Antología de Ganadores y Ganadoras Nacionales de Mi Cuento Fantástico 2022

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Autoras y Autores

Tercer grado

Título: Las leyendas costarricenses en el mundo de los humanos

Autor: Ian Monge Miranda Escuela: Higuito Director: Ronald Hernández Hernández Docente: Leana Ulate Castro Dirección regional: Desamparados

Título: Los amigos secretos de Félix Autor: Felipe Arburola Fernández Escuela: Juan XXIII Director: Allen Marchena Contreras Docente: Patricia Montes Delgado Bibliotecóloga: Noylin Brenes Arce Dirección regional: San José Oeste

Título: La media naranja sin pareja

Autor: Mathías Josué Castro Jiménez Escuela: Finca Capri Director: Sergio Beita Lizcano Docente: Ana Marcela Cruz Cruz Bibliotecóloga: Blanca Jiménez Araya Dirección regional:

Desamparados

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Título: Las fronteras no me detienen

Autor: Franco Michel Sánchez Aguirre Escuela: Guadalupe Directora/Docente: Nuria Quesada Alfaro Dirección regional: Occidente

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Título: La planta del bosque Autora: Tábatha Melek Meléndez Araya Escuela: Manuel Ortuño Boutin Directora: Carol Calvo Hernández Docente: Grettel Porras Cascante Bibliotecóloga: María del Socorro Durán Abarca Dirección regional: Desamparados

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Título: La nariz torcida de la abuela

Autora: Camila Juliana Castro Jiménez Escuela: Finca Capri Director: Sergio Beita Lizcano Docente: Angie Ramírez Cordero Bibliotecóloga: Blanca Jiménez Araya Dirección regional: Desamparados

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Cuarto grado

Título: En busca de un hogar Autora: Dhanna Jimena Cordero Segura Escuela: El Rodeo Director: Israel Núñez Rey Docente: Fanny Loría Dirección regional: Puriscal

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Quinto grado

Título: Salvando a Gaia Autora: Mariángel González Aguilar Escuela: Concepción Director: Maynor Rodríguez Acuña Docente: Mariela Aguilar Vásquez Bibliotecóloga: Grace Carranza Amores Dirección regional: San Carlos

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Sexto grado

Título: En cuatro patas Autora: Loretta Mejías Villagra Escuela: Santa María Goretti Directora: Marisia Badilla Campos Docente: Giselle Benavides Corrales Dirección regional: Occidente

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Título: Andanzas en el pueblo

Autor: José Ángel

Alvarado Anchía Escuela: Juan XXIII Director: Allen Marchena Contreras Docente: Laura Campos Rodríguez Bibliotecóloga: Noylin Brenes Arce Dirección regional: San José Oeste

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Título: El león sin melena Autor: Damián Bermúdez Domínguez Escuela: Franklin Delano Roosevelt Directora: Ana Yansi Prendas Cruz Docente: Gabriela Álvarez Olaso Bibliotecóloga: Alejandra León Acuña Dirección regional: San José Norte

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Título: Simón en un mundo inclusivo Autor: Marshal Damián Solano Jaén Escuela: Mariano Cortés Cortés Directora: Norma Jiménez Badilla Docente: Susana Madrigal Estrada Bibliotecóloga: Mónica Bonilla Zúñiga Dirección regional: Turrialba

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Índice

Las leyendas costarricenses en el mundo de los humanos ........... 2 Ian Monge Miranda

Los amigos secretos de Félix ..................................................................... 4 Felipe Arburola Fernández

La media naranja sin pareja....................................................................... 7 Mathías Josué Castro Jiménez

Las fronteras no me detienen .................................................................. 10 Franco Michel Sánchez Aguirre

En busca de un hogar .................................................................................. 12 Dhanna Jimena Cordero Segura

Andanzas en el pueblo ............................................................................... 14 José Ángel Alvarado Anchía

La planta del bosque .................................................................................... 17 Tábatha Melek Meléndez Araya

Salvando a Gaia ...........................................................................................20 Mariángel González Aguilar

El león sin melena ........................................................................................ 23 Damián Bermúdez Domínguez

La nariz torcida de la abuela .................................................................. 26 Camila Juliana Castro Jiménez

En cuatro patas ............................................................................................ 29 Loretta Mejías Villagra

Simón en un mundo inclusivo ....................................................................31 Marshal Damián Solano Jaén

Autor: Ian Monge Miranda

Escuela: Higuito

Director: Ronald Hernández Hernández

Docente: Leana Ulate Castro

Dirección regional: Desamparados

En un bosque muy lejano cuyo nombre no deseo mencionar viven las más espeluznantes criaturas que tu mente pueda imaginar. Es un bosque sombrío, oscuro y tenebroso, con grandes árboles milenarios que por su fantasmagórica forma parecen ser temibles monstruos. Ahí sirven de refugio a bulliciosos cuervos, peludas ardillas de ojos rojos brillantes, horripilantes murciélagos y feroces conejos dientones. Encerrados en una cueva en lo más profundo del lugar están: La Tule Vieja, La Llorona, La Segua, El Cadejos, Los Duendes, La Mona, El Dueño del Monte, El Padre Sin Cabeza, La Carreta Sin Bueyes y otros más, leyendas costarricenses que a muchos pueden intimidar.

Cierto día bajo la brillante luz de la luna llena, La Llorona que estaba cansada de su encierro y aturdida por el sufrimiento de haber perdido a su hijo, reunió a todas las demás leyendas para proponerles fugarse de ese lugar. Con una voz trémula ella exclamó: - compañeros, vengo a proponer un plan de fuga. Me siento triste de estar encerrada y de no poder buscar a mi bebé. ¿No les gustaría poder salir de acá, estar libres y disfrutar de las preciosidades del mundo exterior?

La Tule Vieja indicó: - estoy de acuerdo, necesito salir porque al igual que tú, debo encontrar la criatura que perdí. La Mona asintió y dijo: - también quiero salir, deseo colgarme y brincar en las ramas de los árboles, extraño el canto de los pájaros, el fluir del viento y el delicioso aroma de las flores. Después de varias horas decidieron que los primeros en salir a explorar y a asustar serían: Los Duendes, El Cadejos, el Dueño del Monte, La Mona, La Tule Vieja y La Llorona.

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Las leyendas costarricenses en el mundo de los humanos

Los Duendes coloridos y traviesos buscarían lugares donde hay niños, El Cadejos por jocosidad iría a la ruidosa y fiestera ciudad; mientras que La Mona, El Dueño del Monte, La Tule Vieja y La llorona irían a bosques, montañas, llanuras y volcanes.

Entre todos, utilizando manos, garras y patas, comenzaron a cavar y construir un túnel que los conduciría rumbo al mundo de los humanos, pues la puerta principal estaba custodiada por un ángel guardián quien no los dejaría escapar jamás.

Una vez fuera del túnel, todos se trasladaron a los lugares indicados; los duendes visitaron algunas casas y los niños ni atención les pusieron, estaban jugando con sus tablets y celulares por lo que tristes de ahí se fueron. Llegaron a una gran escuela donde con piruetas y dulces captaron la atención de unos pocos niños, quienes al verlos les comenzaron a hacer bullying debido a su extraño aspecto y su diminuto tamaño, les decían tantos improperios que sus corazones en mil pedazos les rompieron.

El Cadejos recorrió las calles de San José y ahí unos delincuentes con pasamontañas y ropa negra lo asaltaron y lo despojaron de sus cadenas, no sin antes golpearlo sin piedad, olvidando cualquier ley en contra del maltrato animal. Ninguno de sus gritos de dolor les conmovió; herido, maltrecho y con lágrimas en los ojos, esta criatura por la ciudad pidiendo ayuda deambuló, pero nadie le atendió. La Llorona y la Tule Vieja fueron a recorrer los bosques y notaron que su exuberancia no era la misma de antes, ahora había pocos y como consecuencia de ello, ríos y quebradas se estaban secando. Eso hizo que su preocupación aumentara y que lloraran de desesperación pues sabían que sin agua a sus hijos nunca podrían encontrar. La Tule Vieja exclamó: - vámonos de acá, mi corazón se llena de tristeza, acomodó su sombrero, elevó sus alas y comenzó a volar. La Llorona gritó de dolor y de sus ojos dos grandes cascadas fluyeron sin cesar, luego, corriendo en zigzag se alejó de ese lugar.

La Mona y el Dueño del Monte se habían ido para Crucitas. Cuando llegaron vieron que todo estaba destruido y que el impacto ambiental era gravísimo, la desolación se había adueñado del hogar y el Dueño del Monte exclamó: - cientos de hectáreas de bosque han sido dañados, ya no soy dueño de nada. No me importa la plata ni siquiera el oro, lo que quiero es un mundo donde la naturaleza sea el verdadero tesoro. La Mona sollozó y asintió, tampoco tendría ramas de donde columpiarse y chillar para asustar a los transeúntes de ese lugar.

Sin darse cuenta todos pensaron huir del mundo de los humanos y volver a su encierro ya que ahí no existía bullying, maltrato animal, delincuencia ni daño ambiental.

Llegando a su antiguo hogar comenzaron a contar lo que allá afuera se veía y con el perdón del ángel guardián decidieron tapar la entrada y salida del túnel y prometieron de ahí nunca más volver a salir.

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Autor: Felipe Arburola Fernández

Escuela: Juan XXIII

Director: Allen Marchena Contreras

Docente: Patricia Montes Delgado

Bibliotecóloga: Noylin Brenes Arce

Dirección regional: San José Oeste

Los amigos secretos de Félix

Como cada mañana al asomar el sol, Félix el oso se dirigía a la escuela de la maestra Etelvina para disfrutar en compañía de sus compañeros que vivían en aquel poblado de árboles. Todas las mañanas al iniciar la clase daban las gracias por un nuevo amanecer, a lo que Félix agregaba entre sus oraciones la posibilidad de conocer los dragones y aunque lo guardaba en el silencio de su corazón, sentía una gran pasión, la misma que le acompañaba cada noche que solía aventurarse leyendo las grandes historias que se encontraban en los libros que su mamá guardaba en el ropero de su habitación.

En ocasiones, mientras Félix jugaba con sus compañeros a las batallas durante los recreos, solía decir que se convertía en un gigante dragón, sin embargo, sus compañeritos se burlaban de él, le decían que esas criaturas no existían y que era una tontería mantenerse con esa idea. A pesar de esto, el oso conservaba su anhelo e incluso en varias ocasiones se molestó tanto que terminaba por alejarse y de manera pausada buscaba espacios entre los árboles donde se quedaba por largas horas.

Un día, el oso tomó la decisión de alejarse de sus compañeros cansado de soportar sus burlas, se abrió camino entre los robustos troncos y de pronto sin darse cuenta cayó como un rayo muy veloz en un inmenso hueco que lo internó en lo profundo de la tierra. Todo estaba muy oscuro y no podía ver donde se encontraba. En cuanto pudo, se intentó poner de pie para lograr salir hasta la superficie, pero entre más lo intentaba, parecía que el mismo hueco se lo tragaba.

Al poco tiempo de luchar con fuerza por salir a la superficie, pudo notar como dos grandes e iluminados focos azules se acercaban hacia él. Poco a poco el temor invadió todo su ser y empezó a pensar lo peor. Las grandes luces se detuvieron justo antes de llegar hasta donde estaba Félix, por lo que se fue volteando hasta quedar de frente. Se le dificultaba ver lo que se encontraba junto a él, seguidamente se sentó en el suelo y con gran dificultad logró ver entre las sombras que esas resplandecientes luces eran los enormes ojos de un dragón.

El peludo animal no lograba comprender cómo había llegado hasta ahí y de dónde había aparecido la temible criatura, que si bien él soñaba con conocerlos algún día, en ese momento estaba tan asustado ante su presencia que no podía moverse. Félix notó como aquel dragón se le

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acercaba sin maltratarlo emitiendo un leve rugido que le provocaba un poco más de tranquilidad.

Paulatinamente aquel dragón tomó al oso con cuidado, lo colocó sobre su espalda y empezó a caminar despacio hacia el interior de la cueva. Mientras tanto, Félix intentaba ver entre la oscuridad algo que le ayudara a entender dónde se encontraba. Al poco tiempo escuchó algunas voces distantes que conforme avanzaban se escuchaban con mayor fuerza. De pronto, la oscuridad fue quedando atrás y la claridad dejó al descubierto la presencia de otros dragones que se ubicaban junto a él.

En ese instante, no creía lo que tenía enfrente. Todos los dragones le rodearon, Félix estaba completamente sorprendido, pero más aún cuando, con voz pausada, uno de ellos se dirigió a él para saludarle y explicarle quiénes eran ellos y mencionarle sus respectivos nombres.

Mientras el oso intentaba controlarse un poco, pues aún no pasaba del asombro, externó: -Yo me llamo Félix y vivo aquí, en el bosque-. Los dragones con calma se fueron acomodando uno junto al otro para intentar hacer un círculo alrededor de Félix y uno a uno le fueron explicando al oso lo que ellos hacían ahí, en la cueva. Le comentaron además, que formaban un equipo de dragones organizados para proteger la vida del planeta y cada uno tenía distintos poderes, fue así como le invitaron a realizar la ronda nocturna que solían hacer para conservar la Tierra como una misión secreta.

Durante largo tiempo permanecieron sentados conversando sobre lo maravilloso y admirable de su labor, Félix no dejó pasar la ocasión y les mencionó que en lo profundo de su corazón él siempre había soñado con conocerlos y se sentía realmente feliz por estar compartiendo ese momento. Casi sin darse cuenta el tiempo voló y llegó la noche, todos los dragones se fueron retirando a prepararse para la guardia nocturna que acostumbraban realizar.

Cuando estuvieron listos para emprender el viaje, el primero en fila le dijo al oso que subiera sobre su lomo y este saltó casi sin darse cuenta. Empezaron a elevarse por el oscuro cielo hasta alcanzar las estrellas, se desplazaban en forma ordenada de un extremo a otro, pudiendo apreciar la Tierra

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desde lo más alto. Con sus largas alas extendidas fueron tomando rumbos separados para buscar los sitios que debían resguardar, pues tenían distintas áreas de la Tierra que cuidar y vigilar. Félix no salía del asombro al contemplar como cada uno de los dragones tenía poderes especiales y los utilizaban para cuidar los diferentes componentes del satélite. Fue así como cada uno esa noche vigiló la flora, el aire, el agua, la fauna, la tierra, el sol y el fuego. Ese momento fue realmente espectacular para el peludo animalito, quien logró comprender que los sabios dragones tenían en sus manos la tarea de proteger y conservar la vida del planeta. Tras largas horas de extenso recorrido, emocionado a la vez por la magnífica experiencia, el oso no pudo aguantar más y cayó en un profundo sueño del cual no logró despertar por varios días.

Cuando Félix nuevamente abrió sus ojos, se sorprendió, pues se encontraba en su cálida habitación, mientras escuchaba a mamá osa que le llamaba con dulce voz para ir a clases como todas las mañanas.

Ese día comenzó muy ilusionado, pues recordaba todo lo que había disfrutado con sus amigos secretos, los enormes dragones. Al llegar a la escuela y luego de su acostumbrada oración, la maestra Etelvina les comentó que verían un tema nuevo y cuál fue la sorpresa del oso al percatarse que se trataba de la preservación y protección del planeta. Félix comprendió muy bien el tema esa mañana, sin embargo no podía mencionar lo que había aprendido de sus sabios amigos. Al finalizar la clase, la maestra les dejó de tarea investigar sobre los componentes de la naturaleza para reforzar lo aprendido. Tomó sus cuadernos y caminó rumbo a casa, de pronto pensó en ir a buscar la cueva que lo llevó hasta donde estaban los dragones, pero por más que buscó no logró encontrarla. Un tanto entristecido por lo acontecido, decidió ir a casa con su mamá, pues tenía mucha tarea por realizar. A su mente venían atractivas ideas para preparar la tarea y en el camino recolectó diferentes elementos que de seguro ayudarían con su elaboración. Trabajó incansablemente toda la tarde mientras ordenaba con bellas palabras el mensaje que deseaba aportar. Al día siguiente en cuanto entregó su tarea, la maestra lo felicitó por la calidad de su trabajo.

A partir de ese momento, el oso Félix se prepara para asistir a clases con la mayor disposición por aprender y elabora sus tareas aprovechando los recursos de nuestro planeta con respeto. Comprendió que cada elemento de la naturaleza tiene un papel fundamental que debemos cuidar y resguardar. Por las noches, mientras disfruta de aventuras de dragones en las páginas de libros, viene a su memoria la noche que compartió desde el oscuro cielo con sus amigos en secreto

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Autor: Mathías Josué Castro Jiménez

Escuela: Finca Capri

Director: Sergio Beita Lizcano

Docente: Ana Marcela Cruz Cruz

Bibliotecóloga: Blanca Jiménez Araya Dirección regional: Desamparados

La media naranja sin pareja

Les voy a contar un cuento tan emocionante como cierto; pónganme mucha atención: Había una vez una canasta de ropa cualquiera, con una pobre media naranja, triste y arrugada. Estaba desconsolada, llorando lágrimas de pelusa, cuando se acercó un calzoncillo amarillo y le preguntó: - ¿Qué te pasa por qué lloras?

Entre sollozos contestó: - Porque estoy sola y ahora nunca más seré útil. Mi par, mi hermana, fue devorada por el perro y me he quedado sola en el mundo. Ahora soy solo una media sin par, no tengo un igual, siempre seré distinta y me mirarán distinta entre las medias. El calzoncillo muy conmovido le dio un abrazo. Para ese momento ya estaban unos tirantes y un pañuelo típico campesino observando la escena.

- Ya llegará nuestro momento, no te preocupes, nuestro dueño tarde o temprano necesitará de nosotros. Además, no es malo ser diferente, eso nos vuelve especiales, somos únicos, mírame a mí, un orgulloso calzoncillo blanco, la apariencia no es lo importante, nuestro valor está dentro, en el corazón. La media extrañada, miró al calzoncillo, amarillento desde el elástico. De pronto, unas manos grandes los recogieron a todos y se los llevaron. Ahora estaban en un mueble con gavetas, ya la media naranja se había limpiado las lágrimas con un cepillo quita pelusa y no paraba de suspirar. Era una media larga, naranja encendido, con estrellitas color azul.

- ¿A ti que te pasó, calzoncillo amarillo? - preguntó la media.

- En realidad no soy amarillo, soy un orgulloso calzoncillo blanco, pero un accidente con cloro me dejó así. Al menos no quedé como mi amigo el bóxer.

- ¿A él qué le pasó? - preguntó la media.

- Esa es una historia triste, sucedió cuando el dueño mezcló: aguacate, jalea de guayaba y huevo duro. Mi pobre amigo el bóxer no pudo resistirlo, del baño pasó al basurero.

- ¡Ahí terminaremos todos! - gritó una media azul desde una esquina de la gaveta.

- A esa no la escuches, vive amargada desde que su compañera se convirtió en un títere de media - narró el calzoncillo.

Ya entrada la noche, ambas medias entablaron conversación.

- No perdamos la esperanza, algo bueno puede pasar si tenemos una actitud positiva- dijo la media naranja ya cansada de soltar pelusa.

- No lo creo, desde que mi hermana media se convirtió en títere, nunca más he sido usada. Una vez el dueño me tomó en sus manos, pero lamentablemente me había confundido con una corbata. Todo se ha perdido para nosotras - dijo la media azul.

Una nube de pelusa se formó entre ambas medias y después de elevar una

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plegaria, se enroscaron en un abrazo, sin siquiera imaginar que al día siguiente sucedería un milagro.

Aquel 21 de marzo en la mañana, el dueño iba realmente apurado, se había quedado revisando exámenes hasta tarde, tomó la ropa interior de la gaveta sin siquiera mirarla, luego una camisa blanca y un pantalón negro; lo más simple que encontró, de todos modos, no era bueno combinando. Montó en su bicicleta camino a la escuela. Con curiosidad observaba cómo alguna gente miraba sus piernas al pedalear y se reían, no le dio mucha importancia.

Mientras tanto, soltando pelusa de la alegría, iban las dos medias: la naranja con estrellas azules y la media azul. Su oración había sido escuchada; ahora, aunque eran diferentes, podían ser hermanas, bendecían el momento en que decidieron enroscarse juntas en la noche y siguieron pedaleando. Cuando le ponía el candado a su bicicleta, el dueño estaba rojo como un tomate de la vergüenza, se dio cuenta que había tomado dos medias distintas. Trataba de bajarse un poco los pantalones, que por cierto le quedaban “pica pollos”, pero el intento solo servía para dejar ver el elástico amarillento de su calzoncillo. Dudó para entrar a la escuela, pensó que se burlarían de él, pero bueno, no podía perder un día de clases solo porque andaba medias distintas. Su apariencia era solo un detalle. Se armó de valor, respiró fuerte y cruzó el portón de entrada.

Un universo de medias distintas lo recibieron: rosadas, azules, blancas, rojas, negras, verdes, con dibujos, lisas, de lana, altas y bajas, todos los estudiantes y algunos profesores, lucían medias distintas y de diferente color. Recordó que era el Día Mundial del Síndrome de Down, que se celebra el 21 de marzo y respiró feliz al lado de los alumnos que lo rodeaban para elogiar sus llamativas medias.

Inclusive a una maestra le pareció tierno el gesto de aquel colega. Disfrutó, además, como su hermosa y pequeña hija, también alumna de la escuela, contaba con felicidad e ilusión las estrellas azules de la media color naranja, mientras el maestro de medias distintas la miraba con sincera ternura y una amplia sonrisa en su rostro. Desde ese día, comenzaron una amistad más cercana, que después de algunos meses los llevaría hasta el altar. Pasó el tiempo y todo era felicidad, sin embargo... se venía el monstruo peludo. El dueño decidió que esas medias y ese calzoncillo amarillento, eran sus prendas de la suerte. Incluso, quiso utilizarlas el día de su matrimonio, dejó su traje y su ropa lista sobre la mesa, y se durmió profundamente esperando el gran día. Las medias azul y naranja, junto con el calzoncillo amarillento, ahora eran líderes entre la comunidad del ropero. Apoyaban a las medias que por una u otra razón se quedaban sin par, así como a las prendas que se sentían solas, recordándoles que no existen modas que superen a los sentimientos y

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que, aunque sean distintas por fuera, lo más hermoso e importante se lleva en el corazón. Justo hablaban de eso con un corbatín y los tirantes, cuando la media naranja se sintió absorbida por las fauces de un monstruo gigante. Era grande, gordo, peludo, con enormes dientes que parecían no caberle en el hocico. Salió corriendo sin control, la pobre media era su presa, mientras las demás prendas miraban con ojos de terror aquella escena. La media naranja sintió como toda su vida pasaba frente a sus ojos; cuando la cosieron y etiquetaron junto a su hermana, el día de la terrible pérdida, la canasta, la gaveta, el viaje en bicicleta. Quiso sacar su cara del hocico del monstruo, se asomaron sus llamativas estrellas, pero todo se volvió baba y oscuridad. Desenlace... gran agitación había entre las prendas, unas soltaban pelusa, otras sentían el alma descosida; solo el calzoncillo y los tirantes lograron reaccionar. Al estilo del hombre araña y con los calzoncillos encima, los tirantes comenzaron a prensarse de donde pudieron, parecían lianas, mientras recorrían la casa en busca de aquella bestia peluda. Teo era un perro bonachón y juguetón, con el pelaje grisáceo y las orejas negras. El calzoncillo con su mirada de halcón, lo vio meterse bajo la cama. La media naranja aún estaba colgando entre sus fauces, el perrito que era gordo había dejado su redondo trasero al descubierto. No lo pensaron dos veces, los tirantes en un esfuerzo elástico se colgaron de la manija del ropero y se impulsaron para impactar la nalga izquierda de Teo. El plan era que cuando el perrito abriera el hocico para ladrar, liberara a la media. Teo apenas y sintió una caricia, volvió a ver atrás y se llevó a la boca también un calzoncillo amarillento que estaba cerca de su rabo. Los tirantes no podían creerlo, la tragedia ahora era mayor, cuando de pronto se escuchó un grito en el aire, ¡uyuyuy bajura!, era el pañuelo típico que venía a toda velocidad en dirección al perro. Bueno, en realidad venía casi en cámara lenta, había flotado desde la gaveta del ropero, aprovechando el viento que se colaba por la ventana. Los tirantes se taparon los ojos. Aquel llamativo pañuelo típico, sería una nueva víctima de Teo, sin embargo, el pañuelo se las arregló para caer exactamente en los ojos del perro y Teo pensando que era un juego, saltó corriendo contento, soltando Así llegó el día de la boda. El feliz novio lucía con orgullo sus medias naranja y azul, mientras repasaba de arriba a abajo sus tirantes con las manos. Se había puesto su calzoncillo amarillo, bueno, blanco pero amarillento, era para la suerte. Disfrutaba ver cómo una hermosa y pequeña niña con Síndrome de Down, contaba con felicidad e ilusión las estrellas azules de la media color naranja; esa niña pronto sería oficialmente su hija. Las medias soltaban lágrimas de pelusa de alegría y celebraban como sus diferencias superficiales no las hacían distintas, más bien las hicieron hermanas, juntas, diferentes y felices para siempre.

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Autor: Franco Michel Sánchez Aguirre Escuela: Guadalupe

Directora/Docente: Nuria Quesada Alfaro

Dirección regional: Occidente

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Hace algún tiempo, conocí a Román, un joven ratón de nacionalidad nicaragüense que emprendió un viaje porque no quería formarse en el ejército de ratones de su país. Era un ratón joven, de color gris oscuro, delgado, con sentimientos nobles y bastante estudioso. Un buen día buscó un maletín y ahí colocó algunos documentos de identificación, notas del colegio y los pocos pedazos de queso que había conseguido en los últimos días. Se despidió de su familia y decidió cruzar la frontera y viajar a Costa Rica. Sus primeros intentos fueron de manera legal pero no lo logró, al llegar a la frontera se asomaba por un huequito, pero la escoba que estaba junto a la pared era un arma mortal para él. Cada vez que se asomaba era visto por un grupo de humanos que lamentablemente no son amistosos con los ratones y la escoba era movida del lugar en que se hallaba. Estaba casi seguro de que si intentaba pasar, recibiría el peor escobazo de toda su vida. Ese sería un triste final. Después de varios intentos fallidos, tanto de día como de noche, decidió que era mejor buscar otro camino y hacerlo de manera ilegal, cruzando por las montañas, escondido de la policía migratoria.

El ratón Román sabía que encontraría muchos peligros en el camino. Podía morir en el trayecto, pero si se quedaba en su país el riesgo era más alto. Con la maleta al hombro, se internó en un pastizal. Escuchaba voces de personas que lo asustaban, pero por ser pequeño hasta una hoja le servía de escondite. Cada vez que sentía hambre, sacaba una migaja de queso y se la comía. El camino de un emigrante es interminable: hace sol, mucho calor, se siente sed y no hay tantos lugares para encontrar agua. Sus patitas estaban quemadas y le dolían mucho, pero era mejor no descansar para no perder tiempo. Era frecuente tener que parar y quedarse escondido detrás de un arbusto, o debajo de una rama

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Las fronteras no me detienen

caída. Los conejos de monte salían por muchos lugares y lo asustaban. Durante el camino siempre escuchaba personas que viajaban en la misma dirección y con el mismo propósito: cruzar la frontera, buscar apoyo, trabajo y seguridad. De repente, vio una serpiente pitón hambrienta que estaba esperando cerca de una piedra. Ese era su fin; sintió un escalofrío que le cubrió todo el cuerpo, no sabía que hacer, para donde correr; en cualquier dirección la serpiente lo atraparía. Pero apareció un ángel de los que caminaba a su lado, era un humano asustado y hambriento que sacó un cuchillo y la mató, diciendo que su familia tenía hambre y esa sería su cena de la noche. Román se sintió muy agradecido, porque le salvaron la vida. Aunque no quisiera ver esa cena. El ratón descubrió que era importante mantenerse cerca de las personas que también estaban en su misma condición de viajeros, pues el camino era muy peligroso y con ellos se tornaba un poco divertido, porque los humanos hablan mucho, los niños se ríen y lloran. En fin, el ruido daba un poco de seguridad. Al llegar la noche tenían que dormir en algún espacio de la montaña, nada era seguro, pero había que descansar. El ratón se acurrucaba cerca de una bolsa de tela de un niño. Ahí no se notaba su presencia. Se escuchaban los ruidos de la noche. De repente, un búho se acercó; estaba sintiendo el olor a ratón, pero le asustaban los humanos, por lo que no llegaría hasta el refugio donde estaba durmiendo Román. Un lobo estaba muy cerca y hacía unos ruidos muy extraños, los humanos estaban quietos, encendieron un fuego y eso los cubría de peligros, mosquitos y zancudos.

A la mañana siguiente, había que continuar el viaje, faltaba poco para cruzar la frontera, pero se aproximaba un gran río, ¿cómo un ratón podría atravesarlo? Tenía que pensar y hacerlo pronto. Ser muy cuidadoso. Mientras pensaba qué hacer, uno de los humanos se quitó los zapatos, pues para ellos era mejor caminar por el agua descalzos. Era la oportunidad y Román la aprovechó. Se metió en uno de los zapatos y se sostuvo fuerte de un cordón para no salirse. Los zapatos colgaban en el pecho del hombre y el ratón iba dentro de uno de ellos, muy calladito; el olor no era el más agradable, pero era seguro. De repente, la gran sorpresa: estar del otro lado del río. Debía salir del zapato, sin ser visto. Con mucho cuidado, esperó a que el humano se descuidara y lo hizo. Salió corriendo de ahí, y se sintió libre. Estaba en suelo costarricense y sabía que en este país sería acogido como un refugiado y tendría todas las garantías y el apoyo que un ratón extranjero puede recibir. Ahora que está del otro lado, lo primero que hará será buscar un lugar para vivir, encontrar un trabajo y luego, se inscribirá en un colegio. Él trae en su maletín los documentos de identificación y notas de buen estudiante. Desde hace algún tiempo ha escuchado que el sistema de educación de Costa Rica es inclusivo y él tendrá las mismas oportunidades para triunfar que los estudiantes ticos. Román, el ratón, tiene el gran deseo de ser un buen profesional y ayudar a su familia. Está seguro de que las fronteras no lo podrán detener

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Autora: Dhanna Jimena Cordero Segura

Escuela: El Rodeo

Director: Israel Núñez Rey

Docente: Fanny Loría

Dirección regional: Puriscal

En busca de un hogar

Hola, me llamo Morpho y mi nombre es sinónimo de alegría o cambio, por eso cuando las personas me ven suelen asociarlo a que les concedo deseos. Realmente no sé qué tan cierto sea, pero lo que sí sé es que cuando alguien logra verme se pone muy feliz, debido a que les parezco de gran belleza. Hoy quiero contarles una muy linda historia; la historia de mi familia, que ha pasado por muchas generaciones; no sé si sea una leyenda, un mito o una historia verdadera, la aventura narra una gran travesía, llena de peligros en la búsqueda de un nuevo hogar. ¿Les gustaría escucharla?, pues aquí se las voy a contar.

La historia comienza un día de verano a finales del mes de febrero, cuando una majestuosa mariposa puso muy escondidos unos huevitos en una hoja. Después de 5 días despertó una desconcertada y graciosa oruga junto a otras. ¡Qué alegría! Por fin había nacido.

Todo era nuevo para ella, poco a poco fue creciendo y comiendo, creciendo y comiendo. Al principio se sentía extraña y hasta un poquito feíta porque era de un color café con verde limón brillante y tenía el cuerpo envuelto de unos pelillos irritantes. Por esta razón, ningún animal se le acercaba, al principio no comprendía lo que pasaba, sin embargo, luego se dio cuenta que era algo así como un mecanismo de defensa, que impedía que algún animal quisiera comérsela. El lugar donde nació era un bosque, con pocos árboles, mucho humo y basura.

Cierto día unas personas no tuvieron miedo de acercarse, y capturaron a unas orugas que estaban cerca. Según le contaron después a la oruguita, era para exhibirlas en unas vitrinas. Eso la llenó de mucho temor y decidió cuidarse para no correr con la misma suerte. Todo pasaba con tranquilidad, pero al cabo de 60 días, algo pasó y comenzó a sentirse un poco extraña, se envolvió en una seda, cayó profundamente dormida y empezó a soñar con una hermosa selva tropical, un lugar mágico, donde todo era verde, sin humo, ni contaminación, con ríos cristalinos y donde volaba libremente. En ese lugar se sentía segura y llena de una inexplicable paz. Después de dos semanas despertó, pero ya no era aquella fea oruga verde. Ahora tenía unas hermosas alas de un color azul metálico, con las puntitas negras, y es ahí cuando comenzó la gran aventura de volar para poder hacer realidad

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aquel gran sueño que había tenido.

Voló hasta un lugar donde conoció a unos graciosos escarabajos que le dijeron que ellos habían escuchado de ese hermoso lugar; esto la motivó a emprender la búsqueda. Primeramente, comenzó su aventura en un lugar llamado Venezuela. Ahí había muchos árboles y comida, sin embargo no se sentía realmente libre; luego cruzó la gran selva Colombiana y se enteró que estaba cerca de su destino. Ya en Panamá sintió mucha hambre y desenrolló su espiritrompa para alimentarse de la savia de unos árboles, pero cuando estaba a punto de terminar aquel delicioso banquete, vio a lo lejos como un pájaro de un color azul verdoso se tragaba de un picotazo una pobre libélula. Este la observó y también intentó comérsela, pero ella voló lo más rápido que pudo, muy cerca del suelo, hasta que después de un rato lo perdió de vista y luego un chapulín le advirtió que tuviera cuidado, que ese era un pájaro llamado Jacamar que solía comerse las mariposas de su especie que pasaban por ahí. Tanto miedo tuvo que sin darse cuenta ya había volado muy lejos. En ese lugar había una selva tropical; la más hermosa que jamás había visto, con grandes árboles llenos de una riquísima savia, las más deliciosas frutas tropicales que había probado y muchas mariposas de otras especies. Sintió una magia asombrosa en ese lugar, las personas no intentaban cazarlas o ponerlas en vitrinas ni usarlas como adornos, se asombraban al ver su belleza y no paraban de tomarles fotos. Ella se sentía hermosa, segura y amada. Justo en ese momento comprendió que ese debía ser su nuevo hogar. El sueño por el que tanto había luchado y todos los peligros que había afrontado para hacerlo realidad habían valido la pena. Deseaba que sus futuras generaciones vivieran ahí por muchos años seguras y libres. Seguramente ya te lo estás imaginando ese lugar es Costa Rica. Esta es nuestra historia que ha pasado de generación en generación. Me enteraré que este año me declararon símbolo nacional de este gran país, donde han crecido mis antepasados y crecerán las futuras generaciones.

Quiero decirle a todos los que lean mi historia que protejan y respeten todas las formas de vida, enseñen y eduquen a los niños y adultos a cuidar el medio ambiente para vivir libres y en paz

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Autor: José Ángel Alvarado Anchía

Escuela: Juan XXIII

Director: Allen Marchena Contreras

Docente: Laura Campos Rodríguez

Bibliotecóloga: Noylin Brenes Arce

Dirección regional: San José Oeste

Andanzas en el pueblo

Érase una vez un pequeño pueblo ubicado a pocos kilómetros de la ciudad, adornado con calles encastadas en rústicas piedras y hermosas casas de adobe separadas entre sí por largas cercas de madera blanca, a la orilla de extensas zonas verdes con pequeños riachuelos de aguas claras que refrescaban el lugar.

Don Jaime era uno de los campesinos oriundos de aquel modesto sitio. La humildad siempre le había acompañado en el curso de su vida desde muy temprana edad. Con los primeros rayos de sol, se ponía sus botas, el chonete y su machete para emprender un nuevo día de labor en el campo. Por su parte, doña Olga, su esposa, le alistaba la alforja con su almuerzo envuelto en hoja de plátano y su agua fresca endulzada con tapa de dulce del retirado trapiche. Cada día, con alforja en mano, bastaba un silbido para que llegara Pirulo, su perro guardián y fiel compañero. Listos y preparados emprendían camino hasta aquella huerta donde el día se les hacía corto, pues don Jaime disfrutaba sembrando plantas de lechuga, remolacha y todo cuanto la fértil tierra permitiera brotar.

Mientras don Jaime cuidaba la tierra, Pirulo esperaba debajo de la alforja, que se encontraba colgada de una frágil rama, para que su amo llegara a almorzar, pues mientras compartían sentados uno junto al otro, la fiel mascota sabía que le daría al menos un trozo de tortilla. Tras caer la tarde, ambos satisfechos del arduo trabajo regresaban a casa para descansar y renovar energías para un nuevo amanecer.

Un día al llegar a casa luego de trabajar en el campo, su esposa le tenía una gran noticia: Felipe, su nieto, los visitaría en las vacaciones de la universidad. Tenían bastante tiempo sin mirarlo, por lo que les causaba gran ilusión la noticia de su llegada. Ante la visita, los abuelos se organizaron para salir al pueblo con la cosecha que, como todas las semanas, ofrecían a sus vecinos, pues comprendían que los próximos días se mantendrían muy ocupados. Fue así, como al día siguiente, muy temprano, doña Olga salió al pueblo

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ofreciendo las cosechas. La última en visitar fue doña Rosa, su vecina más cercana. Ella siempre compraba las sabrosas lechugas que cosechaba con esmero don Jaime. En cuanto llegó, se sorprendió que le comprara una parte de lo que usualmente le pedía. Ante la cara de asombro de doña Olga, su vecina le explicó que ya no tenían en la casa el conejo que solía comer tanta lechuga. Por otro lado, don Jaime salió muy temprano junto a Pirulo hacia la hortaliza, cargando un saco de abono orgánico para que sus plantas crecieran sanas y fuertes. Antes de llegar a la huerta, Pirulo empezó a olfatear y con su larga cola erizada corrió velozmente hasta el sembradío. Unos cuantos pasos detrás iba don Jaime, quien se había quedado descansando a la sombra del fornido roble. Mientras permaneció ahí sintiendo la fresca brisa acariciar su cara y mirando fijamente el suelo, observó algunas huellas extrañas y ajenas al lugar. Él, sorprendido ante lo visto, y ante la actitud extraña de su fiel amigo decidió darle una miradita a las hortalizas y caminó siguiendo aquellas diminutas huellas hasta llegar a las lechugas que ya estaban de corta. ¡Oh, Dios mío! ¿Qué ha pasado aquí?, exclamó en voz alta aquel agricultor decepcionado de mirar todas sus lechugas mordisqueadas.

Don Jaime estaba tan molesto que de un solo chonetazo calló a Pirulo. Tan pronto como pudo se dio a la tarea de recolectar la carga en buen estado para entregarla a sus vecinos que ya le habían encargado a doña Olga. Ese mismo día por la tarde los dos recorrieron el pueblo entregando los pedidos de la escasa, pero jugosa cosecha.

Entre cuidar y abonar los campos por extensas jornadas, la esperada visita llegó. Los abuelos madrugaron muy temprano como de costumbre para preparar un desayuno especial y sorprender al muchacho. No tardó mucho tiempo en llegar el autobús en que viajaba el nieto que con tanta ilusión esperaban. La alegría cautivó el momento del encuentro y juntos en la humilde casa disfrutaron los alimentos que habían preparado los abuelos con tanto amor. Tenían tanto que contarse, que el tiempo se les pasó veloz. No era para menos, la ilusión por compartir ese momento que tanto habían esperado era mucha. Intentaron aprovechar el tiempo desde muy temprano, ya que tenían varias tareas por hacer y no sabían ni por cuál empezar. Pero claro, el recorrido por la finca fue lo primero que pensaron y tomaron rumbo al huerto don Jaime con su nieto y su amigo fiel, que no dejaba de correr de un lado hacia otro.

Camino abajo conversaban entre ellos. De pronto, sin darse cuenta, Pirulo

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corrió por el trillo y parecía que estaba olfateado algún animalito. El abuelo apresuró sus pasos para alcanzarlo y así encontrar el culpable de morder sus jugosas lechugas. Felipe corrió tan rápido como pudo y se detuvo junto a Pirulo, que se hallaba frente a una cepa de plátano con sus orejas de punta y sus ojos como un par de bolinchas. Agachándose sigilosamente, el joven tomó el animal por sus largas orejas y lo entregó a su abuelo.

- ¡Qué lindo conejo! - exclamó Felipe con mirada de asombro.

- Claro, es muy bello, pero así es de travieso también. Vamos, llevémoslo a doña Rosa, la dueña, seguro se le escapó y no se ha dado cuenta - agregó el abuelo.

Satisfechos con la captura del peludo animal se dirigieron a casa de la dueña para entregarlo, pero se llevaron tamaña sorpresa al escuchar lo mencionado por la vecina.

- Don Jaime, disculpe, pero si gusta se lo lleva con ustedes a su casa, porque aquí ya no queremos tenerlo más - externó doña Rosa.

Al escuchar semejante cosa se miraron entre ellos bastante sorprendidos. No les quedó nada más que llevarlo a casa. No iban muy convencidos con la respuesta de la señora, sin embargo, ambos sabían que no lo abandonarían a su suerte en aquel pueblo. Pensaron además en cómo le darían la noticia a la abuela, pues esperaban no tener que deshacerse de aquella peluda y suave criatura. En cuanto llegaron a la casa explicaron lo sucedido a la abuela y ella comprendió rápidamente, pues recordó que días pasados la vecina le había mencionado que ya no tenían el conejo. Ellos sabían que no era correcto dejar al animal suelto, pues corría el riesgo de ser maltratado por otro animal y de permanecer así, seguiría haciendo daños en las cosechas de la vecindad. A partir de ese día, conservaron en un encierro el travieso animal y este se convertiría en la mascota de la familia.

Los días fueron pasando en aquel pequeño pueblo y el período de vacaciones se acortaba para Felipe, quien lo estaba pasando de lo mejor junto a sus abuelos, Pirulo y el conejo. Justo el día previo a su partida compartió la más sabrosa sopa preparada en aquel humilde hogar. Mientras permanecía ahí sentado, disfrutando aquel momento, en su callado corazón conservaba la preocupación por abandonar a aquellos viejos que se habían ganado todo su amor.

Días después, Felipe viajó a la ciudad para continuar con sus estudios, los que se había propuesto terminar con el fin de regresar con sus abuelos. Luego de varios años, concluyó su carrera de veterinaria y emprendió su regreso al humilde pueblo, para vivir con los ancianos. Estos estaban muy agradecidos con su nieto y la decisión de querer acompañarlos en esta delicada etapa de su vejez, pues era cuando más necesitaban del cariño y cuido de sus familiares.

Con su retorno en aquel pueblo de calles encastadas en rústicas piedras, logró implementar su proyecto veterinario, del cual se beneficiaban los habitantes del lugar y todos se organizaron para realizar una campaña que tenía como nombre “Adoptemos animales y ofrezcámosles un hogar”, que tenía como objetivo garantizar que ningún animalito permaneciera en condición de abandono. Por su parte, los abuelos gozaron con la compañía de su nieto Felipe por muchos años, pues él cuidó de ellos con amor y de las mascotas de la comunidad.

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Autora: Tábatha Melek Meléndez Araya

Escuela: Manuel Ortuño Boutin

Directora: Carol Calvo Hernández

Docente: Grettel Porras Cascante

Bibliotecóloga: María del Socorro Durán Abarca Dirección regional: Desamparados

La planta del bosque

Era una tarde lluviosa en un gran bosque tropical de Costa Rica, cuando una pequeña planta asomó sus hojas por entre la tierra oscura.

-¡Vaya clima tan reconfortante! - dijo estirando su pequeño cuerpo. Luego miró hacia arriba y descubrió el cielo lleno de nubes grises y apelotadas como algodones flotantes. Continuó observando todo a su alrededor. Sus raíces se habían asentado en el borde de un estrecho camino por el que solían pasar turistas llenos de vistosos sombreros y negras cámaras que luego se llenaban de mil fotos para recuerdos.

Fue así como entre mañanas soleadas y tardes de frías lluvias, la plantita crecía rodeada de otros seres que le ofrecían diálogos cordiales y le llenaban de sueños, como cuando el tucán le contaba sobre los viajes que realizaba atravesando el bosque, con las alas bien abiertas y el viento dándole en la cara. O cuando las ruidosas guacamayas se quejaban de las rápidas escapatorias que debían hacer, intentando ocultarse de las personas que las seguían para fotografiarlas. O las hormigas, que iban siempre marchando sin parar. Uno, dos. Uno, dos. Llevando semillas y fruto hacia adentro del hormiguero.

-¡Cómo quisiera ser un ave y ver el mundo! - se decía entonces la planta. - O formar parte de un ejército tan importante como el de las hormigas; tener flores como las hermosas orquídeas o ser tan alta como las ceibas. ¡Quisiera que me admiraran como al majestuoso quetzal o ser tan útil como los robles, que cuentan que sus antepasados construyeron las ciudades en las que habitan los humanos!

Luego, al caer la noche se dormía profundamente y soñaba que todo eso que deseaba se volvía realidad.

Un día mientras miraba las ardillas jugando en los troncos secos, se percató que por el sendero, venía un grupo de personas que analizaban todo a su paso. Al llegar junto a ella, le miraron con curiosidad y entablaron una conversación confusa. Luego, sin darle tiempo a entender lo que pasaba y ante la mirada atenta de los otros seres del bosque, se agacharon y con cuidado la sacaron de la tierra en la que había vivido desde que nació.

-¿Adónde me llevan?- les gritaba. Pero no le escuchaban. Fue así como sin tiempo de despedirse de nadie, la colocaron en una maceta, la subieron en un auto y se la llevaron... Después de mucho viajar se durmió pensando qué sería ahora de su vida.

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Al despertar se encontró en un lugar desconocido para ella, frío y lleno de herramientas extrañas y personas de batas blancas que la miraban con asombro. - ¿Será que tengo algo malo? - se preguntaba. Pero ellos la miraban felices y dichosos.

Así pasaron unos días en los que la analizaban, la regaban, la abonaban y la mantenían en constante vigilancia. - Ahora sí que soy importante con todas estas atenciones - se decía. -¡Ojalá mis amigos del bosque me vieran ahora!

La pequeña planta, ahora convertida en un hermoso ejemplar de Pentagonia, el cual era su nombre científico, según la llamaban todos los días los hombres de blanco, pasó el tiempo siendo aplaudida y elogiada por ser una especie única dentro de su clase y en el país donde nació. La llevaban a conferencias y repartían volantes con su foto en la portada. Ella se erguía orgullosa y dejaba que la admiraran. - Es bueno recibir estas atenciones - se decía. Pero en las noches cuando se quedaba sola se sentía triste.

Una noche mientras dormía, en sus sueños volvió a sentir el olor de la tierra mojada por la lluvia tropical, vio los hongos naciendo en las bases de los árboles con sus cabezas de colores, escuchó el canto de los grillos y las chicharras ruidosas al caer la noche, y los búhos con sus voces roncas cuando todas las demás aves ya duermen. Despertó de pronto y se dio cuenta que extrañaba todo lo que una vez tuvo, que ciertamente donde estaba ahora era un lugar donde le admiraban, pero que su verdadera felicidad estaba en el bosque rodeada de las risas e historias de sus amigos queridos. Al despertar sintió la necesidad de volver allá y se puso a pensar cómo podía lograrlo.

-¡Qué difícil! - se dijo. - No puedo escapar, ni siquiera tengo piernas - y se puso a llorar.

Cerca de la ventana, se encontraba un nido de yigüirros a los que la planta saludaba todos los días, y al verla llorando tan desesperadamente se acercaron a preguntarle qué le pasaba. Los yigüirros escucharon su historia y se propusieron ayudarle a regresar al bosque. Entonces esperaron que todos en el laboratorio se hubieran retirado y ¡manos a la obra! Empezaron el plan de rescate.

Las aves entraron por la ventana, pusieron a la planta en una bolsa y sin más salieron volando con ella a cuestas. Luego de mucho rato, empezaron a ver a lo lejos las copas de los árboles y a sentir la humedad abrazadora del bosque. - ¡Estamos llegando! - gritó la planta y ahora lloraba pero de alegría.

Bajaron lentamente y la planta fue guiando a los yigüirros hasta el lugar donde estuvo sembrada cuando se la llevaron. Sus amigos del bosque estaban muy felices y asombrados de verla y la recibieron con mucha alegría. Le contaron que se enteraron por boca de los turistas que seguían llegando todos los días, que ella era un ejemplar de una planta muy poco

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común y que gracias a eso habían convertido el bosque en un Refugio de Vida Silvestre donde ahora todos vivirían más seguros. La planta les contó todo lo que había vivido y su anhelo de regresar a ese bosque donde los días se llenaban del chillar de los monos y las noches del canto de los insectos.

He aprendido, les dijo, que más importante que la fama es el cariño y la compañía de los seres que siempre han estado a tu lado. Esa noche en el bosque nadie durmió, todos conversaban y reían alegremente. La planta, acompañada de sus amigos se sintió más dichosa que nunca, a lo lejos escuchaba el sonido del río y arriba en el cielo oscuro brillaban las estrellas. No podía ser más feliz

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Autora: Mariángel González Aguilar

Escuela: Concepción

Director: Maynor Rodríguez Acuña

Docente: Mariela Aguilar Vásquez

Bibliotecóloga: Grace Carranza Amores Dirección regional: San Carlos

Salvando a Gaia

En el Palenque de Cristal vive una indígena de nombre Doris. Ella es una niña de 10 años, con una chispa en su mirada y un deseo incansable de saber más. Muchas veces vuelve loca a su abuela “Nayu” con sus insistentes preguntas: ¿por qué ...? ¿por qué ...? ¿por qué...? Doris, como buena observadora que es, se dio cuenta de que todos los años en su comunidad se celebraba una fiesta en honor a la Madre Tierra, para agradecerle todas las bendiciones que reciben durante esa temporada, como el agua, alimento, refugio y muchas cosas más para sobrevivir. Ella se percató que esa tarde iba a llevarse a cabo la actividad y que el centro de atención sería la gran fogata que harían los pobladores al morir los últimos rayos del sol. La pequeña y la abuela se sentaron alrededor de la hoguera. De pronto la cabeza de Doris descansaba en los regazos de su “abue”, así la llamaba cariñosamente la niña. Rápidamente la mirada de Doris se perdió entre las lenguas de fuego incandescente y esta preguntó: - Abue, ¿esa fiesta es para mi mamá, que ahora vive en el cielo junto a Sibö? - No, mi pequeña estrella. Esta actividad es para nuestra Madre Tierra o Gaia - suspiró profundamente mientras miraba al cielo.

- ¡Mmm ...! ¿Cómo es ella? ¿Nació aquí, en nuestro pueblo? - preguntó Doris .... Tantas eran las interrogantes, que Nayu procedió a contarle la historia. Hace millones de años, el Sol se enamoró de la Vía Láctea y después de un tiempo se casaron. Fruto de ese amor, la Vía Láctea quedó embarazada y en su pancita se formó nuestro planeta Tierra, o sea Gaia. Esta comenzó a crecer y a ser habitada, dándole felicidad y vida a todo ser vivo, además proporcionándoles alimento, agua y protección.

La niña quedó estupefacta al escuchar la historia de su abuela. Las dos mujeres se sentían cansadas y decidieron regresar a su casa, ya que era muy tarde y los primeros cantos del gallo ya recorrían el pueblo, anunciando que pronto amanecería. La abuela acurrucó a Doris en su cama, junto a un peluche que ella le había hecho. Doris estaba tan cansada que no tardó mucho en cerrar sus hermosos ojos. Al rato sintió que se movía de izquierda a derecha, alguien intentaba despertarla. Abrió sus ojos y vio a una mujer con cabello muy largo, lacio, de color muy verde. En su cabellera abundaban muchas guarias moradas. Doris intentó gritar, pero la mujer puso su dedo índice en sus labios, dándole una señal de que guardara silencio. La niña se sentía como un imán, atraída por la extraña figura de aquella desconocida mujer. Llevó a Doris al corazón del bosque y debajo de un árbol gigante se arrodilló

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sobre una gran alfombra café que el viento, la lluvia y el sol habían confeccionado con hojas secas.

- Siento mucho el inconveniente, soy la Madre Tierra más conocida como Gaia -.

Los ojos de Gaia se notaban cansados, afligidos.

- ¡Oh!... ¿qué pasa Gaia? Te noto malpreguntó la niña.

- Estoy enferma, me siento débil, los humanos me envenenan poco a poco.

La mujer de cabellos verdes puso sus dos manos en los ojos de Doris.

- Solo cierra tus ojos.

Fue impresionante ... en la mente de Doris veía unas imágenes desastrosas. Observaba gente tirando miles de botellas y bolsas de basura en la calle y el mar. Las bolsas atrapaban a los peces, quitándoles la libertad y muchos de ellos morían intoxicados. Millones de árboles siendo cortados y quemados, animales silvestres cazados y torturados, y a un bebé tepezcuintle viendo como mataban a su madre, mientras lloraba y temblaba de horror.

- Me siento sin fuerza, mi cuerpo cada día que pasa muere lentamente, ¡AYÚDAME!- esas fueron las últimas palabras de Gaia.

Su débil cuerpo cayó al suelo. En su cabello aparecieron canas, arrugas en su cara y las flores de su cabeza se marchitaron.

- ¡Gaia!. ¿Te morirás, como mi mamá? ¡no por favor!... ¿Cómo te puedo ayudar?

Doris no perdió tiempo y corrió a su choza. Lo único que tenía en su mente, era recorrer muchos poblados y ayudar a la Madre Tierra. Entró a su vivienda a pasos muy lentos para no despertar a su abuela Nayu. Agarró

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un metate, metió una botella de agua, un pedazo de pescado ahumado y un poncho. Caminó con rumbo desconocido y luego de dos horas de andar entre la montaña y trillos peligrosos, llegó a un palenque que estaba desolado, -probablemente sus habitantes estaban en los quehaceres del campo- pensó por un momento Doris. A poca distancia estaba el mar y decidió hacer una caminata por la playa. Las olas del mar retumbaban con enojo por lo que le pasaba a Gaia.

- Si el hombre no aprende a respetarla y cuidarla se extinguirá. La niña se asustó mucho, corrió por la orilla de la playa y casi ni podía por la suciedad que en ella había. A lo lejos observó a un niño sentado en una piedra, Doris no perdió la oportunidad de acercarse.

- ¡Hola!, me llamo Doris.

- Yo, Iván.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó la niña.

- Salvar a las tortugas y otras especies marinas que se encuentran atrapadas por los residuos plásticos. Por cierto, ¿qué hace una niña de tu edad tan lejos de su comunidad?

- Intento ayudar a una mujer que ha dado vida a la naturaleza y se encuentra enferma por culpa del hombre.

- Lamento su enfermedad, quiero ayudar.

- Tengo muchas ideas para ayudarla - dijo la niña emocionada. - Hay que ponernos en marcha, se nos acaba el tiempo.

En la playa había demasiada basura, se propusieron recogerla y depositarla en basureros de reciclaje. Los dos chicos decidieron visitar los 8 territorios indígenas y motivar a los niños y niñas que vivían ahí, para que los acompañaran en una caminata y a hacer conciencia de la destrucción que está sufriendo el planeta.

Conforme avanzaban en el recorrido, muchos niños se les iban uniendo; a la vez aprovechaban para sembrar árboles, plantas, y hablar con los pobladores para que hicieran conciencia.

La niña se sentía angustiada. Llevaba muchos días fuera de la casa y su abuela de seguro estaba preocupada.

- Me tengo que ir, Iván. Gracias por tu ayuda, lo que hicimos fue como sembrar una semillita en cada pueblo que visitamos y esta irá creciendo conforme pasa el tiempo.

Doris empezó su camino de regreso a casa hasta toparse con Gaia. Su rostro se había rejuvenecido.

- Quiero agradecerte por la ayuda, ¡gracias, gracias! - le mencionó muy emocionada Gaia.

Ambas se fundieron en un fuerte abrazo y Gaia comenzó a desaparecer, convirtiéndose en mariposas de muchos colores.

De inmediato, Doris abrió sus ojos para darse cuenta de que todo había sido un sueño

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Autor: Damián Bermúdez Domínguez

Escuela: Franklin Delano Roosevelt

Directora: Ana Yansi Prendas Cruz

Docente: Gabriela Álvarez Olaso

Bibliotecóloga: Alejandra León Acuña Dirección regional: San José Norte

El león sin melena

Había una vez, en una gran selva, habitada por animales temibles y feroces, una manada de leones. Querían tener un león para que fuera el rey o líder de todos, que al igual que ellos fuera grande y valiente, así que, el dios de la selva, al escuchar el deseo, se los concedió.

Tiempo después nació Toti, pero este no parecía ser como los demás leones salvajes. Toti era un leoncito color café claro, con garras y dientes afilados, pero con un gran corazón.

Día a día la manada lo ayudaba en su crecimiento, confiados en que se convertiría en el mejor Rey de todos los tiempos.

Él iba a la escuela, aprendía a cazar, día y noche se preparaba para ser cada vez más intimidante.

En la escuela siempre se burlaban de él, porque no era como los demás, esto lo hacía sentir cada vez más triste y deprimido.

Fue creciendo y creciendo, pero no le salía melena, hasta que un día muy cansado de las burlas, decidió ir en busca de respuestas donde el gran dios, para demostrar a todos, y más a sí mismo, que era valiente y digno; así que esperó a que cayera la noche, tomó sus cosas y comenzó su viaje.

En el camino por la selva, se encontró con muchos problemas, uno de ellos era que unos conejitos tenían bloqueadas sus madrigueras por enormes rocas y no podían moverlas, entonces Toti, luego de un gran esfuerzo, logró moverla para que los conejos tuvieran abiertas sus madrigueras. Muy contentos, pudieron alimentarse y refugiarse de nuevo y como recompensa le dieron zanahorias para el camino.

Toti continuó con su viaje y se encontró con unas cebras a las que unos cocodrilos estaban molestando y no las dejaban tomar agua en el río, entonces les guió por otro camino y las cebras quedaron muy agradecidas con el león sin melena.

A Toti no le importaba que se burlaran de él, de todos modos y sin pensarlo dos veces nunca dejó de ayudar a quien lo necesitara.

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Al cuarto día de su viaje, encontró unos hipopótamos perdidos de su manada, los cuales, querían ir a un lago a tomar agua, pero no sabían hacia dónde dirigirse, entonces Toti los ayudó para llegar a su destino y como agradecimiento le dieron un poco de agua para su viaje.

Al quinto día, el león sin melena conoció a una jirafa, ella quería tomar unas hojas de acacia, las cuales eran sus favoritas, pero en el intento, se atoró su largo cuello entre las ramas y no podía escapar. Toti a como pudo se subió al árbol con gran agilidad y rompió las ramas, de paso, le bajó unas cuantas hojas para que la jirafa se alimentara tranquilamente. Ya estando a salvo, le compartió a Toti unas hojas de acacia, qué aceptó con gusto porque el leoncito era en demasía educado.

Al sexto día, Toti se encontró con un elefantito, quien no tenía una larga trompa como los demás. Al principio, él no paraba de reírse de Toti dudando de su fuerza, hasta que el gran león le tiró de su nariz y su trompa se estiró y quedó tan larga como la de los otros elefantes. Como agradecimiento, el elefante, contento con el tamaño de su nueva trompa, lo ayudó llevándolo a un perímetro de la selva para llegar más rápido a su destino.

Al séptimo día, Toti se topó con un avestruz en problemas, su cuello estaba atorado en un hueco y para empeorar la situación, este hoyo era por donde los topos entraban y salían de su madriguera. Viendo lo que sucedía, Toti no se quedó indiferente y como lo hizo con los demás animales, decidió ayudarles. Fue entonces que empujó el cuerpo del avestruz para sacar su cabeza del hoyo, hasta que por fin quedó despejada la entrada de los topos hacia su madriguera y el avestruz de nuevo pudo estirar su largo cuello. Como recompensa por la ayuda de Toti, la avestruz le dijo dónde estaba el río Bulú (Tigre), cerca de donde habitaba el Dios TkúwÖ (luciérnaga).

De esta manera, Toti arribó a su destino, muy cansado, pero agradecido de llegar a salvo. Primero invocó al dios TkúwÖ, quien lo recibió muy amablemente con un agua especial, que quitaba cualquier cansancio en los animales.

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Repentinamente Toti le preguntó;

- ¿Por qué no soy feroz como los otros leones y por qué no tengo una enorme melena como los demás?

Entonces, el dios le contestó: -No necesitas tener grandes características para ser un gran león, más bien, tú eres el león más inteligente y con el corazón más grande de la selva. El dios había presenciado espiritualmente todo el recorrido de Toti por la selva; vio cada aventura y cómo Toti ayudaba sin titubear a los demás animales. A él no le importaba cuánto tiempo podía tardar o cuánto esfuerzo debía hacer, sólo lo hacía desinteresadamente, a pesar de las burlas de los otros animales.

Así que, agradecido por la respuesta, Toti volvió a su hogar, reencontrándose en el camino con los demás animalitos que había ayudado. Estos le dijeron: -Nos enteramos que vas a ser el nuevo rey, todos te apoyaremos, ya que nos demostraste que te interesa nuestro bienestar y nos ayudaste a pesar de los malos tratos que recibías.

Muy animado, el león sin melena continuó el camino de regreso a casa.

Por fin, luego de un gran viaje, se reencontró con su familia y lo recibieron con un gran saludo. Toti les contó todas las historias que había pasado. Todos estaban muy orgullosos de lo que había hecho.

Con el pasar de los años, Toti fue el mejor rey que habían tenido, claro está, con el apoyo de todos sus nuevos amigos. Entendió que el físico no era lo más importante, lo más valioso que podía tener era un gran corazón, generoso y desinteresado.

Y así fue como vivieron felices en la selva y con un rey sin melena

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Autora: Camila Juliana Castro Jiménez

Escuela: Finca Capri

Director: Sergio Beita Lizcano

Docente: Angie Ramírez Cordero

Bibliotecóloga: Blanca Jiménez Araya

Dirección regional: Desamparados

La nariz torcida de la abuela

Mi abuela vivía en una casita de campo, como a dos horas de la ciudad. Entre gallinas, gansos y patos, pasaba sus días. Nosotros la visitábamos cada mes y realmente la pasábamos muy bien.

Ella era una señora aún joven, pintaba canas, pero tenía la vitalidad y la mente intactas. Había algo curioso en la cara de la abuela: su nariz, que era afilada y de buena proporción, sin embargo, estaba torcida. Yo nunca le pregunté nada, pero una vez mi hermanito, que es más salido, le preguntó por su nariz. Yo le pellizqué el brazo a mi hermano, pensando que molestaría a la abuela, pero ella lo que hizo fue reír.

- ¿Quieren saber la historia de esta “ñata”? - nos preguntó. Asentimos con la cabeza y nos sentamos en el zacate, mientras mi abuela atizaba el fogón donde iba a calentar la sopa.

- Pues bueno les contaré. Cuando yo estaba chiquilla andaba brincando entre cafetales buscando animalillos. Me decían que era muy agraciada, de cara bonita. Siempre me han gustado los animales, sobre todo verlos en la naturaleza. Acá había de todo, armadillos, loras, congos, monitos tití, ardillas, brujas, perros, gatos.

- ¿Cómo brujas? - dijimos casi en coro extrañados. - Esperen no se adelanten, les sigo contando. La cuestión es que había de todo, pero un día comenzaron a mermar los animalitos y no se sabía por qué. Yo estaba muy preocupada, me topé con un congo no muy lejos del cafetal, era grandísimo y cabezón, casi de mi tamaño, con pelaje rojizo, el cuerpo fuerte y compacto, era un animal sorprendente. Nos quedamos viendo, él caminó despacio hacia mí, no sentí miedo, me miró con ojos cansados, tristes podría decir. En ese momento comenzamos a conversar.

- ¿Cómo? ¿Cómo? - pero los monos no hablan abuela.

- Vean, ya no me interrumpan, antes si hablaban, pero la gente no sabía, además no era un mono cualquiera, era un congo. Bueno voy a continuar: El congo muy serio me pidió ayuda, me contó que había una bruja obsesionada con embellecerse y usaba a los animales

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me pidió ayuda para rescatar a varios animales que la bruja tenía atrapados. Hicimos un plan, esa noche atraparíamos a la bruja. A las doce de la noche nos metimos en su guarida, a esa hora salía a hacer sus fechorías. Vivía en la parte alta de un árbol hueco, donde tenía una especie de cabaña. El congo me subió en su espalda y un ágil monito negro que nos acompañaba también ascendió sin dificultad. Al llegar la vimos por una rendija, preparándose para salir. Estaba de espalda, pero pudimos ver cómo tomaba cosas de una gaveta y se las ponía en la cara, se alumbraba con la luz de candelas, regadas sin ningún orden entre los pocos y desvencijados muebles; un caldero humeante con tizones encendidos terminaba de alumbrar la cabaña, era escalofriante. Finalmente salió, riendo a carcajadas y saltando de rama en rama. Entramos y vimos muchos animales en jaulas, los soltamos a todos. Solo quedaba cazar a la bruja, me quedé junto al congo y el monito. El plan era colocar la jaula más grande en la entrada, el congo la empujaría desde afuera y el monito y yo cerraríamos la jaula, asegurándola con una cadena. Llegó el momento, escuchamos a la bruja a lo lejos, con su estruendosa risa; todo estaba listo. En efecto, la bruja cayó en la trampa, el congo la empujó con sus fuertes brazos en cuanto entró y el monito cerró la jaula, yo la aseguré con la

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cadena. Pude ver el rostro de la bruja a la luz de las velas: ojos azules hermosos, grandes pestañas, cejas perfectamente delineadas, orejas pequeñas, sus labios estaban pintados de rojo intenso, cabello largo negro azabache, era hermosa, casi perfecta, a no ser por su larga y fea nariz, con un lunar tan grande que parecía que se le iba a caer derretido. Nos miró con un profundo desprecio, de pronto se concentró en mi rostro.

- Qué bella nariz tienes, hijita. Comenzó a reír de nuevo y con tremenda fuerza abrió los barrotes de la jaula. El congo trató de apresarla entre sus fuertes brazos, pero lo empujó contra la pared. El monito pequeño se colgó de su cabeza, pero la bruja con sus cabellos lo tomó del cuello y lo lanzó al piso. La bruja se acercó a mí, flotando en el aire y me quitó la nariz. Yo caí al piso confundida y respirando por la boca, me toqué la cara y sentí la horrible sensación de tener un espacio liso, antes ocupado por mi nariz. La bruja tomó la horrible nariz que tenía, la arrancó de su rostro con un grito de furia y la lanzó al caldero aún hirviente, parecía lleno de ácido porque la nariz inmediatamente se desintegró.

La bruja se miró al espejo y delicadamente colocó mi nariz en su rostro. - ¡Ahora soy perfecta!-, gritó. De nuevo, apareció aquella risa estruendosa, esta vez interrumpida por un fuerte mazazo del congo, que la golpeó en la cabeza con todas sus fuerzas y ambas manos. Su cara se deformó, descubriendo una masa horrible; el congo la miró y soltó un terrible aullido. Orejas, ojos, labios, mi nariz, todo se soltó de la cara de la bruja, como un muñeco cara de papa. Las partes iban por los aires directo al caldero. El monito saltó por encima y logró recuperar mi nariz, se cruzó con la bruja y al mirarla se asustó tanto, que su rostro quedó totalmente blanco. La bruja saltó desesperada para salvar lo que fuera antes de que cayera al caldero, pero no pudo salvar nada, más bien cayó de bruces dentro del ácido y después de un terrible alarido, desapareció entre burbujas.

Ese día además de la muerte de la bruja sucedieron tres cosas: el congo nunca pudo hablar más después del tremendo susto, ahora solo aullaba de vez en cuando en las noches, por lo que se ganó el nombre de congo aullador. El pequeño monito nunca recuperó el color en su rostro y se convirtió en el mono cariblanco. En cuanto a mí, apenas tuve la nariz en mis manos, la coloqué rápidamente y a oscuras, hasta al otro día noté que estaba torcida, pero no le di importancia después de aquella terrible experiencia en que casi la pierdo.

- Ayyy abuelita esa historia está muy buena, pero no puede ser cierta.

- Lo juro por la dentadura postiza de su abuelo - dijo la abuela entre risas.

- Vamos para dentro chiquillos, ya está caliente la olla de carne y además parece que va a llover.

Nosotros obedecimos todavía emocionados por la historia. Mi abuela se quedó un momento fuera observando la naturaleza y les juro que pude ver como un congo y un monito la saludaban con la mano desde las ramas de un árbol de aguacate. Se los juro por la dentadura postiza de mi abuelo

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Autora: Loretta Mejías Villagra

Escuela: Santa María Goretti

Directora: Marisia Badilla Campos

Docente: Giselle Benavides Corrales

Dirección regional: Occidente

En cuatro patas

Hace ya un año que ando sola por los largos caminos de la vida. Hace ya un año que me echaron de casa y desde entonces no pierdo la esperanza de reencontrarme con Agustín, mi amo, un niño de nueve años, con cabello liso y negro de media noche, ojos de cielo y con forma de avellana, Agustín, la razón por la que yo una gata negra, taciturna, con ojos verde esmeralda y de dos años de edad me levanto cada mañana sintiendo que a la vuelta de la esquina voy a encontrarlo y volveré a ser feliz. Ha pasado mucho desde que camino por las calles de Costa Rica que parecen interminables; ando en cuatro patas y camino días seguidos sin comer ni beber una sola gota de agua, y no me quejo, pero en las noches siento que un monstruo llega y me arrebata el sueño, un monstruo negro y muy grande que perturba mis pensamientos, ese monstruo no me deja en paz, a ese monstruo le llaman “culpa”. Todo pasó hace un año, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Ahí estábamos Agustín y yo; él hacía sus tareas mientras yo limpiaba mis patitas, recuerdo que sonó mi estómago, tenía hambre. Maullé lo más duro que pude, pero Agustín no se levantó a darme comida. Solo me echó agua y dijo que me fuera, yo no me iba a ir sin comida, así que me subí al escritorio y rompí su tarea. No lo debí haber hecho, Agustín se enojó mucho conmigo. - ¡Vete Chanel, arruinaste mi tarea, gata tonta!¡ ¡LARGO!!, ¡LARGO! - gritó Agustín, y luego me pegó con su cuaderno.

Como si nada hubiese pasado, Agustín se sentó, pero yo estaba tan molesta que me subí de nuevo al escritorio y esta vez, ¡ZARP!, le rasguñé su cara. Esto fue la gota que derramó el vaso, Agustín se puso rojo de furia y me agarró del cuello y me tiró a la calle diciendo que era la peor gata del mundo y que me odiaba. Él estaba enojado, pero yo también, así que corrí tan rápido y lejos como pude. Cuando me faltaba el aire decidí parar y reflexionar un momento. Sé que él reaccionó de una forma muy violenta, pero jamás lo debí haber rasguñado. Bajo el frío y dulce manto de la noche dormí en la calle. Mientras veía la luna y las estrellas recordé los buenos tiempos, en los que Agustín me pasaba un pedacito de pollo bajo la mesa, recordé cuando él lloraba y yo siempre llegaba a consolarlo con mis ronroneos y lo hacía sentir mejor... Estaba decidida, debía

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volver a casa, caminé y caminé, pero jamás hallé aquella casa pequeña y de madera, con el patio más verde y florido del vecindario. Por más que busqué no llegué a mi hogar. Uno, dos o tal vez tres días, caminé sin descansar, pero con cada paso que daba me alejaba y me perdía más. Después de un tiempo decidí parar y dormir en un restaurante abandonado. En la noche llovieron sapos y culebras, hacía tanto viento que sentí que saldría volando. Estaba a punto de dormirme cuando alguien entró al restaurante, era una chica de unos 18 años, su cabello era de un rojo fuego y cuando vi sus ojos observé un alma pura y limpia. Ella entró para protegerse de la tormenta, luego de un tiempo me vio. - Ven gatita, gatita, ven, psss pssss - dijo ella tratando de que me acercara, pero la verdad yo ya había perdido la esperanza en la raza humana; tanto se quejan de la contaminación y las tormentas, pero no se dan cuenta de que los culpables son ellos. En fin, decidí acercarme pensando que me alimentaría, y así fue, me dio un poco de atún y me estuvo chineando. Pasaron las horas y por fin escampó la lluvia, la muchacha no me soltaba y me alzó por un largo tiempo hasta que se detuvo en una veterinaria. Entramos y me dejó con otros gatos para que alguien me adoptara. Luego llegó la chica que al parecer se llamaba Elizabeth, ella me alzó y me llevó a la clínica donde me bañó, me curó algunas heridas que me había hecho hace unos días y además me dio de comer y beber. Pasó el tiempo y Elizabeth todos los días me decía que pronto me adoptarían, pero nunca sucedió, supongo que como no soy de raza nadie me quería. Una tarde con el cielo de miel y canela escuché una discusión entre Elizabeth y su jefe.

- ¡Cuántas veces te he dicho María Elizabeth! Aquí no hay espacio para otro gato más y menos un ¡gato callejero y peor si es NEGRO! - gritó el jefe. - ¡No es cualquier gata, es Chanel!, Y ella como todos los demás gatos merece un hogar-. Su jefe se molestó tanto que la despidió. Al día siguiente llegó de nuevo Elizabeth, pero esta vez con una cara que reflejaba tristeza y otra vez me sentí culpable. Lizie, como la llamaban algunos, se acercó a mí y lloró mientras me decía lo mucho que lamentaba que yo no hubiera encontrado una familia, y que siempre me extrañaría, pero me dijo que si no me iba ya me lastimarían. Le ronroneé por última vez y me fui.

Seguí caminando; ya no tenía ni fuerzas ni esperanza, cuando volteé mi mirada, vi mi casa, mi hogar. Maullé lo más fuerte que pude y ahí salió Agustín. Con lágrimas de felicidad me abrazó, me pidió disculpas por haberme echado y me contó lo mucho que me buscó. Fue el abrazo más hermoso de mi vida, por fin sentí paz en mi corazón. Yo no paraba de ronronear, pero aún no tenía fuerza, y ahí en brazos de mi amigo del alma me desmayé y caí en un sueño profundo del que jamás desperté.

En mis últimos segundos de vida entendí que el amor verdadero persevera hasta el final.

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Autor: Marshal Damián Solano Jaén

Escuela: Mariano Cortés Cortés

Directora: Norma Jiménez Badilla

Docente: Susana Madrigal Estrada

Bibliotecóloga: Mónica Bonilla Zúñiga

Dirección regional: Turrialba

Simón en un mundo inclusivo

Son las 5 de la mañana, se escucha - ¡Simón a levantarse! - y de un salto Simón está en el baño. Después de esto, llega una de las primeras batallas de este niño ya que unos pequeños botones no se quieren meter en los diminutos agujeros y, mientras tanto, entre risas y burlas unos cordones lo desafían a irse descalzo a la escuela.

- Ufff, hasta que por fin mamá llegó al auxilio. Sentado a la mesa, ve cómo mamá le prepara su desayuno preferido: leche caliente, cereal y leche en polvo detalladamente acomodada en una esquina de la taza, para que Simón pueda hacer la repartición perfecta de cada hojuela con su debida leche en polvo. Y si esta misión falla el día de Simón no irá nada bien. Y ni les cuento del cepillado de dientes. Una delicada maniobra en donde el recipiente de la pasta dental no se debe de arrugar.

Ya listo para irse a la escuela, y despidiéndose con un beso fingido y un abrazo a un metro de distancia, Simón busca entre los árboles desesperadamente a su gran amigo. Sí su gran amigo, un gigante de rostro amigable y sonrisa que contagia armonía, y de un salto, este niño sube a los hombros de este amigo que desde que empezó su escuela, lo acompaña y lo protege. Ahora en su último año de primaria, su deber es enseñarle a confiar y hacer amigos de manera que pueda ir solo. Pero es un reto, ya que Simón y Júpiter salen a todos lados juntos. Mientras muchos dicen que Simón anda en la luna, disperso, o distraído, Simón es feliz sentado sobre los hombros de su amigo, en donde todos los temores, dudas, ruidos, miradas y palabras equivocadas no lo alcanzan a molestar, ya que

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este es su mundo, pero en realidad está en el mismo mundo que todos, solo que reacciona de una manera diferente a lo que pasa a su alrededor, y eso lo hace ser único y especial.

Según la ley de los gigantes al ser amigos de los niños, es prohibido entrar a lugares, por lo cual cada que llegan a la escuela, Simón con temor se despide de su amigo, para ingresar a clases. Su amigo Júpiter trata de convencerlo de enfrentar sus temores y miedos, pero este niño no sabe cómo hacerlo; su amigo le dice que el secreto está en confiar en sí mismo y no tener dudas o miedo a equivocarse. - Siempre hay personas que te entenderán y te aceptarán, y esto te hará sentir incluido, ya que ellos se acostumbrarán a ti y no tú a ellos, verás qué fácil será.

Entre silencio y sin palabras se escucha a lo lejos una canción y después de esto…

- ¡Simón! ¿Qué significado tiene esta frase: pintarse la cara color esperanza? - le dijo la maestra a Simón.

En unos segundos pasaron por la mente de Simón una serie de imágenes y sonidos y con dudas y miedos este dice:

- Niña, es usar pintura de los colores de Costa Rica y pintarse la cara -. Luego de un silencio, los compañeros empiezan a reírse y de un pronto a otro, suena el timbre que anuncia el recreo.

Sentado en su pupitre, Simón se pregunta por qué una palabra que ya tiene su significado, la utilizan en algo llamado metáforas, doble sentido o sarcasmos. Esto lo lleva a recordar el día que el abuelo le dijo que iba para la luna, después de haberle preguntado para dónde iba. Esto no tiene sentido; hace años que el hombre no va a la luna, y para ir se necesita de un cohete, cómo va a hacer para ir, pero entre tanta controversia el abuelo le dijo riendo que era una broma. No es cierto. “Esto me hizo perder el tiempo analizando”, se decía Simón. De pronto una compañera lo llama y lo saca de estos pensamientos. - ¡Simón! - dice María, una compañera nueva - ¿te gustaría sentarte junto a mí? Y así te ayudo y al mismo tiempo tú me ayudas, ya que me cuestan mucho las matemáticas y veo que a ti no te cuestanSimón recordó las palabras de Júpiter y decidió confiar en sí mismo y aceptó la ayuda de su compañera. En poco tiempo María estaba sorprendida del gran conocimiento que tenía Simón. Los demás compañeros al ver esto, se asombraron y desde entonces Simón es el más elegido para grupos de matemáticas y el mejor en juegos de mesa. Nadie le gana en dominó y se dio cuenta que le gusta ser portero cuando juegan al fútbol.

Mientras tanto Júpiter lo continúa esperando a la salida de clases, solo que cada vez es más pequeño. Esto se debe, según le contó a Simón, a que los gigantes son tan grandes como los temores de cada niño y cada vez que superan un temor, este gigante se va haciendo pequeño hasta que llega el momento en que los niños se deben despedir de ellos para que puedan irse a donde los necesiten. Simón estaba muy feliz porque a pesar de no tener más a Júpiter junto a él, antes de despedirse, este le contó que cada vez que quisiera saber de él, en donde viera silencio, temores y dudas en algún niño, ahí estaría.

Y desde entonces Simón es un niño feliz, sin miedo a equivocarse o dudas al hablar, porque sabe que todos somos iguales y todos merecen ser incluidos.

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Jurado

Gilberto Alfaro Varela José A. Antillón Raquel Cantero Acosta Doriam Díaz

Ana María Hernández Segura María de los Ángeles Jiménez Floria Jiménez Díaz Fabiola Martínez Ortiz Yanancy Noguera Calderón

Créditos

Producción Editorial: Asociación Libros para Todos Ilustraciones: shutterstock.com Retoque: Producción Fotográfica Edición: ADA Impresión: GN Impresos 2022.

Quedan reservados todos lo derechos sobre la presente edición. Se prohíbe su reproducción sin el permiso previo y por escrito de Asociación Libros para Todos y la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA).

Esta undécima antología reúne los cuentos ganadores de primero, segundo y tercer lugar, de tercero a sexto año escolar, en el Concurso Nacional Mi Cuento Fantástico 2022.

Este año recibimos 2.188 cuentos escritos por estudiantes de 463 escuelas, con la guía de sus docentes (quienes seleccionaron los 2 mejores cuentos de sus aulas y los inscribieron) y el apoyo de bibliotecólogos, en las 27 regiones educativas del país.

El concurso es organizado por la Asociación Amigos del Aprendizaje (ADA) en colaboración con el Ministerio de Educación Pública (MEP), la Universidad Estatal a Distancia (UNED), la Asociación Libros para Todos y la Comunidad de Empresas de Comunicación. Desde el año 2012 han participado más de 75.000 estudiantes, gracias al apoyo de nuestros aliados y al trabajo de docentes, bibliotecólogos, directores escolares, directores regionales y asesores de español que creen en esta iniciativa para promover un cambio en la enseñanza de la lectura y la escritura, implementando así los programas de estudio de Español del MEP.

El concurso cumple once años de empoderar a las niñas y niños como autoras y autores de su propia historia, capaces de comunicar sus ideas, de imaginar el futuro con esperanza y de aspirar a convertirse en agentes de cambio. De esta manera cumplimos el objetivo de potenciar la capacidad de la niñez para expresarse a través de la escritura y motivarles a leer las narraciones de otros niños y niñas alrededor del país.

Cada año se seleccionan 12 ganadores nacionales -primero, segundo y tercer lugar, de tercero a sexto año escolar- y un ganador por cada región educativa participante, quienes son reconocidos junto con sus directores de escuela, docentes y bibliotecólogos. Adicionalmente se elige a los ganadores de las categorías especiales, en esta edición: “Juntos Frente al Bullying: Historias que empoderan”, patrocinada por TOTTO, y “Somos iguales: Un mundo sin límites”, patrocinada por BAC.

Los cuentos ganadores a nivel regional y de categorías especiales se publican en otra antología, disponible también en el sitio web del concurso (https://micuentofantastico.cr/).

Mi Cuento Fantástico 2022 se realizó gracias a los siguientes patrocinadores:
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