La transición de un siglo a otro parece funcionar como un pretexto para el cambio

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La transición de un siglo a otro parece funcionar como un pretexto para el cambio. El inicio de una nueva época nos da la posibilidad de dejar todo atrás y empezar de nuevo; sin duda, es un momento de esperanza. La explicación de la evolución de la historia siempre se nos es dada por siglos y parece estar dividida por éstos. La idea de progreso se construye con la comparación de épocas y el siglo parece ser el periodo de tiempo justo para estudiar una serie de fenómenos y así poder dar sentido a nuestro comportamiento. El principio del siglo que terminamos o estamos por terminar es una época en la que el cambio es inminente y la moda, como siempre, refleja el carácter que está adoptando la sociedad. Se gasta más dinero en diversión y ropa. La ostentación y la extravagancia se rigen por un relajamiento en las cuestiones políticas y las grandes fiestas ocupan la mayor parte del tiempo en todos los niveles sociales. En cuestión de moda los años veintes son la primera gran ruptura con la tradición femenina de faldas largas, vestidos incómodos y cinturas ajustadas por inhumanos corsets. La figura femenina en forma “S” de años anteriores no se usa más. Se trata de escandalizar, de hacerse presente en un mundo dominado por hombres. La forma femenina adquiere un aspecto cilíndrico, dando paso al modelo característico de esta época, el de talle largo, a la altura de las caderas sin marcar la cintura. La ruptura no es sólo en la moda. La mujer se percata de su situación con respecto al hombre y no le agrada, y es así como empieza hacerse presente en ámbitos en los que no era bien visto que una mujer realizara actividades que estaban destinadas a los hombres, como los deportes; se puso de moda jugar tenis, golf, polo, la natación, incluso los diseños de trajes deportivos fueron muy peculiares y atrevidos para la época. Los trajes de baño eran vestidos pequeños, pero a partir de ahí se empezó a cortar tela sin parar hasta llegar a la diminuta ropa de playa de nuestros días. De hecho la ropa interior también sufre cambios; los complicados corsets se irán transformando en corpiños y surge el brassiere con diferentes formas. La mujer empieza a salir a la calle, a desempeñar actividades donde el libre movimiento se hace necesario; el largo de las faldas y vestidos paulatinamente se va acortando hasta los tobillos, y en 1925 se lanza a las


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