbolizar el quiebre entre el pasado dictatorial y el
presente (y futuro) democrático: funcionaría como una bisagra entre dos tiempos, como un momento
fundacional del nuevo orden constitucional (Crenzel, 2015; Galante, 2015).
La inesperada victoria del candidato radical en las elecciones de octubre de 1983 abría un
inesperado y ventajoso panorama para el “juicio y castigo” que promovían los organismos de
derechos humanos. Desde luego, no terminaba de quedar claro cómo se iba a operativizar esta
justicia, quién la iba a implementar y a quiénes debía abarcar. Era evidente además que el proyecto
de justicia limitada de Alfonsín chocaba con las exigencias de justicia reparatoria ampliada de los
organismos de derechos humanos (Jelin, 1995 y 2005; Crenzel, 2008 y 201). Sin embargo, la justicia
pasaba a instalarse en la agenda pública como el escenario posible y deseable de resolución de las
disputas de sentido sobre la represión dictatorial. Como veremos en el siguiente capítulo, este nuevo
contexto también ubicará a los estrados como espacio predilecto de confrontación en torno al
problema de los “niños desaparecidos”.

164
Capítulo III. Juicio, castigo, identidad y restitución: nuevos discursos y
escenarios de disputa en la temprana posdictadura (1983-1987)

1. Posdictadura, democracia y derechos humanos

Hasta diciembre de 1983, cuando asumió Ricardo Alfonsín como nuevo presidente electo,
sólo habían sido localizados/as e identificados/as once “niños desaparecidos”252. Estas
localizaciones, como dijimos, fueron posibles por las denuncias anónimas recibidas por la
organización, por las gestiones privadas y las tareas de inteligencia informal emprendidas por sus
propias integrantes y por la colaboración de las organizaciones de exiliados/as argentinos/as y de
organismos regionales e internacionales de derechos humanos (como CLAMOR), que pusieron en
conocimiento de Abuelas testimonios brindados en el extranjero por sobrevivientes de los centros
clandestinos de detención253. En todos estos casos, los/as niños/as restituidos vivían con familias que
no estaban vinculadas con la represión (o bien eran familiares lejanos que se habían quedado con
ellos tras el secuestro de sus padres, o bien personas que los habían adoptado desconociendo su
origen, es decir, “de buena fe”, según la terminología que en la época utilizaban las fuentes
periodísticas, judiciales y también las de Abuelas). Por lo tanto, como afirmaba la asociación en un
comunicado de 1983, “en interés del niño se buscó siempre llegar a un entendimiento entre la familia
de crianza y la familia legítima”, lo que permitió arribar a diferentes tipos de acuerdos entre ambas
partes254. A partir de estos acuerdos, algunos/as de los/as niños/as localizados/as habían vuelto con
sus familias biológicas, mientras que otros habían permanecido con sus familias de crianza.
Como hemos visto, más allá de la imagen armónica que podía llegar a transmitir aquél
documento de Abuelas, aquellas restituciones no habían estado exentas de conflictos entre las partes
involucradas. En el caso de los hermanos Julien Grisonas, localizados en Chile en 1979, la abuela
paterna uruguaya litigó, con apoyo de diferentes organismos internacionales, para conseguir la
guarda de los niños; pero en un contexto local y regional signado por regímenes dictatoriales fuertes,
no pudo obtener el apoyo de la justicia chilena que concretó la adopción plena en favor de su familia

252
Para ese mismo momento, la organización tenía conocimiento de 145 niños desaparecidos poner fuente, secuestrados
vivos o por nacer. El número de “niños desaparecidos” siguió creciendo en los años siguientes merced a las nuevas
denuncias realizadas en Abuelas, ante la CONADEP y en distintas instancias judiciales.
253
Ver supra, Capítulo II.
254
Abuelas de Plaza de Mayo, “Gacetilla de prensa”, 22 de diciembre de 1983. AAPM- AH-CCP.
165
de crianza, permitiendo sólo un régimen de visitas a la abuelas biológica. 255 Ya sobre el final de la
dictadura argentina, en 1983 la restitución de Juan Pablo Moyano también había encontrado
resistencia inicial de la guardadora del niño, que sin embargo no continuó litigando por su tenencia
después de la decisión judicial de restituirlo a su abuela biológica. Más allá de estos litigios, es cierto
que todos los casos se habían resuelto en relativamente poco tiempo, y con algún grado de
entendimiento entre las familias biológicas y los/as guardadores o adoptantes de los/as niños/as.
El 22 de diciembre 1983, apenas doce días después del retorno a la democracia, Abuelas de
Plaza de Mayo informaba en una conferencia de prensa la localización de una nueva niña 256. Sin
embargo, este anuncio guardaba una importante diferencia con los anteriores. En contraste con los
hallazgos previos, esta vez la niña se encontraba “sometida a la custodia de quien fuera parte
integrante de las fuerzas de represión que asolaron nuestro país”. 257 Gracias a la denuncia anónima,
la niña había sido ubicada por su abuela en 1980. 258 “Quienes la tenían” se habían mudado al poco
tiempo y el rastro se había perdido. Sin embargo, con el aporte de otras dos denuncias anónimas,
realizadas por personas que habían visto la imagen de la niña en afiches y solicitadas de Abuelas, en
1983 la organización pudo dar nuevamente con su paradero. El 13 de diciembre de dicho año, el
primer día hábil tras el retorno de la democracia, la abuela de la niña procedió a radicar una denuncia
en el Juzgado de Instrucción N° 9 a cargo del Dr. López Correa, “en calidad de denunciante de un
eventual delito cometido en la persona de su nieta por quienes la custodian desde 1978”. La elección
del día no era azarosa, como dejaba en claro la organización en un comunicado emitido un día
después de la conferencia: “En esta ocasión reclamamos dentro de un estado de derecho y al amparo
de un gobierno constitucional”. 259
Como puede apreciarse en este anuncio, el primero en torno al conflictivo proceso de
restitución de quien pocos meses después se sabría que era Paula Eva Logares, 260 el retorno de la

255
Ver supra, Capítulo I.
256
“Anuncian que fue localizada una menor que había desaparecido” Clarín, 23 de diciembre de 1983, p. 4. La
conferencia también fue cubierta por La Razón, Crónica, La Voz, La Prensa y La Nación.
257
Abuelas de Plaza de Mayo, “Gacetilla de prensa”, 22 de diciembre de 1983. AAPM - AH- CCP.
258
En comunicados posteriores, Abuelas ofreció más detalles sobre este proceso de rastreo. La primera denuncia anónima
había sido provista por Jaime Wright, el presidente de CLAMOR, que en 1980 les había comunicado a las integrantes
de la organización que contaban con información y fotografías que indicaban que la niña había sido traída de Uruguay y
estaba viviendo en Buenos Aires en manos de un represor (Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Se ha
efectivizado la restitución de Paula Eva Logares a su legítima familia”, 19 de diciembre de 1984, AAPM - AH- CCP).
Esta versión, que volvía a destacar la importancia de la organización brasileña en las tareas de investigación de Abuelas,
también fue reproducida por la prensa (“Paula Logares, a su hogar”, La Voz, 20 de diciembre de 1984, p.6; “Entregan a
sus abuelos a una niña desaparecida en 1978”, Clarín, 20 de diciembre de 1984).
259
Abuelas de Plaza de Mayo, “Gacetilla de prensa”, 22 de diciembre de 1983. AAPM - AH- CCP.
260
Sobre Paula Eva Logares, véase supra Cap. I, nota 104.
166
democracia, con la asunción del presidente Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983, abrió una
nueva etapa política, que ofrecía nuevas oportunidades para la agenda de demandas de los
organismos de derechos humanos. El proceso de apertura, liberalización y reinstauración (al menos
formalmente) de las garantías constitucionales que traía consigo el retorno del “Estado de Derecho”,
cuya defensa además constituía una parte central de la identidad y legitimidad política del
alfonsinismo (Aboy Carlés, 2001), permitía imaginar un escenario de despliegue de acciones cada
vez más amplias y diversas. El estado de movilización constante en el que se encontraba el
movimiento de derechos humanos en el ocaso del régimen militar se intensificó en los primeros años
de posdictadura. A esto se sumó que el propio poder ejecutivo puso la cuestión de la revisión de los
crímenes dictatoriales en el centro de la escena, al impulsar su propio proyecto de justicia transicional
basado en su modelo de diferenciación de tres niveles de responsabilidad, que había empezado a
formular durante 1982 y 1983 con el asesoramiento de un grupo de juristas y filósofos y sobre el cual
había insistido en la campaña electoral (Crenzel, 2015; Galante, 2015). La derogación de la llamada
“Ley de autoamnistía”, los decretos presidenciales proponiendo el juzgamiento las primeras tres
juntas militares (así como también de los dirigentes de las organizaciones guerrilleras), la reforma
del Código de Justicia Militar y la creación de la CONADEP, pusieron a la cuestión de los “derechos
humanos” en el centro de la escena pública desde el principio de la nueva gestión.
Con todo, a pesar de las expectativas depositadas en el nuevo periodo por los organismos de
derechos humanos (tal y como se trasluce en el comunicado de Abuelas del 22 de diciembre de 1983)
y de cierta imagen sedimentada en el imaginario social actual, que supone a la temprana posdictadura
como un momento de masivo y unánime rechazo a los crímenes de la dictadura, con un consenso
generalizado en torno a su consideración como “violaciones a los derechos humanos” o “terrorismo
de Estado”, los estudios más recientes nos muestran a estos años como un periodo sumamente
conflictivo, no sólo en la arena política y judicial, sino también en la construcción de consensos
sociales sobre el reciente pasado dictatorial. La transición a la democracia fue un periodo signado
por la incertidumbre y la indeterminación, en el que un conjunto muy diverso de actores, con agendas
particulares y demandas muchas veces antagónicas, entraron en disputa por la definición del nuevo
orden político, institucional y también memorial (O’Donnell y Schmitter, 2010; Canelo, 2006;
Lvovich y Bisquert, 2008; Crenzel, 2008 y 2015; Feld y Franco, 2015). Los familiares de las víctimas
de los crímenes dictatoriales y los organismos de derechos humanos que los nucleaban debieron
continuar su lucha en la esfera pública y discursiva, para lograr instalar su agenda de demandas y su

167
propia interpretación sobre lo ocurrido en los años precedentes. En esta lucha, debieron enfrentarse
a un espectro heterogéneo de actores políticos y sociales, con posturas y expectativas alternativas,
en muchos casos antitéticas (como en el de los integrantes de las Fuerzas Armadas, sus familias y
los partidos y sectores que los apoyaron activamente). La creación y el trabajo de la Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP); la emisión de un programa televisivo con
sus principales conclusiones; la publicación de su Informe Final, el Nunca Más; el Juicio a las Juntas
y el desarrollo de otras causas judiciales a miembros de las fuerzas de diferentes rangos; y la sanción
de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, fueron algunos de los momentos más relevantes
de esta disputa que era a la vez judicial, política y discursiva, y que se desplegó en los tribunales, en
las calles, en la prensa, en la televisión, en el campo artístico y en casi todos los niveles de la vida
social y política.
En este capítulo analizaremos las modulaciones políticas y discursivas que adquirió la
cuestión de los “niños desaparecidos” durante este complejo periodo posdictatorial, en el que el
problema de los “derechos humanos” y de la revisión del pasado dictatorial ocupó un lugar central
en la agenda política. El recorte temporal se extiende desde el retorno de la democracia, que supuso
la configuración de un nuevo marco de acción para exigir la búsqueda de aquellos/as niños/as y su
restitución a sus familias biológicas, hasta mayo de 1987 cuando, con pocos días de diferencia, se
sancionaron la Ley de “Obediencia Debida” y la ley de creación del Banco Nacional de Datos
Genéticos (BNDG). En un movimiento complejo, la ley que garantizaba la impunidad para la
inmensa mayoría de los perpetradores de la represión y cerraba una etapa de judicialización del
pasado dictatorial y de movilización de los organismos de derechos humanos, dejaba asimismo un
margen para continuar la persecución penal a los apropiadores de niños, que encontraba un
complemento científico fundamental en el BNDG, la primera institución estatal dedicada a la tarea
de la identificación genética de los “niños desaparecidos”.
En primer lugar, indagaremos en el lugar ocupado por este problema en la agenda y en el
debate político de los diferentes actores de la recobrada democracia. Abuelas de Plaza de Mayo, que
entre 1980 y 1983 se había constituido como una organización independiente abocada
específicamente dedicada a la localización y restitución de los “niños desaparecidos”, buscó
activamente consolidarse como promotora de la causa e interlocutora privilegiada con los diferentes
actores políticos y poderes del Estado. Estas interacciones fueron diversas e implicaron agencias y
funcionarios de todas las jerarquías, de los tres poderes del estado, tanto a nivel nacional como

168
provincial y municipal. La organización buscó incidir en el desarrollo de una serie de políticas
públicas orientadas al corto pero también al largo plazo. Observaremos que, lejos de mostrar un
comportamiento lineal u homogéneo, las respuestas de las agencias y los funcionarios estatales, así
como el grado de conformidad o distanciamiento de Abuelas fueron muy variables, fluctuando entre
instancias de cooperación y entendimiento y otras de tensión y fuerte oposición.
La exigencia de justicia retributiva, sintetizada en la consigna “juicio y castigo para todos los
culpables”, se convirtió en una de las demandas centrales del movimiento de derechos humanos en
la temprana posdictadura (Jelin, 1995, Crenzel, 2008). El “Juicio a las Juntas” y los otros procesos
que se desarrollaron en paralelo pusieron al escenario judicial en el centro de la disputa por la revisión
del pasado reciente. Analizaremos qué lugar tuvo el problema de la “desaparición de niños” en estos
procesos judiciales (particularmente, en el “Juicio a las Juntas”), tanto en los testimonios durante el
juicio oral como en la sentencia. Sin embargo, la justicia tuvo otra dimensión para este problema. A
medida que nuevos niños y niñas eran localizados/as por las agencias estatales o por Abuelas, la
resolución de su tenencia quedaba en manos del poder judicial. De esta forma, los procesos de
restitución fueron, salvo algunas excepciones, procesos judiciales sumamente conflictivos, en los
que los intereses de las familias biológicas y de Abuelas colisionaron con los de las familias
guardadoras, muchas de ellas directamente involucradas en la represión dictatorial.
Como estas batallas no fueron sólo legales, sino también políticas y semánticas, resulta
indispensable analizar los discursos y representaciones sobre los “niños desaparecidos” que
circularon en la esfera pública durante este periodo. En su interpelación a la sociedad civil, diversos
aspectos de las acciones y los discursos de Abuelas fueron tensionados y objetados por el discurso
castrense y por otros relatos canalizados a través de la prensa. Esta confrontación puede inscribirse
en el contexto general de disputa por la construcción social de una memoria legítima sobre el
traumático pasado dictatorial que marcó a todo este periodo (Crenzel, 2008). Con todo, los debates
públicos por la cuestión de las “restituciones” de niños/as tuvieron una dimensión específica y
también efectos particulares: contribuyeron decisivamente a terminar de definir ciertas categorías y
tópicos del discurso de Abuelas, en el que la concepciones familistas desarrolladas en los albores del
activismo en derechos humanos durante la dictadura fueron reforzadas y a la vez modificadas desde
una matriz científica por el aporte de diferentes saberes profesionales y disciplinarios.

169
2. “Lo más sangriento de la barbarie”: los “niños desaparecidos” en el “Show del horror”

Durante los meses que siguieron a la asunción de Alfonsín como nuevo presidente
constitucional, la cuestión de los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas durante la dictadura
alcanzó cada vez mayor presencia en el escena pública. En parte, esto ocurrió porque el propio
gobierno puso el tema en el centro de la agenda política, con una serie de decretos presidenciales y
de proyectos de ley enviados al Congreso durante diciembre de 1983 relacionados con la revisión
del accionar represivo y de la violencia política durante la década del ’70. De hecho, el primer
proyecto enviado por el ejecutivo al parlamento fue el de la derogación de la ley de “pacificación
nacional”, conocida como de “autoamnistía”, y que había sancionado la dictadura en su último año
de gobierno. La derogación fue aprobada por amplia mayoría en ambas cámaras y se convirtió en la
primera ley promulgada por Alfonsín, a fines de diciembre de 1983.
En paralelo, el 13 de diciembre el presidente firmó dos decretos, el 157 y 158, por los que se
disponía respectivamente el procesamiento de los líderes sobrevivientes de ERP y Montoneros
(principales organizaciones armadas de los ’70) y el de las primeras tres Juntas Militares. La
promoción al unísono de ambos procesos penales apuntaba a contrarrestar posibles críticas sobre
parcialidad o intencionalidad política en el juzgamiento de los responsables militares, pero también
abonaba a una interpretación del pasado en términos de dos “violencias enfrentadas” que sus críticos
comenzarían a llamar “teoría de los dos demonios” (Galante, 2015).261
En cuanto a la persecución penal de los crímenes dictatoriales, el decreto 158 habilitaba a la
Cámara Federal como instancia civil de apelaciones al fallo que produjera el Consejo Supremo de
las Fuerzas Armadas. Esta estrategia oficialista requería la reforma del Código de Justicia Militar,
que fue remitida como proyecto de ley al Congreso el mismo 13 de diciembre. A pesar de las
expectativas del gobierno, que esperaba un acuerdo parlamentario amplio como el que se había
conseguido con la derogación de la “autoamnistía”, el proyecto original generó rechazos tanto del
movimiento de derechos humanos como de importantes sectores de la oposición y fue aprobado con
varias modificaciones. Una de ellas ponía en riesgo uno de los pilares de la propuesta judicial del

261
Marina Franco (2015) ha señalado que la llamada “teoría de los dos demonios” nunca existió como tal (como una
teoría, es decir, como un conjunto articulado de ideas, hipótesis y argumentos), que ninguno de sus supuestos promotores
la concibió ni la denominó de este modo y que la categoría fue formulada y puesta en circulación por quienes se erigieron
como sus detractores (notablemente, los organismos de derechos humanos, partidos de izquierda e intelectuales afines).
Con reserva de estas importantes salvedades, y dado su uso extendido en la literatura sobre el tema, la emplearemos para
hacer referencia de manera general al heterogéneo conjunto de discursos que en la transición desarrollaron el tópico de
las “dos violencias enfrentadas” con sus múltiples variantes.
170
alfonsinismo: la presunción de “obediencia debida” de aquellos que actuaron en la represión ilegal
“en cumplimiento de órdenes superiores”. En el Senado, se cambió del artículo en cuestión el “se
presumirá” por “se podrá presumir” y se incluyó la excepción de esta presunción “cuando consistiera
en la comisión de hechos atroces o aberrantes”. De esta forma, la ley introducía un elemento de
incertidumbre al otorgar discrecionalidad a los funcionarios judiciales en la “presunción” de la
obediencia debida y al difuminar los límites del universo de responsables alcanzados por la acción
penal, ya que prácticamente la totalidad de los crímenes de la represión podían ser considerados
“atroces y aberrantes” (Acuña y Smulovitz, 1995; Galante, 2015).
La estrategia oficialista de justicia limitada, retroactiva y preventiva, que concentraba el
castigo penal en los máximos responsables del plan represivo, formaba parte de un plan claramente
delineado con anterioridad a asunción. A partir de las sugerencias Carlos Nino, Jaime Malamud Goti
y otros filósofos del derecho, esta estrategia se fundamentaba en una división de la responsabilidad
penal que distinguía tres categorías de autores de los crímenes cometidos durante la dictadura:
aquellos que planificaron y ordenaron la represión, aquellos que acataron las órdenes en cumplimento
de su servicio y aquellos, por último, que yendo más allá de dichas órdenes, se extralimitaron y
cometieron “excesos” (Crenzel, 2008: 56).
Por el contario, la definición sobre cómo establecer, con algún grado de certeza, un
conocimiento sobre los crímenes cometidos durante los años previos (quiénes, a quiénes, cómo,
dónde, cuándo y cuánto) parecería no haber formado parte de un plan preconcebido, sino que decantó
al calor de la coyuntura y de las disputas políticas. Ante la propuesta de la oposición y del movimiento
de derechos humanos de formar una comisión investigadora parlamentaria conformada por senadores
y diputados, Alfonsín optó por una “comisión de notables”, integrada por prestigiosas figuras
públicas, representativas de diversos campos de la vida social y que, antes o después, habían
manifestado su rechazo a las violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura
(Crenzel, 2008). De esta forma, a través del decreto 187/83 del 15 de diciembre de 1983, Alfonsín
creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), con el objetivo de
satisfacer el “interés legítimo [de la sociedad civil] de intervenir activamente en el esclarecimiento
de los trágicos episodios en los que desaparecieron miles de personas”, según estipulaban los
considerandos del decreto.262

262
Cfr. Decreto 187/83, “Comisión Nacional sobre la Desaparición de personas”. Disponible online en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/260000-264999/263505/norma.htm. Consultado el 19/05/2017.
171
Desde luego, la acción gubernamental estuvo acompañada por un incesante estado de
intervención y movilización pública de los organismos de derechos humanos, que intentaban
impulsar sus propias iniciativas de judicialización e investigación y manifestaban sus acuerdos, pero
sobre todo desavenencias con las propuestas de la nueva gestión. Marchas masivas, pequeños actos,
intervenciones en eventos políticos y sindicales, presencia en el Congreso y en los tribunales ante
cada acto que involucrara la tramitación del pasado reciente, notas y entrevistas para casi todos los
medio de comunicación, fue la característica del accionar público del movimiento de derechos
humanos, que alcanzó en este periodo su máxima visibilidad (Jelin, 1995; Lorenz, 2011).
La discusión pública sobre el tratamiento de los legados de la dictadura se produjo en esos
primeros meses de democracia en un clima marcado por la eliminación de la censura y una
liberalización progresiva de la vida social y cultural. En la prensa, este nuevo contexto se explotó
desde dos aristas. Por un lado, la proliferación de producciones gráficas con modelos y actrices en
bikini o semidesnudas, un fenómeno que, a semejanza de lo que había vivido España a la salida del
franquismo, fue llamado “el destape” (Manzano, 2019). Al mismo tiempo, los diarios y revistas se
poblaron de fuertes noticias sobre las secuelas de la represión: testimonios de los y las sobrevivientes
de la represión, confesiones de antiguos represores, dramatizaciones y representaciones gráficas de
los secuestros y los “vuelos de la muerte” y, sobre todo, exhumaciones de cuerpos enterrados como
“NN” en fosas comunes de diferentes cementerios del país. La aparición de estas noticias en los
medios de comunicación, de forma sensacionalista y sin un marco interpretativo que pudiera darles
sentido histórico y político, se transformó en un fenómeno comunicacional que los propios
contemporáneos denominaron el “Show del Horror” (González Bombal, 1995; Feld, 2015).
En ese verano de 1984, en el que las tapas de diarios y revistas fueron compartidas por cuerpos
semidesnudos en la playa y noticias morbosas vinculadas con el “problema de los desaparecidos”,
uno de los hechos que más conmoción generó fue el descubrimiento de los cuerpos de Roberto
Lanuscou y Amelia Miranda de Lanuscou y de sus hijos, Roberto, Bárbara y Matilde, que al
momento de su muerte tenían tan solo seis y cuatro años y seis meses de edad, respectivamente.
Según consignaba la prensa, los cinco integrantes de la familia (aunque posteriormente se supo que
la tumba de Matilde había sido fraguada) habían sido asesinados durante un enorme operativo militar

172
sobre su domicilio, el 4 de septiembre de 1976, y luego habían sido enterrados como N.N. junto con
sus padres en el Cementerio de San Isidro.263
Juan Miranda, uno de los abuelos de los/as niños/as presente durante las exhumaciones,
inquiría a la prensa: “No sé si mi hija y su esposo eran subversivos, pero ¿es que los tres niños lo
eran? ¿Por qué fueron muertos?” 264. Es que, en efecto, la noticia de tres niños/as muertos/as por
las Fuerzas Armadas, cuyos cuerpos habían sido ocultados, causaron estupor e indignación: sus
asesinatos parecían escapar a toda lógica, a cualquier justificación. Suponían una mancha más para
unas Fuerzas Armadas ya muy desacreditadas. El periódico La Semana expresaba en estos términos
el repudio hacia el accionar militar:

Hoy se sabe que tres de esos cinco subversivos tenían 6 y 4 años y 5 meses de edad. Eran criaturas
y fueron salvajemente asesinadas en una vieja casa junto a sus padres (Roberto y Amelia).
Roberto, Bárbara y Matilde Lanuscou fueron enterrados como N.N. Este es el caso más sangriento
de la barbarie que padeció el país. Quizás sea el símbolo de la guerra sucia. Pero mejor decir que
fue una masacre. Los subversivos eran tres niños. Las fuerzas militares no sufrieron ninguna
baja.265

Ciertas figuras persistentes del discurso castrense de “la guerra antisubversiva” reaparecen
aquí, aunque puestas fuertemente en tensión: ¿pueden “los subversivos” ser “tres niños”, en un
enfrentamiento en el que las fuerzas militares no tienen ninguna baja? El “salvaje asesinato” de tres
“criaturas”, más que un capítulo de la llamada “guerra sucia” debería relatarse como una “masacre”.
Las reacciones expresadas por la prensa ante el descubrimiento del asesinato de los hermanos
Lanuscou muestra la capacidad que tenía la figura de los/as niños/as como “víctimas inocentes
absolutas” o “hipervíctimas” del horror para movilizar el rechazo a las Fuerzas Armadas y generar
empatía con las víctimas de sus crímenes. Y no será sólo el caso Lanuscou el que despierte estas
reacciones. Ubicado en la intersección de los aspectos la agenda gubernamental, la presión del
movimiento de derechos humanos y las macabras “revelaciones”, el problema de los “niños

263
“Estaban muertos tres niños desaparecidos”, Clarín, 21 de enero de 1984; “Grave denuncia de ‘Abuelas’”, La Voz,
21 de enero 1984. En el devenir posterior de la investigación se terminó comprobando que la menor de las hermanas,
Matilde, de apenas cinco meses, no había sido asesinada. Científicos de la Asociación Americana para el Avance de la
Ciencia, que como veremos fueron invitados por la CONADEP a pedido de Abuelas, exhumaron los restos y llegaron a
la conclusión de que los perpetradores habían fraguado la escena, poniendo ropa y elementos de la menor, pero que ahí
no se encontraba enterrada. Al día de hoy, Matilde Lanuscou sigue desaparecida.
264
“Estaban muertos tres niños desaparecidos”, Clarín, 21 de enero de 1984. Negritas en el original.
265
“Víctimas Argentinas. Tecnología Nazi”, La Semana, pp.32-42, 22 de enero de 1984.

173
desaparecidos” fue uno de los tópicos más recurrentes dentro de la gran cuestión de los “derechos
humanos” durante estos primeros meses de posdictadura.
El tema estuvo en el foco de atención desde la mismísima creación de la CONADEP. En pocos
meses, entre diciembre de 1983 y mediados de 1984, se sucedieron casi una decena de anuncios que
daban cuenta de la localización de niños y niñas que figuraban en las listas de “niños desaparecidos”.
Cuatro de estos/as niños/as fueron hallados muertos: además de los hermanos Lanuscou, en marzo
fue identificado Emiliano Ginés, un niño con Síndrome de Down que, tras el secuestro de sus padres
en 1977, había sido entregado por unos vecinos al tribunal de menores de Lomas de Zamora. Sin
realizar el procedimiento de localización de familiares que estipulaba la ley, la jueza Delia Pons lo
derivó al Hospital de Niños de La Plata, donde falleció en 1978 y fue sepultado como NN. 266
La mayoría de los/as niños/as, empero, eran encontrados/as con vida, en diferentes situaciones
de guarda. Tres hermanos se hallaban internados en el Hogar “Casa de Belén”. Los niños habían sido
recogidos por un vecino y entregados al tribunal a cargo de Delia Pons luego de que su madre fuera
secuestrada en un operativo policial, el 14 de marzo de 1977. Como había hecho con Emiliano Ginés,
la jueza Pons internó a los niños sin intentar localizar a su familia. Lo excepcional de este caso es
que el padre de los niños, Julio Ramírez, no había sido secuestrado, sino que estaba detenido como
preso político desde 1975. Tras su liberación en 1980, y con el patrocinio legal del CELS, Ramírez
intentó recuperar la tenencia de sus hijos, algo que le fue denegado sistemáticamente hasta diciembre
de 1983, con el retorno de la democracia.267 Los hermanos Ramírez no fueron los únicos localizados
en estas condiciones. Otro niño, Sebastián Juárez, que había sido entregado a un vecino por las
Fuerzas Armadas después del secuestro de su madre, fue derivado por la Jueza Pons a la misma
institución de menores. A pesar de conocer su procedencia, la jueza había internado al niño bajo otra
identidad, por lo que sólo después de largas investigaciones pudo ser localizado en mayo de 1984.268
Si bien en los años siguientes serán hallados en institutos de menores otros tres niños más, la
situación más frecuente (como preveía Abuelas durante la dictadura) será su localización viviendo
con distintas familias, que habían obtenido su custodia por diversos medios. Algunos/as habían sido
dados/as en guarda o en adopción “de buena fe”, es decir, desconociendo el origen de los niños/as y
los motivos que habían causado la separación de sus padres. De esta forma, el 15 de diciembre se

266
“Hallaron un niño sepultado como NN”, Clarín, 14 de marzo de 1984; “Las ‘Abuelas’ hallaron otro de los niños
desaparecidos en 1977”, Crónica; “Datos sobre un niño desaparecido”, Tiempo Argentino, 15 de marzo de 1984.
267
“Larga lucha legal para recuperar tres hijos”, Clarín, 29 de diciembre de 1983, p. 7.
268
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Abuelas de localizan en un orfanato a un niño desaparecido en
1977”. AAPM-AH-CCP.
174
anunció la restitución definitiva, por orden judicial, de Juan Pablo Moyano a su abuela.269 El 18 de
enero se anunció que, gracias a las gestiones de la filial Córdoba de la SERPAJ, había sido localizada
en Córdoba la niña Astrid Patiño, secuestrada junto con su madre el 2 de abril de 1976 y
posteriormente adoptada por una familia que desconocía su procedencia. 270 Apenas dos semanas
después era localizado Federico Spoturno, que según informaban los medios había sido hallado con
una familia que lo tuvo consigo hasta tanto fueran liberados/as otros/as familiares que habían sido
detenidos/as.271 El 24 de febrero fue encontrado otro niño, Andrés La Blunda, que también estaba
viviendo con una familia que lo había adoptado “de buena fe” (es decir, sin conocer sus orígenes). 272
Sin embargo, los anuncios que más repercusión generaron fueron los de “niños desaparecidos”
que se encontraban de manera ilegal bajo la custodia de personal militar y policial que había actuado
durante la represión. La disputa legal por la tenencia de Paula Logares, en manos del ex subcomisario
Rubén Lavallén, generó un importante seguimiento por parte de la prensa. 273 Durante 1984,
aparecieron también otras nuevas denuncias. En mayo, se reportó que la niña Carla Rutila Artes se
encontraba en manos de Eduardo Ruffo, un ex agente de la Secretaria de Inteligencia y antiguo
integrante del grupo paramilitar Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). 274 El 22 de agosto,
Abuelas presentó una denuncia ante el Juzgado Federal de San Isidro por la sustracción de Mariana

269
“‘Desaparición’” y búsqueda”, Clarín, 15 de diciembre de 1983, p. 18.
270
“Las “Abuelas de Plaza de Mayo” lograron encontrar a otra menor”, La Voz, 18 de enero 1984; “Un niña hallada”,
Clarín, 18 de enero de 1984, p.7; “Las “Abuelas” hallaron otra ‘desaparecida’”, Crónica, 18 de enero de 1984; “Localizan
otra niña desaparecida”, Diario Popular, 18 de enero de 1984.
271
“Hallan otro niño desaparecido”, La Razón, 1 de febrero de 1984, p.6
272
“Fue hallado otro niño que figuraba como desaparecido”, La Nación, 27 de febrero de 1984; “Hallazgo de un niño”,
Clarín 26 de febrero de 1984, p. 7; “Localizóse a un niño que se daba por ‘desaparecido’”, La Prensa, 27 de febrero de
1984. La historia del proceso de restitución de Andrés La Blunda es muy compleja, ya que si bien fue localizado en 1984,
la familia adoptiva y la familia biológica llegaron a un acuerdo (que fuentes periodísticas consideran como un “pacto
forzado por la familia adoptiva”) para esconderle al niño su origen, pero manteniendo contacto con sus familiares
biológicos, quienes eran presentados como “parientes lejanos de Europa”. Recién en 1999, gracias a la confesión de una
prima, supo que era hijo adoptivo y que sus padres estaban desaparecidos. Los exámenes genéticos realizados en el año
2000 confirmaron que era hijo de Mabel Fontana y Pedro La Blunda, desaparecidos desde el 20 de abril de 1977 (“Lo
único que puede convivir con el amor es la verdad”, Página/12, 30 de diciembre de 2012, disponible online:
https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-210893-2012-12-30.html , última consulta 20/07/2018).
273
La aparición de un testigo clave, que afirmó haber escuchado de parte de la esposa de Lavallén que la niña era “hija
de guerrilleros muertos”, provocó una actualización importante de la causa en la prensa. Véase: Investigan un caso de
supresión y suposición de estado civil, El Día (La Plata), 12 de febrero de 1984; Habrían hallado a una niña desaparecida,
Río Negro (General Roca), 11 de febrero de 1984; Bragato, Elsa. “Yo sé quién tiene y dónde está mi nietita, secuestrada
junto a sus padres en el ‘78 en Uruguay”. Revista Flash, 21 de febrero de 1984; “El caso Lavallén: Un espanto que no
cesa”, Revista Libre, 21 de febrero de 1984.
274
“¿Dónde está Carla Rutilo [sic] Artes?”, La Voz, 8 de julio de 1984, pp. 8-10.
175
Zaffaroni Islas, en manos de Miguel Ángel Furci, también agente de la SIDE y partícipe de la
represión. 275
La cuestión de los “niños desaparecidos”, que ya se había configurado durante los años finales
de la dictadura como un problema público autónomo, distintivo, con especificidad propia, adquiría
cada vez mayor visibilidad con las restituciones y localizaciones producidas tras el retorno de la
democracia. Y en prácticamente todos estos anuncios y en todas las noticias vinculadas con el tema,
aparecía una mención omnipresente: la de las Abuelas de Plaza de Mayo. En principio, porque era
esta organización la que comunicaba las nuevas localizaciones de niños/as, a través de conferencias
y comunicados de prensa, incluso cuando los hallazgos no se hubieran producido por investigaciones
propias (algo que, como veremos, ocurrió en varios casos). Pero además, porque con sus múltiples
acciones públicas (radicación de denuncias en sede judicial, reclamos al gobierno y a la justicia por
la falta de resolución de los casos, movilizaciones públicas, campañas de difusión) era la que buscaba
y lograba generar noticias sobre el tema. En suma, Abuelas de Plaza de Mayo se fue homologando
con el problema de los “niños desaparecidos”, mostrándose claramente en la prensa y en el espacio
público como el agente emprendedor de esta causa específica dentro del movimiento de derechos
humanos.

3. La acción política de Abuelas en el nuevo marco democrático

a. Las expectativas iniciales

En ese proceso de aumento de la visibilidad pública del problema de los “niños desaparecidos”
y de Abuelas como legítima “emprendedora moral” (Becker, 2009) de la causa, la recientemente
creada revista Alfonsina realizó una entrevista a “Chicha” Mariani publicada el 23 de febrero de
1984.276 Uno de los temas que se tocaron en la extensa conversación con la presidenta de Abuelas
estuvo referido a las tareas realizadas por la organización en la consecución de sus objetivos:

275
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Niña desaparecida en peligro en poder de un agente prófugo de
la SIDE”, 20 de septiembre de 1985. AAPM-AH-CCP. Durante 1984 se produjeron las localizaciones de otros tres niños:
Felipe Gatica Caracoche, Jorgelina Molina Planas, Diego Mendizábal Zermoglio y las hermanas Liliana y Mariana Bau
Delgado. En todos los casos, los niños estaban bajo la guarda de familias adoptivas que no conocían su origen como
hijos de desaparecidos.
276
Un ejemplo notable de cómo Abuelas se convertido en la voz legítima y hasta cierto punto monopólica en torno a la
cuestión de los “niños desaparecidos” dentro del movimiento de derechos humanos lo aporta el testimonio de Elsa Pavón.
Al relatar el proceso por el cual lograron localizar a su nieta, señalaba que en 1982 Mignone, del CELS, recibió un
llamado con información precisa sobra la niña y sus apropiadores. Frente a esto, según recordaba ella, “Mignone, íntegro
señor como era, no se apropió del caso porque le llego a él, sino que la llamó a Chicha, la presidenta de Abuelas y le dijo
176
- ¿Cómo trabajan las Abuelas para dar con las criaturas?
Trabajamos en varios niveles: el político, es decir en concentraciones, reclamos, presentaciones
al gobierno, solicitadas; el nivel judicial haciendo peticiones a los juzgados de menores para que
se revean las adopciones (se puede haber cotejando la documentación que presentamos con los
niños incorporados como NN). Estoy segura que si no se encuentra es porque hay obstáculos.
También las abuelas nos hemos convertido en una especie de agentes 007. Cada una tenemos
redes de informantes, nos indican dónde hay niños adoptados, situaciones irregulares. A dos de
los niños los hemos encontrado así.277

Tres niveles reconocía “Chicha” Mariani en el accionar de Abuelas: uno político, otro judicial
y un tercero de investigación, casi de espionaje informal, según su propias referencias (seguramente,
en tono humorístico) a los “agentes 007” y también (quizás más seriamente que la anterior) a “redes
de informantes”. ¿Cómo operaban en la práctica estos diferentes niveles? ¿Cuál fue, concretamente,
el repertorio de acción desplegado por Abuelas de Plaza Mayo en este periodo posdictatorial? ¿De
qué manera respondieron a sus reclamos los actores con los que interactuaron?
Al analizar la actuación de la organización durante el periodo, podemos observar que aunque
la categorización nativa ofrecida por su presidenta en aquél entonces guarda algún grado de
operatividad, en verdad la acción pública de la organización fue más compleja que lo que podría
condensar aquella distinción triádica. Pues, como veremos, tanto la acción judicial como la
investigativa estuvieron impregnadas por (o imbricadas en) la acción política.
En principio, lo que Mariani llamaba el “nivel político” del trabajo de Abuelas, suponía una
compleja articulación de acciones realizadas a nivel local, nacional e internacional, con
interlocutores diversos, cuyo principal objetivo era lograr movilizar las voluntades y los recursos del
Estado en favor de la investigación profunda de todos los casos denunciados y de la resolución
positiva y expeditiva de su restitución, sobre todo frente a la perspectiva de que estos procesos
comenzaran a encontrar diferentes obstáculos, judiciales y extra-judiciales. En efecto, lo que se
observa en la acción pública y en los discursos de Abuelas desde el comienzo del nuevo gobierno es
la intención manifiesta de implicar activamente a las diferentes instancias relevantes del Estado en
la búsqueda, identificación y restitución de los “niños desaparecidos”. Sin dudas, esta voluntad tenía

‘Mirá, hubo una llamada así, así y así. Este caso es de ustedes, tomalo’ (…) Eso era un trabajo de Abuelas, no del CELS.
Y si el trabajo estaba en Abuelas, debía volver a Abuelas. Por más que se lo hubiesen dado a él”. Entrevista a Elsa Pavón,
Archivo Oral de Memoria Abierta, 8 de noviembre de 2002.
277
Rizzo, Graciela. “Las de mi generación vivíamos en el limbo”. Alfonsina. Primer periódico para mujeres, n° 6, 23 de
febrero de 1984, pp. 4 y 5, negritas en el original. Alfonsina fue una revista quincenal de orientación feminista publicada
entre diciembre de 1983 y junio de 1984. Dirigida por la periodista y crítica cultural María Moreno, la revista se
posicionaba dentro el llamado “feminismo de la diferencia”, influenciado por la intelectual Luce Irigaray (Diz, 2011).
177
una dimensión pragmática: la organización era consciente que, a pesar de todos sus esfuerzos, sus
redes cada vez más amplias de “informantes” y su creciente profesionalización, no tenía la capacidad
para resolver todos los casos por sí sola. 278. La estructura y el financiamiento del Estado eran
fundamentales para una tarea tan compleja como localizar e identificar a varios cientos de niños/as.
Sin embargo, la búsqueda de la colaboración activa del Estado tenía para Abuelas también una
dimensión netamente ética y política: el Estado tenía la obligación de disponer de todos los medios
y los recursos necesarios para buscar, localizar y restituir a los “niños desaparecidos”. Así se lo
hacían saber el 6 de diciembre de 1983 a Enrique de Vedia, futuro secretario de Desarrollo Humano
y Familia del Ministerio de Acción Social:

Las Abuelas de Plaza de Mayo nos dirigimos a usted con el fin de solicitarle la implementación
de medidas urgentes, con el fin de que los niños desaparecidos y los que nacieron durante el
cautiverio de sus jóvenes madres, sean localizados y devueltos sin demora a sus legítimos
hogares. (...)
Es conocida nuestra lucha sin descanso. Ahora, con el advenimiento de un gobierno
constitucional, ha llegado la hora de que el Estado restituya a nuestras criaturas lo que,
utilizando el nombre del Estado les quitó: su identidad y todos sus derechos.
A estos niños las fuerzas de represión los privaron de vivir con sus familiares, condenándolos
a suponer que fueron abandonados, uno de los más lacerantes dolores que puede llevar consigo
un ser humano. Les borraron su nombre, se apropiaron de ellos en su total indefensión, anularon
su identidad. Los regalaron, los abandonaron, los vendieron.” 279

Si bien se formulaba como una “solicitud”, el tono de la carta no es el de una petición, sino el
de una exigencia del cumplimiento de lo que se consideraba como el deber de cualquier “gobierno
constitucional” genuino. Si había sido el Estado, a través de las “fuerzas de la represión” el que se
“apropió” de los “niños desaparecidos”, el que los privó de su “identidad”, les borró el nombre y los
condenó al “lacerante dolor” de “suponer que fueron abandonados”, era un deber moral del mismo
Estado (ahora bajo el imperio de la Constitución) el que tomara “medidas urgentes” para localizarlos
y devolverlos a sus “legítimos hogares”. En la misma carta, la organización listaba de manera extensa
y precisa cuáles eran esas “medidas urgentes”:

Con el fin de lograr que todos y cada uno de los niños desaparecidos sean localizados y
reintegrados a sus hogares, solicitamos:

278
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a María Isabel (“Chicha”) Chorobik de
Mariani, La Plata, 6 de julio de 2016.
279
Carta de Abuelas de Plaza de Mayo al Dr. Enrique de Vedia, Buenos Aires, 6 de diciembre de 1983. CNAEF, Fondo
ACAT, Caja 105.
178
1- Acceso inmediato a las inscripciones de nacimientos realizadas fuera de término legal, desde
1976 hasta la fecha en todo el país.
2- Idem con respecto a las adopciones otorgadas por los juzgados.
3- Que se recabe en los Tribunales de Menores de todo el país, la lista de los niños dados en
tenencia provisoria o definitiva y en adopción desde 1975 hasta 1983, con fecha y circunstancias
de entrada a los Juzgados.
4- Relevamiento de todos los casos de niños y bebés que hayan pasado por institutos de menores,
casas-cuna, hospitales, asilos, etc., ya sea con sus nombres o como N.N., tanto en el ámbito
nacional como provincial, con fecha de ingreso y egreso y detalles familiares.
5- Una investigación en la Dirección Nacional de la Minoridad, tomando vista de los expedientes
relacionados con niños supuestamente abandonados y que figuren en sus archivos desde 1976 y
que hayan sido dados en adopción o guarda o estén con familias sustitutas o en institutos.
6- La misma investigación en las Direcciones Provinciales del Menor y la Familia.
7- Suspensión de los juicios de adopción que se estén tramitando en todo el país, hasta que se
investigue el verdadero origen de cada niño.
8- Que se solicite a las escuelas nacionales, provinciales y privadas de todo el país la nómina de
los niños que carezcan de la documentación completa o que hayan carecido de ella durante un
periodo prolongado.
9- Un espacio diario en la televisión, debidamente publicitado, en la hora de mayor audiencia,
para emitir avisos de búsqueda.
10- Publicaciones de avisos solicitando informaciones de cada niño desaparecido, en los
periódicos de mayor circulación y en aquellos que se editan en los lugares donde se produjo el
secuestro del niño y/o sus padres.
11- Que se tomen los recaudos necesarios para evitar la destrucción de los documentos existentes
en los institutos, juzgados, escuelas, asilos, etc. 280

Las acciones requeridas por la organización ponen de manifiesto, en primer lugar, algo que
hemos señalado en los capítulos previos: el conocimiento bastante preciso sobre los mecanismos de
apropiación de los “niños desaparecidos” que la organización había logrado desarrollar en los años
previos, gracias a la información recolectada por diversos medios y también a la incipiente experiencia
adquirida en las primeras restituciones (que mostraban, entre otras cosas, el accionar irregular de los
juzgados y el ingreso de niños en institutos de menores). Asimismo, muestra una vez más la
importancia que la organización le confería a la difusión para la localización de los niños: entre las
medidas a tomar, se solicitaban espacios de publicidad en la prensa y en la televisión. Por último, aun
cuando se le exige al Estado una acción decidida, esta no supone un corrimiento de la organización
del centro de la escena. Así pues, no se pide una “revisión” de las inscripciones fuera de término o de
las adopciones, a cargo de los agentes del Estado, sino que se solicita “acceso inmediato” a las mismas.
Se trasluce de esta manera la intención de la organización de mantenerse como impulsora y activa
guardiana de esta lucha por la restitución de los “niños desaparecidos”.

280
Carta de Abuelas de Plaza de Mayo al Dr. Enrique de Vedia, Buenos Aires, 6 de diciembre de 1983. CNAEF, Fondo
ACAT, Caja 105.
179
Desde luego, si Abuelas albergaba alguna expectativa en el cumplimiento de estas demandas
era porque la apertura democrática configuraba un escenario radicalmente novedoso para la relación
entre el movimiento de derechos humanos y el Estado. El régimen militar no sólo había denegado
sistemáticamente los reclamos de los familiares y los organismos, sino que los había estigmatizado,
perseguido y reprimido. Por el contrario, el nuevo orden constitucional planteaba, al menos como
posibilidad, nuevos canales de diálogo con los poderes del Estado y nuevas formas de interacción con
sus agencias y funcionarios. El propio gobierno electo intentó mostrar este cambio de paradigma
desde sus inicios: el 21 de diciembre de 1983 Alfonsín mantuvo un encuentro con los ocho organismos
de derechos humanos de Capital Federal (los que, en la literatura clásica sobre el tema, se
transformaron en los “organismos históricos”) (Jelin, 1995; Alonso, 2011). Los organismos
destacaron ante la prensa que era la primera vez que un presidente de la Nación los recibía. 281 A la
salida del encuentro, Pérez Esquivel y otros de los presentes señalaron que “el diálogo fue bueno,
amplio y se trataron las cuestiones de fondo”.282
De esta forma, el nuevo orden político parecía ofrecer un nuevo marco para la acción, lo que,
retomando a algunos especialistas en movimientos sociales podríamos llamar una nueva “estructura
de oportunidades políticas”.283 Sin embargo, en esta consideración es importante no sobredimensionar
el papel del nuevo gobierno o de las nuevas condiciones de la vida política democrática en el
desarrollo de las luchas por los derechos humanos. En primera instancia, porque como ha señalado
Jelin (2015), no se trató tanto (o exclusivamente) de que existiera una nueva “estructura de
oportunidades” generada ipso facto por el advenimiento del orden constitucional, sino de que en gran
medida el mismo movimiento de derechos humanos, con su presión y su acción pública articulada,
fue moldeando y propiciando determinadas condiciones de posibilidad para el tratamiento de su
agenda de reclamos.284 Es que, en efecto, las políticas públicas desarrolladas surgieron del cruce entre

281
Derechos humanos: ocho entidades, con Alfonsín. Clarín, 21 de diciembre, p. 3.
282
“Prometió el Presidente ahondar la investigación”. Clarín, 22 de diciembre de 1983, p. 6
283
En los estudios sobre movimientos sociales, dentro de la perspectiva denominada “teoría de los procesos políticos”,
el concepto “estructura de oportunidades políticas” (Political Opportunity Structure) se ha utilizado para referir al
conjunto de factores políticos externos que condiciona la acción de los sujetos sociales, limitándola o favoreciéndola
(Kitschelt, 1986; McAdam, 1996; Kriesi, 2004). En su formulación clásica, el sociólogo estadounidense Douglas
McAdam (1996) ha señalado cuatro aspectos fundamentales que subyacen y constituyen toda estructura de
oportunidades: el grado de apertura del sistema político; la estabilidad o inestabilidad del sector político gobernante; la
capacidad y propensión del Estado para hacer uso de sus medios de coacción y de reprimir a la sociedad civil; y la
presencia de grupos e individuos afines al movimiento social dentro de la elite política.
284
Por otra parte, también cabría retomar las objeciones de diferentes autores al sesgo “estructuralista” y “objetivista”
del concepto “estructura de oportunidades políticas” (Jaspers, 2013). En este sentido, es importante considerar que el
repertorio de acción y las demandas del movimiento de derechos humanos no son reductibles a una evaluación
meramente racional de costos y beneficios y de posiciones “objetivas” dentro de la estructura realizada por sus actores.
180
las iniciativas del gobierno nacional, las respuestas de la oposición y la incidencia generada por el
movimiento de derechos humanos a través de múltiples vías.
El nuevo contexto permitió formas múltiples de interacción, impensadas en el pasado
dictatorial, pero también más complejas que lo que cierto imaginario actual sobre el alfonsinismo y
el movimiento de derechos humanos podría suponer. Es cierto que existían inocultables diferencias
entre el proyecto de justicia transicional alfonsinista y las propuestas del movimiento de derechos
humanos, y que estas diferencias devinieron rápidamente en tensiones y luego en confrontaciones
abiertas. Pero ese rechazo distó de constituir una postura homogénea dentro del movimiento de
derechos humanos. Es cierto también que la vocación dialoguista del nuevo gobierno era en gran
medida una forma de construir su legitimidad bajo las condiciones que imponía el nuevo juego
político democrático. Pero no menos cierto es que los organismos de derechos humanos participaron
de ese diálogo (a la par que continuaron con la acción directa) con el objetivo de incidir en las políticas
de revisión del pasado. Incluso aquellos organismos, como Madres de Plaza de Mayo, que más frontal
y abiertamente rechazaron las propuestas del gobierno, propiciaron el acercamiento con el gobierno
para lograr consensos (Galante, 2017b).
Como ha señalado Jelin (1995: 131) sobre el movimiento de derechos humanos durante la
dictadura, “en la medida en que se enfrentaba a un oponente unificado y visible, su accionar resultaba
coherente y unitario”. Con la dilución de ese enemigo común y la aparición de nuevas alternativas,
las estrategias y demandas de los organismos fueron diferenciándose cada vez más. En particular, las
propuestas alfonsinistas de justicia transicional, como la CONADEP y el Juicio a las Juntas, generaron
reacciones heterogéneas, que fueron desde el rechazo total hasta el apoyo abierto, pasando por
diversas formas de colaboración crítica o con reservas. Estas actitudes divergentes produjeron
rupturas y reposicionamientos entre los organismos y al interior de ellos (Crenzel, 2008; Tahir, 2014;
Galante, 2015). Luciano Alonso (2013b) señala que estas diferencias afectaron la "integración
simbólica" del movimiento a la par que fortalecieron a las sedes capitalinas de los organismos como
referentes.
Dentro de este espectro tan variado de actitudes tomadas frente al nuevo gobierno
constitucional por los organismos de Derechos Humanos, Abuelas fue uno de los organismos que
mayor diálogo y formas de colaboración entabló con diferentes áreas del gobierno nacional, así como

Factores afectivos, emocionales y ético-valorativos obraron en muchos casos en las decisiones tomadas y en los caminos
seguidos por las organizaciones, contrariando incluso posibles cálculos políticos coyunturales o estructurales (Andriotti
Romanin, 2015).
181
con la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires. 285 Abuelas de
Plaza de Mayo buscó de manera decidida incidir en la agenda del Estado en pos de generar políticas
públicas que pudieran satisfacer sus demandas de localización, identificación y restitución de los
“niños desaparecidos” a sus familias biológicas. Diversos/as autores/as han destacado esta
particularidad de Abuelas de Plaza de Mayo, sobre todo en comparación con la actitud más
confrontativa y reactiva hacia el gobierno de Madres de Plaza de Mayo. Solís Delgadillo (2010, p.
10) ha relacionado esta diferencia con la “impronta ideológica” de ambas organizaciones: Abuelas
habría “prescindido de la ideología para guiar sus acciones” en pos de influir en la creación de políticas
sobre derechos humanos, mientras que la “impronta ideológica” de Madres frenó cualquier intento de
aproximación. Esta explicación, sin embargo, no resulta del todo satisfactoria. Por un lado porque,
como ha señalado Galante (2017b) y ya hemos mencionado, Madres sí intentó en reiteradas
oportunidades dialogar y acercar posiciones con el gobierno radical. Por otro lado, porque Abuelas
compartía (y no ocultaba) muchos de los principios “ideológicos” de Madres. Por ejemplo, Abuelas
comenzó en este periodo una reivindicación del pasado militante de sus hijos/as. En sintonía con la
postura de Madres, Abuelas cuestionó aquellas expresiones de la llamada “teoría de los dos demonios”
allí donde éstas desligaban a los desaparecidos de la militancia de los ’70, o peor aún, los ligaban con
la “subversión” o el “terrorismo”. 286
Pareciera que más que una “prescindencia” de toda ideología, Abuelas adquirió una postura
pragmática, en la que su narrativa sobre el pasado reciente o su consideración política sobre la
coyuntura del presente, sin dejar de ser explicitadas, no se convertían en elementos decisorios en su
interacción con el Estado. La organización concentró su accionar en un objetivo específico, concreto,
factible pero urgente (la localización y restitución de los “niños desaparecidos”), en función del cual
buscaban incidir (a través de estrategias de presión y de diálogo, de acción directa y de construcción
de alianzas) en la formulación de diferentes políticas públicas. 287

285
No desconocemos aquí la existencia de otras interacciones desplegadas con otros gobiernos provinciales y
municipales tanto por la organización nacional como por sus filiales. Sin embargo, nos centraremos aquí en la interacción
entre la sede central y los niveles estatales señalados.
286
Puede observarse, por ejemplo, en el repudio a las expresiones del Ministro del Interior Antonio Tróccoli, durante la
emisión del programa Nunca Más, sobre las que hablaremos más adelante. Abuelas expresó que sus dichos “fueron
coincidentes con los expresados por las Fuerzas Armadas para justificar su accionar”. Abuelas de Plaza de Mayo,
“Comunicado de prensa: Abuelas de Plaza de Mayo repudian conceptos del Dr. Tróccoli”, 5 de julio de 1984. AAPM-
AH-CCP.
287
En los estudios sobre movimientos sociales, algunos autores han definido como “grupos de interés” (“advocacy
group”, en inglés) a las organizaciones de la sociedad civil que actúan en diferentes arenas públicas para conseguir
reformar o frenar políticas sobre un tema de interés puntual (Andrews y Edwards, 2004; Leiras, 2007). La autora Guzman
Bouvard (1994, p. 163) ha aplicado esta categoría al analizar la ruptura de Madres de Plaza de Mayo en 1986. En su
182
La aspiración de Abuelas de promover políticas estatales específicas para la resolución de una
cuestión que estimaban de suma urgencia y para la cual no se podía perder tiempo, llevaron a la
organización a tener una actitud más bien colaborativa (aunque sin perder autonomía y un grado de
distancia crítica) con las iniciativas promovidas por el nuevo gobierno. Esto fue especialmente cierto
durante 1984, cuando las gestiones radicales de los diferentes niveles de gobierno adoptaron una serie
de actitudes y de medidas que parecían receptivas a las demandas de Abuelas y la organización
288
albergaba esperanzas reales en estas acciones. Tras la primera reunión con el presidente de la
Nación, de hecho, “Chicha” Mariani se mostraba muy optimista:

“Lo que nos prometió Raúl Alfonsín es magnífico y nos llena de esperanza. El gobierno se
ocupará en profundidad de los niños desaparecidos y su búsqueda desde ya abarca todos los
niveles”. Así se expresó la señora María de Mariani, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo,
poco después de participar de la entrevista con el presidente de la Nación.
Informó que el gobierno radical ha iniciado “un rastreo en los trámites de adopción” y que le
sugirió al Presidente que también se revisen “las inscripciones de nacimiento fuera de término
legal porque sabemos que muchos niños fueron anotados como propios por los padres
sustitutos”.289

Lo que aparece como una iniciativa del gobierno (la revisión de todos los trámites de
adopción) era en una de las principales demandas de la organización, formulada ya previamente; y
la “sugerencia” de Mariani (revisión de todas las inscripciones de nacimiento fuera de tiempo) eran
otra de las exigencias que probablemente no hubiera encontrado respuesta positiva en esa primera
reunión, y por el cual la organización seguirá reclamando insistentemente durante los próximos
años.290 Estos párrafos, con las palabras de “Chicha” Mariani, nos muestran algunas de las líneas del
accionar que caracterizó a Abuelas en estos primeros tiempos de democracia: el moldeado de
políticas públicas a través de la acción; constitución de canales de interacción y diálogo para lograrlo;
objetivos que resultarán irrenunciables y cuyo reclamo será permanente, más allá de cualquier
construcción puntual de consensos.

interpretación, mientras que la Asociación funcionó cada vez más como un “grupo de oposición” al gobierno, con una
agenda orientada hacia la coyuntura política y social, Línea Fundadora se mantuvo como un “grupo de interés” que
actuaba en función de objetivos específicos del movimiento de derechos humanos, como la continuidad de los procesos
judiciales y las identificaciones de los cuerpos de los desaparecidos. Aunque no adoptaremos la categoría “grupo de
interés”, que en español se confunde con aquellas organizaciones que ejercen lobby para determinados sectores
empresariales, podemos pensar en un sentido similar la acción política de Abuelas en este periodo.
288
En las elecciones de 1983, resultó electo gobernador de la Provincia de Buenos Aires para el periodo 1983-1987 el
candidato radical, Alejandro Armendáriz.
289
“Abuelas conformes tras la reunión”, Clarín, 22 de diciembre de 1983, p. 6
290
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: niños desaparecidos”, 26 de diciembre de 1983. AAPM-AH-
CCP.
183
b. La CONADEP y las comisiones especiales por los “niños desaparecidos”

El primer canal a través del cual se pretendieron instrumentar las medidas prometidas a (y
exigidas por) Abuelas fue la CONADEP. Entre las funciones “específicas y taxativas” de esta
comisión, detalladas en el segundo artículo de su decreto de creación, además de recibir denuncias y
pruebas sobre personas desaparecidas e intentar averiguar su paradero, se encontraba la de
“determinar la ubicación de niños sustraídos a la tutela de sus padres o guardadores a raíz de acciones
emprendidas con el motivo alegado de reprimir al terrorismo, y dar intervención en su caso a los
organismos y tribunales de protección de menores”. 291 De esta forma, el problema de los “niños
desaparecidos” debía ocupar un lugar especial y central dentro de las tareas de la comisión. 292
La postura de los organismos de derechos humanos frente a la CONADEP fue muy diversa.
Madres de Plaza de Mayo decidió rechazarla de plano, aunque algunas madres, a título individual,
colaboraron brindando su testimonio (Crenzel, 2008). Otros, como el MEDH y la APDH, la apoyaron
abiertamente (Jelin, 1995). En el resto de las organizaciones, la actitud fue ambigua, ya que por un
lado continuaron exigiendo públicamente la formación de una comisión bicameral de investigación
de los crímenes cometidos por la dictadura, pero al mismo tiempo colaboraron con la CONADEP de
distintas formas y acompañaron su llamado a aportar información (Crenzel, 2008: 61-65).
Abuelas se encontró entre aquellos organismos que colaboraron con las investigaciones de la
CONADEP, aun manteniendo públicamente la exigencia por una “comisión bicameral”. Pocos días
después de su conformación, referentes de la comisión afirmaban que ya habían mantenido reuniones
con integrantes de Abuelas. 293 En estos primeros encuentros, la organización planteó la necesidad de
contar con un capítulo especial para la investigación sobre los “niños desaparecidos”. 294 En sus
siguientes intervenciones públicas, la CONADEP solicitó a la población que “quienes tengan bajo
su guarda niños que sepan o supongan sean hijos de personas desaparecidas” 295 se presentaran y
aportaran los datos correspondientes. La propia organización aportó, como en otras ocasiones, toda
la documentación e información que había logrado recopilar. 296

291
Cfr. Decreto 187/83, “Comisión Nacional sobre la Desaparición de personas”. En InfoLEG:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/260000-264999/263505/norma.htm. Consultado online el
19/05/2017.
292
“Fijaron prioridades en el área del menor y la familia”, Clarín, 28 de diciembre de 1983, p. 27. BNMM-H.
293
“Comenzó la tarea”, Clarín, 4 de enero de 1984, p. 6.
294
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
295
“Información acerca de desaparecidos”. La Nación, 11 de enero de 1984, p. 1.
296
Abuelas de Plaza de Mayo (1984) Niños desaparecidos en la Argentina desde 1976, p.6
184
Para auxiliar a la CONADEP en las tareas de localización de los “niños desaparecidos”,
Alfonsín anunció el 27 de diciembre de 1983 la creación de una comisión de asesoramiento sobre
los “niños desaparecidos” dentro de la cartera de De Vedia. 297 Según informaba el Secretario de
Desarrollo Humano, la finalidad de esa comisión sería doble: por un lado, requerir información
“acerca del registro o paso que tuvieron los casos de desaparecidos a través de institutos de
minoridad” y, por otro lado, “atender los problemas específicos, algunos de los cuales están, en este
momento, encausados por vías judicial”.298 La comisión quedó a cargo de Elena Sábato y estuvo
integrada también por Ricardo Bello, Guillermo Frugoni Rey, Marcelo Lozada, Roque Bellomo y
Gustavo Ramallo.299 Aunque en un comienzo se concibió como un auxilio a las tareas de la
CONADEP, la “Comisión de Vedia” adquirió una dinámica propia y siguió trabajando una vez
extinta la “Comisión Nacional”. En 1985, fue ratificada por el presidente de la Nación y siguió
operativa por lo menos hasta 1986, cuando pasó a estar a cargo de Gustavo Ramallo. 300
La relación entre este organismo público y Abuelas no es del todo clara. La organización
tiende a presentarla como una instancia externa a sus tareas (aunque en diálogo con ella), tanto en
las publicaciones de la época como en los testimonios actuales. Por el contrario, Eduardo Rabossi y
Magdalena Ruiz Guiñazú, miembros de la CONADEP, al ser consultados por el tema en su
declaración testimonial en el “Juicio a las Juntas”, indicaron que Abuelas de Plaza de Mayo
“integraba” o “formaba parte” de esta comisión que, en palabras de Guiñazú, “funcionó muy, muy
bien”. 301 En todo caso, cualquiera haya sido el estatus de Abuelas frente a esta comisión, la relación
entre ambas partes fue constante y fluida. Ya en las primeras semanas de 1984, comenzaron las
reuniones entre la comisión y Abuelas. Hubo intercambio de información y la organización puso a
disposición toda la documentación que tenía en su poder. Pareciera que el organismo albergaba
genuinas expectativas en esta comisión, como se desprende de una carta que fuera enviada a las
activistas de la organización del interior del país:

Necesitamos que nos informes con la mayor URGENCIA el nombre del hospital, clínica o
maternidad donde nació tu nietito/a

297
“Fijaron prioridades en el área del menor y la familia”, Clarín, 28 de diciembre de 1983, p. 27
298
“Habló De Vedia sobre niños desaparecidos”, Clarín, 2 de enero de 1984, p.6
299
“Localizan niños de padres desaparecidos”, La Prensa, 6 de noviembre de 1984; “Fueron localizadas dos niñas que
habían desaparecido en 1977”, Clarín, 6 de diciembre de 1984, p. 14
300
“Comisión para buscar a niños desaparecidos”, La Voz, 31 de agosto de 1985; “Continúa la semana por el niño
desaparecido”, La Razón, 12 de octubre de 1986. Archivo CELS, FICELS, SDP.
301
Testimonio de Eduardo Rabossi, El Diario del Juicio, N° 2, 4 de junio de 1985, p. 87; Testimonio de Magdalena Ruiz
Guiñazú, El Diario del Juicio, N° 7, 9 de julio de 1985, p. 155.
185
Debemos entregar estos datos cuanto antes a la Secretaría de Acción Social y Familia [NdA:
se refiere a Desarrollo Humano y Familia] que se ha comprometido a llevar la investigación
y búsqueda hasta sus últimas consecuencias.
Hacénoslo saber por teléfono al 46-4709 de Capital. Puedes incluso llamar a pagar aquí.302

La relación fluida y colaborativa entre Abuelas y la CONADEP se hizo patente con la emisión
del programa televisivo Nunca Más. Como un adelanto de las conclusiones del informe que estaba
elaborando la comisión, Ernesto Sábato, su presidente, propuso realizar un programa especial para
televisión que incluyera parte de las pruebas recabadas y testimonios de los afectados directos. El
programa fue grabado el 30 de junio de 1984 y emitido el 4 de julio por Canal 13, en el ciclo
“Televisión Abierta” que conducía el periodista Sergio Villarroel. Su transmisión generó una enorme
repercusión y tuvo una audiencia masiva. Contó con el testimonio de ocho personas: tres
sobrevivientes de la represión (Jorge Watts, Adriana Calvo y Estela Berastegui), dos integrantes de
Madres de Plaza de Mayo (Lola de Rubino y Otilia de Renou), dos integrantes de Abuelas (“Chicha”
Mariani y Estela de Carlotto) y el padre de un desaparecido (Enrique Fernández Meijide). Al
presentar los testimonios acompañados de pruebas estadísticas, documentales y fotográficas, con una
voz en off que ligaba los materiales y testimonios entre sí a través de preguntas y afirmaciones,
“Nunca Más” contribuyó a la legitimación, en un mismo movimiento, de la palabra de los afectados
directos (testigos-sobrevivientes y familiares de los desaparecidos) y del conocimiento producido
por la CONADEP. Ofreció por primera vez, para gran parte de la sociedad, un relato integral sobre
las desapariciones que confrontaba con el discurso castrense y con el sensacionalismo vacío de
sentido del “show del horror”. Por este motivo, muchos organismos apoyaron su transmisión y
contribuyeron a su difusión por diferentes medios (Crenzel, 2008: 89; Feld, 2015: 35).
Volveremos más adelante sobre este programa, ya que su guion dedicó un lugar muy importante
a los embarazos y partos en cautiverio y al problema de los “niños desaparecidos”. Aquí nos interesa
señalar la destacada participación que tuvo Abuelas de Plaza de Mayo en el programa. Abuelas fue
el único organismo que participó de manera orgánica en la emisión televisiva y lo hizo con la
presencia de sus dos principales referentes: “Chicha” Mariani y Estela de Carlotto, presidenta y
vicepresidenta de la institución. Esto marcaba una diferencia notoria con Madres de Plaza de Mayo:
si bien dos integrantes de dicha organización participaron del programa, lo hicieron a título

302
Carta de Abuelas de Plaza de Mayo a activistas de la organización, Buenos Aires, 31 de diciembre de 1983. AAPM-
AH, Caja Correspondencia (CC). Subrayado en el original.
186
individual, para relatar su historia personal. Madres, que como organización se manifestaba en
oposición a la CONADEP, se mantuvo ajena al armado del programa y luego lo criticó duramente,
en especial por el mensaje inicial del Ministro del Interior, Antonio Tróccoli (Crenzel, 2008). Una
nota de la revista La Semana, que contaba los entretelones del programa, señalaba que la CONADEP
se atribuía la autoría de todo lo concerniente a su producción: “el guion, la elección de la música, la
selección de la directora de cámaras (...) del Centro Cultural San Martín surgieron desde los testigos
hasta los documentos fotográficos que vio el país”.303 En definitiva, la presencia de las principales
referentes de Abuelas, como testigos claves especialmente elegidas por la CONADEP para un
programa que tendría enorme impacto social, daba cuenta del importante grado de cercanía entre el
organismo y la comisión.
La comisión creada en la órbita de la Secretaría de Desarrollo y Humano y Familia no fue
la única que se conformó para dar tratamiento al problema de los “niños desaparecidos”. En el ámbito
de la Provincia de Buenos Aires, después de una reunión con el ministro de Gobierno Juan Antonio
Portesi, se creó una “comisión interna de asesoramiento en cuestiones relativas a menores
desaparecidos” que quedó bajo el ámbito de la Subsecretaría del Menor, la Familia y la Tercera Edad
del Ministerio de Acción Social bonaerense. 304 La comisión, que funcionó hasta 1986, estuvo a cargo
de la abogada Sara Cánepa. De manera similar a la comisión coordinada por Elena Sábato, su función
era examinar registros de nacimientos e ingresos a instituciones del “campo de la minoridad” que
presentaran irregularidades.305 En sintonía con estas medidas y con los reclamos de Abuelas, el Dr.
Norberto Liwski, director del Equipo Interdisciplinario de la organización, fue nombrado Interventor
de la Subdirección de Institutos de la Minoridad, un puesto sensible en la revisión de los casos de
desaparición de niños. 306
Estos organismos gubernamentales, empero, mostraron poca efectividad en el cumplimiento
de sus objetivos originarios, como recuerda Liwski:

Hubo entrevistas con Alfonsín por parte de las Abuelas, entrevistas de compromiso, o sobre acciones,
como por ejemplo la constitución de esta comisión que estaba en la Secretaría de Desarrollo Humano
por Enrique De Vedia y que coordinaba Elena de Sábato, fueron fruto de conversaciones… pero no se
podría decir que fueron de un efecto muy importante. La intención estuvo, el efecto fue débil. 307

303
“Nunca Más”, La Semana, 12 de julio de 1984, 312, p.9
304
“A las Abuelas de Plaza de Mayo recibió ayer Portesi”, El Día, 20 de enero de 1984.
305
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018; Carta de Sara Cánepa al Grupo ACAT
de Montluçon, La Plata, 31 de julio de 1984. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 105.
306
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 25 de septiembre de 1984. AAPM-AH-CCP.
307
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
187
En efecto, los resultados de estas iniciativas fueron muy acotados. La “Comisión interna de
asesoramiento” de la Provincia de Buenos Aires pudo hallar sólo a un niño fallecido, Emiliano Ginés,
cuyo caso hemos comentado.308 La comisión coordinada por Elena Sábato, por su parte, logró
localizar a tres niñas: a fines de 1984 encontró en Puerto Madryn a dos hermanas adoptadas “de
buena fe”, que siguieron viviendo con su familia; posteriormente, en 1985, ubicó a otra niña,
desaparecida junto con su madre en 1978, que fue devuelta a su familia biológica. 309 En total, de los
33 “niños desaparecidos” localizados entre 1984 y 1989, sólo cuatro fueron hallados/as por la acción
directa de estos organismos gubernamentales. Los otros 29 fueron localizados por Abuelas y sus
equipos. Esto ponía de relieve la vigente importancia de las tareas de investigación propias de la
organización.
Estas tareas de investigación, que Mariani destacaba como una dimensión clave de la
organización, comenzaban con la recepción de denuncias anónimas y continuaban con el análisis
minucioso de partidas y certificados de nacimiento y de bautismo en búsqueda de posibles
irregularidades o de pistas que abonaran la hipótesis de la apropiación (entre otras, supuestos “partos
en domicilio”, diferencias importantes de fechas entre certificados e inscripción en el registro civil,
médicos conocidos por su participación en la represión como actuantes y personal militar o policial
como padrinos de bautismo). Del mismo modo, se intentaba realizar contacto ocular con los/as
niños/as presuntamente apropiados y obtener material fotográfico que pudiera apoyar la demanda
judicial, mediante procedimientos que destacan casi siempre por su creatividad y sutileza. 310
Aunque desde la organización se suele señalar que el equipo de investigación estaba
integrado sólo por las abuelas, diversos testimonios parecen indicar que la organización contó con
múltiples colaboradores/as en estas tareas. En el testimonio que citamos en el Capítulo I, Elsa Pavón
hablaba de un “grupo de jóvenes” que colaboraba con la organización en distintas tareas, entre ellas
las de investigación:

En ese momento había cuatro o cinco muchachos jóvenes que eran gente que se había acercado,
que eran ex detenidos y que por alguna razón se habían acercado y estaban ayudando en lo que
podían o en lo que se pedía. (…) [En el seguimiento a los posibles apropiadores de su nieta] los

308
Sobre el caso de Emiliano Ginés, vid. supra nota 265.
309
“Fueron localizadas dos niñas que habían desaparecido en 1977” Clarín, 6 de diciembre de 1984, p. 14; Abuelas de
Plaza de Mayo, “Niños desaparecidos: su restitución. Mesa Redonda”, Buenos Aires, 24 de octubre de 1985. AAPM-
AH-CCP.
310
Al respecto, vid. supra Capítulo I.
188
muchachos del grupo de ayuda de Abuelas se pasaban las noches realmente mirando la casa,
tratando de verla, tratando de ver el movimiento, de ver cómo podíamos hacer con los horarios
para verla a la nena. Primero eso y después para cuidarla, que no se la fuesen a llevar porque ya
se la habían llevado una vez. 311

Adrian Krmpotic, quien después fuera fundador y principal dirigente de la Organización


Revolucionaria del Pueblo, testimonió en varias oportunidades que comenzó su trayectoria militante
en Abuelas de Plaza de Mayo, específicamente realizando “tareas de inteligencia” como el
seguimiento al represor Eduardo Ruffo, apropiador de Carla Rutila Artes. Seguramente formara parte
del “grupo de jóvenes” que menciona Pavón. 312 En un testimonio brindado a Memoria Abierta,
Mariani recordaba también la colaboración de un fotógrafo de un medio suizo, al que se le solicitó
que consiguiera fotografiar a dos mellizos que estaban en poder del subcomisario de la Policía
Federal, Samuel Miara.313
Pero más allá de la ponderación de las tareas de investigación propias de Abuelas, los
guarismos sobre localizaciones y restituciones nos hablan de la falta de acciones decididas por parte
del Estado, sobre todo para inspeccionar de manera integral los trámites de adopción y las
inscripciones fuera de término, medida que Abuelas consideraba indispensable para la localización
de los/as niños/as desaparecidos/as. La inacción del Estado en este sentido se convertirá, como
veremos, en una de las principales fuentes de críticas de la organización.

311
Entrevista a Elsa Pavón, Archivo Oral de Memoria Abierta, 8 de noviembre de 2002.
312
Meyer, Adriana, “Y vos decís: lo que necesito es un fusil”, Página/12, 1 de septiembre de 2002. La trayectoria política
de Krmpotic es muy singular. Apenas egresado de la escuela secundaria, militó con Abuelas de Plaza de Mayo hasta
1985, cuando se acercó a los sectores que estaban intentando recomponer el PRT. En 1989 se distanció de este partido
por su postura crítica del copamiento del Regimiento de La Tablada por parte del Movimiento Todos por la Patria. En la
década del 90, conformó la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP), posiblemente la última experiencia política
armada de la historia argentina. La ORP realizó diversas acciones armadas hasta que, en un frustrado intento de secuestro
del ex médico de la policía bonaerense Jorge Bergés, involucrado en la represión y la apropiación de niños, Krmpotic y
el resto de sus integrantes fueron detenidos y condenados a varios años de prisión. Para más información sobre la historia
de Krmpotic, véase: Mackevicius, Carlos (2014), Entrevista a Adrián Krmpotic. Buenos Aires: Centro de Estudios
Contemporáneos.
313
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de la Biblioteca Nacional, 8 de agosto de 2012.Como
veremos más adelante, se trataba de los hermanos Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa.
189
c. Niveles, potencialidades y límites de la acción política en la creación del Banco Nacional de
Datos Genéticos

Si las mencionadas comisiones tuvieron un “efecto débil” en la localización de “niños


desaparecidos” y en su posible restitución y resultaron ampliamente insatisfactorias para Abuelas,
otra estrategia de colaboración con el Estado fue mucho más fructífera. Nos referimos a la creación
del Banco Nacional de Datos Genéticos, creado por ley en el año 1987. Se trató de una política
pública central en término de las demandas de Abuelas, ya que este organismo vino a dar respuesta
a uno de los principales problemas que se le presentaba a la organización en su lucha: cómo
identificar a los niños que estaban buscando (especialmente a quienes nacieron en cautiverio) y, más
aun, cómo probar judicialmente, de forma irrefutable, dicha identidad.
Sin embargo, su creación, lejos de constituir un simple trámite, fue un proceso largo y
complejo, que implicó intensas negociaciones y pujas entre diferentes sectores (el Poder Ejecutivo
Nacional, la Municipalidad de la Capital Federal, los diferentes bloques partidarios del Congreso,
numerosos juristas y científicos). En cada nueva instancia de elaboración, el proyecto encontró
aliados/as pero también escépticos, indiferentes y detractores. Las objeciones y los
condicionamientos interpuestos limitaron o alteraron aspectos sensibles del funcionamiento de la
nueva institución. En este recorrido, la organización desplegó numerosas estrategias para conseguir
la concreción de su objetivo. Además de las (nunca exentas de tensiones) negociaciones con el poder
ejecutivo y el legislativo, se realizaron campañas de difusión, se trabajó en la formación de equipos
profesionales, se articuló de manera directa con agencias y funcionarios/as del Estado, y se recurrió
a la solidaridad de las redes trasnacionales de derechos humanos en las que la organización había
podido insertarse en los años previos. En suma, este proceso, con la importancia que reviste en la
historia del problema de los “niños desaparecidos”, nos permite observar la complejidad y los
múltiples niveles en los que se desplegó lo que Mariani llamaba la “acción política de Abuelas”, con
sus logros y sus límites.
¿Cuándo y cómo surgió la idea de crear un “banco de datos genéticos” y por qué terminó
cobrando tanta centralidad en la acción pública de Abuelas? Sus orígenes deben ser rastreados en la
interacción de Abuelas con los organismos internacionales de derechos humanos y, a través de ellos,
con la comunidad científica estadounidense y europea. Como habíamos visto en el capítulo previo,
a través de Emilio Mignone, Abuelas había entrado en contacto en 1982 con Víctor Penchaszadeh, a
quien le presentaron sus inquietudes acerca de la posibilidad de obtener un mecanismo fehaciente

190
para identificar a los “niños desaparecidos”, en especial a los nacidos en cautiverio. A partir de allí,
se concatenaron una serie de vinculaciones con científicos/as, activistas por los derechos humanos y
organizaciones académicas de Estados Unidos y Europa que dieron lugar que permitieron conformar
una red transnacional científica ad hoc cuyo objetivo era aplicar los análisis ya existentes de
marcadores genéticos a la identificación de niños/as en ausencia de sus padres. 314
A comienzos de 1984, este grupo de investigadores/as había logrado demostrar que a través
de los análisis de marcadores genéticos de los abuelos, abuelas y otros parientes se podía comprobar
la inclusión de un/a niño/a en un grupo familiar, con un grado de probabilidad muy alto. Además,
había desarrollado un protocolo para realizar este estudio genético, basado centralmente en el análisis
de antígenos de histocompatibilidad (HLA, por sus siglas en inglés). 315 Los principales resultados se
expusieron públicamente el 27 de mayo de 1984 en un congreso en Nueva York organizado por la
Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), en el que participaron gran parte de
los/as científicos/as involucrados/as, así como también tres integrantes de Abuelas (Mariani, De La
Cuadra y Liwski). 316 En diciembre de ese mismo año, estos avances fueron publicados como un
paper en una importante revista de ciencias forenses estadounidense. 317
Aunque no se puede establecer con precisión de quién provino exactamente la propuesta del
banco, a partir de las fuentes se infiere que se trató de un emergente del consenso científico
construido por la comunidad de investigadores que se había formado alrededor de esta cuestión. El
problema de investigación sobre el que estaban trabajando no era un problema abstracto, que
requiriera nuevos desarrollos teóricos o descubrimientos en ciencias básicas, sino más bien uno de

314
Además de Penchaszadeh, quienes vertebraban esta red eran Eric Stover, antropólogo y director del Programa de
Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS); Cristian Orrego,
miembro del National Health Institute y asesor de la AAAS en materia genética; Fred Allen y Pablo Rubinstein, director
y subdirector del Blood Center de Nueva York; Marie-Claire King, investigadora de la Universidad de California-
Berkeley, que fue contactada por Orrego a partir de una sugerencia de Allen y llevó adelante gran parte de la
investigación; Pierre Darlu, matemático de la Universidad de París, y Max Baur, científico de la Universidad de
Dusseldorf especializado en modelos computacionales estadísticos para la identificación de niños. Reconstrucción propia
a partir de Entrevista del autor a Luciana Guglielmo, Buenos Aires, 14 de marzo 2018; Berra, J. L. (1988). Banco
Nacional de Datos Genéticos: la identificación de los niños desaparecidos en la Argentina. Buenos Aires: Abuelas de
Plaza de Mayo y BNDG (2017), op. cit.
315
Escapa al objetivo de este trabajo un análisis minucioso de los detalles científicos y técnicos de estos primeros estudios
de marcadores genéticos. Para profundizar más en esta cuestión, véase: Di Lonardo, Ana Maria; Darlu, Pierre; Baur,
Max; Orrego, Cristian; King, M.-C. (1984). “Human genetics and human rights. Identifying the families of kidnapped
children”. The American Journal of Forensic Medicine and Pathology, 5(4), 339–347; Berra (1988), op. cit. y BNDG
(2017), op. cit.
316
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Dirigentes de Abuelas de Plaza de Mayo y médico del Equipo
Técnico de la institución participaron de un Simposio sobre Derechos Humanos realizado en Nueva York”, 29 de mayo
de 1984, AAPM-AH-CCP.
317
Véase: Di Lonardo, A. M. et al (1984), op. cit.
191
aplicación de conocimientos y técnicas ya existentes, para resolver un caso particular, históricamente
situado. En este sentido, el grupo parece haber llegado a la conclusión de que, aunque se formulara
un protocolo adecuado, fundado en una sólida base estadística, las tareas de identificación de los
“niños desaparecidos” serían fútiles si no se lograba contar con un registro perdurable de todos los
grupos familiares afectados
Así lo destacaban los y las investigadores/as en el artículo publicado a fines de 1984, que recogía
las conclusiones del congreso de Nueva York. En la tarea de identificar a los “niños desaparecidos”,
la constitución y el mantenimiento de un “banco de datos genéticos” tenía varias ventajas por sobre
el análisis “caso por caso”.318 El banco de datos genéticos serviría, en primer lugar, para recolectar
y conservar la información genética de todos los integrantes de los grupos familiares afectados. De
esta manera, aun ante el fallecimiento de uno o varios de estos miembros, en el futuro se podría
seguir identificando a los/as niños/as que fueran localizados. En complementación con este primer
objetivo, el banco de datos genéticos permitiría también identificar a un niño sospechado de ser hijo
de desaparecidos, pero del cual no se tenía ninguna información acerca de sus posibles padres. La
sangre del niño o niña podía así compararse con los registros de todos los grupos familiares
existentes. Más aun, dado que el conocimiento sobre los embarazos y partos en cautiverio estaba en
permanente actualización y constantemente se revelaban nuevos casos, la muestra no identificada de
un/a niño/a (o, con el paso del tiempo, de un/a adolescente o un adulto/a) podría conservarse en el
banco y compararse en el futuro con la de nuevos grupos familiares. 319
Las integrantes de Abuelas suelen reconocer que la idea de conformar un banco de datos
genéticos surgió como propuesta de la comunidad científica. Es probable, según un testimonio

318
El análisis “caso por caso” supone comparar, en un momento determinado, la sangre de un niño con la de un grupo
de personas que alega o se supone que pueden ser sus familiares, recolectando muestras específicamente para dicho
análisis. Véase BNDG (2017), op. cit.
319
Di Lonardo, A. M. et al (1984), op. cit., p. 345. Situaciones como las que preveían estos/as científicos/as en 1984
efectivamente ocurrieron varios años después. El ejemplo más conocido es el de Guillermo Amarilla Molfino, que nació
durante el cautiverio de su madre, Marcela Molfino, en Campo de Mayo. Al momento de su secuestro junto con su padre,
Guillermo Amarilla, las familias de estos jóvenes no tenían noticias de que Marcela estuviera embarazada. Por lo tanto,
denunciaron el secuestro pero nunca el posible nacimiento y desaparición del niño. En diciembre de 2007, Guillermo se
presentó espontáneamente ante la CONADI porque tenía dudas sobre su identidad biológica. Como el material genético
de su familia no se encontraba registrado, se le comunicó que su perfil no coincidía con el de ninguna de las familias.
Sin embargo, en 2009, una sobreviviente de Campo de Mayo relató haber presenciado el parto de Marcela Molfino. Los
tíos y los hermanos de Guillermo radicaron la denuncia e incorporaron sus muestras de sangre en el BNDG que, al ser
entrecruzadas con los registros de todas las personas que se habían presentado espontáneamente sin resultado positivo,
arrojó la filiación de Guillermo con la familia Amarilla-Molfino. Veáse al respecto la página web de Abuelas:
https://www.abuelas.org.ar/caso/amarilla-molfino-guillermo-martin-312?orden=c
192
reciente de Estela de Carlotto, que esta propuesta haya sido formulada de forma explícita durante el
mencionado congreso de Nueva York de mayo de 1984:

La idea del banco no sé cómo surgió. Debemos haber recibido consejos de los científicos que
han participado de otros países, ideas que se gestan y se ponen en práctica. Entonces yo no
sé en qué lugar y quién vino y trajo la idea de concentrar todo en un Banco de Datos
Genéticos, que era lo aconsejable para reunir a todas las familias, reservar ahí el material
genético para los estudios. Primero nosotras estábamos convencidas porque nos
convencieron los sabios. Aquellos científicos que hicieron ese congreso y nos dijeron “sí, se
puede y hay que hacer tal cosa”. Había que extraer la sangre de todos los familiares (...). 320

Con este “convencimiento de los sabios”, Abuelas comenzó a actuar desde 1984 para
conseguir transformar estas propuestas en políticas públicas. En primer término, la organización le
propuso (con bastante vehemencia, por lo que destacan los testimonios) a la CONADEP (organismo
con el que, como vimos, Abuelas tenía contactos fluidos) que desarrollara un capítulo especial de
investigación sobre los “niños desaparecidos” que tuviera en cuenta las nuevas técnicas de
identificación desarrollados por aquél grupo de científicos y científicas. En ese contexto, René
Favaloro, integrante original de la Comisión, sugirió el Departamento de Histocompatibilidad del
Sanatorio Güemes (una clínica privada de Buenos Aires) para realizar estos estudios. El laboratorio
estaba dirigido por Emilio Haas y Luis Verruno. Este último era médico del Hospital Militar, por lo
que generaba fuertes suspicacias en Abuelas. La propuesta fue inmediatamente impugnada por la
organización que, en su lugar, propuso a la CONADEP que tomara contacto con la AAAS para
conformar un equipo integrado por los científicos con los que Abuelas ya venía trabajando.321
Finalmente, la discrepancia con la comisión concluyó con la renuncia de Favaloro y la
convocatoria de la CONADEP al grupo de científicos patrocinado por la AAAS, para colaborar con
la identificación tanto de los “niños desaparecidos” como de los cadáveres “NN” exhumados
(muchas veces, con escaso o nulo criterio forense) (Gandulfo, 2015).322 Entre los integrantes de esta
comisión estaba Mary Claire King, una de las científicas que había desarrollado el “índice de
abuelidad”. La función de King era colaborar en la identificación de los “niños desaparecidos”. En
particular, revestía urgencia el análisis filiatorio de la niña Paula Logares, cuyo caso estaba en plena

320
Entrevista a Estela de Carlotto, reproducida en BNDG (2017), op. cit., pp. 33-34.
321
Margulis, Alejandro, “La genetista de los derechos humanos”, La Nación, 20 de octubre de 1996; Entrevista del autor
a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
322
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.Véase también: Abuelas de Plaza de
Mayo (2008), Las Abuelas y la genética. El aporte de la ciencia en la búsqueda de los chicos desaparecidos. Buenos
Aires: Abuelas de Plaza de Mayo.
193
disputa judicial entre su abuela materna y sus apropiadores. Los abogados querellantes y peritos de
parte de Abuelas habían solicitado ya en febrero a Eduardo Fégoli, el primer juez de la causa, que se
realizara un análisis de sangre que podía proveer “pruebas concluyentes de la filiación de la niña”. 323
Los análisis no se efectivizaron entonces y, en el ínterin, los apropiadores acusaron a la abuela
demandante de “falso testimonio” y aseguraron ante la prensa ser los padres biológicos de la niña. 324
Para la realización de estos análisis era necesario encontrar un laboratorio con las condiciones
técnicas y los recursos humanos adecuados. Pablo Rubistein, médico e investigador del New York
Blood Center, le recomendó a King el Servicio de Inmunología del Hospital Durand de la Ciudad de
Buenos Aires. 325 De este modo, los estudios se realizaron en junio de 1984, en el Hospital Durand,
bajo la supervisión de Mary-Claire King. Puesto que carecían de una computadora propia, las
profesionales del laboratorio hicieron todos los cálculos manualmente. El resultado de los estudios
daba un 99,82% de “probabilidad de inclusión”, es decir, de que Paula fuera efectivamente nieta de
Elsa Pavón y no hija de los Lavallén. Para confirmar estos datos, King solicitó una prueba de respaldo
a Max Baur, de la Universidad de Düsseldorf, que contaba con el equipo informático para procesar
la información con mayor precisión y celeridad. Los resultados certificaron los cálculos del equipo
argentino: la probabilidad de inclusión era de 99,80%.326
El asesoramiento de King al equipo del Hospital Durand en este primer estudio de marcadores
genéticos es frecuentemente comentado en los trabajos sobre el tema (Arditti, 2000; Abuelas de Plaza
de Mayo, 2007; BNDG, 2017). Por el contrario, se ha destacado menos otra faceta relevante de su
visita con el equipo de la AAAS: la intensa campaña que realizó para demostrar a la opinión pública
argentina la validez de los estudios genéticos desarrollados para la identificación de los “niños
desaparecidos”. Bajo el auspicio de Abuelas, King realizó conferencias en Buenos Aires y La Plata
ante auditorios compuestos por periodistas, funcionarios, activistas de derechos humanos y
profesionales de la salud.327 En sus disertaciones, expuso en tono divulgativo los aspectos más
relevantes de los análisis basados en marcadores genéticos. Destacó la “plena certeza” que ofrecían

323
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 17 de febrero de 1984. AAPM – AH-CCP.
324
“Acusan a una Abuelas por posible falso testimonio”, Tiempo Argentino, 21 de junio de 1984. AAPM-AH, Caja Casos
Resueltos (CCR).
325
Véase Margulis, Alejandro. “La genetista de los derechos humanos”, en La Nación, 20 de octubre de 1996.; Arditti
(2000), op. cit., 101.
326
“Hace seis años que una abuela tiene libre este cuarto a la espera de una nieta desaparecida”, Revista Libre, 28 de
agosto de 1984, pp. 92-93. AAPM-AH-CCR.
327
“Aseguran que se puede identificar a niños desaparecidos por las señales biológicas”, La Razón, 17 de junio de 1984;
“Los niños desaparecidos”, Diario Popular, 24 de junio de 1984; “Genética. Avances científicos sobre las leyes de la
herencia”, 27 de junio de 1984, Tiempo Argentino (Suplemento La Salud), pp. 1-2. Archivo CELS, FICELS, SDP.
194
para la identificación de los/as niños/as buscados/as porque “un niño puede modificar algunos rasgos
físicos, vestimenta u otras particularidades, pero no se pueden cambiar las características biológicas
heredadas, que se mantienen a lo largo de toda la vida”. 328 Asimismo, pidió informar sobre estos
avances correctamente a los jueces, “para que conozcan y valoren los estudios médicos de
inclusión”. 329 King no sólo argumentó a favor del uso de estos estudios para la determinación del
parentesco de los/as niños/as que fueran localizados/as, sino que además recomendó enfáticamente
“centralizar todos los estudios inmunogenéticos en la unidad de inmunología del Hospital Durand y
crear un banco de datos genéticos que permita almacenar la información de los/as familiares de los/as
niños/as desaparecidos/as, para ser usados en el momento de su localización”. 330
De este modo, la propuesta del grupo de científicos/as, activamente promovida por Mary
Claire King durante su visita a la Argentina, se convirtió en una demanda pública de Abuelas de
Plaza de Mayo, dirigida nuevamente hacia el Estado. El primer paso en el camino de su concreción
fue la creación de una Comisión de Expertos en el ámbito de la Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires. Esta comisión, creada en los primeros días de julio de 1984 por el intendente Julio
Saguier, colaboraría con la CONADEP en la identificación de “niños involucrados en casos de
secuestros o nacidos en cautiverio, durante el régimen militar”. 331 Como declaraba ante la prensa el
propio Saguier, la creación de esta comisión respondía a un pedido formulado por la CONADEP,
que a su vez había recibido una enfática recomendación en esta línea de la comisión de la AAAS.332
La comisión quedaba bajo la órbita de la Secretaría de Salud Pública y Medio Ambiente de la ciudad,
a cargo del Dr. Teodoro Puga. Su coordinadora sería la Directora de Organización y Coordinación
de Servicios, Dra. María Luisa Ageitos, y estaría integrada por una médica del Hospital Gutiérrez,
otras tres del Hospital Durand (entre ellas, Ana María Di Lorando) y también por Víctor
Penchazsadeh en calidad de consultor externo. La comisión colaboraría con la CONADEP realizando
a los/as niños/as que fueran derivados/as por ella “los exámenes y estudios de laboratorio necesarios
que permitan establecer sus antecedentes genéticos, a través de los organismos que propongan a la

328
“Los niños desaparecidos”, Diario Popular, 24 de junio de 1984;
329
“Aseguran que se puede identificar a niños desaparecidos por las señales biológicas”, La Razón, 17 de junio de 1984.
330
Ibíd.
331
Resolución municipal 143/84, Ciudad de Buenos Aires, 3 de julio de 1984. Reproducida en BNDG (2017), op. cit.,
p. 57.
332
“Se creó un Ente que buscará identificar a niños desaparecidos”, La Razón, 4 de julio de 1984; “Colaborará para
identificar a niños nacidos en cautiverio”, La Prensa, 6 de julio de 1984. AAPM-AH-CCR. La resolución que creaba la
Comisión de Expertos también recalcaba, entre sus considerandos, la iniciativa original de la CONADEP. Véase:
Resolución municipal 143/84, Ciudad de Buenos Aires, 3 de julio de 1984., p. 57.
195
Secretaría de Salud Pública y Medio Ambiente, evaluando asimismo los resultados obtenidos.”333
Aunque la resolución no lo especificaba, estos estudios genéticos se siguieron haciendo en el Servicio
de Inmunología del Hospital Durand (BNDG, 2017).
La creación de la Comisión de Expertos representaba el primer reconocimiento estatal de la
validez científica de los estudios de marcadores genéticos (“la práctica de estudios genéticos e
inmunológicos con las más modernas técnicas en la materia”, en palabras de la resolución municipal)
para la identificación de los “niños desaparecidos”. Al mismo tiempo, avanzaba en la centralización
de todo el trabajo en una sola institución, cuyo plantel continuó siendo asesorado por Mary Claire
King. Sin embargo, la resolución no estipulaba la creación de ningún registro permanente de material
genético. La finalidad específica que se le confería era la de efectuar

a los niños derivados de la Comisión Nacional de Personas Desaparecidas [sic], los exámenes y
estudios de laboratorio necesarios que permitan establecer sus antecedentes genéticos, a través
de los organismos que propongan a la Secretaría de Salud Pública y Medio Ambiente, evaluando
asimismo los resultados obtenidos 334

Como se puede observar, la única potestad que en principio tenía la Comisión de Expertos
era la de responder a cada caso individual, por requerimiento exclusivo de la CONADEP. A pesar
de todo, Abuelas se abocó a la transformación de esta primigenia Comisión de Expertos en un
verdadero banco de datos genéticos. Para ello emprendieron dos líneas de acción. La primera fue la
acción política y parlamentaria encaminada a sancionar con fuerza de ley la creación de un banco de
datos genéticos público de carácter nacional. Como este camino se avizoraba complejo, ya que
requería la construcción de un consenso político amplio, y la construcción del registro genético se
consideraba urgente, Abuelas ensayó en paralelo una segunda línea de acción: la construcción de
facto de la base del futuro banco con aportes privados (Arditti, 2000; Abuelas, 2007 y 2008; BNDG
2017).
Para Abuelas, la gestión de una institución con una tarea tan compleja y sensible como la
de generar pruebas fehacientes de la identidad biológica de los “niños desaparecidos” no podía
quedar a cargo de una organización de la sociedad civil. Ante todo, porque Abuelas ni ningún otro
organismo contaba con los recursos para financiar un proyecto que hubiera requerido una gran
inversión en infraestructura, tecnología y recursos humanos altamente calificados. Al mismo tiempo,

333
Resolución municipal 143/84, Ciudad de Buenos Aires, 3 de julio de 1984., p. 57.
334
Ibíd.
196
como hemos visto, Abuelas consideraba que debía ser tarea del Estado tomar todas las medidas
necesarias para localizar y restituir a los/as niños/as que habían “desaparecido” por la propia acción
represiva estatal. Como demostraban las investigaciones desarrolladas y divulgadas por King y sus
colegas, la conformación de un laboratorio especializado, con capacidad para realizar los estudios
genéticos y para albergar y procesar muestras de gran cantidad de personas resultaba fundamental
para la efectiva concreción de esas restituciones. Por ende, correspondía exigirle al Estado que
tomara a su cargo la creación y el mantenimiento del banco de datos genéticos como parte de una
serie de políticas públicas reparatorias de los derechos violados a los/as niños/as y sus familias.
El camino para la constitución legal y formal del Banco Nacional de Datos Genéticos, como
hemos dicho, fue largo y complejo. Abuelas de Plaza de Mayo, con la asistencia de sus equipos
profesionales (a los ya existentes, se sumó de “filiación”, o equipo genético, coordinado por el Dr.
Jorge Berra), redactaron un primer proyecto de ley en 1984. El proyecto fue ingresado al Congreso
el 28 de septiembre de ese año con la firma de cinco diputados, pertenecientes a cuatro partidos
distintos: Raúl Rabanaque Caballero y Miguel Monserrat, del Partido Intransigente (PI); Augusto
Conte, del Partido Demócrata Cristiano (PDC); Amado Altamirano, del Movimiento Popular
Neuquino (MPN) y Julio Bulacio, de la UCR. 335
La lista es indicativa de la existencia de actores afines o potencialmente aliados al movimiento
de derechos humanos en general (y a Abuelas en particular) en la arena política parlamentaria. El de
Conte es el caso más conocido. Fundador del CELS e integrante de la corriente “Humanismo y
Liberación” dentro del PDC, fue promocionado en la campaña electoral de 1983 como “el candidato
de las derechos humanos”.336 Más que la de un “aliado” su situación puede pensarse como la de un
representante o partidario del movimiento de derechos humanos inserto en las estructuras políticas
de toma de decisiones (Rucht, 2004). De hecho, gran parte de su acción parlamentaria estuvo
orientada a defender los intereses y expresar los puntos de vista de los organismos de derechos
humanos.
El PI también tenía una gran afinidad con los organismos de derechos humanos. En su
campaña, la cuestión de la revisión de los crímenes dictatoriales, aunque no había ocupado un lugar
excluyente (como en el caso de Conte), sí había tenido una presencia importante, como parte de una

335
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa. Abuelas de Plaza de Mayo presentó un proyecto de ley para la
creación de un banco nacional de datos genéticos”, 3 de octubre de 1984. AAPM – AH- CCP.
336
Conte, Laura, “El candidato de los derechos humanos” Página/12, 30 de octubre de 2008. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/especiales/subnotas/114212-36303-2008-10-30.html Última consulta: 15 de agosto
de 2019.
197
crítica global al “modelo social y económico” impulsado por la dictadura (Franco, 2018). El partido
solía hacerse eco de las consignas del movimiento y acompañaba sus movilizaciones. A la inversa,
Madres y Abuelas eran invitadas habitualmente a participar de conferencias, actividades culturales,
encuentros y actos partidarios de diversa índole. 337 Rabanaque Caballero en particular, era
reconocido por un medio como La Voz, totalmente afín al movimiento de derechos humanos, como
un dirigente que “ha levantado desde las tribunas políticas en las que le tocó participar, la bandera
de la defensa y la vigencia de los derechos humanos como objetivo inclaudicable de la
democracia”.338
El MPN era el único de los partidos provinciales con una postura cercana al movimiento de
derechos humanos. Mientras el resto de estos partidos minoritarios reproducía el discurso castrense
de la “guerra antisubversiva”, el MPN apoyó las medidas tendientes al juzgamiento de los militares
e incluso propuso modificaciones que profundizaban su alcance, como la inclusión de la noción de
“delitos atroces y aberrantes”. En los debates posteriores se mostró claramente contrario a la sanción
de las leyes de “punto final” y “obediencia debida” (Galante, 2015). El diputado tucumano Julio
Bulacio, por último, pertenecía a la corriente “Renovación y Cambio”, el ala alfonsinista de la UCR.
En los ’70 había sido dirigente de la Agremiación de Trabajadores de la Educación Provincial junto
con Isauro Arancibia, quien en 1976 fue asesinado por un grupo de tareas.339 La colaboración de
estos diputados con Abuelas se hará manifiesta en otras circunstancias, en especial como apoyo a la
organización en las restituciones de niños y niñas más disputadas. 340
Llama la atención, por el contrario, la ausencia de diputados del Partido Justicialista entre
los/as firmantes del proyecto. No debe inferirse de esto que no hubiera claros apoyos dentro del vasto
y complejo movimiento peronista a la causa de “los derechos humanos”. La izquierda peronista,
reagrupada en diferentes organizaciones, como Intransigencia y Movilización y la Juventud

337
En el Archivo Histórico de Abuelas de Plaza de Mayo queda el registro de invitaciones recibidas por parte de la
Secretaría de Cultura, la Secretaría de Derechos Humanos y la juventud del PI. Cfr. AAPM-AH, Caja Invitaciones
Recibidas.
338
“Conte y Rabanaque no estarán solos en el Congreso”, La Voz, 20 de noviembre de 1983, Archivo CELS, FICELS,
SDP.
339
Falleció Julio “El Pibe” Bulacio, La Gaceta, 30 de enero de 2014, disponible en:
https://www.lagaceta.com.ar/nota/577506/politica/fallecio-julio-pibe-bulacio.html
340
Por ejemplo, los mismos cinco firmarán un petitorio (junto con otros diputados y algunos senadores) para apoyar la
restitución de Paula Logares a su familia biológica (véase Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 23 de
octubre de 1984. AAPM-AH-CCP). Más adelante, en 1987, Rabanaque Caballero presentó un proyecto de resolución
para repudiar los dichos del ministro de la corte Augusto Belluscio, con respecto al proceso de restitución de la niña
Laura Scaccheri. Cfr. Proyecto de Resolución de la Cámara de Diputados, 1987, en Archivo CELS, FICELS, FOO,
CAJA 22.
198
Peronista, respaldó abiertamente a los organismos de derechos humanos. El diario La Voz, financiado
por estos sectores, se convirtió en una de las principales tribunas de difusión de sus denuncias y
acciones (Mancuso, 2015). Vicente Saadi, su director, fue electo Senador por Catamarca en 1983 y
en su actuación parlamentaria, por lo menos hasta 1987, mostró posturas cercanas a las exigencias
de los organismos. Sin embargo, la postura de los sectores mayoritarios del Partido Justicialista fue
más ambigua. Los sectores de la derecha más “ortodoxa” se mostraron bastante reactivos a las
políticas de revisión de los crímenes dictatoriales, con planteos que sostenían la necesidad de la
amnistía y del “olvido” para la “reconciliación”. La corriente de Renovación Peronista, creada en
1985 en oposición a la “burocracia partidaria”, hizo una ponderación positiva de la “defensa de los
derechos humanos” como parte de una revalorización de la vida democrática y del pluralismo
partidario (Aboy Carlés, 2001; Garategaray, 2013). En esta línea, acompañaron al movimiento de
derechos humanos en algunas movilizaciones de fuerte tinte opositor durante 1986. 341 Sin embargo,
cuando el gobierno nacional empezó a plantear diferentes instrumentos para clausurar el ciclo de
judicialización, el bloque justicialista mayoritario propuso como alternativa la aplicación de
“indultos selectivos” como mecanismo adecuado para garantizar la “estabilidad democrática”
(Galante, 2015). Esta postura marca claramente la distancia de este sector con los postulados y
objetivos del movimiento de derechos humanos. En lo que respecta específicamente a las demandas
de Abuelas, como veremos los legisladores del PJ pusieron objeciones y reparos que mostraban la
inexistencia de canales de diálogo con aquélla organización.
Aquél primer proyecto presentado en 1984 expresaba los objetivos de máxima de Abuelas.
En el proyecto se señalaba que el fin específico del banco sería la identificación de los “niños
desaparecidos o secuestrados”, que funcionaría en la Unidad de inmunología del Hospital Durand de
la Capital Federal y que su información tendría carácter de plena prueba legal. 342 Sin embargo, nunca
llegó a ser tratado en el Congreso. Para cuando adquirió estado parlamentario, en diciembre de ese
año, Abuelas y el gobierno nacional ya estaban trabajando para presentar un nuevo proyecto
consensuado.
El 20 de septiembre de 1984, pocos días antes de la presentación del proyecto de Rabanaque
Caballero y demás diputados, Alfonsín creó por decreto la Subsecretaría de Derechos Humanos,
como una forma de darle continuidad al trabajo que había realizado la CONADEP, a tal punto que

“Cerca de veinte mil personas en la marcha contra la impunidad”, Clarín, 11 de julio de 1986.
341
342
Proyecto de Ley: Creación de Banco Nacional de Datos Genéticos, Cámara de Diputados de la Nación, Exp. 2292-
D-84, disponible en: https://www.diputados.gov.ar/proyectos/buscador8983.html
199
quedó a cargo del filósofo Eduardo Rabossi, ex integrante de dicha Comisión. 343 Entre las
consideraciones planteadas en el decreto de creación se señalaba, además de la necesidad de
sistematizar los datos reunidos por la CONADEP y ponerlos a disposición de la justicia, que era
“menester continuar con la identificación de cadáveres N.N. y la búsqueda de niños
desaparecidos”.344 En una conferencia de prensa del 30 de septiembre, Rabossi ratificaba que dentro
de los objetivos de su gestión se encontraban la creación de “un banco de datos para la identificación
de cadáveres NN y el banco de datos genéticos para la posible identificación de chiquitos nacidos en
cautiverio, sobre los que hay denuncias muy serias”. 345
Comenzaron entonces las negociaciones entre los equipos de Abuelas y el gobierno radical.
Liwski destaca el apoyo recibido de parte de Rabossi, al que califica como un “aliado” dentro de
aquella administración.346 Durante 1985 trabajaron en el anteproyecto el equipo de abogados/as de
Abuelas; las Subsecretarías de Derechos Humanos, de Salud y Acción Social y de Desarrollo
Humano y Familia; muchos/as de los/as expertos/as en genética que habían colaborado con las
investigaciones hasta entonces (Victor Penchaszadeh, Mary Claire King, Ana María Di Lorando,
entre otros); algunos/as juristas, como Raúl Zaffaroni; y también la Comisión de Asesoramiento de
la Provincia de Buenos Aires que coordinaba Sara Cánepa. 347 Sin embargo, la lentitud en el avance
de la propuesta durante 1985 generó críticas públicas de la organización, que le fueron reiteradas
personalmente a Alfonsín en una reunión que se concretó en febrero de 1986, más de un año después
de solicitada.348 En esa ocasión, Alfonsín se comprometió a enviar a la brevedad el anteproyecto al
Congreso Nacional en sesiones extraordinarias. 349 Dos meses después, el 25 de abril de 1986, el
proyecto fue girado por el Poder Ejecutivo al Senado junto con un mensaje presidencial dirigido a
los/as senadores/as, acompañado por las firmas del propio Alfonsín, Tróccoli, Conrado Storani
(Secretario de Energía) y Carlos Alconada Aramburú (Ministro de Educación y Justicia).350 El

343
Decreto N° 3090/1984, disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/90000-
94999/91665/norma.htm.
344
Decreto N° 3090/1984, disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/90000-
94999/91665/norma.htm.
345
“No hubo acto de insubordinación”, La Voz, 1 de octubre de 1984. Archivo CELS-FICELS-SDP
346
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
347
“Otras historias, otros finales”, Tiempo Argentino, 20 de marzo de 1986, p. 19. Archivo CELS-FICELS-SDP; Senado
de la Nación, Diario de sesiones, 32° Reunión, 23ª Sesión Ordinaria, 31 de octubre de 1986, p. 4395; BNDG (2017), op.
cit.
348
“Un día milagroso para nosotras”, Clarín, 26 de agosto de 1985, p.6 Archivo CELS-FICELS-SDP.
349
“Anuncian un mensaje del Presidente, las Abuelas”, Clarín, 21 de febrero de 1986. Archivo CELS-FICELS-SDP.
350
“Impulsan banco de datos genéticos”, Clarín 25 de abril de 1986, Archivo CELS-FICELS-SDP.
200
mensaje presidencial era un alegato sobre la relevancia del proyecto enviado, pero también una
defensa de lo actuado por parte del gobierno radical en la materia:

Tengo el agrado de dirigirme a vuestra honorabilidad con el objeto de someter a su consideración


un proyecto de ley tendiente a crear el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), cuya
finalidad consistirá en obtener y almacenar la información genética de familiares de niños
desaparecidos o presuntamente nacidos en cautiverio, para facilitar la identificación de éstos en
el momento en que fueren hallados.
La localización e identificación de niños en tales condiciones ha sido y continúa siendo
preocupación del gobierno nacional y de la sociedad argentina en general. Prueba de ello es que
al crearse en jurisdicción del Ministerio del Interior la Subsecretaría de Derechos Humanos
(decreto 3090/84), se incluyó entre sus funciones “la búsqueda de niños desaparecidos”.
El proyecto que se eleva a consideración de vuestra honorabilidad fue elaborado por una
comisión integrada por representantes de la Subsecretaría de Derechos Humanos, la
organización Abuelas de Plaza de Mayo y las subsecretarías de Salud y Acción Social y de
Desarrollo Humano y Familia, así como por expertos en temas genéticos, lo cual quiere decir
que incluye los aportes efectuados por todos los sectores que, de una u otra forma, tienen
injerencia o especial interés en la decisión propuesta.351

El mensaje de Alfonsín buscaba demostrar, en primer término, su supuesta “preocupación”


por la cuestión de los “niños desaparecidos”, que quedaría probada por la importancia conferida al
tema en el decreto de creación de la Subsecretaría de Derechos Humanos. Al mismo tiempo, trataba
de destacar su vocación dialoguista, al referirse a la inclusión en la elaboración del proyecto de “todos
los sectores” interesados en la cuestión, incluyendo a Abuelas de Plaza de Mayo. De forma elíptica,
el gobierno respondía así a las críticas formuladas por este organismo que, como veremos, se
volverán cada vez más frecuentes y vehementes desde 1986.
A pesar de las objeciones a la inacción del gobierno, Abuelas salió a respaldar públicamente
el proyecto. Aclaraba, empero, que antes que una iniciativa del ejecutivo éste expresaba una “larga
aspiración de nuestra prolongada lucha por la localización de niños secuestrados o nacidos en
cautiverio”. En ese mismo mensaje, la organización interpeló a los senadores, señalándoles que
asumían “ante la sociedad argentina el compromiso de afirmar, mediante la aprobación de esta ley,
el estado de derecho, el resguardo de los derechos del niño y la consolidación del sistema
democrático”352

351
Senado de la Nación, Diario de sesiones, 32° Reunión, 23ª Sesión Ordinaria, 31 de octubre de 1986, p. 4394-4395.
Consultado en Dirección General Información Parlamentaria y Archivo (DGIPyA). Disponible online:
https://www.hcdn.gob.ar/secparl/dgral_info_parlamentaria/dip/debates/leyes_20001_24000.html
352
“Apoyan iniciativa”, Clarín, 12 de agosto de 1986. Archivo CELS-FICELS-SDP.
201
En los relatos institucionales actuales la aprobación de la ley aparece como un trámite
sencillo, que habría conseguido un consenso casi automático (Abuelas, 2007; BNDG, 2017). Por el
contrario, el anteproyecto enviado por el ejecutivo fue discutido y sufrió transformaciones
substanciales en el tratamiento en comisiones, que pueden distinguirse a partir de la comparación
con el dictamen que finalmente se trató y se votó en el recinto. 353 El cambio más importante tuvo
que ver con las funciones conferidas al nuevo banco. En el proyecto enviado por el ejecutivo y
consensuado con Abuelas, el nuevo organismo público estaba destinado específica y exclusivamente
a la tarea de identificación de los “niños desaparecidos”. El artículo 1° estipulaba que se crearía “con
el fin de obtener y almacenar la información genética de familiares de niños/as desaparecidos/as o
presuntamente nacidos en cautiverio, que facilite la identificación de éstos al momento de su
localización”. En el artículo 2°, al detallar sus funciones, se remarcaba esta especificidad:

a) Organizar, poner en funcionamiento y custodiar el archivo de datos genéticos de familiares


de niños desaparecidos o presuntamente nacidos en cautiverio, que se sometan a los estudios
necesarios, estableciendo las prioridades conforme a los objetivos de la presente ley.
b) Centralizar los estudios y análisis de los menores localizados o que se localicen en el futuro,
a fin de determinar su filiación y los que deban practicarse a su presuntos familiares. 354

El anteproyecto ceñía la labor del Banco a la realización de todos los análisis requeridos
para determinar la filiación de los “niños desaparecidos” localizados y a la creación del ansiado
archivo de datos genéticos que facilitaría futuras identificaciones. En cambio, el dictamen que surgió
de las comisiones amplió notablemente su campo de acción al establecer que el fin de Banco sería
“obtener y almacenar información genética que facilite la determinación y esclarecimiento de
conflictos relativos a la filiación”.355 Si bien entre sus funciones se seguía encontrando la de
centralizar todos los análisis referidos a “niños desaparecidos”, se estipulaba que, a requerimiento de

353
El proyecto fue remitido a las comisiones de Legislación General, de Familia y Minoridad, de Asistencia Social y
Salud Pública y de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Senadores. Los cambios producidos en comisiones se
infieren a partir de la comparación entre el proyecto enviado por el ejecutivo y el que finalmente obtuvo media sanción
en el Senado. He intentado localizar las versiones taquigráficas de los debates en comisiones, con resultados negativos
en todos los casos. En aquella época, los debates en las comisiones parlamentarias no era públicos y en la mayoría de los
casos, no se registraban. Lo más probable, por ende, es que no exista ningún registro para consultar. Agradezco por esta
información a Jorge Bravo, Director General de Taquígrafos de la Cámara de Senadores, así como a Isela Mo Amavet,
de la Biblioteca del Congreso de la Nación, por su colaboración en la búsqueda de los diarios de sesiones de éste y de
los demás debates parlamentarios citados en esta tesis.
354
Senado de la Nación, Diario de sesiones, 32° Reunión, 23ª Sesión Ordinaria, 31 de octubre de 1986, p. 4395. DGIPyA.
355
Ley N° 23511 Banco Nacional de Datos Genéticos, disponible en
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/20000-24999/21782/norma.htm (el subrayado es nuestro).
202
jueces nacionales o provinciales, debería “producir informes y dictámenes técnicos y realizar pericias
genéticas” para cualquier causa que involucrara una disputa filiatoria. 356
Además de esta ampliación del rango de actuación, también se modificaron
considerablemente las disposiciones procesales que se encontraban en el anteproyecto. En su versión
original, el proyecto era mucho más taxativo sobre el curso de acción que debían tomar los jueces a
cargo de causas sobre presuntos “niños desaparecidos”:

ARTICULO 7º - Todo juez nacional ante quien se cuestionen la identificación o la filiación


de un menor, deberá necesariamente dar intervención al BNDG y ordenar que, por su
intermedio, se practiquen al menor y a los presuntos familiares los estudios y los análisis que
permitan la comparación con los datos obrantes en su registro, a fin de determinar la auténtica
filiación. La negativa de los presuntos padres a someterse a los estudios ordenados al BNDG
por el juez, creará la presunción de falsedad de la alegada filiación. En cuanto a los menores,
los análisis serán obligatorios, rigiendo al respecto lo dispuesto por el artículo 14 de la ley
10.903 [se refiere a la ley de Patronato de Menores]. 357

La versión final, por el contrario, relativizaba mucho más estos términos:

ARTICULO 4º - Cuando fuese necesario determinar en juicio la filiación de una persona y


la pretensión apareciese verosímil o razonable, se practicará el examen genético que será
valorado por el juez teniendo en cuenta las experiencias y enseñanzas científicas en la materia.
La negativa a someterse a los exámenes y análisis necesarios constituirá indicio contrario a la
posición sustentada por el renuente.
Los jueces nacionales requerirán ese examen al BNDG admitiéndose el control de las partes
y la designación de consultores técnicos. El BNDG también evacuará los requerimientos que
formulen los jueces provinciales según sus propias leyes procesales.

En principio, el requerimiento de los estudios de filiación por parte del funcionario judicial no
era una obligación derivada del simple “cuestionamiento” de la identidad de un niño sino que era
una medida de prueba que quedaba sujeta a su ponderación de la “verosimilitud” y “razonabilidad”
de dicha “pretensión”. Por otra parte, los resultados arrojados por el BNDG no contendrían un valor
probatorio absoluto ipso facto, sino que deberían ser “valorados” por el juez “teniendo en cuenta las
experiencias y enseñanzas científicas en la materia” y en el proceso se admitían “control de las
partes” y la posibilidad de designar “consultores técnicos”.

356
Ley N° 23511 Banco Nacional de Datos Genéticos, disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/20000-24999/21782/norma.htm
357
Senado de la Nación, Diario de sesiones, 32° Reunión, 23ª Sesión Ordinaria, 31 de octubre de 1986, p. 4396. DGIPyA.
203
En suma, si el texto proveniente del Poder Ejecutivo restringía la finalidad del Banco a la
identificación de los “niños desaparecidos” y obligaba a los/as jueces y juezas a requerir su
intervención en los casos en disputa, el que emergió del consenso político de la Cámara de Senadores
ampliaba sus funciones para abarcar potencialmente cualquier conflicto filiatorio judicializado
(aunque incluyendo en un lugar destacado el objetivo original de quienes habían impulsado el
proyecto) y otorgaba mayor discrecionalidad a los/as jueces y juezas actuantes para disponer de las
medidas de prueba y considerar su validez. Aunque no es posible reconstruir los debates
desarrollados en las comisiones ni las posturas de los diversos bloques partidarios (que parecen no
haber tenido mucha visibilidad, ya que no hemos encontrado ningún registro en la prensa), es
evidente que estos cambios fueron necesarios para alcanzar un consenso político que permitiera un
dictamen favorable y, luego, una aprobación sin sobresaltos en el recinto. Dado que el proyecto
contaba con la venia del Poder Ejecutivo y los/as senadores/as radicales solían votar de manera
orgánica, se colige que las discrepancias y las modificaciones provinieron del bloque mayoritario del
PJ.
Después de ser revisado en comisiones, el proyecto obtuvo media sanción del Senado el 31
de octubre de 1986 y fue girado a la Cámara de Diputados en diciembre de ese año. Ingresó en las
comisiones de Asistencia Social y Salud Pública y en la de Asuntos Municipales y de los Territorios
Nacionales, donde no sufrió nuevas modificaciones. 358 Un indicio del debate político detrás de los
cambios realizados al proyecto en el Senado lo ofrecen las palabras pronunciadas por el legislador
peronista Juan Carlos Barbeito, miembro informante del proyecto en la Cámara de Diputados. En su
breve exposición, Barbeito señaló que el dictamen unánime y sin modificaciones respondía a la
consideración de ambas comisiones de que “las variantes introducidas por la Cámara iniciadora han
contribuido a clarificar el contenido y sentido del citado proyecto de ley, que una vez vigente
permitirá su utilización con la envergadura que su función humana y social inviste”. 359 Aunque pueda
ser considerada mera fraseología de tribuna parlamentaria, cabe pensar si la “envergadura” de la
“función humana y social” a la que hacer referencia Barbeito, y que habría quedado “clarificada”
con los cambios introducidos en el Senado, no hace alusión a la ampliación de los objetivos del
Banco, ya no limitados exclusivamente a la satisfacción de la demanda de un grupo de interés. En

358
Senado de la Nación, Diario de sesiones, 32° Reunión, 23ª Sesión Ordinaria, 31 de octubre de 1986, pp. 4393-4396.
DGIPyA.
359
Cámara de Diputado del Congreso Nacional, Diario de sesiones, 6ª Reunión, 3ª Sesión Ordinaria13 de mayo de 1987,
p. 439.
204
cualquier caso, lo cierto es que, con los cambios provenientes del Senado, la ley fue sancionada por
la Cámara de Diputados el 13 de mayo de 1987, un día antes de que comenzara en el recinto la
discusión de la Ley de “Obediencia Debida”. 360
El nuevo instrumento legal, por cierto, dejaba sin aclarar muchos aspectos regulatorios del
funcionamiento de la nueva institución, entre ellos las condiciones de acceso a sus servicios y sus
fuentes de financiamiento. Esta indefinición expresaba el conflicto jurisdiccional que acarreó la
puesta en marcha del Banco. La ley había creado un organismo nacional, pero éste funcionaba en un
hospital municipal, utilizando no sólo su espacio físico, sino también sus recursos humanos y
tecnológicos. En esas condiciones, ¿A quién le correspondía solventar estos gastos, al Estado
Nacional o a la Municipalidad de Buenos Aires? Por otra parte, la ley había establecido que los
servicios del banco serían gratuitos, pero no quedaba claro si esto aplicaba a todos los casos o sólo a
aquellos referidos a la identificación de “niños desaparecidos o presuntamente nacidos en
cautiverio”.
Durante los primeros años este conflicto se mantuvo irresuelto y el Banco padeció una falta
crónica de recursos por lo que, como veremos más adelante, funcionó gracias a donaciones privadas,
incluso después de la sanción legal. En los momentos en que estos aportes externos escasearon, el
Banco vio imposibilitado su funcionamiento, como ocurrió entre octubre y diciembre de 1988,
cuando tuvo que paralizar todas sus actividades por falta de fondos.361 Abuelas reclamó públicamente
al gobierno una solución a este conflicto. Finalmente, el 28 de diciembre de 1988 el Ministerio de
Salud y Acción Social de la Nación y la Municipalidad de Buenos Aires firmaron un convenio que
estipulaba los gastos que afrontaría cada jurisdicción. Por este acuerdo, la Municipalidad se haría
cargo de suministrar y adecuar el ámbito físico y el equipamiento del laboratorio y de contratar al
personal, mientras que el Ministerio se comprometía a financiar los reactivos y los demás insumos
necesarios para la realización de los estudios. 362 El convenio fue incorporado al decreto presidencial
de reglamentación del Banco del 24 de mayo de 1989, en el que también se estipulaba que, aunque
el servicio sería “gratuito” en todos los casos, sólo los/as familiares consanguíneos de “niños

360
Como la votación en ambas cámaras se realizó a mano alzada, la versión taquigráfica sólo registra el resultado global
afirmativo. Según recuerda Norberto Liwski, el único voto negativo habría sido el del diputado Álvaro Alsogaray,
fundador y principal dirigente de la Unión del Centro Democrático, partido de derecha liberal que hacía suyo el discurso
castrense de la “guerra antisubversiva” y que era favorable a una amnistía a los militares. Entrevista del autor a Norberto
Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
361
Alfonsín conversón con Abuelas sobre los niños desaparecidos. Página 12, 3 de noviembre de 1988.
362
Decreto 700/89, Reglaméntase la Ley 23.511, 25 de mayo de 1989, Disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/150000-154999/153145/norma.htm
205
desaparecidos o nacidos en cautiverio” estarían exentos de todo pago. Por el contario, el resto de
los/as interesados/as (que, como establecía la Ley 23.511, también podían acceder a los servicios del
banco) deberían abonar “únicamente” los costos de los reactivos utilizados, que en verdad eran muy
onerosos.363 De todas formas, no podemos desconocer la coyuntura en la que se dieron estas
negociaciones: en 1988 se produjeron tres rebeliones militares que reivindicaban lo actuado por las
fuerzas armadas durante la “guerra sucia” 364, al mismo tiempo, la reglamentación de mayo de 1989
se dio en medio de la hiperinflación y de la victoria de Carlos Menem en las elecciones del 14 de
mayo.
En una entrevista realizada recientemente, Estela de Carlotto y Rosa Roisinblit recordaban la
disconformidad relativa con la que recibieron la ley que se consensuó y aprobó en el Congreso:

Rosa Roisinblit: La ley, según tengo entendido, no está muy bien hecha. No era una ley que nos
conformara, pero estábamos tan apuradas por todo que, aunque sea algo, era bueno y se aceptaba
todo.
Estela de Carlotto: Ya era una ley consensuada. Ahí se votó una ley ya consensuada.365

Seguramente la disconformidad manifestada en esta entrevista del 2016 se viera potenciada


por el paso del tiempo y a la luz de la reforma del marco jurídico del BNDG que tuvo lugar en 2009
(que volvió a poner sobre la mesa si sus servicios debían restringirse a un universo poblacional
específico o no). 366 Pero a pesar de las diferencias existentes entre el proyecto original planteado por
la organización y el que finalmente se aprobó, seguramente, Roisinblit y Carlotto reconocían que era
la ley que se podía consensuar y que aunque fuera “algo”, era “bueno”. Es que, aun con sus

363
Como referencia, Di Lonardo señalaba en 1996 que los reactivos necesarios para los análisis de ADN costaban
alrededor de $350, que en plena convertibilidad equivalían a U$S350. Véase: Margulis, Alejandro. “La genetista de los
derechos humanos”, La Nación, 20 de octubre de 1996.
364
En enero de 1988, el breve copamiento de Aeroparque por un grupo comandado por el Vicecomodoro Luis Estrella y
la rebelión carapintada en Monte Caseros al mando de Aldo Rico; a fines del mismo año, el coronel Mohamed Alí
Seineldín comandó el motín de Villa Martelli (Lvovich y Bisquert, 2008).
365
Entrevista a Estela de Carlotto y Rosa Roisinblit, 2016, citada en BNDG (2017), op. cit., p. 33.
366
En el año 2009 se sancionó la Ley 26.548, que reformaba el marco regulatorio para el funcionamiento Banco Nacional
de Datos Genéticos. Esta nueva ley retomó el espíritu del proyecto original de Abuelas, restringiendo el accionar del
banco a la identificación de los ya por entonces jóvenes y adultos apropiados durante la última dictadura. Su artículo 2°
establece que “el objeto del Banco Nacional de Datos Genéticos garantizar la obtención, almacenamiento y análisis de
la información genética que sea necesaria como prueba para el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad cuya
ejecución se haya iniciado en el ámbito del Estado nacional hasta el 10 de diciembre de 1983, y que permita:
a) La búsqueda e identificación de hijos y/o hijas de personas desaparecidas, que hubiesen sido secuestrados junto a sus
padres o hubiesen nacido durante el cautiverio de sus madres;
b) Auxiliar a la justicia y/o a organizaciones gubernamentales y no gubernamentales especializadas en la materia objeto
de esta ley en la identificación genética de los restos de personas víctimas de desaparición forzada.” Véase: Ley 26584
“Banco Nacional de Datos Genéticos”, disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/160000-
164999/160772/norma.htm
206
limitaciones, lo que la ley venía a hacer era otorgarle un marco jurídico a un proyecto que Abuelas
en la práctica ya venían construyendo desde 1984. En efecto, mientras discurrían las negociaciones,
primero con el gobierno para la elaboración del anteproyecto, luego en el debate parlamentario para
conseguir el consenso político, se fue construyendo progresivamente dentro del Servicio de
Inmunología del Hospital Durand el registro genético que serviría de base al futuro BNDG. Tanto es
así que para marzo de 1986 ya se habían estudiado los casos de 200 personas y la organización
estimaba que en un año más habría completado el registro de los grupos familiares conocidos. 367
¿Cómo se fue construyendo el Banco, antes de su constitución legal? Es evidente que esta
iniciativa no habría podido prosperar sin el aval de las autoridades, ya que las muestras de sangre se
recolectaron, analizaron y conservaron desde el comienzo en el Hospital Durand. El punto de partida,
como ya vimos, fue el trabajo colaborativo de Mary Claire King junto con Ana María Di Lorando
en la primera identificación, la de Paula Logares, y la posterior conformación de la “Comisión de
Expertos” en el ámbito de la municipalidad de Buenos Aires. Más aun, la creación de la Subsecretaría
de Derechos Humanos fue decisiva pues explicitaba el apoyo del gobierno nacional al proyecto de
creación del Banco. Es de suponer que con esta manifestación de intenciones se daba informalmente
el visto bueno para empezar a reunir y procesar el material genético.
Ahora bien, aunque existiera un aval más o menos informal de parte del gobierno para poner
en marcha el banco, mientras se negociaba su sanción legal, quedaba en pie un problema irresuelto:
su financiamiento. Aunque el Servicio de Inmunología del Hospital Durand contaba con un plantel
profesional muy calificado, cuyos sueldos eran solventados por el estado municipal, no tenía
presupuesto específico para comprar los reactivos necesarios para los cientos de análisis que el
proyecto del banco requería. Por otra parte, para mejorar la eficiencia del banco (es decir, generar
estudios más precisos, con probabilidades de inclusión más altas, con muestras mejor conservadas
por mayor tiempo), el laboratorio requería una importante inversión en tecnología. No menos
importante, la constitución de los mapas genéticos de todas las familias afectadas implicaba un
importante despliegue logístico para conseguir muestras de sangre de personas que, en muchos casos,
vivían muy lejos de Capital Federal y que no tenían los medios para trasladarse.
Para superar estas restricciones materiales, Abuelas realizó un esfuerzo organizativo muy
importante con el fin de alcanzar a todos/as los/as parientes vivos de los “niños desaparecidos”. Las

367
“Otras historias, otros finales”, Tiempo Argentino, 20 de marzo de 1986, p. 19.

207
integrantes más activas de Abuelas, alrededor de veinte, se encargaron de escribir a todos/as los/as
familiares para que se acercaran a realizar la extracción de sangre. Las filiales de Abuelas tuvieron
un papel muy importante en la obtención de muestras en el interior (BNDG, 2017).
Pero para sostener este trabajo (como el resto de las actividades de la organización) y, más
aún, los importantes costos en insumos y equipamiento que requería al banco en formación, fue
indispensable recurrir a donaciones privadas. Como había ocurrido durante la dictadura, este apoyo
económico provino centralmente del extranjero, a partir de donaciones individuales y colectivas pero
sobre todo de aportes y subsidios de diferentes fundaciones a las que Abuelas podía acceder gracias
a su inserción en las redes transnacionales de derechos humanos.
Los aportes para el financiamiento del banco adquirieron modalidades muy diversas. Algunos
organismos extranjeros, como la ACAT de Francia o el Consejo Mundial de Iglesias, aportaron
dinero para la compra de reactivos y otros insumos, con fondos propios o a través de colectas, en las
cuales además de activistas de las redes humanitarias solían cooperar profesionales de la salud. 368
Otras organizaciones contribuyeron a renovar el equipamiento del laboratorio, como en el caso de la
fundación France Libertés, dirigida por Danielle Mitterrand, Primera Dama de Francia. Mitterrand
conocía la lucha de los organismos de derechos humanos desde la época de la dictadura y había
recibido a Madres y Abuelas en varias oportunidades.369 Por eso se mostró receptiva a los pedidos
de colaboración de Abuelas con el Banco, que fueron suscriptos también por Ana María Di Lorando,
quien ya desde los inicios fungía como directora de hecho.370 El apoyo de France Libertés se
materializó en la donación de varios equipos: una computadora en 1985 (a la sazón, la primera con
la que contó el Banco), luego una máquina congeladora Cyro en 1986 y finalmente una nueva
computadora a fines de 1987, cuando la anterior ya había quedado desactualizada.371
Pero más allá de estas donaciones puntuales, los fondos más importantes para la constitución
y puesta en marcha del Banco provinieron de una serie de subsidios otorgados por la Fundación Ford
(FF). “Chicha” Mariani y Estela de Carlotto presentaron su caso ante los representantes regionales

368
Carta de Jeanne Dupouy (ACAT) al Profesor Jean Paul Escande (Clínica Tarnier), 17 de junio de 1986; Berra, J.,
Liwski, N., Grinspon, D. y Binz, M-T. (1988). “A National Bank for Genetic Data of Disappeared Children in Argentina:
Task up to 2050”. En Mayr, W. R. (Ed.) Advances in Forensic Haemogenetics 2, p. 592
369
Telegrama de ACAT y otros a Madame Mitterrand, París, 21 de septiembre de 1984. CNAEF, Fondo ACAT, Caja
105.
370
Entrevista del autor a María Cecilia Gómez Pinilla, París, 17 de noviembre de 2017.; Margulis, Alejandro. “La
genetista de los derechos humanos”, La Nación, 20 de octubre de 1996.
371
“Abuelas de Plaza de Mayo, Seguimos necesitando el apoyo del mundo”, Informaciones, febrero-marzo de 1987, p.
5; “Cita con los derechos humanos”, Página 12, 8 de octubre de 1987.
208
de la FF el 27 de marzo de 1984 (Oren, 2001). Aunque no contamos con evidencia suficiente para
afirmarlo, parece probable que el contacto haya sido aportado por el CELS que, como hemos visto,
había sido un nexo importante entre Abuelas y otras organizaciones norteamericanas y que, además,
ya recibía donaciones de la FF desde 1981.372 En 1985 la FF otorgó a la organización argentina un
primer subsidio para la puesta en marcha del banco. En 1987 este financiamiento se renovó, ahora
con el objetivo específico de recolectar muestras de sangre de la mayor cantidad de familiares de
todos los “niños desaparecidos” registrados, incluyendo los parientes del interior del país y del
extranjero (Oren, 2001, p. 149). La FF siguió asistiendo a Abuelas hasta 1990, cuando el proyecto
se discontinuó. Para ese momento, hacía ya un par de años que Abuelas se encontraba realizando
gestiones para conseguir otro subsidio de la Unión Europea, que recién pudo concretarse en 1994.373
Así pues, para cuando se sancionó la Ley 23.511 en 1987 que “creaba” el Banco Nacional
de Datos Genéticos, el registro ya estaba plenamente en funcionamiento, con una parte considerable
de la información recolectada, situación de hecho que la nueva legislación reconocía al hacer
referencia, en su artículo 7, a “los datos registrados hasta la fecha en la Unidad de Inmunología del
Hospital Carlos A. Durand integrarán el BNDG”. 374 Como ha quedado dicho, la importancia de la
ley radicaba en que otorgaba un marco jurídico para el funcionamiento del Banco, reconocía la
validez de la información recolectada hasta ese momento, garantizaba la gratuidad de los estudios
(al menos para los/as familiares de los “niños desaparecidos”) y además, le confería legalmente valor

372
La Fundación Ford (FF) estaba presente en la Argentina desde la década de 1960. Hasta la última dictadura, sus
donaciones estuvieron orientadas a financiar instituciones y proyectos académicos, en especial de ciencias sociales. El
Instituto Torcuato Di Tella, el Centros de Estudios de Estado y Sociedad y la Universidad de Buenos Aires estuvieron
entre sus principales donatarios. Durante la transición y los primeros años de posdictadura, la Fundación sumó a estas
líneas de financiamiento académicas otras nuevas vinculadas con la promoción de los derechos humanos, las “libertades
civiles y políticas” y la “participación cívica”. El primer organismo de derechos humanos en recibir este financiamiento
fue el CELS. Su presidente, Emilio Mignone, recibió una donación a título individual en 1981. Posteriormente el CELS
recibió subsidios institucionales en cuatro oportunidades durante esa década. La relación entre ambas organizaciones se
fortaleció y amplió con el paso del tiempo, al punto de que para el año 2012 el CELS aparecía 5ª en el ranking histórico
de beneficiarios argentinos de la FF por monto total de dinero asignado. En los años ’80, las otras dos organizaciones
vinculadas con los derechos humanos financiadas por la FF fueron Abuelas de Plaza de Mayo y el Equipo Argentino de
Antropología Forense. Véase: Berger, Gabriel y Leopoldo Blugerman (2017). “La Fundación Ford en la Argentina. Cinco
Décadas de Inversión Social Privada al Servicio del Desarrollo y de la Protección y Ampliación de los Derechos
Humanos”. Estudio de Caso. Colección de documentos del Centro de Innovación Social CIS-20. Buenos Aires:
Universidad de San Andrés. Disponible en www.udesa.edu.ar/cis/publicaciones
373
Sobre el cierre del programa de financiamiento a Abuelas, véase Oren (2001), op. cit., 164. Con respecto a las
gestiones de la organización ante la Unión Europea, cfr. “Banco de Datos Genéticos”, Clarín, 3 de octubre de 1986;
“Para buscar a los niños”, Páginas 12, 23 de noviembre de 1994, p. 8.
374
Ley N° 23511 Banco Nacional de Datos Genéticos, disponible en
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/20000-24999/21782/norma.htm (el subrayado es nuestro).
209
probatorio a los análisis genéticos efectuados con el fin de identificar a los/as que eran localizados
(Arditti, 2000; Oren, 2001; BNDG, 2017).
Como hemos señalado, el Banco que emergió del largo proceso de negociaciones políticas
se distanciaba en varios aspectos de aquél que la organización había proyectado originalmente, a
partir de las ideas acercadas por el grupo internacional de científicos que colaboró activamente con
ellas. Por otra parte, su funcionamiento siguió marcado por el conflicto jurisdiccional y la falta de
recursos. Aun después de la firma del convenio entre la Municipalidad de Buenos Aires y el
Ministerio Nacional, los problemas de financiamiento continuaron. Según el testimonio de Di
Lorando, el Ministerio incumplió su parte del acuerdo y “jamás pagó un reactivo”. 375 El BNDG
siguió requiriendo de fondos externos para su funcionamiento, lo que mantuvo vigentes a lo largo
del tiempo las relaciones de Abuelas con los organismos extranjeros.
A pesar de todas sus limitaciones y de las dificultades para su funcionamiento, la creación
del BNDG fue sin dudas el principal y más duradero logro obtenido de la articulación entre la
organización y diferentes actores del sistema político. Su capacidad de acción política, como hemos
visto, se fundó en numerosos factores: la articulación con funcionarios y representantes “aliados”
tanto en el poder ejecutivo como en el legislativo; la disposición a negociar en pos de construir
consensos, aun a cambio de resignar demandas de máxima; la construcción de capital simbólico y
legitimidad social a partir del apoyo de equipos científicos y profesionales, el apoyo de redes
trasnacionales de derechos humanos y de la difusión de su agenda no como un reclamo sectorial sino
como un problema de interés público, que afectaba a la sociedad en su conjunto.376 La capacidad real
de incidencia de las organizaciones de la sociedad civil en la formulación de políticas públicas es
objeto frecuente de discusión entre los y las especialistas (Leiras, 2007). Sin embargo, en el caso de
la creación del BNDG queda claro que la incidencia de Abuelas fue notoria y decisiva.

375
Entrevista a Ana María Di Lorando realizada por Rita Arditti (2000, p. 105).
376
Algunas de estas características fueron señaladas en aquel momento por la Fundación Ford para decidir su apoyo
financiero al proyecto del BNDG. En comunicaciones con la sede central, los agentes locales de la FF sostenían que
Abuelas “tenía objetivos claros”, “miraba hacia adelante en circunstancias cambiantes”, trabajaba con equipos
profesionales, se las arreglaba para dialogar tanto con los otros organismos de derechos humanos como con el gobierno
y, por sobre todas las cosas, “podía llegar a hacer la diferencia, encontrar a los niños y devolverlos a sus familias”. Por
el contrario, en su opinión Madres había “perdido su potencial”, estaba “más politizada” y tenía “pretensiones irreales”
(cit. en Oren, 2001: 141). Sobre la imagen “apolítica” de Abuelas de Plaza de Mayo, véase Gandsman (2012).

210
4. La justicia como escenario de disputa

a. Las demandas de justicia del movimiento de derechos humanos

El enfrentamiento entre el movimiento de derechos humanos, el gobierno nacional y el actor


castrense por la definición del alcance de la justicia marcó fuertemente la transición y los primeros
años de posdictadura (Acuña y Smulovitz, 1995; Galante, 2015; Crenzel, 2015). Pero más allá de las
diferentes interpretaciones y de los avances y retrocesos, lo que destaca es que en este periodo el
ámbito judicial se configuró como el escenario privilegiado para procesar los reclamos en torno a las
violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura (González Bombal, 1995;
Vezzetti, 2002; Crenzel, 2008 y 2013). La búsqueda de justicia, a los ojos de los organismos de
derechos humanos, se transformó en un imperativo ético (los crímenes aberrantes no podían quedar
impunes) y en una necesidad política (la consolidación de la democracia y del orden constitucional
requería un castigo ejemplar para con quienes los habían violentado) (Jelin, 1995). Durante 1984, a
medida que la cuestión de los “desaparecidos” y los crímenes perpetrados por la dictadura
comenzaron a impregnar a la opinión pública, primero con las noticias de corte sensacionalista
relacionadas con exhumaciones y hallazgos de cuerpos, y luego, con más fuerza, con la difusión de
la tarea de la CONADEP, un conjunto cada vez más vasto de la población comenzó a compartir las
demandas de justicia de los familiares y los organismos.
Como hemos visto, la postura de Raúl Alfonsín sobre la judicialización del pasado
dictatorial era que los crímenes debían ser juzgados, pero que la justicia debía ser ejemplar y limitada,
que simbolizara la reinstauración de la democracia y el corte con ese pasado de violencia, pero sin
extenderse de tal modo que pusiera en riesgo la estabilidad democrática, en un balance entre la “ética
de los justo” y la “ética de la responsabilidad política” (Galante, 2014). Esto implicaba, como había
manifestado Alfonsín ya en la campaña electoral, establecer una división tripartita de imputación de
responsabilidades entre los implicados en esos crímenes: quienes habían dado las órdenes, quienes
las habían obedecido y quienes habían cometido excesos en su cumplimiento. En este esquema, sólo
los primeros y los últimos debían ser juzgados; los otros, por el contrario, quedarían comprendidos
por el tipo jurídico de la “obediencia debida”, presente en el código de justicia militar vigente al
momento de los hechos (Crenzel, 2015).
La propuesta alfonsinista chocaba con la expectativa de los organismos de derechos
humanos de una justicia retributiva de amplio alcance. Madres de Plaza de Mayo fue vehemente en
su discrepancia con la propuesta oficial, que tuvo como primer y principal hito el desarrollo del Juicio
211
a las Juntas. Como ha analizado Galante (2017b), fueron tres los ejes del desacuerdo con el gobierno:
cómo investigar los crímenes; cómo, a quiénes y en qué cantidad juzgar; y cómo debía interpretarse
histórica y políticamente ese juzgamiento. En el primer caso, frente a la propuesta de la CONADEP,
el conjunto del movimiento de derechos humanos sostuvo la necesidad de una Comisión Bicameral.
Sobre el segundo punto, Madres se oponía a la elección del fuero militar como “juez natural” y
objetaba todos los intentos del gobierno por poner un coto a la acción penal.
Al igual que el resto del movimiento, Abuelas de Plaza de Mayo acompañó el reclamo de
justicia retributiva. Sin embargo, su reclamo presentó algunas diferencias. En primer lugar, como
hemos visto, la mayor predisposición para articular formas colaborativas de interacción con el
gobierno conllevó que algunos reclamos fueran perdiendo fuerzas. La exigencia de la “Comisión
Bicameral” fue una de ellas: en la medida en que la organización encontró receptividad en la
CONADEP, dejó de lado esta demanda en sus intervenciones públicas.
Al mismo tiempo, para Abuelas la justicia se convirtió en un ámbito privilegiado de su
acción también en otro sentido. Dada la especificidad de su acción colectiva, no sólo buscaba, como
el resto del movimiento, castigo por los crímenes dictatoriales, que eventualmente pudiera abarcar a
la mayor cantidad posible de perpetradores, sino que esperaba obtener, a través de la acción judicial,
la consecución de su demanda más distintiva, la que había conllevado a su autonomización
organizativa dentro del movimiento: la restitución a sus “legítimas familias” (es decir, a las familias
biológicas) de sus nietos y nietas, los/as hijos/as de sus hijos/as desaparecidos/as, los “niños
desaparecidos”.
El lento y conflictivo desarrollo de las restituciones judicializadas, los insatisfactorios
resultados del “Juicio a las Juntas” y de otros procesos judiciales, y el impulso por parte del gobierno
de diferentes instrumentos para clausurar la persecución penal de las “violaciones a los derechos
humanos”, volvieron cada vez más crítica la actitud de la organización hacia el gobierno,
distanciando su relación aun sin llegar a romper por completo los vínculos.

b. “Niños desaparecidos” en el Juicio a las Juntas

Al cumplirse el plazo previsto por la Ley 23.049 de reforma del Código de Justicia Militar, y
sin que el fuero militar hubiera avanzado de manera significativa en la causa, la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal desplazó al Consejo

212
Supremo de las Fuerzas Armadas y tomó a su cargo el juzgamiento de los integrantes de las primeras
tres juntas militares. El 22 de abril de 1985 comenzaron las audiencias orales y públicas de la Causa
13/84, popularmente conocida como “Juicio a las Juntas”. 377
El rol simbólico y político jugado por el Juicio a las Juntas en la transición ha sido destacado
por numerosos autores. Al recuperar las denuncias reunidas por la CONADEP y transformarlas en
“verdad jurídica” con la sentencia condenatoria, se transformó en un pilar de la construcción
simbólica del régimen de memoria que había iniciado la publicación del Nunca Más (Crenzel, 2008).
Al mismo tiempo, como señala Galante (2014, p. 379), esa verdad jurídica se transformó en “verdad
política”, al convertirse el Juicio en un momento fundante de la recobrada democracia. El juicio se
transformó en una frontera simbólica con la dictadura, tanto en el discurso político como en la
imaginación social (Aboy Carlés, 2001; Vezzetti, 2002; Bacci, 2015). Con la fuerza simbólica que
adquirió, otro efecto de este proceso judicial fue el de colocar a la Justicia en el escenario privilegiado
donde debían “resolverse” las disputas del pasado, en una instancia de legitimación y reconocimiento
de las denuncias realizadas por organismos de derechos humanos y sobrevivientes de los centros
clandestinos de detención (Jelin, 2015).
La Fiscalía acusó a los procesados de secuestro, tortura, robo, homicidio, allanamiento ilegal
y falsedad documental. El objetivo primordial consistía en probar la existencia de un plan criminal
organizado por las Fuerzas Armadas, de cuya ejecución eran responsables mediatos los miembros
de las tres Juntas. El Juicio adquirió una enorme trascendencia, ocupando un lugar central en los
medios de comunicación y en la discusión pública. Durante este tiempo, los principales diarios de
tirada nacional cubrieron su desarrollo, aunque con fluctuaciones a lo largo de los meses que duró el
proceso (Arfuch, 1989: 109). Incluso la editorial Perfil publicó un periódico especial de tirada
semanal, El Diario del Juicio, que además de crónicas, entrevistas y notas de opinión, incluía un
suplemento especial con gran parte de los testimonios del juicio en versión taquigráfica (Feld, 2002).
Al igual que con la CONADEP y las otras propuestas de procesamiento del pasado dictatorial,
la respuesta de los organismos de derechos humanos ante el juicio fue diversa, al menos hasta la
sentencia. Madres recibió con escepticismo y críticas al “Juicio a las Juntas”, ya que lo evaluaba
como una estrategia para clausurar un proceso de judicialización que debía ser más abarcador, hasta

377
Los jueces de la Cámara Federal de la Capital Federal eran Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, León Carlos
Arslanián, Jorge Valerga Araoz, Guillermo Ledesma y Andrés J. D’Alessio. El fiscal del juicio fue Julio Strassera, que
tuvo como colaborador al fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo.
213
alcanzar a todos los perpetradores. En este sentido, en sus publicaciones se referían a este proceso
penal como “el juicio a los nueve”, nombre con el que se buscaba realzar su carácter limitado, en
tanto que no solo no se juzgaba a los perpetradores directos, sino que ni siquiera se procesaba a las
cuatro juntas militares (Galante, 2017, p. 85).
A pesar de las críticas y las dudas, el movimiento en su conjunto (incluidas las Madres)
decidió apoyar y acompañar el juicio, en tanto lo veían como un logro que debía defenderse frente a
quienes promovían la amnistía y como una punta de lanza que podía abrir la cuña para expandir el
procesamiento “a todos los culpables”, como reclamaban los organismos. Este apoyo quedó
plasmado primero en un comunicado firmado por los ocho organismos capitalinos el 2 de abril de
1985 (en respuesta a dichos del ministro de Defensa, Raúl Borrás, que había señalado ese mismo día
que había que ponerle un “punto final” a la “herida abierta”). Más elocuente fue la movilización
convocada por estos mismos organismos el 22 de abril, día del comienzo de las audiencias, a la que,
según diferentes fuentes, asistieron entre 30.000 y 100.000 personas. Esa primera audiencia fue
presenciada por los principales referentes de los organismos, entre las que estaban Hebe de Bonafini,
de Madres, y María Isabel Chorobik de Mariani, la presidenta de Abuelas (Galante, 2014, pp. 201-
204). Galante (2017, p. 94) señala que el respaldo ofrecido a través de la multitudinaria movilización
y de la presencia en el recinto judicial, el movimiento de derechos humanos transfería parte de su
legitimidad ganada en los años de lucha antidictatorial al tribunal que debía juzgar a los jefes del
régimen militar. Sin embargo, esta transferencia de legitimidad no era incondicional ni implicaba
una renuncia a las principales consignas del movimiento, como la expectativa de extensión del
procesamiento penal al conjunto de los responsables.
Abuelas de Plaza de Mayo parece no haber tomado una actitud pública específica o
diferenciada frente al juicio, antes de su comienzo o durante su desarrollo. Acompañó, como hemos
señalado, las iniciativas conjuntas de todos los organismos, en las que se respaldaba el proceso pero
con la advertencia de que debía ser el inicio de una profundización del juzgamiento, y no su cierre.
Por lo demás, no encontramos ninguna declaración pública individual de la organización referida al
juicio hasta la sentencia, cuando se pronunció de manera sumamente crítica. Durante ese año, los
comunicados, las conferencias de prensa y las solicitadas de Abuelas se concentraron en denunciar
nuevas localizaciones de niños y niñas apropiadas en poder de ex represores y en advertir sobre la
lentitud y las trabas para la concreción de su restitución. De hecho, como veremos, la organización

214
se encontraba embarcada en varias disputas judiciales por casusas de apropiación, que se
desarrollaban en paralelo al Juicio a las Juntas. 378
El aparente relegamiento a un segundo plano del juicio por parte de Abuelas (lo que no
significaba una falta de toma de posición ya que, como señalamos, la organización acompañaba el
posicionamiento general consensuado por el conjunto del movimiento) podría deberse, en parte, a la
necesidad pragmática de concentrar sus esfuerzos en la tarea específica que la organización se había
asignado (característica del organismo a la que ya nos hemos referido y que, indudablemente,
atravesó toda su actividad pública). Con todo, también se podría conjeturar que esta menor atención
en el tema, al menos de cara a la opinión pública, podía deberse a una expectativa moderada o baja
en cuanto a la condena de los comandantes por la apropiación de niños. Esta última hipótesis toma
como indicio el lugar secundario que tuvo este fenómeno dentro del procesamiento a los acusados.
La fiscalía imputó individualmente a los comandantes de las juntas militares por 13 delitos diferentes.
Sobre un total de 5395 cargos penales imputados (con una distribución muy dispar entre los nueve
procesados), sólo 32 correspondían a los de sustracción de menores. Si se compara con otros cargos
penales, como las privaciones ilegítimas de libertad (1924 casos), los tormentos (899 casos) o los
homicidios (264 casos), el delito de sustracción de menores tenía un peso relativamente bajo en la
estrategia de la fiscalía. 379
Dada la menor relevancia de este cargo penal dentro del conjunto de la acusación, podría
haberse esperado que la cuestión ocupara un lugar secundario en el desarrollo del juicio. Sin
embargo, el problema de los “niños desaparecidos” apareció en numerosas declaraciones
testimoniales. En especial, diferentes testimonios trataron sobre el secuestro, detención y
desaparición de mujeres embarazadas y sobre el destino corrido por sus bebés nacidos/as en
cautiverio. También hubo algún espacio para que algunos testigos (en especial, aquellos convocados
por su actuación en o con la CONADEP) hablaran sobre las tareas realizadas para tratar de localizar

378
Además de la causas por apropiación de niños, comenzaron en paralelo al Juicio a las Juntas otros procesos penales
a perpetradores en la justicia civil. Entre los militares y policías que fueron citados, imputados o procesados, podemos
mencionar a los ex comandantes Nicolaides y Bignone; al ex ministro Albano Harguindeguy; a Ramón Camps, Miguel
Etchecolatz, Guillermo Suárez Mason, Benjamín Menéndez, Rubén Chamorro, Alfredo Astiz, Jorge Eduardo Acosta,
Aníbal Gordon y también el capellán castrense Christian Von Wernich.
379
Los cargos penales imputados en la acusación de la fiscalía fueron homicidios (264 cargos), privaciones de libertad
(1924), tormento (899), robos agravados (331), falsedades ideológicas de documento público (904), usurpaciones (20),
reducción a servidumbre (165), extorsión (3), secuestros extorsivos (6), supresión de documento (3), sustracción de
menores (32), tormentos seguidos de muerte (21) y encubrimiento (823). La mayoría de estos cargos (en especial los
más graves en términos punitorios) recayeron sobre Videla, Massera y Agosti, los integrantes de la primera junta militar
(Galante, 2014. p. 403).
215
y recuperar a estos niños, pero como veremos este tema generó menos interés entre los jueces y de
la fiscalía.
Distintos/as sobrevivientes (en especial, mujeres) aportaron información sobre detenidas
embarazadas que habían visto durante su cautiverio en diferentes centros clandestinos de detención.
Graciela Daleo y Sara Solarz de Osatinsky (quien testimonió desde el exterior, por exhorto)
reconocieron haber visto al menos a un decena de mujeres en esta condición mientras estuvieron
detenidas en la ESMA, todas ellas alojadas en una “pieza especial”. Adolfo Contempomi, detenido
en el CCD “La Perla” de Córdoba, relató haber dialogado en cautiverio con una mujer que, pese a
estar embarazada, había sido torturada por un suboficial. 380 María Kubik Marcoff de Lefteroff
reconoció durante su cautiverio en la Brigada de Investigaciones de Quilmes de la Policía de la
Provincia de Buenos Aires, conocida como el “Pozo de Quilmes”, a Silvia Mabel Isabella Valenzi,
una detenida embarazada. Valenzi dio a luz en el Hospital Isadora Iriarte de Quilmes, bajo fuerte
custodia policial y con la presencia del médico de la Policía de Buenos Aires Jorge Bergés, según
relató en el juicio el médico Justo Horacio Blanco, quien se encontraba en aquélla oportunidad como
obstetra de guardia. 381
Más impactantes aun fueron los testimonios que brindaron algunas sobrevivientes que habían
estado ellas mismas embarazadas en cautiverio. Como hemos visto en el primer capítulo, la
supervivencia de las detenidas embarazadas fue muy excepcional, ya que en la mayoría de los casos
resultaban “trasladadas” después del nacimiento de sus hijos. Por eso mismo, testimonios como los
de Graciela Irma Trotta, Elena Alfaro y Adriana Calvo de Laborde no sólo ayudaron a identificar a
otras compañeras de cautiverio embarazadas que continuaban desaparecidas, sino que ofrecieron un
relato vívido en primera persona de la experiencia de atravesar el embarazo y el parto en un centro
clandestino de detención. Graciela Trotta, detenida en el CCD “El Banco” con un embarazo de tres
meses y liberada el día que comenzó a tener contracciones (tras un embarazo complicado en el que
tuvo numerosas pérdidas), narró cómo fue sometida a tratos degradantes por parte de los represores.
Asimismo, pudo reconocer al menos a otras tres mujeres detenidas embarazadas. 382 Elena Alfaro
corrió una suerte similar a la de Graciela Trotta. Fue secuestrada con un embarazo de dos meses y

380
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal, “Sentencia causa
13/84”, 9 de diciembre de 1985, p. 131.
381
Cfr. Testimonio de María Kubik Marcoff de Lefteroff, El Diario del Juicio, 2, p. 40; Testimonio de Justo Horacio
Blanco, El Diario del Juicio, pp. 40-41.
382
Testimonio de Graciela Irma Trotta en el Juicio a las Juntas, 1985. Dado que el testimonio de Graciela Trotta no se
encuentra transcripto en el Diario del Juicio, ha sido consultado en el Archivo Oral de Memoria Abierta
216
detenida en el CCD “El Vesubio”, en el Partido de La Matanza de la Provincia de Buenos Aires. En
su testimonió relató las torturas sufridas allí dentro, aun a pesar de su estado de gravidez. Al igual
que Trotta, fue liberada poco antes del nacimiento de su hijo. Sin embargo, ella continuó bajo libertad
vigilada, a tal punto que uno de los represores, el Tte. Cnel. Franco Luque, la obligó a bautizar a su
hijo, designándose a sí mismo como su padrino de bautismo. 383
El caso de Adriana Calvo resultaba más excepcional aún: había sido detenida embarazada,
había parido en cautiverio y luego había sido liberada por los represores, quienes le devolvieron a su
bebé. 384 Fue secuestrada el 4 de febrero de 1977, embarazada de seis meses y medio. Estuvo detenida
en los CCD Destacamento de Arana, en la Comisaría 5ta de La Plata y en la Brigada de
Investigaciones de Banfield de la Policía de Buenos Aires, conocida como “Pozo de Banfield”. En
los diferentes centros donde permaneció detenida, pudo reconocer a otras embarazadas. Fue liberada
pocos días después del nacimiento de su hija.
Calvo ya había testimoniado ante la CONADEP y en el especial televisivo Nunca Más las
terribles condiciones en las que había atravesado su embarazo y parto en cautiverio. Como señaló en
su testimonio en el Juicio a las Juntas, dar testimonio se había vuelto para ella un imperativo, un
verdadero “deber de memoria” al que se había comprometido en el momento más crítico de su
prolongada detención: cuando tuvo que dar a luz en condiciones riesgosas y humillantes, en el asiento
trasero de un auto policial que la trasladaba al “Pozo de Banfield”, sobre la banquina de la ruta,
esposada, sin ningún tipo de asistencia y sometida a las burlas y el hostigamiento de los represores:

El que manejaba y el que lo acompañaba se reían, me decían que era lo mismo, que igual me
iban a matar, iban a matar al chico, qué me importaba; por fin, yo no sé ni cómo alcancé a
sacarme la ropa interior para que naciera, realmente no lo recuerdo; les grité, íbamos a toda
velocidad por la ruta que une La Plata con Buenos Aires, iba el auto a toda velocidad, y yo les
grité ya nace, no aguanto más, y efectivamente nació, nació mi beba. Pararon en la banquina
(…); mi beba nació bien, era muy chiquita, quedó colgando del cordón, se cayó del asiento,
estaba en el piso, yo les pedía por favor que me la alcancen, que me la dejen tener conmigo, no
me la alcanzaban, (…) mi beba lloraba, yo seguía con las manos atrás, seguía con los ojos

383
El testimonio de Elena Alfaro parece haber tenido bastante impacto en la prensa. El Diario del Juicio lo presentó
como “el testimonio de la semana: Elena Alfaro”. Véase “El testimonio de la semana”, El Diario del Juicio, 7, 9 de julio
de 1985, pp.2-3. El testimonio completo puede leerse en El Diario del Juicio, 14, 27 de agosto de 1985, pp. 314-324.
384
Adriana Calvo era docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Exactas de La Plata y militaba en el gremio,
que funcionaba en la semiclandestinidad. Fue secuestrada el 4 de febrero de 1977. Estaba embarazada de seis meses y
medio. Luego de su secuestro fue conducida al destacamento de Arana (o destacamento de Arana) ubicado en calle 137
esquina 640, La Plata, que funcionaba como un centro destinado a la tortura. Permaneció en ese lugar durante siete días
y luego fue trasladada a la Comisaría 5ª de La Plata. Por último, al CCD Pozo de Banfield (sito en la Brigada de
Investigaciones de Banfield) ubicado en las calles Siciliano y Vernet (Provincia de Buenos Aires). El 28 de abril de 1977,
poco después de haber dado a luz, fue liberada.
217
tapados, no me la querían dar, señor presidente, ese día hice la promesa de que si mi beba vivía
y yo vivía, iba a luchar todo el resto de mis días porque se hiciera justicia. 385

El relato de Adriana Calvo, al igual que el de las otras testimoniantes, daba cuenta de la
existencia de espacios, tiempos, rutinas y formas de control específicamente destinadas a las
detenidas embarazadas dentro de los centros clandestinos. Asimismo, su testimonio probaba que la
mayoría de los embarazos había llegado a término, que los bebés habían sido separados al nacer o a
los pocos días del parto. Solarz de Osatinsky era asertiva al señalar, en su testimonio, que el destino
de las embarazadas, tras el parto, había sido el “traslado” (eufemismo de los represores que designaba
el asesinato y la desaparición de los cuerpos) y el de los niños “la duda”, asegurando que los militares
no podían entregarlos a los familiares “ya que se constituía en una prueba evidente del destino corrido
por la madre”.386
A pesar de que estos testimonios delineaban la existencia de una práctica bastante recurrente
de apropiación de los niños nacidos en cautiverio, el tribunal no se detuvo a ahondar en este aspecto
del accionar represivo. El foco estuvo puesto en probar la detención y posterior desaparición de las
mujeres embarazadas, y no en inquirir por el destino de los/as niños/as. Del mismo modo, tampoco
acaparó demasiado la atención de los jueces el destino de los niños secuestrados junto con sus padres
y las pesquisas realizadas para tratar de localizarlos y restituirlos a sus familias biológicas. No es que
el tema haya estado totalmente ausente. Magdalena Ruiz Guiñazú, ex integrante de la CONADEP, y
Eduardo Rabossi, que también conformó aquella comisión y en el momento del Juicio estaba a cargo
de la Subsecretaría de Derechos Humanos, hicieron una breve mención en su testimonio a la
articulación de la CONADEP con Abuelas de Plaza de Mayo para tratar de localizar a los/as niños/as
desaparecidos/as.387 Eric Stover, integrante del equipo científico de la AAAS que había cooperado
con la CONADEP en las tareas de identificación de restos humanos y de niños/as localizados/as, fue
consultado por el desarrollo del “índice de abuelismo” y por los resultados obtenidos hasta el
momento en su aplicación. 388

385
Juicio a las Juntas, Testimonio de Adriana Calvo de Laborde, 1985, consultado en el Archivo Oral de Memoria
Abierta. Sobre la cuestión del “deber de memoria” como móvil de la acción testimonial y política de los sobrevivientes
durante la transición, véase González Tizón (2018).
386
Testimonio de Sara Solarz de Osatinsky, El Diario del Juicio, 27, 26 de noviembre de 185, p. 3. Véase también Cfr.
Testimonio de Graciela Daleo, El Diario del Juicio, 22, 22 de octubre de 1985, p. 426.
387
Testimonio de Eduardo Rabossi, El Diario del Juicio, N° 2, 4 de junio de 1985, p. 87; Testimonio de Magdalena Ruiz
Guiñazú, El Diario del Juicio, N° 7, 9 de julio de 1985, p. 155.
388
Testimonio de Eric Stover, El Diario del Juicio, 1, 27 de mayo de 1985, pp. 13-14.
218
También ofreció su testimonio Estela Barnes de Carlotto, por entonces vicepresidenta de
Abuelas de Plaza de Mayo. En su larga exposición, relató el secuestro de su marido y luego el de su
hija, Laura, que continuaba desaparecida. Enumeró las infructuosas gestiones que, gracias al contacto
de una docente conocida, pudo realizar ante el Gral. Reynaldo Bignone para lograr su liberación.
Mencionó la información recibida de parte de dos sobrevivientes que dijeron haber compartido el
cautiverio con Laura, quienes afirmaban que su embarazo había continuado y llegado a término. Por
último, narró cómo entonces empezó a buscar a su nieto o nieta hasta ponerse en contacto con las
Abuelas de Plaza de Mayo, en mayo de 1978.389
Es interesante notar, empero, que durante el testimonio de Estela de Carlotto, el juez Gil
Lavedra se encontraba interesado en ahondar en la información sobre el secuestro y detención que
sufrieron su esposo y su hija, pero no en las averiguaciones que ella realizó, individualmente o como
integrante de Abuelas, para tratar de localizar a su nieto, que gracias a la información provista en
Brasil por otros/as sobrevivientes, pudo saber que había nacido, que era un varón y que había sido
separado de su madre después del parto. Una situación similar ocurrió con el testimonio de Ana
María Caracoche de Gatica, quien fuera secuestrada junto con su esposo y sus dos hijos menores de
edad. Ana Caracoche estuvo detenida en el CCD “La Cacha”, donde pudo reconocer a varias
detenidas embarazadas. El juez Ledesma, a cargo del tribunal en ese momento, se detuvo un largo
rato en este aspecto del relato, repreguntando varias veces y requiriendo más precisión en la
información aportada. En cambio, el secuestro y la apropiación de sus hijos menores fueron tratados
apenas tangencialmente. La testimoniante los mencionó cuando el juez le estaba preguntando si había
tenido secuelas físicas o psíquicas por los apremios. Gatica de Caracoche respondió que para ella
una secuela era el haber estado buscando durante 8 años a sus dos hijos: “la angustia vivida durante
estos 8 años, solo una madre y un padre saben lo que significa, realmente es... no se puede decir lo
que una madre siente”.390 A Ledesma, sin embargo, no parece haberle interesado demasiado este
aspecto de su experiencia traumática, ya que le repreguntó por las secuelas físicas y después dio por
terminada la declaración testimonial. No ahondó en ningún momento en las averiguaciones y
procedimientos que tuvo que realizar Caracoche para localizar y restituir a sus hijos, ni quiénes los
habían tenido en su poder y cómo los habían obtenido.391

389
Testimonio de Estela Barnes de Carlotto, El Diario del Juicio, 4, 18 de junio de 1985, pp. 90-91.
390
Testimonio de Ana María Gatica Caracoche, El Diario del Juicio, 2, 4 de junio de 1985, p. 39.
391
Felipe Gatica Caracoche, el menor de los hermanos, fue restituido en septiembre de 1984. María Eugenia, en tanto,
fue restituida un año después, en septiembre de 1985. Vease https://www.abuelas.org.ar/caso/gatica-caracoche-felipe-
martin-245
219
Como hemos señalado, la Fiscalía acusó a los procesados principalmente por los cargos de
secuestro, tortura, robo, homicidio, allanamiento ilegal y falsedad documental. El objetivo primordial
consistía en probar la existencia de un plan criminal organizado por las Fuerzas Armadas, de cuya
ejecución eran responsables mediatos los miembros de las tres Juntas. Para ello, se diseñó una
estrategia basada en el criterio de economía procesal, que recuperaba y sometía a consideración del
tribunal un universo delimitado de tan solo 282 casos de la base recopilada por el trabajo de la
CONADEP (Galante, 2014, p. 93). De esta forma, durante el proceso, el tribunal priorizó en un
sentido instrumental aquellos aspectos de los testimonios que podían tener valor probatorio de la
autoría mediata de los delitos imputados y relegó a un lugar marginal aquéllos otros que parecían no
ofrecer esta carga de prueba, aun a pesar de su presencia recurrente en varios testimonios.
Victoria Álvarez ha analizado cómo situaciones similares ocurrieron durante el juicio con los
testimonios sobre hechos de violencia sexual. Diversas sobrevivientes dieron cuenta de abusos y
violaciones sufridas en cautiverio; sin embargo, los jueces les prestaron poca o nula atención ya que,
en términos procesales, no eran considerados como delitos autónomos sino que quedaban
subsumidos dentro de la categoría de “tormentos” (Álvarez, 2018, pp. 62-63). Aunque la sustracción
de menores sí fue un delito imputado por la fiscalía a los acusados, hemos señalado que representaba
una fracción muy menor del total de cargos penales. Con estas características procesales no es de
extrañar que los testimonios que excedían a los fines de probar el secuestro, detención y asesinato de
los/as “desaparecidos/as” (incluyendo, claro está, el de las embarazadas) hayan sido ignorados o
desestimados por el tribunal. Más cuando el ámbito judicial, como señala Jelin, aun cuando otorga
un espacio donde las víctimas pueden encontrar un reconocimiento de su palabra y una posible
reparación para el daño que sufrieron, también impone una determinada matriz al testimonio, que lo
quiebra en “pedazos y componentes” para reacomodarlos a los parámetros de “prueba judicial”,
elidiendo o silenciando aquéllos aspectos que carecen de “valor” según este criterio (Jelin, 2015, p.
234). Al igual que ocurrió con las mujeres que quisieron denunciar la violencia sexual, las
experiencias personales referidas a la búsqueda de los “niños desaparecidos”, tanto de familiares
(como la narrada por Estela de Carlotto) como de las propias sobrevivientes (como la expuesta por
Ana Gatica) carecieron de un marco de escucha capaz de atenderlas y considerarlas en su
especificidad.
Finalmente, el 9 de diciembre de 1985, el juez León Carlos Arslanián leyó el fallo de la
Cámara. La sentencia confirmó la existencia de un plan criminal y justificó la fuerza probatoria de

220
los testimonios. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal dictó
sentencia fundada en el análisis de los casos presentados durante el juicio y condenó a Jorge Rafael
Videla y Emilio Eduardo Massera a la pena de reclusión perpetua; a Orlando Ramón Agosti a cuatro
años y seis meses de prisión; a Roberto Eduardo Viola a diecisiete años de prisión y a Armando
Lambruschini a la pena de ocho años de prisión, con accesoria de inhabilitación absoluta perpetua
en todos los casos. Resultaron absueltos Omar Domingo Rubens Graffigna y los integrantes de la
tercera junta: Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo.
Estas condenas no contemplaron el delito de sustracción de menores: todos los acusados por
este crimen resultaron absueltos. En su alegato, el fiscal Strassera había señalado que las órdenes
impartidas no sólo "prescribieron" la realización de ciertos delitos (secuestros, tormentos,
eliminación física de los detenidos) sino que también "importaron la aceptación de que en el ámbito
operativo en que debían ejecutarse habían de cometerse otros delitos como robo, abortos, violaciones
y supresión del estado civil de menores".392 Por el contrario, el tribunal dictaminó que no era posible
considerar que la "sustracción de menores" hubiera respondido a órdenes superiores, o que hubiera
sido "prevista y asentida por quienes dispusieron de ese modo de proceder" (a diferencia, según los
jueces, de lo que había ocurrido con el robo de bienes durante los operativos). En un párrafo sucinto,
el tribunal ofrecía como único argumento para arribar a esta conclusión que la comisión de este delito
se había demostrado “sólo en forma ocasional". El tribunal solo dio por probadas las apropiaciones
de Felipe Martín y María Eugenia Caracoche de Gatica, hijo e hija de los sobrevivientes y
testimoniantes Raúl Gatica y Ana Caracoche. Se trataba de los dos únicos casos, de todos los
imputados a los comandantes militares, en los que habían logrado ser identificados y restituidos. El
tribunal consideró que no podían demostrarse las demás alegaciones de sustracciones de menores,
aun cuando sí dio por probado el parto en cautiverio de Susana Pegoraro y Alicia Alfonsín. 393
Como ha señalado Alan Iud, abogado e integrante del actual equipo jurídico de Abuelas, la
Cámara Federal en aquélla sentencia parece haberse basado en un criterio estrictamente cuantitativo
para denegar el carácter planificado y sistemático de la sustracción de menores y calificar al delito
de ocasional (Iud, 2013, p. 6). Esto no suponía que el tribunal negara la posible comisión de estos
delitos, sino que invertía la atribución de responsabilidades sobre la que se fundamentaba la condena

392
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal, “Sentencia causa
13/84”, 9 de diciembre de 1985, p. 257.
393
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal, “Sentencia causa
13/84”, 9 de diciembre de 1985, p. 187.
221
por los otros delitos. Los comandantes habían sido autores mediatos de los crímenes que habían
ordenado ejecutar a sus subalternos y también eran responsables por aquéllos que, sin ordenar
explícitamente, habían previsto o consentido; pero, en opinión del tribunal, no podían ser culpados
por aquellos otros delitos que los ejecutores habían cometido “excediéndose” en su cumplimiento.
Esto suponía, por ende, que el principio de “obediencia debida”, instituida en el Código Militar
vigente al momento de los hechos no podía regir para los perpetradores de “excesos” (en apariencia
ocasionales) como la sustracción de menores. En efecto, si el fallo del tribunal, que condenaba a
quienes dictaron las órdenes, podía sentar jurisprudencia para que los subordinados alegaran en su
favor “eximente de obediencia debida o un error invencible respecto de la legitimidad de las órdenes
que recibieron”, de ninguna manera eximía a aquéllos otros que “ejecutaron sin miramiento hechos
atroces” quienes, en consideración del tribunal, eran “responsables de los hechos cometidos junto a
quienes impartieron las órdenes objeto de este proceso”.394
El fallo de la Cámara Federal de Apelaciones de la Capital Federal en la Causa 13 recibió
el cuestionamiento del conjunto del movimiento de derechos humanos. La expectativa era obtener
una condena más amplia como la que había solicitado la fiscalía (cinco cadenas perpetuas y penas
entre diez y quince años para los otros cuatro procesados). Por consiguiente, las penas otorgadas por
el tribunal a los condenados fueron consideradas muy bajas y las absoluciones, inaceptables (Galante,
2014, p. 229). Madres, que había puesto en cuestión el proceso desde un comienzo, vio en el fallo la
confirmación de sus sospechas. En la lectura de la organización, la sentencia del Juicio a las Juntas
no fue un triunfo de la justicia transicional, sino el inicio de un programa político para clausurar el
pasado y garantizar la impunidad, que se iría concretando con leyes de “Punto Final”, “Obediencia
Debida” e Indultos (Galante, 2017, p. 96). Abuelas, que como vimos no se había pronunciado sobre
el proceso y había suscrito al apoyo con reservas que había ofrecido el movimiento en su conjunto,
en esta oportunidad emitió una dura declaración. En un comunicado de prensa, cuestionó el fallo en

394
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal, “Sentencia causa
13/84”, 9 de diciembre de 1985, p. 267. En su análisis sobre el desarrollo de las audiencias del Juicio a las Juntas, Galante
(2014, pp. 121-124) ha mostrado cómo la noción de “obediencia debida” funcionó en los testimonios y alegatos de los
militares no sólo en el sentido más conocido (como un argumento de los subalternos para desligarse de responsabilidades,
aduciendo el cumplimiento de órdenes superiores) sino también como un argumento de las defensas para exonerar a los
comandantes de cualquier responsabilidad, al suponer la existencia de una "obediencia inexacta" entre las órdenes
generales, presentadas por los comandantes como legítimas (aunque nunca se terminara de explicitar a cuáles órdenes se
referían) y la ejecución plagada de "errores" o "excesos" por parte de los subordinadas. A la larga, en el discurso castrense
sobre las responsabilidades ambas nociones se volvieron complementarias: la idea vaga e indeterminada de "excesos"
apuntaba a eximir a los comandantes por la responsabilidad en los crímenes; la "obediencia debida" procuraba eximir a
los subordinados de esos excesos., con un efecto de sentido general que licuaba las responsabilidades de la corporación
militar en su conjunto.
222
general y repudió, en particular, la absolución de todos los procesados por el delito de sustracción de
menores.

El juicio a las tres juntas militares fue ejemplarizador durante su transcurso por su
trascendencia moral y social, pero culminó con un fallo injusto e inaceptable. (...)
Como organismo que lucha por la localización y restitución a sus legítimas familias de los
niños secuestrados y nacidos en campos de concentración, condenamos que se absuelva a
quienes por su responsabilidad son acusados de sustracción de menores, dejando de esa
manera en situación de indefensión a los niños desaparecidos y a toda la comunidad infantil.
Rechazamos este fallo porque profundiza el quiebre moral del conjunto social que ocasionó
la dictadura militar genocida, siendo un nuevo atentado al sentido ético de nuestro pueblo. 395

Para Abuelas, como para el resto de los organismos, el Juicio ofrecía un balance
contradictorio y, en última instancia, preocupante. En un principio había generado algún grado de
expectativa, su desarrollo había sido “ejemplarizador” pero había concluido en un fallo “injusto e
inaceptable” que, en la perspectiva del organismo, constituía un “atentado al sentido ético de nuestro
pueblo”. Si para el movimiento de derechos humanos uno de los objetivos del juicio (y, en general,
de la búsqueda de justicia) debía ser consolidar la democracia, el Estado de Derecho y las garantías
constitucionales, su sentencia lo había malogrado. Peor aún, el fallo venía a poner en severo riesgo
estas aspiraciones, al sembrar en la sociedad argentina “el desconcierto, la incertidumbre y el terror,
en razón de la impunidad con que se premia a la mayoría de los máximos responsables del terrorismo
de Estado”.396
En última instancia, el Juicio a las Juntas tuvo dos efectos de larga duración en la tramitación
del problema social de los “niños desaparecidos” y en la acción pública de Abuelas. El primero de
estos efectos fue un paradójico impacto en el abordaje jurídico de la cuestión. Por diferentes medios,
Abuelas intentará subsanar la repudiada absolución de los comandantes por el delito de sustracción
de menores y probar el carácter planificado y sistemático de este fenómeno represivo. La estrategia
más resonante en este sentido será la presentación en 1996 de una denuncia contra una serie de
oficiales militares que no habían sido juzgados por este delito (Eduardo Albano Harguindeguy,
Carlos Guillermo Suárez Mason, Cristino Nicolaides, Rubén Oscar Franco y Reynaldo Benito

395
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Posición de Abuelas de Plaza de Mayo respecto del fallo en el
Juicio a las Juntas Militares”, 9 de diciembre de 1985. AAPM-AH-CCP. El comunicado fue reproducido parcialmente
por La Razón: "Opiniones disímiles sobre la sentencia", La Razón, 10 de diciembre de 1985.
396
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Posición de Abuelas…”, op. cit. Sobre los posicionamientos
públicos de otros organismos (que expresaron un sentido similar al de Abuelas), véase Galante, op. cit., 2014, pp. 230-
232.
223
Bignone) por el “Plan sistemático de apropiación de niños”. Durante su desarrollo, en el que se
ampliaron las imputaciones y se llevó a prisión preventiva a Videla, Massera y otros militares no
señalados inicialmente, esta causa se volvió un emblema de la lucha de los organismos de derechos
humanos en tiempos de clausura jurídica (Iud, 2013, p. 8).
Sin embargo (y he aquí la paradoja), esta acción judicial en los intersticios jurídicos que
ofrecía la situación de impunidad creada tras las Leyes de Punto Final, Obediencia Debida y los
Indultos fue posible en parte, también, por aquel repudiado y controversial fallo de la Cámara Federal
en la Causa 13. No sólo el juicio del “Plan Sistemático”, sino todos los juicios a apropiadores de
niños/as que se sustanciaron durante la vigencia de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida
fueron posibles porque estas leyes, como analizaremos en detalle al final de este capítulo,
exceptuaron al delito de sustracción de menores del beneficio de la extinción de la acción penal. Y
el principal fundamento con que el oficialismo incorporó esta exención en la redacción de las leyes
provenía del fallo del Juicio a las Juntas: si, como habían dicho en aquella oportunidad los jueces, el
delito de sustracción de menores no había sido ni planificado ni sistemático, los subalternos que lo
habían perpetrado eran los únicos responsables y no podían pretender ampararse en el principio de
la “obediencia debida”. 397
En absoluta sintonía con este cambio en la estrategia judicial, la absolución de los
comandantes en el Juicio a las Juntas trajo aparejada una relocalización y jerarquización en el
discurso de Abuelas de las nociones de “planificación” y “sistematicidad” vinculadas al delito de
apropiación de niños/as. Estas ideas no eran nuevas en el discurso de la organización. Las
encontramos presentes al menos desde 1983, formuladas de manera explícita o sugerida a partir de
otros conceptos conexos.398 Con todo, la cuestión de la “sistematicidad” no ocupaba hasta entonces
un lugar tan central en el discurso público de la organización. En Botín de Guerra de 1984, el primer
libro en relatar la historia de la organización y en difundir para un público más amplio el problema
de los “niños desaparecidos”, la idea un “plan sistemático” de apropiación de niños/as no aparece en
ningún momento de forma explícita. En más de trescientas páginas, la única referencia que podría
permitir inferir una idea de este tipo es un pasaje donde se afirma que el “genocidio planificado por

397
Agradezco esta sugerencia a Emilio Crenzel.
398
Por ejemplo, puede leerse de manera explícita en la introducción de un material divulgativo publicado por la
organización en septiembre de 1984: “Nuestro reclamo es concreto: LA DEVOLUCIÓN DE LOS NIÑOS
SECUESTRADOS SISTEMÁTICAMENTE COMO MÉTODO DE REPRESIÓN POLÍTICA.” Cfr. Abuelas de Plaza
de Mayo (1984), op. cit., p. 5. Mayúsculas en el original.
224
los militares argentinos, que ni a los niños respetaba, en su delirio”. 399 En todo caso, parecía bastar
con señalar la existencia de un plan criminal de exterminio de opositores/as políticos/as por parte de
las fuerzas armadas, dentro del cual se produjo el secuestro de los/as niños/as como “botín de guerra”.
La sentencia del Juicio a las Juntas, con la enorme importancia política y simbólica que
revistió, cambió significativamente esta perspectiva. A partir de entonces, la organización comenzó
a ser cada vez más vehemente y asertiva en su discurso acerca de la existencia un plan sistemático
de apropiación de niños/as, por el cual no sólo debían ser juzgados los perpetradores directos
(represores y apropiadores/as) sino también los comandantes y oficiales superiores, en tanto autores
mediatos. De esta forma, el 21 de marzo de 1986, a poco de cumplirse una década del último golpe
de Estado, y apenas tres meses después del cuestionado fallo de la Cámara Federal, Abuelas emitía
el siguiente comunicado:

A diez años del comienzo de la peor etapa histórica que vivió el pueblo argentino por la
interrupción de un gobierno constitucional y la instauración de una sangrienta dictadura de
las Fuerzas Armadas, Abuelas de Plaza de Mayo guardamos memoria del nefasto accionar
del Terrorismo que secuestro, asesinó, torturó a miles de ciudadanos prolongando su crimen
en la desaparición también sistemática de niños.400

Reafirmar la sistematicidad de la apropiación de niños implicó enfatizar que el fenómeno


no había sido una colección de hechos individuales aislados, atribuibles a “excesos” de los ejecutores,
sino el efecto intencional de una decisión tomada por las fuerzas armadas en su conjunto, con un
objetivo ideológico y político previamente definido. Un folleto de junio de 1988 publicado por el
Equipo Interdisciplinario de Abuelas desarrollaba este argumento:

El exponente máximo de disponer a voluntad de vida y destinos ajenos lo constituye el siniestro


procedimiento de apropiación de niños secuestrados y nacidos en cautiverio como consecuencia
de la persecución política de sus padres y en el ejercicio de facultades con características
criminales ejemplificadoras de la omnipotencia mesiánica del Terrorismo de Estado.
Procedimiento que lleva el sello de una penetración ideológica atroz e inhumana y que se aplicó
siguiendo dos vías (...) a través de estas dos vías, sistematizadas por el llamado Proceso de
Reconstrucción Nacional [sic], se perpetraron centenares de apropiaciones. Son niños que, aún
hoy, viven en situación de desaparición”. 401

399
Cfr. Nosiglia, op cit., p. 140.
400
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: 24 de marzo de 1976”, 21 de marzo de 1986, AAPM-AH-CCP.
Los énfasis son nuestros.
401
Equipo interdisciplinario de Abuelas de Plaza de Mayo (1988). El secuestro-apropiación de niños y su restitución,
Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo, pp. 5-6. El énfasis es nuestro.
225
Aun en aquellas ocasiones en que la organización no mencionaba explícitamente el término
“sistemático”, aparecían ideas conexas o fuertemente asociadas: los/as niños/as fueron “víctimas de
secuestro político” a los que “intencionalmente se los privó de su identidad, de vivir con su familia”
y “están creciendo con su identidad cambiada por decisión de la dictadura” (y no simplemente por
la acción individual de uno o varios represores).402 Como veremos en los siguientes capítulos, durante
los años ’90 el postulado de la sistematicidad de la apropiación de niños/as se volvió todavía más
central dentro del discurso de Abuelas, en consonancia con el despliegue de la estrategia judicial
orientada a juzgar a diferentes responsables por la comisión de este crimen.

c. Las luchas por las restituciones como “luchas cívicas por la justicia”

Abuelas de Plaza de Mayo instaló al ámbito judicial como una arena para obtener respuesta
a sus demandas y como esfera principal de su acción pública desde el retorno mismo de la
democracia. Como hemos señalado, no se trataba sólo de obtener “juicio y castigo” por las
“violaciones a los derechos humanos” sino, particularmente, de conseguir la obtención de su
principal reclamo: la restitución de los “niños desaparecidos” localizados/as a sus legítimas familias.
Esta faceta particular de la acción de Abuelas distinguió en parte sus propias demandas de justicia
del reclamo de “juicio y castigo” compartido con el resto del movimiento de derechos humanos. Si
bien enmarcaban su acción dentro del espectro de la lucha por los “derechos humanos”, las acciones
judiciales por las restituciones de niños/as adquirieron características más parecidas a lo que Landi
y González Bombal (1995) han llamado “luchas cívicas por la justicia”. A diferencia del carácter
universalista y con fuerte sentido ético del reclamo por los “derechos humanos”, las “luchas cívicas”
arraigan en la demanda de reconocimiento de “derechos civiles”, es decir, derechos que no son
“naturales” o “universales” sino que emanan del derecho positivo y cuya titularidad no recae sobre
la humanidad en su conjunto, sino sobre individuos y sectores particulares, ciudadanos y ciudadanas
históricamente situados/as. Las “luchas cívicas” buscan lograr la reparación de algunos de estos

402
Cfr. “Comisión de Derechos Humanos. 43° Periodo de Sesiones. Intervención del Movimiento Internacional Por la
Unión Fraternal entre las Razas y los Pueblos sobre el Punto 10 del Orden del Día, efectuada por Estela Barnes de
Carlotto, Vicepresidenta de ‘Abuelas de Plaza de Mayo’ de la Rep. Argentina”, Informaciones, febrero-marzo 1987, 12,
p. 7. AAPM-AH-CP; Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Los niños desaparecidos en el día del niño”,
1 de agosto de 1986; Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Abuelas se expide en contra de indultos,
amnistía, conmutación de penas y ‘misa de reconciliación’”, 10 de agosto de 1989. AAPM-AH-CCP.
226
derechos que se encuentran cercenados o conculcados y lo hacen dirigiéndose primordialmente al
Poder Judicial, como instancia capaz de garantizar su rehabilitación. Esta búsqueda de reparación se
hace a partir de casos específicos que impulsan la presentación judicial y a la vez, permiten la
interpelación de los medios de comunicación para concitar el apoyo de la opinión pública y generar
presión sobre la Justicia (Landi y González Bombal, 1995).
Landi y González Bombal pensaron a estas “luchas cívicas” como un segundo momento
histórico en el desarrollo de las demandas de justicia en la posdictadura, cuando las demandas del
movimiento de derechos humanos comenzaron a perder peso dentro de la opinión pública y cedieron
paso a una nueva agenda de reclamos que, en los tardíos años ’80 y tempranos ’90, incluyeron
denuncias sobre la violencia institucional y la impunidad del poder político del presente (casos, entre
otros, como el de Walter Bulacio, joven asesinado por la policía, y el María Soledad Morales, crimen
en el que estuvieron implicados hijos de políticos y personajes poderosos de la Provincia de
Catamarca). Sin embargo, encontramos que muchas de las características de estas “luchas cívicas”
aparecieron ya en las formas de acción y de movilización pública que Abuelas de Plaza de Mayo
desplegó desde el retorno de la democracia para exigir la restitución de los “niños desaparecidos”
que eran localizados/as en poder de diferentes familias.
Así ocurrió, por ejemplo, con Paula Eva Logares. En la presentación judicial de fines de
diciembre de 1984, la abuela materna, patrocinada por los abogados de la institución, se puso de
manifiesto una inconsistencia de dieciséis meses entre la edad de la niña documentada por la querella
y la alegada por los imputados, que decían ser su madre biológica y su padre biológico. Ante esa
“comprometida diferencia de edad”, los/as abogados/as querellantes ofrecieron realizar en febrero
de 1984 “pruebas concluyentes que hasta la fecha no han sido completadas pese a las reiteradas
solicitudes de la abuela querellante, así como de los peritos médicos de parte”.403 Las “pruebas
concluyentes” consistían en la realización de los análisis de genéticos para determinar la filiación.
Como hemos visto al comienzo de este capítulo, el estudio acabó realizándose en el Hospital
Durand de la Ciudad de Buenos Aires. Su resultado fue que la niña en poder del ex policía Rubén
Lavallén y su esposa Teresa Leiro era Paula Eva Logares, hija de Mónica Grinspon y Claudio
Logares, ambos desaparecidos. Como otra prueba que apuntalara la posición de la querella, en un
caso que la propia organización Abuelas describía como “inédito”, los peritos de la querella “con el

403
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 17 de febrero de 1984 AAPM-AH-CCP. El subrayado es
nuestro.
227
deseo de aportar conocimientos científicos para facilitarle al Juez tomar la decisión apropiada,
aportaron un informe psicológico de los profesionales que asisten a la abuela en el tema de la salud
psicofísica de la menor”. Dicho informe concluía que “cada día que transcurre la situación de riesgo
se hace mayor. Si la menor continúa en poder de sus ilegítimos guardadores está expuesta a una
enfermedad mental grave que se origina en los trastornos de identidad a que fue expuesta a partir del
secuestro”.404 El aporte de los equipos profesionales de Abuelas es patente en este informe, que se
estructura sobre una noción del “interés superior del niño” que, al amparo de teorías psicoanalíticas
desarrolladas en Europa durante la segunda posguerra, consideraban el apartamiento de la familia
biológica como un factor altamente traumatizante para el niño o la niña afectada (Oren, 2001;
Zara,2011).
Sin embargo, después de ciertas vacilaciones y una audiencia frustrada con la familia
biológica el viernes 3 de agosto, el juez Fégoli decidió tomar la medida de “no innovar”, que suponía
que la niña seguiría viviendo con la familia Lavallén. 405 La mayoría de los/as magistrados/as
mostrará actitudes ambivalentes ante los casos de restitución. Solo algunos pocos funcionarios/as
judiciales tuvieron una postura proclive a restituir sin dilaciones a los/as niños/as a sus familias
biológicas. Este fue el caso, por ejemplo, de la jueza Lidia Pegenaute, que ya había colaborado con
Abuelas durante los años de la dictadura y que actuó interviniendo rápidamente en favor de la
restitución de unos niños de nacionalidad chilena que se hallaban en manos de un tío policía. 406
También procedió en consonancia con los pedidos de la querella de Abuelas el juez Juan Ramos
Padilla, que actuó en varias restituciones (Arditti, 2000).
Otros jueces, en cambio, se mostraron más reticentes a devolver a los niños y niñas a sus
familias biológicas. Aunque podían pesar factores de índole ideológico, como en algunos/as jueces
y juezas que habían actuado durante la dictadura en abierta connivencia con las autoridades militares,
propiciando la separación de los/as niños/as de sus familias (tal es el caso, ya citado, de la Dra. Delia
Pons), en la mayoría de los casos pesaban determinadas concepciones arraigadas sobre la “minoridad
abandonada” y lo que mejor convenía al “interés superior del niño” (Oren, 2001; Villalta, 2012;
Regueiro, 2013). Por otra parte, la situación que se planteaba era novedosa y no era pasible de
encuadrarse sencillamente dentro de la jurisprudencia sobre los casos de disputas por adopción.

404
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa. Referencia: Juez federal dificulta la restitución de la menor
desaparecida, Paula Eva Logares, a su legítima familia”. 7 de agosto de 1984. AAPM-AH-CCP.
405
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”. 10 de agosto de 1984 AAPM-AH-CCP.
406
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado”, 29 de enero de 1986. AAPM-AH-CCP.
228
Tampoco había antecedentes sobre disputas filiatorias y de tenencia resueltas con análisis genéticos
(Oren, 2001). Por último, los/as funcionarios/as judiciales eran conscientes de que los tribunales se
convertían en los casos más controversiales en una arena de disputa. Las confrontaciones que se
suscitaban en la opinión pública acerca del destino más conveniente para los/as niños/as
localizados/as generaban presiones cruzadas sobre los magistrados para fallar en uno u otro sentido,
lo que a larga ralentizaba la toma de decisiones.
Ante la negativa de los funcionarios judiciales de concretar la restitución, Abuelas de Plaza
de Mayo iniciaba una serie de acciones para concitar el apoyo de la opinión pública y presionar al
juez para que modifique su decisión. Así ocurrió efectivamente en el caso de Paula Logares. Como
primera medida, integrantes de la organización montaron guardia el sábado 4 de agosto delante de la
casa de Lavallén en el barrio porteño de Chacarita, ante el temor de una posible fuga de la pareja con
la niña407. El 7 de agosto, la organización envió un telegrama al presidente Raúl Alfonsín, que hizo
público a través de un comunicado de prensa, en el que exigía al primer mandatario que “utilice las
facultades que su alta investidura le confiere para que sea restituida sin demora [Paula Eva Logares]
a su legítima familia”408. Ese mismo día convocó a las “Jornadas de reclamo por la restitución de
Paula Logares”, que se realizaron el miércoles 8, jueves 9 y viernes 10 del mismo mes, tanto en
Tribunales por la mañana y mediodía, como en el Obelisco por la tarde y noche. Si bien la
concurrencia a estas jornadas de protesta fue acotada, como se desprende de las crónicas periodísticas
y el material fotográfico, la manifestación tuvo considerable presencia en la prensa. 409
En paralelo, la organización lanzó un petitorio para sumar adhesiones a la causa de la
restitución. Con el título “Hay que salvar a Paula”, la campaña contó con las firmas de personalidades
como los obispos Jaime de Nevares y Miguel Hesayne y los escritores Jorge Luis Borges y Augusto
Roa Bastos, además de diputados y senadores de casi todos los partidos políticos y de organismos de
derechos humanos nacionales y extranjeros.410 El pronunciamiento solicitaba que “se arbitren todas
las medidas necesarias para restituir a la niña Paula Eva Logares a su legítima familia”, considerando

407
“La restitución de una niña dio lugar a una protesta”, La Razón, 4 de agosto de 1984; “Operativo por niña
desaparecida”, Crónica, 5 de agosto de 1984; “Piden la devolución de una niña a sus abuelos”, La Nación, 5 de agosto
de 1984. Archivo CELS, FICELS, SDP.
408
Telegrama al Dr. Raúl R. Alfonsín, 7/8/1984. Copia adjunta al “Comunicado de prensa...” de Abuelas de Plaza de
Mayo de la misma fecha. AAPM-AH-CCP. La noticia del envío de la misiva fue publicada por el diario La Voz. Cfr.
“Las abuelas siguen esperando justicia”, La Voz, 9 de agosto de 1984.
409
“Las abuelas no se callan”, La Voz, 9 de agosto de 1984; “Por el momento no devuelven a Paula”, Crónica, 9 de
agosto de 1984; “Amenazas por el intento de recuperar una niña”, Clarín, 11 de agosto de 1984;
410
Pronunciamiento por Paula Logares, La Voz, 16 de octubre de 1984. Archivo CELS, FICELS, SDP.
229
que “en democracia Paula no puede continuar como ‘botín de guerra’ en manos de un represor, y
que ella debe recuperar su libertad, su identidad, su integridad psicológica y su dignidad de persona,
hoy cruelmente violentada”.411 Las acciones desplegadas por Abuelas en el caso de Paula Logares
terminaron siendo efectivas: el 13 de diciembre, la Cámara Federal de Apelaciones, revocando el
fallo de “no innovar” de Fégoli, dictaminó la entrega de la niña a su abuela biológica, Elsa Pavón. 412

5. Entre el “dilema de Salomón” y el “derecho a la identidad”: los discursos públicos en torno


a los “niños desaparecidos”

a. Los “niños desaparecidos” como “botín de guerra”: las mutaciones del discurso de Abuelas
de Plaza de Mayo

Dieter Rucht (2004) afirma que toda organización de la sociedad civil busca interpelar a una
audiencia cuya actitud puede ser crucial para la resolución de un conflicto. Esto resulta
particularmente cierto para los movimientos sociales que carecen de recursos financieros y de acceso
directo a los hacedores de políticas públicas. Para ellos, “obtener atención pública y apoyo social es
el principal mecanismo a través del cual se puede lograr el cambio político o social esperado” (Rucht,
2004:200). El repertorio de acción de Abuelas de Plaza de Mayo, desde sus incipientes comienzos
en la dictadura, fue claramente en este sentido. Con el retorno de la democracia, la interpelación de
la opinión pública se convirtió en uno de los objetivos principales de la organización. Se apuntaba a
construir un consenso, una verdad socialmente aceptada en torno a la cuestión de los “niños
desaparecidos” que legitimara y generara una base de apoyo para sus demandas de la organización.
La generación de este consenso social estaba estrechamente vinculada, o directamente imbricado,
con la posibilidad de incidir en la generación de políticas públicas en la materia.
La reapertura democrática también ofreció una nueva oportunidad política para confrontar
con las representaciones castrenses e instalar en la opinión un relato distinto, una nueva verdad sobre
el destino de los “niños desaparecidos”. Esta confrontación debe ser enmarcada en la disputa de
sentidos sobre el traumático pasado reciente que caracterizó a la transición a la democracia. Como

411
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 15 de octubre de 1984. AAPM-AH-CCP.
412
“Entregan a sus abuelas una niña desaparecida en 1978”, Clarín, 20 de diciembre de 1984; “Restitución a su familia
a una niña secuestrada”, La Prensa, 20 de diciembre de 1984; “Paula Logares ya está con su familia”, Tiempo Argentina,
20 de diciembre de 1984. Archivo CELS, FICELS, SDP.
230
ha señalado Michael Pollak (2006) todo trabajo de encuadramiento de la memoria es también un
trabajo de negociación y de lucha, en la medida en que en cada escenario histórico diferentes actores
intentan presentar una narrativa del pasado (compuesta por recuerdos y olvidos) y luchan por
imponerla frente a otras versiones antagónicas.
En el caso argentino, los familiares de las víctimas de la represión y los organismos de
derechos humanos debieron enfrentar las diferentes representaciones sobre el pasado que
polemizaban o antagonizaban con las propias (Lvovich y Bisquert: 2008). En primer término, se
encontraban las variantes del discurso castrense, centrado en la vindicación de lo actuado durante la
dictadura en el marco de lo que denominaban “guerra contra la subversión” (Salvi, 2015). Por otro
lado, estaban las posturas que explicaban los hechos recientes como un enfrentamiento entre “dos
violencias”, la “guerrillera” (o “subversiva” o “terrorista”) y la militar, igualándolas en
responsabilidades y magnitud, poniendo a la sociedad como una “víctima inocente” de estas fuerzas,
descriptas en muchos casos con metáforas que las ligaban a lo demoníaco (y por ende, ajenas al
universo de lo humano, como una excepcionalidad inaprensible) (Franco, 2015; Crenzel, 2015). Por
último, también circulaban discursos (muchas veces, ligados a la Iglesia Católica) que llamaban al
“perdón” y a la “reconciliación” para “mirar hacia el futuro” (Bonnin, 2015).
En este contexto de disputas de sentido, los elementos que la organización quería transformar
en una verdad socialmente legitimada se pueden sintetizar en dos grandes postulados que fueron el
eje del discurso de Abuelas durante este periodo. El primer postulado era que durante la dictadura
militar se había producido, como una práctica sistemática, el secuestro y robo de centenares de niños
y de bebés nacidos/as en cautiverio, hijos e hijas de quienes eran desaparecidos/as por las fuerzas
represivas. Estos/as niños/as no habían sido “abandonados”, sino que fueron “apropiados” e
ingresados en las instituciones de la minoridad, o bien entregados/as a familias de militares o
allegados/as al ejército como si se trata de un “botín de guerra”.
En la primera conferencia de por el caso de Paula Logares, del 22 de diciembre de 1983,
encontramos presentes todos estos elementos:
Nuestros nietos fueron brutalmente arrancados de los brazos de sus padres por las fuerzas de
represión, y los abandonaron luego en cualquier lugar o se quedaron con ellos, pasando a
construir un ‘botín de guerra’.
En forma casi científica se les anuló su identidad, borrando todos sus rastros. Se los despojó
de su nombre, inscribiéndolos a veces como hijos propios en base a certificados falsos, o
acogiéndose a moratorias para inscripciones de nacimientos fuera del término legal.413

413
Abuelas de Plaza de Mayo, “Gacetilla”, 22 de diciembre de 1983. AH-AAPM-CCP.
231
Este mensaje buscaba confrontar de manera directa el discurso castrense sobre la cuestión.
Ante las denuncias sobre los/as niños/as desaparecidos/as, los militares negaron tener conocimiento
alguno de estos casos y sostuvieron que estos/as niños/as podrían haber sido “abandonados” por sus
padres “subversivos” que habían desatendido sus funciones parentales para priorizar la lucha armada,
pasando a la clandestinidad o exponiéndose a morir en combate. Este relato se construía a partir de
la reelaboración de una serie de categorías y figuras vinculadas a la “minoridad abandonada” y los
“padres abandónicos”, que se habían consolidado dentro del “campo de la minoridad” durante el
siglo XX y tenían fuerte arraigo en la opinión pública. Las características de los “padres
abandónicos” (tradicionalmente pertenecientes a los sectores populares y los grupos marginales de
la sociedad) fueron adscriptas a los padres “subversivos” (Villalta, 2012; Regueiro, 2013).
Algunos aspectos de este relato pueden observar en una nota de La Nación sobre la
manifestación de Abuelas frente a la casa del ex policía que tenía en su poder a Paula Logares:

Un grupo de mujeres, pertenecientes a la entidad Abuelas de Plaza de Mayo, montó guardia ayer
por la mañana frente a una casa del barrio de Chacarita ante la presunción de que una pequeña,
a la que sindican como hija de un matrimonio muerto durante la lucha antisubversiva, pudiera
ser sacada del país por las personas que la tienen en su poder desde hace cinco años, según la
entidad.
La determinación de las abuelas de permanecer frente a la vivienda ubicada en Fraga 488,
domicilio de Rubén Labayén [sic], ex integrante de las fuerzas de seguridad que actuaron en la
lucha antisubversiva, fue tomada anteanoche (...)
Según los denunciantes, la pequeña fue retenida por Labayén [sic] en el Uruguay, luego de que
sus padres murieron en un enfrentamiento con fuerzas antisubversivas, con la intención de
adoptarla414.

En la sucinta versión que ofrece el diario, la noción de “lucha antisubversiva” aparece tres
veces. Primero, para describir de forma implícita a quienes se “sindican” como padres de Paula
Logares: era un matrimonio “muerto durante la lucha antisubversiva” (por ende, sospechoso de
alguna participación en la “subversión”). En segundo término, para describir a Lavallén: era un
“integrante de las fuerzas de seguridad que actuaron en la lucha antisubversiva”. Por último, para
explicar cómo había llegado la niña a manos de esta familia: sus padres “murieron en un
enfrentamiento con fuerzas antisubversivas” por lo que “el ex policía la habría “retenido (...) con la
intención de adoptarla”. Esta versión del diario contradice la versión de la familia de Paula Logares,
reproducida públicamente por Abuelas en varios comunicados y confirmada luego en denuncias ante

414
“Piden la devolución de una niña a sus abuelos”, La Nación, 5 de agosto de 1984. Los destacados son nuestros.
232
la CONADEP por diferentes testigos: los padres de Paula no murieron en ningún enfrentamiento
sino que fueron secuestrados, trasladados a la Argentina y detenidos ilegalmente en diferentes centros
clandestinos de detención. De esta forma, la nota presenta a la desaparición de la niña ni como un
secuestro, ni como una acción premeditada, ni como una violación a los derechos humanos, sino
como una especie de daño colateral de “lucha contra la subversión”, imputando sugestivamente la
responsabilidad a sus padres “subversivos”.
Contra este discurso, Abuelas sostenía en la conferencia de prensa que los/as niños/as
desaparecidos/as no fueron “abandonados” sino que fueron secuestrados/as junto con sus
progenitores (“arrancados de los brazos de los padres”) por los agentes de la represión. En todo caso,
fueron las fuerzas represivas las que los “abandonaron”, o se los/as apropiaron convirtiéndolos en un
“botín de guerra”, anulando su identidad “de forma casi científica” a través de diferentes mecanismos
legales e ilegales.
“Botín de guerra” se transformó en una noción central de este periodo. Justamente con este
nombre la organización tituló su primer libro, publicado en 1984. Como ha analizado María Marta
Quintana en varios trabajos, Botín de Guerra intentó presentar por primera vez una historia
institucional y sistematizada de la apropiación de niños/as durante la dictadura y de la lucha de
Abuelas por recuperarlos. Enrique Nosiglia, su autor, hilvanó en el relato múltiples testimonios de
las integrantes de la asociación, que cobran primacía frente al narrador, que pasa a un segundo plano
como una “voz en off” (Quintana, 2014). Quintana señala que en este relato se produce un
desplazamiento desde las historias individuales signadas al horror del terrorismo de Estado (el
secuestro de los hijos/as, la búsqueda personal e infructuosa de los/as nietos/as) y sujetadas a los
marcos de enunciación posibles en el discurso hegemónico dictatorial (el dolor y el deber maternal)
hacia una historia colectiva de lucha por la justicia y por la restitución de los “niños desaparecidos”
en la que Abuelas de Plaza de Mayo emerge como sujeto político de la enunciación. Quintana sugiere
que Botín de Guerra habría configurado la primera estrategia discursiva institucional de la
organización. Sin embargo, como hemos visto en los capítulos previos, esta estrategia testimonial ya
era empleada como dispositivo de denuncia desde la dictadura a través de producciones diversas,
como cartas, presentaciones judiciales, denuncias en el extranjero, solicitadas. Esto es algo que la
propia autora sugiere, al señala que “la innovación de Botín de guerra radica en la recopilación,
secuenciación y sistematización de esos testimonios en tanto tradición genérica ya transitada por

233
Abuelas” (Quintana, 2014: 15). Es decir, más que formular una estrategia novedosa, Botín de Guerra
venía a sistematizar una práctica ya consolidada por parte de la organización.
Este conocimiento sobre el destino de los/as niños/as desaparecidos/as había sido construido
progresivamente durante los años previos, a partir de la información que Abuelas y otros organismos
de derechos humanos, argentinos y extranjeros, habían podido reunir y procesar. Esta información,
brindada por familiares, testigos y sobrevivientes, fue reunida en “carpetas documentales” con
material probatorio que la organización presentó en numerosas instancias. Sin embargo, a pesar de
contar con una comprensión general de los mecanismos y la magnitud del fenómeno, el discurso
público de la organización durante la dictadura fue moderado, deslizando algún dato en forma de
sospechas pero sin imputar la desaparición de los/as niños/as de forma directa a las Fuerzas Armadas
ni acusar a sus agentes de apropiación.415 Recién en la etapa final, cuando el régimen entró en
descomposición acelerada, el organismo había comenzado a hacer más explícitas sus denuncias en
los medios nacionales.
Más allá del contexto de apertura política, había otro factor que permitía hablar ahora de
“botín de guerra”. Como hemos detallado al comienzo del capítulo, entre los meses finales de la
dictadura y el comienzo de la democracia se produjeron numerosas localizaciones de “niños
desaparecidos, muchos de ellos en manos de represores. Estos hallazgos confirmaban las sospechas
que habían albergado durante años. Ya no se trataba de una hipótesis, sino de un hecho comprobado.
Hay, por cierto, un aspecto de este término en el que vale la pena detenerse. A priori, podría
inducir a pensar que al hablar de “botín de guerra” la organización estaba aceptando la interpretación
militar de que la Argentina había vivido una guerra (“antisubversiva”, “sucia” o sin calificativo
alguno). Muy por el contrario, esta visión apologética de los crímenes dictatoriales era absolutamente
repudiada por la organización, tal como lo hacía el resto del movimiento de derechos humanos. ¿Por
qué entonces la elección de esta categoría, que tuvo un uso tan extendido en esos años? Nuestra
interpretación es que el uso del término proponía una operación semántica que ya era habitual dentro
del movimiento de derechos humanos: la reutilización de significantes propios del discurso
dictatorial y castrense con una inversión profunda de sus significados. Al hablar de “botín de guerra”,
se asumía que las Fuerzas Armadas y de Seguridad habían actuado haciendo carne su propio discurso,
es decir, como si el plan sistemático de exterminio que perpetraron fuera en efecto una guerra. Pero
no cualquiera guerra: una en la que las fuerzas represivas saqueaban y se llevaban un “botín”. Esta

415
Véase, por ejemplo, Sin título, Informaciones. Abuelas de Plaza de Mayo, abril de 1982, pp.1 y 4 (AAPM-AH-CP).
234
imagen nos remite a los conflictos bélicos previos a la época contemporánea y la sanción de las leyes
internacionales regulatorias de la guerra. Desde la segunda mitad del Siglo XX, cualquier forma de
saqueo o de robo sobre la población civil y los soldados tomados prisioneros es considerado como
un crimen de guerra por diferentes convenciones y estatutos. La apropiación de un “botín” (y no
cualquier botín, sino niños/as y bebés indefensos) impugna el discurso justificatorio de la “guerra
para salvar a la Nación” y rebaja a los supuestos “guerreros” al nivel de hordas saqueadoras sin
escrúpulos ni ley.

b. “Velar por el interés del niño”: Representaciones antagonistas en la esfera pública

Demostrar que los/as niños/as habían sido un “botín de guerra”, apropiados/as


sistemáticamente por las fuerzas de la represión, fue el primer postulado del discurso público de
Abuelas. El segundo, derivado del anterior, planteaba que lo justo y lo necesario, tanto desde un
punto de vista ético, legal, psicológico y médico, atendiendo primordialmente el llamado “interés
superior del niño”, sobre todo su desarrollo físico y mental y la garantía de sus derechos primordiales,
era que esos “niños desaparecidos” fueran buscados/as, localizados/as y devueltos/as a sus familias
biológicas, entendidas éstas como las “familias legítimas”:

Las Abuelas de Plaza de Mayo hemos siempre manifestado que los niños desaparecidos deben
ser reintegrados a sus verdaderas familias, porque así lo exige su derecho a mantener su legítima
identidad, a ser ellos mismos, a crecer en sus raíces. 416

Aunque la postura de Abuelas en este punto había estado claramente delineada desde sus
comienzos, los nuevos métodos científicos permitían la identificación de los/as niños/as con un grado
casi absoluto de certeza, lo que despejaba cualquier posible duda sobre sus orígenes biológicos y
debía constituir prueba suficiente para destrabar los procesos de restitución. Sin embargo, sobre este
punto en particular, aunque Abuelas sumó apoyos, también enfrentó numerosas críticas y
oposiciones, que no provenían únicamente del sector castrense.
La creación de la CONADEP el 15 de diciembre de 1983 y su convocatoria pública, días
posteriores, solicitando la colaboración de todo aquél que tuviera noticias sobre niños/as

416
Abuelas de Plaza de Mayo, “Gacetilla de prensa”, 22 de diciembre de 1983. AAPM- AH-CCP.
235
adoptados/as durante la dictadura militar, concitaron inquietudes y cuestionamientos. 417 El 12 de
enero de 1984, en la sección de cartas de lectores del diario Clarín, una mujer, madre adoptiva, se
expresaba al respecto de la siguiente manera:

La búsqueda por parte de las abuelas de sus nietos desaparecidos ha motivado comentarios
acerca de la necesidad de revisar los juicios de adopción, con el fin de esclarecer el paradero de
esas criaturas, lo que considero válido. Si bien se señala que no se pretende provocar angustias
en los hogares de los hijos adoptivos, quiero hacer algunas aclaraciones.
Cuando un matrimonio decide adoptar, se inscribe en un registro (…) Llegado el momento, los
padres adoptivos no reciben ninguna información acerca de los motivos que provocaron el
abandono de la criatura (…) Es esencial destacar que la misma certeza de que son nuestros hijos
la poseen ellos acerca de nuestra paternidad. Los padres adoptivos somos los padres.
Sin embargo, hoy, aquellos que de buena fe, por las vías legales correspondientes hemos
adoptado a nuestros hijos, nos vemos expuestos a perderlos por haber sido víctimas de personas
que sin prejuicio alguno han dado en adopción a niños que no eran abandonados sino que fueron
forzosamente separados de sus familiares. Es un nuevo dolor para nuestra sociedad encontrar
que un valor tan primordial y básico del ser humano ha sido impunemente violado (…)
¿Cuál es la finalidad de esta carta?
En primer lugar poner a la luz esta secuela de las violaciones a los derechos humanos
En segundo término, alzar mi voz en nombre de muchos padres adoptivos que hoy viven con
miedo la posibilidad de que les saquen a sus hijos. Y de este modo sean los inocentes los más
perjudicados nuevamente.
(…) En último lugar hacer un llamado –sé que muy doloroso- a aquellos que están rastreando a
sus seres queridos. No pensamos solo en nosotros: en el medio de este drama está nuestro hijo,
de ustedes y nuestros. Se repite hoy la situación de Salomón cuando le presentaron las dos
mujeres que aducían ser madres del mismo niño. Sé de algunas abuelas que al encontrar a sus
nietos tan felices en su nuevo hogar, los han dejado con sus padres adoptivos.
(…) Hago por eso a todos un llamado de cooperación para lograr que en un clima de amor y
reconciliación que necesita nuestro país superemos estos problemas. Y que nuestros hijos, el
centro de esta reflexión y de nuestra vida, puedan gozar en nuestros hogares de la paz la
tranquilidad y el amor que se merecen.418

Como se puede observar, el texto mostraba una postura que se distanciaba del discurso
negacionista castrense. Planteaba la problemática de los/as niños/as desaparecidos como una “secuela
de las violaciones a los derechos humanos” y oponía la situación de estos/as niños/as, “forzosamente
separados de sus familiares”, a la del conjunto de los/as niños/as adoptados/as, de los que no se conocía
los “motivos que provocaron el abandono de la criatura”. Por otra parte, esta madre adoptiva intentaba
mostrarse conciliadora con Abuelas de Plaza de Mayo: considera “válido” que quieran conocer el
paradero de sus nietos/as.

417
“Información acerca de desaparecidos”. La Nación, 11 de enero de 1984, p. 1.
418
Casala de Van Houtte, María Teresa, “Adopción y desaparecidos, la esperanza y el dolor”. Clarín, 12 de enero
de 1984. AAPM-AH-CCR.
236
Pero al mismo tiempo, la carta planteaba un dilema (al que comparaba con el mito del Rey
Salomón, quien según cuenta la Biblia tuvo que decidir a qué mujer entregar un niño del que dos mujeres
distintas decían ser su madre) y sentaba con vehemencia posición frente al mismo: los/as niños/as debían
quedarse con sus familias adoptivas. “Los padres adoptivos somos los padres”, afirmaba; y estos padres
“viven con miedo la posibilidad de que les saquen a sus hijos”. Esta postura se justificaba estrictamente
por interés de los/as niños/as. Así, se pedía a las abuelas y las familias biológicas “pensar más allá de
nosotros” para que “los inocentes [no sean] los más perjudicados nuevamente” y “nuestros hijos, el
centro de esta reflexión y de nuestra vida, puedan gozar en nuestros hogares de la paz la tranquilidad y
el amor que se merecen”. Por otra parte, se ve una falta de distinción entre una adopción que siguió el
curso legal y fue realizada “de buena fe” de la apropiación que se basa en un hecho criminal y lo perpetúa
en el tiempo. ¿Qué significaba que las familias biológicas pensaran más allá de ellas y pusieran en el
centro de la reflexión a sus hijos? Aunque no se afirma de manera taxativa, se puede inferir a partir del
modelo virtuoso que presenta: “Sé de algunas abuelas que al encontrar a sus nietos tan felices en su
nuevo hogar, los han dejado con sus padres adoptivos”.
Un artículo con una línea similar apareció en la Revista Para Ti del 6 de febrero de 1984:
Como el saldo más trágico de la guerra sucia que azotó a la Argentina quedaron cientos de chicos
que hoy figuran como desaparecidos. Algunos fueron ubicados por el esfuerzo de sus abuelas.
Muchos fueron adoptados legalmente. Ahora se plantea la otra cara de la tragedia: ¿corresponde
devolverlos a sus abuelos legítimos o deben seguir con sus padres adoptivos?
Esa Comisión Nacional [N.A: la CONADEP] emitió un comunicado (que se pasa continuamente
por radio y televisión) pidiendo la colaboración pública para ubicar a los chicos que figuran como
desaparecidos. Pero el caso que se plantea, por sus características, va mucho más allá de una
simple cuestión de conciencia: es el de una abuela legítima que reclama lo que le pertenece y el
de una familia que quiere conservar a toda costa a un chico que alegra sus vidas y le ha dado una
razón de ser desde hace seis o siete años ¿Hasta qué punto un juez puede determinar a quién
pertenece el chico? ¿A una abuela que prácticamente no lo conoce, o a una familia que le dio un
hogar, alimentos, educación y cariño a lo largo de casi toda una vida? Realmente se necesitará
toda la sabiduría de Salomón para hacer justicia. Y una dosis de caridad ilimitada (…) [una]
abuela, al comprobar que el chico era feliz en el hogar adoptivo, renunció a su reclamo (…)”. 419

A diferencia de la carta de lectores del diario Clarín, esta nota de Para Ti retomaba algunos
tópicos del discurso de la “dos violencias enfrentadas”, en una variante matizada del discurso
castrense de la “guerra antisubversiva” que circuló profusamente en la transición (Franco, 2015). Así
pues, no se hablaba de “violaciones a los derechos humanos” sino de “guerra sucia”, mientras que
los niños “desaparecidos” simplemente “quedaron”, como un subproducto, un “saldo trágico” sin

419
“Investigación sobre chicos desaparecidos”, Revista Para Ti, 6 de febrero de 1983: 69-70. AAPM-AH-CCR. subrayado en
el original
237
causas ni culpables. Pero más allá de estas divergencias, que dan la pauta de la disputa de sentidos
sobre el pasado reciente de la que hablábamos en el apartado anterior, en esta nota vuelve a aparecer
el “dilema salomónico” expresado de tal forma que parece evidente la respuesta que proponía la
revista: ¿El/la niño/a debe quedar con “una abuela que prácticamente no lo conoce” o con una
“familia que le dio un hogar, alimentos, educación y cariño a lo largo de casi toda una vida”? La
resolución de este dilema exigiría no sólo sabiduría sino “caridad ilimitada”. Nuevamente, se
presentaba un mítico modelo virtuoso que expone esa forma de “caridad”: la abuela que, al reconocer
la felicidad del niño/a en la nueva familia, depone reclamar su “pertenencia”. Es de notar el efecto
de cosificación del niño/a que produce el texto: aparece como un bien en disputa entre su legítimo
propietario (la abuela) y una familia que merece “conservarlo” porque le ha dado “hogar, alimentos,
educación y cariño” y quiere seguir disfrutando sus beneficios (“un chico que alegra sus vidas y le
ha dado una razón de ser desde hace seis o siete años”).
Fueron opiniones públicas como estas las que impulsaron a Abuelas a tratar de instalar en la
discusión pública, entre otras cosas, la distinción entre adopción y apropiación. María Isabel
Chorobik de Mariani, la presidenta de la organización, escribió una respuesta en otra carta de lectores
publicada también por el diario Clarín, apenas unos días después, el 12 de febrero de 1984:

(…) Es necesario entonces dar a conocer lo que para las Abuelas de Plaza de Mayo es un
código moral imprescindible: 1) El respeto absoluto del niño, al que debe evitársele todo
nuevo sufrimiento y trauma. 2) El respeto absoluto al derecho legítimo que tiene el chiquito
de recuperar su verdadera identidad, de saber que no fue abandonado. 3) Que nuestra misión
es localizar al niño que fue brutalmente separado de sus padres y familiares y contactarlo con
ellos. 4) Que es la legítima familia la que determinará, después de la localización del chiquito,
y con estos mismos criterios, su ingreso en el grupo familiar sin que eso signifique cortar los
lazos con quienes le brindaron abrigo, apoyo, alimento y amor. 5) Que si el niño se encuentra
en poder de miembros de las fuerzas represivas o personas ligadas a ellos, retenido como
“botín de guerra”, no vacilaremos un instante en librarlo de tan siniestra situación.”420

Es significativa la estrategia retórica utilizada para construir consenso social. La organización


mostraba intención de tender puentes con las familias que habían adoptado de “buena fe”, aunque
reservando en última instancia a la “legítima familia” la determinación sobre su ingreso en el grupo
familiar. También, como en la carta anterior, afirmaba anteponer por sobre todas las cosas los
intereses del niño o niña. Pero entre estos intereses incluía “el respeto absoluto al derecho legítimo
que tiene el chiquito de recuperar su verdadera identidad, de saber que no fue abandonado”.

420
Clarín, 12 de febrero de 1984, p. 12)
238
Reaparece nuevamente el rechazo a la idea del “abandono” del discurso castrense, ligada esta vez a
un derecho inherente al niño/a: su derecho a recuperar su verdadera identidad, entendida aquí como
reencontrar a su familia y conocer su historia. Por último, este “código moral” se muestra
intransigente en un punto: no habría cooperación ni conciliación alguna en los casos en los que los/as
niños/as estuvieran “en poder de las fuerzas represivas”. En ese caso, restituirlo/a a su legítima
familia no sólo implica respetar su derecho a la identidad sino, ante todo “librarlo de tan siniestra
situación”.
Es interesante notar en este debate que ambas partes fundamentan sus posturas apelando al
llamado “interés superior del niño” (Oren, 2001). Quienes se oponen al reclamo Abuelas de Plaza de
Mayo lo hacen señalando que la separación de la “familia adoptiva” ponía en riesgo el “bienestar”
físico y psicológico del niño. Para contrarrestar este argumento y darle mayor fundamento a su
reclamo, Abuelas centrará su discurso en la noción del “derecho a la identidad” del niño, entendido
ante todo como el derecho de todo ser humano a conocer su verdadera filiación y a ser criado/a con
los padres o familiares, y cuya denegación era la verdadera causal de traumas irreversible en la
psiquis infantil. Esta noción se configuró y fue configurada durante estos años de transición en gran
parte abrevando de la jurisprudencia internacional existente y de los aportes de la psicología social e
infantil y de la pediatría. Esta noción de identidad, ligada al parentesco y la filiación biológica pero
también a la posibilidad de desarrollarse y crecer “conociendo la verdad”, encontró un fabuloso
sustento material en el campo de la genética, que desarrolló un análisis de ADN que permitió
establecer la filiación de los/as niños/as localizados/as con las familias de sus padres
desaparecidos/as con un altísimo porcentaje de precisión (Gandsman, 2009; Quintana, 2011;
Regueiro, 2013).

c. La legitimación social y estatal del discurso de Abuelas de Plaza de Mayo: La historia


oficial y el Nunca Más

La transición a la democracia estuvo signada, como hemos visto, por las disputas de sentidos
en torno al pasado reciente, en la que las interpretaciones y representaciones castrenses sobre la
“guerra contra la subversión” tenían todavía mucha pregnancia, y el discurso oficial de los
organismos de derechos humanos era cuestionado desde diferentes sectores. En este panorama, hubo
dos hitos fundamentales en la sanción de un nuevo “régimen de memoria” sobre el pasado reciente
argentino: el informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP),
239
de 1984 y el Juicio a las Juntas, de 1985 (Crenzel, 2008). Según Emilio Crenzel, el régimen de
memoria puede pensarse como una variante del concepto “régimen de verdad” de Michel Foucault,
entendido como el conjunto de criterios que permiten diferenciar lo verdadero de lo falso (en este
caso, en relación al sentido del pasado rememorado) en determinado momento histórico. En palabras
del propio Crenzel: “la propiedad distintiva de un régimen de memoria radica en que sus
proposiciones organizan el debate público, se convierten en objeto privilegiado de las luchas por
dotar de sentido el pasado, y moldean, incluso delimitan, las interpretaciones divergentes” (Crenzel,
2008: 25).
En este sentido, las investigaciones de la CONADEP, sintetizadas en el Nunca Más,
construyeron una verdad socialmente aceptada sobre los crímenes cometidos durante la dictadura
militar saliente. El “Juicio a las Juntas”, a su vez, cumplió un rol social fundamental en esta
construcción simbólica al retomar esa verdad y transformarla en verdad jurídica. Ésta, al mismo
tiempo, se convirtió en verdad política, al asociarse el “Juicio a las Juntas” con el momento
fundacional de la nueva democracia (Vezzetti, 2002; Crenzel, 2008; Galante, 2014). Esta nueva
narrativa sobre el pasado, políticamente legitimada y judicialmente sancionada, destinó un lugar
importante a esclarecer la cuestión de los niños desaparecidos, ratificando en gran medida el discurso
de Abuelas de Plaza de Mayo.
El apartado sobre “Niños desaparecidos y embarazadas” del Nunca Más expresa tópicos e ideas
muy similares a las del comunicado de Abuelas que analizábamos anteriormente:

‘Ay de aquél que escandalizara a un niño…’ dicen las Escrituras. Nunca, quizás, como en los
casos de este capítulo, este escándalo, esta sentencia, se convierte en una espantosa realidad. (…)
Los represores que arrancaron a los niños desaparecidos de sus casas o de sus madres en el
momento del parto decidieron de la vida de aquellas criaturas con la misma frialdad de quien
dispone de un botín de guerra.
Despojados de su identidad y arrebatados a sus familiares, los niños desaparecidos constituyen y
constituirán por largo tiempo una profunda herida abierta en nuestra sociedad. En ellos se ha
golpeado lo indefenso, lo vulnerable, lo inocente, y se ha dado forma a una nueva modalidad de
tormento (CONADEP, 2006[1984]: 303)

Este fragmento es significativo. En primer lugar, porque reafirma algunos de los puntos
centrales del discurso de Abuelas, como las nociones de que los/as niños/as fueron “arrebatados” de
“sus casas o sus madres”, transformados en “botín de guerra” y “despojados de su identidad”.
Nuevamente, esto es indicativo del alto grado de imbricación de Abuelas en las tareas de la
240
CONADEP. Pero al mismo tiempo, muestra de qué manera los “niños desaparecidos” expresaban el
ejemplo más prístino e incontestable de lo que se ha dado en llamar como la narrativa de las “víctimas
inocentes”. Frente a los discursos que negaban la represión o la justificaban como acciones dentro
de una “guerra contra la subversión”, los/as familiares de las víctimas y los organismos de derechos
humanos tuvieron que mostrar que los/as desaparecidos/as eran “víctimas inocentes” a merced de
una represión que afectó al conjunto de la sociedad. (González Bombal, 1993; Lvovich y Bisquert,
2008).
Volvamos, entonces, al texto del Nunca Más. Por su corta edad, los/as niños/as no podían ser
culpables de nada, menos aún de integrar organizaciones “subversivas”. Eran, por otra parte, seres
“vulnerables” e “indefensos”, por lo que su secuestro y la sustracción de su identidad mostraban una
“espantosa realidad” y constituían una “nueva modalidad de tormento”. Esto reforzaba la
interpretación, desarrollada por Eduardo Luis Duhalde e incorporada por gran parte de los
organismos, de que las Fuerzas Armadas y de seguridad ejercieron el “terrorismo de Estado”: en
lugar de velar por su integridad física, convertían a los/as ciudadanos/as (incluso a los/as niños/as,
quienes más protección hubieran necesitado) en blanco de su persecución. Los “niños desaparecidos”
se convertían en las víctimas absolutas o “hipervíctimas” de la represión (González Bombal, 2004)
Frente a las evidencias que se fueron sucediendo durante la transición, que corroboraban la
existencia de niños/as en posesión de integrantes de las Fuerzas Armadas y de seguridad, algunos
agentes de la represión intentaron justificar su accionar con un discurso con ciertas reminiscencias
al “higienismo social” (Villalta, 2012; Regueiro, 2013). Una de las declaraciones más famosas fue
la ofrecida a un medio español por el General Ramón Camps, ex jefe de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires y a cargo de numerosos centros clandestinos de detención donde se recluyeron mujeres
embarazadas y se apropiaron niños/as

Personalmente no eliminé a ningún niño, y lo que hice fue entregar a algunos de ellos a
organizaciones de beneficencia para que les encontraran nuevos padres. Los subversivos
educan a sus hijos para la subversión. Eso hay que impedirlo. 421

Sin embargo, los crímenes cometidos contra los/as niños/as (los secuestros y las apropiaciones;
el ocultamiento y falseamiento de su identidad; los partos en cautiverio, en condiciones infrahumanas
para las madres y los/as recién nacidos/as; e incluso las torturas y asesinatos confirmadas de menores

421
Reportaje del periodista Santiago Aroca para la revista española Tiempo, reproducido en Julio César MOSCHES: El
otoño de los asesinos, Madrid, Plaza y Valdés, 1997, p. 239.
241
de edad) aparecieron como injustificables para gran parte de la opinión pública y abonaron el repudio
hacia el accionar militar. El Nunca Más sentó también una posición tajante al respecto, que pareciera
responder de forma directa a las declaraciones de Camps:

Cuando un niño es arrancado de su familia legítima para insertarlo en otro medio familiar
elegido según la concepción ideológica de “lo que conviene a su salvación”, se está
cometiendo una pérfida usurpación de roles (CONADEP, 2006 [1984]: 333)

También aquí, el nuevo “régimen de memoria” parece sancionar otro de los elementos claves
del discurso de Abuelas: el “derecho a la identidad”, el derecho de todo/a niño/a de conocer y crecer
con su familia biológica, cuya violación por los militares en nombre de una supuesta “salvación” es
descripta como una “pérfida usurpación de roles”.
Antes incluso de la publicación del Nunca Más, estos conceptos fueron expresados y
presentados a un público masivo en el programa televisivo especial “Nunca Más”, al que ya hemos
hecho referencia. El programa, como lo haría después el informe final de la CONADEP, dedicaba
un espacio considerable a demostrar la existencia de mujeres detenidas embarazadas en los centros
clandestinos de detención, el robo de sus bebés nacidos/as en cautiverio y la “desaparición de niños”
que eran secuestrados/as junto con sus padres. Estela de Carlotto, vicepresidenta de Abuelas, narró
el secuestro de su hija Laura, embarazada de dos meses, su asesinato, la recuperación de su cuerpo y
su lucha por encontrar al hijo varón que, gracias al testimonio de “gente liberada” pudo saber que
tuvo durante su cautiverio y que luego “fue robado” y “alguien lo está criando”. “Chicha” Mariani,
presidenta de la organización, relató el asesinato de su nuera y de su hijo y el secuestro de su nieta,
Clara Anahí. Contó cómo en un principio estaba “convencida de que me la iban a devolver, que yo
no sabía buscarla, que me equivocaba de caminos” pero que se le negó toda información sobre ella.
Relató también los esfuerzos realizados por Abuelas para localizar a los “niños desaparecidos” e
identificarlos positivamente. Pero además de las dos integrantes de Abuelas, otros testimoniantes
también dieron cuenta de la presencia de mujeres embarazadas y de los partos en cautiverio. Jorge
Watts, sobreviviente del Centro Clandestino “El Vesubio”, mencionó la presencia de detenidas
embarazadas. Más información sobre el tema ofreció el fuerte relato de Adriana Calvo de Laborde,
secuestrada embarazada y detenida en los CCD Comisaría 5ta de La Plata y “El Pozo” de Banfield.
Calvo narró en el programa la experiencia de parto que ella y al menos otras dos detenidas vivieron

242
en cautiverio, en condiciones infrahumanas. Contó también cómo, salvo en su caso, los/as bebés,
poco tiempo después del parto, eran separados de sus madres, que permanecían desaparecidas. 422
La legitimación estatal de la “verdad” esgrimida por Abuelas de Plaza de Mayo encontró un
importante refuerzo en algunas producciones culturales del periodo. La transición a la democracia y
la renovada vigencia de las garantías constitucionales proporcionó un enorme impulso a la
producción artística, que durante la dictadura se había visto extremadamente condicionada por la
represión y la censura. El campo artístico vivió una época de resurgimiento y las producciones se
multiplicaron en todas las ramas del arte423. El pasado argentino y, en particular, la reciente
experiencia de autoritarismo militar se convirtieron en uno de los tópicos privilegiados de las
creaciones artísticas de los años ’80. En estas obras primaron aquellas representaciones sobre el
pasado reciente que tomaban como eje las políticas represivas de la última dictadura militar 424. Esta
tendencia se vio reflejada en el cine. Muchas películas de la década del ‘80, como La Historia Oficial
(Luis Puenzo, 1985) y La Noche de los lápices (Héctor Olivera, 1986), intentaron poner en imágenes
los testimonios de los/as sobrevivientes sobre las políticas represivas de la última dictadura militar
(los secuestros, los centros clandestinos de detención, la tortura, la apropiación de niños/as, la
desaparición de los/as detenidos/as y, en menor medida en estos primeros años, las violaciones y
otras formas de violencia sexual). En estos films la militancia política, político-militar, territorial o
sindical de quienes fueron detenidos quedaba en segundo plano o era directamente silenciada. El
foco estaba puesto en su incuestionable lugar como víctimas de una represión ilegal y clandestina
que el Estado había llevado a cabo avasallando toda garantía constitucional y principio
humanitario 425.

422
Programa especial “Nunca Más”, Ciclo “Televisión Abierta”, Canal 13. Emitido el 4 de julio de 1984. Disponible
online: https://www.youtube.com/watch?v=HuuQ4WLQs2I&t=82s.
423
Diversos estudios han abordado el desarrollo de las diferentes ramas del arte en la transición democrática. Para las
artes dramáticas, vid. Dubatti, Jorge (2002), El nuevo teatro de Buenos Aires en la postdictadura: 1983-2001 (Vol. 1),
Buenos Aires: Centro Cultural de la Cooperación. El caso de las artes plásticas ha sido trabajado minuciosamente en
Usubiaga, Viviana (2012) Imágenes inestables: artes visuales, dictadura y democracia en Argentina, Buenos. Aires:
Edhasa. Las canciones, poemas, entrevistas y textos de Roberto Jacoby compilados en El deseo nace del derrumbe
ofrecen un interesante testimonio sobre el rock y la escena under en la década del ’80. Vid. Jacoby, Roberto (2011). El
deseo nace del derrumbe, Madrid, La Central/Museo Reina Sofía.
424
Cfr. Lvovich, Daniel y Bisquert, Jorgelina, (2008), La cambiante memoria de la dictadura. Discursos públicos,
movimientos sociales y legitimidad democrática. Buenos Aires: Biblioteca Nacional/Universidad Nacional de General
Sarmiento.
425
Sobre el cine argentino en la transición y los primeros años de democracia, cfr. España, Claudio (comp.), (1994). Cine
argentino en democracia, 1983-1993. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes; Aprea, Gustavo (2008), Cine y
políticas en la Argentina. Continuidades y discontinuidades en 25 años de democracia. Buenos Aires: Biblioteca
Nacional/Universidad Nacional de General Sarmiento.
243
Una película de ficción representativa de esta etapa de la producción cinematográfica sobre
el pasado reciente es La historia oficial, dirigida por Luis Puenzo 426 y estrenada en el año 1985. La
historia se basa en el caso real de una de las primeras nietas localizadas, que había sido apropiada
por una familia que había estado muy comprometida con la última dictadura militar. Héctor Alterio
encarna al apropiador de la niña, un empresario con un oscuro pasado vinculado a los militares que
la trama nos va revelando progresivamente. Su esposa, personificada por Norma Aleandro, parece
desconocer el origen de la pequeña y, ante las primeras sospechas, se pone en contacto con una
abuela que busca a su nieta, cuya causa empieza a estimar como justa. El apropiador, manifestándose
violento y despótico, se niega a cualquier tipo de indagación que pueda develar su responsabilidad
en el secuestro de la niña.
El pasado dictatorial sobrevuela toda la película y aunque no hay un intento de representar de
forma directa la represión, la misma se hace presente en sus efectos, como la apropiación de niños/as
o las consecuencias sociales de las políticas económicas del gobierno militar. A tono con casi toda
la producción de la época, la sociedad civil aparece retratada como un actor pasivo que ignoraba los
crímenes atroces que con la apertura democrática empezaban a salir a la luz. Tampoco hay ninguna
mención a la biografía de los padres biológicos desaparecidos ni ninguna referencia que pudiera
otorgar sentido político u histórico a la represión.
La historia oficial fue una obra sumamente relevante para la instalación en la esfera pública
del problema de los “niños desaparecidos”. La película presentó por primera vez para un público
masivo la problemática de los niños y las niñas apropiados/as y la lucha de Abuelas por su restitución.
El film tuvo un importante éxito comercial y ganó una gran cantidad de premios, incluyendo el Oscar
a la mejor película extranjera. Esto ayudó aún más a su circulación en la Argentina y en el exterior.
A raíz del film, las Abuelas fueron entrevistadas en numerosos medios locales y extranjeros. 427

426
Luis Puenzo es un director y guionista de cine argentino. Nació en Buenos Aires, en el barrio de Floresta, en 1946.
Sus comienzos en la industria cinematográfica estuvieron vinculados a la publicidad. En 1973 estrenó su primer
largometraje, Luces de mis zapatos. El reconocimiento del público y de la crítica llegaría con La historia oficial, estrenada
en 1985. Después del éxito alcanzado con esta película, dirigió la producción estadounidense Gringo viejo (1988), basada
en la novela homónima de Carlos Fuentes, y posteriormente La peste (1993), sobre la novela del mismo nombre de
Albert Camus. Su último largometraje hasta la fecha es La puta y la ballena (2003).
427
En Francia, por ejemplo, la película tuvo una importante cobertura de prensa: “Argentine: le drama des enfants
disparus (encadré)”, Agence France-Presse, 21 de enero de 1986; “Officiel: L’Argentine retrouve son cinéma”,
Libération (Francia), 22 de enero de 1986; “L’histoire officielle”, Telérama, 9 de febrero de 1986. CNAEF, Fondo
ACAT, Caja 107.
244
6. El fin de la ilusión: Abuelas y la cuestión de los “niños desaparecidos” ante los proyectos de
Punto Final y Obediencia Debida

a. El distanciamiento de Abuelas del gobierno nacional

Aun en la fase de mayor colaboración, Abuelas nunca había tenido reparos en mostrar su
disconformidad pública con propuestas, declaraciones y actitudes del gobierno radical. En especial,
solía acompañar al resto del movimiento de derechos humanos en aquellas demandas o críticas
compartidas, que producían un rechazo generalizado. Esto ocurrió, por ejemplo, con las
declaraciones del Ministro del Interior Antonio Tróccoli en la introducción del programa “Nunca
Más”, por el que todos los organismos, incluyendo Abuelas, emitieron comunicados de repudio. 428
Para 1985, los más que modestos logros en la localización de “niños desaparecidos” y la
lentitud en los procesos de restitución de aquellos/as que ya habían sido encontrados/as (producto de
la indeterminación de los/as jueces y juezas, de los escollos judiciales interpuestos por las querellas
o de situaciones aún más graves, como fugas de los apropiadores con los/as niños/as) volvieron cada
vez más tensa la relación entre la organización y el gobierno. Abuelas empezó a cuestionar de manera
cada vez más abierta lo que consideraba una falta de decisión política del gobierno para avanzar más
rápido y con más énfasis en las localizaciones y restituciones, y también una inacción flagrante para
evitar que los apropiadores se escaparan con los/as niños/as al extranjero.
Abuelas acusaba al gobierno radical, ante todo, de no tomar seriamente en sus manos la tarea
de localizar e identificar a los “niños desaparecidos”. En marzo de 1984, cuando el nuevo gobierno
constitucional estaba en sus albores y la relación con Abuelas aun parecía ser buena, la organización
ya se quejaba (aunque no públicamente, sino en una carta dirigida a las instituciones extranjeras que
colaboraban con ella) de la falta de un apoyo más sistemático por parte del Estado:

428
Desde el momento de su grabación, el gobierno sufrió presiones de las Fuerzas Armadas para que el programa Nunca
Más no se emitiera. Alfonsín decidió no suspenderlo para no tener que afrontar ese costo político, pero bajo la condición
de que en la introducción de la transmisión hablara el Ministro del Interior Antonio Tróccoli. En su intervención, Tróccoli
advirtió a los espectadores que lo que iban a ver era sólo una parte de la tragedia sufrida por los argentinos, puesto que
la otra cara de los crímenes cometidos por el Estado había sido “la subversión y el terrorismo alimentado desde lejanas
fronteras”. Al igualar la violencia política de los años previos con la “metodología aberrante” utilizada por el Estado
durante la última dictadura, Tróccoli recuperaba una parte del discurso militar, que planteaba a la “subversión” como
antecedente y fundamento de la violencia en el país (aunque sin aceptar de la interpretación castrense que la actuación
de los militares hubieran sido simples “excesos”). Asimismo, su argumentación estaba en sintonía con la estrategia
judicial del gobierno de Alfonsín, que planteaba juzgar tanto a las juntas militares como a las cúpulas guerrilleras
(Crenzel, 2008: 82-87). “Comunicado de Prensa: Abuelas de Plaza de Mayo repudian conceptos del Dr. Tróccoli”, 5 de
julio de 1984. AAPM-AH-CCP. El comunicado fue reproducido parcialmente por Clarín. Véase: “Reacciones
Disímiles”. Clarín, 6 de julio de 1984.
245
Nuestro trabajo continúa entre grandes dificultades. Se nos ha permitido el acceso a mayor
información (listas de inscripciones de nacimientos fuera del término legal, niños que han pasado
por juzgados de menores, etc.), pero la búsqueda queda siempre a nuestro cargo y dentro de los
límites de nuestras posibilidades. 429

Como hemos visto, Abuelas expresó en reiteradas ocasiones la exigencia de que el Estado no
se desentendiera de la búsqueda de los/as niños/as desaparecidos/as y que impulsara políticas
públicas orientadas a su localización y restitución. En abril de 1984, en las conclusiones del
Seminario “Niños Desaparecidos: su restitución”, las primeras jornadas institucionales públicas
realizadas por la organización, renovaron las demandas que meses antes le habían planteado a De
Vedia y a Alfonsín, agregando ahora que el Estado debía propiciar “Una legislación que posibilite,
sin perjuicio y en consonancia con la labor que realizan las Abuelas de Plaza de Mayo, una
metodología para la investigación, localización y restitución de los niños a sus legítimas familias.”
430
Frente a las acciones contingentes, como la creación de las comisiones que hemos analizado, la
organización apuntaba a la consolidación de una política institucional estatal orientada a la búsqueda
de los/as niños/as desaparecidos/as.
Por este motivo, las acciones y los gestos del gobierno radical que inducían a pensar en una
clausura de la revisión del pasado dictatorial generaban enconadas críticas y llevaban a la
organización a remarcar el compromiso no asumido por las autoridades gubernamentales. Por
ejemplo, en varias oportunidades Alfonsín declaró ante la prensa que “no se podía hacer nada para
devolver los hijos a las Madres” o, lisa y llanamente, que “no había desaparecidos vivos”. Madres
de Plaza de Mayo replicó a estas afirmaciones exigiendo si Alfonsín conocía el destino sufrido por
los detenidos-desaparecidos debía “informar a la opinión pública para dentro del estado de derecho
se juzgue a los responsables como corresponde a un delito de lesa humanidad”. 431 Esta respuesta
suponía reforzar el contenido político de la consigna “aparición con vida”: si los “desaparecidos”
estaban muertos, el Estado debía hacerse cargo y los responsables debían ser juzgados. Pero la
respuesta de Abuelas iba más allá, objetando el mensaje presidencial desde su propia literalidad:

429
Carta modelo de Abuelas de Plaza de Mayo sin destinatario, 13 de marzo de 1984, AAPM-AH-CCP.
430
Abuelas de Plaza de Mayo, “Conclusiones del Seminario “Los niños desaparecidos, su restitución”. Buenos Aires, 8
de mayo de 1984, pp. 9-10. Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22
431
“Respuesta de las Madres a Alfonsín”, Clarín, 15 de agosto de 1984, p. 7
246
Más adelante dijo Ud. que no han encontrado desaparecidos con vida en la Argentina. Las
Abuelas de Plaza de Mayo hemos encontrado 24 niños desaparecidos con vida.
La desaparición de niños y el nacimiento de muchos en cautiverio, reconocida expresamente
por usted en un telegrama dirigido a nuestra Asociación con fecha 15 de noviembre de 1984,
es una faceta más del horror practicado por las Fuerzas Armadas como implementación de la
Doctrina de la Seguridad Nacional. Estos niños son desaparecidos con vida; que están vivos lo
prueban los niños recuperados. Quienes se apropiaron de centenares de niños que aún restan
encontrar deberán restituirlos a sus legítimas familias y además ser juzgados por sus crímenes.
Paula Eva Logares recuperó sus derechos, pero aún quedan Carlita Rutila Artés, Ximena
Vicario, Ramón Pintos, Clara Anahí Mariani y muchos niños más, cuyas causas están en la
Justicia. Ellos esperan del Gobierno de la Nación la firme voluntad de resolver problemas que
si bien son heredados comprometen su accionar toda vez que éste debe administrar y gobernar
la Nación en benefició de todos los ciudadanos sin excepciones y resolver sin demora los
problemas de los gobernados, máxime cuando estos problemas representan la vida de miles de
ellos.432

El Estado no podía pretender cerrar la cuestión de los “desaparecidos” dándolos a todos por
muertos porque, en verdad, había “desaparecidos con vida”: eran los “niños desaparecidos”. El
Estado no podía desentenderse de su búsqueda. La organización siguió insistiendo en que las
autoridades públicas tenían la obligación de “resolver este problema”, es decir, de “recuperar” a los
niños que faltaban localizar y restituirlos a sus familias biológicas.
Progresivamente, el incumplimiento de esta demanda se fue volviendo una fuente cada vez
mayor de crítica y distanciamiento con el gobierno radical, como señalaba Mariani en una entrevista
en 1985:

Debo decirle que experimentamos una gran amargura por la falta de una decisión política del
gobierno para encarar una búsqueda más contundente. Recibimos una apreciable colaboración
de Elena Sábato (...), pero esto no es suficiente, falta una decisión política firme del Poder
Ejecutivo, no es posible que tengamos, por nuestros propios medios, que estar rastreando a las
criaturas, arañando la tierra, en una tarea propia de sabuesos. El gobierno tiene la obligación
de intervenir con mayor energía y no lo ha hecho. (...) se lo decía yo a (Eduardo) Rabossi. Si
secuestraran a un niño de una familia adinerada, estaría toda la Policía buscándolo, y con
nuestros casos, casi dos centenares, no ocurre lo mismo, el entusiasmo para actuar no es el
mismo. 433

Otra fuente de enfrentamiento con el gobierno radical fue la lentitud y la falta de voluntad del
poder judicial para avanzar con las restituciones de los/as niños/as localizados a sus familias

432
Abuelas de Plaza de Mayo, “Carta abierta al presidente de la Nación, Dr. Raúl Alfonsín”, 28 de diciembre de 1984.
AAPM-AH-CCP. Subrayado en el original.
433
“Un día milagroso para nosotras”, Clarín, 26 de agosto de 1985, p.6 Archivo CELS, FICELS, SDP.
247
biológicas. Como hemos visto, una vez que un/a niño/a presuntamente hijo/a de desaparecidos era
localizado, comenzaba un proceso que, dependiendo de muchas variables, podía concluir
rápidamente en una solución consensuada entre las dos familias involucradas (la de crianza y la
biológica) o, en el otro extremo, podía derivar en una larga e intensa disputa judicial, que solía
traspasar el recinto de los tribunales para instalarse en la discusión política, en los medios de
comunicación e incluso en la arena internacional. Si bien los principales responsables de este
discurrir de los acontecimientos eran los jueces a cargo de las causas (contra lo que Abuelas, como
hemos visto, dirigió también sus críticas), para la organización existía una responsabilidad política
del gobierno por permitir la continuidad de numerosos magistrados nombrados por la dictadura,
como señalaban en aquella carta de 1984 dirigida sus redes de solidaridad:

Asimismo, permanecen en sus puestos buena parte de los jueces colocados por el gobierno
militar, por lo cual los procesos continúan siendo sumamente lentos y faltos de garantías para
la efectiva recuperación de nuestros niños. 434

En lo sucesivo, las objeciones hacia la actuación del Poder Judicial siempre trajeron consigo
una crítica más velada, o más abierta, hacia el papel del Poder Ejecutivo.435
La fuga de varios ex represores con niños/as que se sospechaban que podían ser hijos/as de
desaparecidos/as también generó una enorme tensión entre Abuelas y el gobierno radical. Durante
1984 y 1985, además de Paula Logares, fueron localizados varios niños y niñas en manos de agentes
de las Fuerzas Armadas o de seguridad. Los ex agentes de la SIDE Eduardo Ruffo y Miguel Ángel
Furci, junto con sus esposas, se habían dado a la fuga con las niñas que tenían en su poder: Carla
Rutila Artes y Mariana Zaffaroni Islas, respectivamente.436 Ruffo fue capturado en agosto de 1985 y
la niña fue entregada a su abuela, Matilde Artes; Furci, en cambio, continuó prófugo. 437 Mientras
tanto, Samuel Miara, un subcomisario de la Policía Federal que en 1984 había sido denunciado por
Abuelas por la tenencia de dos mellizos, que se presumía que eran hijos de una mujer desaparecida,
se dio a la fuga con los niños a comienzos de 1986.438 Recién en abril de 1987, Miara, su mujer y los

434
Carta modelo de Abuelas de Plaza de Mayo sin destinatario, 13 de marzo de 1984. AAPM-AH-CCP.
435
Véase, por ejemplo, María Isabel de Mariani, “Nota de opinión”, Página 12, 26 de mayo de 1988; Puente al futuro,
Página 12, 4 de septiembre de 1988, p. 3. Archivo CELS, FICELS, SDP.
436
“¿Dónde está Carla Rutilo [sic] Artes?”, La Voz, 8 de julio de 1984, pp. 8-10; “Una abuela reclama a su nieta”,
Crónica, 17 de enero de 1985, p. 7; “Reclamo de las Abuelas”, La Razón, 23 de junio de 1985; “Seria denuncia de las
Abuelas”, 23 de junio de 1985. Archivo CELS, FICELS, SDP.
437
“La niña de padres desaparecidos fue devuelta por el juez a la abuela”, Clarín, 26 de agosto de 1985, p. 6.
438
“Captura a subcomisario por presunta retención ilegal de dos pequeños”, Tiempo Argentino, 24 de enero de 1986;
“Buscan a un comisario de la Policía Federal”, La Razón, 19 de febrero de 1986, p. 19. En un primer momento, y sobre
248
niños en su poder pudieron ser localizados viviendo en Paraguay. 439 También prófugos en ese país
fueron hallados en 1987 (y en parte como efecto de las acciones judiciales emprendidas para lograr
la extradición de Miara y su esposa) Miguel Furci con Mariana Zaffaroni y otro represor, el ex mayor
médico del Ejército Norberto Atilio Bianco, que junto con su esposa tenían una niña y un niño que
se sospechaba que eran hijos de desaparecidos. 440
Abuelas cuestionó en duros términos al gobierno por no haber tomado las medidas precautorias
(por ejemplo, disponer vigilancia o prisión preventiva para los presuntos apropiadores, o acelerar las
identificaciones genéticas y devolver a los/as niños/as a sus familias biológicas) para evitar que los
represores escaparan. Por ejemplo, la organización denunciaba la “inacción palmaria” del gobierno
que posibilitó la fuga de Furci con Mariana Zaffaroni, responsabilizándolo en un telegrama por lo
que pudiera pasarle a la niña. 441 Con igual dureza se dirigieron tras la fuga de Miara y su esposa con
los mellizos en su poder:

la base de testimonios de sobrevivientes de la represión, se creía que los mellizos en poder de Miara eran los hijos de
Liliana Ross (secuestrada embarazada de cuatro meses el 10 de diciembre de 1976) y Adalberto Rossetti (quien no se
encontraba desaparecido). Recién en 1989, con los análisis del Banco Nacional de Datos Genéticos, se pudo establecer
que los niños eran hijos de la pareja Juan Enrique Reggiardo y María Rosa Ana Tolosa, desaparecidos en febrero de
1977.
439
“Búsqueda de Abuelas”, La Razón, 11 de abril de 1987; “Buscan rescatar a niños secuestrados”, Clarín, 11 de abril
de 1987.
440
“Piden captura”, La Razón, 16 de septiembre de 1987; “Conceden extradición de un militar”, Clarín, 12 de diciembre
de 1987. Abuelas tenía noticias de que otros dos apropiadores, el Capitán de navío Jorge Vildoza y el comerciante
platense Omar Alonso, también se encontraban prófugos en Paraguay, pero la justicia de ese país negó esta información
(Presentación de María Isabel Chorobik de Mariani en la Subcomisión de Prevención de Discriminación y Protección a
las Minorías de la ONU, Ginebra, Suiza, 19 de Agosto de 1988. Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22). Las
investigaciones judiciales posteriores, empero, demostraron que eran esas versiones eran. Alonso fue detenido en 1993,
mientras visitaba a familiares en La Plata, pero en 1996 fue absuelto por el juez Juan Carlos Bruni. Recién en 2005, el
juez federal Arnaldo Corazza decretó un allanamiento a la casa donde vivía su presunta hija, que se negaba a hacerse la
extracción de sangre. Los análisis confirmaron que la joven era hija de Mario Suárez Nelson y María Corvalán, ambos
desaparecidos, ella secuestrada cursando el octavo mes de embarazo. Con estas pruebas, el juez procesó a Alonso y al
entregador de la niña, el Capitán de Navío Juan Carlos Herzberg, quienes fueron condenados en el 2010 a diez años de
prisión (“Con el apropiador en el banquillo”, Página 12, 9 de diciembre de 2010, disponible online:
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-158348-2010-12-09.html Última consulta: 23/11/2018; “Condenan a dos
hombres a diez años de prisión por apropiación de una menor”, La Nación, 14 de diciembre de 2010, disponible online:
https://www.lanacion.com.ar/1333588-condenan-a-dos-hombres-a-diez-anos-de-prision-por-apropiacion-de-una-menor
Última consulta: 23/11/2018). Por su parte, Vildoza y su mujer, Ana María Grimaldos, se trasladaron de Paraguay a
Brasil y de allí a Sudáfrica. Vildoza falleció en Sudáfrica en el año 2005. Grimaldos fue detenida en Argentina en el
2012, después de haber reingresado al país con una identidad falsa. En el 2015 fue condenada a seis años de prisión por
la apropiación de Javier Penino Viñas (“Fue un delito de lesa humanidad”, Página 12, 15 de abril de 2015, disponible
online: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-270554-2015-04-15.html; última consulta: 23/11/2018).
441
Un día milagroso para nosotras”, Clarín, 26 de agosto de 1985, p.6 Archivo CELS, FICELS, SDP. Telegrama de
Abuelas de Plaza de Mayo al Presidente Raúl Alfonsín, con copia al Ministro del Interior Antonio Tróccoli, Buenos
Aires, 20 de septiembre de 1985. AAPM-AH-CCP.
249
Abuelas de Plaza de Mayo denunciamos que a pesar de nuestras reiteradas entrevistas con jueces,
ministros y funcionarios, alertándolos sobre la posible fuga del Subcomisario de la Policía
Federal, Samuel Miara con los mellizos Rossetti Ross que tiene en su poder, ESTA
FINALMENTE SE HA CONCRETADO. (...)
De todo lo expuesto deducimos que nuestro reclamo fue recogido con negligencia en todos los
niveles: Samuel Miara se ha fugado con los mellizos, quien en esta nueva instancia de su
prolongado cautiverio quedan expuestos a los más altos niveles de riesgo psicofísico de
consecuencias impredecibles.
Reclamamos de las autoridades constitucionales una respuesta inmediata por esta nueva afrenta
a nuestros niños tomados como rehenes por los responsables del Terrorismo de Estado”. 442

b. ¿“Delito aberrante” o “gesto humanitario”? La “sustracción de menores” en los


debates de las leyes de “Punto Final” y “Obediencia Debida”

Las leyes conocidas como de “Punto Final” y “Obediencia Debida” fueron los instrumentos
diseñados por el oficialismo para clausurar el tratamiento judicial del pasado dictatorial, que había
sido inaugurada por el Juicio a las Juntas y que en 1986 había comenzado a acelerarse con la apertura
de nuevas causas y el llamado a indagatoria y procesamiento de varios imputados. La postura oficial
de Abuelas frente a estas leyes estuvo en sintonía con la del resto de los organismos de derechos
humanos. La organización se opuso enérgicamente a ambos proyectos legislativos, participó de todas
las marchas en su repudio organizadas por el conjunto movimiento, emitió de manera individual o
en conjunto con otros organismos declaraciones de rechazo e inició diversas acciones legales para
conseguir la declaración de inconstitucionalidad de las leyes, una vez sancionadas. 443
Destaca, sin embargo, la relevancia que la cuestión de los “niños desaparecidos” adquirió en
el debate de ambos proyectos. Si bien el rechazo unánime del movimiento de derechos humanos,
acompañado por masivas movilizaciones, no logró frenar la aprobación de las leyes, en su
formulación final ambas incluyeron cláusulas que excluían de sus beneficios a quienes hubieran
cometido el delito de “sustracción y ocultación de menores”. 444 ¿Cómo ocurrió que esta figura penal

442
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Fuga de un represor que tiene en su poder a dos niños
desaparecidos”, Buenos Aires, 22 de enero de 1986.
443
Sobre el rechazo a la Ley 23.492 (denominada popularmente como de “Punto Final”), véase: Carta de Abuelas de
Plaza de Mayo al Secretario de Estado de Justicia Dr. Ideler Santiago Tonelli, 1 de diciembre de 1986; Telegrama de
Abuelas de Plaza de Mayo al Presidente de la Nación Raúl Alfonsín, 27 de noviembre de 1986; “Carta al presidente de
la Nación”, Informaciones, febrero-marzo de 1987, 12, pp. 3-4. Sobre la oposición y las acciones legales iniciadas contra
la Ley 23.521 (“De Obediencia Debida”), véase: Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Obediencia
Debida”, 16 de mayo de 1987; Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Abuelas de Plaza de Mayo plantearon
en dos oportunidades la inconstitucionalidad de la ley de Obediencia Debida”, 19 de junio de 1987.
444
Tanto la ley de “Punto Final” como la de “Obediencia Debida” contaron con el voto favorable del bloque radical y de
los partidos provinciales (con excepción del MPN). Se opusieron, también en ambos casos, aunque con
250
adquirió tanta centralidad en estos instrumentos legales? ¿Por qué estas leyes, que buscaban
manifiestamente clausurar la revisión judicial del pasado dictatorial en pos de la “pacificación”, la
“reconciliación nacional” y, en última instancia, de la resolución de la “emergencia” planteada por
las presiones militares, abrieron la puerta a la continuidad de la acción penal para este delito?
El objetivo de limitar la revisión judicial de los crímenes dictatoriales sobre el universo de
responsables que “habían dado órdenes” y de quienes “se excedieron en su cumplimiento” había sido
formulada por Alfonsín incluso antes de su llegada al gobierno, durante la campaña electoral
(Crenzel, 2015; Franco, 2018). El primer intento de fijar los límites de esta acción penal se produjo
en los primeros días de su gestión presidencial, con el proyecto de ley de Reforma del Código de
Justicia Militar. Sin embargo, en el tratamiento parlamentario del proyecto, a instancias del senador
Elías Sapag, del Movimiento Popular Neuquino, (y por presión del peronismo y del movimiento de
derechos humanos) se incluyó como reparo que la presunción de obediencia tenía como límite la
“comisión de hechos atroces y aberrantes”, figura penal amplia que virtualmente podía cubrir todos
los crímenes cometidos durante la represión (Acuña y Smulovitz, 1995).
El gobierno radical albergó esperanzas de que la Cámara Federal de la Capital Federal, en su
sentencia del Juicio a las Juntas, delimitara con mayor precisión los alcances de la llamada
“obediencia debida”. Esto no sólo no ocurrió, sino que, como un corolario de la interpretación de la
“autoría mediata” en la que se basó el tribunal (que suponía la responsabilidad penal solidaria entre
el comandante y el ejecutor de un crimen), en el punto 30 de la sentencia la Cámara ordenó a los
tribunales militares la investigación de los otros militares partícipes de los crímenes juzgados (Pérez
y Divito, 2005).
El gobierno radical comenzó a pensar nuevas estrategias jurídicas o legales para intentar
frenar la apertura exponencial de procesos judiciales que la sentencia de la Cámara Federal
habilitaba. La primera alternativa fueron “Instrucciones al Fiscal General del Consejo Supremo de
las Fuerzas Armadas” enviadas por el Procurador de la Nación, Juan Octavio Gauna, el 24 de abril
de 1986. Estas instrucciones ofrecían una interpretación de amplio alcance a la figura de la
“obediencia debida”. Establecían que los subordinados sólo serían penalmente responsables cuando
hubieran ejercido “capacidad decisoria” al apartarse de las “órdenes impartidas”, o bien cuando

fundamentaciones diversas (en ocasiones diametralmente opuestas), casi la totalidad de los legisladores del Partido
Justicialista, el Partido Intransigente, el Partido Demócrata Cristiano y la Unión del Centro Democrático. El Movimiento
de Integración y Desarrollo (MID) apoyó la ley de “Punto Final”, pero modificó su postura en el siguiente debate y votó
en contra de la “Obediencia Debida”.
251
hubieran cometido un “delito aberrante” en el “exceso” en su cumplimento. En cualquier otro caso,
se consideraría que los subordinados habían actuado con “error insalvable sobre la legitimidad de la
orden”, quedando eximidos de culpas.445 Sin embargo, esta estrategia de limitación de la acción penal
contra los militares encontró fuertes resistencias. Además de la oposición del movimiento de
derechos humanos, las instrucciones encontraron el rechazo del peronismo, de algunos sectores del
radicalismo y, sobre todo, de parte del poder judicial, en particular de la Cámara Federal de la Capital
(Acuña y Smulovitz, 1995). Finalmente, el gobierno tuvo que dar marcha atrás y las instrucciones
quedaron sin efecto.
El siguiente instrumento ideado por el Poder Ejecutivo fue la ley conocida como de “Punto
Final”, enviada al Congreso el 5 de diciembre de 1986. El proyecto planteaba que, pasados sesenta
días de la promulgación de la ley, se extinguiría la acción penal contra todo miembro de las Fuerzas
Armadas o de seguridad involucrado en cualquier delito que hubiera podido cometerse durante la
dictadura militar. Como señala Galante (2015), este proyecto presentaba dos ventajas para el
gobierno radical, frente a un proyecto que legislara la “obediencia debida”: por un lado, parecía
atenuar los costos políticos de sancionar la impunidad; por el otro, procuraba prevenir los problemas
jurídicos que podían quedar ligados a la sanción de una amnistía selectiva como la que el principio
de la “obediencia debida” implicaba.
El proyecto original del ejecutivo no exceptuaba de manera explícita ningún delito de la
extinción de la acción penal: todos los crímenes quedarían prescriptos (o “caducos”, según
interpretaban los legisladores radicales en el debate parlamentario).446 Sin embargo, la ley finalmente
sancionada, con los votos del radicalismo y de los partidos provinciales, y el rechazo del peronismo,
de la centro-izquierda (PI, PDC) y de la derecha liberal (Ucedé), terminó incluyendo un nuevo
artículo, el quinto, que establecía que lo prescripto por la ley “no extingue las acciones penales en
los casos de delitos de sustitución de estado civil y de sustracción y ocultación de menores”.
Aunque no puede afirmarse de manera taxativa, algunos indicios parecen mostrar que la
presión de Abuelas jugó un papel en esta modificación. Cuando trascendió que el gobierno nacional
presentaría un proyecto de estas características, Abuelas comenzó a cuestionar públicamente al
gobierno por el proyecto en general, pero de manera específica porque este garantizaría la impunidad
de los apropiadores de los “niños desaparecidos”. Más aun, la ley podía beneficiar a quienes tuvieran

445
“Instrucciones al Fiscal General del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas”, citadas en Acuña y Smulovitz, pp.
47-48.
446
Senado de la Nación, Diario de asuntos entrados, Año II, N° 88, 10 de diciembre de 1985, pp. 1791-1792.
252
a estos niños bajo su guarda, imposibilitando las restituciones. En un telegrama del 27 de noviembre,
dirigido al presidente Alfonsín rechazando el proyecto de ley, afirmaron que éste condenaba a la
“muerte jurídica a los niños secuestrados y a todos los desaparecidos”. 447 En una carta del 1 de
diciembre, dirigida al Secretario de Estado de Justicia, Ideler Santiago Tonelli, fueron todavía más
específicas en su reclamo:

Abuelas de Plaza de Mayo expresamos a Ud. nuestra profunda preocupación por la


NEGACIÓN DE JUSTICIA que significaría el envío al Parlamento de un proyecto de ley
destinado a acortar los plazos para la presentación de acusaciones a los miembros de las
Fuerzas Armadas y de Seguridad que cometieron violaciones a los Derechos Humanos.
(...)
Nuestra incesante búsqueda nos permite acumular una importante cantidad de pruebas que sólo
podremos aportar con el transcurso del tiempo, iniciando así las causas ante la Justicia.
De acuerdo con la ley proyectada, no podríamos citar a sus apropiadores para ser interrogados
o indagados, quedando entonces para siempre en manos de sus secuestradores sin que los
podamos liberar de esa esclavitud ni restituirles su identidad.
El desamparo e indefensión en que se colocaría a centenares de niños no se condice con el
referente ético y moral que deben constituir para la niñez, la juventud y el pueblo mismo los
poderes del Estado.
Declarar la muerte jurídica de los niños desaparecidos significará privilegiar la conducta
criminal de los autores de las violaciones de los Derechos Humanos, a sabiendas de que todo
privilegio repugna a nuestra Constitución Nacional y amenaza la continuidad del Estado de
Derecho
(...)
Solicitamos entonces Justicia y Amparo para los niños secuestrados y desaparecidos, de cuyo
presente y futuro es responsable el Estado.448

Desde el punto de vista de Abuelas, el Punto Final implicaba una “negación de justicia” pues
decretaba la “muerte jurídica” de centenares de “niños desaparecidos” que podrían así quedar para
siempre “en manos de sus secuestradores”. Al privilegiar la conducta criminal de los apropiadores,
no sólo se dejaba en el “desamparo e indefensión” a estos/as niños/as, sino que también se ponía en
riesgo “la continuidad del Estado de Derecho”. De esta forma, el argumento se liga con uno de los
puntos centrales de la discusión en torno a esta ley, y luego también a la de Obediencia Debida: la
estabilidad y consolidación del recobrado orden democrático. Para el gobierno radical, estos
proyectos legislativos eran herramientas indispensables para el fortalecimiento y la perdurabilidad
de la democracia. Abuelas, en sintonía con los otros organismos de derechos humanos, invertía el

447
Telegrama de Abuelas de Plaza de Mayo al Presidente Raúl Alfonsín, 27 de noviembre de 1986. AAPM-AH-CCP.
448
Carta de Abuelas de Plaza de Mayo al Secretario de Estado de Justicia Dr. Ideler Santiago Tonelli, 1 de diciembre de
1986. AAPM-AH-CCP. Mayúsculas en el original.
253
razonamiento: eran justamente estas leyes las que, al garantizar la impunidad de los represores,
amenazaban el orden constitucional y el Estado de Derecho (Galante, 2015).
Estos cuestionamientos de Abuelas parecen haber incidido en el tratamiento del proyecto, al
menos en la postura del oficialismo. En el mensaje televisivo que dirigió a la población el 5 de
diciembre de 1986, Alfonsín hizo una salvedad acerca de la limitación a la persecución penal que
establecía el proyecto enviado al Congreso ese mismo día. La ley contemplaba únicamente los
hechos cometidos como actos de servicio lo que, en palabras del presidente, excluía “a actividades
por entero ajenas a la alegada acción contra el terrorismo, como por ejemplo, la supresión del estado
civil de menores”.449 La “desaparición de niños”, que en el discurso presidencial aparecía como un
ejemplo posible de una acción no encuadrable en los “actos de servicio” (y, por ende, no afectado
por la ley), se transformó en el debate en comisiones en la Cámara de Senadores en el único delito
explícitamente excluido de la extinción de acción penal. Según señalaba en su discurso del senador
radical Antonio Berhongaray, miembro informante del proyecto, la bancada oficialista había
propuesto incorporar este artículo al proyecto original después de mantener conversaciones con
diversos sectores, incluidas Abuelas de Plaza de Mayo:

Nosotros conversamos largas horas con distintos sectores de la vida nacional, con las ‘Abuelas
de Plaza de Mayo’, y pensamos que esto que había expresado nuestro presidente tenía que
quedar muy explícito en el texto de la ley. El presente proyecto no extingue las acciones
penales en los casos de delitos de sustitución del estado civil, y vamos a proponer que se
agregue ‘y de sustracción y ocultación de menores’ para alcanzar, exactamente lo que
conversamos en comisión, que en esta redacción no queda absolutamente claro. Queremos que
los artículos 138, 139 inciso 2°, 146 y 149 del Código Penal queden comprendidos dentro de
este artículo 5°.450

No hemos podido corroborar con otras fuentes el contenido o siquiera la existencia misma de
esas “conversaciones” a las que alude Berhongaray. Por otra parte, en testimonios posteriores las
integrantes de Abuelas han afirmado que ellas no incidieron de ninguna manera en la inclusión de la
excepción ni buscaron hacerlo y que si el gobierno radical finalmente hizo esta modificación era
porque era demasiado “vergonzoso” cerrar la puerta a la búsqueda de los “niños desaparecidos”.451

449
Mensaje del presidente Raúl Alfonsín del 5 de diciembre de 1986. Consultado en Repositorio Institucional de la
Universidad Nacional de La Plata – Archivo de la Palabra. Disponible en: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/33747
450
Senado de la Nación, Diario de sesiones, 36ª Reunión, 3ª Sesión Extraordinaria, 22 de diciembre de 1986, p. 4609.
DGIPyA.
451
En un reportaje de 1999, consultada sobre el tema, Estela de Carlotto respondía: “Cuando nosotras nos enteramos
estábamos furiosas con esas leyes. Vimos llorar a algunos parlamentarios que nos decían que tenían que obedecer porque
254
Sin embargo, la organización había estado trabajando en esa misma época con la Subsecretaría de
Derechos Humanos y otras instancias gubernamentales en la redacción del proyecto de creación del
BNDG, que ya había sido debatido en el Senado y había recibido media sanción el 31 de octubre de
1986. Por ende, no resulta inverosímil que, ante el tratamiento de la ley de “Punto Final”, Abuelas
haya mantenido encuentros o comunicaciones con funcionarios del gobierno “aliados” (como
Rabossi) o con los senadores radicales que apenas dos meses antes había apoyado en la cámara alta
la iniciativa (recordemos, enviada por el poder ejecutivo) de creación del BNDG.
Ya fuera por algún tipo de presión de Abuelas, o porque en efecto algunos sectores del
gobierno tenían una consideración especial por la cuestión de los “niños desaparecidos”, el análisis
del debate de la ley de “Punto Final” en la Cámara de Diputados confirma que el cambio fue
impulsado exclusivamente por el oficialismo. Casi ningún diputado de la oposición hizo referencia
a la modificación introducida en Senadores. Los diputados del peronismo, la primera minoría, no
hicieron ningún comentario sobre este artículo. Los únicos dos legisladores que lo aludieron, directa
o indirectamente, fueron Miguel Monserrat, del PI, y Augusto Conte, del PDC. Sin embargo, lejos
de recuperarlo para hacer una valoración positiva, sus intervenciones abonaron a una interpretación
globalmente muy crítica del proyecto de ley. Monserrat señaló que el único cambio producido por el
Senado fue que “salvó el tremendo error en el que se incurrió en el mensaje dirigido al país por el
presidente, al establecer que se excluía de estas prescripciones el secuestro de niños.” Aunque la
enmienda subsanaba ese “tremendo error”, en esencia el proyecto seguía siendo el mismo, ya que
extinguía la acción penal “contra los responsables a las violaciones a los derechos humanos”. 452 Por
su parte, en un durísimo discurso contra el gobierno radical, Conte señaló que la reconstrucción de
la verdad sobre los crímenes dictatoriales y el impulso para avanzar en su juzgamiento había
provenido siempre de los familiares y de las víctimas, con poco o nulo apoyo del Estado. Esto ocurría
también con la búsqueda de los “niños desaparecidos”:

eran corporativos. Y nos decían: "Pero bueno, ustedes, abuelas, van a tener algo. Hay un artículo que dice que no se
perdona la apropiación de menores". Eso fue peor. Dijimos que eso era como un trueque, que nos permitían encontrar a
los chicos pero no a los padres, como si los chicos hubieran nacido de un repollo. Nosotras queremos encontrar a los
nietos y a los papás de esos chicos, que son nuestros hijos. Dejaron abierta la puerta para la búsqueda de los chicos
porque era demasiado vergonzoso, pero no a pedido nuestro. Jamás se nos hubiese ocurrido.” “‘No hay canje. Seguiré
reclamando justicia’”, La Nación, 10 de enero de 1999. Disponible en:
http://www.lanacion.com.ar/210116nohaycanjeseguirereclamandojusticia. Última consulta: 15 de noviembre de 2019.
452
Senado de la Nación, Diario de Sesiones, 63° Reunión, 2° Sesión extraordinaria, 23 y 24 de diciembre de 1986, p.
7847. DGIPyA.
255
El poder público no ha recuperado un solo niño. Ha sido la tarea esforzada y heroica de las
Abuelas de Plaza de Mayo, que aun en los casos de niños cuyo secuestro fue detectado tuvieron
que luchar contra magistrados que demoraban su restitución, y afrontar los casos de detentores
ilegales que se fugaron con los menores, cuyo paradero aún no ha sido determinado.453

Aun sin hacer una mención explícita al artículo 5°, con su crítica Conte objetaba cualquier
pretendida afinidad entre la acción del gobierno y la causa de Abuelas que pudiera llegar a deslizarse
de su inclusión. Así pues, aunque el oficialismo quiso legitimar la exclusión del delito de sustracción
de menores apelando a la existencia de algún acuerdo con Abuelas, en el debate público tanto la
organización como sus aliados del parlamento rechazaron de manera tajante esta idea, con lo que
finalmente el cambio en el proyecto quedó ligado exclusivamente a la iniciativa oficialista, cuyas
motivaciones últimas resultan difíciles de determinar.
Lejos de cumplir con el fin previsto de limitar la acción penal y contribuir, según las palabras
de Alfonsín, “a la pacificación de los espíritus y el afianzamiento del encuentro entre los
argentinos”454 (lo que podía leerse como una búsqueda de apaciguar de los caldeados ánimos de las
Fuerzas Armadas), el acortamiento de los plazos previsto por la ley de “Punto Final” generó un
aluvión de presentaciones judiciales y de procesamientos. Algunas cámaras federales levantaron la
feria judicial y durante enero y febrero se abocaron exclusivamente a recibir las denuncias contra
militares y personal de las fuerzas de seguridad; en un par de meses, el número de 7imputados se
multiplicó por veinte (Acuña y Smulovitz, 1995; Nino, 1997).
En este proceso, la tensión con los militares aumentó hasta desembocar en el levantamiento
“carapintada” en Campo de Mayo, durante la Semana Santa de abril de 1987. Después del fin del
motín, los partidos políticos y la opinión pública se concentraron en el debate sobre cómo resolver
lo que llamaban la “situación militar” (Acuña y Smulovitz, 1995; Canelo, 2006). Fue entonces que,
a través de un nuevo proyecto de ley el gobierno radical volvió a introducir en la discusión la noción
de “presunción de obediencia debida” para establecer “el debido reconocimiento de los niveles de
responsabilidad de las conductas y hechos del pasado”.455 El proyecto, que ingresó en el Congreso
el 13 de mayo de aquel año establecía, en su artículo primero (y fundamental) la presunción, “sin

453
Senado de la Nación, Diario de Sesiones, 63° Reunión, 2° Sesión extraordinaria, 23 y 24 de diciembre de 1986, p.
7821. DGIPyA.
454
“Mensaje presidencial”, Senado de la Nación, Diario de Asuntos Entrados, Año II, N° 88, 10 de diciembre de 1986,
p. 1792.
455
Clarín, 20 de abril de 1987, citado en Acuña y Smulovitz (1995), op. cit., p. 51.
256
admitir pruebas en contrario”, de que quienes revistaban como oficiales jefes, oficiales subalternos,
suboficiales y personal de tropa de las Fuerzas Armadas, de seguridad, policiales y penitenciarias no
serían punibles por los posibles delitos cometidos “por haber obrado en virtud de obediencia
debida”. 456
El Poder Ejecutivo justificaba el proyecto, en un mensaje presidencial que lo acompañaba, con
el argumento de que la principal función de la justicia en una etapa transicional, que era el “aspecto
ejemplarizador [sic] de las condenas” para “sentar las bases sólidas para la perdurabilidad de las
instituciones democráticas” ya se había alcanzado con los procesos concluidos o en marcha,
principalmente con el Juicio a las Juntas. Al mismo tiempo, consideraba que frente al “problema” al
que se enfrentaba la sociedad por los “actos de insubordinación”, sería una “irresponsabilidad política
(...) profundizar los conflictos o alentar la venganza”. 457 La sociedad no podía quedar presa de los
conflictos judiciales derivados del pasado. Como analiza Galante (2015), la judicialización del
pasado, que en el discurso fundacional del alfonsinismo aparecía como indispensable para garantizar
la consolidación de la democracia (en tanto que la justicia se erigía como fundamento simbólico del
nuevo régimen, como hito de ruptura total con el pasado dictatorial) pasaba ahora a transformarse en
una amenaza para su estabilidad.
A diferencia de lo que había ocurrido con el borrador de la ley de “Punto Final”, el proyecto
de “Obediencia Debida” en su artículo 2° excluía de la presunción de no punibilidad tres tipos de
delitos: la violación, la sustracción y ocultación de menores o sustitución de su estado civil y la
apropiación extorsiva de inmuebles. La cuestión de los “niños desaparecidos” volvía a aparecer
entonces en la nueva herramienta legal propuesta por el gobierno radical para dar una clausura al
tratamiento judicial del pasado dictatorial. Como señalábamos anteriormente, el principal
fundamento con que el oficialismo incorporó esta exención en la redacción de las leyes provenía del
fallo del Juicio a las Juntas: si, como habían dicho en aquella oportunidad los jueces, el delito de
sustracción de menores no había sido ni planificado ni sistemático, los subalternos que lo habían
perpetrado eran los únicos responsables y no podían pretender ampararse en el principio de la
“obediencia debida”.458

456
Cámara de Diputados del Congreso Nacional, “Proyecto de Ley”, Diario de Sesiones, 8ª Reunión, 5ª Sesión Ordinaria,
15 y 16 de mayo de 1987, p. 618.
457
“Mensaje presidencial”, Cámara de Diputados del Congreso Nacional, Diario de Sesiones, 8ª Reunión, 5ª Sesión
Ordinaria, 15 y 16 de mayo de 1987, pp. 619-621.
458
Agradezco esta sugerencia a Emilio Crenzel.
257
Mientras que la inclusión de una excepción similar para este delito en la ley de “Punto Final”
había generado pocas discusiones, más allá de alguna mención ocasional, el artículo 2° de la ley de
“Obediencia Debida” ocupó un lugar mucho más relevante en el acalorado debate parlamentario.
Además de ser uno de los ejes alrededor de los cuales senadores y diputados del oficialismo y de la
oposición sentaron posturas, a favor y en contra, del proyecto tratado, también resultó una ocasión
que permitió alumbrar las diferentes concepciones y posicionamientos de algunos de los actores
políticos presentes en el Parlamento en torno al fenómeno de la “desaparición de niños”.
En el caso de la “Obediencia Debida” no parece haber habido ninguna petición ni ninguna
presión de Abuelas para conseguir la exclusión especial de los efectos de la ley para el delito de
“sustracción de menores”. No encontramos registro de ninguna comunicación dirigida a funcionarios
del poder ejecutivo para que tuvieran alguna contemplación particular por el caso de los “niños
desaparecidos”. Las expresiones públicas de la organización, en consonancia con las del conjunto
del movimiento de derechos humanos, fueron de rechazo total e incondicional a la normativa. Un
comunicado del 16 de mayo calificaba la iniciativa de “claudicación del gobierno”, una “aberrante
ley” para “imponer la impunidad de las Fuerzas Armadas y su aberrante accionar terrorista”. 459 El
uso de calificativo “aberrante” no parece casual: en torno a la definición y el alcance de la figura de
los “delitos atroces y aberrantes” giraría buena parte del debate parlamentario de la ley.
En la argumentación del oficialismo, la exclusión de los tres delitos señalados en el artículo 2°
no respondía primordialmente a su posible calificación como “atroces y aberrantes”. Como afirmaba
Alfonsín en el mensaje que acompañaba la remisión del proyecto, estos delitos no eran alcanzados
por la “presunción de obediencia debida” particularmente porque “no formaban parte del plan de
operaciones” delineado por los comandantes de las fuerzas y, por ende, su comisión no podía ser
caracterizada como el cumplimiento de una orden superior sino como un “exceso” de los
subordinados.460
El principal fundamento del oficialismo para promover la sanción de la ley era la necesidad de
“preservar la democracia”, bajo una lógica de “realismo político” que desplazaba a un segundo plano
los dilemas de la “ética de lo justo” (Galante, 2015). No obstante, los senadores y diputados radicales
se mostraron preocupados por intentar demostrar que la ley no era una amnistía ni garantizaba la
impunidad. Los senadores Solari Yrigoyen y Fernando De La Rúa afirmaban que la ley no perdonaba

Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa: Obediencia Debida”, 16 de mayo de 1987, AAPM-AH-CCP.
459
460
“Mensaje presidencial”, Cámara de Diputados del Congreso Nacional, Diario de Sesiones, 8ª Reunión, 5ª Sesión
Ordinaria, 15 y 16 de mayo de 1987, p. 620.
258
los delitos, sino que trasladaba (y concentraba) la responsabilidad de su autoría a quienes había
impartido las órdenes (exculpando a sus ejecutores).461
La inclusión de las excepciones del artículo 2° también abonaban a esta defensa de la ley,
contra los planteos de la oposición (y del movimiento de derechos humanos) que la sindicaban como
una amnistía encubierta. La exclusión de los delitos “atroces y aberrantes”, que no respondían a
ninguna orden superior ni podían ser catalogados como “actos de servicio”, mostraba de alguna
forma que el Estado no declinaba por completo su voluntad de ejercer justicia ni que aspiraba a
consagrar la impunidad. En el caso particular de la “sustracción y ocultación de menores”, esta era
una de los pocas demandas del movimiento de derechos humanos (junto con la liberación de los
presos políticos) a las que, aun parcialmente y con muchas limitaciones, el gobierno había respondido
favorablemente implementando diversas medidas (Díaz Colodrero y Abella, 1987; Jelin, 1995).
Además de los fundamentos jurídicos esgrimidos por el presidente y los legisladores radicales, su
inclusión podría haber respondido al interés político de mostrar el supuesto compromiso del gobierno
con la lucha por localizar a los “niños desaparecidos”. En este sentido, no deja de ser significativo
que el 13 de mayo de 1987, el mismo día que comenzaba el tratamiento de la ley de “Obediencia
Debida”, la Cámara de Diputados haya aprobado finalmente la ley de creación del BNDG, que tenía
media sanción del Senado desde octubre del año anterior.
Sin embargo, lejos de servir para acercar posiciones, el artículo 2° fue duramente criticado por
la mayoría de los representantes de la oposición, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado.
Sus críticos destacaron la inexistencia de un criterio que permitiera explicar la punibilidad de
determinados delitos y la exculpación de otros, que en su opinión eran tanto o quizás más graves,
“atroces” o “aberrantes”, que los primeros. En opinión de estos diputados, con esta distinción
arbitraria se distorsionaba la “escala de valores” penales y éticos. Los cuestionamientos recayeron,
sobre todo, en la exclusión del delito de “apropiación extorsiva de inmuebles”. Además de sostener

461
Solari Yirigoyen ofreció una justificación técnica de la ley que, aunque “contrariaba sus principios éticos”, se ajustaba
en su opinión al ordenamiento legal argentino. En su exposición, el senador radical recordaba que el Código de Justicia
Militar vigente al momento de los hechos establecía el principio de la "obediencia debida". Según este precepto, el
personal subalterno, sin capacidad decisoria, que respondió a órdenes emanadas por sus superiores, debía quedar eximido
de cualquier responsabilidad por los crímenes que se hayan podido cometer en su cumplimiento. Como la legislación
argentina establece el principio de la ley penal más benigna, las modificaciones realizadas a posteriori, con la reforma
del código militar, no podían tener efecto retroactivo. Sin embargo, para Solari Yrigoyen esto no suponía una
consagración de la impunidad. Los crímenes cometidos durante la dictadura militar no podían ni debían quedar impunes.
La responsabilidad no se elude sino que se traslada a los superiores. Senado Nacional, Diario de sesiones, 7ª Reunión,
2ª Sesión Ordinaria, 28 y 29 de mayo de 1987, pp. 492-500.

259
que dicho tipo penal no existía en el código argentino, lo que podía generar confusiones y problemas
jurídicos a futuro, la mayoría de los oradores objetó que el proyecto de ley, al hacer esta excepción,
privilegiaba a la propiedad privada como bien jurídico por sobre otros que se suponía que debían
tener primacía, como la libertad y la vida. Así lo expresó, por ejemplo, el peronista renovador
Antonio Cafiero:

Obsérvese que en el artículo 2° de este proyecto de ley son excluidos de este beneficio de la
obediencia debida quienes se hayan apropiado de inmuebles en forma extorsiva, pero son
beneficiados con la duda de la obediencia debida aquellos que se han apropiado de cuerpos
humanos para extorsionarlos a través del secuestro, el tormento y la muerte. 462 (p. 673).

Más enfáticamente aun, el diputado Ángel Bruno, que reemplazaba a Augusto Conte por el
PDC, señaló:

Es éticamente inaceptable la enorme confusión en la escala de valores que surge del proyecto en
consideración. ¿Cómo puede ser que en artículo 2° se juzgue como delito el robo o la usurpación
de inmuebles y que en cambio se deje libre de pena a quien mató, secuestró o torturó? 463 (p.
687).

Otros diputados, de manera más general, pusieron en duda el mayor grado de gravedad o de
abyección de los delitos mencionados en el artículo 2°, por sobre todos los que quedarían sin juzgar,
sin hacer distinción entre ellos. Por ejemplo, el diputado peronista por Formosa, Oscar Fappiano,
hizo la siguiente mención en su discurso:

Apuntemos a uno de los artículos cuando excluye de la no punibilidad del artículo 1° ciertos y
determinados delitos, pero no incluye en esa exclusión otros delitos mucho más atroces que los
que aquél consigna. No incluye el secuestro extorsivo (...) No incluye las torturas ni los
homicidios calificados (...).464

Si el comentario de Fappiano era sutil al señalar el mayor grado de “atrocidad” que, en su


opinión, revestían delitos como el secuestro extorsivo, las torturas o el homicidio respecto de aquéllos
mencionados en el artículo 2°, la intervención del senador peronista Eduardo Menem planteó una

462
Cámara de Diputados del Congreso Nacional, Diario de Sesiones, 8ª Reunión, 5ª Sesión Ordinaria, 15 y 16 de mayo
de 1987, p. 673.
463
Cámara de Diputados del Congreso Nacional, Diario de Sesiones, 8ª Reunión, 5ª Sesión Ordinaria, 15 y 16 de mayo
de 1987, p. 687.
464
Cámara de Diputados del Congreso Nacional, Diario de Sesiones, 8ª Reunión, 5ª Sesión Ordinaria, 15 y 16 de mayo
de 1987, p. 634-635. El subrayado es nuestro.
260
crítica aún más directa y explícita a la inclusión especial del delito de “sustracción de menores”, que
suponía también un cuestionamiento (premeditado o no) a los fundamentos discursivos de Abuelas
de Plaza de Mayo:
Una consideración muy especial merece también el artículo 2° de este proyecto, al que ya hizo
muy buena referencia el señor senador por Chubut, Doctor Solari Yrigoyen. Realmente, creo
que este artículo es digno de ser incluido en una antología de desaciertos legislativos, ya que por
donde se lo analice ofrece reparos. (...)
Quiero hacer otra reflexión sobre este artículo 2° para demostrar cómo se distorsiona la escala
de valores en este artículo. Voy a dar un ejemplo. Una persona entra a sangre y fuego a una casa
y asesina al padre y a la madre de una familia, quedando huérfanos los hijos del matrimonio, a
los cuales, en un gesto de humanidad del victimario, por esa fibra sensible que posee el
individuo, acoge en su casa. Por supuesto, esto constituye un delito. ¿Pero qué ocurre? Ese señor
que ha matado con alevosía, que ha asesinado, va a quedar libre por estos delitos y será
condenado, precisamente, por ese gesto de humanidad al decidir quedarse con los menores. La
realización de esta valoración atenta contra una escala de valores existente en nuestra sociedad,
al menos en los tiempos que vivimos. 465

El senador Menem no era el único que cuestionaba la contradicción entre juzgar un crimen,
como la sustracción de menores, y dejar al mismo tiempo impune aquellos otros que lo volvieron
posibles, como el secuestro y el homicidio. Esta postura era compartida por legisladores de diversas
bancadas y también por los organismos de derechos humanos. De hecho, como veremos en el último
capítulo, fue precisamente este argumento el que permitió alcanzar la declaración de
inconstitucionalidad de estas leyes a comienzos de la década del 2000. Sin embargo, Eduardo Menem
iba más allá en esta argumentación al señalar que la apropiación de unos/as niños/as a manos del
asesino de su padre y su madre (como si fuera poco, en su propia casa, “a sangre y fuego”) debía ser
visto como un “gesto de humanidad del victimario” que por su “fibra sensible” decide “acoger” a los
“huérfanos”. Al igual que habían hecho otros legisladores al referirse a la exclusión del robo de
inmuebles, Menem concluía que el articulado de la ley en lo relativo a la sustracción de menores
atentaba contra “una escala de valores existente en nuestra sociedad”.
Esta apreciación, vertida nada menos que por un senador nacional en un debate de alta
exposición pública, nos habla mucho más que de la simple inexistencia entre la clase política de una
opinión unánime (o mayoritaria) favorable a las principales demandas y postulados de Abuelas de
Plaza de Mayo. Esto ya había quedado claro en el debate de la ley de creación del BNDG, cuyo
borrador original (consensuado entre Abuelas, especialistas y el gobierno nacional) sufrió varias
modificaciones en cuestiones sustanciales en su paso por las comisiones parlamentarias del Senado.

465
Senado Nacional, Diario de sesiones, 7ª Reunión, 2ª Sesión Ordinaria, 28 y 29 de mayo de 1987, p. 508.
261
En un nivel más profundo, el discurso del senador Menem era una muestra más de la existencia y
circulación de sentidos muy arraigados socialmente. La apelación a una “escala de valores” vigente
por la cual la sociedad de su época no habría tolerado que un acto casi salvífico como “acoger” a
unos niños “huérfanos” sobrepasara o siquiera igualara en la escala penal al homicidio no debe ser
considerado como un simple artificio retórico. Si un senador nacional podía expresar estos conceptos
y presentarlos incluso en el marco de una argumentación para rechazar una ley porque garantizaba
la impunidad se debía a que, como ha analizado Carla Villalta (2012), existían desde hacía mucho
tiempo (mucho antes que la dictadura) discursos y representaciones que legitimaban y normalizaban
la práctica ilegal de la apropiación de niños y niñas (aunque en contextos muy distintos al de la
represión estatal) y que antes que como una violación a los derechos humanos, la cifraban, en el
extremo opuesto, como un “gesto humanitario”.
Contra este tipo de sentidos sociales, presentes hasta en las altas esferas políticas, se debía
enfrentar Abuelas de Plaza de Mayo en su intento de convencer a la sociedad civil, a la clase política
y al poder judicial de la importancia de buscar a los “niños desaparecidos” y de la necesidad de
restituirlos a sus familias biológicas, sus “legítimas familias”. La lucha de Abuelas de Plaza de Mayo
seguiría siendo, ante todo, una disputa pública de sentidos en la que lejos estaba su mirada de
convertirse en la postura hegemónica sobre el tema.

262
De “niños desaparecidos” a “nietos restituidos”
Actores, escenarios y discursos en torno a los procesos de
búsqueda y restitución de los/as niños/as apropiados/as
durante la última dictadura en Argentina (1976-2004)

Prof. Fabricio A. Laino Sanchis

Tesis para optar por el título de Doctor en Historia

Universidad Nacional de San Martín


Instituto de Altos Estudios Sociales

Director: Dr. Emilio Crenzel (CONICET/ IIGG-UBA)

(Tesis en 2 volúmenes)
(Volumen 2 de 2)

Buenos Aires, 2020

263
Índice – Volumen 2 264

Capítulo IV. Batallas judiciales, conflictos públicos y conquistas políticas


durante los años de repliegue del movimiento de derechos humanos (1987-1996) 265
1. Acción política y judicial en los intersticios de la impunidad 265
2. La escena internacional como renovado escenario de acción 274
3. La construcción discursiva y política del “derecho a la identidad” 294
4. Nietos/as antes que H.I.J.O.S.: la irrupción pública de los/as
hijos/as de desaparecidos/as en el marco de la lucha de Abuelas 319
5. ¿Qué pasa cuando “aparecen” los “niños desaparecidos”?
disputas judiciales y controversias públicas por las restituciones 334

Capítulo V. Abuelas, nietos/as, H.I.J.O.S. y más en la construcción de un nuevo


consenso sobre la “restitución de identidad” (1996-2004) 345
1. La “apropiación de niños” y las nuevas modalidades
de revisión del pasado dictatorial en el “boom de las memoria” 346
2. “¡Ah, no son bebés!”: transformaciones políticas y discursivas
de una causa sensible al tiempo 367
3. Hijos/as, nietos/as, hermanos/as y Abuelas 386
4. El campo académico y cultural y las luchas por las restituciones 396
5. Hacia un nuevo consenso social en torno a la apropiación/restitución 404

Conclusiones 415

Bibliografía 431

Fuentes 449

264
Capítulo IV. Batallas judiciales, conflictos públicos y conquistas políticas
durante los años de repliegue del movimiento de
derechos humanos (1987-1996)

1. Acción política y judicial en los intersticios de la impunidad

El periodo comprendido entre la sanción de la Ley de Obediencia Debida, en mayo de 1987,


y la celebración del 20° aniversario del último golpe de Estado, en 1996, fue un periodo de retroceso
en las demandas del movimiento de derechos humanos argentino y de enfriamiento de su capacidad
de movilización (Jelin, 1995; Lvovich y Bisquert, 2008; Crenzel, 2008 y 2013). Las leyes de Punto
Final y Obediencia Debida sancionadas durante el gobierno de Alfonsín, que extinguían la
persecución de la acción penal contra la inmensa mayoría de los represores, fueron un primer golpe
a las expectativas de justicia retributiva de amplio alcance que albergaban los organismos de
derechos humanos.
Aunque la respuesta a estas normativas, con manifestaciones multitudinarias y el apoyo de
sectores políticos, sociales y gremiales diversos, mostró una todavía vigente capacidad de
movilización, diversos acontecimientos de los años siguientes contribuyeron a minar aún más las
fuerzas de estos organismos. En primer lugar, debemos señalar los nuevos alzamientos militares que
se sucedieron entre 1988 y 1990, encabezados por Aldo Rico y Mohamed Seineldín (Acuña y
Smulovitz, 1995, pp. 59-64). Aunque tuvieron menor envergadura que el levantamiento
“Carapintada” de la Semana Santa de 1987, abonaron a construir una imagen de inestabilidad y
debilidad gubernamental que se veía reforzada por la creciente crisis económica que vivía el país,
que en 1989 entraría en una escalada hiperinflacionaria (Ortiz y Schoor, 2006, p. 300).
En este contexto, el 23 de enero de 1989 se produjo el copamiento del Cuartel del Regimiento
de Infantería Mecanizado 3 de La Tablada (Provincia de Buenos Aires) por parte del Movimiento
Todos por la Patria, una organización de izquierda de reciente creación. Esta acción fue duramente
repudiada por los principales medios de comunicación y por la mayoría del arco político y trajo
aparejado un rebrote del discurso reivindicatorio de la dictadura militar. La acción, por un lado,
parecía mostrar la pervivencia de grupos armados operativos y abonaba a los argumentos castrenses
que propugnaban la inclusión nuevamente de las fuerzas armadas en tareas de seguridad interior.
Más aun, el repudio al accionar el MTP abrió una ventana de oportunidad para reinstaurar en la
265
escena pública el paradigma de la “guerra contra la subversión” como marco de comprensión y
justificación del accionar militar durante la dictadura (Acuña y Smulovitz, 1995, pp. 64-65). Según
Lvovich y Bisquert (2008, pp. 49-50), el copamiento de La Tablada tuvo un impacto negativo en el
movimiento de derechos humanos, no sólo por el resurgimiento del discurso apologético de la
dictadura, sino también por la cercanía que existía entre el MTP y distintos organismos (en especial
a través de algunas figuras, como el sacerdote Antonio Puigjané, integrante de la mesa directiva del
partido y activo colaborador de Madres de Plaza de Mayo desde los años de la dictadura). Aunque
los organismos de derechos humanos (salvo, hasta cierto punto, la Asociación Madres de Plaza de
Mayo) también cuestionaron el copamiento, este acontecimiento habría contribuido a deslegitimar
su discurso y a mermar su incidencia pública.
Debido a la crisis económica que vivía el país, las elecciones presidenciales de 1989, previstas
para octubre, fueron adelantadas al 14 de mayo. Con el 47% de los votos se impuso como vencedor
Carlos Menem, por el Partido Justicialista, relegando al candidato oficialista Eduardo Angeloz al
segundo lugar, con 37% de los votos. Aunque la intención original de Alfonsín era sostener su
mandato hasta su término constitucional en diciembre de ese año, la profunda devaluación de la
moneda nacional, la escalada descontrolada de los precios y la sucesión de disturbios y saqueos que
comenzó a fines de mayo forzaron la entrega anticipada del mando al nuevo presidente electo el 8
de julio de 1989.
Durante la campaña, Menem había prometido “salariazo” y “revolución productiva” en la
línea de la tradición económica intervencionista y proteccionista del peronismo. De hecho, su
candidatura contó con el apoyo de partidos de izquierda y centro-izquierda como el Partido
Intransigente, el Partido Demócrata Cristiano y el Partido del Trabajo y del Pueblo. Sin embargo,
tras asumir puso en marcha un programa económico neoliberal, que incluyó un fuerte ajuste en el
gasto público, una amplia reforma y achicamiento del Estado, la apertura de las importaciones, el
impulso de leyes de flexibilización laboral y la privatización de la mayor parte de las empresas
públicas (Gerchunoff y Torre, 1996). Este plan económico requería, desde la perspectiva del
presidente, una garantía de estabilidad política y social que se condensaba en la búsqueda de la
“pacificación nacional”, lo que suponía encontrar una “solución” a la así llamada “cuestión militar”,
es decir, a las disputas con el actor castrense en torno a la tramitación judicial de los crímenes
dictatoriales (Lvovich y Bisquert, 2008, p. 50).

266
Esta pretendida búsqueda de “pacificación” se materializó en dos tandas de decretos de
indultos, la primera del 7 de octubre de 1989 y la segunda del 30 de diciembre de 1990. Como han
señalado Acuña y Smulovitz (1995, pp. 89), el objetivo del gobierno era ofrecer el perdón
presidencial tanto a los militares juzgados por violaciones a los derechos humanos como a los
rebeldes carapintadas a cambio de la obediencia militar al poder civil. Poco tiempo después de
asumir, diversas figuras del oficialismo, incluyendo el propio presidente, adelantaron a la prensa la
voluntad del ejecutivo de poner en práctica esta opción. 466 Una entrevista que el presidente mantuvo
con representantes de los organismos, que le plantearon su rechazo a esta medida, no hizo mella en
su postura.467 Finalmente, los indultos se concretaron a través de dos tandas de decretos, una en 1989
y otra, en 1990.468
Los fundamentos de los decretos de la segunda tanda de indultos afirmaban la necesidad de
crear "las condiciones y el escenario de la reconciliación, del mutuo perdón y de la unidad nacional
(...) partiendo del reconocimiento de errores propios y de aciertos del adversario". 469 En palabras del
propio Menem, la sociedad argentina debía "dejar atrás rencores y recelos para entrar en una nueva
era, en una auténtica pacificación de profunda reconciliación nacional". 470 La “reconciliación
nacional” implicaba, asimismo, una interpretación del pasado reciente que relativizaba la magnitud
del Terrorismo de Estado y la responsabilidad central del aparato del Estado en los crímenes, al
señalar la necesidad de encontrar “errores y aciertos propios y en el adversario”, equiparando el

466
En agosto de 1989, apenas un mes después de la asunción de Menem, Ítalo Luder (designado como Ministro de
Defensa) reveló públicamente estas intenciones y relacionó de manera directa la propuesta con las aspiraciones del nuevo
plan económico: “El gobierno argentino perdonará a militares rebeldes acusados de violar los derechos humanos como
parte de una estrategia para aumentar la credibilidad del país y atraer inversiones extranjeras (…) el inversor no es
filántropo, asume un riesgo si no tiene reglas claras en el campo económico y solución del conflicto militar, entre otros
aspectos.” (El Cronista Comercial, 25 de agosto de 1989. Citado en Diringuer, Rodolfo Enrique “Liderazgo político y
derechos humanos: los gobiernos de Menem y Kirchner en perspectiva comparada”, Revista de Ciencia Política Nº16 "
Instituciones y Procesos Gubernamentales").
467
Carta de Abuelas de Plaza de Mayo a Amalia Beatriz Yoma, Directora General de Audiencias de Presidencia de la
Nación, 28 de agosto de 1989. Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22.
468
El primer grupo de indultos (decretos 1002,1003, 1004 y 1005 de 1989) otorgó el perdón presidencial a todos los jefes
militares procesados que no habían sido beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, a los militares
condenados por los crímenes en la Guerra de Malvinas, a todos los participantes de los levantamientos carapintadas y
también a ex integrantes de organizaciones armadas de los ’70. La segunda tanda, en 1990, benefició principalmente a
los comandantes condenados en el Juicio a las Juntas y alcanzó también a los pocos procesados que quedaban por
crímenes vinculados con la dictadura o con la violencia política de los ’70 (como Guillermo Suárez Mason, Martínez de
Hoz y Mario Firmenich (decretos 2741, 2742 y 2743 de 1990).
469
Fundamentos de los Decretos 2741, 2742 y 2743 de 1990, en Mignone, Emilio (1990), “Los decretos de indulto en la
república Argentina” Revista IIDH, (12), 259-278.
470
Citado en Lvovich y Bisquert (2008), op. cit., p. 53. Significativamente, este discurso fue pronunciado en uno de los
actos de repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas, una de las figuras más controvertidas y polarizantes de la
historia de la historia argentina.
267
accionar de las fuerzas armadas con el de las organizaciones político-militares. Como señalan
Lvovich y Bisquert (2008, pp.52-54), esta narrativa suponía un retorno al discurso de las “dos
violencias enfrentadas”, que incluso iba más allá al rehabilitar, al menos parcialmente, el accionar
militar en el discurso público. En uno de los episodios con mayor repercusión política y mediática,
Menem elogió a los integrantes de las fuerzas por “haber ganado la guerra sucia”. 471
Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y, más aun, los indultos y el discurso oficial
menemista en torno a la “reconciliación nacional” generaron un clima verdaderamente adverso para
la acción de los organismos de derechos humanos. En este sentido, las manifestaciones contra los
indultos, que tanto en 1989 como en 1990 tuvieron una alta convocatoria (Lorenz, 2011) parecen
haber sido el último acto de una etapa que se cerraba, en la que el “problema de los derechos
humanos” (entendido, en los términos de la época, como el proceso de revisión y judicialización de
los crímenes cometidos durante la dictadura militar) había ocupado un lugar preponderante en la
escena pública y en la agenda política argentina. A partir de entonces, la cuestión fue desplazada a
un segundo plano, y los organismos de derechos humanos vivieron una fuerte retracción, como
movimiento social en lucha por la justicia y como “emprendedores de memoria” en pugna por la
construcción de sentidos sobre el pasado reciente. La clausura casi total de las iniciativas penales
contra los perpetradores horadaba sensiblemente las posibilidades de obtener justicia, uno de sus
reclamos centrales y más convocantes. A la par, la imposición de una política estatal de “olvido” y
“reconciliación”, que recibió el apoyo de diferentes medios de comunicación como los diarios La
Nación y Clarín, relegaba a un lugar marginal al discurso público de los organismos, que buscaba
mantener vivo el recuerdo (y el repudio) de los crímenes dictatoriales (Brysk, 1994; Landi y
González Bombal, 1995, p. 175; Jelin, 2005; Lvovich y Bisquert, 2008).
La respuesta de los organismos frente a este nuevo escenario político y social mostró, como
en ocasiones anteriores, la diversidad de posturas que existía al interior del movimiento de derechos
humanos. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida abroquelaron al conjunto de los organismos

471
“Más elogios de Menem a militares y policías por ganar la ‘guerra sucia’” Clarín, 4 de noviembre de 1994. A raíz de
estos elogios, Menem recibió fuertes críticas de los partidos de izquierda, del Frente Grande y de algunos dirigentes de
la UCR. También fue repudiado por los organismos de derechos humanos. La APDH expulsó al presidente de la
organización. “El presidente Menem, expulsado de la asamblea argentina [sic] de derechos humanos”, El País (España),
5 de noviembre de 1994 Disponible en: https://elpais.com/diario/1994/11/05/internacional/783990016_850215.html.
Última consulta: 15 de junio de 2019. En 1998, cuando se produjo el encarcelamiento preventivo de Videla en la nueva
causa por el robo de bebés, Menem se dirigió en acto a “mis sufridos hombres de armas” para asegurarles que “su
comandante en jefe valora el sacrificio realizado”. “Menem elogió a los militares y advirtió contra el revanchismo”
Clarín, 21 de junio de 1998.
268
detrás de un rechazo unánime. Lo mismo ocurrió con los indultos promulgados por Menem que,
como vimos, provocaron movilizaciones masivas (Crenzel, 2013, p. 85). Sin embargo, a partir de
ese momento, los organismos encararon estrategias diversas para afrontar los desafíos que planteaba
la política oficial de clausura judicial, olvido y “reconciliación nacional”.
La Asociación Madres de Plaza de Mayo adoptó la postura más intransigente, de oposición
frontal y sin concesiones hacia el gobierno nacional y hacia cualquier iniciativa proveniente del
Estado (Lorenz, 2002). Esta postura se hizo perceptible ya en el acto contra los primeros indultos. El
20 de septiembre de 1989, mientras que los ocho “organismos históricos” marchaban acompañados
de unas 150.000 personas de Plaza de Maya hasta el Congreso de la Nación para repudiar los
primeros indultos que Menem ya había anunciado que concedería, la Asociación Madres de Plaza de
Mayo (el grupo más grande de los dos en los que se había partido Madres en 1986, presidido por
Hebe de Bonafini), decidió organizar su propio acto por separado, con una movilización al Obelisco.
“Estamos en rebeldía por el documento que se va a leer”, dijo Bonafini a la prensa, refiriéndose al
documento que en la Plaza de los dos Congresos leyó Laura Soto, hija de Delfor Soto, dirigente
sindical peronista detenido-desaparecido durante la última dictadura (en lo que constituyó una de las
primeras presentaciones públicas de un hijo/a de una víctima del terrorismo de Estado). 472 En ese
texto, la joven se dirigía al presidente para decirle: “Señor presidente, como joven de este país quiero
decirle que no deseo indulto ni amnistía, pero tampoco la venganza; sólo quiero justicia, justicia,
justicia”. “Eso ya se ha dicho, ahora hay que decir los nombres de los responsables”, dijo Bonafini
sobre ese discurso. 473
En los años siguientes, la Asociación Madres de Plaza de Mayo sumó a sus cuestionamientos
el repudio del plan económico neoliberal y de sus consecuencias sociales. No se trataba únicamente
de una ampliación del espectro de sus reclamos, sino de una integración discursiva en la que los
efectos del presente se interpretaban como una continuidad de las políticas (represivas y económicas)
de la dictadura militar (Borland, 2006). El presidente Menem no ignoró estos cuestionamientos
abiertos. Por el contrario, la Asociación Madres de Plaza de Mayo se convirtió en el centro de
numerosos ataques del presidente, que en repetidas ocasiones puso en duda la credibilidad de la
organización, cubrió con un manto de sospecha los orígenes de sus fuentes de financiamiento y hasta

472
Agradezco a Emilio Crenzel por este dato.
473
Ares, Carlos, “200.000 argentinos, contra los indultos de Menem”, El País, 10 de septiembre de 1989. Disponible
online: https://elpais.com/diario/1989/09/10/internacional/621381608_850215.html. Última consulta: 20/04/2019.
269
le endilgó objetivos desestabilizadores y conspirativos. 474 Estas acusaciones y críticas frontales eran
aprovechadas por el presidente para reforzar la postura oficial que promovía la clausura del pasado
y la revalorización de las fuerzas armadas. Así pues, en noviembre de 1991, Menem sugirió
públicamente a las Madres que "dejen de cargar a sus muertos y olviden”. 475
Por el contrario, aun en el contexto social y político adverso, otros organismos ensayaron
diferentes estrategias con las que buscaron vías de acción que les permitieran avanzar con su agenda
de reclamos. En primer lugar, algunos organismos como el CELS y el MEDH ampliaron su campo
de acción, incorporando demandas vinculadas a las múltiples violaciones de derechos humanos del
que se experimentaban en la recuperada democracia. Sin abandonar la lucha por el esclarecimiento
y juzgamiento de los crímenes dictatoriales, sumaron nuevas temáticas como la violencia
institucional y la represión policial, las violaciones a los derechos de las personas en situación de
encierro, la defensa de los derechos económicos y sociales, los derechos de la mujer y los derechos
del niño (Grinberg, 2013).
Esta agenda ampliada suponía una mirada escrutadora y varios frentes de cuestionamientos a
los nuevos gobiernos constitucionales, no ya únicamente por su tramitación del pasado dictatorial,
sino por sus propias políticas en diferentes áreas. No obstante, esto no impidió que surgieran diversas

474
Aunque la hostilidad de Menem hacia las Madres (algunas veces, puntualizada sobre el grupo de Bonafini; en otras
ocasiones, refiriéndose a las “Madres de Plaza de Mayo” en general) fue particularmente intensa en los primeros años de
su gobierno, podemos hallar manifestaciones similares a lo largo de todos su mandato. En marzo de 1991 Hebe de
Bonafini realizó un viaje a España en el que denunció los indultos presidenciales. Según consignaba el diario español
El País, el presidente calificó a estos dichos (y a otros similares vertidos por Jacobo Timmerman, también en España en
ese momento) “como un ‘acto de traición a la patria (...) pues hablaron mal no sólo de sus gobernantes, sino de la nación
argentina’”. Utilizando una terminología que recordaba a la “campaña antiargentina” esgrimida en su momento por el
régimen militar, Menem afirmó “que se trata de una campaña organizada ‘por un sector de una internacional política’.
Precisó luego que se trataba de ‘grupos políticos vinculados a la ultraizquierda’”. Ares, Carlos, “Menem involucra a la
prensa en una supuesta ‘campaña’ contra su Gobierno”, El País (España), 16 de marzo de 1991. Consultado online:
https://elpais.com/diario/1991/03/16/internacional/669078009_850215.html Última consulta 29/05/19. Posteriormente,
en mayo de 1994, consultado por su opinión sobre las Madres de Plaza de Mayo durante una conferencia de prensa en
Tandil, Carlos Menem respondió con tono inquisidor: “¿Quién financia para tantos viajes y para tantas movilizaciones y
manifestaciones a las Madres de Plaza de Mayo” y luego prosiguió con sus críticas: “Yo las respeto, por supuesto...
respeto que no tiene con el presidente de la Nación, porque ustedes por ahí, no todos, se encargan de publicar lo que dice
el presidente pero no lo que dicen ellas respecto del presidente”. Noticiero televisivo de Todo Noticias, 5 de mayo de
1994. Archivo DiFilm. Disponible online: https://www.youtube.com/watch?v=xaFbPo3KGBo. Última consulta
29/05/19.
Todavía unos años después, en 1997, encontramos un nuevo ataque público de Menem a las Madres. En una conferencia
de prensa, el presidente señalaba que “las Madres de Plaza de Mayo están permanentemente incitando a la violencia. En
todos los hechos donde se puede dañar la imagen del gobierno están ellas, aquí y en el exterior”. S/A, 1997. Archivo
DiFilm. Disponible online: https://www.youtube.com/watch?v=aVwTvm2WxZY. Última consulta: 29/05/19.
475
Ares, Carlos, “Ex miembros de las Fuerzas de Seguridad argentinas integran una banda criminal”, El País (España),
24 de noviembre de 1991. Disponible online:
https://elpais.com/diario/1991/11/24/internacional/690937212_850215.html. Última consulta 29/05/19
270
instancias de colaboración y articulación con el Estado, e incluso de incorporación de activistas a
diferentes agencias del Estado. El caso más notable fue el del MEDH durante el gobierno de Carlos
Menem. El Partido Demócrata-Cristiano, que formaba parte de la coalición triunfante en 1989,
obtuvo con el ascenso al gobierno la Dirección Nacional de Derechos Humanos del Ministerio del
Interior.476 La designación no era fortuita, sino que derivaba del estrecho vínculo del PDC con los
organismos de derechos humanos, en especial con el CELS y el MEDH. Precisamente, esta Dirección
estuvo al frente de dos reconocidos abogados del MEDH: Guillermo Frugoni Rey, entre 1981 y 1991,
y Alicia Pierini entre 1991 y 1997. También muchos de los cargos de esta dependencia ministerial
fueron ocupados por activistas y colaboradores del MEDH.477
Abuelas de Plaza de Mayo también estuvo entre los organismos que buscaron distintas
alternativas para canalizar sus reclamos en la nueva coyuntura adversa. En ese repertorio, la
confrontación abierta y la apelación a instrumentos internos y externos de presión se combinaron con
instancias de colaboración y acompañamiento de políticas estatales. Esta constatación no implica
relativizar el marco general de políticas públicas regresivas y las dificultades particulares que
encontró Abuelas en este contexto, cada vez con más trabas y menos respuestas de parte del
ejecutivo. En los últimos años del gobierno de Alfonsín, en un contexto signado por la crisis
económica en ascenso, virtualmente se cortó el financiamiento para los proyectos que alentaba la
organización. Como vimos en el capítulo anterior, el BNDG careció prácticamente de sus recursos
durante sus primeros años de funcionamiento, en parte por el diferendo jurisdiccional por el
organismo entre la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires y el Estado Nacional. Aun después
de resuelto este conflicto, con la reglamentación de su funcionamiento en mayo de 1989, el aporte
de Nación fue errático e inconstante y el de la Ciudad prácticamente nulo, según el testimonio de
Ana María Di Lorando.478
Hacia el final del mandato de Alfonsín, Chicha Mariani, la presidenta de la organización,
realizaba un balance de la gestión del presidente saliente en la que, por un lado, valoraba la “buena
recepción” que había tenido con su organización pero, a la vez, criticaba duramente la falta de
acciones decididas para solucionar el problema de los “niños desaparecidos”:

476
Esta dependencia, que había sido creada por Alfonsín como Subsecretaría de Derechos Humanos, fue rebajada en el
organigrama ministerial en 1989 a la categoría de Dirección Nacional de Derechos Humanos. En 1992, como veremos
más adelante, recuperó su estatus de Subsecretaría.
477
Entrevista del autor a Alicia Pierini, Buenos Aires, 13 de septiembre de 2019.
478
Entrevista a Ana María Di Lorando realizada por Rita Arditti, citada en Arditti, 2000, p. 105.
271
Nos podemos acercar al gobierno y tenemos una buena recepción de parte de todas las instancias
gubernamentales pero afirmo también categóricamente que el gobierno constitucional no busca
a los niños. Algunas palabras ha dicho el presidente Alfonsín a pedido nuestro hace tres años
solicitando que el pueblo ayude a encontrarlos pero nosotras seguimos convencidas de que el
gobierno tiene la obligación de buscar, encontrar y restituir a cada niño desaparecido. Es un error
pensar que porque tenemos un gobierno elegido por el pueblo se han terminado nuestros
problemas479

La relación con el Estado se volvió aún más tensa y distante tras la asunción de Menem. En
sintonía con la nueva política hacia la “cuestión militar” y hostilidad general hacia el movimiento de
derechos humanos, en un comienzo el nuevo gobierno no hizo un gesto por promover ningún
acercamiento ni ninguna instancia de diálogo con Abuelas. Después de su victoria electoral de mayo
de 1989, antes de asumir su mandato, la organización le pidió audiencia al nuevo presidente. 480
Dieciocho meses después, en enero de 1991, el presidente seguía sin concederla. La organización
manifestó su descontento en diferentes solicitadas, en las que objetaba el doble discurso del
presidente hacia las problemáticas de la niñez, que en reiteradas ocasiones había hablado de “sus
sentimientos por los niños” y había ratificado la Convención por los Derechos de los Niños, “pero
por los niños secuestrados guarda un obstinado silencio”. 481
No sólo Abuelas percibía la indiferencia hacia el problema de los “niños desaparecidos” por
parte del nuevo gobierno nacional. En su informe “Truth and Partial Justice” de 1991, la organización
Human Rights Watch señalaba críticamente que “el gobierno había perdido interés por el asunto de
los niños desaparecidos”:

El gobierno no ha provisto del financiamiento adecuado al Banco de Datos Genéticos (...).


Igualmente, el gobierno de Menem ha mostrado poco interés en conseguir la extradición de
Paraguay de las familias de militares y policías argentinos que son buscados por las cortes
argentinas por haber abandonado el país con niños irregularmente adoptados para evitar su
identificación y así devolverlos a sus familias naturales”.482

Ahora bien, lo llamativo no es la desidia del gobierno, en el marco de un distanciamiento y


una hostilidad que ha sido reseñada por las investigaciones existentes, sino precisamente la
articulación de estrategias que permitieron conseguir avances (algunos de gran relevancia) aun a

479
“El gobierno no busca a los niños”, Página 12, 15 de enero de 1989. Archivo CELS; FICELS, SDP.
480
“Solicitada al Dr. Carlos Saúl Menem”, Página 12, 13 de diciembre de 1990. Archivo CELS-FICELS-SDP.
481
Carloto, Estela, “El obstinado silencio del Presidente”, Página 12, 17 de enero de 1991. Archivo CELS-FICELS-
SDP.
482
Human Rights Watch, Truth and Partial Justice in Argentina: an update, 1991, p. 72 (traducción propia).
272
pesar de este nuevo contexto. A través de estas acciones, Abuelas de Plaza de Mayo logró incluso
impulsar causas judiciales aprovechando las excepciones formuladas por las Leyes de Obediencia
Debida y Punto Final y también la presión generada por diferentes instancias jurisdiccionales
internacionales. De hecho, hacia finales del gobierno de Alfonsín, obtuvo el compromiso del
presidente para designar a un grupo de fiscales federales que atenderían específicamente en las causas
sobre “niños desaparecidos”. 483 Esta comisión especial que tenía la facultad de intervenir en todas
las causas en donde hubiera búsquedas de niños desaparecidos estuvo integrada por Aníbal Ibarra,
Mariano Ciafardini, Jorge Carlos López y Atilio Álvarez. 484 Según recuerda Ibarra la definición de
esta comisión era mucho más laxa que la actual Unidad Especializada para Casos de Apropiación de
Niños durante el Terrorismo de Estado (UFICANTE) porque derivaba sólo de una resolución del
procurador general. Al participar en diferentes causas judiciales, la comisión mantuvo relaciones con
Abuelas de Plaza de Mayo y también con el BNDG. El trabajo que realizaban excedía lo “meramente
jurídico”, ya que para avanzar con las causas debían ayudar con las tareas de identificación del
BNDG y también buscar testigos y pruebas:

Contribuimos a conseguir familiares para hacer todo el mapa genético. Incluso hemos ido con
nuestro vehículo y una enfermera del Durand, a sacar sangre a personas que estaban en
Provincia de Buenos Aires, porque era “tío de”, etc. Nos entrevistamos con posibles
familiares… O sea que era un trabajo que excedía lo meramente jurídico, si bien tenía que ver
siempre con las causas que llevábamos. Para resolver esas causas era necesario resolver
cosas… Y el Banco Nacional recién se iniciaba y no tenía tanta información. Entonces, bueno,
fue todo un trabajo en el cual colaboramos con nuestro rol de fiscales, pero que le pusimos
compromiso. 485

Si bien duró pocos años, dado que en 1990 Ibarra renunció a su cargo de fiscal y al poco
tiempo la comisión se disolvió, se trató de una importante conquista de Abuelas que obró como
antecedente para futuras comisiones en el seno de la Procuración General, cuyo resultado final fue
la constitución de la UFICANTE en el año 2012.486 Además de este logro en el plano judicial,
Abuelas consiguió en esos años promover un conjunto de instituciones estatales específicamente
orientadas a la búsqueda y restitución de los niños y niñas apropiados/as durante la última dictadura.
No sin dificultades, en este periodo se terminó de consolidar el funcionamiento del Banco Nacional

483
“Alfonsín conversó con Abuelas sobre los niños desaparecidos”, Página 12, 3 de noviembre de 1988.
484
Entrevista del autor a Aníbal Ibarra, Buenos Aires, 21 de marzo de 2018.
485
Ibíd.
486
Sobre la renuncia de Ibarra, cfr. “‘La justicia es el poder marginado’“, Página 12, 18 de julio de 1990.
273
de Datos Genéticos, cuyos orígenes se remontaban hacia 1984.487 Al trabajo de esta institución en
las tareas de identificación de los “niños desaparecidos” se sumó la Comisión Nacional por el
Derecho a la Identidad (CONADI), creada en noviembre 1992 también a partir de las demandas de
Abuelas y que terminaría jugando en las décadas siguientes un papel destacado en las tareas de
investigación.
¿Cómo se conquistaron estos importantes avances en un contexto tan adverso? Entre las
estrategias desarrolladas durante este periodo, se destacaron la continuidad de la interacción con las
redes transnacionales de activismo humanitario y la apelación al escenario internacional como
mecanismo de presión sobre el gobierno nacional; una constante acción de difusión pública de sus
reclamos; el trabajo de los equipos técnicos de la organización para encontrar nuevas vías de
investigación, judicialización, consagración legal y legitimación social de su agenda; y, aun a pesar
del distanciamiento cada vez mayor con el poder Ejecutivo, la continuidad en la construcción de
alianzas con agentes específicos dentro de los tres poderes del Estado. En los siguientes apartados
analizaremos estas diferentes estrategias y los actores involucrados.

2. La escena internacional como renovado escenario de acción

¿Qué había ocurrido con la red de vínculos que Abuelas, al igual que los otros organismos de
derechos humanos, habían construido durante la dictadura y que tan relevante había resultado en su
activismo? Como señala Crenzel (2013), tras el retorno a la democracia hubo una clara continuidad
en el apoyo y aporte de las redes trasnacionales. Hemos visto en los capítulos previos el aporte clave
para la lucha de Abuelas de la red de científicos constituida alrededor de la iniciativa de la AAAS,
que desarrolló los nuevos estudios de filiación y promovió la idea de constituir un banco de datos
genéticos. Estos científicos, que colaboraron con la CONADEP, también prestaron su declaración
en el Juicio a las Juntas, al igual que otros representantes del activismo humanitario internacional,
como el ex director de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Theo Van Boven.
Ahora bien, hasta 1985 gran parte de ese aporte internacional hacia el movimiento de derechos
humanos argentino había sido en colaboración con un gobierno que, aun sin cumplir las aspiraciones
de los organismos, impulsaba ciertas políticas de justicia transicional. Las expectativas puestas en
un principio en el recuperado orden constitucional provocaron, por ejemplo, que fiscalías y querellas

487
Vid supra Capítulo III.
274
pusieran en suspenso las acciones judiciales iniciadas en Francia e Italia por la desaparición de
ciudadanos/as de esos países durante la dictadura militar. A partir de 1985, por el contrario, con la
decepción con la que muchos recibieron el fallo del Juicio a las Juntas, y más aun con los proyectos
de Punto Final y Obediencia Debida, dicha intervención internacional cambió radicalmente en su
contenido y viró hacia reactualizadas formas de presión sobre los gobiernos argentinos. Los
organismos recurrieron a su alianza con organizaciones de las redes trasnacionales de activismo
humanitario y apelaron a los mecanismos de denuncia existentes en el sistema universal e
interamericano de derechos humanos (Guembe, 2007). Desde el exterior, cobraron impulso las
causas contra diferentes militares acusados por su participación en los crímenes dictatoriales en el
exterior.488
Este desplazamiento en las formas de interacción entre los organismos, el Estado argentino y
la arena internacional puede observarse en el accionar de Abuelas de Plaza de Mayo durante estos
años. En una entrevista realizada a la vuelta de un viaje por Europa, en abril de 1986, Estela de
Carlotto afirmaba que con el retorno del orden constitucional:

“Les dijimos a las entidades humanitarias amigas y a los funcionarios de la ONU – precisó la
señora de Carlotto - que con el advenimiento del gobierno constitucional ya no iba a ser
necesario buscar ayuda y respuestas fuera de la Argentina. De allí –agregó– la expectativa que
despertó nuestra decisión de retornar a Suiza, Francia y Alemania. Tuvimos que volver a referir
las dificultades con las que tropezamos y, especialmente, detallar los gravísimos casos
planteados con los mellizos Ross-Rossetti y Mariana Zaffaroni Islas, secuestrados por segunda
vez”.489

Como señalamos en el capítulo previo, la expectativa original de la organización en el


recuperado orden constitucional era real. En tanto esperaba que se pudieran encauzar y conseguir
respuestas efectivas a sus demandas a través de los nuevos canales institucionales, Abuelas
ciertamente reorientó parte de su esfuerzo hacia el frente interno. Sin embargo, la idea de que con el
advenimiento del nuevo gobierno Abuelas había puesto “punto final a sus gestiones en el exterior”
porque ya no sería “necesario buscar ayuda” no pasaba de ser una crítica por elevación hacia la

488
El primer caso resonante fue el Juicio a Alfredo Astiz en Francia, por la desaparición de las monjas Alice Domon y
Leonie Duquet. En 1985, Francia pidió la extradición del marino para su juzgamiento, la cual fue denegada por el
gobierno argentino. Astiz fue procesado en Argentina en esos años en diferentes causas, pero finalmente fue beneficiado
por la Ley de Obediencia Debida en 1987. Ante la imposibilidad de extraditarlo, la Cour D’Assises (Cámara de
Apelaciones) de París decidió juzgar in absentia a Astiz por los cargos de arresto ilegal, secuestro y tortura física,
condenándolo en el año 1990 a prisión perpetua.
489
“Las Abuelas piden una mano oficial”, Clarín, 6 de abril de 1986, p.10. Archivo CELS, FICELS, SDP.
275
cuestionada inacción del gobierno nacional. Como ya hemos visto, Abuelas mantuvo una profusa
actividad en el exterior tras el retorno de la democracia. Si bien ésta estuvo concentrada al menos
hasta 1984 en el desarrollo de los análisis de histocompatibilidad y en su promoción para su
implementación en la Argentina, no parece haber indicios de que la organización pidiera a los
organismos extranjeros que cesaran las acciones de difusión y presión que venían realizando. De
hecho, la reconstrucción de las iniciativas de la organización francesa ACAT muestra lo contrario.
Como vimos en el Capítulo II, desde noviembre de 1981 ACAT llevaba a cabo una campaña de
“padrinazgos” de “niños desaparecidos”: cada grupo local de la organización se hacía cargo de uno/a
de los/as niños/as mencionados/as en las cada vez más largas listas provistas por Abuelas. El 28 de
diciembre de 1983, la coordinadora general de las acciones de la organización escribía a los grupos
locales de “padrinos” con novedades de la organización argentina:

Acabamos de recibir de Argentina novedades de las Abuelas de Plaza de Mayo (...) Ellas alientan
a los grupos a continuar escribiendo a los juzgados demandándoles que verifiquen todos los
juicios de adopción desde 1976 y que conduzcan investigaciones dentro de la dirección nacional
y provincial de menores para saber si su caso particular puede ser esclarecido. 490

El mensaje muestra que Abuelas le siguió solicitando a la organización francesa que ejerciera
presión sobre el gobierno constitucional para que éste se comprometiera y diera respuestas a la
situación de los “niños desaparecidos”. Los vínculos nunca se cortaron. Por el contrario, cuando
Abuelas comenzó a evaluar que el gobierno alfonsinista no ofrecía soluciones concretas a sus
demandas o carecía de la decisión política para avanzar más decididamente con algunas de las
medidas propuestas, decidió acudir de forma aún más vehemente a las acciones de presión por parte
de los organismos extranjeros e internacionales de derechos humanos, que tanto habían explotado
durante los años finales de la dictadura. El momento bisagra en esta renovada iniciativa se dio en
diciembre de 1985, con el fallo del Juicio a las Juntas, que, como vimos, generó un profundo rechazo
en Abuelas y los demás organismos de derechos humanos.
La organización comenzó entonces a movilizar la red de contactos internacionales que había
construido en los años previos. De esta forma, entre febrero y marzo de 1986, Mariani y Carlotto
realizaron un viaje por Europa durante el cual se reunieron con organizaciones como Amnistía
Internacional y ACAT, se entrevistaron con personalidades como la primera dama francesa Danielle

490
Carta de Simonne Soullier a grupos de ACAT de la campaña de padrinazgo de “niños desaparecidos”, París, 28 de
diciembre de 1983. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 105.
276
Mitterrand y se presentaron ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, donde expusieron
sobre la situación de “cientos de nuestros nietos que continúan desaparecidos, creciendo en manos
de los represores y sus cómplices, inscriptos falsamente como hijos propios”. 491
La respuesta de los organismos internacionales fue muy positiva (lo que mostraba la vigencia
de la inserción de la organización en estas redes transnacionales) y la presión sobre el gobierno
argentino se expresó a través de modalidades muy diversas. Por un lado, las organizaciones de
activismo humanitario utilizaron el repertorio clásico desarrollado por Amnistía y replicado por
muchos organismos durante los años de la dictadura: campañas de difusión y de protesta en uno o
varios países, requerimientos de información enviados directamente a las autoridades argentinas de
parte de múltiples activistas, presión sobre los gobiernos locales para que demanden respuestas y
acciones del gobierno argentino.492 Hubo varias organizaciones que impulsaron iniciativas de este
tipo: Amnistía Internacional, el Consejo Mundial de Iglesias, iglesias y comunidades católicas y
protestantes de Suiza y Alemania. 493 Representantes de Defence for Children se reunieron con
Alfonsín para pedir por los “niños desaparecidos”, en respaldo del reclamo de Abuelas. 494 Sin
embargo, la acción más contundente y sostenida en el tiempo provino de la organización francesa
ACAT, que continuó la campaña de padrinazgo que había iniciado en 1981 y también generó
diferentes acciones de presión directa sobre los gobiernos argentinos, siempre en constante
comunicación con Abuelas. 495
La continuidad del apoyo de diferentes organismos internacionales de derechos humanos a lo
largo de tiempo implicó una activa tarea política de sostenimiento y ampliación de los vínculos de

491
“Las Abuelas piden una mano oficial”, Clarín, 6 de abril de 1986, p.10.
492
Sobre las características de este tipo de campañas, vid. supra Capítulo II.
493
“Seguimos necesitando el apoyo del mundo”, Informaciones, febrero-marzo de 1987, 12, p. 5-6; “Para ayudar a
encontrar a sus niños Abuelas recorre el mundo”, Informaciones, marzo-mayo 1988, 16, p. 9-10.
494
“Defensa de los niños desaparecidos”, La Razón, 13 de diciembre de 1986.
495
Además de apoyar a las abuelas y las familias de los “niños desaparecidos” apadrinados a través de intercambios
epistolares y donaciones, los activistas de la organización eran convocados a escribir cartas a juzgados, hospitales y
organismos gubernamentales, así como al presidente Alfonsín, para reclamarles medidas concretas en pos de encontrar
y devolver a los niños a sus familias. A esto se sumaban también actividades de concientización entre la población
francesa, de las cuales se destacó la promoción de la película La Historia Oficial. Cfr. Carta de Jacqueline Westercamp
a Raúl Alfonsín, París, 6 de julio de 1984, Archivo ACAT, Caja 107; Carta de Jacqueline Westercamp a Raúl Alfonsín,
París, 30 de diciembre de 1985, Archivo ACAT, Caja 105; “Retrouver Mariana!”, Panorama Aujourd’hui, octubre de
1985; “Dossier « Les enfants disparus en Argentine »”, Courier de l’Acat, 59, octubre de 1985, pp. 9-16; ACAT, Folleto
« Les Enfants Disparus en Argentine », c. 1986; “Argentine: des enfants ont aussi disparu”, L’enfant d’abord, febrero de
1986, pp. 16-21; Carta de Jeanne Dupouy a la Revista Marie Claire, París, 8 de octubre de 1986; Fischer, Elise, “Des
enfants comme trésor de guerre”, France Catholique, 13 de octubre de 1986, p. 18 (nota escrita en colaboración con
ACAT); ACAT y SOLMA, “Comunicado de prensa”, 13 de enero de 1986; Carta de Nadine Julien a Jean Claude
Darrigaud (Antenne 2), París, 20 de enero de 1986; Carta de Christiane Lacour y Jeanne Dupouy a grupos de “padrinos”
de ACAT, París, 7 de marzo de 1986. Consultado en CNAEF, Fondo ACAT, Caja 107.
277
parte de Abuelas, en un contexto en que estas redes parecían desentenderse cada vez más de las
problemáticas de Argentina y, en general, América Latina. Es que, en efecto, una parte considerable
del activismo humanitario transnacional consideró que con el retorno de la democracia a la
Argentina, sobre todo después de la investigación de la CONADEP, la publicación del Nunca Más
y el juzgamiento de las primeras tres juntas militares, sus tareas de solidaridad podían darse por
concluidas y los esfuerzos debían orientarse hacia otros países y regiones del planeta más afectadas.
El retorno al país de numerosos exiliados/as, que como hemos analizado previamente motorizaron
muchos de estos espacios de denuncia, también contribuyó a la declinación progresiva de estas
acciones. Héctor Rombola496, exiliado argentino en Canadá, recuerda como esta lógica fue
disolviendo progresivamente al grupo de solidaridad con Argentina que integraba junto con otros
exiliados y exiliadas:

Con la asunción de Alfonsín, el posterior juicio y los resultados, en ese momento había mucho
optimismo del futuro. Todavía no habían ocurrido las revueltas de los carapintadas ni cosas por
el estilo. Entonces se plantearon varias cosas. Por un lado, ahora tenemos la opción de volver.
La otra es, si no volvés, cuál es la necesidad que la nueva democracia puede tener de organismos
de base. Entonces se planteaba cuál era el rol de esta organización ahora en las condiciones
actuales, si las razones por las que existía ya cedieron en la Argentina; que era mucho más de lo
que se esperaba en esa época, no solamente se cayeron los militares, sino también fueron
enjuiciados y encima se estableció un documento como el Nunca Más, de valor internacional.
(...) Entonces, a raíz de todo eso, se decidió que el grupo no necesitaba existir. Porque los que
querían volver ya podían y los que creían que ya era suficiente decidieron que ya era suficiente.
No había una razón, ¿cuál era la nueva causa para concientizar al pueblo canadiense?497

María Cecilia Gómez Pinilla, antigua activista de ACAT, recuerda un proceso de


desmovilización similar para el caso francés, no ya con respecto a los grupos de exiliados argentinos
en Francia, sino con las organizaciones de derechos humanos francesas que habían apoyado el
activismo humanitario contra la dictadura. Estas organizaciones realizaban, desde 1977, una protesta
en la esquina de la Embajada Argentina en París, de la que participaban numerosas organizaciones
de derechos humanos y de la izquierda francesa, como Amnistía Internacional, Justicia y Paz, la
propia ACAT y el Partido Socialista. También acudieron a estas protestas figuras de la cultura como
Miguel Ángel Estrella, Jorge Semprún e Yves Montand. 498

496
Sobre Héctor Rombola, vid. supra Capítulo I, nota 126.
497
Entrevista del autor a Héctor Rombola, Buenos Aires, 4 de enero de 2017.
498
Entre las organizaciones participantes destacaban la COSOFAM, el CAIS (Centro Argentino de Información y
Solidaridad) y SOLMA (Solidaridad con las Madres de Plaza de Mayo). Estas organizaciones estaban compuestas por
exiliados argentinos y/o por franceses que habían adherido a la lucha antidictatorial. Se habían creado durante la dictadura
278
Tras la vuelta de la democracia a la Argentina, estas marchas comenzaron a perder fuerza.
499
Amnistía Internacional fue una de las primeras organizaciones en dejar de participar. Al poco
tiempo, quedaron sólo ocho organismos acudiendo los días jueves a la embajada argentina. Algunos
sectores objetaron que las manifestaciones podían interpretarse como un ataque al recién asumido
gobierno democrático, a punto tal que Jacqueline Westercamp, presidenta de ACAT, escribió al
encargado de negocios de la embajada argentina en Francia para justificar la postura de su
organización y el respaldo al nuevo gobierno:

Espero que quede bien claro que nuestra presencia cada jueves en la calle Cimarosa, junto de
franceses, argentinos y uruguayos (...) implica un apoyo a la democracia recuperada en su país
y no una manifestación de desconfianza hacia el gobierno de Alfonsín. 500

Al igual que los otros organismos, ACAT justificaba su presencia los jueves ante la embajada
en la necesidad de acompañar las demandas de “juicio y castigo” del movimiento de derechos
humanos argentino. El momento de mayor activismo en la posdictadura de quienes integraban este
espacio se dio con las movilizaciones en rechazo a las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida,
en 1986 y 1987.501 Sin embargo, a la ACAT le resultó cada vez más difícil construir consenso en
torno a la exigencia de los/as familiares y organismos argentinos de continuar y profundizar el
juzgamiento de los perpetradores de la represión dictatorial. Incluso a muchos/as adherentes o
simpatizantes de estas organizaciones les parecía que la sanción de leyes propuestas por el gobierno
alfonsinista podía ser razonable y que, en última instancia, era un problema que atañía a las funciones
del gobierno y los legisladores argentinos elegidos democráticamente. Así lo ponía de manifiesto, de
forma vehemente, un suscriptor de la ACAT, en una carta dirigida a la presidenta de la asociación:

Aporto regularmente a la ACAT. Apoyo su acción a mi manera (...) celebro sus esfuerzos (...)
Permítame oponerme a la carta que le han enviado, el 15 de mayo, al presidente argentino Raúl
Alfonsín.
(...)
El pueblo argentino se encuentra lastimado. Necesita de calma y reposo. Se ha dado un gobierno
reparador. Éste, después de haber sancionado a los principales culpables, había votado una ley
de “punto final”, destinada a la reconciliación necesaria, destinada a la reconciliación necesaria.

para difundir las denuncias de las violaciones a los derechos humanos y acompañar a los familiares y organismos
argentinos (Franco, 2008).
499
Entrevista del autor a María Cecilia Gómez Pinilla, París, 17 de noviembre de 2017.
500
Carta de Jacqueline Westercamp al encargado de negocios de la embajada argentina en Francia, París, 29 de octubre
de 1984. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 105.
501
“Argentine: protestations contre le « point final »”, Libération, 2 de enero de 1987, p. 13; “Paris a aussi ses « folles
»”, La Croix, París, 4 de mayo de 1987. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 107.
279
Algunos europeos que no conocen la Argentina tuvieron la inconciencia de criticarla (...) El
Ejército amenazó con atacar al gobierno (...) La tarea del Presidente Alfonsín y de sus ministros
es difícil. Ellos son, por su función, los agentes del bien común. ¿Qué credenciales tenemos
nosotros, en Europa, para discutir la manera en la que ellas intentan alcanzarlo? ¿Para qué
pueden servir nuestras críticas más que para hacerles más complicado su trabajo?
(...)
La Argentina, permítaseme pensar, tiene la necesidad del perdón y del olvido 502

A partir de 1987, en sintonía con el proceso general de reflujo que vivieron los organismos de
derechos humanos en Argentina, la actividad de estas organizaciones de apoyo se volvió cada vez
menos intensa. En 1988, la cantidad de organizaciones que participaban de la marcha de los jueves
a la embajada se había reducido de nueve a cinco. 503 Finalmente, en 1991 se dio por concluida esta
acción.
A pesar de estas dificultades, Abuelas logró mantener (y en algunos casos, incluso, reforzar)
sus vínculos con los organismos extranjeros y seguir movilizando apoyos y recursos en favor de su
causa. Podemos señalar dos aspectos que favorecieron la acción de Abuelas de Plaza de Mayo en
este sentido. En primer lugar, volvemos a encontrar el “diferencial” del problema de los “niños
desaparecidos” que, como ya hemos notado en los capítulos previos, generaba un impacto particular
en la opinión pública. Como se encargaban de insistir reiteradamente las integrantes de la
organización, los “niños desaparecidos” eran “desaparecidos vivos”. De esta forma, como
analizamos previamente, Abuelas no operaba tan solo como una organización “emprendedora de la
memoria”, para utilizar el término con el que ha caracterizado Jelin (1995) a los organismos en su
nueva fase de activismo, a partir del retorno a la democracia. Su accionar no consistía únicamente
en construir y disputar sentidos sobre el pasado dictatorial, ni en exigir procesamiento y condena
judicial para los artífices de la represión. Aunque estos elementos estaban presentes, Abuelas era por
sobre todas las cosas un grupo de interés que tenía por objetivo recuperar niños que estaban vivos,
muchos de ellos bajo el poder de agentes de la represión.
Este diferencial tuvo efectos concretos en las posibilidades de Abuelas de seguir movilizando
la colaboración y la solidaridad de las redes transnacionales de activismo humanitario. Un mensaje
interno de ACAT para sus activistas de fines de diciembre de 1983 resaltaba este aspecto: “No hay

502
Carta de Marcel Lepoutre a Jacqueline Westercamp, presidenta de la ACAT, Lille, Francia, 13 de julio de 1987.
CNAEF, Fondo ACAT, Caja 107. Original en francés, traducción propia.
503
ACAT, “Comunicado de prensa”, 3 de octubre de 1988. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 105.
280
ninguna esperanza de recuperar vivos a los desaparecidos. Es por eso cada vez más importante tomar
medidas por los niños que todavía pueden encontrarse vivos”. 504
Si para 1984 parecía claro que poco se podía hacer por la integridad física o la vida de los/as
desaparecidos/as, en cambio las organizaciones de derechos humanos sí podían contribuir con su
acción solidaria a “salvar” a los “niños desaparecidos”. Por supuesto, para movilizar ese activismo
había que demostrar que esos/as niños/as estaban en riesgo y veían sus derechos vulnerados y que la
restitución, en cambio, resultaba sumamente benéfica para ellos/as. Como ante la opinión pública
argentina, Abuelas intentó convencer constantemente a sus interlocutores internacionales sobre este
punto.505 En este sentido, el otro aspecto que permitió a Abuelas mantener el apoyo proveniente del
extranjero fue la incorporación de profesionales de diversas disciplinas en equipos técnicos
encargados del seguimiento de cada caso desde el punto de vista legal, médico y psicológico. De
cara a los organismos extranjeros, muchos de los cuales sometían a riguroso escrutinio las acciones
de las organizaciones a las que apoyaban, la presencia de estos colaboradores aportando una mirada
interdisciplinaria y con fundamento científico le otorgaba un halo de rigurosidad y compromiso a la
agrupación que legitimaba su posición agrupación (Solís Delgadillo, 2010). Asimismo, el foco
puesto por la organización en su acción y su discurso público centralmente alrededor del objetivo de
la localización y restitución de los “niños desaparecidos”, parecía conferirle de cara el extranjero un
mayor aspecto de “apoliticidad” que otros organismos, como Madres (Gandsman, 2012, p. 206).
Diferentes organismos y fundaciones que colaboraron con Abuelas en este periodo opinaban
de esta manera. La Fundación Ford, que como hemos mencionado ayudó financieramente a la
creación del primer banco de datos genéticos, justificaba su preferencia de colaborar con Abuelas
señalando que la organización tenía una “agenda realista”, ya que podía recuperar a los/as niños/as,
mientras que Madres era vista como “más politizada” y sosteniendo una “demanda crecientemente
irreal de recuperar con vida a los desaparecidos”. 506 Asimismo, en la evaluación interanual del

504
Carta de Simonne Soullier a grupos de ACAT de la campaña de padrinazgo de “niños desaparecidos”, París, 28 de
diciembre de 1983. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 105.
505
Por ejemplo, Liwski, Berra y otros integrantes del equipo interdisciplinario de Abuelas expresaban estos argumentos
en el 12° Congreso Internacional de Hemogenética Forense, realizado en Viena entre el 26 y 29 de Agosto de 1987: “La
manera en que cada restitución fue llevada adelante ha sido adaptada considerando las circunstancias de cada caso
particular, contando para ello con el apoyo de un grupo de personas que pertenecen a diferentes profesiones: médicos,
psicólogos, abogados, etc. Ninguno de los niños sufrió descompensación psicológica, ni al momento de la restitución ni
con posterioridad. En todos los casos, la restitución ha sido un hecho positivo y terapéutico para el niño, y todos los niños
gozan de un buen estado de salud física y mental”. Cfr. Berra, J., Liwski, N., Grinspon, D. y Binz, M-T. (1988), op. cit.,
p. 590. Original en inglés, traducción propia.
506
Inter-Office Memorandum to Files from A. Gridley Hall 850 (Mar. 27, 1984) (PA 855-0381, Ford
Foundation Archives (citado en Oren, 2001, p. 141).
281
subsidio los agentes regionales de la fundación hicieron un balance positivo del accionar de la
organización. Ponderaron especialmente que la organización hubiera creado un equipo médico-
psicológico para acompañar a los/as niños/as que eran restituidos/as a sus familias biológicas (uno
de los puntos que más le preocupaba a la fundación Ford, ya que no compartía plenamente la postura
de Abuelas sobre la restitución) (Oren, 2001, p. 161). En un sentido muy similar se manifestaba la
CIDH en un informe de septiembre 1988, sobre el que nos explayaremos más adelante. Allí se
reconocía a Abuelas por su trabajo y el de sus "colaboradores en áreas científicas y jurídicas" y
elogiaba su "capacidad" para "utilizar los mecanismos legales con creatividad para concitar el apoyo
activo de distintos sectores y entidades". 507
En definitiva, estos diferentes factores contribuyeron para que el aporte en varios niveles de
acción de estas redes de derechos humanos y de otros organismos no gubernamentales continuaran
a fines de los ’80 y también en los años ’90. Las acciones del activismo humanitario trasnacional
tuvieron una relevancia, al sostener la difusión de los reclamos de Abuelas en el exterior y generar
algún grado de presión sobre los gobiernos argentinos, primero el de Alfonsín y luego el de Menem.
Sin embargo, en términos de eficacia política, más importante aún fue la presión generada a través
de los organismos gubernamentales internacionales.
Como han señalado diferentes autores, en este periodo la arena internacional se volvió central
en la búsqueda de una justicia transicional casi totalmente vedada a nivel local, y los organismos de
derechos humanos acudieron al sistema internacional (y, sobre todo, al interamericano) de derechos
humanos para generar acciones de impacto sobre el Estado argentino (Crenzel, 2013; Galante, 2015).
Los familiares y organismos argumentaron que los diferentes tratados ratificados por la Argentina
(el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos –PIDCP-, la Convención Americana sobre
Derechos Humanos –CADH- y la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes) obligaban al Estado a investigar, perseguir y sancionar a los responsables
de graves violaciones a los derechos humanos y al mismo tiempo prohibían establecer cualquier
forma de limitación al derecho de justicia de las víctimas (Guembe, 2007, p. 423). Estos argumentos
no tuvieron recepción en la justicia nacional hasta la segunda mitad de la década del '90. Sin embargo,
la apelación de diferentes organizaciones argentinas a los organismos de protección de estos tratados,

507
CIDH (1988). “Estudio sobre la situación de los hijos menores de personas desaparecidas que fueron separados de
sus padres y son reclamados por miembros de sus legítimas familias” En Informe Anual de la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos 1987-1988, 16 de septiembre de 1988, Cap. V, pp. 2 y 8. Disponible en línea:
https://www.cidh.oas.org/annualrep/87.88sp/indice.htm. Última consulta: 12 de julio de 2019.
282
principalmente del sistema interamericano de derechos humanos, sí tuvo repercusiones con impacto
a nivel local.
A raíz de denuncia impulsada por el CELS desde 1989 por las violaciones a los derechos
humanos cometidos en la ESMA, la CIDH emitió el informe 28/92 del 2 de octubre de 1992 en el
que señalaba la incompatibilidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y los indultos con
los tratados americanos de derechos humanos y recomendó la “justa compensación” de las víctimas
y la adopción de las medidas necesarias para investigar los hechos e “individualizar a los
responsables”.508 Para la misma época, un caso presentando ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos por tres ex presos políticos obligó al Estado a implementar desde 1991
reparaciones económicas a diferentes grupos de víctimas del terrorismo de Estado (en un comienzo
dirigidas a los ex presos/as políticos/as, luego se extendieron a los ex detenidos/as desaparecidos/as
y finalmente se ampliaron también a los derechohabientes y los/as hijos e hijas de los/as
desaparecidos/as) (Guembe, 2004; Hayner, 2011; Guglielmucci, 2015). Asimismo, la iniciativa de
los “Juicios por la verdad”, sobre los que volveremos en el siguiente capítulo, surgió como una
demanda del CELS, especialmente motorizada por Emilio Mignone, que llegó hasta la Corte
Interamericana, que falló a favor de la apertura de estas instancias judiciales sin consecuencias
penales (Andriotti Romanin, 2013).
De la misma manera, muchas de las victorias obtenidas por Abuelas en este periodo se
produjeron gracias a esta misma modalidad de presión de los organismos gubernamentales
internacionales: la ONU y la OEA. Cabe señalar que, de todas maneras, estas actuaciones en los
organismos internacionales siguieron íntimamente conectadas con sus relaciones con las redes de
activismo transnacional, tanto porque las denuncias de esas organizaciones contribuían a instalar en
la agenda como porque, como ya hemos visto, habilitaban los canales formales e informales que
permitían acceder a estos espacios. Así, por ejemplo, todas las presentaciones de representantes de
Abuelas en la ONU fueron posibles por el espacio cedido por diferentes organizaciones no

508
Organización de los Estados Americanos, “Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos 1992
– 1993. Informe N° 28/92”, 2 de octubre de 1992, p. 9. Disponible online:
https://www.cidh.oas.org/annualrep/92span/Argentina10.147.htm. Última consulta: 15 de junio de 2019. Sobre la
denuncia impulsada por el CELS, véase Centro de Estudios Legales y Sociales, “El CELS. Antecedentes, objetivos,
programas y actividades varias”. 1989, p. 3. Archivo CELS-FICELS. Si bien el informe no tuvo ningún efecto jurídico
o político inmediato, empezó a ser recogido una década más tarde por los tribunales que retomaron el juzgamiento de
los crímenes cometidos durante la dictadura. De hecho, los argumentos del informe fueron utilizados en el fallo de la
Corte Suprema de Justicia en el caso Simón-Poblete, donde se declaró la inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final
y Obediencia Debida (Guembe, 2007, p. 439).
283
gubernamentales que eran miembros con carácter consultivo del Consejo Económico y Social: el
Movimiento Internacional Unión Fraternal de las Razas y los Pueblos (UFER) y Defence for
Children.
Estas intervenciones eran utilizadas por la organización para actualizar ante su auditorio
internacional la situación de los “niños que la dictadura militar hizo desaparecer con sus padres o
que nacieron durante el cautiverio de sus madres y que aún no han sido encontrados porque sus
secuestradores los mimetizan entre la población, cambiándoles su identidad”. 509 Con un esquema
que solía repetirse en cada ocasión, la organización cuestionaba “la falta de rápidas acciones
judiciales y decisiones gubernamentales en Argentina para localizar y restituir los centenares de
niños que continúan desaparecidos después de cinco años de gobierno constitucional”, pedía “apoyo
internacional para encontrar urgentemente a nuestros niños secuestrados y desaparecidos” y
solicitaba a los organismos en cuestión que recomendaran al gobierno argentino tomar medidas para
buscar activamente a los “niños desaparecidos” y agilizar las restituciones de los que ya habían sido
localizados.510
Uno de los reclamos por los cuales la organización pidió específicamente intervención de los
organismos internacionales, tanto a la OEA como a la ONU, fue por la recuperación de los niños y
las niñas que se encontraban con sus apropiadores en Paraguay. El caso de los “niños desaparecidos
por segunda vez”, como lo presentaba Abuelas, había tenido bastante resonancia en el extranjero.
ACAT, Amnesty International, la Asociación Pro Derechos Humanos de España y otros organismos
organizaron campañas para exigir la localización de los/as niños/as con sus apropiadores prófugos
y, una vez hallados/as en Paraguay, su devolución a sus familias biológicas en Argentina. 511 Esta

509
Presentación de María Isabel Chorobik de Mariani en la Subcomisión de Prevención de Discriminación y Protección
a las Minorías de la ONU, Ginebra, Suiza, 19 de Agosto de 1988. Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22.
510
“Las Abuelas piden una mano oficial”, Clarín, 6 de abril de 1986, p.10; “Comisión de Derechos Humanos. 43° Periodo
de Sesiones”, Informaciones febrero-marzo de 1987, pp. 6-8.; Presentación de María Isabel Chorobik de Mariani en la
Subcomisión de Prevención de Discriminación y Protección a las Minorías de la ONU, Ginebra, Suiza, 19 de Agosto de
1988. Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22; Insisten las Abuelas en Ginebra contra los apropiadores de niños, Página
12, 21 de febrero de 1989, p. 17; Abuelas en las Naciones Unidas, Informaciones, diciembre 1991-marzo 1992, p. 7.
511
Carta de la Asociación Pro Derechos Humanos al fiscal general de Paraguay Clotildo Jiménez Benítez, 16 de octubre
de 1987, Madrid, España. Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22. Las organizadoras de las campañas de padrinazgo de
ACAT lanzaron varias solicitadas y pidieron en reiteradas oportunidades a los grupos participantes que escribieran a las
autoridades argentinas por los casos de los niños en Paraguay. Carta de Jeanne Dupouy y Christianne Lacour a los grupos
de padrinazgo de ACAT, 7 de marzo de 1986; Carta de Jeanne Dupouy a los grupos de padrinazgo de ACAT, 29 de
enero de 1990. Ambos en CNAEF, Fondo ACAT, Caja 107. El interés de Amnesty International por la cuestión de los
“niños desaparecidos” y, en particular, por los casos de “segunda desaparición” quedó plasmado en seis informes sobre
la cuestión publicados entre 1985 y 1990. Véase Amnistía Internacional, “Los Niños desaparecidos de Argentina: Un
Informe sobre las Investigaciones Actuales”, julio de 1985; “Más Información sobre los Niños Desaparecidos de
Argentina: Nuevos hechos en los Casos de Carla Rutilo Artes, Amaral García Hernández y María Eugenia Gatica
284
presión, junto con las presentaciones directas de Abuelas, logró instalar el tema en la agenda de las
comisiones pertinentes de la OEA y de la ONU, que recogieron el reclamo y tomaron diferentes
medidas.
La cuestión se había convertido en un verdadero conflicto diplomático entre Argentina y
Paraguay. Poco después de ser localizados en ese país, la justicia argentina pidió la extradición de
los represores prófugos con los/as niños/as. De hecho, el juez Miguel Pons, a cargo de la causa de
Samuel Miara y Alicia Castillo, se trasladó personalmente en abril de 1987 a Paraguay para realizar
un allanamiento y conseguir la detención del ex policía y su esposa. 512 Sin embargo, todavía bajo el
régimen dictatorial de Alfredo Stroessner, la justicia paraguaya se negó a cooperar y realizó toda una
serie de maniobras dilatorias y de entorpecimiento del proceso. Pons declaró en un detallado informe
que las autoridades paraguayas hicieron casi imposible su misión: primero, el juez a cargo de la
causa, Edgar Stanley, pretendió no haber recibido nunca los exhortos de captura, lo que tuvo que ser
desmentido por el propio gobierno paraguayo; posteriormente, las autoridades dificultaron el ingreso
del personal de la Policía Federal Argentina que debía hacer el operativo; por último, en pleno
allanamiento, el juez decidió retirarse a su domicilio porque (siempre según el testimonio de Pons)
“estaba cansado”, anulando cualquier validez legal al allanamiento.513 Por su parte, el juez Alberto
Piotti, a cargo de la causa Bianco, también realizó gestiones en el Paraguay que derivaron en
similares conflictos con las autoridades y los jueces locales. 514
En agosto de 1987, el fiscal general de Paraguay, Clotildo Jiménez Benítez, que respondía
directamente a Stroessner, recomendó en su dictamen no conceder la extradición del matrimonio
Bianco porque en su opinión existía “evidente persecución política por parte de las autoridades
argentinas”.515 Semanas después, con expresiones muy similares, también rechazó el pedido de
extradición del matrimonio Miara porque “tenía connotación política”. 516 La presión de Abuelas
generó que la cancillería argentina intercediera, solicitando a las autoridades paraguayas un pronto

Caracoche”, septiembre de 1985; “Argentina: Niños Desaparecidos - Últimos Acontecimientos”, noviembre de 1987;
“Argentina - Identificación de una Niña Nacida en un Campo Secreto de Detención: María Victoria Moyano Artigas”,
enero de 1988; “Argentina: Niños Desaparecidos – Más información”, octubre de 1988 y
“Argentina: Actualización sobre Niños Desaparecidos, septiembre de 1990.
512
“Problemas para la restitución de dos niños a su familia”, La Nación, 14 de abril de 1987. Todos los artículos
periodísticos sobre este caso fueron consultados en Archivo CELS-FICELS-SDP.
513
“Problemas para la restitución de dos niños a su familia,” La Nación, 14 de abril de 1987; “El secuestrado de los
mellizos Rossetti sigue libre”, La Razón, 3 de mayo de 1987.
514
“Criticó Piotti a las autoridades paraguayas”, La Prensa, 16 de septiembre de 1987.
515
“La arrogante seguridad de un ex mayor que secuestraba chicos”, Página 12, 22 de octubre de 1987.
516
“El Fiscal General de Paraguay negó la extradición de Miara”, La Razón, 3 de septiembre de 1987.
285
cumplimiento de los exhortos judiciales. El gobierno paraguayo mantuvo su actitud reactiva frente
al asunto, lo que terminó generando un conflicto diplomático entre ambos países: el 26 de agosto de
1987, Argentina decidió retirar temporariamente a Raúl Quijano, el embajador en Asunción. 517 En
noviembre de ese mismo año, las representaciones diplomáticas de ambos gobiernos restablecieron
relaciones y llegaron a un acuerdo que parecía destrabar las extradiciones. 518 Sin embargo, nuevos
recursos interpuestos por los abogados defensores de los ex represores mantuvieron la situación
inalterada. 519
En abril de 1987, la OEA comenzó diferentes gestiones para conseguir la devolución de los/as
niños/as. Primero emitió un requerimiento al gobierno paraguayo para que tomara medidas que
permitieran la extradición de los apropiadores y de los/as niños/as en su poder.520 Ante la falta de
respuesta de la justicia paraguaya, Abuelas insistió en el requerimiento a este organismo. En junio
de ese año, integrantes de la organización se reunieron en Washington, con el secretario ejecutivo de
la CIDH, Edmundo Vargas Carreño, para pedirle que continuaran las acciones por los/as niños/as
secuestrados/as en Paraguay. 521 Estos pedidos motivaron un segundo pronunciamiento del
organismo, a fines de ese año. En una resolución que la prensa de la época consignaba como un
“resonante triunfo diplomático” de la delegación argentina, la Asamblea general de la OEA
encomendó a la CIDH la elaboración de un estudio sobre “la situación de los niños desaparecidos
con sus padres o nacidos durante el cautiverio de sus madres que aún se encuentran en manos de sus
captores”.522
El informe elaborado por la CIDH, publicado en septiembre de 1988, reivindicaba el trabajo
de Abuelas y apoyaba sus objetivos. En sus recomendaciones, se manifestaba a favor del derecho de
los/as parientes de los/as niños/as de conocer su paradero y “participar de su educación y crianza” y
también el derecho de los/as niños/as a “conocer su identidad como personas”. Sin embargo, se
abstenía de emitir una opinión categórica en favor de las restituciones a las familias biológicas. Por
el contrario, opinaba que el régimen de tenencia debía quedar a “discreción de los jueces”, con la

517
“‘Preocupa la situación creada con el Paraguay’, dijo Caputo”, La Prensa, 26 de agosto de 1987; “Quijano demorará
su retorno a Asunción”, Clarín, 26 de agosto de 1987.
518
“Concedió Paraguay la extradición de un mayor”, Clarín, 15 de marzo de 1987; “Paraguay concedió la extradición
del ex Subcomisario Miara”, Página 12, 26 de marzo de 1988.
519
“Último recurso para evitar la extradición”, La Prensa, 27 de agosto de 1988.
520
“Mellizos: una gestión de la OEA”, Clarín, 9 de mayo de 1987.
521
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado de prensa”, 18 de junio de 1987. AAPM-AH-CCP.
522
“Hijos de desaparecidos”, La Razón, 14 de noviembre de 1987; “Estudiará la OEA la situación de los hijos de
desaparecidos”, La Prensa, 14 de noviembre de 1987.
286
excepción de los/as niños/as apropiados/as por miembros del personal militar o de seguridad, en cuyo
caso se estipulaba que “la salud mental y física del niño exige la inmediata separación del mismo de
ese núcleo familiar”.523
El escrito también destacaba las acciones realizadas por el gobierno de Alfonsín hasta el
momento para “colaborar con estas tareas”, entre las que reseñaban el trabajo de la CONADEP (que
“dedicó esfuerzos especiales al tema de los niños”) y la creación del BNDG. Incluso mencionaba
como una muestra de compromiso del gobierno "en favor de la lucha emprendida por Abuelas" que
hubiera excluido la situación de los “niños desaparecidos” de los beneficios estipulados por las leyes
de Obediencia Debida y Punto Final. 524
A pesar de este reconocimiento, la CIDH exhortaba "a los gobiernos y a los pueblos de la
región a redoblar los esfuerzos para asistirlas [a las Abuelas de Plaza de Mayo] en la consecución de
sus nobles fines". En el aspecto más relevante en términos de política internacional, el informe
requería “a todos los gobiernos de la OEA que ofrezcan al Gobierno argentino y a todas las entidades
privadas interesadas en el tema, toda forma de colaboración científica, judicial e investigativa que
esté a su disposición”. Esta última recomendación apuntaba claramente al gobierno de Paraguay,
reticente de colaborar para la extradición de los/as niños/as ubicados/as en ese país.525
En paralelo a estas acciones en la OEA, Abuelas de Plaza de Mayo buscó también la
intervención de la ONU. El 3 de septiembre de 1987, la Subcomisión de Prevención de
Discriminaciones y Protección a las Minorías del CDH de la ONU resolvió, por consenso de sus
miembros, solicitar el envío a la Argentina y a Paraguay de una misión “para establecer urgentemente
y mantener contacto con las autoridades e instituciones competentes, en particular las organizaciones
humanitarias, que les presentaran informes sobre la situación y velaran porque no hubiera más
peligro de desapariciones”. 526 La Comisión de Derechos Humanos aprobó esta petición el 10 de
marzo de 1988 y el 7 de abril se designó como enviado oficial al abogado holandés Theo Van Boven.
Como ya hemos indicado, Van Boven era un viejo conocido de los organismos de derechos humanos

523
CIDH (1988), “Estudio sobre la situación…”, op. cit., p. 10
524
Ibid., p. 8
525
CIDH (1988), op. cit., p. 10.
526
Van Boven, Th. (1988). “Prevention of the disappearance of children: report prepared by Theo van Boven pursuant
to Sub-Commission decision 1987/107 and transmitted by the Chairman of its 39th session”, Ginebra, Organización de
las Naciones Unidas, 10 de agosto de 1988. Una versión traducida de este informe se encuentra en Van Boven, T. (1997).
“Prevención de la apropiación de niños”. En Abuelas de Plaza de Mayo (orgs.), Restitución de niños. Buenos Aires:
Eudeba. Todas las citas en español provienen de allí. Véase también: Presentación de María Isabel Chorobik de Mariani
en la Subcomisión de Prevención de Discriminación y Protección a las Minorías de la ONU, Ginebra, Suiza, 19 de
Agosto de 1988. Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22.
287
argentinos: como director de la CDH entre 1976 y 1982 había canalizado sus denuncias y
posteriormente había testificado en el Juicio a las Juntas. 527
La misión finalmente se concretó en julio de 1988. Entre el 12 y el 15 de ese mes, Van
Boven estuvo en Argentina, donde fue recibido por el presidente Alfonsín, que manifestó su apoyo
a las gestiones del enviado holandés. Durante los dos días que estuvo en Buenos Aires, también
mantuvo encuentros con Leandro Despouy (director general de Derechos Humanos de la
Cancillería), con otros funcionarios nacionales y con los jueces federales Piotti y Pons. Asimismo,
se reunió con Abuelas de Plaza de Mayo y con profesionales del BNDG. 528 Sin embargo, no pudo
cumplir con el objetivo principal de su misión ya que las autoridades paraguayas señalaron que “no
era oportuna su visita” y que no aceptarían “presiones que provengan del exterior” y, por ende, le
impidieron el ingreso al país. 529
La actitud del gobierno paraguayo fue duramente criticada no sólo por Abuelas y los otros
organismos de derechos humanos sino también por el gobierno argentino, dando paso a una nueva
escalada en la tensión diplomática entre ambos países. Van Boven, por su parte, declaró que
prácticamente no existían antecedentes en el mundo de que un país prohibiese el ingreso de un
enviado especial de la ONU, que dicha actitud podía ser considerada una “afrenta inaceptable” y
afirmó que pediría al organismo “severas y enérgicas medidas de condena”.530
En efecto, en el informe que presentó en agosto de ese año ante la subcomisión de derechos
humanos de la ONU criticó duramente la actitud del gobierno paraguayo. 531 Pero a diferencia de
aquél otro informe, realizado casi al mismo tiempo por la OEA, el escrito de Van Boven apuntaba
también contra el gobierno argentino. El diplomático señalaba que, más allá de la buena
predisposición para acompañar su misión, el gobierno argentino no había tomado las medidas
necesarias para evitar la fuga de los represores con los/as niños/as, a pesar de las fundadas
advertencias de Abuelas y otros organismos. La situación de los/as niños/as que continuaban

527
“Hijos de desaparecidos, otro tema”, Página 12, 11 de marzo de 1988. Sobre el vínculo de Van Boven con Abuelas
y otros organismos de derechos humanos y su participación en el Juicio a las Juntas, véase: “La dictadura quería
deshacerse de mí”, Página 12, 1 de diciembre de 2009, disponible online: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-
136231-2009-12-01.html última consulta: 18 de noviembre de 2018. Asimismo, Galante (2014) y Lloret (2016). El Caso
de Theo Van Boven muestra claramente las múltiples formas de continuidad de la colaboración de los integrantes de las
redes internacionales de derechos humanos con los organismos argentinos en la posdictadura.
528
“Interviene la ONU”, Clarín, 12 de julio de 1988; “Llegó un experto de la ONU en derechos humanos”, Páginas 12,
13 de julio de 1988; “Visita”, La Nación, 13 de julio de 1988
529
“Stroessner no quiere visitas”, Página 12, 14 de julio de 1988; “Paraguay rechaza presiones”, Clarín, 16 de julio de
1988.
530
“Paraguay no quiere la visita”, Clarín, 14 de julio de 1988;
531
“Intenta evitar una extradición”, Clarín, 17 de agosto de 1988; Van Boven (1997), op. cit., pp. 74 y 82.
288
“desaparecidos” era juzgada como inadmisible y se instaba al gobierno a realizar las acciones que
permitieran subsanarla en el menor plazo posible. 532 Las críticas tuvieron sus repercusiones. El ex
fiscal Julio Strassera, que se encontraba en ese entonces como embajador argentino para Derechos
Humanos en la ONU, objetó que el informe no se había concentrado en la cuestión puntual que se le
había encomendado (la situación de losas/ niños/as en Paraguay) y que había faltado a la verdad al
minimizar la voluntad política de las autoridades argentinas para recuperarlos/as. Por su parte, su par
paraguayo, Luis González Arias, rechazó las críticas insistiendo en que el gobierno de Stroessner
había considerado a la visita como una “injerencia externa” y “una presión innecesaria e inoportuna
sobre el Poder Judicial”. 533
Las extradiciones de los/as niños/as cautivos/as en Paraguay y sus apropiadores pudieron
comenzar a concretarse (lentamente y aun con la interposición de numerosas trabas) sólo después
del derrocamiento de Stroessner, el 3 de febrero de 1989. Al día siguiente de tomar el poder, el
gobierno provisional del general Andrés Rodríguez dejó trascender a la prensa que tenía la voluntad
de concretar las extradiciones.534 Dos semanas después, durante la 45ª Asamblea de Derechos
Humanos de la ONU, dos dirigentes de Abuelas y el embajador argentino frente a este organismo,
Leandro Despouy, reclamaron al nuevo delegado paraguayo ante ese foro el compromiso del
gobierno de transición para acelerar estas gestiones. 535 Finalmente, el 4 de abril de 1989 se produjo
la extradición del matrimonio Miara junto con los dos mellizos en su poder.536 La resolución de los
otros casos en disputa debió esperar bastante tiempo más: Furci y su mujer fueron extraditados en
1992; Bianco y su esposa, recién en 1996. 537
Aun después de su retorno a la Argentina, el caso de los mellizos en poder del matrimonio
Miara-Castillo siguió recibiendo la atención de los organismos internacionales, en particular de la
CIDH y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Tras la extradición se pudieron concretar
los análisis genéticos requeridos desde 1985. Sorpresivamente, los estudios establecieron que los
niños, como se presumía, no eran hijos de Miara y Castillo pero tampoco de la pareja Rossetti y Ross

532
Van Boven (1997), op. cit., pp. 69, 73 y 80-83.
533
“Respuesta al informe Van Boven”, Página 12, 24 de agosto de 1988.
534
“Posibles extradiciones”, La Nación, 5 de febrero de 1989.
535
“Insisten las Abuelas en Ginebra contra los apropiadores de niños”, Página 12, 21 de febrero de 1987.
536
“Fue extraditado el matrimonio Miara” Clarín. 5 de abril de 1989. “El largo camino a casa”, Página 12.5 de abril de
1989.
537
“Extraditan a dos apropiadores”, Página 12, 11 de octubre de 1996. Calvo, Javier, “Paraguay acepta una extradición”,
Clarín, 11 de octubre de 1996.
289
sino de otra pareja desaparecida: María Rosa Ana Tolosa y Juan Enrique Reggiardo.538 A partir de
ese momento, comenzó una larga disputa judicial por su tenencia: mientras que a Miara se le dictó
la prisión preventiva por los delitos de retención y ocultamiento de menores, falsedad ideológica de
documento público y uso de documentos falsos, Castillo, su esposa, también procesada, continuó en
libertad y con la guarda de los mellizos. Abuelas inició entonces una fuerte campaña por la restitución
a su familia biológica, sobre la que volveremos más adelante, ya que tuvo una enorme repercusión
pública y fue sintomática de las mutaciones que estaban comenzando a darse en los procesos de
búsqueda y restitución de los “niños desaparecidos”. Ahora nos interesa concentrarnos en las
acciones de Abuelas ante la OEA y la intervención de sus organismos competentes en el curso de
esta causa.
En junio de 1991, Abuelas solicitó a la CIDH que intercediera para conseguir la entrega de
los/as niños/as “a sus familias legítimas”. La organización le pedía a la CIDH que a su vez solicitara
a la Corte Interamericana que “disponga medidas cautelares dirigiéndose al Estado Argentino que
arbitre los medios para que los menores hijos del matrimonio Reggiardo Tolosa sean puestos en
guarda provisoria en un hogar sustituto y sean sometidos a un adecuado tratamiento psicológico (...)
hasta tanto la justicia argentina no disponga la restitución de los menores a su familia”. Los
principales argumentos de la solicitud eran la “situación de grave riesgo psicológico” ante la que
estaban expuestos los mellizos bajo la guarda de Alicia Castillo y la posibilidad de que ella pudiera
“sustraerse nuevamente a la acción de la justicia y privar así, una vez más, a los menores de la debida
tutela judicial y a su familia de la necesaria restitución”. 539
La CIDH, que venía siguiendo el caso, requirió en primera instancia al gobierno argentino
informes sobre la situación de los mellizos. 540 Sin embargo, Abuelas siguió insistiendo para que se
tomara una resolución más determinante, que supusiera alguna decisión vinculante de la Corte
Interamericana sobre el gobierno argentino. En una nueva presentación de agosto de 1992, se volvió
a solicitar a la CIDH “medidas cautelares (...) argumentando que los menores se encontraban en una
situación de grave riesgo psicológico que se prolonga indefinidamente, como consecuencia de la

538
María Rosa Ana Tolosa y Juan Enrique Reggiardo habían sido secuestrados el 8 y 9 de febrero de 1977,
respectivamente. Estuvieron detenidos en los CCD “La Cacha” y “Arana”. María Rosa estaba embarazada de seis meses
y fue llevada para el trabajo de parto a la cárcel de Olmos, donde tuvo mellizos, que fueron entregados a su apropiador,
el comisario Samuel Miara. Véase: https://www.abuelas.org.ar/caso/reggiardo-tolosa-gonzalo-javier-264
539
Solicitud a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 27 de diciembre de 1991, reproducida en
Informaciones, diciembre 1991-febrero 1992, p. 5. AAPM-AH-CP.
540
“Mellizos: OEA quiere saber sobre desaparecidos”, Crónica, 30 de octubre de 1991. El caso correspondía al el
expediente 10.959 de la CIDH.
290
supresión de su identidad, su no restitución a su familia, y su permanencia en poder de las personas
procesadas como autores de delitos en su contra”.541 La CIDH transmitió esta petición al gobierno
argentino, que declaró “inadmisible” la petición por encontrarse la causa en curso procesal. Ante esta
respuesta, la CIDH admitió el caso presentado por Abuelas y solicitó, el 11 de marzo de 1993,

De acuerdo con el artículo 29 de su Reglamento, que el Gobierno de Argentina tomara medidas


cautelares que consistieran en adoptar sin dilación las disposiciones para que los menores fueran
puestos en guardia provisoria en un hogar sustituto y sometidos a un adecuado tratamiento
psicológico, con el control de un profesional designado por su familia, hasta tanto se resuelva su
entrega a su familia legítima.542

Pese a los requerimientos, Abuelas denunció el 19 de agosto de ese mismo año que no se
había tomado ninguna medida para transferir a los mellizos, por lo que pidieron que la Comisión
solicitara, de acuerdo con el artículo 63 de la Convención, que la Corte Interamericana ordenase
medidas provisionales para que el Gobierno argentino pusiera a los menores en un hogar sustituto.
La CIDH hizo lugar a esta solicitud y en su resolución del 20 de octubre de 1993 elevó a la Corte
Interamericana la petición, recuperando el argumento de Abuelas de que la prolongación
injustificada de la restitución de los mellizos “agrava la situación psíquica de los menores”.
En virtud de estas consideraciones, y dado que la argentina había ratificado la competencia
obligatoria de la Corte Interamericana en 1984, el tribunal de la OEA resolvió el 19 de noviembre
de 1993

Requerir al Gobierno de la República Argentina a que adopte sin dilación cuantas medidas sean
necesarias para proteger la integridad psíquica de los menores Gonzalo Xavier y Matías Ángel
Reggiardo Tolosa y evitarles daños irreparables, en estricto cumplimiento de la obligación de
respeto y garantía de los derechos humanos que tiene contraída en virtud del artículo 1.1 de la
Convención. 543

La Corte Interamericana le dio plazo al gobierno argentino hasta el 20 de diciembre del mismo
año para informar las medidas tomadas para satisfacer este requerimiento, so pena de tomar otras
medidas. El efecto de estas últimas acciones fue inmediato. Incluso antes de la resolución de la Corte
Interamericana, el juez federal a cargo de la causa, Jorge Ballestero, retiró la tutela de los adolescentes

541
Corte Interamericana de Derechos Humanos (1993). “Resolución de la presidente de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos del 19 de noviembre de 1993. Medidas provisionales solicitadas por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos respecto de la republica argentina. Caso Reggiardo Tolosa.” Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/medidas/tolosa_se_01.pdf. Última consulta: 14 de agosto de 2019.
542
Ibíd.
543
Ibíd.
291
a Alicia Castillo, los puso provisoriamente a cargo de una familia sustituta. 544 Pocas semanas, en
diciembre de 1993, otorgó la guarda a los tíos biológicos Tolosa. Según reseñaba Página 12, la medida
se fundamentaba en lo establecido por la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el
artículo 8 de la Convención de los Derechos del niño, “que reconoce como prioritario el derecho a la
identidad”. 545 De esta forma, el 19 de enero de 1994 la Corte Interamericana emitía una nueva
resolución en la que daba por cumplidas las medidas solicitadas al Estado argentino. 546
Como veremos más adelante en este capítulo, la conflictividad en el caso de los Reggiardo
Tolosa continuó en los meses y años siguientes. En medio del recrudecimiento de la disputa por la
tenencia de los jóvenes, Abuelas volvió a acudir a la OEA a fines de 1994. Sin embargo, la
organización interamericana parece no haber tomado nuevas medidas sobre el caso, que finalmente
fue cerrado en 1999.547
El análisis de esta compleja trama de interacciones entre Abuelas, las redes de activismo
humanitario, los organismos internacionales y los poderes estatales (no sólo argentino, sino también
paraguayo) nos permite realizar algunas observaciones. En primer lugar, es significativo notar cómo
la presión ejercida desde el extranjero logró generar un impacto concreto en el accionar del gobierno
y de la justicia argentina. Aun cuando resultaran poco satisfactorias o no cumplieran acabadamente
con las demandas de Abuelas, los gobiernos de Alfonsín y Menem tomaron medidas en respuesta a
los requerimientos de los organismos gubernamentales internacionales. A pesar de las tensiones
crecientes y de las críticas cruzadas (con Abuelas pero también con estos organismos), el gobierno
de Alfonsín apoyó las presentaciones de Abuelas en la OEA y en la ONU, especialmente a través del
Director General de Derechos Humanos de la Cancillería, Leandro Despouy. Incluso las acciones de
organismos no gubernamentales recibieron algún tipo de respuesta de parte del gobierno argentino.
Numerosas dependencias oficiales y juzgados se tomaron el trabajo de contestar las cartas de los
activistas extranjeros que apoyaban su causa. Como vimos, Alfonsín llegó a recibir a Defence for
Children, organismo fuertemente ligado con Abuelas. Durante el gobierno de Menem, aun a pesar
del mayor distanciamiento y de la hostilidad general del presidente hacia el movimiento de Derechos

544
“En familia, los mellizos Reggiardo-Tolosa”, Páginas 12, 9 de noviembre de 1993
545
“Viven con su familia los mellizos Reggiardo-Tolosa”, Página 12, 11 de diciembre de 1993
546
Corte Interamericana de Derechos Humanos (1993). “Resolución de la presidente…”, op. cit.
547
“Abuelas llevan caso Miara a la OEA”, Crónica, 26 de diciembre de 1994; CIDH, “Comunicado de prensa 26/99”, 8
de octubre de 1999. Disponible en: http://www.cidh.org/Comunicados/Spanish/1999/Comunicado%2026-99.htm.
Última consulta: 15 de agosto de 1999.
292
Humanos, también tuvo que hacerse lugar a los requerimientos que provenían del sistema
interamericano de justicia.
La actitud de los poderes del Estado argentino contrastaba notablemente con la del régimen
militar paraguayo. Aun después de la intervención de la ONU y de la OEA, sus funcionarios
siguieron entorpeciendo (o lisa y llanamente, impidiendo) las acciones encaminadas a concretar la
extradición de los niños y de sus apropiadores. Sus diplomáticos, en tanto, se encargaron de justificar
esta postura alegando “motivaciones políticas” detrás de los requerimientos, incluso de cara a los
mismos organismos que los solicitaban. Este contraste nos permite reflexionar sobre la capacidad
operativa del activismo trasnacional humanitario frente a diferentes contextos políticos nacionales.
Como han señalado Koopmans y Kriesi (1995), uno de los factores que condicionan la
capacidad y los modos de acción de las organizaciones de la sociedad civil son las “estrategias
prevalecientes” que los grupos gobernantes emplean para tratar con sus demandas. En los sistemas
políticos democráticos, en los que el poder se cimenta mayormente en formas consensuales de
legitimidad, las autoridades políticas tienden a optar por estrategias integradoras (que apuntan a la
negociación, la cooperación o incluso la asimilación de las demandas sociales). Esto ofrece a las
organizaciones un marco de mayores posibilidades para incidir en la toma de decisiones y en la
elaboración de políticas públicas. Por el contrario, los regímenes autoritarios generalmente adoptan
estrategias excluyentes, que tienden a reprimir, confrontar y polarizar con las organizaciones y su
agenda.
Podemos pensar que esto mismo aplica para la acción de las organizaciones internacionales
sobre un Estado en particular. Los gobiernos democráticos, por los acuerdos asumidos con diferentes
sectores sociales y políticos que sustentan su base de legitimidad y por sus aspiraciones electorales,
tendrán más incentivos para responder de alguna forma a estas demandas (en especial cuando
provengan de organismos gubernamentales, pero también de organizaciones y activistas con
reconocimiento público). De esta forma, aunque el activismo humanitario regional y trasnacional (al
menos en América Latina) se haya originado como una necesidad en el contexto de cierre político y
represión interna de los regímenes dictatoriales, fue recién con la recuperación de la democracia que
logró empezar a producir el “efecto boomerang” que describen Keck y Sikkink (2000). Como señalan
las autoras, la propia consolidación de las redes también contribuye a explicar su mayor capacidad
de incidencia durante los años ’80. Pero aun en 1989, con unas redes ya fuertemente desarrolladas y
articuladas, y con numerosos instrumentos de acción, el régimen dictatorial paraguayo parecía

293
inconmovible a las denuncias, advertencias y sanciones externas. Evidentemente, la estructura
interna de oportunidades políticas jugaba un papel determinante en el impacto que el activismo
trasnacional podía jugar sobre una determinada realidad nacional.

3. La construcción discursiva y política del “derecho a la identidad”

Otro aspecto que destaca de la articulación con los actores e instituciones de la escena
internacional es el peso de la jurisdicción internacional en el impulso de los procesos judiciales de
restitución. Esto refiere, desde ya, a la intervención de los organismos gubernamentales requiriendo
o demandando determinados tipos de acciones al gobierno argentino, pero también al rol de la
legislación internacional como marco de referencia para la acción judicial y política nacional. Al
analizar a nivel global lo que denomina como “segunda fase de procesos de justicia transicional”
(coincidente con la “tercera ola de democratización”, en los años 1980 y 1990), Ruti Teitel señala
que, si bien casi no se dieron en este periodo procesos judiciales con tribunales internacionales como
los de Núremberg, sí se puede notar al revisar la jurisprudencia que

La ley internacional puede jugar un rol constructivo, proveyendo una fuente alternativa de
legalidad para guiar los procesos judiciales nacionales en una sociedad transicional. En este
sentido, las normas legales internacionales sirven para construir una percepción de continuidad
y consistencia del principio de legalidad (así pues, en numerosas instancias las instituciones
nacionales extraen principios de legalidad de las leyes internacionales para incorporarlos en las
leyes locales de las sociedades transicionales) (Teitel, 2003, p. 76).

Esta interpelación a la legislación internacional en derecho público y derechos humanos y a


sus organismos con competencia de aplicación, como ya mencionamos, no fue exclusiva de Abuelas
ni de la causa de los “niños desaparecidos”. Por el contrario, fue una modalidad adoptada por
diferentes actores (sobrevivientes, familiares y también otros organismos, muy notablemente el
CELS) que influyó en la obtención de diferentes medidas reparatorias durante estos años. Con todo,
en el caso de las luchas por las restituciones de los “niños desaparecidos” cobró una dimensión
particular. El marco jurídico al que Abuelas y otros familiares apelaron en la prosecución de sus
objetivos se conformó en gran medida gracias a su propia acción política, a su inserción en las redes
trasnacionales de activismo humanitario y a su capacidad de incidir, a través de ellas, en diferentes
organismos gubernamentales. La acción de Abuelas fue central para instalar la categoría de “derecho
a la identidad” en el lenguaje jurídico humanitario y en ligarla indisociablemente al problema de los

294
“niños desaparecidos”. Podemos ver las marcas de esta acción, por ejemplo, en el informe de la
CIDH de 1988. En el escrito, el organismo agradecía "expresamente a esa entidad el envío de valiosa
documentación para la preparación de este estudio". 548 Al analizar el problema en cuestión, señala
que entre los derechos humanos violados por el delito de la "sustracción de niños hijos de
desaparecidos" se encontraba ante todo el derecho "a su identidad y a su nombre", citando al Art. 18
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. 549 Significativamente, empero, dicho
artículo no menciona la palabra “identidad”, sino que refería únicamente al derecho de toda persona
a tener “un nombre propio y a los apellidos de sus padres o al de uno de ellos”. Está claro que la
introducción de la noción de "identidad" como derecho lesionado por la apropiación es indicio de la
presencia de la argumentación de los equipos profesionales Abuelas en el informe.
De hecho, el “derecho a la identidad”, como categoría jurídica, quedó plasmado legalmente
recién en 1989, con la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU. Con
anterioridad, solo algunas legislaciones nacionales, como la de Portugal, registraban este término
(Varsi Rospigliosi, 1999). En cambio, ninguna norma internacional de derechos humanos recogía
esta noción explícitamente como un derecho a ser resguardado y, de hecho, para muchos juristas y
académicos fue una de las innovaciones más importantes y hasta “inusuales” de la Convención
(Stewart, 1992; Doek, 2006). Posteriormente, la existencia de este instrumento jurídico y su
ratificación por parte del Estado argentino en octubre de 1990, ofreció a Abuelas una plataforma para
seguir reclamando al Estado la implementación de diversas políticas públicas. La creación en 1992
de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) fue el resultado final de este
proceso. Cabe preguntarse, entonces, cómo se construyó, política y jurídicamente, este nuevo
derecho ¿En qué saberes y discursos disciplinares se asentó? ¿Qué estrategias articularon Abuelas y
sus equipos de profesionales y colaboradores para lograr incidir en su configuración y ratificación, a
nivel internacional y local?
Recordemos que, como hemos señalado en los capítulos previos, el discurso de Abuelas en sus
comienzos no incluía el significante “identidad”. En un primer momento, el término “restitución”
era utilizado simplemente como devolución de los/as niños/as a las familias, sin ninguna connotación
que implicara una reparación hacia los/as propios/as niños/as. La noción de “identidad” como el
principal derecho lesionado por la apropiación comenzó a aparecer más adelante, en los años ’80,

548
CIDH (1988), op. cit., p. 7.
549
Ibíd.
295
hacia el final de la dictadura. Como han analizado diferentes autoras la irrupción progresiva de la
noción de “identidad” dentro del discurso de la organización fue de la mano con el encuentro y la
resignificación de saberes disciplinares provenientes del derecho, el psicoanálisis, la medicina y la
genética (Arditti, 2000; Villalta, 2012; Regueiro, 2013; Quintana, 2016).
En este proceso de elaboración y de mutación conceptual del discurso y la praxis de Abuelas
se ha destacado habitualmente el papel de profesionales provenientes de diferentes disciplinas que
se incorporaron desde principios de los años ’80 en la organización, o colaboraron con ella de manera
más satelital. Como hemos visto en los capítulos previos, estos profesionales (muchos de los cuales
venían de militancias previas en los años ’70 o participaban también de otros organismos como el
CELS) conformaron diferentes equipos que asesoraron a la organización y la dotaron de recursos
técnicos, teóricos y prácticos para identificar a los “niños desaparecidos” y obtener su restitución a
sus familias biológicas. Al parecer, este fue un objetivo buscado de manera consciente por la
organización, desde el momento que empezó a convocar e integrar profesionales de diferentes
disciplinas. Como señala Norberto Liwski, la categoría de “identidad” tenía un lugar central en estas
preocupaciones:

Había una primera preocupación de la señora de Mariani que era darle mayor contenido al
sentido de la identidad. Tanto fue así que, una vez que ella me invitó, no dudé en aceptar la
invitación a colaborar con la Asociación de Abuelas, el primer pedido explicito fue: investigar
más de lo que hasta entonces se tenía como conceptualización respecto del valor de la
identidad. Yo entendí que era un arduo trabajo, lo específico de desarrollar mayor grado de
profundidad en la conceptualización de la identidad.550

El trabajo intelectual de los profesionales que colaboraron más o menos activamente con
Abuelas quedó plasmado en congresos, seminarios, publicaciones e intervenciones en la prensa y en
revistas especializadas.551 Una parte sustancial de los textos producidos durante estos años fueron

550
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
551
El 14 de abril de 1984 se realizó en la sede de la Confederación Médica de la República Argentina, en la Capital
Federal, el Seminario “Los niños desaparecidos: su restitución”. El panel central estuvo coordinado por Chicha Mariani
y por tres profesionales de los equipos técnicos: el médico Norberto Liwski, la abogada Mirta Guarino y el genetista
Jorge Berra. Cfr. Abuelas de Plaza de Mayo, “Conclusiones del Seminario ‘Los niños desaparecidos: su restitución’”, 8
de mayo de 1984. AAPM-AH-CCP.
Una segunda edición de este seminario tuvo lugar el 23 y 24 de abril de 1988, también en la Capital Federal. En esta
ocasión además de los profesionales de Abuelas expusieron el juez Raúl Zaffaroni, el epistemólogo León Klimovsky, el
Pastor Luis Parrilla y los psicólogos Fernando Ulloa y Gladys Adamson. Cfr. “Segundo seminario nacional sobre ‘niños
desaparecidos, su restitución’”, Informaciones, marzo-mayo 1988, pp. 3-8.
Además, los profesionales de los equipos de Abuelas participaron de diferentes eventos académicos, como en dos
ediciones del Congreso Internacional de Hemogenética Forense: en 1985 en Copenhague y en 1987 en Viena. Entre las
publicaciones especializadas o de divulgación que ellos realizaron en estos años, podemos mencionar Berra, J., Grinspon,
D., Liwski, N., & Binz, M. T. (1986). “Genetical identification of ‘missing’ children in Argentina”. En Brinkmann, B. y
296
condensados en varias compilaciones durante la década del ’90. El primero de estos libros, Identidad,
despojo y restitución, compilado por Matilde Herrera y Ernesto Tenembaum, fue recientemente
objeto de un minucioso análisis por la investigadora María Marta Quintana (2018). La autora muestra
que el libro se apoyaba en diferentes saberes disciplinares, puestos de forma directa en boca de
especialistas que trabajan con Abuelas, para sostener argumentalmente la demanda de la
organización de restitución de los “niños desaparecidos” a sus familias biológicas. El nodo
argumentativo giraba en torno a demostrar que la restitución no suponía una revictimización de los
niños, un "segundo trauma". Este era un argumento muy usual de quienes se oponían a la separación
de los niños de las familias que los habían criado, entre quienes se encontraban no sólo los/as propios
apropiadores, sus abogados y sectores allegados, sino también profesionales de diversas disciplinas.
El caso más resonante fue el de la famosa psicóloga infantil francesa Françoise Dolto, que en una
entrevista de 1986 para la revista Psyché había afirmado que si se “arrancaba” a los niños de sus
“familias adoptivas” se les podía estar repitiendo “la experiencia vivida con los padres naturales”.552
Estos comentarios generaron una dura respuesta de Abuelas de Plaza de Mayo, quienes insistieron
una vez más en la diferencia entre “adopción” y “apropiación”. 553 Finalmente, Dolto reconoció que
había opinado sin conocer las particularidades del caso Argentino y, según diferentes fuentes, le
habría pedido disculpas personalmente a Chicha Mariani. 554
Por ende, los profesionales que trabajaban con Abuelas debían demostrar que, lejos de
provocar un “segundo trauma”, la restitución era un proceso reparatorio que conducía a su liberación
y a su pleno desarrollo físico, psíquico y social. Desde el punto de vista jurídico, el elemento que
sobresale es la elaboración vehemente de la distinción entre “apropiación” y “adopción”, que permite
denunciar el carácter fraudulento y criminal de la primera y desligarla de los atributos legales de la
segunda, con el fin de neutralizar los argumentos “humanitarios” y “salvacionistas” de los
apropiadores y sus defensas. Las ciencias de la salud, por su parte, vienen a respaldar teórica y

Henningsen, K. (eds.) 11th Congress of the Society for Forensic Haemogenetics (Gesellschaft für forensische
Blutgruppenkunde eV) (pp. 443-448). Berlín, Heidelberg: Springer; Berra (1988), Banco Nacional…op. cit.; Berra et al.
(1988), “A National Bank…” op. cit.; Abuelas de Plaza de Mayo (1988). Los Niños Desaparecidos y la Justicia. Buenos
Aires: Abuelas de Plaza de Mayo; Equipo interdisciplinario de Abuelas de Plaza de Mayo (1988). El secuestro-
apropiación…, op. cit.
552
“Abuelas opinan sobre Doltó”, en Abuelas de Plaza de Mayo (1997). Restitución de niños. Buenos Aires: Eudeba, p.
90.
553
Ibíd.
554
Cfr. Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018 y “La causa de los niños”, La Nación,
19 de mayo de 1999. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/cultura/la-causa-de-los-ninos-nid2147861/2 Última
consulta: 15 de agosto de 2019.
297
empíricamente la "verdad" que como efecto performativo parecía surgir del debate jurídico: la
restitución no era “traumática” ni “revictimizadora”; por el contrario, el hecho traumático era la
apropiación precedente y la única acción reparadora para los/as niños/as era el conocimiento de su
“verdadera identidad” y su restitución a su familia “legítima” (Quintana, 2018).
Ahora bien, estas intervenciones elaboradas por los equipos profesionales de Abuelas y por
los especialistas e intelectuales allegados a su causa se produjeron en el marco de una serie de
transformaciones en el discurso sobre la infancia a nivel local y global. De hecho, estos saberes se
produjeron en una estrecha relación dialógica entre los profesionales locales y las redes
trasnacionales de activismo en derechos humanos, entre las que debemos incluir, especialmente,
aquéllas dedicadas a la defensa de los derechos del niño. De hecho, si las denuncias de Abuelas
tuvieron una recepción tan amplia y contundente en el exterior fue en gran medida porque estas
organizaciones podían decodificar su reclamo a partir de categorías del nuevo paradigma sobre la
protección de la niñez que se habían consolidado en el mundo occidental después de la Segunda
Guerra Mundial. Resulta importante entonces reconstruir someramente la genealogía y los
fundamentos de este nuevo paradigma, sobre el cual se edificó la categoría del “derecho a la
identidad”.
El elemento fundamental del paradigma surgido en la segunda posguerra era la concepción
de la niñez ya no como objeto de tutela sino como sujeto de derechos que debían ser resguardados
especialmente. Esta nueva concepción de la niñez fue promovida en Europa por organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales cuyos integrantes eran principalmente trabajadores/as
sociales, educadores/as y activistas comprometidos/as con la defensa de los derechos humanos.
Algunas de ellas, como Save the Children, habían nacido después de la Primera Guerra Mundial, que
dejó un saldo de gravísimos problemas para la infancia, entre ellos, miles de niños/as huérfanos/as,
desplazados/as y separados/as de sus familias biológicas (Zahra, 2011). Pero la gran expansión de
estas organizaciones se dio en la segunda posguerra, al calor de nuevas teorías psicoanalíticas,
pedagógicas y jurídicas que cuestionaban los saberes heredados sobre los que se habían edificado los
sistemas tutelares de la niñez entre fines del siglo XIX y la primera mitad del Siglo XX (Zahra, 2011)
El primer paso en el reconocimiento y la protección internacional de la niñez fue la Declaración
de Ginebra, redactada por Eglantyne Jebb, quien era precisamente la fundadora de Save the Children.
La declaración fue adoptada por la Liga de Naciones, predecesora de la ONU, en 1924. El segundo
hito, ya en 1959, fue la Declaración de Derechos del Niño aprobada por la ONU con el voto unánime

298
de sus miembros. Este nuevo documento constaba de diez principios que, aunque se inspiraban la
Declaración de Ginebra, la modificaban en varios aspectos substanciales. La Declaración de 1924 se
había centrado casi exclusivamente en las obligaciones de los adultos para con los niños, referidas a
sus necesidades más elementales y tangibles. En cambio, la Declaración de 1959 produjo un
desplazamiento desde la protección del niño hacia la protección de sus derechos, concepción
asociada a una imagen del niño muy distinta, en la que éste dejaba de ser un objeto de la ley para
transformarse en un sujeto de derechos. Con todo, si bien la Declaración de 1959 reconoció a los
niños y las niñas como sujetos legales con una serie de derechos, no les otorgó ninguna competencia
para que pudieran ejercerlos de forma autónoma o independiente. El estándar que debía regir esta
protección, el “principio rector” que debía guiar todas las medidas tomadas por los adultos sobre los
niños, era el llamado “interés superior del niño”, que quedaba establecido en los principios segundo
y octavo de la Declaración (Verhellen, 2002, pp. 82-84).
Por otra parte, el espectro de derechos inherentes al niño/a que debían ser protegidos se
ampliaba considerablemente en la Declaración de 1959. Lo que más interesa destacar aquí es la
incorporación del derecho de los/as niños/as a un nombre y a una nacionalidad (principio tercero) y
a vivir y ser criados, “siempre que sea posible”, bajo el amparo de sus padres, sin ser separado de su
madre “salvo en circunstancias excepcionales” (principio sexto).555 Estos derechos son significativos
porque recogen algunas de las ideas sobre la crianza de los/as niños/as que circulaban en el campo
de la psicología infantil desde fines de la Segunda Guerra Mundial.
La idea de que la separación de los/as niños/as de sus padres generaba en ellos/as un shock
traumático fue desarrollada por primera vez por los especialistas que trabajaron en los campos de
refugiados y los orfanatos de Europa en la segunda posguerra. Previamente, agencias humanitarias
internacionales habían separado niños/as de sus padres con el objetivo manifiesto de evitar o
solucionar una crisis humanitaria definida primordialmente en término materiales (hambre,
violencia) o morales (educación en una religión o cultura política ajena). Sin embargo, psicólogos y
psicólogas del Reino Unido y los Estados Unidos argumentaron desde finales de la Segunda Guerra
que la verdadera crisis humanitaria estaba condensada en aquellas separaciones de los/as niños/as de
sus madres y padres (Zahra, 2011). Los trabajos de psicoanalistas como Anna Freud, Dorothy
Burlingham, Donald Winnicott y John Bowlby sobre el desarrollo psicológico durante la infancia,

555
Declaración de los Derechos del Niño, Organización de las Naciones Unidas, 1959. Disponible en:
https://www.oas.org/dil/esp/Declaraci%C3%B3n%20de%20los%20Derechos%20del%20Ni%C3%B1o%20Republica
%20Dominicana.pdf
299
señalaban a la separación violenta de sus padres y madres como un elemento fuertemente traumático
para los/as niños/as. En su opinión, la única manera de resguardar su bienestar psicológico y evitar
trastornos irreparables en la adultez era reintegrar a esos niños con sus familias biológicas, no solo
en los casos de niños institucionalizados, sino aun en aquellos en los que ya hubieran pasado largo
tiempo con otras familias de crianza (Rose, 1999; Zahra, 2011). Tras la guerra diferentes agencias
internacionales y activistas humanitarios/as se hicieron eco de estas teorías psicológicas.
Organizaciones humanitarias como Save the Children militaron activamente por este reencuentro de
los/as niños/as con sus familias en sus naciones de origen, entendiendo que se trataba de un derecho
humano básico.
A la par de estos desarrollos psicológicos apareció también la categoría de identidad, primero
en el discurso de la psicología y luego en las ciencias sociales en general (Gleason, 1983). El
concepto en su sentido actual fue acuñado en 1950 por Erik Erikson en su obra Childhood and Society
donde la definió por primera vez como el “desarrollo psíquico normativo de la individualidad”,
producto de la capacidad cognitiva y psicopolítica de distinguirse de los otros, a partir de la
construcción de una imagen satisfactoria de sí mismo que no sea determinada ni por una aceptación
ciega ni por un rechazo irrazonado de la imagen ofrecida por los otros. Para Erikson, la construcción
de este “auto-reconocimeinto” no coaccionado es el preludio y la precondición para conseguir el
reconocimiento de los otros Como señala Leerom Medovoi (2005), Erikson fue también uno de los
primeros en ligar la identidad a elementos como la individualidad, la nacionalidad, el grupo racial y
la orientación sexual. Fue incluso más allá al extender la búsqueda de una construcción identitaria
de los individuos hacia los colectivos, en lo que sería uno de los puntos de partida para la progresiva
incorporación del concepto en el lenguaje y la acción política de diferentes movimientos sociales en
los años ’60 y ’70 (Medovoi, 2005, pp. 9-10). No es casual, por lo tanto, que en los alegatos de
aquellos profesionales y activistas que bregaban por la restitución de los niños a sus familias
biológicas apareciera, entre otros elementos, la noción de “identidad”. Estos agentes consideraron
que los/as niños/as tenían un "derecho humano" a conocer sus orígenes, a una nacionalidad y a una
familia como elementos básicos de su identidad y que la “pérdida de identidad” de miles de niños
después de la Segunda Guerra era el “gran problema social del continente europeo” (Zahra, 2009).
A pesar de todo, sería incorrecto afirmar que estos puntos de vista sobre la importancia
psicológica de la crianza de los/as niños/as con sus familias biológicas tuvieran amplio consenso. En
las décadas siguientes hubo posturas diversas entre los organismos trasnacionales de derechos

300
humanos. Algunos, como la organización de origen suizo Terres des Hommes, promovieron la
adopción internacional como una política humanitaria, en especial para los niños y niñas que nacían
y crecían en el contexto de las guerras de independencia Asia y África. Para Terres des Hommes esta
movilización de niños/as era pensada como una solución permanente para “conseguirle a cada
víctima de la guerra y de la miseria una nueva familia en un nuevo país” (Macedo, 2015, p.83).556
Sin embargo, aun las organizaciones que promovían la adopción internacional condenaron
firmemente las formas privadas de adopción que suponían un tráfico lucrativo de niños y niñas. De
hecho, a estas organizaciones les preocupaba la proliferación de agencias privadas dedicadas a estas
adopciones internacionales. La mayor parte de los niños y niñas que eran llevados a Europa y Estados
Unidos a través de estas formas de adopción provenían del Sudeste Asiático y de América Latina,
por lo que las organizaciones internacionales de defensa de los derechos del niño/a seguían con una
atención particular lo que ocurría en estas regiones (Briggs, 2012).
En tanto reconoció legalmente por primera vez al niño/a como sujeto con una serie de derechos,
muchos de ellos nunca antes enunciados, la Declaración de Derechos del Niño de 1959 tuvo una gran
importancia simbólica. Sin embargo, su efecto normativo fue limitado. En el derecho internacional
público de derechos humanos, una declaración es un código moral que debería guiar las acciones
pero que, a diferencia de una convención, no tiene efectos legales vinculantes sobre los estados
firmantes (Verhellen, 2002). Debido a estas limitaciones, algunas delegaciones del comité de
redacción de la declaración, plantearon la necesidad de que en vez de una declaración se firmara una
convención vinculante, pero no hubo quórum.
En los años siguientes, el activismo centrado en este nuevo paradigma del niño como sujeto de
derechos mostró un crecimiento sostenido. La profusión de instrumentos internacionales que incluían
referencias dispersas sobre el estatus del niño con respecto a los derechos humanos, sumada a la
discusión sobre la necesidad de una convención separada y específica de los derechos del niño y a la
limitada capacidad legal de la Declaración de 1959, fueron los factores que impulsaron a comenzar
a trabajar en una Convención sobre los Derechos del Niño. Para conmemorar el vigésimo aniversario
de la declaración, se propuso para 1979 el Año Internacional del Niño. En ese contexto, Polonia
propuso redactar un tratado internacional que pusiera en lenguaje jurídicamente vinculante los
principios enunciados en la Declaración de 1959 y para ello, presentó un borrador tentativo, que en
gran medida replicaba los diez principios de la Declaración del 59 (Price Cohen 1989).

556
Agradezco a Valeria Manzano por la sugerencia de las lecturas de Medovoi, Zahra y Macedo.
301
El proceso de redacción recayó formalmente en la Comisión de Derechos Humanos, que
estableció un Grupo de Trabajo Abierto (GTA) que se basó en un primer momento en el borrador
presentado por la delegación polaca. Sin embargo, en los primeros años la redacción avanzó muy
lentamente, ya que el GTA se reunía una vez por año y existían fuertes discrepancias entre las
delegaciones nacionales participantes. Es que en un comienzo, la iniciativa de la Convención
despertó poco interés en las delegaciones. Según señala Price Cohen, la mayoría de los países
occidentales (especialmente los Estados Unidos) lo veían como un proyecto del bloque soviético
centrado principalmente en los derechos económicos, sociales y culturales, derechos que "para
muchos gobiernos no son derechos sino simplemente 'buena política social'" (1989, p. 1449).
Sin embargo, a partir de 1983 el proyecto cobró un nuevo impulso a partir de la acción de las
organizaciones no gubernamentales de defensa de los derechos del niño/a. Estas organizaciones se
nuclearon en el Grupo Ad Hoc para la redacción de la Convención de los Derechos del Niño, una
asociación informal de aproximadamente treinta organizaciones internacionales no gubernamentales
que gozaban de estatus consultivo en el Consejo Económico y Social de la ONU a las que por primera
vez se les permitió que jugaran un papel en la redacción de un instrumento legal (Price Cohen, 1989,
p. 1449). La conformación de este Grupo Ad Hoc fue promovida por UNICEF y por Defence for
Children International, una organización que se había creado en 1979 con el objetivo de organizar el
Año Internacional del Niño y que desde su constitución abogó por la nueva Convención (Verhellen,
2002).
En opinión de Price Cohen (1989, p. 1449), la cooperación entre este Grupo Ad Hoc y las
delegaciones gubernamentales durante la redacción de la Convención proveen un "modelo único de
elaboración legislativa internacional". Las recomendaciones formuladas por este Grupo Ad Hoc eran
distribuidas a las delegaciones nacionales en las semanas previas a la reunión anual del Grupo de
Trabajo Abierto. La actividad de este grupo Ad Hoc fue determinante para la inclusión de algunos
de los derechos en la Convención, como por ejemplo la protección contra la explotación sexual y la
protección de los derechos de los niños indígenas. El borrador que finalmente se discutió y se aprobó
fue redactado por las ONG participantes de ese grupo y elevado para su discusión en el Grupo de
Trabajo Abierto en 1988 (Verheleen, 2002).
La lucha de Abuelas de Plaza de Mayo en los años ‘80 se encontraba entonces con este universo
de ideas sobre la niñez, desarrolladas e impulsadas durante varias décadas no sólo por profesionales
e intelectuales sino especialmente por las redes de activistas, que hallaban un nuevo impulso en ese

302
momento particular con la promoción de la Convención sobre los Derechos del Niño. Numerosos/as
activistas argentinos/as entraron en contacto y comenzaron a participar de estas redes en los años
’80, fomentando en la Argentina un campo emergente de activismo en defensa del paradigma del
“niño sujeto de derechos”. La militancia de todos estos actores dirigió sus armas contra el entramado
jurídico-burocrático del “campo de la minoridad”, representado especialmente por los jueces de
menores. Contra el “sistema tutelar” de la infancia que este campo promovía, amparado en la Ley de
Patronato que regía desde 1919, los nuevos activistas impulsaron lo que dieron en llamar la “doctrina
de la protección integral” que se inspiraba en las incipientes discusiones en torno a los derechos del
niño/a que luego quedarían condensadas en la Convención Internacional de 1989 (Villalta, 2010;
Grinberg, 2013). Valeria Llobet (2013) sintetiza las ideas de esta corriente de la siguiente forma:

En lo jurídico, se afirmó la necesidad de garantías procesales contra la discrecionalidad del


régimen anterior, de internamiento coercitivo. Se hizo eje en la titularidad de derechos de
ciudadanía para niños, niñas y adolescentes, los que dejaron de ser considerados 'menores' en
el mismo sentido en que esta denominación adoptaba para el sistema tutelar, y se instaló el
'superior interés del niño' como objetivo y límite de toda intervención (p.562).

Como ha mostrado Grinberg (2013), la mayoría de estos/as activistas argentinos por los
derechos del niño/a formaban parte del movimiento de derechos humanos. Con el retorno de la
democracia, y en el proceso de redefinición de la agenda de demandas del movimiento, promovieron
al interior de sus organizaciones diferentes líneas de trabajo vinculadas con estas preocupaciones, en
las que se perciben los vínculos con las redes trasnacionales. Uno de los organismos que más
claramente impulsó acciones en este sentido fue el MEDH a partir del impulso de una de sus
activistas, Alicia Pierini, que en su condición de abogada de presos/as políticos/as había tomado
contacto con la situación de extrema vulnerabilidad de los/as niños/as privados/ de la libertad en el
sistema penitenciario. Propuso entonces crear dentro del MEDH el Servicio Solidario de Defensoría
del Menor para asistir a niños, niñas y adolescentes privados/as de su libertad, que contó con
financiamiento de la sección sueca de Save the Children (Radda Barnen). 557 Save the Children, como
vimos, fue la primera organización en promover la noción de “derechos del niño” y fue una de las
integrantes del Grupo Ad Hoc de ONG que impulsó la redacción y sanción de la Convención de
1989.

557
Entrevista del autor a Alicia Pierini, Buenos Aires, 13 de septiembre de 2019.
303
Lógicamente, Abuelas y sus colaboradores jugaron un rol central en el impulso del paradigma
del “niño sujeto de derechos” en la restaurada democracia. Como hemos visto, Abuelas logró
construir fuertes lazos con muchas de estas organizaciones trasnacionales de defensa de los derechos
del niño/a, como Save the Children, Terres des Hommes y Defence for Children, que mantuvieron
un apoyo activo a su causa tras el retorno de la democracia. El vínculo con Defence for Children fue
particularmente estrecho y muestra la inserción de la organización argentina en las redes
trasnacionales de activismo humanitario. Este organismo había realizado reclamos ante el gobierno
argentino al menos desde 1980 y mantenía vínculos con Abuelas desde 1982.558 En 1984, Chicha
Mariani y Norberto Liwski, director del equipo interdisciplinario de Abuelas, participaron de un
congreso de la organización en Colombia, en la primera reunión que realizaba en América Latina.
En ese congreso se decide crear la sección argentina de Defence for Children y se designó a Liwski
como su responsable local. Posteriormente, hacia fines de los ’80, Liwski pasó a ocupar el cargo de
vicepresidente de la central de esta organización, lo que entre otras cosas le permitirá tener una
participación directa en el proceso final de redacción de la Convención sobre los Derechos del Niño,
que como veremos será especialmente significativo para Abuelas. 559
La presencia de Abuelas en este campo local de activismo en pro del paradigma de la defensa
de los derechos del niño/a y de la “protección integral”, que integraba a su vez un movimiento
trasnacional que impulsaba la sanción de la Convención, permitieron a la organización nutrir y
complejizar su discurso con nuevos marcos teóricos y nuevos conceptos. Estas formas de circulación
de actores y de ideas pueden verse en múltiples direcciones. Por un lado, la organización invitaba a
profesionales, científicos e intelectuales extranjeros a los congresos, seminarios y espacios de
formación, más o menos abiertos, que realizaba. En el sentido inverso, como ya vimos, los/as
colaboradores/as de la organización (así como las propias abuelas y otros familiares) participaban de
congresos en el exterior en los que se cruzaban el activismo humanitario y los saberes académicos. 560
Estos intercambios fomentaron la lectura y discusión de autores/as y de casos extranjeros, en

558
Un cable del 10 de abril de 1980 de la delegación argentina en Ginebra alertaba a la Cancillería que la organización
“Defensa de los Niños” reclamaba por el paradero de dos niños desaparecidos. Véase: Cable Nº 856. “Remite
información referente a una solicitud de información formulada por el movimiento internacional “La defensa de los
niños” sobre el paradero de Ana y Carlos Pellizari”, Archivos Históricos de Cancillería, Agrupamiento Documental
Derechos Humanos en la Argentina en General, Parte II, 80AH/0122. Disponible online:
http://desclasificacion.cancilleria.gov.ar/remite-informaci%C3%B3n-referente-una-solicitud-de-informaci%C3%B3n-
formulada-por-el-movimiento-internacional. Sobre los vínculos de todas estas organizaciones con Abuelas, véase supra,
Capítulo 2.
559
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018. Véase también Grinberg (2013), op. cit.
560
Vid supra, nota 544.
304
particular los estudios sobre niños/as desplazados/as e institucionalizados durante la Segunda Guerra
Mundial, que como ya señalamos postularon la importancia de la crianza con los padres y la
reincorporación de los/as niños/as a su familia biológica. 561
A partir de estas nuevas formulaciones teóricas y conceptuales, los profesionales de Abuelas y
otros/as que colaboraban con ellas (en un modelo fluido de participación, con múltiples pertenencias
de los actores) fueron nutriendo al discurso organizacional de nuevos argumentos. Sally Engle
Merry, al pensar los canales de circulación, reapropiación y resignifcación de los saberes sobre
derechos humanos se refiere a los activistas locales de derechos humanos como “intermediantes” o
"traductores" de los discursos y prácticas de la teoría, el derecho y las instituciones internacionales a
las realidades concretas de vulneraciones en el ámbito local. Como hemos visto con algunos casos
concretos, como el de Norberto Liwski para Abuelas, estos activistas vinculados con los organismos
y las redes trasnacionales fueron claves en la circulación, interpretación y adaptación de los
conceptos y las prácticas de los derechos humanos al contexto local, haciendo accesible la
comunicación en ambas direcciones y "reinterpretando ideas y reclamos locales en el lenguaje
nacional e internacional de los derechos humanos" (Merry, 2005, 39-42).
Este esquema interpretativo tiene su validez en la medida en que describe una situación de
hecho, a saber, que existen evidentes jerarquías entre “centros” productores de conocimiento y
“periferias” locales que en gran medida los reciben, adaptan y resignifican. Este modelo de
producción y circulación de saberes se percibe en el discurso y el activismo de los derechos humanos,
que surge y se expande desde el mundo occidental paneuropeo, lo que le ha valido críticas de quienes
sostienen que pretende imponer globalmente valores eurocéntricos que son presentados como
abstractamente universales (Zizek, 2011). Sin embargo, como ocurre en cualquier campo simbólico,
el saber no se produce ni circula unidireccionalmente. Aún con las posiciones hegemónicas que
puedan existir dentro del campo, quienes se encuentran en una posición aparentemente marginal o
subalterna producen nuevos conocimientos que pueden tener un impacto sobre el centro (geopolítico
y conceptual) del discurso. Muchas veces estos saberes, produciendo lo que Mignolo denomina
“gnosis fronteriza”, pueden incluso hacer crujir todo el edificio de las nociones heredadas,
transmitidas (cuando no impuestas) por los “centros” y promover la emergencia de nuevas formas
de conocimiento (Mignolo, 2003).

561
Norberto Liwski recuerda que la obra de Winicott fue una de las referencias más importantes. Entrevista Norberto
Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
305
Sin llegar a este nivel de desarrollo, observamos en la tarea intelectual de Abuelas y sus
colaboradores un proceso de producción de conocimiento que fue más allá de una mera apropiación
o “traducción” a la esfera local de saberes exógenos. Por el contrario, el trabajo intelectual de los
profesionales implicados con la lucha de Abuelas supuso un proceso creativo que tuvo como
principal expresión una formulación absolutamente novedosa en el campo jurídico, el “derecho a la
identidad”. En general, cuando se destacan los logros o el legado de Abuelas que han excedido los
objetivos de su propia lucha, se suele hacer hincapié en los avances en materia genética. No caben
dudas del rol clave que, como analizamos en los capítulos previos, estos desarrollos científicos
jugaron en la consecución de la demanda de Abuelas. Probablemente, su causa no hubiera tenido la
pervivencia que mostró a lo largo del tiempo si no hubiera existido un medio fehaciente y creíble de
identificación de los “niños desaparecidos”. Asimismo, la acción de Abuelas tuvo un impacto
jurídico e institucional más allá de su propia lucha, materializado en la creación del BNDG y en la
expansión del uso de estudios genéticos de filiación en la justicia (no solo en casos de “niños
desaparecidos”) (Oren, 2001; Regueiro, 2013). Sin embargo, como vimos, el desarrollo del “índice
de abuelidad” fue un problema más de aplicación técnica que de innovación científica.562 De hecho,
a mediados de los años ‘90, los mucho más precisos análisis de ADN nuclear y mitocondrial
reemplazaron a los originales estudios de histocompatibilidad, que habían mostrado algunas
deficiencias y limitaciones (CONADI, 2007). El “derecho a la identidad”, en cambio, fue un aporte
de la organización al discurso humanitario que, si bien se asentaba claramente sobre el entramado de
saberes previos que hemos analizado, constituía una innovación jurídica que tuvo no sólo tuvo una
enrome efectividad política a escala nacional sino que produjo efectos a escala internacional.
El gran hito legal y político en la construcción de este discurso jurídico fue la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño. Como hemos visto, los profesionales de Abuelas estaban
estrechamente vinculados con las organizaciones trasnacionales que impulsaban la redacción de este
instrumento legal. Abuelas y sus equipos profesionales comprendieron que la Convención podía
llegar a ser una poderosa herramienta para sus demandas de restitución de los “niños desaparecidos”
y se plantearon como objetivo proponer la incorporación, en uno o varios artículos, de la noción de
“derecho a la identidad” como derecho del niño/a. Esta noción estaba asociada a la obligación de los
Estados firmantes de tomar medidas para garantizarlo y para remediar su violación, incluyendo entre

562
vid. supra Capítulo III.
306
ellas la restitución a sus familias biológicas de los/as niños/as privados/as fraudulentamente de su
identidad.
Estas ideas quedaron condensadas en el borrador de un artículo que redactaron las principales
referentes de Abuelas con Liwski, Guarino y otros integrantes de los equipos profesionales. Según
recuerda Liwski, este borrador “se redactó en Buenos Aires, en la oficina de Abuelas, en el escritorio
de Chicha Mariani”. 563 Para presentar (y defender) este proyecto, Abuelas contó con dos voceros
dentro del grupo de trabajo de la comisión, según recuerda Liwski, que estuvo directamente
implicado en todo este proceso:

Abuelas tenía una muy buena relación con Leandro Despouy que era el Secretario de Derechos
Humanos de la Cancillería y era la voz oficial del gobierno en el grupo de trabajo de la redacción
de la convención. A su vez, yo tuve la designación como miembro del Comité de redacción de
la convención por mi condición de vicepresidente de la organización “Defensa de los niños
internacional” (...) “Defence for Children” tenía una banca, un asiento en la elaboración de la
convención que ocupaba yo, junto con otro colega, Daniel O’Donnell, un jurista muy bueno de
América. De modo que, por una doble vía ingresaron las peticiones de Abuelas: por la vía del
gobierno nacional, a través de Leandro Despouy y por la vía de “Defensa internacional” o
“Defence for Children.564

Como en otras iniciativas analizadas que se emprendieron en el marco del Consejo de Derechos
Humanos de la ONU, vuelve a aparecer aquí la figura de Despouy, como un funcionario importante
para la canalización de los reclamos de Abuelas. Por otra parte, la presencia de Liwski, director del
equipo interdisciplinario de profesionales de Abuelas, aseguraba que la posición de la organización
fuera oída y defendida en los debates en torno al artículo. Su participación como representante del
organismo humanitario Defence for Children, al cual ya hemos visto colaborando con Abuelas en
múltiples instancias, muestra una vez más la relevancia que a largo plazo tuvo la estrategia de
inserción en las redes transnacionales de activismo humanitario.
De esta forma, en 1985 y de nuevo en 1986 los representantes argentinos presentaron el artículo
al grupo de trabajo abierto de la Convención. La propuesta original introducía el derecho
“inalienable” del niño/a a una “verdadera y genuina” identidad “personal, legal y familiar”. 565 Era

563
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018. Sobre la redacción de este primer
borrador, véase también Arditti (2000), op. cit., pp. 213-214.
564
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
565
En las memorias institucionales de Abuelas se mencionan otros dos artículos, el 7º y el 11º, en los que también habría
tenido participación. Las intervenciones en estos casos, empero, parecen haberse montado sobre las propuestas
preexistentes, ya presentes en el borrador original que venía elaborando el Grupo de Trabajo. Por ejemplo, se propuso
una corrección del artículo séptimo para que hiciera referencia al derecho del niño a tener “su nombre” y no “un nombre”
307
taxativo en cuanto a las obligaciones del Estado para otorgar “protección y asistencia especiales”
cuando el/la niño/a se hubiera visto privado/a “de alguno o todos de sus elementos”, lo que incluía
explícitamente el deber de restituir al niño a su familia biológica:

El niño tiene el derecho inalienable de conservar su verdadera y genuina identidad personal,


legal y familiar. En el caso de que un niño haya sido privado fraudulentamente de algunos o
todos los elementos de su identidad, el Estado debe otorgarle una protección y asistencia
especiales con miras a restablecer su verdadera y genuina identidad lo antes posible. En
particular, esta obligación del Estado incluye restituir al niño a sus parientes de sangre para su
crianza.566

En el Grupo de Trabajo de la Convención, la delegación de Polonia también presentó una


propuesta similar a la de la delegación argentina, inspirada en su caso con el "problema histórico de
la separación de niños de sus familias como resultado de la segunda Guerra Mundial" (Cerda, 1990,
p. 116). Pero este fue el único apoyo concreto a la iniciativa argentina. A pesar de las expectativas
positivas que albergaban Abuelas y sus profesionales, esta primera versión generó encendidos
debates dentro de la comisión redactora.567 Varias delegaciones objetaron diferentes aspectos del
texto presentado. En primer lugar, algunos países del norte de Europa señalaron que la propuesta
carecía de especificidad, pues daba la impresión de que muchos de los derechos que buscaba proteger
ya se encontraban cubiertos por otros artículos (los que en la redacción final terminaron siendo los
Arts. 7, 9, 18 y 21) (Detrick, Doek, y Cantwell, 1992). Otros países objetaban que la noción de
"identidad" estaba ausente en sus legislaciones nacionales y temían que la convención los forzara a
incluirlas, acarreando problemas relacionados con el derecho de familia interno de sus países, por
ejemplo, conflictos relativos a la adopción y a la finalización de la custodia paterna. Los países que
estaban llevando adelante experimentos relativos a fertilización in vitro o ingeniería genética temían
que el nuevo derecho pusiera límites a este tipo de prácticas e investigaciones (Stewart, 1992).
También manifestaron objeciones los países en los que el aborto era legal (Cerda, 1990).

como formulaba el texto original (que, por otra parte, finalmente fue aprobado) (CONADI, 2007). Por el contrario, el
artículo octavo referido al “derecho a la identidad” fue un aporte totalmente original de Abuelas y sus profesionales.
566
No fue posible hallar el original en español de esta primera propuesta formulada por Abuelas. Por ende, hemos
trabajado con la versión presentada en inglés, citada por los registros oficiales de las negociaciones (conocidos en el
mundo diplomático como “travaux préparatoires”) dentro del grupo de trabajo de la Convención. Véase Detrick, S.,
Doek, J. E., & Cantwell, N. (Eds.). (1992). The United Nations Convention on the Rights of the Child: a guide to the"
travaux preparatoires". Dordrecht/Boston/Londres: Martinus Nijhoff Publishers, p. 292.
567
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.Véase también Cerda (1990), op. cit.;
Stewart (1992), op. cit., y Doek (2006), op. cit.
308
Liwski, presente en las discusiones, recuerda haberse sorprendido por la postura de algunas de
estas delegaciones, en especial las de Europa del Norte, a las que imaginaba como potenciales aliadas
por el apoyo brindado en esos países a la causa de Abuelas de Plaza de Mayo. Según su
interpretación, estas reticencias podrían haberse debido a que la noción de “derecho a la identidad”
cuestionaba potencialmente su sistema de adopción internacional que, mediante agencias, muchas
veces encubría formas de tráfico de niños/as. Finalmente, cuando se expuso el sentido histórico y
político del artículo, vinculado con la experiencia argentina reciente de apropiación de niños/as en el
marco de un régimen autoritario las otras delegaciones cedieron y se mostraron dispuestas a negociar
(Cerda, 1990). Quedó claro que el sentido del artículo era crear una base legal para la prevención de
la “desaparición de niños”, particularmente en situaciones políticamente opresivas, y para obligar a
los Estados a proveer asistencia y protección en casos en los que estas desapariciones ocurrieran, con
la vista puesta en devolver los/as niños/as a sus progenitores o familiares (Doek, 2005). Así lo
recuerda Liwski, que participó de estas discusiones:

No nos fue tan fácil conseguir aliados. Fue un texto bastante negociado. Finalmente lo
aprobaron, pero… con algunos ajustes. Al principio, yo recuerdo que la discusión era una
discusión muy genérica hasta que nos tocó hablar a nosotros y dijimos de dónde venía esto.
Cuando se expuso mejor de dónde venía, todo fue más aliviado.568

El texto enmendado eliminaba la obligación ("must give" fue reemplazado por "shall" en la
versión en inglés) explícita del Estado de restituir a los/as niños/as a su "familia sanguínea" y de
tomar medidas necesarias para devolverle su "identidad". A su vez, el concepto de "identidad
familiar" fue reemplazado por el de "identidad" acompañado de una lista no exhaustiva de algunos
de sus componentes: nacionalidad, nombre y relaciones familiares. De esta forma, uno de los
aspectos salientes del texto definitivo fue que el concepto de identidad no quedó definido ni en el
artículo ni en ningún otro pasaje de la Convención. Los elementos que se especificaban en el artículo
octavo eran puramente ilustrativos, y por lo tanto otros más podían ser incluidos.569

568
Entrevista del autor a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
569
La Convención menciona la noción de identidad nuevamente en el artículo 29, pero esta vez con referencia a la
“identidad cultural” como elemento a ser inculcado en la educación de los niños: “Los Estados Partes convienen en que
la educación del niño deberá estar encaminada a (...) c) Inculcar al niño el respeto de sus padres, de su propia identidad
cultural, de su idioma y de sus valores...”. Este sentido de “identidad” se acerca al desarrollado por las ciencias sociales
durante las décadas del ’60 y ’70 para reflexionar sobre procesos de subjetivación colectiva, así como por los nuevos
movimientos sociales que en esos años lo utilizaron para pensar y organizar su activismo (Medovoi, 2005, pp. 10-18).
309
En definitiva, como señalaba poco tiempo después de estos debates Jaime Sergio Cerda, uno
de los representantes de la delegación argentina en el grupo de trabajo de la Convención, la versión
definitiva del artículo octavo sobre el “derecho a la identidad” era un "compromiso negociado"
determinado por las dudas y los temores de diferentes miembros del grupo de trabajo. En su opinión,
el futuro del derecho finalmente creado iba a depender “del desarrollo de sistemas legales en los
países concernientes antes que en el fenómeno específico que inicialmente impulsó a los países
promotores a introducir esta nueva idea", dando lugar a futuras interpretaciones que podían incluir
aspectos no previstos por los autores del texto (Cerda, 1990, pp. 115-117). De hecho, en los años
siguientes numerosos juristas debatieron distintas interpretaciones y campos de aplicación posibles
a este nuevo derecho, algunos de ellos mostrando dudas y objeciones. 570
Más allá de la resistencia de numerosas delegaciones, el escepticismo de muchos juristas y las
derivas no previstas que devinieron de su sanción, el valor sustantivo del artículo octavo sobre el
“derecho a la identidad” reside en la obligación que impone a los Estados de preservar el derecho a
la identidad de los/as niños/as de cualquier injerencia ilícita que atente contra él y de proveer
mecanismos legales para restablecer su derecho en los casos en que fuera violado (Cerda, 1990, p.
116). Al consagrar legalmente un elemento que se había vuelto central en su discurso y su praxis
política, Abuelas obtuvo con la Convención una herramienta jurídica muy útil para la disputa legal
y política en la Argentina. En esta “cruzada” por el derecho a la identidad, para utilizar los términos
de Howard Becker para referirse a las luchas de los “emprendedores morales” (Becker, 2010),
Abuelas contó con aliados/as de diferentes organizaciones de la sociedad civil (no todas
necesariamente vinculadas con el movimiento de derechos humanos) y también con aliados/as dentro
del estado, especialmente dentro de la Dirección de Derechos Humanos de la Nación que conducía
Alicia Pierini.
El 27 de septiembre de 1990, el Congreso Nacional sancionó la Ley 23.849, que ratificaba la
Convención sobre los Derechos del Niño. Se establecieron una serie de reservas e interpretaciones

570
Por mencionar solo un par de ejemplos, Price Cohen reconoce la inclusión del derecho a la identidad como el "más
inusual" de los nuevos derechos humanos incluidos en la Convención que "nunca habían sido protegidos anteriormente
en ningún tratado internacional" (1989, p. 1451). Doek vuelve sobre este punto al preguntarse se pregunta si era necesario
basar la obligación de los Estados Partes en prevenir, combatir y remediar la desaparición de niños en el respecto del
derecho de los niños a preservar su identidad, ya que esto introdujo un concepto (identidad) que no es encuentra en
ningún otro tratado de derechos humanos (2006, p.5). Doek. Stewart (1992) y De Lorenzi (2015) han buscado interpretar
los alcances de este derecho más allá de los casos “extraordinarios” de separación de niños de sus padres por regímenes
políticos autoritarios, atendiendo a los aspectos “ordinarios” ligados a la identidad familiar, biológica y étnica de los
niños adoptados o nacidos por reproducción humana asistida.
310
que fijaron las condiciones para su vigencia en el derecho interno, aunque en lo relativo al artículo 8
571
y a los otros relacionados con el derecho a la identidad no se hizo ninguna salvedad. La
Convención quedó promulgada de hecho el 16 de octubre y desde ese momento fue progresivamente
incorporada, de manera desigual, al derecho federal y provincial y en la jurisprudencia de diferentes
fueros, incluida la Corte Suprema de Justicia. En 1994, la Convención sobre los Derechos del Niño
fue incorporada a la Constitución junto con otros tratados internacionales de derechos humanos. En
opinión de Mary Bellof (2007), “la reforma constitucional del año 1994 recogió lo que a esa altura
constituía el derecho vigente en el país según reiterada jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación y doctrina uniforme”, por lo que más un impacto normativo, esta inclusión tuvo un
“considerable impacto político y comunicacional" (pp. 261-262).
La ratificación de la Convención le dio un nuevo impulso a la presión de Abuelas sobre el
gobierno. Entre 1990 y 1991, la organización publicó una serie de solicitadas reclamando al
presidente la concreción de una audiencia que había sido requerida desde antes de su llegada al cargo.
En estas solicitadas la organización buscaba mostrarle a los lectores los múltiples canales, formales
e informales, a través de los cuales habían intentado, sin éxito, reunirse con el presidente:

Ya el sillón de Rivadavia ocupado por el doctor Menem, volvimos a insistir en nuestro pedido
de ser recibidas sin bombos ni platillos, al estilo de Abuelas, para brindarle información y
experiencia y recibir apoyo. Los caminos elegidos para obtener una cita fueron directos e
indirectos, en Buenos Aires y en La Rioja, por medio de sus funcionarios o amigos y por
supuesto en todos los tonos.572

Es interesante destacar la autorrepresentación del grupo que ofrece este pasaje, aludiendo a
un “estilo de Abuelas” que se muestra como dialoguista, dispuesto a trabajar con la gestión
gubernamental (“brindarle información y experiencia y recibir apoyo”), sin estridencias y con un
perfil bajo (“ser recibidas sin bombos ni platillos”). Este tipo de representaciones reforzaban la
imagen pública que la propia organización quería presentar de sí misma, como “apolítica” (o al

571
Entre las interpretaciones y reservas adoptadas, fue particularmente relevante la de artículo 1 de la Convención, por
cuanto interpretó que se entendía por niño a todo ser humano “desde la concepción”, expresando una clara postura
antiabortista. También se interpretó, con relación al artículo 24, que era obligación del Estado orientar a los padres en la
educación de sus hijos. Asimismo, se hizo reserva de los incisos b, c, d y e del artículo 21, referidos a la adopción
internacional, manifestando que para que rijan esos artículos debería existir “un riguroso mecanismo de protección legal
del niño en materia de adopción internacional, a fin de impedir su tráfico y venta”. En cuanto al artículo 38, referido al
enrolamiento de niños en los conflictos armados, prevalece la norma de derecho interna que fija un estándar más alto al
prohibir dicha participación para todo menor a 18 años. Sobre estas reservas e interpretaciones, véase Bellof, 2007, op.
cit., pp. 259-261.
572
Carloto, Estela, “El obstinado silencio del Presidente”, Página 12, 17 de enero de 1991.
311
menos, “apartidaría”), profesional, enfocada en una causa específica, buscando la
institucionalización de su reclamo.
En estas cartas públicas, la organización marcaba la contradicción de un presidente que decía
estar preocupado por los/as niños/as, que “durante sus dieciocho meses de gobierno abrazó a muchos
niños, recibió a los familiares de tristemente célebres casos de niños, publicó una solicitada en el Día
del Niño, ratificó la Convención por los Derechos de los Niños en Naciones Unidas” pero que “por
los niños secuestrados guarda un obstinado silencio”.573 En otra solicitada de diciembre de 1990, la
apelación a los compromisos que, tras la suscripción de la Convención, el Estado había sido asumido
(y estaba incumpliendo) era todavía más explícita. El texto citaba los artículos 7 y 8 del instrumento
legal ratificado por el Estado Nacional y apuntaba las obligaciones que le cabían entonces al gobierno
argentino:

¿Sabe Ud. que gobierna un país con centenares de niños secuestrados-desaparecidos por las
Fuerzas Armadas desde 1976 hasta 1983? Son las víctimas indefensas de un Estado Terrorista
(...) Y nada ha hecho Ud. por respetar esos Derechos, ni siquiera nos ha recibido en audiencia
(solicitada desde mayo de 1989). Nosotras queremos recordarle su obligación para con estos
niños, ciudadanos argentinos que merecen justicia.574

Como parte de la presión sobre el gobierno nacional, Abuelas de Plaza de Mayo impulsó la
creación del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño (CASACIDN). Como vimos, la Convención fue el fruto en gran medida del
trabajo de los activistas de las ONG transnacionales. Del mismo modo, estas organizaciones
promovieron en los diferentes países la conformación de coaliciones, redes o comités para realizar
un seguimiento de la aplicación de la Convención. CASACIDN fue la expresión de estas iniciativas
en la Argentina. Esta coalición, que sigue en funcionamiento hasta hoy en día, nucleó a
organizaciones de la sociedad civil ligadas a la infancia y la adolescencia de extracciones y
propósitos diversos pero que compartían la defensa del paradigma del niño/a como sujeto de derechos
y habían abogado por la ratificación de la Convención. 575 Según Nora Shulman, actual directora del

573
Carloto, Estela, “El obstinado silencio del Presidente”, Página 12, 17 de enero de 1991.
574
“Solicitada al Dr. Carlos Saúl Menem”, Página 12, 13 de diciembre de 1990.
575
Escapa a los objetivos de esta investigación realizar una reconstrucción exhaustiva de las organizaciones componentes
del Comité, que fueron cambiando a lo largo del tiempo. Sin embargo, sólo a título ilustrativo y para mostrar la diversidad
a la que hacemos referencia, podemos mencionar algunas de las que lo integraron en sus inicios. Además de Abuelas de
Plaza de Mayo, encontramos organizaciones médicas y de la salud (Sociedad Argentina de Pediatría, Asociación de
Nutricionistas Argentinos, Movimiento por el Derecho a la Salud), organizaciones cristianas (Asociación Cristiana de
Jóvenes, Scouts de Argentina Asociación Civil), organizaciones de defensa de los derechos del niño (Centro de Estudios
Legales de Infancia y Juventud –CELIJ-, SOS Infantil, Instituto de Estudios Sociales y Familiares, Que vivan los Chicos,
312
Comité, Abuelas fue su principal propulsora, trabajando para reunir detrás de la causa común a este
conjunto de organizaciones con trayectorias disímiles. 576 De hecho, Estela de Carlotto fue la
presidenta de la comisión directiva de la coalición desde sus inicios.
El principal objetivo de CASADICN era recopilar y difundir información sobre el estado de
aplicación de la Convención en el país, exponiendo los avances en la materia y sobre todo,
denunciando las vulneraciones de derechos existentes. Estas actividades de seguimiento quedaban
plasmadas en informes periódicos eran presentados ante UNICEF y otros organismos
internacionales. Funcionaban así como informes alternativos o, en palabras de Valeria Llobet (2013,
p. 556), “informes sombra”, que buscaban marcar un contrapunto crítico con los informes oficiales
el Estado, como todos los países firmantes de la Convención, debía presentar con cierta periodicidad
ante el Comité de Derechos del Niño de la ONU. La CASADICN fue pionera en la materia, al
presentar el primer informe “no gubernamental” ante la ONU en 1993.577 Eran así otra manera de
presionar al Estado argentino, apelando nuevamente a las redes trasnacionales y los mecanismos
legales del sistema universal de derechos humanos. Por supuesto, la información producida también
se utilizaba para realizar acciones y campañas al interior del país, en tanto uno de los objetivos
manifiestos de la CASACIDN era “movilizar a la comunidad en la defensa activa de los derechos de
los chicos y chicas”, según sus propias palabras. 578
La presión a través de diferentes frentes surtió finalmente algún efecto. El domingo 24 de
mayo, Menem anunció a la prensa la invitación a Abuelas de Plaza de Mayo a mantener una
reunión.579 La audiencia se pudo concretar en parte gracias a las gestiones realizadas por Alicia

Fundación Pibes Unidos), organizaciones gremiales y estudiantiles (SUTEBA/CTERA, FUA, FUBA), organizaciones
de activismo humanitario y de defensa de derechos, entre ellas algunas de las “clásicas” (APDH y Serpaj) y otras creadas
tras el retorno de la democracia (Comité para la Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos –CODESEDH–,
Igualdad de Derechos) y organizaciones sociales y territoriales diversas (Red de Defensorías Barriales, El Arca, Horneros
del Sur, Surcos). Para una aproximación a la composición del comité en los años ’90, véase: CASACIDN, “Informe
preliminar de las organizaciones no gubernamentales argentinas sobre la aplicación de la convención sobre los derechos
del niño. El Camino de la Convención.”, noviembre de 1999. Disponible en:
https://casacidn.org.ar/document/informepreliminarcomiteano1999doc/. Última consulta: 18 de septiembre de 2019.
Puede consultarse la página web de la coalición para ver su composición más reciente: www.casacidn.org.ar.
576
Radio Arinfo, “Nora Schulman: A 25 años de la Convención de los Derechos del Niñx”, 19 de noviembre de 2014.
Disponible en: https://lacasona.org.ar/article/nora-schulma-a-25-anos-de-la-convencion-de-los-der/ Última consulta: 18
de septiembre de 2019.
577
CASACIDN, “Informe preliminar de las organizaciones no gubernamentales argentinas sobre la aplicación de la
convención sobre los derechos del niño. El Camino de la Convención.”, noviembre de 1999. Disponible en:
https://casacidn.org.ar/document/informepreliminarcomiteano1999doc/
578
CASACIDN, “Quiénes somos”, 17 de noviembre de 2006, disponible en https://casacidn.org.ar/institucional/quienes-
somos. Última consulta: 18 de septiembre de 2019.
579
“Pedimos una decisión política”, Página 12, 26 de mayo de 1992.
313
Pierini, por entonces ya Directora Nacional de Derechos Humanos, que mantenía vínculos con la
organización desde la época de su paso por el MEDH.580 El encuentro se realizó el 15 de julio de
1992 en la Quinta de Olivos. Además de Menem y las representantes de la organización, estuvieron
presentes Pierini, el Ministro del Interior, José Luis Manzano y la Secretaria de Relaciones con la
Comunidad, Claudia Bello.581 (CONADI, 2007, p.35). En la reunión, Abuelas presentó un programa
de exigencias con seis puntos. Le solicitaban al presidente que se comprometiera públicamente con
la restitución de los “niños desaparecidos”, que jerarquizara las instituciones públicas de derechos
humanos, que designara una comisión para su búsqueda en el ámbito del Ministerio del Interior, que
cediera espacios en la televisión y las radios públicas para su difusión, que garantizara el
financiamiento del BNDG, que impulsara desde el poder ejecutivo la intervención de los fiscales
para que se activaran las causas de restitución de niños/as y que avanzara con la apertura de los
archivos de la represión, promesa que el propio presidente había efectuado unos meses antes. 582
Diferentes fuentes coinciden en señalar que el balance de la reunión fue positivo. Las partes
dejaron de lado aquellos temas que podían llevar a la confrontación y se concentraron en los reclamos
concretos que traía la organización. La entrevista fue “cálida y distendida”, según palabras de Estela
de Carlotto a la prensa, y el presidente se mostró en apariencia receptivo a todas las demandas, a las
que prometió atender por diferentes medios. 583 En concreto, los principales resultados del encuentro
fueron la promoción de la Dirección de Derechos Humanos de nuevo al rango de Subsecretaría y la
creación de un organismo estatal abocado a la investigación de los cientos de casos de “desaparición
de niños” aun no resueltos. El 12 de noviembre de 1992, mediante la disposición 1328/92 del
Ministerio del Interior, se creó una “comisión técnica” con el objetivo de “impulsar la búsqueda de
los 'niños desaparecidos' y determinar el paradero de niños secuestrados y desaparecidos con
identidad conocida y de niños nacidos en ocasión de encontrarse la madre privada ilegítimamente de
libertad”.584 El nuevo organismo adoptó el nombre de Comisión Nacional por el Derecho a la

580
Entrevista del autor a Alicia Pierini, Buenos Aires, 13 de septiembre de 2019. Según señalaba en otro testimonio, el
equipo que Pierini coordinaba en el MEDH tenía especialmente mucha relación con Norberto Liwski. Cfr. Grinberg
(2013), op. cit., p. 307.
581
“Seis promesas del presidente”, Página 12, 16 de julio de 1992. Archivo CELS-FICELS-SDP.
582
Ibíd.
583
“Seis promesas del presidente”, Página 12, 16 de julio de 1992. Archivo CELS-FICELS-SDP. Rosa Roisinblit
recuerda también que la entrevista se dio en un clima de cordialidad. Cfr. Entrevista del autor a Rosa Tarlovsky de
Roisinblit, Buenos Aires, 20 de septiembre de 2016. Alicia Pierini, quien estuvo presente en representación del Estado,
afirma que “Menem le dio mucha importancia a lo que pedían las Abuelas”. Cfr. Entrevista del autor a Alicia Pierini,
Buenos Aires, 13 de septiembre de 2019.
584
Disposición 1328/92, Ministerio del Interior de la Nación, reproducido en CONADI (2007), op. cit., p. 145
314
Identidad (CONADI), estuvo presidida por el "subsecretario de derechos humanos" (sic) e integrada
por el Fiscal General ante la Corte Suprema de Justicia, el Asesor de Menores y cuatro funcionarios
designados (en un primer momento fueron María Julia Bihurriet, Ernesto Jauretche, Gustavo Mariani
y Claudia Carlotto). La disposición ministerial afirmaba que la creación de la comisión buscaba
aportar “al cumplimiento del compromiso asumido por el Estado Nacional al ratificar la Convención
sobre los Derechos del Niño por Ley N° 23.849 en lo atinente al derecho a la identidad". 585 Podemos
ver explicitada la importancia normativa de la Convención, como instrumento legalmente vinculante
que fuerza, a través de la presión de un organismo de la sociedad civil como Abuelas, al Estado
argentino a tomar determinadas acciones para no incumplir sus compromisos internacionales.
La disposición ministerial, y luego el reglamento interno de la comisión, otorgaron un lugar
preeminente a Abuelas de Plaza de Mayo dentro del organismo. En primer término, las actividades
de la comisión se planteaban coordinadas con las tareas de Abuelas, en tanto su función quedaba
definida como la de “recepcionar toda solicitud que provenga de la Asociación Abuelas de Plaza de
Mayo, de particulares o de instituciones privadas o estatales, referidas a la búsqueda de niños
desaparecidos, niños secuestrados y desaparecidos con identidad conocida o de niños nacidos durante
el cautiverio de sus madres, dándoles la tramitación que corresponda”. 586 Más aun, el último artículo
del reglamento interno expresaba que “las reuniones de la Comisión y sus libros de registro serán
reservados. Fuera de los integrantes de la Comisión sólo podrán tener acceso a la documentación los
miembros de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, quienes además son invitados [sic]
permanentes a la Comisión”. 587 Una reglamentación posterior reforzó esta posición, al estipular que
la CONADI estaría compuesta por dos integrantes del Poder Ejecutivo Nacional (a propuesta de la
Subsecretaría de Derechos Humanos), dos del Ministerio Público y dos de Abuelas de Plaza de
Mayo.
De esta forma, la CONADI surgió como un organismo particular, de carácter mixto,
compuesto por funcionarios del Estado y representantes de una organización de la sociedad civil.
Este organismo puede verse entonces como una continuidad en un proceso de institucionalización
de la causa de Abuelas de Plaza de Mayo que la organización había alentado y demandado desde el
retorno de la democracia. Con toda la relevancia que revestía la CONADI, no se trató en verdad de

585
Ibíd., p. 144
586
Reglamento interno de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, 13 de noviembre de 1992, reproducido
en CONADI (2007), op. cit., p. 154.
587
Ibid., p. 155
315
una novedad absoluta, sino de una actualización de proyectos que en los años ’80 habían tenido corta
duración y exiguos resultados, como la comisión que estuvo bajo la órbita de Enrique de Vedia y
aquella otra en la Provincia de Buenos Aires coordinada por Sara Cánepa que analizamos en el
capítulo anterior. Así precisamente la veían las integrantes de Abuelas y la prensa de la época, como
una “recreación” de aquellas primeras comisiones, con objetivos similares, sino idénticos y con la
misma aspiración del organismo de derechos humanos de ocupar un lugar clave, formal o
informalmente.588
Como ocurre en la agenda de muchos movimientos sociales o “emprendedores morales”
(Becker, 2010) Abuelas de Plaza de Mayo buscaba que el Estado hiciera propios sus planteos y
objetivos y los transformara en organismos y políticas públicas. Lo singular de este proceso de
institucionalización es que la organización aspiraba a concretarlo sin resignar su protagonismo en la
causa que impulsaba, y a la vez sin perder su autonomía organizacional, es decir, sin fusionarse con
las agencias del Estado, aunque muchos de los funcionarios que se incorporaban a estas agencias
eran militantes o colaboradores de la organización (como, por ejemplo, Claudia Carlotto en el caso
de la CONADI). Este delicado equilibrio muestra las complejidades detrás de los procesos de
estatalización de las demandas del movimiento de derechos humanos (Da Silva Catela, 2014).
Aunque evidentemente se expandió con la reorientación política y simbólica promovida en la gestión
presidencial de Néstor Kirchner (2003-2007), el caso de la CONADI nos muestra que en el caso de
la lucha por la restitución de los niños apropiados este proceso comenzó con anterioridad y que en
gran medida debe ser rastreado hasta los inicios de la nueva etapa democrática en la Argentina.
En sus primeros años, el trabajo de la CONADI se concentró, por un lado, en colaborar en
las causas judiciales por restitución que se encontraban en curso, muchas de ellas frenadas. Según
recuerda Pierini, el objetivo era “aprovechar el aparato del Estado para movilizar los expedientes (...)
gestionar documentación, como una partida de nacimiento, que desde una ONG como Abuelas de
Plaza de Mayo no se podía hacer”.589 En paralelo, la CONADI comenzó a investigar los casos
recopiladas por Abuelas y a sumar otros nuevos a partir de nuevas denuncias o de cruzar información
con otras bases de datos, como las del Equipo Argentino de Antropología Forense. Tres años después
de comenzar sus actividades, un informe de la CONADI daba cuenta de 85 casos en proceso de
investigación, sobre un total de 220 que había provisto Abuelas, además de otros 40 casos de

588
“Los casos de niños desaparecidos tienen su propia comisión”, Página 12, 18 de noviembre de 1992. Archivo CELS-
FICELS, SDP.
589
Entrevista del autor a Alicia Pierini, Buenos Aires, 13 de septiembre de 2019.
316
detenidas-desaparecidas embarazadas que se habían empezado a estudiar y que no formaban parte
de los registros del organismo.590
Pero al mismo tiempo, las incumbencias de la CONADI se empezaron extender más allá de
lo estrictamente ligado a la búsqueda de los “niños desaparecidos” durante la dictadura. A los pocos
meses de su creación, el organismo empezó a investigar casos de violaciones al derecho a la identidad
no vinculados con el accionar del terrorismo de Estado, correspondientes a jóvenes y también adultos
cuyos casos no correspondían con el perfil de los hijos/as de desaparecidos/as.591 También recibía
denuncias contemporáneas sobre niños que desaparecían, eran robados después de su nacimiento o
cuya identidad era puesta en duda por testigos. Para 1995, la comisión se encontraba investigando
21 casos de este tipo.592 Estos casos empezaron a exponer progresivamente la trama de prácticas y
mecanismos sobre las cuales se había asentado la apropiación de niños en el marco de la represión
militar y que habían subsistido a la caída del régimen. Por este motivo, la CONADI empezó a
interesarse cada vez más por el desarrollo de acciones de prevención del fenómeno del tráfico de
niños (CONADI, 2007, p. 54). La preocupación por esta problemática tenía un antecedente en el
“Estudio sobre Tráfico y Venta de Niños en Argentina”, financiado por Defence for Children y por
la Secreataría de Desarrollo Humano y Familia y coordinado por Norberto Liwski, director del
equipo interdisciplinario de Abuelas hasta el año 1990.593 Desde mediados de los años noventa, la
CONADI intervino en diferentes casos que tramitaban ante la justicia. En 1998, con la jerarquización
ministerial del organismo, esta función quedó establecida por el estatuto: “La comisión (...) tendrá
como misión (...) intervenir en toda situación en que se vea lesionado el derecho a la identidad de un
menor”.594
Como señala Howard Becker en su clásico estudio sobre las “desviaciones” y las “cruzadas
morales”, el éxito de una cruzada de este tipo redunda en su institucionalización, proceso que
comienza con la creación de un conjunto de normas que a su vez establecen un conjunto de agencias
y funcionarios de aplicación. "Con el establecimiento de organismos de agentes de aplicación de la
ley, la cruzada queda institucionalizada. Lo que había comenzado como un impulso para convencer

590
Entrevista del autor a Alicia Pierini, Buenos Aires, 13 de septiembre de 2019. Sobre el informe, véase Boschi, Silvina,
“Investigan el destino de 85 chicos desaparecidos”. Clarín, 19 de noviembre de 1995, p. 16.
591
“La búsqueda de hijos de desaparecidos”, Página 12, 19 de agosto de 1983. Archivo CELS, FICELS, SDP.
592
Boschi, Silvina “Investigan el destino de 85 chicos desaparecidos”. Clarín, 19 de noviembre de 1995, p. 16.
593
Defensa de los Niños-Internacional y Secretaría de Desarrollo Humano y Familia-Ministerio de Salud y Acción Social
de la Nación, “Investigación: Venta y tráfico de niños en Argentina”, junio de 1989.
594
Resolución 1392/98 del Ministerio del Interior, reproducida en CONADI (2007), op. cit., p.148.
317
al mundo de la necesidad moral de una nueva norma, finalmente se convierte en una organización
abocada a asegurar su cumplimiento (Becker, 2010, p. 175).
Sin poder ser encuadrable estrictamente como una “cruzada moral” del tipo que describe
Becker, podemos constatar que la tarea emprendedora de Abuelas había logrado para mediados de
la década del noventa uno de los objetivos que se había propuesto tras el retorno de la democracia.
Su agenda de reclamos había alcanzado un alto grado de institucionalización, que se extendía incluso
allende las fronteras nacionales. Este proceso, que había comenzado con las comisiones
investigadores, la asignación de fiscales especiales y, sobre todo, la creación del BNDG durante el
alfonsinismo, alcanzaba una etapa de mayor consolidación con la sanción legal del “derecho a la
identidad”. Mediante su accionar a diferentes escalas, la organización logró constituir un nuevo
derecho, consagrada por diferentes marcos normativos internacionales y nacionales, que tuvo como
corolario la creación un organismo de aplicación interno, la CONADI.
Se trató de una conquista con un enorme impacto jurídico y político. El proceso de
institucionalización de continuó profundizándose en los años siguientes, con una mayor
jerarquización de la CONADI, importantes reformas de la legislación sobre la niñez y una ampliación
del alcance del “derecho a la identidad” en el derecho interno nacional y provincial. Y sin embargo,
la “cruzada” por la restitución de los “niños desaparecidos” no podía considerarse triunfante. Por un
lado, los procesos de restitución de los niños localizados encontraban trabas y limitaciones muy
diversas en la justicia. A pesar de la insistente prédica de Abuelas y de sus profesionales, no existía
entre los agentes del poder judicial y los especialistas intervinientes un consenso cerrado acerca de
que la devolución de los niños a sus familias biológicas fuera en beneficio del “superior interés del
niño” (Oren, 2001; Regueiro, 2013). Estas disputas judiciales se trasladaron a los medios de
comunicación, que en muchos casos tomaron posturas muy marcadas en contra de los procesos de
restitución.
Pero ocurría algo más. Cuando el “derecho a la identidad”, entendido como un derecho de
niños y niñas, había alcanzado fuerza de ley con rango constitucional y contaba con un órgano
público para garantizarlo, el sujeto interpelado por la lucha de Abuelas había dejado de ser un “niño”
para transformarse en un joven-adulto. Este elemento novedoso pudo ser percibido en el trabajo de
la CONADI. Ya desde sus primeros años, la comisión comenzó a atender a numerosos adolescentes
y jóvenes que se presentaban por sus propios medios, casi siempre pidiendo reserva de su nombre,
para saber si podían ser hijos o hijas de desaparecidos. Para fines de 1995 ya se habían registrado un

318
centenar de estas presentaciones. Aunque esta cifra era acotada en comparación a los millares de
casos que tanto la CONADI como Abuelas empezarían a atender en años futuros, el fenómeno
anunciaba un cambio de época.595 Como veremos en las siguientes secciones, las consecuencias de
este cambio empezaron a hacerse notar aun antes de que la organización reorientara de manera global
sus estrategias de búsqueda y sus modos de acción.

4. Nietos/as antes que H.I.J.O.S.: la irrupción pública de los/as hijos/as de desaparecidos/as


en el marco de la lucha de Abuelas

Uno de los hechos destacados del movimiento de derechos humanos durante la década de los
’90 fue la aparición en la escena pública de los hijos e hijas de las víctimas del terrorismo de Estado,
principalmente de los desaparecidos y asesinados pero también de los presos políticos y los exiliados.
La mayoría de las investigaciones sobre el tema señalan que la primera aparición pública de estos
hijos/as, actuando e interviniendo en su condición de tales, se produjo en abril de 1994, cuando un
grupo de quince hijos e hijas de desaparecidos/as participó en la Facultad de Arquitectura de la
Universidad Nacional de La Plata de un homenaje a los desaparecidos de esa institución. Estas y
otras participaciones propiciaron el encuentro con otros/as hijos/as de distintos lugares del país,
quienes confluyeron en un campamento realizado en Río Ceballos, Córdoba. En este encuentro
surgió la idea de formar la agrupación H.I.J.O.S. (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra
el Olvido y el Silencio). A partir de 1995, las diferentes filiales de la agrupación (La Plata, Buenos
Aires, Córdoba, Santa Fe, Rosario, entre otras) comenzaron a intervenir activamente en las acciones
del movimiento de derechos humanos (Bonaldi, 2006, Cueto Rúa, 2009).
Sin embargo, algunos años antes de la emergencia de esta agrupación, otro grupo de hijos e
hijas ya había hecho su irrupción en la esfera pública, con movilizaciones, publicaciones,
presentaciones en congresos y entrevistas a los medios desde fecha tan temprana como 1990. La
actividad de este grupo, a diferencia de la de la agrupación H.I.J.O.S., no ha sido estudiada, y sólo
aparecen referencias aisladas en algunos relatos institucionales. Su intervención tenía, en general, un
objetivo delimitado y específico: contribuir a la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo para restituir a
los hijos/as de desaparecidos/as apropiados durante la última dictadura. Se trataba de un grupo de
adolescentes y jóvenes, de entre 14 y 18 años, casi todas mujeres y nietas de las integrantes de

595
“Empezaron las Abuelas y se sumaron los chicos”, Página 12, 16 de noviembre de 1995.
319
Abuelas de Plaza de Mayo. Algunas, como Yamila Grandi o Mariana Eva Pérez, eran hijas de
desaparecidos/as que habían sido criadas por sus familias biológicas y tenían un hermano o hermana
desaparecido/a. Otras, como Laura Scaccheri, Tatiana y Laura Sfiligoy, Paula Logares, Elena
Gallinari y María José Lavalle Lemos eran “nietas restituidas”, que habían sido localizadas,
identificadas y restituidas a sus familias biológicas en distintos procesos (algunos de los cuales hemos
analizado en capítulos previos). También participaban algunos varones, hijos de desaparecidos,
como los hermanos José y Guillermo Freire y Hugo Ginzberg, nieto de Laura Bonaparte. Este grupo
de jóvenes se conocía a través de sus abuelas, que habían incentivado distintas instancias de
socialización para ellos/as. La sede de Abuelas de Plaza de Mayo fue el marco de la mayoría de estos
encuentros, donde se festejaban los cumpleaños o se pasaban días de verano y varias tardes del año
cuando sus abuelas estaban en reuniones organizativas. Así lo recuerda Tatiana Sfiligoy:

A mí me gustaba ir a los cumpleaños de otros nietos o alguna fecha que nos invitaban. Había
toda una cuestión social. Se armaban ya grupitos, no muchos, pero se armaban grupitos de
chicas, sobre todo. Me gustaba ir.596

Estos “grupitos”, como los llama Tatiana Sfiligoy, no sólo se encontraban en actividades
infantiles sino que a veces también concurrían a otros eventos del mundo adulto de Abuelas, pero
todavía en los ’80 con un cariz lúdico o de mero acompañamiento, similar a otras experiencias donde
los niños se sumaban a las actividades políticas de sus madres, padres o encargados de crianza
(Collazo, Passeggi, Fein y Sosa, 2014). Una de estas participaciones fue el concierto de rock en el
estadio del club River Plate organizado por Amnistía Internacional en 1988. Como parte de la gira
mundial “Derechos Humanos ¡Ya!”, que reunió a Sting, Peter Gabriel, Bruce Springsteen y otros
reconocidos músicos y cuyo objetivo era recaudar fondos para la organización, Amnistía organizó
dos fechas en la Argentina: una en Mendoza, el 14 de octubre de 1988 (a la que asistieron miles de
chilenos y tuvo como principal foco la denuncia del régimen de Pinochet) y otra en Buenos Aires, el
15 de octubre, donde además de los artistas internacionales tocaron dos músicos locales: Charly
García y León Gieco.597 En ambos recitales, Sting cantó la canción “Ellas bailan solas” (inspirada en

596
Entrevista del autor a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.
597
Ares, Carlos, “El último concierto de Amnistía, homenaje a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, El País
(España), 17 de octubre de 1988. Disponible en:
https://elpais.com/diario/1988/10/17/internacional/593046017_850215.html. Última consulta: 8 de mayo de 2019; “No
fue sólo Rock and Roll”, Clarín, 14 de octubre de 1998. Disponible en: https://www.clarin.com/espectaculos/solo-rock-
and-roll_0_BJSnXbk82x.html. Última consulta: 8 de mayo de 2019.
320
la “cueca sola” de las madres y esposas chilenas de desaparecidos) e invitó al escenario a mujeres de
Familiares de Desaparecidos de Chile (en la presentación de Mendoza) y a integrantes de Madres y
Abuelas de Plaza de Mayo (en ambos conciertos, aunque presentes en mucho mayor número en el
de Buenos Aires). Varias de las jóvenes del grupo de nietas acompañaron a sus abuelas al recital. En
esa ocasión, pudieron conocer a otros/as hijos/as de desaparecidos/as, con quienes después
realizarían varias acciones colectivas en conjunto.
Ya entrada su adolescencia, estos grupos de jóvenes comenzaron a querer implicarse cada
vez más en las tareas de Abuelas de Plaza de Mayo y progresivamente fueron cobrando mayor
visibilidad en la acción pública de la organización. Este proceso de involucramiento activo en la
búsqueda de los “niños desaparecidos” se dio por iniciativa propia pero también por estímulo de las
propias abuelas, que incentivaron su participación pública a través de diferentes canales formales e
informales.598
La primera forma que adoptó esta participación de este grupo de nietos (y, principalmente,
nietas) en las actividades de la organización, fue la publicación de cartas, poemas y relatos escritos
por estas jóvenes. En agosto de 1990 Abuelas publicó el libro “Algún día...”, una breve compilación
de poemas y textos breves escritos por Mariana Eva Pérez y Yamila Grandi, dos hijas de
desaparecidos con sus respectivos hermanos nacidos en cautiverio. Las jóvenes tenían 13 y 16 años
respectivamente y habían mostrado desde niñas interés por la escritura creativa, como ellas mismas
relataban en el prólogo a sus escritos599. Los relatos y reflexiones de Grandi, la mayor de las dos,
tocaban temas diversos, vinculados con su búsqueda artística como joven escritora que estaba dando
sus primeros pasos, sus dudas sobre el talento, la originalidad y la potencialidad de su obra, el anhelo
de trascendencia inherente a toda producción artística, el sentido del tiempo, de la escritura y de la
vida misma. Sólo uno de sus escritos, titulado “Pobre cuaderno”, hace alusión de forma explícita a
los legados del terrorismo de Estado, al comparar las hojas arrancadas a su cuaderno con el olvido
sobre los trágicos años de la dictadura en el que parecía sumergirse la sociedad argentina en esos
años:

Pobre cuaderno cada vez son más y más seguidas las hojas que le arranco sin piedad para
evacuar una necesidad que es escribir (...) Los argentinos sabemos mucho de eso, como también
sabemos de arrancar hojas no de un cuaderno sino de una memoria, una memoria, como la mía

598
Entrevista del autor a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017; Entrevista del autor a Elena
Gallinari Abinet, Córdoba, 2 de agosto de 2018.
599
Pérez, M. E y Grandi, Y. (1990). “Algún día...”. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo/PAZ, pp. 9-11 y 43.
321
que se empeña en navegar contra la corriente y prefiere estar muerta a ser engañada o
penetrada.600

Por el contrario, los textos de Mariana Eva Pérez, escritos entre los 8 y los 13 años de edad, tienen
como tópicos dominantes el secuestro y desaparición de sus padres y la búsqueda de su hermano
nacido en cautiverio y apropiado por las fuerzas de armadas. Por ejemplo, “6 de octubre”, un poema
de 1988, rememora con angustia y dolor la desaparición de su padre y su madre embarazada,
secuestrados en esa fecha del año 1978:

“Día 6 de octubre ¡Cuántas cosas me dice...!


Cuando el almanaque de 1978 marcó ese día, también marcó mi vida con algo que nunca
olvidaré.
¡Desaparecidos!
Un grito se adhirió a mi mente y a mi corazón. Un grito que vive en mi ser.
¡Papá, mamá! ¡Vuelvan! ¡Los necesito!
Y desde que sé que tengo un hermano que cumple diez años, lloro por él. Necesito su calor,
su alegría.
¡Mamá, papá, Rodolfo, quiero verlos, quiero conocerlos! Son parte esencial de mi vida, de mi
mente, de mi corazón.
¡Diez años es demasiado tiempo para no verlos!” 601

Otros escritos hablan del cariño ofrendado por sus abuelas y su abuelo en una crianza forzada
por las circunstancias y del anhelo por encontrar a su hermano, Rodolfo, a quien escribe sucesivas
cartas contándole detalles de su vida y prefigurando un futuro encuentro:

“Querido Rodolfito:
¿Recibiste la carta que te escribí en el 86? Fue la primera (y la única) que te escribí; pero espero
que te hayan llegado los mensajes que pienso diariamente para vos.
Te tengo que dar una mala noticia: nuestro abuelito está enfermo y lo tuvimos que internar. Tiene
80 años, está muy viejito. (...) Nuestras abuelitas son muy buenas conmigo (...)
A veces pienso: cuando nos encontremos, ¿qué te voy a decir? Y contesto: seguro nos miraremos
y yo (la débil, la enternecida) quizá me ponga a llorar; luego, después de mirarnos como si no
pudiéramos creerlo, tal vez te dé un gran abrazo y diga: “Se cumplió mi sueño.
Estoy esperando ese momento. Mientras esperamos, hablame a menudo, porque te necesito
mucho. Cuando quieras verme, buscame en tus sueños más profundo como hago yo.
¡Hasta pronto!”602

En otros poemas, trataba de imaginar, de corporizar a ese hermano desconocido y tan deseado:

600
“Pobre cuaderno”. En Pérez, M. E y Grandi, Y. (1990). “Algún día...”. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo/PAZ,
p. 48.
601
“6 de octubre”. En Pérez y Grandi (1990), op. cit., p. 24.
602
“Querido Rodolfito”. En Pérez y Grandi, op. cit., p. 26.
322
“Mi imaginación te hace claros los ojos
el pelo oscuro y la boca grande
La tuya te trae recuerdos borrosos
que tu subconsciente aún atesora:
caricias de niña, miradas de madre.
(...)
Invento tu cara en mi almohada
¡Estamos tan cerca y a la vez tan lejos!
Por suerte escribo o no soportaría
este horror que se deshoja día a día
y tus terribles ansias de saber quién sos.” 603

“No soportaría este horror que se deshoja día a día/ y tus terribles ansias de saber quién sos”.
Estos versos con los que cierra el poema recuerdan al par dicotómico apropiación-
esclavitud/restitución-libertad al que apelaba Abuelas de Plaza de Mayo en su discurso de la época:
la vida del niño/a apropiado/a, bajo una identidad falsa, es un “horror”; el conocimiento de la
verdadera identidad no es solamente un derecho sino una necesidad que se expresa en unas “terribles
ansias de saber quién sos”. Las dos abuelas de Mariana Pérez participaban activamente de la vida de
Abuelas de Plaza de Mayo. En particular, su abuela materna, Rosa Roisinblit, ocupaba un importante
rol institucional, ya que había sido tesorera durante varios años y, desde el alejamiento de “Chicha”
Mariani en 1989, se había convertido en Vicepresidenta. No es de extrañar entonces que la escritura
de la joven Mariana Pérez, que además integraba los “grupitos” de sociabilidad infantojuvenil que
se conformaron en Abuelas, estuviera atravesada por las imágenes y representaciones del discurso
oficial de la organización.
Después de la publicación de este libro, Abuelas repitió la iniciativa a través de las páginas
de su publicación, Boletín Abuelas. Esta vez los textos publicados fueron los de dos jóvenes que
habían sido recientemente restituidas e intentaban expresar los sentimientos generados por este
proceso de cambios en sus vidas. En la edición de octubre 1990-febrero de 1991 del Boletín publicaba
una carta dirigida a la Abuela de Elena Gallinari Abinet, la primera niña restituida nacida en
cautiverio. Gallinari contaba con alegría las últimas novedades de su vida, halagaba a las abuelas por
su labor y les compartía un poema que le había valido el primer puesto en un concurso literario de
su escuela:

603
“Imaginación”. En Pérez y Grand, op. cit., p. 37.
323
“Queridas Abuelas:
¿Cómo están? Seguramente muy bien. Yo no estoy bien, ¡estoy re bien! Este fue un año muy
importante para mí (...).
Seguramente ustedes también tienen todos los días ocupados, pero con otras responsabilidades
más importantes que sólo unas mujeres tan importantes como ustedes pueden hacer. Ustedes son
únicas como las nubes que tienen todas formas diferentes pero que son todas alegres (...)
En el colegio hicieron un concurso de poesía (...) Saqué el primer premio de la 1era categoría,
un libro de García Márquez ‘El Coronel no tiene quien le escriba’”. Esta es mi poesía:
Estoy aquí
Estoy con mi silencio
Mi espíritu se abre
Como una caricia en el aire
Soy en realidad
Eso que no soy
Y sin embargo subo
Soy una pluma
La mano de una nube
El viento del mar
Unos pétalos que se abren
En la noche.
Espuma de mar.”604

En la misma edición del Boletín aparecía la carta de otra nieta, María Victoria Moyano Artigas,
también nacida en cautiverio y restituida a su familia biológica en 1987. Su carta no estaba dirigida
a las Abuelas, como la de Elena, sino que tenía como destinatario a su madre desaparecida:

Mamá, querida mamá, no me acuerdo de ti pero debes ser una bella estrella chiquitita... En el
medio de tanto Sol y de tanto miedo tú eras la más bella, más alegre y preciosa que los colores
de una rosa.
Hiciste lo que pudiste, no podías hacer más, siempre acompañada por mi papá que era un Rey605

Más allá del valor literario de estos poemas, que tocan temas diversos (algunos vinculados
con el evento dramático de la desaparición forzada de los padres y las madres, pero otros no) y cuyo
análisis merecería un desarrollo que aquí no podemos abarcar, lo interesante es el proyecto de su
publicación. ¿Qué sentido revestían estos poemas, publicados en el boletín de la organización a la
par de severas denuncias y de minuciosas crónicas de medidas de lucha? En gran medida, con la
publicación de estos textos la organización buscaba abonar a la legitimación social de su reclamo
por la restitución a sus familias biológicas de los “niños desaparecidos”. Otros escritos presentes en
las publicaciones de la organización permiten reforzar esta idea, como las crónicas sobre la vida de
los/as nietos/as restituidos/as que generalmente enfatizaban su alegría y plenitud y las notas sobre

604
“Únicas, como las nubes”, Informaciones, 30, octubre 1990-febrero 1991.
605
“Carta de María Victoria a su madre”, Informaciones, 30, octubre 1990-febrero 1991.
324
celebraciones de cumpleaños y otros encuentros de los/as nietos/as en la sede de Abuelas. En un
momento en el que, como hemos visto, la Justicia tomaba medidas ambiguas y contradictorias,
trabando el avance de restituciones de niños ya identificados, y donde además diferentes medios de
comunicación e incluso algunos psicólogos y profesionales de la salud cuestionaban estos
procedimientos, Abuelas debía demostrar el efecto psicológicamente reparador del conocimiento de
la “verdadera identidad” (Regueiro, 2013). Para ello, no bastaba con la batalla de ideas en la esfera
pública desarrollada por sus equipos técnicos a partir de la conjunción de diferentes saberes
disciplinares, que como ha mostrado Quintana (2018) terminan de tomar forma hacia finales de la
década del ’80. Era necesario además mostrar estas experiencias en primera persona, dándoles la
palabra a las niñas restituidas y las hermanas de otros “niños desaparecidos”. En el fondo, quizás, de
lo que se trataba era de mostrar a la sociedad la felicidad de esas nietas y el orgullo que sentían por
ellas sus abuelas y sus familias, reforzando la importancia de su restitución. 606
En los años siguientes, Abuelas alentó a que estos jóvenes cuenten sus experiencias de vida
ante periodistas, magistrados, políticos, activistas de derechos humanos y profesionales de distintos
campos del conocimiento para convencerlos, a ellos/as y a la opinión pública en general, de la urgente
necesidad de hacer más esfuerzos por buscar a los “niños desaparecidos” (cada vez más, “niños
apropiados” o “hijos de desaparecidos”) y por restituir a sus familias biológicas a los que ya habían
sido positivamente identificados. Algunas de estas acciones mostraron cierta iniciativa autónoma por
parte de estos/as jóvenes pero, como veremos, en general se desarrollaron dentro de los cauces
propuestos por la organización.
A fines de 1991 se produjo la primera intervención pública con repercusión mediática
organizada por el grupo de nietas, acompañadas por otros/as hijos/as de desaparecidos/as no
vinculados/as directamente con Abuelas. En el contexto de la discusión judicial y mediática por la
restitución de los mellizos Reggiardo Tolosa, en poder de Samuel Miara, subcomisario recientemente
retirado de la Policía Federal, el 27 de diciembre nueve adolescentes, todos entre 14 y 18 años, se
presentaron en las puertas de los Tribunales de la Capital Federal y reclamaron ser recibidos por el
juez federal Ricardo Weschler, a cargo de la causa. Las/os jóvenes reclamaban “la restitución a su
familia de sangre de todos los hijos de desaparecidos cuya situación legal está en la justicia”. 607 El
grupo peticionante estaba compuesto por Mariana Eva Pérez, Tania Waisberg, Laura y Tatiana

606
Agradezco a Diego Galante quien contribuyó con sus aportes a la reflexión sobre estos poemas.
607
“Bregan por la restitución”, Clarín, 27 de diciembre de 1991.Archivo CELS, FICELS, SDP.
325
Sfiligoy, Laura Scaccheri, las hermanas María y María José Lavalle Lemos y los hermanos José y
Guillermo Freire. El juez se negó a recibirlos y sólo les prometió una posible audiencia para febrero
del año siguiente.
En cambio, sí pudieron concitar la atención de varios medios de comunicación. Los periódicos
Clarín, Crónica y Página/12 cubrieron la manifestación. Una de las jóvenes presentes, María José
Lavalle Lemos, declaró al diario Crónica que pedían la restitución para que los mellizos “nos sufran
más”: “Sabiendo con quienes viven nos resulta horroroso, no solo por los secuestros de los que se lo
acusa ahora a Miara, sino por los que hizo durante el proceso”.608 Consiguieron también aparecer en
vivo en el programa “FAX” de Canal 13, que conducía Nicolás Repetto. En diálogo con el conductor,
varias de las jóvenes insistieron en el reclamo de que el juez restituyera “de una vez por todas” a los
mellizos Reggiardo Tolosa porque su situación era “urgente” y señalaron que querían reunirse con
el magistrado para que escuchara sus propias experiencias como nietas restituidas o como hijos e
hijas de desaparecidos/as que buscan a sus hermanos/as nacidos en cautiverio.

Los mellizos todavía no pueden elegir con quién quedarse porque no conocen a su verdadera
familia; a nosotros nos pasaba lo mismo, pero una vez que nos reencontramos con nuestro origen
no tuvimos dudas y ya no extrañamos a nuestros apropiadores porque nos dimos cuenta de que
la relación que nos unía con ellos estaba basada en la mentira. Esto es lo que queríamos contarle
al juez Weschler.609

Durante la entrevista, Repetto quiso indagar en la experiencia del proceso de restitución de


estas/os jóvenes. Una de sus preguntas encontró una respuesta muy contundente de María José
Lavalle Lemos, según reproducía el diario Página 12:

– Después que los restituyeron, ¿ustedes no extrañaban a las familias con las que habían vivido?,
porque supongo que los querían – preguntó entonces Repetto.
– Cuando supe la verdad me di cuenta de que la relación que me unía con mis apropiadores
estaba basada en la mentira y ya no quise verlos más; además yo no iba a seguir viviendo con
los secuestradores de mis padres – le respondió María José Lavalle Lemos. 610

Nuevamente, vemos en las palabras de Lavalle Lemos y las/os otras/os jóvenes la correlación
con el discurso institucional de Abuelas de Plaza de Mayo, al rechazar una vida “basada en la

608
“Clamor: Miara debe restituir a los mellizos”, Crónica, 27 de diciembre de 1991. Miara estuvo imputado junto con
varios comisarios y oficiales de la Policía Federal por la comisión de una serie de secuestros extorsivos. A estos hechos
refiere la declaración de Lavalle Lemos cuando dice “los secuestros por los que se lo acusa ahora”. Al poco tiempo, fue
sobreseído por estos cargos, pero continuó detenido por la apropiación de Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa.
609
“A nosotros nos pasaba lo mismos que a los mellizos”, Página 12, 27 de diciembre 1991.
610
Ibíd.
326
mentira” y enfatizar la capacidad liberadora de la verdad, del “reencuentro con nuestros orígenes” a
pesar de cualquier dificultad que pueda acarrear al principio la separación de los “apropiadores”.
Finalmente, el 6 de febrero de 1992 el grupo fue recibido por el juez Weschler. En
declaraciones ante la prensa, las/os adolescentes reconocieron “la buena voluntad del magistrado al
recibirnos y responder sobre nuestros requerimientos”.611 Aunque el encuentro se desarrolló en
término cordiales, las/os jóvenes salieron con impresiones encontradas: “Weschler hizo un poco de
demagogia diciendo a todo que sí, pero al menos nos llevamos su promesa de que cuando le
devuelvan la causa [que se encontraba en manos de la Cámara Federal], va a resolver rápido”. 612 En
la conversación, se produjo un tenso intercambio que habría puesto de manifiesto las diferencias de
expectativas entre el juez y el grupo de jóvenes, como afirma uno/a de ellos/as:

El juez nos dio la razón en todo, cada cosa que le decíamos le parecía lógica, pero sin embargo
en ningún momento habló de restitución, siempre se refirió a un ‘acercamiento’ de los mellizos
con la familia de sangre (...) Tanto fue así que yo le pedí una aclaración. ‘¿Usted habla de
restitución o de acercamiento?’ le pregunté y no se comprometió con su respuesta. Me contestó:
‘Yo lo llamo acercamiento, vos llamalo como quieras’. Pero nosotros sabemos que una cosa no
es la otra”.613

No se trataba de una mera disquisición semántica, como lúcidamente advertía una de las
nietas a pesar de lo que intentaba deslizar el juez. Por el contrario, era una diferencia fundamental en
el asunto sobre el cual Weschler tenía que fallar. Mientras que “acercamiento” podía significar un
encuentro o algún régimen de visitas de los mellizos con su familia biológica pero sin dejar de vivir
con el matrimonio Miara-Castillo, la “restitución”, como la entendía Abuelas y seguramente también
este grupo de adolescentes, suponía cortar el vínculo de los niños con los apropiadores y entregarle
la guarda a algún integrante de la familia biológica.
Más allá de las respuestas obtenidas del magistrado, la movilización de este grupo de
adolescentes fue un aporte más en la intensa campaña de Abuelas para conseguir la restitución de los
mellizos Reggiardo Tolosa, caso sobre el que volveremos al final del capítulo. Estas intervenciones
en Tribunales fueron similares a otras realizadas en los años previos por la organización: una acción
directa, visible, pacífica pero no prevista por las autoridades, dirigida al poder judicial y de manera
específica, al magistrado a cargo de una causa, concitando la atención de los medios de

611
“Piden por mellizos”, Crónica, 6 de febrero de 1992, p. 8. Archivo CELS, FICELS, SDP.
612
“Reclamo por los mellizos”, Página 12, 6 de febrero de 1992, p. 6. Archivo CELS, FICELS, SDP.
613
Este testimonio fue recogido por el diario Página 12, sin aclarar el nombre de la persona que realiza la declaración.
Cfr.: “Reclamo por los mellizos” (6 de febrero de 1992). Página 12, p. 6.
327
comunicación. Las semejanzas con el repertorio de acción colectiva de Abuelas es un indicio más de
que, aun cuando los adolescentes hayan actuado por cuenta propia y con bastante autonomía, es muy
probable que la organización haya tenido alguna injerencia en la protesta, aunque más no sea de
forma indirecta.
De hecho, la visibilidad obtenida por este grupo de adolescentes a través de estas acciones de
protesta y la exposición pública de sus experiencias fue potenciada por la propia institución. Entre el
sábado 11 y el lunes 13 de abril de 1992, Abuelas de Plaza de Mayo celebró sus 15° aniversario con
la realización del Seminario Internacional “Filiación, Restitución, Identidad”, que se desarrolló en el
Centro Cultural General San Martín de la Capital Federal. El seminario contó con la participación
de genetistas, psicólogos, abogados, intelectuales y referentes de otros organismos de derechos
humanos, que analizaron las problemáticas relacionadas con la restitución de los “niños
desaparecidos con vida”, como los llamaban en declaraciones al diario Clarín 614. A pesar de la
presencia de todos estos especialistas, la atención del seminario la atrajeron el grupo nietas, que
expusieron al cierre de la última jornada:

Con 15 años, la misma edad que acaban de cumplir las Abuelas de Plaza de Mayo como
institución, Mariana Pérez llevó la voz cantante del grupo de adolescentes restituidos o hermanos
de desaparecidos (...) Mariana logró que el auditorio pusiera su mirada en el futuro y cosechó el
mejor de los aplausos, a pesar de compartir el panel con experimentadas figuras como la
psicoanalista californiana Nancy Hollander, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel o
el fiscal Luis Moreno Ocampo.615

Mariana Pérez ya había intervenido en un par de ocasiones durante el día para pedir a un panel
de psicólogos que “hablen fácil para que nosotros [los jóvenes] podamos entenderles” ya que “si
estamos aquí es porque queremos y ustedes tienen la obligación de ayudarnos”616. El grupo de
jóvenes también tuvo un lugar destacado en el cierre del seminario. Según recuerda Elena Gallinari,
se habían organizado para hacerles a las abuelas un “agasajo”:

Nos habíamos juntado un par de nietos y era un aniversario de Abuelas, creo que de 15 años de
Abuelas. Entonces nos juntamos e hicimos un agasajo para ellas. No me acuerdo si había sido
en el Centro Cultural, ahora no sé si está cerrado o abierto. El que está en Corrientes, el San
Martín. Hubo un evento y habíamos hecho unos regalos y unas cosas para ellas.617

614
Rago, Héctor, “Quedan casi cien casos de niños desaparecidos”, Clarín, 10 de abril de 1992, Archivo CELS-FICELS-
SDP.
615
“Jóvenes restituidos, en el camino de las Abuelas”, Página 12, 14 de abril de 1992. Archivo CELS-FICELS-SDP.
616
Ibíd.
617
Entrevista del autor a Elena Gallinari Abinet, Córdoba, 2 de agosto de 2018.
328
Según los registros del seminario, las nietas le regalaron a cada una de ellas un crisantemo en
reconocimiento por sus quince años de lucha. También leyeron un discurso en el que además de
celebrar la lucha de sus abuelas, hablaron de su rol en el presente y en el futuro de la organización:

“Queridas Abuelas: Hoy es, para ustedes y para nosotros, un día especial. Hace ya 15 años de
los días oscuros en que el Proceso nos robaba tanta gente emprendedora, tanta sangre nueva. Y
15 años hace ya de la época en que varias mujeres con un fuerte amor de madres y abuelas, unía
su lucha. Por sus hijos, por sus hijas embarazadas, por el nieto de un año que había desaparecido
o esa nieta que se espera para tal mes. Es decir, por nosotros.
Han pasado 15 años. Hubo alivio al ver asumir a un gobierno democrático, que luego fue una
gran decepción: “Punto Final”, “Obediencia Debida”, asesinos en la calle y en cada chico que
se encontraba, la desesperación de pensar que pasaba otro día y quedaban cientos por localizar.
Luego un nuevo gobierno y un nuevo golpe. Si antes los culpables directos habían quedado en
libertad, ahora los hombres cuyas mentes perversas habían planeado el genocidio, eran
indultados. Pero no van a decretar nuestro perdón, no van a imponernos el olvido.
Nosotros vamos a apoyarlas. Somos el fruto de su lucha, somos sus nietos. Cada una de ustedes
es un poquito nuestra abuela. Estamos acá y el día en que ustedes no puedan buscar más, nosotros
vamos a hacerlo. Continuaremos su trabajo, tan amplio y, aunque no lo parezca, con tantos
momentos felices. Copiaremos el ejemplo de vida que nos dan. Juntos vamos a encontrar a los
que faltan, por ellos mismos y por ustedes. Y por vos, hermanito, que estás en algún lado.”618

“Somos el fruto de su lucha, somos sus nietos.” Esta frase se asemeja mucho al futuro lema
de H.I.J.O.S.: “nacimos en su lucha, viven en la nuestra”. Pero mientras que para H.I.J.O.S. la “lucha”
que los había gestado era la militancia revolucionaria de sus padres y madres, para el grupo de nietas
la “lucha” era la acción colectiva de las Abuelas, que para encontrarlas a ellas y ellos, sus nietos/as
(“varias mujeres con un fuerte amor de madres y abuelas, unía su lucha (...) por nosotros”) enfrentó
a la dictadura y no se detuvo ante las “Leyes del Perdón” y los indultos de la democracia (“no van a
decretar nuestro perdón, no van a imponernos el olvido”). Es en esta gesta en la que las jóvenes se
reconocían, la que las convocaba y de la que se asumían como continuadoras: “Estamos acá y el día
en que ustedes no puedan buscar más, nosotros vamos a hacerlo”. A diferencia de la posición pública
que en años posteriores esgrimirá la agrupación H.I.J.O.S., el documento no se detenía en la memoria
ni en la reivindicación de los actos de sus progenitores. Su militancia política sólo recibía una alusión
muy vaga, cifrada en su mención como “gente emprendedora” y “sangre nueva” que fue “robada”
por el “Proceso”. En última instancia, seguían operando entre estas jóvenes los marcos de

618
El discurso ha sido recuperado de las actas del Seminario, publicadas en 1994. Véase: Abuelas de Plaza de Mayo
(1994). Filiación, Identidad, Restitución. 15 años de lucha de Abuelas de plaza de Mayo. Buenos Aires: Abuelas de
Plaza de Mayo/El Bloque Editorial, p. 386.
329
enunciación del régimen de memoria construido en la temprana posdictadura, que subsumía a los y
las desaparecidos/as a su mera condición de víctimas inocentes del horror (Crenzel, 2008 y 2010).
Esta construcción discursiva seguramente también estaba condicionada por la visión de las
propias abuelas que las habían criado y que impulsaban el activismo de Abuelas de Plaza de Mayo.
La organización se encontraba abocada a una tarea muy específica y cuya resolución era vivida con
urgencia y, como hemos visto, para su concreción intentaron tender puentes de colaboración con un
espectro muy amplio de instituciones y sectores políticos y sociales. Asumieron una posición mucho
más dialoguista que otras agrupaciones, en especial que la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Aunque no se privaba de la crítica a los gobiernos de turno o a la Justicia, buscaba movilizar la
cooperación de los primeros para estatalizar progresivamente la búsqueda de sus nietos, a la vez que
litigaba dentro los límites impuestos por el sistema jurídico para obtener la restitución de aquéllos
que ya habían sido localizados. Esta búsqueda de construcción de consensos la llevaba a ser, ante los
ojos de observadores locales y externos, una de los organismos “menos politizados”, lo que le
permitía cosechar apoyos múltiples pero también objeciones de parte de los sectores más
radicalizados del movimiento (Oren, 2001; Gandsman, 2012). En última instancia, esta
concentración en la tarea específica con consecuencias tangibles en el presente, una acción colectiva
menos “politizada” (o, si se quiere, “partidizada”) y la persistencia de un discurso que giraba en torno
a los horrores del terrorismo de Estado sobre “víctimas inocentes” (entre las cuales, como vimos en
los capítulos previos, los “niños desaparecidos” parecían sobresalir en el discurso público como
“hipervíctimas”) eran todos factores que contribuían a que la organización, así como las jóvenes
nietas que las acompañaban, evadiera, ignorara o dejara en un segundo plano la cuestión de la
trayectoria política de los y las desaparecidos (hijos de las abuelas, padres de las nietas).
En el cierre de este seminario del 13 de abril de 1992 intervinieron brevemente, además de
Mariana Pérez, tres nietas recuperadas: Paula Logares, María José Lavalle Lemos y Laura Scaccheri.
Las palabras de esta última resonaron fuertemente en el auditorio:

Quiero dar las gracias a las Abuelas porque me encontraron e hicieron posible mi restitución.
Quiero decirles que estoy muy bien. Que en estos días oí hablar de dificultades y dramas
psicológicos y les quiero decir que yo no tengo ninguno. Nada más.619

Nuevamente, como meses antes frente al juez federal y los medios de comunicación, el
testimonio directo de una nieta restituida cobraba mucha fuerza para la construcción de legitimidad

619
Abuelas de Plaza de Mayo (1994). Filiación…, op. cit., p. 386.
330
social de la causa de Abuelas, al contradecir el núcleo duro del argumento de sus antagonistas (las
“dificultades y dramas psicológicos” que podrían estar asociados a la separación de las “familias de
crianza”). Laura Scaccheri volvió a tener una participación relevante menos de un año después,
cuando el 22 de febrero de 1993 presentó su historia en la Asamblea de la Comisión de Derechos
Humanos de la ONU, en Ginebra.620 Como en otras ocasiones, Abuelas de Plaza de Mayo pudo
exponer en el encuentro en su calidad de integrantes de una organización internacional con status
consultivo en el Consejo Económico y Social de la ONU, en esta oportunidad gracias a su pertenencia
a la FEDEFAM. Siempre en nombre de FEDEFAM y con respecto al punto del temario referido a
las desapariciones forzadas, habló primero una integrante de Abuelas, que denunció la persistencia
de dichas prácticas en América Latina y la impunidad para quienes las habían perpetrado en las
dictaduras de la región en los años previos. Pidió “dar especial tratamiento a la desaparición de niños”
y “prestar atención a la restitución de ellos en Argentina, Uruguay y Chile” y, a continuación, le
cedió la palabra a la joven Scaccheri, que tenía sólo 15 años en ese momento:

Soy Laura Scaccheri Dorado. Nací el 15 de mayo de 1977. Mis padres: José Alberto Scaccheri
y Stella Maris Dorado que me incluyeron en su proyecto de vida para verme crecer y vivir junto
a ellos. Nunca me abandonaron, pero un proceso terrorista de Estado que violó todos los
derechos humanos, que hizo desaparecer a mis padres, borrando mi historia e identidad a los dos
meses de vida, me separó de ellos.
Desde entonces viví durante ocho años con unas personas que falsificaron mi documento y mi
partida de nacimiento. La lucha por la verdad hizo que en el año 1985 Abuelas de Plaza de Mayo
me encontrara y junto con mi familia hiciera posible mi restitución.
Hoy, por mi experiencia, sé lo que significa la restitución y que es algo alcanzable. Lástima que
hombres que tendrían que defender la justicia y la libertad, sean en realidad un obstáculo para
lograrlas.
Ahora vivo con mi familia. Allí con ellos pude preguntar, buscar, mirar para atrás poco a poco,
llorar y reír, con cariño y sobre todo sin mentiras.
Si se logró mi restitución y la de otros cincuenta chicos, ¿por qué se hacen tan difíciles las que
faltan?
(...)
Como por ejemplo, un caso vigente en Argentina, el de los mellizos Reggiardo Tolosa en el que
se pretende que ellos elijan. Eso es delegar en los chicos lo que tendrían que decidir los adultos.
¿Puede un chico que ha vivido durante años con alguien, elegir cambiar?
Creo que no. En mi caso fue muy difícil entender que me hayan mentido tanto tiempo, en todo.
La restitución da la posibilidad de reencontrarse con la verdad, con la familia, la que estuvo
desde siempre, en el proyecto de vida de nuestros padres hoy desaparecidos.
Quiero agradecer a FEDEFAM por haberme invitado a participar de este espacio tan importante,
que me da la posibilidad de contarles mi historia y pedirles ayuda para los chicos que continúan

620
“Testimonio en Ginebra”, Página 12, 23 de febrero de 1993.Archivo CELS, FICELS, SDP.
331
desaparecidos, porque yo sé lo difícil que le resulta a la gente entender que los chicos restituidos
– a pesar de lo dolorosas que son algunas restituciones – estemos bien. 621

La exposición retomaba muchos de los tópicos del discurso de Abuelas y también algunas de
las cosas que la propia Scaccheri había afirmado el año anterior en el Seminario Internacional
“Filiación, Identidad, Restitución”. En principio, ella no fue abandonada por sus padres, sino que fue
separada de ellos por el terrorismo de Estado, “borrando mi historia e identidad a los dos meses de
vida”. Durante ocho años vivió bajo una identidad hasta que la “lucha por la verdad” de Abuelas de
Plaza de Mayo permitió su restitución y su encuentro con su familia biológica, con quienes pudo
“preguntar, buscar, mirar para atrás poco a poco, llorar y reír, con cariño y sobre todo sin mentiras”.
A pesar de que a la gente le cuesta entender, ella se encuentra bien. Por eso se dirige a los presentes
para pedirles ayuda para restituir a los otros “chicos”, como los mellizos Reggiardo Tolosa, frente a
los hombres que en vez de administrar justicia “son un obstáculo para lograrla” o pretenden que
“ellos elijan” (como planteaban los abogados defensores de los Miara y replicaban diversos medios
de comunicación en Argentina), cuando eso sería “delegar en los chicos lo que tendrían que decidir
los adultos”. En suma, se trata de conceptos muy similares a los vertidos por las referentes de Abuelas
y por los profesionales de sus equipos jurídicos y psicológicos en el debate mediático abierto en la
Argentina desde 1991 por la restitución de los mellizos Reggiardo Tolosa.
A partir de estas sucesivas intervenciones, podemos decir que la actuación del grupo de nietos,
conformado por una decena de adolescentes de entre 14 y 18 años, hijos de desaparecidos, casi todos
criados por integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo o ellos mismos nietos/as restituidos, supuso
una muy temprana participación de “hijos de desaparecidos” como colectivo distintivo en las luchas
por los derechos humanos. Sus manifestaciones, sus publicaciones y sus discursos públicos
constituyen así un antecedente de la movilización de este actor político que, a partir de 1995,
alcanzará gran visibilidad pública a partir de la emergencia pública de la agrupación H.I.J.O.S. A
esta nueva agrupación se sumarán algunas de las jóvenes que venían participando de las acciones de
Abuelas, con distintos grados de participación, como veremos en el capítulo siguiente.
Sin embargo, las diferencias entre el “grupo de nietos/as” y lo que luego será H.I.J.O.S. son
múltiples, tanto a nivel de la acción colectiva como del discurso público. Como hemos visto, la
palabra pública de las adolescentes que integraban el grupo de nietas de Abuelas estaba muy ceñida

621
Intervención de Laura Scaccheri para FEDEFAM en la 49ª Sesión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU,
22 de febrero de 1993. CNAEF, Fondo ACAT, Caja 107.
332
al discurso institucional de esa organización. Dicho discurso tenía una dimensión muy específica
dentro del movimiento de derechos humanos, en la medida en que se focalizaba en la cuestión de la
“restitución de niños”, y a la vez se sostenía sobre una representación del pasado reciente dictatorial
todavía muy anclada en el discurso humanitario de las “víctimas inocentes” elaborado en la transición
a la democracia. Todo esto repercutía en la palabra pública de las jóvenes que participaban en este
pequeño grupo, cuyas acciones estaban dirigidas exclusivamente a acompañar la lucha de Abuelas
por la restitución de sus nietos/as. Todavía no aparecían en sus declaraciones ni en sus textos
inquietudes como las que serán características de los miembros de H.I.J.O.S. o de otros hijos e hijas
no encolumnados con esta agrupación; preguntas, por ejemplo, por la trayectoria de vida sus padres
y madres, sus afectos, sus decisiones políticas o su militancia revolucionaria. Sus elecciones u
opciones vitales no aparecían ni reivindicadas ni mucho menos cuestionadas o puestas en tensión
(como ocurrirá desde principios de los 2000 en la producción literaria y cinematográfica de
algunos/as hijos/as). En las vagas y aisladas menciones a sus padres y madres lo que primaba era una
sublimación o idealización abstracta, expresada en imágenes propias del universo infantojuvenil (los
padres como “estrellas”, “gente emprendedora”, “reyes”, etc.)
En este sentido, la emergencia de H.I.J.O.S. y el nuevo momento memorial inaugurado en gran
medida por el vigésimo aniversario del golpe de Estado, que implicó un reavivamiento de la lucha
por el castigo judicial a las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura y un
aumento de la producción testimonial de ex militantes políticos (Lvovich y Bisquert, 2008) supondrá
un punto de inflexión para este grupo de nietos y nietas. A partir de 1996, este grupo cobraría nuevo
impulso dentro de Abuelas. En el capítulo siguiente, analizaremos el renovado papel de estos jóvenes
y, más general, la centralidad que progresivamente fue adquiriendo la figura del “nieto recuperado”
hacia fines de los años ’90, tanto en la orientación de las campañas públicas de Abuelas de Plaza de
Mayo como en las debate público y en las representaciones sociales de la cuestión de la “restitución
de identidad”.

333
5. ¿Qué pasa cuando “aparecen” los “niños desaparecidos”? Disputas judiciales y
controversias públicas por las restituciones

En 1978, cuando lo que por entonces era apenas un pequeño grupo de “madres-abuelas”
publicó una primera solicitada en el diario La Prensa, aprovechó la ocasión del Día del Niño para
concitar la atención de la opinión pública ante el drama de sus “nietitos desaparecidos”. Desde ese
momento, esa efeméride se convirtió en una fecha clave para la difusión de su reclamo, con la
publicación de solicitadas, de afiches o de comunicados de prensa que eran reproducidos por los
principales diarios de la capital argentina y la ciudad de La Plata. Para el Día del Niño de 1993 las
Abuelas repitieron esta acción que se había vuelto casi una tradición. El texto, sin embargo, mostraba
sutiles variaciones con respecto al de ocasiones previas:

Con motivo del Día del Niño, las Abuelas de Plaza de Mayo piden ayuda para poder encontrar
a sus nietos desaparecidos. “Hoy ya son jovencitas y jovencitos que continúan en la apropiación
y el engaño desconociendo quiénes son realmente y que su familia los busca con amor”, dicen.
Para las Abuelas de Plaza de Mayo, “el mayor bien es devolverles la identidad que les robaron
y a la que tienen derecho”. 622

El mensaje invocaba al Día del Niño para solicitar la colaboración de la sociedad en la


búsqueda de sus nietos y nietas pero reconocía, a la vez, que éstos progresivamente dejaban de ser
niños y pasaban a ser “jovencitas y jovencitos”. En el breve comunicado lo que se destacaba no era
tanto la búsqueda de su restitución a las familias biológicas, sino “devolverles la identidad que les
robaron”, un derecho que era considerado suyo.
La ambigüedad del mensaje marca un momento transicional en la causa de la “restitución de
los niños desaparecidos”. Un repertorio discursivo y de acción desarrollado durante 15 años con el
objetivo de localizar, identificar y acompañar el proceso de restitución a niños y niñas, empezaba a
resultar ineficaz ante los desplazamientos del sujeto de esa lucha que, atravesando la adolescencia e
incluso llegando a la mayoría de edad, se alejaba de ese modelo prefigurado. Los relatos
institucionales de Abuelas suelen señalar que esta transformación se les reveló a las Abuelas
repentinamente, hacia 1996 o 1997, cuando los nietos y otros jóvenes habrían comenzado a participar
en la organización, ejerciendo ellos mismos un “efecto demostración” de ese pasaje de niños a
jóvenes adultos (Abuelas de Plaza de Mayo, 2007). Sin embargo numerosos indicios, como la
solicitada que acabamos de citar, muestran que este proceso era perceptible (y percibido) desde

622
“Abuelas de Plaza de Mayo”, Clarín, 8 de agosto de 1993. Archivo CELS, FICELS, SDP.
334
mucho antes, aunque eso no implicara una cabal comprensión de sus implicancias o una justa
adecuación de las estrategias de activismo a esa nueva realidad.
En principio, como hemos visto, la participación del grupo de nietas adolescentes en Abuelas
había comenzado mucho antes de 1996; por lo menos en 1991 o antes, si consideramos las cartas y
publicaciones de algunas nietas. Es indudable que este incipiente activismo juvenil dentro de la
organización funcionaba como un síntoma de las transformaciones en el destinatario de su búsqueda,
que adquiría cada vez mayor autonomía y poder de decisión propia –como las nietas que se
presentaban por su cuenta ante los jueces, hablaban con conductores de televisión o se dirigían a una
asamblea de la ONU, además de participar de otros espacios de socialización política, como los
centros de estudiantes de sus escuelas secundarias.
Pero quizás tanto o más disruptiva de los paradigmas consolidados sobre la “restitución de
niños” fue la toma de la palabra de otros nietos y nietas: aquéllos/as que, en medio de disputas
judiciales por su restitución, salieron a pronunciarse en contra de que los separaran de sus “padres
adoptivos”, “del corazón” o “históricos” para ir con una familia “desconocida”. Probablemente la
primera de estas manifestaciones se produjo en 1989, en pleno proceso de restitución de la
adolescente de 13 años Ximena Vicario, secuestrada junto con su madre Stella Maris Gallichio el 5
de febrero de 1977, luego abandonada por las fuerzas de seguridad en la Casa Cuna de Capital
Federal y adoptada irregularmente por una trabajadora de esa entidad, Susana Siciliano, quien la
llamó Romina Paola.
Para contextualizar, recuperemos brevemente la historia de este caso. A mediados de 1984, a
partir de información aportada por informantes anónimos, Abuelas de Plaza de Mayo presentó una
denuncia sobre la identidad de esta niña, que recayó en el juez federal Juan Fégoli. Ante la resistencia
de Siciliano en permitir que la niña se realizara los análisis de sangre, Fégoli requirió la extracción
compulsiva. En abril de 1986, los resultados de los estudios de filiación determinaron que la niña
Romina Paola era en verdad Ximena Vicario. 623 Con estas pruebas genéticas, el juez Fégoli dispuso
el procesamiento de la madre adoptiva, acusada de “sustitución de estado civil”, no obstante lo cual
dejó a la niña bajo su guarda. Este fallo fue apelado por los abogados querellantes y finalmente el 2
de enero de 1989 la Cámara Federal de Apelaciones, por voto unánime de sus tres miembros, ordenó

“Restituirán a su familia a una niña que fue localizada”. Clarín, 16 de abril de 1986. Archivo CELS, FICELS, SDP.
623

Todos los artículos periodísticos sobre este caso fueron consultados aquí.
335
la restitución de la niña a su abuela biológica, Darwiniana Mónaco de Gallichio, que vivía en
Rosario.624
Frente al panorama de perder la guarda de su hija adoptiva, Siciliano convocó a la prensa a su
casa para su rechazo a que la separaran de la niña. Esta estrategia no era nueva: ya habían apelado a
este recurso los apropiadores de Paula Logares y de Laura Scaccheri y los padres adoptivos de Juliana
Sandoval (quien, a la postre, resultó no ser hija de desaparecidos). Lo distintivo fue que esta vez no
sólo habló la madre adoptiva, sino también la joven, que ante las cámaras de Canal 2 dijo que su
única madre era Siciliano e incluso amenazó con suicidarse si la separaban de ella. 625 Al día siguiente,
el 3 de enero, en los tribunales porteños, donde debía producirse la restitución de la niña, se hicieron
presentes varios allegados de Siciliano que forcejearon con la policía y trataron de impedir primero
el ingreso del juez Fégoli y luego el de Ximena. Lograron romper el bloqueo de las puertas del
juzgado y tuvieron que intervenir más de treinta efectivos de la Policía Federal, que cortaron la calle
y debieron forzar la entrada al recinto de la joven quien oponía resistencia y era retenida por los
manifestantes. En medio de los incidentes, la propia Ximena empezó a llorar y a gritar. La crónica
periodística relataba de la siguiente manera toda esta situación:

La menor Ximena, de 13 años en la actualidad, fue llevada por policías en horas de la tarde a la
casa de su abuela, mientras gritaba que quería regresar con su madre y que “al juez le expliqué
y no le importa nada”, en alusión a su larga conversación con Fégoli.
“Con esa vieja no me voy; quiero volver con mi mamá, no sé dónde voy, quiero volver con mi
mamá” fueron algunos de los gritos que la adolescente profirió tanto al ingresar al Palacio de
Justicia, antes de las 9, como cuando fue sacada entre un grupo de policías, pasadas las
16.15hs.626

Toda la escena nos recuerda, en primera instancia, que el repertorio de acción capaz de
impulsar una “lucha cívica por la justicia” (Landi y González Bombal, 2001; Svampa, 2011) no era
desconocido para los imputados por el delito de apropiación. La interpelación a los medios de
comunicación, la movilización de familiares, amigos e instituciones (Siciliano consiguió que la
mayoría de los profesionales de Casa Cuna salieran a apoyarla, e incluso que hicieran una misa en
su nombre y el de “Romina Paola”)627 y la presión sobre el poder judicial eran recursos similares a
los que usaba Abuelas de Plaza de Mayo y las familias biológicas que bregaban por la restitución de

624
“La cámara federal otorgó la guarda de una menor a su abuela de sangre”, La Nación, 3 de enero de 1989.
625
“El conflicto del retorno”, Página 12, 3 de enero de 1989.
626
“Una hija de desaparecidos se resistió a dejar a su madre adoptiva”, Clarín, 4 de enero de 1989.
627
“Diversas opiniones sobre la situación de Romina Siciliano”, La Prensa, 19 de enero de 1989.
336
los niños. Aquí se suma un elemento más: la palabra de la “hija adoptiva”, manifestándose
abiertamente en contra de irse “con esa vieja” (en referencia a su abuela biológica).
Podemos suponer que fue para contraponer a estas imágenes, en las que la restitución parecía
mostrarse como una coacción opuesta a la voluntad de la joven, que Abuelas consideró necesario
difundir el testimonio de las restituciones que podríamos llamar exitosas, en términos de inserción
en la familia biológica y de acercamiento a la institución. Testimonios como los de Elena Gallinari,
María José Lavalle Lemos y Laura Scaccheri, que hemos analizado previamente, apuntaban
justamente en este sentido.
Además, apoyada en la opinión de su equipo psicológico, la organización esgrimió un
argumento que buscaba rebatir desde otro plano estas exposiciones públicas reactivas a su labor. Se
trata de los argumentos que sintéticamente y en un lenguaje coloquial presentara la joven Scaccheri
ante la ONU: los/as niños/as apropiados no pueden elegir, aunque crean estar haciéndolo, porque han
vivido en el engaño y bajo una identidad falsa. Cuando conozcan su verdadera historia, podrán
comprender la dimensión de este daño y serán felices con su familia biológica, su verdadera familia,
sobre la base de la verdad en torno a su pasado. Esta decisión nunca la pueden tomar los propios
niños, sino que debe recaer sobre los/as adultos/as responsables (básicamente, los operadores
judiciales), que así ponen fin a una serie de delitos que se han venido cometiendo desde el momento
de la separación de la niña de sus padres desaparecidos.
Tras varias apelaciones y acciones controversiales de la justicia (como el otorgamiento de un
permiso para que Ximena pasara unas vacaciones con Siciliano), en octubre de 1991 el Juez en lo
Civil y Comercial de Morón, Héctor Nattero, dictaminó la nulidad de la adopción y dejó firme la
restitución de su identidad y la guarda a cargo de su abuela, Mónaco de Gallichio. El fallo,
confirmado el año siguiente por la Cámara de Apelaciones de Morón, sentó un antecedente relevante,
ya que era la primera vez que una adopción plena (según la legislación vigente en la época, de
carácter irrevocable) era anulada en la Argentina. 628
Ahora bien, si la opinión pública podía llegar a conmoverse por las declaraciones de una joven
de 13 años, apenas entrada en la adolescencia, que ante las cámaras se oponía tenazmente al
reencuentro con su abuela; o, en todo caso, podía poner en duda la validez de los argumentos con los

628
“Anulan la adopción de una menor”, La Nación, 11 de octubre de 1991; “Resuelve la Justicia la adopción de una hija
de desaparecidos”, Clarín, 11 de octubre de 1991; “Ximena se queda para siempre con su abuela Darwiniana”,
Página/12, 14 de agosto de 1992; “Un fallo ejemplar que tiene identidad propia”, Crónica, 31 de agosto de 1992.
Archivo CELS-FICELS-SDP.
337
que Abuelas defendía su postura, ¿qué podría pensar al tratarse de chicos de 17, a punto de cumplir
la mayoría de edad? Este fue exactamente el problema planteado en el caso de los mellizos Gonzalo
y Matías Reggiardo Tolosa.
La restitución de los Reggiardo Tolosa fue sin dudas la restitución más complicada, disputada
y mediatizada de este periodo. Los padres de los mellizos, María Rosa Ana Tolosa y Juan Enrique
Reggiardo habían sido secuestrados el 8 y 9 de febrero de 1977, respectivamente. Estuvieron
detenidos en los CCD “La Cacha” y “Arana”. María Rosa estaba embarazada de seis meses y fue
llevada para el trabajo de parto a la cárcel de Olmos, donde fueron entregados a su apropiador, el
Subcomisario Samuel Miara, quien los inscribió como hijos propios con su mujer, Alicia Castillo.
A partir de denuncias anónimas, Abuelas de Plaza de Mayo comenzó a investigar a este
matrimonio, sospechando que los niños podían ser hijos de desaparecidos. Por los datos recabados,
en una primera instancia se pensó que eran los hijos de Liliana Ross y Adalberto Rossetti (quien no
se encontraba desaparecido). A partir de esta información se hizo una presentación judicial y a
comienzos 1985 el juez ordenó la extracción de sangre para comprobar la filiación de los niños. 629
Sin embargo, Miara se negó en dos oportunidades a concurrir al peritaje y cuando los abogados de
las Abuelas y del presunto padre de los chicos pidieron la detención del policía (todavía en actividad
en la fuerza), este se dio a la fuga con su mujer y los dos niños, según denunciaba la organización el
23 de enero de 1986.630 Luego de una intensa campaña por parte de la organización, el matrimonio
fugado y los niños fueron localizados en Asunción, Paraguay, donde también fueron hallados otros
ex agentes de las fuerzas de seguridad acusados de apropiación de niños. Como vimos previamente
en este mismo capítulo, sólo tras la muerte del dictador Alfredo Stroessner, el gobierno militar de
transición se ofreció a cooperar con la justicia argentina y en mayo de 1989 el matrimonio Miara-
Castillo fue extraditado a la Argentina, junto con los dos mellizos. 631
Una vez en la Argentina se realizaron los análisis genéticos que, de manera inesperada,
establecieron que los niños, como se presumía, no eran hijos de Miara-Castillo pero tampoco de la
pareja Rossetti-Ross sino de otra pareja desaparecida: los Reggiardo-Tolosa.632 A partir de ese
momento, comenzó una larga disputa judicial por su tenencia: mientras que a Miara se le dictó la
prisión preventiva por los delitos de retención y ocultamiento de menores, falsedad ideológica de

629
“Un subcomisario tendría a mellizos desaparecidos”, La Razón, 2 de febrero de 1985. Archivo CELS-FICELS-SDP.
Todos los artículos periodísticos sobre este caso fueron consultados en este archivo.
630
Vid. supra Capítulo IV, pp. 305-312.
631
Citar
632
“Ni de Miara ni de Rossetti”, Página 12, 2 de junio de 1989.
338
documento público y uso de documentos falsos, su mujer (también procesada) siguió libre y con la
guarda de los mellizos. Abuelas inició entonces una fuerte campaña por su restitución a su familia
biológica, algunas de cuyas acciones más importantes ya hemos mencionada: presentaciones ante la
OEA y otros organismos internacionales y las movilizaciones del grupo de nietas y nietos. La
organización contó con el apoyo del movimiento de derechos humanos y de diferentes
personalidades y sectores sociales.633
En noviembre de 1993 el juez de la causa, Jorge Ballestero, resolvió quitarle la guarda a la
apropiadora y entregársela a su tío biológico que vivía en la localidad de La Plata. Fue entonces
cuando, impulsados por Castillo y los abogados de la familia, los jóvenes se presentaron en diferentes
programas televisivos para reclamar su retorno con la mujer que los había criado. Como sabemos,
los medios de comunicación no son un simple canal neutral por el que discurre información objetiva,
sino que son al mismo tiempo un escenario en el que se libran las batallas de los movimientos sociales
y, al mismo tiempo, son actores con determinados que los llevan a tomar partido en dichas disputas,
a través de discursos hostiles o reivindicativos (Kircher, 2005; Rucht, 2004). No extraña, pues, que
diferentes medios gráficos y programas de televisión se hayan posicionado de forma explícita del
lado de los apropiadores, mientras que otros (aunque en apariencia en minoría) salieron en apoyo del
reclamo de Abuelas y de la familia biológica.
Los mellizos hicieron su primera aparición en los medios el 25 de mayo de 1994 en el programa
“Memoria” de Canal 9, conducido por el periodista Samuel “Chiche” Gelblung. Desde un comienzo,
Gelblung se refirió a Miara y Castillo como los “padres históricos, adoptivos”. En el programa, los
jóvenes de diecisiete años afirmaron reconocer que sus padres biológicos era una pareja de
desaparecidos, pero insistían en que querían vivir con su “madre histórica” y que no los estaban
dejando verla. Además, denunciaron malos tratos por parte de su tío Eduardo Tolosa, quien tenía su
guarda.634 Días después otra escena mediatizada se produjo en el programa de Daniel Haddad y
Marcelo Longobardi. El programa pretendía ser una mesa de debate en la que estaban presentes
Estela de Carlotto, Alcira Ríos (abogada de Abuelas), el médico Eduardo Lorenzo Borocotó y el juez

633
En 1991 encontramos al menos dos solicitadas con numerosas firmas que se solidarizaban con el reclamo de Abuelas:
uno de trabajadores y profesionales de la salud (cfr. “No a la impunidad”, Página 12, 17 de diciembre de 1991) y otro
de la comunidad científica y académica (cfr. “Por la restitución de los mellizos Reggiardo-Tolosa”, Página 12, 29 de
diciembre de 1991). El por entonces ya ex fiscal Aníbal Ibarra, que había alcanzado cierta notoriedad pública en esos
años, también fue muy activo en el respaldo a la organización. Ibarra, Aníbal, “El respetuoso Miara”, Página 12, 11 de
diciembre de 1991; Ibarra, Aníbal, “Deuda pendiente”, Página 12, 8 de abril de 1992.
634
“El caso de los chicos restituidos por televisión”, Página 12, 27 de mayo de 1994.
339
de menores Miguel Castillo. Sin embargo, a los pocos minutos de comenzar, ingresaron al estudio
los hermanos Reggiardo Tolosa. Frente a esto, Estela de Carlotto y Alcira Ríos se retiraron del
programa, que se convirtió esencialmente en una entrevista a los jóvenes, que reiteraron su voluntad
de regresar con Miara y Castillo. Hacia el final del programa, los adolescentes conversaron por
teléfono con su “madre histórica” y Gonzalo le dijo, entre lágrimas, “mamita, no existe juez, no
existe… solo la muerte nos puede separar”.635 El 31 de mayo los jóvenes volvieron a aparecer, esta
vez en el programa de Bernardo Neustadt, donde se reencontraron entre llantos con Castillo,
nuevamente denominada como “madre histórica”. 636 Finalmente, este raid mediático tuvo
repercusiones judiciales: el 1 de junio, el juez Ballestero decidió revocarle a Eduardo Tolosa la
guarda y entregar a los jóvenes de nuevo a Castillo.637
En las semanas siguientes, la controversia en torno al caso inundó las páginas de los diarios y
continuó en las emisiones televisivas. Además de Gelblung, Haddad y Logobardi y Neustadt,
Mariano Grondona también se sumó a la campaña mediática para frenar la restitución, al igual que
La Nación, La Prensa e incluso Crónica (que en otros casos, como el de Ximena Vicario, se había
mostrado favorable a la restitución). 638 Como podemos ver, dos argumentos principales eran
esgrimidos por estos medios. Por un lado, la familia como una construcción histórica y emocional a
partir de lo que Regueiro (2013, p. 216) ha llamado la “desbiologización del lazo de parentesco”: los
“verdaderos” padres son los “padres históricos”, los “padres del corazón”, aquellas personas con las
que los jóvenes se han criado, sin importar las circunstancias en las que esto se haya producido. El
segundo argumento tiene que ver con el “respeto de la voluntad de los jóvenes”, enfatizando por otro
lado los malos tratos que supuestamente habría propinado el tío biológico. 639 Haddad y Longobardi
leyeron en su programa el artículo 13 de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño,
que garantiza el derecho del niño a la libertad de expresión y remarcaron en varias ocasiones que en
este caso quienes daban su testimonio eran “niños de 17 años”. De esta forma, al igual que hacían
los abogados defensores de la pareja Miara-Castillo, pretendían fundar su posición en la supuesta
defensa de los “derechos del niño” y del “interés superior del niño”, principio rector de la

635
Programa de televisión “Haddad y Longobardi”, 30 de mayo de 1994. Disponible en:
https://www.youtube.com/playlist?list=PLXNr6HFMfxvJ6ZYuCaTao4FXvosAtOqgX
636
“El emotivo encuentro de los chicos con su madre histórica”, Crónica, 1 de junio de 1994.
637
“Sin retorno”, Página 12, 1 de junio de 1994.
638
Verbitsky, Horacio, “El muro de Berlín”, Página 12, 5 de junio de 1994.
639
Cfr. “El juez Ballesteros revocó la guarda de los mellizos Reggiardo Tolosa”, La Nación, 1 de junio de 1994; “Sea
como fuere, alguien quedará disconforme…”, Crónica, 1 de junio de 1994; “Deben volver con su familia de sangre”, La
Prensa, 2 de junio de 1994.
340
Convención. Este es un ejemplo más de los usos múltiples e incluso diametralmente opuestos que se
hicieron en la esfera pública local de los “derechos del niño” en los años ’90 (Grinberg, 2013). Dos
posturas antagónicas e irreconciliables, como aquella en favor de la restitución y aquella otra que
bregaba por mantener la guarda de la apropiadora, podían pretender fundamentarse en esos mismos
derechos.
Del otro lado y como ya había ocurrido en casos anteriores, Página 12 apoyó abiertamente la
postura de Abuelas de Plaza de Mayo y se convirtió en su principal defensor. En la televisión, solo
el informativo “Edición Plus” del canal Telefé parecen haber presentado una línea más cercana a la
del organismo de derechos humanos, haciendo hincapié en sus informes en el carácter no de “hijos
adoptivos” sino de “niños apropiados” de los mellizos Reggiardo (aspecto que los programas de los
periodistas anteriormente mencionados se encargaban de no mencionar). 640 Frente a las
declaraciones en los medios de los jóvenes Reggiardo Tolosa, que exigían que se respetar su voluntad
de vivir con su “madre histórica”, la postura de Abuelas fue la misma que ya había sostenido en otras
oportunidades. Consultada por Página/12 sobre la emisión del programa de Gelblung, Estela de
Carlotto expresó lo siguiente:

- ¿Qué opina usted de la emisión del programa?


- (...) Los chicos, con sus diecisiete años, hablaron para protestar. Lástima que los están
utilizando quienes no se ocuparon de ellos cuando vivían en cautiverio. Los pusieron en la
pantalla para que eligieran lo que quieren, pero nadie elige lo que no conoce. Los menores deben
ser escuchados, comprendidos, pero la decisión de lo que es mejor para ellos es responsabilidad
de los mayores, en este caso el juez y el tío Tolosa, con quien viven, son los que deben guiar y
comprender a estos dos adolescentes.
- ¿Aun cuando esos chicos sean ya adolescentes con voz y voto?
- No es lo mismo restituir a una criatura de diez años que a otra de diecisiete. Pasaron más años
de la apropiación y tienen más internalizado el discurso del apropiador. En este caso particular,
el pasaje del tiempo es imputable a la Justicia, porque desde el año ’89 se sabía quiénes eran y
el entonces juez Ricardo Weschler no los restituyó. Pero mientras sean menores y estén en manos
de asesinos, la separación abrupta es lo que aconsejan como más sano los psicólogos, aunque
sea doloroso asumirla.641

Las palabras de la presidenta de Abuelas denotan que la organización era consciente de que
el proceso de restitución de un adolescente de 17 años no era ni podía ser el mismo que el de un niño
de 10, no sólo por su mayor edad sino por el tiempo transcurrido en el seno de la familia apropiadora.

640
Programa “Edición Plus”, emitido por Telefé, 8 de junio de 1994. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=YrVhP52D5xU&t=173s
641
“El caso de los chicos restituidos por televisión”, Página 12, 27 de mayo de 1994.
341
Con todo, la postura sobre su crianza (o, más bien, su tenencia) y los argumentos esgrimidos para
justificarla seguían siendo los mismos que habían desarrollado en los años ’80: los/as chicos/as deben
ser separados/as de la pareja apropiadora, más aun cuando estos habían estado implicados en la
represión, “es lo que aconsejan como más sano los psicólogos”.
¿Coincidía la opinión pública con la postura de Abuelas? ¿Acompañaba la sociedad civil su
planteo de que los mellizos Reggiardo Tolosa no podían vivir con los apropiadores? Desde luego,
resulta casi imposible poder responder estas preguntas con la información disponible. Los periodistas
que activamente militaron en contra de la restitución y de los intereses de Abuelas y de la familia
biológica presentaban en sus programas testimonios recogidos en la vía pública que coincidían en
que los jóvenes debían poder elegir con quien vivir. Por supuesto, este recorte intencional sesgado
por la edición televisiva nunca puede ser tomado como representativo, pero lo que importa es que
como efecto de sentido buscaba generar la impresión de un generalizado apoyo a los jóvenes y su
“madre histórica” y una rechazo a las Abuelas que solo estarían persiguiendo un “obstinado afán
personal” y que los estaban convirtiendo en un “botín de guerra” (apelando a un significante muy
caro al discurso de Abuelas durante la temprana posdictadura, pero invirtiendo su significado y
transformando a las víctimas de la apropiación – Abuelas y las familias- en los victimarios). 642
Abuelas desarrolló en los siguientes meses una activa intervención pública para desactivar lo
que consideraban como una “campaña para legitimar el robo de niños”. 643 Desde luego, la
organización no estuvo sola en esta cruzada mediática. El movimiento de derechos humanos
acompañó en bloque (con una intervención muy activa de la Asociación de Ex Detenidos
Desaparecidos y de la APDH).644 Sin embargo, no parece haber habido un apoyo generalizado y
explícito de la clase política, como sí hubo en otras restituciones previas, como las de Paula
Logares.645
En las memorias actuales y en las historias institucionales de Abuelas de Plaza de Mayo, la
intensa campaña “anti-Abuelas” de los medios de comunicación y la aparente falta de apoyo social

642
Programa de televisión “Haddad y Longobardi”, 30 de mayo de 1994. Disponible en:
https://www.youtube.com/playlist?list=PLXNr6HFMfxvJ6ZYuCaTao4FXvosAtOqgX “El caso de los chicos restituidos
por televisión”, Página 12, 27 de mayo de 1994, “Deben volver con su familia de sangre”, La Prensa, 2 de junio de 1994.
643
“‘¿Qué quieren demostrar?’”, Página 12, 3 de junio de 1994. Unas semanas después, Abuelas publicó y difundió un
folleto titulado “¿Es lícito el robo de niños? Caso Reggiardo Tolosa”. Consultado en Archivo CELS, FICELS, FOO,
CAJA 22.
644
APDH, “Terrorismo”, Página 12, 1 de junio de 1994. Calvo de Laborde, Adriana y Barrera, Delia, “Mellizos
Reggiardo Tolosa”, Página 12, 9 de junio de 1994;
645
Vid supra Capítulo III.
342
en torno a su reclamo son interpretados como una falta de sensibilidad y de comprensión social por
el “derecho a la identidad”, en una contexto general de impunidad que contribuía a fomentar posturas
favorables al “olvido” (Abuelas de Plaza de Mayo, 2007). En esta interpretación, durante los años
siguientes diferentes campañas mediáticas, con el apoyo progresivo de gobiernos municipales y,
desde el 2003, nacionales, habrían permitido calar hondo en la conciencia social demostrando el
valor intrínseco de la restitución y la importancia de reencontrarse con el verdadero origen y la
verdadera familia. Sin embargo, los datos conocidos nos muestran que mucho antes del caso
Reggiardo Tolosa Abuelas contó con un importante apoyo social y político y que algunas
restituciones, como la de Paula Logares (también en manos de un subcomisario de la Policía Federal)
tuvieron un apoyo muy grande a nivel nacional e internacional. Como hemos visto, también
existieron desde la transición voces antagonistas, que cuestionaban las restituciones como
“retraumatizantes” y proclamando los derechos de los “padres del corazón”. Evidentemente, ese
esquivo momento de transición, en el que los niños dejaban de serlo, se acercaban a la adultez y ya
emitían opiniones propias (aunque sin dudas, impregnadas por el discurso de sus apropiadores)
ayudó a darle un nuevo vigor a estos argumentos.
En última instancia, nuestra hipótesis es otra: la batalla por la legitimidad de las restituciones
de niños (es decir, por la restitución en el sentido de reincorporación al seno de la familia biológica)
quedó inacabada, abierta, sin desenlace claro, sin la construcción de un consenso fuerte a favor de
Abuelas, con varios triunfos en los años ’80 con restituciones muy apoyadas social y políticamente,
pero con posteriores casos de restituciones de adolescentes que dividieron más a la opinión pública.
Lo que ocurrió fue que, por el mismo paso del tiempo, la lucha de Abuelas se reorientó hacia un
objetivo parcialmente diferente: la restitución de adultos, en donde el significante “restitución”
comenzará a resemantizarse para transformarse en sinónimo de “reconocimiento de la verdad” o de
la identidad biológica (y, como consecuencia, de la identidad y la memoria familiar) y no ya (como
no podía ser posible por la edad de esos jóvenes) en la incorporación en el seno de la familia
biológica. Una restitución en la que, como ya se empezaba a vislumbrar para 1995, el propio sujeto
de la búsqueda tendría un papel destacado, buscándose a sí mismo:
La Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad surgió de un pedido de las Abuelas de Plaza
de Mayo al Gobierno para que facilitara la búsqueda de los hijos de desaparecidos durante la
última dictadura militar. La Comisión empezó a funcionar hace tres años y lo que llamó la
atención de su encargada, Alicia Pierini, fueron las consultas que recibió por parte de un centenar
de adolescentes que quieren saber si sus padres son desaparecidos.646

646
“Empezaron las Abuelas y se sumaron los chicos”, Páginas 12, 16 de noviembre de 1995.
343
Fue en torno a esta nueva forma de “restitución” que Abuelas logró construir un consenso
amplio entre fines de los años ’90 y comienzos de los 2000, como veremos en el capítulo siguiente.
Esta nueva orientación supuso el desarrollo de nuevas estrategias políticas y discursivas en las que,
como anticipamos, los propios “nietos” cumplieron un rol central. Estas estrategias se empezaron a
desplegar en toda su magnitud recién entre 1996 y 1997, cerrando de manera definitiva la búsqueda
y restitución de “niños desaparecidos” y dando paso a una nueva etapa en la historia de esta demanda
social.

344
Capítulo V. Abuelas, nietos/as, H.I.J.O.S. y más en la construcción de un nuevo
consenso sobre la “restitución de identidad” (1996-2004)

En este capítulo final indagaremos en las diferentes dimensiones que adquirieron la cuestión
de la “apropiación de niños” y las luchas por su localización y restitución en el periodo comprendido
entre 1996 y 2004. Este periodo queda enmarcado por dos hitos de la revitalización del movimiento
de derechos humanos y de la configuración de un nuevo proceso de legitimación social y estatal de
su causa: la marcha por los 20 años del golpe de Estado de 1976 y el acto de la recuperación del
predio de la Escuela de Mecánica de la Armada. En ese acto, además del presidente de la Nación,
Néstor Kirchner, uno de los oradores fue Juan Cabandié, un joven que había nacido en el centro
clandestino de detención que funcionó allí mismo, que había sido apropiado por un policía ligado a
la represión y que hacía apenas dos meses había logrado conocer su verdadera identidad biológica.
La presencia de un “nieto restituido” brindando su testimonio en ese acto es sin duda un dato del
lugar asignado a esta cuestión por la nueva administración, ya fuera en sus prioridades políticas
como en la construcción de su propia legitimidad. El discurso de Cabandié fue una pieza clave de
este acto, que en los años siguientes adquiriría una dimensión fundacional en la configuración
discursiva e identitaria del kirchnerismo (Montero y Vincent, 2013; Balé, 2018) .
Sin embargo, si esto fue posible es porque previamente la cuestión de la apropiación de niños
como crimen del terrorismo de Estado había alcanzado una considerable relevancia social y política
como problema público, y la causa por la “restitución de identidad” de las personas buscadas, por
entonces jóvenes-adultos, había cosechado numerosos apoyos y un creciente consenso social.
¿Cómo había ocurrido esto? En este capítulo abordaremos esta pregunta a través de diferentes
dimensiones. En primer lugar, analizaremos la centralidad que adquirió la cuestión del fenómeno
criminal de la apropiación de niños en la progresiva en la reapertura de las causas judiciales contra
los responsables de los crímenes cometidos durante la última dictadura y en la erosión del marco
normativo que había garantizado la impunidad. En segundo término, veremos cómo esta nueva
visibilidad adquirida por la cuestión de la apropiación de niños como crimen dictatorial permitió a
Abuelas de Plaza de Mayo sumar actores sociales diversos a su red de alianzas, especialmente dentro
de los campos artísticos y culturales. Observaremos cómo este proceso de mayor visibilización junto
con otros factores, como el paso de la adolescencia hacia la adultez del sujeto de la búsqueda,
trajeron aparejados profundas transformaciones en los modos de acción y en los discursos
dominantes sobre este problema público. Como analizaremos, en este periodo se terminan de
345
configurar los principales sentidos sobre la apropiación, la restitución y el derecho a la identidad que
dominan hasta el día de hoy la discusión y las políticas públicas sobre el tema. Asimismo, la
“segunda generación”, es decir, los hijos e hijas de los/as desaparecidos/as, asumió un rol
definitivamente protagónico, tanto dentro como por fuera de la Abuelas de Plaza de Mayo, que puso
en tensión prácticas y nociones heredadas y planteó nuevos horizontes y desafíos en las búsquedas.
Veremos, por último, como todas estas transformaciones contribuyeron a la conformación de una
legitimidad de la causa que promovían por la “restitución de identidad” de los “nietos apropiados”
y de Abuelas de Plaza de Mayo como principal organización impulsora.

1. La “apropiación de niños” y las nuevas modalidades de revisión del pasado dictatorial en el


“boom de la memoria”

Hacia mediados de la década de 1990, diferentes factores volvieron a instalar en la escena


pública la cuestión de los crímenes cometidos durante la última dictadura y revitalizaron las
demandas del movimiento de derechos humanos. Algunos fueron, si se quiere, hechos relativamente
fortuitos. En 1994, el presidente Carlos Menem firmó los ascensos de los capitanes de fragata
Antonio Pernías647 y Juan Carlos Rolón648. Esta promoción generó fuertes rechazos por la
participación de estos marinos en la represión clandestina llevada a cabo durante la dictadura y

647
En 1976, durante la última dictadura militar argentina, participó de las operaciones del Grupo de tareas 3.3.2 del
centro clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada, tanto en el área de Operaciones como en el
área de Inteligencia. Luego ascendió a Teniente de navío y más tarde a Capitán de corbeta. Desde el año 1978 hasta el
año 1981 prestó servicio en la Guarnición Baterías. En el año 1982, participó de la Guerra de las Malvinas, donde fue
Jefe de operaciones en el Batallón 5 de Infantería, Batallón de Infantería de Marina BIM5 con el grado de Capitán de
Corbeta.
En 1985, durante el Juicio a las Juntas fue denunciado por delitos de lesa humanidad. En 1987 fue amparado por la Ley
de Obediencia Debida cuando ya estaba en prisión preventiva rigurosa acusado de haber cometido 22 delitos y ascendido
a Capitán de Fragata.
En la ESMA Pernías se apropió de una de las detenidas desaparecidas y la convirtió en su esclava sexual. El 26 de octubre
de 2011, luego de un juicio oral, Pernías fue sentenciado a prisión perpetua por el Tribunal Oral Federal Nº 5. Esta
condena fue confirmada el 23 de abril de 2014 por la Cámara Federal de Casación Penal.
648
Juan Carlos Rolón es un capitán de Fragata retirado de la Armada Argentina. Era el Jefe del Mando de Artillería 121
en la provincia de Santa Fe. Desde noviembre de 1976 era el jefe del Área 212 en Santa Fe. Entre febrero de 1977 y
marzo de 1978 cumplió funciones en la Base Naval Puerto Belgrano, en la localidad de Bahía Blanca. Luego, pasó a
desempeñarse como oficial de inteligencia y fue miembro del Grupo de tareas 3.3.2 en el centro clandestino de detención
de la Escuela de Mecánica de la Armada. Era el instructor de cursos sobre técnicas represivas para militares de varios
países latinoamericanos.
Fue amparado por la Ley de Punto Final hasta 2003 cuando fue nuevamente juzgado. En 2011 fue absuelto en la causa
«ESMA II». Sin embargo aún se encuentra detenido a la espera del juicio por la causa denominada «Chacras de Coria»,
donde se lo acusa de la "privación ilegítima de la libertad y la apropiación de los bienes de Conrado Hinginio Gómez,
Víctorio Cerutti, Omar Masera Pincolini y Horacio Palma, y la sociedad Cerro Lago SA; la sustracción de diversos bienes
personales de Conrado Gómez.
346
terminó siendo impugnada por el Senado. En este contexto, en una entrevista con Horacio Verbitsky,
Adolfo Scilingo649 admitió su participación en “los vuelos de la muerte”650 (Verbitsky, 1995).
Si bien los “vuelos de la muerte” y el destino final de los desaparecidos había sido denunciado
por distintos sobrevivientes desde finales de la dictadura y aparecían en las páginas del informe
Nunca Más, la declaración del marino desencadenó un proceso de difusión pública de una extensión
inusitada y con consecuencias impensadas. Se produjo una eclosión de testimonios de sobrevivientes
y de antiguos militantes que Según Lvovich y Bisquert han denominado como “el boom de la
memoria”, un proceso local que estaba en sintonía con lo que ocurría en la misma época en otras
regiones del mundo (Huyssen, 2002; Wieviorka, 2006).
En esta proliferación de memorias sobre el pasado reciente los y las sobrevivientes dieron
cuenta (o volvieron a hacerlo, en los casos en que ya habían testimoniado en el pasado) de su
experiencia vinculada con la represión dictatorial, pero también buscaron recuperar o visibilizar otros
aspectos anteriormente no escuchados. Por un lado, muchos testimonios recuperaron las trayectorias
de militancia en las organizaciones de izquierda de los años setenta, incluyendo las organizaciones
político-militares. El estreno del documental Cazadores de utopías (David Blaustein, 1996) sobre la
experiencia de Montoneros y la publicación entre 1997 y 1998 de la trilogía La Voluntad, obra de
Martín Caparrós y Eduardo Anguita sobre la militancia revolucionaria en la Argentina en los años
sesenta y setenta, son algunos ejemplos de este proceso. Al mismo tiempo, los relatos sobre la
represión y la militancia comenzaron a abordar aspectos antes invisibilizados, como la experiencia
específica de las mujeres en las organizaciones políticas y las formas diferenciales de violencia
sexual y de género que sufrieron en los centros clandestinos de detención (Oberti, 2015; Álvarez,
2018; Sutton, 2018).
Este “boom de la memoria” confluyó con el crecimiento del protagonismo de los hijos e hijas
de los/as detenidos/as desaparecidos/as y de otros afectados por la persecución política. Si bien, como

649
Adolfo Scilingo fue oficial de la marina de guerra y se desempeñó en el centro clandestino de detención que
funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada. En abril de 2005 fue enjuiciado en España por delitos de lesa
humanidad cometidos entre 1976 y 1977 y, tras haberse probado su responsabilidad en la muerte de treinta personas y
una detención ilegal seguida de torturas, condenado a 640 años de prisión. Ya en julio de 2007, al comprobarse su
complicidad en otras 255 detenciones ilegales, el Tribunal Supremo español elevó la condena a 1084 años.
650
En referencia al método de exterminio que consistía en arrojar a los/as detenidos/as desaparecidos/as al Río de la Plata
o al mar. Según el testimonio de Scilingo en el libro El Vuelo, la armada en su conjunto estaba involucrada en los vuelos
de la muerte, que no eran una medida aislada ni realizada por una banda dentro de la fuerza, sino por la fuerza como tal
con todo el aval institucional. El propio Scilingo indicó que el procedimiento de los vuelos de la muerte costó la vida de
unas 4400 personas y dependía directamente del Almirante Emilio Massera y un gabinete especial que lo asesoraba.
347
vimos en el capítulo previo, algunos de estos jóvenes ya habían tenido intervenciones públicas
activas por lo menos desde finales de la década de 1980, en la segunda mitad de la década del ’90
irrumpieron de manera definitiva como colectivo con una enorme fuerza revitalizadora y
transformadora del movimiento de derechos humanos. La creación de la agrupación Hijos e Hijas
por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.) en noviembre de 1995 fue un
momento clave de este proceso. Otros hijos e hijas, sin formar parte de esta agrupación o sin
participar activamente de ella, también contribuyeron a esta irrupción con su producción testimonial
y artística, que presentaron nuevas maneras de interrogar aquel pasado traumático.
En este contexto, la lucha de los organismos de derechos humanos recobró nuevos bríos y se
orientó a colocar en el centro de la escena política el cuestionamiento a la impunidad. El 24 de marzo
de 1996, en la conmemoración de los veinte años del golpe de Estado, la movilización alcanzó una
mayor convocatoria y resonancias que los años anteriores (Lorenz, 2002 y 2011). Lideradas por los
organismos de derechos humanos y acompañadas por una amplia gama de organizaciones sociales
se realizaron actividades simultáneas durante todo el mes a lo largo del país y la tradicional marcha
de conmemoración de este evento logró repercusión internacional (Da Silva Catela, 2001). Aquí lo
interesante es que en ese acto Madres y Abuelas entregaron a los hijos sus pañuelos como un símbolo
del traspaso generacional de la lucha.
Los organismos de derechos humanos diseñaron entonces nuevas estrategias, o reactivaron
otras preexistentes, para avanzar en la posibilidad de revisión y juzgamiento penal de los crímenes
cometidos por la dictadura militar. En un marco signado por la vigencia de las leyes de impunidad
en el plano de lo jurídico nacional pero atravesado por fuertes procesos de actualización de la
memoria sobre la represión, el avance de la justicia a nivel internacional comenzó a cuestionar a la
justicia nacional y erosionaba la legitimidad y legalidad de la impunidad sancionada con leyes y
decretos (Maniga, 2011; Slepoy, 2011). A nivel internacional se constataba una serie de cambios
acelerados y profundos en normas y prácticas que estaban llevando a los Estados (en particular
aquellos en proceso de democratización) a investigar y juzgar en algún grado a los responsables por
la comisión de graves violaciones a los derechos humanos, incluso antiguos jefes de Estado. Sikkink
y Booth Walling (2008) describieron esta nueva tendencia global como la “cascada de justicia”.651

651
Es interesante notar cómo, en un proceso dialéctico, la reapertura de los procesos por los crímenes cometidos durante
la última dictadura en parte fueron promovidos por esta “cascada de justicia” y en parte contribuyeron a reforzarla, al
instaurarse como un ejemplo internacional de juzgamiento de violaciones a los derechos humanos. Sobre la contribución
del caso argentino al desarrollo de la “cascada de justicia”, sobre todo en América Latina, véase Sikkink y Booth Walling
(2008).
348
Uno de los efectos de esta eclosión de procesos judiciales fue el impulso a las causas en el
extranjero contra los responsables de los crímenes de la última dictadura argentina. Vimos en el
capítulo previo que este tipo de acciones judiciales fueron reactivadas por agrupaciones de emigrados
argentinos y organizaciones internacionales de derechos humanos, tras el cierre judicial que a nivel
interno marcaron las leyes de impunidad. Sin embargo, en los primeros años las causas mostraron
poco o nulos avances, con algunas excepciones como la condena en Francia a Astiz en 1990. A
mediados de los años noventa estas acciones cobraron un nuevo impulso. Los casos más
emblemáticos y con mayor resonancia en los medios argentinos e internacionales fueron los que
impulsó el juez de la Audiencia Nacional de España Baltasar Garzón. En marzo de 1996, a partir de
una propuesta formulada por diferentes organizaciones de emigrados y de familiares de víctimas
españolas e hispano-argentinas, el fiscal español Carlos Castresana presentó una querella por 297
desaparecidos de origen español durante la dictadura argentina. En septiembre de ese mismo año, el
juez Garzón aceptó abrir ese proceso e imputar a 99 personas, entre militares, policías y médicos,
incluidos Videla y Massera. 652 En 1998, la Sala Penal de la Audiencia Nacional aplicó el principio
de jurisdicción universal y dictaminó por ello que la causa se instruía contra todos aquellos a quienes
se encontrase imputables de graves delitos contra la humanidad sin que la competencia española
estuviera limitada por la nacionalidad de las víctimas (Mira Delli-Zotti y Estebán, 2007, p. 62). De
esta forma, las imputaciones y procesamientos se ampliaron. Con la detención del ex dictador chileno
Augusto Pinochet, cuando se encontraba de viaje en Inglaterra en 1998, los “juicios de Madrid”,
como se los conoció, terminaron de cobrar repercusión mundial y contribuyeron decisivamente al
proceso de “cascada de justicia” (Roht-Arriaza 2005, Guembe 2005).653

652
“Garzón abre proceso a la dictadura argentina por la desaparición de 297 españoles”, El País, España, 13 de
septiembre de 1996. Disponible online: https://elpais.com/diario/1996/09/13/espana/842565616_850215.html Última
consulta: 22 de octubre de 2019. El juez Garzón tomaría a su cargo también otras causas penales por crímenes contra la
humanidad, no sólo por víctimas españolas, apelando al principio de jurisdicción universal. El caso de mayor impacto
político y mediático fue el seguido contra el ex dictador chileno Arturo Pinochet, que incluyó su detención en Inglaterra.
Sobre este caso, véase Roht-Arriaza, N. (2005). The Pinochet effect: transnational justice in the age of human rights.
Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
653
Además de los juicios impulsados por Baltasar Garzón y la Audiencia Nacional de España, en otros países avanzaron
causas contra diferentes partícipes de la represión en la Argentina. Una querella por los desaparecidos de nacionalidad
italiana, presentada por primera vez en 1983 por exiliados argentinos en Italia y organizaciones locales de abogados, fue
reabierta en 1997 y llevada a juicio oral en 1999. En el año 2000, el tribunal italiano condenó en ausencia a Guillermo
Suárez Mason y Santiago Omar Riveros a reclusión perpetua y a otros cinco imputados a 24 años de prisión. También
en Italia, en 1999 se abrieron otras dos causas por violaciones a los derechos humanos durante las dictaduras del Cono
Sur: una iniciada por familiares de desaparecidos ítalo-argentinos e ítalo-uruguayos, que dio inició a la megacausa
italiana del Plan Cóndor (que obtuvo sentencia condenatoria en el 2019) y otra por el secuestro y desaparición de italianos
e ítalo-argentinos en la ESMA, por la que fueron condenados en 2010 Vañek, Astiz, Febres, Vildoza y Acosta (Massera
resultó absuelto por su fallecimiento en el año 2006). En el año 2001, Astiz también fue procesado con pedido
349
En línea con la mayor sensibilidad a nivel global en torno a la protección de los derechos
humanos y del juzgamiento de sus graves violaciones, y como parte de una serie de acuerdos
alcanzados entre el oficialismo peronista y la oposición radical, en la Reforma Constitucional de
1994 se ratificaron e incorporaron al derecho interno, con jerarquía constitucional, la mayoría de los
instrumentos internacionales de protección de los derechos humanos. En la misma línea, se
establecieron nuevos mecanismos para garantizar el acceso a la justicia, tales como el derecho a la
información o el amparo colectivo entre otros654. Estos instrumentos habilitaban nuevas
posibilidades de litigio contra el Estado por parte de los familiares y organismos de derechos
humanos, tanto a nivel nacional como internacional, y en general en una relación dialéctica entre
ambos planos. Así ocurrió, por ejemplo, con el desarrollo de los “Juicios por la Verdad”, que fueron
el resultado de la convergencia de distintos procesos locales e internacionales y de la puesta en juego
de acciones acumuladas, procedimientos y experiencias aprehendidos (Andriotti Romanin, 2013).
En este contexto en las violaciones masivas a los derechos humanos en el pasado reciente
volvían a ocupar un espacio significativo en la discusión pública, la cuestión de los “niños
desaparecidos” (denominación que, como veremos, durante este periodo cayó en desuso y fue
reemplazada por la de “apropiación”,) apareció con fuerza como un elemento central en la erosión
del entramado jurídico-normativo de la impunidad. Como vimos anteriormente, las acciones penales
contra los/as apropiadores que habían quedado exceptuadas de las leyes de impunidad continuaron
su curso. En junio de 1996, con la condena a tres años de prisión en suspenso de Elena Mauriño,
apropiadora de María Victoria Moyano, llegaban a siete las sentencias condenatorias por delitos de

internacional de captura por un tribunal de Suecia que investigaba la desaparición de la estudiante de origen sueco
Dagmar Hagelin. Sobre los juicios en Italia, véase Bouvet (2017), op. cit., p. 47 y Liga por el Derecho de los Pueblos
(1999) “Juicio en Italia: Introducción”. Disponible en: http://www.derechos.org/nizkor/italia/intro.html, última consulta:
26 de septiembre de 2019. Con respecto al procesamiento de Astiz en Suecia, consúltese la base de datos de la ONG
Trial International: https://trialinternational.org/latest-post/alfredo-astiz/
654
En la nueva constitución, la República Argentina se comprometió con la protección de los derechos humanos con la
suscripción de los siguientes documentos: la Carta de las Naciones Unidas , la Carta de Organización de los Estados
Americanos, la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre. De los documentos citados deriva la obligación del Estado Argentino de castigar y juzgar los delitos de lesa
humanidad derivados del derecho de gentes o “ius cogens”, que responde a normas consuetudinarias cuyo objeto es la
protección de valores aceptados y reconocidos por la comunidad internacional, obligando a los estados partes suscriptores
de dichos acuerdos, a proteger los derechos humanos allí consagrados (CELS, 2008).
350
sustracción de menores.655 En la mayoría de los casos, los condenados habían estado directamente
vinculados con la represión ilegal durante la dictadura.656
Para impulsar estas acciones penales y, más en general, para la difusión de sus demandas,
Abuelas de Plaza de Mayo continuó apelando a los organismos internacionales de derechos humanos
con resultados importantes. En 1996, gracias a la intervención de la CIDH, el ministerio de justicia
de Paraguay se comprometió a concretar la extradición de Norberto Atilio Bianco y su esposa Nilda
Wehrli, acusados de la apropiación y la fuga con de un niño y una niña, quienes para entonces tenían
ya 19 y 21 años.657 La extradición se concretó efectivamente al año siguiente, con la consiguiente
reactivación de la causa judicial, cuyas derivas analizaremos más adelante. También en 1996,
Abuelas presentó una denuncia ante la CIDH por el caso del joven Emiliano Tortrino, hijo de
desaparecidos que había sido entregado por el juez Jorge Muller a un amigo suyo, el abogado
Domingo Gabriel Maggiotti, a pesar de que los abuelos del niño se habían presentado ante el tribunal
para reclamar su tenencia. 658 Maggiotti había interpuesto una serie de recursos para evitar que el
joven se hiciera los análisis genéticos y había logrado que en 1995 la CSJN declarara prescripta la
causa. En 1997, la CIDH declaró admisible la denuncia y le dio curso al caso, que finalmente
concluyó en una conciliación ya que el Estado argentino tomó medidas para que el joven pudiera

655
María Victoria Moyano Artigas es hija de María Asunción Artigas y Alfredo Moyano, militantes del MLN-Tupamaros
que fueron secuestrados el 30 de diciembre de 1977 en su domicilio de Berazategui. María Asunción estaba embarazada
de dos meses. Por testimonios de sobrevivientes pudo saberse que el 25 de agosto de 1978 dio a luz a María Victoria en
el CCD “Pozo de Banfield”. La niña fue apropiada por el hermano del comisario Penna y su mujer, Mauriño, que la
inscribieron como hija propia con una partida de nacimiento falsa firmada por el médico policial Jorge Héctor Vidal. En
enero de 1988 la niña fue localizada, identificada mediante el BNDG y restituida a su familia biológica.
656
Las y las condenados/as eran Rubén Lavallén (subcomisario de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) y su mujer
Raquel Leiro, por la apropiación de Paula Eva Logares; Eduardo Ruffo, ex agente de la SIDE, por la apropiación de
Carla Rutila Artés; Miguel Ángle Furci, también de la SIDE, y su esposa Adriana González, por la apropiación de
Mariana Zaffaroni Islas; Samuel Miara, ex comisario, y su esposa Beatriz Castillo, por la apropiación de Matías y
Gonzalo Reggiardo Tolosoa. En los dos últimos casos, las penas fueron agravadas por la fuga de los matrimonios con
los niños al Paraguay en la década de 1980, casos que analizamos en el capítulo previo. Además de Mauriño, la única
condenada que no había tenido participación directa en el aparato represivo era Romina Siciliano, hematóloga de la Casa
Cuna de la Ciudad de Buenos Aires, apropiadora de Ximena Vicario, caso que también analizamos en el Capítulo IV.
Véase: “Una historia que no desaparece”, Clarín, 23 de junio de 1996. Archivo CELS, FICELS, SDP.
657
“Extraditan a dos apropiadores”, Página 12, 11 de octubre de 1996. Para los detalles de este caso, vid. supra Capítulo
IV.
658
Emiliano Castro Tortrino es hijo de María del Carmen Tortrino y Carlos Enrique Balbino Castro, ambos militantes
de la Juventud Peronista. Su padre fue secuestrado el 22 de julio de 1976. Su madre fue secuestrada el 22 de marzo de
1977. Estaba con Emiliano, que fue abandonado en el lugar del operativo. Sus abuelos lo localizaron internado en Casa
Cuna por orden judicial pero no pudieron impedir que fuera dado en adopción. El juez Jorge Mario Müller consideró que
el matrimonio Castro Tortrino había incurrido en "incumplimiento de asistencia familiar" y otorgó la guarda provisoria
al abogado Domingo Gabriel Maggiotti. Su madre y su padre continúan desaparecidos. Véase al respecto:
https://www.abuelas.org.ar/caso/castro-tortrino-emiliano-carlos-273?orden=c
351
confirmar su verdadera identidad biológica.659 Por otra parte, integrantes de Abuelas continuaron sus
presentaciones en diferentes foros internacionales, como la Comisión de Derechos Humanos de la
ONU.660
La expansión del interés público por los testimonios y las denuncias sobre las violaciones a
los derechos humanos abarcó también a la cuestión de la apropiación de niños y niñas. Por ejemplo,
el programa televisivo “Investigación X”, que se emitía por el canal América y conducía el periodista
Néstor Ibarra, realizó el 20 de diciembre de 1996 un informe en el que se exponía al médico de la
Armada José Luis Magnacco, denunciado como uno de los obstetras responsables de la atención de
los partos de las detenidas embarazadas de la ESMA y de la entrega de sus bebés. La investigación
periodística había localizado a Magnacco en el que era su trabajo de entonces, en el Sanatorio Mitre.
De la emisión en vivo participaron Estela de Carlotto, que se explayó sobre el fenómeno de la
apropiación de niños durante la dictadura y puntualizó los casos de embarazadas desaparecidas y
niños apropiados de la ESMA; Víctor Basterra, sobreviviente de la ESMA y Coqui Pereyra, madre
de Liliana Pereyra, detenida-desaparecida embarazada que, según el testimonio de otras detenidas,
parió en la ESMA bajo supervisión de Magnacco. Los comentarios de los televidentes que eran leídos
al aire expresaban casi unánimemente el repudio al médico militar y a la impunidad de la que gozaba.
Pereyra se dirigió a Magnacco para pedirle que “dejen de usar a los niños como un botín de guerra”
e Ibarra lo conminó a aportar la información que tuviera en su haber para localizar a los jóvenes
apropiados.661
Pero además de los procesos judiciales puntuales contra cada apropiador y/o apropiadora y
de una mayor visibilidad a la cuestión en el marco del boom de memorias sobre la represión, la
novedad de estos años fue el inicio de una denuncia que tenía por fin demostrar la existencia de un
plan detrás de la comisión de este un delito y juzgar a sus responsables por su autoría mediata. La
denuncia fue radicada el 30 de diciembre de 1996 en los tribunales de la Capital Federal por Abuelas
de Plaza de Mayo y otros familiares y organizaciones (como la Asociación Anahí, fundada por la ex

659
CIDH, “Informe Nº 7/98, Caso 11.957 Emiliano Castro Tortrino, Argentina”, 2 de marzo de 1988. Disponible en:
https://www.cidh.oas.org/annualrep/97span/Argentina11.597.htm Sobre el desarrollo posterior del caso, véase CONADI
(2007), op. cit., p. 52.
660
“Reclamo de Abuelas de Plaza de Mayo ante la UN”, La Nación, 4 de abril de 1998; “Intervención de Estela Barnes
de Carlotto por la UFER”, Comisión de Derechos Humanos, Organización de las Naciones Unidas, Ginebra, abril de
1999, Archivo CELS, FICELS, FOO, Caja 22.
661
“Presos en la ESMA identifican a un médico”, La Nación, 20 de diciembre de 1996. Disponible online:
https://www.lanacion.com.ar/politica/presos-de-la-esma-identifican-a-un-medico-nid170731 Última consulta: 25 de
octubre de 2019. Algunos fragmentos del programa pueden verse online en el Canal de Youtube del Archivo DiFilm:
https://www.youtube.com/channel/UCokHw-CWO2ish-ftCin67Lg
352
integrante y ex presidenta de Abuelas, Chicha Mariani). 662 Los denunciados eran Eduardo Albano
Harguindeguy, Carlos Guillermo Suárez Mason, Cristino Nicolaides, Rubén Oscar Franco y
Reynaldo Benito Bignone, a quienes sindicaban como responsables de los delitos de “sustracción y
ocultación de menor, homicidio, sustitución de estado civil, privación ilegal de la libertad y reducción
a servidumbre”.663
La elección de los denunciados en la presentación no era aleatoria. Se trataba de militares
implicados en apropiaciones profusamente documentadas y que además no habían sido juzgados en
la Juicios a las Juntas. Esto suponía que las defensas no iban a poder ampararse en el principio de
“cosa juzgada” para obtener un rápido sobreseimiento. Es que de hecho, como ha señalado Galante
(2014: 295), la denuncia penal presentada en 1996 se estructuraba a partir de aquello que el Juicio a
las Juntas había dejado sin tratar, y en los estrechos márgenes de acción que las leyes de Punto Final
y Obediencia Debida habían dejado abiertos. Como hemos visto en el capítulo 3, la Cámara Federal
en el fallo del Juicio a las Juntas había dictaminado que el delito de "sustracción de menores" se
había demostrado sólo en forma ocasional y no podía entonces considerarse como parte de un plan
que hubiera respondido a órdenes superiores. Por ende, todos los acusados fueron absueltos de este
delito. El fallo, que negaba la planificación y la sistematicidad de las apropiaciones, fue
paradójicamente el principal argumento de los legisladores oficialistas para excluir a este crimen de
la extinción de la acción penal planteada por las layes de Punto Final y Obediencia Debida, ya que
los subalternos que lo habían perpetrado no podían ampararse en el cumplimiento de órdenes
superiores para eximirse de su responsabilidad.
La denuncia penal presentada en 1996 no buscaba juzgar a los responsables directos de la
consumación de la apropiación, como se había hecho hasta entonces, sino a todos aquellos partícipes
necesarios y responsables mediatos entres los oficiales y altos mandos. Lo que buscaban demostrar
las organizaciones y sus querellas era que las apropiaciones puntuales que eran objeto de la denuncia,
ocurridas durante la última dictadura, no habían sido hechos ocasionales perpetrados sin el
conocimiento de la comandancia por subalternos que se habían aprovechado de su situación, sino

662
“Acusan a ex jefes militares por la desaparición de menores”, Clarín, 29 de diciembre de 1996.
663
La presentación fue firmada por Estela de Carlotto, Chicha Mariani, Cecilia Pilar Fernández de Viñas, Elsa Pavón,
Rosa Roisinblit y Rosaria Ysabella Valenzi, y contó con el acompañamiento letrado de los abogados David Baigún, Julio
B. J. Maier, Alberto Pedroncini y Ramón Torres Molina. Posteriormente, también se agregaron como querellantes Juan
Gelman (por la apropiación de su nieta) y Sara Méndez, militante uruguaya secuestrada en el Argentina cuyo hijo fue
separado y apropiado durante su cautiverio. Cfr. Sentencia Causas 1351, 1499, 1584, 1604, 1730 Y 1772 “Plan
sistemático de apropiación de menores”, Tribunal Oral Federal N° 6, 5 de julio de 2012. Disponible em:
https://www.cij.gov.ar/ Última consulta 20-02-2019. Fundamentos, pp. 1-4.
353
que por el contrario sido una práctica sistemática posibilitada por la existencia de alguna forma de
planificación o de órdenes emanadas por los mandos superiores. Es por esto que, aunque el objeto
procesal lo constituyera cada una de las apropiaciones concretas, con el tiempo, la causa pasó a
llamarse “Plan sistemático de apropiación de menores” (Iud, 2013, 14-15). He aquí otra paradoja:
este proceso judicial tenía en parte como objetivo rebatir lo establecido en la sentencia del Juicio a
las Juntas en lo relativo al delito de apropiación, pero era justamente (o al menos en gran medida)
por ese fallo y su consideración de la ausencia de planificación en la comisión de dichos crímenes
que habían sido exceptuados de las leyes de impunidad y era posible encarar su juzgamiento en el
marco de la clausura de la justicia penal que habían establecido las leyes de impunidad y los Indultos.
El principal argumento del escrito para demostrar la necesidad de impulsar una nueva
investigación sobre el tema era que en el Juicio a las Juntas el tribunal había carecido de los elementos
de prueba para determinar el carácter planificado y sistemático del delito de apropiación durante el
gobierno militar. Dado que las figuras penales principales del proceso eran otras, las pruebas
colectadas en torno a la cuestión de la sustracción de menores sólo permitieron comprobar este delito
en solo dos casos. Sin embargo, los querellantes afirmaban que para 1996, y en especial en virtud de
la información recolectada por organizaciones de la sociedad civil como Abuelas de Plaza de Mayo,
se contaba con información, testimonios y documentación que daban cuanta cabalmente de la
existencia de un plan sistemático implementado por el gobierno militar.
Entre los elementos de prueba que mencionaba la denuncia se señalaban la comprobación de
la existencia en los centros clandestinos de detención de áreas de ginecología y obstetricia para el
control de las detenidas embarazadas (las llamadas “maternidades”) y el uso clandestino de
instituciones como el Hospital Militar de Campo de Mayo para la realización de los partos. También
se mencionaba la existencia de documentos militares con directivas emanadas de los mandos
superiores relativas a cómo proceder con los menores encontrados después de los operativos de
secuestro. En particular, se destacaba el hallazgo en un organismo militar de Córdoba de una
referencia a un documento titulado "Instrucciones sobre procedimiento a seguir con menores de edad,
hijos de dirigentes políticos o gremiales cuando sus progenitores se encuentran detenidos o
desaparecidos". La referencia a estas directivas se encontraba en un inventario de documentación
relativa a la “lucha antisubversiva” archivado por el Tercer Cuerpo del Ejército y cuya destrucción
había sido ordenada por el Teniente General Cristino Nicolaides por radiograma del día 23 de
noviembre de 1983. Las “Instrucciones…” habían provenido del Ministerio del Interior y estaban

354
fechadas en abril de 1977. Aunque el documento en sí nunca pudo ser hallado y su contenido concreto
permanece desconocido, su título parecía dar crédito a la existencia de un plan premeditado o, al
menos, de órdenes superiores vinculadas con la sustracción de los hijos e hijas de los/as
desaparecidos/as.664
La causa quedó radicada en el Juzgado Criminal y Correccional N° 7 a cargo del juez Adolfo
Bagnasco. Durante 1997, el juez requirió al Ejército la nómina de todo el personal jerárquico, médico
y militar que revistió en el Hospital Militar de Campo de Mayo entre 1976 y 1983. 665 También, citó
a declarar a los primeros testigos, entre ellos los vicecomodoros Enrique Pessana, José de Marco y
Alberto Vianna, quien según diferentes fuentes habrían trasportado en 1993 archivos microfilmados
a Suiza relacionados con la represión ilegal durante la dictadura.666 Por otra parte, los abogados
querellantes sumaron más pruebas a las que contenía la denuncia original y también aportó
documentación e información la Secretaría de Derechos Humanos a cargo de Alicia Pierini
incluyendo información reservada sobre denuncias de los familiares de mujeres que habrían dado a
luz en cautiverio.667
Con todo, fue en 1998 cuando la causa comenzó a tener un intenso avance, en un año signado
desde su comienzo por la fuerte presencia de la cuestión de los crímenes dictatoriales en la discusión
pública, tanto por la acción de los organismos de derechos humanos, por las respuestas de los
represores y también por las iniciativas y declaraciones cruzadas entre el oficialismo y la oposición.
El 6 de enero el presidente Menem firmó un decreto para mudar la Escuela Superior de Mecánica de
la Armada a la Base Naval de Puerto Belgrano, al sur de la Provincia de Buenos Aires. Pero, además,

664
Sentencia Causas 1351, 1499, 1584, 1604, 1730 Y 1772 “Plan sistemático de apropiación de menores”, Tribunal Oral
Federal N° 6, 5 de julio de 2012. Disponible em: https://www.cij.gov.ar/ Última consulta 20-02-2019. Fundamentos, pp.
6-7. En la denuncia también se presentaban otros elementos de prueba, como la lista de casos de niños y adolescentes
localizados y restituidos. Se mencionaban especialmente dos casos, los de Carla Rutila Artes y Paula Logares, que fueron
secuestrados con sus padres en países vecinos, traídas ilegalmente a la Argentina, separadas y luego apropiadas. Sobre
la presentación de la denuncia, véase: “Acusan a ex jefes militares por la desaparición de menores”, Clarín, 29 de
diciembre de 1996. Con respecto al hallazgo de la referencia a las directivas del Ministerio del Interior: “Presentan un
documento clave”, Clarín, 14 de septiembre de 1997. Disponible online: https://www.clarin.com/politica/presentan-
documento-clave_0_S1JZW2gZRFg.html, última consulta: 25 de octubre de 2019.
665
“Entregan lista de médicos y militares”, Clarín, 1 de julio de 1997. Disponible en:
https://www.clarin.com/politica/entregan-lista-medicos-militares_0_HkqdBbZAtl.html. Última consulta: 25 de octubre
de 2019.
666
“Citan a tres vicecomodoros retirados”, La Nación, 15 de julio de 1997. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/quedo-postergada-la-declaracion-de-massera-nid72828. última consulta: 25 de
octubre de 2019.
667
Citan a tres vicecomodoros retirados”, La Nación, 15 de julio de 1997; “Presentan un documento clave”, Clarín, 14
de septiembre de 1997.

355
el decreto estipulaba que los edificios de la vieja ESMA debían demolerse para “generar un espacio
verde de uso público” en donde debía emplazarse un “símbolo [sic] de la unión nacional”. En los
fundamentos del decreto se señalaba que trasladar la ESMA y transformar el predio en un parque
perseguía el “afán por dejar atrás las antinomias y asumir las lecciones de la historia reciente,
expresando plenamente la voluntad de conciliación de los argentinos” y, por ello, la construcción del
“símbolo de la unión nacional” era un “compromiso ético de convivencia democrática y respeto a la
ley”. 668
El proyecto iba en línea con el discurso “reconciliador” que, como ya vimos, caracterizó al
relato menemista sobre el pasado dictatorial. Desde la óptica menemista, la demolición de la ESMA
y su transformación en un monumento a la “unión nacional” sería un tercer momento en la
“pacificación” del país después de los indultos y de la repatriación de los restos de Rosas. 669 Como
era esperable, la propuesta encontró el rechazo unánime de los organismos de derechos humanos,
que denunciaron ante la prensa que el gobierno intentaba echar un “manto de olvido sobre los trágicos
sucesos del gobierno militar”. 670 Los partidos de la oposición también se sumaron a estas críticas.
Para la UCR el proyecto era “absurdo” mientras que, más enfáticamente, desde el Frente País
Solidario (FREPASO), que integraba con la UCR la Alianza, la principal coalición opositora al

668
Decreto 8/98 del 6 de enero de 1998. Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/45000-
49999/48329/norma.htm Última consulta: 25 de octubre de 2019. En precisiones posteriores a la prensa, Menem y el
Ministro de Defensa, Jorge Domínguez, indicaron que la idea era construir un parque que sería usado para recibir a Jefes
de Estado y otras “personalidades ilustres”, en tanto que el monumento a erigirse como “símbolo de la convivencia
democrática y la voluntad de conciliación de los argentinos” consistiría en un mástil con la bandera argentina. Cfr.:
“Demolerán la ESMA y colocarán un monumento por la unión nacional”, Clarín, 8 de enero de 1998. Disponible en:
https://www.clarin.com/politica/demoleran-esma-colocaran-monumento-union-nacional_0_rJklVnbyU2l.html Última
consulta: 25 de octubre de 2019.
669
Laborda, Fernando, “Mudarán la ESMA a Puerto Belgrano”, La Nación, 8 de enero de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/mudaran-la-esma-a-puerto-belgrano-nid84896. Última consulta: 25 de octubre de
2019.
670
Ibíd. Es importante hacer notar que, a pesar del repudio compartido al decreto presidencial, parecía no haber acuerdo
entre los organismos acerca del destino que efectivamente debía dársele al predio de la ESMA. La Asociación Madres
de Plaza de Mayo y la APDH reclamaban que se mantuviera intacto como un testimonio del horror, mientras que Abuelas
de Plaza de Mayo estaba de acuerdo con la conservación de las estructuras edilicias pero proponía su refuncionalización
como un hospital de niños o una institución de reguardo de niños abandonados. La Liga Argentina por los Derechos del
Hombre apoyó la idea de la demolición de la ESMA, pero para que se instale allí un espacio de memoria. Cfr.:
“Demolerán la ESMA y colocarán un monumento por la unión nacional”, Clarín, 8 de enero de 1998.
Estas primeras divergencias en torno al predio de la ESMA anticipaban las fuertes discusiones que sobrevendrían más
adelante entre los organismos al respecto de qué usos darle a los ex-centros clandestinos de detención cuando en los años
2000 se iniciara un importante proceso de transformación de aquellos en espacios destinados a la memoria. Sobre los
debates posteriores en torno a la ex ESMA, véase Brodsky (2005); sobre los debates en general en torno a los usos de
los ex CCD véase Messina (2016).
356
gobierno de Menem, consideraron que se trataba “más de una provocación que de una propuesta de
unidad nacional”. 671
Finalmente, apenas un par de semanas después de la sanción del decreto, el proyecto fue
frenado por la Justicia. El 24 de enero, el juez en lo contencioso administrativo federal Osvaldo
Guglielmino hizo lugar al pedido de no innovar presentado por Graciela Lois, Laura Bonaparte y
otros familiares de víctimas del terrorismo de Estado.672 Paradójicamente, el trunco proyecto
presidencial revivió una serie de propuestas para la construcción de un “Museo del Nunca Más” que
venían siendo debatidas por concejales (luego, legisladores) de la Capital Federal desde 1996. Dos
legisladoras porteñas presentaron sus respectivas propuestas (una de Alicia Pierini, para entonces
legisladora porteña del PJ, y otra de María del Carmen Banzas, de la UCR) para convertir a la ESMA
en este museo de la memoria.673
Algunos analistas y periodistas de la época interpretaron el inesperado proyecto menemista
de transformación de la ESMA como una respuesta a otra iniciativa relacionada con el traumático
pasado reciente. Apenas un día antes del decreto de Memen, Juan Pablo Cafiero y Alfredo Bravo,
diputados nacionales del FREPASO, propusieron elevar al Congreso un proyecto para anular las
Leyes de Punto Final y Obediencia Debida. 674 El proyecto, desde ya, recogía un reclamo histórico
de los organismos de derechos humanos y parece haber tomado forma durante 1997.675 Lógicamente,
el proyecto contrariaba el discurso y los gestos “reconciliatorios” hacia las Fuerzas Armadas del
presidente. Menem lo tildó de “deleznable” y cuestionó a los diputados frepasistas por estar
“empeñados en reabrir heridas”. Pero el proyecto también encontraba reticencias dentro de la UCR,
lo que según los analistas de la época podía ser utilizado por el PJ para promover internas y debilitar
a la coalición opositora, que acababa de ganar las elecciones legislativas de medio término. 676
A diferencia de la frustrada iniciativa del “Parque de la Reconciliación”, el proyecto prosperó,
aunque tras arduas negociaciones y fuertes acusaciones dentro de la oposición y luego con el bloque

671
“Demolerán la ESMA y colocarán un monumento por la unión nacional”, Clarín, 8 de enero de 1998.
672
“ESMA: La Justicia impide la demolición”, La Nación, 24 de enero de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/esma-la-justicia-impide-la-demolicion-nid86171. Última consulta: 25 de octubre
de 2019.
673
Ibíd.
674
“Demolerán la ESMA y colocarán un monumento por la unión nacional”, Clarín, 8 de enero de 1998.
675
“Recordaron otro aniversario del último golpe militar”, La Nación, 25 de marzo de 1997. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/recordaron-otro-aniversario-del-ultimo-golpe-militar-nid65837. Última consulta:
26 de octubre de 2019.
676
Laborda, Fernando, “La guerra fría del peronismo”, 11 de enero de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-guerra-fria-del-peronismo-nid85149. Última consulta: 26 de octubre de 2019.
357
oficialista, se acordó votar no una nulidad, sino una derogación. La diferencia era importante: la
nulidad permitía reabrir los procesos judiciales; la derogación, en cambio, podía tener valor
simbólico y político, pero no generaba a priori ningún efecto penal: según los principios de no
retroactividad de las leyes y de aplicación de la ley penal más benigna, los perpetradores seguían
amparados por la extinción de la acción penal que habían establecido las leyes de impunidad. 677
Finalmente, el proyecto fue aprobado en una sesión maratónica primero sobre tablas por la Cámara
de Diputados el 24 de marzo de 1998 y, al día siguiente, por el Senado. Más allá de las chicanas
cruzadas entre los diferentes bloques, el proyecto fue aprobado casi por unanimidad, con el único
voto negativo de Álvaro Alsogaray del derechista UCEDÉ.678
Esta intensa actividad política en torno a los legados de la última dictadura era sin dudas
alimentada por la creciente movilización de los organismos de derechos humanos, que habían
renovado su capacidad de movilización. Además de las marchas del 24 de marzo, que tanto en 1997
como en 1998 habían repetido la masividad de la de 1996, numerosos actos resultaron en enormes
convocatorias. En gran medida esta reactivación estuvo marcada por el acompañamiento de vastos
sectores juveniles, en parte por la acción pública de H.I.J.O.S. y en gran medida por el apoyo de
diferentes sectores del campo de la cultura, que derivó en la organización de eventos como algunos
multitudinarios festivales de rock, aspectos sobre los que volveremos más adelante. 679
Los militares responsables de la represión también aparecieron en la escena pública con
declaraciones de cariz diverso. En el medio de las discusiones sobre la demolición de la ESMA y el
proyecto de derogación de las leyes de impunidad, Astiz concedió una entrevista a la periodista
Gabriela Cerruti en la realizó declaraciones fuertemente controversiales. En sus respuestas, Astiz
admitió su participación en los operativos de secuestros en la ESMA, reconoció que la existencia de
desaparecidos que habían sido asesinados por las fuerzas armadas, se definió como “el hombre mejor

677
Schmidt, Esteban, “Adiós a la nave del olvido”, 25 de marzo de 1998, Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/1998/98-03/98-03-25/pag03.htm
678
“Diputados derogó la obediencia debida”, La Nación, 26 de marzo de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/diputados-derogo-la-obediencia-debida-nid91500. Última consulta: 29 de octubre
de 2019.
679
En 1997 se organizaron dos importantes festivales de Rock. Uno convocado por la Asociación de Madres de Plaza de
Mayo, realizado durante el sábado 11 y el domingo 12 de octubre en el estadio del Club Ferrocarril Oeste, y otro en
noviembre impulsado por Abuelas de Plaza de Mayo, que analizaremos más adelante en este capítulo. Según las fuentes
periodísticas de la época, al recital de Madres de Plaza de Mayo asistieron entre las dos fechas unas cincuenta mil
personas y tocaron León Gieco, Actitud María Marta, Bersuit Vergarabat, Ataque 77 y A.N.I.M.A.L., Divididos y Los
Piojos, además de otros invitados especiales. Cfr. Franco, Adriana, “Con la fuerza convocante del rock”, La Nación, 14
de octubre de 1997. Disponible en: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/con-la-fuerza-convocante-del-rock-
nid78754 1/3. Última consulta: 6 de octubre de 2019.
358
preparado técnicamente en este país para matar a un político o a un periodista”, llamó “cretino” al
General Martín Balza, jefe de las Fuerzas Armadas y confesó que muchos camaradas le pedían que
“liderara un levantamiento”.680 Ante la pregunta de la periodista acerca de si él había robado bebés,
negó haberlo hecho personalmente pero en la respuesta dio a entender que la práctica de la
apropiación había ocurrido dentro de las fuerzas:

- ¿Usted secuestró bebés?


- No, nunca, y me opuse mucho. Esa fue una de mis grandes discusiones. Yo devolví bebes
(…) Se equivocaron, porque ellos [los montoneros] no se la agarraban con las familias. Por
eso yo me peleé mucho por el tema de los chicos. 681

Es en este contexto, en el que el tema había cobrado gran actualidad política y social, que la
causa 1351 sobre el “Plan sistemático” a cargo del juez Bagnasco comenzó a mostrar avances
significativos. Más aún: en paralelo a esta causa, empezaron a reactivarse otras en diferentes juzgados
federales. Se trataba de causas vinculadas con denuncias de casos puntuales de apropiación iniciadas
hacía años (algunas databan incluso de finales de la dictadura) que, por diferentes factores, se habían
frenado. Una de estas causas estaba radicada en el Juzgado Federal de San Martín, a cargo del Juez
Marquevich. Era la causa 1499, iniciada en 1985 a partir de una denuncia presentada por el por
entonces Secretario de Desarrollo Humano y Familia del Ministerio de Acción Social, Enrique De
Vedia, y por Mirta Bokser, abogada de Abuelas de Plaza de Mayo, en la que se denunciaba a Norberto
Atilio Bianco (médico militar, a quien muchos testigos mencionaban como el jefe de la maternidad
clandestina que había funcionado en Campo de Mayo), su mujer Nilda Susana Wherli (sobre quienes,
como ya vimos, pesaba además la acusación de la apropiación de dos niños desaparecidos) y otros
implicados en los nacimientos y las apropiaciones cometidas en el Hospital Militar de Campo de
Mayo. Como Bianco y Wherli se fugaron a Paraguay con los dos niños apropiados, la causa quedó
paralizada. Después de una lucha de más de diez años a la que nos hemos referido extensamente,

680
“El texto de la entrevista que Alfredo Astiz ofreció a ‘trespuntos’”, La Nación, 16 de enero de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/el-texto-de-la-entrevista-que-alfredo-astiz-ofrecio-a-trespuntos-nid85555. Última
consulta: 30 de octubre.
681
Ibíd. Por considerar que estas declaraciones “desprestigiaban” a la Fuerza, la Armada le impuso a Astiz 60 días de
arresto en dependencias militares. Como el presidente Menem decidió destituirlo de su cargo de Capitán de Fragata,
finalmente fue liberado a los doce días. Cfr.: “Astiz quedó en libertad”, La Nación, 28 de enero de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/astiz-quedo-en-libertad-nid86472.
359
ambos fueron extraditados a la Argentina en 1997 e inmediatamente procesados por ocultamiento de
menores de 10 años y falsificación de documento público, con prisión preventiva para ambos.682
Hasta aquí, la causa seguía un desarrollo similar a los otros procesos que se habían
sustanciado hasta entonces contra los autores materiales directos del delito de sustracción de
menores. Sin embargo, en 1998, probablemente a la luz del avance de la causa que investigaba la
existencia de una planificación detrás de las apropiaciones, el juez Marquevich realizó un salto
cualitativo en la investigación. El juzgado consideró, a diferencia de lo que venía ocurriendo hasta
entonces, que la apropiación no podía juzgarse como un hecho aislado sino que "existían
presunciones que suponían la existencia de un plan delictivo cuyo diseño y ejecución excedía la
directa intervención de aquellos imputados".683 En consideración del tribunal, esto obligaba a ampliar
el objeto procesal de la investigación ante la posible existencia de un sistema ilegal destinado al
deliberado apoderamiento de menores ordenado por los mandos superiores a Bianco y los otros
imputados. Por este motivo, el 10 junio de 1998, el juez Marquevich ordenó la detención de Jorge
Rafael Videla (que en su carácter de Comandante en Jefe del Ejército entre los años 1976 y 1980 era
el responsable último de dicha institución) para tomarle declaración indagatoria. 684
La decisión de Marquevich generó enorme revuelo mediático y político y reavivó aún más el
debate sobre los crímenes dictatoriales y su juzgamiento. Página 12 celebró la medida. Una
contratapa de Alfredo Leuco festejaba el “día histórico” en el que Videla volvía a prisión gracias a
“la lucha y la tozudez de las Abuelas”:

Bebés y Abuelas llevaron a la cárcel a Videla, al más sanguinario. Por eso el miércoles fue un
día histórico. Un canalla menos entre nosotros, los civiles desarmados y pacíficos. Una gran
victoria de la lucha y la tozudez de las Abuelas de Plaza de Mayo que no descansan nunca. Dale
que te dale siempre para adelante. Buscando sus nietos, dale que te dale, buscando su sangre,
dale que te dale...Buscando castigo a los culpables.685

682
Sentencia Causas 1351, 1499, 1584, 1604, 1730 Y 1772 “Plan sistemático de apropiación de menores”, Tribunal Oral
Federal N° 6, 5 de julio de 2012. Disponible em: https://www.cij.gov.ar/ Última consulta 20-02-2019. Fundamentos, pp.
9-10.
683
Sentencia Causas 1351, 1499, 1584, 1604, 1730 Y 1772 “Plan sistemático de apropiación de menores”, Tribunal Oral
Federal N° 6, 5 de julio de 2012. Disponible em: https://www.cij.gov.ar/ Última consulta 20-02-2019. Fundamentos, p.
10.
684
“Marquevich le dictaría la prisión preventiva”, La Nación, 13 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/marquevich-le-dictaria-la-prision-preventiva-nid99858 Última consulta: 30 de
octubre.
685
Leuco, Alfredo, “Videla está preso”, Página 12, 12 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/1998/98-06/98-06-11/contrata.htm. Última consulta: 30 de octubre.
360
En otra nota de opinión, Luis Bruschstein recreaba la algarabía con la que, según su parecer,
gran parte de la población había recibido la noticia. Lo hacía deslizando una crítica a uno de los
argumentos que sirvieron de sustento a su impunidad a través de leyes e indultos: la supuesta
búsqueda de la “unidad nacional”:

Cuando lo juzgaban, Videla decía que se estaba provocando la desunión entre los argentinos.
Ayer, su detención pareció convertirse en el emblema de la unión nacional. Salvo la bronca de
los secuaces del ex dictador, la calle, los medios de comunicación, los comentarios en los bares,
expresaban alegría, alivio o dudas o las tres cosas al mismo tiempo. 686

Las “dudas” que acompañaban a la “alegría” y el “alivio” de Bruschtein se vinculaban con


las sospechas circulantes de que la detención de Videla por parte del juez Marquevich era en verdad
una oportuna maniobra política de Menem. Se especulaba que, de gira por Europa, una noticia
favorable a la revisión de la “cuestión de los derechos humanos” (sensible a la opinión pública de
muchos países del viejo continente) podía servirle al presidente argentino para destrabar el apoyo
que necesitaba de varios mandatorios europeos para sus planes económicos y políticos (incluido el
de la re-reelección).687 Las propias declaraciones de Menem parecían reforzar estas sospechas, ya
que el presidente argentino rechazó la idea de conferirle un nuevo indulto a Videla y opinó que la
imagen de la Argentina frente al mundo "se ve fortalecida porque, pese a lo que puedan decir algunos,
las instituciones argentinas funcionan". 688
El diario La Nación, que también abonaba a las sospechas de oportunismo político, mostraba
en cambio preocupación por la detención de Videla y ponía en duda sus fundamentos legales.
Retomaba para ello los propios argumentos de la defensa del ex-dictador, que se había negado a
declarar interponiendo la excepción de “cosa juzgada” por los delitos que se le imputaban. 689 La
legalidad de la detención y del proceso abierto, así como sus derivas en otras posibles imputaciones

686
Bruschtein, Luis, “Unión Nacional”, Página 12, 11 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/1998/98-06/98-06-11/pag05.htm. Última consulta: 30 de octubre.
687
Estas especulaciones eran reproducidas por los principales diarios así como por algunos programas de televisión.
Véase Bruschtein, Luis, op. cit.; “Menem dijo que no le daría otro indulto a Videla”, La Nación, 11 de junio de 1998;
Programa “Pepe Eliaschev”, 11 de junio de 1998. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=gSrtHmV6hyw.
Última consulta: 31 de octubre de 2019. Programa “Punto Límite”, conducido por Marcelo Longobardi. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=xHH4lfYy7Rs Última consulta: 31 de octubre de 2019.
688
“Menem dijo que no le daría otro indulto a Videla”, La Nación, 11 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/menem-dijo-que-no-le-daria-otro-indulto-a-videla-nid99628. Última consulta: 30
de octubre.
689
“Controversia jurídica a raíz de los argumentos de la defensa”, La Nación, 13 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/controversia-juridica-a-raiz-de-los-argumentos-de-la-defensa- Última consulta: 30
de octubre de 2019.
361
y detenciones, ocupó buena parte del debate público sobre el tema. Menem, que en un primer
momento parecía no mostrar ninguna objeción al accionar de la justicia, dijo apenas unas semanas
después que “las bibliotecas están dividida” y que algunos decían que el delito estaba prescripto y
otros que no.690
Este debate enfrentó incluso a quienes habían compartido el trabajo de la fiscalía en el Juicio
a las Juntas. Luis Moreno Ocampo opinó que Videla ya había sido juzgado y absuelto en 1985 por
el delito de sustracción de menores, por lo cual el objeto procesal constituía en efecto “cosa juzgada”.
En la vereda opuesta, el fiscal Strassera sostuvo que no podía tratarse de “cosa juzgada” en la medida
en que en el Juicio a las Juntas se habían elegido casos paradigmáticos entre los que el delito de
sustracción de menores ocupaban un lugar secundario y que en el nuevo procesamiento se
denunciaban casos no abarcados en los procesos penales realizados previamente.691
Sin embargo, aparecía en las opiniones a favor de la detención y el procesamiento otro
argumento que suponía un enfoque jurídico novedoso. El procesamiento de Videla era legalmente
válido no sólo porque implicaba casos diferentes, aun no tratados, sino porque el delito en cuestión
(la apropiación de niños) era una “crimen de lesa humanidad” según la legislación vigente en la
Argentina desde la Reforma Constitucional de 1994 y, por lo tanto, resultaba imprescriptible. Si la
autoría mediata, a través de alguna forma de planificación, había existido, el crimen debía ser
perseguido y castigado, sin importar los antecedentes que existieran. Estos argumentos
constituyeron, de hecho, el núcleo de la fundamentación del procesamiento de Videla que el juez
Marquevich efectivamente dictó el 15 de julio de ese año. El juez consideró que existía semiplena
prueba de la existencia de un plan para sustraer a los hijos de los desaparecidos de sus familias que
sólo podía haberse ejecutado bajo conocimiento y orden de los mandos superiores. Por ser este un
delito de lesa humanidad, en atención a los principios del derecho y de la jurisprudencia internacional
era pasible de ser juzgado aun con retroactividad (es decir, independientemente de que los tratados

690
“Cambios en el discurso oficial”, La Nación, 16 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/cambios-en-el-discurso-oficial-nid100191. Última consulta: 30 de octubre de
2019.
691
“Controversia jurídica a raíz de los argumentos de la defensa”, La Nación, 13 de junio de 1998. Strassera dio su punto
de vista en el mismo sentido también en algunos programas de TV que pudimos relevar. Véase Programa “Pepe
Eliaschev”, 11 de junio de 1998, Bloque 1, Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=G8XWzI5bOZw&t=138s y Programa “Punto Límite”, op. cit.
362
internacionales que lo tipifican fueran firmados por la Argentina con posterioridad a la comisión de
los hechos).692
La prisión preventiva de Videla (a quien finalmente el juez le concedió prisión domiciliaria)
trajo aparejada, como era previsible, nuevas imputaciones y detenciones. A pesar de los temores de
Abuelas de Plaza de Mayo de que, por una posible superposición de competencias, la causa que
instruía Bagnasco se demorara, esta mostró un importante avance. 693 En el curso del año, el juez citó
al ex dictador Leopoldo Fortunato Galtieri, a los ex jefes de la Armada y el Ejército, Armando
Lambruschini y Cristino Nicolaides respectivamente, al ex jefe del Primer Cuerpo del Ejército
Guillermo Suárez Mason y a otros treinta ex militares en condición de imputados. Para el 28 de
octubre de 1998 había culminado la etapa de las declaraciones testimoniales y la recolección de
pruebas y estaban a punto de comenzar las indagatorias. A comienzos de 1999, los imputados eran
indagados y detenidos.694
En paralelo, hubo otra causa de larga data que se reactivó. Se trataba de una denuncia
presentada en 1982 por Abuelas ante el Juzgado de Menores N° 9 de Capital Federal. El juez, al
observar que se denunciaban delitos de carácter federal, se declaró incompetente. La contienda en
torno a la competencia se resolvió recién en 1998 y la causa quedó radicada ante el Juzgado Nacional
en lo Criminal y Correccional Federal N° 1 de Capital Federal, a cargo de la jueza María Servini de
Cubría. En la causa se encontraba como querellante Cecilia Pilar Fernández Viñas, representada por
la Dra. Alcira Ríos, una de las abogadas de Abuelas de Plaza de Mayo y se denunciaba la
desaparición y el secuestro en la ESMA de su hija Cecilia Marina Viñas, embarazada de siete meses
y la sustracción de su hijo nacido en cautiverio, Javier Gonzalo Penino Viñas, apropiado por el
marino Jorge Vildoza y su esposa, Ana María Grimaldos. El joven había sido localizado e
identificado a través del BNDG en julio de ese año, lo que le dio un impulso importante a la causa.
En noviembre de 1998, Servini de Cubría imputó no sólo a Vildoza y su esposa, sino también a

692
Meyer, Adriana, “‘Fueron práctica reiterada y metódica’”, Página 12, 15 de julio de 1998. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/1998/98-07/98-07-15/pag03.htm. Última consulta: 10 de noviembre de 2019.
693
Uno de los abogados querellantes de Abuelas advirtió ante la prensa que el procesamiento de Marquevich a Videla
podía generar una superposición de competencias con la causa que instruía Bagnasco y, por ende, que ambas terminaran
retrasándose. Pedroncini aseguró que la organización estaba "alarmada" por el futuro de la causa Bagnasco y, en evidente
cuestionamiento a la actuación del juez Marquevich, señaló: "Sólo puedo decir que Marquevich mandó a detener al
único comandante que no tenía asiento en su jurisdicción y que puede invocar con éxito que su situación es cosa juzgada”.
“Marquevich le dictaría la prisión preventiva”, La Nación, 13 de junio de 1998.
694
“Detuvieron a Nicolaides y hoy lo indagan por robo de bebés”, Clarín, 13 de enero de 1999. Disponible en:
https://www.clarin.com/politica/detuvieron-nicolaides-hoy-indagan-robo-bebes_0_SyVmttRgAte.html. Última
consulta: 2 de noviembre de 2019.
363
695
Febres, Vañek y Massera por el delito de sustracción, retención y ocultamiento del menor. Por
esta causa, Massera fue detenido el 24 de noviembre de 1998, aunque pocos días después se le dictó
la prisión domiciliaria. Se alojó en una quinta en Pacheco donde fue escrachado por H.I.J.O.S. y la
Asociación Madres de Plaza de Mayo, al igual que había ocurrido tras el traslado de Videla a su
domicilio en Belgrano.696
Como hemos visto, estas causas judiciales en las que se imputaba por el delito de apropiación
de niños no ya solo a los autores materiales de los crímenes sino también a quienes tuvieron
responsabilidades de mando durante la última dictadura generaron un importante impacto político y
social. Una encuesta realizada por la consultora Hugo Haime y Asociados mostraba que el 68% de
los encuestados rechazaba tajantemente el accionar militar. Mayor aún era, empero, el guarismo de
quienes estaban a favor de que Videla siguiera en prisión: el 74% de los entrevistados se mostraba
favorable a esta medida, mientras que sólo el 12% se oponía. En consideración de los encuestadores,
esto se debía a que la cuestión de la apropiación de niños era uno de los que más irritaba a la opinión
pública:

La gente opina, con lógica, que allí no hay debate posible sobre si hubo o no una guerra entre
las Fuerzas Armadas y la guerrilla, en tanto que los niños no pudieron formar parte de ningún
tipo de batalla. En ese sentido, las Abuelas de Plaza de Mayo suelen tener altos índices de
aprobación en las encuestas y se trata, junto a la tortura, del aspecto en el cual la gente
mantiene una posición más crítica respecto de los militares.697

Durante 1998 y 1999 Abuelas otorgó numerosas entrevistas a diferentes medios de


comunicación. Un medio tradicionalmente adverso al movimiento de derechos humanos como La
Nación y Clarín realizó extensos reportajes que rescataban el punto de vista de la organización y
valoraban positivamente su trayectoria y la continuidad de su lucha.698 Estela de Carlotto fue

695
Sentencia Causas 1351, 1499, 1584, 1604, 1730 Y 1772 “Plan sistemático de apropiación de menores”, Tribunal Oral
Federal N° 6, 5 de julio de 2012. Disponible em: https://www.cij.gov.ar/ Última consulta 20-02-2019. Fundamentos, pp.
13-14; Meyer, Adriana, “Cada vez más cerca de terminar el año preso”, Página 12, 20 de noviembre de 1998. Disponible
en: https://www.pagina12.com.ar/1998/98-11/98-11-20/pag03.htm. Última consulta: 3 de noviembre de 2019.
696
“Massera cumple arresto en su casa”, La Nación, 8 de diciembre de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/massera-cumple-arresto-en-su-casa-nid120784. Última consulta: 3 de noviembre
de 2019.
697
Raúl Kollman, “Todos quieren a Videla preso”, Página 12, 20 de julio de 1998. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/1998/98-07/98-07-20/pag03.htm. Última consulta: 3 de noviembre de 2019.
698
Cfr. “Tras los hijos de desaparecidos”, La Nación, 22 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/tras-los-hijos-de-desaparecidos-nid100879. Última consulta: 3 de noviembre de
2019; “Abuelas de acero 21 años después”, Firpo, Hernán, La Nación, 11 de octubre de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/abuelas-de-acero-21-anos-despues-nid211998; “‘No hay canje. Seguiré
reclamando justicia’”, La Nación, 10 de enero de 1999.
364
reconocida por la revista Gente como uno de los “personajes del año” de 1998 por la “lucha de
Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar a los chicos desaparecidos” y junto con los demás
seleccionados fue invitada a participar de la foto de tapa que tradicionalmente realizaba la revista a
fin de año.699
Sin embargo, como dijimos en la introducción, la importancia del avance de estas causas no
fue sólo político y social, sino también, y en gran medida, legal y jurídico. Como ha señalado María
José Guembe (2007), existían una serie de obstáculos para la persecución penal de los acusados de
graves crímenes cometidos durante la dictadura, que no se limitaban a la existencia de leyes de
impunidad y que se interponían incluso en casos como el delito de apropiación, que estaba
exceptuado de aquellas. Los acusados y sus defensas alegaban, en primer lugar, que la acción penal
ya se encontraba prescripta; en segundo término, como ya vimos, que se trataba de “cosa juzgada”,
es decir, que ya habían sido juzgados en otra oportunidad por los mismos delitos (principio penal
conocido como ne bis in ídem); por último, que la desaparición forzada no estaba tipificada en la
legislación interna. Como señala la autora, la mayoría de estos planteos se resolvieron por primera
vez en casos en los que se investigaba el robo de niños en el marco del terrorismo de Estado. En
general, estos fallos se fundaron en gran medida en la doctrina y la jurisprudencia del derecho
internacional de derechos humanos (Guembe, 2007, p. 423-424). Así como el procesamiento del juez
Marquevich se fundaba en la noción de “crimen de lesa humanidad”, amparada en los tratados
internacionales con jerarquía constitucional, también en sentido similar fallaron las instancias de
apelación frente a los recursos de las defensas. Guembe analiza diversos fallos, especialmente de la
Cámara Federal en lo Criminal Correccional de Capital Federal, de fines de los '90 y principios de
los 2000, que rechazaron estos planteos (cosa juzgada, prescripción de la acción penal, inexistencia
de la figura penal). Estos fallos se fundaron en gran medida en la doctrina y la jurisprudencia del
derecho internacional de derechos humanos (Guembe, 2007, 424 y ss.).
Hay todavía otra faceta más por la cual el delito de apropiación de niños resultó decisivo en
la erosión del cierre penal impuesto por las leyes de impunidad. Como sabemos, estos delitos
quedaron exceptuados de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Esta circunstancia, como
señalaron los organismos de los derechos humanos, resultaba contradictoria: ¿cómo era posible que
la apropiación de niños/as fuera juzgada pero no así los hechos directamente vinculados a ese delito,
esto es, el secuestro y desaparición de las madres y padres de esos niños? Esta contradicción fue

699
“Por qué los elegimos”, Gente, 12 de diciembre de 1998, p. 29.
365
puesta de manifiesta por los abogados del CELS en el año 2000, en la causa en la que se investigaba
la apropiación de la hija de José Poblete y Gertrudis Hlaczik, abierta a partir de una denuncia de
Abuelas. El juez Gabriel Cavallo, a cargo del Juzgado Nacional en los Criminal y Correccional
Federal donde estaba radicada la causa, convocó en 1999 a una joven que estaba inscripta como hija
de Mercedes Beatriz Moreira y Ceferino Landa, ex agente de inteligencia del Ejército. Los resultados
del ADN confirmaron que la joven era Claudia Poblete Hlaczik, hija de la pareja desaparecida. 700
El juicio contra los apropiadores siguió su curso y en el 2001 Landa y Moreira fueron
condenados a nueve y seis años de prisión, respectivamente, por los delitos de falsedad ideológica
de instrumento público y retención y ocultamiento de un menor de diez años. 701 Pero en paralelo, el
CELS presentó una demanda para que se indagara a todos los hubieran intervenido en la apropiación
de la niña y, por consiguiente, también en el secuestro de su madre y de sus padres. Como muchos
de los posibles imputados estarían alcanzados por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la
querella del CELS que se declarara su nulidad. En un fallo sin precedentes, el 6 de marzo de 2001 el
juez Cavallo hizo lugar al pedido y declaró la nulidad e inconstitucionalidad de ambas leyes
(Folgueiro, 2006).
Luego de recorrer todas las instancias, la Corte Suprema de Justicia confirmó este
pronunciamiento en el año 2005, lo que junto con la nulidad de estas leyes sancionada por el
Congreso en el 2003, se abría definitivamente el paso para el procesamiento judicial por crímenes
de lesa humanidad de los delitos cometidos durante la última dictadura (Guembe, 2005). Finalmente
la causa llegó a juicio el 28 de junio de 2006 y concluyó con la condena del ex suboficial de la Policía
Federal Julio Héctor Simón, conocido como el “Turco Julián”, quien operaba en el centro clandestino
de detención El Olimpo, a donde fueron llevadas las víctimas.702
Como hemos observado, la cuestión de la “apropiación de niños” ocupó un lugar cada vez
más destacado dentro de esfera pública, como uno de los temas que más motorizaba la agenda del
movimiento de derechos humanos. Su impacto jurídico y mediático permitió que el tema volviera a
ser ampliamente comentado y Abuelas de Plaza de Mayo, como organismo emprendedor de esta

700
“Los represores no miran a los ojos”, Página 12, 15 de junio de 2001. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/2001/01-06/01-06-15/pag13.htm. Última consulta: 16 de noviembre de 2019.
701
Ginzberg, Victoria, “Un día en que al fin se hizo justicia”, Página 12, 29 de junio de 2001. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/2001/01-06/01-06-29/pag13.htm. Última consulta: 16 de noviembre.
702
Condenaron a 25 años de cárcel al “Turco Julián” por sus crímenes durante la dictadura, Clarín, 4 de agosto de 2006.
Disponible en: https://www.clarin.com/ultimo-momento/condenaron-25-anos-carcel-turco-julian-crimenes-
dictadura_0_rkCXTbEyAKg.html Última consulta: 16 de noviembre de 2019.
366
causa, ganó una visibilidad cada vez mayor. Pero este proceso se dio en un momento de profundas
transformaciones tanto del sujeto que promovía la búsqueda como del sujeto que estaba siendo
búsqueda, en un contexto más general de importantes cambios en los marcos sociales de la memoria
sobre el pasado reciente. En las próximas secciones indagaremos en estas mutaciones y en el impacto
que tuvo en la acción de Abuelas y en los discursos públicos sobre la cuestión.

2. “¡Ah, no son bebés!”: transformaciones políticas y discursivas de una causa sensible al


tiempo703

Como hemos visto en los capítulos anteriores, Abuelas había construido sus estrategias de
acción, su discurso y su trabajo en equipos técnicos a partir de la búsqueda de “niños desaparecidos”.
Las nociones de “identidad”, “derecho a la identidad” y “restitución”, centrales en su discurso
público, tenían en mente a este sujeto, que aún no había alcanzado la mayoría de edad legal. En el
capítulo previo señalamos cómo esta aproximación al problema ya había empezado a mostrar sus
limitaciones cuando los niños ingresaban a la adolescencia. La recepción social frente a las demandas
de restitución de Abuelas se volvía más incierta y la opinión tendía a dividirse. Al menos, los
antagonistas de su causa encontraban en esta situación un mejor plafón para reponer los argumentos
sobre el “superior interés del niño” asociado a la continuidad de la crianza con sus “padres del
corazón”. Las defensas de los/as apropiadores y los medios de comunicación afines explotaron
especialmente las declaraciones de algunos de estos jóvenes, como vimos en el caso de Ximena
Gallichio y los mellizos Reggiardo Tolosa.
A medida que los otrora niños siguieron creciendo, hasta alcanzar la mayoría de edad, la
tensión entre el discurso construido en los años ’80 y la nueva realidad del sujeto de la búsqueda se
hizo más evidente. Marcelo Castillo, que comenzó a colaborar con Abuelas de Plaza de en 1996,
relata un episodio muy elocuente sobre esta disonancia:

Entonces empezamos a construir la historia de la memoria gráfica, nos juntábamos los


sábados en Abuelas cuando primero yo iba escaneando, después iba teniendo reuniones con
distintas personas de Abuelas. Yo trataba de entender qué era lo que estaba pasando en
Abuelas y qué era lo que se podía comunicar. Cuando se incorporan los chicos de Diseño
Gráfico un sábado va la abuela Alba, van las nietas con alguno de los novios, y una chica de

703
La noción de “causa sensible al tiempo” como forma de conceptualizar los procesos de transformación a los que se
veía sometido el problema de los “niños desaparecidos” a lo largo de los años me fue sugerida por Verónica Perera a
partir de su lectura de esta sección del capítulo. Le agradezco por este valioso aporte.
367
Diseño Gráfico de la cátedra Méndez en ese momento le pregunta a Alba: “¿qué edad tienen
los bebés que estamos buscando? Por el trabajo que estamos haciendo me parece
fundamental.” Ella dice: “bueno, tienen entre 17 y 20 años o entre 18 y 21”, no me acuerdo
específico en ese momento. La chica, que tenía la misma edad, dice: “ah, no son bebés;
tienen mi misma edad”.704

Para 1997, veinte años después del surgimiento de Abuelas, apenas habían sido recuperados 57 de los
alrededor de 500 niños apropiados. Los sujetos que las abuelas buscaban para ese entonces ya eran
adolescentes y jóvenes en tránsito a la adultez. Esto supuso cambios en los modos de acción y también
en los discursos públicos de la organización. En primer lugar, dado que los jóvenes se volvían adultos
independientes, la idea misma de “restitución de identidad” como “crianza con la familia biológica”
dejaba de tener sentido: ese tiempo anhelado por las abuelas y las familias se volvía ya un tiempo
imposible. Pero, a la vez, estos jóvenes, en pleno desarrollo personal e intelectual, contaban ahora con
otras posibilidades y recursos para preguntar, poner en duda relatos de quienes decían ser sus padres y
madres y eventualmente cuestionarse sobre sus verdaderos orígenes. Eran los propios jóvenes los que, a
partir de entonces, “se buscarían a sí mismo”.
De esta forma, las prácticas y los discursos de Abuelas de Plaza de Mayo y de otros actores
vinculados con su causa se alejaron del universo político, institucional y semántico asociado a la
niñez y se introdujeron por completo en la esfera del mundo de los jóvenes-adultos. Podemos ver
este proceso en el abandono de ciertas categorías y modos de acción y o en la mutación sustancial
de otros. Una categoría que había tenido enorme vigencia en la esfera pública y que fue casi
totalmente abandonada en estos años fue la de “niños desaparecidos”. En su reemplazo comenzaron
a usarse diferentes términos para denominar a los individuos que eran el objeto de la búsqueda de la
organización. Cuando los discursos hablaban de estas personas en el pasado, es decir, cuando se
referían a ellas en tanto víctimas de la práctica de sustracción de niños y recién nacidos durante la
dictadura, se mantuvo el apelativo “niños”, pero ahora seguido del calificativo “apropiados”. Como
vimos en el capítulo previo, ciertamente hacía ya varios años que Abuelas, con la ayuda de los
profesionales que las acompañaban, intentaban instalar la noción de “apropiación de niños” en la
discusión pública sobre las restituciones. 705 Sin embargo, hasta mediados de los años ’90 cuando los
medios de comunicación e, incluso, la organización seguían utilizando el término. A partir de 1997,
sin dudas bajo el influjo de las causas penales que tomaron cada vez mayor estado público, la

704
Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
705
Vid supra Capítulo IV.
368
categoría “apropiación” comenzó a tener un uso mucho más extendido y, por ende, las víctimas de
la práctica criminal durante la dictadura comenzaron a ser llamados como “niños apropiados”. Por
ejemplo, una nota de La Nación de 1999 presentaba así el tema del documental Botín de Guerra, de
David Blaustein:

Con el registro de una serie de entrevistas ya comenzó la filmación de "Botín de guerra",


largometraje documental de David Blaustein que gira en torno de las Abuelas de Plaza de
Mayo y su lucha por conseguir la restitución de niños apropiados durante la última dictadura
militar.706

En algunos casos el sintagma presentaba ligeras variaciones: “niños” aparecía reemplazado


por “menores”, “bebés”, “chicos” e incluso “nietos”, pero siempre acompañado de la palabra
“apropiados”.707
Desde el punto de vista de las estrategias comunicativas de Abuelas, el corrimiento desde el
calificativo de “desaparecidos” hacia el de “apropiados” se enmarcaba en la disputa por lograr, por
una parte, el reconocimiento legal del carácter sistemático del fenómeno y, por el otro, un consenso
social acerca de las diferencias entre la “adopción” legal y la sustracción y separación ilegal de niños
de sus familias que permitiera distinguir en el debate público formas legítimas e ilegítimas de crianza
de hijos no propios. Por ende, el uso de la categoría “niños apropiados” iba de la mano del calificativo
de “apropiadores” para referirse a quienes se habían quedado con ellos de manera ilícita, estuvieran

706
“Blaustein, cine de memoria”, La Nación, 15 de marzo de 1999. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/blaustein-cine-de-memoria-nid131278. Última consulta: 15 de octubre de
2019. El énfasis es nuestro.
707
Podemos mencionar algunos ejemplos de estas variaciones. En una nota de Clarín de 1998 sobre los avances en la
causa iniciada por Abuelas en 1996 se señalaba que lo que se investigaba era “la existencia de más de 200 casos de
menores apropiados”. Un reportaje de La Nación que reconstruía las tareas de Abuelas relataba que en la asociación “se
recibe una importante cantidad de denuncias de posibles paraderos de los nietos apropiados”. Unos años después, en el
2001, la actriz Ingrid Pellicori, al hablar sobre su participación en Teatro por la Identidad, señalaba que lo que la había
entusiasmado del proyecto era la posibilidad de poder “lograr algunos objetivos”: “Pensé en todos los chicos apropiados
que durante todo este último tiempo pudieron restituir las Abuelas”. En algunas ocasiones, aparecían todos estos términos
juntos. En una nota que reseña la reunión mantenida por Abuelas con Menem a fines de junio de 1999, la periodista de
Página 12 Victoria Ginzberg se refería a la “recuperación de los menores apropiados”, a los “casos de bebés apropiados
en el marco del Plan Cóndor” y a “dos casos de chicos apropiados que están en Paraguay”. Véase: “Detuvieron a un ex
jefe de la ESMA por el robo de menores”, Clarín, 10 de diciembre de 1998. Disponible en:
https://www.clarin.com/politica/detuvieron-ex-jefe-esma-robo-menores_0_ryoeg4GJ82e.html; “Abuelas de acero 21
años después”, Firpo, Hernán, La Nación, 11 de octubre de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/abuelas-de-acero-21-anos-despues-nid211998; Cabrera, Hilda, “Ahora, manos a
la obra”, Página 12, 26 de marzo de 2001. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/2001/01-03/01-03-26/pag25.htm
1/3; Ginzberg, Victoria (1999). ‘“Queremos ver a los nietos antes de morir”’, Página 12, 1 de julio de 1999. Disponible
en: https://www.pagina12.com.ar/1999/99-07/99-07-01/pag11.htm. Todos consultados por última vez el 15 de octubre
de 2019. Los énfasis son nuestros.
369
o no vinculados a las fuerzas represivas durante la dictadura. Esta categoría estaba firmemente
presente en el lenguaje de Abuelas desde fines de la dictadura y era utilizada por la organización en
sus intervenciones públicas, como ya vimos, por lo menos desde el retorno de la democracia. La
novedad, a fines de los años ’90, fue que su uso se extendió hacia otros actores, y así lo encontramos
de manera cada vez más recurrente en la prensa, no sólo en medios afines a la organización (como
Página 12) sino también en otros con posturas ambiguas, como Clarín, o directamente reactivas a
las causas de los organismos de derechos humanos, como La Nación.708
Si para referirse al sujeto de la búsqueda en el pasado, en el momento de la comisión del
crimen, se aplicaba la categoría de “niños apropiados”, para hablar de ellos en el presente de su
búsqueda la denominación presentaba una dualidad. Durante varios años, se usó con bastante
frecuencia el término “chicos”. Dado que refiere a una franja etaria ambigua (puede ir de la
adolescencia hasta la temprana adultez), este término podía ser útil para esta etapa de
reacomodamiento tras el cierre del periodo de la infancia. Por ejemplo, en un reportaje ya
mencionado realizado por La Nación, el o la periodista presentaba a Alicia Lo Giúdice, psicóloga de
Abuelas, como quien ayudaba “a que los chicos y sus familias recompongan su pasado”. 709 Lila
Pastoriza, en una entrevista a Chicha Mariani para Página 12, contaba que la expresidenta de Abuelas
vivía con su madre en City Bell, en “un lugar lleno de luz, de cuadros y de flores donde la visitan
algunos amigos, alumnos y chicos restituidos”. 710 Mariana Eva Pérez, al hablar de la búsqueda de su

708
Podemos señalar, nuevamente, algunos ejemplos. En 1996, una nota de Clarín sobre el fallo de la CSJN favorable a
las extracciones obligatorias de sangre decía: “En sus reclamos de restitución, las Abuelas de Plaza de Mayo tropiezan
siempre con el mismo problema: los presuntos apropiadores de un menor se niegan a someterse a un análisis de sangre y
convencen al chico para que también se niegue.” Un reportaje de La Nación sobre la lucha de Abuelas hablaba de los
efectos de la apropiación sobre el desarrollo de los niños: “la psicóloga [Alicia Lo Giúdice] relata el caso de una chica
que había sido inscripta por sus apropiadores dos años después de su nacimiento. Cuando la verdadera familia la recobró,
los estudios médicos demostraron que había retrasado su desarrollo para que éste coincidiese con su edad falsa. ‘Cuando
la restituyeron, la chica recobró su edad biológica’, dice”. Véase: “Alegría de las Abuelas con la Corte”, Clarín, 29 de
diciembre de 1996. Disponible en: https://www.clarin.com/politica/alegria-abuelas-corte_0_S1cGDHQ-CYl.html y
“Tras los hijos de desaparecidos”, La Nación, 22 de junio de 1998, disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/tras-los-hijos-de-desaparecidos-nid100879. Ambos consultados por última vez el
15 de octubre de 2019. Los resaltados son nuestros.
En el caso de Página 12, la categoría “apropiadores” ya era utilizada de manera recurrente en las notas sobre “niños
desaparecidos” a fines de los ’80. Véase, por ejemplo: “Los apropiadores de visita”, Página 12, 6 de octubre de 1988, p.
9; “Insisten las Abuelas en Ginebra contra los apropiadores de niños”, Página 12, 21 de febrero de 1989, p. 17. Es
probable que a mediados de los años ’90, en el contexto que estamos describiendo, se haya reforzado aún más su uso,
aunque sería necesario un análisis cuantitativo más pormenorizado para poder afirmarlo de manera taxativa.
709
“Tras los hijos de desaparecidos”, La Nación, 22 de junio de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/tras-los-hijos-de-desaparecidos-nid100879. Última consulta: 15 de octubre de
2019.
710
Pastoriza, Lila, "‘Desde ese día en que cambió mi vida’", Página 12, 29 de noviembre de 1998. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/1998/98-11/98-11-29/pag21.htm. Última consulta: 15 de octubre de 2019.
370
hermano apropiado, decía: "No me resigno porque sé que existe la posibilidad concreta de encontrar
a mi hermano; 61 chicos encontrados me dan la razón.”711 Todavía en 2004, en su discurso en la
ESMA durante el acto de firma del convenio para la creación del Museo de la Memoria en dicho
predio, Juan Cabandié utilizó en tres ocasiones el término “chicos” para referirse a los jóvenes que,
como él, habían sido apropiados durante la dictadura:

Por los 400 chicos que aún faltan recuperar. Por los casi 10 chicos aproximadamente que nacieron
acá en la ESMA y aún no saben que sus padres estuvieron acá, aún no conocen su identidad. Por
los que están dudando y sufren, como yo sufrí casi seis meses antes de saber la verdad y que se
diera el resultado de ADN.712

Sin embargo, en paralelo se fue instalando otra categoría, que a la larga se impondría y
perduraría en el tiempo: el apelativo “nietos” (con los calificativos “recuperados” o “restituidos” en
los casos en los que su identidad biológica había sido ya resuelta). La referencia explícita al vínculo
biológico entre las impulsoras de la causa y el sujeto de la búsqueda había estado presente desde los
orígenes de la agrupación que, como hemos visto, durante un periodo muy breve utilizó el nombre
de “Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos”.713 Sin embargo, el uso de la palabra “nietos”
como apelativo y como denominación colectiva de los/as jóvenes que habían sido apropiados durante
la dictadura se hizo cada vez más frecuente en el discurso de la organización a mediados de la década
del ’90. En una conferencia en Santiago de Chile, en 1996, Estela de Carlotto decía que debido a las
trabas judiciales “los apropiadores renuevan sus trabas para evitar que encontremos a nuestros nietos,
y continúan gozando de la impunidad que han tenido y tienen a veinte años del golpe militar.”714 En
1998, al hacer un balance sobre el año que terminaba, Rosa Roisinblit decía: “Este fue un buen año:
encontramos tres nietos, encarcelamos a las más altas autoridades, todos fueron arrestados por el
secuestro de los niños.”715 Al año siguiente, después de una reunión que mantuvieron con Menem,
Estela de Carlotto afirmaba: “Nosotras no hemos encontrado a nuestros nietos y no queremos

711
“La búsqueda de un hermano de 20 años”, La Nación, 9 de diciembre de 1998, disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/la-busqueda-de-un-hermano-de-20-anos-nid120884. Última consulta: 15 de
octubre de 2019.
712
Discurso de Juan Cabandié en la ESMA, 24 de marzo de 2004. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=vr3ayB5xeyc&t=2385s. Última consulta 15 de octubre de 2019.
713
Vid supra Capítulo I.
714
Barnes de Carlotto, Estela, “El robo de niños y la impunidad en Argentina”, Seminario Internacional: "Impunidad y
sus Efectos en los Procesos Democráticos". Santiago de Chile, 14 de diciembre de 1996. Disponible en:
www.derechos.org/koaga/xi/2/carloto.html. Última consulta: 16 de octubre de 2019.
715
Rodríguez, Santiago, “Quién es Adolfo Bagnasco, el juez que encerró a los asesinos”, Página 12, 23 de enero de
1999.
371
morirnos sin abrazarlos. Queremos ver a los nietos antes de morir”. 716 En el 2000, tras una reunión
con el nuevo presidente, Fernando De La Rúa, la presidenta de Abuelas hacía declaraciones en un
sentido similar: “Ya no nos queda mucho tiempo; muchas Abuelas ya somos mayores, por eso
necesitamos ayuda para seguir luchando como desde hace 23 años para encontrar a estos chicos,
nuestros nietos”.717
Como ha mostrado De Vecchi Gerli (2010, pp. 96-97) el apelativo “nietos” era usado por las
integrantes de la organización para referirse a sus nietos en sentido estricto, pero más aún para
denominar al colectivo de personas que estaban siendo buscadas, que, en conjunto, eran los “nietos”
de las Abuelas, lo que configuraba una filiación socialmente construida que excedía al vínculo de
parentesco. En este sentido, el término “nietos” era utilizado por todos los integrantes de la
organización, no sólo por quienes eran abuelas de esos jóvenes: hermanos/as, tíos/as, padres, como
el caso de Abel Madariaga, que había sobrevivido a la represión y buscaba a su hijo apropiado. Y,
también, los colaboradores estables y ocasionales sin ningún parentesco se referían a los/as jóvenes
buscados, de manera genérica, como “los nietos”.
La categoría “nieto” como sinónimo de “nieto recuperado por/de las Abuelas” fue receptado
e incorporado progresivamente por los medios de comunicación hacia fines de los años ’90. Su uso
aparecía en la prensa y otros medios no sólo de forma directa, a través de las palabras de Abuelas de
Plaza de Mayo, sino también por parte de artistas, intelectuales, políticos y los propios periodistas.
Progresivamente, al tratar la cuestión, al referirse a la problemática, al reseñar una nueva restitución,
estos diferentes actores empezaron cambiaron el “niño desaparecido” o “hijo de desaparecidos” por
el de “nieto” o “nietos recuperados”. Por ejemplo, David Blaustein, al hablar de la lucha de Abuelas,
el tema de su documental Botín de Guerra, decía: “Eran mujeres anónimas, comunes y corrientes a
quienes en determinado momento la vida las puso en esa tragedia, abrieron la puerta y salieron a
buscar a sus nietos.”718
En muchas ocasiones, en especial cuando se producía una nueva restitución, se empezó a
mencionar a los jóvenes que recuperaban su identidad biológica con un número, que correspondía

716
Ginzberg, Victoria, “Queremos ver a los nietos antes de morir”, Página 12, 1 de julio de 1999.
717
“Promesas de De la Rúa por los desaparecidos”. La Nación, 24 de agosto de 2000. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/promesas-de-de-la-rua-por-los-desaparecidos-nid30157
718
“Blaustein, cine de memoria”, La Nación, 15 de marzo de 1999. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/blaustein-cine-de-memoria-nid131278 Última consulta 15 de octubre de
2019.
372
tanto a la cantidad total de niños/as y jóvenes que habían sido identificados hasta el momento como,
de cara al futuro, al lugar que le correspondería a ese “nieto” en esa lista que seguiría creciendo: el
“nieto número…”. Según se observa en los comunicados de la organización y en las fuentes
periodísticas, la práctica se tornó más habitual en los primeros años de la década del 2000. 719 A fines
del 2001 Abuelas anunciaba una restitución de la siguiente manera: “Cerrar un año de intenso trabajo
con una muy buena noticia es altamente gratificante. Este es el ‘caso’ del encuentro número 72”.720
A comienzos del año siguiente, se expresaban de manera similar ante una nueva restitución:
“Festejamos con enorme alegría el encuentro del chico 73 y deseamos que recupere todos sus
derechos conculcados sobre la base de la Verdad y la Justicia”. 721 En marzo del 2004 las Abuelas
comunicaban que “ha sido encontrado, junto a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad
(CONADI) otro nieto, el 77, Juan Cabandié Alfonsín”. 722
La prensa también fue replicando esta forma de nombrar a los jóvenes que recuperaban su
identidad. Victoria Ginzberg, periodista de Página 12 que habitualmente cubría temas vinculados
con los organismos de derechos humanos, señalaba ante la restitución de Gabriel Cevasco en octubre
de 2000 que el joven “se convirtió en el nieto recuperado número 70”.723 En mayo de 2003, la
restitución de Horacio Pietragalla era anunciada de manera similar por Clarín: “Las Abuelas
recuperaron al nieto número 75”.724
La difusión de esta modalidad denominativa puede resultar paradójica, en tanto que el uso de
una numeración para identificar a una persona recuerda a las formas de identificación des-
subjetivizadoras que caracterizan las prácticas de los aparatos burocráticos, tanto en sus modalidades

719
Aunque no era tan extendido, encontramos su uso esporádico ya a fines de la década del noventa. De esta forma, una
nota de 1998 Martín Granovsky, periodista de Página 12, al referirse a la posibilidad de que un joven pudiera ser el nieto
de Estela de Carlotto, indicaba que “Sería el chico restituido número 61”. Granovsky, Martín, “Con la esperanza intacta”,
Página 12, 16 de octubre de 1998. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/1998/98-10/98-10-16/pag03.htm Última
consulta: 15 de octubre de 2019.
720
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: Se cierra el 2001 con un nuevo encuentro”, 27 de diciembre de 2001.
Disponible en: https://www.abuelas.org.ar/noticia/se-cierra-el-con-un-nuevo-encuentro-87 Última consulta: 15 de
octubre de 2019.
721
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: Otra localización de un chico desaparecido”, 20 de marzo de 2002.
Disponible en: https://www.abuelas.org.ar/noticia/otra-localizacion-de-un-chico-desaparecido-83. Última consulta 15 de
octubre de 2019.
722
Abuelas de Plaza de Mayo, “Un buen inicio de año: encontramos otro nieto", 27 de enero de 2004. Disponible en:
https://www.abuelas.org.ar/noticia/un-buen-inicio-de-ano-encontramos-otro-nieto-82. Última consulta: 15 de octubre de
2019.
723
Victoria Ginzberg, “Gabriel Cevasco buscó y encontró su identidad”, 28 de octubre de 2000. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/2000/00-10/00-10-28/pag12.htm. Última consulta: 15 de octubre de 2019.
724
“Las Abuelas recuperaron al nieto número 75”, Clarín, 10 de mayo de 2003. Disponible en:
https://www.clarin.com/politica/abuelas-recuperaron-nieto-numero-75_0_H1boYZg0Fg.html. Última consulta: 15 de
octubre de 2019.
373
legales y rutinarias (como los documentos oficiales de identidad) como en sus manifestaciones
represivas e ilegales (como la asignación de un número a los/as detenidos/as en los centros
clandestinos de detención) (Calveiro, 1998). ¿Por qué, entonces, llamar con un número a un/a joven
que recuperaba una identidad biológica que, en cada vez más casos, había encontrado tras una larga
búsqueda, después de meses o años signados por las incertidumbre acerca de su origen, su pasado y
el de sus padres? Quizás ocurriera que, ante la dificultad de parte de diferentes actores acerca de
cómo llamar a estos jóvenes (¿Debía llamárselo por el nombre de crianza? ¿Por el nombre que le
pusieron sus padres desaparecidos? ¿Tal vez de ambas formas? ¿O ninguna de ellas?), derivada
precisamente de la complejidad de su historia de vida, la fórmula “nieto número…” resultara útil
para sortear el dilema. Pero también es probable que la categoría “nietos”, al volverse
progresivamente indisociable de la causa de Abuelas por la recuperación de los “chicos apropiados”,
tuviera cada vez mayor pregnancia, y asociada a la secuencia de restituciones a través del número de
caso resuelto tuviera mayor eficacia comunicativa que otras expresiones. Sea como fuere, la fórmula
terminó difundiéndose, al punto de persistir con fuerza hasta el presente.
Estas mutaciones discursivas tenían su correlato en las estrategias y los modos de acción de
Abuelas. Si bien la organización siguió participando en redes nacionales e internacionales que
promovían los derechos del niño (como Defence for Children o, a nivel local, la CASACIDN) y
mantuvo su interés por desarrollar cambios legislativos en torno a la infancia, especialmente en lo
relativo a las leyes de adopción, el eje principal de su acción pública, orientada siempre a la
localización y restitución de los jóvenes apropiados, se comenzó a centrar en acciones vinculadas
con ámbitos muy distintos a los de la niñez. Como relatan integrantes de la organización a través de
diferentes anécdotas, no fue una transición sencilla, ya que la trayectoria acumulada con una
determinada perspectiva de búsqueda hacía que las imágenes y modos del pasado persistieran.
Marcelo Castillo, que comenzó a colaborar con Abuelas en 1996, recuerda por ejemplo un lapsus en
el discurso de Estela de Carlotto en 1997, en el acto por los 20 años de la organización, que para él
era muy sintomático de ese momento de cambios, que la organización estaba en pleno
procesamiento: “fue muy divertido para mí verlo en el escenario cuando Estela hablaba en el cierre
del Teatro San Martín de los 20 años diciendo: ‘bueno nosotros estamos buscando bebés, perdón,
jóvenes’. 725

725
Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
374
Uno de los principales virajes en la estrategia de la organización en este periodo de cambios
consistió en modificar el destinatario principal de sus acciones y mensajes. Si hasta entonces su
discurso público se había dirigido hacia la sociedad en su conjunto para solicitar su ayuda en la
búsqueda, a partir de ahora el sujeto interpelado serán directamente los jóvenes que estaban siendo
buscados. Las diferentes acciones públicas y de difusión que se llevaron a cabo a partir de mediados
de los noventa apuntaban a que sean esos jóvenes los que se “busquen a sí mismos”. Los que, a partir
de diferentes disparadores, pudieran preguntarse por sus orígenes y buscar su identidad (De Vecchi
Gerli, 2010). De esta forma, por ejemplo, la organización dejó de publicar solicitadas por el Día del
Niño, una acción que la organización había realizado de manera casi de manera ininterrumpida entre
1978 y 1993, en los que, como decía la solicitada de ese último año, pedían a la sociedad “ayuda
para poder encontrar a sus nietos desaparecidos”. 726 Por el contrario, como señala María Luisa Diz
(2018, p. 75) “en la Asociación surgió la idea de que el acercamiento a estos jóvenes podía lograrse
a través de la realización de eventos y de actividades que incluyeran a sus medios de socialización,
sus consumos culturales y sus pares generacionales”. A partir de esta idea, desde 1997 en adelante
se emprendieron una serie de campañas comunicacionales e iniciativas de difusión, algunas
desarrolladas de manera directa por la organización, otras realizadas en colaboración con artistas y
representantes del deporte y de la cultura. Un elemento novedoso de estas campañas fue la
producción y difusión a través de la televisión abierta de micros publicitarios o spots. Estos breves
videos publicitarios fueron posibles gracias al financiamiento proveniente de fuentes públicas y
privadas y a la cesión del espacio televisivo por los organismos estatales competentes. Asimismo,
participaron en su creación diseñadores, productores, actores no profesionales y personalidades de
la cultura (Diz, 2018). En orden cronológico, estos primeros spots fueron “Del otro lado del espejo”
(2000), “Letras” (2001), “El cochecito” (2002) y “El aplauso” (2006).727
Un elemento central en todas estas iniciativas de difusión fue su apelación a la identidad y a
la lucha por ella como un elemento. En 1997, en el marco del vigésimo aniversario de la organización
y como parte de la campaña “Y vos, ¿sabés quién sos?” se realizaron varias iniciativas con este
tópico: en septiembre se lanzó el concurso literario “Identidad. De las Huellas a la Palabra”, los días
25, 26 y 27 de ese mismo mes se realizó el Congreso Internacional “Juventud e Identidad” que
reunión a expertos y personalidades de diferentes campos y en noviembre se llevó a cabo el “Festival

726
“Abuelas de Plaza de Mayo”, Clarín, 8 de agosto de 1993, p. 45. Archivo CELS, FICELS, SDP.
727
Todos pueden visualizarse en la página web de Abuelas de Plaza de Mayo: https://www.abuelas.org.ar/galeria-
videos/spots-1?pagina=4
375
por la Identidad” en Plaza de Mayo que incluyó dos días de recitales musicales y concluyó con “Rock
por la Identidad”728. Al año siguiente, el Centro Cultural Recoleta organizó la muestra “Identidad”
con la participación de trece artistas muy reconocidos. En paralelo se puso en marcha un ciclo de
recitales conocido como “Música por la Identidad” (De Vecchi Gerli, 2010). En el año 2001, y a
partir del éxito que había tenido el año previo la obra “A propósito de la duda” se puso en marcha el
ciclo teatral “Teatro por la Identidad”, que continúa hasta el presente (Diz, 2016). En el 2003, se
lanzó la campaña “Deporte por la Identidad” en la que se realizaban charlas informativas con entrega
de materiales en clubes de diferentes disciplinas deportivas. (De Vecchi Gerli, 2010, p. 153). En el
2004 se estrenó el documental “Nietos. Identidad y memoria” de Benjamín Ávila, con aval y
promoción de Abuelas de Plaza de Mayo. Podemos incluir, también, la creación de la “Red por la
Identidad”, a partir del año 2002 y el impulso a la sanción del “Día Nacional por el Derecho a la
Identidad”, obtenido en 2004 mediante la Ley 26.001. En los años siguientes, este tipo de campañas
continuaron, tanto a través de los medios tradicionales como de los canales ofrecidos por las nuevas
tecnologías de la información y comunicación. Así pues se llevaron a cabo “Televisión por la
Identidad” (2007), “Jazz por la Identidad” (2007), una segunda edición de “Deporte por la Identidad”
(2010) y los concursos a través de redes sociales “TwitteRelatos por la Identidad” (que comenzó en
2012 y actualmente va por su sexta edición) e “Insta por la Identidad” (2019).
En definitiva, la categoría “identidad” y la idea de la lucha por ella se ubicaron más que nunca
en el centro de la acción y del discurso público de Abuelas. Este concepto, como ya vimos, había
ocupado un lugar central en el discurso público y en armazón argumental de la organización desde
los años ’80, densificándose a partir de la incorporación de elementos teóricos provenientes de
diferentes disciplinas. Sin embargo, lo que se observa a mediados de los años ’90 es un
desplazamiento semántico, una importante resignificación de la categoría. La noción de “derecho a
la identidad” comenzó a hacer referencia no tanto ya al derecho de los sujetos a ser criados con sus
familias biológicas sino a su derecho, como jóvenes o adultos, a conocer y reconocer su verdadero
origen biológico, la historia de sus padres y madres, al entender que el conocimiento de esta verdad
era fundamental, si no indispensable, en la construcción de la identidad personal. En este mismo
sentido, el significante “restitución” comenzó a resemantizarse para dejar de referirse a la
reincorporación de un/a niño/a su “legítima” familia biológica y transformarse en cambio, en

Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: 20 años de Abuelas”, 20 de julio de 1997; Abuelas de Plaza de Mayo,
728

“Comunicado: Congreso por los 20 años”, 30 de septiembre de 1997. AH-AAPM-CCP.


376
sinónimo de reconocimiento de la verdad o de la identidad biológica y, como consecuencia, de la
identidad y la memoria familiar).
Las connotaciones de esta renovada apelación al “derecho a la identidad” pueden observarse
en las acciones y en las campañas de difusión, tanto gráficas como televisivas, desarrolladas por
Abuelas a partir de estos años. Como señalamos, estas nuevas campañas buscaban interpelar
directamente a los jóvenes que podían llegar a sospechar de sus orígenes familiares. Al dirigirse a
los y las jóvenes como destinatarios privilegiados/as de su mensaje, la lucha “por la identidad”
suponía un llamado a poner en cuestión los relatos heredados, a preguntarse sobre los propios
orígenes en un momento de la vida (el final de la adolescencia, el comienzo de la vida adulta) en el
que toda persona se suele plantear numerosos dilemas que hacen a la constitución de la subjetividad.
La consigna central de las campañas de 1997 y por lo menos hasta 2004, “Y vos, ¿sabés quién sos?”,
mostraba de qué manera el reconocimiento de la verdadera filiación era conceptuado como elemento
central en la elaboración de la identidad. Era, a la vez, una apuesta a despertar la duda, en tanto
principio movilizador que podía impulsar a emprender el camino de la búsqueda de la verdadera
identidad (Arreche, 2012; Diz, 2016). Por eso la otra consigna que acompañaba las acciones de
Abuelas a partir de estos años convocaba a los y las jóvenes a acercarse a la organización: “Si tenés
dudas sobre tu identidad y creés que podés ser hijo de desaparecidos, comunicate con Abuelas de
Plaza de Mayo”.729
En las campañas y las iniciativas culturales y de difusión que realizó Abuelas durante esos
años, se pueden observar dos grandes núcleos conceptuales vinculados a la cuestión de la identidad:
la dualidad identidad falsa/identidad verdadera y una retórica de la sangre en la que el vínculo
biológico aparece como elemento fundante y rehabilitador de la identidad verdadera. En primer
lugar, observamos en el discurso público la noción de que la identidad del joven apropiado es una
identidad dividida, duplicada, en la que la identidad “verdadera” vive atrapada pero latente bajo el
velo de la identidad “falsa” impuesta por los apropiadores. Aquella identidad verdadera,
desaparecida/apropiada pero realmente presente, podía reaparecer en cualquier momento y esta era
una necesidad vital, un momento indispensable para lograr genuina elaboración de la subjetividad.

729
Según señala Marcelo Castillo en la entrevista que le realizamos, la consigna fue utilizada por primera vez en 1998
como parte del isotipo que desarrolló para Abuelas Raúl Bellucia, un diseñador gráfico que realizó diferentes
colaboraciones con la organización en esos años. El isotipo consistía en una flecha con la consigna arriba y los datos de
la organización adentro y abajo. Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
Posteriormente, la consigna se popularizaría con el spot publicitario “Del otro lado del espejo”, del año 2000 (De Vecchi
Gerli, 2010; Diz, 2016).
377
Esta concepción se anclaba en una interpretación que, como vimos en el Capítulo IV, se remontaba
a las primeras elaboraciones de Abuelas sobre la cuestión de la identidad, en los años ’80, y engarzaba
los pares dicotómicos identidad falsa/identidad verdadera con los de esclavitud/libertad: mientras la
“mentira” vivida con la familia apropiadora constituía una forma de “esclavitud”, la “verdad”
otorgaba la “libertad” que permitía recorrer un nuevo camino identitario.
Dos elementos vinculados a esta dimensión de la identidad como identidad dividida, que
aparecen en diversos spots televisivos, campañas gráficas y otras iniciativas artísticas, son la cuestión
del nombre y la figura del espejo. Como señala Da Silva Catela, el nombre no es un dato menor de
la biografía personal, sino que es un elemento fundamental en la inscripción individual dentro del
espacio social:

El nombre y el apellido evocaban así una inserción en el espacio y en lazos de consanguinidad


específicos. Como término relacional establecían la conexión entre el espacio vivido por y del
grupo, frente a los OTROS (Da Silva Catela, 2005, p. 136).

Como dice la autora recuperando las ideas de Bourdieu, el nombre propio es el elemento que
constituye una “identidad social constante y durable” (Da Silva Catela, 2005, p. 137). Es, para decirlo
con Ricoeur, un componente fundamental de la mismidad, es decir, de aquello de la identidad que
pervive inalterable en el tiempo, idéntico a sí mismo (Ricoeur, 1996). La apropiación, sin embargo,
supuso la supresión de esos nombres y apellidos y, por ende, la ruptura de esos sistemas de referencia,
la des-inscripción de los niños y las niñas de sus redes de parentesco y la disociación entre el sujeto
y ese nivel primario y en teoría inalterable de la identidad. A través de su “militancia del sentido”,
como la ha llamado Gabriel Gatti (2011), Abuelas buscaba suturar ese quiebre producido por el
terrorismo de Estado, religando a los jóvenes apropiados, los “desaparecidos vivos”, con su
verdadero nombre, elemento fundante de su identidad. A través de sus mensajes, dirigidos a aquellos
que estaban viviendo esa situación de duplicidad identitaria, la organización intentaba mostrar las
consecuencias de la pérdida del nombre y, al mismo tiempo, resaltar la importancia de su
recuperación.
Un afiche de 1999, realizado como parte de una iniciativa impulsada junto con la Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA, trabajaba sobre esta idea. Sobre una hoja en
blanco, se ven dos nombres, acompañados de dos fechas y edades. El primero es “Julián Gómez” y
está seguido de la fecha 24 de mayo de 1977 y la inscripción “3 meses”; es decir, el nombre y la edad
que tenía la persona al momento de ser apropiada. El nombre, empero, aparece incompleto,
378
despedazado, con letras arrancadas. Con esas mismas letras faltantes se armó el segundo nombre,
“Juan M.”, que está seguido de la inscripción “22 años. Hoy”. “Juan M.” es un nombre emparchado,
literalmente pegado con cinta adhesiva, un nombre creado a partir de la ruptura del nombre original
y de la filiación que contiene. Con todo, el primer nombre todavía está ahí, latente, para ser
completado como un rompecabezas cuyas fichas son las letras del segundo nombre. El afiche termina
con la frase: “Ejercé tu derecho a la identidad” (Imagen 6).

Imagen 6: Afiche realizado por estudiantes de la FADU, utilizado en la


portada de una publicación de Abuelas de Plaza de Mayo (1999). Abajo se
lee la frase: “Ejercé tu derecho a la identidad”.

No se trataba simplemente de recuperar un nombre, si no de reinsertarse en esa trama de la


cual fue arrancado, como las letras del afiche. Así lo entendían las Abuelas, en su discurso

379
institucional y en sus testimonios individuales, como se ve en estas palabras de María René Pallares
ante la “restitución de identidad” de su nieto Carlos D’Elía Casco, en 1998:

"Si los padres, dondequiera que estén, ven a Carlos, se pondrán muy contentos de que su hijo lleve
su apellido", dijo María René Pallares de D`Elía [abuela de Carlos D’Elía] al conocer la sentencia
contra la apropiadora de su nieto, Marta Elvira Leiro. Esta frase condensa la emoción por la
restitución de la identidad del hijo de desaparecidos que fue anotado como Carlos Rodolfo De
Luccia.730

El otro elemento que aparecía con frecuencia en las campañas e iniciativas que abordaban la
cuestión de la identidad apropiada como identidad dividida era la figura del espejo. Encontramos un
primer uso en 1997 en un afiche publicitario del Congreso “Juventud e Identidad” que se realizó en
septiembre de ese año. Este afiche mostraba una mano envejecida quitando el polvo de un espejo en
el que se develaba el rostro de una joven. Era una alegoría de la búsqueda de Abuelas y del encuentro
con sus “nietos”. En 1998, en una muestra organizada por el Centro Cultural Recoleta volvía a
aparecer el espejo como elemento central. La muestra, llamada “Identidad”, surgió como una idea
de Teresa Anchorena, directora del Centro Cultural, a partir de ver la cantidad de jóvenes que asistían
a las actividades de la institución:

"Hace no mucho tiempo, un sábado por la tarde con el Recoleta lleno de gente joven, caí en la
cuenta de que algunos de ellos podían ser los chicos buscados por las Abuelas, que hoy tienen
entre 19 y 25 años. Esta muestra se dirige a ellos, apela a su "libertad interior": ellos saben
quiénes son como individuos, pero el saber quiénes fueron sus padres, su familia, su historia,
completará su identidad”. 731

Así pues, el objetivo concreto y explícito de la exposición era interpelar a esos jóvenes que
podían ser los “chicos buscados por las Abuelas”. Es interesante el sentido de “identidad” al que
refería la directora del Centro Cultural, en sintonía con los planteos de Abuelas: aunque ellos supieran
“quiénes son como individuos” era importante que conocieran quiénes eran sus padres y su verdadera
historia familiar, pues de otra forma su identidad estaría incompleta.
Con el aval de la organización, se convocó a trece artistas, en su gran mayoría de importante
trayectoria y reconocido compromiso con el movimiento de derechos humanos: León Ferrari, Adolfo
Nigro, Carlos Alonso, Juan Carlos Romero, Diana Dowek, Daniel Ontiveros, Marcia Schvartz,

730
“Bergés fue detenido y la apropiadora condenada”, Página 12, 6 de mayo de 1998,
Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/1998/98-05/98-05-06/pag04.htm. Última consulta: 15 de octubre de 2019.
El subrayado es nuestro.
731
“Tras la identidad”, La Nación, 27 de noviembre de 1998.
380
Carlos Gorriarena, Luis Felipe Noé, Rosana Fuertes, Mireya Baglietto, Remo Bianchedi y Nora
Aslam. 732 Los/as artistas invitados/as decidieron realizar una instalación colectiva única, que
consistía en un recorrido lineal ininterrumpido formado por las fotos de las parejas detenidas-
desaparecidas y, en cada caso, un espejo que ocupaba el lugar de la foto del hijo/a apropiado, ubicado
a la altura de la mirada del espectador. Cada par de fotos con su respectivo espejo estaba acompañado
de un breve texto con todos los datos disponibles del caso: nombre y edad de los padres y madres
desaparecidos/as, circunstancias en que se produjo su secuestro y la información conocida sobre su
hijo/a secuestrado/a o nacido/a en cautiverio. La muestra se completaba con la proyección de siete
testimonios de abuelas y otras víctimas de la represión tomados del libro Botín de guerra, de Julio
Nosiglia. 733
Como señala Junqueira dos Santos (2018), la instalación buscaba volver presente aquello que
se encontraba ausente: a través de las fotos de los/as desaparecidos intentaba reponer su existencia y
marcar, al mismo tiempo, sus veinte años de ausencia. Se trataba, en este sentido, de un recurso que
formaba parte ya del repertorio político y estético histórico de los organismos de derechos humanos
y de las experiencias artísticas asociadas a sus causas: el uso de las fotos en pancartas desde las
primeras marchas y la experiencia del siluetazo o “silueteadas” (como los denominaron sus
creadores) hacia el final de la dictadura son ejemplo muy temprano de estas formas de representar a
los/as desaparecidos/as (Longoni, 2010). En cambio, más novedoso y significativo en la instalación
“Identidad” era el uso de los espejos. Si las fotografías invocaban al pasado, al cuerpo perdido de
los/as detenidos/as-desaparecidos/as durante la dictadura, los espejos hablaban de una ausencia en el
presente, de un vacío que aguardaba latente la esperanza de que pudiera reflejarse allí la imagen
perdida del hijo o la hija apropiado/a. Al decir de Junqueira dos Santos, “el espejo espera
pacientemente a quien se pueda reconocer en la comparación inmediata con las imágenes a los
costados, tomando como medida la semejanza física con esas personas que ahora sólo existen en esas
fotografías” (2018, p.153).
El primero de los spots televisivos, que fue lanzado en el año 2000, se presentaba el problema
de la identidad dividida a partir de una dramatización que articulaba los dos tópicos que hemos

732
“Muestra sobre los desaparecidos”, Clarín, 19 de noviembre de 1998. Disponible en:
https://www.clarin.com/sociedad/muestra-desaparecidos_0_B1icbz183e.html 1/27
733
Ibídem. La muestra, inaugurada el 19 de noviembre, se extendió por tres semanas, hasta el 8 de diciembre, y contó
con el auspicio de las Naciones Unidas y de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
381
analizado: la figura del espejo y el problema del nombre. 734 El spot se titulaba, precisamente, “Del
otro lado del espejo” y mostraba a un joven que se despierta a la mañana y se dirige al baño. Al
lavarse la cara ocurre algo extraño: el espejo que tiene enfrente no refleja exactamente su rostro, ni
lo que hace ni el lugar donde está (Imagen 7). Esa imagen suya pero ajena, de sí mismo como otro,
se queda al final mirándolo fijo, aunque al parecer sin que él se dé cuenta. El spot finaliza con una
voz en off que dice: “Pedro existe. Mariano no lo sabe. Su abuela aún lo busca. Si tenés dudas sobre
tu identidad o creés que podés ser hijo de desaparecidos, comunicate con Abuelas”, mientras una
placa final señala que “en la Argentina todavía hay 500 hijos de desaparecidos que no saben que lo
son”.735

Imagen 7: Fotograma del spot televisivo “Del otro lado del espejo” (2000).

El rostro es uno de los elementos centrales de la autopercepción, de la construcción de la


imagen de uno mismo, de una identidad. El espejo debería devolvernos esta imagen; si no nos vemos

734
Como señala María Luisa Diz (2018, pp. 80-86) los primeros spots de Abuelas de Plaza de Mayo recurrieron a
estrategias de dramatización, en muchos casos con actores no profesionales en la búsqueda de un efecto de verosimilitud.
Más recientemente, por lo menos desde el 2011, esta forma de representación ficcional fue dando paso a piezas
testimoniales que privilegian la palabra en primera persona de los protagonistas, especialmente de los/as nietos/as
restituidos y de quienes buscan a sus hermanos/as.
735
Abuelas de Plaza de Mayo (productora), “Del otro lado del Espejo”, 2000. Disponible en:
https://www.abuelas.org.ar/video-galeria/spot-televisivo-historico-del-otro-lado-del-espejo-179 Última consulta: 15 de
octubre de 2019.
382
reflejados allí (o en otras imágenes que también pueden funcionar a modo de espejos, como la de
nuestros supuestos progenitores) aparece entonces la posibilidad de la duda como disparador para
descubrirse como otro. Ese otro que, a pesar de la apropiación, pervive en el presente en el nombre
real pero negado y desconocido: “Pedro existe. Mariano no lo sabe”.
Como señala Diz en su análisis de este spot, la referencia a la abuela que aún lo busca
“introduce el vínculo de sangre deshecho con su nieto a partir de su búsqueda presente, que se dirige
hacia un futuro incierto de encuentro o desencuentro” (2017, p. 83). En efecto, otro de las
dimensiones fuertemente asociadas a la concepción de identidad expresada en las campañas y el
discurso público de Abuelas tenía que ver con el vínculo sanguíneo, la dimensión biológica de la
identidad, el rol de la genética y de los rasgos heredados en su construcción. Como han señalado
diferentes autores, como Gandsman (2009) y Gatti (2011), el discurso sobre la identidad de Abuelas
de Plaza de Mayo ha girado en gran medida en torno a las nociones de parentesco, lazo biológico y
genética al punto de terminar configurando una determinada “retórica de la sangre”. Esto significaba
ante todo que la genética (en gran medida, como ya vimos, por la capacidad que ha tenido para dar
una respuesta técnicamente confiable y social y judicialmente legitimada al problema de la
identificación de los/as niños/as que habían sido apropiados/as) adquiría la prioridad sobre otras
formas de demarcación identitaria (Gandsman, 2009; Jelin, 2010). “Resolvé tu identidad ahora” fue
el slogan acompañó numerosas campañas: el enigma de la identidad se lograba “resolver”,
encontraba respuesta a través de la tecnología genética.
Pero la retórica de la sangre iba más allá de la primacía de la genética como mecanismo
predominante de demarcación identitaria. La sangre, como sinónimo de la filiación, de la pertenencia
a un grupo familiar, aparecía como un sustrato identitario inalterable, que podía ser ocultado por los
apropiadores y escondido detrás de una identidad falseada, pero que a la larga terminaba emergiendo
para imponerse. “La sangre no es agua” decía Estela de Carlotto en una entrevista del 2007

La sangre no es agua, lo creo muy profundamente, creo en la herencia como vínculo, se heredan
muchas cosas, no sólo el color de ojos o de pelo, también lo que va por dentro, los gestos, las
vocaciones. Hubo chicos que no se explicaban por qué les gustaba pintar en una familia donde
nadie lo hacía, y cuando se encontraron con su historia encajaron como en un rompecabezas
perfecto. Eso forma parte de la identidad, un bien y un derecho que no se puede negar ni
desechar.736

736
Dillon, Marta, “Los nombres que hay en la sangre”, Página 12, 18 de febrero de 2007. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/subnotas/80547-26013-2007-02-18.html. Última consulta 15 de octubre
de 2019.
383
La sangre, como herencia inmaterial, transmite una serie de caracteres, que son físicos pero
también emocionales, psicológicos, culturales (como el gusto por la pintura) y así une de manera
invisible e irrevocable a los/as jóvenes apropiados/as con las familias que los/as buscan. Una carta
pública escrita en 1996 por Estela de Carlotto a Guido, el nieto que buscaba, con motivo de cumplirse
sus 18 años, ahondaba ya entonces en conceptos similares:

Despertarás un día sabiendo cuánto te quiso y te queremos todos. Y preguntarás un día dónde
puedo hallarlos. Y buscarás en el rostro de tu madre el parecido y descubrirás que te gusta la
ópera, la música clásica o el jazz (¡qué antigüedad!) como a tus abuelos. Escucharás Sui Generis
o a Almendra, o Pappo, sintiéndolos en lo profundo de tu ser porque así lo sentía Laura.
Despertarás, querido nieto, algún día de esa pesadilla, y nacerás para tu liberación. Te estoy
buscando. Te espero. 737

El joven que despierta ante la duda y se pregunta por sus orígenes no sólo encontrará respuesta
al buscar su parecido en el rostro de su madre sino también al sentir “desde lo profundo de [su] ser”
el gusto por determinados géneros musicales, no sólo los que le gustaban a su madre sino también,
como una herencia transgeneracional, los que escuchaban sus abuelos. La sangre no sólo transmite
y une sino que “tira”, “llama” y este llamado funciona como una fuerza invisible pero irrefrenable
que terminaría conduciendo a cada “nieto” a sobreponerse a la mentira impuesta y reencontrarse con
la verdad. Ese reencuentro, el reconocimiento de los orígenes no es sólo una liberación, el fin de “esa
pesadilla”, sino un renacer, un punto de partida para la construcción de una identidad y una vida
nueva y verdadera.
Nuevamente, es interesante notar que estas concepciones de la identidad desplegadas por el
discurso de Abuelas encontraban eco en la esfera pública y eran replicadas por diferentes actores. El
escritor Tomás Eloy Martínez escribió en 1998 un artículo en el diario La Nación titulado “La
identidad perdida”. Allí abordaba dos facetas de la desaparición de personas y la apropiación de
niños/as:

Uno de los más crueles legados de la última dictadura es su casi inverosímil violencia contra el
sagrado derecho a la identidad. Miles de seres humanos fueron, de pronto, un solo no ser, sin
lugar, sin nombre, sin existencia, sin destino. O fueron dos y tres personas a la vez, como
centenares de hijos de desaparecidos.738

737
La carta fue hecha pública por Estela de Carlotto en el año 2008, en la grabación de Estela, documental biográfico
sobre su vida dirigido por Magdalena Ruiz Guiñazú. El documental se puede visualizar en el canal de Youtube de la TV
Pública Argentina: https://www.youtube.com/watch?v=Lh0hZsjg34Y
738
Tomás Eloy Martínez, “La identidad perdida”, La Nación, 5 de diciembre de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-identidad-perdida-nid120413. Última consulta: 7 de noviembre de 2019.
384
“Dos y tres personas a la vez”: Eloy Martínez retoma el tópico de la identidad dividida de los
niños apropiados como una manifestación eminente de la violación a su “sagrado derecho a la
identidad”. La idea de que detrás de esas identidades falseadas se encontraba la identidad verdadera
aparece, también, con recurrencia en la prensa de esos años. Así relataba el diario La Nación la
historia de una joven restituida:

La vida de María Carolina Guallane no es la misma desde que, hace tres años, comenzó a buscar
su verdadera identidad (…).María Carolina no precisó, tal vez porque todavía no sabe cómo
asimilar su nueva realidad, si adoptará su verdadera identidad. "Sólo espero que ahora mi familia
se agrande, porque así como yo encontré mi identidad y sé quiénes fueron mis padres biológicos,
mis abuelas -materna y paterna- también encontraron a Paula", dijo emocionada la joven. 739

El mandato de la sangre, como una fuerza que invoca y que logra romper los muros invisibles
que separan al o a la joven de sus “verdadera identidad” también es un tópico retomado
habitualmente. Una nota de opinión de Magdalena Ruiz Guiñazú sobre Abuelas de Plaza de Mayo
lo ponía en estos términos:

Las Abuelas tienen muy poco y una cosa enorme que es su serenidad. Saben que para no
enfermarse tuvieron que optar por la acción y la investigación. Que el mundo entero las conoce
y que, en algún lado, esa sangre de su sangre quizá también se está cuestionando un origen
incierto. Hay muchos jóvenes, que hoy tienen veinte años, atenaceados por esa duda atroz. ¿Cuán
espeso y rígido es el cristal que los separa de su familia biológica?740

Como han señalado diversos autores, la retórica de la sangre y la concepción biologicista de la


identidad conllevaban una serie de tensiones y complejidades. Por un lado, como ha señalado Gatti
(2011), tiende a ser conservadora y esencialista, en tanto que enfatiza de la identidad aquello que
permanece (o debería permanecer) inmutable y, a priori, margina su dimensión construida, lábil y en
constante cambio, lo que, en palabras de Ricouer (1996) podríamos llamar la ipseidad, la dimensión
de “sí mismo como otro” en proceso de elaboración y reconstrucción constante. Al mismo tiempo,
como señala Jelin (2010, p.48) el rol central ocupado por la genética y por la “ley de la sangre”
tienden a obliterar que “el parentesco y la familia son fundamentalmente lazos sociales y culturales”,

739
“Una joven recuperó su identidad”, La Nación, 27 de noviembre de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/una-joven-recupero-su-identidad-nid119459. Última consulta: 12 de noviembre de
2019.
740
Ruiz Guiñazú, Magdalena, “Mujeres serenas”, La Nación, 11 de octubre de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/abuelas-de-acero-21-anos-despues-nid211998. Última consulta 15 de octubre de
2019.

385
valga decir, relaciones construidas en el tiempo y el espacio y no simplemente heredadas e inscriptas
en el ADN. A lo largo del tiempo, estas tensiones fueron aflorando, sobre todo a partir de diferentes
procesos de restitución en los cuales los y las jóvenes que eran identificados rechazaban la realización
de los análisis de sangre o bien, una vez concretados con resultado positivo, eran reticentes a entrar
en contacto con su familia biológica y la historia de sus padres.
Sin entrar en la indagación de los caminos recorridos por diferentes jóvenes en estos
dilemáticos procesos de restitución, que no constituye el objeto de la presente tesis, resulta
interesante señalar que el primer llamado de atención acerca de las necesidades de complejizar la
noción de identidad provino desde adentro mismo de la organización. Fue el grupo de jóvenes que,
como vimos en el capítulo IV, venían participando activamente de la organización por lo menos
desde comienzos de los años ’90 el que, a partir de sus inquietudes y cuestionamientos, introdujo la
necesidad de pensar en la dimensión social y cultural de la identidad, ligada a la memoria. Esta
propuesta se materializó, como veremos, en la creación en 1998 del Archivo Biográfico Familiar.
No fue éste el único aspecto en el cual la acción de los y las jóvenes tuvo una influencia decisiva.
Tanto desde afuera como desde adentro de Abuelas, la irrupción de la llamada “generación de los/as
hijos/as.” tuvo una influencia decisiva en las trasformaciones que vivían Abuelas de Plaza de Mayo
y la causa por la restitución de los “chicos apropiados”.

3. Hijos/as, nietos/as, hermanos/as y Abuelas

Como ocurrió con el movimiento de derechos humanos en general, la revitalización de la


causa por la restitución de los niños y las niñas apropiados/as en estos años provino también del
impulso dado por la “generación de los/as hijos/as”. El grupo de hijo/as que participaba en Abuelas
desde fines de los ’80 tomó mayor protagonismo dentro de la organización, a la que también se
sumaron a colaborar y militar otros jóvenes, muchos de ellos en el marco de los proyectos iniciados
con algunas universidades nacionales. Por fuera de Abuelas, otros jóvenes también emprendieron la
búsqueda de los niños apropiados, en general sus propios hermanos/as. Algunos lo hicieron de
manera organizada y colectiva, especialmente a través de su participación en H.I.J.O.S., mientras
que otros lo hicieron individualmente. Esta participación activa de los jóvenes de la “segunda
generación” tensionaron los discursos y modos de acción heredados y plantearon nuevos desafíos y
horizontes.
386
En 1996, en el marco de los actos por los veinte años del golpe de Estado de 1976, el grupo
de jóvenes que participaban en Abuelas de Plaza de Mayo, cuya aparición temprana en la esfera
pública hemos comentado en el capítulo anterior, escribieron una carta abierta a las abuelas
indicativa del protagonismo que esperaban ocupar en la nueva etapa que se abría:

Nosotros somos parte viviente de la historia que relatan las Abuelas. Algunos buscamos a
nuestros hermanos. Otros nos perdimos en manos extrañas. Algunos recuperamos nuestra
identidad y estamos aquí por los que todavía necesitan reencontrarse con su historia y con ellos
mismos. Más allá de la importancia que han tenido las Abuelas en nuestra historia personal, nos
han enseñado algo que nos acompañará siempre: es el compromiso con la vida, la lucha incesante
por la verdad y la justicia. (...) Queridas Abuelas. Hoy les decimos que no somos sólo el futuro
de esta causa: somos también el presente. 741

Esta vocación de protagonismo que el grupo reclamaba para sí (“Somos parte viviente de la
historia que relatan las Abuelas”, “somos también el presente”) se expresó en la organización en los
años siguientes, lo que dinamizó en numerosos aspectos de su activismo pero también generó
tensiones y algunos conflictos. En una entrevista a Marta Dillon del año 2002, Mariana Eva Pérez
señalaba que les había llevado dos años conseguir que en Abuelas aceptaran incorporarlas al trabajo
cotidiano de la organización En su imaginario ellas también seguían siendo, como los “niños
desaparecidos”, unos/as “bebés”:

Es que hay que entender que son nuestras propias abuelas, las que nos criaron, y no es fácil. Pocos
años atrás, desde su perspectiva, era un peligro para ellas que tocáramos la fotocopiadora. Les
costó entender que habíamos crecido. 742

Según diferentes testimonios, la iniciativa de este grupo de jóvenes fue muy importante en la
reorientación estratégica que vivió Abuelas de Plaza de Mayo por aquéllos años. En especial, la idea
de dirigirse directamente a los/as “nietos”, de idear acciones para convocarlos en sus propios espacios
de sociabilización y que se “busquen a sí mismos” parecen haber surgido de ellas y ellos. En el
mismo testimonio del año 2002, Mariana Eva Pérez hablaba de la importancia que había tenido,
desde su punto de vista, la participación de los y las jóvenes en la reconfiguración de la organización:

741
Citado en Dillon, M. (2002). “Abuelas de Plaza de Mayo”. Revista Puentes. Dossier: Historia de los organismos de
derechos humanos – 25 años de resistencia, p. 10
742
Citado en Dillon (2002), op. cit., p. 11
387
Necesitaba estar ahí para participar directamente de la búsqueda de mi hermano y del resto de
los chicos. Y pude hacerlo cuando se tomó conciencia de la necesidad de un cambio en la
metodología de trabajo a partir de que se empezaron a acercar chicos con dudas sobre su
identidad.743

Al respecto de esta participación juvenil, Marcelo Castillo recuerda en su entrevista los


orígenes de la propuesta de organizar un recital con bandas de rock para el vigésimo aniversario de
Abuelas, en 1997:

Los jóvenes decían “queremos Rock por la Identidad porque si no estamos buscando bebés,
estamos buscando”… “Y pero nosotros queremos que esté León Gieco, los históricos”. Entonces
se decidió hacer un festival que cubría las expectativas de Abuelas y las expectativas de los
jóvenes. Uno fue un viernes y el otro fue un sábado.744

A pesar de la disidencia inicial de las abuelas, los/as jóvenes insistieron y el “Festival por la
Identidad” finalmente contó con dos eventos gratuitos en Plaza de Mayo: uno el viernes 21 de
noviembre que fue promocionado por la organización como “Encuentro de música popular”, en el
que tocaron Ignacio Copani, Juan Carlos Baglietto, Víctor Heredia, Opus 4 y Piero y otro al día
siguiente, el sábado 22, que fue un recital de rock con la presencia de bandas muy convocantes de
la época como Las Pelotas, Los Caballeros de la Quema, Bersuit Vergarabat y Los Visitantes.745
Todos los testimonios coinciden en afirmar que este recital de dos días fue de suma
importancia para la construcción de la imagen de Abuelas, sobre todo de cara al público juvenil.
Según afirmaban en un comunicado previo al espectáculo, las Abuelas esperaban “despertar, en los
jóvenes, la consciencia y el interés por el trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo”. El evento, en
opinión de sus protagonistas, habría alcanzado en alguna medida estos objetivos. Castillo afirma que
al festival de rock asistieron alrededor de 50.000 personas. 746 Tatiana Sfiligoy, una de las nietas
restituidas que integraba el grupo de jóvenes y participó de la organización, recordaba lo que sintió
al subir al escenario y ver tanta gente reunida en una actividad de las Abuelas:

Era muy loco, había un montón de gente, sobre todo jóvenes. En un momento subimos al
escenario [el grupo de jóvenes que participaba en Abuelas] y aprovechamos para decir unas
palabras. Era muy emocionante hablar para un montón de gente. Viste cuando el público
empieza a cantar una canción y vos la tenés que tomar, porque si no, no hay feedback. “Hay que
saltar, hay que saltar, el que no salta es militar”, y yo saltando en el escenario. Lindos recuerdos

743
Citado en Dillon (2002), op. cit., p. 11
744
Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018,
745
Abuelas de Plaza de Mao, “Comunicado: Festival popular de las Abuelas”, 15 de octubre de 1997. AAPM-AH-CCP.
746
Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018,
388
también de esa época, de todas las movidas que se generaron y también eso ayudó a que la
sociedad en su conjunto legitimara la búsqueda de Abuelas. De la mano de los jóvenes, fue una
buena iniciativa.747

Una actividad para la juventud y “de la mano de los jóvenes”: este es el tono de muchas de
las acciones e iniciativas que se comienzan a llevar a cabo durante estos años. Este proceso se dio
tanto desde afuera como desde adentro de la organización, en un movimiento interrelacionado con
numerosos vasos comunicantes. Varios de los/as jóvenes que participaban del activismo de Abuelas
por lo menos desde comienzos de la década de 1990 se involucraron en H.I.J.O.S., como la propia
Tatiana Sfiligoy, Hugo Ginzberg y María Lavalle Lemos. Estos/as jóvenes, con su doble
pertenencia, funcionaron como correa de transmisión, al llevar las inquietudes que se planteaban en
la nueva agrupación a las discusiones dentro de Abuelas. Estas discusiones atravesaban el marco de
la militancia en los organismos de derechos humanos y, también, se experimentaban en otros
ámbitos por los que circulaban los y las integrantes del grupo de jóvenes, como la universidad y la
militancia estudiantil, gremial o social. Por todos estos canales varios elementos innovadores
comenzaron a impactar dentro de la organización, lo que devino en nuevas inquietudes y también
cuestionamientos a las prácticas y los relatos consuetudinarios.
La irrupción en escena de la agrupación H.I.J.O.S. es un elemento central para entender este
proceso de transformación. 748 En principio, agrupaba a quienes tuvieran madres y/o padres
detenidos/as-desaparecidos/as o asesinados/as, pero progresivamente (en algunas filiales, no en
todas) se fueron incorporando hijos e hijas de presos/as políticos/as y de exiliados/as, e incluso en
algunos casos se abrió el espacio a la participación de “población abierta”, es decir, no afectada
directamente por el terrorismo de Estado (Bonaldi, 2006).
H.I.J.O.S. se planteaba desde sus inicios dos objetivos principales: denunciar la impunidad
de los culpables de las violaciones a los derechos humanos y restituir la identidad de los/as
desaparecidos/as y la suya propia, en tanto hijos e hijas de aquellos (Calandra, 2004). En el campo
político y del movimiento de derechos humanos, la agrupación H.I.J.O.S. aportó nuevas miradas,
formas de acción y reivindicaciones. Su lema (“Nacimos en su lucha, viven en la nuestra”) sintetizaba

747
Entrevista del autor a Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.
748
Los orígenes de la agrupación se remontaban A fines de ese año, un grupo de quince hijos e hijas de desaparecidos/as
se reunió en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata en el marco de un homenaje a los
desaparecidos que pertenecieron a esa institución. Luego de este homenaje, hijos e hijas de diferentes lugares del país
realizaron un campamento en Río Ceballos, Córdoba, donde constituyeron la nueva organización. Para más información
sobre los orígenes de H.I.J.O.S., véase Bonaldi, 2006.
389
en gran medida la concepción de su activismo. Tanto frente a la imagen de los desaparecidos como
“terroristas subversivos” que habían intentado imponer los militares, como frente a esa otra de
“víctimas inocentes” que hegemonizó el discurso humanitarista desde la publicación del “Nunca
Más” y el Juicio a las Juntas Militares, el lema de H.I.J.O.S. mostraba la firme intención de
devolverles a sus padres su identidad militante, recuperando sus ideales y opciones políticas. En este
sentido, H.I.J.O.S. se constituyó como un organismo que, sin rechazar la narrativa humanitaria
característica del movimiento de derechos humanos, reivindicó también activamente el pasado
militante de los desaparecidos, sus padres y madres (Cueto Rúa, 2009).
La aparición de H.I.J.O.S. también marcó una serie de innovaciones en el repertorio de acción
del movimiento de derechos humanos. Ana Oberlin, una de sus fundadoras afirma: “Habiendo
surgido H.I.J.O.S. en ese momento donde los canales institucionales se encontraban bloqueados, la
organización llevó adelante una serie de innovaciones tendientes a lograr el repudio por parte de la
sociedad a esta situación” (Oberlin, 2011, p. 203). Así, con el lema de “si no hay justicia, hay
escrache”, H.I.J.O.S. introdujo una nueva práctica para denunciar a los represores: los “escraches”,
manifestaciones en los domicilios de los represores con el objetivo de hacerle saber a los/as
vecinos/as quién vivía allí y tornarlo visible para su entorno social (Cueto Rúa, 2009 ; Oberlin,
2011).749 La creatividad y la performatividad de estas intervenciones (con cantos, pintadas, murgas
y cierto espíritu festivo inhabitual en las protestas callejeras) llamaron la atención de la prensa de la
época, que no lograba encuadrar a este modo de acción dentro los parámetros de las manifestaciones
políticas tradicionales. 750
La reivindicación de la militancia de los años setenta no se tradujo en una interpretación
homogénea de ese pasado ni en un programa político consensuado y bien delimitado. En algunos
hijos e hijas implicó la adhesión al proyecto revolucionario, incluso a la lucha armada; en otros, en
cambio, supuso una recuperación más general del “espíritu de lucha” de sus padres y madres. En
cualquier caso, la valorización de la militancia paterna y materna marcó la acción política de la
organización, tanto en sus formas (entre las que destacaron los escraches, por su magnitud y

749
Los escraches consistían en un proceso que partía de identificar los lugares donde vivían quienes se habían
desempeñado como represores para, luego, difundir en la zona quiénes eran y qué delitos habían cometido y, finalmente,
señalar sus casas en un acto público en el que se daba cuenta también quiénes habían sido sus víctimas (qué edad tenían,
a qué se dedicaban, qué organización integraban).
750
En particular el diario La Nación llamaba la atención sobre este “curioso modo de protesta” al que le veía un “tono
carnavalesco”, lo que en opinión de sus periodistas casi con seguridad se debía a la presencia de “pocos pañuelos blancos
y muchos pelos largos y caras jóvenes”. Véase: “Protesta frente a los domicilios de Massera y de Harguindeguy”, La
Nación, 24 de marzo de 1998; “Manifestación frente al domicilio de Galtieri”, La Nación, 18 de junio de 1998.
390
visibilidad) como en sus reivindicaciones (que no se restringieron al reclamo de justicia reparatoria,
sino que en muchos casos se extendieron a la denuncia de la represión institucional y las políticas
neoliberales de los años ‘90) (Cueto Rúa, 2009).751
Al igual que Abuelas, H.I.J.O.S. otorgaba un lugar central a la cuestión de la identidad en
sus prácticas, al punto tal de que formaba parte del nombre de la organización (“Hijos e hijas por la
Identidad…”). Ahora bien, ¿qué entendían desde este organización por “identidad” y en qué medida
estas concepciones confluyeron, colisionaron o tendieron a modificar las de Abuelas? En su estudio
sobre H.I.J.O.S., Benedetta Calandra (2004) señala que el problema de la identidad adquirió varias
dimensiones en el activismo de esta agrupación. En primer término, el trabajo en torno a la identidad
hacía referencia a la elaboración de la propia experiencia vivida por parte de los/as hijos/as y al
mismo tiempo a la recuperación de la memoria de sus padres y madres. Ambas eran facetas de un
mismo proceso de reconstrucción identitaria al que la organización le dio un lugar central. Así pues,
una de las comisiones más importantes de H.I.J.O.S. y a la que se sumaban casi todos/as los/as
nuevos integrantes era la Comisión de Identidad. Esta comisión funcionaba como un espacio de
contención e integración colectiva, en el que cada integrante narraba su propia historia, muchos
rompiendo el silencio por primera vez. Según Calandra, la similitud de las vivencias narradas les
infundían coraje y les ayudaban a dar forma propositiva y activa al dolor (Calandra, 2004, p. 80). La
Comisión de Identidad también abordaba el proceso de reconstrucción de la memoria de los padres
y las madres desaparecidos/as, para recuperar sus trayectorias de vida y realizar homenajes y
recordatorios. Con el paso del tiempo, la Comisión Identidad en diferentes filiales se fue disolviendo,

751
Aunque excede a los objetivos de este trabajo, es importante señalar que al igual que ocurrió al interior del movimiento
de derechos humanos, la aparición pública de los hijos e hijas sacudió al mundo artístico e intelectual. En el cine, en la
literatura y en las artes visuales, las obras producidas por estos jóvenes desde finales de los años ’90 y principios de la
década del 2000 cuestionaron las representaciones tradicionales sobre el pasado reciente y propusieron imágenes y relatos
profundamente renovadores. Las obras producidas por estos/as jóvenes buscaban conocer en profundidad a sus padres y
madres, comprender (y a veces, cuestionar) sus decisiones políticas y personales y comprenderse y ubicarse a ellos
mismos en una historia quebrada por la represión ilegal (Pittaluga y Oberti, 2006; Aguilar, 2006; Amado, 2009). A
continuación listamos algunas de las producciones más representativas de este conjunto. Filmografía: Papá Iván,
Argentina/México, 2000, María Inés Roqué; (h) Historias Cotidianas, Argentina, 2001, Andrés Habegger y Lucía
Puenzo; Los Rubios, Argentina, 2003, Albertina Carri; En ausencia, Argentina/EEUU, 2003, Lucía Cedrón; Encontrando
a Víctor, México, 2005, Natalia Bruschtein; M, Argentina, 2007, Nicolás Prividera. Obras literarias: Laura Alcoba, La
casa de los conejos (Buenos Aires: Edhasa, 2008); Félix Bruzzone, Los topos, (Buenos Aires: Mondadori, 2008); Raquel
Robles, Perder, (Buenos Aires: Alfaguara, 2008); Mariana Eva Pérez, Diario de una princesa montonera (Buenos Aires:
Capital intelectual, 2012). En las artes visuales, cabe destacar la muestra “Arqueología de la ausencia” de Lucila Quieto
(1999-2001).

391
pero en su lugar, con algunas funcionales similares (como la de reconstrucción memorial) surgió la
Comisión de Memoria.
En esta primera dimensión, el problema de la identidad en H.I.J.O.S. era retomado desde una
perspectiva que incorporaba a la reconstrucción de la memoria y a la experiencia personal
históricamente situada como elementos fundamentales. Sin embargo, para H.I.J.O.S. la noción de
identidad también adquirió un significado similar al de Abuelas: la búsqueda y restitución de la
identidad de los/as jóvenes apropiados/as. De Vecchi Gerli (2010) señala que al comienzo se dio la
discusión en las diferentes filiales acerca de si tenía sentido que se creara una comisión que trabajara
sobre los casos de chicos apropiados dado que Abuelas se encargaba del tema desde hacía dos
décadas. 752 Finalmente, a partir de un argumento eminentemente generacional, se llegó a la
conclusión de que desde su lugar podrían hacer y pensar cosas quizás diferentes a las que hacían las
Abuelas y también creían que muchos jóvenes verían más fácil acercarse a un grupo de pares por
una cuestión de identificación. María Lavalle Lemos, integrante de ambas organizaciones, era una
de las que pensaba de esta manera: “A muchos chicos les resulta más fácil hablar con gente de su
generación y por eso prefieren acercarse a H.I.J.O.S. cuando tienen dudas, pero trabajamos en
conjunto y es fundamental contar la experiencia acumulada en Abuelas”. 753
Esta idea era compartida, por ejemplo, por Mariana Eva Pérez, que no participó activamente
de H.I.J.O.S., pero que sin embargo reflejaba un punto de vista similar con respecto a la importancia
de los jóvenes como interlocutores para sus congéneres. En una entrevista al diario La Nación en
1998 describía de esta forma su trabajo en Abuelas de Plaza de Mayo:

Lo que hacemos con otros chicos que también trabajan con Abuelas (algunos restituidos, otros
hermanos de los sustraídos) es hablar a los de nuestra generación. Si naciste entre 1972 y 1980,
podés ser un chico desaparecido. Es para que se tome conciencia de que hasta que no se resuelva
va a quedar el tema inconcluso. Hasta que no aparezca el último chico, cualquiera puede ser hijo
de desaparecidos. Esta duda pesa sobre nuestra generación. 754

752
H.I.J.O.S. planteó desde sus comienzos una estructura organizativa horizontal, basada en la toma de decisiones en
asamblea y con acuerdos alcanzados por consensos. Cada regional se organizó de manera autónoma, formando entre
ellas una red. El trabajo al interior de cada regional se dividió en comisiones (Bonaldi, 2006).
753
Citado en Dillon (2002) op. cit., p. 11
754
“La búsqueda de un hermano de 20 años”, La Nación, 9 de diciembre de 1998. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/la-busqueda-de-un-hermano-de-20-anos-nid120884. Última consulta: 19 de
octubre de 2019.

392
En definitiva, con la idea en mente de “hablarle a los de nuestra generación”, cada regional
de H.I.J.O.S. que lo encontraba dentro de sus posibilidades organizó una Comisión Hermanos que
estaría encargada de realizar tareas relacionadas con la búsqueda y restitución de los jóvenes
apropiados. En cada provincia el grupo de Hermanos realizaba tareas de recepción de denuncias,
investigar, recopilar información sobre casos sospechosos de apropiación y realizar acciones de
difusión (Calandra, 2004).
Estas comisiones, que se originaron de manera autónoma y con diferentes tiempos en las
regionales de H.I.J.O.S., pronto comenzaron a centralizarse y a articular de manera estrecha con
Abuelas de Plaza de Mayo. Un primer momento en este proceso se dio en 1999, cuando luego de
una serie de reuniones entre ambas organizaciones se creó una Comisión de Hermanos unificada. El
primer paso de este proceso fue un encuentro que mantuvieron en 1998, durante el congreso nacional
de H.I.J.O.S., algunos representantes de esta agrupación con el grupo de jóvenes que militaba en
Abuelas. En esa reunión, los integrantes de H.I.J.O.S. manifestaron las dificultades que se
presentaban en las comisiones de hermanos de sus filiales: dificultades para manejar las denuncias
recibidas, falta de organización y de experiencia para llevar a cabo las investigaciones a nivel local.
En 1999, quince miembros de la agrupación H.I.J.O.S. de Capital Federal, La Plata, Tucumán
Córdoba y Rosario se encontraron en Buenos Aires con integrantes de Abuelas, en el primer contacto
formal entre ambas organizaciones, y decidieron crear una Comisión de Hermanos de alcance
nacional. Tras el encuentro, los/as representantes de H.I.J.O.S. reconocieron como punto de partida
para esta tarea de búsqueda la trayectoria de lucha de Abuelas (decidiendo “dejar de lado las
diferencias políticas” que podían tener con la organización), pero a la vez remarcaron que su interés
no era el de ser simplemente “observadores” sino que querían encarar estas tareas de sus propia
organización. 755
Una segunda instancia en este proceso de alineamiento entre las iniciativas de H.I.J.O.S. y la
acción de Abuelas se dio a partir del año 2003 con desarrollo progresivo de la Red Nacional por el
Derecho a la Identidad. La creación de esta red fue posibilitada por un importante financiamiento de
la Unión Europea, que a su vez propició un proceso de profesionalización y reestructuración
institucional.756 El objetivo primario del financiamiento era permitir a integrantes de Abuelas de

755
Ginzberg, Victoria, “Los hermanos, el nuevo nombre de la memoria”, Página 12, 4 de junio de 1999. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/1999/99-04/99-04-06/pag02.htm. Última consulta: 12 de octubre de 2019.
756
Entrevista del autor a Cristina Bettanin, Buenos Aires, 9 de octubre de 2017; Entrevista del autor a Clarisa Veiga,
Buenos Aires, 29 de junio de 2018.
393
Plaza de Mayo viajar junto con funcionarios de la CONADI y de la Defensoría del Pueblo por todo
el país durante dos años, entre 2003 y 2004, para llegar a aquellas personas con dudas sobre su
identidad. La iniciativa surgía a partir de las numerosas consultas que recibían de jóvenes que vivían
en el interior pero que no podían acercarse hasta la capital. La idea, según contaban la propia
organización al comienzo del proyecto, era realizar en cada lugar una difusión previa y tratar de
generar lazos con organizaciones locales para posteriormente continuar vinculados y conformar la
red:

En cada localidad que vayamos a visitar, durante aproximadamente quince días antes,
realizaremos una campaña de difusión con la participación de la televisión, la radio y los
periódicos locales. Además, el proyecto incluye la idea de organizar una Red de trabajo conjunto
en la defensa y promoción del derecho a la identidad. 757

Luego de un año y medio de viajes por todas las provincias del país, en octubre de 2004
Abuelas anunciaba que había quedado conformada la Red Nacional por el Derecho a la Identidad.
El objetivo primordial de la red era que en cada ciudad donde hubiera un nodo, hubiera un referente
físico para que todos aquellos que tuvieran dudas o quisieran acceder a información sobre el derecho
a la identidad supieran a dónde y a quién dirigirse. Lo importante aquí es que en varias ciudades (al
menos en Resistencia, San Miguel de Tucumán, Río Cuarto, Córdoba y San Rafael) el nodo estaba
compuesto por representes de H.I.J.O.S. e incluso directamente por la Comisión de Hermanos local.
De esta forma, estas comisiones comenzaron a trabajar muy estrechamente no sólo con Abuelas,
sino también con la CONADI. 758
La afinidad entre la Comisión Hermanos y el trabajo de Abuelas puede notarse en el hecho
de que si bien la difusión ocupaba un lugar muy importante en las actividades de la primera, esta
comisión nunca produjo campañas propias, sino que en todo caso impulsó las que llevaba a cabo
Abuelas (De Vecchi Gerli, 2010). En los casos en los que se desarrollaron algunas estrategias
gráficas, como por ejemplo posters y volantes, estos solían usar consignas que se proponían en las
campañas nacionales de Abuelas de Plaza de Mayo. Por ejemplo, un volante de la agrupación

757
Abuelas de Plaza de Mayo, “La esperanza de las Abuelas: la difusión hace que los jóvenes sean partícipes de la
recuperación de su identidad”, Mensuario, 18, marzo de 2003, p. 1. AAPM-AH-CP.
758
Abuelas de Plaza de Mayo, “Se terminó de conformar la red Nacional por el derecho a la identidad”, Mensuario, 37,
octubre de 2004, p. 1. AAPM-AH-CP.
394
afirmaba: “Hay 5000 jóvenes desaparecidos, que todavía no conocen su verdadera identidad. Vos
podrías ser uno de ellos. Vos podrías conocer a uno de ellos. Ayudanos a encontrarte”.759
Es interesante notar, entonces, cómo en el mediano plazo Abuelas logró encuadrar detrás de
sus lineamientos todas estas experiencias que habían surgido de manera relativamente espontánea y
autónoma. Del mismo modo, la organización logró incorporar a su seno a otros/as jóvenes que
habían emprendido de manera individual la búsqueda de sus hermanos/as apropiados/as. 760 Esta
capacidad de encuadrar diferentes iniciativas detrás suyo nos habla del papel de Abuelas como actor
clave y socialmente legitimado de la cuestión. Ahora bien, al mismo tiempo que esto ocurría, las
propuestas de H.I.J.O.S., sus miradas distintivas sobre el pasado reciente y, en particular, su
aproximación al problema de la identidad también generaron un impacto en la organización
motorizado, como hemos visto, a través del grupo de nietos/as y hermanos/as que participaban de
ella. Uno de los cuestionamientos procedentes de este grupo, y sin dudas relacionados con la
experiencia de H.I.J.O.S., tuvo que ver con la concepción de identidad excesivamente biologicista
y desanclada de los procesos de construcción de memorias familiares y políticas. Este
cuestionamiento fue formulado a los/as adultos/as de la organización (tanto a las abuelas como a la
generación intermedia, que integraban tíos, un padre –Abel Madariaga– y los colaboradores no
ligados familiarmente) de manera muy directa por el grupo de jóvenes:

Hay un día en Abuelas que vienen casi las mismas nietas estas que te conté, casi como en patota
y me acuerdo que estábamos en una oficina ahí en Corrientes, estaba Remo, Abel y yo hablando
de otra cosa, y entran así y lo encaran a Abel las chicas. Y le dicen, Mariana Pérez que era la
que hablaba siempre: “¿cuándo carajo nos van a contar quiénes eran nuestros padres?” (…) Esa
es una pregunta que viene de H.I.J.O.S... H.I.J.O.S. empieza a trabajar sobre esto: “Quiénes eran
nuestros padres”. 761

759
Citado en Calandra (2004), op. cit., p. 87.
760
Un caso ejemplar en este sentido es el de Adriana Metz Romero. Sus padres, Graciela Romero y Raúl Metz, militantes
del PRT-ERP, fueron secuestrados el 16 de diciembre de 1976 en Cutral-Có, provincia de Neuquén, cuando ella tenía un
año y medio. Su madre estaba embarazada de cinco meses al momento del secuestro. Su abuela, que vivía en Bahía
Blanca, integró Abuelas de Plaza de Mayo, participando en la sede central de Buenos Aires como en la filial de Mar del
Plata. Tras su muerte, Adriana pasó un tiempo hasta involucrarse de nuevo con la temática. Primero dio testimonio en
los Juicios por la Verdad, en 1999. Posteriormente en el año 2005, a partir de los datos provistos por una amiga, se
contactó con un joven que intuían podía ser su hermano apropiado, lo que finalmente fue descartado por los análisis del
BNDG. Finalmente, en el 2011 Adriana fue contactada por el Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo
para realizarle una entrevista. Este primer contacto propició el inicio de un vínculo entre Adriana y las activistas de la
filial Mar del Plata de la organización, que derivó en que Adriana se convirtiera en el 2012 en trabajadora estable en
dicha filial. Entrevista del autor a Adriana Metz, Mar del Plata, 22 de mayo de 2018.
761
Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
395
La demanda en un primer momento habría generado ciertas tensiones en Abuelas, pero a
partir de diferentes conversaciones entre las abuelas y este grupo de jóvenes, terminó aceptándose
dar curso a algún tipo de respuesta a esta inquietud (Durán, 2019). De esta forma, surgió la propuesta
de avanzar en un proceso de reconstrucción de las trayectorias de los y las desaparecidos/as. Para
ello se pensó en recuperar el testimonio de quienes los conocieron y acompañaron en diferentes
momentos de su vida. Este proyecto cobró forma en 1998 bajo el nombre de Archivo Biográfico
Familiar. Esta iniciativa, que se consolidó y con el tiempo ha llegado a ocupar un lugar significativo
dentro de Abuelas, se pudo llevar a cabo gracias al apoyo de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires (FSoc), que financió y cobijó institucionalmente al proyecto durante
su primera década de existencia como parte de su programación científica, bajo el formato de
proyecto UBACyT. El papel de la FSoc en este proyecto de Abuelas nos remite a otra faceta muy
relevante del accionar de la organización y de la configuración del problema público de la
apropiación/restitución: la construcción o ampliación de las redes de alianzas con el campo cultural
y académico.

4. El campo académico y cultural y las luchas por las restituciones

Como señala Crenzel (2013, p.86) los organismos de derechos humanos tuvieron la capacidad
de sobreponerse al duro golpe que supusieron las leyes de impunidad y los indultos y pudieron
superar el reflujo de movilización articulando nuevos reclamos, ampliando la base de los propios,
sumando a las nuevas generaciones y consolidando un vínculo con el campo artístico y académico
que, aunque existía desde los años '80, tomó un espesor cada vez mayor a fines de la década de 1990
y comienzos de la siguiente.
En este periodo, la agenda de los organismos de derechos humanos sumó cada vez más apoyo
de diferentes partidos políticos, organizaciones gremiales y movimientos sociales, en especial de
aquellos sectores que se oponían al gobierno menemista. Este proceso se daba en un marco de
acentuado deterioro de la situación económica y de las condiciones de vida de amplias capas de la
sociedad. En 1998, la economía entró en recesión, el déficit y la deuda externa aumentaban, a la par
que lo hacían los indicadores de pobreza y desempleo, proceso que desembocó en la profunda crisis
del año 2001 (Basualdo, 2006). Como ya señalamos en el capítulo previo, muchos organismos de
derechos humanos incorporaron en su agenda la lucha contra las políticas neoliberales y la represión
396
institucional, que coartaban el ejercicio de los derechos civiles y sociales que los nuevos textos
constitucionales (tanto la Nacional como la de la autonomizada Ciudad de Buenos Aires, sancionada
en 1996) veían a establecer. En sentido inverso, los movimientos sociales y las organizaciones
sindicales y territoriales también incorporaron prácticas y demandas de los organismos de derechos
humanos, lo que se expresó en numerosos emprendimientos memoriales, en particular la creación de
marcas y lugares de memoria en instituciones y espacios públicos como la señalización y el reclamo
por la recuperación de ex Centros Clandestinos de Detención y la colocación de baldosas en recuerdo
de los y las desaparecidos/as (Bettanin, 2014; Messina, 2016).
La centralidad adquirida por esta cuestión en la estrategia del movimiento de derechos
humanos y en la esfera pública le dio un gran impulso a Abuelas de Plaza de Mayo, que en estos
años pudo reforzar notablemente su campo de alianzas. Gracias a esto se pudo seguir consolidando
y jerarquizando el marco legal e institucional para la localización e identificación de los ya por
entonces jóvenes buscados. Asimismo, a demanda de la organización se impulsaron nuevas acciones
en el ámbito del Estado nacional o de estados locales (principalmente, en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires). Otra dimensión importante de este reforzamiento de alianzas se dio con el campo
cultural y el académico, de donde surgieron diferentes iniciativas artísticas, de difusión e
investigación.
Además de sumar nuevos reclamos a su agenda y de aportar los propios a otros movimientos,
otra faceta de la renovación de los organismos de derechos humanos durante la década del noventa,
en especial durante la segunda mitad, fue el afianzamiento de su alianza con gran parte del campo
artístico y cultural. Este aspecto estuvo generalmente ligado al objetivo de concitar el apoyo de los
jóvenes y adolescentes y propiciar así el camino de la transmisión generacional de la memoria sobre
el terrorismo de Estado y de las banderas de lucha que habían sostenido los organismos (Jelin, 2010).
El caso de Abuelas de Plaza de Mayo fue paradigmático de esta trayectoria de construcción de
alianzas.
El vínculo con el mundo del arte y de la cultura, como hemos visto en capítulos previos, se
remontaba hasta comienzos de la década del ‘80. En este sentido, lo que observamos a fines de los
’90 más que la construcción es el relanzamiento de una red de apoyos preexistentes. Como hemos
visto a lo largo de este capítulo, en este nuevo impulso a la convocatoria del mundo del arte como
móvil para la transmisión y la lucha política tuvieron mucho que ver los/as jóvenes que participaban
de Abuelas. Tanto por sus inquietudes, que permitían renovar la mirada y pensar, como ya vimos,

397
en espacios de sociabilización y manifestaciones simbólicas más cercanas al universo juvenil (como,
por ejemplo el rock) pero también por su sensibilidad y espíritu creativo. Una de las primeras
plasmaciones de este impulso creativo fue la creación del “Laberinto”, una instalación realizada a la
manera de collage colectivo por el grupo de jóvenes que se presentó en 1996:

Estábamos armando alguna actividad nosotros como nietos, más allá de las Abuelas, y teníamos
algunos intereses culturales. Yo hacía teatro, Mariana Pérez escribía, a María le gustaba la
escenografía, María José estaba en bellas artes. Bueno, como que había una movida de arte y
decidimos presentar algo en la bienal. Ahí conocemos a Marcelo Castillo, que después trabajó
en Abuelas, y él nos dio un lugar en la Bienal de Arte Joven, donde armamos una instalación.
Se llamaba “El Laberinto”. En el laberinto pusimos recortes, por ejemplo, yo puse mis tres
recuerdos. Sacamos fotos de esos recuerdos, los enmarcamos y había una descripción de lo que
era. Otra trajo ropa de la mamá. Así cada uno aportaba desde sus recuerdos o lo que tenía en
relación a su historia. Estuvo muy bueno. Porque después eso disparó un montón de otras
movidas que comenzaron a pasar en Abuelas, como Teatro x la Identidad y un montón de cosas
más. Fue como el motor para enlazar lo cultural con Abuelas. 762

A partir de diferentes fuentes, sabemos que esta instalación se había exhibido en dos
oportunidades: primero, en marzo de 1996, una primera versión más reducida se mostró en el Centro
Cultural General San Martín de la Ciudad de Buenos Aires. Para su realización, contaron con la
colaboración de los artistas plásticos Adriana Vallejos, Oscar Chiecher y Patricia Aballay (Abuelas
de Plaza de Mayo, 2007). Unos meses después, el grupo fue invitado a presentar la muestra ampliada
en la Bienal de Arte Joven II, que se llevó a cabo del 10 al 21 de septiembre de 1996 en el Parque
Chacabuco.763 La Bienal fue muy convocante, por lo que el balance de Abuelas sobre esta
presentación de “los jóvenes hacia los jóvenes” fue muy positiva:

Pasó por su recorrido mucha juventud que quizá por primera vez captó la dimensión del accionar
de la dictadura militar contra nuestro pueblo. Es decir que desde ese lugar se hizo con modestia
una acción didáctica de jóvenes hacia jóvenes.764

Como señala Tatiana Sfiligoy en su testimonio, la invitación provino de Marcelo Castillo,


docente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA (FADU) y uno de los
organizadores del evento. Castillo había entrado en contacto con Abuelas justamente a través de

762
Entrevista a Tatiana Sfiligoy Ruarte Britos, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.
763
“El arte joven tiene espacio en el Parque Chacabuco”, La Nación, 9 de septiembre de 1997. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/el-arte-joven-tiene-espacio-en-el-parque-chacabuco-nid172829. Última
consulta: 12 de octubre de 2019.
764
Abuelas de Plaza de Mayo, “El Laberinto”, Informes internacionales, Septiembre de 1996. CNAEF, Fondo ACAT,
Caja 107.
398
algunas jóvenes del grupo, Tatiana Sfiligoy y María Lavalle Lemos, a quienes había conocido en
una actividad artística realizada en Plaza de Mayo en el marco de las conmemoraciones del vigésimo
aniversario del golpe de Estado.765 A partir de ese momento, Castillo continuaría vinculado con
Abuelas de Plaza de Mayo hasta incorporarse como colaborador permanente de la institución, y su
papel terminó siendo muy importante en la articulación con diferentes sectores del campo cultural y
académico.
Como hemos visto, las actividades artísticas de 1997, el año del vigésimo aniversario de la
organización, fueron numerosas y variadas. Hubo un concurso literario titulado "Identidad. De las
Huellas a la Palabra”, que tuvo entre sus jurados a reconocidos escritores: Roberto Fontanarrosa,
Martín Caparrós y Juan Sasturain en la categoría cuento, y Noé Jittrik, José Luis Mangieri y Delfina
Musquietti en poesía.766 También en noviembre una serie de actividades en el marco de la “Semana
de la Identidad”, que incluyeron el Festival en Plaza de Mayo al que ya hemos hecho referencia,
pero también otras expresiones artísticas, entras las que destacó la presentación en el Teatro
Nacional Cervantes de una pieza teatral escrita por el dramaturgo Roberto “Tito” Cossa, y dirigida
por Leonor Manso y Roberto Villanueva Cosse. Al igual que el nombre de la campaña de difusión
de Abuelas lanzada en ese mismo año, la obra se titulaba “¿Vos sabés quién sos?” y se proponía
como un homenaje del mundo del teatro a Abuelas de Plaza de Mayo. Según María Luisa Diz (2016),
esta pieza puede ser considerada como uno de los antecedentes de lo que luego sería Teatro por la
Identidad, tanto por su proceso de producción (fue elaborada a pedido de Abuelas y a partir de
materiales y testimonios provistos por la organización) como por su temática (que abordaba la
cuestión de la apropiación y los procesos de restitución, cuestiones casi inexploradas por el teatro
argentino).767
Teatro por la Identidad será justamente una de las apuestas más duraderas y fructíferas desde
Abuelas de Plaza de Mayo y con el campo de la cultura. Es significativo que, según la reconstrucción
que realiza Diz (2016, p. 104), fue un grupo de teatristas (la dramaturga Patricia Zangaro, el actor y
director Daniel Fanego y la actriz Valentina Bassi) quienes acercaron la propuesta de hacer algún
tipo de acción desde el teatro a Abuelas, y no al revés. Con el apoyo de la organización, estrenaron
el 5 de junio del año 2000 en el Centro Cultural Rojas el semimontado A propósito de la duda,
escrito por Zangaro y dirigido por Fanego. El éxito que tuvo la obra, que sobrepasó las expectativas

765
Entrevista a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
766
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: 20 años de Abuelas”, 20 de julio de 1997. AAPM-AH-CCP.
767
Una notable excepción es la obra Potestad, de Eduardo Pavlovsky, estrenada en 1985.
399
de sus protagonistas y también de Abuelas, motivó a que en el 2001 se realizara una convocatoria a
dramaturgos, directores y actores la cual tuvo una gran respuesta. A partir de esta convocatoria,
los/as dramaturgos/as tuvieron encuentros con integrantes de Abuelas, quienes les proveyeron
información y material para escribir los guiones. El ciclo se llamó “Teatro por la Identidad” (TxI)
y, nuevamente, dado su éxito, comenzó a repetirse los años siguientes hasta convertirse en un ciclo
permanente (De Vecchi Gerli, 2010). El objetivo detrás las obras era explícito: utilizar el teatro como
una herramienta para que los jóvenes con dudas se acercaran a abuelas para "resolver su identidad",
a tal punto que diferentes miembros de la comisión directiva de TxI lo han denominado como el
“brazo artístico” de Abuelas (Diz, 2016, p. 238). Sin embargo, esto no supuso que todas las obras
siguieran de forma monolítica el punto de vista de Abuelas de Plaza sobre los diferentes tópicos
abordados, permitiéndose en diferentes grados voces que complejizaban algunas temáticas como los
procesos de restitución de identidad.
Mientras que las alianzas con el mundo de la cultura suponían una reactualización de apoyos
previos, la construcción del vínculo con el el campo académico supuso por el contrario una mayor
novedad. Hasta mediados de los años noventa las interacciones con el mundo universitario habían
sido esporádicas e irregulares. A partir de entonces, en cambio, se comenzaron a generar
articulaciones profundas y duraderas con diferentes espacios curriculares y extracurriculares
(cátedras, equipos de extensión, grupos de investigación) de diferentes universidades, que aportaron
recursos materiales y humanos para colaborar con Abuelas de Plaza de Mayo en proyectos relativos
a los diversos ámbitos de trabajo de la organización. Algunas de estas experiencias fueron efímeras,
pero otras se prolongaron en el tiempo y terminaron produciendo la incorporación nuevas áreas y de
nuevos colaboradores en la organización, promoviendo asimismo un proceso de profesionalización
de la misma. Nos concentraremos aquí en el análisis de la articulación con dos unidades académicas
de la Universidad de Buenos Aires: La Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) y la
Facultad de Ciencias Sociales (FSoc).
Como hemos visto, en la FADU era docente Marcelo Castillo, quien posibilitó que el grupo
de jóvenes participara con la muestra “El Laberinto” en la Bienal de Arte Joven II, en 1996. A partir
de ese momento, Castillo fue convocado por la organización para pensar diferentes estrategias de
comunicación gráfica en el marco del vigésimo aniversario de la organización. Castillo sugirió
entonces realizar una Memoria Gráfica de la organización, que diera cuenta de su historia a partir
del propio material (fotográfico y documental) producido en esas dos décadas, y a la vez convocar

400
a la carrera de Diseño Gráfico para que las cátedras que quisieran tomaron como tema de trabajo
final el problema de la apropiación de niños y la restitución de identidad:

Hablé con el director de la carrera de Diseño Gráfico, me dijo que le pareció muy interesante,
convocamos a las cátedras, hicimos una reunión muy grande. Era un año muy conflictivo en la
facultad. Bueno, tres cátedras hicieron trabajos prácticos, que la propuesta mía era que no era una
convocatoria, un concurso, nada, sino que tomaran el tema de Abuelas de Plaza de Mayo como
trabajo práctico y que los trabajos prácticos aprobados que la cátedra considerara exponibles o de
difusión se seleccionaran para eso. 768

La recepción positiva a las propuestas presentadas por Castillo no provino solo de las
autoridades de la FADU y de algunos equipos docentes, sino también, y muy especialmente, de la
militancia estudiantil. El Centro de Estudiantes colaboró en diferentes actividades relacionadas con
los preparativos para las celebraciones por los veinte años de Abuelas. Por ejemplo, fueron los
estudiantes que cursaron en las cátedras que trabajaron sobre la temática de abuelas junto con el
Centro de Estudiantes los que pintaron la bandera con la consigna “¿Vos sabés quién sos?” que cubría
el telón de fondo del escenario en el festival “Rock por la identidad”:

Hicimos una actividad colectiva en la Facultad de Arquitectura, el telón de fondo de esos dos
días se pintó en el patio de mi facultad; lo digo así porque yo la siento mía. Quisimos que la
pintaran todas las personas que habían hecho afiches de la facultad más el centro de los
estudiantes. Fue una actividad colectiva. 769

Uno de los titulares de cátedra que había dispuesto su materia para trabajar sobre la temática
de Abuelas, el diseñador gráfico Raúl Belluccia, fue invitado a colaborar con Abuelas en el diseño
de nuevas estrategias de comunicación, en una época en la que Abuelas seguía siendo una
organización pequeña, literalmente familiar, y no contaba con un área de prensa. Belluccia colaboró
en el diseño de un nuevo órgano de difusión para la asociación. Como vimos en el capítulo II,
Abuelas había tenido entre los años ’80 y ’90 un periódico de factura bastante casera, Informaciones,
que se editaba con una frecuencia irregular y que se discontinuó en 1996. En 1999, Belluccia, junto
con Castillo, otros colaboradores y diferentes integrantes de la organización, diseñaron un nuevo
periódico, oficialmente titulado Abuelas de Plaza de Mayo pero que con el tiempo sería conocido
como el Mensuario, cuya publicación continúa hasta el presente.

768
Entrevista del autor a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
769
Entrevista a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
401
La articulación con la FSoc, por esos mismos años, mostraba un similar entramado en el que
se aunaban autoridades, docentes, investigadores y estudiantes con afinidad hacia la causa del
movimiento de derechos humanos. Como recuerda Cristina Bettanin, quien era por entonces
estudiante de Trabajo Social en la facultad, la primera iniciativa de colaboración con Abuelas surgió
en 1997 como una idea conjunta entre un profesor de la carrera, Carlos Eroles, y la agrupación
estudiantil Lucía Cullen, en la que ella militaba:

La agrupación tenía Secretarías desde el centro de Estudiantes, especificas, una era la Secretaria
de Extensión. Trabajo Social tenía la Secretaria de Extensión y se pensaban trabajos de
colaboraciones con organizaciones por fuera dela universidad, en general. Se laburaba en ese
momento con el MOI, se laburaba en las cárceles con el programa de UBA XXII, y un profesor
que ahora falleció, Carlos Eroles, que era un trabajador social con mucho recorrido en Derechos
Humanos, un día nos trae la propuesta de trabajar ayudando a las Abuelas de Plaza de Mayo.
Entonces esta amiga mía me convoca a mí, sabiendo que yo tengo una inclinación personal a la
temática, por mi historia personal porque también soy familiar de víctimas de la dictadura
militar. Entonces me convoca. Pensamos armar un dispositivo muy concreto que era… bueno,
convocar a estudiantes -en forma amplia- que quisieran participan. Se anotaron 5 o 6
estudiantes.770

Esa convocatoria estuvo relacionada con hacer un trabajo “muy concreto, pero muy
encuadrado”. Se trataba de ayudar a la organización en lo que hiciera falta. Abuelas pidió
colaboración para diferentes tareas relacionadas con la organización del 20° aniversario. Las
voluntarias iban dos veces por semanas, martes y jueves, 3hs, y hacían tareas puntuales que les
asignaban, como repartir invitaciones. Después, también, colaboraron el mismo día del acto con
tareas organizativas diversas. A pesar de lo limitado de la participación, sirvió como un primer
acercamiento entre la facultad, algunos estudiantes y la organización, que posibilitó el desarrollo de
un proyecto mucho más ambicioso.
Como habíamos señalado anteriormente, entre el grupo de jóvenes que participaba de
Abuelas de Plaza de Mayo había surgido la demanda por conocer más sobre sus padres y madres.
Una de las jóvenes que lideraba este planteo, Mariana Eva Pérez, estudiaba Ciencias Políticas en la
FSoc. Dado que ya existía un vínculo forjado con esta institución y en especial con algunos de sus
docentes, se pensó en convocarlos para pensar un proyecto que pudiera atender a estas inquietudes,
pensando no sólo en los nietos/as ya restituidos/as sino también los que fueran recuperados/as en el
futuros, que seguramente plantearían los mismos dilemas. Así pues, en julio de 1998, a partir de la

770
Entrevista del autor a Cristina Bettanin, Buenos Aires, 9 de octubre de 2017.
402
firma de un convenio entre la FSoc y Abuelas se conformó el proyecto de investigación
“Reconstrucción de la identidad de los desaparecidos. Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de
Plaza de Mayo”, con el objetivo de: “preservar la memoria familiar hacia el futuro, para garantizar
el derecho a su propia biografía de las personas afectadas, aun cuando el paso del tiempo provoque
la pérdida de los grupos familiares originarios o una parte sustantiva de ellos”. 771
En esencia, el proyecto se planteaba como vehículo para la transmisión generacional que
había sido truncada por el terrorismo de Estado. Por eso se proponía como una colección de archivos
privados, destinados exclusivamente al hijo o hija (nieto o nieta de las Abuelas) de los padres
desaparecidos cuya identidad se buscaba reconstruir. Para ello, se propuso realizar entrevistas a
familiares, compañeros, amigos y allegados, comenzando por el grupo etario más crítico por el paso
del tiempo: los padres y madres de los/as desaparecidos/as. Como señala Milena Durán, desde sus
primeros documentos el Archivo Biográfico Familiar (ABF) se planteó como complemento de la
dimensión biológica de la identidad consagrada por los estudios genéticos. Si el BNDG permitía
constatar la filiación del joven y devolverle su nombre y apellido y el de sus padres, el ABF
contribuiría a la efectiva construcción de su nueva identidad a partir de la recuperación de un
contenido detrás de esos nombres, de la transmisión de la memoria de su padre y su madre (Durán,
2019, pp. 33-34).
El ABF funcionó como proyecto UBACyT, radicado en la FSoc, con un espacio físico para
su operación dentro de ella, desde su creación en 1998 y hasta el 2007, cuando Abuelas decidió
incorporarlo como un área permanente de estructura orgánica. Decenas de estudiantes participaron
del proyecto como entrevistadores/as, primero en Capital Federal y Gran Buenos Aires, luego
también en el interior del país. Cristina Bettanin fue una de estas entrevistadoras e hizo dupla con
Clarisa Veiga, ya que según lo estipulado en la metodología de trabajo las entrevistas siempre se
hacían en pareja. Bettanin continuó en el proyecto hasta el 2002 y después siguió vinculada a
Abuelas a través de diferentes colaboraciones puntuales, aunque sin una actividad permanente. En
cambio, Veiga pasó a formar parte de la incipiente área de Prensa que se estaba gestando en esos
años y se terminó convirtiendo en una profesional asalariada de la organización a tiempo completo.
Actualmente, es la coordinadora del área de Prensa y Difusión. Al recordar en su testimonio aquéllos
años en los que Abuelas se comenzó a vincular con el mundo universitario, proceso del que ella

771
“Acuerdo suscripto entre la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y Abuelas de Plaza de Mayo el 28 de julio de
1998”, citado en Durán (2019), op .cit., p.33.

403
participó como estudiante, resalta a partir de un ejemplo personal la importancia que en su opinión
tuvo esta estrategia

[Las Abuelas] lograron articular con otros sectores sobre todo con las universidades. Esto que
yo te contaba del archivo biográfico. Yo me incorporo porque las Abuelas ingresan a la
universidad, a la facultad. Forman y penetran en toda esa generación que cualquiera de
nosotros… [pausa] vos sabés que el otro día pensaba. Jorge Castro es un nieto restituido que de
hecho, después nos dimos cuenta, hicimos juntos una pasantía en PAMI. Somos
contemporáneos. Mientras yo estaba haciendo, buscando nietos con las Abuelas en la facultad
él transitaba los mismos pasillos. Tardó un poco más Jorge, pero las Abuelas estaban totalmente
en lo cierto. 772

La articulación con la universidad, al igual que con determinados campos artísticos (el rock,
el teatro, las artes visuales) no era, como podía haber sido en el pasado, simplemente una forma de
tejer alianzas y construir legitimidad social. Eran, ante todo, una forma de llegar con el mensaje a
sus principales destinatarios: los/as nietos/as.

5. Hacia un nuevo consenso social en torno a la apropiación/restitución

En suma, para comienzos del nuevo milenio, la cuestión de la “apropiación de niños” y la


lucha de Abuelas por la “restitución de identidad” de estos por entonces jóvenes apropiados ocupaba
un lugar importante en la agenda pública. Más aun, como hemos visto, la organización parecía contar
con un apoyo considerable de diferentes sectores sociales. A los ya mencionados podríamos agregar
el del campo educativo, en especial de los gremios de la educación. Durante el conflicto gremial que
llevó a la instalación de la “Carpa Blanca” enfrente del Congreso de la Nación, integrantes de la
organización se hicieron presentes en el lugar para manifestar su solidaridad y acompañar el
reclamo.773 En una de estas oportunidades, recibieron como homenaje un guardapolvo blanco
firmado por los y las docentes ayunantes con la inscripción: “¡Gracias! Abuelas de Plaza de mayo.
Por su compromiso y su lucha. Docentes argentinos ayunantes. Carpa blanca. 7-10-97”.774

772
Entrevista del autor a Clarisa Veiga, 29 de junio de 2018, Buenos Aires.
773
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: Abuelas en la Carpa Blanca”, 2 de julio de 1997. AH-AAPM-CCP;
“Emotivo apoyo a los maestros en su día”, La Nación, 12 de septiembre de 1997. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/emotivo-apoyo-a-los-maestros-en-su-dia-nid76647. Última consulta: 12 de
octubre.
774
Abuelas de Plaza de Mayo, “Comunicado: La Carpa Blanca”, 8 de octubre de 1997. AH-AAPM-CCP.
404
Esta importante red de alianzas, a la que se le sumaba el apoyo creciente de diferentes sectores
estudiantiles y de la juventud que eran interpelados a través de las nuevas estrategias de
comunicación y transmisión, le permitieron a la organización conseguir un grado cada vez mayor de
consenso social hacia su causa. Obviamente, los antagonistas persistían y hacían su aparición para
cuestionar a la organización sobre todo en los casos de las restituciones más complicadas. Por
ejemplo, el periodista Mariano Grondona escribió en La Nación un editorial elogioso del fallo
“Vázquez Ferrá” de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que en 2003 denegaba la extracción
compulsiva de sangre para establecer la identidad de una joven que se suponía hija de
desaparecidos/as. En su opinión, el fallo de la mayoría representaba una defensa contra el “derecho
fuerte, íntimo y personal” de la joven a negarse a que “que exploren su cuerpo para obtener pruebas
legales”, superior al de su abuela a saber si ella era su nieta o no. En el mismo artículo, calificaba el
fallo en disidencia del juez Maqueda, que dictaminó a favor de la extracción, al señalar que su
argumentación esgrimía “razones de carácter político” y no legales.775
Sin embargo, las valoraciones positivas a la organización, su tarea y su misión parecían
superar a las apreciaciones críticas con más claridad que antes. Numerosas muestras de respeto y de
admiración hacia Abuelas se suceden en estos años, aun de personalidades y sectores no tan
esperables. En 1997, en su visita a la Argentina, las Abuelas fueron recibidas personalmente y
reconocidas en público por Hillary Clinton, primera dama de los Estados Unidos. 776 Ese mismo año,
como ya vimos, recibieron numerosos homenajes por su vigésimo aniversario.
En 1998, en el contexto del avance de las causas por apropiación de niños y del dictado de
prisión preventiva para varios represores, la organización concedió numerosos reportajes. El diario

775
Grondona, Mariano, “Los derechos humanos son para todos”, La Nación, 5 de octubre de 2003. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/opinion/los-derechos-humanos-son-para-todos-nid533149. Última consulta: 12 de octubre
de 2019. La joven en cuestión era Evelin Bauer Pegoraro, hija de Susana Pegoraro y Rubén Bauer, ambos militantes de
Montoneros secuestrados en distintos días de junio de 1977. Al momento del secuestro, Susana estaba embarazada de
cinco meses. Según testimonios de sobrevivientes, dio a luz en la ESMA a fines de noviembre de 1977. La niña fue
entregada al matrimonio compuesto por el ex marino Luis Vázquez Policarpo y su esposa, Ana María Ferra, quienes la
anotaron como hija propia. Su abuela, Inocencia Pegoraro y Angélica Chimeno de Bauer, participaron de Abuelas y
buscaron activamente a su nieta. En 1999, Vázquez Policarpo se autoincriminó y terminó detenido por la jueza Servini
de Cubría, que ordenó los análisis de sangre que la joven de por entonces 22 años se rehusó a realizar. Los recursos
interpuestos por sus abogados llegaron hasta la CSJN, que dictaminó en su favor en el año 2003. Para un análisis del
fallo, véase Hazan, L. A. (2006). “Los análisis genéticos después del fallo ‘Vázquez Ferrá’ de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación”. En Abuelas de Plaza de Mayo (eds.), Derecho a la identidad y persecución de crímenes de lesa
humanidad. Buenos Aires: Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
776
“Hillary, por los derechos sociales”, La Nación, 17 de octubre de 1997. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/hillary-por-los-derechos-sociales-nid78936. Última consulta: 15 de octubre de
2019.
405
La Nación, tradicionalmente reactivo a las causas del movimiento de derechos humanos, las califica
en una de estas notas como “Abuelas de acero”. Como ya vimos, también fueron elegidas como
“personaje del año” por la Revista Gente, un medio más que ajeno a las luchas históricas de los
organismos.
En 1999, al hablar del comienzo del rodaje del documental Botín de Guerra sobre la
apropiación de niños en la Argentina, David Blaustein señalaba el “nivel de aceptación” con el que
gozaban las Abuelas, en gran medida a partir de las alianzas con sectores diversos que habían forjado,
como se puede ver en el siguiente testimonio:

Todos me dicen que el de las Abuelas es un tema mucho más atractivo, más apolítico, que
ellas tienen más nivel de aceptación al trabajar con un público más masivo como
deportistas, músicos, artistas. Yo también creo que las Abuelas encuentran un cariño y
solidaridad a su alrededor que probablemente hagan que el documental funcione bien. 777

El diario Clarín también ofrecía una ponderación positiva de la organización y de su lucha.


En el año 2002, al relatar la historia de Gabriel Cevasco, un nieto restituido que luchaba ante la
justicia para poder usar el apellido de sus padres biológicos, indicaban que “Gabriel, con su lucha
por su verdadera identidad, es un ejemplo de la tarea noble que vienen cumpliendo las Abuelas desde
hace —este martes 22— un cuarto de siglo”.778
La consolidación de este consenso en torno a los reclamos de Abuelas de Plaza de Mayo no
sólo le otorgó una mayor legitimación a su palabra pública, sino que le permitió seguir avanzando
con la jerarquización de las políticas públicas en torno al derecho a la identidad e impulsar otras
demandas, aun a pesar de las limitaciones impuestas por el contexto y por la inestabilidad política de
esos años.
De esta forma, durante la breve gestión de Fernando De la Rúa (1999-2001) se puede apreciar
la continuidad con las políticas estatales preexistentes en torno a la búsqueda de los jóvenes
apropiados. Más aun, en este periodo se jerarquiza a la CONADI constituyéndola legalmente como
Comisión Nacional con fuerza de ley, a partir de la Ley 25457 presentada por el poder ejecutivo “de

777
En “Blaustein, cine de memoria”, La Nación, 15 de marzo de 1999. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/blaustein-cine-de-memoria-nid131278. Última consulta: 12 de octubre de
2019.
778
“Lo robaron de bebé, es pastor, pero no puede usar su nombre”, Clarín, 20 de octubre de 2002. Disponible en:
https://www.clarin.com/politica/robaron-bebe-pastor-puede-usar-nombre_0_SkdWJimg0Ke.html. Última consulta: 14
de octubre de 2019.
406
plena conformidad con Abuelas”, según el mensaje presidencial que lo acompañaba. 779 Es
importante destacar que la subsecretaria de derechos humanos en ese momento era Diana Conti. El
mensaje presidencial también señalaba el “deber del Estado” en la materia. Por otra parte, los
primeros intentos para transformar la disposición ministerial en ley se remontaban al año 1996
(CONADI, 2007). Por su parte, durante el gobierno de Eduardo Duhalde (2002-2003) la
subsecretaría de derechos humanos fue elevada al rango de Secretaría por el nuevo Ministro de
Justicia y Derechos Humanos. En este contexto, en agosto de 2002, a partir de un pedido de Abuelas
de Plaza de Mayo, el gobierno nacional consiguió que la secretaría de Estado de los Estados Unidos
desclasificara más de 4600 archivos vinculados con los años de la represión, acontecimiento que
nuevamente generó mucha repercusión pública. 780
Esto nos muestra que, de la mano de progresiva erosión jurídica de las leyes de impunidad y
de una cada vez mayor presencia del tema en la esfera pública, se dio una paulatina jerarquización
del área que no se vio interrumpida por las crisis políticas y las discontinuidades institucionales en
la gestión del Estado que se produjeron esos años. Así pues, al momento de la asunción de la
presidencia por parte de Néstor Kirchner, el 25 de mayo de 2003, la cuestión de la apropiación de
niños como crimen del terrorismo de Estado había alcanzado una considerable relevancia social y
política como problema público, y la causa por la “restitución de identidad” de las personas buscadas,
por entonces jóvenes-adultos, había cosechado numerosos apoyos y un creciente consenso social. De
este modo, la centralidad que pasó a ocupar en el discurso oficial la “cuestión de los derechos
humanos”, los organismos, las Abuelas y su causa en particular, fueron más una reafirmación estatal
de un consenso ya ganado, que le servía a la vez al nuevo gobierno como fuente de legitimación ante
la fragilidad electoral con la que asumía. 781
La instancia paradigmática de legitimación de la lucha de los organismos de derechos
humanos y, en particular, de la causa por la restitución de identidad de los/as jóvenes apropiados/as,

779
Ley 25457 “Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad”, 8 de agosto de 2001. Disponible en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=68738
780
“EE.UU. desclasificó 4677 documentos de la represión”, La Nación, 21 de agosto de 2002. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/eeuu-desclasifico-4677-documentos-de-la-represion-nid424300. Última consulta:
15 de octubre de 2019.
781
En las elecciones presidenciales del 27 de abril del 2003, la fórmula presidencial de Néstor Kirchner y Daniel Scioli,
del Frente para la Victoria, obtuvo el segundo puesto con 22% de los votos, a dos puntos de distancia de la fórmula
ganadora, compuesta por Carlos Saúl Menem y Juan Carlos Romero, que obtuvieron el 24%. Según lo estipulado por la
Constitución, debía celebrarse una segunda vuelta donde competirían los dos candidatos más votados. Sin embargo, dada
la mala performance que le auguraban las encuestas, Carlos Menem decidió no participar. De esta forma, Kirchner fue
ungido presidente con tan solo el 22% de los votos. Muchas de las primeras medidas y actitudes, por ende, tendieron a
construir una legitimidad y una base de apoyo social con la que no contaba de origen.
407
fue el acto de la firma del traspaso del predio de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada para
su conversión en un espacio para la memoria y promoción de los derechos humanos, el 24 de marzo
de 2004. Durante su primer año de mandato, el presidente Kirchner había realizado numerosos gestos
de reconocimiento al movimiento de derechos humanos e impulsado una serie de acciones favorables
a sus exigencias de reapertura judicial. El presidente recibió a Hebe de Bonafini en junio de 2003,
apenas semanas después de asumir. 782 En agosto de ese año, promulgó por decreto la ratificación de
la Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa
Humanidad, que al adquirir rango constitucional, allanaba el camino para que el Congreso declarara
como insanablemente nulas las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. 783 Esto ocurrió
efectivamente pocos días después, el 22 de agosto.784 En septiembre, en un enérgico discurso en la
Asamblea General de la ONU, reivindicó la lucha de los organismos de derechos humanos como
bandera que defendería su gobierno y enfatizó: “somos hijos de las Madres y las Abuelas de Plaza
de Mayo”.785 Posteriormente, en diciembre de 2003, recibió personalmente a las Abuelas, junto con
H.I.J.O.S. y Madres Línea Fundadora. 786
Es en este contexto de alineamiento mutuo entre el gobierno y la mayoría de los organismos
de derechos humanos que se llevaron a cabo en marzo del 2004 los actos por el vigésimo octavo
aniversario del golpe de Estado. En febrero de ese año, Kirchner se comprometió ante los organismos
de derechos humanos a convertir el predio de la ESMA en archivo y museo de la memoria. Se pautó
entonces con el jefe de gobierno porteño. Aníbal Ibarra, que el acto para la firma del convenio de
traspaso de los terrenos a la ciudad se realizara en la ESMA, el 24 de marzo, en presencia de los
organismos de derechos humanos787. El acto se convirtió en una multitudinaria movilización en la

782
“Bonafini se reunió con Kirchner y respaldó su gestión”, Clarín, 3 de junio de 2003. Disponible en:
https://www.clarin.com/ultimo-momento/bonafini-reunio-kirchner-respaldo-gestion_0_SkmWHBZlAFe.html. Última
consulta: 22 de octubre de 2019.
783
“Kirchner apela a un decreto para forzar los juicios contra los militares”, La Nación, 12 de agosto de 2003. Disponible
en: https://www.lanacion.com.ar/politica/kirchner-apela-a-un-decreto-para-forzar-los-juicios-contra-militares-
nid518729 Última consulta: 23 de octubre de 2019.
784
“La noche de los aplausos”, Página 12, 22 de agosto de 2003. Disponible online:
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-24433-2003-08-22.html. Última consulta: 23 de octubre de 2019.
785
“‘Somos los hijos de las Madres de Plaza de Mayo’”, La Nación, 26 de septiembre de 2003. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/somos-los-hijos-de-las-madres-de-plaza-de-mayo-nid530465. Última consulta: 23
de octubre de 2019.
786
Ginzberg, Victoria, “Con una bandera que habla de vida resisten Madres, Abuelas e HIJOS”, Página 12, 4 de
diciembre de 2003. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-28899-2003-12-04.html. Última
consulta: 23 de octubre de 2019.
787
“Proyectan convertir la antigua ESMA en un museo de la Memoria”, La Nación, 9 de febrero de 2004. Disponible en:
https://www.lanacion.com.ar/politica/proyectan-convertir-la-antigua-esma-en-un-museo-de-la-memoria-nid571727.
Última consulta: 23 de octubre de 2019.
408
que confluyeron no solo los organismos sino diferentes corrientes de la militancia peronista y de
izquierda. Ese mismo día, previo al acto, tuvo lugar otro hecho de enorme simbolismo, que signó
fuertemente la construcción de la identidad política del kirchnerismo: el presidente, presente en el
Colegio Militar, ordenó descolgar los cuadros los ex presidentes de facto y ex directores de la escuela
Videla y Bignone.788
El acto en la ESMA comenzó a las 14hs de ese 24 de marzo de 2004. Además del jefe de
gobierno Ibarra y del presidente Kirchner, estaba previsto que hablaran dos jóvenes que habían
nacido en la maternidad clandestina que funcionó allí durante la dictadura. Una de ellas, María Isabel
Prigione Greco, representaba un caso excepcional puesto que no había sido apropiada por las Fuerzas
Armadas, sino que fue entrega a su familia biológica después de su nacimiento en cautiverio. El otro,
Juan Cabandié, era por el contrario un joven que había sido apropiado por Luis Antonio Falco,
miembro de la Policía Federal, y su esposa Teresa Perrone, que lo habían inscripto como hijo propio.
Hacía apenas unos meses, en enero del 2004, el joven había conocido su verdadera identidad
biológica gracias a los estudios de ADN que confirmaron que era hijo de Alicia Alfonsín y Juan
Cabandié, militantes de Montoneros detenidos-desaparecidos. Su madre había sido secuestrada con
cinco meses de embarazo.789
El discurso final de Néstor Kirchner, que se transformó en otro hito de la construcción
simbólica de la identidad kirchnerista, ha sido analizado en numerosas ocasiones y desde diferentes
enfoques. Jelin (2010, p. 55) ha remarcado como hecho significativo que el presidente se dirigió en
su alocución específicamente a los familiares (madres, abuelas, hijos) y a sus propios “compañeros
y compañeras” de militancia desaparecidos, identificándose a sí mismo como miembro de esa
generación “diezmada”. Sólo en una ocasión, en todo su discurso, se alejó de ese lugar de
enunciación particular, dirigido a un colectivo discreto, para reasumir su investidura presidencial y,
en tanto funcionario público, hablarle al conjunto de la sociedad para pedir perdón “de parte del
Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia por tantas
atrocidades.” Al hablar de un silencio de 20 años durante la democracia, se desconocían los hitos
previos en la revisión de los crímenes dictatoriales, como la CONADEP, el Nunca Más y el Juicio a

788
Ginzberg, Victoria, “Un 24 de marzo diferente”, Página 12, 24 de marzo de 2004. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/33199-11697-2004-03-24.html. Última consulta: 23 de octubre de
2019.
789
Ginzberg, Victoria, “La verdad es la libertad absoluta”, Página 12, 25 de marzo de 2004. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-33243-2004-03-25.html. Última consulta: 22 de octubre de 2019.
409
las Juntas, y erigía su discurso como un acto fundacional en el reconocimiento y juzgamiento del
terrorismo de Estado.
Nos interesa entonces concentrarnos en los discursos de los jóvenes, hijos/as de
desaparecidos/as presentes en el acto. Prigione Greco, militante de H.I.J.O.S., leyó en nombre de su
agrupación un fuerte discurso crítico cargado de demandas hacia el Estado. En primer lugar, pedía
el fin de la impunidad y “cárcel común, con cadena perpetua” para todos los represores. Solicitaba
también que además de la ESMA otros ex centros clandestinos de detención se transformaran en
sitios de memoria. También pidió por la apertura de los archivos sobre la represión ilegal que
pudieran estar en manos de las fuerzas represivas. Otra exigencia fue que el Estado se comprometiera
a encontrar a los jóvenes que fueron apropiados y aún no conocían su identidad. Por último, en
sintonía con las posturas políticas de su agrupación, cuestionaron las políticas neoliberales de los
gobiernos previos y reclamaron al gobierno que se abstuviera de pagar la deuda externa. 790
El discurso de Cabandié, que fue mucho más corto, tuvo un tono menos denuncialista y se
centró en cambio en el relato de su experiencia personal. El discurso dedicó algunos pasajes a
denunciar la impunidad (“unas manos impunes me agarraron y me sacaron de los brazos de mi
mamá”), exigir su cese (“estamos esperando la respuesta que el Punto Final quiso tapar”) y pedir
también puntualmente por la apertura de los archivos de la represión (“como queremos ser
íntegramente libres necesitamos saber la verdad total, como mencionamos recién, los archivos
escondidos”). En cuanto a las medidas tomadas por el gobierno de Kirchner, le reconoció la “acertada
decisión política” de convertir el predio de la ESMA en un espacio de memoria pero señaló que esto
era sólo “el principio de la verdad” y que debía profundizarse esta política para “saber la verdad
total”. 791
Sin embargo, el grueso de su mensaje se centró en narrar la historia de la búsqueda y
encuentro de su “verdadera identidad”. En el desarrollo de su relato, Cabandié replicó en gran medida
los principales tópicos y figuras del discurso público de Abuelas de Plaza de Mayo. Así comenzaba
su discurso:

790
Discurso de María Isabel Prigione Greco en el acto de firma del convenio de la creación del museo de la memoria y
para la promoción y defensa de los derechos humanos, Buenos Aires, 24 de marzo de 2004. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=vr3ayB5xeyc&t=2385s. Última consulta: 25 de octubre de 2019.
791
Discurso de Juan Cabandié Alfonsín en el acto de firma del convenio de la creación del museo de la memoria y para
la promoción y defensa de los derechos humanos, Buenos Aires, 24 de marzo de 2004. Disponible en:
https://www.youtube.com/watch?v=vr3ayB5xeyc&t=2385s. Última consulta: 25 de octubre de 2019.
410
En este lugar le robaron la vida a mi mamá, ella aún está desaparecida. En este lugar idearon un
plan macabro de robo de bebés. Acá hubo personas que se creyeron impunes jugando conmigo
y sacándome la identidad durante 25 años. 792

En la ESMA, los militares no sólo le robaron la vida a su madre, sino que también le “sacaron”
a él la identidad. He aquí nuevamente el tópico de la dualidad identidad falsa/identidad verdadera:
durante 25 años vivió con una identidad falsa, lo que es equivalente en su discurso a carecer de ella.
Sin embargo, en algún momento él comenzó a tener sospechas, aún sin ninguna claridad, y comenzó
una búsqueda que lo llevó a confirmar que era hijo de desaparecidos:

Tuve mucho tiempo de búsqueda y hace 2 años sin tener elementos fuertes le puse nombre a lo
que buscaba y dije, soy hijo de desaparecidos. Sin ningún elemento. Encontré la verdad hace 2
meses, soy el número 77 de los hijos que apareció. 793

Este fragmento nos habla una vez más cómo ya para entonces se había extendido la práctica
de identificar y denominar (y denominarse a sí mismos) a los “nietos restituidos” según el número
de orden en la lista de restituciones. Pero más significativo aún, nos habla de la intuición que tuvo
Cabandié de que era hijos de desaparecidos “aun sin tener elementos fuertes”. ¿De dónde emanaba
esa percepción? Ni más ni menos que de la propia sangre, que de alguna forma lo había llamado, lo
había convocado a encontrarse a sí mismo, con su familia y con su pasado:

Cuando el análisis de ADN confirmó que soy hijo de Alicia y Damián… y ahora sí puedo decir,
soy mis padres, soy Alicia y Damián, les pertenezco y tengo la sangre de ellos (…)
Mi madre estuvo en este lugar detenida, seguramente fue torturada, y yo nací aquí adentro, en
este mismo edificio, pero el plan siniestro de la dictadura no pudo borrar el registro de la
memoria que transitaba por mis venas y me fue acercando a la verdad que hoy tengo.
Bastaron los 15 días que mi mamá me amamantó y me nombró para que yo le diga a mis amigos,
antes de saber quién era mi familia, antes de saber mi historia, que yo me quería llamar Juan
como me llamó mi mamá durante el cautiverio en la ESMA.
En este lugar [se señala el corazón] estaba guardado, en la sangre: Juan. 794

Este largo pasaje modula una particular formulación de la “retórica de la sangre” en la que se
da una imbricación entre memoria, filiación y genética. Los quince días vividos con su madre en
cautiverio quedaron grabados en su cuerpo como una memoria latente, un recuerdo que sobrevivió
en la sangre, que “transita por mis venas”. Esa memoria era imposible de volver consciente, pero fue

792
Discurso de Juan Cabandié, op. cit.
793
Ibid.
794
Ibid.
411
lo suficientemente fuerte como para salir a la superficie y hacer que él, aun antes de conocer su
historia les dijera a los amigos que se quería llamar Juan, “como me llamó mi mamá durante el
cautiverio en la ESMA”. Así pues, en este caso, el “llamado de la sangre” no sólo convoca a la sutura
de la filiación rota a partir del descubrimiento de los rasgos, las maneras y los gustos heredados del
padre y de la madre, sino que lo hace también al transportar el recuerdo del pasado efímero pero
intenso y genuino con su madre en sus primeros días de vida. En sus propias palabras: “el plan
siniestro de la dictadura no pudo borrar el registro de la memoria que transitaba por mis venas y me
fue acercando a la verdad que hoy tengo”. Por último, la frase “soy mis padres” pareciera remitir a
la reivindicación no sólo de la filiación sino también de la memoria de la lucha de esa generación de
los ‘70. Recuerda en cierta forma al lema de H.I.J.O.S.: “Nacimos en su lucha, viven en la nuestra”.
Invocación a la sangre como fuerza capaz de sobreponerse a la mentira impuesta,
reafirmación del parentesco biológico como fuente de la identidad verdadera. El uso de las figuras
típicas del discurso de Abuelas no era casual. De hecho, Cabandié agradeció en dos oportunidades a
Estela de Carlotto, a su familia y las Abuelas de Plaza de Mayo por buscarlo “incansablemente” e
interpeló hacia el final al público presente para que siguieran acompañando su lucha:

Por los 400 chicos que aún faltan recuperar. Por los casi 10 chicos aproximadamente que
nacieron acá en la ESMA y aún no saben que sus padres estuvieron acá, aún no conocen su
identidad. Por los que están dudando y sufren, como yo sufrí casi seis meses antes de saber la
verdad y que se diera el resultado de ADN. 795

De esta esta forma, el discurso de Cabandié, fuertemente aplaudido por todo los presentes,
incluidos el presidente y su esposa, la senadora Cristina Fernández, constituía una reivindicación
oficialmente sancionada de los elementos centrales de la causa y de los objetivos de Abuelas de Plaza
de Mayo, como quedaba condensado en la alusión a los que “dudan y sufren”, a quienes se invitaba
a que se acercaran a hacer el análisis de ADN para que pudieran saber la verdad y, se infiere dejaran
de sufrir. Tatiana Sfiligoy recuerda el gran impacto que tuvo esta presentación de Cabandié en la
ESMA, que además tuvo otro efecto importante para su causa:

Para mí, el hito fue lo de Cabandié en la ex ESMA. Eso fue impresionante. Fue un ícono muy
importante en el sentido de que posibilitó que la gente tomase conciencia de lo que era un nieto.
Porque hasta ese momento no había ninguno tan visible y que también abriese las puertas a su

795
Discurso de Juan Cabandié, op. cit.
412
intimidad. Porque ese es un tema. Fue muy importante para todos lo que generó la presencia de
Juan en la ex ESMA y, a partir de ahí, todo lo que él, políticamente, pudo hacer. 796

Era la primera vez que se visibilizaba a un “nieto”, que un “joven recuperado” contaba su
historia un escenario estatalmente legitimado y en el mismo lugar donde había nacido y había sido
secuestrado. A través de la figura de Juan Cabandié, este acto consagró al “nieto recuperado” como
actor central de la nueva retórica en torno a la cuestión de la apropiación de niños/as y restitución de
identidad de los jóvenes. Este papel relevante se expresó en los años siguientes, por ejemplo, en la
práctica cada vez más frecuente de incorporar al nieto o nieta, cuando él lo quisiera, en las
conferencias de prensa para anunciar su restitución práctica que contribuye a instituir esta figura.
Asimismo, las campañas de difusión y los spots televisivos de Abuelas irán abandonando la
estrategia de la dramatización para incorporar testimonios directos de estos nietos y nietas (Diz,
2016). Estos testimonios proliferarán también por fuera de los canales institucionales de la
organización y se materializaron en libros, documentales y entrevistas televisivas. 797
La figura del "nieto" como sinónimo de "nieto recuperado/nieto de las abuelas" fue reforzada
por la fuerte presencia pública de algunos nietos y nietas en particular, que construyeron en gran
medida su identidad enunciativa a partir de esta condición. Esto ocurrió, en principio, con el propio
Cabandié, cuya historia se popularizó aún más por la canción de León Gieco “Yo soy Juan”, lanzada
en el 2005, y por un capítulo de Televisión por la Identidad de 2007, dedicado también a su
historia.798 Hubo otros dos casos emblemáticos de nietos con alta exposición pública en esos años.
Uno fue Horacio Pietragalla Corti, que conoció su identidad biológica en mayo del 2003 y al poco
tiempo pudo encontrar los restos de su padre gracias al trabajo del EAAF. 799 Desde entonces
comenzó a colaborar activamente con Abuelas. El otro caso fue el de Victoria Donda Pérez, que

796
Entrevista del autor a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.
797
Sólo por mencionar algunas de las producciones más relevantes centradas en las historias de vida de estos/as nietos/as
podemos señalar, entre los documentales, Nietos (identidad y memoria) (Benjamín Ávila, 2004), ¿Quién soy yo? (Estela
Bravo, 2007) y Victoria (Adrián Jaime, 2008). En cuanto a los libros, encontramos De vuelta a casa. Historias de hijos
y nietos restituidos de Analía Argento (2008).
798
Es interesante notar que la canción de León Gieco incorpora fragmentos del discurso de Cabandié en la ESMA,
tomados directamente de la grabación original, es decir, con la voz del propio Cabandié. Por su parte, Televisión por la
Identidad fue una miniserie emitida por Telefé en el año 2007, bajo la dirección de Miguel Colom. A lo largo de tres
capítulos, se narraban diferentes historias de jóvenes que habían sido apropiados y habían podido recuperar su verdadera
identidad biológica y reencontrarse con sus familias.
799
Gutiérrez, Mónica, “Historia recuperada”, Página 12, 3 de septiembre de 2003. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-24968-2003-09-03.html. Última consulta: 23 de octubre de 2019.
413
adquirió gran notoriedad al transformarse en 2007 en la “primera nieta recuperada” que se convertía
en diputada nacional, integrando la bancada del oficialista Frente para la Victoria. 800
La construcción del “nieto” como una figura socialmente reconocida tuvo una gran incidencia
en la vida de los y las nietos/as restituidos/as y en general de los hijos/as de desaparecidos, según
comenta Tatiana Sfiligoy:

Fue muy claro el cambio que se dio desde los ’90 hasta hace algunos años en lo social. Pasé de
ser hija de subversivos a ser reconocida. Me parece que está bueno poder cambiar de paradigma.
Porque hubo un reconocimiento, hubo un reconocimiento del Estado, donde se dijo que eran
delitos de lesa humanidad, donde hubo socialmente una condena y no solamente los escraches
que hacía HIJOS, sino que hubo juicios. Eso cambió nuestras vidas; de hecho, en lo cotidiano
también. 801

El consenso social alcanzado por la lucha de las Abuelas, transferido en un proceso de


traspaso generacional hacia los “nietos”, convertidos a su vez en figuras públicas con reconocimiento
estatal, permitieron invertir la carga valorativa que pesaba sobre los/as hijos/as de desaparecidos/as:
pasaron de ser los “hijos de los subversivos” (al menos pero ciertos sectores sociales) para pasar a
ser “reconocidos” con altos niveles de legitimación social. Todos estos elementos se mantuvieron y
potenciaron en los años siguientes. Aunque excede los límites de este trabajo el análisis de este
periodo tan complejo, en el que tuvieron lugar numerosas restituciones pero también conflictos con
actores muy diversos, lo que cabe reiterar una vez más es que el impulso estatal a la causa de Abuelas,
motorizada cada vez más a través de la figura de los/as nietos/as, consolidó y potenció una
legitimidad social que se había labrado trabajosamente a lo largo de varias décadas, con el
acompañamiento de actores muy heterogéneos.

800
“Asumirá como diputada nacional una nieta recuperada”, Página 12, 30 de octubre de 2007. Disponible en:
https://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-93797-2007-10-30.html. Última consulta: 23 de octubre de 2019.
801
Entrevista a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.
414
Conclusiones
A lo largo de la presente tesis hemos reconstruido y analizado el derrotero histórico de los
procesos de búsqueda, localización y restitución de los niños y las niñas que fueron apropiados/as
durante la última dictadura militar en Argentina, en el periodo comprendido entre 1976 y 2004.
En el primer capítulo, hemos reconstruido las características materiales y simbólicas del
fenómeno de la apropiación de niños y niñas en el marco del terrorismo de Estado. En este sentido,
la recopilación de la bibliografía más reciente sobre la materia y el análisis de diferentes fuentes
cuantitativas y cualitativas nos han permitido ofrecer un panorama que permite matizar y complejizar
diferentes aseveraciones del discurso convencional sobre la materia. En primer lugar, hemos podido
observar que la apropiación de niños y niñas en contextos de crímenes masivos de motivación
religiosa, étnica, racial o política, con características similares a las que se dieron en Argentina
durante el terrorismo de Estado, de ninguna manera fue un fenómeno nuevo en la historia
contemporánea ni en la historia nacional, lo que pone en cuestión el supuesto carácter “inédito” y
“excepcional” que habría tenido la apropiación en Argentina.
En segundo lugar, al analizar las prácticas y dispositivos desplegados para la comisión de este
crimen hemos observado que se combinaron elementos novedosos y derivados del terrorismo de
Estado (como el propio sistema de desaparición forzada de personas y las “maternidades” creadas
en los centros clandestinos de detención) con prácticas y discursos preexistentes. En especial, a partir
de la recuperación de los trabajos de Carla Villalta (2012) y Sabina Regueiro (2013), hemos señalado
la existencia de prácticas burocráticas y categorías sociales de larga data dentro del llamado “campo
de la minoridad” que fungieron como condiciones de posibilidad para la apropiación. Asimismo,
analizamos las variables que entraron en juego y que condujeron a diferentes destinos a los/as
niños/as que fueron secuestrados junto con sus padres y madres (niños/as que fueron apropiados por
el personal militar o policial, niños/as que fueron institucionalizados o dados en adopción por
funcionarios judiciales que se negaron o desistieron de buscar a sus familiares, niños/as que fueron
devueltos/as a sus familias biológicas por los funcionarios judiciales o por las propias fuerzas
represivas), a partir de lo cual pudimos introducir matices en la idea de la sistematicidad del
fenómeno criminal, que sólo podría aseverarse con respecto a la sustracción de los/as nacidos/as en
cautiverio.
En una segunda instancia del capítulo analizamos el proceso de aparición de las primeras
denuncias públicas sobre este delito específico durante la dictadura. Como hemos visto el
415
reconocimiento de la apropiación de niños y niñas como una modalidad represiva específica y, por
ende, su denuncia a nivel nacional e internacional se produjo de forma relativamente tardía y
paulatina. Mientras que los secuestros y las desapariciones fueron denunciados casi desde un
comienzo y fueron el eje de los primeros informes y solicitadas sobre violaciones a los derechos
humanos difundidas en el país y en el extranjero, la toma de conciencia de la magnitud de la
apropiación de niños y niñas, e incluso su conceptualización y denuncia como tal, fueron un proceso
más lento. Hemos visto que en los primeros informes de cierta repercusión internacional, como el
realizado por Amnistía Internacional en enero de 1977 (a partir de una visita de noviembre de 1976)
y el efectuado por la CADHU desde el exilio en marzo de 1977 este delito era mencionado de manera
ocasional y postulado como una dimensión excepcional de la represión.
Recién entre fines de 1979 y 1980 el delito de apropiación de niños y niñas comenzó a ocupar
un lugar relevante y diferenciado dentro de las denuncias e informes, como el de la CIDH en
septiembre de 1979, cuyo informe final publicado en abril de 1980 dedicó toda una sección a esta
cuestión. Hemos visto que la acumulación progresiva de información (gracias al testimonio de
sobrevivientes y diferentes denuncias anónimas) fue muy relevante en este proceso de visibilización,
pero que para que esta información fragmentaria y dispersa se convirtiera progresivamente en un
conocimiento y que pasara a formar parte de las denuncias del movimiento de derechos humanos,
fue decisiva la conformación de un agrupación de familiares de víctimas, autodenominada en un
comienzo como grupo de “madres-abuelas” al interior de Madres de Plaza de Mayo.
Así pues, en la última sección del primer capítulo analizamos el proceso de formación de esta
agrupación de “madres-abuelas” y el papel jugado en la instalación de la cuestión de los “niños
desaparecidos” en la agenda del movimiento de derechos humanos, como un reclamo con entidad y
envergadura propia. A partir del relevamiento documental y del análisis de diferentes testimonios
desde la perspectiva de la historia oral, hemos puesto en cuestión los relatos institucionales que
narran la “creación” de Abuelas de Plaza de Mayo por “doce fundadoras” el 22 de octubre de 1977
y mostramos, en cambio, cómo en sus comienzos esta agrupación era un subgrupo dentro de Madres
de Plaza de Mayo, sin contornos nítidamente definidos, con un número original de integrantes difícil
de determinar, pero probablemente de entre 11 y 14 integrantes. Si bien no resulta posible precisar
una fecha exacta como primera reunión de este grupo, hemos visto que sus primeras acciones pueden
datarse entre octubre y noviembre de 1977. Sin embargo, como señalamos, ninguna de estas primeras
reuniones puede considerarse como un acto fundacional, en tanto este grupo se pensaba y actuaba en

416
sus comienzos como parte de Madres de Plaza de Mayo, como lo muestran diferentes documentos
relevados que lo denominan como una “subcomisión” de dicha organización.
Vimos también el repertorio de acción que desplegó esta incipiente agrupación para
visibilizar su reclamo, que se basó en los saberes y las prácticas aprehendidas en las experiencias
individuales de búsqueda y en aquéllas que ya habían podido incorporar como activistas del colectivo
de Madres de Plaza de Mayo, pero también en nuevas ideas surgidas de su propia creatividad. Entre
estas acciones, listamos las gestiones ante la Justicia y las instituciones del “campo de la minoridad”,
los reclamos ante las autoridades militares, las audiencias con representantes de diferentes sectores
sociales y políticos (sobre todo, con miembros de la Iglesia Católica), las tareas de investigación por
cuenta propia, las solicitadas publicadas en la prensa para concitar el apoyo de la población y obtener
información sobre los “niños desaparecidos” y las difusión de denuncias entre organismos del
exterior.
Como vimos en el segundo capítulo, a partir de 1980 se produjo un cambio progresivo en la
capacidad de penetración del grupo en las redes trasnacionales, que fue de la mano de su proceso de
autonomización y transformación en organismo independiente. De esta forma, en este capítulo
analizamos, en primera instancia, los factores que confluyeron en el proceso de conformación de
Abuelas de Plaza de Mayo, entre los que señalamos la especificidad de la búsqueda de los “niños
desaparecidos”, la progresiva consideración de que los/as desaparecidos/as adultos/as habían sido
asesinados/as mientras que los/as niños/as se encontraban vivos, el aumento del número de denuncias
de “niños desaparecidos” recibidas y las tensiones que se fueron generando entre las referentes de
Madres de Plaza de Mayo y las del grupo de “madres-abuelas” por estos y otros motivos, como por
ejemplo los modos de acción y la relación con otros sectores y organizaciones.
Estos diferentes factores promovieron el proceso de autonomización del grupo, en el que
distinguimos dos etapas claramente marcadas: una primera, entre comienzos de 1980 y fines de 1981,
y una segunda entre ese momento y fines de 1983. En la primera etapa, la agrupación cobró mayor
autonomía, adquirió un nombre propio y desplegó acciones que la fueron posicionando de a poco
como un organismo diferenciado, a pesar de lo cual su relación con Madres de Plaza de Mayo era
ambigua ya que en numerosas ocasiones seguían presentándose como parte de esta organización y
realizando iniciativas conjuntas. A partir de diciembre de 1981, después del conflicto por la toma de
la Catedral de Quilmes y de la creación del Movimiento por la Recuperación de los Niños
Desaparecidos, la organización terminó de escindirse de Madres de Plaza de Mayo, convirtiéndose

417
en un organismo independiente. Entre los elementos que marcaron este proceso de
institucionalización encontramos la constitución de su propia sede, de su logo y de un equipo
interdisciplinario de profesionales; la presentación en público como una organización distinta de
Madres a través de solicitadas, del uso de su propia bandera en las movilizaciones y del lanzamiento
de un periódico institucional. Este proceso se consumó en septiembre de 1983 con la inscripción del
organismo como asociación civil con su propio estatuto legal.
En este capítulo mostramos que otro elemento que coadyuvó a la consolidación e
institucionalización de Abuelas de Plaza de Mayo y de su reclamo fue la expansión de sus contactos
con el extranjero y la integración en redes regionales e internacionales de derechos humanos.
Analizamos las modalidades de creación de estos vínculos con el extranjero, las formas de
cooperación de los organismos internacionales con el reclamo por los “niños desaparecidos” y los
principales efectos que estas acciones produjeron. A través de este análisis pudimos observar cómo
los contactos con las redes regionales e internacionales de derechos humanos promovieron la
internacionalización de la denuncia por los “niños desaparecidos”, fortalecieron material,
simbólicamente y emocionalmente a la organización, aportaron información a la construcción de un
conocimiento sobre el fenómeno de la apropiación y permitieron el contacto con saberes disciplinares
que abonaron a la reelaboración de diferentes aspectos de su discurso público.
En este capítulo observamos también cómo el proceso de consolidación de Abuelas de Plaza
de Mayo como organismo independiente contribuyó a la progresiva elaboración e instalación del
problema de la apropiación de niños y niñas en la esfera pública desde el año 1980 hasta el final de
la dictadura. De esta forma, analizamos los sentidos que en torno a este problema se pusieron en
circulación, tanto de parte de Abuelas, de quienes las acompañaron en el reclamo en el país y en el
exterior, de la prensa nacional y también del régimen militar. A partir del trabajo con la prensa de la
Ciudad de Buenos Aires y, en menor medida, de La Plata, arribamos a dos conclusiones. En primer
lugar, constatamos un aumento progresivo de la visibilización de esta cuestión como un reclamo
diferenciado dentro del más general “problema de los desaparecidos”, tal como era formulado en la
época. Por otra parte, hallamos que este problema público quedó condensado en el sintagma de los
“niños desaparecidos”, categoría que en la época refería a cualquier menor de edad que hubiera sido
secuestrado, incluyendo también a los/as adolescentes. A partir del análisis de material publicado
por la prensa, por Abuelas de Plaza de Mayo y por otros actores aliados a su causa (como el
Movimiento por la Recuperación de los Niños Desaparecidos), concluimos que la utilización de esta

418
categoría, así como los sentidos que se pusieron en juego alrededor de ella, apuntaban a reforzar la
representación de “víctimas inocentes” de los desaparecidos en general, dentro de los cuales los
“niños desaparecidos” emergían como víctimas de inocencia incuestionable e indefensión absoluta,
como “hipervíctimas” (González Bombal, 1995). Esta observación abona a la interpretación que
previamente han ofrecido autores como Crenzel (2008, 2010) en el sentido de que la representación
de la “víctima inocente” configuró un aspecto central de la estrategia discursiva del movimiento de
derechos humanos durante la dictadura y en la transición a la democracia.
En el tercer capítulo analizamos las modulaciones políticas y discursivas que adquirió la
cuestión de los “niños desaparecidos” entre 1983 y 1987, en el que el problema de los “derechos
humanos” y la revisión de los crímenes cometidos por el régimen militar saliente ocuparon un lugar
central en la agenda política de la recobrada democracia. Indagamos el lugar ocupado por el problema
de los “niños desaparecidos” en la agenda y en el debate político de los diferentes actores y
observamos que Abuelas de Plaza de Mayo buscó activamente consolidar su lugar como
emprendedora de la causa e interlocutora privilegiada con los diferentes actores políticos y de los
tres poderes del Estado. La organización buscó incidir en el desarrollo de una serie de políticas
públicas orientadas al corto pero también al largo plazo. En nuestro análisis observamos que, lejos
de mostrar un comportamiento lineal u homogéneo, las respuestas de las agencias y los funcionarios
estatales, así como el grado de conformidad o distanciamiento de Abuelas de Plaza de Mayo fueron
muy variables. La relación entre estos actores fluctuó entre instancias de cooperación y
entendimiento y otras de tensión y fuerte oposición. Aunque la tensión con el gobierno nacional fue
en aumento y muchas de las iniciativas tempranas terminaron frustradas, esto no obstó para que la
cooperación alcanzara algunos éxitos considerables, entre los que destaca la conformación, primero
material y después legal, del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG).
En la segunda sección del capítulo analizamos qué lugar tuvo el problema de la “desaparición
de niños” en diferentes procesos judiciales iniciados tras el retorno de la democracia. Observamos
que a nivel judicial, la cuestión se desplegó en dos dimensiones. Por un lado, fue parte de las
exigencias globales de justicia retributiva del movimiento de derechos humanos, sintetizadas en la
consigna “juicio y castigo para todos los culpables”. De esta forma, el problema de los “niños
desaparecidos” se hizo presente en el Juicio a las Juntas y en otros procesos judiciales que
comenzaron en paralelo. Por otro lado, la justicia tuvo otra dimensión para este problema. A medida
que nuevos niños y niñas eran localizados/as por las agencias estatales o por Abuelas, la resolución

419
de su tenencia quedaba en manos del poder judicial. El análisis de estos procesos de restitución
muestra que, salvo algunas excepciones, configuraron escenarios sumamente conflictivos, en los que
los intereses de las familias biológicas y de Abuelas de Plaza de Mayo colisionaron con los de las
familias guardadoras o apropiadoras, muchas de ellas directamente involucradas en la represión
dictatorial.
En el capítulo analizamos, asimismo, los diferentes discursos y sentidos que circularon en la
esfera pública posdictatorial en torno a la cuestión de los “niños desaparecidos”. Abuelas de Plaza
de Mayo consolidó el lugar que había adquirido hacia el final de la dictadura y su palabra ocupó un
rol predominante a través de diversas iniciativas con las que buscaba interpelar a la sociedad civil y
construir consensos en torno a su reclamo. Construyó así una serie de representaciones, como la de
los niños como “botín de guerra”, que fueron reproducidas y ampliadas por una parte importante de
la prensa. Como observamos, empero, su palabra pública fue tensionada y objetada por otros
discursos, como el del actor castrense y de diferentes profesionales y periodistas próximos a aquél.
Esta confrontación se produjo en particular alrededor de los procesos de “restitución” de los niños y
las niñas que eran localizados/as. Los antagonistas de la causa de Abuelas cuestionaron con
argumentos de orden legal, moral y psicológico la demanda de la organización de separar a los niños
de sus apropiadores y devolverlos a sus familias biológicas. En ese marco, observamos cómo estas
disputas contribuyeron a terminar de definir ciertas categorías y tópicos del discurso de Abuelas de
Plaza de Mayo, en el que las concepciones familistas, características de los primeros tiempos del
activismo fueron en parte reforzadas, y en parte transformadas por el aporte de diferentes saberes
científicos y profesionales.
Por último, en la sección final del capítulo reconstruimos y analizamos el lugar complejo que
tuvo la cuestión de los “niños desaparecidos” en el tratamiento y formulación final de las leyes de
Punto Final y Obediencia Debida. Por un lado, Abuelas de Plaza de Mayo expuso oficialmente la
postura del conjunto del movimiento de derechos humanos, que implicaba una crítica sin atenuantes
a las leyes. Sin embargo, también pudimos constatar que la consideración especial que tenía el poder
ejecutivo sobre el fenómeno de los “niños desaparecidos” significó que el delito de apropiación de
menores quedara exceptuado de la extinción de la acción penal que plantearon ambas leyes. Vimos,
aunque no resultan concluyentes, algunos indicios que muestran la incidencia de la organización en
este proceso. Al mismo tiempo, del análisis de las leyes y de los debates parlamentarios se desprende
la ambigüedad detrás de esta exclusión: si por un lado permitió proseguir con diferentes juicios por

420
casos de apropiación, también puso en cuestión la sistematicidad que Abuelas de Plaza de Mayo
alegaba que había tenido este crimen durante la dictadura.
En el cuarto capítulo analizamos el derrotero del problema de los “niños desaparecidos” y de
las luchas por su localización y restitución tras la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia
Debida y hasta los actos conmemorativos del vigésimo aniversario del Golpe de Estado de 1976.
Diferentes autores (Lvovich y Bisquert, 2008; Crenzel, 2010) han señalado que en este periodo la
revisión de los crímenes dictatoriales perdió fuerza en la agenda política y salió del centro de la
escena. Esto impactó también en la cuestión de los “niños desaparecidos”, sobre todo a nivel social
y discursivo: las pocas restituciones que se produjeron en el periodo fueron todas muy cuestionadas
por diferentes sectores políticos y por medios de comunicación y periodistas de la prensa escrita y la
televisión.
A pesar de este contexto adverso, observamos que Abuelas de Plaza de Mayo mantuvo y/o
creó diferentes instancias de cooperación con los gobiernos nacionales que permitieron conseguir
avances en la materia, algunos de gran relevancia. En los años finales de Alfonsín, se terminó de
reglamentar el funcionamiento del BNDG, se creó una unidad fiscal especializada en casos de
apropiación y gracias a las excepciones planteadas por las “leyes de impunidad”, se avanzó en el
juzgamiento de algunos apropiadores. Ya durante el gobierno de Menem, se concretó la creación de
la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), que reactivó el trabajo que habían
realizado comisiones de existencia efímera durante los primeros años del gobierno de Alfonsín.
Observamos cómo en este escenario local relativamente hostil, la continuidad (o en algunos
casos, reactivación) de las relaciones con las redes transnacionales de activismo humanitario y
actores trasnacionales fue un elemento central de la estrategia de Abuelas de Plaza de Mayo. En
nuestra reconstrucción observamos que, más allá de las numerosas acciones de apoyo del activismo
trasnacional en derechos humanos, en términos de eficacia política lo más importante fue la presión
generada a través de los organismos gubernamentales internacionales, como la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU y el Comité Interamericano de Derechos Humanos de la OEA.
El análisis de la compleja trama de interacciones entre Abuelas de Plaza de Mayo, las redes
de activismo humanitario, los organismos internacionales y los poderes estatales (no sólo argentino,
sino también de otros países de la región involucrados, como Paraguay) nos permitieron arribar a
dos conclusiones. En primer lugar, la presión ejercida desde el extranjero logró generar un impacto
concreto en el accionar del gobierno y de la justicia argentina, ya que los gobiernos de Alfonsín y

421
Menem tuvieron que tomar medidas en respuesta a los requerimientos de los organismos
gubernamentales internacionales. En segundo término, estas interacciones y sus efectos muestran el
rol que tuvo la jurisdicción internacional en el impulso de los procesos judiciales de restitución, tanto
en referencia a la intervención de los organismos gubernamentales requiriendo o demandando
determinado tipos de acciones al gobierno argentino, como al rol de la legislación internacional como
marco de referencia para la acción judicial y política nacional.
Este último aspecto nos permitió abordar una cuestión clave del periodo: la construcción
jurídica, política e institucional del “derecho a la identidad”. Observamos de qué manera esta
elaboración, conceptual y política, enraizaba en procesos de escala global y de larga duración. Para
mostrarlo, rastreamos y reconstruimos la genealogía de esta categoría, mostrando así la influencia
del discurso humanitario y del paradigma del niño como sujeto de derechos en la incorporación y
reelaboración del concepto por parte de Abuelas de Plaza de Mayo y en función de la articulación de
su estrategia con diversos actores. De esta forma, observamos su capacidad de incidir en la creación
de instrumentos jurídicos a escala global y local a través de sus redes y alianzas y así como en la
conformación de un organismo de ejecución a nivel nacional mediante el uso combinado de
estrategias de confrontación y cooperación. Los hitos fundamentales en este recorrido fueron la
redacción y sanción de la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU (tratado en el que
Abuelas de Plaza de Mayo logró incluir un artículo específico sobre el “derecho a la identidad”) y,
en el plano nacional, la creación y progresiva jerarquización de la Comisión Nacional por el Derecho
a la Identidad (CONADI), que supuso un importante grado de institucionalización de las demandas
de Abuelas.
En este capítulo también vimos que parte del impulso de Abuelas en estos años provino de la
incipiente renovación generacional dentro de la organización, encarnada en un grupo de adolescentes
y jóvenes, nietos/as restituidos/as o hermanos/as de “niños desaparecidos”, que comenzaron a
realizar acciones públicas en apoyo del reclamo de Abuelas (marchas, solicitadas, entrevistas con
medios de comunicación, participación en actos institucionales, entre otras). Este grupo se constituyó
al menos un lustro antes de la creación de H.I.J.O.S., por lo que constituye la primera aparición en
la escena pública de un colectivo de hijos e hijas de desaparecidos/as.
Como observamos en esta sección, este incipiente activismo juvenil dentro de Abuelas de
Plaza de Mayo funcionaba como un indicio de las transformaciones en el destinatario de la búsqueda
de la organización y ponía en tensión los paradigmas consolidados sobre la “restitución de niños”.

422
Más disruptiva aun fue la aparición pública de otros/as nietos/as, que se pronunciaron en contra de
su separación de sus “padres del corazón” (los “apropiadores” que denunciaban desde el organismo).
Estas apariciones se dieron en el marco de procesos de restitución fuertemente disputados
judicialmente y que encontraron la férrea oposición de un bloque social y político que tuvo su
expresión en diferentes medios de comunicación. De manera más activa que en los primeros años
del retorno a la democracia, distintos periódicos y canales de televisión atacaron las acciones de
Abuelas y pusieron en tela de juicio la validez de sus fundamentos en pos de la restitución. En las
conclusiones arribamos a la paradoja que encierra este periodo histórico: en el momento en que,
gracias a diferentes estrategias y formas de interacción con agencias locales e internacionales, el
“derecho a la identidad”, entendido como un derecho de niños y niñas, había alcanzado fuerza de ley
con rango constitucional y su cumplimiento adquiría el carácter de política de Estado, el sujeto
interpelado por la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo dejaba de ser un “niño” y pasaba a ser un
joven-adulto.
En el último capítulo analizamos el impacto de estas mutaciones en el accionar y el discurso
de Abuelas de Plaza de Mayo a partir de 1996. Estas transformaciones se produjeron en el marco de
un proceso de proliferación de testimonios de perpetradores y sobrevivientes del terrorismo de
Estado y de reactivación de la lucha del movimiento de derechos humanos que Lvovich y Bisquert
(2008) denominaron “boom de la memoria”. En ese contexto, la cuestión de la apropiación de niños
y niñas durante la dictadura ocupó un papel central en la instalación de la discusión pública sobre los
delitos de la dictadura y, en especial, en la erosión de las leyes de impunidad. La denuncia penal
presentada a fines de 1996 por integrantes de Abuelas y otros querellantes, conocida como “Plan
sistemático de apropiación de menores” tuvo un gran impacto judicial y político, ya que provocó el
arresto de importantes figuras del régimen militar como Videla y Massera, generó importantes
repercusiones en los medios de comunicación, obligó a los diferentes sectores políticos a tomar
posición sobre el tema y fue la punta de lanza que permitió la introducción en los tribunales federales
de la noción de “crimen de lesa humanidad” y de otras categorías provenientes de instrumentos y de
la jurisprudencia internacional en derechos humanos.
Este proceso de mayor repercusión pública de la cuestión se dio, como dijimos, en marco de
importantes transformaciones en las características de la causa de Abuelas. Los sujetos que eran
buscados para ese entonces habían dejado de ser niños para convertirse en jóvenes en tránsito a la
adultez. Estas mutaciones incidieron en los discursos públicos sobre el tema. El término “niños

423
desaparecidos” cayó en desuso y fue reemplazo por la noción de “niños apropiados”, para hablar de
los jóvenes buscados en el pasado, y por el de “chicos” y, más frecuentemente, “nietos” (con el
agregado del adjetivo “restituidos”) para referirse a ellos en el presente. Esto reflejaba un
desplazamiento que indicaba a la vez el paso del tiempo y el nuevo momento de la memoria sobre el
pasado reciente. Al mismo tiempo, las nociones de “derecho a la identidad” y de “restitución de
identidad” sufrieron nuevas e importantes mutaciones. El significante “restitución” comenzó a
resemantizarse para transformarse en sinónimo de “reconocimiento de la verdad” o de la identidad
biológica (y, como consecuencia, de la identidad y la memoria familiar). En el mismo sentido,
“derecho a la identidad” comenzó a hacer referencia no al derecho de los sujetos a ser criados con
sus familias, sino a su derecho, ya como jóvenes en tránsito a la adultez, a conocer y reconocer el
verdadero origen biológico.
Hemos podido observar estos cambios discursivos en diferentes acciones desplegadas por
Abuelas de Plaza de Mayo en este periodo, como las intervenciones artísticas (como Rock por la
Identidad y la muestra Identidad del Centro Cultural Recoleta), las campañas gráficas y los spots
televisivos, que interpelaban directamente a esos nietos o nietas que debían salir a la búsqueda de su
“verdadera identidad”. La noción de “identidad” expresada en estas representaciones encerraba como
vimos dos grandes nudos conceptuales. Por un lado, la idea de una identidad que se hallaba dividida
entre una identidad falsa vivida bajo la mentira de la familia apropiadora y otra verdadera, la
preexistente al momento de la apropiación, que se recupera con la restitución y permite al sujeto
acceder a la libertad. En sintonía con esta concepción, también aparecía una retórica de la sangre,
que ligaba la identidad al lazo biológico y la herencia genética, poseía una fuerza capaz de
sobreponerse a la mentira y “llamar” al joven apropiado para reencontrarse con su verdadera
identidad.
Como ocurrió con el movimiento de derechos humanos en general, la revitalización de la
causa por la restitución de los niños y las niñas apropiados/as en estos años provino también del
impulso dado por la “generación de los hijos”. El grupo de hijos/as que participaba en Abuelas desde
fines de los ’80 tomó mayor protagonismo dentro de la organización, a la que también se sumaron
a colaborar y participar otros jóvenes, muchos de ellos en el marco de los proyectos iniciados con
algunas universidades nacionales. Por fuera de Abuelas, otros jóvenes también emprendieron la
búsqueda de los niños apropiados, en general sus propios hermanos/as, muchos de ellos organizados
alrededor de H.I.J.O.S. y las “comisiones de hermanos” que se crearon en diferentes filiales. Esta

424
participación activa de los jóvenes de la “segunda generación”, así como las transformaciones en el
sujeto de la búsqueda que ponían de manifiesto, tensionaron los discursos y modos de acción
heredados y plantearon nuevos desafíos y horizontes. Por ejemplo, llevaron a problematizar al
menos parcialmente la concepción tan fuertemente biologicista y esencialista de identidad que
promovía la organización, al proponer incorporar la recuperación de la memoria de los padres y
madres desaparecidos/as como una dimensión cultural e histórica indispensable en la elaboración de
la identidad y en la construcción de un lazo filiatorio entre los/as jóvenes que recuperaban su
identidad biológica.
Vimos que esos planteos del grupo de jóvenes quedaron plasmados a través de la creación
del Archivo Biográfico Familiar. Este archivo, a su vez, fue una de las expresiones más notorias de
esos años de la construcción de alianzas y lazos de cooperación con representantes e instituciones de
diferentes esferas de la vida política y social, en particular con el campo cultural y académico.
Diferentes artistas y colectivos habían apoyado la lucha de Abuelas desde sus inicios y habían
realizado acciones durante los años ’80 y comienzos de los ’90. En ese sentido, lo que se vivió
durante este último periodo estudiado fue más bien un relanzamiento de este apoyo, que en algunos
casos dio un salto cualitativo de iniciativas aisladas a organizaciones artísticas institucionalizadas,
como en el caso de Teatro x la Identidad, que se consideró a sí mismo como el “brazo artístico” de
Abuelas de Plaza de Mayo.
Señalamos que la vinculación con el campo académico, especialmente con las universidades
nacionales, fue una novedad de estos años. Desde 1996, cátedras, equipos de extensión y grupos de
investigación de la Universidad de Buenos Aires aportaron recursos materiales y humanos para
colaborar con Abuelas de Plaza de Mayo en proyectos de difusión e investigación. Algunas de estas
experiencias fueron efímeras, pero otras se prolongaron en el tiempo y promovieron un proceso de
profesionalización de la misma.
Las alianzas con el campo cultural y académico le permitieron a Abuelas alcanzar un alto
grado de conocimiento y una gran aceptación social de su causa, logrando al mismo tiempo una
creciente llegada a los jóvenes, convertidos en los destinatarios dilectos de su mensaje. Gracias a
esto, y a pesar de la inestabilidad política y de los cambios constantes en la orientación del gobierno
nacional, en estos años Abuelas pudo seguir consolidando y jerarquizando el marco legal e
institucional para la localización e identificación de los ya por entonces jóvenes buscados. Asimismo,
a demanda de la organización se impulsaron nuevas acciones en el ámbito del Estado nacional o de

425
estados locales (principalmente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). En este sentido, el nuevo
periodo de legitimación estatal de la causa de Abuelas de Plaza de Mayo que tuvo lugar a partir del
2003, con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, en el marco de una adopción progresiva por
parte del gobierno de los símbolos y las demandas del movimiento de derechos humanos, puede
comprenderse como una reafirmación estatal de un proceso de legitimación que venía
construyéndose desde hacía dos décadas y que había tomado un nuevo impulso a fines de los años
‘90.
El principal hito de la legitimación estatal de la lucha de las Abuelas por la “restitución de
identidad” fue la participación de Juan Cabandié, el “nieto recuperado 77”, en el acto de constitución
del Espacio de memoria en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada el 24 de marzo de 2004.
Este acto y las palabras de Cabandié, seguidas del discurso del presidente Néstor Kirchner, no sólo
representaron una validación oficial de la causa de Abuelas de Plaza de Mayo, sino que consagraron
públicamente al “hijo de desaparecidos” y, muy especialmente, al “nieto recuperado” como una
figura de alto reconocimiento y valoración social que se transformó en central en la construcción de
sentidos y en las luchas concretas por la restitución de los y las jóvenes que todavía faltan localizar.
La evidencia recolectada y analizada a lo largo de los diferentes capítulos nos permite arribar
a tres grandes conclusiones globales acerca del largo proceso estudiado. En primer lugar, hemos
mostrado que la instalación del fenómeno de la apropiación de niños/as como un problema público
y la conformación de una causa de acción colectiva en pos de la localización y restitución de esos/as
niños/as a sus familias biológicas supuso la intervención de diferentes actores a lo largo del tiempo.
La investigación ha confirmado, a partir del análisis de un corpus documental heterogéneo, la
importancia habitualmente conferida a Abuelas de Plaza de Mayo como actor clave en este proceso
histórico, conformada, en los términos de Becker (2010), como emprendedora moral de la causa y
como voz socialmente legitimada para hablar y actuar en torno a la cuestión. Sin embargo, hemos
visto a lo largo de la tesis que en las diferentes etapas en las que estas luchas se desenvolvieron
fueron relevantes y, en muchos casos, decisivos, diversos actores sociales y políticos: organismos
nacionales e internacionales de derechos humanos, organismos gubernamentales internacionales,
representantes y personalidades del campo cultural y académico, especialistas de diferentes
disciplinas y áreas del conocimiento, partidos políticos de extracción ideológica diversa y, tras el
retorno de la democracia a la Argentina, diferentes áreas del gobierno y del Estado.

426
En este sentido, uno de los aspectos distintivos de la acción de Abuelas de Plaza de Mayo
desde el retorno de la democracia fue el interés y la capacidad para articular con el Estado y otros
actores en pos de desarrollar e institucionalizar políticas públicas que trascendieran a gobiernos de
diferente tinte político y con posturas diversas (en ocasiones hostiles) hacia el movimiento de
derechos humanos. A lo largo de los diferentes periodos analizados, esto permitió crear, mantener y
jerarquizar un marco normativo y una serie de organismos estatales que transformaron en una
obligación del Estado a las tareas de búsqueda, identificación y “restitución de identidad” (en el
sentido que adquirió el término en la última etapa). Este proceso nos ofrece un ejemplo temprano de
estatalización de la agenda de los organismos de derechos humanos, previo al periodo del
kirchnerismo, que se remonta prácticamente hasta el retorno de la democracia, con las primeras
comisiones de investigación creadas durante el gobierno de Alfonsín y sobre todo con la instauración
del BNDG, pero que se reforzó con la conformación de la CONADI en 1992. Esta agencia tuvo la
particularidad de incorporar los objetivos y el discurso de Abuelas de Plaza de Mayo otorgándole al
mismo tiempo a la organización un lugar predominante en su funcionamiento, lo que se tradujo en
la creación de una institución estatal de carácter mixto, con fuerte participación de una organización
de la sociedad civil.
En segundo lugar, hemos podido observar que las luchas por la localización y restitución de
los/as niños/as apropiados/as resultó ser una causa particularmente sensible al paso del tiempo. Como
hemos visto, las posibilidades del movimiento argentino de derechos humanos de impulsar sus
reclamos se encontraron condicionadas por diferentes factores que habilitaron, en cada época,
diversos modos de acción y también diferentes discursos, como los cambios en la coyuntura política
nacional, las transformaciones en los marcos sociales de memoria sobre la última dictadura, la
capacidad de las organizaciones para interpelar diferentes actores y movilizar recursos en su favor,
los cambios en la legislación y la jurisprudencia nacional e internacional. Todas estas variables
afectaron también, en diferentes grados, las posibilidades de las búsquedas de los/as niños/as
apropiados/as y más aún, las de su restitución a sus familias biológicas.
Sin embargo, hubo un elemento que incidió de forma específica en este problema y no en
otros dentro de la agenda del movimiento de derechos humanos y tuvo que ver, como analizamos,
con las transformaciones del propio sujeto buscado y en el sujeto que impulsaba la búsqueda: el
primero fue atravesando diferentes etapas vitales y pasó de ser un bebé durante los años de la
dictadura, a un niño en los años ‘80, un adolescente en la primera mitad de los ‘90, un joven de edad

427
universitaria a finales de esa década y un joven-adulto para el año 2004. El segundo, el sujeto que
impulsó la búsqueda, también se vio afectado por el paso del tiempo y las transformaciones
generacionales: lo que comenzó como una búsqueda impulsada por la generación de los padres y
madres de los desaparecidos/as (las “abuelas”) incluyó con el tiempo a la generación de los propios
desaparecidos/as (a través de los/as hermanos, tíos y tías de los/as niños/as que eran buscados, así
como también de activistas, colaboradores y especialistas de esa misma franja etaria) y, más adelante,
a la generación de los hijos/as, es decir, a quienes eran congéneres de los/as nietos/as buscados.
Ambos procesos sincrónicos afectaron y transformaron los discursos públicos y el repertorio de
acción vinculado a los procesos de búsqueda y las luchas por la restitución. Hemos visto que Abuelas
adquirió una temprana conciencia acerca del carácter sensible al tiempo de la causa que emprendía,
por lo que desarrolló diferentes estrategias para promover la transmisión generacional de su agenda
entre la generación de los/as hijos/as, es decir, con la generación de sus nietos/as. Esto ocurrió tanto
de cara a la sociedad como al interior de la propia organización, a la cual se integró al activismo un
grupo de hijos/as y nietos/as a principios de los ’90, varios años antes de que cobrara forma la
agrupación H.I.J.O.S. No obstante esta atención dedicada al problema de la transmisión generacional
a Abuelas no le resultó sencilla la transición del esquema de búsqueda de “niños desaparecidos” a
otro que se orientaba hacia jóvenes y adultos. En esta transformación finalmente fueron decisivos
los/as mismos/as jóvenes, que desde adentro y desde afuera de la organización, aportaron nuevas
miradas e ideas para acercarse a quienes eran sus pares generacionales.
Por último, hemos visto que en la instalación de relatos, conceptos y representaciones sobre
este problema público Abuelas tuvo un papel protagónico pero no excluyente. Muchos actores
hicieron propios los reclamos e interpretaciones de la organización en torno a la apropiación y
restitución. Sin embargo, otros pusieron en circulación lecturas y discursos que contradecían
diferentes aspectos de sus planteos o que eran, directamente, antagónicos a sus reclamos. Entre ellos,
hemos visto los discursos de los propios militares y ex represores, el de los apropiadores y de sus
abogados defensores y también el de grupos allegados (familiares, compañeros de trabajo, entre
otros). La disputa contra estos antagonistas se llevó a cabo en diferentes escenarios, en especial el
ámbito judicial y los medios de comunicación los cuales no eran simples plataformas neutrales donde
el conflicto se desarrollaba, sino que eran en sí mismos parte de la disputa, con agentes a su interior
(funcionarios judiciales, medios y periodistas) que tomaban partido por las diferentes partes
involucradas.

428
Así como el paso del tiempo influyó en el repertorio de acción y en los discursos, también
impactó en la recepción social de las demandas de Abuelas. De este modo, como vimos, en la
transición a la democracia y la temprana posdictadura la “desaparición de niños” se transformó en
uno de los crímenes más repudiados y los “niños desaparecidos” que eran reclamados por Abuelas
fueron las “hipervíctimas” del horror, epítome de la figura de las “víctimas inocentes”. En esos años,
diferentes instancias de legitimación oficial y cultural (especialmente, el informe Nunca Más y la
película La Historia Oficial), consagraron a los planteos de Abuelas en torno a la apropiación de
niños como un fenómeno criminal de la última dictadura como una verdad socialmente aceptada.
En cambio, entre fines de los años ’80 y mediados de los años ’90, en un periodo signado por
la impunidad judicial y el retroceso del movimiento de derechos humanos, pero además, en un
momento en el que los “niños desaparecidos” dejaban atrás la infancia e ingresaban en la
adolescencia, los procesos de restitución conflictivos provocaron la emergencia de muchas más
voces antagonistas y dividieron a la opinión pública. Finalmente, desde mediados de los años ’90,
en el marco del “boom de la memoria”, en el cual las causas por el delito de apropiación de niños
ocuparon un lugar central, la recepción social de la lucha de Abuelas mejoró ostensiblemente. Este
proceso ocurrió al mismo tiempo en que las personas buscadas entraban en la juventud y la temprana
adultez y se transformaban en protagonistas de su propia búsqueda y, una vez restituidos, en actores
clave en la promoción de la causa y la búsqueda de otros jóvenes.
A partir de entonces, se abrió un nuevo periodo en el que de la mano del impulso estatal el
tema alcanzó una presencia en la agenda pública superior a cualquier otra etapa y las presentaciones
espontáneas de jóvenes con dudas sobre su identidad biológica se multiplicaron, al igual que las
restituciones. La complejidad que alcanzó la cuestión de la apropiación de niños/as y de la restitución
de identidad de los nietos durante el periodo kirchnerista, no exento de diversos conflictos y miradas
contrapuestas, requieren un análisis en profundidad que ha excedido los marcos de esta tesis pero
que nos proponemos realizar como continuidad de esta investigación. En todo caso, lo que podamos
afirmar es que ese impulso estatal no se alzó de la nada sino que se asentó sobre un consenso social
que se había cimentado a lo largo de muchos años y, con mucha fuerza, desde mediados de los ’90.
En el año 2016, cuando comenzaba la investigación para esta tesis doctoral y todavía estaba
terminando de definir la orientación precisa que finalmente tomaría, entrevistamos con Victoria
Álvarez y Erandi Mejía Arregui a Chicha Mariani. En esa ocasión, mientras rememoraba sus cuatro

429
décadas de lucha por encontrar a su nieta Clara Anahí, Chicha nos dijo algo que me marcó a lo largo
de todos estos años de trabajo:

Yo digo que falta esa historia. La íntima: los miedos, las expresiones de coraje. Yo creo que no hay
nada escrito sobre esa historia, verdadera. Porque muchas cosas se callaron para evitar compromiso,
los nombres todavía de gente conocida. Así que yo siempre digo que hay una deuda de escribir la
verdad verdadera.802

En memoria de Chicha Mariani y de la lucha de todas las abuelas, las que ya no están y las
que siguen peleando, espero humildemente haber podido hacer aunque sea una pequeña contribución
a esa historia, que se seguirá escribiendo porque continúa inacabada.

802
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a Chicha Mariani, La Plata, 6 julio de 2016.
430
Bibliografía

AA.VV. (2003). Del otro lado de la mirilla. Olvidos y memorias de ex presos políticos de la cárcel
de Coronda (1974-1979), Buenos Aires: El Periscopio.
Aboy Carlés, G. A. (2001). Las dos fronteras de la democracia argentina: la reformulación de las
identidades políticas de Alfonsín a Menem. Buenos Aires: Homo Sapiens Ediciones.
Abuelas de Plaza de Mayo (1984). Niños desaparecidos en Argentina desde 1976. Buenos Aires:
Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
------------ (1988). Los Niños Desaparecidos y la Justicia. Buenos Aires: Asociación Abuelas de
Plaza de Mayo.
------------ (1994). Filiación, Identidad, Restitución. 15 años de lucha de Abuelas de plaza de Mayo.
Buenos Aires: Asociación Abuelas de Plaza de Mayo/El Bloque Editorial.
------------ (1997). Restitución de niños. Buenos Aires: Eudeba.
------------ (2007). La historia de Abuelas: 30 años de búsqueda: 1977-2007. Buenos Aires:
Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
------------ (2008) Las Abuelas y la genética: el aporte de la ciencia en la búsqueda de los chicos
desaparecidos. Buenos Aires: Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
Acuña, C., y Smulovitz, C. (1995). “Militares en la transición argentina: del gobierno a la
subordinación constitucional” en Acuña, C. et al., Juicio, castigo y memorias: Derechos humanos y
justicia en la política argentina, Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión, 19-99.
Águila, G. (2013) “La represión en la historia reciente argentina: fases, dispositivos y dinámicas
regionales”, en Águila, G. y Alonso, L. (Coords.), Procesos represivos y actitudes sociales: entre la
España franquista y las dictaduras del Cono Sur. Buenos Aires: Prometeo Libros.
----------- (2014), “Estudiar la represión: entre la historia, la memoria y la justicia. Problemas de
conceptualización y método”, en Flier, P. (comp.), Dilemas, apuestas y reflexiones teórico-
metodológicas para los abordajes en Historia Reciente, Ediciones FAHCE, Universidad Nacional
de La Plata.
Águila, G., Garaño, S. y Scatizza, P. (comps.) (2016) Represión estatal y violencia paraestatal en la
historia reciente argentina. Nuevos abordajes a 40 años del golpe de Estado. La Plata: Universidad
Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Aguilar, G. (2006) Otros mundos. Un ensayo sobre el nuevo cine argentino, 1980-2007. Buenos
Aires: Santiago Arcos Editor.
Alonso, L. (2008). “El surgimiento del movimiento argentino por los derechos humanos en
perspectiva comparada”. Páginas (Rosario): Revista Digital de la Escuela de Historia, 1(1), 87-
109. Disponible en: http://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/152
------------ (2011). Luchas en plazas vacías de sueños: movimiento de derechos humanos, orden local
y acción antisistémica en Santa Fe. Rosario: Prohistoria Ediciones.

431
----------- (2013a). “La definición de las ofensas en el movimiento por los derechos humanos en
Argentina y la calificación de «genocidio»”. Contenciosa. Revista sobre violencia política,
represiones y resistencias en la historia iberoamericana, vol. 1.
----------- (2013b) “Las luchas pro derechos humanos en Argentina: de la resistencia antidictatorial a
la dispersión del movimiento social”, en Observatorio Latinoamericano, Dossier Argentina: 30 años
de democracia, núm. 12, pp. 104-120.
--------- (2015). “El estudio de las luchas pro derechos humanos en Argentina: problemas de enfoque
en torno a la categoría de movimiento social”. En Flier, P. (comp.), Dilemas, apuestas y reflexiones
teórico-metodológicas para los abordajes en historia reciente. La Plata: Universidad Nacional de
La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación/ EDULP.
Álvarez, V. (2002) “El encierro en los campos de concentración”, en Gil Lozano, F., Pita, V. e Ini,
M.G., Historia de las mujeres en la Argentina. Tomo II: Siglo XX. Buenos Aires: Taurus.
Álvarez, V. (2015) “Género y violencia: Memorias de la represión sobre los cuerpos de las mujeres
durante la última dictadura militar argentina”, Nomadías. Revista de estudios de género de Chile, 19
(2015). Disponible en: https://nomadias.uchile.cl/index.php/NO/article/view/36763
---------- (2018). “Memorias y representaciones en torno a la violencia sexual en centros clandestinos
de detención durante la última dictadura militar (1976-1983)”. Tesis de Doctorado en Estudios de
Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Álvarez, V. y Laino Sanchis, F (2020): “Maternidades en cautiverio. Experiencias de maternidad,
embarazo y parto en centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar
argentina”. Mora, 26 (en prensa).
Amado, A. M. (2009). La imagen justa: cine argentino y política, 1980-2007. Buenos Aires:
Ediciones Colihue.
Amhed, S. (2015), La política cultural de las emociones, Ciudad de México: PUEG-UNAM.
Amnistía Internacional (1977). Informe de una misión de Amnistía Internacional a la República
Argentina. 6-15 de noviembre de 1976. Barcelona: Amnesty International Publication/Editorial
Blume.
Amorós, M. (Coord.) (2011). Argentina en el Archivo de IEPALA (1976-1983). Madrid: IEPALA
Editorial.
Andriotti Romanin, E. (2013). “Decir la verdad, hacer justicia: Los Juicios por la Verdad en
Argentina.” Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, 94, 5-23.
----------- (2015). “‘Confiar, apostar y exigir’. El itinerario de las Abuelas de Plaza de Mayo de
Argentina durante los primeros años del kirchnerismo (2003-2007)”. Analecta política, 5(8 Ene-
Jun.), 49-71.
Andriozzi, G. (comp.) (2011). Juicios por crímenes de lesa humanidad en Argentina. Buenos Aires:
Editorial Atuel.
Anguita, E. y Caparrós, M. (1998). La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la
Argentina. Buenos Aires: Norma.
Aprea, G. (2008), Cine y políticas en la Argentina. Continuidades y discontinuidades en 25 años de
democracia. Buenos Aires: Biblioteca Nacional/Universidad Nacional de General Sarmiento.
432
Arditti, R. (2000). De por vida, historia de una búsqueda. Las abuelas de Plaza de Mayo y los niños
desaparecidos. Buenos Aires: Grijalbo.
Arfuch, L. (1989 [2008]). “El primer relato público del horror” en: Crítica cultural entre política y
estética, Buenos Aires: FCE
Ayala, M. (2014). “La formación de comités y redes de lucha contra la dictadura militar de los
exiliados argentinos en Venezuela: interacciones locales, regionales y transnacionales (1976-1981)”.
e-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos, 12 (46), 19-39. Disponible en:
https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/elatina/article/view/65
Arreche, Araceli (2012). “El teatro y lo político. Teatro x la identidad (2001-2011): Emergencia y
productividad de un debate identitario. Revista Gestos, 27 (53), 105-124.
Bacci, C., Capurro Robles, M., Oberti, A. y Skura. S. (2012). “Y nadie quería saber”. Relatos sobre
violencia contra las mujeres durante el terrorismo de Estado en Argentina. Buenos Aires: Memoria
Abierta.
Bacci, C. (2015) “Testimonios en democracia: el Juicio a las Juntas Militares en Argentina”, Agora,
vol. 2, nº4.
Balardini, L. (2015) “Estrategias de producción de información de las organizaciones de derechos
humanos en Argentina. Los usos de la sistematización y la estadística en la búsqueda de verdad y
justicia”. Tesis de Maestría en Investigación en Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias Sociales.
Universidad de Buenos Aires.
Balé, C. D. (2018). Memoria e identidad durante el kirchnerismo: la reparación de legajos laborales
de empleados estatales desaparecidos. La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación; Posadas: Universidad Nacional de Misiones; Los
Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento. (Colección “Entre los libros de la buena
memoria”; 11).
Banco Nacional de Datos Genéticos (2017). Una pregunta, 30 años. Memoria escrita del Banco
Nacional de Datos Genéticos. Buenos Aires: BNDG/MINCYT
Basile, T. (2019). Infancias. La narrativa argentina de HIJOS. Villa María: Eduvim.
Basualdo, E. (2006). Estudios de historia económica argentina desde mediados del siglo XX a la
actualidad. Buenos Aires: Siglo XXI.
Basualdo, G. (2011). Las estrategias políticas y jurídicas del Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS) en la movilización legal internacional durante la última dictadura militar (1976-1983). Tesis
de licenciatura. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Becker, H. S. (2014). Trucos del oficio: cómo conducir su investigación en ciencias sociales. Buenos
Aires: Siglo Veintiuno.
---------------- (2010) Outsiders hacia una sociología de la desviación. Buenos Aires: Siglo Veintiuno
Editores
Bédarida, F. (2001). “Le temps présent et l'historiographie contemporaine”. Vingtieme siecle. Revue
d'histoire, (1), 153-160.
Bello, V., y Villa, P. (2010). “Abuelas de Plaza de Mayo, filial Córdoba. Las prácticas comunicativas
como sustento de lucha”. Amerika. Mémoires, identités, territoires, (3).
433
Beloff, M. (2007) “15 años de vigencia de la Convención sobre los Derechos del Niño en la
Argentina” En Abramovich, V., Bovino, A. y Curtis, C. La aplicación de los tratados sobre derechos
humanos en el ámbito local. Buenos Aires: Del Puerto. 253-295.
Berger, G. y Blugerman, L. (2017). “La Fundación Ford en la Argentina. Cinco Décadas de Inversión
Social Privada al Servicio del Desarrollo y de la Protección y Ampliación de los Derechos
Humanos”. Colección de documentos del Centro de Innovación Social CIS-20. Buenos Aires:
Universidad de San Andrés. Disponible en www.udesa.edu.ar/cis/publicaciones
Berra, J. L. (1988). Banco Nacional de Datos Genéticos: la identificación de los niños desaparecidos
en la Argentina. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo.
Berra, J. L., Grinspon, D., Liwski, N., y Binz, M. T. (1986). “Genetical identification of ‘missing’
children in Argentina”. En Brinkmann, B. y Henningsen, K. (eds.) 11th Congress of the Society for
Forensic Haemogenetics (Gesellschaft für forensische Blutgruppenkunde eV). Berlín, Heidelberg:
Springer, pp. 443-448.
Berra, J. L., Liwski, N., Grinspon, D. y Binz, M. T. (1988). “A National Bank for Genetic Data of
Disappeared Children in Argentina: Task up to 2050”. En Mayr, W. R. (Ed.) Advances in Forensic
Haemogenetics 2, pp. 590-596.
Bettanin, C. I. (2014). “Iniciativas comunitarias: las Baldosas por la Memoria en la ciudad de Buenos
Aires”. Trabajo social (Universidad Nacional de Colombia), (16), 65-78.
Bokser, M. y Guarino, M. (1992). Derecho de niños o legitimación de delitos. Buenos Aires: Colihue.
Bonaldi, P. (2006). “Hijos de desaparecidos. Entre la construcción de la política y la construcción de
la memoria”. En Jelin, E. y Sempol, D. (comps.), El Pasado en el futuro: Los movimientos juveniles.
Buenos Aires: Siglo XXI.
Bonnin, J. E. (2015). “Los discursos sobre la reconciliación: variaciones en torno al perdón, la verdad
y la justicia” en Feld, C. y Franco, M., Democracia, hora cero. Actores, políticas y debates en los
inicios de la posdictadura, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 225-268.
Borland, E. (2006). “Las Madres de Plaza de Mayo en la era neoliberal: ampliando objetivos para
unir el pasado, el presente y el futuro”. Colombia Internacional, (63), 128-147.
Bouvard, M. G. (1994). Revolutionizing motherhood: The mothers of the Plaza de Mayo. Lanham:
Rowman & Littlefield.
Bouvet, L. (2017). "El Juicio Plan Cóndor de Roma: límites del abordaje penal de la coordinación
represiva transnacional en los intentos de justicia en el extranjero". Palimpsesto Vol. IX, Nº 12
(agosto-diciembre, 2017), 40-75
Bourdieu, P. (2002) La miseria del mundo, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Brodsky, M. (2005). Memoria en construcción: el debate sobre la ESMA. Buenos Aires: La marca
editora.
Brubaker, R., & Cooper, F. (2001). “Más allá de identidad”. Apuntes de Investigación del
CECYP, 5(7), 30-67.
Brysk, A. (1994). The politics of human rights in Argentina: protest, change, and democratization.
Stanford, CA: Stanford University Press.

434
Buchanan, T. (2002). “The truth will set you free”: The making of Amnesty International. Journal
of Contemporary History, 37 (4), 575-597.
Caballero, R. y Larraquy, M. (2010), Galimberti. De Perón a Susana, de Montoneros a la CIA,
Buenos Aires: Aguilar.
Calandra, B. (2004). La memoria ostinata: H.I.J.O.S., i figli dei desaparecidos argentini. Roma:
Carocci Editore.
Calveiro, P (1998). Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires,
Colihue, 1998.
Canelo, P. (2006) La descomposición del poder militar en la Argentina: las FFAA durante las
presidencias de Galtieri, Bignone y Alfonsín (1981-1987). En A. Pucciarelli (Coord.) Los años de
Alfonsín: ¿el poder de la democracia o la democracia del poder? (pp. 65-114). Buenos Aires: Siglo
XXI.
----------- (2016) La política secreta de la última dictadura argentina (1976-1983): a 40 años del
golpe de Estado. Buenos Aires: Edhasa.
Carli, S. (2002). Niñez, pedagogía y política: Transformaciones de los discursos acerca de la
infancia en la historia de la educación argentina entre 1880 y 1955. Buenos Aires: Miño y Dávila.
Catoggio, M. S. (2014). La trama religiosa de las redes humanitarias y del activismo transnacional
en las dictaduras del Cono Sur de América Latina. En S. Jensen y S. Lastra (Eds.) Exilios: Militancia
y represión. Nuevas fuentes y nuevos abordajes de los destierros de la Argentina de los años setenta
(pp. 187-213). La Plata: Edulp.
-------------- (2015) “Tiempos violentos: catolicismo y dictadura en la Argentina de los años setenta”
en Wilde, A., Levine, D. H., Albro, R., Kelly, P. W., Garrard-Burnett, V., Catoggio, M. S. & Tate,
W. Las iglesias ante la violencia en América Latina: los derechos humanos en el pasado y el
presente. FLACSO México.
-------------- (2016). “Política contra el Estado autoritario, religión y derechos humanos. La impronta
regional de un activismo trasnacional”. Papeles de Trabajo, 10, 17.
Cerda, J. S. (1990). The draft convention on the rights of the child: New rights. Human Rights
Quarterly, 12(1), 115-119.
Ciollaro, N. (1999), Pájaros sin luz. Buenos Aires: Planeta.
Collazo, I.; Passeggi, R.; Fein, M. A; Sosa, A. (2014). Los niños del reencuentro. Montevideo: Zona
Editorial.
Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU), (2014 [1977]). Argentina. Proceso al
genocidio. Buenos Aires: Colihue.
CONADEP (2006 [1984]), Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de
personas, Buenos Aires: Eudeba.
Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (2007) El trabajo del Estado en la recuperación
de la identidad de jóvenes apropiados en la última dictadura militar. Buenos Aires:
CONADI/Gobierno del Principado de Asturias.
Crenzel, E. (2008). La historia política del Nunca más: la memoria de las desapariciones en la
Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI.
435
-------------- (2010). “La víctima inocente: de la lucha antidictatorial al relato del Nunca Más” en
Crenzel, E. (comp.) Los desaparecidos en la Argentina. Memorias, representaciones e ideas (1983-
2008), Buenos Aires: Biblos, 65-83.
-------------- (2013). “Los derechos humanos, una verdad evidente de la democracia en la
Argentina”. Estudios, (29), 73-91.
-------------- (2019). “Más allá de organizaciones históricas, las figuras emblemáticas y las prácticas
reconocidas. Elementos para repensar al movimiento de derechos humanos en la Argentina.” Estudos
Ibero-Americanos, 45(1), 4-16.
Cruz, H. D. F. (2013). “CLAMOR: Documentação e Memória de um Comitê pelos Direitos
Humanos no Cone Sul (1978-1990)”. En XXVII Simpósio Nacional de História. Natal, Brasil,
Universidad Federal de Río Grande del Norte, 22 a 26 de julio. Recuperado de:
http://www.snh2013.anpuh.org/site/anaiscomplementares#C.
Cueto Rúa, S. (2009). “Nacimos en su lucha, viven en la nuestra. Identidad, justicia y memoria en la
agrupación HIJOS-La Plata”. Tesis de Maestría. La Plata, Universidad Nacional de La Plata.
Damill, M. (2005). “La economía y la política económica, del viejo al nuevo endeudamiento” en
Suriano, J. (ed.) Nueva Historia Argentina, tomo X: Dictadura y democracia (1976-2001). Buenos
Aires: Sudamericana.
D’Antonio, D. (2010). “Derechos humanos y estrategias de la oposición bajo la dictadura militar
argentina”. World Tensions/Tensões Mundiais, 6 (11), 159-174.
---------------- (2016). La prisión en los años 70. Historia, Género y Política, Buenos Aires, Editorial
Biblos,
--------------- (2017). “Vigilancia, control social y agencia política del activismo por los derechos
humanos ante la llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Argentina,
1979)”. Izquierdas, (32), 184-202.
Da Silva Catela, L. (2001). No habrá flores en la tumba del pasado: la experiencia de reconstrucción
del mundo de los familiares de desaparecidos. La Plata: Al Margen Ediciones.
-------------- (2005) “Un juego de espejos: violencia, nombres, identidades. Un análisis antropológico
sobre las apropiaciones de niños durante la última dictadura militar argentina”. Revista Telar (2-3),
125-140.
-------------- (2014) “‘Lo que merece ser recordado…’. Conflictos y tensiones en torno a los proyectos
públicos sobre los usos del pasado en los sitios de memoria” en Clepsidra. Revista Interdisciplinaria
de Estudios sobre Memoria, Nº 2, octubre 2014, Buenos Aires, IDES.
De Ípola, E. (2005). La Bemba. Buenos Aires: Siglo XXI.
De Lorenzi, M. (2015). “El derecho a conocer los orígenes biológicos. La necesidad de su
reconocimiento para garantizar el derecho a la identidad personal de los adoptados y nacidos por
reproducción humana asistida”. Tesis de Doctorado en Derecho y Ciencia Política, Universitat de
Barcelona, España. Disponible en: http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/96722
Detrick, S., Doek, J. E., & Cantwell, N. (Eds.). (1992). The United Nations Convention on the Rights
of the Child: a guide to the "travaux preparatoires". Dordrecht/Boston/Londres: Martinus Nijhoff
Publishers.

436
De Vecchi Gerli, M. (2010). “¿Y vos, sabés quién sos?” La identidad asociada a la apropiación
ilegal de niños en la última dictadura militar argentina como tema público en Buenos Aires. Tesis
de Maestría. México, Instituto Mora.
Diana, M. (1996). Mujeres Guerrilleras. Sus testimonios en la militancia de los setenta. Buenos
Aires: Booket.
Díaz, C. (2009) Nos/otros y la violencia política. Buenos Aires Herald/El Día/La Prensa-1974-1982.
La Plata: Al margen.
Díaz Colodrero, J. L., y Abella, M. (1987). Punto final: amnistía o voluntad popular. Buenos Aires:
Puntosur Editores.
Dillon, M. (2002). “Abuelas de Plaza de Mayo”. Revista Puentes. Dossier: Historia de los
organismos de derechos humanos – 25 años de resistencia. La Plata: Comisión Provincial por la
Memoria.
Di Lonardo, A. M.; Darlu, P.; Baur, M.; Orrego, C.; King, M. C. (1984). “Human genetics and human
rights. Identifying the families of kidnapped children”. The American Journal of Forensic Medicine
and Pathology, 5(4), 339–347
Diringuer, R. E. (s/f) “Liderazgo político y derechos humanos: los gobiernos de Menem y Kirchner
en perspectiva comparada”, Revista de Ciencia Política Nº16. Disponible en:
https://www.revcienciapolitica.com.ar/num16art6.php
Diz, M. L. (2016) “Teatro x la Identidad: Un escenario para las luchas por la configuración de
sentidos sobre la apropiación de menores y la restitución de la identidad”. Tesis de doctorado en
Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
--------- (2018). “Los spots para televisión de Abuelas de Plaza de Mayo: entre el nombre, la sangre
y el testimonio”. Comunicación y Sociedad (0188-252X), (31) pp. 73-94.
Diz, T. (2011). "Tensiones, genealogías y feminismos en los 80: Un acercamiento a alfonsina, primer
periódico para mujeres". Mora (Buenos Aires), 17(2) Disponible en:
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1853-
001X2011000200004&lng=es&tlng=es.
Doek, J. E. (2006). “Article 8: The Right to Preservation of Identity, and Article 9: The Right Not to
Be Separated from His or Her Parents”, in: A. Alen, J. Vande Lanotte, E. Verhellen, F. Ang, E.
Berghmans and M. Verheyde (Eds.) A Commentary on the United Nations Convention on the Rights
of the Child. Leiden: Martinus Nijhoff Publishers.
Dubatti, J. (2002), El nuevo teatro de Buenos Aires en la postdictadura: 1983-2001 (Vol. 1), Buenos
Aires: Centro Cultural de la Cooperación.
Duhalde, E. L. (1983): El estado terrorista argentino, Buenos Aires, Eudeba.
Duhalde, C. M. (2012), “Una breve historia de la CADHU” en González Gartland (et al.) (2014),
Argentina: Proceso al genocidio. Buenos Aires: Colihue.
Durán, M. (2019). “Los 20 años del Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de
Mayo.” Historia, voces y memoria, (12), 31-48.
Faulkner, W. (1952). Réquiem para una mujer. Nueva York: Penguin Random House Grupo
Editorial.
437
España, C. (comp.), (1994). Cine argentino en democracia, 1983-1993. Buenos Aires: Fondo
Nacional de las Artes.
Equipo Interdisciplinario de Abuelas de Plaza de Mayo (1988). El secuestro-apropiación de niños y
su restitución, Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo.
Feierstein, D. (2007). El genocidio como práctica social. Entre el nazismo
y la experiencia argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica
Feld, C. (2002). Del estrado a la pantalla: Las imágenes del juicio a los ex comandantes en
Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI.
Feld, C. y Franco M. (Dirs.) (2015). Democracia, hora cero: actores, políticas y debates en los
inicios de la posdictadura. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Filc, J (1997). Entre el parentesco y la política. Familia y dictadura, 1976 – 1983, Buenos Aires,
Biblos, 1997.
Flier, P. y Lvovich, D. (eds.) (2014). Los usos del olvido. Recorridos, dimensiones y nuevas
preguntas, Rosario: Prohistoria.
Folgueiro, H. L. (2006). “Inconstitucionalidad de las Leyes de ‘Punto Final’ y ‘Obediencia Debida’.
Notas al fallo ‘Simón’ de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”. En Abuelas de Plaza de Mayo
(eds.), Derecho a la identidad y persecución de crímenes de lesa humanidad. Buenos Aires:
Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
Foucault, M. (1988). Nietzsche, la genealogía, la historia. Valencia: Pre-textos.
Franco, M. (2008). El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura. Buenos Aires: Siglo XXI.
-------------- (2012). Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y "subversión", 1973-1976,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
-------------- (2018). El final del silencio. Dictadura, sociedad y derechos humanos en la transición
(Argentina, 1979-1983). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Franco, M. y Levin, F. (comps.) (2007). Historia reciente: perspectivas y desafíos para un campo
en construcción. Buenos Aires: Editorial Paidós.
Franco, M. y Lvovich, D. (2017) “Historia Reciente: apuntes sobre un campo de investigación en
expansión”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, N° 47.
Disponible en: http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/ravignani/article/view/11091
Galante, D. (2014). El Juicio a las Juntas: cultura política y discursos sobre ciudadanía en la
transición argentina. Tesis de doctorado en Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias Sociales.
Universidad de Buenos Aires.
------------ (2015) “Los debates parlamentarios de “Punto Final” y “Obediencia Debida”: el Juicio a
las Juntas en el discurso político de la transición tardía”. Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de
Estudios sobre Memoria, Nº 4, 12-33.
------------ (2017a) “‘La Constitución y la prudencia’: los tres niveles de responsabilidad para el
juzgamiento de las violaciones a los derechos humanos en la transición argentina”. Sociohistorica,
40.

438
------------ (2017b) “Baje a la Plaza, Señor Presidente: Madres de Plaza de Mayo y Alfonsín frente
al proyecto de justicia transicional en Argentina (1983-1985)”, Prohistoria, Año XX, núm. 27, 79-
98.
Gandsman, A. (2009). “‘Do You Know Who You Are?’ Radical Existential Doubt and Scientific
Certainty in the Search for the Kidnapped Children of the Disappeared in Argentina.” Ethos, 37(4),
441-465.
------------ (2012) “The Limits of Kinship Mobilizations and the (A)politics of Human Rights in
Argentina”. Journal of Latin American and Caribbean Anthropology, 17(2), 193–214.
Gandulfo, J. (2015). “Los límites de la justicia. La causa por las tumbas de NN del cementerio de
Grand Bourg”. Feld, C. & Franco, M. (comps.) Democracia hora cero. Actores, políticas y debates
en los inicios de la posdictadura. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 115-152.
Garaño, S. y Pertot, W. (2007). Detenidos-aparecidos. Presas y presos políticos desde Trelew a la
dictadura. Buenos Aires, Biblos.
Garategaray, M. (2013). “Entre Perón y Alfonsín: notas sobre la Renovación peronista (1983-1988)”
Temas y Debates, N 25.
Gatti, G. (2011). Identidades desaparecidas. Peleas por el sentido en los mundos de la desaparición
forzada. Buenos Aires: Prometeo.
Gerchunoff, P., y Torre, J. C. (1996). “La política de liberalización económica en la administración
de Menem”. Desarrollo económico, 733-768.
Gillespie, R. (1987). Soldados de Perón. Los Montoneros. Buenos Aires: Grijalbo.
Gleason, P. (1983). “Identifying identity: A semantic history”. The journal of American
history, 69(4), 910-931.
González Bartomeu, J. (2015), “Los doce apóstoles. La Corte Suprema de Justicia y sus jueces en la
dictadura” en Bohoslavsky, J. P. (ed.) ¿Usted también, doctor? Complicidad de jueces, fiscales y
abogados durante la dictadura. Buenos Aires: Siglo XXI.
González Bombal, M. I. y Sondereguer, M. (1987). “Derechos humanos y democracia”. En Elizabeth
Jelin (ed.). Movimientos sociales y democracia emergente/1. Buenos Aires: Centro Editor de
América Latina.
González Bombal, I. (1995): “Nunca más: el juicio más allá de los estrados”, en Acuña, C et al.,
Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina, Buenos Aires:
Nueva Visión, 193–216.
-------------- (2004). “La figura de la desaparición en la refundación del Estado de Derecho”
en Novaro, M. y Palermo, V. (comps.). La historia reciente. Argentina en democracia. Buenos Aires:
Edhasa.
González Tizón, R. (2016). “‘Cada voz que se alce puede salvar una vida en Argentina’. La
producción testimonial de los sobrevivientes de los Centros Clandestinos de Detención en el marco
de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (1979-1983)”, Papeles de Trabajo, 10 (17),
pp. 162-183.
-------------- (2018). “Denuncia y representación mediática de los sobrevivientes en la posdictadura:
el caso de El Vesubio (1983-1984)”. Question, 1 (58).
439
Grinberg, J. (2013). “La recepción de ‘los derechos del niño’ en Argentina: Trayectorias de activistas
y conformación de una nueva causa en torno a la infancia”. Antropología y Sociología:
Virajes, 15(1), 299-325.
Groisman, E. I. (1983). Poder y derecho en el “Proceso de Reorganización Nacional”, Buenos
Aires: CISEA.
Groppo, B. y Flier, P. (comps.) (2001). La imposibilidad del olvido. Recorridos de la memoria en
Argentina, Chile y Uruguay. La Plata: Al Margen.
Guber, R. (2005). El salvaje metropolitano. Reconstrucción del conocimiento social en el trabajo de
campo. Paidós: Buenos Aires.
Guembe, J. M. (2004) La experiencia argentina de reparación económica de graves violaciones a
los derechos humanos. Buenos Aires: CELS.
---------- (2005). “La reapertura de los juicios por crímenes de lesa humanidad en Argentina”. Sur–
Revista Internacional de Derechos Humanos, 2(3), 120-137.
---------- (2007). "Obligación de investigar y sancionar graves violaciones a los derechos humanos".
En Abramovich, V., Bovino, A. y Curtis, C. La aplicación de los tratados sobre derechos humanos
en el ámbito local. Buenos Aires: Del Puerto. 421-445.
Guglielmucci, A (2015). "Transición política y reparación a las víctimas del terrorismo de estado en
la Argentina: algunos debates pendientes." (2015). TALLER (Segunda Época). Revista de Sociedad,
Cultura y Política en América Latina Vol. 4, N° 5.
Halbwachs, M. (1925). Los marcos sociales de la memoria. Barcelona Anthropos.
Hayner, P. B. (2011). Unspeakable Truths: Transitional Justice and the Challenge of Truth
Commissions. New York: Routledge.
Hazan, L. A. (2006). “Los análisis genéticos después del fallo ‘Vázquez Ferrá’ de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación”. En Abuelas de Plaza de Mayo (eds.), Derecho a la identidad y persecución
de crímenes de lesa humanidad. Buenos Aires: Asociación Abuelas de Plaza de Mayo.
Herrera, M. y Tenembaum, E. (1990). Identidad, despojo y restitución. Buenos Aires: Contrapunto.
Heynssens, S. (2016). “Practices of displacement: Forced migration of mixed-race children from
colonial Ruanda-Urundi to Belgium”, Journal of Migration History, 2:1, pp. 1-31.
Hunt, L. (2010). La invención de los derechos humanos. Barcelona: Tusquets.
Iturralde, M. (2015). El terrorismo de Estado en noticias. Clarín ante la cuestión de los derechos
humanos (1975-1985). Tesis de doctorado en Ciencias Sociales, Buenos Aires y Los Polvorines,
Instituto de Desarrollo Económico y Social y Universidad Nacional de General Sarmiento.
Huyssen, A. (2002). En busca del futuro perdido: cultura y memoria en tiempos de globalización.
Fondo de Cultura Económica.
Iud, A. (2013). “El juicio por el ‘Plan sistemático de apropiación de niños’, un hito en la lucha contra
la impunidad” en Derechos Humanos, II, 3, pp. 3-35.
Izaguirre, I. (1992) Los desaparecidos: recuperación de una identidad expropiada. Buenos Aires,
Serie Cuadernos, nº 9, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales.
Jacoby, R. (2011). El deseo nace del derrumbe, Madrid: La Central/Museo Reina Sofía.
440
Jasper, J. (2013). Las emociones y los movimientos sociales: veinte años de investigación. Revista
Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, 4(10), 48- 68.
Jelin, E. (1995). “La política de la memoria: El movimiento de derechos humanos y la construcción
democrática en Argentina”, en Acuña, Carlos et al. Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos
y justicias en la política argentina. Buenos Aires: Nueva visión.
--------- (2002). Los trabajos de la memoria. Buenos Aires: Colección "Memorias de la represión",
Siglo XXI.
---------- (2005). “Los derechos humanos entre el estado y la sociedad” en Suriano, J. (Dir.), Nueva
Historia Argentina, T. X: Dictadura y democracia (1976-2001), Buenos Aires: Sudamericana.
Jelin, E. y Azcárate, P. (1991), “Memoria y política: movimientos de Derechos Humanos y
constitución democrática”. América Latina Hoy, 1, pp. 29-38.
Jelin, E. y Kaufman, S. (eds.) (2006). Subjetividad y figuras de la Memoria. Madrid: Siglo XXI.
Jensen, S. (2010). Los exiliados. La lucha por los derechos humanos durante la dictadura. Buenos
Aires: Sudamericana.
Junqueira dos Santos, C. (2019). "/des/aparecer: histórias de imagens, fantasmas e espelhos".
MODOS. Revista de História da Arte. Campinas, v. 3, n.1, p.145-161. Disponible en:
https://www.publionline.iar. unicamp.br/index.php/mod/article/view/3768
Keck, M. y Sikkink, K. (2000). Activistas sin frontera: redes de defensa en política internacional.
México: Siglo XXI.
Kelly, P. W. (2015). “Derechos humanos y responsabilidad cristiana”: activismo cristiano
transnacional, derechos humanos y violencia de Estado en Brasil y Chile en los años setenta. En A.
Wilde (Comp.) Las Iglesias ante la violencia en América Latina: los derechos humanos en el pasado
y el presente. Ciudad de México: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Kircher, M. (2005). “La prensa escrita: actor social y político, espacio de producción cultural y fuente
de información histórica”. Revista de Historia, (10), 115-122.
Kitschelt, H. P. (1986). “Political opportunity structures and political protest: Anti-nuclear
movements in four democracies”. British journal of political science, 16(1), 57-85.
Koopmans, R. y Kriesi, H. (1995) “Institutional Structures and Prevailing Strategies”. En Hanspeter
Kriesi, Ruud Koopmans, JanWillem Duyvendak, and Marco G. Giugni (eds.), New Social
Movements in Western Europe: A Comparative Analysis. Minneapolis: University of Minnesota
Press, 26–52
Kotler, R. (Comp.) (2014). En el país del sí me acuerdo. Los orígenes nacionales e internacionales
del movimiento de derechos humanos argentino: de la dictadura a la transición. Buenos Aires:
Imago Mundi.
Kordon, D. R., & Edelman, L. I. (2007). Por-venires de la memoria: efectos psicológicos
multigeneracionales de la represión de la dictadura: hijos de desaparecidos. Asociación Madres de
Plaza de Mayo.
Kriesi, H. (2004). “Political context and opportunity” en Snow, D. A., Soule, S. A., & Kriesi, H.
(Eds.). (2008). The Blackwell companion to social movements. Oxford: John Wiley & Sons, 67-90.

441
Laino Sanchis, Fabricio (2017). “Discursos y representaciones en disputa en torno a la problemática
de los « niños desaparecidos » durante la transición y los primeros años de democracia en Argentina
(1980-1997)”. Seminario “Amérique latine histoire et mémoire”, Universidad París 8. Disponible
en: https://alhim.hypotheses.org/1058
--------- (2018). “Sentidos en disputa: la problemática de los ‘niños desaparecidos’ durante la
transición democrática argentina (1982-1984).” Question, 1(58).
--------- (2020): “Salir al mundo en tiempos de dictadura: Abuelas de Plaza de Mayo y las redes
transnacionales de derechos humanos (1977-1983)”. Quinto Sol. Revista de Historia, 24 (1).
Landi, O. y González Bombal, I. (1995). “Los derechos en la cultura política”. En Acuña, C. et al.,
Juicio, castigos y memorias. Derechos humanos y justicia en la política argentina. Buenos Aires:
Ediciones Nueva Visión.
Lanusse, L. (2005). Montoneros. El mito de sus 12 fundadores. Buenos Aires: Vergara.
Laqueur, T. (1989). Bodies, Details, and the Humanitarian Narrative. En L. Hunt (Ed.) The New
Cultural History (pp. 176-204). Berkeley/Los Ángeles: University of California Press.
Leiras, M. (2007). “La incidencia de las organizaciones de la sociedad civil en las políticas públicas.
Definiciones, explicaciones y evaluaciones de la literatura especializada local e internacional”.
En Acuña, C. H., & Vacchieri, A. (2007). La incidencia política de la sociedad civil. Buenos Aires:
Siglo XXI, 17-66.
Leis, H. R., El movimiento por los derechos humanos y la política argentina. Buenos Aires: CEAL.
Lima, S. (2004). CLAMOR: a vitoria de uma conspiraçao brasileira. Sao Paulo: Objetiva.
Llobet, V. (2013). “La producción de la categoría niños sujeto de derechos y el discurso “psi” en las
políticas sociales en Argentina. Reflexiones sobre el proceso de transición institucional” En: Llobet,
V. (Ed.). (2014) Pensar la infancia desde América Latina: un estado de la cuestión 1a ed. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: CLACSO.
Lo Giúdice, A. (comp.)(2005). Psicoanálisis. Restitución, apropiación, filiación. Buenos Aires:
Abuelas de Plaza de Mayo.
Longoni, A. (2010). “Fotos y siluetas: dos estrategias en la representación de los desaparecidos”. En
Crenzel, E. (comp.). Los desaparecidos en la Argentina. Memorias, representaciones e ideas (1983-
2008), Buenos Aires: Biblos, 35-57.
Lorenz, F. (2002) “¿De quién es el 24 de marzo? Las luchas por la memoria del golpe de 1976”, en
Jelin, E. (comp.) Las conmemoraciones en las fechas in-felices, Buenos Aires: Siglo XXI.
---------- (2011). “Las movilizaciones por los derechos humanos (1976-2006)” en Lobato, M.
Z, Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX, Buenos Aires: Editorial Biblos.
Lutz, Helen y Sikkink, Kathryn (2001). The Justice Cascade: The Evolution and Impact of Foreign
Human Rights Trials in Latin America. Chicago Journal of International Law, vol. 2, nº 1.
Disponible en: https://chicagounbound.uchicago.edu/cjil/vol2/iss1/3
Lvovich, D. y Bisquert, J. (2008), La cambiante memoria de la dictadura. Discursos públicos,
movimientos sociales y legitimidad democrática, Biblioteca Nacional/Universidad Nacional de
General Sarmiento, Buenos Aires.

442
Macedo, F. (2015). “Action humanitaire et adoption d’enfants étrangers en Suisse. Le cas de Terre
des hommes (1960-1969)”. Relations internationales, (1), 81-94.
Mackevicius, Carlos (2014), Entrevista a Adrián Krmpotic, Buenos Aires: Centro de Estudios
Contemporáneos.
Mallimaci, F. (1992). “El catolicismo argentino desde el liberalismo integral a la hegemonía militar”,
en M. Cristina Liboreiro (ed.), 500 años de cristianismo en Argentina. Buenos Aires: Centro Nueva
Tierra-CEHILA.
Mancuso, M. (2015). La Voz, el otro diario de los montoneros. Buenos Aires: Punto de Encuentro.
Maniga, G. (2011) “Los juicios en Italia” en Andreozzi, G. (comp.), Juicios por crímenes de lesa
humanidad en Argentina, Buenos Aires: Editorial Atuel.
Manzano, V. (2019). Tiempos de destape: sexo, cultura y política en la Argentina de los
ochenta. Mora, 24 (en prensa).
Markarian, V. (2004). De la lógica revolucionaria a las razones humanitarias: los exiliados uruguayos
y las redes transnacionales de derechos humanos. Cuadernos del CLAEH, 89, 85-108.
McAdam, D. (1996). “Conceptual origins, current problems, future directions”. Comparative
perspectives on social movements: Political opportunities, mobilizing structures, and cultural
framings, 23-40.
Mckenzie, B. y Hudson, P. (1985). "Native children, child welfare, and the colonization of Native
people”, en Levitt, K. y Wharf, B. (eds.), The challenge of child welfare, Vancouver, University of
British Columbia Press, pp.125-141.
Medina, H. M. (2010). Archivos, imágenes y narrativas del parentesco: la construcción de espacios
biográficos de jóvenes restituidos en la pos-dictadura argentina. Tesis de Maestría en Ciencias
Sociales y Humanidades. Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes.
Medovoi, L. (2005). Rebels: Youth and the Cold War origins of identity. Durham y Londres: Duke
University Press.
Messina, L. (2016) “Reflexiones sobre la articulación estado-sociedad civil en las políticas de la
memoria en Argentina”. Revista Memória em Rede, 8 (15), 109-136.
Merry, S. E. (2005). “Anthropology and activism: researching human rights across porous
boundaries”. PoLAR, 28.
Mignolo, W. D. (2003). Historias locales/diseños globales: colonialidad, conocimientos subalternos
y pensamiento fronterizo (Vol. 18). Ediciones Akal.
Mignone, E. F. (1986). “Iglesia y dictadura. La experiencia argentina”. Nueva Sociedad, 82, 121-
128.
----------- (1990), “Los decretos de indulto en la república Argentina” Revista IIDH, (12), 259-278.
Mira Delli-Zotti, G. y Estebán, F. O. (2007). “La construcción de un espacio político transnacional
iberoamericano de defensa de los DDHH: el caso de la Asociación Argentina pro Derechos Humanos
de Madrid”. Historia Actual Online, (14), 55-66.
Mosches, J. C. (1997): El otoño de los asesinos, Madrid, Plaza y Valdés.

443
Montero, A. S. y Vincent, L. (2013). “Del ‘peronismo impuro’ al ‘kirchnerismo puro’: la
construcción de una identidad política hegemónica durante la presidencia de Néstor Kirchner en
Argentina (2003-2007)”; Postdata; 18; 123-157.
Morello, G. (2015). “Las transformaciones del catolicismo en situaciones de violencia política:
Córdoba, Argentina, 1960-1980”. En: Wilde, A. Las Iglesias ante la violencia en América Latina:
los derechos humanos en el pasado y el presente. Ciudad de México: FLACSO.
Moyn, S. (2010). The Last Utopia. Human Rights in History. Cambridge, MA: Harvard University
Press.
Nagy, M. y Papazian, A. (2011). “El campo de concentración de Martín García. Entre el control
estatal dentro de la isla y las prácticas de distribución de indígenas (1871-1886)”, Corpus. Archivos
virtuales de la alteridad americana, 1 (2). Disponible
en: http://ppct.caicyt.gov.ar/index.php/corpus/article/view/392/1593
Nino, C. (1997) Juicio al mal absoluto. Los fundamentos y la historia del juicio a las juntas del
proceso. Buenos Aires: Emecé.
Noriega, J. (1992). "American Indian education in the United States: Indoctrination for subordination
to colonialism", en Annette JAIMES (comp.), The state of Native America: Genocide, colonization,
and resistance, Boston: South Ed. Press, 371-402.
Nosiglia, J. (1985). Botín de guerra. Buenos Aires: Tierra Fértil.
Oberlin, A. (2011) “El proceso de justicia desde la mirada de una abogada representante de víctimas
y militante de H.I.J.O.S.” en Andreozzi, G., Juicios por crímenes de lesa humanidad en Argentina.
Buenos Aires: Cara o ceca.
Oberti, A. (2015). Las revolucionarias. Militancia, vida cotidiana y afectividad en los setenta,
Buenos Aires, Edhasa.
Oberti, A. & Bacci, C. (2014). “Sobre el testimonio: una introducción”. Clepsidra. Revista
Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, 1(1), 5-13.
Oberti, A. y Pittaluga, R. (2006). Memorias en montaje. Escrituras de la militancia y pensamientos
sobre la historia. Buenos Aires: El Cielo por Asalto.
O’Donnell, G. y Schmitter, P. (2010 [1986]). Transiciones desde un gobierno autoritario. Buenos
Aires: Prometeo
Oren, L. (2001). "Righting Child Custody Wrongs: The Children of the Disappeared in
Argentina". Harvard Human Right Journal, 14, 123-195.
Ortiz, R., & Schorr, M. (2006). “Crisis del Estado y pujas interburguesas. La economía política de
la hiperinflación” en Pucciarelli, A. R. Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la
democracia del poder? Buenos Aires: Siglo XXI, 461-510.
Palermo. V. y Novaro, M (2003). La dictadura militar (1976-1983): del golpe de estado a la
restauración democrática. Buenos Aires: Paidós.
Pérez, A.; Divito, M. (2005). "La autoría en el fallo dictado a las juntas militares", en D'Alessio, A.
(Dir.) Elementos de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal, Buenos Aires: La Ley.
Pérez, M. E y Grandi, Y. (1990). “Algún día...”. Buenos Aires: Abuelas de Plaza de Mayo/PAZ

444
Pittaluga, R. (2010). "El pasado reciente argentino: interrogaciones en torno a dos problemáticas".
En Bohoslavsky, E., Franco, M., Iglesias, M. y Lvovich, D., Problemas de historia reciente del Cono
Sur, 1, Buenos Aires: Prometeo/UNGS, 23-35.
Pollak, M. (2006), Memoria, silencio y olvido. La construcción social de identidades frente a las
situaciones límite. La Plata: Al Margen Editorial.
Pons Prades, E. (2004). Los niños republicanos en la guerra de España, Madrid, Oberon,
Pontoriero, E. (2016a): "En torno a los orígenes del terror de Estado en la Argentina de la década del
setenta: cuándo, cómo y por qué los militares decidieron el exterminio clandestino", Papeles de
Trabajo 10:17, pp. 30-50.
---------------- (2016b): “‘Preparativos de guerra’: Ejército, doctrina antisubversiva y planes
represivos en los orígenes del terror de Estado, 1973-1976”, Revista Universitaria de Historia
Militar, 5:10, pp. 319-339.
Portelli, A. (1991) “Lo que hace diferente a la historia oral” en Schwarzstein, D. (comp.), La Historia
Oral, Buenos Aires: CEAL.
------------ (2014) Portelli, A. (2014). “Las funciones del olvido: escritura, oralidad tradición”
en Lvovich, D. y Flier, P. (2014) (comps.) Los usos del olvido. Recorridos, dimensiones y nuevas
preguntas. Rosario: Prohistoria ediciones.
------------ (2016). Historias orales. Narración, imaginación y diálogo. Rosario: Prohistoria
ediciones-FaHCE UNLP.
Price Cohen, C. (1990). The Role of Nongovernmental Organizations in the Drafting of the
Convention on the Rights of the Child. Human Rights Quarterly, 12(1), 137-147.
Quaretti, L. (2017). ¿Quiénes merecen ser castigados? La configuración de un régimen de
responsabilidad por la violencia del pasado reciente (Argentina 2003-2007). Tesis de Maestría en
Ciencias Políticas, Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional San Martín, Buenos
Aires.
Quintana, M. M. (2016). Emergencia y agencia de Abuelas de Plaza de Mayo: un análisis del
proceso de subjetivación político-discursiva de la organización y de su producción de fundamentos
de identidad en torno de los niños y jóvenes apropiados/restituidos. Tesis de Doctorado en Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras.
--------------- (2018) “Discursos disciplinares y construcción de saberes científicos en torno de la
apropiación/restitución de niños en Argentina. Un abordaje de Identidad, despojo y restitución de
Abuelas de Plaza de Mayo”. Sociedad y Discurso, (32), 127-149.
Quiroga, H. (2004 [1993]). El tiempo del proceso. Conflictos y coincidencias entre políticos y
militares, 1976-1983, Rosario: Homo Sapiens.
Ramos Padilla, J. M. (2006). Chicha. La fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. Buenos Aires:
Editorial Dunken.
Regueiro, S. (2008). “Maternidades clandestinas de Campo de Mayo. Tramas burocráticas en la
administración de nacimiento”. En Tarducci, M. (comp.), Maternidades en el Siglo XXI. Buenos
Aires: Espacio Editorial.

445
------------ (2013) Apropiación de niños, familias y justicia. Argentina (1976-2012). Rosario:
Prohistoria.
------------ (2014). De secuestros y localizaciones de niños y niñas “desaparecidos/as”: los albores
del activismo de Abuelas de Plaza de Mayo. Zona Franca. Revista del Centro Interdisciplinario
sobre Mujeres, 12 (23), 37-45.
Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado – RUVTE (2015): Informe de
Investigación sobre Víctimas de Desaparición Forzada y Asesinato. Buenos Aires: Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos.
Rein, R. (2018). “La pelota y la política internacional: protestas contra la Copa Mundial de Fútbol
1978” en Rein, R., Gruschesky, M. Y Daskal, R. (comps.), Clubes de fútbol en tiempos de dictadura.
San Martín: UNSAM Edita, Universidad Nacional de General San Martín.
Revel, J. (Ed.). (2015). Juegos de escalas: experiencias de microanálisis. San Martín: UNSAM
Edita, Universidad Nacional de General San Martín.
Ricoeur, P. (1996). Sí mismo como otro. Madrid: Siglo XXI.
Roche, S. (2013). “Categories of Analysis and Categories of Practice since the Tajik Civil
War”. Antropologia, (16).
Roht-Arriaza, N. (2005). The Pinochet effect: transnational justice in the age of human rights.
Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
Rucht, D. (2004). “Movement allies, adversaries, and third parties”. En Snow, D. A., Soule, S. A., y
Kriesi, H. (Eds.). The Blackwell companion to social movements. Oxford: Blackwell
Publishing. 197-216.
Ruderer, S. (2010). “Religión y violencia en Argentina y Chile. Una cuestión de
legitimación”. Prohal Monográfico, Revista del Programa de Historia de América Latina, 2, 83-
120.
Ryfman, P. (2008). Une histoire de l’humanitaire. París: La Découverte.
Salvi, V. (2015). “Guerra, subversivos y muertos. Un estudio sobre las declaraciones de militares en
el primer año de democracia” en Feld, C. y Franco, M., Democracia, hora cero. Actores, políticas y
debates en los inicios de la posdictadura, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 153-194.
Sarlo, B. (2005). Tiempo pasado: cultura de la memoria y primera persona. Buenos Aires: Siglo
XXI.
Sarrabayrouse Oliveira, M. J. (2011). Poder Judicial y dictadura. El caso de la morgue judicial.
Buenos Aires: Del Puerto.
Scocco, Marianela (2016). “Búsqueda, denuncia y organización. Los comienzos de los organismos
de derechos humanos en Rosario (1976-1982)”. Revista de Historia, 17, 224-226.
Serra Padrós, E. y Slatman. S (2012). “Coordinaciones represivas en el Cono Sur (1964-1991)”,
Taller (Segunda Época). Revista de Sociedad, Cultura y Política en América Latina, 1:1, pp. 27-32.
Sikkink, K. (1996). “The Emergence, Evolution, and Effectiveness of the Latin American Human
Rights Network”. En E. Jelin y E. Hershberg (Eds.) Constructing Democracy: Human Rights,
Citizenship, and Society in Latin America (pp. 59-84). Boulder: Westview Press.

446
Sikkink, K., y Walling, C. B. (2008). “La cascada de justicia y el impacto de los juicios de derechos
humanos en América Latina”. Cuadernos del CLAEH, 31, pp. 15-40.
Slepoy, C. (2011) “Impunidad y justicia universal en relación a los crímenes lesivos para la
humanidad. Los juicios de España”, en Andreozzi, G. (comp.), Juicios por crímenes de lesa
humanidad en Argentina. Buenos Aires: Editorial Atuel.
Solís, A. C. (2014). “De las comisiones a los organismos en Córdoba: derechos humanos, dictadura
y democratización”. En Kotler, R. (comp.). En el país del sí me acuerdo. Los orígenes nacionales y
transnacionales del movimiento de derechos humanos en Argentina: de la dictadura a la transición
(129-156). Buenos Aires: Imago Mundi.
Sondereguer, M. (1985). “Aparición con vida. El movimiento de derechos humanos en Argentina”.
En Elizabeth Jelin (Ed.), Los movimientos sociales/2. Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina.
Stake, R. E. (1995). The art of case study research. Sage.
Stewart, G. A. (1992). "Interpreting the Child's Right to Identity in the U.N. Convention on the Rights
of the Child", Family Law Quarterly, 26 (3), pp. 221-233.
Sutton, B. (2018). Surviving State Terror: Women’s Testimonies of Repression and Resistance in
Argentina. Nueva York: NYU Press.
Svampa, M. (2011) "La política en las calles: Lenguajes de movilización y espacio público en la
época contemporánea” en Lobato, M. Z (ed.), Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el
siglo XX, Buenos Aires: Editorial Biblos, 143 – 175.
Tahir, N. (2015). Argentine. Mémoires de la dictature. Rennes: Presses Universitaires de Rennes.
Tarducci, M. (2013). “Adopción y parentesco desde la antropología feminista”. La ventana, 13, 106
– 145.
Teitel, R. G. (2003). "Transitional Justice Genealogy", Harvard Human Rights Journal, 16, 69-94.
Teubal, R. (2003). “La restitución de niños desaparecidos-apropiados por la dictadura militar
argentina: análisis de algunos aspectos psicológicos”. Alternativas. Cuadernos de Trabajo Social, N.
11 (diciembre 2003); pp. 227-245.
Tiscornia, S. (comp.) (2004). Burocracias y violencia. Estudios de antropología jurídica. Buenos
Aires: Antropofagia.
Thompson, E. P. (2012 [1963]). La formación de la clase obrera en Inglaterra. Madrid: Capitán
Swing.
Unger, S. (1997) (ed.): The destruction of American Indian families, New York: Association on
American Indian Affairs.
Urosevich, F (2015). “La apropiación sistemática y planificada de niños como práctica social
genocida. El caso de la Escuela Mecánica de la Armada”, Tela de Juicio, 1, 81-94.
Van Boven, T. (1997). “Prevención de la apropiación de niños”. En Abuelas de Plaza de Mayo
(orgs.), Restitución de niños. Buenos Aires: Eudeba.
Usubiaga, V. (2012) Imágenes inestables: artes visuales, dictadura y democracia en Argentina,
Buenos. Aires: Edhasa.

447
Varsi-Rospigliosi, E. (1999). Filiación, derecho y genética: aproximaciones a la teoría de la
filiación biológica. Lima: Universidad de Lima/Fondo de Cultura Económica
Veiga, R. (1985). Las organizaciones de derechos humanos. Buenos Aires: CEAL.
Verhellen, E. (2002). La Convención Sobre Los Derechos Del Nino: Trasfondo, Motivos,
Estrategias, Temas Principales. Amberes: Garant.
Verbitsky, H. (1995), El vuelo, Buenos Aires, Editorial Planeta.
Vezzetti, H. (2002). Pasado y presente: guerra, dictadura y sociedad en la Argentina. Buenos Aires:
Siglo XXI.
Villalta, C. (2010) “La administración de la infancia en debate. Entre tensiones y
reconfiguraciones institucionales”. Estudios en Antropología Social, No. 2, Vol. 1,
81-99. Buenos Aires: CAS/IDES.
------------- (2012). Entregas y secuestros. El rol del Estado en la apropiación de niños. Buenos
Aires: Del Puerto.
Vinyes Ribas, R. (2015): “Estructura del sistema de capturas, deportaciones y pérdidas infantiles
establecido por la dictadura del general Francisco Franco, 1938-1949”, FIBGAR (Fundación
Internacional Baltasar Garzón) Serie Working Papers,
http://www.fibgar.org/upload/publicaciones/9/es/estructura-del-sistema-de-capturas---
deportaciones-y-perdidas-infantiles---establecido-por-la-dictadura-del-general---francisco-franco--
1938-1949.pdf (consultado por última vez el 25-02-2019).
Vinyes Ribas, R., Armengou, M. y Belis, R. (2002): Los niños perdidos del franquismo, Barcelona,
Plaza & Janés, 2002.
Visacovsky, S. (2005). “El temor a escribir sobre historias sagradas. Memoria social, moralidad
política y audiencias nativas en la Argentina” en Frederic, S. y Soprano, G. (comps.), Cultura y
política en etnografías sobre la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.
Wieviorka, A. (2006). The Era of Witness. Ithaca: Cornell University Press.
Wilkie, M. (1997). Bringing them home: Report of the national inquiry into the separation of
Aboriginal and Torres Strait Islander children from their families, Sidney, Human Rights and Equal
Opportunity Commission.
Yankelevich, P. (2009). Ráfagas de un exilio: argentinos en México, 1974-1983. Ciudad de México:
Colegio De México AC.
Yannuzzi, M. A. (1996). Política y dictadura. Rosario: Fundación Ross.
Zahra, T. (2011): The Lost Children. Reconstructing Europe’s Families after World War II,
Cambridge, Massachusetts y Londres, Inglaterra, Harvard University Press, 20011.
Zizek, S. (2011). “Against human rights” en Rathore, A. y Cistelecan, A. (eds.) Wronging Rights?
Philosophical Challenges to Human Rights, London; New York: Royledge, 149-167.
Zubillaga, P. (2019). Orígenes y consolidación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo de Mar
del Plata. Tesis de Maestría en Historia y Memoria. La Plata, Universidad Nacional de La Plata.
Zuker, C. (2004). El tren de la victoria. Buenos Aires: Sudamericana.

448
Fuentes
La siguiente no es una compilación exhaustiva de todas las fuentes utilizadas en la tesis, que se
encuentran citadas a pie de página a lo largo del texto. Se ofrece aquí un listado de los archivos y
repositorios consultados y de los testimonios recabados.

Archivos

1. Archivo Oral de la Asociación Civil Memoria Abierta.


2. Archivos de Desarrollo y Paz – Caritas Canadá.
3. Archivo Nacional de la Memoria.
4. Asociación Abuelas de Plaza de Mayo – Archivo Histórico.
5. Centro de Documentación e Información del Instituto de Investigaciones Gino Germani
6. Centro de Estudios Legales y Sociales - Archivo institucional del CELS.
7. Centro Nacional de los Archivos de la Iglesia de Francia.
8. Comisión Provincial de la Memoria – Fondo DIPPBA, División Central de Documentación,
Registro y Archivo.

Bibliotecas

1. Biblioteca de Documentación Internacional Contemporánea de la Universidad París X


2. Biblioteca del Instituto de Desarrollo Económico y Social
3. Biblioteca Nacional Mariano Moreno

Repositorios digitales

1. Archivos Históricos de Cancillería: http://desclasificacion.cancilleria.gob.ar/


2. Archivo Testimonial del Programa de Derechos Humanos de la Biblioteca Nacional Mariano
Moreno: https://www.bn.gov.ar/biblioteca/centros/ddhh
3. Archivos en Uso: http://www.archivosenuso.org/
4. Congreso de la Nación Argentina - Dirección General Información Parlamentaria y Archivo.
Debates parlamentarios: Leyes 20.000 a 24.000 https://bit.ly/2Zt97h2; Leyes 24.001 a 27.000
https://bit.ly/2EVYWIo
5. Comisión Interamericana de Derechos Humanos www.cidh.oas.org
6. Información Legislativa y Documental (Infoleg): http://www.infoleg.gob.ar/

449
Publicaciones periódicas

The Buenos Aires Herald, 1978-1983


The Global Village Voice. 1979 – 1981
Clarín, 1976-2004
La Nación, 1976-2004
Página 12, 1987-2004

Leyes, decretos y resoluciones

Ley 23.049 “Reforma del Código de Justicia Militar”


Ley 23.521, “Punto Final”
Ley N° 23511 “Banco Nacional de Datos Genéticos”.
Ley 23.521, “Obediencia Debida”.
Ley 23.849, “Ratificación Convención sobre los Derechos del Niño”
Ley 25457, “Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad”
Ley 26.001. “Día Nacional del Derecho a la Identidad”
Ley 26584 “Banco Nacional de Datos Genéticos (2)”
Decreto 187/83, “Comisión Nacional sobre la Desaparición de personas”.
Decreto N° 3090/1984. “Créase Subsecretaría de Derechos Humanos”
Decreto 700/89, “Reglaméntase la Ley 23.511”.
Decretos 1002,1003, 1004 y 1005 de 1989, “Indultos”
Decretos 2741, 2742 y 2743 de 1990, “Indultos”
Decreto 8/98, “Trasládase ESMA a Base Naval de Puerto Belgrano”
Resolución municipal 143/84

Fuentes judiciales

Corte Suprema de Justicia de la Nación: Expte. M-734-L.XVII, 1978, “Mariani y otras s/pedido en
favor de sus respectivos nietos”, f. 31, 20 de julio de 1978.
Corte Suprema de Justicia de la Nación: Expte. P-545 RH, 1980, “Pavón de Aguilar, Elsa Beatriz y
otras s/pedido”, f. 4
Sentencia Causas 1351, 1499, 1584, 1604, 1730 Y 1772 “Plan sistemático de apropiación de
menores”, Tribunal Oral Federal N° 6, 5 de julio de 2012

Testimonios

Entrevistas propias
Entrevista a Cristina Bettanin, Buenos Aires, 9 de octubre de 2017.
Entrevista a Marcelo Castillo, Buenos Aires, 23 de mayo de 2018.
Entrevista a Elena Gallinari Abinet, Córdoba, 2 de agosto de 2018.
Entrevista a Delia Giovanola, Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016.
450
Entrevista a María Cecilia Gómez Pinilla, París, 17 de noviembre de 2017.
Entrevista a Luciana Guglielmo, Buenos Aires, 14 de marzo 2018
Entrevista a Aníbal Ibarra, Buenos Aires, 21 de marzo de 2018.
Entrevista a Norberto Liwski, Buenos Aires, 27 de agosto de 2018.
Entrevista a Adriana Metz, Mar del Plata, 22 de mayo de 2018.
Entrevista a Martín Ogando, Buenos Aires, 17 de septiembre de 2016
Entrevista a Alicia Pierini, Buenos Aires, 13 de septiembre de 2019.
Entrevista a Héctor Rombola, Buenos Aires, 4 de enero de 2017
Entrevista a Tatiana Ruarte Britos Sfiligoy, Buenos Aires, 19 de julio de 2017.
Entrevista a Rosa Tarlovsky de Roisinblit, Buenos Aires, 20 de septiembre de 2016.
Entrevista a Sonia Torres, Córdoba, 2 de agosto de 2018.
Entrevista a Clarisa Veiga, Buenos Aires, 29 de junio de 2018.
Entrevista del autor junto con Victoria Álvarez y Erandi Mejia Arregui a María Isabel (“Chicha”)
Chorobik de Mariani, La Plata, 6 de julio de 2016.

Entrevistas en repositorios
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2002.
Entrevista a Delia Giovanola, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2002.
Entrevista a Elsa Pavón, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2002.
Entrevista a Vilma Sesarego, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2002.
Entrevista a Alcira Ríos, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2003.
Entrevista a Alicia Carminati, Archivo Oral de Memoria Abierta, 2006.
Testimonio de Graciela Irma Trotta en el Juicio a las Juntas, Archivo Oral de Memoria Abierta, 1985.
Entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani, Archivo Testimonial del Programa de Derechos
Humanos de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 8 de agosto de 2012.
Entrevista a Mike Flynn realizada por Héctor Rombola, Toronto, Canadá, 15 de mayo de 2017.

451

También podría gustarte