¿Los moriscos catalanes tenían un origen norteafricano?

La investigación moderna desmiente el falso mito de la invasión árabe que dividió la península Ibérica en dos bloques étnicos

Tortosa, en algún momento del año 714. El ejército árabe de Táriq ibn Ziyad (que tres años antes había cruzado el estrecho de Gibraltar) pasaba el río Ebro e iniciaba la conquista militar del extremo nororiental de la península Ibérica, el territorio que actualmente corresponde a Catalunya y que en aquel momento era la mitad norte del conventus Tarraconense (una de las tres subdivisiones de la provincia hispanovisigótica de la Tarraconense o Iberia). Durante siglos, la historiografía española se empeñó en relatar aquel fenómeno como una invasión, protagonizada por centenares de miles de árabes y de bereberes, que alteró radicalmente el paisaje étnico peninsular. Pero las investigaciones más recientes delatan que el elemento árabe y bereber fue muy minoritario, sobre todo en el norte del Ebro. Así pues, ¿quiénes eran los moriscos catalanes?

Mujeres moriscas hispánicas (siglo XVI) / Fuente: Germanisches Nationalmuseum Nürnberg

La conquista árabe

Según la profesora Dolors Bramon (de la Universitat de Barcelona), que ha estudiado sobradamente este fenómeno, los árabes y los bereberes islamizados que cruzaron el estrecho de Gibraltar durante el primer siglo de conquista y dominación musulmana de la península Ibérica (711-801) no pasaban de los 100.000. Esta cifra, que a priori nos puede parecer muy significativa, resultaría muy baja comparativamente a los seis o siete millones de habitantes que, se estima, poblaban la Península a principios de la centuria del 700. Es decir, durante el primer siglo de conquista y dominación, la suma de árabes y bereberes no representó nunca más de un 2% del total de la población peninsular. Entonces, ¿cómo se explica la rápida conquista del territorio peninsular y, sobre todo, la también rápida arabización e islamización de aquella sociedad?

La islamización

Estudios recientes del Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Sevilla revelan que, en la península Ibérica, la propagación del islam precedió la conquista militar árabe. Es decir, cuando el ejército de Táriq entró en Tortosa y en Lleida (714), el islam era una confesión que ya estaba presente en aquella sociedad. Sobre todo entre las clases más humildes, que la abrazaron como un elemento liberador, claramente contrapuesto al cristianismo que predicaban las jerarquías eclesiásticas, convertidas en una de las patas del poder de la monarquía visigótica hispánica. No obstante, la profesora Bramon afirma que el proceso de islamización del conjunto de la sociedad hispanovisigótica no sería fácil ni rápido. En el caso de la futura Catalunya, por ejemplo, se produciría un éxodo importante hacia el reino de los francos, que sería el primer exilio de nuestra historia.

Familia morisca hispánica (siglo XVI) / Fuente: Germanisches Nationalmuseum Nürnberg

La arabización

Y con la arabización de aquella sociedad, pasó tres cuartos de lo mismo. Durante décadas, la lengua coloquial de uso mayoritario en Turtusha (Tortosa) o en Larida (Lleida) fue el mismo latín vulgar anterior a la conquista, con una progresiva influencia del árabe y del amazig de los nuevos dominadores, que con el transcurso del tiempo lo alejaría de las lenguas románicas del otro lado de los Pirineos. Pero este paisaje multicultural (con la convivencia de tres lenguas: latín vulgar, árabe y amazig) y multiconfesional (con la convivencia de cuatro religiones: islam, cristianismo, judaísmo y paganismo precristiano) entraría en crisis, paradójicamente, a medida que se consolidaba la singularidad del mundo árabe peninsular, es decir, andalusí, con la independencia política (proclamación del emirato de Córdoba, 773) y religiosa (proclamación del califato de Córdoba, 929).

La sociedad andalusí de Turtusha y de Larida

Los estudiosos de aquella etapa histórica atribuyen esta singularidad a una combinación de factores. Por una parte, el escaso peso demográfico de los conquistadores (aquel 2% que mencionábamos anteriormente). Y por otra, la relevancia que, en aquella nueva sociedad, adquirieron las oligarquías hispanovisigóticas arabizadas e islamizadas durante y después de la conquista. Estos elementos nos permiten trazar un dibujo bastante preciso del conjunto de la sociedad de Turtusha y de Larida durante los dos primeros siglos de dominación árabe (VIII y IX). Y nos permiten afirmar que la empresa árabe alteró sustancialmente el paisaje cultural; pero, en cambio, no pasó lo mismo con la composición étnica de aquellas sociedades. La sociedad andalusí de Turtusha y Larida tendría la misma raíz genética que sus vecinos y enemigos situados en las faldas del Pirineo.

Horno de moriscos hispánicos (siglo XVI) / Fuente: Germanisches Nationalmuseum Nürnberg

La mal llamada “reconquista”

No obstante, a las puertas del año 1000 el latín vulgar y la confesión cristiana habían desaparecido totalmente de Larida y de Turtusha. Cuando los ejércitos catalanes de Ramón Berenguer IV entraron en Tortosa (1148) y en Lleida (1149) ―las últimas grandes plazas árabes en el territorio de la futura Catalunya―, ya no quedaba ningún vestigio de aquella antigua diversidad. Aquellas sociedades habían sido profundamente arabizadas e islamizadas, sobre todo a partir de la aparición de la amenaza carolingia (conquista de la Seu d’Urgell y Girona, 785, y Barcelona, 801) y, especialmente, durante la etapa de radicalización religiosa impuesta por los imperios almorávide y almohade (siglos XI y XII) que intentaron reeditar el califato. Y, para remachar el clavo, excepto una pequeña minoría, fueron masivamente expulsados hacia los dominios musulmanes del levante y del sur peninsulares.

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