Atrapar el instante.

El último tercio del siglo XIX es el escenario en el que, fundamentalmente en, se asiste al nacimiento de una nueva corriente pictórica: el Impresionismo. Este movimiento agrupa a una serie de pintores cuyo objetivo principal es captar el efecto producido por la variación de la luz. Los impresionistas plantan sus caballetes en escenarios naturales, anotando las tonalidades atmosféricas y los reflejos lumínicos sobre las cosas a diferentes horas del día, con el fin de captar el momento fugaz, la impresión instantánea. Como la luz varía a cada instante, emplean técnicas que les permiten trabajar con rapidez: pinceladas sueltas y vigorosas, sin atender al detalle.

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Los grandes maestros.

En el arte impresionista confluyen una serie de corrientes que en ocasiones se confunden y entremezclan; de ahí que a menudo se incluyan dentro de este estilo a pintores que apenas participaron de sus características. Como primero referencia, se denominó impresionistas a los artistas que mostraron sus obras en las exposiciones organizadas entre 1974 y 1886 como alternativa al Salón Oficial, donde se exhibía el arte que recibía el reconocimiento insmille Pissarro, Edgar Degas, Alfred Sisley, Berthe Morisot y, marginalmente, Edouard Manet, precursor y simpatizante.

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Manet y sus seguidores.

En 1863 estalló un auténtico escándalo cuando Edouard Manet (1832-1883) expuso un cuadro en el que había representado a dos personajes vestidos como burgueses comiendo en un cuadro junta una muchacha desnuda. La sociedad que frecuentaba las exposiciones de arte consideró que su contenido era inadecuado. Además, en el aspecto técnico, el cuadro había sido tratado de modo sucinto, en comparación con las obras académicas, rematadas hasta en sus últimos detalles. Con este cuadro, titulado “El almuerzo campestre”, Manet avanzaba un nuevo lenguaje pictórico: el Impresionismo. Más tarde, sus ideas alcanzarían el reconocimiento de la crítica gracia a la obra de reconocidos impresionistas, como Edgar Degas, Pierre Auguste Renoir o Claude Monet. 

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El Neoimpresionismo.

Hacia 1880 las corrientes denominadas neoimpresionistas tratan de profundizar aún más en el estudio del color. En vez de rodearse de naturaleza y de luz para recibir directamente las sensaciones visuales, los pintores puntillistas en Francia y los divisionistas en Italia reconstruyeron en los talleres, con métodos científicos, el color y la luz sobre la tela. El iniciador del puntillismo, el pintor francés George Seurat (1859-1891), creó una técnica pictórica nueva, consistente en aproximar al máximo pequeños puntos, utilizando para ello colores contrastes o complementarios.

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Puntos y trazos.

Los cuadros puntillistas y divisionistas están constituidos por puntos o por pequeños trazos que dan forma a las figuras y los elementos representadas gracias a la hábil yuxtaposición de colores contrastantes. Esta técnica busca plasmar en la pintura a la descomposición prismática de la luz natural. Son, por lo tanto, cuadros para ser contemplados a distancia: los colores se mezclan en la retina del observador, mostrando un aspecto homogéneo, aunque llevo de vid. Esta técnica fue iniciada por su discípulo Paul Signac (1863-1935), quien sustituyó los puntos de color por pinceladas mínimas, casi puntiformes.  

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