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Los Tres Antonios, la Independencia en nombres de pila

le impide subir a bordo y de allí a tres días de espera sin que mejoren las condiciones, el capitán ordena entonces soltar amarras por seguridad, cuando ya se desata la tormenta que por quince días los tiene mar adentro enfilando al sur. Colaque es el próximo puerto que atisban con buen tiempo donde las muestras de afecto y atención son incluso mayores, salen a recibirlos con agua y leña, frutas y cinco gordas ovejas de regalo, tan buena y grata resulta esta gente y de tanta razón que el desembarcado Bocanegra con instrucciones de explorar manda decir al capitán Pizarro que lo excuse y no lo aguarde porque se queda definitivamente allí, que a la nave no vuelve. Pizarro consternado envía a Juan de la Torre que vaya y averigüe, y este regresa contando que está muy alegre y que los indios al escuchar que se queda lo han alzado en andas y felices lo llevaron tierra adentro con ellos, y manadas de ovejas comenta de la Torre que vide, bellas sementeras y muchas acequias verdes y hermosas, una tierra tan alegre que no hay con qué compararla.

Al llegar a Santa el capitán se da por satisfecho con lo descubierto y ordena el regreso; al paso de cada puerto salen a recibirlos, cuando da por perdido definitivamente a Bocanegra como integrante de la tripulación, en tanto prosiguen viaje para recalar a media noche en Santa Cruz, en las playas adonde el oleaje que le impidió embarcar dejó enredado a Alonso de Molina; sin embargo, pese a la obscuridad están atentos y salen en balsas a recibirlos, “La Capullana”, cacica del lugar, envía el mensaje que más allá hay un puerto de aguas tranquilas adonde les ruega que bajen para recibirlos como los visitantes lo merecen, mientras el rescatado de Molina cuenta de los campos sembrados con esmero, de una ciudad que llaman Cuzco y de su monarca Guainacapa o Huaina Capac, y al amanecer se encuentran rodeados de balsas con regalos de suaves tejidos, mantas y provisiones, invitándolos a desembarcar. La misma “Capullana” insta personalmente y desafía al capitán Pizarro que salte a tierra, si es por temor, le ofrece diez y más principales que queden de rehenes, receloso demás el capitán permite que salten a tierra Nicolás de Ribera, Francisco de Cuéllar, Halcón y nuevamente el mismo Alonso de Molina. Halcón baja vestido con sus mejores prendas de soldado, jubón de terciopelo y calzas negras. El recibimiento en el poblado es pantagruélico y de regocijo, los indios disfrutan intensamente de curiosidad con los invitados, en tanto a Halcón se le van los ojos con “La Capullana”, pero esta quiere tener entre ellos al capitán, y al regreso de estos va personalmente en su búsqueda acompañada de muchos de sus prin-

DIEGO DE ALMAGRO, DESCUBRIDOR DE CHILE

cipales y sube a la nave, observa los aparejos y lo enfrenta, como ella siendo mujer se anima a subir a la nave y él, siendo hombre se niega a desembarcar adonde solo quieren agasajarlo, entonces Pizarro se disculpa, que no es por temor sino que saltará a tierra sin rehenes ni nada, mientras Halcón ya no puede apartar los ojos de ella y es todo suspiros. Al día siguiente de mañana más de cincuenta balsas están a la espera del capitán, y doce principales entran a la nave como rehenes, allí se quedarán hasta que regrese le dicen, pero el capitán les confirma que no es por cautela, que a todos los tiene por hermanos y fiaría su persona a cada uno de ellos, por eso desembarca junto con Bartolomé Ruiz y con los rehenes para ser recibido por “La Capullana” con desfile de ramos verdes y espigas y lo conducen a una ramada con asientos donde quedan cara a cara y los agasajan con carnes y pescados preparados de distintas maneras, sabrosas frutas y chichas. Los indios por hacerles fiesta bailan y cantan con sus mujeres, en tanto el capitán medita feliz de verlos tan entendidos y domésticos, pensando en regresar con un buen ejército para sojuzgarlos y convertirlos a la fe verdadera.

Comido y holgado el capitán agradece a aquellos señores y su cacica, que confiaba en Dios que algún día se los iba a pagar por el amor que les había tomado, mas que olvidasen sus vanas creencias y sacrificios que hacían tan sin sentido, que el sol es cosa solo para dar lumbre, que Dios todopoderoso tiene su asiento

‘LOS 13 DE LA ISLA DEL GALLO’, DE JUAN B. LEPIANI

en el cielo y los cristianos adoran a este Dios y a su hijo Jesucristo, por ello les anuncia que a su regreso, lo hará con sacerdotes para que los bauticen, y para que reconozcan como rey al de España y en señal de obediencia les pide que alcen una bandera que les pone en las manos, la cual alzan tres veces muertos de la risa porque toman por broma y burla lo que les dice, porque sin duda no hay nadie más grande y poderoso en el mundo que Guainacapa. Al regreso los pilla un mar encabritado que casi vuelca la balsa y mueren ahogados y el capitán mareado sube a la embarcación para caer derecho a la cama, Halcón al ver que zarpan y se aleja de “La Capullana”, va a rogar que lo dejen en tierra entre aquellos nativos, lo cual encuentran de poco juicio y que mejor no los altere, lo cual lo enfurece y con una espada rota arremete contra ellos, Bartolomé Ruiz alcanza un remo y le da en la cabeza, luego lo encadenan y lo ponen bajo cubierta. Horas después recalan en otro puerto adonde los indios piden lo mismo, que bajen todos para agasajarlos y darles contentamiento, el capitán Francisco Pizarro está espantado de ver tanta razón en estas gentes, y de verlos limpios y bien vestidos, por eso se anima a bajar para ser atendido de igual manera y dar el mismo sermón de antes que los indios echan a la risa, que entendieren que pronto serían súbditos del rey Carlos de España, e izaron la bandera con la misma fiesta y el mismo jolgorio, y le dieron estos principales muchachos para que al regreso supieran la lengua, entonces el tripulante Ginés pidió licencia que lo dejaran allí y Alonso de Molina se sumó de inmediato, pero quiere que lo dejen en Tumbes hasta que vuelvan con gente para poblar esta tierra, y allí queda muy encargado a los indios por el capitán Pizarro que les dice que lo deja en señal de amistad verdadera, lo que les causa mucha felicidad, y parten con muchas ovejas para llevar de muestra, luego recalan en un puerto que llaman de Santa Elena adonde los indios acercan las balsas para repetir los agasajos, suben a bordo muchos principales con regalos, y manifiestan que están todos muy contentos de conocer gentes tan buenas y amigos de verdad y por eso les traen mantas de algodón y de lana que ponen sobre sus espaldas y les cuelgan chaquiras; al ruido Halcón se despierta y sube con las cadenas a cubierta, y a grandes voces por Francisco Pizarro dice: Quien vio asno enchaquirado ni alabardado como ese, y lo señala, para proseguir hablando a los indios, que lo que quieren los cristianos es usurparles su reino, que son unos mentirosos y traidores, unos buenos tales por cuales. El capitán se apresura a desmentirlo y a decirles que está loco de remate.

De los peninsulares que quedaron por estos lados se dice que dos de ellos fueron a Quito a hablar con Guainacapa y que al llegar este había muerto y ellos habrían sido ayudados a correr la misma suerte, otra versión dice que fueron viciosos de mujeres y tan aborrecidos por eso que los finaron sin miramientos…