Las coníferas son una de esas plantas imprescindibles en cualquier jardín, ya que son muy tupidas y pueden servir para rodear la casa. Además, existen muchas variedades y, aunque la mayoría son árboles, también hay otras que son arbustos.
Algunos ejemplos de coníferas son el ciprés cupressus, el ciprés común, el pino, los abetos o la tuya, entre otros. Algunas de las variedades son más pequeñas, por lo que suelen ser las que se planten en maceta. De todos modos, todas las variedades de coníferas son fáciles de cuidar y no requieren demasiadas atenciones especiales.
Así, soportan condiciones adversas y temperaturas de todo tipo, tanto el frío del verano como las temperaturas más cálidas del invierno. De hecho, basta con tener cuidado de refrescar un poco las hojas en verano.
Sin embargo, en cuanto al riego, es importante que tenga drenaje para eliminar el agua sobrante, tanto si están en una maceta como si están en el suelo. Esto es debido a las raíces de las coníferas, que no soportan el exceso de agua, según Verdecora.
También en relación al riego, hay que prestar atención a la cantidad de agua. Esto va a depender del tipo y el tamaño de coníferas. No es lo mismo una enana que una grande y también se diferencian las de crecimiento lento y las de crecimiento rápido.
En cuanto al abono, durante los dos primeros años después de plantación es necesaria una mayor cantidad de abono pero, después, bastará con fertilizar un máximo de tres veces al año.
Por último, hay que podar la conífera. Para su crecimiento, el momento ideal es al comienzo de la primavera. En cambio, si lo que se quiere es detener su evolución hay que podar entre abril y mayo.
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