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#2022

Psicopatología
Tomo I
Nota de edición

Esta edición de 3 tomos se encuentra ordenada a partir del cronograma


2022 dispuesto por la cátedra. Es por ello que recomendamos tener el
cronograma a mano para seguir la lectura correspondiente de los
textos.

La división de los tomos fue hecha de acuerdo a las fechas de parciales:

• Tomo I (unidades 1,2,3,4)


• Tomo II (unidades 5,6,7,8,9)
• Tomo III (unidades 10,11,12,13)

Sin embargo, téngase en cuenta que hay textos que se utilizan en varias
unidades por lo que usted encontrará los textos conformen aparezcan
por primera vez en el cronograma.
Paul Bercherie

Los
fundamentos
de la
clínica
Historia y estructura del saber psiquiátrico

MANANTIAL
Capítulo 1

PINEL

Si se quiere apreciar la importancia que tuvo Pinel para sus contemporáneos, el


carácter fundante que atribuyeron a su obra y la tradición que origina en él la psiquiatría
moderna, es necesario considerar no los aspectos positivos de su obra, sino el espíritu de su
trabajo.
En efecto, ni en el plano clínico, donde no agrega nada esencial a las descripciones de
los Antiguos o de sus predecesores inmediatos, ni en el plano nosológico, ni en el plano
institucional y terapéutico en el que toda la época instituyó nuevas prácticas (cf. Tuke,
Chiaruggi, o incluso en Francia, Daquin) sólo se encuentra en Pinel un espíritu claro y
sintético muy dotado para la observación y provisto de un dinamismo poco común.
En cambio, en el plano del método, veremos que funda una tradición: la de la Clínica,
como camino consciente y sistemático.
Pinel se vincula con el grupo de los Ideólogos, que representa en Francia la síntesis de las
comentes de pensamiento renovadoras y radicalizantes que marcaron el siglo XVIII
Comparte con ellos los principios metodológicos que les parecen estar en la base de todo
trabajo verdaderamente científico. Herederos de la tradición nominalista, consideraban que
el conocimiento es un proceso cuya base es la observación empírica de los fenómenos que
constituyen la realidad. A esos fenómenos, materiales brutos de la percepción, el sabio
debe agruparlos y clasificarlos en función de sus analogías y de sus diferencias; constituirá
así clases, géneros, especies, evitando introducir en ese trabajo de análisis y síntesis su
subjetividad propia bajo la forma de "ídolos", cuyo origen Bacon denunció en el linde de la
edad clásica: los ídolos de la tribu, antropomorfismo espontáneo del pensamiento; los
ídolos de la caverna, inercia que no cuestiona las nociones inculcadas por la educación,
es decir la cultura ambiente; los ídolos del foro, seducción de las palabras y de la retórica,
pero también clasificaciones establecidas del lenguaje vulgar; los ídolos del teatro, prestigio
de los grandes sistemas filosóficos.
En la cima del edificio, las categorías obtenidas de la experiencia recibirán finalmente
el nombre que les da existencia en la ciencia. Este es el sentido del aforismo de Condillac:
"la Ciencia no es más que una lengua bien hecha". En efecto, una lengua que funcionase
correctamente nombraría a lo real y no a los ídolos que son una herramienta sospechosa
para el conocimiento.
Una disciplina sirve de modelo y de ideal a esta investigación: la historia natural y,
Particularmente, la obra de Buffon 2. En toda la obra de Pinel se encontrará el llamado a
16 LOS FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

un método finalmente "histórico" en la consideración de la locura, a "el espíritu de orden


y de investigación que reinan en todas las partes de la historia natural" 3. Se dedicará a la
aplicación rigurosa de la doctrina en el campo completo de la práctica médica: en el
campo clínico, es su obra Medicina clínica o la medicina hecha más precisa y más exacta
por la aplicación del Análisis; en la nosología, es la gran Nosografía Filosófica o el Método
del Análisis aplicado a la Medicina; finalmente, en el dominio particular de la alienación,
es el "Tratado médico-filosófico de la Alienación Mental".
La filosofía de la que se trata, el análisis, es el método del cual acabamos de hablar, tal
como los ideólogos lo reciben de Locke y de Condillac. Es interesante saber que es con su
maestro, el médico Sydenham, con quien Locke, que también se inició en la profesión
médica, encuentra los lineamientos de su teoría. Sydenham es uno de los iniciadores del
retorno a Hipócrates que marca todo el siglo XVIII, es decir, del retorno, más allá de los
dogmas explicativos de Galileo, a la observación empírica y clínica. Ciertamente, el
galenismo surge de la sistematización de las doctrinas de Hipócrates, pero éstas estaban en
equilibrio en Hipócrates con un verdadero culto de la observación clínica, que desaparece
en Galeno detrás del sistema. Sydenham transmitirá a Locke 4 una confianza en la
observación y una desconfianza en la teoría que volvemos a encontrar en Pinel, vía
Condillac y los Ideólogos, y cuyo último avatar será el positivismo de Auguste Comte: el
hombre puede confiar en sus facultades de observación y de análisis; los fenómenos tal
como se le aparecen no son la esencia de la realidad última, pero son suficientemente
"paralelos" a ella como para que pueda fundar en ellos un saber a la vez siempre
aproximativo y, sin embargo, valedero. No conocerá jamás, empero, verdaderamente lo
real (tal como Dios lo conoce) y es por lo tanto inútil que se consuma en vanos sistemas
explicativos. Por el contrario, conocerá suficientemente lo que se le presenta de lo real,
para obtener de él un conocimiento pragmáticamente eficaz y esto es lo único que
importa.
En el plano metodológico entonces se encontrará en Pinel un llamado a la frecuenta-
ción lo más extensa posible de lo real, es decir, en este caso, de la clínica, a esto se debe
su confianza en las opiniones de hombres "sin saber" como Pussin, el inspector de
Bicétre. Al mismo tiempo, recomienda formarse mediante el estudio de la historia natural y
la práctica de las matemáticas 5 en el espíritu de análisis, pues una observación
simplemente empírica sigue siendo intuitiva, no adquiere ningún estatuto en la ciencia, no es
acumulativa: debe pasar al lenguaje, adquirir una estructura enunciable; la clínica debe
devenir progresivamente una lectura, un texto escrito en la "lengua bien hecha" de
Condillac6. Al mismo tiempo, la clínica debe crearse un lenguaje, palabras nuevas, de
sentido preciso que, a diferencia de las palabras imprecisas y demasiado sometidas al
deslizamiento de sentido de la lengua vulgar, evocarán inmediatamente los fenómenos que
engloban. Por el análisis progresivo, por la frecuentación asidua del campo de la
observación, se constituirá un saber, cada vez más preciso aunque siempre limitado al
campo de los fenómenos.
Naturalmente es válido interrogarse sobre esta epistemología un poco ingenua, pero
queda en pie un hecho: Pinel abre la exploración sistemática de un campo y el
ordenamiento de los fenómenos que lo constituyen. Este camino ha sido el fundamento
sobre el cual se constituyó después el saber realmente positivo de la psiquiatría, una vez
que, como a menudo en el nacimiento de las ciencias, un hallazgo inesperado habrá
suministrado un método nuevo para explorar y clasificar los fenómenos. El postulado
sobre el que reposa la doctrina que Pinel, antes que Comte, retoma de Sydenham, Locke
y Condillac, se muestra, en efecto, sistemáticamente erróneo frente al avance
PINEL 17

del conocimiento científico: la incognoscibilidad de la esencia real de los fenómenos


es una verdad asintótica; en cada etapa del progreso de los conocimientos, parte de lo
que parecía constituir el problema de la esencia en la etapa precedente cae en el orden de
lo conocido y de lo explicado. El postulado positivista conducirá a Comte a rechazar,
entre otros, el conocimiento de la constitución físico-química de los planetas, que la
espectroscopia permitirá algunos años más tarde; pensará lo mismo en lo referente a la
constitución física de la materia, la matematización y los estudios microscópicos en
biología, etc... Igualmente, lo que parecía inaccesible a Pinel, fundará un conocimiento
concreto en la segunda mitad del siglo XIX.
Desde este punto de vista, la psiquiatría seguirá con un retraso de medio siglo la
evolución de la medicina: Pinel fue de aquellos que constituyeron la clínica médica como
observación y análisis sistemático de los fenómenos perceptibles de la enfermedad;
resultado de ello es su Nosografía. Allí aisló las grandes clases sintomáticas en las cuales la
anatomía patológica no juega más que un papel secundario en la clasificación: las
flegmasías o las hemorragias son clasificadas según el lugar donde se producen en el
cuerpo. Pero esto no constituye un elemento del nivel causal, sino uno de los síntomas del
proceso mórbido, el que permanece inaccesible. Menos de diez años más tarde, Bichat
planteará el principio de base del método anátomo-clínico: la lesión local explica el
cuadro clínico y éste no hace más que manifestarla en el exterior. Michel Foucault, que
presenta un notable cuadro de la evolución de los conocimientos y de las doctrinas en
medicina durante este período 7, opone demasiado estas dos etapas: una surge de la otra;
Bichat invoca a Pinel y la organización de la clínica ha suministrado tan sólo las bases
necesarias al método anátomo-clínico que, por otra parte, no hace caducar a la primera. El
camino empírico sigue siendo una condición previa necesaria para la investigación; debe
reconocerse, sin embargo, que cambia de aspecto al volverse orientado (hacia la investigación
de signos focales).
De la misma manera, veremos a Falret y su descendencia (Laségue, Falret hijo, Morel,
Kahlbaum) desbordar y conmocionar la clínica de Pinel y de Esquirol. Sin embargo, por una
parte, es sobre este fundamento como pudo realizarse la "revolución" de la segunda mitad
del siglo XIX; por la otra, y esto proviene de la especificidad del campo psiquiátrico,
la observación pura permanecerá al menos sectorialmente válida: sigue siendo la
condición necesaria, sino la finalidad última, del conocimiento.

***********

Ahora que el pensamiento de Pinel nos es más familiar, que hemos captado que el
último error que debe cometerse en relación a su obra es tratarla como un sistema
explicativo8, podemos comenzar a estudiar sus ideas positivas, las tesis muy prudentes y
bastante eclécticas que constituyen su doctrina psiquiátrica.
Pinel considera la alienación mental como una enfermedad en el sentido de las
enfermedades orgánicas, una perturbación de las funciones intelectuales, es decir, de las
funciones superiores del sistema nervioso 9. Por eso las ubica en la clase de las neurosis 10 es
decir, de las afecciones del sistema nervioso "sin inflamación ni lesión de estructura", y
que por lo tanto no entran ni en la clase de las flegmasías, ni en la de las hemorragias o
las lesiones orgánicas: son también afecciones sin fiebre. Debe indicarse sin embargo que,
tanto para la alienación mental como para las otras neurosis, cita numerosas causas lesionales
junto a alteraciones idénticas de la función sin lesión perceptible: lo importante es que la
lesión no es constante y que por lo tanto representa un elemento contingente. En el
18 LOS FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

capítulo de las lesiones orgánicas (clase 5 a- de la nosografía), sólo encontraremos un capítulo


sobre "las lesiones del cerebro y de sus meninges" a partir de la quinta edición (1813); incluso
sólo tiene cinco páginas y un contenido puramente crítico (en particular para la doctrina de
Gall) que volveremos a encontrar después en el Tratado de la alienación mental.
La alienación mental forma parte de las neurosis cerebrales, siendo el cerebro el asiento de
la mente; estas neurosis cerebrales son de dos tipos: abolición de la función (afecciones
comatosas), perturbación de la función (vesanias). Las vesanias comprenden la alienación
mental, la locura propiamente dicha y algunas otras "enfermedades mentales" que no
hacen del sujeto un alienado en sentido estricto:
- la hipocondría: cuya perturbación no supera la interpretación permanente e inquieta de
las sensaciones viscerales que Pinel considera como suficientemente reales, atribuyéndoles
frecuentemente un fundamento orgánico.
- el sonambulismo: que es una locura corta, una locura limitada al período del sueño;
Pinel, por otra parte, incluye en él a la pesadilla n .
- la hidrofobia: es decir la rabia, que en la primera edición había incluido dentro de las
neurosis espasmódicas a causa del espasmo laríngeo, y que termina clasificando dentro de
las vesanias, a causa de los trastornos psíquicos excitados y depresivos que constata en la
misma. Es entonces una transición hacia las neurosis motrices y viscerales, así como la
hipocondría es una transición, por sus múltiples parestesias, hacia las neurosis de los sentidos.
Efectivamente, una clasificación adecuada incluye clases de transición entre sus gran des
divisiones, siendo la naturaleza un continuo de formas 12.
Además, es necesario precisar que la alienación mental no forma una clase en la noso-
grafía, se vuelve a encontrar simplemente las cuatro especies que la constituyen en las ve-
sanías. Ella no es, en efecto, más que una categoría empírica, social, (las enfermedades
mentales crónicas justifican la internación), a eso se debe su dispersión en el seno de una
obra específicamente clasificatoria como la nosografía.
Ubicado el lugar y el estatuto de la locura 13, veamos su estudio concreto14. En primer
lugar las grandes clases en las que se reparten las manifestaciones mórbidas:
1) la manía propiamente dicha, en la que el delirio es general, es decir, que concierne a
todos los objetos, estando lesionadas muchas de las "funciones del entendimiento"
(percepción, memoria, juicio, afectividad, imaginación, etc.) y que se acompaña de una
viva agitación.
Pinel distingue, no obstante, una subvariedad que será la prenda de importantes batallas
futuras: la "manía sin delirio" o "manía razonante", en la que las funciones del enten-
dimiento están intactas y en la que no subsisten más que la alteración de la afectividad y la
excitación, a menudo furiosa.
2) La melancolía, en la que el delirio está limitado a un objeto o a una serie particular de
objetos, las facultades mentales permanecen intactas fuera de ese "núcleo" delirante y el
comportamiento sigue siendo coherente y comprensible, si se tiene en cuenta las ideas de-
lirantes. El estado afectivo y el tema del delirio pueden ser de naturaleza triste o de
naturaleza alegre y exaltada.
3) La demencia o abolición del pensamiento, y Pinel precisa que alude como tal al
pensamiento en el sentido de Condillac, es decir, el juicio. La demencia es entonces la
incoherencia en la manifestación de las facultades mentales, el desorden y la movilidad, la
existencia "automática"; la destrucción de la función de síntesis, se habría dicho un
poco más adelante.
PINEL 19

4) El idiotismo u obliteración de las facultades intelectuales y afectivas, es decir, la supre-


sión más o menos completa de la actividad mental, quedando el sujeto reducido a una
existencia vegetativa, con restos esporádicos de actividad psíquica (ensoñaciones dulces,
sonidos semiarticulados, crisis de excitación). Puede ser congénita o adquirida, y entonces a
menudo transitoria.
Subrayemos enseguida el error profundo que constituiría toda tentativa de identificar
estas categorías, puramente sintomáticas, con nuestras entidades actuales. Los términos
que sobrevivieron podrían fácilmente inducir al error, y todavía se ve a historiadores
según los cuales Pinel habría descripto la melancolía o la manía, pero no habría aislado la
paranoia o habría confundido esquizofrenia e idiotez. Pinel, naturalmente, vio todo, pero no
con nuestra mirada; su nosología apunta a crear grandes clases fenoménicas, de
comportamientos, persuadido como está de que esas grandes divisiones recubren algo de la
esencia de lo real. Nosotros pensamos con categorías muy diferentes: son para nosotros los
pequeños signos los que importan y los que definen el fenómeno. La manía de Pinel (e
inclusive, excluyendo la manía sin delirio) incluye los estados de agitación, ya sea los que
consideramos actualmente maníacos o epilépticos, confusionales, esquizofrénicos, delirantes,
ansiosos, histéricos. Por otra parte, estas categorías pueden "complicarse" 15: accesos
maníacos en la demencia, el idiotismo, o la melancolía, idiotismo terminando la manía o
lo contrario, etc.
Es la misma concepción que hace de la alienación mental una unidad, pues empírica y
metodológicamente forma un grupo homogéneo de fenómenos, claramente diferente de
las otras enfermedades y, por ende, detrás de los fenómenos corresponden a algo de las
esencias 16. Es el lugar para precisar un punto que tendrá una cierta importancia en lo que
sigue: la Nosografía clasifica las enfermedades mentales en grandes categorías,
sirviéndose para ello de los síntomas más notorios; es entonces con las fiebres (primera de
las cinco clases) en parte y sobre todo con las flegmasías (inflamaciones: segunda clase)
donde es clasificado el delirio febril agudo, siendo allí el delirio un síntoma y no el
fenómeno esencial. Por lo tanto, sin que el problema esté bien explicitado, Pinel mismo
comienza el trabajo de separación de las locuras sintomáticas y de las locuras idiopáticas o
esenciales que continuará como veremos a lo largo de todo el siglo XIX a través de
Georget, Baillarger, Magnan y finalmente Kraepelin.
Para el trabajo de descripción clínica que emprende y que debe proseguirse, a partir de
las grandes clases que ha definido, hacia una precisión y una fineza cada vez más grande,
Pinel recomienda continuamente utilizar, tanto como se pueda, el trabajo de los psicólogos
y en particular el de Locke y Condillac. Para estudiar en su detalle las perturbaciones de las
funciones mentales en la locura, lo mejor es empaparse con sus observaciones, con el análisis
que realizaron de las funciones de la mente normal, lo que facilitará la descripción de los
trastornos de esas funciones en el alienado.
Así, lo que no constituía más que un pequeño capítulo de la primera edición del
tratado (p. 21 a 25) se transformará en la segunda sección de la segunda edición (p. 55 a
128), ancestro de todos los capítulos de semiología de los tratados posteriores, donde se
examinan las perturbaciones de las diversas facultades del entendimiento: sensibilidad,
percepción, pensamiento, memoria, juicio, emociones y afecciones morales, imaginación,
carácter. La división es tomada de los análisis clásicos de esas facultades en aquella época.
Incluso allí, Pinel da pruebas de prudencia y eclecticismo y, por ejemplo, no se privará, a
propósito de la manía sin delirio, de criticar a Locke (p. 149, primera edición), a pesar de su
'justa admiración" por haber supuesto siempre una lesión intelectual, es decir, una idea
delirante como fuente de la locura. El horror a los sistemas no se limita en él a los de
20 LOS FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

sus adversarios: aconseja para evitar "las divagaciones del Ideologismo" no pedir prestado a
esas ciencias "accesorias" ideas sino "con una suerte de sobriedad, sólo tomar aquellas que
son las menos cuestionadas" y agregarles la observación (p. 51 y 52 de la
introducción, primera edición).

El rechazo de todo sistema totalizante no impide a Pinel profesar una doctrina


bastante precisa sobre la alienación mental, que ahora resumiremos.
Hemos visto que, como Cabanis, es partidario de una concepción materialista psico-
fisiologista: la mente es una manifestación del funcionamiento del cerebro y las "relaciones
de lo físico y de lo moral en el hombre" 17 le parecen fundamentales y permanentes. La
locura, la concibe entonces como un desarreglo de las facultades cerebrales, y propondrá
a ese desarreglo cierto número de causas:
1) causas físicas primero:
— directamente cerebrales: un golpe violento sufrido en la cabeza, una conformación vi-
ciosa del cráneo (mantiene en particular esta causa para algunos casos de idiotismo
congénito, a los que consagra la séptima sección de la segunda edición del tratado).
- simpáticas, es decir que alcanzan el cerebro como consecuencia de sus lazos con los
otros órganos del cuerpo: supresión brusca de un exutorio o de una hemorragia 18, de una
afección cutánea o de un herpes, gota, consecuencias de diversas fiebres.
Se relacionan con este orden de causas, las causas fisiológicas (partos, edad crítica de
las mujeres) y el hábito de la ebriedad.
2) la herencia, a la cual Pinel le otorga un lugar destacado, ya que es el primer
parágrafo del capítulo de causas (segunda edición).
3) finalmente, las famosas causas morales, que se pueden ordenar en dos rúbricas, en
constante interacción por otra parte:
- las pasiones intensas y fuertemente contrariadas o prolongadas.
— los excesos de todo tipo, las irregularidades de las costumbres y del modo de vida y la
"institución" (en el sentido de maestro: la educación) viciosa, ya sea por molicie o por
dureza excesiva, que es factor predisponente 19.
Todavía debe precisarse cómo comprende Pinel la acción, de las causas morales que
considera como las más numerosas y las más importantes en la producción de la
alienación mental: les atribuye más de la mitad de los casos (segunda edición, p.419).
Actúan por la acción que ejercen sobre los órganos de la "economía", es decir, sobre el
organismo considerado como un todo funcional, perturbándolos. Pinel cita aquí extensa-
mente a Crichton (o Crighton) 20 quien elabora un catálogo de los efectos diversos
ejercidos por las pasiones tales como la alegría, la cólera, el miedo, la tristeza, sobre el
estado de las vísceras y de las grandes funciones: circulación y respiración 21. Una vez
adquirida esta perturbación visceral, el cerebro se altera por vía de "simpatías", de modo
que las causas morales son una rúbrica de las causas físicas simpáticas. La perturbación
parte "de la región del estómago y de los intestinos desde donde se propaga, como por
una especie de irradiación, la perturbación del entendimiento" (segunda edición, p. 142)
Además de retomar el viejo tema hipocrático (melancolía = bilis negra), las posiciones
doctrinales materialistas de los Ideólogos se expresan aquí. Las perturbaciones de los
sentimientos afectivos y del carácter constituyen uno de los síntomas más importantes de la
locura (cf. la tesis de Esquirol), que tiene frecuentemente los rasgos de una exaltación
pasional.
PINEL 21

Puede subrayarse que las causas no son en ningún caso específicas para los diferentes
tipos de locura, exceptuando, quizá, el idiotismo congénito, pero éste es tan solo una
parte del idiotismo. Pinel tiende más bien a atribuir la forma del acceso a la "consti-
tución" del individuo, es decir, al tipo físico: color de los cabellos o de los ojos, con-
formación física, sexo; así los hombres robustos de cabellos negros tienen una mayor
predisposición a los accesos de excitación, las mujeres, sobre todo rubias, estarían más
inclinadas a la melancolía (cf. primera edición, p. 14-15). La alienación aparece aquí
como uno de los tipos de reacción del organismo.

**********

Las mismas ideas fundarán la concepción general del tratamiento. Por lo menos, al
igual que los dogmas y los sistemas que florecían todavía en aquella época, (humorismo
galénico, solidismo de Willis y Boorhave, iatroquimismo de Paracelso, animismo de Stalh,
etc.. .) Pine condena a los empíricos y a su búsqueda de un remedio "específico" por vía
del azar, con toda la charlatanería que esto puede implicar. Rechaza el activismo
terapéutico, el intervencionismo desatado e intempestivo de ambos, y la práctica de la
época no podía más que reforzarle esas ideas: las purgas y los vomitivos sistemáticos de los
antiguos (eléboro) habían sido suplantados por la sangría y, regularmente, Pinel recibía
del Hotel-Dieu alienados exangües y moribundos; si escapaban al tratamiento, a menudo
quedaban dementes e incurables. De Hipócrates retomará la idea de que la enfermedad tal
como se nos presenta es esencialmente una reacción saludable del organismo contra la
acción de causas que perturban su equilibrio, cuya terminación natural es la cura. Citemos
un poco más extensamente, por una vez, un pasaje que resume todo lo que hemos dicho
hasta aquí de la naturaleza de la locura (primera edición, p. 38-39): "Una afección
intensa o, para hablar más generalmente, un estimulante cualquiera actúa fuertemente
sobre el centro de las fuerzas epigástricas, produce en ellas una conmoción profunda que se
repite sobre los plexos abdominales, provocando encogimientos espasmódicos, una
constipación pertinaz, ardores de las entrañas. Inmediatamente después se excita una
reacción general más o menos fuerte, de acuerdo con la sensibilidad individual; el rostro se
colorea, la circulación se vuelva más animada, el centro de las fuerzas epigástricas parece
recibir una impulsión secundaria de una naturaleza totalmente diferente de la primitiva, la
contracción muscular está llena de energía; generalmente se excita una fogosidad ciega y
una agitación incoercible; el entendimiento mismo es arrastrado en esa suerte de movimientos
saludables y combinados. Sus funciones se alteran, muchas a la vez o parcialmente, y a veces
redoblan la vivacidad. En medio de esta perturbación tumultuosa cesan las afecciones
gástricas o abdominales, luego de una duración más o menos prolongada; la calma llega, y
trae consigo en general una cura que es más sólida cuanto más violento ha sido el acceso,
como lo demuestran las observaciones más reiteradas. Si el acceso está por debajo del
grado de energía necesaria, la misma escena puede renovarse en un orden periódico, pero
a menudo los accesos así repetidos disminuyen en intensidad y terminan por desaparecer".
Es fácil comprender las consecuencias de una tal posición: es el "método expectante" de
Hipócrates. El médico debe abstenerse al máximo de toda intervención que fuera a perturbar
el desarrollo del ciclo natural de la enfermedad. Cuando el organismo haya desarrollado su
reacción sobrevendrá
"crisis", por la cual la enfermedad finalizará, por la eliminación de la "materia
mórbida". Pinel consagra así un parágrafo (primera edición p. 276) a un caso de cura por
erupciones cutáneas "críticas". Sin embargo, al médico le queda un papel importante: la
22 LOS FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

ayuda que pueda brindar a lo largo del ciclo mórbido; podrá utilizar allí los medicamentos en
el momento oportuno para ayudar al organismo en su tarea. Purgantes, evacuantes,
vesicatorios, antiespasmódicos, baños fríos o tibios, e incluso sangrías, tienen de este
modo un papel que cumplir, a condición de ser "moderados" y de ir en la dirección de la
naturaleza; ya no se trata de tratamientos empíricos, utilizados sistemáticamente, sino de
indicaciones terapéuticas limitadas y cuidadosamente regladas en base a la observación del
caso individual, en la gran tradición de Hipócrates 22.
El tratamiento moral, en cambio, cuenta con todo su apoyo y su nombre quedó ligado a
él. Si se debe dejar el cuerpo librado a su reacción natural, por el contrario, en la
alienación mental, la mente alterada puede ser conducida nuevamente a la razón con
ayuda de la institución curativa, pues finalmente se pueden relacionar las concepciones de
Pinel 23 con un concepto de ese orden. Aún una vez más la Ideología funda la teoría, en
particular el sensualismo por el cual, siguiendo a Locke y a Condillac, explica el origen de
las ideas y en el que funda su confianza en la maleabilidad y, por ende, en la
perfectibilidad de la mente humana. Los contenidos de la mente dependen de las
percepciones y de las sensaciones y modificando éstas, se modifica, por intermedio,
obviamente, de las pasiones, de la afectividad, único motor humano, todo el estado
mental. El medio ambiente del alienado jugará entonces un papel capital en la cura. Es
necesario aislarlo en una institución especial, primero para retirarlo de sus percepciones
habituales, de aquellas que han engendrado la enfermedad o al menos acompañado su
inicio; luego para poder controlar completamente sus condiciones de vida. Allí será
sometido a una disciplina severa y paternal, en un mundo completamente regulado por la
ley médica. Por el juego dosificado de las amenazas, las recompensas y los consuelos, por la
demostración a la vez de un gran cuidado y de una gran firmeza, se lo someterá
progresivamente a la tutela médica y a la ley colectiva de la institución, al "trabajo
mecánico" 24 y a la "policía interior" 25 que la reglan. El objetivo es "subyugar y domar al
alienado poniéndolo en estrecha dependencia de un hombre que, por sus cualidades físicas
y morales, sea adecuado para ejercer sobre él un poder irresistible y para cambiar el círculo
vicioso de sus ideas" (primera edición, p. 58: siguen ejemplos para ilustrar esta "verdad
sensible")- Para obtener este resultado, es necesario conducirse de una manera que suscite
el respeto del alienado y su confianza; y para obtener esa "transferencia paterna" Pinel no
carece de ideas. Primero, si a menudo es necesario intimidar al alienado, por ejemplo con
demostraciones de fuerza (primera edición, p. 66: un "aparato imponente de represión", es
decir, enfermeros numerosos y decididos), es necesario, sin embargo, no emplear nunca la
violencia ni los métodos degradantes: la dulzura y la comprensión bastarán a menudo; los
agitados, por ejemplo, los furiosos, no serán encadenados, sino que se los dejará "divagar"
por el parque del asilo, munidos simplemente del chaleco de fuerza, o en el peor de los
casos, se los encerrará en celdas.
En ciertos casos, se montan estratagemas: representaciones diversas que "realizan" más o
menos el delirio del enfermo, como ese melancólico convencido de que estaba en la lista de
sospechosos de la Convención y a quien tres hombres disfrazados de jueces van a darle un
certificado atestiguando su patriotismo 26.
A veces es el sarcasmo, el miedo, la confianza, un contrato firmado con el enfermo, la
visita inesperada y cuidadosamente calculada de personas queridas que determinan el
choque afectivo buscado y que sacan brutalmente al sujeto de su delirio. Otras veces, la
vida regular del asilo, el aislamiento y el reposo, las ocupaciones que distraen (trabajo, la
recuperación del pasatiempo favorito después de una larga interrupción) bastan.
Todo esto implica cierto número de recomendaciones institucionales: la proscripción
PINEL 23
de la violencia y de las vejaciones inútiles (cadenas, visitas de extraños) ciertamente, pero
también la existencia de un personal numeroso y bien entrenado, habituado a observar y a
comprender a los enfermos, un supervisor jefe que controle perfectamente a sus hombres y
que esté totalmente consagrado al médico, locales que permitan aislar las diferentes
variedades de alienados entre sí, sustraer a los idiotas de la mirada, espacio, posibilidades
de trabajo para los enfermos. En suma, el asilo debe ser un centro de reeducación modelo y
"panóptico" 27 en el que la sumisión es el primer paso hacia la cura; como lo hemos visto
anteriormente, una educación mal hecha predispone a la locura; en el asilo, por el contrario,
el sujeto adquirirá una educación modelo que se prolongará en los consejos profilácticos
para evitar una recaída.
Vemos nuevamente perfilarse aquí las posiciones, éticas esta vez, de los Ideólogos: su
movimiento es esencialmente filantrópico y social. En todos los dominios apunta a una
reforma de las costumbres, a una sociedad sana y reglada, lejos de la decadencia del
Ancien Régime o del tumulto revolucionario. Creyeron un instante haber encontrado en
el primer cónsul al hombre que realizaría sus grandes proyectos sociales. De todas
maneras, estuvieron en el origen de un vasto movimiento de asunción y de regulación del
espacio social, por ejemplo, en el dominio de las prisiones 28.

**************

Para concluir, comentaremos la posición de Pinel en relación a la anatomía patológica


de la alienación mental. Esta posición está determinada por su desconfianza hacia los
sistemas explicativos. Como reacción contra la opinión más corriente de la época 29, Pinel
rechaza las teorías que dan cuenta de la locura por un daño material en el cerebro, o más
bien rechaza la extensión a todo caso de locura de algunas constataciones aisladas: las
autopsias que practicó no le mostraron nada constante ni específico; si existían lesiones,
ellas podían deberse a la enfermedad que causó la muerte y no tener ninguna relación con
la locura, le sucedió encontrar lesiones en personas que no habían presentado manifesta-
ciones delirantes; finalmente, la mayoría de las veces ninguna lesión era perceptible en la
locura. Concluye entonces que es probable que en la inmensa mayoría de los casos
(exceptuados los idiotismos congénitos en los que una malformación cráneo-encefálica le
parece frecuente), la locura está exenta de daño material del cerebro. Esta toma de
posición tiene una primera consecuencia, la de proporcionar a la idea de la curabilidad de la
locura una base teórica: el cerebro no está dañado, la mente solamente está alterada en su
funcionamiento, de donde surge la acción posible del tratamiento moral y la
curabilidad potencial de la locura en una proporción que estima muy elevada (cf. segunda
edición, p. 444 a 452), al menos para la manía y la melancolía no complicada. En la
demencia y el idiotismo las curas son raras: el entendimiento está tan disociado que el
sujeto permanece inaccesible a las percepciones exteriores y, por lo tanto, a las influencias
exteriores, éstas son sin embargo, posibles, especialmente en el idiotismo adquirido, me-
diante el uso del tratamiento físico estimulante. Pinel se yergue así contra el dogma de la
incurabilidad de la locura, bastante extendido en esa época, y es esto lo que hace que le
otorgue tanta importancia a la "manía" intermitente que constituye el tema de su primera
memoria psiquiátrica (1797); aquella que versa sobre el tratamiento moral, y no es una
coincidencia, es del año siguiente 30; la intermitencia es, en efecto, el modelo y la prueba de la
curabilidad. Precisemos que la "manía" intermitente tiene aquí el sentido amplio de
alienación mental; Pinel no ha separado, todavía, sus categorías nosológicas: cita allí, por
ejemplo, cinco insensatos aquejados de una suerte de obliteración de las facultades del
24 LOS FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

entendimiento o de lo que se puede nombrar una "demencia de imbecilidad" (primera edi-


ción, p. 39). Se trata del género de casos que denominará más tarde idiotismo adquirido:
¡aquí lo da como ejemplo de manía intermitente! Entonces, no se puede comprender aquí
manía más que en el sentido amplio de locura, es lamentable que Pinel mismo, en la me-
moria nosológica de 1799 31, remita, en el parágrafo sobre la manía (esta vez en el sentido
restringido), a la memoria sobre la manía intermitente para establecer el carácter típico de
un acceso de manía periódica para la manía en general. Es probablemente este género de
imperfecciones debidas a la constitución heterogénea de la primera edición del tratado (cf.
más arriba y G. Swain) lo que llevará a su reestructuración completa en la segunda edición.
Pero, esta desconfianza hacia la anatomía patológica tendrá una consecuencia más
importante a mediano plazo; la de colocar muy rápidamente a Pinel contra la corriente
del gran movimiento anátomo-patológico que Bichat inauguró. Su posición escéptica en
relación a la clase de las fiebres (primera clase de la nosografía) le valdrá los ataques
furiosos de Broussais y finalmente una derrota completa 32. En relación a las neurosis y,
por lo tanto, a la locura, será muy rápidamente atacado por el mismo Broussais 33 y
abandonado por una parte de sus alumnos (ver más adelante el capítulo 3). Sin embargo,
por un tiempo su posición permanecerá más sólida, pues se corresponde más con la
realidad objetiva. Veremos cómo Bayle tendrá finalmente razón, con bastantes dificulta-
des, por otra parte. Pero es importante ubicar la suerte de hiato que se introduce entre
Pinel y su escuela psiquiátrica por un lado y el resto de la medicina de la época por otro.
Puede ser atribuido en gran medida a la especificidad de los problemas que plantea el
campo psiquiátrico y que, como veremos, es el factor dinámico de su organización en
saber.
Por el momento retengamos sobre todo la distancia que Pinel introduce entre la
observación de los fenómenos y el ensayo de presentar una teoría explicativa sobre los
mismos, que oriente el comportamiento del practicante. Esa distancia fundamental y la
jerarquía que se introduce así entre observación y explicación es la que funda la clínica y la
que constituye la ruptura que opera, con una consciencia aguda de su originalidad,
Philipe Pinel. Rompe así, en efecto, con esa suerte de unidad sincrética que hacía
interpenetrarse sin límite neto la forma mórbida y el concepto que daba cuenta de
e l l a 34

1. Cf. Lalande, Les Théories de la induction et de l'expérimentation.


2. Cf. M. Foucault, Las palabras y las cosas, primera paite.
3. Traite de l'aliénation mental; último parágrafo de la introducción.
4. Para todo esto, cf. F. Duchesneau: L' empirisme de Locke, y Pinel: Nosographie, I.
5. Nosographie I, Introducción.
PINEL 25
6. Cf. M. Foucault. Nacimiento de te clínica, cap. 6 y 7. 7
Nacimiento de la clínica.
8. No volveremos aquí sobre la tesis de G. Swain. Cf. Ornicar?, 15.
9. Pinel es, efectivamente, como Cabanis, partidario de un materialismo psico-fisiológico.
10. Nosographie, III. 2da. edición y siguientes.
11. Retoma aquí a Cullen. autor del término de neurosis, que él traduce: éste distinguía manía,
melancolía, amentia (demencia + idiotismo de Pinel) y Oneirodinia, es decir, sonambulismo y
pesadilla.
12. Cf. M. Foucault; Las palabras y las cosas. 1ra. parte.
13. O alienación mental o manía para precisar las sinonimias. Manía, en efecto, es sinónimo de locura en
esa época: cf. manicomios (asilo), manígrafo (escritor de psiquiatría), cf. también el doble título
de la primera edición del tratado: Sobre la Alienación mental o la Manía.
14. Cf. Traite, primera y segunda edición.
15. Uno de los grandes principios del análisis pineliano es la distinción de las formas puras y de las
formas combinadas. Es, por otra parte, un principio fundamental en clínica y por ejemplo se lo
puede encontrar en Freud: cf. los argumentos que le permiten distinguir la neurosis de angustia de
la neurastenia.
16. No se trata por lo tanto, para nada, de nuestra moderna "unidad de la psicosis" (Swain) que
recubriría aquí la idiotez, las confusiones mentales, las perturbaciones organógenas (epilepsias,
demencias) y una parte de las neurosis, en resumen, casi toda la neuro-psiquiatría.
17. Cabanis, Memorias leídas en el Instituto en 1796 y 1797, publicadas en volumen en 1802.
18. Tema típicamente hipocrático: si un derrame es habitual en un organismo, su supresión brutal
acarreará una perturbación de otro órgano.
19. Esencialmente se trata aquí de las pasiones "artificiales" (orgullo, ambición, gusto por el lujo) del
mundo "moderno" y de la decadencia de costumbres de las ciudades. La ideología retomaba
parcialmente temas rousseaunianos prerománticos y aspiraba a una reforma de las costumbres.
20. En la Introducción de la primera edición, que integrará a la primera sección de la segunda edición,
sobre las causas.
21. Aquí se manifiesta una influencia importante: es la de Descartes que consideraba a las pasiones
como la gran vía de la interacción del espíritu y el cuerpo; uno y otro se afectan recíprocamente por
su intermedio.
22. Cf. el capítulo sobre la Medicina Antigua en Mueller, Histoire de la psychologie.
23. Y no a una moderna relación psicoterapéutica dual, como lo plantea G. Swain.
24; "Travail mécanique: loi fundaméntale de tout hospice d'aliénés", Traite., Primera edición,
Sección V, § 231, p. 224.
25. Título de la Sección V.
26. Curiosamente, J. Rosen redescubrió esas técnicas recientemente. Cf. "L'analyse directe".
27. Institución descripta por J. Bentham. Cf. Foucault: Vigilar y castigar. Puede señalarse sobre esto el
gusto de Pinel por el tratamiento estadístico de los datos. (Sección VI de la segunda edición del
Tratado). El aislamiento de las especies es a la vez un medio terapéutico y un medio de
observación (primera edición, p. 177), pero la observación es en sí misma un medio para aplicar
una mejor terapéutica: conocer bien el carácter del alienado, es poder atenderlo y por lo tanto
tratarlo (primera edición, p. 196).
28. Cf. Castel, El orden psiquiátrico, Foucault: Vigilar y castigar, También Picavet: Les Idéologues.
29. Y que es por otra parte la de Cabanis. Aquí también se ve la independencia de pensamiento de
Pinel.
30. Esas memorias forman la base de la primera edición del tratado y están integradas al texto de la
segunda edición. Cf. G. Swain: Le sujet de la folie, para todo este tema.
Observaciones sobre los alienados y su división en especies diferentes (Sección IV de la primera
edición del Tratado).
32. Cf. M. Foucault, Nacimiento de la clínica, Cap. X. 33.
Broussais, De l'irritation et de la folie, 1826.
34. Cf. M. Foucault, Historia de la locura, p. 280 a 296. que muestra el valor estructurante, en la
comprehensión pre-pineliana de la melancolía, de la imaginería biliar.
Capítulo 2

ESQUIROL

Esquirol es presentado habitualmente como el fundador de la Clínica psiquiátrica.


Pinel habría tenido una importancia esencialmente institucional y práctica, mientras que la
obra realmente científica y teórica (ideológica para algunos) comenzaría con Esquirol. Esta
presentación de las cosas ya está superada desde hace algún tiempo y G. Swain le dio el
golpe de gracia '. Pinel es, como lo hemos mostrado, el verdadero fundador de la clínica,
particularmente de sus bases metodológicas. Esquirol es el más fiel y el más ortodoxo de
los discípulos: nos será tanto más fácil penetrar su obra, ya que es enteramente la
aplicación, la ilustración, la profundización de las ideas de Pinel.

**************

En el plano general de la doctrina, no encontraremos por lo tanto nada muy original en


Esquirol. Define a la locura como "una afección cerebral ordinariamente crónica, sin
fiebre, caracterizada por desórdenes de la sensibilidad, de la inteligencia y de la voluntad"
(I,p.5) 2 .
Esta definición retoma y conserva la división de las perturbaciones mentales que había
operado Pinel en sintomáticas e idiopáticas, ya que las perturbaciones mentales febriles
(frenesía) son excluidas de entrada de las enfermedades mentales propiamente dichas.
Veremos a Georget3 radicalizar este punto de vista.
El trabajo verdaderamente personal de Esquirol es de profundización clínica: es, además, lo
que las generaciones siguientes retuvieron especialmente de él. Excelente observador, sus
descripciones clínicas son mucho más completas que las de Pinel y prosigue el análisis y la
distinción de los sindromes psicopatológicos. Se apoya en una psicología más compleja
que la de los Ideólogos: la de Royer-Collard, el primero de los filósofos de la escuela
Espiritualista Ecléctica, que sobre todo ilustrará Maine de Biran 4. Frente al funcionamiento
mecánico y autónomo de las facultades mentales, éste resalta la importancia de una
función de control, de selección y de síntesis, la atención voluntaria. manifestación de la
acción del yo sobre los automatismos psicológicos. La organización "federalista" del
psiquismo como la conciben los Ideólogos, más bien girondinos, cede su lugar a una
concepción "monárquica constitucional" y las segundas intenciones se proclaman aquí
abiertamente: Bonaparte no se equivoca en ese punto, cuando escribe a Talleyrand. el 4 de
diciembre de 1811: "¿Sabe Ud., Señor Gran Elector, que en mi universidad se
ESQUIROL 27
desarrolla una nueva doctrina, muy seria, (se trata de Royer-Collard) que podrá sernos de
gran utilidad y librarnos perfectamente de los Ideólogos, matándolos en su campo por
medio del razonamiento? ". La libertad de expresión voluntaria del yo permitirá, con la
importación de la psicología escocesa 5 y de la filosofía de Kant, el relanzamiento de las
grandes categorías de lo Verdadero, de lo Bello, del Bien (título de una obra de V.
Cousin) más bien destituidas por el siglo XVIII y la Ideología y gracias a ella se producirá
una reconciliación con la fe. Pero lo que Esquirol retiene especialmente de todo esto (más allí
del aspecto moralizante que la psiquiatría tenía ya con Pinel y que se acentuará en el curso
del siglo XIX), es la posibilidad de dar cuenta de las diversas alteraciones mentales por una
perturbación del equilibrio entre las facultades inferiores y la gran función sintética del
yo, la atención. Esta explicación, esbozada prudentemente en sus escritos, pues como Pinel
sigue desconfiando de los sistemas, será largamente retomada por sus discípulos, en
particular Moreau (De Tours) y Baillarger.
La nosología de Esquirol marca un neto progreso sobre la de Pinel:
1 -Separa de la idiotez (término que sustituye a idiotismo, que ya tenía un sentido
gramatical) congénita o adquirida desde temprana edad y en todo caso definitiva, el
idiotismo adquirido de Pinel, del que hace una demencia aguda. Describe los diversos
grados de esa enfermedad evolutiva: imbecilidad, idiotez propiamente dicha, y el cretinismo,
forma especial. Debe subrayarse que prosigue así el trabajo de separación entre las
alteraciones mentales con base orgánica y las alteraciones mentales funcionales, ya que
considera la idiotez como debida a "un vicio de conformación" del cerebro (II, p. 284).
Diferencia además netamente la idiotez de la locura: aquella "no es una enfermedad, es un
estado en el cual las facultades intelectuales no se manifestaron nunca o no se pudieron
desarrollar suficientemente (ibid), fijando asi para un largo siglo el estado del tema; salvo en
el plano de la educabilidad, que juzga nula, y que Seguin, Voisin y Delasiauve mostrarán
posible.
2 -Divide a la demencia en una forma aguda curable y dos formas crónicas e incurables: la
demencia senil, en la que el tratamiento puede como máximo estabilizar el proceso, y la
demencia crónica, muy raramente curable. La demencia le parece un debilitamiento general
de las facultades cerebrales con supresión de la atención voluntaria.
Esquirol, primero que nadie, describe claramente los síntomas de la parálisis general
como una complicación de la demencia, signo de extensión fatal del proceso mórbido.
Hace de ella, por ende, un síndrome exclusivamente motor, que complica a la locura,
teoría que retomarán sus alumnos Calméis y Delate en sus tesis 6 y que permanecerá
admitida a pesar de Baile, hasta los años 1840-1850 (trabajos de Parchappe, Baillarger y
Falret hijo).
3 - Describe la manía como Pinel, pero excluye de la misma la forma "sin delirio" o
razonante, de la que hace una monomanía. Puede así válidamente definir la manía como
una alteración y una exaltación del conjunto de las facultades (inteligencia, sensibilidad,
voluntad, división canónica en esa época y que durará largo tiempo), un delirio total (o
general como dirá Ferrus) que obstaculiza la acción de la atención voluntaria, muy
disminuida frente al flujo de sensaciones, ideas, impulsos que asaltan al enfermo. La
alteración intelectual es aquí primaria y no secundaria a la alteración afectiva como en las
monomanías (II p. 134).
■ Finalmente, crea la gran clase de las monomanías, que reagrupa todas las afecciones
mentales que no afectan más que parcialmente a la mente, dejando intactas las facultades,
dejando de lado la lesión focal que constituye toda la enfermedad. Reagrupa en ella,
28 LOS FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

entonces, la manía sin delirio de Pinel y su melancolía, término ambiguo en tanto debía in-
cluir a los delirios expansivos de tonalidad alegre. Las monomanías le parecen esencial-
mente asimilables a una pasión patológica que actúa sobre la inteligencia fijando su aten-
ción. En lo que concierne a la división del grupo, Esquirol manifestará cierta indefinición:
- La primera división es entre las formas basadas sobre una pasión triste o depresiva que
llama lipemanía o melancolía (prefiere el primer nombre que pone fin a la confusión) y
las formas basadas en una pasión alegre y expansiva, las monomanías propiamente dichas.
- La segunda división se basa en la naturaleza de la facultad dañada. En un primer
tiempo , Esquirol no había admitido la existencia de la manía sin delirio: consideraba, en 18187
que los hechos de ese orden podían dividirse en dos grupos:
- alienados que racionalizan y sistematizan sus alteraciones del carácter y del
comportamiento (manía razonante), dándoles apariencias razonables, pero no por ello
delirando menos;
- casos de división del yo en los que la razón y la locura se alternan , el alienado
no está loco más que en el momento de sus actos delirantes y sigue lúcido fuera de esos
períodos, criticando entonces su comportamiento. Sostenía este punto de vista en
nombre de la unidad del yo.
Más tarde, cambia esta opinión y reconoce la existencia de impulsos a los que el yo no
puede siempre oponerse con éxito. El trabajo de análisis dejará finalmente una distinción
tripartita:
- monomanías intelectuales, donde delirio, ilusiones y alucinaciones están en un primer
plano.
- monomanía afectiva o razonante, en la que las alteraciones del carácter, de la
afectividad y del comportamiento son sostenidas por capacidades intactas de
razonamiento y de racionalización. La mayor parte de los casos de manía sin delirio de
Pinel entran en este marco, como la locura moral del Doctor Pritchard (se trata sobre
todo de accesos hipomaníacos).
- monomanía instintiva o sin delirio en la que "el enfermo es llevado a actos que la
razón y los sentimientos no determinan, que la consciencia reprueba, que la
voluntad no tiene más la fuerza de reprimir" (II, p. 2).
La monomanía instintiva causará una gran controversia debido a sus incidencias médico-
legales: juristas y jueces criticaron esta coartada fácil suministrada a los criminales 8. La
psiquiatría está en esa misma época construyéndose un lugar importante en el campo de la
jurisdicción penal y esa cuestión de la "monomanía homicida" se encontrará en el centro
del conflicto de competencia 9. En general, son casos de obsesión-impulsión los que sirven
de modelo a una teoría que se aplica sobre todo a las impulsiones epilépticas o
esquizofrénicas.
De ese largo trabajo de elaboración del marco de las monomanías quedarán algunas
imperfecciones y algunas vaguedades:
Una monomanía puede ser caracterizada por su coloración afectiva, triste o alegre, o
por su estructura psicológica. En la práctica, Esquirol describe claramente una lipemanía
razonante (I, p. 420), pero se trata de un caso de depresión con consciencia que, en
estricta lógica, no es ni razonante (porque no es asumida por el yo) ni instintiva (porque
no se trata aquí de la impulsión a un acto). De hecho, la división lipemanía-monomanía
no se aplica más que a las monomanías intelectuales (o delirantes), las otras monomanías
ESQUIROL 29
permanecen indivisas. Por ejemplo, el suicidio es una monomanía cuando debería tratarse de
una lipemanía instintiva o en rigor razonante.
Quedará la costumbre de llamar monomanía a toda suerte de actos mórbidos
(incendio, robo, asesinato, ebriedad, suicidio, etc.), ya sean estrictamente impulsivos o
parte y consecuencia de un estado delirante, incluso de otro cuadro clínico tal como
manía, demencia, idiotez. Las monomanías están así a caballo en el plano de los síntomas y
en el de los síndromes; esta decadencia conceptual justificará la reserva de los autores
(Griesinger por ejemplo o Falret y su escuela) y requiere un desmembramiento.
Como balance, la nosología de Esquirol se presenta como un progreso neto sobre la de
Pinel, pero también como imperfecta y virtualmente inestable. Sin embargo, su gran valor
clínico se impondrá durante un cuarto de siglo al menos. Debe indicarse al respecto, que
Esquirol considera a las formas que describe como teniendo un valor "genérico", aunque
reconoce que pueden combinarse o sucederse en cualquier orden y que corresponden a
"muchas afecciones de origen, naturaleza, tratamiento y terminación muy diferentes (I, p.
23). Como en Pinel, esos géneros "demasiado distintos para poder ser confundidos
alguna vez" (ibid) corresponden a esencias distintas que Esquirol, también, parece asimilar a
tipos de reacción cerebral. A eso se debe el acento puesto sobre la constitución física del
sujeto en su determinación: "quienes tienen los cabellos negros, son fuertes, robustos, de un
temperamento sanguíneo, son maníacos y furiosos, el desarrollo de su locura es más agudo,
las crisis más sensibles; quienes tienen los cabellos rubios, los ojos azules, un temperamento
linfático, devienen monomaniacos, pero su locura pasa fácilmente al estado crónico y
degenera en demencia. Quienes tienen los cabellos y los ojos negros, el temperamento seco
y nervioso son más a menudo lipemaníacos. Los individuos que tienen los cabellos de un
rubio ardiente son furiosos, traicioneros y peligrosos". (I, p. 40).
Esquirol no limita sus estudios clínicos a los grandes síndromes de su nosología. Se
consagra también:
- a las alucinaciones que, antes que otros, separa de las ilusiones. Las explica por una
lesión de la atención voluntaria (I, p. 192) que deja al sujeto fascinado por las producciones
de la memoria y de la imaginación, a las que se les atribuye por hábito carácter perceptivo.
Justamente este último punto, el carácter estésico, sensorial de la alucinación, resulta
problemático en esta teoría "central", que intenta explicar las diferentes variedades de
teorías "periféricas", ya sea las que hacen intervenir las terminaciones nerviosas, como en la
época de Esquirol, o los campos de proyección corticales, en su versión más moderna. Esta
discusión, destinada a tener un amplio futuro, está todavía lejos de haberse cerrado hoy10.
— a la descripción de las formas clínicas de la lipemanía o de las monomanías
(demonomanía, erotomanía, monomanía homicida), de los grandes síntomas (furor,
suicidio) o de las locuras sintomáticas (epilepsia, locura puerperal). Su tratado, por otra
parte, no es sino la colección de sus obras completas (artículos del Diccionario de las ciencias
médicas especialmente): gana así en vivacidad lo que pierde en homogeneidad.

************

No haremos más que sobrevolar los otros problemas planteados por la locura y
tratados por Esquirol, siendo sus posiciones totalmente conformes con las de Pinel, con
algunas notas personales agregadas. Considera la alienación mental como debida a causas
físicas y morales, atribuyendo a estas últimas un neto predominio. Se extiende de manera
30 LOS FUNDAMENTOS DE LA CLÍNICA

detallada sobre las causas físicas y en particular sobre la herencia, la "causa" predispo-
nente más común de la locura (I, p. 64), tesis destinada a tener un gran futuro. Sobre
todo, se lo ve con la herencia, su concepción de las causas es más fina, jerarquizada y
multifactorial que la de Pinel: las distingue en predisponentes y precipitantes, lo que
permite hacer jugar en cada caso un conjunto de causas morales y físicas. Como Pinel,
ubica la sede principal de la locura (en particular para las causas morales, las pasiones) en
el sistema visceral: "tanto las extremidades del sistema nervioso y los centros de
sensibilidad ubicados en las diferentes regiones, así como el aparato digestivo, el hígado y
sus dependencias son el asiento principal del mal" (I, p. 75).
En lo que se refiere a los principios del tratamiento, volvemos a encontrar también, en
sus grandes líneas, la concepción de Pinel: gusto por el método expectante hipocrático.
utilización moderada y adaptada a cada caso de la farmacopea (las indicaciones sobre la
misma son quizás un poco más largas y detalladas), insistencia sobre el tratamiento moral.
Es sobre todo a propósito de este último que se puede constatar, como lo hará notar más
tarde Leuret 11, un ligero deslizamiento de perspectiva, que proviene sin duda en parte de
la diferencia de personalidad de ambos autores: Esquirol parece menos autoritario y
activo que Pinel.
Se encuentra en él una gran insistencia sobre los medios de romper el círculo vicioso de
las ideas (aislamiento en un establecimiento especializado, viajes, ocupaciones, ya se trate
de distracciones o de trabajo) actuando, conforme con la teoría que tiene sobre las
enfermedades mentales, sobre la atención para distraerla o al contrario fijarla. En cambio,
las curaciones milagrosas por choques emotivos, que Pinel tenía muy en cuenta, ocupan
un lugar menor: Esquirol busca mucho más obtener la confianza y el afecto del alienado. Si
el tema del aislamiento ocupa un lugar importante, que no hará más que crecer en los
escritos ulteriores de los alienistas, éste orienta hacia una de las preocupaciones
fundamentales de Esquirol: los establecimientos para alienados, su construcción, su
equipamiento, su papel terapéutico, ciertamente como instrumento de tratamiento moral
como en Pinel, pero también como espacio higiénico n donde las condiciones del aire, del
espacio, del clima tienen una importancia primordial; ese tema hipocrático comienza la
deriva que, a través de Georget, llevará a la institución del asilo hacia una función cada vez
más alejada de las concepciones originales de Pinel13. Es necesario recordar en ese sentido
el papel fundamental de Esquirol y de sus alumnos en la implementación del sistema
institucional y de la legislación del campo psiquiátrico hasta la adopción de la ley de 1838 14
inclusive.
Evoquemos en pocas palabras un problema que preocupó mucho a Esquirol: el de la
marcha y el pronóstico de la locura. Vimos el papel de este tema en la organización de su
nosografía (delimitación de la idiotez, papel pronóstico de la parálisis, naturaleza a
menudo terminal de la demencia crónica, incurabilidad de las demencias seniles y
crónicas) y veremos que continuará siendo uno de los organizadores del pensamiento
psiquiátrico. En lo que se refiere a las formas curables, Esquirol generaliza la teoría de la
terminación "crítica" de la locura, extendiéndola a la cura por influencias morales, en
particular en lo que se refiere al papel de las pasiones; así, la teoría del tratamiento se
desliza cada vez más hacia una teoría somática: el límite finalmente será atravesado por
Georget.
Para la anatomía patológica de la locura, finalmente, su argumentación es simple (I p.
112). Los vicios de conformación del cráneo no se encuentran más que en la idiotez, las
lesiones orgánicas del cerebro y de las envolturas no se observaron más que en caso de
complicaciones (epilepsia, parálisis) y dependían, por ende, de la enfermedad que hubiese
ESQUIROL 31

causado la muerte y no de la locura; las otras lesiones descriptas por los autores no son
específicas, pues se las encuentra en sujetos que nunca estuvieron alienados y muchos
alienados no presentan ninguna alteración en la disección. Concluye entonces: "que la
locura depende de una modificación desconocida del cerebro" (p. 113); esta confesión de
ignorancia no le incomoda para nada pues "felizmente este conocimiento no es
indispensable para la cura de los alienados" (p. 114). Encontramos aquí nuevamente las
posiciones de Pinel, pero sobre todo, debe subrayarse, el mantenimiento de una
concepción dualista de las alteraciones mentales que será una constante de la psiquiatría del
siglo XIX: algunas sólo son secundarias a las afecciones somáticas, cuya sede puede
eventualmente ubicarse: frenesía, idiotez; la locura, en su forma pura, está exenta de base
lesional y consiste en una modificación funcional desconocida del cerebro. Aquí,
también, la curabilidad es a la vez prueba y consecuencia de esta posición (p. 112). Vemos
aparecer una clase de alteraciones concomitantes, que complican la locura, y que pueden
tener una causa lesional (parálisis general, epilepsia, lesiones orgánicas del cerebro). Serán el
motor de los grandes cambios de la mitad del siglo.

1. Le Sujet de la folie, cf. nuestra reseña, Ornicar? 15.


2- Las citas se refieren al Traite des maladies mentales, 1838.
3. De la folie, 1820.
4. Sobre los Eclécticos: cf. Brehier y también Taine, Les Philosophes du 19* siécle en France.
5- Cf. V. Cousin, Philosophie écossaise.
6- Calmeil, De la paralysie considérée chez les alienes, 1826; Delaye, Sur un espéce de paralysie qui
affecte particuliérement les alienes, 1824.
7. Redacción del artículo "Delirio" del Dictionnaire des sciences medicales; cf. Traite, II, p. 38. 8. Cf.
E. Regnault, Du degré de compétence des médecins dans les questions judiciaires, 1830.
9. Cf. Foucault, Moi, Pierre Riviére y R. Castel, El orden psiquiátrico.
10- Cf. Paulus, Le probléme de la hallucination d'Esquirol a P. Janet. 11. Le
traitement moral de la folie, 1840.
12. Larúbrica "higiénico" figura en el subtítulo del Tratado.
13.CF.Leuret. , Le traitement moral, cap. II, p. 67 a 155.
14. Ver las memorias de la 2da. y de la 3ra. parte del Tratado, II, p. 399 a 862. Cf. también Castel, El
orden psiquiátrico, y la obra de Marc, De la folie, donde las ideas de Esquirol son expuestas y
defendidas en base a pruebas.
ESCRITOS PSICOPATOLÓGICOS: “La constitución del concepto freudiano de psicosis”
Paul Bercherie
-Mórbido: es indicio o causa de enfermedad.
A) Posición del problema antes de Freud:
1ª) Hacia 1895-1900 Freud encuentra en la cultura psiquiátrica de lengua alemana una distinción
muy nítida desde el punto de vista clínico entre la psicosis y la neurosis.
La psicosis recubre tanto los problemas mentales de origen orgánico como las afecciones
funcionales, los delirios, o esas alteraciones mentales limitadas y controladas que hoy en día
llamaríamos neurosis.
Neurosis: afecciones funcionales del sistema nervioso, donde las perturbaciones más extendidas y
escalonadas de sus funciones no reposan sobre ninguna lesión orgánica detectable.
Las psicosis sin base orgánica objetivable que no se basan en una lesión cerebral o e un proceso
tóxico-infeccioso, tienden de este modo a ser consideradas como neurosis. Las neurosis de la
zona del sistema nervioso que corresponde a los procesos jerárquicos más elevados, es decir, al
psiquismo: son las psiconeurosis (psicosis propiamente dichas). Las manifestaciones particulares
extendidas a las funciones nerviosas superiores, es decir, mentales, las grandes neurosis
generalizadas tal como la epilepsia, la histeria o la neurastenia.
El concepto psicosis es algo puramente freudiano.
2ª) La clínica psiquiátrica sufre alrededor de mediados del siglo XIX una mutación que renueva
toda su trayectoria:
La primera clínica (Pinel) consideraba a la locura como un género unitario, homogéneo, en el
interior del cual las especies se separaban como cuadros sincrónicos, síndromes cuyo concepto se
agrupa alrededor de la manifestación más central, más importante del estado mórbido.
Treinta años después, J. P. Falret, expone una crítica radical de la antigua metodología, y los
principios para la construcción de una nueva clínica: estudio de la evolución de la enfermedad, del
pasado y el porvenir del enfermo, búsqueda de una patogenia específica, compilación de signos
negativos, atención a los pequeños signos secundarios que permiten la diferenciación de entidades
hasta entonces confundidas en los “conglomerados dispares” de la nosología de Pinel y de
Esquirol.
Morel (discípulo de Falret), le agrega un toque personal; es la etiología (la patogenia) la que le
parece construir el gran principio que caracteriza a las nuevas “formas naturales”. Propone un
principio de comprensión y de clasificación. Así se sientan las bases de la segunda clínica.
Griegsinger (alemán), constituye una fase intermedia, una obra bisagra (1845). No concebía
totalmente a la locura (a la manera de Pinel y Esquirol) como un género unitario en el interior del
cual se distinguen casos por el juego de comparaciones y oposiciones, sino como un gran ciclo, un
proceso en el cual cada caso es una etapa en la degradación progresiva del espíritu que
representa la enfermedad mental, “psicosis única”. El trastorno emocional es el factor esencial de
la alteración mental.
Como dice Freud, los clínicos alemanes parten de “interpretar fisiológicamente el estado patológico
y el nexo entre los síntomas (mientras que) al empujar a un segundo plano los puntos de vista
fisiológicos, la observación clínica de los franceses gana en autonomía”.
Kraepelin (nueva clínica alemana) retoma de Kahlbaum el concepto de entidad mórbida clínico-
evolutiva con una etiopatogenia específica, como así también el acento sobre la especificidad de
los estados terminales, con la noción de que los signos particulares los, anuncian desde el
comienzo del ciclo mórbido. Esta última noción está presente en los Falret pero sin una insistencia
particular. Morel, por el contrario, la olvida puesto que describe una sola forma demencial terminal,
y es eso lo que finalmente retendrán los autores franceses.
Kraepelin reúne la hebefenia y la catatonia de Kahlbaum en una forma delirante que posee un
mismo proceso, que denomina “demencia paranoide”.
3ª) En el plano nosológico, el concepto clave alrededor del cual gira la mayor de las discusiones de
la escuela alemana a fines del siglo XIX, es el de la Paranoia. Recubre el síndrome delirante
considerado muy globalmente puesto que si lo remitimos a las reglas metodológicas de Falret y
Morel, se trata entonces de una entidad bastante mal delimitada clínicamente, etiológicamente, y
en su evolución. Su delimitación plantea un problema en relación a dos grupos clínicos; neurosis
obsesiva y confusión mental.
Freud estará muy influenciado por la concepción de Griegsinger, por la idea de que las
manifestaciones psicopatológicas se repartan en dos grupos; el primero (formas primarias)
corresponde al proceso mórbido y es el testimonio de la invasión que padece una personalidad que
lucha todavía contra los fenómenos sintomáticos; el segundos (formas secundarias) es el resultado
de una suerte de adaptación terminal al nuevo mundo y al nuevo yo que creó la enfermedad: es el
trabajo de compromiso, de la asimilación de elementos delirantes, de la sumisión al proceso
mórbido, y a veces de la desintegración final de la personalidad.

“Fundamentos de la clínica” Paul Bercherie


I) La clínica psiquiátrica es esencialmente la observación “morfológica” (Charcot), la descripción
formal de las perturbaciones psicopatológicas.
Para que un nuevo marco conceptual se establezca, es necesario, la acumulación de
conocimientos nuevos, fundados en desarrollos diferentes; el desarrollo de la práctica y de la teoría
psicoanalítica constituye, sin duda, el comienzo de una nueva era. Pero, por una parte, el hecho es
que en su desarrollo actual, el psicoanálisis, aunque incuestionablemente ha asumido el relevo de
la investigación psicopatológica, está todavía lejos de poder abarca el campo inmenso que
denominaba la clínica clásica.
Dos grandes escuelas estuvieron en comunicación y en oposición constante: franco-alemán.
Existió una escuela italiana, cuyo genio se dedicó más bien a madurar las nociones surgidas de las
otras dos escuelas y a remitírselas así afinadas, que a crear realmente nuevas nociones.
La clínica como método consciente de sí mismo y sistemático apareció con Pinel en una fecha
precisa.
II) 1ª) Se puede hablar de clínica psicoanalítica con la condición de no olvidar que, en esta expresión
compuesta, el adjetivo es más importante que el sustantivo y que los dos términos son
inseparables.
2ª) En el uso sistemárico del acceso a lo real que abre una dirección particular, pasada una fase de
extensión en todas las direcciones, en la que se opera la primera recolección de “datos” concretos
así como las primeras generalizaciones sistematizadas, termina por acumularse toda una masa de
observaciones fortuitas, de excepciones a la regla, de hechos difíciles de encuadrar en las
doctrinas surgidas en la fase de expansión; entonces comienza una fase de gestación en que se
prepara una mutación conceptual que, integrando los hechos irreductibles a las síntesis
precedentes que una frecuentación sistemática de la realidad en causa había suministrado, abre
direcciones nuevas y una nueva etapa de ese proceso cíclico que una espiral ilustraría mejor que
un círculo. Desde hace tres cuartos de siglo el desarrollo del movimiento psicoanalítico acumula en
desorden sus materiales.

Nuestra psiquiatría: “Doscientos años después” Georges Lanteri-Laura


Introducción:
Alrededor de doscientos años, es el final del Siglo de las Luces, el período en que los estados de
Europa occidental se vuelven laicos. Se crea el método anatomo-clínico, en que los “insensatos” se
transforman en los “alienados”. Enfermos que necesitan ser curados, y no desviados que merecen
ser castigados. Es, finalmente, el período en que la patología mental conoce sus primeras
formulaciones médicas precisas.
Un movimiento de doscientos años de edad:
Diferentes paradigmas; tres períodos:
-La alienación mental y la unicidad de la psiquiatría (1793-1854):
Fin del Siglo de las Luces: la Comuna de París nombra a PH. Pinel en Bicetre. V.Chiarugi en
Florencia, J. Daquin en Chambery y otros en diversos países de Europa Occidental.
Para ellos, la patología mental constituía la parte de la locura, la noción social y cultural, de la que
la medicina podía dar cuenta; esta parte formaba una enfermedad, y es por ello que los insensatos
debían ser tratados como enfermos, y no arrestados como delincuentes, pero se trataba de una
enfermedad única, que Pinel iba a denominar alienación mental. Sólo los médicos pueden
ocuparse de ella y tratarla.
Tomará una importancia mayor durante toda la primera mitad del siglo XIX y funcionará como
paradigma en la medida en que será concebida como una enfermedad única, unicidad que
acarreará consecuencias. Por un lado, la medicina mental se alejará de todo el resto de la
medicina. Por otro lado, va a extender esta exigencia de la unidad al ámbito de las instituciones y
de la terapéutica (asilos).
-Las enfermedades mentales y las aporías de la pluralidad (1854-1926):
1854: fecha de publicación del polémico artículo de J. P. Falret. Rompía con la tradición de
Esquirol. Debía renunciar a esta noción de unicidad, abandonar la autonomía de la alienación
mental y admitir que su campo, como el del resto de la medicina, se hallaba ocupado por varias
enfermedades mentales, rigurosamente distintas unas de otras e irreductibles a todo intento de
unificación.
1926: la necesidad de volver a cierta reunificación, con la noción de estructuras psicopatológicas.
Breuler expuso su concepción de la esquizofrenia que, de manera evidente, constituía un recurso,
no a la semiología y la clínica, sino a la psicopatología.
-Las estructuras psicopatológicas (1926-1977):
El psicoanálisis, la fenomenología, la teoría de la forma, y más en general, la consideración mayor
de un nivel psicopatológico que trasciende la clínica, llevaron a nuestros predecesores a no
atenerse más a la lista, supuestamente exhaustiva, de las enfermedades mentales y, sin volver
verdaderamente a la unicidad de la alienación.
Queda el interrogante de saber si la eventualidad de la locura tendría que ver tan sólo con la
contingencia y el azar, o si resultaría ser constitutiva de la condición humana, al punto que no se
podría ser hombre sin correr el riesgo inevitable de estar loco.
Nuestros últimos treinta años:
Formación de una identidad profesional:
Las incertidumbres permanecen y no sabemos muy bien cómo solucionar la cuestión de la
irreductible heterogeneidad del campo de la psiquiatría, la de sus fronteras, a la vez parapetos y
zonas francas, y también la cuestión de la legitimidad de los medios que lleva a la práctica. Nuestra
relación con esta historia se modificó mucho en la medida en que ya no buscamos en ella las
premisas de certezas ulteriores, sino formulaciones útiles de una problemática que es la nuestra y
cuyas trampas tratamos de descubrir, más que tratar de solucionar definitivamente sus
interrogantes.
De la herencia recibida a la herencia transmitida:
El primero de los niveles, en lo que respecta a la semiología y a la clínica, le debe mucho a nuestro
pasado, aunque lo hayamos retomado en buena medida gracias al uso del análisis estructural y
con un empleo juicioso y crítico de la noción de transferencia.
En cuanto a la terapéutica trata menos de abolir las experiencias anormales, que de ayudar al
paciente a retomarlas como suyas propias y reubicarlas en su propia historia (la psicoterapia y el
hacerse cargo). Esto presupone otro nivel, el de la reflexión psicopatológica.
Nuestra psiquiatría
Doscientos años después
Georges Lanteri-Laura
Ex Director de Estudios de la Ecole des Hautes Etudes en Sciénces Sociales. Ex Jefe de Servicio del Hópital Esquirol.
Saint Maurice, Francia
16, rue Charles Silvestri, 94300 Vicennes. E-mail: glanteri@club-internet.fr

/
Introducción celebramos aquí han retomado por su cuenta, por así
decir, y han actualizado los doscientos años de psi-

P
ara rendirle el debido homenaje a la Revista Ver- quiatría que los precedieron y en los que, por otra par-
/ tex, quisiéramos poner el acento al menos en te, se ubicaban y se siguen ubicando.
tres de sus eminentes cualidades. Por un lado, Tal es el sentido de n uestro título: queremos decir
ha sabido durar diez años y va a durar aún mucho que una concepción lúcida y rigurosa de la psiquia-
más; ahora bien, semejante éxito supone, por parte tría contemporánea presupone un conocimiento ri-
de sus fundadores y de todos los que en ella trabajan guroso de la psiquiatría de las décadas y lustros ante-
cada día, una labor cotidiana de atento manteni- riores.
miento y un esfuerzo, siempre renovado, para enca- Evidentemente, el saber de la psiquiatría contem-
denar el número siguiente con el número anterior. poránea no se reduce a ello, tiene su propia origina-
Por otro lado, la revista ha trabajado, durante es- lidad y sus innovaciones, y nada se opondría más al
tos diez afios, para informar rigurosamente a sus lec- uso positivo de la mirada histórica en psiquiatría que
tores sobre la mayoría de los aspectos de la psiquia- el triste refrán que pretende rebajar el presente res-
tría contemporánea, pero también de la historia de pecto del pasado: nihil novi sub sole(I).
nuestra disciplina, y reflexionar, de manera abierta y Diez años, es la edad de la revjsta; ¿pero por qué
crítica, sobre los principales problemas que en ella se decimos más arriba doscientos años en vez de cien
formu lan y se plantean todavía. o trescientos? Para nosotros hay varias razones con-
Finalmente, hizo todo esto evitando tanto el vergentes que justifican esa fecha. Alrededor de
eclecticismo como el dogmatismo, gracias a perti- doscientos años, es el final del Siglo de las Luces, el
nentes distinciones observadas entre sus diferentes período en que los estados de Europa occidental se
registros: la semiología y la clínica, las distintas mo- vuelven laicos y al mismo tiempo, vuelven laicas a
dalidades de abordaje terapéutico, las múltiples con- sus instituciones hospitalarias y su justicia ya sea
cepciones psico y fisiopatológicas, tales como la me- violentamente, como la Revolución francesa, ya
tapsicología, heredada de S. Freud y de sus sucesores, por etapas, como los déspotas iluminados, Federico
y la neuropsicología, la fenomenología y el cogniti- II, Catalina II y sobre todo José II y Leopoldo II. Son
vismo. los años en que, después de Leyde y Viena, la Escue-
Ahora bien, la calidad de tales esfuerzos y su éxito la de París crea el método anatomo-clínico, en que
se deben, desde luego, al saber y al savoir-faire de aqué- 11
los insensatos" se transforman en los alienados",
11

llos que dieron lo mejor de sus conocimientos y de su y también en que V. Chiarugi en el Gran Ducado de
reflexión; pero también creemos que hay otro aporte Toscana y Ph. Pinel en Bicetre y luego en la Salpé-
que ha tenido un papel esencial. Estos diez años que triere, muestran que se trata de enfermos que nece-

Resumen
Una concepción lúcida y rigurosa de la psiquiatría contemporánea presupone un conocimiento de la historia de la especiali-
dad. En los últimos dos siglos la psiquiatría se organizó en torno a sucesivos paradigmas, en el sentido de T. Kuhn, que fueron
el de la alienación mental, el de las enfermedades mentales y el de las estructuras psicopatológicas. Un balance actual nos per-
mite esboia r lo que legamos a los colegas que nos sucederán en el ejercicio de nuestra profesión.
Palabras clave: Historia de la psiquiatría - Epistemología psiquiátrica - Clínica psiquiátrica - Paradigmas en psiquiatría.

OUR PSYCHIATRY. TWO HUNDRED YEARS LATER


Summary
A lucid and rigorous conception of the contemporary psychiatry presupposes a knowlcdgc of the history of the specialty. Ln
the last two centuries the Psychiatry was organized around successive paradigms, in the sense given to th.e term by T. Kuhn.
These were mental alienation, mental illnesses and psycopathologic structures paradigms. A current balance allows us to
sketch what we bequeath to the colleagues that will follow us in the exercise of our profession.
Key Words: History of Psychiatry- Psychiatric Epistemology - Psychiatric clinic- Paradigms in Psychiatry.

VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2000, Vol. XI: 9-14


10 G. La11leri-La11ra

sitan ser curados, y no de desviados que merecen las teorizaciones y las instituciones de estos dos si-
ser castigados. glos, nos ha ido mostrando que podíamos abordar-
Es, finalmente, el período en que la patología los haciendo sucederse un pequeño número de pe-
mental conoce sus primeras formulaciones médicas ríodos, cada uno de los cuales se caracteriza no ya
precisas, en armonía con la exigencia de fundar hos- por una do<:trina 'que lo habría dominado, sino por
pitales específicos y de un razonamiento jurídico algunas convicciones compartidas de antemano por
adecuado a tales conocimientos. Por todas estas ra- casi todos, aceptadas como indiscutibles, tácitas y
zones, nos parece que la medici_n a mental vive en- que por eso mismo permitían que en su interior se
tonces una modificación de conjunto, más o menos enfrentaran teorías, se opusieran médicos y compi-
idéntica en todos los países civilizados, y que consti- tieran instituciones.
tuye la base sobre la cual, y de manera crítica, va a Es bastante parecido a lo que T. S. Kuhn, en sus
desplegarse una psiquiatría ulterior, siempre impor- trabajos de epistemología y de historia de las cien-
tante para nosotros(2). cias dio en llamar paradigmas(?), término que reto-
Por ello es que recordaremos primero esos doscien- maremos con gusto por nuestra cuenta, para enfati-
tos años, para tratar de distinguir algunos movimien- zar la especificidad de nuestro proceder.
tos esenciales; luego intentaremos mostrar cómo tales Cuando tratamos de percibir los paradigmas en
aspectos mayores, cuando se los observa con una mi- cuestión, vemos con bastante claridad que podemos
rada distanciada(3) conveniente, pueden ayudarnos a separar tres períodos fáciles de situar, aunque no ali-
comprender los principales significados de las tres úl- mentamos la ilusión sobre la precisión, un tanto
timas décadas, y en particular de los últimos diez años aleatoria, de los años retenidos: el primero va de
que han sido, en realidad, los nuestros. 1793 a 1854, el segundo de 1854 a 1926, el tercero
de 1926 a 1977. El primero se caracteriza por la pri-
macía de la alienación menta!, el segundo, por la de
Un movimiento de doscientos años de edad las enfermedades mentales, y el tercero, por la de las
estructuras psicopatológicas. Estudiaremos de cerca
No haremos aquí la crónica de la patología men- todos estos términos, a fin de precisar su significado
tal desde el final de la Aufkli:irung, pues las páginas de y los efectos de s_entido.
esta introducción no nos alcanzarían, y además, se-
mejante ejercicio no presentaría mayor interés¡ re-
sultaría fatigoso, y nunca lograría la exhaustividad La alienación mental
que sólo puede pretenderse en la imaginación. y la unicidad de la psiquiatría
Tampoco trataremos de elegir algunos nombres
importantes, para narrar acerca de cada uno de ellos Como fip del Siglo de las Luces, proponemos el
todo lo que les debe nuestra disciplina, y evitaremos año de 1793, pues entre agosto y septiembre de ese
dicho ejercicio al menos por dos razones. año la Comuna de París, dominada por los Hebertis-
Por un lado, semejante selección resultaría inevi- tas y el temible Couthon, nombró a Ph. Pinel en Bi-
tablemente arbitraria. Tal vez retendríamos el nom- cetre, institución que, un año antes, había sufrido
bre de Ph. Pinel y, probablemente el de E. Esquirol, particularmente las masacres de septiembre (1792),
¿pero, al elegir éste último, dejaríamos de lado, sin de las que las distintas facciones se culpaban mutua-
chauvinismo inaceptable, a alguien como J. .Guis- mente(8). Durante esos mismos años, pero en cir-
lain?, ¿pero no deberíamos, en esa eventualidad, es- cunstancias menos dramáticas, V. Chiarugi en Flo-
tudiar a E. Georget, y podríamos entonces, no decir rencia, J. Daquin en Chambéry y otros en diversos
nada de A. L. J. Bayle? En suma, nos encontraríamos países de Europa occidental, se ocupaban también de
en la alternativa de practicar un ostracismo muy los insensatos tratados en sus respectivos hospitales.
abusivo, o de comenzar una letanía interminable, Unos y otros tenían concepciones etio-patogénicas y
con faltas groseras en el primer caso y una tropa in- terapéuticas muy diferentes, pero al menos estaban
finita en el segundo. de acuerdo en un punto.
Por otro lado, correríamos el riesgo de partir a la Para ellos, la patología mental constituía la parte
caza de los precursores, limitando nuestro interés a de la locura, noción social y cultural, de la que la me-
aquéllos que creeríamos poder asociar con la posteri- dicina podía dar s-uenta; esta parte formaba una en-
dad. Nuestro maestro G. Canguilhem ya nos advirtió fermedad, y es por ello que los insensatos debían ser
contra esta manera de tratar la historia de la medici- tratados com0 enfermos, y no arrestados como de-
na y pensamos que, al menos en este punto, siempre lincuen tes,1para ser condenados más tarde; pero se
lo hemos seguido(4). trataba de/una enfermedad única, que Pb. Pinel(9)
Pero tampoco fabricaremos una concatenación iba a denbminar alienación mental, empleando un
diacrónica de doctrinas expuestas una tras otra. Por término que reinaría durante más de sesenta años en
una parte, dos teorías antagonistas pueden coexistir los países1 de lengua francesa.
y no sucederse; por la otra, la referencia al cerebro no Esta noción de enfermedad tenía otra consecuen-
tiene el mismo sentido para A. L. J. Bayle(S) en 1822 cia. Hasta 'entonces, muchos de los que se ocupaban
que para J. Séglas en 1896(6), de manera que hablar de los insensatos en instituciones públicas, privadas
de organicismo y oponerlo a alguna psicogénesis sin o religiosas, ¡;¡o eran médicos, y allí donde había mé-
referencia sólo podría tener sentido precisando la fe- dicos, su rol ~€ limitaba a tratar las eventuales afec-
cha y el contexto. ciones intercur'?-e~ tes y no a la atención específica de
Emprenderemos una reflexión totalmente distin- la locura. A partir- del momento en que se trata de
ta. Cierta familiarización progresiva con los autores, una enfermedad própiamente dicha, só]o los médi-
VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2000, Vol. XI
Nuestra psiquiatría. Doscientos aFíos después 11

cos pueden ocuparse de ella y tratarla. El efecto tar- "De la no existencia de la monomanía"(lO). Rompía así
dará en generalizarse, pero hacia mediados del siglo con la tradición de Esquirol, de quien había sido mé-
XIX, los médicos habrán adquirido el monopolio del d ico interno mucho antes, y establecía cómo la pa-
tratamiento legítimo de los alienados. Es por ello tología mental debía renunciar a esta noción de uni-
q ue esta alienación mental, considerada desde en- cidad, abandonar la autonomía de la alienación
tonces como una enfermedad, tomará una inipor- mental y admitir que su campo, como el del resto de
tancia mayor durante toda la primera mitad del l iglo la medicina, se hallaba ocupado por varias enferme-
XIX y funcionará como paradigma en la medida en dades mentales, rigurosamente distintas unas de
que será concebida como una enfermedad úrhica, otras e irreductibles a todo intento de unificación.
unicidad que acarreará tres consecuencias. Por un la- Muchos de nuestro predecesores -V. Magnan, J. Sé-
do, la medicina mental se alejará de todo el resto de glas, Ph. Chaslin, E. Hecker, K. L. Kahlbaurn, E. Krae-
ta medicina, renovada por la Escuela de París, una de pelin, K. Jaspers, y muchos más- reafirmaron esta
cuyas características fundamentales era el estudio nueva concepción de la psiquiatría que prevaleció
anatomo-clínico de diversas enfermedades i.rreducti- en todas partes, hasta que la multiplicación de las es-
bles unas a otras: una parte del genio de J. Bouillaud pecies mórbidas -entia non sunt mulitplicanda, praeter
será mostrar que la constricción mitral es una enfer- necessitatem- hizo sentir la necesidad de volver a
m edad diferente de la insuficiencia aórtica y de la cierta reunificación, con la noción de estructuras psi-
pericarditis, tal como Laennec establecería que la di- copatoiógicas; y nos parece que la fecha de 1926
latación bronquial es una en fermedad distinta de la marca muy bien este punto de inflexión, pues es el
pleuresía. Con la unicidad de la alienación, la medi- año en que, durante el Congreso de Ginebra-Lausa-
cina mental le da la espalda a una de las inspiracio- na, E. Bleuler expuso en francés su concepción de la
nes del resto de la medicina, uno de cuyos progresos esquizofrenia que, de manera evidente, constituía
será el distinguir las especies mórbidas unas de otras. un recurso, no a la semiología y la clínica, sino a la
Por otro lado, la medicina mental va a extender psicopatología(l 1).
esta exigencia de unidad al ámbito de las institucio- Pero, no obstante, el período de las enfermedades
nes y de la terapéutica. Los hospitales en cuestión, mentales no desapareció y nos dejó al menos dos
q ue en Francia se llamarán asilos, a partir de la ley de problemas. Por un lado, la psiquiatría abarca figuras
1838, deberán recibir sólo a sujetos víctimas de alie- bien diversas, que ya no podríamos reducir a una
nación mental, excluyendo toda otra enfermedad, y unidad, como así tampoco imaginar que, desde cier-
allí se practicará únicamente el tratamiento moral de to punto de vista, no habría distinción irreductible
la locura, excluyendo toda otra terapéutica eventual. entre, por ejemplo, la neurosis obsesiva y la demen-
Será una panacea, que no hallará ninguna práctica cia arteriopática: la pluralidad clínica es una eviden-
comparable en todo el resto d.e la medicina. cia, al menos para un primer abordaje descriptivo, y
Nos parece importante subrayar las dos conse- no se deja doblegar tan fácilmente por exigencias
cuencias inevitables de esta unicidad radical y cons- psicopatológicas, que se volverían frente a ella un
titutiva de la alienación mental. Esta será objeto de suerte de lecho de Procusto.
una crítica muy eficaz a partir de mediados del siglo, Por otro lado, esta diversidad clínica nos obliga a
pero le legará a la psiquiatría un tema radical que no darnos cuenta de que el campo de la psiquiatría se
creemos que se haya resuelto en realidad, incluso caracteriza a la vez por límites difusos y por un ám-
más allá del siglo XX. Podemos formularlo así: cual- bito de contenido muy heterogéneo. El tema de las
quiera fuera el nivel de rigor al que la patología men- fronteras nos obliga a preguntarnos, entre otros inte-
tal hubiera llegado y aunque se pudiera hablar en- rrogantes difíciles de responder, cuándo ciertos com-
tonces de cientificidad, sin perder por ello todas las portamientos extraños dejan de tener que ver con la
neuronas prefrontales que nos conservarían un poco rareza de las conductas o con el derecho penal para
de espíritu crítico, de todas formas, para la opinión pertenecer a la patología mental, o también qué ha-
general, pero iluminada, la locura, como experiencia cer con esa región compartida con la neurología. El
humana insuperable, seguiría siendo una; y todos tema del contenido no nos parece más tranquiliza-
los progresos imaginables del conocimiento no evi- dor, pues nos lleva a preguntarnos si todas las enfer-
tarían que esta cuestión de la unicidad de estar loco medades que en general se ubican allí tienen algo en
siguiera siendo apremiante e inevitable. común, o sólo se las reúne por los motivos extrínse-
El período de la alienación mental llegó a su fin y cos de una comodidad a veces anecdótica. Y podría-
se desdibujó en el pasado de nuestra disciplina, pero mos retomar para la psiquiatría lo que JP. Sartre di-
nos dejó el interrogante insoslayable de saber si, cua- jo en su momento de la psicología: " ... la psicología,
lesquiera fueran los progresos ulteriores de la psi- aunque pretenda ser una ciencia, sólo puede plan-
quiatría, la locura no sería, para una experiencia hu- tear una suma de hechos heteroclitos que en su ma-
mana quizás más fundamental que la medicina, un yoría no tienen nada en común. ¿Qué más diferen-
asunto grave, que sólo podría resolverse de manera te, por ejemplo, que el estudio de la ilusión estrobos-
binaria: estar loco o no estar loco. cópica del estudio del complejo de inferiori-
dad?"(12).
El período en que prevalecía el paradigma de las
Las enfermedades mentales enfermedades mentales pertenece, desde luego, a
y las aporías de la pluralidad nuestro pasado, pero a su manera, sobrevive y conti-
núa preocupándonos con interrogantes apremian-
La fecha un tanto arbitraria de 1854 es la de la pu- tes. Dejando de lado toda polémica corporativista,
blicación del polémico artículo que J. P. Falret llamó ¿qué puede significar la relación de inclusión o de
VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2000, Vol. XI
12 G. Lanteri-Larira

exclusión de la psiquiatría respecto de la medicina? Formación de una identidad profesional


Y si el campo de la psiquiatría resulta ser definitiva-
mente plural y heterogéneo, ¿qué sucede con las re- Durante estos treinta años, empezamos por
laciones de la psiquiatría con la locura? aprender un oficio, el de psiquiatra. Este aprendiza-
je, cuando lo observamos un instante, nos parece
inevitablemente compuesto, hecho de distintos pro-
Las estructuras psicopatológicas cedimientos que debemos distinguir unos de otros
sin lograrlo de manera satisfactoria; siempre se con-
El psicoanálisis, la fenomenología, la teoría de la fundió en esta tarea la reiteración del rol de nuestros
forma, y más en general, la consideración mayor de predecesores, el cuestionamiento inevitable de esta
un nivel psicopatológico que trasciende la clínica, repetición, el sentimiento de que la misma se nos
llevaron a nuestros predecesores a no atenerse más a imponía a la vez como condición previa para todo
la lista, supuestamente exhaustiva, de las enfermeda- cuestionamiento ulterior efectivo, y como el riesgo
des mentales y, sin volver verdaderamente a la uni- de terminar por adoptarla casi sin darnos cuenta y de
dad de la alienación, a tratar de caracterizar un ám- repetir trayectorias, algunas prestigiosas, otras olvi-
bito meta-semiológico, en el que se incluiría a la psi- dables.
quiatría como una patología de la libertad(l3), o co- Es allí que las nociones de saber y de savoir-faire,
mo el registro donde se articulan lo edípico y lo pre- de teoría y de teoría de la práctica(lS), de reformis-
edípico(14), todas formulaciones de orden antropo- mo d isfrazado de revolución y de revolución parcial
lógico, que apuntan a hallar en la locura una de las que resulta de reformas efectivas, se transforman ya
posibilidades esenciales al hombre. sea en los burdos adornos de una actividad, bastan-
Semejante preocupación tiende inevitablemente a te tradicional, ya en las condiciones de un progreso
hacer de la psiquiatría una disciplina muy diferente real. El rol que pudo tener la antipsiquiatría inglesa,
de todas las especialidades médicas reconocidas, o a sobre todo con los trabajos de R. D. Laing(l6), talco-
excluirla completamente de la medicina; pero la mo lo vemos a la distancia, nos parece importante,
cuestión de la inclusión o de la exclusión de la psi- menos por su protesta -supuestamente radical- que
quiatría respecto de la medicina puede sólo hallar por su crítica a un triunfalismo terapéutico, que en
respuestas polémicas y partidistas; el interrogante so- gran parte contribuyó a cuestionar(l7).
bre su relación con la condición humana merece tal Las incertidumbres permanecen y no sabemos
vez una mayor reflexión. muy bien cómo solucionar la cuestión de la irreduc-
No parece que sea esencial al hombre el poder su- tible heterogeneidad del campo de la psiquiatría, la
frir de rubeola o de la enfermedad de Besnier-Boeck- de sus fronteras, a la vez parapetos y zonas francas, y
Schaumann; ¿pero es esencial al hombre el poder también la cuestión de la legitim idad de los medios
volverse loco, en la acepción cultural y social del tér- que lleva a la práctica. Y, a pesar de estas dudas irre-
mino, o en otro registro, el poder volverse esquizo- ductibles y de estas aproximaciones, muy pocas de
frénico? las cuales sabemos transformar en certezas, examina-
Ver el campo de la psiquiatría como un ámbito mos y tratamos pacientes, ayudamos a nuestros jó-
habitado por las estructuras neuróticas y las estruc- venes colegas a formarse y escribimos artículos y Ji.
turas psicóticas tiende ciertamente a estimar que el bros.
poder volverse loco es esencial al hombre. Es por ello Si todo va bien así, es tal vez porque nuestra rela-
que el paradigma de las estructuras psicopatológicas, ción con la historia de la psiquiatría se modificó con-
aunque termine por desaparecer, como sus dos ante- siderablemente respecto de la de nuestros maestros o
cesores, nos lega, sin que podamos deshacernos de antecesores. La historia de nuestra disciplina apare-
esto afectando cierto escepticismo, el interrogante cía entonces como la crónica de un desbrozamiento
de saber si la eventualidad de la locura tendría que ejercido por notables prácticos que, obra tras obra,
ver tan sólo con la contingencia y el azar, o si resul- iban extrayendo de una mina donde se mezclaban
taría ser constitutiva de la condición humana, al prejuicios, errores y embriones de conocimientos
punto que no se podría ser hombre sin correr el ries- positivos, un saber teórico y práctico que, una gene-
go inevitable de estar loco. ración más tarde, iba a aliar cierta cientificidad a
"maneras de hacer" que, por derivar de esta misma
cientificidad, no podían dejar de hacer que la psi-
Nuestros últimos treinta años quiatría fuera definitivamente eficaz: aunque la Jeru-
salén celeste no había descendido aún a la tierra, el
Acabamos de recordar ciertos aspectos de la psi- niño podría probablemente acariciar muy pronto el
quiatría del pasado, la que hizo posible nuestra pro- ojo del basilisco.
pia formación y que aprendimos de nuestros maes- r uestra relación con esta historia se modificó mu-
tros, pudiendo siempre librarnos de ella un poco cho(l8) en la medida en que ya no buscamos en ella
más tarde, sabiendo más o menos todo lo que le de- las premisas de certezas ulteriores, sino formulacio-
bíamos. El balance de los últimos treinta años de nes útiles de una problemática que es la nuestra y cu-
nuestras prácticas y reflexiones -saber y savoir-faire- yas trampas tratamos de descubrir, más que tratar de
nos inclina a evocar a la vez lo que hemos adquiri- solucionar definitivamente sus interrogantes. Ade-
do, lo que hemos aceptado, rechazado o transforma- más, bien sabemos por haberla recibido y modifica-
do de todo este legado, y lo que quizás querríamos do, que la psiquiatría contemporánea sólo constitu-
legar nosotros. ye un momento pleno de interés, entre un pasado
-que tratamos de conocer cada vez mejor- y un por-

VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2000, Vol. XI


Nuestra psiguiatría. Doscientos años después 13

venü, del que sólo vislu~bramos un futuro p róxi- pues presupone otro nivel, el de la reflexión psicopa-
mo. Es por ello que nos parece que nuestras incerti- tológica. En este aspecto, debemos volver un instan-
dumbres son no tanto inter\pgan tes a los que debe- te a esos t reinta últimos años.
ríamos poder aportar soluciones definitivas, sino En sus comienzos, la mayoría de nosotros buscá-
más bien testimonios irrecusaBtes de que nuestra dis- bamos algo como la verdadera teoría que daría cuen-
ciplina se halla habitada(19) \Pºr estas cuestiones ta, si no de la totalidad de la psiquiatría, al menos de
fundamentales q ue nos legaran los paradigmas de lo que constituía lo esencial, y esperábamos mucho
los siglos XIX y XX. ya sea de la metapsicología, ya de la fisiología de los
neurotransmisores, ya de la renovación de la neu-
ropsicología. El paso del tiempo, la mayor experien-

a la h erencia tr7-
D·e la herencia recibida
ida
cia, la reserva impuesta a las doctrinas hegemónicas
y cierta modestia nos han llevado a estimar que aún
habría que esperar décadas para llegar a un conoci-
Varios de J).GSotros pueden desear legar a sus suce- miento completo y cierto, o bien, que resultaba pre-
sores -que contribuyeron a formar y que, a la vez y suntuoso y poco crítico esperarlo efectivamente.
aun venidos de lejos, sin debernos nada directamen- Por otra parte, no se trataba de tener un escepti-
te, tomarán de hecho n uestro lugar(20)- cierto saber cismo desengañado, sino más bien de reconocer que,
y cierto savoir-faire, que se ubican a nivel de las prác- en el mejor de los casos, sólo se t rata de lo que lla-
ticas semiológicas, clínicas y terapéuticas, y a nivel maríamos con gusto un procedimiento de epistemo-
de las reflexiones psicopatológicas. logía regional(24): ciertas áreas de la psiquiatría no
El primero de estos niveles, en lo que respecta a la comportan ninguna psicopatología; otras sí tienen
semiología y a la clínica, le debe mucho a nuestro una, pero varía según el área en cuestión; otras, fi-
pasado, aunque lo hayamos retomado en buena me- nalmente, pueden tener que ver con más de una psi-
dida gracias al uso del análisis estructural(21) y con copatología. Y en el mejor de los casos, sólo se podía
un empleo juicioso y crítico de la noción de transfe- tratar de modelos por rever, y no de la naturaleza de
rencia. Y sigue siendo necesario que un diagnóstico las cosas, pues la lucidez trae consigo Ia modestia.
bien definido preceda la puesta en marcha del trata-
miento.
En cuanto a la terapéutica, nos parece primero Epilogo
que, salvo para la patología aguda, y para ciert os as-
pectos neuróticos, trata menos de abolir las expe- Hemos tenido la ventaja, y a veces la alegría, de
riencias anormales, que de ayudar al paciente a reto- heredar estos doscientos años de nuestros anteceso-
marlas como suyas propias y reubicarlas en su propia res, algunos prestigiosos, otros modestos, pero todos
historia. Nos parece que luego oscila entre dos polos. útiles¡ sacamos nuest ro provecho, y t reinta años de
En un extremo, tenemos un tratamiento esencial- práctica y de reflexión nos permiten ocuparnos de
men te individual(22), que tiene que ver sobre todo nuestros pacientes verdaderamente bastante bien y
con la psicoterapia y cuyo modelo ideal sigue siendo pensar que nuestros sucesores lo harán tal vez mejor
la cura-tipo(23). En el otro, está lo que cada vez más que nosotros. Los habremos ayudado un poco a sa-
se llama la prise en charge -el hacerse cargo- que se car su beneficio, sabiendo que el equiUbrio entre la
opera casi siempre de a varios y donde debemos ase- reflexión critica, la información sutil y la práctica
gmarnos, con la más estricta vigilancia, de que los inevitablemente emprendida, por sí solas, pueden
roles efectivos de unos y otros no se mezclen, si no permitirles seguir los efectos positivos de una psi-
caeríamos en una confusión d e géneros, cruza de quiatría que nosotros, con toda modestia, hemos
cierta sociogénesis activista. contribuido a mantener, perfeccionándola; durante
Pero este estadio de la clínica y de la t erapéutica la última década u na revista como Vertex, ha tenido
no tiene probablemente una verdadera autonomía, en esta tarea un rol decisivo ■

Hemos ilustrado este número aniversario recreando obras de arte que han
tomado la celebración o lo festivo como inspiración. Al tratar de escoger
estas obras, hemos caído en cuenta de lo poco que estos temas, a través
del tiempo, han atraído a los grandes artistas.

VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2000, Vo l. XI


14 G. Lnnteri-Lm1m

Notas

l. "No hay nada nuevo bajo el sol". /11Uo11 (ra11raise, G. Walter ed., París, l'insensé, Paris, Gallimard, 1994; Gau-
Su único uso legítimo es gramatical, pues Gallimard, Bibliothéque de la Pléiade, chel, M. y Swain, G. La pmtique de /'esprit
puede servirles a los que estudian latín 1961, 2 vol., 1, 1047-1091, 11, 568-609. humai11. L'institution asilaire et la révol11-
para concebir que también es correcto 9. Cf. Traité 111édico-philosophiq11e sur tio11 démocratique, París, Gallimard, 1980.
decir: nihil 11ovi que nihil novum. l'aliénation mentnle, París, Richard, Caille 19. No decimos "encantada", lo que
2. Remitimos aquí al lector a dos tex- y Ravier, 1ª ed., An IX; J. A. Brosson, 2° podría dar un estilo más brillante, pues
tos de nuestra autoría: Psychiatrie et co11- ed., 1809. no tenemos ninguna confianza en el ro-
11aissance, Paris, Sciences en Situation, 10. Cf. Falret, J. P., Des maladies men- manticismo.
1991 y Essai sur les paradigmes ele la psy- tales et des asiles d'aliénés, Paris, (nouvelle 20. Durante la Revolución francesa, la
chiatrie modeme, París, Les Editions du edition, Sciences en Situation, París, 1994, Marsellesa decía:
Temps, 1998. 2 vol., !, 525-448). "Entraremos en el camino
3. Le debemos esta metáfora a un li- 11. Cf, Bleu]er, E., La schizophré.nie de la vida,
bro de nuestro maestro CI. Lévi-Strauss: Congres des méclecins aliénistes et neurolo- cuando nuestros mayores
Le regare/ éloig11é, Paris, Pion, 1983. gistes de France et des pays de langue fran- ya no estén,
4. Cf. Canguilhem, G. Tdéologie et ra- ¡:aise, XXXª Session, Ginebra y Lausana, hallaremos allí el polvo
tionalité dans les scie11ces de la vie, Paris, J. 2-7 agosto 1926. París, Masson, 1926. de sus huesos
Vrin, 211 ed., 1988. 12. Cf. Sartre, J. P., Esquisse d'une théo- y la huella de sus virtudes".
5. Cf. Recherches sur l'arachnitis chroni- rie des émolions, París, Hermann, 2ª ed., El término "polvo de sus huesos"
q11e, la gastrite et la gastroe11térite chroni- 1948, s. (poussiere) se usaba para la rima, en lugar
ques, et la goutte, considérées comme causes 13. Cf. Ey, H., Des idées de /ackson a un de "cenizas", y no tenía nada de peyora-
de l'alié11atio11 menta/e, Paris, Gabon, modéle orga110-dynamiq11e en psychiatrie, tivo.
1822, y "Des causes organiques de l'alié- Toulouse, Privat, 1975. 21. Cf. Lanteri-Laura, G. "La connais-
nation menta le accompagnée de paraly- 14. Cf. Abraham, K., Oeuvres comple- sance clinique: h istoíre et structure en
sie générale", Annales médico-psychologi- tes, trad. J. Barande y E. Grin, París, Pa- médecine et en psychiatrie", L'Evolution
ques, 1855, 3, 1, 409-425. yot, 1965? 2 vol. psychiatrique, 1982, 2, 423-469, y "La sé-
6. Cf. Pathogénie et physiologie patho- 15. Cf. Bourdieu, P., Esquisse d'une miologie psychiatrique: son évolution et
logique de l'hallucination de l'ou1e Con- théorie de la pratique, Ginebra, Droz, son état en 1982", L'Evol11tid1111 p,ychintri-
gres des médecins a/iénistes et neurologistes de 1972. que, 1983, 2, 327-363.
France et des pays de la11gi1e franraise, Vll2 16. Cf. Le moi divisé, trad. CI. Elsen, 22. Salvo en lo que atañe al trata-
Session, Nancy, 1-5 agosto 1896. Paris, París, Stock, 1970. miento llamado "bi-focal", hoy menos
Masson, 1897, 2 vol., 1, 3-73. 17. Cf. Lanteri-Laura, G. "Le voyage frecuente, y que conjugaba a un psicote-
7. Cf. Kuhn, T. S., La structure des révo- dans l'anti-psychiatrie anglaise", L'Evolu- rapeuta y u n prescriptor.
lutions scientifiques, trad. L. Meyer, Paris, tion psychiatrique, 1996, 3, 621-634. 23. Cf. Green, A. Un psychanalyste en-
Flammarion, 1983, y La tension essentie- 18. Consideramos aquí mucho me- gagé, Paris, Calmann-Lévy, 1994, 148-
1/e. Tradition et changement dans les scien- nos la obra de M . Foucault que la de G. 149.
ces, trad. M. Biezunski, Paris, Gallimard, Swain y de M. Gauchet. Cf. Swain, G. Le 24. Estamos en d euda con G. Bache-
1990. s'ujet de la folie. Naissance de la psychiatrie, lard: Cf. Bachelard, G. Le 11ouvel esprit
8. Cf. Michelet, J., I-Tistoire de la Révo- Toulouse, Privat, 1977, y Dialogue avec scientifique, Paris, J. Vrin, 5° ed. 1981.

VERTEX~ev. Arg. de Psiquiat. 2000, Vol. XI


Capítulo I.
Diferentes enfoques teóricos en Psicopatología

Que8 la psicopatología ha ingresado al siglo XXI es un hecho que no por constatable es menos
sorprendente. La sorpresa radica en que subsista aún, a pesar del impacto feroz de una clínica -la de nuestros
días- gobernada por el lobby de los laboratorios que fuerzan la construcción de manuales diagnósticos y
estadísticos que se pretenden ateóricos. El auge de los psicofármacos trae una consecuencia fatal para el
clínico: la psiquiatría ha tomado el derrotero que la lleva a convertirse cada vez más en una disciplina
puramente médica, en la que el diagnóstico psicopatológico no tiene lugar y es reemplazado por el diagnóstico
de trastornos (diferencia que retomaremos posteriormente), lo que supone el empleo de sistemas cuya
construcción prescinde de consideraciones teóricas, es decir, psicopatológicas. De este modo, si la psiquiatría
fue durante décadas uno de los pilares fundamentales del desarrollo de la psicopatología, sirviendo su clínica
tanto como fuente de datos como de campo de aplicación, esa interrelación ha comenzado a disminuir, y, en
ciertos ámbitos, casi a desaparecer.
Que el supuesto ateorismo y el consenso democrático con el que se pretende un ordenamiento prolijo
de entidades con el fin de facilitar la protocolización, tengan la pretensión de, en pocos años, sustituir la
robustez de una disciplina que lleva más de 200 años de desarrollo como la psicopatología, no ha hecho por
ello que logren construir otra cosa que un mero nomenclador, provisorio, mutante, pues los consensos parece -
como la última versión del DSM testimonia- no trascienden demasiado.
La medicalización de la vida cotidiana que se promueve cada vez más decididamente a medida que las
versiones del DSM se renuevan, casi como una afrenta a la psicopatología de la vida cotidiana que Freud
deslindó, atenta contra lo necesario del detenimiento al que nos fuerza el ejercicio de escuchar aquello que del
padecimiento logre articularse en un discurso, atenta contra el intervalo preciso que haga posible la lectura de
un detalle clínico que en su sutileza pasaría desapercibido por la prisa a la que se empuja para retornar cuanto
antes a la velocidad productiva, atenta por fin contra la contingencia de un encuentro, singular.
Pero antes de adentrarnos en un debate polémico que posee múltiples aristas, debemos efectuar
algunas precisiones en relación con nuestra materia: la psicopatología.

Orígenes de la psicopatología
La psicopatología es una disciplina que forma parte de la psicología constituida en ciencia y tiene por
objeto específico estudiar los procesos y fenómenos psíquicos patológicos. Si bien es parte de la psicología,

8
Los textos que componen este volumen tienen orígenes diversos. El presente capítulo fue redactado tomando por
base la clase dictada en ocasión de la prueba de oposición y antecedentes del concurso para el cargo de Profesor Titular de
la Cátedra de Psicopatología de la UNC, a fines del año 2013. El tema sorteado en esa oportunidad fue: “Diversos enfoques
teóricos en Psicopatología. Fundamentos de su selección”. Este texto contiene agregados muchos temas que en una clase de
aproximadamente 30 minutos sería imposible desarrollar. Habiéndome hecho cargo de la Cátedra a partir del año 2014, creí
necesario que un texto como este, que plantea la posición doctrinal de la misma sobre la Psicopatología, sirva como
introducción a nuestros estudiantes, y a los eventuales lectores, de modo que tal posición quede explicitada desde el inicio.
debe considerarse que, como tal, es una disciplina teórica autónoma, que construye sus conocimientos a partir
de la observación de los hechos. En este sentido, a priori es independiente de cualquier campo particular de
aplicación de la psicología, pero a cualquiera de los cuales puede aportar.
El término psicopatología fue empleado por primera vez por el alemán Emminghaus en 1878 como
sinónimo de psiquiatría clínica. La psicopatología nace más tarde como método y disciplina de propio derecho.
Como término se formó como una abreviatura de psicología patológica, que es el modo en que se denominó en
sus inicios a esta disciplina en el momento de su surgimiento en el campo de la psiquiatría, por analogía con la
expresión medicina patológica. Etimológicamente psyché: alma o razón, páthos: enfermedad, y logía o logos,
discusión o discurso racional, ha dado lugar, tanto históricamente como en la práctica efectiva, a diversos
empleos, de los que distinguiremos al menos tres:
1- Designar un área de estudio: aquella área de la salud que describe y sistematiza los cambios en el
comportamiento que no son explicados, ni por la maduración o desarrollo del individuo, ni como resultado de
procesos de aprendizaje, denominados enfermedades mentales.
2- Como término descriptivo: Es aquella referencia específica a un signo o síntoma que se puede encontrar
formando parte de una enfermedad.
3- Como designación de un área de estudio en psicología: es una de las disciplinas que forman parte de la
psicología como ciencia. Su objeto de estudio son los procesos y fenómenos psíquicos patológicos, ya sea en
las enfermedades mentales (opuestas al estado de salud tal y como es definida por la Organización Mundial de
la Salud: social, psicológica y biológica), sea en las perturbaciones que acontecen en personas sanas.
Abordar el complejo y extenso campo de las enfermedades mentales, el campo de la psicopatología,
implica examinar esas enfermedades y articularlas con una teoría capaz de explicarlas. Para ello deben
considerarse: 1) aspectos semiológicos, 2) patogénicos, 3) etiológicos, y 4) las nosologías psicopatológicas.
Como puede apreciarse, estas múltiples consideraciones confluyen, irremediablemente, en un problema clínico: el
del diagnóstico. Problema complejo, arduo, apasionante, difícil, sobre el que han corrido -y siguen corriendo- ríos de
tinta, y en el que “navegaremos” en un capítulo posterior de este volumen.
El surgimiento de la psicopatología hacia fines del siglo XIX es correlativo de la tendencia de la
psicología de ese tiempo a constituirse en ciencia. El puntapié inicial, en términos históricos, lo da Théodule
Ribot en Francia al denominar “Psicología patológica” a la disciplina cuyo método, a diferencia de la psicología
experimental, consiste en estudiar los hechos patológicos para comprender y conocer mejor la psicología
normal. El “método patológico” -así lo denomina- propone entonces que los procesos o mecanismos que
intervienen en el desarrollo normal del psiquismo se observan y conocen con mucha mayor precisión allí donde
las facultades se desorganizan o desvían. Es decir: busca comprender la psicología normal a partir del hecho
patológico. Lo cual sólo puede asentarse en una concepción de lo normal y lo patológico de pura continuidad.
Podemos concluir entonces a partir de ello que la oposición normal-patológico se sostiene con un criterio
continuista.
La influencia de Ribot en la psicología universitaria francesa fue notable, aunque es importante tener
presente que su formación era filosófica y no tenía experiencia práctica concreta en el campo de la patología
mental. Vale decir que ya en ese tiempo, en el momento de su nacimiento, la psicopatología se constituía como
una disciplina más teórica, por oposición a la psiquiatría como práctica médica (veremos luego como a lo largo
de la historia esta dualidad retorna, según se van sucediendo los diversos paradigmas de la psiquiatría que
marcan su evolución). Uno de sus discípulos, Pierre Janet9, quien lo sucedió en su cátedra de Psicología
patológica, también de formación filosófica, se volcará luego a la medicina y será uno de los fundadores de la
psicopatología dinámica. Ha sido uno de los grandes interlocutores de Freud con quien debatirán extensa y
duramente. Pero lo que nos interesa destacar es lo siguiente: es notable que la premisa ribotiana se continúe
en el joven neurólogo vienés. En efecto, Freud ha planteado sistemáticamente que la patología permite
observar con mayor claridad el funcionamiento normal pues muestra exageradamente algo que en la
normalidad escapa a nuestra aprehensión. Así, por ejemplo, lo plantea a propósito de su introducción del
concepto de narcisismo en la teoría de la libido. ¿Cómo puede apreciarse claramente una colocación de la
libido definible como narcisismo en tanto “complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de auto-
conservación, de la que justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo”10? Nada mejor que en dos
rasgos de aquel caso de la patología que demuestra su exacerbación: el delirio de grandeza -una de las formas
que asume el delirio paranoico- y el extrañamiento de su interés respecto de personas y cosas del mundo
exterior, característico del cuadro de dementia praecoz delimitado por E. Kraepelin. En esos mismos años,
procede de igual modo con el duelo y la melancolía, y otros ejemplos, anteriores y posteriores podrían listarse
para confirmar la presencia en Freud de la inspiración de Ribot.
Pero, como suele pasar con Freud, nos desgastamos por mucho tiempo interpretando la lógica de su
modo de pensar, para luego encontrar que él expresa con toda claridad y sencillez lo que nosotros concluimos
con dificultad luego de enormes rodeos. En efecto, afirma:

“la patología mediante sus aumentos y engrosamientos puede llamarnos la atención sobre
constelaciones normales que de otro modo se nos escaparían”.11

Sin embargo, no podemos afirmar que Freud suscribe la tesis de Ribot sin más, parece más bien
subvertirla, pues no se trata de una continuidad a secas sino de un criterio cuantitativo: “exacerbación”, decía a
propósito del narcisismo, “aumentos” y “engrosamientos” de constelaciones normales, afirma aquí. La oposición
normal-patológico se desdibuja hasta el punto en que la transmutación que opera Freud las reúne en una
identidad: se trata de los mismos mecanismos. La diferencia es cuantitativa pero sobre la base de su identidad.
Ahora bien, si el nacimiento de la psicopatología se produce en Francia, tal como acabamos de
mencionar, es incorrecto sostener que ella es un derivado de las teorizaciones de Freud. Más bien, hemos
hecho notar cómo él se nutre de las tesis ribotianas. Pero estas relaciones no son unidireccionales, debemos
considerar también cómo los desarrollos freudianos comienzan a aportar a la disciplina psicopatológica a partir
de sus elaboraciones en torno de los mecanismos psíquicos, concepciones del síntoma, las tópicas del aparato

9
Recordemos que Jacques Lacan en su tesis de doctorado denomina a Janet como “un pionero de la
psicopatología”.
10
Freud, S.: Introducción del narcisismo, pág. 71,
11
Freud, S.: 31° Conferencia de introducción al psicoanálisis: “La descomposición de la personalidad psíquica”.
psíquico y la metapsicología.
En efecto, la psicopatología se ha interrelacionado estrechamente con la práctica clínica de la
psiquiatría y del psicoanálisis, que constituyeron sus fuentes privilegiadas de recolección de datos empíricos,
tanto en el momento de su surgimiento como en las primeras décadas de su desarrollo. Pero también, y
fundamentalmente, la práctica clínica psiquiátrica y la psicoanalítica fueron los principales campos de aplicación
de la psicopatología en la medida en que le proporcionaron la posibilidad de la extensión de sus conceptos.
Delimitamos así la constitución de un trípode: psicopatología, psiquiatría y psicoanálisis, cuyas fronteras
conviene conocer y mantener con firmeza:

PSICOPATOLOGÍA

PATHOS

PSIQUIATRÍA PSICOANÁLISIS

Trípode robusto, sólido, inseparable, basado no sólo en las razones históricas que comenzamos recién
a delinear y que desarrollaremos todavía mucho más, sino sobre todo en razones clínicas: es imprescindible
conocer las relaciones estrechas entre estas tres disciplinas para no recaer en muchos de los vicios a los que
nos conduce el desconocimiento: creer que el psicoanálisis surge de la nada, suponer que la psicopatología
nace gracias al psicoanálisis, o que la psiquiatría es un saber perimido al que los clínicos ya no tenemos nada
que deberle. Prejuicios que sólo pueden sostenerse en la ignorancia, que es -como lo ha señalado Jacques
Lacan- una de las tres grandes pasiones del alma, agreguemos: lamentablemente muy difundida en lo atinente
a las relaciones entre psicoanálisis, psicopatología y psiquiatría. Pero que tiene incidencias clínicas, prácticas.
No se trata sólo de un problema meramente especulativo sino que afecta el modo de concebir y,
entonces, de tratar, el pathos humano – núcleo de la psicopatología tal como la definiremos aquí. Ese pathos -
vocablo griego (πάθος) que puede tomar varias acepciones-, tomando en cuenta esa peculiar relación que
Freud sostiene de lo normal con lo patológico, alude tanto al sufrimiento humano normal como al sufrimiento
existencial, propio del ser en el mundo, distinto del sufrimiento patológico o mórbido. Significa también pasión,
desenfreno pasional no patológico pero inducido. Se puede definir como: «todo lo que se siente o experimenta:
estado del alma, tristeza, pasión, padecimiento, enfermedad», adoptando así un cariz ético ineliminable.
Para dar prueba de las múltiples articulaciones y entrecruzamientos que la pirámide refleja,
comenzaremos por plantear los tres grandes enfoques teóricos con que -en mi opinión- puede abordarse el
extenso campo de la psicopatología.

Tres enfoques
Como podrá constatarse, el estudio de la patología mental puede llevarse a cabo a partir de diversos
enfoques o modelos, que nacen del estudio histórico de lo acontecido con las enfermedades mentales y del
acercamiento a las mismas según diversas disciplinas y escuelas. La variedad de enfoques que se han
empleado a lo largo del desarrollo de la psicopatología ha conducido a que la enfermedad mental se entienda
de diversos modos y, en consecuencia, que se intervenga sobre ella también de múltiples maneras, con
consecuencias muy variadas sobre los aspectos individuales, familiares y sociales. Vale decir que según como
concibamos y expliquemos la enfermedad mental, aplicaremos modelos terapéuticos diferentes. Para dar un
ejemplo sencillo: si pienso que la causa de la depresión radica en la ausencia o mal funcionamiento de la
sinapsis de cierto neurotransmisor, no tendré mejor opción a la mano que el tratamiento químico que supla la
carencia neurológica.
Pero no nos abocaremos a listar aquí dicha variedad de enfoques con un afán de erudición historicista,
que permita reunir objetivamente esa multiplicidad, ofreciendo un panorama general, por muy erudito que
pudiere parecer, tampoco les propondré un abordaje multidisciplinario que pretenda hacer confluir los tres
enfoques que voy a presentar. Esa posición ecléctica puede conducir al error de tomar discursos muy
diferentes, incluso opuestos, como aquellos que permiten explicar partes de una verdad, de una realidad que
estaría allí esperando ser abordada por nuestras teorías. Como ya hemos señalado, la psicopatología engloba
un conjunto de problemas, abordables desde diferentes perspectivas teóricas y campos disciplinares. Diversas
profesiones, por tanto, podrán involucrarse en el estudio de la psicopatología. Principalmente lo hacen la psiquiatría
y la psicología, en la medida en que, fundamentalmente, a su vez participan del tratamiento, investigación y
explicación acerca del origen del pathos de la psyché. Ahora bien, ello no indica aún las orientaciones teóricas que
se entrecruzan allí. Esto permite entrever que aquello que se denomina psicopatología es el resultado del
entrecruzamiento de referencias teóricas y disciplinas muy diversas, que han variado a lo largo de las épocas.
Cuando afirmé mi interés por desechar el eclecticismo, apuntaba especialmente a enfatizar entonces que
frente a una tal diversificación, se torna imprescindible adoptar una decisión, esto es, definir claramente cuál es
nuestra concepción de la psicopatología. Esto implica, por un lado, afirmar que esta posición no configura “la única
psicopatología” -lo que significaría el desconocimiento de lo producido en campos u orientaciones diferentes-, pero
también, por otro lado, implica no formular una propuesta que se pretenda ecléctica, supuestamente más “amplia” o
“abierta”, con pretensiones de “neutralidad”. En mi opinión, no existe una psicopatología ecléctica o integradora que
sume “todas” las orientaciones teóricas ni todos los campos disciplinares.
Subrayada esta posición, y para comenzar a adentrarnos en tema, conviene proponer cierta
sistematización del campo de abordaje de lo patológico. Para ello propondremos tres enfoques que podemos
ubicar como los modelos más habituales, difundidos e importantes de abordar la patología mental en la historia
de la psicopatología y que propongo denominar: el enfoque descriptivo, el interpretativo, y el estadístico.
Si elegimos este modo de presentación, es por una razón: pretendemos no hacer de la historia de la
psicopatología una larga, simple y tediosa colección de nombres y fechas, sino de producir la lógica que la rige.
Pues, como afirma J. Lacan: “La historia no es el pasado”. El pasado es un conglomerado de hechos, de
fechas, de nombres propios, mientras que la historia es una lectura, que desde el presente y orientándose hacia
ese pasado, ordena, reordena y da la razón a ese pasado. “Lo pasado pisado” reza el pacto de los juegos de la
infancia, la historia no se pisa, siempre está abierta a la renovación, a lo nuevo, al hallazgo, a lo sorpresivo, a
veces sorprendente.

1- ENFOQUE DESCRIPTIVO

Situamos el puntapié inicial a fines del siglo XVIII en Francia con Philippe Pinel y su discípulo y
continuador, Esquirol, y con ellos, el nacimiento de la clínica psiquiátrica. Su desarrollo y evolución posteriores
es enorme y no podremos detenernos aquí en sus detalles. Sobre todo porque la clínica psiquiátrica no ha
progresado con un movimiento unificado, llano, recto, sino animado por infinidad de controversias de escuelas,
fundamentalmente la Escuela Francesa y la Escuela Alemana, que estuvieron en comunicación, oposición y
constante debate durante apróximadamente los doscientos años que hoy vamos a reunir en unas pocas
páginas. El imprescindible texto del historiador de la psiquiatría Paul Bercherie Los fundamentos de la clínica
balizará el inicio de nuestro derrotero.
Pero quisiera detenerme un instante en un planteo más general: ¿cuál es el valor de estudiar a los
autores clásicos de la psiquiatría cuando lo que nos interesa es la psicopatología? Porque los clásicos
trascienden el momento de su surgimiento y producción y siguen provocando efectos. La novena Sinfonía de L.
Beethoven, el Hamlet de Shakespeare, o el humor de “El chavo del 8” -recientemente desaparecido- nos
“tocan” como antaño y si son clásicos es porque podemos conjeturar que lo seguirán haciendo a las futuras
generaciones. En este caso particular, la psiquiatría clásica sigue enseñando, sigue produciendo novedad,
aunque su tiempo de producción haya culminado. Se trata de otra temporalidad que la cronológica y lineal.
Como señala Bercherie, desconocer todo lo positivo que ese saber tuvo, ignorar esa enorme “tabla de
orientación” -como la calificó Karl Jaspers- en lo atinente al diagnóstico psiquiátrico, la clínica y la nosología en
sentido clásicos, conduce irremediablemente a reconstruir su versión pero empobrecida, envilecida, corriendo el
riesgo de retomar, sin querer o sin saber, los mismos impasses, de repetir los mismos problemas que
determinaron su declinación.
En La historia de la locura en la época clásica, Foucault edifica una ficción genealógica del discurso de la
psiquiatría en la que exhibe cómo la locura pasa de ser sometida al encierro junto con otras modalidades de ocio y
exclusión, a convertirse en un objeto del saber médico y eso sucede cuando Ph. Pinel es llamado a organizar el
Hospital general francés. La locura era entonces un desorden a ser controlado, no era un problema médico. Es así
que surge el famoso tratamiento moral pineleano. Sin embargo, Pinel era médico y entonces comienza a operar
con su saber: observa, describe, clasifica, nomencla y así nace la clínica psiquiátrica. El texto de Foucault muestra
bien cómo la psiquiatría deviene saber positivo, la locura se convierte en un problema médico dejando de
pertenecer al grupo de los desórdenes morales y deviene enfermedad mental. Surgen de este modo las
clasificaciones, nomenclaturas, taxonomías que objetivan la locura mediante un saber científico. La psiquiatría se
ocupa, de allí en más, ante todo, de identificar signos y síntomas que llegan a configurarse como síndromes,
enfermedad o trastorno mental. Esto sirve tanto para el diagnóstico de pacientes individuales como para la
creación de clasificaciones diagnósticas. Se trata entonces de observar, describir objetivamente fenómenos, sin
una elaboración teórica o profundización interpretativa.
Paul Bercherie, en su artículo “La constitución del concepto freudiano de psicosis”, denominó este
período clínica sincrónica, en la medida en que se describe un estado. Según él, en este momento nace la
clínica como método, como ciencia de la pura observación y clasificación (aún sin consideración por la etiología,
la terapéutica, ni la evolución de la enfermedad). Podríamos decir entonces que Pinel introduce una innovación
en el plano del método: funda la tradición de la clínica sistemática. Siendo heredero de los ideólogos del siglo
XVIII, de la tradición nominalista, concibe el conocimiento como un proceso que se basa en la observación
empírica de los fenómenos que constituyen la realidad. Se observa y se clasifica lo que se ve. Es
fundamentalmente esto lo que llevó a Foucault a calificar la psiquiatría desde su surgimiento como una “clínica
de la mirada” en tanto se sustenta en la descripción detallada, fotográfica -en el sentido de la fidelidad lo más
cercana posible a lo que se ve- de los fenómenos del modo más claro y neto posible.

Pinel y su clínica
Los padres ideológicos de Pinel, entonces, habrán sido Locke y Condillac, quienes sostuvieron su
doctrina a partir de la confianza en la observación y la desconfianza en la teoría. Para Condillac la ciencia es
una lengua bien hecha, y una lengua que funciona bien es la que nombra lo real. Entonces, para Pinel los
fenómenos tal como se aparecen a la observación son la esencia de la realidad, razón por lo cual no hace falta
ninguna explicación: sólo se conoce lo que de lo real se presenta y se podrá obtener de él un conocimiento
pragmáticamente eficaz. De este modo, se constituye la clínica como observación y análisis de los fenómenos
perceptibles de la enfermedad.
Pinel consideraba la locura como un género unitario, en el que se encuentran diversos cuadros
sincrónicos, entendiendo por tal diversos síndromes agrupados alrededor de una manifestación central, rectora:
la alienación mental. Se trata de un cuadro único que puede tomar diversas formas en distintos pacientes o en
distintos momentos pero sin dejar de constituir una única y misma enfermedad. La alienación mental es
considerada por Pinel una enfermedad en el sentido de las enfermedades orgánicas, y definida como una
perturbación de las funciones intelectuales (funciones superiores del sistema nervioso). Del mismo modo, en
Alemania, W. Griesinger -considerado el padre de la psiquiatría alemana- acuñará la expresión “ciclo único de la
locura” que da cuenta de la misma concepción.
Dentro de esa enfermedad única, Pinel distingue las neurosis, la manía, la melancolía, la demencia, el
idiotismo, entre otras especies. Es importante entender que estos nombres no reflejan lo mismo que en
nuestros días. Debemos tener cuidado con no confundirnos en ese aspecto pues los mismos términos nombran
diferentes cuadros, no sólo en lo relativo a lo que describen sino también, y sobre todo, en lo atinente a cómo
los conciben.
Las neurosis son consideradas por Pinel como afecciones del sistema nervioso sin inflamación ni lesión
ni fiebre. Las denomina neurosis cerebrales (fundamentalmente porque considera que el cerebro es el asiento
de la mente) y se dividen en dos tipos: las que comportan abolición de la función (las afecciones comatosas) y
las que perturban la función (sin abolirla), las denomina vesanías (dentro de las que incluye la locura
propiamente dicha, la hipocondría, el sonambulismo, la hidrofobia -que no es la fobia al agua sino la rabia-).
Como puede observarse, esta nosografía pineleana está constituida por grandes clases fenoménicas, grandes
categorías conformadas cada una por el síntoma más notorio, evidente, saliente.

El tratamiento moral pineleano


Un capítulo a tener en cuenta cuando hablamos de Pinel es el de las causas y el tratamiento que, a
partir de él, se instituye en este primer período histórico del nacimiento de la clínica psiquiátrica.
Pinel suscribía una concepción materialista psico-fisiologista que concibe la mente como una
manifestación del funcionamiento del cerebro y considera que las relaciones de lo físico y lo moral en el hombre
son permanentes. La locura será entonces un desarreglo de las facultades cerebrales y puede deberse a tres
causas siempre concurrentes: causas físicas, herencia y causas morales. Con estas últimas, las fundamentales
para Pinel -que explican según su experiencia más de la mitad de los casos-, se refiere a pasiones intensas,
contrariadas o prolongadas, y a excesos. Y es de allí que surge el famoso tratamiento moral.
Pinel rechaza a los empíricos que buscan un remedio específico para cada enfermedad así como el
intervencionismo médico. En este sentido, Pinel es heredero de la tradición hipocrática. Hipócrates consideraba
la enfermedad como una reacción saludable del organismo contra la acción de causas que perturban su
equilibrio. Así, la enfermedad es un proceso cuya terminación natural es la cura. Es muy sencillo de comprender
si tomamos en consideración una enfermedad que todos hemos padecido alguna vez: la gripe. No se cura, lo
que el médico nos dice es que hay que soportar los 7-10 días que perdura y que no se debe interrumpir su
proceso con antibióticos, sólo conviene atenuar su malestar con un tratamiento sintomático: medicamentos para
bajar la fiebre, reducir las secreciones, levantar el ánimo, atenuar el dolor muscular, etc. Pero se cura sola...
Es así que Hipócrates denomina su tratamiento como método expectante: abstenerse al máximo de
toda intervención que perturbe el desarrollo natural de la enfermedad, pues cuando el organismo desarrolle su
reacción contra lo que lo perturba, sobrevendrá la crisis por la que la enfermedad termine por la eliminación de
la materia mórbida. ¿Cuál es el papel del médico? Ayudar al organismo en su tarea por la vía, por ejemplo, de la
utilización de medicamentos en el momento indicado, purgantes, evacuantes, vesicatorios, entiespasmódicos,
baños fríos o tibios, sangrías, tienen esta función. Pero siempre indicaciones terapéuticas moderadas y
regladas, que vayan en dirección de la naturaleza, en base a la observación del caso individual.
Entonces, Pinel continúa esa tradición en cierto sentido, pero a la vez se diferencia porque su
tratamiento moral implica intervenir: si en la alienación mental la mente está alterada, podrá ser reconducida a
la razón por la vía de la institución curativa. Pinel confía en la maleabilidad de la mente porque supone que los
contenidos de la mente dependen de las percepciones y las sensaciones (recordemos el sensualismo de Locke
y Condillac con el que se ha formado), entonces, modificando estas se modificará aquella. Si ciertas
percepciones alteraron mi mente, modificando las percepciones corregiré el contenido de la mente. El medio
ambiente será entonces central para Pinel, por eso la función del encierro es central en su método: aislar,
controlar las condiciones de vida del enfermo, permitirá modificar la mente enferma. Asistimos así al nacimiento
del hospicio psiquiátrico, entendido por él como un centro reeducativo, cuyo objetivo es

“subyugar y domar al alienado poniéndolo en estrecha dependencia de un hombre que, por


sus cualidades físicas y morales, sea adecuado para ejercer sobre él un poder irresistible y
para cambiar el círculo vicioso de sus ideas”.12

Pero la gran novedad de Pinel es considerar a los alienados como enfermos y no como endemoniados,
posesos, delincuentes, vagos, sino “pacientes”: concernidos entonces por el campo de la medicina, lo cual
implica ser tratados como tales.

Bisagra histórica
Un momento crucial en la historia de la psiquiatría se produce en 1822 con el descubrimiento de la PGP
(Parálisis General Progresiva), por parte del anátomo-patólogo francés llamado Bayle. Él realiza una serie de
autopsias a pacientes que habían padecido un cuadro denominado Parálisis General -descripto dentro de las
formas de la alienación mental y que se caracterizaba por presentar varios trastornos motores (de allí la
denominación de “parálisis”) acompañados de delirios megalomaníacos- y descubre la existencia de lesiones
específicas en las meninges que no aparecían en otros pacientes que padecían otras de las formas de la
alienación mental. Vale decir que el descubrimiento de Bayle supone la constatación de una etiología específica
para la PGP: la meningoencefalitis. ¿Ello qué implica? Que si hay una lesión específica para la PGP podría
haber otras lesiones que expliquen otras enfermedades. Y aún más: que la alienación mental no se trata
entonces de una única enfermedad, sino que habría que considerar la existencia de distintas enfermedades,
cada una de las cuales podría corresponder a una lesión específica. Bayle produce, en efecto, un fuerte giro en
el modo de considerar la enfermedad mental.
Hacia 1850 algunos autores empiezan a reconocerlo, a admitir la caída de la alienación como
enfermedad única. El descubrimiento de la PGP implicó incorporar a la psiquiatría el método anátomo clínico,
paradigmático de la medicina de la época. Dicho método implica reconocer en una enfermedad varios
parámetros: una evolución típica, una etiología conocida, un tipo de lesión histopatológica definida y un
mecanismo fisiopatológico preciso. Lo que supone el método es que la conjunción de todos estos parámetros
permitirá encontrar un tratamiento específico para cada enfermedad.
J. Falret es quien da el puntapié inicial en Francia al plantear este cambio metodológico, y en Alemania
es Kahlbaum quien lo retoma posteriormente, quien ejerció una fuerte influencia sobre E. Kraepelin.

12
Pinel, Ph.: Traité de l'aliénation mental, priemra edición, citado por Bercherie, P.: Los fundamentos de la clínica,
Bs. As., Manantial, 1986, pp. 22.
Para hacer justicia, debemos mencionar a Griesinger como el eslabón alemán de esta bisagra histórica,
pues retomando el descubrimiento francés comienza a considerar formas primarias (por ejemplo el trastorno
emocional como factor esencial) a las formas secundarias (debilitamiento del yo, de la personalidad) a partir de
lo que distingue delirios sistematizados de psicosis afectivas, aunque todo ello siga sucediéndose dentro de su
concepción de la locura como un gran ciclo, un proceso en la degradación progresiva del espíritu que
representa la enfermedad mental.

La segunda clínica psiquiátrica


Este proceso conduce entonces a lo que P. Bercherie denomina la clínica diacrónica. La enfermedad
mental ya no es única, la locura ya no es un género sino una clase de enfermedades yuxtapuestas unas a otras
en una clasificación. Falret retoma el descubrimiento de Bayle y el método anátomo clínico, critica la antigua
metodología y prepara las bases para la construcción de una nueva clínica: estudiar la evolución de la
enfermedad, pasado y porvenir del enfermo, buscar una patogenia específica, compilar signos negativos,
prestar atención a pequeños signos secundarios, que permiten diferenciar entidades que antes se confundían
en conglomerados dispares de la nosología de Pinel y Esquirol.
Comienza a observarse la enfermedad en su comienzo, su desarrollo, su evolución y especialmente su
terminación. Esto tiene una razón: a falta de poder ubicar a veces alguno de los parámetros mencionados, se
profundizó la observación de los estados terminales de las enfermedades, o sea la evolución de los mismos (su
desarrollo en el decurso del tiempo) y no solamente el corte (sincrónico) que se realiza en el momento del
examen psiquiátrico, como lo demuestran los trabajos de uno de sus más representativos exponentes: E.
Kraepelin en Alemania. Cabe aclarar que fue él quien introdujo definitivamente estas ideas en la psiquiatría
alemana a partir de 1899, dado que sus colegas inicialmente no siguieron estos cambios que comenzaron a
darse en Francia. La famosa sexta edición de su Tratado de Psiquiatría con la delimitación de los tres grandes
cuadros clínicos que influyeron en la historia de la psiquiatría (paranoia, demencia precoz y psicosis maníaco-
depresiva) son el testimonio de la eficacia de la aplicación del nuevo método. Especialmente las dos primeras
se distinguen, en el sistema de Kraepelin, por sus diversas formas de inicio (lento, precoz y progresivo en la
paranoia, más agudo en la demencia precoz), por la forma terminal (con conservación de las facultades
mentales en la paranoia, final demencial en la demencia precoz), por los síntomas primarios y accesorios (no
me extiendo aquí en todo lo que podría señalarse, subrayo solamente que lo que en la paranoia es síntoma
primario, el delirio crónico, es accesorio en la demencia precoz; así como lo que en esta es primordial, basal, el
trastorno de la afectividad, la voluntad y el juicio, se mantiene como síntoma negativo -es decir conservado
sano- en la paranoia). Como se ve, de ello se trata en esta nueva clínica psiquiátrica.
La evolución de la psiquiatría es enorme e inabordable hoy en su conjunto. Solo señalamos aquí estos
dos grandes momentos, siguiendo los desarrollos de Bercherie, para dar cuenta de la importancia del método
descriptivo que se encuentra también en la psicopatología, en este sentido heredera de la psiquiatría clásica.
El esquema de la Psiquiatría Claśica según Bercherie

CLÍNICA SINCRÓNICA Bisagra CLÍNICA DIACRÓNICA

1790 1822 1870

PINEL BAYLE FALRET - KRAEPELIN

Locura: Locura:
género unitario homogéneo clase de enfermedades
P.G.P yuxtapuestas
etiología específica: meningo-
encefalitis
Clínica basada en la observación Estudia la evolución de la
pura de síndromes enfermedad, pasado y porvenir
Sin consideración por Búsqueda de etiologías específicas
etiopatiogenia
Acento en el síntoma saliente en el Compilación de síntomas primarios,
momento de la evaluación síntomas negativos, atención a
signos secundarios

Los paradigmas de la psiquiatría


Desde esta perspectiva, es muy interesante atender también a la sistematización de la historia de la
psiquiatría propuesta por George Lanteri-Laura, psiquiatra y profesor de psiquiatría, en su trabajo aparecido en
1998 Essai sur les paradigmes de la psychuiatrie moderne.13 Allí recurre al concepto de paradigma del
epistemólogo de la ciencia Thomas Kuhn con el fin de abordar los primeros doscientos años de la historia de la
psiquiatría de un modo lógico y no cronológico, lo que le permite distinguir algunos movimientos esenciales y
delimitar períodos, caracterizados cada uno no por el dominio de cierta doctrina sino por algunas “convicciones
compartidas de antemano” por casi todos, aceptadas como indiscutibles o tácitas, pero que justamente por eso
facilitaban que en su interior se enfrentaran diversas teorías, se opusieran autores, etc.
Kuhn define como paradigma al conjunto de prácticas que caracterizan a una disciplina científica
durante un período específico de tiempo. En su libro La estructura de las revoluciones científicas afirma que el
paradigma es un “modelo de ciencia” que determina para cada disciplina, en un período histórico determinado,

13
Sus desarrollos principales han sido retomado en su artículo publicado en español especialmente redactado en
ocasión de los 10 años de la revista Vertex: Lanteri-Laura, G.: “Nuestra psiquiatría. Doscientos años después”, Revista
Vertex, N° 40.
el objeto de estudio, el método considerado válido para la producción de conocimiento científico sobre dicho
objeto, el tipo de interrogantes que deben formularse, los modos de interpretación de los resultados de la
investigación científica y cuándo se produce lo que denomina “crisis paradigmática”.
En este sentido es que Khun distingue la “ciencia normal” de la “ciencia en crisis”, es decir, ni más ni
menos que oponer el período en que la ciencia opera como fundamento de una práctica, que nadie pone en
cuestión y que resuelve los problemas surgidos en su campo, al período en que esa ciencia ya no responde, en
que es puesta en cuestión pues aparecen problemas que ella no puede resolver. El paradigma es entonces el
conjunto del saber establecido que sostiene a la ciencia normal en su función14, cuya eficacia se mantiene
mientras que no surjan problemas que lo pongan en “crisis”. El estado de crisis se mantendrá hasta que un
nuevo paradigma venga a resolverlo y se establezca un nuevo período de ciencia normal.
Lanteri-Laura aplica a la historia de la psiquiatría este sistema de pensamiento que Kuhn produce para
explicar la historia de la ciencia, lo cual arroja como resultado un esquema constituido por una serie de tres
paradigmas escandida por dos crisis:

1° PARADIGMA: “La alienación mental”


CRISIS
2° PARADIGMA: “Las enfermedades mentales”
CRISIS
3° PARADIGMA: “Las estructuras psicopatológicas”

Dos paradigmas de la psiquiatría clásica


El primer período es regido según Lanteri-Laura por el paradigma de “La alienación mental”. Este
momento corresponde al pasaje de la noción social y cultural de “locura” -impregnada de connotaciones
filosóficas, religiosas y morales- al concepto médico de “alienación mental”. Se extiende desde fines del siglo
XVIII hasta los años 1850-60. Su representante fundamental es Pinel y ya hemos señalado los factores más
salientes de este período, en el esquema de Bercherie, por lo cual no abundaremos en más detalles.
Lo que nos interesa resaltar, de entre las consecuencias que acarrea este paradigma, es que la
alienación mental se constituye en una especialidad autónoma, opuesta a todas las otras enfermedades de la
medicina. Por lo tanto, lo que caracteriza este paradigma es el singular de “la” alienación mental.
La crisis paradigmática, según Lanteri-Laura, surge a mediados del siglo XIX a partir de la obra de J.
Falret, discípulo de Esquirol. Lo fecha un poco arbitrariamente en 1854 con su artículo “De la no existencia de la
monomanía” (entidad delimitada originalmente por su maestro). Fue el primero en considerar que la
enfermedad mental no es única sino que la patología mental está compuesta por un conjunto de especies

14
No se confunda “paradigma” con teoría. Esta es particular, mientras que el paradigma es el marco en el interior del
cual son posibles un conjunto de teorías.
mórbidas. Pensaba que estas no se reducían a ser meras variedades de un género único sino que eran
enfermedades específicas e irreductibles unas a otras. Según Falret:

“La práctica de una semiología y de una clínica atentas y prolongadas, cuidadosa a la vez de la
precisión en la actualidad y del cuidado en la evolución, conduce a identificar especies
mórbidas que no se pueden reducir a la unidad sin desconocer la riqueza de los datos de la
observación...”. Y agrega que dichas especies son: “verdaderamente distintas, caracterizadas
por un conjunto de síntomas y por una marcha determinada”.15

La cita es muy gráfica pues resume con excelente claridad los parámetros con que caracterizamos la
clínica diacrónica en la denominación de Paul Bercherie.
Es entonces este punto de inflexión plantado por Falret, proseguido por tantos otros como Magnan,
Séglas, Chaslin, Kahlbaum, Kraepelin, Jaspers, y un largo etcétera, que pone en crisis la noción de alienación
mental y establece las bases sobre las que se edificará el paradigma de “las” enfermedades mentales, ya en
plural. Paradigma cuya vigencia se extiende apróximadamente desde 1870 hasta la posguerra de 1918. El
campo psiquiátrico permanece ordenado en una infinidad de especies mórbidas, de la que se deriva una
pluralidad de terapéuticas y de instituciones asistenciales, con predominio de tratamientos centrados en lo
farmacológico. Esta multiplicación de las entidades mórbidas fuerza al clínico a poner el acento en la semiología
y en la observación clínica del paciente. Se vuelve entonces crucial la evaluación diagnóstica para poder
establecer un pronóstico y un tratamiento adecuados. En tiempos de Pinel era más sencillo: una vez que el
clínico reconoce que el cuadro corresponde a la alienación mental y no a otra enfermedad del campo médico,
sólo resta aplicar el tratamiento moral. Pero ahora, al constituirse la patología mental como un conjunto de
enfermedades diversas, cada una con sus signos distintivos, sus modos de evolución, etc., se vuelve
imprescindible el reconocimiento de sus signos. Entonces la semiología psiquiátrica alcanza su mayor grado de
desarrollo al ser la rama de la medicina que describe y define los signos de las enfermedades. En este
paradigma se constituyen entonces las grandes nosografías psiquiátricas tal como las conocemos hoy.
Lanteri-Laura destaca en este período un “empirismo estricto” que se exterioriza en la importancia de la
observación aguda y la fineza en la descripción, como características decisivas de la clínica psiquiátrica. Esto
implica un énfasis de la observación por sobre los presupuestos, las elaboraciones teóricas. De este modo, se
instaura una tensión fuerte entre la clínica y la psicopatología en la medida en que la semiología psiquiátrica
adquiere un valor fundamental para decidir la orientación terapéutica. Aquí parece entonces radicalizarse
aquello que señalamos sucedía en el nacimiento mismo de la psicopatología con Ribot, considerada una
disciplina meramente teórica por oposición a la práctica psiquiátrica.
Pero ese desarrollo, ese esplendor semiológico es lo que conduce a la crisis del paradigma, por dos
razones relacionadas entre sí. Por un lado, el método anátomo patológico, en el que se sostenían las
esperanzas para anclar las enfermedades mentales en una etiología certera, no logra situar las lesiones que

15
Citado por Lanteri-Laura.
operarían como causa de los síntomas. El programa propuesto a partir de los descubrimientos de Bayle
tambalea, y finalmente la teoría de las localizaciones cerebrales cae. Por otro lado, el furor categorizandis
condujo a una multiplicación de las especies mórbidas tan exuberante que su utilidad antaño valorada se fue
haciendo cada vez menos clara. La proliferación ilimitada de artículos científicos, irreductibles entre sí, que no
permiten intercambios ni comparaciones, ni aportan a ninguna propedéutica, termina por estallar en un
desorden inefable que afecta por igual a la clasificación de las enfermedades y a los signos semiológicos. Así,
por tomar un ejemplo, a la clasificación esquiroliana de las alucinaciones se agregan las falsas alucinaciones, la
alucinosis, la obsesión alucinatoria, que no es lo mismo que la alucinación obsesionante, la manía alucinatoria,
sin dejar de destacar el aporte de la alucinación verbal de Séglas, etc., etc., etc. En suma, una proliferación de
categorías sin correlato clínico específico y de dudosa utilidad para la orientación diagnóstica. La descripción
encuentra su límite.

El tercer paradigma: “Las estructuras psicopatológicas”


Tal vez no alcancen un exceso y un defecto, para hacer entrar en crisis un paradigma tan robusto como
el de las enfermedades mentales (el exceso de descripción y el defecto de la teoría localizacionista). No
deberíamos dejar de considerar que contemporáneo a dicha crisis es el surgimiento y difusión de la obra de S.
Freud, con la incidencia que tiene sobre psiquiatras como Bleuler en la Escuela de Zurich. Esto sienta las bases
para la constitución del tercer paradigma de la psiquiatría.
Situamos su vigencia desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década del '80. Lanteri-Laura lo fecha
con precisión en 1926, con la intervención de Eugen Bleuler en el Congreso de Psiquiatría de Ginebra, y su
declive con la desaparición física de Henri Ey en 1977. Parece caprichoso el establecimiento de ciertas fechas
para indicar inicios y finales de movimientos de pensamiento de una comunidad científica, que son tan
dinámicos y que tienen tantos matices. En este caso, el autor lo justifica en lo siguiente: en el Congreso de 1926
la comunidad científica acepta las tesis de Bleuler que habían sido publicadas antes, en 1911, en su texto sobre
las esquizofrenias. Por esa razón es aquella la fecha y no esta. Así como el modelo órgano-dinámico de Ey
termina con su muerte, punto final al último intento de construcción de un sistema que dé coherencia a la
psiquiatría en su conjunto.
En este período el campo de la psicopatología se presenta ordenado por una oposición tajante entre
neurosis y psicosis, la cual se constituye con el auxilio de conceptos provenientes de campos ajenos a la
psiquiatría. El psicoanálisis fundamentalmente, pero también la teoría de la forma (Gestalt), la fenomenología, y
en términos más amplios, la consideración mayor de un nivel psicopatológico que trasciende la clínica, sumado
a ello una nueva concepción del “sujeto”16 que comienza a circular en el campo psiquiátrico, llevaron a los
predecesores a no atenerse más a la lista pretendidamente exhaustiva de las enfermedades mentales, y así se
va produciendo el viraje hacia una nueva concepción de la clínica psicopatológica. La nueva distinción neurosis-
psicosis le permitirá a la psiquiatría organizar todo lo que en el campo de la patología mental no corresponde a

16
Dedicamos el siguiente capítulo completo a la elucidación de este concepto original, en psicoanálisis, de la
enseñanza de Lacan.
lesiones cerebrales ni a factores exógenos evidentes y, según Lanteri-Laura, tratará de ser sostenida por la
psiquiatría apoyándose en la neurología globalista (que se oponía a la teoría de las localizaciones cerebrales y
concebía al cerebro como una totalidad articulada, es decir como una estructura figura-fondo) y en la
fenomenología. En efecto, la distinción neurosis-psicosis que proviene de Freud no tiene un origen neurológico
ni lesional, entonces, su origen está ligado a procesos psicopatológicos.
Así, este paradigma mantendrá una distinción de origen más psicopatológico que clínico, desplazando
el acento que en los paradigmas anteriores recaía sobre la clínica más que en la psicopatología, pues se la
consideraba -como ya indicamos- más teórica que práctica.
La denominación del paradigma con el término de “estructuras psicopatológicas” no obedece a la
noción de estructura vinculada al estructuralismo y a la estructura del lenguaje. Este empleo aparecerá
posteriormente de la mano de Jacques Lacan cuando destaque la estructura lingüística de los fenómenos que
componen el campo de la psicopatología y establezca distinciones estructurales. Lanteri-Laura adopta la noción
de estructura de la teoría de la Gestalt (la teoría de la forma), definida como una organización de elementos
irreductibles a la suma de sus partes. Destacamos de entre sus mentores a Koehler y Koffka, quienes
demostraron que el mínimo perceptible para un ser vivo no es nunca un estímulo aislado y absoluto sino una
organización figura-fondo. Entonces, para Lanteri-Laura en este momento la psiquiatría clínica pasa a segundo
plano como una disciplina médica empírica y la psicopatología devendrá dominante.
Para dar un ejemplo, Kraepelin consideraba la demencia precoz una enfermedad que podía abordarse
a partir de la descripción clínica y cuya evolución aseguraba la unicidad del cuadro. Bleuler plantea el
mecanismo esquizofrénico: la esquicia de las diversas funciones, la fragmentación y la ambivalencia mentales.
Esto marca de manera decisiva el tenor de la transformación que ha sufrido la psicopatología desde el
paradigma de las enfermedades mentales al paradigma de las estructuras psicopatológicas: se formulan
hipótesis psicopatológicas y no meramente descriptivo-semiológicas.
De este modo, cobra un valor relevante la pirámide propuesta más arriba: aquí se ve claramente ahora
el papel preponderante que jugó el psicoanálisis en ese pasaje del segundo al tercer paradigma: por las
hipótesis psicopatológicas que Freud introduce y por la distinción neurosis-psicosis. A la vez que permite
distinguir el campo de la psicopatología del psicoanálisis como tal. Vale decir, este tercer paradigma sigue
perteneciendo a la psiquiatría, una psiquiatría infectada ya por “la peste” del psicoanálisis, es cierto, pero
psiquiatría al fin.
Por otra parte, no debe confundirse este paradigma de las estructuras psicopatológicas con el origen de
la psicopatología como tal. Como ya hemos señalado, no nace aquí sino que con este nombre Lanteri-Laura
destaca el momento en que un conjunto de conceptos y la psicopatología misma como tal se imponen en el
ámbito de la psiquiatría, produciendo una modificación monumental de sus coordenadas. Así como tampoco
debe limitarse el origen de la psicopatología al surgimiento del psicoanálisis.
Podemos entonces transformar la pirámide del trípode psicopatología-psicoanálisis-psiquiatría en un
diagrama de Venn que nos facilite graficar tanto las relaciones entre la psiquiatría y el psicoanálisis en la
constitución del campo de la psicopatología en los diversos momentos de su historia, a la vez que nos ilustra
gráficamente las relaciones entre los momentos de la historia delimitados por Bercherie en su entrecruzamiento
con la sistematización de Lanteri-Laura:

El campo de la psicopatología

PSIQUIATRÍA PSICOANÁLISIS

Clínica Sincrónica “Las grandes


“La alienación mental” estructuras S. Freud
psicopatológicas”
Clínica Diacrónica
“Las enfermedades
mentales”

Ahora bien, ¿por qué no considerar que la psicopatología tal como la conocemos hoy es finalmente el
resultado de la intervención del psicoanálisis? En suma, ¿por qué no aceptar que hay una psicopatología que
no convendría distinguir del psicoanálisis? Sencillamente porque su historia demuestra que es falso. Pero sobre
todo por una razón conceptual que echa por tierra todo intento de confundir el psicoanálisis con la
psicopatología, develando con claridad que el paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas lo que en
verdad prueba es la fuerte influencia de Freud en el campo de la psicopatología y la práctica psiquiátrica. En
este sentido, lo que Lanteri-Laura demuestra, quizás sin proponérselo, es que la clínica psiquiátrica y la
psicopatología no serán ya lo que fueron antes de Freud.
La razón conceptual mencionada radica en el debate Bleuler-Freud. Marcamos que la incidencia de
Freud en la concepción de la enfermedad mental llevó a Bleuler a una producción novedosa en el campo de la
esquizofrenia, pero esta incidencia no estuvo exenta de polémica. Es sabido que Bleuler cuestiona la
conceptualización kraepeliniana de la demencia precoz, propone desechar esa denominación y sustituirla por la
de esquizofrenia y establece su particular mecanismo especialmente a partir de lo que denomina “autismo”.
Pero lo hace sobre la base de la formulación freudiana del autoerotismo, como esa fase en la evolución
de la libido en la que aún no se ha constituido ningún yo ni un objeto, donde reina la parcialidad pulsional, la
satisfacción anárquica de las pulsiones parciales en un cuerpo fragmentado en zonas erógenas aún no
constituido como unidad. ¿Del “autoerotismo” al “autismo” qué se pierde? “Eros”: auto(ero)tismo – esa es la
marca de la intervención de Bleuler: el rechazo de la teoría de la libido freudiana. El efecto es indudable y eso
marca la distancia entre la psicopatología que surge de este paradigma y el psicoanálisis. Al borrar las huellas
del autoerotismo freudiano y designar como síntoma fundamental de la esquizofrenia el autismo, se revela el
límite de Bleuler y el del tercer paradigma.
¿Por qué? Porque la teoría de la libido le permite a Freud introducir la oposición neurosis-psicosis así
como también la diferencia entre paranoia y esquizofrenia a partir de sus diferentes modos de tratamiento,
localización y retorno de la libido retirada de los objetos y personas del mundo. Y ello introduce una cuestión
fundamental: la transferencia. La clínica psicoanalítica es una clínica bajo transferencia, es decir el analista se
constituye como el objeto fundamental de la libido y desde esa posición que puede intervenir sobre el
padecimiento. Y es precisamente esto lo que lo aleja definitivamente de la descripción objetivante de la
psiquiatría.
En ese sentido, para observar sus diferencias, es muy claro servirse del valor y lugar que se otorga al
fenómeno y su relación con la estructura en los diversos paradigmas de la psiquiatría y en el psicoanálisis. La
clínica sincrónica y la clínica diacrónica están marcadas por el acento puesto en el fenómeno sin consideración
por la estructura. El paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas desplaza el acento del fenómeno a
la estructura: se trata de encontrar todos los fenómenos (síntomas) en una entidad y remitirlos al mismo
mecanismo generador, explicables por la misma hipótesis psicopatológica (la esquicia para la esquizofrenia, por
ejemplo), lo cual permite situar todos los síntomas en un análisis estructural. Mientras que en la perspectiva del
psicoanálisis no se trata ya de la disyunción entre fenómeno y estructura -que ha llevado a los teóricos del
tercer paradigma a enormes dificultades- sino de una novedosa relación. Es tal vez J. Lacan quién mejor lo ha
puesto en el tapete al sostener en El Seminario 3 que: “...la estructura aparece en lo que se puede llamar, en
sentido propio, el fenómeno”.17 Es decir, no una disyunción sino una conjunción que implica la búsqueda de la
estructura en el fenómeno mismo. De este modo hemos comenzado a poner un pié en el segundo enfoque que
voy a proponer, razón por la cual interrumpiremos aquí el desarrollo de este tema para retomarlo enseguida.
Antes de ello, quisiera detenerme brevemente en situar lo que podría considerarse, según Lanteri-
Laura, el problema que conduce a la crisis al tercer paradigma. El uso y abuso del concepto de estructura
termina por convertirse en un problema de difícil solución. En el conjunto de autores que dominan este período
comienza a ser engorroso hallar una definición común de estructura y cada vez más, cuando los leemos,
debemos interrogar sus textos para dilucidar qué entienden por tal, de modo que la unidad se va deshaciendo,
la dispersión va ganando terreno. Pero también debe considerarse el auge de los medicamentos un factor
decisivo en la crisis paradigmática de las grandes estructuras, así como la proliferación de dispositivos
psicoterapéuticos, todo lo cual plantea nuevos problemas prácticos que el paradigma debe enfrentar, según
Lanteri-Laura, con dudoso éxito. Es así que afirma que:

“Las referencias psicopatológicas se han multiplicado, sin que ninguna de ellas se haya podido
imponer a las otras” -dando cuenta de la dispersión mencionada- y agrega que: “al

17
Lacan, J. (1955-56/1984): El seminario. Libro 3: “Las psicosis”, op. cit., pág. 207.
psicoanálisis, la psiquiatría dinámica y la fenomenología, se han agregado el conductismo, las
teorías de la comunicación digital y analógica, las concepciones congnitivistas y ciertas
importaciones de la inteligencia artificial, sin olvidar que por otra parte las generalizaciones
que no han dejado de realizarse a partir de los efectos terapéuticos de los neurolépticos, los
ansiolíticos y los timolépticos. Ninguna de esas vías ha logrado, sin embargo, suplantar a las
otras. Al mismo tiempo, la distancia que separa la actividad cotidiana, clínica y terapéutica, de
las teorizaciones ha aumentado mucho […] y carecemos completamente de una teoría de la
práctica capaz de dar cuenta de manera reflexiva de esas prácticas mismas”.18

El diagnóstico del autor es claro y certero. Se abre entonces el interrogante de si esta crisis ha
conducido o no a un cuarto paradigma, en función de lo que representa hoy día el auge de los manuales DSM,
cuyo modelo sindrómico pretende ocupar el lugar central de la práctica psiquiátrica. Dejaremos esta discusión
para más adelante.

Lo que los clásicos nos legaron


Hasta tal punto los clásicos están vigentes, lo pasado no está pisado sino que la historia nos aguijonea
con sus retoños incesantes, que Lanteri-Laura señala lo que cada uno de estos paradigmas, desaparecidos o
no, o en tránsito de hacerlo, nos legan: una serie de interrogantes insoslayables. Es decir que el sistema de
Kuhn se ve alterado en cierta medida. Lanteri-Laura sostiene que la constitución de un nuevo paradigma luego
de la crisis implica la conservación de ciertos residuos conceptuales provenientes del paradigma antecesor, así
como algunas nociones y problemas pueden permanecer latentes en un paradigma y manifestarse en el
sucesor, e incluso el retorno de ciertas cuestiones que se creían resueltas por el paradigma anterior.
Es así que el paradigma de la alienación mental nos deja el cuestionamiento respecto de si la locura es
un asunto grave que sólo puede resolverse binariamente: estar o no estar loco.
Las enfermedades mentales nos lega dos problemas: primero, la imposibilidad de reducir a una unidad
la diversidad de figuras que la psiquiatría abarca, en la medida en que la pluralidad clínica es una evidencia
incontestable, el menos en el nivel descriptivo, de difícil domeñamiento por medio de exigencias
psicopatológicas; y, segundo, lo cito:

“esta diversidad clínica nos obliga a darnos cuenta de que el campo de la psiquiatría se
caracteriza a la vez por límites difusos y por un ámbito de contenido muy heterogéneo. El tema
de las fronteras nos obliga a preguntarnos, entre otros interrogantes difíciles de responder,
cuándo ciertos comportamientos extraños dejan de tener que ver con la rareza de las
conductas o con el derecho penal para pertenecer a la patología mental, o también qué hacer
con esa región compartida con la neurología. El tema del contenido no nos parece mas
tranquilizador, pues nos lleva a preguntarnos si todas las enfermedades que en general se

18
Lanteri-Laura, op. cit., pp. 207.
ubican allí tienen algo en común, o sólo se las reúne por los motivos extrínsecos de una
comodidad a veces anecdótica”.19

El paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas terminará por desaparecer pero nos dejará el
interrogante de saber si la eventualidad de la locura tiene que ver sólo con la contingencia y el azar o si es
constitutiva de la condición humana, de modo que no se puede ser hombre sin el riesgo de estar loco. Tema
apasionante que Lacan ha recorrido y que esperemos poder retomar en otro contexto.20

Una mención especial


Antes de concluir este punto, no puedo dejar de mencionar a Karl Jaspers, a quien debemos
reconocerle el haber sido uno de los autores que más influyó en la psicopatología a partir de haber escrito su
enorme Psicopatología general en la que desarrolló sus perspectivas de las enfermedades mentales, un clásico
de la literatura psiquiátrica. Creo no traicionar la historia si lo considero uno de los padres de la psicopatología
tal como la conocemos hoy, en la medida de que muchos criterios modernos de diagnóstico nacen de ideas
contenidas en sus páginas.
Psiquiatra alemán y filósofo, influyó decididamente en la teología, en la psiquiatría y en la filosofía
moderna. Se graduó de la escuela de medicina en 1909 y comenzó a trabajar en el hospital psiquiátrico de
Heidelberg donde Kraepelin había trabajado años antes. Siempre se mostró insatisfecho con la forma en que la
comunidad médica de la época abordaba el tema del estudio de las enfermedades mentales y su meta fue
mejorar este aspecto. En 1913 Jaspers ocupó un puesto temporal como profesor de psicología en la facultad de
filosofía en la Universidad de Heidelberg a partir de lo cuál abandonó la práctica psiquiátrica y se abocó, ya a
partir de 1920 decididamente, a la filosofía. Esa insatisfacción lo llevó a cuestionar tanto el criterio diagnóstico
como los métodos clínicos de la psiquiatría. Por eso se lo reconoce como quien introdujo un nuevo método de
estudio en psicopatología. Retomando el método fenomenológico creado por E. Husserl, lo aplicó a la
enfermedad mental, para discutir el paradigma de las enfermedades mentales, criticando el abuso de la
semiología, que reduce al paciente a una suma de aspectos patológicos en vez de considerarlo en su totalidad.
Jaspers propone que el desciframiento de las enfermedades mentales requiere establecer relaciones
comprensibles, más que relaciones causales, en tanto la comprensión implica tanto una dimensión estática (la
vivencia particular de cada enfermo tal como se presenta en su conciencia) como una dimensión genética (la
comprensión que capta la génesis de los fenómenos patológicos). Este procedimiento otorga significado y
comprensión a los fenómenos patológicos. De allí, reacción, desarrollo de la personalidad y proceso se
convierten en las tres grandes categorías de su psicopatología.
Jaspers estudió varios pacientes en detalle, registrando información biográfica respecto de ellos y notas
de cómo se sentían los propios pacientes acerca de sus síntomas. Esto se ha denominado “método biográfico”
y hoy forma parte de la práctica de la psiquiatría moderna. Resulta también de particular importancia el modo en

19
Lanteri-Laura, G.: “Nuestra psiquiatría. Doscientos años después”, Revista Vertex, N° 40.
20
Al respecto cf. Muñoz, P.: Las locuras según Lacan, Bs. As., Letra Viva, 2011.
que Jaspers encaró el diagnóstico psiquiátrico de síntomas; según él, el criterio de diagnóstico debía tomar en
cuenta principalmente la forma ante el contenido. Por ejemplo, al diagnosticar una alucinación, el hecho de que
una persona experimente fenómenos visuales sin que para ello medie un estímulo sensorial (la forma) es más
importante que lo que el paciente ve (el contenido). Se opuso así con claridad al paradigma de las
enfermedades mentales criticándole el abuso de la semiología, que tienen a reducir al paciente a una suma de
aspectos patológicos en lugar de enfocarlo en su totalidad, a la vez que se sitúa en oposición a la concepción
anatomista de la enfermedad mental, considerándola un reduccionismo que desconoce lo esencial de lo
humano al objetivar el campo de lo que es fundamentalmente subjetivo.
En este sentido, Jaspers ha sido decisivo para la constitución del tercer paradigma, el de las grandes
estructuras psicopatológicas. Y debemos reconocerle, junto a Bleuler, ese lugar, aunque el texto de Lanteri-
Laura no lo señale con claridad. En efecto, su crítica al paradigma precedente es tan sólida como bella:

“Lo mismo que las ondas circulares en la superficie de las aguas, puestas en movimiento por
las gotas de lluvia, al comienzo pequeñas y nítidas, luego vueltas cada vez mayores, se
interfieren y se confunden, así aparecen de tanto en tanto enfermedades en la psiquiatría que
crecen cada vez más, hasta que se destruyen por la propia magnitud”.21

Ahora bien, no es sólo eso por lo que Jaspers merece una mención especial. Quiero llamar la atención
sobre algo: Jaspers propone como principal fuente de la presentación intuitiva de los estados psíquicos de los
enfermos las autodescripciones de los mismos, llega a decir que son preferibles a las descripciones producto de
las observaciones que el psiquiatra o el clínico en general puede hacer, siempre teñidas de preconceptos,
saberes previos que operan como prejuicios -constatamos ahí claramente su formación en fenomenología
(sobre esto nos extenderemos en un capítulo posterior)-. Me refiero al método de reducción, la epoche de
Husserl: suspender toda certidumbre en el abordaje del fenómeno. Plantea entonces que la autodescripción de
un enfermo puede comprenderse. Sólo pretendo destacar aquí, por considerarlo esencial para lo que sigue, que
la clínica jaspersiana pone así un acento inédito en el decir del enfermo, antes que en su objetivación para la
mirada.
De este modo, se observa cómo se va perfilando un tiempo en el que el campo de la psicopatología se
vuelve más permeable a las ideas del psicoanálisis.... y con ello el segundo enfoque que voy a plantearles hoy.

2- ENFOQUE INTERPRETATIVO

Sin dudas Jaspers en su Psicopatología General se asienta en una concepción de la subjetividad


basada esencialmente en la conciencia, no considerando esa dimensión de la subjetividad que desde Freud
llamamos “el inconsciente”. Con Freud, la invención del inconsciente y sus tópicas, se inaugura una nueva
perspectiva en las consideraciones etiológicas: aporta una teoría del aparato psíquico de la que se infiere un

21
Jaspers, K. (1913): Psicopatología General.
sujeto descentrado de la conciencia y una nueva perspectiva terapéutica: la cura por la palabra.
El inconsciente, que aparece con sus formaciones: síntomas, sueños, lapsus, actos fallidos, se ha
vuelto la causa de los diversos modos de presentación del sufrimiento psíquico: las conversiones histéricas, los
rituales e ideaciones obsesivas, las inhibiciones y limitaciones fóbicas, las alucinaciones y delirios psicóticos,
ataques de angustia, etc. Y entonces Freud llegará a plantear algo inédito en la psiquiatría que lo precedió: la
existencia de mecanismos de formación de síntoma. Y como si fuera poco: que no debemos entender síntoma
como índice de lo patológico, exclusivamente, sino que también existe toda una psicopatología de la vida
cotidiana que enrarece la concepción de lo patológico, desdibujando las fronteras que dividen lo normal de lo
patológico.
Debe notarse entonces que, desde esta nueva perspectiva, la psicopatología ya no se trata de
observación y descripción, se trata de escuchar y leer lo que ese síntoma tiene para decir. Así, Freud podrá
justificar su hipótesis de que el síntoma es expresión simbólica de conflictos inconscientes, que suelen tener
raíces bien afincadas en escenas de la infancia, la temprana niñez, de contenido sexual. Escenas concebidas
inicialmente como traumas efectivamente acontecidos pero que luego, en el avance de su pensamiento, son
reemplazadas por la concepción de unas fantasías que sostienen esos síntomas.
La investigación desarrollada por Freud estuvo siempre animada por un mismo principio, articular la
psicopatología y la psicología, esto es fundar “una psicología nueva y más fundamental, indispensable también
para la comprensión de lo normal”. Queda así indisolublemente conjuntada una y otra disciplina, y lo hacen de
un modo tal que los procesos y mecanismos psíquicos que operan y determinan las habituales formaciones
oníricas o los lapsus son los mismos que están presentes en las cristalizaciones patológicas.

Lacan
Visto desde esta perspectiva, es posible abordar una psicopatología estructural que explora y privilegia
el determinismo inconsciente de los fenómenos descriptos tradicionalmente por la psicopatología, su causalidad
psíquica, sus mecanismos patogénicos específicos y la particular conformación clínica que el sujeto imprime a
su malestar.
Si ya no se trata de observación, si el padecimiento es interpretable, si hay un saber inconsciente que
allí se expresa, que se da a leer -como el contenido del sueño que se expresa mediante un jeroglífico- debemos
concluir que tiene una direccionalidad, que se dirige a Otro, para que lo interprete, lo aloje y lo alivie.
Es Jacques Lacan quien dirá entonces que “el inconsciente es el discurso del Otro”, las formaciones del
inconsciente tienen estructura de lenguaje, un entramado significante ordenado por las leyes de la metáfora y la
metonimia. Su perspectiva estructuralista, con el retorno a Freud que promueve, le da a la psicopatología una
renovación impensada, que reordena el campo promoviendo un análisis estructural de las neurosis, las psicosis y
las perversiones.
Se percibe el lazo sólido que une al psicoanálisis con el tercer paradigma por medio del concepto de
“estructura”. Lacan integró el célebre grupo de psiquiatras de los años '30 denominado L'evolution psyquiatrique
junto con Henri Ey y E. Minkowski desde donde cuestionaron fuertemente la psiquiatría objetiva por aislar
artificialmente los elementos psíquicos y le opusieron una concepción ligada a la consideración de la personalidad
humana entera como la estructura fundamental subyacente a todo manifestación patológica. Incluso lo que en otro
trabajo he denominado “la obra psiquiátrica de J. Lacan”22 se orienta en la búsqueda de una noción de estructura, lo
que se ve con claridad en su tesis doctoral: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, donde
la “estructura de la personalidad” asume un valor decisivo en el análisis del caso Aimée y la teorización que de ella
se deriva, así como en la búsqueda de las “estructuras conceptuales” que se presentan en el delirio paranoico
sistematizado y que inciden en la percepción de la interpretación delirante, que allí se propone explícitamente.
Sin embargo, la distancia del tercer paradigma con el psicoanálisis se hace más patente con Lacan cuando
luego forje un concepto de estructura radicalmente diferente, referido a la estructura del lenguaje y articule a dicha
estructura el efecto subjetivo: esa subversión freudiana del sujeto y la dialéctica del deseo, así como la problemática
del goce.
Una vez en el marco de su enseñanza propiamente dicha en psicoanálisis, a partir de los años '50, Lacan
se referirá sistemáticamente a lo que él denomina “las estructuras freudianas”. Cuando Lacan lo utiliza -y con
insistencia- en El Seminario 3 lo hace del siguiente modo:

“Abordamos el problema de las psicosis a través de la cuestión de las estructuras


freudianas”23, lo cual quiere decir que intentará dilucidar la economía de las psicosis “...por el
camino de un análisis de la estructura” (que es la del lenguaje y la palabra).24

En igual sentido aclara más adelante:

“...el análisis del texto schreberiano nos condujo a enfatizar la importancia de los fenómenos
de lenguaje en la economía de la psicosis. En este sentido podemos hablar de estructuras
freudianas de la psicosis”.25

Puede notarse que Lacan afirma que la estructura del síntoma psicótico es estructura de lenguaje. Es
decir, las estructuras lingüísticas que reconocemos en las psicosis, en sus variedades clínicas. Por tomar tan
sólo un ejemplo: el célebre caso Schreber, en el que Freud distingue cuatro formas del delirio paranoico
(persecución, celotipia, erotomanía y megalomanía) a partir de cuatro modos de negar la frase “yo un varón
amo a otro varón”, es decir un evidente análisis lingüístico estructural que trasciende la semiología del
fenómeno. Y es justamente en este seminario donde Lacan se explaya sobre este tópico:

“Pienso que ya tienen la orientación suficiente para comprender que la noción de estructura es

22
Muñoz, P.: La invención lacaniana del pasaje al acto, Bs. As., Manantial, 2009.
23
Lacan, J. (1955-56/1984): El seminario. Libro 3: “Las psicosis”, op. cit., pág. 207.
24
Ibíd.
25
Ibíd., 229.
ya en sí misma una manifestación del significado. Lo poco que acabo de indicarles acerca de
su dinámica, sobre lo que implica, los dirige hacia la noción de significante. Interesarse por la
estructura es no poder descuidar el significante. En el análisis estructural encontramos, como
en el análisis de la relación entre significante y significado, relaciones de grupos basadas en
conjuntos, abiertos o cerrados, pero que entrañan esencialmente referencias recíprocas. En el
análisis de la relación entre significante y significado, aprendimos a acentuar la sincronía y la
diacronía, y encontramos lo mismo en el análisis estructural. A fin de cuentas, al examinarlas
de cerca, la noción de estructura y la de significante se presentan como inseparables. De
hecho, cuando analizamos una estructura, se trata siempre, al menos idealmente, del
significante. Lo que más nos satisface en un análisis estructural, es lograr despejar al
significante de la manera más radical posible”.26

Ahora bien, aquí se nos presenta un problema que no teníamos en el enfoque descriptivo: los usos y
consecuencias clínicas de las categorías diagnósticas psiquiátricas clásicas, freudianas y lacanianas, cuando
tienden a la universalización. Pues la perspectiva estructural de Lacan instaura una tensión entre lo singular, lo
particular y lo universal: una vez delimitada la estructura del fenómeno (dialéctica o indialectizable, de
encadenamiento significante o de cadena rota, de significación que remite a otra significación o de significación que
remite a la significación en cuanto tal, inefable), se plantea su modulación a partir del caso particular. Los grandes
historiales de Freud no son ejemplificaciones de la teoría, sino que son los casos a partir de los que surge la teoría.
Hay allí un obstáculo a la generalización, una resistencia a la tipificación y que ubica al caso como singular (en el
sentido de persona extraña) que resiste a la clasificación, al encuadramiento clasificatorio.
Conforme con esta orientación, debemos destacar la importancia de la consideración de lo singular en la
formulación del diagnóstico subjetivo, un “caso por caso” sin por ello excluir la nosología y la semiología construidas
por la psiquiatría. El caso singular no significa “uno” ni conlleva su aislamiento respecto de lo universal sino una
dialéctica que es propia de la ética del psicoanálisis, lo cual acarrea una consecuencia sobre la psicopatología: la
concepción de sujeto propia del psicoanálisis implica la resistencia del caso a la tipificación, en tanto es considerado
un efecto que es hueco, desgarro, agujero, aquello que no encaja en el saber universal, es decir: lo inclasificable
por excelencia.
Ello no implica un nominalismo que reniega de la clínica y la transmisión. Más bien de lo que se trata es de
la transmisión del efecto sujeto, singular, único e irrepetible. Donde inclasificable no quiere decir lo excepcional, el
“caso raro” o de difícil diagnóstico sino, fundamentalmente, lo que en cualquier caso escapa, no subsumiéndose en
ninguna clasificación: lo radical del sujeto del inconsciente.

El debate con el enfoque descriptivo


Los vínculos del psicoanálisis con la psiquiatría no son ni han sido sencillos, sea cual fuere el
paradigma que se elija, aún aquel en el que la influencia del psicoanálisis ha sido determinante. Desde el

26
Lacan, J. (1955-56/1984): El seminario. Libro 3: “Las psicosis”, op. cit., pág. 262.
momento en que el psicoanálisis nace en el lecho de la psiquiatría, se recorta de allí mediante una
interpretación de los puntos débiles, sintomáticos, de esta disciplina, así como ocupándose de lo que la
psiquiatría descarta y reduce al nivel de desechos. Cuando Freud inaugura el campo del psicoanálisis lo hace
con un análisis quirúrgico27 de los fundamentos de la teoría de la histeria elaborada por Charcot, descubriendo y
demostrando que no puede tratarse de un problema orgánico sino de algo relativo al modo en que el ser
hablante se relaciona con las representaciones que lo afectan, sentando las bases de lo que se constituirá más
tarde como una teoría del síntoma absolutamente distinta de las teorías médicas y que, por añadidura, dará
lugar a una nueva concepción del sujeto (dividido, es decir no centrado en sí mismo) y del cuerpo (erógeno y
por ende alterado en su “funcionalidad” biológica).
Ello explica, con argumentos distintos a los ya mencionados pero que deben sumarse a los mismos, por
qué la psicopatología, la psiquiatría y el psicoanálisis no se recubren. A la vez que da cuenta de por qué la
práctica y la teoría psicoanalíticas entran en confrontación con las teorías psiquiátricas y sus aplicaciones. En la
Conferencia 16 Freud señala que, si bien no son prácticas contradictorias hay un punto donde ambas
disciplinas divergen en la pregunta por la causa del síntoma: si la psiquiatría se conforma con las teorías de la
herencia o la degeneración, el psicoanálisis avanza y plantea la cuestión del mecanismo de formación de
síntomas y su etiología sexual, incluyendo en la pregunta por la producción del síntoma el modo en que el que
lo padece está allí involucrado. Y, fundamentalmente, la modalidad singular en que ese síntoma se despliega y
las transformaciones que se producen por el encuentro con “la persona del médico”, es decir, lo atinente al
campo de la transferencia. Cuando el síntoma deja de ser un fenómeno objetivable y descriptible para pasar a
ser efecto de un mecanismo complejo que toma forma en un desarrollo discursivo -que incluye e implica
necesariamente a quien lo formula así como a quien lo escucha y lo lee- se plantea una brecha irreversible con
la norma psiquiátrica, y la psicopatología que surge de allí será indefectiblemente muy otra.
En este sentido, si la psiquiatría sostiene el ideal de la extirpación del síntoma, proponiéndose el
sometimiento de lo desviado para forzarlo a “retornar” al campo de la “normalidad” por todos los medios que
fueran necesarios -tal como lo ha destacado Foucault28-, desconociendo su “valor de verdad” y reduciendo la
subjetividad a pautas de funcionamiento yoico, el psicoanálisis pone en juego la sexualidad articulada a la palabra
en el fundamento de los síntomas, la importancia del síntoma en la constitución del sujeto y la transferencia como
herramienta fundamental de la cura.
En consecuencia, el descubrimiento freudiano no es tanto el de un instrumento terapéutico como el de una
concepción, una ética y una política del síntoma, que encontró en sus seguidores, especialmente en la enseñanza
de Jacques Lacan, la fundamentación y el despliegue que hacen del psicoanálisis un modo de lectura de los
síntomas “sociales”.
En la clase del 4 de noviembre de 1971 de El saber del analista, Lacan invita a distinguir entre
psiquiatría y psiquiatrería. Lo que nos recuerda cuando, en otro texto, dice que él no hace lingüística sino
lingüistería. Psiquiatrería es lo que habilita al psicoanálisis como un modo de leer los efectos de la psiquiatría (y

27
Cf. Freud, S. (1893), "Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices e
histéricas". En Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1979., t. I., 191-210.
28
Cf. Foucault, M. (1973-74 [2003]), El poder psiquiátrico, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2005.
de sus improntas en la cultura y sobre la subjetividad moderna) como síntoma a su vez, y en tanto tal
merecedor de una interpretación que lo haga decir su verdad. Esto, que no nos pone a salvo automáticamente
de recaer en las mismas huellas que el pensamiento psiquiátrico, nos permite sostener una posición de
escucha y de lectura que, justamente, no desconoce que nos rige la ley del malentendido en un campo que es
el demarcado por los efectos de goce. Si la práctica del psicoanálisis implica un modo de hacer con eso
imposible de soportar, ser hospitalarios, o sea, hacer lugar a la palabra de aquellos que hablan en lenguas
extrañas -las lenguas del padecimiento subjetivo- permite, más que hacer diagnósticos (y medicar en
consecuencia), hacer una práctica que incluye al diagnóstico pero no para engrosar una estadística sino para
alojar a lo que arruina todo esfuerzo estadístico: la singularidad. Esto nos da pie justamente para plantear un
tercer enfoque de la psicopatología.

3) ENFOQUE ESTADÍSTICO

Este último es el caso de la sección F de la clasificación CIE de la Organización Mundial de la Salud y


el del Diagnostic and Statistical Manual (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales), más
conocido como DSM, publicado por la American Psychiatric Association (APA, Asociación Psiquiátrica
Americana).
Esto inaugura un nuevo modo de pensar la psicopatología, en el que, en mi opinión, reaparecen
concepciones de la psiquiatría propios del tiempo de Pinel, con el apoyo de hipótesis de la causalidad anátomo-
fisiológica de los síntomas, con un sello fuertemente neopositivista y de reduccionismo biológico. En efecto, la
vía que conduce a los DSM fue trazada por la concepción sindrómica de K. Schneider con su noción de
“síntomas de primer orden”, según la cual cada síndrome (entendido como un conjunto de signos y síntomas)
posee un número limitado de síntomas que pueden servir para el diagnóstico. Su valor radica en el consenso
existente entre los clínicos competentes respecto de que dichos síntomas conducen a equis diagnóstico. Esta
metodología diagnóstica no refiere esos síntomas a ningún proceso o mecanismo, así como se empiezan a
relativizar la consideración por la evolución y la etiología. Ya no hay ninguna estructura que otorgue lógica al
conjunto de síntomas. La estructura es reemplazada por el consenso y, entonces, una consideración temporal
empieza a ser determinante porque el consenso se mantiene, luego puede no sostenerse y será necesario
lograr nuevos consensos para definir cuál es el nombre indicado del trastorno que corresponde a ese conjunto
de síntomas. Así, en efecto, se produce la serie de versiones de los DSM, ya entonces claramente por fuera del
paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas.
Este nuevo enfoque se asienta en tres supuestos:
a) la identificación objetiva de los trastornos (síndromes) mentales por vía de una descripción “a-
teórica”. Este objetivo aparece presentado como meta en las sucesivas versiones del DSM.
b) El establecimiento de una progresiva correlación bi-unívoca entre cada síndrome así identificado y
una eventual fisiopatología cerebral, que es el ideal de la psiquiatría biológica.
c) Una terapéutica de dicha alteración fisiopatológica propuesta mediante tratamiento farmacológico
combinado con psicoterapias cognitivas y cognitivo-conductuales que producen la rápida eliminación de los
síntomas.
Desde la década del 80 esta posición fue ganando terreno en la formación de los psicólogos. Incluso el
DSM llegó a imponerse en muchos ámbitos como si fuera un manual de la especialidad psiquiátrica cuando,
desde su construcción misma y tal como advierten sus autores, se trata de un nomenclador. Es preciso
subrayarlo: el DSM es un nomenclador y no una nosografía clínica. Es un manual estadístico -como su
nombre lo indica explícitamente-. Como tal es una herramienta que los psicólogos podemos utilizar para el
registro epidemiológico, para dar cuenta de nuestro trabajo ante instancias de auditoría, para la comunicación
entre profesionales de distintas especialidades y para describir grupos homogéneos de pacientes dentro de
procesos con fines de investigación. Pero de ninguna manera, bajo ningún punto de vista y según
absolutamente ninguna consideración teórica ni práctica, el DSM podría sustituir el ejercicio del clínico, lo cual
vale tanto para la fineza de la mirada de los clásicos de la psiquiatría como para la escucha y la lectura
interpretativa del psicoanalista.
Es cierto que por tratarse de un manual estadístico-descriptivo es común que se lo utilice en las
carreras de grado para enseñar una primera aproximación a la clasificación de los trastornos mentales; pero de
ninguna manera constituye una herramienta suficiente para realizar diagnósticos ni tratamientos, ni sustituye a
las teorías que operan como referencia en nuestra práctica clínica.
En el análisis de los epistemólogos de la psiquiatría, las sucesivas versiones del DSM ganan terreno
porque el modelo que plantea es funcional a una serie de intereses externos a la clínica. Entre ellos por ejemplo
los sistemas de administración sanitaria de algunos países, las empresas privadas comercializadoras de
servicios de salud y la industria farmacéutica; todos ellos interesados en la existencia de un nomenclador
supuestamente apto para calcular objetivamente tratamientos y costos.
Pero a pesar de la fuerza de su imposición y el lobby millonario de los laboratorios, el DSM es
fuertemente resistido por la comunidad de psiquiatras que siguen manteniendo el gusto por la clínica, que
siguen pensando que la psiquiatría debe ser una ciencia humana y no un reducto del biologicismo extremo.
Entre sus detractores están los que por una parte señalan que adolece intrínsecamente de importantes
dificultades lógicas en su construcción. Se impugna así la validez de sus constructos, ya que al considerar solo
síntomas en un registro descriptivo obliga a formular innumerables diagnósticos comórbidos en el Eje I, puesto
que un mismo paciente puede presentar simultánea o sucesivamente constelaciones sintomáticas diversas.
Esto conduce a una multiplicación diagnóstica que carece de toda operatividad clínica para planificar un
tratamiento. Por otra parte están los que impugnan su sesgo biologista y el forzamiento en el pasaje del uso
estadístico al uso clínico. Así se cuestiona el recorte de variables ineludibles en la consideración de los factores
determinantes del padecimiento (la subjetividad, los criterios culturales de salud y enfermedad, el contexto
relacional del sujeto enfermo, las características de los servicios de salud etc) que lo hacen inviable.

DSM V
Una breve nota aparte merece la reciente aparición de la última edición del DSM que, en un esfuerzo
más, suma una nueva adaptación de esta obra cuya primera versión, de 1952, fue realizada a partir de un
trabajo de elaboración iniciado en 1948. Esta versión remplazará al ya familiar DSM-IV, publicado en 1994, cuya
última versión (el DSM-IV TR) data del año 2000.
Su suerte parece estar echada, dado que se puede verificar ya que existen varias voces autorizadas
que anticipan consecuencias negativas de la nueva versión, al punto que algunas organizaciones profesionales
del ámbito de la salud mental han anunciado que no lo tomarán en cuenta.
Como lo ha señalado Leonardo Leibson en un excelente artículo al respecto: “Entre esas voces se
destaca la de Allen J. Frances (médico psiquiatra nacido en Nueva York en 1942) quien dirigió el grupo de
trabajo que produjo la cuarta versión del DSM y que se ha pronunciado ahora como uno de los primeros y
principales críticos de esta quinta versión. Algunas cuestiones que este profesional plantea acerca de las
debilidades de esta obra son29: “Pobre e inconsistente redacción: Quizás no debería causar sorpresa que un
proceso defectuoso haya logrado un producto defectuoso. El problema más importante es la escritura pobre e
inconsistente. (…) La pobre redacción es también signo de un mal pronóstico, sugiriendo que las secciones de
texto del DSM-V para los variados trastornos podrían eventualmente ser inconsistentes, variables en calidad y a
veces incoherentes.” “Decir que algo está mal escrito no es solo una cuestión convencional o un indicio de una
falla estética sino que dice de lo que hace a su elaboración y grado de formalización. Por lo tanto no es una
objeción menor y de hecho Frances la coloca en primer término. De todos modos, deberíamos consignar que la
redacción de los DSM sigue una línea y un estilo que se ajusta a su objetivo primero: ser, como su nombre lo
indica, un Manual destinado a que las estadísticas se efectúen siguiendo parámetros homogéneos. O sea, que
el DSM no es (ni debería pretenderlo) un verdadero tratado de Clínica Psiquiátrica, sino un procedimiento de
atribución de diagnósticos de la manera menos equívoca posible con fines estadísticos. O sea, una muestra del
ideal de encontrar “una lengua bien hecha”. Por esto, que se lo termine utilizando en buena parte del mundo
como la fuente principal y casi excluyente del saber psiquiátrico es algo que no debe dejar de sorprendernos e
inquietarnos. Sigamos con las objeciones planteadas por A. Frances: “En términos de contenido, son más
preocupantes las muchas sugerencias del DSM-V que podrían dramáticamente incrementar las tasas de
trastornos mentales. Esto aparece de dos maneras: (a) Nuevos diagnósticos que podrían ser extremadamente
comunes en la población general (especialmente después del marketing de una siempre alerta industria
farmacéutica). (b) Umbrales diagnósticos más bajos para muchos desórdenes existentes. El DSM5 podría crear
decenas de millones de nuevos mal identificados pacientes (…) exacerbando así, en alto grado, los problemas
causados por un ya demasiado inclusivo DSM-IV. Habría excesivos tratamientos masivos con medicaciones
innecesarias, caras, y a menudo bastante dañinas. El DSM-V aparece promoviendo lo que más hemos temido:
la inclusión de muchas variantes normales bajo la rúbrica de enfermedad mental (…)”.
Entre estos nuevos diagnósticos problemáticos, innovaciones que el DSM V aporta y que motivan
semejante comentario (y, remarquemos esto, no proveniente de un psicoanalista ni de un “antipsiquiatra”, sino
de un psiquiatra que formó parte de la elaboración de la versión anterior del DSM), se encuentran cosas tales
como: el “síndrome de riesgo de psicosis”30; el “trastorno mixto de ansiedad depresiva”31; el “trastorno

29
Cf. Frances, A. “Abriendo la caja de pandora. Las 19 peores sugerencias del DSM V” en
http://www.sepypna.com/documentos/criticas-dsm-v.pdf
30
Respecto del cual dice Allen Frances: “es ciertamente la más preocupante de las sugerencias hechas para el DSM-
V. La tasa de falsos positivos sería alarmante, (…) y aparentemente mucho más alta una vez que el diagnóstico sea oficial,
cognitivo menor”32; el “trastorno de atracones” (binge eating disorder)33. Y, siguiendo con la lista de la
“innovaciones”: el “trastorno disfuncional del carácter con disforia” (“una de las más peligrosas y pobremente
concebidas sugerencias para el DSM-V y una mal orientada medicalización de los exabruptos del carácter”); la
categoría de “adicciones conductuales” que sería incluida en la sección de adicciones a sustancias y podría
cobrar vida con un trastorno del juego patológico; el “trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad”
(“contribuyendo a aumentar las tasas de TDAH, acompañado de un generalizado abuso de medicaciones
estimulantes para la mejora del desempeño y la emergencia de un gran mercado secundario ilegal”); el
“trastorno de espectro de autismo” (“el desorden de Asperger colapsaría en esta nueva categoría unificada”); la
“medicalización del duelo normal”.34

¿El cuarto paradigma?


¿Estaremos entonces frente a un nuevo paradigma, el cuarto, dentro del cual se suceden estas nuevas
polémicas que darían cuenta de crisis internas? Desde la perspectiva de Lanteri-Laura, la fragmentación
progresiva y la pérdida de homogeneidad de la psiquiatría contemporánea impide delimitar un cuarto
paradigma. Aunque tal vez no podamos negarlo aún dado que “estamos dentro” del proceso de transformación
de la clínica. Quizás en un futuro quienes nos sucedan podrán revisar el pasado -que es nuestro presente- y
considerar las coordenadas que llevarían a la crisis que daría por concluido un paradigma ordenado alrededor
de los DSM. Por mi parte, soy escéptico al respecto. Pienso, como ha afirmado Lacan en una conferencia que
dictó para un grupo de jóvenes psiquiatras el 10 de noviembre de 196735, que “es sorprendente [que] no ha
habido en el campo de la psiquiatría el menor descubrimiento, el menor aporte” en el terreno de la clínica.
Efectivamente, sería un error considera que el DSM V es un aporte novedoso, porque en rigor se trata de la
prosecución y profundización de la misma posición clásica de la psiquiatría modernamente motorizada por la
industria farmacéutica. Lo cual, y esto también hay que señalarlo, no logra anular el valor y la pertinencia de la
práctica de la psiquiatría en tanto tal, más bien alerta de la necesidad de rescatar lo más genuino y necesario
de esa práctica.
Si bien es cierto que Lacan jamás se refirió en su obra en forma directa a estos sistemas diagnósticos,
hallamos algunas afirmaciones que pueden considerarse alusiones bastante elípticas. Por parecernos la más

para el uso general, y se convierta en un blanco para las compañías farmacéuticas. Cientos de miles de adolescentes y
jóvenes adultos (…) recibirían una innecesaria prescripción de antipsicóticos atípicos”, fármacos que tienen importantes
efectos adversos como el aumento de peso, y cuya eficacia en la prevención de brotes psicóticos no está demostrada
31
Que “toca síntomas no específicos que están ampliamente distribuidos en la población general y podría, de ahí en
más, convertirse inmediatamente en uno de los más comunes de los desórdenes mentales en el DSM-V. Naturalmente su
rápido encumbramiento a proporciones epidémicas podría ser fácilmente asistida por el marketing farmacéutico.” (Frances,
op. cit.).
32
“(…)definido por síntomas inespecíficos de desempeño cognitivo reducido, que son muy comunes (quizás hasta
ubicuos) en personas de más de 50 años.” (Frances, op. cit.)
33
“Las decenas de millones de personas que se dan estos atracones una vez a la semana por 3 meses podrían, de
pronto, tener un “trastorno mental”, sujetándolos al estigma y a medicaciones de probada ineficacia.” (Frances, op. cit.)
34
Leibson, L.: “Un esfuerzo más: el DSM V o el avance de la psiquiatrización de la vida cotidiana”, en Revista
electrónica Intersecciones Psi, Facultad de Psicología, UBA.
35
Lacan, J. (1967) “Breve discurso a los psiquiatras”, traducción y notas de Ricardo E. Rodríguez Ponte, inédito.
notable, citamos la misma conferencia recién mencionada, Pequeño discurso a los psiquiatras, donde afirma:

“la psiquiatría entra en la medicina general sobre la base en que la medicina general entra ella
misma enteramente en el dinamismo farmacéutico”.36

Esta crítica a la psiquiatría absorbida por la industria farmacológica es aplicable a los manuales DSM. Y
Lacan define a continuación sus consecuencias clínicas:

“evidentemente se producen acá cosas nuevas: se obnubila, se tempera, se interfiere o


modifica. Pero no se sabe de ninguna manera lo que se modifica, ni por otra parte dónde irán
esas modificaciones, ni aún el sentido que ellas tienen”.37

Por lo tanto, concluimos que este modelo en la actualidad, por su grado de desagregación y pérdida de
coherencia interna, tiende a perder vigencia y situarse en tensión con otros modelos explicativos que recuperan la
importancia de la subjetividad.

Para concluir

En este sentido, nos parece necesario justificar este ordenamiento propuesto en lo siguiente: si abordamos
críticamente las nociones psiquiátricas que dan lugar a un enfoque descriptivo de la psicopatología, lo hacemos no
con el fin de desestimarlas sino de convertirlas en herramientas pertinentes y útiles en la senda que conduce a la
elaboración del diagnóstico del padecimiento. En función de la necesidad de esta elaboración, objetamos los
enfoques que confeccionan diagnósticos a partir de la mera agrupación de síntomas, o por rasgos de carácter, ya
que pierden el rumbo al ordenarse exclusivamente por la descripción. Al tiempo que ponemos también en cuestión
las perspectivas unilaterales que tienden a considerar las “estructuras clínicas” provenientes del psicoanálisis -
neurosis, psicosis y perversión- a partir del aislamiento de un único mecanismo específico -Verdrängung,
Verleugnung, Verwerfung-, así como aquellos que las consideran las tres estructuras que ordenan y recubren toda
la psicopatología. Por lo demás, privilegiamos la singularidad del diagnóstico, frente a los sistemas estadísticos que
tienden a reducirla, en una tendencia a la generalización y a la uniformidad que le quita a la psicopatología todo viso
humanista. Respecto de esa singularidad, y su concomitante opacidad, nos ocuparemos en un capítulo posterior -
no sin antes dedicarnos a la paradójica concepción del sujeto en psicoanálisis, que será explicativa de aquella
opacidad.

36
Lacan, J. (1967): “Breve discurso a los psiquiatras”, inédito.
37
Ibíd.
16ª conferencia. Psicoanálisis
y psiquiatría

Señoras y señores: Me regocija que nos volvamos a ver,


después de un año, para proseguir nuestros coloquios. El
afio pasado les expuse la concepción psÍCoanalítica de las
operaciones fallidas y del sueño; ahora querría introducirlos
en la comprensión· de los fenómenos neuróticos, que, como
pronto descubrirán, tienen mucho en común con aquellos.
Pero les anticipo que en esta oportunidad no puedo conce-
derles la misma posici6n frente a mí que el año anterior.
Aquella vez me empeñé en no dar un paso sin que hubiera
acuerdo entre el juicio de ustedes y el mío; discutimos mu-
cho; me sometí a sus objeciones y en verdad los reconocí
a ustedes y a su «sano sentido común» como instancia decisi-
va. Ahora no será así, y por una simple circunstancia. Opera-
ciones fallidas y sueños no les eran extraños como fenóme-
nos; podía decirse que poseían al respecto tan.ta experiencia
como yo o que poil:ían fácilmente procurarse una experiencia
igual. Pero el campo de fenómenos de las neurosis les es aje-
no; si n.o son médicos, no tienen otro acceso a él que mis co-
municaciones, y de nada vale el mejor discernimiento cuando
falta la familiaridad con el material que ha de juzgarse.
Pero no entiendan este anuncio como si yo me propusiera
hacerles u.na exposición dogmática y exigirles una fe incon-
dicional. Semejante malentenQ.ido me haría grave injusticia.
No es mi propósito despertar convencimientos; quiero dar
incitaciones y desarraigar prejuicios. Si, por desconocer el
material, ustedes no están en condiciones de juzgar, no de-
ben ni creer ni desestimar. Deben escuchar y dejar que pro-
duzca en ustedes su efecto lo que se les refiere. El convenci-
miento no se alcanza con tanta facilidad o, cuando se ha lle-
gado a él tan sin esfuerzo, pronto se evidencia falto de valor e
inconsistente. Sólo· puede pretender convencimiento quien~
como yo lo hice~ ha trabajado durante muchos añ.os con el
mismo material y ha vivido, él mismo, estas experiencias
:nuevas y sorprendentes. ¿Por qué, entonces~ se producen en
. el campo intelectual esas convicciones súbitas:t esas conver-
siones fulminantes, esas repulsiones instantáneas? ¿No re-
paran en que el -<<coup de foudre», el amor a primera vista,
proviene de un campo enteramente diverso, el campo afecti- ...
:,·

223
148
.· . .i

vo? Ni siquiera a nuestros pacientes les exigímos un acto nos hicimos amigos y lo seguimos siendo hasta el día de
de convencimiento o de adhesión al psicoanálisis. Que· lo hoy. Pero por mucho tiempo no he repetido el ex.perin'lento;
hagan nos resulta a menudo sospechoso. La actitud que m.ás no estaba seguro de obtener idéntico desenlace. 3
deseamos en ellos es la de un benévolo escepticismo. Procu- Ustedes juzgarán, sin duda, que una repulsa tal d2 la dis-
ren ustedes, pues, dejar que la concepción psicoanalítica co- cusión académiqa atestigua un grado particularmente alto
exista y crezca en paz junto a la popular o a la psiquiátrica, de inaccesibilidad a las objeciones, de terquedad o, como lo
hasta que se presenten oportunidades én que ambas puedan suelen expresar lo~ científicos en su cortés lenguaje, de «ex-
influirse, cotejarse y conciliarse en una decisión final. travagante pertinacia»•. Me gustaría responderles que si a
Por otra parte, ni por un instante deben creer que esto costa de tantos trabajos ustedes adquiriesen una convicción,
~ les cabría cierto derecho de sostenerla con alguna tenacidad.
que les presento como concepción psicoanalítica sea un sis-
tema especulativo. Es más bien experiencia: expresión di- Además, puedo invocar en mi favor que en el curso de mis
recta de la observación o resultado de su procesamiento. Si trabajos he modificado mis opiniones sobre algunos puntos
este ú}timo pr.ocedió o no de manera suficiente y justificada, importantes sustituyéndolas por otras nuevas, de lo cual,
he ah1 ?-lgo que se verá con el ulterior progreso de la ciencia; desde luego, h~ce comunicación pública en cada caso. ¿Y el
y por cierto tengo derecho, trascurridos ya casi dos decenios resultado·de.esta sinceridad? Algunos ni siquiera han toma-
Y medio y bastante avanzado yo en la vida 1 a aseverar sin do conocimiento de mis autoenmiendas y todavía hoy me
jactancia que fue un trabajo particularmente dificil intenso critica?: por !esis que desde hace muqho ya_ no significan
Y empeñoso el que brindó estas observaciones. A 'menudo para rm lo nnsmo·, :Los otros me reprochan justam.ente esas
he recibido la impresión de qu~ nuestros oponentes no que- mudanzas y me· declaran por eso mismo poco sólido. ¿No
rían considerar para nada este origen de nuestras asevera- es cierto que quie?- ha cambiado algunas veces sus opiniones
ciones, como si creyesen que no eran sino unas ocurrencias no merece crédito, pues con harta probabilidad puede andar
de.cuno subjetivo a las que otro podría oponer su propio ca- errado también en las aseveraciones que últimamente ha
pncho. Este copiportamiento opositor no me resulta del hecho? Pero al que se atiene, imperturbable, a lo que una
todo comprensible. Quizá provenga de que los médicos se vez expresó o no ~e deja apartar de ello con suficiente rapiw
com.prome~~n muy poco con los neuróticos; oyen con tan dez~ le llaman obcecado y extravagante. ¿Qué puede uno
poc?- aten.c1on lo. ~~e ellos tienen que decirles. que se han hacer, en vista de estos contrapuestos ataques de la critica
enaJenado la pos1b1hdad de extraer algo valioso de sus comuw sino mantenerse como uno es y comportarse como su propi~
nicaciones, y por tanto de hacer en ellos observaciones en juicio lo autorizE:\,? Estoy decidido a esto, y no me abstendré
profundidad. En esta ocasión les prometo que én el curso de de rehacer y corregir todas mis doctrinas según lo exija mi
mis conferencias polemizaré poco, al menos con personas in- experiencia m.ás avanzada. En las intelecciones básicas, hasw
dividuales. Nunca he podido convencerme de la verdad de la ta ahora no he hallado nada que modificar; y espero que en
sentencia .según la cual la guerra es el padre de todas las lo sucesivo sea también así. 4
8 [Hay aquí una.alusión a las controversias, n~ucho más recientes.,
cosas. Creo que proviene de la sofística griega y falla como
que .:i;nantuvo Freud conAdler y Jung, especialm.ente en su «Contri•
esta? por sobr~stimación de la dialéctica. Me parecía, ;l con- bución a la historia del mov:imiento psicoanalítico» (1914d).]
trario, como s1 la llamada polémica científica fu.ese en todo • 4 [El cam.bio fundamental que habían experimentado las concep-
sentido infecunda, prescindiendo de que casi siempre se la ciones de Freud hasta el momento de esta conferencia fue 1 tal vez, su
cultiva con un sesgo en extremo personal. Hasta hace unos abandono de la noción de una cauaación pu.rrunente traumática de las
añ.os.podía_gloriarme, respecto de mí nnsmo, de que con un . neurosis y su insistencia, en lugar de ello, en la importancia de las
mociones.pulsíonales innatas y en el gran papel desempeñado por las
solo mvestigador (Lowenfeld, de Munich) había entablado fantasías. Véase, al respecto, su trabajo sobre la sexualidad en la
una vez una polémica científica en regla. 2 El final fue que etiología de las neurosis (19060:), AE, 7, págs. 165-9. Más tarde, sus
punt<?s de vista sufrieron, por supuesto, otros cambios importantes;
1[Freud tenía alrededor de 60 añ.os a la sazón.] por eJemplo, en lo tocante a la naturaleza de la angustia (cf. lnhibi~
.
2
{La P?lémica giró en torno de las primeras teorías .de Freud sobre ción, síntoma y angustia (1926d), AE, 20, págs, 147 y sigs,) y al de-
la angustl.8.. Su segundo trabajo sob1·e ese tema (1895/) estuvo entera- sarrollo sexual de la mujer (cf• .mi «Nota introductoria~ a «Algunas
me~t~ consag:r~d.o a las críticas de Lowenfeld. Aunque este nunca consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos»
adhznó a las opiniones de Freud, tuvo más adelante una actitud más (1925j),AE, 19, págs. 261 y sigs,). Pero lo decisivo en años posteriores
favorable hacia ellas. Cf. mi <<Nota introductoria» a. dicho traba'io AE fue la revisión de la teoría de las pulsiones en Más allá del prin•
3, pág. 119.J · ~ ' ' cipio de placer (1920g) y el nuevo cuadro estructural de la psique

224 225
149
Debo pre!J~nt_arles, entc_>nces, la cp-i;icepción__ psicoanalítica en la sala d.e espera y por tanto deja tras sí una habitación
d~ los fenómenos neuróticos. Para ello, me parece indicado desierta; nunca cuando otras personas extrañas esperaron
empalmar con los fenómenos ya tratados, tanto a modo de con él. En este último caso comprende muy bien que es su
analogía como de contraste. He de echar mano a una acción interés n.o ser espiado con las orejas {belauschen} mientras
sintomática* en que veo que incurren muchas p~rsonas en habla con el médicor y jamás omite cerrar cuidadosamente
mis horas de consulta. .F,;_18,Il..alista no atina a hacer gran cosa ambas puertas.
c9p. la gente que lo visita en su consultorio médico para des~ La omisión del paciente obedece entonces a un determi-
plf3gm:- :fre:r;tte a él, en un cuarto de hora, las íainentaciones de _pismo, no es ~ontingente.ni ~arece de sentido; ni siq~iera es
!:!\1:J~gª·yida. Su sab-er'más profundo.le impide pronunciar intrascendente, P.Ues veremos que ilustra la relación del re-
el veredicto a que recurriría átro médico: •«Lo que usted tie- ci~:q. Jl;~gªq.o ~qi;i. -~l ;m.édico. El paciente pertenece al gran nú-
ne no es nada», e impártir el consejo: <<Tome una ligera cura mero de los que claman por una autoridad mundana, de los
de aguas>>. Uno de nuestros colegas~ preguntado por lo que que quieren ser deslumbrados, intimidados. Quizás hizo
hacía con sus pacientes de consultorio> respondió incluso, preguntár telefónicamente cuál era la mejor hora a que po-
con un encogimiento de hombros: «Les impongo una multa día venir y se preparó para encontrarse con un gentío en bus-
de unas buenas coronas>►, Por eso no les.asombrará enterarse ca de asistencia, como si fuera una filial de Julius Meinl. 5
de que aun en el caso de psicoanalistas con mucha clientela Y ahora entra en una sala de espera desierta, por añadidura
las horas de consulta no suelen ser muy concurridas. Yo en extremo modesta, y eso lo perturba. Tiene que hacerle
puse doble puerta en remplazo de la simple que separaba mi pagar al médico su intención de ofrecerle una muestra tan
sala de espera de mi sala de tratamiento y consultorio, re- superflua de respeto y. .. omite eerrar las puertas entre
forzándola además con una cubierta de fieltro. El propósi- sal~ de espera y consultorio. Con eso quiere decirle: <c¡Ah.1
to de este pequeño artificio no es nada dudoso. Ahora bien, Aquí no hay nadie) y probablemente durante todo el tiempo
siempre acontece que personas que hago pasar desde la sala en que yo esté no vendrá nadie tampoco}>. Además, en la
de ~spera descuidan cerrar la puerta tras sí, y por cierto casi entrevista se portaría con total descortesía y falta de respeto
siempre dejan las dos puertas abiertas. Tan pronto lo obser- si desde el comienzo mismo no se le pusiera un dique a su
vo, me obstino, con tono bastante inamistoso, en que el o la arrogancia mediante una tajante reconvención.
ingresan.te vuelva sobre sus pasos para reparar ese descuido, En el análisis de esta pequeña acción sintomática ustedes
por más que se trate de un elegante caballero o de una dama no· encuentran nada que no les sea ya f~ar: la asev~;r?,tjón
empingorotada. Esto hace la impresión de una descortés pe.. de 9.ue no es .contjnge1:1;te, sino que posee un motivo, ,un s~n-
dantería. Y aun en ocasiones me he puesto en ridículo con iicf:ctY....!fP.-_p~op9~1to; qµ~ _perj;~A~~.e""ª, ~~ ti::,ab.~fm. ~~a ,·
esa exigencia, ante una de esas personas incapaces de asir p~squisable y qi,ie, e,n ca~ida~ de peq~~no 1~dic~o, !3,n<;rti~1.~ ',

un picaporte y que ven con agrado que su acompañante les 4.~.:t!:P. proce_so anfr~1gp IJ?._á~ ;I:Aporj;~~te. Pero, sobre todo,
ahorre ese contacto. Pero en la enorme mayoría de los casos que la conciencia de quien la consuma ignora el proceso cuya
yo tenía razón, pues quien se porta de ese modo, qu.ien ...q.~j a marca es la acción misma: ninguno de los pacientes que· han
abierta la puerta que separa la sala de espera del consul- cf~J~do abiertas ambas puertas admitirían que mediante esa
torio del médico, pertenece a la plebe y merece que lo omisión quisieron testim.oniarme su menosprecio. Mucho~,
traten descortésmente. Ahora bien, no tomen ustedes partido probablemente, recordarían haber tenido '?-n conato de des~
antes de oír lo que sigue. Este descuido del paciente, en engaño al ingresar en la sala_de ~pera dE:s1erta; ~er~ el nexo
efecto, no acontece más que cuando se ha encontrado solo entre esta impresión y la acción smto;°ática subs1gu1E;nte_ ha
trazado en El yo y el ello (1923b). Todas estas modificaciones serían permanecido con seguridad desconocido para su conc1enc1a.
examinadas quince años más tarde, en las Nuevas conferencias de Ahora abandonaremos estos pequeños análisis de una
introducci6n al psicoanálisis (1933a).] (En la nota precedente y en acción sintomática para pasar a la observación de un enfer-
todas las que siguen hemos traducido «pulsi6n» cuando Strachey em- mo. Escojo una por tener fresco su recuerdo, y también por-
plea «instinct».} ·
* {Cf. 15> pág. 54. Se entiende que estas rem.isiones internas co- que puede exponerse en breve espacio~ "f!n c.i~rto grado de
rresponden al volumen 15 de la presente eclici6n. La equivalencia, prolijidad es indispensable en una comumcac1on así.
página por página, con las Gesammelte Werke y la Standard Edition,
como aclaramos en la -«Advertencia» (l.5, pág. x, 11,. 5), se dará en el vo- 5 [Se refiere a las colas que, en la época de la guerra, se formaban
lumen 24.} · en Austria en esa conocida cadena de almacenes.]

226 227
150
Un joven oficial, al regresar a la casa con. una breve licen- de inmediato por ~u marido para hacerle los más acerbos re-
cia, me pidió que tomara bajo tratamiento a su suegra, que, proches. El hombre rechazó riendo la imputación e hizo lo
viviendo en las más dichosas condiciones, se amargaba la mejor que podía hacer. Llamó al médico de la casa y de la
vida y la amargaba a los suyos a causa de . una idea dispara- fábrica, quien puf?O todo su empeño en calmar a la desdicha-
tada. De ese modo conocí a una dama de unos 53 años, bien da señora. El ulterior proceder de ambos fue también ente-
conservada, de naturaleza simple y afable, que sin resistirse ramente razonable, La mucama fue despedida, pero la su-
me dio el siguiente informe: Vive en el campo, en feliz-ma- puesta rival no. Desde entonces, una y otra vez, la enferma
trimonio con su marido, quien dirige una gran fábrica. Todo pareció tranquilizarse a punto tal de no dar más crédito al
le parece poco para encomiar el amoroso cuidado que él le contenido de la carta anónima, pero nunca radicalmente ni
dedica. Casada por amor treinta años antes, desde entonces por mucho tiempo=._ Bastaba que oyera nombrar a esa seño-
ninguna nube, ni querella, ni ocasión de celos. Ya bien ca- rita o que la encontrara por la calle para que se le desenca-
sados los dos hijos, el marido y padre, movido por un senti- denase un nuevo ataque de desconfianza, dolor y reproches.
miento de deqer, no quiere darse todavía descanso. Hace un He ahí, pues, la historia clínica de esa honrada señora. No
afio ocurrió lo increíble, incomprensible para ella misma: le hacía falta mucha experiencia psiquiátrica para comprender
llegó una carta anónima donde se le denunciaba que su vir- que, a diferencia de otros neuróticos, había expuesto su· caso
tuoso marido mantenía relaciones amorosas con una mucha- más bien suavizando las tintas, como si dijéramos disímu~
Qha joven, y ella le prestó crédito en el acto; desde entonces lándolo, y que nu:p_ca·había vencido su creencia en la incul-
.quedó destruida su 'dicha. Más en detalle, lo ocurrido fue pación de la carta anónima•
aproximadamente como sigue: ~enía u..na mucama con quien Ahora bien, ¿qué, actitud adopta el psiquiatra frente a un
conversaba quizá demasiado de cosas íntimas. Esta mucha- caso clínico así? Harto lo sabemos: la misma que adoptaría
cha perseguía a otra con una hostilidad animada directa- frente a la acción sintomática del paciente que no cierra las
mente por el odio; ello se debía a que esta última había progre- puertas que dan -a. la sala de espera. La decla_ra una contin-
sado mucho· más en la vida, sin ser de mejor cuna. En lugar gencia sin interés psicológico, y no le da más importancia.
de entrar a trabajar en servicio doméstico, se había procura- Pero esta conducta ya no es viable en el caso patológico de la
do una formación en asuntos de comercio, ingresó en la fábri- señora celosa. La acción sintomática parece ser algo indife-
ca y; a causa de la falta de personal producida por el llama- rente, pero el sínton;ta se impone como importante. Va conec-
miento a filas de los empleados, fue promovida a un buen tado a un intenso sufrimiento subjetivo, y objetivamente
puesto. Ahora vivía en la propia fábrica, tenía trato con caba- amenaza la conviyencia de una familia; es, por tanto, un
lleros y aun se hacía llamar señ.orita. La que se había queda- objeto insoslayable del interés psiquiátrico. El psiquiatra in-
do atrás en la vida estaba naturalmente dispuesta a decir to- tenta primero caracterizar el síntoma mediante una propie-
do el mal posible de su antigua compañ.era de escuela. Un día dad esencial. La idea con que esta mujer se martiriza no ha
conversaba nuestra dama con su mucama acerca de un señor de llamarse disp~e'.tada en sí misma; ocurre, en efecto, que
anciano que habían recibido en la c~sa, y de quien se sabía hombres casados de edad avanzada mantienen relaciones
que no vivía con su mujer~ sino que mantenía una relación amorosas con mu.chachas jóvenes. Pero otra cosa hay aquí
con otra. Ella no sabe cómo fue que de pronto dijo: «Para disparatada e incomprensible. El único fundamento que
mí sería lo más terrible enterarme de que mi buen esposo tiene la pacient~_para creer que su tierno y fiel esposo perte-
tiene tam.bién una relación». Al día siguiente recibió por el nece a esa categoría de hombres -no tan rara, por lo demás-
correo una carta anpnima que 1 con escritura disimulada, le es la aseveración de la carta anónima. Sabe que ese escrito
comunicaba eso mismo que ella, por así decir, había conju- no posee fuerza probatoria alguna, puede esclarecerse satis-
rado. Extrajo la conclusión -probablemente acertada- de factoriamente su origen; debería poder decirse, entonces, que
que la carta era obra de su maligna mucama~ pues señ.ala- no tiene fundam~nto para sus celos, y así se lo dice; no obs-
ba como la amada del marido precisamente a esa señorita tante, sufre como si admitiera la total justificación de esos
a quien la sirvienta perseguía con su odio. Pero aunque se celos. A ideas de este tipo, inaccesibles a argumentos lógicos
percató e1;1-segu;i.da de la intdga y en su lugar de residencia y tomados de la realidad, se ha convenido en llamarlas ideas
había vivído sobrados ejemplos de la poca fe que merecían delirantes. La buena señora padece, pues, de un delirio de
tales cobardes denuncias, aconteció que esa carta la hizo de- celos. He ahí la característica esencial de ese caso patológico.
rrumbarse al instante. Presa de una terrible _emoción, envió Tras esta prime;ra comprobación, nuestro interés psiquiá-

228 229
151
trico se avivará con fuerza todavía mayor. Si una idea deli- toria, sus ul~eriores pensamientos, ocurrencias y recuerdos.
rante no puede ser desarraigada refiriéndola a la realidad> Asev:eró que na~a se le ocurría, lo había dicho todo, y tras-
no ha de provenir de esta. ¿Y de dónde vendría entonces? curridas dos sesiones fue preciso interrumpir realmente el
~xisten ideas delirantes del más diverso contenido; ¿por qué ensayo con ella, pues había proclamado que ya se sentía
Justamente los celos son en nuestro caso el contenido del s~a Y e~~aba segura de que la idea enfermiza no reaparece-
delirio? Aquí querríamos escucharlo al psiquiatra, pero aquí na. Lo d1Jo, desde luego, sólo por resistencia y por angustia
mismo nos deja en la estacada. Se internarái ~xclusivamen- frente al?- prosecución del análisis. Pero en esas dos sesiones
te, en una sola de las cuestiones que hemos planteado. Inves- había deJado caer algunas observaciones que permitieron
tigará en la historia familiar de esta señora y nos aportará una interpretación determinada, y aun la hicieron inevita-
quizás esta respuesta: ~<Ideas delirantes se presentan en ble; y esta interpretación echa una luz fulgurante sobre la
aquellas personas en cuyas familias han aparecido repetidas génesis de su delirio de celos. Había dentro de ella un intenso
veces estas y otras perturbaciones psíquicas». Con otras pa~ en~oramiento por un hombre joven, ese mismo yerno que
labras, esta señora ha desarrollado una idea delira11te porque la_mst6 a buscarme en calidad de paciente. De este enamora-
estaba predispuesta a causa de una trasmisión hereditaria. rmento, ella no s~ía nada o quizá muy poco; dada la relación
Es por cierto algo) pero, ¿es todo lo que queremos saber? de parentesco ex~stente, esta amorosa inclinaci6n podía
¿To_do lo que ha cooperado en la causación de este caso pato- enmascararse fácilmente como una ternura inocente. Tras
l6gico? ¿Tendremos _que contentarnos con suponer que es todas las exp~riencias que hemos recogido en otras partes, no
·indiferente, arbitrario o inexplicable que se haya desarro- nos :esulta ~ñcil u.na comprensión e.mpática {einfühlenJ de
llado un delirio de celos en vez de cualquier otro delirio? ¿Y es la vida anímica de esta decente señora y honrada. madre
lícito que entendamos también en sentido negativo el aserto de 53 a~os. ~n enamoramiento así, que sería algo mons-
que proclama el predominio de la influencia hereditaria, a truoso, lmpos1ble, no pudo devenir conciente· no obstante
saber, que son indiferentes las vivencias que sobrevinieron a P~✓rsistió y, en calidad de inconciente, ejerció ~a seria pre:
esta alma pues estaba condenada a producir ·alguna vez un s1on. Alguna cosa terúa que acontecer con él, algún remedio
delirio? Querrán ustedes saber por qué la psiquiatría cientí- tenía que buscarse, y el alivio inmediato lo ofreció sin duda
fica no quiere darnos más referencias. Pero yo les respondo: el mecanismo del desplazamiento, que con tanta regularidad
¡Maldito sea quien dé más de lo que tiene! Digamos que el toma parte en la génesis de los celos delirantes. Si no sólo
psiquiatra, justamente, no conoce ningún camino que lo haga ella, una señora mayor, se había enamorado de un hombre i.
joven, sino también su anciano marido mantenía un.a rela-
avanzar más en el esclarecimiento de un caso de esta índole.
Tiene que conformarse con el diagnóstico y una prognosis ción amorosa con una joven muchacha3 entonces su con-
ciencia moral se descargaba del peso de la infidelidad. La ..:_:
u
del desarrollo ulterior, prognosis insegura por rica que sea
su experiencia. f8:1-tasía de la infidelid~d del marido fue entonces un paño
fr10 sobre su llaga ardiente. Su propio amor no le había
Ahora bien, ¿puede el psicoanálisis dese:tnpeñ.arse mejor?
Sí, por cierto; espero mostrarles que aun en un caso así de devenido cc;>ncielite, pero el reflejo de él, que le aportaba
tan dificil acceso, es capaz de descubrir algo que posibílite esa ventaja, ahm;a se le hizo conciente de manera obsesiva
la comprensión más directa. Primero, les ruego que atiendan delirante. Todos los argumentos en contra no podían, desd~
a este pequeñ.o detalle: fu.e la propia paciente quien provocó lueg~, dar fruto alguno, pues sólo se dirigían a la imagen
esa carta anónima que sirve de apoyo a su idea delirante, refl.eJada, no al modelo a que aquella debía su poder y que
acechaba inatacable en lo inconciente.
cuando, el día anterior, dijo a la intrigante muchacha que su
máxim.a desventura sería que su marido mantuviera una ~esum~I?ºª ah.ar~ lo que un breve y dificultoso empeño
psicoanalítico aporto para la comprensión de este caso clí-
relación amorosa con una muchacha joven. Sólo entonces nico, suponiendo, desde luego, que nuestras averiguaciones
concibió la servidora la idea de enviarle la carta anónima. La
se hayan realizado correctamente, cosa que no puedo some-
idea delirante cobra así una cierta independencia de la carta; ter aquí al juicio de ustedes. En primer lugar: La idea deli-
ya antes había estado presente como temor -¿o como de-
rante ha dejado. de s?r algo disparatado o incomprensible,
seo?- en la enferma. Ahora agreguen ustedes algunos
posee pleno sentido, tiene sus buenos motivos, pertenece a la
pequefios indidos más que sólo dos sesiones de análisis han
trama de una vivencia, rica en afectos,. de la enferma. En se-
brindado. La paciente se comportó con mucha renuencia gundo lugar: ~s necesaria como reacción frente a un proceso
cuando se la exhortó a comunicar1 tras el relato de su his-

231
230
152
animico inconciente colegido por otros indicios, y precisa- «·evitaciones» muy estrictos. 7 Tanto en el aspecto positivo
mente a esta dependencia debe su carácter delirante> su re- cuanto en el negativo ella rebasa a menudo la medida cul-
sistencia a los ataques basados en la lógica y la realidad. Es turalmente deseada. Ahora bien, cuál de estos tres factores
a su vez algo deseado, una suerte de consuelo. En tercer lu- operó en nuestro caso, si dos de ellos, si todos se conjuga-
gar: La vivencia que hay tras la contracción de la enferme- ron, no puedo decírselo a ustedes, pero únicamente porque
dad determina unívocamente que habría de engendrarse no me fue permitido proseguir el análisis del caso más allá
una idea de celos delirantes y ninguna otra:. cosa. 6 Bien lo re- de esas dos sesiones.
cuerdw.1. ustedes: el día anterior había manifestado_ a esa mu-
chacha intrigante que lo más terrible sería que su marido le
fuera infiel. No descuiden tampoco las dos huportantes ana- Ahora caigo en la cuenta, señ.ores míos, de que he hablado
logías. con la acción sintomática que hemos analizado, asa- de cosas que ustedes todavía no están preparados para com-
ber: en cuanto al esclarecimiento del sentido o del propósito y prender. Lo hice con el fin de comparar la psiquiatría con el
·en ~uanto a la dependencia de algo inconciente que estaba da- . psicoanálisis. Pero hay algo que tengo derecho a preguntar-
do dentro de 1~ situación. les: ¿Han observado alguna contradicción entre ambos? _La
Con ello, desde luego, no quedan respondidas todas las psiquiatría no aplica los métodos :téGm~os del _p_s_icoan4lisis,
preguntas que pudimos plantearnos a raíz de este caso. lY.[ás omite todo otro anudamiento con el contenido de la idea de-
bien, él rebosa de otros problemas, unos que todavía nos lirante y, ai·remitirnos a la herencia, nos proporciona una
.resultan_ insolubles y otros que no se dejan solucionar a causa etiología muy genei::al y. i;emota, ~P.:_Y~~ _~e pon~r d_e. ID:ani-
de lo desfavorable de las circunstancias. Por- ejemplo,,¿por fiestp primero la_ causacj.(5:,;i m~ ..P.ª-ttiPJJJ~~ Y. pr(i:pma. Pero,
qué esta señora, que vive un inatrin'lonio dichoso, sufre un ¿hay ahí una contradicción. una oposición? ¿No es más bien
enamoramiento hacia su yerno, y por qué el alivio, que tain- un completam.ie1;1.to? ¿Acaso el factor hereditario contradice
:.· .. bién habría sido posible por otras vías, ocurre en la fonna la importancia de la vivencia? ¿No se conjugan ambos, más
de un espej amiento así; de una proyección de s~ propio es- bien, de la manera más eficaz? Me concederán que ~P: J~ na-
tado sobre su marido? Y no crean ustedes que es ocioso o turaleza del tr~bajo psiquiátrico no hay nada que pudiera
pretencioso plantear tales preguntas. Disponem.os ya de mu- rébelarse 'contrit., la investigación psicoanalítica. Son enton-
cho material para una respuesta posible .. Esta señora se en- ces los psiquiatras los que se resisten al psicoan~s, no la
cuentra en la edad crítica que trae a la·necesidad sexual psiquiatría. El psicoanálisis es a la psiquiatría lo que la his-
femenina una intensificación indeseada y repentina; quizás toiog:(a a la anatomía: esta estudia las formas exteriores de
esto baste por sí solo. O tal vez quepa agregar- que su marido~ los órganos; aqµella, su constitución a partir de los tejidos y
bueno y fiel, desde hace muchos añ.os ya no pose€: aquella de las células. Es inconcebible una contradiccíón entre estas
capacidad de rendimiento sexual que esta seño~~a bien con- dos modalidades de estudio) una de las cuales continúa a la
servada necesitaría para satisfacerse. La experiencia nos ha z;tra. Como saben, la anatomía es hoy para nosotros la base
hecho notar que justamente esos maridos, cuya_fidelidad se
descuenta, se distinguen por una particular ternura en el
de una medicina científica, pero hubo un tiempo en que es~
taba tan prohibido disecar cadáveres humanos para averi-
trato con sus esposas y por una inhabitual paciencia hacia guar la constitución interna del cuerpo como lo parece hoy
sus achaques nerviosos. Y hasta quizá no sea indiferente que ejercer el psicoanálisis para averiguar la fábrica interna de
fuera el joven marido de una hija quien deviniera objeto de la vida del alma. Y previsiblemente, en una época no muy
este enamoramiento patógeno. Un fuerte lazo erótico con la lejana comprend!3remos que no es posible una psiquiatría
hija, que en su último fundamento se reconduce a I:=t- consti- profundizada en sentido científico sin un buen conocimiento
tución sexual de la madre, a menudo halla el camino para de los procesos de _la vida del alma que van por lo proftu1.--
proseguirse en una trasmudación de esa índole. En este con- do, de los procesos inconcientes.
texto, quizá me sea lícito recordarles que la relació.n entre Ahora bien, quizás el psicoanálisis~ tan combatido? tiene
suegra y yerno fue juzgada desde siempre espinosa por los entre ustedes también amigos que verían coh buenos ojos
seres humanos, y entre los primitivos dio ocasión a tabúes y que se lo pudiera justificru.· desde ot-ro costado, el costado te-
6 (Esta oración no aparece con la misma claridad en algunas de las
primeras ediciones alemanas.] 7 Véase mi libro Tótem y tabú (1912-13). [~<Ensayo!>►, AE, 13, págs.
21 y sigs.]

232 233
153
rapéutico. Ustedes saben que nuestra terapia psiquiátrica no
ha sido capaz hasta ahora de influir sobre las ideas deliran-
tes. ¿Podrá hacerlo acaso el psicoanálisis gracias a su intelec-
ción del mecanismo de estos síntomas? No, señores núos, no
puede; al menos provisionalmente, es tan impote.nte contra
esta enfermedad como cualquier otra terapia. Podemos com-
prender, es verdad, lo que ha ocurrido dentro del enfermo,
pero no tenemos medio alguno para hacer que él mismo lo
comprenda. Acaban de escuchar que yo no. pude llevar el
análisis de aquella idea delirante más allá de los primeros
esbozos. ¿Afirmarán por ello que el análisis de esos casos
es desestimable porque no arroja fruto? Creo que no, en
modo alguno .. Tenemos el derecho, más aún, el deber, de
cultivar la investigación sin mirar por un· efecto úti~ inme-
diato. Al final -no sabemos dó:q.de ni cuándo- cada par-
tícula de saber se traspondrá en un poder hacer, tam.bién en
un poder hacer terapéutico. Aunque para todas las otras for-
mas de contracción de enfermedades nerviosas y psíquicas el
psicoanálisis se mostrara tan huero de éxitos como en el caso
de las ideas delirantest seguiría ·siendo, con pleno derecho, j t

un medio insustituible de investigación científica. Es verdad


que entonces no estaríamos en condiciones de ejercitarlo; el
material de hombres en que queremos aprender, un material
viviente, tiene su voluntad propia; le hacen falta motivos
para colaborar en el trabajo, y en tal caso rehusaría hacerlo.
Por eso, permítanme que concluya hoy con esta comunica-
ción: existen vastos grupos de perturbaciones nerviosas para
los cuales la trasposición de nuestra mejor comprensión en
un poder hacer terapéutico se ha comprobado en los hechos,
y en el caso de estas enfermedades, de difícil acceso por
otras vías, obtenemos, en ciertas condiciones,. éxitos que no
les van en zaga a otros cualesquiera en el ~ampo de la me-
dicina clínica.8

8 [La última de las conferencias de esta serie Oa 28ª) tiene por tema
el psicoanálisis como método de psicoterapia.]

234
154
PSICOANÁLISIS Y MEDICINA.
EL LUGAR DEL PSICOANÁLISIS EN
LA MEDICINA

Jacques Lacan

Psychanalyse et médecine. La place de la psychanalyse dans la


médecine. Conferencia durante una mesa redonda del Collège de
Médecine, en La Salpêtrière, el 16 de Febrero de 1966 y debate
posterior. 1

Sra. AUBRY — Es voluntariamente que no nos ocuparemos de psiquiatría


en el curso de las exposiciones y discusiones que ustedes van a escuchar
hoy. El lugar del psicoanálisis en la psiquiatría quizá actualmente es todavía
discutido — pero quizá no discutible — y quiero más bien decirles por qué
camino hemos sido conducidos a la reunión de hoy.

¿Cuál era mi objetivo cuando hace tres años tomé, en tanto que psicoanalista
y antes pediatra, un servicio para los Niños Enfermos? Era doble: yo quería
introducir, en la medida de lo posible, una colaboración entre pediatras y
psicoanalistas de buena voluntad, trabajando en un mismo equipo y deseo-
sos de comunicar entre sí. Se trataba de ver lo que el psicoanálisis podría
aportar a los pediatras, e inversamente. Yo estaba igualmente preparada, dis-
ponible, para responder a toda demanda que podría recibir de parte de los
otros equipos médicos del hospital.

1
Para las abreviaturas que remiten a los diferentes textos-fuente de esta traduc-
ción, véase, al final, el Anexo 1. Las notas, así como lo incluido entre llaves, es de
la traducción.
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

En primer lugar, he tratado de introducir en mi servicio cierta escucha analí-


tica de los padres y también de los niños, escucha que modifica quizá la
marcha de la investigación semiológica y, eventualmente, la terapéutica.
Luego de tres años, ahí está el equipo; se porta bien, los niños también, y
pienso que, a despecho de las dificultades inherentes a la vida de un grupo,
todavía podemos progresar durante un largo tiempo.

Encontré más dificultades para responder a las demandas que me llegaban


de los médicos de los otros servicios, pues reina una gran confusión sobre lo
que es el psicoanálisis.

Las primeras demandas que me fueron dirigidas eran del dominio de la psi-
cología y de la psicometría, lo que no tiene nada que ver con el psicoanáli-
sis. Es cierto que el rol del psicoanalista no es suministrar datos cifrados en
máquinas electrónicas. Se trata de otra cosa y hablamos desde otro lugar.
Progresivamente, pude obtener que me sean formuladas preguntas precisas
para cada caso que se trataba de dirigir al psicoanalista, o al psi... no se sabía
qué.

Mucho mejor, me llegaron algunas demandas de otro registro, y creo que he


podido establecer, con nuestros amigos Royer y Klotz, una colaboración que
apunta más lejos.

No es por azar que esas demandas llegaron de un servicio de nefrología,


donde el médico está confrontado con los problemas de la vida y de la muer-
te, del deseo de vida y del deseo de muerte, los que conciernen esencialmen-
te a los psicoanalistas. Tampoco es por azar que se haya establecido una co-
laboración con Klotz, puesto que también los trastornos endócrinos son,
muy a menudo, trastornos funcionales cuya causa no siempre es una lesión
orgánica, sino que frecuentemente plantean problemas de otro orden.

¿Cuál va a ser el lugar del psicoanálisis en la medicina? Es lo que vamos a


tratar de discutir hoy. Les propongo que en primer lugar preguntemos a los
señores Royer y Klotz cuáles son, sobre el plano teórico, los problemas, las
cuestiones que desean formular a los psicoanalistas, y sobre cuáles criterios
se basarían eventualmente para dar un lugar al psicoanálisis en la medicina.
Luego pasaremos al campo de aplicaciones prácticas y veremos cómo, en la
vida cotidiana, los psicoanalistas se insertan entre los equipos de médicos.
Le pediré a la Sra. Raimbault que nos informe acerca de la manera con que
ella se ha integrado en el equipo del Sr. Royer, y al Sr. Lacan, quien nos ha-
ce el honor de estar hoy aquí, cómo piensa poder responder a estas cuestio-
nes.

Doy ahora la palabra al Sr. Kotz, para los problemas teóricos.

2
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Sr. KLOTZ — No es todos los días que uno tiene la posibilidad de poder in-
terrogar a analistas de la clase de los que están en esta mesa. Voy entonces a
entrar inmediatamente en lo vivo del asunto y formular a mi colega Lacan
algunas cuestiones preliminares.

Mi primera cuestión es la siguiente:

¿No cree que los médicos verían con mejores ojos el recurso al psicoanálisis
si la práctica de éste estuviera democratizada? Sé bien que las consultas de
especialistas son todas muy costosas, pero cada especialista acepta dispensar
su ciencia o su talento en consultas hospitalarias. Al contrario, el carácter
dispendioso de las consultas es considerado por la mayoría de los analistas
como una de las condiciones necesarias del éxito de la cura psicoanalítica.
Hacen de eso una cuestión de principio. A priori, uno está siempre tentado a
dudar del valor de un principio demasiado cómodo o demasiado ventajoso.
A propósito de esto, por otra parte, es interesante citar este texto profético
de Freud, quien escribe: «no debiendo estar las enfermedades neuróticas
abandonadas a los esfuerzos impotentes de caridades particulares, se edifi-
carán establecimientos, clínicas, que tengan a su frente médicos psicoana-
listas calificados donde se esforzará, con la ayuda del análisis, a que con-
serven su resistencia y su actividad a hombres que, sni eso, se abandona-
rían a la bebida, a mujeres que sucumben bajo el peso de frustraciones, a
niños que no tienen otra elección que entre la depravación y la neurosis.
Estos tratamientos serán gratuitos. Quizá se precisará mucho tiempo antes
de que el Estado reconozca la urgencia de estas obligaciones, las condicio-
nes actuales pueden demorar notablemente estas innovaciones y es proba-
ble que los primeros institutos de este género serán debidos a la iniciativa
privada, pero un día u otro la necesidad de esto habrá de ser reconocida». 2

Mi segunda cuestión es la siguiente:

¿No cree usted que, para aproximar la enseñanza del psicoanálisis a la ense-
ñanza de la medicina, y, por consiguiente, para aproximar esas dos discipli-
nas, conviene democratizar la enseñanza del psicoanálisis? Actualmente, un
psicoanálisis didáctico cuesta al alumno alrededor de 100.000 viejos francos
por mes, y esto durante un tiempo variable que va de 2 a 4 años, término
medio. Independientemente del hecho de que esta forma de enseñanza es
fundamentalmente antidemocrática, veo en ello otro escollo. Un ser humano
que se haya impuesto semejante sacrificio financiero, que deberá a veces en-
tregarse a una segunda ocupación subalterna para cumplir con sus obligacio-
nes respecto de su analista, no puede no estar marcado por esas circunstan-

2
Traduzco según cita en francés el Sr. Klotz. El lector confrontará el párrafo en:
Sigmund FREUD, «Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica» (1919 [1918]),
en Obras Completas, Volumen 17, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, pp.
162-163.

3
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

cias hasta en su propia ética, y en la posición personal que tendrá respecto a


ese instrumento de conocimiento y de tratamiento que ha adquirido tan cara-
mente.

Esta enseñanza tan poco democrática, ¿es por otra parte una enseñanza? Los
vínculos que se establecen entre el candidato psicoanalista y su psicoanalista
educador, a quien ve de 3 a 4 veces por semana, en la posición del diván, no
son los que unen a un alumno y un maestro, sino más bien los vínculos eso-
téricos y rituales que unen a un neófito y un iniciado. No se trata de una en-
señanza sino de una ordenación, y durante mucho tiempo el iniciador ejerce-
rá sobre su iniciado una influencia psicológica muy particular. ¿No cree us-
ted que es preciso buscar y encontrar las bases de una enseñanza, verdadera-
mente científica del psicoanálisis?

Llego con esto a los datos más fundamentales.

Toda empresa humana arriesga a petrificarse, la que toma sus medios por su
fin. ¿No cree usted que hay ahí un peligro cierto para el psicoanálisis? Cier-
tamente, el aporte del psicoanálisis freudiano parece capital para la com-
prensión del desarrollo de la personalidad, del nacimiento a la edad adulta,
y, no habiéndolos estudiado yo mismo, no veo ninguna razón para poner en
duda el carácter científico de los estadios orales, anales, pregenitales, genita-
les de la semántica psicoanalítica. Pero al lado de estos datos están todos los
de la biología, de la sociología, todas las influencias de las condiciones cul-
turales y de trabajo que no carecen de resonancias sobre el equilibrio psíqui-
co de los individuos. ¿No cree usted que al cerrarse a todas esas influencias,
y al limitarse voluntariamente al esquema de la dinámica psicoanalítica, es
decir a los conflictos y a los complejos clásicos, numerosos psicoanalistas
que se dicen ortodoxos desarrollan en sí cierta paresia de la imaginación,
frenando todo impulso creador? Esa monotonía de las respuestas y de los
conceptos psicoanalíticos decepciona a cierto número de internistas deseo-
sos de confiar su enfermo a un analista, y estoy tanto más cómodo para for-
mular esta pregunta al Doctor Lacan cuanto que precisamente él pertenece,
al contrario, a la categoría de los innovadores.

Última cuestión: si el psicoanálisis instrumento de conocimiento merece to-


da nuestra atención, es de hecho al psicoanálisis instrumento de terapéutica
que quieren dirigirse los médicos.

Ahora bien, desde este punto de vista, desde el punto de vista de la terapéu-
tica, los médicos se preguntan si es verdaderamente un enriquecimiento para
un psicoterapeuta de inspiración analítica no conocer nada o no querer cono-
cer nada de las otras armas de la psiquiatría y de la psicoterapia. ¿Hay ver-
daderamente interés en limitar la actividad del analista a su técnica pura, y
no es, por algún lado, él también un psiquiatra, amputado?

4
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

En resumen, si los médicos vacilan todavía en recurrir más a menudo al aná-


lisis psicológico de las causas de las enfermedades internas, esto es quizá
porque, por algunas de las razones expuestas arriba, el psicoanálisis les pa-
rece que no ha salido de la fase mágica de su desarrollo histórico; es preciso
ayudarlo a encaminarse hacia su fase científica. ¿No es necesario, para hacer
esto, favorecer la integración de los datos psicoanalíticos, valorables en el
marco de un método de análisis psíquico que sería verdaderamente global,
abierto, pluri-factorial y auténticamente científico?

Sra. AUBRY — Creo que para los problemas terapéuticos que resultan de la
aplicación del análisis, responderemos más bien en un segundo estadio. ¿Si
el Sr. Royer quiere tomar la palabra?

Sr. ROYER — Si Klotz confiesa que no es psicoanalista, es cierto que mi


presencia aquí es todavía más paradojal. En efecto, cierto número de ustedes
no ignora que soy un pediatra, orientado hacia los problemas de biología y
de bioquímica. Estoy, sin embargo feliz de estar aquí hoy, ante todo porque
encontré mucho apoyo de parte de las Sras. Aubry y Raimbault, y también
porque la cuestión que voy a formular me parece que más o menos ya ha re-
cibido su respuesta en el trabajo de nuestro grupo.

El problema se nos planteaba era el siguiente:

Tenemos un servicio de nefrología infantil que comporta sobre todo enfer-


mos crónicos, unos afectados por afecciones que tienen una salida lejana fa-
vorable, otros probablemente desfavorable, otros, por fin, ciertamente desfa-
vorable. Los niños vienen varias veces por año durante años, para cortas
hospitalizaciones. Pertenecen a la vida de nuestro grupo, son un poco nues-
tros niños, los de los médicos, de las enfermeras y de todo el personal. Co-
nocemos muy bien a su familia, y creo que ahora cumplimos integralmente
el papel que antaño se le otorgaba al médico de familia. De esta manera se
ha creado, entre nuestros enfermos, nuestros médicos, nuestras enfermeras,
relaciones de un tipo que juzgo nuevo para el hospital por relación a lo que
he conocido hace 10 o 15 años. Esto no es más que un ejemplo, y estoy se-
guro que numerosos colegas mío tienen, en otros dominios, los mismos pro-
blemas.

Muy poco tiempo nos fue necesario para que nos demos cuenta de que éra-
mos torpes en el manejo de las relaciones humanas y que así sembrábamos a
nuestro alrededor mucha desdicha. Es por esto que yo buscaba, desde hace
mucho, a alguien en posesión de técnicas psicológicas adaptadas a mi de-
manda. Yo no tenía a priori ninguna preferencia a favor del psicoanálisis
más bien que otras técnicas, siendo muy ignorante de esos métodos, y sim-

5
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

plemente buscaba a alguien que quisiera proseguir simultáneamente varios


estudios sobre mis enfermos. No le demandaba efectos terapéuticos, sino
una investigación e informaciones.

Ante todo quería saber cómo se construía y se transformaba la imagen de la


enfermedad en la mente de las madres y de los padres de familia y en la de
mis propios jóvenes enfermos, en el curso de una afección crónica de evolu-
ción más o menos ciertamente o ciertamente mortal. Mi primera idea era, en
efecto, que nuestras reacciones, nuestras conversaciones con los enfermos,
estaban enteramente construidas sobre nuestra propia personalidad y nuestra
propia concepción nosológica de la enfermedad, y para nada en función de
la imagen que niños y familias podían tener de esta enfermedad. De dónde
este tema, que mucho explotamos con la Sra. Raimbault, de la oposición de
una enfermedad «exógena», tal como la concibe el médico, y de una enfer-
medad «endógena» tal como pueden elaborarla el niño y su madre. Es muy
evidente que no es lo mismo para ambos, y yo quería un estudio objetivo de
esta enfermedad «endógena».

En segundo lugar, deseaba que a partir de los documentos que nos suminis-
traba un psiquiatra a propósito de esto, pudiéramos cambiar la naturaleza de
las relaciones, de las conversaciones y de las direcciones de espíritu que
otorgamos durante años a nuestras relaciones con las familias y los niños
enfermos, y ver si, poco a poco, podíamos elaborar una doctrina o hábitos
de espíritu completamente diferentes de los que teníamos hasta entonces.

En fin, quería igualmente que el psiquiatra analice cuidadosamente la reper-


cusión que estas enfermedades crónicas, que concernían a unos niños a los
que un apego natural nos liga al cabo de algunos años, podía tener — sobre
todo en el momento del desenlace fatal — sobre los médicos de mi grupo y
las enfermeras.

Había pues una serie de cuestiones para las cuales yo requería un estudio
psicológico que ninguno de nosotros podía llevar a buen puerto.

La primera de estas cuestiones, que vuelvo a formular hoy, es la siguiente:


¿consideran ustedes, Sra. Aubry y Sr. Lacan, que las técnicas psicoanalíticas
estén adaptadas a un estudio de este género? Creo personalmente que los
progresos que hemos hecho en 18 meses en este dominio son muy alentado-
res y que la respuesta de ustedes será probablemente positiva. No obstante,
me gustaría saber si ustedes piensan que estas técnicas están enteramente o
parcialmente adaptadas al resultado final, que es tener una concepción clara
de todos estos problemas.

La segunda cuestión se reúne con una de las formuladas por Klotz. La Sra.
Raimbault está vinculada al INSERM.3 Ella practica por lo tanto estas técni-

6
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

cas psicoanalíticas de una manera desinteresada, de alguna manera «funcio-


narizada», es decir, del todo diferente a la expuesta recién por Klotz. ¿En
qué medida se puede integrar a los psicoanalistas, a grupos o a unidades de
investigación para trabajos de este tipo que, si se comprueban fructíferos,
deberán a mi entender extenderse a otros dominios de la medicina? Esta es
una cuestión precisa que yo les planteo, pues inútil es decir que mi idea de
hacer entrar a un psicoanalista en un grupo de biología clínica no encontró
un entusiasmo extraordinario en la administración del INSERM.

Este ejemplo propone una nueva cuestión, que es la del psicoanalista de in-
vestigación, y me gustaría tener la opinión de ustedes también sobre este
punto.

Sra. AUBRY — Antes de proseguir el debate sobre el lugar del psicoanáli-


sis en la medicina y las aplicaciones prácticas que la experiencia de la Sra.
Raimbault pondrá en evidencia, tengo que decir una palabra sobre los pro-
blemas de formación de los analistas y del modo de enseñanza del psicoaná-
lisis, aunque eso no concierna totalmente al asunto que nos preocupa hoy.

La respuesta de Royer es al mismo tiempo una respuesta al Sr. Klotz; en-


contraremos posibilidades no dispendiosas de ejercicio del psicoanálisis en
la medida en que se haga un lugar al psicoanálisis. En los Niños Enfermos
hay alrededor de 25 psicoanalistas que trabajan a título de sustitutos, pues
les he dado la posibilidad de hacerlo y los locales de mi consulta están ocu-
pados a tiempo completo, aunque mi servicio se diga de «tiempo parcial».
Seiscientos niños aproximadamente pasan por él cada mes. En el marco hos-
pitalario, un número enorme de establecimientos permiten, al menos en lo
que concierne a los niños, hacer tales tratamientos; ahora hay institutos mé-
dico-pedagógicos en los que el psicoanálisis ha encontrado su lugar, consul-
torios, hospitales de día: la mutual de los estudiantes y la M.G.E.N. han he-
cho esfuerzos considerables, así como los hospitales psiquiátricos. Me pare-
ce que éste no es un problema más que en la medida en que no se le da su
lugar al psicoanálisis.

En lo que concierne al modo de enseñanza, creo que jamás hemos rehusado


formar a un sujeto apto por motivos de orden pecuniario. Por otra parte, no
creo que se pueda pretender que es fácil realizar estudios, cualesquiera que
sean, cuando no se tiene dinero, eso sería una mala broma, y todos sabemos
que los hijos de obreros son muy poco numerosos en las Facultades y la en-
señanza superior. Ese es por consiguiente un problema que desborda am-
pliamente el del psicoanálisis y, en el caso particular, creo que eso no debe
ser tomado en consideración.

3
Institut de la Santé et de la Recherche Médicale.

7
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Sr. Lacan, usted que es el promotor de un movimiento importante en el psi-


4
coanálisis, ¿piensa que el psicoanálisis esté paralizado?

Sr. LACAN — Ustedes me permitirán, respecto de algunas cuestiones


que acaban de ser planteadas, que me atenga a las respuestas de la Sra.
Aubry, las que me parecen muy suficientemente pertinentes. No veo
que democratizar la enseñanza del psicoanálisis plantee otro problema
que el de la definición de nuestra democracia. Ésta es una, pero hay de
ella varias especies concebibles, y el porvenir nos lleva hacia otra.

Lo que yo creía que tenía que aportar a una reunión como ésta,
caracterizada por quien la convoca, es decir el Collège de Médecine,
era muy precisamente abordar un asunto que jamás tuve que tratar en
mi enseñanza, el del lugar del psicoanálisis en la medicina.

Actualmente, este lugar es marginal y, como lo he escrito varias


veces, extra-territorial. Es marginal por el hecho de la posición de la
medicina respecto del psicoanálisis, al que admite como una especie
de ayuda externa, comparable a la de los psicólogos y otros diferentes
asistentes terapéuticos. Es extra-territorial por el hecho de los psicoa-
nalistas, quienes, sin duda, tienen sus razones para querer conservar
esta extra-territorialidad. No son las mías, pero, en verdad, no pienso
que mi solo anhelo al respecto bastará para cambiar las cosas. Estas
encontrarán su lugar en su momento, es decir sumamente rápido si

4
Como nota editorial precediendo la primera intervención de Lacan en la mesa re-
donda, LEF informa:

“Es bajo este encabezado {Psychanalyse et Médecine} que se le había pe-


dido a Jacques Lacan que participara en una mesa redonda del Collège de Médeci-
ne, el 16 de Febrero de 1966, teniendo lugar la reunión en la Salpêtrière.

“En primer lugar, ofrecemos la primera intervención de Jacques Lacan.

“Observemos que éste se atuvo a que el texto se atuviera estrictamente al


discurso que improvisó. No aportó al registro de la banda magnética más que un
añadido, el que se encontrará de la referencia del sujeto del goce a la del célebre
mito o Banquete: referencia que sólo hay que entender, hay que decirlo, por el po-
co lugar que tiene en el presente de las preocupaciones médicas”.

8
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

consideramos el tipo de aceleración que vivimos en cuanto a la parte


de la ciencia en la vida común.

Este lugar del psicoanálisis en la medicina, hoy quisiera consi-


derarlo desde el punto de vista del médico y del muy rápido cambio
que está produciéndose en lo que llamaré la función del médico, y en
su personaje, puesto que ése es también un elemento importante de su
función.

Durante todo el período de la historia que conocemos y pode-


mos calificar como tal, esta función, este personaje del médico, han
permanecido con una gran constancia hasta una época reciente.

Es preciso sin embargo señalar que la práctica de la medicina


jamás ha ido sin un gran acompañamiento de doctrinas. Que durante
un tiempo bastante corto, en el siglo XIX, las doctrinas se hayan recla-
mado ciencia, no las volvió más científicas por eso. Quiero decir que
las doctrinas cintíficas invocadas en la medicina siempre eran, hasta
una época reciente, retomas de alguna adquisición científica, pero con
un retardo de al menos veinte años. Esto muestra bien que ese recurso
sólo funcionó como sustituto y para enmascarar lo que anteriormente
hay que caracterizar más bien como una suerte de filosofía.

Al considerar la historia del médico a través de los tiempos, el


gran médico, el médico tipo, era un hombre de prestigio y de autori-
dad. Lo que sucede entre el médico y el enfermo, fácilmente ilustrado
ahora por observaciones como las de Balint, que el médico al prescri-
bir se prescribe a sí mismo, siempre ha sucedido: así, el emperador
Marco Aurelio convocaba a Galeno para que la triaca le fuese vertida
por sus manos. Fue por otra parte Galeno quien escribió el tratado
«Ονι αριστος ίανρύς καί φιλόσοφος» {Oni aristos ianrüs kai filoso-
fos}, que el médico, en su esencia, es también un filósofo — donde es-
te término no se limita al sentido históricamente tardío de filosofía de
la naturaleza.

Pero den a este término el sentido que quieran, la cuestión que


se trata de situar se esclarecerá por medio de otras referencias. Pienso
que aquí, aunque ante una asistencia en su mayoría médica, no se me
pedirá que indique lo que Michel Foucault nos aporta, en su gran obra,
de un método histórico-crítico para situar la responsabilidad de la me-

9
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

dicina en la gran crisis ética (es decir, en lo tocante a la definición del


hombre) que él centra alrededor del aislamiento de la locura; 5
tampoco que introduzca esa otra obra, El nacimiento de la clínica, 6 en
tanto que en ella está fijado lo que comporta la promoción por parte de
Bichat de una mirada que se fija sobre el campo del cuerpo en ese
corto tiempo en que éste subsiste como vuelto a la muerte, es decir el
cadáver.

Así están señalados los dos franqueamientos por los cuales la


medicina consuma por su parte el cierre de las puertas de un antiguo
Jano, el que redoblaba, ya para siempre inhallable, todo gesto humano
con una figura sagrada. La medicina es una correlación de este fran-
queamiento.

El pasaje de la medicina al plano de la ciencia, e incluso el he-


cho de que la exigencia de la condición experimental haya sido indu-
cida en la medicina por Claude Bernard y sus seguidores, no es eso lo
que cuenta por sí solo, el balance está en otro lado.

La medicina ha entrado en su fase científica, en tanto que ha na-


cido un mundo que en adelante exige los condicionamientos necesita-
dos en la vida de cada uno en proporción a la parte que toma en la
ciencia, presente en todos en sus efectos.

Las funciones del organismo humano siempre han constituido el


objeto de una puesta a prueba según el contexto social. Pero por ser
tomadas en función de servidumbre en las organizaciones altamente
diferenciadas que no habrían nacido sin la ciencia, ellas se ofrecen al
médico en el laboratorio ya constituido de alguna manera, incluso ya
provisto de créditos sin límites, que va a emplear para reducir esas
funciones a unos montajes equivalentes a los de esas otras organiza-
ciones, es decir, teniendo estatuto de subsistencia científica.

5
Cf. Michel FOUCAULT, Historia de la locura en la época clásica, tomos I y II,
Fondo de Cultura Económica, México. La obra había aparecido en Francia en
1964.
6
Cf. Michel FOUCAULT, El nacimiento de la clínica, Siglo Veintiuno Editores,
México. Esta obra había aparecido en Francia en 1963.

10
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Citemos simplemente aquí, para aclarar lo que decimos, lo que


debe nuestro progreso en la formalización funcional del aparato car-
dio-vascular y del aparato respiratorio, no solamente a la necesidad de
operarlo, sino al aparato mismo de su inscripción, en tanto que éstos
se imponen, a partir del alojamiento de los sujetos de esas reacciones
en los “satélites”: o sea lo que podemos considerar como formidables
pulmones de acero, cuya construcción misma está ligada a su destino
de soportes de ciertas órbitas, órbitas que nos equivocaríamos si las
llamáramos cósmicas, puesto que a esas órbitas, el cosmos no las “co-
nocía”. Para decir todo, es por el mismo paso por el que se revela la
sorprendente tolerancia del hombre a unas condiciones acósmicas, in-
cluso la paradoja que lo hace aparecer de alguna manera “adaptado” a
éstas, que se comprueba que este acosmismo es lo que la ciencia cons-
truye.

¿Quién podía imaginar que el hombre soportaría muy bien la in-


gravidez, quién podía predecir lo que resultaría del hombre en esas
condiciones, de atenerse a las metáforas filosóficas, por ejemplo a la
de Simone Weil, quien hacía de la gravedad una de las dimensiones de
tal metáfora?

Es en la medida en que las exigencias sociales están condiciona-


das por la aparición de un hombre que sirve a las condiciones de un
mundo científico, que, dotado de nuevos poderes de investigación y de
búsqueda, el médico se encuentra enfrentado a problemas nuevos.
Quiero decir que el médico ya no tiene nada de privilegiado en el or-
den de ese equipo de sabios diversamente especializados en las dife-
rentes ramas científicas. Es desde el exterior de su función, particular-
mente en la organización industrial, que le son suministrados los me-
dios al mismo tiempo que las preguntas para introducir las medidas de
control cuantitativo, los gráficos, las escalas, los datos estadísticos por
donde se establecen hasta la escala microscópica las constantes bioló-
gicas, y que se instaura en su dominio ese despegue de la evidencia
del éxito *que corresponde al advenimiento* 7 de los hechos.

La colaboración médica será considerada como bienvenida para


programar las operaciones necesarias para mantener el funcionamiento
de tal o cual aparato del organismo humano, en unas condiciones de-

7
Así, en LEF. En PEC y PTL: *que es la condición del advenimiento*

11
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

terminadas, pero después de todo, ¿qué tiene que ver eso con lo que
llamaremos la posición tradicional del médico?

El médico es requerido en la función de sabio fisiólogo, pero to-


davía sufre otros reclamos: el mundo científico vierte entre sus manos
el número infinito de lo que puede producir como agentes terapéuticos
novedosos, químicos o biológicos, que pone a disposición del público,
y demanda al médico que, como un agente distribuidor, los ponga a
prueba. ¿Dónde está el límite donde el médico debe actuar, y a qué de-
be responder? A algo que se llama la demanda.

Diré que es en la medida de este deslizamiento, de esta evolu-


ción que cambia la posición del médico por relación a los que se diri-
gen a él, que llega a individualizarse, a especificarse, a valorizarse re-
troactivamente, lo que hay de original en esta demanda al médico. Es-
te desarrollo científico inaugura y pone cada vez más en el primer pla-
no ese nuevo derecho del hombre a la salud, que existe y ya se motiva
en una organización mundial. En la medida en que el registro de la re-
lación médica con la salud se modifica, donde esa especie de poder
generalizado que es el poder de la ciencia da a todos la posibilidad de
venir a demandar al médico su ticket de beneficio con un objetivo pre-
ciso inmediato, vemos dibujarse la originalidad de una dimensión que
yo llamo la demanda. Es en el registro del modo de respuesta a la de-
manda del enfermo que está la chance de supervivencia de la posición
propiamente médica.

Responder que el enfermo viene a demandarnos la curación no


es responder nada en absoluto, pues cada vez que la tarea precisa, que
hay que cumplir con urgencia, no responde pura y simplemente a una
posibilidad que se encuentra al alcance de la mano, pongamos: a unas
maniobras quirúrgicas o a la administración de antibióticos (e incluso
en esos casos queda por saber lo que resulta de ello para el porvenir),
hay, fuera del campo de lo que es modificado por el beneficio terapéu-
tico, algo que permanece constante, y todo médico sabe bien de qué se
trata.

Cuando el enfermo es enviado al médico o cuando lo aborda, no


digan que espera de éste pura y simplemente la curación. Pone al mé-
dico en la prueba de sacarlo de su condición de enfermo, lo que es to-
talmente diferente, pues esto puede implicar que él está totalmente

12
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

aferrado a la idea de conservarla. A veces viene a demandarnos que lo


autentifiquemos como enfermo, en muchos otros casos viene, de la
manera más manifiesta, a demandarles que lo preserven en su enfer-
medad, que lo traten de la manera que le conviene a él, la que le per-
mitirá continuar siendo un enfermo bien instalado en su enfermedad.
¿Tengo necesidad de evocar mi experiencia más reciente? — un for-
midable estado de depresión ansiosa permanente, que ya duraba más
de veinte años, el enfermo venía a verme aterrorizado por que yo hi-
ciera la más mínima cosa. A la única proposición de que me volviera a
ver 48 horas más tarde, ya, la madre, temible, que durante ese tiempo
había acampado en mi sala de espera, había logrado tomar algunas
disposiciones para que no ocurriese nada.

Esta es una experiencia banal, no la evoco más que para recor-


darles la significación de la demanda, dimensión en la que se ejerce,
hablando propiamente, la función médica, y para introducir lo que pa-
rece fácil de palpar, y sin embargo sólo ha sido interrogado seriamente
en mi escuela, a saber la estructura de la falla que existe entre la de-
manda y el deseo.

A partir de que se ha hecho esta observación, aparece que no es


necesario ser psicoanalista, ni siquiera médico, para saber que cuando
cualquiera, nuestro mejor amigo, sea del sexo macho o hembra, nos
demanda algo, esto no es de ningún modo idéntico, y a veces es inclu-
so diametralmente opuesto, a lo que desea.

Quisiera retomar aquí las cosas en otro punto, y hacer observar


que si es concebible que lleguemos a una extensión cada vez más efi-
caz de nuestros procedimientos de intervención en lo que concierne al
cuerpo humano, y sobre la base de los progresos científicos, no podría
estar resuelto el problema a nivel de la psicología del médico — con
una cuestión que refrescaría el término de psico-somática. Permítanme
más bien destacar como falla epistemo-somática, el efecto que va a te-
ner el progreso de la ciencia sobre la relación de la medicina con el
cuerpo. Ahí todavía, para la medicina está subvertida la situación des-
de el exterior. Y es por eso que, ahí todavía, lo que antes de ciertas
rupturas permanecía confuso, velado, mezclado, embrollado, aparece
con brillo.

13
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Pues lo que está excluido por la relación epistemo-somática, es


justamente lo que va a proponer a la medicina el cuerpo en su registro
purificado. Lo que así se presenta, se presenta como pobre en la fiesta
en la que el cuerpo irradiaba recién por estar enteramente fotografiado,
radiografiado, calibrado, diagramatizado y posible de condicionar, da-
dos los recursos verdaderamente extraordinarios que oculta, pero qui-
zá, también, ese pobre le aporte una posibilidad que vuelve de lejos, a
saber del exilio a donde ha proscrito al cuerpo la dicotomía cartesiana
del pensamiento y de la extensión, la cual deja caer completamente de
su aprehensión lo que es, no el cuerpo que ella imagina, sino el cuerpo
verdadero en su naturaleza.

Ese cuerpo no se caracteriza simplemente por la dimensión de


la extensión: un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí
mismo. La dimensión del goce está completamente excluida por lo
que he llamado la relación epistemo-somática. Pues la ciencia no es
incapaz de saber lo que puede, pero ella, no más que el sujeto que en-
gendra, no puede saber lo que quiere. Por lo menos, lo que ella quiere
surge de un avance cuya marcha acelerada, en nuestros días, nos per-
mite palpar que supera sus propias previsiones.

¿Podemos prejuzgar al respecto, por ejemplo, por el hecho de


que en nuestro espacio, sea planetario o transplanetario, pulula algo
que bien hay que llamar voces humanas que animan el código que en-
cuentran en ondas cuyo entrecruzamiento nos sugiere una imagen muy
diferente del espacio que aquella donde los torbellinos cartesianos
constituían su orden? Por qué no hablar también de la mirada que aho-
ra es omnipresente, bajo la forma de aparatos que ven por nosotros en
los mismos lugares: o sea algo que no es un ojo y que aisla la mirada
como presente. Todo esto, podemos ponerlo en el activo de la ciencia,
¿pero eso nos hace alcanzar lo que nos concierne, no diré como ser
humano — pues en verdad Dios sabe lo que se agita tras ese fantoche
que llamamos el hombre, el ser humano, o la dignidad humana, o
cualquiera que sea la denominación bajo la cual cada uno pone lo que
escucha de sus propias ideologías más o menos revolucionarias o reac-
cionarias? Preguntamos más bien en qué concierne eso a lo que existe,
a saber, nuestros cuerpos. Voces, miradas que se pasean, eso es algo
que viene de los cuerpos, pero son curiosas prolongaciones que al pri-
mer aspecto, e incluso al segundo o al tercero, sólo tienen pocas rela-
ciones con lo que yo llamo la dimensión del goce. Es importante loca-

14
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

lizarla como polo opuesto, pues ahí también la ciencia está vertiendo
ciertos efectos que no dejan de comportar algunas apuestas. Materiali-
cémoslos bajo la forma de los diversos productos que van de los tran-
quilizantes a los alucinógenos. Esto complica singularmente el proble-
ma de lo que hasta ahora se ha calificado, de una manera puramente
policial, de toxicomanía. Por poco que un día estemos en posesión de
un producto que nos permita recoger informaciones sobre el mundo
exterior, veo mal cómo podría ejercerse una contención policial.

Pero cuál será la posición del médico para definir esos efectos a
propósito de los cuales hasta aquí ha mostrado una audacia alimentada
sobre todo de pretextos, pues desde el punto de vista del goce, qué es
lo que un uso ordenado de lo que se llama, más o menos apropiada-
mente, tóxicos, puede tener de reprensible — a menos que el médico
no entre francamente en lo que es la segunda dimensión característica
de su presencia en el mundo, a saber, la dimensión ética. Estas obser-
vaciones, que pueden parecer banales, tienen de todos modos el inte-
rés de demostrar que la dimensión ética es la que se extiende en la di-
rección del goce.

He ahí, entonces, dos puntos de referencia: en primer lugar, la


demanda del enfermo, en segundo lugar, el goce del cuerpo. De algu-
na manera, estos confinan con esa dimensión ética, pero no los con-
fundamos demasiado rápidamente, pues aquí interviene lo que muy
simplemente llamaré la teoría psicoanalítica, que llega a tiempo, y
desde luego no por azar, en el momento de la entrada en juego de la
ciencia, con esa ligera anticipación que es siempre característica de las
invenciones de Freud. Del mismo modo que Freud inventó la teoría
del fascismo antes de que éste apareciera, igualmente, treinta años an-
tes, inventó lo que debía responder a la subversión de la posición del
médico por el ascenso de la ciencia: *a saber, el psicoanálisis como
praxis* 8 .

Recién indiqué suficientemente la diferencia que hay entre la


demanda y el deseo. Sólo la teoría lingüística puede dar cuenta de tal
concepción, y lo puede tanto más fácilmente cuanto que es Freud
quien, de la manera más viva y más inatacable, mostró precisamente
su distancia a nivel del inconsciente. Pues es en la medida en que está

8
Lo entre asteriscos, sólo el LEF.

15
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

estructurado como un lenguaje que es el inconsciente descubierto por


Freud.

He leído, con asombro, en un escrito muy bien patrocinado, que


el inconsciente era monótono. No invocaré aquí mi experiencia, pido
simplemente que se abran las tres primeras obras de Freud, las más
fundamentales, y que se vea si es la monotonía lo que caracteriza *la
significancia* 9 de los sueños, los actos fallidos y los lapsus. Muy por
el contrario, el inconsciente me parece no solamente extremadamente
particularizado, más todavía que variado, de un sujeto a otro, sino in-
cluso muy astuto e ingenioso, puesto que es justamente de él que el
chiste *toma sus dimensiones y su estructura* 10 . No hay un incons-
ciente porque habría un deseo inconsciente, obtuso, pesado, calibán, 11
incluso animal, deseo inconsciente alzado desde las profundidades,
que sería primitivo y tendría que elevarse al nivel superior de lo con-
ciente. Muy por el contrario, hay un deseo porque hay inconsciente, es
decir lenguaje que escapa al sujeto en su estructura y sus efectos, y
porque siempre hay a nivel del lenguaje algo que está más allá de la
conciencia, y es ahí que puede situarse la función del deseo.

Es por esto que es necesario hacer intervenir ese lugar que he


llamado el lugar del Otro, en lo que concierne a todo lo que es del su-
jeto. Es, en sustancia, el campo en el que se localizan esos excesos de
lenguaje de los que el sujeto tiene una marca que escapa a su propio
dominio. Es en ese campo que se hace la juntura con lo que he llama-
do el polo del goce.

Pues allí se valoriza lo que introdujo Freud a propósito del prin-


cipio del placer y que nunca se había advertido, a saber, que el placer
es una barrera al goce, por donde Freud retoma las condiciones de las
que muy antiguas escuelas de pensamiento habían hecho su ley.

9
*el análisis*
10
PEC y PTL: *ha revelado sus verdaderas dimensiones y sus verdaderas estruc-
turas*
11
Alusión a Calibán, el esclavo salvaje y deforme del drama La tempestad, de
Shakespeare.

16
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

¿Qué se nos dice del placer? — que es la menor excitación, lo


que hace desaparecer la tensión, lo que más la atempera, es decir, lo
que nos detiene necesariamente en un punto de lejanía, a muy respe-
tuosa distancia del goce. Pues lo que yo llamo goce en el sentido en
que el cuerpo se experimenta, siempre es del orden de la tensión, del
forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña. Indiscutiblemente hay
goce en el nivel en que comienza a aparecer el dolor, y sabemos que
es solamente a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una
dimensión del organismo que de otro modo permanece velada.

¿Qué es el deseo? El deseo es de alguna manera el punto de


compromiso, la escala de la dimensión del goce, en la medida en que,
de una cierta manera, permite llevar más lejos el nivel de la barrera del
placer. Pero ése es un punto fantasmático, quiero decir, donde inter-
viene *el registro imaginario* 12 , que hace que el deseo esté suspendi-
do a algo cuya realización no es por su naturaleza verdaderamente exi-
gible.

¿Por qué es que vengo a hablar aquí de lo que, de todas mane-


ras, no es más que un muestreo minúsculo de esta dimensión que de-
sarrollo desde hace quince años en mi seminario? — Es para evocar la
idea de una topología del sujeto. Es por relación a sus superficies, a
sus límites fundamentales, a sus relaciones recíprocas, a la manera con
que ellas se entrecruzan y se anudan, que pueden plantearse algunos
problemas, que no son tampoco puros y simples problemas de inter-
psicología, sino precisamente los de una estructura que concierne al
sujeto en su doble relación con el saber.

El saber continúa quedando para él marcado con un valor nodal,


por aquello cuyo carácter central en el pensamiento se olvida, esto es,
que el deseo sexual, *tal como lo entiende* 13 el psicoanálisis, no es la
imagen que debemos hacernos según un mito de la tendencia orgáni-
ca: es algo infinitamente más elevado y anudado en primer término
precisamente al lenguaje, en tanto que es el lenguaje el que primera-
mente le ha dado su lugar, y que su primera aparición en el desarrollo
del individuo se manifiesta a nivel del deseo de saber. Si no se ve que

12
PEC y PTL: *el registro de la dimensión imaginaria*
13
PEC y PTL: *en*

17
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

ahí está el punto central donde arraiga la teoría de la libido de Freud,


simplemente se pierde la cuerda. Es perder la cuerda querer reunirse
con los marcos preformados de una pretendida psicología general, ela-
borada en el curso de los siglos para responder a necesidades extrema-
damente diversas, pero que constituye el residuo de la serie de las teo-
rías filosóficas. Es perder la cuerda también no ver qué nueva perspec-
tiva, qué cambio total de punto de vista es introducido por la teoría de
Freud, pues se pierde entonces, a la vez, su práctica y su fecundidad.

Uno de mis alumnos, exterior al campo del análisis, muy a me-


nudo me ha preguntado: ¿cree usted que baste con explicar eso a los
filósofos, que a usted le alcance con poner en un pizarrón el esquema
de su grafo para que ellos reaccionen y comprendan?

Por supuesto, yo no tenía al respecto la más mínima ilusión, y


demasiadas pruebas de lo contrario. A pesar de eso, las ideas se pa-
sean, y en la posición en la que estamos por relación a la difusión del
lenguaje y al mínimo de impresos necesarios para que una cosa dure,
eso basta. Es suficiente que eso haya sido dicho en alguna parte y que
una oreja sobre 200 lo haya escuchado, para que en un porvenir bas-
tante próximo estén asegurados sus efectos.

Lo que indico al hablar de la posición que puede ocupar el psi-


coanalista, es que actualmente es la única por la que el médico pueda
mantener la originalidad de siempre de su posición, es decir, la de
aquél que tiene que responder a una demanda de saber, aunque no
pueda hacerlo más que llevando al sujeto a que se vuelva del lado
opuesto a las ideas que emite para presentar esa demanda. Si el in-
consciente es lo que es, no una cosa monótona, sino al contrario una
cerradura tan precisa como sea posible, y cuyo manejo no es ninguna
otra cosa que abrir, a la manera inversa de una llave, lo que está más
allá de una cifra, esta apertura no puede más que servir al sujeto en su
demanda de saber. Lo que es inesperado, es que el sujeto confiese él
mismo su verdad, y que la confiese sin saberlo 14 .

El ejercicio y la formación del pensamiento son los preliminares


necesarios a una operación así: es preciso que el médico se haya esfor-
zado en plantear los problemas a nivel de una serie de temas cuyas co-

14
sans le savoir, también: “sin el saber”.

18
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

nexiones, cuyos nudos, debe conocer, y que no son los temas corrien-
tes de la filosofía y de la psicología. Los que están en curso en cierta
práctica investigadora que se llama psicotécnica, donde las respuestas
están determinadas en función de ciertas cuestiones, ellas mismas re-
gistradas en un plano utilitario, tienen su precio y su valor en unos lí-
mites definidos que no tienen nada que ver con el fondo de lo que está
en la demanda del enfermo.

Al cabo de esta demanda, la función de la relación con el sujeto


supuesto saber, revela lo que nosotros llamamos la transferencia. En
la medida en que más que nunca la ciencia tiene la palabra, más que
nunca se sostiene ese mito del sujeto supuesto saber, y eso es lo que
permite la existencia del fenómeno de la transferencia en tanto que re-
mite a lo más primitivo, a lo más arraigado del deseo de saber.

En la época científica, el médico se encuentra en una doble po-


sición: por una parte, se las tiene que ver con una investidura energéti-
ca cuyo poder no sospecha si no se le explica, por otra parte, debe po-
ner esta investidura entre paréntesis, en razón misma de los poderes de
los que dispone, de los que debe distribuir, del plano científico donde
está situado. Lo quiera o no, el médico está integrado a ese movimien-
to mundial de la organización de una salud que se vuelve pública y,
por este hecho, le serán propuestas nuevas cuestiones.

En ningún caso podrá motivar el mantenimiento de su función


propiamente médica en nombre de un “privado”, que sería del resorte
de lo que se llama el secreto profesional, y no hablemos demasiado de
la manera con que es observado, quiero decir en la práctica de la vida
a la hora en que se bebe el cognac. Pero no es eso el resorte del secreto
profesional, pues si fuera del orden de lo privado, sería del orden de
las mismas fluctuaciones que socialmente han acompañado la genera-
lización en el mundo de la práctica del impuesto a las ganancias. Es
otra cosa la que está en juego; es propiamente esa lectura por la cual el
médico es capaz de conducir al sujeto a lo que transcurre dentro de
cierto paréntesis, el que comienza en el nacimiento, que termina en la
muerte, y que comporta las cuestiones que van de uno a la otra.

¿En nombre de qué tendrán los médicos que estatuir el derecho


o no al nacimiento? ¿Cómo responderán a las exigencias que conflui-
rán muy rápidamente con las exigencias de la productividad? Pues si

19
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

la salud se vuelve objeto de una organización mundial, se tratará de


saber en qué medida ella es productiva. ¿Qué podrá oponer el médico
a los imperativos que lo harían empleado de esta empresa universal de
la productividad? No tiene otro terreno que esa relación por la cual él
es el médico, a saber, la demanda del enfermo. Es en el interior de esta
relación firme donde se producen tantas cosas que está la revelación
de esa dimensión en su valor original, que no tiene nada de idealista,
pero que es exactamente lo que yo he dicho: la relación con el goce
del cuerpo.

¿Qué tienen ustedes que decir, médicos, sobre lo más escanda-


loso de lo que va a seguir? Pues si era excepcional el caso en el que el
hombre profería hasta ahora “Si tu ojo te escandaliza, arráncalo” 15 ,
¿qué dirán del slogan “Si tu ojo se vende bien, dónalo”? ¿En nombre
de qué tendrán ustedes que hablar, sino precisamente de esa dimen-
sión del goce de su cuerpo y de lo que ella ordena como participación
en todo lo que le corresponde en el mundo?

Si el médico debe seguir siendo algo, que no podría ser la he-


rencia de su antigua función, que era una función sagrada, es, para mí,
prosiguiendo y manteniendo en su vida propia el descubrimiento de
Freud. Es siempre como misionero del médico que yo me he conside-
rado: la función del médico, como la del sacerdote, no se limita al
tiempo que se le dedica. 16

Sra. AUBRY — Sr. Royer, ¿tiene usted algo para decir antes de la exposi-
ción de la Sra. Raimbault?

Sr. ROYER — Me excuso por volver a tomar la palabra tras la “breve” in-
tervención del Sr. Lacan.

15
Cf. Evangelio según San Mateo, 329: “Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de
pecado, sácatelo y arrójalo de ti...”.
16
En este punto, LEF señala: “La señora Aubry da entonces la palabra a uno de
los médicos invitantes, cuya intervención reproducimos aquí, por cuanto motiva la
respuesta que se le dio tras una intervención de la señora Ginette Raimbault” —
pero nosotros seguimos ahora el texto de PTL.

20
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Pienso que la exposición que acaba de hacer de lo que llamó un “minúsculo


muestreo” de sus obras, es bastante chocante para los médicos que están en
esta asamblea, y me parece bien decirlo, ya que si entendí bien, y si no se
me tendió ningún cebo, estamos aquí para discutir sobre el lugar del psicoa-
nálisis en la medicina general, 17 y más particularmente sobre las relaciones
entre psicoanalistas y generalistas en el seno de un mismo hospital. El pro-
blema me fue planteado así, y tengo el sentimiento de haber caído un poco
en una trampa.

Acabamos de escuchar una exposición que contiene muchas banalidades —


es el propio autor quien lo ha dicho — y no he sido muy sensible, debo con-
fesarlo, a los argumentos que ha desarrollado. Aquí estamos, me parece, pa-
ra cosas más serias.

Sr. Lacan, nosotros tuvimos, el Sr. Klotz y yo mismo, la honestidad de de-


cir, al comienzo de esta mesa redonda, que no éramos psicoanalistas y que
no deseábamos juzgar al psicoanálisis. Hubiese sido honesto de su parte, me
parece, reconocer que usted no conocía ni a los médicos, ni a la medicina.
Usted emitió cierto número de juicios sobre los médicos que son inacepta-
bles, y — me permito decírselo — cuando usted hace de nosotros simples
“distribuidores de medicamentos” suministrados por las firmas farmacéuti-
cas, eso prueba que usted ciertamente no está al corriente de los innumera-
bles problemas con los que estamos confrontados y que tratamos de resol-
ver.

Había venido aquí con la esperanza de que pudiéramos encontrar un lengua-


je común, puesto que usted está interesado en los problemas de lingüística...
Ahora bien, es imposible encontrarlo sobre este terreno, y debo confesar que
considero a esta reunión como un completo fracaso.

Sra. AUBRY — No creo que jamás hayamos considerado al Sr. Royer como
un distribuidor de medicamentos, y, si trato de precisar el pensamiento del
Sr. Lacan, él probablemente ha querido decir que ése era un peligro que ace-
chaba al médico.

Sr. LACAN — No, no es eso lo que yo he dicho: hablé de la demanda


del enfermo.

17
La reproducción fotocopiada que hace PEC del texto publicado en los Cahiers
du College de Médecine se interrumpe aquí.

21
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Sra. AUBRY — Yo creo, Sr. Royer, que la manera con que el psicoanálisis
ha sido puesto al servicio de su equipo de investigación aclarará esta discu-
sión, y me gustaría que la Sra. Raimbault nos diga algunas palabras al res-
pecto. 18

Sra. RAIMBAULT — Debo decir en primer lugar que mi posición en el ser-


vicio del Sr. Royer ha estado facilitada por el hecho de que él no me ha de-
mandado ningún esfuerzo terapéutico, sino que simplemente me pidió que
me integrara a su equipo de especialistas investigadores como otro especia-
lista investigador. Eso es, pues, en la práctica, lo que le propuse, y lo que
hemos hecho juntos desde hace un año y medio.

Yo adopté de entrada una posición diferente de la del psicoanalista tal como


puede caricaturizárselo como siendo aquél que busca una psicogénesis — de
preferencia específica — para trastornos orgánicos o funcionales; mi objeti-
vo era más bien la relación médico-enfermo-enfermedad. En la práctica, me
coloqué en una posición complementaria a la de los otros investigadores
participando en todas las actividades del servicio, ya sea en la sala con las
visitas, en el curso de las discusiones científicas y clínicas dirigidas por el
Sr. Royer, o en la consulta externa. Por otra parte, escuché a padres e hijos
con “la oreja analítica”. Es decir, con una actitud y referencias muy diferen-
tes del interrogatorio médico o médico-psicológico habitual.

En las reuniones semanales del servicio, que agrupan al equipo y los corres-
ponsales de París y de Provincia, expuse esas entrevistas de manera tan fiel
como fuera posible. Esto reveló a los médicos la importancia del discurso
del niño enfermo y de su familia, develando un “vivido” de la enfermedad al
que no correspondía sino de manera lejana la visión “científica” objetiva
que ellos mismos tenían de ella. La diferencia entre lo que hemos llamado,
con el Sr. Royer, la enfermedad endógena (“la enfermedad autógena” de Ba-
lint) y la enfermedad vista por el médico, apareció como una de las fuentes
de dificultades en la relación “médico-enfermo”: el diagnóstico global que
debe integrar y articular los cuatro polos del problema: “niño-familia-médi-
co-enfermedad” y servir de base a la discusión de la conducta terapéutica.

En el curso del año, entonces, proseguimos esas discusiones y, con los mé-
dicos, nos pareció que podíamos desprender algunas nociones en cuanto a la
visión endógena de la enfermedad en los padres y en los niños, en los casos
de enfermedades crónicas letales.

18
PTL no reproduce las palabras de G. Raimbault.

22
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

De este modo el equipo de los especialistas hospitalarios es situado por la


familia en la posición de “médico de la familia”, a quien ésta demanda una
toma a su cargo total. La hospitalización es el momento de un llamado, que
ya ha sufrido numerosos avatares, aunque más no fuese en las anteriores re-
laciones con los otros médicos.

La enfermedad real, por específica que sea, es decir deterioro de un órgano


o de una función, vendrá a servir de soporte a toda la fantasmática familiar
sobre la muerte y la vida. No responder más que a nivel “reparación del ór-
gano o de la función” equivale a responder sólo a nivel del síntoma.

Por otra parte, desde la primera entrevista, los padres dan parte de sus pro-
pias investigaciones en cuanto a la etiología de la enfermedad considerada
como un mal. Aquí remito a los trabajos anteriores de la Sra. Aubry, de la
Sra. Bargues, de Valabrega. La formulación de los padres va de “eso no tie-
ne sentido” a “ése es el sentido que le damos”. Por cierto, la búsqueda médi-
ca sistemática en relación a los antecedentes, la falta de información, o la
mala información del público en cuanto a los problemas de nefrología, la
impotencia de la ciencia médica en ciertos casos, favorecen esta actitud y la
elaboración de los fantasmas en cuanto al agente responsable.

La culpabilidad aparece ante todo en esos fantasmas, ya sea expresada direc-


tamente: infracción de un orden, una ley, una prohibición, o indirectamente
por desplazamiento, denegación, proyección. La enfermedad del niño parece
pues ser un revelador de la problemática y del drama familiar, que se actua-
liza en esta enfermedad y se alimenta de ella, pero no es verdaderamente
suscitado por ella. Las dificultades encontradas por los médicos se sostienen
en parte del hecho de que ellos no escuchan más que la demanda explícita:
“cure esta crisis”, y no la demanda implícita: “vea nuestro drama”.

En este primer tiempo, hemos descubierto entonces la importancia de los


discursos del niño enfermo y de su familia. La cuestión que plantean actual-
mente los médicos del equipo es la siguiente: “¿cómo explotar cientifica-
mente el material así descubierto?”.

En esta segunda etapa de nuestro trabajo de colaboración, propongo todavía


la utilización del psicoanálisis como ciencia del desciframiento del discurso
inconsciente y de sus efectos. Se trata de localizar, en el discurso del sujeto,
los acontecimientos, las situaciones, las palabras que van a develar su temá-
tica y la articulación de la enfermedad en esta temática. Tal es nuestra posi-
ción actual.

Aunque hayamos avanzado poco en esta investigación, que, como se los di-
je, no data de más de 18 meses, hemos sido llevados necesariamente a dis-
cutir sobre problemas de práctica médica. De este modo, hemos abordado
varias veces un asunto quemante en el curso de nuestras reuniones semana-

23
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

les: el de la información, a dar por el médico a la familia, en cuanto a la na-


turaleza de la enfermedad y a su pronóstico fatal. Dos tipos de actitudes se
desprenden: unos prefieren advertir a los padres, otros reservan su pronósti-
co hasta el final. El carácter apasionado de las controversias que tuvieron lu-
gar, el hecho de que los argumentos se utilizaban con toda buena fe para jus-
tificar una u otra de estas actitudes, incitaron a algunos a tratar de delimitar,
más allá de esas racionalizaciones, su verdadera determinación, y a recono-
cer que cada cual utiliza, ante ese problema específico — es decir, la angus-
tia de su propia muerte y de la del otro — sus mecanismos de defensa perso-
nales. De hecho, que el médico tenga tal o cual actitud no parece ser el fac-
tor primordial para el enfermo y su familia. Más importante parece ser el he-
cho de que el médico actúe demasiado a menudo de la manera estereotipada,
en función de sus presupuestos personales.

Para resumir, digamos que a partir de una demanda de los médicos en lo que
concierne a la repercusión de la enfermedad crónica sobre el niño y las cau-
sas de las dificultades de la relación médico-enfermo, el trabajo del equipo
se orientó hacia la toma en consideración del discurso del niño enfermo y de
su familia, el análisis de ese material, y la explotación que puede hacerse de
éste con fines terapéuticos.

Si el niño enfermo y su familia son considerados como sujetos a escuchar,


este material no podría ser aislado del diálogo en el cual se inserta. Seremos
llevados entonces a estudiar de manera análoga el discurso de los médicos.
En efecto, el médico no puede ser considerado como una máquina de diag-
nosticar, un robot terapéutico: es un sujeto tomado, como todos los sujetos,
en un discurso inconsciente, que determina su respuesta al sujeto enfermo,
es decir, su conducta en la terapéutica.

Sr. LACAN — No creo que la Sra. Raimbault, aunque con un estilo


diferente y que puede ser más placentero para ciertas orejas, haya di-
cho cosas esencialmente diferentes de las que yo enuncié recién.

De todos modos quisiera decir al Sr. Royer simplemente lo si-


guiente: que yo hubiera creído que se le iba a dar una acogida mejor a
mis palabras. Aunque yo haya hecho de la abundancia del arsenal tera-
péutico el único criterio del pasaje de la medicina a la era científica, lo
esencial de mi distinción me parecía, pero sin duda es un error, que re-
cubría la dimensión por la cual, antes de mi discurso, él mismo había
dicho que se inquietaba, a saber lo que él ha nombrado, en su vocabu-
lario, que es de su registro, la enfermedad endógena como opuesta a la
enfermedad exógena. Si comprendí bien, la enfermedad exógena, es la

24
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

que es vista desde el exterior, por el médico, desde ese punto de vista
que hace un momento llamé científico. La enfermedad endógena recu-
bre todos esos problemas que yo indicaba, los de la demanda y del
fondo que ella encubre. Para poder resolverlos e intervenir allí de una
manera apropiada, no basta con adelantarse en una formación apresu-
rada. Al considerar la difusión actual de la teoría de la relación médi-
co-enfermo, vista de una manera más o menos aproximativa como psi-
coanalítica, y lo que ella permite en algunos casos como intervencio-
nes intempestivas, *en ciertos casos* 19 una no-iniciación es preferible
a una demasiado grande. 20

Sr. WOLF — Quisiera preguntar si el Sr. Lacan no ha revelado inconscien-


temente — me excuso — una parte del problema que se plantea a los médi-
cos que se confrontan con los psicoanalistas, lo que todavía no sucede muy
a menudo en la práctica.

Este problema reside en el hecho de encontrarse, de alguna manera, despo-


seído (ya que, como lo ha dicho el Sr. Royer, nosotros queremos considerar-
nos como unos médicos completos, y no como distribuidores de píldoras),
frustrado en esa especie de relación con el enfermo de la que se tiene la im-
presión que el psicoanalista va a desviarlo. Y, en esta medida, eso puede
volver a las relaciones tanto más difíciles cuanto que, siendo el análisis, por
definición, algo relativamente esotérico (por otra parte, de ningún modo
quiero decir que eso sea por culpa de los psicoanalistas), los médicos están
tanto más excluidos de éste. Quizá la experiencia de la Sra. Raimbault res-
ponde precisamente a este problema, en la medida en que es un éxito.

Sr. LACAN — Estoy muy contento por la intervención del Sr. Wolf.
Ocurra lo que ocurra con mi inconsciencia, hay que emplear esa pala-
bra en el sentido corriente del término, y no es del inconsciente freu-
diano que se trata, es siempre una gran inconsciencia servir “así” una
tajada más o menos transversal de algo que requiere ser expuesto con
todo tipo de escalonamientos.

19
*a veces*
20
En este punto, LEF señala: “Aquí, una nueva intervención permite a Jacques
Lacan otra respuesta.” — La nueva intervención, que PTL tampoco reproduce, es
la que sigue, del Sr. Wolf.

25
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Volveré a leer el registro de lo que he dicho recién. Creía haber


precisado bien, al comienzo, que yo tomaba al pie de la letra la cues-
tión del lugar del psicoanálisis en la medicina. Voy a engordar todavía
mi tesis, y así quizá llegará a pasar. La medicina se mantendrá en tan-
to que el médico se maneje más cómodamente — informado como
puede serlo — con lo que he llamado la topología del sujeto. Existen
de ésta esquemas que no he querido imponerles esta noche, y quise so-
lamente dirigirles un discurso que implica la dimensión a donde enten-
día llevar el debate. Para nada se trata, y en ningún momento, de saber
si la cura psicoanalítica está indicada en tal o cual caso, o si ella debe
ser más o menos extendida.

En cuanto a pensar que, en sus relaciones con sus enfermos, un


psicoanalista debe sustituir al médico, quisiera que me corten la cabe-
za si he dicho algo que se aproxime a eso así sea un poco. Simplemen-
te me parecía, dados los datos adquiridos, y he precisado expresamen-
te que no todos estaban difundidos, que sería tiempo de que en alguna
parte estos sean, si no difundidos *o enseñados* 21 , pero al menos
puestos al día de la experiencia en el marco de una Facultad de Medi-
cina.

El carácter puramente didáctico de modulación que más o me-


nos, según mis costumbres, dí en esta ocasión a mi voz, no señala de
ningún modo la tensión de una pasión personal, ni siquiera en nombre
de una autenticidad o de una sinceridad cualquiera; y justamente, no
quise emitir un voto que en esta ocasión hubiera podido tener el aspec-
to de una pasión así, voto que además seguiría siendo muy gratuito,
pues las respuestas que he recibido muestran que es evidente que
grandes obstáculos se oponen a la admisión de una idea semejante, la
de, por ejemplo, enseñar a los estudiantes de medicina, lo que quiere
decir un significante y un significado, mientras que todo el mundo ha-
bla de lingüística, salvo los estudiantes de medicina, por la simple ra-
zón de que no se les enseña.

En cuanto al carácter esotérico de mi enseñanza, las puertas


siempre han estado bien abiertas, contrariamente a lo que se practica
en otros lugares del psicoanálisis, y jamás ha sido prohibido a nadie,

21
Lo entre asteriscos, sólo el PTL, no en LEF.

26
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

en todo caso no por mí, asistir a lo que sería exagerado llamar mi cur-
so, sino a mis comunicaciones y a mi seminario. 22

establecimiento del texto,


traducción y notas:
RICARDO E. RODRÍGUEZ PONTE

para circulación interna

22
Al concluir la intervención de Lacan, LEF informa:

“Fue la Señora Aubry quien había propuesto al Collège de Médecine la invitación


a donde todo esto tuvo lugar.

“Jacques Lacan rinde aquí homenaje a la serenidad sin desfallecimientos


con la que la Señora Aubry supo hacer frente a la manera en que esta invitación
fue comprendida: de una y otra parte.

“Le agradece haber mantenido el principio de una publicación no corregi-


da de las intervenciones y haber obtenido su comunicación casi integral.

“Para decir todo, es gracias a ella, como conserva aquí su indicación la pri-
mera frase, que Jacques Lacan pudo sortear sin siquiera precaverse la “trampa”
que sin duda es el accesorio en curso en este tipo de coloquio, puesto que no se ve
cómo algo parecido habría podido llegar al punto en que se testimonia haberlo
sentido tan vivamente, sino que lo haya dejado en el aire”.

27
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

de la
ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES

28
Psicoanálisis y Medicina, el 16 de Febrero de 1966

Anexo 1:
FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUCCIÓN
Y NOTAS DE ESTE TEXTO DE LACAN 23

• PEC ― Jacques LACAN, «Psychanalyse et Médecine», en Petits écrits et


conférences, 1945 - 1981, recopilación de fotocopias de diverso origen, que
agrupa varios textos inéditos de Lacan, sin indicación editorial. Biblioteca de
la E.F.B.A.: CG-254. Esta fuente, en sus pp. 450-454, ofrece la fotocopia, par-
cial, del texto publicado en los Cahiers du Collège de Médecine, 1966, 7 (nº
12), pp. 765-769. Esta fuente no incluye ni la presentación de la mesa redonda
ni el debate posterior.

• LEF ― Jacques LACAN, «Psychanalyse et Médecine», en Lettres de l’École


freudienne, nº 1, 1967, pp. 34-51. Esta fuente incluye el debate posterior, pero
no la presentación de la mesa redonda. Incluye también el artículo de Emile
Raimbault, «Psychanalyse et Médecine: Notes pour une discussion», que no
hemos traducido pero del que nos hemos servido para orientarnos en el contex-
to del debate.

• PTL ― Jacques LACAN, «La place de la psychanalyse dans la médecine», en


Pas-tout Lacan, recopilación de la mayoría de los pequeños escritos, charlas,
etc., de Lacan entre 1928 y 1981, a excepción de los seminarios, que ofrece en
su página web http://www.ecole-lacanienne.net/ la école lacanienne de psy-
chanalyse: Esta versión, que ofrece tanto la presentación de la mesa redonda
como el debate posterior, se basa a su vez en el texto publicado en los Cahiers
du Collège de Médecine, 1966, aunque indica una paginación diferente del
mismo por relación a la que informa PEC: pp.761-774.

• IyT ― Jacques LACAN, «Psicoanálisis y Medicina», en Intervenciones y


Textos, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1985, pp. 86-99. Traducción de
Diana Silvia Rabinovich. Esta traducción, que afirma basarse en el texto publi-
cado por LEF, no incluye ni la presentación de la mesa redonda ni el debate
posterior.

23
Este texto fue también publicado en Le bloc-notes de la psychanalyse, nº 7,
1987, pp. 17-28, al que no hemos tenido acceso.

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LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

LEY NACIONAL DE
SALUD MENTAL
Nº 26.657

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LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

CAPÍTULO I
ARTÍCULO 2º.- Se consideran parte integrante de
Derechos y garantías la presente ley los Principios de Naciones Unidas
para la Protección de los Enfermos Mentales y para
ARTÍCULO 1º.- La presente ley tiene por objeto ase- el Mejoramiento de la Atención de Salud Mental,
gurar el derecho a la protección de la salud men- adoptado por la Asamblea General en su resolución
tal de todas las personas, y el pleno goce de los 46/119 del 17 de diciembre de 1991. Asimismo, la
derechos humanos de aquellas con padecimiento Declaración de Caracas de la Organización Pana-
mental que se encuentran en el territorio nacional, mericana de la Salud y de la Organización Mundial
reconocidos en los instrumentos internacionales de de la Salud, para la Reestructuración de la Atención
derechos humanos, con jerarquía constitucional, Psiquiátrica dentro de los Sistemas Locales de Sa-
sin perjuicio de las regulaciones más beneficiosas lud, del 14 de noviembre de 1990, y los Principios
que para la protección de estos derechos puedan de Brasilia Rectores para el Desarrollo de la Aten-
establecer las provincias y la Ciudad Autónoma de ción en Salud Mental en las Américas, del 9 de no-
Buenos Aires. viembre de 1990, se consideran instrumentos de
orientación para la planificación de políticas públi-
cas.

10 11
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

b) Demandas familiares, laborales, falta de


conformidad o adecuación con valores morales, so-
ciales, culturales, políticos o creencias religiosas pre-
CAPÍTULO II valecientes en la comunidad donde vive la persona.

Definición c) Elección o identidad sexual.

ARTÍCULO 3º.- En el marco de la presente ley se d) La mera existencia de antecedentes de


reconoce a la salud mental como un proceso de- tratamiento u hospitalización.
terminado por componentes históricos, socio-eco-
nómicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya ARTÍCULO 4º.- Las adicciones deben ser aborda-
preservación y mejoramiento implica una dinámica das como parte integrante de las políticas de salud
de construcción social vinculada a la concreción de mental. Las personas con uso problemático de dro-
los derechos humanos y sociales de toda persona. gas, legales e ilegales, tienen todos los derechos y
garantías que se establecen en la presente ley en su
Se debe partir de la presunción de capaci- relación con los servicios de salud.
dad de todas las personas. En ningún caso puede
hacerse diagnóstico en el campo de la salud mental ARTÍCULO 5º.- La existencia de diagnóstico en el
sobre la base exclusiva de: campo de la salud mental no autoriza en ningún
caso a presumir riesgo de daño o incapacidad, lo
a) Status político, socioeconómico, perte- que sólo puede deducirse a partir de una evalua-
nencia a un grupo cultural, racial o religioso. ción interdisciplinaria de cada situación particular en
un momento determinado.
12 13
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

social integral y humanizada, a partir del acceso


gratuito, igualitario y equitativo a las prestaciones e
insumos necesarios, con el objeto de asegurar la
CAPÍTULO III recuperación y preservación de su salud.

Ámbito de aplicación b) Derecho a conocer y preservar su iden-


tidad, sus grupos de pertenencia, su genealogía y
ARTÍCULO 6º.- Los servicios y efectores de salud su historia.
públicos y privados, cualquiera sea la forma jurídica
que tengan, deben adecuarse a los principios esta- c) Derecho a recibir una atención basada en
blecidos en la presente ley. fundamentos científicos ajustados a principios éticos.

d) Derecho a recibir tratamiento y a ser tra-


CAPÍTULO IV tado con la alternativa terapéutica más conveniente,
que menos restrinja sus derechos y libertades, promo-
Derechos de las personas con viendo la integración familiar, laboral y comunitaria.
padecimiento mental
e) Derecho a ser acompañado antes, du-
ARTÍCULO 7º.- El Estado reconoce a las personas rante y luego del tratamiento por sus familiares,
con padecimiento mental los siguientes derechos: otros afectos o a quien la persona con padecimien-
to mental designe.
a) Derecho a recibir atención sanitaria y

14 15
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f) Derecho a recibir o rechazar asistencia o k) Derecho a poder tomar decisiones re-


auxilio espiritual o religioso. lacionadas con su atención y su tratamiento dentro
de sus posibilidades.
g) Derecho del asistido, su abogado, un fa-
miliar o allegado que éste designe, a acceder a sus l) Derecho a recibir un tratamiento perso-
antecedentes familiares, fichas e historias clínicas. nalizado en un ambiente apto con resguardo de su
intimidad, siendo reconocido siempre como sujeto
h) Derecho a que en el caso de internación de derecho, con el pleno respeto de su vida privada
involuntaria o voluntaria prolongada, las condicio- y libertad de comunicación.
nes de la misma sean supervisadas periódicamente
por el Órgano de Revisión. m) Derecho a no ser objeto de investiga-
ciones clínicas ni tratamientos experimentales sin
i) Derecho a no ser identificado ni discrimi- un consentimiento fehaciente.
nado por un padecimiento mental actual o pasado.
n) Derecho a que el padecimiento mental
j) Derecho a ser informado de manera ade- no sea considerado un estado inmodificable.
cuada y comprensible de los derechos que lo asisten,
y de todo lo inherente a su salud y tratamiento, según o) Derecho a no ser sometido a trabajos
las normas del consentimiento informado, incluyendo forzados.
las alternativas para su atención, que en el caso de no
ser comprendidas por el paciente se comunicarán a p) Derecho a recibir una justa compensa-
los familiares, tutores o representantes legales. ción por su tarea en caso de participar de activi-

16 17
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

dades encuadradas como laborterapia o trabajos


comunitarios, que impliquen producción de objetos,
obras o servicios que luego sean comercializados.
CAPÍTULO V
Modalidad de abordaje

ARTÍCULO 8º.- Debe promoverse que la atención


en salud mental esté a cargo de un equipo inter-
disciplinario integrado por profesionales, técnicos y
otros trabajadores capacitados con la debida acre-
ditación de la autoridad competente. Se incluyen
las áreas de psicología, psiquiatría, trabajo social,
enfermería, terapia ocupacional y otras disciplinas o
campos pertinentes.

ARTÍCULO 9º.- El proceso de atención debe realizarse


preferentemente fuera del ámbito de internación hos-
pitalario y en el marco de un abordaje interdisciplinario
e intersectorial, basado en los principios de la atención
primaria de la salud. Se orientará al reforzamiento, res-
titución o promoción de los lazos sociales.

18 19
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

ARTÍCULO 10.- Por principio rige el consentimiento como casas de convivencia, hospitales de día,
informado para todo tipo de intervenciones, con las cooperativas de trabajo, centros de capacitación
únicas excepciones y garantías establecidas en la socio-laboral, emprendimientos sociales, hogares y
presente ley. familias sustitutas.

Las personas con discapacidad tienen derecho a ARTÍCULO 12.- La prescripción de medicación sólo
recibir la información a través de medios y tecnolo- debe responder a las necesidades fundamentales
gías adecuadas para su comprensión. de la persona con padecimiento mental y se ad-
ministrará exclusivamente con fines terapéuticos y
ARTÍCULO 11.- La Autoridad de Aplicación debe nunca como castigo, por conveniencia de terceros,
promover que las autoridades de salud de cada o para suplir la necesidad de acompañamiento te-
jurisdicción, en coordinación con las áreas de edu- rapéutico o cuidados especiales. La indicación y
cación, desarrollo social, trabajo y otras que corres- renovación de prescripción de medicamentos sólo
pondan, implementen acciones de inclusión social, puede realizarse a partir de las evaluaciones profe-
laboral y de atención en salud mental comunitaria. sionales pertinentes y nunca de forma automática.
Se debe promover el desarrollo de dispositivos ta- Debe promoverse que los tratamientos psicofar-
les como: consultas ambulatorias; servicios de in- macológicos se realicen en el marco de abordajes
clusión social y laboral para personas después del interdisciplinarios.
alta institucional; atención domiciliaria supervisada
y apoyo a las personas y grupos familiares y comu-
nitarios; servicios para la promoción y prevención
en salud mental, así como otras prestaciones tales

20 21
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

CAPÍTULO VI CAPÍTULO VII


Del equipo interdisciplinario Internaciones

ARTÍCULO 13.- Los profesionales con título de gra- ARTÍCULO 14.- La internación es considerada
do están en igualdad de condiciones para ocupar como un recurso terapéutico de carácter restric-
los cargos de conducción y gestión de los servicios tivo, y sólo puede llevarse a cabo cuando aporte
y las instituciones, debiendo valorarse su idoneidad mayores beneficios terapéuticos que el resto de las
para el cargo y su capacidad para integrar los dife- intervenciones realizables en su entorno familiar,
rentes saberes que atraviesan el campo de la salud comunitario o social. Debe promoverse el mante-
mental. Todos los trabajadores integrantes de los nimiento de vínculos, contactos y comunicación
equipos asistenciales tienen derecho a la capaci- de las personas internadas con sus familiares, alle-
tación permanente y a la protección de su salud gados y con el entorno laboral y social, salvo en
integral, para lo cual se deben desarrollar políticas aquellas excepciones que por razones terapéuticas
específicas. debidamente fundadas establezca el equipo de sa-
lud interviniente.

ARTÍCULO 15.- La internación debe ser lo más


breve posible, en función de criterios terapéuticos

22 23
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

interdisciplinarios. Tanto la evolución del paciente c) Consentimiento informado de la perso-


como cada una de las intervenciones del equipo in- na o del representante legal cuando corresponda.
terdisciplinario deben registrarse a diario en la histo- Sólo se considera válido el consentimiento cuando
ria clínica. En ningún caso la internación puede ser se presta en estado de lucidez y con comprensión
indicada o prolongada para resolver problemáticas de la situación, y se considerará invalidado si duran-
sociales o de vivienda, para lo cual el Estado debe te el transcurso de la internación dicho estado se
proveer los recursos adecuados a través de los or- pierde, ya sea por el estado de salud de la persona
ganismos públicos competentes. o por efecto de los medicamentos o terapéuticas
aplicadas. En tal caso deberá procederse como si
ARTÍCULO 16.- Toda disposición de internación, se tratase de una internación involuntaria.
dentro de las CUARENTA Y OCHO (48) horas, debe
cumplir con los siguientes requisitos: ARTÍCULO 17.- En los casos en que la persona no
estuviese acompañada por familiares o se desco-
a) Evaluación, diagnóstico interdisciplina- nociese su identidad, la institución que realiza la
rio e integral y motivos que justifican la internación, internación, en colaboración con los organismos
con la firma de al menos dos profesionales del ser- públicos que correspondan, debe realizar las ave-
vicio asistencial donde se realice la internación, uno riguaciones tendientes a conseguir datos de los fa-
de los cuales debe ser necesariamente psicólogo o miliares o lazos afectivos que la persona tuviese o
médico psiquiatra. indicase, o esclarecer su identidad, a fin de propiciar
su retorno al marco familiar y comunitario lo antes
b) Búsqueda de datos disponibles acerca posible. La institución debe brindar colaboración a
de la identidad y el entorno familiar. los requerimientos de información que solicite el

24 25
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

Órgano de Revisión que se crea en el artículo 38 de ARTÍCULO 19.- El consentimiento obtenido o man-
la presente ley. tenido con dolo, debidamente comprobado por au-
toridad judicial, o el incumplimiento de la obligación
ARTÍCULO 18.- La persona internada bajo su con- de informar establecida en los capítulos VII y VIII de la
sentimiento podrá en cualquier momento decidir presente ley, harán pasible al profesional responsable
por sí misma el abandono de la internación. En to- y al director de la institución de las acciones civiles y
dos los casos en que las internaciones voluntarias se penales que correspondan.
prolonguen por más de SESENTA (60) días corridos,
el equipo de salud a cargo debe comunicarlo al Ór- ARTÍCULO 20.- La internación involuntaria de una
gano de Revisión creado en el artículo 38 y al juez. El persona debe concebirse como recurso terapéuti-
juez debe evaluar, en un plazo no mayor de CINCO co excepcional en caso de que no sean posibles
(5) días de ser notificado, si la internación continúa los abordajes ambulatorios, y sólo podrá realizarse
teniendo carácter voluntario o si la misma debe pa- cuando a criterio del equipo de salud mediare situa-
sar a considerarse involuntaria, con los requisitos y ción de riesgo cierto e inminente para sí o para ter-
garantías establecidos para esta última situación. En ceros. Para que proceda la internación involuntaria,
caso de que la prolongación de la internación fue- además de los requisitos comunes a toda interna-
se por problemáticas de orden social, el juez deberá ción, debe hacerse constar:
ordenar al órgano administrativo correspondiente la
inclusión en programas sociales y dispositivos espe- a) Dictamen profesional del servicio asis-
cíficos y la externación a la mayor brevedad posible, tencial que realice la internación. Se debe determinar
comunicando dicha situación al Órgano de Revisión la situación de riesgo cierto e inminente a que hace
creado por esta ley. referencia el primer párrafo de este artículo, con la

26 27
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

firma de dos profesionales de diferentes disciplinas, b) Requerir informes ampliatorios de los


que no tengan relación de parentesco, amistad o vín- profesionales tratantes o indicar peritajes externos,
culos económicos con la persona, uno de los cuales siempre que no perjudiquen la evolución del trata-
deberá ser psicólogo o médico psiquiatra. miento, tendientes a evaluar si existen los supuestos
necesarios que justifiquen la medida extrema de la
b) Ausencia de otra alternativa eficaz para internación involuntaria y/o.
su tratamiento.
c) Denegar, en caso de evaluar que no
c) Informe acerca de las instancias previas existen los supuestos necesarios para la medida de
implementadas si las hubiera. internación involuntaria, en cuyo caso debe asegurar
la externación de forma inmediata.
ARTÍCULO 21.- La internación involuntaria debida-
mente fundada debe notificarse obligatoriamente en El juez sólo puede ordenar por sí mismo una inter-
un plazo de DIEZ (10) horas al juez competente y al nación involuntaria cuando, cumplidos los requisitos
Órgano de Revisión, debiendo agregarse a las CUA- establecidos en el artículo 20, el servicio de salud
RENTA Y OCHO (48) horas como máximo todas las responsable de la cobertura se negase a realizarla.
constancias previstas en el artículo 20. El juez en un
plazo máximo de TRES (3) días corridos de notifica- ARTÍCULO 22.- La persona internada involuntaria-
do debe: mente o su representante legal, tiene derecho a de-
signar un abogado. Si no lo hiciera, el Estado debe
a) Autorizar, si evalúa que están dadas las proporcionarle uno desde el momento de la inter-
causales previstas por esta ley. nación. El defensor podrá oponerse a la internación

28 29
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y solicitar la externación en cualquier momento. El tinuidad de dicha medida, y podrá en cualquier mo-
juzgado deberá permitir al defensor el control de las mento disponer su inmediata externación. Si trans-
actuaciones en todo momento. curridos los primeros NOVENTA (90) días y luego del
tercer informe continuase la internación involuntaria,
ARTÍCULO 23.- El alta, externación o permisos de el juez deberá pedir al Órgano de Revisión que
salida son facultad del equipo de salud que no re- designe un equipo interdisciplinario que no haya
quiere autorización del juez. El mismo deberá ser intervenido hasta el momento, y en lo posible inde-
informado si se tratase de una internación involun- pendiente del servicio asistencial interviniente, a fin
taria, o voluntaria ya informada en los términos de de obtener una nueva evaluación. En caso de dife-
los artículos 18 ó 26 de la presente ley. El equipo de rencia de criterio, optará siempre por la que menos
salud está obligado a externar a la persona o trans- restrinja la libertad de la persona internada.
formar la internación en voluntaria, cumpliendo los
requisitos establecidos en el artículo 16 apenas cesa ARTÍCULO 25.- Transcurridos los primeros SIETE (7)
la situación de riesgo cierto e inminente. Queda ex- días en el caso de internaciones involuntarias, el juez,
ceptuado de lo dispuesto en el presente artículo, las dará parte al Órgano de Revisión que se crea en el
internaciones realizadas en el marco de lo previsto en artículo 38 de la presente ley.
el artículo 34 del Código Penal.
ARTÍCULO 26.- En caso de internación de personas
ARTÍCULO 24.- Habiendo autorizado la internación menores de edad o declaradas incapaces, se debe
involuntaria, el juez debe solicitar informes con una proceder de acuerdo a lo establecido por los artículos
periodicidad no mayor a TREINTA (30) días corridos 20, 21, 22, 23, 24 y 25 de la presente ley. En el caso
a fin de reevaluar si persisten las razones para la con- de niños, niñas y adolescentes, además se procederá

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LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

de acuerdo a la normativa nacional e internacional de ARTÍCULO 29.- A los efectos de garantizar los dere-
protección integral de derechos. chos humanos de las personas en su relación con los
servicios de salud mental, los integrantes, profesiona-
ARTÍCULO 27.- Queda prohibida por la presente ley les y no profesionales del equipo de salud son respon-
la creación de nuevos manicomios, neuropsiquiátri- sables de informar al Órgano de Revisión creado por
cos o instituciones de internación monovalentes, pú- la presente ley y al juez competente, sobre cualquier
blicos o privados. En el caso de los ya existentes se sospecha de irregularidad que implicara un trato indig-
deben adaptar a los objetivos y principios expuestos, no o inhumano a personas bajo tratamiento o limita-
hasta su sustitución definitiva por los dispositivos al- ción indebida de su autonomía. La sola comunicación
ternativos. Esta adaptación y sustitución en ningún a un superior jerárquico dentro de la institución no re-
caso puede significar reducción de personal ni mer- levará al equipo de salud de tal responsabilidad si la
ma en los derechos adquiridos de los mismos. situación irregular persistiera. Dicho procedimiento se
podrá realizar bajo reserva de identidad y contará con
ARTÍCULO 28.- Las internaciones de salud mental las garantías debidas del resguardo a su fuente laboral
deben realizarse en hospitales generales. A tal efec- y no será considerado como violación al secreto pro-
to los hospitales de la red pública deben contar con fesional. Debe promoverse la difusión y el conocimien-
los recursos necesarios. El rechazo de la atención de to de los principios, derechos y garantías reconocidos
pacientes, ya sea ambulatoria o en internación, por y las responsabilidades establecidas en la presente ley
el solo hecho de tratarse de problemática de salud a todos los integrantes de los equipos de salud, den-
mental, será considerado acto discriminatorio en los tro de un lapso de NOVENTA (90) días de la sanción
términos de la ley 23.592. de la presente ley, y al momento del ingreso de cada
uno de los trabajadores al sistema.

32 33
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

CAPÍTULO VIII CAPÍTULO IX


Derivaciones Autoridad de Aplicación

ARTÍCULO 30.- Las derivaciones para tratamien- ARTÍCULO 31.- El Ministerio de Salud de la Nación
tos ambulatorios o de internación que se realicen es la Autoridad de Aplicación de la presente ley, a
fuera del ámbito comunitario donde vive la persona partir del área específica que designe o cree a tal
sólo corresponden si se realizan a lugares donde la efecto, la que debe establecer las bases para un
misma cuenta con mayor apoyo y contención so- Plan Nacional de Salud Mental acorde a los princi-
cial o familiar. Los traslados deben efectuarse con pios establecidos.
acompañante del entorno familiar o afectivo de la
persona. Si se trata de derivaciones con interna- ARTÍCULO 32.- En forma progresiva y en un plazo
ción, debe procederse del modo establecido en el no mayor a TRES (3) años a partir de la sanción
Capítulo VII de la presente ley. Tanto el servicio o de la presente ley, el Poder Ejecutivo debe incluir
institución de procedencia como el servicio o insti- en los proyectos de presupuesto un incremento
tución de destino, están obligados a informar dicha en las partidas destinadas a salud mental hasta al-
derivación al Órgano de Revisión, cuando no hubie- canzar un mínimo del DIEZ POR CIENTO (10%) del
se consentimiento de la persona. presupuesto total de salud. Se promoverá que las
provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
adopten el mismo criterio.
34 35
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

ARTÍCULO 33.- La Autoridad de Aplicación debe ARTÍCULO 35.- Dentro de los CIENTO OCHENTA
desarrollar recomendaciones dirigidas a las univer- (180) días corridos de la sanción de la presente ley,
sidades públicas y privadas, para que la formación la Autoridad de Aplicación debe realizar un censo
de los profesionales en las disciplinas involucradas nacional en todos los centros de internación en sa-
sea acorde con los principios, políticas y dispositi- lud mental del ámbito público y privado para relevar
vos que se establezcan en cumplimiento de la pre- la situación de las personas internadas, discrimi-
sente ley, haciendo especial hincapié en el conoci- nando datos personales, sexo, tiempo de interna-
miento de las normas y tratados internacionales en ción, existencia o no de consentimiento, situación
derechos humanos y salud mental. Asimismo, debe judicial, situación social y familiar, y otros datos que
promover espacios de capacitación y actualización considere relevantes. Dicho censo debe reiterarse
para profesionales, en particular para los que se con una periodicidad máxima de DOS (2) años y se
desempeñen en servicios públicos de salud mental debe promover la participación y colaboración de
en todo el país. las jurisdicciones para su realización.

ARTÍCULO 34.- La Autoridad de Aplicación debe ARTÍCULO 36.- La Autoridad de Aplicación, en coor-
promover, en consulta con la Secretaría de Dere- dinación con los ministerios de Educación, Desarro-
chos Humanos de la Nación y con la colaboración llo Social y Trabajo, Empleo y Seguridad Social, debe
de las jurisdicciones, el desarrollo de estándares de desarrollar planes de prevención en salud mental y
habilitación y supervisión periódica de los servicios planes específicos de inserción socio-laboral para
de salud mental públicos y privados. personas con padecimiento mental. Dichos planes,
así como todo el desarrollo de la política en salud
mental, deberá contener mecanismos claros y efi-

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LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

cientes de participación comunitaria, en particular


de organizaciones de usuarios y familiares de los
servicios de salud mental. Se promoverá que las
provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires CAPÍTULO X
adopten el mismo criterio.
Órgano de Revisión
ARTÍCULO 37.- La Autoridad de Aplicación, en coor-
dinación con la Superintendencia de Servicios de Sa- ARTÍCULO 38.- Créase en el ámbito del Ministerio
lud, debe promover la adecuación de la cobertura Público de la Defensa el Órgano de Revisión con el
en salud mental de las obras sociales a los princi- objeto de proteger los derechos humanos de los
pios establecidos en la presente ley, en un plazo no usuarios de los servicios de salud mental.
mayor a los NOVENTA (90) días corridos a partir de
la sanción de la presente. ARTÍCULO 39.- El Órgano de Revisión debe ser
multidisciplinario, y estará integrado por represen-
tantes del Ministerio de Salud de la Nación, de la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, del
Ministerio Público de la Defensa, de asociaciones
de usuarios y familiares del sistema de salud, de los
profesionales y otros trabajadores de la salud y de
organizaciones no gubernamentales abocadas a la
defensa de los derechos humanos.

38 39
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

ARTÍCULO 40.- Son funciones del Órgano de Re- e) Informar a la Autoridad de Aplicación
visión: periódicamente sobre las evaluaciones realizadas y
proponer las modificaciones pertinentes.
a) Requerir información a las instituciones
públicas y privadas que permita evaluar las condi- f) Requerir la intervención judicial ante si-
ciones en que se realizan los tratamientos. tuaciones irregulares.

b) Supervisar de oficio o por denuncia de g) Hacer presentaciones ante el Consejo


particulares las condiciones de internación por razo- de la Magistratura o el Organismo que en cada juris-
nes de salud mental, en el ámbito público y privado. dicción evalúe y sancione la conducta de los jueces
en las situaciones en que hubiera irregularidades.
c) Evaluar que las internaciones involun-
tarias se encuentren debidamente justificadas y no h) Realizar recomendaciones a la Autori-
se prolonguen más del tiempo mínimo necesario, dad de Aplicación.
pudiendo realizar las denuncias pertinentes en caso
de irregularidades y eventualmente, apelar las deci- i) Realizar propuestas de modificación a la
siones del juez. legislación en salud mental tendientes a garantizar
los derechos humanos.
d) Controlar que las derivaciones que se
realizan fuera del ámbito comunitario cumplan con j) Promover y colaborar para la creación
los requisitos y condiciones establecidos en el de órganos de revisión en cada una de las juris-
artículo 30 de la presente ley. dicciones, sosteniendo espacios de intercambio,

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LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

capacitación y coordinación, a efectos del cumpli-


miento eficiente de sus funciones.

k) Controlar el cumplimiento de la presente CAPÍTULO XI


ley, en particular en lo atinente al resguardo de los
derechos humanos de los usuarios del sistema de Convenios de cooperación con
salud mental. las provincias

l) Velar por el cumplimiento de los dere- ARTÍCULO 41.- El Estado nacional debe promover
chos de las personas en procesos de declaración convenios con las jurisdicciones para garantizar el
de inhabilidad y durante la vigencia de dichas sen- desarrollo de acciones conjuntas tendientes a im-
tencias. plementar los principios expuestos en la presente
ley. Dichos convenios incluirán:

a) Cooperación técnica, económica y fi-


nanciera de la Nación para la implementación de la
presente ley.

b) Cooperación para la realización de pro-


gramas de capacitación permanente de los equipos
de salud, con participación de las universidades.

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LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

c) Asesoramiento para la creación en cada


una de las jurisdicciones de áreas específicas para
la aplicación de políticas de salud mental, las que CAPÍTULO XII
actuarán en coordinación con la Autoridad de Apli-
cación nacional de la presente ley. Disposiciones complementarias

ARTÍCULO 42.- Incorpórase como artículo 152 ter


del Código Civil:

Artículo 152 ter: Las declaraciones judiciales de in-


habilitación o incapacidad deberán fundarse en un
examen de facultativos conformado por evaluacio-
nes interdisciplinarias. No podrán extenderse por
más de TRES (3) años y deberán especificar las
funciones y actos que se limitan, procurando que
la afectación de la autonomía personal sea la menor
posible.

ARTÍCULO 43.- Sustitúyese el artículo 482 del Có-


digo Civil, el que quedará redactado de la siguiente
manera:

44 45
LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657 LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL Nº 26.657

Artículo 482: No podrá ser privado de su libertad ARTÍCULO 44.- Derógase la Ley 22.914.
personal el declarado incapaz por causa de enfer-
medad mental o adicciones, salvo en los casos de ARTÍCULO 45.- La presente ley es de orden pú-
riesgo cierto e inminente para sí o para terceros, blico.
quien deberá ser debidamente evaluado por un
equipo interdisciplinario del servicio asistencial con ARTÍCULO 46.- Comuníquese al Poder Ejecutivo
posterior aprobación y control judicial. nacional.

Las autoridades públicas deberán dispo- DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CON-
ner el traslado a un establecimiento de salud para GRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, A LOS
su evaluación a las personas que por padecer en- VEINTICINCO DÍAS DEL MES DE NOVIEMBRE
fermedades mentales o adicciones se encuentren DEL AÑO DOS MIL DIEZ.
en riesgo cierto e inminente para sí o para terceros.
·----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

A pedido de las personas enumeradas Promulgada por la Presidenta de la Nación,


en el artículo 144 el juez podrá, previa información Dra. Cristina Fernández de Kirchner, el 2 de
sumaria, disponer la evaluación de un equipo in- D i c i e m b re d e 2 0 1 0 . Publicada en el Boletín
terdisciplinario de salud para las personas que se Oficial Nº 32041 el 3 de Diciembre de 2010.
·-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
encuentren afectadas de enfermedades mentales y
adicciones, que requieran asistencia en estableci-
mientos adecuados aunque no justifiquen la decla-
ración de incapacidad o inhabilidad.

46 47
Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

DECRETO
REGLAMENTARIO
603/2013

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Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

atención basadas en la comunidad, entendiendo a


la internación como una medida restrictiva que sólo
debe ser aplicada como último recurso terapéutico.
CONSIDERANDO
Que se destaca asimismo, que los Principios de
Derechos y garantías Naciones Unidas para la Protección de los Enfer-
mos Mentales y para el Mejoramiento de la Aten-
Que la Ley Nº 26.657 regula la protección de los ción de la Salud Mental, instrumento internacional
derechos de las personas con padecimiento mental de máximo consenso en la materia, ha sido incluido
en la República Argentina. como parte del texto de la Ley Nº 26.657.

Que en dicha ley prevalecen especialmente, en- Que la ley aludida, presta asimismo una especial
tre otros derechos concordantes y preexistentes consideración a la necesidad de adecuar las modali-
reconocidos por nuestra Constitución Nacional y dades de abordaje al paradigma de los derechos hu-
Tratados Internacionales de rango Constitucional manos inserto en la normativa constitucional, y des-
(conforme artículo 75, inciso 22 de nuestra Carta tacado en la Declaración de Caracas del año 1990
Magna), los derechos de toda persona a la mejor acordada por los países miembros de la ORGANIZA-
atención disponible en salud mental y adicciones, CIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD (OPS) - OR-
al trato digno, respetuoso y equitativo, propugnán- GANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (OMS).
dose la responsabilidad indelegable del Estado en
garantizar el derecho a recibir un tratamiento perso- Que los términos de dicha ley, deberán entenderse
nalizado en un ambiente apto con modalidades de siempre en el sentido de que debe velarse por la sa-

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Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

lud mental de toda la población, entendida la misma Que mediante el Decreto Nº 457 de fecha 5 de abril
como “un proceso determinado por componentes de 2010, se creó la DIRECCIÓN NACIONAL DE
históricos, socio-económicos, culturales, biológicos SALUD MENTAL Y ADICCIONES en la esfera de la
y psicológicos, cuya preservación y mejoramiento SECRETARÍA DE DETERMINANTES DE LA SALUD
implica una dinámica de construcción social vincu- Y RELACIONES SANITARIAS del MINISTERIO DE
lada a la concreción de los derechos humanos y SALUD, con el objeto de desarrollar políticas, pla-
sociales de toda persona” en el marco de la vida en nes y programas coherentes con el espíritu y texto
comunidad (artículo 3° de la Ley Nº 26.657). de la Ley Nº 26.657.

Que dicha definición se articula con la consagrada Que en tal sentido corresponde en esta instancia
conceptualización de la salud desde la ORGANIZA- dictar las normas reglamentarias necesarias que
CIÓN MUNDIAL DE LA SALUD como “un estado de permitan la inmediata puesta en funcionamiento de
completo bienestar físico, mental y social, y no sola- las previsiones contenidas en la Ley Nº 26.657.
mente la ausencia de afecciones o enfermedades”
(Preámbulo de la Constitución de la Organización Que la DIRECCIÓN GENERAL DE ASUNTOS JU-
Mundial de la Salud, adoptada por la Conferencia RÍDICOS del MINISTERIO DE SALUD ha tomado la
Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del intervención que le compete.
19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de
julio de 1946 por los representantes de 61 Estados Que el presente se dicta en uso de las atribucio-
—Official Records of the World Health Organization, nes emergentes del artículo 99, incisos 1) y 2) de la
Nº 2, p. 100—). CONSTITUCIÓN NACIONAL.

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Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

Por ello, La Comisión se reunirá como mínimo una vez al


mes y realizará memorias o actas en las cuales se
LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN ARGENTINA registren las decisiones adoptadas y los compromi-
DECRETA: sos asumidos por cada Ministerio.

Artículo 1°— Apruébase la reglamentación de la La Autoridad de Aplicación deberá promover la


Ley Nº 26.657 que como ANEXO I forma parte inte- creación de ámbitos interministeriales de cada ju-
grante del presente Decreto. risdicción.

Artículo 2°— Créase la COMISIÓN NACIONAL IN- La Autoridad de Aplicación deberá convocar a or-
TERMINISTERIAL EN POLÍTICAS DE SALUD MEN- ganizaciones de la comunidad que tengan incum-
TAL Y ADICCIONES en el ámbito de la JEFATURA bencia en la temática, en particular de usuarios y
DE GABINETE DE MINISTROS, presidida por la Au- familiares, y de trabajadores, para participar de un
toridad de Aplicación de la Ley citada e integrada Consejo Consultivo de carácter honorario al que
por representantes de cada uno de los Ministerios deberá convocar al menos trimestralmente, a fin de
mencionados en el artículo 36 de la Ley Nº 26.657. exponer las políticas que se llevan adelante y escu-
char las propuestas que se formulen.
Cada Ministerio afectará partidas presupuestarias
propias para hacer frente a las acciones que le co- Artículo 3°— El presente decreto entrará en vigen-
rrespondan, según su competencia, y que se adop- cia a partir de la fecha de su publicación en el Bo-
ten en la presente Comisión. letín Oficial.

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Artículo 4°— Comuníquese, publíquese, dese a la


Dirección Nacional del Registro Oficial y archívese.—
CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER. — Juan
M. Abal Medina.— Juan L. Manzur. ANEXO I
REGLAMENTACIÓN DE LA LEY Nº 26.657

CAPÍTULO I: DERECHOS Y GARANTÍAS

ARTÍCULO 1º.- Entiéndese por padecimiento men-


tal a todo tipo de sufrimiento psíquico de las per-
sonas y/o grupos humanos, vinculables a distintos
tipos de crisis previsibles o imprevistas, así como
a situaciones más prolongadas de padecimientos,
incluyendo trastornos y/o enfermedades, como
proceso complejo determinado por múltiples, com-
ponentes, de conformidad con lo establecido en el
artículo 3° de la Ley Nº 26.657.

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ARTÍCULO 2°.- Sin reglamentar. ARTÍCULO 5°. - Sin reglamentar.

CAPÍTULO II: DEFINICIÓN CAPÍTULO III: ÁMBITO DE APLICACIÓN

ARTÍCULO 3°.- Sin reglamentar. ARTÍCULO 6°.- La Autoridad de Aplicación deberá


asegurar, junto con las provincias y la CIUDAD AU-
ARTÍCULO 4°.- Las políticas públicas en la mate- TÓNOMA DE BUENOS AIRES, que las obras so-
ria tendrán como objetivo favorecer el acceso a la ciales regidas por las Leyes Nros. 23.660 y 23.661,
atención de las personas desde una perspectiva de el INSTITUTO NACIONAL DE SERVICIOS SOCIA-
salud integral, garantizando todos los derechos es- LES PARA JUBILADOS Y PENSIONADOS (PAMI),
tablecidos en la Ley Nº 26.657. El eje deberá estar la Obra Social del PODER JUDICIAL DE LA NA-
puesto en la persona en su singularidad, más allá CIÓN (OSPJN), la DIRECCIÓN DE AYUDA SOCIAL
del tipo de adicción que padezca. PARA EL PERSONAL DEL CONGRESO DE LA NA-
CIÓN, las obras sociales del personal civil y militar
Entiéndese por “servicios de salud” en un senti- de las Fuerzas Armadas, de las Fuerzas de Seguri-
do no restrictivo, a toda propuesta o alternativa dad, de la Policía Federal Argentina, de la Policía de
de abordaje tendiente a la promoción de la salud Seguridad Aeroportuaria, del Servicio Penitenciario
mental, prevención del padecimiento, intervención Federal y los retirados, jubilados y pensionados del
temprana, tratamiento, rehabilitación, y/o inclusión mismo ámbito, las entidades de medicina prepaga,
social, reducción de daños evitables o cualquier las entidades que brinden atención al personal de
otro objetivo de apoyo o acompañamiento que se las universidades, así como también todos aquellos
desarrolle en los ámbitos públicos o privados. agentes que brinden por sí o por terceros servicios

58 59
Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

de salud independientemente de su naturaleza jurí- e) Sin reglamentar.


dica o de su dependencia institucional, adecuen su
cobertura a las previsiones de la Ley Nº 26.657. f) Sin reglamentar.

CAPÍTULO IV: DERECHOS DE LAS PERSONAS g) Sin reglamentar.


CON PADECIMIENTO MENTAL
h) Sin reglamentar.
ARTÍCULO 7°.- Los derechos establecidos en el
artículo 7° de la Ley Nº 26.657, son meramente i) El INSTITUTO NACIONAL CONTRA LA DISCRIMI-
enunciativos. NACIÓN, LA XENOFOBIA Y EL RACISMO (INADI) y la
AUTORIDAD FEDERAL DE SERVICIOS DE COMUNI-
a) Sin reglamentar. CACIÓN AUDIOVISUAL (AFSCA), en el ámbito de sus
competencias, en conjunto con la Autoridad de Apli-
b) Sin reglamentar. cación y con la colaboración de todas las áreas que
sean requeridas, desarrollarán políticas y acciones
c) La Autoridad de Aplicación deberá determinar tendientes a promover la inclusión social de las per-
cuáles son las prácticas que se encuentran basa- sonas con padecimientos mentales y a la prevención
das en fundamentos científicos ajustados a princi- de la discriminación por cualquier medio y contexto.
pios éticos. Todas aquellas que no se encuentren
previstas estarán prohibidas. j) Todas las instituciones públicas o privadas que
brinden servicios de salud con o sin internación de-
d) Sin reglamentar. berán disponer en lugares visibles para todos los

60 61
Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

usuarios, y en particular para las personas interna- médicos y decisiones relativas a su salud, las cuales
das y sus familiares, un letrero de un tamaño mí- deberán ser aceptadas por el equipo interdisciplina-
nimo de OCHENTA CENTÍMETROS (0.80 cm) por rio interviniente a excepción que aquellas constitu-
CINCUENTA CENTÍMETROS (0.50 cm) con el con- yeran riesgo para sí o para terceros.
siguiente texto: “La Ley Nacional de Salud Mental
Nº 26.657 garantiza los derechos de los usuarios. Dichas decisiones deberán asentarse en la histo-
Usted puede informarse del texto legal y denunciar ria clínica. Asimismo, las decisiones del paciente
su incumplimiento llamando al...” (números de telé- o sus representantes legales, según sea el caso,
fono gratuitos que a tal efecto establezca el Órgano podrán ser revocadas. El equipo interdisciplinario
de Revisión de cada Jurisdicción y la autoridad local interviniente deberá acatar dicha decisión y adop-
de aplicación). tar todas las formalidades que resulten necesarias
a fin de acreditar tal manifestación de voluntad, de
Las instituciones referidas precedentemente tienen la la que deberá dejarse expresa constancia en la his-
obligación de entregar a las personas usuarias y fami- toria clínica.
liares, al momento de iniciarse una internación, copia
del artículo 7° de la Ley Nº 26.657, debiendo dejar l) La información sanitaria del paciente sólo podrá
constancia fehaciente de la recepción de la misma. ser brindada a terceras personas con su consenti-
miento fehaciente.
k) Todo paciente, con plena capacidad o, sus repre-
sentantes legales, en su caso, podrán disponer di- Si aquél fuera incapaz, el consentimiento será otor-
rectivas anticipadas sobre su salud mental, pudien- gado por su representante legal.
do consentir o rechazar determinados tratamientos Asimismo, la exposición con fines académicos re-

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Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

quiere, de forma previa a su realización, el consenti- los procedimientos alternativos y sus riesgos, bene-
miento expreso del paciente o en su defecto, de sus ficios y perjuicios en relación con el procedimiento
representantes legales y del equipo interdisciplinario propuesto; las consecuencias previsibles de la no
interviniente, integrado conforme lo previsto en el realización del procedimiento propuesto o de los al-
artículo 8° de la Ley. En todos los casos de expo- ternativos especificados.
sición con fines académicos, deberá reservarse la
identidad del paciente. Dicho consentimiento deberá brindarse ante el or-
ganismo público que la autoridad de aplicación de-
El consentimiento brindado por el paciente, en to- termine, fuera de un contexto de internación invo-
dos los casos, debe ser agregado a la historia clí- luntaria u otra forma de restricción de la libertad.
nica.
Todos los proyectos de investigaciones clínicas
m) Entiéndese por “consentimiento fehaciente” a y/o tratamientos experimentales, salvo los que se
la declaración de voluntad suficiente efectuada por realicen exclusivamente sobre la base de datos de
el paciente, o por sus representantes legales en su personas no identificadas, deberán ser previamente
caso, emitida luego de recibir, por parte del equi- aprobados por la Autoridad de Aplicación.
po interdisciplinario interviniente, información clara,
precisa y adecuada con respecto a: su estado de Tanto para la elaboración del protocolo de consen-
salud; el procedimiento propuesto, con especifica- timiento fehaciente como para la aprobación de los
ción de los objetivos perseguidos; los beneficios es- proyectos referidos, la Autoridad de Aplicación tra-
perados del procedimiento; los riesgos, molestias y bajará en consulta con el CONSEJO NACIONAL DE
efectos adversos previsibles; la especificación de BIOÉTICA Y DERECHOS HUMANOS del MINISTE-

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Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

RIO DE JUSTICIA Y DERECHOS HUMANOS. Una CAPÍTULO V: MODALIDAD DE ABORDAJE


vez aprobados los mismos, deberán ser remitidos al
Órgano de Revisión para que realicé las observacio- ARTÍCULO 8°.- Los integrantes de los equipos in-
nes que crea convenientes. terdisciplinarios asumen las responsabilidades que
derivan de sus propias incumbencias profesionales
n) Sin reglamentar. en el marco del trabajo conjunto.

o) Sin reglamentar. Las disciplinas enumeradas en el artículo 8° de la


Ley Nº 26.657 no son taxativas.
p) Entiéndese por “justa compensación” a la con-
traprestación que recibirá el paciente por su fuerza Cada jurisdicción definirá las características ópti-
de trabajo en el desarrollo de la actividad de que se mas de conformación de sus equipos, de acuerdo
trata y que implique producción de objetos, obras o a las necesidades y particularidades propias de la
servicios que luego sean comercializados. población.

El pago de dicha compensación se verificará si- En aquellas jurisdicciones en donde aún no se han
guiendo las reglas, usos y costumbres de la acti- desarrollado equipos interdisciplinarios, la Autoridad
vidad de que se trate. La Autoridad de Aplicación, de Aplicación en conjunto con las autoridades lo-
en coordinación con el MINISTERIO DE TRABAJO, cales, diseñarán programas tendientes a la confor-
EMPLEO Y SEGURIDAD SOCIAL, deberá fiscalizar mación de los mismos, estableciendo plazos para
que no existan abusos o algún tipo de explotación el cumplimiento de dicho objetivo. Hasta tanto se
laboral. conformen los mencionados equipos, se procurará

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Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

sostener una atención adecuada con los recursos b) Garantía de continuidad de la atención en aque-
existentes, reorganizados interdisciplinariamente, a llos servicios adecuados y que sean de preferencia
fin de evitar derivaciones innecesarias fuera del ám- de la persona.
bito comunitario.
c) Articulación permanente en el caso de interven-
La Autoridad de Aplicación deberá relevar aquellas ción de distintos servicios sobre una misma perso-
profesiones y disciplinas vinculadas al campo de la na o grupo familiar, disponiendo cuando fuere nece-
salud mental y desarrollará acciones tendientes a: sario un área de coordinación, integrando al equipo
de atención primaria de la salud que corresponda.
a) Fomentar la formación de recursos humanos en
aquellas que sea necesario, y d) Participación de personas usuarias, familiares y
otros recursos existentes en la comunidad para la
b) Regularizar la acreditación de las mismas en todo integración social efectiva.
el país.
e) Reconocimiento de las distintas identidades ét-
ARTÍCULO 9°.- La Autoridad de Aplicación promo- nicas, culturales, religiosas, de género, sexuales y
verá que las políticas públicas en materia asistencial otras identidades colectivas.
respeten los siguientes principios:
Asimismo promoverá políticas para integrar a los equi-
a) Cercanía de la atención al lugar donde vive la per- pos interdisciplinarios de atención primaria de la salud
sona. que trabajan en el territorio, conformados por médicos
generalistas y de familia, agentes sanitarios, enferme-

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Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

ros y otros agentes de salud, como parte fundamental ARTÍCULO 11.- Facúltase a la Autoridad de Aplica-
del sistema comunitario de salud mental. ción a disponer la promoción de otros dispositivos
adecuados a la Ley Nº 26.657, en articulación con
Las políticas de abordaje intersectorial deberán las áreas que correspondan, promoviendo su fun-
incluir la adaptación necesaria de programas que cionamiento bajo la forma de una red de servicios
garanticen a las personas con padecimientos men- con base en la comunidad. Dicha red debe incluir
tales la accesibilidad al trabajo, a la educación, a servicios, dispositivos y prestaciones tales como:
la cultura, al arte, al deporte, a la vivienda y a todo centros de atención primaria de la salud, servicios
aquello que fuere necesario para el desarrollo y la de salud mental en el hospital general con interna-
inclusión social. ción, sistemas de atención de la urgencia, centros
de rehabilitación psicosocial diurno y nocturno, dis-
ARTÍCULO 10.- El consentimiento informado se en- positivos habitacionales y laborales con distintos ni-
cuadra en lo establecido por el Capítulo III de la Ley veles de apoyo, atención ambulatoria, sistemas de
Nº 26.529 y su modificatoria, en consonancia con apoyo y atención domiciliaria, familiar y comunitaria
los principios internacionales. en articulación con redes intersectoriales y sociales,
para satisfacer las necesidades de promoción, pre-
Si el consentimiento informado ha sido brindado vención, tratamiento y rehabilitación, que favorezca
utilizando medios y tecnologías especiales, deberá la inclusión social.
dejarse constancia fehaciente de ello en la historia
clínica del paciente, aclarando cuáles han sido los La Autoridad de Aplicación establecerá los requisi-
utilizados para darse a entender. tos que debe cumplir cada dispositivo para su ha-
bilitación.

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Los dispositivos terapéuticos que incluyan aloja- ARTÍCULO 12.- Debe entenderse que no sólo la
miento no deberán ser utilizados para personas con prescripción de medicamentos sino de cualquier
problemática exclusiva de vivienda. otra medida terapéutica, indicada por cualquiera de
los profesionales del equipo interdisciplinario, debe
Entre las estrategias y dispositivos de atención en cumplir con los recaudos establecidos en el artículo
salud mental, se incluirán para las adicciones dis- 12 de la Ley Nº 26.657.
positivos basados en la estrategia de reducción de
daños. La prescripción de psicofármacos debe realizarse
siguiendo las normas internacionales aceptadas
La Autoridad de Aplicación promoverá que la crea- por los consensos médicos para su uso racional,
ción de los dispositivos comunitarios, ya sean am- en el marco de los abordajes interdisciplinarios que
bulatorios o de internación, que se creen en cum- correspondan a cada caso.
plimiento de los principios establecidos en la Ley,
incluyan entre su población destinataria a las per- La indicación y renovación de prescripción de me-
sonas alcanzadas por el inciso 1) del artículo 34 del dicamentos sólo puede realizarse a partir de las
Código Penal, y a la población privada de su liber- evaluaciones profesionales pertinentes realizadas
tad en el marco de procesos penales. de manera efectiva por médico psiquiatra o de otra
especialidad cuando así corresponda.
Para promover el desarrollo de los dispositivos se-
ñalados, se deberá incluir el componente de salud
mental en los planes y programas de provisión de
insumos y medicamentos.

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CAPÍTULO VI: referente afectivo, deberá asegurarse el acompa-


DEL EQUIPO INTERDISCIPLINARIO ñamiento a través de otras personas teniendo en
cuenta la voluntad del interesado. Nunca alcanza-
ARTÍCULO 13.- La Autoridad de Aplicación promo- rán al abogado defensor, y podrán ser revisadas
verá, en conjunto con las jurisdicciones, protocolos judicialmente. Las restricciones referidas no son en
de evaluación a fin de cumplir con el artículo 13 de desmedro de la obligación de la institución de brin-
la Ley Nº 26.657. dar información, incorporar a la familia y referentes
afectivos a las instancias terapéuticas e informar so-
CAPÍTULO VII: INTERNACIONES bre las prestaciones que brinda, facilitando el acce-
so al conocimiento de las instalaciones e insumos
ARTÍCULO 14.- Las normas de internación o tra- que se le ofrecen a la persona.
tamiento que motiven el aislamiento de las perso-
nas con padecimientos mentales, ya sea limitando Se deberá promover que aquellas personas que ca-
visitas, llamados, correspondencia o cualquier otro rezcan de familiares o referentes, afectivos en con-
contacto con el exterior, son contrarias al deber de diciones de acompañar el proceso de tratamiento,
promover el mantenimiento de vínculos. Las restric- puedan contar con referentes comunitarios. Para
ciones deben ser excepcionales, debidamente fun- ello, la Autoridad de Aplicación identificará, apoyará y
dadas por el equipo interdisciplinario, y deberán ser promoverá la organización de asociaciones de fami-
informadas al juez competente. liares y voluntarios que ofrezcan acompañamiento.

Cuando existan restricciones precisas de carác- No será admitida la utilización de salas de aisla-
ter terapéutico que recaigan sobre algún familiar o miento.

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Las instituciones deberán disponer de telefonía gra- a) El diagnóstico interdisciplinario e integral consiste
tuita para uso de las personas internadas. en la descripción de las características relevantes
de la situación particular de la persona y las proba-
ARTÍCULO 15.- Cuando una persona estuviese en bles causas de su padecimiento o sintomatología, a
condiciones de alta desde el punto de vista de la partir de una evaluación que articule las perspecti-
salud mental y existiesen problemáticas sociales o vas de las diferentes disciplinas que intervienen. En
de vivienda que imposibilitaran la externación inme- aquellos casos en que corresponda incluir la refe-
diata, el equipo interdisciplinario deberá: rencia a criterios clasificatorios de trastornos o en-
fermedades, la Autoridad de Aplicación establecerá
a) Dejar constancia en la historia clínica. las recomendaciones necesarias para el empleo de
estándares avalados por organismos especializados
b) Gestionar ante las áreas que correspondan con del Estado Nacional, o bien por organismos regio-
carácter urgente la provisión de los recursos corres- nales o internacionales que la República Argentina
pondientes a efectos de dar solución de acuerdo a integre como miembro.
lo dispuesto por el artículo 15 de la Ley Nº 26.657.
La evaluación deberá incorporarse a la historia clínica.
c) Informar a la Autoridad de Aplicación local.
Los profesionales firmantes deberán ser de distintas
ARTÍCULO 16.- Todos los plazos a que se refiere la disciplinas académicas e integrar el equipo asisten-
Ley Nº 26.657 deberán computarse en días corri- cial que interviene directamente en el caso, sin per-
dos, salvo disposición en contrario. juicio de la responsabilidad de las autoridades de la
Institución.

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El informe deberá contener conclusiones conjuntas CUARENTA Y OCHO (48) horas de haber tomado
producto del trabajo interdisciplinario. conocimiento de la situación; manteniendo un Regis-
tro Nacional actualizado que permita un seguimien-
b) Deberán consignarse en la historia clínica, los datos to permanente de estos casos hasta su resolución
referidos al grupo familiar y/o de pertenencia, o en su definitiva. Este Registro Nacional actuará en coordi-
defecto, las acciones realizadas para su identificación. nación con la Autoridad de Aplicación y contendrá
todos aquellos datos que tiendan a identificar a las
c) Para ser considerada una internación volunta- personas o su grupo de identificación familiar.
ria el consentimiento deberá ser indefectiblemente
personal. Para ello los servicios de salud mental deberán no-
tificar obligatoriamente y de manera inmediata a la
ARTÍCULO 17.- La Autoridad de Aplicación con- Autoridad de Aplicación correspondiente el ingreso
juntamente con el MINISTERIO DEL INTERIOR Y de personas cuya identidad se desconozca.
TRANSPORTE y las dependencias institucionales
que a estos fines resulten competentes, promove- La Autoridad de Aplicación regulará el funciona-
rán la implementación de políticas que tengan como miento del Registro Nacional debiendo respetar el
objetivo: 1) facilitar el rápido acceso al Documento derecho a la intimidad, la protección de datos y lo
Nacional de Identidad (DNI) a las personas que ca- indicado en el artículo 7° inciso I), de la Ley Nacional
rezcan de él; y 2) la búsqueda de los datos de iden- de Salud Mental Nº 26.657.
tidad y filiación de las personas con padecimiento
mental cuando fuese necesario, con procedimientos ARTÍCULO 18.- Solamente podrá limitarse el egre-
expeditos que deberán iniciarse como máximo a las so de la persona por su propia voluntad si existiese

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una situación de riesgo cierto e inminente, en cuyo cuyo fundamento no deberá reducirse exclusiva-
caso deberá procederse de conformidad con el artí- mente a una clasificación diagnóstica.
culo 20 y subsiguientes de la Ley Nº 26.657.
No se incluyen los riesgos derivados de actitudes
Deberá reiterarse la comunicación al cabo de los o conductas que no estén condicionadas por un
CIENTO VEINTE (120) días como máximo y deberá padecimiento mental.
contener los recaudos establecidos en el artículo
16 de la Ley Nº 26.657. A los efectos de evaluar Las Fuerzas de Seguridad que tomasen contacto
si la internación continúa siendo voluntaria, el juez con una situación de riesgo cierto e inminente para
solicitará una evaluación de la persona internada al la persona o para terceros por presunto padeci-
equipo interdisciplinario dependiente del Órgano de miento mental, deberán intervenir procurando evitar
Revisión. daños, dando parte inmediatamente y colaborando
con el sistema de emergencias sanitarias que corres-
ARTÍCULO 19.- Sin reglamentar. ponda. La Autoridad de Aplicación en conjunto con
el MINISTERIO DE SEGURIDAD elaborará protoco-
ARTÍCULO 20.- Entiéndese por riesgo cierto e in- los de intervención y capacitación en base al criterio
minente a aquella contingencia o proximidad de un de evitar todo tipo de daños para sí o para terceros.
daño que ya es conocido como verdadero, seguro
e indubitable que amenace o cause perjuicio a la Aún en el marco de una internación involuntaria,
vida o integridad física de la persona o de terceros. deberá procurarse que la persona participe de la
Ello deberá ser verificado por medio de una evalua- decisión que se tome en relación a su tratamiento.
ción actual, realizada por el equipo interdisciplinario,

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ARTÍCULO 21.- Las DIEZ (10) horas deben com- fijados en el artículo 25 de la ley Nº 26.657.
putarse desde el momento en que se efectivizó la
medida, incluso cuando su vencimiento opere en Entiéndese por “servicio de salud responsable de la
día u horario inhábil judicial. cobertura” al máximo responsable de la cobertura
de salud, sea pública o privada.
La comunicación podrá realizarse telefónicamente
o por otra vía tecnológica expedita y verificable que ARTÍCULO 22.- La responsabilidad de garantizar el
habrán de determinar en acuerdo la Autoridad de acceso a un abogado es de cada jurisdicción. La
Aplicación local, el Poder Judicial y el Órgano de actuación del defensor público será gratuita.
Revisión.
En el ejercicio de la asistencia técnica el abogado
El Juez deberá garantizar el derecho de la persona defensor—público o privado— debe respetar la vo-
internada, en la medida que sea posible, a ser oída luntad y las preferencias de la persona internada, en
en relación a la internación dispuesta. lo relativo a su atención y tratamiento.

a) Sin reglamentar. A fin de garantizar el derecho de defensa desde que


se hace efectiva la internación, el servicio asistencial
b) La petición de informe ampliatorio sólo procede deberá informar al usuario que tiene derecho a de-
si, a criterio del Juez, el informe original es insufi- signar un abogado.
ciente. En caso de solicitar el mismo o peritajes ex-
ternos, el plazo máximo para autorizar o denegar Si en ese momento no se puede comprender su vo-
la internación no podrá superar los SIETE (7) días luntad, o la persona no designa un letrado privado,

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o solicita un defensor público, se dará intervención remitiéndole un informe con copia del consentimien-
a la institución que presta dicho servicio. to debidamente firmado. En este caso se procederá
de conformidad con lo establecido en el artículo 18
En aquellos estados en los que no pueda compren- de la Ley, debiendo realizar la comunicación allí pre-
derse la voluntad de la persona internada, el defen- vista si transcurriesen SESENTA (60) días a partir de
sor deberá igualmente procurar que las condiciones la firma del consentimiento.
generales de internación respeten las garantías mí-
nimas exigidas por la ley y las directivas anticipadas ARTÍCULO 24.- Los informes periódicos deberán
que pudiera haber manifestado expresamente. ser interdisciplinarios e incluir información acerca de
la estrategia de atención, las distintas medidas im-
El juez debe garantizar que no existan conflictos de plementadas por el equipo y las respuestas obteni-
intereses entre la persona internada y su abogado, das, fundamentando adecuadamente la necesidad
debiendo requerir la designación de un nuevo de- del mantenimiento de la medida de internación.
fensor si fuese necesario.
Se entenderá que la intervención del Órgano de Re-
ARTÍCULO 23.- El equipo tratante que tiene la fa- visión, en el marco del presente artículo, procede a
cultad de otorgar el alta, externación o permisos intervalos de NOVENTA (90) días.
de salida se compone de manera interdisciplinaria
y bajo el criterio establecido en el artículo 16 y con- Hasta tanto se creen los órganos de revisión en cada
cordantes de la Ley Nº 26.657. una de las jurisdicciones, el juez podrá requerir a un
Cuando una internación involuntaria se transforma equipo interdisciplinario, de un organismo indepen-
en voluntaria, se le comunicará al juez esta novedad diente del servicio asistencial interviniente, que efectúe

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la evaluación indicada por el presente artículo. Para las internaciones de personas menores de
edad el abogado defensor previsto en el artículo 22
ARTÍCULO 25.- Sin reglamentar. de la Ley Nº 26.657 deberá estar preferentemente
especializado en los términos del artículo 27 inciso
ARTÍCULO 26.- En las internaciones de personas de- c) de la Ley Nº 26.061.
claradas incapaces o menores de edad sé deberá:
ARTÍCULO 27.- La Autoridad de Aplicación en con-
a) Ofrecer alternativas terapéuticas de manera com- junto con los responsables de las jurisdicciones,
prensible, en particular de aquellas que tengan en su territo-
rio dispositivos monovalentes, deberán desarrollar
b) Recabar su opinión, para cada uno de ellos proyectos de adecuación y
sustitución por dispositivos comunitarios con pla-
c) Dejar constancia de ello en la historia clínica, zos y metas establecidas. La sustitución definitiva
deberá cumplir el plazo del año 2020, de acuerdo
d) Poner a su disposición la suscripción del consen- al CONSENSO DE PANAMÁ adoptado por la CON-
timiento informado. FERENCIA REGIONAL DE SALUD MENTAL convo-
cada por la ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE
En caso de existir impedimentos para el cumpli- LA SALUD (OPS) -ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE
miento de estos requisitos deberá dejarse constan- LA SALUD (OMS) “20 años después de la Declara-
cia de ello con informe fundado. ción de Caracas” en la CIUDAD DE PANAMÁ el 8
Asimismo deberá dejarse constancia de la opinión de de octubre de 2010. La presentación de tales pro-
los padres o representantes legales según el caso. yectos y el cumplimiento efectivo de las metas en

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los plazos establecidos, será requisito indispensa- tribución total de los mismos en la red de servicios
ble para acceder a la asistencia técnica y financiera con base en la comunidad.
que la Autoridad de Aplicación nacional disponga.
El personal deberá ser capacitado y destinado a los La implementación de este lineamiento no irá en
dispositivos sustitutivos en funciones acordes a su detrimento de las personas internadas, las cuales
capacidad e idoneidad. deberán recibir una atención acorde a los máximos
estándares éticos, técnicos y humanitarios en salud
La Autoridad de Aplicación en conjunto con las ju- mental vigentes.
risdicciones, establecerá cuales son las pautas de
adaptación de los manicomios, hospitales neurop- ARTÍCULO 28.- Deberá entenderse que la expre-
siquiátricos o cualquier otro tipo de instituciones de sión “hospitales generales” incluye tanto a los esta-
internación monovalentes que se encuentren en blecimientos públicos como privados.
funcionamiento, congruentes con el objetivo de su
sustitución definitiva en el plazo establecido. Las adaptaciones necesarias para brindar una aten-
ción adecuada e integrada sean estructurales y/o
También establecerá las pautas de habilitación de funcionales de los hospitales generales a efectos de
nuevos servicios de salud mental, públicos y priva- incluir la posibilidad de internación en salud mental
dos, a los efectos de cumplir con el presente artí- es responsabilidad de cada jurisdicción. Aquellas
culo. deberán respetar las recomendaciones que la Au-
La adaptación prevista deberá contemplar la des- toridad de Aplicación realizará a tales fines.
concentración gradual de los recursos materiales,
humanos y de insumos y fármacos, hasta la redis- A los efectos de contar con los recursos necesarios

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para poder efectuar internaciones de salud mental copia del texto de la Ley y su Reglamentación.
en hospitales generales del sector público, el MINIS-
TERIO DE PLANIFICACIÓN FEDERAL, INVERSIÓN Asimismo, los usuarios, familiares y allegados ten-
PÚBLICA Y SERVICIOS y el MINISTERIO DE SALUD drán a su disposición un libro de quejas, al que ten-
deberán contemplar en la construcción de nuevos drán acceso irrestricto tanto la Autoridad de Aplica-
hospitales, áreas destinadas específicamente a la ción, el Órgano de Revisión, el abogado defensor
atención de la salud mental, promoviendo que igual como la Autoridad Judicial.
criterio adopten todas las jurisdicciones.
La Autoridad de Aplicación promoverá espacios de
Asimismo, establecerán planes de apoyo para el re- capacitación sobre los contenidos de la Ley y de los
acondicionamiento o ampliación de los Hospitales instrumentos internacionales de referencia, dirigidos
Generales, con el mismo objetivo. a todos los integrantes del equipo de salud mental.

La Autoridad de Aplicación condicionará la partici- CAPÍTULO VIII: DERIVACIONES


pación de las jurisdicciones en programas que in-
cluyan financiamiento, a la presentación de proyec- ARTÍCULO 30.- La conveniencia de derivación fue-
tos de creación de servicios de salud mental en los ra del ámbito comunitario donde vive la persona
hospitales generales, con plazos determinados. deberá estar debidamente fundada por evaluación
interdisciplinaria en los términos previstos en el artí-
ARTÍCULO 29.- Las autoridades de los estableci- culo 16 y concordantes de la Ley. La comunicación
mientos que presten atención en salud mental de- al Juez y al Órgano de Revisión, cuando no exista
berán entregar a todo el personal vinculado al área, consentimiento informado, deberá ser de carácter

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previo a la efectivización de la derivación. tuar las pertinentes recomendaciones dirigidas a las


universidades para adecuar los planes de estudio
CAPÍTULO IX: AUTORIDAD DE APLICACIÓN de formación de los profesionales de las disciplinas
involucradas con la salud mental.
ARTÍCULO 31.- El área a designar por la Autoridad
de Aplicación a través de la cual desarrollará las po- Deberá ponerse de resalto la capacitación de los
líticas establecidas en la Ley no podrá ser inferior a trabajadores en servicio del equipo interdisciplinario
Dirección Nacional. de salud mental, de atención primaria de la salud,
y de todas las áreas que intervienen en orden a la
El PLAN NACIONAL DE SALUD MENTAL deberá intersectorialidad.
estar disponible para la consulta del conjunto de la
ciudadanía y deberá contemplar mecanismos de La Autoridad de Aplicación deberá promover la ha-
monitoreo y evaluación del cumplimiento de metas bilitación de espacios de capacitación de grado y
y objetivos. La Autoridad de Aplicación deberá ela- posgrado, residencias, concurrencias y pasantías,
borar un informe anual sobre la ejecución de dicho dentro de los dispositivos comunitarios, sustituyendo
Plan Nacional el cual será publicado y remitido al progresivamente los espacios de formación exis-
Órgano de Revisión. tentes en instituciones monovalentes.

ARTÍCULO 32.- Sin reglamentar.


ARTÍCULO 33.- El MINISTERIO DE EDUCACIÓN, ARTÍCULO 34.- La SECRETARÍA DE DERECHOS
a través de sus áreas competentes, prestará cola- HUMANOS del MINISTERIO DE JUSTICIA Y DE-
boración a la Autoridad de Aplicación a fin de efec- RECHOS HUMANOS y la Autoridad de Aplicación

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conformarán una comisión permanente de trabajo la presente reglamentación, la participación y co-


en el plazo de TREINTA (30) días, a partir de la en- laboración de las jurisdicciones en la recolección y
trada en vigencia del presente Decreto. envío de datos para la realización del censo.

Dicha Comisión trabajará en conjunto con las ju- El INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA Y
risdicciones provinciales y elevará al Secretario de CENSOS (INDEC) prestará la colaboración que le
Derechos Humanos y a la Autoridad de Aplicación sea requerida.
las propuestas elaboradas para su aprobación, las
que deberán garantizar el cumplimiento de todos ARTÍCULO 36.- Sin reglamentar.
los derechos establecidos en el artículo 7° y demás
previsiones de la Ley Nº 26.657. ARTÍCULO 37.- La SUPERINTENDENCIA DE SER-
VICIOS DE SALUD en conjunto con la Autoridad
La Comisión conformada dará asistencia técnica y de Aplicación deberán controlar que se garantice la
seguimiento permanente para la implementación de cobertura en salud mental de los afiliados a Obras
los estándares elaborados. Sociales. Para ello deberán adecuar la cobertura del
Programa Médico Obligatorio (PMO) o el instrumento
Se deberá entender que los estándares se refieren a que en el futuro lo remplace, a través de la incor-
habilitación, supervisión, acreditación, certificación, poración de los dispositivos, insumos y prácticas en
monitoreo, auditoría, fiscalización y evaluación. salud mental que se promueven en la Ley y los que la
ARTÍCULO 35.- La Autoridad de Aplicación deberá Autoridad de Aplicación disponga de acuerdo con el
considerar como requisito para el acceso a progra- artículo 11 de la misma. Para acceder a dicha cober-
mas de asistencia en los términos del artículo 28 de tura no será exigible certificación de discapacidad.

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Se establecerán aranceles que promuevan la crea- CAPÍTULO X: ÓRGANO DE REVISIÓN


ción y desarrollo de tales dispositivos.
ARTÍCULO 38.- El Órgano de Revisión en el ámbito
Deberán también excluirse de la cobertura las pres- del MINISTERIO PÚBLICO DE LA DEFENSA actua-
taciones contrarias a la Ley. rá conforme las decisiones adoptadas por los inte-
grantes individualizados en el artículo 39 de la Ley.
La SUPERINTENDENCIA DE SERVICIOS DE SA- Dictará su reglamento interno de funcionamiento, y
LUD deberá controlar que los agentes del seguro establecerá los lineamientos políticos y estratégicos
de salud identifiquen a aquellas personas que se de su intervención en el marco de los objetivos y
encuentren con internaciones prolongadas y/o en funciones asignadas por la Ley.
instituciones monovalentes, y deberán establecer
un proceso de externación y/o inclusión en disposi- Deberá reunirse de forma periódica, en los plazos
tivos sustitutivos en plazos perentorios. que determine su reglamento interno, y al menos
una vez por mes.
Las auditorías o fiscalizaciones sobre los prestado-
res, públicos y privados deberán controlar el cum- Además, podrá constituirse en asamblea extraordi-
plimiento de la Ley, incluyendo la utilización de eva- naria, a pedido de alguno de sus miembros cuando
luaciones interdisciplinarias. una cuestión urgente así lo requiera.
Se promoverá que igual criterio adopten las obras
sociales provinciales. Podrá sesionar con el quórum mínimo de CUA-
TRO (4) miembros. La toma de decisiones será por
mayoría simple de los miembros presentes, salvo

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cuando se estipule en esta reglamentación, o a tra- gias políticas, jurídicas e institucionales, participar
vés del reglamento interno, un quórum diferente. sin voto de las reuniones, seguir los lineamientos
acordados por los integrantes del Órgano, canalizar
A los fines de dotar al Órgano de Revisión de la la colaboración necesaria entre los distintos miem-
operatividad necesaria para cumplir de un modo bros, y adoptar todas las medidas necesarias para
más eficaz sus funciones, encomiéndase a la DE- asegurar el funcionamiento permanente del orga-
FENSORÍA GENERAL DE LA NACIÓN la Presiden- nismo, rindiendo cuentas de las acciones empren-
cia, representación legal, y coordinación ejecutiva didas.
del Órgano Revisor, a través de la organización de
una Secretaría Ejecutiva y de un equipo de apoyo La labor permanente de carácter operativo, técnico
técnico y otro administrativo. y administrativo del Órgano de Revisión, se susten-
tará mediante los equipos de apoyo enunciados
La DEFENSORÍA GENERAL DE LA NACIÓN, a precedentemente, cuyo personal será provisto por
través de su servicio administrativo financiero, se la DEFENSORÍA GENERAL DE LA NACIÓN y coor-
encargará de brindar el soporte necesario para la dinado por la Secretaría Ejecutiva.
ejecución del presupuesto que se le asigne para el
funcionamiento del Órgano de Revisión. En la conformación del equipo de apoyo técnico
deberá respetarse el criterio interdisciplinario previs-
La Secretaría Ejecutiva, cuyo titular será designa- to en la Ley, y deberá asegurarse que el personal no
do por la DEFENSORÍA GENERAL DE LA NACIÓN, posea conflictos de intereses respecto de las tareas
deberá coordinar las reuniones de los integrantes encomendadas al Órgano de Revisión.
del Órgano de Revisión, implementar las estrate-

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ARTÍCULO 39.- Los integrantes del Órgano de Re- La DEFENSORÍA GENERAL DE LA NACIÓN a tra-
visión serán designados de la siguiente manera: vés de su titular o de quién éste designe deberá
ejercer el voto en las reuniones a los efectos de
a) UN (1) representante del MINISTERIO DE SA- desempatar, cuando resultare necesario.
LUD;
Las entidades de perfil interdisciplinario y con expe-
b) UN (1) representante de la SECRETARÍA DE DE- riencia de trabajo en la temática de salud mental y de
RECHOS HUMANOS del MINISTERIO DE JUSTI- derechos humanos, representativas de las asocia-
CIA Y DERECHOS HUMANOS; ciones y organizaciones mencionadas en los incisos
d), e) y f), serán designadas por decisión fundada
c) UN (1) representante del MINISTERIO PÚBLICO adoptada entre las jurisdicciones mencionadas en
DE LA DEFENSA; los incisos a), b) y c), a través de un procedimiento
de selección que asegure transparencia.
d) UN (1) representante de asociaciones de usua-
rios y/o familiares del sistema de salud; Las entidades que sean designadas a tal efecto, inte-
grarán el Órgano de Revisión por el término de DOS
e) UN (1) representante de asociaciones de profe- (2) años, al cabo del cual deberán elegirse nuevas
sionales y otros trabajadores de la salud; organizaciones. Podrán ser reelegidas por UN (1)
sólo período consecutivo, o nuevamente en el futuro,
f) UN (1) representante de organizaciones no guber- siempre con el intervalo de UN (1) período.
namentales abocadas a la defensa de los derechos
humanos. El mismo criterio de alternancia se aplica a las personas

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que representen a las organizaciones, las que ade- a efectos de coadyuvar a su buen funcionamiento.
más no podrán tener vinculación de dependencia
con las jurisdicciones mencionadas en los incisos También podrá convocar, a los mismos fines, a per-
a), b) y c). sonalidades destacadas en la materia.

En caso de renuncia o impedimento de alguna de ARTÍCULO 40.- El Órgano de Revisión desarrollará


las entidades designadas para participar del Órga- las funciones enunciadas en el artículo 40 de la Ley
no de Revisión, deberá reeditarse el procedimiento Nº 26.657, así como todas aquellas que sean com-
de selección para incorporar a una reemplazante, plementarias a efectos de proteger los derechos
hasta la culminación del período. humanos de las personas usuarias de los servicios
de salud mental.
Cada institución deberá designar UN (1) represen-
tante titular y UN (1) representante suplente, para El Órgano de Revisión podrá ejercer sus funciones
el caso de ausencia del primero. La labor de todos de modo facultativo en todo el Territorio Nacional,
los representantes tendrá carácter ad-honorem, sin en articulación con el Órgano de Revisión local,
perjuicio de las retribuciones salariales que cada cuando considere la existencia de situaciones de
uno pueda percibir de parte de las organizaciones a urgencia y gravedad institucional.
las que pertenecen.
En los casos particulares que estén bajo proceso
El Órgano de Revisión podrá realizar convenios con judicial con competencia de la justicia federal, pro-
entidades públicas o privadas, con competencia en vincial o de la CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS
la materia, para que brinden asesoramiento técnico AIRES, deberá intervenir el Órgano de Revisión local.

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a) El Órgano de Revisión requerirá plazos expeditos situaciones irregulares que vayan en desmedro de
para la recepción de los informes requeridos; los derechos de las personas usuarias de los servi-
cios de salud mental;
b) A los fines de lograr la supervisión de las condi-
ciones de internación y tratamiento, el Órgano de g) Sin reglamentar;
Revisión podrá ingresar a cualquier tipo de estable-
cimiento, público y privado, sin necesidad de au- h) Las recomendaciones deberán efectuarse a tra-
torización previa, y realizar inspecciones integrales vés de informes anuales sobre el estado de aplica-
con acceso irrestricto a todas las instalaciones, do- ción de la Ley en todo el país, que deberán ser de
cumentación, y personas internadas, con quienes carácter público;
podrá mantener entrevistas en forma privada;
i) Sin reglamentar;
c) El equipo interdisciplinario que evalúe las internacio-
nes deberá estar conformado bajo el mismo criterio es- j) A los fines de promover la creación de órganos
tablecido en el artículo 16 y concordantes de la Ley. de revisión en las jurisdicciones, deberá fomentarse
que en su integración se respete el criterio de inter-
d) Sin reglamentar; sectorialidad e interdisciplinariedad previsto en la ley
e) Sin reglamentar; para el Órgano de Revisión nacional, y podrán de-
pender del ámbito que se considere más adecuado
f) El Órgano de Revisión podrá requerir la interven- de acuerdo a la organización administrativa de cada
ción judicial, así como de la defensa pública y de jurisdicción, para garantizar autonomía de los servi-
otros organismos de protección de derechos, ante cios y dispositivos que serán objeto de supervisión.

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Se promoverá que, como mínimo, las funciones de ARTÍCULO 43.- Sin reglamentar.
los órganos de revisión locales sean las indicadas
para el Órgano de Revisión nacional, en su ámbito. ARTÍCULO 44.- Sin reglamentar.

k) Sin reglamentar; ARTÍCULO 45.- Sin reglamentar.

l) A los fines de velar por el cumplimiento de los dere- ARTÍCULO 46.- Sin reglamentar.
chos fundamentales, se comprenderá la situación de
toda persona sometida a algún proceso administrati-
vo o judicial por cuestiones de salud mental, o donde
se cuestione el ejercicio de la capacidad jurídica.

CAPÍTULO XI: CONVENIOS DE


COOPERACIÓN CON LAS PROVINCIAS.

ARTÍCULO 41.- Sin reglamentar.

CAPÍTULO XII: DISPOSICIONES


COMPLEMENTARIAS.

ARTÍCULO 42.- Sin reglamentar.

106 107
Decreto Reglamentario 603/2013 Decreto Reglamentario 603/2013

DISPOSICIÓN TRANSITORIA. nismos definirán, por decisión unánime, el procedi-


miento que se aplicará en adelante para la selección
A los efectos de poner en funcionamiento el Órgano de las otras asociaciones y organizaciones, con los
de Revisión, el MINISTERIO DE SALUD, la SECRE- recaudos del artículo 39 de esta reglamentación.
TARÍA DE DERECHOS HUMANOS del MINISTE-
RIO DE JUSTICIA Y DERECHOS HUMANOS, y el El órgano de Revisión comenzará su actividad regu-
MINISTERIO PÚBLICO DE LA DEFENSA, deberán lar y permanente luego de constituido íntegramente,
coordinar y ejecutar las acciones necesarias para la con todos los representantes previstos en la ley.
designación de los representantes que lo conforma-
rán, dentro del término de TREINTA (30) días hábiles En el ámbito de la CIUDAD AUTÓNOMA DE BUE-
desde la vigencia del presente decreto. NOS AIRES, el Órgano de Revisión local ejercerá las
funciones señaladas en el artículo 40 de la Ley, aún
A los efectos de integrar el Órgano de Revisión, si la justicia interviniente fuese nacional. Sin perjuicio
para su primer período de funcionamiento por DOS de ello, en éste último supuesto, el Órgano de Revi-
(2) años, los representantes designados por los sión nacional podrá ejercer subsidiariamente dichas
TRES (3) organismos deberán elegir, por decisión funciones.
fundada, a las entidades que representarán a las
asociaciones y organizaciones mencionadas en los ·-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Reglamentada por la Presidenta de la Nación,
incisos d), e) y f) del artículo 39 de este Decreto.
Dra. Cristina Fernández de Kirchner, el 28 de
Mayo de 2013. Publicada en el Boletín Oficial Nº
Antes de la culminación del primer período de funcio-
32649 el 29 de Mayo de 2013.
namiento, los representantes de los TRES (3) orga-

108 109
Lo simbólico, lo imaginario y lo real1
Jacques Lacan

En junio de 1953, Jacques Lacan abandonó la Sociedad Psicoanalítica de París (SPP) junto con Daniel
Lagache, Françoise Dolto, Juliette Favez-Boutonier, B. Reverchon-Jouve y varios otros analistas que
terminaron fundado la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (SFP), cuyo espíritu iba a ser mucho más
abierto y liberal que el de la institución madre. Apenas un mes después, en la primera reunión científica de
esa nueva sociedad, Lacan dio esta conferencia, en la que presentó los tres registros que, en lo sucesivo,
iban a guiar su enseñanza. Al mismo tiempo, hizo alusión, por primera vez, al consabido “retorno a Freud”
o, mejor dicho, al “retorno a los textos de Freud”, que decía haber iniciado dos años antes. Siguiendo a
Claude Lévi-Strauss, también enunció allí, por primera vez, la idea de que en el síntoma se expresaba “algo
estructurado y organizado como un lenguaje” y la noción de que “el nombre del padre crea la función del
padre”. Finalmente, basándose en las estructuras elementales del parentesco, definía la palabra a la vez
como mediadora y como constitutiva de la realidad (A. Dagfal).

Mis buenos amigos, ustedes podrán ver que para esta primera comunicación llamada científica de
nuestra Sociedad, he tomado un título que no carece de ambición. Ante todo empezaré por disculparme,
pidiéndoles que consideren esta comunicación llamada científica más bien como, por un lado, un resumen
de puntos de vista, que los que aquí están, mis alumnos, conocen bien y con los cuáles están
familiarizados desde hace unos dos años a través de mi enseñanza; y también como una especie de
prefacio o de introducción a cierta orientación de estudio del psicoanálisis.
En efecto creo que el retorno a los textos freudianos que es el objeto de mi enseñanza desde hace
dos años, me ha dado -o más bien, nos ha dado, a todos los que hemos trabajado juntos-, una idea cada
vez más certera de que no hay dimensión más total de la realidad humana que la realizada por la
experiencia freudiana y que no podemos dejar de retomar las fuentes y estudiar estos textos en todos los
sentidos de la palabra. No podemos dejar de pensar que la teoría psicoanalítica (y al mismo tiempo la
técnica ya que no constituyen más que una sola cosa) no haya sufrido una especie de retroceso, y la verdad
sea dicha, de degradación. Es que en realidad no es fácil mantenerse al nivel de una plenitud tal. Por
ejemplo, un texto como el del "Hombre de los Lobos", pensaba tomarlo esta tarde como base y ejemplo
de lo que he de exponerles. Pero durante todo el día de ayer hice una relectura completa del mismo; había
hecho al respecto un seminario el año pasado y sin embargo se me impuso la sensación de que era
absolutamente imposible darles una idea, aunque sea aproximada, de ese texto; y que de mi seminario del
año pasado había una sola cosa que hacer: retomarlo el año próximo.
Pues lo que percibí en ese texto formidable, después del trabajo y progreso que hemos hecho juntos
este año alrededor del texto "El hombre de las ratas', me hace pensar que lo que había sacado el año
pasado como principio, como ejemplo, como tipo de pensamiento característico dado por ese
extraordinario trabajo era literalmente un mero "approach", como dicen los anglo-sajones; dicho de otro
modo, un balbuceo. De modo que, en resumen, haré tal vez incidentalmente una breve alusión, pero
trataré sobre todo simplemente de decir algunas palabras sobre el planteamiento de un problema
semejante; sobre lo que quiere decir la confrontación de estos tres registros que son los registros
esenciales de la realidad humana, registros muy distintos y que se llaman: lo simbólico, lo imaginario y lo
real.
Ante todo, una cosa que es evidentemente sorprendente y que no debería escapársenos; o sea, que
hay en el análisis toda una parte de real en nuestros sujetos que precisamente se nos escapa; que sin
embargo no escapaba a Freud al ocuparse él de cada uno de sus pacientes. Pero, por supuesto, aunque no
se le escapaba, caía igualmente fuera de su dimensión y alcance. Uno no terminaría nunca de sorprenderse
del hecho y modo del cual habla de su 'Hombre de las ratas', distinguiendo entre 'sus personalidades'. Al

1
Texto publicado por primera vez en castellano en 1977, en Revista Argentina de Psicología, 22, 11-27. La versión “oficial”
de este texto es muy tardía, y data de 2005: « Le Symbolique, l’Imaginaire et le Réel », en Des noms-du-père, París, Seuil.

1
respecto concluyó: "la personalidad de un hombre fino, inteligente y culto", personalidad que puso en
contraste con los otros aspectos del sujeto. Sí bien eso se atenúa, al tratar su 'hombre de los lobos', no por
ello deja de mencionarlo. Ahora bien, a decir verdad, no estamos obligados a refrendar todas sus
apreciaciones. No parece tratarse en el 'Hombre de los lobos' de alguien de tanta clase. Pero es
sorprendente: lo enfatiza como un punto particular. En cuanto a su 'Dora', ni que hablar, si hasta podemos
decir que la ha amado.
Hay por lo tanto en todo esto algo que, evidentemente no deja de impactarnos y que en suma es algo
que constantemente nos concierne. Yo diría que ese elemento directo, que ese elemento de peso, de
apreciación de la personalidad, es algo bastante inefable al cual hemos de atenernos en el registro de lo
mórbido, por un lado, así como en el registro de la experiencia analítica con sujetos que, en absoluto, caen
en el registro de lo mórbido; es algo que en resumen, siempre debemos cuidar y que está particularmente
presente en la experiencia de los que estamos encargados de la pesada tarea de elegir a los que se someten
al análisis con un fin didáctico. En suma ¿qué podemos decir, después de todo? Cuando expresamos, al
término de nuestra selección, todos los criterios que se invocan: ¿es necesaria la neurosis para hacer un
buen analista? ¿un poquito? ¿mucho? ¿seguramente no, en absoluto? Pero a fin de cuentas, ¿es eso lo que
nos guía en un juicio que ningún texto puede definir, y que nos hace apreciar las cualidades personales de
esta realidad?, podrían reducirse a esto: ¿qué significa que un sujeto tenga o no tenga pasta, que sea,
como dicen los chinos ('she-un-ta') un hombre de gran talla, o ('sha-o-yen') o un hombre de pequeña talla?
Es algo que -es necesario decirlo- constituye los límites de nuestra experiencia. Es en este sentido que se
puede decir para plantear la cuestión de saber qué entra en juego en el análisis: ¿de qué se trata? Acaso de
ese rapport real del sujeto -a saber, según cierto modo y según nuestras medidas de reconocimiento-. ¿Es
sobre eso que debemos trabajar en el análisis? Ciertamente no. Se trata indudablemente de otra cosa. Y he
aquí la pregunta que nos planteamos sin cesar y que se plantean todos los que intentan formular una teoría
de la experiencia analítica. ¿Qué es esa experiencia singular entre todas, que va a aportar transformaciones
tan profundas a los sujetos? ¿Y qué son tales transformaciones? ¿Y cuál es su resorte?
La elaboración de la doctrina analítica desde años apunta a responder esta pregunta. Y es cierto que
el hombre común no parece asombrarse, por otro lado, de la eficiencia de esta experiencia que se
desenvuelve íntegramente en palabras; y, en cierto sentido, en el fondo tiene razón, puesto que en efecto,
funciona y para explicarla parecería que no tuviéramos de entrada más qué demostrar el movimiento en
marcha. Y por ende, 'hablar' es ya introducirse en el sujeto de la experiencia analítica. Es allí,
efectivamente, caundo es útil proceder y saber y ante todo plantear la pregunta: ¿qué es la palabra, es
decir, el símbolo?
En verdad a lo que asistimos es más bien a un evitamiento de dicha pregunta. Y, ciertamente, lo que
constatamos es que al reducirla a (al querer no ver en los elementos y en los resortes propiamente técnicos
del análisis más que algo que debe acceder por una serie de aproximaciones a la modificación de las
conductas) mecanismos, costumbres del sujeto, desembocamos rápidamente en un cierto número de
dificultades y de 'impases', al punto de no poder -ciertamente- situarlos en el conjunto de un estudio total
de la experiencia analítica; pero de proseguir en ese sentido, nos orientamos inevitablemente hacia un
cierto número de impenetrables que se nos oponen y que tienden a transformar, a partir de allí, el análisis
en algo que se manifiesta como mucho más irracional de lo que realmente es.
Es sorprendente ver cuantos novicios y recién venidos a la experiencia analítica han expresado, en
sus primeras expresiones sobre sus experiencias, la cuestión del carácter irracional de este análisis,
precisamente cuando tal vez, por el contrario no haya técnica alguna más transparente. Y por supuesto, así
anda todo. Abundamos en apreciaciones psicológicas más o menos parciales del sujeto paciente;
hablamos de su 'pensamiento mágico'; hablamos de todo tipo de registros que tienen indudablemente su
valor y son reencontrados de modo muy vivo por la experiencia analítica. De allí a pensar que el análisis
mismo juega en un cierto registro, ciertamente el del pensamiento mágico, no hay más que un paso,
rápidamente franqueado cuando no se toma como punto de partida y como referencia desde el vamos, la
cuestión primordial: 'qué es esa experiencia de la palabra', y por decirlo todo, de plantear al mismo tiempo
la cuestión de la experiencia analítica, la cuestión de la esencia y del intercambio de la palabra.

2
Creo que el punto del cual se debe partir es el siguiente. Partamos de la experiencia, tal corno nos
fue presentada en las primeras teorías del análisis: ¿qué es eso 'neurótico' a lo cual debemos atenernos en
la experiencia analítica? ¿qué ocurrirá en la experiencia analítica? ¿Y ese pasaje del consciente al
inconsciente? ¿Y cuáles son las fuerzas que dan a este equilibrio una cierta existencia? Nosotros lo
llamamos el principio del placer.
Para sintetizar diremos con M. de Saussure, que 'el sujeto alucina su mundo'; es decir que sus
ilusiones o sus satisfacciones ilusorias no pueden ser de todos los órdenes. Evidentemente él va a
desviarlas hacia un otro orden que el de sus satisfacciones, quienes encuentran su objeto en lo real puro y
simple. Jamás un síntoma ha calmado el hambre o la sed de un modo duradero, si no es por medio de la
absorción de alimentos que les satisfagan, aún cuando una baja general del nivel de la vitalidad pueda, en
los casos límites, ser la respuesta; por ejemplo: la hibernación natural o artificial. Todo esto es concebible
sólo como una fase que no podrá, ciertamente durar, si no es con el riesgo de arrastrar daños irreparables.
La reversibilidad misma de los problemas neuróticos, supone que la economía de las satisfacciones
en ella implicadas fueran de otro orden e infinitamente menos ligadas a ritmos orgánicos fijos, aunque
determinando ciertamente una parte de ellos. Esto define la categoría conceptual que resuelve este tipo de
objetos. Es justamente aquello que estoy en vías de definir: lo imaginario si se acepta y reconoce todas las
implicaciones que le son apropiadas. A partir de ahí es muy simple, claro, fácil, de ver que este tipo de
satisfacción imaginaria no puede ser encontrado nada más que en el orden de los registros sexuales.
Todo está dado a partir de esta especie de condición previa de la experiencia analítica. Y no es
asombroso, aunque, ciertamente, deban ser confirmadas (controladas, diría yo), por la experiencia, que
una vez hecha, hace que las cosas parezcan responder a un perfecto rigor.
El término "libido" es una noción que no hace más que expresar la noción de reversibilidad, la que a
su vez, implica la de equivalencia, en cierto metabolismo de las imágenes; para poder pensar esta
transformación es necesario un término energético a lo que ha servido el término de 'libido'. Se trata por
supuesto de algo complejo. Cuando digo 'satisfacción imaginaria', no es evidentemente el simple hecho de
que Demetrios se haya satisfecho de haber soñado que poseía a la sacerdotisa cortesana... aunque este
caso no es sólo un caso particular en el conjunto. . . Sino que es algo que va más allá y que está
actualmente recortado por toda una experiencia que es la que los biólogos evocan concerniendo a los
ciclos instintivos, muy especialmente en los registros de los ciclos sexuales y de la reproducción; a saber,
que, puestos aparte los estudios todavía más o menos inciertos e improbables tocantes a los conectores
neurológicos en el ciclo sexual, (¡y que no son lo más sólido de esos estudios!), está demostrado que estos
ciclos en los animales responden a fenómenos denominados con el mismo término que el utilizado para
designar los problemas y los resortes sexuales primarios de los síntomas en los sujetos mismos, o sea el
'desplazamiento'.
Lo que muestra el estudio de los ciclos instintivos en los animales, es precisamente, que son
esencialmente de orden imaginario, y que son lo más interesante en el estudio del cielo instintivo, a saber,
que su límite, que su definición, el modo de precisarlo fundamentado sobre la puesta a prueba de un cierto
número de experiencias hasta un determinado limite de desvanecimiento, son susceptibles de provocar en
el animal esa especie de puesta en erección de la parte del ciclo del comportamiento sexual del cual se
trata. Y el hecho de que en el interior de un ciclo de comportamiento determinado, sea siempre
susceptible la aparición, en ciertas condiciones, de un determinado número de desplazamientos; por
ejemplo, en un ciclo de combate la brusca aparición en el retorno de este ciclo, (en los pájaros uno de los
combatientes que se pone de golpe a alisar las plumas) de un segmento del comportamiento de
ostentación que intervendrá en el medio de un ciclo de combate.
Se podrían dar mil ejemplos más. No estoy aquí para enumerarlos. Esto es simplemente para darles
la idea de que éste elemento de desplazamiento es un resorte absolutamente esencial del orden y
sobretodo del orden de los comportamientos ligados a la sexualidad. Sin duda, estos fenómenos no son
electivos en los animales, pero otros comportamientos (cf, los estudios de Lorenz sobre las funciones de
la imagen en el ciclo de la alimentación) muestran que lo imaginario juega un papel importante en el
orden de los comportamientos sexuales. Y por otro lado, en el hombre, es siempre y principalmente en
este plano que nos encontramos frente a este fenómeno.

3
Desde el vamos señalamos, puntualizamos lo expuesto con lo siguiente: que los elementos de
comportamiento instintivos desplazados en el animal son susceptibles de alguna cosa en la cual vemos el
esbozo de lo que llamamos un "comportamiento simbólico".
Lo que llamamos en el animal un comportamiento simbólico es lo que, cuando uno de esos
segmentos desplazados adquiere valor socializado, sirve al grupo animal de punto de referencia para un
cierto comportamiento colectivo. Así, planteamos que un comportamiento puede ser imaginario cuando
su oscilación entre imágenes lo hace susceptible de desplazamientos fuera del ciclo que asegura la
satisfacción de una necesidad natural.
A partir de ahí, el conjunto que se articula en la raíz del comportamiento neurótico puede ser
definido y dilucidado en el plano de la economía instintiva, teniendo en cuenta que siempre concierne a
un comportamiento sexual. No necesito retornar sobre esto a no ser para indicar brevemente que un
hombre pueda eyacular a la vista de una pantufla es algo que no nos sorprende como así tampoco que un
esposo la utilice para llevar a su consorte a mejores sentimientos, pero seguramente, a partir de ello nadie
soñaría que una pantufla pueda servir para apaciguar la excitación extrema de un individuo. Es que, a lo
que debemos constantemente atenernos es a los fantasmas. En el orden del tratamiento no es raro que el
paciente, el sujeto, haga intervenir en el curso del análisis un fantasma tal como el del 'fellatio del
partenaire del analista'. ¿Trátase también aquí de algo que haremos ingresar en un ciclo arcaico de su
biografía de un modo cualquiera? ¿Una anterior subalimentación? Es evidente que cualquiera sea el
carácter incorporativo que demos a esos fantasmas jamás pensaríamos en tal subalimentación. ¿Cómo
entenderlo?
Puede significar muchas cosas. En efecto es necesario ver bien que lo imaginario está a la vez lejos
de confundirse con el dominio de lo analizable y, que por otro lado, puede existir otra función que la
imaginaria. No es porque lo analizable coincida con lo imaginario, que lo imaginario se confunde con lo
analizable, que es lo exclusivamente analizable, y que sea enteramente lo analizable o lo analizado.
Para tomar el ejemplo de nuestro fetichista, a pesar de que sea raro, si admitirnos que allí se trata de
una especie de perversión primitiva, no es imposible visualizar casos parecidos. Supongamos que se
tratara de uno de esos desplazamientos imaginarios tal como los encontramos realizados en el animal.
Supongamos, en otros terminos, que la pantufla sea aquí estrictamente el desplazamiento del órgano
femenino puesto que es más a menudo en el macho que se da el fetichismo. Si, literalmente, no hubiera
nada que pudiera representar una elaboración con respecto a este dato primitivo, serían tan igualmente
inanalizables ciertas fijaciones perversas.
Inversamente, para hablar de nuestro paciente o sujeto, si lo pensamos como presa de un fantasma lo
estamos planteando como algo que tiene un muy diferente sentido y en este caso está bien claro que si ese
fantasma puede ser considerado corno algo que representa lo imaginario es porque puede representar
ciertas fijaciones a un estadio primitivo oral de la sexualidad. En otras palabras no diremos que su
práctica del fellatio sea constitucional.
Entiendo pues que aquí, en el fantasma en cuestión, el elemento imaginario no tiene en rigor más
que un valor simbólico que debernos apreciar y comprender en función del momento del análisis en que
se inserta. En efecto aún cuando el sujeto retiene su confesión el fantasma surge en un momento preciso
del diálogo analítico. Está hecho para expresarse, para ser dicho, para simbolizar algo, y algo que difiere
según el momento del diálogo.
¿Qué decir pues? Que no basta que un fenómeno represente un desplazamiento, dicho de otro modo,
se inscriba entre los fenómenos imaginarios, para que sea analizable y que, para que lo sea, es necesario
que represente a otra cosa que a si mismo.
Para abordar el tema en cuestión o sea el simbolismo, diré que toda una parte de las funciones
imaginarias en el análisis no tienen otra relación con la realidad fantasmática que ellas manifiestan que,
por ejemplo, la que tiene la sílaba 'po' (en la palabra pote) con las formas, preferentemente simples del
jarro que ella designa. Como podemos fácilmente ver en el hecho de que en 'policía' o 'poltrón' esta sílaba
'po' tiene totalmente otro valor. Podremos utilizar el 'pote' para simbolizar la sílaba 'po' inversamente en el
término 'policía' o 'poltrón', pero convendrá agregarle al mismo tiempo, en tal caso, otros términos

4
igualmente imaginarios que no serán tomados por otra cosa que como sílabas destinadas a completar la
palabra.
De este modo es necesario entender lo simbólico en juego en el intercambio analítico, teniendo en
cuenta que lo que en él encontramos, y estamos definiendo, es lo que Freud definió como su realidad
esencial, así se trate de síntomas reales, actos fallidos y todo cuanto en ello se inscriba; se trata todavía y
siempre de símbolos, y de símbolos muy específicamente organizados en el lenguaje, que por
consiguiente funcionan a partir de ese equivalente del significante y del significado: la estructura misma
del lenguaje.
No me pertenece la expresión: 'el sueño es un acertijo', pertenece a Freud. Y que el síntoma expresa,
también él, algo estructurado, organizado como un lenguaje, queda de manifiesto a partir del hecho de que
el síntoma histérico arroja siempre un equivalente de una actividad sexual, pero jamás un equivalente
unívoco. Por el contrario se trata siempre de un equivalente plurívoco, superpuesto, sobredeterminado, y
por decirlo todo, construido según el exacto modelo en que lo son las imágenes en los sueños, las que
representan una competencia, una superposición de símbolos tan compleja como una frase poéticas la que
a su vez vale por su tono, su estructura, sus giros, su ritmo, su sonoridad, por consiguiente y
esencialmente sobre varios planos, en el orden y registro del lenguaje.
A decir verdad, esto no se nos aparecerá en su relieve si no intentamos ver a pesar de todo, que es
algo enteramente propio del lenguaje. Ciertamente no estamos aquí para hacer un delirio colectivo, ni
organizado, ni individual sobre el problema del origen del lenguaje, ya que es un tema que se presta
inmejorablemente a este tipo de delirios. El lenguaje está ahí, es un emergente. Y ahora que ha emergido
no sabremos jamás cuándo ni cómo ha empezado, ni cómo eran las cosas antes que él estuviera.
Pero sin embargo, ¿cómo expresar ese algo que debe, tal vez haberse presentado como una de las
formas más primitivas del lenguaje? Piensen en las contraseñas. Vean, elijo a propósito este ejemplo,
justamente porque el error y espejismos cuando se habla del lenguaje, radica siempre en creer que su
significación es la que él designa. Pero no es así. Por supuesto que designa algo, pero antes de hacerlo
cumple una cierta función. Y elijo a propósito la contraseña porque tiene esa propiedad de ser elegida de
manera íntegramente independiente de su significación, y esa significación es la de designar a quien la
pronuncia como teniendo tal o cual propiedad en respuesta a la pregunta que motivó la palabra. Algunos
dirán que el ejemplo está mal elegido puesto que está tomado del interior de una convención. Pero
precisamente en ello reside su valor. Por otro lado no podemos negar que la contraseña tiene la más
preciosa de las virtudes; sirve simplemente para evitarnos ser muertos.
Es por eso que podemos considerar el lenguaje como teniendo una función. Nacida entre esos
animales feroces que debieron ser los hombres primitivos (a juzgar por nuestros contemporáneos no es tan
inverosímil), la contraseña no es justamente aquello mediante lo cual 'se reconocían los hombres del
grupo', sino aquello mediante lo cual 'se constituye el grupo'.
Hay otro registro en el que se puede meditar acerca de esta función del lenguaje; es el del lenguaje
estúpido del amor, que consiste, en el último grado del espasmo, del éxtasis -o al contrario de la rutina,
según los individuos- a cualificar repentinamente su compañero sexual con el nombre de una legumbre o
de un animal repugnante. Esto expresa también algo que no está lejos de tocar el problema del horror al
anonimato. No es por nada que tal o cual de estas apelaciones al animal o soporte totémico, se encuentra
en la fobia. Es evidente que hay, entre los dos, algún punto en común; el sujeto humano está muy
especialmente expuesto, lo veremos en seguida, a este tipo de vértigo que aparece y experimenta la
necesidad de alejarlo, la necesidad de hacer algo que lo trascienda. Y es de lo que se habla en el origen de
la fobia.
En estos dos ejemplos, el lenguaje está particularmente desprovisto de significación. En ellos
podemos, inmejorablemente, ver lo que diferencia el símbolo del signo, a saber, la función interhumana
del símbolo. Se trata de algo que nace con el lenguaje y que hace que después que la palabra (y
precisamente para lo que sirve la palabra) haya sido pronunciada, los dos compañeros pasan a ser otra
cosa que antes. Esto, apoyándonos en el más simple de los ejemplos.
Por otra parte se equivocarían al creer que éstos no son ejemplos particularmente plenos.
Seguramente a partir de estas pocas observaciones, podrán percibir que, así sea en la contraseña, así sea

5
en la palabra llamada de amor, se trata de algo, que a fin de cuentas está lleno de connotaciones. Digamos
que la conversación que en un momento dado de vuestra carrera de estudiantes hayan podido tener (en
una cena, por ejemplo), donde el modo y la significación de las cosas intercambiadas tiene ese carácter
común a las conversaciones de la calle o del colectivo, no es otra cosa que un cierto modo de hacerse
reconocer, lo que justificarla a Mallarmé cuando dice que el lenguaje es 'comparable a esa moneda
borrada que se pasa de mano en mano en silencio'.
A partir de ahí, veamos pues de que se trata; ya que en suma es lo que se establece cuando el
neurótico llega a la experiencia analítica. Es que él también comienza diciendo cosas. Dice cosas, y las
cosas que dice no deben sorprendernos si, al inicio, no son más que palabras de poco peso, a las que acabo
de aludir. Sin embargo hay algo que es fundamentalmente diferente; es el hecho que viene al analista para
otra razón que para decir tonteras y banalidades; que, desde el vamos, en la situación está implicado algo.
Y algo que no es banal, puesto que en suma, es su propio sentido lo que viene a procurar; es que hay algo
místicamente puesto sobre la persona de quien lo escucha. Por supuesto avanza sobre esta experiencia,
sobre esta vía original, con -¡Dios mío!- todo lo que tiene a su disposición: a saber, con la creencia ante
todo de que debe hacer de médico, informar al analista. Ciertamente ustedes tienen su experiencia
cotidiana; llevándolo a su plano, digamos que de lo que se trata no es de hacer eso, sino de hablar, y
preferentemente, sin procurar meterse en el orden de la organización, es decir, a meterse según un
narcisismo bien conocido, en el lugar de su interlocutor.
Al fin de cuentas la noción que tenemos del neurótico es que en sus síntomas mismos, se trata de
una 'palabra amordazada' en la que se expresa un cierto número, digamos, de trasgresiones de un cierto
orden' que por si mismas gritan al cielo el orden negativo al cual se han inscripto. Por no haber realizado
el orden del símbolo de un modo vivo, el sujeto realiza imágenes desordenadas cuyo sustitutivo ellas son.
Y es, ciertamente, eso lo que va ante todo y desde ya, a interponerse a toda relación simbólica verdadera.
Lo que el sujeto expresa ante todo y desde el vamos cuando habla, es ese registro que llamamos las
'resistencias'; lo que no quiere y puede interpretarse de otra manera que como el hecho de una realización
hic et nunc, en la situación y con el analista, de la imagen o las imágenes que son las de la experiencia
precoz. Y es sobre este punto que se edifica toda la teoría de la resistencia y eso, tan solo después del
reconocimiento del valor simbólico del síntoma y de todo aquello que puede ser analizado.
Lo que la experiencia prueba y demuestra, es justamente algo más que la realización del símbolo; es:
el intento del sujeto, de constituir hic et nunc en la experiencia esta referencia imaginaria que
denominamos, 'los intentos del sujeto de hacer entrar al analista en su juego'. Lo que vemos, por ejemplo,
en el caso del 'Hombre de las ratas', cuando percibimos (rápida, pero no inmediatamente, así como
tampoco Freud) que al relatar su historia obsesiva, en el gran énfasis sobre el suplicio de las ratas hay, un
intento en el sujeto de realizar hic et nunc, (aquí y con Freud), esa especie de relación sádico-anal
imaginaria que constituye por sí misma la sal de la historia. Y Freud percibió que se trata de algo que se
traduce y se traiciona fisiognómicamente, en la cara, en la expresión del sujeto, puesto que lo califica en
ese momento: el horror del goce ignorado.
A partir del momento en que estos elementos de la resistencia son remontados en la experiencia
analítica, que se los ha podido medir, pesar como tales, se constituye un momento significativo en la
historia del análisis. Y podemos decir que es a partir del momento en que se supo hablar al respecto de un
modo coherente (en el momento por ejemplo, del artículo de Reich, uno de los primeros al respecto.
aparecido en el International Journal), que Freud hace surgir el segundo en la elaboración de la teoría
analítica: algo que no representa nada más y nada menos que la teoría del yo; en esa época, 1920, aparece
'das Es' (el ello), y en aquel momento empezamos a percibir en el interior (es preciso mantenerlo siempre
en el interior del registro de la relación simbólica) que el sujeto resiste; que esta resistencia no es como
una simple inercia opuesta al movimiento terapéutico, como se podría decir en física que la masa resiste a
toda aceleración. Es algo que establece cierto lazo, que se opone como tal, como una acción humana, a la
del terapeuta; pero, con esta precisión: es necesario que el terapeuta no se engañe. No es a él en tanto
realidad que se le opone, sino en la medida en que, en su lugar, está realizada una cierta imagen que el
sujeto proyectó sobre él.

6
En verdad, éstos no son más que términos aproximativos. Es igualmente en ese momento que nace
la noción de pulsión agresiva, que es necesario adjuntar a la libido el término destruido; y esto no sin
motivo. Es que a partir del momento en que su meta es descifrar las funciones totalmente esenciales de
esas relaciones imaginarias, tal como se presentan bajo la forma de resistencia, aparece un otro registro
que no está ligado a nada menos que a la función propia que juega el yo en esa teoría del yo, que no
trataré hoy, y que es absolutamente necesaria distinguir en toda noción coherente y organizada del yo del
análisis; a saber, el yo como función imaginaria del 'moi' , como unidad del sujeto alienado a si mismo,
del 'moi' como aquello en lo que el sujeto no puede reconocerse más que alienándose y por consiguiente
no puede reencontrarse más que aboliendo el alter ego del 'moi', el que, como tal, desarrolla la dimensión,
muy distinta de la agresión, que denominaremos agresividad.
Creo que ahora nos es necesario retomar el problema en estos dos registros: la cuestión de la palabra
y la cuestión de lo imaginario.
La palabra, se los he mostrado en forma abreviada, juega ese rol esencial de mediación. De
mediación quiere decir, de algo que intercambian los dos partenaires en presencia. Esto no tiene, por otra
parte, nada que no nos sea dado hasta en el registro semántico de ciertos grupos humanos. Y si ustedes
leen (no es un libro que merezca todas las recomendaciones, pero es bastante expresivo como manual y
excelente como introducción para quienes la necesiten) el libro de Lenhardt, "Do Kamo", verán que entre
los Canacos se produce algo bastante particular en el plano semántico, o sea, que el término 'palabra'
significa algo que va mucho más lejos de lo que nosotros designamos. Alude además a una acción. Y por
otro lado, también entre nosotros la 'palabra dada' es una forma de acto. Pero es igualmente algunas veces
un objeto, o sea, algo que se pierde, una gavilla. Es no importa que, pero entre ellos por momentos
designa un objeto, algo que se lleva, una gavilla... pero a partir de ahí, existe algo que no existía antes.
Convendría también hacer otra observación: es que la palabra mediadora no lo es pura y simplemente en
ese plano elemental, puesto que permite trascender la relación agresiva fundamental al espejismo del
semejante. Es necesario que sea más que eso, porque si reflexionamos, vemos que constituye no
solamente esa mediación, sino que igualmente constituye la realidad en si misma. Esto es claramente
evidente si consideran lo que denominamos una estructura elernental, es decir, arcaica del parentesco.
Lejos de ser elementales, no lo son siempre. Por ejemplo, el hecho especialmente complejo (en verdad,
estas estructuras complejas no existirian sin el sistema de palabras que la expresan) de que entre nosotros,
las interdicciones que regulan el intercambio humano de las alianzas, en el sentido propio de la palabra, se
reduzcan a un número excesivamente restringido, tiende a confundirnos, palabras como 'padre, madre,
hijo...' con relaciones reales.
Es porque el sistema de relaciones de parentesco, por su misma constitución, se ha extremadamente
reducido en sus límites y en su campo. Pero, si ustedes formaran parte de una civilización donde no
podrian desposar tal o cual prima en séptimo grado porque es considerada como prima paralela, o
inversamente, como prima cruzada, o encontrándose con ustedes en una cierta homonimia que retorna
cada tres o cuatro generaciones, percibirían que la palabra y los símbolos tienen una decisiva influencia en
la realidad humana, y es precisarnente porque las palabras tienen exactamente el sentido que yo les
decreto. Como diría Humpty Dumpty en Lewis Caroll, cuando se le pregunta ¿por qué?, y da esa
respuesta admirable: "porque soy el amo".
Digamos que en principio, es evidente que es el hombre en efecto quien da su sentido a la palabra. Y
que, si posteriormente las palabras se encuentran en el común acuerdo de la comunicabilidad, es decir,
que las mismas palabras sirven para reconocer la misma cosa, es precisamente en función de relaciones,
de una relación de partida, que ha permitido a esas personas ser personas que comunican. En otros
términos, no es absolutamente cuestión, salvo en una percepción psicológica expresa, de intentar deducir
cómo las palabras salen de las cosas y les son sucesiva e individualmente aplicadas, pero sí de
comprender, que es en el interior del sistema total del discurso, del universo de un lenguaje determinado,
que comporta por una serie de compIementariedades, un cierto número de significados; que lo que hay
que significar, a saber, las cosas hay que acomodarlas, dándoles un lugar.
Es así que las cosas, a través de la historia se constituyen. Es lo que torna particularmente pueril
toda teoría del lenguaje, por cuanto habría que comprender el papel que juega en la formación de los

7
símbolos. Por ejemplo, la teoría dada por Wasserman, quien hizo al respecto, en el International Journal
of Psychoanalysis, 1944, un muy lindo artículo cuyo titulo es: 'Language, behavior, dynamic psychiatry'.
Es evidente que uno de los ejemplos que da, muestra con suficiencia la fragilidad del punto de vista
behaviorista. Pues es de eso que se trata en esta oportunidad. Cree resolver la cuestión de lo simbólico del
lenguaje, dando este ejemplo: el condicionamiento que tendrá efecto en la reacción de contracción de la
pupila a la luz, regularmente producido en simultaneidad con una campanilla. Suprimimos la excitación
de la luz y la pupila se contrae cuando agitamos la campanilla. Terminaríamos por obtener la contracción
de la pupila por la simple audición de la palabra 'contract'. ¿Creen ustedes que con eso han resuelto el
problema del lenguaje y de la simbolización? Pero, está bien claro que si en lugar del 'contract' hubiera
otra cosa, habría podido obtener exactamente el mismo resultado. Y no se trata del condicionamiento de
un fenómeno, sino en los síntomas de la relación del síntoma con todo el sistema del lenguaje. Es decir, el
sistema de las significaciones de las relaciones interhumanas como tales.
Creo que el eje de lo que acabo de decirles es el siguiente: ¿qué es lo que constatamos, y en qué
consiste el recorte que hace el análisis de esas observaciones mostrándonos hasta en su último detalle el
alcance y la presencia?
Es, ni más ni menos, que en esto: que toda relación analizable, es decir, interpretable
simbólicamente, está siempre más o menos inscripta en una relación de tres. Lo hemos ya visto en la
estructura misma de la palabra: mediación entre tal y cual sujeto en lo libidinal realizable; lo que nos
muestra el análisis y lo que da su valor a este hecho afirmado por la doctrina y demostrado por la
experiencia es que finalmente nada se interpreta, porque es de eso que se trata en la intermediación de la
realización edipica. Es ese el sentido. Quiere decir que toda relación de dos está siempre más o menos
marcada por el estilo de lo imaginario; y que, para que una relación tome su valor simbólico, es necesario
que tenga la mediación de un tercer personaje que realice, en relación al sujeto, el elemento trascendente
gracias al cual su rapport con el sujeto puede ser mantenido a una cierta distancia.
Entre la relación imaginaria y la relación simbólica está la distancia de la culpabilidad. Es por eso,
la experiencia lo muestra, es que la culpabilidad siempre es preferible a la angustia. La angustia en sí
misma está, desde ya lo sabemos, por el progreso de la doctrina y la teoría de Freud, siempre ligada a una
pérdida, es decir, a una transformación del yo, o sea, a una relación dual próxima a desvanecerse, y a la
cual debe suceder algo más que el sujeto no puede abordar sin un cierto vértigo. He ahí el registro y la
naturaleza de la angustia. La introducción del tercero en la relación narcisística introduce la posibilidad de
una mediación real, esencialmente por la intermediación del personaje que, con relación al sujeto,
representa un personaje trascendente, dicho de otro modo, una imagen de dominio por medio de la cual su
deseo y su cumplimiento pueden realizarse simbólicamente. En ese momento interviene otro registro, que
es justamente el denominado: o bien de la ley, o bien de la culpabilidad, según el registro en el que es
vivido. (Notarán que abrevio un poco; ese es el término. Estimo, al abreviar, no despistarlos con ello,
puesto que se trata, aquí o en nuestras reuniones de cosas harto repetidas.)
Lo que quisiera subrayar referente a este registro, de lo simbólico es sin embargo importante. Es lo
siguiente: desde que se trata de lo simbólico, concierne, a aquello en lo que el sujeto se compromete en
una relación propiamente humana; desde que se trata de un registro del 'je' (yo), se trata de un
compromiso: en 'yo quiero... yo amo', hay siempre algo literalmente dicho, de problemático, es decir, un
elemento temporal muy importante a ser considerado. ¿A qué apunto? Esto plantea toda una serie de
problemas que deben ser tratados paralelamente al problema de la relación de lo simbólico y de lo
imaginario. El problema de la constitución temporal de la acción humana es, absolutamente inseparable
de la relación de lo simbólico y de lo imaginario. Aunque no pueda resolverla en toda su amplitud esta
noche, es necesario por lo menos indicar que la encontramos sin cesar en el análisis y quiero decir del
modo más concreto. Ahí también para comprenderla conviene partir de una noción estructural, si se puede
decir, existencial, de la significación del símbolo.
Uno de los puntos que pareciera de lo más controvertido de la teoría analítica, a saber, el del
supuesto automatismo de repetición, ha sido magistralmente ejemplificado por Freud, al mostrar como
actúa el primer dominio: el niño que elimina por desaparición su juguete. Esta repetición primitiva, esta
escansión temporal, que hace que la identidad del objeto sea mantenida en la presencia y en la ausencia,

8
nos da la dimensión y significado del símbolo en tanto refiere al objeto, es decir, a lo que denominamos el
concepto. Ahora bien, ahí encontramos ilustrado algo que parece bastante obscuro cuando leemos en
Hegel: 'el concepto es el tiempo'. Sería necesario una conferencia de una hora para demostrar que el
concepto es el tiempo. (Cosa curiosa, Hippolyte, que trabaja la "Fenomenología del Espíritu" se contentó
en hacer una nota diciendo que esto era uno de los puntos más obscuros de la teoría de Hegel).
Ahí tocamos algo muy simple, que consiste en que el símbolo del objeto, es justamente 'el objeto
ahí'. Cuando él no está más es el objeto encarnado en su duración separado de sí mismo, y que por lo
mismo, puede estar, en cierto modo, siempre presente, siempre ahi, siempre a vuestra disposición.
Reencontramos allí la relación que hay entre el símbolo y el hecho que todo lo que es humano es
considerado como tal, y cuanto más humano, más preservado, si se puede decir, del aspecto motor y
descomponente del proceso natural. El hombre hace y ante todo, hace subsistir en una cierta permanencia
todo lo que ha durado como humano.
Reencontramos un ejemplo. Si hubiera querido tomar por otra punta el problema del símbolo, en
lugar de partir de la palabra, o de la pequeña gavilla, habría partido del túmulo sobre la tumba del jefe o
sobre la tumba de cualquiera. Lo que caracteriza la especie humana es, justamente, el rodear al cadáver
con algo que constituye fina sepultura, el mantener el hecho que 'esto ha durado'. El túmulo o no importa
que otro signo de sepultura merece con toda precisión el nombre de símbolo, de algo humanizante.
Conceptúo símbolo a todo aquello cuya fenomenología he intentado mostrar hoy. Es por lo que, si les
señalo esto no es sin razón, y la teoría de Freud ha debido avanzar hasta la noción de instinto de muerte, y
todos los que, a posteriori, poniendo el acento solamente en lo que es el elemento de resistencia, es decir,
el elemento noción imaginaria en la experiencia analitica, anulando más o menos la función simbólica del
lenguaje, son los mismos para quien el instinto de muerte es algo que no tiene razón de ser.
Este modo de 'realizar' en el sentido propio del término, de retrotraer a un cierto real la imagen,
-habiendo por supuesto incluido como una función esencial un particular signo de ese real- de retrotraer a
lo real la expresión analítica, está siempre presente entre aquello que carece de ese registro,
correlativamente a la puesta entre paréntesis (leáse exclusión) de lo que Freud denominó instinto de
muerte, o que denominó, más o menos, automatismo de repetición.
En Reich es muy característico. Para Reich todo lo que el pacíente cuenta es "flatus vocis', el modo
con que el instinto muestra su armadura. Punto que es significativo, muy importante, pero en la medida en
que es puesta entre paréntesis toda esta experiencia en tanto simbólica, el instinto de muerte queda
excluido, puesto, entre paréntesis. Lógicamente este elemento de muerte no se manifiesta únicamente en
el plano del símbolo. Ustedes saben que se manifiesta en lo que es el registro narcisista. Pero se trata de
otra cosa mucho más próxima a este elemento de aniquilación final, ligada a todo tipo de desplazamiento.
Lo podemos conceptuar. El origen, la fuente como lo he indicado a propósito de los elementos
desplazados, no está en la posibilidad de transacción simbólica de lo real; sino que es, al mismo tiempo,
algo que tiene mucho menos relación con el elemento duración, en tanto concibo el porvenir esencial del
comportamiento simbólico como tal.
Ustedes, notan, estoy obligado a ir un poco rápido. Hay muchas cosas a decir en todo esto. Y es
cierto que el análisis de nociones tan diferentes como las de: resistencia, resistencia de transferencia,
transferencia como tal, abre a la posibilidad de comprender lo que es necesario llamar propiamente
transferencia y dejar a la noción de resistencia. Creo que todo esto puede fácilmente inscribirse con
relación a las nociones fundamentales de lo simbólico y de lo imaginario.

Quisiera simplemente, para terminar, ilustrar de algún modo (es siempre necesario dar una pequeña
ilustración de lo que uno cuenta), darles algo que no es más que una aproximación, con respecto a los
elementos de formalización que he desarrollado más profundamente con mis alumnos del Seminario (por
ejemplo en el Hombre de las Ratas). Podemos llegar a formalizar plenamente con la ayuda de los
elementos como los que les voy a indicar. Esto es algo que les mostrará lo que quiero decir.

He ahí como un análisis podría, muy esquemáticamente, insertarse desde su inicio hasta el final: rS - rI -
ir - iS - sS - SI - SR - iR - rR - rS: realizar el símbolo.

9
Este es el punto de partida: el analista es un personaje simbólico como tal. Y es a ese título que se lo
consulta, puesto que es, a la vez el símbolo de toda potencia, es una autoridad, el amo. Es en esta
perspectiva que el sujeto la encuentra, colocándose en una cierta postura que es aproximadamente esta: 'es
usted quien tiene mi verdad', postura completamente ilusoria, pero típica.
- rI: después tenemos: la realización de la imagen.
Es decir la instauración más o menos narcisista en la que el sujeto entra en una conducta que es
justamente analizada como resistencia. ¿Y en virtud de qué? De una relación iI.
- iI: imaginación / imagen
Es la captación de la imagen esencial constitutiva de toda realización imaginaria en tanto la consideremos
como instintiva; esta realización de la imagen es la que hace que la espinosa hembra (pez) sea cautivada
por los mismos colores que el espinoso macho y que entren progresivamente en una cierta danza que las
lleva ustedes saben donde.
¿Qué es lo que la constituye en la experiencia analítica? La incluyo por el momento en un círculo (cf. más
lejos).
Después de eso tenemos:
- iR: - que es la continuación de la transformación precedente: I es transformado en R.
Es lo que hace de resistencia, de transferencia negativa o aún, en el límite, de delirio, que hay en el
análisis. Es en cierto modo lo que los analistas tienden a definir: "el análisis es un delirio bien
organizado", fórmula que he oído en la boca de mis maestros, que es parcial, pero no inexacta.
¿Y después qué pasa? Si el final es bueno, si el sujeto no tiene todas las disposiciones para ser psicótico
(en cuyo caso permanece en el estadio iR) pasa a:
- iS: la imaginación del símbolo.
Imagina el símbolo. Tenemos, en el análisis mil ejemplos de la imaginación del símbolo. Por ejemplo: el
sueño; el sueño es una imagen simbolizada.
Aquí interviene:
- sS: que permite la subversión. Que es la simbolización de la imagen. Dicho de otro modo, lo que
denominamos 'la interpretación'. Esto únicamente luego del franqueamiento de la fase imaginaria que
aproximadamente engloba: rI - il - iR - iS; empieza la elucidación del síntoma por la interpretación (sS).
-SI
Luego tenemos:
-SR que es en suma, la meta de toda salud y que no consiste (como se cree) en adaptarse a un real más o
menos bien definido y organizado, sino en hacer reconocer su propia realidad; en otras palabras, su propio
deseo. Como a menudo lo he subrayado, hacerlo reconocer por sus semejantes, es decir simbolizarlo.
En ese momento reecontramos:
- rR
Lo que nos permite llegar por fin al:
-rS
Es decir, exactamente al punto de donde hemos partido.
No puede ser de otro modo, puesto que si el análisis es humanamente válido, no puede ser más que
circular. Y un análisis puede comprender varias veces este ciclo.
-iI es la parte propia del análisis, es lo que se denomina (sin razón) 'la comunicación de los
inconscientes'.
El analista debe ser capaz de comprender el juego que juega su sujeto. Debe comprender que él mismo es
el espinoso macho o hembra según la danza que lleva su sujeto.
El sS es la simbolización del símbolo. Es el analista quien debe hacerla. No hay dificultad: él mismo es
desde el vamos un símbolo. Es preferible que lo haga con totalidad, cultura e inteligencia. Es por eso que
es preferible, que es necesario que el analista tenga una formación tan completa como sea posible en el
orden cultural. Más sepan ustedes, más les servirá. Y esto (sS) no debe intervenir sino después de un
cierto estadio, después de una cierta etapa franqueada.

10
Y en particular, es en este registro (no es por nada que lo he separado) que el sujeto forma siempre una
cierta unidad más o menos sucesiva, cuyo elemento esencial se constituye en la transferencia. Y el analista
viene a simbolizar el superyo, que es el símbolo de símbolos.
El superyo es simplemente una palabra que no dice nada. (Una palabra que prohíbe). El analista no tiene
ninguna dificultad en simbolizarla. Es precisamente lo que hace.
El rR es su trabajo, impropiamente designado con la expresión 'benévola neutralidad', de la cual se habla
a diestra y siniestra, y que simplemente quiere decir que, para un analista todas las realidaddes son
equivalentes; que todas son realidades. Esto parte de la idea de que todo lo que es real es racional y
viceversa. Y es lo que le debe dar esa benevolencia contra la cual viene a romperse la resistencia y le
permite llevar a buen puerto su análisis. Todo eso se ha dicho un poco rápidamente.
Podría haberles hablado de otras cosas. Pero, al final esto no es más que una introducción, un prefacio a lo
que yo intentaré tratar más completamente, más concretamente, el informe que espero hacerles en Roma,
sobre el tema del lenguaje en el psicoanálisis.

Traducción: O. Teles de Irusta


Establecimiento del texto: A. G. Cabas

11
.. ,·
.:.·

IV

« VENGO DEL FIAMBRERO ~:.>>

Acerca de lo que vuelve• en lo real.


Marionetas del delirio.
R.S.I. en el lenguaje.
La erotización del significante.

En dos artíctilos titulados respectivamente La Pérdida de


Realidad en las Neurosis y Psicosis y Las Neurosis y las Psico-
sis, Freud nos proporcionó informaciones interesantes sobre
el problema de saber qué diferencia neurosis y psicosis. Inten-
taré enfatizar qué las diferencia en lo que hace a los trastornos
que ambas producen en las relaciones del sujeto con la
realidad.
Es también una oportunidad de recordar de manera fina
y estructurada qué se debe entender, a propósito de las neu-
rosis, por represión.

Freud subrayó hasta· qué punto de las relaciones del suje-


to con la realidad no son las mismas en la neurosis y en la _

~¡. <(Charcucier» e.n francés. Para «charcuterie» se utiliza en España


«tocinería>►o el galicismo «charcutería>>. «Fiambrería>~ y <<fiambrera» se
utilizan en Argentina. [E.]
r. :.

69
93
JNTRODUCCION A LA CUESTION DE LAS PSICOSIS
<\'VENGO DEL FIAMBRERO»

psicosis, En particular, el carácter clínico del p~ic6tico se


que es necesario que mi discurso mantenga continuidad. No
distingue por esa relaci6n profu~~amente perv:er.ttda c~n la
obstante, les doy, m~ parece) las citas, cuando es necesario.
realidad que se denomina un d~!mo. Esta gran d1~erencia de
organización o de desorganizac16n debe tene;, dice Freu~, Muc~os pasajes d~ la obra ·de Freud dan fe de que sentía
una profunda razón estructural. ¿Cómo articular esta ~1- la necesidad de una plena articulación del orden simbólico,
p_2_rgue esq es lo que p~ra él está. en juego eñ la·,-·ñeuro"sis:··A
ferencia? .
• Cuando hablamos de neur~?_is 4~~~~2~. -<?'?~Elir cierto ~.E_~~~..1.~.
eJ!?.:J.~ . . .P.SÍcosis,_ ~01;1:4e ~n un 1:11o~ento hubo ruptu-
pape""i a·uná h!Jida, 3:- una _ ~v~t~ci~n, do~de _u!l. cop.flito .~~n la ~,._ ~g~J~f9..i.-4~~_garr~., ~~1!~~~' .. P.~!.~ con la realidad exterior.
realidad tiene su parte. Se mtenta designar a la fun_~~~~ .4e g.!d~. ~º~:U!S>S_~s, es_ erl un. segundo_ tiemp·o, -y en 1a-mecHda en
¡; realidad ·e·n el desencad~namient~ de la neurosis _mediante la ~ª.
CJ.!:!.~- -t~alidad no .está reart~cula~a ple~~e·µ~~-. de·•· mi~ii-~
~!~bohca 4:.!1. ..:~!. ~u~.d~. exte~~or, C:t:Jando se produce en el
noción de traumatismo, que es una noción e·tio~?_g_i~~:.-1?.~.~-º...es
~na cosa, pero otra C?sa rs el momento de. la!?-~~~º~-~~-·~-~ que
SJ:!Í~!9 .h_uida parcial de la realidad; igcc!I?.acidad ·ae. afront¡r
f.~aparte de 1~ _realidad, secret~mente c~~s~~da:·Ell-l~-P~~-
s~ E!.º_4,uce_ .C:~ ~l sujeto cierta ruptura con la real~~~~ ..¿De
qué realidad se trata? Freud lo subraya de entra~a, fa r~~h~~d ~:!.~;-~-~;c~~~1.o_, ·--~~ .. Y.~!~.~4~.r~~~!:1~~ la. ~~~1-~daq .~~~1!!~.. ~~--q~e
sacrificada en la neurosis es una p~r~~ d~ _l~ _re~lt~a_d P!!9.U.~C.ª· ~~t~ pri:11:ro prov1~ta de .un agµJero, qt1;e luego el mu~p._o
fantasmat1co vendrá a colmar.
· EnÚarµ_qs ya_aq~í en!!~ª d~stindón ~uy imp9rt;u:1t~tr~a-
¿P~demos contentarnos con una definición tan simple,
lidad no es homónimC?._~e re~hdad ,exte;1<?,r. ~~ ~} .m~mt;~to
con. una oposición tan somera entre neurosis y psicosis? De
~-n que s.~ ~f:sen~8:~~n~ su ne~rosis, el suJeto..~h4~, .~~-~9-~qm!~.rJ. ningún modo, y Freud mismo precisa, luego de su lectura
~'?.ll?-9. _s~__4jj_9_ -1~~P.!:1:~s, 1;na parte de su re~~;4~4. p~1_q:iuc~, -~' del texto de Schreber, que no basta con ver cómo están
eg qg:_qJ~~R~!ªJ~,.. fÍJ~. su ~d. Esta parte es olvidada, pero c~>nti:
hechos los síntomas, que aún es necesario descubrir su meca-
m{i haciéndose oír. ¿Cómo? De una manera que to4~... m1
e~;-~fi;~;¡ ~¡~¡atiz~: de manera simbólica. nismo de formación. ~-~rt~gig~_<!~Jél: i~ea de _que un agujero,
-.....Freüd, en el primero de los artículos que ~itaba, eyoca ~V..~ .fa:!1_~, Jm pu.q_t9 qe ruptgp~_ en ia estructura del mundo
ext~riqr, está colmado por la pieza agregada que es el fait'i:ás-
ese depósito que el sujeto pone aparte en la re~~dad, y en el
que conserva recursos destt?-ad~s a la construcc1?n del mundo ~~ p~i~~ti~<?· _¿Cómo ~xplj~~r~o? Tenemos a nuest~a disp~si-
c1on el mecani.~mo _de proyecc~ón.
exterior: allí es donde la ps1cos1s toma su material. ~f .1!~:?i:o-
Comenzaré por él hoy, con particular insistencia, debido
sis dice Freud, ~s ..ªJgp_muy difer~~te,. porque la realidad que
e[;_~fr~9 -~!it; ~I! ~-~~~~ina~~ ~~me.3:1;0, ir~t~º.t.~ _li~_c_c;rla YP1-- a que algunos de ustedes que trabajan los textos freud.ianos
que ya comenté, me han hecho saber. que retomando un
ver a surgir prestándole una s1gnif1cac1on particular, un s~~t1-
do sec~etÓ,. que 113:mamos simbólico. Pero Freud no enfatiza
pasaje cuya importancia señalé, estaban dudosos en cuanto al
sentido que debía darse a un trozo, sin embargo muy claro,
este hecho de manera adecuada. En forma genera~, el modo
que se refiere a la alucinación episódica donde se muestran
impresionista en que se utiliza el término simbólico, nunca
las virtualidades paranoicas del hombre de los lobos. Al mis-
ha sido precisado hasta ahora de manera Vyrdaderamente con-
mo tiempo que captan muy bien lo que subrayé diciendo lo
forme a lo que está en juego. . ..
que fue rechazado de lo simbólico reaparece en lo real, plan-
Les señalo al pasar que no siempre tengo la pos1b1hdad
tean una discusión sobre mi manera de traducir el enfermo
de darles estas referencias al texto que algunos anhelan, po,;-
no quiere saber nada de ello en el sentido de la represión. Sin
70 94 71
' : . ' ' .: '• ~.

INTRODUCCION A LA CUESTION DE LAS PSICOSIS .-e VENGO DEL FIAMBRERO»

embargo, actuar sobre lo reprimido mediante el mecanismo ,.Serí~. ~ejor. ~~~~q.9.~-~t. ~.t_ . !~i:~.np de proye~~~9.n_. Aquí
de la represión, es saber algo acerca de ello, porque la regf:'_e- ~s:a e~ J~1~go algo que na4a ~~~n~-- q:1:1:e_ y~r e~~ esa proyección
sión y el retorno de lo reprimido no ·son sino una sola y _única .e_s1~olog1ca_por J~ cual, Pº; eJe~plo, _recibi~.<?.~~--~~~~pr_e todo
cosa, expresada no en el lenguaje consciente del sujeto sino en ... !9 que hacen aq~el~os .J~~l~ !~~-- cuales tenemos sentimientos
otra pa.rte. Algunos encuentran una dificultad porque no per- -~lg~. _mez;l~~os,. -~on _al _me~-l?~. ~lgu~a perplejidad en tocan-
lo
cij:>en que lo que está en juego es del orden de un sa~~r. ~~ . . ~- . ~~-~. -~~~~<?~º.!!~· ~a p~_oye_~.c~ón en la psicosis es muy
Les daré otra cita, tomada del caso Schrebet. En el mo- ~~f~~-~~t~f~ . .to~~--~}~? es el m~-~?.-1?:~~~9- ~~-J1~~!:_r.~!9rnir qel
mento en que Freud explica el mecanismo propio de la pro- ~~~~~!~!._ 2.. q~~ -~~t-ª.. P.r~s9. ~tt J.ª Vf!rw.erfu11g, o sea lo que ha
yección que podría dar cuenta de la reaparición del fantasma sigo. ~~jado fuera de la simbolización general que ~structura
en la realidad, se detiene, para observar que en este caso no í!l_ suieto~ ·
podemos hablar pura y simplemente de ·proyección. Lo cual ¿Qu~ es este juego de manos del que somos presa, este
es harto evidente con.sólo pensar cómo funciona ese mecanis·· ma~abansmo entre lo simbólico, lo imaginario y lo real?
mo, por ejemplo, e1_1 el delirio de celos llamado proyectivo, Como 1:º conocemos al malabarista podemos hacer la pregun-
que consiste en imputar al cónyuge infidelidades de las qu? ta .. L~ incluyo yll el orden del día este año, pues permitirá
uno se siente imaginariamente culpable. Otra cosa es el delirio de~tnrr lo que se denomina la relación con la realidad, y
de persecución, que se manifiesta a través de intuiciones 'inter- articular a }a yez el objetivo del análisisi sin caer en las ·
pretativas en lo real. Estos son los términos en que se expresa perpetuas confusiones que al respecto se hacen en la teoría
J.:r:~l:1-~. ; E..~ incorrfcto decir que la sensación interiormente repri- analítica. Cuando se habla de adaptación a la realidad •de
mida -la Verdrangung es una simbolización, y Unt~rdrüc- qué s~ habla? N~die puede responder si no se define q~i es
~Ü.ng, indica sencillamente algo caído por debajo- es proyec- fa realidad, lo c1J.al no es asunto senciHo,
tada de nuevo hacia el exterior -esto es lo reprimido y el A fin de introducir el problema partiré de un elemento ·
retorno de lo reprimido. Deberíamos decir más bien .que lo tot~lmente act?al. No puede de~irse, en efecto, que este semi-
rechazado- recuerdan quizás el tono de insistencia que el uso · nario es tan solo una comentario de ttxtos, en el sentido de
dio a esta palabra -retorna del exterior. q~e se trataría de 'una pura y simple exégesis: estas cos·as
Este es un texto para agregar a los que ya cité en el mismo viven para nosotros en nuestra práctica cotidiana, en los con-
registro, textos que son pivotes. Precisamente> el texto de la troles, en el modo de dirigir nuestra interpretación, en el
Verneínung que comentó Hyppolite, permitió ~rticul,ilr con modo en que actuamos ante las resistencias.
.p(ecisión que hay un momento que, si pu~de decirse, es el Por ello tomaré un ejemplo de mi presentación de enfer-
origen de la simbolización. Entiendan bien: est~ origen no es mos del viernes pasado. .
un punto del desarrollo, responde a una exigencia; que la
simbolización necesita un comienzo. Ahora bien, en todo
momento del desarrollo, puede producirse algo que -es lo
contrario de la Bejahung; una Vemeinung de algún modo.
primitiva, cuya continuación es la Verneinung en sus conse-
cuencias dínicas. La distinción de ambos mecanismos, Verneí-
nung y Bejahung, es absolutamente esencial.

72 73
95
INTRODUCCION A LA CUESTION DE LAS PSICOSIS « VENGO DEL FIAMBRERO»

2 Al pasar -no podía disimulármelo, todavía la hería- él ...


¡
¡,

le habia dicho una palabra grosera, palabra grosera que no


estaba dispuesta a repetirme, porque, tal como ella lo expresa-
Quienes asisten a mis presentaciones recuerdan que me vi ba, eso la rebajaba. No obstante, cierta suavidad mía al acer-
enfrentado con dos personas en un único delirio, lo que se carme a ella, había hecho que, luego de cinco minutos de
llama un delirio de a dos. entrevista, estuviésemos en buenos términos, y me confiesa
La hija, más aún que la madre, no fue fácil de examinar. entonces, con una risa de concesión, que al respecto ella no
Todo. me hace pensar que había sido examinada y presentada era totalmente inocente, porque ella también había dicho algo
antes de ocuparme yo de ella, y dada la función que cumplen al pasar. Me confiesa ese algo con más facilidad que lo que
los enfermos en un servicio docente, al ,:nenas una buena escuchó: Vengo del fiambrera.
docena de veces. Pot más delirante que uno sea, rápidamente Naturalmente, soy como todo el mundo, caigo en las
se fastidia de este tipo de· prácticas, y. la paciente no estaba mismas faltas que ustedes, hago todo lo que les digo que no
muy bien dispuesta. · hagan. Aunque me salga bien, no dejo de estar equivocado.
Algunas cosas, empero, pudieron ser puestas en evidencia Una opinión verdadera no deja de ser una opinión desde el
y en particular que el delirioparanoico, porque era una para- punto de vista de la ciencia, véase Spinoza. Si comp;:enden, i
i ~
noica, en nada su_p-0ne ... una base . caracterial _de o.!fil:!JJo~-4e mucho_ mejor,. _pero __guárdenselo, lo importante __ no. es com-
q~~~qµfi~;~ ~~- .~usc_eptibilidad, de rigidez psicológÍ~<l ~orno prender, sino alcanzar lo verdade~9. Pero si lo alcanzan por
su~le q.ecirsie. Esta joven al menos, junto a la cadena de azar, incluso si comprenden, no -comprenden. Naturalmente,
interpretaciones, difícil de captar, de la que se sentía víctima, comprendo: lo que prueba que todos tenemos alguna cosita
tenía por el contrario la impresión de que una persona tan en común con los delirantes. Al igual que ustedes, tengo lo '••,l • •

gentil, tan buena como ella, y que para colmo había padecido que tiene de delirante el hombre normal.
además tantas pruebas, s6lo podía gozar de una benevolencia, Vengo del fiambrera. Si me dicen que hay algo que enten-
de una simpatía general, y, a decir verdad, su jefe de serví.do, der ahí, puedo muy bien articular que hay una referencia al
en el testimonio que daba de ella, siempre se refería a ella cochino .. No dije cochino, dije puerco. Ella estaba muy de
corno una mujer encantadora y querida por todos. acuerdo, era lo que quería que comprendiese. Era también
En suma, luego de haber tenido las mayores dificultades quizá, lo que quería que el otro comprendiese. Sólo que es
para abordar el tema, me aproximé al centro de lo que est~~a precisamente lo que no hay que hacer. Lo que debe interesar-
manifiestamente presente allí. Por supuesto, su preocupac1on nos es saber por qué, justamente, quería que el. otro compren-
fundamental era probarme que no tenía ningún elemento de diera eso, y por qué no se lo decía claramente sino por
reticencia, sin a la vez dar pie a la mala interpretación por alusión. Si comprendo, paso, no me detengo en eso, porque
parte del médico, de la que estaba segura por adelantado. De ya comprendí. Esto les pone de manifiesto qué es entrar en
todos modos me 9onfió que un día, en el pasillo, ~n el el juego del paciente: es colaborar con su resistencia .. L,_a
momento en que salía de su casa, tuvo que vérselas con una r_~_s_ist_~~c~.a.,~tel . Paciente es s~~~pre la de un<?, y c~~ndo u~a
especie de mal educado, hecho que no tenía por qué asombrar- (~§..i.§!encia tiene é~go, e~ porque e~tª'J} metidos __en el!aJ13:~~a
la, pues era ese malvado hombre casado que era el amante ~l cuello, porque comprenden. Compren<tf:Jl, hacen ~--ªl. J.~.
regular de una de sus vecinas de vida fácil. ~_sunto es precisamente compren.4~.r. . P?.E . qué . ~e da. Ago a

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JNTRODUCCION A LA CUESTION DE LAS PSICOSIS « VENGO DEL FIAMBRERO»

comprender. ¿Por qué dijo Vengo del fiambrera; y no cochino? ,, ¿qué es Mar~ana? Es,. en efecto, su mensaje, pero ¿no es
Limité mi comentario, pues no me alcanzaba el tiempo, a mas bien: su prop10 mensaJe?
hacerles observar que ésta era una perla, y les mostré la Al comienzo de todo lo dicho, tenemos la intrusión de la
·analogía con el descubrimiento que consistió en percatarse un ·susodicha vecin~ en la relación de estas dos mujeres aisladas,
día de que algunos enfermos que se quejaban de ah1cinacion_es que per?1aneciE:ron estrechamente unidas en la existencia, que
auditivas, hacían manifiestamente movimientos de garganta, no pudieron separarse en el momento del casamiento de la
de labios, en otras palabras las articulaban ellos mismos. Aquí, más joven, q1:1e huyeron súbitamente de la dramática .situación
no pasa lo mismo, es análogo, y es. aún más interesante que parece haberse creado en las relaciones conyugales de fa
porque no es igual. . joven, debido a las amenázas de su marido, el cual, según los
Dije.· Vengo del fiambren:,, y entonces, nos -largó el asunto, certificados· médicos, quería, ni más ni menos, cortarla e11
¿qué dijo él? Dijo: Marrana. Es la respuesta del pastor a la pas- rodajas, Tenemos ahí la impresión de que la injuria del caso
tora: hilo, aguja, mi alma, mi vida, así ocurre en la existencia. -el término injuria es allí esencial, siempre fue destacado en
Detengámonos un momentito aquí. Ahí !9 tienen muy la fenomenología clínica de la paranoia- se ajusta con el
contento, se dirán ustedes, es lo que nos enseña: en la palabra, proceso de defensa vía expulsión, a la que se sintieron
el sujeto recibe su propio mensaje en forma invertida. Desen- obligadas a proceder en relación a la vecina, considerada
gáñense, precisamente no es eso. El mensaje en juego no es como primordialmente invasora. Venía a golpear la puerta
idéntico) ni mucho menos, .a la palabra, por lo menos en el siempre que est~ban arreglándose, o en el momento en que
sentido· en que la articulo para ustedes como esa forma de c;omenzaban algo, míen tras estaban cenando . o leyendo. Se
mediación en la que el sujeto· recibe su mensaje del otro en trataba ante tqdo de alejar a esta persona esencialmente pro-
forma invertida. pensa a la intrusión. Las cosas sólo se volvieron: problemáticas
Primero, ¿ quién es este personaje? Ya lo dijimos, es un cuando esa expulsión, ese rechazo, esa negativa se realizó
hombre casado, amante de una muchacha que es amiga de plenamente, quiero decir en el momento en que realmente la
nuestra enferma y muy implicada en el deseo del que es · pusieron de patitas en la calle.
víctima: ella es,. no su centro, sino su personaje fundamental. ¿Debe!11os· situa~ esto en el plano de la proyección, como
Las relaciones de nuestra sujeto con esta pareja son ambiguas. u!1 mecanismo de d;!ensa? Toda la vida íntima de estas pa-
Son ciertamente personajes persecutorios y hostiles, pero no c~e1:1tes se desenvolv10 fuera del elemento masculino, siempre
son aprehendidos en forma demasiado reivindicativa, como hicieron de él .i:Lt?- extraño con el que nunca se pusieron de
pudieron darse cuenta con asombro los que estaban presentes acuerdo, el mundo para e.Uas era esencialmente femenino.
en la entrevista. Las relaciones de la sujeto con el exterior se ¿La relación que mantienen con personas de su propió sexo
¡ .......
caracterizan más bien por la perplejidad: ¿cómo se pudo · es acaso del tipo de la proyección, en la necesidad en que se
entonces, por chismes, por una petición, sin duda, llevarlas al encuentran ambas de permanecer encerradas en sí mismas, en
hospital? El interés unÍW:rsal que se les concede tiende a pareja? ¿Está vinculada a esa fijación homosexual, en el senti-
repetirse. A ello se deben esos esbozos de elementos erotoma- do más amplio del término, que está en la base, dice Freud,
níacos que captamos en la observaeión. Hablando estrictamen- de las relaciones sociales? Esto explicaría que, en el aislamien-
te, no son erotómanas, pero están habitadas por la impresión to del mundo femenino en que viven ambas mujeres, ambas
de que se interesan por ellas. se encuentren en la posición, 1?-º de recibir del otro su mensa-

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97
INTRODUCCION A LA CUESTION DE LAS PSICOSIS « VENGO DEL FIAMBRERO»

je, sino en la de decírselo ellas mismas al otro. ¿Acaso es la mi mujer, o también la palabra mentirosa, que siendo lo
injuria el modo de defensa que vuelve de algún modo por contrarió, supone de igual modo el reconocimiento de un
reflexión en su relación, relación que es comp~ensible, a par- Otro absoluto, al que se apunta más allá de todo lo que
tir del momento en que está establecida, se extienda a todos pueden conocer, y para quien el reconocimiento sólo tiene
los otros en cuanto tales, cualesquiera sean? Esto es concebi- valor precisamente porque está más allá de lo conocido. Uste-
ble, y hace pensar que efectivamente se trata del propio men- ~es lo instituyen en el reconocimiento, no como un puro y
saje del sujeto, y no del mensaje recibido en forma invertida. simple elemento de la realidad, un peón, una marionetat sino
¿Debemos detenernos aquí? Ciertamente no. Este análisis un absoluto irreductible, de cuya existencia como sujeto de-
permite comprender que la paciente se siente rodeada de pende el valor mismo de la palabra en la que se hacen recono-
sentimientos hostiles. Pero el problema no es ése. Lo impor- cer. Algo nace ahí.
tante es que Marrana haya sido escuchado realmente, en lo Diciéndole a alguien: Tú eres mi 1!1-Ujer, implícitamente le
real. dicen Yo (je) soy tu hombre, pero primero le dicen Tú eres
¿Quién habla? Ya que hay alucinación, es la realidad la mi mujer, vale decir que la instituyen en la posición de ser
que habla. Nuestras premisas lo implican, si planteamos que reconocida por ustedes, mediante lo cual podrá reconocerlos.
la realidad está constituida por sensaciones y percepciones. Esta palabra es entonces siempre un más allá del lenguaje.
Al respecto no hay ambigüedad, no dice: Tuve la impresión Un compromiso como éste, al igual que cualquier otra pala-·
de que me respondía: Murrana, dice~ -Dije: Vengo del fiam- bra, así fuese una mentira, condiciona todo el discurso que
brero, y él me dijo: -Marrana. va a seguir y aquí, entiendo que discurso incluye actos, gestio-
O bien nos contentamos con decir: Miren, está alucinada, nes, contorsiones de las marionetas presas del juego, y la
o bien intentamos -puede parecer una empresa insensata, primera son ustedes mismos. A partir de una palabra se
pero ¿el papel de los psicoanalistas hasta el presente no es instituye un juego, comparable en todo a lo que sucede en
dedicarse a empresas insensatas?- .ir un poquitito más lejos. Alicia e~ el país 1e las maravi~las, cuando los servidores y
En primer término, ¿se trata de la realidad de los objetqs? , los demas personaJes de la corte de la reina se ponen a jugar
¿Quién suele hablar para nosotros en la realidad? ¿La realidad a las cartas disfrazándose de cartas y transformándose ellos
es precisamente cuando alguien nos habla? El interés de las mismos en el rey de corazón, la reina de pique y el valet de
observaciones que hice la vez pasada sobre el otro y el Otro, diamantes. Una palabra los compromete a sostenerla por
el otro con minúscula y el Otro con mayúscula, era hacerles vuestro discurso, a negarla, recusarla o confirmarla, a refutar-
notar que cuando el Otro con mayúscula habla, no es pura y la, pero más aún puede llevarlos a muchas cosas que están en
simplemente la realidad ante la cual están, a saber, el indivi- la regla del juego. Aunque la reina cambie a cada momento
duo que articula.• El Otro está más allá de esa realidad. la regla, eso no cambiará para nada lo esencial: una vez
En la verdadera palabra, el Otro, _es _aquello anteJo __ cual entrados en el juego de los símbolos, siempre están obligados
s_e__~~~~!l re~_?n?,_'::er. ~~r<?. ~§.!o . P~~-~.~~ .E~~~!.~~-.. r~~~P.-2~~r_por a comportarse según una regla.
él pprque él está de antemano re~~~?.~J~<?.· _Deb~ es.t~r ~<:~~~o- En otros términos, cuando una marioneta habla, no habla
cido para que puedan hacerse reconocer. Esta dimensión su- ella sino alguien que está detrás. El asunto es saber cuál es la
plementaria, la recíprocidád;~ es.necesaria
para que valga esa función del personaje que encontramos en esta ocasión. Pode-
palabra cuyos ejemplos típicos di, Tú eres mi amo ó Tú eres mos decir que, para el sujeto, manifiestamente habla algo

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... \ «VENGO D_EL FIAMBRERO»
; . JNTRODUCCION A LA CUESTION DE LAS PSICOSIS

real. Nuestra paciente no dice que otro habla ~etrás_ de él, pedazos. Ella no sabe que lo dice,. pero de todos modos lo
ella recibe de él su propia palabra, pero no mvert1da, su dice. Le dice sobre sí misma a ese otro a quien le habla: Yo,
propia palabra está ~n el otro que_ es ella misI?a, el otro con_ la marrana, vengo del fiambrera, ya estoy disyunta, cuerpo
minúscula, su refle10 en su espeJo, su semeJante. Marrana fragmentado, me~bra disjecta, delirante, y mi mundo se cae
surge en ping-pong y ya no se sabe dónde estuvo el prim~r en pedazos, al. igual que yo. Esto es lo que dice. Este modo
saque.. • . de expresarse, ,por comprensible que parezca es> empero, es
Que la palabra se expresa en lo r~al quiere decir. que_ ~e lo menos que s·e puede decir, un poquititú curioso.
expresa en la marioneta. E~ Otr<: en,. Jueg? en es~a s1tu~c1on 'todavía hay otra cosa, que afecta la temporalidad. Resul-
no está más allá de la pareJa, esta mas alla del suJeto rrusmo ta claro, a partir de los comentarios de la paciente, que no se
-es la estructura de la alus~ón: se indica a sí misma en un sabe quién habló primero. Todas las apariencias indican que
más allá de lo que dice-. no es nuestra Pél:ciente, al menos forzosamente. Nunca sabre-
Intentemos ubicarnos a partir de este juego de a cuatro mos nada sobre ·este punto, porque no vamos a cronometrar
que implica lo que dije la vez pasada. las palabras desreales, pero si el desarrollo que acabo de
El a con minúscula, es el señor con quien se ·encuentra en hacer es correcto, si la respuesta. es la alocución, vale decir lo
el pasillo, la A mayúscula no existe. a' minúscula es quien que verdaderamente dice la paciente, el Vengo del fiambrero
·... .. : dice Vengo del fiambrera. ¿Y de quién se dice Vengo del presupone la respuesta Marrana.
fiambrera? De S, a minúscula le dijo M_arrana. ~a p_ersoi:a En la palabra: verdadera, por el contrario, la alocución es
que nos habla, y que habló, .~n tanto ~ehrante, a, :ec1be_ sin la respuesta. L~ consagración del Otro como mi mujer o mi
duda en algún lado su prop10 mensaJe en forma mvert1da, amo es lo que ·responde a la palabra, luego, en este caso, la
del otro con minúscula, y lo que ella dice concierne al mismo respuesta presupone la alocución. El Otro está excluido ver-
má? allá que ella misma es en tanto sujeto, y del cual, por daderamente e1_1 la palabra delirante, no hay verdad por detrás,
definición, sencillamente porque es sujeto humano, sólo pue- hay tan poca que el sujeto mismo no le atribuye verdad
de hablar por alusión, . . . . alguna, y está frente a este fenómeno, bruto a fin de cuentas, en
· Sólo hay dos maneras de hablar de ese S, ese suJeto que una realidad de perplejidad. Hace falta mucho tiempo antes
somos radicalmente; o bien dirigirse verdaderamente al Otro, de que intente restituir alrededor de esto un orden al que
·con mayúscula, y recibir de él el mensaje que lo concierne a llamaremos orden delirante. No lo restituye, como se cree,
uno en forma invertida; o bien indicar su dirección, su exis- por deducci~n y construcción, sino de una manera que como
tencia bajo la forma de alusión. Si esta mujer es estrictamente veremos más adelante no deja de estar relacionada con el
· una paranoica, es que el ciclo, para ella, entraña una exclu- fenómeno primitivo mismo.
sión del gran Otro. El circuito se cierra sobre los p'equeños. f:stando pu~s verda~eramente .excluido el Otro, lo que
otros que son la marioneta que está frente a ella, que habla, concierne al SUJeto es dicho realmente por el pequeño otro,
y en la que resuena su mensaje, y ella m_Ísma, quien, en tanto por sombras de otro, o como se expresará nuestro Schreber
que yo, es siempre otro y habla por alusión. para designar todos los seres humanos que encuentra, por
Esto es lo importan:te. Habla tan bien por alusión que no hombrecitos mal paridos,. o hechos a la ligera. El pequeño
!'•:.·. ~abe qué·dice. ¿Qué dice? Dice: Vengo del fiambrera. Ahora otro presenta, en efecto, un carácter irreal, tendiente a lo
bien, ¿quién viene del fiambrera? Un cochino cortado en irreal.

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INTRODUCCION A LA CUESTION DE LA5 PSICOSIS « VENGO DEL FIAMBRERO»

La traducción que acabo de darles no es completamente tido ahí dentro a partir del momento en que le dan una
válidat hay resonancias en alemán que intento transmitir me- ilg~i~~ción, ~n q~e ~~ean otro significante en tanto que
diante la expresión mal pariao. sig~ificante, a:lgo en esa función de significación. Por__~~º
P.~4~~~-~-- h~~!~r d~l lenguaje. La participación significante-
significado sin embargo se repetirá siempre. No hay dudas
de que la significación és de la índole de lo imaginario. Es, al
3 igual que lo imaginario, a fin de c~entas siempre evanescente, . ·:.

porque está ligada_ estrictamente a lo que le~ interesa, es decir


a aquello en lo que están métidos. Si supieran que el hambre
Tras habernos interesado en la palabra, vamos ahora a y el amor son lo mismo, serían como todos los animales,
interesarnos un poco en el lei:iguaje, al que precisamente se estarían verdaderamente motivados. Pero, gracias a la existen-
aplica la repartición triple de lo simbólic9, de lo imaginario y cia del significante, vuestra. pequeña significación personal .··•,.

de lo real. -que es también de una genericidad absolutamente desespe-


Indudablemente, el cuidado con que Saussure elimina de rante, humana, demasiado humana- los arrastra mucho más
su análisis del lenguaje la conside.ración de la articulación lejos. Como existe ese maldito sistema del significante del
motora muestra claramente que distingue su autonomía. El cual no han podido aún comprender ni cómo está ahí, ni·
discurso concreto es el lenguaje real, y eso, el lenguaje, habla. cómo existe, ni para qué sirve, ni adónde los lleva, él es
Los registros de lo simbólico y de lo imaginario los encontra- quien los lleva a ustedes.
mos en los otros dos términos con los que articula la estruc- ~-!
Cuando _habla, el sujeto tiene a su ~~sp~sic~ón conj1:1nto
tura del lenguaje, es decir· el significado y el significante. del material de la lengua, y a partir de allí se forma el discur-
El material significante; tal como siempre les digo que so coricreto. HÁ,y·-~primero un conjunto sincrónico, la lengua
está,-por ejemplo, en esta mesa, en estos libros, ~s lo si~bóli- en tanto sistema simultáneo de grupos de oposiciones· estruc-
f2.· Si las lenguas artificial~s son estúpidas es porque siempre -~u.ra<fos·, t~:nemos después lo que ocurre diacrónicamente; en
están hechas a partir de la significación. Alguien me recorda- ~1 tiempo, que es el discurso. No podemos no poner el
ba hace poco las formas de deducción que regulan el esperan- discurso en determinada dirección del tiempo, direcc_i~~ defi-
to, por las cuales cuando se conoce rana, se puede deducir nida de manera lineal, dice Saussure.
sapo, renacuajo, escuerzo y todo lo que quieran. Le pregunté Le dejo la responsabilidad de esta afirmación. No porque
cómo se dice en esperanto ¡Mueran los sapos!, 1 porque ten~rá la creo falsa; fundamentalmente es cierto que_no_hay discurso
que ·deducirse de ¡Viva la policía! Sólo esto basta para refutar sin ciert<?.__~r~~!?:._!e!P.-P.~!ªl, y en consecuenci~ sin e~~~ª- suce-
la existencia de las lenguas artificiales; que intentan moldearse sión con.:~~~ta; ~u~ Cl:l_~:1:~~ ... s_e_~__ vi!1:1,1al. Si leo esta página
.sobre la significación, razón por la cual no suelen ser comenzando por abajo y subiendo al revés, no pasará lo
utilizadas. mismo que si leo en dirección adecuada, y en algunos casos,
!:!µego es~ ~ªmbié~J~--~ignificación, que siempr~ ~e~it~ a esto puede engendrar u~a grave confusión. Pero no es total-
la __~~~~!!~c~c_ión. Qbvi~mente, el sig~i(ican:t~ pu~d·e _qu.edar me- mente exacto que sea una simple línea, es más probable que
sea un conjunto de líneas, un pentagrama. El _discurso se
1 «Sapos>>. Nombre popular de 1a policía en el área del Caribe. [T.] instala eri este· diacronismo.

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....... L·:
;• ..

JNTRODUCCJON A LA CUESTION DE LAS PSICOSIS « VENGO DEL FIAMBRERO»

La exístencia sincrónica del significante está caracterizada cia es mío, no me lo dijeron los otros, es mi discftrso común.
suficÍentemente en el hablar delirante por una moqif~cacÍÓ!;!__ ¿Q~~ pasa a.nivel de la significación? La injuria es si~mpre
que ya señalé aquí, a saber que al~unos de sus elementos se ~na ruptura del sistema del lenguaje, la palabra amorosa tam-
aíslan se hacen más pesados, adqmeren un valor, una fuerza biéµ. Qu~ Mar_ran:a esté cargada de un sentido oscuro, cosa
d~ in;rcia particular, se cargan de significac:ión, de una.~ign~- p.,r..9pable, o no, c<;>n ello ya tenemos la indicación de la diso-
ficación a secas. El libro de Schreber está ser:nbrado de ellos. ~!~.~!§.n. Es;~ . . ~ignific~ci~n como toda significación que se
··· --Tomen una palabra como por ejemplo Nervenanhang, re~P._~~e, fe!ll~te a otra significación. Es precisamente lo que
adjunción de nervios, palabra de la lengua fundament~l. ~q-µí caracteriza 1a alusión. DicJ~~~9 Vengo del fiambrero, la
Schreber -diferencia perfectamente las palabras .que 1~ surgie- P.?.-~i~~~e nos !f:1-dica q~e esto !emite a otra signififación. Des-
ron de manera inspirada, precisamente por vía de N ervenan- ~~ Juego, ~~~_un Pº~'? _o~licuc:->, ella prefiere que• yo eI?-tienda.
hang, que le fueron repetidas en su significación ele~tiva que Cuídense ~é la gente que les dice: Usted comprende. Siem-
no siempre entiende exactamente. Seelenmord, ~sesmato d~l pre lo -hacen p·ara que uno vaya a donde no había que ir. Es
alma, por ejemplo, es otra de estas palab~as, para. el problema- lo qu~ ella hace: Usted compr,endt; bien, quiere decir que ella
tica, pero que él sabe que tiene un sentido particular. Por lo misma no está muy segura de la significación, y que· ésta
demás, habla de todo esto en un discurso que es en verdad el i.~~1~e·, . no. tanto a un_ sistema _de significación continuo y
nuestro, y su libro, debo decirlo, está escrito notablemente, ajustable, sino. a la significación en tanto inefable, a. la signifi-
claro y ágil. Más aún, es tan coherente como muchos de los cación intríns:eca de su realidad propia, de su fragmentación
sistemas filosóficos de nuestra época, en que a · cada rato personal.
vemos a algún señor a quien le pica de golpe, en u~a vuelta · Luego, estí lo real, la articulación real de verdad verdad,
del camino, no sé qué bícho que le hace d~cubrir que el que por un juego de manos pasa al otro. ~a p_al_~bra real,
bovarismo y la duración son la clave del mundo, y reconstru- qui~.?.-~C:~ir, 1~ pala~r~. en tanto articulada, a_p~r~~~ ~n otro
ye todo el mundo alrededor de esa noción, sin que un? sepa E....1.!!1:!º.A~I _c_aµipo, pero no en cualquiera, sino en el .9tro, la
por qué escogió ésa y no ?tra. No me parece ~u; el s1steµ1a ~arioneta, en tant~ qu~ eleme.nto del mundo exterior.
de Schreber sea menos vahoso que el de esos filosofos cuyo El S mayúscula, cuyo medio es la palabra, el análisis
tema general acabo de perfilar. Y Freud descubre:> cua~do muestra que no es lo que piensa el vulgo. Está la persona
llega al término de su desarrollo, que en el fondo ese tipo real que está ante uno en tanto ocupa lugar -en fa presencia
escribió cosas estupendas, que se parecen a lo que yo, Fr~ud, de un ser humano está eso, ocupa lugar, en su consultorio
he descdto. . pueden entrar a lo sumo diez personas, no ciento cincuenta-
Este libro, escrito entonces en discurso común, señala las está lo que ven, que manifiestamente los cautiva, y es capaz
palabras que adquiríeror: Pª:~ el suje~o ese peso tan p~rti~ular. '.de hacer que de repente se echen en sus brazos, acto inconsi-
· Lo llamaremos una erot1zac1on, y evitaremos las explicaciones derado que es del _orden imaginario; y luego está el Otro que
demasiado···sh~ples. Cuando el significante_ está cai:g_~~o 4e mencionábamos, que también puede ser el sujeto~ pero
este modo, el sujeto se da perfectamente cuenta. En el mo- que no es el reflejo de lo que tiene enfrente, y tampoco es
~ento en que Schreber emplea el término instancia -él tam- simplemente lo que se p·roduce cuando se ven verse.
\ .... bién tiené sus pequeñas instancias- para definir las diversas Si lo que digo no es cierto, Freud nunca ha dicho la
fuerzas articuladas del mundo que le ha tocado, dice: lnstan- verdad, porque el inconsciente quiere decir' eso.

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¡.·

{::::\ ¡·~
INTRODUCCION A LA CUESTIÓN DE LAS PSICOSIS ¡::
=:.f:

Hay varias alteridades posibles, y veremos cqmo se mani ...


fiestan en un delirio completo como el de Schreber. Tenemos
primero el día y la noche, el sol y la luna, esas cosas que
siempre vuelven al mismo lugar, y a las que Schreber llama
el orden natural del mundo .. Existe la alteridad del Otro que
corresponde al S, es decir el gran Otro, sujeto que no conoce-
mos, el Otro que es de la índole de lo simbólico, el Otro al
que nos dirigimos más allá de lo que vemos, En el medio,
están los objetos. Y luego, a nivel del S hay algo que es de la
dimensión de lo imaginario, el yo y el cuerpo, fragmentado
9 no, pero más bien fragmentado.
Interrumpiré por hoy aquí. Este. análisis de estructura
esboza lo que les diré la vez que viene, -
Trataremos de comprender, a partir de .este cuadrito, lo
que ocurre en Schreber, el delirante llegado a su completo
florecimiento y, a fin de cuentas, perfectamente adaptado.
Schreber se caracteriza, en efecto, por nunca dejar de patinar
a toda velocidad, pero estaba tan bien adaptado, que el 'direc-
tor del sanatorio decía de él: Es tan amable.
Tenemos la suerte de tener ahí un hombre que nos comu ..
nica todo su sistema delirante, en el momento en que éste ha
llegado a su pleno florecimiento. Antes de preguntarnos cómo
entró en él, y de hacer la historia de la Pre-psychotic Ph.ase,
antes de tomar las cosas en el sentido de la génesis, como
siempre se hace, cosa que es la fuente de inexplicables confu-
siones, vamos a verlas tal como nos son dadas en la observa-
ció~ de Freud, quien nunca tuvo más que este libro, quien
nunca vio ._al paciente.
Percibirán cómo se modifican los diferentes elementos de
una sistema construido en función de las coordenadas del
lenguaje. Este abordaje es ciertamente legítimo, tratándose de
un caso que sólo nos es dado a través de un libro, y nos
permitirá reconstruir eficazmente su dinámica. Pero comenza-
. remos p9r su dialéctica.

7 DE DICIEMBRE DE 1955

86 102
V

DE UN DIOS QUE ENGAÑf\. Y DE UNO QUE NO


ENGANA

. .
La psfcosis n·o es un ~imple hecho de lenguaje.
El dialecto de los síntomas.
Que hermoso sería ser una mujer...
Dios y la ciencia ..
El Díos de Schreber.

f •••

Vimos en mi presentación, el otro día, un enfermo grave.


Era un caso clínico que ciertamente no elegí, pero que de
algún modo hacía jugar a cielo abierto el inconsciente, en su
dificultad para pasar en el discurso analítico. Lo hacía jugar a
cielo abierto) porque, debido a circunstancias excepcionales,
todo lo que eri otro sujeto hubiese estado reprimido, ~staba
sostenjdo en el por otro lenguaj<:, ese· lenguaje de alcance
algo reducido q~e se lla~a un dialecto.
En esta ocasión, el dialecto corso había funcionado para
este sujeto en qondiciones que acentuaban aún más la función
de particularización propia de todo dialecto. En efecto, había
vivido desde su )nfancia en París, hijo único de padres suma..
mente encerrados en sus leyes propias, quienes utilizaban
exclusivamente el dialecto corso. Las perpetuas querellas de
ambos personajes parentales, manifestaciones ambivalentes de
su. fuerte vínculo y del temor a ver llegar a la· mujer, el
objeto extranjero, se desarrollaban a cielo abierto, sumiéndo ..
lo del modo más directo en su intimidad conyugal. Todo
esto en dialecto corso. Nada de lo que sucedía en la casa se
concebía sino en dialecto corso. Había dos mundos, el de la
élite, el del dialecto corso, y luego lo que sucedía fuera. Esta

89
103
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO DE UN DIOS QUE ENGAÑA Y DE UNO QUE NO ENGAÑA

separación todavía estaba presente en la vida del sujeto, quien padre: Si no te vas de aqid, te voy a botar al mal. Estas
nos relató la diferencia de sus relaciones con el mundo cuan- · cos~s, que .podrían· tambié~ ser dichas _por un neurótico que
do esta.ha frente a su madre y en el momento en que se hubiese temdo que construir su neurosis de modo diferente,
paseaba por la calle. estaban ahí a cielo abierto, en el registro de la otra lengua,
l!Cuál era el resultado? Es el caso más demostrativo. Re- no sólo dialectal, sino interfamiliar.
sultaban dos cosas. La primera, evidente en el interrogatorio,· _¿~u( es la r~p~e~ión para et-::t?:~~EQ..~!~9.?... ~~--~~~J~~_gE;a,
era la dificultad que tenía para volver a evocar cualquier cosa Qtf~L--~D:gl-!.~--fl~-----ª--·-.nca con s~_LfilfilQm.ªs, ~~- µec.:1r, si es un
en el viejo registro, es decir, para expresarse en él dialecto de hi_st~ri~<?. .0..!1:P--.. qJ:>_§.~§.iYo, cpn la .~ialéc.~i~a ͺ1agi_ll;~ria d~--éfy·- ~l
su infancia, el único que hablaba con su madre. Cu'1,ndo le 99;·0. EJ" síntoma p.etp."ótico .cumple el pap~_l .~e Ja .l~tig_\!.~ ..gve
pedí que se expresase en ese dialecto, que me repitiese comen- p~rm.i~_~xpr~~ar la repr~§.jón. ~sto h~ce palpa~ re~~lll:ente
tarios que había podido intercambiar con su padre, por ejem- q~~...l.?- {ep_~~~-~?.!LY.: el..ret<?,rng_~~J9... ~~e~!1.P.:.f~9.. ~-~1?: ~!1~ ú~.i~a
plo, ·me respondió:- no puedo sacarlo. Por otra parte, se veía y sola cq§a, e1J~v~~-Y-...~Lg_~r.~~J10 .d.~. un _solo .Y único .pro.~~~.O·
en él una neurosis, huellas de un comportamiento que permi- Estos comentarios no son ajenos a nuestro problema.
tía adivinar un mecanismo que puede llamarse -es
un térmi-
no que siempre empleo con prudencia- regresivo. En partí..
cular, su manera peculiar de ejercer su genitalidad tendía a 1
confundirse en el plano imaginativo con una actitud regresi-
va de las funciones excremencíales. Pero todo lo que e.s del ¡·:
orden de lo que está habitualmente reprimido, todo el conte- ¿Cuál es nuestro método a propósito del presidente
nido· comúnmente expresado mediante síntomas neuróticos, Schreber? • ;, 1

era perfectamente cristalino, y no tuve dificultades en hacérse- Indiscutiblemente éste se expresó en el discurso común
lo expresar. Le era mucho más fácil expresarlo debido a que para explicar lo que le ocurrió, y que todavía persistía en el
estaba sostenido por el lenguaje de los otros. momento de la redacción de su obra. Este testimonio da fe
Utilicé la comparación con una censura ejercida sobre u~ de transformaciones estructurales que sin duda deben consi- fE, \..~
periódico, no sólo de tiraje sumamente limitado, sino redacta- derarse reales, pero lo verbal predomina, puesto que la prue...
do en un dialecto que sólo sería comprensible para un núme- ha de ello la tenemos por intermedio del testimonio escrito
ro exageradamente mínimo de personas. El establecimiento del sujeto.
del discurso comú_n, c;~~! ..9.!f.Ía. s!.~Lffi.~curªP púb_lico, ~ª- ~-P. Procedamos metódicamente. Avanzamos en el análisis de
este territorio, las psicosis, · a partir del conocimiento que
!~~~or ÍEJ_P.Q!~~~~~~ .!~ fa~~~§-~._p_,;opia del m~f.~Ui~WP 4e re-.
tenemos de la importancia . de la ·palabra en la estructuración
pre~ió~. ~§J~ ..4.~P-~~-~~. ~n s.í.. ~i.~~º- de_!~.. !!P-.P.Q~!~.fü.4.a~ _ __d_e
~~or4~r: _cqA .~.l ~is~~rso. cie~;_q .P~.s~qo de ,l;i _p~.lª'hpt 4~l. ~_µj(;J9, ~e los síntomas psiconeuróticos. No decimos que l-ª-R~.i~.9-~S
vj1;1~yJado, como Freud ló subrayó, al. inundo. propio de las tiene la misma etíologfa que la neurosis, tampoco decimos, ni
mucho menos, que al igual que la neurosis es un puro y
relaciones_ infantiles. P~~c~sament~'-· -~n !.~.J~~gl!a p~~~-~!Y,~,. si-
g~e fun~ionando ese p~~~1o de la palabra. Ahora bien, para simple hecho de lenguaje. Señalamos simplemente que es muy
este sujeto, esa lengua es su dialecto corso, en el cual podía fecunda en__ cuant~ --~---~-q~e P}·!~4~. e;p_!_~~ar_ eµ. el ..d.i~.c.urs.o.
decir las cosas más extraordinarias, por ejemplo arrojarle a su Prueba de ello es la obra que nos legó el presidente Schreber,

90 91
104
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL F"J;NOMENO PSICOTICO DE UN [)!OS .QUE ENGAÑA Y DE UNO QUE NO ENGAÑA

y hacia la que atrajo nuestra mirada la atención casi fascinada jamás se emplea, ya no se sabe clasificar las cosas- que es
de Freud, quien, en base a esos testimonios, y por un análisis un fenómeno ·preconsciente. Pertenece a ese orden precons-
interno, mostró cómo estaba estructurado ese mundo. Así ciente que Fre~d hace intervenir el! la dinámica del sueño, y
procederemos, a partir del discurso del sujeto, y ello nos al que da tanta importancia en la Traumdeutung.
pe;mi~rá acercarnos a los mecanismos constitutivos de la Se tiene claramente la impresión de que eso parte del yo.
ps1cos1s. El énfasis puesto que ese sería hermoso ... tiene todo el carác-
Tengan claro que habrá que ir metódicamente, paso a ter de pensamiento seductor, que el ego está lejos de
paso, no saltar los relieves, bajo pretexto de que se vislumbra desconocer.
una analogía superficial _con el mecanismo de la neurosis. En En un pasaj'e de la Traumdeutung dedicado a los sueños
suma, no hacer nada de lo que tan a menudo se hace en la de castigo, Freud admite que en el mismo nivel donde ínter~ .
literatura. vienen en el sueño los deseos del inconsciente, puede presenw
El susodicho Katan, por ejemplo, qui~n se interesó espe- tarse otro mecanismo que el que se apoya en la oposición
cialmente en el caso Schreber, da por supuesto que el origen consciente-inconsciente: el mecanismo de formación, dice
de su psicosis debe situarse en su lucha contra la m:asturbación Freud, se vuelve mucho más transparente cuando se sustituye
amenazadora, provocada por sus cargas eróticas homosexuales la oposición d~ lo c.onsciente y lo inconsciente} por la del yo y
sobre el personaje que formó el prototipo y a la vez el lo reprirr;ido. - .:
núcleo de su sistema persecutorio, a saber, el profesor Flech- Esto está. escrito en un momento en que la noción de yo
al
síg. Esto habría llevado presidente Schreber hasta el punto no ha sido elaborada aún en doctrina por Freud, pero apre-
de subvertir la realidad, es decir hasta reconstruirla, tras un cian sin embargo que ya está presente en su mente. Señalemos
corto período de crepúsculo del mundo, en un mundo nuevo, aquí solamente que los sueños de castigo no están 1Jinculados
irreal, en el que no tenía que ceder ante esa masturbación necesariamente. con la persistencia de sueños dolorosos, nacen
considerada como tan amenazante. ¿No sienten todos que en cambio a 11J,enudo, parece, cuando esos sueños del día son de
un mecanismo de esta especie, si bien es cierto se ejerce en naturaleza apaciguante, pero expresan satisfacciones inte-
cierta articulación en las neurosis, tendría aquí resultadós riores. Todos esos pensamientos prohibidos son reemplazados
totalmente desproporcionados? en este concepto manifiesto del sueño por su contrario. El
El presidente Schreber relata con toda claridad las prime- carácter esencial de los sueños de castigo me parece entonces
ras fases de su psicosis. Y nos da la atestación de que entre el ser el siguiente: los produce no un deseo inconsciente originado
primer brote de lo psicótico, fase llamada no sin fundameúto en lo reprimido, sino un deseo de sentido contrario que se
pre-psicótica, y el apogeo de estabilización en que escribió realiza contra iste, déseo de castigo que aunque inconsciente,
su obra~ tuvo un fantasma que se expresa con. estas pala- más exactamente preconsciente, pertenece al yo.
bras: sería algo hermoso ser una mujer sufriendo el apo- Todos los que siguen el camino por donde los llevo poco
plamiento. a poco, atrayendo vuestra atención sobre un mecanismo dis--
'·, ,!
Subraya el carácter de imaginación de este pensamiento tinto de la Verneinung, que se ve emerger todo el tiempo en
que lo sorprende, precisando a la vez haberlo experimentado el discurso de F.reud, encontrarán allí una vez más la necesi ...
con indignación. Hay ahí una suerte de conflicto moral. Esta- dad de distinguir entre algo que fue y algo que no fue
mos en presencia de un fenómeno -y como el término simbolizado.

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105
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO DE UN DIOS QUE ENGAÑA Y DE. f.JNO QUE NO ENGAÑA

¿Qué relación hay entre la e111:ergenda en el yo -de una 2


manera, lo subrayo, no conflictiva- del pensamiento sería
hermoso ser una mujer sufriendo el acoplamiento; y la concep- ¡ ·
i ••

ción en la que florecerá el delirio llegado a su punto culmi- Comencé distinguiendo las tres esferas de la palabra en
nante, a saber, que el hombre debe ser la mujer permanente cuanto tal. Recordarán que podemos, __ en_el _seno . mismo del
de Dios? Hay razones, sin duda alguna, para relacionar ambós fenómeno de la palabra, integrar los tres __ planos de)o_ simbó-
términos: la primera aparición de ese pensamiento que atra. . lico, representado por el ~ignifi~!~.!~,___4~__!2_ imaginario rep_r~-
viesa la mente de Schreber, aparentemente sano entonces, y sentado · Pº!"_ .!~. ~!ggµ,icac~pµ, .. Y....4~. }.Q_. !!!~LSI!!.'r....~.s .~l q~~_9urs9
el estado terminal del delirio, que lo sitúa a él mismo como r~ª~-~P.:~e pr9nun~!~dQ,.~P... ~E .ilil!l:~~~t§~..9.:!~~-r,9nica.
ser completamente feminizado 1 una mujer,. así lo dice, frente ~L~yjeto dispone de ~5?.~9--~~raterial ~i..s._~!!~:~E:~~~--~s
a un personaje omnipotente con el que tíene relaciones eróti- s_~-J~~~u~, ma.t~rna o no, :r}_~_?.!!..!Iz~. . P~a;_ li~~-~~-·-~l.~-: ~~~~­
cas permanentes. El pensamiento del comienzo se presenta ruficac1ones pase_n a 1~_ re~. ·N9.. . ~~-. g J.1!~!!!9. ~~~r ..!!1:~~ ..!?... ~.e-
legítimamente como el atisbo del tema final. Pero no por ello nos cautivado, caP.turado e~_.E.!1.~. -~igg~f;~~~ió~, y ~~pre.~-ª-~ -~sa
debemos descuidar las etapas, las crisis que lo hicieron pasar ggmfü;a_c.i9n -~µ_y_:g__@~f\lf§.Q.,g~~!.!ml4Q ..ª°·-~9~uniq1.rla,. que: pq-
de un pensamiento tan fugaz a una conducta y a un discurso 11:~#~. d~ ~9~erd9 con la_s~4~!P.7ª§. . ~iggjfica~~one_~ diyers~me11:!e .~c!- ¡.
tan firmemente delirantes como los suyos. ~ti_c;l~~.• - ~Jl ..~~~~ .t~rlJ}ino, acbriiti4,g,_ .~stft el re~o,;te d~ 1~ que
No está dicho de antemano que los mecanismos en causa
sean homogéneos a los mecanismos que encontramos habi-
hace··-------··-···---·---··-·--·-~
,._.,.
del discurso común -·-- un - discurso
---·--····- .. ~-comúnmente_ admitido.
.. ..........,.. ____,_ ····-
La noción ·de discurso ___ es .fundamental. Incluso para lo
··-·•· -

que ·uaiñamos-obfetividad, ··el mundo objetivado por la ciencia,


tualmente en las neurosis, principalmente la represión. Desde
luego, para percatarnos de ello debemos comenzar por com- el discurso es esencial, pues el mundo de la ciencia, que ¡.
j
prender qué quiere decir la represión, a saber, que está estruc- siempre se pierde de vista, es ante todo comunicable, se
turada como un fenómeno de lenguaje. encarna en comunicaciones científicas. Así hayan ustedes lo-
Está planteada la pregunta de saber si nos encontra~os grado el experimento más sensacional, si otro no puede volver
ante un mecanismo propiamente psicótico que sería imagina- a hacerlo después de que lo hayan comunicado, no sirve para
rio y que iría, desde el primer atisbo de una identificación y nada. Con este criterio se comprueba que algo no está acepta-
de una captura en la imagen femenina, hasta el florecimiento do científicamente.
de un sistema del mundo donde el sujeto está absorbido Cuando hice el cuadro de tres entradas, localicé las dife-
completamente en su imaginación de identificación femenina. rentes relaciones en las cuales podemos analizar el discurso
Lo que digo, que es casi demasiado artificial, indica clara- delirante. Este esquema no es el esquema del mundo, es la
mente en qué dirección debemos investigar a fin de resolver condición fundamental de toda relación. En sentido vertical,
nuestro problema. No tenemos otro medio para hacerlo sino tenemos el registro del sujeto, de la palabra y del orden de la
seguir sus huellas en el único elemento que poseemos, a alteridad en cuanto tal, del Otro. El punto_pivote __ de_ la _ fon-
saber, el documento mismo, el discurso del sujeto. Por eso, ción de la P!tlabra __ es___ la _ _ subje~iyi4~d del 0~!'_(!, es decir el
los intro4uje la vez pasada a lo que debe orientar nuestra hecho de31ue el. . Otro_ es esencialmente el ____que _es __ ca_eaz., __al
investigación, a saber, la estructura de ese discurso mismo. ~gµal _qy~~l su jeto, de convence_~_Y.,.gi~gtir. ~uª~4Q_,.<fü.~.-·-qºe
en ese Otro debe haber un sector de objetos totalmente

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TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTJCO DE UN DIOS QUE ENGAÑA Y DE UNO QUE NO ENGAÑA

reales, es obvio que esta introducción de la realidad es sie~- que fue necesario en los primeros pasos de la ciencia y de la
óii.
pr~:. fu~~f d~ la. palabra. Pa:a que algo, sea lo Glue fuere, constitución de la ciencia experimental. Resulta obvio para
p~eda refrdr~i:, respecto al suJeto y al Otro, a :,lgun fun~a- nosotros que la materia no es tramposa, que nada hace adrede
mento en lo real, es necesario que haya en a,lgun lado, algo para arruinar nuestros experimentos y reventar nuestras má-
que no engañ.e. El correlato dialéctico de la estructur~ fun4a- quinas. Eso ocurre, pero es porque nos equivocamos, no es
mental que hace de la palabra d~,, sujeto a sujeto una pala~~ª cuest~ón de que_ ~~s- engañe. Este paso no estaba servido en
que pu~de en_gañar, e~ que tam?1en haya algo que no ~~ga~. bandeja. Fue necesaria nada menos que la tradición judeo-
Esta función, obsenrenlo bien, se cumple en formas muy cristiana para que _-pudiese darse con tanta seguridad. ·
diversas según las áreas culturales en las que está en <;>hra la Si la emergencia de la ciencia tal como la hemos constitui-
función eterna de la palabra. Sería un error creer que siempre .do, con la tenacidad, la obstinación y la audacia que caracteri--
son los mismos elementos, igualmente calificados, los que zan su desarrollo, se produjo en el seno de esta tradición, es
realmente porque postuló un principio único en la base, no
han cumplido esta función. .
Fíjense en Aristóteles. Cuanto nos d1ce es perfectamente sólo del universo, sino de la ley, No sólo el universo fue
comunicable, y, no obstante, la posición del elemento no creado ex-nihilo, sino también la ley; ahí es donde se juega el
engañoso es esencialmente diferente en él y en nosotros. debate de cierto racionalismo y cierto voluntarismo, que ator-
¿Dónde está ese elemento en uusotros? mentó, atormenta aún a los teólogos. ¿Depende el criterio
Pues bien, piensen lo que piensen las mentes que sól<: se del bien y del mal de lo que podría llamarse el capricho de
atienen a las apariencias, que suele ser el caso de los espíritus Dios?
más decididos, y aun de los tnás positivistas de ustedes, los La radicalidad del pensamiento judeocristiano permitió
más liberados incluso de toda idea religiosa, el sólo hecho de en ese punto el paso decisivo, para el cual la expresión de
vivir en este punto preciso de la ev~lución de las_ ideas huma- acto de fe no es inadecuada, y que consiste en postular que
nas, no les exime de lo que esta franca y rigurosamente hay algo que ~s ¡:1.bsolutamente no engañoso. Que este paso
formulado en la meditación de Descartes, sobre Dios en ~an- se reduzca a este acto, es algo esencial. Reflexionemos sola-
to que no puede engañarnos. mente ~n lo que sucedería, a la velocidad con que se va
Hasta tal punto es esto así, que un personaje tan lúcido ahora, s1 nos percatáramos de que no sólo hay un protón, un
como Einstein cuando se trataba de la manipulación del orden mesón, etc., sino un elemento con el que no se había contado
simbólico que era el suyo, lo recordó claramente: Dios, decía, un miembro de más en la mecánica atómica, un personaj;
es astuto, pero honesto. La no_ción_ de que lo re~l, por delicado que mintiese. Entonces, ya no reiríamos.
de penetrar que sea, no puede J?garnos sucio, que no nos Para Aristóteles_ las cosas son totalm.ente distint~s. ¿Qué
engañará adrede, es, aunque nadie repare realmente en ello, aseguraba, en la naturaleza, la no-mentira del Otro en tanto
esencial a la constitución del mundo de la cien~ia. que real? Las cosas en tanto vuelven siempre al mismo lugar,
Dicho esto, admito que la referencia al Dios no engañoso, a· saber, las esferas ,celestes. La noción de las esferas celestes
único principio admitido; está fundada en los resultados obte- como lo que es incorruptible en el mundo, lo que tiene otra
nidos de la ciencia. Nunca, en efecto, hemos comprobado esencia, divina, habitó largo tiempo el pensamiento cristiano
nada que nos muestre en el fondo de la naturaleza . a un mismo, la tradición cristiana medieval que era heredera de ....
:
.•

demonio engañoso. Pero de todos modos es un acto de fe ese pensamiento antiguo. No se trataba sólo de una herencia

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107
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO DE UN DIOS QUE ENGAÑA Y DE UNO QUE NO ENGAÑA

escolástica~ pues ésta es una noción, puede decirse, natural del Schreber, que trat;:i del sistema de las estrellas como artículo
hombre, y somo~ nosotros quienes estamos en una posición esencial, lo cual es más bien inesperado, de la lucha contra la
excepcional al no preocuparnos ya por lo que ocurre en la· masturbación.
esfera celeste. Hasta una época muy reciente, la presencia
mental de lo que ocurre en el cielo como referencia esencial
está comprobada en todas las culturas, inclusive en aquellas
cuya astronomía nos asegura del estado muy avanzado de
sus observaciones y sus reflexiones. Nuestra cultura es una
excepción, desde el momento en que consintió, muy tardía- La exposición está entrecortada por lecturas de las Memorias
mente, en tomar al pie ~e la letra a la tradición judeocristiana. de un neurópata, capítulo 1, págs. 25-30
Hasta entonces era imposible despegar el pensamiento tanto
de los filósofos como de los teólogos, por tanto de los físicos, Según ~sta teoría cada nervio del intelecto representa la
de la idea de la esencia superior de las esferas celestes. La entera individualidad espiritual del hombre, lleva inscrito,
medida es su testigo materializado -pero sómos nosotros por así decir, la totalidad de los recuerdos. Se tr.ata de una
quienes lo decimos-; en sí, la medida es el testigo de lo que teoría sumamente elaborada, cuya posición no sería difícil de
no engaña.· encontrar, aunque sólo fuese como una etapa de la discusión •
En verdad, sólo nuestra cultura presenta ese. rasgo -co- en ~?ras científicas recono~idas. Por un mecanismo de imagi~
mún a todos los que están aquí, creo, excepto algunos que nac10n que no es excepcional, palpamos el vínculo de la
noción de alma con la de perpetuidad de las impresiones. El ¡.
puede~ haber tenido ciertas curiosidades astronómicas- ese
rasgo de nunca pensar en el retorno regular de los astros y
los planetas, ni tampoco en los eclipses. No tiene para noso-
fundamento del concepto de alma en la exigencia de conserva-
ción de las impresiones imaginarias, es allí claro. Casi diría que
i .: 1
tros la menor importancia, sabemos que todo eso funciona. ahí está el fundamento, no digo la prueba, de la creencia
Hay un mundo entre lo que se llama, con un término que en la inmortalidad del· alma. Hay ·algo irresistible cuando el
no me gusta, la mentalidad de gente como nosotros -·para sujeto se considera a sí mismo: no sólo no puede no concebir
quienes la garantía de todo lo que pasa en la naturaleza es un que existe, sino más aún, no puede no concebir que una
simple principio, a saber, que ella no sabría engañamos, que impresión participa de .su perpetuidad. Hasta aquí nuestro
en algún lado hay algo que garantiza la verdad de la realidad, delirante no delira más que un sector muy vasto de la huma-
y que Descartes afirma bajo la forma de su Dios no engaño• nidad, por no decir que le es coextensivo.
so-- y, por otro lado,. la posición normal, natural, la más
común, la que aparece en el espíritu de la gran mayoría de Continuación de la lectura
las culturas, que consiste en ubicar la garantía de la rea-
lidad en el cielo, cual_quiera sea el modo en que se lo No estamos lejos del universo espinoziano, en tanto se
represente. funda en la coexistencia del atributo del pensamiento y del
El d~sarrollo que acabo de hacer no deja de tener relación atributo de la extensión. Dimensión sumamente interesante
con nuestro objetivo, ya que de inmediato estamos en la para situar la cualidad imaginaria de ciertas etapas del pensa-
trama del primer capítulo de las Memorias del presidente miento filosófico.

98 108 99
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO DE UN DIOS QUE ENGAÑA Y DE UNO QUE NO ENGAÑA

Continuación de la lectura que mantiene con él esa relación erótica de la que le da fe


perpetuamente. .: ·
Veremos más adelante por qué Schreber partió de la no- Se plantea la pregunta, en modo alguno metafísica, acerca
ción de Dios. Este punto d,e partida está. vinculado sin duda- de lo tocante a la yivenc~a real del· psicótico. No hemos
a su discurso más reciente, en el que sistematiza su delirio llegado al punt9 ·de poder contestada, y quizás en ningún
para comunicárnoslo. Ya lo ven preso de este dilema: ¿quién momento tenga .sentido para nosotros. Nuestro trabajo es
va a atraer hacia sí más rayos, él o ese Dios con el que tiene situar estructuralmente el discurso que da fe de las relaciones
una perpetua relación erótica? ¿Va Schreber a conquistar el eróticas del sujeto con el Dios viviente, que es también el
amor de Dios hasta poner en peligro su existencia, o va Dios _que, por ~~~er-me~io de esos rayos divinos, y de toda una
a poseer a Schreber, y luego dejarlo_ plantado? .Es~ozo el p1:ocesión dé formas y _e~anaciones, le habla, expresándose
problema de manera humqrística, pero no tiene nada de en esa léngua desestructurada desde el punto de vista de la
divertido, puesto que es el texto del delirio de un en- lengua común, pero asimismo reestructurada sobre relaciones
fermo. · más fundamentales, que él llama la lengua fundamental.
En su experiencia, hay divergencia entre el Dios que para
él es el revés del mundo ~y si no es exactamente el mismo
del que les hablaba hace rato, que está vinculado a cierta Continuación de la lectura
concepción de la equivalencia de Dios y de la extensión, es
de todos modos la garantfa de que la extensión no es iluso- Pasamos ahora a un surgimiento que sorprende, respecto
ria- y, por otra parte, ese Dios con el cual, en la experiencia al discurso en su conjunto, de las creencias más antiguas:
· más cruda, tiene relaciones cual si fuese un organismo vivien- Dios es el amo del sol y de la lluvia.
te, el Dios viviente, como lo llama. .
Si se le presenta la contradicción entre estos dos términos,
por supuesto que no es en un plano de lógica formal. N:ues- Continuación de la·..lectura
·
tro enfermo no ha llegado a tanto, nosotros tampoco por
cierto. Las famo~as contradicciones de la lógica formal no No podemos dejar de percibir aquí el vínculo de la rela-
tienen por qué ser más operantes en él que .en cualquiera de ción imaginaria co_n los rayos divinos. Tengo la impresión de
nosotros, que hacemos coexistir perfectamente en nuestra que hubo en Freud referencia literaria cuando insiste, a pro-
mente -salvo en los momentos en que se nos provoca a la pósito de la represión, sobre la existencia de una doble pofari ..
discusión y nos volvemos muy quisquillosos en cuanto a dad: sin duda algo está reprimido, rechazado, pero es también
la lógica formal- los sistemas más heterogéneos, incluso atraído por lo que ya fue reprimido anteriormente. No pode ..
más discordantes, en una· simultaneidad en que esa lógica mos dejar de reconocer al pasar la sorprendente analogía de
parece co~pletamente olvidada; que cada uno se remita a su esta dinámica con el sentimiento expresado por Schreber en
experiencia personal. No hay contradicción lógica) hay una la articulación d·e su e4 periencia. .
contradicción vivida, viviente, seriamente planteada y vivaz- Les señalaba recién la divergencia que experimenta entre
mente experimentada por el sujeto, entre el Dios casi espino- dos exigencias de la presencia divina, la que justifica el mante-
ziano cuya sombra, cuyo esbozo imaginario conserva, y e~~ nimiento a su alrededor del decorado del mundo exterior

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109
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTJCO DE UN DIOS QUE ENGAÑA iDE UNO QUE NO ENGAÑA

--verán hasta qué punto esta expresión se justµica- y la del gio un fenón1~n.o ..P.a~iyo, __ c~_~o_ .. _tg~~ experiencia vivida del
Dios que experimenta como la pareja de esa oscilación de qµ.e'J!ega_~
spj~to, -~-~~-~i ~r_~Íf!2-.P~f§!:}~g_en!~ _4~1_, ~~.g~~Ó á ~j!.~~~r~
fuerza viviente que se volverá la dimensión en la que de ahí tir. cualquier orden, ~~t1~0 o no, en_ el pe11:.sa~~nto mismo.
en adelante sufrirá y palpitará. Esta divergencia ·se resuelve Que el mundod;al conio. lo verán desarrollarse en el discurso
para él en estos términos: La verdad total quizá se encuen~ra q;~l s~fotq,. -~~ tr~~sf~rm~ -~I?-_ J~. q_ge. llañ;:iamos .~~~J~~!~-~~ago­
a la manera de una cuarta dimensión, bajo la forma de la ria,_pero que para él es lo más cierto de su vivencia, se debe
diagonal de esas líneas de representacion, que es inconcebible
para el hombre.
a ese juegq_,_,~e engañp que mantiene, n.o·.con un _otro que
~~.rJª' .~.!1. se_Jp.~Ja_nte, sino con ese ser _primero., garante mismo
Se sale del paso, ¿no es así?, como se ~uele hacer. en el de lo real. · .
lenguaje de esa comunicación por demás desigual a su objeto ---·. -Ef .pr~pio Schreber señala muy bien que de ningún mod~
que se llama la metafísica:1 cuando no se sabe de m~nera e~tabf p~efarado por .sus _ca~e?orías anteriores par~ esta expe-
alguna cómo conciliar. dos términos, por ejemplo, la libertad . r1enc1a v1v1ente del D10s mfm1to; hasta entonces esos asuntos
y la necesidad trascendente. Se limitan a decir que en algún no tenían ninguna especie de interés para él, y, mucho más
lado hay una cuarta dimensión y una diagonal en donde que un ateo, era un indiferente.
halan ambos extremos de la cadena. Esta .dialéctica, perfecta- Puede decirse que, en este delirio, Dios es esencialmente
mente manifiesta en todo ejercicio del discurso, no puede el térm'ino polar en relación a la megalomanía del sujeto, ·
escapárseles. .pero lo es e~ .tanto que Dios está ati:apado en su propio
JU~go. El delirio de Schreber nos explicará, en efecto, que
D10s, por haber querido captar sus fuerzas y hacer de él el
Continuación de la lectura desecho, la basura, la carroña, objeto de todos los esfuerzos.
de destrucción que permitió a su modo intermedio efectuar,
queda atrapado en su propio juego. El gran 'peligro de Dios
A fin de cuentas, Dios sólo tiene una relación compl~ta, es, a fin de cuentas, amar demasiado a Schreber, esa zona
auténtica, con cadáveres, Dios nada comprende de los seres transversalmente transversal.
vivos, su omnipresencia sólo percibe !ª~ cosas desde afuera, Tendremos que estructurar la relaci~n de lo que garantiza
nunca desde dentro. Estas son propos1c1ones que no parecen lo real en el otro, es decir, la presencia y la existencia del
obvias, ni exigidas por la coherencia del sistema, tal como mundo estable de Dios, con el sujeto Schreber en tanto reali-
podríamos concebirla noso~ros. ~ ,. . dad orgánica, cuerpo fragmentado. Veremos, tomando presta-
Retomaré la vez que viene este punto, con mas enfas1s. das algunas referencias a I-a literatura analítica, que gran parte
Pero ven ya que l~__r~lación psj~~~ic!_ ~~ .!.':1 gra~<?, ~l~i;p.o .de de sus fantasmas, de sus alucinaciones, de su construcción
d~s~_r~91J.~, -~pliq1_.~j~Jrn_4µf~ión. de la <Ual~~tj~a fundamen- milagrosa o maravillosa, está hecha con elementos en que se
tal q~l t;~g;lño ~µ u~~ ~~ens_1on, s1 .P~~-~~-decirse, transv~r~al reconocen claramente toda suerte de equivalencias corporales.
~on_r~-~EeC!'?. a la relación auténtica. El sujet<? P.~~-~e habl~-~!~ Veremos lo que representa orgánicamente, por ejemplo, la
al Otro en tanto se trata con él de fe o. de fingmuento, .pero· alucinación de los hombrecitos. Pero el pivote de estos fenó-
iq!-!L~2.. en 1a:·-dimensión _4~_. un iniagíñ:~~~~~-paclecido -caracte- menos, es la ley, .que aquí está enteramente en la d~mensi6n
ri~!icA . fandaro.~Ji!.ajA~~ 19 j~ª-gill:ªri~. ~gn4~ s_e produce co-. imaginaria. La llamo transversal, porque se opone diagonal-

102 110 103


··························\
·,.

TEMATICA y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO DE UN DIOS QUE ENGAÑA Y DE UNO QUE NO ENGAÑA

mente a la relación de sujeto a sujeto, eje de la palabra en su APENDICE


eficacia. Sesión siguiinte: EL DISCURSO DEL PUPITRE
Continuaremos la próxima vez este análisis, hasta aquí
sólo esbozado. Me percat~ que la vez pasada tuvieron una pequeña difi-
cultad, debido a ·la diferencia de potencial entre mi discurso
y la lectura, sin . embargo, apasipnante, de los escritos del
14 DE DICIEMBRE DE 1955
presidente Schreber. Esta dificultad técnica me sugirió confiar
menos, en el porvenir, en un com~ntario ininterrumpido del
text~. Creía que podíamos leerl~ de punta a punta y recoger
al p~ar los ele~entos de estructura, de organización, sobre
los cuales quiero_ hacerlos progresar. La experiencia prueba
que debo arreglármelas de otro modo. Haré primero una
elección. .
Esta consideración metódica, unida al hecho de que no
estaba del todo d~cidido a dar hoy el seminario, y que sólo·
lo hago llevado por ·el gran afecto que les tengo, a lo que se
agrega la tradición de que en vísperas de las vacaciones
se realice en los establecimientos de estudios secundarios,
,.·••,,..
que es más o menos el nivel de ustedes, una lectura, me
¡
decidió a leerles algo reciente e inédito, escrito por mí, y que
está en la línea de nuestro tema.
Se trata del discurso que di, o se supone que di, en la
clínica psiquiátrica del Dr. Hoff, en Viena, sobre el tema,
Sentido de un retorno a FretJd en psicoanálisis, cuestión de
hacerles s.aber del movimiento parisino, y del estilo, si no de
la orientación general, de nuestra enseñanza.
Di ese discurso en las mismas condiciones de improvisa-
ción, inclusive más acentuadas, que aquí. Preparo l9s disc~r-
. sos que pronuncio aquí. Allá, el tema me parecía lo bastante
general como para fiarmé a mi adaptación al auditorio, de
modo que voy a comunicarles una reconstrucción escrita,
todo lo fiel posible al espíritu de improvisación y 3: la modu-
lación de ese discurso. Me vi llevado a desarrollar un poco
algunos pasajes, y a: agregarles ciertas consideraciones que
tuve que hacer en una segunda sesión más reducida que se

105
104 111
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO

realizó después, y en· la que me encontraba frente al círculo


limitado de técnicos analistas que habían asistido a la primera
conferencia. Hablé de un problema técnico, el de la significa-
ción de la interpretación en general. Fue de todos modos
para ellos, al menos en un primer momento, motivo de cierto
asombro, lo cual prueba que siempre cabe intentar establecer
el diálogo.
Intentaré, en la medida de lo posible, hacer esta lectura
en el tono hablado que el texto busca reproducir, y que,
espero, retendrá más vuestra atención que la lectura de la vez
pasada.
Les advierto, aunque sólo sea para estimular vuestra curio-
sidad, que en medio del discurso me ocurrió una aventura
bastante curiosa, que no podré. repro_ducir aquí salvo del
modo de alguna manera simulado que la inscribe en el texto,
ya que el material falta.
Tenía delánte mío una suerte de pupitre, más perfecciona-
do que éste, y probablemente en un momento en que el
interés, si no del auditorioi al menos el mío, decaía un poco,
porque el contacto no siempre es tan bueno como el que
aquí siento con ustedes, en ese momento el susodicho pupitre
vino en mi ayuda, y de un modo bastante extraordinario, si
Jo comparamos con las palabras recientes que escuchamo~ a
uno de mis viejos amigos de la Sorbona, quien: nos relató el
sábado. pasado cosas asombrosas, a saber la metamorfosis de
la encajera en cuernos de rinoceronte, y finalmente en coliflo- {\ ·.:...:{
res. Pues bien, el pupitre comenzó a hablar.. Y me costó ...
mucho trabajo quitarle la palabra.
Este elemento introducirá quizás un ligero desequilibrio
en la composición de mi discurso.

Lectura del artículo retomado en los Escritos, págs., 145-178,


que lleva por título La cosa freudiana.

21 DE DICIEMBRE DE 1955

106 112
VII

LA DISOLUCION IMAGINARIA
i.
'

Dora y 5U cuadri/.átero.
Eros y agresión en el picón macho.
Lo que se llama el padre.
La fragmentación de la identidad.

Hoy tenía intenciones de penetrar la esencia de la locura,


y pensé que era ·una locura. Me tranquilicé diciéndome que
lo que hacemos no es una empresa tan aislada ni azarosa.
No es que el .trabajo sea fácil. ¿Por qué? Porque por una
singular fatalidad, .toda empresa humana, y especialmente las
empresas difíciles, tienden siempre a desplomarse, debido a
algo misterioso que se llama la pereza. Para medirlo basta
... • releer sin prejuicios, con ojos y oídos limpios de todo el
ruido que escuchamos en torno a los conceptos analíticos,
el texto de Freud sobre el presidente Schreber.
Es un texto absolutamente extraordinario, pero que sólo
procura la vía del enigma. Toda la explicación que da del
delirio confluye, en efecto, en esa noción de narcisismo, que
no es ciertamente para Freud algo elucidado, al menos en la
época en que escribe sobre Schreber.
Hoy en día, $e asume el narcisismo -~-<?.!!!S!_~. fuese alg~_
com reµsible de ·su o: antes de dirigirse hacia los objetos
externos, h~Y-- ~na etapa don e e su1 eto t?ma ~u propio
S.'!:l~!P.9. como objet_o. En efecto, ésta es una dimensión donde
el té1·mino narcisismo adquiere su sentido. ¿Pero, significa
acaso que el término narcisismo se emplea únicamente en
este sentido? La autobiografía del presidente Schreber tal
·...·

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113
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO.PSICOTJCO LA DJSOLVCION IMAGINARIA
,,• .
....
como Freud la introduce para apoyar esta noción muestr~, permitirán delimitar esas modificaciones del carácter del otro
sin embargo, que lo que repugnaba al narcisis~~ del suso~1- que siempre están, lo sentimos claramente, en el fondo de la
cho Presidente, era la adopción de. una pos1c10n feme~~ª alienación de la locura?
respecto a su padre, pos~ción que. implicaba la ~:strac10n.
Esto es algo que se satisfaría me1or en una relac1?? funda-
da en el delirio de grandeza, o sea que la castr~c10n n~. le
importa a partir del momento en que su pareJa es Dios, 1
En suma, el esquema de Freud podi;ía resumirs 7 así, de
acuerdo con las fórmulas que propone de la paran~1a en e~e
mismo texto: yo (je) no· lo amo a él, es a Dios a quien yo (je) Voy a perm1t1rme aquí volver brevemente hacia atrás,
amo e inversamente, es Dios quien me ama. pa~a intentar hacerles ver coµ una mirada nueva ciertos aspec-
y; les señalé la vez pasada que, después de todo, quizás tos de fenómenos que ya les son familiares. Tomemos un
caso que no es una psicosis, el caso casi inaugural de la
esto no es completamente satisfactorio, como tampoc? lo
son las fórmulas de Freud, por esclar~cedoras . qu~ sean. ~a experiencia propiamente psicoanalítica elaborado por Freud,
i.
doble inversión, yo (je) no lo amo, yo Oe) lo odio! el me odia, el de Dora.
proporcio:i.1a indudablemente una clave del mecamsmo de per- Dora es una histérica, y en cuanto tal tiene relaciones
secución. Todo el problema es ese él; en efecto,_ e~e. él está singulares con el objeto. Saben qué dificultades presenta en
detenido, neutralizado, vaciado, parece, de su s1;1bJetr~1dad: ~1 su observación, y también en el desarrollo de la cura, la
fenómeno persecutorio adq1-:1-iere .el carácter de s19nos indefllll- ambigüedad que persiste en torno al problema de saber cuál
damente repetidos, y el perseguidor, en la ~ed1da en que. es es verdaderamente su objeto de amor. Freud finalmente vio
su sostén, no es más que la sombra del º?Jeto persecuton~. su error, y dice que sin duda hizo fracasar todo el asunto
Esto también es cierto para el Dios en Juego en el ~oree~- por haber desconocido el verdadero objeto de·amor de Dora,
miento del delirio de Schreber. Señalé al pasar la d1stanc1a cortándose prematuramente la cura, sin permitir una resolu-
que hay, tan evidente que es casi ridículo. mencionar}a,. . entre ción suficiente de lo que estaba en juego. Saben que Freud
la relación del presidente Schreber con Dios~ y 1~ mas mfima creyó entrever en ella una relación conflictiva debida a su
producción de la experien~ia :11~tica. Por m1r1:uc1osa que. sea, imposibilidad de desprenderse de su primer objeto de amor,
la descripción de esa pareJa un1ca llamada Dios no_s deJa de su padre, para ir hacia un objeto más normal, a saber, otro
todos modos perplejos acerca de su natural~za. . . hombre. Ahora bien, el objeto para Dora no era sino esa
Lo dicho por Freud sobre el retraimiento de la hb1do mujer a la que se llama, en la observación, la señora K, que
lejos del objeto externo, está realmente en el meollo del ~s precisamente la amante de su padre.
problema. Pero a nosotros nos toca elaborar lo_ que est~ Partamos de la observación, luego comentaré. La historia,
puede significar. ¿En qué plano ~e p,-roduce ese retiro? Sen;1- como saben, es la de un minueto de cuatro personajes, Dora,
mos efectivamente que algo modifico profundament~ al ob¡e- su padre, el señor K., y la señora K. El señor K. en suma le
to, pero ¿basta imputárselo a uno de esos desplazarment_os de sirve a Dora de yo, en la medida en que por su intermedio
la libido que colocamos en el fondo de los ~ecarusmos puede sostener efectivamente su relación con la señora K.
de las neurosis? ¿Cuáles son los planos, los registros, que Pido que me sigan en este punto y que confíen en mí, puesto

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TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSJCOTICO
LA DISOLUCION IMAGINARIA

res, Dora se portaba admirablemente para que no hubiesen


q1,1e escribí lo suficiente sobre este ca~o. en -u~a. intervención a
ptopósito de la transferencia y les es fac1l r~m1t1rse a ese t~Jrto. líos, y que su padre tuviese con la mujer amada relaciones
La mediación del señor K. es lo úmco que perrh'1:1te a normales, cuya índole, a decir verdad, no está muy clara.
Dora mantener u111a relación soportable. Este cuarto mediador Dora encubría el conjunto de la situación, y, a fin de cuentas,
es esencial para el mantenimiento de la situac~ón,. no porq;1e estaba bastante .cómoda en ella. Pero a partir del momento
el objeto de su afecto sea de su mismo sexo, ~mo porqu~ tie- en que ·la situaéión se descompensa, ella reivindica, afirma
ne con su padre relaciones profudamente motivadas, de iden- que su padre qµiere prostituirla, y que la entrega al señor K.
tificación y de rivalidad, acentuadas además por_ el hecho de a cambio de mantener sus relaciones ambiguas con la m~jer
que la madre en la pareja pare1:tal es un pers~:maJe tot~lmente de éste. ·
borrado. Por serle la relación triangular espec1ahnente msos~e- ¿Diré acaso que Dora es una paranoica? Nunca dije eso,
nible, la situación no sólo se mantuvo sino. que fue sostem_da y soy harto esc~·upuloso en materia de diagnóstico de psicosis.
efectivamente en esta composición de grupo cuaternario. Me desplace hasta aquí el viernes pasado para ver a una
Prueba ·de ello es lo que sucede> el día en que el señor K. paciente que t~ene obviamente u11 comportamiento difícil,
pronuncia est~s palabras fatídicas: -Mi mujer_ no es nada conflictivo con los que la rodean. En suma, me hicieron
para mí. En ese momento, todo ocurre como s1 ella 1·espon- venir para que dijese que era una psicosis, y no, como parecía
diese: -JEntonces:, qué diablos es usted para míf Lo abofe_tea a primera vista, una neurosis obsesiva. Rehusé dar un diag-
instantáneamente, cuando hasta entonces hab1a mantenido nóstico de psicosis por una razón decisiva: no había ninguno
con él la relación ambigua que era necesaria para preservar el de los trastornos que son nuestro objeto de estudio este año,
grupo de cuatro. Por consiguiente, el equilibrio de la situación que son trastornos del orden del lenguaje. Antes de hacer el
diagnóstico d~. psicosis debemos exigir la presencia de estos
se rompe. . . ., . .
Dora no es más que una simple h1stenca, apenas tiene trastornos. .
síntomas. Recuerdan, espero, el énfasis que di a esa famosa Una reivindicación contra person~jes que supuestamente
afonía que sólo se produce _en los momentos de int~m~_dad, actúan contra uno no basta para estar en la psicosis. Puede
de confrontación con su obJeto de amor, y que esta ligada ser una reivindicación injustificada, que participa de un delirio
con toda seguridad a una erotización muy especial de la de presunción, más no por ello es un;i psicosis. No deja de
función oral, apartada de sus usos ha1:ituales a rartir del . estar relacionada con ella, existe un pequeño delirio, podemos
. momento en que Dora se a.cerca demasiado al obJeto ·de su llegar a llamarlo así. La continuidad de los fenómenos es
deseo. Es una bagatela y no es lo que la haría precipitarse a bien conocida; siempre se definió al paranoico como un señor
casa de JFreud, o que las personas que la rndean se lo re~?- susceptible, intolerante, desconfiado y en situación de conflic-
mendáran. En cambio, a partir del momento en que; al r~_se to verbalizado con su ambiente. Pero para que estemos en la
el cuarto personaje) la situación se descompensa, un pequen? psicosis tiene que haber trastornos del lenguaje, en todo caso
síndrome, de persecución simplemente, vinculado a su pidre, les propongo que adopten provisionalmente esta . conven-
aparece en Dora. ción.
Hasta ese momento, la situación era un tanto escabrosa, Dora experimenta respecto a su padre un fenómeno signi-
pero no pasaba de ser, vamos a llamarla as~, una oper~ta ficativo, interpretativo, alucinatorio incluso·, pero que no llega :,'•

vienesa. Como lo subrayan todas las observaciones poster10~ a producir un delirio. No obstante, es un fenómeno que está

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TE.MATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO LA DISOLUCION IMAGINARIA

en la vía inefable, intuitiva, de la imputación a otro de hosti- el inicio por sí mismo otro, porque se instaura en una duali-
lidad y mala intención, y a propósito de una situación en la . dad interna al sujeto. El yo es ese amo que el sujeto encuen-
que el sujeto participó, verdaderamente, del modo electivo tra en el otro, y . que se instala en su función de dominio en
más profundo. lo más íntimo de él mismo. Sí en toda relación con el otro
¿Qué quiere decir esto? El nivel de alteridad de ~ste incluso erótica, hay un eco de esa relación de exclusión, él~
personaje se modifica, y la situación se degrada debido a la yo, e: p_orque en _el plano imaginario el sujeto humano está
ausencia de uno de los componentes del ·cuadrilátero que le const1tu1do de modo tal que el otro está siempre a punto de
permitía sostene~se. Podemos usar aquí, sí sabemos manejar- retomar su I:1gar de dominio en relación a él, que en él hay
la con prudencia, la noción de distanciamiento. La usan a ~n yo qu~ siempre e~ parte le es ajeno. Amo implantado en .
diestra y siniestra, sin ton ni sont pero no es una razón para el P?r encima del c;'nJ1;1nto de sus_ tendencias, de sus compo"r-
que nos neguemos a usarla, a condición de darle una aplica- tam1entos, de sus mstmtos; de sus pulsiones. No hago más
ción más conforme a .los hechos. que expres.ar a~uí, de un ;111odo algo más riguroso y que
Esto nos lleva a la médula del problema 4el narcisismo. pone. en ev1denc1a la paradoJa, el hecho de que hay conflictos
entre las pulsiones y el yo, y de que es necesario elegir.
Ad. opta
. algui:~s, otra~ no;_ es lo que llaman, no se sabe por
que, la func1on de smtes1s del yo, cuando al contrario la
2 síntesis nunca se realiza: sería mejor decir función de domi-
nio. ¿Y dónde está ese amo? ¿Adentro o afuera? Está siempre
~ 1a ':'ez ~dentro y afuer~, por esto todo equilibrio puramente
¿Qué noción podemos tener del narcisismo a partir de 1mag1nano con el otro siempre está marcado por una inestabi-
nuestro trabajo?· Consideramos la relación del narcisismo co- lidad fundamental.
mo la relación imaginaria central para la relación interhuma- . Hagamos ahora una breve comparación con la psicología
na. ¿Qué hizo cristalizar en torno a esta noción la experÍ<!ncia anrmal.
del analista? Ante todo su ambigüedad. En efecto, es una Sabemos que los animales tienen una vida mucho menos
relación erótica -toda identificación erótica, toda captura complicada que la nuestra. Al menos, eso creemos en función
del otro por la imagen en una relación de ,cautivación erótica, ~e lo que ve~os, y la evidencia parece bastar, porque desde
se hace a través de la relación narcisista- y también es la siempre los animales han servido a los hombres de referencia. .......
base de la tensión agresiva. Los animales tienen relaciones con el otro cuando les viene
A partir del momento en que la noción de narcisismo en_ gana. Hay para ellos dos modos de tener ganas del otro:
entró en la teoría analítica~ la nota de la agresividad ocupó pn1;1ero, c.omérselo, segundo, jodérselo. ·Esto se produce
cada vez más el centro de las preocupaciones técnicas. Su segun un ritmo llamado natural, y que conforma un ciclo de
eb,boración, empero, ha sido elemental. Se trata de ir más allá. comportamiento instintivo.
Para eso exactamente sirve el estadio del espejo. Evidencia Ahora bien,_ se ha podido destacar el papel fundamental ...
.·.•
la naturaleza de esta relación agresiva y lo que significa. Si la que juega la imagen en las relaciones de los animales con sus
relación agresiva interviene en esa formación que se llama el semejantes, y precisamente en el desencadenamiento de estos ... :
yo, es porque le es constituyent_e, porque el yo es desde ciclos. Al ver el perfil de un ave de rapiña al que pueden ..

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: 'I
TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO LA DISOLUCION IMAGINARIA

estar más o menos sensibilizadas, las gallinas y otras aves de efecto, de ningún modo puede otro macho entrar en el
corral se asustan. Este perfil provoca reacci~n~s de huida, área así marcada sin que· se desencadenen reflejos de com-
de cacareo y chillidos. Un perfil ligeramente d1stmto _no pro- bate.
voca nada. Lo mismo se observa en el desencadenamiento de Ahora bien, los experimentadores, llenos de curiosidad,
los comportamientos sexuales. Se puede engañar perfectamen... quisieron saber ·has~a dónde funcionaba. la susodicha reacción
te tanto al macho como a la hembra del picón. La parte de c9mbate, variando primero la distancia de acercamiento
,,•,:
dorsal del picón asume, en :1 momento del payoneo, determi- del rival, y reemplazando luego ese personaje por un señuelo.
nado color en uno de los miembros de la pareJa,. que desenca- En ambos casos, observaron en efecto que la perforación de
dena en el otro el ciclo de comportamiento que permite su los agujeros, hechos durante el pavoneo, e incluso antes, es
un acto ligado esencialmente al comportamiento erótico. Si el
acercamiento final. .
Este punto limítrofe entre el eros y la relación agre- invasor se acerca a cierta distancia del lugar definido como
siva del que hablaba en el hombre, no hay .razón. alguna para el territorio, se, produce en· el primer macho la reacción de
que no exista en el animal, y es perfectamente. P?s1ble ponerlo ataque. Si el invasor está un poco más lejos no se produce.
en evidencia, manifestarlo, y aun extenonzarlo en el Hay pues un punto donde el picón sujeto está entre atacar o
no atacar, pu~to límite definido por determinada distancia, y
picón. . . . . . .
El picón, en efecto, nene un terntono, espec1alm~nte ~m~ ¿qué aparece entonces? Esa manifestación erótica de la negati-
portante cuando llega su ~eríodo de pavoi:eo, que,. emge cier- vidad, esa actiyidad del comportamiento sexual que consiste
to espacio en las profundidades de una nbera mas o ~enos en cavar agujeros.
p1'ovista ·de hierba. U na verdadera danza, u~a especie de En otras palabras, cuando el picón macho no sabe qué
vuelo nupcial se produce, en que el asunto c0n$1Ste en encan- hacer en el plano de su relación con su semejante del mismo
tar· primero a la hembra, en inducirla luego _suavemente. a sexo, cuando ho sabe si hay o no que atacar; se pone a hacer
dejarse hacer, y en ir a ensartarla en una especie de tunelc1to lo que hace cuando va a hacer el amor. Este desplazamiento,
que le han confeccionado previamente. Pero hay algo aú~ no que ~o dejó ~e,, impactar al etólogo, no es para nada algo
muy bien explicado, y que es que una vez llevado a cabo especial del p1con. Es frecuente, entre los pájaros, que un
todo esto, todavía le queda tiempo al macho. para hacer mon- combate se d~tenga bruscamente, y que un pájaro se ponga
tones de agujerítos por doquier. . desenfrenadamente a alisarse las plumas, como lo suele hacer
No sé si recuerdaq. la fenomenologfa del aguJero en El Ser cuando ·trata de gustarle a la hembra.
y la Nada, pero saben la importancia _que les atribuye Sart:e Es curioso que- Konrad Lorenz, a pesar de no haber
en la psicología del ser humano, especialmente la del hurgues asistido a mis seminarios, sintiera la necesidad de encabezar
que se distrae en la playa. Sartre lo vio co~o un. fenómen_o su libro con la· im~gen; muy bonita y enigmática, del picón
esencial que casi confina con una de las mamfestac1ones factt- macho ante el espejo. ¿Qué hace? .B.aja el pico, está en po-
cias de la negatividad. Pues bien, creo qu~ ,,en cuanto a es~o, _sición oblicua, la cola al aire, el pico hacia abajo, posición
el picón macho no se queda a.tr~s. El tain:b1en hac~ sus ag:11e- que sólo adopta cuando con su pico va a cavar la arena para
ros, e impregna con su nega_t1v1dad_ propia el medio e.xteri<?r. hacer s_us agujeros. En .otros términos, su imagen en el espejo
Tenemos verdaderamente la 1mpres1ón de que con esos aguJe- n_o le es indiferente, si bien no lo introduce al conjunto del
ritos se apropia de cierto campo del medio exterior, y, en ciclo del comportamiento erótico cuyo efecto sería ponerlo

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TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO LA DISOLUCION IMAGINARIA

en esa reacción límite entre eros y agresividad señalada por el Suponga~os una máquina que no tuviese dispositivo de
horadamiento del agujero. autorregulac10n global, de modo tal que el órgano destinado
El animal es también accesible al enigma de un señuelo. a mover la pat~ de~echa sólo pu~~a armonizarse con el que
'El señuelo lo pone en una situación netamente artificial, am- mueve_ fa pata 1~qu~erda, a co_nd1c1ó;11 de que un aparato de
bigua, que entraña ya un desarreglo, un desplazamiento de recepc1~n fot?electrica trans~mta la imagen de otra máquina
comportamientos. Esto no debe asombrarnos a partir del que esta funcionando armoniosamente. Piensen en esos autos
momento en que hemos captado la importancia para el hom- que vemos en los parques de diversiones lanzados a toda
bre de su imagen especular. carrera en un espacio libre, cuyo principal entretenimiento es
Esta imagen es funcionalmente esencial en el hombre> en entrechocarse. Si ·estas actividades producen tanto placer
tanto le brinda el complemento ortopédico de la insuficiencia es que lo de estarse chocando debe ser de verdad algo funda-
nativa, del desconcierto, o desacuerdo constitutivo, vincula- mental en el ser humano. ¿Qué pasaría si cierta cantidad de
dos a la prematuración del nacimiento. Su unificación nunca ma~uinitas como las que acabo de describir, fuesen lanzadas
será completa porque se hace precisamente por una vía alie- al ~1rcuíto? Estando cada una unificada, pautada por la visión
nante, bajo la forma de una imagen ajena, que constituye una de la otr~,n? es imposible c~~cebir matemáticamente que
función psíquica original. La tensión agresiva de ese yo o el esto culminara en la concentrac1on, en el centro del dispositi-
otro está integrada absolutamente a todo tipo de funciona- vo, de todas las maquinitas, respectivamente bloqueadas en
miento imaginario en el hombre. un conglomerado cuyo único límite en cuanto a su reducción
Intentemos representarnos qué consecuenc~as implica el es la resistencia exterior de las carrocerías. Una colisión, un
carácter imaginario del cpmportamiento humano. Esta pre- despachurramiento general.
gunta es en sí misma imaginaria, mítica, debido a que el .. Esto es s~lo ~n apólogo de~:ina~p a. mostrar que la ambi-
comportamiento humano_ nunca se reduce pura y simplemen- gu~dad, la h1~;1a. de 1~,, relac1<?n 1m~gmaria exige algo que
te a la relación imaginaria. Supongamos, empero, un instante, mantenga relac1on, func1on y distancia. Es el sentido mismo
en una suerte de Edén al revés, un ser humano redu~ido del complejo de Edipo.
enteramente ·en sus relaciones con sus semejantes a esa E~ comp!ejo de Edipo sig~fica que la relación imaginaria,
captura a la vez asimilartte y disimilante. ¿Cuál es su re ... confüctual, mcestuosa en sí m1sma, está prometida al conflic-
sultado? to y.~ la r~ina. Para que el ser humano pueda establecer la
Para ilustrarlo ya hice referencia al campo de esas maqui- relac10n mas natural, la del macho a la hembra es necesario
nitas que nos diyierte hacer desde hace algún tiempo, y que . '
que Intervenga un tercero, que sea la imagen de algo logrado,
semejan animales. Por ~upuesto que no se les p~ecei: en el modelo de una armonía. No es decir suficiente: hace falta
nada, pero tienen mecanismos montados para estudiar cierto una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención del
número de comportamientos que, según nos dicen, son com- ~rden de la palabra~ es decir del padre. No del padte natural,
parables a los comportamientos animales. En cierto sentido sm? . de lo que se llama el padre. El orden que impide- la
es verdad, y una parte de ese comportamiento puede ser colisión y el estallido de la situación en su conjunto -está
estudiado como algo imprevisible, lo cual tiene el interés de fundado en la existencia de ese nombre del padre.
recubrir las concepciones que podemos hacernos de un fun- Insisto: el orden simbólico debe ser concebido como algo
cionamiento que se autoalimenta a. sí mismo, superpuesto, y sin lo cual no habría vida animal posible para

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.................. :._

TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO LA DISOLUCJON IMAGINARIA

ese sujeto estrambótico que es el hombre. En todos los casos Ahora que tienen en mente la función de la articulación
así se presentan las cosas actualmente, y todo hace pensar sim?ólica, será:p,. 111;á~ sensibles a esa verdadera invasión imagi-
que siempre fue así. En efecto, cada vez que encontramos un nana de la stib_1et1v1dad a la que Schreber nos hace asistir.
esqueleto, lo llamamos humano si está en una sepultura. ¿Qué Hay una dominancia realmente impactante de la relación en
razón puede haber para poner ese resto en un recinto de ~spej?, una impr~sionante di~olución del otro en tanto que
piedra? Antes que nada es necesario que todo un orden sim- 1de1?-t1dad. Todos .Jos persona1es de los que habla -a partir
bólico haya sido instaurado, que entraña que el hecho de que del momento en que lo hace, porque durante largo tiempo
un señor haya sido el señor Zutano en el orden social exige no puede hablar, y volveremos ·a la significación de ese tíem-
que s·e lo indique en la piedra de la:S tµm.bas. El hecho de po-·.se reparten e~ dos categorías que están, pese a todo,
que se llamara Zutano sobrepasa en sí su existencía vital. .del mismo lado de c!erta frontera .. Están los que en apariencia
Ello no supohe creencia alguna en la inmortalidad del alma, viven, se desplazan:: sus guardianes, sus enfermeros, que son
sino sencillamente que su nombre nada tiene que ver con su sombras de hombres perpetradqs en un dos por cuatro como
existencia viviente, la sobrepasa y se perpetúa más aUá. dijo Pichon, quien es el responsable de esta traducción.'; luego
Si no se dan cuenta que la originalidad de ~reud. es haber hay personajes más 'importantes, que invaden el cuerpo de
subrayado esto, me pregunto qué hacen ustedes en el análisis. Schr~ber, se trata d.e almas, la mayoría de las almas, y a
Sólo a partir del momento en que se ha subrayado bien que medida que la ·cosa sigue, se trata, cada vez más, de muertos, 1.

'··
ese es el resorte esencial, un texto como el que tenemos El sujeto miimo no es más que un ejemplar segundo de
que leer puede llegar a ser interesante. su propia identi~ad. Tiene en determinado momento la reve-
Para captar en su fenomenología estructural lo que presen- lación de que ~l año anterior tuvo lugar su propia muerte,
ta el presidente Schreber, deben primero tener este esquema que fue anunciada en los peri6dicos. Schreber recuerda a ese
en la cábeza, que entraña que el orden simbólico subsiste en antiguo colega como a alguien con mayores elotes que él. El
cuanto tal fuera del sujeto, diferente a su existéncia, y deter- es otro. Pero él es de todos modos el mismo, que se acuerda
minándolo. Sólo ~e fija uno en las cosas cuando las considera del otro. Esta fragmentación de la identidad marca con su
posibles. Si no, uno se limita a decir Es así, y ni siqÚiera sello t~da 1~ re.ladón de Schreber con sus semejantes en el
trata de ver qué es así. pl~no 1~ag!?ªn?·., Habla en otros momentos de Flechsig,
qmen tamb1en esta muerto, y que por ende ascendió adonde
sólo existen las almas en tanto que son humanas, en un más
a~lá_ donde po~o a poco son asimiladas a la gran unidad ...... ..
3 d1vma) no sin perder progresivamente su carácter individual. ~

~ara lograd~, aún es necesario que sufran una prueba que las
La larga y notable observación que constituyen las Memo- libere de la impureza de sus pasiones, de lo que, en sentido
·rias de Scp..reber es sin duda excepcional, pero no ciertamente estricto, es su deseo. Hay literalmente fragmentación de la
única. Sólo lo es probablemente debido al hecho de que el identidad, y el sujeto encuentra sin duda chocante este menos-
presiden~e Schreber estaba en condiciones de hacer publicar cabo de la identidad de sí mismo, pero así es, sólo puedo dar
su libi-o, aunque censurado; también al hecho de que Freud fe, dice, de las cosas que me han sido reveladas. Y vemos así,
se haya interesado en él. ~ lo largo de toda esta historia, un Flechsig fragmentado, un

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TEMATICA Y ESTRUCTURA DEL FENOMENO PSICOTICO LA DISOLUCION IMAGINARIA

Flechsig superior, el Flechsig luminoso, y una par~e inf ~rior constelaciones desempeña un papel esencial en el estableci-
que llega a estar fragmentada entre cuarenta y sets alm1tas. miento de cierto número de relaciones simbólicas fundamen-
Salto muchas cosas resaltantes por las cuales me gustaría tales, que se hacen mucho más evidentes cuando nos encon-
que se interesaran lo suficiente para que pudiésemos seguirlas tramos en presencia de una cultura más primitiva, como sole-
en detalle. Este estilo, su gran fuerza de afirmación, caracterís- mos decir. Tal fragmento de alma se vincula entonces a algún
tica del discurso deµrante, no puede dejar de llamarnos· la luga.r. Casiopea, los hermanos de Casiopea, cumplen un gran
atención por su convergencia con la noció.n de que la identi- papel. No es para n~da una idea en el aire; es el nombre de ·.····. . .
dad imaginaría del otro está profundamente relacionada con una confederación de estudiantes de la época en q\le Schreber
la posibilidad de una fragmentación, de un fraccionamiento, hacía sus estudios. La adhesión a una confraternidad tal,
Que el otro es estructuralmente desdoblable, desplegable, es- cuyo carácter narcisista, incluso homosexual, es puesto en
tá" claramente manifestado en el delirio. evidencia en el análisis, constituye por otra parte una
También está el caleidoscopio que se produce de esas marca· característica de los antecedentes imaginarios de
imágenes entre sí. Enéontramos por una parte las identidades Schreber.
m~ltiples de un mismo personaje, por otra, ·esas pequ~ñas Es sugerente ver que, para que todo no se reduzca de
identidades enigmáticas, diversamente punzantes y nocivas golpe a nada, para que toda la tela de la relación imaginaria
en su interior, a las que llama, por ejemplo, los hombrecitos. no se vuelva a enrollar de golpe, y no desaparezca en una
Esta fantasmática sorprendió mucho la imaginación de los oquedad sombría de la que Schreber al comienzo no estaba
psicoanalistas, quienes se preguntaron si eran niños, o esper- muy lejos, es necesaria esa red de naturaleza simbólica que
matozoides o alguna otra cosa. ¿Por qué no serían hombreci- conserva cierta estabilidad de la imagen en las relaciones
tos, sin más? interhumanas.
Estas identidades, que tienen respecto a su propia identi- Los psicoanalistas discurrieron, dando miles de detalles,
dad valor de instancia, penetran en Schreber, lo habitan, ~o acerca de la significación que podía tener, de~de el punto de
dividen a él mismo. La noción que tiene de estas imágenes le vista de las cargas libidinales del sujeto) el hecho de que en de-
sugiere que ellas se achican progresivamente, se reabsorben, terminado momento Flechsig fuese dominante, que en otros
de algún modo son absorbidas por la propia resistencia de lo fuese una imagen divina diversamente situada en los pisos
Schreber. Sólo mantienen su autonomía, lo que por cierto de Dios, porque Dios también tiene sus pisos: hay uno ante-
quiere decir que no pueden seguir mo,lestándolo, realiza~~º _rior y uno posterior. Imaginan cuántos t~ques le dieron a
la operación que llama el apego a las t1erras:t de cuya noc1on esto los analistas. Por supuesto, estos fenómenos permiten
carecería sín la lengua fundamental. cierto número de interpretaciones. Pero hay un registro que
Esas tierras, no son sólo el suelo, son también· las tierras es abrumador en comparación con ellos, y que parece no
planet~rias, las tierras astrales. Reconocen ustedes en ellas_ ese haberle llamado la atención a nadie: por rica y divertida que
registro, que en mi pequeño cuadrado mágico, yo llamaba, el sea esa fantasmagoría, por más que se preste a que encontre-
otro día, el de los astros; No lo .inventé para esta circunstan- mos en ella los diferentes obj~tos del jueguito analítico, de
cia, hac~ bastante tiempo que hablo de la función de los un extremo al otro del delirio de Schreber, se presentan
astros en la realidad humana. No es casual, sin duda, que fenómenos auditivos sumamente matizados.
desde siempre, y en todas las culturas, el nombre dado a las_ Van desde el susurro ligero, hasta las voces de las aguas ·- .. :

142 143
120
....·... ..
su propio peso. Pero si son diferentes, ¿eso es suficiente para que hagan tres? Si son tan
diferentes como yo la diga(4). De donde la noción de común medldr-1 que es tan difícil de
aprehender, sino para definir alll la unid~d como función de medida: hay tantos: uno, dos,
tres. Todavía es pr:ecíso, para que se pueda decir que hay tantos, todavla es preciso
. fundar esta unidad sobre el signo, que eso sea un signo o que eso sea escrito; l~G~U-A-L,
o bien que ustedes hagan dos pequeños trazos: =1 para significar igual la equfvalencla de,
estas· unidades. Pero -si por azar fueran otros, .si puedo decir, el uno para el otro,
quedarfamos bien embarazados, y después de todo, lo que testimoniaría de ello serla el
sentido mismo del término "otro'\ Todavía es preciso distinguir en este sentido de otro, el
otro constituldo por una distinción definida por una relación, exterior-interior por ejemplo,
como Freud lo hace, lo quiera· $i o no, en su segunda tópica, la que se soporta.de una
geometrla de la bolsa, y dondi? ustedes ven una oosa, en alguna parte de las NYevas
Conferencias, una ..t:;osa que está l?onsiderada que contiene, ¿que contiene qué? Es
divertido decirlo: las pulsiones. :Es lo que él llama el Ello. Naturalmente, ello lo fuerza a
añadir allí un cierto número de utenslUos, una especie de lúnula que de paso transforma a
ello en una especie de vitelo sobre el cual se diferenciaría un embrión. Evidentemente, no
es lo que él quiere decir, pero es lamentable que ello lo sugiera. Tales son las desventajas
de· las figuraciones por imagenes. No Tes digo todo lo que él está forzado a añadir todavla 1
sin contar con no sé qué ptuméado que intitula superyó.

Esta geometría de.la bolsa, es pr~cisamente algo de to qt,Je nos ocup,amos al nivel de la
topologla 1 satvo que, como puede habérsefes ocurrido la Idea, eso se dibuja sobre una
superficie, y que estamos forzados a poner altl la bolsa. Sobre una superflcle 1 eso hace un
redondel, y de este redondef hay un Interior y un exterior. Es con eso que estamos
llevados a escribir fa inclusión, a saber que algo, 1 por ejemplo, está incluido en un C, un [il
conjunto. La inclusión, quiz:á ustedes saben cómo se escribe eso; es as1: ? , de d~nde se
ha deduci90 un poco rápidamente que se podia deslizar de la inclusión, que está ahi
encima, al signo "inferior a": <, a saber que I es más pequeño que C, lo que es una
imbecilidad·manlflesta. He ahf entonces el primer'otro, otro definida del exterior al interior.

Pero hay otro otro, el que he séñaiado con una A mayúscula, que se define por no tener la
.........·1o __cfe. Díciefnbre de 1974 (*)(2) ___ ....... •-·-•··". ·.... . menor relación, por pequeña. que la Imaginen. Cuando comenzamos a movernos con
algunos términos, inmediatamente caemos entro los abrojos, porque ese "por pequeña
Nota del Traductor(3) que -la imaginen" y bien, eso reintroduce de golpe lo Imaginarlo. Y cuando· ustedes
reintroducen _de g~lpe lo lmagi~ario, tlen~n todas l~s posibilidades-de.trabarse. Es incluso
asf que se ha partido para et-infinitesimal: füe preciso tomarse un trabajo de locos para
sacarlo de lo Imaginario. ·
Ustedes han visto, pues, mi afic~e. Que sean tres, ese Real, ese Simbólico y ese Imaginario, ¿qué quiere decir eso?

Eso se lee así: ¡r'síl · Puede leerse asf. Puede t¡3mbién leerse, puesto que está en letras Hay dos pendientes: una pendiente que nos arrastra a· homogeneizarlos, lo que es
mayúsculas, puede leerse: R'- S" 1, lo que quizá lia.su_gerido, a tos que están advertidos: , empinado. porque ¿qué relación tienen entre ellos? Y bien, ahI está justamente aquello
ro Real, lo Simbólico y lo Imaginarlo. · cuya vía quisiera.desbrozarlas este año.

Quisiera, este año, hablarles de lo Real y comenzar por hacerles observar que·estos tres Se podría decir que lo Real es lo que es estrictamente Impensable. Eso sería al menos un
términos: Real, Simbólico e Imaginario tienen. un sentido. Son tres sentidos diferentes. punto de partida. Eso harta un agujero en el asunto. Y nos permitirla interrogar aquello da
Pero también pueden observar que he dicho, tres sentidos, así porque eso parece cae'. por lo cual.· no lo olvidE;m, he partido, a saber de tres términos en tanto que vehiculizan un

121
· ·sentido.
En v~rdad, esta masa a\estigÚada de la debilidad mental es algo de lo que no espero, de
¿Qué es~esta historia del sentÍdo? .Sobre to~o si uste.des introducen allf lo que yo m~ . ningún' modo, salir. No ve~ por qué lq que yo les aportarla serla menos dé~ll que el resto.
esfuerzo por hacerles sentir: esto es que para lo que e.s de la práctica analftlca, es desde
ah( que ustedes operan, pero que por otro tado, este sentido, ystedes no op·eran_ más que Serla precisamente ah( que tomarla su sentido esta·cáscara- de banana qua me deslizaron
para reducirlo; que es en la 1medlda en qu~ el lnconsclénte se soporta de. ase alg,o -hay ~ bajo los ples apretándome en el teléfono. para cjue fuera-a dar un¡3 conferens:;ia en N(za .. A
q'ue c!eclrlo, ló rpás difícil da lo que he tenido gua Introducir-:-- ese· algo·que está definido· q4e no. lo adivinan, me tiraron el título bajo la pata; "El Fenómeno L.acaniano". ,vaya! Lo
por m(, estrtJoturado como lo Simbólico, es por-el equivoco· fund?imerital en ese algo de lo . qua estoy dfciénddles, es.Justamente qua espero que eso no sea un fenórñena, a saber
que se trata b!3jo este término de Simbólico que ustedes operan siempre - hablo a aquellos . · que lo gue yo diga sea m'enos tonto que todo lo damas: Lo único que hace que y-~
que son aquj dignos·del nombre da analistas. persevere -y ustedes saben que no persevero sin mirar allí dos veces, les· tie dicho la
1
última vez aquello por lo q~e vacilaba en volver a poner esó. éste ~ño- es que ·hay algo
. El equivóco, ~so·no.es él sentido. El sentido, es aquello por lo cual responde algo que es que yo creo haber aprehendido, no puédo siquiera decir que coñ mis manos, con mis pies,
diferente que lo ~imbólico; y este algo no hay medio ae 1:,;oport.arlÓ de otro mo~o que por lo esto es. la entrada en juego de esta huella que dibuja 19 que muy aparentemente n9 es
Imaginario. ¿Pero qué es lo Imaginario? ¿Es que Incluso eso ex-siste, puesto que Úst~des fácilmente soportado, especialménte no por los analistas, esto es la experiencia analítica.
soplan encima nada más queporpronuñciarestetérmir:o de lmaginarío? · De manera que si hay un fenómeno, eso sólo puede ser el fenómeno "lacanalista", ¡O bien .
laca-no-anallstaf •
Hay algo qwe hace que el ser. hablante se. demuestre consagrado a la debllldad mental, y .
• e.so resulta da la solá noción de Imaginario en tanto que el punto de partida de ésta es la Hay algo que sin embargo _se ha producid.o, les doy parte ~e eUo asl porque me d~jo Hevar.
referencfa al cuerpo y al hecho de qu·e· su repre~ntao\ón -quiero decir todo lo que para él Naturalmente, yo no podia explicarles nada.de todo esto, puesto que para ellos yo era un
se representa- no es sino el· reflejo de su organismo. Esta# es la meoor de las ;;- fenómeno. Los organl?adores·, en fin, todo lo que ellos querían era Ja aglomeración:
suposiciones que implic~ ·el .cuerpo. Pero ahl hay algo que enseguida nos hace tropezar:' siempre hay aglomeración para mir.ar un fenó!11éno. Entonces, yo no Iba a decirles: 11 Pero
es que en esta noción de cuerpo·es·preciso implicar allí inmediatamente esto q1,1e es su ustedes saben, yo no soY, un fenómeno". ¡Eso hUQiera sido una- Veme/,wr,gl . En fin, dije
definición misma, que es. algo de lo que se presume que tiene funciones espec'iflcadas en tonterias durante una buena hora y cuarto. No puedo decir que esté en·absoluto contento
unas órganos, d~ manera que un autcimóvlt, incluso u_n ordenador, según las últi1J1as de lo que les he contado porque ¡qué es lo que ustedes quieren que cuente en una hora y·
noticias, es también un cuer.po. No va de suyot para decirlo, que un CU!¡!rpo esté vlvo. De cuartel ·
modo que lo que_ atestigua mejor que está vivo. es precisamente ~sa 'lnens(~)" a
propósito dé la cuat, o más exactamente que he introduc\oo por la vfa, ar camino de la Yo con ustedes, me imagino -por supuesto:-que tengo un número de horas, como son
debilidad mental. No está dado a todos -los· cuerpos, en tanto que funcionan. sugerir la un poquitito más que tres, eso es sin !imite. Yo estoy muy equivocado, porque en realidad
dlmensi6n de la imbecHidad. Esta dimensión se introduce por ese algo que laléngua.(6) -y ellas no son más de' cincuenta. ·¡y aún tomando en cuenta lo que t~ngo de aqui a fin de l
no cualquiera: la latina, todo esto para-poner ~O su
lugar a aqué.Uos que, a la latina, ie añol Pero eso !3S lo que ayuda a emprender el camino. l.
Imputan justamente esta 1mbecllidad, es Justamente la única que en lug·ar de malformar ahí
un término opaco como el vo4s. u otra metáfora de no se sabe qué,. de un saber del ouar, En resumen 1 al cabo de una.hora y cuarto de 'paiabrerto, les hice preguntas, quiero decir:
seguramente, no sal1emos si exlste(7} puesto que es el saber supuesto por lo Real: el • .les. pedl que me las hicieran~ ·Er:a una demanda. Y bien, cré~i:,me si· quieren:
saber de Dios. Es cierto que- ex-siste. Nos damos bastante .trabajo para. deletrearlo. contrariamente a ustedes, me·ias hlcleron ... durante tres cuartos de hora. Y diré más~ ~sas
11
Ex-siste, pero solamente en el sentido que inscribo con_ el término· · ex-sistencia al
11
preguntas tenlan· esto de sorprendente, que eran pregunta~ pertinentes, pertinentes .por
1 . supuesto as[, en una segund~ zona. En fin, era ei testimonio de que en un cierto contexto,
escribirlo de otro modo qúe como se hace habitualmente. El quizá ' siste'1. pero no se sabe
dónde·... Todo lo que se puede de~lr, es que lo que con-slste· no d? de ~llo ningún , en el que no insisto; pódlan negarme preguntas, y pregunl:as no fontas. preguntas. en todo
testlmqnio( nota del traductor(S) ):... . caso; que me 1mpontan responder. De manera que me encon~raba ant~ esta sltuación, sin.
haber téniao que recusar el fenómeno lacahlano·, no·haberlo demostrado. Naturaimenté,
Entonces hay algo u·n poquitito sorprendente al ver que /alengua que se sospecha que es incluso no era _seguro que ellos mismos se percataran de que era· eso e1 fenómeno
11
· 1a más bru1a es justamente aquella que forja este término: "lntelligere , leer entre las·'- lacanlano, a saber que tengo efectos para un público que sól.o ha' escuchado a~f. por .
lfneas', a saber en otra parte que la manera en que. lo Simbólico se escribe•• Es erraste repercusión, de~de muy lejos., lo c¡~e yo puedo articular en este stuo que está aquí y donde
efecto. de escritura de lo Simbólico que, se sostiene el efecto de sentido, dicho de otro hago mi enseñanza para desbrozar para el analista el discurso mismo que lo soporta, si ~s
mqdo de imbecilldad 1 aquel del que tesfimonlan hasta hoy todos los sistemas llamados. de que es por el discurso, y siempre por el discurso. que padece esa cosa que tratamos de
la naturaleza. Sin el lenguaje, no·podríámos tener ta menor sospecha de estaimbecilldad - manipular en el análisis, por un discurso. ·
que es tambÍÉlf.l. aquello por lo cual el soport~ que es el cus·rpo nos testimonia -· se los
recuerdo por haberlo dicho recién, pero eso no les da ni frlo ni ea\or -te~tlmonia. estar Digo pues que eso es el fen61:1en~. En suma, ~s la ola, si ustedes-me permit~n emplear un
vivo. ,. · .
término que es el que hubiera podido teótarme a escribir las letr,as en otro orden:,.en lugar

122
.de R-S-I, R-I-S; eso hubiera hecho un R-I-S, el famoso rizo (¡is) del agua sobre el cual desanudan dos anmos de ta cadena, los otros anillos permanecen anudados. La definición
justamente, en alguna parte de mis Ecrits, hago equívocos - recién busqué la página, ahl del nudo borromeo parte d~ tres, a saber que si de tres ustedes rompen uno de los anillos
habla alguien, un compañero de la primera fila, que los tenía a esos Ecrlts, lo encontré: es· todos los otros están líbres, es dedr que los otros dos anillos son líberados. Lo notable en
en la página 166 que juego con ese telón (rideau), incluso para Involucrar allí a mi querido esto, que es un hecho qe consistencia, ·es que- <:1 partir de ali( ustedes pueden poner un
amigo Leíris dominando no sé qué (nota del trad.uctor(9)). Es preciso evidentemente que número Indefinido de anillos. Síempre será verdadero que si ustedes rompen uno de esos
yo me reconforte diciéndome que este fenómeno no es único: sólo es particular, quiero anillos todos los demás, por numerosos que sean, quedqrán libres. Pienso que ya les he
decir que se distingue de lo universal. Lo enojoso, es que hasta el día de ·hoy sea único a · hec.ho sentir suficientemer¡te en un tiempo ya perimido que, para tomar el ejemplo de un
nivel del analista. Sin embargo es indispensable que el analista sea af menos des. : anillo asi fabricado, es completamente concebible que otro venga a pasar dentro de la
lazada que está realizada por el pliegue de· este pequeño círculo, y que ustedes captaran
El analista para tener efectos es (est(10)) el analista que, a esos efectos, los teoriza. Es. inmediatamente que,. con simplemente romper el cf rculo qué aquí impide liberarse al
precisamente por eso que -me era precioso que me acompañara una persona que quizá a
tercero. la lazada plegada va deslizarse de éste, y que al
poner un número indefinido da
-no se lo he preguntado- a ese nivel preciso del fenómeno, del fenómeno Uamado estos circulos plegados ustedes ven por qué mecanismo verdaderamente sensible.
lacaniano, ha podido percatarse precisamente ah[, al nive~ de·to que tenTa que decir de lo inmediatamente lmaginabfe, todos los anillos se liberan cualquiera que sea su número.
que acabo ahora de enunciar, a saber que este fenómeno, esta vez ~implemente lo he
demostrado por el hecho de que ahl, de ~sa aglomeración, he recibido preguntas y que
el
ahl solamente está fenómeno. Si asta persona -de lo cuaf no dudo- es analista, pudo

CID
percatarse de que este fenómeno yo lo habfa, por lo poco que dije que era -se los
repito-detestable, demostrado.

He aquf cerrado · el paréntesis. Y ahora quiero volver a eso en lo que hoy tengo que
avanzar, a saber que no he encontrado, para decir el término 1 más que una única manera
de darles a estos tres términos: Reaf I Simbólico e Imaginario, común medida más que al
anudarlos en este nudo ·bobo(11), borromeo. En otros términos, que es preciso
interesarse en lo que he figurado ahl sobre el pizarrón, y ustedes han podido verlo no sin Esta propiedad es por si sol~ lo que homogeneiza todo lo que hay de número a partlr de
trabajo por haberme equivocado varias veces de color. - tres, lo que quiere decir que en la serie de los números 1 de los números enteros, 1 y 2
están desligados. Algo comienza en 3 que inoluye todos los números por lejos que sean ·
Esquemal enumerables -y es precisamente sobre eso que entendí poner: el acento en mí seminario
especialmente del_ año pasado.
Pues es precisamente ahí que volveremos a encontrar todo el tiempo la cuestión; ¿qué es
lo que distingue aquello en lo qu~ consiste cada una de estas cosas que en un tiempo h_e Esó no es todo. Para borromel)izar un cierto número de toros consístentes 1 hay mucho
d~signado como redondel de hilo, qué es lo que distingue a cada uno de los otros? más que una·sola manera. Ya se los he indic?do en su momento: hay muy probablemente
Absolutamente nada más que el sentido. Y es por esto que tenemos la esperanza, una una cantidad que 110 hay ning~na razón para no calificar de infinita, de infinita en eJ sentido
esperanza, mi Dios. sobre la cual ustedes pueden hacer fondo - porque la esperanza, en de lo numerable, puesto qt:1e ustedes no tienen más que suponer por un Instante. Ja
fin: sólo es para mí en este asunto, y sf yo _no tuviera la respuesta, como ustedes saben, manera siguiente de · hacer · una l~zada para percatarse de que ustedes pueden
no plantearía Ja pregunta ~tenemos la esperanza, les dejo la esperanza a corto plazo multiplicarlaindeflnidamente-¿mesiguen?:
·-no hay otra- que este año demos un paso Juntos, ·un paso que solamente consiste en
que si hemos ganado .. algo en alguña parte, esto es· forzosamente -es seguro- a
expensas de otra cosa: En otros términos, si el discurso analítico funciona, es
seguramente porque alU perdimos algo en otra parte. Por otra parte, C1Ué es lo que
podríamos perder, si verdaderamente· 10 que acabo de· decir, a saber que todos los
sistemas de la naturaleza hasta ~qui surgidos están marcados por la debilidad mental.
¡para qué atenernos tanto a -eUos! De todos modos nos quedan estos aparatos pivotes
cu·ya manipufación puede permitirnos ·dar cuenta de nuestra propia ~ entiendo que a
nosotros, anallstas- operación.
~ a saber, hacer con estas razadas, tantas vueltas como usted~s quieran para anudar juntos
Sobre el nucjo .borrorneo quisiera retenerlos un instante. El nudo borromeo consiste , dos toros, que no hay ningún Umite plausible para esta dfsposición, Y. que por consiguiente
estrictamente-en que tres es -qU mf nimo (no{a del traductor('l 2)). Si ustedes hacen una . nada más que ya en esta dimensión hay medio de anudar juntos uno al otro de tantas
cadena, con lo que este término tiene para ustedes de s<mtido ordinario, eso, si us_tedes maneras como es posible soñarías en est.e caso, que ustedes inolt;so pueden encontrar

123
otr_as, que·.no será menos ve'rdadero que el nudo- borro meo; cualquiera que sea, tiene ·por
limite' Inferior el" núfDero· tres, que es si empra de tres- que el nudo qorromeo llevará la
marca, y que en virtud de esto ust~des tienen que 'plantearse inmediatamente la pregunta: .
¿a qué teglstro pertenece el nudo borróméo? ¿A.lo Simqólico", a lo Imaginario o a lo ~eal? ·
. '
Adelanto desde hoy lo qÚe a contin_uaclón me p~r~itiré demostr~r, adelanto esto:·ei nudo
borrome9,- eri tanto que se soporta del número tres, es ·del registro de-lo Imaginario. Es en ·
tanto que lo Imaginario se enr~lza da
tas tres dtmensiones del espacio, adelanto esto ·que·
no va en nJnguna partea.conjurarse con una estética·trascendental. Es a1 contrario porque· ' .
. el nudo borr-omeo pertenece a lo lmaglnari9, es decir scipol:f:a la triada de lo lmaginarío, de sombras, sino que son efectivc¡3.mente tre.s rectas consistentes que, en el. punto aqul.
lo SimbóUco-:-y de 1o·'Re¡3l, es en tanto q't,Je esta triada existe· porque alli se conjuga la. central, realizan lo que cpnstltuyé la esencia del nudo borromeo, es decir que determina un
adición de lo ü:nag.ina:rio (nota del traductor(13)), que ·ei espacio· en tanto que sensible se . punto como taL a saber algo por lo cual nos es preciso entonces inventar otra cosa que
. encuentra reducido a '?Se mlnlmo de tres dlmensionesl o sea 'Í)C~f su ligazón a lo Simbólico simplemente la lndicación de t,ma dimensión· que sea cero, es décir que no "dlmensie11 • Les ,
y _a lo_ Real. · sugiero que h<?gan el ensayo de est~. que no h_ay aq~f simplemente trazo bánal, ~ saber
qua esfo se §_o porta igualmente bien de tres su_perfic~es,
Otras dimensl,ones son \maglnables, y ellas han siqo imaginadas. Es para sosten~r a lo
Simbólico y a lo Real qu~ lo- Imaginario se· reduce á to que no es un máximo, impuesto por
-1~ bolsa del cuerpo, lo que no es.un mÉíximo, sino lo que por ef contrario se define como
un mlnlmo, et que hace que no hay nudo borromeo·stno cuando haya al menos tr,es.
I
• Aqul, ~ntes de· ab~ndonarlos, voy a· dárles una pequeña. '"lndlqacióh, algunos puntost
algunas puntuaólones de lo que este .año vamos' a tener que demostrar~
. ,
~
. .. ..
~
- '
.
.
Si bien he figurado aquí 90n el redondel'azúJ to,Real, eón el redondel blanco lo Slmb~ico.y
·con el redondél rojo, aqÚel . que resulta s9portarse del tres, estar aqui. figurado
domln.ándolqs, quisiera hace·rles observar que de ningún modo está impljcado en la noclqn ,
del nud6 como tal, del nudo borromeo·, que s.e trate de r.edorideles de hilo o de toros, que
también es concebible que, conforme a la lntJ.Jlriión que fue la de Desargues en la quiero· decir que con tres ·superficies ustedes obtienen el efecto llamatjo de ptJnto de una
Geonietrla ordinaria, estos redondeles se abra') ó, para
decirfo simplemente, se conviertan manera tan válida como la que ustedes figuran aqul, -digamos, con tres cuerdas, que por
en· cuerdai3' dé las qúe se presume ¿por qÚé ·n~?, nada hos impide proponerlo como un otra parte ustedes pueden volver sensible. que estas rectas aqui, estas.. cuerdas,· tas
postulado-que se reúnen-¿por QUfJ _no?-.... enel-infinito. No hay otro medio de definir lo obtendrian .con juego libre, es dectr sobre tres superficies.que ño se c~lzan; st parten n9·de.
que se llama un punto, a saber ese t:!,lgo .e~traño que fa·geometrla euclidi~na no deflne_y, la cadena tal como está constituida en el Í14do borromeo, sino de esa cadena dos p9r dos
'sin e"rnbarg.0 1 del que ~lla se sirve comó sciporte, puestp que dado el caso ella puntúa aJlf al cuyo fantasma· ~a evocado al pasar hace-un momef}to, que al de_sanudar dps lazadas
índividuo, esto.es-a saber que el punto en la geometrla,-euclidtana no'tle~e dimensión en : anudadas·dos po·r dos to que ustedes obtienen.son tres·rectas Ubres una sobre.la otrfi, es
absoluto, que tiene cero dimenslón·t contrariamente a la línea,. a ·,a superficie, lnclu:So al decir ncicalzándose, no definjendo.~I puntq como tal.
volumen, que respectlvarnente Uen~n un~ dos, tres. ¿Es que nó bay en la definlcló,:a del . .
_púnto que da· ta geometrla euclidiana como la intersección· da dos rectas, algo, de to· ,Que Lb que quiero anunciarles antes de abandonarlos1 es entonces q~e e~tó se esc1arece aq·l!.1
me. pe1111itiré decir, algo que pesca peche(14))? Es. decJr: ¿qué es lo que Impide por. el hecho p~ que podemos ver que con dós ré~tas infinita~ podemos, a¡ anudar un sólo
(empeche)-a dos ret:tas deslizar una sobte la ptra?·.Só!o· puede permitir definir _porf!o tal un . redondel de hilo, m~ntener .la propiedad del· nudo borrorw~o. con esta única co,ndlcl.ón de.
punto lo que .se ·presenta d'e este ~odo. a saber tres rectas que no son aqu[ simples·· qué-,a~ dos rectasno podrlan en atguna.paJ1e, ·entre este nudo y el-lnflnlto, recortarse'más . ··..
aristas. trazos de.slerra, · ·quede .una sola manera. a saber: para tomar ta linea recta R, q~e hay que tirai:I~, si puedo
. decir, hacia adelante; mientras que· la linea recta S de 1a figura sólo puede tirársela hacia
atrás, que es preciso, d·e alguna manera, que es préclso que ño sean l_lev~~as a enlazarse
dos a dos 1 lo que de todas maneras·excluye la figura central O,ota del.~radµctor(15)), la
que habiendo ya hecho que una de las lazadas, que. uno de 1os redondeles., s~a el_
redondel blanco sobre el redon~el rojo, qefln~ por este sólo hec~o. cualquiera que sea_ ~u
suerte ulterior, la posición estricta de la recta infinita azul, la que debe pasar de-bajo de .lo
qu~ está abajo y sobre lo qua está.encima, para expresarme dé una manera simple. Con

124
esta condición., el nudo borromeo funciona. menos un punto que el punto central, el punto llamado del objeto a, puesto que conjuga en
este caso tres superficie~ que igualmente se calzan.

¿Qué es, por otra parte, de ese· otro modo de goce, el que se figura por un recorte, un
a.,;v:l estrecha111iento ·que viene aqul, lo Real. a calzarlo en ta periferia de otros dos redondeles

(1~
H~+-1- bl.rm~P
de hilo, qué es de este goce? Estos son trazos, puntos que tendremos que elaborar,
puesto que son también lo~ q~.e nos interrogan.

Un punto que sugiero es, e!~- ahora en adelante, para volver a Freud, el siguiente: a saber,
5t + H\+++<+t 1"" + + +j+ < + +; ese algo trfádico que él em.mcló: inhibición, Síntoma y Angustia. Yo diria que la inhibición,
como Freud mismo lo articula, es siempre asunto de cuerpo, o sea de función; Y para
Indicarlo ya sobre este esquema, diré que la inhibición es ·10 · que en alguna parte se
~LA. '1'
detiene por inmiscu.irse, si puedo decir, en_ una figura que es figura de agujero, de agujero
de lo Simbólico. Tendremos_que discutir esta inhibición, para· saber si lo que se encuentra
l en el animal, donde· hay en el sistema nervioso un centro fnhibidor, es algo q'::!e es del
'
t
~
mismo orden que esta detención del funcionamiento en tanto que Imaginario, en tanto que
esp~cifioado en el ser hablante, si es concebible que algo sea del mismo orden, a saber la
puesta en función en el neur9eje, en el sistema nervioso central, de una actividad positiva
en tanto que inhib1dora. ¿Cómo es 9oncebible que el ser del que.se presume que no tiene
Quisiera Indicarles esto: es que si nosotros situamos este redondel, el azul,conio lo Real, el lenguaje se encuentre que conjuga, en el término de inhibición, algo del mismo orden
sí situamos este redondel como lo Simbólico y éste como lo lmqginario, me permito que lo que nosotros aprehendemo~ ahí 1 a nivel de la exterioridad del sentidó, que lo que
indicarles que aqu(se•sitúa, se sitúa por una puesta.en el plano, dicho de otro modo por nosotros aprehendemos ahl como derivando de lo que en suma se encuentra exterior al
una reducción de lo Imaginario, pues e~tá claro que lo Imaginario siempre tie11de a cuerpo, a saber esta superficie, para topologizarla de la manera de a que les he dicho que
reducirse por un aplanamiento, que es sobre eso que se funda toda figuración, dando por seguramente as solamente sobre dos dimensiones qua esto se figura?. ¿cómo. la
· bien entendido que no es porqúe hub1éramos arrugado e_stos tres redondeles de hilo que inhibición puede tener que ·ver con aste efecto de detención que resulta de su Intrusión en
eUos estarían menos borromeanamente anudadost En lo Real, es decir respecto da esto el campo de lo Simbólico? ...
de que desanudado cada uno de ellos libera a los otros dos, la cosa 93rla siempre
verdadera. · Es a ·.partir det ah!, y no solamente a partir, es completamente sorprendente ver que la
angustia 1 en .tanto que ella es algo que parte d~ lo Realt es completamente sensible ver.
¿Cómo se produce que· nos sea necesario este aplanamiento para poder figurar u~a que es esta angustia la que· v? a dar su sentido a la naturaleza del goce que se produce
topologfa cualquiera? Esta es, muy ciertamente, una cuestión que alcanza a 1~ da la aquí por el recortet por el rec0rte púesto·en superficie, por el recorte euleriano de lo Real y
debilidad que he calificado de mental, en tanta que está enraizada en el cuerpo mismo. de lo Simbólico.

He escrito aquf a, o sea en lo Imaginario; pero también ~n lo Simbólico inscribo lá función . Fiñalmente, para definir el tercer término, es en el síntoma qu~ ldentiJlcamos lo que se
llamada del sentido (nota del traductor.(16});. Las c;itras dos {unciones, fas qu_e·resultan de · ·produce en el ·campo de lo ·Real. Si lo Real se manifiesta en el an~lisis, y no solamente en
lo que hay que definir cóm~.,. respecto del punto el análisis, s·i la ·noción de síntoma ha si.do introducida mucho ante~ que Freud por Marx,
da manera de hacer de él el signo de algo que es lo que no anda an lo Real, si, en otros
Esquema U términos, somos capaces da operar sobre el síntoma,

ceniraL pétmitlendo que se afladan alfí .otros tres puntos,· y esto es algo a definir-
tenemos Goce.

Se trata de saber, estos dos goces, en tanto que, por ejemplo, a tJnO podríamos definirlo.
¿pero cuál?, gozar de la vida, si lo Real es la vida que somos llevados a referirle; ¿paro
esto es seguro? '

Si fo ·Real es Ja vida, el goce, en.tanto que participa de lo imag[na.rlo del sentido, el gozar
de la vida, para decirlo todo, es algo que podemos situar en esto que, observémoslo, no es

125
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esta slm6ólico tal como lo he díb1t:1Jado aqut va a completarse aqul -y por qué es exterior,
es lo qua tendré que manipular para ustedes en lo que sigue- es en· tanto qµe él
Inconsciente es, para· decirlo todo, 19 que respond13 del slntoma, es en lanto que este
nudo, este núdo bien .Real aunque solamente reflejado- en lo Imaginarlo, es en tanto que
este nudo ·da cuenta· de un cierto numero cie inscripcloo~s por las cual(?s una·s superficies
se resrionden, que veremos que el Inconsciente puede ser raspan.sable de la redü~cló.n del

126
Jacques Lacan

Seminario 22
1974-1975

R.S.I.

Seminario del 10 de Diciembre de 19741

*2, 3

1
Para las abreviaturas en uso en las notas, así como para los criterios que rigieron
la confección de la presente versión, consultar nuestros Prefacios: «Nota sobre es-
ta Versión Crítica digitalizada», de Mayo de 2002, y «Sobre una Versión Crítica
del Seminario R.S.I.», de Noviembre de 1989. Al traducir esta clase del Seminario
en su Versión Chollet ―en adelante, MC―, la he confrontado con la transcrip-
ción que de la misma efectuara Jacques-Alain Miller en el número 2 de la revista
Ornicar? ―en adelante: JAM, puede consultarse mi traducción de esta versión en
la Biblioteca de la E.F.B.A.―. En general, las palabras entre llaves son interpola-
ciones de la traducción y constituyen, entonces, otros índices de mi lectura, así co-
mo la puntuación, la sintaxis, etc... No parece necesario señalarlos, por obvios. Lo
mismo ocurre con las cursivas, que habitualmente sustituyen comillas. Ya no se
facilita sobre margen izquierdo la paginación de la versión traducida.
2
Joël Dor, en su Chronologie recapitulative du séminaire, redactada en colabora-
ción con Gérôme Taillandier, informa sobre una supuesta “sesión faltante en la
publicación de R.S.I. en Ornicar?, correspondiente al 19 de Noviembre de 1974
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

Ustedes han visto, pues, mi afiche.

Eso se lee así: ¡r’sí! Puede leerse así. Puede también leerse,
puesto que está en letras mayúsculas, puede leerse: R - S - I, lo que
quizá ha sugerido, a los que están advertidos: lo Real, lo Simbólico y
lo Imaginario.

Quisiera, este año, hablarles de lo Real y comenzar por hacerles


observar que estos tres términos: Real, Simbólico e Imaginario, tienen
un sentido. Son tres sentidos diferentes. Pero también pueden observar
que he dicho, tres sentidos, así porque eso parece caer por su propio
peso. Pero si son diferentes, ¿eso es suficiente para que hagan tres? Si
son tan diferentes como yo lo digo.4 De dónde la noción de común
medida que es tan difícil de aprehender, sino para definir allí la unidad
como función de medida: hay tantos: uno, dos, tres. Todavía es preci-
so, para que se pueda decir que hay tantos, todavía es preciso fundar
esta unidad sobre el signo, que eso sea un signo o que eso sea escrito:
I-G-U-A-L, o bien que ustedes hagan dos pequeños trazos: = para sig-
nificar igual la equivalencia de estas unidades. Pero si por azar fueran
otros, si puedo decir, el uno para el otro, quedaríamos bien embaraza-
dos, y después de todo, lo que testimoniaría de ello sería el sentido
mismo del término otro. Todavía es preciso distinguir en este sentido
de otro, el otro constituido por una distinción definida por una rela-
ción, exterior-interior por ejemplo, como Freud lo hace, lo quiera él o
no, en su segunda tópica, la que se soporta de una geometría de la bol-
sa, y donde ustedes ven una cosa, en alguna parte de las Nuevas Con-
ferencias, una cosa que está considerada que contiene, ¿que contiene

(cf. Joël DOR, Bibliographie des travaux de Jacques Lacan, InterEditions, Paris,
1983, p. 197) ― sin embargo, la presente transcripción tampoco incluye dicha se-
sión. Por otro lado, el texto de la sesión que en ambas versiones aparece como pri-
mera, ésta del 10 de Diciembre de 1974, invita a pensar que se trata efectivamente
de la primera ― lo que no sería, por otra parte, el primer error que encontramos
en un trabajo cuya consulta, no obstante, sigue siendo útil.
3
Para la publicación de este seminario en Ornicar?, 2, Lacan redactó una Intro-
ducción a esta publicación y una Nota al margen de la figura 3, cuyas traduccio-
nes adjuntamos ― cf. Apéndices I y II, al final esta clase.
4
En su lugar, JAM transcribe: “Y si son tan diferentes como yo lo digo, ¿eso no
hace allí obstáculo?”.

2
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

qué? Es divertido decirlo: las pulsiones. Es lo que él llama el Ello.


Naturalmente, ello lo fuerza a añadir allí un cierto número de utensi-
llos, una especie de lúnula que de paso transforma a ello en una espe-
cie de vitelo sobre el cual se diferenciaría un embrión. Evidentemente,
no es lo que él quiere decir, pero es lamentable que ello lo sugiera. Ta-
les son las desventajas de las figuraciones por imágenes. No les digo
todo lo que él está forzado a añadir todavía, sin contar con no sé qué
plumeado que intitula Super-yo.

Esta geometría de la bolsa, es precisamente algo de lo que nos


ocupamos al nivel de la topología, salvo que, como puede habérseles
ocurrido la idea, eso se dibuja sobre una superficie, y que estamos for-
zados a poner allí la bolsa. Sobre una superficie, eso hace un redondel,
y de este redondel hay un interior y un exterior. Es con eso que esta-
mos llevados a escribir la inclusión, a saber que algo, I por ejemplo,
está incluido en un C, un conjunto. La inclusión, quizá ustedes saben
cómo se escribe eso; es así: , de donde se ha deducido un poco rápi-
damente que se podía deslizar de la inclusión, que está ahí encima, al
signo “inferior a”: <, a saber que I es más pequeño que C, lo que es
una imbecilidad manifiesta. He ahí entonces el primer otro, otro defi-
nido del exterior al interior.

Pero hay otro otro, el que he señalado con una A mayúscula,


que se define por no tener la menor relación, por pequeña que la ima-
ginen. Cuando comenzamos a movernos con algunos términos, inme-
diatamente caemos entre los abrojos, porque ese “por pequeña que la
imaginen”, y bien, eso reintroduce de golpe lo Imaginario. Y cuando
ustedes reintroducen de golpe lo Imaginario, tienen todas las posibili-
dades de trabarse. Es incluso así que se ha partido para el infinitesi-
mal: fue preciso tomarse un trabajo de locos para sacarlo de lo Imagi-
nario.

Que sean tres, ese Real, ese Simbólico y ese Imaginario, ¿qué
quiere decir eso?

Hay dos pendientes: una pendiente que nos arrastra a homoge-


neizarlos, lo que es empinado, porque ¿qué relación tienen entre ellos?
Y bien, ahí está justamente aquello cuya vía quisiera desbrozarles este
año.

3
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

Se podría decir que lo Real es lo que es estrictamente impensa-


ble. Eso sería al menos un punto de partida. Eso haría un agujero en el
asunto. Y nos permitiría interrogar aquello de lo cual, no lo olviden,
he partido, a saber de tres términos en tanto que vehiculizan un senti-
do.

¿Qué es esta historia del sentido? Sobre todo si ustedes introdu-


cen allí lo que yo me esfuerzo por hacerles sentir: esto es que para lo
que es de la práctica analítica, es desde ahí que ustedes operan, pero
que por otro lado, este sentido, ustedes no operan más que para redu-
cirlo; que es en la medida en que el inconsciente se soporta de ese algo
― hay que decirlo, lo más difícil de lo que he tenido que introducir ―
ese algo que está definido por mí, estructurado como lo Simbólico, es
por el equívoco fundamental en ese algo de lo que se trata bajo este
término de Simbólico que ustedes operan siempre ― hablo a aquéllos
que son aquí dignos del nombre de analistas.

El equívoco, eso no es el sentido. El sentido, es aquello por lo


cual responde algo que es diferente que lo Simbólico; y este algo no
hay medio de soportarlo de otro modo que por lo Imaginario. ¿Pero
qué es lo Imaginario? ¿Es que incluso eso ex-siste, puesto que ustedes
soplan encima nada más que por pronunciar este término de Imagina-
rio?

Hay algo que hace que el ser hablante se demuestre consagrado


a la debilidad mental, y eso resulta de la sola noción de Imaginario en
tanto que el punto de partida de ésta es la referencia al cuerpo y al he-
cho de que su representación ― quiero decir todo lo que para él se re-
presenta ― no es sino el reflejo de su organismo. Esta es la menor de
las suposiciones que implica el cuerpo. Pero ahí hay algo que en se-
guida nos hace tropezar: es que en esta noción de cuerpo es preciso
implicar allí inmediatamente esto que es su definición misma, que es
algo de lo que se presume que tiene funciones especificadas en unos
órganos, de manera que un automóvil, incluso un ordenador, según las
últimas noticias, es también un cuerpo. No va de suyo, para decirlo,
que un cuerpo esté vivo. De modo que lo que atestigua mejor que está
vivo, es precisamente esa mens5 a propósito de la cual, o más exacta-
mente que he introducido por la vía, el camino de la debilidad mental.

5
mens: en latín, “mente”; en francés, conjugación del verbo mentir: “miento”.

4
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

No está dado a todos los cuerpos, en tanto que funcionan, sugerir la


dimensión de la imbecilidad. Esta dimensión se introduce por ese algo
que lalengua6 ― y no cualquiera: la latina, todo esto para poner en su
lugar a aquéllos que, a la latina, le imputan justamente esta imbecili-
dad, es justamente la única que en lugar de malformar ahí un término
opaco como el νους u otra metáfora de no se sabe qué, de un saber del
cual, seguramente, no sabemos si existe7 puesto que es el saber su-
puesto por lo Real: el saber de Dios. Es cierto que ex-siste. Nos damos
bastante trabajo para deletrearlo. Ex-siste, pero solamente en el senti-
do que inscribo con el término ex-sistencia al escribirlo de otro modo
que como se hace habitualmente. El quizá siste, pero no se sabe dón-
de.8 Todo lo que se puede decir, es que lo que con-siste no da de ello
ningún testimonio.9

Entonces hay algo un poquitito sorprendente al ver que lalen-


10
gua que se sospecha que es la más bruta es justamente aquella que
forja este término: intelligere, leer entre las líneas, a saber en otra
parte que la manera en que lo Simbólico se escribe. Es en este efecto
de escritura de lo Simbólico que se sostiene el efecto de sentido, dicho
de otro modo de imbecilidad, aquel del que testimonian hasta hoy to-
dos los sistemas llamados de la naturaleza. Sin el lenguaje, no podría-
mos tener la menor sospecha de esta imbecilidad que es también aque-
llo por lo cual el soporte que es el cuerpo nos testimonia ― se los re-
cuerdo por haberlo dicho recién, pero eso no les da ni frío ni calor ―
testimonia estar vivo.

En verdad, esta masa atestiguada de la debilidad mental es algo


de lo que no espero, de ningún modo, salir. No veo por qué lo que yo

6
En su lugar, JAM transcribe: “la lengua”.
7
En su lugar, JAM transcribe: “ex-siste”. Del latín ex-sistere, literalmente: ex,
afuera, sistere, el lugar donde está.
8
cf. nota 7.
9
El guión que escande la palabra, invita a la siguiente conjetura: con, en una de
sus varias acepciones en francés, corresponde a nuestro “pelotudo”, para quien,
dada la relación etimológica a testis (cf. el Seminario sobre Las psicosis) sería di-
fícil dar testimonio.
10
En su lugar, JAM transcribe: “la lengua”.

5
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

les aportaría sería menos débil que el resto. Sería precisamente ahí que
tomaría su sentido esta cáscara de banana que me deslizaron bajo los
pies apretándome en el teléfono para que fuera a dar una conferencia
en Niza. A que no lo adivinan, me tiraron el título bajo la pata: El Fe-
nómeno Lacaniano. ¡Vaya! Lo que estoy diciéndoles, es justamente
que espero que eso no sea un fenómeno, a saber que lo que yo diga sea
menos tonto que todo lo demás. Lo único que hace que yo persevere
― y ustedes saben que no persevero sin mirar allí dos veces, les he di-
cho la última vez aquello por lo que vacilaba en volver a poner eso,
este año ― es que hay algo que yo creo haber aprehendido, no puedo
siquiera decir que con mis manos, con mis pies, esto es la entrada en
juego de esta huella que dibuja lo que muy aparentemente no es fácil-
mente soportado, especialmente no por los analistas, esto es la expe-
riencia analítica. De manera que si hay un fenómeno, eso sólo puede
ser el fenómeno lacanalista, ¡O bien laca-no-analista!

Hay algo que sin embargo se ha producido, les doy parte de ello
así porque me dejo llevar. Naturalmente, yo no podía explicarles nada
de todo esto, puesto que para ellos yo era un fenómeno. Los organiza-
dores, en fin, todo lo que ellos querían era la aglomeración: siempre
hay aglomeración para mirar un fenómeno. Entonces, yo no iba a de-
cirles: “Pero ustedes saben, yo no soy un fenómeno”. ¡Eso hubiera si-
do una Verneinung! En fin, dije tonterías durante una buena hora y
cuarto. No puedo decir que esté en absoluto contento de lo que les he
contado porque ¡qué es lo que ustedes quieren que cuente en una hora
y cuarto!

Yo con ustedes, me imagino ― por supuesto ― que tengo un


número de horas, como son un poquitito más que tres, eso es sin lími-
te. Yo estoy muy equivocado, porque en realidad ellas no son más de
cincuenta. ¡y aún tomando en cuenta lo que tengo de aquí a fin de año!
Pero eso es lo que ayuda a emprender el camino.

En resumen, al cabo de una hora y cuarto de palabrerío, les hice


preguntas, quiero decir: les pedí que me las hicieran. Era una deman-
da. Y bien, créanme si quieren: contrariamente a ustedes, me las hicie-
ron... durante tres cuartos de hora. Y diré más: esas preguntas tenían
esto de sorprendente, que eran preguntas pertinentes, pertinentes por
supuesto así, en una segunda zona. En fin, era el testimonio de que en
un cierto contexto, en el que no insisto, podían llegarme preguntas, y

6
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

preguntas no tontas, preguntas, en todo caso, que me imponían res-


ponder. De manera que me encontraba ante esta situación, sin haber
tenido que recusar el fenómeno lacaniano, por haberlo demostrado.
Naturalmente, incluso no era seguro que ellos mismos se percataran
de que era eso el fenómeno lacaniano, a saber que tengo efectos para
un público que sólo ha escuchado así, por repercusión, desde muy le-
jos, lo que yo puedo articular en este sitio que está aquí y donde hago
mi enseñanza para desbrozar para el analista el discurso mismo que lo
soporta, si es que es por el discurso, y siempre por el discurso, que pa-
dece esa cosa que tratamos de manipular en el análisis, por un discur-
so.

Digo pues que eso es el fenómeno. En suma, es la ola, si ustedes


me permiten emplear un término que es el que hubiera podido tentar-
me a escribir las letras en otro orden: en lugar de R-S-I, R-I-S; eso hu-
biera hecho un R-I-S, el famoso rizo {ris} del agua sobre el cual justa-
mente, en alguna parte de mis Écrits, hago equívocos ― recién bus-
qué la página, ahí había alguien, un compañero de la primera fila, que
los tenía a esos Écrits, lo encontré: es en la página 166 que juego con
ese telón {rideau}, incluso para involucrar allí a mi querido amigo
LEIRIS dominando no sé qué.11 Es preciso evidentemente que yo me
reconforte diciéndome que este fenómeno no es único: sólo es particu-
lar, quiero decir que se distingue de lo universal. Lo enojoso, es que
hasta el día de hoy sea único a nivel del analista. Sin embargo es in-
dispensable que el analista sea al menos dos.

El analista para tener efectos es {est}12 el analista que, a esos


efectos, los teoriza. Es precisamente por eso que me era precioso que
me acompañara una persona que quizá ― no se lo he preguntado ― a
ese nivel preciso del fenómeno, del fenómeno llamado lacaniano, ha
podido percatarse precisamente ahí, al nivel de lo que tenía que decir
de lo que acabo ahora de enunciar, a saber que este fenómeno, esta vez
simplemente lo he demostrado por el hecho de que ahí, de esa aglome-
ración, he recibido preguntas y que ahí solamente está el fenómeno. Si

11
En verdad, es en la página 167, arriba, de los Écrits. Ahí Lacan juega con la ho-
mofonía entre le rideau {el telón}, les ris de l’eau {los rizos del agua} y su amigo
Leiris. Cf. la página 157 de la última edición castellana de los Escritos.
12
En su lugar, JAM transcribe: et {y}, lo que es más coherente con el hecho de
que “es indispensable que el analista sea al menos dos”.

7
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

esta persona ― de lo cual no dudo ― es analista, pudo percatarse de


que este fenómeno yo lo había, por lo poco que dije que era ― se los
repito ― detestable, demostrado.

He aquí cerrado el paréntesis. Y ahora quiero volver a eso en lo


que hoy tengo que avanzar, a saber que no he encontrado, para decir el
término, más que una única manera de darles a estos tres términos:
Real, Simbólico e Imaginario, común medida más que al anudarlos en
este nudo bobo, bobo,13 borromeo. En otros términos, que es preciso
interesarse en lo que he figurado ahí sobre el pizarrón, y ustedes han
podido verlo no sin trabajo por haberme equivocado varias veces de
color.

Esquema I14

Pues es precisamente ahí que volveremos a encontrar todo el


tiempo la cuestión: ¿qué es lo que distingue aquello en lo que consiste
cada una de estas cosas que en un tiempo he designado como redondel
de hilo, qué es lo que distingue a cada uno de los otros? Absolutamen-
te nada más que el sentido. Y es por esto que tenemos la esperanza,
una esperanza, mi Dios, sobre la cual ustedes pueden hacer fondo ―
porque la esperanza, en fin, sólo es para mí en este asunto, y si yo no
tuviera la respuesta, como ustedes saben, no plantearía la pregunta ―
tenemos la esperanza, les dejo la esperanza a corto plazo ― no hay
otra ― que este año demos un paso juntos, un paso que solamente
consiste en que si hemos ganado algo en alguna parte, esto es forzosa-
mente ― es seguro ― a expensas de otra cosa. En otros términos, si el
discurso analítico funciona, es seguramente porque allí perdimos algo
en otra parte. Por otra parte, qué es lo que podríamos perder, si verda-
deramente lo que acabo de decir, a saber que todos los sistemas de la
naturaleza hasta aquí surgidos están marcados por la debilidad mental,
¡para qué atenernos tanto a ellos! De todos modos nos quedan estos
aparatos pivotes cuya manipulación puede permitirnos dar cuenta de
nuestra propia ― entiendo que a nosotros, analistas ― operación.

13
bobo corresponde a nuestro “pupa”, pero mantengo la relación al “borromeo”.
14
Véanse estos esquemas más adelante, en la p. 16.

8
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

Sobre el nudo borromeo, quisiera retenerlos un instante. El nu-


do borromeo consiste estrictamente en que tres es su mínimo.15 Si us-
tedes hacen una cadena, con lo que este término tiene para ustedes de
sentido ordinario, eso, si ustedes desanudan dos anillos de la cadena,
los otros anillos permanecen anudados. La definición del nudo borro-
meo parte de tres, a saber que si de tres ustedes rompen uno de los ani-
llos todos los otros están libres, es decir que los otros dos anillos son
liberados. Lo notable en esto, que es un hecho de consistencia, es que
a partir de ahí ustedes pueden poner un número indefinido de anillos.
Siempre será verdadero que si ustedes rompen uno de esos anillos to-
dos los demás, por numerosos que sean, quedarán libres. Pienso que
ya les he hecho sentir suficientemente en un tiempo ya perimido que,
para tomar el ejemplo de un anillo así fabricado, es completamente
concebible que otro venga a pasar dentro de la lazada que está realiza-
da por el pliegue de este pequeño círculo, y que ustedes captarán in-
mediatamente que, con simplemente romper el círculo que aquí impi-
de liberarse al tercero,

la lazada plegada va a deslizarse de éste, y que al poner un número in-


definido de estos círculos plegados ustedes ven por qué mecanismo
verdaderamente sensible, inmediatamente imaginable, todos los ani-
llos se liberan cualquiera que sea su número. Esta propiedad es por sí
sola lo que homogeneiza todo lo que hay de número a partir de tres, lo
que quiere decir que en la serie de los números, de los números ente-
ros, 1 y 2 están desligados. Algo comienza en 3 que incluye todos los
números por lejos que sean enumerables; y es precisamente sobre eso

15
Aquí, JAM remite a esta figura:

9
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

que entendí poner el acento en mi seminario especialmente del año pa-


sado.

Eso no es todo. Para borromenizar un cierto número de toros


consistentes, hay mucho más que una sola manera. Ya se los he indi-
cado en su momento: hay muy probablemente una cantidad que no
hay ninguna razón para no calificar de infinita, de infinita en el senti-
do de lo numerable, puesto que ustedes no tienen más que suponer por
un instante la manera siguiente de hacer una lazada para percatarse de
que ustedes pueden multiplicarla indefinidamente ―

¿me siguen? ― a saber hacer, con estas lazadas, tantas vueltas como
ustedes quieran para anudar juntos dos toros, que no hay ningún límite
plausible para esta disposición, y que por consiguiente nada más que
ya en esta dimensión hay medio de anudar juntos uno al otro de tantas
maneras como es posible soñarlas en este caso, que ustedes incluso
pueden encontrar otras, que no será menos verdadero que el nudo bo-
rromeo, cualquiera que sea, tiene por límite inferior el número tres,
que es siempre de tres que el nudo borromeo llevará la marca, y que
en virtud de esto ustedes tienen que plantearse inmediatamente la pre-
gunta: ¿a qué registro pertenece el nudo borromeo? ¿A lo Simbólico, a
lo Imaginario o a lo Real?

Adelanto desde hoy lo que a continuación me permitiré demos-


trar, adelanto esto: el nudo borromeo, en tanto que se soporta del nú-
mero tres, es del registro de lo Imaginario. Es en tanto que lo Imagina-
rio se enraíza de las tres dimensiones del espacio, adelanto esto que no
va en ninguna parte a conjurarse con una estética trascendental. Es al
contrario porque el nudo borromeo pertenece a lo Imaginario, es decir
soporta la tríada de lo Imaginario, de lo Simbólico y de lo Real, es en
tanto que esta tríada existe porque allí se conjuga la adición de lo Ima-
ginario,16 que el espacio en tanto que sensible se encuentra reducido a

16
En su lugar, JAM transcribe: “Pues la tríada de lo real, de lo simbólico y de lo
imaginario sólo existe por la adición de lo imaginario como tercero”.

10
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

ese mínimo de tres dimensiones, o sea por su ligazón a lo Simbólico y


a lo Real.

Otras dimensiones son imaginables, y ellas han sido imagina-


das. Es para sostener a lo Simbólico y a lo Real que lo Imaginario se
reduce a lo que no es un máximo, impuesto por la bolsa del cuerpo, lo
que no es un máximo, sino lo que por el contrario se define como un
mínimo, el que hace que no hay nudo borromeo sino cuando hay al
menos tres.

Aquí, antes de abandonarlos, voy a darles una pequeña indica-


ción, algunos puntos, algunas puntuaciones de lo que este año vamos a
tener que demostrar.

Si bien he figurado aquí con el redondel azul lo Real, con el re-


dondel blanco lo Simbólico y con el redondel rojo, aquel que resulta
soportarse del tres, estar aquí figurado dominándolos, quisiera hacer-
les observar que de ningún modo está implicado en la noción del nudo
como tal, del nudo borromeo, que se trate de redondeles de hilo o de
toros, que también es concebible que, conforme a la intuición que fue
la de Desargues en la Geometría ordinaria, estos redondeles se abran
o, para decirlo simplemente, se conviertan en cuerdas de las que se
presume ― ¿por qué no?, nada nos impide proponerlo como un postu-
lado ― que se reúnen ― ¿por qué no? ― en el infinito. No hay otro
medio de definir lo que se llama un punto, a saber ese algo extraño
que la geometría euclidiana no define y, sin embargo, del que ella se
sirve como soporte, puesto que dado el caso ella puntúa allí al indivi-
duo, esto es a saber que el punto en la geometría euclidiana no tiene
dimensión en absoluto, que tiene cero dimensión, contrariamente a la
línea, a la superficie, incluso al volumen, que respectivamente tienen
una, dos, tres. ¿Es que no hay en la definición del punto que da la geo-
metría euclidiana como la intersección de dos rectas, algo, de lo que
me permitiré decir algo que pesca {pêche}17? Es decir: ¿qué es lo que
impide {empêche} a dos rectas deslizar una sobre la otra? Sólo puede
permitir definir como tal un punto lo que se presenta de este modo, a
saber tres rectas que no son aquí simples aristas, trazos de sierra, som-
bras, sino que son efectivamente tres rectas consistentes que, en el
punto aquí central, realizan lo que constituye la esencia del nudo bo-

17
En su lugar, JAM trascribe: pèche {peca}.

11
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

rromeo, es decir que determina un punto como tal, a saber algo por lo
cual nos es preciso entonces inventar otra cosa que simplemente la in-
dicación de una dimensión que sea cero, es decir que no “dimensie”.

Les sugiero que hagan el ensayo de esto, que no hay aquí simplemente
trazo banal, a saber que esto se soporta igualmente bien de tres super-
ficies, quiero decir

que con tres superficies ustedes obtienen el efecto llamado de punto


de una manera tan válida como la que ustedes figuran aquí, digamos,
con tres cuerdas, que por otra parte ustedes pueden volver sensible que
estas rectas aquí, estas cuerdas, las obtendrían con juego libre, es decir
sobre tres superficies que no se calzan, si parten no de la cadena tal
como está constituida en el nudo borromeo, sino de esa cadena dos
por dos cuyo fantasma he evocado al pasar hace un momento, que al
desanudar dos lazadas anudadas dos por dos lo que ustedes obtienen
son tres rectas libres una sobre la otra, es decir no calzándose, no defi-
niendo el punto como tal.

Lo que quiero anunciarles antes de abandonarlos, es entonces


que esto se esclarece aquí por el hecho de que podemos ver que con
dos rectas infinitas podemos, al anudar un solo redondel de hilo, man-
tener la propiedad del nudo borromeo, con esta única condición de que
las dos rectas no podrían en alguna parte, entre este nudo y el infinito,
recortarse más que de una sola manera, a saber: para tomar la línea
recta R, que hay que tirarla, si puedo decir, hacia adelante, mientras
que la línea recta S de la figura sólo puede tirársela hacia atrás, que es
preciso, de alguna manera, que es preciso que no sean llevadas a enla-

12
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

zarse dos a dos, lo que de todas maneras excluye la figura central,18 la


que habiendo ya hecho que una de las lazadas, que uno de los redon-
deles, sea el redondel blanco sobre el redondel rojo, define por este so-
lo hecho, cualquiera que sea su suerte ulterior, la posición estricta de
la recta infinita azul, la que debe pasar debajo de lo que está abajo y
sobre lo que está encima, para expresarme de una manera simple. Con
esta condición, el nudo borromeo funciona.
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1 •zul
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1
1
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1

Quisiera indicarles esto: es que si nosotros situamos este redon-


del, el azul, como lo Real, si situamos este redondel como lo Simbóli-
co y éste como lo Imaginario, me permito indicarles que aquí se sitúa,
se sitúa por una puesta en el plano, dicho de otro modo por una reduc-
ción de lo Imaginario, pues está claro que lo Imaginario siempre tien-
de a reducirse por un aplanamiento, que es sobre eso que se funda toda
figuración, dando por bien entendido que no es porque hubiéramos
arrugado estos tres redondeles de hilo que ellos estarían menos borro-
meanamente anudados! En lo Real, es decir respecto de esto de que
desanudado cada uno de ellos libera a los otros dos, la cosa sería siem-
pre verdadera.

¿Cómo se produce que nos sea necesario este aplanamiento para


poder figurar una topología cualquiera? Esta es, muy ciertamente, una
cuestión que alcanza a la de la debilidad que he calificado de mental,
en tanto que está enraízada en el cuerpo mismo.

18
Aquí JAM remite a la figura 6 de su transcripción, equivalente a la que encon-
tramos reproducida en la página 16 de esta traducción, en el medio, a la izquierda.

13
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

a, he escrito aquí, o sea en lo Imaginario; pero también en lo


Simbólico inscribo la función llamada del sentido.19 Las otras dos fun-
ciones, las que resultan de lo que hay que definir como, respecto del
punto central, permitiendo que se añadan allí otros tres puntos ― y es-
to es algo a definir ― tenemos Goce.

Esquema II20

Se trata de saber, estos dos goces, en tanto que, por ejemplo, a


uno podríamos definirlo, ¿pero cuál?, gozar de la vida, si lo Real es la
vida que somos llevados a referirle; ¿pero esto es seguro?

Si lo Real es la vida, el goce, en tanto que participa de lo imagi-


nario del sentido, el gozar de la vida, para decirlo todo, es algo que
podemos situar en esto que, observémoslo, no es menos un punto que
el punto central, el punto llamado del objeto a, puesto que conjuga en
este caso tres superficies que igualmente se calzan.

¿Qué es, por otra parte, de ese otro modo de goce, el que se fi-
gura por un recorte, un estrechamiento que viene aquí, lo Real, a cal-
zarlo en la periferia de otros dos redondeles de hilo, qué es de este go-
ce? Estos son trazos, puntos que tendremos que elaborar, puesto que
son también los que nos interrogan.

Un punto que sugiero es, de ahora en adelante, para volver a


Freud, el siguiente: a saber, ese algo triádico que él enunció: Inhibi-
ción, Síntoma y Angustia. Yo diría que la inhibición, como Freud mis-
mo lo articula, es siempre asunto de cuerpo, o sea de función. Y para
indicarlo ya sobre este esquema, diré que la inhibición es lo que en al-
guna parte se detiene por inmiscuirse, si puedo decir, en una figura
que es figura de agujero, de agujero de lo Simbólico. Tendremos que
discutir esta inhibición, para saber si lo que se encuentra en el animal,
donde hay en el sistema nervioso un centro inhibidor, es algo que es
del mismo orden que esta detención del funcionamiento en tanto que

19
Mantengo la puntuación de esta transcripción, pero me parece más verosímil la
de JAM: “He escrito a aquí, en el punto central. En lo imaginario, pero también
en lo simbólico, inscribo la función llamada del sentido” (cf. la p. 11 de mi traduc-
ción de esa versión).
20
Véanse estos esquemas más adelante, en la p. 16.

14
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

imaginario, en tanto que especificado en el ser hablante, si es concebi-


ble que algo sea del mismo orden, a saber la puesta en función en el
neuroeje, en el sistema nervioso central, de una actividad positiva en
tanto que inhibidora. ¿Cómo es concebible que el ser del que se presu-
me que no tiene el lenguaje se encuentre que conjuga, en el término de
inhibición, algo del mismo orden que lo que nosotros aprehendemos
ahí, a nivel de la exterioridad del sentido, que lo que nosotros aprehen-
demos ahí como derivando de lo que en suma se encuentra exterior al
cuerpo, a saber esta superficie, para topologizarla de la manera de la
que les he dicho que seguramente es solamente sobre dos dimensiones
que esto se figura?, ¿cómo la inhibición puede tener que ver con este
efecto de detención que resulta de su intrusión en el campo de lo Sim-
bólico?

Es a partir de ahí, y no solamente a partir, es completamente


sorprendente ver que la angustia, en tanto que ella es algo que parte de
lo Real, es completamente sensible ver que es esta angustia la que va a
dar su sentido a la naturaleza del goce que se produce aquí por el re-
corte, por el recorte puesto en superficie, por el recorte euleriano de lo
Real y de lo Simbólico.

Finalmente, para definir el tercer término, es en el síntoma que


identificamos lo que se produce en el campo de lo Real. Si lo Real se
manifiesta en el análisis, y no solamente en el análisis, si la noción de
síntoma ha sido introducida mucho antes que Freud por Marx, de ma-
nera de hacer de él el signo de algo que es lo que no anda en lo Real,
si, en otros términos, somos capaces de operar sobre el síntoma, esto
es en tanto que el síntoma es del efecto de lo simbólico en lo Real. Es
en tanto que este Simbólico tal como lo he dibujado aquí va a comple-
tarse aquí ― y por qué es exterior, es lo que tendré que manipular pa-
ra ustedes en lo que sigue ― es en tanto que el Inconsciente es, para
decirlo todo, lo que responde del síntoma, es en tanto que este nudo,
este nudo bien Real aunque solamente reflejado en lo Imaginario, es
en tanto que este nudo da cuenta de un cierto número de inscripciones
por las cuales unas superficies se responden, que veremos que el In-
consciente puede ser responsable de la reducción del Síntoma.

15
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

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traducción y notas:
RICARDO E. RODRÍGUEZ PONTE

para circulación interna


de la
ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES

16
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

Apéndice I21

INTRODUCCIÓN A ESTA PUBLICACIÓN

Una apuesta que es la de mi enseñanza, ¿por qué no sostenerla


hasta el extremo, en cuanto que en alguna parte se ha tomado nota de
ella, y no imprimirla tal cual?

La vacilación no es allí forzosamente mía. Mi relación con el


público compuesto que me escucha la motiva ampliamente.

Que yo testimonie de una experiencia a la que he especificado


que es la analítica y la mía, está en ello supuesto como veraz.

Ver a dónde esta experiencia me conduce por su enunciado, tie-


ne valor de control (conozco los términos que empleo).

Las “categorías” de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real


son aquí puestas a la prueba de un testamento. Que ellas impliquen
tres efectos por su nudo, si éste se me ha descubierto que no puede
sostenerse más que de la relación borromea, son éstos efecto de senti-
do, efecto de goce y efecto... que he llamado de no-relación para espe-
cificarla con lo que parece sugerir más la idea de relación, a saber lo
sexual.

Es claro que estos efectos son implicaciones de mis categorías


mismas: las cuales pueden ser fútiles incluso si parecen ser inherentes
al “pensamiento”.

Yo explico en la medida de mis medios lo que el nudo, y un nu-


do tal que la matemática todavía se le ha consagrado poco, puede aña-
dir de consistencia a esos efectos. Se observará sin embargo que dejar
la susodicha consistencia al nivel de lo imaginario toma aquí el valor
de distinguirla en una tríada que guarda sentido, incluso al demostrar
que lo real se excluye de él.

21
Fuente: Ornicar?, 2.

17
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

Este es el tipo de problema que encuentro a cada vuelta (sin


buscarlo, es el caso decirlo).

Pero la medida misma de los efectos que digo no puede sino


modular mi decir. Que se añada a ello la fatiga de este decir mismo,
no nos alivia del deber de dar cuenta de ello: al contrario.

Una nota al margen, como en la página 97,22 puede ser necesa-


ria para completar un circuito elidido en el seminario. No es el esmero
lo que es aquí “fútil”, sino, como lo subrayo, lo mental mismo, si es
que eso ex-siste.

Jacques LACAN

traducción y notas:
RICARDO E. RODRÍGUEZ PONTE

para circulación interna


de la
ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES

22
Se trata de la página 97 del nº 2 de la revista Ornicar? ― cf. nuestro Apéndice
II, en la página siguiente de esta traducción. La figura 3 que menciona Lacan co-
rresponde a la que reproducimos en la página 10.

18
Seminario 22: R.S.I. – Versión Crítica ― Clase 1: 10 de Diciembre de 1974

Apéndice II23

NOTA LA MARGEN DE LA FIGURA 3

Es evidente (!) que esta especie de cadena borromea tiene un


“fin” ― sin el cual es desanudable uno por uno (uno-por-uno de los
redondeles). Pues la tracción no hace nudo: disociación de la fuerza y
de la ex-sistencia.

Desde entonces hay dos maneras de enlazarla (en el “sentido”


de hacerla mantener en nudo).

Una es cerrarla en círculo. Lo que es verdadero de cualquier o-


tra cadena borromea. Pero lo que debe ser descartado por el momento.

La verdadera cadena borromea queda abierta: cf. la cadena de


tres.

Nada más fácil que reproducir esta cadena de tres con la que es-
bozamos aquí. He aquí la puesta en el plano que lo demuestra (fig. 7).

Desde que esta cadena es más larga, así fuese en un solo redon-
del, el redondel que aquí cierra (F) debe redoblarse en el otro cabo de
la “cadena” borromea abierta. Es además suplible en su función de
Uno por el que le sigue: 1 = 2. De donde el privilegio de la cadena de
3, que, lo veremos, la distingue de la cadena de 4 en la que el orden
comienza a no poder ser cualquiera. Allí pondremos los puntos sobre
las íes.

J. L.

23
Fuente: Ornicar?, 2.

19
LA TERCERA*

La tercera: es el titulo. La tercera vuelve, es siempre la


primera, como dice Gérard de Nerval.'^Por que objetar
que eso la vuelva disco? Que hay de malo en que disque si
dice que.2
Aun falta que dizque y se oiga, por ejemplo, como el
disco-oso.el discurso3 de Roma.
Inyecto asi un poco mas de onomatopeya en lalengua.
no sin que ella me pueda oponer que toda onomatopeya
* Texto no revisado por J. Lacan.
1. La treizième... C'estencore la première; (La décimo tercera vuel-
ve...Es aûn la primera), primer verso del soneto Artemis. [N. T.]
2. Lacan juega todo el tiempo con la homofoniay la ortografia entre
disque (disco), disquer (discar) y dit-ce-que (disque). Esta ûltima ha
sldo mantenida en su ortografia castellana, debiendo considerarse
que la diferencia entre zy s no se pronuncia para asemejarlo al juego
de palabras en francés. [N. T.]
3. Juego homofônico y ortogràfico entre discours (discurso) y su es-
critura en el texto como disque-ours, literalmente disco-osà en caste-
llano, que no reproduce nuestro vocablo discurso. Cabe recordar que
ours enfrancés, aligualqueencastellano, indicaun carâcterirritable,
poco sociable, salvaje, grosero. [N. T.]
74 Jacques Lacan

se especifica de antemano en su sistema fonemâu'co, el


de lalengua. Saben que para el francés, Jakobson lo ca-
librô. Es de este tamanito. En otras palabras, porque esta
en francés el discurso de Roma puede sonar a disco-ur-
dromo.4
Voy a temperar lo dicho observando que urdromo,5
pista originaria, es un ronroneo posible en otras lenguas,
si mi oido se presta bien a algunas de nuestras ve-cinas
geogrâficas y que ello nos saca naturalmente del juego
de la matriz, la de Jakobson, la que especilïcabayo hace un
instante.
Como no debo hablar muy largo, me salteo una cosa.
El urdromo este me permite simplemente poner la voz en la
rûbrica de los cuatro objetos llamado por mi aminûs-cula,
es decir, volver a vaciarla de la sustancia que podria haber
en el ruido que hace, es decir, volver a cargarla en la
cuenta de la operaciôn signilicante, la que especifiqué con
los efectos llamados de metonimia. De modo que a partir
de ese momento la voz, podria decirse, es libre, libre de ser
otra cosa que sustancia.
Y ya esta. Pero al introducir mi tercera me propongo
senalar otro deslinde. La onomatopeya que se me ocurriô
de manera un poco personal me favorece — toco ma-
dera—, me favorece porque el ronroneo, sin duda alguna,

4. Lacan escribe discurso de Roma disque-ourdrome, literalmente


disco-osodromo, pero su referencia posterior a otras lenguas en el pâ-
rraib siguiente, hace que se haya preferido disco-urdromo, donde Our en
francés es equiparado con el Uralemân que significa originario, pri-
mario, con el termine francés es homofônico. [N. T.]
5. Lacan escribe en francés owdrome, donde Ur équivale al ale-
mân originario y -drame es un sufijo tomado del griego dromos que
quiere decir curso, pista, y que en castellano corresponde a dromo,
con el que se compone por ejemplo en ambos lenguas aerodromo. Una
traducciôn literal séria vuella o pista originaria.
La tercera 75

es el goce del gato. No se si le sale de la laringe o de otra


parte: cuando los acaricio, parece que saliera de todo el
cuerpo. Con esto entro en lo que quiero tomar como
punto de partida. El que sea mi punto de partida no les
da forzosamente la régla del juego, pero eso vendra des-
puês. "Pienso luego gôzase". Esto rechaza el "luego"
usual, el que dice "yo gosoy".6
Hago un pequenojuego con esto. Rechazar aqui debe
en tend erse como lo que dije de la forclusion, que si se re-
chaza el "yo gosoy" reaparece en lo real. A mi edad puede
parecer un reto, una edad, como se le dice a la gente para
restregarle en la cara sus anos, en la que Sôcrates ya ténia
très anos de muerto. Pero aunque feneciera luego por eso
—me puede pasar, le pasô a Merleau-Ponty, asi no mas,
en la tribuna— Descartes nunca pretendiô decir a
propôsito de su "yo gosoy" que gozaba de la vida. De nin-
guna manera. iQué sentido tiene su "yo gosoy"? Exacta-
mente el de mi sujeto, el yo [je] del psicoanâlisis.
Desde luego, el pobre no sabia, es de cajôn que no sa-
bia, se lo tengo que interpretar: es un sintoma. ^Por que?
iEn que piensa antes de concluir que él sigue?, en la mû-
sica del ser, sin duda. Piensa en el saber de la escuela con
que los jesuitas, sus maestros, le hartaron los oidos.
Comprueba que es liviano. Séria mas trigo limpio, sin duda,
si se diera cuenta de que su saber va mucho mas alla de lo
que crée, de acuerdo con la escuela, que hay gato
encerrado, digamos, y por el solo hecho de que habla,
pues por hablar lalengua tiene un inconsciente, y esta
despistado, como cualquiera que se respete. Es lo que yo
llamo un saber imposible de alcanzar para el sujeto,
cuando a él, al sujeto, un solo significante lo représenta

* Lacan escribe je souis jugando con je suis [yo soy] y je jouis [yo
gozo]. [N. T.]
76 Jacques Lacan

ante este saber. Es un représentante, si me permiten la


expresiôn, de comercio, con ese saber constituido, para
Descartes, segûn la usanza de su época, por su inserciôn
en el discurso en que naciô, es decir, el discurso del amo,
como yo lo llamo, el discurso del hidalguillo. Por eso
mismo no logra salir del asunto con su "pienso lue-
gosoy".
De todos modos es mejor que lo que dice Parménides. El
pobre Platon no logra zafarse de la opacidad de la con-
junciôn del noeiny del einai. A no ser por él iqué sabria-
mos de Parménides? Pero eso no quita que no logra zafar -se
de eso, y que si no nos trasmitiera la histeria génial de
Sôcrates ^qué sacariamos de él?
Yo, durante estas pseudovacaciones, me devané los
sesos con El Sofista. Debo ser, probablemente, demasia-
do sofista como para que me interese. Debe haber algo
ahi que me frena. No lo aprecio. Nos faltan algunas cosas
para apreciarlo. Nos falta saber que era el sofista en esa
época. Nos falta el peso de la cosa.
Volvamos al sentido del gosoy. No es sencillo eso que
en la gramâtica tradicional se coloca en la conjugaciôn de
determinado verbo ser — para el latin, y de esto todo el
mundo se da cuenta, fui no surna con sum. Sin contar
con los demâs cachivaches. Les ahorro una buena parte.
Les ahorro todo lo que sucediô cuando los salvajes, los
galos, tuvieron que arreglârselas con eso. Corrieron el est
hacia el stat. No fueronlos ûnicos, por cierto. EnEspana,
creo que sucediô lo mismo. En fin, la lingùisteria se las
arregla con eso como puede. No les voy a repetir ahora
cuâles son las delicias de nuestros estudios clasicos.
Ello no impide que uno se pregunte por la carne de
esos seres - que son por cierto seres de mito, esos cuyo
nombre puse ahi: los undoseuropeos, los inventaron
adrede, son mitemas-, uno puede preguntarse que po-
La tercera 77

dian poner en su côpula (en todas las demâs lenguas sal-


vo en las nuestras, simplemente cualquier cosa sirve de
côpula). Finalmente algo asi como la prefiguraciôn del
Verbo encarnado? jDecir eso aqui!
Que lata me da. Creyeron darme el gusto trayéndome a
Roma, no se por que. Hay demasiados locales para el
Espiritu Santo. iQué tiene de supremo el Ser, a no ser por
esa côpula?
En fin, me distraje interponiéndole personas, como las
llaman, y di con algo que me divirtiô: me-eres-tû me; mas-
tû-me ; lo cual permite armarse un lio: ^me amas ta
mm?7 En realidad es siempre lo mismo. Es el cuento del
mensaje que cada quién recibe en su forma invertida.
Digo esto desde hace mucho tiempo y la gente se rie. A
decir verdad, se lo debo a Claude Lévi-Strauss. Se inclinô
hacia una excelente amiga mia, que es su esposa, Moni-
que, para llamarla por su nombre, y le dijo, a propôsito
de lo que yo estaba expresando, que asi era, que cada
quien recibe su mensaje en forma invertida. Monique me
lo repitiô. Imposible dar con una formula mas afortuna-da
para lo que queria decir en aquél momento. Pero me la
pasô él. Como ven, tomo lo mio donde lo hallo.
Me salto los demâs tiempos, el apuntalamiento del im-
perfecto, su estabilidad. Yo estaba. ^Ah si, y que apunta-
las tu, donde estabas tu?8 Y lo demâs. Dejémoslo porque
tengo que seguir. El subjuntivo es divertido. Que sea, —
jqué casualidad! Descartes, no se engana: Bios es el decir.
Sabe muy bien que diocir9 hace que la verdad sea, que
décide sobre ella a su antojo. Basta diocir como yo. Es la
7. En francés las très expresiones son homôfonas, con una inversion
de letras en la ûllima. Se produce asi un equivoco entre el m'es (me-
eres), el mais (pero.mas) y el m'ai del m'aimes (me amas). [N. T.]
8. Homofonia en francés entre J'étais (yo estaba) y tu étale (tu
apuntalas) derivado de étayer (apuntalar). [N. T.]
78 Jacques Lacan

verdad, no hay escapatoria. Si Bios me engaiîa, da igual,


es la verdad por decreto del diocir, la verdad de oro. Bue-
no, saltemos esto. Hay aqui una parte en que hago al-
gunos comentarios a propôsito de cierta gente que tra-
jinô la critica del otro lado del Rin para terminar be-
sândole el culo a Hitler. Esto me hace rechinar los
dientes.
Entonces, lo simbôlico, lo imaginario y lo real, eso es lo
numéro uno. Es inaudito que haya cobrado sentido y que
lo haya cobrado ordenado de ese modo. En ambos casos,
fue por mi, por lo que llamo el viento que sopla, ese que
siento que ya ni siquiera puedo prever, el viento con que
la gente hincha sus vêlas en nuestra época. Porque es
évidente que, al principio, sentido no le falta. En eso
consiste el pensamiento, en que unas palabras intro-
duzcan en el cuerpo algunas representaciones imbéciles, y
ya esta hecho el recado; ya tienen con eso lo imaginario, y
que ademâs nos suelta prenda — lo cual no quiere decir
que hayamos de quedar prendados, no: nos desembucha
iqué cosa? como por casualidad, una verdad, una verdad
mas. Es el colmo. Que el sentido se alqje en él nos da de
paso los otros dos como sentido. El idealismo, ese cu-ya
imputaciôn todos repudian, acecha alli detrâs. La gente
no pide otra cosa, es lo que les interesa, dado que el
pensamiento es lo mas cretinizante que hay con su dale
que dale al cascabel del sentido.
Como quitarles de la cabeza el uso filosôfico de mis tér-
minos, es decir, su uso soez, cuando a la par tienen que
entrarles. Pero séria mucho mejor que les entraran en
otra parte. Se irnaginan que el pensamiento esta en los
sesos. No veo por que los haria cambiar de opinion. Yo en

9. Lacan inventa por condensaciôn la palabra Dieure (Diocir) en la


que se unen Dieu (Dios) y dire (decir). [N. T.]
La tercera 79

cambio estoy seguro - estoy seguro porque si, es asunto


mio- que esta en los pliegues de la frente, para el ser que
habla igual que para el erizo. Me encantan los erizos
Cuando me encuentro uno me lo meto en el bolsillo en
mi panuelo. Por supuesto, se orina. Hasta que lo suèlto en
el cesped de mi casa de campo. Y entonces me encanta ver
como arruga la frente. Luego, igual que nosotros, se ovula.
En fin, si se puede pensar con los pliegues de la frente
tambien se puede pensar con los pies. Pues bien quisie-ra
que les entraran en los pies, ya que a la postre lo ima-
ginario, lo simbôlico y lo real estân para ayudar a mis se-
guidores en este tropel de gente a dejar hollado10 el ca-
mino del anâlisis.
Los redondeles de cuerda esos que me descosi dibu-
jandoles, los redondeles esos, no se trata de ronronear-
os Tendnan que servirles. y servirles precisamente para
la ida, el recorrido hollado de que les hablaba este ano
servirles para que se percaten de la topologïa que define
Estos termines no son tabû. El asunto séria que los
pescaran, que pescaran de que se trata. Estân desde mu-
cho antes de la que doy por supuesta llamândola la
primera, la primera vez que hablé en Roma; los saqué a
relucir estos très después de haber cogitado bas tante, los
camino es el
H, - m - - "- término que usa Lacan, en vez
de facilitacion , para traducir la Bahnung de Freud, porque Bah-
nang, frayage, no es solamente la apertura de una via sino. ademâs.
su senallzaciony. con ello, la constituciôn de una cadena significante
(ver por ej. Seminario II, La Etica del Psicoanùlisis, pâgs 49-50 [ed
francesa]) fVayeres en efecto originalmente un término de monteria
nlma de CaZa may r de a hollado su recorr
TfroSS? Jrn V El ?jabali
(latin, fncare). ! escarba
, u°hoza.
-> el ciervo frota WÔ frotando algo
su cornamenta contra los ârboles para limarla, y su manada o los
"M f T^P^ laS marCaS aSi deJadas Para da^ con tlTver S Atolondmdicho, donde
tradujimos frayer por "desbrozar"). Asimismo erre, ida es, en monteria, el
recorrido que la caza ha frezado [N l j
80 Jacques Lacan

saqué a relucir muy pronto, mucho antes de ponerme a


hacer mi primer discurso de Roma.
Que esos redondeles sean nudo borromeo, no es tam-
poco una razôn para que se les enreden en los pies. A eso
no lo llamo yo pensar con los pies. El asunto séria que
dejaran alli algo muy distinto de un miembro — hablo de
los analistas— que dejaran alli ese objeto insensato que
especifiqué con la a minûscula, que se apresa en el
encaje de lo simbôlico, lo imaginario y lo real como nudo.
Apresândolo exactamente se puede responder a la
funciôn que es la vuestra: ofrecerlo como causa de su de-
seo a vuestro analizante. El asunto esta en obtener eso.
Pero si se les enreda la pata, tampoco es tan terrible. Lo
importante es que suceda a vuestras expensas.
Para hablar claro, después del répudie del "gosoy", me
voy a divertir diciéndoles que ese nudo, hace falta serlo.
Si ademâs agrego lo que saben después de lo que articulé
durante un ano de los cuatro discursos con el titulo "El
envés del psicoanâlisis", no por ello déjà de ser necesario
que del ser solo hagan semblante. jEso si es peliagudo!
Es peliagudo sobre todo porque no basta tener idea de
ello para hacer su semblante.
No vayan a imaginarse que yo tuve la idea. Escribi
"objeto a" que es una cosa muy diferente. Lo entronca
con la lôgica, esto es, lo vuelve operativo en lo real a titulo
de el objeto del que, precisamente, no hay idea. Hay que
reconocerlo, era hasta ahora un agujero en toda teoria,
en cualquiera, el objeto ese del que no se puede dar idea.
Esto justifica mis réservas, las de hace un rato, respecte
del presocratismo de Platon. Y no es que Platon no lo vis-
lumbrara: sin saberlo, estaba inmerso en el semblante.
Es algo que lo obsesiona, aunque no lo sepa. Esto solo
quiere decir una cosa, que lo siente, pero no sabe por que
es asi. De alli lo insoporte, lo insoportable que propaga.
La tercera 81

No hay un solo discurso en que el semblante no lleve


la voz cantante. No veo por que se salvaria el recién lle-
gado, el discurso analitico. Tampoco es un motivo para
que, en ese discurso, so prétexte de que recién llegô, se
sientan incômodos hasta el punto de convertirlo, segûn la
usanza en que se apertrechan sus colegas de la In-
ternacional, en un semblante mas semblante de la cuen-
ta, un semblante ostentado. No vayan a olvidar ahora
que el semblante de lo que habla como tal, siempre esta
présente en cualquier especie de discurso que lo ocupe;
hasta es una segunda naturaleza. Scan entonces mas
sueltos, mas naturales cuando reciban a alguien que vie-né
a pedirles un anâlisis. No se sientan obligados a darse
importancia. Aun como bufones, que estén se justifica.
No tienen sino que ver mi télévision. Soy un payaso. Si-
gan el ejemplo, jy no me imiten! La seriedad que me anima
es la série que ustedes constituyen. No pueden a un
tiempo ser y estar en ella.
Lo simbôlico, lo imaginario y lo real es el enunciado de lo
que obra efectivamente en vuestra palabra cuando se
sitûan a partir del discurso analïtico, cuando ustedes
son el analista. Pero esos términos solo emergen de veras
para y por ese discurso.Yo no tuve que ponerle ninguna
intenciôn, solo tuve que seguir, yo también. Eso no sig-
niiica que no esclarezca los otros discursos, pero tam-
poco los invalida. El discurso del amo, por ejemplo, su fin
es que las cosas anden al paso de todo el mundo. Pues
bien, no es para nada lo mismo que lo real, porque lo real,
justamente, es lo que anda mal, lo que se pone en cruz
ante la carreta, mas aun, lo que no déjà nunca de repe-
tirse para estorbar ese andar.
Lo dije primero en la forma siguiente: lo real es lo que
vuelve siempre al mismo lugar. Ha de hacerse hincapié
en "vuelve". Lo que descubre es el lugar, el lugar del sem-
82 Jacques Lacan

blante. Es difîcil instituirlo a partir de lo imaginario solo,


tal como parece implicarlo primero la nociôn de lugar.
Por fortuna, disponemos del apoyo de la topologia materna
tica. Yo intenté usarlo.
Para définir a este real, en un segundo tiempo, intenté
acotarlo a partir de lo imposible de una modalidad lôgica.
Supongan, en efecto, que no haya nada imposible en lo
real. jVaya cara la que pondrian los cientîficos y nosotros
también! Pero hay que ver el camino que se tuvo que re-
correr para reparar en ello. Durante siglos, se creyô que
todo era posible. En fin, no se, acaso algunos de ustedes
hayan leido a Leibniz. Solo se salvaba con lo "composi-
ble". Dios hizo lo mejor que pudo, las cosas tenian que ser
posibles juntas. Es inimaginable el compuesto y hasta
las componendas que puede haber tras todo eso. Tal vez
el anâlisis nos introduzca a considerar el mundo tal cual
es: imaginario. Esto solo puede hacerse reduciendo la
funciôn llamada de representaciôn, poniéndola donde
esta, a saber, en el cuerpo. Desde hace tiempo se sospe-
chaba esto. El idealismo filosôfico consiste incluso en
eso. El idealismo filosôfico habia dado con ello, pero
mientras no hubiera ciencia, era algo que habia que ta-
ponar, aunque no sin soltar su puyita: se resignaban pero
esperaban senas del mas alla, del noûmeno, como lo
llaman. Por- eso se metieron unos cuantos obispos en el
asunto, en especial el obispo Berkeley, que en su época
no perdia una, lo cual le venia muy bien.
Lo real no es el mundo. No hay la menor esperanza de
alcanzar lo real por la representaciôn. No voy a empezar a
argumentar aqui con la teoria de los quanta ni con la
onda y el corpûsculo. Mas les valdria no estar en babia,
aunque la cosa no les interese. Pero si quieren estar al
tanto, entérense ustedes mismos, basta abrir unos
cuantos libritos de ciencia.
La tercera 83

Lo real, por tanto, no es universal, lo cual significa que


solo es todo en el sentido estricto en que cada uno de sus
eleraentos sea idénù'co a si mismo, pero sin que puedan
ser dichos "todos". No hay "todos los elementos", solo hay
conjuntos que determinar en cada caso. No vale la pena
agregar: eso es todo. El ûnico sentido de mi Sj es el de
acotar ese cualquier cosa, ese significante-letra que es-
cribo Sj, significante que solo se escribe porque se escri-be
sin ningûn efecto de sentido. Homôlogo, en suma, a lo que
acabo de decirles del objeto a.
En fin, cuando pienso que me entretuve un tiempo en
hacer un juego entre ese Sr que habia elevado a la dig-
nidad de significante Uno, que jugué con ese Uno y a
anudândolos con el numéro de oro, [no tiene precio! No
tiene precio, quiero decir que adquiere alcance por escri-
birlo. En realidad, era para ilustrar la vanidad de cual-
quier coito con el mundo, es decir, de lo que hasta ahora se
ha llamado la consecuencia. Pues en el mundo no hay
nada fuera de un objeto a, cagada o mirada, voz o pezôn,
que hiende al sujeto y lo disfraza de desecho, desecho este
que le ex-siste al cuerpo. Para hacer sus veces, para ser
su semblante, hay que tener condiciones. Es espe-
cialmente dilïcil, mas dificil para una mujer que para un
hombre, contrariamente a lo que suele decirse. Que en
ocasiones la mujer sea el objeto a del hombre no significa
para nada que sea de su gusto serlo. Pero, en fin, son
cosas que suceden. Sucede que ella se le asemeje natu-
ralmente. jNada se asemaja mas a una cagada de mosca
que Anna Freud! jDebe série util!
Seamos serios. Volvamos a lo que intento hacer. Debo
sostener esta tercera con lo real que entrana y por eso les
hago la pregunta que, segûn veo vislumbran, las perso-
nas que hablaron junto conmigo, antes que yo, no solo la
vislumbran, sino que la dijeron — que la dijeran es senal
84 Jacques Lacan

de que la vislumbran: <^es el psicoanâlisis un sintoma?


Saben que cuando hago preguntas es porque tengo la
respuesta. Pero, en fin, séria bueno que fuera la respues-ta
adecuada. Llamo sintoma a lo que viene de lo real. Esto
significa que se présenta como un pececito cuya boca vo-
raz solo se cierra si le dan de corner sentido. Entonces,
una de dos: o con eso proliféra ("Creced y multiplicaos",
dijo el Senor, lo cual no déjà de ser un poco descarado y
nos deberia chocar, este empleo del término multiplica-
ciôn: el Senor tiene que saber que cosa es una multipli-
caciôn, no es que el pececito abunde) o revienta.
Lo mejor séria, y en ello deberiamos poner nuestro em-
peno, que reventara lo real del sintoma, y ahi esta el
asunto: ^côrno hacer?
En una época en que me propagaba en servicios que
no mencionaré (aunque aqui, en el papel que tengo escri-
to, aludo a ellos, ya entrarâ en imprenta, es necesario que
saltee un poco), en una época en que intentaba dar a en-
tender que es el sintoma en unos servicios de medicina,
no lo decia exactamente igual que ahora, pero al fin y al
cabo, tal vez sea un Nachtrag, al fin y al cabo creo que ya
lo sabia, aunque todavia no habia hecho surgir de él lo
imaginario, lo simbôlico y lo real. El sentido del sintoma
no es aquél con que se lo nutre para su proliferaciôn o su
extinciôn.'el sentido del sintoma es lo real, lo real en tanto se
pone en cruz para impedir que las cosas anden, que
anden en el sentido de dar cuenta de si mismas de
manera satisfactoria, satisfactoria el menos para el amo, lo
cual no significa que el esclavo sufra por ello de nin-guna
manera ni mucho menos; el esclavo en este asunto esta en
jauja mucho mas de lo que piensa, él es quien goza, al
contrario de lo que dice Hegel, quien por mas que sea
deberia haberse dado cuenta, puesto que por eso mismo
aguantô que el amo se la hiciera; y entonces Hegel
La tercera 85

va y le promete ademâs el porvenir, jqué mas puede pedir!


Esto también es un Nachtrag, un Nachtrag mas sublime
que en mi caso, digamos, porque demuestra que el
esclave tenïa la dicha de ser ya cristiano en el momento
del paganisme. Es évidente pero no déjà de ser curioso:
[es el bénéficie- absoluto! iTodo para ser feliz! Eso no se
volverâ a dar nunca mas. Ahora que ya no hay esclaves,
solo nos queda hurgar en las comedias de Plauto y de Te-
rencio para darnos una idea de lo que eran de veras los
esclaves.
Me estoy extraviando. Aunque sin perder el hilo de lo
que este extravîo prueba. El sentido del sïntoma dépende
del porvenir de lo real, por tanto, como dije en la confe-
rencia de prensa, del éxito del psicoanâlisis. A este se le
pide que nos libre de lo real y del sintoma, a la par. Si eso
ocurre, si tiene éxito con esta demanda, puede esperarse
— lo digo tal cual, veo que hay personas que no estaban
en la conferencia de prensa, lo digo por ellas— , cualquier
cosa, a saber, un regreso de la religion verdadera, por
ejemplo, que como saben no tiene trazas de estar extin-
guiéndose. La religion verdadera no esta loca, se vale de
todas las esperanzas, digâmoslo asi, las santifica. Enton-
ces, por supuesto, se las puede permitir todas también.
Pero entonces, si el psicoanâlisis tiene éxito, se extin-
guirâ hasta np ser mas que un sintoma olvidado. No es
cosa que deba causarle asombro, es el destino de la ver-
dad tal como él mismo lo postula en su principio. La ver-
dad se olvida. Luego, todo dépende de que lo real insista.
Para ello, el psicoanâlisis tiene que fracasar. Tenemos
que reconocer que va por buen camino y que, por ende,
tiene buenas probabilidades de seguir siendo. un sin-
toma, de crecery multiplicarse. jPsicoanalistas no muer-
tos, esperen el prôximo correo! Pero de todos modos des-
confïen. Acaso sea mi mensaje en forma invertida. Tarn-
La instancia de la letra en el
inconsciente, o la razón desde Freud
Niños en mantillas

Oh ciudades del mar, veo en vosotras a vuestros ciudadanos,


hombres y mujeres, con los brazos y las piernas estrechamente
atados con sólidos lazos por gentes que no comprenderán vues-
tro lenguaje y sólo entre vosotros podréis exhalar, con quejas
lagrimeantes, lamentaciones y suspiros, vuestros dolores y vues-
tras añoranzas de la libertad perdida. Porque aquellos que os
atan no comprenderán vuestra lengua, como tampoco vosotros
los comprenderéis.
LEONARDO DA VINCI, Cuadernos1

Si el tema de este volumen 3 de La Psychanalye2 pedía de mí esta


colaboración, debo esta deferencia a lo que va a descubrirse allí, el introdu-
cirla situándola entre lo escrito y el habla: estará a medio camino.
Lo escrito se distingue en efecto por una preeminencia del texto, en el sen-
tido que se verá tomar aquí a ese factor del discurso, lo cual permite ese apre-
tamiento que a mi juicio no debe dejar al lector otra salida que la de su en-
trada, la cual yo prefiero difícil. No será éste pues un escrito a mi juicio.
La propiedad que concedo al hecho de alimentar mis lecciones de semina-
rio con un aporte inédito cada vez me ha impedido hasta ahora dar seme-
jante texto, salvo para alguna de ellas, por lo demás cualquiera en su conti-
nuidad, y al que aquí sólo es válido referirse para la escala de su tópica.
Pues la urgencia de que hago ahora pretexto para abandonar ese punto
de mira no hace sino recubrir la dificultad de que, de sostenerla en la escala
en que debo aquí presentar mi enseñanza, se aleje demasiado de la palabra,
cuyas medidas diferentes son esenciales para el efecto de formación que
busco.
Por eso he tomado este sesgo de una charla que me fue pedida en ese ins-
tante por el grupo de filosofía de la Federación de los estudiantes de letras,3

1 Codice Atlantico 145 r. a., trad. francesa de Gallimard, tomo II, p. 400.
2 Psychanalyse et sciences de l’homme.
3 Tuvo lugar el 9 de mayo de 1957 en el anfiteatro Descartes de la Sorbona, y
la discusión prosiguió frente a unas copas.
462 escritos 1

para buscar en él el acomodo propicio a mi exposición: su generalidad nece-


saria encuentra cómo armonizarse con el carácter extraordinario de su audi-
torio, pero su objeto único encuentra la connivencia de su calificación co-
mún, la literaria, a la cual mi título rinde homenaje.
¿Cómo olvidar en efecto que Freud mantuvo constantemente y hasta su fi-
nal la exigencia primera de esa calificación para la formación de los analistas,
y que designó en la universitas litterarum de siempre el lugar ideal para su ins-
titución?4
Así el recurso al movimiento restituido en caliente de ese discurso mar-
caba por añadidura, gracias a aquellos a quienes lo destino, a aquellos a quie-
nes no se dirige.
Quiero decir: ninguno de aquellos que, sea por la finalidad que sea en psi-
coanálisis, toleran que su disciplina se haga valer por alguna falsa identidad.
Vicio habitual y tal en su efecto mental que incluso la verdadera puede pa-
recer una coartada entre otras, de la que se espera por lo menos que su redo-
blamiento refinado no escape a los más sutiles.
Así es como se observa con curiosidad el viraje que se inicia en lo que res-
pecta a la simbolización y el lenguaje en la Int. J. Psychoanal., con gran des-
pliegue de dedos húmedos removiendo los folios de Sapir y de Jespersen. Es-
tos ejercicios son todavía novicios, pero sobre todo les falta el tono. Cierta
seriedad hace sonreír al entrar en lo verídico.
E incluso ¿cómo un psicoanalista de hoy no se sentiría llegado a eso, a to-
car la palabra, cuando su experiencia recibe de ella su instrumento, su
marco, su material y hasta el ruido de fondo de sus incertidumbres?

i. el sentido de la letra

Nuestro título da a entender que más allá de esa palabra, es toda la estruc-
tura del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el incons-
ciente. Poniendo alerta desde el principio al espíritu advertido sobre el he-
cho de que puede verse obligado a revisar la idea de que el inconsciente no
es sino la sede de los instintos.
Pero esa letra, ¿cómo hay que tomarla aquí? Sencillamente, al pie de la
letra.

4 Die Frage der Laienanalyse, G. W., XIV, pp. 281-283. [¿Pueden los legos ejercer el
análisis?, A. XX, pp. 230-232. AS]
la instancia de la letra 463

Designamos como letra ese soporte material que el discurso concreto


toma del lenguaje.
Esta simple definición supone que el lenguaje no se confunde con las di-
versas funciones somáticas y psíquicas que le estorban en el sujeto hablante.
Por la razón primera de que el lenguaje con su estructura preexiste a la
entrada que hace en él cada sujeto en un momento de su desarrollo mental.
Notemos que las afasias, causadas por lesiones puramente anatómicas de
los aparatos cerebrales que dan a esas funciones su centro mental, muestran
en su conjunto repartir sus déficit según las dos vertientes del efecto signifi-
cante de lo que llamamos aquí la letra, en la creación de la significación.5 In-
dicación que se aclarará con lo que sigue.
Y también el sujeto, si puede parecer siervo del lenguaje, lo es más aún de
un discurso en el movimiento universal del cual su lugar está ya inscrito en el
momento de su nacimiento, aunque sólo fuese bajo la forma de su nombre
propio.
La referencia a la experiencia de la comunidad como a la sustancia de ese
discurso no resuelve nada. Pues esa experiencia toma su dimensión esencial
en la tradición que instaura ese discurso. Esa tradición, mucho antes de que
se inscriba en ella el drama histórico, funda las estructuras elementales de la
cultura. Y esas estructuras mismas revelan una ordenación de los intercam-
bios que, aun cuando fuese inconsciente, es inconcebible fuera de las per-
mutaciones que autoriza el lenguaje.
De donde resulta que la dualidad etnográfica de la naturaleza y de la cul-
tura está en vías de ser sustituida por una concepción ternaria: naturaleza, so-
ciedad y cultura, de la condición humana, cuyo último término es muy posi-
ble que se redujese al lenguaje, o sea, a lo que distingue esencialmente a la
sociedad humana de las sociedades naturales.
Pero no tomaremos aquí partido ni punto de partida, dejando en sus tinie-
blas a las relaciones originales del significante y del trabajo. Contentándonos,

5 Este aspecto, muy sugestivo para trastornar la perspectiva de la “función


psicológica” que lo oscurece todo en esta materia, aparece luminoso en el
análisis puramente lingüístico de las dos grandes formas de la afasia que
pudo ordenar uno de los jefes de la lingüística moderna, Roman Jakobson.
Cf. en el más accesible de sus trabajos, Fundamentals of language (con Morris
Halle), Mouton and Co, ’s-Gravenhage [Fundamentos del lenguaje, Ciencia
Nueva, Madrid, 1967], los capítulos I al IV de la Segunda Parte, así como en
la recopilación de traducciones debida a los cuidados de Nicolas Ruwet,
aparecida en las Éditions du Minuit bajo el título de Essais linguistiques
[Ensayos de lingüística general, Seix y Barral, Barcelona, 1975].
464 escritos 1

para deshacernos con un rasgo de ingenio de la función general de la praxis


en la génesis de la historia, con señalar que la sociedad misma que habría
restaurado en su derecho político con el privilegio de los productores la je-
rarquía causatoria de las relaciones de producción respecto de las superes-
tructuras ideológicas, no ha dado a luz por eso un esperanto cuyas relaciones
con lo real socialista hubiesen puesto desde su raíz fuera del debate toda po-
sibilidad de formalismo literario.6
Por nuestra parte confiaremos únicamente en las premisas, que han visto
su valor confirmado por el hecho de que el lenguaje conquistó allí efectiva-
mente en la experiencia su estatuto de objeto científico.
Pues éste es el hecho por el cual la lingüística7 se presenta en posición de
piloto en ese dominio alrededor del cual una nueva clasificación de las cien-
cias señala, como es la regla, una revolución del conocimiento: las necesida-
des de la comunicación son las únicas que nos lo hacen inscribir en el capi-
tel de este volumen bajo el título de “ciencias del hombre”, a pesar de la
confusión que puede disimularse en ello.
Para señalar la emergencia de la disciplina lingüística, diremos que consiste,
caso que es el mismo para toda ciencia en el sentido moderno, en el momento
constituyente de un algoritmo que la funda. Este algoritmo es el siguiente:

S

s

que se lee así: significante sobre significado, el “sobre” responde a la barra


que separa sus dos pisos.
El signo escrito así merece ser atribuido a Ferdinand de Saussure, aunque
no se reduzca estrictamente a esa forma en ninguno de los numerosos esque-
mas bajo los cuales aparece en la impresión de las lecciones diversas de los
tres cursos de los años 1906-1907, 1908-1909, 1910-1911, que la piedad de un
grupo de sus discípulos reunió bajo el título de Curso de lingüística general: pu-

6 Recuérdese que la discusión sobre la necesidad del advenimiento de un


nuevo lenguaje en la sociedad comunista tuvo lugar realmente, y que
Stalin, para alivio de los que confiaban en su filosofía, la resolvió en estos
términos: el lenguaje no es una superestructura.
7 La lingüística, decimos, es decir, el estudio de las lenguas existentes en su
estructura y en las leyes que en ella se revelan —lo cual deja fuera la teoría
de los códigos abstractos impropiamente colocada bajo la rúbrica de la
teoría de la comunicación, la teoría, de constitución física, llamada de la
información, incluso toda semiología más o menos hipotéticamente gene-
ralizada.
la instancia de la letra 465

blicación primordial para transmitir una enseñanza digna de ese nombre, es


decir, que no puede ser detenida sino sobre su propio movimiento.
S en la
Por eso es legítimo que se le rinda homenaje por la formalización—
s
que se caracteriza en la diversidad de las escuelas la etapa moderna de la lin-
güística.
La temática de esta ciencia, en efecto, está suspendida desde ese momento
de la posición primordial del significante y del significado como órdenes dis-
tintos y separados inicialmente por una barrera resistente a la significación.
Esto es lo que hará posible un estudio exacto de los lazos propios del signi-
ficante y de la amplitud de su función en la génesis del significado.
Pues esta distinción primordial va mucho más allá del debate sobre lo ar-
bitrario del signo, tal como se ha elaborado desde la reflexión antigua, e in-
cluso del callejón sin salida experimentado desde la misma época que se
opone a la correspondencia biunívoca de la palabra con la cosa, aun
cuando fuese en el acto del nombrar. Y esto en contra de las apariencias tal
como las presenta el papel imputado al índice que señala un objeto en el
aprendizaje por el sujeto infans de su lengua materna o en el empleo de los
métodos escolares llamados concretos para el estudio de las lenguas extran-
jeras.
Por este camino las cosas no pueden ir más allá de la demostración8 de
que no hay ninguna significación que se sostenga si no es por la referencia a
otra significación: llegando a tocar en caso extremo la observación de que no
hay lengua existente para la cual se plantee la cuestión de su insuficiencia
para cubrir el campo del significado, ya que es un efecto de su existencia de
lengua el que responda a todas las necesidades. Si nos ponemos a circunscri-
bir en el lenguaje la constitución del objeto, no podremos sino comprobar
que sólo se encuentra al nivel del concepto, muy diferente de cualquier no-
minativo, y que la cosa, reduciéndose muy evidentemente al nombre, se quie-
bra en el doble radio divergente de la causa en la que se ha refugiado en
nuestra lengua y de la nada (rien) a la que abandonó en francés su ropaje la-
tino (rem, cosa).
Estas consideraciones, por muy existentes que sean para el filósofo, nos
desvían del lugar desde donde el lenguaje nos interroga sobre su naturaleza.
Y nadie dejará de fracasar si sostiene su pregunta, mientras no nos hayamos

8 Cf. el De magistro de san Agustín, cuyo capítulo “De significatione locutio-


nis” comenté en mi seminario el 23 de junio de 1954.
466 escritos 1

desprendido de la ilusión de que el significante responde a la función de re-


presentar al significado, o digamos mejor: que el significante deba responder
de su existencia a título de una significación cualquiera.
Pues incluso reducida a esta última fórmula, la herejía es la misma. Ella es
la que conduce al lógico-positivismo en la búsqueda del sentido del sentido,
del meaning of meaning, como denominan, en la lengua en la que sus fervien-
tes se revuelcan, a su objetivo. De donde se comprueba que el texto más car-
gado de sentido se resuelve ante este análisis en insignificantes bagatelas, y
sólo resisten sus algoritmos matemáticos que, por su parte, como es justo, no
tienen ningún sentido.9
S
Queda el hecho de que el algoritmo — , si no podemos sacar de él más
s
que la noción del paralelismo de sus términos superior e inferior, cada uno to-
mado únicamente en su globalidad, seguiría siendo el signo enigmático de un
misterio total. Lo cual por supuesto no es el caso.
Para captar su función empezaré por producir la ilustración errónea con
la cual se introduce clásicamente su uso. Es ésta:

ÁRBOL

9 Así el señor Richards, autor precisamente de una obra sobre los procedi-
mientos apropiados para ese objetivo, nos muestra en otra su aplicación.
Escoge para eso una página de Mong-Tse, Mencio para los jesuitas: Mencius
on the mind, se llama eso, en vista del objeto de esa pieza. Las garantías apor-
tadas a la pureza de la experiencia no tienen nada que envidiarle al lujo de
sus puntos de vista. Y el letrado experto en el Canon tradicional en que se
inserta el texto es encontrado en el lugar mismo de Pekín adonde la centri-
fugadora en demostración fue transportada sin mirar en gastos.
Pero no seremos menos transportados, y con menos gastos, de ver operarse
la transformación de un bronce que da un sonido de campana ante el más
pequeño roce del pensamiento, en una especie de trapo para limpiar la
pizarra negra del psicologismo inglés más deplorable. No sin identificarlo,
¡ay! rápidamente con la propia meninge del autor, único resto que subsiste
de su objeto y de él mismo después de cumplir el agotamiento del sentido
del uno, y del buen sentido del otro.
la instancia de la letra 467
donde se ve hasta qué punto favorece la dirección antes indicada como erró-
nea.
La sustituiré para mis oyentes por otra, que sólo podía considerarse como
más correcta por exagerar en la dimensión incongruente a la que el psicoa-
nalista no ha renunciado todavía del todo, con el sentimiento justificado de
que su conformismo sólo tiene valor a partir de ella. Esa otra es la siguiente:
CABALLEROS DAMAS

donde se ve que, sin extender demasiado el alcance del significante intere-


sado en la experiencia, o sea, redoblando únicamente la especie nominal
sólo por la yuxtaposición de dos términos cuyo sentido complementario pa-
rece deber consolidarse por ella, se produce la sorpresa de una precipitación
del sentido inesperada: en la imagen de las dos puertas gemelas que simbo-
lizan con el lugar excusado ofrecido al hombre occidental para satisfacer sus
necesidades naturales fuera de su casa, el imperativo que parece compartir
con la gran mayoría de las comunidades primitivas y que somete su vida pú-
blica a las leyes de la segregación urinaria.
Esto no es sólo para dejar patidifuso mediante un golpe bajo al debate no-
minalista, sino para mostrar cómo el significante entra de hecho en el signi-
ficado; a saber, bajo una forma que, no siendo inmaterial, plantea la cuestión
de su lugar en la realidad. Pues, de tener que acercarse a las pequeñas placas
esmaltadas que lo soportan, la mirada parpadeante de un miope tendría tal
vez justificación para preguntar si es efectivamente ahí donde hay que ver el
significante, cuyo significado en este caso recibiría de la doble y solemne pro-
cesión de la nave superior los honores últimos.
Pero ningún ejemplo construido podría igualar el relieve que se encuen-
tra en la vivencia de la verdad. Con lo cual no tengo por qué estar descon-
tento de haber forjado éste: puesto que despertó en la persona más digna de
mi fe ese recuerdo de su infancia que, llegado así felizmente a mi alcance, se
coloca perfectamente aquí.
Un tren llega a la estación. Un muchachito y una niña, hermano y hermana,
en un compartimiento están sentados el uno frente a la otra del lado en que la
468 escritos 1

ventanilla que da al exterior deja desarrollarse la vista de los edificios del andén
a lo largo del cual se detiene el tren: “¡Mira, dice el hermano, estamos en Da-
mas! — ¡Imbécil!, contesta la hermana, ¿no ves que estamos en Caballeros?”.
Aparte de que en efecto los rieles en esta historia materializan la barra del
algoritmo saussureano bajo una forma bien adecuada para sugerir que su re-
sistencia pueda ser de otra clase que dialéctica, sería necesario, y ésta es sin
duda la imagen que conviene, no tener los ojos enfrente de los agujeros10
para embrollarse sobre el lugar respectivo del significante y del significado, y
no seguir hasta el centro radiante desde donde el primero viene a reflejar su
luz en la tiniebla de las significaciones inacabadas.
Porque va a llevar la Disensión, únicamente animal y condenada al ol-
vido de las brumas naturales, al poder sin medida, implacable a las familias
y acosador a los dioses, de la guerra ideológica. Caballeros y Damas serán
desde ese momento para esos dos niños dos patrias hacia las que sus almas
tirarán cada una con un ala divergente, y sobre las cuales les será tanto más
imposible pactar cuanto que, siendo en verdad la misma, ninguno podría
ceder en cuanto a la preeminencia de la una sin atentar contra la gloria de
la otra.
Detengámonos aquí. Parece la historia de Francia. Más humana, como es
justo, para ser evocada aquí que la de Inglaterra, condenada a zarandearse
de la Punta Gruesa a la Punta Fina del huevo del déan Swift.
Queda por concebir qué estribo y qué corredor debe atravesar la S del sig-
nificante, visible aquí en los plurales con los que centra sus acogidas más allá
de la ventanilla, para llevar su codo hasta las canalizaciones por donde, como
el aire caliente y el aire frío, la indignación y el desprecio vienen a soplar más
acá.
Una cosa es segura, y es que esa entrada en todo caso no debe implicar
ninguna significación si el algoritmo S con su barra le conviene. Pues el

s
algoritmo, en cuanto que él mismo no es sino pura función del significante,
no puede revelar sino una estructura de significante a esa transferencia.
Ahora bien, la estructura del significante es, como se dice corrientemente
del lenguaje, que sea articulado.
Esto quiere decir que sus unidades, se parta de donde se parta para dibu-
jar sus imbricaciones recíprocas y sus englobamientos crecientes, están some-

10 [Dicho popular francés que significa no ver lo que está visible. TS]
la instancia de la letra 469

tidas a la doble condición de reducirse a elementos diferenciales últimos y de


componerlos según las leyes de un orden cerrado.
Estos elementos, descubrimiento decisivo de la lingüística, son los fonemas,
en los que no hay que buscar ninguna constancia fonética en la variabilidad
modulatoria a la que se aplica ese término, sino el sistema sincrónico de los
acoplamientos diferenciales, necesarios para el discernimiento de los voca-
blos en una lengua dada. Por lo cual se ve que un elemento esencial en el ha-
bla misma estaba predestinado a moldearse en los caracteres móviles que, Di-
dots o Garamonds, atascados en las cajas, presentifican válidamente lo que
llamamos la letra, a saber, la estructura esencialmente localizada del signifi-
cante.
Con la segunda propiedad del significante de componerse según las leyes
de un orden cerrado, se afirma la necesidad del sustrato topológico del que
da una aproximación el término de cadena significante que yo utilizo ordina-
riamente: anillos cuyo collar se sella en el anillo de otro collar hecho de ani-
llos.
Tales son las condiciones de estructura que determinan —como gramá-
tica— el orden de las imbricaciones constituyentes del significante hasta la
unidad inmediatamente superior a la frase; como léxico, el orden de los en-
globamientos constituyentes del significante hasta la locución verbal.
Es fácil, en los límites en que se detienen estas dos empresas de aprehen-
sión del uso de una lengua, darse cuenta de que sólo las correlaciones del
significante al significante dan en ella el patrón de toda búsqueda de signifi-
cación, como lo señala la noción de empleo de un taxema o de un semantema,
la cual remite a contextos del grado exactamente superior a las unidades in-
teresadas.
Pero no porque las empresas de la gramática y del léxico se agoten en
cierto límite hay que pensar que la significación reina más allá sin competen-
cia. Sería un error.
Porque el significante por su naturaleza anticipa siempre el sentido desple-
gando en cierto modo ante él mismo su dimensión. Como se ve en el nivel
de la frase cuando se la interrumpe antes del término significativo: Yo
nunca..., En todo caso..., Aunque tal vez... No por eso tiene menos sentido, y
tanto más oprimente cuanto que se basta para hacerse esperar.11

11 En esto la alucinación verbal, de revestir esa forma, nos abre a veces una
puerta de comunicación, errada hasta ahora por haber sido inadvertida,
con la estructura freudiana de la psicosis (Seminario del año 1955-56).
470 escritos 1

Pero no es diferente el fenómeno que, haciéndola aparecer con el único


retroceso de un pero, bella como la Sulamita, honesta como la rosera,12 viste
y prepara a la negra para las nupcias y a la pobre para la subasta.
De donde puede decirse que es en la cadena del significante donde el sen-
tido insiste, pero que ninguno de los elementos de la cadena consiste en la sig-
nificación de la que es capaz en el momento mismo.
La noción de un deslizamiento incesante del significado bajo el signifi-
cante se impone pues — la cual F. de Saussure ilustra con una imagen que se
parece a las dos sinuosidades de las Aguas superiores e inferiores en las mi-
niaturas de los manuscritos del Génesis. Doble flujo donde la ubicación pa-
rece delgada por las finas rayas de lluvia que dibujan en ella las líneas de
puntos verticales que se supone que limitan segmentos de correspondencia.
Contra esto va toda la experiencia que me hizo hablar, en un momento
dado de mi seminario sobre las psicosis, de las “bastas de acolchado” requeri-
das por ese esquema para dar cuenta de la dominancia de la letra en la trans-
formación dramática que el diálogo puede operar en el sujeto.13
Pero la linealidad que F. de Saussure considera como constituyente de la
cadena del discurso, conforme a su emisión por una sola voz y a la horizon-
tal en que se inscribe en nuestra escritura, si es en efecto necesaria, no es su-
ficiente. No se impone a la cadena del discurso sino en la dirección en que
está orientada en el tiempo, estando incluso tomada allí como factor signifi-
cante en todas las lenguas en las que [Pedro golpea a Pablo] invierte su
tiempo al invertir sus términos.
Pero basta con escuchar la poesía, como era sin duda el caso de F. de Saus-
sure,14 para que se haga escuchar en ella una polifonía y para que todo dis-
curso muestre alinearse sobre los varios pentagramas de una partitura.

12 [Se llamaba así (rosière) antiguamente a la muchacha ganadora de una


rosa con que se premiaba en las aldeas a la más virtuosa. TS]
13 Lo hicimos el 6 de junio de 1956 sobre el ejemplo de la primera escena de
Atalia, al que confesamos que no fue extraña una alusión lanzada como de
pasada en el New Statesman and Nation por un crítico high brow a la “alta
putería” de las heroínas de Racine, incitándonos a renunciar a la referencia
a los dramas salvajes de Shakespeare, que se había hecho compulsiva en los
medios analíticos donde desempeña el papel de la reprimenda para niños
malos del filisteísmo.
14 La publicación por Jean Starobinski, en el Mercure de France de febrero de
1964, de las notas dejadas por Ferdinand de Saussure sobre los anagramas y
su uso hipogramático, desde los versos saturninos hasta los textos de Cice-
rón [cf. F. de Saussure, Fuentes manuscritas y estudios críticos, Siglo XXI,
México, 1977 (“Los anagramas de Ferdinand de Saussure”), pp. 229-47],
nos da la seguridad que nos faltaba entonces (1966).
la instancia de la letra 471

Ninguna cadena significante, en efecto, que no sostenga como pendiendo


de la puntuación de cada una de sus unidades todo lo que se articula de con-
textos atestiguados, en la vertical, si así puede decirse, de ese punto.
Así es como, para volver a nuestra palabra: arbre (“árbol”), no ya en su ais-
lamiento nominal, sino en el término de una de estas puntuaciones, veremos
que no es únicamente a favor del hecho de que la palabra barre (“barra”) es
su anagrama, como traspone la barra del algoritmo saussureano.
Pues descompuesta en el doble espectro de sus vocales y de sus consonan-
tes, llama con el roble y con el plátano a las significaciones con que se carga
bajo nuestra flora, de fuerza y de majestad. Drenando todos los contextos
simbólicos en los que es tomado en el hebreo de la Biblia, yergue en una co-
lina sin frondas la sombra de la cruz. Luego se reduce a la Y mayúscula del
signo de la dicotomía que, sin la imagen que historia el escudo de armas, no
debería nada al árbol, por muy genealógico que se pretenda. Árbol circulato-
rio, árbol de vida del cerebelo, árbol de Saturno o de Diana, cristales precipi-
tados en un árbol conductor del rayo, ¿es vuestra figura la que traza nuestro
destino en la escama quemada de la tortuga,15 o vuestro relámpago el que
hace surgir de una innumerable noche esa lenta mutación del ser en el ‘´Εν
Παντα
´ 16 del lenguaje:

¡No!, dice el Árbol, dice: ¡No! en el centelleo


De su cabeza soberbia

versos que consideramos tan legítimos escuchados en los harmónicos del


árbol como su inverso:

Que la tempestad trata universalmente


como lo hace con una hierba.17

15 [Alusión a uno de los modos de adivinación del Y-King. TS]


16 [Literalmente: “Uno (es) Todo” (Heráclito, fragmento 50, que García
Bacca traduce: “Si se escucha no a mí, sino a Cuenta y Razón (= Logos),
habrá que convenir, como puesto en razón, en que todas las cosas son una”
(Los Presocráticos, FCE, México, 1978, p. 243). Heidegger, que comentó este
fragmento en su artículo “Logos” —traducido por Lacan para el núm. 1 de
la revista La Psychanalyse—, lo cita así: “Si no soy yo, sino el Sentido, lo que
habéis oído, es sabio entonces decir en el mismo sentido: Todo es uno”).
AS]
17 [Paul Valéry. TS]
472 escritos 1

Pues esta estrofa moderna se ordena según la misma ley del paralelismo
del significante, cuyo concierto rige la primitiva gesta eslava y la poesía china
más refinada.
Como se ve en el modo común del ente donde son escogidos el árbol y la
hierba, para que en ellos advengan los signos de contradicción del: decir
“¡No!” y del: tratar como, y que a través del contraste categórico del particu-
larismo de la soberbia con el universalmente de su reducción, termina en la con-
densación de la cabeza y de la tempestad el indiscernible centelleo del ins-
tante eterno.
Pero todo ese significante, se dirá, no puede operar sino estando presente
en el sujeto. A esto doy ciertamente satisfacción suponiendo que ha pasado
al nivel del significado.
Porque lo que importa no es que el sujeto oculte poco o mucho de ello.
(Si CABALLEROS Y DAMAS estuviesen escritos en una lengua desconocida para el
muchachito y la niña, su discusión no sería por ello sino más exclusivamente
discusión de palabras, pero no menos dispuesta por ello a cargarse de signi-
ficación.)
Lo que descubre esta estructura de la cadena significante es la posibilidad
que tengo, justamente en la medida en que su lengua me es común con
otros sujetos, es decir, en que esa lengua existe, de utilizarla para significar
muy otra cosa que lo que ella dice. Función más digna de subrayarse en la pa-
labra que la de disfrazar el pensamiento (casi siempre indefinible) del sujeto:
a saber, la de indicar el lugar de ese sujeto en la búsqueda de lo verdadero.
Me basta en efecto con plantar mi árbol en la locución: trepar al árbol, e
incluso con proyectar sobre él la iluminación irónica que un contexto de des-
cripción da a la palabra: enarbolar, para no dejarme encarcelar en un comu-
nicado cualquiera de los hechos, por muy oficial que sea, y, si conozco la ver-
dad, darla a entender a pesar de todas las censuras entre líneas por el único
significante que pueden constituir mis acrobacias a través de las ramas del ár-
bol, provocativas hasta lo burlesco o únicamente sensibles a un ojo ejerci-
tado, según que quiera ser entendido por la muchedumbre o por unos po-
cos.
La función propiamente significante que se describe así en el lenguaje
tiene un nombre. Este nombre, lo hemos aprendido en nuestra gramática in-
fantil en la página final donde la sombra de Quintiliano, relegada en un fan-
tasma de capítulo para hacer escuchar últimas consideraciones sobre el es-
tilo, parecía precipitar su voz bajo la amenaza del gancho.
Es entre las figuras de estilo o tropos, de donde nos viene el verbo trobar,
donde se encuentra efectivamente ese nombre. Ese nombre, es la metonimia.
la instancia de la letra 473

De la cual retendremos únicamente el ejemplo que allí se daba: treinta ve-


las. Pues la inquietud que provocaba en nosotros por el hecho de que la pa-
labra “barco” que se esconde allí pareciese desdoblar su presencia por haber
podido, en la reiteración misma de este ejemplo, tomar su sentido figurado,
velaba menos esas ilustres velas que la definición que se suponía que ilustra-
ban.
La parte tomada por el todo, nos decíamos efectivamente, si ha de to-
marse en sentido real, apenas nos deja una idea de lo que hay que entender
de la importancia de la flota que esas treinta velas sin embargo se supone que
evalúan: que un barco sólo tenga una vela es en efecto el caso menos común.
En lo cual se ve que la conexión del barco y de la vela no está en otro sitio
que en el significante, y que es en esa conexión palabra a palabra donde se
apoya la metonimia.18
Designaremos con ella la primera vertiente del campo efectivo que cons-
tituye el significante, para que el sentido tome allí su lugar.

18 Rendimos homenaje aquí a lo que debemos en esta formulación al señor


Roman Jakobson, queremos decir, a sus trabajos donde un psicoanalista
encuentra en todo instante con qué estructurar su experiencia, y que
hacen superfluas las “comunicaciones personales” de las que podríamos
jactamos tanto como cualquier otro.
Se reconoce efectivamente en esa forma oblicua de vasallaje el estilo de esa
pareja inmortal: Rosencrantz y Guildenstern, cuyo desemparejamiento es
imposible, aunque sólo fuese por la imperfección de su destino, pues dura
por el mismo procedimiento que el cuchillo de Jeannot [C’est comme le cou-
teau de Jeannot se dice de algo que conserva el nombre que tenía aunque
carezca de todo aquello que antes lo constituía], y por la razón misma por
la cual Goethe alababa a Shakespeare por haber presentado al personaje en
esa forma doble: son por sí solos la Gesellschaft entera, la Sociedad a secas
(Wilhelm Meisters Lehrjahre, ed. Trunz, Christian Wegner Verlag, Hamburgo,
v, 5, p. 299),a quiero decir, la I.P.A.
Agradézcase en este contexto al autor de “Some remarks on the role of
speech in psycho-analytic technique (I.J.P., nov.-dic. 1956, XXXVII, 6, p. 467),
el haberse tomado el cuidado de subrayar que están “basadas sobre” un tra-
bajo de 1952. Se explica así en efecto que nada se haya asimilado allí de los
trabajos aparecidos desde entonces, y que el autor sin embargo no ignora,
puesto que me cita como su editor (sic. Sé lo que quiere decir editor en
inglés).
a Habría que destilar todo el pasaje de Goethe: Dieses leise Auftreten, dieses
Schmiegen und Biegen, dies Jasagen, Streicheln und Schmeicheln, diese Behendigkeit,
dies Schwänzein, diese Allheit und Leerheit, diese rechtliche Schurkerei, diese Unfä-
higkeit, wie kann sie durch einen Menschen ausgedruckt werden? Es sollten ihrer
wenigstens ein Dutzend sein, wenn man sie haben könnte; denn sie bloss in Gesells-
chaft etwas, sie sind die Gesellschaft...
474 escritos 1

Digamos la otra. Es la metáfora. Y vamos a ilustrarla en seguida: el dicciona-


rio Quillet me ha parecido apropiado para proporcionar una muestra que
no fuese sospechosa de haber sido seleccionada, y no busqué su relleno más
allá del verso bien conocido de Victor Hugo:

Sa gerbe n’était pas avare ni haineuse...


(Su gavilla no era avara ni tenía odio...)

bajo el aspecto del cual presenté la metáfora en el momento adecuado de mi


seminario sobre las psicosis.
Digamos que la poesía moderna y la escuela surrealista nos han hecho dar
aquí un gran paso, demostrando que toda conjunción de dos significantes sería
equivalente para constituir una metáfora, si la condición de la mayor dispari-
dad de las imágenes significadas no se exigiese para la producción de la chispa
poética, dicho de otra manera, para que la creación metafórica tenga lugar.
Ciertamente esta posición radical se funda sobre una experiencia llamada
de escritura automática, que no habría sido intentada sin la seguridad que
sus pioneros tomaban del descubrimiento freudiano. Pero sigue estando
marcada de confusión porque su doctrina es falsa.
La chispa creadora de la metáfora no brota por poner en presencia dos
imágenes, es decir, dos significantes igualmente actualizados. Brota entre dos
significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la
cadena significante, mientras el significante oculto sigue presente por su co-
nexión (metonímica) con el resto de la cadena.
Una palabra por otra, tal es la fórmula de la metáfora, y si sois poetas, produ-
ciréis, como por juego, un surtidor continuo, incluso un tejido deslumbrante
de metáforas. No obteniendo además el efecto de embriaguez del diálogo
que Jean Tardieu compuso bajo este título, sino gracias a la demostración
que se opera en él de la superfluidad radical de toda significación para una
representación perfectamente convincente de la comedia burguesa.
En el verso de Hugo, es manifiesto que no brota la menor luz por la ase-
veración de que una gavilla no sea avara ni tenga odio, por la razón de que
no se trata de que tenga el mérito como tampoco el demérito de esos atribu-
tos, siendo el uno y el otro junto con ella misma propiedades de Booz, que
los ejerce disponiendo de ella, sin darle parte en sus sentimientos.
Si su gavilla remite a Booz, lo cual sin embargo es efectivamente el caso, es
por sustituirlo en la cadena significante, en el lugar mismo que lo esperaba,
por haber sido realzada en un grado gracias al desbrozo de la avaricia y del
odio. Pero entonces es de Booz de quien la gavilla ha despejado ese lugar, re-
la instancia de la letra 475

legado como lo está ahora en las tinieblas del afuera donde la avaricia y el
odio lo alojan en el hueco de su negación.
Pero una vez que su gavilla ha usurpado así su lugar, Booz no podría regre-
sar a él, ya que el frágil hilo de la pequeña palabra su que lo une a él es un
obstáculo más para ligar ese retorno con un título de posesión que lo reten-
dría en el seno de la avaricia y del odio. Su generosidad afirmada se ve redu-
cida a menos que nada por la munificencia de la gavilla que, por haber sido to-
mada de la naturaleza, no conoce nuestra reserva y nuestros rechazos, e
incluso en su acumulación sigue siendo pródiga para nuestra medida.
Pero si en esa profusión el donador ha desaparecido con el don, es para
resurgir en lo que rodea la figura en la que se ha anonadado. Pues es la irra-
diación de la fecundidad —que anuncia la sorpresa que celebra el poema, a
saber, la promesa que el viejo va a recibir en un contexto sagrado de su ad-
venimiento a la paternidad.
Es pues entre el significante del nombre propio de un hombre y el que lo
cancela metafóricamente donde se produce la chispa poética, aquí tanto más
eficaz para realizar la significación de la paternidad cuanto que reproduce el
acontecimiento mítico en el que Freud reconstruyó la andadura, en el in-
consciente de todo hombre, del misterio paterno.
La metáfora moderna no tiene otra estructura. Por lo cual esta jaculatoria:

L’amour est un caillou riant dans le soleil,


(El amor es un guijarro que se ríe en el sol)

recrea el amor en una dimensión que pude decir que me parecía sostenible,
contra su deslizamiento siempre inminente en el espejismo de un altruismo
narcisista.
Se ve que la metáfora se coloca en el punto preciso donde el sentido se
produce en el sinsentido, es decir, en ese paso del cual Freud descubrió que,
traspasado a contrapelo, da lugar a esa palabra (mot) que en francés es “le
mot” por excelencia [palabra o frase ingeniosa], la palabra que no tiene allí
más patronazgo que el significante del espíritu o ingenio,19 y donde se toca

19 La palabra francesa esprit es sin duda el equivalente del término alemán Witz
con el que Freud señaló el punto de mira de su 3a. obra fundamental sobre
el inconsciente. La dificultad mucho mayor para encontrar ese equivalente
en inglés [y en español] es instructiva: el wit [como el “ingenio” español]
recargado por la discusión que va de Davenant y de Hobbes a Pope y a
Addison, abandona sus virtudes esenciales al humour, que es otra cosa.
Queda el pun, demasiado estrecho sin embargo.
476 escritos 1

el hecho de que es su destino mismo lo que el hombre desafía por medio de


la irrisión del significante.
Pero para regresar desde aquí, ¿qué encuentra el hombre en la metoni-
mia, si ha de ser algo más que el poder de rodear los obstáculos de la censura
social? Esa forma que da su campo a la verdad en su opresión, ¿no manifiesta
acaso alguna servidumbre inherente a su presentación?
Se leerá con provecho el libro donde Léo Strauss, desde la tierra clásica
para ofrecer su asilo a los que han escogido la libertad, medita sobre las re-
laciones del arte de escribir con la persecución.20 Circunscribiendo allí de la
manera más estrecha la especie de connaturalidad que liga este arte con esta
condición, deja percibir ese algo que impone aquí su forma, en el efecto de
la verdad sobre el deseo.
Pero ¿no sentimos acaso desde hace un momento que, por haber seguido
los caminos de la letra para alcanzar la verdad freudiana, ardemos, que su
fuego se prende por doquier?
Sin duda la letra mata, como dicen, cuando el espíritu vivifica. No lo nega-
mos, habiendo tenido que saludar aquí en algún sitio a una noble víctima del
error de buscar en la letra, pero preguntamos también cómo viviría sin la le-
tra el espíritu. Las pretensiones del espíritu sin embargo permanacerían irre-
ductibles si la letra no hubiese dado pruebas de que produce todos sus efec-
tos de verdad en el hombre, sin que el espíritu intervenga en ello lo más
mínimo.
Esta revelación fue a Freud a quien se le presentó, y a su descubrimiento
lo llamó el inconsciente.

ii. la letra en el inconsciente

La obra completa de Freud nos presenta una página de cada tres de referen-
cias filológicas, una página de cada dos de inferencias lógicas, y en todas par-
tes una aprehensión dialéctica de la experiencia, ya que la analítica del len-
guaje refuerza en ella más aún sus proporciones a medida que el
inconsciente queda más directamente interesado.
Así es como en La interpretación de los sueños no se trata en todas las páginas
sino de lo que llamamos la letra del discurso, en su textura, en sus empleos,

20 Léo Strauss, Persecution and the art of writing, The Free Press, Glencoe, Illi-
nois.
la instancia de la letra 477

en su inmanencia a la materia en cuestión. Pues ese trabajo abre con la obra


su camino real hacia el inconsciente. Y nos lo advierte Freud, cuya confiden-
cia sorprendida cuando lanza ese libro hacia nosotros en los primeros días
de este siglo21 no hace sino confirmar lo que él proclamó hasta el final: en
ese jugarse el todo por el todo de su mensaje está el todo de su descubri-
miento.
La primera cláusula articulada desde el capítulo liminar, porque su expo-
sición no puede sufrir retraso, es que el sueño es un rébus.22 Y Freud estipula
acto seguido que hay que entenderlo, como dije antes, al pie de la letra. Lo
cual se refiere a la instancia en el sueño de esa misma estructura literante (di-
cho de otra manera, fonemática) donde se articula y se analiza el significante
en el discurso. Tal como las figuras no naturales del barco sobre el tejado o
del hombre con cabeza de coma expresamente evocadas por Freud, las imá-
genes del sueño no han de retenerse si no es por su valor de significante, es
decir, por lo que permiten deletrear del “proverbio” propuesto por el rébus
del sueño. Esta estructura de lenguaje que hace posible la operación de la
lectura está en el principio de la significancia del sueño, de la Traumdeutung.
Freud ejemplifica de todas las maneras posibles que ese valor de signifi-
cante de la imagen no tiene nada que ver con su significación, poniendo en
juego los jeroglíficos de Egipto en los que sería ridículo deducir de la fre-
cuencia del buitre que es un aleph o del pollito que es un vau, para señalar
una forma del verbo ser y los plurales, que el texto interese en cualquier me-
dida a esos especímenes ornitológicos. Freud encuentra cómo referirse a
ciertos empleos del significante en esa escritura, que están borrados en la
nuestra, tales como el empleo del determinativo, añadiendo el exponente de
una figura categórica a la figuración literal de un término verbal, pero es
para conducirnos mejor al hecho de que estamos en la escritura donde in-
cluso el pretendido “ideograma” es una letra.
Pero no se necesita la confusión corriente sobre ese término para que en
el espíritu del psicoanalista que no tiene ninguna formación lingüística pre-
valezca el prejuicio de un simbolismo que se deriva de la analogía natural, in-
cluso de la imagen coaptativa del instinto. Hasta tal punto que, fuera de la es-

21 Cf. la correspondencia, concretamente los números 107 y 119 de las cartas


escogidas por sus editores. [Se trata de la correspondencia con W. Fliess,
parcialmente reproducida en Los orígenes del psicoanálisis; las cartas citadas
aparecen en las ediciones de Santiago Rueda y de Biblioteca Nueva, no así
en la de Amorrortu. AS]
22 [Cf. en este tomo, p. 259, n. 26. AS]
478 escritos 1

cuela francesa que lo remedia, es sobre la línea: ver en el poso del café no es
leer en los jeroglíficos, sobre la que tengo que recordarles a sus principios
una técnica cuyas vías nada podría justificar sino el punto de mira del incons-
ciente.
Hay que decir que esto sólo es aceptado trabajosamente y que el vicio
mental denunciado más arriba goza de tal favor que es de esperarse que el
psicoanalista de hoy admita que descodifica, antes que resolverse a hacer con
Freud las escalas necesarias (contemplen de este lado la estatua de Champo-
llion, dice el guía) para comprender que descifra: lo cual se distingue por el
hecho de que un criptograma sólo tiene todas sus dimensiones cuando es el
de una lengua perdida.
Hacer estas escalas no es sin embargo más que continuar en la Traumdeu-
tung.
La Entstellung, traducida: transposición, en la que Freud muestra la pre-
condición general de la función del sueño, es lo que hemos designado más
arriba con Saussure como el deslizamiento del significado bajo el signifi-
cante, siempre en acción (inconsciente, observémoslo) en el discurso.
Pero las dos vertientes de la incidencia del significante sobre el significado
vuelven a encontrarse allí.
La Verdichtung, condensación, es la estructura de sobreimposición de los
significantes donde toma su campo la metáfora, y cuyo nombre, por conden-
sar en sí mismo la Dichtung,23 indica la connaturalidad del mecanismo a la
poesía, hasta el punto de que envuelve la función propiamente tradicional
de ésta.
La Verschiebung o desplazamiento es, más cerca del término alemán, ese vi-
raje de la significación que la metonimia demuestra y que, desde su apari-
ción en Freud, se presenta como el medio del inconsciente más apropiado
para burlar a la censura.
¿Qué es lo que distingue a esos dos mecanismos que desempeñan en el
trabajo del sueño, Traumarbeit, un papel privilegiado, de su homóloga fun-
ción en el discurso? Nada, sino una condición impuesta al material signifi-
cante, llamada Rücksicht auf Darstellbarkeit, que habría que traducir por: defe-
rencia a los medios de la puesta en escena (la traducción por: papel de la
posibilidad de figuración es aquí excesivamente aproximada). Pero esa con-
dición constituye una limitación que se ejerce en el interior del sistema de la

23 [En este caso la condensación es obra del propio Lacan: no hay parentesco
etimológico entre Dichtung y Verdichtung. AS]
la instancia de la letra 479

escritura, lejos de disolverlo en una semiología figurativa en la que se confun-


diría con los fenómenos de la expresión natural. Se podría probablemente
iluminar con esto los problemas de ciertos modos de pictografía, que el
único hecho de que hayan sido abandonados como imperfectos en la escri-
tura no autoriza suficientemente a que se los considere como estadios evolu-
tivos. Digamos que el sueño es semejante a ese juego de salón en el que hay
que hacer adivinar a los espectadores un enunciado conocido o su variante
por medio únicamente de una puesta en escena muda. El hecho de que el
sueño disponga de la palabra no cambia nada a este respecto, dado que para
el inconsciente no es sino un elemento de puesta en escena como los otros.
Es justamente cuando el juego e igualmente el sueño tropiecen con la falta
de material taxiemático para representar las articulaciones lógicas de la cau-
salidad, de la contradicción, de la hipótesis, etc., cuando darán prueba de
que uno y otro son asunto de escritura y no de pantomima. Los procedimien-
tos sutiles que el sueño muestra emplear para representar no obstante esas
articulaciones lógicas de manera mucho menos artificial que la que el juego
utiliza ordinariamente, son objeto en Freud de un estudio especial en el que
se confirma una vez más que el trabajo del sueño sigue las leyes del signifi-
cante.
El resto de la elaboración es designado por Freud como secundario, lo
cual toma su valor de aquello de lo que se trata: fantasías o sueños diurnos,
Tagtraum para emplear el término que Freud prefiere utilizar para situarlos
en su función de cumplimiento del deseo (Wunscherfüllung). Su rasgo distin-
tivo, dado que esas fantasías pueden permanecer inconscientes, es efectiva-
mente su significación. Ahora bien, de éstas Freud nos dice que su lugar en
el sueño consiste o bien en ser tomadas en él a título de elementos significan-
tes para el enunciado del pensamiento inconsciente (Traumgedanke) — o
bien en servir para la elaboración secundaria de que se trata aquí, es decir,
para una función, dice él, que no hay por qué distinguir del pensamiento de
la vigilia (von unserem wachen Denken nicht zu unterscheiden). No se puede dar
mejor idea de los efectos de esta función que la de compararla con placas de
jalbegue, que aquí y allá copiadas a la plancha de estarcir, tenderían a hacer
entrar en la apariencia de un cuadro de tema los clichés más bien latosos en
sí mismos del rébus o de los jeroglíficos.
Pido excusas por parecer deletrear yo mismo el texto de Freud; no es so-
lamente para mostrar lo que se gana sencillamente con no amputarlo, es
para poder situar sobre puntos de referencia primeros, fundamentales y
nunca revocados, lo que sucedió en el psicoanálisis.
Desde el origen se desconoció el papel constituyente del significante en el
480 escritos 1

estatuto que Freud fijaba para el inconsciente de buenas a primeras y bajo los
modos formales más precisos.
Esto por una doble razón, donde la menos percibida naturalmente es que
esa formalización no bastaba por sí misma para hacer reconocer la instancia
del significante, puesto que en el momento de la publicación de la Traumdeu-
tung, se adelantaba mucho a las formalizaciones de la lingüística a las que sin
duda podría demostrarse que, por su solo peso de verdad, les abrió el ca-
mino.
La segunda razón no es después de todo sino el reverso de la primera,
pues si los psicoanalistas se vieron exclusivamente fascinados por las signifi-
caciones detectadas en el inconsciente, es porque sacaban su atractivo más
secreto de la dialéctica que parecía serles inmanente.
He mostrado para mi seminario que es en la necesidad de enderezar los
efectos cada vez más acelerados de esa parcialidad donde se comprenden los
virajes aparentes, o mejor dicho los golpes de timón, que Freud, a través de
su primera preocupación de asegurar la supervivencia de su descubrimiento
con los primeros retoques que imponía a los conocimientos, creyó deber dar
a su doctrina durante la marcha.
Pues en el caso en que se encontraba, lo repito, de no tener nada que, res-
pondiendo a su objeto, estuviese en el mismo nivel de madurez científica,
por lo menos no dejó de mantener ese objeto a la medida de su dignidad on-
tológica.
El resto fue asunto de los dioses y corrió tal suerte que el análisis toma hoy
sus puntos de referencia en esas formas imaginarias que acabo de mostrar
como dibujadas en reserva sobre el texto que mutilan, y que sobre ellas es so-
bre las que el punto de mira del analista se conforma: mezclándolas en la in-
terpretación del sueño con la liberación visionaria de la pajarera jeroglífica, y
buscando más generalmente el control del agotamiento del análisis en una es-
pecie de scanning24 de esas formas allí donde aparezcan, con la idea de que és-
tas son testimonio del agotamiento de las regresiones tanto como del remode-
lado de la “relación de objeto” en que se supone que el sujeto se tipifica.25

24 Es sabido que tal es el procedimiento por el cual una investigación asegura


sus resultados por medio de la exploración mecánica de la extensión entera
del campo de su objeto.
25 La tipología, si no se refiere más que al desarrollo del organismo, desco-
noce la estructura en la que el sujeto está tomado respectivamente en el
fantasma, en la pulsión, en la sublimación —estructura cuya teoría elaboro
(1966).
la instancia de la letra 481

La técnica que se autoriza en tales posiciones puede ser fértil en efectos di-
versos, muy difíciles de criticar detrás de la égida terapéutica. Pero una crí-
tica interna puede desprenderse de una discordancia flagrante entre el
modo operatorio con que se autoriza esta técnica —a saber, la regla analítica
cuyos instrumentos todos, a partir de la “libre asociación”, se justifican por la
concepción del inconsciente de su inventor—, y el desconocimiento com-
pleto que allí reina de esa concepción del inconsciente. Lo cual sus defenso-
res más expeditivos creen resolver con una pirueta: la regla analítica debe ser
observada tanto más religiosamente cuanto que no es sino el fruto de un fe-
liz azar. Dicho de otra manera, Freud nunca supo bien lo que hacía.
El retorno al texto de Freud muestra por el contrario la coherencia abso-
luta de su técnica con su descubrimiento, al mismo tiempo que permite si-
tuar sus procedimientos en el rango que les corresponde.
Por eso toda rectificación del psicoanálisis impone que se retome la ver-
dad de ese descubrimiento, imposible de oscurecer en su momento original.
Pues en el análisis del sueño, Freud no pretende darnos otra cosa que las le-
yes del inconsciente en su extensión más general. Una de las razones por las
cuales el sueño era lo más propicio para ello es justamente, nos lo dice Freud,
que no revela menos esas leyes en el sujeto normal que en el neurótico.
Pero en un caso como en el otro, la eficiencia del inconsciente no se de-
tiene al despertar. La experiencia psicoanalítica no consiste en otra cosa que
en establecer que el inconsciente no deja ninguna de nuestras acciones fuera
de su campo. Su presencia en el orden psicológico, dicho de otra manera, en
las funciones de relación del individuo, merece sin embargo ser precisada: no
es de ningún modo coextensiva a este orden, pues sabemos que, si la motiva-
ción inconsciente se manifiesta tanto por efectos psíquicos conscientes como
por efectos psíquicos inconscientes, inversamente es una indicación elemen-
tal hacer observar que un gran número de efectos psíquicos que el término
“inconsciente”, en virtud de excluir el carácter de la conciencia, designa legí-
timamente, no por ello dejan de encontrarse sin ninguna relación por su na-
turaleza con el inconsciente en el sentido freudiano. Sólo por un abuso del
término se confunde pues psíquico e inconsciente en este sentido, y se califica
así de psíquico un efecto del inconsciente sobre lo somático por ejemplo.
Se trata pues de definir la tópica de ese inconsciente. Digo que es la misma
que define el algoritmo

S

s
482 escritos 1

Lo que éste nos permitió desarrollar en cuanto a la incidencia del signifi-


cante sobre el significado permite su transformación en:

l
f (S) —
s

Fue de la copresencia no sólo de los elementos de la cadena significante


horizontal, sino de sus contigüidades verticales, en el significado, de la que
mostramos los efectos, repartidos según dos estructuras fundamentales en la
metonimia y en la metáfora. Podemos simbolizarlas por:

f (S...S’)S  S(–) s,

o sea, la estructura metonímica, que indica que es la conexión del signifi-


cante con el significante la que permite la elisión por la cual el significante
instala la carencia de ser en la relación de objeto, utilizando el valor de remi-
sión de la significación para investirlo con el deseo que apunta hacia esa ca-
rencia a la que sostiene. El signo, situado entre ( ), manifiesta aquí el mante-
nimiento de la barra, que en el primer algoritmo marca la irreductibilidad
en que se constituye en las relaciones del significante con el significado la re-
sistencia de la significación.26
He aquí ahora:

f (—S’S ( S  S(+) s,

la estructura metafórica, indicando que es en la sustitución del significante


por el significante donde se produce un efecto de significación que es de poe-
sía o de creación, dicho de otra manera, de advenimiento de la significación
en cuestión.27 El signo + colocado entre ( ) manifiesta aquí el franquea-
miento de la barra — y el valor constituyente de ese franqueamiento para la
emergencia de la significación.
Este franqueamiento expresa la condición de paso del significante al signi-
ficado cuyo momento señalé más arriba confundiéndolo provisionalmente
con el lugar del sujeto.

26 El signo  designa la congruencia.


27 S’ designa en el contexto el término productivo del efecto significante (o
significancia); se ve que ese término está latente en la metonimia, patente
en la metáfora.
la instancia de la letra 483

Es en la función del sujeto, así introducida, en la que debemos detenernos


ahora, porque está en el punto crucial de nuestro problema.
Pienso, luego soy (cogito ergo sum), no es sólo la fórmula en que se constituye,
con el apogeo histórico de una reflexión sobre las condiciones de la ciencia,
el nexo con la transparencia del sujeto trascendental de su afirmación exis-
tencial.
Acaso no soy sino objeto y mecanismo (y por lo tanto nada más que fenó-
meno), pero indudablemente en cuanto que lo pienso, soy —absolutamente.
Sin duda los filósofos habían aportado aquí importantes correcciones, y con-
cretamente la de que en aquello que piensa (cogitans) nunca hago otra cosa
sino constituirme en objeto (cogitatum). Queda el hecho de que a través de
esta depuración extrema del sujeto trascendental, mi nexo existencial con su
proyecto parece irrefutable, por lo menos bajo la forma de su actualidad, y
de que:

“cogito ergo sum” ubi cogito, ibi sum,

supera la objeción.
Por supuesto, esto me limita a no ser allí en mi ser sino en la medida en
que pienso que soy en mi pensamiento; en qué medida lo pienso verdadera-
mente es cosa que sólo me concierne a mí, y, si lo digo, no interesa a nadie.28
Sin embargo, eludirlo bajo el pretexto de su aspecto filosófico es simple-
mente dar pruebas de inhibición. Pues la noción de sujeto es indispensable
para el manejo de una ciencia como la estrategia en el sentido moderno, cu-
yos cálculos excluyen todo “subjetivismo”.
Es también prohibirse la entrada a lo que puede llamarse el universo de
Freud, como se dice el universo de Copérnico. En efecto, es a la revolución
llamada copernicana a la que Freud mismo comparaba su descubrimiento,
subrayando que estaba en juego una vez más el lugar que el hombre se
asigna en el centro de un universo.
¿Es el lugar que ocupo como sujeto del significante, en relación con el que
ocupo como sujeto del significado, concéntrico o excéntrico? Ésta es la cues-
tión.

28 La cosa es muy diferente si, planteando por ejemplo una pregunta como:
“¿Por qué hay filósofos?”, me hago más cándido de lo que es natural,
puesto que planteo no solamente la pregunta que los filósofos se plantean
desde siempre, sino aquella en la que tal vez más se interesan.
484 escritos 1

No se trata de saber si hablo de mí mismo de manera conforme con lo que


soy, sino si cuando hablo de mí, soy el mismo que aquel del que hablo. No
hay aquí ningún inconveniente en hacer intervenir el término “pensa-
miento”, pues Freud designa con ese término los elementos que están en
juego en el inconsciente; es decir, en los mecanismos significantes que acabo
de reconocer en él.
No por ello es menos cierto que el cogito filosófico está en el núcleo de ese
espejismo que hace al hombre moderno tan seguro de ser él mismo en sus
incertidumbres sobre sí mismo, incluso a través de la desconfianza que pudo
aprender desde hace mucho tiempo a practicar en cuanto a las trampas del
amor propio.
Así pues, si volviendo contra la nostalgia a la que sirve el arma de la meto-
nimia, me niego a buscar ningún sentido más allá de la tautología, y si, en
nombre de “la guerra es la guerra” y “un centavo es un centavo” me decido
a no ser más que lo que soy, ¿cómo desprenderme aquí de la evidencia de
que soy en ese acto mismo?
Tampoco yendo al otro polo, metafórico, de la búsqueda significante y
consagrándome a convertirme en lo que soy, a venir al ser, puedo dudar de
que incluso perdiéndome en ello, soy.
Ahora bien, es en esos puntos mismos donde la evidencia va a ser subver-
tida por lo empírico, donde reside el giro de la conversión freudiana.
Ese juego significante de la metonimia y de la metáfora, incluyendo y com-
prendiendo su punta activa que clava mi deseo sobre un rechazo del signifi-
cante o sobre una carencia de ser, y anuda mi suerte a la cuestión de mi des-
tino, ese juego se juega, hasta que termine la partida, en su inexorable
finura, allí donde no soy porque no puedo situarme.
Es decir que son pocas las palabras con que pude apabullar un instante a
mis auditores: pienso donde no soy, luego soy donde no pienso. Palabras que
hacen sensible para toda oreja suspendida en qué ambigüedad de hurón
huye bajo nuestras manos el anillo del sentido sobre la cuerda verbal.29
Lo que hay que decir es: no soy, allí donde soy el juguete de mi pensa-
miento; pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensar.
Este misterio con dos caras se une al hecho de que la verdad no se evoca
sino en esa dimensión de coartada por la que todo “realismo” en la creación
toma su virtud de la metonimia, así como a ese otro de que el sentido sólo

29 [Cf. la nota 22, p. 251 de este tomo; el juego aludido se llama en francés du
furet, “del hurón”. TS]
la instancia de la letra 485

entrega su acceso al doble codo de la metáfora, cuando se tiene su clave


única: la S y la s del algoritmo saussureano no están en el mismo plano, y el
hombre se engañaba creyéndose colocado en su eje común que no está en
ninguna parte.
Esto por lo menos hasta que Freud hizo su descubrimiento. Pues si lo que
Freud descubrió no es esto exactamente, no es nada.

Los contenidos del inconsciente no nos entregan en su decepcionante ambi-


güedad ninguna realidad más consistente en el sujeto que lo inmediato; es
de la verdad de la que toman su virtud, y en la dimensión del ser: Kern unse-
res Wesen, los términos están en Freud.
El mecanismo de doble gatillo de la metáfora es el mismo donde se deter-
mina el síntoma en el sentido analítico. Entre el significante enigmático del
trauma sexual y el término al que viene a sustituirse en una cadena signifi-
cante actual, pasa la chispa, que fija en un síntoma —metáfora donde la
carne o bien la función están tomadas como elementos significantes— la sig-
nificación inaccesible para el sujeto consciente en la que puede resolverse.
Y los enigmas que propone el deseo a toda “filosofía natural”, su frenesí
que imita el abismo del infinito, la colusión íntima en que envuelve el placer
de saber y el de dominar con el goce, no consisten en ningún otro desarreglo
del instinto sino en su entrada en los rieles —eternamente tendidos hacia el
deseo de otra cosa— de la metonimia. De donde su fijación “perversa” en el
mismo punto de suspensión de la cadena significante donde el recuerdo en-
cubridor se inmoviliza, donde la imagen fascinante del fetiche se hace estatua.
No hay ningún otro medio de concebir la indestructibilidad del deseo in-
consciente —cuando no hay necesidad que, al ver que se le prohíbe su sacie-
dad, no se resquebraje, en caso extremo por la consunción del organismo
mismo. Es en una memoria, comparable a lo que se llama con este nombre
en nuestras modernas máquinas de pensar (fundadas sobre una realización
electrónica de la composición significante), donde reside esa cadena que in-
siste en reproducirse en la transferencia, y que es la de un deseo muerto.
Es la verdad de lo que ese deseo fue en su historia lo que el sujeto grita por
medio de su síntoma, como Cristo dijo que habrían hecho las piedras si los
hijos de Israel no les hubiesen dado su voz.
Ésta es también la razón de que sólo el psicoanálisis permita diferenciar,
en la memoria, la función de la rememoración. Arraigado en el significante,
resuelve, por el ascendiente de la historia en el hombre, las aporías platóni-
cas de la reminiscencia.
486 escritos 1

Basta con leer los tres ensayos sobre Una teoría sexual, recubiertos para las
multitudes por tantas glosas seudobiológicas, para comprobar que Freud
hace derivar todo acceso al objeto de una dialéctica del retorno.
Habiendo partido así del νο´σ τος30 hölderliniano, es a la repetición kier-
kegaardiana adonde Freud llegará menos de veinte años más tarde, es decir
que su pensamiento, por haberse sometido en su origen a las únicas conse-
cuencias humildes pero inflexibles de la talking cure, no pudo desprenderse
nunca de las servidumbres vivas que, desde el principio regio del Logos, lo
condujeron a pensar de nuevo las antinomias mortales de Empédocles.
¿Y cómo concebir, sino sobre ese “otro escenario” del que él habla como
del lugar del sueño, su recurso de hombre científico a un Deus ex machina
menos irrisorio por el hecho de que aquí se revela al espectador que la
máquina dirige al director mismo? Figura obscena y feroz del padre primor-
dial, inagotable en redimirse en el eterno enceguecimiento de Edipo, ¿cómo
pensar, sino porque tuvo que agachar la cabeza ante la fuerza de un testimo-
nio que rebasaba sus prejuicios, que un hombre de ciencia del siglo XIX haya
dado en su obra más importancia que a todo a ese Tótem y tabú, ante el cual
los etnólogos de hoy se inclinan como ante el crecimiento de un mito autén-
tico?
Es en efecto a las mismas necesidades del mito a las que responde esta
imperiosa proliferación de creaciones simbólicas particulares, en la que se
motivan hasta en sus detalles las compulsiones del neurótico, del mismo
modo que lo que llaman las teorías sexuales del niño.
Así es como, para colocarlos en el punto preciso en que se desarrolla
actualmente en mi seminario mi comentario de Freud, el pequeño Hans, a
los cinco años, abandonado por las carencias de su medio simbólico ante el
enigma actualizado de repente para él de su sexo y de su existencia, desarro-
lla, bajo la dirección de Freud y de su padre, discípulo de éste, alrededor del
cristal significante de su fobia, bajo una forma mítica, todas las permutacio-
nes posibles de un número limitado de significantes.
Operación en la que se demuestra que incluso en el nivel individual, la
solución de lo imposible es aportada al hombre por el agotamiento de todas
las formas posibles de imposibilidades encontradas al poner en una ecua-
ción significante la solución. Demostración impresionante para iluminar el
laberinto de una observación que hasta ahora sólo se ha utilizado para
extraer de ella materiales de demolición. Y también para hacer captar que

30 [Retorno. AS]
la instancia de la letra 487

en la coextensividad del desarrollo del síntoma y de su resolución curativa se


muestra la naturaleza de la neurosis: fóbica, histérica u obsesiva, la neurosis
es una pregunta que el ser plantea para el sujeto “desde allí donde estaba
antes de que el sujeto viniese al mundo” (esa subordinada es la propia frase
que utiliza Freud al explicar al pequeño Hans el complejo de Edipo).
Se trata aquí de ese ser que no aparece sino durante el relámpago de un
instante en el vacío del verbo ser, y ya dije que plantea su pregunta para el
sujeto. ¿Qué quiere decir eso? No la plantea ante el sujeto, puesto que el suje-
to no puede venir al lugar donde la plantea, sino que la plantea en el lugar
del sujeto, es decir que en ese lugar plantea la pregunta con el sujeto, como
se plantea un problema con una pluma y como el hombre antiguo pensaba
con su alma.
Así es31 como Freud hizo entrar al yo en su doctrina, definiéndolo por
resistencias que le son propias. Que son de naturaleza imaginaria en el sen-
tido de los señuelos coaptativos, cuyo ejemplo nos ofrece la etología de los
comportamientos animales del pavoneo y del combate, es lo que he procu-
rado hacer captar como aquello a lo que esos señuelos se reducen en el hom-
bre, o sea, como la relación narcisista introducida por Freud, de la que yo
proseguí la elaboración en el estadio del espejo. Aunque Freud, al situar en
ese yo la síntesis de las funciones perceptivas en las que se integran las selec-
ciones sensorio-motrices, parezca abundar en la delegación que se le hace
tradicionalmente de responder de la realidad, esta realidad no está sino más
incluida en el suspenso del yo.
Puesto que ese yo, distinguido en principio por las inercias imaginarias que
concentra contra el mensaje del inconsciente, no opera sino cubriendo el des-
plazamiento que es el sujeto en una resistencia esencial al discurso como tal.
Ésta es la razón de que un agotamiento de los mecanismos de defensa, tan
sensible como nos la muestra un Fenichel en sus problemas de técnica, por-
que es un practicante (mientras que toda su reducción teórica de las neuro-
sis o de las psicosis a anomalías genéticas del desarrollo libidinal es la chatu-
ra misma), se manifieste, sin que él dé cuenta de ello, y sin que ni siquiera
se dé cuenta, como el reverso del cual los mecanismos del inconsciente serí-
an el derecho. La perífrasis, el hipérbaton, la elipsis, la suspensión, la antici-
pación, la retractación, la negación, la digresión, la ironía, son las figuras de
estilo (figurae sententiarum de Quintiliano), como la catacresis, la lítote, la
antonomasia, la hipotiposis son los tropos, cuyos términos se imponen a la

31 Los dos párrafos que siguen fueron reelaborados (diciembre de 1968) sólo
para el aligeramiento de su discurso.
488 escritos 1

pluma como los más propios para etiquetar a estos mecanismos. ¿Podemos
acaso no ver en ellos sino una simple manera de decir, cuando son las figu-
ras mismas que se encuentran en acto en la retórica del discurso efectiva-
mente pronunciado por el analizado?
Obstinándose en reducir a una permanencia emocional la naturaleza de
la resistencia para hacerla extraña al discurso, los psicoanalistas de hoy mues-
tran únicamente que caen bajo el peso de una de las verdades fundamenta-
les que Freud volvió a encontrar por medio del psicoanálisis. Es que a una
verdad nueva, no es posible contentarse con darle su lugar, pues de lo que
se trata es de tomar nuestro lugar en ella. Ella exige que uno se tome la
molestia. No se lo podría lograr simplemente habituándose a ella. Se habi-
túa uno a lo real. A la verdad, se la reprime.
Ahora bien, es necesario muy especialmente para el hombre de ciencia, para
el mago e incluso para el meigo,32 ser el único que sabe. La idea de que en el
fondo de las almas más simples, y, peor aún, enfermas, haya algo listo a flore-
cer, pase; pero que haya alguien que parezca saber tanto como ellos sobre lo
que debe pensarse de esto... socorrednos, oh categorías del pensamiento primi-
tivo, prelógico, arcaico, incluso del pensamiento mágico, tan fácil de imputar a
los demás. Es que no conviene que esos ordinarios nos tengan con la lengua
afuera proponiéndonos enigmas que muestran ser demasiado maliciosos.
Para interpretar el inconsciente como Freud, habría que ser como él una
enciclopedia de las artes y de las musas, además de un lector asiduo de las
Fliegende Blätter. Y la tarea no nos sería más fácil poniéndonos a merced de un
hilo tejido de alusiones y de citas, de juegos de palabras y de equívocos.
¿Tendríamos que hacer oficio de fanfreluches antidotées?33
Hay que disponerse a ello, sin embargo. El inconsciente no es lo primor-
dial, ni lo instintual, y lo único elemental que conoce son los elementos del
significante.
Los libros que pueden llamarse canónicos en materia de inconsciente —
la Traumdeutung, la Psicopatología de la vida cotidiana y el Chiste (Witz) y su rela-
ción con lo inconsciente— no son sino un tejido de ejemplos cuyo desarrollo se
inscribe en las fórmulas de conexión y sustitución (sólo que llevadas al décu-
plo por su complejidad particular, y cuyo cuadro es dado a veces por Freud
fuera de texto), que son las que damos del significante en su función de

32 [Mège, en francés: procedente de mégier, cuidar-curar, derivado del latín


medicare, quiere decir “sanador”. AS]
33 [Enigmas versificados de Rabelais para eruditos consumados: Gargantúa, I,
II. TS]
la instancia de la letra 489

transferencia. Porque en la Traumdeutung, es en el sentido de semejante fun-


ción como se introduce el término Übertragung o transferencia, que dará más
tarde su nombre al resorte operante del vínculo intersubjetivo entre el ana-
lizado y el analista.
Tales diagramas no son únicamente constituyentes en la neurosis para
cada uno de sus síntomas, sino que son los únicos que permiten envolver la
temática de su curso y de su resolución. Como las grandes observaciones de
análisis que Freud dejó, son admirables para demostrarlo.
Y para atenernos a un dato más reducido, pero más, manejable, para que
nos ofrezca el último sello con el cual sellar nuestra idea, citaré el artículo
de 1927 sobre el fetichismo, y el caso que Freud relata allí de un paciente34
para quien la satisfacción sexual exigía cierto brillo en la nariz (Glanz auf der
Nase), y cuyo análisis mostró que lo debía al hecho de que sus primeros años
anglófonos habían desplazado en una mirada sobra la nariz (a glance at the
nose, y no shine on the nose en la lengua “olvidada” de la infancia del sujeto)
la curiosidad ardiente que lo encadenaba al falo de su madre, o sea, a esa
carencia-de-ser eminente cuyo significante privilegiado reveló Freud.
Fue ese abismo abierto al pensamiento de que un pensamiento se dé a
entender en el abismo, el que provocó desde el principio la resistencia al
análisis. Y no como se dice la promoción de la sexualidad en el hombre. Ésta
es con mucho el objeto que predomina en la literatura a través de los siglos.
Y la evolución del psicoanálisis ha logrado mediante un golpe de magia
cómico hacer de ella una instancia moral, la cuna y el lugar de espera de la
oblatividad y de la “amancia”. La montura platónica del alma, ahora bendi-
ta e iluminada, se va derechito al paraíso.
El escándalo intolerable en la época en que la sexualidad freudiana no era
todavía santa era que fuese tan “intelectual”. En eso es en lo que se mostra-
ba como digna comparsa de todos aquellos terroristas cuyos complots iban a
arruinar a la sociedad.
En el momento en que los psicoanalistas se consagran a remodelar un psi-
coanálisis bien visto, cuyo coronamiento es el poema sociológico del yo autó-
nomo, quiero decir a quienes me escuchan en qué podrán reconocer a los
malos psicoanalistas: es que utilizan cierto término para depreciar toda
investigación técnica y teórica que prosiga la experiencia freudiana en su
línea auténtica. Este término es la palabra: intelectualización —execrable para
todos aquellos que, viviendo ellos mismos en el temor de ponerse a prueba

34 Fetichismus, G. W., xiv, p. 311 [A., XXI, p. 147].


490 escritos 1

bebiendo el vino de la verdad, escupen sobre el pan de los hombres, sin que
su baba por lo demás pueda tener ya nunca más sobre él otro oficio que el
de una levadura.

iii. la letra, el ser y el otro

¿Lo que piensa así en mi lugar es pues otro yo? ¿El descubrimiento de Freud
representa la confirmación en el nivel de la experiencia psicológica del ma-
niqueísmo?35
Ninguna confusión es posible, de hecho: a lo que introdujo la investigación
de Freud no fue a casos más o menos curiosos de personalidad segunda. In-
cluso en la época heroica a la que acabamos de referimos, en la que, como los
animales en el tiempo de los cuentos, la sexualidad hablaba, nunca se precisó
la atmósfera de diabolismo que semejante orientación hubiese engendrado.36
La finalidad que propone al hombre el descubrimiento de Freud fue defi-
nida por él en el apogeo de su pensamiento en términos conmovedores: Wo
es war, soll Ich werden. Donde estuvo (fue) ello, tengo que advenir.
Esa finalidad es de reintegración y de concordancia, diré incluso de recon-
ciliación (Versöhnung).
Pero si se desconoce la excentricidad radical de sí a sí mismo con la que se
enfrenta el hombre, dicho de otra manera, la verdad descubierta por Freud,
se fallará en cuanto al orden y las vías de la mediación psicoanalítica, se hará
de ella la operación de compromiso que ha llegado efectivamente a ser, o
sea, aquello que más repudian tanto el espíritu de Freud como la letra de su
obra: pues la noción de compromiso es invocada por él sin cesar como si-
tuada en el soporte de todas las miserias a las que socorre su análisis, de tal
modo que puede decirse que el recurso al compromiso, ya sea explícito o im-
plícito, desorienta toda la acción psicoanalítica y la sumerge en la noche.
Pero tampoco basta con restregarse contra las tartuferías moralizantes de
nuestro tiempo y llenarse la boca hablando de “personalidad total”, para ha-
ber dicho siquiera alguna cosa articulada sobre la posibilidad de la mediación.

35 Uno de mis colegas llegaba hasta semejante pensamiento preguntándose si


el Ello (Es) de la doctrina ulterior no era el “yo malo”. (Ya se ve con quién
he tenido que trabajar. 1966.)
36 Nótese sin embargo el tono con que puede hablarse en esta época de las
malas pasadas de los duendes del inconsciente: Der Zufall und die Koboldstrei-
che des Unbewussten, es un título de Silberer, que sería absolutamente
anacrónico en el ambiente presente de los managers del alma.
la instancia de la letra 491

La heteronomía radical cuya hiancia en el hombre mostró el descubri-


miento de Freud no puede ya recubrirse sin hacer de todo lo que se utilice
para ese fin una deshonestidad radical.
¿Cuál es pues ese otro con el cual estoy más ligado que conmigo mismo,
puesto que en el seno más asentido de mi identidad conmigo mismo es él
quien me agita?
Su presencia no puede ser comprendida sino en un grado segundo de la
alteridad, que lo sitúa ya a él mismo en posición de mediación con relación
a mi propio desdoblamiento con respecto a mí mismo así como con respecto
a un semejante.
Si dije que el inconsciente es el discurso del Otro [Autre] con una A mayús-
cula, es para indicar el más allá donde se anuda el reconocimiento del deseo
con el deseo de reconocimiento.
Dicho de otra manera, ese otro es el Otro que invoca incluso mi mentira
como fiador de la verdad en la cual él subsiste.
En lo cual se observa que es con la aparición del lenguaje como emerge la
dimensión de la verdad.
Antes de este punto, en la relación psicológica, perfectamente aislable en la
observación de un comportamiento animal, debemos admitir la existencia de
sujetos, no por algún espejismo proyectivo, fantasma que es el tópico del psi-
cólogo andar desbaratando a la vuelta de cada esquina, sino en razón de la
presencia manifestada de la intersubjetividad. En el acecho en que se es-
conde, en la trampa construida, en la simulación rezagada en que un esca-
pado desprendido de un tropel desorienta al rapaz, emerge algo más que en
la erección fascinante del pavoneo o del combate. Nada allí sin embargo que
trascienda la función del señuelo al servicio de una necesidad, ni que afirme
una presencia en ese más-allá-del-velo donde la Naturaleza entera puede ser
interrogada sobre su designio.
Para que la pregunta misma salga a la luz del día (y es sabido que Freud
llegó a ella en Más allá del principio de placer), es preciso que el lenguaje sea.
Porque puedo engañar a mi adversario por un movimiento que es con-
trario a mi plan de batalla, ese movimiento sólo ejerce su efecto engañoso
precisamente en la medida en que lo produzco en realidad, y para mi ad-
versario.
Pero en las proposiciones por las cuales abro con él una negociación de
paz, es en un tercer lugar, que no es ni mi palabra ni mi interlocutor, donde
lo que ésta le propone se sitúa.
Este lugar no es otra cosa que el lugar de la convención significante, tal
como se revela en la comicidad de esa queja dolorosa del judío a su compa-
492 escritos 1

dre: “¿Por qué me dices que vas a Cracovia para que yo crea que vas a Lem-
berg, cuando vas de veras a Cracovia?”.
Por supuesto, mi movimiento de tropeles de hace un momento puede
comprenderse en ese registro convencional de la estrategia de un juego, en
el cual es en función de una regla como engaño a mi adversario, pero enton-
ces mi éxito es apreciado en la connotación de la traición, es decir, en la re-
lación con el Otro que garantiza la Buena Fe.
Aquí los problemas son de un orden cuya heteronomia es simplemente
desconocida si se la reduce a algún “sentimiento del prójimo”, llámese como
se le llame. Pues “la existencia del otro”, habiendo logrado antaño llegar a las
orejas de Midas psicoanalista a través del tabique que lo separa del conciliá-
bulo fenomenologista, es sabido que esta noticia corre a través de las cañas:
“Midas, el rey Midas, es el otro de su paciente. Él mismo lo ha dicho”.
En efecto, ¿qué puerta ha forzado con ello? ¿El otro, cuál otro?
El joven André Gide desafiando a su casera, a quien su madre lo ha con-
fiado, a tratarlo como a un ser responsable, abriendo ostensiblemente ante
su vista, con una llave que sólo es falsa por ser la llave que abre todos los
candados semejantes, el candado que ella misma considera como el digno
significante de sus intenciones educativas —¿a qué otro apunta? A la que va
a intervenir, y a quien el muchacho dirá riendo: “¿Qué necesidad tiene us-
ted de un candado ridículo para mantenerme en la obediencia?”. Pero tan
sólo por haber permanecido escondida y por haber esperado a la noche
para, después de la acogida tiesa que conviene, echar un sermón al mo-
coso, no es sólo otra, de la que ésta le muestra el rostro al mismo tiempo
que la ira, es otro André Gide, que ya no está muy seguro, desde ese mo-
mento e incluso volviendo sobre ello en la actualidad, de lo que quiso ha-
cer: que ha sido cambiado hasta en su verdad por la duda lanzada contra su
buena fe.
Tal vez este imperio de la confusión que es simplemente aquel donde se re-
presenta toda la ópera bufa humana merece que nos detengamos en él, para
comprender las vías por las cuales procede el análisis no sólo para restaurar allí
un orden, sino para instalar las condiciones de la posibilidad de restaurarlo.
Kern unseres Wesen, el núcleo de nuestro ser, lo que Freud nos ordena pro-
ponernos, como tantos otros lo hicieron antes que él con el vano refrán del
“Conócete a ti mismo”, no es tanto eso como las vías que llevan a ello y que
él nos da a revisar.
O más bien ese “eso” que nos propone alcanzar no es algo que pueda ser
objeto de un conocimiento, sino aquello, ¿acaso no lo dice él mismo?, que
hace mi ser y de lo cual, nos enseña él, doy testimonio tanto y aún más en mis
la instancia de la letra 493

caprichos, en mis aberraciones, en mis fobias y en mis fetiches que en mi per-


sonaje vagamente civilizado.
Locura, no eres ya objeto del elogio ambiguo en que el sabio dispuso la
guarida inexpugnable de su temor. Si, después de todo, no está tan mal alo-
jado allí, es porque el agente supremo que cava desde siempre sus galerías y
su dédalo es a la razón misma, es al mismo Logos a quien sirve.
Si no, ¿cómo concebir que un erudito, tan poco dotado para los “compromi-
sos” que lo solicitaban en su tiempo como en cualquier otro, como lo estaba
Erasmo, haya ocupado un lugar tan eminente en la revolución de una Reforma
donde el hombre estaba tan interesado en cada hombre como en todos?
Es que al tocar, por poco que sea, la relación del hombre con el signifi-
cante, aquí conversión de los procedimientos de la exégesis, se cambia el
curso de su historia modificando las amarras de su ser.
Por esto es por lo que el freudismo, por muy incomprendido que haya sido,
por muy confusas que sean sus consecuencias, aparece a toda mirada capaz de
entrever los cambios que hemos vivido en nuestra propia vida como constitu-
yendo una revolución inasible pero radical. Acumular los testimonios sería
vano:37 todo lo que interesa no sólo a las ciencias humanas, sino al destino del
hombre, a la política, a la metafísica, a la literatura, a las artes, a la publicidad,
a la propaganda, y por ahí, no lo dudo, a la economía, ha sido afectado por él.
Sin embargo, ¿es esto acaso otra cosa que los efectos desacordados de una
verdad inmensa en la que Freud trazó una vía pura? Hay que decir aquí que
esa vía no es seguida en toda técnica que se juzga válida sólo por la categori-
zación psicológica de su objeto, como es el caso del psicoanálisis de hoy fuera
de un retorno al descubrimiento freudiano.
Y en efecto la vulgaridad de los conceptos con que su práctica se reco-
mienda, los hilvanes de falso freudismo que ya no están allí sino de adorno,
no menos que lo que no hay más remedio que llamar la retractación en que
prospera, dan testimonio conjunto de su renegación fundamental.
Freud por su descubrimiento hizo entrar dentro del círculo de la ciencia
esa frontera entre el objeto y el ser que parecía señalar su límite.

37 Descubro el más reciente en lo que se presenta llanamente bajo la pluma de


François Mauriac para excusarse, en el Figaro littéraire del 25 de mayo, de su
negativa a “contar su vida”. Si nadie puede ya emprender eso con el mismo
buen ánimo, es, nos dice, que “desde hace medio siglo, Freud, pensemos de
él lo que pensemos”, ha pasado por allí. Y después de haber flaqueado un
instante bajo el lugar común de que es para someternos a la “historia de
nuestro cuerpo”, regresa rápidamente a lo que su sensibilidad de escritor no
pudo dejar escapar: es la confesión más profunda del alma de todos nues-
tros prójimos lo que nuestro discurso publicaría si quisiera terminarse.
494 escritos 1

Que esto sea el síntoma y el preludio de una nueva puesta en tela de juicio
de la situación del hombre en el ente, tal como la han supuesto hasta ahora
todos los postulados del conocimiento, les ruego a ustedes que no se conten-
ten con catalogar el hecho de que yo lo diga como un caso de heideggerismo
—aunque se le añadiese el prefijo de un neo que no añade nada a ese estilo
de bote de la basura con el cual es usual eximirse de toda reflexión con un
recurso al “quítenme-eso-de-ahí” de nuestros escombros mentales.
Cuando hablo de Heidegger, o más bien cuando lo traduzco, me esfuerzo
en dejar a la palabra que él profiere su significancia soberana.
Si hablo de la letra y del ser, si distingo al otro y al Otro, es porque Freud
me los indica como los términos a los que se refieren esos efectos de resisten-
cia y de transferencia con los que he tenido que medirme desigualmente
desde los veinte años que hace que ejerzo esta práctica —imposible, todo el
mundo se complace en repetirlo después de él— del psicoanálisis. Es tam-
bién porque necesito ayudar a otros a no perderse por allí.
Es para impedir que caiga en barbecho el campo del que son herederos,
y para esto hacerles entender que si el síntoma es una metáfora, no es una
metáfora decirlo, del mismo modo que decir que el deseo del hombre es una
metonimia. Porque el síntoma es una metáfora, queramos o no decírnoslo,
como el deseo es una metonimia, incluso si el hombre se pitorrea de él.
Y así, para que los invite a indignarse de que después de tantos siglos de hi-
pocresía religiosa y de fanfarronería filosófica, todavía no se haya articulado
válidamente nada de lo que liga a la metáfora con la cuestión del ser y a la
metonimia con su falta —¿sería acaso necesario que, del objeto de esa indig-
nación en cuanto agente y en cuanto víctima, quedase todavía algo allí para
responder a ella: a saber, el hombre del humanismo y el crédito, irremedia-
blemente protestado, que ha obtenido sobre sus intenciones?

T.t.y.e.m.u.p.t.38 14-26 de mayo de 1957

Observemos aquí que a este artículo se une la intervención que


fue la nuestra el 23 de abril de 1960 en la Sociedad de Filosofía, a

38 [En carta del 15 de octubre de 1970, J. Lacan dice dirigiéndose a Tomás


Segovia: “Nadie puede pescar ahí la menor idea. Pero a usted, que pone un
cuidado tan maravilloso a mi servicio, le confesaré lo que no he confiado
nunca a nadie. Se trata de las iniciales de la frase que podría decirme a mí
mismo en esa fecha desde hacía mucho tiempo y con lo que así oculto mi
amargura: ‘Tu t’y es mis un peu tard’ (= ‘Te has puesto a la obra un poco
tarde’). La e falta en los Écrits, pero..., espero, no en el texto original”. AS]
la instancia de la letra 495

propósito de la comunicación que el señor Perelman produjo, so-


bre la teoría que da de la metáfora como función retórica, precisa-
mente en la Théorie de l’argumentation.
::,\
XIV •,•,
. ,.

EL SIGNIFICANTE, EN CUANTO TAL, NO


SIGNIFICA NADA

·..,

La noción de estructura.
La subjetividad en lo real.
n
. ¡_·:
j;
Cómo situar el comienzo del delirio.
Los entre~yo (je).·

Ad usum autem orationis, incredibile est, nisi diligenter


attenderis, quanta opera machinata natura sit.
Cuántas maravillas esconde la función del lenguaje si quie-
ren diligentemente prestarle atención: como saben a eso
nos dedicamos aquí. No les extrañará entonces que ponga
como epígrafe esta frase de Cicerón, ya que sobre ese tema
vamos, este trimestre, a retomar el estudio de las estructuras
freudianas de las psicosis. ·
En efecto, se trata de lo que Freud dejó en lo concernien-
te a las estructuras de las psicosis, y por lo cual las calificamos
de freudianas.

La noción de ·estructura merece de por sí que le prestemos


atención. Tal como la hacemos jugar eficazmente en análisis,
implica cierto número de coordenadas, y la noción misma de
coordenadas forma parte de ella. La estructura es primero un
grupo de elementos que forman un conjunto ca-variante.

261
170
...·,•.\•'••"· ·.....
: :· ')

EL SIGNIFICANTE, EN CUANTO TAL, NO SIGNIFICA NADA


DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO

en relación a la~ definiciones esas de significante y estructura


Dije un conjunto, no dije. una totalidad. En ~fecto> la
noción de estructura es analítica. La estructura s1~mpre se es que se puede. trazar la frontera adecuada.
En física, ·n:ós impusimos como ley partir de la idea que,
establece mediante la referencia de algo que es coherente a
en la naturaleza, nadie se sirve del significante para significar.
alguna otra cosa,_ que ~e es ~omplementario. Pero ~: noc~ón
de totalidad sólo mterv1ene s1 estamos ante una relac1on cerra- Nuestra física se distingue en esto de una física mística, y
da con un correspondiente, cuya estructura es solidaria. Pue- aun d~ la fís~ca ·an~igua, que nada t~nía ~e mística, pero que
no se 1mpon1a estrictamente esta ex1genc1a. Para nosotros -se
de haber, por el. contrari~, una relac~ón abierta, a 1~ que
llamaremos de suplementariedad. A quienes se _han dedicado ha convertido en-ley fundamental, exigible de todo enunciado
a un análisis estructural, siempre les pareció que lo ideal era del orden de la~. ciencias naturales, que nadie se sirve del
encontrar lo que ligaba a ambas, la cerrada y la abierta, · significante.
descubrir del lado de la apertura una circularidad. Pero, el significante a pesar de todo está ahí, en la natura-
Pienso que ya ti~nen la orientación suficient,e p~ra com- leza, y si en ella no estuviera el significante que buscamos,
prender que la noción de estructura es ya en s1 rms~a. una ~o encont.:aríamo~ n~da~ ?stablecer. una ley natural es despe-
manifestación del significado. Lo poco que acabo de md1car- Jª~ una formula ms1gmficante. Mientras menos signifique,
les acerca de su dinámica, sobre lo que implica, los dirige mas contentos nos ponemos. Por eso nos contenta tanto la
hacia ia noción de significante. Interesarse por la estructura culminación de la física einsteniana. Se equivocan si creen
es no poder descuidar el signrt~c~nte. En el a~~isis estru.ctu_r~l ~ue !as formul~~as de Einstein que relacionan la masa de
encontramos como en el anáhs1s de la relac1on entre s1gnif1- inercia con untl: constante y algunos exponentes, tiene la me-
' .
cante y significado, relaciones de grupos b_:1-sadas en. conJun- nor significación. Son un puro significante. Y por eso, gracias
tos abiertos o cerrados, pero que entranan esencialmente a él tenemos el ID:undo en la palma de la mano.
ref;rencias recíprocas. En el análisis de la relación entre signi- ~a noción dé que el significante significa algo, de que
ficante y significado, aprendim?s a acentuar}~ ~incronía y la algmen se vale ~e ese significante para significar algo, se
diacronía, y encontramos lo mismo en el anahs:s estruct~ral. llama la Signatura rerum. Es el título de UJ.?.a obra de J akob
A fin de cuentas~ al examinarlas de cerca, la noción de estruc- Boehme. Con lo cual quería decir que, en los fenómenos
tura y la de significante se presentan como- insepa~ables. De naturales, está el _sµsodicho Dios hablándonos en su léngua.
hecho cuando analizamos una estructura, se trata siempre, al No por ello debemos pensar que nuestra física implica la
meno: idealmente, del significante. Lo que más nos satísface r~ducci?n de to~a. ·s_i~nificación. En el límite hay una, pero _
en un análisis estructural, es lograr despejar al significante de sin- nadie que la signifique. Dentro de la física, la sola existen-
la manera más radical posible. cia de un sistema significante implica al menos esta significa-
Nos situamos en un campo distinto al de las ciencias ción: que hay urio, un Umwelt. La física implica la conjun-
naturales, y como saben, decir que es el .~e las cienci~s hu°:1a- ción mínima de los dos significantes siguientes: el uno y el
nas no basta. ¿Cómo hacer la demarcac1on? ¿En que medida todo -que todas. las cosas son una o que el uno es todas las
debemos tender hacia los ideales de las ciencias de la naturale- cosas-. ·
za, me . refiero a la forma en que se han desarrollado par: Esos significantes de la ciencia, por reducidos que sean,
:•,•' nosotros, esto es, a la física ante la cual estamos? ¿En 9ue serí~. un engaño. creer qu~ están d~dos, y que el empirismo
·medida no podemos evitar distinguirnos de ella? Pues bten, que fuere permite despeJarlos. Nmguna teoría empírica es

262 171 263


DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO EL SIGNIFICANTE, EN CUANTO TAL, NO SIGNIFICA NADA

capaz de dar cuenta de la mera existencia de· los prime:os 2


números enteros. Por más esfuerzos que haya hecho el senor
Jung para convencernos de lo contrario,. la hís~oria, la obser-
vación, la etnografía, muestran que. en c1er~o ruv~l, de uso del La experiencia lo prueba: mientras más no significa nada,
significante, en tal cultura, comumdad o pobla_c1on, acce~er más indestructible es el significante. . l..
al número cinco, por ejemplo, es ,una_ conquista. Es ~uy Quienes bromean sobre lo qué podemos llamar el poder
posible distinguir, por los lados del Onnoco, entre, la ti:1bu de las palabras, demostrando, lo cual es siempre fácil, las
que aprendió a significar el núm:ro cuatro, y ~~ ~as alla, y contradicciones ·en las que se entra con el juego de tal o cual
aquélla para· la cual el número cmco abre po~1bilidades ~or... concepto, quienes se burlan del nominalismo, como suele
prendentes, coherentes, por cierto, con el conjunto del siste- decirse, de tal o cual filosofía, toman \.}na dirección insensata. ·:···... •.:·

ma significante en que se inserta. Es fácil, ·desde luego, criticar lo que puede tener de arbi-
Esto no es . chiste. Debe tomarse . al pie de la letra. El trario o de huidizo el uso de una noción como la de sociedad,
efecto fulgurante de ia llegada del número tres a cierta tri~u por ejemplo. No hace tanto tiempo qu~ se inventó la palabra,
del Amazonas fue notado por gente que sabía lo que decía. y resulta irónico ver a qué impasse concreto lleva, en lo real,
El enunciado de las series de números enteros no va de suyo. la noción de la sociedad como responsable de lo que le
Puede concebirse perfectamente, y la experiencia muest~a que ocurre al individuo, cuya exigencia ha dado lugar finalmente
es así, que más allá de determinado límite en esta. ~ene, las a las construcciones socialistas. En efecto, en el surgimiento
.cosas se confunden, y que sólo se ve la confus1on de la de la noción de sociedad -no digo dé ciudad- hay algo
multitud. La experiencia también muestra que, como el núme- radicalm'ente arbitrario. Piensen que para nuestro amigo Cice-
ro 1 sólo adq uire su eficacia máxima retro~ctivamente, en la rón, y en la misma obra que hemos citado, la nac1on es
adquisición del significante él no nos permite poner el dedo solamente, por decirlo así, la diosa de la población: preside
en el origen. . . los nacimientos. De hecho, la idea moderna de nación ni
Estas consideraciones parecen ,contradecir l~s ~bserv~c~o- siquiera está en el. horizonte del pensamiento antiguo, y no
nes que hice acerca de que t?d~ .s1st.~ma de le~guaJe entran~, es simplemente el azar de una palabra lo que lo demuestra.
recubre, la totalidad de las s1gmficac1ones posible. No es as:, Son todas cosas que no existen de suyo. De ello es lícito
porque ello no quiere· decir que todo sistema de le~guaJe deducir que la noción de socied~d puede ser puesta en duda.
agote las posibilidades del significante. Es totalment~ diferen- Pero precisamente en la medida misma en que podemos po-
te.. Prueba de ello es, por ejemplo, que el lengua.Je de una nerla en duda es un verdadero significan~e. Y por esa misma
. tribu australiana puede expresar determinado número con el razón entró en nuestra realidad social como una roda, como
creciente de la luna. . la cuchilla de un arado.
Estos comentarios pueden parecer lejanos. ·Son, sin ~mbar- · Cuando se habla de lo subjetivo, e incluso cuando aquí
go, esenciales para retomar el com~enzo de nuestro d1sc~rso lo cuestionamos, siempre permanece en la mente el espejismo
de este año. Nuestro punto de partida, el punto al que s17m- de que lo subjetivo se opone a lo objetivo, que está del lado
pre volvemos, pues siempre estaremos en el punto de p~rtI~~' del que habla, y que por lo mismo está del lado de las
es que todo verdadero significante es, en tanto tal, un s1gmfi~ ilusiones: o porque deforma o porque contiene a lo objetivo.
cante que no significa nada. La dimensión hasta ahora eludida de la comprensión del freu-

264 265
172
....... '••····
i ~:

DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO


EL SjG!'/IFICANTE, EN CUANTO TAL) NO SIGNIFICA NADA

dismo, es que lo subjetivo no está del lado del que habla. Lo causa final e.q. las. fórmulas einstenianas como en Aristóteles.
subjetivo es algo que encontramos en lo real. La diferencia· es muy precisamente la siguiente: ese significan-
Sin duda, lo real en juego no debe tomarse en el sentido te nadie lo emplea para significar cosa alguna -a no ser ésta:
l••

en que lo entendemos habitualmente, que implica objetividad, que hay un universo. .


confusión que se produce sin cesar en los escritos analíticos. Leí un autor que se maravillaba por la existencia del
Lo subjetivo aparece. en lo real en tanto supone que tenernos elemento ag11:a: hasta qué punto ella da fe de los cuidados
enfrente un sujeto capaz de valerse del significante, del juego q_ue ha tenidó el Creador por el orden y nuestro placer) pues
· del significante. Y capaz de usarlo del mismo modo que s1 el agua no fuese ese elemento a la vez maravillosamente
nosotros lo usamos: no para significar algo) sino precisamen- ·fluido, pesado y sólido, no veríamos los barquitos bogar tan
te para engañar acerca de lo que ha de ser significado. Es lindamente sobre el mar. Esto está escrito~ y sería un error
utilizar el hecho de que el significante es algo diferente de la pensar que el autor era un imbécil. Simplemente, estaba toda-
significación para presentar un sjgnificante engaños?· Esto es vía en la atmósfera de una época en que la naturaleza estaba
tan esencial que, hablando estrictamente, es ~l primer paso he~ha ~ara ha!:>lar. ~sto se nos escapa dt;bido a que nuestras
de la física moderna. La discusión cartesiana acerca del Dios ex1genc1as causales han sufrido cierta purificación. Pero estas
engañoso es el paso imposible de evitar para todo fundamen- pretendidas ingenuidades eran naturales en gente para quien
to de una física en el sentido en que entendemos este término. todo lo que se presentaba con una naturaleza significante·
Lo subjetivo es para nosotros lo que distingue el campo estaba hecho para significar algo.
de la ciencia en que se basa el psicoanálisis, del conjunto del Actualme~te se está realizando una operación muy curio-
campo de la física. La instancia de la subjetividad en tanto sa, que consiste en salirse de ciertas dificultades que presentan
que presente en lo real, es el recurso esencial que hace que algunos dominios limítrofes, en las cuales, por fuerza, entr.;i a
digamos algo nuevo cuando distinguimos esa serie de fenóme- jugar la cuestión del uso del significante como tal, utilizando
nos, de apariencia natural, que llamamos neurosis o psicosis. precisamente la noción de comunicación, sobre la cual hemos
¿Son las psicosis una serie de fenómenos naturales? .¿ En- conversado aquí de cuando en cuando. Si incluí en ese núme-
tran en el campo de la explicación natural? Llamo natural al ro de la revista, con la que todos ustedes están algo familiari-
campo de la ciencia en el que no hay nadie que se sirva del zados, ~l artículo de Tomkins, ~s para darles un ejemplo del
significante para significar. modo mgenuo de usar la noción de comunicación. Verán
Les ruego retengan estas definiciones, pues sólo se las que se puede llegar muy lejos, y que no faltó quien lo hiciera.
doy luego de haberme tomado el trabajo de decantarlas. Hay quien dice que en el interior del organismo los diver-
Las creo particularmente adecuadas para aportar la mayor so~ órganos de secrec~ón interna se envían mensajes entre sí;
clatidad al tema de las causas finales. La idea de causa final ba10 . l~ forma, por . e1emplo, de hormonas que le vienen .a
repugna a la ciencia tal cual está constituida actualmente, anunc1~r a los. ov_;1r10s que las cosas andan muy bien, 0 al
pero ésta la usa incesantemente de manera encubierta, en la contrar10, que_ estan fallando 1;1n ~~co. ¿Es éste un uso legíti-
noción de retorno al equilibrio por ejemplo. Si por cau,sa mo de las noc10nes de comumcac10n y de mensaje? ¿Por qué
final se·entiende sencillamente una causa qué actúa por antici- no? Si el mensaje es simplemente del orden de lo que ocurre
pación, que tiende hacia. algo que está por delante, es absolu- cuando enviamos un rayo, invisible o no, sobre una célula
tamente ineliminable del pensamiento científico, y hay tanta. fotoeléctrica. Esto puede llegar muy lejos. Si, barriendo el

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DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO EL SIGNIFICANTE, EN CUANTO TAL, NO SIGNIFICA NADA

cielo con el pincel de un proyector, vemos aparecer algo en tipo de ma.tiifestaciones, como suele decirse, modeladas, mo-
el medio, eso puede ser considerado como la respuesta del toras y emocionales, satisfago las descripciones de los psicólo-
cieh;). La crítica se hace sola. Esto empero, es aún tomar las gos, comprendo algo, en fin, hago' todo lo que les digo que
cosas de un modo demasiado fácil. hay que saber no hacer. En cambio, si soy un ser humano
¿ Cuándo se puede hablar verdaderamente de comunica- escribo en mi bitácora: A tal hora, en tal grado de longitud y
ción? Me dirán que es evidente: se necesita una respues.ta. latitud, percibimos esto y lo otro.
Esto puede sostenerse, es cuestión de definición. ¿Diremos Esto es lo fundamental. Salvo mi responsabilidad. La dis-
que hay comunicación a partir del momento en que la res- tinción del significante está ahí. Tomo constancia del signo
puesta se registra? Pero, ¿qué es una respuesta? Hay una sola como tal. El acuse de recibo es lo esencial de la comunicación
manera de definirla, decir que algo vuelve al punto de partida. en tai;ito· ella es, no significativa, sino significante. Si no articu-
Es el esquema de la retroalimentación. Todo retorno de algo l~n f~ettemente ~sta distinción, recaerán sin cesar en las signi-
que> registrado en algún lado, desencadena por ese hecho f~ca~1~nes que solo pt:eden enmascarar el resorte original del
una operación de regulación, constituye una .respuesta. La s1gmficante en tanto e1erce su función propia.
comunicación comienza ahí, con la auto-regulación. Retengamos bien esto. Incluso cuando en el interior de
¿Pero estamos ya acaso a nivel de la función del significan- un organismo, vivientd o no, se producen transmisiones fun-
te? Yo digo que no. En una máquina termo-dinámica susten- dadas en la efectividad del todo o nada) aún cuando, debido
tada en una retroalimentación, no hay uso del significante. a la exis~encia ~e un umbral, por ejemplo, hay algo que no
¿Por qué? El aislamiento del significante en tanto tal necesita llega a cierto mvel> y luego, de golpe, produce determinado
otra cosa, que primero se presenta de modo paradójico, como efecto -tengan presente el ejemplo de las hormonas- no
to4a distinción dialéctica, Hay uso estricto del significante a podemos todavía hablar de comunicación, si en la comunica-
partir del momento en que, a nivel del receptor, lo que ción implicamos la originalidad del orden del significante. En
importa no es el efecto del contenido del mensaje, no es el efecto, algo es significante no en tanto que todo o nada, sino
desencadenamiento en el órgano de determinada reacción en .,la 11;e_dida en que ~lgo qu~ c?:istituye un todo, el signo,
debida a la llegada de la hormona, sino lo siguiente: que esta ah1 Justamente para no stgmficar nada. Ahí comienza el
en el punto de llegada del mensaje, se toma constancia del orden del sígnificante, en tanto que se distingue del orden de
la significación.
mensaJe.
Si el psicoanálisis nos enseña algo, si el psicoanálisis cons-
¿Implica esto una subjetividad? Examinémoslo muy dete-
tituye una novedad, es precisamente que el desarrollo del ser
nidamente. No es segur:o. ¿Qué distingue la existencia del
humano no puede en modo alguno ser directamente deducible
significante en tanto tal, como acabo una vez más de intentar
precisar su fórmula, en tanto· sistema correlativo de elementos de la const;uc_c~ón,. de las interfe~encias, de las composicio.: .
nes de las s1gmf1cac1ones, vale decir, de los instintos. El mun-
que toman su lugar sincrónica y diacrónicamente unos en
do humano,. el mundo que conocemos, en el que vivimos, en
relación a otros r
medio del cual nos orientamos, y sin el cual de ningún modo
Estoy en el mar, capitán de un pequeño navío. Veo cosas
podemos orientarnos, no implica solamente la existencia de
que se agitan en la noche de un modo que .me hace pen-
las significaciones, sino el orden del significante.
sar que puede tratarse de un signo. ¿Cómo voy a reaccionar?
Si el complejo de Edipo no es la introducción del signifi-
Si no soy todavía un ser humano, reacciono mediante todo
269
174
DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO EL SIGNIFICANTE, EN CUANTO TAL, NO SIGNIFICA NADA

cante, les pido que me den de él alguna concepción distinta .. · que es fa de no significar nada, gracias a lo cual es capaz de
Su grado de elaboración sólo es tan esencial para la normali- darr en cualquier momento significaciones diversas. El superyó
zación sexual porque introduce el funcionamiento del signifi- plantea fa cuestión de saber cuál es el orden de entrada~ de
cante en tanto tal en la conquista del susodicho hombre o introducción, de instancia presente del sig11ificante que es
mujer. No es porque el complejo de Edipo es contemporáneo indispensable para que un organismo humano funcione, orga-
de la dimensión, o de la tendencia genital, que podemos un nismo que no sólo debe vérselas con un· medio natural, sino
solo instante concebir que sea esencial a un mundo humano también con un· universo significante.
realizado, a un mundo que tenga ~u ·estructura de realidad Volvemos a encontrar 1a ·encrucijada en que los dejé fa
humana. vez pasada respecto a las neurosis. ¿En qué estriban los sínto-
Piensen un momento en ello: si hay algo. que con seguri- mas, si no es en la implicación del organismo humano en
dad no está hecho para introducir la articulación y la diferen- algo que está estructurado como un lenguaje, debido a lo
ciación en el mundo, ·es 'precisamente la función genital. Lo cual determinado elemento de su funcionamiento entrará en
que por su esencia propia alcanza la más misteriosa_ de las juego como significante? Avaneé más acerca de este· tema la
efusiones, es justamente lo más paradójico en· relación a toda vez pasada, tomando como ejemplo la histeria. La histeria es
estructuración real del mundo. La dimensión instintiva no es una pregunta centrada en torno a un significante que perma-
la operante en la etapa a superar del Edipo. Al respecto, por nece enigmático en cuanto a s_u significación. La pregunta
el contrario, el material tan variado que muestran las etapas sobre la muerte., la del nacimiento, son en efecto las dos
pregenitales permite concebir con mayor facilidad cómo, por preguntas últimas que carecen justamente de solución en el
analogía de la significación, el mundo de la materia, para significante . .Es~o da a los neuróticos ~u valor existencial.
llamarlo por su nombre, se relaciona con lo que el hombre Pasemos ahora a las psicosis. ¿Qué quieren decir? ¿Cuál
tiene en su campo inmediatamente. Los intercambios corpora- es la función. de las relaciones del sujeto con el significante
les, excremenciales, pregenítales, son harto suficientes para en la psicosis? Intentamos ya delimitarla en varias ocasiones.
estructurar un mundo de objetos, un mundo de realidad Que nos hayamos visto de este modo obligados a abordar las
humana completa, vale decir, en el que haya subjetividades. cosas de manera siempre periférica, debe tener su razón de
No hay definición científica de la subjetividad~ sino a ser en la pregunta misma. Nos vemos obligados por él mo-
partir de la posibilidad de manejar el significante con fines mento a constatarlo. Hay allí un obstáculo, una resistencia
puramente significantes y no significativos, es decir, que no que sólo nos librará su significa.ci6n en la medida en que
expresan ninguna relación directa que sea del orden del hayamos extremado las cosas lo suficiente para darnos cuenta
apetito. de por qué es así.
Las cosas son simples. Pero aún es necesario que el sujeto
adquiera el orden del significante, lo conquiste, sea colocado
respecto a él en una relación de implicación que lo afecte en
3
su ser, lo cual culmina en la formación de _lo que llamamos
en nuestro lenguaje el superyó. No hace falta buscar demasia-
do en la literatura analítica para ver que el uso que se le da a Abordemos otra vez el problema con la intención de dar,
este concepto se adecua bien a la definición del significante, como siempre lo hemos hecho, un paso más.
270
175

• • ...... - . . . i
DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO EL SIGNIFICANTE, EN CUANTO TAL, NO SIGNIFICA NADA

Recuerdan el esquema al que llegamos. Les señalé que fundada en la confusión entre el dominio de la significancia
debía haber algo que no se había realizado, en determinado y el dominio de la significación. Partiendo de trabajos de
momento, en el dominio del significante, que había sido Ver- · gran rigor en la elaboración de la función del significante, la
wo1fen. Lo que así fue objeto de una Verwerfung reaparece fenomenología, supuestamente psicológica, cae en el dominio
en lo real. Este mecanismo es diferente a todo lo que por de la significación. Esa es su confusión fundamental. Es lleva-
otra parte conocemos de la experiencia, en cuanto a las rela- da a _ese terreno como una perra es llevada tras una pista, y
ciones de lo imaginario, lo simbólico y lo real. lo mismo que la perra, nunca la llevará a ningún resultado
Freud articuló enérgicamente, incluso en el texto sobre el científico. .
presidente Schreber que e~ta~os tr~bajandot la :ª~cal di~tin. . Conocen la pretendida oposición entre Erklaren y Verste-
ción que existe entre conv1cc1on p~s101;al y ~onvicc1on ?-eliran- hen. Debemos mantener que sólo hay estructura científica
te. La primera surge de la proyección mtenc1onal: po~ e¡emp!o, donde hay Erklaren. El Verstehen, es la puerta abierta a
los celos que hacen que esté celoso en el ~tro de. mis pr?p1os todas las confusiones. El Erklaren para nada implica significa-
sentimientos, en los que imputo al otro mis propias puls1<:nes ción mecánica, ni cosa alguna de ese orden. La naturaleza del
de infidelidad. En lo que respecta a la segunda, Freud tiene Erklaren, es el recurso al signifjcante como único fundamen-
esta fórmula~ lo que fue rechazado del interior reaparece en el to de toda estructura científica concebible.
exterior> o también, como se intenta expresarlo en un lengua- En el caso Schreber, vemos al comienzo un período de
je amplificador, lo que ha sido sup:imi.do en 1~ idea reaparece trastornos, un momento fecundo. Presenta todo un conjunto
en lo real. Pero, precisamente ¿que quiere decir esto? sintomático que, a decir verdad, por haber sido en general
Vemos también en la neurosis ese juego de la pulsión y· escamoteado, o más exactamente por habérsenos deslizado
sus co~secuencias. ¿No hay en esta fórmula algo que deja que de las manos, no ha podido ser elucidado analíticamente, y la
desear, algo confuso, defectuoso, incluso insensato? Todo~ mayoría de las veces es tan sólo reconstruido. Ahora bien,
los autores se limitan a esta fórmula, y cuando se las presente reconstruyéndolo, podemos encontrar, salv~ndo algunos deta-
bajo esta f9rma, nada original quería yo aportar. Espero_ e~- lles, toda la apariencia de la significación y de los mecanismos
contrar entre ustedes alguien que me ayude a exanunar mas cuyo juego apreciamos en la neurosis. Nada se asemeja tanto
detalladamente los trabajos en que Katan intentó precisar el a una sintomatología neurótica como una sintomatología
mecanismo de neoformación psicótico. Verán a q;1é impas~e prepsicótica. Una vez hecho el diagnóstico, se nos dice enton-
extravagante llega, impasse del que sólo logra sahr al precio ces que ahí el inconsciente está desplegado afuera, que todo
de fórmulas contradictorias. Lo cual da fe de las dificultades lo ·que es del id pasó al mundo externo, y .que las significacio- ,•·
.·.:

conceptuales en las que uno se v~,, envuelto. si confunde, nes en juego son tan claras que justamente no podemos inter-
aunque más no sea un poco; la .no~1~n ~_: rea~dad con la de . venir analíticamente..
objetividad, incluso con la de s1gm~1cac~on, s1 se pasa a una Esta es la posición clásica, la cual guarda su valor. La
realidad diferente a la de la experiencia de lo real, a una paradoja que supone no escapa a nadie, pero todas las razones
realidad en el sentimiento de lo real. que se dan para explicarla tienen un carácter tautológico o de
Toda una pretensión fenomenológica, que desborda am- contradicción. Son superestructuraciones de hipótesis total-
pliamente el campo del psicoanálisis, y que sólo reina en é! mente insensatas. l?asta interesarse en la literatura analítica
como síntoma para percatarse de ello.
en la medida· en que reina igualmente en otras partes, esta

172 273
176

.. ' .... . . ... ' . . . . .. .. . .. .' . .. . . . .. ,. .... . . . . . . .. . . . ...


DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO EL SIGNIFICANTE, EN CUANTO TAL, NO SIGNIFICA NADA

•Dónde está la clave? ¿Se caracterizan las psicosis porque padre severo,
. que es el caso de su camarada. Como él se
el 1~undo del objeto está capturado, inducido ~e algún mo?o mteresa '
por una- Joven, que como por azar, es la misma' en
por una significac~ón relacio1:a~a :~n las puls1ones? ¿Se ~1s~ que se interesa su camarada. Una vez suficientemente avanza-
tinguen las psicosis por la e1ifica~1~n .del mundo externo. S1 do en su identificac~ón a su camarada, la. joven caerá en sus
hay algo, empero, que podna defm1r igualmente a las :ie.uro- brazos.
sis es 1·ealmente esto. ¿A partir de qué momento dec1d1tnos :Encontramos manifiestamente allí el mecanismo del como
que el sujeto pasó la barrera, que está en el delirio? . si, que Helene Deutsch destacó como una dimensión signifi-
. Tomemos el período prepsicótico. N~estro presidente cativa de la sintomatólogía de las esquizofrenias. Es un me-
Schreber vive algo cuya índole es la perple11da1. Nos da:r en canismo de compensación imaginario -verificarán la utilidad
estado viviente, esa pregunta que yo les decia estar_ en el ~e la distll;ción de-lps tres registro_s-, compensaci{m imagina-
fondo de toda forma neurótica. Es presa -nos lo dice .re- ria del Edrpo atisente, q:ue le hubiera dado la virilidad bajo la
troactivamente- de extraños presentimientos, es invadido forma, no de la imagen paterna, sino del significante., del
bruscamente por es~ imagen, la que menos h~biera uno pe1:3-~ nombre-del-padr(!.
Cuando la psiéosis estalla, el sujeto se comportará· como
sado que iba a surgir en la mente de un hombre de _su
especie y estilo, que. debe ser muy ~gradable ser u~,.ª m~J~r antes, com? homose~ual ihco;1-sciente. J;Tinguna significación
sufriendo el acoplamiento. Es un periodo de confus1on p~~1- profunda d1fer~n~e a la del per1od~ preps1cótico emerge. Todo·
ca. ¿Cómo situar el límite entre ese momento de confus1on, su compo.rtam1ento en relac1on ~1 amigo que es el
y el momento en que su ~elirio terminó c<;>nstru~endo que. él elemento pilot~ de su tentativa de estructuración en el mo-
era efectivamente una muJer, y no cualqmer muJer, la muJer mento de la pubertad, reaparece en su delirio. ¿A partir de
divina o más exactamente, la prometida de Dios? ¿Basta esto qué momento delira? A partir del momento en. que dice que
para ;bicar la entrada en la psicosis? De ningún modo. Katan su padre le persigue para matarlo, para robarlo,· para castrar-
relata un caso que observó declararse en un período mucho lo. Todos los contenidos .implícitos en las significaciones neu-
más precoz que el de Schr;~er, y del cual pudo tener una róticas están ahí. Pero el punto esencial, que nadie subraya,
noción directa, ya que llego Justo en el moment~ en que el es .q~~ ~I de~rio.. ~comienza a partir del momento en que
caso viraba. Trátase de un hombre joven en la epoca. de la !ª_11:1c!at1va viene_ ~e un Otro, con O mayúscula, en que la
pubertad, cuyo período pre-psicótico analiz~ muy b1en ?1 m1ciat1va está fundada en una actividad subjetiva. El Otro
autor dándonos la noción de que en ese suJeto nada hab1a q~~ere esto, y· .quiere s~bre todo que se sepa, quiere sig-
del o~den de un acceso a algo que pudiese realizarlo en el nificarlo.
tipo viril. Todo faltó. _Si intenta .conq:-i~s~a~ ..la tipificación de En cuanto h~y delirio, entra.mos a todo trapo en el domi-
la actitud viril e!$ mediante una 1dentif1cac10n, un enganche, nio de una intersubjetividad, de la cual todo el problema está
siguiendo los pasos de uno de sus camaradas .. Al igual que en saber por qué es fantasmática. Pero en nombre del fantas-
éste, y siguiendo sus pasos, se entrega a las pnm~~as mamo- ma, omnipresente en la neurosis:r atentos como estamos a su
bras sexuales de la pubertad, a saber, la masturbac1on, .renun- significación, olvidamos la estructura, a saber, que se trata de
cia luego a ella inducido por dicho. camai:ada_, .Y com1~nza a significantes, de ·significantes en tanto tales, manejados por
identificarse con él en toda una sene de eJerc1c10s destinados un sujeto con fines significantes, tan puramente significantes
a la conquista de sí mismo. Se comporta cual si tuviera 1.m que la significación a menudo permanece problemática. Lo

274 177 275


DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO
EL SIGJ!IFICANTE, EN CUANTO TAL, NO S.fGNIFICA NADA
que encontramos en esta sintomatología i~pliéa sie_:11pre lo
que ya les indiqué el añ~ pas~do ,en :elac1on al sueno de la mente que el id está presente con toda brutalidad, y reaparece
en lo real. ,
inyección de lrma: los su1et~s m~1scmd~s., ,
Lo propio de la dimensión 1:1tersubJe;1v~,. es que tienen En el fondo, se trata en las psicosis, de un impasse, de
en lo real un sujeto capaz de serv~rse del s1gn1fi~ante en t~nto una perplejidad respecto al significante. Todo transcurre cual
tal, esto es, no para informar, smo muy pr~c1~amente p~ra si el sujeto reaccionase a él mediante una tentativa de restitu-
engañarlo a uno. Esta posibilidad es la que d1stmgue la exis- ción, de compensación. La crisis, sin duda, se desencadena
tencia del significante. Pero esto no es tod~. En cuanto hay fundamentalmente por una pregunta: ¿Qué es ... ? No sé. Su-
sujeto y uso del significante, hay uso pos:ble ~el :ntr~-yo pongo que el sujeto reacciona a 1a ausencia de significante
(je), es decir del sujeto interpuesto. E.s:os SUJetos 1m~1scuidos por la afirmación tanto más subrayada de un otro que, en
son uno de los ele~entos más manifiestos . d~l sueno de _la tanto ·tal, es e~encialmente enigmático. El Otrq, ·con mayús-
·
myecc10n· ' de Irma • Recuerden los tres practicantes
. . en fila cula, les dije que estaba excluido en tanto portador de signifi-
india, llamados uno tras otro por Freud, qu1~n ~Ulere saber cante. Es tanto más poderosamente afirmado, entre el sujeto
qué hay en la garganta de I~a. Y l~s tres .personaJes bufones- y él, a nivel del otro con minúscula, del imaginario. Allí
cos operan, sostienen tesis, n? dicen smo nece~ades. Son ocurren todos los fenómenos de entreHyo (je) que constituyen
unos entre-yo (je), que desempeñan un papel esencial. lo aparente en la fenomenología de la psicosis: a nivel del
Están al margen de la interrogación de Freud, cuya otro sujeto, de ése que tiene la iniciativa en el delirio, el
preocupación principal es en ese momento la defensa. Es- profesor Flechsig en el caso de Schreber, o el Dios capaz de
cribe al respecto, en una carta a Fliess: Estoy en todo el seducir que hace peligrar el orden del mundo debido a su
atractivo.
¡ii
medio de lo que ·está fuera de la naturaleza. La d_efensa, . .
:·.

en efecto, es eso, en tanto tiene 1:na relaci~n .e~en~1~l co;1 Es a nivel del entre-yo (je), vale decir del otro con minús-
el significante, no con la prevalencia de la s1gnif1cac1on, si- cula, del doble del sujeto, que es y no es a la vez su yo,
donde apare~en palabras que son una especie de comentario . '
no con la idolatría del significante en tanto tal. Es~a no ·•.···

es más que una indicación. . corriente de la existencia. Vemos ese fenómeno en el automa-
Los sujetos inmiscuidps ¿no es eso prec1sa~ente 1~ que . cismo mental> pero aquí está todavía más acentuado, puesto
se nos aparece en el delirio? Es éste un rasg? tan esencial de que hay un uso de algún modo provocador del significante
toda relación intersubjetiva, que Pt:ede decu-~e que no hay en las frases comenzadas y luego interrumpidas. El nivel del
lengua que no suponga giros ·gramaticales estnctamente espe- significante que es el de la frase incluye uri medio, un comien-
ciales para indicarla. zo y un final, exige por lo tanto un término. Esto permite
Tomo un ejemplo. Toda la diferencia que. ~ay entre: el un j~ego sobre la espera, un enlentecimiento que se produce
médico jefe que hizo operar al enfermo por su int~rno, Y el al nivel imaginario del significante, como si el enigma, por
médico jefe que tenía que operar al enfermo, lo hi~o operar no poder formularse de modo verdaderamente abierto, sino
por su interno. Se dan cuenta de que aunque culmm~ en la mediante la afirmación primordial de la iniciativa del otro,
misma acción quiere decir dos cosas completamente diferen- diera su solución mostrando que de lo que se trata es del
significante.
tes. En el delirio todo el tiempo se trata de eso. ~e les kace
hacer esto. El problema está ahí, lejos de poder decir senc~a~ Así como en el sueño de la inyección de Irma, la fórmula
en grandes letras que aparece al final, está hecha para mostrar
276
178 217

: ...
..
DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO

la solución de lo que está al cabo del deseo de Freud -nada


más importante en efecto que una fórmula de química orgáni-
ca- asimismo encontramos en el fenómeno de delirio, en los ,.
1

comentarios y en el zumbido del discurso ·en estado puro, la 1


¡_·.
indicación de que se trata de la función del significa11:te.

11 DE ABRIL DE 1956

278. 179
l .•
JACQUES LACAN

EL SENTIDO DE UN RETORNO A
FREUD EN EL PSICOANÁLISIS

(LA COSA FREUDIANA)

181
H
ilo conductor dela tesis que está enla base de esta conferencia:
El retorno a Freud ha de ser entendido en un doble sentido.
Por um1. parte, se trata de comar de nuevo la lectura de Freud
y de reelaborar a partir de ella t0do lo que una exposici6n 1 hasta aquí
demasiado abreviada, no vio, dejó de lado u olvidó.
Por otra parte, está la necesidad de un retorno a la práctica originaria
del psicoanálipis1 pero en el sentido deque ese retorno significa. al mismo
tiempo una renovación a partir de los fundamentos. En efecto, lo que :,-
vino después de un primer estadio del psicoanálisis aplicado 1 -1111
estadio en el. que su profundidad propia está ligada a una cierta
...
ingenuidad-, fue un estadio decadente 1 podríamos decir, en el cual la i'/

técnica se ha convertido directamente en su contrario; por ello debemos r1


~
hoy retornar a la primera técnica, pero como a una técnica experimenta- !
da y comprendida propiamente en su esencia y en su fondo.

J. La Teo-rfct

Cuando no~otros, en vistas a.una exposición del hombre en su ser-


sujeto [.Stt-bjektseinL hablamos de· una revolución freudiana, ¿en qué ,·.•·.•,
·•.:::::~·
t,~··_!_i::

consiste su esencia?
:·.·:

a) El gnm descubrimiento de Freud, que no hemos de considerar


como el primero cronofógicamente 1 sino como primero por su significa-
ción, es el inconsciente reprimido. ¿Qué es lo reprimido? Por más
paradójico que esto pueda sonar, lo reprimido es algo que recoma, es
Presentamos aquí la traducción de las notas que Lacan redacc6 en cw.d1mtesis. Ciertamente no una cualquiera. No por ejemplo una reminis-
alemán para dictar su conferencia. El título original de ésta fue: "Der cencia, esto es, la ectopía del pasado en. el presente. La reminiscencia-:-
Sinn einer Rückkehr zu Freud in der Psychoanalyse». Jacques Lacan por ejemplo el sentimiento recordado de una atmósfera vivida-,
anlplífi.caría luego esta conferencia en su texto La cosafrettdiana (1956), permanece esencialn1ente en la ambigüedad: en un caso preciso podrá
publicado en los Escritos. Una traducción francesa de estas notas en plantearse 1a pregunta de si, en el recuerdo de una excitación colérica1
alemán, realizada por Genevieve Morel y Franz Kaltenbeckt apareció en se traca de un recuerdo verdadero, o simplemente de la repétíción de lo
Ornicar.:>, 42, págs. 7-11 *. manifiesto (del afecto). Pero, de la reminiscencia, diferenciamos la
Hen1.os aprovechado esa traducción para la presente, realizada a vuelta a llamar a la memoria de un acontecimiento como algo que es cada
partir de una copia hecha a mano por el Dr. Paul Duquenne del vez histórico, relacionado con el futuro (Zttkttriftsbezogen), esto es qúe, o
manuscrito a máquina de Jaoques Lacan, y que su autor le confió en bien está ligado al porvenir, o bien es constitutivo de él. Esta clase de
1956. Agradecemos al Dr. Duquenne su amabilidad por habernos anámnesis, la denominamos la anámnesis épica 2 , y distinguimos en ella
permitido el acceso a su copia inanuscrita. estos tres factores: lo dramático, el significar y el pasaje a través de la
palabra [WmtJ. 1,,:
·1.·,,:· :•:

Traducción de Anconi Vicens.

Uno por U no, Rer.:úta ilfrmdit.tl dt: Psicocmdlisis, 11" 46, l 999, p. 7 - 13
182
10-JACQUES LACAN El sentido de un retorno a Freud en psicoanálisis- 11
;,.
El ámbito principal del psicoanálisis resulta ser el de lo simbólico, el de la palabra [Wot1] y del discurso [Rede] están igualmeme en la
distrito del lenguaje [Sprache]. Este µecho, de significación decisiva, fue dependencia mtttua más estrecha. En relación con 1a estructura de
ocultado hasta· ahora en una teoría del psicoanálisis que tiene otro significación de los síntomas, esto quiere decir: en la medida en que el
recurso que el de un simbolismo natural (relación inmediata del símbolo síntoma ha de ser, cada vez, tomado como singular, esto no le hace perder
y de la imagen [J1bbi!dj). sino preservar, gracias a su estructura de significación, su carácter
·... ,•
El cam.po trazado por Freud para el psicoanalisis puede también ser universal.
denominado el de los síntomas, pero de los sínromas captados entonces
en el sentido más amplio, no solamente como síntomas clínicos, sino e) La fun~ión de la palabra
codos los fenómenos paradójicos y que están comprendidos en los La función de- la palabra es la de fundar. La palabra funda el sujeto.
lí1~1ites de lo normal: fantasmagoría, impostura1 lapsus, aquello que Pero ¿qué sujeto? El sujeto marcado por la alienación de sí mismo. Sería
desarma en el chiste. En este sentido, el síntoma funciona corno la una n1era arbitrarie<;Iad no recordar aquí este concepto como hegeliano.
palabra [Wort}; es conceptuado en el campo del lenguaje [Sprach~]. Designamos de u·n·golpe al inconsciente como el discurso del Otro. De
nuevo preguntamo~: ¿de qué Otro? Com.o discurso del Otro, no enten-
b) ¿Qué significa! conceptuado en el can1po .del lengu~je? En este demos la alienación imaginaria en el tdter ego 1 el reflejo narcisístico, el
dominio, la exposición que se ha hecho de Freud ha sembrado la mayor cual da sin embargo·el prototipo [Ut-bild] del yo, en la medida en que el
de las confusiones. Oí decir al señor Binswanger que la taquicardia yo se forma en prhuerísima lugar en esa alienación. En el altBr ego se
provocada por la irrupción de un avión sería el lenguaje ·de la angustia. origina el yo, pero de tal manera que al mismo tiempo sufre por no ser
¿No debemos entonces admitir que la iluminación de las nubes por la luz del todo él mismo. es decir por estar despedazado. (Cf. mi teoría del
delos reflectores antiaéreos es la respuesta del cielo? Debemos guardarnos estadio del espej~). Este tdter ego es al mismo tiempo el objeto de
de designad.o todo como lenguaje con la excusa de que el lenguaje ~lección privilegiada en la muy invocada y muy combatida agresividad
contiene en sí misrno todas las significaciones posibles. del yo, y ese objeto est repitámoslo, imaginario. La mísma cosa vale para
El lenguaje es, coi110 lo ÍI11aginarío y lo real, un rasgo fundamental del el alter ego como obj~to del enamoramiento.
ser que aparece. Está hecho de tal manera que deja que todo aquello que Pero el Otro al cual interrogamos, el Otro "absoluto", es el otro
engendra (presenta) como constitutivo, aparezcasiempr.e ensu ct1alidad sujeto, el cual s~ funda y surge a través de la mediación originaria de la
de ya constituido. El lenguaje no es en sí mismo real [1e-a/.] y reclama de palabra con el yo-sujeto.
acuerdo a ello algo material, se entierra en lo real [Reale] como lo d) A partir de. aquí estamos ahora en la situación de formular el
negativo; es pm su naturaleza "trazo" [Spttr]. Pero esto no basta para sentido de la revblución freudiana. El sujeto inconsciente es excéntrico
constituirlo. El lenguaje com.o trazo requiere el empareja.miento, del respecto del yo. · ·
mismo modo que la línea contfnua requiere la línea[ ... ] quebrada, del . (No desconoce_p.tos que desde hace tiempo se distingue entre "yon
mism.o modo que la sílaba "bu" necesita la sílaba "pu". La oposición ["it'li't] y el Yo [das !ch], una diferencia que la lengua francesa hace
entre presencia y ausencia, que designa la estructura del ser en su aparecer más clar?mente como la que hay encre moi y je.)
sustracción, debe ser enteramente elevada con~o tal a la duplicidad del El pasaje del uno al otro se efectúa en la dialéctica hegeliana al precio
símbolo de esta esencia hecha de nada[ ... ]. del abandono de sí mismo que hace el uyo~' en el saber absoluto. Pero
......
Las significaciones introducidas por el lenguaje.no son de naturaleza lo esencial del descubrimiento freudiano consiste en que ese pasaje no
real [real}, están en la realidad [Realitat], más precisamente, se albergan puede tener lugar sino en el eje de la excentricidad. Es también el
en los intersticios de la realidad [Realitat]. Significaci~nno remite nunca sentido in1.portante y verdadero de la tercera fase de la obra de Freud
a realidad (atif Wi1i-liches] sino siempre sólo a significací6n. Ninguna. (Psicología de las masas y análisis del yo,· El yo y el ello) que viene a
proposici6n puede, hablando con rigor 1 ser e~traída de su contexto de expresarse en la nueva tópica (yo [ich] y ello [Es]).
discurso [Rede]. Así, el alcance de las relaciones contenidas en una
unidad lingüística y el alcance de las relaciones contenidas en la unidad

183
El sentido de mz retorno a Fnmd en psicoandlisis- 13
12-JACQllES LACAN

El alcance de nuestro trabajo en relación con la exposición de Freud


Si esta última fase de la obra de Freud ha sido explotada por el
-trabajo que henrns mantenido desde hace dos años, de noviembre a
psicoanálisis actual para aprehender el Yo [das Ich]. en su función de
julio, en un seminario semanal regular-, hace prácticamente in-tposible
síntesis, lo que esa fase significa en realidad es más bien el firme
dar cuenta exhaustiva de él dentro de los límites de una conferencia. El
mantenimiento por parte de Freud de la función imaginaria del yo [ich]
espíritu y la finalidad de nuestra enseñanza apuntan a un cuestionamiento
como algo fundamental.
de la símación del psicoanálísis ensu relación con las ciencias y, al m.ismo
ciempo, a la formación de psicoanalistas.
II. Prdctica
No'l'A8
Renunciamos aq t1í a indicar los rasgos fundamentales de una práctica
renov.afla y verdadera del psicoanálisis que parte de su órigén. Quisiéramos 1. 1'P::;icoanálisis aplic11do,, designa Hquí hl pnktk:a del psicoanálisis {nota de G. More!
no obstari'te indicar- el desarrollo del psic~aná)isis americano, nefasto por y F. Kaltcnbcck:).
su retorno al ego autónómo y por la cosificación (etitification 3) implícit:a z. Tachodo en el original: "(u hicn nqLJella que p11sa n través de la palabra)".
del sujeto que está vinculado a ese ego. 3. En frnneé:-; en el original.
4. Este nparrndo no [leva subtfculn en el original.
Es precisam.ente para man.tener el carácter ímagii1ario del "yo., y
distinguir radicalmente el sujeto del individuo concebido bíol6gicamente «• Clínica Neurnpsiquhí.tric.1 Univcr:-iituría de Viena
con10 objeto, que Freud descubrió e introdujo la pulsión de muerte (il1ás (Prof. Dr. Hoft)
tdlá delptincipio d.ff place,~. Pero con ello entendemos la participación del LL1nes, 7 tle noviembre de 1955
sujeto en una realidad de nominaci6n [Ne11-nenrr1cr.litatl, en el sentido
pleno de la palabra. En efectot es~i participación se extiende más allá,
hasta todas las cosas humanas, que sólo tienen vida cuando primeramente
han sido matadas y luego de nuevo despertadas a la vida en el s(mbolo.
Todas las cosas humanas han de atravesar la n1uerte y entrar en la
resurrección.

III. 4

Las verdades fundamentales indicadas más arriba han sido


funcionalizadas por nosotros según el triple punto de vista de lo simbólico~
de lo imaginario y de lo real. Han sido el fundamento de una enseñanza
que el autor ha mantenido desde el final de la guerra, y precisamente en
el interior de un grupo, regularmente afiliado a la u sociedad internacional
de psicoanálisis.,, que renacía en aquel m.om.ento. No ·es ninguna
casualidad y no deja de tener significación que en ese grupo se presentase
una escisión cuan.do estaba ocupado en la fundación de un Instituto para
la enseñanza del psicoanálisis. A partir de ese momento, proseguimos
nuestra enseñanza del psicoanálisis en la nueva "Société fran\!aise de
la
Psychanalyse" al amparo de ~'Clínica de la Facultad de Medicina", en
la cual el p~ofesor Jea~1 Delay nos acogió am.istosamente.

184
De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis1

Hoc quod triginta tres per annos in ipso loco studui, et Sanctae
Annae Genio loci, et dilectae juventuti, quae eo me sectata est,
diligenter dedico. [Dedico devotamente este trabajo al genio
local de Sainte-Anne en que me consagré al estudio durante
treinta y seis años y a la amada juventud que allí me siguió. AS]

i. hacia freud

1. Medio siglo de freudismo aplicado a la psicosis deja su problema todavía


por pensarse de nuevo, dicho de otro modo, en el statu quo ante.
Podría decirse que antes de Freud su discusión no se desprende de un
fondo teórico que se presenta como psicología y no es sino un residuo “lai-
cizado” de lo que llamaremos la larga cocción metafísica de la ciencia en la
Escuela (con la E mayúscula que le debe nuestra reverencia).
Ahora bien, si nuestra ciencia, que concierne a la physis, en su matematiza-
ción cada vez más pura, no conserva de esa cocina sino un relente tan dis-
creto que podemos legítimamente preguntarnos si no habrá habido sustitu-
ción de persona, no sucede lo mismo en lo que concierne a la antiphysis (o
sea, al aparato vivo que se supone apto para tomar la medida de dicha
physis), cuyo olor a refrito delata sin duda alguna la práctica secular en esa
cocina de la preparación de sesos.
Así, la teoría de la abstracción, necesaria para dar cuenta del conoci-
miento, se ha fijado en una teoría abstracta de las facultades del sujeto, que
las peticiones sensualistas más radicales no han podido hacer más funciona-
les en lo que hace a los efectos subjetivos.

1 Este artículo contiene lo más importante de lo que dimos en nuestro semi-


nario durante los dos primeros trimestres del año de enseñanza 1955-56;
queda pues excluido el tercero. Aparecido en la Psychanalyse, vol. 4.
510 escritos 2

Las tentativas siempre renovadas de corregir sus resultados por los contrape-
sos variados del afecto deben efectivamente seguir siendo vanas mientras se
omita preguntar si es realmente el mismo sujeto el que es afectado por ellos.

2. Es la pregunta que en los bancos de la escuela (con e minúscula) se


aprende a eludir de una vez por todas: puesto que incluso admitiendo las al-
ternancias de identidad del percipiens, su función constituyente de la unidad
del perceptum no se discute. Desde ese momento la diversidad de estruc-
tura del perceptum sólo afecta en el percipiens una diversidad de registro, en úl-
timo análisis la de los sensoriums. De derecho esta diversidad es siempre supe-
rable, si el percipiens se mantiene a la altura de la realidad.
Por eso aquellos a quienes cabe el cargo de responder a la pregunta que
plantea la existencia del loco no han podido evitar interponer entre ella y
ellos esos bancos de la escuela, cuya muralla les ha parecido en esta ocasión
propicia para mantenerlos al abrigo.
Nos atrevemos efectivamente a meter en la misma bolsa, si puede decirse,
todas las posiciones, sean mecanicistas o dinamistas en la materia, sea en ellas
la génesis del organismo o del psiquismo, y la estructura de la desintegración
o del conflicto, sí, todas, por ingeniosas que se muestren, por cuanto en
nombre del hecho, manifiesto, de que una alucinación es un perceptum sin
objeto, esas posiciones se atienen a pedir razón al percipiens de ese perceptum,
sin que a nadie se le ocurra que en esa pesquisa se salta un tiempo, el de in-
terrogarse sobre si el perceptum mismo deja un sentido unívoco al percipiens
aquí conminado a explicarlo.
Este tiempo debería parecer sin embargo legítimo a todo examen no pre-
venido de la alucinación verbal, por el hecho de que no es reductible, como
vamos a verlo, ni a un sensorium particular ni sobre todo a un percipiens en
cuanto que le daría su unidad.
Es un error, en efecto, considerarla como auditiva por su naturaleza,
cuando es concebible en última instancia que no lo sea en ningún grado (en
un sordomudo por ejemplo, o en un registro cualquiera no auditivo de de-
letreo alucinatorio), pero sobre todo si se considera que el acto de oír no es
el mismo según que apunte a la coherencia de la cadena verbal, especial-
mente a su sobredeterminación en cada instante por el efecto a posteriori de
su secuencia, así como también a la suspensión en cada instante de su valor
en el advenimiento de un sentido siempre pronto a ser aplazado — o según
que se acomode en la palabra a la modulación sonora a tal fin de análisis
acústico: tonal o fonético, incluso de potencia musical.
tratamiento posible de la psicosis 511

Estos recordatorios muy abreviados bastarían para hacer valer la diferencia


de las subjetividades interesadas en la mira del perceptum (y cómo se la desco-
noce en el interrogatorio de los enfermos y la nosología de las “voces”).
Pero podría pretenderse reducir esta diferencia a un nivel de objetivación
en el percipiens.
No hay nada de esto sin embargo. Porque es en el nivel donde la “síntesis”
subjetiva confiere su pleno sentido a la palabra donde el sujeto muestra todas
las paradojas de que es paciente en esa percepción singular. Que estas para-
dojas aparecen ya cuando es el otro el que profiere la palabra, es cosa que
queda bastante manifiesta en el sujeto por la posibilidad de obedecer a ella
en cuanto que gobierna su escucha y su puesta en guardia, pues con sólo en-
trar en contacto con su audición, el sujeto cae bajo el efecto de una sugestión
de la que sólo escapa reduciendo al otro a no ser sino el portavoz de un dis-
curso que no es de él o de una intención que mantiene en él en reserva.
Pero más notable aún es la relación del sujeto con su propia palabra,
donde lo importante está más bien enmascarado por el hecho puramente
acústico de que no podría hablar sin oírse. Que no pueda escucharse sin di-
vidirse es cosa que tampoco tiene nada de privilegiado en los comportamien-
tos de la conciencia. Los clínicos han dado un paso mejor al descubrir la alu-
cinación motriz verbal por detección de movimientos fonatorios esbozados.
Pero no por ello han articulado dónde reside el punto crucial: es que, dado
que el sensorium es indiferente en la producción de una cadena significante:
1º ésta se impone por sí misma al sujeto en su dimensión de voz;
2º toma como tal una realidad proporcional al tiempo, perfectamente ob-
servable en la experiencia, que implica su atribución subjetiva;
3º su estructura propia en cuanto significante es determinante en esa atri-
bución que, por regla, es distributiva, es decir, con varias voces, y que plantea
pues, como tal, al percipiens, pretendidamente unificador, como equívoco.

3. Ilustraremos lo que acaba de enunciarse con un fenómeno desgajado de


una de nuestras presentaciones clínicas del año 1955-56, o sea, el año mismo
del seminario cuyo trabajo evocamos aquí. Digamos que semejante hallazgo
no puede ser sino el premio de una sumisión completa, aun cuando sea ad-
vertida, a las posiciones propiamente subjetivas del enfermo, posiciones que
son demasiado a menudo forzadas al reducirlas en el diálogo al proceso mór-
bido, reforzando entonces la dificultad de penetrarlas con una reticencia
provocada no sin fundamento en el sujeto.
Se trataba en efecto de uno de esos delirios de dos cuyo tipo hemos mos-
512 escritos 2

trado desde hace mucho en la pareja madre-hija, y en el que el sentimiento


de intrusión, desarrollado en un delirio de vigilancia, no era sino el desarro-
llo de la defensa propia de un binario afectivo, abierto como tal a cualquier
alienación.
Fue la hija la que, en el curso de nuestro examen, nos adelantó como
prueba de las injurias con que las dos tropezaban de parte de sus vecinos un
hecho referente al amigo de la vecina que se suponía que las hostigaba con
sus ataques, después de que tuvieron que poner fin con ella a una intimidad
acogida con complacencia al principio. Ese hombre, implicado por lo tanto
en la situación de manera indirecta, y figura por lo demás bastante borrosa
en los alegatos de la enferma, había lanzado, si habíamos de creerla, dirigido
a ella, cuando se cruzaban en el pasillo, el término grosero: “¡Marrana!”.
Ante lo cual nosotros, poco inclinados a reconocer en él la retorsión de un
“¡Cerdo!” demasiado fácil de extrapolar en nombre de una proyección que
no representa nunca en semejante caso sino la del psiquiatra, le pregunta-
mos simplemente lo que en ella misma había podido proferir el instante an-
terior. No sin éxito: pues nos concedió con una sonrisa haber murmurado en
efecto ante la vista del hombre estas palabras de las cuales, según ella, no te-
nía por qué ofenderse: “Vengo del fiambrero...”.
¿A quién apuntaban? Le era bien difícil decirlo, y nos daba así derecho a
ayudarla. En cuanto a su sentido textual, no podremos descuidar el hecho
entre otros de que la enferma había dejado de la manera más repentina a su
marido y a su familia política y dado así a un matrimonio reprobado por su
madre un desenlace que quedó en lo sucesivo sin epílogo, a partir de la con-
vicción a que había llegado de que esos campesinos se proponían, nada me-
nos, para acabar con esa floja citadina, despedazarla concienzudamente.
Qué importa sin embargo que haya que recurrir o no al fantasma del
cuerpo fragmentado para comprender cómo la enferma, prisionera de la re-
lación dual, responde de nuevo aquí a una situación que la rebasa.
Para nuestro fin presente basta con que la enferma haya confesado que la
frase era alusiva, sin que pueda con todo mostrar otra cosa sino perplejidad
en cuanto a captar hacia quién de los copresentes o de la ausente apuntaba
la alusión, pues aparece así que el yo [je], como sujeto de la frase en estilo di-
recto, dejaba en suspenso, conforme a su función llamada de shifter en lin-
güística,2 la designación del sujeto hablante mientras la alusión, en su inten-

2 Roman Jakobson toma este término de Jespersen para designar esas pala-
bras del código que sólo toman sentido por las coordenadas (atribución,
fechado, lugar de emisión) del mensaje. Referidas a la clasificación de
tratamiento posible de la psicosis 513

ción conjuratoria sin duda, quedase a su vez oscilante. Esa incertidumbre


llegó a su fin, una vez pasada la pausa, con la aposición de la palabra “ma-
rrana”, demasiado pesada de invectiva, por su parte, para seguir isocrónica-
mente la oscilación. Así es como el discurso acabó por realizar su intención
de rechazo en la alucinación. En el lugar donde el objeto indecible es recha-
zado en lo real, se deja oír una palabra, por el hecho de que, ocupando el lu-
gar de lo que no tiene nombre, no ha podido seguir la intención del sujeto
sin desprenderse de ella por medio del guión de la réplica: oponiendo su an-
tistrofa de depreciación al refunfuño de la estrofa restituida desde ese mo-
mento a la paciente con el índice del yo (je), y reuniéndose en su opacidad
con las jaculatorias del amor, cuando, ante la escasez de significante para lla-
mar al objeto de su epitalamio, usa para ello del expediente de lo imaginario
más crudo. “Te como... —¡Bombón!”. “Te desmayas... —¡Ratoncito!”

4. Este ejemplo sólo se promueve aquí para captar en lo vivo que la función
de irrealización no está toda en el símbolo. Pues para que su irrupción en lo
real sea indudable, basta con que éste se presente, como es común, bajo
forma de cadena rota.3
Se toca en ello también ese efecto que tiene todo significante una vez per-
cibido de suscitar en el percipiens un asentimiento hecho del despertar de la
duplicidad oculta del segundo por la ambigüedad manifiesta del primero.
Por supuesto todo esto puede ser considerado como efectos de espejismo
en la perspectiva clásica del sujeto unificador.
Es notable únicamente que esa perspectiva, reducida a sí misma, no
ofrezca sobre la alucinación por ejemplo más que puntos de vista de una po-
breza tal, que el trabajo de un loco, sin duda tan notable como muestra ser el
Presidente Schreber en sus Memorias de un neurópata,4 puede, después de ha-

Peirce, son símbolos-índices. Los pronombres personales son su ejemplo


eminente: sus dificultades de adquisición como sus déficit funcionales ilus-
tran la problemática engendrada por esos significantes en el sujeto.
(Roman Jakobson, Shifters, verbal categories, and the russian verb, Russian Lan-
guage Project, Department of Slavic Languages and Literatures. Harvard
University, 1957. [“Los conmutadores, las categorías verbales y el verbo
ruso”, en Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seix Barral, 1975. AS].)
3 Cf. el seminario del 8 de febrero de 1956 en el que desarrollamos el ejem-
plo de la vocalización “normal” de: la paix du soir [“la paz de la noche”].
4 Denkwürdigkeiten eines Nervenkranken, von Dr. jur. Daniel-Paul Schreber, Senäts-
präsident beim kgl. Oberlandesgericht Dresden a. D.- Oswald Mutze in, Leipzig,
1903 [Memorias de un enfermo nervioso, Buenos Aires, C. Lohlé, 1979], del
que preparamos la traducción francesa para uso de nuestro grupo.
514 escritos 2

ber recibido la mejor acogida, desde antes de Freud, por parte de los psiquia-
tras, ser considerado incluso después de él como un volumen digno de pro-
ponerse para iniciarse en la fenomenología de la psicosis, y no sólo al prin-
cipiante.5
En cuanto a nosotros, nos proporcionó la base de un análisis de estruc-
tura, cuando, en nuestro seminario del año 1955-1956 sobre las estructuras
freudianas en las psicosis, reanudamos, siguiendo el consejo de Freud, su
examen.
La relación entre el significante y el sujeto, que ese análisis descubre, se
encuentra, como se ve en este exordio, desde el aspecto de los fenómenos, si,
regresando de la experiencia de Freud, se sabe el punto adonde conduce.
Pero este arranque del fenómeno, convenientemente proseguido, volvería
a encontrarse con ese punto, como fue el caso para nosotros cuando un pri-
mer estudio de la paranoia nos llevó hace treinta años al umbral del psicoa-
nálisis.6
En ningún sitio en efecto está más fuera de propósito la concepción falaz
de un proceso psíquico en el sentido de Jaspers, del que el síntoma no sería
sino el índice, que en el abordamiento de la psicosis, porque en ningún sitio
el síntoma, si se sabe leerlo, está más claramente articulado en la estructura
misma.
Lo cual nos impondrá definir este proceso por los determinantes más ra-
dicales de la relación del hombre con el significante.

5. Pero no hace falta estar en ésas para interesarse en la variedad bajo la cual
se presentan las alucinaciones verbales en las Memorias de Schreber, ni para
reconocer en ellas diferencias muy otras que aquellas en que se las clasifica
“clásicamente”, según su modo de implicación en el percipiens (el grado de
su “creencia”) o en la realidad de aqueste (la “auditivación”): a saber, antes

5 Es sobre todo la opinión que expresa el autor de la traducción inglesa de


esas Memorias, aparecida el año de nuestro seminario (cf. Memoirs of my ner-
vous illness, trad. de Ida Macalpine y Richard Hunter, W. M. Dawson and
Sons, Londres), en su introducción, p. 25. Da cuenta en el mismo lugar de
la fortuna del libro, pp. 6-10.
6 Es nuestra tesis de doctorado en medicina, intitulada: De la psychose para-
noïaque dans ses rapports avec la personnalité, que nuestro maestro Heuyer,
escribiendo a nuestra persona, juzgó muy pertinentemente en estos térmi-
nos: Una golondrina no hace verano, añadiendo a propósito de nuestra
bibliografía: Si ha leído usted todo eso, lo compadezco. Lo había leído
todo, en efecto.
tratamiento posible de la psicosis 515

bien las diferencias que consisten en su estructura de palabra, en cuanto que


esta estructura está ya en el perceptum.
Si se considera únicamente el texto de las alucinaciones, se establece en
ellas de inmediato una distinción para el lingüista entre fenómenos de có-
digo y fenómenos de mensaje.
A los fenómenos de código pertenecen en este enfoque las voces que ha-
cen uso de la Grundsprache, que traducimos por lengua-de-fondo, y que
Schreber describe (S. 13-I)7 como “un alemán un tanto arcaico, pero siempre
riguroso, que se señala muy especialmente por su gran riqueza en eufemis-
mos”. En otro lugar (S. 167-XII) se refiere con nostalgia “a su forma auténtica
por sus rasgos de noble distinción y de sencillez”.
Esta parte de los fenómenos está especificada en locuciones neológicas
por su forma (palabras compuestas nuevas, pero composición aquí conforme
a las reglas de la lengua del paciente) y por su empleo. Las alucinaciones in-
forman al sujeto sobre las formas y los empleos que constituyen el neocó-
digo: el sujeto les debe, por ejemplo, en primer lugar, la denominación de
Grundsprache para designarlo.
Se trata de algo bastante vecino a esos mensajes que los lingüistas llaman
autónimos por cuanto es el significante mismo (y no lo que significa) lo que
constituye el objeto de la comunicación. Pero esta relación, singular pero
normal, del mensaje consigo mismo se redobla aquí con el hecho de que
esos mensajes se supone que están soportados por seres cuyas relaciones
enuncian ellos mismos en modos que muestran ser muy análogos a las cone-
xiones del significante. El término Nervenanhang, que traducimos por “ane-
xión-de-nervios” y que proviene también de esos mensajes, ilustra esta obser-
vación por cuanto pasión y acción entre esos seres se reducen a esos nervios
anexados o desanexados, pero también por cuanto éstos, al igual que los ra-
yos divinos (Gottesstrahlen), a los que son homogéneos, no son otra cosa sino
la entificación de las palabras que soportan (S. 130-X: lo que las voces formu-
lan: “No olvide que la naturaleza de los rayos es que deben hablar”).
Relación aquí del sistema con su propia constitución de significante que
habría que remitir al expediente de la cuestión del metalenguaje, y que
tiende en nuestra opinión a demostrar la impropiedad de esa noción si
apuntase a definir elementos diferenciados en el lenguaje.

7 Los paréntesis que comprenden la letra S seguida de cifras (respectivamente


árabe y romana) se emplearán en este texto para remitir a la página y al
capítulo correspondiente de las Denkwürdigkeiten en la edición original, folia-
ción muy felizmente indicada en los márgenes de la traducción inglesa.
516 escritos 2

Observamos por otra parte que nos encontramos aquí en presencia de


esos fenómenos que han sido llamados erróneamente intuitivos, por el he-
cho de que el efecto de significación se adelanta en ellos al desarrollo de
ésta. Se trata de hecho de un efecto del significante, por cuanto su grado de
certidumbre (grado segundo: significación de significación) toma un peso
proporcional al vacío enigmático que se presenta primeramente en el lugar
de la significación misma.
Lo divertido en este caso es que en la misma medida en que para el sujeto
esta alta tensión del significante llega a caer, es decir, que las alucinaciones se
reducen a estribillos, a monsergas, cuya vaciedad se imputa a seres sin inteli-
gencia ni personalidad, incluso francamente borrados del registro del ser,
que en esa misma medida, decíamos, las voces manifiestan la Seelenauffas-
sung, la concepción-de-las-almas (según la lengua fundamental), concepción
que se manifiesta en un catálogo de pensamientos que no es indigno de un
libro de psicología clásica. Catálogo ligado en las voces a una intención pe-
dante, lo cual no impide al sujeto aportar a él los comentarios más pertinen-
tes. Observemos que en esos comentarios la fuente de los términos es siem-
pre cuidadosamente distinguida, por ejemplo que si el sujeto emplea la
palabra Instanz (S. nota de 30-II. Conf. notas de 11 a 21-I), subraya en nota:
esta palabra es mía.
Así, no se le escapa la importancia primordial de los pensamientos-de-me-
moria (Erinnerungsgedanken) en la economía psíquica, e indica inmediata-
mente la prueba de esto en el uso poético y musical del estribillo modulatorio.
Nuestro paciente, que califica inapreciablemente esa “concepción de las
almas” como “la representación un tanto idealizada que las almas se han for-
mado de la vida y del pensamiento humano” (S. 164-XII), cree gracias a ella
haber “logrado visiones sobre la esencia del proceso del pensamiento y del
sentimiento en el hombre que muchos psicólogos podrían envidiarle” (S.
167-XII).
Se lo concedemos de buen grado, tanto más cuanto que a diferencia de
ellos, estos conocimientos cuyo alcance él aprecia con tanto buen humor, no
se imagina haberlos recibido de la naturaleza de las cosas, y que, si cree de-
ber sacar ventaja de ellos, es, acabamos de indicarlo, a partir de un análisis se-
mántico.8

8 Anotemos que nuestro homenaje aquí no hace sino prolongar el de Freud,


que no tiene escrúpulos en reconocer en el delirio mismo de Schreber una
anticipación de la teoría de la libido (G. W., VIII, p. 315 [“Sobre un caso de
paranoia...”, A. XII, p. 72]).
tratamiento posible de la psicosis 517

Pero para retomar el hilo, pasemos a los fenómenos que opondremos a los
precedentes como fenómenos de mensaje.
Se trata de los mensajes interrumpidos, en los que se sostiene una relación
entre el sujeto y su interlocutor divino a la que dan la forma de un challenge o
de una prueba de resistencia.
La voz del interlocutor limita en efecto los mensajes de que se trata a un
comienzo de frase cuyo complemento de sentido no presenta por lo demás
dificultad alguna para el sujeto, salvo por su lado hostigante, ofensivo, las
más de las veces de una inepcia cuya naturaleza es como para desalentarlo.
La valentía de que da pruebas para no desmayar en su réplica, incluso para
desarmar las trampas a las que lo inducen, no es lo menos importante para
nuestro análisis del fenómeno.
Pero nos detendremos aquí también en el texto mismo de lo que podría-
mos llamar la provocación (o mejor la prótasis) alucinatoria. De semejante
estructura el sujeto nos da los ejemplos siguientes (S. 217-XVI): 1] Nun will ich
mich (ahora me voy a...); 2] Sie sollen nämlich... (debe usted por su parte...); 3]
Das will ich mir... (Voy a...), para atenernos a éstos —a los cuales debe replicar
con su suplemento significativo, para él nada dudoso, a saber: 1º rendirme al
hecho de que soy idiota; 2º por su parte, ser expuesto (palabra de la lengua
fundamental) como negador de Dios y dado a un libertinaje voluptuoso,
para no hablar de lo demás; 3º pensarlo bien.
Puede observarse que la frase se interrumpe en el punto donde termina el
grupo de las palabras que podríamos llamar términos-índice, o sea, aquellos
a los que su función en el significante designa, según el término empleado
más arriba, como shifters, o sea, precisamente los términos que, en el código,
indican la posición del sujeto a partir del mensaje mismo.
Después de lo cual la parte propiamente léxica de la frase, dicho de otro
modo, la que comprende las palabras que el código define por su empleo, ya
se trate del código común o del código delirante, queda elidida.
¿No es notable la predominancia de la función del significante en esos dos
órdenes de fenómenos?, ¿no incita incluso a buscar lo que hay en el fondo
de la asociación que constituyen: de un código constituido de mensajes sobre
el código, y de un mensaje reducido a lo que en el código indica el mensaje?
Todo esto necesitaría trasladarse con el mayor cuidado a un grafo,9 en el
que intentamos ese año mismo representar las conexiones internas al signifi-
cante en cuanto que estructuran al sujeto.

9 Cf. p. 769.
518 escritos 2

Pues hay allí una topología que es enteramente distinta de la que podría
hacernos imaginar la exigencia de un paralelismo inmediato de la forma de
los fenómenos con sus vías de conducción en el neuroeje.
Pero esta topología, que está en la línea inaugurada por Freud, cuando
emprendió, después de haber abierto con los sueños el campo del incons-
ciente, la descripción de su dinámica, sin sentirse ligado a ninguna preocu-
pación de localización cortical, es precisamente lo que mejor puede preparar
las preguntas con que se interrogará la superficie de la corteza.
Pues sólo después del análisis lingüístico del fenómeno de lenguaje puede
establecerse legítimamente la relación que constituye en el sujeto y con ello
mismo delimitar el orden de las “máquinas” (en el sentido puramente asocia-
tivo que tiene este término en la teoría matemática de las redes) que pueden
realizar ese fenómeno.
No es menos notable que sea la experiencia freudiana la que haya indu-
cido al autor de estas líneas en la dirección aquí presentada. Pasemos pues a
lo que aporta esa experiencia en nuestra cuestión.

ii. después de freud

1. ¿Qué nos ha aportado Freud aquí? Entramos en materia afirmando que,


para el problema de la psicosis, esa aportación había desembocado en una
recaída.
Es inmediatamente sensible en el simplismo de los resortes que se invocan
en concepciones que se reducen todas a este esquema fundamental: ¿cómo
hacer pasar lo interior a lo exterior? El sujeto en efecto podrá aquí englobar
cuanto quiera un Ello opaco, de todos modos es en cuanto yo, es decir, de
manera enteramente expresada en la orientación psicoanalítica presente, en
cuanto ese mismo percipiens imbatible, como se lo invoca en la motivación de
la psicosis. Ese percipiens tiene completo poder sobre su correlativo no menos
incambiado: la realidad, y el modelo de ese poder se toma en un dato acce-
sible a la experiencia común, el de la proyección afectiva.
Pues las teorías presentes se recomiendan por el modo absolutamente acrí-
tico en que ese mecanismo de la proyección se pone en uso en ellas. Todo lo
objeta y nada lo apoya sin embargo, y menos que nada la evidencia clínica de
que no hay nada en común entre la proyección afectiva y sus pretendidos
efectos delirantes, entre los celos del infiel y los del alcohólico por ejemplo.
Que Freud, en su ensayo de interpretación del caso del presidente Schre-
ber, que se lee mal cuando se lo reduce a las monsergas que siguieron, em-
tratamiento posible de la psicosis 519

plea la forma de una deducción gramatical para presentar en ella el em-


palme de la relación con el otro en la psicosis, o sea, los diferentes medios de
negar la proposición: Lo amo, de donde se sigue que ese juicio negativo se
estructura en dos tiempos: el primero, la inversión del valor del verbo: Lo
odio, o de inversión del género del agente o del objeto: no soy yo, o bien no
es él, es ella (o inversamente); el segundo de interversión de los sujetos: él
me odia, es a ella a quien ama, es ella quien me ama —los problemas lógicos
formalmente implicados en esa deducción no retienen la atención de nadie.
Es más: que Freud en ese texto deseche expresamente el mecanismo de la
proyección como insuficiente para dar cuenta del problema, para entrar en
ese momento en un larguísimo, detallado y sutil desarrollo sobre la repre-
sión, ofreciendo sin embargo asideros a nuestro problema, digamos única-
mente que éstos siguen perfilándose inviolados por encima del polvo remo-
vido del solar psicoanalítico.

2. Freud aportó más tarde la Introducción al narcisismo. Ha servido para el


mismo uso, para un bombeo, aspirante e impelente al capricho de los tiem-
pos del teorema, de la libido por el percipiens, el cual es apto así para inflar y
desinflar una realidad vejiga.
Freud daba la primera teoría del modo según el cual el yo se constituye a
partir del otro en la nueva economía subjetiva, determinada por el incons-
ciente: se respondía a esto aclamando en ese yo el reencuentro del buen viejo
percipiens a toda prueba y de la función de síntesis.
¿Cómo asombrarse de que el único provecho que se haya sacado para la psi-
cosis haya sido la promoción definitiva de la noción de pérdida de la realidad?
No es eso todo. En 1924, Freud escribe un artículo incisivo: “La pérdida de
realidad en la neurosis y en la psicosis”, en el que vuelve a llamar la atención
sobre el hecho de que el problema no es el de la pérdida de la realidad, sino
del resorte de lo que la sustituye. Discurso a los sordos, puesto que el pro-
blema está resuelto; el almacén de los accesorios está en el interior, y se los va
sacando según las necesidades.
De hecho tal es el esquema con que incluso el señor Katan, en sus estudios
en que vuelve tan atentamente a las etapas de la psicosis en Schreber, guiado
por su preocupación de penetrar en la fase prepsicótica, se satisface, cuando
muestra la defensa contra la tentación instintual, contra la masturbación y la
homosexualidad en ese caso, para justificar el surgimiento de la fantasmago-
ría alucinatoria, telón interpuesto por la operación del percipiens entre la ten-
dencia y su estimulante real.
520 escritos 2

¡Cómo nos habría aliviado esa simplicidad en una época, si hubiéramos es-
timado que debería bastar para el problema de la creación literaria en la psi-
cosis!

3. Sea como sea, ¿qué problema pondría todavía obstáculo al discurso del
psicoanálisis, cuando la implicación de una tendencia en la realidad res-
ponde de la regresión de su pareja? ¿Qué podría cansar a unos espíritus
que se avienen a que les hablen de la regresión, sin que se distinga la regre-
sión en la estructura, la regresión en la historia y la regresión en el desarro-
llo (distinguidas por Freud en cada ocasión como tópica, temporal o gené-
tica)?
Renunciamos a demorarnos aquí en el inventario de la confusión. Está so-
bado para aquellos a quienes formamos y no interesaría a los otros. Nos con-
tentaremos con proponer a su meditación común el efecto de extrañeza que
produce, a la mirada de una especulación que se ha consagrado a dar vueltas
en redondo entre desarrollo y entorno, la única mención de los rasgos que
son sin embargo la armazón del edificio freudiano: a saber, la equivalencia
mantenida por Freud de la función imaginaria del falo en los dos sexos (de-
sesperación durante mucho tiempo de los aficionados a las falsas ventanas
“biológicas”, es decir, naturalistas), el complejo de castración encontrado
como fase normativa del acto de asumir el sujeto su propio sexo, el mito del
asesinato del padre hecho necesario por la presencia constituyente del com-
plejo de Edipo en toda historia personal, y, last but not..., el efecto de desdo-
blamiento que lleva a la vida amorosa la instancia misma repetitiva del objeto
reencontrable siempre en cuanto único. ¿Será necesario recordar además el
carácter profundamente disidente de la noción de la pulsión en Freud, la dis-
yunción de principio de la tendencia, de su dirección y de su objeto, y no
sólo su “perversión” original, sino su implicación en una sistemática concep-
tual, aquella cuyo lugar marcó Freud, desde los primeros pasos de su doc-
trina, bajo el título de teorías sexuales de la infancia?
¿No se ve que estamos desde hace mucho tiempo lejos de todo esto en un
naturismo educativo que no tiene más principio que la noción de gratifica-
ción y su contrapartida: la frustración, no mencionada por ninguna parte en
Freud?
Sin duda las estructuras reveladas por Freud siguen sosteniendo no sólo
en su plausibilidad, sino en su maniobra los vagos dinamismos con que el psi-
coanálisis de hoy pretende orientar su flujo. Una técnica deshabitada se su-
pone incluso que sería por ello mismo más capaz de “milagros” —si no fuese
tratamiento posible de la psicosis 521

el conformismo por añadidura que reduce sus efectos a los de una mesco-
lanza de sugestión social y de superstición psicológica.

4. Es incluso notable que nunca se manifieste una exigencia de rigor sino en


personas a las que el curso de las cosas mantiene por algún lado fuera de este
concierto, tal como la señora Ida Macalpine, que nos pone en el predica-
mento de maravillarnos de encontrar, leyéndola, un espíritu firme.
Su crítica del cliché que se confina en el factor de la represión de una pul-
sión homosexual, por lo demás enteramente indefinida, para explicar la psi-
cosis, es magistral, y lo demuestra a saciedad en el caso mismo de Schreber.
La homosexualidad, supuesta determinante de la psicosis paranoica, es pro-
piamente un síntoma articulado en su proceso.
Ese proceso está iniciado desde hace mucho tiempo en el momento en
que su primer signo aparece en Schreber bajo el aspecto de una de esas ideas
hipnopómpicas, que en su fragilidad nos presentan especies de tomografías
del yo, idea cuya función imaginaria nos es suficientemente indicada en su
forma: que sería bello ser una mujer que está sufriendo el acoplamiento.
La señora Ida Macalpine, si abre aquí una justa crítica, acaba sin embargo
por desconocer que Freud, si pone hasta ese punto el acento sobre la cues-
tión homosexual, es ante todo para demostrar que condiciona la idea de
grandeza en el delirio, pero que más esencialmente Freud denuncia en ello
el modo de alteridad según el cual se opera la metamorfosis del sujeto, dicho
de otra manera, el lugar donde se suceden sus “transferencias” delirantes.
Más le hubiera valido fiarse de la razón por la que Freud también aquí se obs-
tina en una referencia al Edipo que ella no encuentra de su agrado.
Esta dificultad la hubiera llevado a descubrimientos que nos hubieran es-
clarecido con seguridad, pues todo queda todavía por decir sobre la función
de lo que se llama el Edipo invertido. La señora Macalpine prefiere rechazar
aquí todo recurso al Edipo, para sustituirlo por un fantasma de procreación,
que se observa en el niño de los dos sexos, y esto bajo la forma de fantasmas
de embarazo, que ella considera además como ligados a la estructura de la
hipocondría.10

10 Quien quiere probar demasiado se extravía. Así, la señora Macalpine, por


lo demás bien inspirada cuando se detiene en el carácter, anotado por el
paciente mismo como demasiado persuasivo (S. 39-IV), de la invigorización
sugestiva a la que se entrega el profesor Flechsig (del que todo nos indica
que era más calmado de ordinario) frente a Schreber en cuanto a las pro-
mesas de la cura de sueño que le propone, la señora Macalpine, decíamos,
522 escritos 2

Este fantasma es en efecto esencial, y observaré incluso aquí que el primer


caso en que obtuve ese fantasma en un hombre fue por una vía que marcó
una fecha en mi carrera, y que no era ni un hipocondríaco, ni un histérico.
Ese fantasma siente ella incluso finamente, mirabile para los tiempos que
corren, la necesidad de ligarlo a una estructura simbólica. Pero para encon-
trar ésta fuera del Edipo, va a buscar referencias etnográficas cuya asimila-
ción medimos mal en su escrito. Se trata del tema “heliolítico”, del que uno
de los adalides más eminentes de la escuela difusionista inglesa se ha hecho
defensor. Conocemos el mérito de esas concepciones, pero no nos parece en
absoluto que apoyen la idea que la señora Macalpine pretende dar de una
procreación asexuada como de una concepción “primitiva”.11
El error de la señora Macalpine se juzga por lo demás, por el hecho de
que llega al resultado más opuesto a lo que busca.
Al aislar un fantasma en una dinámica que ella califica de intrapsíquica, se-
gún una perspectiva que abre sobre la noción de la transferencia, llega al re-
sultado de designar en la incertidumbre del psicótico respecto de su propio
sexo el punto sensible donde debe ejercerse la intervención del analista,
oponiendo los felices efectos de esta intervención al otro, catastrófico, cons-
tantemente observado, en efecto, en los psicóticos, de toda sugestión en el
sentido del reconocimiento de una homosexualidad latente.
Ahora bien, la incertidumbre en lo que hace al sexo propio es precisa-
mente un rasgo banal en la histeria, cuyas usurpaciones en el diagnóstico de-
nuncia la señora Macalpine.
Es que ninguna formación imaginaria es específica,12 ninguna es determi-
nante ni en la estructura, ni en la dinámica de un proceso. Y por eso se con-

interpreta largamente los temas de procreación que considera como sugeri-


dos por ese discurso (V. Memoirs..., Discusión, p. 396, líneas 12 y 21),
apoyándose en el empleo del verbo to deliver para designar el efecto espe-
rado del tratamiento sobre sus perturbaciones, así como en el del adjetivo
prolific con que traduce, forzándolo mucho por lo demás, el término
alemán: ausgiebig, aplicado al sueño en cuestión. Pero el término to deliver,
por su parte, no es de discutirse en cuanto a lo que traduce, por la simple
razón de que no hay nada que traducir. Nos hemos frotado los ojos ante el
texto alemán. El verbo ha sido simplemente olvidado por el autor o por el
tipógrafo, y la señora Macalpine, en su esfuerzo de traducción, nos lo ha
restituido sin saberlo. ¡Cómo no encontrar bien merecida la dicha que la
embarga más tarde al encontrárselo tan conforme con sus deseos!
11 Macalpine, op. cit., p. 361 y pp. 379-380.
12 Preguntamos a la señora Macalpine (v. Memoirs..., pp. 391-392) si la cifra 9,
en cuanto que está implicada en duraciones tan diversas como los plazos de
9 horas, de 9 días, de 9 meses, de 9 años, que nos hace surgir a la vuelta de
tratamiento posible de la psicosis 523

dena uno a errar una y otra vez cuando con la esperanza de alcanzarlas me-
jor, se decide que importa un bledo la articulación simbólica que Freud des-
cubrió al mismo tiempo que el inconsciente, y que le es efectivamente con-
sustancial: es la necesidad de esta articulación la que nos significa en su
referencia metódica al Edipo.

5. ¿Cómo imputar a la señora Macalpine la fechoría de este desconoci-


miento, puesto que, por no haber sido disipado, ha ido acrecentándose sin
cesar en el psicoanálisis?
Ésta es la razón de que por una parte los psicoanalistas se vean reducidos,
para definir la escisión mínima, perfectamente exigible, entre la neurosis y la
psicosis, a atenerse a la responsabilidad del yo para con la realidad: que es lo
que nosotros llamamos dejar el problema de la psicosis en el statu quo ante.
Un punto quedaba sin embargo designado muy precisamente como el
puente de la frontera entre los dos dominios.
Han hecho incluso de él el caso más desmesurado a propósito de la cues-
tión de la transferencia en la psicosis. Sería faltar a la caridad reunir aquí lo
que se ha dicho sobre ese tema. Veamos únicamente en ello la ocasión de
rendir homenaje al espíritu de la señora Ida Macalpine, cuando resume una
posición perfectamente conforme con el genio que se despliega actualmente
en el psicoanálisis en estos términos: en suma los psicoanalistas afirman estar
en situación de curar la psicosis en todos los casos en que no se trata de una
psicosis.13
Éste es el punto sobre el que Midas, legislando un día sobre las indicacio-
nes del psicoanálisis, se expresó en estos términos: “¡Es claro que el psicoaná-
lisis sólo es posible con un sujeto para quien hay otro!”. Y Midas atravesó el

todas las esquinas de la anamnesis del paciente, para volver a encontrarla


en la hora del reloj a la que su angustia ha remitido el inicio de la cura de
sueño evocada más arriba, y hasta en la vacilación entre 4 y 5 días renovada
varias veces en un mismo periodo de su rememoración personal, debe con-
cebirse como formando parte como tal, es decir, como símbolo de la
relación imaginaria aislada por ella como fantasma de procreación.
La pregunta interesa a todo el mundo, pues difiere del uso que hace Freud
en Historia de una neurosis infantil (El hombre de los lobos) de la forma de la
cifra V que se supone conservada de la punta de la aguja sobre el reloj
durante una escena percibida a la edad de un año y medio, para volver a
encontrarla en el batir de alas de la mariposa, las piernas abiertas de una
chica, etcétera.
13 Leer op. cit., su introducción, pp. 13-19.
524 escritos 2

puente ida y vuelta confundiéndolo con un baldío. ¿Cómo hubiera podido


ser de otro modo, puesto que no sabía que allí estaba el río?
El término otro, inaudito hasta entonces por el pueblo psicoanalista, no
tenía para él otro sentido que el murmullo de juncos.

iii. con freud

1. Es de llamar la atención que una dimensión que se hace sentir como la de


Otra-cosa en tantas experiencias que los hombres viven, netamente no sin
pensar en ellas, antes bien pensando en ellas, pero sin pensar que piensan, y
como Telémaco pensando en el gasto, no haya sido pensada nunca hasta ser
dicha congruentemente por aquellos a quienes la idea de pensamiento les
da la seguridad de pensar.
El deseo, el hastío, el enclaustramiento, la rebeldía, la oración, la vigilia
(quisiera que se hiciese alto en ésta puesto que Freud se refiere a ella expre-
samente por la evocación en la mitad de su Schreber de un pasaje del Zara-
tustra de Nietzsche),14 el pánico, en fin, están ahí para darnos testimonio de
la dimensión de ese Otro sitio, y para llamar sobre él nuestra atención, no
digo en cuanto simples estados de ánimo que el piensalascallando [pense-
sans-rire] puede poner en su sitio, sino mucho más considerablemente en
cuanto principios permanentes de las organizaciones colectivas, fuera de las
cuales no parece que la vida humana pueda mantenerse mucho tiempo.
Sin duda no está excluido que el piensa-en-pensar más pensable, pen-
sando ser él mismo esa Otra-cosa, haya podido siempre tolerar difícilmente
esa eventual competencia.
Pero esa aversión se vuelve enteramente clara una vez hecha la juntura con-
ceptual, en la que nadie había pensado todavía, de ese Otro sitio con el lugar,
presente para todos y cerrado a cada uno, donde Freud descubrió que sin que
se piense en él, y por lo tanto sin que ninguno pueda pensar que piensa en él
mejor que otro, “ello” piensa.15 “Ello” piensa más bien mal, pero piensa duro:

14 Antes de la salida del sol, Vor Sonnenaufgang: Also sprach Zarathustra, tercera
parte. Es el 4º canto de esta tercera parte.
15 [Ça pense. Expresión por expresión, sería más parecido el giro: “la cosa
piensa”; pero la palabra “cosa” se prestaría a interpretaciones totalmente
fuera de lugar aquí; ça pense es una especie de impersonal, que en español
sólo podría sugerirse con una construcción sin sujeto, pero “piensa” a secas
sería incomprensible. TS]
tratamiento posible de la psicosis 525

pues es en estos términos como nos anuncia el inconsciente: pensamientos


que, si sus leyes no son del todo las mismas que las de nuestros pensamientos
de todos los días nobles o vulgares, están perfectamente articulados.
No hay ya modo por lo tanto de reducir ese Otro sitio a la forma imaginaria
de una nostalgia, de un Paraíso perdido o futuro; lo que se encuentra allí es el
paraíso de los amores infantiles, donde ¡baudelérame Dios! pasa cada cosa...16
Por lo demás, si nos quedara una duda, Freud nombró el lugar del incons-
ciente con un término que le había impresionado en Fechner (el cual no es
de ninguna manera en su experimentalismo el realista que nos sugieren
nuestros manuales): ein andere Schauplatz, otro escenario; lo repite veinte ve-
ces en sus obras inaugurales.
Una vez que esta aspersión de agua fresca, así lo esperamos, ha reanimado
a los espíritus, pasemos a la formulación científica de la relación con ese
Otro del sujeto.

2. Aplicaremos, “para fijar las ideas” y las almas aquí en pena, aplicaremos di-
cha relación en el esquema £ ya presentado y aquí simplificado:

S a

ESQUEMA £ aʼ A

que significa que la condición del sujeto S (neurosis o psicosis) depende de


lo que tiene lugar en el Otro A.* Lo que tiene lugar allí es articulado como
un discurso (el inconsciente es el discurso del Otro), del que Freud buscó

16 [El autor emplea un juego de palabras ligeramente diferente: “baudelaire de


Dieu!”. Las palabras precedentes aluden a la frase de Baudelaire: “ ...le vert
paradis des amours enfantines”. TS]
* [Recuérdese, en lo que sigue, lo dicho en la “Nota del director de la colec-
ción”, al principio del tomo I, acerca de las A y las a, iniciales de Autre (=
Otro) y autre (= otro), promovidas por Lacan a la condición de signos alge-
braicos. AS]
526 escritos 2

primero definir la sintaxis por los trozos que en momentos privilegiados, sue-
ños, lapsus, rasgos de ingenio, nos llegan de él.
En ese discurso ¿cómo se interesaría el sujeto si no fuese parte interesada?
Lo es, en efecto, en cuanto que está estirado en los cuatro puntos del es-
quema: a saber S, su inefable y estúpida existencia, a, sus objetos, a’, su yo, a
saber, lo que se refleja de su forma en sus objetos, y A, el lugar desde donde
puede planteársele la pregunta por su existencia.
Pues es una verdad de experiencia para el análisis que se plantea para el
sujeto la pregunta por su existencia no bajo la especie de la angustia que sus-
cita en el nivel del yo y que no es más que un elemento de su séquito, sino en
cuanto pregunta articulada: “¿Qué soy ahí?”, referente a su sexo y su contin-
gencia en el ser, a saber, que es hombre o mujer por una parte, por otra
parte que podría no ser, ambas conjugando su misterio, y anudándolo en los
símbolos de la procreación y de la muerte. Que la pregunta por su existencia
baña al sujeto, lo sostiene, la invade, incluso lo desgarra por todas partes, es
cosa de la que las tensiones, los suspensos, los fantasmas con que el analista
tropieza le dan fe; y aún falta decir que es a título de elementos del discurso
particular como esa pregunta en el Otro se articula. Pues es porque esos fe-
nómenos se ordenan en las figuras de ese discurso por lo que tienen fijeza de
síntomas, por lo que son legibles y se resuelven cuando son descifrados.

3. Hay que insistir pues en que esta pregunta no se presenta en el incons-


ciente como inefable, en que esa pregunta es allí un cuestionamiento, o sea:
que antes de todo análisis está articulada allí en elementos discretos. Esto es
capital, pues esos elementos son los que el análisis lingüístico nos ordena ais-
lar en cuanto significantes, y que vemos captados en su función en estado
puro en el punto a la vez más inverosímil y más verosímil:
— el más inverosímil, puesto que sucede que su cadena subsiste en una al-
teridad respecto del sujeto, tan radical como la de los jeroglíficos todavía in-
descifrables en la soledad del desierto;
— el más verosímil, porque sólo allí puede aparecer sin ambigüedad su
función de inducir en el significado la significación imponiéndole su estruc-
tura.
Pues ciertamente los surcos que abre el significante en el mundo real van
a buscar para ensancharlas las hiancias que le ofrece como ente, hasta el
punto de que puede subsistir una ambigüedad en cuanto a captar si el signi-
ficante no sigue en ellas la ley del significado.
Pero no sucede igual en el nivel del cuestionamiento no del lugar del su-
tratamiento posible de la psicosis 527

jeto en el mundo, sino de su existencia en cuanto sujeto, cuestionamiento


que, a partir de él, va a extenderse a su relación intramundana con los obje-
tos, y a la existencia del mundo en cuanto que puede también ser cuestio-
nada más allá de su orden.

4. Es capital comprobar en la experiencia del Otro inconsciente en la que


nos guía Freud que la pregunta no encuentra sus lineamientos en protomor-
fas profusiones de la imagen, en intumescencias vegetativas, en franjas aními-
cas que irradiarían de las palpitaciones de la vida.
Ésta es toda la diferencia de su orientación respecto de la escuela de Jung
que se apega a tales formas: Wandlungen der libido. Esas formas pueden ser
promovidas al primer plano de una mántica, pues pueden producirse por
medio de las técnicas adecuadas (promoviendo las creaciones imaginarias:
ensoñaciones, dibujos, etc.) en un emplazamiento ubicable: esto se ve en
nuestro esquema, tendido entre a y a’, o sea, en el velo del espejismo narci-
sista, eminentemente apropiado para sostener con sus efectos de seducción
y de captura todo lo que viene a reflejarse en él.
Si Freud rechazó esa mántica, fue en el punto en que ella desatendía a la
función directora de una articulación significante, que toma su efecto de su
ley interna y de un material sometido a la pobreza que le es esencial.
Del mismo modo que en la medida entera en que ese estilo de articula-
ción se ha mantenido, por la virtud del verbo freudiano, incluso desmem-
brado, en la comunidad que se pretende ortodoxa, en esa medida subsiste
una diferencia tan profunda entre las dos escuelas, aun cuando en el punto
en que están las cosas, ninguna de las dos esté capacitada para formular su
razón. Gracias a lo cual el nivel de su práctica mostrará pronto reducirse a la
distancia de los modos de ensoñación de los Alpes y del Atlántico.
Para volver a la fórmula que había gustado tanto a Freud en boca de Char-
cot, “esto no impide existir” al Otro en su lugar A.
Pues quitadlo de allí, y el hombre no puede ya ni siquiera sostenerse en la
posición de Narciso. El ánima, como por el efecto de un elástico, vuelve a pe-
garse al animus y el animus al animal, el cual entre S y a sostiene con su Um-
welt “relaciones exteriores” sensiblemente más estrechas que las nuestras, sin
que pueda decirse por lo demás que su relación con el Otro sea nula, sino
únicamente que no se nos presenta de otro modo que en esporádicos esbo-
zos de neurosis.
528 escritos 2

5. La £ del cuestionamiento del sujeto en su existencia tiene una estructura


combinatoria que no hay que confundir con su aspecto espacial. Como tal, es
ciertamente el significante mismo que debe articularse en el Otro, y especial-
mente en su topología de cuaternario.
Para sostener esta estructura, encontramos los tres significantes en que po-
demos identificar al Otro en el complejo de Edipo. Bastan para simbolizar las
significaciones de la reproducción sexuada, bajo los significantes de relación
del amor y de la procreación.
El cuarto término está dado por el sujeto en su realidad, como tal pre-
cluida en el sistema y que sólo bajo el modo del muerto entra en el juego de
los significantes, pero que se convierte en el sujeto verdadero a medida que
ese juego de los significantes va a hacerle significar.
En efecto, ese juego de los significantes no es inerte, puesto que está ani-
mado en cada partida particular por toda la historia de la ascendencia de los
otros reales que la denominación de los Otros significantes implica en la con-
temporaneidad del Sujeto. Más aún, ese juego, en cuanto que se instituye en
regla más allá de cada partida, estructura ya en el sujeto las tres instancias: yo
(ideal), realidad, superyó, cuya determinación será la obra de la segunda tó-
pica freudiana.
El sujeto por otra parte entra en el juego en cuanto muerto, pero es
como vivo como va a jugar, es en su vida donde tiene que tomar el color
que anuncia ocasionalmente en él. Lo hará utilizando un set de figuras ima-
ginarias, seleccionadas entre las formas innumerables de las relaciones aní-
micas, y cuya elección implica cierta arbitrariedad, puesto que para recu-
brir homológicamente el ternario simbólico, debe ser numéricamente
reducido.
Para ello, la relación polar por la que la imagen especular (de la relación
narcisista) está ligada como unificante al conjunto de elementos imagina-
rios llamado del cuerpo fragmentado, proporciona una pareja que no está
solamente preparada por una conveniencia natural de desarrollo y de es-
tructura para servir de homólogo a la relación simbólica Madre-Niño. La
pareja imaginaria del estadio del espejo, por lo que manifiesta de contrana-
tura, si hay que referirla a una prematuración específica del nacimiento en
el hombre, resulta ser adecuada para dar al triángulo imaginario la base
que la relación simbólica pueda en cierto modo recubrir. (Véase el es-
quema R.)
En efecto, es por la hiancia que abre esta prematuración en lo imaginario,
y donde abundan los efectos del estadio del espejo, como el animal humano
es capaz de imaginarse mortal, no es que pueda decirse que podría eso sin su
tratamiento posible de la psicosis 529

simbiosis con lo simbólico, sino más bien que sin esta hiancia que lo aliena a
su propia imagen no habría podido producirse esa simbiosis con lo simbólico
en la que se constituye como sujeto a la muerte.

6. El tercer término del temario imaginario, aquel en el que el sujeto se iden-


tifica opuestamente con su ser de vivo, no es otra cosa que la imagen fálica
cuyo develamiento en esa función no es el menor escándalo del descubri-
miento freudiano.

<p
r-----
1S
1
1
1
1
1
1

A
I p
ESQUEMA R

Inscribamos aquí desde ahora, a título de visualización conceptual de este


doble temario, lo que llamaremos consiguientemente el esquema R, y que re-
presenta las líneas de condicionamiento del perceptum, dicho de otra manera,
del objeto, por cuanto estas líneas circunscriben el campo de la realidad,
muy lejos de depender únicamente de él.
Así, si se consideran los vértices del triángulo simbólico: I como ideal
del yo, M como el significante del objeto primordial, y P como la posición
en A del Nombre-del-Padre, se puede captar cómo el prendido homoló-
gico de la significación del sujeto S bajo el significante del falo puede re-
percutir en el sostén del campo de la realidad, delimitado por el cuadrán-
gulo MimI. Los otros dos vértices de éste, i y m, representan los dos
términos imaginarios de la relación narcisista, o sea, el yo y la imagen es-
pecular.
Pueden situarse así de i a M, o sea en a, las extremidades de los segmentos
Si, Sa1, Sa2, San, SM, donde colocar las figuras del otro imaginario en las re-
laciones de agresión erótica en que se realizan —igualmente de m a I, o sea
530 escritos 2

en a’, las extremidades de segmentos Sm, Sa’1, Sa’2, Sa’n, SI, en las que el yo
se identifica desde su Urbild especular hasta la identificación paterna del
ideal del yo.17
Quienes siguieron nuestro seminario del año 1956-1957 saben el uso que
hicimos del ternario imaginario aquí planteado, con el que el niño en
cuanto deseado constituye realmente el vértice I, para devolver a la noción
de Relación de objeto,18 un tanto desacreditada por la suma de necedades

17 Ubicar en este esquema R el objeto a es interesante para esclarecer lo que


aporta en el campo de la realidad (campo que lo tacha).
Por mucha insistencia que hayamos puesto más tarde en desarrollarlo
—enunciando que este campo sólo funciona obturándose con la pantalla
del fantasma—, esto exige todavía mucha atención.
Tal vez hay interés en reconocer que enigmáticamentc entonces, pero per-
fectamente legible para quien conoce la continuación, como es el caso si
pretende apoyarse en ello, lo que el esquema R pone en evidencia es un
plano proyectivo.
Especialmente los puntos para los que no por casualidad (ni por juego)
hemos escogido las letras con que se corresponden m M, i I y que son los
que enmarcaron el único corte válido en este esquema (o sea el corte mi,
MI), indican suficientemente que este corte aísla en el campo una banda
de Moebius.
Con lo cual está dicho todo, puesto que entonces ese campo no será sino el
lugarteniente del fantasma del que este corte da toda la estructura.
Queremos decir que sólo el corte revela la estructura de la superficie
entera por poder destacar en ella esos dos elementos heterogénos que son
(marcados en nuestro algoritmo [S / ◊ a] del fantasma): el /S, S tachado de la
banda que aquí ha de esperarse donde en efecto llega, es decir, recu-
briendo el campo ℜ de la realidad, y la a que corresponde a los campos y
S..
Es pues en cuanto representante de la representación en el fantasma, es
decir como sujeto originalmente reprimido, como el S, I S tachado del
deseo, soporta aquí el campo de la realidad, y éste sólo se sostiene por la
extracción del objeto a que sin embargo le da su marco.
Midiendo por escalones, todos vectorializados de una intrusión del único
campo .J en el campo ℜ, lo cual sólo se articula bien en nuestro texto como
efecto del narcisismo, queda pues enteramente excluido que queramos
hacer entrar de nuevo, por una puerta de atrás cualquiera, que esos efectos
(“sistema de las identificaciones”, leemos) puedan teóricamente fundar, de
una manera cualquiera, la realidad.
Quien haya seguido nuestras exposiciones topológicas (que no se justifican
por nada sino por la estructura por articular del fantasma), debe saber bien
que en la banda de Moebius no hay nada mensurable que sea de retenerse
en su estructura, y que se reduce, como lo real aquí interesado, al corte
mismo.
Esta nota es indicativa para el momento actual de nuestra elaboración topo-
lógica (julio de 1966).
18 Título del seminario.
tratamiento posible de la psicosis 531

que se ha pretendido avalar estos últimos años bajo su rúbrica, el capital de


experiencia que le va legítimamente ligada.
Este esquema en efecto permite demostrar las relaciones que se refie-
ren no a los estadios preedípicos que por supuesto no son inexistentes,
pero analíticamente impensables (como la obra vacilante pero guiada de
la señora Melanie Klein lo pone suficientemente en evidencia), sino a los
estadios pregenitales en cuanto que se ordenan en la retroacción del
Edipo.
Todo el problema de las perversiones consiste en concebir cómo el niño,
en su relación con la madre, relación constituida en el análisis no por su de-
pendencia vital, sino por su dependencia de su amor, es decir, por el deseo
de su deseo, se identifica con el objeto imaginario de ese deseo en cuanto
que la madre misma lo simboliza en el falo.
El falocentrismo producido por esta dialéctica es todo lo que habremos de
retener aquí. Está por supuesto enteramente condicionado por la intrusión
del significante en el psiquismo del hombre, y es estrictamente imposible de
deducir de ninguna armonía preestablecida de dicho psiquismo con la natu-
raleza a la que expresa.
Ese efecto imaginario que no puede experimentarse como discordancia
sino en nombre del prejuicio de una normatividad propia del instinto, ha de-
terminado sin embargo la larga querella, extinguida hoy pero no sin estra-
gos, referente a la naturaleza primaria o secundaria de la fase fálica. Si no
fuera por la extrema importancia de la cuestión, esa querella merecería
nuestro interés por las hazañas dialécticas que impuso al doctor Ernest Jones
para sostener con la afirmación de su entero acuerdo con Freud una posi-
ción diametralmente contraria, a saber, la que lo convertía, con matices sin
duda, en el campeón de las feministas inglesas, avezadas en el principio de “a
cada uno su”: a los boys el falo, a las girls el c...

7. Freud develó, pues, esta función imaginaria del falo como pivote del pro-
ceso simbólico que lleva a su perfección en los dos sexos el cuestionamiento del
sexo por el complejo de castración.
La actual relegación en la sombra de esta función del falo (reducido al pa-
pel de objeto parcial) en el concierto analítico no es sino consecuencia de la
mistificación profunda en la que la cultura mantiene su símbolo; esto se en-
tiende en el sentido en que el paganismo mismo no lo producía sino al tér-
mino de sus más secretos misterios.
Es en efecto en la economía subjetiva, tal como la vemos gobernada por el
532 escritos 2

inconsciente, una significación que no es evocada sino por lo que llamamos


una metáfora, precisamente la metáfora paterna.
Y esto nos trae de nuevo, puesto que es con la señora Macalpine con quien
hemos escogido dialogar, a su necesidad de referencia a un “heliolitismo”,
con lo cual pretende ver codificada la procreación en una cultura preedí-
pica, donde la función procreadora del padre sería eludida.
Todo lo que podremos adelantar en este sentido, sea bajo la forma que
sea, no hará sino poner más en valor la función de significante que condi-
ciona la paternidad.
Pues en otro debate de los tiempos en que los psicoanalistas se interroga-
ban todavía sobre la doctrina, el doctor Ernest Jones, con una observación
más pertinente que antes, no aportó un argumento menos inadecuado.
En efecto, con respecto al estado de las creencias en alguna tribu austra-
liana, se negó a admitir que ninguna colectividad de hombres pueda desco-
nocer el hecho de experiencia de que, salvo excepción enigmática, ninguna
mujer da a luz sin haber tenido un coito, ni siquiera ignorar el lapso reque-
rido de ese antecedente. Ahora bien, ese crédito que nos parece concedido
de manera por completo legítima a las capacidades humanas de observación
de lo real es muy precisamente lo que no tiene en la cuestión la menor im-
portancia.
Pues si lo exige el contexto simbólico, la paternidad no dejará por ello de
ser atribuida al encuentro por la mujer de un espíritu en tal fuente o en tal
monolito donde se supondrá que reside.
Esto es sin duda lo que demuestra que la atribución de la procreación al
padre no puede ser efecto sino de un puro significante, de un reconoci-
miento no del padre real, sino de lo que la religión nos ha enseñado a invo-
car como el Nombre-del-Padre.
No hay por supuesto ninguna necesidad de un significante para ser padre,
como tampoco para estar muerto, pero sin significante, nadie, de uno y de
otro de esos estados de ser, sabrá nunca nada.
Recuerdo aquí, para uso de aquellos a quienes nada puede decidir a bus-
car en los textos de Freud un complemento a las luces que sus monitores les
dispensan, con qué insistencia se encuentra en ellos subrayada la afinidad de
las dos relaciones significantes que acabamos de evocar, cada vez que el su-
jeto neurótico (el obsesivo especialmente) la manifiesta por la conjunción de
sus temas.
Cómo no habría de reconocerla Freud, en efecto, cuando la necesidad de
su reflexión lo ha llevado a ligar la aparición del significante del Padre, en
cuanto autor de la Ley, con la muerte, incluso con el asesinato del Padre —
tratamiento posible de la psicosis 533

mostrando así que si ese asesinato es el momento fecundo de la deuda con la


que el sujeto se liga para toda la vida con la Ley, el Padre simbólico en cuanto
que significa esa Ley es por cierto el Padre muerto.

Iv. por el lado de schreber

1. Podemos ahora entrar en la subjetividad del delirio de Schreber.


La significación del falo, hemos dicho, debe evocarse en lo imaginario del
sujeto por la metáfora paterna.
Esto tiene un sentido preciso en la economía del significante del que sólo
podemos aquí recordar la formalización, bien conocida por quienes siguen
nuestro seminario de este año sobre las formaciones del inconsciente. A sa-
ber: fórmula de la metáfora, o de la sustitución significante:

S · /S’→ S(1)
/S’ x s

donde las S mayúsculas son significantes, x la significación desconocida y s el


significado inducido por la metáfora, la cual consiste en la sustitución en la
cadena significante de S’ por S. La elisión de S’, representada aquí por su ta-
chadura, es la condición del éxito de la metáfora.
Esto se aplica así a la metáfora del Nombre-del-Padre, o sea a la metáfora
que sustituye el lugar primeramente simbolizado por la operación de la au-
sencia de la madre, por este Nombre.

Nombre del Padre


Deseo de la Madre
Deseo de la Madre
Significado al sujeto - Nombre del Padre
( )A
Falo

Tratemos de concebir ahora una circunstancia de la posición subjetiva en


que, al llamado del Nombre-del-Padre, responda, no la ausencia del padre
real, pues esta ausencia es más que compatible con la presencia del signifi-
cante, sino la carencia del significante mismo.
No es ésta una concepción a la que nada nos prepare. La presencia del sig-
nificante en el Otro es en efecto una presencia cerrada al sujeto por lo gene-
ral, puesto que por lo general es en estado de reprimido (verdrängt) como
persiste allí, como desde allí insiste para representarse en el significado, por
su automatismo de repetición (Wiederholungszwang).
Extraigamos de varios textos de Freud un término que está en ellos lo bas-
534 escritos 2

tante articulado como para hacerlos injustificables si ese término no designa


allí una función del inconsciente distinta de lo reprimido. Tengamos por de-
mostrado lo que fue el corazón de mi seminario sobre las psicosis, a saber,
que este término se refiere a la implicación más necesaria de su pensamiento
cuando se mide en el fenómeno de la psicosis: es el término Verwerfung.
Se articula en ese registro como la ausencia de esa Bejahung, o juicio de
atribución, que Freud establece como precedente necesario de toda aplica-
ción posible de la Verneinung, que le opone como juicio de existencia: a la vez
que todo el artículo en el que destaca esa Verneinung como elemento de la ex-
periencia analítica demuestra en ella la confesión del significante mismo que
ella anula.
Es pues también sobre el significante sobre el que tiene efecto la Bejahung
primordial, y otros textos permiten reconocerlo, y concretamente la carta 52
de la correspondencia con Fliess, donde es aislado expresamente en cuanto
término de una percepción original bajo el nombre de signo, Zeichen.
La Verwerfung será pues considerada por nosotros como preclusión del sig-
nificante. En el punto donde, ya veremos cómo, es llamado el Nombre-del-
Padre, puede pues responder en el Otro un puro y simple agujero, el cual
por la carencia del efecto metafórico provocará un agujero correspondiente
en el lugar de la significación fálica.
Es la única forma en que nos es posible concebir aquello cuyo desenlace
nos presenta Schreber como el de un daño que no está capacitado para de-
velar sino en parte y en el que, nos dice, con los nombres de Flechsig y de
Schreber, el término “asesinato de almas” (Seelenmord: S. 22-II) desempeña un
papel esencial.19
Está claro que se trata aquí de un desorden provocado en la juntura más
íntima del sentimiento de la vida en el sujeto, y la censura que mutila el texto
antes de la adición que Schreber anuncia a las explicaciones bastante desvia-

19 He aquí el texto: Einleitend habe ich dazu zu bemerken, dass bei der Genesis der
betreffenden Entwicklung deren erste Anfänge weit, vielleicht bis zum 18. Jahrhun-
dert zurückreichen, einertheils die Namen Flechsig und Schreber [subrayado
por nosotros] (wahrscheinlich nicht in der Beschränkung auf je ein Individuum
der betreffenden Familien) und anderntheils der Begriff des Seelenmords [en
“Sperrdruck” en el texto] eine Hauptrolle spielen. [A manera de introduc-
ción, debo señalar al respecto que en la génesis de este proceso, cuyos
orígenes se remontan muy atrás, tal vez hasta el siglo XVIII, desempeñan un
papel fundamental, por una parte, los nombres de Flechsig y de Schreber
(probablemente no limitados a un individuo de cada una de las respectivas
familias) y, por otra, el concepto de almicidio. Op. cit., p. 29. AS]
tratamiento posible de la psicosis 535

das que intentó de su procedimiento deja pensar que asociaba en él al nom-


bre de personas vivas, hechos cuya publicación difícilmente toleraban las
convenciones de la época. Así, el capítulo siguiente falta por entero, y Freud,
para ejercer su perspicacia, tuvo que contentarse con la alusión al Fausto, al
Freischütz y al Manfredo de Byron, obra esta última (de la que supone que está
tomado el nombre de Ahriman, o sea, de una de las apofanías de Dios en el
delirio de Schreber) que le pareció recibir en esa referencia todo su valor de
su tema: el héroe muere por la maldición que hace caer sobre él la muerte
del objeto de un incesto fraterno.
En cuanto a nosotros, puesto que con Freud hemos escogido confiar en
un texto que, con la salvedad de esas mutilaciones, sin duda lamentables, si-
gue siendo un documento cuyas garantías de credibilidad se igualan con las
más elevadas, será en la forma más desarrollada del delirio con la que el libro
se confunde en la que nos aplicaremos a mostrar una estructura que revelará
ser semejante al proceso mismo de la psicosis.

2. En esta vía, comprobaremos con el matiz de sorpresa en que Freud ve la


connotación subjetiva del inconsciente reconocido, que el delirio despliega
toda su tapicería alrededor del poder de creación atribuido a las palabras de
las que los rayos divinos (Gottesstrahlen) son la hipóstasis.
La cosa empieza como un leit-motiv en el primer capítulo: donde el autor
primeramente se detiene en lo que el acto de hacer nacer una existencia de
la nada tiene de chocante para el pensamiento por contrariar la evidencia
que la experiencia le proporciona en las transformaciones de una materia en
la que la realidad encuentra su sustancia.
Acentúa esa paradoja con su contraste con las ideas con que está más fami-
liarizado el hombre que nos certifica que es él, como si hiciera falta: un ale-
mán gebildet de la época wilhelminiana, alimentado de metacientificismo
haeckeliano, en apoyo de lo cual proporciona una lista de lecturas, ocasión
para nosotros de completar, remitiéndonos a ella, lo que Gavarni llama en al-
gún sitio una prepotente idea del Hombre.20
Es incluso en esa paradoja sometida a reflexión de la intrusión de un pen-
samiento para él hasta entonces impensable donde Schreber ve la prueba de
que ha debido pasar algo que no viene de su mente: prueba a la cual, al pa-

20 Se trata principalmente de la Natürliche Schöpfungsgeschichte del doctor Ernst


Haeckel (Berlín, 1872), y de la Urgeschichte der Menschheit de Otto Casari
(Brockhaus, Leipzig, 1877).
536 escritos 2

recer, sólo las peticiones de principio destacadas más arriba en la posición


del psiquiatra nos dan derecho a resistir.

3. Dicho lo cual, atengámonos por nuestra parte a una secuencia de fenóme-


nos que Schreber establece en su decimoquinto capítulo (S. 204-215).
Sabemos en este momento que el sostén de su partida en el juego forzoso
del pensamiento (Denkzwang) al que lo constriñen las palabras de Dios (v. supra,
I-5) tiene una prenda dramática que es que Dios, cuyo poder de desconoci-
miento veremos más adelante, considerando al sujeto como aniquilado, lo deja
tirado o plantado (liegen lassen), amenaza sobre la que volveremos después.
Que el esfuerzo de réplica al que el sujeto queda pues suspendido así, en
su ser de sujeto, llegue a faltar por un momento de Pensar-en-nada (Nichts-
denken), que parece ser ciertamente el más humanamente exigible de los re-
posos (Schreber dicit), y he aquí lo que ocurre según él:
1. Lo que él llama el milagro de aullido (Brüllenwunder), grito arrancado de
su pecho y que lo sorprende más allá de toda advertencia, ya esté solo o ante
una concurrencia horrorizada por la imagen que le ofrece de su boca de
pronto abierta ante el indecible vacío, y que abandona el puro que un ins-
tante antes estaba fijo en ella;
2. La llamada de socorro (“Hülfe” rufen), emitida desde los “nervios divinos
desprendidos de la masa”, y cuyo tono quejumbroso se motiva por el mayor
alejamiento al que se retira Dios;
(dos fenómenos en que el desgarramiento subjetivo es bastante indiscerni-
ble de su modo significante, para que no insistamos más);
3. La eclosión próxima, o sea en la zona oculta del campo perceptivo, en
el pasillo, en el cuarto vecino, de manifestaciones que, sin ser extraordina-
rias, se imponen al sujeto como producidas intencionalmente para él;
4. La aparición en el siguiente escalón de lo lejano, o sea fuera del alcance
de los sentidos, en el parque, en lo real, de creaciones milagrosas, es decir, re-
cientemente creadas, creaciones que la señora Macalpine observa finamente
que pertenecen siempre a especies volantes: pájaros o insectos.
Estos últimos meteoros del delirio ¿no aparecen como el rastro de una es-
tela, o como un efecto de franja, mostrando los dos tiempos en que el signi-
ficante que se ha callado en el sujeto, de su noche hace brotar primero un
fulgor de significación en la superficie de lo real, luego iluminarse a lo real
con una fulguración proyectada desde debajo de su cimiento de nada?
Así, en la cúspide de los efectos alucinatorios, esas criaturas que, si quisié-
ramos aplicar con todo rigor el criterio de la aparición del fenómeno en la
realidad, merecerían ellas solas el título de alucinación, nos recomiendan re-
tratamiento posible de la psicosis 537

considerar en su solidaridad simbólica el trío del Creador, de la Criatura y de


lo Creado, que aquí se desprende.

4. Es de la posición del Creador, en efecto, de donde nos remontaremos a la


de lo Creado, que subjetivamente la crea.
Único en su Multiplicidad, Múltiple en su Unidad (tales son los atributos,
que se unen a los de Heráclito, con que Schreber lo define), ese Dios, des-
multiplicado en efecto en una jerarquía de reinos que, por sí sola, merecería
un estudio, se degrada en seres birladores de identidades desanexadas.
Inmanente a esos seres, cuya captura por su inclusión en el ser de Schre-
ber amenaza su integridad, Dios no deja de tener el soporte intuitivo de un
hiperespacio, en el que Schreber ve incluso a las transmisiones significantes
dirigirse a lo largo de hilos (Fäden), que materializan el trayecto parabólico
según el cual entran en su cráneo por el occipucio (S. 315-P. S. V).
A la vez, a la medida del tiempo, Dios deja bajo sus manifestaciones exten-
derse cada vez más lejos el campo de los seres sin inteligencia, de los seres
que no saben lo que dicen, de los seres de inanidad, tales como esos pájaros
tocados por el milagro, esos pájaros parlantes, esos vestíbulos del cielo (Vor-
höfe des Himmels), en que la misoginia de Freud detectó al primer vistazo las
ocas blancas que eran las muchachas según los ideales de su época, para
verlo confirmado por los nombres propios21 que el sujeto más lejos les da. Di-
gamos solamente que son para nosotros mucho más representativas por el
efecto de sorpresa que provocan en ellas la similaridad de los vocablos y las
equivalencias puramente homofónicas a las que se confían para su empleo
(Santiago = Carthago, Chinesenthum = Jesum Christum, etc., S. 210-XV).
En la misma medida, el ser de Dios en su esencia se retira cada vez más le-
jos en el espacio que lo condiciona, retirada que se intuye en la creciente len-
titud de sus palabras, que llega hasta la escansión de un deletreo farfullante
(S. 223-XVI). De tal modo que con sólo seguir la indicación de este proceso,
tendríamos a ese Otro único al que se articula la existencia del sujeto por
adecuado sobre todo para despejar los lugares (S. nota del 196-XIV) donde se
despliega el susurro de las palabras, si Schreber no tuviese cuidado en infor-
marnos por añadidura que ese Dios está precluido de todo otro aspecto del
intercambio. Lo hace excusándose, pero, aun lamentándolo, no tiene más

21 La relación del nombre propio con la voz ha de situarse en la estructura de


doble vertiente del lenguaje hacia el mensaje y hacia el código, a la que ya
nos hemos referido. Vide I, 5. Es ella la que decide del carácter de rasgo de
ingenio del juego de palabras sobre el nombre propio.
538 escritos 2

remedio que comprobarlo: Dios no es solamente impermeable a la experien-


cia; es incapaz de comprender al hombre vivo; sólo lo capta por el exterior
(que parece ciertamente ser en efecto su modo esencial) ; toda interioridad
le está cerrada. Un “sistema de notas” (Aufschreibesystem) donde se conservan
actos y pensamientos recuerda, sin duda, de manera resbaladiza el carnet
que llevaba el ángel de la guarda de nuestras infancias catequizadas, pero
más allá observemos la ausencia de todo rastro de sondeo de los riñones o de
los corazones (S. 20-I).
Así también después de que la purificación de las almas (Läuterung) haya
abolido en ellas toda persistencia de su identidad personal, todo se reducirá
a la subsistencia eterna de ese parloteo que es el único por el que son cono-
cibles para Dios las obras mismas que construye la ingeniosidad de los hom-
bres (S. 300-P. S. II).
¿Cómo no observar aquí que el sobrino-nieto del autor de las Novae species
insectorum (Johann-Christian-Daniel von Schreber) subraya que ninguna de
las criaturas de milagro es de especie nueva —ni añadir que al revés de la se-
ñora Macalpine, que reconoce en ellas a la Paloma que del regazo del Padre
vehicula hacia la Virgen el mensaje fecundo del Logos, nos evocan más bien
la que el ilusionista hace pulular desde la abertura de su chaleco o de su
manga?
Por cuyo intermedio llegaremos finalmente a asombrarnos de que el su-
jeto presa de estos misterios no dude, por muy Creado que sea, ni de hacer
frente con sus palabras a las emboscadas de una consternante estupidez de
su Señor, ni de mantenerse ante y contra la destrucción, que lo cree capaz de
poner en obra para con él como para con cualquier otro, gracias a un dere-
cho que le da fundamento para ello en nombre del orden del Universo (Wel-
tordnung), derecho que, por estar de su lado, motiva este ejemplo único de la
victoria de una criatura a la que una cadena de desórdenes ha hecho caer
bajo el golpe de la “perfidia” de su creador. (“Perfidia”, la palabra soltada no
sin reservas, está en francés: S. 226-XVI.)
¿No es ésta una extraña contrapartida de la creación continuada de Male-
branche, ésta de lo creado recalcitrante, que se mantiene contra su caída por
el solo sostén de su verbo y por su fe en la palabra?
Bien valdría esto que se rescatara a los autores del bachillerato de filosofía,
entre los cuales hemos desdeñado tal vez demasiado a los que están fuera de
la línea de la preparación del monigote psicológico en el que nuestra época
encuentra la medida de un humanismo, ¿no le parece?, tal vez un poco
chato.
tratamiento posible de la psicosis 539

De Malebranche ou de Locke,
Plus malin le plus loufoque...
[Entre Malebranche y Locke,
Más listo el más chiflado...]

Sí, pero ¿cuál es? Ahí está el hic, mi querido colega. Vamos, deje ese aire de
empaque. ¿Cuándo se sentirá pues a sus anchas allí donde está usted en su
casa?

5. Tratemos ahora de referir la posición del sujeto tal como se constituye


aquí en el orden simbólico sobre el ternario que la ubica en nuestro es-
quema R.
Nos parece por cierto entonces que si lo Creado I asume en él el lugar en
P que ha quedado vacante de la Ley, el lugar del Creador se designa allí por
ese liegen lassen, dejar plantado, fundamental, en el que parece desnudarse,
por la preclusión del Padre, la ausencia que ha permitido construirse a la pri-
mordial simbolización M de la Madre.
Del uno al otro, una línea que culminaría en las Criaturas de la palabra, ocu-
pando el lugar del niño negado a las esperanzas del sujeto (v. infra: Post-scrip-
tum), se concebiría así como rodeando el agujero excavado en el campo del
significante por la preclusión del Nombre-del-Padre (v. Esquema I, p. 546).
Alrededor de ese agujero donde el soporte de la cadena significante falta
al sujeto, y que no necesita, como se ve, ser inefable para ser pánico, es
donde se ha desarrollado toda la lucha en que el sujeto se ha reconstruido.
Esa lucha la ha hecho con honor, y las vaginas del cielo (otro sentido de la
palabra Vorhöfe, v. supra), las muchachas del milagro que asediaban los bordes
del agujero con su cohorte hicieron su glosa, en los cloqueos de admiración
arrancados a sus gargantas de arpías: “Verfluchter Kerl! ¡Condenado mucha-
cho!”. Dicho de otra manera: es un caliente. Pero ¡ay!, era por antífrasis.

6. Pues ya y recientemente se había abierto para él en el campo de lo imagi-


nario la hiancia que respondía allí al defecto de la metáfora simbólica, la que
no podía encontrar cómo resolverse sino en el cumplimiento de la Entman-
nung (la emasculación).
Objeto de horror al principio para el sujeto, luego aceptado como un
compromiso razonable (vernünftig, S. 177-XIII), desde ese momento decisión
irremisible (S. nota de la p. 179-XIII), y motivo futuro de una redención que
interesaría al universo.
540 escritos 2

Si no hemos despachado por eso el término Entmannung, nos azorará se-


guramente menos que a la señora Ida Macalpine en la posición que hemos
dicho que es la suya. Sin duda ella piensa poner en él orden sustituyendo la
palabra unmanning a la palabra emasculation, que el traductor del tomo III de
los Collected Papers había creído inocentemente que bastaría para traducirlo,
y aun tomándose garantías contra el mantenimiento de esa traducción en la
versión autorizada en preparación. Sin duda retiene alguna imperceptible
sugerencia etimológica en ella, por la cual se diferenciarían estos términos,
sujetos sin embargo a un empleo idéntico.22
¿Pero para qué? La señora Macalpine, al rechazar como impropio23 que se
ponga en tela de juicio un órgano que, si nos remitimos a las Memorias, sólo
está según ella prometido a una reabsorción pacífica en las entrañas del su-
jeto, ¿pretende con eso representarnos la hurtadilla temerosa en que se refu-
gia cuando tirita, o la objeción de conciencia en cuya descripción se demora
con malicia el autor del Satiricón?
¿O creerá acaso que se haya tratado alguna vez de una castración real en el
complejo del mismo nombre?
Sin duda tiene fundamento para observar la ambigüedad que hay en con-
siderar como equivalentes la transformación del sujeto en mujer (Verweibli-
chung) y la eviración (pues tal es sin duda el sentido de Entmannung). Pero no
ve que esa ambigüedad es la de la estructura subjetiva misma que la produce
aquí: la cual implica que aquello que confina en el nivel imaginario con la
transformación del sujeto en mujer sea precisamente lo que lo haga caer de
toda herencia de la que pudiese legítimamente esperar la afectación de un
pene a su persona. Esto por la razón de que si ser y tener se excluyen en prin-
cipio, se confunden, por lo menos en cuanto al resultado, cuando se trata de
una carencia. Lo cual no impide que su distinción sea decisiva para lo que se-
guirá.
Como se percibe si se observa que no es por estar precluido del pene, sino
por deber ser el falo por lo que el paciente estará abocado a convertirse en
una mujer.

22 Macalpine, op. cit., p. 398.


23 [El autor escribe impropère (père = “padre”) y añade en esta nota lo que
sigue: TS]
Tal es la ortografía de la palabra inglesa actualmente en uso, en la admira-
ble traducción en verso de los 10 primeros cantos de la Iliada por Hughes
Salel, que debería bastar para hacerla sobrevivir en francés.
tratamiento posible de la psicosis 541

La paridad simbólica Mädchen = Phallus, o en inglés la ecuación Girl = Pha-


llus, como se expresa el señor Fenichel,24 a quien da el tema de un ensayo
meritorio aunque un poco embrollado, tiene su raíz en los caminos imagina-
rios, por los que el deseo del niño encuentra cómo identificarse con la caren-
cia-de-ser de la madre, a la cual por supuesto ella a su vez fue introducida por
la ley simbólica en que esta carencia está constituida.
Es el mismo resorte el que hace que las mujeres en lo real sirvan, mal que
les pese, de objetos para los intercambios que ordenan las estructuras ele-
mentales del parentesco y que se perpetúan ocasionalmente en lo imagina-
rio, mientras que lo que se transmite paralelamente en el orden simbólico es
el falo.

7. Aquí la identificación, cualquiera que sea, por la cual el sujeto ha asumido


el deseo de la madre desencadena, si se tambalea, la disolución del tripié
imaginario (notablemente es en el departamento de su madre en el que se
ha refugiado donde el sujeto tiene su primer acceso de confusión ansiosa
con rapto suicida: S. 39-40-IV).
Sin duda la adivinación del inconsciente ha advertido muy pronto al su-
jeto de que, a falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la solu-
ción de ser la mujer que falta a los hombres.
Éste es incluso el sentido de ese fantasma, cuya relación ha sido muy obser-
vada bajo su pluma y que hemos citado más arriba, del periodo de incuba-
ción de su segunda enfermedad, a saber, la idea de que “sería hermoso ser
una mujer que está sufriendo el acoplamiento”. Este atascadero de la litera-
tura schreberiana está en su lugar aquí prendido.
Esa solución sin embargo era entonces prematura. Pues en cuanto a la
Menschenspielerei (término aparecido en la lengua fundamental; o sea, en la
lengua de nuestros días: rififí entre los hombres) que normalmente debía se-
guirse de ella, puede decirse que el llamado a los bravos debía caer en saco
roto, por la razón de que éstos se hicieron tan improbables como el propio
sujeto, o sea, tan desprovistos como él de todo falo. Es que era omitido en lo
imaginario del sujeto, no menos para ellos que para él, ese rasgo paralelo al
trazado de su figura que puede verse en un dibujo del pequeño Hans, y con

24 Die symbolische Gleichung Mädchen = Phallus, en Int. Zeitschrift für Phychoa-


nalyse, XXII, 1936, traducido más tarde bajo el título: The symbolic equation:
Girl = Phallus en el Psychoanalytic Quarterly, 1949, XX, vol. 3, pp. 303-324. El
francés permite aportar el término a nuestro juicio más adecuado de pucelle
(“doncella”).
542 escritos 2

el que están familiarizados los conocedores del dibujo del niño. Es que los
otros no eran más que “imágenes de hombres pergeñadas a tontas y a locas”,
para unir en esta traducción de los flüchtig hingemachte Männer, las observacio-
nes del señor Niederland sobre los empleos de hinmachen al aletazo de
Édouard Pichon en el uso del francés.25
De suerte que el asunto estaba a punto de estancarse de manera bastante des-
honrosa, si el sujeto no hubiera encontrado modo de rescatarlo brillantemente.
Él mismo articuló su solución (en noviembre de 1895, o sea, dos años des-
pués del comienzo de su enfermedad) bajo el nombre de Versöhnung: la pala-
bra tiene el sentido de expiación, de propiciación, y, en vista de los caracte-
res de la lengua fundamental, debe empujarse aún más hacia el sentido
primitivo de la Sühne, es decir, hacia el sacrificio, mientras que se le acentúa
en el sentido del compromiso (compromiso de razón, cf. p. 539, con que el
sujeto motiva la aceptación de su destino).
Aquí Freud, yendo mucho más allá de la racionalización del propio sujeto,
admite paradójicamente que la reconciliación (puesto que es el sentido in-
sulso el que ha sido escogido en francés) de la que el sujeto se ocupa encuen-
tra su resorte en la alcahuetería del copartícipe que implica, a saber, en la
consideración de que la esposa de Dios contrae en todo caso una alianza de
tal naturaleza como para satisfacer el amor propio más exigente.
Creemos poder decir que Freud aquí faltó a sus propias normas y del
modo más contradictorio, en el sentido de que acepta como momento de vi-
raje del delirio lo que rechazó en su concepción general, a saber, hacer de-
pender el tema homosexual de la idea de grandeza (abrimos a nuestros lec-
tores el crédito de que conocen su texto).
Esta falla tiene su razón en la necesidad, o sea, en el hecho de que Freud
no había formulado todavía la Introducción al narcisismo.

8. Sin duda tres años más tarde (1911-1914) no se le hubiera escapado el ver-
dadero resorte del vuelco de la posición de indignación, que provocaba pri-
meramente en la persona del sujeto la idea de la Entmannung: es muy preci-
samente que entre tanto el sujeto había muerto.

25 Cf. W. G. Niederland (1951), “Three notes on the Schreber case”, Psychoa-


nal. Quarterly, XX, 579. Édouard Pichon es autor de la traducción al francés
de estos términos por: Ombres d’hommes bâclés à la six-quatre-deux [Ramón
Alcalde, autor de la versión española citada, lo traduce por “hombres
hechos a la ligera”. AS]
tratamiento posible de la psicosis 543

Tal es por lo menos el acontecimiento que las voces, siempre informa-


das en las mejores fuentes y siempre iguales a ellas mismas en su servicio
de información, le hicieron conocer después de sucedido con su fecha y el
nombre del periódico donde había aparecido en la rúbrica necrológica
(S. 81-VII).
En cuanto a nosotros, podemos contentarnos con el testimonio que nos
aportan de ello los certificados médicos, dándonos en el momento conve-
niente el cuadro del paciente sumergido en el estupor catatónico.
Sus recuerdos de aquel momento, como es lo usual, no son escasos.
Así, sabemos que, modificando la costumbre que quiere que entre uno
en su deceso con los pies por delante, nuestro paciente, por no fran-
quearlo más que en tránsito, se complació en mantenerse con los pies
fuera, es decir, sacándolos por la ventana bajo el tendencioso pretexto de
buscar el fresco (S. 172-XII), renovando tal vez así (dejemos apreciar esto
a quienes sólo se interesan aquí en el avatar imaginario) la presentación
de su nacimiento.
Pero no es ésta una carrera que reanude uno a los cincuenta años pasa-
dos sin sentir al hacerlo algún sentimiento de extrañeza. De donde el re-
trato fiel que las voces, analistas [de anales] decimos, le dieron de él
mismo como de un “cadáver leproso que conduce otro cadáver leproso”
(S. 92-VII), descripción muy brillante, preciso es admitirlo, de una identi-
dad reducida a la confrontación con su doble psíquico, pero que además
hace patente la regresión del sujeto, no genética sino tópica, al estadio del
espejo, por cuanto la relación con el otro especular se reduce allí a su filo
mortal.
Fue también el tiempo en que su cuerpo no era sino un agregado de co-
lonias de “nervios” extraños, una especie de muladar para fragmentos desga-
jados de las identidades de sus perseguidores (S. XIV).
La relación de todo esto con la homosexualidad, sin duda manifiesta en el
delirio, nos parece exigir una reglamentación más estrecha del uso que
puede hacerse de esa referencia en la teoría. Su interés es grande, puesto
que es seguro que el uso de este término en la interpretación puede acarrear
daños graves, si no se ilumina por medio de relaciones simbólicas que consi-
deramos aquí como determinantes.

9. Creemos que esta determinación simbólica se demuestra en la forma en


que la estructura imaginaria viene a restaurarse. En este estadio, ésta pre-
senta dos aspectos que Freud mismo distinguió.
El primero es el de una práctica transexualista, en modo alguno indigna
544 escritos 2

de ser comparada con la “perversión” cuyos rasgos han precisado desde en-
tonces numerosas observaciones.26
Más aún, debemos señalar lo que la estructura que destacamos aquí puede
tener de esclarecedor sobre la insistencia tan singular que muestran los suje-
tos de estas observaciones en obtener para sus exigencias más radicalmente
rectificantes la autorización, y aun si puede decirse las manos-en-la-masa, de
su padre.
Sea como sea, vemos a nuestro sujeto abandonarse a una actividad erótica
que, como él lo subraya, está estrictamente reservada a la soledad, pero cuyas
satisfacciones confiesa sin embargo. A saber, las que le da su imagen en el es-
pejo, cuando, revestido de los tiliches del atuendo femenino, nada, nos dice,
en lo alto de su cuerpo, le parece de un aspecto como para no poder conven-
cer a todo aficionado eventual del busto femenino (S. 280-XXI).
Con lo cual conviene ligar, creemos, el desarrollo, alegado como percep-
ción endosomática, de los nervios llamados de la voluptuosidad femenina en
su propio tegumento, concretamente en las zonas donde se supone que son
erógenos en la mujer.
Una observación, la de que, ocupándose sin cesar en la contemplación de
la imagen de la mujer, no desprendiendo nunca su pensamiento del soporte
de algo femenino, la voluptuosidad divina no resultaría sino mejor colmada,
nos hace virar hacia el otro aspecto de los fantasmas libidinales.
Éste liga la feminización del sujeto a la coordenada de la copulación divina.
Freud vio muy bien el sentido de mortificación, poniendo de relieve todo
lo que liga la “voluptuosidad de alma” (Seelenwollust) que se incluye en ella,
con la “beatitud” (Seligkeit) en cuanto que es el estado de las almas difuntas
(abschiedenen Wesen).
Que la voluptuosidad ahora bendecida se haya convertido en la beatitud
del alma es en efecto un viraje esencial, respecto del cual Freud, observé-
moslo, subraya su motivación lingüística, sugiriendo que la historia de su len-
gua podría tal vez esclarecerla.27
Es únicamente cometer un error sobre la dimensión en que la letra se ma-
nifiesta en el inconsciente, y que, conforme a su instancia propia de letra, es
mucho menos etimológica (precisamente diacrónica) que homofónica (pre-
cisamente sincrónica). No hay nada en efecto en la historia de la lengua ale-

26 Cf. la muy notable tesis de Jean-Marc Alby, Contribution à l’étude du transse-


xualisme, París, 1956.
27 Cf. Freud, Psychoanalytische Bemerkungen über einem autobiographisch beschriebe-
nen Fall von Paranoia, en G. W., VIII, p. 264, n. 1 [A. XII, p. 29, n. 25].
tratamiento posible de la psicosis 545

mana que permita hacer un paralelo entre selig y Seele, ni entre la dicha que
pone a los amantes “en los cielos”, por cuanto es ésta la que Freud evoca en
el aria que cita de Don Juan, y la que a las almas llamadas bienaventuradas
promete la morada celeste. Los difuntos sólo son selig en alemán por prés-
tamo del latín, y por el hecho de que en esa lengua fue llamada bienaventu-
rada su memoria (beatae memoriae, seliger Gedächtnis). Sus Seelen más bien ten-
drían algo que ver con los lagos (Seen) donde habitaron en un tiempo, que
con un aspecto cualquiera de su beatitud. Queda el hecho de que el incons-
ciente se preocupa más del significante que del significado, y que “feu mon
père” (“mi difunto padre”) puede querer decir que éste era el fuego (feu) de
Dios, o incluso dar contra él la orden de: ¡fuego!
Pasada esta digresión, queda en pie que estamos aquí en un más allá del
mundo, que se las arregla muy bien con una posposición indefinida de la
realización de su meta.
Con seguridad, en efecto, cuando Schreber haya terminado su transforma-
ción en mujer el acto de fecundación divina tendrá lugar, del que se sobren-
tiende (S. 3-Introd.) que Dios no podría entregarse a él en un oscuro enca-
minamiento a través de unos órganos. (No olvidemos la aversión de Dios
hacia el vivo.) Será pues por una operación espiritual como Schreber sentirá
despertarse en él el germen embrionario cuyo estremecimiento conoció ya
en los primeros tiempos de su enfermedad.
Sin duda la nueva humanidad espiritual de las criaturas schreberianas será
toda ella engendrada en sus entrañas, para que renazca la humanidad po-
drida y condenada de la edad actual. Es ésta sin duda una especie de reden-
ción, puesto que así se ha catalogado el delirio, pero que sólo apunta a la
criatura por venir, pues la del presente está marcada por una corrupción co-
rrelativa de la captación de los rayos divinos por la voluptuosidad que los ata
a Schreber (S. 51-52-V).
En lo cual se dibuja la dimensión de espejismo, que subraya aún más el
tiempo indefinido en que se aplaza su promesa, y que profundamente condi-
ciona la ausencia de mediación de que da testimonio el fantasma. Pues
puede verse que parodia la situación de la pareja de sobrevivientes postreros
que, a consecuencia de una catástrofe humana, se encontraría, con el poder
de volver a poblar la Tierra, confrontada a lo que el acto de la reproducción
animal implica de total en sí mismo.
Aquí también puede colocarse bajo el signo de la criatura el punto de vi-
raje desde el cual la línea prosigue en sus dos ramas, la del goce narcisista y
la de la identificación ideal. Pero es en el sentido en que su imagen es la aña-
gaza de la captura imaginaria en la que se arraigan una y otra. Y allí también
546 escritos 2

la línea gira alrededor de un agujero, precisamente aquel donde el “asesi-


nato de almas” ha instalado a la muerte.
Este otro abismo, ¿se formó por el simple efecto en lo imaginario del lla-
mado vano hecho en lo simbólico a la metáfora paterna? ¿O tendremos que
concebirlo como producido en un segundo grado por la elisión del falo, que
el sujeto remitiría para resolverla a la hiancia mortífera del estadio del es-
pejo? Con seguridad el nexo esta vez genético de ese estadio con la simboli-
zación de la Madre en cuanto que es primordial no podría dejar de evocarse
para motivar esta solución.
¿Podemos ubicar los puntos geométricos del esquema R en un esquema
de la estructura del sujeto al término del proceso psicótico? Lo intentamos
en el esquema I, presentado aquí abajo.
Sin duda este esquema participa del exceso a que se obliga toda formaliza-
ción que quiere presentarse en lo intuitivo.
Es tanto como decir que la distorsión que manifiesta entre las funciones
que identifican en él las letras tomadas del esquema R no puede apreciarse
sino en su uso de rebote dialéctico.
Señalemos solamente aquí en la doble curva de la hipérbola que dibuja,
con la salvedad del deslizamiento de esas dos curvas a lo largo de una de las
rectas directrices de su asíntota, el lazo hecho sensible, en la doble asíntota que

ESQUEMA I
tratamiento posible de la psicosis 547

une al yo delirante con el otro divino, de su divergencia imaginaria en el espacio


y en el tiempo a la convergencia ideal de su conjunción. No sin señalar que de
semejante forma Freud tuvo la intuición, puesto que introdujo él mismo el tér-
mino: asymptotisch a este propósito.28
Todo el espesor de la criatura real se interpone en cambio para el sujeto
entre el goce narcisista de su imagen y la alienación de la palabra donde el
Ideal del yo ha tomado el lugar del Otro.
Este esquema demuestra que el estado terminal de la psicosis no repre-
senta el caos coagulado en que desemboca la resaca de un sismo, sino antes
bien esa puesta a la luz de líneas de eficiencia, que hace hablar cuando se
trata de un problema de solución elegante.
Materializa de manera significante lo que está en el principio de la fecundi-
dad efectiva de la investigación de Freud; pues es un hecho que sin otro apoyo
ni soporte que un documento escrito, no sólo testimonio, sino también pro-
ducción de ese estado terminal de la psicosis, Freud arrojó sobre la evolución
misma del proceso las primeras luces que permitieron iluminar su determina-
ción propia, queremos decir, la única organicidad que está esencialmente in-
teresada en ese proceso: la que motiva la esructura de la significación.
Recogidas en la forma de este esquema, se desprenden las relaciones por
las cuales los efectos de inducción del significante, actuando sobre lo imagi-
nario, determinan ese trastorno del sujeto que la clínica designa bajo los as-
pectos del crepúsculo del mundo, que necesita para responderle nuevos
efectos de significante.
Hemos mostrado en nuestro seminario que la sucesión simbólica de los
reinos anteriores, luego de los reinos posteriores de Dios, lo inferior y lo su-
perior, Ahriman y Ormuzd, y los virajes su “política” (palabra de la lengua de
fondo) respecto del sujeto, dan justamente estas respuestas a las diferentes
etapas de la disolución imaginaria, que los recuerdos del enfermo y los cer-
tificados médicos connotan por lo demás suficientemente, para restituir en
ellas un orden del sujeto.
En cuanto a la cuestión que promovemos aquí sobre la incidencia alie-
nante del significante, retendremos en ella ese nadir de una noche de julio
de 94 en que Ahriman, el Dios inferior, develándose a Schreber en el aparato
más impresionante de su poder, lo interpeló con esta palabra simple y, según
dice el sujeto, corriente en la lengua fundamental:29 Luder!

28 Freud, G. W., VIII, p. 284 y la nota [A. XII, p. 46 y nota 14].


29 S. 136-X.
548 escritos 2

Su traducción merece algo mejor que el recurso al diccionario Sachs-Vi-


llatte con que se han contentado en francés. La referencia del señor Nieder-
land al lewd inglés que quiere decir puta no nos parece aceptable en su es-
fuerzo por alcanzar el sentido de zorra o de arrastrada que es el de su
empleo de injuria sucia.
Pero si tenemos en cuenta el arcaísmo señalado como característico de la
lengua de fondo, nos creeremos autorizados a referir este término a la raíz
del leurre francés, del lure inglés, que es por cierto la mejor alocución ad ho-
minem que pueda uno esperar viniendo de lo simbólico: el gran Otro tiene
estas impertinencias.
Queda la disposición del campo ℜ en el esquema, por cuanto representa
las condiciones bajo las cuales la realidad se ha restaurado para el sujeto: para
él especie de islote cuya consistencia le es impuesta después de la prueba por
su constancia,30 para nosotros ligada a lo que se la hace habitable, pero tam-
bién que la distorsiona, a saber, retoques excéntricos de lo imaginario y de ,('

lo simbólico , que la reducen al campo del desnivel entre ambos.


La concepción subordinada que debemos hacernos de la función de la
realidad en el proceso, en su causa como en sus efectos, es aquí lo impor-
tante.
No podemos extendernos aquí sobre la cuestión sin embargo de primer
plano de saber lo que somos para el sujeto, nosotros a quienes él se dirige en
cuanto lectores, ni sobre lo que permanece de su relación con su mujer, a
quien estaba dedicado el primer proyecto de su libro, cuyas visitas durante su
enfermedad fueron siempre acogidas por la más intensa emoción, y hacia
quien nos afirma, compitiendo con su confesión más decisiva de su vocación
delirante, “haber conservado el antiguo amor” (S. nota de la p. 179-XIII).
El mantenimiento en el esquema I del trayecto Saa’A simboliza en él la
opinión, que hemos sacado del examen de este caso, de que la relación con
el otro en cuanto su semejante, e incluso una relación tan elevada como la de
la amistad en el sentido en que Aristóteles hace de ella la esencia del lazo
conyugal, son perfectamente compatibles con la relación salida de su eje con
el gran Otro, y todo lo que implica de anomalía radical, calificada, impropia-

30 En el momento del acmé de la disolución imaginaria, el sujeto ha mostrado


en su apercepción delirante un recurso singular a ese criterio de la reali-
dad, que es volver siempre al mismo lugar, y por qué los astros la
representan eminentemente: es el motivo designado por sus voces bajo el
nombre de amarraje a las tierras (Anbinden an Erden, S. 125-IX).
tratamiento posible de la psicosis 549

mente pero no sin algún alcance de enfoque, en la vieja clínica, de delirio


parcial.
Más valdría sin embargo tirar a la papelera ese esquema si, como tantos
otros, hubiera de ayudar a alguien a olvidar en una imagen intuitiva el análi-
sis que la sostiene.
Piénsese tan sólo en ello, en efecto, y se verá cómo la interlocutora cuya
auténtica reflexión saludamos una última vez, la señora Ida Macalpine, en-
contraría en él lo que necesita con sólo desconocer lo que nos hizo consti-
tuirlo.
Lo que afirmamos aquí es que al reconocer el drama de la locura, la razón
está en lo suyo, sua res agitur, porque es en la relación del hombre con el sig-
nificante donde ese drama se sitúa.
El peligro que se evocará de delirar con el enfermo no es para intimidar-
nos, como no lo fue para Freud.
Consideramos con él que conviene escuchar al que habla, cuando se trata
de un mensaje que no proviene de un sujeto más allá del lenguaje, sino de
una palabra más allá del sujeto. Porque es entonces cuando se escuchará esta
palabra, que Schreber capta en el Otro, cuando de Ahriman a Ormuzd, del
Dios maligno al Dios ausente, lleva la amonestación en que se articula la ley
misma del significante: “Aller Unsinn hebt sich auf!” “¡Todo Sinsentido se
anula!” (S. 182-183-XIII y 312-P. S. IV).
Punto en el que volvemos a encontrar (dejando a quienes se ocuparán de
nosotros más tarde el cuidado de saber por qué lo hemos dejado en suspenso
diez años) el decir de nuestro diálogo con Henri Ey.31 “El ser del hombre no
sólo no puede comprenderse sin la locura, sino que no sería el ser del hom-
bre si no llevara en sí la locura como el límite de su libertad”.

v. post-scriptum

Enseñamos siguiendo a Freud que el Otro es el lugar de esa memoria que él


descubrió bajo el nombre de inconsciente, memoria a la que considera como
el objeto de una interrogación que permanece abierta en cuanto que condi-
ciona la indestructibilidad de ciertos deseos. A esa interrogación respondere-

31 Propos sur la causalité psychique [“Acerca de la causalidad psíquica”] (Informe


del 28 de septiembre de 1946 para las jornadas de Bonneval), cf. tomo I, p.
151.
550 escritos 2

mos por la concepción de la cadena significante, en cuanto que una vez in-
augurada por la simbolización primordial (que el juego: Fort! Da!, sacado a
luz por Freud en el origen del automatismo de repetición, hace manifiesta),
esta cadena se desarrolla según los enlaces lógicos cuyo enchufe en lo que ha
de significarse, a saber, el ser del ente, se ejerce por los efectos de signifi-
cante, descritos por nosotros como metáfora y como metonimia.
Es en un accidente de este registro y de lo que en él se cumple, a saber, la
preclusión del Nombre-del-Padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la
metáfora paterna, donde designamos el defecto que da a la psicosis su condi-
ción esencial, con la estructura que la separa de la neurosis.
Esta consideración que aportamos aquí como cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis prosigue su dialéctica más allá: la detene-
mos sin embargo aquí, diremos por qué.
Es en primer lugar que con nuestro alto vale la pena indicar lo que se des-
cubre.
Una perspectiva que no aísle la relación de Schreber con Dios de su relieve
subjetivo, la marca con rasgos negativos que la hacen aparecer más bien como
mezcla que como unión del ser con el ser, y que, en la voracidad que en ella
se une con el asco, en la complicidad que sostiene su exacción, no muestra
nada, para llamar a las cosas por su nombre, de la Presencia y de la Alegría
que iluminan la experiencia mística: oposición no sólo demostrada, sino fun-
dada por la ausencia asombrosa en esa relación del Du, queremos decir del
Tú, cuyo vocablo en algunas lenguas (Thou) se reserva para el llamado de
Dios y el llamado a Dios, y que es el significante del Otro en la palabra.
Conocemos los falsos pudores acostumbrados en la ciencia a este respecto,
son compañeros de los falsos pensamientos de la pedantería cuando arguye
lo inefable de la vivencia, o aun de la “conciencia mórbida”, para desarmar el
esfuerzo de que ella se dispensa, a saber, el que se requiere en el punto
donde justamente no es inefable puesto que “ello” habla, donde la vivencia,
lejos de separar, se comunica, donde la subjetividad entrega su estructura
verdadera, aquella donde lo que se analiza es idéntico a lo que se articula.
Por eso desde la misma atalaya adonde nos ha llevado la subjetividad deli-
rante, nos volveremos también hacia la subjetividad científica: queremos de-
cir, la que el científico que ejerce la ciencia comparte con el hombre de la ci-
vilización que la sostiene. No negaremos que en el punto del mundo donde
residimos, hemos visto bastante sobre esto para interrogarnos sobre los crite-
rios por los que el hombre con un discurso sobre la libertad que no hay más
remedio que calificar de delirante (le hemos dedicado uno de nuestros semi-
narios), con un concepto de lo real donde el determinismo no es más que
tratamiento posible de la psicosis 551

una coartada, pronto angustiosa si se intenta extender su campo al azar (se


lo hicimos sentir a nuestro auditorio en una experiencia-test), con una cre-
encia que lo reúne en la mitad por lo menos del universo bajo el símbolo de
Santa Claus o el padre Noel (cosa que a nadie se le escapa), nos disuadiría de
situarlo, por una analogía legítima, en la categoría de la psicosis social en la
instauración de la cual, si no nos engañamos, Pascal nos habría precedido.
Que semejante psicosis se muestre compatible con lo que llaman el buen
orden es cosa fuera de duda, pero no es tampoco lo que autoriza al psiquia-
tra, aunque fuese al psicoanalista, a confiar en su propia compatibilidad con
ese orden para creerse en posesión de una idea adecuada de la realidad ante
la cual su paciente se mostraría desigual.
Tal vez en esas condiciones haría mejor en elidir esa idea de su aprecia-
ción de los fundamentos de la psicosis: lo cual trae nuestra mirada al objetivo
de su tratamiento.
Para medir el camino que nos separa de él, bástenos evocar el cúmulo de
lentitudes con que lo han sembrado sus peregrinos. Todo el mundo sabe que
ninguna elaboración, por sabia que sea, sobre el mecanismo de la transferen-
cia ha logrado hacer que en la práctica no se la conciba como una relación
puramente dual en sus términos y perfectamente confusa en su sustrato.
Introduzcamos aquí la pregunta de lo que, con sólo tomar la transferencia
por su valor fundamental de fenómeno de repetición, debería repetir en los
personajes persecutores en los que Freud designa aquí su efecto.
Respuesta blandengue que nos llega: de seguir los pasos de usted, una ca-
rencia paterna sin duda. En este estilo no se ha renunciado a escribir al res-
pecto las duras y las maduras: y el “círculo” del psicótico ha sido objeto de un
censo minucioso de todas las briznas de etiquetas biográficas y caracterológi-
cas que la anamnesis permitiría despegar de los dramatis personae, incluso de
sus “relaciones interhumanas”.32
Procedamos sin embargo según los términos de estructura que hemos des-
brozado.
Para que la psicosis se desencadene, es necesario que el Nombre-del-Pa-
dre, verworfen, precluido, es decir, sin haber llegado nunca al lugar del Otro,
sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto.

32 Cf. la tesis sobre Le milieu familial des schizophrènes [El medio familiar de los
esquizofrénicos] (París, 1957), de André Creen: trabajo cuyo mérito cierto
no habría sufrido si puntos de referencia más seguros lo hubieran guiado
hacia un mejor éxito; concretamente en cuanto al enfoque de lo que es lla-
mado allí curiosamente la “fractura psicótica”.
552 escritos 2

Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar la que, por el agujero que


abre en el significado, inicia la cascada de los retoques del significante de
donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se alcance el
nivel en que significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante.
Pero ¿cómo puede el Nombre-del-Padre ser llamado por el sujeto al único
lugar de donde ha podido advenirle y donde nunca ha estado? Por ninguna
otra cosa sino por un padre real, no en absoluto necesariamente por el padre
del sujeto, por Un-padre.
Aun así es preciso que ese Un-padre venga a ese lugar adonde el sujeto no
ha podido llamarlo antes. Basta para ello que ese Un-padre se sitúe en posi-
ción tercera en alguna relación que tenga por base la pareja imaginaria a-a’,
es decir, yo-objeto o ideal-realidad, interesando al sujeto en el campo de agre-
sión erotizado que induce.
Búsquese en el comienzo de la psicosis esta coyuntura dramática. Ya se
presente para la mujer que acaba de dar a luz en la figura de su esposo, para
la penitente que confiesa su falta en la persona de su confesor, para la mu-
chacha enamorada en el encuentro del “padre del muchacho”, se la encon-
trará siempre, y se la encontrará más fácilmente si se guía uno por las “situa-
ciones” en el sentido novelesco de este término. Entiéndase aquí de pasada
que esas situaciones son para el novelista su recurso verdadero, a saber, el
que hace brotar la “psicología profunda”, al que ninguna mira psicológica
podría darle acceso.33
Para ir ahora al principio de la preclusión (Verwerfung) del Nombre-del-Pa-
dre, hay que admitir que el Nombre-del-Padre redobla en el lugar del Otro
el significante mismo del ternario simbólico, en cuanto que constituye la ley
del significante.
Ensayar esto no costaría nada, al parecer, a aquellos que en su búsqueda
de las coordenadas de “ambiente” de la psicosis yerran como almas en pena
de la madre frustrante a la madre hartante, no sin sentir que, al dirigirse ha-
cia el lado del padre de familia, se queman, como se dice en el juego del ob-
jeto escondido.
Además, en esa investigación a tientas sobre una carencia paterna, cuyo re-
parto no deja de inquietar entre el padre atronador, el padre bonachón, el
padre todopoderoso, el padre humillado, el padre engolado, el padre irriso-

33 Deseamos aquí buena suerte a aquel de nuestros alumnos que se ha aden-


trado en la vía de esta observación, donde la crítica puede tener la
seguridad de un hilo que no la engañará.
tratamiento posible de la psicosis 553

rio, el padre casero, el padre que va de juerga, no sería abusivo esperar algún
efecto de descarga de la observación siguiente: a saber, que los efectos de
prestigio que están en juego en todo esto, y en los que (¡gracias a Dios!) la re-
lación ternaria del Edipo no está del todo omitida, puesto que la reverencia
de la madre se ve allí como decisiva, se reducen a la rivalidad de los dos pro-
genitores en lo imaginario del sujeto —o sea, a lo que se articula en la pre-
gunta cuya formulación manifiesta ser regular, para no decir obligatoria, en
toda infancia que se respete: “¿A quién quieres más, a papá o a mamá?”.
No pretendemos reducir nada con este paralelo: muy al contrario, pues
esa pregunta, en la que el niño no deja nunca de concretar el asco que siente
por el infantilismo de sus padres, es precisamente aquella con la que esos ver-
daderos niños que son los padres (en ese sentido no hay otros sino ellos en
la familia) pretenden enmascarar el misterio de su unión o de su desunión
según los casos, a saber, de lo que su vástago sabe muy bien que es todo el
problema y que como tal se plantea.
Se nos dirá ante esto que se pone precisamente el acento en el lazo de
amor y de respeto por el cual la madre pone o no al padre en su lugar ideal.
Curioso, responderemos en primer lugar, que no se tengan muy en cuenta
los mismos lazos en sentido inverso, en lo cual se manifiesta que la teoría par-
ticipa del velo lanzado sobre el coito de los padres por la anmesia infantil.
Pero sobre lo que queremos insistir es sobre el hecho de que no es sólo de
la manera en que la madre se aviene a la persona del padre de lo que con-
vendría ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, digamos el término,
de su autoridad, dicho de otra manera, del lugar que ella reserva al Nombre-
del-Padre en la promoción de la ley.
Aún más allá, la relación del padre con esa ley debe considerarse en sí
misma, pues se encontrará en ello la razón de esa paradoja por la cual los
efectos devastadores de la figura paterna se observan con particular frecuen-
cia en los casos en que el padre tiene realmente la función de legislador o se
la adjudica, ya sea efectivamente de los que hacen las leyes o ya que se pre-
sente como pilar de la fe, como parangón de la integridad o de la devoción,
como virtuoso en la virtud o en el virtuosismo, como servidor de una obra de
salvación, trátese de cualquier objeto o falta de objeto, de nación o de nata-
lidad, de salvaguardia o de salubridad, de legado o de legalidad, de lo puro,
de lo peor o del imperio, todos ellos ideales que demasiadas ocasiones le
ofrecen de encontrarse en postura de demérito, de insuficiencia, incluso de
fraude, y, para decirlo de una vez, de excluir el Nombre-del-Padre de su posi-
ción en el significante.
No se necesita tanto para lograr este resultado, y nadie de los que practi-
554 escritos 2

can el análisis de niños negará que la mentira de la conducta sea por ellos
percibida hasta la devastación. ¿Pero quién articula que la mentira así perci-
bida implica la referencia a la función constituyente de la palabra?
Se demuestra así que un poco de severidad no está de más para dar a la
más accesible de las experiencias su sentido verídico. Las consecuencias que
pueden esperarse de ello en el examen y la técnica se juzgan en otra parte.
Sólo damos aquí lo que es preciso para apreciar la torpeza con que los au-
tores mejor inspirados manejan lo que encuentran de más válido al seguir a
Freud en el terreno de la preeminencia que otorga a la transferencia de la
relación con el padre en la génesis de la psicosis.
Niederland da notable ejemplo de eso34 al llamar la atención sobre la ge-
nealogía delirante de Flechsig, construida con los nombres de la estirpe real
de Schreber, Gottfried, Gottlieb, Fürchtegott, Daniel, sobre todo la que se
transmite de padres a hijos y cuyo sentido en hebreo nos da, a fin de mostrar
en su convergencia hacia el nombre de Dios (Gott) una cadena simbólica im-
portante para manifestar la función del padre en el delirio.
Pero por no distinguir en ello la instancia del Nombre-del-Padre, para re-
conocer la cual no basta evidentemente que sea visible a simple vista, deja es-
capar la ocasión de captar la cadena donde se traman las agresiones eróticas
experimentadas por el sujeto, y de contribuir con ello a poner en su lugar lo
que es preciso llamar propiamente la homosexualidad delirante.
¿Cómo entonces se habría detenido en lo que la frase citada más arriba de
las primeras líneas del segundo capítulo35 de Schreber oculta en su enunciado:
uno de esos enunciados tan manifiestamente hechos para que no se los en-
tienda, que deben retener el oído? ¿Qué quiere decir si la tomamos a la letra la
igualdad de plano en que el autor reúne los nombres de Flechsig y de Schre-
ber con el asesinato de almas para introducirnos en el principio del abuso de
que es víctima? Hay que dejar algo que penetrar a los glosadores del porvenir.
Igualmente incierto es el ensayo, en que se ejercita el señor Niederland en
el mismo artículo, de precisar a partir del sujeto esta vez, y ya no del signifi-
cante (cuyos términos le son por supuesto ajenos), el papel de la función pa-
terna en el desencadenamiento del delirio.
Si pretende en efecto poder designar la ocasión de la psicosis en el simple
asumir la paternidad por el sujeto, que es el tema de su ensayo, entonces es
contradictorio considerar como equivalentes la decepción anotada por Schre-

34 Op. cit.
35 Cf. esa frase citada en la nota 19 de la página 534.
tratamiento posible de la psicosis 555

ber de sus esperanzas de paternidad y su acceso a la Suprema Corte, en la


que su título de Senatspräsident subraya la calidad de Padre (conscripto) que
le asigna: esto en cuanto a la sola motivación de su segunda crisis, sin perjui-
cio de la primera que se explicaría de la misma manera por el fracaso de su
candidatura al Reichstag.
Mientras que la referencia a la posición tercera adonde es llamado el sig-
nificante de la paternidad en todos estos casos sería correcta y resolvería esa
contradicción.
Pero en la perspectiva de nuestro propósito es la preclusión (Verwerfung)
primordial la que lo domina todo con su problema, y las consideraciones que
preceden no nos toman aquí desprevenidos.
Pues si nos remitimos a la obra de Daniel Gottlob Moritz Schreber, funda-
dor de un instituto de ortopedia en la Universidad de Leipzig, educador, o
mejor, para articularlo en inglés, “educacionalista”, reformador social “con
una vocación de apóstol para llevar a las masas la salud, la dicha y la felici-
dad” (sic. Ida Macalpine, loc. cit., p. I)36 por medio de la cultura física, inicia-
dor de esos cachitos de verdor destinados a alimentar en el empleado un ide-
alismo hortelano, que conservan todavía en Alemania el nombre de
Schrebergärten, para no hablar de las cuarenta ediciones de la Gimnasia médica
casera, cuyos monigotes “pergeñados a tontas y a locas” que la ilustran son
como quien dice evocados por Schreber (S. 166-XII), podemos considerar
como rebasados los límites en que lo nativo y lo natal van a la naturaleza, a lo
natural, al naturismo, incluso a la naturalización, en que lo virtuoso resulta
vertiginoso, el legado liga, la salvación saltación, en que lo puro bordea lo
malempeorial, y en que no nos asombrará que el niño, a la manera del gru-
mete de la pesca célebre de Prévert, mande a paseo (verwerfe) a la ballena de
la impostura, después de haber traspasado, según la ocurrencia de este trozo
inmortal, su trama de padre a parte.
No cabe duda de que la figura del profesor Flechsig, en su gravedad de in-
vestigador (el libro de la señora Macalpine nos da una foto que nos lo mues-
tra perfilándose sobre la colosal ampliación de un hemisferio cerebral), lo-
gró suplir el vacío bruscamente vislumbrado de la Verwerfung inaugural
(“Kleiner Flechsig! ¡Pequeño Flechsig!”, claman las voces).
Por lo menos tal es la concepción de Freud, en cuanto que designa en la

36 En nota de la misma página, la señora Ida Macalpine cita el título de uno de


los libros de este autor, concebido así: Glückseligkeitslehre für das physische
Leben des Menschen, o sea: Curso de felicidad bienaventurada para la vida física
del hombre.
556 escritos 2

transferencia que el sujeto ha operado sobre la persona de Flechsig el factor


que ha precipitado al sujeto en la psicosis.
Por medio de lo cual, unos meses después, las jaculatorias divinas harán
oír su concierto en el sujeto para decirle al Nombre del Padre que vaya a
j...se con el Nombre de D... en las nalgas37 y fundar al Hijo en su certidumbre
de que al cabo de sus pruebas, nada mejor podría hacer que “hacerse”38 so-
bre el mundo entero (S. 226-XVI).
Así es como la última palabra con que la “experiencia interior” de nuestro si-
glo ha entregado su cómputo resulta estar articulada con cincuenta años de an-
ticipación por la teodicea con la que se enfrenta Schreber: “Dios es una p...”.39

37 S. 194-XIV. Die Redensart “Ei verflucht”... war noch ein Überbleibsel der Grundspra-
che, in welcher die Worte “Ei verflucht, das sagt sich schwer” jedesmal gebraucht
werden, wenn irgend ein mit der Weltordnung unerträgliche Erscheinung in das
Bewusstsein der Seelen trat, z. B. “Ei verflucht, das sagt sich schwer, dass der liebe Gott
sich f...lässt” [Trad. esp.: “La expresión ‘Ah, maldición’... era un residuo del
lenguaje primitivo (lengua fundamental) en el cual se empleaban las pala-
bras ‘¡Ah maldición, quién lo diría!’ cada vez que un fenómeno incompatible
con el orden del mundo llegaba a la conciencia de las almas, por ejemplo:
‘¡Ah, maldición! quién diría que el buen Dios se hace j...’ ”, p. 161. AS].
38 Creemos poder tomar del propio registro de la Grundsprache este eufe-
mismo, del que sin embargo las voces y Schreber mismo, contrariamente a
su costumbre, prescinden aquí.
Creyendo cumplir mejor los deberes del rigor científico al señalar la hipo-
cresía que, en este rodeo como en otros, reduce a lo benigno, o incluso a lo
baboso, lo que demuestra la experiencia freudiana. Queremos decir el
empleo indefinible que se hace ordinariamente de referencias tales como
ésta: en ese momento de su análisis, el enfermo regresó a la fase anal.
Bueno sería ver la cara del analista si el enfermo llegara a “pujar”, o aunque
sólo fuera a babear en su diván.
Todo esto no es más que vuelta enmascarada a la sublimación que encuen-
tra alojamiento en el inter urinas et faeces nascimur, implicando con ello que
este origen sórdido no incumbe más que a nuestro cuerpo.
Lo que el análisis descubre es bien diferente. No es su andrajo, es el ser
mismo del hombre el que viene a tomar su lugar entre los desechos donde
sus primeros retozos encontraron su cortejo, por cuanto la ley de la simbo-
lización en la que debe entrar su deseo lo prende en su red por la posición
de objeto parcial en la que se ofrece al llegar al mundo, a un mundo donde
el deseo del Otro hace la ley.
Esta relación por supuesto es articulada claramente por Schreber en lo que
él refiere, para decirlo sin dejar ninguna ambigüedad, al acto de ca... —
concretamente el hecho de sentir reunirse en este acto los elementos de su
ser cuya dispersión en el infinito de su delirio hace su sufrimiento.
39 Bajo la forma: Die Sonne ist eine Hure (S. 384-Ap.). El sol es para Schreber el
aspecto central de Dios. La experiencia interior de que se trata aquí es el
título de la obra central de Georges Bataille. En Madame Edwarda describe
el extremo singular de esta experiencia.
tratamiento posible de la psicosis 557

Término en el que culmina el proceso por el cual el significante se ha


“desencadenado” en lo real, después de que se abrió la quiebra del Nombre-
del-Padre —es decir, del significante que en el Otro, en cuanto lugar del sig-
nificante, es el significante del Otro en cuanto lugar de la ley.
Dejaremos aquí por ahora esta cuestión preliminar a todo tratamiento po-
sible de la psicosis, que introduce, como se ve, la concepción que hay que
formarse de la maniobra, en este tratamiento, de la transferencia.
Decir lo que en este terreno podemos hacer sería prematuro, porque sería
ir ahora “más allá de Freud”, y la cuestión de superar a Freud ni se plantea si-
quiera cuando el psicoanálisis ulterior ha vuelto, como hemos dicho, a la
etapa anterior.
Es por lo menos lo que nos aparta de todo otro objeto que el de restaurar
el acceso de la experiencia que Freud descubrió.
Pues utilizar la técnica que él instituyó, fuera de la experiencia a la que se
aplica, es tan estúpido como dejar el alma en el remo cuando el navío está en
la arena.

Diciembre de 1957-enero de 1958


Capítulo II.
El sujeto del psicoanálisis

La concepción de sujeto que Jacques Lacan forjó para el psicoanálisis -aunque afirme haberla leído en
Freud, respecto de lo cual no podemos no mencionar que es un término prácticamente inexistente en su pluma-
es absolutamente original.38 En la elaboración lacaniana sujeto del inconsciente es el nombre de una paradoja:
no es causa sui pues es efecto de la estructura del lenguaje a la vez que es aquello que no se integra en ella,
en la medida en que se define como “agujero, falta, desgarro”.39 Esta concepción de sujeto -en cuanto
radicalmente inadaptable- está en las antípodas de la que detenta el empirismo conductista, el que apuesta a
su adaptabilidad, pues se define más bien como esa hiancia que hace imposible cualquier funcionamiento
armónico:

“El estatuto del sujeto en el psicoanálisis -así comienza este fabuloso escrito-, ¿diremos que lo
hemos fundado el año pasado? Llegamos al final a establecer una estructura que da cuenta del
estado de escisión, de Spaltung en que el psicoanalista lo detecta en su praxis.”40

Que el sujeto sea efecto de la estructura del lenguaje no lo hace una mera pieza de una maquinaria
simbólica en la que cumpliría una función prefijada con eficacia. Por el contrario, el sujeto se cuenta allí como
falta, es ahí lo que falla, lo que no responde, lo imprevisible e incalculable, por oposición a la pretendida
calculabilidad que el empirismo le supone, con los coeficientes que lo reducen a ser un elemento dentro de un
universo de discurso. Eso que en estas sencillas palabras se configura como una paradoja, es lo que en este
capítulo intentaremos delimitar con precisión.

¿Qué sujeto?

La concepción lacaniana del sujeto es en extremo paradojal, lo cual acarrea una serie notable de
dificultades que muchas veces se pasan por alto, lo que se refleja en una serie de debates donde se mezcla sin
cuidado lo que se entiende por sujeto en la filosofía, en la psicología y en psicoanálisis. El término francés que
emplea Lacan -”sujet”- (del latín subiectus, participio pasado de subiicĕre, “poner debajo”, “someter”)-41
significa: tema de reflexión, aquello sobre lo cual se ejercita una reflexión, eso de lo que se trata en una
conversación o en un escrito. La cuarta acepción del término refiere “sujet” al individuo, al ser individual, a la
persona considerada como el soporte de una acción. En nuestra lengua, este último es el uso más común y

38
“Se me pregunta por qué hablo del sujeto, por qué, según dice, se lo añado a Freud. En Freud no se habla de otra cosa. Pero se
lo refiere en forma imperativa, brutal”. Lacan, J. (1968/2006). Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines. En Mi enseñanza. Buenos Aires:
Paidós, p. 112.
39
Lacan, J. (1964-65) El Seminario. Libro 12: Problemas cruciales para el psicoanálisis, inédito, clase del 7 de abril de 1965.
40
Lacan, J. (1953-54/2008). La ciencia y la verdad. En Escritos 2. México: Siglo XXI, p. 813.
41
Cf. Le Petit Robert, París, 2013, p. 2458.
corriente de “sujeto”; nos referimos habitualmente a “un sujeto” en el sentido de la persona, del individuo, al que
le atribuimos acciones o características. Mientras que en la lengua francesa este empleo es más raro, y es
mucho más habitual el primero de los mencionados.42 Ejemplifiquémoslo de un modo sencillo: una pregunta
común y cotidiana en francés podría ser: “C'est à quel sujet?”.43 Que traducimos: “¿De qué se trata?”.
Expresiones tales como “être sujet à” (estar propenso a) y “un sujet de mécontentement” (un motivo de
descontento) son suficientemente claras como para expresar el uso corriente del término en la lengua francesa.
Entre nosotros, por más refinados que queramos parecer, jamás diríamos: “¿Cuál es el sujeto de este artículo o
de esta película?”. Sin embargo, nuestra lengua admite esta acepción del término: “Asunto o materia sobre que
se habla o escribe”. Este breve excursus etimológico tiene el objeto de evidenciar una dificultad: solemos
entender “sujeto” como “persona” o “individuo”, cuando en verdad el concepto que Lacan postula está
determinado por el ”sujet” francés, más explícitamente empleado en su sentido de asunto o tema.
Jean-Luc Nancy señala que Lacan quizás a pesar de sí mismo retiene algo del concepto filosófico de
sujeto (aunque afirme a la vez que psicoanálisis y filosofía no hablan de lo mismo cuando hablan de sujeto),
sobre todo de Heidegger en la articulación entre Dasein y Ereignis. Si el filósofo deseaba reemplazar mediante
el primer término -existencia, ser-arrojado- la inherencia a sí mismo de un supuesto sujeto, es con el segundo
término con el que ese gesto se realiza pues comprendida en el sentido de “evento” ya no busca en ningún
punto designar algo así como un “sujeto” (un “agente”, “alguien”, una “persona”, etc.) sino que habla solo de un
“adviene” o de un “eso adviene”. Por eso, ya no tendría sentido hablar de “un sujeto” sino que habría que hablar
de eso que en francés se dice con una de esas fórmulas que hemos ya subrayado: “estar sujeto a”, “estar
expuesto a”.44
En El Seminario 2 Lacan llega a afirmar que la mayor dificultad existente en la concepción de la
subjetividad es la entificación del sujeto45 y a proponer que “el sujeto es nadie”46 -haciendo resonar
semánticamente y con ironía el término francés “personne” que se emplea en fórmulas negativas con el
significado de nadie, a la vez puede traducirse como persona. Vale decir el sujeto no es la persona, el sujeto no
es el individuo, el sujeto no es a quien tenemos delante, nadie es el sujeto pues no se trata del ser humano -
aunque este extraño “ser que habla”47 es condición de su aparición-. Nuestra lengua -y no sólo ella, sin dudas-
nos arrastra a cierta sustancialización, a esa entificación del sujeto, terminando por hacer del sujeto dividido,

42
Al igual que en inglés. No tenemos más que ver en nuestros ordenadores y smartphones que el administrador de correo
electrónico denomina subject al tema o asunto en juego.
43
Este es el título original del libro de Guy Le Gaufey que ha sido traducido como El sujeto según Lacan. Buenos Aires: El
cuenco de plata, 2010. Se advierte la dificultad de traducirlo literalmente: quién compraría un libro que se llame ¿De qué se trata? O la
remitencia cómica que nos haría preguntar: “¿de qué se trata? ¿De qué se trata?”
44
Nancy, J.-L- (2014). ¿Un sujeto?. Buenos Aires: La Cebra.
45
Lacan, J. (1954-55/1983) El Seminario. Libro 2: El yo en la teoría de Freud. Buenos Aires: Paidós, p. 87. Ente es “lo que es”,
de modo que se identifica, por una parte, con el ser. Entificar el sujeto puede significar entonces darle ser a aquello que Lacan por
definición concibe como pérdida de ser. Para dar una figura: cuando se toma al analizante por el sujeto. A mi modo de ver, la entificación
del sujeto que Lacan diagnostica en los años ‘50 está absolutamente vigente y ha tomado diversas formas en el psicoanálisis de hoy: 1) el
diagnóstico diferencial de estructura clínica; 2) identificar modalidades de goce; 3) que el sujeto se haga responsable. El problema es que,
sea cual sea el tópico que se trate, hace deslizar al psicoanálisis en una ontología -rama de la metafísica que estudia lo que hay- que se
ocupa de investigar el ser en tanto que es, o del ser en general, más allá de cualquier cosa en particular que es o existe.
46
Ibid., 88.
47
El entrecomillado indica que es una incorrecta traducción del neologismo de Lacan parl’être, que justamente objeta que el ser
hablante sea un ser.
uno. El contexto de semejante diagnóstico no debe ignorarse:

“¿Por qué reintroducir la realidad trascendente del autonomus ego? Bien mirado, se trata de
autonomous egos más o menos iguales según los individuos. Volvemos aquí a una entificación
conforme a la cual no sólo los individuos en cuanto tales existen sino que además algunos existen
más que otros. Esto contamina, más o menos implícitamente, las llamadas nociones del yo fuerte
y el yo débil, que son otros tantos modos de eludir los problemas planteados tanto por la
comprensión de las neurosis como por el manejo de la técnica”.48

Vale decir que es en el contexto del debate con el posfreudismo y la teoría de la autonomía del ego que
Lacan plantea lo problemático de la consideración del sujeto como uno, denominado “entificación” -ligado a la
atribución de una sustancia-. En El Seminario 13 insiste en que “cada vez que hablamos de algo que se llama
sujeto hacemos un uno”.49 El verdadero desafío que asume es cómo definir una subjetividad sin entificar al
sujeto, sin “unificarlo” -hacerlo uno y único, al suturar la escisión que lo constituye-, en última instancia: sin
hacer ontología.50 Su elocuencia resalta en El Seminario 11 al hacer del sujeto y del inconsciente conceptos
inseparables:

“El inconsciente es la suma de los efectos de la palabra sobre un sujeto, en el nivel en que el
sujeto se constituye por los efectos del significante. Esto deja bien sentado que con el término
sujeto -por eso lo recordé inicialmente- no designamos el sustrato viviente necesario para el
fenómeno subjetivo, ni ninguna especie de sustancia, ni ningún ser del conocimiento en su patía,
segunda o primitiva, ni siquiera el logos encarnado en alguna parte, sino el sujeto cartesiano, que
aparece en el momento en que la duda se reconoce como certeza -sólo que, con nuestra manera
de abordarlo, los fundamentos de este sujeto se revelan mucho más amplios y, por consiguiente,
mucho más sumisos, en cuanto a la certeza que yerra. Eso es el inconsciente”.51

Cuando años después los mismos analistas lo interrogan -para su sorpresa no disimulada- respecto de
por qué sigue empleando el término sujeto para referirse al inconsciente estructurado como un lenguaje, Lacan
responde con un irónico retorno no a Freud sino al Organon y las Categorías de Aristóteles, planteando que
sería descabellado no retomar ese término del que esa tradición filosófica nos conservó el hilo. Pero ¿qué hilo
une a Aristóteles con Freud?:

48
Ibid., 24.
49
Lacan, J. (1965-66). El Seminario. Libro 13: El objeto del psicoanálisis, inédito.
50
Este trabajo se desarrolla a partir de la fórmula canónica del sujeto que inicia en El Seminario 9 y que comentamos en algunos
párrafos más adelante, tiene continuación en El Seminario 10 con el cociente de la división subjetiva y culmina en El Seminario 11 con
las operaciones de alienación y separación a las que dedicamos el capítulo siguiente.
51
Lacan, J. (1964/1987). El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, p.
132-3.
“Todo parte del traumatismo inicial de la afirmación aristotélica que separa de la manera más
rigurosa el sujeto y la sustancia, y que está completamente olvidada”.52

La afirmación es contundente. Desde Aristóteles se ha planteado la desustancialización del sujeto, cosa


olvidada por toda la filosofía que lo prosiguió, hasta que Freud lo pone de nuevo en evidencia, según la lectura
de Lacan. Su esfuerzo titánico es concebir un sujeto despojado de categorías sustancialistas y que refute toda
unidad, en cuanto no sólo no hace “uno” sino que lo excede, sin por ello hacer dos:

“esencialmente la dimensión propia del análisis, es la reintegración por parte del sujeto de su
historia hasta sus últimos límites sensibles, es decir hasta una dimensión que supera
ampliamente los límites individuales”.53

Si supera los límites individuales, lo que aparece tras ese trasbasamiento del límite es la otredad.
Alusión a la intersubjetividad con la cual él concibe tempranamente la experiencia del deseo humano como
deseo de reconocimiento ligado a la función de la palabra: mediadora (acuerdo simbólico), pacificadora (de la
lucha imaginaria del prestigio que culmina en la muerte) y que es pacto. Esa es la esencia y la particularidad
diferencial de la clínica psicoanalítica: clínica en transferencia54 quiere decir no sin Otro, una clínica intervalar –
el intervalo en el cual emergerá el sujeto entendido como un efecto, como producto de la relación entre
psicoanalista y psicoanalizante, lo cual tiene como fondo el clásico axioma lacaniano: el inconsciente es el
discurso del Otro. Claramente lo expresa en la conferencia del 20 de abril de 1968 en Burdeos:

“El sujeto del que se trata no tiene nada que ver con lo que se llama lo subjetivo en sentido vago,
en el sentido de lo que mezcla todo, ni tampoco de lo individual. El sujeto es lo que defino en
sentido estricto como efecto del significante. Esto es un sujeto, antes de poder situarse por
ejemplo en tal o cual de las personas que están aquí en estado individual, antes incluso de su
existencia de vivientes”.55

Entonces sujeto no es persona, no es individuo ni individual ni nada del orden del viviente entendido
como ser biológico dotado de vida. Es preciso, sin embargo, hacer notar que Lacan arriba a esta original
concepción de sujeto articulando a la vez que diferenciando dos registros: el de la palabra y el del lenguaje. En
cuanto a la función de la palabra, modifica sutilmente la teoría de la comunicación por la que un emisor envía un
mensaje en cierto código al receptor que lo decodifica. Su nueva fórmula es: “comunicación donde el emisor

52
Lacan, J. (1968/2006). Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines. En Mi enseñanza. Buenos Aires: Paidós, p. 114.
53
Lacan, J. (1953-54/1981). El Seminario. Libro 1: Los escritos técnicos de Freud. Buenos Aires: Paidós, p. 26.
54
Como bien ha planteado J.-A- Miller al indicar que es preciso situar tres letritas al pié de todo ensayo de clínica psicoanalítica
como colofón: CST (Clinique Sous Transfer). Miller, J.-A. et al (1984). Clínica bajo transferencia, Buenos Aires: Manantial.
Lamentamos que esto se olvide cada vez más.
55
Lacan, J. (1968/2006). Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines. En Mi enseñanza. Buenos Aires: Paidós, p. 103.
recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida”56, irónica transformación gracias a los
conceptos de palabra y deseo de reconocimiento, deseo que no podría ser entendido como una información
comunicable, sino que vale como don, don que es símbolo y por ende pacto. La consecuencia de esta fórmula
es doble, por un lado en lo atinente al sentido es fundamental porque el sentido de un discurso no será
determinado por el emisor -independientemente de su intención de significación, como plantea Lacan en El
Seminario 5- sino que reside en quien lo escucha. Y, por otro lado, pero en estricta relación con ello, esta
fórmula afecta a la concepción de sujeto, pues si el sentido reside en quien lo escucha, “de su acogida depende
quién lo dice”57: el sujeto no es previo, a quien se le dirige un discurso ni quien lo ejecuta, sino que es definido,
determinado por el Otro de la palabra. Los clásicos ejemplos que Lacan emplea “tú eres mi maestro” y “tú eres
mi mujer” definen retroactivamente al emisor: “discípulo” y “marido”, lo cual plantea que el sujeto depende en su
constitución de sujeto de la mediación de la palabra en relación a Otro sujeto garante de la buena fe. La
confusión con el sujeto de la comunicación preocupará siempre a Lacan e insistirá muchas veces en la amplia
extensión de su enseñanza, por ejemplo:

“¿Puede evitarse que […] el sujeto que mi discurso delimita no siga siendo lo que es para
nuestra realidad de ficción psicologizante: en el peor de los casos, el sujeto de la representación,
el sujeto del obispo Berkeley58, punto de impasse del idealismo y, en el mejor, el sujeto de la
comunicación, de lo intersubjetivo del mensaje y de la información, incapaz incluso de contribuir
a nuestro problema?”.59

En cuanto al segundo registro, cuando Lacan pone el acento en el sujeto como efecto de la estructura
del lenguaje, lo define lingüísticamente a partir de una fórmula -que está destinada a convertirse en canónica-
de factura extraña, incluso tautológica, en tanto sujeto y significante se definen mutuamente: “el significante es
lo que representa a un sujeto para otro significante”60. Esta formulación apunta a enfatizar la función del

56
Lacan, J. (1953/2008). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. En Escritos 1. México: Siglo XXI, p.
287.
57
Lacan, J. (1955/2008). Variantes de la cura-tipo. En Escritos 1. México: Siglo XXI, p. 318.
58
Berkeley fue un filósofo irlandés muy influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo
subjetivo o inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la materia extensa. Su filosofía es el empirismo llevado al
extremo; llega a proponer que no se puede saber si un objeto es, sólo puede saberse un objeto siendo percibido por una mente. Planteó que
los seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa sus percepciones, sino que incluso las propiedades
matemáticas son ideas semejantes a las cualidades sensoriales. Por tanto, concluyó que todo lo que puede conocerse de un objeto es su
percepción del mismo, y resulta gratuito suponer la existencia de una sustancia real que sustente las propiedades de los cuerpos. Así, los
conceptos abstractos son una ficción. En consecuencia, los objetos percibidos son los únicos acerca de los que se puede conocer. Cuando
se habla de un objeto real en realidad se habla de la percepción del objeto. Lo que el objeto realmente es, aparte de las sensaciones que
podamos experimentar o las representaciones mentales que nos hagamos, nos sería, de esta forma, completamente desconocido. El objeto
existiría, en última instancia, como una idea de nuestra mente. Ese sujeto de la representación es el que Lacan deplora como el peor de los
casos de psicologización.
59
Lacan, J. (1967/2012). La equivocación del sujeto supuesto saber (en el Instituto Francés de Nápoles). En Otros escritos.
Buenos Aires: Paidós, p. 358.
60
Lacan, J. (1960/2008). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano. En Escritos 2. México: Siglo
XXI, p. 779. Definición cuya construcción se inicia en las primeras clases de El Seminario 9: La identificación, permaneciendo firme a lo
largo de toda su enseñanza y hasta sus últimos tramos -más allá de las variaciones y agregados permanentes-, como se verifica en las
clases del 16 de enero de 1973, 11 de junio de 1974, 15 de noviembre de 1975, 11 de mayo de 1976 y 15 de noviembre de 1977.
significante y sus consecuencias “por donde él determina, singularmente, al sujeto por arrojarle a cada instante
los efectos mismos del discurso”61 introduciendo al sujeto como su efecto y eliminando toda consideración de
una existencia previa. Se comprende por qué el recurso inicial al estructuralismo, pues le permite a Lacan
desplazar el sustancialismo en la medida en que es una doctrina que se funda en la diferencia de las
propiedades intrínsecas de los seres y conlleva, por tanto, la creencia en la existencia de sustancias dotadas de
propiedades y que pueden ser consideradas en cuanto tales.62 Lacan se orienta decididamente a vaciar de
consistencia la sustancia subjetiva y el estructuralismo le aporta -vía Saussure y el Círculo de Praga- la tesis de
que en la lengua no hay términos positivos sino puras diferencias. La inédita definición lacaniana de sujeto,
además de lo antedicho, le instila la falta de reflexividad que le hubiera permitido estar seguro de su identidad
por su propio movimiento. Se trata, por lo tanto, de un sujeto evanescente, por ello incapaz de “reconocerse” ni
a través del Otro ni por sí mismo (ya que no tiene ningún “sí mismo”), lo cual destituye el ideal de autenticidad
que se plantea bajo la forma de “sé fiel a ti mismo”.63 Y para alcanzar esa reflexividad perdida por el hecho de
su constitución dividida entre significantes, la imagen especular es la suplencia que el estadio del espejo le
provee: reflexividad que resulta de la confrontación con la imagen especular, que se construye con ella, cuando
se produce el moi del lado del espejo. Podríamos decir que en esta concepción el sujeto no tiene propiedad, no
tiene atributos, no tiene individuación, extraño ser casi inexistente que -en este estricto sentido- parece
confundirse, como ha señalado Le Gaufey, con la función del tipo de las que W. Quine denominó “entidades
semi-crepusculares”64, esas entidades que no tienen identidad.
Si esto tiene consecuencias decisivas es porque estamos habituados a leer abordajes del sujeto
mediante comprensiones psicológicas, en la medida en que se lo coloca en primer o último término, ya sea
como objeto determinado o como agente de determinación. En verdad, la definición canónica antes citada no le
reserva ni el primer ni el último lugar sino el medio, un intervalo entre dos. Juan Ritvo enfatiza la paradoja que
ello entraña: “si se lo cuenta ya no se lo cuenta porque lo que se cuenta es un significante y el sujeto, efecto del
significante, no queda reducido a él”.65 Es decir que en cualquier cuenta es lo incontable, ya sea por excedencia
o por sustracción. La fórmula lacaniana, objeto de innumerables citas, funciona como coartada para salirse de
estas vueltas problemáticas de la noción de sujeto y clausura el debate y el pensamiento: una definición que
cierra y punto. Es preciso aclarar que subrayar la determinación del sujeto por el significante sin más nos
mantiene en el terreno de la psicología, no es ese el avance o la subversión de Lacan. Por supuesto que lo
determina, eso no es lo nuevo. El quid es que lo determina de modo insuficiente:

“La razón insuficiente del significante torna al sujeto, a cada uno de nosotros puestos en

61
Lacan, J. (1964-65). El Seminario. Libro 12: Problemas cruciales para el psicoanálisis, inédito, clase del 7 de abril de 1965.
62
Al respecto es interesante el recorrido que hace Jacques Alain Miller en dos textos: “Acción de la estructura” y en “S'truc
dure”. En Matemas I. Buenos Aires: Manantial, 1987.
63
Como se plantean estúpidamente la legión de imbéciles que integran The Big Brother. El patetismo llega a límites
insospechados.
64
Le Gaufey, G. (2010). El sujeto según Lacan. Buenos Aires: El Cuenco del Plata.
65
Ritvo, J. (2005) Enigmas del yo pienso. Imago Agenda, 94. Recuperado de
http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=415.
ajenidad próxima con respecto a nosotros mismos, en algo pathemático, en el sentido
etimológico del término: pasión, sufrimiento, privado de verbalización y que por ello mismo llega
a causar la emergencia de la palabra, del Verbo”.66

En ese sentido, tomar “sujeto” derivándolo de la literalidad del sub-yectum del que proviene67,
enfatizando su “debajo de”, no alcanza porque no termina de decir en qué consiste el estatuto de supuesto del
sujeto. En suma, un sujeto insustancial (entonces sin cualidad y sin forma), irreflexivo, evanescente y dividido
por y entre significantes que lo determinan de modo insuficiente. A lo que debemos agregar un elemento más:
un sujeto en inmixión de Otredad. Como afirma Lacan en su conferencia de Baltimore:

“Los sujetos no son entonces aislados, como los pensamos. Pero, por otro lado, ellos no son
colectivos. Tienen una cierta forma estructural, precisamente inmixing”.68

¡Cómo saborea Lacan esa paradoja! El sujeto no es aislado, no se trata de una concepción
individualista, pero eso no lo hace colectivo, no se trata de una concepción sociológica o comunitaria, ni lo uno
ni lo otro, está inmixing, neologismo que Lacan no se priva de proponer en inglés: “in”, prefijo, adentro, en;
“mix”, sustantivo: mezcla, verbo: mezclar(se). El término inglés "immixing" (mezclando) supone una mezcla de
elementos en la que la esencia misma de tales elementos está disuelta y participa de la mezcla. Es decir que
esta condición impide, una vez disuelta su esencia, volver al estado anterior (como cuando se prepara un
pegamento que se compone de la mezcla de dos sustancias que vienen por separado, por ejemplo en la
preparación de "Poxipol"). En algunos escritos Lacan emplea el término francés "immixtion" que significa según
Le Grand Robert "acción de inmiscuirse, de meterse". Entonces, concibe un sujeto en inmixión de Otredad, que
no es uno pero no es sin Otro. De modo que el psicoanálisis instaura un tipo de sujeto regido por una lógica que
no es de identidad sino de alteridad pero de una alteridad que en su determinismo lo hace con insuficiencia -
peculiaridad en la que ya asoma que la estructura de ese Otro está barrada-.
En consecuencia, irremediablemente considerar al sujeto del psicoanálisis como libre es anticonceptual,
contradictorio, pues sujeto, como adjetivo, quiere decir también estar propenso o expuesto a algo -tanto en
francés como en castellano, como indicamos en nuestra excursión etimológica-, de donde deriva el participio
sujetado. Sujeto conlleva por tanto la idea de la sujeción, es decir de estar muy sujeto a algo, y si el sujeto es
sujeto, si está sujeto, sujetado, no es libre. Hallamos esta idea en Lacan, aunque más no sea por aproximación,
cuando a propósito de los tiempos del Edipo, nos plantea que el niño empieza como súbdito:

66
Ibid., nota al pié N°3.
67
Como hace Jean-Luc Nancy: “sujeto o supuesto, el supuesto o el sujeto, es la misma cosa. El subjectum está supuesto, está
puesto abajo, debajo, por debajo” (Nancy, J.-L- (2014). ¿Un sujeto?. Buenos Aires: La Cebra, p. 14).
68
Lacan, J. (1966). Discurso de Baltimore: De la estructura como “inmixing” del prerrequisito de alteridad de cualquiera de los
otros temas. (Intervención y discusión en el Simposio sobre estructuralismo, Universidad Johns Hopkins, Baltimore, 18 al 21 de octubre
de 1966, organizado por René Girard y Eugenio Donato. The Structuralist Controversy, J.H.U.P., 1970, pp. 186-201. Traducción francesa
anónima). El texto original en inglés, y una propuesta de traducción al frances, se encuentran disponibles en la "Biblioteca Lacan" del
sitio "Bibliotecas de Psicoanálisis" (www.psicoanalisis.org).
“Es un súbdito porque se experimenta y se siente de entrada profundamente sometido al
capricho de aquello de lo que depende, aunque este capricho sea un capricho articulado”.69

Nuestra lengua no refleja con claridad lo que está en juego en el término que emplea Lacan: súbdito, en
francés assujet, que alude tanto al sujeto, sujetado, pero también el súbdito es un a-sujeto, énfasis en el prefijo
negativo que lo hace resonar como asujetado, desujetado, desubjetivizado por la ley caprichosa del Deseo
Materno, súbdito en tanto sometido profundamente al capricho insensato que marca su dependencia. En estas
páginas, con el desarrollo de la metáfora paterna y los tres tiempos del Edipo, Lacan da la idea de que se parte,
en la constitución subjetiva, de esa experiencia de dependencia absoluta a una suerte de independencia, pero
en mi opinión, es un punto de vista provisorio, incluso pasajero en el sentido de que vale tan sólo en este
contexto de argumentación pues Lacan subraya siempre la relación de dependencia del sujeto del campo del
Otro. Llegará mucho después a decir algo muy diferente, que en el análisis se marcha de la impotencia a la
imposibilidad. Donde lo imposible implica descubrir una dependencia definitiva pero no absoluta respecto de
circunstancias determinantes aunque no del todo, que son lógicas, no materiales. Tal como lo afirma en ese
mismo Seminario, pero unas clases antes, al comentar el esquema “L”:

“Todo lo que se realiza en S, sujeto, depende de los significantes que se colocan en A” (el
subrayado me pertenece).70

Y más tajantemente aún, cuando define en El Seminario 10 su matema del sujeto barrado: “expresa la
necesaria dependencia del sujeto respecto al Otro en cuanto tal”.71 Estas referencias deben entenderse en el
marco del énfasis que hace allí en que la estructura del lenguaje, que es la estructura que la experiencia
analítica descubre en el inconsciente, lo preexiste72 y es su condición, pues es ella la que estructura al sujeto al
precio de no hacerlo más que su efecto, y no su amo. En este sentido, siempre se es a-sujeto, súbdito, vale

69
Lacan, J. (1957-58/1999). El Seminario. Libro 5: Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires: Paidós, p. 195.
70
Ibíd., 161.
71
Lacan, J. (1962-63/2006). El seminario. Libro 10: La angustia. Buenos Aires: Paidós, p. 32.
72
Lo cual se formaliza claramente en el cociente de la división subjetiva del Seminario 10, en el que A se escribe a la izquierda
arriba y S (el sujeto mítico del goce) en la misma línea a su derecha, marcando la preexistencia del A, así como $, el sujeto dividido
producido por la intersección con el A, se escribe debajo de A, marcando su procedencia y el campo en el que se produce, lo cual también
marca su preexistencia. No quisiéramos dejar de plantear una conjetura: si Lacan elige el matema $ para escribir la división subjetiva, no
es solamente debido a que toma la inicial del término sujet sino porque también S es el matema con el que escribe el término significante;
tacharlo implica que $ es también un modo de matematizar que no hay significante (del sujeto).

Este esquema, en rigor, es el tercero que Lacan produce en el seminario sobre la angustia, que tomamos aquí con el interés de
enfatizar que, además de lo antedicho, el sujeto es causado por el objeto a en tanto que causa de deseo.
decir: no se conquista la libertad, entendida como la posibilidad de un sujeto sin Otro. Debe entenderse aquí la
referencia a la dependencia no en el sentido de que en el Otro están ya prefigurados los significantes que
contienen la programación completa del sujeto sino que -como reza su definición- el sujeto sólo es detectable
(en su estructura de escisión e inmixión) a partir de los significantes. Ello significa que el sujeto no es sin Otro.
Creerlo es una locura -como explícitamente sostiene Lacan en Acerca de la causalidad psíquica en 1946.
Creerse libre, independiente del Otro y “a salvo” de su determinación, es enloquecedor y le deja al ilusorio “a-
sujeto” la figura del hombre libre que Lacan postula en ese escrito: la de títere, cuya ilusión de autonomía se
asienta en el desconocimiento de la dialéctica del Otro que hace del a-sujeto sujeto, dividido, pero sujeto y no
títere manipulado, esclavizado, por el ideal. Pues la posición de sujeto en psicoanálisis justamente se sostiene
de no desconocer, sino más bien de reconocer, incluso de soportar, la determinación ineludible -aunque
agujereada- del Otro. Autodeterminación y libertad -además de ser el nombre de un partido político al que por
esa razón nunca votaría- son formas de locura que en un psicoanálisis hay que guardarse muy bien de
propiciar.73
Así, considerar que en psicoanálisis, en un tratamiento psicoanalítico, se trata de arribar a la
transformación de un sujeto dependiente en un “sujeto libre” es una contradictio in adjecto, una expresión que
merece aplicársele una de las más sorprendentes figuras del lenguaje – la de oximorón74. Pero ello nos plantea
ya desde el comienzo un problema: si la libertad es un imposible, si la determinación del Otro es insoslayable, si
no hay sujeto sin Otro lo cual comporta su condición dependiente de ese Otro, ¿ello no nos devuelve a la
maquinaria de la cual el sujeto no sería más que una pieza funcional? O sea, justamente a aquello que la
definición de sujeto objeta en cuanto tal. Se abre allí una interrogación que debemos retomar: paradoja del
sujeto que se enlaza inextricablemente con la de la libertad. Una libertad que no se entiende en términos de
pura autodeterminación pues -y esto concita consenso entre los comentadores de Lacan- está marcada por ese
poco con el que se la cuantifica no sin cierta ambigüedad (¿cuánto es poco? ¿cómo se mide?). Se acuerda que
esa poquedad responde del determinismo que la atraviesa, al cual están sometidos los actos, los
comportamientos, los pensamientos, el cual la “limita”. Entre libre albedrío y determinismo parece debatirse la
concepción de la libertad en psicoanálisis. No estamos de acuerdo, pues libertad y determinismo no componen
un buen par de opuestos, y porque la concepción de sujeto que formula Lacan lo hiere de muerte. Hé aquí lo
aporético. Busquemos entonces otros caminos.

“Responsalibertad”

En la obra de S. Freud encontramos una fundamentación tajante para desestimar un libre albedrío; es
más que contundente cuando afirma: "no hay en lo psíquico nada que sea producto de un libre albedrío, que no
obedezca a un determinismo".75 Pareciera factible fundar allí una sobreterminación tan absoluta que daría razón

73
Sobre este tema he dirigido una investigación UBACyT durante los años 2010-2012 cuyos resultados finales se encuentran
publicados en Muñoz, P. (2011). Las locuras según Lacan. Consecuencias clínicas, éticas y psicopatológicas. Buenos Aires: Letra Viva.
74
Término proveniente del griego: "oxys" (agudo, ácido, punzante) y "moros" (estúpido, tonto, fofo).
75
Freud, S. (1901/1980). Psicopatología de la vida cotidiana. En Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu, Tomo VI.
de la total dependencia del sujeto del Otro sin resto, de su sujeción sin margen. Pero -y hete aquí una de sus
dimensiones paradojales- ese fundamentalismo determinista no hace que Freud lo exima de la responsabilidad
por sus actos:

"Si el contenido del sueño no es el envío de un espíritu extraño -afirma-, es una parte de mi ser;
si, de acuerdo con criterios sociales, quiero clasificar como buenas o malas las aspiraciones que
encuentro en mí, debo asumir la responsabilidad por ambas clases, y si para defenderme digo
que lo desconocido, inconsciente, reprimido que hay en mí no es mi 'yo', no me sitúo en el
terreno del psicoanálisis, no he aceptado sus conclusiones, y acaso la crítica de mis prójimos, las
perturbaciones de mis acciones y las confusiones de mis sentimientos me enseñen algo mejor.
Puedo llegar a averiguar que eso desmentido por mí no sólo 'está' en mí, sino en ocasiones
también 'produce efectos' desde mí" (las itálicas me pertenecen).76

De este modo, libertad y sujeto son términos que se anudan en el de responsabilidad subjetiva. Bajo
esta expresión -que sin dudas merecería un trabajo más específico, y que haremos en una futura publicación,
porque se la suele emplear en el sentido del discurso yoico que ubica al sujeto como agente de
responsabilización por el acto cometido- intentamos reflejar -lo decimos en sentido muy amplio- que si bien hay
determinación inconsciente, también hay responsabilidad, lo cual hace enrevesar el planteo de cuánto hay de
determinismo y cuánto de libertad. Así, Freud nos presenta un sujeto que no puede considerarse amo y señor
de sí mismo, de sus discursos y sus actos. En principio porque el sujeto no es el yo y no puede ubicarse en
posición de agente, de lo que desprende la subversión del sujeto que Lacan propone: sujeto del inconsciente en
cuanto este es el discurso del Otro. Pero además, fundamentalmente, resultará una toma de posición -
desconocida, elección inconsciente- frente a aquello que lo determina como algo que también es "suyo". Ese
“propio” es de una estofa extraña, es una propiedad impropia, pues en la estructura del sujeto del inconsciente
lo propio y lo impropio se continúan en una relación que cabe designarse como moebiana. Pues para Lacan un
acto no es un producto sino el proceso de su constitución. Es claro que no hay acto sin apuesta del sujeto, pero
este se pierde y desaparece en los efectos del acto, un sujeto que es determinado en su indeterminación. Ajeno
a toda ideología de la absolución, el psicoanálisis considera imprescindible la atribución de responsabilidad por
lo que a cada quien le acontece aunque no lo haya elegido a sabiendas. Pero esa atribución no debe
emparejarse con una asunción del otro lado de los términos.
En este punto conviene quebrar el clásico dualismo libertad-determinación, pues se trata de dos
campos heterogéneos, inconmensurables, tal como se deduce del planteo freudiano: hay un determinismo
absoluto del inconsciente pero... Freud no exime al sujeto de responsabilidad. ¿Qué comporta esa afirmación?
Que la no eximición de la responsabilidad es, en última instancia, un acto. Freud, psicoanalista, en su acto
atribuye responsabilidad al analizante, aunque se trate de algo desconocido o reprimido. Podemos seguir

76
Freud, S. (1925/1979). Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto. En Obras completas. Buenos
Aires: Amorrortu, Tomo XIX, pp. 135.
hablando del determinismo inconsciente teniendo presente que es una analogía con otros determinismos, pero
en psicoanálisis se trata de otra cosa. Ese acto nos traslada a otro plano, ya estamos fuera de lo que es o no
cognoscible, fuera del plano de los determinismos y lo indeterminado; atribuir responsabilidad, no eximir al
sujeto de responsabilidad nos lleva a otro terreno, al terreno ético que es el suelo más sólido de la práctica del
psicoanálisis.

“¿de qué me serviría ceder a mi orgullo moral -prosigue Freud- y decretar que, con miras a las
valoraciones éticas, me es lícito desdeñar lo malo del ello, y no necesito hacer a mi yo
responsable de eso malo? La experiencia me muestra que, empero, me hago responsable, que
estoy compelido a hacerlo de algún modo”.77

Compelido a la responsabilidad. El acto del psicoanalista compele a una responsabilidad que por ello
mismo nunca será absolutamente propia y más que unificarme con mi acción me divide en y por ella.
Compelido a hacerlo de algún modo: que no está predefinido, que no responde a un canon adecuado, que no
debe ajustarse a ningún estándar. Por su parte Lacan expresa esta no eximición de responsabilidad en otros
términos:

"Decir que el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la
ciencia puede parecer paradoja. Es allí, sin embargo, donde debe tomarse un deslinde a falta del
cual todo se mezcla y empieza una deshonestidad que en otros sitios llaman objetiva: pero es
falta de audacia y falta de haber detectado el objeto que se raja. De nuestra posición de sujeto
somos siempre responsables. Llamen a eso terrorismo donde quieran".78

La fuerza de este enunciado ha de modularse. “De nuestra posición … somos”. ¿Quiénes? ¿Quién es
el sujeto de ese enunciado? Nosotros. Pero ¿quiénes somos “nosotros”? Nótese que Lacan combina un plural y
un singular que no siempre se respeta en el modo en que se la cita79 o se la lee; me refiero justamente a este
sujeto tácito “nosotros” que le corresponde a la conjugación del verbo “somos”, primera persona del plural, y la
“posición de sujeto”, singular. El original francés es claro: “De notre position de sujet, nous sommes toujours
responsables”.80 Se hace imperioso señalar el contexto de la discusión que Lacan mantiene allí para apreciar
qué implicancias tiene el término “responsabilidad” para no recaer en el vicio de comentarista que hace de este
bello apotegma una de las citas privilegiadas al ser revisitada incansablemente como un slogan lacaniano, lo
cual suele ir de la mano de su dudoso valor conceptual.
La ciencia, al forcluir al sujeto despojado de subjetividad y tomado como mero objeto de medición, lo
condena a la causalidad fisicoquímica cuyas fuerzas actúan determinándole y de este modo lo

77
Ibid.
78
Lacan, J. (1953-54/2008). La ciencia y la verdad. En Escritos 2. México: Siglo XXI, p. 816.
79
Por ejemplo: Pujó, M. (2010). Crímenes y pecados. Psicoanálisis y el Hospital, 38, 100.
80
Lacan, J. (1966/1999). La science et la vérité. En Écrits II. Paris: Seuil, p. 339.
desresponsabiliza y le habilita el refugio en el “alma bella”. Esta es la interlocución que está en juego en este
escrito La ciencia y la verdad -donde precisamente Lacan se esfuerza por distinguir el psicoanálisis de la
ciencia, la magia y la religión-, y por eso acto seguido agrega: “La posición de psicoanalista no deja escapatoria,
puesto que excluye la ternura del 'alma bella'”.81 Este es el modo en que Lacan retoma la línea freudiana no
eximir de responsabilidad dejando disponible la coartada del alma bella que denuncia lo que padece sin
reconocer su participación.
No se trata entonces de los sujetos que somos responsables. Lacan tampoco dice que el sujeto se hace
responsable, ni que cada uno de nosotros es un sujeto responsable. Se siente en esas interpretaciones el
deslizamiento del discurso analítico en caída libre hacia la degradación en discurso jurídico. Si “sujeto” es -
como ya señalamos- una posición que carece de reflexividad, entonces no se trata en un psicoanálisis de un
sujeto que “se hace” responsable. El cariz yoico, incluso superyoico, de esa intimación salta a la vista. ¿Quién
“se hace” responsable? Está claro que la cuestión de la libertad está ligada al sujeto, pero entendido como falta-
en-ser, por lo cual el problema de la pregunta por el agente de la responsabilización deriva en la pregunta por la
causa. Libertad y responsabilidad deben pensarse en el marco de lo insondable de la causa. Personne (nadie)
se hace responsable, es el deseo del psicoanalista el que no deja escapatoria: la de disculparse en los
determinismos, ya sean naturales, físico-químicos o incluso inconscientes, o las contingencias del tipo “me
tocaron de chiquito”. No, la posición del psicoanalista no exime de responsabilidad y allí, paradójicamente, se
pone en juego la libertad.
“Llamen a eso terrorismo donde quieran” -prosigue la cita de Lacan-.82 Efectivamente, denuncia en ese
primer enunciado una posición fundamentalista respecto de la responsabilidad. Es un enunciado extremo, aun
extremista (en el sentido en que se dice “extremista islámico”). La bomba que arroja es que el ser afectado por
el lenguaje, el hablante, no puede escapar a la responsabilidad descansando en posiciones tiernas de alma
bella. En El Seminario 12 puede leerse la responsabilidad por la posición subjetiva que alguien asume, en
términos de decir que sí o decir que no, y no como “me hago cargo”. Sus dichos ubican a alguien en la
responsabilidad. Se trata del asentimiento o rechazo del significante. La responsabilidad por la posición
respecto del significante es fundamental e ineliminable. Pero no en cualquier contexto, es una afirmación que
no debe ser desgajada de la experiencia analítica: se trata de la responsabilidad de la que la posición del
psicoanalista no exime al sujeto. Le atribuye responsabilidad por sus ocurrencias. Más precisamente podríamos
decir que el analizante es el soporte del sujeto supuesto responsabilidad. De modo que lo que llamamos
asentimiento del sujeto es asentir al Otro, pero este asentimiento no es racional ni volitivo, ni producto de
ninguna reflexión meditada, es una magnitud irracional, un hueco, hiatus irrationalis.
Que el lugar A sea para Lacan lugar por excelencia donde situar el campo de los condicionamientos y
dependencias que afectan al hablante, es una tesis que mantiene el problema: se arruina cualquier libertad para
el sujeto. ¿Es entonces un producto del Otro, dominado, efectuado, condicionado y determinado por él, pura
variable dependiente? Lo que nos quema en ello es esa determinación ineludible del Otro y el sujeto que nos

81
Lacan, J. (1953-54/2008). La ciencia y la verdad. En Escritos 2. México: Siglo XXI, p. 816.
82
Ibíd.
dibuja. Lo cual podríamos formular: el sujeto no es libre porque depende del Otro. Entonces, hay que hacerlo
libre liberándolo del Otro -modo de pensar la dirección de la cura que objetamos explícitamente-. Para
comenzar a desenmarañar este nudo gordiano, debemos poner a prueba la estrechez de ese modo de concebir
el lazo sujeto-Otro.

No hay libertad sin Otro

“La libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permiten”: hace unos años, en mi largo periplo por
ese extraño país que es Rusia, me encontré con esta afirmación de la célebre emperatriz Catalina La Grande,
que elegí como epígrafe de este libro y que nos orientará en el recorrido que haremos en este punto. Afirmación
paradojal que modula la formulación anterior -que el sujeto no es libre por su dependencia del Otro-, pues
afirma la libertad a la vez que la sujeción al Otro. Esta se expresa en la misma definición de sujeto: es en el
intervalo entre el significante uno y el significante dos que emergerá el efecto sujeto. Pero, y aquí algo empieza
a aflojarse, debemos considerar que en ese “entre”, algo no se define unívocamente, que entre esos dos
significantes puede haber diferentes efectos sujeto: angustia, certeza, etc. Allí algo escapa a la determinación
absoluta y en ese intervalo el efecto es una incógnita: equis. Vale decir que por un lado Lacan subraya que el
Otro determina, pero también ubica que lo hace no inevitablemente, no inequívocamente. Vale decir que la
responsabilidad implica el asentimiento o rechazo a esos condicionamientos y determinaciones, acto que los
entroniza o no en ese lugar.
Recordemos el apólogo lacaniano de El Seminario 3 sobre el muchachito que cuando recibía una
bofetada preguntaba ¿Es una caricia o una cachetada? Al responderle la segunda opción lloraba. Si se le
respondía por la primera estaba encantado. De lo que Lacan concluye:

“Cuando se recibe una bofetada, hay muchas maneras de responder a ella además de llorar, se
puede devolverla, ofrecer la otra mejilla, también se puede decir: Golpea, pero escucha”.83

Esa variedad de respuestas que señala -allí con el objetivo de cuestionar la noción de relación de
comprensión tal como la explicita Karl Jaspers- nos ilustra la injerencia del Otro, que interpela al sujeto con su
golpe, golpe que exige respuesta, sea cualquiera de las allí listadas u otra. Puede objetarse que el ejemplo de
la bofetada sustancializa al Otro. Cabe aclarar entonces que no hay posibilidad de que el Otro no interpele.
Digamos: no hace falta que haga algo para interpelar. La sola presencia del lugar del Otro como tal interpela y
exige respuesta. Es decir que lo interpelante del Otro no son sus enunciados conformados por la concatenación
significante, lo que llamamos determinismo, sino la enunciación, aquello que excede todo enunciado, no sin
dejar marcas en él, y que pisa otro suelo que el de la determinación. Tal como formula Lacan en L’étourdit el
hecho de que se diga, acto de decir, queda olvidado en lo que se dice, en el enunciado, y es esta enunciación la
que tiene valor de interpelación.

83
Lacan, J. (1955-56/1995) El Seminario. Libro 3: Las psicosis. Buenos Aires: Paidós, p. 15.
Este sencillo apólogo puede resolverse de dos modos. El primero, concebir que ante la bofetada ya no
somos libres pues no podemos no responder, aunque se responda sin responder (vale decir la no respuesta es
una respuesta también ante la interpelación84 que impone el Otro). Aquí se presenta gráficamente lo que hemos
denominado condición y determinación del Otro: este es esencialmente interpelante. Interpela sin determinar
unívocamente pues no empuja hacia una respuesta determinada -valga la equivocidad y la redundancia-, sólo
conmina a responder. Ello plantea el espacio de emergencia del efecto sujeto y su alojamiento en ese intervalo.
Pero, consecuentemente, plantea el margen de libertad: lo que se abre allí es el conjunto de posibilidades de
respuestas a lo que me determina a responder de una manera indeterminada. La objeción que podemos
oponerle es la pregnancia que el “margen” adquiere por el hecho de que como la determinación no es plena,
entonces, se abre un margen. En síntesis, pierdo mi libertad pues debo responder, aunque la indeterminación a
una respuesta predeterminada me devuelva un margen de elección, es decir un poco de mi libertad perdida.
El segundo modo de encarar el apólogo lacaniano es acentuar lo que vamos a denominar la imputación
del Otro. El problema no es que la determinación está agujereada y que debemos elegir “dentro” de ese
margen, que la libertad es lo que me queda fuera de la determinación. Esto plantea tácitamente que el
problema es que no somos absolutamente libres, que deberíamos poder elegir “sin” márgenes. No, el núcleo
problemático es que el golpe nos imputa la libertad de responder, por lo cual la libertad se nos muestra
traumática.
Fue necesario para llegar a este punto pasar por el planteo sobre la responsabilidad subjetiva porque
nos acerca a otra veta de la libertad. Pero se hace imprescindible volver a ello una vez más para hacer una
precisión: el concepto de responsabilidad implica un presupuesto básico – el de la libertad de acción de la que
en todo caso dispone el sujeto obligado por la norma. Todo hombre que se encuentra en situación de decidir,
puede actuar de uno o de otro modo. Esto implica que al hombre le sean imputables sus acciones (y omisiones)
y hasta cierto punto las consecuencias de ellas y, entonces, responsabilizarlo por ello.
Edgardo Haimovich plantea que “hay responsabilidad, y por lo tanto sujeto, en tanto sus actos no
pueden estar asegurados por una ley; son un plus respecto a la ley a la cual responden”.85 Es decir que la ley
obliga a una respuesta que excede a la propia ley. Esto es posible porque la ley está marcada por lo que
denomina una zona muda, que es un punto de inconsistencia que podríamos nombrar: la cadena significante no
responde. Esa ley está descompletada en cierto modo de contenido, pues nos dice que somos responsables
pero no nos dice cómo debemos serlo – tal como vimos lo plantea Freud: “me hago responsable, estoy
compelido a hacerlo de algún modo”. Vale decir que la ley pone en juego un “tú debes” universal y sin
excepciones pero marcado por una falta a nivel del contenido con el que se llena -que nos recuerda el estatuto
traumático que Lacan le reconoce al superyó en El Seminario 10 en cuanto mandato insensato, orden sin
contenido, puro empuje-. La ley conmina a responder pero no determina la modalidad de respuesta. Es un

84
Este término nos traslada a la relación sujeto-ley en tanto sujetado a la ley y entonces al tema de la responsabilidad ante la ley.
Por esa razón parte de su análisis lo haremos en lo que sigue y parte queda reservada para el capítulo dedicado a la responsabilidad,
impensable en psicoanálisis si no consideramos la constitución del sujeto en relación a la Ley, la del Otro, la del significante, la paterna,
etc.
85
Haimovich, E. (2000). La falta de fundamento de la ley. En Superyó y filiación. Destinos de la transmisión. Rosario: Laborde,
p. 130.
agujero que obliga al sujeto a tomar una decisión con un acto que excede lo que la ley dice, la ley le dice tú
debes pero no le dice qué debe. De allí el efecto sujeto dividido entendido como respuesta a la inconsistencia
de la ley a la que el Otro lo confronta. El sujeto del psicoanálisis se ubicaría así entre determinación e
indeterminación simbólica. Haimovich sostiene que la ley fuerza al sujeto, esa es su faceta de determinación,
pero paradójicamente lo fuerza a que prescinda de tomarla como garantía; por lo tanto, obliga a ir más allá de
ella. Es en este punto en el que la libertad se efectúa en acto, un acto que plantea un “más allá de”. Es decir
que plantea la responsabilidad y la posición del sujeto en relación a la determinación/indeterminación producida
por la ley.86
El sustento de esta posición se encuentra en los desarrollos de Hans Kelsen y su distinción entre ley
causal o natural y ley normativa. La primera rige en el mundo de la naturaleza y describe relaciones entre los
hechos. La segunda se aplica al orden social y no describe sino que prescribe relaciones entre ellos, vale decir
que plantea el deber. Si alguien comete un crimen debe ser sancionado, así como Freud plantea que debo
asumir la responsabilidad por los contenidos buenos y malos de mis sueños. A esta relación prescrita entre dos
hechos Kelsen la llama “imputación”. Haimovich destaca algo muy interesante: el término alemán Zurechnung,
“imputación”, desliza a Zurechnungsfähig que significa “responsabilidad”.
La responsabilidad en Kelsen es vista como la reacción del ordenamiento jurídico ante la infracción de
una norma por parte de un sujeto cuando se dan unas determinadas condiciones establecidas por dicho
ordenamiento. Esta concepción parte de la necesidad de que se produzca la infracción de una norma, de un
acto que, comúnmente, los especialistas llaman contrario a derecho. Es decir, parte de la realización de una
conducta que un ordenamiento dado considera indeseable. Por tanto, al ser considerado este actuar como no
deseable, la responsabilidad, como reacción del ordenamiento, expresa o manifiesta un reproche jurídico que
se explicita en la sanción. Entonces Kelsen considera que un individuo es responsable cuando es susceptible
de ser sancionado, independientemente de que haya cometido o no un acto jurídico. Se es responsable
cuando, según el ordenamiento jurídico, deba aplicarse al individuo una sanción, independientemente de que,
de hecho, se le aplique. Así pues, esta concepción de la responsabilidad se caracteriza por ver en la imputación
de responsabilidad una reacción del derecho contra una actuación que considera reprobable jurídicamente
hablando. Kelsen, en su Teoría Pura del Derecho define la responsabilidad como “la relación del individuo,
contra el cual se dirige la sanción, con el delito que él mismo hubiera cometido o que un tercero cometiera”.87
Así, la responsabilidad es la relación entre la sanción y el sujeto sobre el que ésta recae, y está articulada con
el concepto de obligación, en tanto aquella nace cuando ésta se incumple, ya que es el momento en el que se
da el requisito necesario para aplicar el acto coactivo de la sanción. Aunque, a diferencia de la obligación, la
responsabilidad determina quién será el sujeto que habrá de soportar la sanción. Por lo tanto, para Kelsen “que
una persona sea legalmente responsable de determinada conducta o que sobre ella recaiga la responsabilidad
jurídica de la misma, significa que está sujeta a una sanción en el caso de un comportamiento contrario”.88 La

86
Esta es una pata de su planteo sobre la posición del sujeto, la otra está ligada a la determinación/indeterminación producida por
el lenguaje.
87
Kelsen, H. (1994) Teoría pura del Derecho. Buenos Aires: EUDEBA, p. 137.
88
Ibid., 75.
relación entre el sujeto obligado y el sujeto responsable generalmente es de identidad. Es decir, el sujeto
obligado a una determinada conducta será el que sufre la imputación de la responsabilidad y la ejecución de la
sanción, dándose lugar a un caso de responsabilidad directa. No obstante, es posible que se produzca un caso
en el que la relación entre ambos sujetos no es la identidad, es decir, que son personas distintas, dándose lugar
a un caso de responsabilidad indirecta. La que interesa a nuestros fines es que, en este caso, al sujeto
responsable sólo le queda cumplir con la sanción, ya que no dispone de ningún medio para evitarla.
Haimovich resume el recorrido por el que Kelsen llega a este planteo de la responsabilidad como
imputación separándose progresivamente de la causalidad.89 Lo que permite observar que para el jurista la
libertad implica el hecho de no estar sometido al principio de causalidad, libertad es ausencia de determinación
causal, en la medida en que en su origen la causalidad fue concebida como necesidad absoluta. Esta
perspectiva permite abordar la cuestión de la libertad en la práctica y la experiencia del psicoanálisis, sin
reducirlo a una experiencia yoica, en el sentido de propiciar la implicación del sujeto en aquello de lo que se
queja:

“Se suele decir que la voluntad del hombre es libre puesto que su conducta no está sometida a
las leyes causales, y en consecuencia puede ser hecho responsable de sus actos. ¿Por qué
puede alguien ser hecho responsable de sus actos? Porque en él la causalidad, como causalidad
natural, no opera: según esta concepción, criticada por Kelsen, por ser libre, alguien puede ser
hecho responsable de sus actos. Kelsen invierte el planteo. El hombre no es libre sino en la
medida en que su conducta, a pesar de las leyes naturales que lo determinan, se convierte en el
punto final de una imputación. No es que la causalidad no opere, sino que se sobreagrega, se
sobreimprime a los individuos afectados por la causalidad natural, otra cosa: la imputación.
Plantea que la libertad es introducida por la imputación, y no que alguien puede ser imputado
porque es libre. Está produciendo una inversión: un sujeto es libre porque se lo toma en una
imputación, se lo carga con un nexo imputativo”.90

En términos de Kelsen: “...si el hombre es libre en la medida en que puede ser el punto final de una
imputación, esta libertad que le es atribuida en el orden social no es incompatible con la causalidad”.91
La libertad es atribuida por la ley. Esta conceptualización inaugura una vía para abordar nuestro tema,
la de incrustar la responsabilidad en la libertad, que nos revela su faceta paradojal: la libertad se muestra
introducida por un acto de imputación, en la medida en que la responsabilidad no surge del sujeto sino del Otro.
De allí que la libertad asuma un cariz traumático: no soy libre naturalmente92, no la poseo ni la adquiero como

89
Obviamos aquí replicar ese recorrido, remitimos al lector al articulo citado Haimovich (2000), pp. 131-133.
90
Haimovich, E. (2000). La falta de fundamento de la ley. En Superyó y filiación. Destinos de la transmisión. Rosario: Laborde,
p. 133.
91
Kelsen, op. cit.
92
Como en cambio sí sostiene D. Winnicott: “las alternativas de libertad y falta de libertad corresponden a la naturaleza humana”.
Es por eso que le interesa la libertad, porque piensa que “un estudio del concepto de libertad nos lleva, pues, a examinar las amenazas que
la acechan”. Vale decir que si algo la amenaza, la presupone, delineando la perspectiva contraria a la que estamos promoviendo aquí. Una
atributo o término de mi dominio, la libertad me viene del Otro, como imputación en sus diversas dimensiones,
siempre traumáticas: como mandato superyoico -con la ineludible carga paradojal que el imperativo comporta
en cuanto “tu debes” insensato-, como deseo del Otro, como ley. El efecto traumático de la ley que Kelsen pone
de manifiesto nos hace concebir al sujeto del psicoanálisis como aquel al que se le imputa libertad porque se le
imputa responsabilidad, independientemente de las determinaciones inconscientes. La libertad es imputada y
ello no niega que la determinación inconsciente opere, sino que se monta sobre las determinaciones otra cosa:
un acto de imputación que ya nos traslada a otro terreno, más allá de las determinaciones. Si la libertad es un
acto de imputación, entonces el sujeto no es naturalmente libre. Pero que ella le sea imputada no lo convierte
en su poseedor sino que esa libertad que se le imputa le sigue siendo impropia. Es la paradoja de una libertad
introducida por el Otro, una elección forzada que implica no elegir entre llorar u ofrecer la otra mejilla, sino que
conlleva un estar forzado a elegir como nombre traumático de la libertad. La relación de exclusión interna del
sujeto y la libertad que se le imputa es una hiancia abierta. Por esa razón no concebimos en la experiencia del
psicoanálisis un “ser en el ejercicio positivo de una libertad”.93
Otra vuelta de tuerca permite aproximar la libertad a la indeterminación, quebrando una vez más y
desde otra perspectiva el dualismo clásico determinismo-libertad:

“Esta libertad, o sea esta indeterminación, no es una 'menor causalidad', no es una causalidad
relajada porque se ha introducido el azar, no es una causalidad debilitada. Este punto de
indeterminación, o libertad, o responsabilidad, es introducido por la imputación. La libertad es
atribuida. No es que las personas tienen libertad o son libres, la libertad le es impuesta al sujeto
por la ley”.94

En consecuencia, estamos obligados a la libertad -nada más extraño a la concepción vulgar de la


libertad que plantearla como obligada- por la ley, que impone responsabilidad. La paradoja que esto instaura
lleva a Kelsen a formular la estructura jerárquica del orden jurídico, con normas cuya validez reposa en normas
superiores, y llegando a plantear un borde que pone de relieve la inconsistencia de la ley.
Aquí la argumentación abre paso a una consideración de las contingencias pero no en el abordaje por
demás escolar de su mera oposición a las determinaciones. Más bien, las contingencias no están ajenas a
estas últimas, están en un entramado con las relaciones del sujeto con el lenguaje: por hablar ya estamos en el
campo de las determinaciones del lenguaje, constreñidos a tomar la palabra y expuestos, a la vez, a las
contingencias de sus tropiezos. La libertad es el nombre de ese suplemento de la determinación, de ese
desborde de las condiciones que supone la contingencia.

de las razones que lo llevan a esta conclusión es de donde parte, de la tesis de que la libertad incumbe a la economía interna del individuo,
es decir a su organización defensiva y sin relación con el trato que recibe, o sea, la otredad no cuenta. Sin embargo, debemos reconocer
que esta tesis de una libertad natural e inherente al individuo se encuentra modulada por el hecho de que este no es independiente del
medio en que vive, por lo cual admite que “ciertas condiciones ambientales destruyen el sentimiento de libertad incluso en las personas
que podrían haber disfrutado de ella”. (En Winnicott, D. (1969). Libertad. Disponible on line en Biblioteca D. Winnicott.)
93
Lombardi, G. (2015). La libertad en psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, p. 27.
94
Haimovich, E. (2000). La falta de fundamento de la ley, op. cit., p. 133.
No hay libertad sin Ⱥ

Volviendo a nuestros términos, estamos obligados a la libertad por la insuficiencia de la cadena


significante. Así, la libertad no radica en que alguien elige con qué responder de entre un set de respuestas
preformadas, pues de ese modo se la reduce a la figura torpe de “elegir lo que uno quiere y no lo que quiere
algún otro significativo”, “independizarse” de las cadenas del Otro que lo atan. La determinación del Otro no es
una determinación per se sino que lo determinante es lo que, por una parte, una lectura a posteriori habrá
localizado como tal en un lugar vacío; y, a la vez, lo que determina no es su potencia sino su agujero.
No hay libertad sin Otro quiere decir que la libertad en psicoanálisis no puede desprenderse de la lógica
relacional que Lacan inyecta en todo concepto freudiano, que sufren un verdadero proceso de otrificación.
Llamo así al movimiento teórico por el que las conceptos fundamentales de Freud son infectados por la
dimensión de la otredad. Si el deseo es el deseo del Otro, si el inconsciente es el discurso del Otro, si el yo es
producto de la identificación con la imagen del otro, la libertad no es sin el Otro. En suma, la cuestión de la
libertad para Lacan está inmersa totalmente en su concepción profundamente social y anti-individualista del
sujeto, en inmixión de Otredad95, regido por una lógica que no es de identidad sino de alteridad, y en ello radica
la originalidad del abordaje de un tema que se presta a todo tipo de reducciones y simplificaciones.
El inconsciente, en tanto estructurado como un lenguaje, y por lo tanto el sujeto que le suponemos,
están estructurados desde un orden que los constituye pero es exterior, ajeno, a la vez. La estructura del
lenguaje contiene también lo indecible que plantea la cuestión de la libertad y la responsabilidad y que se
plantea en un registro distinto que el del determinismo, en la medida en que el sujeto es un efecto del lenguaje
pero está no-todo allí. “Inconsciente” nombra algo a lo que Freud le da estatuto de objeto que puede determinar
a otro objeto, pongamos por caso el síntoma. Pero Lacan afirma que el inconsciente tiene estatuto ético y no
óntico, vale decir no es un objeto del mundo.96 Entonces, plantear la determinación inconsciente es una
paradoja, no se conocen las determinaciones inconscientes, son agujeros del recuerdo, lo que no se inscribió,
lo no-reconocido, ese Unerkannte que se construye en la interpretación.
Un buen caso se halla en la argumentación de Freud en lo que atañe a las fantasías y su relación con
los síntomas, nexo que juzga múltiple y complejo a consecuencia de las dificultades con que tropieza el afán de
las fantasías inconscientes por procurarse expresión -que es lo mismo que sostiene respecto del nexo entre
pensamientos oníricos latentes y los elementos del contenido manifiesto del sueño-. Al respecto afirma:

“un síntoma no corresponde a una única fantasía inconsciente, sino a una multitud de estas; por

95
Lacan, J. (1966). Discurso de Baltimore: De la estructura como “inmixing” del prerrequisito de alteridad de cualquiera de los
otros temas, op. cit.
96
“El estatuto del inconsciente, que como les indico es tan frágil en el plano óntico, es ético”. “No es bajo un modo impresionista
que quiero decir que su quehacer es aquí ético -no pienso en ese famoso valor del sabio que no retrocede ante nada, imagen a moderar,
como todas las demás. Si formulo aquí que el estatuto del inconsciente es ético, y no óntico, es precisamente porque Freud no lo pone en
evidencia cuando da su estatuto al inconsciente”. Lacan, J. (1964/1987). El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, clase III.
cierto que ello no de una manera arbitraria, sino dentro de una composición sujeta a leyes”.97

Freud suscribe entonces la hipótesis determinista que parece objetar lo azaroso, sin embargo, cuando
plantea que las fantasías inconscientes pueden ser de dos tipos (las siempre inconscientes, que se
constituyeron en el inconsciente, o bien las que fueron una vez conscientes -sueños diurnos- devenidas
inconscientes por la represión) plantea que en este segundo caso su contenido -el de las fantasías que
devienen inconscientes- “pudo seguir siendo el mismo o experimentar variaciones, de suerte que la fantasía
ahora inconsciente sea un retoño de la antaño consciente”.98 Si la fantasía se enlaza al síntoma, ¿qué podría
significar que la fantasía inconsciente puede mutar su contenido y su texto ser un retoño de la consciente?
¿Cómo se establecería con alguna certidumbre que tal elemento del contenido de una fantasía es reemplazado
por tal elemento de la otra? Si, como dice Freud, desde los síntomas la interpretación analítica permite colegir
esas fantasías inconscientes, ¿cómo saber cuál elemento de esa fantasía ha sufrido una variación respecto del
sueño diurno y cuál no? Esa laguna es la que habilita la interpretación.
Ahora bien, si la libertad debe considerarse en inmixión de Otredad, del Otro de la palabra, si es
imputada por el Otro, este no es un Otro de determinaciones ineludibles. En el condicionamiento del Otro reina
un agujero: el deseo del Otro que Lacan escribe S(Ⱥ) arriba a la izquierda en el grafo en tanto marca y falta a la
vez (presencia de una ausencia, ausencia que se hace presente). Vale decir, una estructura en falta cuyo
correlato es la ausencia de respuesta. El Otro, finalmente, no responde, no responde -en términos de Freud-
sobre el sexo ni sobre la muerte. Abismo que paradójicamente, por una parte, conmina a responder -su faz
interpelante- pero sin dar los elementos, y por no darlos, justamente por ello, deja abierta la posibilidad de
inventarlos -su faz de imputación de libertad-. El Otro interpela no desde su potencia, desde su poder de
sobredeterminación inapelable sino desde su imposibilidad de determinar, desde su mutismo, su zona muda,
desde el agujero, su indeterminación. Como bien señala Lacan: “a partir de la introducción de un Otro como
lugar de la palabra […] Sobre esa escena aparece el sujeto como sobredeterminado por la ambigüedad
inherente al discurso”.99 Subrayo: sobredeterminado por la ambigüedad, todo lo contrario de como suele
entenderse la sobredeterminación. Allí “sobredeterminado” quiere decir no muy o multideterminado sino “sobre-
determinado”: más allá de las determinaciones, por sobre ellas, por arriba, sobrepasándolas. El Otro determina
más allá de lo que dice, sobredetermina, porque determina desde la ambigüedad de su discurso -lo cual tendrá
continuidad en alienación y separación-. Los ejemplos del par y el impar que Lacan desarrolla en el
complemento a La carta robada muestran la verdadera estructura de la sobredeterminación pues el
ordenamiento mismo de la cadena significante determina, por su misma distribución al azar, la emergencia de
leyes simbólicas que hacen posible o imposible la aparición de determinados signos según el orden de la
secuencia en que se presenten. De modo que la célebre sobredeterminación freudiana es comprensible en el
marco de lo simbólico, es determinación significante, pero que incluye en su estofa la dimensión del azar, que

97
Freud, S. (1908/1976). Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad. En Obras completas. Buenos Aires:
Amorrortu, Tomo IX, p. 144.
98
Ibid., 142.
99
Lacan, J. (1958/2012). El psicoanálisis verdadero y el falso (Intervención en el IV Congreso Internacional de Psicoterapia,
Barcelona, octubre de 1958). En Otros escritos. Buenos Aires: Paidós, p. 183.
nos introduce en el registro de la apuesta y del cálculo de probabilidades, donde la probabilidad fundamental es
la del encuentro. En este sentido, la libertad se instala en la excedencia de la cadena significante, es decir de la
determinación. Lo cual significa que el efecto excede la determinación del significante y ese efecto, que es un
efecto de verdad, es la verdad de la división subjetiva.
De este modo se pone en juego la libertad en la práctica del psicoanálisis. El sujeto es el efecto del
encuentro con la insuficiencia de la palabra del Otro para ceñir la realidad sexual y el ser, frente a lo cual no
cabe otra posibilidad que apostar -y no descubrir qué soy para el Otro, develarlo o reencontrarlo o aprenderlo
(todos ellos nombres de los desvíos posfreudianos que Lacan expuso en su enseñanza)-, es una apuesta
primera, necesaria, fatal, pues el que habla no cuenta con los medios unívocos que, si existiesen lo confinarían
a la aplicación mecánica de respuestas.
Ese punto de inconsistencia del Otro, que la cadena significante no responda, imputa responsabilidad,
es decir libertad porque por no dar las respuestas obliga a buscarlas pero sin decir cómo ni dónde. Lo cual
conlleva la consideración de la respuesta a nivel de lo singular, entendido como imposibilidad de definir
modalidades de respuesta. Si alguna vez Lacan se refirió a la apuesta de Pascal es porque constata que en el
hombre hay un nudo que no admite solución racional, haciéndole lugar a lo incomprensible y el no sé qué
causal. Como señala Sara Vasallo:

“Pascal no concluye en absoluto que debamos adoptar una postura de tipo escéptico (la que
dice: no hay verdad. O toda verdad es relativa: abstengámonos de actuar o de juzgar). A eso
replica: Hay que apostar. Usted está embarcado. Su actitud frente al escepticismo consiste en
llevarlo a un punto de implosión que lo radicaliza, desembocando en una acción. Lo que no se
puede conocer, se lo actúa, sin garantía en el saber del Otro”.100

Sin embargo aquí se vislumbra en el horizonte esta dificultad: el problema es que el Otro no responde
cómo, no da los elementos para responder. Y justamente por ello tal vez el sujeto pueda articular alguna
respuesta. Pero… ¿y si los diese? ¿Si se nos planteara en nuestra práctica que un analizante encuentra quien
le dice qué quiere y cómo responder? No salgamos del atolladero sencillamente con una de esas frases a mano
siempre listas: ”es estructural”. Una respuesta escolar de este orden quiere decir todo y, por eso mismo, no
quiere decir nada.
Un paciente relataba reiteradamente una situación que lo desesperaba y lo angustiaba mucho: su mujer
nunca le decía claramente lo que quería. Enfatizaba que se tomaba el trabajo de preguntarle detalles, hasta el
más ínfimo, de aquello que deseaba: “yo intento que me diga exactamente lo que desea, y cuando creo que lo
tengo se lo doy, pero -concluye amargamente- nunca era eso...”. Es que no se trata de que el Otro es malo y no
da -los enojos con su amada su sostenían de la creencia en su malvada intencionalidad-; aunque diese y
entregue todo, aunque diga con precisión de reloj suizo lo que desea siempre, fatalmente, habrá algo que la
cadena significante en su ambigüedad no alcanzará a decir, o dice de más, o dice de menos, o dice con

100
Vasallo, S.: Sobre Pascal. Texto de circulación interna en nuestro grupo de investigación, se desconoce su publicación.
equivocidad, y en esa excedencia o incompletud o incongruencia que se presenta como una infalible discordia
se dibuja la estofa traumática de la libertad. Él, finalmente, está condenado a elegir qué darle y cómo.
Retomando el apólogo lacaniano del niño y la bofetada, además de llorar se puede devolverla, ofrecer
la otra mejilla o también se puede decir: “Golpea, pero escucha”. Lacan no es inocente al formularlo de este
modo porque la relación entre golpe y escucha es inconmensurable, porque la respuesta tiene estatuto de
palabra que puede ser escuchada y ello nos mete de lleno en el terreno de la transferencia: algo es respuesta
en la medida en que sea escuchado. El clivaje entre el golpe y la respuesta está dado por el Otro de la
transferencia. ¿Qué significa que Freud no lo exime de responsabilidad al soñante? Que lo escucha. Ese
escuchable es el acto que le atribuye, le imputa responsabilidad y, por lo mismo, libertad.

Constitución subjetiva

A modo de síntesis ordenadora, es preciso subrayar que las dos líneas que hemos proseguido en la
delimitación de la libertad del sujeto en su relación al Otro están en perfecta correlación con la duplicidad que
hallamos en el abordaje de Lacan respecto de la pregunta acerca de si el Otro es Uno. Que el Otro es Uno es
un principio teológico: los significantes pertenecen a un Otro que unifica el campo simbólico. Entonces, no hay
libertad para el sujeto, ni margen, ni poco, está sujetado al Uno. Pero si el Otro no es Uno, como también
propone Lacan, se abren para el sujeto los efectos de la falta irreductible que obstaculiza la unificación del Otro,
eso que Lacan denomina enforma de a, que implica un agujero en el saber y una disyunción con la verdad,
coalescentes con el sujeto. Libertad, en esa linea, no es exactamente la respuesta del sujeto a las
determinaciones del Otro, pues así planteado el sujeto se sustancializa, su tiempo es lineal y cronológico y la
libertad su atributo y la responsabilidad su capacidad. Más bien el sujeto se constituye en la respuesta misma a
la imputación de libertad del Otro, en tanto que no hay sujeto previo a la respuesta. La interpelación del Otro, en
su incompletud, impone la necesidad de una respuesta que será subjetiva y, además, singular (entendiendo por
eso no respuesta única sino: extraña, inclasificable y en relación con ese Otro aunque más allá de él). Es por
eso que somos necesariamente llevados a continuación a tratar estos problemas con el despliegue que
permiten las operaciones de alienación y separación.
Libertad, por fin, es el campo hiatal que se dibuja y produce en el punto del desencuentro entre el efecto
sujeto y la estructura abisal del Otro. Hiato y entre: términos de una topología de la libertad que arruina toda
idea de margen porque permiten representarse no sólo dos objetos que están en el mismo campo sino que
entre un significante y otro no hay relación. Allí como aquí, entre libertad y determinismo no hay relación, son
inconmensurables. “Margen de libertad”, expresión tan difundida como poco esclarecida, evoca cantidades:
queda un poco de libertad para el sujeto, es decir lo que escapa a la determinación del Otro. Nos parece que es
más conveniente tratarlo como un problema no cuantitativo101 sino topológico, la libertad no “es”, no puedo

101
Tal vez la expresión grados de libertad, tal como se la emplea en estadística, represente un poco mejor lo que está en juego. En
ese ámbito significa que, de un conjunto de observaciones, los grados de libertad están dados por el número de valores que pueden ser
asignados de forma arbitraria, antes de que el resto de las variables tomen un valor automáticamente, producto de establecerse las que son
medirla aunque podamos hablar de su longitud pero una longitud tal que ningún número existente es capaz de
medir con exactitud: escandaloso oxímoron de una medida inconmensurable. El margen de libertad, si lo hay, si
tiene algún sentido denominarlo así, tiene que ver con la inadecuación entre el lenguaje y lo real, inadecuación
de la cual el sujeto es efecto en tanto se constituye en el clivaje mismo que allí se produce. Porque allí donde el
lenguaje se termina, no hay sujeto… en tanto es efecto del lenguaje y ninguna otra sustancia, ni ente, ni ser. El
margen, insistimos: si conviene seguir llamándolo así, no es lo que separa dos campos (como la tierra del agua,
la parte escrita de la hoja de la parte que queda en blanco) sino que convendría pensarlo como un margen
“interno”, al modo del límite interno de un intervalo entre dos números.102 Margen intervalar que aloja el efecto
sujeto, paradójico, ambiguo, vacilante como su libertad, sujetada tanto como él, esa que se le impone por y en
cada tiempo de su pulsátil, inefable y estúpida ex-sistencia.

libres, esto, con el fin de compensar e igualar un resultado el cual se ha conocido previamente. El número de grados de libertad en un
sistema físico se refiere al número mínimo de números reales que es necesario especificar para determinar completamente el estado físico.
102
Nos referimos al teorema del valor intermedio demostrado por Bernard Bolzano.
El estadio del espejo como formador
de la función del yo [j e]
tal como se nos revela
en la experiencia psicoanalítica1

La concepción del estadio del espejo que introduje en nuestro úl-


timo congreso, hace trece años, por haber más o menos pasado desde enton-
ces al uso del grupo francés, no me pareció indigna de ser recordada a la
atención de ustedes: hoy especialmente en razón de las luces que aporta so-
bre la función del yo [je] en la experiencia que de él nos da el psicoanálisis.
Experiencia de la que hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada
directamente del cogito.
Acaso haya entre ustedes quienes recuerden el aspecto del comporta-
miento de que partimos, iluminado por un hecho de psicología comparada:
la cría de hombre, a una edad en que se encuentra por poco tiempo, pero
todavía un tiempo, superado en inteligencia instrumental por el chim-
pancé, reconoce ya sin embargo su imagen en el espejo como tal. Reconoci-
miento señalado por la mímica iluminante del Aha-Erlebnis, en la que para
Köhler se expresa la apercepción situacional, tiempo esencial del acto de in-
teligencia.
Este acto, en efecto, lejos de agotarse, como en el mono, en el control, una
vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el niño en
una serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación de los
movimientos asumidos de la imagen con su medio ambiente reflejado, y de
ese complejo virtual con la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo
y con las personas, incluso con los objetos, que se encuentran junto a él.
Este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde los trabajos
de Baldwin, desde la edad de seis meses, y su repetición ha atraído con fre-
cuencia nuestra meditación ante el espectáculo impresionante de un lac-
tante ante el espejo, que no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera
de la postura en pie, pero que, a pesar del estorbo de algún sostén humano

1 Comunicación presentada ante el XVI Congreso Internacional de Psicoaná-


lisis, en Zurich, el 17 de julio de 1949.
100 escritos 1

o artificial (lo que solemos llamar unas andaderas), supera en un jubiloso


ajetreo las trabas de ese apoyo para suspender su actitud en una postura más
o menos inclinada, y conseguir, para fijarlo, un aspecto instantáneo de la
imagen.
Esta actividad conserva para nosotros hasta la edad de dieciocho meses el
sentido que le damos —y que no es menos revelador de un dinamismo libi-
dinal, hasta entonces problemático, que de una estructura ontológica del
mundo humano que se inserta en nuestras reflexiones sobre el conoci-
miento paranoico.
Basta para ello comprender el estadio del espejo como una identificación en
el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber, la transformación
producida en el sujeto cuando asume una imagen, cuya predestinación a este
efecto de fase está suficientemente indicada por el uso, en la teoría, del tér-
mino antiguo imago.
El hecho de que su imagen especular sea asumida jubilosamente por el ser
sumido todavía en la impotencia motriz y la dependencia de la lactancia que
es el hombrecito en ese estadio infans, nos parecerá por lo tanto que mani-
fiesta, en una situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo [je] se
precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la
identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo univer-
sal su función de sujeto.
Esta forma por lo demás debería más bien designarse como yo-ideal,2 si qui-
siéramos hacerla entrar en un registro conocido, en el sentido de que será
también el tronco de las identificaciones secundarias, cuyas funciones de
normalización libidinal reconocemos bajo ese término. Pero el punto impor-
tante es que esta forma sitúa la instancia del yo, aun desde antes de su deter-
minación social, en una línea de ficción, irreductible para siempre por el in-
dividuo solo; o más bien, que sólo asintóticamente tocará el devenir del
sujeto, cualquiera que sea el éxito de las síntesis dialécticas por medio de las
cuales tiene que resolver en cuanto yo [je] su discordancia con respecto a su
propia realidad.
Es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en
un espejismo a la maduración de su poder, no le es dada sino como Gestalt, es
decir, en una exterioridad donde sin duda esa forma es más constituyente
que constituida, pero donde sobre todo le aparece en un relieve de estatura

2 [Lacan se atendrá en lo sucesivo a la traducción de Idealich por moi-ideal,


conceptualizándolo de acuerdo con su bipartición: moi - yo como construc-
ción imaginaria, je - yo como posición simbólica del sujeto. AS]
el estadio del espejo como formador 101

que la coagula y bajo una simetría que la invierte, en oposición a la turbulen-


cia de movimientos con que se experimenta a sí mismo animándola. Así esta
Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como ligada a la especie, aunque
su estilo motor sea todavía irreconocible, por esos dos aspectos de su apari-
ción simboliza la permanencia mental del yo [je] al mismo tiempo que prefi-
gura su destinación alienante; está preñada todavía de las correspondencias
que unen el yo [je] a la estatua en que el hombre se proyecta como a los fan-
tasmas que lo dominan, al autómata, en fin, en el cual, en una relación am-
bigua, tiende a redondearse el mundo de su fabricación.
Para las imagos, en efecto —respecto de las cuales es nuestro privilegio el
ver perfilarse, en nuestra experiencia cotidiana y en la penumbra de la efica-
cia simbólica,3 sus rostros velados—, la imagen especular parece ser el um-
bral del mundo visible, si hemos de dar crédito a la disposición en espejo que
presenta en la alucinación y en el sueño la imago del cuerpo propio, ya se trate
de sus rasgos individuales, incluso de sus discapacidades, o de sus proyeccio-
nes objetales, o si nos fijamos en el papel del aparato del espejo en las apari-
ciones del doble en que se manifiestan realidades psíquicas, por lo demás he-
terogéneas.
Que una Gestalt sea capaz de efectos formativos sobre el organismo es cosa
que puede atestiguarse por una experimentación biológica, a su vez tan
ajena a la idea de causalidad psíquica que no puede resolverse a formularla
como tal. No por eso deja de reconocer que la maduración de la gónada en
la paloma tiene por condición necesaria la vista de un congénere, sin que im-
porte su sexo —y tan suficiente, que su efecto se obtiene poniendo sola-
mente al alcance del individuo el campo de reflexión de un espejo. De igual
manera, el paso, en la estirpe, del grillo peregrino de la forma solitaria a la
forma gregaria se obtiene exponiendo al individuo, en cierto estadio, a la ac-
ción exclusivamente visual de una imagen similar, con tal de que esté ani-
mada de movimientos de un estilo suficientemente cercano al de los que son
propios de su especie. Hechos que se inscriben en un orden de identifica-
ción homeomórfica que quedaría envuelto en la cuestión del sentido de la
belleza como formativa y como erógena.
Pero los hechos del mimetismo, concebidos como de identificación hete-
romórfica, no nos interesan menos aquí, por cuanto plantean el problema
de la significación del espacio para el organismo vivo —y los conceptos psico-

3 Cf. Claude Lévi-Strauss, “L’efficacité symbolique”, Revue d’Histoire des Reli-


gions, enero-marzo, 1949 [incluido en Antropología estructural, Buenos Aires,
Eudeba, 1968 (“La eficacia simbólica”), pp. 168-185].
102 escritos 1

lógicos no parecen más impropios para aportar alguna luz sobre esta cues-
tión que los ridículos esfuerzos intentados con vistas a reducirlos a la ley pre-
tendidamente suprema de la adaptación. Recordemos únicamente los rayos
que hizo fulgurar sobre el asunto el pensamiento (joven entonces y en re-
ciente ruptura de las prescripciones sociológicas en que se había formado)
de un Roger Caillois, cuando bajo el término de psicastenia legendaria, subsu-
mía el mimetismo morfológico en una obsesión del espacio en su efecto des-
realizante.
También nosotros hemos mostrado en la dialéctica social que estructura
como paranoico el conocimiento humano4 la razón que lo hace más autó-
nomo que el del animal con respecto al campo de fuerzas del deseo, pero
también que lo determina en esa “poca realidad” que denuncia en él la insa-
tisfacción surrealista.5 Y estas reflexiones nos incitan a reconocer en la cap-
tación espacial que manifiesta el estadio del espejo el efecto en el hombre,
premanente incluso a esa dialéctica, de una insuficiencia orgánica de su rea-
lidad natural, si es que atribuimos algún sentido al término “naturaleza”.
La función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso par-
ticular de la función de la imago, que es establecer una relación del orga-
nismo con su realidad; o, como se ha dicho, del Innenwelt con el Umwelt.
Pero esta relación con la naturaleza está alterada en el hombre por
cierta dehiscencia del organismo en su seno, por una Discordia primordial
que revelan los signos de malestar y la incoordinación motriz de los meses
neonatales. La noción objetiva del inacabamiento anatómico del sistema pi-
ramidal, como de ciertas remanencias humorales del organismo materno,
confirma este punto de vista que formulamos como el dato de una verdadera
prematuración específica del nacimiento en el hombre.
Señalemos de pasada que este dato es reconocido como tal por los embrió-
logos, bajo el término de fetalización, para determinar la prevalencia de los
aparatos llamados superiores del neuroeje y especialmente de ese córtex que
las intervenciones psicoquirúrgicas nos llevarán a concebir como el espejo
intraorgánico.
Este desarrollo es vivido como una dialéctica temporal que proyecta deci-
sivamente en historia la formación del individuo: el estadio del espejo es un
drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación;
y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, ma-
quina las fantasías que se suceden desde una imagen fragmentada del

4 Cf. en este tomo pp. 116 y 177.


5 [Alusión al texto de André Breton, Discours sur le peu de réalité. TS]
el estadio del espejo como formador 103

cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad —y


hasta la armadura por fin asumida de una identidad alienante, que va a mar-
car con su estructura rígida todo su desarrollo mental. Así la ruptura del cír-
culo del Innenwelt al Umwelt engendra la cuadratura inagotable de las rease-
veraciones del yo.
Este cuerpo fragmentado, término que he hecho también aceptar en
nuestro sistema de referencias teóricas, se muestra regularmente en los sue-
ños, cuando la moción del análisis toca cierto nivel de desintegración agre-
siva del individuo. Aparece entonces bajo la forma de miembros desunidos y
de esos órganos figurados en exoscopia, que adquieren alas y armas para las
persecuciones intestinas, los cuales fijó para siempre por la pintura el visiona-
rio Jerónimo Bosco, en su ascensión durante el siglo decimoquinto al cenit
imaginario del hombre moderno. Pero esa forma se muestra tangible en el
plano orgánico mismo, en las líneas de fragilización que definen la anatomía
fantasiosa, manifiesta en los síntomas de escisión esquizoide o de espasmo,
de la histeria.
Correlativamente, la formación del yo [je] se simboliza oníricamente por
un campo fortificado, o hasta un estadio, distribuyendo desde el ruedo in-
terior hasta su recinto, hasta su contorno de cascajos y pantanos, dos cam-
pos de lucha opuestos donde el sujeto se empecina en la búsqueda del al-
tivo y lejano castillo interior, cuya forma (a veces yuxtapuesta en el mismo
libreto) simboliza el ello de manera sobrecogedora. Y parejamente, aquí en
el plano mental, encontramos realizadas estas estructuras de obra fortifi-
cada cuya metáfora surge espontáneamente, y como brotada de los sínto-
mas mismos del sujeto, para designar los mecanismos de inversión, de aisla-
miento, de reduplicación, de anulación, de desplazamiento, de la neurosis
obsesiva.
Pero, de edificar sobre estos únicos datos subjetivos, y por poco que los
emancipemos de la condición de experiencia que hace que los recibamos de
una técnica de lenguaje, nuestras tentativas teóricas quedarían expuestas al
reproche de proyectarse en lo impensable de un sujeto absoluto: por eso he-
mos buscado en la hipótesis aquí fundada sobre una concurrencia de datos
objetivos la rejilla directriz de un método de reducción simbólica.
Éste instaura en las defensas del yo un orden genético que responde a los vo-
tos formulados por la señorita Anna Freud en la primera parte de su gran
obra, y sitúa (contra un prejuicio frecuentemente expresado) la represión
histérica y sus retornos en un estadio más arcaico que la inversión obsesiva y
sus procesos aislantes, y éstos a su vez como previos a la alienación paranoica
que data del viraje del yo [je] especular al yo [je] social.
104 escritos 1

Este momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por la iden-
tificación con la imago del semejante y el drama de los celos primordiales
(tan acertadamente valorizado por la escuela de Charlotte Bühler en los he-
chos de transitivismo infantil), la dialéctica que desde entonces liga al yo [je]
con situaciones socialmente elaboradas.
Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo el saber hu-
mano en la mediatización por el deseo del otro, constituye sus objetos en
una equivalencia abstracta por la rivalidad del prójimo, y hace del yo [je] ese
aparato para el cual todo impulso de los instintos será un peligro, aun
cuando respondiese a una maduración natural; pues la normalización misma
de esa maduración depende desde ese momento en el hombre de un expe-
diente cultural: como se ve en lo que respecta al objeto sexual en el complejo
de Edipo.
El término “narcisismo primario” con el que la doctrina designa la carga
libidinal propia de ese momento revela en sus inventores, a la luz de nues-
tra concepción, el más profundo sentimiento de las latencias de la semán-
tica. Pero ella ilumina también la oposición dinámica que trataron de defi-
nir de esa libido a la libido sexual, cuando invocaron instintos de
destrucción, y hasta de muerte, para explicar la relación evidente de la li-
bido narcisista con la función alienante del yo [je], con la agresividad que se
desprende de ella en toda relación con el otro, aunque fuese la de la ayuda
más samaritana.
Es que tocaron esa negatividad existencial, cuya realidad es tan vivamente
promovida por la filosofía contemporánea del ser y de la nada.
Pero esa filosofía no la aprehende desgraciadamente sino en los límites de
una self-sufficiency de la conciencia, que, por estar inscrita en sus premisas, en-
cadena a los desconocimientos constitutivos del yo la ilusión de autonomía
en que se confía. Juego del espíritu que, por alimentarse singularmente de
préstamos a la experiencia analítica, culmina en la pretensión de asegurar un
psicoanálisis existencial.
Al término de la empresa histórica de una sociedad por no reconocerse ya
otra función sino utilitaria, y en la angustia del individuo ante la forma con-
centracionaria del lazo social cuyo surgimiento parece recompensar ese es-
fuerzo, el existencialismo se juzga por las justificaciones que da de los calle-
jones sin salida subjetivos que efectivamente resultan de ello: una libertad
que no se afirma nunca tan auténticamente como entre los muros de una
cárcel, una exigencia de compromiso en la que se expresa la impotencia de
la pura conciencia para superar ninguna situación, una idealización voyeu-
rista-sádica de la relación sexual, una personalidad que no se realiza sino en
el estadio del espejo como formador 105

el suicidio, una conciencia del otro que no se satisface sino por el asesinato
hegeliano.
A estos enunciados se opone toda nuestra experiencia en la medida en
que nos aparta de concebir el yo como centrado sobre el sistema percepción-con-
ciencia, como organizado por el “principio de realidad” en que se formula el
prejuicio cientifista más opuesto a la dialéctica del conocimiento —para in-
dicarnos que partamos de la función de desconocimiento que lo caracteriza en
todas las estructuras tan fuertemente articuladas por la señorita Anna Freud:
pues si la Verneinung representa su forma patente, latentes en su mayor parte
quedarán sus efectos mientras no sean iluminados por alguna luz reflejada
en el plano de fatalidad, donde se manifiesta el ello.
Así se comprende esa inercia propia de las formaciones del yo [je] en las
que puede verse la definición más extensiva de la neurosis, del mismo modo
que la captación del sujeto por la situación da la fórmula más general de la
locura, de la que yace entre los muros de los manicomios como de la que en-
sordece la tierra con su sonido y su furia.
Los sufrimientos de la neurosis y de la psicosis son para nosotros la escuela
de las pasiones del alma, del mismo modo que el fiel de la balanza psicoana-
lítica, cuando calculamos la inclinación de su amenaza sobre comunidades
enteras, nos da el índice de amortización de las pasiones de la civitas.
En ese punto de juntura de la naturaleza con la cultura que la antropolo-
gía de nuestros días escruta obstinadamente, sólo el psicoanálisis reconoce
ese nudo de servidumbre imaginaria que el amor debe siempre volver a des-
hacer o cortar de tajo.
Para tal obra, el sentimiento altruista es sin promesas para nosotros, que
sacamos a luz la agresividad que subyace a la acción del filántropo, del idea-
lista, del pedagogo, incluso del reformador.
En el recurso, que nosotros preservamos, del sujeto al sujeto, el psicoaná-
lisis puede acompañar al paciente hasta el límite extático del “Tú eres eso”,
donde se le revela la cifra de su destino mortal, pero no está en nuestro solo
poder de practicantes el conducirlo hasta ese momento en que empieza el
verdadero viaje.
Verba Volant. Revista de Filosofía y Psicoanálisis
Año 8, No. 1, 2018

Algunas reflexiones sobre el yo1

JACQUES LACAN

11Al desarrollar sus perspectivas sobre el yo, Freud fue llevado a hacer dos
formulaciones que parecen contradictorias.
En la teoría del narcisismo, el yo está del lado opuesto al objeto: el concepto de
economía libidinal. La investidura libidinal del cuerpo propio provoca el dolor
hipocondriaco, mientras que la pérdida del objeto produce una tensión depresiva que puede
culminar en el suicidio.
Por otro lado, en la teoría tópica del funcionamiento del sistema percepción-conciencia,
el yo está del mismo lado que el objeto y resiste al ello, es decir, al conjunto de pulsiones
gobernadas exclusivamente por el principio de placer.i
Si hay una contradicción aquí, ella desaparece cuando nos liberamos de una
concepción ingenua del principio de realidad y observamos que aunque el principio de
realidad precede al pensamiento, adquiere diversas formas según el modo en el que el
sujeto se ocupe de él (si bien Freud pudo haber sido claro en este aspecto, sus afirmaciones
no lo fueron).
Para nosotros, la experiencia analítica le da una fuerza especial a esta verdad y la
despoja de cualquier rastro de idealismo, porque nos permite especificar concretamente las
relaciones orales, anales y genitales que el sujeto establece con el mundo exterior en el
nivel libidinal.
Me refiero aquí a una formulación lingüística por parte del sujeto (que no tiene nada
que ver con los modos, vitalistas o románticamente intuitivos, de contacto con la realidad)

1
Leído ante la British Psycho-Analytical Society el 2 de mayo de 1951. [“Some Reflections on the Ego” fue
leído por Lacan ante la British Psycho-Analytical Society el 2 de mayo de 1951, y publicado en la
International Journal of Psycho-Analysis XXXIV, 1 (1953): 11-17. La paginación en negrita corresponde a la
edición original. Traducción al castellano de Agustín Kripper.]

66
Verba Volant. Revista de Filosofía y Psicoanálisis
Año 8, No. 1, 2018

de sus interacciones con su entorno tal como están determinadas por cada uno de los
orificios de su cuerpo. ii De esto se sostiene o no toda la teoría psicoanalítica de las
pulsiones instintivas.
¿Qué relación guarda el “sujeto libidinal” –cuyos vínculos con la realidad tienen la
forma de una oposición entre un Innenwelt y [mundo interno] y un Umwelt [mundo
circundante]– con el yo? Para descubrirlo, debemos partir de un hecho que suele
descuidarse demasiado: la comunicación verbal es el instrumento del psicoanálisis. Freud
no lo olvidaba cuando insistía en que el material reprimido (como los recuerdos y las
representaciones), que, por definición, puede retornar de la represión, debió haber existido,
en la época en la que se produjeron los acontecimientos en cuestión, de una forma en la que
al menos haya tenido la posibilidad de ser verbalizado. Reconocer un poco más claramente
la función supraindividual del lenguaje, nos permite distinguir en la realidad los nuevos
desarrollos que éste actualiza. iii El lenguaje tiene, por así decir, una especie de efecto
retrospectivo, por cuanto determina lo que en última instancia se considera real. iv Cuando
se entienda esto, se verá desmoronarse algunas de las críticas que se han lanzado contra la
legitimidad de las incursiones de Melanie Klein en las áreas preverbales del inconsciente.
La estructura del lenguaje ahora nos da una pista sobre la función del yo. El yo puede
ser el sujeto del verbo o bien calificarlo. Hay dos tipos de lenguaje. En uno se dice:
“Golpeo al perro”, mientras que en el otro se dice: “El perro es golpeado por mí”.v Pero
debe señalarse que la persona que habla, aparezca en la oración como el sujeto del verbo o
calificándolo, se afirma en ambos casos como un objeto implicado en una relación de algún
tipo, ya sea una relación de sentir o de actuar.
¿Nos proporciona lo expresado en esos enunciados del yo una imagen de la relación
del sujeto con la realidad?
Aquí, como en otros casos, la experiencia psicoanalítica corrobora sorprendentemente
las especulaciones de los filósofos, cuando definieron la relación existencial expresada en
el lenguaje como una relación de negación.
Lo que pudimos observar es el modo privilegiado en el que una persona se expresa
como yo: precisamente la Verneinung (negación).

67
Verba Volant. Revista de Filosofía y Psicoanálisis
Año 8, No. 1, 2018

Aprendimos a estar bastante seguros de que cuando alguien dice: “No es así”, es
porque es así, y de que cuando dice: “No quiero decir eso”, es porque sí 12quiere decir eso.
Sabemos cómo reconocer la hostilidad subyacente en los enunciados más “altruistas”, la
corriente de sentimientos homosexuales escondida debajo de los celos, y la tensión del
deseo oculto en el horror profesado al incesto. Observamos que la indiferencia manifiesta
puede enmascarar un intenso interés latente. Y aunque en el tratamiento no nos
encontramos de inmediato con la hostilidad furiosa que provocan estas interpretaciones,
estamos convencidos de que nuestras investigaciones justifican el epigrama del filósofo que
dijo que la palabra se le dio al hombre para que ocultara sus pensamientos.vi Consideramos
que la función esencial del yo se asemeja mucho a esa negativa sistemática a reconocer la
realidad (méconnaissance systématique de la réalité [desconocimiento sistemático de la
realidad]) a la que los analistas franceses se refieren cuando hablan de las psicosis.
Sin duda, toda manifestación del yo se compone en partes iguales de buenas
intenciones y de mala fe, y la habitual protesta idealista contra el caos del mundo sólo
delata, al revés, el modo en el que logra sobrevivir aquél que tiene un papel que cumplir en
dicho caos.vii Ésta es precisamente la ilusión que Hegel denunció como la Ley del Corazón,
cuya verdad aclara sin duda el problema del revolucionario de hoy, que no reconoce sus
ideales en los resultados de sus actos.viii Esta verdad también es obvia para el hombre que,
habiendo alcanzado la flor de su vida y después de haber visto desmentidas tantas
profesiones de fe, comienza a pensar que ha presenciado un ensayo general del Juicio Final.
En mis trabajos previos mostré que la paranoia sólo puede entenderse en tales términos,
y demostré en una monografía que, en el caso estudiado, los perseguidores eran idénticos a
las imágenes del ideal del yo.ix
Pero, a la inversa, el estudio del “conocimiento paranoico” me llevó a considerar que el
mecanismo de la alienación paranoica del yo es una de las condiciones previas para el
conocimiento humano.
De hecho, los celos primordiales preparan el terreno donde surge la relación triangular
entre el yo, el objeto y “alguien más”.x Aquí se evidencia un contraste entre el objeto de las

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necesidades del animal, que está aprisionado en el campo de fuerza de su deseo, y el objeto
del conocimiento humano.
El objeto del deseo del hombre –y no somos los primeros en decirlo– es en esencia un
objeto deseado por otro. El efecto producido por este intermediario permite que un objeto
se vuelva equivalente a otro, posibilitando que los objetos se intercambien y se comparen.
Si bien este proceso tiende a disminuir la significación especial de cualquier objeto
particular, permite entrever al mismo tiempo la existencia de objetos innumerables.
Ese proceso nos lleva a ver nuestros objetos como yoes identificables, dotados de
unidad, permanencia y sustancialidad. Esto implica un elemento de inercia, que obliga a
someter el reconocimiento de los objetos y del yo a una revisión constante en un proceso
dialéctico sin fin.
El Diálogo socrático suponía un proceso semejante. Ya se tratase de la ciencia, la
política o el amor, Sócrates les enseñaba a los amos de Atenas a convertirse en lo que
debían ser desarrollando su conocimiento del mundo y de sí mismos mediante “formas”
que eran redefinidas constantemente.xi El único obstáculo que encontró fue la atracción del
placer.
Los que nos ocupamos del hombre de hoy en día, es decir, un hombre con la
conciencia intranquila, encontramos esa inercia en el yo: la conocemos como la resistencia
al proceso dialéctico del análisis. El paciente se encuentra embelesado por su yo, a tal punto
que éste provoca su padecimiento y revela su función absurda. Fue este hecho precisamente
el que nos llevó a desarrollar una técnica que sustituye la secuencia del Diálogo por los
extraños rodeos de la asociación libre.
Pero, ¿cuál es entonces la función de esa resistencia, que nos obliga a adoptar tantas
precauciones técnicas?
¿Cuál es el sentido de esa agresividad, que siempre está lista para descargarse cuando
la estabilidad del sistema delirante paranoico se ve amenazada?
¿No se trata aquí de una pregunta que es la misma y una sola?
Cuando intentamos responder profundizando un poco más en la teoría, nos guio la idea
de que si tuviésemos una comprensión más clara de nuestra actividad terapéutica,

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podríamos llevarla a cabo con más eficacia –igualmente que si situásemos nuestro papel de
analistas en un contexto definido en la historia de la humanidad, podríamos delimitar con
más precisión el alcance de las leyes que nos sería posible descubrir–.
La teoría que tenemos en mente es una teoría genética del yo. Una teoría semejante
puede considerarse psicoanalítica en la medida en que trata de la relación del sujeto con su
cuerpo propio en términos de su identificación con una imago, lo cual constituye la relación
psíquica por excelencia. De hecho, el concepto que formulamos de esta relación a partir de
nuestro trabajo analítico, es el punto de partida de una psicología genuinamente científica.
13Ahora nos ocuparemos de la imagen corporal. Si el síntoma histérico es un modo
simbólico de expresar un conflicto entre fuerzas diferentes, lo que nos sorprende es el
extraordinario efecto que tiene esta “expresión simbólica” cuando produce una anestesia
segmental o una parálisis muscular que no pueden explicarse por ninguna agrupación de
nervios sensoriales o músculos. Calificar a estos síntomas de funcionales no es sino
confesar nuestra ignorancia, porque siguen el modelo de cierta Anatomía imaginaria que
tiene sus propias formas típicas. En otras palabras, el sorprendente acatamiento somático
que es el signo exterior de esta anatomía imaginaria sólo se muestra dentro de ciertos
límites definidos. Quisiera destacar que la anatomía imaginaria a la que nos referimos varía
según las ideas (claras o confusas) sobre las funciones corporales que prevalecen en una
cultura dada. Es como si la imagen corporal tuviese una existencia autónoma, entendiendo
por “autónoma” independiente de la estructura objetiva. Todos los fenómenos de los que
hablamos parecen manifestar las leyes de la Gestalt, como lo evidencia el hecho de que el
pene sea dominante en la formación de la imagen corporal. Aunque pueda consternar a los
defensores declarados de la autonomía de la sexualidad femenina, esta dominancia es un
hecho, que, por lo demás, no puede atribuirse exclusivamente a las influencias culturales.
Además, esa imagen es selectivamente vulnerable en sus líneas de clivaje. Nos parece
que las fantasías que revelan este clivaje merecen agruparse bajo el término de “imagen del
cuerpo despedazado” (imago du corps morcelé [imago del cuerpo fragmentado]), de uso
corriente entre los analistas franceses. Estas imágenes típicas aparecen tanto en los sueños
como en las fantasías. Pueden mostrar, por ejemplo, el cuerpo de la madre con una

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estructura de mosaico similar a un vitral. Más a menudo se parecen a un rompecabezas, con


las partes separadas del cuerpo de un hombre o un animal dispuestas desordenadamente.
Mucho más significativas para nuestro propósito son las imágenes incongruentes en las que
los miembros desarticulados son reordenados como trofeos extraños: troncos cortados en
rodajas y rellenados con los materiales más insólitos, apéndices raros en posiciones
excéntricas, reduplicaciones del pene, o imágenes de la cloaca representada como una
ablación quirúrgica, a menudo acompañadas en los pacientes varones por fantasías de
embarazo. Esta clase de imágenes parecen ser especialmente afines a anormalidades
congénitas de todo tipo. Un paciente mío, cuyo desarrollo del yo había sido perjudicado por
una parálisis braquial obstétrica que le afectaba el brazo izquierdo, soñó que el recto
aparecía en el tórax, ocupando el lugar de los vasos subclavios. (Su análisis lo había
decidido a estudiar medicina).
Lo que me impresionó primero fue la fase del análisis en la que esas imágenes salieron
a la luz. Siempre se relacionaban con la elucidación de los problemas más tempranos del yo
del paciente y con la revelación de preocupaciones hipocondriacas latentes. Suelen estar
por completo encubiertas por las formaciones neuróticas que las han compensado en el
curso del desarrollo. Su aparición anuncia una fase particular y muy arcaica de la
transferencia, y el valor que les atribuimos de identificar esta fase siempre fue confirmado
por la simultánea y marcada disminución de las resistencias más profundas del paciente.
Aunque insistimos en estos detalles fenomenológicos, no ignoramos la importancia del
trabajo de Schilder sobre la función de la imagen corporal ni sus notables explicaciones del
grado en el que ella determina la percepción del espacio.xii
La significación del fenómeno llamado “miembro fantasma” aún no ha sido agotada.
Me parece que vale especialmente la pena advertir que esas experiencias se relacionan en
esencia con la persistencia de un dolor que ya no puede explicarse por la irradiación local.
Es como si, en esta relación con un objeto narcisista tal como la ausencia de un miembro,
se entreviese la relación existencial de un hombre con su imagen corporal.
Los efectos de la leucotomía sobre el dolor (incurable hasta ahora) de algunas formas
de cáncer, y la extraña persistencia del dolor con la remoción del elemento subjetivo de

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aflicción en tales condiciones, nos hacen sospechar que la corteza cerebral funciona como
un espejo y que es el lugar donde se integran las imágenes en la relación libidinal insinuada
por la teoría del narcisismo.
Hasta ahora todo está claro. Sin embargo, no hemos tratado la cuestión de la naturaleza
de la imago en sí. En todo caso, los hechos suponen que postulemos cierto poder formativo
en el organismo. Aquí los psicoanalistas reintrodujimos una idea descartada por la ciencia
experimental: la idea aristotélica de la Morphé [Forma]. En la esfera de las relaciones, en la
medida en que concierne a 14la historia del individuo, sólo captamos imágenes
exteriorizadas. Ahora es el problema platónico de reconocer su sentido el que exige una
solución.
A su debido tiempo, los biólogos tendrán que seguirnos a ese dominio. El concepto de
identificación, que [los analistas] elaboramos empíricamente, es la única clave para
entender los hechos que han encontrado hasta ahora.
Es divertido observar, en relación con esto, las dificultades que tienen cuando se les
pide que expliquen datos como los recogidos por Harrison en las Proceedings of the Royal
Society [Actas de la Sociedad Real] de 1939. Estos datos mostraban que la maduración
sexual de la paloma hembra depende por completo de que vea a un miembro de su propia
especie, macho o hembra. Tan es así que la maduración del pájaro puede postergarse
indefinidamente si falta esa percepción. A la inversa, basta que el pájaro vea su propio
reflejo en un espejo para hacer que madure casi tan rápidamente como si hubiese visto a
una paloma real.
Asimismo, hemos subrayado la importancia de los hechos descritos en 1941 por Chauvin
en el Bulletin de la Société entomologique de France [Boletín de la Sociedad entomológica
de Francia] sobre la langosta migratoria, Schistocerca, habitualmente llamada saltamontes.
El insecto tiene dos tipos de desarrollo posibles que difieren por completo en su
comportamiento y su historia posterior. Existe un tipo solitario y un tipo gregario de estas
langostas, el último de los cuales tiende a congregarse en lo que se llama “nubes”. La
cuestión de si seguirá uno u otro tipo de desarrollo, queda abierta hasta el segundo o tercero
de los períodos larvarios (los intervalos entre muda y muda). La condición necesaria y

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suficiente es que el insecto perciba algo cuya forma y cuyos movimientos sean lo bastante
parecidos a los de un miembro de su propia especie. Si la mera visión de un miembro de la
especie Locusta, muy similar a la suya (si bien no gregaria), cumple esta condición, la
frecuentación de un Gryllus (grillo) carece de efecto. (Esto no podría establecerse, por
supuesto, sin una serie de experimentos de control, positivos así como negativos, que
excluyese la influencia de los aparatos auditivo y olfativo del insecto, entre otros,
incluyendo el misterioso órgano descubierto en las patas traseras por Brunner von
Wattenwyl).xiii
El desarrollo de dos tipos totalmente diferentes en el tamaño, el color y la forma –esto es,
en el fenotipo– y que incluso difieren en características instintivas tales como la voracidad,
está completamente determinado por ese fenómeno de reconocimiento. Chauvin, que se ve
obligado a admitir su autenticidad, lo hace pese a todo con mucha reticencia, manifestando
esa timidez intelectual que los experimentalistas consideran una garantía de objetividad.
Esta timidez es ejemplificada en la medicina por la prevalencia de la creencia de que
un hecho –un hecho puro– vale más que cualquier teoría, y se fortalece por el sentimiento
de inferioridad que embarga a los médicos cuando comparan sus propios métodos con los
de las ciencias más exactas.
Desde nuestro punto de vista, sin embargo, son las teorías innovadoras las que
preparan el terreno para los nuevos descubrimientos científicos, ya que no sólo nos
permiten comprender mejor los hechos, sino que hacen posible su observación en primer
lugar. Es poco probable entonces que los hechos, luego de ser ajustados más o menos
arbitrariamente a una doctrina aceptada, se queden encasillados allí.
Muchos hechos de ese tipo han llamado ahora la atención de los biólogos, pero todavía
tiene que ocurrir una revolución intelectual para que los comprendan plenamente. Estos
datos biológicos aún eran desconocidos cuando presenté en el Congreso de Marienbad de
1936 el concepto del “Estadio del espejo”, definiéndolo como uno de los estadios del
desarrollo del niño.xiv

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Volví a tratar el tema hace dos años en el Congreso de Zúrich. En las Actas del
Congreso sólo apareció un resumen (traducido al inglés) de mi trabajo. El texto completo se
publicó en la Revue française de Psychanalyse [Revista francesa de psicoanálisis].xv
La teoría que propuse allí –que sometí hace mucho tiempo a la consideración de los
psicólogos franceses– se refiere a un fenómeno al que atribuyo un valor doble. En primer
lugar, le doy un valor histórico, ya que marca un punto de inflexión decisivo en el
desarrollo mental del niño. Y en segundo lugar, tipifica una relación libidinal esencial con
la imagen corporal. Por estas dos razones, el fenómeno demuestra claramente la entrada del
individuo en un estadio en el que puede observarse la formación más temprana del yo.
La observación consiste simplemente en el interés jubiloso que muestra un niño de
poco más de ocho meses al ver su propia imagen en el espejo. Este interés se manifiesta en
juegos con los que el niño parece entrar en un éxtasis infinito cuando ve que los
movimientos en el espejo corresponden a sus propios movimientos. El juego remata en
intentos de explorar las cosas vistas en el espejo y los objetos cercanos que reflejan.
El juego puramente imaginario evidenciado en ese juego deliberado con una ilusión
tiene mucha importancia para el filósofo, 15en especial porque la actitud del niño es
justamente la inversa de la actitud de los animales. El chimpancé en particular es muy
capaz de detectar la ilusión a la misma edad. Se lo ve probar su realidad con métodos
intrincados que manifiestan una inteligencia en el nivel de desempeño al menos igual, si no
superior, a la de un niño de la misma edad. Pero cuando ha sido decepcionado varias veces
al tratar de agarrar algo que no está ahí, el animal pierde todo interés en ella. ¡Sería
paradójico, por supuesto, concluir que, de los dos, el animal es el mejor adaptado a la
realidad!
Observemos que la imagen en el espejo está invertida, en lo cual podemos ver al menos
una representación metafórica de la inversión estructural que, como demostramos,
constituye en el yo la realidad psíquica del individuo. Pero, metáforas aparte, las
inversiones del espejo reales han sido señaladas a menudo en los Dobles Fantasmales
(fenómeno cuya importancia en el suicidio fue mostrada por Otto Rank). xvi Además,
siempre encontraremos esta misma clase de inversión, si la buscamos, en las imágenes

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oníricas que representan el yo del paciente en su papel característico –a saber, dominado


por el conflicto narcisista–. Tan es así que esta interpretación exige como requisito previo
esa inversión del espejo.
Pero otras características nos permitirán comprender más profundamente la relación
entre esa imagen y la formación del yo. Para captarlas debemos, por un lado, situar la
imagen invertida en el contexto de la evolución de las formas sucesivas de la imagen
corporal misma, y por el otro, tratar de correlacionar con el desarrollo del organismo y el
establecimiento de sus relaciones con el Socius [compañero], esas imágenes cuyas
conexiones dialécticas se nos aparecen con claridad en nuestra experiencia del tratamiento.
El meollo de la cuestión es el siguiente: el comportamiento del niño frente al espejo
nos parece más inmediatamente comprensible que sus reacciones en esos juegos en los que
parece desprenderse del objeto y cuyo sentido Freud, en un destello de genio intuitivo, nos
describió en Más allá del principio de placer.xvii Ahora bien, el comportamiento del niño
frente al espejo es tan llamativo que es totalmente inolvidable hasta para el observador
menos familiarizado. Es más impresionante aún advertir que este comportamiento se
produce en un bebé en brazos o un niño que se mantiene de pie con el auxilio de uno de
esos aparatos que ayudan a aprender a caminar sin sufrir caídas graves. La alegría del niño
se debe a su triunfo imaginario, con el que se anticipa a un grado de coordinación muscular
que aún no ha alcanzado realmente.
No podemos dejar de apreciar el valor afectivo que puede adquirir la Gestalt –la visión
de la imagen corporal entera– cuando consideramos que aparece sobre un fondo de
perturbaciones y discordias orgánicas, en el cual todo indica que debemos buscar los
orígenes de la imagen del “cuerpo despedazado” (corps morcelé [cuerpo fragmentado]).
Aquí la fisiología nos da una pista. Puede considerarse que el animal humano nace
prematuramente. Para el histólogo una prueba suficiente de esto es que el sistema piramidal
no está mielinizado en el nacimiento, mientras que el neurólogo se conforma con un
número de reflejos y reacciones posturales. El embriólogo también ve en la “fetalización”
del sistema nervioso humano (para usar el término de Bolk) el mecanismo responsable de

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la superioridad del Hombre sobre los otros animales –a saber, la flexión cefálica y la
expansión del prosencéfalo–.
Su falta de coordinación sensorial y motriz no le impide al neonato quedar fascinado
por el rostro humano casi tan pronto como abre sus ojos a la luz del día, ni mostrar del
modo más claro posible que distingue a su madre de toda la gente a su alrededor.
Son la estabilidad de la postura erecta, el prestigio de su estatura y la imponencia de las
estatuas las que dan el estilo a la identificación en la que el yo encuentra su punto de
partida y dejan su impronta en él para siempre.xviii
Anna Freud enumeró, analizó y definió de una vez para siempre los mecanismos con
los que se forman las funciones del yo en la psiquis. Es notable que estos mismos
mecanismos sean los que determinan la economía de los síntomas obsesivos. Tienen en
común un elemento de aislamiento y un énfasis en la hazaña. En consecuencia, es común
encontrarse con sueños en los que el yo del soñante es representado como un estadio o
algún otro espacio cerrado consagrado a la competencia por el prestigio.
Aquí vemos al yo en su esencial resistencia al elusivo proceso del Devenir, a las
variaciones del Deseo. Esta ilusión de unidad, en la que el ser humano siempre espera con
ansia el autodominio, conlleva el peligro constante de recaer en el caos del que partió, y
pende sobre el abismo de un Asentimiento vertiginoso en el que tal vez pueda verse la
esencia misma de la Angustia.
16Pero esto no es todo. La brecha que separa al hombre de la naturaleza es la que
determina su falta de relación con ésta y engendra su escudo narcisista, con su
revestimiento nacarado, sobre el que se encuentra pintado el mundo del que está separado
para siempre. Pero esta misma estructura también es la visión en la que su propio entorno –
es decir, la sociedad de sus semejantes– está incrustada en él.
Las excelentes descripciones de niños brindadas por los observadores de [la escuela de]
Chicago nos permiten evaluar el papel que la imagen corporal cumple en los diversos
modos en los que los niños se identifican con el Socius. Los vemos tomar diversas actitudes,
como la del amo y el esclavo, o la del actor y el espectador. Un desarrollo de este fenómeno
normal merece ser descrito por el término usado por los psiquiatras franceses en la

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discusión sobre la paranoia: “transitivismo”. El transitivismo reúne en una equivalencia


absoluta el ataque y el contraataque. En este caso, el sujeto se encuentra en ese estado de
ambigüedad que precede a la verdad, dado que su yo está alienado realmente de sí mismo
en la otra persona.
Hay que agregar que, para que esos juegos formativos tengan su pleno efecto, el
intervalo entre las edades de los niños en cuestión no debe exceder cierto umbral, y sólo el
psicoanálisis puede determinar la edad óptima de este intervalo. Desde luego, el intervalo
que parece facilitar la identificación puede producir los peores resultados posibles en las
fases críticas de la integración instintiva.
Quizá no se ha enfatizado lo suficiente que la génesis de la homosexualidad en un niño
puede relacionarse a veces con la imago de una hermana mayor. xix Sucede como si el niño
fuese arrastrado por la estela del desarrollo superior de su hermana. El efecto será
proporcional al período de tiempo durante el que este intervalo encuentre el equilibro
óptimo.
Normalmente, estas situaciones se resuelven con una especie de conflicto paranoico, en
cuyo trascurso, como ya he mostrado, el yo se construye por oposición.
Sin embargo, al entrar en la identificación narcisista, la libido revela aquí su
significado. Su dimensión característica es la agresividad.
Desde luego, las similitudes verbales no deben hacernos pensar, como suele ocurrir,
que la palabra “agresividad” expresa meramente la capacidad de agresión.
Cuando nos dirigimos a las funciones concretas denotadas por estas palabras, vemos
que “agresividad” y “agresión” son términos complementarios y no mutuamente
incluyentes, y que –al igual que “adaptabilidad” y “adaptación”– pueden representar dos
cosas contrarias.
Ciertamente, la agresividad implícita en la relación fundamental del yo con los otros no
se basa en la simple relación insinuada por la fórmula: “El pez grande se come al pez
chico”, sino en la tensión intrapsíquica que percibimos en la advertencia ascética: “Un
golpe a tu enemigo es un golpe a ti mismo”.

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Esto vale para todas las formas del proceso de negación, cuyo mecanismo oculto Freud
analizó con tanta genialidad. Así, la naturaleza homosexual del: “Yo lo amo” subyacente se
revela en la frase: “Él me ama. Yo lo odio. No es a él a quien amo”. La tensión libidinal,
que encadena al sujeto a la búsqueda constante de una unidad ilusoria que siempre lo aleja
de sí mismo, se relaciona seguramente con la agonía de la derelicción que es el destino
particular y trágico del hombre. Aquí vemos cómo Freud fue llevado a su desviado
concepto de instinto de muerte.
Los signos del daño duradero provocado por esa libido negativa pueden leerse en el
rostro de un niñito desgarrado por los tormentos de los celos, en el que San Agustín
reconoció el mal original. “Yo mismo vi y conocí incluso a un bebé envidioso. Todavía no
podía hablar, pero empalidecía y miraba con amargura a su hermano de leche” (“…nondum
loquebatur, et intuebatur pallidus amaro aspectu conlactaneum suum”).xx
Es más, todo el desarrollo de la conciencia sólo conduce a redescubrir la antinomia que
Hegel establece como el punto de partida del yo. Como afirma la conocida doctrina de
Hegel, el conflicto que surge de la coexistencia de dos conciencias sólo puede ser resuelto
por la destrucción de una de ellas.
Pero, después de todo, es nuestra experiencia del sufrimiento que aliviamos en el
análisis la que nos conduce al dominio de la metafísica.
Estas reflexiones sobre las funciones del yo sobre todo deben alentarnos a examinar de
nuevo ciertas ideas que a veces se aceptan sin sentido crítico, como la idea de que tener un
yo fuerte resulta psicológicamente ventajoso.
De hecho, las neurosis clásicas siempre parecen ser subproductos de un yo fuerte. Y las
grandes ordalías de la guerra nos demostraron que, de todos los hombres, son los
verdaderos neuróticos quienes tienen las mejores defensas. Es obvio que las neurosis que
implican fracasos, dificultades de carácter y autocastigos están en expansión, y ocupan un
lugar entre los tremendos avances que el yo hace sobre la personalidad como un todo.
17En efecto, un proceso natural de autoadaptación no decidirá por sí solo el resultado
final de este drama. El concepto de abnegación, que la escuela francesa ha denominado

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oblativité [oblatividad], entendido como la desembocadura normal de la psiquis liberada


por el análisis, nos parece una simplificación excesiva e infantil.xxi
Porque nuestra práctica cotidiana nos enfrenta a los resultados desastrosos que
producen los matrimonios basados en dicha abnegación o los compromisos contraídos de
acuerdo con la ilusión narcisista que corrompe todo intento de asumir responsabilidad por
los otros.
Tenemos que considerar aquí el problema de nuestra evolución histórica, a la que
puede responsabilizarse tanto del atolladero psicológico del yo del hombre contemporáneo
como del deterioro progresivo de las relaciones entre los hombres y las mujeres en nuestra
sociedad.
No quisiéramos complicar la cuestión alejándonos demasiado de nuestro tema principal.
Así que nos limitaremos a mencionar lo que la antropología comparada nos enseñó sobre
las funciones que en otras culturas cumplen las denominadas “técnicas corporales”
(estudiadas detenidamente por el sociólogo Mauss). Estas técnicas corporales se hallan en
todas partes. Vemos que sostienen los estados de trance del individuo y las ceremonias del
grupo, actúan en las representaciones folclóricas rituales y las ordalías de iniciación. Nos
sorprende que manifestaciones que serían consideradas patológicas entre nosotros puedan
cumplir en otras culturas una función social en la promoción de la estabilidad mental. De
esto deducimos que estas técnicas ayudan al individuo a atravesar ciertas fases críticas del
desarrollo que resultan ser un escollo para nuestros pacientes.
El complejo de Edipo –la piedra angular del análisis, y que cumple un papel tan
esencial en el desarrollo psicosexual normal– representa posiblemente en nuestra cultura las
reliquias vestigiales de las relaciones que les permitían a las comunidades primitivas
asegurar durante siglos la interdependencia psicológica y mutua que resultaba esencial para
la felicidad de sus miembros.
La influencia formativa que aprendimos a detectar en los primeros intentos de someter
los orificios del cuerpo a alguna forma de control, nos permite aplicar este criterio al
estudio de las sociedades primitivas. Pero el hecho de que en estas sociedades no
encontremos casi ninguno de los trastornos que nos hicieron prestar atención a la

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importancia de la enseñanza temprana, debe precavernos de aceptar sin reservas conceptos


como el de “estructura básica de la personalidad” de Kardiner.xxii
Nos parece que tanto las enfermedades que tratamos de mitigar como las funciones que
cada vez más se nos exige asumir en la sociedad como terapeutas, implican la emergencia
de un nuevo tipo de hombre: el Homo psychologicus [Hombre psicológico], el producto de
nuestra era industrial. La relación de este Homo psychologicus con las máquinas que utiliza
es muy sorprendente, especialmente en el caso del automóvil. Nos da la impresión de que
su relación con esta máquina es tan íntima que es casi como si los dos estuviesen unidos
realmente –los defectos y las averías mecánicas del automóvil suelen tener su paralelo en
los síntomas neuróticos del hombre–. El significado emocional que esta máquina tiene para
el hombre deriva del hecho de que ella exterioriza el caparazón protector de su yo así como
el fracaso de su virilidad.
Esta relación entre el hombre y la máquina llegará a estar regulada por medios
psicológicos y psicotécnicos a la vez. La necesidad de esto se volverá cada vez más urgente
con la organización de la sociedad.
Si, en contraste con estos procedimientos psicotécnicos, el diálogo psicoanalítico nos
permite reestablecer una relación más humana, ¿no está la forma de este diálogo
determinada por un atolladero, a saber, la resistencia del yo?
En efecto, ¿no es éste un diálogo en el cual el que sabe admite con su técnica que
puede liberar a su paciente de las cadenas de su ignorancia tan sólo dejándolo hablar?xxiii

(Recibido el 2 de mayo de 1951)

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Notas del traductor

i
Resists (resiste) también podría traducirse por “se resiste”.
ii
In language (lingüística) también podría traducirse por “de leguaje” o “en el lenguaje”.
iii
Actualized (actualiza) podría traducirse alternativamente por “efectúa”.
iv
In determining what is ultimately decided to be real (por cuanto determina lo que en última instancia se
considera real) también podría traducirse por “ya que determina lo que en última instancia se decide que es
real”.
v
La extraña construcción de la frase, There is a beating of the dog by me (literalmente: “Hay una golpiza del
perro por mí), me obligó a traducirla del siguiente modo: “El perro es golpeado por mí”, a fin de que su
sentido quede más claro en contraposición con la frase anterior: “Golpeo al perro”.
vi
Referencia a la frase del epígrafe de Stendhal al capítulo XXII de Rojo y negro: “La parole a été donnée à
l’homme pur cacher sa pensé” (“La palabra le fue dada al hombre para ocultar su pensamiento”).
vii
Chaos (caos) parece ser la palabra con la que Lacan traduce el término désordre (desorden), que suele
emplear al caracterizar la posición del alma bella. He who has a part to play (aquél que tiene un papel que
cumplir en dicho caos) también podría traducirse por “quien tiene un papel que representar”, y remite a las
palabras que Lacan afirma que Freud habría dirigido a Dora: Regarde quelle est ta propre part au désordre
dont tu te plains, “Mira qué papel te cabe en el desorden del que te quejas,” o “Mira cuál es tu propia
participación en el desorden del que te quejas”, o, más literalmente: “Mira cuál es tu propia parte en el
desorden del que te quejas” (“Intervención sobre la trasferencia”, Écrits 1966, 219).
viii
Sobre “la ley del corazón”, cf. G. W. F. Hegel, “La ley del corazón y el delirio del engreimiento”, en
Fenomenología del espíritu (Madrid: Abada-UAM, 2010), 449-461; asimismo, cf. A. Kojève, Introducción a
la lectura de Hegel… (Madrid: Trotta, 2013), 129-130 y Jean Hyppolite, Génesis y estructura… (Barcelona:
Península, 1974), 256-261. Lacan sueñe asociarse la ley del corazón con el análisis hegeliano del “alma bella”.
Cf. “Palabras sobre la causalidad psíquica”, en Écrits 1966, 173, y G. W. F. Hegel, “La certeza moral, el alma
bella, el mal y su perdón”, en Fenomenología del espíritu (Madrid: Abada-UAM, 2010), 731-775, esp. 749-
759; asimismo, cf. A. Kojève, Introducción a la lectura de Hegel… (Madrid: Trotta, 2013), 197-200 y Jean
Hyppolite, Génesis y estructura… (Barcelona: Península, 1974), 465-469.
ix
La monografía referida es la tesis de doctorado de Lacan, De la psicosis paranoica en sus relaciones con la
personalidad (México: Siglo XXI, 1976 [1932]). Cf. asimismo “Palabras sobre la causalidad psíquica”, en
Écrits 1966, 168-70.
x
Sets the stage (preparan el terreno) podría traducirse alternativamente por “instauran el estadio”. Someone
else (alguien más) también podría traducirse por “otra persona”.
xi
Awareness (conocimiento) también podría traducirse por “conciencia”.
xii
Cf. Paul Schilder, Imagen y apariencia del cuerpo humano (Buenos Aires: Paidós, 1977 [1935]).
xiii
Corregimos la errata, “Wattenwyll”.
xiv
Lacan se refiere al trabajo, “El estadio del espejo como formador de la función del Yo tal como se nos
revela en la experiencia psicoanalítica”, en Écrits, 93-100.
xv
El texto referido es “La agresividad en el psicoanálisis”, en Écrits, 101-24.
xvi
Phantom Doubles (Dobles Fantasmales) podría traducirse alternativamente por “Dobles Fantasmáticos” o
“Dobles Fantasiosos”. Cf. Otto Rank, El doble (Buenos Aires: Ediciones Orión, 1976).
xvii
Wean (alejarse) es literalmente “destetarse”.
xviii
In it (en él) podría alternativamente referirse a la identificación (en ella) en vez del al yo.
xix
Suponemos que aquí body es una errata de boy, que traducimos por “niño”.
xx
“Myself have seen and known even a baby envious; it could not speak, yet it turned pale and looked bitterly
on its foster-brother”. Esta frase de san Agustín (Confesiones, Libro I, 7) es citada por Lacan en la página 114
de los Écrits: “Vidi ego et expertus sum zelantem parvulum: nondum loquebatur et intuebatur pallidus amaro
aspectu conlactaneum suum”, y es traducida por él del siguiente modo: “J’ai vu de mes yeux et j’ai bien
connu un tout petit en proie à la jalousie. Il ne parlait pas encore, et déjà il contemplait, tout pâle et d’un

81
Verba Volant. Revista de Filosofía y Psicoanálisis
Año 8, No. 1, 2018

regard empoisonné, son frère de lait” (“Vi con mis ojos y conocí bien a un pequeñín presa de los celos. Aún
no hablaba y ya contemplaba, todo pálido y con una mirada envenenada, a su hermano de leche”). En su
versión castellana (Madrid: Gredos, 2010, p. 128), Alfredo Encuentra Ortega la traduce así: “He visto y
experimentado los celos de un pequeñín: todavía no hablaba y contemplaba pálido, con amarga mirada, a un
hermano de leche”.
xxi
Self-sacrifice (abnegación) también podría traducirse más literalmente por sacrificio de sí mismo.
xxii
Abram Kardiner propuso y definió el concepto de estructura básica de la personalidad en su libro de 1939,
El individuo y su sociedad. La psicodinámica de la organización social primitiva (México: Fondo de Cultura
Económica, 1945) como “aquel grupo de características psíquicas y conductuales derivadas de los contactos
con las mismas instituciones, tales como el lenguaje, las connotaciones específicas, etc.”.
xxiii
Leaving all the talking to him (dejándolo hablar sólo a él) también podría traducirse por “dejándolo hablar
sólo a él” o “dándole toda la palabra”.

82
Notas sobre el estadio del espejo

Javier Aguirre

Porque Yo es otro. Qué culpa tiene el cobre si


un día se despierta convertido en corneta. Para mí es algo evidente: asisto a la eclosión, a la expansión de mi
propio pensamiento: lo miro, lo escucho: lanzo un golpe de arco: la sinfonía se remueve en las profundidades,
o entra de un salto en escena" (Rimbaud)

La frase Yo es otro no es una expresión originalmente psicoanalítica, la encontramos en el


joven poeta francés Rimbaud que Lacan parafraseará. Resulta curioso que esa imagen de sí,
que suponemos como la más íntima y propia, es algo alienante y ajeno. Esa imagen que
parece inmutable y única, también puede mutarse y abandonarnos. La literatura le ha
dedicado enormes espacios para maquillarla y darle diversas formas, en la actualidad esa
imagen se multiplica y se fragmenta en una pluralidad de espacios “virtuales”.

Las elaboraciones de Lacan sobre el estadio del espejo, nos ofrecen un aparato conceptual
para explorar la constitución de dicha imagen, precisamente de la construcción del yo. Lacan
con el estadio del espejo presenta una topología que subvierte la dimensión interior- exterior,
dando un paso más allá del padre del psicoanálisis ¿En qué consiste el estadio del espejo que
Lacan elabora? En este texto, nos proponemos puntualizar algunas notas referidas a esta fase
del espejo, que Lacan considerará no sin variaciones, hasta sus últimas elaboraciones.

El estadio del espejo, señala Lacan1 , tiene un valor histórico, ya que marca una coordenada
del desarrollo infantil (entre los 6 y 18 meses) y al mismo tiempo tipifica una relación libidinal

1 La primera versión del estadio del espejo Lacan la presentó en el Congreso Internacional de
Marienbad en 1936, sin embargo, de esta versión no se tiene registro. Luego, algunos desarrollos al
respecto los encontramos en el texto solicitado por Wallon Los complejos familiares en la formación del
individuo (1938), publicada en el tomo VIII de la Enciclopedia Francesa que estaba dedicado a la Vida
Mental, también en su trabajo “Acerca de la causalidad psíquica” (1946), “La agresividad en
Psicoanálisis, (1948), pero principalmente en su exposición “El estadio del espejo como formador
de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica” (1949), se trata de una
comunicación que Lacan presentó en el Congreso Internacional de Psicoanálisis en Zurich. Otras
versiones aparecen diseminadas en los desarrollos posteriores desde 1949, algunas de ellas serán
abordadas en el presente trabajo.

1
con la imagen corporal (Lacan, 1953). Además, con él Lacan renueva la teoría del yo y de las
identificaciones poniendo en cuestión toda teoría psicológica y filosófica que sitúa al yo como
una instancia de concomimiento, alejándose de la ego psychology, pero también de Freud al
debatir su argumento que supone al yo como núcleo del sistema percepción conciencia. En
el momento en que Lacan elabora el estadio del espejo, estaba en la escena del psicoanálisis
la escuela de Chicago y Nueva York que habían enfatizado la segunda tópica freudiana
orientando la cura hacia el reforzamiento del yo.

Ahora bien, renovar la teoría del yo, no implica que Lacan lo “desconoció” o le restó
importancia al “yo” tanto en la práctica como en la teoría. Como veremos a lo largo del este
texto, Lacan recurrirá a la categoría (moi y je) de un modo constante en su enseñanza.

Con este estadio Lacan forja una explicación sobre la conformación del yo. Siguiendo la tesis
freudiana sobre el narcisismo y las elaboraciones de la segunda tópica que consideraba al yo
como la proyección de una superficie, Lacan hace ingresar al estadio del espejo como una
identificación imaginaria, es decir, “como la transformación producida en el sujeto cuando
asume una imagen (Lacan, 1949: 87)”.

El niño asume jubilosamente su imagen especular en un momento de impotencia motriz, de


una dependencia absoluta al Otro, hecho que manifiesta la matriz simbólica en la que se
precipita la forma primordial del yo, y que lo liga a situaciones socialmente elaboradas. Por
lo cual, es erróneo reducir este estadio a una experiencia exclusivamente imaginaria, ya que
se asienta en una matriz simbólica.

¿Constitución del yo? ¡Si! El yo2(moi) no es una dato primario, ni ex nihilo, sino una
consecuencia o un dato secundario, o sea, que se constituye. Pero esto no es una novedad,
ya Freud consideraba un supuesto necesario que desde el inicio no esté presente una
“unidad” comparable al yo, sino que este debe constituirse, algo debería agregarse al auto
erotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya (Freud, 1914: 40).

2 En francés se puede nombrar al yo de dos maneras, je y moi. El je (yo), es la forma átona del
pronombre de la primera persona en singular, éste tiene la función gramatical del sujeto y aparece
apoyada por un verbo. En el castellano para armar una frase no es imprescindible la utilización del
pronombre, mientas que en el francés sí lo es, ya que determinan en su terminación y la declinación
la persona que está hablando. Por ejemplo, je parle (hablo), en castellano podemos tener el sujeto
tácito y decir “hablo”. Mientras que el moi (yo) es la forma tónica del pronombre y tiene una función
enfática, puede prescindir del apoyo del verbo. Por ejemplo, para enfatizar que yo estoy hablando
podría decir, moi, je parle. (Yo hablo). En inglés ocurre algo similar, en nuestro ejemplo diríamos I
speak.
En Lacan encontraremos la diferencia entre je y moi, el primero indica la posición simbólica del
sujeto, mientras que el segundo, la construcción imaginaria, es el yo del narcisismo. Sin embargo, en
1949, cuando Lacan pronuncia la conferencia sobre el estadio del espejo, no está claramente
establecida esta diferencia, al hablar del yo del narcisismo se refiere al moi, al sí mismo. Más adelante,
Lacan, relacionará al je con la categoría lingüística de sfhifter. Lacan propone “partir de la definición
estrictamente lingüística del Yo [Je] como significante: en la que no es nada sino el shifter o indicativo
que en el sujeto del enunciado designa al sujeto en cuanto que habla actualmente. Es decir que designa
al sujeto de la enunciación, pero que no lo significa. (Lacan, 1960: 779)”.

2
Esa etapa (el narcisismo) que Freud delimita y conceptualiza no es una fase a superar, sino
que se trata de una organización necesaria y permanente para la conservación de la vida, a la
cual le asigna un lugar normal en el desarrollo del ser humano, de allí que lo considere como
el complemento libidinoso inherente a la pulsión de autoconservación. Las alteraciones del
narcisismo le servirán a Freud para explicar ciertos estados, por ejemplo, el enamoramiento,
la hipocondría, la enfermedad orgánica y la parafrenias, entre otras cuestiones.

Ahora bien, Freud no avanza en la explicación de esta nueva acción psíquica, allí el estadio
del espejo ingresa como un manto de luz a ese lugar opaco que éste había dejado. Para Lacan
el yo se conformará en base a una identificación con la imagen del semejante y del “espejo
del Otro”, entonces, donde más creo ser yo, soy más otro, por lo cual, reforzar al yo como
meta del análisis, implica reforzar una imagen que no es propia, magnificando las cualidades
del registro imaginario. Esta dirección es una forma de desconocer los elementos
constitutivos del yo y perderse en las tinieblas de la ilusión de autonomía que se le confía.

Además, Lacan marca otra innovación al diferenciar las nociones de yo (moi) y sujeto. “El
sujeto está descentrado con respecto al individuo. Yo es otro quiere decir eso” (Lacan,
Seminario 2: 20). La palabra individuo proviene del latín individuus, que significa indivisible,
o sea, la unidad mínima y no divisible menor en un grupo es el individuo. Se forma con la
negación in- sobre el adjetivo latino dividuus (divisible, reductible, compartido), adjetivo
formado de la raíz del verbo dividere (dividir). Entonces el individuo no es el sujeto. A esta
altura de su enseñanza el sujeto, no es una sustancia, sino un efecto del lenguaje, el sujeto
habla desde otra parte, no desde el lugar de agente, no lo captamos cuando lo consideramos
un individuo, por lo tanto, el yo no es el sujeto.

La génesis del estadio del espejo

Así como el yo se construye, el estadio del espejo también tiene su génesis, ya que para erigir
este aparto conceptual Lacan recupera fuentes de distintos campos del saber. Por ejemplo,
propone que la génesis del yo explica el principio de lo que él denominó el “conocimiento
paranoico”. En tanto que hay una relación entre la estructura del yo y las manifestaciones de
los delirios paranoicos, caracterizados entre otras cosas, por el desconocimiento de la función
proyectiva y la iniciativa del Otro. Esta idea la encontramos claramente en los fenómenos
de transitivismo infantil, mencionados por Lacan y estudiados por la escuela de Charlotte
Bühler. Se trata de situaciones indiferenciadas en pequeños de edades similares, donde la
acción del niño equivale a la acción del otro, el niño que pega dice haber sido golpeado y el
que ve caer es quien llora, experiencia proyectiva que no se extingue en el infans.

Para delimitar el estadio del espejo además de recurrir a los desarrollos de Bühler, también
acude a otras fuentes (Wallon, Köhler, Bolk) que examinaremos a continuación. Varias de
las referencias conceptuales que Lacan recupera fueron investigadas por Wallon, en su libro
“Los orígenes del carácter en el niño” editado por primera vez en 1934, el cual Lacan parece
haber leído para la elaboración de su texto de 1949.

3
Henri Wallon (1934), para investigar la evolución biológica del niño, principalmente
histológica del sistema nervioso, compara las conductas de los animales y los niños en la
experiencia del espejo, intentando especificar cómo se alcanza la distinción entre interior y
exterior. Considerará que los niños en algún momento del desarrollo logran reconocer su
imagen exteroceptiva, aunque no se encuentren maduros fisiológicamente. Para Wallon, el
niño pasa de una percepción parcial de su cuerpo a una integral. Por ejemplo, cuando el niño
mueve un brazo frente al espejo, aquel (la imagen) mueve un brazo, el niño sonríe, ella sonríe.
El niño progresivamente va adquirir un dominio sobre la disociación entre ambas imágenes.

El autor distingue tres dominios sobre los datos biológicos: el dominio interoceptivo
(sensibilidades viscerales que informa el cerebro de los acontecimientos internos del cuerpo),
el exteroceptivo (es aquel que involucra las excitaciones exteriores), y el dominio
propiocepivo, (sistema intermedio pero autónomo que incluye las sensaciones ligadas al
equilibrio, actitudes y movimientos); el conjunto de estos dominios implican un proceso de
maduración del sistema nervioso durante un periodo de tiempo.

Wolfgang Köhler, es otro de los autores que recupera Lacan en su escrito de 1949. Aquel
había descubierto que el chimpancé capta la ilusión de la imagen reflejada y busca
comprobarlo de diferentes modos, por ejemplo, intentando atrapar manualmente la imagen
atrás del espejo, cuando no logra capturarla se pone furioso y no repite la experiencia3.
Kölher deduce una inteligencia a nivel de la ejecución mayor que la del niño a la misma edad
de seis meses. Si bien, el niño en una edad similar es superado en las habilidades
instrumentales por el chimpancé, aquel reconoce su imagen en el espejo, y lejos de enojarse
o resultarle indiferente se presta a ella de manera jubilosa4.

“Este acto, en efecto, lejos de agotarse, como en el mono, en el control, una vez adquirido,
de la inanidad de la imagen, rebota en seguida en el niño en una serie de gestos en los que
experimenta lúdicamente la relación de los movimientos asumidos de la imagen con su medio
ambiente reflejado, y de ese complejo virtual a la realidad que reproduce, o sea con su propio
cuerpo y con las personas, incluso con los objetos, que se encuentran junto a él (Lacan, 1949:
86)”.

En este punto, Lacan toma los desarrollos de Louis Lodewijk Bolk , sobre la prematuración
de la cría humana5. Bolk, en 1926 plantea que en el ser humano, a diferencia de otras especies

3Un dato curioso es la mención que hace Lacan en la conferencia de 1949, de James Mark Baldwin,
para referirse a sus estudios sobre la psicología infantil y la experiencia del espejo, ya que éste último
no había realizado dichos estudios; aunque en una de sus obras Baldwin cita a otros autores que sí se
habían ocupado de investigar la experiencia del niño frente al espejo.
4 En los últimos años se han realizados estudios similares con el objetivo de avanzar en la reversión
de la falta de reconocimiento de la propia imagen, como puede suceder en algunas afecciones
subjetivas.
5 Lacan vincula la prematuración con lo que Freud llamó en Inhibición, Síntoma y angustia, Hiflosigkeit,

el desamparo. El estado de extrema fragilidad del infans implica la necesidad de los cuidados del Otro.
Además, como ya Spitz lo demostró con el fenómeno de la hospitalización, no es suficiente cubrir
exclusivamente las necesidades de neonato, se precisa algo más que ello para la supervivencia y la
evitación de patologías irreversibles, un lazo al Otro que va más allá de las satisfacción de las
necesidades.
4
de animales, hay una retardación evolutiva a causa de una retraso del desarrollo del sistema
endocrino. Sus estudios etológicos mostraron una aproximación entre el feto de un
chimpancé y el adulto humano, de allí que considere la fetalización de la estructura humana
como característica principal de nuestra especie, el estudio de este proceso se denomina
neotenia6.

De allí que Lacan afirme que “el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita
de la insuficiencia a la anticipación (Lacan, 1949: 90)”. El niño se anticipa a la formación de
una imagen unificada, a una forma de gestalt, que no corresponde con sus posibilidades de
coordinación motriz. Es una forma constituyente y no constituida. Se trata de una forma
ortopédica de su totalidad, una especie de muleta, una ilusión de unidad. Este movimiento
permite considerar la fragmentación corporal como un segundo tiempo, como un efecto
retroactivo de la unificación de la imagen y no meramente como un dato psicogenético.
Dicha fragmentación comprende un gran abanico de fenómenos, se puede presentar en
algunos sueños donde los miembros aparecen desunidos, en ciertos síntomas esquizofrénicos
e histéricos y en otras tantas expresiones.

Los efectos formativos de una gestalt sobre el organismo lo encontramos no solo en la


especie humana, sino también en otras especies. La maduración de las gónadas en las palomas
tiene como condición la vista de un congénere, o el pasaje del grillo peregrino de su forma
solitaria a la gregaria, puede conseguirse si se lo expone a la visión de un semejante.

“La función del estadio del espejo se nos revela como un caso particular de la función de la
imago, que es establecer una relación del organismo con su realidad; o, como se lo ha dicho
del Innenwelt con el Umwelt7 (Lacan, 1949: 89)”, se trata también del efecto orgánico que produce
la imagen del semejante. En la especie humana esta relación con el Umwelt está atravesada no
solo por lo imaginario, sino por el lenguaje. Circunscribir el estadio del espejo
exclusivamente a lo imaginario y su alcance a una franja del desarrollo infantil, no deja de ser
una paradoja de lo imaginario, o sea, es una ilusión o engaño, que desconoce los resortes de
lo simbólico y real.

Así como el yo se constituye a partir de la imagen del otro, el deseo también está mediatizado
por el otro /A. Si el yo no es una experiencia natural, el deseo tampoco lo es. Se trata de una
tesis hegeliana que Lacan recupera y la ayorna a sus elaboraciones. Se desea el deseo del otro,
tomando como objeto el deseo del otro. La psicología infantil ofrece variados ejemplos del
fenómeno; el niño que quiere lo que tiene el semejante y al obtenerlo lo descarta como si su
único fin era el deseo del otro8.

6 La neotenia es un proceso que se caracteriza por la conservación del estado juvenil en el organismo
adulto en comparación con su ancestro u organismos cercanamente emparentados. Según Bolk esta
retardación en el desarrollo es el que permitió en nuestra especie la evolución del encéfalo.
7 Lacan toma de zoólogo Von Uëxkull la nociones de Innenwelt (mundo interno)con el Umwelt (medio

circundante).
8 Lacan irá modificando el sentido de la expresión “el deseo es del deseo del otro”. Si bien en este

momento el énfasis está colocado en el registro imaginario, luego desplazará el acento a lo simbólico,
sustituyendo el pequeño otro por el gran Otro (A) y considerará en su lectura el genitivo (del) en su
sentido objetivo y subjetivo. Ambos genitivos acompañan sustantivos verbales. Si el genitivo

5
Esta imagen del semejante que puede cautivar, también es susceptible de provocar
agresividad, celos, y otros afectos. Lacan menciona que San Agustin se adelantó al
psicoanálisis al ofrecernos una imagen paradigmática de un comportamiento de un niño que
observaba a su hermano de leche “Vi con mis propios ojos y conocí bien a un pequeñuelo
presa de los celos. No hablaba todavía y ya contemplaba, todo pálido y con una mirada
envenenada, a su hermano, de leche". Así anuda imperecederamente, con la etapa infans (de
antes de la palabra) de la primera edad, la situación de absorción espectacular: contemplaba,
la reacción emocional: todo pálido, y esa reactivación de las imágenes de la frustración
primordial: y con una mirada envenenada, que son las coordenadas psíquicas y somáticas de
la agresividad origina (Lacan, 1948: 107)”. Sobre este punto, en el Seminario sobre la
Identificación, Lacan comenta que es falso decir que este niño frente al cual se experimentan
los celos es mi semejante, porque “él es mi imagen, en el sentido en que la imagen de la que
se trata es imagen fundatriz de mi deseo. Ahí está la revelación imaginaria, y ésta el sentido
y la función de la frustración9. ” (Lacan, Seminario 9, clase del 14/03/1962, inédito).

El modelo óptico

Pocos años después de su exposición sobre el estadio del espejo, en el Seminario 1 (1953-
1954), Lacan introduce el esquema óptico, como un modelo teórico para explicar dicho
estadio. Para abordar este modelo, introduciremos algunas consideraciones básicas sobre las
leyes de la óptica geométrica. En primer lugar, todo lo que vemos se debe a la recepción en
nuestra retina de la luz que proviene de los objetos que nos rodean, ya sea por reflexión o
emisión. En el esquema que Lacan trabaja, predomina la ley de la reflexión. Esta ley afirma
que un rayo incidente sobre un punto sobre una superficie reflectora, se refleja de tal modo
que el rayo reflejado forma el mismo ángulo que el incidente.

representa el sujeto de la acción verbal correspondiente se denomina “genitivo subjetivo”, en este


caso es el Otro quien desea. Si, por el contrario, representa el objeto de la acción verbal recibe el nombre
de “genitivo objetivo”, o sea, es el Otro lo deseado. Asimismo, si bien se trata de una expresión repetida
por Lacan, su sentido irá variando en función de los contextos teóricos, es decir, que no tiene ella
una única acepción. También, esta fórmula implica que el deseo no es una cuestión de voluntad que
encarna un individuo, sino por el contario una falta indecible; en todo caso, que el neurótico diga cuál
es el objeto de su deseo es un modo de imaginarizarlo.
9Lacan ya había ubicado a la frustración como un daño imaginario. En el Seminario 4, la presenta
como una acción imaginaria que recae sobre un objeto real, cuyo agente es simbólico.
6
Además, en la óptica se diferencian las “imágenes virtuales”, de la “imágenes reales”, ambas
no tienen ni volumen ni peso. Las primeras son aquellas producidas por un espejo plano,
donde el objeto se presenta por “detrás” del espejo, produciendo una inversión simétrica, es
decir, de izquierda a derecha o viceversa. Son imágenes virtuales ya que no es de estas de
donde provienen los rayos, además son imágenes que no producen una ilusión óptica.

En cambio, las imágenes reales son producidas por los espejos esféricos10, estas se comportan
como objetos reales generando una ilusión óptica. En éstas también se produce una inversión
simétrica, pero se invierte la imagen de abajo hacia arriba o viceversa. Son imágenes reales ya
que se ellas se forman en el punto donde convergen los rayos. Hay que agregar que son
imágenes que se forman del mismo lado del espejo en el cual se encuentra el observador.
Además, la imagen que resulte dependerá del punto en el que se localice el objeto y el
observador. Cuando el objeto está en el centro del espejo, la imagen será real, invertida, del
mismo tamaño que el objeto y se localizará en la misma distancia que el espejo. Asimismo,
como lo demuestra la experiencia que Lacan realiza, podemos producir imágenes virtuales
de esos objetos que son las imágenes reales. Si ocurre este fenómeno, el el objeto que es la
imagen real se llamará objeto virtual.

La primera experiencia que Lacan presenta, es la del ramillete invertido que incluye solo un
espejo cóncavo. Los elementos que la componen son:

La caja: representa el cuerpo.

Florero: el cuerpo imaginario que contiene los ramilletes de flores real.

Ramilletes: son las pulsiones y deseos.

El caldero: Lacan le otorga un sentido orgánico, es el córtex.

El ojo: el símbolo del sujeto. Depende de la posición del ojo en el dispositivo para que se
produzca la experiencia. Es decir, que la situación del sujeto se caracteriza por su lugar en el

10
Hay que agregar que estos espejos también pueden producir imágenes virtuales.

7
mundo simbólico. Las distintas posiciones del ojo, permiten comprender las distintas
posiciones del sujeto en relación a la realidad.

Figura del ramillete invertido

Este modelo le sirve a Lacan como una suerte de analogía para ilustrar la génesis del yo, a
partir de la articulación de los tres registros. En esta primera experiencia, el ramillete de
flores, por reflexión de los rayos aparecerá en forma invertida como una imagen real, como
si estuviera contenida por el florero, generando una ilusión óptica.

Complejizando el esquema del ramillete, Lacan le agrega un complemento, un espejo plano.


Además, cambia de lugar algunos de los elementos que componen la experiencia; la posición
del ojo quedará adelante del espejo cóncavo, lo cual, promueve la inclusión del espejo plano,
florero y las flores son ubicados en los lugares inversos, de allí que Lacan lo denomine
esquema del florero invertido. Tanto el florero como la caja son inaccesible al ojo, excepto por
la reflexión de los rayos, Lacan dice que el florero escondido en la caja, indica el poco acceso
que tiene el sujeto a la realidad de ese cuerpo.

Con el espejo plano, colocado en A (es decir en el lugar del Otro) se ve aparecer la imagen
real (la cual queda casi por fuera del campo especular del ojo) como una imagen virtual
“detrás” del espejo plano.

Figura 1

8
Para abordar este esquema Lacan toma una idea de Manonni, referida a dos narcisismos. El
primero, señala Lacan, está en el nivel de la imagen real de este esquema, ya que posibilita
organizar la realidad a partir de ciertos marcos prefigurados. Se trata del narcisismo en
relación a la imagen corporal, en tanto humana y no de otra especie. En el segundo
narcisismo, la imagen del otro, como ya hemos dicho, tiene valor cautivador, este narcisismo
implica la identificación al otro, y es el que permite al humano situarse con cierta precisión
en su relación imaginaria y libidinal con el mundo. Es aquel que ofrece la ilusión de unidad
del cuerpo y constituye el Ideal-Ich (yo ideal), el cual es una instancia imaginaria.

En este nuevo modelo, coloca al lado del ojo, el símbolo S para indicar el sujeto (mítico).
Una línea de puntos que va del S a SV (sujeto virtual) que quedará ubicado “atrás” del espejo
plano, es decir, es el lugar donde el sujeto ve su imagen. Esto es posible por el campo bien
delimitado x´y´ y el lugar del ojo. Tenemos entonces, que este SV, no es sino posibilitado
por el lugar del Otro.

Si inclinamos el espejo plano la imagen se verá alterada, tal vez ya no sea nítida o puede que
aparezca fragmentada. La inclinación dependerá de la voz del Otro, es decir, del registro
simbólico, o sea, que lo imaginario es determinado por lo simbólico, en tanto que es aquello
que lo trasciende. Entonces, la distinción entre yo y el otro está regulada por lo simbólico,
según las diferentes coordenadas de un orden que determinará la relación entre los
elementos. De allí que las relaciones simbólicas determinan la posición del sujeto;
supongamos el contexto áulico, donde el enseñante adviene en cuanto tal como un efecto de
los estudiantes y ellos un efecto del enseñante.

Esta distinción entre lo imaginario y simbólico, le permiten a Lacan distinguir el Ideal-Ich


(yo ideal) y el Ich-Ideal (ideal del yo). El ideal del yo determina las relaciones con el otro, y
además se instala como una condición de la represión. El ideal del yo se relaciona con el
Otro simbólico, mientras que el yo ideal con la dimensión de lo imaginario. Por ello Lacan
sostiene que el primero (Ideal del yo) se caracteriza por la introyección (de la palabra del
Otro) mientras que el segundo por la proyección imaginaria. Asimismo, el yo ideal es el
tronco de las identificaciones secundarias (Lacan, 1949: 87).

¿Cómo introduce Lacan lo real en este segundo modelo? Dice que lo real y lo imaginario
actúan en el mismo nivel (Lacan, 1954: 214). Supongamos que en lugar del espejo plano hay
un vidrio, lo que se observará es el reflejo de la imagen real (la imagen virtual) pero además
los objetos que están detrás del vidrio. Habría una cierta coincidencia entre las imágenes y lo
real. Pero debemos precisar que Lacan está refiriéndose a la imagen del cuerpo humano, los
objetos reales son los objetos pulsionales que están también atravesados por lo simbólico.
Imaginario y Real también están traspasados por lo simbólico, de allí que actúen en el mismo
nivel, no se trata de una superioridad de algún registro sobre otro sino de una especie de
nivelación entre ellos. En este momento de su elaboración la experiencia psicoanalítica se
trata de ir más allá del engaño que producen las identificaciones o la relación especular.

Una nueva versión del modelo óptico, la encontramos en el texto Observaciones sobre el informe
de Daniel Lagache, (1961):

9
Figura 2

Lo que muestra el esquema es que el sujeto solo tiene acceso a su imagen por mediación del
espejo del Otro, o sea, es un espejo hablante, parlante.

Encontramos en esta presentación la inclusión de algunos matemas que no estaban presente


en el modelo anterior y que retoman algunas ideas previas. El sujeto está representado ahora
por la S tachada, el espejo plano, aquí está representado por la letra A (Autre), o sea, el lugar
simbólico, el lugar del Otro; el florero representado por la letra C para designar el cuerpo
(corps). En el lugar del sujeto virtual, aparece el símbolo S I, que designa el ideal del yo, es
decir, las insignias del Otro. El matema i (a) indica es la ilusión de la imagen desde donde
parte el modelo, o sea, la imagen real que se reflejará como imagen virtual, representada con
i´ (a), esto es, la forma del semejante, “que su pregnancia, introduce como un principio de
falso dominio (Lacan, 1961:655)”. Mientras que las flores están representadas por la letra a,
es decir, los objetos parciales “en que se apoya la acomodación que permite al sujeto percibir
la imagen i (a,)” (Lacan, 1961: 655)11.

Con respecto al espejo plano, Lacan introduce un detalle de la experiencia del niño frente al
espejo. Se trata de la mirada del niño, pero no al espejo sino hacia aquel que lo sostiene frente
el espejo. El niño “apela con la mirada al testigo que decanta, por verificarlo, el
reconocimiento de la imagen del jubiloso asumir donde ciertamente estaba ya” (Lacan, Lacan,
1961: 658)12.

Ahora bien, si psicoanálisis opera en lo simbólico, la experiencia analítica implicaría un


movimiento, tomando el modelo óptico, del espejo plano. De allí que Lacan sitúe al analista
en el lugar del Otro. Entonces, “si su proceso es de conquista sobre el inconsciente, de

11 En este esquema el objeto a, es el objeto parcial y el objeto del (genitivo objetivo y subjetivo) deseo,
mientras que el i, un modo de imaginarizarlo. Poco tiempo después, Lacan inventa la noción de
objeto a, como causa de deseo.
12 Esta experiencia, como venimos insistiendo, tiene sus alcances más allá de este estadio, es un hecho

cotidiano en el ser hablante la búsqueda del espejo del Otro para ratificar una imagen. El ideal del yo,
será entontes quien le asigne determinado valor a esa imagen, lo cual abre en el neurótico el debate
de lo suficiente o insuficiente de su imagen, debate que no se agota en lo especular, sino que tiene sus
resortes en lo simbólico.

10
advenimiento de su historia y de reconstrucción de significante, si no se niega simplemente
que su medio sea de palabra-que un psicoanálisis sea capaz de retocar el Yo así constituido
en su estatuto imaginario (Lacan, 1961: 656)”.

El siguiente esquema muestra el movimiento del espejo plano que implica un psicoanálisis:

Figura 3

“Sin entrar en unos detalles que parecerían un recurso forzado, puede decirse que, al borrarse
progresivamente hasta una posición a 90º de su punto de partida, el Otro, como espejo en
A, puede llevar al sujeto desde 1 a venir a ocupar por una rotación casi doble la posición
de 2, en I, desde donde sólo virtualmente tenía acceso a la ilusión del florero invertido
en la figura 2 pero que en ese recorrido la ilusión debe desfallecer con la búsqueda a la que
guía: en lo cual se confirma que los efectos de despersonalización comprobados en el análisis
bajo aspectos diversamente discretos deben considerarse menos como signos de límites que
como signos de franqueamiento (Lacan, 1961: 659)”.

Este cambio en lo simbólico involucra un cambio en la posición del sujeto, ya que el ojo
alcanza la posición del I, desde donde percibe directamente la ilusión del florero invertido,
pero también reflejada en A, es decir, la imagen virtual y real. Cuando el ojo, la posición del
sujeto, alcanza “la posición de I desde donde percibe directamente la ilusión del florero
invertido, no por ello dejará de ver rehacerse en el espejo A ahora horizontal una imagen
virtual i´( a) del mismo florero, que invierte de nuevo, puede decirse, la imagen real
oponiéndose a ella, como el árbol su reflejo en un agua, muerta o viva, le da unas raíces de
sueño (Lacan,1961: 660)”.

Por un cambio de 90° del espejo plano, se produce un cambio de 180° de la posición del
sujeto y también de la imagen virtual. Cuando las coordenadas imaginarias y simbólicas se
pierden, puede tener como consecuencia en la experiencia analítica los efectos de
despersonalización (no se trata de un estado permanente, sino de momentos que no siempre
se producen en un análisis), donde la imagen que provoca identidad se retira, como el actor
que todavía no se ha vestido con el ropaje del personaje a representar.

Para finalizar esta notas sobre el estadio del espejo, vale la pena decir que una experiencia
psicoanalítica no alcanza con la reducción de los ideales, Lacan señala que “es como objeto

11
a del deseo, como lo que ha sido para el Otro en su erección de vivo, como el wanted o el
unwanted de su venida al mundo, como el sujeto está llamado a renacer para saber si quiere
lo que desea… (Lacan, 1961: 662)”. Es en esta dimensión donde el sujeto debe pagar el
rescate de su deseo.

Referencias

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Aires: Amorrortu, pp. 71-98.

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como se nos revela en la experiencia analítica”. En Escritos I. México: Siglo XXI, pp.86-93.

Lacan, J. ([2000]1948): “La agresividad en psicoanálisis”. En Escritos I. México: Siglo XXI,


pp.94-116.

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y Psicoanálisis Año 8, No. 1, 2018: Buenos Aires.

Lacan, J. ([2002]1961): “Observación sobre el informe de Daniel Lagache: “Psicoanálisis y


estructura de la personalidad”. En Escritos 2, Buenos Aires: Siglo XXI. pp 627-664.

Lacan, J. ([2002]1960): “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente


freudiano”. En Escritos 2, Buenos Aires: Siglo XXI. pp 773-807.

Lacan, J. ([2008]1953-54): El seminario. Libro 1: “Los escritos técnicos de Freud”, Barcelona: Paidós.

Lacan, J. ([2019]1954-55): El seminario. Libro 2: “El yo en la teoría de Freud y en la técnica


psicoanalítica”, Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1961-1962): El seminario. Libro 9: “La identificación”. Inédito. Versión Rodriguez Ponte.

Rimbau, A. (2005): Poesías completas, Barcelona: Cátedra.

Wallon, H. ([1975]1934): Los orígenes del carácter del niño, Buenos Aires: Nueva visión.

12
I

EL FAMILLONARIO

Puntuación de los seminarios anteriores


El esquema del Witz
El ingenio y sus tradiciones nacionales
La sanción del Otro
Lo que sólo se ve mirando a otra parte

Este año hemos t-<;>_mado como tema de nuestro seminario las f ormacio•
nes del inconsciente.
Aquellos de entre ustedes, y creo que son la mayoría, que estaban ayer
en nuestra sesión ciéntífica, ya se han puesto a tono, y saben que las cues-
tiones que plantearemos aquí concierneni de forma directa esta vezt a la
función en el inconsciente de lo que hemos elaborado a lo largo de los años
precedentes como el significante.
Algunos de l!stedes - me expreso así porque mis ambiciones son mo-
destas - han leído, espero, el artículo que hice publicar en el tercer núme-
ro de la revista La Psychanalyse con el título "La instancia de la letra en el
inconsciente". Quienes hayan tenido el valor de hacerlo estarán bien situa- .1

dos, incluso mejo:r; situados que el resto, para ir siguiendo las cuestiones que 1

trataremos. Por otra parte, es una pretensión modesta, creo, que puedo te-
se
ner, que quienes toman la molestia de escuchar lo que digo se tomen
también la de leerlo que escribo, pues al fin y al cabo lo escribo para uste-.
des. Quienes no fo han hecho es preferible que acudan allí, porque voy a
referirme a ese escrito constantemente, Me veo obligado a suponer cono . .
cido lo que ya se ha enunciado una vez.
Pensando en los que no cuentan con ninguna de estas preparaciones, les
diré a qué voy a limitanne hoy, cuál será el objeto de nuestra lección de
introducción en nuestro tema.
En un primer tiempo, de forma por fuerza breve y alU;síva, pues no pue-
do empezar otra vez· por el principio, les recordaré algunos puntos que
puntúan lo que, en los años anteriores, esboza y anuncia lo que tengo que
decirles sobrn la función del significante en el inconsciente.

11
371
LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL FAMILLONARIO

Luego, para descanso de aquellos a quienes esta evocaci'ón quizás deje ci6n de la relación .simbólica y pueda quedar afectado por ella en su den-
sin aliento, les explicaré qué significa el esquema al que habremos de reN sidad, en stis funciones de síntesis, todas hechas igualmente de espejismo,
mitirnos a lo largo de toda nuestra experiencia teórica de este año, •pero de un espejismo cautivador, eso, como también se lo enseñé el primer
Finalmente, tomaré un ejemplo. Es el primer ejemplo del que se sirve añot sólo es posible debido a la hiancia abierta en el ser humano por la pre-
Freud en su libro sobre la agudeza. 1 No lo haré con fines ilustr~tivos, sino sencia en él, bíológica, original, de la muertet en función de lo que llamé la
precisamente porque no hay chiste que no sea particular - no hay agude- prematuración del nacimiento. Éste es el punto de impacto de la intrusión
za en el espacio abstracto. Empezaré mostrándoles, a este respecto, lo que - simbólica.
hace que la agudeza sea la mejor entrada para nuestro objeto, a saber, las He aquí hasta donde habíamos llegado en- la articulación entre mi
fmmaciones del inconsciente. No sólo es la mejor entrada, sino también la primer seminario y mi segundo seminario.
fonna más notoria en que el propio Freud nos indica las relaciones del in- El segundo seminario destacó el factor de la insistencia repetitiva, como
consciente con el significante y sus técnicas. proveniente del inconsciente. Identificamos su consistencia con la estruc-
He aquí, pues, mis tres partes. Ya saben a qué atenerse en cuanto a lo tura de una cadena significante, y eso es lo que traté de hacerles entrever
que voy a explicarles,· y ellp les permitirá, al mismo tiempo, ·economizar dándoles un modelo bajo la forma de la sintaxis llamada de las a. jj y ó.
su esfuerzo mental. Ahora tienen, en mi artículo sobre "La carta robada", una exposición es-
crita al respecto gue constituye un resumen sumario de dicha sintaxis. A
pesar de las críticas que ha recibido, algunas de las cuales estaban justi-
ficadas - hay dos pequeñas deficiencias que convendrá corregir en una
1 edición ulterior - , todavía habrá de serles útil por mucho tiempo. Hasta
estoy persuadido de que cambiará con la edad, y tendrán ustedes menos
dificultades si lo consultan dentro de algunos meses, incluso al final de
El primer año de mi seminario, consagrado a los escritos técnicos de este año. Lo digo para responder a los loables esfuerzos de algunos, des-
Freud, consistió esencialmente en introducirles la noción de la función de tinados a reducir su alcance. E-p. todo caso, así tuvieron la oportunidad de
lo simbólico como la única capaz de explicar lo que se puede llamar la de- ponerse a prueba, y eso es precisamente lo que busco. Aunque hayan dado
terminación del sentido, en tanto que ésta es la realidad fundamental de la con algún atolladero, de todas formas les habrá servido para- esa gimnasia.
experiencia freudiana. Tendrán la oportunidad de dar con alguno más en lo que tendré ocasión de
Como la detenninaci6n del sentido es, en este oaso, nada más y nada demostrarles este año.
menos, una definición de la razón, les recuerdo que esta razón se encuen- Sin lugar a dudas, como los que se han tomado esa molestia me han
tra en el principio mismo de la posibilidad del análisis. Precisamente por- recalcado, incluso escrito, cada uno de esos cuatro términos está marcado
que algo ha quedado anudado con algo semejante a la palabra, el discurso por una ambigüedad fundamental, pero en ella reside precisamente el valor
puede desanudado. del ejemplo. Con estas agrupaciones entramos en la vía de lo que consti-
A este respecto les señalé la distancia que separa la palabra, en cuanto tuye la especulación actual sobre los grupos y sobre los conjuntos. Estas
es ejercida por el ser del sujeto, del discurso vacío que deja oír su zumbido investigaciones se basan en el principio de partir de estructuras complejas,
por encima de los actos humanos. Estos actos se tornan µnpenetrables de• que sólo se presentan como casos particulares. No voy a recordarles cómo
bido a la imaginación de motivos que son irracionales, y sólo se raciona- fueron engendradas esas pequeñas letras, pero es indudable que llegamos,
lizan en la perspectiva yoica del desconocimiento. Que el propio yo sea fun- después de las manipulaciones que permiten definirlas, a algo muy simple.
En éfecto, cada una de ellas es definida por las relaciones existentes entre
los dos ténninos de dos pares, el par de lo simétrico y lo disimétrico, de lo
l. En adelante se tratará de mantener, aunque no siempre, la siguiente correspondencia:
Le trait d'esprit, 1'la agudeza,,; un. trait d'esprit, "una ocurrencia"; le/un mot d'esprit, "el/ disimétrico y lo simétrico, y luego el par de lo semejante con lo deseme-
un chiste". [N. del T.] jante y de lo desemejante con lo semejante. Tenemos, pues, un grupo de ·,

12 372 13
LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL FAMILLONARIO

cuatro significantes cuya propiedad es que cada uno de ellos es analizable de entrada no sé qué tentativa de seducción. Los galardones que le hemos·
en función de sus relaciones con los otros tres. Para confirmar, de paso, este otorgado a esta obra de teatro nos han hecho olvidar un poc0, sin duda,
análisis, añadiré que un grupo así es, según Roman Jakobson, de acuerdo todas sus resonancias, ,pero admiren cuán extraordinaria es. Les destaqué
con su propia fórmula, que recogí cuando nos vimos recientemente, el c6mo, por su parte. el Gi·an Sacerdote ponía en juego algunos significantes
grupo mínimo de significantes necesario para que sé den las condiciones esencíales -Y Dios, que result6 fiel en todas sus amenazas, o bien -A
primeras, elementales, del análisis lingüístico. Ahora bien, como verán, las promesas del cielo, ¿por qué renuncias? EI téfmino cielo, y algunas
éste tiene la más estrecha relación con el análisis, a secas. Incluso se con-· otras ·palabras bien_ claras, no son sino significantes puros. Les recalqué su
funden. Si lo examinamos detenidamente, uno y otro no son en esencia vacío absoluto. Joad ensarta, por así decirlo, a su adversario hasta el punto
cosas distintas. de reducirlo en adelante a aquella irrisoria lombriz que, como les decía,
En el tercer año de mi seminario, hablamos de la psicosis, en tanto que volverá a las filas de la procesión y servirá de cebo para Athalie, quien
la
se funda en una carencia significante primordial. Mostramos subducción acabará sucumbiendo a este pequeño juego.
de lo real que se produce cuando; arrastrado por la invocación vital, viene La relación del significante con el significado, tan sensible en este diá~
a ocupar su lugar en la carencia del significante de la que hablábamos Iogo dramático, me llevó a referirme al esquema ·célebre de Ferdinand de
ayer con el ténnino de Verweifung, y que, lo admito, no deja de presentar Saussnre en el que se ve representado el doble flujo paralelo del significante
algunas dificultades, por lo cual volveremos a hablar de elfo este año. Creo~ y del significado;distintos y condenados a un perpetuo deslizamiento el uno
sin embargo, que el seminario sobre la psicosis les pennitió comprender,- encíma del otro. Con esta intención forjé para ustedes la imagen~ tomada
si no el motor último, al menos el mecanismo esencial de la reducción del de la técníca del colchonero, del punto de.capitonado. En efecto, es pre-
Otro, del Otro con mayúscula, del Otro como sede de la palabra, al otro ciso que en algún punto el tejido de uno se amarre al tejido del otro para
imaginario. Es una suplencia de lo sim96Iico mediante lo imaginario. que sepamos a qué atenemos, al menos en cuanto a los límites posibles de
Al mismo tiempo, captaron cómo podemos concebir el efecto de total esos deslizamientos:Hay, pues, puntos de capitonado, pero dejan alguna
extrañeza de lo real que se produce en los momentos de ruptura de ese diá- elasticidad en las ligaduras entre los dos ténninos.
logo del delirio mediante el cual, y sólo en él, el psicótico puede sostener Aquí es donde lo retomaremos.este año, cuando les haya dicho en qué,
lo que llamaremos una cieita intransitividad del sujeto. Por nuestra parte, de forma paralela y simétrica a esto, desemboca el diálogo entre Joad y
la cosa nos parece del todo natural. Piensot luego soy, decimos intran- Abner, a saber, que no hay ningún verdadero sujeto que se sostenga, salvo
sitivamente. Sin duda, ahí está la dificultad para el psicótico, en razón el que habla en nombre de la palabra. No han olvidado ustedes en qué plano
precisamente de la reducción de la duplicidad del Otro, con mayúscula, y habla Joad- He aqu/ que este Dios os responde a través de mi boca. S 610
el otro con minúscula, del Otro, sede de la palabra y garante de la verdad, hay sujeto en la referencia a este Otro. Esto es simbólico de lo que existe
y el otro dual, ante el cual el sujeto se encuentra como siendo su propia en toda palabra válida.
imagen. La desaparición de esta dualidad es precisamente lo que le oca- Asimismo, en el cuarto año de este seminario, quise mostrarles que
siona al psicqtico tantas dificultades para mantenerse en un real humano, no hay objeto, salvo metonímico, siendo el objeto del deseo el objeto del
es decir, un real simbólico. deseo del Otro, y el deseo siempre deseo de Otra cosa, muy precisamente
En este tercer año, tratando sobre-la dimensión de lo que llamo el diálo- de lo que falta, a, obje~o perdido primordialmente, en tanto que Freud nos
go que le permite al sujeto sostenerse, se lo ilustré ni más ni menos~ con el
2 lo muestra como pendiente siempre de ser vuelto a encontrar. Del mismo
ejemplo de la primera escena de Athalie. Es un seminario que cie1tamente modo, no hay sentido,· salvo metaf6rico, al no surgir el sentido sino en la
me hubiera gustado retomar para escribirlo, si hubiera tenido tiempo. sustitución de un significante por otro significante en la cadena simbólica.
Creo, sin embargo, que no han olvidado ustedes el extraordinario diá- Esto está connotado en el trabajo del que les hablaba hace un momento
logo inicial de la obra, donde vemos acercarse a ese Abnert prototipo del y al que les invitaba a remitirse, uLa instancia de la letra en el inconscien-
falso he1mano y del agente doble, que viene a tantear el terreno tras los te". Los símbolos siguientes son respectivamente los de la metonimia y la
p1imeros indicios. Su SÍi vengo a su templo a adorar al Eterno hace resonar . metáfora,

14 15
373
LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL FAMILLONARIO

f(S ... S1) S" E= S (-) s Como hay entre la cadena significante y la corriente del significado un
deslizamiento recíproco) que constituye lo esencial de su relación, pero a
. esar de este desiizamiento hay un vínculo, una coherencia entre las dos·
;
~orrientes, que necesitamos captar dónde se produce, se les puede ocurrir ¡.
a ustedes que este deslizamiento. si hay deslizamientoi es por fl.1erza un
deslizamiento relativo. El desplazamiento de cada una produce un despla-
En la prhnera fórmula, S está vinculado, en la combinación de la cadena,
zamiento de la otra. Por otra parte, como vamos a encontrar algún esquema
ejemplar va a ser mediante algo así como el entrecruzamiento en sentido
con S', todo ello con respecto a S", lo cual lleva a poner Sen una cierta
inverso de las dos líneas en una especie de presente ideal.
relación metonímica con s en el plano de la significación. De la misma
En tomo a esto podemos ~entrar nuestra especulación.
forma, la sustitución de S' por S con respecto a S11 desemboca en la relación
· Perot por muy importante que deba ser para nosotros esta noción del
S (+) st que aquí indica - resulta más fácil decirlo que en el caso de la
presente, un discurso no es un aco~tecimiento ~untiforrne a la ~ussell,
metonimia - el surgimiento, la creación, del s~ntido.
por así decirlo. Un discurso no es solo una matena, una textura, smo que
He aquí en qué punto nos encontramos. Ahora abordaremos lo que
constituirá el objeto de nuestros encuentros de este afio. requiere tiempo~ tiene una dimensión en el tiempo, un espesor. No podemos
conformamos en absoluto con un presente instantáneo, toda nuestra expe-
riencia va en contra, y todo lo que hemos dicho. Podemos presentiñcarlo
enseguida mediante la experiencia de la palabra. Por ejemplo, si empiezo
una frase, no comprenderán ustedes su sentido hasta que la haya acabado.
2
Es del todo necesario - ésta es la definición de la frase - que haya dicho
la última palabra para que comprendan dónde está la primera. Esto ~os
1
proporciona el ejemplo más tangible de lo que se puede llamar 1~ acción
Para abordar este objeto, les be construido un esquema, y ahora les diré
qué, al menos hoy, podrán connotar con él. nachtraglich del significante. Prec~samente es lo que les muestro sm cesar L
en el texto de la propia experiencia analítica, en una escala infinitamente
Si hemos de encontrar una fonna de aproximarnos más a las relaciones
más grande, cuando se trata de la historia del pasado.
de la cadena significante con la cadena significada, será mediante la ~gen
grosera del punto de capitonado. . Por otra parte, una cosa está clara - es una manera de expresarse - y
la recalco de forma precisa en "La instancia de la letra en el i~consciente",
Para que resulte válido, antes habría que preguntarse dónde está el col-
chonero. Evidentemente, está en alguna parte, pero el lugar donde podría-
Les ruego que a ella se remitan provisionalmente. Lo expresé en forma
de una metáfora, si puedo decirlo así, topológica. En efecto1 es imposible
mos ponerlo en el esquema sería, con todo, demasiado infan~L
representarse en el mismo plano el significante, el significado y el sujeto.
No es nada misterioso ni opaco, está demostrado en el texto de una manera
muy simple a propósito del cogito cartesiano. Me abstendré de retomarlo
ahora porque volveremos a encontrarnos con esto mismo bajo otra forma.
Les recuerdo todo esto simplemente con la finalidad de justificarles las
dos líneas que vamos a manipular a continuación.
La boya significa el inicio de un recorrido, y la punta de la flecha su
final, Reconocerán ustedes aquí rrú primera línea, sobre la cual queda
enganchada la otra tras haberla atravesado dos :veces.
Les advierto que no pueden confundir lo que representaban anterior-
mente estas dos líneas, a saber, el significante y el significado, con lo que

16 374 17
·.··.
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LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL FAMJLLONARIO

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representan aquí, ligeramente distinto, pues ahora nos situamos por entero por supuesto. Es también el nivel donde se producen menos creaciones de
en el plano del significante. Los efectos sobre el significado están en otra sentido. porque ahí el sentido ya está, en cierto modo, dado. La mayor parte
parte, no se encuentran directamente representados. En este esquema del tiempo, este discurso sólo consíste en una fina mezcla de los ideales
se trata de los dos estados o funciones que podemos aprehender en una admitidos. En este nivel precisamente es donde se produce el famoso dis-
secuencia significante. curso vacío del qu~ partió cierto número de observaciones mías sobre la
La primera línea nos represent~ la cadena significante en tanto que per- función de la palabra y el campo del lenguaje.
manece enteramente permeable a los efectos propiamente significantes de Como muy bien ven ustedes. esta línea es el discurso concreto del sujeto
la metáfora y de la metonimia, lo cual implica la actualización posible de individual, el que habla y se hace oír, es el discurso que se puede grabar
los efectos significantes en todos los niveles> í3:1cluido el nivel fonemático en un disco, mientras. que la primera son todas las posibilidades que ello
en particular. El elemento fonológico es, en efecto, la base del retmécano, incluye en cuanto a descomposición, reinterpretacíón, resonancia, efectos
el juego de palabras, etcétera. Es, en suma, en el significante, aquello con lo metafórico y metonímico·. Una va en sentido contrario de la otra, por la
que nosotros, analistas~ hemos de jugar sin cesar. Salvo quienes llegan aquí simple razón de que.se deslizan una sobre otra. Pero una corta a la otra. Se
por primera vez~ deben de teµer ustedes alguna noción al respecto, y por cortan en dos puntos perfectamente reconocibles.
eso hoy empezaremos a entrar en cierto modo en el tema del inconsciente Si partimos del di~curso, el primer punto ~ond~ topa con la cadena pro..
:•,
a través de la agudeza, el Witz. piamente significa'rite es lo que acabo de explicarles desde el punto de vista
del significante, a saber, el haz de los empleos. Lo llamaremos el código,
en un punto marcado aquí a.
Es preciso que el _código se encuentre en alguna parte para que pueda
haber audición del discurso. Este código está, evidentemente, en A mayús-
cula, es de,:;ir el Otm.como compañero de lenguaje. Este Otro es absolu-
tamente prec~3o que exista y, les ruego que lo adviertan, no hay ninguna
razón en absoluto j_.)~a llamarlo con ese nombre imbécil y delirante de la
conciencia colectiva. Gn Otro es un Otro .. Basta con uno solo para que la
lengua esté viva.. m;ista tal punto basta con uno solo~ que este Otro por
sí solo puede constituir el primer tiempo - con que quede uno y pueda
hablarse a sí mismo.su lengua, con eso basta para que esté él y no sólo un Otro
sino incluso dos, en todo caso alguien que lo comprenda. Se puede seguir
contando ocurrencias en unl:l ~P:ngua cuando se es su único posesor.
La otra línea es la del discurso racional, en el que ya están integrados He aquí, pues, el primer encuentro, que se produce en lo que hemos lla-
cierto número de puntos de referencia, de cosas fijas. Estas cosas, en esta mado el código. El segundo encuentro que remata el bucle, que constituye
ocasión, sólo pueden captarse estrictamente en el nivel de los empleos del el sentido propiamente dicho, que lo constituye a partir del código con el
significante, es decir, aquello que concretamente, en el uso del discurso, que el bucle se ha encontrado en primer lugar, se produce en este punto de
constituye puntos fijos. Como ustedes saben, están muy lejos de conespon- llegada marcado y. Como ven, aquí llegan dos flechas, y hoy me dispensaré
der de forma unívoca a una cosa. No hay ni un solo semantema que corres- de decirles cuál es· la segunda. El resultado de la conjunción del discurso
ponda a una sola cosa. Un semantema corresponde la mayoría de las veces con el sigrúficante éotno soporte creador del sentido es el mensaje.
a cosas muy diversas. Nos detenemos aquí en el nivel del semantema, es En el mensaje, el sentido nace. La verdad que se ha de anunciar, si hay
dech', lo que está fijado y definido por un empleo. alguna verdad, está ahí. La mayor parte de las veces no se anuncia ninguna
Se trata, pues de la línea del discurso corriente, común~ como lo admite
1
verdad, por la sencilla razón de que, las más de las veces, el discurso no
el c6digo del discurso que yo llamaría el discurso de la realidad que damos pasa en absoluto a través de la cadena significante, es el puro y simple ron~

18 19
375
LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU · EL FAMILLONARIO

roneo de la repetición, el molinillo de palabras, que pasa en cortocircuito pueden parecerles obvias, la que va del Yo (Je) al Otro y la que va del Yo
entre By W. El discurso no dice absolutamente nada, salvo indicarles que (Je) al objeto metonímico, nos serán de gran utilidad.
soy un animal parlante. Es el discurso común, hecho de palabras para no Verán también a qué corresponden las otras dos líneas, formidablemente
decir nada, gracias al cual nos aseguramos de no hallarnos frente a lo que apasionan~s, que van del mensaje al código y del código al mensaje. En
el hombre es por naturaleza, a saber, una bestia feroz. efecto, existe una línea de retorno, y si no existiera no habría la menor
Los dos puntos - el mínimo de nudos del cortocircuito del ·discurso ~ esperanza de creación de sentido, como se lo indica a ustedes el esquema.
son fácilmente reconocibles. Son, por una parte, en ¡3', el objeto, en el sentido Es precisamente en el juego entre el mensaje y el código, y también, en
del objeto metonúnico del que les hablé el afio pasado. Por otra parte, en (3 1 consecuencia, en el retorno desde el código al mensaje, donde actúa la
el Yo (Je), en tanto que indica en el propio discurso el lugar de quien habla. ·dimensión esencial en la que nos introduce, a este mismo nivel, la agudeza.
Pueden apreciar en este esquema, de forma sensible, lo que vincula y Ahí es donde nos mantendremos durante cierto número de lecciones
lo que distingue enunciado y enunciación. Es una verdad perfecta e inme- para ver todo lo que de extraordinariamente sugerente e indicativo puede
diatamente accesible a la experiencia lingüística, pero que la experiencia ocurrir.
freudiana del análisis confin:na al menos con la ·distinción principal que Esto nos proporcionará también una ocasión •más para aprehender la rela-
existe entre el Yo (Je), que no es sino el lugar del que habla en la cadena ción de dependencia en que se encuentra el objeto metonúnico, ese famoso
del discurso, el cual además no tiene necesidad siquiera deser designado objeto del cual empezamos a ocupamos el año pasado, ese objeto que nunca
con un Yo (Je), y, por otra parte, el mensaje, que requiere totalmente, como está ahí, que siempre está situado en otra parte, que siempre es otra cosa.
mínimo. el aparato de este esquema para existir. Es completamente impo- Ahora abordemos el Witz.
sible hacer surgír, de forma irradiante y concéntrica, de la existencia de
un sujeto cualquiera, un mensaje o una palabra cualquiera sí no se da toda
esta complejidad - y ello por la sencilla razón de que la palabra supone
precisamente la existencia de una cadena significante. 3
Su ·génesis está lejos de ser algo simple de obtener - nos ha costado un
año conseguirlo. Supone la existencia de una red de los empleos, dicho de ,.::
otra manera, del uso de una lengua. Supone además todo este mecanismo El Witz es lo que se ha traducido como trait d' esprit. También se ha
por el cual - digas lo que digas, pensando en ello o sin pensarlo, formu.les dicho mot d' e:iprit, dejo de lado las razones por las que prefiero la primera l\!
lo que formules - tan pronto entras en la rueda del molinillo de palabras, traducción. Pero el Witz quiere decir también el espíritu. Este término se i?
tu discurso siempre dice más de lo que tú dices. nos presenta pues, enseguida, con una ambigüedad extrema. z t:=
Además, por el solo hecho de ser palabra, el discurso se basa en la Una ocurrencia es a veces objeto de cierta depreciación - es ligereza,
existencia en alguna parte de aquel término de referencia que es el plano falta de seriedad, fantasía, capricho. ¿Y el espíritu? En este ~aso, por el
de la verdad - de la verdad en cuanto distinta de la realidad, lo cual hace contrario, uno se detiene, va con cuidado antes de hablar de la misma forma.
entrar en juego el surgimiento posible de sentidos nuevos introducidos en Conviene dejarle al espíritu todas sus ambigüedades, incluyendo el espí~
el mundo o la realidad. No son sentidos que ya estén sino sentidos que ella ritu en su sentido amplio, ese espíritu que evidentemente sirve demasiado
hace surgir, que literalmente introduce.
Aquí tienen ustedes, irradiando por una parte del mensaje y por otra
parte del Yo (Je), estos pequeños alerones que indican dos sentidos diver- 2. La palabra francesa esprit cubre un campo inmenso, que corresponde a multitud
gentes. Desde el Yo (Je), uno va hacia el objeto metonímico y el segundo de términos en español, según los contextos: espíritu, alma, mente, conciencia, ingenio,
inteligencia, gracia, agudeza, ánimo, malicia, picardía, carácter, mentalidad, intención, etc ••
hacia el Otro: Simétricamente, por la vía de retomo del discurso, el mensaje aparte de algún uso en. plural, con significados semejantes a la expresión "las gentes", etc.
va hacia el objeto metonímico y hacia el Otro. Todo esto es provisional, les Trataremos de usar el más adecuado a cada contexto particular, intentando transmitir el juego
ruego que lo tengan en cuenta, pero van a ver cómo estas dos lúteas que con los diversos sentidos y recurriendo a veces a la traducción literal. [N. del T.]

20 376 21
LA.S ESTRUCTURAS FREUDIANA.S DEL ESPÍRITU EL FAMILLONARIO

a menudo de pabellón para mercancías dudosas~ el espíritu del espiritualis- de vista crítico, qyiero decir desde el punto de vista de una formulación
mo. Pero no por ello carece ]a noción de espíritu de un centro de gravedad, intelectual del problema.
que reside para nosotros en el ingenio en el sentido en que se habla de un Dejo de lado)a tradición principal, la española, porque es demasiado
espíritu agudo,3 aunque no tenga una reputación excesivamente buena. El importante como p~ra que no hayamos de remitirnos a ella abundantemente
espíritu, nosotros lo centraremos en la agudeza, es decir, lo que parece más más tarde.
contingente, más caduco, más asequible a la ciítica. Ciertamentet es propio El punto decisivo es el siguiente - lean lo que lean ustedes sobre el
del genio del psicoanálisis hacer cosas así, y por eso no nos ha de sorpren- problema del Wítz o ·del Wit, el hecho es que siempre llegan a claros calle-
der que el único punto, en suma, de la obra de Freud, donde se mencione jones sin salida, que sólo el tiempo me impide desarrollarles hoy - ya lo
lo que otros p.ecoran con una mayúscula, a saber, el espíritu, sea su obra retomaré. Dejo es~a parte de mi discurso, pero ulterimmente les demostraré
sobre el -Witz. No por ello carecen de parentesco los dos polos del término, qué salto, qué franca.rupturai qué diferencia de calidad y de resultados
gue desde siempre ha dado pie a disputas. caracterizan a la obra de Freud.
Sería divertido recordarl~s la tradición inglesa. El ,Wit es todavía más · Freud no había llevado a cabo la investigación a la que acabo de refe-
netamente ambiguo que el Witz, e incluso que el esprit en francés. lirme sobre la tradición europea del Wztz. Nos dice cuáles son sus fuentes~
Han abundado las discusiones sobre el verdadero, el al'!-téntico espíritu. están claras - so~ tres libros muy sensatos, muy legibles> de esos buenos
el buen espíritu, por decirlo todo, y por otra parle, sobre el mal espíritu, es profesores alemá.nes de pequeñas universidades, que tenían tiempo para
decir, ese espíritu con el cual los que se dedican a hacer piruetas entretienen reflexionar apaciblemente.y hacían cosas nada pedantes. Son Kuno Fischer.
a la gente. ¿Cómo distinguirlos? Sería preciso referirse a las dificultades Theodor Vischer y _Theodor Lipps, un profesor de Múnich que~ de los tres,
que abordaron los críticos. Tras el siglo XVIII, con Addison, Pope, etcétera, escribió las mejores cosas, y llega muy lejos, incluso le tiende las manos a
la cuestión continúa a principios del siglo XIX con la escuela romántica la investigación freudiana, Simplemente, si el Sr. Lipps no hubiera estado
inglesa, que por fuerza tenía que poner de actualidad la cuestión del Wit, tan preocupado por la respetabilidad de su Witz, si no hubiera querido que
Los escritos de Hazlitt son a este respecto muy significativos. Alguien de hubiese uno verdadero y otro falso, habría llegado sin duda mucho más
quien teiidremos ocasión d.e habla:r, Coleridge~ fue quien llegó más l~jos lejos. Por el contrario; eso no retuvo a Freud para nada. Ya estaba acostum-
en esta vía. brado a exponerse, y.por este motivo vio mucho más claro. También porque
Podría hablarles igualmente de la tradición alemana. E11 particular, la vio las relaciones dtructurales que hay entre el Witz y el inconsciente.
promoción del espíritu al primer plano del cristianismo literario siguió en ¿En qué plano .las vio? Únicamente en un plano que podemos llamar 1

Alemania una evolución estrictamente paralela. La cuesti6n del Witz se formal. Entiendojonnal, no en el sentido de bellas formas, redondeces, '!
encuentra en el corazón de toda la especulación románticaf que requerirá todo aquello con to que tratan de sumergirlos otra vez en el más negro
nuestra atención tanto desde el punto de vista histórico como desde el punto oscurantismo, sino en el sentido en que se habla de la forma en la teoría
.,•,,
de vista de la situación del análisis. literaria, por ejemplo. En efecto, hay otra tradición de la que no les he
Es muy llamativo que entre nosotros no haya nada que corresponda hablado, pero es también porque habré de referirme a ella a menudo, una
a este interés de la crítica p~r la cuestión del Wit o del Witz. Las únicas tradición nacida recientemente, la tradici6n checa. Su ignorancia les hace
personas que se han ocupado se1iamente de ello han sido los poetas. En el creer que la referencia al formalismo tiene un sentido vago, De ninguna
período del siglo XIX, entre los poetas, la cuestión no sólo está viva sino manera. El formalismo tiene un sentido extremadamente preciso - es
que se encuentra en el corazón de la obra de Baudelaire y de Mallanné. Por una escuela crftica Iiterari~ perseguida desde ya hace algún tiempo por
otra parte, siempre se la ha presentado, incluso en ensayos, desde el punto la organización estatal que está de parte del sputnik. De cualquier forma, ,t....

donde Freud se siti:ja es en el nivel de este formalismo, es decir, de una


teoría estructural del significante propiamente dicho, y el resultado no deja
3. Homme d'esprit. En esta expresión se mezcla el ingenio con la malicia, incluso la lugar a dudas, más aún, es del todo convincente. Ésta es una clave que me
picardía. [N. del T.] pennite ir mucho más lejos. -

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LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU _EL FAMILLONARIO
·-·~ t}
Después de haberles pedido que lean de vez en cuando.mis· artículos 1 de Reisebilder, Estampas de viaje, qne es desconcertante que no sea un libro ~·:
todas formas no tengo necesidad de pedirles que lean el libro de Freud, Der clásíco. En la parte italiana, se encuyntra un pasaje donde figura aquél
Witz und seine Beziehung zum Unbewussten. Dado que este año les hablo personaje inenarrable sobre cuyas propiedades espero tener todavía tiempo
del Witz, me parece lo mínimo. Verán que la economía de este libro se basa de decirles algo hoy.
en que Freud parte de la técnica del chiste y vuelve a ella constantemente. En el transcurso de su conversación con él, Reine obtiene de Hirsch-
¿Qué sigtúficaesto para él? Se trata de técnica verbal, como se suele decir. Hyacinth la declaración de que tuvo el honor de curarle los callos al gran
Yo les digo, más precisamente, técnica del significante. 1; r·-:
Rothschild, Nathan el Sabio. Mientras le limaba los callos, se decía a sí ...• l
Si Freud desentraña verdaderamente el problema, es porque parte de la mismo que él, Hirsch-Hyacinth, era un hombre importante. En efecto,
técnica del significante y vuelve a ella sin cesar. Pone de manifiesto dis- pensaba que durante esta operación Nathan el Sabio estaba meditando
tintos planos, y de pronto se ve con la mayor nitidez qué es lo que se debe sobre los diversos correos que había de enviar a los reyes, y que si él,
saber distinguir para no perderse en perpetuas confusiones del significado, Hirsch-Hyacinth, le roía demasiado un callo, resultaría en las alturas
en pensamientos que no pern~u.ten salir del apuro. Se.ve, por ejemplo, que alguna irritación► y en consecuencia Nathan a su vez la tomaría un poco
hay un problema del ingenio. y hay un problema de lo cómico, y que no es más con los reyes.
lo mismo. De la misma fonna 1 por mucho que de vez en cuando el problema Y así, de una cosa a otra, Hirsch-Hyacinth acaba hablando de otro
de lo cómico y el problema de la risa vayan juntos, incluso aunque los tres Rothscbild que cónoció, Salomon Rothschild. Un día que se anunció en
se enmarañen, no se trata tampoco del mismo problema. casa de este último como Hirsch-Hyacinth, obtuvo esta respuesta en len-
En resumen, para esclarecer el problema de la agudeza, Freud parte de guaje campechano-Yo también colecciono lotería, la lotería Rothschild, ·
la técnica significante, y de alú partiremos nosotros con él. no quiero que mi colega ponga un pie en la cocina. Y, exclama Hírsh- ~ •• r

Curiosamente, se produce en un nivel del que, está claro, no se indica Hyacinth, me trató de una forma del todo famillonaria. ••• tM; ...
<_::_·,:·:_·:· r::~
que sea el nivel del inconsciente, pero, por razones profundas, relacionadas · He aquí en qué se detiene Freud. i;;:
con la propia naturaleza de lo que está en juego en el Witz, fijándonos en ¿Qué es eso de famillonaria? ¿Es un neologismo, un lapsus, una ocu- i
eso es como mejor veremos lo que no está del todo ahí, sino al lado, y que rrencia? Es una ocurrencia, sin duda, pero el solo hecho de que haya podido j.
es el inconsciente. El inconsciente, precisamente, sólo se aclara y se nos plantearme las dos otras preguntas nos introduce ya en una ambigüedad del J.:
confía cuando miramos un poco al lado:' Lo verán ustedes constantemente significante en el inconsciente.
en el Witz, pues ésta es su propia naturaleza - miras ahí y eso te permite ¿Qué nos dice Freud? Que reconocemos aquí el mecanismo de la con-
ver lo que no está ahí. densación, materializada en el material del significante, se trata de una
Empecemos, pues, con Freud por las claves de la técnica del significante. especie de encastrado, con ayuda de no sé qué máquina, de dos líneas de la
Freud no se mató para encontrar ejemplos - casi todos los que nos da, cadena significante. Freud completa esta palabra con un precioso esquema
y que pueden parecemos un poco prosaicos y de valor desigual, los toma de significante donde se inscribe, primero, familiar, luego, debajo, millona-
esos tres profesores, por eso les be dicho en qué estima los tenía. Con todo, ria. Fonéticamente, ar/ar está en los dos casos, igual que millmill1 eso se
hay otra fuente en la que Freud verdaderamente se empapa, es Heinrich condensa y, en el intervalo entre los dos, aparece famillonaria.
Reine, y de esta fuente toma su primer ejemplo.
Se trata de una palabra espléndida que florece en la boca de Hirsch- ºFamili ar
Hyacinth, judío de Hamburgo que colecciona boletos de lotería, menes- mili onaria
teroso y famélico, con quien Heine se encuentra en los baños de Lucas.
faMILlon ARia
Si quieren llevar a cabo una lectura completa sobre el Witz, deben leer
Tratemos de ver qué ocurre en el esquema de la pizarra. Me veo obli-
4. A coté. En otros contextos se usa como adjetívo ("errado") o adverbio ("erra- gado a ir deprisa, pero tengo algo que señalarles.
damente"). Véanse págs. 281 y 330. [N. del T.J

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LAS ESTRUCTURA.S FREUDIANAS DEL ESPÍRITU . EL FAMILLONARIO

Evidentemente, puede esquematizarse el discurso diciendo que parte han de estar en una posición segunda intermedia. Las otras son~ o bien
del Yo (Je) para dúigirse al Otro. Es más correcto darse cuenta de que, iniciales o bien terminales.
con independencia de lo que pensemos, todo discurso parte del Otro, a., Así pues, en tres tiempos, las dos cadenas, la del discurso y la del
se refleja en el Yo (Je) en '3 1 pues éste se ha de ver implicado en el asunto, significante, llegan a converger en el mismo punto, el del mensaje.
vuelve al Otrn en un segundo tiempo~· de ahí la invocación al Otro, Yo Como resultado, el Sr. Hirsch-Hyacinth fue tratado de una forma del todo
tenía con Salomon Rothschild un trato del todo familiar-y a continuación famillonaria.
se va volando hacia el mensaje, y. Este mensaj~•es perlectamente incongruente, porque no se admite> no
Pero no olviden que el interés de este esquema está en que tiene dos está en el código. En eso reside todo. Por supuestot el mensaje está hecho,
líneas y las cosas circulan al mismo tiempo por la línea de la cadena sig- en principio, para estar en cierta relación de distinción respecto al código~
nificante. Por la misteriosa propiedad de los fonemas que se encuentran pero aquí, es en el propio plano significante donde viola manifiestamente
en una y otra palabra, conelativamente algo se remueve en el sigruficante, el código.
se produce una sacudida en la propia cadena significante elemental. En lo La definición que les propongo de la agudeza descansa de entrada en
que se refiere a la cadena, hay igualmente tres tiempos. esto, que el -mensaje se produce en cierto nivel de la producción signi-
En el primer tiempo, el esbozo del mensaje. ficante, se diferencia y se distingue respecto al código~ y adquiere. por
En el segundo tiempo, la cadena se refleja en ~' en el objeto meto- esta distinción y esta diferencia, valor de mensaje. El mensaje reside en su
nímico, mi millonario. En efecto, de lo que se trata para Hirsch-Hyacinth es diferencia respecto al código,
del objeto metonímico 1 esquematizado, de su pertenencia. Es su millonario, ¿Cómo se sanpiona esta diferencia? Aquí se trata del segundo plano,
pero al mismo tiempo no lo es, porque es más bien el millonario quien lo Esta diferencia es sancionada como agudeza por el Otro. Esto es indispen-
posee a él. Resultado - no pasa, 5 y por eso precisamente este millonario sable, y está en Freud.
se re:flej a en el segundo tiempo en p', a la vez que el otro ténninoi 1afonna Hay dos cosas en el libro de Freud sobre la agudeza - la promow
familiar, llega a a.. ción de la técµ.ica significante y la referencia al Otro como tercero.
En el tercer tiempo, millonaria y f amiliat se encuentran y se conjugan Esta referencia-, q1,e les martilleo desde hace años, Freud la articula
en el mensaje, en y, para producirfamillonaria. claramente, en especial en la segunda parte de su obra, pero por fuerza
Encontrar este esquema puede parecerles pueril, aunque esté bien, por- desde el principio.
que soy yo quien lo ha hecho. Pero cuando se les vaya pegando a lo lar.go Por ejemplo, ~reud nos destaca perpetuamente la diferencia entre la
de todo el año, tal vez se dirán que sirve de algo. En particular, gracias agudeza y lo cómico, debida a que lo cómico es dual. Lo cómico es la
al hecho de que nos presenta exigencias topológicas, nos pennite medir relación dual, y es preciso que esté el Otro tercero para que haya agudeza.
nuestros pasos en lo que se refiere al significante. Tal como está hecho; lo La sanción del Otro tercero, ya sea que lo sostenga o no un individuo,.
recorran como lo recotran, limita nuestros pasos - quiero decir que cada resulta aquí eseripial. El Otro ·devuelve la pelota, dispone el mensaje en el
vez que debamos dar un paso, el esquema nos exigirá que no demos más de código como agudeza, dice, en el código - Esto es una agudeza. Si nadie
tres elementales: A eso están destinadas las boyas iniciales y las puntas de lo hace, no hay agudeza. Si nadie se da cuenta, sifamillonaria es un lapsus,
flecha, así como los alerones relacionados con los segmentos, que siempre· no constituye una agudeza. Es preciso, pues, que el Otro lo codifique como
agudeza, que se inscriba ·en el código mediante esta intervención del Otro.
Tercer elemento de la definición - la agudeza tiene relación con algo
5. Ne passe pas. Tanto eu este caso como en frases afirmativas que incluyen la forma
passe, traducimos literalmente este téimino sin añadidos por su connotación topológica
que está situado profundamente en el nivel del sentido. No digo que sea una
precisa en el contexto del grafo. Hay que recordar por otra parte que en francés está muy verdad, pues las sutiles alusiones a no sé qué de la psicología del millonario
presente la idea de "ser admitido", "concedido", "aprobado" e ''introducirse en", así como y el parásito, aunque contribuyan mucho a nuestro placer, ya hablaremos
lo que coloquialmente se diría "colar". En español está demasiado presente, por el contrario, de ello, no nos explican la producción de este famillonario. Yo digo que
la idea de caducidad, de alejamiento. es la verdad.

26 27
379
·..·

r::
LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU
•.··
:·. ·
Desde hoy les propongo que la esencia de la agudeza - si queremos
buscarla, y buscarla con Freud, pues él nos llevará tan .lejos como sea posi-
ble en esta dirección, hacia lo más agudo que tiene, porque de agudeza se
trata y tiene punta - 6 reside en su relación con una dimensión rndical que
se refiere esencialmente a la verdad, a saber,' a lo que llamé, en mi artículo
sobre ºLa instancia de la letra"> la dimensión de coartada de la verdad. ·
Por muy de cerca que queramos captar la esencia de la agudeza, lo cual
no deja de producimos no sé qué diplopía mental, de lo que se trata siempre,
lo que la agudeza hace expresamente, es esto - designa, siempre al lado,
lo que sólo se ve mirando en otra dirección.
Aquí es donde lo retomaremos la próxima vez. Los dejo sin duda con
algo pendiente, con un enigma. De todas forinas, creo haber planteado
los términos a los que, comQ °luego les demostraré, debemos mantenernos
necesariamente fieles.
.... ·
6 DE NOVIEMBRE DE 1957

6. [... ] ll nous conduira aussi loin que possible dans ce sens ou est sa pointe, puisque
de polnte il s 1 agit, et pointe il y a. [N. del T.J

28 380
V

EL POCO SENTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

Los nudos de la significaci6n y del placer


Necesidad, demanda, deseo
Beneficios de la ingratitud
Pifia y desconocimiento
La subjetividad

Al llegar a la parte patética de su obra sobre la agudeza, la segunda,


Freud se plantea lá. cuestión del origen del placer que procura.
Resulta cada vez más necesario que hayan leído al menos una vez este
texto. Se lo recuerdo a aquellos de entre ustedes que se puedan creer dispen-
sados de hacerlo. Es la única forma que tienen de conocer esta obra, salvo
que se la lea yo mismo aquí, lo cual no sería, creo yo, de su agrado. Aunque
haga descender sensiblemente el nivel de atención, extraeré algunos trozos
para ustedes, pues s6lo así pueden darse cuenta de que las fónnulas que
les proporciono, o trato de proporcionarlest siguen frecuentemente muy de
cerca las cuestionys que se plantea Freud.
Pero tengan cuidadp, al menos, con lo siguiente- el avance de Freud es a
menudo sinuoso. Cuando se refiere a temas trillados, a títulos diversos, psicol6-
gicos u otros, la forma en que se sirve de ellos introduce una temática implícita
tanto o incluso más importante que los temas que le sirven de referencia explí-
cita, compartidos con sus lectores. La forma en que se sirve de ellos hace surgir,
en efecto - y en verdad es preciso no haber abierto el texto para no darse
cuenta-, una dimensión nunca sugerida con anterioridad. Esta dimensión es
precisamente la del significante. Nosotros delimitaremos su papel.

Iré directamente al tema de lo que nos ocupa hoy- ¿cuál es, se pte-
gunta Freud, la fuente del placer del chiste?

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LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL POCO SENTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

En un lenguaje demasiado extendido en t?Uestros días y que algunos al sentido, la esencial polivalencia y la funci6n creadora que tiene con
usarían, diríamos que la fuente del placer del chiste se ha de buscar en respecto a él, el acento arbitrario que aporta al sentido.
su aspecto formal. Felizmente, Freud no se expresa en estos términos. La otra cara es la cara de inconsciente. Que el ejercicio del significante
Llega a decir, por el contrario, de una forma mucho más precisa, que la recuerda de por sí todo lo que es de la categoría del inconsciente, queda
verdadera fuente del placer aportado por el chiste reside simplemente en suficientemente indicado para Freud por el hecho de que las estructuras
la broma. que revela el chiste, su constitución, su cristalizaciónr s11 funcionamiento,
Pero resulta que el placer que obtenemos durante el ejercicio del chiste no son distintas de las que descubriera en sus primeras aprehensiones del
tiene su centro en otra parte. ¿Acaso no vemos en qué dirección busca inconsciente, en los sueños, en los actos fallidos - o logrados, como quie-
Freud esta fuente, y a lo largo de todo su análisis? La ambigüedad inherente ran ustedes entenderlo - , incluso en los síntomas, de todo lo cual hemos
al propio ejercicio del chiste hace que no veamos de dónde nos viene ese tratado de dar una fórmula más ajustada bajo las rúbricas de la metáfora
placer, y es preciso todo el esfuerzo de su análisis para mostrárnoslo. y de la metonimia. Esas fórmulas son equivalentes para todo ejercicio del
Es absolutamente esencial seguir aquí el movimiento de su avance, lenguaje y también para aquello estructurante que, del lenguaje, encontrare-
De acuerdo con un sistema de referencia explícita que se manifestará de mos en el inconsciente. s·on las fórmulas más generales, y la condensación,
forma cada vez más acentuada hasta el fin de la obra, la fuente primitiva de el desplazamiento y los otros mecanismos que Freud pone de relieve en las
placer es puesta en relación con un periodo lúdico di? la actividad infantil, estructuras del inconsciente, no son en cierto modo sino sus aplicaciones.
con ese primer jugueteo con las palabras que nos remite directamente a la Conferir de esta forma al inconsciente la estructura de la palabra no forma
adquisición del lenguaje en cuanto puro significante, al juego verbal, al parte quizás de nuestros hábitos mentales, pero corresponde a lo que tiene
ejercicio~ diríamos, casi puramente emisor de la forma verbal. ¿Se trata, efectivamente de dinámico en su relación con el deseo.
pura y simplemente, de un retorno a un ejercicio significante propiamente A esta medida común entre el inconsciente y la estructura de la palabra
dicho en un periodo anterior al control - mientras que la razón obliga ·en tanto que está regida por las leyes del significante, a eso es precisamente
progresivamente al sujeto, debido a la educación y a todo_s los aprendizajes a lo que tratamos de aproximarnos cada vez más, intentamos convertirlo
de la realidad, a añadirle control y crítica al uso del significante? ¿Reside en ejemplar con nuestro recurso a la obra de Freud sobre la agudeza. Esto
acaso en esta diferencia el principal origen del placer en el chiste? Si lo es lo que trataremos de examinar hoy más detenidamente.
que Freud nos plantea se concretara en esto, la cosa parecería sin duda muy Destacar lo que podríamos llamar la autonomía de las leyes del sig-
simplel pero no es así, ni mucho menos. nificante, decir que son primeras con respecto al mecanismo de la creación
Si Freud nos dice que ahí está la fuente del placer1 tambi~n nos mues- del sentido, no nos dispensa, por supuesto, de planteamos la pregunta de
tra por qué vías pasa este placer - son vías antiguas, porque siguen ahí cómo concebirt no sólo la aparición del sentido sino también, por parodiar
en potencia, virtuales, existentes y todavía sostienen algo. Son ellas las una fórmula que fue bastante torpemente producida dentro de la escuela
que quedan liberadas por la operación del chiste, éste es :su privilegio con lógico-positivista, el sentido del sentido - no es que esta última expresión
respecto a las vías que han sido llevadas al primer plano del control del tenga ningún sentido. ¿Qué queremos decir cuando se trata de sentido?
pensamiento del sujeto en su progrnso hacia el estado adulto. El paso por Por otra parte, Freud, en este capítulo sobre el mecanismo del placer, no
estas vías hace entrar desde un principio el chiste - y aquí interviene todo deja de referirse constantemente a esta fórmula tan a menudo propagada a_
el análisis anterior que Freud hace de su nervio y de sus mecanismos - en propósito del chiste, el sentido en el sinsentido. Esta fórmula, propuesta hace
las vías estructurantes que son las del inconsciente, las mismas. ya mucho tiempo por distintos autorest ti.ene en cuenta dos aspectos aparentes
En otros términos. y es el propio Freud quien se expresa así, el chiste del placer- el chiste llama la atención de entrada por el sinsentido, nos deja
tiene dos caras. pendientes y luego nos recompensa con la aparición en este mismo sinsentido
Está, por una parte, el ejercicio del significante, con esa libertad que de no sé qué sentido secreto, siempre tan difícil de definir por otra parte.
eleva al máximo su posibilidad de ambigüedad fundamental. Para decirlo De acuerdo con otra perspectiva, se dirá que el camino del sentido lo
todo, encontramos aquí el carácter primitivo del significante con respecto abre el sinsentido que en ese instante nos deja estupefactos, pasmados.

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LAS ESTRUCTURAS FREUDIA.NAS DEL ESPÍRITU . EL POCO SE_NTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

Esto se acerca tal vez más al mecanismo~ y seguramente Freud se inclina Esos tiempos han sido tan poco examinados, que un personaje emi-
a concederle más propiedades. O sea, que al sinsentido le corresponde el nentemente represe~tativo de la jerarquía psicoanalítica escribió todo
papel de embaucamos por un instante, el tiempo suficiente para que un un artículo, de una docena de páginas aproximadamente - lo he men~
sentido hasta entonces inadvertido nos sorprenda a través de su captura por donado en alguna parte en uno de mis artículos - , para maravillarse de
el chiste. Este sentido, por otra parte, desaparece rápidamente, es fugitivo, las vrrtudes de lo que llama Wording, palabra inglesa correspondiente a
es un sentido en forma de relámpago, de la misma naturaleza que el pasmo lo que, con menos gracia,' llamamos en francés paso a lo verbal o verba-
que por tm instante nos retuvo en el sinsentido. lización. Evidentemente es mucho más elegante en inglés. Una paciente
De hecho, si se examinan las cosas con más cuidado; vemos que Freud se había encabritado singularmente por una intervención suya, y entonces
llega a repudíar el término de sinsentido. Ahí es donde quisiera que nos detu- él dijo algo que significaba que sus demands, lo cual en inglés tiene un
viéramos hoy, pues lo propio de estas aproximaciones e_s precisamente evitar acento todavía más insistente que en francés, eran singulares, incluso
el último ténnino, la fuente última del mecanismo que interviene. Semejantes fuertes. Ella quedó lityralmente trastornada, cpmo frente a una acusación,
fónnulas tienen en sí mism~s~ sin lugar a dudas, su apariencia, su seducción una denuncia. Pero:_ al hacerle otra vez la misma interpretación al poco
psicológica, pero no son, hablando con propiedad, las cqnvenientes. rato sirviéndose de la palabra needs, o sea necesidades, se encontró con
Les propondré que, como punto de partida, no rec~rramos al niño. alg1:3ien completamente dócil en la aceptación de su interpretación. Y el
Sabernos que el niño puede obtener cierto placer con sus juegos verbales, autor va y- se maravilla.
y por eso podemos referimos en efecto a algo así para dar sentido y peso Que el autor en cuestión haga de este descubrimiento una montaña,
a una psicogénesis del mecanismo del ingenio, concederle todas las gra- nos demuestra muy bien hasta qué punto el arte del Wording se encuentra
cias a aquella actividad lúdica primitiva y lejana, y quedamos satisfechos todavía en el análisis, o al menos en cietto círculo del análisis, en estado
con ello, Pero si se piensa de otra forma, en vez de obedecer a la rutina prinútivo. Porque en verdad, todo está ahí - la demanda es de por sf tan
.... •
preestablecida, ésta no es una referencia que deba satisfacemos tanto, pues relativa al Otro, que el Otro se encuentra enseguida en posición de acusar al
tampoco es seguro que el placer del ingenio, en el que el nifio sólo participa sujeto, de rechazarlo, nú~ntras que, cuando se invoca la necesidad, asume
muy de lejos, deba ser explicado exhaustivamente recurriendo a la fantasía. esta necesidad, la homologa, la atrae hacia él, ya empieza a reconocerla,
Para conseguir anudar el uso del significante con lo que podemos llamar lo cual es una satisfacd.ón esencial. El mecanismo de la demanda hace
una satisfacción o un placer, volveré l:lhora a una referencia que me parece que el Otro, por naturaleza, se oponga a él, incluso se podrla decir que por
elemental. Si recurrimos al niño, es preciso no olvidar que al principio el naturaleza la demanda ·exige, para sostenerse como demanda, que alguien
significante está destinado a servir para algo - está hecho para expresar se le oponga. El modo¡ en que el Otro accede a la demanda ilustra a cada 1

una demanda. Pues bien, detengámonos un instante en el motor de la momento la introduc~i6n del lenguaje en la comunícaicón. '!
demanda. Pensémoslo bien: El sistema de las necesidades se introduce en la
dimensión del len~3:je para ser remodelado, pero también para volcar-
se hasta el infinito én el complejo significante, y por eso la demanda es
esencialmente algo que por su naturaleza se plantea como potencialmente
2 exorbitante. No sin razón los niños piden 13: luna. Piden la luna porque pedir
la luna corresponde a la naturaleza de una necesidad que se expresa a través
del sistema significante. Por otra parte, no dudamos en prometérsela. Por
¿ Qué es la demanda? Es lo que, de una necesidad, por medio del signifi- otra parte, además, estamos cerca de tenerla. Pero a fin de cuentas, todavía
cante dirigido al Otro, pasa. 1 Ya les indiqué la última vez que esta referencia no la tenemos, la luna.
merecía que tratáramos de sondear sus tiempos. Lo esencial es poner esto de relieve - ¿qué ocurre en la demanda de
satisfacción de una necesidad? Respondemos a la demanda, damos a nues-
l. Passe. Recuérdese la nota 5 sobre este ténnino en la página 26. [N, del T.] tro prójimo lo que nos pide, pero para ello, ¿por qué ratonera ha de pasar?

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LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL POCO SENTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

¿A qué reducción de sus pretensiones es preciso que se reduzca él mismo nueve obras de misericordia. Sus propios términos son bastante llamativos.
para que la demanda sea ratificada? . Vestir a quienes van desnudos - si la demanda fuera algo que debiera
Es algo que pone de relieve suficientemente el fenómeno de la necesidad sostenerse hasta su extremo más directo~ ¿por qué no decir vestir a los
cuando aparece al desnudo. Diría incluso que para acceder a la necesidad
0 a las que están desnudas en Christian Dior? De vez en cuando ocurre,
en cuanto necesidad hemos de referirnos, más allá del sujeto, a no sé qué pero por lo general ha empezado desnudándolos uno mismo. Iguahnente,
Otro que se llama Cristo y se identifica con el pobre. Esto vale para quienes dar de comer a los que tienen hambre - ¿por qué no atiborrarlos? Eso
practican la caridad cristiana, pero también para los otros. El hombre del no se· hace, les haría daño, están acostumbrados a la sobriedad, no V'.ªYª a
deseo, el Don Juan, de Moliere, le da al pobre, por supuesto, lo que éste sentarles mal, En cuanto a visitar a los enfermos, les recordaré el dicho de
le pide, y no en vano añade por amor de la humanidad. La respuesta a la Sacha Guitry - Una visita siempre es placentera, si no cuando uno llega,
demanda, la concesión de la demanda, es deferida a fin de cuentas a Otro . al menos cuando se va.
más allá del que tienes delante. Una de
las historietas el)._ las que Freud La temática de la demanda se encuentra pues en el corazón de lo
centra su análisis del chiste, la del salmón con mayonesa, es la más bonita que hoy nos proponemos. Tratemos por lo tanto de esquematizar lo que
para ilustrarlo. . ocurre en este tiempo de detención que, de alguna forma, por una vía
Se trata de un personaje que, tras haberle dado a un pedigüeño algún singulart a la manera de una bayoneta, si podemos expresarnos de esta
dinero que éste necesita para hacer frente a no sé qué deudas, habiéndose ya forma, desfasa la comunicación de la demanda con respecto a su acceso
cumplido el plazo, se indigna cuando le ve darle otro destino al objeto de su a la satisfacción.
generosidad. Es una historia graciosa de verdad. Después de su buena obra, . Para hacer uso de este pequeño esquema, les ruego que se remitan a algo
ve al otro en un restaurante a punto de regalarse un salmón con mayonesa; que no por ser mítico es menos profundamente verdadero.
lo cual se considera signo de un gasto suntuario. Hay que ponerle un poco
Supongamos algo que a pesar. de todo debe existir en alguna parte,
de acento vienés, como requiere el tono de la historia. Le dice - ¿C6mo? aunque sólo sea en nuestro esquema, a saber, una demanda que pasa. A
¿Para eso te he dado dinero? ¿Para que te permitas salmón ~on mayonesa? fin de cuentas, alú está todo - si Freud introduce una nueva dimensión en
Entonces interviene el otro en el chiste, respondiendo - Pero entonces, no nuestra consideración del hombre es porque, yo no diría que algo pasa de
lo entiendo. Cuando no tengo dinero1 no puedo comer salmón con mayo- todas formas, sino que algo que está destinado a pasar, el deseo que debería
nesa, cuando lo tengo, tampoco puedo comerlo. Así, ¿cuándo voy a comer no
salmón con. mayonesa?
Todo ejemplo de chiste resulta todavía más significativo por su particu-
pasar, deja en algún lugar sólo huellas sino un circuito insistente.
Partamos, pues, de algo que represente la demanda que pasa. Como
existe la infancia, muy bien podemos hacer que la demanda que pasa se
ij
laridad, por lo que la histotia tiene de especial e imposiqle de generalizar. refugie en ella. El niño articula lo que en él es todavía tan sólo una arti-
A través de esta peculiaridad es como llegamos al núcleo del motor del culación incierta, pero en la que se complace - por otra parte, a eso es
dominio que estamos examinando. a lo que se refiere Freud. El joven sujeto dirige su demanda. ¿De dónde
La pertinencia de esta historieta no es menor que la de cualquier º!1'ª, parte, esta demanda, si todavía no ha entrado en juego? Digamos que se
pues todas conducen siempre al meollo del problema, a saber, la relación dibuja algo que parte de este punto que llamaremos delta o D mayúscula,
entre el significante y el deseo. El deseo queda profundamente transfor~ por Demanda.
mado en su acento, queda subvertido, se toma ambiguo, debido a su paso ¿Qué es lo que nos describe esto? Nos describe la función de la nece-
por las vías del significante. Entendamos bien qué quiere decir esto. Toda sidad. Se expresa algo que parte del sujeto y que consideramos la línea de
satisfacción es concedida en nombre de cierto registro que hace intervenir su necesidad. Acaba aquí, en A, donde se cruza también con la curva de
al Otro más allá del que pide, y esto precisamente pervierte en profundidad lo que hemos aislado como el discurso, hecho de la movilizaci6n de un
el sistema de la demanda y de la respuesta a la demanda. material preexistente. No la he inventado yo, la línea del discurso, en la que
Vestir a quienes van desnudos, dar de comer a quienes tienen hambre. interviene el stock, muy reducido en este momento, del significante, en la
visitar a los enfermos - no es preciso que les recuerde las siete, ocho o medida en que el sujeto articula correlativamente algo.

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LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU . EL POCO S~NTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

Véanlo. Esto se desarrolla en dos planos, el de la in{ención, estructuración de la .demanda que tratamos de situar en el fundamento del
primer ejercicio del significante en la expresión del deseo.
Les pediría que, -ar menos provisionalmente, admitieran, como la
2
referencia más ú~l para lo que trataremos de desarrollar posteriormente,
el caso ideal en el cual la demanda encuentra exactamente en el tercer
tiempo lo que la pr9longa, o s_ea, el Otro que la retoma a propósito de su
mensaje.
Ahora bien, lo que hemos de considerar aquít en cuanto a la demanda,
la
n9 puede confundirse_ (?Xactamente con satisfacción de la necesidad,
porque el propio ejercicio de todo significante transfonn~ la manifestación
1
1

'
objeto •: 1 - - - - - - - l ' yo
de dicha necesidad. Al añadir él significante se le aporta un
mínimo de
'1
transfo1mación - de metáfora, por decirlo todo - que hace que lo signi-
11
ficado sea algo más allá de la necesidad bruta, resulta remodelado por el
3 \ ¡1 uso del significante. En consecuencia, desde este comienzo, lo que entra en
'ti 1
la creación del significado no es pura y simple traducción de la necesidad
sino recuperación, reasunción, remodelado de la necesidad, creación de
un deseo distinto d~. la necesidad. Es la necesidad más el significante. Así
por confusa que la supongan, del joven sujeto en tanto que enúte la llama- como el socialismo, decía Lenin, es posiblemente algo encantador, pero
da, y el del significante, por desordenado que puedan suponer igualmente la comunidad perfecta dispone además de la electrificación, aquí, en la
su uso 1 en tanto que es movilizado en este esfuerzo, en esta llamada. El expresión de la necesidad, también está el significante.
significante progresa al mismo tiempo que la intención hasta que ambos Del otro lado, del lado del significante, hay seguramente en el tercer
alcanzan estas intersecciones, A y M, cuya utilidad para comprender el tiempo algo que corresponde a la aparición milagrosa - en efecto, la
efecto retroactivo de la frase que se completa ya les he indicado. habíamos supuesto milagrosa, perfectamente satisfactoria - de la satis-
Antes del fin del segundo tiempo, vean que estas dos lfueas todavía no se facción en el Otro de este mensaje nuevo que ha sido creado. Ello conduce
han entrecruzado. En otras palabras1 quien dice algo dice al mismo tiempo normalmente a lo que Freud nos presenta como el placer del ejercicio del
más y menos de lo que ha de decir. La referencia al carácter titubeante del significante. En este caso ideal exitoso, el Otro está en la propia prolonga-
primer uso de la lengua por paite del niño se puede emplear plenamente ción del ejercicio del significante. Lo que prolonga el efecto del significante
en este caso. en cuanto tal es su 1·esolución en un placer propio, auténtico, el placer del
Hay progresión simultánea a lo largo de las dos líneas, y doble ter- uso del significante: Pueden ustedes inscribirlo en alguna línea límite.
minación al final del segundo tiempo. Lo que empezó como necesidad se Les ruego_ que lo admitan de momento a modo de hipótesis - el uso
. llamará la demanda, núentras que el significante se <;ierra en lo que temú- común de la demanda está subtendido2 por una referencia primitiva a lo que .
na, de una forma tan aproximada como ustedes quieran, el sentido de la podríamos llamar el éxito.pleno, o prí.mer éxito, o éxito mítico, o la forma
demanda y constituye el mensaje que evoca al Otro - digamos la madre, arcaica primordial del ejercicio del significante. Esta hipótesis pennane-
por admitir de vez en cuando la existencia de buenas madres. La institución cerá como subyacente ~n todo lo que trataremos de concebir de lo que se
del Otro coexiste así con la tenninación del mensaje. Ambos se determinan produce en los casos real~s del ejercicio del significante.
al mismo tiempo, el uno como mensaje, el otro como Otro.
En un tercer tiempo, veremos que la doble curva se tenni.na tanto más 1. Soustendu, de soustendre. En espafiol es sólo un término de geometría, pero en
allá de A como más allá de M. Indicaremos, al menos a título de hipótesis, francés tiene un uso figurado. que se refiere a lo que es la base más o menos clara de un
cómo podemos nombrar estos puntos terminales y localizarlos en esta. discurso. [N. del T.]

94 95
385
LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL POCO SE!'/TIDO Y EL PASO DE SENTIDO

En la medida en que crea al mismo tiempo el mensaje y el Otro) el piamente, es por lo que es apto para enh·ar en el inconsciente. En efecto,
paso plenamente exitoso de la demanda a lo real conduce, por una parte, a no todo deseo es capaz de entrar en el inconsciente. Sólo entran en el
una reorganización del significado, introducido por el uso del significante inconsciente aquellos deseos que, por haber sido simbolízados, pueden, al
en cuanto tal1 y, por otra parte, prolonga directamente el ejercicio del sig~ entrar en el inconsciente, conservarsét en su forma simbólica, es decir, la
nificante en un placer auténtico, Ambos se equilibran. Está) por un lado, forma de aquella huella indestructible, ejemplo que Freud vuelve a tomar
este ejercicio del significante que en efecto encontramos, con Freud, en el una vez más en el Witz, Se trata de los deseos que no se gastan, que no
propio origen del juego verbal y que constituye un placer original siempre tienen el carácter de impermanencia propia de toda insatisfacción sino
dispuesto a surgir, Por otro lado, está lo que se produce para oponerse a él. que, por el contrario, se sostienen en la estructura simbólica, la cual los
Ahora veremos de qué se trata. mantiene en cierto nivel de circulación del significante, ése que, como les
Cuán enmascarada está esa novedad que aparece no s61o en la respuesta he señalado, hemos de situar en este esquema en el circuito entre el men-
a la demanda sino en la demanda verbal misma, algo original que com- saje y el Otro, donde ocupa una función variable según las circunstancias
plejiza y transforma la necesidad, que la sitúa en el plano de lo que desde en las que se produce. Por este mismo procedimiento hemos de concebir
entonces llamaremos el deseo. el circuito giratorio del inconsciente en la medida en que está ahí siempre
¿ Qué es el deseo? El deseo se define por una separación esencial con dispuesto a reaparecer.
respecto a todo lo que corresponde pura y simplemente a la dirección Por la acción de la metáfora es como se produce el surgimiento del sen-
imaginaria de la necesidad - necesidad que la demanda introduce en un tido nuevo, cuando, tomando prestados ciertos circuitos originales, asesta
orden distintot el orden simbólico, con todas las perturbaciones que éste un golpe dentro del circuito corriente, banal, admitido, de la metonimia. En
puede traer aquí. la agudeza, la pelota va y vuelve entre el mensaje y el Otro a cielo abierto,
Si les ruego que recurran a ese mito primordial es porque será preciso produciendo el efecto original que le es propio.
que nos apoyemos en él a continuación, o de lo contrario volveremos Entremos en más detalles para tratar de captarlo y concebirlo.
incomprensible todo lo que nos articule Freud a propósito del mecanismo
·propio del placer del chiste. Esta novedad que aparece en el significado por
la introducción del significante, la encontramos en todas partes como una
dimensión esencial acentuada por Freud, a cada vuelta del caminot en todo 3
lo que es manifestación del inconsciente.
Freud nos dice a veces que en las formaciones del inconsciente aparece
algo que se llama la sorpresa. Es conveniente tomarla, no como un acci- Si abandonamos el nivel primordial, mítico, de la primera instauración
dente de ese descubrimiento sino como· una dimensión fundamental de de la demanda en su forma propia, ¿cómo son las cosas?
su esencia. El fenómeno de la sorpresa tiene algo de originario - ya sea Vayamos a un·tema absolutamente fundamental en el.conjunto de las
cuando se produce en el interior de una formación del inconsciente, en la historias de los chistes. Constantemente vemos pedigüeños a quienes se
medida en que en sí misma le choca al sujeto por su carácter sorprendente, les conceden cosas. O bien se les concede algo que no piden, o bien, una
o bien si, cuando tú te encargas de descubrírsela al sujeto, provocas en él el vez obtenido lo que piden, le dan un uso distinto, o bien se comportan con
sentimiento de sorpresa. Freud lo indica en toda clase de ocasiones, tanto respecto a quien se lo ha concedido con una insolencia muy particular,
en La interpretación de los sueños como en Psicopatología de la vida coti- reproducci6n en la relación del demandante con el solicitado de aquella
diana, o también, en todo momento, en el texto de El chiste y su relaci6n bendita dimensión de la ingratitud, sin la cual sería verdaderamente inso-
con lo inconsciente. La dimensión de la sorpresa es consustancial a lo que portable acceder a cualquier demanda. Observen, en efecto, como nos lo
ocurre cort el deseo en tanto que ha pasado al nivel del inconsciente. ha indicado con mucha pertinencia nuestro amigo Mannoni en una obra
Esta dimensión es lo que le queda al deseo de una condición de emer- excelente, que el mecanismo normal de la demanda concedida es provocar :•,·
:···
gencia que le es propia en cuanto deseo. Por esta misma condición, pro- demandas constantemente renovadas.

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·:·,.

LAS ESTRUCTURAS FREUDJANAS DEL ESPÍRITU . EL POCO SE_NTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

¿Qué es, a fin de cuentas, esta demanda cuando encuentra a su oyente, es la Damada., la intención, esto es el circuito secundario de la necesidad.
el oído al que va destinada? Hagamos un poco dé etimología. Aunque la No es in~ispensable atribuirle demasiado el acento de la razón sino el del
dimensión esencial a la que debemos referimos no resida por fuerza en el control - control por parte del sistema del Otro. Por supuesto, implica
uso del significante, un poco de etimología viene bien para instru:h110s. La ya toda clase de factores que de forma fundada, sólo en este caso~ pode- !.
demanda~ tan marcada.por la temática de la exigencia en el empleo concre~ mos calificar de racionales. Digamos que si bien es racional tenerlos en i:
¡·-
to del término, en inglés más que en otras 'lenguas, pero también en-otras cuenta. no por ello está implicado en su estructma que sean efectivamente
lenguas, es originalmente demandare, confiarse, racionale~.
La demanda se sitúa así en el plano de una c'Omunidad de registro y de ¿ Qué ocurre en la cadena significante de acuerdo con estos tres tiempos
lenguaje, y lleva a cabo una entrega total de sí1 de todas las necesidades que, como vemos, qued~n descritos? Algo moviliza de nuevo todo el apa~
propias, a un Otro de quien se toma prestado el propio matedal significante rato y todo el material; y llega en p1imer lugar aquí a M. Luego no pasa
7

de la demanda, que adquiere un acento distinto. Este desplazamiento se le enseguida hacia el Otro, sino que se refleja aquí. en algo que, en el segundo
impone muy especialmente a la demanda por su funcionamiento efectivo. tiempo, ha correspondido a la llamada al Otro, a saber, el objeto. Se trata
Aquí vemos el origen de los materiales empleados metafóricamente, como del objeto admisible para el Otro. el objeto de lo que el Otro tiene a bien
ven ustedes por el progreso de la lengua. desear, en suma el objeto metonímico. Al reflejarse en este objetot en el
Este hecho nos instruye perfectamente respecto al famoso complejo de tercer tiempo, se dirige al mensaje.
dependencia que mencionaba hace un momento. En efecto, según los tér-
minos que emplea Mannoni, cuando el que pide puede pensar que el Otro
ha accedido verdaderamente a una de sus demandas, ya no hay límite - es
normal que le encomiende todas sus necesidades, De ahí los beneficios de
la ingratitud, que he recordado hace un instante, púe~ ·pone término a algo
que no se podría detener.
Pero, por otra parte, por experiencia, el pedigüeño no suele presentar
-así su demanda, al desnudo. La demanda no tiene nada de confiada. El
sujeto sabe demasiado bien a qué se enfrenta en el ánimo del Otro, y por 1J1\.· n1
V
eso disfraza su demanda. Pide algo que necesita en nombre de otra cosa
objeto yo
que a veces también necesita, pero que, por otra parte, será admitida con
más facilidad como pretexto de la demanda. De ser necesario, si esta otra
cosa no existe, se la inventará pura y simplemente, y sobre todo tendrá en
cuenta, en la formulación de su demanda, el sistema del Otro. Se dirigirá
de determinada manera a la dama caritativa, de otra manera al banquero,
de otra manera al casamentero, de otra manera a tal o cual de los perso- Así, aquí no encontramos aquel feliz estado de satisfacción que habíamos
najes que se perfilan de forma tan divertida en ese libro del Witz. O sea obtemdo al cabo de los tres tiempos de la primera representación• mítica de
que su deseo ·quedará capturado y reorganizado, no sólo en el siste:tna del la demanda y de su _éxito, con su ·srn:prendente novedad y su placer, de por sí
significante, sino en el sistema.del significante tal como está instaurado o satisfactorio, Al co11trario1 nos encontramos detenidos en un mensaje que en
instituido en el Otro. sí mismo es portador dé un carácter de ambigüedad, En efecto, este mensaje
Así, su demanda empezará a formularse a partir del Otro, y se refleja en es una foonulación que se encuentra alienada desde el principio, en tanto que
primer lugar en algo que mucho antes ha accedído_al estado de actividad parte del Otro, y por este lado conduce a lo que de algún modo es deseo del
en su discurso, a saber, el Yo (Je). Éste profiere la demanda para réflejarla Otro. El mensaje es el encuentro de ambos. Por una parte, lallamada que ha sido
en el Otro, y la demandat por el circuito A-M, acaba como mensaje. Es~o evocada es del propio Otro. Por otra parte, en su mismo aparato significante

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LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU · EL POCO SENTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

se han introducido toda clase de elementos convencionales, constitutivos Este esquema nos puede servir para percatarnos de que el extremo de la
de lo que llamaremos el carácter de comunidad o de desplazanúento de los primera curva de la cadena significante prolonga también lo que pasa de
objetos, porque éstos están profundamente reorganizados por el mundo del la necesidad intencional al discurso. ¿Cómo? Mediante la agudeza. Pero
Otro. Y es llamativo que en el tercer tiempo, como hemos visto, el discurso ésta, ¿cómo verá la luz? Encontramos aquí ~e nuevo las dimensiones del
circule entre los dos puntos de llegada de la :flecha. Esto mismo es lo que sentido y del sinsentido, pero debemos afinar más.
puede conducir a lo que llamamos lapsus, tropiezo verbal. , Si las indicaciones que les di la última vez sobre la función metonímica
. No es seguro que la significación que así se forma sea unívoca. Lo es apuntaban a algo, era precisamente, en el desarrollo simple de la cadena
tan poco, incluso, que pifia y equivocación son un carácter fundamental significante, a la nivelación que se produce, la equivalencia, la igualdad. Es
del lenguaje, constituyen una dimensión suya esencial. Sobre la base de la un desvanecimiento o una reducción del sentidoT pero esto no significa el
ambigüedad de esta formación del mensaje trabajará el chiste. A partir de sinsentido. A este respecto tomé la referencia marxista - hacer funcionar
este punto, de diversas maneras, se formará el chiste. dos objetos de la necesidad de tal forma que uno se convierta en la medida
Hoy no trazaré todavía la diversidad de las formas en que este mensaje, del valor del otro borra del objeto lo que es precisamente del orden de la
tal como está constituido, en su forma esencialmente ambigua en cuanto a necesidad, y por eso lo introduce en el orden del valor. Desdé el punto de
la estmctura, puede ser recogido para seguir un tratamiento cuya :finalidad, vista del sentido, esto se puede nombrar mediante una especie de neolo-
según lo que nos dice Freud, es restaurar finalmente el· camino ideal que gismo que presenta también una ambigüedad, el desentido. 3 Llamémoslo
ha de conducir, por una parte, a la sorpresa de una novedad Y1 por otra, al hoy, s.implemente, el poco sentido .4 Tan pronto dispongan de esta clave, la
placer del juego del significante. Éste es el objeto del chiste. El objeto del significación de la cadena metonímica se les revelará sin falta. ·
chiste es en efecto volver a evocar la dimensión por la que el deseo, si no Con lo que juegan la mayoría de los chistes es, exactamente, con el poco
recupera, por lo menos indica todo lo que ha perdido durante el trayecto sentido. No se trata de sinsentido, porque en el chiste no somos aquellas
por ese camino, a saber, por un lado, los desechos que ha dejado en el nivel almas nobles a quienes. tras el gran desierto que las habita, les revelan
de la cadena metonímica y, por otro, lo que no realiza plenamente en el enseguida los grandes misterios del absurdo general El discurso del alma
nivel de la metáfora. bella, aunque no consiguió ennoblecer nuestros sentimientos, sí ennobleció
Si llamamos metáfora natural a lo que había ocurrido antes en la transi- recientemente a un escritor.. Con todo, su discurso sobre el sinsentido es
ción ideal del deseo al acceder al Otro, en tanto que se forma en el sujeto y el más vacuo que nunéa hayamos es9uchado. No hay, en absoluto, inter-
se dirige hacia el Otro, que lo recoge, nos encontramos aquí en un e$tadio vención del sinsentido cada vez que se introduce el equívoco. Si recuerdan
más evolucionado. En efecto~ ya han intervenido en la psicología del sujeto ustedes la historia del becerro. ese becerro con el que la última vez me
esas dos cosas llamadas Yo (Je), por una parte, y por otra parte ese objeto divertía casi respondiendo por Henri Heine, digamos que aquel becerro no
profundamente transformado que es el objeto metonímico. Por lo tantoj no vale un cuemo5 en la fecha en que de él se habla. Por otra parte, todo lo
nos encontramos ante la metáfora natural sino ante su ejercicio corriente, que puedan encontrar en los juegos de palabras, y más especialmente esos
ya sea que resulte o que fracase en la ambigüedad del mensaje, a la cual se que llaman juegos de palabras del pensamiento, consiste en jugar con lo
trata de sacarle provecho en las condiciones que se dan en estado natural. tenues que son las palabras para ser sostén de un sentido pleno. Este poco
Toda una parte del deseo sigue circulando en forma de desechos del sentido es, en cuanto tal, lo que se recoge> y por él pasa algo que reduce a
significante en el inconsciente. En el caso del chiste, por una especie de
forzamiento, hace pasar la sombra feliz, el reflejo de la satisfacción antigua.
Logro sorprendente cuyo vehículo es puramente el significante. Digamos
que ocurre algo que tiene como efecto, con toda exactitud, la reproducción 3. Dé-sens. Hay equívoco con décence, decencia; [N. del T.]
del placer .primero de la demanda satisfecha, al mismo tiempo que ésta 4. Peu de sens. La ausencia de partitivo en espafiol atenúa una ambigüedad entre lo pura-
accede a una novedad original. He aquí lo que la agudeza, por su misma mente negativo del "poco sentido'' y lo residual de lo que vendría a ser upizca de sentido••. La
misma clase de ambigüedad se introduce unas líneas más abajo parapas de sens. [N. del T,]
esencia, realiza. ¿Cómo lo realiza? 5. Ce veau ne vaut guere. [N. del T.]

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.;-

LAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU EL POCO SENTIDO Y EL PASO DE SENTIDO

su propio alcance este mensaje, en la medida en que es al mismo tiempo ¿Diremos acaso qu~ autentifica el sinsentido que pueda haber? Insisto
un logro y un fracaso, pero siempre forma necesaria de toda formulación también en este caso - no creo que se deba mantener este término de sin-
de la demanda. El mensaje interroga al Otro a propósito del poco sentido. sentido, que sólo tiene sentido en la perspectiva de la razón, de la crítica, es
La dimensión del Otro es aquí esencial. dech", lo que se evita precisamente en este circuito. Les propongo la fórmula
Freud se detiene en esto como en algo del todo primordial y debido a del paso de sentido - como se dice pas9 de rosca, paso de cuatro, el Paso
la propia naturaleza del chiste, a saber, que no hay chiste solitario. Aunque de Susa, el Paso de Calais.
lo haya fo1jado uno mismo, aunque lo haya inventado, si acaso inventamos Este paso de sentido es, hablando con propiedad, lo que se realiza en la
el chiste y no nos inventa él a nosotros, experimentamos_ la necesidad de metáfora. Es lainténción de\ sujeto, su necesidad, lo que más allá del uso meto-
proponérselo al Otro. El chiste es solidario del Otro a quien le conesponde nímico, más allá de lo que. se encuentra ~n la común medidat en los valores
autentificarlo. admitidos que deben ser satisfechos, introduce precisamente en la metáfora el
¿Cuál es este Otro? ¿Por qué este Otro? ¿Qué es esta necesidad del paso de sentido. Tpmar un elemento de do~de está y sustituirlo por otro, diría
Otro? No sé si hoy tendremos tiempo suficiente para definirlo y darle su incluso otro cualquiera~ introduce aquel más allá de 1a necesidad con respecto
estructura y sus límites, pero, en el punto en que nos encontramos, dire- a todo deseo fornruládo, que está siempre en el origen de la metáfora
mos simplemente esto. Lo que se le comunica en el chiste al Otro, juega ¿Qué hace aqu~ la agudeza? Indica, nada más y nada menos, la propia
esencialmente, de una forma singularmente astuta, con la dimensión del dimensi6n del paso en cuanto tal, hablando con propiedad. Es el paso, por
poco sentido. Conviene tener presente qué carácter tiene esto. En el Witz. así decirlo~ en su forma. Es el paso vaciado de toda clase de necesidad.
no se trata nunca de provocar esa invocación patética de no sé qué absurdo Esto es lo que, en la agudeza, puede, a pesar de todo, manifestar lo que
fundamental que mencionaba hace un momento refiriéndome a la obra de en mf ~stá latente de mi deseo, y puede tener eco en el Otro, páo no por
una de las Grandes Cabezas Blandas de la época. Lo que se trata siempre fuerza. En el cbistej ~o importante es que la dimensión del paso de sentido
de sugerir es la dimensión del poco sentido, introduciendo la pregunta por sea recogida, autentificada.
su valor, urgiéndola a que realice su dimensión de valor, a revelarse como Es a esto a lo que corresponde un desplazamiento. Tan sólo más allá
verdadero valor. Dense cuenta, es una astucia del lenguaje, pues cuanto del objeto se produce· la novedad y a la vez el paso de sentido, y al mismo
más se revele como verdadero valor, más revelará que se sostiene en lo que tiempo para los dos sujetos. Está el sujeto y está el Otro, el sujeto es quien
llamo el poco sentido. Sólo puede responder en el sentido del poco sentido, y
le habla al Otro le comunica la n9vedad como agudeza. Tras haber
y ahí reside la naturaleza del mensaje propio de la agn~éza, o sea, aquello recorrido el segmento de la dimensión metonímica, hace admitir el poco
con lo que aquí, en el nivel del mensaje, reemprendo con el Otro el camino sentido en ct1anto tal,· ei Otro autentifica en él el paso de sentido y el placei-
interrumpido de la metonimia y le lanzo esta inten-ogación - ¿Qué quiere se consuma para el sujeto.
decir todo esto? El sujeto cosecha placer en la medida en que con su chiste ha conse-
La agudeza sólo se consuma más allá de este punto, es decir, cuando guido sorprender al Otro, y se trata ciertamente del mismo placer primi-
el Otro acusa el golpe, responde a la ocurrencia y la autentifica. Para que tivo obtenido del primer uso del significante por el sujeto infantil, nútico,
haya agudeza es preciso que el Otro haya percibido, en ese vehículo de la arcaico, primordial, que les recordaba hace un momento.
pregunta por el poco sentido, lo que hay de demanda de sentido, es decir, de Los dejaré en este punto del proceso. Espero que no les haya parecido
evocación de un sentido más allá- más allá de lo que permanece inacaba- demasiado artificial, ni demasiado pedante. Pido excusas a quienes esta
do. En efecto, en todo esto algo ha quedado por el camino, marcado con el especie de pequefio ~jercicio con el trapecio les dé dolor de cabeza, no
signo del Otro. Este signo marca sobre todo con su: profunda ambigüedad porque no los crea capaces, por su ingenio, de captar las cosas. No creo que
toda fonnulación del deseo, ligándolo, en cuanto deseo, con las necesidades lo que Kaut llama s1;1 Mutte1witz, su buen sentido, esté tan adulterado por
y las ambigüedades del significante, con la homonimia, entiéndase con la los estudios médieós, psicológicos, analíticos y otros a los que se ex.ponen,
homofonía. El Otro responde a esto en el circuito snpeli.or, que va desde A como para que no puedan seguilme por estos caminos a base de simples
hasta el mensaje, autentificando - pero, ¿qué? alusiones. De todas formas, según las leyes de mi enseñanza tampoco sería

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IAS ESTRUCTURAS FREUDIANAS DEL ESPÍRITU

inoportuno que dividiéramos de alguna forma estas etapas, estos tiempos


esenciales del progreso de la subjetividad en la agudeza.
Subjetividad, ésta es la palabra de la que voy a hablar ahora, porque
hasta este momento, incluido hoy, tanteando con ust~des los caminos que
sigue el significante, en medio de todo esto falta algo - no sin razón, como
verán. No faltan motivos para que en medio de todo esto sólo hayamos visto
aparecer hoy a sujetos casi ausentes, como una especie de soportes para
devolver la pelota del significante. Y sin embargo, ¿qué es más esencial
para la dimensión de la agudeza que la subjetivjdad? ·
Cuando digo subjetividad, digo q~e en ninguna parte se puede apre ..
hender el objeto de la agudeza. Incluso aquello que designa más allá de lo
que formula, incluso su carácter de alusión esencial, de alusión interna, no
alude a nada, salvo a la necesidad del paso de sentido. Y, sin embargo, en
esta ausencia total de objeto, a fin de cuentas, hay algo que es el sostén de
la agudeza, y es lo más vivido de lo vivido, lo más asumido de lo asumido,
esto es lo que la convierte en algo tan subjetivo. Como dice en algún lugar
Freud, hay en este punto una conclicionalidad subjetiva esencial, y la pala-
bra soberano surge entre líneas. Sólo es un chiste - dice en una de esas
fórmulas de carácter acerado que casi no se encuentran en ningún autor
literario, no he visto nunca algo así de la pluma de nadie, sólo es un chiste
lo'que yo mismo reconozco como un chiste.
Y sin embargo, necesito a otro. Todo el capítulo que sigue al de ''El
mecanismo de placeru, del que les he hablado hoy, a saber, "Los motivos
del chiste.. El chiste como fenómeno social" - en francés: lo han tradu-
cido por mobiles,6 nunca he entendido por qué-, tiene a este otro como
referencia. No hay placer de la agudeza sin este otro, que también está ahí
como sujeto. Todo se basa en las relaciones entre ambos sujetos, el que
Freud llama la primera persona del chiste, el que lo ha producido, y aquel
a quien es absolutamente necesario que éste se lo comunique.
¿Cuál es la categoría del otro que esto sugiere? Para decirlo inmediata-
mente, aquí este otro es, hablando con propíedad, con rasgos característicos
que en ninguna parte pueden captarse con tal relieve, lo que yo llamo el
Otro con mayúscula, A.
Espero demostrárselo la próxima vez.

4 DE DICIEMBRE DE 1957

6. Móviles. [N. del T.J

104 390
17ª conferencia. ·El sentido
de los síntomas

Sefioras y señores: En la exposici6n anterior desarrollé la


idea de qúe 1-8: ..P~;.9.~~at;-fa ..9~ín~ca ha<:,~ _t;J;lUY .P..OCQ caso de
'.!.~•.f.2!:m!:!:..ª~-@1!P.?:6i~~~!~~i6!). y_f;lel f?O~~~!#.-dg .d~l síntoma indi-
,Y!g.ua!,.P~E9. .9."Q.ª..~ pa!~_qa:qál~sis ~a.t1caju~p1W,1ente de ahí y
ha sido el_12-1::"!!!!~!9 .. ~E-.E.21?'.1Pr.c(b.a1, ..qt!-e el sínto:ma es rico en
s~l'l.tido y _se entra.nia _con el vivenciar _del. ~~fermo. El sen-
tido de los síntomas neuróticos 1;\l.e descupierto por Josef
Breuer; lo hizo mediante el estudio y la feliz curación de un
caso de histeria qua desde entonces se ha hecho famoso
(1880-82). Es cierto ·que Pierre Janet aportó de manera
:inda.Pendiente la misma demostración; y aun al investigador
francés le corresponde la prioridad de publicación, pues
Breuer dio a conocer su observaci6n, en el curso de su cola-
boraci6n conmigo (1898-95), más de un 'decenio después de
haberla realizado. Por lo demás, quizá sea bastante indife-
rente averig1:].ar de quién procede el descubrimiento, pues us-
tedes saben que todo descubrimiento se hace más de una
vez, ninguno de una ve~ sola, y de todos modos el éxito no
siempre va aparejado al m.érito. Am.érica no se lla.ma a:eí
por Colón. ~tes de Breuer y de·Janet, el gran :psiquiatra
Leu.ret1 había expresado la opinión de que aun los delirios
de los enfermos mentales, si se atinase a traducirlos, mos-
trarían un s~ntido. Confieso que durante largo tiempo estuve
dispuesto a' tasar ·en mucho el mérito de J anet en el esclare-
cimiento de .los síntomas neuróticos, porque él los concebía
com.o exteriorizaciones de idées inconscientes que dominaban
a los enfermos ..2 Pero después J anet se ha expresado con
excesiva cautela, pretendiendo que lo ínconciente no ha sido
para él nada más que un giro verbal, un expediente, une
fru,;on de parler (una manera de decir); nada real ha men-
tado con él.~ Desde entonces yo no comprendo los desarro-
llos de J anet, pero opino que se ha empañado un gran r.né ..
rito sin nec~sidad alguna. .
~os s1uto.'inas neuróticos tieJ1~µ,. ~AtR:Q.Q~.§ JiY..t?.§l.!l.tj,_@.,...9o-
mo las op~~ª-cio1+.~.s.:f.allidas Y.loE;J sueños, y,~ ig,;ial,9.11~--~~~os,

1 [Franc;ois Leuret (1797-1851). Véase Leuret (1884, pág. 131).]


2 [Véase, por ajemploJ Janet (1888).]
3 [Esto aparece, en lo esencial, en J~et (1918, pág. 89).]

155 5
su nexo co:Qi.la vida de las ru,;rsonaf? ..g.'9:~.lq~. ~~l?,~;n. .Ahpra a.ictivid~des de la vida cotidiana, a raíz de lo cual, empero, es-
querría acercarles esa importante intelección median.te al- tos manejos necesarios, el meters.e en cama, el lavarse 1 el
gunos ejemplos. Qu.e siempre y en todos los casos sea así, .hacerse la toilette, el ir de paseo, se convierten en tareas en
sólo :puedo aseve:arl~, no demostrarlo. Quien se busque por extremo fastidiosas y casi insolubles. Las representaciones,
ª! mismo ~xper1enc1as, se convencerá de elloi Pero, por impulsos y acciones emernúzos en modo alguno se mezclan
c1ertos motivos, no tomaré estos ajemplos de la histeria sino por partes iguales en cada forma y caso singular de la neu-
de otra neu1.·osís, asombrosa en extremo, que en el fox{do le· rosis obsesiva. Más bien es regla que uno u otro de estos
es m.uy próxima. y sobre la cual tengo que decirles algunas factores domine el cuadro y dé su nombre a la enfermedad;
palabras introductorias. Esta, la llf!mJ¡tdª_~:!JtQsj~ .QA~~s.iva, pero lo común a top.as estas fórma.s ea harto inequívoco.
no es tan popular como la histeria, de todos conocid-a; nP Y bien, ae trata fu.duda.blemente de un penar estrafalario.
~.f?,.§ÍJ3!},1J,l~ P.~:r.r;rite ,exp;9eaarme así, ~an e:3.~g,en:fl~; !3~_pg;-~~ Creo que la :fantasía psiquiátrica más desbocada sería inca-
:µiás oomq un asunto_pn~ado del enfermo, renuncia casi por paz de construir algo parecido, y si no lo viéramos ante noso-
(?OJllP.l~to a -~~;1if.~~~~~~- ~ñ-·ei""cy.~rp,9 ·Y..º!.Y?.i Jii4.oi~@i.a~~~~o. tros todos ·1os días no nos decidiríamos a c:reerlo. Ahora bien;
:gi~s en el ~bito q.el.~lma. La neurosis obsesiva y la histeria no piensen ustedes que podrían lograr algo con el enfermo
son las formas de contracción de neurosis sobre cuyo estudio exhortándolo a distraerse, a no o·cuparse de esos estúpidos
com.enzó a construirse el psicoanálisis, y en cuyo tratamiento pensamientos y a hacer algo racional en vez de dedicarse a
nuestra terapia fest~ja también sus triunfos. Pero la neu:ro- tales jugueteos. Bien lo querría él, pnes tiene perfectamente
.sis obsesiva, que no presenta ese enigmático· salto des.de lo claro el juicio de ustedes sobre sus síntomas obsesivos, lo
a~co a lo ~':rporal, se nos ha.hecho en verdad, por el empe.. comparte y aun se los formula. Sólo que no puede hacer
ño psiooanahticoJ más trasparente y familiar que la histeria otra cosa; lo que en la neurosis obsesiva se abre paso hasta
Y hemos advertido que man:iñ.esta de m.anera más resplande: la acción es· sostenido por un3: energía que :pr,oqa:!!l~~~g~e no
ciente ciertos caracteres extremos de las neurosis. tiene paralelo e:i:i.. ~a. vida normal del almfl:, ~1 ~l?f~:rmo sólo
La neurosis ob_s~siy~ se exterioriza del siguiente modo: p"Q.ede hacer una cosa: desplazar, permutar, pone?? en lugar
~E..~.- e~~rmos__r;mn ~~-q.pados PºZ: pensami~~tp_s. que en v~rdad de una idea estúpida otra de algún modo debilitada, avanzar
?-1-º ~'?.s m.-p,er~~tfm,. s~E?.l'!:~~~ ~~..el .?:1:!:t:~ri9p_ de sí impulsos qri.e les desde una precauci6n o prohibición hasta otra., ejecutar un
parecen muy extraños, y s~n movidos a realizar ciertás ac- ceremonial en vez de ;otro. ~ued:e. de;ipJª~~r Jª=..QfHlª-~!Qn,
cj.oTh~s cuya ejeqµci6µ l}o l~s-~ep~i cp~{eÁto B¡Íguno;·_pero°les P.~;!?. P.9...~fE-P.~trla. Lfi: desplazabilidad de t9~os ~9~ .~:1'.t;,~.q~~s
~s entera~ente imposible on::ri,tirlas.. l;,ios pensamientos (re- bien lejos de su conf.órmaci6n originaria es un carác.te;r.prill.-
prese?-tac1q~f:S obsesivas) p~eden s~r_,.!;l~... ~í disparatados _o gipal de su eD;f~rmeda'd; adem.ás, salta a la vista que las
t!imbién sólo 1ndifer~ntes para. el individuo; a menudo són oposipiones (polaridades) de que está atravesada la vida del
lisa Y llanamente necios, y en todos los· casos son el dispa- álm.a [cf, pág. 2751 se han aguzado particularmente en el
r,ador de una esforzada. actividad de pensantlento que dej'a ~ é'stado del obsesi-vo. Junto a la obsesión de conteniclo posi..
exhausto al enfermo y a la que se e:ntr.ega de muy mala gana. tivo y negativ(?, Elª hace valer .en el cani.po intelectual la duda,
$e. y~ forzado contra su volul_"l:tAd a sutilizar y especular que poco a -poco corroe aun aquello de que solemos estar se..
?i2:i:r:tº si se tratara de sus más im.portáñteá texeas vitaie~: ·Lo~ ~os ai máxi;rno. ~1 todo desemboca en ~a creciente inde-
impulsos que sien~~ en el interior de sí pueden i~almente c!sión, ~n u;i.a falta ~1¡1.~a vez m.ayor de energía, en un.a rea-
hace': u.na hnpresión infantil y disparatad~, pero ca;d J3i~m- ~r~cci<?,n fl.e 1~ .li!?.~r~ad. Y eso .c;t~e el neurótico obsesivo ha
J?re tienen el más espantable contenido como tentaciones a sido al principio un carácter de cuño muy enérgico, a menu-
cometer g.ravea crímenes, de suerte que ~l enfermo no· s6lo los do ·de una testarudez extraordinaria, por regla general po ...
desmiente como ajenos, sino que huye de ellos; horrorizado, s'éedor de dotes intélectuales superiores a lo nor,_~á'l:. Pas;i
y se protege de ejecutarlos mediante prohibiciones renun- siempre ha conseguido una loable elevación en el plano
cias y restricciones de su libertad. Pero, con todo esd, jamás, ético, muestra una extremada conciencia moral, es correcto
nunca realmente, llégan esos impulsos a ejeou.tarse· el resul- ~ás .P.e lQ .h!:1-b\t:!,.·9!\:.9..R!!l9 .1:!§°t:~4~~ ip;l.aginan, hac~ .falta un
tado es siempre el triunfo de la huida y la preca{,,ci6n. Lo lindo trabajo para orientarse un poco en este cont:radictorio
que el enfermo en realidad ajecuta, las llamadas acciones ob- conjunto de.rasgos de carácter y de síntomas patológicos.
~esivas, son u~as cosas ínfimas, por cierto, harto inofensivas Por ahora no aspiramos sino a comprender algunos síntomas
l{:lS más de las veces repeticiones, floreos ceremoniosos sobr~ de esta enfermedad, a poder interpretarlos.

286 156 237


Quizás 1,1stedes;· por referencia a nuestros coloq:uios ante-
riores, quieran saber el modo· en que la psiquiatría oqntem- Una dam.a:, cuya edad frisa en los 30 afios, qu~ padece de
poránea trata -los problemas de la neurosis. obsesiva. Ahora las más graves manifestaciones obsesivas y a quien quizá yo
bien, es un pobre capítulo. La psiquiatría da nombres a las habría sanado si un alevoso accidente no hubiera echado por
diversas obsesiones, y fuera de eso no dice otr.a cosa. E11. tierra mi t:rabajo .......:.tal vez les cuente todavía esto-, ejecu-
cambio, insiste en que los portadores de tales síntomas son taba entre otras la siguiente, asombrosa acción obsesiva va-
«degenerados>►• Esto es poco satisfactorio, en verdad un juicio rias ~eoes al dí,{. Corría de una habitación a _la habitación
de valor, una condena en vez de una explicación. Tal vez contigua, se paraba ahí en determinado lugar frente a la me-
sa situada en medio de ella, tiraba del llamador para que
deberíamos admitir que personas con esa clase de anorma-
lidad presentarán todas las extravagancias posiples. Y; en acudiese su :m.ucama, le daba algún encargo trivial o aun la
efecto, creemos que las personas que desarrollan tales sínN despachaba sin dárselo, y de nuevo corría a la habitación
tomas tienen que ser de una condición natural diferente que la primera. No era ese, por cierto, un síntoma patológico grave,
de los demás hombres. Pero nos gustaría preguntar: ¿Aca- pero sí apto para despertar el apetito de sabar. El esclareci-
miento vino tam.bién de la manera xnás im.pensada e inobje-
so son más «degenerados» que otros neuróticos, por eje1nplo
los histéricos o los que han contraído psicosis? La caracte- t!l,ble, sin contribución alguna ~e _pa~.e del médico. Y yo no
rizaci6n, evidentemente, es de nuevo· demásiacl.o,general. Y sé c6m.o habría podido llegar a una conjetura sobre el sen-
aun cabe poner en duda su justificación misma cuando unQ tido de esta acción obsesiva, a barruntar su interpretación.
.se entera de·que tales síntomas se presentan también en Toda vez que había preguntado a la enferma: «¿Por qué
hombres descollantes, de una capacidad de rendimiento hace eso? ¿Qué sentido tiene eso?», ~lla había respondido:
particularmente elevada y significativa para la oemunidad. «No lo sé». Pero un día, después de que pude vencer en ella
un grueso '.reparo de pr:incipio, de prpnto devino sabedora y
Es cierto: gracias a su propia discreción y a la mendacidad de
sus biógrafos, solemos saber muy poco de la intimidad de los contó lo que im.porf;aba para la acción obsesiva. Hacía más
de diez años se había casado con un hombre mucho, pero mu-
grandes hombres que elevamos a la condición de paradigmas
cho mayor qu:e ella, que en la noche de bodas resultó
nuestros. Pero ocurre también que alguno, como Emile Zola,
.impotente. Esa noche, él coZTió incontables veces desde stt
sea un fanático de la verdad, y entonces nos enteramos por él
de los extravagantes hábitos obsesívos que padeció a lo largo .
habitación a la de ella para repetir el intento, y siempre sin
de su vida. 4 · éxito. A la mañana cl:ijo, fasticl.iado; ~<Ea como para que uno
La psiquiatría ha creado el expediente de ha~lar de dégé- tenga que avergonzarse frente. a 1~ m.;1-cama, cuando haEfa la
nérés supérteurs. Muy bien; pero por el psicoanálisis hemos
cama)>• y cogió un frasco de tinta roJa, que por casualidad
hecho la experiencia de que ea posible eliminar duradera- se enc~ntraba en la habitación; y volc6 su contenido sobre
mente estos extraños síntomas obsesivos, lo mismo que otras la sábana1 pero no justamente en el sitio que habría tenido
derecho a exhibír una mancha así. Al principio yo no enten-
enfermedades y lo mismo que en el caso de otros hombres no
degenerados. Yo lo he conseguido en repetidas oportuni- dí la relación que este recuerdo podía tener con la ª':ci6n ob-
d1,ades.5 sesiva en cuestión, pues sólo hallab~ una concordancia con el
repetido correr-de-unaNhabitación-a-la-otra, y tal vez con la
Quiéro comunicarles sólo dos ejemplos de análisis de un
entrada de la mucama. Entonces mi paciente me llevó frente
síntoma obsesivo: uno de observación antigua, para el cual a la mesa de la segunda habitación y me hizo ver una gran
no encuentro mejor sustituto, y uno que obtuve reoientemen.. m.ancha que había sobre el mantel. Declaró tam.bién que se
te. Me circunscribo a un número tan. escaso porque en una
situaba frente a la mesa de modo tal que a la muchacha no
com\.1.nicaci6n de e,sta índole es preciso e.:n:.tenderse mucho,
entrar en todos los detalles. pudiera pasarle inadvertida la mancha. Ahora no quedaba
nada dudoso sobre la futima relación entre aquella escena
4 que sigui6 aJa noche de· bodas y su actual acción obsesiva,
E. 'lbulouse, Emile Zola: e'nquate médico-psychologique, '.París, pero sí restaban xnuchas cosas por aprender.
1896.
.
5
[Desde el comienzo y hasta. el final de su carrera, Freud se reñri.6 Ante todo,.se aclara que la pacientes~ identifica con su
a las neurosis obsesivas con más frecuencia que a cualquier otro tras- marido; .en v,érdad repre¡3enta su papel, pue~to que imita su
torno psíquico. Se hallará una lista con las referencias m;is impor- corrida de u.ria habitación a la otra. Entonces, si nos atene-
tantes en un «Apéndice» a su <tA propósito de un .caso tle neurosis mos a esa asimilación, nos vemos forzados a conceder que
obsesiva,> (1909d), AE, 10, págs. 250-1.] ·
ella sustituye la cama.Y la sábana por la mesa y el mantel.

238
Esto podría parecer arbitrarlo, pero no se dirá. que hem.oe una pieza nQ desde:fiable del secreto de la neurosis obsef:liva.
estudiado el simbolismo onírico sin provecho. En el suefio, De buena gana. los hago demorarse en este ejemplo, pues
de igual modo, hartas veces es vista una mesa que, empero, re\lne condiciones que no podrían exigirse en todas los casos.
ha de interpretarse como cama. Mesa y cama, juntas, .signi- Aquí, la interpretación dél ~íntoma fue hallada de golpe p9r
:fican matrimonio, 6 y entonces fácilmente una hace las veces . la enferma, sin guía ni mtromisi6n del analista, y 1~ obtu-
dela otra. vo por referencia .ª una vivencia -que no hapía per~eneci~o,
La prueba de que la acción obsesiva. es rica en sentido ya. como es lo corriente, a un período olvidado de la 1nfanc1a,
estaría aportada; parece ser una ñguraoi6n, una repetición sino que su.cedio durante su vida madura y había :perm~e~-
de aquella significativa escena. Pero nada.nos obliga a de~ do in.c6lume en su recuerdo. Ninguna de las objeciones que la
tenernos en esta apariencia; si indagamoEJ más a fondo la crítica suele enderezar contra nuestras interpretaciones de
rela.oi6n entre ambas, con probabilidad obtendremos ilustra- síntomas hace mella en este caso singular. No siempre ha~
ción sobre algo que va más allá, sobre el propósito de la ao.. bremos de tener, sin duda, uno tan hueno. 7
ci6n obsesiva. El núcleo de esta es, evidentemente, el Ua.. ¡Y algo·más todavía( ¿No les ha sorprendido el inodo en
mado a la mucama, a quien le pone la mancha ante los ojos, que esta ácci6n obsesiva nimia nos introdujo en las intimi-
por oposfoión a lo que dijo su marido ese día: «Es como para· dades de la paciente? Una mujer no tiene muchas cosas más
que uno tenga que avergonzarse frente a la mucama>). :Cnti:ro.as para contar que la historia de su noche de bodast y '
El -cuyo papel ella actúa- no se avergüenza entonces el he~o de que justamente hayamos dado oon intimidades
, frente a la mucama; la mancha, conaiguie11temente, ~stá en ' de la vida sexual, ¿se deberá al azar, o tendrá un alcance ma-
el lugar justo. Vemos. puea, que la mujer no se limitó a re• yo1~?. Podría ser, sin duda, consecuencia ele la elección que yo
petir la escena, sino que la prosiguió., y al hacerlo la corrigió, hice esta vez. Pero no emitamos juicio demasiado rápido y
la rectificó. Pero así corrigió también lo otro., lo que aquella volvámonos al segundo ejemplo, que es de una clase por en"
noche fue tan penoso e hizo necesario recurrir al ex.pec;liente tero diversa, una muestra de un género que suele presentar-
de la tinta roja: la i:r;npotencia. La acción obsesiva dice en- se a menudo., a saber, un ceremonial de dormir.
tonces: «No, eso no es cierto, él no tuvo de qué avergon-
zarse frente a la mt1-cama, no erá impotente»; como lo haría
un sue:tio, figura este deseo como cumplido dentro de una Una muchacha de 19 años, lozana, bien dotada, hija única,
acción :presente; sirve a la tendencia de elevar al marido por que aventaja a sus padres en materia de cultura y vivacidad
sobre su infortunio de entonces. :intelectual, fue, de n:iña, salvaje y traviesa; en el curso de los
A esto se suma todo lo otro que podrí.a contarles de esta · últimos años, sin que mediase influencia exterior visible, se
se:ñora; mejor dicho; todo lo que en otros respectos sabemos ha convertido en una neurótica. En particular, se muestra
de ella nos marca el ca.mino hacia esta :interpreta.ci6n de su muy irritab~e con su :o;iadre; sie:mpre insatisfecha, deprimi-
acción obsesiva, en sí misma incomprensible. La. sefi.ora vive .da~ se inclina a la indecisión y a la duda y, por últhnoi confie-
desde hace años separada de su marido, y se
debate indeci- sa que ya no puede ir más sola a plaza.a ni por calles impor-
sa con el propósito de obtener un divorcio por vía judicial. tantes. No nos explayaremos sobre su complicado estado pa~
Pero ni por asomo está libre de él; se ve oo~pelida par.. a tol6gico, que requiere por lo menos de dos diagnósticos, el de
manecerle fiel, rehúye todo contacto mundano para no·
caer una agorafobia y el de una neurosis obsesiva; sólo nos de-
en tentación, disculpa y engrandece en su fantasía la perso- tel.1.dremos en el hecho de que esta muchacha ha desaTrollado ·
na de él. Y aun el secreto más hondo de su enfermedad que es también un ceremonial de dormir que aflige a sus padres.
por medio de ella resguarda a su marido de la maledicencia En cierto sentido puede decirse que toda persona normal
justifica el que vivan en lugares separados y ie posibilitt:t. un; tiene su ceremonial de dormir: c-µ:i,da que se establezcan cier-
cómoda vida solitaxia.Así, el análisis de una inocc,:3nte acción tas condiciones cuyo incumplimiento le molesta para dormir-
obsesiva lleva po.'.t" el camino recto hasta el núcleo más ínti.m.o se; ha volcado dentro de ciertas formas el tránsito de la vida
de un Cru3o clínico, pero al mismo :tiempo nos hace entrever de vigilia al ~staqo del dormir, y cada noche las repite de la
misma manera. Pero todo lo que la persona sana requiere
6
[En inglés existe análogamente la frase <4bed an.d board»- {<,cama y '7 tFreud había dese-rito este caso más sintéticamente, aµnque con
comida»}, proveniente a su vez de una frase del bajo latín que deaig- inclusión de otros detalles, en su trabajo sobre {<Acciones obsesivas y
. n~ba la separaci6n de los cónyuges! «saparatio a mensa et toro».] prácticas religiosas» (1907b), AE, 9, págs. 104~5.] ·

240 158 241


como condíción para dormir se deja comprender racional- Perttútannie omitir los otros detalles de este ceremonial,
ment~, Y cuando las circunstancias exteriores le imponen un · ínfimos muchos de ellos; no nos enseñarían nada nuevo y nos
cam.bio, se adecua a él con facilidad y sin pérdida de tiem- apartarían mucho de nuestros prop6sitos. Pero no deben
po. P«;>r el contrario, el ceremonial patol6gico es inflexible, pasar por alto que todo esto n.o se consuma tan fácilmente,
sabe imponerse aun a costa de los mayores sacrificios se Siempre est·á presente la inquietud de que no todo se hizo en
cubre de igual modo con u.na fundamentación racional si y, el orden debido; es preciso reexaminado, repetirlo, la duda
se lo considera superficialmente, parece apartarse cie lo rl.or- recae ora sobre uno de los aseguramientos, ora sobre otro, y
mal s6lo por cierta ext1·emada precaución. Pero si se nrlran el resultado es que se tarda de una a dos horas 1 durante las
las cosas más de cerca, pu~de notarse que •esa cobertura le cuales la muchacha misma no puede dormir y tampoco ~eja
queda demasiado estrecha, que el ceremonial comprende es- que lo hagan los acobardados padres.
t~pulaciones que rebasan con mucho la. fundamentaci6n ra- El análisis de estas mortificaciones no fue tan sencillo
c101;al, Y otras que directamente la contradicen. Nuestra como el de•la acci6n obsesiva de nuestra paciente anterior.
paciente pretexta como motivo de sus precauciones noctur- Tuve que ".hacerle a la muchacha unos se:ñalamientos y ~as
n~s que le hace falta silencio para dormir y tiene que eli- propuestas de interpretación que en cada caso ella desauto-
m1na:r toda~ las fuentes de ruido. Con este propósito hace rizó con un <<J;l.P» .terminante, o aceptó con duda desdeñosa.
dos•_rcosf!s: El reloj grande de la habitación es tletenido, 'y Pero a esta piiriierá reacción desautorizadora siguió una épo-
.todos los otros relojes se sacan de ella; ni siquiera tolera ca ·en que.allá misma se ocupó 4e lás posibilidades que le
• sobre la mesa de noche su pequeñito reloj de pulsera. Flo- eran presentadas, recogió ocurrencias sobre ellas, produjo re-
reros y vasos son acomodados. sobre su escrito;do de suerte cuex:dos~ estableció nexos, hasta que hubo aceptado todas las
que por la ,noche no puedan caerse, romperse y, ·así turbar- interpretaciones por su propio trabajo. En la medida en que
le el dormir. Ella sabe que el imperativo ·del silencio sólo esto aconteció, cedi6 también en la ejE;3cuci6n de los recaudos
puede dar una justificación aparente a estas medidas; el tic .. obsesivos, y antes de que terminase el tratamiento ya había
tac del reloj pequeñ.o no se escucharía por .más que lo dejara renunciado a todo el ceremonial. Tienen que saber uatedes 1
sobre la m.es1t~ de 1;oche, y todos hemos hecho la e~periencia por otra parle, que eJ trabajo miaüti.co> tal ~Olll.(? 1:-º! lo prao-
<l:e que el rítn11co tictac de un reloj de péndulo nunca cons- ticam.os,. excluye de plano 1~ el?,boraci6n. s1stemafaca de u~
tituye una perturbación para el dormir; más bien ejerce un solo síntoma hasta su final iluminación. Más bien es precisó
efecto ao.ormecedor. Admite también que el te~pr de que abandonar úna y ot:ra vez determinado tema, en 1a segw:idad
floreros y vasos puedan caerse.y hacerse añicos durante la 9-e-qua se ~~brá;_~e.. reg'l:':esar de nueyo a él desde o~ros nexos.
~oche si. se los d!3ja e;i su sitio l;)S por completo :infuitdado. El Por tanto, la interpretación del síntoma que ahora les comu-
1mperativo del silencio no se invoca para otras estipulaciones nicaré es una sfu.tesis de resultados que se va alcanzando,
del c~rem.onial. Y aun su exigencia de que permanezcan en- interrumpída por otros trabajos, a lo largo de semanas y
treab1ertas las puertas que comunican su dormitorio con el de meses.
d? sus padi:es, cuyo cumplimiento se asegura arrimándoles Nuestra paciente aprendió poco a poco que si había pros-
cli~ersos obJetos, parece, al contrario, activar una fuente de crito al reloj de sus aprontes para la noche fue como símbolo
ruidos perturbadores. Las estipulaciones más importantes se de los genitales femeninos. El reloj, para el cual conocemos
re:fieren1 empero, a la ca:m.a misma. La ahnohada de la cabe- también otras interpretaciones simbólicas,9 alcanza este· pa-
~era no puede tocar el travesa:ño. La almohadita más peque- pel genital por su referencia a procesos periódicos e interva..
n_a en que apoya l_a cabeza no puede situarse sobre aquella los idénticos. Una mujer» acaso, puede alabarse de que su
s1 no es formando .un rombo; además, ella pone •.su cabe- menstruación se comporta tan regularmente como un reloj.
za exactamente siguiendo la diagonal mayor del rombo. El Ahora bien, la angustia de nuestra paéiente se dirigía en
edredón («Duchent», como decimos en Austria)ª tiene que particular a la posibilidad de ser turbada en su dormir por el
ser sacu~do antes de que se meta en cama, de manera que· tictac del reloj. El tictac del reloj ha de equipararse con el
quede bien grueso a los pies; pero ella no deja de emparejar latir del clítoris en la excitación sexuaI. 1 ºY es el caso que, en
de nuevo esta acumulación de plum.as aplastándola.
9 [En el análisis del ~cHombre de las Ratas» (1909d), AE, 10, pág.
8
[En otros lugares de habla alemana se impuso la palabra fran- 181 se menciona otra de las :razones por las cuales a los neuróticos
cesa dl.f,vet.J (En rigor, el duvet es él tipo de pluma con que ae rellena obs~sivos les molestan los relojes.] .
el edredón.}
lO [Freud había establecido una comparación similar en <<Un caso ·

242
159 ~1:3
efecto, repetidas veces la había despertado esta ~ensaci6n pe- los padres, pero el aprovecharla le atrajo cierta vez un in-
nosa para ella, y ahora esa angustia de erección se exteriori.. somnio que duró meses. No satisfecha con perturbar así a los
zaba en el man.dato de alejar de su cercanía durante la noche padres, impuso después, ~n cierto momento, que la dejasen
todo reloj en funcionamiento. Floreros y vasos son, del mismo dormir en la cama matrim.onial entre ambos. -<<Almohada» y
modo que toda clase de vasijas, símbolos femeninos.* Por «respaldo»• no pudieron entonces juntarse realmente. Por
eso, el temor de que durante la noche se cayesen e hiciesen. último, cuando ya fue tan grande que físicamente no podía
añicos no carece de sentido. Conocemos la muy difundida hallar sitio cómodo en la cama entre los padres, conaigu.i6,
costumbre de romper una vasija o un plato con ocasión de mediante una simulaci6n oonciente de angustia, que la
los esponsales. Cada uno de los hombres presentel:$e apo .. madre trocase la cama con ella, cediéndole su puesto junto al
dera de un fragm.ento, y estamos autorizados a entender ese padre. Esta situación fue por cierto el disparador de fan-
acto como una renuncia a sus pretensiones sobre la novia tasías cuya repercusion se registra en el ceremonial.
que un réfi:r:nen matrimonial anterior a la monogamia 1~ Si una almohada era una mujer, tenía también un sentido
concedía.1 .Con relación a esta parte de su ceremonial, la sacudir el: edredón hasta que todas las plumas se agolparan
~uchacha aport~ también un recuerdo y varias ocurrencias. abajo y se provocase una hinchazón. Significaba preñar a
Cierta vez, de niña, se había caído llevando una vasija de la mujer; pero ella n,o dejaba de volver a eliminar esa pre--
v~drio o de c~rámioa, cortá:ndose un dedo que le sangró co.. ñez, pu.ea dur~te años había: vivido con el tem.o:it de que el
p1osamente. Cuando c:r:eoi6 y tomó conocimiento de los he- comercio sexual de los pádres diera por fruto otro hijo y así
chos del comercio sexual, ije instaló en ella la idea angustiosa le deparara un cpmpetidor. Por otra parte 1 si la almohada
de que en la noche de boda{:! no sangraría ni demostraría grande era u.na m-ujer, la madre, entonces la pequeña al-
su virginidad:. Sus cautelas hacia la rotura de los vasos sig.. moliadita de :mano sólo podía representar a la hija. ¿Por
nifican, entonces, un rechazo de todo el complejo que se en- qué esta tenía que colocarse formando un roinbo, y la ca-
trama con la 'Virginidad y el sangrar en el primer c-oito· es beza de ella coincidir exactamente con su diagonal mayor?
tantb un rech~o de la angustia de sangrar como de la ;on- Con facilidad deja que se le recuerde: el rombo es el di..
trarla, la d~ no sangrar. Estas medidas, que ella s1,1bordin.6 a bajó de los genitale1:;1 femeninos abiertos que se repite en
· la prevenc16n i!-ª loa ruidos, s6lc;> remotal).').ente tení{lll que todas las paredes. Ella misma hacía entonces el pe..pel del
ver con esta última. ·. hombre, el padre, y con su cabeza sustitu.ía al miembro vi-
El sentido central de su ceremonial 1~ coligió un díá 'en que ril. (Cotéjese con: ·el simbolismo de la decapitación para la
repentinamente comprendió su precepto de que la almohada castración.)12
no debía estar en contacto con la cabecera de la cama. La· Cosas escandalosas, dirán ustedes~ unos íncubos había en
almohada había sido siempre para ella, dijo, una mujer, y la cabeza de esta muchacha virgen. Lo concedo, pero ho olvi-
el ~nhiesto respaldo, un hombre. Quería entonces -de ma- den que no he creado yo estas cosas, sino que me he limi-
nera mágica, podemos acotar- mantener separados hombre tado a interpretarlas. Un ceremonial de dor:mir como este
y mujer, vale decir, separar a sus padres., no dejarlos que es también algo extratloJ 18 y no podrán ustedes desconocer
llegaran al comercio conyugal. En añ.os- anteriores a la la correspondencia entre el ceremonial y las fantasías que
institución del ceremonial había procurado obtener eso mis- nos revela la interpretaci6n. Para mí es más importante,
mo por vías más directas. Había simulado angustia o explo- empero,. que noten esto: en el ceremonial no se ha pre-
tado una in.cl:inaci6n a la angustia preexistente en ella para cipitado una fantasía única, sino toda una serie de ellas, que,
no permitir que se ce:rr1;1sen las puertas que comunicaban por otra parte, tienen en algó.n lugar su punto nodal. Tam-
el dormitorio de los padres y su cuarto. Y por éierto este man- bién, que los preceptos del ceremonial reflejan los deseos
dato se había conservado en su actual ceremonial. De tal sexuales ora positiva, ora negativa.ro.ente, en parte com.o sub-
suerte, ae procuró la oportunidad de espiar con las orejas a rogación de ellos y en parte como defensa contra ellos.
de paranoia que contradice la teoría psicoanalítica» (1915() AE 14 ·
pá .270J ' > '
12 [En el trabajo que dedic6 Freud al tema (1916c) se incluye una
!11
{Of. 151 pág. 142.) . breve referencia ·a este caso; cf. AE, 14, págs, 346~7 .]
[Se hallará uria referencia al ,imatrimonio por grupoa)> en Tótem 18 [Mucho tiem.:po atrás, en su segundo trabajo sobre las neuro~
Y tabú (1912-18), .AE, 18, pág. 17; el tema ea examinado en ((El tabl.1 psicosis de defensa (1896b ), AE, 8, pág. 178n.• Freud había informado
de la virginidad>> (l918a), AEi 11, págs. 190--2 y n. 12.] acerca de un ceremonial del dormir casi tan minucioso como este.]

244 160 245


Del análisis de este ceremonial podría.:m.os conseguir más según tenemos .averiguado, en un vínculo con el vivenciar
si lo presentáramos en su justo enlace con los otros smt~mas del enfermo. Cuanto más individual sea el cuño del stnto-
de la enferma. Pero nuestro camino no 11.os lleva ahí. Con- ma, tanto más fác½lD,ente esperaremos f;!Stablecer este nexo.
fórmense con la ind.icaci6n de que esta muchacha ha
caído ~a tarea que se nos plantea no es_ otra que esta: para una
en un vínculo erótico con el padre, cuyos comienzos se re.. idea sin sentido y una acció:r;i carente de fin, descubrir aque-
montan a su primera infancia. Quizá justamente por eso se lla· situación del pasado· en que la idea estaba justificada y
muestra tan inamiatosa hacia su madre. No podemos desco- la acción respondía a un fin. La acción obsesiva de aquella
nocer tampoco que el análisis de este síntoma nos ha remi- paciente nuestra que corría hasta situarse frente a la mesa
tido de nuevo a la vida sexual de la enferma. Quizás ello y llamaba a·la mucama es, sin más, paradigmática respecto
empiece a maravillarnos menos a medida que vayamos ga- de esta olaS:e de sfutomas. Pero los hay - y por cierto aon
nando una :h1.telecci6n del sentido y el propósito de los sín.to.. m1.1y frecuentes- de un carácter por entero diverso. ;Es
mas n~ur6ticos. p~eoiso llal.+).arlos síntomas "<<típicos»· qe J.a_e:gf.4ip;_~~~~~;... ~n
:t2-ª.2!Ll9..!?,;.Q.~s.~s §~~.m~~ 9. menos seD:!,ej~iJ~!3, .sus ~ifereD;t:.ias
individuale~. desaparecen o al menos se reétµ,~en~ t,!l,p.to gue
Así, en dos ejemplos escogidos lés he m.ostr~~o _que los r~sulta .difícil conectarlos con el viY,eµci~-. 4i~iyjdual, ct.él en-
síntomas neuróticos poseen un sentido, lo mismo que las f~rmo y referirlos a unas situaciones vivenciadas singulares.
operaciones fallidas y los sueñ.os, y que están en vinculación Volvamos de nuevo nuestra mirada a la neurosis obsesiva:.
íntima con el vivenciar del paciente. ¿Puedo esperar que Ya el ceremonial de dormir de nuestra segunda paciente tie-
sobre la base de dos ejemplos m.e crean ustedes este enun- ne en sí mucho de típico., aunque también los suficientes
ciado, de tan enorme importancia? No. Pero, ¿pueden us- rasgos individuales ·como para posibilitar la interpretación
tedes exigir que les cuente un número suficiente de ejem- por así. decir histórica. Pero todos estos en,f~r.rn.os_ qp_s_~t3:~vps
plos para declararse convencidos? Tampoco, pu~s dada la tienen la inclinación a repetir, a ritmar ciertos 3:11anejo~ y
prolijidad con que yo trato cada caso singular, téhdrfa que evitar otros. La mayoría de ellos se lavan con exceso. Los
consagrar un semestre íntegro, de cinco horas semanales, a enfermos que sufren de agorafobia (topofobia, angustia fren-
la elucidación de este único punto de la doctrina de las neu- te al espacio) - a la que ya no consideramos una neurosis
rosis. Por eso me conformo con haberles dado una muestra de obsesiva, sj.no que la designamos como histeria de angus-
mi as~veración, y en cuanto a lo demás los reniito a las tia- repitén a menudo en sus cuadros clínicos, con fatigante
comunicaciones incluidas en la bibliografia1 a las interpreta- monotonía,'.:}os mismos rasgos; sienten miedo a loa espacios
ciones clási~as de síntomas en el primer caso de B~euer (so- cel'rados, 111 ·a las plazas a cielo abierto, a las la:.rgas calles y
hl·e la histeria), 14 a los brillantes esclarecimientos de sínto- ·avenidas. Se creen protegidos si los acompaña gente cono-
mas enteramente oscuros en la llamada dementia praf?.cox cida o los 'sigue un coche, etc. Sobre este trasfondo de un
por obra de Carl Gustav Jung [1907], del .tiempo ·en que este :p:rlsmo tenor, empero., los enfermos singulares engastan sus
investigador se limitaba a ser un psicoanalista y·todavía no condiciones individuales, sus caprichos, podría decirse 1 que
quería .ser profeta, y a todos los trabajos que desde· entonces en los diversos casos se contradicen directamente unos a
han llenado nuestras revistas. Justamente en e$te tipo de otros. A un·o le horrorizan s6lo las calles estrechas, a otro
indagaciones no tenemos déficit alguno. El análisis, la inter- sólo las amplias; uno solamente puede andar cuando en la
pretación y la traducción de los síntomas neuróticos han calle hay pocas personas, el otro, cuando hay muchas. De
atraído tanto a los psicoanalistas, q,ue por dedicarse a ellos igual manera la histeria 7 a pesar de su xiqueza en ra:.sgos
descuidaron al comienzo los otros problemas de la doctrina individuales, posee una plétora de sfutom.as comunes, típi-
de la neurosis. cos, que parecen resistirse a una fácil reconducción hlst6rica.
Aquel de ustedes que se avenga a un esfu~rzo como el No olviden;i.os que justamente mediante estos síntomas
propuesto quedará sin duda fu_ertemente i:tnpresionado por típicos nos orientamos para formular el diagnóstico. Si en un
la acumulación de material probatorio. Pero ta;inbién trope- caso de histeria hamo$ reconducido realmente un síntoma
zará con una dificultad. El sentid.o de un síntoma reside, típico a una vivencia o a una cadena de vivencias parecidas,
por ejemplo; un vómito histérico a una serie de impresiones
14 [El de ,Anna Q,, incluido en Estudios sobre la h:lste~ia (1895d),
A.E, 2, pága. 47 y siga.] * [Vale decir, la claustrofobia.]

246 1611').Á.7
de asco, quedaremos c;lesooncertados si, en. otro caso de ~6mi- esclarecimiento su monotonía y su ocurrencia típica, Tam.--
to, el análisis nos descubre una serie de vivencias supuesta- bié:Ó. en el ·caso de estos sueños, empero, observam.os que un
1nente eficaces de índole por entero diversa. De prontp parece trasfondo conrd.n es vivificado por añadidos que varían según
como si los histéricos, por razones desconocidas, se vieran los individuos, y es probable que también ellos puedan ser
obligados a manifestar vómitos, y que las ocasiones históri- ensamblados en la comprensión de la vida onírica que ob-
cas que el análisis brinda fueran sólo unos plfetextos. de que tuvimos respecto de los otros sueños; se ensamblarán sin
se vale esa necesida.d interior cuando por azar se prés~ntan. "'1/iolencia, a condición de que ensanchemos nuestras intelec.._
Esto nos lleva enseguida a una perturbadora intelección: ciones. 15
J;)odemos, por cierto; esclarecer satisfactoriamente el sentido
de los síntomas neuróticos individuales por su referencia al
vivenciar,. pero nuestro arte nos deja en la estacada respecto
de los s:l'.ntoroas típicos, con mucho los más frecuentes. A esto
se suma que todavía no los he familiarizado a ustácles con
todas las dificultades que surgen cuando se persigue ·de ma-
nera consecuente la interpretación histórica del síntoma.
Tampoco quiero hacerlo; es verdad que me propongo no
embellecerles ni disimularles nada, pero no tengo derecho-a
dejarlos desconcertados y confusos al comienzo mismo de
nuestros estudios en oomún. Sólo hemos dado un primer
paso hacia la comprensión del significado del síntoma. Pero
queremos atenernos a lo ganado y avanzar poco a poco hasta
dominar lo que a-6.n no comprendemos. Por eso quiero canso--
larlos con esta reflexi6n: es difícil suponer una diversidad
fundamental entre una y·otra clase de síntomas. Si los sín-
tomas individuales dependen de manera tan innegable del
vivenoiar del enfermo, para los síntomas típicos queda lapo-
sibilidad de que se remonten a un vivenciar típico en sí mis-
mo, comün a todos los hombres. Otr9s de Ios rasgos que rea--
parecen con regularidad en las neurosis podrían ser reac-
ciones universales que le son impuestas al enfermo por la na-:-
turaleza de la alteraéi6n p~tológica, como el repetir o el du-
d~r en el caso de la neurosis obsesiva. E:p. suma, no tenemos
razón alguna. para acobardarnos por anticipado; Y!i V'eremos
qué habrá. de :r;esultar.
En la doctrina del sue:fi.o tropezamos con una dificultad
muy semejante, qu~ no pude abordar en nuestros anteriores
coloquios sobre ese tema. El contenido' manifiesto de loa
sueños es variado en extremo y diferente según los indivi-
duos, y hemos mostrado con prolijidad lo que a p~rtir de
él puede obtenerse mediante el análisis. Pero jun~o a eso
hay sueños a los que se llama también-«típicos», que apa-
recen de igual manera en todos los hombres; sueñof de con--
tenido unüorme que oponen a la inte:r:pretaci6n aquellas mis-
mas dificultades. Son los suefios de caer, de volar~ dffl flotar,
de nadar, de estar inhibido, de estar desnudo, y ciertos otros
sueñ.os de angustia, que en diversas personas reclaman ora 15 [Véase la sección sobre los sueños típicos en La interpretaaión. d,e
esta, ora estotra interpretación, sin que con ello encuentre los sueños (1900a), AE, 4, págs, 252 y aiga.J ·

248 162 249


e,_qstenido .d~sde ambÓs lados. Sabemos también que una de
23ª conferencia. Los ca.mino~ de la l~s -~q~ partes envueltas en el conflJofo es la libido insatis-
formación de síntoma {e~h~,.. r.~ch9:~_ada por. la 1:e~lidad, que ahora tiene que buscar
9trof:! .c~~s P~!=l su satisfacción. l?i a pes~ de que 1~ ~pid.9
está di~I?~~-s~a a aceptar 9tro objeto en_lugar del deneg~.9-.P
{[ru~tra;do} la realidád permaµece inexorable, aquella ~e :v:~r.á
finalmente precisada a emprender el camino de la regresión
y a' aspirar a satisfacerse dentro de una de las organfa.acion~s
ya superadas o por medio de u.no de los objetos que resignó
Se:fi.oras y señores: A juicio de los legos, los síntom.as antes. En el ca_I.D.ino de la regresión, la libido es cautivad1¡1.
constituyen la esencia de la enfermedad; para ellos, la cu.. PQ.X:.l~ fijación qÜe ella h.a dejado tras sí en esos lugares de
ración equivale a la •supresión de los síntomas. Al médico le su de'sarrollo~
importa distinguir entre los l?íntomas y 1~ enfermedad1. Y · Ahora bién·, el camino de la perversión se separa tajante-
sostiene- que la .eliminación de ,aquellos no es todavía la c1.i- mente del de la neurosis. :;Ji ~stas +em-.esipnes no deap~e~_tan
ración ·de· ·esta. Pero, tras elir;Qiµarlos, lo único aprehenaible la contradicción del yo, t.~Po.co sobrevendrá !!3- ne~~-~1~, y
que resta de la enfermedad ·es la capacidad para formar nue.. •l-ª.J'l.Wdo alcanzará alguna satisfacci6n real, B;unque no una
vos síntomas. Situémonos provisionalmen:te, por.. eso, en el ª·ªtJ§fªQQj.(i:q.:_:Q.Otl}l.al.· !?~ro el oonflictq queda planteado ~i el
punto de vista del lego, y supongamos que desentrafi.ar los Y.P.,..9.ll:ª no sqlo dispone de la oon~i~ncia, sino de los acc~~os
síntomas equivale a comprender la enfermedad.. ' ª-lª=,_mervac{gg,.m_qt:ri..~- y, p9.r..ta;n:~o) a 1~ reali?iaoi.6n ~-ª l~s
~os ªg1to.m.ªs -nos ocÚpamos aquí, desde luego, de sí~.. ~F1.Pir~~i9_:q_~!(~cas, 1:1:0 presta su acuerdo a estas regresio-
tomas psíquicos (o psicógenoa) y de.enfermedades psíqui- n'ªij. I,d;l ij.b.,idi'> .f:!!i3. c«;>:µ1.0 .f:l.ta.iada y :tiene que intentar e'3capar a
cas- fj_l~m-.-~.ctq!)".P..Qrjp.~~c~~le.s o, al meno~,J!!:'!!iill.-~§1_para la y~- ~!~~ ~aq.o: 8i9-C?.J.l.d.e h9:~le un 4:r:~~aj_e para su i1:1,vestidura .
p.a .~~_su. con.iunt_g_; a menU<!o J~ P..'i!.~-~p~a.J.t~q~~ja_ª~ ..9,U~ los E?B.~!g~pt9.a, ~~gún lo exige el principio de placer. TJ.ene que
realiza coP;tr0; ~~ y9J:gp,jJªd, Y-J~Q!ll!~Y.W.4llU~la,_g,;r o S:f:;l;H:~~~?:t- E!.l.JJ:11;,li'ªªrf:!~. del. yo. ~~-11~!'-W.t~JJ: ta! .e~~ap~totj.a las :pjaciones
to para e~lµ... ~:!l.J>r.ip.c~p_al perj11:1c~o c~E-!!~t~.~ el gas~o ~~.~­ dejadas en la vía de su desarrollo, que ahora ella recorre en
cg_ q~e .~ilo~ l;lll5!m(?S c~~s~~ Y? además 7 en el que se n~ 7~s;~~ s~:riJt<!?.~!'~~~~~vo,' y q.e)as cu.alea ei yo, en su moznento 7 se
para combatirlos. Si...lª-'.f.o;r:q:i.aqi6n de sfn:toina~ e13 ~;Kt~.;nsa, había protegido por medio de represiones {suplantaciones).
e§~9f\l. 49s cc;,stgs.. p~~.d~ll;. .traer c;,omo .cp:q.~-~.P.,uencia un e~~~a- Cuando en su reflujo la. libido inv~te .~sta.s posiciones re-
o}'di.µajg . ~JP.E.QPX~.Q.~~p.j~if:~. la per~~n9: ~n.cuanto a ~n,erra primidas, se sustrae del yo y d.e sus leyes; pero al hacerlo
~~ca d~~P..~~~~~...y;.. por,_tan:~o, su pará;li~~s. P,ara t ·o ..'~a·ª .....ªª renuncia también a toda la educaci6n adquirida bajo la in-
tm.1e~s importantes de.la vida. Dado que en este resu1ta o lll- fluencia de ese yo. Era dócil mientras la satisfacción le
teresa sobre todo la cantidad de ener.gía así requerida, con ggµ!\r<;l_1;1.Q.ª=L~ro.o la: doble presi6n de la frustración {denega..
facilidad advierten ustedes que «estar enfermo>> es en esencia Q.:i,ón} extern.a e interx;a, se vuelve rebelde y se acuerda de
un concepto práctico. Pero si sé sitúan en un punto de vis.. ~ie:o;ipos pas·B;,dos que fueron mejores. He ahí su carácter, en
ta teórico y prescinden de estas cantidades, podrán decir ~.f.o:p.do inmutable. ~!l,S .~epres~nta(?Íones sobre las o1'aj.e_s. la
perfectamente que todos estamos enfermos, o sea, que todos @~p.!?,_.trª13:ft:~re ahora wsu ·energía en calidad de investidura
somos neuróticos, pueato_ que las condicione·s para la for- P.!3rten:ecep. al sist~ma del inconciente y están sometidas a los
mación de síntomas pueden pesquisarse tam.bién .en las per- procesps allí pcrsible.s., -en particular la condensación y el des ..
sonas normales. ;plazaroiento {~escentramiento}. pe esta manera se estable-
cen constelaciones sen:uajantes en un todo a las de la form.a-
qi,6n q.~J sueñ.o. El sue:fio geriuino, el que quedó listo en el
Ya sabemos que J..os ~:w,t_Q,W.~Ef._J;!.~.\IJ:'R1icoE!. ~on .~1 ~.esultado inconciente y es el cumplimiento de una fantasía inconciente
~.An cor.iflicto que se libr~ en t~rn~ _qe un~ nue:va moda- de deseo, entra en una transacción•~ con un fragmento de
lidad de la satisfacción pulsiop.al [pág. 318]. Las dos fuerzas
que se han enemistado vuelven a cow.cidir en el síntoma; se 111
{<,••• Dem 7raum (...) entgegenkommt»: p()dría entenderse, más
reco~cilian, por así q.~cir~ gr.acias al qofupromiso de la forma-- simplemente, «al suefio genuino le sale al paso un fragm.ento •.•,>.
~~6n. qe .sfnto~a. Por eso el síntom9= es tan resistente; está Hemos traducido la pala'J=,ra <cEntgegenkommung,► por «transacción1> o,

326
actividad (pre)conciente; esta, que ejerce la censura, permite, elusiva.mente a la formación de síntoma en el caso de la
.
lograda la avenencia, la formación de un EJueño manifiesto en neurosis histérica.
calidad de compromiso. Del rnism.ó modo, la subrogación:I. de
la libido en el interior del inconciente tiene que contar con el
poder del yo preconciente. La contradicción. que se había Ahora bien, ¿donc;ie halla la libido las :fijaciones que le
levantado contra ella en el interior del .yo la persigue (nach- bJ!..g~n.f.~Jt!:l:.. :P~fª~qµ,el?.rw.ta.~ las repr~1=1;io:p.es?Jnn las prácti..
geheTJ,} como «contrainvestidura»2· y la Íll;erz~ a escoger una ~-ª y viv~n~;~s .4e la sexualidad inf~ti¡, e:p. los afan<:3s pa:rcta-
~~r~ij1:ÓP...4Y.~ P.Ue.cJ:a ~onvertirse al mismo tieµipo en 19: suya !~~ ab8:11.9:<?!1:ª=42~Y. ..~~J.Q~ ..Qpj~~Qs resignados g.elaniñez. ~acia
p:z;-g_pia. Así~ el síntoma se engendra cqm.o un retoño d.~} ~fü>.s1 .P.or t~nt~, revierte''la libido. La importancia de este
c~p~iento 4el ~eae9 libidinoso i;q.,ooncie:p.t~, desfigur~do Qeríodo infantil es doble: por un lado~ en él se manifestaron
g.e, :m,~~ra µl.p.ltjple; es una ambigüedad escogida irig-eniosa- por primera vez__lE!í:t..o.rJ.~...~ta.c~op.~!=J prilsionales que el ni:fi.o
:rµente, provista de dos significados· qu~ se, cop.traqicen p9.r k~J.f:1:~E2.!!!.~go ~~ ..~µ.gjsP,osi9i6n ~ata; y en.se_gu.n~o lugar,
qompleto e;itre sí. Sin en:ibargo, en este liltimo punto ha de en virtud -de influencias externas, de vivencias accidfmtales,
reconocerse u.na diferencia entre la formación del slie:fi.o y la ~~1.~~i!~.fipertaron Y. á~tiv~r~~. ¡:>9r ye~ ;primera otras pulsio-
del síntoma, pues en el caso del primero el propósito· preconw nes,. No cabe dudi¡t, creo, de qu~ tenemos derecho a estable-
ciente se agota en la preservación del dormir, en no dejar que ceresta bipartición. La exteriorización de las disposiciones
penetre en la conciencia nada que pueda perturbarlo; de innatas n.o ofrece asidero a ningún reparo crítico. Ah.ora
ningún modo consiste en opone:rle un rotundo «¡No, al con- bien, la e:x.perienci?, analítica nos obliga sin más a suponer
trarlo l» a la moción de deseo inconciente. Puede niostrarae que :i--i~s v;Y..':l!l}?~~ .P.ll.:!-'~Dl;en~e...~ontingentes p.e_ la infancia
más tolerante porque la situación del que duerme está me .. son capaces d~.!;!~t~!~-'19~º ~~g:t.:1-,~la ñjacio~es de la libido. No
nos amenazada. Por sí solo, el estado del dormir bloquea la veo ningUna dificultad teórica en esto. Las disposiciones
salida a la realidad. constitucionales son, con seguridad, la secÜela. que-dejaron
Como ustedes ven, la escapatoria de la libido bajo las con.. iaa·viveñcias ·¿té nuestros anteP-asados; también ellas se ad-
diciones del con;]icto es posibilitada por la preexistencia de qµJ;deron una vez: 'sin ··taf ·adquisición no habría herencia
:fijaciones. ;La investid,n:a regresiva de estas lleva a sortear la · ~ a . ¿Y puede concebirse que ese proceso de adquisición
represión y a una descarga -.o satisfacción- de la libi<;l.o que pasa. a la herencia haya terminado justamente en la
en la que deben respetarse las condiciones del compromiso. generación que nosotros consideramos? Suele restarse toda
Por el rodeo a través del inconciente y de las antiguas fija- importancia a las vivencias infantiles por comparación a las
cianas, la libido ha;. logrado por fin abrirse paso hasta y.µ,13- de los antepasados y a las de la vida adulta; esto no es lícito;
satisfacai6n real, aunque extraordinaciam.ente restringida y al contrario, es preciso valorarlas particularmente. El hecho
~penas. re.2_9~ocible ya. Permítanme agregar dos observacio- de que sobrevengan en períodos en que el desarrollo no se ha
nes acerca de este resultado imal. Consideren, en primer completado confiere a sus consecuencias una gravedad tanto
lugar, cuán ínt;imamente aparecen ligados aquí la l:i.bido y el mayor y las habilita para tener efectos fa:au.;máticós. Los tra..
inconciente, por una parte, y el yoi la conciencia y la reali- bajos de Roux8 y otros sobre la mecánica evolutiva nos han.
dad, por la otra. si bien al comienzo en manera alguna se mostrado que el pin~o da una aguja en un german en pro"
copertenecen; en segundo lugar, tengan presente esto: todo lo ceso de bipartición celular tiene como consecuencia una gra-
dicho aquí y lo que se diga en lo que sigue se re:ñ ere ex- ve perturbación del desarrollo. Ese mismo ataque infligido a
la larva o al animal ya crecido se soporta.ria sin que sobre-
viniera daño.
en otra.a oportunidades, por «solicitaci6n,►, oom.o por ejemplo en ceso~
matisches Entgegen.kommung», ccsolicitaci6n somática,►,} La_[~g,i2~..'ª)?._;ª~:Q.8:l q.el adulta, que hemos introducido
1 [«¼rtretung)► , vale decir, el representante (representative en enTE\_~9JL.aqi6:g. .etip¡pgica de las neurosis como represen-paute
inglés) psíquico de la libido considerado como algo somátic'o. Se en- del J~~t.9.F .~f>nstíti.;r.cional [pág. 315], ª!=l nos descompone aho-
contrará un análisis más amplió de esta noción en nlí -«Nata intro~
ductoria» a «Pulsiones y destinoa de pulsión)> (1915c), AE. 14, pág.
i:ª,. Por tanto., en otrof!I ~os f~ctores: la disposici6n heredada y
1~ predisposición f:1,dquirida ep. la primera infancia. S4bem.os
108.]
2 [O sea una fuerz~ que actúa en sel'ltido contrario a la energía.
pulaional primaria. Véase la sección IV de ~<Lo inconciente>> (1915e), AE, 8 [Wilhehn Roux (1850-1924:), uno de los fundadores de la em~
1~ pág. 178.] briología experbn.ental.]

828 66 829
que un esquema contará seguramente con la simpatía dé los malenten:di.do que podría extraviarnos haciendo que centrá-
estudiantes. Resumamos entonces el juego de las relaciones semos la vida con excesiva unilateralidad en la situación
en un esquema: 4* · neur6tica.)~fi! qm~. a:.la importancia de las vivencias infantiles
Ca.usación de Predisposición poz: + Vivenciar accidental clmJ(¡lln9~ :r~starle lo siguiente: la libido ha vuelto a ellas re-
laneuro1:1is fijación Iibidinal ({raumático) [del adulto] Br~s_ivamer,,te de~pués que fue expulsada de sus posiciones
1 -~':1-ª tardías. X ~sto n9s sugiere ~on fuerza la inferenciá recí-
Constibuci6n sexual VivenoiÁr inf~til Eroca, a sabe.E, q~~ las vivencias libidínales no tUvieron en"su
(Vivenciar prehiet6dco) 4!PS!!!l:~~j.;gP,9t~~c~a alguna, Y s6lo la cobraron regresiva-
:mºgle, Re~uerden ustedes que ya habíamos considerado una
L~ constituc~g12-. sex~aJ her~~1~~ nos. ~!.~1:¼c!~~:~.~ ..~~ alternativa de esta clase en la elucidación del complejo de
diversidad de disposiciones, segú!Lque. esta .o. aque.JJ.a.pulei6p. Eldipo (pág."806].
e..~~¼al, PE.!.!'L~!?.!~. ~- ~~-~~9.~.~2..I!...~EE.~~1~.V.ºsea un~_fue1;~a Tamp_oco esta vez nos resultará difícil zanjar la cuestión.
.r-~tic,iar. La·--~-~P~-~~.E!.<?.~.~~~1:l*.fº.!!9-~. !?.<lP.-.d.!)l.Y,1~~fq1a:tr
miant1 otra «~~~-~~!!].plementar1a», ~-~ to o s~me~~~--~
:ffl~~!P.-dl.!a~~~~II?-e:e-t~ .~orreo~a la ob~eryaci6n de que la inveati.--
<!~i~J!p;!Wñal-:ypor tanto la importancia·páiógéña- de las
a. la nue....~a conocimos ent:re.J2!.edisnos1c:i.6:ri y v1venc1ar
aoo@:ntafiíel'
··-····---·•"-.... -........aclu1to
-,... -fi-á·-:-816].
p g A-u·r~mo
q
mismos casos extremos y las mismas relaciones de subroga...
·allínallaiii.os los f~@"!=?~~~~ªª·
~y~n?i~~--~ª~~l~s ha aido reforzada e~ grEµi_ ;m~qi~~ .P.Qr ¡a
~~. r1h1do. Pero caeríamos en un error si viésemos
en esta lo único de'cisivo. Aquí es preciso dejar sitio a otras
ci6n. En este punto no podemo's menos que plantearnos una consideraciones.
pregunta: la más llamativa de las regresiones libidinales, la En primer lugar, la observaoi6n muestra, fuera de toda
que vuelve a etapas m.ás tempranas de la organización se- duda, que las vivencias infantiles tienen una importancia
xual, •¿no está condicionada predolninantemente por el fac- i~~. ~e~-8,! ~~~V~ª Y que ya ha1;1 probado en los a:fios de la ni-
tor consti~cional hereditario? Pero tenemos qu~ posponer la E-~?.i· Es que. tal;lb~én existen neurosis in:fantiles en las que el
respuesta hasta que hayamos considerado un.a serie m.ás factor del difernn1ento temporal desempeña necesarian:i.ente
amplia de las formas de contraer neurosis. un papel muy reducido o falta por completo, pues la enferme-
dad se contrae como consecuencia directa de las vivencias
trauxnáticas. El estudio de estas neurosis infantiles nos pre-
Detengáplonos ahora en el siguie:p.te hecho.: la indagación cave de caer en más de un peligroso malentendido acerca de
analítica muestra que la libido de_ lOJ; _:g.eurótic.os. est4Jigªd~ las neurosis de los adultos, así como los 13ueños de los ni"
a_ ,sus vivencias sexuales infantiles. Así
_ __ _ _ _ N-••- • ..••••••---•• t••h••• ~•,. "~••••..~*••- .,..,, .. ,,.._parece
• conferir
•• •••••• a ños nos han dadó 1a clave para comprender los de los adul-
49stas una importancia eE:_QEP.-~-.E..~?.- -~ª ~9:~.~9:..~)Q.~ .~t~!~~ p.\'l- tos. 5 Y bien; las neurosis de los nifi.os son muy frecuentes
P?-ªP.ºs. :r.1~!-~_l;'lfe,;:~~ª-~4~~ qmtq~:g.:tr~~n. Y la siguen pose- mucho más de -lo qu.e se supone. A menudo no se las ve'
yendo, incólume, en lo que concierne al t-rabajo terapéutico. se las juzga.signos de m.aldad o de malas costumbres y aUX.:.
Pero si prescindimos de las tareas que este plantea, advet- son sofrenadas por las autoridades encargadas de la crianza.
timos con facilidad que nos amenaza aquí el peligro de un No obstante, viéndolas retrospectivamente desde algún mo-
4 [Tal vez los lectores encuentren más sencillo seguir este esquema mento posterior siempre es fácil individualizarlas. En la ma--
si se le da la forma de -qn. árbol genealógico: yoría de los casos se presentan en la forma de u.na histeria
de angustia. El significado de esto lo averiguarem.oa en otra
Constitución sez.ual + Vivencíar infantil oportunidad [cf. págs. 864..5]. Si en períodos más tardíos de
(Vlyenoiar prehistórico) · I
la vida estalla una neurosis, el análisis revela, por lo general
Predisposición por + Vivencie.r· accidental· que es la continuación directa de aquella enfermedad infan~
:fijación libidinal (traumático) [del adulto] ti;l.,-nizá sólo velada1 constituida s6lo por indicios. Pero 1 como
1
Neurosis.] d:ijunos, hay casos en los que esa neurosis infantil p:rosigue
sin interrupción alguna como un estado de enfermedad que
111
(En este esquema, Freud emplea «Erleben» = <1vivenciar», y no
«Erlebniss» = <1vivencia>>; además, utiliza <iAiilctge>► (disposición) para 6
designa.I.' lo heredado, innato, y <~isposition,1► (predisposición) para lo [Cf. 15, 8ª conferenci~. Sin duda, Fraud estaba pensando aquí en
adquirido en la prim.e:ra infancia.) su análisis del ◄<Hombre de los Lobos,>) que ya tenía terminado pero
allnno habí~publicad.o (1918b).] ·

330
dura toda la vida, Todavía no hemos podido analizar sino después d1:1,ñina, o bien que lo lance al mundo inerme frente
unos pocos ejemplos de neurosis infantiles en el propio niño al asedio de los requerimientos sex:q.ales que le sobrevendrán
-en su estado de neurosis actuales-; 6 mucho más a me... en la pubertad. 7 Por eso sigue siendo sumamente dudoso
nud-o debimos conformarnos con que una enfermedad con.- cuanto pueda avanzarse con ventaja en la profilaxis de la
traída en la vida adulta nos permitiera inteligir con pdsterio- infancia, y si un cambio de actitud frente al esta.do actual no
ridad la neurosis infantil de esa persona. Y en tales casos no p1'ometería un mejor punto de abordaje para precaver las
pudimos omitir ciertas correcciones ni ciertos recaudos. neurosis. ·
En se~ndo lugar, ~abemos admitir qu~..~~1'!ª' :i,n~ppcepible
que la, libido re~esase {regredieren) con tantª I~w.a:rtdªP. a
las épocas de la ~ancia si ahí n.o h'!:J.°!Jie?='~ .l:'lf+Q.J;_.9.µe ,:pµqj.el'a V~lvamoa ahora a l..Q..@. !=l;t;n~omas. Qrean;, e.ntonces.t un
ejercer una ~tracción sobre ella. "X.~~- efe~tp,J~ ..ft:iJ.1:g;i,Qn....g,u~ §11§-pituto para la satisfacci6n frustrada; lo hacen por medio
~~-~a rew,.-~13iq:q. dJ?J-ª" p.~ido !1 épocas anterior~s, a la que va
su.ponemos e~ d!lte;i:!D,inS;~q~ puntos c;:1.e la y!~ __gel i;l~..s,~:rrolJ,o
sólo cob:ra•val.or si la hacemos consistir en la inmovil;izacióp.
de u.n deternnnado monto de ener~a libidinosa.
~or ültimo, p~~g.oH,haee:ries pr~s~µ.te que e~tre la intensi...
~~~m:rollo ~n la elecci611; ªª
ln~~q¡µpJe~~nt~ lj.ga;p.o el retroces,o a estadios anteriores del
objeto o en la organizaci6:o.. Hace
m.ucno que sE;tbeme>s que ~l.~-~11.r.t1'!;igo que~6 adherido a al-
Q.f:!:Q.••~ i::J?1POrtap.cia P!it9gena r;I.e las vivencias i~an.tii~~ Y. l.~ .de ~ú!l,;•.EUJ1~cu!~-~~ . P.a~aq.0;8 ~or,~ nos enterru:p.ps A,e ,qµe,.~µ
~as .más :tardías hay una relación de compl~:in.~!l:t~rl~~P. ~e.. '::1§1~.P.~.P,;Q.<;1:..Q...fftl: lip~do no eol:iaJ~~ ~e menos la a~tisfacci4n, y él
meJante a la de las series antes estudiadas. Hay casos en que ex..i:t. .4.1911.Pso. l;!:U!=l~ª entonces. a lo fargo de toda s11¡ biogra-
t9q.o el p~so de .la causaoi6n recae en las viveriólas"sexu.a.les :f.(ª_hf\'.~t~ ha.lJ,.~ µna época así, a.unque para ello tenga que
.fle. I~. infancia; .~n ellos, estas impres!QP.~~. ~ercen un:a'eiú:ro ref.r99.~g.~,rj}.as.t.~ s-q. paría.do de l~ctru:+cia, tal cotp.o lo recuer-
4~. o tªL9.9P.lQ. se lo :imagina en virtud de. incitaciones má.s
efecto traumático y no necesitan de otro apoyo c¡ue el ~ue
puede ofrecerles la constitución sexual promedio y sü' in- -~~rdías. :W~ síntopia reptt_e d~ ~lgún :r:n.qdo aquella m.pdali:-
madurez. .:funto a estost hay otros en que todo el ·a.cantó re- d!,id de sa~~~~~~~ón de su temprana infancia, desfigurada por
caé sobre los conflictos posteriores, y la 'insistencia en las !a c~;h~ura que nace del ..g~a,fl,;c;to, pqr r_egla _g~~~rJ:l-1.volcada
~ u~a ~~~!!~oi6n 4~ S'\:!-Í~imiento y mezclada con elementos
e~.
impresion~s 9-fl la infancia, según la revela ~nálisis, apa..
q,~~ PF~E~~~n 4~ la ocasión que llev6 a contraer 1~ ~-nf~r..
re~e enteramente como la obra de la regresión; vale decir
tenemos loa extremos de la <dnhibici6n del d.esarróflo»··y·· el~ ~~~@-d. t!1.modajj.c;lªd de satisfac~i6.P. que el síntoma aporta
Lda...«regrbes~n» y, entre ellos, todos _los gra~Rs..fl.e ~_H;ajugaoión t!~~~"~B--~lE.-tµ~o de e:x.~año. Prescindamos de que es frre ..
e a.m. os J.actores. ggg,Q~J:?l~ P,ara la persona, que siente la presunta satisfacción
Estas circunstancias poseen cierto :interés :para una peda- :r;n.ás bien como un sufrimiento y como tal se queja de ella..
gogía que se proponga precaver las neurosis medit!l.nte una ~~t.!=l.m.µ?,anza es parte del conflicto psíquico bajo cuya pre-
intervención temprana en el desarrollo sexual del nifi.o. Si se ~~61?,- ~e°J?1~ f.9.!ID:arse el síntoma. Lo que otrora fue para el
atiende preponderantemente a las vivencias sexuales m:fan.. 111-dividu-o unB; -ª-'i':.t!§!~Q9Í.91:l:. ~~~á de~tinado, en verdad, a pro--
tiles1 no puede menos que pensarse que se lo ha hecho todo yoqar .hoy su resistencia o su repugnancia. Conocemos un
para la profilaxis de las enfermedades nerviosas cuando se · modelo trivial, pero instructivo, de ese cambio de actitud.
ha velado por que ese desarrollo se posponga y se le ahorren El mismo niño que ha mam.ado con avidez la leche del pe-
al nifio vivencias de esa clase. Pero ya sabemos que las con.. cho materno suele manifestar afias más tarde una fuerte re-
dicion~s de la causaci6n son complicadas ~nM ~l. caso<!~"1a.s nuencia a beber leche, que los encargados de su crianza tie ..
~euros1s, y ea imposible influir sobre ellas tomando en cuen- nen dificultades para vencer. Esta renuencia crece hasta la
~a 1l;D, factor -único. El riguroso resguardo de ios nifioá.pierde :repugnancia cuando la leche, o la bebida en que ella esta
mezclada, se halla cubierta de nata. No puede desecharse
valor porque es impotente frente al factor constitucional;
además, su ejecución es m.ás difícil de lo que creen los edu- quizá, que esta nata convoque el recuerdo del pecho ma:
cadores, y trae aparejados dos nuevos peligros nada de&pre.. terno, tan ardientemente anhelado antaño. Es verdad que en
ciables: que consiga. demasiado, vale decir, que fav-orezca una tanto se tuvo la vivencia del destete, de efecto traumático.
represión sexual desmedida en el niño, la cual resultará 7 [Freud,se explayó sobl'e est·e problema en la 84ª de las Nueuas
con¡erencia.s (1983a.), AE, .221 pág. 188.]
6 [Véase el caao del pequefio Hans (1909b).] [Véase, por ejemplo, el comien~o de la 18ª conferencia, pág. 250.]

382 68 383
Hay todavía algo más que hace que los síntomas nos falseadas, si se revelaran. como· inventos, como fantasías de
parezcan asombrosos e incomprensibles com.o medio de la los enfermos, .tendríam.o:;¡ que abandonar este suelo movedizo
sdatidsfacci6n libidinosa. :m.t1:..m.,~1!ªJ'.?:. ~J.@.!1~.E.2~..r~.ctierq.lP.}. P.-~- y ponernos a salvo en otro. Pero no es ni una cosa ni la otra;
- l! . e .1q. g_µe J:IC?~~µ;i.os p,ormalm.ente esperar de una satisfac- puede demostrarse que la situación es esta: l~s X;iyen?~as in-
Q=!:.9-9.:.t q~~f .si~m.pre prescinden del objeto y resignan, por ~~tiles construidas en el análisis, o recordadas, son -µnas
tanto, el vínculo con la realidad exterior. Entendemos esto ~~9.~~ irreft;tablemente falsas, otras vec~s son con certeza
2~~º :~~~.-~9E-f:1e_cuen:cia del extrañamie:11:to .~espe°"cto. '4,el yerd~qeras, y en la mayoría de los casos 1 una mezcla ~e
ptjn~iP.!º _de E~ª];í.g.ad, Y. d~l retrqceso al pr~Qill!.Q..d§. ,P,lac;er. v~rq.ad y falsedad. ~os síntomas son, entonces, ora la fi...
Empero, ~~- ti0.mbién un retroceso a una suerte d.e autoero- gµraci6n de vivencias que realmente se tuvieron y a las que
tismo ampg~~<?, cpµto_ ~!. gi¿t~ ofrecic;) las Plin?-~1=:f:l:?, .k~~~~~~P.~~~­ la
p,;ueda:·~friJ:mirse UD:ª imluencia sobre la fijaci<iA.de libido,
nes a la puls16n sexual. Remplazan una m.od1ficaci6n del . <?!.!)~ ·'ª~?-:~~~~~~l;l...:f.~~8:sías del enfermo, i1:13-p~opi~s. desde
~~9.:9..~~~,;i:Qr.P,or ~P:~ ~o~~;g5;:~aj.2n.. ~~t.9j_eg:12Q_;_i.!!(ei~~;cir, luego para cumplir un papel etiol6gi.co. ;Es dificil onentarse
udn~ ..€1:~'?.ic'.?P.. ~xterior P.ºY.. :9-1'1:ª Jp:t.~.:r!Q.f.,1."9,~~ ...~~_gJQ.:Q...J?.<?.1:". u_na aquí:-uñ ·))rimar punto de apoyo lo hallamos quizás en un
a apt3;?i6n,_lo_cu?3- a su vez correspona.e a :U~..rep~s~~n de descubrimiento"'parecido, a saber: ¡_os.recuerdos ~f~tiles
~~.!?:!~ ;mP,o:r;ta~c;a: en el aspecto fJlgg~;g~;t1~m~ Lo compren- - aislados que, desde siempre y antes de todo análisis, los hom-
daremos sólo en conexión con una novedad que· todavía han ·b:res 'han llevado en su interior con conciencia pueden estar
de proporcionarnos las indagaciones analíticas sobre la for- igu.~ente :ta].seados o, al menos, mezclar mucho. }o verda-
mación de síntoma. Recordemos 1 además, qu!3 e.B. esfaª'.. han dero con lo falso. En estos casos no es dificil probar la fal-
eied9:d, y ello.nos proporciona al menos la tranquilidad de que
~lf~~~~r:fu:~l~':'~~:i;.f:te:~ºJ::
,!g. . igual_ que el su!3ño 1 el sfr;ltoma fi~~. E!-lgg .P~~C? cumpl:J.-
el culpable de este inesperado desengafio no es el análisis,
sino que de EÜguna m.anera lo son los enfern;i.os.
~?: una satisfacción a la manera de lo .infantil; P.!='ro por J:?:10• Tras breve reflexión comprendemos con facilidad lo que
,9-1~ de }a más e~rem.f!. condens~ci611; ~~.f!-.1!ª:.t!.ªf!!.~.P!.9.P. P.U:~de tanto nos confunde en este estado de cosas. Es el menos-
G_QmP.FH~jrse en uµa_ sensación o inerv~Q:i-..2!!:..YP.-.Í~§.§., ..Y._,po;r precio por la realidad, el descuido por la diferencia entre
m~sH~.~e ~ extremo desplazamiento pueq~ circunscribirse a ella y la fantasía. Tentados estamos de ofendernos por el
p.µ pequ~ño ~etalle de ~oda el complejo liP.!!=!~!~ps~. :Noªª--~.. hecho de que los enfermos nos hayan ocupado con unas
k.~9.. Q.1:1:!=~..•~amp:!:,én nosotros tengamos muchas veces clifícul... historias inventadas. A nosotros nos parece que la realidad
tades para individualizar en el síntoma lasatl'sfaécióñ li- difiere incomnensurablemente de la invención, y ia aprecia-
bidinosa que sospechamos y que en to.dos fos. casos corro- mos de una manera por entero diversa. Por lo demás, este
1?,oramos. - .... ·· h·"· mism.o punto de vista es e¡ que adopta también el enfermo
en su pensamiento normal. Cuando él nos presenta aquel
material que, por detrás de los síntomas, lleva hasta las si-
Les anuncié que nos enterar:íam.os aún de algo núevo; es, tuaciones de deseo calcadas de las vivencias infantiles, al
en realidad, algo que sorprende y confunde. Como ustedes conrlenzo no podemos menos que dudar sobre si se trata de
saben, por el análisis de los síntomas tomamos conocimiento realidades o de fantasías. Más tarde, ciertas sefiales nos per-
de las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde mitirán decidirlo, y se nos plante.ará la tarea de hacérselo
las cuales .se crean loa síntomas. Bien; lo_ sor;i:,rendente reside conocer al enfermo. Pero ello en ningún caso se logra sin
en que estas escenas infantiles no siempre son verdaderas. dificultades. Si de entrada le· revelamos que está a punto de
l:?-t~s aún: en la may<?:r:f~. d~ los casos rio lo. ~QB, .Y.~;!.l-·ai'~os traer a la luz las fantasías con q.ue ha encubierto su· his ..
~stán en oposici6n directa a la verdad histórica. Ya ven us... toria infantil, que son como las sagas. que los pueblos crean
tedes: este des~·i.ibriii{i~nt~ más es· apto.qÜ;·
cuaiquier otro acerca de su historia olvidada, notamos corttrariados que
para desac;ireditar al análisis~ que nos ha llevado hasta él, o desaparece repentinamente su interés por continuar el tema.
bien a los enfermos, sobre cuyas manifestaciones se cona.. También él quiere conocer realidades y desprecia todas las
truye el análisis· así como toda la compren,si6n de las· neu- «imaginaciones». Pero si hasta finiquitar esta parte del tra..
rosis. Si las vivencias infantiles que el análisis saca a la luz bajo le hacemos creer que nos dedicamos a explorar los he-
fueran reales en todos los casos, tendríamos la sensación de chos reales de su infancia, corremos el riesgo de que más
movernos en terreno seguro; si por regla general estuvieran tarde nos reproche habernos equivocado y se ría: 'd.e nuestra

334 69--,
aparente credulidad. Durante largo tiempo, n:o comprenderá Tampoco está excluido en modo alguno que, aun en fami-
nuestro designio de equiparar fantasía y realid~d y de no lias no proletarias> el niño pequeño, al que no f:;le le atribuye
preocuparnos al comienzo por saber si esas vivencias infan.. ninguna comprensión ni memoria, sea testigo de un acto
tiles que han
de explicarse son lo uno o lo otro. No'·obstante, sexual entre los padres u otros adultos, y no debe descartarse
que pueda comprender con posterioridad esta impresi6n y
es evidentem.ente la única actitud correcta frente a estas
produociones del alma. También ellas poseen una suerte de reaccionar .frente a ella. Pero cuando ese acto es descrito con
realidad: queda en pie el hecho de que el enferm.o se ha unos detalles precisos que diñcilmente podrífiLU observarse, o
oaupado de esas fantasías2 y difícilm.ente ese hecho tenga cuando ae lo presenta (y así sucede con notable frecuencia)
menor importancia para su neurosis que si hubiera viven- como ejecutado desde atrás, more ferarum [a la manera de
ciado en la realidad el contenido de sus fantasías. '.fil]Jru¿ pp- los anim.al~s], n.o queda ninguna duda de que esta fantasía se
~-~~f..~~!'-l!~~4..P~!2'.!±iE~t por oposición ~ una re~i~~fl~..~-~PP· apuntala en la observaoi6n del comercio sexual entre ani-
'f?~"' y poco a poco aprendemos a comprender que en eJ mury,• males (perros) y su motivo es el insatisfecho :placer de ver
ao ..
de. las neurosis.la realidadpstquica
. es la decisiva. {Schaulust} del ni:fio en los años de la pubertad. El producto
más extremo de esta índole es, po:r último, la fantasía de
haber observado el coito entre los padres cuando, todavía no
EJ?.-!;.~ ~os ~conteci~t.entoa que siempre retornan en la nato, se estaba en el seno materno.
hisj;o~~Juye1:fi é!-ª lo~ neuróticos, que no PJ:!l"!l~~n f~.1:par ;n.J.;Jn- ~-~:rticular inte~és presenta la fantasía de la seducción,
~.i.Á.E!-Y ~Igu.~os de P~!'Piqµlar nnpoi:tB;Aci!ii j'g~gp _que m~re- aunque s61o sea porque a menudo· no es una fantasía, sino
º.~~ dest!:1,~:a,7se. Como eje:r.q.plos de este género, les. ·enumero: iinºrecuerdo real. Pero: afortunadamente, no lo es con tanta
frecuencia como lo sugerirían a primera v.i.sta los resultados
f!i, observac16n d,el.};.!,l,!I!~~<?io sexual ei+t:r:~Jt!s P..~c;Lr..es, la ~e--
g.ucci6n por una persona aduita y la amenaza de castración. del análisis. ~€J. .~.~9-1-1.~c:l,9n pof nífi.9.s n;i.~yores o de la misma
Sería un error suponer que nunca les-corresponde -una reali... ~dad es, con ~~c~9., más .frecuente que 18: .seducción por .
d~d m!i~~;r,ial; al contrario, :muchas veces la compulsa entre ~du~toa, y si ª1;. ~t~~~9 ~e ~L:-~. :n};fias g.ue acuf!.8;ll este hecho
parientes mayores permite comprobar su realidad fuera de ~.n su hl§l_toiJ.~..1:D-fantll el padre a.parece con Iiastante regu-
toda duda, Así, no es nada raro que un muchacho se tome la laridad como el seductor no son dudosos ni la naturaleza
mala costumbre de jugar con su miembro sin saber que es {aµt~it.f~:~e. nJ :mot,i.y_q
~·~f~]~imJp~ción :el. a
,q-q.e ~onstriñe
preciso ocultar esos manejos, y los padres o las personas . ellf¡l.,? QQn la fa.p.P!lSí~ 9:~l~ seducción, c-g~~<? no la hf!-habido.,
encargadas de su crianza lo am.enacen con cortarle el miem- e_l_ll,1jj.o encubre (deq~en}- por regla geµ.~r.al el período au-
bro o la m.ano pecadora. Preguntados, los padres a menudo ~o~.r.,6]ig9 d~ . ~:H-.9.1:-1eh~cer sexcpu. $.e ~arra. la ver~enz~ p.~ l.a
confiesan que con ese amedrentamiento oreen haber hecho J.P..~sturbac~~'.ln fantast?a;n.do retros:pectivamente, para estas
algo conveniente; muchos hombres tienen un recuerdo con• épocas más tempra.p,as, un objeto aD4elado. No c:r:ean uste ..
ciente verídico de esa amenaza, en particular si la recibieron lo
cíes, ·por dem~s, que los ab11soE1 sexuales cometidos contra
en afias un pooo más tardíos. Si es la madre o 'Q.na persona las niñas por sus parientes masculinos rnás próximos parte..
del sexo femenino quien la formula, suele achacar su eje- necen por ~ntero al reino de la fantasía. La mayoría de los
cución al padre o al... médico. En el famoso Struwwel- analistas habrán tratado casos en que esas relaciones fueron
peter de Ho:fónan, el pediat:ra de Francfort, cuyo libro debe reales y pudiexon comprobarse inobjetablemente; s61o que
su popularidad justamente. a la ~omprensión que muestra. correspondían a años más tardíos de la infancia y se atri...
de los complejos sexuales y otros de la infancia, hallan uste... buyeron a una época anterior.
des a la castración morigerada y t;:1ustituida por el corte del No se tiene otra impresi6n sino que t~les Jie.c;hos _de la
pulgar como castigo a un chupeteo obstinado. Pero es suma- i?fanci~ ~on ~e alguna manera ~e~~sarios, perte~~!?~:Q. al pa-
mente improbable que los niños reciban· la amenaza de cas- ~i:~~~<?.!!?-~.E!l?~P.~.ab~eN de la neurosis. Si est.4. co;iteniqos .en
l!a x.~_al~~a?{, muy bien; si ella no los ha conc~q.ido, s.e los
tración oon tanta frecuencia como aparece en los análisis de ·
loa neuróticos. Nos resulta suficiente comprender1as cosas 9 [Véase una referencia posterior a esto1 con una explicaci6n más
del siguiente modo: el niño se compone esa· amenaza sobre amplia, en el trabajo icSobre la aexualidad.temenina)> (1981b),AE, .21,
~-~ ba.s~.d~ in~~!-9!.3, . ~ª~d~ "pqr·~µ ~aq·~~:civ.~ la satisfac.. págs. 289-40. Hemos hecho una reseña completa de las opiniones de
cJQ~~'?.~eef~tic~ ea.t~~prohib~da, Y. bajo 1~. llll:P!.~si6n de s:p. Freud sobre este tema en una nota al pie de las Nuevas conferen.oias
descuEr11mento de los genitales femeninos. [Cf. pág. 290.] (1988a), AE1 .22j pág. 112.] ·
- - _,n• _ •.,......... • • • •• •

836
70 887
estab;ece a partir de indicios y se 101:J completa . J:!l-~d\~!?.-:f:.~_J!=', lo siguiente .. ~aben ya que el yo del hombre es educac:;lo po-
fantasía.· ~l resultado es al mismo, y ha.ata hoy no hemos co a p_oco p~;r;a aprec~ar la .rea:lidad y para obedecer al
logrado- registrar á.iferencia._alguna, en cuanto a las con- principio de _realiqaApol" influencia del apremio exterior.
secuencias de esos sucesos infantiles, por el hecho de que ~n :@:g.._~J.1~ PF-P.QfaijO. tien.ª--9...l!ª r~nunqiar de manera transitoria ··
ellos corresponda mayor participación a la.f,antasía o a la
realidad. De nuevo, lo que tenemos aquí no es sino una de las
tan a menudo mencionadas relaciones de complementa❖
ª'ª
o p,ei-11J.ª"1J..e:p.te a diy~r~os objetos y ro.e:tas de s.u asp;j.i;■?,ci6n.
.l?~~c§:t -.I!.R. sólo sexual-. ];>ero siempre es difícil para el
hombre la renuncia al placer; no la lleva a cabo sin algiµi
riedad; en verdad, es la más extraña de todas -las que hemos ·a~
~pg i.ruú;;,,x.c1mi.~nto. P9_r eso .. se ~ha r~~.~:r:v;ap.o una ..áctivi•
conocido. ¿De d6nde vienen la necesidad de crear tales q.~d ~el alma .en que se concede a _todas estas fuentes de
· .~antasías y el
maferial con qÜ.e s~ conS.~f~Y~i,t·r~Q:·9.~~i: ~~da P!~~~?;-~§lS}.-gD;~das y a estás vías abandonadas de la gananci!=l
de 9-ue -ª~ .
:fu.~D:~~...e~t~.. en ~~f!..P.)11Si_2µ.es, pe~o. queda por ex- 4.~ .Blf.l.Q~.l:.~'P..t'-1¡1. supervivencia, una for.ma_ 4~. -~~~tencif;l !1.Ue .
plicar el hecho ele que en todos fos casos se ·ct!3en las mismas J:as ..~ID?:~9ÍP.~.del requisito de realidad y de lo q-q.e ll~ma-
t}J) fantasías-con idéntico contenido. Tengo pronta una respuesta m.9..~.,;<~.~~~.m~p. de realidad>►• 12 'I:_odJ:!-. aspiració:p. ªl.~~n~?, en-
'\__ f!. i : pa't'a esto> y sé que les parecerá atrevida. Qpi;t~ _que. ~~ters
fantasías primordiales -así las llamaría, junto a algµnas
. E!_eguhida la 'fo:r:ma de una re:p,;_~!'.~;i;~~.2.té.P.:.. 9-~_qµp;p~P.:P-i~!!-1_;~;
n:o ay nlll;guna: d-µda de que el demor~i-:se e:n ~'?~. _gµ;rµp)i-
ótras- son un patrunonio filogenático: En-·ellas; ei''indiv}.. :q:\i.~n,tpi¡; de. d~seo _de la fantasía trae consigo una satisfacci!5n,
~~o-ré'ffasa· su :vivenciar prop!o h~C?t~. ~!_y~y~~-qt~r _9-e la S¡unque el sabe;r de que no se trata de una realidad perJJ?,a-
prehistoria> en los pun,tos en que el primero ha sido ·de- ·n~~~ª--i~t.!!9to. J:?. pr J;a;q.i;º :,..~rd:B-.}~:9:fiiytsl:!=i-d. fle.-1~ ..f.ª-P.-~-~aj:~-..~1
~~~i~~o· rudime~tario'. Me' parece' múy P<?~~Jjle_ 'ciüe)9~ó)o "I;<?.~~e.~.igu_e gozando de la libertad.respecto d~J':1.P.9!!1..E-µ1-
que hoy nos es contado en el análisis como fantasía -la s16n extei;:ior, ~ija lib~;rtad a la que hace mucho renunció en 1~
-- 01) seducción mfan.til,' la. excita.d.6n sexual encendida. por :ia ó'};:. rE1ª1:tg,aP:.·H~.~consegu.ido, en cqntinua a~ternaD;,~ia ~P.:.tre_io.
- ifl seivaciori"a.el coito ·entre los ·padres, la amen-a.za éi.e ·6as- ~2.Y.)C?..__9..~EP,,... s_~~?:! s~~?:!-'ª-2..~!! ~n!mal ~n P.!l:~<.?~ .9-~ P.!?-~er,
1
~r~ción Jo, má~ liien, la castración)- fue una ve?i realidad en P..m:A•.Q.QJJ;Y.~~tir-ª.,~.. ·--~-E.!P.U~S ~i~~pre, de nu~v~.J en .EP.:. ~er ra-
los tiempos originarios de la familia humana, y que el nifío Q.:i,Q!}...@.1. Es g_u.e no le ~asta la magra satisfacción q~& .P.:,tiede
fantaseador no ha heého más que llenar las lagunas de la arrancar a la realidad. ·«Esto no anda sin construcciones au--
v~rdag_,.i9,.g.~-y!dual .~<?P.,..~:g.a__:y~rdad I?,rel?,Jstórica. U:p.a ~-C?~ª 2dliares», dijo una vez Theodor Fontane.18 ,La creación del
yez. hemos d~do en aosp!3char q~~ htP.~~c9.l_~~~ sl~-1!=1~ -~~u- reino de la fantasía dentro del alma halla su cabal corres~
:r;oa1s ha conservado para nosotroscie las anti_g:üedfl:des. de la pondiente en la institución de «parques naturales)>, de «re-
eyolución humana m.ás que todas las otras. f!:1.~ntes. 1 0 servas>►, allí donde los reclamos de la agricultura, el co-
mercio y la industria aménazan alterar velozmente la faz
originaria de la Tierra hasta volverla irreconocible. El par-
Señores: Las cosas que hemos elucidado en último tér- que natural conserva ese antiguo estado que en todos los
mino nos fuerzan a considerar con mayor .detenimiento la otros lugares se sacrificó, con pena, a la necesidad objetiva.
génesis y la importancia de aquella activldad del espíritu ~ í tia~~ .P·~rmitido pp.lular y 01:e.c~r t~.d~. ~o 9.ue _q~!~~a
llamada ~<fantasía». 11 Como a ustedes les consta, goza de 1!-ªQ.~;:!~,.a1.1.9:_lo inútil, hasta lo dafíino. Una rese;rva ~sí, E(lUS-
universal estima, sin que se esté en claro acerca. de su posi- trnt<;l.B:. g.~l.P.~!;Q.q!P.!~ de. realidad, es tambié:q. en el alma el
ción dentro de la vida del alma. Sobre ella ,puedo decirles reino de la fantasía.
10 [Est~ examen de las <{fantasías pr.imordiales» y de la posibilidad
·-··tas prod.Ücciones de la fantasía más conocidas son los lla-
mados «sue..;O.os .diurnos», de los que-y.a hemos. hablado:14
de q_ue fuesen heredadas se basó, E,Jn considerable medida, en los
descubrimientos g,ue hizo Fteud durante su análisis dei icHombre de 12 [O sea, el proceso de juzgar si una cosa es o no real; sus :implica-
los Lobos» (1918b ), que h~bía concluido dos o tres años antes. Cuando ciones más profundas se examinan en el <tOomplemento ro.etapsi-
lo publicó (al año siguiente de pronunciar esta conferencia), añadió al col6gico a la doctrina de los suefiosn (1917d),AE, 14, págs. 229-83; se
manuscrito original dos largos pasajes que remiten al presente texto. halla:rán refeJ:"e;ncias completas en mi «Nota introductoria» a dicho
Cf.AE, 17, págs. 54..7y87-9.] .. trabajo, iblá., págs. 218~9.]
11 [Los dos trabajos principales en que Freud se había ocupado 18 [En su novéla Effi Briest (1895). Freud volvió a citar esto, en un
anteriormen:he de la fantasía son «El creador literario y el fantasem> contexto semejante, en El malestar en la cultura (1930a), A.E, 21, pág.
(1908e) y «Las fantasías histéricas y su relación con la bise1rualidad» 75.1 _.;
(1908a).] i4 [Cf. 15, P._ág. 89.]

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vn11s satis:f~cciones imaginadas de dese~.s er6tJ.~<?~, A~ am~i- rece sin dt1da una denominacl6n particular. ?'!J.M. 2ilºt!-P-6 p~ra
ci6n y de grandeza, que florecen con tBl:lto más exuberancia <¡,lla el n.o-P,;?:l?,~!t.P.1-UY apropiado de introversión, pero le dio
cuanto más lla:µia la' realidad a modera:r::se__q_, a !3ª1: pacien~e. también, impropiamente, ot-1;-as significaciones. la- Por nues-
La dicha de la fantasía muestra en ellos ~u esencia de .ma- tra p~te, nos atenemos a esto: La introversión designa el e:x:-
nera inequívoca~ de nuevo la. ganancia de placer se hace ii"lde... tr~amiento de la l~bidó respecto de las posibilidadest p.e la
pendiente de la aprobación dé la reaJidad. ~abemos que esos sa:tisfacci6n real, y. la sobxeinvestidural 7 de las fantasías que
sueños· diurnos E¡qn el núcleo y los modelos 4.e ~O.fL!:f!:'f:0Ü(?B hasta e~e moE,1e:g.to ~e_:tole;ra:r;on por in.ofensivas. 1J"n intro-
~ooturnos. ~i!:tPs, ~n el fondo, ng spn sino suefíos diurnos que v~~d~.~C? e~..todaví~ un 3;1euz:.6tio<;>, pero se encuep.tra.~r:i:.-i;ina
se han vuelto utilizables por la liberact6n 9.'1.'I:~ _qtg:~t~ la . ~i½@..Q;~,:q ,lábil; al menor desplazamiento de fuerzas .~e verá
nóohe experimentan las mociones puls!onales,. Y. q_-q.e, son obl;gag:!) a desarrollar síntomas, a menos que haya hallado
<;f.esfigurados por la forma nocturna de la acti~q~d aní;p:ii.. qt:i:~s saliªªª para su libido. estancada. El carácter irreal de
ca. Ya nos hemos familiarizado con la idea de que no ne- la satisfacci6n neurótica y el descuido ,de la diferencia entre
pcesariamente los suefios diurnos son conciéntes; ~xif;l:t.e.n f~n"t,~s¡ía y· realidad ya están, en cambio, deter.minados por la
también aue:fi.os diurnos inconcientea. Eatos últimos son la :p~rmanencia en el estadio de la introversión.
:(He:nt~ tanto de los sueiios nocturnos cuan.to. ·~!..~e lqs sfn.. Sin dúá.a'J:ia.ñ 'notado ustedes· que en las 't:iltimas elucida-
tomas neur6ticos.15 ciones he introducido un nuevo factor en la ensambladura
.... La comunicación que sigue les aclarará la impo:t¡tancia de del ~~c·adenamiento etiológico: ia cantidad~ la magÜitÜd··a.e
la fantasía para' la formación de síntoma. Hemos dicho [pág. las c:,mergías que entran en juego; y por cierto tenemos que
827] que en el caso de la. f,rustración la lib~~q Íl.1-Vi'ª~·~ .r~g;r.-~- . constderarlo en todas partes. ~o nos basta con un anª-']¡pia
sivamente las posicion~s que había abandonado, ·~ero a las P'!!I.ti!.ment.§.~~!Y~tativo de las c~~diciones etiológicas. O, pa:ra
que quedó adherida con ciertos montos. No tenemos que expresarlo de otro modo: una concepción m.e:ramente diná-
retractarnos de ello ni corregirlo, pero sí intercalar un es ... mic,g,M .4~ .JE§.tq_s .P.;i;.ocespE;J anímicos es insuficiente; .hace falta
lab6n intermedio. ¿Cómo encuentra. la libido el o~tµ:i;t,QJ:l~- i¡odaví~ eJ pu:r;itp de vista económico. No podemos menos que
cj.a esos lµgarea de :fijación? );lien; todos loa objetos y orien- decirnos lo siguiente: el conflicto c¿_:g,_-g:-..§.._9-.9El, aspµ+ac!_o~e.s ..!l-..9 ·
taciones de 1a libido resignados no lo han sido todavía por estall~ a~~-ª~- c_tue ~e hayan~ alcanzado ci~z:tas inJe~iª~cJ&@..9-e
~-pmpÍeto. lg~los o aus retoños son retenidos aún con ~e~a investidu;r_a, __por ~~ gµ~_pr~~?.fistiel'a'.!J, 18:s .CE}l~Ci!Jnea de
:intensidad en las representaciones de la f~npasía. La libid~ contenido. De igual manera, la importancia patógena de los
ño"tiene más que volver a las fantasías par!L halla~ expec'!i- · .:(ac"f.0·~~1;1.-~C?P.:é!:til,]l;lgiQ...11-1:ll~s depj;Q.d~ qe cuánto mdS:tle--i.ii,iá pul"
to desde ellas el camino a c"adi¡i._:fijación reP,r:ip:i.id!l. Estas si6n P.~r~cl~l respecto de otra esté presente en la disposicióll;; y
fantasías gozan de cierta tolerancia, y no se J1~K..f!..ª\..Qonfli~]o a~P..9.9-~:tr?,.o~j~~ginar que las dispq,sioiones de to?-os los
éntre ellas y el yo, por grandes que sean las oposiciones, aeres human:ps son de igual género en lo cualitativo, y sólo
mientras se observe una determinada condición. ~s un~ se dife:rencian por estas proporciones cuantitativas. No me-
condioi6n de naturaleza cuantltativa, infringida @.O):"a por el ios decisivo es el factor. cua1+#taj;jyo para la cap_a~fP-1ª:d de
· ~aflujo de la libido a las fantasías. Por este aflujqJ.~ µ}Ves- resistencia a c;ontraer una neuroa.is. J;nteresa. ..el m.qn,tQ,•.de
tidura energética de las fantasías se eleva tanto que ellas se 16 [Este puntó ya había sido. debatido por Freud antes, en una nota
vuelven exigentes, desarrollan un esfuerzo, orie:q.ta~o ~aeia al pie de «Sobre la dinámica de la trasferencia» (1912b)> AE, 12, pág.
la realización. Ahora bien, esto hace inevitable el co~cto 99. n. 5J donde·.afi.rmaba que Jung parecía aplicar el término
entre ellas y el yo. Si antes fueron preconcien~~s o~ppn~ientes, ~<introverai6wi. exclusivamente a la dementia praecax. Conmiltese esa
ahora son sometidas a la represión por parte del yo Y libra- nota :para mayores referencias.]
17 (Q sea,ª' ~~.c,b.Q fl.e jn:~~~tir ~on una cantidad adiciona); r:J.e ener-
das a la atracci6:p. del tp.conoiente. Desde las _fa;n;tas.~as ahora fil~..P.r~-~quica. Este ea el sentido más general en que F:reud usó el
@~QB_.Ci~ntes, la libido vuelve ~ i.µigrar P,ijJ3tA.1llM~~orj'.g~;nefl._en término; por ajemplo, en ,cLo inoonciente» (l915e), AE. 14, pág. 194;
el inconciente, hasta sus propios lugares de fijac16n. · en Más allá del principio de placer (1920g)1 AE, 18, pág. 81, y en ,,El
La retirada de la libido a la fantasía es .un estªd:iQ..J.~ter.. humor1> (1927d),AE, 21. pág. 161. Por otro 1ado1 a veces lo aplicó para.
medio del camino hacia la f¿rmació:n de síntoma, que m.e- referh-se, más específicamente, a la distinción entre las representa"
ciones inooncientea y preco:no.{entes: en ~,Lo inconciente». AE, 14~ págs.
191 y 198-9,. y en el Esquema del psicoanálisis (1940a), AE, 23, pá.gs.
15 [Véase la larga nota al '.()ie añadida por Freud en 19.20 al tercero 161-2. Of. también el i«Proyeoto de psi~ología» (l950a), .AE, 1, págs.
de sus 7res ensayos de teoría sexual (1905d), .AE, 7, pág. 206.] 376 y 408-20,] .

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pbido no aplicadá que una persona puede conserva.r_.flotan.~ . abre un camino que puede llevar .a la neurosis. Tienen que
t~, y la "ouantCa de, la fracci6n ~e su libido 9.:Uª -~ª
capaz de conjugarse toda una serie de circunstancias para que no sea
desviar de lo sexual hacia las metas de 1~ sublim12,~Q;n...~a este el d~senl.ace de su desarrollo; y es bien conocida la fre-
meta final de la actividad del alma, que ep._1.~ ~'!1ahtat1.vo

ªª
p~e5l,e _des!-1rib:i:rs~ ,cqmo aspir~ción !3, 1~ _gan~:i;iqi~
J.a eyj.t~qt.9~.
ª~
pJ~cer !,. a
dJ§l.E!!=3=~~r, _se p~an~e_a, p1:,r~.!~~<?~!~~~~~!~~
cuencia con que jus"Gam.ente los artistas padecen de una in-
hibici6n parcial de su productividad, provocada por neuro-
sis. Es probable que su constitución incluya una vigorosa
económica, como la tarea de d<;J;ne~~. ~<?~ JP.!~~?2-.!3.~, q.e ex- facultad para la subli:rnación y una cierta flojera de las re-
citaci6n (masas de estímulo) ~ue operan en .~1_,~ten~r del presiones decisivas para el conflicto. Ahora bienJ he aquí el
apar'at'o ai-µmico .Y de impedir su eatasis generadora <;le modo en que el artista encuentra el camino de regreso a la
ª·!_spl_~~er. 18 . . realídad. Por cierto, no es el único que lleva una vida fan- .
taaeada. El reino intermedio de la fantasía es admitido por
acuerdo 1.l]llversal .de los hombres, y todo desposeído espera
Es todo buanto quería decirles acerca de la f~rm?-qi6n de hallar en él alivio y consuelo, Pero en los que no son ar-
síntoma en'las·11.eurosis. Pero no dejaré de dastaoa.:t'lo ex- tistas, la gananoiaAe place:,; ~xtraída de las füentea· de la
presamente otr~ vez: Todo lo dicho aquí s.e re~ere sólo a fantasía es muy restringida.. La inflexibilidad de sus repre-
. la form.aoi6n de síntoma en el caso d~ la h1ater1a. Ya en el sioneá los fuerza a Qontentarse con los mezquinos sueiios
caso de la neurosis obsesiva hallamos -conservándose lo diurnos que todavía son autorizados a devenir cóncientes.
fundamental- muchas cosas diferentes. Las contrai.µvesti- Ahora bien, cuando alguien es un artista genuino, dispone de
duras frente a las exigencias pulsionales, d~ las que tam-- algo ·más. Se las ingenia, en prim.er lugar, para elaborar sus
b\én hablamos a raíz de la histeria [pág. 328], J?asan al aue:fios diurnos de tal modo que pierdan lo que tienen de
- (i;I¿)' primer plano en la neurosis obsesiva ·y, por medio da 18:s excesivam.ente personal y de chocante para los extraños, y
llamadas «formaciones reactivas>>, dominan el ·cuadro clfui- para que estos puedan gozarlos también. Además, sabe ate-
·._ -(~~) co. PiveJ¡'gencias similares, e incluso más p1Noftindas, descu- nuarlos hasta el punto en que no dajen traslucir fácilmente
._ (1{) brimos en el caso de las otras neurosis, respecto de las cua- su proveniencia de las fuentes prohibidas. Por otro lado, po-
les bajo ningún aspecto han concluido nuestras indagaciones see la enigmática facultad de dar forma a un material de-
sobre loa mecanismos de la fbrmación de síntoll).a. terminado hasta que se convierta en copia fiel de la repre-
sentaci6n de su fantasía y, después, sabe anudar a esta figu-
ración de su fantasía :inconciente una ganancia de placer tan
Antes de dejarlos por hoy, me gustaría reclamar la aten- grande que ~n 'Virtud de ella las represiones son doblegadas y
ción de ustedes un momento aún para un aspecto de la vida canceladas, al menos temporariam.ente. Y si puede obtener
- i@ de la fantasía que es dig;no del más universal interés. ~xiste, todo eso, posibilita que los otros extraigan a su vez consuelo
en efecto un camino de regreso de la fantasía a la real1da<l:~ Y y alivio de las fuentes de placer de su propio inconciente,
- @i) es.,. el ;rte. Al comienzo, el artista es tam.bién un introver~ que se les hábían hecho inaccesibles; así obtiene su agra--
tido, y no está muy lejos de la neurosis. Es constreñ.ido p~r decimiento y su admiración, y entonces alcanza por su fan-
necesidades pulsionales hiperintensas; querría consegull' tasía lo que antes lograba.s6lo en ella: honor, poder, y el amor
honores, riqueza, fama y el amor de l9;s m.uJeres. Pero le de las mujeres.19
faltan los medi9s para alcanzar estas satisfa~o1ones. Por.eso,
como oualqaje:r otro insatisfecho,. se extr~~a de la realidad
y trasfiere todo su interés, tamb1án su hb1.do, a las forma-
ciones de deseo de su y:ida fantaseada, desde laa cuales se

1B [Aquí Freud parece equiparar el <tpii.ncip!o de placer» al 4◄prin­


oipio de constanoia,► 7 si bien en un pasaje an.ter10r (pags. 824.. 5), al ~o ...
car este tema. insinuaba una. vacilación al respecto. En años poste~o- 19 [Véase ~<El creadol' lite;r:'ario y el fantaseo,> (1908e), AE, 9, pág.
,:es t:i:az6 un claro distingo entre ambos; cf. «El problema econ6m1.co 185; Cinco conferencias sobre pstcoa,11,á,lisis (1910a), AE, ll, pág. 46;
del masoquismo» (lij24c), AE, 19, págs. 165-7. En una nota al pie de «Formulaciones. sobre loa dos principios del acaecer psíquico,,. (1911b),
«Pulsionee y destin()s de pulsión>► (1915c), AE, 14, pág. 116, e:x:pone- AE, 12, pág. 229, y «El intet:ée por el psicoanálisis>► (191!:I/), AE, 18,
mos am.pliamente el desarrollo de sus concepciones sobre e~te punto.] págs. 189-90.] .

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