SOBREVIVIENTES

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E T N E I V I V E R B SO

AntologĂ­a de distopĂ­as desde el confinamiento


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E T N E I V I V E R B SO

Antología de distopías desde el confinamiento

Ovidio Posada – María Victoria Acevedo – Víctor Manuel Mejía Laura Samatha Beltrán – Jessica Obando – Jimena Bacca – Gilma Castañeda Carlos Alberto Grillo – Gladys Moreno – Nicol Peña – Miguel Ángel Riveros Isidro Gómez – Alejandra Rodríguez – Nicolle Pérez – Marian Barreto Camila Urrego – David Romero


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TES SOBREVIVIEN Antología de distopías desde el confinamiento

Todos los derechos reservados © Alcaldía de Funza Daniel Felipe Bernal Montealegre – Alcalde Centro Cultural Bacatá Maestro Juan David Barbosa – Director Biblioparque Marqués de San Jorge Plan Municipal de Lectura Escritura y Oralidad de Funza -PMLEOTaller Los Sobrevivientes Víctor Manuel Mejía Ángel – Asesor Agradecimientos a Aura García y Jorge Valbuena Agradecimientos al Honorable Concejo Municipal de Funza Editor y compilador: Víctor Manuel Mejía Ángel Ilustración portada: GILPAR – Estudio Creativo, Funza, Cundinamarca Diseño y diagramación: Héctor H. Santamaría García El presente libro contiene memorias del trabajo realizado en el marco del Taller Los Sobrevivientes, con colaboraciones de los talleres “Funza para Contar” y “Cartografías del silencio”, programas adscritos a la Escuela de Literatura de Funza y al Plan Municipal de Lectura Escritura y Oralidad – PMLEO-, con apoyo del Centro Cultural Bacatá. La compilación da cuenta del trabajo realizado en medio del confinamiento obligatorio decretado por el Gobierno Nacional, realizado con apoyo de estrategias virtuales. Los ejemplares del presente trabajo serán entregados al núcleo escolar del departamento de Cundinamarca con el propósito de promover las prácticas lectoras. La antología ha sido seleccionado como ganadora de la Beca para la Publicación de Antologías de Talleres Literarios 2020 del Ministerio de Cultura”. ISBN: 978-958-59067-5-4 Colombia 2020

“Imagínese entonces al que está en trance de morir como cogido en una trampa, rodeado por cientos de paredes crepitantes de calor, en el mismo momento en que toda una población, al teléfono o en los cafés, habla de letras de cambio, de conocimientos, de descuentos…” La peste – Albert Camus


CONTENIDO

LOS SOBREVIVIENTES: PRIMER TALLER SOBRE DISTOPÍAS

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CUENTO BARDO THODOL Ovidio Posada

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LA RESISTENCIA María Victoria Acevedo

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CARTA AL PADRE DESDE “THRILLER NIGHT” 27 María Victoria Acevedo SÍSIFO VIVE EN UN SEXTO PISO SIN ASCENSOR Víctor Manuel Mejía

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EL CAFÉ DE LAS 11 Laura Samantha Beltrán

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UN DEMONIO SIN CORONA Laura Samantha Beltrán

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DÍAS 45 Jessica Obando LA PROHIBICIÓN Jessica Obando

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ESCLAVOS DEL TIEMPO Jimena Bacca

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NACIÓ ESPERANZA Isidro Gómez

UNA SUAVE BRISA Gilma Castañeda

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VITELBINA 86 Alejandra Rodríguez

LA METAMORFOSIS Gladys Moreno

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IMÁGENES VIEJAS Miguel Ángel Riveros

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LA INVASION Carlos Alberto Grillo

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YO TE BAILO Nicolle Pére

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EL VIAJE Carlos Alberto Grillo

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MI VENTANA Nicolle Pérez

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¿MAMA, QUÉ HARÍAS SIN TU CAMA? Marian Barreto Garzón

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INVASIÓN 69 Gladys Moreno

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ONOMÁSTICOS 91 Marian Barreto Garzón

POESÍA Y PROSA POÉTICA DANZA 77 John Sebastián Martínez Guerrero

HOLOGRAMA 92 Marian Barreto Garzón

SER Y ESTAR EN NOSTALGIA Jessica Obando

APOLOGÍA AL BORRADOR Marian Barreto Garzón

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PATER 80 Nicol Peña

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HAIKUS

BROTANDO 81 Miguel Ángel Riveros

Camila Urrego

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Nicolle Pérez

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MELANCOLIA 82 Gladys Moreno

Alejandra Rodríguez

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David Romero

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CULPAS EN EL TORRENTE Miguel Ángel Riveros

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LOS SOBREVIVIENTES: PRIMER TALLER SOBRE DISTOPÍAS

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omos proclives a las distopías, a esas historias en donde las reglas normales de la sociedad se tuercen y ponen al sistema contra las cuerdas, sacando lo mejor y también lo peor de los seres humanos, eso lo demuestra la gran cantidad de historias de ciencia ficción, distópicas la mayoría, que se han escrito y que se convierten en novelas y películas taquilleras. Sin embargo, nunca pensamos que la distopía, de la noche a la mañana, pudiera convertirse en una realidad. Al comienzo pensamos que el problema se quedaría en la lejana China, confiábamos en que la distancia nos mantendría lejos de la amenaza, sin embargo, como los tsunamis, empezó a acercarse hasta llegar casi a la puerta de nuestras casas. Cómo dice Mario Mendoza “La escritura es resistencia”, por ello, nos dimos a la tarea de convocar a diferentes escritores y contertulios de Funza y Cundinamarca para crear “Los sobrevivientes”, un taller netamente virtual que ha servido como una especie de arca para pasar todos juntos al otro lado de las aguas turbulentas de esta pandemia mundial, expresando y creando historias alrededor de nuestros sentimientos e impresiones sobre la nueva “normalidad”. El taller funciona con tres estrategias, la primera, un grupo de WhatsApp que nos conecta en tiempo real y funciona como eje de información, la segunda, un aula virtual interactiva y la tercera, una reunión semanal por plataforma Zoom. La distancia de los estudiantes no ha sido una barrera y los ejercicios han ido avanzando hasta madurar y convertirse en relatos coherentes y llenos de vitalidad que invitan a seguir resistiendo.

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A la iniciativa se han unido los programas Funza para Contar y Cartografías del silencio, con el apoyo del Maestro Jorge Valbuena, de la Maestra Aura García y del equipo creativo del Plan Municipal de Lectura, Escritura y Oralidad -PMLEO- y del Biblioparque Marqués de San Jorge del Municipio de Funza. Los textos que usted tiene en sus manos han sido escritos en su mayoría en el periodo del confinamiento obligatorio ocasionado por la pandemia mundial del virus COVID-19, son fruto de una reflexión cruda sobre las miles de posibilidades creativas que producen el encierro y el desconcierto. El libro contiene cuentos, crónicas y piezas poéticas. En lo narrativo, hemos abordado sin ambages el acto creativo que nace del desconcierto, así como nacen millones de noticias de avistamientos ovnis, de advenimientos apocalípticos, de descubrimientos interdimensionales, nos preguntamos ¿Dónde ha quedado la verdad? Sin duda ha sido una de las víctimas mortales del virus. Si algo ha logrado la literatura a través del tiempo, es convertirse en retrato de la realidad, por ello queremos donar el fruto de este trabajo al núcleo escolar del Departamento de Cundinamarca, que sirva como un documento que muestra como resistir de manera creativa frente a las adversidades y de paso se convierta en una herramienta para que los miles de estudiantes practiquen la lectura y ejercicio de pensar de manera libre.

Víctor Manuel Mejía Ángel Director Taller Los Sobrevivientes

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BARDO THODOL Ovidio Posada

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n el apartado Tíbet, en un lugar conocido como el Reino Prohibido, un grupo de monjes ha cuidado desde siempre un antiguo manuscrito. Se trata del Libro Tibetano de los Muertos, uno de los más sagrados del mundo; es un mapa para los moribundos que emprenden el viaje al más allá. El primer manual de instrucciones de la historia que contiene la sabiduría universal para averiguar lo que sucede después de la muerte. Describe las experiencias que soportaremos en la otra vida al pasar por el Bardo Thodol, o vida intermedia, hasta la luz blanca del túnel de la realidad pura. En el recóndito monasterio apenas visible desde el palacio Potala, el pasmo es general, se advierte la gravedad del suceso: una parte de la reliquia, cuya existencia hasta entonces se ignoraba, ha desaparecido. La inscripción tallada en un compartimiento oculto de la caja ornamental, que se encontró vacío, describe el mítico Badaldena llegado de las estrellas; una pequeña rueda de plegaria, un poderoso molinillo de oración con el que se puede manipular y modificar la esencia misma de la rencarnación. Está elaborado en metal plateado, desconocido, con filigrana y piedras semipreciosas; tiene grabados en sánscrito los tres mantras de la trasmutación Hum padme maniom, y otras inscripciones totalmente desconocidas. Se ignora cuándo ocurrió la pérdida. Durante la persecución del budismo, las reliquias se protegieron en numerosos escondrijos de las intrincadas montañas del Himalaya. Muchos años después pudieron recuperarse y se los denominó termas; la única vez que se permitió su manipulación 17


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por extraños fue cuando Thupten Gyatso, el XIII Dalai Lama, en cumplimiento de compromisos con el gobierno chino, permitió a Walter Evans-Wentz hacer la transcripción de los manuscritos. A principios del siglo XX, después de un largo tiempo de estudio, se entregó a la imprenta la primera traducción del Libro Tibetano de los Muertos de manos de Evans-Wentz, hijo de madre irlandesa y de un negociante alemán de bienes raíces, quien creció como cristiano bautista, se convirtió al espiritismo y a la teosofía en su adolescencia cuando leyó Isis sin velo y La doctrina secreta de Madame Blavatsky en la biblioteca de su padre. Ya adulto, viajó a Gales, Escocia, Irlanda y otros lugares; recolectó historias sobre hadas y duendes y después de un sueño premonitorio fundó la Theosophical Uroboric Society TUS, antes de morir, el 28 de octubre de 1965. Su traducción de El Libro Tibetano de los Muertos fue leída en su funeral. La reencarnación es la más profunda creencia budista; consideran que solo liberándonos de esta existencia se alcanza la felicidad o el nirvana y podemos hacerlo como una dócil presa, como un brutal predador o como un hombre rico y poderoso. Según el Samsara, la vida nunca acaba y sigue en constantes restauraciones. La tradición budista contempla que después de ajustados rituales, un grupo de monjes prepara el cuerpo del muerto; un iniciado pronuncia los versos del libro en presencia del difunto para guiarlo en su camino por la etapa intermedia. Lo trascendental es que este bardo de la trasmutación permitiría visionar el destino completo del cuerpo seleccionado, en el cual habrá de rencarnarse. Se dice que aquel que lea el libro, al menos una vez en la vida, se salvará de todos los tormentos de la muerte. Lo que preocupa profundamente a los lamas es que quien posea el mítico Badaldena poseerá la llave, con los mantras correctos y perpetrando el ritual secreto, podrá alterar los ciclos ancestrales y elegir a voluntad un joven cuerpo de hasta diez años cumplidos en quien renacer.

Galilei. Einstein y Hawking murieron a la misma edad. La fecha del fallecimiento del científico inglés coincide con la de nacimiento del alemán. Terence Tao con coeficiente intelectual de 230 nació el 17 de julio, día en que murió Williams James Sidis, cuyo coeficiente era 250. En 1945 el Badaldena produjo una nueva anomalía que debió ser sofocada, como históricamente se hizo con otras. El astronauta Michael Smith compartía fecha de natalicio con el fallecimiento de Hitler. En enero 1986 le correspondió a la Theosophical Uroboric Society contener el ciclo. Hicieron ceder una junta tórica, el fallo de un sencillo orring causó la explosión del Challenger. Henri de La Croix de Castries recibió, ese mismo día, una prodigiosa oferta para presidir el más influyente grupo financiero del mundo. Treinta y dos años antes, el domingo 15 de agosto de 1954, en el Hotel de Bilderberg en Oosterbeek, se fundó el grupo que llevaría el nombre del hotel. El mismo día en Bayona, Francia, unas horas antes, nació Henri. En el King Park Street, St. James’s de Londres, en la Casa de subastas Christie’s, empieza la puja: en exhibición hay un pequeño objeto con aspecto tubular, elaborado en metal plateado con filigrana, con piedras semipreciosas y algunas inscripciones en sánscrito. Al fondo del lugar un enigmático hombre de edad ambigua, enfundado en un traje irreprochable, a nombre de De La Croix del grupo Bilderberg, levanta la paleta para hacer una oferta sin saber que el verdadero poder no está en la trasmutación, sino en el virus aletargado llegado de las estrellas y que al activarse no atacará a un anciano en particular sino a todos los ancianos de la especie si el mantra es mal invocado.

William Henry Gates nació el 28 de octubre de 1955. Cursó estudios en Seattle. Para el 28 de octubre de 1965 el joven William súbitamente empezó a interesarse en la computadora de la escuela. El eminente físico Luis Daguerre murió en la misma fecha en que nació Nikola Tesla. El científico británico Stephen Hawking nació el 8 de enero de 1942, en el aniversario de la muerte del matemático y físico italiano Galileo 18

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LA RESISTENCIA María Victoria Acevedo

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uando llegó el ejército, el tío Alberto empezó a hacer un cambuche en la mitad del patio. Todos lo miramos con preocupación, ya antes había fracasado la empresa alienígena. La primera vez que inventó lo de las comunicaciones interestelares fue hace como 30 años. La tía Eduviges decía que se le estaba corriendo la teja. Qué eso le había pasado por sin vergüenza, por meter porquerías. Qué eso de comer pasto silvestre ni siquiera era cuestión de animales si no de seres sin Dios. Para nosotros, todos los proyectos del tío eran motivo de alegría, incluso con Pedro nos fuimos a conseguirle unas piezas para la máquina en el centro: unos paneles solares enormes. Eso era disque combustible limpio, una forma de amigarse con el planeta. Cuando completó la máquina nos sentamos a escuchar el sonido de la cacerola celeste. Así la bautizamos. También empezamos a llamar al emisario de los mensajes “Alf”. El tío decía que no podía revelar lo que le había sido confiado pero que en unos años íbamos a ver que él tenía la razón y tocaba estar preparados. Nada de lo que habíamos visto en televisión se comparaba con lo que nos esperaba. Ni siquiera V la batalla final. Mientras lo decía engrosaba la voz y no paraba de pintar en la tierra con un palito unas bolas con coronitas. Con Pedro le hacíamos entrevistas al tío: que si Alf era café, que si era enano como el de la televisión, que si comía gatos y él terminaba sacándonos del cuarto furioso. Mi hermana mayor iba un paso más allá y lo saludaba con: Nanu, nanu. Eso lo hacía por otro programa en el que Robin Williams empollaba un huevo extrate21


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rrestre. Todos disfrutábamos con la idea de nuestra casa convertida en el portal entre mundos. Sin embargo, las tías se ponían cada vez más aburridas con la cantaleta:

−Son cosas de chinos, no les haga caso. −¿Es que mijo es raro? ¿Por eso no se casó, cierto?

−Alberto cuide el negocio. −Cuál raro ni qué nada. −Alberto deje de gastar plata en esa paila. −Alberto ¿Qué está haciendo la plata?

Se salió al patio a pintar sus bolas con coronitas y cuando volvió arregló la maleta en silencio. Llamó a mi mamá al cuarto y le entregó un paquete de billetes.

El tío las dejaba que hablaran y al final les contestaba como si fuera Yoda:

−Cuide a los muchachos

−La vida un enigma es.

La abrazó fuerte y se fue con su enorme morral militar en la espalda.

A mi mamá eso la carcomía por dentro y no lo bajaba de “in-respetuoso”. Él seguía como si nada y se pasaba las noches cacharreándole a la máquina. Por la mañana salía a trabajar. Lo hacía como si se fuera a acabar el mundo. Cada vez tenía más clientes, salían más negocios, hasta mi mamá dejó de ser la secretaria de la junta comunal para ayudarle. Uno podría pensar que finalmente la vida nos había besado en la boca y todo iba a ser diferente, pero no. El tío ahorraba hasta el último peso, daba lo necesario para que no se cayera la casa que habíamos heredado de los abuelos y seguía copiando los mensajes del “Alf”. Con el tiempo se volvió más hermético y finalmente en una comida de navidad nos reveló que el tiempo se acercaba, debía ir a prepararse, ya tenía todo arreglado en la montaña, pero volvería. −¿Y nosotros tío? −Ustedes nada, se quedan ayudándole a la mamá. Ni preparados en mil años estarían. A pedro le ofendió el tono del tío y lo interpeló:

En la familia decían que estaba en el monte, que se había ido para la guerrilla, que se había vuelto loco. Nosotros sabíamos que se había ido para Tenjo. Se compró una casita en el campo y cada tanto nos mandaba una nota con sus reflexiones sobre el poder de la fuerza. Por eso cuando volvió no se nos hizo raro. Llegó con el mismo morral y con unas cajas ovales. −Acomódese en su cuarto -Le dijo mi mamá. −Ahí está todo como usted lo dejó. −Pero quíteme esos huevos que dejó votados en el patio. El tío nos llamó como si todavía fuéramos unos chuecos. −Vengan me ayudan, cada uno alce uno, es delicado. Nosotros que ya éramos unos “pollos” de 50, obedecimos en silencio, Con Pedro nos miramos porque las benditas cajas o lo que fuera, pesaban como un muerto. Alberto las alzaba como si fueran plumas.

−¿Ah, vuelta con creerse Yoda …¿Es que no le caemos bien a Alf? −Llévenlas al patio − ordenó −Cuál Alf- gruño mi mamá 22

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Mi mamá salió como una flecha a pelear por sus matas, pero el tío la miró como si fuera otro sobrino. −Luego me lo agradecerá A los pocos días empezaron a salir unas plántulas muy extrañas y en un mes el jardín parecía sacado de una película futurista. En ese momento empezaron con los primeros cierres de la ciudad. El coronavirus se convirtió en el tema de las comidas y todos nos tuvimos que acomodar a eso del teletrabajo. Mamá cada vez estaba más triste y la veía llorando mientras lavaba el mercado. Lo bueno era que comíamos de esas plantas, aunque las tías se negaban. En pocos días el tío y mi mamá parecían de 50.

El hombrecillo me miró como si hubiera hablado un ser inferior y despareció con mi tío. Al cabo de los días nos enteramos de que todos estábamos enfermos. Mamá murió a las dos semanas. Nosotros terminamos alimentándonos exclusivamente de las plántulas. Luego todo se puso peor. Llegaron las naves y la gente empezó a enloquecer. Ahora somos más jóvenes y nos han desterrado de nuestra casa. Han incautado nuestro jardín porque pertenece a la civilización enemiga, nosotros somos sus cómplices. Eso dicen los otros alienígenas. Nos torturan para que hablemos y nosotros solo atinamos a decir que no sabemos nada. Los enfermos son trasladados a las neveras y allí son arreglados para consumo. A pesar del covid, seguimos vivos. Cierro los ojos y pienso en la fuerza. Resisto…Como quisiera tío haberte creído. Tenías razón, esto iba en serio.

Lo peor fue cuando cercaron la ciudad, eso sucedió luego de ocho meses de infamias. Se fueron de casa en casa poniéndole ese chip a los más viejos. Las tías duraron días tratando de sacárselo y finalmente decidieron escaparse por la barda. Más se demoraron en hacerlo que en quedar achicharradas al otro lado. No pudimos recogerlas. Una fuerza élite las recogió como si fueran una nueva versión de Gregorio Samsa. Esta escena se empezó a repetir a diario. Los ancianos enloquecían y saltaban de donde fuera. Luego los desaparecían. Mi mamá y Alberto se salvaron porque él tío le había hecho unos papeles falsos y con su apariencia mejorada pasaban por jóvenes. El tío completó su proyecto y finalmente puso en la mitad del jardín su nueva cacerola celeste. El sonido de empanadas fritas se volvió a escuchar luego de tantos años. Esta vez era muy fuerte. “Alf” aterrizó en el jardín y saludó al tío Alberto como si fuera su hermano. −Inminente la invasión es - dijo como si fuera el mismísimo Yoda. Pedro y yo nos miramos con risa. −Enfermos estar ellos- nos dijo −Será de risa le respondí.

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CARTA AL PADRE DESDE “THRILLER NIGHT” María Victoria Acevedo

“Because this is thriller, thriller night And no one’s gonna save you from the beast about to strike You know it’s thriller, thriller night You’re fighting for your life inside a killer, thriller Thriller night” Michael Jackson

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uando tenía trece años conocí a mis mejores amigas. En esa época era explotada por un grupo de niñas horribles: yo les hacía las tareas y ellas me permitían pertenecer a su élite. Todo cambió cuando me pusieron a trabajar con la flaca. Para mí era una desgracia. Ella no hacía tareas y cada vez que el profe Millán la pasaba al tablero se quedaba en blanco. No era muy diferente a las otras que tampoco pensaban, pero era rara y yo no quería ser más rara de lo que ya de por sí era. Ese día le expliqué y al final de la clase me preguntó que por qué me la pasaba con esas bobas. Son mis amigas, le contesté. −¿Amigas? Sí solo la usan ¿No se da cuenta? −Claro que me daba cuenta, pero no se lo iba admitir así no más. −No le creo, además usted ni amigas tiene.

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−Pues sí −me dijo− pero al menos no voy por ahí haciendo tareas de gratis −Así yo aprendo −le dije resentida. −Pero a la final, ellas van a ser las de mostrar. El único que cree en usted es el profe Millán. El resto está convencido que esas momias son unos genios −Cuando las bautizó de esa forma me reí. Era cierto. −Además son brutas, mucho… Solté una carcajada y la flaca me acompañó. Caminamos por el colegio en silencio, como si fuéramos hermanas, cómplices. Poco a poco me fui separando de las explotadoras y la verdad resultó más sencillo de lo que pensaba porque se nos fueron pegando otros náufragos del salón. Por primera vez tenía un grupo en la vida y las otras me miraban con respeto y miedo. A veces se acercaban y me preguntaban como ahora me podía juntar con “esas” ¿Con esa chusma? No contestaban y eso me empezó a divertir. En ese tiempo no entendí muy bien lo que había hecho. Había renunciado a un tipo de éxito y había elegido otro camino. Ya no aspiraba a ese estatus, me empecé a sentir más cómoda con la ropa que me hacía mi mamá y hasta aceptaba de buena gana los regalos de mis primas. Las herencias fueron pesando menos y hasta en un momento llegué a pensar que otras puertas se abrirían para nosotras. Lo teníamos todo para triunfar. La flaca era un genio pintando, Mary iba a ser actriz, Juana una médica excepcional y yo iba a ser bruja o escritora. Nada de eso se cumplió, no al menos cómo lo imaginamos. Íbamos a ser parte de la historia porque algo extraordinario nos iba a suceder y claro no pensábamos en una tercera guerra mundial o en una amenaza extraterrestre. V, la batalla final o las coreografías de Michael Jackson serían solo parte de un decorado, una banda sonora que recordaríamos al final. Tampoco en eso la teníamos clara. Ahora cuando hablo con ellas creo que finalmente sí hicimos nuestra propia resistencia. No luchamos contra alienígenas que nos ven con ojos golosos y quieren robarse nuestra agua y cultivarnos como nosotros lo hacemos con cuanto bicho hay en el mundo, lo hacemos desde nuestras trincheras: la flaca pinta con niños que di28

fícilmente conectan A con B, Mary les enseña a mujeres a reinventarse. Lo hace con la religión, como si fuera una “influencer” cristiana y Li, si bien jamás pudo estudiar medicina, trabaja en modo médico: 24 horas al día, sin vacaciones, sin amigos, es la de mostrar del grupo. Yo escribo y hago pomadas y ahora estudio para lo más parecido que encontré a ser bruja. Muevo mi cuerpo y hago conciencia sobre él. Mi padre lo supo siempre: iba a ser una hippie y finalmente lo logré. Donde estés debes estar orgulloso de mí y ahora agradezco tu muerte. No soportarías estos días de encierro y estarías muy viejito para ser el mandadero elegido. A mí también me sienta mal este tiempo. No nos han invadido lagartos y aunque algunos dicen que ya han visto a unos ovnis aproximarse a la tierra espero que mis mayores temores de adolescencia sigan siendo eso. Suficiente tenemos con soportarnos en nuestras casas, jugar a la familia feliz y esperar. Cuando leí La peste hace años jamás pensé que me iba a tocar un mundo distópico. Aquí no hay ratas o bubas. Todo es silencioso. Si cierro los ojos me imagino al virus con su coronita, como una reina de belleza invisible. Camina por las calles, repta por mi comida y lavo todo con mi espíritu judío. A veces hablo con las chicas, nos quejamos y cada una a su modo lanza una red para escapar de la soledad, ellas me rescatan de mí y yo hago otro tanto. Cada una tiene sus hijos excepto Li. Nos ocupamos de nuestras casas y somos juiciosas como nunca quisimos serlo. Ninguna se convirtió en la nueva Simone de Beauvoir. Con todo, cada una repite a su modo ese “estoy harta” de su libro. Sí papá, seguimos leyendo. No tenemos club de lectura, no fuimos “las artistas” pero tal vez si estuvieras aquí te alegrarías de leer nuestros “post”. Esta palabra se la aprendí a tu nieta: ahora publico cosas. Sí, es lo más parecido que encontré al graffitti, aunque con menos adrenalina. Escribimos y nos abrazamos para resistir, hablamos todos los días. Algunos pensarán que somos un poco lesbianas, eso lo pensaron algunos de mis novios, también lo piensa en secreto mi esposo. Es tan obvio en sus gestos que lo sé, igual no me importa ¿Sabes padre? Esa palabra me talla como un grillete. No quiero ser la esposa de nadie, no sirvo para esto y lo he venido ratificando en este tiempo de desinfección. Cuando esto acabe quiero seguir abrazándome. Me ha gustado, necesito fluir y huir de la bestia que está a punto de atacar. Esto se parece a Thriller, its a thriller night. 29


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SÍSIFO VIVE EN UN SEXTO PISO SIN ASCENSOR Víctor Manuel Mejía

“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible”. Píndaro

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a administración de su conjunto decidió que los domicilios solo pueden llegar hasta la portería. Los vecinos de los pisos sextos han sido los más afectados. Buitrago se regocija dando la noticia a los vecinos. Sobre todo, a Usted.

Usted vive en el 603 y ha comprobado que todo lo que sube, inevitablemente, tiene que bajar, a veces cuando lo hace, piensa en Sísifo. Usted tiene tres perros, para economizar, debe comprarles el alimento concentrado en cantidades importantes, debe subir sendos bultos, al hombro, del primero hasta el s e x t o, luego bajar las bolsas con basura y excrementos, debe subir sus compras y bajar los empaques vacíos, lo único que baja de manera directa son sus desechos que se deslizan por el sistema de alcantarillado. Usted firmó una escritura con el oído caliente a causa de la voz chillona de una vendedora con blusa vaporosa y escotada, “pechugona” diría su abuelita, usted compró un apartamento en un sexto piso en un edificio sin ascensor, usted vio un hueco en la mitad de los pasillos y pensó que era un tema provisional, que 31


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era cuestión de tiempo para que pusieran el ascensor. Usted comprobó luego que eso nunca pasaría.

Usted usa botas, complicadas de quitar y poner, mientras que sus vecinos andan en chanclas, en zapatillas de color fucsia, como si estuvieran de vacaciones.

Usted sube 216 peldaños, encuentra un breve descanso por cada 12. Usted sigue subiendo, lleva dos bolsas, cuatro bolsas, seis bolsas, atiborradas de cosas, de verduras, de más bolsas, papel higiénico, panela, harina, papayas ¿papayas?

Entra balanceando su cuerpo, procurando no tocar nada, logra atravesar el umbral, logra pasar por encima de una malla mental de rayos láser.

Usted llega al segundo piso, con esfuerzo llega al tercero, empieza a quedarse sin aliento, las piernas tiemblan, corre el riesgo de encontrarse con ese vecino del cuarto que siempre lo mira desde arriba por la baranda, no le va a dar el gusto de que lo vea débil, sudoroso, vulnerable. Usted descarga las bolsas, reacomoda las asas entre sus dedos adoloridos, es una excusa para respirar, sigue subiendo, llega al quinto, sabe que muy pronto terminará su tormento … por fin llega al sexto, descarga las bolsas, extenuado, agotado, necesita aire, la mascarilla lo ahoga, pero sabe que no debe, que no puede quitársela. Hay un micromundo dentro de la máscara, una oscura y densa atmósfera de seguridad, una frontera con la muerte. Vuelve a su mente Sísifo, a Usted se le ocurre que está siendo víctima de un castigo, de un sortilegio, usted no es Sergio, usted no es Sergio Andrés, es el maldito Sísifo, eso es Usted. Abre la puerta, saca el spray, rocía las llaves, rocía la chapa, sus manos talladas, enrojecidas por las asas de las bolsas, arden con el alcohol. Entra, pisa con cuidado el trapo empapado en hipoclorito, una esquina de la bota de su pantalón se decolora, es un mal menor, la mascarilla lo talla, sus manos pueden estar contaminadas, las asas, las asas, podrían estar contaminadas, usted hace recuento, ¿a quién tocó? ¿qué tocó? ¿con qué mano? Usted se equilibra en un pie mientras rocía desinfectante en la bota que se está quitando, su guante se vence, es un látex muy delicado, no sirve para subir o bajar bolsas llenas de bolsas, llenas de cosas, llenas de otras cosas.

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Empieza a pasar las bolsas, no sin antes rociar alcohol en el suelo. Sigue la desinfección, uno a uno, cada producto, cada cosa, cada empaque, el spray se atomiza, deja un halo de alcohol que se filtra por la máscara, usted se marea, se emborracha, se maluquea, Ud. muere un poco. Usted lava la máscara, la desinfecta, se desnuda y echa a lavar su ropa, se ducha, se jabona, se echa champú, se siente humano. Sale envuelto en una toalla blanca, se pone su pijama de estampados atigrados, se mete en sus babuchas de felpa, se siente un oso consentido. Usted está extenuado, le duelen los brazos, le duelen sus dedos enrojecidos, le duelen las cuencas de sus ojos, Le duele el tabique de soportar la máscara, se dispone a sentarse en su sillón, toma el control de la tele, se acomoda, mueve el culo para ajustarlo bien, mira hacia la ventana, se regocija con la vista, piensa que al menos tiene eso, una vista respetable sobre la sabana, eso había destacado la vendedora del escote. Usted prende la tele, respira. Por fortuna pasan el programa del viejo Carini que colecciona autos antiguos, por primera vez en el día sonríe, Carini sonríe con usted, lo mira desde la pantalla, le dice “Cómo te ves de bien ahí sentado, Sísifo” Suena el citófono, se oye como una sirena en una fábrica abandonada, llena todo el espacio, los perros ladran, usted se levanta como un resorte, suda, da un salto, levanta el auricular, es la voz burlona de la portera Buitrago. Don Sergio, ¡tiene domicilio!

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EL CAFÉ DE LAS 11 Laura Samantha Beltrán

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a transmisión estaba a punto de empezar, todos estaban en sus lugares menos la señora de los tintos, como siempre, nadie notaba su ausencia, era normal que no la tomaran en cuenta, solo estaba ahí a las horas de descanso, servía las meriendas y, en ocasiones, se quedaba un poco más para escuchar los chismes de la oficina, también miraba desanimada a lo lejos, soñando con algún día poder formar parte de esa horda de reporteros sedientos de poder y amarillismo. Sabía que nunca sería como “esas” de pelo rubio a las que tanto admiraba, le falta ser más pálida, era demasiado amarilla para los estándares y era muy pequeña, apenas media la mitad de sus colegas de dos metros, no tenía maneras de aspirar a ello, pero en el fondo de su corazón mantenía cierta esperanza. Le divertía pensar que se encontraba en un estudio como el de Fox News a pesar de que los estudios así no existían en su planeta, lo había visto en una película. Muchas veces debían regañarla para que se moviera y no generara estorbo con su presencia, sin embargo, no estaba. Salió por pan a la distribuidora más cercana, se entretuvo en el camino, no notó que el corte comercial estaba a punto de llegar y que debía estar en su puesto antes de que los simpáticos presentadores sacaran sus otras patas por el hambre y la sed, sabía que la ley había regulado las acciones salvajes hace mucho tiempo para que se mantuvieran como una sociedad cívica pero los entendía, no debía ser fácil trabajar por tantas horas, sentados en esas sillas viendo como su trasero de hormiga no hacía más que aplanarse, pobres, tenían que gastar fortunas en su guarda ropa y cabello, mantener ese estatus debía ser sin duda una presión social muy fuerte, tener millones e invertirlos en ti, nada peor, nada. 35


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“…una pesadilla: los tacones, las salidas a los portales inter dimensionales, las fiestas con los famosos de otros cuadrantes, el acceso a los secretos, la posibilidad de ser comidilla pública, los bolsos, el café diario que debían dejarles en su escritorio, los malos comentarios en Ferbook, tener que soportar el arreglo por horas de tu cabello, uñas y cara solo para salir bien en el televisor de alguien más… mucha presión, sí, mucha presión, debe ser insoportable, nada que yo pudiera manejar en esta vida ni en la otra, me saltaría un ojo de la tensión, no quisiera eso…no”. – Señora, su orden está lista, está retrasando la fila. Las palabras frenaron en seco su parloteo, miró el reloj, era tarde. Puso la huella sobre el lector, subió corriendo y al atravesar la puerta del estudio principal, se encontró con que los directores habían retomado la grabación, no llegó a tiempo para el primer espacio comercial, el café estaba frío y las miradas de desaprobación la hacían sentirse más pequeña, no quería perder otro puesto por negligencia, no era la primera vez que le ocurría algo parecido con sus jefes y su destino pendía de un hilo muy delgado, tenía que pensar rápido en una excusa lo suficientemente grande como para evitar su despido aunque sentía que este sería un poco inevitable, había llegado muy tarde y el tiempo no era algo negociable en ese lugar, no perdían un segundo y ella no era más que la despistada, no encajaba, pero quería hacerlo con desesperación, solo quería que la aprobaran por un rato para tener amigos y salir, para ser lo que ellos eran, para tener lo que tenían, para dejar de decirse mentiras, le molestaba mucho tener que disimular sus celos en las mentiras que a diario se decía, mataría por un puesto de esos, lo sabía, quería ser importante, famosa, quería ser viral. El tiempo pasó, la grabación se detuvo y apenas la luz roja se apagó, el estudio entero le dedicó una mirada de exasperación, estaban tan hambrientos que podrían habérsela tragado en ese momento, la salvó llevar las manos repletas de bolsas, por suerte, su olor era más llamativo que el de su carne. Todos se acercaron como aves de rapiña, estaban helados y sus sistemas empezaban a fallar por la falta de azúcar, tomaban un pan y seguían, sin embargo, su tacto 36

le generaba un miedo insostenible, había olvidado lo aterradores que podían ser cuando no comían a tiempo, quería que la fila acabara pronto para saber qué pasaría exactamente con su puesto, por las miradas de todos, las cosas no pintaban muy bien. Mientras iban comiendo, sus caras recuperaban el color blancuzco tan característico de esa especie, nunca entendió muy bien por qué la contrataron sabiendo que no era muy común que las corporaciones tuvieran empleados de otras razas, pero tenerla allí probablemente los hacía sentir superiores; cuando terminaron, el jefe se acercó y la contempló de pies a cabeza. – Entonces, dígame, ¿por qué el retraso esta vez? – No me dejaban pasar, había una protesta en la calle – No me diga, interesante, no tenemos ningún reportero informado, no se le olvide que no puede engañarnos tan fácilmente, trabajamos con noticias, pequeña, no sea estúpida, piénselo mejor. – Me distraje, lo siento señor – Eso pensé, usted se distrae a menudo y eso me molesta, nunca debí contratarla, es inútil mantenerla aquí más tiempo si no causa más que problemas, sabe que nos cuesta mantenernos estables, esa responsabilidad recae sobre usted, ¿se imagina que pasaría si tardara diez minutos más de lo que tardó hoy? – No quiero ni imaginármelo señor – Que bueno, muy consciente usted, yo tampoco quiero hacerlo así que evitemos problemas y recoja sus cosas – Pero necesito el trabajo… – Debió pensarlo mejor – Pero…puedo hacerlo mejor, lo prometo, no tengo a donde ir

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– No es mi problema, debo volver al aire, venga por su último pago mañana mismo

sigilo, se hizo aún más pequeña y, cuando vio el botón de grabado encendido, disparó el torpedo.

– Si señor Fue a recoger sus cosas al piso de operaciones con algo de torpeza, se despidió de algunos, la verdad es que no hablaba mucho, en operaciones todos hablaban dialectos tradicionales que le costaba entender, pensaba que lo hacían para no tener que relacionarse con ella, lo entendía, era desagradable y al parecer les daba una mala reputación a sus congéneres. Cuando estaba a punto de irse, se quedó a mirar la transmisión en vivo por un tiempo más, faltaba poco para que desechara sus esperanzas de ser presentadora, debía atesorarlas. – Así es, se ha confirmado que el virus que hace unos meses nos estaba manteniendo a todos confinados ha sido erradicado, al parecer, este habría sido creado, una vez más, por el sector “Cuarenta Cinco” en su desesperación por una dominación interestelar, las especies pueden recorrer las calles con tranquilidad ya que, gracias a los esfuerzos reptilianos, el virus pudo ser contenido en este proyectil que será eliminado por nuestro grupo de científicos en aproximadamente cinco minutos en vivo y en directo desde la terraza de nuestro estudio, nos enorgullece tener el cubrimiento de una noticia tan importante para el bienestar de todos.

El caos reinó alrededor mientras ella contemplaba el misil despedido por los cielos, lo que le parecía extraño era que no explotaba como había dicho el reportero. – ¿Qué acaba de hacer? El rumbo no estaba fijado, ahora el misil se dirige a la Tierra – ¿Qué? – Covid, ¿qué hizo? Enana estúpida Su jefe la miraba con decepción, pero no importaba, ahora sería famosa.

Le pareció que ir a ver el lanzamiento podría ser interesante, no era más que tomar el ascensor al último piso, después de eso se iría, solo quería verlo en persona, nunca había visto un reptiliano, ni un proyectil, si no lo hacía en ese momento ya no lo haría nunca. Subió rápidamente y se acomodó el cabello por si llegaba a salir en algún foco, no descartaba la idea de poder robar cámara para repetirlo una y otra vez en su soledad, era la última esperanza que le quedaba de salir en televisión. Llegó al piso treinta y dos, salió y contempló la escena, había cientos de seres con su piel escamosa mirando expectantes hacia el cielo; inevitablemente pensó que si se acercaba más podría tener una mayor aparición y una mejor visión del espectáculo, su corta altura le permitió escabullirse entre la gente, quedó adelante y, de repente, una idea loca le pasó por la cabeza, nada de mucha importancia según ella: quería ser ella la que disparara en ese momento triunfal. Se acercó con 38

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UN DEMONIO SIN CORONA Laura Samantha Beltrán

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espierto confusa y con la cabeza embotada, he perdido la noción del tiempo, mi vida se basa en comer, dormir, cagar y repetir la rutina.

Espero, miro por la ventana y ruego porque todo esto no sea más que una pesadilla. Hay noches en las que, antes de dormir, termino pensando en la posibilidad de que solo continúo dormida, como esas veces en las que soñamos bañarnos, ir a trabajar, pero despertamos de golpe dándonos cuenta de que lo único que ha pasado es que el reloj ha seguido corriendo. Debo confesar con algo de tristeza que me decepciona la idea de pensar que el fin del mundo que me tocó no se parece al que me pintaron en Los Juegos del hambre, que mucho menos se asemeja a una horda de zombies y que no hay ningún escenario en el que pueda fingir ser Lara Croft para salvarlos a todos, no sé si se pueda tener un favoritismo especial hacia el tipo de muerte o de apocalipsis, pero de los zombies al menos podría huir, eso ya es algo, ahora mismo me siento inútil, no colaboro en nada a mejorar esta situación y eso es desesperante. Estoy habituada al encierro, siempre he sido ermitaña, me gusta salir poco, pero ahora mismo, mi casa me ha empezado a parecer desagradable, no solo por la prohibición sino también por el espacio que debo compartir, estando aquí me doy cuenta de mi gran aprecio por la soledad, ni siquiera la cuarentena me desespera tanto como la cercanía con la gente, soy odiosa y no me arrepiento de ello, ver mi espacio invadido por risas estúpidas y ruidos fuertes me exaspera, 41


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creo que si el coronavirus no me mata, los ataques repentinos de estrés lo terminarán haciendo. Me siento secuestrada, atada en mi propio hogar, en ocasiones contemplo la idea de salir corriendo, de fingir demencia o de causar un gran alboroto, supongo que, con el tiempo y las condiciones necesarias, hasta uno mismo va comprendiendo y se va acercando cada vez más a la mente de los asesinos, no me parece descabellado perder la cabeza y terminar arrasando con lo que haya en mi camino. Por el aburrimiento y el desespero, a veces me divierto al encontrarme a misma llorando en la ducha, fingiendo que tengo la enfermedad y tengo que ser internada, me divierte el teatro, sobre todo cuando dramatizo mi propia vida hasta un punto shakesperiano. Mi sentimiento solo se acrecienta por El demonio hogareño, como me gusta llamarlo de cariño, habita la casa y duerme con mi mamá si está de buenas, pasa por encima de los demás, deja los platos mal puestos a propósito para que se caigan en medio de la noche, no se pregunta si los demás tienen ganas de comer, de hecho, si se lo coge de mal humor, puede comerse ocho sándwiches en un día, me imagino que, al tener un cuerpo fantasmal, debe haber mucho espacio por llenar. No le gusta el sentimentalismo, es un fantasma fanático de la lógica, por eso, cuando detecta signos de debilidad o llanto en los baños, se escucha su risa retumbando contra las paredes gastadas, camina y deja su sombra helada por toda la casa para que nos veamos obligados a dejarle algo de comida en la cocina, así no fastidia por un rato, disfruta del sol y es amigo de la gata, la gata no es amiga de nadie, la gata no me quiere, no quiere a nadie y yo ya no la quiero a ella. El fantasma no me quiere, yo no lo quiero.

hacer en todo el día es jugar para ver si se le agota la energía, ni cuando está dormido es capaz de contemplar el silencio, grita dormido y, al igual que su secuaz gatuna, habla aún más duro cuando me dan ganas de tocar el piano, comprendo que él debe ser el que suena más alto, gana el que más chirree, hace ruidos de animales para que pensemos que nos han invadido los de campo cercano; no permite que los amigos se acerquen a la casa, los espanta con su actitud y posee a la gata para que les bufe cuando van a entrar al baño, también es tacaño y se burla cuando deja monedas en las mesas de noche a propósito para que pensemos que tenemos más dinero. El espíritu se pasea ahora por todo el lugar, si está solo no tiene a quien molestar y se mantiene tranquilo, si llegamos en la tarde solo nos ignora, pero, con nosotras aquí todo el tiempo, puede sentirse libre de expresarse para penetrar la delgada línea de cordura que hemos construido con esfuerzo en la cuarentena, a través de tutoriales de cómo hacer pan y test que nos dicen que tipo de preparación de habichuela seríamos. He considerado seriamente la idea de hacer un ritual para espantarlo, sé bien que no debería meterme en esos terrenos, no debería rebajarme a su círculo porque algo se me podría pegar, pero me invade el espíritu asesino para sacarlo con sal y ajos de la casa, no lo hago porque me enseñaron que lo que está quieto, se deja quieto; solo espero que él algún día lo entienda de igual modo, quizás la cuarentena le permita reflexionar y nos deje en paz, no quiero terminar siendo el demonio expulsado de su propia casa para que él y la gata gobiernen a sus anchas.

El ente disfruta gritar para que los vecinos lo oigan, seguramente se divierte pensando en las habladurías que inventan de mí, supongo que le gusta que piensen que la loca de la casa soy yo y no él, también usa mis cosas, en especial disfruta abriendo la ducha en la noche y secándose con mi toalla para luego fingir como niño que no lo ha hecho y permanecer en la sombra por días. El demonio se levanta temprano y se acuesta tarde, tiene largos horarios para prolongar la irritabilidad de quienes le rodean, a veces hace ayunos para parecer un poco más santo e intentar salir del limbo en el que se ha quedado desde ya hace un tiempo, le parece que lo único que puede 42

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DÍAS Jessica Obando

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levó varios días en cuarentena, mis días llevan una rutina sencilla, levantarme tardísimo, desayunar, bañarme día de por medio, organizar mi cuarto, bailar por media hora y ver televisión, comer y seguir viendo televisión, series y películas, comer, y seguir viendo televisión hasta las 3 am, a veces leo, a veces tengo clases y a veces hago trabajos, casi siempre mientras veo televisión. Tengo dos momentos favoritos en el día; el primero es cuando termino mi rutina de baile y me siento en la ventana de mi cuarto miro los cuatro pisos debajo de mi e imagino las rutinas de los demás, me quedo allí un largo rato mientras el viento seca el sudor del ejercicio y escucho los ruidos lejanos de las calles contiguas, de vez en cuando se oyen helicópteros y carros militares con vociferadores que advierten: “Quédese en casa, estamos afuera por usted, cuide a los suyos, tome todas las precauciones y recuerde el pico y cedula, Quédese en casa, no salga a menos que sea estrictamente necesario” toda la situación me parece irreal, genera en mí una sensación tan extraña. Algo que nunca en mi vida entera había sentido, es una incomodidad mezclada con ensoñación, me siento como la protagonista de una de las tantas películas que veo. Mi segundo momento favorito es la madrugada, siempre salgo de mi cuarto antes de acostarme a eso de las 2:30, voy a la cocina y abro las ventanas miro un rato la luna, si no está nublado, y me quedo ahí recibiendo el frío de esas horas. Unos días antes de mi cumpleaños tuve que salir de casa a comprar algo de mercado, antes de salir, mi mamá me dio un pequeño atomizador con alcohol, un 45


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tapabocas que ella misma fabricó y uno de mis sacos con capota, no había guantes de látex por lo que los guantes que dan en las pollerías servirían. Salí y aunque casi siempre soy una persona laxa, ese día me sentía tensa, nadie sostenía la mirada y todos se esquivaban bruscamente incluso en los pasillos del supermercado, nadie quería coincidir con otro en ese mismo espacio, me quedé pensando tanto en ello que el tiempo de mercar acabó

LA PROHIBICIÓN

– Señorita, ya debe salir – Me dice la cajera, que por la forma de sus cejas puedo ver está molesta. Y yo ahí parada, sintiéndome desubicada y con la lista que mi mamá me había dado en una mano y la otra en el carrito. – Niña, ya es hora, por favor avance. La ignoré y avancé con la búsqueda de lo que faltaba, eran menos de tres productos, así que ignorarla parecía una buena opción. Cuando llegué a casa mi mamá estaba ahí en la puerta pidiéndome los zapatos y poniéndole alcohol a todo. El viernes pasado cumplí 28 años, fue un día extraño, no solo porque siempre tuve una retorcida fantasía en la que creía que moriría a los 27 convirtiéndome así en una joven mártir y haciendo parte del trágico club de los 27, sino que, además, este cumpleaños resultó ser uno de los mejores pese al encierro que esta pandemia nos ha impuesto. Además, este año como en tres años anteriores me llamaron a ofrecerme servicios exequiales para mí y mi familia lo que reforzaba un poco mi teoría. Hubo torta, empanadas, galletas y varias cosas que mandaron a pedir, incluso había cerveza y la sala estaba decorada como si hubiese una fiesta. Mi mamá hizo ajiaco, mi sopa favorita y por primera vez en muchos años, no hubo una discusión por nada en mi día. Estuvimos en familia mis papás mis hermanos y yo, y eso es todo lo que importa. Hoy, al levantarme una araña recorría tranquilamente mi brazo extendido, mi cuerpo dormido parecía tener la misma posición por horas, ahora yo hacía parte del paisaje como un elemento más del lugar, por esa razón la araña se había aventurado a recorrerme. 46

Jessica Obando

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os cirios estaban rebosando sus últimas llamas cuando el ruido empezó a inundar la iglesia. Las miradas de los feligreses se entrelazaron en un miedo cómplice. Nadie se atrevía a hablar. Dos horas estuvieron cantando y ahora que el silencio se convertía en temor, buscaron con los ojos al sacerdote como pidiéndole una respuesta ante lo que sonaba al fondo, en la calle. –¡Tranquilos!¡tranquilos! estamos en la casa del señor. –Ruidosvanruidosvienen –¡Podeís ir en paz! – ¡Taita mío!! Esto se llenódiumo!¡Por toas partes! – Gritó Memo levantando las manos y llevándoselas a la cabeza desde la inmensa puerta del templo. Los ruidos cada vez más fuertes fueron llenando la nave de la iglesia como si un ave inmensa y transparente se posara sobre sus vigas. Los fieles se dirigieron a la entrada dónde Memo se instaló asombrando más por el miedo que por la valentía, y fue cuando se escuchó un crujido sobre todas las cabezas de las estatuas de los ángeles. ¡Crash! –¡Cuidado! ¡Sempezó a caer el tejao!!Sesgarró el cielo! ... La turba de gente casi no le da tiempo a Memo para abrir las puertas, una vez todos afuera, pudieron evidenciar lo que tanto temían, incluso más. Las calles estaban en ruinas, solo unas pocas paredes lograban sostenerse en pie, y llamas moradas y azules titilaban en lugares aleatorios de la cuidad. 47


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– ¡Apa! ¿Eso es un avión?, es muy brillante. – Mijo, no se quesea esa cosa, pero un avión no es. Mientras el caos estaba a su alrededor y la gente corría en todas direcciones, papá e hijo contemplaron por un momento los destellos en el cielo, jamás habían visto algo como eso, era un artefacto de gran tamaño que parecía levitar cerca de una nube. El encanto se rompió justo cuando de él broto un rayo de un color que no existía para ellos, este impacto sobre lo que quedaba de la iglesia y entre polvo y escombros la cúpula caía casi en cámara lenta. – ¡Tamos Jodios! Córrale mijo quel apocalipsis se soltó, Yo si me las olí, a Diosito no leiba a gustar que tomáramos esa cosa, ¿Cómo es que le dicen a esa joda? Cerveza…, Venga acurrúquese aquí, mijo métase dibajo di mi ruana. Ambos se metieron en una esquinita llena de sillas de concreto que habían formado un cambuche perfecto, parecía un lugar seguro.

Ambos se aventuraron a salir de su escondite, ellos junto con las casas y estructuras de la ciudad aún estaban fijos en el suelo, pero había carros, tranvías y algunos escombros mezclados con cenizas, flotaban por el aire, todo se dirigía lentamente hacia un mismo lugar, su casa. – Nos están buscando apito, ¡nos van a castigar! – Pues mijo, vamos, quesos son las autoridades divinas, sieste es el apocalipsis pos tocó ir a ver que nos toca. Ambos caminaron temerosos por las calles destrozadas y cuando iban llegando a su hogar pudieron ver como el cielo estaba plagado de las naves que habían visto justo después de huir de la iglesia, todos formando círculos alrededor de casa. Al entrar, el techo había desaparecido lo que les permitía ver el panorama. Sentado el lado de la gran estufa de carbón había una criatura humanoide. – ¿Dónde está ella?

– Apa, tengo miedo, pero yo no he tomao cerveza, no creo que Dios me vaya a regañar… – Memito, ese noes problema diosito quiere a toos los niños – Pero Apito, Si este es el apocalipsis yo estoy salvao, pero y sumercé, yo no me voy sin sumercé, porque mi amita ya nos está esperando en el cielo. Yo me lo llevo, yo le hablo a diosito, apito dime si la embarraste con el de arriba apa, y yo le digo que jue sin culpita. Ambos se durmieron acurrucados en su improvisado cambuche, después de unas horas un silencio perpetuo hizo que ambos despertaran. Memo se asomó por un agujero y pudo ser testigo de un evento que el nunca olvido, todo levitaba como si no hubiese gravedad. – No se ve niun alma, y todo está volando afuera apa.

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–¿Mi ama? Mi ama esta con ustedes, con la gente de dios que vive con él … |–No estoy hablando es eso…. ¿Dónde está la bebida? – La bebida, ¿De qué habla sumercé? Acá solo somos mijo y ayo. – Hemos venido hasta aquí, en la codificación 941948 y ya no tienen la bebida, la necesitamos, por esa bebida sanamos nuestras heridas. ¿Por qué ya no hay bebida? – Ahh ¿uste está hablando dela chicha? La chicha la prohibieron ejte año, dizque por quembrutece, pero yo nunca creí esas mentiras, venga hombre baje por esta tamprilla. Padre, hijo y alien bajaron por la trampilla y encontraron una cocina con varios barriles.

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– Somos los únicos que hacemos esta joda, si me pilla la policía toy jodio, pero si no lo hago no como y no quiero tomar cerveza. – El remedo de hombre sonrió. – Esto es todo lo que buscábamos, casi destruimos esta ciudad por este brebaje. Gracias humano, todo estará bien. Vendré en unos meses por más.

ESCLAVOS DEL TIEMPO

– Pero mano, no vayaser too ese desorden por la chicha, solo me busca a media noche y yo le paso lo que necesite, estamos a sus órdenes, ¿oye?

Jimena Bacca

– Así será, tenemos un trato humano. Los barriles empezaron a flotar y en el aire se distribuían en todas las naves, y así como todo vino, todo se fue. Memo y su padre caminaron hacia el pueblo y vieron que las calles estaban como si nada, la gente se asomaba a las ventanas con cara de ensoñación y algunos se levantaban del suelo.

A

ño 3000. La misma ciudad que hasta hace poco era controlada por el tiempo. Supongo que es temprano, la calle está mojada, seguro llovió hace poco. En un café cercano entra una mujer, solo quiere verlo a él, sabe que al caer la tarde llegará con esa voz ronca que le agrada. Pedirá un café negro, amargo, puro y se sentará a leer el periódico sin fecha. Pocas veces levantará la mirada para observar a través de los ventanales la calle.

Todo estaba bien, tenían un trato y eso era lo que importaba. – Buenas Tardes ¿lo mismo de siempre para empezar? – Si, por favor. El tiempo transcurre, la mujer mira inquieta una y otra vez hacia la puerta desde su rincón: un lugar privilegiado, puede estar al tanto de quién llega, quién sale, amigos que se encuentran y que no se ven hace tiempo, se funden en un abrazo de esos que añora, de los que poco recibe, a pesar de estar casi siempre acompañada. Así lo revelarían sus fotos, sería difícil encontrar una sola en donde apareciera ella sola. – Gracias, me encanta el café de este lugar. – Con gusto – dice el mesero, que piensa que no va solo por un buen café. Sus pensamientos se centran en verlo entrar y es lo que sucede en ese justo momento. 50

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– Buenas tardes – dice la voz que esperaba– un café oscuro por favor. – Si señor, es una tarde lluviosa, ya se lo traigo. El corazón de Azálea se acelera, se siente como una adolescente. Se conforma con mirarlo, con olerlo a la distancia, se siente invisible. Viene vestido como más le gusta verlo, de traje, quisiera pensar que se vistió así para ella, pero sabe que no, sus colores combinan perfecto, hay alguien que lo cuida, que comparte su vida. Pide otro café con algo de licor, se lo merece después de tanta espera. Deben haber transcurrido un par de horas, pero ya no se mide el tiempo, luego de la última pandemia, se decidió por unanimidad que no se volvería a usar nada que permitiera delimitar el tiempo, se sabe que es de día o de noche por el clima y en los lugares que el sol no asoma, piensan que siempre está de noche. Se dejó de usar la energía eléctrica, solo la luz solar. La tecnología es una palabra que ya no existe como solíamos conocerla, no hay teléfonos móviles, los computadores son obsoletos, las nuevas generaciones ya no saben que es la televisión, no hay fotos digitales, las familias contratan un pintor, igual que los enamorados, y los recuerdos simplemente se guardan en la memoria, en el corazón o en el alma. – Ha sido un gusto, George.

UNA SUAVE BRISA Gilma Castañeda

S

e aplacan las bocinas, los ruidos, los estruendos y las maquinarias para dar paso al desconcierto. Un caos silencioso. La naturaleza alborozada recuperó su dominio. Por la mañana una suave brisa, abraza las ramas de los arbustos y produce sonidos mágicos y melodías singulares, que nunca antes se escuchaban, estaban atrapadas en el mundo de los estruendos. En ocasiones el viento huracanado balancea las ramas que parecen expresar lamentos de tristeza, como solidarizándose con la humanidad. A lo lejos se oyen los perros, sus latidos estaban silenciados por el mundo estrepitoso de los ruidos que permanecían hasta entrada la media noche.

– Lo esperamos siempre Sr Angel. Ella lo ve marchar, toma el periódico que él dejó sobre la mesa solo para sentirlo, sus ojos se llenan de lágrimas, odia sentirse así y aunque sabe perfectamente porque, su mente no lo acepta. Sale igual que él, sin prisa, ya el afán no existe. Llega a tomar un baño, llena la tina con agua tibia que calentó en el fuego…se sumerge mientras piensa, una y otra vez, ¿Qué estará haciendo?

Se escuchan gallinas, gallos y un sinnúmero de pájaros, la diversidad de trinos produce sensaciones que alivian el desconcierto, todo esto había quedado opacado dentro del bullicio del llamado mundo del desarrollo. El aire es fresco y puro como el de la montaña, las fragancias y aromas de las flores y de las plantas parecen invadirlo todo. Los árboles están creciendo con mayor rapidez, con verdor y frondosidad.

Nuevamente se sumerge, piensa que valió la pena cambiar de planeta. El agua lluvia es cristalina, el tejado está limpio, el polvo ha cesado. Los gritos de los niños se reflejan en un eco perdido hace tiempo. 52

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En este retiro, la naturaleza trasmite su felicidad. Toma su lugar, se recompone, el silencio le ayuda a conquistarlo.

“Buenos Días, invitamos a todos los habitantes del municipio a que permanezcan en sus casas”.

No sé si sobreviviré. En el Oran de Camus no fueron necesarios hipoclorito, gel, alcohol o guantes. Recibir los artículos que llegan a domicilio con las manos enguantadas me confunde y termino tocando, con esas manos otros artículos no contaminados.

Se escucha desde lo alto. Es el ejército nacional. El hecho es distópico, causa pánico. Sentí los ojos aguados y la sensación de estar en guerra, reaccioné y pensé en Siria. Pronto cambié mi percepción para seguir retirando las hojas secas en un rincón del jardín.

No hay tiempo para estar tristes. Solo se vive en el presente como lo hacen nuevas generaciones. El hombre jugó a tener felicidad y perdió. Por encima de todos sus encantos, distracciones, costumbres, bienes, ahora se estremece. Un sismo azota su mente, pero en medio del desastre, otras preocupaciones no le permiten percibirlo. No entiende lo inverosímil de un mundo inesperado, no acepta la reclusión, aparecen espantos fantasmas y sobresaltos. Vienen para azotar sus ambiciones. Sera difícil que los entienda, le darán un plazo, pero volverán. Engendros que de la noche a la mañana le esconden todo su poder, todos sus bienes. Tenía todo lo tangible ahora solo se tiene a sí mismo, pero en la esencia de su ser no se puede encontrar porque sus manos y su mente solo están acostumbradas a percibir y sentir la materia. Por cientos de años, en todo el planeta, no ha logrado reconocerse y menos reconocer a otros, por eso clama que desaparezca el fantasma y le devuelvan aquello que el caos le paralizó. Tampoco entiende que debe ocultarse para silenciar sus afanes y rutinas, llegar hasta lo más recóndito de su ser y encontrar una nueva opción de mundo que no estará dispuesto a aceptar. Es el fantasma que sumerge al hombre en su propio espacio, el de los suyos o el de su soledad. Era casi medio día, el silencio y el cielo de verano fueron interrumpidos por el estruendo que produjo un helicóptero, a poca altura de los tejados: 54

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LA METAMORFOSIS Gladys Moreno

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uando abrió los ojos, lo primero que vio fue el cielo. Parecía no haber estrellas, o eso creía, porque estaba oscuro.

Al tratar de pararse sintió un fuerte dolor en el cuello y la cabeza, pero no recordaba porqué. Su visión fue aclarándose y sintió entonces aquellos pequeños golpes en su cuerpo, no supo de dónde provenían. Levantó sus ojos al cielo que se iluminaba con el resplandor que de él surgía, parecía como si se acercaran minúsculas luces a la tierra, aquella que escupía su propia inmundicia, aquella madre que en otra época paría orgullosa toda la belleza conocida y que ahora languidecía en lo que parecía su último suspiro. Sí, el cielo venía a sanar a su compañera de siempre. El pequeño Luis, asombrado, miraba con sus grandes ojos negros aquellas luces que danzaban hacia los restos de una vida que ya no existía. Él, un insignificante habitante del planeta, él que tantas noches había pedido a las estrellas ser salvado de su miseria, a sus 12 años, no sabía qué hacer. Permaneció inmóvil frente al gran espectáculo de luz, era como el circo o el parque de diversiones al cual nunca pudo ir, debía trabajar o mendigar cuando no cumplía la cuota de dinero exigida. Al recordar a su padre alcoholizado cada noche, contando el dinero junto a su 57


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botella, tenía nuevamente la sensación de escalofrío que recorría su delgado cuerpo. Cómo olvidar el dolor infringido por la hebilla del cinturón, los gritos de su madre, el llanto de sus hermanos. Su madre, incapaz de dejar al viejo, siempre lo justificaba. Entonces llegó el encierro obligatorio. Las palabras de su madre ahora traducidas en razones, eran más fuertes, más firmes. ¿Con estas ideas idiotas como quieren que no pase esto? ¿De qué vamos a vivir? ¿Qué vamos a comer? Solía preguntarse, sin embargo, sin comida o con algo de ella, la botella de licor siempre permanecía allí, al lado del viejo, quien, al no tener más entretención, blandía nuevamente su cinturón para desquitarse con el mundo dando latigazos por doquier. La cama chirriaba con el movimiento de dos cuerpos grasientos que se amalgamaban, y él debía, como los demás, escucharlo todo y oler el fétido olor que desprendía el sudor de sus cuerpos juntándose, era asqueroso, ya no podía escapar, sí su madre tenía razón, la culpa era del encierro. Una lagrima ardiente corrió por su mejilla. ¿Por qué los demás hombres y mujeres no podían entender? Él no tenía la culpa. Claro cómo iban a entender, ni el mismo podía, aunque se suponía que los demás eran ilustrados, más estudiosos. Si así eran y preferían pasar de largo frente a su tristeza, frente a su dolor; Luis solo era uno más de los que debían ser ignorados. Volvió a la realidad, al final como siempre era un sobreviviente, estaba demostrado. Mientras otros yacían muertos a su alrededor llevados por el odio, la codicia, la indiferencia, por la enfermedad que contagiaba todo el planeta, él seguía allí de pie, inmóvil, sentado en primera fila sobre una tierra que moría para volver a nacer, era el único que vería aquel gran espectáculo de luz y color que llenaría la tierra para sanarla, o así lo creía por lo menos, era mejor esto que pensar en su antigua vida. La tierra vomitaba sus promesas, su dolor, su hastío, las locuras de sus hijos. Lloraba al ver como ellos, sus hijos, la mataban lentamente. Ella había intentado resistir, Luis lo sabía, con gritos silenciosos como los de él pedía su sanación, que pararan, pero los gritos de locura de sus hijos, aquellos que reflejaban vidas descontroladas o demasiado armadas o peor aún de silencio obligado, aquellos gritos finalmente ha58

bían sido más fuertes que los suyos, los habían apagado y como la madre que era, ella por mucho tiempo se resignó, pero a tal punto llegó su dolor que la hizo reaccionar y con las pocas fuerzas que le quedaban les recordó a aquellos hijos, sordos a sus gritos de auxilio, lo insignificantes que podían llegar a ser. Luis no tenía palabras para describir lo que había pasado, su vocabulario era poco, eran tantas emociones encontradas. Era tan abrupto e inesperado lo sucedido que se atragantaban en su garganta las palabras no dichas, los sentimientos no expresados, los momentos felices no vividos. Pero claro, divagando sobre la vida de Luis, olvidé hablar de Juan, aquel buen hijo de Felipe y Blanca y esposo de Martha. Su caso era totalmente diferente. Él había sido criado con amor, con esperanza, con ilusión. Era un profesional y ejercía su labor de manera responsable, cada día se acercaba a la muerte, pero esta no lo tocaba a él; el sanaba, hablaba con desconocidos para darles una chispa de esperanza, de vida, tan solo eso. Juan llevaba un año casado y aún amaba a su esposa como el primer día. Que ironía, ahora en tan corto tiempo cuando al fin sentía que tenía su felicidad completa, la vida parecía cobrarle el precio de esta, le era arrebatado lo que más quería, la vida de Martha, su confidente, su compañera inseparable, su esposa. ¿Todo por qué? porque él era un portador de la enfermedad, él que había sanado a tantos, ahora portaba el arma que mataría a su esposa. No pudo evitarlo, no tuvo síntomas solo ocurrió, fue más bien rápido, Martha que era tan vital, tan entusiasta no resistió. Su vida se apagó en un instante y con ella se llevó la ilusión de Juan. Y ahora, mientras Luis con sus ojos iluminados ve el final de su dolor a través de este espectáculo magnifico, en otro lugar Juan con lágrimas en los ojos llora sus muertos. Y allí están los dos, inmóviles ante el fuego que se acerca, uno en su inocencia, por primera vez agradeciendo el don de la vida y soñando con llegar a las estrellas y el otro viendo acabar la suya.

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LA INVASION Carlos Alberto Grillo

M

i casa es agradable, tiene dos pisos, en el segundo piso tres habitaciones, la mía es amplia con dos grandes ventanales y dos persianas que abro y cierro si el día esta gris o soleado… llevo mes y medio en cuarentena y recorro todos los días los mismos trayectos, casi en los mismos horarios. Todo comenzó un diecinueve de noviembre en la ciudad de Wuhan, en China, a miles de kilómetros de mi casa, nunca pensé, ni se pasó por mi mente, que esto cambiaría mi vida y la de millones de personas en este planeta. En una pequeña aldea, cerca de Wuhan, en un mercado del pueblo, todo eran comidillas y comentarios a baja voz, habían muerto dos personas por una extraña complicación respiratoria. Todos suponían que las personas habían muerto por ingerir carne de murciélago contaminada, aunque el murciélago se consideraba un alimento que daba propiedades especiales a quien lo comía y su caldo era uno de los platos más demandados. Con la pandemia, vino también una epidemia de noticias falsas y distópicas, hubo una que me sorprendió y hasta me causó gracia, era de un portal ruso y contaba que un mes antes en un descampado de la localidad y a media noche, un pequeño haz de luz con forma de plato, volando a velocidades increíbles se abría paso en el firmamento. Un campesino llamado Chan lee lo observó, aunque llamó su atención no le prestó mucha importancia. “Estaremos en época de lluvia de estrellas” -pensó61


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El pequeño plato volador desaceleró a una altura de un kilómetro sobre el descampado, comenzó a descender muy despacio hasta posarse completamente sobre el prado, su tamaño era pequeño, no mayor al de un auto. Una compuerta se abrió y salió una figura casi humana con una pequeña cabeza, unas luces rojas y pequeñas que parecían sus ojos, dos antenas que parecían sus orejas y algo muy particular, dos gigantescas alas que se asemejaban a las de los murciélagos pegadas con membranas al cuerpo. Entró de nuevo en el plato y salió con lo que parecía una jaula no muy grande donde docenas de ojos rojos se movían a grandes velocidades, soltando chillidos intensos, como queriendo salir apresuradamente de ese encierro. La figura extraña abrió una compuerta y cientos de pequeños murciélagos salieron volando desplegando sus alas membranosas hacia el firmamento. El extraño hombrecillo volvió al plato sin ruido y de forma casi imperceptible se perdió en la oscuridad del cielo de octubre. Chan Lee, estaba inquieto porque últimamente en su granja se habían visto murciélagos volando en pleno día, lo cual no era corriente, pero su preocupación fue mayor, cuando dos de sus más apreciadas vacas, las que más leche producían, amanecieron muertas una fría mañana.

Chan Lee murió de Neumonía un mes después que las vacas, lo siguieron cientos de vecinos. La peste se propagó por Wuhan y parte de China, matando a miles. Era una historia increíble, como muchas más que estaban en internet y en redes sociales. Hoy me levante más temprano de lo habitual, si se puede llamar habitual levantarse a las 10 de la mañana. Mi horario cambió desde que todo esto comenzó. Tuve la ocasión de salir esta mañana a hacer mis primeros ejercicios después de varios días y me encontré casualmente con un vecino que tiene tierra cerca del páramo donde tengo mi finca. Hablamos de la cuarentena y como la estábamos llevando, pero algo de lo que me dijo me dejó pensativo, me contó que había hablado con su papá, le había dicho que hace unas noches había visto, un objeto con forma de plato moverse por el oscuro cielo a gran velocidad, hasta que lo vio detenerse como a un kilómetro de la tierra, descender muy despacio. “Mi viejo está tan afectado con esto de la cuarentena” –me dijo- “que ya está teniendo alucinaciones”. Allí terminó nuestra charla y siguió con su trote cansino hasta perderse en la esquina siguiente de la cuadra.

Estaban bastante infladas, buscó a su vecino para que le ayudara a abrirlas, tenía curiosidad por conocer la causa de las muertes y saber si se podría utilizar algo de su carne para el invierno.

Llegué a mi cabaña un poco pensativo con tanta información, me di un delicioso duchazo, que en cuarentena se disfruta más y me senté a ver las noticias, otro de los programas infaltables en esta nueva rutina de mi vida, acomodé un cojín raro pero agradable que había comprado mi mamá para ver la televisión, era muy cómodo, tanto que normalmente me quedaba dormido.

El vecino, un hombre grande, llegó temprano, examinó las vacas muertas y descubrió dos pequeñas incisiones en uno de sus costados, parecían mordida de murciélago, ya que era normal que los murciélagos mordieran las reses, no prestó mucha atención y siguió con su trabajo.

Encendí la tele y como siempre recorrí varios canales de noticias francés, alemán, gringo, todos en lo mismo, cifras de muertos por el virus, recuperados y estadísticas, sin duda los mayores de setenta eran los más afectados, y los enfermos con dolencias hepáticas, coronarias y cáncer.

Los hombres quedaron asombrados cuando al sacar el tripaje, vieron los pulmones. Estaban completamente negros, calcinados, como si una tormenta los hubiera perforado, no había duda, dijo el vecino a Chan Lee “murieron por Neumonía” “Esta carne se perdió Chan, no se puede consumir”.

Era como si el virus se hubiera propuesto hacer una selección natural de los más débiles. Dentro de tanta información catastrófica, había una grata noticia, los animales habían vuelto a salir de sus madrigueras donde el hombre los había relegado, las playas estaban limpias y el agua del mar era clara y transparente. La

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Nasa mostraba como la capa de ozono se había recuperado como no se veía desde cincuenta años atrás. Han pasado ocho días desde el encuentro con mi vecino, no lo he vuelto a ver, aunque he salido muy temprano. Sentía curiosidad sobre la historia de la visión de su padre. Cuando regresaba para la casa me encontré con la aseadora de la urbanización y le pregunté por él. “Luego no sabe la última” -me dijo- “Don Antonio viajo al páramo, su padre murió hace tres días, parece que de esa neumonía que viene dando” No había noticia más triste para mi regreso a casa, lo hice muy lentamente, despacio, sin querer llegar, me esperaba la ducha que no iba a ser tan gratificante, y la rutina de los noticieros. Pero en mi cabeza solo estaban los pensamientos tristes de la partida del padre de Don Antonio y la historia de su padre que no dejaba de dar vueltas en mi mente. Me duché y me cambié, esta vez no busqué el cojín de mi madre, no lo quería, encendí la televisión y había una noticia de última hora: La Nasa había localizado miles de pequeños platos voladores en todos los lugares del mundo, cambié rápidamente las noticias a otro país, Alemania; Francia, Rusia, China… todos transmitían lo mismo, la invasión había comenzado.

EL VIAJE Carlos Alberto Grillo

E

l apartamento se encontraba en completo desorden, como la mayoría de las veces desde que se había trasladado allí. Era un lugar pequeño. Dentro, todo era pequeño, el baño, la sala, la alcoba, la cocina. Pero era esa la cualidad de este pequeño terruño lo que más agradaba a su dueño. Estaba ubicado en el casco antiguo de la ciudad. La pintura del edificio se perdía en algunos sitios, y las grietas asomaban por sus muros, mostrando sus cicatrices por el paso de los años. Andrés lo había comprado por un buen precio, desde que lo vio por primera vez, se dio cuenta de que era lo que estaba buscando. Aunque se encontraba en pleno centro de la ciudad, Andrés disfrutaba de las largas caminatas por las calles angostas y pedregosas, que otrora sólo caballos recorrían… le gustaba mezclarse con los estudiantes de las universidades cercanas y recordaba una época que a él le agradaba bastante. La sala era pequeña, estaba separada del único cuarto por una corredera hecha de madera que hacía las veces de puerta. En la sala que hacía de estudio, comedor, cuarto de huéspedes, había construido una pequeña biblioteca en uno de sus muros. Pará hacerla compró una revista de manualidades y siguiendo las instrucciones, había logrado terminarla. Se había preocupado por recolectar algunos libros, de todos los temas y diversos autores. Aunque no tenía un culto especial por la lectura, sus continuos momentos de vivir en soledad le habían inducido a tomar ocasionalmente la costumbre de leer.

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En un rincón tenía un montón de periódicos, había llegado a reunir muchos de ellos, por su afición, primero a las tiras cómicas y a la sección de deportes. A medida que le fue interesando leer temas de más actualidad fue seleccionando las editoriales y las críticas que le parecían más interesantes. Repartidos por el salón y por el cuarto, había colgado desordenadamente diversos cuadros. La mayoría los había traído de cada sitio que visitaba. Eran de muchas formas y colores, más que conservar un estilo, le gustaba admirar en ellos la expresividad de cada país, de sus gentes. En el piso y colocados sobre el tapete, varias artesanías lo adornaban. Trabajo realizado por manos laboriosas, principalmente en madera. Todas esas piezas, al igual que los cuadros, los consideraba, de incalculable valor, más que el que pudieran tener en el mercado, pues cada una de ellas, significaba una historia, una parte de él. Le agradaba la vida en soledad, tenía su propio concepto de las cosas. No quería que la gente que lo conocía se preocupara o se esmerara en comprenderlo, lo único que consideraba como su mayor tesoro era que lo dejaran tranquilo. Como persona se acondicionaba a cualquier situación rápidamente, era capaz de vivir en un gran Hotel rodeado de lujos, y al día siguiente cambiarse a una choza infectada de ratas, sin perder el buen humor. Su única arma y la que más trataba de alimentar era su espíritu. Aunque no tenía muchas propiedades se sentía agradecido con la vida, pues el vivir a su medida lo consideraba una bendición de Dios, como consideraba un regalo el poder compartir algunos momentos con Ángela, su hermosa novia y a la que en sus furtivos regresos veía cada vez más linda. Por eso al regresar de cada viaje su ser se llenaba de alegría, cuando por la ventanilla del avión podía divisar las luces de la ciudad. Ángela era una mujer muy atractiva, morena y simpática, con un lindo trasero y una sonrisa cautivante, que para él era su mayor atractivo. Estudiaba en la universi66

dad. En una ocasión le había comentado lo le decía su madre sobre él “Ese muchacho es como un pez en el agua, escurridizo, nunca se casará contigo” Cuando Andrés le oyó decir esto, dicho con toda la gracia que ella era capaz de dar a sus palabras, le contestó con una franca sonrisa. A veces una nube de oscuridad lo invadía. Nunca le había comentado de sus negocios. No quería verla sufrir, deseaba casarse con ella algún día, pero no en esos momentos, no con su trabajó actual. Pará ella, Andrés era comisionista de varias empresas, pero lo que nunca le dijo, era la intermediación que hacía en negocios poco claros. Ese era su secreto. Habían hecho el amor toda la noche, intensamente, como lo hacían cada vez que se veían y más aún antes de cada viaje de Andrés. Él en su interior nunca sabría si era la última vez que la podría tener entre sus brazos, y por eso sin decírselo, le hacía sentir todo lo que tenía. Esa mañana después de que Ángela saliera, deseó seguir durmiendo, sin embargo, una fuerte luz penetraba por el ventanal de la sala y atravesaba todo el salón. Sabía que ese día tenía que viajar para cumplir una misión crucial en sus negocios. No podía fallar. Sintió la adrenalina que le daba, el rito de la ansiedad antes de subir al avión, ya lo sabía, su cuerpo y su mente lo sabían, así medio desnudo, medio dormido se metió en la ducha, necesitaba despertarse totalmente antes de salir para el aeropuerto. Llegó al terminal aéreo con tres horas de antelación como estaba previsto, se registró en la aerolínea y colocó su equipaje en la balanza, le dieron su pase de abordar y se dirigió al muelle internacional, un hombre de aspecto rudo, sin mediar palabra, estampó el sello de salida. Sentado cómodamente en un sillón de la sala de espera revisó su tiquete y su pase de abordar. Bogotá–Madrid- Estambul–Wuhan. Miró su celular en la sección de noticias, tenía la costumbre de darles una ojeada, una en especial llamó su atención: 67


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“Tres personas murieron por causa de una extraña neumonía, posiblemente por ingerir carne de murcielago” (Wuhan Reuters). No terminó de leer, cuando los parlantes anunciaron “Pasajeros con destino a Madrid favor abordar en la sala 5 del muelle internacional”. Andrés se apresuró, cogió su portafolio y su pase de abordar, caminó muy decidido hacia el mostrador número cinco, mientras hacía la fila su pensamiento estaba en Ángela. Cuanto la extrañaba y como deseaba volver pronto.

INVASIÓN Gladys Moreno

CAPÍTULO I Amaneció. Surgía un nuevo día en la resistencia. Los cuerpos cansados de sus soldados tendidos en cualquier parte que pudiera ocultarlos, permanecían inmóviles, solo el casi imperceptible movimiento de sus pechos al respirar dejaba ver que aún estaban vivos. Terminaba la noche. Una noche bastante movida, emocionante dirían algunos. Con su comandante guiándolos, un pequeño grupo había dado el gran paso, traspasar sin ser detectados, la invisible frontera que los separaba de un centro de operaciones de los extrayess. Llevaban varios meses planeándolo, no fue fácil, pero al final lo habían conseguido. La resistencia la conformaban personas de cualquier edad o sexo, se encontraron en el camino, sobrevivientes del primero, segundo y tercer ataque. Aquellos humanos que, ante la necesidad de compañía y esperanza, formaron pequeños grupos que más adelante se irían uniendo para crear poco a poco la resistencia. Primero fue el alivio de saber que no eran los únicos sobrevivientes, luego el dolor al recordar las imágenes de muerte que dejó la invasión a su paso, pero al final fue 68

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ese sentimiento de indignación, o de orgullo tal vez, el que los unió, atado eso si, a ese instinto de supervivencia que siempre ha caracterizado al hombre, esa necesidad de vivir, que, si se piensa bien, solo puede ser traducida como el miedo a morir. Lo cierto es que ya había pasado algo más de un año desde que estos seres extraños habían aparecido en la Tierra. Lo tenían todo planeado, nos habían observado un tiempo, no mucho creo yo, somos tan predecibles. Sabían todo de nosotros, qué nos importaba, qué nos hacía felices o qué nos angustiaba. Los empezamos a llamar los extrayess, entre otras cosas por su tamaño y con esto no quiero decir que fueran grandes, al contrario, eran seres pequeños, pero muy fuertes. Al principio los catalogaron de “amigables”, creímos que por su poco tamaño y su aparente amabilidad eran inofensivos, controlables, pero que apreciación más alejada de la realidad. Los extrayess rápidamente entendieron que la angustia y la incertidumbre eran la mejor arma para ablandar a los habitantes del planeta a conquistar. Todo empezó de manera muy sutil, fue tan pacifico que nadie pensó que pudiera desatarse una guerra. Empezó como una simple gripa, un leve resfriado, algo a lo que no se le daba mucha importancia, para eso estaban las vacunas. Pero el virus ya estaba allí, los extrayess lo plantaron tiempo atrás en el bosque, en el agua, en los coliseos, en los colegios. Fue tan fácil para ellos, lo tenían en su ADN, solo era cuestión de tocar los objetos o las personas para transmitirlo, ellos, con un simple roce de su piel resbaladiza contaminaban todo a su alrededor y con qué rapidez penetraba en los demás, en aquellos inocentes que creían que venían a salvarnos de nuestra propia destrucción. Los gobiernos peleaban sus propias guerras, contra el terrorismo, el narcotráfico, la tiranía o simplemente contra cualquiera que se interpusiera en su camino hacia el poder, eso, a algunos que no éramos tan confiados, nos había distraído de lo verdaderamente importante, los extrayess. También estaba la rutina, era tan normal la muerte, pero la natural o aquella infringida por el arma de los enemigos en la guerra, nada comparado con lo que nos esperaba. 70

Ese fue nuestro primer error, la rutina de la muerte, el punto de quiebre, pensar que teníamos el poder suficiente para vivir y controlar el mundo. Nuestro segundo error fue peor: olvidarnos de la incertidumbre que produce lo desconocido, olvidarnos del temor o terror que produce la conciencia de nuestra propia muerte. Esa fue el arma mortal que aprovecharon los extrayess, seres renegados de la galaxia. Para cuando despertamos, nos dimos cuenta que estábamos atrapados por la angustia, la incertidumbre y el miedo a la muerte, precisamente lo que los extrayess esperaban. Esa fue su arma más letal, más allá del virus, incluso. Las personas morían no solo por el virus, por los síntomas físicos, por el deterioro de sus órganos, también estaba el suicidio. Morían por la locura, por el miedo, por el encierro. Caíamos como moscas, sucumbíamos ante lo desconocido. Así fue como intentaron conquistarnos, digo intentaron, porque aún no lo han conseguido, desconocían un pequeño detalle, propio de la naturaleza humana, el miedo también es un arma a nuestro favor.

CAPITULO II Juana y Miguel formaban parte de la resistencia, se habían conocido unos meses atrás. Ella provenía de las altas montañas de la sierra, él, al contrario, venía de la zona costera de Honduras, dos mundos bien diferentes. Juana era de estatura baja, uno cincuenta, tez blanca azotada por la inclemencia de las bajas temperaturas de la sierra, ojos claros, callada; era una mezcla de razas según le habían dicho. Miguel media uno setenta, su cuerpo era ancho, curtido por el trabajo fuerte, su piel tostada por el sol, contrastaba con la de los demás; tenía su estilo peculiar, seguía siendo bonachón, aun contaba chistes y a veces holgazaneaba en algún tendido que colgaba de dos cuerdas, estilo hamaca, en su interior no había cambiado nada.

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Se habían conocido en una misión donde participaban varios grupos de la resistencia, eran centinelas, debían estar atentos ante cualquier sospecha de la presencia de los extrayess; así pasaban la mayoría de su tiempo en turnos de vigilancia. Cuando descansaban, Miguel de vez en cuando se recostaba en el tendido estilo hamaca, Juana entre tanto pasaba con sus hermanos enseñándoles a leer y otros quehaceres ordinarios. Juana tenía 17 años, sus hermanos, que en realidad eran medio hermanos, eran Luis, Santiago y María, críos apenas. Tenían ocho, siete y cinco años. Habían escapado de la infección, mientras su madre y su padrastro sucumbían ante el contagio masivo de la población en el primer ataque, así que Juana quedó a cargo.

no ese tipo de amor, solo mostraba amor por sus hermanos a quienes cada tanto regañaba por no hacer caso. La idea de estar con Juana cada vez era más persistente, más atractiva. A él no le había ido muy bien en la vida con ese asunto, pero no importaba, podía volver a intentarlo, siempre había una segunda, tercera o hasta cuarta oportunidad para hacerlo. Con este pensamiento optimista se levantó para arreglar las cosas antes de ir a su turno.

CAPITULO III

Ante la incertidumbre y el hambre, Juana tomó el camino que creyó más seguro, unirse a la resistencia. Los grupos a que pertenecían Miguel y Juana se unieron. Ahora siempre se encontraban. Miguel observaba a Juana todo el tiempo, le parecía una muchacha guapa, le atraía.

Miguel miraba a Juana insistentemente. Ella no podía evadir su presencia ni su mirada, los puestos estaban demasiado cerca para evitar que algún punto quedara sin resguardo. La noche trascurría lentamente, tan lento que Miguel se aventuró a hablar:

Miguel tenía 25 años, la vida lo había tratado bien, pero con rudeza. Desde chico tuvo que aprender varios oficios para sobrevivir. Su padre creía que el trabajo formaba el carácter, así que lo entrenó con disciplina y lo obligó a valerse por sí mismo. Sus labios se curvaban en una especie de sonrisa al recordar la imagen de sus amigos cuando iban a la playa, de baile con las muchachas de la isla, mientras él tenía que irse para servir tragos en el bar. En aquel entonces llegó a aborrecer a su padre, pero ahora, allí en ese espacio vacío donde el olor a muerte se esconde en cada rincón, donde el miedo danza alrededor, lo amaba más que nunca, su rudeza y disciplina le habían salvado la vida. Estaba ensimismado en sus pensamientos cuando recordó que esa noche estaría con Juana nuevamente en el puesto de centinela. Quería pensar que podía llegar a tener alguna relación amorosa con ella, esa linda muchacha de ojos azules, su cuerpo reaccionó ante la idea, sonrió, a Juana no parecía importarle el amor, por lo menos 72

– ¿Que noche no? Hace frío. Juana asintió y lo miró a los ojos, el deseo ardía en su joven cuerpo, se estaba mareando. Tratando de controlarse atinó a responder: – Es verdad, ¿Qué paso con tu familia cuando llegó la invasión? – No sé dónde están, pero vivos eso sí, nadie se encartaría con ellos –y soltó una risa. Eso fue suficiente, la tensión aflojó entre los dos. Ya no había prevención ni precaución. Ambos sabían que allí, en el silencio de la noche, con este simple cruce de palabras, con esa simple nota de alegría, había nacido para ellos una nueva esperanza. Qué importaban los extraterrestres. 73



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DANZA John Sebastián Martínez Guerrero

Danza plácidamente por los pastizales. Susurra tus más inquietantes secretos a las copas de los eucaliptos, de los pinos y secoyas y contempla en tu pasado más próximo cómo se estremecen ante tus secretos sus hojas ¡cómo cantan a capella! y se unen en bailoteos a tu danza. Danza plácidamente entre cañones y garrotes, entre perros y serpientes. Alivia el rostro seco de quien sabe que la muerte acaricia las entrañas, de quien ve su nacimiento sin haber estado ahí, de quien comprende que aquel es su recuerdo más lejano y el último que recordará. Danza junto al mamut en sus pisadas glaciares y estridentes. Danza junto al tanque de guerra en sus huellas de sangre y pavimento. Juega con el niño que un día dejará de serlo. Juega con el líder bélico que jamás se olvidará pero que ahora ni siquiera consigue liderar sus esfínteres. Juega con aquel animal curioso que quemó su mano con su propia mano por primera vez. Recorre el planeta y sus mundos, la vida y sus tiempos. No dejes de disfrutar las caricias, el tacto sin piel, no dejes de vernos con interés consiente de nuestra insignificancia, que, cuando muera, haremos un relevo. Seré yo quien vea, quien sople, quien haga. Seré entonces yo quien dance.

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SER Y ESTAR EN NOSTALGIA

ella recostada en el sofá. Mis manos peinando sus cabellos blancos

Jessica Obando

Quisiera volver, soñar con reinos, con doncellas y príncipes con lugares mágicos y ser magia una vez más. Recorrer la casa que me vio crecer escuchar las tijeras de mi abuela, asombrarme con las telas Y asombrarme aún más con las creaciones mi Mami Blanca. Convertir sus grandes cobijas en mi palacio. Estar Bajo su mesa, mientras la rueca me mece de lado a lado. El tik Tok, Tik Tok, tik Tok, El Eterno tiempo de mi soledad una soledad feliz Tik Tok, tik Tok El olor del cuarto de planchado, el olor a pan integral, el olor a guiso, el olor a mi abuela, el olor a mi infancia.

percudidos de tiempo y adultez. Mis amigos imaginarios viviendo aventuras junto a mí, incitándome a esculcar cada cajón, descubriendo los misterios de los viejos muebles de madera, ocultándome de enemigos invisibles en el chifonier, espiando desde adentro y a través del espejo con bordes oxidados. Podría ser una loca y no ser juzgada. Al final de la tarde la inmensa cama de mi abuela la caja musical con piedras de fantasía sonando para mí imaginando qué en cada partícula de polvo habitan seres minúsculos que se iluminan a la luz del bombillo viejo. Bajando las escaleras, con la oscuridad encima y con el increíble miedo a esa oscuridad, Buscando con los ojos cerrados y la mano en la pared palpando el marco del interruptor... ¡LA LUZ!, ¡por fin! Mis papás insistiendo -Es hora de dormir -Es hora de viajar -Es hora de que sueñes.

Mi amiga María enfermera, blanca y pulcra 78

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PATER

BROTANDO

Nicol Peña

Miguel Ángel Riveros

Pasas encima de mi cuerpo,

Brotando de ella

estrujas mi vientre con bondad

Existiendo en su ser y su camino

y tus manos trazan en el techo

Siendo fusión de su perdón

un camino lleno de rastrojos

Siendo resultado de su elocuente olvido.

Tus pasos, inmarcesibles besos

La perspectiva mía le veía bella y canela

sobre la arena de mis poros, hoy

le veía enorme, siempre conmigo, siempre su ausencia

las ha desaparecido el llanto

Ella cargada de miedos, de jornadas negras

como si fueran olas del mar

Para animales vampiros y negreros, agónicos, horrendos Siempre en su melodía y ella tan arropadora y bella morena.

Entretanto, pudo mi arribismo apuñalarte la vista. Vi, tus

Mi alma estaba recia y viajando en bellos paisajes, bellos parajes

cejas eternamente impolutas

Cuando mis ojos se mienten, ella pareciera lejana e inerte

mientras que las besó tu madre

Hoy en alma vacía, sin producción alguna de color y sin sabor provocador Ella ahí atenta, lejos pero ahí, sin atinar alguna pero ahí

Parí la libertad, la vestí

Ahí ella ataca mi ansiedad, ataca mi terquedad y vuelvo brotar de ella.

con la maldad, y en su alma, cuán preciosas alas de águila real posaron en virtud de eternidad ¡Ave maría, aleluya a Dios! Y retumba mi vida, arde el calor, el que emana de tu pecho… Déjame en cama que me eleva un sueño.

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MELANCOLIA

CULPAS EN EL TORRENTE

Gladys Moreno

Miguel Ángel Riveros

Cuando la raíz maduró el árbol creció. Sus brazos alargados abrigados por las hojas fueron refugio del viajero perdido.

La culpa transita como agua entre la ampollada boca Con sus mudas papilas apáticas con disfraz de carceleras Opacan su dulzura legumbrera en torpe lejanía Por tiempos sombríos bien trenzados en derrotas.

Siempre estuvo allí, bien plantado.

La culpa en el cuero es sinfonía de manchadas horas

Jugó con los chicos

Se lavan con jabón y ausencia en otra vil vida

Se enamoró con los jóvenes.

Mil veces preferible alejar la honda figura tormentosa

Fue escudo en la tormenta

Porque así encuentras Sol para tu roja herida.

y sombra en el desierto. Ya la culpa me corrompe en otro ansiado vuelo Hoy lo alcanzaron los años, Su cansancio se notó. El tronco se dobló y El rostro se afectó.

Viento malhumorado torpemente escondido Que se entrega a la geometría de los inertes sueños Aunque toda la culpa eres y es bien merecido.

Su retoño soy yo. Por la fina hoja de la vida caí. La tierra me recogió. Seré su recuerdo Seré su verso Seré su ilusión. Seré el reflejo de un amor Que jamás murió. 82

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NACIÓ ESPERANZA

Cuidado con el deseo carnal, Porque eso es PE-CA-MI-NO-SO

Isidro Gómez

La virginidad no se entrega a cualquiera Pero de consentimiento, ni hablar.

Nació la niña La niña de los ojos de papá Ayudará en los quehaceres a mamá Y será el bastón de la abuela. Nace la esperanza, según ellos La que llevará los genes y las buenas costumbres ¿A dónde? Qué importa El todo es que los reproduzca Y se reproduzca, Pero no en demasía Porque “qué vergüenza”. Le dan las muñecas Y también los platitos Le educan el deseo Le imprimen el cuidado… Hasta el tuétano Para que no tenga oportunidad de Zafarse

Más grande teoriza su cuerpo Su deseo... su placer “¿Por qué? ¿en qué la educamos mal?” Si queda en embarazo de un hijo de vecina “Pecado, sacrilegio, se tiró la juventud.” Si decide no tenerlo: “Asesina, maldita, ese cuerpo no es suyo.” Encuentra su potencia Y decide no parir “Mala mujer No cumple el mandato natural Al mundo se vino fue a poblar y no a teorizar” Dicen algunos, las otras, la familia y el vecindario… el Estado. “Pa’ parir que lo haga la que quiera” Piensa ella Porque la maternidad será deseada O no será.

Largarse Liberarse. Crece y entonces la falda El escote Cuidado con el pelo y la mirada 84

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VITELBINA

IMÁGENES VIEJAS

Alejandra Rodríguez

Miguel Ángel Riveros

Noventa y tres formas de querer,

De viejas imágenes, de allá por mis tiempos de niño solitario que acompaña mi añeja fascinación, mi presente guerra favorita,

treinta y dos maneras de sonreír, canas que susurran el paso del tiempo y ojos que desmienten el odio del universo.

el bello color particular que dejan las videocámaras viejas, me viaja al rostro de ojos estallados, me llegan a la sangrienta bronceada mejilla,

voz que reposa sobre los sueños

el agobio acompaña su rostro de guerrero cabalgante, de indígena delirante con cabello lacio, así como me gusta, así como el que añoro todos los días.

y melodía en un estremecedor silencio.

La imagen perdura entre el tiempo y los eventos que intentan borrar todo, que botan miedo y destilan sustos a su propio gusto y su hastiado regocijo.

flor que se expande cuando cae la tarde

En ese paso a paso quizá ya van 20 años y la sangre siga brotando sobre la máquina de aguerrida sincronía, de hermoso andar y de herir todo lo que esté a su resguardo,

jardín que se mantiene colorido cuando la lluvia quema y arde. raíz que levanta las certezas del suelo hoja que baila suavemente al son del viento.

su danza es certera, su ritmo es el resultado demoledor de humanos nacidos para hacer temblar tierras lejanas y hacer mear rostros blancos paliduchos. Dibujar su mueca en la fuerza, seguir atento su baile en su arma, en su amada. Un compás delirioso de inequívoca seguidilla de golpe contra acero moldeado, la máquina encadenada está empuñada para hundir corazones, para quebrar piernas ¿quién no suspira y piensa en lo que ama después de tanto castigo? los enemigos se desgarran y su mirada necia es un embellecedor que acompaña esa piel de guerrero chibcha. El 13 de julio del 85, herrera, Lucho, el jardinerito floreció en Francia, así como sus puntos rojos sobre la espalda que bailaban cumbia y se antojaban de güavina, Totalmente he encontrado que el resultado del delirio, es el disfrute de la sangre en el exterior y encima de la lata pintada. Que siguen en mi compañía, abonando la fascinación extraña por mi guerra favorita, por la sirena varada.

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SOBREVIVIENTES Antología de distopías desde el confinamiento

YO TE BAILO

MI VENTANA

Nicolle Pérez

Nicolle Pérez

Vamos a bailar, vamos a bailar descalzas, hasta sentir el fastidio de la mugre entre los dedos.

Que alivio tenerla en tiempos de crisis, es amable, me permite ver un ancho campo, me amplia el pensamiento, me hace elucubrar querer poseer todo, y a la vez me inspira un aire desalentador... la tierra, el campo que en ella duerme, es tan precioso sin mí, y yo en cambio deseo impacientemente verme preciosa en él.

Vamos a bailar que estamos juntas, ahora todo está bien. Mientras te bailo me abrazas y pasas tu mano por mi cabello graso. Yo te bailo, no hay que tener miedo al frío que sosiega la noche. Yo te bailo, mientras miras el techo aterrada por no saber cómo recuperar el sol. Yo te bailo, cojámosle el paso a la rutina. Yo te bailo, ya no embriagues más la almohada con tus lagrimas Yo te bailo, y te cargo en la espalda como lo hacía papá... me adentré en lo profundo de mi cueva, me apreté la cintura y hacía pequeños círculos con mis hombros mientras que el resto de mi cuerpo oscilaba. Cerré mis ojos, y respondí, yo me bailo.

Es sublime ver como la hierba se alarga, como las plantas salen del sólido espesor de la tierra. Ya no tienen miedo, ya no son tan tímidas, pareciese como si Dios les hiciera cosquillas y las regara con sus lágrimas. Mi ventana no es muy amplia, pero me permite ver lo necesario. Me sitúa en querer construir un hogar en aquel campo reverdecido, pero, ¿cómo hacer mi casa? Podría llegar a hacerle daño a aquel majestuoso árbol que me inspira, que me envuelve con sus raíces, que me cubre con sus hojas, que me arrulla con sus ramas, que me recita pequeños poemas cuando se hace amigo del viento... Me hace pensar que no hay mayor placer que disfrutar de su presencia, de pegar el oído al tronco y escuchar su palpitar, ver como en él se produce vida... Ahora cierro mi ventana y pienso, ¿podría llegar a herirlo? ¿podría llegar a lastimarme a mí misma?

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¿MAMA, QUÉ HARÍAS SIN TU CAMA?

ONOMÁSTICOS

Marian Barreto Garzón

Marian Barreto Garzón

Cama nana de tus hijos,

Presiento que el amado Xué aún no ilumina para aquellos a quienes el hombre lánguido mató. Hoy el pueblo celebra en 9su mesa cómo ha nacido un varón poderoso, Él el fulgor de violentas filantropías fue humillado hasta la muerte, su poderío fue doblegado con tiranía color malva.

cama prisión de tus lágrimas, cama limbo de mejillas y de sabanas, cama trampolín de tus hastíos. Cama del pasado donde otrora maternamos las muñecas… Cama del presente vasija de aguas amoroso dolorosas… Cama del futuro eterno reposo de las mentes ansiosas…

Han pintado nuestras frentes y pulgares con la ceniza de los muertos coterráneos antiguos y de los vivos que aun aplauden. Las fabulas de los venados y los peces libres han sido cambiadas por cátedras y láminas. Se han romantizado las estatuas y los himnos del moderno campo, olvidando que todo nos era dado por dadiva. Nuestro delirio de hablar con el sol y la luna ha sido encargado a la ciencia que con fervor ha levantado un altar al cosmos y hace que perdure la esperanza. Qué brille en nosotros la luz de los astros ancestros

Cama Ganges de la vía láctea nos has amamantado, Cama natural del rol del matriarcado.

Qué perdure en la memoria el frenesí de la sangre mancillada Para que varones y hembras poderosas reinen En la villa imperial aquí en la materia y allá en la inmortalidad.

Madre éter, Madre luz, Madre oscuridad, Madre origen, Madre singularidad. ¿Mama, qué harías sin tu cama?

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HOLOGRAMA

APOLOGÍA AL BORRADOR

Marian Barreto Garzón

Marian Barreto Garzón

Tú, idiota monótona tienes la culpa… Tienes un pequeño bufón adentro, aprobado por la monarquía de tu risa; hace complacencias para que las pléyades de tus lágrimas no se subleven y te avergüencen. No hay autonomía en tus alegrías, tu cuerpo se erige sobre ruinas, arqueología de la fealdad…

I Insulso, ordinario y de fácil olvido. Se le parece a bajar la cisterna, arrancar la hoja, barrer la casa, fumigar una plaga, apagar la radio, eliminar un archivo, desaparecer la evidencia, aplicar corrector, contratar un corrector de estilo, cortarse el cabello o las uñas, secar una lagrima, matar a un inocente, extirpar un tumor, delete message, maquillar las cifras, agualluvia que va a las cloacas… El dios del mundo es un borrador, el expiador de las culpas, el mesías de las falsedades; es capaz de eliminar incluso este poema, ¡pero vive todavía!

ansia de paralelos más felices a la merced del tiempo.

II ¡Forget the horror! El pasado siempre fresco está, el futuro es la mejor mentira engendrada jamás.

Rutina de bíceps y tríceps: realiza movimientos articulados de brazo y antebrazo para borrar lo escrito a lápiz en tus cuadernos preferidos. Cambia de brazo y postura como el boxeador cambia de guardia; inhala profundo y expulsa vigorosamente las moronas. La calidad o precio del borrador no garantizan el catabolismo muscular y posterior crecimiento; lo que sí hace efecto, es la técnica furiosa del borrado. El borrado es la antítesis de la escritura, siéntete revolucionario al eliminar las gestas que hacen sufrir el mundo.

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Camila Urrego

Tempestad que va Intensa y austera Es la tormenta.

Café de noche Que suspiros conoces Los más tácitos.

Simple y sagaz Como el viento sutil Surge la letra.

La luna se fue solloza en sus pies besa sus plantas.

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SOBREVIVIENTES Antología de distopías desde el confinamiento

Nicolle Pérez

David Romero

Los rayos del sol

Las orquídeas

estropean la noche

Regalan Felicidad

se fue desnuda.

Con su presencia

Negro su velo Con el tapa el alma Para no sufrir.

Alejandra Rodríguez

Los azulejos Cantan al amanecer Bajo la lluvia.

Cuatro pájaros vuelan sobre la casa Llevan la tarde.

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El presente libro se terminรณ de escribir en el confinamiento obligatorio ocasionado por la pandemia del virus Covid 19, 2020.



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