UMBRALES (AERÓBICO Y ANAERÓBICO) Y ENTRENAMIENTO DE RESISTENCIA

INTRODUCCIÓN

                Aunque puede haber muchas otras “medias verdades”, como por ejemplo la asociación agujetas/ácido láctico, la que a continuación se expone es la última que se me ocurre puede tener relevancia. Digo relevancia para mi, pues por ejemplo, en todos los cursos en los que ha acabado saliendo la asociación agujetas/ácido láctico, siempre indico lo mismo, me parece una relación “estúpida y sin fundamento” y también he dicho lo mismo: no voy a perder el tiempo en hacer un trabajo de revisión sobre este tema. El hecho de indicar que ésta será la última medio verdad que analizo, no significa que en el futuro escriba sobre alguna otra. La media verdad que a continuación describo es la que, con toda seguridad, mas “asombro”, “incredulidad” y “polémica” ocasionará.

 

Para empezar, decir que la terminología que se da a los umbrales no tiene pies ni cabeza. Esta terminología nace como siempre de lecturas “sesgadas” e “interesadas” de uno o varios artículos. A mi entender, el artículo que ha dado origen a la terminología es de dos autores: Skinner y Mclelan. En primer lugar, el artículo da una idea “sesgada” de la complejidad que es la respuesta integrada al ejercicio, proponiendo diferentes parámetros para determinar los umbrales. En segundo lugar, la utilización del artículo es “interesada”, pues los entrenadores etc se “refugian” en la nomenclatura que estos dos “buenos hombres” dan a un fenómeno tan complejo como es la transición de un metabolismo con predominio aeróbico a uno anaeróbico.

 

El resultado de la “aplicación” de la terminología es enormemente confuso y erróneo desde el punto de vista conceptual, que es el que más me preocupa. Ante la terminología empleada, los entrenadores en general muestran dos líneas diferenciadas:

  • de desprecio absoluto, pues opinan que los métodos y planificación del entrenamiento de resistencia es poco menos que “acientífico” e incluso lo consideran un ¿arte?
  • de seguimiento de las indicaciones fisiológicas, pues le confieren importancia (de diverso grado) a la hora de planificar las cargas de entrenamiento. En mi opinión, ambas posturas son razonables.

 

Como ejemplo describiré una anécdota que me ha sucedido hace algunos años. Tuve a un alumno de elite que, cuando cursaba la asignatura, se encontraba en periodo olímpico. Este alumno se llama Mateo Canellas Martorell, un auténtico portento biológicamente hablando. Pues bien, como era un alumno interesado yo le propuse que realizara una prueba de esfuerzo para que viera sobre el mismo la respuesta de su organismo. La contestación fue que se lo tenía que preguntar a su entrenador y claro, aunque no le conocía personalmente, intuyo que estaba incluido en el primer grupo. Por consiguiente, no le dejo realizar la prueba de esfuerzo, que tenía claramente un objetivo pedagógico, pues le hacían todos los años un reconocimiento completo en el servicio de medicina deportiva del Consejo Superior de Deportes. A mí me sorprendió la negativa de su entrenador, pero ahora puedo entenderla. ¿Qué le iba yo aportar a su carrera deportiva?: nada. Entonces, ¿para qué someterle a una paliza que pudiera trastocar su preparación?. Es decir, probablemente se trataba de un entrenador que entendía el entrenamiento como un arte, alejado de la ciencia. Y también probablemente, llevaba razón: es tal la complejidad de analizar científicamente el grado de adaptación al entrenamiento que lo mejor es “despreciar”, desde un punto de vista práctico, el conocimiento que te aporta la fisiología.

 

En los siguientes epígrafes (¿de dónde procede?, ¿Por qué es una verdad a medias? Y argumentos que rebaten la idea generalizada) se analiza el enunciado de este documento. Al igual que los otros documentos, tratan de huir de la erudición científica, sobre todo para no aburrir. Esto, sin embargo, no significa que los argumentos que se dan a continuación carezcan de solidez. Lo que se pretende es lo que expongo en el prólogo del libro que he escrito: aplicar el sentido común sobre una sólida base en fisiología humana.

De dónde procede la relación umbrales/entrenamiento

                Como se ha comentado en la introducción, la terminología utilizada de forma práctica procede fundamentalmente, a mi entender, del artículo de Skinner y Mclelan (1). No obstante en las tablas 1 y 2, tomadas del libro de López Chicharro y Legido (2) se muestran los diferentes nombres dados a los umbrales.Tabla 1 (umbrales)

Tabla 2 (umbrales)

Cuestiones de sentido común, aunque no se esté familiarizado con la concepción y el significado de los umbrales que se presentan en las dos tablas referidas:

                1ª) Se hace referencia a dos incrementos de la función ventilación/intensidad, como se ilustra en la figura adjunta, resultado de una prueba real realizada en el laboratorio. Ya tenemos el primer problema: “localizar dónde están los dos puntos de ruptura de la función lineal ventilación/intensidad: ¡el lector puede jugar a las adivinanzas! o decir “pinto-pinto gorgorito”

Figura 1 (umbrales)

2) como se puede observar la denominación de aeróbico (para el primer incremento) y anaeróbico (para el segundo incremento) no es atribuible a skinner y Mclelan, pues ya anteriormente a la publicación de estos últimos ya habían recibido esa denominación (ver tablas 1 y 2).

 

A todas luces la denominación de los umbrales como aeróbico y anaeróbico, a lo único a que conduce es a confusión conceptual. Veamos que dice el diccionario de la RAE sobre los términos: umbral aeróbico y umbral anaeróbico

Umbral: 3ª acepción. Valor mínimo de una magnitud a partir del cual se produce un efecto determinado.

Aeróbico: Perteneciente o relativo a la aerobiosis o a los organismos aerobios

Anaeróbico: Perteneciente o relativo a la anaerobiosis o a los organismos anaerobios.

 

Por consiguiente, ¿significa el umbral aeróbico el valor mínimo a partir del cual el organismo extrae la energía aeróbicamente?. La respuesta es rotunda: NO. Consideremos que un sujeto, como el de la figura 1, tiene su umbral aeróbico al 60 % de intensidad, ¿de dónde narices ha sacado la energía hasta esa intensidad?. Acaso ¿ha empezado el aparato respiratorio a introducir el oxígeno en nuestro organismo y el sistema cardiovascular a bombear la sangre sólo a partir del 60 %?. Por otra parte, ¿significa el umbral anaeróbico el valor mínimo a partir del cual el organismo extrae la energía anaeróbicamente?. La respuesta es en este caso no tan rotunda, pero igualmente se puede contestar de forma negativa. ¿Acaso la “derivación” de un metabolismo aeróbico a otro anaeróbico se puede “delimitar” por un valor mínimo?. ¿Todos los músculos y sus unidades motoras correspondientes se activan al mismo tiempo?.

 

De lo anteriormente mencionado se deduce que los términos umbral aeróbico y umbral anaeróbico son incorrectos. Los más lógico sería denominarlos en función del método más habitual de determinación, es decir, umbral ventilatorio 1 y umbral ventilatorio 2. Sin embargo, es difícil substraerse a la realidad práctica del uso de la terminología relativa al umbral. De hecho hay una gran cantidad de artículos científicos que, sólo por el título, parecen demostrar las bondades de utilizar los umbrales en el entrenamiento. Sólo dos ejemplos de los dos autores citados, Skinner y Mclelan. Confieso que no los he leído, pero los títulos de los dos artículos (3) y (4) son elocuentes. A pesar de haber demostrado con el sentido común que la denominación de los umbrales no es correcta, por comodidad seguiremos manteniendo la siguiente relación:

  • Umbral aeróbico = umbral ventilatorio 1 (primer incremento de la función ventilación/intensidad
  • Umbral anaeróbico = umbral ventilatorio 2 (segundo incremento de la función ventilación/intensidad)

 

Por qué los umbrales son una verdad a medias y que se puede argumentar para rebatir la idea tan extendida

Revisado lo erróneo de la terminología, procede ahora dar argumentación fisiológica del porqué los umbrales son una verdad a medias. Los argumentos que a continuación se exponen son el resultado de aplicar el sentido común sobre la base del conocimiento de los mecanismos de regulación.

 

La base sobre la que sustentan los umbrales es la relación entre las funciones ventilación/intensidad y lactato/intensidad. Ciertamente, durante el ejercicio de intensidad creciente el organismo funciona de forma integrada. Así, el sistema de aporte de oxígeno (aparato respiratorio y sistema cardiovascular) y el metabolismo deben de estar coordinados. No obstante, esta coherente coordinación entre las funciones respiratoria, cardiovascular y metabólica no es fácil de demostrar. La figura 2 muestra la láctico/intensidad correspondiente a un estudio realizado en el laboratorio del INEF y que corresponde al mismo ciclista de la figura 1. Un análisis sencillo de la figura 2 conduce a las siguientes conclusiones:

1ª) ciertamente a determinada intensidad se eleva la concentración de ácido láctico en sangre

2ª) el incremento de la concentración de láctico coincide con o parece correspiknder a la intensidad a la cual se produce el primer incremento de la ventilación (VT1). Por consiguiente no tiene ninguna lógica calificar al primer incremento con la denominación de umbral aeróbico.

 

                Ciertamente sí existe una explicación “metabólica” que justifique la transición aeróbica-anaeróbica, pero es de complejo razonamiento la relación entre umbral aeróbico y actividad metabólica. El problema de que fisiológicamente los umbrales sean una verdad a medias radica en poder explicar cómo se regulan las funciones respiratoria y metabólica. Desgraciadamente, como señala un investigador (Grodins) llevamos un siglo de estudio de la regulación de la respiración durante el ejercicio y nos encontramos casi dónde estábamos al principio. Por otra parte, los mecanismos de regulación de la concentración de ácido láctico son igualmente complejos y obedecen de forma elemental a: 1) cómo el músculo elimina esta ácido (transportadores monocarboxílicos), 2) cómo se amortigua por los tampones intracelulares y plasmáticos y 3) cómo algunos tejidos son capaces de “utilizar” este ácido contribuyendo a su eliminación

 Figura 2 (umbrales)

En la mayor parte de los laboratorios de fisiología del esfuerzo la determinación de los umbrales se realiza de forma incruenta (modelo trifásico de Skinnner y McLelan). Por ejemplo, en el laboratorio del INEF la relación aproximada de pruebas con o sin determinación de ácido láctico en plasma es de 1/200. Normal, si tenemos en cuenta que para determinar la concentración de ácido láctico te tienen que hacer pupa, aunque sea un “pinchacito” en el pulpejo de los dedos o en el lóbulo de la oreja. Para más inri, parece lógico pensar que se podrá “construir” mejor la función láctico/intensidad, cuanto más determinaciones se realicen, es decir, más pinchacitos. La alternativa es poner una via, es decir, meter un tubito en un vena, lo que ¡solo es un pinchacito!, pero tiene la ventaja de que se puede sacar sangre las veces que se requiera.

 

Finalmente, para seguir desmitificando la relación umbrales/entrenamiento de resistencia, a continuación se exponen brevemente:

  1. los resultados de dos tesis doctorales (5) y (6) que consistieron básicamente en analizar, entre otros parámetros, la evolución de los umbrales ventilatorios a lo largo de una temporada
  2. un trabajo de revisión (7)

 

Las tablas 3 y 4 muestran un resumen de los resultados de las dos tesis señaladas. Nótense las diferencias tan mínimas que experimentan los umbrales (aeróbico y anaeróbico) a lo largo de una temporada, tanto en la tesis de Pardo, realizada con ciclistas profesionales, como en la tesis de García Zapico, en la que los deportistas eran ciclistas y triatletas.

Tabla 3 (umbrales)

 

 Tabla 4 (umbrales)

 

Como era consciente de estos datos, se nos ocurrió realizar un trabajo de revisión (7) sobre la evolución de determinados parámetros que se obtienen en una prueba de esfuerzo con gases bien durante una temporada o diferentes temporadas. A continuación se reproduce lo que en el resumen del artículo se indicaba: “La transición aeróbica-anaeróbica experimenta una oscilación considerable cuando este proceso se encuentra al inicio (umbral ventilatorio 1: entre 0,5 % y el 22 %) y un menor porcentaje de adaptación cuando el metabolismo adquiere un predominio anaeróbico (umbral ventilatorio 2: 2,5 al 12,8 %.)

 

                En resumen, aunque en el campo del entrenamiento los términos umbral aeróbico y umbral anaeróbico están firmemente asentados, y por consiguiente utilizados, no tienen base fisiológica. Los mecanismos que sustentan los cambios que se producen en el organismo son tan complejos que constituye una reducción al absurdo la nomenclatura que se le da. La forma de determinar los umbrales de forma incruenta durante una prueba de esfuerzo de intensidad creciente se basa en los cambios que se producen en la función ventilación/intensidad y en otros parámetros de intercambio respiratorio. Al ser un procedimiento sujeto a una relativa subjetividad de la persona o personas que valoran una prueba, es fácil comprender una cuestión estrechamente relacionada con la aplicación de los umbrales al entrenamiento de resistencia. La variación experimentada por los umbrales con el entrenamiento es muy pequeña y puede relacionarse estrechamente con los métodos de determinación. A pesar de lo mencionado, soy consciente que los entrenadores entusiastas de la fisiología seguirán manejando los términos umbral aeróbico y umbral anaeróbico para prescribir las cargas del entrenamiento. Pero deben de saber que el fundamento de denominarlos así es más bien escaso.

 

BIBLIOGRAFÍA

  1. Skinner, James S. and Mclellan, Thomas H. The Transition from Aerobic to Anaerobic Metabolism. Research Quarterly for Exercise and Sport. Volume 51, Issue 1, 1980
  2. López, J., Legido, J. C., & Terrados, N. (1991). Umbral anaeróbico, bases fisiológicas y aplicación.
  3. McLellan, T. M., & Skinner, J. S. (1985). Submaximal endurance performance related to the ventilation thresholds. Canadian journal of applied sport sciences. Journal canadien des sciences appliquees au sport, 10(2), 81-87.
  4. McLellan, T. M., & Skinner, J. S. (1981). The use of the aerobic threshold as a basis for training. Canadian journal of applied sport sciences. Journal canadien des sciences appliquees au sport, 6(4), 197-201.
  5. Pardo, F. J. (2001). Evolución de los parámetros fisiológicos en ciclistas profesionales a lo largo de una temporada. Unpublished Tesis, Universidad Politécnica de Madrid, Madrid, 116.
  6. García Zapico, A. (2004). Evolución comparada de los parámetros fisiológicos en triatletas y ciclistas de élite a lo largo de una temporada (Doctoral dissertation, Ciencias).
  7. Benito, P. J., Peinado, A. B., Díaz Molina, V., Lorenzo Capellá, I., & Calderón montero, F. J. (2007). Evolución de los parámetros ergoespirométricos con el entrenamiento en deportistas. Archivos de medicina del deporte, 24(122), 464-475.