ESTUDIS SOBRE CONFLICTES SOCIALS
Transiciones
en el mundo contemporáneo
Alberto Reig Tapia & Josep Sánchez Cervelló (coords.)
Estudis sobre Conflictes Socials
Direcció
Alberto Reig Tapia
Josep Sánchez Cervelló
Consell de redacció
Mario Arias Oliva, Jordi Àngel Carbonell Pallarés,
Santiago Castellà Surribas, Coral Cuadrada Majó,
Manuel Fuentes Vázquez
Consell assessor
Manuel Alcántara Sáez (Universidad de Salamanca),
Enrique Gil Calvo (Universidad Complutense de Madrid),
Carlos Imaz Gispert (Universidad Nacional Autónoma
de México), María Rosa Lojo (Consejo Nacional de
Investigaciones Cientíicas y Técnicas, Argentina), Paul
Preston (London School of Economics and Political
Science), Francesc M. Quílez Corella (Museu Nacional
d'Art de Catalunya), Ángel Viñas Martín (Universidad
Complutense de Madrid)
CONGRÈS
INTERNACIONAL
SOBRE
TRANSICIONS EN EL MÓN
CONTEMPORANI
7, 8 i 9 de Maig de 2014
Universitat Rovira i Virgili,
Tarragona
Dins les activitats pròpies del CECOS (Centre
d’Estudis sobre Conflictes Socials), ens hem
proposat organitzar un nou Congrés per tractar la
temàtica, sempre controvertida, dels processos
de transició política contemporanis, amb
l’objectiu de generar una àmplia reflexió i
posterior debat.
És per això, i en el context de la globalització i
l’actual crisi que sacseja tan violentament el
nostre planeta, que volem parlar de tr
transicions
humanes i polítiques, de transformacions de la
societat, aprofundint també en els canvis en els
moviments socials, en la llibertat d’expressió… I
d’aquesta manera abordar, des de la
pluridisciplinarietat, la transició en el seu
concepte més ampli
ampli.
Donat el caràcter interdisciplinari d’aquest Congrés,
es podran presentar treballs de recerca, experiències
professionals i comunicacions que tinguin com a
PRO
9:00
DIM
Repartiment de crede
9:30
Paraules del Magn. Re
Grau i Vidal i degans
Bondia i Lletres, Josep
Bondia,
9:30
Conferència inaugural
Excm. e Ilm. Moham
Àrab Sahra
Repú
República
poble sahrauí per la in
10:15 Josep
Sánchez Ce
Contemporània i degà
URV "Transicions a l'À
URV:
11:00 Manuel Fuentes, P
Hispanoamericana de
literària en la revist
Virgilio Piñera".
12:00 Vicenç Navarro, Cate
UPF: "La Segona Tran
Transiciones en el mundo contemporáneo
Coordinación de
Alberto Reig Tapia
Josep Sánchez Cervelló
Tarragona, Ciudad de México, 2016
Edita:
Publicacions Universitat Rovira i Virgili
Universidad Nacional Autónoma de México
1.ª edición: noviembre de 2016
ISBN URV: 978-84-8424-500-1
1.ª edición en papel: noviembre de 2016
ISBN URV: 978-84-8424-397-7
ISBN UNAM: 978-607-02-8495-3
Depósito legal: T 1515-2016
DOI: 10.17345/9788484243977
Publicacions de la Universitat Rovira i Virgili
Av. Catalunya, 35 - 43002 Tarragona
Tel. 977 558 474 · publicacions@urv.cat
www.publicacions.urv.cat
Universidad Nacional Autónoma de México
Departamento de Publicaciones
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Circuito Mario de la Cueva s/n · Ediicio G, Planta Baja,
Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, c.p. 04510, México
Teléfono: 56 22 94 70 ext. 84130, 84131
www.unam.mx
Imagen de cubierta: Choice, Dominique Bernardini
<https://goo.gl/GN6aDy>
Con la colaboración de
Esta obra está bajo una licencia Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported de
Creative Commons. Para ver una copia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-ncsa/3.0/ o envíe una carta a Creative Commons, 171 Second Street, Suite 300, San Francisco,
California 94105, USA.
¶ Esta editorial es miembro de la Xarxa Vives y de la UNE, lo que garantiza la difusión
y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.
SUMARIO
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Alberto Reig Tapia y Josep Sánchez Cervelló
I. Teorías de la transición
La transición como concepto en la ciencia política y la historia:
un juego de palabras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Enric Ucelay-Da Cal
Transiciones en la transición: Lo que transita, lo que pasa, lo que cambia
y lo que dura.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Paul Aubert
II. Transiciones en Europa
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan
Carlos I y el derecho a decidir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Alberto Reig Tapia
Procesos de transición en la Europa del Este . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
Jan Klíma
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia
en Portugal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
Maria Inácia Rezola
Federalisme, «cafè per a tothom» i crisi de l’estat de les autonomies . . 177
Josep Pich
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segunda
Guerra Mundial hasta la caída del régimen socialista de Estado. . . . . . 207
Xavier Moreno Juliá
Evolución del cooperativismo durante la transición española . . . . . . . . 227
Lluís Carreras Roig
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros
publicados en 1974 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
Juan Manuel González Sáez
Transiciones en el mundo contemporáneo
«Ya estábamos en los tiempos de la transición». El cambio social bajo
los pies del franquismo: espacios, socialización y desafíos en la
Cataluña rural (1960–1976) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
Cristian Ferrer González*
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación
y evolución del espacio y la vida pública en la provincia de Tarragona
(1931–1942) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
Jordi Carrillo Caro
La Transició i el retorn de la maçoneria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
Quim Vendrell Moreno
El moviment opositor polític i obrer durant la transició a Tarragona . . . 335
Marc Suanes Larena
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres
àmbits d’anàlisi sobre la «Transició» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
Joel Sans Molas
III. Transiciones en otros continentes
El Bing bang portugués y la transformación geopolítica en el último
tercio del siglo xx . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377
Josep Sánchez Cervelló
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un
análisis crítico desde las primaveras de 2011 a la actualidad . . . . . . . . . 417
Oliver Klein Bosquet
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder
asiàtic . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439
Ester Magriñá Lozano
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión . . . . . . . . . . . . . . 463
Lukas K. Sosoe
La transición de los cangrejos y la falaz democracia mexicana . . . . . . . 479
Carlos Ímaz Gispert
La participación cubana en la guerra de Angola. Cuito Cuanavale:
la victoria sobre la Sudáfrica del apartheid . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 497
Sandra Guerra Maseda
6
Transiciones en el mundo contemporáneo
IV. Otras visiones de la transición
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de
Virgilio Piñera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 513
Manuel Fuentes Vázquez
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas
de igualdad de género. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 531
Un apunte sobre el caso de España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 531
Inma Pastor y Paloma Pontón
Las naciones unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre
la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías
de no repetición y su visita a España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 555
Santiago J. Castellà Surribas
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo
a la democracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 577
Rosa Rodríguez Sánchez
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre
movidas anduvo el juego) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 603
José Carlos Suárez
Art exempliicat per models de transició: arquitectura barroca a
l’arxidiòcesi tarragonina a inicis del segle xix? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 633
Anna Isabel Serra Masdeu
Poniéndole el cascabel al gato. En torno al concepto de la cultura
de la transición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643
Aleix Romero Peña
Els Xiquets de Valls i la seva transició: De l’«ordeno y mando» a
l’«entre tots ho farem tot» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 655
Àlex Cervelló Salvadó
Estabilidad transicional vs. justicia transicional y el papel de la justicia
universal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 667
Héctor Sánchez Margalef
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones
de la Unió de Pagesos en la construcción de la democracia en la
Cataluña rural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 679
Guillem Puig Vallverdú
Epílogo: Juan Carlos I, un balance histórico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 697
Paul Preston
7
UN MUNDO EN PERMANENTE TRANSICIÓN
Alberto Reig Tapia y Josep Sánchez Cervelló
«Todo cambia», todo se halla en continua transformación, como quiso
expresar el ilósofo presocrático Heráclito, según nos dice Platón: Πάντα
ῥεῖ, «Todo luye», expresión con que esquematiza su supuesta opinión de
que todo está sujeto a un cambio permanente. Y, efectivamente, así es. El
mundo se encontraría, pues, en un proceso ininterrumpido de transición
y transformación, con aceleraciones históricas e incluso ralentizaciones
inevitables, pero siempre en movimiento.
El concepto de transición es necesariamente confuso, porque siempre
resulta difícil delimitar cuál es el punto de partida de cualquier proceso
de cambio político, económico o cultural en la sociedad, así como si es
meramente coyuntural o afecta al conjunto de la estructura de un país.
En esa búsqueda del origen bien podríamos acabar retrotrayéndonos al
Big Bang; ijar el punto de llegada o deinitivo es de por sí imposible de
establecer, lo que a su vez nos conduciría hasta la mismísima eternidad, de
suyo inalcanzable. En consecuencia, la delimitación del origen y término
de cualquier proceso será siempre convencional y relativa.
Para el conjunto de las ciencias sociales, los procesos de cambio político han tenido siempre un considerable interés, pues permiten entender
mejor las sociedades modernas y actuar en consecuencia en su seno. En
tales procesos, los conceptos de modernización, transición y revolución
acaparan siempre la atención. Si la ciencia no fuera mínimamente predictiva —y dentro de ella hay que incluir las ciencias sociales— y no nos
ayudara a conigurar un equilibro, una estabilidad y un progreso social
beneicioso para el conjunto de la sociedad, no tendría el interés ni la importancia que indudablemente tiene.
Este libro, que gira en torno al concepto de transición, es fruto de las
ponencias y comunicaciones presentadas en el Congreso Internacional
sobre Transiciones que se celebró del 7 al 9 de mayo de 2014 en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. En él quisimos estudiar los procesos
de transición y transformación en el mundo contemporáneo y la serie de
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 9–14.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Transiciones en el mundo contemporáneo
conlictos que suscitan en los más diversos ámbitos desde una perspectiva
abiertamente pluridisciplinar.
Han sido tantos los procesos de transición que se han sucedido a lo
largo del último tercio del siglo xx y los que se han seguido produciendo hasta la actualidad que bien puede hablarse de una nueva disciplina
académica, la transitología, concepto acuñado por el politólogo norteamericano Philippe C. Schmitter,1 que, sin embargo, quizá por su extrema
utilidad en los más variados campos de las ciencias sociales, aún no ha
adquirido un rango especíico en ninguno de ellos, por más que todos se
interesen por él.
En todas las sucesivas olas (waves) democratizadoras que, a partir
de la obra clásica del politólogo de la Universidad de Harvard, Samuel P.
Huntington, se han dado en el mundo (la primera, entre 1828 y 1926; la
segunda, entre 1943 y 1962; y la tercera, a partir de 1974), ha suscitado
un gran interés el estudio de cómo cambian los regímenes políticos, de
acuerdo con el estudio clásico de Leonardo Morlino.2
Toda transición desde un régimen de dictadura a uno democrático
es siempre ambigua. Es más nítido el punto de partida; es más nítida la
dictadura de la que se parte que el objetivo perseguido: el establecimiento
de un sistema político democrático. Todo proceso de transición no deja
nunca de ser un continuo hasta su instauración y deinitiva consolidación
democrática. La obra de Morlino, Juan José Linz y Alfred Stephan ha resultado fundamental en este sentido.3
Es complejo determinar cuándo está deinitivamente consolidada una
democracia y a qué nos estamos reiriendo cuando hablamos de democra-
1 Véase Philippe C. Schmitter y Guillermo O’Donnell, Transitions from Authoritarian
Rule: Tentative Conclusions about Uncertain Democracies (Johns Hopkins University Press.
Baltimore, 1986); traducción española, Transiciones desde un gobierno autoritario/4. Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas (Paidós. Buenos Aires, 1991).
2 Samuel P. Huntington, he hird Wave. Democratization in the Late Twentieth Century
(University of Oklahoma Press. Oklahoma, 1991); traducción española, La tercera ola. La
democratización a inales del siglo xx (Paidós. Barcelona, 1995). Leonardo Morlino, Come
cambiano i regimi politici. Instrumenti di analisi (Franco Angeli. Milano, 1980); traducción
española, Cómo cambian los regímenes políticos (Centro de Estudios Constitucionales. Madrid, 1985).
3 Juan José Linz y Alfred Stepan, Problems of democratic transition and consolidation:
Southern Europe, South America, and Post-Communist Europe (Johns Hopkins University
Press. Baltimore, 1996).
10
Transiciones en el mundo contemporáneo
cia. Desde Schumpeter,4 hemos convenido que partimos de la democracia
procedimental como requisito previo para alcanzar cualquier otro ideal
democrático que trate de resolver los problemas que, inevitablemente, genera toda sociedad humana, como ya nos advirtió Montesquieu. Desde
entonces, la teoría de la democracia no ha dejado de desarrollarse gracias a las relevantes aportaciones de autores como Robert Dahl,5 Norberto
Bobbio6 o Giovanni Sartori,7 entre otros.
Los organizadores del congreso sobre transiciones en el mundo contemporáneo éramos plenamente conscientes de la imposibilidad de abarcar toda la complejidad analítica que ofrecen los numerosos procesos de
transición que se han ido dando a lo largo del pasado siglo xx y lo que
llevamos del actual. ¿En qué momento se puede hablar nítidamente del
inicio de un proceso democratizador que vaya más allá del maquillaje permanente de que se sirven las dictaduras para tratar de legitimarse ante la
historia, que no ante su pueblo, mientras no sacan las urnas del armario,
si no las han roto previamente y, por tanto, hay que fabricarlas de nuevo?
Hemos ordenado las ponencias y las comunicaciones más relevantes
en cuatro bloques. En un primer bloque (I. Teorías de la transición) hemos incluido dos importantes ponencias: una sobre el concepto mismo de
transición, desde la óptica de la historia y la ciencia política, que brillantemente abordó el profesor Enric Ucelay da Cal analizando la relación entre
4 Joseph A. Schumpeter, Capitalism, Socialism and Democracy (Harper & Row. Nueva
York, 1942); traducción española, Capitalismo, socialismo y democracia (Aguilar. Madrid,
1968, 2 vol.).
5 Robert Dahl, Who Governs? Democracy and Power in an American City (Yale University
Pres, New Haven, 1961); traducción española, ¿Quién gobierna? (Centro de Estudios
Sociológicos. Madrid, 2010). Otros muchos libros decisivos para la teoría de la democracia,
como A preface to democratic theory: How does popular sovereignty function in America?
(University of Chicago Press. Chicago, 1956), Pluralist democracy in the United States: conlict
and consent (Rand McNally. Chicago, 1967), Dilemmas of pluralist democracy: autonomy vs.
control (Yale University Press. New Haven, 1982), Democracy and its critics (Yale University
Press. New Haven, 1989), On Democracy (Yale University Press. New Haven y Londres,
1998), etc.
6 Norberto Bobbio, El futuro de la democracia (Fondo de Cultura Económica. México, 1986)
y Estado, gobierno y sociedad: por una teoría general de la política (Fondo de Cultura Económica. Madrid, 2003).
7 Giovanni Sartori, Teoría de la democracia. 1. El debate contemporáneo y 2. Los problemas
clásicos (Alianza. Madrid, 1988), La democracia después del comunismo (Alianza. Madrid,
1993), ¿Qué es la democracia? (Taurus. Madrid, 2003), La democracia en 30 lecciones (Taurus.
Madrid, 2009).
11
Transiciones en el mundo contemporáneo
dos conceptos fundamentales, como son los de revolución y transición;
la otra, del reputado hispanista Paul Aubert, sobre lo que transita, lo que
pasa, lo que cambia y lo que perdura en las variadas transiciones que, de
hecho, se producen en un proceso general de cambio.
En un segundo bloque (II. Las transiciones en Europa), Alberto Reig
Tapia analiza críticamente el supuesto fracaso de la transición española
a la democracia que sostienen algunos centrándose en el debate político
al respecto, en la igura del rey Juan Carlos y en el reclamado derecho a
decidir del nacionalismo catalán. Jan Klima traza un amplio panorama
de las transiciones en los países del Este, con especial referencia a Polonia, Hungría, la antigua República Democrática Alemana, la escindida
Checoslovaquia, Rumanía, Albania y la antigua Yugoslavia. Maria Inázia
Rezola estudia la caída de la dictadura más larga de Europa, espoleada
por el Movimiento de las Fuerzas Armadas portuguesas (MFA), y la revolución que le siguió como consecuencia, fundamentalmente, del gran
desgaste y la desmoralización que sufrieron los militares portugueses en
la defensa de sus colonias, que anunciaban el in del imperio portugués.
Por su parte, Josep Pich i Mitjana analiza la transición española desde un
Estado extremadamente centralizado hacia uno compuesto y respetuoso
con las minorías nacionalistas; considera que el Estado de las autonomías
ha entrado en crisis, que maniiesta tendencias recentralizadoras y se aleja
de soluciones federalistas o confederales, negándose por otra parte a aceptar una hipotética secesión de Cataluña. A su vez, Xavier Moreno Juliá se
ocupa de la interesante transición en la católica Polonia desde la Segunda
Guerra Mundial hasta la caída del régimen comunista.
Todavía dentro de ese segundo bloque se ofrece un amplio abanico de
comunicaciones sobre la evolución del cooperativismo español (Lluís Carreras), el impacto de la revolución portuguesa de los claveles en España
(Juan Manuel González Sáez), los cambios sociales en la Cataluña rural
(Cristian Ferrer González), la transformación y evolución del espacio público en Tarragona (Jordi Carrillo Caro), el retorno de la masonería durante la transición (Quim Vendrell Caro) y la oposición política y obrera
en Tarragona (Mar Suanes Larena). Cierra el bloque un análisis, desde
tres ámbitos distintos, del cambio del régimen franquista a la monarquía
parlamentaria, a cargo de Joel Sans Molas.
En el tercer bloque (III. Transiciones en otros continentes), Josep
Sánchez Cervelló estudia la repercusión de la revolución portuguesa en
sus antiguas colonias explicando cómo la descolonización portuguesa de
12
Transiciones en el mundo contemporáneo
Angola y Mozambique inluyó en las de Namibia, Zimbabue y Sudáfrica y supuso la desaparición del África blanca. Oliver Klein, por su parte,
partiendo de la implosión de los hechos de diciembre de 2010 en Túnez,
investiga los efectos que ha tenido la llamada Primavera Árabe, que se
extendió fundamentalmente de forma violenta entre enero y el verano de
2011 por Egipto, Libia, Bahréin, Yemen y Siria, entre otros países del conglomerado árabe-musulmán. Esther Magriñá se ocupa del despertar del
gigante chino y la pérdida de la hegemonía occidental en la zona en favor
del poder asiático. Lukas Sosoe, en su ponencia sobre contractualismo,
la cuestión nacional y la secesión, examina la importante cuestión de la
secesión en el marco del estado moderno y destaca la confusión existente en torno al derecho de autodeterminación de los pueblos, que plantea
más problemas de los que pretende resolver. Carlos Ímaz nos traza un
lúcido y pesimista análisis de la controvertida conceptualización del régimen mexicano como democracia y la llamada transición democrática que
siguió a la derrota electoral del PRI (Partido Revolucionario Institucional)
que gobernó México desde 1929 hasta el 2000 y que cedió la presidencia
al PAN (Partido de Acción Nacional) en la persona de Vicente Fox. Cierra
el bloque Sandra Guerra Maseda con un estudio sobre la participación
cubana en la guerra de Angola.
En el cuarto y último bloque (IV. Otras visiones de la transición) hemos reunido las ponencias que abordan la transición desde otras perspectivas o análisis más focalizados. Así, Manuel Fuentes se ocupa de la revista
cubana Ciclón; Inma Pastor y Paloma Pontón se centran en las políticas
públicas de igualdad de género; Santiago Castellá aborda la justicia transicional en la legislación internacional para la promoción de la verdad, la
justa reparación y las garantías de no repetición; Rosa Rodríguez repasa
la legislación laboral y los conlictos sociales; José Carlos Suárez presenta
el cine, la música y la pintura como espacios de creación; Anna Isabel Serra Masdeu analiza los modelos de transición artística en la arquitectura
barroca en la archidiócesis de Tarragona; Aleix Romero Pena se centra en
la llamada cultura de la transición; Àlex Cervelló Salvadó estudia y contextualiza los cambios de la colla castellera de los Xiquets de Valls desde
el franquismo hasta la democracia; Héctor Sánchez contrapone la estabilidad y la justicia transicional, y Guillem Puig Vallverdú analiza el proceso
democratizador en la Cataluña rural a través de la Unió de Pagesos.
El libro se cierra con un epílogo del profesor Paul Preston expresamente escrito para la ocasión, pues por razones de salud no pudo presen-
13
Transiciones en el mundo contemporáneo
tarlo en el congreso. Le agradecemos especialmente su aportación, pues
en el interregno entre la celebración del congreso y la publicación de los
textos correspondientes se produjo la abdicación de Juan Carlos de Borbón, lo que ha permitido al profesor Preston trazar un breve balance de
su reinado.
14
I. TEORÍAS DE LA TRANSICIÓN
LA TRANSICIÓN COMO CONCEPTO EN LA CIENCIA POLÍTICA
Y LA HISTORIA: UN JUEGO DE PALABRAS
Enric Ucelay-Da Cal
Universidad Pompeu Fabra
enric.ucelay@gmail.com
Resumen
En este ensayo, se explorará la relación entre los conceptos de revolución y
transición. Se hará hincapié en cómo se ha prestado mucha atención al primer término, pero se ha ignorado la poderosa inluencia del segundo en
las últimas décadas del siglo xx. Se concluirá que históricamente ha predominado la idea de transición y que esta ha superado a la de revolución,
pero que la retórica —tanto la positiva de la izquierda como la negativa de
la derecha— ha seguido con retraso este proceso.
Palabras clave
Conceptos de politología; conceptos de historia; ilosofía de la historia; la
transición como idea; la revolución como idea.
Abstract
In this essay the author explores the interaction between the concepts
of “revolution” and “transition”. He argues that although much more
attention has been paid to the irst term, the enormous inluence of
the second, especially in the last decades of the 20th century, has oten
been overlooked. he author’s conclusion is that, in historical terms, the
idea of “transition” has had a much more substantial efect than that of
“revolution”, but that both let-wing and right-wing rhetoric has not kept
pace with this oten subtle process.
Key words
Political science concepts; historical concepts; philosophy of history;
transition as an idea; transition/revolution as ideas.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 17–54.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Enric Ucelay-Da Cal
Cuatro líneas de presentación
Day and night, night and day
Estribillo de la famosa canción de amor Night and day (1932), de Cole Porter
(1891–1964).
¿Qué es una transición? ¿Por qué se ha puesto de moda esta expresión en
tantos sitios durante las últimas tres décadas del siglo xx?
Cuando debe entenderse y explicarse un concepto o situar un término, sobre todo cuando es político, se tiene un único punto de partida, que
es muy sencillo: la propia palabra. El recurso inmediato es el diccionario,
o mejor dicho, los diccionarios, en plural; cuantos más, mejor. Siempre se
empieza por las etimologías. ¿De dónde proviene la idea que se busca? ¿En
qué idioma nació y cómo se desarrolló? ¿Qué otras lenguas se apropiaron
de esta palabra (o palabras) y con qué modismos? ¿Cuándo se generalizó
y en qué ámbito? ¿Qué signiicados ha tenido? ¿En qué circunstancias? Sin
estas preguntas, no puede entenderse cómo un giro se convierte en moda,
regional o mundial, se impone y, si puede percibirse maduración de la
noción, cómo se populariza y cuándo y mediante qué componentes puede
empezarse a entender algo.
Esto es, mejor dicho, puede formularse una hipótesis. Si se preiere, se
hace una idea de la idea. Más no puede hacerse por razones muy prácticas.
Los diccionarios son tan poco de iar como las enciclopedias, y las etimologías son en el mejor de los casos harto aproximativas, siempre dudosas.
¿Seguro que la primera vez que se usó esa palabra fue en aquel año y no
antes?
El gran problema, por añadidura, es el cruce permanente entre lenguas. Regularmente servidor habla tres lenguas, puedo mantener la icción
de hablar otras tres que sí leo sin diicultad y ahí se va acabando el recurso
a la variedad. Algo sé de vocabulario en otras hablas y, encima, conozco
términos concretos en otras más. No obstante, las palabras son traidoras.
¿Qué es: jerga o argot? ¿Vulgarismo o lengua especializada? ¿Dialecto o
expresión de tipo técnico? ¿Literatura o sencillamente error?
A causa de todas estas dudas lingüísticas, no puede irse más allá del
formato de ensayo. No puede realizarse una investigación documentada,
seria, rigurosa. Sin embargo, se intentará explicar qué se sospecha o entiende que puede ser una transición y cómo ha evolucionado histórica-
18
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
mente esta palabra. No obstante, lo que se presenta es, dicho inamente,
muy tentativo. Hay mucho más que no se sabe de lo que parece que se
conoce y expone aquí.
Se va a los diccionarios. Se consulta, pues, el inmenso Oxford English
dictionary, iniciado por James Murray (1837–1915), obra que siempre
es una maravilla funcional ante las profundidades del inglés, como no
podía ser de otro modo, ya que un loco certiicado —para más señales
un asesino— un médico llamado W. C. Minor (1834-1920) dedicó su
abundante tiempo «libre» (estaba encerrado en una celda particular,
junto con su biblioteca, en un manicomio victoriano) a veriicar y fechar
los usos de las palabras (véase he professor and the madman, de Simon
Winchester, de 1998, libro que relata tan sorprendente ayuda)1.
Y se encuentra una sorpresa. Ya a mediados del siglo xvi, el sentido
de la palabra transition en inglés resulta del todo actual: es el paso de un
estado de ser a otro, o por implicación, de un estadio en un proceso al paso
siguiente. A inales de esa misma centuria, se había extendido su sentido al
paso de un argumento a otro en la escritura, el pensamiento o las arengas.
En francés, se recurre siempre, en primera instancia, al iel diccionario de Émile Littré (1801–1881), una decimonónica guía de iar en esta
lengua. En ambos idiomas, que tienen una marcada relación entre ellas
—es decir, se copian mutuamente con frecuencia—, se comparte una misma deinición del término transition, escrita igual en francés que en inglés.
Vengan más diccionarios, incluido el clásico repertorio de Autoridades
de la Real Academia Española en su primera edición de seis volúmenes,
aparecidos entre 1726 y 1739, que no acaban de concordar, puesto que
ofrecen una polisemia considerable, que no se aclara con las palabras de
evidente vínculo, como el sustantivo tránsito o el verbo transitar. El remite
etimológico al latín no clariica, sino que complica el tema. Así lo deja claro, por ejemplo Léon Clédat (1851–1930), en su Dictionnaire étymologique
de la langue française (1914), quien agrupa transir, transit, transitif, transition y transitoire en un error en común, de cuyos orígenes se desentiende
del todo. Para entender la expresión transición y su actual popularidad,
debe elaborarse de forma obligatoria una historia de la palabra. No hay
más remedio.
Esto, como era de esperar, con una raíz latina, lleva al mundo clásico,
a lo que podría llamarse la Antigüedad referencial. Sin embargo, también
1 Se han suprimido las notas en este ensayo por su extensión.
19
Enric Ucelay-Da Cal
debe pasarse por la base de todas las formas (incluidas las políticas), que
es la geometría. Se formula así, pues se entiende que la transición es una
de muchas ideas constituyentes, es decir, formas de cambio político-social
con sentido legitimador.
La inmovilidad política de los antiguos y el problema del cambio
Debe empezarse por el principio, que en la tradición llamada occidental
es el mundo clásico, la Antigüedad grecorromana. Para los helenos y los
romanos —y demás gentes asociadas a la koiné, el dialecto griego común
de toda persona con cultura, y al conjunto mediterráneo— el cambio no
era nada deseable ni amigo. Una pequeña, pero signiicativa muestra de
ello es que el calendario romano se estableció con la fundación hipotética
de la ciudad como referente, ab urbe condita. Roma fue, pues, continua,
sin interrupción, por deinición: la ciudad eterna. No debe sorprender,
por tanto, que el concepto de Estado derive directamente de la falta de
cambio. En griego antiguo, de stásis (στάσις, de histánai o histáthai, ‘estar
de pie, recto’), que signiicaba ‘el estar quieto’, ‘estabilidad’ o ‘rango’. De ahí
al latín romano, de status, que signiicaba ‘modo de estar’, ‘orden o arreglo’
o ‘rango’. La acción reside en la interacción entre las personas libres, o sea,
los hombres con ciudadanía, que son los politikoi y que como tales se interesan por los asuntos de la cuidad, de la polis. Así, en Roma, existía el emblemático SPQR, el Senatus Populus Que Romanus, literalmente ‘el senado
y el pueblo romano’. En este restrictivo contexto urbano, no contaban las
mujeres, los esclavos (o los libertos) o los extranjeros (los barbaroi, que no
hablaban koiné, o que lo masacraban con sus rudos acentos). Asimismo,
estaban, con derechos, pero al margen, los idiotikoi, los «particulares» —
con los cuales este autor se identiica por completo, dicho sea de paso—,
«muy suyos», tanto que no se inmiscuían en los asuntos del bien común,
no hablaban con otros en la estoa (el pórtico de la plaza o del mercado) o
en el foro para tratar temas importantes y se dedicaban «a lo suyo».
Existía, por tanto, una distinción de fondo acerca de lo que constituía
un tipo de actuación colectiva legítima o, en contraposición, ilegítima.
Según Aristóteles —mediante una lectura selectiva, todo sea dicho— en
su obra deinitiva la Política (fechable hacia mediados del siglo iv), las
formas de dominio estaban determinadas por la cantidad de gobernantes.
El dominio individual moralmente lícito era la monarquía (μοναρχία),
entendida como el ‘gobierno o liderazgo del uno’. Su negación era la tira-
20
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
nía (un término genérico moderno, del griego τύραννος o tyrannos, que
signiicaba ‘amo’ o ‘señor’). El dominio de grupo en positivo era aristocracia (ἀριστοκρατία o aristokratía, cuyo signiicado es ‘el gobierno de los
excelentes’; tan al gusto, por ejemplo, del ilósofo Platón). En negativo, el
dominio de grupo era la oligarquía (ὀλιγαρχία, que signiica ‘el gobierno o el mando de los pocos’). La distinción entre estas palabras es que
unos gobernantes buscarían lo bueno para el colectivo, mientras que los
otros protegerían sus propios intereses, incluso lo que les sería particular,
opción grupal entendida a la vez como abusiva y repugnante. Finalmente, y siempre según la escala del número, se encontraba el dominio de
una mayoría. Si las cosas iban bien y esa mayoría era sensata y aceptaba a
buenos gobernantes, entonces sería una politeia (Πολιτεία, que signiicaba
‘el gobierno de la ciudad ordenada’). No obstante, tan bello resultado no
siempre podía obtenerse, ya que suponía una participación directa en el
esquema ateniense, opuesto al senado o al gobierno representativo, más
o menos orgánico y aristocrático, de los romanos. Si la mayoría se dejaba
seducir por demagogos y sus falsas promesas y engaños, entonces se daba
una democracia (δημοκρατία o demokratía, que signiicaba ‘el gobierno
del pueblo o del populacho’), según el grado de desastre que se produjera por los malos consejeros y sus palabras arriesgadas, tóxicas, cuando
no directamente venenosas. Tan desagradable opción hasta se produjo en
Roma y, según el relato oicial postagustiano, llevó a la dictadura militar
del imperator (o imperio) y al ya aludido principado.
Casi todo lo que acaba de atribuírsele a Aristóteles resulta discutible,
incluso dudoso, como esquema interpretativo, pero no se cuestiona que
esto señale la incomodidad del repertorio conceptual grecorromano ante
el cambio institucional. Por el contrario, en la época actual se da el cambio
regular por necesario y deseable. Las controversias presentes se producirían, en todo caso, cuando el cambio fuera en algún sentido irregular e incluso así hubiera transformación política violenta, que se supone positiva.
Sería una επανάσταση (epanastasi), con un signiicado claro, por encima
o más que la stásis, ‘superar la estabilidad’, o sea, desmontarla. Aristóteles
le dedica a este tema su libro viii de su Política, aunque hay versiones modiicadas en las que aparece en el libro v. El rechazar aquello que perturba
el equilibrio no podría quedar más claro. Por distorsión retroactiva, hoy,
en griego actual, o neohelleniki, es el equivalente del término revolución. Se
hablará de estos aspectos actuales más adelante.
21
Enric Ucelay-Da Cal
En todo caso, el modelo cívico, o civil —es relevante señalar cómo
traicionan su origen las palabras referentes a la política—, perduró. Más
aún, mostró ser elástico. Si bien en el marco heleno era fragmentario y
como mucho daba para una federación (es decir, una alianza temporal
ante un peligro ajeno), en el contexto imperial, el patrón cívico alcanzó
una impresionante culminación bajo el principado de Caracalla, el mal
nombre de Antonino Severo, quien ejerció como imperator del 211 al 217,
y quien, en el 212, emitió su famoso edicto o Constitutio Antoniana, por el
cual —con ines impositivos— se extendía la ciudadanía romana a todos
los hombres libres de las provincias y los derechos de las mujeres romanas
a todas las féminas libres provincianas. La ciudad (Roma), por deinición,
podía crecer hasta comerse literalmente el mundo, pero no cambiaba.
En un mundo muy determinado por las rígidas exigencias de la producción agraria, cabe destacarse la lentitud del tiempo y el predominio
absoluto de las estaciones. El hombre vive los ciclos externos, diarios o
anuales, además de los internos, circadianos. Todo, por tanto, tiene un
ritmo, más o menos complementario, con el hombre a la cabeza de la
gran cadena del ser terrenal. Querer entender el tiempo era contemplar
el irmamento y las evoluciones de los planteas y las estrellas. De ahí, la
conianza y duración de la astrología como medio de interpretación (o
adivinanza) de estos movimientos, en extremo regulares. Dicho de otro
modo, se planteaba cualquier noción de cambio en el tiempo ya existente. Cualquier comprensión más dinámica o precisa del tiempo constituyó
una lucha considerable por medir y mecanizar el paso temporal mediante
la invención de un reloj iable y la complejidad de la comunicación de una
percepción estable del tiempo, por no alcanzar el estudio matemático del
tiempo como una cuarta dimensión física, más allá de la geometría estricta, bidimensional o tridimensional; ha sido un esfuerzo épico, con una
bibliografía muy extensa en historia de la ciencia.
La croniicación de la jornada, la división del día en horas, tuvo en el
mundo cristiano latino una inalidad estrictamente religiosa, o al menos
en ello insisten las fuentes consultadas. Esto queda claro con un pequeño
ejemplo: un libro de horas u horarium es un devocionario, una recopilación de devociones o rezos. El reloj —en sus sucesivas versiones— es en su
origen un invento para asegurar que las plegarias sean enviadas en su momento justo, y no antes o después. Un convento o un monasterio son, en
último extremo, una especie de fábrica de adoraciones especíicas humanas a la trinitaria divinidad cristiana. La campana y el campanario avisan
22
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
a los religiosos que laboran en sus quehaceres terrenales de su principal
tarea; y de paso notiican a los feligreses o a los vecinos de lo que realmente
importa, tal y como apuntó el historiador francés Alain Corbin (1936) en
su ensayo Les cloches de la terre (1994) sobre la función de las campanas
y los campanarios, y el paisaje sonoro que coniguraron. Otros usos productivos para controlar el horario se encuentran en la creación del modelo
operativo, en un patrón de desarrollo industrial de la tecnología, del cual
hay, literalmente, millares de ejemplos, como han señalado historiadores económicos tan destacados como Carlo Cipolla (1922-2000), con su
Clocks and culture, 1300–1700, (1967 en inglés; o David Landes (19242013), con su Revolution in time (1983).
En resumen, los antiguos se mostraban muy incómodos ante cualquier consagración del cambio. ¿Cómo cambiar? No se indican muchas
pautas ni términos heredados de la Antigüedad; ni siquiera hay divinidad
clásica que concrete la mutación. El dios Jano merecería el honor de un
mes, pero por desconianza —recordad que el año empieza en marzo—;
es una deidad romana —los helenos no tenían esta igura— que preside la
guerra (con templo, pero sin sacerdotes especializados) y los partos. Así,
va de entradas y salidas transcendentes más que de cambio del tiempo y
el espacio contenido.
También es verdad que las propias mitologías griega y romana —tal
y como rerrelató con tanta gracia e ingenio el italiano Roberto Calasso
(1941) en su libro Le nozze di Cadmo e Armonia (1988)— se caracterizan
por un juego de versiones contrapuestas; todas con su posible interpretación alternativa. Así, si puede creerse a Calasso, el rechazo al cambio es
en sí una expresión de cambio casi constante en el marco helénico y en
el marco mediterráneo, al menos hasta la imposición de la monotemática tradición cristiana. Sin embargo, si se tienen en cuenta las múltiples
versiones gnósticas de la sagrada historia y las teologías rivales al dogma
impuesto por decisión imperial en el Primer Concilio de Nicea en el 325,
realizado bajo la égida de Constantino I, igual puede considerarse que se
rizó el rizo, bajo una prohibición aún más estricta.
Al no tener la idea de cambio como tal, o —lo que es casi lo mismo— al no querer ni mencionarla, al no poder mentarla como concepto
destacado, los antiguos recurrieron a cambios de criterio o de forma. Ambas posibilidades tienen nombre, pero su importancia es relativa, como se
verá ahora.
23
Enric Ucelay-Da Cal
En primer lugar, existía la metanoia, cuyo sentido original en griego
era ‘cambiar de opinión o de criterio’, que no se le daba aparentemente mucha importancia. Sería como un giro del viento para quien va solo por tierra; aquel ir más allá de la mente y darle la vuelta a las cosas. Sin embargo,
los cristianos quisieron darle un sentido muy profundo, cuyo equivalente
sería el arrepentimiento, un viraje único, un cambio de sentido decisivo, producido por la epifanía, la revelación de la Verdad, con mayúscula,
una teofanía o visión de Dios —y no, como falsamente creen algunos, tan
solo una determinada adoración realizada por unos orientales según la
tradición evangélica—. Identiicar algo tan fugaz como la metanoia con
la epifanía verdadera se discutió mucho entre los patriarcas de la antigua
Iglesia cristiana y sigue siendo una cuestión abierta. La adaptación del signiicado original de metanoia, tenido por una reacción huidiza y pasajera,
ha sido muy debatida desde el siglo ii de la era común con Tertuliano,
patrón —que no santo— invocado por las hispánicas tertulias.
En segundo lugar, la otra noción de cambio no era mental, sino física:
la metamorfosis, el convertirse de una cosa a otra. En la tradición pagana
de los grecorromanos, la metamorfosis era una realidad persistente, casi
era la consecuencia más visible de la interacción entre los mortales y los
dioses. No obstante, como demuestra el poeta Ovidio en su vasto Metamorphoseon libri (Libros de transformaciones), obra en latín aparecida hacia el año 8 de la era común, cambiar de forma es importante, pero rara
vez satisfactorio, incluso para los mismos dioses. El mismo autor, Publius
Ovidius Naso, nacido en el 43 antes de la era común, demostró de modo
fehaciente el castigo metamorfósico, ya que tras ser el poeta favorito del
ambiente capitalino más elegante por su Ars amatoria, disgustó a Augusto
y fue exiliado fuera del marco romano, lo que supuso que muriera desterrado en Dacia en el año 17 de la era común. Era difícil en el mundo
neohelénico en el que se había movido Ovidio sufrir un inal más horroroso que el de acabar apátrida, lejos de su ciudad, sin hijos que le acompañaran y entre «bárbaros», hasta el punto de que ha habido una línea
de interpretación que especula sobre si realmente acabó allí, más allá del
«habla común» de la gente culta y obligado a aprender dacio, una lengua
despreciada por salvaje.
Sea como fuere, la metamorfosis tuvo —y tiene— un sentido profundo para los cristianos en la sagrada forma, el prosforon de la Iglesia oriental o la hostia consagrada de la Iglesia latina, que se presume, mediante
milagro normativo, que el pan sin levadura se convierte en carne divina.
24
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
La naturaleza del sacriicio eucarístico, así como su naturaleza repetitiva,
no dan una pauta social de cambio, sino, en todo caso, de sucesiones en
cadena, santiicadas por la presencia divina cristiana. Si la metanoia como
arrepentimiento implica el in de la historia, la llegada a las postrimerías
como modelo político, la metamorfosis —término nada aprobado para
cristianos, por cierto— no podía hacer más que reforzar cualquier sistema
monárquico establecido.
La geometría política de la modernidad adquiere cambio
Puede plantearse que se ha producido una alteración de importancia en
la tradición política occidental cuando se establece un posible modelo
abstracto de cambio político y hasta social. La profundización de la geometría astronómica y la conceptuación de los sólidos transformaron las
matemáticas —temática en la que se profundizará para no delatar más
de lo necesario la ignorancia del autor—. La explosión matemática del
Renacimiento y del Barroco (para situar el fenómeno simplemente en
un esquema simple del estilo estético) abrió el camino a ininitos juegos
visuales en la geometría de los sólidos, como marcó la obra de Wentzel
Jannitzer (1508–1585) —véase la reedición del grabador Albert Flocon
(1909–1994) del libro Perspectiva corporum regularium jannitzeriano—.
Sin embargo, del siglo xvi hasta la actualidad, habrá tan solo dos modelos básicos aplicados a la política, más allá, se entiende, de la asunción
de la frustración como esquema, gracias a la igura o iguras del laberinto.
Una, la transición, como ya se ha mencionado, es más antigua en sus orígenes como palabra, puesto que existe, al menos en francés y en inglés,
desde el siglo xvi. Según qué fuentes se toman por buenas, la idea de transición tendrá pronto un sentido político concreto, si bien esta cuestión se
detallará un poco más adelante en este ensayo. La otra noción, revolución,
apareció también en el siglo xvi, aunque tardó en adquirir un claro sentido político.
Primero, se explicará la forma de una transición. Se hará de forma
breve, pues el asunto es muy simple. El lector piensa en un ámbito sencillo,
por ejemplo un espacio bidimensional, y después pienso yo en otro, más o
menos igual, y nos imaginamos el paso desde el primer ámbito al segundo;
en ese momento es cuando se produce una transición. Esta visualización
de una transición simple, siempre lineal, indica la sencillez de la noción.
Es un paso, nada más. Eso sí, la implicación es que es unidireccional, de
25
Enric Ucelay-Da Cal
aquí para allá, antes y después y sanseacabó. Sin embargo, tampoco está
prohibido que la transición no forme parte de una secuencia mayor, es
decir, de que se pase de un estadio (en vez de estado único) a otro, y luego
a otro y a otro, y así sucesivamente.
Eso sí, en este caso, la implicación sería que no hay vuelta atrás, como
en una transición química, que es una noción del siglo xx. Hacia mediados de los años treinta, estudiosos en la teoría del estado de transición en
centros americanos y británicos desarrollaron conceptos fundamentales
en la cinética química (el estudio de cambios en la rapidez de reacciones, en especial en la difusión; la ciencia de las supericies; y la catálisis).
Las resonancias con el lenguaje político de inales de siglo eran evidentes:
¿Estado de transición? Cabe recordar que las palabras son traidoras, pues
indican parecidos que no son ni siquiera plausibles. No obstante, pronto
se volverá al tema de las supericies.
Ante el minimalismo de la idea más antigua de transición, la revolución es más compleja o, como mínimo, más movida. Una vuelta completa
o una rotación de 360° se conoce como revolución. En la práctica, sin
embargo, cuando en política se habla de una revolución, se igura la mitad
de esa vuelta, o sea, tan solo media rotación, de unos 180 °. Esta media
revolución se llama en castellano ángulo llano. No se está tan lejos, como
inicialmente podría parecer, de la transición: un ángulo llano se parece a
una línea recta. No obstante, se diferencia claramente del sentido de unidireccionalidad de una transición, puesto que puede apuntar a cualquier
dirección. Sin diicultad o contradicción alguna, un ángulo llano (la media
revolución en función revolucionaria) cambia la dirección para señalar el
camino opuesto. Si se quiere, equivale a dos ángulos rectos, sin que esa
imagen tenga una especial posible proyección política. Lo único que denota es que existe la revolución como cambio político-social y su respuesta, la contrarrevolución, como negación y derrota expresada en la misma
dimensión y concepción.
La ausencia de cambio y la importancia de la metáfora
Si se mira muy fríamente a las formas políticas (en las llamadas ciencias
sociales, surgidas en un contexto decimonónico y en la historia, que nunca
acabó de formar parte del conjunto) sorprende su pobreza relativa. Literalmente, hay escasas formas.
26
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
¿Qué da signiicado ideológico —o más aún, sentido constituyente y
valor legitimador— a unas sencillas formas geométricas? La imaginación
activa y la metáfora, la forma retórica que lleva el peso del pensar político
y de su comunicación. El término es griego, aparentemente antiguo, de
la koiné helenística: μεταφορά, formado a partir de la preposición μετά
(metá, ‘más allá’, ‘después de’) y el verbo φορεῖν (phorein, ‘pasar’, ‘llevar’),
que se difundió por su versión latina. Sin embargo, solo aparece en francés
y, a continuación, en inglés con el Renacimiento, lo que hace pensar que
los humanistas del siglo xiv algo tuvieron que ver. El sentido es la esencia
de la acción constituyente en política: se acarrea algo más allá del límite
para realizar algo nuevo, diferente de lo que había en un origen o de las
partes componentes de un nuevo todo que antes no lo era.
Así, gracias a la metáfora, las imágenes o las palabras se muestran
«vivas», pues pueden metamorfosearse más allá de su lógica puntual y
adquirir un poder casi divino, que obliga a la obediencia a las personas.
Como mínimo se revela un mundo existencial en dos planos, más allá del
manido contraste entre lo tangible y lo simbólico. ¿Son tangibles las palabras? ¿Cuántos mensajes pueden aportar? Luego, ¿en cuántos planos se
funciona como individuos y como miembros de colectivos? La normativa
retórica de los renacentistas, los modernos, reordena de entre la herencia
en ruinas de los antiguos, la capacidad metafórica que introduce el poder del cambio en cualquier esquema plano, sin dimensión temporal —se
quiera o no—.
De ahí que las formas del pensamiento europeo a partir de la coyuntura de los siglos xv y xvi devinieron dinámicas. Como ha señalado el
historiador Hillell Schwartz (1948) en su Century’s end: a cultural history
of the in de siècle (1990), la propia noción de siglo (la supuesta trascendencia de 100 vueltas de la Tierra al Sol) aporta un sentido de movimiento en
el tiempo que antes no existía. Desaparece la antiquísima norma de fechar
por reinados y se establece un sistema de medición propiamente histórico, que proyecta el pasado como normativización que puede servir tanto
para el presente como para el futuro. Con ello se crea una muy artiicial
unidad temporal, el siglo, que da sentido a fenómenos antes literalmente
indescriptibles, imposibles de relatar fuera de la inmensidad del concepto
de Dios. Aparecen, se asegura, un arte propio del Quattrocento o del Cinquecento o un estilo de trato dieciochesco. Schwartz entiende este proceso
como un fruto (o fruta madura) propio de la Ilustración, pero la producción historiográica de los últimos años del siglo xx —con autores de gran
27
Enric Ucelay-Da Cal
renombre, como Asa Briggs (1921), quien en 1996 con Daniel Snowman
(1938) sacó un repertorio de estudios titulado Fins de siècle. How centuries
end, 1400–2000— quiso proyectar hacia atrás su propia incomodidad y
planteó que se manifestaba una inquietud generalizada, tanto en áreas de
relexión popular como entre las élites intelectuales, ante cada gran paso
cronológico: el cambio de siglo, el medio siglo y el in de siglo, en especial
el primero.
No queda claro que esta intranquilidad inisecular, este supuesto
nerviosismo reiterativo de clara manifestación cultural, realmente haya
existido. Puede que tan solo haya sido un momento histórico del todo
imaginario, que haya sintetizado todos los cambios, como el in del Imperio romano o el miedo al año mil, a pesar de las bonitas plumas que la
deienden y las pruebas que la aducen. No obstante, la duda sistemática es
devastadora; no tanto para interpretar como para explicar. ¿Cómo dotar
de forma narrativa al paso social, político o cultural del tiempo en distintos lugares sin la convención de las fechas comunes, sin un calendario
analítico, todo a su vez fundamentado en banalidad y humo. ¿Por qué se
dotan de sentido 100 vueltas del planeta a su estrella y no 99 o 78? La respuesta de la comodidad es obligatoria y evidente.
Visto desde otro ángulo, se necesitan unas formas geométricas que
puedan tener sentidos o signiicados múltiples, según desde donde se miren, para poder sugerir una idea de la sociedad que sirva de explicación.
Algo debe inspirar ese punto de partida, esa idea referencia de la sociedad
para poder contarla, para que, como historiadores —u otros narradores en
la pluralidad de las imaginadas ciencias sociales— se sea capaz de contar
una historia/explicar la historia (tell a story/explain history), un cambio
semántico entre historia como saber y como mero relato que funciona con
claridad en ciertos idiomas.
Dicho de otro modo, el hecho es que se vive en un mundo de cosiicaciones, es decir, donde las ideas se consideran cosas —según qué diccionario, cabe añadirse a título informativo, plantea el término cosiicación
como algo aplicado más bien a las personas—.
Entonces, ¿objetivar es ser objetivo? Para la tradición del pensamiento
marxista, por ejemplo, la respuesta está clara: la objetividad es un
sentimentalismo pequeñoburgués, pero es necesario —al menos desde
György Lukács (1885-1971), en los años veinte del siglo pasado— asumir
el Verdinglichung, ‘convertir en cosa’, o el Versachlichung, ‘objetivar’
literalmente; ambos recursos imprescindibles en la labor ideológica.
28
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
¿Dónde quedarían los marxistas si una clase social no tuviera sustancia?
Sin embargo, que ellos se lo crean no implica nada más que eso, que ellos
se lo creen. Para la psicología del Gestalt, la Reiikation, en alemán, es la
toma de conciencia de una forma, aunque solo sea perceptible de modo
indirecto. Para la ilosofía, es un error de concretización.
Si se cambia de idioma y se utiliza el término inglés o francés de reiication, véase el uso hispanizado reiicación, surgen múltiples sentidos,
muchos muy recientes y que conducen al naciente terreno digital, de la
red. Se dejará de lado el escepticismo extremo ante las iguraciones humanas relativas a la propia humanidad, para recuperar el hilo de la narración,
aunque no sea más que un «cuento». Váyase por partes, pues.
En la práctica de la historia, las cosiicaciones tienen la consecuencia nefasta de marcar la tipología temporal con criterios preexistentes que
vician el lenguaje. ¿Qué sentido tienen las categorías temporales que se
utilizan desde la tradición europea para ordenar y dar forma al pasado?
Existía una visión implícita de pasado-interrupción-presente que se
retiene todavía, algo tan absurdo, como vivo categóricamente en nuestro
lenguaje: Antigüedad-Edad Media-Renacimiento. Como remarcó hace
casi un siglo el historiador británico-irlandés protestante J. B. Bury (18611927) en su lúcida obra La idea del progreso (1920), todo se reduce a la
competición entre los antiguos y los modernos, con cierto salvajismo entremedio. Esta etapa intermedia, luego medieval, se asegura por doquier,
fue bautizada como gótica por el lorentino Giogio Vasari (1511–1574),
mediocre pintor manierista, pero fundador de la historia del arte al narrar
chismes de sus contemporáneos o antecesores (Le vite de’ più eccellenti
pittori, scultori, e architettori, obra publicada por primera vez en 1550).
A su vez, el vocablo progreso (en latín, ‘ir adelante’) se conocía bien
en los tiempos medievales para indicar viaje, sentido al que el despliegue de criterios religiosos desde la Divina comedia del lorentino gibelino
Dante Alighieri (¿1265?–1321), a inicios del siglo xiv, hasta el puritano
inglés John Bunyan (1628–1688) y su Pilgrim’s progress (1678) en el xvii,
añadieron un sentido de trayecto espiritual. Como valoración del ascenso
de la humanidad, en especial en su acceso a formas políticas y a la tecnología, resulta ser una palabra en extremo moderna, puede que hasta
decimonónica. La pauta podría considerarse en términos demográicos:
se estima, de modo normativo, que la población humana no alcanzó los
1 000 millones de personas hasta 1800 y esto podría considerarse como
progreso. Así, con cierto sentido de la concreción, el sociólogo o politó-
29
Enric Ucelay-Da Cal
logo norteamericano Robert Nisbet (1913–1996), en su obra History of
the idea of progress (1980), consideró que, sin una interpretación más o
menos iable de la percepción del progreso, no era posible la validación de
la sociología política.
Otro ejemplo: el esquema europeo del desarrollo de la civilización
es comparativamente tardío. El término civilización, entendido como un
estadio superior del ser colectivo en un avance, solo había sido usado en
francés a mediados del siglo xviii, pero inmediatamente lo copió el inglés. Los antecedentes ingleses son lo suicientemente relevantes para ser
anotados: en la primera mitad del siglo xvi, en el contexto de la lucha de
la Cámara de los Comunes contra la Corona, se formularon expresiones
para señalar el hecho de civilizar o ser civilizado, o sea, que imperara el
dominio del derecho civil sobre los territorios antes sin tal ley. Se está ante
una palabra clave de la Ilustración del siglo xviii para legitimarse de modo
retrospectivo. Era un neologismo, podría decirse, «juridicista», pero que
se convirtió en una airmación trascendente que justiicó toda la dinámica
de la construcción del poder estatal —del Estado, de hecho— en el siglo
xix. Sin la lucha entre civilizados e incivilizados no habría imperialismo
(es una palabra que data de la lucha de los exiliados republicanos contra
Napoleón III, con la ya consabida interacción entre el francés y el inglés).
Antes había conquista, a lo bestia, suavizada por la escuela de Salamanca y
la salvación de otro modo de almas perdidas, en el mejor de los casos cristianos, en el limbo. El resto eran negocios con salvajes. Con el recurso a la
civilización, puede extenderse el patrón europeo de modo universal, por
todas las partes del globo. En otras palabras, el término ofrece un antes y
un después que preigura el futuro, pero que se arropa en telas neoclásicas,
como si fuera un atributo de los antiguos que inalmente han interpretado
con acierto los modernos.
Sería difícil encontrar una cosiicación más elegante en el despliegue
de sus atributos y en sus implicaciones.
Primera cuestión: ¿Cómo se construyó la idea de transición?
La raíz latina de transitio proviene del lenguaje político-histórico romano, pero tiene un sentido muy evocativo, literario, hasta poético. Cicerón
(106 a. e. c.–43 a. e. c.) ija su uso, siempre ocasional, aunque —puede que
gracias a su ejemplo— se encuentra esta expresión en las obras históricas
de Tito Livio (59 a. e. c.–17 a. e. c.) y Tácito (65-–117). En latín, signiica
30
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
‘saltar’ políticamente, pasar de un lado a otro (en especial para aludir a los
aliados bárbaros de los romanos que se pasaban al enemigo). No era un
término importante.
No obstante, adquirió otros sentidos que se hicieron perceptibles en
clave cristiana y en el Renacimiento, sino antes. En primer lugar, la palabra
tiene una resonancia literalmente mortal: tránsito equivale a óbito; puede
desaparecerse en un instante, in ictu oculi, literalmente, en un parpadeo.
Es el paso explícito de este valle de lágrimas a otra serie de pruebas de
ultratumba (el inierno, el purgatorio, la posibilidad de alcanzar el cielo).
Como han apuntado autores recientes, como el historiador católico estadounidense Frederic J. Baumgartner (1945) o, antes y más popularmente,
Norman Cohn (1915–2007), el pensamiento social contemporáneo es de
neta raigambre teológica y milenaria. Si se da la vuelta a esta percepción,
puede verse que deben tenerse en cuenta las implicaciones de la vida posterrenal en la coniguración y la justiicación de las formas político-sociales de este mundo, prueba del libre albedrio ante el juez inal de todas las
almas.
Al mismo tiempo, es evidente que, en su sentido más cotidiano y vulgar, el tránsito es simplemente la ‘acción de transitar’, o sea, moverse por
la ciudad del hombre e interaccionar con los, a veces bastante incómodos, vecinos. Por tanto, hay que equilibrar el sentido más profundo con
el mucho más trivial. Tal balance puede encontrarse en el sentido de paso
entre un estadio político y el siguiente; entre un rey, con su desaparición,
y la instalación de su sucesor, que se supone que es legítimo. Es, de modo
explícito, un interregno. Así, la transición política sería el tiempo de reajuste que va de un reinado a otro; los pactos, conciertos o entendimientos
en la corte; las nuevas alianzas entre facciones cortesanas; y los castigos a
quienes se han excedido al aprovecharse del favor del monarca anterior o
de sus validos y agentes. Allá donde se imponen fueros o comunes, hay
que realizar los juramentos pertinentes, los reconocimientos y las constituciones que el nuevo príncipe acuerda con las cortes o los parlamentos
en cuestión, de su dominio o dominios. Sin embargo, habrá otro concepto,
hasta cierto punto rival, pero también sinónimo: la idea de la revolución
como cambio en la cima. Ya a principios del siglo xviii, un autor como
l’abbé francés René Aubert de Vertot (1655–1735), quien sacó primero su
Histoire de la conjuration de Portugal en 1689 (ya convertida en Histoire
des révolutions de Portugal en 1729 y pronto traducida como Historia de
las revoluciones de Portugal en 1747), puede dedicarse al estudio de las
31
Enric Ucelay-Da Cal
revoluciones en la República romana o en Suecia. Este autor quiere indicar los cambios en la dirección política, los altibajos cortesanos y las
duras luchas por el poder. Para ello, véanse sus títulos en las reediciones
efectuadas al inal de su vida: Histoire des révolutions de Suède: où l’on voit
les changements qui sont arrivés dans ce royaume, au sujet de la religion et
du gouvernement, en edición parisina de 1722, o su Histoire des révolutions
arrivées dans le gouvernement de la République romaine, de 1727. Podría
asemejarse, en plan esquemático, a la noción de espiral histórica que por
entonces formuló el napolitano Giambattista Vico (1668–1744) para su
teoría de los cicli storici y el sviluppo. Parece, asimismo, que el término
revoluciones se podía, entonces, en la primera mitad del siglo xviii, utilizar como sinónimo de disturbios o alteraciones, aunque fueran callejeros.
Para resumir, la idea de transición niega la importancia de la inlexión
en la forma del proceso histórico. No valora la torcedura en la dinámica,
aunque no queda claro que sea por reticencia ante la distorsión, por su
sentido falsiicador o por la implicación de dolor. Sea como fuere, prima el
traspaso simple de una circunstancia a otra, de un contexto a otro. Si se ha
repasado la evolución de la palabra transición, debe hacerse frente a una
segunda cuestión: la invención de la revolución como una categoría tanto
paralela como alternativa.
Segunda cuestión: La invención de la revolución
Hay cierto consenso en que la noción de revolución es una construcción
neta de la modernidad, que sobre todo fue relevante entre los siglos xvii y
xx. No se está ante el huevo de Colón —o puede que sí— en su sentido más
legendario. La idea de un universo de círculos en movimiento no es nada
nueva; data de la Antigüedad y se arrastra, como tantos otros temas, de los
antiguos a los modernos. Los esquemas cosmológicos y las representaciones cosmográicas clásicas —y sus adaptaciones, como, por ejemplo, la de
Petrus Apianus (1495–1552) con su famoso diagrama geocéntrico del universo, en su Cosmographia (1539)— presumen la existencia de círculos en
movimiento (la famosa Música de las esferas de Claudio Ptolomeo, quien
vivió entre las inseguras fechas del 85-90 y 168-170 de la era común). Se
describen, sin embargo, movimientos determinados, con límites claros, en
una relación estática, en la cual actúan capas de un sistema cerrado.
Puede añadirse que esto releja una percepción del mundo social
jerárquica, en la cual se producen movimientos «extraños», ascensos y
32
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
descensos de cometas u otras iguras celestiales, igual que hay personajes
que ascienden al gabinete o al lecho del monarca a pesar de unos orígenes, podría decirse, desconocidos. Cabe destacar, aunque sea de pasada,
que Littré recuerda que, en la jerga astrológica francesa —y sin duda en
otras lenguas—, los tránsitos marcan los pasajes de los planetas por ciertas
zonas del cielo calculado. De los antiguos, por ejemplo, del historiador
griego Mestrio Plutarco (hacia el 46–alrededor del 120 de la era común),
con sus Vidas paralelas, (Βίοι Παράλληλοι, Bioi parallēlloi), obra escrita
entre el inal del siglo i y el siglo ii, podría sacarse un ejemplo, lo que ofrecía un nuevo paralelo, relativamente presentista, pero móvil, y paralaje,
a los que relataba el heleno: de tal fuente los modernos retenían el riesgo
y la incomodidad que comportaba cualquier cambio, que anunciaba los
peligros inminentes con cometas y fenónemos astrales y meteorológicos.
Como famosísimamente señala la preocupada Calpurnia de Shakespeare,
la esposa del protagonista a punto de ser asesinado, en La tragedia de Julio
César (¿1599?, ii, ii, pp. 30-31): «When beggars die there are no comets
seen;/the heavens themselves blaze forth the death of princes», es decir,
cuando mueren mendigos no se ven cometas, los cielos lucen con fuerza a
la muerte de príncipes (traducción propia).
Esta cosmovisión, como es de todos sabido, cambiará de manera clave
con la obra De revolutionibus orbium coelestium (1543), del polaco Nicolás Copernicus (1473-1543). Los círculos perfectos fueron corregidos a
elipsis por otros en una sucesión que incluye al danés Tycho Brahe (15461601) y, sobre todo, al alemán Johannes Kepler (1571–1630), además de a
Galileo Galilei (1564–1642). No obstante, la cuestión más importante para
el propósito de este ensayo es hacer hincapié hasta qué grado representó
un nuevo modelo dinámico. Incluso antes de ser enmendado matemáticamente, como puede constatarse en la famosa representación del sistema
copernicano realizada por el inglés homas Digges (1546–1595) en 1576,
unos 33 años después de la publicación de revolutionibus, este término
tiene su origen en la retórica antigua, concretamente en el latín tardío de la
época de san Agustín de Hipona, en el siglo iv: revolutio, ‘una vuelta’, que
se entendía como una palabra sinónima de conversio, lo que era en el teatro heleno la antistrofa (‘vuelta atrás’) o la respuesta de un coro, pero también la reiteración retórica de una misma palabra, lo que hoy se llamaría
ritornello. Música celestial, vaya. Aunque, estrictamente hablando, el tema
de las revoluciones no celestiales no era cuestión de dogma, el tema sí resultaba transcendente, ya que pronto produjo dudas y airmaciones incon-
33
Enric Ucelay-Da Cal
venientes que sí ponían en tela de juicio las enseñanzas católicas en una
coyuntura en la que el monopolio papista se cuestionaba por doquier. La
especulación acerca de la ininidad era especialmente peligrosa. En 1584,
aparentemente al recoger el pesimismo de fondo de Tito Lucrecio Caro
(con datos dudosos, pues se cree que vivió entre el 99 y el 55 a. e. c.) en su
De rerum natura (la traducción habitual es Acerca de la naturaleza de las
cosas, sin fecha concreta), el malogrado Giordano Bruno (1548-1600) publicó su libro El universo ininito y sus mundos, que propone —entre otras
cosas y como su título indica— un universo ininito sin centro. Como es
bien sabido, Bruno fue denunciado y arrestado por la Inquisición en 1593,
y quemado en la hoguera en 1600, en Roma.
Hay quien cree encontrar en el libro v o vii, según cómo, de la Política
de Aristóteles el desarrollo de este concepto —del todo negativo, todo sea
dicho—. En la canónica traducción al inglés del decimonónico Benjamin
Jowett (1817–1893) se usa la palabra revolution a secas. Esto es, el mundo
antiguo mediterráneo conocía la rueda de tracción y otros usos industriales, como la rueda del alfarero. Por tanto, revolutio, que en latín tardío
denotaba un ‘giro’ y se derivaba del verbo revolvere, ‘rollar o desenrollar’,
no era una idea desconocida; es evidente. Solo cabe pensar en la pequeña
máquina de vapor creada por Hero de Alejandría (activa hacia el año 60
de la era común): un globo cerrado, con agua en su interior, con dos tubitos, sostenido en dos ejes a cierta elevación sobre una fuente de calor o
sobre una caldera al fuego cerrada que le trasmitía su vapor calentado y el
globo daba vueltas sobre sí. Como demuestra el experimento alejandrino,
conocer un principio dista mucho de su uso social. ¿Se conocía la máquina de vapor y nunca se utilizó para nada, excepto como juguete cientíico? El peso de una economía esclavista, con la fuerza motriz de animales
y humanos, la llamada tracción de sangre, rindió invisible la aplicación
de un mecanismo para ahorrar el trabajo. Sencillamente, los soisticados
alejandrinos y cuantos vieron el invento, jamás se preguntaron para qué
podría utilizarse, mejor dicho, ni se les ocurrió una aplicación.
Para que un «giro» tuviera una auténtica dimensión de modelo político —más que la mera desestabilización aristotélica, que con todo el saber
de la Antigüedad, presupone un modelo de equilibrio, con el riesgo de la
inestabilidad— debía situarse en una perspectiva, en cierto sentido, externa al tiempo, y no dentro del tiempo de la existencia individual. Debe existir una percepción de fondo, ampliamente compartida, que suponga que
existe la aceleración física de un modo útil (incluso la aceptación pasiva
34
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
del movimiento terráqueo, tanto la rotación como la vuelta al Sol, que no
llegó hasta el siglo xvii), y que en consecuencia, la acción, como esencia
sistémica, y no la stásis, determine el sentido de la historia natural a través de la física. De ahí, mediante el poder mágico de la metáfora, se da el
paso necesario para entender el esfuerzo humano histórico, así como determinante. Con este fondo, probablemente ilusorio, puede darse sentido
al movimiento de la humanidad a través del tiempo y a su actuación en el
tiempo-espacio. El repertorio castellano actual de palabras políticas para
describir el concepto de revolución se basa en la acción o el movimiento:
agitación, convulsión, conmoción, levantamiento, alzamiento, revuelta,
motín e, incluso, insubordinación. En todas estas expresiones, se actúa
contra algo ijo, luego tiene que existir un consenso previo de que lo ijo se
rompe por el empuje de una fuerza superior.
La noción moderna de revolución
La revolución, como tal, adquirió una dimensión política de un modo
todavía mal conocido, gracias a la conciencia cada vez más general de la
imagen de la vuelta y, en concreto, de las distintas supericies de revolución.
Una supericie de revolución es aquella que se genera mediante la rotación
de una curva plana, o generatriz, alrededor de una recta directriz, llamada
eje de rotación, la cual se halla en el mismo plano que la curva. Se supone
que el sentido de cambio sociopolítico se derivó del geométrico, como
en las supericies de revolución (cilíndrica, cónica, esférica y toroidal)
y, de modo metafórico, tal y como se ha indicado más arriba, de modo
más general, se desarrolló del latín para pasar a varios idiomas europeos
entre los siglos xiv y xvii. Para inales de este último siglo, la noción era
ya explícita, abiertamente política, con el alcance de un cambio decisivo.
Puede que un gran ejemplo de ello sea la Revolución Gloriosa (Glorious
Revolution) de 1688 en Inglaterra y Escocia y la Declaración de Derechos
(Bill of Rights) de 1689, por el cual la Cámara de los Comunes inglesa
y el Gobierno provisional aceptaron, junto con el unicameral Estates
of Parliament escocés, la doble presencia coronada —doblemente, en
Inglaterra y Escocia, todavía reinos separados— de María, hija del
depuesto Jaime II, y a su marido Guillermo de Orange, stadthouder, o
literalmente lugarteniente —presidente, para entenderse—, de las Siete
Provincias Unidas de los Países Bajos: era un irónico juego de palabras,
ya que el rey depuesto, su real suegro, se apellidaba Stuart (o Steward),
35
Enric Ucelay-Da Cal
lo que en escocés (Scots) signiicaba lo mismo. La obra Two treatises of
Government (Los dos tratados de Gobierno) de John Locke (1689), escrita
para justiicar de la Declaración de Derechos (Bill of Rights), desmontó
deinitivamente —según la narración habitual de los manuales— la
teoría del derecho divino, explicitada por el rey Jaime I a principios de
ese mismo siglo, xvii, y abrió la puerta a los derechos naturales, la teoría
contractual del poder y las restantes percepciones fundamentales de las
luces dieciochescas.
Esta idea de revolutio repercutió de inmediato en Europa y en el mundo atlántico, y se identiicó con la idea más difusa de la Ilustración, con
los philosophes, en especial a partir de la Encyclopédie de D’Alembert y
Diderot, cuyo primer volumen apareció por entregas entre 1751 y 1772.
En realidad, no es la imagen de una rotación lo que enardece las imaginaciones, sino la noción de una caída política a gran escala, que se entendía
que era tan trascendente como la vuelta del sistema solar.
La incipiente secularización de las revoluciones republicanas en el
atlántico tuvo repercusión a largo plazo. Las revoluciones norteamericana (1775–1777) y francesa (1789–1794), más las guerras largas que suscitaron, transformaron la economía mundial y deinieron de un nuevo
modo los ideales políticos del mundo al consagrar la soberanía popular
como base de la legitimidad frente a los privilegios históricos bendecidos
por las iglesias «establecidas» como la autoridad del poder. Este esquema,
aquí presentado de manera harto tópica, tuvo el efecto de ijar las bases
de lo que vendría a ser la sostenida tradición de las izquierdas políticas y
sociales durante el siglo xix y hasta el siglo xx. La secularización vino a
sustituir a la sociedad y, por extensión, a sus instituciones representativas
en lugar de la deidad tradicional, lo que en términos teologales fue denunciado por los eclesiásticos (especialmente por los papistas) como estadolatría, es decir, la adoración del Estado como divinidad. Este proceso fue
lento y no culminó hasta pasada la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
No obstante, como dinámica subyacente determinó tanto la formación del
pensamiento político liberal como su superación, el radicalismo, con sus
continuaciones ulteriores.
La revolución de 180 º era, en la práctica, un paso «mágico», como
volcar la estatua del rey en la plaza principal y suponer que con ese acto
todo quedaba cambiado. Un antes y después. En el siglo xix, de modo
retrospectivo, este acto de iconoclasmo político se hizo emblemático en
pintura y grabado para consumidores republicanos, casi más —aparte
36
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
de Francia— que la tan codiicada toma y subsiguiente destrucción de la
Bastilla, tan especíicamente parisina. Así, la Revolución norteamericana
quedaba topiicada, convertidas en topos. Sin embargo, esta acción, en su
representación plástica, resultaba una «transición ideal», por ejemplo, el 9
de julio de 1776 en Nueva York (a los cinco días de la Declaración de Independencia). En cambio, en París, el juego de imágenes resultó ser una secuencia simbólica más compleja: en lo que hoy es la plaza de la Concordia,
en agosto de 1792 se tumbó la estatua de Luis XV, el 21 de enero de 1793
se ejecutó a Luis XVI en ese mismo sitio, para luego hacer allí, en idéntico
lugar, lo mismo con los regicidas más destacados (con Georges-Jacques
Danton el 5 de abril de 1794 y con Maximilien Robespierre el 28 de julio
siguiente). Ese derribo iconoclasta y las sucesivas condenas a muerte condujeron a las vueltas de la Revolución como algo circular y no lineal: no
es progreso y sí la airmación de la antigua simbología de la rueda de la
fortuna, ahora arriba y después abajo, para volver y seguir rodando.
La llamada de la Bastilla fue otra y sonó durante más de un siglo: «¡A
las barricadas!». La clave se encontraba en la participación del «pueblo»,
que se suponía ijaría el destino colectivo de modo «revolucionario». Si
ganaban las barricadas a las bayonetas, entonces el destino colectivo quedaría conirmado. Sin embargo, si perdían los insurrectos en sus reductos
callejeros, entonces no serían más que turba, tumultos que exigían aquello
que la colectividad no podía concederles.
El tópico del parapeto del pueblo en armas se ijó en 1830 con la famosísima tela del pintor romántico Eugène Delacroix (1798–1863): La
Libertad guiando al pueblo. En su versión, entre realista y mágica, aparece
la libertad guiando al pueblo el 28 de julio de 1830, y en ella igura la bandera tricolor surgida de la Gran Revolución y que retuvo el bonapartismo.
No obstante, los tres días de julio, que en 1830 echaron la rama reaccionaria de los Borbones en Francia, generó con el tiempo otras versiones,
más reveladoras y menos estupendas. En la tela titulada Combat devant
l’Hôtel de Ville le 28 juillet 1830, de Jean-Victor Schnetz (1787–1870), por
ejemplo, aparece la bandera tricolor francesa, pero discretamente asoma
la bandera roja. Llegado el alzamiento de 1848 contra la dinastía liberal de
los Orléans, el tópico de la barricada en sus otras versiones aludía a una
contradicción de fondo del todo determinante para el futuro del siglo xix
y del siglo xx. Tal y como apuntó Karl Marx en su brillante panleto acerca
de la Lucha de clases en Francia entre 1848 y 1850, escrito en alemán a lo
largo de 1850, hubo dos revoluciones: una política, en febrero de 1848,
37
Enric Ucelay-Da Cal
que derrocó a la Corona, y otra social, en junio de ese mismo año, que fue
duramente reprimida por las lamantes autoridades republicanas. Así, por
ejemplo, en la tela conmemorativa de Félix Philippoteaux (1815-1884),
Lamartine répoussant le drapeau rouge à l’Hôtel de Ville, le 25 février 1848,
puede entenderse la revolución política, la de los días de febrero de 1848,
en un gesto simbólico del líder Lamartine, quien ofrece la bandera tricolor
y la bandera roja juntas, aunque retiene solamente la primera. Unos meses más tarde, esta relación cambió, con los días de junio de 1848 llegó la
revolución social, sin concesiones burguesas de fraternidad; por ello, solo
se ve la bandera roja en la Barricade à la rue Soulot, de Horace Vernet
(1789–1863).
El inluyente historiador alemán Reinhart Koselleck (1923–2006) trata
con elegancia el tema del cambio en el concepto de revolución en un capítulo de su libro clásico Vergangene Zukunt (Futuro pasado), escrito en alemán en 1979. Asimismo, ha habido otros muchos intentos de abordar este
tema, entre los que cabe mencionar el ensayo interpretativo del politólogo
también alemán Kurt Lenk (1929), heorien der Revolution (1973). Para
resumir y evitar disquisiciones, es necesario enfrentarse analíticamente al
término socialismo. Esta noción obtiene su deinición más coherente en
la coyuntura francesa de entre 1848 y 1850, de la pluma de Pierre Leroux
(1797-1871). Este autor y político, hoy del todo olvidado tanto por deudos
como por enemigos, tuvo muchas e importantes intuiciones, como la de
releer el término legal de solidaridad, referente a las deudas y a las garantías de responsabilidad de avaladores o parientes. Leroux convirtió este
término en el deber de todos para con todos, entendido como algo genérico, inherente a la ciudadanía bien entendida. Igualmente, como precursor
del llamado ecologismo actual, insistió en su noción del circulus, o sea, la
revolución o la vuelta completa de las heces, la importancia de reinvertir
el excremento urbano en el campo para la fertilización adecuada de los
prados, además de favorecer el saneamiento higiénico de las ciudades, que
tanto preocupaba por aquel entonces. Leroux tomó la idea de socialismo,
en extremo indeinida, y la deinió como el antónimo del individualismo.
Todo el liberalismo económico se sustentaba en el protagonismo de la persona, como empresario, que interaccionaba con otras personas, aisladas y
no agrupadas, que trabajarían para él (o ella). Según el criterio de Leroux,
el socialismo era cuestión de la persona social, como la empresa, tanto
personal como comunitaria, frente al sindicato, para poder existir en una
igualdad verdadera de tú a tú, y no vivir una hipocresía. Era el tipo de
38
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
argumento legalista y moralizante que le daba ganas de vomitar a Marx
(1818–1883), puesto que él y Friedrich Engels (1820–1895) rechazaban
con asco el supuesto «cretinismo parlamentario» de la izquierda francesa
y su tradición humanitaria. A pesar de todo, la dialéctica marxista, como
todos saben es una relectura materialista de George Wilhelm Friedrich
Hegel (1771–1831) y no deja de asemejarse formalmente (tesis-antítesissíntesis) más a una transición (enfrentamiento, luego fusión) que a una
revolución en su sentido estricto (una vuelta completa o parcial).
Había un discurso realista —hasta crudo— frente a las alteraciones
que el maquinismo productivo, la nueva fábrica, y la dinámica de urbanización sobre la que se sustentaba, en el desplazamiento de la población
agraria del campo a las ciudades, donde se ofrecía trabajo. En la medida
en que la industrialización ennegrecía las urbes con su humo y hollín,
era más atractivo evocar la idealización de la vida rural, puriicada de su
hedor a excremento, como el estiércol, convertido en una evocación a la
Arcadia, tema querido de la pintura (sobre todo francesa) de los siglos
xvii y xviii. Esta zona de la antigua Hélade se reconiguró como el retrato
del futuro terrenal. Por lo general, el socialismo en sus muchas y rivales
escuelas (si bien hubo socialistas cristianos) rechazaba el cielo apostólico
como una promesa vacía y reclamaba un bienestar aquí y ahora. Sin embargo, esta dicha terrenal con frecuencia no se encontraba en el futuro
mediante la reorganización de la vida fabril, repartida en colectivización o
cooperativa entre sus obreros, sino en un estadio posterior de la evolución
humana, menos exigente y menos laborioso, que recuperaba lo mejor del
pasado con todos los avances del futuro y reconocía el valor del descanso;
como famosamente predicó uno de los yernos de Marx, el francés y cubano Paul Lafargue (1842–1911) en su famoso ensayo Le droit à la paresse
(1880). Este esquema hace más comprensible el ángulo plano, la media
revolución de la revolución geométrica. Podía evocarse el pasado puro y
exigir la restauración del statu quo ante, o más atrás incluso, antes aún.
Así, el socialismo encajaba con la Arcadia. Este es un tópico de la literatura
socialista de los años ochenta decimonónicos en los países de habla inglesa, con autores como el estadounidense Edward Bellamy (1850-1898),
con su famosa novela utópica Looking backward (1889). La descripción de
un porvenir racional, que tanto enfureció a Marx y a Engels y les hizo tachar de socialistas utópicos a ciertos autores (especialmente a los franceses
Henri de Saint-Simon, 1760–1825, y Jean-Baptiste-Joseph Fourier, 17681830) en su deinitorio Maniiesto comunista de abril de 1848, cedió su
39
Enric Ucelay-Da Cal
lugar —mucho más de lo que se cree— en la segunda mitad del siglo xix
al lirismo descriptivo. Tal ensueño —a pesar de las lecciones ideológicas
bien aprendidas— siguió como pauta para la vida compartida entre los
trabajadores hasta que sucedieron varias cosas.
Además, el exilio antibonapartista de los años de la dictadura del
príncipe-presidente y luego del Segundo Imperio fueron un semillero de
ideas que pronto se extendieron a otros idiomas: palabras como militarismo o imperialismo nacieron de sus folletos y polémicas. El colapso del
régimen imperial, derrotado ante el ataque alemán del verano de 1870,
llevó a la fruición de muchos de estos argumentos en el Gobierno provisional, camino de una Tercera República, que no se estabilizó como tal
hasta 1879. Ante el colapso imperial (Le débâcle, según el novelista Émile
Zola, 1840–1902, en el título de novela más de dos decenios después), en
efecto, hubo cambios. Por una parte, reapareció, renovado y fortalecido,
el espíritu de los días de junio de 1848: La Comuna (La Commune, entre
marzo y mayo de 1871) ofreció la imagen de la revolución urbana en transición hacia lo que sería el esquema tipiicado en el siglo xx. Con todas sus
confusiones y destrucciones, La Comuna —en especial la parisina, pues
hubo otras, como la de Lyon, notablemente destacada— no era ya una revuelta más, sino un amago de gobierno insurreccional contra la burguesía.
Así, la bandera roja de los días de junio se hizo poderosa, aunque fuera
brevemente. Lo mismo puede decirse del Cantón de Cartagena en 1873 en
España, foco de un cantonalismo más extenso, que puso la bandera roja
en la lota de guerra española frente a la Primera República. El hecho era
que la revolución política cedía ante la revolución social por una razón de
fondo: la revolución industrial.
Todo deviene una revolución
Suele aceptarse que Arnold Toynbee (1852–1883, que no debe confundirse con su sobrino homónimo, Arnold J., 1889–1975) fue el historiador que
inició el uso de la expresión revolución industrial en inglés. Aunque algunos comentaristas franceses y alemanes habían utilizado esta expresión
con anterioridad en el siglo xix, su uso en inglés fue escaso hasta la publicación póstuma de las conferencias de Toynbee sobre la industrialización
en Inglaterra, entendida como un cambio acelerado, hasta brusco (Lectures on the industrial revolution in the eighteenth century in England, 1884).
Con tan sucinta analogía se ijó el tópico socioeconómico durante
más de un siglo. Con la idea de una revolución industrial, por deinición
40
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
inglesa (o angloescocesa), que haría de contrapartida económica al modelo francés de revolución política reiterada (1789, 1830, 1848 y 1871), se
estableció el sentido del término revolución (económica y política) como
consustancial con la propia sociedad moderna.
Si se miraba hacia atrás, podían buscarse los fundamentos de la modernidad desarrollista en la revolución cientíica. Según la narración al
uso, muy cuestionable, esta evolucionó de fundamentos indirectos en la
Reforma religiosa en el cristianismo occidental en los siglos xvi y xvii. No
obstante, las guerras religiosas y la revolución puritana inglesa quedaron
atrás al alcanzar la revolución cientíica de inales del siglo xvii y el cambio del siglo xviii, que puede resumirse con nombres como Isaac Newton
(1643–1727) en Inglaterra y Gottfried Wilhelm Liebniz (1646–1716) en
Alemania, con el holandés Anton van Leeuwenhock (1632–1723) y los
ingleses Robert Boyle (1627–1691) y Robert Hooke (1635–1703). Estos y
muchos otros ediicaron sobre la obra de Galileo Galilei (1564–1642) y de
René Descartes (1596–1650) para pasar del protestantismo, con su apoyo
con estrictos límites al uso de razón para dialogar con Dios, para suprimir
la relexión teológica por completo como, ya en pleno siglo xviii, propusieron los philosophes con su Ilustración. Este esquema es claramente una
proyección retrospectiva, que con posteridad quiso dar sentido y coherencia a una sucesión de ideas e interacciones harto confusas: sin ir más
lejos, es notorio que Newton consideró su esfuerzo para fechar la edad del
universo a través de la Biblia como el más importante entre el resto de sus
contribuciones al saber.
Consagrada la superación de la Reforma religiosa histórica, se desacreditaba el reformismo como algo caduco. Por tanto, el reformismo para
los más puristas de todos, los nuevos obreristas de los años posteriores a la
muerte de Mijaíl Bakunin en 1876 y de Marx en 1883, pasó a ser una palabra negativa: el elogio irónico de una mezquindad, unas palabras que solo
un reformado burgués —contradictio in terminis— podía tomar en serio.
La transición en la retórica revolucionaria marxista
Así lo conirmó la Revolución rusa en su acepción bolchevique, que negaba la supuestamente falsa revolución burguesa que le precedió a lo largo
de 1917 (como muestra la película Octobyr, de 1927, obra del afamado
director Sergei Eisenstein, 1898–1948. Al inicio de la cinta, se ve cómo
se desmorona una gran estatua sedente del zar Nicolás II), y que se erigió
como la única revolución por su carácter de cambio social, presuntamente
41
Enric Ucelay-Da Cal
deinitivo, que se renovaría internamente y se expandiría al exterior, de
tal modo que no tendría sucesión posible. La Revolución por antonomasia culminaría la historia humana para siempre, como si fuera el milenio
cristiano. Para resumir, la revolución dejaría de revolver, de dar vueltas y
quedaría ija sobre sí misma. La reforma quedaba para los socialdemócratas vendidos al oro burgués, opuestos a la auténtica revolución proletaria.
Mientras tanto, desde 1917 y hasta el colapso del comunismo soviético, fueron los bolcheviques y sus sucesores en Rusia quienes hablaban de
transición. En cuanto obtuvo el poder, por tanto, la Revolución triunfó en
su sentido más simple de exitoso alzamiento, Lenin (1870–1924) preirió
recurrir a la terminología consagrada dentro del movimiento obrerista y
especialmente entre marxistas: habló de la transición al socialismo. Con
su característico agrio sarcasmo, Lenin disertó en Pravda (verdad en ruso)
entre el 9 y el 11 de mayo de 1918, en una serie doctrinal titulada Acerca
del infantilismo «izquierdista» y del espíritu pequeñoburgués, en la que el líder indiscutible matizaba sobre la naturaleza del cambio que acompañaba
el control bolchevique para clariicar la distinción entre los términos de
revolución y transición:
La fórmula es aquí todavía más infantilmente inexacta, pese a toda la apariencia cientíica. Es propio de niños «comprender» la ciencia en el sentido de que
esta puede determinar en qué año, en primavera, en verano, en otoño o en
invierno «debe» «empezar el hundimiento».
Y añadió:
Ridículos por saber lo que no se puede saber. Ningún político serio dirá jamás
cuándo «debe empezar» uno u otro hundimiento del «sistema» (tanto más
que el hundimiento del sistema ha empezado ya, y de lo que se trata es del
momento de la explosión en distintos países). Pero a través de la impotencia
infantil de la fórmula se abre paso una verdad indiscutible: las explosiones
de la Revolución en otros países más avanzados están más cerca de nosotros
ahora, un mes después de la «tregua» iniciada con la irma de la paz, que hace
un mes o mes y medio.
Unos nueve meses más tarde, el 15 de febrero de 1919, de nuevo desde
las páginas de Pravda, en un texto titulado «Respuesta a la pregunta de un
campesino», Lenin dictó las circunstancias que la situación bolchevique
implicaría para el sector agrario:
42
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
Ningún bolchevique, ningún comunista, ningún socialista inteligente jamás
ha contemplado la idea de la violencia contra los campesinos medios. Todos
los socialistas siempre han hablado de estar de acuerdo con ellos y de su transición gradual y voluntaria al socialismo.
Hasta qué punto la Revolución era una transición del capitalismo de
Estado a la más activa construcción socialista queda claro en unos famosos apuntes de quien más adelante sería oicialmente denominado el Gran
Humanista y Genio Universal, cuando el 22 de diciembre de 1920 apuntó,
acerca del Plan GOELRO lo siguiente: «El comunismo es el poder de los
soviets más la electriicación de todo el país, ya que la industria no puede
desarrollarse sin electriicación».
Hubo leninistas inteligentes y lúcidos que no se hundieron en los supuestos gratuitos, puede que porque no accedieron al poder. El italiano
Antonio Gramsci (1891–1937) trató la distinción entre transición —aunque no mencionó el término, sí especiicó la idea— y revolución, deiniendo la transición como la contraposición frontal al ideal de la revolución. El
siempre original pensador marxista italiano trató el concepto de ortodoxia
en su recopilación póstuma respecto al libro La política y el Estado moderno, donde comentó lo siguiente:
Este concepto renovado de la ortodoxia sirve para precisar mejor el atributo
de «revolucionario», que se suele aplicar con tanta frecuencia a diversas concepciones del mundo, teorías, ilosofías. El cristianismo fue revolucionario
frente al paganismo porque fue un elemento de completa escisión entre los
sostenedores del viejo mundo y los del nuevo. Una teoría es «revolucionaria»
en la medida en que es un elemento de separación y distinción consciente en
dos campos, en la medida en que es un vértice inaccesible al campo adversario. Considerar que la ilosofía de la praxis no es una estructura de pensamiento completamente autónoma e independiente, opuesta a todas las ilosofías y religiones tradicionales, signiica, en realidad, no haber roto los lazos
con el viejo mundo, cuando no signiica, lisa y llanamente, haber capitulado.
En la medida en que 1925 para Iósif Stalin (Iósif Vissariónovich Dugashvili, 1878–1953) pudo concentrar el poder comunista tras la muerte
del padre fundador, se hizo un esfuerzo consciente por deiicar al difunto
líder para así cubrir al vozjd, al nuevo jefe, con su impoluto manto —como
ha demostrado la historiadora Nina Tumarkin, entre otros que han estudiado este tema—. La continuidad en la Rusia soviética quedó sellada
con la estampa de una transición patrística: los bustos de Marx, Engels,
43
Enric Ucelay-Da Cal
Lenin y Stalin; y en China, donde la literatura oicial ha hablado de transición hasta hoy, se añadió a Mao Zhedong (1893–1976) para completar esa
transición sucesoria. Llegados a este punto, hasta Ernesto «Che» Guevara
(1928–1967), sin mayores conocimientos que la patrística marxista-leninista, explicaba economía y política en la transición al socialismo. A pesar
de tanto esfuerzo y por muchas toneladas de propaganda que anualmente
se echara encima, la Unión de Consejos (o Unión Soviética), que entre
1922 y 1923 establecieron los bolcheviques, no resultó convincente como
paraíso terrenal estalinista.
La culminación de la Revolución
Fuera o no una transformación genuina y permanente, la Unión Soviética
condicionó todo tras 1917. De modo indiscutible, el tópico de la revolución dominó la conciencia del siglo xx. Nada podía tomarse en serio por
su dimensión social, nada era decisivo si no era una revolución que paraba
el reloj y se abría a un futuro sostenido. En los años veinte y treinta, la
extrema derecha anticomunista se redeinió como portadora de una revolución nacional, que se presumía derrotaría a los bolcheviques con sus
propias armas. La derrota de las potencias del Eje en la Segunda Guerra
Mundial trajo la ridiculización de los clichés de raíz fascista, pero no los
de la simpatía de izquierdas, y más cuando la descolonización de la posguerra dio pleno sentido al discurso antiimperialista.
A partir de 1945, en Occidente, los historiadores abusaron con cansina insistencia de esta palabra en múltiples sentidos. Un ejemplo, propiamente de los años treinta, es el hispanista y economista Earl J. Hamilton
(1899-1989), que estableció que la economía europea en el siglo xvi había
estado condicionada por una price revolution, idea que se mantiene más
o menos consagrada hoy. Este resulta un uso plausible, pero la idea inconveniente de giro radical que se paraba a media vuelta e iniciaba un
futuro paradisíaco se asentó más allá del leninismo. Era un epíteto que
servía para todo. En medicina, por ejemplo, el descubrimiento en 1928 del
doctor Alexander Fleming (1881–1955) de la penicilina como uso contra
las bacterias de un hongo de inmediato se conoció como la revolución de
los antibióticos. El efecto de analogía social fue nefasto: como en el comunismo, el fascismo, el nazismo y los nacionalismos en general se suponía
que el cuerpo como conjunto estaba sano, pero estaba sometido al ataque
de gérmenes peligrosos, enemigos internos que debían ser eliminados por
cualquier medio puriicado para evitar su contagio como fuera. Ya pasada
44
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
la Segunda Guerra Mundial, en el mismo campo de la sanidad, se vislumbró otra revolución: la invención por el doctor Jonas Salk (1914–1995)
de una vacuna contra la poliomielitis de estímulo selectivo en el sistema
inmunológico, que fue un ejercicio de virología aplicada que marcó la primera erradicación de una enfermedad epidémica, fue aclamada como la
revolución de la salud. De inmediato, un contemporáneo de Salk, el agrónomo doctor Norman Borlaug (1914–2009) creó la revolución verde en
los primeros años de la década de los sesenta, con lo que parecía ser que
ahuyentaba para siempre la amenaza anunciada por Malthus, hacía más
de un siglo antes, del desequilibrio inevitable entre crecimiento demográico y hambruna.
En los años ochenta, se enfatizaron los derechos humanos, cada vez
más enfocados sobre el individuo y sus particularidades. La lucha en Estados Unidos por la desegregación racial tuvo más un sentido de suma de
individualidades por derecho que de un juego de bloques sociales. Este
criterio se extendió a los grupos sexuales: en primer lugar, a las mujeres
frente al inconsciente machismo patriarcal y, después, a las minorías sexuales. Así, gracias a la píldora anticonceptiva, se inició en los años sesenta la revolución sexual, basada en la capacidad femenina para controlar el
riesgo de embarazo. Lógicamente, a partir de los años setenta, esto condujo a la revolución feminista y a la revolución gay. El tópico de la revolución
ha parecido imprescindible para la creación de colectivos de identidad.
Los efectos inesperados —al menos por la sociedad patriarcal y blanca, de predominio masculino tradicional— acompañaron la consolidación
de la sociedad de consumo. La producción bélica de Estados Unidos en la
Segunda Guerra Mundial resultó en la consolidación de una sociedad del
bienestar, que en los años cincuenta y sesenta incluyó a los obreros fabriles
y manuales en una gran clase media, o en su simulacro, con la promesa de
reducir la underclass o infraclase a la mínima expresión y encoger la alta
clase ociosa con sus exagerados dispendios. Comprar —si se podía— se
convirtió en el factor determinante del rango social. La exigencia a participar en tan positivo modo de vida para sectores invisibles (por ejemplo,
la gente de color, segregada), junto con la presión para que tal estilo de
vida se generalizara a escala mundial, hicieron estallar el sueño en los años
setenta (las crisis de energía de 1973 y 1979) y provocaron una reacción
de rechazo a tal expansión de los recipientes de la promoción. Finalmente, para las últimas décadas del siglo xx, se hicieron más que visibles los
costes ocultos en una vida de comodidad a gran escala. En 1958, se estimó
45
Enric Ucelay-Da Cal
que la población mundial alcanzaría los 3 000 millones, de los 2 000 millones que se habían cifrados hacia los años veinte; un crecimiento realizado
a pesar de la vasta mortalidad contabilizada por millones de las múltiples y entrelazadas contiendas entre 1937 y 1949. ¿Podría vivir tanta gente
igual de bien? Claro que no.
Por añadidura, los ritmos de producción de los materiales de presentación de los productos —el hardware de los recipientes y el sotware de la
mercadotecnia—literalmente llenaron el mundo de restos desechables. Tal
acumulación, además de las nuevas mezclas químicas innovadoras, desconocidas en los sistemas naturales, tuvo su lógica repercusión de amontonamiento y envenenamiento. Con el paso de los años sesenta a los años
setenta, el aventurero y explorador marino Jacques Cousteau (1910–1997)
ya señaló que él notaba mucha basura industrial lotante cuando realizaba
sus rutas pelágicas. Con el paso de los años ochenta a los años noventa, se
sabe, en parte por visión del satélite, que existen inmensas islas lotantes
de restos de plásticos, atrapadas en los vastos remolinos de las mayores
corrientes oceánicas: la primera «mancha» en ser observada, el gran remolino de basura del Pacíico, se estima —en los cálculos más modestos— que cubre unos 700 000 km², si bien nadie lo sabe con exactitud. En
una observación no ajena, la cantidad de estrógenos y progestágenos (por
ejemplo, de la excreción de la píldora por millones de mujeres), además de
pseudoestrógenos (a resultas de la degradación de complejos químicos y
plásticos), que se vierten en los recursos de agua dulce ya indicaban drásticos cambios de sexo en la población piscícola. El mundo está sometido a
transformaciones que no se empiezan ni a vislumbrar.
Hay muchas muestras de agotamiento de lo que cada vez se hace más
evidente que tan solo fue una breve racha de buena vida. Frente a las revoluciones sanitarias del siglo xx, no hay una familia de antibióticos nueva
desarrollada en laboratorio farmacéutico desde 1983, lo que se constata
con el hecho de que enfermedades «borradas» vuelven con energía y se
muestran resistentes a todo tratamiento. La revolución se produjo con el
aprovechamiento de un modo de batalla en el combate a muerte ancestral
de los hongos y las bacterias, antes de que surgieran como protagonistas
los virus, los priones o los protistas —sin complicar el panorama— para
ofrecer una visión del ser humano como una ecología simbiótica y mucho más compleja del simple esquema de un organismo defensivo frente
a cualquier invasión de gérmenes. El aprovechamiento de recursos como
frase hecha tiene muchas más implicaciones de las que se le suelen atribuir.
46
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
El alba de las transiciones
Todos estos cambios más o menos coincidieron con el momento simbólico de 1968, la revolución que nunca lo fue. La exigencia de la juventud
nacida en la posguerra del gran conlicto mundial era la extensión de las
ventajas del desarrollo y del consumo a gran escala a todos los desaventajados, en todos los continentes. En los años setenta, mientras culminaba la
literatura de la vieja izquierda, de signo comunista más o menos tradicional, con las especulaciones de la nueva izquierda, que se identiicaba con
el cambio instantáneo, reclamado en 1968, culminó la idea de revolución.
La explosión juvenil mundial del 1968 tuvo una enorme repercusión en
las aulas, al consolidar un marxismo académico, a la francesa (con algunos
autores ingleses) en universidades hasta entonces cerradas a tales enfoques, desde Estados Unidos a Alemania. En el Caribe y América Latina se
conirmaron las prédicas idelistas (de Fidel Castro, 1926).
En el terreno estrictamente político, la experiencia española tuvo múltiples implicaciones. Mientras las izquierdistas hablaban de cómo realizar
mejor la transición al socialismo, se dio un paso no violento de la dictadura emblemática de Francisco Franco a un sistema parlamentario electoral,
con libertad de expresión, acceso al consumo y apertura en cuanto a los
roles sexuales. Frente a los contemporáneos procesos en Portugal (abril de
1974) y Grecia (julio de 1974), la dinámica española, en especial pasada
por el iltro de la prensa y de la supericialidad, la transición devino un
modelo auténtico de cambio bien llevado. El país sexualmente más retrogrado de la Europa occidental, con una tasa de natalidad altísima, veinte años más tarde, a principios de los años noventa, apareció en el Libro
Guinness de los récords como el ámbito de natalidad más bajo del planeta.
Algo había cambiado y sin revolución. Constituyó, como se ha repetido
desde el 1976 en adelante, la transición española.
Con todo este proceso, se pasó de las alternativas griega y portuguesa
de los años setenta a la dinámica en España, y a la extensión del llamado
modelo español a Latinoamérica y el glacis europeo del comunismo. Surgió una considerable producción de political science, la igura más importante de la cual fue el politólogo español, Juan Linz (1926–2013), profesor
aincado en Estados Unidos, en la Universidad de Yale. Fue un perdedor
político en los inicios de la transición política española (auspició una opción socialdemócrata que no llegó a ninguna parte), pero supo convertir
un relativo fracaso en una inmensa obra intelectual, ya que se dedicó a
47
Enric Ucelay-Da Cal
sistematizar el estudio de las transiciones de la dictadura a la democracia
en cuatro tomos de sesudas colaboraciones. Fijó los esquemas de la comparación de cambio estatal en su disciplina de comparative politics en el
contexto de inales del siglo xx. Fue un vasto proyecto de ciencia política,
que continuó hasta su muerte en octubre de 2013. Mediante el ejemplo
de España en toda su complejidad y no solo desde su exitosa transición,
Linz pudo establecer una potente red internacional que fue el puente, por
decirlo de algún modo, entre los politólogos hispanoamericanos en las
universidades norteamericanas, estudiosos considerados inferiores a los
americanistas (o sea, los especialistas en Estados Unidos), y los focos de
especialistas en el marco académico americano y de estudio en el Báltico,
Finlandia o Noruega, que buscaban independizarse de la tutela académica
alemana. El tema de las transiciones dio para dos décadas de vacas gordas,
a pesar de que pasó en los departamentos de historia del estudio de los
obrerismos de izquierda a los nacionalismos, que tanto volumen publicó
en los años noventa y en el primer lustro del siglo xxi. Todo esto se abandonó con la devastación de la recesión mundial de 2007 y 2008, que reveló
la cara amarga de la globalización.
De ahí, con la reiteración de unos medios de comunicación cada
vez más determinados por la televisión y su lógica de sound-bites de 20
segundos, todo se convirtió en transiciones. Los marxistas de la fallida
Revolución de 1968 se obsesionaron con la transición —al socialismo,
se entiende—. La literatura de los soixante-huitards estuvo llena de títulos que revelaban la preocupación de la época; como muestras en inglés:
Stephany Griith-Jones (1947) con su libro Role of inance in the transition
to socialism, (1981), o John D. Stephens (1947), con su he transition from
capitalism to socialism (1979). Dicho brevemente, este era el Zeitgeist de
los años 1975–1979. Así, en España, la transición dominó la conversación
de los progres, aunque fuera una discusión abstrusa y futurista sobre el
cambio de sistema económico y del tipo de sociedad.
Pero entonces llegó la transición argentina en 1983, con la victoria de
Raúl Alfonsín (1927–2009) como presidente elegido tras el cruel Proceso
de Reorganización Nacional, en el poder desde inales de 1976. Después, le
siguió Brasil, como apertura tras una dictadura militar en pie desde 1964.
La elección de Tancredo Neves (1910–1985), junto con su abrupta muerte,
trajo A Nova República após 1985. Este proceso culminó con la transición
chilena. En Chile se celebró la victoria del «no» en plebiscito en 1988,
convocado por el presidente-general Augusto Pinochet (1915–2006). To-
48
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
dos estos eventos se vivían con especial sensibilidad en España, ya que
existían comunidades de exiliados y, además, los partidos de izquierda
habían insistido mucho en su propaganda sobre los cambios hispanoamericanos. Sin ir más lejos, la obsesión creciente por localizar y desenterrar a
los muertos de mano franquista durante y después de la Guerra Civil vino
directamente por las movilizaciones de las Abuelas de la Plaza de Mayo en
Buenos Aires.
Para entonces, la modernidad —siempre estatalista— daba signos de
agotamiento intelectual, sobre todo tras la iebre de los soixante-huitards.
Al iniciarse los años ochenta, voces dispares —entre ellos muchos desengañados del izquierdismo— clamaron que las verdades heredadas de los
años treinta ya no funcionaban. Se empezó a hablar (en arte y en ensayo)
de una posmodernidad.
Casi inmediatamente, al abrigo de la gorbymanía, llegaron los cambios en la Europa oriental soviética. Hungría había liderado las reformas
en sentido consumista —lo que se había relejado, entre otros sentidos, en
una naciente industria del porno que rompía con el estilo pacato del Imperio soviético—. La decisión del Gobierno húngaro de mantener abierta
su frontera con la República Federal Alemana en el verano de 1989 fue la
causa directa de la masiva aluencia de alemanes orientales de la República
Democrática Alemana comunista y, por extensión, de las manifestaciones contra el régimen de Pankow, lo que llevó a la accidental apertura
del muro de Berlín la noche del 9 de noviembre de ese mismo año. El 16
de diciembre siguiente, en Checoslovaquia, se completó la Revolución de
Terciopelo, llamada así por la suavidad con que la fue realizada: fuera los
comunistas, el dramaturgo y opositor Václav Havel (1936–2011) aceptó la
presidencia y se acabó el antiguo régimen.
¿Fue 1989 un efecto demostración como la Primavera de los Pueblos
de 1848, si bien acelerado, con televisión en directo? En efecto, hubo algún
evento que se concibió como una revolución clásica, con tiros y ejecuciones, como lo que sucedió en la Navidad rumana de 1989, con el fusilamiento de los Ceaușescu, lo que comportó enfoques narrativos de algún
modo de recuperación de patrones de antaño. ¿Fue la caída violenta de
Nicolae Ceaușescu (1918–1989) una revolución? Sin duda, formó parte
de una dinámica histórica a largo plazo sin estabilidad, lo que justiicaría
el sentido circular de un proceso revolucionario, aunque no del tópico
tan conocido. Sin embargo, en todo caso, la pauta de inales del siglo xix
en el «mundo civilizado» era el acuerdo pactado, es decir, la transición.
49
Enric Ucelay-Da Cal
La alternativa «salvaje» fueron las guerras civiles sin sentido, como las
que marcaron el desmembramiento de la antigua Yugoslavia, de 1991 a
2001, cuyo aspecto caótico se atribuía en la prensa y en ensayo a los «viejos demonios» del etnicismo y el nacionalismo balcánico. Peor aún, más
«demoníacas» —y, por tanto, menos analizadas— se consideraron las brutales luchas intestinas en el África Occidental, como Liberia (1989–1996 y
1999–2003) o Sierra Leone (1991–2002).
A partir de entonces, todo se convirtió en transición. Puede seguirse
una multitud de ejemplos en sectores analíticos poco dotados para la prosa
y el pensamiento fuera de los cauces habituales. De hecho, al preparar esta
intervención se encontró una gran cantidad en la red. Un urbanista, por
ejemplo, puede hablar del Passengers mobility transition, del Dr. JeanPaul Rodrigue (1967), de la Universidad Hofstra. Un centro de estudios
en la capital catalana (Barcelona Field Studies Centre, SL) puede ofrecer
su Demographic transition model para 2014. Un ecólogo académico,
el Dr. Tim Foxon, en una universidad británica (Escuela de la Tierra y
el Medioambiente, Universidad de Leeds) anuncia su proyección para
Transitions to a low carbon economy. Mientras tanto, los marxistas van
erre que erre: el latinoamericanista Roger Burbach (¿1945?–2015) y otros
describen con tipiicación marxista a Latin America’s turbulent transitions.
he future of twenty-irst century socialism (2013); así como el argentino
marxista Aldo Casas (1944), con su ensayo acerca de Los desafíos de la
transición: socialismo popular y poder desde abajo (2011). Existe, pues, un
vivo debate sobre el tema en el medio izquierdista.
Una recapitulación
Llegados a la circunstancia actual, al acabarse el tercer lustro del siglo
xxi, la revolución se ha convertido deinitivamente en una transición y,
en cierto sentido, la posmodernidad completa el ciclo, en tanto que los
discursos dominantes a lo largo de los últimos 25 años —desde 1990 hasta
hoy, otoño de 2015— han sacralizado el uso de la noción de transición o,
en clave de conservadores de izquierdas, reivindican la añeja terminología
de hace un siglo, en la coyuntura que dio lugar a la Revolución rusa de
1917, pero para referirse a una transición nueva o para llamarla revolución, por encontrar que esta palabra se identiica con las tradiciones de las
sucesivas tendencias de la izquierda mundial a la luz de los años sesenta
del siglo pasado (la old let, encarnación de la izquierda de los años treinta,
50
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
estalinista o antiestaliniana, y la new let, que había pretendido relanzar
todos los viejos temas con renovación voluntarista en los sesenta y en los
años de plomo —entiéndase terrorismo— de los setenta).
Para recapitular, el sentido de revolución y, por ende, de revolucionario
se ijó en los 42 años entre la formación del marxista Partido Socialdemócrata Alemán en 1875 y el triunfo de Lenin en Rusia. Con la conianza de
que la historia evolucionaba —recuérdese a Charles Darwin (1809–1882),
homas Henry Huxley (1825–1895) y Herbert Spencer (1820–1903)—
de la Reforma por antonomasia y la revolución cientíica a la revolución
industrial, todo había de quedar determinado por la revolución obrera.
Fue una de las fantasías más capciosas, pero literalmente fehacientes del
siglo xx. Ante la reiteración de la propaganda leninista y luego estalinista
—apúntese que Lev Trotsky (1879–1940) estaba de acuerdo—, la revolución se hizo imagen o metáfora, y también cliché, al reproducirse de modo
incasable, hasta mecánicamente.
Esta dinámica ideológica de mediados de los años sesenta (1965 o
Berkeley hasta el 1968 mundial) por supuesta llegó a formar un ambiente,
que se arrastró hasta mediados de la década siguiente. El año crucial de
1974 vio la caída de las dictaduras de Grecia (tras un golpe fracasado en
Chipre) y en Portugal (ante la imposibilidad de sostener la lucha militar
contra las distintas guerrillas independentistas en Guinea-Bisáu, Angola y Mozambique). Era una cuestión que excitó en sobremanera a la izquierda radical europea (a Nicos Poulantzas, 1936–1979, por ejemplo, en
su La Crise des dictatures: Portugal, Grèce, Espagne, 1975). Los resultados
no fueron luidos, sobre todo en Portugal. Así, la dinámica española tuvo
gran predicación como un paso no muy costoso de un régimen a otro: una
transición de dictadura a democracia. Esto tuvo repercusiones a lo largo
de los años ochenta en América Latina. Tras duros procesos de supresión
de guerrillas urbanas y de gran violencia ejercitada en medio de la clase
media en las ciudades, los servicios de inteligencia militar descubrieron
que podían ceder gracias al ejemplo español. No sería como Cuba en 1959,
con tribunales populares anhelando su reclamación de la pena de muerte
y las ejecuciones inmediatas por fusilamiento, todo en la televisión, para
horror de los espectadores más sensibles —como este autor, entonces niño
en Nueva York, que consumió con asco el espectáculo en los canales hispanos y también, más recortado, en los telediarios de las grandes cadenas
nacionales—. En España, los esbirros del franquismo cobrarían sus pensiones, lo que tranquilizó el ambiente en el país de los años 1976–1977,
51
Enric Ucelay-Da Cal
conforme fue pasando el tiempo, con los socialistas de Felipe González
(1942), la nueva izquierda de barbudos de pelo largo —como entonces
servidor— serían admitidos a la función pública. Por aquel entonces todos
estaban contentos, pues había legislación iscal que garantizaba tales ofertas. Esto, reducido a lo irreducible, fue el secreto de la famosa transición
en España y, posteriormente, por doquier.
Por supuesto, el patrón latinoamericano se extendió en 1989 a las democracias populares del Imperio soviético en Europa oriental y central,
incluso, tras 1991, en la mismísima Unión Soviética, con relativo éxito;
más, por eso, en las dependencias en Rusia, donde las inlaciones arruinaron a vastas multitudes y enriquecieron a unas pocas y ágiles oligarquías.
Conclusión
Por supuesto, hay más, aunque falte espacio para explicarlo. Por ejemplo,
el mundo de los ordenadores personales que surgió en 1984, la red abierta
en 1994 y la adaptación ulterior de los teléfonos móviles a todas las funciones imaginables —por ahora— se basa en un código binario: sí o no.
La opción positiva o negativa sirve como el fundamento de la cibernética,
pero genera accesibilidad a la información en la práctica ininita. Por supuesto, hay quien lo ha llamado revolución, faltaría más, pero ¿no se asemeja el sistema binario más bien al esquema elemental de la transición?
En el fondo, el sentido existencial es relativamente sencillo. Los seres
humanos somos animales diurnos que desconiamos instintivamente de
la noche. La oscuridad esconde peligros desconocidos, produce miedo e
inseguridad, hace que el paso nocturno sea una alteridad de la jornada a
la existencia de día, cuando la vida consciente se hace literalmente sueño
y la claridad deviene pesadilla. La metáfora vital del amanecer y el atardecer surge espontáneamente en multitud de mitologías. Así, nacer y morir
tienen un sentido claro de entrada a la vida y de salida de ella, que se
concibe en términos de transiciones (la gestación y el declinar deinitivo del moribundo). Entremedio, la sociedad deine a la persona por ritos
de paso, como, hace ya más de un siglo, famosamente señaló el etnólogo
francés Arnold van Gennep (1873–1957) en su famoso estudio Les rites de
passage (1909). Para formular una conclusión de este ensayo ante un tema
que salta, se revuelve o se revoluciona ante cualquier intento de precisar
su sentido.
52
La transición como concepto en la ciencia política y la historia: un juego de palabras
Una transición —la que sea— nace de un esquema de universo dualista, probablemente en su origen rígido, patriarcal: macho-hembra, caosorden, y así sucesivamente. No obstante, por las razones que sea, la idea
binaria de confrontación, de alternativa absoluta se suaviza para que pueda entenderse que hay un paso —o pasos— de lo uno a lo otro. El día cede
a la noche y la noche al día, sucesivamente. Son dos, siempre básicos, pero
hay amanecer y atardecer, que son mudanza. Cuando la mirada se ija en
el movimiento de una esencia pura a su contraria tenemos una transición.
No es más que un paso.
Podría suponerse, pues, que visto todo lo visto y con la debida modestia, se ha podido ofrecer una deinición que puede considerarse operativa
con lo que es una transición. Sin embargo, ya no es hoy y mañana será
otra historia.
Fuentes secundarias citadas
(No se mencionarán aquí ni diccionarios ni fuentes primarias ni fuentes
en línea)
Baumgartner, F. J.: Longing for the end: a history of millennialism in
western civilization, Nueva York: St. Martin’s Press, 1999.
Briggs, A. y Snowman, D.: Fins de siècle. How centuries end, 1400–2000,
New Haven: Yale University Press, 2000.
Burbach, R; Fox, M.; y Fuentes, F.: Latin America’s turbulent transitions.
he future of twenty-irst century socialism, Londres: Zed Books, 2013.
Bury, J. B.: La idea del progreso, Madrid: Alianza Editorial, 2009.
Casas, A.: Los desafíos de la transición: socialismo popular y poder desde
abajo, Buenos Aires: Ediciones Herramienta, 2011.
Cipolla, C. M.: Clocks and culture, 1300-1700, Nueva York: W. W. Norton,
2003.
Corbin, A.: Les cloches de la terre. Paysage sonore et culture sensible dans
les campagnes au xixe siècle, París: Albin Michel, 1994.
Cohn, N.: he pursuit of the millennium: revolutionary millenarians and
mystical anarchists of the middle ages, Nueva York: Oxford University
Press, 1970.
Gramsci, A: La política y el Estado moderno, Barcelona: Península, 1971.
Griffith-Jones, S.: Role of inance in the transition to socialism, Londres:
Frances Pinter Publishers, 1981.
53
Enric Ucelay-Da Cal
Hamilton, E. J.: El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501–1650, Barcelona: Crítica, 2000.
Koselleck, R.: Futuro pasado: para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona: Paidós Ibérica, 1993.
Landes, D. S.: Revolution in time, clocks and the making of the modern
world, Cambridge: Harvard University Press, 2000.
Lenk, K.: Teoría de la revolución, Barcelona: Anagrama, 1978.
Lukács, G.: Histoire et conscience de classe, París: Minuit, 1960.
Nisbet, R.: Historia de la idea del progreso, Barcelona: Gedisa, 1981.
Poulantzas, N.: La Crise des dictatures: Portugal, Grèce, Espagne, París:
Maspero, 1975.
Schwartz, H.: Century’s end: a cultural history of the in de siècle, Nueva
York: Doubleday, 1990.
Stephens, J. D.: he transition from capitalism to socialism, Urbana: University of Illinois Press, 1979.
Tumarkin, N.: Lenin lives! he Lenin cult in soviet Russia, Cambridge:
Harvard University Press, 1997.
Winchester, S.: he professor and the madman: a tale of murder,
insanity, and the making of the Oxford English dictionary, Nueva York:
HarperCollins, 2003.
54
TRANSICIONES EN LA TRANSICIÓN: LO QUE TRANSITA,
LO QUE PASA, LO QUE CAMBIA Y LO QUE DURA.
Paul Aubert
Aix-Marseille Université-CNRS 7303-UMR Telemme
paul.aubert@univ-amu.fr
Resumen
La dictadura murió con el dictador. Y no se pudo mantener porque la sociedad, la economía, en una palabra, las mentalidades habían cambiado. Dicho
de otra manera distintas transiciones tuvieron lugar durante el gobierno del
general Franco, a partir de mediados de los años sesenta. Hace cuarenta
años, no hubo vacío de poder ni se paró la historia. La Transición, por consiguiente, no puede aparecer como ningún paréntesis, sino más bien como un
proceso insatisfactorio que instrumentalizó lo posible y rescató lo necesario
hasta correr el riesgo de preterir lo venidero agotando las virtudes de la democracia parlamentaria y del recurso a los decretos leyes.
Palabras clave
Dictadura; franquismo; Transición; democracia
Abstract
he dictatorship died with the dictator. It could not be sustained because
society, the economy, in a word, people’s mentalities had changed. To put it
another way, various transitions took place during Franco’s government from
the mid-1960s on. Forty years ago, there was no power vacuum and history
did not stop. he Transition, consequently, cannot be seen as a parenthesis,
but rather as an unsatisfactory process that made possible the possible and
rescued the essential to the point that it ran the the risk of postponing the
future by exhausting the virtues of parliamentary democracy and of the rule
of law.
Key words
Dictatorship; Francoism; transition; democracy.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 55–83.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Paul Aubert
Transiciones hubo en la historia de España que correspondían al momento en que el Poder ya no podía gobernar y la sociedad se estaba preparando a recibir uno nuevo cuyo advenimiento parecía ineludible, como fue
el caso con las dos Repúblicas, ya ampliamente anunciadas, al inal de la
Primera y en los últimos meses de la «Dictablanda» de Berenguer y Aznar.
A lo sumo, corresponde esta etapa a un nuevo periodo constituyente que
es la solución del momento para poner de acuerdo país real y país legal
ahorrándose episodios de incierta autoridad como lo fueron los gobiernos
provisionales dirigidos a menudo por el general Serrano. Ninguna estuvo
cargada, como la más reciente, de tanto simbolismo. Hasta tal punto que
no se ijó ningún término a este proceso transitorio. Pero, o se asigna un
in a la transición, o se comprueba a posteriori desde el estado alcanzado
que tal transición fue efectiva, o se pretende homologar desde una especie
de limbo socio-político una evolución inevitable sobre la que estriba el
discurso de las tres legitimaciones de la monarquía restaurada: la franquista, la monárquica y la democrática.
En los últimos años, los temas debatidos (o parcialmente silenciados),
en torno a la índole del Estado o de los nacionalismos tras el paso de la
dictadura a la democracia, se transformaron en juicio sobre esta misma
transición y el papel de unos y otros hasta valorar el recuerdo de los liberales decimonónicos, el testimonio de los supervivientes y por consiguiente
el pasado republicano. Pero España no reanudó con dicho pasado y dio la
espalda a las instituciones del exilio republicano que, con la excepción de
la instrumentalización de Tarradellas, vieron frustrado su deseo de transmitir el testigo.
Mientras las historias de la España reciente tomaban la forma de guías
turísticas y se poblaban de lugares comunes y de estereotipos sobre las
paradojas y los milagros de la Transición, muy pocos autores tuvieron la
modestia de Robert Escarpit quien, negándose a ceder a la facilidad de los
clichés, anunciaba a la hora de descubrir la España nueva: «lo que no sabemos, lo que será indudablemente la información de mañana, es la silueta
de la nueva España que se construyó desde una generación detrás de la
fachada, y que nos será revelada cuando caiga esta cortina de humos»1. Lo
mismo que los prejuicios, los tópicos tranquilizan si se quiere olvidar que
1 « Ce que nous ne savons pas, ce qui sera indubitablement l’information de demain, c’est la
silhouette de la nouvelle Espagne qui s’est construite depuis une génération derrière la façade,
et qui nous sera révélée lorsque tombera ce rideaude fumée. » (Le Monde, 21 novembre 1981).
56
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
su estabilidad va forjando, por una parte, una mirada mutilada y alimenta,
por otra, la esquizofrenia cultural de los países poco desarrollados frente a la modernidad. Cuatro calas desde un enfoque económico, cultural,
político y social intenta evaluar aquí dicho proceso que es muy anterior y
empezó ya, a nivel social y económico a mediados de los años sesenta con
la transformación de la sociedad y la apertura internacional operada por
los ministros del Opus Dei. Naturalmente no todo es desarrollo económico pues una dictadura suele atraer las inversiones extranjeras.
El proceso transitorio se inicia en 1976 con la ley de reforma política
de Adolfo Suárez y termina quizá con las recientes veleidades de Artur
Mas de lograr la independencia de Cataluña, quebrando el consenso de
1978 e inutilizando bruscamente el título octavo de la Constitución. Es un
periodo ambiguo que fue erróneamente considerado como sinónimo de
democracia y como tal aparece en la cronología de ciertos manuales tras el
franquismo vestido de las plumas de la democracia triunfante cuando no
de las de un modelo a seguir para salir de una dictadura, cuando en España, ésta murió con el dictador. Y no se pudo mantener porque la sociedad,
la economía, en una palabra, las mentalidades habían cambiado. Dicho de
otra manera distintas transiciones tuvieron lugar durante el gobierno del
general Franco, a partir de mediados de los años sesenta.
Las paradojas de la economía
La referencia en este dominio era la situación de la Segunda República.
La destrucción de la economía durante la Guerra civil (con pérdida del
30 % del PIB para una población de 23,677 millones de habitantes), el aislamiento internacional posterior, que se tradujo por el hecho de que la España no democrática no pudo beneiciarse del plan Marshall, acarrearon
una recesión tal que la situación de la economía de inales de los cuarenta
era peor que la de inales de la Guerra civil. España recobra los niveles de
producción de principios de los años 30, cuando renuncia a la autarquía a
mediados de la siguiente década y se abre nuevamente a los intercambios
con el exterior. Pero entonces el desajuste con los demás países europeos
se ha acentuado.
El Plan de estabilización de julio de 1959, copia del Tercer Plan francés (1958–1961)2, tuvo consecuencias nefastas aunque supuso el in de la
2 El Tercer Plan francés quiso mantener el crecimiento en un contexto adverso modiicado
por tres acontecimientos: 1) La apertura de las fronteras y la entrada de Francia en el Merca-
57
Paul Aubert
autarquía. Logró la estabilidad económica, restableció el equilibrio en la
balanza de pagos y robusteció la moneda, para que se convirtiera en una
divisa estable. También abrió el mercado a la importación y liberalizó el
comercio interior. Las medidas adoptadas fueron por una parte liberalizadoras y por otra aianzaron una política de austeridad. Pero esta estabilización supuso a corto plazo, un freno de la producción española durante la
segunda mitad de 1959 y principios de 1960, con congelaciones salariales
y fuertes bajas del consumo y de la inversión y también un aumento del
paro. Lo cual provocó el incremento de la emigración española hacia Europa en busca de empleo. Luego, a largo plazo, permitió el crecimiento de
la economía española a mediados de los años sesenta. Entonces el nivel de
vida del español representaba la mitad de la media de los habitantes de la
Comunidad Europea. A la muerte del general Franco, en 1975, la economía española había alcanzado el 82 % del nivel europeo3. Este desarrollo
propició una transición hacia la democracia. Pero ésta se veriicó en plena
crisis económica debida al aumento del precio del petróleo en 1973. Las
medidas impopulares que exigía tal situación —era políticamente inoportuno combatir la inlación— eran poco compatibles con una apertura dedo común tras el Tratado de Roma de 1958; 2) la guerra de Argelia y las tensiones inlacionistas que conlleva; 3) la inminente llegada al mercado del trabajo o a la universidad de los
jóvenes nacidos durante el baby-boom de la posguerra. La preparación de dicho Plan, que
corresponde al enderezamiento nacional deseado por el general De Gaulle estaba marcada
también por dos cambios notables: el uso del lenguaje de la contabilidad nacional para formular un objetivo de crecimiento de la producción interior bruta, y la introducción de una
dimensión prospectiva. El enderezamiento fue más rápido que previsto, pero al precio de un
estancamiento del crecimiento, en parte borrado por el plan intermediario de 1960-1961.
3 Para este apartado las fuentes son el Instituto Nacional de la Estadística, Madrid y Eurostat,
Comisión Europea, Bruselas; Eurostat, Système européen des comptes–SEC 1995, junio 1996.
Eurostat, «Abrégé des documents de référence sur les IPCH», marzo 2001; J. Astin, «he
European Union Harmonised Indices of Consumer Prices (HICP)», Statistical Journal of the
United Nations ECE, n° 16, 1999, p. 123-135 ; Juan Velarde Fuertes (dir. con la colab. de Julio
Alcaide Inchausti), La España de los años 70: La economía, Madrid, Moneda y Crédito, 2 vols.,
1973; José Luis García Delgado, Andrés Pedreño Muñoz, Apertura e internacionalización de
la economía española: España en una Europa sin fronteras, Madrid, Colegio de Economistas
de Madrid, 1991; Gabriel Tortella, El desarrollo económico de la España contemporánea.
Historia económica de los siglos xix y xx, Madrid, Alianza, 1994; Joseph Harrison, he
Spanish Economy From the Civil War to the European Community, Cambridge, Cambridge
University Press, 1991; Albert Broder, Histoire économique de l’Espagne contemporaine,
París, Economica, 1998; Juan Velarde Fuertes, Cien años de economía española. El siglo que
lo cambió todo en nuestra economía. De Silvela-Fernández Villaverde a Aznar-Rato, Madrid,
ed. Encuentro, 2009; Jordi Maluquer de Motes, La economía española en perspectiva histórica,
Barcelona, Pasado&Presente, 2014.
58
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
mocrática. De tal manera que hasta 1985 la economía española perdió casi
el 40 % de lo que había recuperado a lo largo de los quince últimos años.
Tardó en vencer este estancamiento, porque se crearon muy pocos puestos
de trabajo entre 1983 y 1985. Las medidas liberales del ministro de Hacienda Miguel Boyer empezaron a surtir efecto y en 1992 España recobraba en el seno de los países europeos el puesto que había sido el suyo quince
años antes. Mientras tanto, su adhesión a la Comunidad Europea había
dinamizado la economía. No obstante, en el país, el desarrollo disminuyó
en las regiones del norte (la orilla atlántica: País Vasco, región cantábrica
y Asturias) mientras crecían la provincia de Madrid y las regiones mediterráneas (así como Baleares y Canarias) con excepción de Cataluña.
Pero entonces la estructura deicitaria del comercio exterior de España es la un país subdesarrollado: España importa bienes de consumo y
pierde competitividad a lo largo de la segunda mitad de los años ochenta.
Las inversiones compensan esta fragilidad (en 1992, las reservas de divisas alcanzaban 71 500 millones de dólares). Sin embargo, la España de los
años 90 desconoce todavía los criterios de Maastricht en materia de inlación, tasa de interés, déicit público y deuda acumulada (un país puede
superar un punto y medio la inlación media de los tres países en los que
ésta la más débil). El Gobierno de Felipe González logró reducir a la mitad
en tres años la inlación que encontró en diciembre de 1982. La deuda
pública que representaba en 1973 un 12,8 de la producción (tres veces más
que la media de la Unión Europea) sólo alcanza un 5 % de ésta en 1992.
Los medios que España dedicaba a los gastos sociales representaban
5 puntos más que la media europea, pero el peso de la deuda pública acumulada era alarmante. El crecimiento de los gastos en materia de equipamiento, que habían disminuido regularmente hasta 1985, fue espectacular
sobre todo en el dominio de las comunicaciones. Pero el programa hidráulico se retrasó. La tasa de paro no se reduce aunque no se satisfacen
todas las ofertas del mercado de trabajo (en particular las que necesitan
una mano de obra cualiicada).
Una solución de la que se valieron todos los gobierno, tras revaluaciones
decididas en diciembre de 1971 (un 8,7 %) por el ministro Monreal Luque,
y en febrero de 1973 (un 11,1 %) y tras una breve lotación de la moneda en
enero de 1974 para hacer frente a la crisis del petróleo, y la tercera revaluación de la peseta decidida en 1976 por el ministro Juan Manuel Villar Mir
(ijando un cambio respecto al dólar que pasó de 58 ptas a 66,54 pesetas al
comprador y 66,60 al vendedor), fue la devaluación. Ya en 1967, el ministro
Juan José Espinosa San Martín anunció una devaluación del 14,28 %.
59
Paul Aubert
En 1977, con Enrique Fuentes Quintana de vicepresidente económico, se produjo la mayor devaluación de la peseta, un 24,87 % respecto al
dólar (que pasó a valer 87,30 pesetas para el comprador y 97,5 para el
vendedor). En 1978, la moneda española recuperó el 8,5 % de lo perdido
en la devaluación de 1977, y al año siguiente otro 1, 1 %. El 15 de octubre
de 1978, el Banco de España realizó una revalorización técnica de la peseta
en un 2 % frente al dólar y un 0,8 % frente al marco.
Pero en 1980 la peseta perdió, hasta el mes de noviembre, un 10%
frente a las demás monedas. Luego la devaluación de la peseta fue de un
8% en diciembre de 1982 (la sexta desde 1959). Siguieron otras devaluaciones (hubo un total de nueve entre 1959 y 1993): un 5 %, el 17 de
septiembre de 1992, frente al resto de monedas del Sistema Monetario
Europeo, cuando la especulación tras la respuesta negativa al referéndum
francés sobre el Tratado de Maastricht, y la lira y a la libra tuvieron que
salirse del mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo. El 22
de noviembre 1992, cuando el hundimiento de la corona sueca repercutió
en las demás monedas del sistema, la peseta devaluó un 6 %, y por in, el
13 de mayo de 1993, tuvo lugar otra devaluación de un 8 %. El siguiente
gráico ilustra los datos de la crisis de 1993 (lechas rojas: ig.1).
Fig.14. Las devaluaciones de la peseta en los noventa.
Fuente: Burbuja. Foro de economía. Octubre de 2012.
Fuente: Burbuja. Foro de economía. Octubre de 2012.
4 La EPA, es una encuesta de población activa que registra indicios superiores al SEPE
(Servicio Público de Estimación Estatal), midiendo una tendencia. El SEPE registra el paro
con «ajustes» que hacen disminuir su cuantía. Por una parte, se excluyen las personas que
estén realizando cursos de formación de los Servicios Públicos de Empleo; por otra, los
trabajadores beneiciarios del subsidio agrario (y que trabajan de forma temporal) y los que
buscan su primer empleo tras inalizar el estudio.
60
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
Esta serie de depreciaciones monetarias así como la utilización de los
20.000 millones de dólares de reservas revelan la fragilidad de la economía
española. La recesión internacional que siguió corresponde a la llegada
al Poder del PSOE: un bajo nivel de actividad, una tasa de paro elevada y
una inlación notable, exportaciones débiles y aumento del déicit público.
Las reformas llevadas a cabo, durante el periodo de expansión que siguió, por los dos ministros de Hacienda que se sucedieron, Miguel Boyer y
Carlos Solchaga, tenían como in desarrollar la economía de mercado mediante privatizaciones y desregulaciones. Pero el déicit de la economía española siguió representando a lo largo de esta década un 5 % (1982–1992).
La tardía creación de una moneda europea reveló la debilidad de la
economía española con creciente inlación respecto a los otros países y
alta deuda, lo que propició especulaciones sobre la peseta, que tras las
sucesivas devaluaciones, la colocaron en una paridad a la del resto de los
países. La recesión que siguió se debió, como ahora, al estallido de la burbuja inmobiliaria5.
Entonces, la crisis se combatió mediante las mencionadas devaluaciones que trajeron competitividad al mercado, y las medidas de austeridad,
apoyadas en la contención de la inlación y en la caída de tipos de interés
que se registraban en los mercados inancieros.
Cuando años más tarde nació la moneda única, el acceso al mercado
internacional con bajas tasas de interés, fortaleció el desarrollo del país sin
aumentar el gasto público.
Consideradas sobre un amplio periodo, algunas cifras, a pesar de las
veinte devaluaciones ocurridas después de la Guerra civil, justiican el
optimismo inducido por el crecimiento: la política económica española
es comparable con la de los demás países europeos desde las elecciones
generales de 1977; el PIB por trabajador se multiplicó por 6,5 entre 1962 y
2012. Hasta tal punto que, a principios de 2007, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, extrapolaba los efectos del crecimiento
económico. España creaba entonces el 60 % de los puestos de trabajo de
la UE. El valor de la acción de la compañía española de cemento CEMEX,
una de las más importantes del mundo, había crecido un 22 % entre 1998
y 1999 y el volumen de su capital contable consolidado un 25 %. La tasa
compuesta de crecimiento anual del lujo de operaciones de esta compa5 Pero a diferencia de los años1992-1993 cuando la mayor parte de la construcción era obra
pública, ahora la caída fue del auge de la construcción de viviendas privadas.
61
Paul Aubert
ñía, en dólares, en los últimos 10 años era de un 26 %6. España produjo, en
1996, 1, 23 millones de toneladas de cemento es decir tanto como la media
europea7. La utilización de cemento pasó de 16 kilogramos por habitante
en 1901, a 90 en 1950, a 633 en 1974 y a 1.028 en 2001. Por consiguiente,
la utilización de cemento per capita se ha multiplicado a lo largo del siglo
xx por un factor 64, equivalente a una tasa media anual del 4,2 por ciento8. También España llegó a ser el país europeo que gastó más alumbrado
público, más papel para imprimir y donde más creció el consumo de internet9.
En el período 1950–1981, época de las grandes migraciones internas y
del desarrollismo, el aumento anual del parque residencial fue de un 2,8%.
A inales del siglo xx (1981–2001), la expansión se ha situado a medio camino entre la del primer tercio del siglo y la de la época dorada del tercer
cuarto del mismo: 1,7 % anual. También es de notar la importancia de las
viviendas principales no ocupadas: en 1950 ascendían a 328.800 (un 5,5 %
del total), mientras que en 2001 son unas 6.552.700 (un 31,5 % del total).
Por in este crecimiento se puede medir con la estadística que mide la
evolución de viajeros transportados en ferrocarril que pasa de unos 20 000
en 1886 a unos 100 000 en 1931 y 700 000 en 1996, mientras el transporte
aéreo alcanza los 110 mil pasajeros.
Por otra parte, los gastos sanitarios se habían multiplicado por 5 entre
1962 y 1992 según un crecimiento del porcentaje del PIB comparable al de
los demás países europeos hasta gastar en empleos 1 473 millones de ptas.
en 1985 y 2 562 en 199010. Este crecimiento inaudito llevó al presidente del
Gobierno a pronosticar que en 2010 España superaría a Alemania en renta
per capita. El presidente de CEMEX, Lorenzo Zambrano, aludía a un crecimiento general, como si éste dependiera sólo de la voluntad de cada país:
«Mientras los países del mundo sigan comprometidos con el crecimiento,
66 Fuente, Informe anual, CEMEX, 1999, p.5.
7 7 Fuente: Cembureau Report, 1997.
8 Albert Carreras y Xavier Tafunell (coord.), Estadísticas históricas, Fundación BBVA, Madrid, p.9.
9 Al pasar de las 36 hojas, en 2006, a 41 en 2007, mientras que en Europa la media ha bajado,
de 34 a 31 hojas, (encuesta realizada por Lexmark Internacional, a más de 5.500 empleados
de 13 países europeos). Pero este aumento proviene del sector público cuando en otros países
este auge se debe al sector privado.
10 OCDE, ECOSANTÉ.
62
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
la productividad y la expresión artística, religiosa y cultural, el cemento
seguirá siendo una industria en crecimiento.».11
También creció un 30 % el parque automóvil pasando de un 30 % de
las ventas a un 40 % de éstas entre 2011 y inales de 201412. Indicadores
de consumo público y privado muestran pues que España ha cambiado
mucho.
Pero el aumento del PIB, que no perciben los ciudadanos, no basta,
éstos tienen otros niveles de exigencia que se traducen a nivel cultural. Lo
importante era la idea que los españoles llegaron a tener de su país con el
anuncio de las celebraciones del 92. En este sentido la política cultural del
gobierno central tanto como la de las comunidades autónomas era optimista pues el país olvidaba su situación económica y parecía estar a la vanguardia en Europa en materia de consumo cultural, con la organización
de grandes eventos culturales o la apertura de grandes museos. En este
sentido la idea que se tuvo de la realidad acabó formando parte de dicha
realidad: los mismos que ahora vituperan contra el laxismo de la política
económica española celebraban a principios de los años ochenta, el «milagro español». Lo cual era una manera de aludir a este crecimiento del PIB
y del empleo que tuvo lugar durante el gobierno Aznar y la primera legislatura de Zapatero. Este fenómeno, en parte mítico, es coyuntural y corresponde a un entorno internacional favorable. No es fruto de una nueva
gestión político-económica ni de una mejora de la productividad nacional, como lo explicaron ambos gobiernos. Este espejismo se explica, más
bien, por la conluencia de elementos tan prosaicos como la acumulación
de población (fundamentalmente inmigrante), de deudas y de viviendas.
Confrontadas al franquismo, las generaciones intelectuales que llegan
a la edad adulta en los años 60 no han vivido la Guerra civil y carecen de
una tradición cívica tanto más cuanto que todo lo que pudieran transmitir
los vencidos está desprestigiado. Si los jóvenes intelectuales socializados
bajo el franquismo sólo disponían de modelos exteriores, cubano, argelino etc. o el marxismo que había llegado a ser la ideología hegemónica
del antifranquismo, a condición de partir de cero, pues las luchas en la
dirección del PCE le restan atractivo, en 1970, eran muchos los que creían
en la correlación del cambio socioeconómico y del cambio político y, por
consiguiente, en el carácter inevitable de una ruptura social y política:
11 Informe anual, CEMEX, op. cit., p.6.
12 Comisión Europea (European Economy. Supplement B), INE, DGT, ANFAC y BCE.
63
Paul Aubert
En los ambientes políticos españoles durante estos últimos tiempos se ha
convertido casi en un lugar común señalar la diacronía implícita en el actual
grado de «modernización económica y social» de nuestro país y la correlativa
falta de un nivel paralelo de «modernización política». Tal situación ha hecho
pensar a muchos que nos encontramos a las puertas del inicio de un amplio
proceso de modernización política y ello quizá no sólo porque se crea en la
irreversibilidad de un proceso paralelo de modernización política simultáneo
a la económica-social, sino fundamentalmente porque los más destacados
políticos «oiciales» de la situación actual han lanzado la «ideología» de que
en España tendremos libertad y democracia cuando pasemos la frontera de
los 1.000 dólares de renta per cápita13.
El cambio social
Pero el fenómeno de la Transición no fue meramente institucional14. A lo
largo de los años sesenta, la sociedad española había cambiado mucho.
Había nacido una clase media y se comprobó una mayor integración de
la mujer en el mercado del trabajo femenino (un 32 % en 1992 cuando
representaba un 29 % diez años antes), lo cual se traduce también por un
aumento del paro (éste es espectacular a mediados porque roza el 30 %
para disminuir hasta un 12 % en 2006). Por otra parte, entre 1850 y 1972
el porcentaje de españoles que cursaron estudios superiores había crecido
un 30 % (i.2). En su gran mayoría incrementaron la tasa de paro en los
últimos años.
Cuando el país se abrió al exterior, todos los fenómenos de sociedad
se asimilaron en España en un tiempo record. Se evocaron las consecuencias de estos cambios acelerados que rayaron a veces en desilusión
y pasotismo, cuando los hijos de los militantes antifranquistas se dieron
cuenta de la frustración que vivieron sus padres, mientras tenían ellos la
sensación de llegar tarde a la vida pública, y congeniaban con los hijos de
los vencedores:
En el corto espacio de diez años —explica José Tono Martínez— los madrileños nos hemos mamado así, de sopetón, más novedades que un neoyorkino
en toda su existencia. Desde que amanecieron un tanto amenazadores los pri13 José Félix Tezanos, «Cambio social y cambio político», Cuadernos para el Diálogo, n° 94,
julio de 1971, p. 13.
14 Víctor Pérez Díaz, he return of civil society: the emergence of Democratic Spain, Cambridge, Harvard University Press, 1993.
64
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
meros años setenta y nos descubrimos todos tan tontos y tan guapos repartidos por las cafeterías de Serrano los más privilegiados o trabajando de simpáticos botones de banco los menos agraciados, hemos ido o hemos podido
ser de todo : comunistas románticos o convencidos, anarquistas provocadores, pasotas desencantados, fumadores de canutos, terroristas, jipis, yonquis,
concienciados demócratas, abstencionistas, colgados de ácido, siquiatrizados,
mods, punquis, neorrománticos, tirados, miembros del gobierno, retros, modernos y todas aquellas cosas que en otros territorios supusieron la culminación cultural de generaciones enteras.15
Fig. 2. Nivel de estudios de las generaciones nacidas entre 1832 y 1984
Fuente: Estadísticas históricas de España. Siglos xix y xx. Fundación BBVA.
Esto explica que las revistas que habían guiado los españoles hacia la
democracia no pudieran sobrevivir al triunfo de sus ideas. Triunfo (1962–
1982) y Cuadernos para el Diálogo (1963–1978) pertenecían al pasado y,
cuando nació El País que encarnaba ideas nuevas, desaparecieron al perder los ingresos publicitarios.
La sociedad ofreció experiencias nuevas. Varios colectivos, juventudes, asociaciones femeninas etc. contribuyeron a la construcción de
la democracia. Sea reivindicando un marco igualitario entre hombres y
mujeres, sea con planteamientos feministas destinados a luchar conjunta-
15 Borja Casani y José Tono Martínez, «¿Madrid 1984: La postmodernidad?», La Luna de
Madrid, n°1, 1983, p. 6-7.
65
Paul Aubert
mente contra la dictadura y la misoginia16. En tal caso, al enfoque de clase
se juntaba la perspectiva de género a partir de una experiencia antifranquista, a menudo la ayuda a los presos políticos, en la que su situación fue
subsidiaria17 pero cada vez más colectiva y organizada por el PCE en una
nueva asociación de mujeres que alcanzaba algunas disidentes del catolicismo progresivo18, hasta la creación en 1964, en la clandestinidad, del
Movimiento Democrático de Mujeres, dispuesto a luchar también contra
la discriminación, que intentó dotarse de una red nacional pero acabó renunciando a crear un movimiento de masas. Por in, en 1976, el MDM se
unió al Movimiento de Liberación de la Mujer. Las Jornadas Catalanas de
la Dona en mayo de 1976, y las II Jornadas Estatales de la Mujer de Granada en 1979, fueron un foro donde se debatió sobre feminismo y se trató
de deinir estrategias para lograr la liberación de la mujer. Luego el movimiento convergió en una movilización pro-amnistía que acabó en una
doble movilización política y feminista, mientras la línea del feminismo
radical creaba en 1979 el Partido Feminista19 y las demás se acogían a las
estrategias de los partidos de izquierdas.
Al mismo tiempo se iba forjando un discurso político favorable a la
participación, necesario tras la inhibición provocada por el alegato en torno al «todos culpables» que se opuso al recuerdo de movilizaciones populares sin precedentes y a los grupos extraparlamentarios, que no habían
16 La bibliografía sobre el particular es abundante. A título de ejemplos: Asociación de mujeres en la Transición democrática, Españolas en la Transición: de excluidas a protagonistas
(1973–1982), Madrid, Biblioteca Nueva, 1999; Mary Nash, Dones en Transició. De la resistencia política a la legitimidad feminista: las dones en la Barcelona de la Transició, Barcelona,
Ajuntament de Barcelona y Regidoria de la Dona, 2007; Carmen Martínez, Puriicación
Gutiérrez y Pilar González, El movimiento feminista en España en los años setenta, Madrid, Cátedra, 2009.
17 Ana Belén Gómez Fernández, «Del antifranquismo al feminismo: la búsqueda de una
nueva ciudadanía», Pasado y Memoria, n°13, Universidad de Alicante, 2014, p. 251-270.
18 Francisco Arriero, «El Movimiento Democrático de Mujeres: del antifranquismo a la
movilización vecinal y feminista», Historia, Trabajo y Sociedad, nº 2, 2011, p. 33-62.
19 Mª Carmen García Nieto, Ordenamiento jurídico y realidad social de las mujeres. Siglos
xvi-xx, Madrid, U.A.M., 1986, p. 453-462; Elena Grau, «De la emancipación a la liberación
y la valoración de la diferencia. El movimiento de mujeres en el Estado español, 1965-1990»,
Georges Duby y Michelle Perrot, (dir.), Historia de las mujeres. El siglo xx. Vol. 5, Madrid,
Taurus, 1993, pp. 673-683.
66
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
aceptado los pactos de la Moncloa, y a quienes se acusaba de crear un
clima de tensión20.
Esta frustración, que explica que el Poder procure ampliar su base y
mezcle en los maniiestos destinados a respaldarle, «intelectuales y artistas» (del showbusiness). Lo cual demuestra ya que los primeros han perdido su aura social.
Por otra parte, aferrarse a una icción metodológica, destinada a mostrar las formas inevitables de autonomización de lo social y la posible democratización radical de la sociedad, parecía demasiado abstracto.
En pocos meses, los miembros de la nueva generación que entraba
en las aulas a principios de los años 50, llamada «inocente» porque sus
miembros eran niños en tiempos de la guerra dijo querer «evitar esta vida
mecánica y gris de la mayoría de los estudiantes y [airmar] el gusto, cada
uno a su manera y tendencia, por los conceptos modernos de la existencia
humana, de la cultura y del arte»21. Se unieron a la batalla cultural del
antifranquismo con el deseo de satisfacer interrogaciones existenciales o
políticas que no encontraban respuestas en la sociedad de aquel entonces y adoptaron el grito de rebeldía generacional del cantautor valenciano
Raimón: «Diguem no». Esta negación, la compartieron algunos mayores,
disconformes, como José Luis López Aranguren explicando que se trataba de «saber decir “no” a las injusticias, conocer y rechazar las manos
que matan y las que mandan matar; buscar a tientas y a gritos […] una
nueva salvación para todos»22. En algunos casos la recuperación de los
viejos maestros no era tarea fácil. Hacía falta evaluar el inal de la vida de
Unamuno, la huida desde el verano de 1936 de la «Tercera España» liberal
y el posterior «exilio interior» de falangistas defraudados como Dionisio
Ridruejo, Aranguren, Laín Entralgo etc., pero también considerar el legado político del exilio.
Una recuperación atomizada de las iguras del exilio se llevó a cabo
por el intermediario de algunas de fundaciones23. Pues aunque estas ini20 Paloma Aguilar Fernández, «La amnesia y la memoria: las movilizaciones por la amnistía
en la Transición a la democracia», en Juan Cruz y Manuel Pérez Ledesma (eds.), Cultura y
movilización en la España contemporánea, Madrid, Alianza ed., 1997, p. 354.
21 Curial, Barcelona, febrero de 1949.
22 Texto de la contraportada del disco de Raimón, 1964, citado por Antoni Batista, Raimon.
La construcció d’un cant, Barcelona, La Magrana, 2005, p. 59.
23 Ejemplos de ello entresacados del mundo de la literatura y el arte son la Fundación María
Zambrano en Vélez Málaga fundada en 1987. Su Centro de Estudios sobre el Exilio no se
67
Paul Aubert
ciativas favorecieron la recuperación y preservación del patrimonio o el
fomento y difusión del saber social sobre el exilio, insistieron en la vinculación geográica del intelectual en cuestión con su región de origen, e
institucionalizaron al exiliado de turno según referencias cultura alejadas
de lo político. Exilio, destierro, éxodo, todas las experiencias se juntan en
la voz del hijo de la España peregrina. No todos los que salieron volvieron a su lugar. Escribe Aurora de Albornoz: «El número de poetas exiliados es muy grande; la nómina de los que no volvieron a pisar su tierra,
sobrecogedora»24.
Era peligroso ignorar el exilio, a no ser que, como en el caso de Cernuda, el divorcio haya sido vivido anteriormente. Pero, según lo comprobó
Max Aub, otro exiliado que hizo la amarga experiencia del regreso: « volver no es estar de vuelta ». Pero no podían limitarse a revivir los tiempos
pasados y algunos procuraron pensar los nuevos.
Estos cambios trajeron consigo la existencia de una nueva oposición
capaz de plantear una dinámica política circunscrita al terreno de los
hechos que exige la presencia de «políticos inteligentes y audaces», «que
sepan». Tras la muerte de Franco, esos mismos hombres y mujeres, ya salidos a la vida pública nacional, se encaminaron por una senda reformista
tras haber comprobado la crisis del marxismo, mientras algunos pensadores, escritores y artistas se refugiaron en un solipsismo estético. Otros
condenaron los límites de un cambio político basado en una reforma pactada y un tercer grupo de intelectuales próximos al PSOE propusieron
una nueva lectura del marxismo, considerando, con Manuel Sacristán, el
introductor de Gramsci en España, el eurocomunismo como una degene-
funda hasta 2003, la Fundación Rafael Alberti en el Puerto de Santa María, Cádiz, en 1993,
que en su presentación enfatiza la relación de Alberti con la poesía y la generación del 27,
pero no con el exilio, algo muy parecido a lo que sucede con la Fundación Jorge Guillén en
Valladolid creada en 1992; la Fundación Max Aub, creada en 1997, ya con el PP en el poder;
la Fundación Ramón J. Sender en Huesca, creada en 1983; la Fundación Eugenio Granell
en Santiago de Compostela, creada en 1995 y la Fundación Zenobia Juan Ramón Jiménez,
creada en 1987 en Palos de Moguer, Huelva.
24 Aurora de Albornoz, «Poesía de la España peregrina: crónica incompleta», El exilio español de 1939, Madrid, Taurus, 1979, t. 4, p. 13. Pensemos, por ejemplo, además de los aludidos,
en José Moreno Villa, Pedro Salinas y poetas más jóvenes como Pedro Garias (funcionario
municipal de La Carolina, atraído por el ultraísmo y la guerra de generaciones en su juventud: «Mueran los viejos», gritó en el Ateneo, etc.).
68
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
ración del estalinismo25. La alianza de hecho del PCE con el PSOE y los
democristianos de Joaquín Ruiz Giménez diluía las veleidades rupturistas
del mismo al que le convenía la moderación de cara a su legalización.
Otra corriente que atrae a los jóvenes intelectuales tras el Concilio
Vaticano II es el progresismo cristiano encarnado por la revista Cuadernos
para el Diálogo que fomenta la discusión y el pluralismo, y en Cataluña,
con un proyecto de integración europea, Serra d’Or bajo la protección de
la Abadía de Montserrat26, que se dotan ambas de editoriales, Edicusa y
Edicions 62 que desempeña, junto con Nova Terra un papel destacado.
Por in, en 1963, reaparece la Revista de Occidente que prosigue una tradición liberal orteguiana, poco reivindicada en aquel entonces.
Las respuestas a la encuesta «España quiere democracia», publicada
por Cuadernos para el Diálogo en diciembre de 197527 coinciden en exigir
un protagonismo popular más que una «democracia impuesta desde arriba» tanto más cuanto que no hubo forma de medir el invocado «consenso»
y «la estructura del poder se ha movido al margen de las reivindicaciones
y aspiraciones populares»28. Por otra parte, Alfonso C. Comín recordó que
«la democracia no se hereda beatíicamente […] No existe la democracia
otorgada. Es una lección conocida de la historia. Las libertades se conquistan. Esa conquista no es obra de un día, sino generalmente el resultado de una larga marcha por el calendario, las fábricas, el parlamento, de
papel, las aulas y los pasillos de las Universidades, las oicinas, el cerebro
atormentado a veces por la lucidez, a veces por la oscuridad, de los intelectuales. En todo caso es la conquista de los pueblos. Pues la democracia ha
exigido, allí donde se ha instaurado, el paso de una revolución política»29.
25 Juan Ramón Capella, La práctica de Manuel Sacristán. Una biografía política, Madrid,
Trotta, 2005.
26 Joan Manuel Tresserras, Enric Marín, Josep Lluis Gómez Mompart y Francesc Espinet, Intel·lectualitat i cultura resistents. «Serra d’Or» (1959–1977), Barcelona, ed. Galerada,
2001.
27 Cuadernos para el Diálogo, n°147, diciembre de 1975. Respuestas de Nazario Aguado
Aguilar, F. García Agudín, Pedro Altares, Rafael Arias Salgado, Xosé M. Beirás, Juan Benet
Goitia, Joseina Camacho, Pablo Castellano, Fernando Chueca Goitia, Manuel Díez-Alegría
Frax, Joaquín Garrigues Walker, José Ma Gil Robles Quiñones, Raúl Morodo, Juan A. Ortega
y Díaz-Ambrona, Eugenio Royo, Simón Sánchez Montero, Joaquín Satrústegui, Francisca
Sauquillo Pérez del Arco, Enrique Tierno Galván, Luis Urruñuela, Vicente Ventura Beltrán,
Ramón Muñagorri.
28 Pedro Altares, Ibid., p. 17.
29 Alfonso C. Comín, «En el umbral de la esperanza», Ibid., p. 19.
69
Paul Aubert
Casi todos los intelectuales, profesionales, militantes políticos o sindicales
y periodistas interrogados formulan tres requisitos: 1) establecimiento de
todas las libertades y el reconocimiento de todos los partidos políticos; 2)
amnistía, reconocimiento de los derechos políticos y de las nacionalidades
del Estado español; 3) formación un gobierno provisional de amplia coalición y apertura de un período constituyente con elecciones libres.
Se hizo hincapié en la débil movilización social que acompañó y, sin
duda, posibilitó la transición, cuando hubo 37 manifestaciones sólo en
Madrid de más de 100.000 personas entre 1976 y 198730. También fue activo el movimiento obrero al protagonizar inmediatamente tras la muerte
de Franco numerosas huelgas (1568 en 1976; más de 18.000 a lo largo de la
década 1976–1986)31. A este olvido se unió la ausencia de memoria histórica fomentada por los grandes diarios y los poderes públicos y la desaprobación del pacto que socialistas y comunistas hubieran aceptado con los
poderes conservadores. Hasta tal punto que se habló de «una democracia
incompleta»32, y de la necesidad de una «segunda transición». La transición hubiera permitido una solución a corto plazo hipotecando el futuro.
Numerosos autores desde Juan Luis Cebrián hasta Gregorio Morán criticaron este proceso, mientras José María Aznar apelaba a una segunda
transición para subsanar los daños que hubiera hecho «el felipismo»33.
Pero este cambio tenía también aspectos estructurales. Se observan
una serie de transiciones que equiparan a España con la media de los demás países europeos. La transición demográica comenzó con retraso, ha
sido bastante lenta (un siglo) y ha acabado abruptamente, dejando la tasa
de crecimiento vegetativo a niveles internacionalmente muy bajos. En 100
30 Según Ramón Adell Argilés, La transición política en la calle: manifestaciones políticas
de grupos y masas, Madrid, Universidad Complutense, 1976–1987, 1989, vol.1, p. 461–465;
«Manifestations et transition démocratique en Espagne», Les cahiers de la sécurité intérieure,
Paris, n°2, 1997, p. 203–222.
31 José Maria Maravall, La política de la transición, 1982, p.161; Soto Carmona, «Conlictividad social y transición sindical», en Javier Tusell y Álvaro Soto Carmona, Historia de
la Transición (1975–1986), Madrid, Alianza ed., 1996, p. 363–408. La estadística de huelgas,
p. 374. Sophie Baby, Le mythe de la transition paciique. Violence et politique en Espagne
(1975–1982), Madrid, Casa de Velázquez, 2012.
32 Vicenç Navarro, «Consecuencias de la transición inmodélica», El País, 8 de enero de
2003.
33 Juan Luis Cebrián, La España que bosteza. Apuntes para una historia crítica de la transición, Madrid, Taurus, 1981; Gregorio Morán, El precio de la transición, Barcelona, Planeta,
1991; José María Aznar, España: la segunda transición, Madrid, Espasa Calpe, 1994.
70
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
años, la tasa de fecundidad en España ha pasado de 4,7 a 1,2 hijos por
mujer, una de la más baja de Europa34. Se pueden añadir otras indicaciones que ilustran este cambio: Desde el año 1800 a 2000, las tierras de
cultivo han pasado de 11,4 a 18,3 millones de hectáreas. En 1900, la media
semanal de trabajo de la población obrera era de 64,8 horas, y en el año
2000 de 36,1 horas. Entre 1954 y 2000, el consumo privado por habitante
en pesetas constantes de 1999 se ha multiplicado por 3,88 veces, pasando
de 369.443 a 1.434.173 pesetas. El PIB ha crecido 40 veces en 150 años
(1850–2000), pasando en precios constantes de 2 a 80 billones de pesetas;
y el PIB per cápita se ha multiplicado 15 veces en el mismo período, pasando de 137.000 a 2.027.000 pesetas por habitante.
No obstante, algo parecía claro: tras el intento franquista de detener
la Historia para retrotraerla mediante una simbología imperial a la época
de los Reyes Católicos, el impulso de las clases medias y de la clase obrera
había contribuido a la democratización llevada a cabo por el acuerdo de
las élites franquistas y de la oposición. A partir de los años sesenta las
ciudades volvieron a crecer y las capitales Madrid y Barcelona a atraer
inmigrantes de los dos Castillas, de Extremadura o de Andalucía.
La ilusión política
Quedaba poco margen para la improvisación, cuando bailar la sardana
era una hazaña y aceptar la bandera monárquica un adeudo descomunal,
cuando políticos del régimen, como Fraga o Areilza, habían preparado
proyectos de constituciones orgánicas y algunos medios diplomáticos
aconsejaban excluir al Partido comunista del proceso de transición. Pero
a nadie se le ocurrió cuestionar la validez del régimen que se iba construyendo porque se trataba sólo de una legitimación de la evolución del
franquismo hacia un régimen representativo y no de una construcción ex
nihilo.
Pero hacía falta una reeducación política y moral para terminar con
el periodo « predemocrático». Esta reconstrucción de la razón signiicaba
volver a hacer uso moral de ella.
Aunque el proceso fue admirado tanto en los países del Este como
en Latinoamérica como modelo para salir de la dictadura, una cosa es
haber logrado acabar pacíicamente con el franquismo, descartando los
34 Albert Carreras y Xavier Tafunell (coord.), Estadísticas históricas, Fundación BBVA,
Madrid, 2005, 3 vols.
71
Paul Aubert
proyectos de «democracia orgánica» con sufragio censitario y sin partidos políticos que proponían Arias Navarro, Fraga o Areilza, y otra haber
echado las bases de un régimen político duradero es decir viable, capaz
de satisfacer las veleidades autonómicas sin que peligrara la unidad y la
estabilidad del Estado. No pueden confundirse la ley suprema y el juego
político que propicia. La polémica que rodea las obras de los intelectuales
que justiicaron este proceso puede entenderse. Engendra pues numerosas
preguntas en torno a la personalidad de estos hombres, su sinceridad, sus
ideas reales pasadas y presentes, su papel en el seno de la España franquista, su disidencia y por in su inluencia en el futuro democrático de
la península. Pues estos falangistas, inicialmente apodados « presuntos
fascistas» y luego «falangistas liberales» fueron apóstoles del consenso35,
dispuestos a comparar la monarquía impuesta por Franco al periodo de
incertidumbre que precedió el advenimiento de la II República tras el pacto de San Sebastián36 o a ver varios antecedentes a la democratización en
algunas actuaciones del Poder franquista. Y es cierto que había surgido un
tímido pluralismo dentro del mismo régimen franquista que llevó a su autodisolución por la Ley de Reforma Política de Adolfo Suárez de 1976. Un
análisis de la evolución del discurso político-jurídico destinado a construir un Estado nuevo muestra la importancia simbólica que pudo cobrar
el Derecho de petición (ley de 22 de diciembre de 196037 modiicada por
la de 12 de noviembre de 2001 y previsto por el art. 29 de la constitución
de 1978) a la hora de hallar en la legislación franquista los fundamentos de una evolución democrática puesto que estaría en el origen de un
sistema representativo, según López Rodó. El nuevo pluralismo explícito
legalizado permitió una nueva agrupación de quienes habían gobernado
desde 1939, mientras el presidente Suárez se esforzaba por señalar que no
35 Raúl Morodo, «La función político-social del “consensus”», El País, 23 de septiembre
de 1978.
36 José Luis López Aranguren, «El consenso de la Moncloa y el “pacto” de San Sebastián»,
El País, 19 de agosto de 1978.
37 «Los españoles podrán dirigir individualmente peticiones al Jefe del Estado, a las Cortes,
al Consejo de Ministros, a las Comisiones Delegadas, al Presidente del Gobierno y a los
Ministros, en el ámbito nacional, y a los Gobernadores generales, Gobernadores civiles (En
la actualidad Subdelegados del Gobierno) Subgobernadores y Delegados gubernativos, así
como a las Diputaciones Provinciales, Mancomunidades Interinsulares, Cabildos Insulares,
Ayuntamientos y sus respectivos Presidentes, en el ámbito local; y a las Representaciones
Consulares tratándose de españoles residentes en el extranjero.» (Ley 92/1960, reguladora
del derecho de petición, art. 2).
72
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
existían diferencias de objetivos entre la nueva oposición democrática y el
régimen que él mismo había perfeccionado. La oposición empezó a hablar
de ruptura sin precisar las modalidades de la misma y los gobernantes
procuraban demostrar su buena voluntad. Dicho de otra manera ambos
campos se portaban como si la transición dependiera de ellos cuando
hubo que esperar las elecciones legislativas de 1979 para que se formara
un sistema de gobierno abierto. Esta icción parecía convenir a todos, tanto más cuanto que, durante el episodio constituyente, el Parlamento pudo
ejercer un control sobre el Gobierno a través de interpelaciones previstas
por la actividad rogatoria38. Hasta aceptar esta paradoja: la monarquía española fue la causa y la consecuencia de la Transición hacia la democracia.
Pero, en materia de gobierno, no se puede hacer borrón y cuenta nueva. Explica Joaquín Ruiz Giménez hasta qué punto lo transitorio y lo provisional no le sienta al Estado:
En el sentido profundo del término: [el Estado] cambia, pero permanece; se
trasmutan sus estructuras accidentales, pero queda en pie la sustancia de su
misión integradora. Y en los instantes de crisis de una Sociedad, esa misión
se reairma inexorablemente. El Estado renace, una y otra vez, de sus propias
cenizas y reairma su presencia activa e inesquivable.
De aquí que quien ocupe la cumbre del Poder, aunque sea a título provisional, ha de ejercerlo sin perplejidades, en un empeño que, en sí mismo,
objetivamente, es cualquier cosa menos provisional».
Y el director de Cuadernos para el Diálogo precisa su pensamiento
explicando cuáles son los deberes irrenunciables de cualquier Estado:
En primer término la exigencia de la seguridad jurídica para todos los miembros del cuerpo social. […]
En segundo término […] al Estado incumbe garantizar a todos los ciudadanos un trato de igualdad ante la Ley, abolir los privilegios, […] para que
todos los hombres y sus agrupaciones legítimas ejerzan los derechos y las libertades inherentes a la condición humana.
En tercer término, al Estado le incumbe el deber de afrontar con eicacia
la solución de los problemas reales, socioeconómicos y de toda índole, acuciantes en la sociedad que encuadra, y abrir caminos de promoción humana
y de solidaridad colectiva.
38 Jordi Solé Tura, «El control parlamentario en el período constituyente y en la Constitución de 1978», en Miguel Ángel Aparicio Pérez (coord.), Parlamento y sociedad civil,
Barcelona, Universidad de Barcelona, 1980, p. 31.
73
Paul Aubert
Finalmente, el Estado ha de encarnar la representación de todo un Pueblo y no sólo de fracciones del mismo, en el concierto internacional, […].39
¿Construyeron las élites de la Transición un régimen político nuevo?
¿Era éste transitorio? La novedad era la capacidad de haber redactado una
constitución con representantes de todos los paridos y sobre todo que se
haya establecido una monarquía constitucional en la que el Rey respetara
dicha Constitución. Pero el proceso se impuso desde arriba y no se le puso
término. Ni siquiera se contempló la posibilidad de revisar la constitución
para hacer frente a la caducidad del título octavo («De la organización
territorial del Estado»), una vez llevado a cabo el proceso autonómico. El
artículo 137 es ambiguo, reza así:
El Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las
Comunidades Autónomas que se constituyan. Todas estas entidades gozan de
autonomía para la gestión de sus respectivos intereses.
Otorga la autonomía a los municipios y a las provincias sin ijar un
marco administrativo intangible y sobre todo reconoce el principio de
provisionalidad recurriendo al subjuntivo hipotético. Es decir que permite
tal organización pero ésta no es prescriptiva ni deinitiva. En suma vuelve
a incurrir en el error que denunciara Manuel Azaña cuando se dijo en
la primera redacción del artículo 1° que la Constitución de 1931 preveía
la existencia de regiones autónomas y era de tendencia federativa. Tras
una enmienda de Ortega y Gasset y el recuerdo del tratamiento que la
constitución alemana reservaba a estos fragmentos del Estado que constituían los Länders) la deinición llegó a ser «Estado integral». « ¿Qué es
una constitución que tiende a ser algo y no llega a serlo?»40 El artículo 1°
tampoco era muy claro cuando apuntaba: «La República constituye un
Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones. »41 Expresaba más un deseo, la necesidad de integración del Estado
39 Joaquín Ruiz Giménez, «Los deberes del Tránsito», Cuadernos para el Diálogo, t. XII, n°
146, noviembre de 1975, p. 6-7, en El camino hacia la democracia, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1985, II, p. 266–268.
40 Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, n° 45, 25 de septiembre de 1931, p. 1241–
1258. Cf. Manuel Azaña, Memorias políticas y de guerra, Madrid, Aguado, 1976, t. 1, p. 195.
41 Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, n°40, 17 de septiembre de 1931, p. 985–
987.
74
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
de las regiones, que una norma42. En este caso « integral » signiicaría « integrador ». Como el anterior artículo citado recogía en el texto supremo,
restándole normatividad, disposiciones que hubiera tenido que explicitar
una ley.
Tampoco se contempló la posibilidad de hacer participar las comuniddes autónomas en las instituciones nacionales con una transformación
del Senado en cámara representativa de las autonomías con el in de asociarlas a la deinición de la política del Estado. No basta con airmar que
sus decisiones deben acatar la constitución. Así fue cómo aparecieron 17
códigos penales, comerciales, del urbanismo etc. todos iguales bajo solapas de cada comunidad autónoma, dando la impresión de una ausencia de
coordinación nacional y, por consiguiente, de jurisprudencia.
Aquellos que supieron acatar las normas pasadas y echar mano de
Tarradellas para contrarrestar las posibles ambiciones de Joan Raventos y
de los socialistas catalanes que habían ganado las elecciones, no lograron
imponer el ritual del encuentro simbólico con los representantes políticos
del exilio y participaron en un guión esbozado por falangistas sedicentes liberales, los mismos que habían procurado dar corporeidad al franquismo.
Por otra parte, la tradición de la izquierda no era del todo democrática: desde el golpismo hasta el bolchevismo, no descartaba la violencia. La
Primera República no era ningún modelo de rigor ideológico y la Segunda
había caído víctima de su propio discurso y sobre todo de las rigideces
patronales, e la intransigencia de unos y otros para quienes era sólo una
etapa hacia un régimen socialista u autoritario. Por consiguiente, no se
puede hablar del naufragio del liberalismo, como si fuera sólo un fracaso
ideológico e intelectual, sin cuidar de precisar cuál era el mapa meteorológico del momento, ni obviar el golpe militar o la intervención extranjera.
La Constitución de 1978 era una obra conscientemente inacabada.
Respondía a los problemas del momento, en particular las veleidades autónomas de vascos y catalanes cuya satisfacción, en reconocimiento de
su militancia antifranquista, otorgaba una homologación democrática al
Gobierno, pero al proponer varias vías y varios plazos de acceso a la autonomía posibilitaba una negociación sin in y una puja continua en cuanto
42 Un comentario de este artículo en Francisco Tomás y Valiente, « El Estado integral:
nacimiento y virtualidad de una fórmula poco estudiada», en J.L. García Delgado, ed., La
II República española. El primer bienio, M. Tuñón de Lara (dir.), Madrid, Siglo XXI, 1987,
p. 388.
75
Paul Aubert
los gobiernos necesitaban el apoyo de las fuerzas vascas o catalanes para
completar su mayoría. De hecho, no se ijaba término a la Transición y
esta carencia explica la situación actual de bloqueo actual entre el Gobierno central y la Generalitat catalana que no tienen el mismo in: independencia ruidosa o federalismo discreto.
En este contexto en que se quiso obviar las contradicciones reveladas
por la nueva realidad (es decir una subcultura de masas forjada por la experiencia federativa de revistas como Triunfo o Cuadernos para el Diálogo
y una cultura política elaborada por un grupo de intelectuales que fueron
falangistas en su juventud y creyeron posible una integración de los vencidos en el campo de los vencedores) la Transición apareció pues más como
una panacea (a la que parecieron resignarse todos) que como un problema
que exigía, más allá del cambio institucional, una deinición precisa de la
forma del Estado. Pero en este proceso nadie se atrevió a deinirá al Estado
porque este empeño, que obligaba a mirar hacia el pasado, comportaba un
riesgo puesto que la homologación del pasado democrático con el exilio
político como referencia se frustró. Y esta ausencia implicaba una referencia a la República.
No obstante, los partidos de izquierdas tuvieron que actuar en un Estado poco democratizado, en una situación política ambigua, en un momento en que hacía falta a la vez, como en todos los periodos constituyentes, reformar el Estado y la política del Estado, deinir al mismo tiempo las
normas y las formas de un nuevo Estado y hacerlo funcionar. Lo cual no
basta para justiicar la paciencia de unos y la impaciencia de otros, obligados todos a aceptar los Pactos de la Moncloa, en un presente que excluiría
la memoria heredada y radicaría en la extensión de la memoria vivida.
Se había pensado que un Gobierno provisional, al que aspiraba la Junta Democrática tras haber provocado un vacío de poder, proclamaría la
amnistía y abriría un periodo constituyente. Pero la historia no procede
con borrón y cuenta nueva: el Estado permanece. Sin embargo, la legitimidad democrática la tiene la oposición y a ella se debe que se llegue a la
democracia. Aunque con Suárez pierde la iniciativa, cuando este decide
hacer elegir democráticamente una Asamblea que decida lo que será el
porvenir, la oposición no bloquea el proceso y participa en las elecciones.
Este episodio es sin duda uno de los más deslumbrantes de la historia
contemporánea.
En tal contexto fue importante la palabra crítica ajena a la del Poder
que conigura una nueva normativa de discurso político. Éste tiene que
76
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
pasar de la cultura militante antifranquista a la cultura democrática con
la obligación de articular fórmulas de cambio político que abandonen la
multiplicidad de los enfoques para revelar la urgencia de la implantación
de un sistema democrático como única respuesta política y el camino para
lograrlo forjando un sujeto social que se transformaría luego en ciudadano (y que cumpliera quizá los requisitos de la intersubjetividad) de tal manera que la historia democrática interrumpida reanudaría su marcha con
otros valores fortalecidos en el debate social antes de poder cuajar en una
expresión política. Las nuevas clases medias de los años 60-70 se formaron
en este debate y no con las presuposiciones revolucionarias de los años
20 y 30. Asimismo éste se había transformado con el crecimiento económico. Ahora bien la sustitución del lenguaje de la revolución por el de la
democracia tuvo lugar en este marco. Esto explica que la reivindicación
democrática tuviera sin duda un valor más instrumental que conceptual.
Ningún país hizo tantos esfuerzos por acercarse a Europa. Políticamente la Transición considerada a posteriori parece un acierto porque
desemboca sobre una nueva monarquía constitucional con un monarca
que es el primero en acatar el texto supremo y que reanuda con las costumbres democráticas. Pero ciertos observadores llevan su optimismo
retrospectivo hasta encontrar una pre-transición en la España del desarrollo fomentada por la participación de los tecnócratas del Opus Dei en
el Poder a mediados de los años 60; económicamente se pudo hablar de
milagro español mientras el desarrollo pareció rápido e inesperado tras
unos años de inmovilismo. Los argumentos —aunque no parecían tener
otros que la necesidad de estar en la foto— de quienes pegaron gritos de
alegría, en particular cuando las celebraciones de 1992, los contradicen
los recientes acontecimientos. De hecho, es la euforia de la Unión europea
la que se proyectó sobre España, que aprovechó los créditos comunitarios
para dotarse de infraestructuras de en el transporte y en la red hostelera.
Se evocan, a partir de 1982, los beneicios de una Transición consolidada para decir que se respetó el calendario electoral y que el presidente
del gobierno salió de la mayoría parlamentaria.
Se necesitan unos observadores críticos que asumen los principios
constitutivos de la sociedad democrática: este cambio en los comportamientos sociales también fue una transición, por no decir una novedad.
No obstante, para el intelectual, esta nueva actitud conllevaba el riesgo de
privilegiar la comunicación aferrándose a una icción metodológica destinada a mostrar las formas inevitables de autonomización de lo social.
77
Paul Aubert
La superstición cultural
La guerra signiicó el destronamiento del intelectual tradicional que irma
maniiestos, pronuncia discursos públicos y redacta artículos de prensa.
Al Ortega y Gasset que comprobaba orgulloso, en 1927, que éste lo era
todo —era quien escribía la historia— sucedió otro en 1940, capaz de teorizar de nuevo su propia situación: el intelectual había acabado por no ser
nada43. Después de la tragedia, en la sociedad de la posguerra, donde los
triunfadores fueron vengativos y culparon a los intelectuales, parecía pues
que no había sitio para el intelectual.
Tras la derrota de lo que llamaban la «intelectualidad descreída», tanto los hombres de Acción Española como los católicos de Acción Popular
y de Acción Católica habían pensado que los tiempos eran favorables a la
lucha contra la secularización y la descatolización del país según decía
Eugenio Montes cuando otros hablaban de la necesidad de una recristianización de la sociedad. Pero discrepaban a la hora de proponer un método: los católicos sociales de Acción Popular apoyados por Mgr. Vidal
i Barraquer, apostaban por una vía lenta reanudando con el catolicismo
social de principios de siglo que les llevara a buscar un modus vivendi con
la República, cuando los integristas de Renovación española y de Acción
española, aprobados por Mgr. Isidro Gomá, el primado de Toledo, sucesor
del cardenal Segura, preferían la acción directa e incluso insurreccional
aunque carecían de una organización de tipo fascista, según comprobaba Ramiro Ledesma Ramos44 y contaban sólo con algunos jefes como
Gil Robles (con sus Juventudes de Acción Popular) o Calvo Sotelo (con
su Bloque Nacional). Disponían ya de un programa que Ángel Herrera
Oria había redactado en 1933, en el que explicaba que los católicos debían considerar la proclamación de la República como un revulsivo para
llevar a cabo una reconquista ideológica de España45. Habían emprendido
una lucha contra los institucionistas a quienes acusaban de ejercer una
inluencia hegemónica en el ámbito de la enseñanza cuando los católicos
43 José Ortega y Gasset, «El intelectual y el otro», Obras Completas, Madrid, Alianza ed.,
1983, t. V, p. 511.
44 Ramiro Ledesma Ramos, ¿Fascismo en España? Discurso a las juventudes de España, Barcelona, Ariel, 1968, (1a ed., 1935), p.70.
45 Ángel Herrera Oria, «Programa escolar de los católicos», 29 de julio de 1933, Obras
Completas, II, Madrid, BAC, 1963, p. 113-114. Citado por Santos Juliá, «Intelectuales católicos a la conquista del Estado», El nacimiento de los intelectuales en España, C. Serrano (ed.),
Ayer, n° 40, 2000, p. 82.
78
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
no disponían, según el padre Enrique Herrera Oria, hermano del anterior,
de una universidad propia. Unos meses después el doctor Suñer culparía
a los intelectuales, en general, y a los institucionistas, en particular de la
tragedia española46. Llegaron hasta aborrecer de la igura «diabólica» de
José Castillejo, secretario de la Junta para Ampliación de Estudios, «nido
de masones y extranjerizantes», culpable de haber abierto a España a los
vientos de fuera.
A lo largo del primer franquismo rechazaron cualquier tipo de arreglos con el liberalismo47 y creyeron que podían llevar a cabo este programa
aunque lamentaban la falta de intelectuales católicos bien formados, capaces de intervenir en el ámbito político y social. De hecho para desarraigar
la tradición liberal y el laicismo que les pareció contraria a la esencia de
España cuando ejercieron el Poder no dudaron en depurar funcionarios,
censurar libros o denunciar intelectuales. Según recordaría José María Pemán no podía haber salvación para quienes optaron por lo antinacional, lo
judío, lo marxista o lo masónico. El arzobispo de Salamanca, Pla y Deniel,
señalaba el método: quemar a los falsos ídolos intelectuales48.
Además al inal del franquismo faltaba todavía la condición necesaria
a la discusión intelectual, el reconocimiento de la alteridad, en un lugar
donde la cruzada iniciada por la extrema derecha había convertido la idea
en dogma y a medio país en anti-España. Por in, la ley Fraga de 1966, que
no fue ningún paradigma de las libertades, relajó la práctica que instauró
la ley de Serrano Suñer de 1938
Pero el franquismo fracasó en su intento por atraerse a los estudiantes
al Movimiento, según lo lamentaba un informe de Rodolfo Martín Villa:
«La juventud se nos ha ido»49. Los esfuerzos del régimen para encauzar la
corriente juvenil a través del Sindicato Español Universitario (SEU) resultaron vanos o se vieron desbordados por la oposición y la difusión de
una cultura antifranquista. A mediados de los años sesenta, los estudian46 Enrique Suñer, Los intelectuales y la tragedia española, Burgos, 1937, p. 6-22.
47 José Andrés Gallego, ¿Fascismo o estado católico?, Madrid, Encuentro, 1997, p.109.
48 Enrique Pla y Deniel, «Los delitos del pensamiento y los ídolos intelectuales», pastoral
del 8 de mayo de 1938, Escritos pastorales, t. I, Madrid, 1946, p. 107-109; citada por Gonzalo
Redondo, Historia de la Iglesia en España, t. II: La Guerra Civil, 1936–1939, Madrid, Rialp,
1993, p.465.
49 Rodolfo Martín Villa, Incorporación al Movimiento de la juventud universitaria, citado
por Pere Ysàs, Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia,
1960–1975, Barcelona, Crítica, 2004, p. 220.
79
Paul Aubert
tes dieron la espalda a la cultura oicial y se organizaron fuera del sindicato franquista obligatorio50. Lo cual originó cierta tensión con motivo
de la prohibición de actos culturales. Organizaban sentadas, que fueron
sancionadas, actos culturales, publicaban revistas, colgaban carteles que
denunciaban la dictadura y la represión, cuando ésta aianzaba la conciencia antifranquista de dicha oposición universitaria. Y acabaron rompiendo con el SEU. Tampoco descartaron la práctica del «entrismo» con el in
confesado de «abrir cauces», aprovechando las posibilidades que ofrecía
la legislación51.
Otros propugnaron el diálogo, siguiendo el lema de Cuadernos para
el Diálogo, la revista creada en 1963 por Joaquín Ruiz Giménez con una
referencia al Concilio Vaticano II. Quisieron recuperar la memoria censurada o tapada por ésta, con libros publicados en el extranjero e introducidos clandestinamente. Luego leerían los fascículos que Historia 16 o
Tiempo de Historia dedicaban a la historia de los siglos xix y xx desde el
episodio de las Cortes de Cádiz hasta la República y la Guerra civil. Se
trataba de una memoria ocultada o, peor, tergiversada más que de aquella
mirada moral al pasado de quien quisiera ser digno de la conianza de sus
maestros.
Tras una etapa reformista, anterior a 1968, con la constitución del
Sindicato Democrático de Estudiantes de 1967, y otra más radical, hasta
1978, que se caracterizó por la voluntad de abrir la universidad a todas las
clases sociales, las reivindicaciones fueron más políticas que académicas.
Nuevos grupos trotskistas, marxistas-leninistas o maoístas habían aparecido que querían ser la vanguardia de la clase obrera, en un momento
de movilización obrera en los demás países de Europa. Y el movimiento estudiantil fue plural: comunista (PCE-PSUC), socialista (Agrupación
Socialista Universitaria), además de un Frente de Liberación Popular, un
grupo de católicos y marxistas heterodoxos, además de grupos marxistas
leninistas, maoístas y trotskistas.
Porque el franquismo había aceptado la subversión de los valores estéticos pero no la de los valores morales —es signiicativo que el librito lute50 «Informe de don Pedro Laín Entralgo respecto a la situación espiritual de la juventud española», Madrid, 1955, cit. por Roberto Mesa, Jaraneros y alborotadores. Documentos sobre
los sucesos estudiantiles de febrero de 1956 en la Universidad Complutense de Madrid, Madrid,
Universidad Complutense, 1982, p. 45–53.
51 J.A. Maravall, Dictadura y disentimiento político. Obreros y estudiantes bajo el franquismo, Madrid, Alfaguara, 1978, p. 175.
80
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
rano de Aranguren Moral y sociedad con el que Cuadernos para el Diálogo
inauguró su editorial en 1963, haya podido pasar por una obra subversiva
(o que no se haya autorizado en febrero de 1976 una conferencia mía titulada «Antonio Machado y la sociedad española»). Los intelectuales, que
habían ganado la batalla cultural durante la dictadura, desarrollaron una
industria cultural unos años después, según una lógica de comunicación
más que desde un enfoque de creación cultural.
Para el nuevo poder el derecho a la cultura es fundamental y se asigna
la misión de garantizar la promoción cultural a nivel nacional e incluso en
el marco futuro de un Estado descentralizado. Esta actitud no está libre
de cierto esnobismo, ser culto llega a ser una obligación social ilustrada
por la publicación de vademécum culturales que pretenden ayudar desde
una nueva perspectiva a aquellos que asimilaron durante sus estudios la
cultura con la pesadez de los programas escolares dotándoles de un bagaje
cultural mínimo necesario a su condición social. El consumo cultural favorecía la despolitización, y no favorecía la conciencia política e histórica
necesaria para valorar la producción cultural del exilio republicano.
Hasta algunos políticos reivindican a contratiempo las obras de Machado, de Ortega o de Azaña, eligiendo en sus iguras algunos rasgos
oportunos: el amor al prójimo de Machado, el liberalismo de Ortega, el
autoritarismo de Azaña.
Se entiende por política cultural una mezcla de propósitos que abarcan desde la creación, la arquitectura pública, hasta la lectura y la enseñanza y el lugar que ocupan en ella las artes plásticas y la música. Incluso
se quiere poner la política cultural al servicio del consenso democrático,
como en 1992, con la organización de un triple acontecimiento reivindicable internacionalmente: la exposición universal, los juegos olímpicos y
Madrid capital cultural europeo. Lo cual puede dar un impulso deinitivo
para el conocimiento del país en el exterior y convertirse en una muestra
de los logros alcanzados por el Partido Socialista, pues estos eventos se
veriican en tres lugares distintos de la península. De hecho, los presupuestos dedicados a la cultura no dejan de aumentar e ilustran esta inversión política. La creación de agencias oiciales destinadas a promover la
celebración de acontecimientos históricos (hasta de derrotas como 1898
al estudio de cuya coyuntura se dedicaron más de cien coloquios) corona
esta voluntad de no salir nuevamente de la historia y de estar a la altura de
los tiempos. A lo largo del primer lustro de los años ochenta 1981 et 1985,
81
Paul Aubert
les toca a las comunidades autónomas, a las que se transirió la iniciativa
de la política cultural, hacer de ésta un factor de airmación regional, y
para legitimar una futura operación política patriótica, hasta nacionalizar el pasado, y, olvidando la historiografía de los antepasados, promover
incluso la redacción de historias anacrónicas y apócrifas de ciertas comunidades autónomas anteriores a 1978, es decir de territorios que a veces,
sueltos, no pueden reivindicar anteriormente existencia histórica alguna.
Conclusiones
Pero la historia no procede con borrón y cuenta nueva: el Estado permanece. Sin embargo, la legitimidad democrática la tiene la oposición y a ella
se debe que se llegue a la democracia.
Si en materia económica, la transición empezó en los años sesenta
con el inal de la autarquía y la apertura de los tecnócratas del Opus hacia
Europa, los años conocidos con esta apelación corresponden al episodio
constituyente que remata dicho proceso percibido también a nivel social
y cultural con algunas evoluciones estructurales. Hasta la «Movida», que
impresionó tanto a los periodistas de mi país, ilustra más un efecto de
sorpresa que la expresión de un fenómeno cultural profundo52.
A partir de este momento se procuró instrumentalizar la cultura:
pocas comunidades autónomas supieron, como Cataluña, valerse de un
acontecimiento internacional para transformar su capital. La emulación
en materia de proyectos faraónicos fracasó al producir museos vacíos y
ediicios imposibles de mantener como se verá a principios de la llamada
«crisis del ladrillo» que trajo un cambio de mayoría parlamentaria.
Pero, hace cuarenta años, no hubo vacío de poder ni se paró la historia. La Transición, por consiguiente, no puede aparecer como ningún
paréntesis, sino más bien como un proceso insatisfactorio que instrumentalizó lo posible y rescató lo necesario hasta correr el riesgo de preterir
lo venidero agotando las virtudes de la democracia parlamentaria y del
recurso a los decretos leyes.
Paul Aubert es catedrático de Literatura y Civilización Españolas Contemporáneas en la Universidad de Aix-Marsella. Fue director de estudios
52 Pero no se subrayó la lectura de la tesis de un constitucionalista francés, Guy Carcassonne,
dedicada a este proceso. Lo cual era una manera de homologar el nuevo régimen español.
82
Transiciones en la transición: lo que transita, lo que pasa, lo que cambia y lo que dura
de la Casa de Velázquez. Dirige actualmente el Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne. Sus últimos libros son La Frustration de l’intellectuel
libéral. Espagne, 1898–1939 (Sulliver, 2010) y Nidos de espías. España,
Francia y la Primera Guerra mundial. 1914–1919, con E. González Calleja
(Alianza ed., 2014).
83
II. TRANSICIONES EN EUROPA
¿UN NUEVO FRACASO HISTÓRICO? LA TRANSICIÓN
A LA DEMOCRACIA, EL REY JUAN CARLOS I
Y EL DERECHO A DECIDIR
Alberto Reig Tapia
Universitat Rovira i Virgili
alberto.reig@urv.cat
Resumen
Se analizarán las dos caras de la transición española a la democracia teniendo en cuenta los dos planteamientos más extendidos y simpliicadores con los que la han abordado no pocos historiadores y analistas: éxito
indiscutible y modelo de referencia para otros procesos transicionales de
un régimen dictatorial a otro democráticamente homologable, o fracaso
absoluto generador de una gran frustración histórica y germen de la corrupción sistémica de la democracia española actual, causante de la grave
crisis económica y inanciera por la que atraviesa España desde 2008. Asimismo, se abordará el rechazo a la forma de Estado monárquica, encarnada por Juan Carlos I, que habría sido la principal responsable de la situación actual, según los nuevos movimientos sociales y partidos políticos
que han ido conigurándose en los últimos años. Finalmente, se analizará
la reclamación del derecho de autodeterminación como nueva fórmula
política capaz de regenerar por sí sola el supuestamente desvencijado sistema político español.
Palabras clave
Transición; consolidación; democracia; éxito; fracaso; monarquía: república; general Franco; Juan Carlos I; derecho de autodeterminación; derecho a decidir.
Abstract
his article will analyse the Spanish transition and how more than a few
historians and analysts have adopted one of two widely-held and highly
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 87–130.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Alberto Reig Tapia
simplistic positions in relation to it. hat is, on one hand the Spanish
transition is held up as an undeniable success and a model for other
societies that are changing from a dictatorial regime to a democratic
system, whereas on the other it is regarded as an absolute failure that
throughout its history has generated frustration and which has sowed the
seeds of the current systemic corruption in the Spain and, therefore, of the
terrible economic and inancial crisis that has afected the country since
2008. he study will also deal with the rejection of the Spanish monarchical
state, personiied by King Juan Carlos I, which the new social movements
and political parties that have sprung up in recent years cite as the main
cause of the current situation. Lastly, the study will look at the clamour for
self-determination as a new political panacea that alone can regenerate the
supposedly broken Spanish political system.
Key words
Transition; consolidation; democracy; success; failure; monarchy;
republic; General Franco; Juan Carlos I; right to self-determination; right
to decide.
88
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
La transición fue una sinfonía coral sin partitura, que se interpretó en un
concierto sin espectadores, porque nadie se quedó fuera del escenario.
Francisco Tomás y Valiente
Hay un poco de vileza en España que ahora ha reemergido. Jóvenes que
nacieron en los ochenta denuestan ahora este periodo; ese propósito de
desprestigio me llena de perplejidad: es el mejor de los que hemos tenido. En
esa actitud hay una especie de pulsión autodestructiva que se da aquí y que
espero que no cuaje.
Javier Marías
1. Introducción
La mayoría de los estudiosos consideran la abrumadora victoria socialista
del 28 de octubre de 1982 como un verdadero hito histórico difícilmente
superable1. Para muchos signiicó el inal de la transición a la democracia,
caliicada como modélica, puesto que supuso un triunfo colectivo del pueblo español, que supo mantenerse sereno pese a la saña asesina de ETA
(Euskadi Ta Askatasuna), y que aglutinó a la inmensa mayoría de sus ciudadanos, y también señalaba su deinitiva consolidación. Si bien, dadas las
circunstancias excepcionales en las que se alcanzó dicho triunfo electoral
tras el fallido intento de golpe de Estado del 23 de febrero del año anterior,
se considera que el 12 de junio de 1985, fecha del ingreso de España en
la Comunidad Económica Europea (CEE), señalaría más indicativamente
esta circunstancia. Incluso hay autores que extienden esa fecha histórica
a la victoria del Partido Popular (PP) el 3 de marzo de 1996, tras el prolongado periodo de gobiernos socialistas liderados por Felipe González,
como la fecha que cierra deinitivamente lo que podría considerarse el
proceso de transición de la dictadura franquista a la democracia actual,
con la vuelta al poder del centro-derecha que encarnaba la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez en 1977. No obstante, en 1996
lo hizo de la mano de Alianza Popular (AP), un partido de derechas con1 Ciertamente, obtener el apoyo del 48,11 % de los votantes y el 66,9 % de los escaños del
Congreso de los Diputados (202 de 350) supuso una abrumadora victoria electoral que
marcó claramente un antes y un después en la política española contemporánea (datos
oiciales del Ministerio del Interior).
89
Alberto Reig Tapia
servador clásico, que tras los repetidos fracasos de su líder, el exministro
franquista Manuel Fraga Iribarne por hacerse con la jefatura del Gobierno, dio paso al joven José María Aznar.
Por tanto, habiéndose producido con toda normalidad una segunda
alternativa política al poder del Estado, parecía que ya podía airmarse sin
temor a equivocarse que la democracia estaba suicientemente asentada.
Todo lo que se ha venido produciendo después, con mayor o menor intensidad, respondería a las vicisitudes propias de cualquier democracia
moderna. En cualquier caso, el franquismo parecía haber quedado deinitivamente muerto y enterrado, y la democracia irmemente consolidada.
Ante la actual crisis sistémica en la que se está inmerso, es legítimo
preguntarse si la democracia que nos dimos los españoles durante la transición está muriendo de éxito por la propia incapacidad de la clase política
para resolver la crisis y regenerar el sistema, ya que no acierta a refrescarse y renovarse como la gravedad de la situación exige ya sin mayores
dilaciones, y si el «desafío soberanista catalán» que la acompaña y toda la
tensión política a él asociada no le estará dando la puntilla al toro español,
por expresar la gravedad de la situación planteada en términos taurinos
o, sensu contrario, si no estará el nacionalismo catalán cavando su propia
tumba, al menos para otra generación, y acelerando una vez más en su
historia el camino seguro hacia una nueva frustración histórica, de suyo
negativa para el conjunto de intereses de la sociedad civil catalana, con
independencia de las distintas opciones políticas, que son particularmente
variadas y plurales.
No son pocos los analistas que consideran que el poder político, no
solo el local, el autonómico y el estatal, carece de autonomía o soberanía
suicientes para poder actuar con eicacia, y que la crisis económica y inanciera ha puesto de maniiesto su impotencia absoluta para resolverla.
Se estaría ante un Estado, democrático, sí, que garantiza los derechos y los
beneicios políticos y sociales que le son inherentes, aunque cada vez más
mermados, y que al mismo tiempo es incapaz de imponer políticamente
medidas eicaces para iscalizar adecuadamente los poderes inancieros,
que no cesan de incrementar exponencialmente sus beneicios ante el
empobrecimiento general de las clases medias y subalternas2. Tampoco
faltan análisis empíricos más optimistas que consideran que no se está,
2 Véase Sánchez-Cuenca, I.: La impotencia democrática. Sobre la crisis política de España,
Madrid: Los Libros de la Catarata, 2014.
90
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
en absoluto, ante el in del Welfare State ni que la socialdemocracia carece
de respuestas, dada su capacidad de adaptación ante las crisis, y no ofrece
propuestas plausibles de renovación cara al futuro3.
En cualquier caso, la democracia moderna, tal y como se conoce y
pese a sus pretendidas debilidades, ha sido capaz de resistir los embates
más duros, las crisis más profundas y los desafíos más audaces que le han
planteado a lo largo de la historia sus más contumaces enemigos. Su capacidad de autorregenerarse es una de sus características más exclusivas
frente a las dictaduras y los regímenes autoritarios y populistas. No hay
razón alguna para que no ocurra lo mismo con la democracia española
nacida de la Constitución de 1978, pese a quienes se empeñan en certiicar
su deinitiva defunción.
2. ¿Ha fracasado la transición a la democracia?
Semejante interrogante se transmuta en una aseveración poco menos que
indiscutible, obvia, a juzgar por lo que se escucha y lee en los más variados
medios por la boca o la pluma de numerosos analistas y comentaristas, e
incluso por parte de académicos de prestigio, todos ellos provenientes de
sectores sociales plurales y enfrentados por sus distintos planteamientos
ideológicos e intereses políticos. De hecho, buena parte del éxito electoral
de Podemos en las elecciones europeas del 26 de mayo de 2014 y el arraigo que esta organización política ha ido adquiriendo entre los sectores
jóvenes de la sociedad y buena parte de las clases medias progresistas más
sacudidas por la crisis se ha fundamentado ideológicamente en el fracaso
y la obsolescencia de lo que los líderes de Podemos llaman despreciativamente el agotamiento del régimen del 78, en una alusión nada velada que
lo compararía o asociaría al llamado régimen del 18 de julio, es decir, a la
dictadura franquista.
Signiicativamente, Podemos, desde que saltó a la arena política hasta
ahora, ha ido acercándose hacia el centro desde sus originarias posiciones
radicales de izquierda en su explícito deseo de presentar una imagen de
moderación y realismo para tratar así de ganar el voto más volátil e indeciso cara a las elecciones generales, con el expreso propósito de ocupar el
poder y gobernar dentro de las pautas clásicas de la democracia moderna,
al parecer ya no tan obsoletas como certiicaban sus máximos líderes, la
3 Véase Urquizu, I.: La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis?, Madrid: Los Libros de la
Catarata, 2014.
91
Alberto Reig Tapia
mayoría de ellos provenientes del comunismo y el poscomunismo (militantes o exmilitantes o asesores de Izquierda Unida), y nada menos que
profesores universitarios de Ciencia Política. La transición ya no sería el
fracaso político de toda una generación, como pretendían sus principales
ideólogos (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero), y en la
denostada «casta», como en botica, habría de todo, y cabe ya suponer que
quizá no todos los políticos de la transición y de la democracia merecían
ser relegados a la damnatio memoriae a la que se les arroja con tanta petulancia4.
La transición a la democracia española cuenta ya con un corpus bibliográico más que notable. Aparecen continuamente nuevos títulos, la
mayoría de carácter ensayístico, y otra parte menor son aportaciones propiamente historiográicas, según el historiador Pere Ysàs, quien considera
acertadamente que la transición no fue ni «modélica» ni «inmodélica»
sobre la base de un buen abanico de estudios historiográicos5. Se está, en
primer lugar, ante un tema ciertamente controvertido sobre el que surgen
constantemente nuevas investigaciones y estudios, que hacen cada vez
más difícil mantenerse al día sobre una etapa tan determinante de nuestra
historia inmediata6.
Por consiguiente, dada su dimensión, es un tema que habría que
abordar con una gran prudencia intelectual y, sin embargo, dada la con4 Véanse el signiicativo artículo del líder de Podemos: Iglesias, P.: «Una nueva transición», El País [en línea], 19 de julio de 2015 (<http://elpais.com/elpais/2015/07/18/opinion/1437241765_050702.html>); así como el correlativo del historiador Juliá, S.: «La nueva izquierda y el régimen del 78», El País [en línea], 22 de julio de 2015 (<http://elpais.com/
elpais/2015/07/21/opinion/1437498615_848770.html>).
5 Ysàs, P.: «Ni modèlica ni immodèlica. La transició des de la historiografía», Franquisme &
transició. Revista d’Historia i de Cultura 1, Barcelona, 2013, pp. 273–308.
6 Véanse a modo de ejemplo a contrario respecto a la relativa escasez de estudios rigurosos
las aportaciones de Rafael Quirosa-Cheyrouzze y Muñoz a quien cita Ysàs. Aparte de
numerosos estudios locales sobre la transición, el profesor Quiroga-Cheyrouzze ha
publicado en los últimos años como coordinador, Historia de la transición en España. Los
inicios del proceso democratizador, Madrid: Biblioteca Nueva, 2007. Asimismo, como editor
ha publicado Prensa y democracia. Los medios de comunicación en la Transición, Madrid:
Biblioteca Nueva, 2009; La sociedad española en la transición. Los movimientos sociales en
el proceso democratizador, Madrid: Biblioteca Nueva, 2011) y Los partidos en la transición.
Las organizaciones políticas en la construcción de la democracia española, Madrid: Biblioteca
Nueva, 2013. Como puede apreciarse sobre la base de un único autor, coordinador y editor
de varios estudios sobre la transición, la riada bibliográica sobre este periodo histórico
desde los más amplios enfoques de las ciencias sociales, la convierten en una temática
prácticamente inabarcable.
92
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
siderable carga política que lleva implícita, provoca ininidad de textos
producidos por una amplia gama de especialistas, muchos de los cuales se
muestran convencidos de encontrarse en plena posesión de las verdaderas
claves del atribuido fracaso de la democracia española, que dan por obvio,
y donde los adjetivos (franquista, insuiciente, corrupta, débil, etc.) se superponen hasta anular al sustantivo que los genera, cocinando los datos a
conveniencia para hacerles decir lo que solo a ellos les conviene que digan.
Actúan así más bien como políticos al servicio de su propia causa. Juzgan
nuestra democracia un tanto a la ligera negando la mayor, es decir, que
pueda ser caliicada como tal, pronunciándose con una rotundidad que la
realidad histórica no avala, y más propia de confrontaciones políticas rebosantes de cierto dogmatismo y una desmedida carga ideológica, en vez
de producir debates académicos serios, que es lo que les correspondería
más allá de la descaliicación del discrepante. El verdadero espíritu cientíico es más dado a plantearse preguntas que a ofrecer respuestas unívocas,
a las que suelen ser tan aicionados tantos comentaristas que incurren en
la soberbia de creerse que han hallado inalmente la piedra ilosofal.
Dice Ysàs que se mantiene vigente la divergencia radical entre el enfoque del éxito del proceso de transición conducido por el reformismo
franquista y el más reciente, que considera que la transición es la causa
de todos los males de nuestro pasado inmediato y presente. Los últimos
avances de la historiografía permiten, según Ysàs, lo siguiente:
Un coneixement que fa absolutament insostenible l’explicació, propagada des
de sectors tant a la dreta com a l’esquerra de l’espectre polític, que presenta
la transició com una operació dissenyada i executada des de les institucions
franquistes per arribar a la democràcia conigurada en la Constitució de 1978.
Per a uns, els que estaven instaŀats en les institucions, aquells van ser els artífexs de la democràcia. Per a altres —acceptant el nucli central d’aquest argument—, aquest seria l’origen d’una democràcia imposada pels franquistes en
beneici propi, plena de limitacions i perversions7.
No se puede estar más de acuerdo. Últimamente se viene planteando con llamativa reiteración si la transición no habría sido un proceso
completamente fallido, que apenas habría remozado formalmente su
profundo franquismo de origen, pues la sombra de Francisco Franco no
habría dejado nunca de planear sobre todo el proceso de transición y consolidación democráticas. Pablo Lucas Verdú considera que la ley para la
7 Ysàs, P.: op. cit., p. 277.
93
Alberto Reig Tapia
reforma política, una ley-puente a la democracia, es más la última ley de
la dictadura que la primera de la democracia, lo que formalmente es indiscutible, pero corrobora de modo indubitable que, pese a ello, sirvió para
desmontar la tramoya jurídica franquista y, en deinitiva, para abrir un
periodo constituyente, lo que obviamente supone una clara ruptura con el
régimen anterior: la dictadura franquista8. Cabe destacar que también hay
una literatura especializada en asociar de un modo u otro la dictadura de
Franco a la democracia de Juan Carlos de Borbón9.
Como bien resumía Santos Juliá:
De hecho, las actuales prédicas sobre el agotamiento, la agonía, los estertores
o el último suspiro de la transición como régimen, parten del supuesto de que
en aquel acontecimiento es donde hay que buscar la causa de todos los males
del presente, del bipartidismo a las tensiones territoriales, de la corrupción al
aumento de la desigualdad, de los salarios de miseria al éxodo de jóvenes en
busca de trabajo. La culpa, ya se sabe: la transición10.
Si se aceptara tal pecado original de inicio habría poco menos que
reformular de arriba abajo toda nuestra estructura político-constitucional
para proceder a liberar al conjunto de los pueblos hispanos de la opresión
a la que se hallaban sometidos bajo la corona del anterior monarca —y
ahora de su sucesor—, nombrado a dedo por el dictador Franco para que
todo cambiara aparentemente, pero para que en realidad todo siguiera básicamente igual11.
8 Lucas Verdú, P.: La octava ley fundamental: crítica jurídico-política de la refoma de Suárez
(prólogo de Enrique Tierno Galván), Madrid: Tecnos, 1976.
9 Por ejemplo, Grimaldos, A.: La sombra de Franco en la transición (prólogo de Eduardo
Haro Tecglen), Madrid: Óberon, 2004; y Claves de la transición, 1973–1986 (Para adultos).
De la muerte de Carrero Blanco al referéndum de la OTAN, Barcelona: Península, 2013.
10 Juliá, S.: «¡Todavía la transición!», El País, 24 de julio de 2014.
11 No es necesario evocar una vez más a Giuseppe Tomasi de Lampedusa y su célebre obra,
Il gattopardo (1957), donde el personaje de Tancredi declara a su tío Fabrizio Corbera,
príncipe de Salina, la conocida frase: «Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che
tutto cambi», es decir: «Si queremos que todo permanezca como es, es necesario que todo
cambie». Es esta una idea recurrente que cuenta con muchos antecedentes, como «plus ça
change, plus c’est la même chose» del periodista y escritor Jean-Baptiste Alphonse Karr, que
expresa a la perfección el paradigma del conservador inteligente que siempre preferirá ceder
en algún aspecto formal o de poca relevancia con tal de preservar al máximo posible sus
intereses más contingentes. Sin embargo, el conservador o reaccionario obtuso se enrocará y
dejará que la situación prosiga su proceso de putrefacción.
94
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
El 18 de febrero de 2014 se presentó en el Ateneo de Madrid el Maniiesto Intelectuales por la III República, entre cuyos irmantes iguraban,
aparte de prestigiosos artistas y escritores como Juan Genovés, Julio Diamante, José Manuel Caballero Bonald o Rosa Regàs, otros tan relevantes
y solventes en materia histórica, política o jurídica como José Luis Abellán, Josep Fontana, Joan Garcés, Nicolás Sánchez Albornoz, Ángel Viñas
o Carlos Jiménez Villarejo. En él, denuncian que el jefe del Estado es «un
rey impuesto por el dictador y nunca sujeto a un referéndum de la ciudadanía», lo que es indudablemente cierto, aunque mayor fuerza e interés
habría tenido haberse referido a la pérdida de legitimidad en la que fue
progresivamente incurriendo la Corona, en qué términos podría cuantiicarse este desgaste, y las consecuencias políticas que de ello podrían derivarse, que inalmente desembocaron en la abdicación de Juan Carlos I.
Considera igualmente el maniiesto que tal nombramiento es «el principal
precio que se pagó en el proceso de transición de la dictadura a la democracia al no tener lugar la ruptura democrática y articularse una reforma
pactada bajo la presión ejercida por el Ejército surgido del golpe de Estado
de 1936 contra la II República, los poderes económicos y la larga mano de
los EE. UU.»12.
Personalmente, se considera que habría que matizar alguna de estas
airmaciones tan rotundamente expresadas. La realidad es que no hubo
ni reforma ni ruptura propiamente dichas, porque ni los partidarios de
la ruptura ni los de la reforma tenían suiciente fuerza por sí solos para
imponerse sus opciones los unos a los otros. El resultado no fue otro, sensu
stricto, que una «ruptura reformista» o una «reforma rupturista», como
han venido a concluir la mayoría de los estudiosos de este periodo. En
deinitiva, la síntesis de dos impotencias cruzadas13.
12 <www.cronicapopular.es/2014/02/maniiesto-intelectuales-por-la-iii-republica-sera-presentado-el-dia-18-en-el-ateneo-de-madrid>.
13 Como se ha dicho, la bibliografía sobre la transición es inmensa, pero la mayoría de los
estudiosos coinciden en este diagnóstico. Véase Santamaría Ossorio, J. y Maravall Herrero, J. M.: «Crisis del franquismo, transición política y consolidación de la democracia en
España», Sistema, n.os 68-69, Madrid, 1985, pp. 79-130; Preston, P.: El triunfo de la democracia en España, Barcelona: Plaza & Janés, 1986; Díaz, E.: La transición democrática: (Claves
ideológicas, 1976–1986), Madrid: Eudema, 1987; Cotarelo, R. (comp.): Transición política
y consolidación democrática. España: (1975–1986), Madrid: CIS, 1996; Tusell, J. y Soto,
Á. (eds.): Historia de la transición, 1975–1986, Madrid: Alianza, 1996; Oñate Rubalcaba,
P.: Consenso e ideología en la transición política española (prólogo de Francisco Murillo
Ferrol), Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1998; Colomer, J. M.: La
95
Alberto Reig Tapia
Por lo que respecta a «la larga mano de los EE. UU.», hay que decir, en
primer lugar, que insistir siempre y a todas horas en la intromisión norteamericana en la política española hasta el punto de determinar su rumbo
supone una maniiesta distorsión de la realidad, eso sí, muy del gusto de
los sectores más radicales del espectro político, siempre coincidentes en
negar el pan y la sal a cualquier cosa que provenga del Gobierno de Estados Unidos. Puede que tales planteamientos sean muy de su agrado, pues
siempre están dispuestos a explicar los males de la patria o las propias torpezas políticas nacionales sobre la base de factores exógenos, nunca endógenos o sencillamente propios; no obstante, en este caso, no responden a
la realidad ni pueden sustentarse sobre una base mínimamente empírica.
Nunca ha remitido del todo la convicción de atribuir al entonces secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, el éxito del atentado
que acabó con la vida del almirante Luis Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973 a manos de ETA, cuando apenas hacia unos meses que había
sido nombrado presidente del Gobierno. Los servicios secretos norteamericanos habrían descubierto los propósitos de los etarras, que preparaban el atentado en las proximidades de la Embajada de Estados Unidos
en Madrid, pero les habrían dejado hacer al no ser ellos el objetivo, sino
el almirante Carrero Blanco, para despejar así el tapón que bloqueaba la
incorporación de España a las democracias occidentales, pues la continuidad de la dictadura franquista que garantizaba Carrero Blanco resultaba
negativa para los intereses del bloque occidental, puesto que podía radicalizar la oposición de izquierdas y potenciar la deriva comunista, como
después se vio en Portugal tras la Revolución de los Claveles del 25 abril
de 1974, algo que, obviamente, no era del interés de Estados Unidos14. Se
trata de una hipótesis que, paradójicamente, presenta a Estados Unidos
como un verdadero adalid de la democracia, siempre dispuesto a intervenir a favor de su implantación, incluso violentando los intereses de sus
más ieles aliados.
Pues bien, es sencillamente inverosímil. Solo puede sostenerse tal
cosa desde el más absoluto desconocimiento de las investigaciones histransición a la democracia: el modelo español, Barcelona: Anagrama, 1998; y Soto, Á.: La
transición a la democracia. España, 1975–1982, Madrid: Alianza, 1998.
14 En este sentido no faltan reportajes periodísticos pretendidamente apoyados por documentos, incluso, reservados, como por ejemplo, Grau, A.: De cómo la CIA eliminó a Carrero
Blanco y nos metió en Irak: la verdadera historia secreta de España y Estados Unidos, Barcelona: Destino, 2011.
96
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
toriográicas rigurosas sobre las relaciones bilaterales entre ambos países.
El almirante Carrero Blanco y el general Franco eran decididamente pronorteamericanos y irmes defensores de los acuerdos irmados en 1953.
Kissinger, por su parte, era partidario de una monarquía autoritaria para
el posfranquismo, tal y como la que contemplaba la propia ley orgánica del
Estado de 1967 (LOE), pues, a su juicio, la tendencia española a la anarquía podía provocar efectos indeseados. Así que el jefe de la diplomacia
imperial no estaba jugando entonces precisamente el papel de propulsor
de una monarquía parlamentaria o una democracia coronada, que fue lo
que rápidamente siguió al franquismo cuando la voluntad del dictador
«instauraba», que no «restauraba», como no cesó él mismo de declarar,
una monarquía franquista encorsetada por los principios fundamentales
del régimen del 18 de julio.
En deinitiva, tratar de interpretar la historia de la transición española
sobre la base de la permanente intromisión de la larga mano de Estados
Unidos es cuando menos una grosera simpliicación de la realidad.
3. ¿Juan Carlos I, continuador del franquismo?
Ciertos analistas nacionalistas o de izquierdas o ambas cosas a la vez, para
que el cóctel resulte más indigesto, sobre la base del cierre del reinado de
Juan Carlos I, no ciertamente glorioso ni ejemplar en todo su recorrido,
se empeñan en negar el pan y la sal al exmonarca, incluyendo en el paquete descaliicador la negación del importante papel que este desempeñó
al renunciar a la monarquía franquista que Franco le legó, y al activar los
mecanismos necesarios que habrían de desembocar en una monarquía
parlamentaria perfectamente parangonable a la de otras monarquías europeas de dilatada trayectoria democrática. El rey «franquista» Juan Carlos
de Borbón se sirvió de sus poderes extraordinarios heredados del general
Franco para, transmutado en rey «demócrata», acelerar la implantación
de la democracia en España. Pues no. Recurren para ello a argumentos
ciertamente endebles, como que actúo únicamente por su propio interés.
Resulta ridículo preguntarse por la verdadera intencionalidad de sus propósitos y actuaciones, que como sostienen estos críticos, apenas responderían a tratar de asegurar la consolidación de la monarquía en España y un
futuro sólido para su sucesor. ¿No son los resultados la verdadera prueba
de fuego para cualquier político, tal y como sostiene cualquier manual de
ciencia política? ¿Acaso iba el monarca a tomar como modelo para Espa-
97
Alberto Reig Tapia
ña —sobre la base de su aherrojamiento por las leyes franquistas, como él
mismo se quejó a Torcuato Fernández Miranda— a la monarquía alauita,
y no el que le proporcionaban las más viejas y estables monarquías europeas? ¿Facilitó o no la implantación de la democracia en España, que era y
es el principal anhelo de la ciudadanía?
La voluntad continuista de Franco sí que no podía ser más diáfana.
Tras haber designado a Juan Carlos de Borbón como su sucesor, airmó
orgulloso lo siguiente:
Respecto a la sucesión a la jefatura del Estado, sobre la que tantas maliciosas
especulaciones hicieron quienes dudaron de la continuidad de nuestro movimiento, todo ha quedado atado, y bien atado, con mi propuesta y la aprobación por las Cortes de la designación como sucesor a título de rey del príncipe
don Juan Carlos de Borbón15.
Sin embargo, del deseo de Franco y el juramento de acatamiento de
los principios fundamentales del régimen del 18 de julio del monarca a
la realidad de lo sucedido hay mucho trecho. De hecho, poco tardó el
búnker franquista en acusar al rey de traidor y perjuro. Por otra parte,
resulta cómica la pretensión de tantos franquistas más o menos reciclados
de que en realidad Franco fue el gran padrino de la democracia —airmación desmontada desde la propia literalidad del BOE—, y que con tal
in, convertido súbitamente a la democracia que siempre repudió, habría
nombrado a Juan Carlos de Borbón para que disolviera su régimen y despejara el camino hacia el régimen que siempre denostó. Una verdadera
fantasía que se empecinan en sostener los «historietógrafos» revisionistas
de medio pelo y algunos otros propagandistas irrelevantes. No obstante,
resulta no menos cómica la pretensión de tantos antifranquistas de que
el anterior monarca fue un simple continuador del franquismo, y que la
actual democracia no es tal sino una especie de «dictadura perfecta», expresión que ha alcanzado un notable éxito y que, todo hay que decirlo, se
utiliza con extrema ligereza16.
15 General Franco, discurso de in de año pronunciado el 30 de diciembre de 1969, transmitido a las 22 h por RNE y TVE, en línea: <www.generalisimofranco.com/Discursos/mensajes/00030.htm>.
16 Fue Mario Vargas Llosa quien acuñó tan expresivo concepto en 1990 ante millones de
telespectadores en el «Encuentro vuelta: la experiencia de la libertad», que congregó alrededor de 40 pensadores y autores del mundo (entre ellos varios premios Nobel) para discutir
sobre el estado de varios temas capitales en el umbral del siglo xxi: la libertad, la religión, los
98
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
Ciertamente, dejarlo todo «atado y bien atado» fue la verdadera pretensión del general superlativo. Sin embargo, todo se desató a una velocidad de vértigo bajo el impulso del monarca, la inteligencia de Fernández
Miranda y la audacia de Suárez. El tutor de Juan Carlos había sido claro
cuando este le manifestó su irritación por el encorsetamiento al que le
obligaban los principios fundamentales del régimen, que no le permitían
el menor margen de maniobra: «Las leyes obligan, pero no atan». El hecho
fue que a lo largo de 1976 se aceleraron los acontecimientos y se quemaron
etapas en unos plazos, muy poco antes, impensables. Si entonces se habló
de harakiri o suicidio del franquismo, no acaba de entenderse muy bien en
la actualidad la persistente insistencia de su pretendida continuidad en la
democracia17. También conviene recordar que cuando tuvo lugar el golpe
de Estado del 23F, el entonces secretario de Estado norteamericano, el general Alexander Haig, dio otra buena mala muestra de «intromisión» en
la política española al defender con fervor sus instituciones democráticas
—lo que sí hizo la primera ministra británica Margaret hatcher— inhibiéndose por completo del asunto al declarar el 24 de febrero que era «un
tema interno de España»18.
Por lo que se reiere a la designación digital de Juan Carlos por el general Franco, no se considera en modo alguno que fuera ese el principal
precio en negativo que se pagó entonces para acceder a la democracia por
vías pacíicas a la vista de los resultados. Si el paso de una dictadura a una
nacionalismos, la economía, la justicia y el socialismo. Vargas Llosa, tras una intervención
de Octavio Paz, dijo exactamente lo siguiente: «La dictadura perfecta no es la Cuba de Fidel
Castro: es México, porque es una dictadura de tal modo camulada que llega a parecer que
no lo es, pero que de hecho tiene, si uno escarba, todas las características de una dictadura». Sus palabras provocaron auténtica estupefacción en el auditorio. Véase el comentario de
Enrique Krauze, en línea: <www.letraslibres.com/blogs/blog-de-la-redaccion/la-dictaduraperfecta>.
17 Véase Soto, Á.: «¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo»,
Madrid: Biblioteca Nueva, 2005; y Sánchez-Cuenca, I.: Atado y mal atado. El suicidio
institucional del franquismo y el surgimiento de la democracia, Madrid: Alianza, 2014.
18 El País, 24 de febrero de 1981. Sobre la pretendida y recurrente intromisión norteamericana en la política española, véase Viñas, Á.: En las garras del águila. Los pactos con Estados
Unidos de Franco a Felipe González (1945–1995), Barcelona: Crítica, 2003; Martín García,
Ó. J. y Ortiz Heras, M. (coords.): Claves internacionales de la transición española, Madrid:
Los Libros de la Catarata, 2010; Lemus López, E.: Estados Unidos y la transición española:
entre la Revolución de los Claveles y la Marcha Verde, Madrid: Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Cádiz y Sílex, 2011; y Powell, C. T.: El amigo americano. España y los
Estados Unidos: de la dictadura a la democracia, Madrid: Galaxia Gutenberg, 2011.
99
Alberto Reig Tapia
democracia por él impulsada —siendo obviamente conocedor de los deseos y la presión del pueblo español en la calle para instaurarla— y perfectamente equiparable a las de nuestro entorno histórico, político y cultural
no supone desde el punto de vista político una ruptura clara entre ambos
sistemas, que vengan los siete sabios de Grecia a explicárnoslo, aunque
no parece que sea necesario, pues el profesor Juan Carlos Monedero sí
puede19.
Lo que sí es evidente es que los primeros intentos de reforma desde
dentro del régimen eran maniiestamente conservadores y apuntaban a un
continuismo más o menos camulado, pero a partir de las elecciones del 15
de junio de 1977 y sobre la base de los resultados logrados, se impuso ineludiblemente un cambio de régimen. José Miguel Ortí Bordas, recién elegido representante por UCD, un partido gubernamental, que no se olvide,
creado desde el poder por Suárez para concurrir a las elecciones, y último
subsecretario de Gobernación del franquismo, reconocía lo siguiente:
[…] sin faltar gravemente a la verdad, a partir de ese momento ya no iba a
ser posible hablar con propiedad de «reforma política» sino de ruptura. […]
Con reconciliación nacional, con pacto entre partidos y consensos parlamentarios, pero ruptura a in de cuentas20.
Así que las pretensiones de que los diputados electos el 15 de junio
de 1977 actuaron amordazados o amenazados por las fuerzas fácticas (los
militares), quedando limitada así su libertad y autonomía políticas, lo
que invalidaría la legitimidad del proceso de transición democrática, es
completamente falaz, como sabe bien cualquiera que haya profundizado
mínimamente en el estudio de este periodo. A lo largo de los prolongados
debates constituyentes se discutió con entera libertad de todo lo divino y
lo humano: de la monarquía, de la república, de los derechos y las libertades fundamentales del ciudadano, de las nacionalidades e incluso del
derecho de autodeterminación, de un asunto tan traumático entonces y
19 Monedero, J. C.: La transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia
española, Madrid: Los libros de la Catarata, 2013. Monedero, sobre la clásica tradición freudiana de matar al padre, se reiere a no pocas e indiscutibles verdades empañadas por una
gran y colosal falsedad, que la transición fue «una transición de mentira, que construyó una
democracia de mentira». Puede que semejante mercancía ideológica sea muy del gusto de su
joven y febril auditorio, pero no responde a la evidencia empírica sobre la que se supone que
un cientíico social ha de sustentar semejantes airmaciones.
20 Ortí Bordás, J. M.: La transición desde dentro, Barcelona: Planeta, 2009, p. 362.
100
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
aún ahora como la Guerra Civil, y también del franquismo. Hay miles de
páginas de los debates en la Comisión Constitucional del Congreso y después del Senado que así lo corroboran21. No les vendría nada mal a quienes hablan con tanta ligereza del pretendido escamoteo del derecho de
autodeterminación que se habría producido en las Constituyentes repasar
lo que dijo y escribió entonces alguien tan poco dudoso como el comunista Jordi Solé Tura, destacado miembro del Partit Socialista Uniicat de
Catalunya (PSUC) y miembro de la ponencia que redactó el proyecto de
Constitución, para así poder hacerlo con un poco más de fundamento22.
A otros estudiosos nos parece mucho más grave que el nombramiento
digital del monarca por el dictador —por poner ahora solo un ejemplo, y
basta con observar las consecuencias políticas que de ello se han derivado
para comprenderlo—, el diseño de la coniguración territorial que entonces se estableció y que quedó perfectamente deinido en el famoso «¡Café
para todos!» con que Suárez trató de salir del férreo centralismo propio
de la dictadura, pero que ponía de maniiesto la profunda ignorancia de
la realidad histórica de España, tan alejada entonces de la uniformización franquista impuesta como del minoritario y egoísta secesionismo23.
Desgraciadamente, nadie destapó entonces, por miedo o por ignorancia
culposa, el Proyecto de Constitución Federal de la Primera República española (17 de julio de 1873) que, leído hoy sin prejuicios, muy bien podría
haber servido para una racionalización aceptable de la nueva organización territorial del Estado, lo que habría garantizado al mismo tiempo la
21 Sáinz Moreno, F. y Herrero de Padura, M. (eds.): Constitución española. Trabajos
parlamentarios (segunda edición), 4 vol., Madrid: Cortes Generales, 1989. Puede verse
también, García Escudero, J. M. y García Martínez, M. A.: La Constitución día a día:
los grandes temas de la Constitución de 1978 en el debate parlamentario, Madrid: Congreso de los Diputados, 1998; y Gallego-Díaz, S. y De la Cuadra, B.: Crónica secreta de
la Constitución (prólogo de Diego López Garrido), Madrid: Tecnos, 1989. Víctor Márquez
Reviriego desarrolló una excelente labor como cronista parlamentario en aquellos años en
diarios y revistas, y después publicó Apuntes parlamentarios: la tentación Canovista, Madrid:
Saltés, 1978; El pecado consensual: apuntes parlamentarios, Barcelona: Argos Vergara, 1979; y
Escaños de penitencia, Barcelona: Argos Vergara, 1981.
22 Véase para un mayor abundamiento, Solé Tura, J.: Los comunistas y la Constitución,
Madrid: Forma, 1978; Nacionalidades y nacionalismos en España. Autonomías, federalismo,
autodeterminación, Madrid: Alianza, 1985; y Una historia optimista. Memorias, Madrid:
Aguilar, 1999.
23 La frase la pronunció Manuel Clavero Arévalo, primer y único ministro para las Regiones
del primer Gobierno de Suárez, quien diseñó el mapa de las preautonomías, germen de la
España plural que se pretendía.
101
Alberto Reig Tapia
unidad de la nación y la autonomía del resto de naciones o nacionalidades
y regiones que la componen, y habría permitido sin mayores traumatismos caminar por el debido orden hacia un Estado federal. De hecho, la
diferenciación entre nacionalidades y regiones no hace sino dejar abierta
constitucionalmente cierta asimetría política, inevitable en un país que,
como han convenido la mayoría de especialistas, es una nación de naciones, aunque para los nacionalistas catalanes, Cataluña sí es una nación,
pero no lo es España. Si se atiende a la mayor o menor homogeneidad de
una y de otra, es evidente que España lo es mucho más (más nación cuanto
más homogénea) que Cataluña, que es bastante más diversa y más plural
que España en el ámbito político (no cultural), como lo prueba su sistema
de partidos, bastante más numeroso que el español.
En cuanto a la insoportable presión de los militares, tan del gusto de
los antimonárquicos de principio y de los sobrevenidos, así como de los
prorrepublicanos a destiempo, si algo tuvo claro Suárez, aunque probablemente lo desconociera, era el consejo que Charles Maurice de Talleyrand
le dio a Napoleón: «Con las bayonetas, sire, se puede hacer todo, menos
una cosa: sentarse sobre ellas». Suárez conocía muy bien a los militares
franquistas españoles, como demostró para poder sacar adelante la ley
para la reforma política (LPRP) de 1976 sin sobresaltos, y obró en consecuencia: se negó a sentarse sobre las bayonetas. Hubo presiones, naturalmente, de diverso tipo, pero Suárez no se arredró nunca.
¿Se ha parado alguien a pensar, dentro del amplio abanico de autores
que dan por sentado la «determinante» presión de los poderes fácticos
durante la transición, que si una de las condiciones «pactadas» en la reunión que Suárez mantuvo con los altos mandos del Ejército en febrero de
1976 fue la no legalización del Partido Comunista de España (PCE), cómo
fue posible que Suárez hiciera caso omiso y lo legalizara pasando por alto
semejante compromiso con el riesgo evidente de golpe de Estado que ello
conllevaba? Y puede decirse exactamente lo mismo con respecto al reconocimiento constitucional de «las nacionalidades históricas» y a que España se constituyese como un Estado de autonomías, algo que tampoco
fue en absoluto del agrado de los militares franquistas de la España «una,
grande y libre» —libre del nacionalismo ajeno y del comunismo, claro—,
pero se hizo. O la presión no fue tanta ni tan determinante o, sencillamente, el poder civil ya era más fuerte que el militar y su independencia era ya
un hecho del pasado felizmente consumado.
102
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
Valga ahora a modo de muestra un esclarecedor ejemplo a contrario
de hasta qué punto las presiones militares no determinaron las decisiones
del poder civil. El Ejército no impuso la partitura de la transición, aunque
algunos de sus miembros más destacados tuvieran la pretensión de abortar cuando menos el establecimiento de la democracia en España. Cuando Suárez legalizó Comisiones Obreras (CC. OO.), el sindicato obrero de
orientación mayoritariamente comunista, el entonces vicepresidente para
Asuntos de la Defensa, el teniente general Fernando de Santiago y Díez de
Mendívil, un franquista inequívoco, mantuvo una tensa entrevista con el
presidente Suárez, al que acusó de perjuro a los principios fundamentales
del movimiento nacional, advirtiéndole de que ante la deriva política que
estaba emprendiendo, podía encontrarse, si no rectiicaba, con un «legítimo» golpe de Estado por traidor a la patria y, por tanto, ser pasado por las
armas. A esto, Suárez gallardamente le habría respondido: «Le recuerdo
que la pena de muerte sigue vigente en el Código de Justicia Militar». Es
decir, que si se rebelaba, procurara salir triunfante del golpe porque si este
fracasaba, sería él quien no dudaría en aplicarle la pena capital vigente por
delitos de alta traición24.
El bravucón general se hizo digno de las célebres palabras de uno de
los sonetos satíricos más celebrados de Cervantes: «Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada miró al soslayo, fuese y no hubo nada».
Es decir, dimitió al poco y se quitó de en medio. ¿Presiones? Sí, es evidente
que las hubo, y al más alto nivel como puede apreciarse. El «ruido de sables» llegó a ser ensordecedor, sobre todo después de la aprobación de la
Constitución y a partir del segundo Gobierno de Suárez, ante la continua
oleada de asesinatos que no paraba de perpetrar ETA. Así pues, ¿hasta qué
punto fue determinante y forzó o condicionó la actuación de los máximos
responsables políticos como para pretender que la dictadura franquista y
la actual democracia parlamentaria son poco menos que un continuum
histórico-político? ¿Acaso la Constitución española de 1978 es una simple
transposición de los principios fundamentales del movimiento nacional
de 1958 reairmados en la última ley fundamental de la dictadura franquista (LOE/1967)?
La monarquía ha estado sometida en su conjunto a una arrolladora campaña de desprestigio proveniente, por una parte, de determinada
24 Ónega, F.: «El rey, los sables y Suárez: mi testimonio», La Vanguardia (suplemento
especial: Juan Carlos I (1975–2014)), 6 de junio de 2014, p. 29. Véase también Ónega, F:
Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez, Barcelona: Plaza & Janés, 2013.
103
Alberto Reig Tapia
prensa madrileña de la derecha extrema, que muchos pretenden interesada o equivocadamente representativa del conjunto de España, y por otra,
de sectores radicales de izquierda, tanto republicanos como nacionalistas,
que a su vez, creen interpretar el sentir mayoritario del pueblo español.
Esta campaña acabó inalmente con la abdicación de Juan Carlos I, algo
que se barruntaba en determinados ambientes, pero que aún no se esperaba que fuera a producirse dadas las continuas declaraciones del propio
interesado, en el sentido de que se sentía con fuerzas y completamente
recuperado de sus achaques para seguir al frente de sus responsabilidades
institucionales. La deteriorada salud del rey era una de las causas fundamentales que aconsejaban y aceleraron su retiro.
Durante todo ese tiempo no faltaron autores de fortuna a quienes solo
les interesaba hacer negocio desvelando supuestas acciones o escándalos
asociados al rey y a su más entregado colaborador en los inicios de su
reinado, lo que les garantizaba una difusión y venta aseguradas. Iban poniendo sobre el tapete toda una serie de supuestos datos que habrían permanecido ocultos y en las horas más bajas de aceptación de la monarquía,
previas a la abdicación de Juan Carlos de Borbón, se habrían desvelado
sobre la base de meras conjeturas, anécdotas, chismorreos y fantasías, relativas sobre todo al papel del rey durante el 23F, como las expuestas por
Pilar Urbano25.
Ante la creciente oleada de difamaciones que a raíz del último aniversario del 23F empezaron a proliferar, como las de la periodista citada, y la
propaganda lanzada a los cuatro vientos por ciertos medios de difusión
sin más ética periodística que vender ejemplares basados en supuestos o
25 Urbano, P.: La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el rey preiere no recordar, Barcelona: Planeta, 2014. Sin embargo, sobre el 23F se dispone ya de una bibliografía muy sólida
que no ha hecho sino ir en aumento. Véase Prieto, J. y Barbería, J. L.: El enigma del elefante.
La conspiración del 23-F, Madrid: Aguilar, 1991; Fernández López, J.: Diecisiete horas y
media. El golpe del 23-F, Madrid: Taurus, 2000; Carcero, D.: 23-F. Los cabos sueltos, Madrid:
Temas de Hoy, 2001; y Cernuda, P.; Jáuregui, F.; y Menéndez, M. Á.: 23F. La conjura de
los necios, Madrid: Foca, 2001. Un magníico testimonio personal bien informado puede
encontrarse en Cardona, G.: Las torres del honor. Un capitán del ejército en la transición y
en el golpe de Estado del 23-F, Barcelona: Destino, 2011. Constituye un excelente relato extraordinariamente bien documentado en el que se analiza con gran perspicacia y rigor los
errores y los aciertos del rey ante el golpe y traza un retrato muy sugestivo de Adolfo Suárez,
el general Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, el libro de Cercas, J.: Anatomía
de un instante, Barcelona: Mondadori, 2009. Puede verse a modo de síntesis el estudio del
historiador Pinilla García, A.: El laberinto del 23-F. Lo posible, lo probable y lo imprevisto
en la trama del golpe, Madrid: Biblioteca Nueva, 2010.
104
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
pretendidos escándalos, hay que destacar por su relevancia la igura de
Cayo Lara, miembro del PCE y coordinador general de Izquierda Unida
(IU) en ese momento, quien llegó a insinuar que el 23F pudo ser un autogolpe, es decir, justo el planteamiento de icción que, bajo el título de
Operación Palace, el periodista Jordi Évole preparó para La Sexta el 23 de
febrero de 2014, y que obtuvo un sonoro éxito de audiencia. Quizá Lara,
que cayó de lleno en el ridículo de creerse aquella pantomima, escocido
por ello, se vio impulsado a no callar y a reivindicarse, dando alas a un
relato de icción negado desde el primer instante de producirse por personajes política e ideológicamente tan poco dudosos como Santiago Carrillo
o Jorge Semprún.
No se está haciendo alusión para nada a la conducta privada de Juan
Carlos de Borbón, que dista obviamente de haber sido ejemplar en los
últimos años, y ha tenido actuaciones verdaderamente irresponsables,
que fueron desgastando su igura hasta hacerla descender en los índices
de aceptación del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) desde un
confortable 7,48 en 2005 a un 3,68 en 2013, al ser imputada la infanta Cristina por el caso Nóos, sino que se está haciendo referencia al papel político
por él desempeñado durante la transición y a su decisiva intervención en
el intento fallido de golpe de Estado del 23F26. «Dar gato por liebre» puede
ser un recurso humorístico inherente a la condición humana y un ardid
periodístico que podría disculpársele a Évole como periodista, por más
que no sea la función de estos dedicarse a la política-icción, pero en modo
alguno a responsables políticos como Lara, o conceder la menor autoridad cientíica a tertulianos y escribidores de lance, y mucho menos aún
aceptar sus elucubraciones como base o fundamento de una metodología
historiográica mínimamente aceptable27.
Por si no fuera bastante, el hijo mayor del entonces presidente, Adolfo
Suárez Illana, desmintió contundentemente en una entrevista concedida
a El Mundo —paradójicamente uno de los diarios que ha dado siempre
más pábulo a los «conspiranoicos»— que el rey estuviera detrás de nin26 Un buen repaso de la igura del rey en los dos últimos años de su reinado (2012–2014)
puede encontrarse en Zarazalejos, J. A.: «El rey y las líneas rojas», Mañana será tarde (prólogo de Antonio Muñoz Molina), cap. 2, Barcelona: Planeta, 2015, pp. 77–126.
27 Véase a modo de síntesis el signiicativo artículo de Cebrián, J. L.: «Gato por liebre», El
País, 4 de abril de 2014. Era el director de El País en el momento del golpe de Estado por
lo que es de suponer que desde su privilegiada posición pudiera obtener información de
primera mano en aquellos aciagos días.
105
Alberto Reig Tapia
gún intento de golpe de Estado, así como las versiones vertidas en un libro acerca de los enfrentamientos habidos entre su padre y el rey28. Son
«mentira», dijo rotundamente aportando valiosos documentos hológrafos
e inéditos de su padre que obran en su poder y que avalaban sus palabras.
El hijo de Suárez es el único que ha recibido información directa de una
serie de encuentros personales entre su padre y el monarca, y airma que
ambos resultan coincidentes, por lo que desmiente categóricamente toda
una serie de supuestos diálogos reconstruidos entre su padre y el rey por
falsos testigos presenciales que alimentan las tertulias de café de poca categoría y dan gasolina a la abundosa subliteratura amarilla que invade el
mercado del libro. Los siempre numerosos partidarios del sostenella y no
enmendalla dirán: «¿Qué va a decir un hijo de su padre?», pero es que el
archivo de Eduardo Navarro Álvarez, que fue subsecretario del Ministerio
de la Gobernación entre 1977 y 1978, y sobre todo el principal colaborador y autor de numerosos discursos de Suárez, contiene numerosos e importantes documentos que corroboran la versión del hijo. Y según airma
uno de los más reputados biógrafos de Suárez: «[…] hay que decir que en
ninguno de ellos aparece nada que avale ni remotamente las peregrinas
teorías defendidas por Pilar Urbano sobre el origen del 23F. Más bien todo
lo contrario»29.
No solo por parte de autores de fortuna, o desde la llamada caverna
madrileña, o desde sectores radicales nacionalistas de derechas o de izquierdas se agitan determinados fantasmas del pasado. «Hay otros mundos pero están en este», dijo el poeta Paul Éluard. Parafraseándole podría
decirse que hay otras cavernas, no solo políticas, sino también mentales,
y están aquí mismo, entre nosotros, como ponen de maniiesto ciertas
convergencias políticas entre opuestos y cuyo maridaje suele resultar letal
para el común de la ciudadanía y la salud democrática del país.
4. Objetivo: echar al rey
¿Ha sido el rey un simple continuador del franquismo? ¿Hay que derogar
la monarquía por ello o someterla a referéndum simplemente porque las
28 Se reiere al citado libro de Pilar Urbano. Véase Prego, V.: «No puedo tolerar que con la
mano de mi padre se le dé una bofetada al rey», entrevista a Adolfo Suárez Illana, El Mundo,
6 de abril de 2014.
29 Dicho archivo está en posesión de Jorge Trías Sagnier, íntimo amigo de Suárez. Véase
Fuentes, J. F.: «El alter ego de Adolfo Suárez», El País, 10 de abril de 2014. Fuentes también
es autor de Adolfo Suárez. Biografía política, Barcelona: Planeta, 2011.
106
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
nuevas generaciones, al igual que las anteriores, no han podido expresar
su opinión sobre la forma de Estado? ¿Es esa acaso la práctica común en
las democracias más antiguas y desarrolladas del planeta? ¿Estas someten
a votación continua su Carta Magna a cada nueva incorporación generacional a la vida política? ¿Ha fracasado realmente la democracia española
o ha sido un éxito indiscutible? ¿Cómo se mide lo uno y lo otro? ¿Cómo
se determina qué es el éxito o el fracaso? Para el caso español, ¿por los 30
años de desarrollo político y social ininterrumpido en el que ha habido
todo tipo de alternativas políticas de centro izquierda o centro derecha y
de gobiernos nacionalistas más o menos moderados? ¿Por haber pasado
desde la muerte de Franco del ostracismo más humillante como país a
ocupar las primeras páginas de los periódicos gracias al rápido despegue
político, económico y cultural logrado y a los destacados éxitos de nuestros cientíicos, deportistas y artistas en el ámbito internacional? ¿Sería
este, acaso, un saldo a todas luces negativo? ¿O por el contrario, serían
los seis años de la crisis económica y inanciera más persistente que ha
conocido Occidente y el saqueo sistemático de fondos públicos (en muy
diferentes grados, pese a las falsas equivalencias con que algunos tratan de
paliar sus propias responsabilidades) en los que han incurrido todos los
partidos que han tenido responsabilidades de gobierno, los únicos datos
relevantes que deben tenerse en cuenta a la hora de establecer un balance
ponderado, tanto político como histórico, mínimamente objetivo?
Y, ¿cuál sería la responsabilidad especíica del rey Juan Carlos en todo
esto? ¿Hay que proclamar ya la Tercera República española y empezar de
nuevo de cero? El adanismo en política suele ser cuestión de iluminados,
demagogos y totalitarios vocacionales. Elegir siempre un chivo expiatorio para eximirnos de nuestras propias responsabilidades resulta bastante
más fácil y cómodo que adentrase en un análisis en profundidad de las
principales causas que nos han llevado a descender en todos los baremos
de desarrollo económico y social y de calidad democrática. En cualquier
caso, también habría que indagar en el espinoso tema de las corresponsabilidades. ¿O la culpa exclusiva de todo lo ocurrido a partir de 2008 reside
solo en el exmonarca, la herencia de Aznar, las omisiones de Zapatero y lo
que Rajoy deja de hacer o hace?30
30 Véase un relato de esta deriva en Muñoz Molina, A.: Todo lo que era sólido, Barcelona:
Seix Barral, 2013.
107
Alberto Reig Tapia
Este planteamiento responde a la conocida liberalización psicológica
que supone siempre matar al padre en la vieja interpretación freudiana. El
adolescente rebelde se enfrenta a su progenitor, al que considera el principal responsable de sus desdichas. «Liberarse» de él es el primer paso para
liberarse a sí mismo. En Freud, el padre es el rival del hijo, que quiere todo
el amor de la madre para él. Es siempre un recurso fácil de los hijos autoeximirse de responsabilidades y negar sus propios errores y fracasos. Políticamente es lo que pretenden las nuevas generaciones cuando airman que
la regeneración del sistema solo la pueden llevar a cabo las generaciones
posteriores a 1978, que es la manera de proyectar sobre la generación de la
transición todo lo negativo. La esperanza de un futuro luminoso liderado
y protagonizado por ellos frente al pasado infame y oscuro de sus mayores
está ya a la vuelta de la esquina. La cuenta atrás, como gráicamente no
dejaba de expresar Pablo Iglesias en sus mítines electorales con su «tic-tac,
tic-tac, tic-tac», que nos recordaba más bien al reloj del capitán Gario de
Peter Pan, ya ha comenzado.
Había, pues, que jubilar sin mayor dilación al monarca, que no sería
ya el padre, sino el abuelo de la metáfora, por considerarle el principal
responsable de semejante desaguisado, pese a la condición parlamentaria
de nuestra monarquía: el rey reina, pero no gobierna. Se quiera o no, el rey
ha sido el principal artíice del «milagro español», producido a partir de su
proclamación como rey el 22 de noviembre de 1975, gracias a los grandes
poderes preconstitucionales heredados de Franco con los que impulsó y
pilotó el tránsito pacíico —abstracción hecha de los sistemáticos asesinatos de ETA— de una dictadura a una democracia parlamentaria, en la que
sus poderes pasaron a ser fundamentalmente representativos y simbólicos. También parece evidente que el rey se durmió en los laureles y el capital acumulado por tales servicios estaba siendo sencillamente dilapidado
por la irresponsable actitud privada del monarca y algunos miembros de
su familia, pero esto no puede en modo alguno hacer olvidar o menoscabar su decisiva aportación a la normalización democrática de España tras
la muerte del general Franco.
En política, no hay nada como marcarse un objetivo único y concentrar todos los medios posibles para conseguirlo. Abrumados por la crisis,
parecía que el antes tan elogiado rey Juan Carlos era ya historia antes de su
histórica abdicación el 19 de junio de 2014. Se le consideraba políticamente amortizado y dada su precaria salud, su renuncia a la corona empezaba
a ser más que una exigencia una simple cuestión de funcionalidad política
108
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
por el propio bien de la monarquía. El gran objetivo del que dependía la
salvación de la patria para numerosos sectores de la nueva izquierda, al
parecer todos ellos fervientes y declarados republicanos desde la noche
de los tiempos, no podía ser otro que forzarlo a la abdicación, viendo ya
poco menos que el alborear de la Tercera República española en la raya del
horizonte, pensando que esta habría de potenciar per se políticas sociales
de izquierdas más radicales.
Sumido en un ambiente tan efervescente, Juliá se arrancaba de este
tenor en un signiicativo artículo:
Es lo que tienen las crisis cuando son largas en el tiempo y profundas en el
espacio: que enervan y agotan las reservas de moral para enfrentarse a los
problemas del presente, destrozan las perspectivas de futuro de toda una generación y, en in —pero lo más importante para lo que aquí nos ocupa—,
llenan de escombros el pasado. El pasado, ese país extraño, luido y mudable,
sometido siempre a los cambios que impone el presente, sufre extrañas convulsiones en tiempos de crisis general: nada de él queda incólume31.
Relexión muy certera que puede extrapolarse a casi todos los
problemas que nos acucian. El pasado es ciertamente un país extraño, como
dice Juliá, evocando, aunque sin citarlo, el inicio de una célebre novela de
Leslie Paul Hartley, he go-between, publicada en 1953 y adaptada para el
cine por Harold Pinter y dirigida por Joseph Losey, quien recibió por ella
la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1971. La novela arranca así:
«he past is a foreign country: they do things diferently there». Ciertamente, cualquiera que indague en el pasado se encontrará siempre con cosas bien distintas según sus preferencias ideológicas. Es lo que tiene para
algunos «la dichosa» memoria histórica, siempre sospechosa, que sirve
igual para un roto que para un descosido.
Pese a lo ya sobradamente conocido, no faltan versiones que siguen
sosteniendo que la monarquía nos fue impuesta a los españoles y que los
partidos políticos tuvieron que renunciar forzosamente a sus más irmes
ideales republicanos bajo la presión militar. En deinitiva, que al pueblo
español se le negó un derecho fundamental, tal cual el derecho a decidir
entre si se acogía a la monarquía o prefería la república como forma de
organización política del Estado. La historia, sin embargo, nos enseña algo
bien distinto.
31 Juliá, S.: «La erosión de la monarquía», El País, 2 de febrero de 2014.
109
Alberto Reig Tapia
Ahora parece que toda la izquierda ha reivindicado desde la noche
de los tiempos con ejemplar ardor la tradición republicana, a la que
evidentemente pertenece, pero de eso a tratar de hacer creer que se les
impuso durante la transición manu militari la opción monárquica y
supuso para ellos un traumático desgarramiento la renuncia a la república
es un paso tan grande que, sencillamente, no puede darse. La cuestión de la
forma de Estado, no solo durante la transición, sino desde sus antecedentes
más antiguos, «quedó invariablemente en suspenso, sin deinir, aunque en
el bien entendido de que se llevaría a cabo bajo el signo monárquico»32.
En los medios de oposición al franquismo, tanto del interior como
del exterior, se actuaba coordinadamente y se aceptaba tácitamente que
la transición de la dictadura a la democracia debería venir de la mano de
un rey, previsiblemente de don Juan, el padre del rey, o de un regente. El
Maniiesto de Lausana de don Juan de Borbón, que vio la luz en 1945 cuando
las potencias fascistas ya habían inclinado la cerviz ante las «decadentes
democracias occidentales», en el decir de Franco, pero capaces de derrotar
sin paliativos y acabar con el mal sueño fascista, no quería otra cosa que
manifestar su repudio ante el franquismo, primo hermano de aquellas, y
su voluntad de establecer una monarquía constitucional respetuosa de los
derechos humanos33.
Desde los primigenios contactos entre monárquicos y socialistas
en 1947 y 1948, la idea de república se diluía de cara a una salida
consensuada del franquismo. Cierta izquierda y no pocos de sus analistas
y comentaristas porfían por inventarse una idelidad ilimitada a la
reivindicación de la República, de la que jamás habrían desistido, pues
el tronco común ideológico nunca lo habrían abandonado ni dejado
en suspenso, salvo forzados por los llamados poderes fácticos. Tratan de
hacer creer a sus partidarios y a la opinión pública que la reivindicación
republicana es, ahora y desde siempre, su objetivo político irrenunciable,
la conditio sine qua non para salir de la crisis actual, cuando ellos mismos
32 Juliá, S.: «Cosas que de la transición se cuentan», en C. González Martínez y E. Nicolás Marín (eds.): Dossier: procesos de construcción de la democracia en España y Chile,
Ayer. Revista de Historia Contemporánea, n.º 79, Madrid, 2010, p. 304. Asimismo, puede
encontrarse un buen resumen en Juliá, S.: «Una tradición [la republicana] inventada», El
País, 19 de junio de 2014.
33 Sobre la igura y actuación de Juan de Borbón, puede verse Ansón, L. M.: Don Juan, Barcelona: Plaza & Janés, 1994; Aróstegui, J.: Don Juan de Borbón, Madrid: Arlanza, 2002; y
García Abad, J.: Don Juan, naúfrago de su destino. El retrato más íntimo y personal del padre
del rey, Madrid: La Esfera de los Libros, 2013.
110
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
han sido capaces de renunciar a él o simplemente de relegarlo al baúl de los
recuerdos. Es una manipulación del pasado o una manifestación más de
petulante reivindicación de coherencia ideológica e intachable trayectoria
política que, una vez más, no se corresponde con la realidad de los hechos.
El partido de la oposición por antonomasia, que no era otro que el
PCE, ya desde mediados de los años cincuenta desvinculaba la democracia
de la idea de república. En 1957, una resolución de dicho partido
consideraba que lo verdaderamente importante era convocar elecciones
generales para devolver la soberanía al pueblo español. El movimiento
europeo y el famoso «contubernio de Múnich» de 1962, así caliicado
por la propaganda de la dictadura, caminaban en la misma dirección, y
el mismísimo Santiago Carrillo, secretario general del PCE, resumió a la
perfección semejante pragmatismo político cuando dijo, ya en 1977 en el
Congreso de los Diputados, que «la cuestión esencial no es monarquía o
república, sino democracia o dictadura»34.
Así pues, conviene recordar estos hechos frente a las deformantes,
cuando no simplemente falaces, reconstrucciones del pasado, políticamente
interesadas, algo consustancial a la propia política y que tuvimos
que padecer los españoles en su máxima expresión bajo la dictadura
franquista. El revisionismo histórico es algo consustancialmente positivo
y saludable si bajo su apelación no se esconde la manipulación del pasado
para servir a intereses políticos presentistas. Algunos estudiosos hemos
venido combatiendo la propaganda y la mitografía franquistas desde
nuestro primer libro publicado en 1984, hace ya más de 30 años35. En julio
de 2003, servidor colgó en internet una crítica sin contemplaciones al más
destacado de los falsos revisionistas que se presentaban ante su público
34 Palabras pronunciadas por Santiago Carrillo en la sesión plenaria del Congreso y del
Senado del 27 de julio de 1977, en la que los distintos líderes políticos expusieron sus programas parlamentarios. Lo hicieron Felipe González (PSOE: Partido Socialista Obrero Español), Santiago Carrillo (PCE: Partido Comunista de España), Jordi Pujol (PDC: Pacte Democràtic per Catalunya), Xavier Arzalluz (PNV: Partido Nacionalista Vasco), Enrique Tierno
Galván (PSP: Partido Socialista Popular), Manuel Fraga Iribarne (AP: Alianza Popular), Joan
Reventós (GSC: Grupo parlamentario «Socialistes de Catalunya») y Leopoldo Calvo Sotelo
(UCD: Unión de Centro Democrático). Véase, Ya, 28 de julio de 1977. Esta resolución ya la
había aprobado el Comité Central del PCE (Ya, 16 de abril de 1977).
35 Reig Tapia, A.: Ideología e historia. Sobre la represión franquista y la Guerra Civil (prólogo
de Manuel Tuñón de Lara), Madrid: Akal, 1984.
111
Alberto Reig Tapia
con ínfulas de historiadores renovadores y objetivos36. Más adelante, se
le dedicó a él y al entorno político que lo hace posible y lo explica, un
amplio estudio centrado en la subversión neofranquista de la historia de
España37. En ese mismo estudio de 2006, se hace alusión a la abundancia
de «puristas y radicales» de uno y otro lado del espectro político que se
rendían a la demagogia airmando con convicción «que la transición había
sido una farsa y una inaceptable claudicación» y que vivíamos «en una
democracia cautiva o de baja intensidad, y que incluso España (monarquía
parlamentaria mediante) no es propiamente un Estado democrático o que
se está destruyendo al país desde las mismísimas instituciones del Estado
y que sería necesaria una segunda transición para volver a poner las cosas
en su sitio, es decir, salvar España otra vez»38.
Sin embargo, se ha asistido desde entonces a una curiosa convergencia
por los extremos, puesto que estas consideraciones no han hecho sino
reairmarse, y se da el caso de que pasan poco menos que a ser generalmente
aceptadas desde las más diversas fuerzas políticas emergentes de
izquierdas a partir de la gran manifestación del 15 de marzo de 2011
(15M) en la Puerta del Sol madrileña. De ella, han surgido numerosas
movilizaciones populares que han ido conigurando lo que ha venido a
llamarse movimiento de los indignados, bajo la inspiración ideológica —
entre otros— de Sthéphane Hessel39. Su propósito político más decidido
es acabar con el bipartidismo del PP y del PSOE, partidos que considera
han acabado por constituirse en partidos poco menos que «dinásticos»,
situando en su cúspide la institución de la monarquía, que consideran ya
amortizada. Los dirigentes de dichos partidos constituyen la llamada casta
del sistema y serían incapaces de atajar la grave corrupción sistémica que
36 Reig Tapia, A.: «Ideología e historia. Quousque tandem, Pío Moa» en HAD. Historia a
debate (Debates Abiertos IV, Historia de la Guerra Civil española, 30 de julio de 2003, que
posteriormente se revisó para su publicación y se añadieron algunas notas en Sistema, n.º
177, Madrid, noviembre de 2003, pp. 103–119).
37 Reig Tapia, A.: «Anti Moa. La subversión neofranquista de la historia de España (prólogo
de Paul Preston), Barcelona: Ediciones B, 2006. Véase también Moradiellos, E.: 1936. Los
mitos de la Guerra Civil, Barcelona: Península, 2004; y Espinosa, F.: «El fenómeno revisisonista o los fantasmas de la derecha española (sobre la matanza de Badajoz y la lucha en
torno a la interpretación del pasado)», Contra el olvido. Historia y memoria de la Guerra Civil
(prólogo de Alberto Reig Tapia), cap. 10, Barcelona: Crítica, 2006, pp. 205–253.
38 Reig Tapia, A.: op. cit., pp. 28-29.
39 Hessel, S.: ¡Indignaos! Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacíica
(prólogo de José Luis Sampedro), Barcelona: Destino, 2010.
112
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
se padece y operarían únicamente al servicio de sus intereses. Declaran
querer atajar de raíz la corrupción y conseguir una democracia más
participativa, pues no hay día que no salte a la palestra un nuevo caso de
corrupción de uno u otro partido de los que han monopolizado el poder a
lo largo de los últimos años.
En consecuencia, según la lógica política de izquierdas y de los nuevos
movimientos sociales surgidos a raíz de la crisis económica y inanciera de
2008, junto con la corrupción política del sistema, no habría mejor camino
de regeneración democrática que encaminarse hacia la proclamación de la
que sería la Tercera República española.
5. Una transición a la carta: de la autodeterminación
de los pueblos al derecho a decidir
Por unas u otras razones cada vez era más grande la masa social que, sometida al martilleo de determinados centros creadores de opinión e intelectuales, escritores, profesores y periodistas de uno u otro signo político, consideraba, como ya se ha apuntado, que era necesaria una segunda
transición ante el evidente —no tan evidente, obviamente— fracaso de la
primera.
Curiosamente no fueron los nuevos movimientos sociales emergentes
y sus líderes los primeros en hacer hincapié en la necesidad imperiosa de
forzar una nueva transición ante él, para ellos, patente colapso del régimen
del 78. Fueron nada menos que Fraga y Aznar quienes primero lo hicieron
y empezaron a hablar de la necesidad de una segunda transición, que tantos reivindican ahora desde trincheras bien opuestas. Tales relexiones las
plasmó Aznar en un libro con ese mismo título40.
En 1993, Fraga y Aznar, pensando que las luchas internas que asolaban al PSOE alcanzaban su punto álgido, se decidieron a tratar de asestar a
los socialistas un golpe deinitivo que abriera al PP la conquista del poder
y, por ende, el goce de la plena hegemonía política una vez desactivado
su más directo competidor político. Lanzaron un discurso con pretensiones regeneracionistas con el doble objetivo de hundir deinitivamente al
PSOE en las urnas y devolver al conjunto de los ciudadanos españoles
—decían— la fe en sus instituciones democráticas que los líderes de AP
consideraban que se estaba enfriando ante los reiterados escándalos de
corrupción que salían a la luz. El 7 de febrero de 1993, durante la clausura
40 Aznar, J. M.: España: la segunda transición, Madrid: Espasa Calpe, 1993.
113
Alberto Reig Tapia
del XI Congreso Nacional del PP, ambos líderes convergieron en este sentido en sus intervenciones: «Hace falta una segunda transición», dijeron al
unísono en medio de una intensa campaña destinada a recobrar los valores democráticos que consideraban que el PSOE había prostituido, y que
había que redoblar la ilusión perdida por parte de la ciudadanía. Aznar
prometió entonces lo siguiente: «No derribaremos lo que esté bien solo
porque no se nos haya ocurrido a nosotros», y con similar coherencia,
como después se vio, aseguró lo que sigue: «No repartiremos España entre
nuestros amigos» y, en clara referencia a González remató: «Preiero abrir
las ventanas a levantar las alfombras» y «las cuentas claras a las auditorías
de infarto, el aire puro al ventilador de la porquería, decir la verdad a la
ambigüedad calculada y servir a los demás que morir de éxito»41.
Entre los propagandistas más coriáceos que se entregaron a Aznar
coniando en ser premiados con alguna cartera ministerial destacaba la
voz altitonante desde los micrófonos de la Cadena de Ondas Populares
Españolas (COPE) de Federico Jiménez Losantos, hablando a todas horas de la corrupción socialista y denunciando sin descanso el «cesarismo
felipista» en sus crónicas periodísticas, absolutamente consagradas a descabalgar a González del Gobierno. Tratar de asociar siquiera metafóricamente los conceptos de dictadura y totalitarismo a los gobiernos socialistas de entonces, como se empeñaba en hacer la estrella radiofónica de la
derecha española más bronca desde la emisora de los obispos españoles,
podía resultar incluso hilarante. El solo de trombón de Aznar «¡Váyase, señor González!» alcanzaba su culminación arropado por el fuego graneado
que pretendidos periodistas sectarios y demagógicos, apenas capaces de
segregar odio a lo Jiménez Losantos, le lanzaban al entonces presidente
del Gobierno a todas horas dijera lo que dijera o hiciera lo que hiciera42.
Cuando Aznar no le dio cargo alguno, el resentido Jiménez Losantos pasó
a dedicarle crónicas vitriólicas, que después utilizó para presentarse como
crítico independiente43. De la misma manera que años después con el siguiente presidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, otros comentaristas de medio pelo caliicaban al presidente del Gobierno como «el
41 «Aznar garantiza que no habrá revanchismo al llegar al Gobierno», El País, 8 de febrero
de 1993, pp. 13-14.
42 Jiménez Losantos, F.: La dictadura silenciosa. Mecanismos totalitarios en nuestra democracia, Madrid: Temas de Hoy, 1993; Contra el felipismo. Crónicas de una década, Madrid: Temas de Hoy, 1993; y Crónicas del acabóse. Contra el felipismo II, Madrid: Temas de Hoy, 1996.
43 Jiménez Losantos, F.: Con Aznar y contra Aznar, Madrid: La Esfera de los Libros, 2002.
114
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
iluminado de la Moncloa» incurriendo en la habitual proyección psicoanalítica propia de los paranoicos delirantes que padecen trastornos mentales obsesivo-compulsivos44.
Como puede apreciarse, se cumple una vez más el tópico de que los
extremos se tocan. Si bien en 2006 se hacía alusión sobre todo a la banda
más derechista del espectro político, hoy, en 2015, se observa que ocurre
algo muy parecido en determinados sectores de la izquierda radical y de
los nacionalismos secesionistas, todos ellos coincidentes en la manipulación del pasado al servicio de sus intereses políticos presentistas. Las libertades políticas estarían limitadas, como por ejemplo el tan traído y llevado
derecho de autodeterminación de los pueblos, del que sus demandantes
ignorarían hasta su propia semántica, eufemísticamente presentado una
vez constatada su inviabilidad jurídica como irrenunciable derecho a decidir y, posteriormente, de nuevo maquillado, como derecho a participar.
Cierta izquierda ha sido corresponsable de semejante desiderátum, pues
tal exigencia es poco menos que considerada como un derecho natural.
Sin embargo, el pretendido derecho a decidir es un completo absurdo que
pretende camular el derecho a la independencia, que es un legítimo derecho al que, obviamente, cabe optar por los cauces legales establecidos,
como en cualquier otra democracia moderna.
La transición se hizo por consenso y de ahí su éxito indiscutible, pero
ahora parece que ha alimentado todo tipo de frustraciones por no haberse
hecho una transición a la carta, al gusto de cada una de las fuerzas que
en ella participaron o que ahora ocupan el espacio público o al de cualquier otro opinante. A tal in se contrapone la democracia con la legalidad
constitucional que la establece, lo que supone por sus defensores una restricción más acorde con el franquismo o con las antiguas dictaduras de
Europa del Este45. De este derecho gozan sin la menor traba los catalanes
desde la recuperación de las libertades tras la muerte de Franco, puesto
que han podido votar reiteradamente tanto a partidos de izquierdas como
de derechas, secesionistas o unionistas. Lo que ocurre es que no alcanzan una mayoría suicientemente caliicada y se encuentran entre ellos
44 Moa, P.: El iluminado de la Moncloa y otras plagas, Madrid: Libros Libres, 2006.
45 Así se manifestó, a modo de ejemplo signiicativo, el consejero de la presidencia y portavoz de la Generalitat, Frances Homs. Véase al respecto la crónica de Ríos, P. y Antía, G. M.:
«Mas se enroca en la independencia y rechaza la reforma constitucional», El País [en línea], 17
de agosto de 2015. <http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/08/17/catalunya/1439819016_611923.
html>.
115
Alberto Reig Tapia
mismos maniiestamente divididos, y por ello, intentan suplir semejantes
limitaciones e incoherencias con el recurso siempre fácil a la demagogia
y al populismo plebiscitario, puesto que piensan que así pueden moldear
mejor a la opinión pública de acuerdo con sus exclusivos intereses. Prueba
evidente de ello es la increíble capacidad manipuladora desplegada desde
los aparatos propagandísticos de la Generalitat y sus respectivas terminales debidamente subvencionadas, pujando por una mayoría que son incapaces de lograr, como ponen de maniiesto los estudios de opinión más
solventes46. Así quedó de nuevo demostrado en las elecciones del 27 de
septiembre de 2015, en las que ganó la candidatura de Junts pel Sí. Sin embargo, no alcanzó la mayoría de votos suiciente para su ansiada proclamación unilateral de independencia, tal y como exigían esas elecciones, que
eran simplemente autonómicas, pero se presentaron en clave plebiscitaria
por los independentistas47.
Semejante reivindicación se deiende ahora, una vez desarbolados los
argumentos proautodeterminación, como si fuera una expresión natural
e innegociable del principio democrático del voto libre, pero ese es un
argumento totalmente engañoso que pretende revestirse de una legitimidad indiscutible, pero falsamente democrática. Es un absurdo servirse de
semejante pretendido derecho para dotar de contenido jurídico a las aspiraciones independentistas, y cuya negativa a concederlo por parte del
Estado y la denuncia de semejante manipulación conceptual, le hacen merecer a sus osados críticos el caliicativo de autoritarios, antidemócratas,
cuando no el de simples fascistas españolistas, por negar un supuesto derecho de obligado respeto y reconocimiento universal que no se reconoce ni
pueden validar los juristas más competentes extranjeros o españoles, sean
constitucionalistas, penalistas, ilósofos del derecho, historiadores, diplomáticos, escritores o politólogos48. Frente a este sólido grupo de analistas
46 Véase al detallado análisis de Toharia, J. J.: «Cataluña: balance de situación», El País
[en línea], 17 de agosto de 2015. <http://politica.elpais.com/politica/2015/08/16/actualidad/1439749297_075567.html>.
47 Puede encontrarse amplia información de las elecciones catalanas del 27 de septiembre en La Vanguardia, dosier especial «Política 27S», 29 septiembre de 2015, pp. 10–39.
Asimismo, los resultados oiciales de la Generalitat pueden consultarse en <http://resultats.
parlament2015.cat/09pdf/C09-DOSSIER_L2.pdf>.
48 De Carreras, F.: «Sobre un pretès dret», La Vanguardia, 16 de enero de 2013; Ortega
Carcelén, M.: «El derecho a decidir no existe», El País, 16 de octubre de 2014; Gimbernat,
E.: «¿Estado de derecho vs democracia?», El Mundo, 6 de octubre de 2014; Laporta, F. J.:
«La distorsión del derecho a decidir», El País, 26 de mayo de 2014; García de Cortázar, F.:
116
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
se opone otro buen número de politólogos y otros especialistas catalanes como Ferrán Requejo, Joan Ridau o Vicenç Navarro, pero también de
no catalanes, desde España, como Ramón Cotarelo, Carlos Taibo o Jorge
Verstringe.
Ferrán Requejo es actualmente catedrático de Ciencia Política de la
Universidad Pompeu Fabra (UPF) y miembro del Consell Assessor per la
Transició Nacional, dependiente de la Generalitat. Pasó de teórico y estudioso del federalismo a constituirse como uno de los principales defensores de las razones del independentismo, lo que hace también a través de
numerosas publicaciones, tanto en revistas y libros académicos como en la
prensa, fundamentalmente en La Vanguardia y en Ara. Joan Ridao es profesor de Derecho Constitucional y Ciencia Política, además de miembro
del Consell de Garanties Estatutàries de Catalunya. Por su parte, Vicenç
Navarro, también catedrático (jubilado) de Ciencia Política de la misma
universidad, deiende el derecho a decidir de los catalanes a través de la
prensa. Insiste continuamente en la «inmodélica transición» como la causa fundamental de lo que, a su juicio, ha sido una transición fracasada que
no ha reconocido a Cataluña como la nación que es49.
Por su parte, Ramón Cotarelo se maniiesta, sorprendentemente, a
favor de esta cuestión básicamente en entrevistas y programas de la televisión catalana, que lo acogen con verdadera fruición, ya que defender
semejante supuesto derecho no siendo catalán proporciona de inmediato
generosas tribunas en Cataluña50. Cotarelo no solo se inclina por algo tan
«El derecho a no elegir», ABC, 22 de septiembre de 2014; De Ramón, J. C.: «¿Es democrático
el derecho a decidir?», El País, 14 de octubre de 2014; y Cercas, J.: «Democracia y derecho
a decidir», El País Semanal, 13 de septiembre de 2013. Asimismo, desde la ciencia política,
debe hacerse mención a la trilogía en curso de Martín Alonso, de la que han salido los dos
primeros tomos en el momento de escribir estas líneas, que se consideran fundamentales: El
catalanismo, del éxito al éxtasis. I. La génesis de un problema social, Barcelona: El Viejo Topo,
2014; y El catalanismo, del éxito al éxtasis. II. La intelectualidad del «proceso», Barcelona: El
Viejo Topo. Barcelona, 2015.
49 Requejo, F: Camins de democràcia. De l’autonomia a la indepèndencia, Barcelona: L’Avenç,
2010; Ridao, J.: El dret a decidir. La consulta sobre el futur polític de Catalunya, Barcelona:
Institut d’Estudis Autonòmics, 2014; y Navarro, V.: «Consecuencias de la transición inmodélica», El País, 8 de enero de 2003, pp. 11-12; y «Catalunya y el derecho a decidir», Espacio
Público, 10 de febrero y 11 de junio de 2014, (con otras numerosas intervenciones): <http://
www.espacio-publico.com/catalunya-y-el-derecho-a-decidir#ponenciainicial>.
50 Véase a modo de muestra Cotarelo, R.: «La algarabía catalana y el vudú presidencial» y
«Cataluña en la Edad Media» [en línea] (<http://cotarelo.blogspot.com.es>); y «El proceso
de independencia visto desde Madrid» [en línea], conferencia dada en la sala social del
117
Alberto Reig Tapia
lógico como la inevitable negociación que vendrá frente al enrrocamiento
de Rajoy y el reconocimiento constitucional de la plurinacionalidad de
España, sino que declara abiertamente que si fuera catalán, sería independentista, lo que al mismo tiempo no le impide declararse nacionalista
español, algo que contradice abiertamente el principio fundamental del
nacionalismo, que es la integridad territorial de la nación (y a poder ser
su expansión). Por lo visto, se puede ser nacionalista catalán y español o
ninguna de las dos cosas o ambas al unísono, o ahora una cosa y mañana
otra o su contraria. Cualquiera que conozca las capacidades y talentos del
profesor Cotarelo sabe bien que es capaz de eso y de mucho más. También
Jaime Pastor51 y Carlos Taibo52 se han pronunciado sobre esta cuestión. Y
Jorge Verstringe, si bien no ha escrito nada concreto al respecto, que se
sepa, también se prodiga en los medios de comunicación en declaraciones y entrevistas posicionándose a favor del pretendido derecho a decidir
catalán.
Discutir este pretendido derecho, no se diga negarlo, supone en la
irme convicción de sus defensores poco menos que una maniiesta violación de los derechos humanos más elementales del ciudadano, cuanto
más cuando dicho derecho, como probablemente pretenden ignorar ellos
mismos, existe y está constitucionalmente reconocido por la propia Constitución española, y no dejan de ejercerlo recurrentemente todos y cada
uno de los ciudadanos españoles en cada nuevo proceso electoral desde
hace la friolera de 37 años. El derecho de libre determinación es un derecho individual, no colectivo, no es otra cosa que el derecho de poder votar
libremente en una democracia de partidos (de momento no se ha inventado la democracia sin partidos) a cualesquiera de los partidos políticos
democráticos en liza incluidos, naturalmente, los secesionistas como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), la Candidatura d’Unitat Popular
(CUP), y ahora también Convergència Democràtica de Catalunya (CDC),
después de la secesión de Convergència i Unió (CIU) por parte de la Unió
Ateneo de Tàrrega el 3 de septiembre del 2015 (<http://cotarelo.blogspot.com.es/>, <https://
www.youtube.com/watch?v=lWR8cwg0fCM>).
51 Pastor, J.: Cataluña quiere decidir. ¿Se rompe España? Diez preguntas sobre el derecho a
decidir, Barcelona: Icaria, 2014.
52 Taibo, C.: España, un gran país. Transición, milagro y quiebra, Madrid: Los Libros de la
Catarata, 2012; y Sobre el nacionalismo español, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2014.
118
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
Democràtica de Catalunya (UDC) de Josep Antoni Duran i Lleida53. Otra
cosa es pretender sacarse de la manga un derecho colectivo exclusivo por
el mero hecho de ser catalán o vasco o gallego —como si los canarios, castellanos, leoneses, manchegos o andaluces no tuvieran también su propia
historia y tradiciones—, o que residir en un determinado territorio otorgue especiales derechos iscales —¿por qué no también los del Tarragonès,
el Goyerri o los de las Rías Baixas?— para quebrar la unidad del Estado y
el principio irrenunciable de la soberanía popular y la igualdad jurídica de
todos sus ciudadanos.
Para la legítima prosecución política de la secesión y la independencia
de una parte del Estado, las democracias tienen establecidos los procedimientos legales correspondientes. En contra de la ignorancia jurídica que
maniiestan quienes dicen lo contrario, el principio de legalidad es el que
hace posible la democracia y no al revés. Hace tiempo que más allá del
hecho indubitable de que mediante la política todo es posible y sobre la
base de un principio ético inherente a la civilización a la que maniiestan
pertenecer sus inductores, son los medios los que justiican los ines y no
estos los que justiican aquellos. La democracia tiene claramente establecidos los procedimientos legales y legítimos para la transformación de la
sociedad: todo es posible dentro de la ley, siempre reformable (no estamos
en una dictadura, sino en una democracia perfectamente equiparable a
sus homólogas europeas), y nada puede tener el menor recorrido al margen de ella.
En democracia no hay atajos ni sucedáneos ni otra vía que la del respeto a las leyes democráticamente establecidas. En contra de los defensores del derecho a decidir que consideran poco menos que consustancial
el azaroso hecho de nacer y residir en Cataluña, se empecinan en oponer
ambos principios (el democrático de votar y el de hacerlo legalmente),
53 CDC, el partido de Pujol y Mas, tenía obviamente todo el derecho del mundo a cambiar
de principios, de ideología y de estrategia política, pero si su cúpula dirigente ha decidido
romper con España y declararse independentista a modo de desviación de objetivo para tapar así la corrupción sistémica de su bloque dirigente, lo que manda la tabla es convocar un
congreso extraordinario del partido, proponer a sus militantes y ailiados su nuevo objetivo
político, y si triunfa su propuesta, llevarla a su programa político en las siguientes elecciones
legislativas, y no utilizar el malestar ciudadano acrecentado por la crisis y el expolio de la
clase política oligárquica para ponerse al frente de la manifestación y agitar el siempre peligroso populismo, no digamos tratar de convertir unas simples elecciones autonómicas (27
de septiembre de 2015) en unas elecciones plebiscitarias para proclamar unilateralmente la
independencia de Cataluña, despreciando toda la legalidad, legitimidad y procedimientos
jurídicos que ampara la Carta Magna, al igual que el resto de democracias modernas consolidadas, incluso sin alcanzar una mayoría suicientemente caliicada.
119
Alberto Reig Tapia
lo que es un verdadero absurdo jurídico y político como todo estudiante
de Derecho o de Ciencias Políticas sabe. La democracia empieza por ser
procedimental (escrupuloso respeto a la legalidad) o ya no es democracia.
La democracia empieza por ser formal o ya no es democracia. La famosa
respuesta instrumental de Vladímir Ilich Lenin «Liberté pour quoi faire?»,
que le espetó al socialista español Fernando de los Ríos, sorprendido por
los planteamientos nulamente garantistas del líder bolchevique en su diseño de la sociedad comunista del futuro, ijó para siempre los principios
morales y democráticos que distinguen la civilización de la barbarie54.
6. ¿Un rey impuesto?
Juan Carlos I, piloto del cambio y Suárez, su escudero
Respecto a la pretendida imposición monárquica que tuvo que soportar
el pueblo español en los inicios de la transición conviene recordar algo
que olvidan muchos de los hoy fervientes republicanos y nacionalistas o
independentistas más o menos sobrevenidos que reivindicarían su republicanismo desde la misma cuna. Numerosos votantes de ERC niegan ser
republicanos (?) e independentistas (?), incluso algún exlíder destacado
abiertamente secesionista como Josep Lluís Carod Rovira, por no referirnos a los actuales, no dejaba de proclamar que él no era nacionalista,
cuando es obvio que todo nacionalista sitúa su nación por encima de cualquier otra consideración, y si carece de un Estado propio aspira a él, para
reforzarla y engrandecerla de acuerdo con su personal criterio, aún a costa
de los derechos de otros nacionalistas o incluso de los no nacionalistas.
No se generaliza en absoluto, pero lo menos que puede pedírsele a un
líder político, sea de la adscripción política que sea, es un mínimo de coherencia con las ideas o la ideología que maniiesta asumir, y que dote de
una consistencia teórica, por endeble que sea, a su discurso político, sino
quiere incurrir en la fácil demagogia populista y desorientar y producir
perplejidad entre sus partidarios.
La Asamblea de Cataluña en la transición ignoró la cuestión de la forma de Estado, al igual que la Junta Democrática y la Plataforma de Convergencia Democrática, así como la Coordinación Democrática, cuando
se fusionaron ambas en marzo de 1976. El rey no se impuso, se lo acep54 Un sugestivo ensayo histórico sobre tan brutal dicotomía, que a punto estuvo de destruir
nuestra civilización política democrática, puede encontrarse en Jackson, G.: Civilización y
barbarie en la Europa del siglo xx, Barcelona: Crítica, 2009.
120
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
tó, que es una cosa bien distinta. Desde su intervención el 23F, adquirió
aún mayor legitimidad de la que él mismo se había ido ganando por sus
propios méritos a través de los poderes omnímodos heredados de Franco
para impulsar la transformación democrática del país de la mano de un
Suárez tan audaz, astuto y resolutivo como eicaz, tras suceder al indeciso
e incompetente Carlos Arias Navarro que heredó el rey. Tuvo que morirse
Suárez para que ciertos sectores, tanto de izquierdas como de derechas, e
incluso nacionalistas, le reconocieran su indudable aportación al éxito de
la transición a la democracia55.
Semejante éxito no lo fue solo desde el punto de vista político, como
está comúnmente aceptado, sino también desde el económico, como recordaba quien fuera su ministro de Economía y Hacienda, José Luis Leal56.
La muerte de Suárez el 23 de marzo de 2014 propició una avalancha de
artículos en los más variados medios, si bien hay que señalar, pese a la
cuasi unanimidad popular y la de la mayor parte de la clase política en
el reconocimiento de su igura, que no todos rayaron a la misma altura
a la hora de analizar y ponderar el alcance de su trayectoria política. Por
ejemplo, no se le dio la misma importancia en Cataluña57 que en España58.
Salvo la crónica de Enric Juliana y el análisis de Fernando Ónega, la
mayor parte de los artículos de La Vanguardia eran de políticos españoles
y catalanes como Mariano Rajoy, José María Aznar, Jordi Pujol, Miquel
Roca i Junyent o Josep Antoni Duran i Lleida, pero se echó en falta el
análisis de especialistas sobre su obra y su igura. El editorial, «El diàleg
55 Se consideran muy útiles las siguientes obras para contextualizar algunas de las claves fundamentales de la transición y el importante papel desempeñado por Suárez en esta: Fuentes,
J. F.: Adolfo Suárez. Biografía política, Barcelona: Planeta, 2011; García Abad, J.: Adolfo
Suárez. Una tragedia griega, Madrid: La Esfera de los Libros, 2005; Morán, G.: Adolfo Suárez. Ambición y destino, Madrid: Debate, 2009; y Ónega, F.: Puedo prometer y prometo. Mis
años con Adolfo Suárez, Barcelona: Plaza & Janés, 2013.
56 Leal, J. L.: «La política económica de la transición», El País, 4 de mayo de 2014.
57 Al día siguiente de su muerte, el diario más importante y representativo de Cataluña, La
Vanguardia de Barcelona (24 de marzo de 2014), le dedicó unas breves páginas bastante triviales. Destacó en portada «Mor el primer president de la democràcia a Espanya», un titular
no inclusivo. No es lo mismo decir a España (en), pero no a casa nostra, que de España, es
decir, de todos.
58 Por ejemplo, el diario El País de Madrid (24 de marzo de 2014), aparte de la amplia
información periodística que le dedicó en sus páginas de información nacional, editó un amplio cuadernillo extra titulado «Presidente de la democracia» y estaba dedicado
monográicamente a su igura.
121
Alberto Reig Tapia
com a llegat», incurría en un error de bulto tan grosero como airmar que
en la terna en la que Suárez salió elegido por el rey iguraban también
Manuel Fraga Iribarne y José María de Areilza, cuando fueron Gregorio
López Bravo y Federico Silva Muñoz quienes precedieron a Suárez en la
lista de tres que salió del Consejo del Reino, error que ni siquiera fue subsanado al día siguiente en la obligada sección de fe de erratas. Sin embargo, fue muy distinto el tratamiento que El País prestó al principal artíice
de la transición al dedicarle amplios reportajes, semblanzas de políticos
(Mariano Rajoy, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez
Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba, Ignacio Camuñas, José Pedro Pérez
Llorca, Alfonso Guerra) con Ramón Tamames y Antonio Navalón, y artículos de periodistas especializados, catedráticos, escritores e historiadores (Joaquín Prieto, Soledad Gallego-Díaz, Fernando Vallespín, Juan
Luis Cebrián, Santos Juliá, José Juan Toharía, Joan B. Culla i Clarà, Luis R.
Aizpeolea, Álex Grijelmo, Antonio Elorza), así como una cronología, un
amplio álbum fotográico, una selección de sus declaraciones más signiicativas y el famoso discurso «Puedo prometer y prometo» del 13 de junio
de 1977 solicitando el voto para UCD en vísperas de las primeras elecciones democráticas celebradas en España tras la dictadura, después de las
del 16 de febrero de 1936. Y no solo eso, el diario madrileño abundó al día
siguiente (25 de marzo) con más reportajes, más semblanzas (José Bono,
Josep Antoni Duran i Lleida, Rodolfo Martín Villa, Rafael Calvo Ortega,
Rosa Díez) y artículos (Miguel Ángel Aguilar, Jordi Rovira, Pedro CalvoSotelo), y aún completó más la información en su edición del 26 de marzo
con más información, artículos de notables especialistas (Juan Francisco
Fuentes, Josep M. Colomer) y de políticos destacados (Nicolás Sartorius,
José Luis Leal). Una concepción del periodismo bien distinta y una diferencia de enfoque más que notable entre el primer diario de Cataluña y
el primero de España respecto a la igura clave de la transición, que marca, a nuestro juicio, la verdadera consideración e importancia otorgada al
forjador de la actual democracia española a un lado y otro del Ebro, y la
diferencia abismal en cuanto a contenidos informativos de ambos medios.
El rey gozó, hasta relativamente muy poco tiempo antes de su abdicación, de un nivel de aceptación popular más que notable, que lo situaba
en el rango más elevado de las encuestas que el CIS hace periódicamente
sobre el grado de satisfacción ciudadana para con sus instituciones públicas, sus políticos y el funcionamiento de nuestro sistema democrático.
Este grado de aceptación fue decreciendo de manera signiicativa hasta al-
122
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
canzar su mínimo histórico en vísperas de su abdicación, hecha pública el
2 de junio de 2014. Sin embargo, lo que no puede negársele al monarca es
su decidido impulso soberano para transformar la monarquía franquista
que heredó del dictador en una monarquía parlamentaria en la que el rey
reina, pero no gobierna.
Personalmente, consideramos que el país nunca ha sido monárquico,
sino circunstancialmente juancarlista, que es bien distinto, pero, visto lo
visto, ha ido siendo cada vez menos por los errores y las torpezas que
últimamente había ido encadenando el propio monarca, al que incluso
salpicaron, se quiera o no, los presuntos o aparentes delitos de algunos
de sus más próximos familiares. La Casa Real, sorprendentemente, a la
vista de su escasa y muy limitada capacidad de reacción parecía empeñada
en convertirse en una verdadera fábrica de republicanos, lo que no deja
de ser ahora una paradoja, puesto que algunos autores se reirieron a él
en sus orígenes como «un rey para los republicanos»59. Sin embargo, esos
mismos republicanos decepcionados abandonaron las coyunturales ilas
juancarlistas a las que se adscribieron para pasar a propugnar directamente su abdicación, y empezaron a apuntar ya hacia la proclamación de una
futura Tercera República española, sin la menor concesión al joven Felipe
VI. No obstante, ahora, en 2016, como entonces en 1976, la izquierda no
mide como de costumbre bien sus fuerzas y cree tener unos votos que no
tiene, por lo que plantear batallas políticas perdidas de antemano supone
una evidente y decepcionante falta no ya de inteligencia, sino de simple
pragmatismo político habiendo tantas causas sociales absolutamente prioritarias por las que sí merece la pena dejarse la piel.
En el citado artículo de Juliá, «La erosión de la monarquía», se venía a
proponer pura y simplemente, y eso era lo más importante de su análisis,
la conveniencia de que el rey dejara tan alta magistratura a los 75 años.
Teniendo en cuenta que el rey Juan Carlos nació en 1938 y en el momento
de escribir el artículo ya había cumplido 76, lo que en realidad se propugnaba era pura y llanamente la abdicación del rey en su heredero. Esto era
más conveniente en el momento de escribir el artículo que al día siguiente
por el propio bien de la monarquía. Poco debía sospechar Juliá cuando lo
escribía que el rey ya había tomado su decisión de abdicar, decisión que, al
parecer, tomó el mismo día de su aniversario, el 5 de enero de 2014.
59 Nourry, P.: Juan Carlos. Un rey para los republicanos, Barcelona: Planeta, 2004.
123
Alberto Reig Tapia
Sin embargo, respecto al papel desempeñado por el rey, «la verdad es
la verdad, dígala Agamenón o su porquero», como decía Juan de Mairena,
el alter ego de Antonio Machado, y esto siempre lo olvidan los intelectuales
y los académicos visceralmente antimonárquicos, que a su vez, ignoran
la responsabilidad de su oicio para con la verdad y parecen actuar como
esos politiquillos a los que se refería Manuel Azaña como «paniaguados»
de dedo y nómina cautiva, y que hoy puede extenderse a los incompetentes, sectarios y manipuladores de oicio apenas entregados al servicio de
«su» verdad, sin la menor concesión a otras consideraciones tan razonadas y fundamentadas como las suyas, pero sin esas ínfulas de sabios independientes y críticos de las que tanto presumen y, sin embargo, hablan y
escriben sin tomarse la molestia de contrastar sus prejuicios con la preceptiva EPRE (evidencia primaria relevante de época) como obliga a los
estudiosos e investigadores una mínima deontología profesional.
No por eso el rey deja de tener sus zonas de sombra, que las tiene, y
bien oscuras. Obviamente la prensa española fue siempre más condescendiente que la extranjera, así, al calor de la abdicación he Washington Post
titulaba «Deeply unpopular Spanish king to abdicate throne in favor of
son». Es decir, sería la profunda impopularidad del rey de España la que
le habría impulsado a ceder el trono a su hijo. La creciente impopularidad
del rey venía de la mano de escándalos de índole personal y inanciera.
he Washington Post se hizo eco de un contundente artículo aparecido
hace un par de años en he New York Times, en el que, bajo el contundente
titular «Chastened king seeks redemption, for Spain and his monarchy» se
analizaba la caída libre de la popularidad del rey a través de la percepción
de sus negocios: «he king is widely valued in business circles for acting as
a sometime deal maker and economic ambassador for his nation, but how
he has amassed his substantial personal wealth remains secret». El medio,
por cierto, evaluaba esa fortuna personal en 2 300 millones de dólares60.
7. Consideraciones inales
Como se ha tenido ocasión de comprobar, siguen abundando no pocos
expertos, politólogos e historiadores mal o insuicientemente informados,
pero que están siempre en disposición de contar «la verdadera historia de
la transición». Además, alcanzan una importante audiencia en sectores
60 Véase Zarzalejos, J. A.: op. cit., pp. 77–126. Véase también el reciente estudio de rebeca
Quintans, Juan Carlos I. La biografía sin silencios, Madrid: Akal, 2016.
124
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
sociales muy diversos, como puede apreciarse a diario, y no dejan de relejar todo tipo de estudios de opinión. La conclusión generalizada sería
que la transición fue una transición fallida, incompleta —en esto coinciden con Aznar, aunque desde una perspectiva radicalmente contraria,
obviamente—, llevada a cabo por franquistas convictos y confesos. Por lo
visto, no reparan en la contradictio in terminis que semejante pretensión
(asociar demócratas reformistas a franquistas) denota, franquistas que no
lo serían tanto, obviamente, si se decidieron a desmontar toda la estructura jurídico-política de la dictadura. Sin embargo, al parecer, no hicieron
lo que salta a la vista que hicieron, pues no casa con su interesado relato
presentista. Para Aznar y los sectores sociales y políticos que participan de
sus planteamientos ocurriría justo lo contrario: se fue demasiado lejos y
lo que hay que hacer es frenar el proceso de profundización democrático.
Juliá sostiene que «hoy circulan tantos o más títulos que denuncian
la transición como mito y mentira, o como amnesia y desmemoria, que
historias oiciales puedan contarse», y aunque no se tienen contabilizadas
todas puede que sea cierto:
Por debajo y en la supericie de esta amplia corriente navega una doble apuesta política: la transición a la democracia no fue tal, sino mero revoco de fachada de un régimen que se perpetúa a sí mismo por el mito, la mentira,
la desmemoria y la traición; y además, esa transición, que en su día no fue,
resulta ser hoy la gran culpable de los actuales déicits de una democracia a la
que aguarda una segunda transición para ser auténtica, verdadera61.
Este comentario releja una realidad indubitable en la que convergen
una auténtica pléyade de autores nacionalistas e izquierdistas y de la que
participan plenamente la mayor parte de las nuevas generaciones, completamente atrapadas en el síndrome freudiano de matar al padre.
Por lo que respecta al papel desempeñado por la monarquía desde su
«instauración» franquista a su transformación en una democracia parlamentaria, hay que diferenciar claramente entre el papel que desempeñó
Juan Carlos de Borbón en la transición y el que desempeñó en la etapa
inal de su reinado. Fue un rey que prestó grandes servicios a su país al
contribuir decisivamente al establecimiento y la consolidación de la democracia en España, cuya intervención en el fallido golpe de Estado del
61 Juliá, S.: «Cosas que de la transición se cuentan», en C. González Martínez y E.
Nicolás Marín (eds.): Dossier: procesos de construcción de la democracia en España y Chile,
Ayer. Revista de Historia Contemporánea, n.º 79, Madrid, 2010, pp. 300-301.
125
Alberto Reig Tapia
23F de 1981 fue determinante para desactivarlo, pero que, a su vez, no
supo estar a la altura de la dignidad de su cargo en cuanto a la transparencia de su patrimonio y uso de los fondos públicos que le correspondían
como jefe del Estado.
En cuanto al derecho decidir, eufemismo que ha venido a sustituir al
derecho de autodeterminación, no se sostiene ilosóica, política ni jurídicamente. Otra cosa es el anhelo político de independencia de muchos
catalanes, todavía no mayoritarios, por el que es perfectamente legítimo
luchar de acuerdo con los procedimientos jurídicos establecidos, como
en cualquier otra democracia moderna, para lo que no basta una minoría
simple de votos, sino que debe ser debidamente caliicada tal y como tiene
establecida la jurisprudencia internacional, pues, la secesión de un Estado,
con el desgarro y trauma nacional que ello supone, no es un tema trivial
que pueda abordarse frívolamente ni responder a una circunstancial coyuntura política o económica.
En deinitiva, un poco menos de ideología y de datos debidamente
cocinados pro domo sua y un poco más de investigación historiográica
y de competencia jurídica y politológica, o cuando menos unas cuantas
lecturas para mantenerse al día de las investigaciones punteras, sería una
opción muy saludable y francamente recomendable para tantos expertos,
creadores de opinión y opinantes por libre, que se empeñan en contarnos
la transición que no fue salvo en su exclusiva, subjetiva e interesada percepción.
Alberto Reig Tapia es catedrático de Ciencia Política de la Universidad
Rovira i Virgili (URV) de Tarragona. Ha sido visiting researcher en el Centro para Estudios Europeos de la Universidad de Harvard, donde también
impartió clases de Cultura y Civilización Hispánicas en la Facultad de Artes
y Ciencias (1999-2000). Sus líneas de investigación son la política española contemporánea: la Segunda República, la Guerra Civil, el franquismo, la
transición, la democracia, la memoria histórica, el revisionismo y el neofranquismo. Asimismo, es el cofundador del Centro de Estudios y Conlictos
Sociales (CECOS) de la URV. Ha participado desde 1981 en más de medio
centenar de monografías, estudios o capítulos de libros en obras colectivas
como autor o coordinador y ha sido conferenciante en varias universidades
y centros extranjeros. <alberto.reig@urv.cat>.
126
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
Bibliografía
Aguilar Rancel, M. Á. y Hernández Guadalupe, Ó.: Juan Carlos rey:
la monarquía prosaica, Madrid: Artemisa, 2011.
Alonso, M.: El catalanismo, del éxito al éxtasis. I. La génesis de un problema
social, Barcelona: El Viejo Topo, 2014.
—: El catalanismo, del éxito al éxtasis. II. La intelectualidad del «proceso»,
Barcelona: El Viejo Topo, 2015.
Aznar, J. M.: España: la segunda transición, Madrid: Espasa Calpe, 1993.
Baby, S.; Compagnon, O.; y González Calleja, E. (comp.): Violencia
y transiciones políticas a inales del siglo xx. Europa del Sur-América
Latina, Madrid: Casa de Velázquez, 2009.
Carcero, D.: 23-F. Los cabos sueltos, Madrid: Temas de Hoy, 2001.
Cardona, G.: Las torres del honor. Un capitán del ejército en la transición
y en el golpe de Estado del 23-F, Barcelona: Destino, 2011.
Cercas, J.: Anatomía de un instante, Barcelona: Mondadori, 2009.
Cernuda, P.; Jáuregui, F. y Menéndez, M. Á.: 23F. La conjura de los
necios, Madrid: Foca, 2001.
Colomer, J. M.: La transición a la democracia: el modelo español, Barcelona: Anagrama, 1998).
Cotarelo, R. (comp.): Transición política y consolidación democrática. España: (1975-1986), Madrid: CIS, 1996.
Díaz, E.: La transición democrática: (Claves ideológicas, 1976–1986), Madrid: Eudema, 1987.
Fernández López, J.: Diecisiete horas y media. El golpe del 23-F, Madrid:
Taurus, 2000.
Fuentes, J. F.: Adolfo Suárez. Biografía política, Barcelona: Planeta, 2011.
Gallego-Díaz, S. y De la Cuadra, B.: Crónica secreta de la Constitución
(prólogo de Diego López Garrido), Madrid: Tecnos, 1989.
García Abad, J.: Adolfo Suárez. Una tragedia griega, Madrid: La Esfera de
los Libros, 2005.
García Escudero, J. M. y García Martínez, M. A.: La Constitución día
a día: los grandes temas de la Constitución de 1978 en el debate parlamentario, Madrid: Congreso de los Diputados, 1998.
Juliá, S.; Pradera, J.; y Prieto, J. (coords.): Memoria de la transición,
Madrid: Taurus, 1996.
Juliá, S.: «Cosas que de la transición se cuentan», en Carmen González
Martínez y Encarna Nicolás Marín (eds.): «Dossier: Procesos de
127
Alberto Reig Tapia
construcción de la democracia en España y Chile», en Ayer. Revista de
Historia Contemporánea, n.º 79, Madrid, 2010, pp. 297–319.
Lemus López, E.: Estados Unidos y la transición española: entre la Revolución de los Claveles y la Marcha Verde, Madrid: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz y Sílex, 2011.
Lucas Verdú, P.: La octava ley fundamental: crítica jurídico-política de
la reforma de Suárez (prólogo de Enrique Tierno Galván), Madrid:
Tecnos, 1976.
Mainer, J. C. y Juliá, S.: El aprendizaje de la libertad (1973-1986), Madrid: Alianza, 2000.
Márquez Reviriego, V.: Apuntes parlamentarios: la tentación Canovista,
Madrid: Saltés, 1978.
—: El pecado consensual: apuntes parlamentarios, Barcelona: Argos Vergara, 1979.
—: Escaños de penitencia, Barcelona: Argos Vergara, 1981.
Martín García, Ó. J. y Ortiz Heras, M. (coords.): Claves internacionales
de la transición española, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2010.
Morán, G.: Adolfo Suárez. Ambición y destino, Madrid: Debate, 2009.
Muñoz Molina, A.: Todo lo que era sólido, Barcelona: Seix Barral, 2013.
Ónega, F.: Puedo prometer y prometo. Mis años con Adolfo Suárez,
Barcelona: Plaza & Janés, 2013.
Oñate Rubalcaba, P.: Consenso e ideología en la transición política
española (prólogo de Francisco Murillo Ferrol), Madrid: Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, 1998.
Ortega Díaz-Ambrona, J. A.: Memorial de transiciones (1939–1978). La
generación de 1978, Madrid: Galaxia Gutenberg, 2015.
Ortí Bordás, J. M.: La transición desde dentro, Barcelona: Planeta, 2009.
Pastor, J.: Cataluña quiere decidir. ¿Se rompe España? Diez preguntas sobre el derecho a decidir, Barcelona: Icaria, 2014.
Pinilla García, A.: El laberinto del 23-F. Lo posible, lo probable y lo imprevisto en la trama del golpe, Madrid: Biblioteca Nueva, 2010.
Powell, C. T.: El amigo americano. España y los Estados Unidos: de la dictadura a la democracia, Madrid: Galaxia Gutenberg, 2011.
Preston, P.: El triunfo de la democracia en España, Barcelona: Plaza &
Janés, 1986.
Prieto, J. y Barbería, J. L.: El enigma del elefante. La conspiración del 23F, Madrid: Aguilar, 1991.
128
¿Un nuevo fracaso histórico? La transición a la democracia, el rey Juan Carlos I y el derecho a decidir
Quintans, Rebeca, Juan Carlos I. La biografía sin silencios, Madrid: Akal,
2016.
Quirosa-Cheyrouzze y Muñoz, R. (coord.): Historia de la transición
en España. Los inicios del proceso democratizador, Madrid: Biblioteca
Nueva, 2007.
— (ed.): Prensa y democracia. Los medios de comunicación en la transición,
Madrid: Biblioteca Nueva, 2009.
— (ed.): La sociedad española en la Transición. Los movimientos sociales en
el proceso democratizador, Madrid: Biblioteca Nueva, 2011.
— (ed.): Los partidos en la transición. Las organizaciones políticas en la
construcción de la democracia española, Madrid: Biblioteca Nueva,
2013.
Reig Tapia, A.: «Cultura política y vía pacíica a la democracia. El miedo
y el olvido en la transición española», en Ignacio Olmos y Nikky
Keiholz-Rühle (eds.): La cultura de la memoria. La memoria
histórica en España y Alemania (con la colaboración de Helga
Scheneider), Madrid y Fráncfort del Meno: Iberoamericana/Vervuert,
2009, pp. 107–127.
—: «Memoria de la violencia. Transición, consolidación y crispación
democrática en España (1975-2008)», en Sophie Baby, Olivier
Compagnon y Eduardo González Calleja (comp.): Violencia y
transiciones políticas a inales del siglo xx. Europa del Sur-América
Latina, Madrid: Casa de Velázquez, 2009, pp. 41–58.
—: «La crispación política en la democracia española. La memoria del
miedo y del rencor como factor desestabilizador del sistema político»,
en Luis Ernesto Ocampo Banda (comp.): Rostros del malestar:
crispación, dolor y abandono, México: Universidad de Tlaxcala y
Universidad de Occidente, 2015, pp. 41–70.
Ridao, J.: El dret a decidir. La consulta sobre el futur polític de Catalunya,
Barcelona: Institut d’Estudis Autonòmics, 2014.
Sáinz Moreno, F. y Herrero de Padura, M. (eds.): Constitución española. Trabajos parlamentarios (segunda edición), 4 vol., Madrid: Cortes
Generales, 1989.
Sánchez-Cuenca, I.: La impotencia democrática. Sobre la crisis política de
España, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2014.
—: Atado y mal atado. El suicidio institucional del Franquismo y el surgimiento de la democracia, Madrid: Alianza, 2014.
129
Alberto Reig Tapia
Santamaría Ossorio, J. y Maravall Herrero, J. M.: «Crisis del franquismo, transición política y consolidación de la democracia en España», Madrid: Sistema, n.º 68-69, 1985, pp. 79–130.
Soto, Á.: La transición a la democracia. España, 1975-1982, Madrid:
Alianza, 1998.
—: ¿Atado y bien atado? Institucionalización y crisis del franquismo, Madrid: Biblioteca Nueva, 2005.
Taibo, C.: España, un gran país. Transición, milagro y quiebra, Madrid:
Los Libros de la Catarata, 2012.
—: Sobre el nacionalismo español, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2014.
Tusell, J. y Soto, Á. (eds.): Historia de la transición, 1975-1986, Madrid:
Alianza, 1996.
Urquizu, I.: La crisis de la socialdemocracia: ¿qué crisis? Madrid: Los Libros de la Catarata, 2014.
Viñas, Á.: En las garras del águila. Los pactos con Estados Unidos de Franco
a Felipe González (1945-1995), Barcelona: Crítica, 2003.
130
PROCESOS DE TRANSICIÓN EN LA EUROPA DEL ESTE
Jan Klíma
Universidad de Hradec Králové (República Checa)
jan.klima@uhk.cz
Abstract
Ater World War II, the Soviet inluence imposed a single system on
countries with diferent level of development and diverse traditions
across Central and Eastern Europe. he one-party-system without
efective political opposition led to economic stagnation that in 1985
prompted Gorbachev to initiate his perestroika reforms and accelerated
the transition to democracy. Difering conditions in each country led to
diferent processes by which the communist or “workers” parties lost their
monopolies on power and the free market was opened up. In Poland this
process started as early as the beginning of the 1980s with the Solidarity
trade union movement, which compelled the government to negotiate
fundamental political changes. Starting in 1987 alternative political parties
in Hungary broke the communist strangle-hold on power and forced the
government to agree to a pluralist constitution. In the German Democratic
Republic, the ruling party SED obstructed any changes, however it had to
step back in the face of events and the massive emigration of GDR citizens
to the neighbouring FRG, a process that ultimately led, with the agreement
of the superpowers, to the reuniication of Germany. In Czechoslovakia,
too, an agreement between the opposition (Václav Havel) and the ruling
communist establishment (Marián Čalfa) ensured the transition to
democracy by the end of 1989. he “domino efect” brought challenging
and late changes to Bulgaria and Albania, in Romania the transition was
accompanied by the execution of the president Nicolae Ceauşescu, and the
Socialist Federal Republic of Yugoslavia went into complete disintegration.
his transformation introduced political plurality, but it also caused
economic decay and a fall in living standards, at least during the irst
years ater the transition. he democratic takeover also introduced social
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 131–153.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Jan Klima
and property inequality to the region and undermined the rule of law,
which was unable to guarantee security and justice, and the collapse of the
USSR and Yugoslavia led to civil wars. Today, the many problems that still
exist in Central and East European countries since the transition and the
current crisis in international relations raise the question as to whether a
new transition is needed to establish a more balanced and more socially
sensitive democracy.
Key words
Central Europe; Eastern Europe; transition; Poland; Hungary; German
Democratic Republic; Czechoslovakia; Bulgaria; Rumania; Albania;
Yugoslavia.
Résumé
Po druhé světové válce se ve střední a východní Evropě shromáždily
pod sovětským vlivem země s různým stupněm vývoje a odlišnými
tradicemi. Vláda jedné strany neumožňující opozici způsobila postupnou
ekonomickou stagnaci a perestrojka započatá Gorbačovem po roce
1985 urychlila proces přechodu k demokracii. Ten v zásadě znamenal
odstranění monopolu privilegované komunistické nebo „dělnické“ strany
a otevření volného trhu, ale vzhledem k podmínkám probíhal různě.
Polsko otevřelo proces už počátkem 80. let hnutím svobodných odborů
Solidarita, které donutilo vládu jednat o politické změně. V Maďarsku
narušily systém od roku 1987 alternativní politické strany schopné
dohodnou s establishmentem pluralistickou ústavu. V NDR se vládnoucí
SED změnám bránila, ale pod vlivem událostí a politické emigrace
do sousední SRN musel režim ustoupit; na základě dohody mocností
proces vyvrcholil sjednocením Německa. Také v Československu zajistila
koncem roku 1989 přechod dohoda opozice (Václav Havel) s představiteli
vládnoucího establishmentu (Marián Čalfa). Dominový efekt vyvolal
rozpačité a opožděné demokratizační změny také v Bulharsku a Albánii,
v Rumunsku byl doprovázen zastřelením dosavadního prezidenta Nicolae
Ceauşescu, v Jugoslávii rozpadem federace.
Transformace nastolila politickou pluralitu, ale v prvních letech
přivodila ekonomický úpadek a pokles životní úrovně. Demokratické
uvolnění přineslo do této oblasti také sociální a majetkovou nerovnost,
deklarovaný právní stát nedokáže vždy garantovat bezpečnost a
spravedlnost. Dramatickým důsledkem byl rozpad SSSR, Jugoslávie
132
Procesos de transición en la Europa del Este
a Československa doprovázeny v obou prvních případech válkami.
Problémy zemí střední a východní Evropy po přechodu stejně jako krize
mezinárodních vztahů vyvolávají otázku, zda nebude třeba další tranzice
k vyváženější a sociálně snesitelnější demokracii.
Los bruscos cambios del ambiente global contemporáneo llevan al estudio repetido y más profundo del proceso que cambió la escena mundial
durante el periodo comprendido entre 1974 y 1991. El viraje causado por
la caída de los regímenes autoritarios, totalitarios, dictatoriales y militares
de derecha y de izquierda ha creado el sistema de relaciones internacionales de hoy. No obstante, el diversiforme transcurso de las transiciones en
diferentes partes del mundo debe ser bien discernido y deinido a in de
posibilitar no solo todas las singularidades del proceso, sino también una
evaluación exacta de las consecuencias para la región o el país en cuestión.
Los procesos de transición en la Europa del Este se efectuaban como
desacreditación y desmantelamiento del realsocialismo, basado en teorías
del marxismo-leninismo. Por consiguiente, eran procesos de carácter y
con periodos de realización diferentes en comparación con las transiciones ibéricas1, iberoamericanas, africanas u otras. Además, las transiciones
en la Europa central y oriental (junto con algunos países de Asia central)
tenían un transcurso variable dentro del bloque de los países (pos)comunistas conforme a las condiciones individuales en cada país.
Transitología y transición
Entre las construcciones ideológicas que defendían los sistemas políticos
opuestos durante el periodo de la Guerra Fría (1946/1949-1989/1991),
Occidente, así como el bloque soviético deinieron sus visiones del desarrollo histórico y sus conceptos de futuro. El socialismo cientíico como
una parte integral del marxismo-leninismo estipuló las siguientes etapas
históricas: el orden primitivo, el esclavista, el burgués (capitalista), el socialista y, inalmente, el comunista. La revolución garantizaba la transición
del grado más bajo al más alto, pero para alcanzar el ideal inal deinido
por las características «cada uno según sus posibilidades —a cada uno
según sus necesidades—», solamente era necesario mejorar gradualmente
la democracia socialista. Es sintomático que no hubo grandes teóricos en
1 Véase la delimitación temporal de las transiciones ibéricas y su análisis en obras primas
como: De la Torre, H. (coord.): Portugal y España en el cambio político (1958–1978), Mérida: UNED, 1989; y Sánchez Cervelló, J.: A Revolução portuguesa e a sua inluência na
transição espanhola (1961–1976), Lisboa: Assírio & Alvim, 1993.
133
Jan Klima
el bloque soviético después de la Segunda Guerra Mundial, por lo que se
repitió lo que habían escrito Karl Marx, Friedrich Engels2 y Vladímir Ilich
Lenin3. Solo el llamado eurocomunismo4 ensayaba nuevas teorías, pero en
un espacio geográico diferente.
Como una parte de la ciencia política —ciencia no reconocida por los
marxistas— se formó en Occidente la transitología. Esta teoría estipulaba
una marcha obligatoria rumbo al sistema acabado e inmejorable deinido
como democracia. Dankwart Rustow (1924–1996) empezó en 1970 las
discusiones con su Transition to democracy. Toward a dynamic model5. Los
pormenores y la periodización los premeditaron después muchos otros
como Samuel Huntington6, Robert Dahl, Juan José Linz7, Robert Putnam
y Alfred C. Stepan8. De acuerdo con la transitología, la fase inal de la evolución humana será la democracia generalizada después de se consuma
la transición en las regiones todavía no democráticas. La expresión de la
creencia en este desarrollo fue la obra generalmente conocida de Francis
Fukuyama he end of history?9 El principal problema de esta teoría consiste en la sobreestimación de los valores y de la tradición anglosajones y en
el sentimiento de una fácil y útil transferencia de estos valores a la mayoría
de culturas, regiones o civilizaciones existentes.
Cuál de las opiniones se haría valer en la práctica dependía de los
resultados de la Guerra Fría. En las ruinas del bloque soviético, la transitología triunfó con la victoria de Occidente.
2 Marx, K. y Engels, F.: Maniiesto comunista, Barcelona: Crítica, 1998.
3 Lenin, V. I.: El Estado y la revolución, Barcelona: DeBarris, 2001.
4 Por ejemplo, Berlinguer, E.: La questione comunista (1969–1975), Roma: Editori Riuniti,
1975.
5 Rustow, D.: «Transitions to democracy. Toward a dynamic model», Comparative Politics,
vol. 2, n.º 3, abril de 1970, pp. 337–363.
6 Huntington, S.: he third wave. Democratization in the late twentieth century, Norman:
University of Oklahoma Press, 1992. La «tercera oleada» de Huntington empieza con la Revolución de los Claveles portuguesa de 1974 y de este modo, uniica estos acontecimientos
ibéricos con los posteriores de la Europa central y de Este.
7 Linz, J. J.: Totalitarian and authoritarian regimes, Boulder: Lynne Rienner Publishers, 2000.
8 Stepan, A. C. y Linz, J. J.: Problems of democratic transition and consolidation. Southern
Europe, South America and post communist Europe, Baltimore: Johns Hopkins University
Press, 1996. Para la ciencia política comparativa, esta obra escrita permanece fundamental.
9 Primera versión publicada en he National Interest, verano de 1989.
134
Procesos de transición en la Europa del Este
Mientras la transitología es una rama de la ciencia política, la transición se entiende aquí como un proceso político real, el cual corría de
manera especíica en cada respectivo país que escogió —bajo inluencias
diversas— el régimen democrático. Tal proceso individual pudo o no corresponder a las premisas teóricas y/o tipológicas de la transitología.
El bloque comunista: sistema y diferencias
El grupo de los países del Este surgió después de la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1949, como el bloque opuesto al bloque occidental. Para
la formación de este bloque tuvo una importancia primordial el avance
del Ejército soviético desde las estepas rusas hasta el verdadero centro de
Europa. Bajo esta inluencia se realizó un guion coordinado para transformar los países con tradición republicana (Checoslovaquia), monárquica
(Rumanía y Bulgaria), dictatorial (Hungría y Polonia); y los países relativamente desarrollados (nuevamente establecida la República Democrática Alemana) y atrasados (Albania) al modelo soviético. Para controlar los
sectores de producción, se nacionalizó la industria y después de la reforma
agraria, se establecieron cooperativas agrícolas. La fusión de los partidos
políticos comunistas y socialdemócratas hizo posible que se llevaran a
cabo elecciones libres, las cuales, en las condiciones especíicas, ayudaron
a la proclamación sucesiva de la democracia popular (más tarde socialismo) con el partido único dirigente (denominado comunista u obrero). La
fuerte supervisión soviética se hizo patente mediante la integración económica (Consejo de Ayuda Mutua Económica —CAME—, 1949)10 y militar (Pacto de Varsovia, 1955).11
El régimen totalitario12 no estribó solamente en el partido único
dirigente, sino también en un complejo mecanismo que transfería las
decisiones del partido a la sociedad por medio de los sindicatos únicos
(controlados por este partido y dirigidos al cumplimiento de las tareas
productivas) y numerosas organizaciones de masas (destinadas a niños,
jóvenes, mujeres y otros segmentos de la sociedad para el tiempo libre, in10 Zwass, A.: Der Rat für gegenseitige Wirtschatshilfe 1949 bis 1987, Viena: Springer, 1988.
11 Mastný, V. y Byrne, M.: A cardboard castle?: an inside history of the Warsaw Pact, 1955–
1991, Budapest: Central European University Press, 2005.
12 El totalitarismo absorbe e inluye en todas las capas de la sociedad. En cuanto a la posición
de los intelectuales renuentes, véase Dahrendorf, R.: La libertad a prueba. Los intelectuales
a la tentación totalitaria, Madrid: Trotta, 2009.
135
Jan Klima
tereses, etc.). Los medios de comunicación social, supervisados detalladamente por este partido, tenían una fuerte inluencia coordinada y cotidiana sobre la población13. Era obligatorio tomar parte en los rituales, como
en la celebración de aniversarios o del 1 de mayo. El propio aparato del
Estado dependía de este partido para tomar decisiones partidarias. Todos
los regímenes de este tipo organizaban elecciones regulares legislativas y
municipales con la lista única, a menudo con los candidatos del llamado
Frente Nacional. Tal procedimiento, aparentemente democrático, sirvió
para conirmar la aprobación general de la política oicial.
Aunque el sistema parecía ser el mismo en todos los países del bloque, había diferencias entre ellos causadas por el origen o el carácter especíicos. La República Democrática Alemana sufría la ocupación militar
soviética, lo que la exponía a una confrontación política y económica con
la vecina Alemania Federal, que era capitalista. Polonia resolvía su mera
existencia y reorganización después de un desplazamiento del territorio
nacional y de su población. Hungría, Rumanía y Bulgaria, damniicadas
por la guerra, sentían poca necesidad de democracia; lo esencial era asegurar la supervivencia de su población. Yugoslavia14 entró en conlicto con
la Unión Soviética en 1948, lo que propició que se escogiera después un
modelo especíico del socialismo de mercado. Albania, un país considerablemente atrasado, no era capaz de imitar servilmente el modelo soviético,
por lo que buscó —en vano— modelos más propicios.
Checoslovaquia fue una excepción. Después de la Segunda Guerra
Mundial, Checoslovaquia perdió el territorio de Rutenia subcarpática
(anexada a la Ucrania soviética) y la minoría alemana. El programa del
primer Gobierno de posguerra de 1945 reconoció dos naciones (checos
y eslovacos; el Partido Comunista de Eslovaquia fue reuniicado con el
Partido Comunista de Checoslovaquia —KSČ—) y permitió la formación
solamente de cuatro partidos políticos15. En las elecciones legislativas democráticas de 1946, el Partido Comunista (KSČ) obtuvo la victoria. Este
país industrial con tradición democrática (desde el Imperio austro-húnga13 En lo que se reiere a estas características, los regímenes comunistas tienen una semejanza
absoluta con los regímenes fascistas o con el nazismo hitleriano.
14 Es un caso muy particular y está relacionado con la personalidad del líder comunista Josip
Broz Tito. Véase Pavlowitch, S. K.: Tito: Yugoslavia’s great dictator: a reassessment, Columbus: Ohio State University, 1992.
15 Véanse los pormenores en Kaplan, K.: Pravda o Československu 1945–1948 (Verdad sobre
Checoslovaquia 1945–1948), Praga: Panorama, 1990.
136
Procesos de transición en la Europa del Este
ro hasta 1938) adoptó de manera constitucional la democracia popular al
reemplazar el régimen legalmente por los ministros que habían dimitido
en febrero de 1948 y que, aparentemente, mantenían antiguas posiciones
de los partidos políticos electos. Tal procedimiento, sin embargo, hizo posible que se promulgara la Constitución de la democracia popular (1948),
que suprimió la democracia y le reservó el papel dirigente al Partido Comunista (KSČ). De esta manera, Checoslovaquia se convirtió en un Estado
satélite de la Unión Soviética16. El partido en el poder apoyó su posición
exclusiva por las milicias populares armadas, lo que hizo que los restantes
tres partidos políticos no tuvieran inluencia. El nuevo régimen introdujo
la economía planiicada, el igualitarismo, la persecución de los enemigos
del socialismo (1949–1953)17, la ocupación obligatoria de la mano de obra
y el monopolio estatal informativo con la propaganda permanente. En
1960, se modiicó la Constitución para proclamar la República Socialista
de Checoslovaquia; uno de sus artículos deinía el Estado como una parte
de la comunidad socialista. Algunos problemas económicos y la necesidad
de respetar los derechos políticos de ambas nacionalidades propiciaron
que en 1968 la Ley de la Federación Checoslovaca modiicara la estructura
gubernamental (gobierno federal y dos gobiernos nacionales —checo y
eslovaco—), sin que esto afectara al sistema político.
Variaciones de la democracia popular
Dentro de una única ideología, cada uno de los países del bloque soviético
evolucionó de forma especíica según su origen o tradición, o la composición de su población.
La República Democrática Alemana, fundada el 7 de octubre de 1949,
conservaba cinco partidos políticos, pero el único dirigente era el Partido
Unido Socialista de Alemania (SED). Los llamados partidos del bloque y
las organizaciones de masas formaban una lista única en las elecciones.
Los habitantes de este Estado artiicial, bajo la inluencia de las guarni-
16 Veber, V.: Osudné únorové dny (Los días funestos de febrero), Praga: Nakladatelství Lidové
noviny, 2008.
17 Los procesos políticos construídos muchas veces por los consejeros soviéticos afectaron a
todos los países del bloque comunista. El periodo de persecución coincide con el acoso de los
comunistas involucrados en las actividades no americanas en Estados Unidos.
137
Jan Klima
ciones presentes del Ejército soviético18, protestaron contra las normas de
trabajo durante de la sublevación del 17 de junio de 195319. Aunque las
condiciones de vida mejoraron más tarde, mucha gente huyó a la Alemania Federal, que defendía el modelo social y de mercado, y garantizaban
unas libertades y un bienestar más alto. Para imposibilitarlo, se construyó el muro de Berlín el 13 de agosto de 1961, que rodeaba las tres zonas
del Berlín Occidental, controladas por los aliados occidentales. Durante
la existencia de la República Democrática Alemana, el Estado —a diferencia de la Unión Soviética o de Checoslovaquia— toleraba las pequeñas
industrias privadas. Para supervisar instituciones e individuos, la policía
política (Staatssicherheit-Stasi) disponía de competencias amplias y de
personal numeroso20.
En Polonia, el Partido Obrero Uniicado de Polonia (PZPR) no fue
capaz de asegurar una vida decente a la población. Por ello, los obreros
expresaron su descontento por las condiciones de trabajo en Poznań el 28
de junio de 1956. No obstante, este levantamiento de los obreros contra el
Estado de obreros y agricultores fue controlado por el ejército armado con
tanques. El nuevo líder del PZPR, Wladyslaw Gomulka21, afrontó la rebelión de estudiantes en marzo de 1968 en Varsovia y los disturbios en los
puertos bálticos en diciembre de 1970. El jefe posterior del PZPR, Edward
Gierek, tuvo que enfrentarse a las huelgas de 1976. La Polonia popular
nunca prosperó, pero las propiedades nacionales intrínsecas, sobre todo
el mesianismo (sentimiento del sufrimiento injusto nacional histórico) y
el catolicismo apoyaron su integridad. La gran inluencia de la Iglesia católica, así como la agricultura privada y el no aumento de las cooperativas
agrícolas22 fueron excepcionales para el bloque comunista.
18 Véase Norman M. N.: he Russians in Germany. A history of the Soviet zone of occupation,
1945-1949, Cambridge: Harvard University Press, 1995.
19 Con esta inesperada revuelta se inició una serie de alborotos civiles en los países del bloque soviético. Véase, por ejemplo, Péter, L.: Resistance, rebellion and revolution in Hungary
and central Europe: commemorating 1956. Londres: UCL SSEES, 2008.
20 Si se quieren conocer las características de este régimen, véase Fulbrook, M.: Anatomy of
a dictatorship: inside the GDR, 1949-1989, Oxford: Oxford University Press, 1995.
21 Caracterizado en Gunther, J.: Inside Europe today, Nueva York: Harper and Brothers,
1961, p. 332.
22 Más información general en Lukowski, J. y Zawadzki, H.: A concise history of Poland,
Cambridge: Cambridge University Press, 2001.
138
Procesos de transición en la Europa del Este
En Hungría, el Partido Comunista pasó a ser un punto focal de las
tentativas reformistas cuando su jefe, Imre Nagy, exigió neutralidad para
su país en 1955. La insurrección general entre el 23 de octubre de 1956 y
el 10 de noviembre de 1956 —la más grave en los países del bloque comunista—demandó la democracia multipartidista. Fue un acontecimiento sin precedentes que Hungría abandonara el Pacto de Varsovia el 1 de
noviembre 195623. Sin embargo, el Ejército soviético aplastó la sublevación
sin entrar en confrontación con ninguna oposición occidental24. El líder
anterior, János Kádár, introdujo el socialismo/comunismo gulash, con elementos de economía de libre mercado y derechos humanos mejorados al
mantener el sistema político unipartidista.
En la Yugoslavia renovada, el jefe del Partido Comunista, Josip Broz
Tito, rehusó el modelo estalinista, por lo que mantuvo el sistema autoritario con sus propias vastas competencias. El sistema del socialismo de mercado con la autonomía obrera en las empresas provocó una desavenencia
profunda entre Yugoslavia y la Unión Soviética. De este modo, Yugoslavia se encontró entre dos bloques desarrollando su economía fuera del
CAME; una de las salidas a este aislamiento la ofreció su participación activa en la formación del movimiento de los países no alineados a partir de
1961. Hasta la muerte de Tito, presidente vitalicio, este régimen bastante
singular funcionó relativamente bien y amorteció tensiones entre diferentes grupos étnicos eslavos (eslovenos, croatas, serbios, bosnios, montenegrinos y macedonios) y otros (húngaros y albaneses)25.
En Bulgaria, el Partido Comunista, que lideraba el Frente Patriótico,
imitó servilmente la política de la Unión Soviética. No obstante, el periodo comunista garantizó una estabilidad extraordinaria personiicada
también por el prolongado periodo de actuación del jefe del partido Todor
Zhivkov (1955-1989)26.
23 Una vasta documentación aparece en Bekes, C.; Byrne, M.; y Rainer, J. (eds.): he 1956
Hungarian Revolution: a history in documents, Budapest: Central European University Press,
2003.
24 Gati, C.: Failed illusions: Moscow, Washington, Budapest, and the 1956 Hungarian Revolt,
Palo Alto: Stanford University Press, 2006.
25 Lampe, J. R.: Yugoslavia as history: twice there was a country, Cambridge: Cambridge
University Press, 1996.
26 Hay muy pocas obras sobre la historia de Bulgaria. Una de las raras publicaciones en
español es Nadra, R.: ¿Conoce usted Bulgaria?, Buenos Aires: Ediciones Mundo Contemporáneo, 1974.
139
Jan Klima
En Rumanía, una potencia agrícola y atrasada, Nicolae Ceauşescu
formó un régimen sultanista entre 1965 y 1989. Dentro del sistema del
partido único sobresalía el culto de la personalidad y el control de la sociedad mediante la poderosa policía política Securitate. Rumanía gozaba
de la privanza de los países occidentales por su política extranjera aparentemente independiente de la Unión Soviética; una prueba inequívoca de
esto consistió en que Ceauşescu no tomó parte en la invasión a Checoslovaquia en 1968. Sin embargo, el sistema totalitario no sentaba bien a la
población, que carecía de conquistas técnicas y sociales modernas27.
La República Popular (más tarde Socialista) de Albania bajo el mando
de Enver Hoxha (1946-1985) y del Partido Comunista pasó del modelo
soviético al chino en 1960 sin poder ofrecer la mínima prosperidad a su
población. Después de abandonar la orientación prochina en la década de
los setenta, este Estado sin aliados quedó plenamente aislado28.
Durante la década de los sesenta, la República Socialista de Checoslovaquia vivió un perceptible debilitamiento de la tensión política, que
se evidenciaba, por ejemplo, en los estímulos culturales (nueva ola cinematográica: Miloš Forman, Jiří Menzel, etc.). Los líderes políticos empezaron a implementar un nuevo sistema de la gestión del plano en 1965,
que permitía también rehabilitaciones judiciales de los procesos políticos
de 1949 a 1953 en 1967. Una nueva dirección del Partido Comunista bajo
Alexander Dubček desde enero de 1968 aceleró su liberalización: surgieron clubes políticos (KAN) que desempeñaron el papel de los partidos
políticos de la oposición, se quitó la censura de prensa y se adoptó el programa del socialismo con rostro humano 29. Contra este proceso profundamente reformista, los ejércitos de la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, Polonia, Hungría y Bulgaria invadieron Checoslovaquia
el 20 y el 21 de agosto de 1968 siguiendo la doctrina Brézhnev (soberanía
limitada de los países socialistas)30. Tras esta invasión, la liberalización
27 Obras históricas más profundas solamente existen en rumano: Ion, N. D.: Regimul comunist din România. O cronologie politică (1945–1989), Bucarest: Editura Tritonic, 2003.
28 Véase la obra exhaustiva de Vickers, M. y Pettifer, J.: Albania: from anarchy to a Balkan
identity, Londres: C. Hurst & Co, 1999.
29 Entre las numerosas publicaciones referentes a la Primavera de Praga, véase, por ejemplo,
Navrátil, J.: he Prague Spring 1968: a national security archive document reader, BudapestPraga: Central European University Press, 2006.
30 Para un contexto más amplio, véase Ouimet, M.: he rise and fall of the Brézhnev doctrine
in Soviet foreign policy, Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2003.
140
Procesos de transición en la Europa del Este
acabó inmediatamente y el nuevo líder del KSČ, Gustáv Husák, inició la
llamada normalización en abril de 1969. La censura y la persecución de los
reformistas eliminaron la tentativa de una transición democrática dentro
del régimen comunista. El único resultado estribó, por in, en la federalización del Estado. Aunque suprimida, la Primavera de Praga sirvió de inspiración para la posterior perestroika de Mijaíl Gorbachov, que provocó
vastas repercusiones políticas, ideológicas —transición imposible dentro
del sistema en vigor— y culturales31.
Países del bloque soviético: la necesidad de reformas y de transición
Hasta 1970 fue imposible en los países del bloque soviético guardar el paso
con Occidente. Fallaron todas las tentativas de reformar los regímenes
autoritarios32 o totalitarios y salieron mal todos los esfuerzos por trazar
caminos libres para cada uno de los países en cuestión. El estancamiento
ideológico y económico tuvo su origen, claramente, en las deiciencias del
sistema político33. Como obstáculos del desarrollo deseable surgieron los
siguientes problemas:
La ideología única oicial hizo imposible la discusión libre junto con
pesquisas y búsquedas cualiicadas de soluciones adecuadas.
El partido político único de masas o el partido con la autorización
exclusiva de tomar decisiones sobrepuesto a la burocracia estatal propició
que no hubieran alternativas que tomar en consideración.
La uniicación del partido dirigente y del aparato del Estado creó un
esqueleto inlexible dependiente de construcciones ideológicas y no de la
realidad.
La élite partidaria intimidaba al resto de la sociedad con su control
exclusivo de fuerzas armadas y policía.
Esta misma élite disponía también de la supervigilancia absoluta de
los medios de comunicación social.
31 Milan Kundera expresa el mensaje ilosóico-político-artístico en su novela La insoportable
levedad de ser.
32 No hay espacio suiciente aquí para distinguir detalladamente entre los conceptos autoritario y totalitario. La mayoría de los países del bloque comunista merecen la designación de
totalitarios, pero en conformidad con J. J. Linz, se escoge el término autoritario para países
como la República Democrática Alemana o Checoslovaquia al haber desarrollado «el sistema político con el pluralismo político limitado».
33 Un análisis útil se encuentra en Fowkes, B.: Eastern Europe 1945–1969: from stalinism to
stagnation, Londres: Longman, 2000.
141
Jan Klima
Lo cotidiano estaba marcado por el control físico y psicológico de la
sociedad por medio de la policía política (Stasi, Securitate, StB, etc.)34.
La dirección central de economía nacional y del bloque (CAME) limitaba la lexibilidad de la producción y de las exportaciones e importaciones.
Como el sistema político se resistía a cualquiera tipo de reforma, mejora o cambio, el resultado de las características arriba mencionadas tuvo
como resultado un desarrollo entorpecido.
Las condiciones subjetivas para una reforma radical estaban presentes
desde la década de los cincuenta (programas, propuestas y líderes), pero
las condiciones objetivas para la transición las produjeron las transformaciones en la Unión Soviética durante la década de los ochenta. La recaída
de la Guerra Fría, que estalló con los ataques de Ronald Reagan contra
el «Imperio del mal», reveló la incapacidad de la Unión Soviética para
mantener el paso con Estados Unidos en cuanto al desarrollo económico y armamento. La crisis de sucesión (Leonid Brézhnev, Yuri Andrópov,
Konstantín Chernenko, Mijaíl Gorbachov) retardó la búsqueda del acierto
rápido. Las tentativas de mudar la esencia del sistema por perestroika y
glásnost de Gorbachov35 a partir de 1985 fracasaron por llegar tarde y por
no ofrecer nada más que un «tercer camino» mal deinido.
El equilibrio bipolar terminó, lo que puso en marcha el proceso de
transiciones de dentro y de fuera, siempre más rápidos durante la década
de los ochenta.
Para las transiciones que tienen lugar en estos países individualmente
puede utilizarse la clasiicación de Stepan, que cuenta con las siguientes
posibilidades:
1. Fin de los regímenes no democráticos, donde desempeñan un importante papel los portadores del régimen precedente:
• Restauración interna después de la conquista desde afuera.
• Reformulación interna.
• Instauración supervisada desde afuera.
• Redemocratización iniciada desde dentro de los regímenes autoritarios.
34 Sobre la policía política más poderosa, véase Jens, G.: Die Stasi, Berlín: Pantheon Verlag,
2011.
35 El signiicado del término perestroika es ‘reconstrucción’ y el vocablo glásnost signiica
‘libertad de expresión’.
142
Procesos de transición en la Europa del Este
2. Fin de los regímenes no democráticos bajo la inluencia de las fuerzas de oposición:
• Finalización del régimen por la presión de la sociedad.
• Pacto entre partidos políticos.
• Revuelta violenta organizada coordinada por los partidos reformistas.
• Guerra revolucionaria liderada por los marxistas.
Como cada caso concreto es siempre una combinación de factores,
tipos y procedimientos, deben tenerse en consideración también los tres
tipos de cambio en los regímenes no democráticos siguientes:
3. La transición pactada.
4. La transición por medio de un colapso.
5. La transición por medio de una autoexclusión36.
Polonia: una transición como aventura pionera de la Solidaridad
El nombramiento en 1978 de Karol Wojtyla como papa Juan Pablo II tuvo
un efecto electrizante sobre la oposición al comunismo en Polonia. A
principios de agosto de 1980, el aumento de precios provocó una nueva
oleada de manifestaciones, liderada por el electricista Lech Walesa, entre otros, que fue el fundador del sindicato independiente Solidaridad
(Solidarność). Solidaridad junto con el Comité para la Defensa de los
Obreros (KOR, desde 1976) pedían el derecho de huelga, la abolición de la
censura y la excarcelación de los presos políticos. El periódico Solidarność
rompió el monopolio de la información del Partido Obrero Uniicado Polaco (PZPR). Pocos meses después, Solidaridad ya contaba con 10 millones de militantes. La presión de los obreros en huelga forzó al Gobierno
del general Wojciech Jaruzelski a declarar la ley marcial el 13 de diciembre
de 1981, lo que supuso que se llevará a prisión a la mayoría de los líderes
de la oposición. Solidaridad se prohibió en octubre de 1982. No obstante,
las nuevas huelgas de 1988 y la masiva deuda externa forzaron al Gobierno
de los comunistas a negociar con la oposición. En febrero de 1989, la mesa
de negociaciones alteró radicalmente la estructura del Gobierno polaco
y de su sociedad. En abril de 1989, Solidaridad se legalizó de nuevo y se
le permitió participar en las siguientes elecciones, las del 4 de junio de
36 Říchová, B.: Přehled moderních politologických teorií (Resumen de las teorías modernas en
la ciencia política), Praga: Portál, 2000, pp. 242 y 247.
143
Jan Klima
1989. Sus candidatos obtuvieron la victoria. En 1990, Jaruzelski renunció
a su mandato y le sucedió Walesa en diciembre37. Hacia inales de agosto
del siguiente año, ya se había formado el Gobierno de Solidaridad, y en
diciembre, Walesa fue elegido presidente y, de este modo, la República
Popular de Polonia se convirtió en la República de Polonia38.
Dentro de la tipología de Stepan, el in del régimen comunista polaco
sucedió como consecuencia de la presión de la sociedad. La fuerte inluencia del papa Juan Pablo II y de los emigrantes americanos originaron los
rasgos individuales (ley marcial, única dictadura militar en el bloque soviético) de esta transición, consumada inalmente por un colapso y por la
autoexclusión de las fuerzas derrotadas al mismo tiempo.
Hungría: la transición pactada
Dentro del régimen «blando» de Kádár surgieron nuevos partidos políticos que descompusieron el sistema del partido único: el Foro Democrático
Húngaro (MDF) en 1987, y la Unión Cívica Húngara (FIDESZ) y la Alianza de los Demócratas Libres-Partido Liberal Húngaro (SZDSZ) en 1988.
De este modo, fueron aumentando las diferencias en el seno del Partido
Socialista Obrero Húngaro (MSZMP) dirigente. La transición inevitable
la preparó y pactó el primer ministro Miklós Néméth (entre noviembre
de 1988 y mayo de 1990). Kádár renunció a su liderazgo en la primavera
de 1989, puesto que las negociaciones con la oposición propiciaron un
convenio sobre el pluralismo político, que se pactó el 18 de septiembre de
1989. El 23 de octubre de 1989 fue promulgada la Constitución pluralista.
En las elecciones del 25 de marzo de 1990, el MDF obtuvo la victoria, y de
esta manera pacíica, se acabó con el sistema anterior39.
Según Stepan, el caso húngaro corresponde a la redemocratización
desde dentro. Entre los países del bloque soviético, la transición húngara
destaca por haber transcurrido de forma más diplomática y gradual.
37 Puede encontrarse una descripción de la historia moderna en Sowa, A. L.: Historia polityczna Polski 1944–1991, Cracovia: Wydawnictwo Literackie, 2011.
38 Para informaciones generales, véase Sanford, G.: Historical dictionary of Poland,
Metuchen: Scarecrow Press, 2003.
39 Puede encontrarse un importante análisis de todo el bloque soviético en Rudolf, L. T.:
«Transitology. Global dreams and post-communist realities», Central Europe Review: Politics,
Society, and Culture in Central and Eastern Europe 2 [en línea] (10), 2000. <www.ce-review.
org/00/10/tokes10.html>.
144
Procesos de transición en la Europa del Este
República Democrática Alemana: agotamiento,
presión desde dentro y decisión desde afuera
Durante de la década de los ochenta, los grupos ecológicos, el movimiento de paz y otros grupos expresaron su descontento con el sistema, que
además, se enfrentaba a graves problemas a causa de la deuda externa. En
agosto de 1989, el Gobierno reformista de Hungría suprimió las restricciones fronterizas con Austria, y por ello, en septiembre, más de 13 000
alemanes orientales consiguieron escapar a la parte oeste a través de Hungría. Miles trataron también de alcanzar el Occidente libre por medio de
las instalaciones diplomáticas en otras capitales de la Europa oriental, especialmente en Praga. En las manifestaciones de masas en Dresde y Leipzig se demandaban libertades democráticas, la disolución de la Stasi y
reformas dentro del socialismo.
No obstante, Erich Honecker y el resto del politburó ignoraron los
problemas que amenazaban al país y celebraron el cuarenta aniversario de
la República Democrática Alemana en Berlín Este el 7 de octubre de 1989.
Esa misma noche, se iniciaron las primeras manifestaciones multitudinarias en Berlín Oriental, que pedían libertad de expresión y prensa. En
un intento por aplacar las protestas, el politburó cesó a Honecker el 18 de
octubre de 1989 y lo reemplazó por Egon Krenz. Sin embargo, el 7 de noviembre el Gobierno dimitió, y el 9 de noviembre, el muro de Berlin cayó.
El sistema comenzó a colapsarse. La Volkskammer votó el 1 de diciembre
abolir la cláusula constitucional que garantizaba el papel dirigente del SED
en el Estado. Krenz, a la cabeza del politburó y el Comité Central en pleno
dimitieron dos días después. Un poco más tarde, dirigentes partidarios
de la perestroika (Gregor Gysi, Lothar Bisky y Hans Modrow) tomaron la
dirección del SED y celebraron un congreso que lo refundó como Partido
del Socialismo Democrático (PDS).
El 18 de marzo de 1990 se celebraron elecciones a la Cámara del Pueblo, las últimas de la República Democrática Alemana: los demócratas
cristianos de Helmut Kohl (Alemania Federal) y sus aliados vencieron
ampliamente con un 48 % de los votos, los socialdemócratas obtuvieron
un 22 % y el SED-PDS, un 16 %. Lothar de Maizière como el nuevo primer
ministro comenzó el proceso de la reuniicación alemana, que llegó a su
145
Jan Klima
in el 3 de octubre, lo que supuso que la República Democrática Alemana
fuera el primer país del bloque oriental en unirse a la Unión Europea40.
La transición aconteció como consecuencia de la presión de la sociedad, pero con inluencias importantes desde fuera: el consentimiento de
Gorbachov de que Alemania se reuniicará evitó un conlicto internacional y la unión monetaria con la Alemania Federal, extremamente ventajosa, atrajo a la población de la República Democrática Alemana.
Checoslovaquia: el terciopelo pactado
Durante la década de los ochenta, la situación económica era bastante favorable para la transición; la oposición política se limitaba alrededor del
grupo La Carta 77 (Václav Havel). El debilitamiento de la tensión política
hizo posible expresar el descontento con el nuevo secretario general del
Comité Central del KSČ, Miloš Jakeš (1987–1989). En marzo de 1988, estallaron manifestaciones en Bratislava, capital de Eslovaquia, por la libertad de religión. En espera de reformas semejantes a la perestroika rusa, se
organizó la semana de Jan Palach41 entre el 15 y el 20 de enero de 1989. Varias peticiones demandaban democratización y multipartidismo. La gran
manifestación de estudiantes que se llevó a cabo durante el quincuagésimo aniversario del cierre de las universidades checas el 17 de noviembre
de 1989 acabó con la intervención de la policía. La población respondió
con huelgas, el 19 de noviembre de 1989 se formó el Foro Cívico como un
agrupamiento de las fuerzas de oposición. El régimen se vio obligado a
garantizar la prensa libre el 20 de noviembre de 1989. Durante las incesantes manifestaciones en masa, se iniciaron el 21 de noviembre de 1989 las
negociaciones entre la oposición y el Gobierno, que llevaron a la amnistía
de los presos políticos. La huelga general del 27 de noviembre de 1989
aceleró la decisión: el 3 de diciembre de 1989 se formó el nuevo Gobierno con los primeros no comunistas, y el 4 de diciembre 1989 se abrieron
las fronteras con la Alemania Federal y Austria. El paso más importante
hacia el cambio de régimen lo hizo el Gobierno de la transición a través
del primer ministro comunista Marián Čalfa a partir del 10 de diciembre
de 1989. El 29 de diciembre de 1989, Havel fue elegido presidente de la
40 Escritas con una admiración especial por la República Democrática Alemana, véanse:
Sebetsyan, V.: Revolution 1989: the fall of the Soviet Empire, Nueva York: Pantheon Books,
2009; y Simpson, J.: Despatches from the barricades: an eye-witness of the Revolution that
shook the world, 1989-1990, Londres: Hutchinson, 1990.
41 Pasaron 20 años desde que el joven estudiante Jan Palach se quemó vivo en Praga para dar
a conocer su desacuerdo con la ocupación soviética.
146
Procesos de transición en la Europa del Este
(todavía) República Socialista de Checoslovaquia. En las elecciones libres
celebradas en junio de 1990, el Foro Cívico obtuvo la victoria con el 51 %
de los votos, mientras que el KSČ obtuvo solamente el 13 % de los votos.
Según Stepan, la transición checoslovaca (llamada la Revolución de
Terciopelo por su carácter pacíico) fue el resultado del pacto entre partidos políticos42. Una de las condiciones más importantes para llevar a cabo
la transición checoslovaca fue la falta de apoyo del KSČ por parte de la
Unión Soviética43.
El efecto dominó: Bulgaria, Rumanía y Albania
En la República Popular de Bulgaria, Zhivkov fue depuesto el 10 de noviembre de 1989 e inculpado de corrupción. Petar Mladenov transformó
al Partido Comunista en el Partido Socialista44. En las elecciones en junio
de 1990, los socialistas obtuvieron 211 escaños de los 400 posibles contra la oposición, representada por la Unión de las Fuerzas Democráticas
(UFD). De acuerdo con la nueva Constitución de 1991, se llevaron a cabo
nuevas elecciones en 1991, donde la UFD obtuvo 110 escaños, mientras
que los socialistas, 106. En enero de 1992, la elección de Zheliu Zhelev
(UFD) para el cargo del presidente de la República de Bulgaria conirmó
la transición vacilante, forzada por la situación internacional45.
Debido a que la República Socialista de Rumanía había adoptado una
política de austeridad, su población vivía sumida en la pobreza. Aún en
noviembre de 1989, cuando estaban teniendo lugar ya revoluciones en
otros países del bloque soviético, el Partido Comunista organizó su XIV
congreso con la pompa habitual con la que solía celebrarlos. No obstante,
el 16 de diciembre de 1989 se iniciaron las manifestaciones en Timişoara
42 Entre las múltiples obras checas sobre la transición checoslovaca se recomienda, por
ejemplo, Pithart, P.: Devětaosmdesátý. Vzpomínky a přemýšlení: krédo (El ochenta y nueve.
Recuerdos y relexión: credo), Praga: Academia, 2009.
43 Los autores que describieron las transiciones regionales tomaron como foco la Europa
central: Ash, T. G.: We the people: the Revolution of ‘89 witnessed in Warsaw, Budapest, Berlin
and Prague, Cambridge: Granta Books, 1990; y Echikson, W.: Lighting the night: revolution in
Eastern Europe, Londres: Pan, 1990.
44 Se ofrece un cuadro sinóptico en Pundeff, M.: «Bulgaria», en J. Held (ed.).: he Columbia history of Eastern Europe in the 20th century, Nueva York: Columbia University Press,
1992.
45 Bell, J. D. (ed.): Bulgaria in transition: politics, economics, society and culture ater communism [versión en línea], 1998.
147
Jan Klima
con el objetivo de defender a la minoría húngara. Pese a esto, Ceauşescu se
sentía tan seguro que se fue a Irán para realizar un viaje planiicado. Tras el
estallido de varias huelgas, el 22 de diciembre de 1989 el ejército se puso de
parte de los manifestantes. El 23 de diciembre de 1989, el Frente de Salvación Nacional consumó el golpe de Estado y arrestó y ejecutó a Ceauşescu
y a su esposa inmediatamente. Los disturbios y las conmociones provocaron 1 104 muertos. En 1991, se proclamó la nueva Constitución de la República de Rumanía, en la que Ion Iliescu fue elegido presidente46. Según
Stepan, la transición rumana fue una revuelta violenta organizada.
La República Popular de Albania suspendió contactos con la China
amiga en 1978. Su líder comunista durante muchos años, Hoxha, murió
en 1985 en plena isolación del país. Su sucesor, Ramiz Alia, llevó a cabo
una serie de reformas imperfectas. En 1990, el Partido de Trabajo de Albania aceptó a los candidatos independientes para las siguientes elecciones.
En las manifestaciones del 9 de diciembre de 1990, la población exigió
reformas y progreso. Como fuerza de oposición, se fundó el Partido Democrático, pero no tuvo una gran repercusión. La nueva Constitución de
1991 formó parte de unas reformas que culminaron en la privatización de
la economía y en la convocatoria de elecciones multipartidistas ese mismo
año. Tras el triunfo del Partido Socialista de Albania (refundación del antiguo Partido de Trabajo de Albania —PPSH—), Alia fue elegido presidente
de la República, pero dimitió en 1992 después de una huelga general. Sin
una cultura política adecuada a las necesidades de democracia y a causa de
su atraso, Albania ha quedó reducida a la pobreza, a la anarquía y al caos47.
Consecuencias: transformación lastimosa
En los países de la Europa central y la Europa del Este, la transición produjo efectos positivos en cuanto a la garantía de libertades cívicas y religiosas,
es decir, garantizó la plena libertad económica y de empresa; la libertad de
propiedad; la libertad de pensamiento y opinión, y de palabra y expresión;
la libertad de asociación y reunión (inclusive para los partidos políticos y
grupos extremistas); la libertad de imprenta; la libertad de viajar (después
46 Puede leerse un thriller político relativo a la historia de este país en Moscovici, C.: Velvet
totalitarianism: post-stalinist Romania, Nueva York: University Press of America, 2009.
47 Krasniqi, A.: Fundi i Siberisë Shqiptare (Fin de la Siberia albanesa), Tirana: Albin, 1997.
148
Procesos de transición en la Europa del Este
de haber pactado la convertibilidad de los sistemas monetarios) y emigrar;
la libertad de cultos; y el comercio libre48.
Este cambio brusco, que afectó a todos los sectores de la vida social,
produjo también acentuados efectos negativos: la privatización «salvaje»
de los bienes estatales provocó el pillaje de bienes públicos y el desmoronamiento de las cooperativas agrícolas, lo que empobreció la aldea. El
resultado inmediato de los cambios económicos fueron 170 millones de
personas bajo el umbral de pobreza en los países del bloque exsoviético. El in de las garantías sociales produjo el desempleo y la necesidad de
pagar la asistencia médica y los medicamentos, y elevó la criminalidad,
lo que provocó que muchas personas sin albergue acabaran sumidas en
la más absoluta pobreza, y otras sucumbieron a la amenaza de embargos
de propiedad. Como un efecto inquietante, surgieron grandes diferencias
entre los estratos sociales. Nuevas maias económico-políticas impusieron
la práctica de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.
En el plano político internacional se mostró la inestabilidad política
y las «pequeñas guerras» causadas por una explosión del nacionalismo
intolerante. Fue alarmante y trágica la guerra entre Armenia y Azerbaiyán
(1988–1994) para dominar Nagorno Karabaj (territorio en Azerbaiyán
con población armenia) y cuyas consecuencias fueron 20 000 víctimas y
800 000 refugiados. La región caucásica entró en una crisis permanente
(Chechenia, Georgia, Abjasia y Osetia del Sur). Asimismo, la Revolución
Cantada en Estonia, Letonia y Lituania no transcurrió sin víctimas: el 13
de enero de 1991, los paracaidistas rusos asesinaron a 14 manifestantes
lituanos. Las guerras civiles continuaron en el espacio exsoviético de Asia
central, por ejemplo, en Tayikistán en 199249.
Divide et impera: la Unión Soviética, Checoslovaquia y Yugoslavia
Entre 1988 y 1991, la Unión Soviética dejó de existir, pero sus 15 países
sucesores, con fronteras artiiciales y una población mixta, perdieron los
lazos económicos antiguos y evolucionaron de forma diferente, muchas
veces bajo gobiernos autoritarios o sultanistas (Asia central).
48 Casi exclusivamente tratan los efectos positivos de la transición autores occidentales
como Bideleux, R. y Jeffries, I.: A history of Eastern Europe: crisis and change (segunda
edición), Oxford: Taylor and Francis, 2007.
49 Estos conlictos estaban relacionados con la decomposición de la Unión Soviética. Véase, por ejemplo, Medvedev, R.: La Rusia post-soviética, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica,
2004.
149
Jan Klima
Checoslovaquia se dividió por medio de las manifestaciones de los
eslovacos en Bratislava y de la decisión de los dos primeros ministros, sin
plebiscito, el 1 de diciembre de 1993 con graves consecuencias geopolíticas: en la República Checa creció la inluencia alemana y en la República
Eslovaca, la húngara50.
En Yugoslavia, una federación de seis repúblicas, la proclamación de
la independencia de Eslovenia y Croacia causó la guerra entre la federación y Eslovenia en 1991, y entre la Federación (Serbia como parte interesada) y Croacia entre 1991 y 1995. La independencia de Macedonia en
1991 causó la máxima indignación de Grecia a causa de la denominación
del Estado (en la ONU, Macedonia tuvo que llevar el nombre abreviado
de FYROM —Former Yugoslav Republic of Macedonia—) y tensiones con
Albania, puesto que Macedonia tenía una minoría albanesa. El reconocimiento internacional de Bosnia y Herzegovina en 1992 provocó la guerra
más devastadora entre 1993 y 199551. Finalmente, la OTAN ayudó a libertar Kosovo mediante la guerra contra Serbia en 1999. Con la proclamación
de Montenegro independiente en 2006 se terminó la «tercera Yugoslavia».
Después de una destrucción enorme, purgas étnicas, migración, un
nacionalismo hostil, una economía exhausta y la inestabilidad permanente, la mayor parte de la región de la anterior Yugoslavia pasó a ser la parte
más damniicada de los Balcanes52.
La devaluación de la democracia generalizada
En la década de los noventa, el proceso de las transiciones políticas llegó a
su in. Este mismo proceso se inició en Portugal (1974–1975) y en España
(1975–1981), lo que produjo —además de libertades civiles— la modernización y el progreso económico y político. A inales de la década de los
ochenta, se terminaron los regímenes militares de derecha en América Latina (Argentina en 1983, Haití en 1984, Uruguay en 1984, Brasil en 1985,
Paraguay en 1989 y Chile en 1989). Las transiciones en la Europa central
y la Europa del Este cubrieron el periodo entre 1989 y 1991. Bajo la pre50 Su repercusión se analiza en Krejčí, O.: Český národní zájem a geopolitika (El interés
nacional checo y la geopolítica), Praga: Universe, 1993.
51 Hladký, L.: Bosna a Hercegovina. Historie nešťastné země (Bosnia y Herzegovina. Historia
de un país desgraciado), Brno: Doplněk, 1996.
52 Parece injusto explicar el colapso yugoslavo por causas internas, como escribe Finlan, A.:
he collapse of Yugoslavia 1991-1999, Oxford: Osprey, 2004.
150
Procesos de transición en la Europa del Este
sión de la comunidad internacional, se acabaron las inluencias bipolares
en África, lo que supuso que se formaran nuevas democracias africanas
transformadas de los regímenes izquierdistas (Cabo Verde entre 1990 y
1991, Guinea-Bisáu en 1991 y Mali en 1992), derechistas (Costa de Maril en 1990), dictatoriales (Guinea Ecuatorial en 1991 y Togo en 1992) o
militares (Burkina Faso en 1991, Mauritania entre 1991 y 1992 y Ghana
en 1992). En diferentes países, el sistema multipartidista se aceptó para
ocultar regímenes autoritarios o dictatoriales so capa de la democracia
fantoche53.
Mientras en 1970 había 45 países con un sistema democrático electoral en el mundo entero, en 2010 el número de países con una democracia
representativa fue 115. Muchas veces, la democracia adoptada como el
sistema obligatorio de la época pasó a ser más una tecnología del poder
que el sistema provechoso para la mayoría de la población. Con la creciente inluencia de las corporaciones supranacionales, las integraciones
regionales e internacionales y las maias regionales, el Estado democrático
va debilitándose y el sistema democrático sufre una devaluación causada
por su globalización.
Embrollo internacional actual
En 1989, Fukuyama vislumbró he end of history? (la victoria mundial de
la democracia). Consumadas las transiciones, el sistema democrático ha
triunfado. No obstante, en el nuevo siglo xxi, el Occidente democrático
(Europa y América del Norte) está retrocediendo. Los indicios relevantes
de la decadencia y la crisis van creciendo.
En 2000, Occidente controlaba el 75 % de los recursos mundiales,
mientras que en 2014, solo el 50 %.
La guerra en Irak en 2003 acabó con el sistema de la seguridad colectiva garantizado por la ONU.
La crisis inanciera iniciada entre 2007 y 2008 ha renovado la tensión,
la militarización y las guerras.
La Primavera Árabe de 2011 ha producido un cinturón de amenaza,
lo que hace peligrar la Europa del sur, con una inmigración incontrolable,
y la Europa del Este, con guerras y alborotos (Yugoslavia y Ucrania).
53 Gedlu, M.: Subsaharská Afrika – problémy demokracie, nacionalismu a mezinárodních
vztahů (África subsahariana – problemas de democracia, nacionalismo y relaciones internacionales), Praga: Ústav mezinárodních vztahů, 1998.
151
Jan Klima
En 2013, 85 individuos eran propietarios de los mismos bienes que
posee la mitad de la humanidad.
En 2014, el 25 % de los jóvenes —no estudiantes— en la Unión Europea, hasta los 25 años de edad, no tenían trabajo.
En estas circunstancias, el sistema democrático exige reformas para
no perder su valor e importancia.
La República Checa 25 años después de la transición
Todas las libertades cívicas están garantizadas y se respetan, siendo, muchas veces, abusadas por diferentes grupos y minorías. Los partidos políticos con una ideología tradicional se han agotado y han surgido nuevos
movimientos «salvadores». De 10,3 millones de habitantes, 630 000 no
tienen trabajo y un millón vive bajo el umbral de la pobreza. Este país
económicamente activo (Baťa, Škoda) se transformó en un país económicamente dependiente: el trabajo lo ofrecen fábricas y almacenes, el sector
agrícola ha quedado limitado por la concurrencia extranjera y faltan subsidios.
Mientras las entradas inancieras desde la Unión Europea suman alrededor de 30 000 millones de euros anuales, los dividendos y lucros de las
compañías extranjeras que abandonan el país se elevan a los 300 000 millones de euros aproximadamente.
El Estado de derecho no funciona plenamente. El presidente del Tribunal Supremo Administrativo, Josef Baxa, dijo en febrero de 2014 lo siguiente: «El Estado no es capaz de adoptar normas de ley que el propio
Estado pueda aplicar, controlar y mantener en el uso diario». Por su parte,
el juez del Tribunal Supremo, Jan Sváček, declaró lo siguiente: «Los delincuentes tienen más derechos que sus víctimas»54.
Conclusión: ¿Estamos yendo hacia nuevas transiciones?
El mundo de hoy está en un proceso de cambio fundamental. El modelo
occidental se está agotando política y económicamente, y están apareciendo nuevas potencias (BRICS). Al lado de la democracia representativa,
surgen nuevos modelos como la meritocracia china o el Estado religioso
islámico.
54 Extractos del diario Právo, febrero de 2014. Debe tenerse en mente la cita de san Agustín:
«Remota iustitia quid sunt regna nisi magna latrocinia?».
152
Procesos de transición en la Europa del Este
El proceso de transiciones desemboca en una extrema desigualdad
regional (norte contra sur) y social.
La democracia contemporánea basada en el provecho material no
tiende a la solución de las contradicciones urgentes. Así pues, ¿hay que
esperar un nuevo proceso de transiciones equipado de nuevas ideologías
y acompañado con una redistribución del poder?
153
LOS MILITARES EN LA REVOLUCIÓN Y EN LA TRANSICIÓN
A LA DEMOCRACIA EN PORTUGAL
Maria Inácia Rezola
Escuela Superior de Comunicación Social (ESCS-IPL) e Instituto de Historia
Contemporánea de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad
Nova de Lisboa (IHC-FCSH/UNL)
rezola@yahoo.com
Resumen
En la madrugada del día 25 de abril de 1974, un grupo de oiciales de las
Fuerzas Armadas portuguesas puso en marcha un golpe militar que, en
menos de 24 horas, depuso a la más antigua y larga dictadura europea
contemporánea.
La transición hacia la democracia en Portugal acabará revelándose
original, pero agitada. Mientras en otros países, como España, la transición se hizo de forma gradual y pactada, en Portugal se asistió a una ruptura del sistema y al desencadenamiento de un proceso revolucionario. La
deinición del nuevo régimen tuvo lugar en medio de tensiones y constantes luchas que condujeron al país al borde de una guerra civil. Por último,
debe señalarse la singularidad e importancia de la intervención de los militares en este proceso. De hecho, el papel determinante y protagonista de
la transición en Portugal fue desempeñado por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), una «metamorfosis de la institución militar», según
José Medeiros Ferreira1, creada con el objetivo de derribar al régimen, terminar con la guerra colonial y dirigir la transición a la democracia.
Palabras clave
Revolución de los Claveles, la transición a la democracia, Fuerzas Armadas, Portugal 1974-1975.
1 Medeiros Ferreira, J.: en J. Mattoso (dir.): Portugal em transe, história de Portugal, vol.
viii, Lisboa: Circulo de Leitores, 1993, p. 224.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 155–176.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Maria Inácia Rezola
Abstract
At dawn on 25 April 1974, a group of oicers in the Portuguese Armed
Forces launched a military coup that in less than 24 hours had deposed the
oldest and longest dictatorship in Europe at that time.
he transition to democracy in Portugal was distinct and frenetic.
Whereas in other countries such as Spain, the transition was gradual and
agreed by consensus, in Portugal it led the breakdown of the system and
unleashed a process of revolution. he consolidation of the new regime
came amid constant tensions and struggles that led the country to the brink
of civil war. Of particular note is the unique and important role played in
the process by the Armed Forces Movement (MFA), which José Medeiros
Ferreira describes as a “metamorphosis of the military institution” that
was formed with the objectives of overthrowing the dictatorship, ending
the colonial war and leading the transition to democracy.
Key words
Carnation revolution, transition to democracy, armed forces, Portugal
1974-1975.
Con asombro y expectación, el 25 de abril de 1974, en menos de 24 horas,
el mundo fue testigo del derrocamiento de la más antigua dictadura europea contemporánea.
El fusible para el golpe fue detonado por el propio régimen cuando, en
el verano de 1973, el ministro del Ejército facilitó el ingreso de los oiciales
de complemento en la escala activa mediante la frecuencia de un curso intensivo en la academia militar y alteró el tiempo de servicio de los oiciales
de milicias, que decidieron quedarse de forma permanente en el ejército.
El objetivo del ministro Horácio de Viana Sá Rebelo era solucionar la escasez de oiciales en África, pero sus medidas tuvieron un efecto explosivo. Algunos oiciales de carrera se sintieron heridos de gravedad y se
movilizaron y fundaron el Movimiento de los Capitanes. Fue una reacción
inevitable en un momento en el que existía una clara negación de Marcelo
Caetano a la hora de buscar una solución política a la guerra colonial y se
hacían más evidentes los signos de la crisis que la dictadura atravesaba.
Hacía mucho que el proceso de liberalización, iniciado por Caetano
en sus primeros años como presidente del Gobierno, había quedado en
156
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
punto muerto2. Enfrentándose a una grave agitación en los medios estudiantiles, minados por las nuevas organizaciones de la extrema izquierda y
por un vigoroso movimiento reivindicativo que se plasmó en una sucesión
de huelgas y movilizaciones en la industria y en los servicios, dirigidas
por los nuevos sindicatos, especialmente cuando se hicieron evidentes los
efectos de la crisis petrolera de 1973, el marcelismo se convirtió en una
auténtica olla a presión. Incapaz de conducir un proceso de reforma que
crease las condiciones necesarias para una transición gradual a la democracia, Caetano estaba fracasando como político, no tenía apoyos irmes
y estaba al borde del precipicio. Cuando el 16 de marzo de 1974 salió en
falso el Regimiento de Infantería de Caldas da Rainha, los días del régimen ya estaban contados.
A pesar de las muchas señales de que su inal era inminente, el colapso de la dictadura portuguesa fue repentino y paradójico. Parece ser que
al propio régimen le cogió por sorpresa al entregarse sin prácticamente
oponer resistencia, mientras que cientos de miles de personas salían a las
calles para saludar al golpe de Estado.
La hazaña de los jóvenes capitanes en abril trascendió de inmediato
las fronteras nacionales a un mundo dividido por la Guerra Fría. Después
de décadas de olvido o de desprecio, Portugal llenaba los titulares de la
prensa internacional. Los que se apresuraron a establecer un paralelismo
entre estos hechos y los que, un año antes, habían ocurrido en Chile rápidamente se dieron cuenta de su error. La singularidad de la Revolución
portuguesa hizo patente las limitaciones de los estudios hasta entonces
realizados sobre los procesos de cambio político y el Portugal revolucionario se convirtió en un laboratorio político.
40 años después del in de la dictadura portuguesa, el 25 de abril 1974
es un objeto histórico que continua suscitando un gran interés. Los estudios que desde entonces se han desarrollado tienden a hacer hincapié en
tres ideas. La primera es que el golpe militar del 25 de abril de 1974 inició la tercera ola de transiciones democráticas, que luego se extendió por
Grecia, España, América Latina e, incluso, a inales de los años ochenta,
por Europa del Este3. Después, se destaca el hecho de que en Portugal la
2 Véase Rosas, F. y Aires Oliveira, P.: A transição falhada. O marcelismo e o im do Estado
novo (1968–1974), Lisboa: Ed. Noticias, 2004; y Jiménez Redondo, J. C.: España y Portugal
en transición: los caminos a la democracia en la península ibérica, Madrid: Sílex, 2009.
3 Huntington, S. P.: he third wave: democratization in the late twentieth century, Norman:
University of Oklahoma Press, 1991.
157
Maria Inácia Rezola
democracia no se estableció por acuerdos de las élites, contrariamente a
lo sucedido, por ejemplo, en España. En Portugal, la deinición del nuevo
régimen se produjo en medio de tensiones y luchas que llevaron al país al
borde de una guerra civil. Se operó un colapso de la autoridad del Estado y la ruptura del sistema y la activación de un proceso revolucionario.
Finalmente, suele airmarse que la singularidad de esta época radica, en
gran medida, en la naturaleza de la intervención militar por obra de los
capitanes.
La idea más común es que los militares, cuando intervienen en la política, son más conservadores que el régimen que se proponen derribar y
rara vez emergen como agentes de cambio profundo4. Por ello, lo que pasó
en Portugal fue un caso extraño, aunque no único, en la historia del siglo
xx. Contrariamente a lo que suele ocurrir en estas circunstancias, los militares plantearon un proyecto político que ofrecía una dramática ruptura
con la dictadura y el inicio del proceso de democratización y descolonización. Fueron los militares, que se organizaron en torno al designado
Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), los que posibilitaron la celebración de las elecciones a la Asamblea Constituyente. Una parte de estos
militares fue la que aseguró la aplicación de los resultados de las elecciones
y la irma de un pacto constitucional fundamental para el establecimiento
de un régimen democrático en Portugal.
A pesar de estas evidencias, una de las cuestiones que todavía divide
a los estudiosos que se asoman a este periodo es la del peso relativo de los
diferentes agentes del cambio.
Según algunos autores, como José Medeiros Ferreira o Josep Sánchez
Cervelló5, el liderazgo del proceso correspondió a los militares. Destacando, desde luego, el papel de las Fuerzas Armadas en el derribo de la
dictadura, estos historiadores demuestran cómo a lo largo de los meses
que duró la Revolución lusa los militares mantuvieron siempre el control
4 Sobre este tema véanse diferentes preceptivas: Huntington, S. P.: he soldier and the State: the theory and politics of civil-military relations, Cambridge: Belknap Press of Harvard
University Press, 1957; Finer, S. E.: he man on horseback: the role of the military in politics
(tercera edición), Nuevo Brunswick: Transaction, 2004; y Stepan, A.: Rethinking military
politics. Brazil and the Southern Cone, Princeton: Princeton University Press, 1988.
5 De entre la numerosa obra publicada por estos autores, véase Medeiros Ferreira, J.: Ensaio histórico sobre a Revolução do 25 de abril. O periodo pré-constitucional, Lisboa: INCM,
1983; y Sánchez Cervelló, J.: A Revolução Portuguesa e a sua inluência na transição espanhola (1961–1976): Lisboa, Assírio & Alvim, 1993.
158
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
y condujeron al país hasta la aprobación de la nueva Constitución (abril
de 1976).
Según Medeiros Ferreira, pionero de los estudios académicos sobre la
transición portuguesa, fueron las Fuerzas Armadas quienes «pilotaron el
tránsito entre el golpe de Estado del 25 de abril y el periodo constitucional
mediante varias formas de intervención». A pesar de subrayar la preocupación constante de los militares por mantener el apoyo de la población y
de reconocer la importancia de los partidos políticos en todo este proceso,
Medeiros Ferreira hace hincapié en que «el pensamiento estratégico de la
Revolución» perteneció a la institución militar6.
Sánchez Cervelló comparte la idea de que el MFA fue protagonista
y propulsor del cambio, puesto que el proceso revolucionario «abrió las
puertas a la hegemonía militar en la sociedad que tanto las Fuerzas Armadas como los sectores civiles buscaban». Según este historiador:
[…] es tan obvio el control militar de la sociedad que ninguno de los tres
poderes en que se asienta el Estado democrático se vio libre de la injerencia
castrense y, aunque no se pueda hablar de un programa militar para la conducción del país, pero sí de varios programas, todas las facciones y grupos de
las Fuerzas Armadas habían asumido su papel hegemónico en la conducción
del proceso, y esto es tan evidente que todos los cambios y virajes producidos durante el proceso revolucionario en curso tuvieron como telón de fondo
movimientos militares.
En su opinión, «las fuerzas políticas apenas actuaron como referentes,
a menudo sin capacidad de modiicar el sentido y el ritmo de las alteraciones que los responsables castrenses deseaban»7.
Posición distinta es la de los que, sin negar la importancia de los militares o de las fuerzas sociales, hacen hincapié en el papel desempeñado
por las élites políticas y, en concreto, por los partidos políticos. Según António Reis, «teniendo aparentemente como actores principales a los militares», la Revolución portuguesa fue decisivamente condicionada «por las
posiciones de los diferentes partidos políticos y por los apoyos populares
que cada uno de ellos se había granjeado». Este autor otorga especial importancia al momento en el que, realizadas las elecciones a la Asamblea
Constituyente (25 de abril de 1975), los partidos políticos, y en particular
el vencedor, el Partido Socialista (PS), asumieron «un nuevo protagonis6 Medeiros Ferreira, J.: op. cit., pp. 212, 211 y 214.
7 Sánchez Cervelló, J.: op. cit., pp. 430-431.
159
Maria Inácia Rezola
mo en la escena política, que llevará a cuestionar el “liderazgo militar”
hasta entonces en ascenso»8.
Fuera del ámbito estrictamente historiográico, algunos autores destacan el papel de las masas populares: sus manifestaciones callejeras y acciones colectivas. Según el sociólogo Boaventura de Sousa Santos, precursor
de esta corriente interpretativa:
[…] el movimiento popular creado o desencadenado después del 25 de abril
constituyó una de las características más especíicas de la Revolución portuguesa y, aun teniendo en cuenta todas las diferencias relevantes […], la riqueza del movimiento popular no puede ser reducida a estrategias partidistas o,
incluso, a la decisión del MFA, en un momento dado, de promover o aceptar
los términos de la «alianza pueblo-MFA»9.
Además, añade este académico, debe tenerse en cuenta que la relación
entre las Fuerzas Armadas y la sociedad fue «una relación revolucionaria:
las clases populares participan colectivamente en la mejora de sus condiciones de vida, y al hacerlo al lado de las fuerzas político-militares actúan
contra las antiguas clases dominantes»10.
Las obras de estos autores inauguraron tres grandes corrientes historiográicas ampliamente consideradas y seguidas. El debate que comenzaron permite concluir que, independientemente de la tesis adoptada,
cualquier lectura de la Revolución portuguesa debe tener en cuenta todas
las partes interesadas y, en especial, la forma en la que interactúan entre
sí a lo largo de los diferentes momentos y etapas de la Revolución. Porque
si la emergencia de un nuevo sistema de partidos y la revitalización de la
sociedad civil fueron aspectos importantes de la Revolución portuguesa,
su intervención no puede disociarse de la aparición del MFA como actor
político en sus distintas manifestaciones.
8 Ibidem, p. 31. Del autor véase también: Reis, A.: «A Revolução de 25 de abril de 1974, o
MFA e o processo de democratização», en A. Reis (dir.): Portugal Contemporâneo, vol. 6,
Lisboa, Publicações Alfa, 1992, pp. 13–62.
9 De Sousa Santos, B.: «A crise do Estado e a aliança Povo/MFA em 1974-1975», en VV.
AA.: Seminário 25 de abril 10 anos depois, Lisboa: Associação 25 de Abril, 1984, p. 46.
10 De Sousa Santos, B.: O Estado e a sociedade em Portugal (1974-1988) (tercera edición),
Oporto: Ed. Afrontamento, 1998, p. 64.
160
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
El estudio que se ha desarrollado sobre el Consejo de la Revolución11,
como consecuencia de la apertura pública de sus archivos en 1999, ha permitido que se aporten nuevos datos a esta polémica. A continuación, se
pretenden presentar los resultados de esta investigación, simpliicados en
ocho ideas clave que no solo señalarán la importancia de los militares en la
Revolución portuguesa, sino también sus diferentes formas de organización y sus complejas relaciones con el resto de protagonistas del proceso.
1. El 25 de abril de 1974 fue un movimiento estrictamente militar
de oiciales de grado medio (capitanes), organizados en torno al MFA,
sin la interferencia de los partidos u organizaciones políticas
Salvo raras excepciones, como era el caso de Vasco Gonçalves12 o Ernesto
Melo Antunes —este último conocido por su oposición a la dictadura—,
los oiciales subalternos y los capitanes que estuvieron en la base de la
organización del MFA no tenían antecedentes conspirativos o conexiones
político-partidarias.
El proceso de formación y desarrollo del MFA es probablemente uno
de los aspectos más conocidos de la historia de la Revolución portuguesa13. Designado en aquel momento como Movimiento de los Capitanes, el
MFA nació formalmente el 9 de septiembre en Alcáçovas (Évora) en un
mitin que tenía por objetivo preparar la contestación a dos decretos: el
353, del 13 de julio de 1973, y el 409, del 20 de agosto de 1973. Al publi11 Organización política militar, creada a raíz del 11 de marzo de 1975, que releja la institucionalización del MFA. Durante un año (de abril 1975 a abril 1976) fue el máximo órgano
de la estructura de poder, jugando, a partir de entonces y hasta su disolución en 1982, un
papel mucho menos inluente entre los órganos de soberanía. Véase Inácia Rezola, M.: Os
militares na Revolução de Abril. O Conselho da Revolução e a transição para a democracia em
Portugal (1974–1976), Lisboa: Campo da Comunicação, 2006.
12 Fue un militar del Ejército portugués que integró el Movimiento de los Capitanes en
diciembre de 1973 y formó parte del Comité de Redacción del Programa del MFA. Después
del 25 de abril de 1974, integró la Comisión Coordinadora del MFA y del Consejo de Estado.
Fue primer ministro de cuatro de los seis gobiernos provisionales del periodo revolucionario
(segundo, tercero, cuarto y quinto) y se considera que perteneció al grupo militar afecto al
Partido Comunista (PCP). Alejado del poder a inales del verano 1975, terminó por perder
toda su inluencia tras los acontecimientos del 25 de noviembre 1975.
13 Una de las interpretaciones más completas e originales del proceso es la de Medeiros
Ferreira, según el cual el MFA fue una metamorfosis de la institución militar para insubordinarse y derribar el régimen dictatorial y para dirigir el complejo y convulso periodo de la
Revolución. Véase Medeiros Ferreira, J.: en J. Mattoso (dir.): Portugal em transe, história
de Portugal, vol. viii, Lisboa: Circulo de Leitores, 1993.
161
Maria Inácia Rezola
carlos, el ministro del Ejército se proponía suplir la escasez de candidatos
en la academia militar y solucionar el problema de la falta de oiciales en
la guerra colonial. Sin embargo, en la práctica supuso el inicio de la conspiración contra el régimen.
El complot, que involucró alrededor de 300 oiciales, se desarrolló en
menos de un año y atravesó varias etapas. La fase corporativa fue muy
breve y pronto se avanzó hacia una organización con motivaciones políticas. Generales como Francisco da Costa Gomes14 o António de Spínola15
fueron los primeros en darse cuenta de que la guerra no tenía una solución
militar, pero fueron los capitanes los primeros en llegar a la conclusión de
que era necesario derrocar el Gobierno de Caetano para poder dar una
solución política a esa guerra.
2. No estaba previsto que el MFA se convirtiera en un agente político
y fue su pulso con Spínola lo que lo propició
Desde principios de 1974 se hace evidente que el objetivo de los capitanes
era terminar con la dictadura e iniciar un periodo de transición que permitiera crear las condiciones necesarias para la descolonización y la democratización. La necesidad de garantizar la realización de estos objetivos
los llevó a dotarse de un programa político mínimo (Programa do MFA).
14 Oicial del Ejército portugués, Francisco da Costa Gomes (1915–2001) tuvo una brillante carrera militar. Estuvo destinado al Cuartel General del Comando Supremo Aliado del
Atlántico Norte (SACLANT) en 1945-1946 y participó en varias reuniones internacionales
que llevaron a la formación de la OTAN, organización con la que mantuvo contactos profesionales a lo largo de la década de los cincuenta. Nombrado subsecretario del Ejército en
1958, dimitió a raíz de su participación en la «abrilada» de 1961 (intento de golpe de Estado
patrocinado por el ministro de Defensa, el general Julio Botelho Moniz). Fue segundo comandante (1965–1967) y comandante (1967–1969) de la región militar de Mozambique y
ascendió al comando supremo de las Fuerzas Armadas portuguesas en septiembre de 1972.
El hecho de que permitiera la publicación del libro de António de Spínola, Portugal y el futuro, hizo que el 14 de marzo de 1974 renunciara a su cargo.
15 António Sebastião Ribeiro de Spínola (1910–1996) fue un oicial del Ejército portugués.
Cuenta con una brillante carrera militar, puesto que sirvió en varias unidades del Ejército
y en la Guardia Nacional (GNR). En 1961, poco después del estallido de la guerra colonial, hizo un turno de servicio en el norte de Angola (1961–1963), donde se distinguió por
su valentía física. En 1968, fue nombrado comandante en jefe y gobernador de Guinea, un
puesto que lo catapultó en términos políticos. Regresó a la metrópolis el verano de 1973 y
se reincorporó como vicejefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas en enero
de 1974. A inales del mes de febrero de 1974, publicó el libro Portugal y el futuro, en el que
repudiaba la política colonial del régimen y criticaba la ausencia de una solución militar para
la guerra colonial.
162
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
Junto con el desmantelamiento de los órganos e instituciones del régimen
anterior, en él se estipulaba la amnistía para todos los presos políticos, la
restauración de las libertades básicas, el derecho de los pueblos a la libre
determinación y la convocación de una Asamblea Nacional Constituyente, elegida por sufragio universal, directo y secreto, en un plazo máximo
de 12 meses.
En el esquema constitucional provisional propuesto por este programa, se hizo patente la idea de una rápida normalización democrática, ya
que, a pesar de la presencia de una tutela militar —ejercida por una junta
nombrada por el MFA, cuyo presidente había sido previamente elegido—,
se abogó por el establecimiento inmediato de un Gobierno provisional
civil. No se le asignó ningún cargo o posición al MFA16.
Cualquier cambio de régimen implica, sin embargo, riesgos para sus
promotores. A pesar de todas las medidas adoptadas, el MFA no logró
crear las condiciones óptimas para asegurar una transición sin problemas,
en particular debido a una sucesión de factores imprevistos que alteraron drásticamente su plan original. Entre estos cabe destacar la dimensión
inesperada de la movilización social observada el mismo día 25 de abril
(elemento central en la transformación de un golpe de Estado en una revolución), la ruptura de la cadena tradicional de mando de las Fuerzas
Armadas y, por último, la posición adoptada por Spínola.
De hecho, quien aparece en las pantallas de televisión para presentar
a la Junta de Salvación Nacional (JSN) la noche del 25 de abril es Spínola y
no Costa Gomes, como los capitanes habían previsto por ser bastante más
próximo a sus ideas y proyectos. Las diferencias entre Spínola y el MFA
eran evidentes en el debate que posteriormente se estableció en torno al
Programa del MFA. Este hecho fue crucial a la hora de que el MFA decidiera organizarse como agente político en lugar de regresar a los cuarteles
como había planeado.
Así, la primera fase de la Revolución (entre mayo y septiembre de
1974) estuvo dominada por un constante pulso entre Spínola y los autores del golpe de Estado; tenían diferentes perspectivas sobre el problema
colonial y la transición. Partidario de una solución federal vía referéndum
para el problema colonial y de una transición política «musculada», de
cuño presidencialista, Spínola pretendía adueñarse de la situación y ani16 El Programa del MFA establecía que hasta la entrada en vigor de la nueva Constitución,
el poder político estaría repartido entre el presidente de la República, la Junta de Salvación
Nacional, el Consejo de Estado, el Gobierno provisional y los tribunales.
163
Maria Inácia Rezola
quilar el MFA. Su posición era inicialmente muy cómoda, puesto que era
el presidente de la JSN, organismo cuya competencia era velar por el cumplimiento del Programa del MFA y de las leyes constitucionales. Como
consecuencia de este cargo que ocupaba en la JSN, Spínola tomó posesión
de la presidencia de la República el 15 de mayo. Cuando se formó el primer Gobierno provisional (un Gobierno pluripartidista que integraba a
representantes de las principales fuerzas políticas, que por entonces comenzaban a salir de la clandestinidad o a constituirse), Spínola consiguió,
además, que se nombrara primer ministro a un hombre de su conianza,
Adelino da Palma Carlos.
La ventaja obtenida en los primeros momentos convenció a Spínola
de que había conseguido sus objetivos propuestos. Sin embargo, a partir
de inales de junio, la correlación de fuerzas empezó a invertirse a favor
del MFA, que le impuso a Spínola la Ley n.º 7/74, que reconoce el derecho
de los pueblos a la autodeterminación e independencia. Progresivamente
aislado en el aparato militar y de Estado, Spínola hizo llamamientos desesperados a la movilización de los sectores de la derecha radical (la «mayoría
silenciosa»). Fracasados sus intentos, dimitió.
En todo este proceso, que culminó con el episodio del 28 de septiembre, cabe señalar el siguiente punto clave de este periodo:
3. La creación de centros de poder militar después del 25 de abril no
siguió una estrategia previamente meditada, sino que fue el resultado
de la práctica política cotidiana
La estructura constitucional provisional avanzada en el Programa del
MFA fue consagrada por la Ley 3/74, del 14 de mayo. Según esta ley, hasta
la aprobación de la nueva Constitución, además de la Asamblea Constituyente y de los tribunales, debían existir otros cuatro órganos de soberanía:
la Junta de Salvación Nacional17, el presidente de la República, el Consejo
de Estado y el Gobierno provisional.
El gran ausente era el MFA, a quien solo se le garantizaba una presencia en el Consejo de Estado, constituido por los miembros de la JSN, siete
17 Competía a la JSN lo siguiente: (1) velar por el cumplimiento del Programa del MFA y
de las leyes constitucionales; (2) elegir de entre sus miembros al presidente de la República,
al jefe y a los vicejefes del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, al jefe del Estado
Mayor de la Armada, del Ejército y de las Fuerzas Aéreas; y (3) designar, en caso de impedimento del presidente de la República, cuál de los miembros desempeñaría interinamente
sus funciones.
164
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
representantes de las Fuerzas Armadas y siete personalidades escogidas
por el presidente de la República. Conscientes de sus diferencias con Spínola, los capitanes reforzaron su organización e hicieron que reapareciera
la Comisión Coordinadora del Programa del MFA, con el pretexto de velar por el cumplimiento de su programa. Esta coordinadora de pronto se
transformó en un contrapoder que se oponía al avance de Spínola.
Con el apoyo del primer ministro Palma Carlos, Spínola intentó alterar la situación y subordinar al MFA. Con el pretexto del «clima de indisciplina social, el riesgo de una degradación a corto plazo de la vida económica», exigió un refuerzo de los poderes presidenciales y del Ejecutivo, así
como una consulta electoral para la presidencia de la República.
Fracasado este intento de «golpe de Estado constitucional», Palma
Carlos dimitió el 9 de julio de 1974. La entrada en funciones del segundo
Gobierno provisional, bajo la responsabilidad de un hombre de la Coordinadora del MFA, Vasco Gonçalves, no hizo otra cosa que complicar la
obvia proliferación de centros de poder.
A partir del verano de 1974, la atomización de los centros de poder
militar era, de hecho, evidente. Además de los órganos de soberanía deinidos por ley y de la Coordinadora del MFA, debe tenerse en consideración
el Comando Operativo del Continente (COPCON)18, un cuerpo militar ejecutivo, concebido como el brazo armado del MFA, con amplios poderes
de movilización (de unidades del Ejército y de las Fuerzas Especiales de
la Marina y Fuerza Aérea) para asegurar el orden público. Aunque estaba
formalmente bajo la dependencia del CEMGFA (jefe del Estado Mayor
General de las Fuerzas Armadas), actuaba con gran independencia, fuera
de las varas, y extrapolaba las funciones que en un principio le habían
sido asignadas. Dirigida por Otelo Saraiva de Carvalho, en el verano de
1975 participó en varias iniciativas de la legitimidad revolucionaria, lo que
propició que se crearan estrechos vínculos con organizaciones políticas
partidistas de poder popular. Asimismo, es imposible ignorar el papel de
la Quinta División de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (V División),
creada el mismo día en el que tomó posesión del cargo el segundo Gobierno provisional (el 18 de julio de 1974), en respuesta a la necesidad sentida
por la Coordinadora para llevar a cabo una «campaña de sensibilización
militar» para difundir y hacer propaganda de las ideas del MFA. Conquis18 El COPCON se creó el 8 de julio de 1974 por el Decreto Ley 310/74 «al hacerse necesario crear las condiciones necesarias para que las Fuerzas Armadas puedan garantizar el
cumplimiento de los objetivos de su programa, presentado a la nación el 25 de abril de 1974».
165
Maria Inácia Rezola
tando mucha visibilidad después del 28 de septiembre de 1974, la acción
de la V División se desarrolló principalmente a través de su periódico
(Movimento-Boletim do MFA) y de las campañas de promoción cultural
(campanhas de dinamização cultural). Finalmente, cabe mencionar al jefe
del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, Costa Gomes, que dispuso de un poder que, en rigor, trascendía el ámbito militar. Al principio,
aún podría haber dudas en cuanto a su posición. Sin embargo, la cobertura que dio a varias iniciativas del MFA hizo que, como consecuencia de los
acontecimientos del 28 de septiembre19, fuera elegido para reemplazar a
Spínola. Desde entonces, acumuló los cargos de presidente de la República
y de la CEMGFA, y se convirtió en uno de los más importantes centros de
poder político-militar. Aunque su papel no está completamente aclarado,
es ampliamente considerado como un elemento central en el complejo
equilibrio de poder de los años de la Revolución.
4. La instauración del Consejo de los Veinte, tras la renuncia
de Spínola, fue un primer paso para asegurar la posición del MFA
en el aparato estatal y clariicar los centros de poder
A inales de septiembre, Spínola dimitió y fue reemplazado por Costa Gomes, bastante más discreto y próximo a las ideas y los proyectos del MFA.
Algunos de los oiciales de conianza de Spínola abandonaron también
sus funciones, tanto en el Gobierno (como Mário Firmino Miguel y José
Eduardo Sanches Osório) como en la JSN y en la estructura militar (como
Silvino Silvério Marques, Diogo Neto y Carlos Galvão de Melo).
La Revolución inició una nueva etapa en la que, superada la cuestión
de la descolonización, otros problemas tenían prioridad, como la deinición de un nuevo modelo económico y social, tarea que se le delegó a un
equipo de trabajo dirigido por uno de los más destacados miembros de
MFA: Melo Antunes. Después, debían crearse las condiciones necesarias
para que se celebrasen las elecciones (preparar la ley electoral, actualizar
el censo electoral, etc.). Estas y otras cuestiones —como el establecimiento
por ley de una única central sindical— generaron intensas polémicas que
permiten que se vislumbre la constitución de los diferentes bloques que,
19 Fue un intento fracasado de algunos sectores conservadores y de extrema derecha, reunidos en torno a Spínola, de organizar en Lisboa una marcha de la «mayoría silenciosa» para
demonstrar su apoyo al general y su descontento frente al primer ministro Vasco Gonçalves
y a la Coordinadora del MFA, cuya disolución pedían.
166
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
en breve, especialmente en la tercera etapa de la Revolución (entre marzo
y noviembre de 1975), contenderán y actuarán como catalizadores de las
profundas luchas partidistas y sociales.
En esos momentos, una de las prioridades del MFA era garantizar su
posición en el aparato del Estado. El enfrentamiento con Spínola y la evidente fragilidad de las fuerzas políticas civiles dejó claro su urgencia. En
este contexto, nació el Consejo de los Veinte, un órgano de coordinación
y máxima supervisión de las actividades del MFA, que reunía a todos los
militares con responsabilidades políticas (miembros de la JSN, miembros
de la Coordinadora del MFA, los cincos ministros militares que pertenecían al MFA y el comandante adjunto del COPCON). El Consejo estuvo
desde el principio dominado por militares de la Coordinadora, y preestablecía una tendencia hacia el ejercicio colegial del poder militar. Esta
tendencia fue reforzada con la creación de la Asamblea de Delegados del
MFA (o Asamblea de los Doscientos), un órgano de carácter consultivo
donde estaban representados las tres ramas de las Fuerzas Armadas (Ejército, Armada y Fuerza Aérea).
Además de contribuir a vaciar la igura del presidente de la República
y la JSN, el Consejo de los Veinte también devaluó el componente civil del
Poder Ejecutivo al integrar a ministros que pertenecían al MFA. La creación del Consejo de los Veinte apuntaba hacia la institucionalización del
poder del MFA, pero todavía estaba por deinirse tanto su forma como la
amplitud de sus poderes en el futuro marco constitucional.
El debate sobre estas cuestiones involucró a militares y civiles, y tuvo
particular importancia a partir de los meses de octubre y noviembre de
1974. En consecuencia, en febrero de 1975, se iniciaron las conversaciones
entre el MFA y los partidos con vistas a concluir un pacto preconstitucional que garantizase el poder militar y su institucionalización.
5. Cuando se crea el Consejo de la Revolución se concibe como
un órgano supremo que consagra el poder militar, su liderazgo
y su subordinación del poder civil
La intentona de Spínola el 11 de marzo de 1975 precipitó la ya prevista
institucionalización del MFA. Durante aquella noche, que sería conocida
como la asamblea salvaje, se tomaron importantes resoluciones, como la
nacionalización de la banca y los seguros, el inicio de la reforma agraria y,
sobre todo, la creación de un nuevo organismo político-militar: el Consejo de la Revolución.
167
Maria Inácia Rezola
Heredero reforzado de Consejo de los Veinte, el Consejo de la Revolución ocupó una posición preeminente en la estructura del aparato del
Estado y detentó amplísimos poderes (ejecutivos, militares y de supervisión), algunos de los cuales los heredó de la Junta de Salvación Nacional
y del Consejo de Estado, órganos que desaparecieron en aquel momento.
La presencia del Consejo de la Revolución en la vida nacional y sus
poderes se reconocieron en la Plataforma de Acuerdo Constitucional irmado entre el MFA y los partidos políticos20 el 13 de abril de 1975. Esa
plataforma representaba la victoria de los que pretendían garantizar que
la futura Constitución no anulara las políticas revolucionarias y el poder
militar (o sea, que garantizará la Asamblea del MFA y el Consejo de la
Revolución como órganos de soberanía durante un periodo de transición,
de tres a cinco años).
Según este pacto, durante la transición, el presidente de la República
sería designado por un colegio electoral (con elementos de la Asamblea
del MFA y de la futura Asamblea Legislativa). La Asamblea del MFA iguraba entre los órganos de soberanía (con 240 miembros, en representación
de las tres ramas de las Fuerzas Armadas), siendo el máximo órgano de
poder el Consejo de la Revolución.
Este pacto reairmaba la garantía de que se realizarían rápidamente elecciones para la Asamblea Constituyente, pero dejaba claro que esas
elecciones apenas tenían ese objetivo y que como «eventuales modiicaciones a la composición del Gobierno» apenas competirían al presidente
de la República. Esta era la fórmula del MFA para impedir una inmediata
devaluación política de las elecciones y mantener el control del Gobierno
preconstitucional.
La idea fundamental de este nuevo periodo de la Revolución era la de
un régimen militar diferente, que no pretendía establecer una dictadura
militar, sino que los militares formaran parte activa, como protagonistas y
agentes del cambio. Para ello, se buscó traducir la uniicación de los centros de poder militar, al tiempo que el Consejo de la Revolución asumía
la misión de vanguardia y se convertía en el motor del proceso político.
20 El pacto fue irmado por el Partido Socialista (PS), el Partido Popular Democrático
(PPD), el Centro Democrático Social (CDS), el Partido Comunista Portugués (PCP), el
Movimiento Democrático Portugués/Comisión Democrática Electoral (MDP/CDE) y el
Frente Socialista Popular (FSP). Véase la Primera Plataforma de Acuerdo Constitucional en el siguiente enlace: <http://app.parlamento.pt/LivrosOnLine/Vozes_Constituinte/
med01100000j.html#conteudo>.
168
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
Deinido el papel del Consejo de la Revolución como el motor de la
Revolución, era urgente aclarar su proyecto político. Las nacionalizaciones y la reforma agraria apuntaban hacia una «vía de transición al socialismo». No obstante, ¿cuáles eran los parámetros de esa vía? ¿Cuál era el
papel de los partidos políticos y de los civiles en el proceso? La relevancia
de estas preguntas se hizo mayor en el momento en el que se celebraron las
elecciones para la Asamblea Constituyente el 25 de abril de 1975.
6. Las elecciones a la Asamblea Constituyente reforzaron el poder
de los partidos políticos y, especialmente, de los apologistas
de la legitimidad electoral
Las elecciones para la Asamblea Constituyente abrieron nuevas perspectivas a los apologistas de la vía electoral y de la democracia pluralista21.
El comportamiento de los partidos políticos cambió sustancialmente, lo
que causó la disipación progresiva de la imagen de una subordinación al
poder militar que había marcado los primeros meses de la Revolución.
Cada vez más, partidos como el Partido Socialista (PS) o el Partido Popular Demócrata (PPD) acentuaron su individualidad y demandaron un
lugar adecuado y activo en la vida política.
Los primeros indicios de este cambio de conducta se produjeron en
la primavera de 1975, en torno a los incidentes de las celebraciones del 1
de mayo o a la crisis del periódico República (caso República)22. Durante
todo el verano, esta tendencia se acentuó en incidentes cada vez más conlictivos, que casi llevan a una guerra civil, en la que se enfrentarían los
defensores de la vía electoral y los de la legitimidad revolucionaria. El país
21 El resultado de las elecciones del 25 de abril de 1975 fue el siguiente: PS, 37,87 %; PPD,
26,39 %; PCP, 12,46 %; CDS, 7,61 %; MDP/CDE, 4,14 %; y UDP, 0,79 %.
22 Fundado en 1911, el periódico República asumió desde el principio, y sobre todo durante
la dictadura de Salazar, una orientación hacia la izquierda moderada. La crisis del República
se inició el 19 de mayo 1975, cuando los tipógrafos acusaron al director del periódico (el
socialista Raúl Rego) de falta de imparcialidad y nombraron a un nuevo director de su conianza. La ocupación del periódico por elementos de la extrema izquierda, ante la tolerancia
del Consejo de la Revolución, provocó fuertes reacciones en el PS. Acusando al PCP de que
le convenía la acción en curso, los ministros socialistas suspendieron su participación en el
Consejo de Ministros. La reapertura posterior del periódico por el COPCON, sin la presencia de la Administración, sirvió de pretexto para que los socialistas abandonasen el cuarto
Gobierno provisional (10 de julio). Este caso rápidamente alcanzó grandes proporciones y
trascendió las fronteras nacionales.
169
Maria Inácia Rezola
se agitaba en manifestaciones y protestas, pautadas la mayoría de las veces
por la violencia.
En ese momento, la posición de los partidos políticos se fortaleció
considerablemente a consecuencia de las divisiones que, a su vez, se sucedían en el ámbito militar.
7. La necesidad de clariicar su proyecto político supuso la ruptura
de la cohesión del MFA y, en consecuencia, el debilitamiento
de su liderazgo
El Programa del MFA representó un pacto político con la JSN y con el
pueblo portugués. Sin embargo, se trataba de un proyecto de mínimos,
que solo establecía los límites del proceso. El progreso de la Revolución
requería más aclaraciones y deiniciones concretas sobre el camino que
debía seguirse. ¿Cuál era la vía socialista portuguesa?
Si las propuestas en el ámbito civil se multiplicaban, en el ámbito militar no había consenso.
En junio de 1975, el Consejo de la Revolución elaboró el Programa de
Acción Política (PAP) con el objetivo de que sustituyera el Programa del
MFA. Aunque era una propuesta lo suicientemente amplia como para poder abarcar todas las tendencias que se deinían en el Programa del MFA,
el acuerdo era frágil y no solucionaba todos los problemas en la deinición
de las competencias y áreas de responsabilidad de los distintos agentes de
la transición (MFA, partidos y pueblo). Por eso, pronto se obvió y esto dio
lugar a una verdadera «epidemia» de proyectos políticos que relejaban las
divisiones del MFA, pero también las alianzas que sus facciones habían
establecido con los distintos partidos políticos y con las organizaciones
populares.
Primero, estaban los defensores del modelo inspirado en el socialismo
de tipo soviético, que veían en la existencia de una vanguardia militar una
oportunidad única para la concreción de sus objetivos. Hasta mayo de
1975, este grupo, dominado por el primer ministro Vasco Gonçalves y con
fuertes lazos con el Partido Comunista Portugués (PCP), ostentó importantes posiciones (línea gonçalvista). Segundo, estaban los que pretendían
instituir un régimen democrático y pluralista a través de la realización de
elecciones a la Asamblea Constituyente (Grupo dos Nove23, también de23 El nombre del grupo parte del hecho de que se había constituido formalmente en torno a
un documento, publicado el 7 de agosto de 1975, que se había irmado por nueve consejeros
170
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
signados como moderados). Liderado por militares como Melo Antunes
y Vítor Alves, este grupo se consideró cercano al PS. Y tercero, Saraiva
de Carvalho, comandante del COPCON, encabezó un tercer grupo, con
un peril ideológico más difuso, formado por unidades militares revolucionarias con un gran poder bélico, que pretendían hacer una revolución
socialista que se autogestionaría con el apoyo de varias organizaciones de
la extrema izquierda (línea otelista o copconista).
El enfrentamiento entre estas tres corrientes dominó por completo
el verano de 1975 y representó un claro deterioro del poder militar. Esta
compleja trama acabaría, a principios de septiembre, con la victoria del
grupo «moderado». Cabe destacar esta victoria no puede separarse de lo
que estaba sucediendo en el ámbito civil.
De hecho, es imposible no tener en consideración la intervención
de los socialistas después de las elecciones a la Asamblea Constituyente
o ignorar el papel del frente civil, que dirigido por ellos, llenó las calles
y exigió un mayor respeto por la legitimidad electoral y la democracia
pluralista. La presión de la calle, asociada con el creciente descontento de
algunos sectores del MFA, fue decisiva para la caída de Vasco Gonçalves.
Fue entonces cuando se estableció una alianza informal entre los oiciales
moderados del Consejo de la Revolución y el Partido Socialista, que duró
hasta el inal de la Revolución.
8. A pesar de la creciente importancia de los partidos y de la debilidad
del poder militar a partir del verano 1975, el proceso político siguió
siendo impulsado por los militares hasta el 25 de noviembre, momento
que señala el inal del proceso revolucionario
El alejamiento del polémico primer ministro Vasco Gonçalves y la victoria
de los consejeros moderados (Grupo dos Nove) en septiembre de 1975 fue
un momento importante para aclarar la situación. Su triunfo representaba
la victoria de los que querían un régimen parlamentario de tipo occidental, de los partidarios de la vía electoral y de una concepción del MFA
como árbitro, y no como motor, de la Revolución.
de la Revolución: Vasco Lourenço, Franco Charais, Pedro Pezarat Correia, Rodrigo Sousa
e Castro, Ernesto Melo Antunes, Vítor Alves, Vítor Crespo, José da Costa Neves e José do
Canto e Castro. En él se abogaba por un proyecto de transición gradual hacia el socialismo,
acompañado de una democracia política pluralista, alejándose de los modelos socialistas de
Europa del Este.
171
Maria Inácia Rezola
Dominado por este grupo, el Consejo de la Revolución asumió un
nuevo carácter, puesto que se presentó como moderador del proceso político y, en respuesta a las demandas socialistas, posibilitó que el cuarto
Gobierno provisional relejara el resultado de las elecciones24.
El problema era que la victoria de la línea moderada fue parcial: los
militares moderados del MFA lograron dominar el Consejo de la Revolución y los principales centros de poder político y militar. Sin embargo,
no consiguieron dominar ni los cuarteles ni las calles, escenarios escogidos por la izquierda comunista y radical para actuar. En los meses de
septiembre, octubre y noviembre de 1975 se vivió un constante pulso y
provocaciones. Se vivía un clima de preguerra civil, en el que la trama de
relaciones entre militares y civiles se hacía cada vez más compleja hasta el
enfrentamiento inal.
Con el fracaso del golpe del 25 de noviembre de 1975, se inició una
nueva fase del proceso que posibilitaría la creación de las condiciones necesarias para el completo control del poder por parte de los civiles. La
dicotomía y el enfrentamiento entre la vía electoral y la vía revolucionaria,
entre el papel del MFA como árbitro o motor de la Revolución y entre la
defensa de la democracia parlamentaria o de otras formas de democracia
avanzada basista o dirigista, terminó. Aunque sus límites aún no están
claros, el 25 de noviembre signiicó la neutralización de los sectores radicales y fue la señal pública del triunfo de los militares que aceptaban los
resultados de las elecciones como fundadores del nuevo régimen. Además, se realizó un cambio completo de la correlación de fuerzas, civiles y
militares, lo que proporcionó la progresiva supremacía civil.
El proceso no fue pacíico. Los sectores militares moderados que ganaron el enfrentamiento se propusieron terminar con los radicalismos,
desmontar las estructuras revolucionarias y proporcionar el regreso de los
militares a sus funciones tradicionales. Sin embargo, seguían abogando
por que se conservase el Consejo de la Revolución y que se implementase
un «proyecto viable de izquierda» que garantizase la presencia de las Fuerzas Armadas en la vida política. La idea, presentada por Melo Antunes, fue
muy discutida y se rechazó, incluso por aquellos que, como los socialistas,
habían apoyado a los militares moderados en la lucha contra las tendencias radicales.
24 En el cuarto Gobierno provisional, cada partido recibió el número de ministerios correspondiente a su resultado electoral.
172
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
Las negociaciones de la revisión de la Plataforma de Acuerdo Constitucional fueron duras y dejaron patente la fuerza de los partidos en
aquellos momentos. Cada vez más empoderados y conscientes de su legitimidad electoral, el Partido Socialista (PS), el Partido Popular Demócrata
(PPD) y el Centro Democrático Social (CDS) cuestionaban abiertamente
la compatibilidad entre la democracia política y el poder militar. Los militares trataron de resistir en vano.
El 26 de febrero de 1976 se irmó la Segunda Plataforma de Acuerdo Constitucional (segundo pacto entre el MFA y los partidos25) que introducía cambios signiicativos en la organización del poder político. La
Asamblea del MFA fue eliminada del conjunto de órganos de soberanía.
El Consejo de la Revolución logró sobrevivir y detentar un razonable conjunto de poderes, aunque menores de los consignados en el primer pacto:
era el consejo del presidente de la República; aseguraba el cumplimiento de la Constitución y de la idelidad al espíritu del 25 de abril; y era el
órgano político y legislativo en materia militar. Sin embargo, muchas de
sus exigencias fueron rechazadas por los partidos políticos, sobre todo en
términos de poderes constituyentes.
La correlación de fuerzas se invirtió. La capacidad de intervención
política de las Fuerzas Armadas se redujo considerablemente y la organización del poder político fue atribuida a los partidos casi en exclusiva.
Sin embargo, hay un último e importante aspecto que debe tenerse en
consideración: las funciones y los poderes consignados al presidente de
la República.
El nuevo acuerdo introdujo el método de elección directa por escrutinio secreto y universal para el cargo de presidente de la República, aspecto
que reforzó el componente democrático y la disipación de la inluencia
militar en la vida política. No obstante, el presidente funcionaría en estrecha vinculación con el Consejo de la Revolución —primero, porque era su
presidente y después, porque el ejercicio de sus poderes más importantes
dependía de la consulta u opinión favorable del Consejo—.
El compromiso entonces asumido llevaba implícito la idea de que
el primer presidente sería un militar. De hecho, no fue una casualidad
que ese presidente fuera el general António Ramalho Eanes, el candidato
25 Véase la Segunda Plataforma de Acuerdo Constitucional en el siguiente enlace: <http://
app.parlamento.pt/LivrosOnLine/Vozes_Constituinte/med01120000j.html#conteudo>.
173
Maria Inácia Rezola
a presidente elegido por el Consejo de la Revolución y aceptado por los
principales partidos políticos.
El camino para la normalización democrática quedaba abierto, y se
consolidaría con la adopción de la nueva Constitución (el 2 de abril de
1976) y con las elecciones generales (el 25 de abril de 1976) y presidenciales (el 27 de junio de 1976). La fase de incertidumbre en cuanto a la naturaleza del régimen político terminó. Aunque el Consejo de la Revolución
no se extinguiese hasta 1982, la organización del poder político quedaba
en manos de los partidos.
174
Los militares en la Revolución y en la transición a la democracia en Portugal
Fuentes y bibliografía
Arquivo da Fundação Mário Soares, Lisboa (FMS).
Arquivo do Conselho da Revolução (AN/TT, CR).
Arquivo Histórico-Militar, Lisboa (AHM).
Arquivo Histórico do Centro de Documentação 25 de Abril, Coímbra.
Agüero, F.: Soldiers, civilians and democracy. Post-Franco Spain in
comparative perspective, Londres: he Johns Hopkins University
Press, 1995.
Araújo, A.: «A construção jurídica da democracia portuguesa: o II Pacto
MFA/Partidos. Entrevista com Miguel Galvão Teles», Sub Judice, enero-junio de 2005, pp. 9–23.
Bermeo, N. G.: he revolution within the revolution: Workers’ control in
rural Portugal, Princeton: Princeton University Press, 1986.
Bruneau, T.: «Portugal’s unexpected transition», en K. Maxwell y M. H.
Haltzel (eds.): Portugal: Ancient country, young democracy, Washington: the Woodrow Wilson Center Press, 1989.
De Carvalho, O. S.: Alvorada em Abril, vol. 2, Lisboa: Publicações Alfa,
1991.
De Sousa Santos, B.: O Estado e a Sociedade em Portugal (1974–1988)
(tercera edición), Oporto: Ed. Afrontamento, 1998.
Durán Muñoz, R.: Acciones colectivas y transiciones a la democracia. España y Portugal, 1974–1977, Madrid: Instituto Juan March de Estudios e Investigaciones, 1997.
Ferreira, J. M.: Ensaio Histórico sobre a Revolução do 25 de Abril. O Periodo pré-constitucional, Lisboa: INCM-Imprensa Nacional Casa da
Moeda, 1983.
—: en J. Mattoso (dir.): Portugal em Transe, História de Portugal, vol.
viii, Lisboa: Circulo de Leitores, 1993.
Finer, S. E.: he man on horseback: the role of the military in politics (tercera edición), Nuevo Brunswick: Transaction, 2004.
Huntington, S. P.: he third wave: democratization in the late twentieth
century, Norman: University of Oklahoma Press, 1991.
Jiménez Redondo, J. C.: España y Portugal en transición: los caminos a la
democracia en la península ibérica, Madrid: Sílex, 2009.
Reis, A.: «A dialéctica entre as componentes militar e civil no processo
revolucionário do 25 de Abril», Revista de História das Ideias, vol. 17,
1995, pp. 561–573.
175
Maria Inácia Rezola
—: «O processo de democratização», Portugal-20 Anos de Democracia,
Lisboa: Circulo de Leitores, 1994, pp. 19–39.
—: Portugal Contemporâneo, vol. 6, Lisboa: Publicações Alfa, 1993.
Rezola, M. I.: 25 de abril. Os mitos de uma revolução, Lisboa: Esfera dos
Livros, 2007.
—: Os militares na Revolução de Abril. O Conselho da Revolução e a transição para a democracia em Portugal (1974–1976), Lisboa: Campo da
Comunicação, 2006.
Rosas, F. y Oliveira, P. A.: A transição falhada. O marcelismo e o im do
Estado novo (1968-1974), Lisboa: Ed. Noticias, 2004.
Sánchez Cervelló, J.: A Revolução Portuguesa e a sua inluência na transição espanhola (1961–1976), Lisboa: Assírio & Alvim, 1993.
Stepan, A.: Rethinking military politics. Brazil and the Southern Cone,
Princeton: Princeton University Press, 1988.
176
FEDERALISME, «CAFÈ PER A TOTHOM»
I CRISI DE L’ESTAT DE LES AUTONOMIES
Josep Pich
Universitat Pompeu Fabra*
josep.pich@upf.edu
Resum
Les transicions són períodes de canvi. A Espanya i Catalunya podem observar el traumàtic pas de l’antic règim a un liberalisme políticament centralista i culturalment uniformitzador. Una de les principals demandes de
bona part del federalisme i del catalanisme era la transformació d’Espanya
en un estat políticament i administrativament descentralitzat, però, alhora, respectuós amb les cultures hispanes minoritàries. Aquest treball se
centra a explicar la transició de l’Estat espanyol del centralisme a un estat
compost. Aquest procés va ser visible durant les dues experiències republicanes i en el període de transició del franquisme a la democràcia. No
obstant això, l’actual estat de les autonomies es troba en crisi, tant per les
pressions recentralitzadores com pels que defensen que s’hauria de transformar en una federació, en una confederació o que hauria d’acceptar la
secessió de Catalunya.
Paraules clau
Transició; federalisme; catalanisme; autonomies; Espanya; Catalunya.
* Aquest estudi forma part del projecte d’investigació: «Les problemàtiques federalistes espanyoles, segles xix-xx», HAR2011-28572, sufragat pel Ministeri de Ciència i Innovació.
Agraeixo al Dr. Enric Ucelay-Da Cal la bibliograia que em va facilitar per redactar aquest
article, encara que els errors únicament són atribuïbles a l’autor.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 177–206.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Josep Pich i Mitjana
Abstract
Transitions are periods of change. In Spain and Catalonia we can see the
traumatic transition from the Old Regime to a politically centralist and
cultural homogenising liberalism. One of the main demands of a good
number of federalists and Catalanists was the transformation of Spain
into a politically and administratively decentralized state that respected
the country’s minority cultures. his article analyses the transition of
Spain from a centralising to a decentralised state. he same process can be
observed during both Spanish Republics and during the transition from
Franco’s regime to democracy. However, the current state of autonomies is
in crisis due both to pressure from supporters of recentralization and from
those who argue that the state should be transformed into a federation or a
confederation or that it should accept the secession of Catalonia.
Key words
Transition; federalism; Catalanism; autonomy; Spain; Catalonia.
La història espanyola contemporània està profundament marcada pels
períodes de transició; una de les més rellevants és el pas de l’antic règim
a l’estat liberal, políticament centralista i culturalment uniformitzador.
Aquesta transició generà un ampli refús per part d’una bona part de la
societat catalana, tant entre els defensors de la societat tradicional, com
entre els liberals partidaris que l’Estat tingués una estructura composta.
Cal tenir present que la vertebració territorial, tant en una monarquia com
en una república, pot ser «simple», políticament centralista i culturalment
uniformitzadora, o «composta», és a dir, descentralitzada i pluricultural.
Amb la consolidació de l’estat liberal espanyol s’inicià la pugna entre
els partidaris que Espanya fos un estat simple o un de compost. Aquestes
pugnes es relectiren en les transicions a les dues repúbliques, a la democràcia i a la situació en què ens trobem actualment, després de la crisi
generada per l’aprovació de l’Estatut d’Autonomia del 2006 i la sentència
del Tribunal Constitucional (TC) 31/2010, de 28 de juny, que ha generat
una profunda transformació en el moviment catalanista. Aquest moviment, des de la seva creació a mitjan segle xix, defensà la transformació
d’Espanya en un estat compost; mentre que, actualment, la majoria dels
catalanistes són clarament independentistes. Aquesta darrera «transició»
ha generat la crisi de l’estat de les autonomies sorgit amb la transició espanyola del franquisme a la democràcia.
178
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
El federalisme
El concepte «federalisme» prové de la paraula llatina «foedus», és a dir,
tractat o pacte; i el pactisme és una de les principals tradicions polítiques
catalanes.1 A la segona meitat del segle xix, bona part dels imperis eren
estats compostos, com el britànic, l’austrohongarès o l’alemany, mentre
que el federalisme estava vinculat a algunes tendències republicanes que
prenien com a referents les repúbliques federals nord-americana i suïssa.
Per a Montesquieu, el federalisme és una «société de sociétés». Des de la
seva formació, els Estats Units d’Amèrica (EUA) foren el principal referent del republicanisme federal, ja que van ser el primers a promulgar una
constitució liberal escrita que optà per una forma de govern republicana
federal. La Declaració d’Independència de les tretze colònies britàniques,
la Constitució dels Estats Units i El Federalista o Els documents federalistes
formen part de la «santa trinitat de documents que constitueix el fonament intel·lectual dels Estats Units».2
La difusió del republicanisme federal nord-americà en els territoris
espanyols arribà a través de l’edició francesa d’El Federalista del 1792, que
reeditaren el 1795. L’antic religiós, aristòcrata i estadista Charles Maurice de Talleyrand-Périgord (1754–1838) hauria aconsellat a Pedro Pablo
Abarca de Bolea, comte d’Aranda (1719–1798), quan havia estat enviat
a la cort francesa, que llegís El Federalista.3 Amb tot, possiblement, un
dels primers espanyols a plantejar un projecte federalista i iberista va ser
l’«afrancesat» José Marchena y Ruiz de Cueto (1768–1821), escriptor i periodista, conegut com l’abate Marchena, tot i que no era religiós, que va
viure una bona part de la seva vida exiliat a França. El 1792, en un informe que va escriure per al ministre d’exteriors de la República Francesa,
argumentava que a Espanya «à laquelle le Portugal doit être réuni, ne doit
former qu’une république fédérative».4
1 Aquesta ponència continua la perspectiva que vaig començar a formular en l’article: M.
Caminal i J. Pich, «Federalisme i catalanisme (1868–2010)», dins Activitat parlamentària,
núm. 21, abril de 2010, pàg. 8–15.
2 J. Kincaid, «Introducció analítica», a J. Madison; A. Hamilton i J. Jay, El Federalista, Barcelona, Institut d’Estudis Autonòmics, 2009, pàg. 9.
3 J. C. Hamilton, «Historical notice», a A. Hamilton, J. Madison i J. Jay, he Federalist,
Filadèlia, J. B. Lippicott & Co., 1877, pàg. LXXXVIII. Citat a X. Arbós Marín, «Doctrinas
constitucionales y federalismo en España», dins WP, núm. 245, Barcelona, Institut de Ciències Polítiques i Socials, 2006, pàg. 6 i nota 3.
4 X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España», op. cit., pàg. 6 i
nota 4.
179
Josep Pich i Mitjana
La Pepa
Al segle xix, els liberals anomenaven «Revolució Espanyola» al procés
d’instauració del règim liberal que s’inicià amb el moviment revolucionari
policèntric i juntista que impulsà la convocatòria de l’Assemblea Constituent gaditana. Per a Pi i Margall el moviment juntista sorgit per oposar-se
al Govern de Josep I i a les tropes franceses que ocupaven Espanya era federalista de facto, però pocs se n’adonaren.5 A Cadis, promulgaren la llibertat
política, malgrat mantenir l’estricta confessionalitat catòlica, alhora que
aboliren la inquisició, la jurisdicció senyorial i, inalment, aprovaren la
Constitució, tant per a la península Ibèrica com per als territoris americans
de les «Espanyes», el dia de sant Josep del 1812; per aquest motiu era coneguda com la Pepa. Aquesta Constitució era vista pels republicans catalans de
principis del segle xx com una mala còpia del sistema polític francès, excepte en l’uniformisme.6 A Cadis comença la història constitucional espanyola, alhora que «se quiso frenar cualquier deriva hacia el federalismo».7 Unes
«derives federals» que van ser criticades, també, per catalans de la rellevància
d’Antoni de Capmany (1742-1813).8
Per a una gran part de la historiograia i dels constitucionalistes espanyols, la «modernitat» política liberal i constitucional espanyola s’inicià a
Cadis, durant les Corts en què redactaren i aprovaren la Constitució gaditana. Aquesta Constitució té un valor gairebé mític, com a símbol de llibertat, perquè és la primera de les constitucions espanyoles sorgides de la sobirania nacional, orientades a consolidar els drets dels ciutadans i a limitar
el poder estatal. Tal com explicava Pere Anguera, l’incipient nacionalisme
espanyol començà a formar-se durant la guerra que la historiograia espanyola identiica com d’«Independència», mentre que la catalana l’anomena del «Francès».9 Sigui com sigui, els «patriotes» espanyols lluitaven per
expulsar el nou monarca, el germà gran de l’emperador francès, mentre
5 Pi y Margall, Pi y Arsuaga, Historia de España en el siglo xix, tom 1, Barcelona, Miguel
Seguí, 1902, pàg. 647-648.
6 Josep Pich Mitjana, «La constitució de Cadis de 1812 i el republicanisme. Les perspectives divergents de Pi i Margall i Labra», dins Rubrica Contemporanea, núm. 1, 2012, pàg.
111–137.
7 José M. Portillo Valdés, «Nación política y territorio económico. El primer modelo provincial español (1812)», dins Historia contemporánea, núm. 12, 1985, pàg. 248.
8 X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España», op. cit., pàg. 7-8.
9 P. Anguera, Cataluña en la España contemporánea, Lleida, Milenio, 2006, pàg. 6-7.
180
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
que l’únic territori que s’annexionà Napoleó va ser la Catalunya del Sud
que, temporalment, compartí imperi amb la Catalunya del Nord. De fet,
van ser els «patriotes» catalans els que lluitaren per independitzar-se de
l’imperi francès i tornar a integrar-se a la monarquia espanyola.10
En aquest període, la major part de la població compartia la defensa
d’un ideal: la restauració de la dinastia dels Borbons de la mà de Ferran
VII, el Desitjat, enfront d’un enemic comú: el règim encapçalat per Josep
I. Aquest nacionalisme espanyol estava vinculat a un procés de centralització, tant política com administrativa, i d’uniformització cultural que, tal
com reconeix Inman Fox, confonia Espanya amb Castella, i relegà la resta
de cultures minoritàries del regne d’Espanya a una situació de marginalitat, amb la voluntat que, a mitjà termini, desapareguessin.11
La i de l’antic règim
A Catalunya, com també va passar a la resta d’Europa de les primeres dècades del segle xix, el procés revolucionari liberal deixà una profunda empremta, però amb la restauració de l’absolutisme els partidaris del liberalisme únicament podien organitzar-se de manera clandestina.12 Trobaren
refugi a les societats secretes francmaçòniques i carbonàries, on conspiraven
per acabar amb l’antic règim, a través de pronunciaments, és a dir, la forma
de cop d’estat típicament hispana, amb l’objectiu de restaurar la Pepa, que
identiicaven amb la recuperació de la llibertat.
El procés d’uniformització continuava, amb l’establiment d’un codi
mercantil comú, el 1829. Ferran VII morí el 29 de setembre del 1833. La
seva successora era la infanta Isabel, de tres anys, tot i que mentre fos menor d’edat la cap d’Estat seria la vídua del monarca inat, la regent Maria
Cristina. El Govern continuava en mans del sector reformista dels partidaris de l’absolutisme, però Carles Maria Isidre, l’oncle de la reina, es proclamà rei d’Espanya i inicià una llarga i cruenta guerra civil que marcà la
transició de l’antic règim a la monarquia parlamentària liberal espanyola.13
10 Josep Sánchez Cervelló, Les guerres napoleòniques i carlistes a la frontera de Catalunya, el
País Valencià i Aragó (1808–1936), Benicarló, Onada edicions, 2015, pàg. 19–45.
11 P. Anguera, Cataluña en la España contemporánea, op. cit., pàg. 6-7.
I. Fox, La Invención de España: nacionalismo liberal e identidad nacional, Madrid, Cátedra, 1997.
12 Josep Sánchez Cervelló, Les guerres napoleòniques i carlistes…, pàg. 47–74.
13 Ibídem, pàg. 75–138.
181
Josep Pich i Mitjana
El 30 de novembre del 1833, després de la mort de Ferran VII, el ministre Javier de Burgos aconseguí que s’aprovés la nova divisió territorial que
acabava amb l’existència de Catalunya com a organització territorial administrativa civil. Fins al novembre del 1833, Catalunya era una província del
regne espanyol. El concepte «provincialisme» era utilitzat per explicar els
elements que singularitzaven els seus habitants dins de la monarquia espanyola. El 1836, la majoria dels partidaris del règim liberal espanyol consideraven el provincialisme com un «error, una preocupación, una creencia sumamente atrasada. Nada hay más perjudicial que este espíritu de provincia
que indispone, unos contra otros, a los individuos de la misma nación». Gairebé deu anys més tard, el 1845, els redactors d’una crònica liberal airmaven
que els catalans «se alimentan tal vez demasiado de sus recuerdos históricos». Aquest historicisme explicaria que la majoria dels catalans obeïssin
amb «repugnancia los decretos de una corte a que sólo se consideran sujetos
por un derecho de conquista». El 1855, el diari Novedades assegurava que a
Catalunya hi havia molts liberals que eren patriotes espanyols, però d’altres
«si permanecen unidos a nosotros y no se declaran en abierta rebelión, es
porque conocen su impotencia para existir como nación independiente»,
mentre que alguns pensaven que Catalunya era a Espanya «lo que Irlanda es
a Inglaterra, por causas diversas y aun opuestas sin duda».14
Els carlins eren partidaris de l’absolutisme, de la societat estamental i
dels privilegis a institucions, com l’Església, o a territoris, com Catalunya
o el País Basc; una bona part dels que lluitaven amb els carlins volien que
el monarca els atorgués i/o els reconegués furs que relectissin un règim
iscal propi, excepcions a les normes del regne, i el reconeixement d’especiicitats culturals.
En plena guerra civil, entre liberals i absolutistes, o «cristinos» i carlins, aprovaren la Constitució del 1837. Aquesta Constitució responia als
plantejaments dels liberals progressistes. La consolidació del règim polític liberal implicà que s’impartís a les universitats espanyoles l’assignatura
de Dret Polític, i que s’expliqués que la «historia constitucional española
comienza rechazando la opción federal. Y como la inmensa mayoría del
derecho público del siglo xix sostiene que es un modelo inconveniente
para España; en muchos casos, sin tomarse la molestia de presentar una
descripción mínimamente rigurosa de lo que es una Constitución federal.
14 P. Anguera, Els precedents del catalanisme. Catalanitat i anticentralisme: 1808–1868, Barcelona, Empúries, 2000.
182
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
Además, al rechazo de la opción federal se le acompaña con el elogio de la
centralización y la defensa del Estado nacional».15
Els liberals moderats establiren el seu model d’estat amb la Constitució
del 1845, amb la qual consolidaren el règim polític liberal, però des d’una
concepció de l’Administració plenament jeràrquica i centralista. Van impulsar la uniicació legal de codis, amb el nou Codi penal del 1848; enfortiren
les competències dels governs civils i militars, així com el de les diputacions
provincials, i imposaren la seva normativa municipal, amb la Llei d’administració local del 1845.
El casament d’Isabel II va ser el detonant de la guerra dels Matiners
o Segona Guerra Carlina, entre l’octubre del 1846 i la primavera del 1849.
Aquest conlicte afectà fonamentalment Catalunya, i pot ser vist com una
rebel·lió en contra de la implantació de l’estat liberal, políticament centralista i culturalment uniformitzador. El 19 de maig del 1849, el capità
general de Catalunya, Manuel de la Concha, donava la guerra per acabada
i aconsellà els catalans que deixessin de prendre com a referència Europa i que renunciessin a la seva identitat per ser «en adelante no más que
españoles».16 Amb tot, els carlins no acceptaren el règim liberal i conspiraren per destruir-lo.17
El reusenc Joan Prim i Prats protagonitzà una meteòrica carrera militar durant la Primera Guerra Carlina. L’agost del 1843, els revolucionaris
barcelonins s’insurreccionaren davant de la negativa governamental de convocar les Corts Generals. La repressió estigué encapçalada pel governador
militar de Catalunya, el jove coronel Joan Prim. Tanmateix, el militar reusenc vinculà la seva carrera política al progressisme, i per arribar a liderar-lo
necessitava recuperar el suport del progressisme català. Així doncs, el 1851,
exigí al Congrés dels Diputats que suprimís l’estat de setge a Catalunya, i
preguntà si els catalans: «¿son o no son españoles? ¿Son nuestros colonos, o
son nuestros esclavos? Sepamos lo que son; dad el lenitivo o la muerte, pero
que cese la agonia.»18
15 X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España», op. cit., pàg.
9-19. La cita es troba a la pàg. 48.
16 Ll. Miró i Solà, L’Alba dels matiners: el procés dels trabucaires, Perpinyà, 1846-1849, Catarroja,
Editorial Afers, 2008, pàg. 302.
Vegeu, també: Josep Sánchez Cervelló, Les guerres napoleòniques i carlistes…, pàg.
139-164.
17 Josep Sánchez Cervelló, Les guerres napoleòniques i carlistes…, pàg. 165-182.
18 J. M. Fradera, «Juan Prim y Prats (1814-1870). Prim conspirador o la pedagogía del
sable», a Isabel Burdiel i Manuel Pérez Ledesma, Liberales, agitadores y conspiradores. Biogra-
183
Josep Pich i Mitjana
A mitjan segle xix, Espanya era un dels estats més centralistes i uniformitzadors d’Europa, ins al punt que la bandera espanyola, des de la seva
elecció (o invenció), el 1785, portava un escut extraordinàriament simple:
una corona i a sota, un oval amb un castell i un lleó. Durant la Primera República, entre el 1873 i el 1874, van suprimir la corona i alguns van suggerir
substituir una de les franges vermelles per una de lila en honor als comuners
que lluitaren per les llibertats castellanes en contra de l’emperador Carles I
d’Espanya i V d’Alemanya.19
Els primers federals
Fernando Garrido Tortosa va ser un dels primers a defensar el federalisme a Espanya en escriure: La República Democrática Federal Universal.
Nociones elementales de los principios democráticos, dedicadas a las clases
productoras. La primera edició va ser publicada a Lleida el 1855. Se’n publicaren setze edicions, la darrera amb pròleg de Castelar, i amb els dos
projectes de constitució federal elaborats per les Corts del 1873. Aquest
text inicià el discurs sobre el federalisme que assumí el sector majoritari
dels demòcrata-republicans espanyols. Amb tot, no va ser ins a la revolució de Setembre del 1868, coneguda com «La Gloriosa», quan el sector majoritari del Partit Democràtic es transformà en el Partit Republicà Democràtic
Federal (PRDF).20
fías heterodoxas del siglo xix, Madrid, Espasa Calpe, 2000.
P. Anguera, El general Prim. Biografía de un conspirador, Barcelona, Edhasa, 2003.
E. de Diego, Prim: la forja de una espada, Barcelona, Planeta, 2003.
19 J. Álvarez Junco, Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo xix, Madrid, Taurus, 2001,
pàg. 69 i 553-554.
20 Sobre l’organització i l’evolució del PRDF els millors estudis són els de:
C.A.M. Hennessy, La República federal en España. Pi y Margall y el movimiento republicano
federal 1868-1874, Madrid, Aguilar, 1962.
C. Pérez Roldan, El Partido Republicano Federal 1868-1874, Madrid, Endymion, 2001.
També, des d’una òptica més sintètica, els de:
I. Molas (editor i director), Diccionari dels Partits Polítics de Catalunya, Barcelona, Enciclopèdia Catalana, 2000, pàg. 269–279.
À. Duarte, Història del republicanisme a Catalunya, Lleida-Vic, Pagès ed. i Eumo, 2004,
pàg. 87–116.
Sobre els inicis de l’activitat política d’Almirall, vegeu: J. Pich, Federalisme i catalanisme, op.
cit., p. 63–173.
Sobre els carlins al Sexenni vegeu: Josep Sánchez Cervelló, Les guerres napoleòniques i
carlistes…, pàg. 183–195.
184
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
Els objectius del republicanisme federal els sintetitzaren a la capçalera
de Lo Somatent. Periodich politich lliberal, on airmaven que volien: «Llibertat en totas las manifestacions, tots los drets individuals, abolició de quintas,
desestanch de tot lo estancat. República federal única forma de gobern que
pot admetre la democracia espanyola si estima sos principis y la vida de las
provincias. Sufragi Universal. Milícia nacional. Economies, destrucció del
monopoli, inviolabilitat de la correspondència y del domicili, abolició de la
esclavitud, drets á las Antillas.»21
El Club dels Federalistes de Barcelona va ser la primera associació
política federal catalana i espanyola, des de la que impulsaren una primera vinculació entre federalisme i catalanisme. L’encapçalaven Gonçal
Serraclara, Valentí Almirall i Manuel Lasarte. Difongueren la propaganda
federal amb opuscles com: Les Bases para la constitución federal de la nación española y para la del Estado de Catalunya (1868) o Idea exacta de la
federación. Datos para la organización de la República Federal Española
(1869), amb els quals reiniciaren el debat sobre el model de vertebració
territorial espanyola.22
Entre inals del 1872 i principis del 1873, la crisi política s’accentuà pel
manteniment dels vells problemes: la guerra contra els independentistes
cubans, la incompetència de l’Administració i la inestabilitat política, als
quals s’afegí l’inici de la Tercera Guerra Carlina,23 els problemes de disciplina a l’Exèrcit i la radicalitat del moviment obrer organitzat pels internacionalistes. En aquestes circumstàncies, el rei Amadeu I abdicà, el 10 de
febrer del 1873, i els líders dels radicals pactaren amb la direcció del PRDF
la proclamació de la República, que no pogué superar la inestabilitat econòmica, social i política del període, amb tres guerres civils, amb carlins,
cantonalistes i independentistes cubans.
Antoni Rovira i Virgili airmava que Francesc Pi i Margall i Valentí
Almirall foren els «dos únics teoritzadors federalistes d’alçada que hi hagué a la península durant el segle xix».24 A Pi i Almirall, caldria afegir-hi el
moviment krausista que tenia a Nicolás Salmerón com un dels seus princi21 Vegeu la capçalera de Lo Somatent. Periodich polítich lliberal, 24 d’octubre de 1868.
22 J. A. González Casanova, Federalisme i Autonomia a Catalunya (1868–1938), Barcelona,
Curial, 1974, pàg. 104–112.
23 Josep Sánchez Cervelló, Les guerres napoleòniques i carlistes…, pàg. 197–270.
24 Antoni Rovira i Virgili, Lectura de Pi i Margall, Barcelona, Edicions la Magrana i Diputació de Barcelona, 1990, pàg. 139.
185
Josep Pich i Mitjana
pals representants.25 Un dels seus principals dirigents del moviment republicà federal, Emilio Castelar, airmava que: «Y tenedlo entendido de ahora
para siempre: yo amo con exaltación á mi patria y antes que á la libertad
antes que á la República, antes que a la federación, antes que á la democracia,
pertenezco á mi idolatrada España.»26
La Restauració. Catalanisme, Solidaritat i dictadura
El fracàs de la Primera República implicà que el grup encapçalat per Almirall es comencés a centrar en la realitat catalana i a desenvolupar un
discurs federalista asimètric. Durant els primers anys de la Restauració,
Pi era el principal líder del federalisme espanyol, mentre que Almirall ho
era del català. El 1881, Almirall trencava amb Pi i amb el republicanisme
federal, alhora que impulsava la politització del catalanisme27 amb la constitució del Centre Català, la primera associació política catalanista. El seu
principal objectiu era aconseguir l’autogovern de Catalunya prescindint
de l’organització política de la resta de l’Estat.
La divisió del Centre Català, el 1887, implicà que el catalanisme iniciés
un període convuls, en què la Lliga de Catalunya aconseguí, gradualment,
l’hegemonia i impulsà la constitució d’una plataforma que anomenà Unió
Catalanista, amb l’objectiu de coordinar tot el moviment associatiu catalanista, excepte el Centre Català de Barcelona. Del 25 al 27 de març del 1892,
a la ciutat de Manresa, convocaren la seva primera assemblea, on formularen el seu programa polític a les «Bases de Manresa». La deinitiva politització del catalanisme arribà després de la crisi generada per la derrota
en la guerra amb els EUA, el 1898, i la pèrdua de la majoria de les colònies
ultramarines. Finalment, un dels grups de la Unió Catalanista impulsà el
sorgiment de la Lliga Regionalista que va ser la formació política catalanista majoritària, durant les primeres dècades del segle xx.28
25 J. Cagiao, «Introducción», a Tres maneras de entender el federalismo. Pi y Margall, Salmerón y Almirall. La teoría de la federación en la España del siglo xix, Madrid, Biblioteca Nueva,
2014, pàg. 19–28.
26 E. Castelar, discurs parlamentari, sessió del 23 de juliol de 1873.
27 J. Pich Mitjana, «La génesis del catalanismo político. De los inicios de la Restauración a la
crisis del Centre Català», dins Hispania. Revista Española de Historia, 2008, vol. LXVIII, núm.
229, maig-agost, pàg. 437–470.
28 Jordi Llorens i Vila, La Lliga de Catalunya i el Centre Escolar Catalanista: dues associacions
del primer catalanisme polític, Barcelona, Rafael Dalmau, 1996.
186
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
El republicanisme federal, com a opció política, havia fracassat, però
«la cultura federal penetra, diluida, en el conjunto del republicanismo,
el que vive de añoranzas y el que se renueva, así como en las izquierdas y en los nacionalismos y regionalismos».29 A principis del segle xx,
els federals subratllaven que «sobre tot no confonguin “federalisme” ab
“catalanisme”»,30 i els regionalistes/nacionalistes remarcaven les seves diferències amb el federalisme.31 Si tant els uns com els altres volien «diferenciar-se» era perquè tenien importants similituds, ja que eren partidaris
de transformar Espanya en un estat compost. Tanmateix, també tenien
diferències rellevants, ja que els federals eren republicans i majoritàriament anticlericals, mentre que els catalanistes conservadors eren de tarannà monàrquic i clerical. Prat de la Riba a la Nacionalitat Catalana, el 1906,
criticava el federalisme i formulà un projecte imperial hispà, on Catalunya
hauria de tenir un rol directiu. Per a Enric Ucelay-Da Cal, la Lliga Regionalista impulsà un nacionalisme català que, en realitat, era una proposta
per a un nou nacionalisme hispà, i remarca que sense la tesi imperialista
defensada per Prat no s’entén «la obsesión de la izquierda catalanista, los
enemigos de la Lliga, por el antiimperialismo».32
Jordi Llorens i Vila, La Unió Catalanista i els orígens del catalanisme polític. Dels orígens a
la presidència del Dr. Martí i Julià: 1891-1903, Barcelona, Abadia de Montserrat, 1992.
Isidre Molas, Lliga catalana: un estudi d’estasiologia, Barcelona, Edicions 62, 1973.
Borja de Riquer, Lliga Regionalista: la burgesia catalana i el nacionalisme, 1898–1904, Barcelona, Edicions 62, 1977.
Miquel Ferrer, De la fundació de la Lliga Regionalista a la Primera Guerra Mundial (1901–
1918), Barcelona, Rafael Dalmau, 1977.
Charles E. Ehrlich, Lliga Regionalista : Lliga Catalana, 1901-1936, Barcelona , Institut Cambó Alpha, 2004.
Josep Grau, La Lliga Regionalista i la llengua catalana, 1901-1924, Barcelona, Publicacions
de l’Abadia de Montserrat, 2006.
Santiago Izquierdo Ballester, La Primera victòria del catalanisme polític: el triomf electoral de la candidatura dels «quatre presidents» (1901), Barcelona, Pòrtic, 2002.
29 À. Duarte i P. Gabriel, «¿Una sola cultura política republicana ochocentista en España?», a À. Duarte i P. Gabriel (ed.), «El republicanismo español», dins Ayer, 39, Madrid,
Marcial Pons, 2000, pàg. 12-34.
30 A. Mestres, La Campana de Gràcia, núm. 1699, 17 de desembre de 1901, pàg. 8.
31 Lluís Duran i Ventosa, Regionalisme y federalisme, Barcelona, Francisco Puig, 1905.
E. Prat de la Riba, La nacionalitat catalana, Barcelona, Tip. L’Anuari de l’Exportació,
1906.
32 E. Ucelay-Da Cal, El imperialismo catalán. Prat de la Riba, Cambó, D’Ors y la conquista
moral de España, Barcelona, Edhasa, 2003, pàg. 15 i 27.
187
Josep Pich i Mitjana
Arran de l’assalt per part de militars de la guarnició de Barcelona de
la revista Cu-cut! i del diari La Veu de Catalunya, els agressors —oicials de
la guarnició de Barcelona— no tan sols no van ser processats, sinó que el
Govern liberal promulgà la Llei de jurisdiccions, que posava sota jurisdicció militar a tots els que qüestionessin el sistema polític espanyol basat en
el centralisme i en l’uniformisme cultural. En aquestes circumstàncies, la
major part de les formacions polítiques catalanes, excepte els republicans
radicals lerrouxistes i els obreristes, constituïren una plataforma electoral: Solidaritat Catalana. El triomf de les candidatures «solidàries» va ser
aclaparador. Tanmateix, la coalició no era viable, perquè aplegava des de
carlins a federals,33 així com també republicans catalanistes, regionalistes
i independents, com l’extinent coronel Francesc Macià. El que els unia era
que volien la derogació de la Llei de jurisdiccions, vigent ins a la proclamació de la Segona República, la descentralització d’Espanya i el respecte
per la cultura catalana.34
El 1914, el Govern aprovà la Llei de mancomunitats, que possibilità
la unió de les diferents Diputacions provincials. Es tractava de possibilitar
un procés de descentralització administrativa. No obstant això, la llei únicament l’aplicaren les diputacions catalanes i aquestes elegiren com a president Prat de la Riba. La inluència de la Primera Guerra Mundial i la crisi
del 1917 —amb la constitució de juntes de defensa militars, l’Assemblea
Nacional de Parlamentaris, que liderava la Lliga, i la vaga general revolucionària de l’agost— impulsaren la renovació del republicanisme, tant del
federalista com del radical. La mort de Prat de la Riba, l’1 d’agost del 1917,
comportà que l’arquitecte, arqueòleg, historiador, matemàtic i dirigent de
la Lliga Josep Puig i Cadafalch el substituís en la presidència de la Mancomunitat. El 1918, la Lliga impulsà la campanya per aconseguir l’autonomia
catalana, on es jugaren una bona part del seu prestigi, i fracassaren.35
33 Sobre l’evolució política del carlisme entre el 1887 i el 1936, vegeu: Josep Sánchez Cervelló,
Les guerres napoleòniques i carlistes…, pàg. 271–307.
34 Jordi Casassas et alii, Els fets del Cu-cut!: Taula rodona organitzada pel Centre d’Història
Contemporània de Catalunya el 24 de novembre de 2005, Barcelona, Centre d’Història Contemporània de Catalunya, 2006.
Joaquim de Camps i Arboix, Història de la Solidaritat Catalana, Barcelona, Destino, 1970.
Enric Ucelay-Da Cal et alii, Solidaritat catalana i Espanya (1905–1909), Barcelona, Base, 2008.
35 Albert Balcells, Enric Pujol, Jordi Sabater, La Mancomunitat de Catalunya i l’autonomia,
Barcelona, Proa, 1996.
Albert Balcells, El Projecte d’autonomia de la Mancomunitat de Catalunya del 1919 i el seu
context històric, Barcelona, Parlament de Catalunya, 2010.
188
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
L’increment de la inestabilitat política esdevingué per la pèrdua de gairebé tot el protectorat del Marroc, després de la derrota d’Annual (1921), i
per la violència terrorista que enfrontava, principalment, a Barcelona, els
pistolers anarquistes amb les forces d’ordre públic i els grups de terroristes
inançats per la patronal. Era una situació que propicià que alguns defensessin la necessitat d’un «cirurgià d’acer» i trobaren el candidat adient en
el capità general de Catalunya, Miguel Primo de Rivera, que encapçalà
un cop d’estat que, inicialment, comptà amb el suport de la Lliga, però
la majoria dels dirigents regionalistes se n’apartaren quan s’adonaren que
la dictadura optava per basar el seu projecte, suposadament regeneracionista, en el nacionalisme espanyol, alhora que impulsaven l’uniformisme
cultural. Després de la dimissió del dictador, el 1930, els opositors s’uniren
al Pacte de Sant Sebastià per forçar la proclamació de la República, que va
ser proclamada després del triomf electoral republicà a les zones urbanes,
en les eleccions municipals del 12 d’abril del 1931.
República, autonomia, estat integral i dictadura
Una de les principals transicions polítiques espanyoles s’inicià el 14 d’abril.
A l’una del migdia, un grup de dirigents del nou partit que havia guanyat
les eleccions a la ciutat de Barcelona, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), encapçalats per Lluís Companys, van anar a prendre possessió
de l’Ajuntament, però Companys va decidir proclamar la República. La
notícia es va estendre ràpidament. Al principal líder d’ERC, Macià, que
encapçalava una tendència diferent a la de Companys, la notícia el va sorprendre. Els dirigents de la seva formació política havien discutit què havien de fer després de la victòria electoral i no es posaren d’acord. Durant
dos dies, havien dubtat entre proclamar la República —i coniar que les
forces d’ordre públic no els detinguessin— o esperar la celebració de les
eleccions legislatives que s’havien de dur a terme l’octubre del 1931. L’acció
de Companys va servir de precipitant, ja que Macià es dirigí a la plaça de
Sant Jaume i proclamà la República Catalana, dins de la confederació dels
pobles ibèrics. En aquestes circumstàncies, també proclamaren la República a Madrid.36
Albert Balcells, Puig i Cadafalch, president de Catalunya, i la seva època, Barcelona, Rafael
Dalmau, 2013.
36 Francesc Maspons i Anglasell, República Catalana, Generalitat de Catalunya i República
Espanyola: a l’entorn de la Generalitat de Catalunya i la República Espanyola, Barcelona, Gene-
189
Josep Pich i Mitjana
El Govern provisional no estava disposat a reconèixer la República
Catalana ni tan sols volien transformar Espanya en una federació. Macià
va haver d’acceptar la substitució de la República Catalana per la República Espanyola, a canvi de la creació de la Generalitat provisional de Catalunya, fet que explica per què únicament Catalunya tenia govern autonòmic
l’abril del 1931. L’objectiu de la nova Generalitat era elaborar i sotmetre a
referèndum el projecte de llei d’Estatut que posteriorment hauria de ser
discutit i aprovat a les Corts Espanyoles. Els redactors de l’Estatut donaven
per fet que Espanya seria un estat federal, ja que l’article 1r de l’Estatut
de Núria deia que «Catalunya és un Estat autònom dintre la República
espanyola», mentre que l’article 1r de la Constitució del 1931 establia que
Espanya era un «Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones».37 En paraules de Luis Jiménez de Asúa, president
de la comissió redactora del projecte constitucional, «se ha dicho con terca
frecuencia que nuestra Constitución, aunque no fuese federal, era federable. El inelegante vocablo es más inexacto que antiestético. Nuestra Constitución de 1931 creó un Estado integral y no una república federativa o
federable.»38
ralitat de Catalunya. Departament de la Presidència. Secretaria de Coordinació Interdepartamental, 2006.
Àngel Duarte, Republicans jugant amb foc. De Lluís Companys a Josep Tarradellas, Barcelona, L’Esfera dels Llibres, 2006.
Francesc Bonamusa (dir.), Generalitat de Catalunya: obra de govern 1931–1939, 2 vol., Barcelona, Generalitat de Catalunya, Departament de la Presidència, 2006 i 2009.
Josep Termes, La Catalanitat obrera: la República catalana, l’Estatut de 1932 i el moviment
obrer, Catarroja, Afers, 2007.
David Martínez Fiol, Estatisme i antiestatisme a Catalunya (1931-1939): rivalitats polítiques i funcionarials a la Generalitat, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2008.
Josep Contreras, Azaña y Cataluña: historia de un desencuentro, Barcelona, Edhasa, 2008.
Toni Soler, 14 d’abril: Macià contra Companys, Barcelona, Columna, 2012.
37 J.A. González Casanova (intr.), L’Estatut de Catalunya: l’Estatut de Núria, Barcelona, Ed.
62, 1976.
Gabriel García Voltá, España en la encrucijada: ¿la constitución de 1931, fórmula de convivencia?, Barcelona, PPU, 1987.
Niceto Alcalá-Zamora, Los Defectos de la Constitución de 1931 seguido de Tres años de
experiencia constitucional y de un apéndice con el texto de la Constitución de 1931, Madrid, Civitas, 1981.
Juan-Simeón Vidarte, Las Cortes constituyentes de 1931-1933: testimonio del primer secretario del Congreso de Diputados, Barcelona, Grijalbo, 1976.
38 X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España», op. cit., pàg.
32-36, la cita és a la pàg. 32.
190
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
L’agost del 1932, el cap de Govern, Manuel Azaña, aconseguí que les
Corts aprovessin l’Estatut i que la Generalitat n’acceptés la retallada per la
commoció generada pel cop d’estat fracassat del general Sanjurjo. Davant
de la impossibilitat d’arribar a un consens sobre la forma d’organització
territorial espanyola, el ilòsof Ortega y Gasset airmà que l’única solució
possible seria la «conllevancia».39
Quan les dretes arribaren democràticament al Govern, el novembre
del 1933, intentaren desfer tota la tasca legislativa dels dos primers anys
del règim republicà. L’enfrontament entre un govern de dretes, amb pretensions centralitzadores i uniformitzadores, i el govern de la Generalitat,
dirigit per Lluís Companys, per la defunció del president Macià, el 25 de
desembre del 1933, era constant. Durant la revolució d’Octubre del 1934,
Companys proclamà l’Estat català, dins de la federació espanyola. Era el
que deia l’article 1r de l’Estatut de Núria, aprovat en el referèndum del
2 d’agost del 1931 pel 73% del cens. Fou una declaració més moderada
que la de Macià, però intolerable per a la dreta espanyola. Van suspendre
l’autonomia catalana. Companys i tot el seu govern van ser detinguts i empresonats, excepte Josep Dencàs que fugí per les clavegueres del palau de
la Generalitat. El president va ser jutjat i condemnat a trenta anys de presó
i inhabilitat per exercir càrrecs públics.40
A les eleccions del febrer del 1936, el triomf electoral del Front Popular a Espanya i del Front d’Esquerres a Catalunya suposà l’alliberament
immediat dels presos pels fets d’Octubre, quan el nou Govern no havia
tingut temps de decretar la seva amnistia. El govern de la Generalitat, encapçalat per Companys, fou restaurat, excepte el conseller de Governació
Dencàs. En síntesi, els anys de la Segona República van ser convulsos. Catalunya recuperà l’autogovern, però el procés es va veure estroncat per la
guerra civil i per la victòria franquista que imposà una dictadura centralista i uniformitzadora, durant gairebé quaranta anys.
39 M. del Carmen Riu de Martín, El Problema Espanya-Catalunya segons els grans pensadors: Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset i Eugeni D’Ors, [Vilafranca del Penedès],
Erasmus, 2011.
40 Enric Jardí, Companys i el 6 d’octubre, Barcelona, Proa, 1997.
Víctor Castells, El 6 d’Octubre: Palestra i Batista i Roca, Barcelona, Dalmau, 2000.
J. Costa i Deu i M. Sabaté, La Nit del 6 d’octubre a Barcelona, Valls, Cossetània, 2006.
J. Costa i Deu i M. Sabaté, La Veritat del 6 d’octubre, Valls, Cossetània, 2006.
Jaume Barrull Pelegrí, Els Fets del 6 d’octubre, Barcelona, Pòrtic, 2009.
Alejandro Andreassi, José Luis Martín Ramos (coord.), De un Octubre a otro: revolución y fascismo en el periodo de entreguerras, 1917–1934, [Mataró], El Viejo Topo, 2010.
Manel López Esteve, Els Fets del 6 d’octubre de 1934, Barcelona, Base, 2013.
191
Josep Pich i Mitjana
Dictadura «nacional»
A la victòria militar dels autoidentiicats com a «nacionales» hi participaren catalans, Ernest Lluch els identiicà com el «Vichy català».41 Els «nacionals» eren explícitament nacionalistes espanyols, tal com sintetitzaren
en el lema: «¡Una, Grande y Libre!». Entenien que Espanya era una nació
«indivisible» i «imperial». Van suprimir l’autogovern català —i el basc—,
i imposaren una duríssima repressió en contra de tots els que no compartissin la seva visió d’Espanya.42
Els contraris al franquisme coniaven que la derrota de les potències
feixistes en la Segona Guerra Mundial implicaria la i del franquisme. Tanmateix, l’inici de la Guerra Freda va permetre la consolidació del règim
encapçalat per Franco pel seu explícit anticomunisme, alhora que cercà
i aconseguí el suport del Vaticà i dels Estats Units. Es consolidà un règim que s’identiicava com a nacionalcatòlic, i s’imposà una llarga etapa
de negació de l’estat de dret.43 En aquestes circumstàncies, la lluita contra
la dictadura era inevitable per aconseguir el reconeixement de la identitat
catalana i recuperar l’autogovern.
El restabliment de la democràcia i de l’autonomia aconseguida durant els anys de la República estaven molt vinculades, ja que des del Partit
Socialista Uniicat de Catalunya (PSUC) ins a la Unió Democràtica de
Catalunya (UDC), és a dir, des del comunisme a la democràcia cristiana,
es forjà una unitat política que culminà en la constitució de l’Assemblea de
Catalunya (1971), on sintetitzaren els seus objectius en el lema: «Llibertat,
amnistia i estatut d’autonomia», tot i que també acordaren un quart punt,
41 Ernest Lluch, «Vichy català 1 i Vichy català 2», dins Serra d’Or, 2a època, any 40, núm.
458 (febr. 1998), pàg. 30. Publicat posteriorment a: Apunts sobre economia i cultura: articles
de «Serra d’or», Barcelona, Pòrtic, 2002, pàg. 235-237.
Francesc Vilanova, Una burgesia sense ànima. El franquisme i la traïció catalana, Barcelona, Empúries, 2010.
42 M. Caminal i J. Pich, «Federalisme i catalanisme (1868–2010)», op. cit., pàg. 12.
43 Josep M. Piñol, El Nacionalcatolicisme a Catalunya i la resistència (1926–1966), Barcelona, Edicions 62 i Ajuntament de Barcelona, 1993.
Julián Casanova, La Iglesia de Franco, Barcelona, Crítica, 2005.
Xosé Chao Rego, Iglesia y franquismo: 40 años de nacional-catolicismo: 1936–1976, Santa Comba, A Coruña, TresCtres Editores, 2007.
José Manuel Cuenca Toribio, Nacionalismo, franquismo y nacionalcatolicismo, San Sebastián de los Reyes, Actas, 2008.
Luis Suárez Fernández, Franco y la Iglesia. Las relaciones con el Vaticano, Madrid,
Homo Legens, 2011.
192
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
menys repetit i recordat, en defensar el dret a l’autodeterminació del poble
català. El PSUC, el monestir de Montserrat i Jordi Pujol van ser tres referents d’aquest procés unitari i reeixit de mobilització ciutadana contra la
dictadura.44
La transició, la Constitució del 1978 i el «cafè per a tothom».
Un estat federal?
La mort del dictador, el 20 de novembre del 1975, implicà que fos succeït
pel monarca Joan Carles de Borbó. El sector oberturista del règim —de la
mà del president de les Corts, Torcuato Fernández-Miranda, i del cap del
Govern, Adolfo Suárez— impulsà la Llei per a la reforma política aprovada per les Corts el 16 de novembre i pel poble en el referèndum del
15 de desembre del 1976. Rodolfo Martín Villa assegura que FernándezMiranda opinava que «la reforma había tenido un empresario, el Rey, un
autor, él mismo y un actor, Adolfo Suárez. Dicha airmación me pareció
parcial». En canvi, no tenia cap problema per reconèixer que els dirigents
de la Unión de Centro Democrático (UCD) provenien del franquisme,
quan assegurava que: «un día el mayor de mis hijos me preguntó si Franco
había sido de UCD. Curiosa pregunta y de no fácil contestación».45
A les eleccions generals del 15 de juny del 1977, a Catalunya s’imposaren les forces democràtiques i catalanistes; uns resultats electorals que
possibilitaren el restabliment provisional de la Generalitat de Catalunya.
El cap de Govern, Adolfo Suárez, possiblement per limitar la inluència
de les opcions polítiques esquerranes a Catalunya, prengué la sorprenent
decisió de restablir la Generalitat, amb el retorn de Josep Tarradellas. El
29 de setembre del 1977, el president del Govern derogà la llei franquista
del 1938 que eliminava les institucions catalanes i restablí la Generalitat
provisional. El 17 d’octubre del 1977 nomenà Tarradellas com a president
de la Generalitat provisional. Tarradellas va tornar el 23 d’octubre del 1977
i en el seu primer discurs públic proclamà, des del balcó del Palau de la
Generalitat, el seu famós: «Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!»46
44 M. Caminal i J. Pich, «Federalisme i catalanisme (1868–2010)», op. cit., pàg. 12-13.
45 Rodolfo Martín Villa, Al servicio del Estado, Barcelona, Planeta, 1984, pàg. 85 i 133.
46 Un dels principals protagonistes del retorn de Tarradellas va ser l’empresari Manuel Ortínez i, en les seves memòries, explica totes les negociacions pel restabliment de la Generalitat
provisional. Vegeu: Manuel Ortínez, Una vida entre burgesos. Memòries, Barcelona, Ed. 62,
193
Josep Pich i Mitjana
L’acord entre Suárez i Tarradellas va permetre que Catalunya recuperés formalment l’autogovern, tot i que, en aquells moments, era una
recuperació més nominal que real, ja que tot just, com a resultat de les
eleccions abans esmentades, s’iniciava un procés constituent que culminaria amb l’aprovació de la Constitució espanyola (CE) del 1978, a partir
de la qual s’obriria el procés per al ple restabliment de l’autogovern de Catalunya; un procés en el qual participaren els principals dirigents de les
formacions polítiques catalanes.47
La formació del govern d’unitat de la Generalitat provisional presidit
per Josep Tarradellas relectí la cultura del consens que compartien la majoria de les formacions polítiques d’aquell període. Les forces polítiques
democràtiques catalanes reivindicaven, més o menys clarament, la seva
vinculació al catalanisme i se sentien protagonistes del procés de canvi
democràtic a Espanya, molt especialment pel que feia referència a la transformació territorial, ja que existia un ampli consens a reivindicar l’autogovern de Catalunya, tal com es posà de manifest en la redacció del projecte
d’Estatut de Sau, amb un alt grau d’unitat política que es va mantenir ins
a l’aprovació de l’Estat d’Autonomia de Catalunya del 1979.48
La rellevància dels dirigents catalans a les Corts Constituents es posà
de manifest en el fet que dels set ponents constitucionals dos eren catalans:
Jordi Solé Tura, en representació del Partit Comunista d’Espanya, i Miquel Roca i Junyent, per Minoria Catalana. Aquesta inluència es relectí
en l’«originalitat terminològica» de la CE del 1978, tal com es pot observar a l’article 2, quan estableix que: «La Constitución se fundamenta en la
indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de
todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de
las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas
elles.» Un dels ponents de la Constitució, Jordi Solé Tura, recordava com
un dels representants dels hereus del franquisme els comunicà com havien
1993, pàg. 119–163, i els records de Manuel Clavero Arévalo, España, desde el centralismo
a las autonomías, Barcelona, Planeta,1983, pàg. 39–45.
47 Josep Gifreu, Emili A. Moliné i Antoni Ribas, Refent el país. Un any de parlamentarisme
a Catalunya, Barcelona, PAM, 1978.
48 M. Caminal i J. Pich, «Federalisme i catalanisme (1868-2010)», op. cit., p. 13.
Vegeu, també: Manuel Ortínez, Una vida entre burgesos…, op. cit., pàg. 167–193.
194
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
de redactar l’article 2, i explicità que la redacció venia de «les altures». En
síntesi, l’article 2 va ser una imposició.49
La diferenciació entre nacionalitats i regions podia haver obert la possibilitat d’establir una organització territorial asimètrica, però optaren per
impulsar un estat autonòmic, on l’única divergència entre les nacionalitats
i les regions seria la «rapidesa» amb la qual obtindrien l’autogovern. Era
la idea del «cafè per a tothom», expressió que s’atribueix a Rodolfo Martín Villa, que reconeix que hi havia tensions dins de la UCD, entre els
que volien limitar l’autonomia a les nacionalitats i els partidaris d’ampliar
l’autogovern a totes les regions espanyoles. Les dues opcions eren defensades per polítics originaris de Sevilla. Manuel Clavero Arévalo, ministre
adjunt per les Regions, «procedió sin dilación alguna al establecimiento de los regímenes preautonómicos: su célebre “tabla de quesos”». En
canvi, el reconegut membre de l’Opus Antonio Fontán, ministre d’Administració Territorial i primer president del Senat, «arrojó la toalla», quan
va ser «desechada su iniciativa de restablecer los estatutos de la Segunda
República».50 La deinitiva consolidació de l’organització territorial autonòmica va ser identiicada amb el «cafè per a tothom», que recorda la cèlebre frase del revolucionari argentí Ernesto Che Guevara: «Si no hay café
para todos, no hay café para nadie.» No obstant, de facto s’establí una clara
asimetria, especialment amb la disposició addicional primera de la CE, ja
que reconeixia els drets històrics dels territoris forals, que es concretaren
en el concert i en el conveni econòmic basc i navarrès; així com en la disposició addicional tercera, que estableix l’existència d’un règim econòmic
i iscal especial per a les illes Canàries, que estengueren a les ciutats autònomes de Ceuta i Melilla.
Durant les Corts Constituents del 1978, molts dels diputats, especialment els que provenien del franquisme, eren partidaris del centralisme
polític i de l’uniformisme cultural, i d’una estructura territorial «regionalista», però durant els debats parlamentaris no manifestaren el rebuig
explícit i visceral a l’autogovern de les «regions» i de les «nacionalitats», tal
com havia passat en les Corts Constituents republicanes. Amb tot, quan
49 Vegeu: Enric Company, «Lincoln y Cataluña», dins El País, 13 de febrer de 2013. Podeu
sentir l’explicació de Riquer a http://www.youtube.com/watch?v=iZ7eKS1bVM8 (consultat
el 26 de març de 2014, a les 13.54).
50 Rodolfo Martín Villa, Al servicio del…, op. cit., pàg. 195.
Sobre les preautonomies, vegeu: Manuel Clavero Arévalo, España, desde el…, op. cit.,
pàg. 23–94; i sobre la negociació del Títol VIII, les pàg. 97–220.
195
Josep Pich i Mitjana
discutiren l’informe de la ponència constitucional, únicament van defensar explícitament el federalisme el líder d’ERC, Heribert Barrera, i Anton
Cañellas, un democratacristià que optà per integrar-se a la UCD.51 El 1978
a gairebé totes les càtedres universitàries espanyoles de Dret Públic es considerava que el federalisme era un factor de «disgregació» contrari a l’ideal
de l’estat nacional que es concretaria en un estat centralitzat.52
Constitucionalistes, politòlegs, administrativistes i polítics han qualiicat Espanya com un règim polític «federo-regional», en la línia iniciada
pel professor Gumersindo Trujillo, el 1979. El seguiren els conceptes de
«federación imperfecta» d’Aurelio Guaita, el «federalismo vergonzante»
d’Alejandro Nieto, el «sistema híbrido de federalismo y regionalismo» de
Gil Robles, l’«Estado plural cuya estructura puede dilatarse respecto a la
pluralidad» de Tierno Galván,53 el «federalisme no institucional» de Josep
M. Colomer,54 ins a l’airmació del principal referent del Dret Administratiu espanyol, el professor García de Enterría, quan assegurà que l’estat
autonòmic era una federació.55 Aquest punt de vista ha estat assumit per
Blanco Valdés, quan airma que l’«alternativa federal no supone en España
una alternativa: es una palpable realidad». L’actual organització territorial
51 Josep Gifreu, Emili A. Moliné i Antoni Ribas, Refent el país…, op. cit., pàg. 9 i 27.
52 X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España», op. cit., pàg. 4
i 36.
53 Ibídem, pàg. 41.
54 Josep M. Colomer, «L’estat de les autonomies espanyol: el federalisme no institucional», a
DA, Integració política: institucions i processos. Documents de lectura, Barcelona, UOC, 2002,
pàg. 151–163, que és una traducció de l’article de Josep M. Colomer, «he Spanish “State of
Autonomies”: Non-Institutional Federalism», dins West European Politics, vol. 1, 1998, núm.
23, pàg. 40–52.
55 X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España», op. cit., pàg. 4142. De fet, el professor Arbós defensa a la pàg. 46: que abandonem la utilització del «adjetivo
“federal” en el vocabulario usado para presentar las diversas formas de Estado. Y no hay que
inventar ningún término nuevo; entre otras posibilidades, el de “Estados compuestos” tiene
una larga tradición. Lo “federal” de un Estado termina siendo entendido, en la práctica,
como el grado de aproximación de su ordenamiento constitucional al de los Estados Unidos,
el Estado federal por antonomasia.».
196
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
espanyola seria plenament federal, excepte en el nom.56 No obstant això,
l’estat de les autonomies és un estat compost, però no una federació.57
El model descentralitzador ixat per la CE del 1978 s’aproxima més a
la devolution del Regne Unit o al model regional italià. És cert que la CE
pot tenir un desenvolupament federal, amb una reforma constitucional.
El pacte autonòmic va servir per construir un nou model territorial,
l’autonòmic, i va permetre l’exercici de l’autogovern a nacionalitats i a regions, però no va acabar amb la «qüestió de les nacionalitats», sinó que la
situà en un context jurídic i polític nou. Martín Villa és molt crític amb el
suposats «excessos» de la Generalitat, però reconeix que la «construcción
del Estado necesita de la colaboración de los nacionalismos verdaderos,
catalán y vasco».58 De fet, tant el nacionalisme espanyol com el de les nacionalitats minoritàries coincideixen a assegurar que no són federalistes.59
L’estat de les autonomies i la «qüestió de les nacionalitats»
El consens polític va permetre recuperar l’autogovern català, però potser es van deixar perdre oportunitats de dotar la Generalitat d’un major
pes polític i d’una capacitat inancera similar a la basca i a la navarresa.
Les primeres eleccions autonòmiques al Parlament de Catalunya les va
guanyar Convergència i Unió (CiU), liderada per Jordi Pujol, tot i que en
minoria. Els 23 anys de Jordi Pujol al capdavant de la presidència de la
Generalitat van ser un temps d’institucionalització de l’autonomia, d’organització de la nova administració autonòmica, de traspàs i d’exercici de
les competències, d’aprenentatge de l’oici de govern i de nation building.
El mateix Pujol reconeix que als polítics catalans de la transició els faltava
cultura de govern i experiència per saber negociar amb l’aparell estatal
56 Daniel Arjona, «Roberto L. Blanco Valdés: “Piden un Estado federal que existe desde
hace dos décadas”», dins El Cultural, 28/12/2012.
Roberto L. Blanco Valdés, Los rostros del federalismo, Madrid, Alianza editorial, 2012.
Vegeu, també: X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España»,
op. cit., pàg. 49–65.
57 Vegeu els arguments que formula Jorge Cagiao, «No, España no es un Estado federal»,
dins eldiario.es (consultat el 10 desembre de 2014, a les 21.24) i <http://www.eldiario.es/
agendapublica/reforma-constitucional/Espana-federal_0_333517622.html> (consultat el 16
de juny de 2015, a les 15.07).
58 Rodolfo Martín Villa, Al servicio del…, op. cit., pàg. 187 i 195.
59 M. Caminal i J. Pich, «Federalisme i catalanisme (1868–2010)», op. cit., pàg. 13.
197
Josep Pich i Mitjana
centralista,60 que eren partidaris que tot canviés perquè tot seguís igual.
No ho aconseguiren, perquè Espanya es democratitzà, es descentralitzà i
es desuniformitzà.
La reacció dels partidaris del centralisme uniformitzador es concretà,
des de la perspectiva dels que volien evitar la culminació de la transició a
la democràcia, en l’intent fracassat de cop d’estat del 1981, i des de la dels
demòcrates jacobins, en la Llei orgànica d’harmonització del procés autonòmic (LOAPA), aprovada el 30 de juny del 1982. Aquesta Llei responia
a un pacte entre el PSOE i la UCD, a partir de l’informe del catedràtic
Eduardo García de Enterría, i pretenia limitar el procés descentralitzador. Els nacionalistes catalans i bascos van presentar un recurs d’inconstitucionalitat. Catorze dels trenta-vuit articles de la Llei van ser declarats
inconstitucionals. La part restant va entrar en vigor amb la Llei 12/1983,
de procés autonòmic. La LOAPA va ser un primer anunci del procés de recentralització que han impulsat tant els governs del PP com els del PSOE,
quan han envaït les competències, restringit la capacitat de decisió política i d’autonomia inancera de les autonomies, excepte, en aquest darrer
aspecte, dels casos de les comunitats autònomes del País Basc i Navarra,
beneiciades pel concert i el conveni econòmic, respectivament. La CE del
1978 transformà Espanya en un estat molt descentralitzat administrativament, però amb una capacitat de decisió política de les autonomies limitada i freqüentment qüestionada.61
Alguns dels principals defensors del centralisme espanyol pensaren
que el «federalisme» podria ser utilitzat per frenar la transformació d’Espanya en un estat compost. Així doncs, el 1983, un grup d’alts funcionaris
integrats a l’Asociación Española de Administración Pública van publicar
sota el signiicatiu pseudònim de Javier de Burgos –el polític que, el 1833,
va aconseguir que s’aprovés la divisió territorial d’Espanya en províncies– el llibre: España. Por un estado federal.62 Aquest llibre mostra la percepció que tenia un sector de l’Administració espanyola de l’estat de les
60 Ibídem, pàg. 14.
61 DA, La «LOAPA», una agressió contra Catalunya: la Minoria Catalana davant el «Projecte
de Llei d’Harmonització del Procés Autònomic» (juliol 1982), Barcelona, Grup Parlamentari
de la Minoria Catalana, 1982.
62 «Javier de Burgos» [pseudònim col·lectiu de l’Asociación Española de Administración
Pública], España. Por un estado federal, amb pròleg d’Alejandro Muñoz Alonso i epíleg de
Jorge de Esteban, Barcelona, Argos Vergara, 1983. A tall d’exemple, vegeu les pàg. 12 o 90-91.
198
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
autonomies i del «federalisme cooperatiu».63 És remarcable que el pròleg
del llibre l’escrivís el catedràtic, escriptor i polític del Partido Popular (PP),
Alejandro Muñoz Alonso,64 i l’epíleg el redactés el catedràtic en Dret Constitucional, editor i diplomàtic, Jorge de Esteban.65
Una altra perspectiva del federalisme la trobem en el llibre que els
socialistes catalans publicaren després de la primera dècada de recuperació de l’autonomia, en què consideraven que la primera fase d’implantació
de l’estat de les autonomies, identiicada amb la descentralització, s’havia
dut a terme exitosament, però caldria iniciar una segona etapa. Aquesta segona etapa s’hauria de caracteritzar per la seva dimensió política, ja
que els «Gobiernos autonómicos deben compartir el poder político. Es
preciso, pues, que puedan ejercer realmente sus competencias legislativas,
que dispongan de una hacienda que les permita decidir autónomamente y
responsabilizarse de sus decisiones ante sus electores, y que participen en
las decisiones de Estado que les afectan».66
Si es comparen els llibres del col·lectiu Javier de Burgos, amb el publicat pels socialistes catalans, amb un article de Pasqual Maragall, veurem
que tenen ben poc en comú. Tanmateix, tant els uns com els altres es presenten com a federalistes, i quan una idea és «tan confusa que puede ser
utilizada por grupos que se consideran rivales, suele ocurrir también que
63 X. Arbós Marín, «Doctrinas constitucionales y federalismo en España», op. cit., pàg.
48–50. Vegeu, també, les notes 121 i 122.
64 Alejandro Muñoz Alonso, nascut el 1934, és doctor en Dret i llicenciat en Ciències Polítiques per la Universitat Complutense de Madrid, catedràtic d’Opinió Pública de la Universitat Complutense i la Universitat San Pablo CEU i autor de llibres com: La aritmética de
la libertad (1975), Comunicación política (1995), El fracaso del nacionalismo (2000). Va ser
diputat del PP entre el 1989 i el 2000. Actualment és senador i molt crític amb el moviment
català partidari d’exercir el dret a decidir. Vegeu: <http://www.fundacionfaes.org/es/publicaciones/167/espana_en_primer_plano-_ocho_anos_de_politica_exterior_-1996-2004>
(consultat el 27 de març del 2014, a les 10.00) i els articles d’opinió: <http://www.elimparcial.
es/opiniones_autor/4314.html> (consultat el 27 de març del 2014, a les 10.05).
65 Jorge de Esteban, nascut el 1938, és llicenciat en Dret i Ciències Polítiques per la Universitat Complutense de Madrid i doctor per la Sorbona de París. Des del 1972 era professor de
Dret Polític a la Universitat Complutense i el 1980 va ser nomenat catedràtic. Ha estat ambaixador a Roma, entre el 1982 i el 1986, president d’Unidad Editorial, l’editora que publica
el diari El Mundo, entre el 2005 i el 2007. És autor d’un tractat de dret constitucional en tres
volums, que és molt utilitzat a la universitat espanyola. Vegeu: http://es.wikipedia.org/wiki/
Jorge_de_Esteban (consultat el 27 de març del 2014, a les 10.13).
66 Lluís Armet, «Horizonte federal y realidad política: notas para un debate», a DA, Federalismo y Estado de las autonomías, Barcelona, Planeta, 1988, pàg. X-XI.
199
Josep Pich i Mitjana
al inal todos la acaben abandonando, pues a nadie le gusta llevar la misma
bandera que su adversario».67
La descentralització s’ha consolidat, però la «segona fase» que reclamaven els socialistes catalans el 1988 per transformar Espanya en una
veritable federació va quedar frenada, excepte quan als dos grans partits
espanyols majoritaris, el PSOE i el PP, necessitaven els vots dels partits
nacionalistes subestatals.
La nova onada internacional de constitució de nous estats independents que seguí al col·lapse de la Unió Soviètica i dels països de l’autoanomenat «socialisme real», a la darrera dècada del segle xx, va remoure
l’escenari polític internacional i espanyol en relació amb els drets de les
nacions i dels pobles hispànics a l’autodeterminació. Aquestes reivindicacions estigueren liderades pels catalanistes i pels nacionalistes bascos,
ambdós moviments tenen importants diferències i una coincidència rellevant, ja que s’enfronten al mateix adversari, és a dir, al Govern central
espanyol i a la seva tendència a la recentralització.68
El nacionalisme basc va impulsar un procés de reforma del seu Estatut
d’Autonomia, amb la «Proposta d’Estatut Polític de la Comunitat d’Euskadi», que també era coneguda com a «Proposta del Govern Basc per a la
convivència a Euskadi» o «Nou Estatut Polític d’Euskadi» i, especialment,
com a «Pla Ibarretxe». La proposta va ser anunciada pel lehendakari Juan
José Ibarretxe al ple de política general del Parlament basc, el setembre del
2001. El gener del 2005, van lliurar la proposta al Congrés espanyol per
debatre-la i votar-la. La va defensar personalment el lehendakari i va ser
rebutjada l’1 de febrer del 2005 per 313 vots en contra i 29 a favor.69
A Catalunya, les diferents opcions catalanistes optaren per reformar
l’Estatut d’Autonomia del 1979, seguint la legalitat vigent. Durant l’elaboració de l’Estatut d’Autonomia del 2006 van haver-hi unes fortes dosis de
confusió, d’imprudència partidista i de divisió catalanista. Aquesta imprudència s’evidencià des de l’inici de la proposta, ja que es transformà en
67 J. Cagiao, «Introducción», a Tres maneras de…, op. cit., pàg. 15. És aconsellable la lectura
de com Cagiao estableix que hauríem d’entendre per federalisme i la vinculació d’aquest concepte amb la ciència jurídica, vegeu les pàg. 15–34.
68 M. Caminal i J. Pich, «Federalisme i catalanisme (1868-2010)», op. cit., pàg. 14.
69 Emilio Guevara i Mario Onaindia, ¿Es democrático el Plan Ibarretxe?, Vitoria-Gasteiz,
Ikusager Ediciones, 2003.
Alvaro Baeza L., El Plan Ibarretxe. Los protagonistas: Euskal Herria 1955-2005, Donostia,
ABL, 2005. La versió més espanyolista, amb pròleg de José María Aznar, la trobem a: Santiago Abascal Conde, La Farsa de la autodeterminación: el plan Ibarretxe, al asalto del País
Vasco y España, Barcelona, Áltera, 2005.
200
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
una mena de «carta de presentació», tant d’Artur Mas, quan era el candidat de CiU per succeir Jordi Pujol, com de Pasqual Maragall, el candidat
del PSC-Ciutadans pel Canvi. En aquell període, les previsions electorals
apuntaven que el PP, liderat per Mariano Rajoy, es mantindria al Govern,
després de les legislatives del 2004, de manera que les propostes de reforma autonòmica no serien viables. Tanmateix, el 14 de març del 2004, el
PSOE va guanyar les eleccions i el dirigent socialista José Luis Rodríguez
Zapatero va ser elegit nou president del Govern. Zapatero havia airmat en
un míting electoral multitudinari que: «Apoyaré la reforma del Estatuto
que apruebe el Parlamento catalán.»70
De sobte, hi havia una situació molt favorable a la reforma de l’Estatut,
ja que al capdavant de la Generalitat hi havia un federalista catalanista, Pasqual Maragall, encapçalant el govern de les esquerres catalanistes, el primer
tripartit que unia el PSC, amb ERC i Iniciativa per Catalunya Verds (ICV).
La voluntat d’una bona part dels impulsors del nou Estatut d’Autonomia
català era que aquest transformés Espanya en una veritable federació.71
Tanmateix, els catalanistes estaven dividits i les divergències no responien
únicament a tacticismes electoralistes, sinó que van ser causades, també,
per la diicultat de donar resposta a un reaparegut nacionalisme espanyol.
El PP i la majoria dels mitjans de comunicació espanyols van respondre
agressivament a la proposta de reforma aprovada pel Parlament de Catalunya. Aquestes crítiques tingueren com a culminació la campanya de recollida de irmes contra l’aprovació de l’Estatut d’Autonomia català que liderà
Mariano Rajoy. Ell mateix, personalment, va lliurar al Congrés 4.028.396
signatures contra l’aprovació de l’Estatut,72 i exigiren la convocatòria d’un
referèndum per invalidar el procés autonòmic català. A més, la unitat catalanista per afrontar la reforma es va trencar pels interessos partidistes de les
diferents opcions catalanistes, amb moments particularment destacables
com la fotograia Zapatero-Mas en la reconducció pactada de la reforma, o
el desconcert d’ERC en la fase inal de l’aprovació de l’Estatut, que es relectí
en la seva defensa inal del no al referèndum del 18 de juny del 2006.73
70 Vegeu: Pere Rusiñol i Carlos E. Cué, «Elecciones en Cataluña. Zapatero promete apoyar
la reforma del Estatut que apruebe el Parlament», dins El País, 14 de novembre de 2003.
71 Joan Saura, Un Nou Estatut de Catalunya per a una Espanya federal: Centre Cultural
Blanquerna, Madrid, 26 de maig de 2005, Barcelona, Generalitat de Catalunya, Departament
de Relacions Institucionals i Participació, 2006.
72 Vegeu: <http://www.publico.es/espana/268206/cuatro-millones-de-irmas-en-un-almacen> (consultat el 27 de març de 2014, a les 15.15).
73 M. Caminal i J. Pich, «Federalisme i catalanisme (1868-2010)», op. cit., pàg. 14-15.
201
Josep Pich i Mitjana
La magnitud i la radicalitat de la campanya en contra de la reforma
estatutària catalana va atrapar Rodríguez Zapatero, molt condicionat pels
veterans barons espanyolistes del PSOE, inluïts per la cultura política del
jacobinisme. Pasqual Maragall va ser víctima política d’aquesta incomprensió. Una proposta federalista plantejada des de Catalunya i basada
en el reconeixement del fet de la plurinacionalitat d’Espanya no va ser
acceptada per les forces polítiques majoritàries, ni pels principals mitjans
de comunicació, ni per una part majoritària de la intel·lectualitat espanyola. El federalisme maragallià pretenia canviar l’Espanya de l’estat de les
autonomies per les Espanyes unides en una federació plurinacional que
formés part de la Unió Europea;74 una opció que fracassà, tal com explicità Alfonso Guerra en airmar que «nos cepillamos el plan Ibarretxe y el
Estatuto»,75 alhora que diverses comunitats autònomes, com Andalusia,
decidiren reformar els seus respectius estatuts prenent la reforma catalana
com a model, però amb la signiicativa diferència que les seves reformes
no van ser impugnades al Tribunal Constitucional (TC).
Després d’«haver passat» el ribot parlamentari, l’Estatut va entrar en
vigor el 18 de juny del 2006, com a llei orgànica del bloc constitucional,
però encara quedaven set recursos al TC. El 26 de novembre del 2009,
els principals diaris catalans van publicar un editorial conjunt titulat «La
dignitat de Catalunya», on defensaven que el TC no hauria de modiicar
l’Estatut, ja que aquest havia estat aprovat pel Parlament, el poble català l’havia referendat i havia passat per una substancial modiicació a les
Corts Generals; a més, hi havia els problemes de legitimitat que afectaven
diversos magistrats del TC.76 Tanmateix, aquests magistrats inalment dictaren la sentència del TC de 28 de juny del 2010.
La majoria de la societat catalana es va sentir menystinguda, tal com
evidencià la manifestació en contra de la sentència convocada a Barcelona
el 10 de juliol del 2010, encapçalada pel lema: «Som una nació, nosaltres
decidim», que comptà amb el suport de tots els partits polítics catalans,
excepte el PP i Ciutadans. La resposta popular va ser aclaparadora, s’hi van
aplegar entre un milió i un milió i mig de persones.77
74 Ibídem, pàg. 15.
75 Vegeu: <http://www.youtube.com/watch?v=9MlCyPy7jJY> (consultat el 27 de març de
2014, a les 15.37).
76 Vegeu: <http://www.parlament.cat/web/actualitat/noticies?p_format=D&p_id=24804046>
(consultat el 27 de març de 2014, a les 16.24).
77 SA, 10/07/10: jo hi vaig ser, [Barcelona], Ara llibres, 2010.
202
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
La resolució del TC va ser un cop duríssim per als pactistes. De fet, ha
obert una nova etapa, sense precedents, ja que, històricament, tant federalistes com la majoria dels catalanistes volien transformar Espanya en un
estat compost que reconegués l’autogovern de Catalunya i respectés tant la
llengua com la cultura catalanes. Arran de la sentència, una bona part de
la societat catalana va entendre que no era possible una Espanya plural i
que l’única manera de garantir l’autogovern i la subsistència de la cultura
catalana passaven per la secessió de Catalunya del regne d’Espanya, tot i
voler continuar a la Unió Europea. Va començar a forjar-se la idea que Catalunya havia de seguir la via iniciada pel Quebec i organitzar un referèndum en què el poble català decidís si volia continuar al regne d’Espanya o
independitzar-se.78
En els darrers anys el procés de ruptura entre el Govern central i el de
la Generalitat s’ha accentuat. El 2012 semblava que la crisi es podria reconduir amb l’establiment d’un pacte econòmic per a Catalunya similar al
basc i al navarrès. La manifestació de l’11 de setembre del 2012, però, tenia
un lema explícitament independentista: «Catalunya, nou Estat d’Europa».
Fou una altra jornada històrica, pel nombre de manifestants —entre un
milió i mig i dos milions de persones— i pel to marcadament independentista de la marxa, mai vist abans en una mobilització tan multitudinària.
Uns pocs dies després de la manifestació, el president de la Generalitat,
Artur Mas, es reuní amb el cap de Govern espanyol, Mariano Rajoy, però
aquest rebutjà la possibilitat de pacte iscal per ser suposadament contrari
a la Constitució. El 27 de setembre del 2012, després de l’impacte de la
Diada, el Parlament català acordà que Catalunya: «decideixi el seu futur
a través d’una consulta, prioritàriament en la propera legislatura». El president Mas convocà eleccions per al 25 de novembre del 2012 i demanà
una majoria excepcional que CiU no obtingué, però les opcions polítiques
independentistes consolidaren una àmplia majoria al Parlament català.
78 Jaime Lluch, he Moral polity of the nationalist: sovereignty and accommodation in Catalonia and Quebec (1976–2010), Barcelona, Generalitat de Catalunya, Departament de Governació i Relacions Institucionals, Institut d’Estudis Autonòmics, 2013.
La visió del federalisme al Canadà, especialment la perspectiva dels quebequesos, és coneguda a Catalunya, a través dels estudis d’Alain-G. Gagnon, Temps d’incertituds: assajos sobre el federalisme i la diversitat nacional, Catarroja, Afers i Universitat de València, 2012 i, especialment, d’Alain-G. Gagnon i Ferran Requejo (dir.), Nations en quête de reconnaissance:
Regards croisés Québec-Catalogne, Brussel·les, Les Presses interuniversitaires européennes/
Peter Lang, collection «Diversitas», 2011.
203
Josep Pich i Mitjana
El 23 de gener del 2013, el Parlament català aprovà una declaració en
la qual airmava que per «legitimitat democràtica, el poble de Catalunya
té caràcter de subjecte polític i jurídic sobirà». També acordaren iniciar
el «procés per fer efectiu el dret a decidir». El 8 de març del 2013, després
d’un mes i mig de la seva aprovació, el Govern encapçalat per Rajoy impugnà la resolució en considerar-la inconstitucional, i el TC els donà la raó
amb la sentència del 25 de març del 2014.
El 29 de juny del 2013, Òmnium Cultural organitzà al Camp Nou de
Barcelona el Concert per la Llibertat que aplegà unes 90.000 persones per
reclamar el dret a decidir del poble català. L’11 de setembre del 2013, els
organitzadors van canviar la tradicional manifestació a la ciutat de Barcelona per una cadena humana per la independència –inspirada en la cadena
o via bàltica per exigir la independència dels Països Bàltics el 23 d’agost del
1989– que anomenaren Via Catalana cap a la Independència. Aquesta va
tornar a ser una ita història en arribar als 400 quilòmetres seguint el traçat
de l’antiga Via Augusta, des del Pertús (Vallespir) ins a Alcanar (Montsià).
El Departament d’Interior de la Generalitat de Catalunya assegurà que hi
participaren més d’un milió i mig de persones.
La tensió entre el Govern de l’Estat i el de Generalitat ha continuïtat
ins a l’actualitat. Els primers intentant «reduir» el problema català a una
qüestió legal i no acceptant una negociació política com la que pactaren
el Govern del Regne Unit i el d’Escòcia per possibilitar un referèndum
sobre la independència escocesa, un referèndum que se celebrà el 18 de
setembre del 2014. A Catalunya es mantingué la mobilització clarament
secessionista, tal com es posà de manifest amb una nova manifestació
multitudinària i històrica l’11 de setembre del 2014, sota el lema: «Ara és
l’hora». Aquesta manifestació tornà a aplegar a més d’un milió i mig de
persones a la ciutat de Barcelona. En aquestes circumstàncies, el Govern
il·legalitzà la consulta sobre el futur polític de Catalunya. El 9 de novembre
del 2014, però, el president Mas la substituí pel «procés participatiu» sobre
el futur polític de Catalunya, on sense cap valor legal, es preguntava als
qui lliurement hi van voler participar, si: «Vol que Catalunya esdevingui
un estat? En cas airmatiu, vol que aquest estat sigui independent?» Hi
participaren 2.344.828 persones de les quals el 80,9 % respongueren a les
dues preguntes airmativament.
204
Federalisme, “cafè per a tothom” i crisi de l’estat de les autonomies
A mena de conclusió. La crisi del «cafè per a tothom»
Ortega y Gasset va descriure el debat que mantenien els partidaris de
l’estat simple i centralista espanyol, amb els defensors de l’estat compost i
descentralitzat, el 1932, de «conllevancia». No era un problema de «manca de comunicació», sinó que es tractava de dos projectes oposats. Per
tant, podien optar per la «conllevancia», és a dir, intentar suportar, més o
menys educadament, els defensors del projecte rival, sense arribar mai a
una solució… o per l’enfrontament, en què uns s’imposarien als altres. El
federalisme no té futur entre nacionalismes, tant l’espanyol com el català/
basc, que «se conllevan». L’estat autonòmic sorgit de la CE del 1978 té un
vessant federal, que reconeix i garanteix l’autonomia de les nacionalitats i
de les regions. No obstant això, no ha transformat l’estat autonòmic en una
veritable federació. Les formacions polítiques majoritàries i algunes en ràpid creixement són partidàries d’impulsar el procés de recentralització,
tant política com també administrativa i cultural. La negativa al desenvolupament federal de la Constitució i al reconeixement de la plurinacionalitat i la multiculturalitat espanyola dóna raons al nacionalisme basc i al catalanisme per radicalitzar-se. Als darrers anys l’independentisme ha pres
més volada a Catalunya, i no solament com a opció de partit, sinó que ha
penetrat transversalment en les diferents forces polítiques del catalanisme
i en la societat civil. És un independentisme cívic que defensa la identitat
nacional i el dret a decidir del poble català.
Per primera vegada des dels inicis del catalanisme polític, a mitjan
segle xix, la majoria dels partits polítics catalanistes es presenten com a
explícitament independentistes, excepte el projecte confederalista d’UDC,
que ha acabat dividint el partit, el federalisme d’ICV i del PSC, del qual
també s’ha escindit la majoria dels seus militants catalanistes. En síntesi,
l’estat de les autonomies és qüestionat, tant pels que impulsen un procés
recentralitzador com pels que defensen la secessió de Catalunya. Possiblement ens trobem en l’etapa inal del «consens» sorgit durant la transició
espanyola, l’opció federalista defensada pel PSOE-PSC, tal vegada com
un intent de presentar una opció diferent dels recentralitzadors —malgrat que aquests, en bona part, són partidaris del «federalisme», tal com
l’entenia el col·lectiu Javier de Burgos o el professor García de Enterría— i
dels independentistes. No obstant això, s’hauria d’acceptar que, en nom
del federalisme, no s’hauria de defensar un estat simple, políticament centralitzat i culturalment uniformitzat. Hi ha pocs dubtes que vivim temps
205
Josep Pich i Mitjana
interessants i iniciem una etapa nova, en què seria bo recuperar el tan
lloat consens del període de la transició. Quant al federalisme, el dibuixant
Ferreres va publicar una caricatura, el 21 de setembre del 2012, on es veu
Pi i Margall i Valentí Almirall asseguts en butaques al cel i Pi diu: «nos
dejamos la piel en el intento para conseguir que nos llamaran separatistas»
i Almirall li responia que: «després de predicar anys el federalisme a Espanya, vaig saber que dos no es poden federar si un no ho vol».
206
TRANSICIONES EN LA CATÓLICA POLONIA DESDE EL INICIO
DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL HASTA LA CAÍDA
DEL RÉGIMEN SOCIALISTA DE ESTADO*
Xavier Moreno Juliá
Universidad Rovira i Virgili
xavier.moreno@urv.cat
Resumen
Este trabajo pretende hacerse eco del sufrimiento del pueblo polaco desde
que en septiembre de 1939 alemanes y soviéticos cruzaron su frontera y, al
cabo de un mes, aplastaron su resistencia, ante la inacción de quienes habían
prometido ayudar, esto es, británicos y franceses. Guerra y posguerra forjaron
una realidad de socialismo de Estado alejada de la forma polaca de entender
la vida y el mundo, marcada por el catolicismo. De ahí que la represión fuese
un elemento primordial para lograr el silencio de la mayoría de los polacos.
Palabras clave
Polonia; Segunda Guerra Mundial y posguerra; represión.
Abstract
his article aims to draw attention to the sufering of the Polish people since
German and Soviet forces crossed its border in September 1939 and crushed
the country’s resistance within one month in the face of inaction by those who
had promised their support, that is, the British and French. he war and the
post-war period ultimately led to a form of state socialism that was far removed from the Polish Catholic understanding of life and the world. As such, the
state used repression as an essential tool to silence most Poles.
Key words
Poland; Second World War and post-war period; repression.
* Este trabajo es una ampliación del presentado al Congreso Internacional sobre Transiciones Políticas en el Mundo Contemporáneo, celebrado en la Universidad Rovira i Virgili los
días 7, 8 y 9 de mayo de 2014.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UACM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 207–226.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Xavier Moreno Julià
Polonia se coniguró como país en las proximidades del río Varta, que
atraviesa la actual Poznań, y en un progreso lento, pero constante, sus
habitantes cruzaron el río Óder al oeste y el Vístula al este. Con el tiempo
llegaron, por el norte, hasta el mar Báltico, y en el sureste, hasta la cadena
de los Cárpatos. Resultado de aquel proceso, en 1386 Polonia logró una
coalición con Lituania (Unión Polaco-Lituana) y quedó deinitivamente
constituida en el siglo xv, con lo que coniguró el extremo oriental de
Europa. Ya en el siglo xvi, mientras los países de la Europa de la era
moderna se engrandecían, Polonia siguió su trayectoria hacia el este y llegó
hasta Smolensk y Zaporiyia (Dzikie Pola), esto es, «las tierras salvajes» de
más allá del río Dniéper, a no mucha distancia de Moscú1. Por la Unión
de Lublin, el 1 de julio de 1569 coniguró con Lituania una república
aristocrática y federal denominada Mancomunidad de las Dos Naciones
(cuya extensión, de hecho, era la de la Unión Polaco-Lituana), a cuyo frente
quedó un rey electo (a la par, rey de Polonia y gran duque de Lituania)
que gobernó con un senado y un parlamento (el Sejm) comunes, lo que
la convirtió en uno de los países más grandes de Europa (1 036 000 km2).
La Mancomunidad de las Dos Naciones alcanzó su mayor poder
en la primera mitad del siglo xvii, cuando logró frenar las ambiciones
territoriales suecas y otomanas, y conquistar Moscú (de septiembre de
1610 a noviembre de 1612). No obstante, el alzamiento de Rusia y la
posterior invasión sueca la obligaron a replegarse progresivamente, hasta
el punto de que, ya en el siglo xviii, quedó reducida a la condición de
satélite inerte de Rusia. Como culminación de aquel declive, en el último
tercio del siglo, una poderosa coalición conigurada, con alternancia, por
Prusia, Austria-Hungría y Rusia, inligió tres severas derrotas militares
a la Mancomunidad (1772, 1793 y 1795), que llevaron a tres repartos
territoriales y sellaron su inal.
Los dos primeros repartos acabaron con la independencia de la
mayor parte de Polonia, y el tercero acabó con la Mancomunidad y con
la independencia tanto de Polonia como de Lituania. El primer reparto
tuvo lugar en agosto de 1772, en beneicio de Berlín (coniguró su Prusia
Occidental, de 36 000 km2 y 580 000 habitantes), Viena (se quedó con
Galitzia, de 83 000 km2 y 2 650 000 habitantes) y Moscú (formó la Rusia
Blanca, de 92 000 km2 y 1,3 millones de habitantes), y supuso la pérdida
1 Moscú había adquirido trascendencia a partir de 1480, a tenor de la victoria de Iván III
sobre los tártaros.
208
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
de más de una cuarta parte de la supericie y de un tercio de la población
de la Mancomunidad. El segundo, en enero de 1793, fue obra de Berlín
(58 000 km2 y un millón de habitantes, esto es, la región de Poznań) y de
Moscú (280 000 km2 y tres millones de habitantes, con lo que coniguró
Polesia —territorios de Bielorrusia, Ucrania y Volinia— y se quedó con
Podolia). La Mancomunidad de las Dos Naciones había quedado reducida
a una especie de tronco de 227 000 km2 y cuatro millones de ciudadanos, en
función del eje que irradiaban, de norte a sur, Vilna, Varsovia y Cracovia.
Así las cosas, el general polaco Tadeusz Kosciuszko, que había luchado en
la guerra por la independencia estadounidense y que se había enfrentado
a los rusos en 1792, se alzó en Cracovia a inales de marzo de 1794 al
mando de un ejército de más de 50 000 hombres. Kosciuszko logró frenar
a los prusianos frente a Varsovia, donde inalmente cayó derrotado el 4 de
noviembre ante las tropas del general Aleksandr Suvórov. Aquel mismo
día, los cosacos de Suvórov asaltaron Praga y asesinaron a 20 000 civiles,
en lo que se conoce como la masacre de Praga. Al mismo tiempo, las tropas
prusianas, reforzadas en hombres y armamento, volvieron a penetrar en
territorio polaco y derrotaron a las fuerzas todavía insurgentes. Como
resultado de esta derrota, la Mancomunidad vivió, en octubre de 1795, su
desaparición como Estado. Con la irma del acuerdo inal, en 1796, quedó
repartida entre sus tres enemigos: Prusia, Austria-Hungría y Rusia. Prusia
se anexionó la Polonia Mayor, Lódz y Varsovia, y conirmó su dominio
sobre Pomerania; Austria-Hungría obtuvo la Polonia Menor y Galitzia; y
Rusia recibió la llanura central polaca y Lituania.
Todo ello abrió en Polonia un complejo periodo de sometimientos y
convulsiones, que vio el intento de reconiguración del país entre 1807 y
1814 con el Gran Ducado de Varsovia (154 000 km2 y 4,3 millones de habitantes), y que se prolongó hasta enero de 1918, cuando Lloyd George, por
parte británica, y el presidente Woodrow Wilson, por parte estadounidense, propusieron su reconstitución, que se hizo efectiva el 11 de noviembre.
Tras 123 años de sometimiento, Polonia —deinitivamente sin Lituania—
recobró su libertad2. Sin embargo, iba a ser una libertad efímera (la Se2 Kieniewicz, J.: Historia de Polonia, México: Fondo de Cultura Económica, 2001, pp. 83–
91, 96 y 161-162.
Kinder, H. y Hilgemann, W.: Atlas histórico mundial, tomo I, Madrid: Ediciones Istmo,
1980, pp. 308 y 309.
«República de las Dos Naciones», «Tercera partición de Polonia», «Aleksanr Suvórov»,
«Alexander Suvorov» y «Unión de Lublin», en Wikipedia [en línea]. [Consulta el 20/09/2014].
209
Xavier Moreno Julià
gunda República polaca duró 20 años y 10 meses) y cargada de tensiones
y malos presagios, aunque también de victorias, como la que dio al país
el mariscal Józef Pilsudski (1867–1935) con la toma de Kiev en mayo de
1920 o la salvación, in extremis, de Varsovia en agosto y, con ello, de parte
de Europa. El Tratado de Riga, de marzo de 1921, obligó a Vladímir Ilich
Lenin a ceder parte de Bielorrusia y de Ucrania3.
Doble dominio y masacre durante la guerra
En 1939 Polonia vivía su Segunda República. Tras un duro tira y aloja, el
1 septiembre, fue atacada por Alemania, y el 17, por la Unión Soviética,
con dos frentes: el bielorruso, al mando de Mijaíl Kovaliov, y el ucraniano,
de Semión Timoshenko. La resistencia fue dura, pero imposible de mantener dada la falta de auxilio de Gran Bretaña y Francia, cerebro y auxiliar,
respectivamente, de su oposición a las demandas hitlerianas. El 28 de septiembre, Varsovia capituló ante los alemanes. La lucha se prolongó hasta el
6 de octubre, cuando el general Franciszek Kleeberg se rindió al Ejército
Rojo tras cuatro días de lucha en Kock, cerca de Lublin. Tras su derrota,
Polonia quedó fragmentada en las dos zonas de ocupación preijadas por
los invasores4.
3 Pilsudski, héroe de la nación, dio un golpe de Estado, con el apoyo de los partidos agrario,
socialista y comunista, el 12 mayo de 1926, que triunfó tras un enfrentamiento armado en
Varsovia, que se saldó con 379 muertos y unos 900 heridos. El Sejm le ofreció la presidencia
de la República, pero él elevó a dicho puesto a su amigo Ignacy Moscicki, químico totalmente
ajeno a la política. Prescindió del apoyo obtenido por la izquierda y pronto buscó colaborar
con los sectores conservadores del país. Al margen de su acceso a la presidencia del Consejo
de Ministros entre 1926 y 1928, en 1930, centró su trabajo en lo militar, de modo que fue
ministro del Ejército, inspector general de las Fuerzas Armadas y jefe del Consejo de Guerra.
Para frenar a los opositores, creó el Bloque no Partidista de Cooperación con el Gobierno,
organismo unido por el culto a su persona y por ambiciones personales más que por ideología alguna, que en las elecciones de 1928 obtuvo el 28 % de los votos. Las izquierdas se
unieron para arrebatarle el poder, pero suspendió el Parlamento y encarceló a 80 personas.
La población le dio su apoyo en las elecciones de noviembre de 1930, con el 47 % de los
votos para el Bloque. Desde 1930 se concretó su dictadura, pero fue bastante blanda. Sus
acciones se limitaron a fortalecer el control social del Estado y a limitar la inluencia de los
comunistas, así como de la población alemana y ucraniana. Murió de cáncer el 12 de mayo
de 1935, a los 67 años de edad. En aquel momento, en Polonia «no había nadie que igualara
su autoridad y capacidad para encabezar el Estado».
Kieniewicz, J.: op. cit., pp. 173–178.
«Józef Pilsudski», en Wikipedia [en línea].
4 El libro que mejor releja la realidad de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial es
el de Timothy D. Snyder: Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin, Barcelona: Galaxia
210
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
A partir de entonces, el sufrimiento polaco no conoció límites. Tanto
a manos del salvajismo nacionalsocialista como de la brutalidad soviética,
el exterminio de miles de patriotas fue el denominador común que iba a
deinir el devenir de los 6 años comprendidos entre 1939 y 1945. Se calcula
que entre estos años uno de cada cinco polacos murió. Baste al lector visitar el campo de exterminio de Birkenau, a pocos kilómetros de Auschwitz,
y permanecer durante unos minutos frente a los restos de los pabellones
de gaseado humano números tres y cuatro, en uno de cuyos lancos el doctor Josef Mengele dio rienda suelta a su criminal experimentación con los
gemelos y los enanos internados, en gran parte, judíos polacos5. O baste
echar a andar por los bosques de Katyn para sentir la sensación putrefacta
de los cuerpos de los 8 000 oiciales polacos y los 15 000 miembros de la
intelligentsia polaca asesinados, con el pertinente tiro en la nuca, en la primavera de 1940, y sepultados por sus ejecutores, los ángeles de la muerte
del KGB6.
Una vez ocupada Polonia, la guerra extendió sus tentáculos hasta sobrepasar las fronteras europeas en diciembre de 1941 y engullir a buena
parte de la humanidad. De hecho, no debe olvidarse que desde 1937 China
combatía contra Japón, en una de las guerras más atroces que jamás haya
vivido el ser humano, y a la que, por desgracia, no se le da la importancia
que se debiera. No obstante, debe retornarse a diciembre de 1941, pues a
partir de aquel momento, las ateridas armas alemanas frenaron su avance
y, por primera vez, se vieron obligadas a defender sus posiciones. Cuando
ya en febrero de 1943, el Heer fue derrotado en Stalingrado, los mandos
del AK (Ejército Interior polaco) consideraron la posibilidad de que el
Ejército Rojo conquistase la totalidad de Polonia. De ahí que decidiesen
Gutenberg/Círculo de Lectores, 2102 (primera edición, 2011, y original, 2010).
5 Es lo que el autor de este trabajo hizo en su día, y fue una de las más angustiosas experiencias vividas. Para lo acaecido en aquel inierno, véase el testimonio del cirujano polaco Miklós
Nyiszli: Fui asistente del doctor Mengele, Oswiecim: Frap Books, 2011.
6 Sobre esta cuestión, que los aliados, en uno de sus actos de debilidad moral (hubo otros,
por ejemplo, los bombardeos sobre una Alemania deshecha o la forma de asesinar a los
japoneses, ya no solo con el recurso de dos bombas atómicas, sino con el uso de lanzallamas
en la boca de las grietas donde se escondían en la multiplicidad de islotes que los separaban
de Honshu-), se negaron a aceptar la evidencia que apuntaba al Kremlin, cuando en abril
de 1943 los alemanes dieron a conocer al mundo la tragedia, y en el seguir de su dictado,
atribuyeron la masacre a la vesania nacionalsocialista. Véase VV. AA.: he destruction of the
Polish elite. Operation AB-Katyn, Varsovia: Institute of National Remembrance (Commission
for the Prosecution of Crimes against the Polish Nation. Public Education Oice), 2009.
211
Xavier Moreno Julià
crear una organización secreta, denominada Independencia (Niepodleglosc), con el objeto de evitarlo. Sin embargo, en julio de 1944, el Ejército
Rojo entró en la zona oriental de lo que iba a ser la Polonia de la posguerra. Las fuerzas del AK quedaron en zona de dominio soviético y fueron
desarticuladas en parte7.
En octubre de 1944, el hundimiento del alzamiento de Varsovia contra los alemanes (del 1 de agosto al 2 de octubre) comportó multitud de
arrestos en el territorio polaco ocupado por los soviéticos —no quedaba muy lejano el recuerdo del aplastamiento del gueto8—. Entretanto, en
Moscú, Iósif Stalin maniobraba. El 24 de julio de 1944, se aprobó la creación del Comité Polaco de Liberación Nacional (13 de sus departamentos
dirigidos a la seguridad interior), transformado, el 31 de diciembre, en
Gobierno provisional de Polonia9. Por aquel entonces, unos 2 500 oiciales
de seguridad, más de 12 000 policías y 4 000 soldados, actuaban en la Polonia de Lublin, considerada como la «esfera de operaciones de guerra»10.
Por su parte, el teniente general Viktor Abakúmov asumió la dirección
del SMERSH (Departamento de Métodos Especiales para la Detección de
Espías)11.
La realidad soviética de la posguerra y su expansión hacia el exterior
Al acabar la Segunda Guerra Mundial en Europa, la Unión Soviética había
vencido a Alemania al precio de unos 27 millones de vidas, y de millones
de desplazados y mutilados. Esto, al entender de sus dirigentes, la legitimaba para hacer de Europa oriental su hinterland12. A ojos del mundo, a
partir de 1945 Moscú mostró el reverso de la moneda, esto es, el de capital
de un gran Estado victorioso, paradigma de la construcción del socialismo. De ahí que abriese un periodo de unos 30 años en el que su modelo
7 Véase la aportación de Rafael Wnuk en Alexandra Grúnová (ed.): NKVD/KGB. Activities
and its cooperation with other secret services in central and eastern Europe, 1945–1989,
Bratislava: Nation’s Memory Institute, Bratislava, pp. 54-55.
8 Del 19 de abril al 16 de mayo de 1943.
9 Wnuk, R.: op. cit., p. 61.
10 Wnuk, R.: op. cit., pp. 64-65.
11 Wnuk, R.: op. cit., p. 65. Ucrania quedó bajo el control de Ivan Serov y Bielorrusia, bajo
el de Lavrenti Tsanava.
12 Así, de los 191 millones de habitantes de 1941 (111,5 millones, rusos), en 1950 tenía tan
solo 181 millones (101,4 millones, rusos).
Parker, G.: Historia de la guerra, Madrid: Ediciones Akal, 2010, pp. 364-365.
212
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
ejercería fascinación entre millones de personas de un amplio espectro
de países13. Entre ellas, se incluyó la intelectualidad deslumbrada por
los principios del materialismo histórico y el igualitarismo14. Simone de
Beauvoir, Jean Paul Sartre, Eric Hobsbawm, Edward Hallett Carr y otros
tantos cantaban las excelencias de todo ello, pero sobre la base del nivel
de vida que les proporcionaba Occidente y del que difícilmente hubiesen
aceptado prescindir. Una vez más, chocaban teoría y praxis, como si de
una parte de la dialéctica hegeliana se tratase. En el fondo, comme il faut,
la ideología actuaba como elemento silenciador de la realidad15.
La fachada de la triunfante Unión Soviética escondía, en mayo de
1945, a una sociedad moribunda después de cuatro años de guerra, que
no vio relajación en el control que sufría por parte del Estado. Por el contrario, Moscú acababa de recuperar a millones de súbditos que, durante
un tiempo, habían permanecido «fuera del sistema», por lo que deberían
purgarse16. Era «zarismo rojo» en su máxima expresión de crueldad17.
13 Cabría preguntarse cómo se han repartido en Occidente las fascinaciones tras la caída del
muro de Berlín.
14 Juan Carlos Losada Malvárez (1958) ha descrito concisamente esta realidad en nuestras
universidades en la introducción de su Batallas decisivas de la historia de España («Ajuste
de cuentas»), Madrid: Ediciones Santillana, 2006 y de su De la honda a los drones. La guerra
como motor de la historia («Reivindicación (ácida) de la historia militar»), Barcelona: Pasado
& Presente, 2014.
15 Baste echar un vistazo a la biblia de la intelectualidad marxistizada de aquel momento, el
libro de la escritora y profesora chilena Marta Harnecker: Los conceptos elementales del materialismo histórico, México: Siglo XXI, 1972 (primera edición de 1969). En 2007, este libro
había visto 66 ediciones. Harnecker (1937) es hija de inmigrantes austriacos y fue discípula
aventajada del desgraciado —por «desgracia», evidentemente, en tanto que padeció desequilibrios mentales que lo llevaron a asesinar a su esposa— Louis Althusser (1918–1990).
16 Werth, N.: «Un Estado contra su pueblo: violencias, temores y represiones en la Unión
Soviética», en VV. AA.: El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión, Madrid y
Barcelona: editoriales Espasa Calpe y Planeta, 1998, p. 263.
17 Rusia, desde mediados del siglo xvi, vive bajo los dictados del zarismo, ya sea blanco, rojo
o descolorido, como el actual. La democracia es un concepto que no acaba de entrar en la
mente de las élites gobernantes del país, que preieren tejer la urdimbre de su poder sobre
un entramado de corrupciones que faciliten su perpetuación. Al pueblo ruso, por lo general
afable y resignado (léanse las memorias de viajeros del siglo xix y principios del siglo xx), no
le queda más remedio que soportar sus excesos. Al margen de valoraciones globales sobre el
conlicto, resulta evidente que, en estos momentos, la acción contra Ucrania esconde la necesidad de entusiasmarlo con una empresa exterior, que a ojos del mundo muestre a una Rusia
fuerte. Por suerte para el Kremlin, los mandatarios de los países europeos decisorios suelen
213
Xavier Moreno Julià
Acorde con aquella forma de entender las cosas, tres días después de
la capitulación alemana, el 11 de mayo, el Kremlin ordenó la creación de
100 nuevos campos de concentración, cada uno con capacidad para unas
10 000 personas18. Los prisioneros de guerra en Alemania serían controlados por el SMERSH, creado el 19 de abril de 1943 por el NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, encargado de la seguridad del
Estado). En cuanto a los civiles que habían sido deportados a Alemania
o que habían huido hacia Occidente durante el ataque alemán, quedaron
directamente en sus manos. De ahí que más de un millón y medio combatientes (1 545 000) y más de dos millones y medio de civiles (2 655 000)
pasasen a campos de concentración. Tras las comprobaciones pertinentes,
el 58 %, en su mayoría niños y mujeres, pudo regresar a su casa. No obstante, el 19 % fue enviado al ejército (en parte, a batallones disciplinarios);
un 15 %, a «batallones de reconstrucción» (en general durante dos años); y
un 9 %, unas 360 000 personas, al gulag, bajo la acusación de «traición a la
patria» (de 10 a 20 años en campos de concentración o en comandancias
del NKVD)19. Por supuesto, el Kremlin reservó un «destino particular»
a los vlassovtsy, los cientos de miles de componentes del Ejército Ruso de
Liberación (ROA), del general Andréi Vlásov; que por las reticencias raciales de Hitler, no llegó a combatir contra el Ejército Rojo hasta entrado
1945, y que, inalmente, optó por apoyar a los insurgentes de Praga contra
los alemanes20.
En cuanto a las condiciones de vida de la población soviética en general (no de sus dirigentes), la miseria era el denominador común de la mayoría de las zonas afectadas por la guerra. Unos 25 millones de personas
estar más interesados por el gas y los intereses de sus grandes empresas que por el devenir de
Ucrania. Una vez más, solo Estados Unidos ha mostrado irmeza.
18 Miles de aquellos hombres, que habían soñado en hacer de la Unión Soviética nuevamente Rusia y el resto de naciones, fueron ametrallados al bajar del tren que los había devuelto,
por la fuerza, a su patria (salvo excepciones, como los estadounidenses, que habían rechazado su amparo). Todos los jefes y oiciales siguieron la suerte de su general (ahorcado el
1 de julio de 1946); algunos suboiciales fueron asesinados y otros, enviados a los campos
de trabajo del gulag; y los soldados o fueron asesinados o deportados durante seis años a
Siberia, a Kazajistán o al extremo norte del país. A inales de 1945, los vlassovtsy registrados
se acercaban a los 150 000. No fue hasta septiembre de 1955, que los 55 000 suboiciales y
soldados todavía vivos fueron perdonados por Moscú.
Werth, N.: op. cit., pp. 265-267.
19 Werth, N.: op. cit., p. 267.
20 Werth, N.: op. cit., p. 266.
214
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
(el 15 % de la población) carecían de casa y las raciones de pan no llegaban a los 500 gramos diarios para los trabajadores empleados en las tareas
más duras21. Instructores del Comité Central del Partido Comunista de la
Unión Soviética inspeccionaron varias zonas del país y concluyeron que la
situación material de la población era «muy difícil», aunque valoraron que
había esperanza de mejora22.
En el plano exterior, la situación de la Unión Soviética era muy diferente. Durante los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial y
una vez inalizada, por medio de tratados de armisticio, reparaciones de
guerra y ocupaciones militares, consiguió una inluencia decisiva en Europa oriental. Al margen de la Sowjetische Besatzungszone23 de Alemania,
la inluencia soviética se extendió, de norte a sur y de oeste a este, sobre
siete países: Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Yugoslavia, Bulgaria y Albania. De entre ellos, los tres que habían sido aliados de Alemania (Hungría, Rumanía y Bulgaria) fueron especialmente sojuzgados. El
Ejército Rojo estaba instalado dentro de sus fronteras, y en las comisiones
interaliadas, que funcionaron entre 1944 y 1947, sus mandos impusieron
su criterio24. En cuanto al resto, los que en su día habían sido ocupados
por Alemania (Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia) o por Italia (Albania), fue la católica Polonia, por su particular idiosincrasia, la que padeció
mayor sufrimiento.
La ocupación soviética de Polonia y la resistencia
A punto de inalizar la guerra en Europa, Polonia fue objeto de discusión
en la Conferencia Interaliada de Yalta (del 1 al 11 de febrero de 1945), entre Roosevelt, Churchill y Stalin. En ella quedó establecida la nueva frontera discutida en la anterior conferencia tripartita —no menos fatídica—
celebrada en Teherán (del 28 de noviembre al 1 de diciembre de 1943), con
arreglo a la línea Curzon, tal y como demandaba la Unión Soviética. Esto
privaba a Polonia de un buen trozo de su parte oriental. En compensación, su frontera occidental quedó ijada en el río Óder, lo que suponía la
21 Werth, N.: op. cit., p. 267.
22 Werth, N.: op. cit., p. 267.
23 Zona de ocupación soviética.
24 Paczkwoski, A.; Bartosek, K.: op. cit., p. 446.
215
Xavier Moreno Julià
ocupación de una parte de Alemania25. En supericie, la zona perdida era
sensiblemente mayor a la ganada. Stalin había jugado su carta con fuerza
y el resultado, sin duda, había valido la pena. El territorio de Polonia, una
vez más en su larguísima historia, era objeto de manejos externos.
No obstante, pronto la resistencia se hizo notar. En abril de 1945, lo
que quedaba del AK vivió una reestructuración, de manera que en mayo
nació la Delegatura Sil Zbrojnych na Kraj (DSZ), esto es, las Fuerzas Armadas de la Delegación en el Interior26. Por aquel entonces, el número de
miembros de la milicia polaca era de entre 150 000 y 200 000, de los cuales,
entre 20 000 y 25 000 operaban en los bosques27. Contra ellos, fueron enviados 35 000 soldados policía, el 40 % de todas las fuerzas del NKVD de la
Europa del Este28. En cuanto al Gobierno en el exilio, en Londres, restaba
en situación de debilidad por las exigencias soviéticas ante los anglosajones. Stanislaw Mikolajczyk, el primer ministro, participó en junio de 1945
en la Conferencia de Moscú, que decidiría para Polonia la creación de un
Gobierno provisional de unidad nacional, conigurado el día 28. En él,
17 ministerios, de un total de 21, quedaron en manos comunistas o de
miembros de partidos subordinados al Partido Polaco de los Trabajadores.
Sin embargo, se le retiró la consideración de su rango a Mikolajczkno, y a
principios de julio, el nuevo Gobierno fue reconocido por los anglosajones. De aquella manera, el Gobierno polaco de Londres quedó deinitivamente desbaratado y las DSZ dejaron de existir.
La nueva situación no quedó clara para todos y el comandante de
las extintas DSZ, el coronel Jan Rzepecki, y sus colaboradores decidieron
crear una nueva organización. Fue así como el 2 de septiembre de 1945 nació en Varsovia el movimiento Libertad e Independencia (WiN, Wolność
i Niezawislość). Su objetivo era, como su propio nombre indica, la independencia de Polonia y, además, la estructuración de su política exterior
sobre la base del entendimiento con la Unión Soviética, Estados Unidos
y Gran Bretaña. No obstante, su inluencia real quedó limitada al sur del
país. En el este (provincias de Bialystok, Lublin, Podlaquia y Mozowse), la
25 Kinder, H. y Hilgemann, W: Atlas histórico mundial, tomo ii, Madrid: Ediciones Istmo,
1980, p. 231 (primera edición, de 1971). A efectos prácticos, Polonia, en términos geográicos, se había traslado hacia el oeste.
26 Wnuk, R.: op. cit., pp. 54-55.
27 Wnuk, R.: op. cit., p. 60.
28 Wnuk, R.: op. cit., p. 66.
216
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
organización mantuvo un carácter militar. En cuanto a la Alta Silesia y en
algunas zonas de Poznań y Kielce, sus estructuras funcionaron solo hasta
inales de año29.
Al acabar 1945, los comunistas polacos controlaban ya todos los nuevos territorios incorporados a Polonia, y la cifra de las fuerzas de seguridad
se elevaba a 24 000 mandos de seguridad general y a 29 000 mandos y soldados del Cuerpo de Seguridad Interior (el KWB, Korpus Bezpieczeństwa
Wewnętrznego, antiguo Ejército Interior)30. Todo esto era una copia del
sistema de seguridad soviético. De hecho, los ciudadanos polacos quedaron bajo jurisdicción soviética, pues el Cuartel General del Ejército Rojo
era el encargado de la administración de la Polonia conquistada31.
Durante los años 1946 y 1947 se desarrolló una cruenta lucha entre
el aparato del poder y la guerrilla anticomunista, que no se apagaría hasta principios de la década de los cincuenta. Se sabe que los guerrilleros
muertos en combate hasta 1948 fueron unos 8 700. Entre ellos, había ucranianos: de ahí que Moscú decidiese la deportación de cuantos había en
Polonia (unos 140 000), lo que se desarrolló entre abril y julio de 1947
en el marco de la Operación Vístula. El razonamiento de los comunistas
se basaba en la lógica de «quien no está conmigo está contra mí». Por
ello, la principal fuerza de resistencia organizada contra la Wehrmacht, el
AK, al no haber luchado al lado de los soviéticos, fuese considerada una
organización aliada de Hitler. Se llegó al punto de que funcionarios de la
Gestapo detenidos fueron obligados a perjurar para justiicar condenas a
polacos, como Witold Pilecki, oicial de reserva detenido el 5 de mayo de
1947, torturado y ejecutado el 25 de mayo de 1948 de un tiro en la nuca32.
29 Wnuk, R.: op. cit., pp. 55 a 59.
30 Wnuk, R.: op. cit., p. 64.
31 Wnuk, R.: op. cit., p. 65.
32 Pilecki era un patriota en el sentido pleno de la palabra. En 1940, por propia iniciativa
y de acuerdo con sus superiores del AK, se dejó capturar en una redada y fue internado en
Auschwitz, donde organizó una red de resistencia. En abril de 1943 escapó y tomó parte en
la insurrección de Varsovia de 1944. Vuelto a apresar, permaneció en el olag (Oiziers-Lager)
de Murnau. Tras su liberación, se incorporó a las tropas del general Wladyslaw Anders. En
el otoño de 1945, volvió a Polonia y se unió al movimiento clandestino anticomunista, en
el que organizó una sólida red de información sobre la bolchevización de Polonia, que se
transmitía al general Anders.
Paczkowski, A.: «Polonia, la “nación-enemigo”», en VV. AA.: El libro negro del comunismo.
Crímenes, terror y represión, Madrid y Barcelona: editoriales Espasa Calpe y Planeta, 1998,
pp. 423–427.
217
Xavier Moreno Julià
40 años de supeditación a los designios de Moscú
y el retorno a la normalidad
Entre 1949 y 1956, Polonia fue objeto de un fuerte anclaje por parte de la
Unión Soviética al bloque que lideraba, y de ahí su inserción en el Consejo
de Ayuda Económica Mutua en 1949 y en el Pacto de Varsovia en 1955, a
la par que al trasvase de gran número de personas de los grupos sociales
menos favorecidos, con lo que pasaron a ocupar puestos de relevancia.
Asimismo, se favoreció el acceso de los muchachos de origen obrero y
campesino al sistema de enseñanza, al mismo tiempo que se les diicultó
este acceso a los descendientes de los antiguos grupos sociales privilegiados33. Solo la Iglesia pudo convertirse en un elemento de freno al proceso
impulsado por Moscú. Así, a pesar de la ruptura del concordato por parte
del Gobierno ya en 1945, la Iglesia tuvo la habilidad de restablecer sus estructuras e intensiicar su actividad, algo en lo que la igura y la actividad
del arzobispo Stefan Wyszyński resultó primordial. Nombrado en 1948,
tuvo que afrontar, al igual que el resto de la Iglesia, la intensiicación de la
represión en 1949 y 1950, cuando fueron eliminados todos los órganos de
prensa católicos y las organizaciones, así como Cáritas, y se expulsó a las
monjas de los servicios hospitalarios. Ya cardenal, Wyszyński fue arrestado en septiembre de 1953 tras haberse declarado públicamente en contra
de la sentencia que condenaba a 12 años de presidio al obispo de Kielce,
Czeslaw Kaczmarek, bajo la acusación de ser espía de Estados Unidos, que
inalmente no prosperó34. En noviembre, un diplomático polaco escribió
en la prensa lo siguiente:
Aparece una nueva ola de persecuciones de los obispos, del clero y de la Iglesia católica en Polonia. Los bolcheviques —después del encarcelamiento y
martirio del primado de Hungría, el cardenal Mindsznety, que levantó una
justa indignación en todo el mundo civilizado, pero desgraciadamente sin
consecuencias prácticas en el seno mismo de la ONU— emprendieron la persecución de la Iglesia de Praga en la persona del arzobispo Baran, y ahora
inalmente en Polonia. Pues este país, enteramente católico, representa ya el
último baluarte del catolicismo entre los países satélites bajo el poder de los
sóviets. […] Por in, el Comité Central del Partido Comunista de Polonia re33 Kieniewicz, J.: op. cit., pp. 222 y 226.
34 Kieniewicz, J.: op. cit., pp. 227-228. El obispo fue nuevamente detenido y encarcelado en
abril de 1956 (diario La Vanguardia, 28 de abril de 1956, p. 13. La información procedía de
fuentes católicas de Berlín a la Agencia CPU).
218
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
cibió las órdenes de Moscú para entablar la ofensiva contra la Iglesia católica.
Para conseguir los resultados deseados, se prepararon con anterioridad algunos núcleos disidentes formados por los llamados «católicos progresistas»
y «sacerdotes patriotas» […]. En su sistemática preparación, el Gobierno de
Boleslao Bierut, al servicio de Moscú organizó unos juicios contra los sacerdotes, y hace unas semanas contra el obispo de Kielce, Mons. C. Kaczmarek,
utilizando unos agentes provocadores como falsos testigos para condenar al
prelado polaco por alta traición y espionaje. Inmediatamente después de esta
farsa del proceso popular comunista, Bierut se atrevió a dar un golpe directo
a la persona más venerada por todos los polacos, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszyński35.
Después de 1956, por suerte para la mayoría, el Partido Comunista
Polaco ya no insistió en convencer a todos de las bondades del socialismo
y pasó a dejar cierto margen de decisión libre, pero sin abandonar, en lo
más mínimo, el control de los medios de comunicación. Wladyslaw Gomulka, secretario general del Partido, era hombre de ideas simples sobre
economía, y durante su mandato (roto por su encarcelamiento entre 1951
y 1954, por oposición a la política igualadora de Moscú) no permitió que
el país contrajese deuda externa, lo que lo llevó a limitar el consumo. En
palabras de Kieniewicz, «los tiempos de su Gobierno (1956–1970) fueron
aburridos, pero la sociedad polaca se acostumbró a esa realidad, que se
presentaba segura y un poco más libre, y en la que también era posible
obtener algún éxito personal». Entre sus principios no estaban ni colectivizar la agricultura ni apostar por el ateísmo de la población, lo que le
permitía ofrecer una imagen hasta cierto punto abierta de Polonia. De
hecho, llegó a obtener un trato de igualdad con Moscú, en tanto que ni
Nikita Kruschev (1953-1964) ni Leonid Ilich Brézhnev desconiaron de él.
Sin embargo, las protestas obreras de diciembre de 1970 supusieron la caída del Partido, a pesar de que en una década había duplicado sus ailiados,
hasta llegar a los 3,3 millones. En el fondo, Moscú estaba enfadado por el
intento de normalizar las relaciones con Bonn sobre la base de la garantía
de la frontera occidental de Polonia. El canciller Willy Brandt aceptó y
esto conllevó la irma de un acuerdo el día 7. Tan solo dos semanas después, el 20, Gomulka fue destituido por un grupo de líderes del Partido
Comunista con el consentimiento de Brézhnev36.
35 La Vanguardia, 15 de noviembre de 1953, p. 11 (artículo irmado por M. Szumlakowski).
36 Kieniewicz, J.: op. cit., pp. 235–247.
219
Xavier Moreno Julià
El recambio de Gomulka fue Edward Gierek (1913–2001), que desarrolló su mandato hasta 1980 en clave reformista, y entre sus reformas
destacó la legalización del sindicato Solidaridad en el mes de agosto de
aquel mismo año. Este sindicato llegó a reunir a 10 millones de personas
y, por pura lógica evolutiva, se convirtió en un elemento de oposición al
sistema37.
Solidaridad nació de la protesta obrera que siguió a la subida indiscriminada del precio de productos alimentarios, en especial la carne, autorizada por el Gobierno el 1 de julio de 1980. Comenzada en Lublin, pronto
se extendió a 18 grandes ciudades, de modo que, a mediados de mes, más
de 350 000 trabajadores estaban en huelga. El 14 de agosto, la huelga llegó
a los trabajadores de los astilleros Lenin, de la ciudad báltica de Gdansk (la
otrora Danzig). Dos días después, los huelguistas fundaron el Comité Interempresarial de Huelga (MKS) bajo la dirección de un joven electricista
llamado Lech Walesa, que en poco tiempo llegó a representar a unas 600
empresas. En pocos días, en consonancia con los huelguistas de la ciudad
portuaria de Szczecin y de la minera de Jastrzebie, el MKS elaboró el llamado Protocolo de Gdansk, con 21 puntos, algunos de carácter revolucionario (sindicatos libres; respeto al derecho de huelga; libertades de expresión, publicación e impresión; inal de la censura; acceso de los católicos a
los medios de comunicación de masas; readmisión, con plenos derechos,
de los despedidos tras las huelgas de 1970 y de 1976, así como de los estudiantes expulsados de la universidad por motivos políticos; elección de los
cuadros dirigentes a partir de su valía y no de su pertenencia al Partido;
semana laboral de cinco días; y compensaciones para quienes laborasen
en condiciones particularmente duras). Este protocolo fue sometido al
Gobierno, que tras la pertinente consulta de Gierek con Brézhnev, aceptó
la negociación. Aceptados los puntos básicos el 31 de agosto (el 1 y el 3
de septiembre irmaron los comités obreros de Szczecin y Jastrzebie), los
trabajadores abandonaron la huelga y 17 días después nació el sindicato.
Entretanto, Gierek fue cesado.
Stanislaw Kania (1927) fue el relevo idóneo, pero su Gobierno, atrapado por lo irmado, vivió en una crisis permanente, hasta el punto de que
se vio forzado a admitir los errores económicos cometidos en el pasado y
a abogar por un entendimiento con la Iglesia y con los grupos de la opo37 Applebaum, A.: El telón de acero. La destrucción de Europa del Este, 1944–1956, Barcelona: Penguin Random House Mondadori, 2014, p. 582.
220
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
sición. De ahí que Kania llegase a entrevistarse con Walesa. Sin embargo,
el KGB se hizo con unas manifestaciones de él, en el sentido de que resultaba imposible salir del atolladero con los límites que imponía Moscú, y
Brézhnev forzó su cese. Era el mes de febrero de 1981 y el primer ministro,
el general Wojciech Jaruzelski, tomó el relevo. Moscú vivía en estado de
alarma y le advirtió contra el retroceso del Partido «bajo la presión de la
contrarrevolución interna». Por aquel entonces, Solidaridad contaba en
sus ilas con 10 millones de asalariados, el 85 % de los trabajadores polacos. La convivencia entre el régimen y el sindicato se hizo inviable, y en
octubre, Jaruzelski asumió la jefatura del Partido, y el 13 de diciembre
estableció la ley marcial en toda Polonia. Como consecuencia, la dirección
del sindicato fue detenida y el exsecretario general del Partido, Gierek, fue
encarcelado durante un año38. La experiencia de liberación polaca había
durado poco (un año y medio), pero lo suiciente como para marcar el
futuro de la nación.
Sufrimientos padecidos, conclusiones y balance
Millones de polacos murieron a consecuencia del deseo de Hitler de expandir su Reich hacia el este. Quizá lo podrían haber evitado de haber
aceptado la exigencia alemana de construcción de vías de comunicación
terrestre que conectasen Berlín con la Prusia Oriental, y de haber cedido
Danzig39. No obstante, no fue así, y una vez desencadenado el conlicto,
los británicos los dejaron morir a manos de alemanes y rusos, tras haber prometido su asistencia en caso de ataque. Los franceses también la
prometieron, pero no debe olvidarse que durante la guerra fueron poco
menos que comparsas de Londres.
Polonia luchó con valor, pero poco pudo hacer ante el doble frente que se le abrió cuando parecía que se reanimaba la resistencia de su
ejército ante el embate alemán. El conlicto concluyó con la partición del
territorio polaco y con el inicio de un sufrimiento difícilmente imaginable. Baste recordar el trato que se les dio a los polacos (Katyn fue la punta
de iceberg), y cómo su suelo vio la aparición de la sombra de la muerte
de la mano de guetos y de campos de concentración y de exterminio, no
38 Martín de la Guardia, R. M. y Pérez Sánchez, G. A.: La Europa del Este, de 1945 a
nuestros días, Madrid: Editorial Síntesis, 1995, pp. 88–104.
39 Cabe no olvidar que en la mente de Hitler la expansión de Alemania hacia el este había
constituido siempre un elemento fundamental de su concepción geopolítica.
221
Xavier Moreno Julià
siempre diferenciables. Precisamente en este ámbito, el más macabro, se
elevaron en suelo polaco seis de los siete mayores campos de la muerte del
Tercer Reich: Auschwitz, Belzec, Chelmno, Majdanek, Sobibor y Treblinka
(el séptimo, en Bielorrusia, Maly Trostenets, no se quedó corto tampoco,
pues en él se mataron a más de 200 000 personas)40. Asimismo, cabe no
olvidar, si no quiere pecarse de injusto, de los heroicos levantamientos que
Varsovia protagonizó: primero en 1943, de la mano de los judíos del gueto,
y después, ya en 1944, del conjunto de su población41.
Difícil se iba a hacer para los polacos olvidar los nombres de Adolf
Hitler y de Neville Chamberlain. Su acción y su inacción, respectivamente,
llevaron al inal de la Polonia de preguerra. La Polonia que, con el mariscal Józef Pilsudski al frente, había derrotado al Ejército Rojo en agosto
de 1920 ante las puertas de Varsovia —un hecho, tantas veces olvidado,
que, en última instancia y como se ha dicho ya, evitó la expansión de la
Revolución al Occidente europeo—42. No obstante, no solo Hitler y Stalin,
en Polonia, mataron y Chamberlain y Édouard Daladier dejaron matar.
Hubo más. ¿Qué cabe decir del papel que iba a jugar Franklin Delano
Roosevelt y, en consecuencia, Winston Churchill, ante las exigencias territoriales de Stalin en Polonia? Poco, muy poco, puesto que Varsovia tuvo
que entregar Vilna, Baránavichi (Baranowicze), Brest, Leópolis (Lviv) y
Ivano-Frankivsk (Stanislavov), por citar solo las ciudades de importancia,
a Moscú. A cambio, recibió territorios alemanes que nada tenían que ver
con su pasado, y que, lógicamente, iban a ser fuente de problemas para los
polacos y de frustración para los alemanes.
A partir de 1945, millones de polacos sufrieron en sus carnes la construcción del socialismo que siguió a la masacre alemana. Ya en la década
de los cincuenta, como ha señalado Anne Applebaum, tras la muerte de
Stalin los regímenes de la Europa del Este se suavizaron, pero mantuvie40 Véase, a pesar de sus muchos años: VV. AA.: Deportación. El horror de los campos de concentración, Barcelona: Editorial Petronio, 1969 (primera edición, de 1967).
41 Para el segundo, se cuenta con el excelente libro: Davies, N: Varsovia, 1944. La heroica
lucha de una ciudad atrapada entre la Wehrmacht y el Ejército Rojo, Barcelona: Editorial
Planeta, 2005 (original, de 2003). Una síntesis de estos levantamientos puede encontrarse
en los artículos del profesor Dariusz Rogut, de la Universidad Jan Kochanowski, publicados
en la revista de divulgación histórica Historia y Vida, de Barcelona y decana de las españolas
(«Resistir en Varsovia», n.º 546, 2013, y «Varsovia se rebela», n.º 558, 2014).
42 A pesar de haber ejercido durante algunos años como dictador, Pilsudski es un referente
patriótico para miles de polacos, hasta el punto de que en Varsovia pueden contemplarse
varias estatuas erigidas en su honor y su tumba es un lugar de peregrinación masiva.
222
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
ron su tónica de severidad, arbitrariedad y represión estricta43. En el caso
polaco, el dominio soviético pudo generar algunos avances sociales entre
la población, pues no cabe duda de que el igualitarismo entre los que no
estaban vinculados al Partido, en términos económicos, pudo beneiciar a
muchos. Dicha circunstancia, sumada al goce del poder por algunos, explica la existencia de sectores de población polaca agradecidos al régimen
soviético e, inclusive, adictos a él.
Fuesen los que fuesen los beneicios que la sociedad polaca obtuvo
del sistema socialista, en Polonia la mayor parte de la población sufrió, y
desde un primer momento, imperó el deseo de poner punto y inal a aquel
experimento nacido de la mente de un ególatra no exento de criminalidad
que se hizo llamar Lenin44. Un revolucionario que, como tantos otros, perpetuó su poder sobre la base del cumplimiento de parte de los postulados
decimonónicos de Karl Marx y de Friedrich Engels —por su posición en
el escalafón social, no compartieron la necesidad de aquellos a quienes
querían salvar de su mísera existencia— y de una dictadura férrea que recurrió al asesinato. Así, no tuvo reparos en imponer el terror rojo cuando
con la ayuda de la Checa y de voluntariado, masacró a los campesinos que
se oponían a la coniscación de sus tierras (revueltas de 1921) en pro de
un socialismo dictado desde Moscú, e hizo otro tanto con los obreros que
se negaron a aceptar los dictados de los sóviets y optaron por la revuelta.
Solo la rebelión de marinos en Kronstadt se saldó con varios miles de
civiles asesinados (y cientos de marinos) y miles de internamientos en
campos de concentración y deportaciones a Siberia45. En cuanto a las requisas que padecieron los campesinos, bajo el imperio del terror rojo que
Lenin y los suyos impusieron, estasderivaron en la mortandad que generó
la hambruna de 1921-1922, que cabe cifrar en cinco millones de defunciones46. ¡Y qué decir de la gran hambruna de 1932-1933 que, en el contexto
de la lucha a muerte contra los kulaks, diezmó Ucrania por la genocida
43 Applebaum, A.: op. cit., p. 581.
44 Todavía hoy hay quien, mediante el recurso a la paranoia de Stalin, o sin dicho recurso
inclusive, olvide la criminalidad del proceder de Vladímir Uliánov, alias Lenin, el que pertenece al río Lena.
45 VV. AA.: El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión, Madrid y Barcelona:
editoriales Espasa Calpe y Planeta, 1998, pp. 88–154.
46 VV. AA.: El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión, Madrid y Barcelona:
editoriales Espasa Calpe y Planeta, 1998, pp. 142–146.
223
Xavier Moreno Julià
decisión del Kremlin (léase Iosif «Stalin» y Viacheslav «Molotov»47) de no
dejar emigrar a los campesinos! ¡Fueron entre siete y 10 millones de los
muertos!48 Poder arbitrario, en suma, que con Stalin iba a llegar a cercenar
las propias bases del poder por medio de los procedimientos sumarísimos
que su Gran Terror, en forma de «purgas», que impuso entre 1936 y 1938,
y que mató a casi 700 000 personas49.
Si todo aquello —y mucho más— había acaecido en el seno del país
que dominó Polonia después de 1945 en nombre de «la dictadura del proletariado», ¿qué iban a poder esperar los polacos de las órdenes emanadas
de los dirigentes soviéticos y de sus colaboradores en el interior? La vida
había sido terrible desde 1939 con las botas alemana y soviética sobre el
cuello, que llevó a ejecuciones en masa, por fusilamiento o por reclusión en
campos de concentración y de extermino, y al sufrimiento de la mayoría,
fuese o no judía. No obstante, una vez eliminado el poder nacionalsocialista, no iba a resultar fácil vivir bajo el dictado de Moscú. Eran demasiado
largos los trechos mentales que separaban a los polacos de los soviéticos,
y era demasiado gruesa el ansia de libertad de los primeros frente al deseo
de imposición de los segundos. Diluir a los polacos en la ancha laguna
de naciones controladas por Moscú no iba a resultar posible, y de ahí el
rígido control y el hermetismo que se fraguó en torno a sus fronteras. Sin
embargo, por muy fuerte que fuese el control policial y militar impuesto,
iba a haber fuertes isuras nacidas de la oposición frontal a un modelo
jamás aceptado. Solidaridad nació en 1980 y con él, en la legalidad y poco
después en la clandestinidad, el país tomó un rumbo que lo iba a llevar, el
24 de agosto de 1989, al in de la hegemonía socialista con la elección, por
parte del Parlamento, de Tadeusz Mazowiecki (1927-2013) como primer
ministro. Así, uno de los fundadores de Solidaridad desplazó el poder por
vez primera en la Europa del Este a la nomenklatura vinculada a Moscú.
El cambio se consumó el 9 de diciembre de 1990 con la victoria de Lech
Walesa en las elecciones presidenciales. De este modo, Polonia dejó atrás
un sistema político que la había aprisionado durante décadas.
47 Como revolucionarios de pro, los dos usaban seudónimos: Stalin (hecho de acero) se apellidaba Dzhugashvili y Mólotov (del ruso mólot/molotók y de martillo), Skryabin.
48 Véanse los 225 documentos y cinco anexos recogidos por las academias polaca y ucraniana en el escalofriante libro Holodomor. he great famine in Ukraine, 1932-1933, Varsovia y
Kiev: Instytut Pamieci Narodowej, 2009.
49 VV. AA.: El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión, Madrid y Barcelona:
editoriales Espasa Calpe y Planeta, 1998, p. 221.
224
Transiciones en la católica Polonia desde el inicio de la Segund Guerra Mundial…
En suma, Polonia, cuya realidad era marcadamente católica y amante
de la libertad, superó la imposición de la hoz y el martillo y los dictados
de Moscú, y volvió, entre 1989 y 1990 a la cruz y al sistema de democracia parlamentaria, el que tenía en 1939. En medio quedaban 50 años de
sufrimiento: primero, bajo las botas nacionalsocialista y soviética, y después, bajo la del socialismo de Estado impuesto por Moscú. La tercera
transición, la que la llevó a la democracia parlamentaria, le había devuelto
la libertad. Ahora, 25 años después, Polonia se esfuerza en tener un lugar relevante dentro del complicado panorama internacional, lo que no
le resulta difícil de conseguir dada su importante posición geoestratégica,
fundamental para Occidente.
225
Xavier Moreno Julià
Bibliografía
Applebaum, A.: El telón de acero. La destrucción de Europa del Este, 1944–
1956, Barcelona: Penguin Random House Mondadori, 2014.
Davies, N.: Varsovia, 1944. La heroica lucha de una ciudad atrapada entre
la Wehrmacht y el Ejército Rojo, Barcelona: Editorial Planeta, 2005
(original, de 2003).
Harnecker, M.: Los conceptos elementales del materialismo histórico,
México: Siglo XXI Editores, 1972 (primera edición, de 1969).
Kieniewicz, J.: Historia de Polonia, México: Fondo de Cultura Económica,
2001.
Kinder, H. y Hilgemann, W.: Atlas histórico mundial, Madrid: Ediciones
Istmo, 1980 (primera edición, de 1971).
La Vanguardia, 15 de noviembre de 1953 y 28 de abril de 1956.
Losada Malvárez, J. C. (1958): Batallas decisivas de la historia de España, Madrid: Santillana Ediciones, 2006.
—: De la honda a los drones. La guerra como motor de la historia, Barcelona: Pasado & Presente, 2014.
Martín De La Guardia, R. M. y Pérez Sánchez, G. A.: La Europa del
Este, de 1945 a nuestros días, Madrid: Editorial Síntesis, 1995.
Nyiszli, M.: Fui asistente del doctor Mengele, Oswiecim: Frap Books, 2011.
Parker, G.: Historia de la guerra, Madrid: Ediciones Akal, 2010.
Rogut, D.: «Resistir en Varsovia», Historia y Vida, n.º 546, 2013.
—: «Varsovia se rebela», Historia y Vida, n.º 558, 2014.
Snyder, T.: Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin, Barcelona: Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores, 2012 (primera edición, de 2011
y original, de 2010).
VV. AA.: Deportación. El horror de los campos de concentración, Barcelona:
Editorial Petronio, 1969 (primera edición, de 1967).
VV. AA.: El libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión, Madrid y Barcelona: editoriales Espasa Calpe y Planeta, 1998.
VV. AA.: he destruction of the Polish elite. Operation AB-Katyn, Varsovia:
Institut of National Remembrance (Commission for the Prosecution
of Crimes against the Polish Nation. Public Education Oice), 2009.
Wnuk, R.: en A. Grúnová (ed.): NKVD/KGB. Activities and its cooperation
with other secret services in central and eastern Europe, 1945-1989,
Bratislava: Nation’s Memory Institute, 2008.
226
EVOLUCIÓN DEL COOPERATIVISMO
DURANTE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA
Lluís Carreras Roig
Centro de Investigación en Economía Industrial y Economía Pública (CREIP)
Universidad Rovira i Virgili
lluis.carreras@urv.cat
Resumen
En este trabajo, se analizará la evolución del cooperativismo a partir del
fallecimiento del general Francisco Franco. Para ello, tras realizar una breve introducción, necesaria para situar las sociedades cooperativas en el
entorno que les es propio, el de la economía social, se pondrá atención en
unas décadas antes, en el periodo de la Segunda República, donde estas
entidades experimentaron un gran desarrollo. La repercusión de la Guerra Civil frenó la evolución de estas empresas y las apartó de la Alianza
Cooperativa Internacional. El inal del franquismo y la aprobación de la
Constitución española de 1978 supusieron volver a situar estas entidades
en igualdad con sus homónimas de otros países al experimentar un crecimiento sostenido.
Se aportarán datos que pondrán de maniiesto la importancia económica y social de estas empresas.
Palabras clave
Cooperativimo; economía social; Segunda República Española; Transición
Résumé
Dans ce travail nous analysons l’évolution du coopérativisme après de la
mort du général Franco. Pour cela, après réaliser une brève introduction,
nécessaire pour situer aux sociétés coopératives dans l’environnement que
leur est propre, le de l’Économie Sociale, nous centrons notre attention
quelques décennies avant, dans la période de l’II République, où ces éta-
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 227–240.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Lluís Carreras Roig
blissements ont éprouvé un grand développement. L’impact de la Guerre
Civile a freiné l’évolution de ces entreprises et il les a écarté de l’Alliance
CoopérativeInternationale.
La in du franquisme et l’approbation de la Constitution espagnole de
1978 ils ont supposé situer à nouveau à ces établissements en égalité avec
ses homonymes d’autres pays, en éprouvant une soutenue croissance.
Ils s’apportent des données qu’ils mettent en évidence l’importance
économique et sociale de ces entreprises.
Mots-clés
Coopératisme; économie sociale; Deuxième République espagnole; transition.
1. Introducción
Las sociedades cooperativas y las sociedades laborales se enmarcan dentro del denominado sector de la economía social, en el cual se engloban
diferentes formas asociativas deinidas por una serie de rasgos comunes,
como son la gestión democrática y la supeditación del capital al trabajo,
presididas por una idea central: integrar el hecho económico y el social.
En estas entidades, se concede la primacía a las personas y al trabajo
por encima del capital, lo cual se traduce en fórmulas democráticas de gestión y en criterios personalistas de reparto de los resultados. Se considera
que se trabaja con el capital, no para el capital.
De acuerdo con Eva Alonso, el nacimiento del cooperativismo va unido a la revolución industrial, como reacción a sus efectos económicos más
negativos; en efecto, es la reacción, la respuesta de las clases sociales más
desfavorecidas por el paro, la pobreza y las condiciones de vida adversas
que sufren en sus propias carnes1.
Se considera que la primera experiencia cooperativa de la era moderna la constituye la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale2, que
nació en 1844. Fueron los primeros que codiicaron las reglas de funcio1 Alonso Rodrigo, E.: Fiscalitat de cooperatives i societats laborals, Barcelona: Generalitat
de Cataluña, Departament de Treball, Institut per a la Promoció i la Formació Cooperatives,
2001, p. 21.
2 «Justos Pioneros de Rochdale», Rochdale, localidad cercana a Manchester.
228
Evolución del cooperativimo durante la transición española
namiento cooperativo y, además, establecieron el método cooperativo de
distribución del producto social. No buscan solamente el remedio provisional a una situación de crisis temporal, sino que pretenden recoger unos
principios que orienten la acción de la sociedad cooperativa y que sirvan
de base para las asociaciones que tengan que crearse en el futuro3.
La irrupción del cooperativismo en España se caracteriza por su tardanza, aunque existe el precedente de una empresa de trabajo asociado
que fundó la Asociación de Tejedores de Barcelona en 1842, la Compañía
Fabril, merced a un préstamo del Ayuntamiento y de la Diputación de la
Ciudad Condal4.
De acuerdo con José Luis Monzón, no será hasta 1860 cuando proliferen en Cataluña, Valencia, Andalucía y Madrid, varias decenas de cooperativas, alentadas por trabajadores industriales y, en algunos casos, por
jornaleros agrícolas.
El cooperativismo agrario empieza a desarrollarse en España a partir
de 1890 y, a diferencia del cooperativismo obrero, de claro inlujo socialista, encuentra su apoyo ideológico fundamental en la doctrina social de
la Iglesia5.
Cabe destacar, asimismo, la creación en 1895 de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), con sede en Londres6.
2. El cooperativismo durante la Segunda República (1931–1936)
Francisco Largo Caballero, ministro de Trabajo de la República, la promulgó con fecha 9 de septiembre de 19317. Su redacción se basaba en los
3 Ibidem, pp. 23-24.
4 Reventós Carner, J.: El movimiento cooperativo en España, lugar: Ariel, 1960: p. 51.
5 Monzón Campos, J. L.: «Principios cooperativos y realidad cooperativa en España», en
J. L. Monzón y A. Zevi (dirs.): Cooperativas, mercado, principios cooperativos, Valencia:
CIRIEC-España, 1994, p.109.
6 En 1982 la ACI trasladó su sede a Ginebra, donde continúa en la actualidad.
7 Constituye la primera ley especíica de cooperativas. De hecho, se concibió durante la dictadura de Primo de Rivera, aunque nació bajo la República.
Mateo Blanco, J. y Palacio, A.: Cooperativismo, Zaragoza: Agecoop-Cenec, 1979.
229
Lluís Carreras Roig
denominados principios de Rochdale8, es decir, los que fueron aceptados
por la cooperación de todos los países representados en la ACI9.
Durante este periodo, el cooperativismo experimentó un fuerte desarrollo no solo en el sector agrario, sino también en el ámbito del trabajo
asociado, el consumo, el crédito y las viviendas.
Esta ley señala que podrán constituirse uniones y federaciones de
cooperativas y crea un registro especial de cooperativas en el Ministerio
de Trabajo, donde se inscriben estas y desde ese preciso instante adquieren
personalidad jurídica10.
En este periodo, la Generalitat de Cataluña promulga la ley de cooperativas catalana, que mejora la ley de 1931 en muchos aspectos11.
8 1. Control democrático: una persona, un voto
2. Puerta abierta: libre adhesión (ingreso y retiro voluntarios)
3. Interés limitado al capital
4. Retorno de excedentes en proporción a las compras
5. Ventas al contado
6. Venta de mercancías de buena clase
7. Educación de los socios
8. Neutralidad política y religiosa
Varias de estas reglas centenarias han sido desposeídas de la categoría de principios por la
ACI (venta de mercancías al contado y de buena clase, neutralidad política y religiosa, obligatoriedad de distribuir retornos o de pagar un interés al capital).
En el congreso que se celebró en Manchester en 1995, la ACI actualizó los principios cooperativos del siguiente modo:
1. Adhesión voluntaria y abierta
2. Gestión democrática por parte de los socios
3. Participación económica de los socios
4. Autonomía e independencia
5. Educación, formación e información
6. Cooperación entre cooperativas
7. Interés por la comunidad
9 La implantación de estos principios como un texto legal tuvo una repercusión inmediata
en la cooperación de España, sobre todo por el principio de puerta abierta, es decir, de no
limitar el número de asociados a una cooperativa de consumo y de destinar un porcentaje
del exceso de percepción a un fondo de reserva obligatorio y no poder repartir el beneicio
obtenido en la venta al público no asociado. Pérez Baró, A.: Història de les cooperatives a
Catalunya, Barcelona: Crítica, 1989, p. 96.
10 Divide las cooperativas en cinco grupos fundamentales: de consumidores; de productores; de crédito, ahorro y energía; mixtas; e indeterminadas y escolares.
Sanz Jarque, J. J.: Cooperación. Teoría y práctica de las sociedades cooperativas, Valencia:
Universidad Politécnica de Valencia, 1974, pp. 79-80.
11 Gómez-Calcerrada Gascón, J. L.: La cooperativa de trabajo, lugar: CEAC, 1987, p. 31.
El Parlamento de Cataluña aprobó el 17 de febrero de 1934 la ley de bases de la cooperación
230
Evolución del cooperativimo durante la transición española
El cooperativismo alcanzó un notable desarrollo y, como consecuencia, del 28 de septiembre al 2 de octubre de 1932, se reunió en Bilbao el
IV Congreso Nacional de Cooperativas de España. Asistieron 275 delegados, que representaban a 366 sociedades cooperativas. En este congreso,
se adoptaron varias peticiones dirigidas a los poderes públicos, referidas
a la aplicación de la ley de cooperativas, a los servicios de cooperación
del Ministerio de Trabajo y a la representación de las cooperativas en el
Consejo de Trabajo. También se acordó publicar una revista mensual, que
fuera la portavoz de la Federación Nacional de Cooperativas de España,
que se denominaría El Cooperador.
Por su parte, el V Congreso Nacional, que tenía que celebrarse en
Madrid en octubre de 1934, se suspendió a consecuencia de los acontecimientos políticos que tuvieron lugar por aquellas fechas, y no pudo celebrarse hasta abril de 1935. Por aquel entonces, la Federación Nacional
contaba con 465 sociedades adheridas, 120 000 ailiados y un movimiento
oicial de giro de más 107 millones de pesetas12.
3. La repercusión de la Guerra Civil (1936–1939)
en el fenómeno cooperativo
En esta época pueden dividirse en dos las situaciones de las cooperativas,
en función de su ubicación.
En la zona republicana, siguió en vigor la ley de 1931 y el movimiento
cooperativista experimentó un gran auge, a pesar de las limitaciones que
imponían las circunstancias existentes. No obstante, cabe señalar que algunas experiencias que se etiquetaron como cooperativas, en realidad eran
administraciones surgidas como consecuencia de la incautación realizada
por las asociaciones obreras.
En la zona dominada por el ejército sublevado, se dictó el 27 de octubre de 1938, una ley de cooperación que dejaba subsistente la ley de 1931
y su reglamento, en todo aquello que no se opusiera a esta. En la práctica,
apenas tuvo trascendencia y aplicación13.
y el 22 de marzo del mismo año, la ley de cooperativas, la cual hace suyos los principios
básicos de la cooperación rochdaliana. Pérez Baró, A.: op. cit., p. 71. Cabe destacar que
previamente, en 1932, se aprobó el Estatuto de Autonomía de Cataluña, con lo que esta obtuvo competencias en materia cooperativa y se creó el Consejo Superior de la Cooperación.
12 Reventós Carner, J.: op. cit., pp. 221-222.
13 Gómez-Calcerrada Gascón, J. L.: op. cit., p. 32.
231
Lluís Carreras Roig
[…] al terminar la Guerra Civil española no llegaban a 3 000 el número de
cooperativas existentes. De ellas, algo más de 2 000 eran sindicatos agrícolas
católicos, encuadrándose en una treintena de federaciones diocesanas y en la
Confederación Nacional Católico-Agraria, que asociaban a 200 000 familias
campesinas.
En consumo se contaba alrededor de 300 cooperativas, con 150 000 socios, bastantes de ellas agrupadas en cooperativas de segundo grado […]. No
más de un centenar de cooperativas de producción, asociando a unos 10 000
trabajadores. Y en viviendas funcionaban alrededor de 40 cooperativas principalmente de casas baratas, con poco más de 2 000 socios14.
4. Las cooperativas durante el franquismo (1939–1975)
El desenlace de la Guerra Civil supuso un frenazo a la evolución diversiicada del cooperativismo, que solo continuó creciendo en el medio rural
(cooperativas agrarias y cajas rurales cooperativas de crédito) y en la promoción de viviendas cooperativas, con un discreto desarrollo de las cooperativas de trabajo asociado hasta bien entrada la década de los setenta.
Cabe destacar, como excepción, la notable experiencia cooperativa de
Mondragón, que se desarrolló a partir de 1956, impulsada por el sacerdote
José María Arizmendiarrieta a partir de un compacto equipo humano que
se forjó en la Escuela Profesional de Mondragón, creada por el mismo
Arizmendiarrieta en 194315.
Inmediatamente después de la contienda civil, se dictó la ley de unidad sindical que dejaba a salvo, en su artículo 5, las cooperativas de la
siguiente forma:
[…] únicamente con respecto a las entidades que con anterioridad a la publicación de la precitada ley viniesen practicando exclusivamente funciones
cooperativas, podrá convalidarse su inscripción en el Registro de las mismas
y autorizar su legal funcionamiento como tales cooperativas, todo ello con el
previo informe de la Delegación Nacional de Sindicatos.
Más tarde se publicó otra ley, el 2 de septiembre de 1941, que incorporaba los antiguos sindicatos agrícolas a la Organización Sindical, aunque
dejaba a salvo las cooperativas.
14 Del Arco Álvarez, J. L.: Temas cooperativos, lugar: Obra Sindical de Cooperación, 1963.
15 Monzón Campos, J. L.: op. cit., p. 125.
232
Evolución del cooperativimo durante la transición española
En 1941 se creó la Obra Sindical de Cooperación y el Consejo Superior de Cooperación16.
El 2 de enero de 1942 se promulgó la nueva ley de cooperativas y el 16
de marzo de 1944, su reglamento de aplicación. La característica esencial
de estos textos legales es la subordinación de las cooperativas a la Central Nacional Sindicalista a través de la Obra Sindical de Cooperación. Así
pues, la primera consecuencia que tendrá esta nueva ley para las cooperativas será la pérdida de la independencia orgánica, según Joan Reventós.
En primer lugar, fueron desconocidas las federaciones comarcales o regionales existentes con anterioridad, que tenían carácter voluntario, y sustituidas
por uniones territoriales, de ámbito provincial y carácter obligatorio para las
cooperativas, que quedan siempre «disciplinadas a la organización sindical
del movimiento» y son automáticamente «incorporadas a la Obra Sindical de
Cooperación»17.
Los nombramientos de juntas pueden ser «vetados por el delegado
sindical provincial». Los consejos de vigilancia, que anteriormente se denominaban comisiones revisoras de cuentas, son nombrados por la Obra
Sindical de Cooperación.
En cuanto a las Uniones Territoriales, sus dirigentes deberán pertenecer a
la Falange, serán nombrados por organismos superiores de la Obra Sindical
de Cooperación, tendrán inscrito un sacerdote consiliario nombrado por el
obispo y los Consejos de Vigilancia serán nombrados por la Obra Sindical de
Cooperación. Unos y otros podrán ser destituidos por quienes los nombró,
independientemente de la voluntad de las cooperativas18.
En la práctica, esta ley supuso la neutralización del cooperativismo
por el Estado, con un movimiento cooperativo dirigido y totalmente inadecuado para servir a las cooperativas19.
Seguramente por esta falta de independencia política y religiosa, que
está en la entraña de los principios rochdalianos, el movimiento cooperativo en España no se admitió en la ACI.
16 Gómez-Calcerrada Gascón, J. L.: op. cit., p. 33
17 J. Reventós (1960), citado por Pérez Baró, A.: op. cit., p. 133.
18 J. Reventós (1960), citado por Pérez Baró, A.: op. cit., p. 133-134.
19 Gómez-Calcerrada Gascón, J. L.: op. cit., p. 33.
233
Lluís Carreras Roig
Una de las injusticias más lagrantes cometidas por el Gobierno de
Francisco Franco al terminar la Guerra Civil, en 1939, fue la coniscación
del patrimonio de muchas cooperativas.
Las incautaciones de 1939 se produjeron bajo una normativa bastante
diversa, dictada por el Gobierno de Burgos entre 1937 y 1939. De manera
general, estas normas de coniscación afectaban a los bienes de los partidos políticos de izquierda y nacionalistas, a los sindicatos o a organismos
de análoga signiicación a los que se han citado, a juicio de la Junta Técnica
del Estado. Finalmente, la Ley, de 23 de septiembre de 1939, de Coniscación de Bienes Marxistas señalaba en su artículo primero que estos bienes
y efectos pasarían a ser propiedad de la «Falange Española Tradicionalista
y de las JONS cuya Delegación Nacional de Administración los afectará a
nombre de la Delegación Nacional de Sindicatos»20.
De acuerdo con José Luis Gómez-Calcerrada, con el paso del tiempo
se apreciaron situaciones de fenómenos cooperativos no contemplados
por la normativa vigente y, sobre todo, se aprobó el Estatuto Fiscal de las
Cooperativas, el 9 de mayo de 1969.
Todas estas circunstancias y otras, como el cambio experimentado en
la realidad socioeconómica del país y el deseo de dotar al cooperativismo
de instrumentos válidos para una mayor eicacia, productividad y competitividad, etc., conllevaron la aprobación de un reglamento de cooperación
en 1971, cuando en realidad tendría que haberse promulgado una nueva
ley. Si bien este reglamento supuso un avance importante, se siguió dejando al movimiento cooperativo enmarcado en el corsé político impuesto
por la ley de 1942.
20 Castaño, J.: Una aproximació al món de les cooperatives a Catalunya (1979–1999), lugar:
Fundació Roca i Galès, 2000, p. 61.
234
Evolución del cooperativimo durante la transición española
Cuadro n.º 1: cooperativas existentes en España a 31 de diciembre de 1971
Clases
Campo
Consumo
Crédito
Industria
Mar
Vivienda
Totales
N.º de entidades
7 024
1 144
587
2 373
275
3 317
14 720
N.º de asociados
1 295 741
452 710
336 289
165 533
30 333
348 781
2 629 387
Fuente: Obra Sindical de Cooperación.
Finalmente, la ley de 1974, cuya inalidad, básicamente, era potenciar y perfeccionar las empresas comunitarias, tuvo el acierto de dotar a
la sociedad cooperativa de los instrumentos necesarios para su defensa en
una economía de mercado competitiva. Sin embargo, en lo que se reiere
a la estructuración del movimiento cooperativo, no supuso ningún avance
signiicativo respecto a la situación anterior.
La falta de autonomía e independencia del movimiento cooperativo
se pone de maniiesto en el contenido del artículo 53: «Las cooperativas,
sus uniones y federaciones forman parte del movimiento cooperativo integrado en la Organización Sindical»21.
5. El cooperativismo durante la transición
Siguiendo a Gómez-Calcerrada, la situación descrita fue modiicada sustancialmente por medio del Real Decreto Ley 31/1977, de 2 de junio, por
el que el Gobierno quedaba autorizado para adecuar la organización y
estructura del movimiento cooperativo a los principios de autonomía y
libertad asociativa.
Fue a través del Real Decreto, de 17 de junio de 1977, en el que deinitivamente se estableció la plena libertad de asociación de las cooperativas
en uniones por actividades, con ines no económicos. Se siguió manteniendo la unidad del movimiento cooperativo a través de la creación de
las federaciones, de ámbito provincial o regional, que conluían en la Confederación Española de Cooperativas, con vinculación al Ministerio de
Trabajo, y gozaban en su composición y organización de plena autonomía
e independencia.
21 Gómez-Calcerrada Gascón, J. L.: op. cit., pp. 34-35.
235
Lluís Carreras Roig
Asimismo, en virtud del Real Decreto Ley 1305/1977, de 10 de junio,
se creó la Dirección General de Cooperativas y Empresas Comunitarias,
a la que correspondía la ordenación y el desarrollo de las empresas comunitarias y, más concretamente, de las cooperativas y empresas asociativas
laborales, así como el estudio y las acciones orientadas a fomentar el acceso de los trabajadores a la propiedad de la empresa22.
Poco más de un año después se aprobó el Reglamento de Aplicación a
las Sociedades Cooperativas Reguladas por la Ley 52/197423.
Resulta especialmente importante la aprobación de la Constitución
española de 1978, puesto que en su artículo 129.2 señala lo siguiente:
[…] los poderes públicos promoverán eicazmente las diversas formas de participación en la empresa y fomentarán mediante una legislación adecuada,
las sociedades cooperativas. También establecerán los medios que faciliten el
acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción.
Esta norma tiene carácter vinculante para todo el poder público, sea
el que sea su ámbito de actuación.
De acuerdo con Narciso Paz Canalejo, «estamos ante un mandato, es
decir, ante una directriz imperativa y vinculante y no ante una mera orientación indicativa o una posibilidad opcional cuya efectiva implantación
queda coniada al criterio de determinadas instituciones o poderes»24 y
«supone la anticonstitucionalidad de toda pretensión de mera pasividad,
inhibición o neutralidad de las Administraciones Públicas ante el fenómeno cooperativo…»25.
Cabe indicar al respecto que la sociedad cooperativa es la única forma de empresa que nuestra Constitución nombra expresamente. En este
sentido, el profesor José Manuel de Luis nos dice que «es característico del
Estado Social su soporte y ayuda al fenómeno del cooperativismo, por el
hecho de que se ajusta a la perfección con su esencia y coadyuva eicazmente a alcanzar sus objetivos»26.
22 Gómez-Calcerrada Gascón, J. L.: op. cit., p. 35.
23 Real Decreto 2710/1978, de 16 de noviembre.
24 Paz Canalejo, N.: «La Constitución y las cooperativas», documentación administrativa
de la S.G.T. de Presidencia del Gobierno-Separata del n.º 186, Madrid, abril-junio de 1980,
p. 78.
25 Paz Canalejo, N.: 1981, p. 46.
26 De Luis Esteban, J. M.: «Presente y futuro de la iscalidad de cooperativas», lugar: Hacienda Pública Española, n.º 93, 1985, pp. 92.
236
Evolución del cooperativimo durante la transición española
Por otra parte, puesto que el artículo 149.1 de la Constitución no
reserva competencia alguna al Estado en la materia especíica de cooperativas, la asumieron con carácter exclusivo y respetaron la legislación
mercantil y los estatutos de las comunidades autónomas históricas27. Cabe
indicar también que este mismo artículo, en su apartado tercero, indica
que «las materias no asumidas expresamente al Estado por esta podrán
corresponder a las comunidades autónomas en virtud de los estatutos respectivos […]».
A 31 de diciembre de 1981 existían 23 697 cooperativas registradas28.
En cuanto a la normativa sustantiva, cabe destacar que en el ámbito
estatal, en 1987 se aprobó la Ley 3/1987, de 2 de abril, General de Cooperativas, que fue derogada posteriormente en virtud de la Ley 27/1999, de
16 de julio, de Cooperativas, que sigue vigente en la actualidad29.
Es preciso, asimismo, indicar que en cuanto a la iscalidad de las cooperativas, estas se rigen por una ley especíica, la Ley 20/1990, de 19 de
diciembre, de Régimen Fiscal de las Cooperativas.
A continuación, se mostrarán datos que relejan las magnitudes más
relevantes de las cooperativas y de otras entidades de la economía social,
referidas a 1990.
27 El País Vasco, Cataluña, Andalucía, Valencia y Navarra tienen competencia exclusiva en
materia de cooperativas desde el inicio de su autonomía. Galicia, pese a haber accedido a la
autonomía por la vía privilegiada de la disposición transitoria segunda de la Constitución
española, no asumió en su Estatuto ninguna competencia sobre cooperativas. Esto fue subsanado por la Ley Orgánica 16/1995, de 27 de diciembre, que entre otras cosas transirió a Galicia la competencia exclusiva en materia de cooperativas respetando la legislación mercantil.
Esto le permitió a su Parlamento autonómico su regulación por medio de la Ley 5/1998, de
18 de diciembre. Por su parte, en virtud de la Ley Orgánica 9/1992, de 23 de diciembre, se
transirieron competencias en materia de cooperativas a las comunidades autónomas que
accedieron a la autonomía por la vía del artículo 143 de la Constitución.
28 Salinas Ramos, F.: «Apuntes sobre la historia del cooperativismo en España y de las relaciones entre universidad y cooperativismo en las escuelas sociales», en las actas de las Jornadas Nacionales de Zaragoza de 2003: «El cooperativismo y la economía social en la sociedad
del conocimiento (1963-2003)», Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003, pp. 126
29 Las cooperativas de crédito se rigen por la Ley 13/1989, de 26 de mayo, de Cooperativas
de Crédito y por su reglamento (Real Decreto 84/1993, de 22 de enero).
237
Lluís Carreras Roig
Cuadro n.º 2. Empresas no inancieras de la economía social de 1990
(unidades monetarias en millones de pesetas)
Entidades
Cooperativas
Sociedades
Anónimas
Laborales
Total empresas
no inancieras
de la economía
social
N.º de
entidades
N.º de
socios
18 228 2 041 630
Empleo
Producción
Valor
añadido
306 938
1 523 643
444 004
55 879
74 650
630 585
282 420
24 005 2 097 509
381 588
2 154 228
726 424
5 777
Formación
bruta de
Ventas
capital ijo
309 816 1 791 465
56 370
601 085
366 186 2 392 550
Fuente: Centro Internacional de Investigación e Información sobre la Economía Pública,
Social y Cooperativa (CIRIEC)-España.
Por tanto, cabe destacar que la ley estatal de cooperativas, la Ley
27/1999, de 16 de julio, convive en la actualidad con 18 leyes autonómicas
de cooperativas. Esta diversidad en la normativa produce no pocos problemas competenciales.
A 31 de diciembre de 2000 pueden ofrecerse los siguientes datos. El
número de empresas de la economía social (cooperativas y sociedades laborales) dadas de alta en la Seguridad Social y, por tanto, económicamente
activas, asciende en España a 35 269 entidades.
Esto quiere decir que de las cerca de 2,6 millones de empresas no
agrarias existentes en España, el 1,2 % son autogestionadas.
Estas empresas generaron 353 933 empleos directos, lo que representaba un 2,4 % del total de la población ocupada en la economía española
en 2000, que se correspondía con el 3,9 % del empleo asalariado generado
en el sector privado, siendo el volumen de facturación estimado de las
empresas del sector no inanciero de la economía social (cooperativas y
sociedades laborales) de 5,5 billones de pesetas30.
Finalmente, los datos más recientes de los que se dispone, en relación
con las sociedades cooperativas y el empleo generado en estas son los siguientes:
30 Barea Tejeiro, J. y Monzón Campos, J. L. (dirs.): Libro blanco de la economía social en
España, Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992, p. 29.
238
Evolución del cooperativimo durante la transición española
Cuadro n.º 3. Evolución entre el periodo 2008 y 2014 del número
de sociedades cooperativas y de trabajadores
(datos a 31 de marzo de cada año)
Año
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
N.º de cooperativas N.º de trabajadores
25 411
312 230
24 172
299 890
23 129
288 643
22 595
290 587
22 178
282 631
21 120
274 469
21 823
283 840
Fuente: Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES), 2014.
Bibliografía
ACI: Declaración sobre la identidad cooperativa, Manchester: ACI, 1995.
Alonso Rodrigo, E.: Fiscalitat de cooperatives i societats laborals, Barcelona: Generalitat de Cataluña, Departament de Treball, Institut per a
la Promoció i la Formació Cooperatives, 2001.
Barea Tejeiro, J. y Monzón Campos, J. L. (dirs.): Libro blanco de la economía social en España, Madrid: Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social, 1992.
—: Las cuentas satélite de la economía social en España, Valencia: CIRIEC-España, 1995.
—: Informe de síntesis sobre la economía social en España en el año 2000,
Valencia: CIRIEC-España, 2002.
Confederación Empresarial Española de la Economía Social
(CEPES): <www.cepes.es>. [Consulta el 6/10/2014].
Centro Internacional de Investigación e Información sobre la
Economía Pública, Social y Cooperativa (CIRIEC-España):
<www.ciriec.es>.
Castaño, J.: Una aproximació al món de les cooperatives a Catalunya
(1979-1999), lugar: Fundació Roca i Galès, 2000.
De Luis Esteban, J. M.: «Presente y futuro de la iscalidad de cooperativas», lugar: Hacienda Pública Española, n.º 93, 1985, pp. 91–107.
Del Arco Álvarez, J. L.: Temas cooperativos, lugar: Obra Sindical de Cooperación, 1963.
239
Lluís Carreras Roig
Gómez-Calcerrada Gascón, J. L.: La cooperativa de trabajo, lugar:
CEAC, 1987.
Mateo Blanco, J. y Palacio, A.: Cooperativismo, Zaragoza: Agecoop-Cenec, 1979.
Monzón Campos, J. L.: «Principios cooperativos y realidad cooperativa
en España», en J. L. Monzón y A. Zevi (dirs.): Cooperativas, mercado,
principios cooperativos, Valencia: CIRIEC-España, 1994.
—: «Las cooperativas ante la globalización: magnitudes, actividades y tendencias», Ekonomiaz, n.º 79, 2012.
Morillas Jarillo, M. J. y Feliú Rey, M. I.: Curso de cooperativas (segunda edición), Madrid: Tecnos, 2002.
Paz Canalejo, N.: «La Constitución y las cooperativas», documentación
administrativa de la S.G.T. de Presidencia del Gobierno-Separata del
n.º 186, Madrid, abril-junio de 1980.
—: «Panorama actual de la legislación española…», Economía Industrial,
n.º 215, 1981.
Pérez Baró, A.: Història de les cooperatives a Catalunya, Barcelona: Crítica, 1989.
Reventós i Carner, J.: El movimiento cooperativo en España, lugar: Ariel,
1960.
Salinas Ramos, F.: «Apuntes sobre la historia del cooperativismo en España y de las relaciones entre universidad y cooperativismo en las escuelas sociales», en las actas de las Jornadas Nacionales de Zaragoza
de 2003: «El cooperativismo y la economía social en la sociedad del
conocimiento (1963–2003)», Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, pp. 119–139.
Sanz Jarque, J. J.: Cooperación. Teoría y práctica de las sociedades cooperativas, Valencia: Universidad Politécnica de Valencia, 1974.
240
REPERCUSIÓN DE LA REVOLUCIÓN DE LOS CLAVELES
EN ESPAÑA: LIBROS PUBLICADOS EN 1974
Juan Manuel González Sáez
Universidad de Navarra
juanmanuel.gonzalez@aon.es
Resumen
En esta comunicación, se estudiarán los libros relacionados con la Revolución de los Claveles publicados en España durante el año 1974. Esta investigación se ha realizado a partir de la base de datos de la Agencia Española
del ISBN. Su objetivo es contribuir, desde el análisis de la producción editorial de libros comerciales, a complementar los estudios sobre la inluencia de la transición portuguesa en España antes del in del franquismo.
Palabras clave
Revolución de los Claveles; transición portuguesa; libros 1974.
Abstract
his article studies the books relating to the Carnation Revolution
published in Spain during 1974. he research is based on information
from the Spanish ISBN Agency’s database. By analysing the publication of
commercial books, the aim is to contribute to the general understanding
of the inluence of the Portuguese transition on Spain before the end of
the Franco regime.
Key words
Carnation Revolution; Portuguese Transition; 1974 books.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 241–259.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Juan Manuel González Sáez
1. Objetivos
En España, la Revolución de los Claveles tuvo un fuerte impacto político.
En el Gobierno de Carlos Arias Navarro los acontecimientos portugueses
contribuyeron a incrementar las divisiones existentes entre las corrientes
favorables al aperturismo y las contrarias a cualquier evolución política
del franquismo. Por su parte, la oposición política al régimen franquista
vio reforzadas sus expectativas de cambio.
Los medios de comunicación, con la tolerancia del aperturista ministro de Información y Turismo, Pío Cabanillas, informaron ampliamente
sobre la caída de la dictadura portuguesa y el proceso de cambio político
a lo largo de 19741. El interés por Portugal no solo se relejó en la prensa,
sino también en el mundo editorial, que lanzó numerosas obras relacionadas con el proceso revolucionario.
Existen distintas investigaciones que han analizado el impacto de la
Revolución lusa en los medios de comunicación españoles. Junto con el
trabajo ya clásico de Josep Sánchez Cervelló, que dedica atención al relejo de la transición portuguesa en la prensa y en la cultura española2, se
cuenta con otras contribuciones, todavía escasas, con distintos enfoques,
desde análisis globales3 o investigaciones centradas en publicaciones locales concretas4. No obstante, la producción editorial de libros sobre la
1 Pese a esta mayor tolerancia, la censura no dejo de estar activa. Por ejemplo, el n.º xli de
la revista Cuadernos para el Diálogo, titulado «Portugal, el in de una dictadura», fue secuestrado y posteriormente difundido con 20 páginas guillotinadas. Véase Muñoz Soro, J.: Cuadernos para el Diálogo (1963-1976). Una historia cultural del franquismo, Madrid: Marcial
Pons, p. 324. La actitud gubernamental con la prensa se caliica como «tolerancia represiva»
en Tusell, J. y Queipo de Llano, G.: Tiempo de incertidumbre, Carlos Arias Navarro entre el
franquismo y la transición (1973-1976), Barcelona: Crítica, 2003, p. 100.
2 Sánchez Cervelló, J.: La Revolución portuguesa y su inluencia en la transición española
(1961-1976), Madrid: Nerea, 1995. El capítulo 5 analiza especialmente la inluencia del proceso revolucionario en la prensa y otros sectores socioculturales.
3 Cordero Oviedo, I.: «“Lo que no debe ser”. La Revolución portuguesa en la prensa
española», en E. Lemus, F. Rosas y R. Varela (coords.): El in de las dictaduras ibéricas (19741978), Sevilla: Centro de Estudios Andaluces, 2010, pp. 63-86. Existe un proyecto de tesis
doctoral en marcha sobre este tema. Véase Luís, R.: «he end of the ongoing revolutionary
process. he Portuguese revolution of 1974-1975 in the Spanish press», comunicación en el
XII Congreso de la Asociación de Historiadores de la Comunicación, Universidad Pompeu
Fabra, 2012. En este último trabajo existen errores de detalle en la recopilación bibliográica
de los libros publicados durante los años 1974–1976.
4 Santos Caña, J. Á.: «Impresiones sobre los inicios de la “Revolución de los Claveles” desde
la perspectiva de la prensa local onubense», Revista de Historia Contemporánea, n.º 8, 19971998, pp. 253–272.
242
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
Revolución de los Claveles carece de un estudio en profundidad de sus características y contenidos. Más allá de breves menciones y recopilaciones
bibliográicas incompletas a pie de página, existe una justiicación para
estudiar esta labor editorial, y al mismo tiempo, corregir pequeños errores
de detalle en algunas de las escasas investigaciones anteriores.
En deinitiva, el objetivo principal de esta comunicación es contribuir,
desde el análisis de la producción editorial de libros comerciales, a complementar los estudios sobre la inluencia de la transición portuguesa en
España antes del in del franquismo.
2. Fuentes y metodología
En esta investigación, se estudiarán los libros relacionados con la Revolución de los Claveles y el proceso de cambio político portugués publicados con ines comerciales en España durante el año 1974. Este ámbito
temporal coincide principalmente con la denominada fase Spínola del
proceso revolucionario, que comprende el periodo entre el 25 abril y el
30 de septiembre de 1974. En esta etapa, se inicia la democratización del
país, se disuelven las instituciones del Estado novo y se constituyen los dos
primeros gobiernos provisionales. Tras la dimisión del presidente António de Spínola en septiembre, empieza la deriva izquierdista, con notable
protagonismo comunista, de la transición, que culminará en noviembre
de 1975 con el contragolpe de las fuerzas opuestas a la extrema izquierda.
Esta investigación se ha realizado a partir de la lectura y el análisis de
los contenidos de las obras localizadas en la base de datos del Ministerio
de Cultura, gestionada por la Agencia Española del ISBN, que recopila
todas las referencias bibliográicas de los libros editados en España con
ISBN desde 19725.
3. Breve panorama de la producción editorial
La ley de prensa e imprenta de 1966 eliminó formalmente la censura. Sin
embargo, no supuso el in de las limitaciones a la libertad de expresión.
Por ejemplo, las editoriales tuvieron sus obras sometidas a control a través
5 La web es la siguiente: <www.mcu.es/libro/CE/AgenISBN.html>. [Consulta el 14/11/2013].
La consulta requirió que se empleasen numerosas palabras clave (Portugal, Angola, Mozambique, Guinea, Revolución portuguesa, Revolución de los Claveles, abril 1974, Spínola, etc.)
para ainar la búsqueda. Como fuente complementaria para conirmar algunos datos, se ha
utilizado la Biblioteca Nacional de España.
243
Juan Manuel González Sáez
de sistemas no formales, como la consulta oiciosa. Este procedimiento
permitía que los libros fuesen examinados por la Dirección General de
Cultura Popular antes de que se llevaran al depósito y así se evitaban riesgos económicos ante un posible freno a la publicación. Las editoriales,
tras este análisis, recibían una aprobación, un rechazo o sugerencias sobre
modiicaciones y supresiones. En 1974, el Ministerio de Información y
Turismo impulsó el aperturismo del régimen y toleró, aunque siempre con
límites, una mayor libertad de expresión en el mundo periodístico y editorial. En este contexto, Ricardo de la Cierva, el director general de Cultura
Popular6, fue una igura clave. Comprometido con el aperturismo del ministro Pío Cabanillas, permitió el lanzamiento de temas y autores anteriormente prohibidos. Se responsabilizó personalmente de resolver gran
parte de las consultas oiciosas de las editoriales y, asimismo, utilizó en vez
del secuestro, que podía afectar a la imagen aperturista del Ministerio, las
«amistosas coacciones»7. En deinitiva, hasta la dimisión de Cabanillas y
De la Cierva en octubre de 1974, sin desaparecer los sistemas de control,
existió una mayor libertad de expresión. Junto con esta censura mitigada,
que permitió editar obras que trataban sobre el marxismo, el leninismo o
la Revolución de los Claveles, es importante resaltar que siguieron funcionando los mecanismos de autocensura que, consciente e inconscientemente, los autores adoptaban para evitar problemas con las autoridades8.
En este sentido, se considera que la ausencia de referencias directas a la
situación española en muchas de las obras que narran los acontecimientos
revolucionarios en Portugal solo puede responder a estos procedimientos
6 Ricardo de la Cierva es doctor en Ciencias, licenciado en Filosofía y Letras e historiador.
Asimismo, es técnico de Información y Turismo por oposición desde 1964 y fue director de
la Editorial Nacional entre 1971 y 1973. Fue nombrado director general de Cultura Popular,
en sustitución de Enrique homas de Carranza, en octubre de 1973 y se mantuvo en el cargo
hasta octubre de 1974, momento en el que dimitió en solidaridad con Pío Cabanillas. Es
biógrafo de Franco e historiador especialista en la Guerra Civil también. Su acción política
durante este periodo estuvo deinida por el respaldo a la política aperturista.
7 Sobre la actuación de la Cierva como director general de Cultura Popular véase Cisquella, G.; Erviti, J. L.; y Sorolla, J. A.: La represión cultural en el franquismo. Diez años
de censura de libros durante la ley de prensa (1966–1976), Barcelona: Anagrama, 2002, pp.
132–144.
8 Toda sociedad genera procesos de censura y de autocensura en distinto grado, aunque el
nivel de coerción sobre autores y editores marca la diferencia. Acerca de la autocensura y las
«otras censuras» véase De Blas, J. A.: «El libro y la censura durante el franquismo: un estado
de la cuestión y otras consideraciones», Espacio, Tiempo y Forma, n.º 12, 1999, pp. 288-290.
244
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
de autocensura9. Sobre la tolerancia editorial es importante también resaltar que en esa época, el franquismo consentía la publicación de libros
marxistas o socialistas siempre que tuviesen un carácter teórico y no hiciesen referencia a la realidad española10.
Entre mayo y diciembre de 1974 se publicaron en España, de acuerdo
con la base de datos elaborada a partir del ISBN, 17 obras con referencias
expresas a la Revolución de los Claveles y a la situación política de Portugal iniciada tras el 25 de abril. El 80 % de estos libros (12 obras) se publicaron entre mayo y agosto, que coincidía con el mayor interés informativo
por la Revolución11.
La mayor parte de estas obras son relatos elaborados por corresponsales y periodistas españoles desplazados a Portugal en los inmediatos días
posteriores al comienzo de la Revolución (Carandell y Barrenechea, Talón,
Bayo, De la Lama, Roig, G. Rico y Maestre)12. Estas obras, como el análisis
del periodista portugués José Viale Mountinho13, fueron editadas entre
9 Sobre la autocensura en España, aunque el estudio se centra en obras literarias, véanse los
resultados de la encuesta realizada en 1974 a más de un centenar de escritores: Abellán, M.
L.: «Censura y autocensura en la producción literaria española», Nuevo Hispanismo, n.º 1,
1982, pp. 169-180. Disponible en línea: <www.represura.es/represura_4_octubre_2007_articulo6.html>. [Consulta el 10/05/2014].
10 Muñoz Soro, J.: «Vigilar y censurar. La censura editorial tras la ley de prensa e imprenta,
1966-1976», en E. Ruiz Bautista (coord.): Tiempo de censura. La represión editorial durante
el franquismo, Gijón: Trea, 2008, p. 134. Es la idea expresada por el director de Cultura Popular que distinguía entre la publicación de las obras teóricas del marxismo y las propagandísticas que tratasen de «aplicar a la realidad española esquemas subversivos», en De la Cierva,
R.: «El in de la tutela», ABC, 5 de marzo de 1974.
11 Destacar que siete obras fueron publicadas por editoriales consideradas «conlictivas»
(Castellote, Zero, Laia, Nova Terra o Cuadernos para el Diálogo) por distintos informes del
Ministerio de Información y Turismo anteriores a la etapa aperturista de Cabanillas. Por
ejemplo, tres de ellas se citan en el informe «Tendencias conlictivas en Cultura Popular» de
1972, reproducido en Ysàs, P.: Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su
supervivencia, 1960-1975, Barcelona: Crítica, 2004, p. 248.
12 Carandell, L. y Barrenechea, E.: Portugal, Sí, Madrid: Cuadernos para el Diálogo,
1974; Talón, V.: Portugal, ¿golpe o revolución?, Madrid: CVS Ediciones, 1974; Bayo, E.: Portugal, en libertad condicional, Barcelona: Dirosa, 1974; De la Lama Chamorro, C.: La Revolución de la Flor. Golpe de Estado en Portugal, Madrid: Sedmay, 1974; Rico, E. G.: La caída
del fascismo portugués, Bilbao: Zero, 1974; Roig, X.: Portugal: La muerte de un fascismo, Barcelona: Laia, 1974; y Maestre, J. A.: Portugal, medio siglo de dictadura, Madrid: Cuadernos
para el Diálogo, Madrid, 1974.
13 Viale Mountinho, J.: Un abril en Portugal, Madrid: Júcar, 1974. El periodista portugués
es autor de un estudio sobre José Afonso, cantante de «Grandola, vila morena», que fue traducido al español. Véase Viale Mountinho, J.: José Afonso, Madrid: Júcar, 1975.
245
Juan Manuel González Sáez
mayo y julio. Junto con el testimonio directo de los acontecimientos de
los cambios políticos y sociales, estos textos incluyen breves análisis sobre
los antecedentes de la Revolución. El rasgo común —con las diferencias
que a continuación se señalarán— es la simpatía expresa por el proceso
de cambio político en Portugal y la indudable contribución a la difusión
de los valores democráticos en la sociedad española. Otro elemento que
comparten casi todas las obras periodísticas es la caliicación de la dictadura salazarista-caetanista como fascismo, un concepto sometido a debate
cientíico y que, en cualquier caso, se utiliza como sinónimo del término
antidemocrático14.
Otro aspecto relevante de gran parte de estas obras, cuyo máximo
exponente es el trabajo bibliográico de Humberto Da Cruz y Carmen Espinar, es que dieron a conocer en España textos con un lenguaje democrático, marxista o incluso revolucionario, que superaron la censura y que
resultaban impensables en otros ámbitos del país. Como ejemplo de estos
contenidos pueden citarse los programas del Movimiento de las Fuerzas
Armadas (MFA) o los numerosos maniiestos y proclamas de distintas organizaciones políticas o sindicales (Movimiento de Izquierda Socialista,
Partido Revolucionario del Proletariado, Partido Comunista, Partido Socialista, etc.)15.
A lo largo de 1974 también se publicaron los testimonios de dos personalidades políticas completamente opuestas: la autobiografía de Mário
Soares y unas memorias redactadas por Marcelo Caetano tras su cese
como presidente del Gobierno16. Asimismo, se editaron otras cinco obras
relacionadas con el Portugal contemporáneo: un libro de viajes17; un ensayo que examina, dentro de un análisis global del colonialismo europeo en
África, algunos aspectos de la guerra en las colonias portuguesas, principal
14 Puede encontrarse un resumen del debate sobre el carácter fascista del salazarismo en
De la Torre Gómez, H.: O Estado Novo de Salazar, Alfragide: Texto Editores, 2010, pp.
103–107.
15 Véase, por ejemplo, la amplia recopilación de este tipo de documentos y maniiestos en
Da Cruz, H. y Espinar, C.: Revolución portuguesa: 25 de abril, Madrid: Miguel Castellote,
1974.
16 Caetano, M.: Testimonio, Madrid: Paraninfo, 1974.
17 Martín Arnoriaga, T.: Y al oeste, Portugal (notas de viaje), Bilbao: Zero, 1974.
246
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
origen de la caída del caetanismo18; una biografía sobre Amílcar Cabral19;
un trabajo sobre la realidad socioeconómica anterior al golpe militar20; y
un relato documentado sobre el crimen del salazarismo más recordado: el
asesinato del general Humberto Delgado21. En cualquier caso, la obra sobre Portugal con mayor éxito editorial en España fue Portugal y el futuro,
del general Spínola22.
4. Análisis de contenidos
4.1 Libros de corresponsales y periodistas en el Portugal revolucionario
El primer libro que trata directamente la Revolución portuguesa lo escribieron Luis Carandell y Eduardo Barrenechea en mayo de 1974. Estos
periodistas realizan una crónica periodística de los acontecimientos vividos entre el 25 de abril y el 1 de mayo23. Semanas antes del golpe, como
cronistas del diario Informaciones, fueron testigos del fracaso del levantamiento militar en Caldas da Rainha24. Junto con la narración detallada
de los últimos cinco días de abril y el análisis de los antecedentes de la
Revolución, el libro destaca por su epílogo, en el que se vaticina el futuro
de las relaciones entre España y Portugal. Los autores predicen un mayor
acercamiento entre los países, un aumento del interés español por conocer
18 Menéndez del Valle, E.: África negra dominio blanco (un estudio sobre Sudáfrica, Namibia, Rhodesia y las colonias portuguesas), Madrid: Espejo, 1974.
19 Fisas Armengol, V.: Amílcar Cabral y la independencia de Guinea-Bissau, Barcelona:
Nova Terra, 1974.
20 Díaz-Llanos, E. G.: Portugal en la encrucijada, Madrid: Ediciones del Centro, 1974.
21 Robles, M. y Novais, J. A.: Asesinato de un héroe, general Humberto Delgado, Madrid:
Sedmay, 1974.
22 Spínola, A.: Portugal y el futuro, Barcelona: Planeta, 1974.
23 Los autores habían publicado dos años antes un libro-reportaje sobre los problemas sociales y económicos de la sociedad lusa, así como sobre las relaciones entre España y Portugal.
Véase Pintado, A. y Barrenechea, E.: La raya de Portugal. La frontera del subdesarrollo, Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1972. Cabe señalar que «Antonio Pintado» es el seudónimo
utilizado por Carandell.
24 Informaciones era un diario con contenido «moderado», pero que claramente apoyaba la
democratización del régimen franquista. Véase Martín de la Guardia, R.: Cuestión de tijeras.
La censura en la transición a la democracia, Madrid: Síntesis, 2008, p. 125.
247
Juan Manuel González Sáez
Portugal e incluso, como buenos conocedores de la raya de la frontera, una
inluencia económica positiva25.
Como anexo, esta obra incluye, junto con un breve análisis de las colonias portuguesas, documentos relevantes, como los dos comunicados
del Movimiento de Oiciales difundidos en marzo de 1974, la primera
proclamación de la Junta de Salvación Nacional tras el golpe o el programa del MFA. El libro, escrito desde una perspectiva política de izquierdas,
reconocía el carácter burgués de la Revolución y la relevancia del capitalismo monopolista en el control económico del país. No obstante, los autores
eran claramente favorables al nuevo Portugal, ya que ponía las bases para
un juego democrático «al estilo occidental»26. Esta obra tuvo éxito y conoció dos ediciones.
Vicente Talón, periodista de Pueblo, diario de la Organización Sindical, escribe su obra en junio. Como explica en una nota previa, su valoración de los acontecimientos es positiva y aunque no se explicite con
consecuencias para España: «Lo que sucede en Portugal es tan importante,
tan sugestivo, tan aleccionador, que creo que la buena nueva debe circular
lo más ampliamente posible»27.
El periodista ofrece, en primer lugar, un vivo relato cronológico de los
acontecimientos entre el 25 de abril y el 1 de mayo. Posteriormente, analiza los problemas a los que tienen que enfrentarse los nuevos gobernantes:
la herencia socioeconómica, la descolonización, la libertad sindical, etc. A
diferencia de otros relatos periodísticos, aunque no niega el carácter dictatorial del régimen caetanista, no lo identiica con el fascismo.
Asimismo, el libro también estudia la repercusión de la caída de la
dictadura en las relaciones entre España y Portugal. Ante el muro de desconianza levantado por el salazarismo frente a España, la actitud y las
declaraciones de los nuevos gobernantes lusos anunciaban un mayor entendimiento. Por otra parte, en su análisis de la perspectiva española de la
Revolución, Talón recoge las palabras de antiguos ministros como Laureano López Rodó, que destaca los aspectos negativos del cambio político y
anuncia una posible degeneración frentepopulista, o José Solís, que lanza
un mensaje favorable al aperturismo. Igualmente, se ofrece el testimonio
25 Carandell, L. y Barrenechea, E.: Portugal, Sí, Madrid: Cuadernos para el Diálogo,
1974, p. 148.
26 Ibidem, pp. 123-124.
27 Talón, V.: op. cit., p. 8.
248
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
de opositores al franquismo como Dionisio Ridruejo, Enrique Tierno
Galván o Joaquín Ruiz Giménez28. Por ejemplo, las palabras del político
democristiano que se reproducen en este libro inciden en la inluencia de
la vecindad:
Si los hombres no son islas, las naciones menos. Y cuando se tienen
centenares de kilómetros de frontera común y vínculos muy antiguos y
muy estrechos de toda índole, nada de lo que ocurre en uno de los países
colindantes puede ser ajeno al otro. Por eso, España vive estas horas de
Portugal con solidaridad muy profunda.
Como en otras obras publicadas en las semanas posteriores al golpe,
el apresuramiento editorial para aprovechar el tirón del momento y «rellenar» el texto parece justiicar la inclusión de viejos reportajes sobre la
situación en Angola, publicados por el periodista en 1964 y 1968. Asimismo, reproduce los primeros documentos de la Junta de Salvación Nacional (decretos de amnistía, disolución de Acción Nacional Popular, etc.) y
el programa del MFA.
En el mes de junio, César de la Lama, redactor jefe de los Servicios
Especiales de la Agencia EFE y Cifra Gráica, ofrece otro testimonio periodístico que comprende desde el golpe militar hasta la constitución del
primer Gobierno provisional29. El relato es más objetivo, escrito desde una
perspectiva moderada, más conservadora, apoyando el proceso de democratización, pero con mucho menos apasionamiento por la Revolución
que otros libros publicados (por ejemplo, Carandell y Barrenechea, Bayo,
G. Rico o Roig) en fechas similares. Este autor muestra, incluso, pese a los
elogios reiterados a la igura del general Spínola, algunas dudas e incertidumbres sobre el futuro («¿Es primavera en Portugal?»). La apuesta es
la moderación: «La victoria de los portugueses radica en poder superar
la situación presente. Y también en su espíritu selectivo. En no caer en
las trampas que tienda el comunismo internacional. En no dejarse deslumbrar por conceptos antagónicos. En iniciar una política moderada. Sin
extremismos»30.
La obra incluye un prólogo escrito por Manuel Aznar, fundador de
la agencia EFE y antiguo embajador español ante las Naciones Unidas o
28 Ibidem, pp. 251-268.
29 De la Lama Chamorro, C.: La Revolución de la Flor. Golpe de Estado en Portugal, Madrid: Sedmay, 1974.
30 Ibidem, pp. 186-189.
249
Juan Manuel González Sáez
países como Marruecos, Argentina o la República Dominicana. En sus
palabras se encuentra un elogio de la igura del general Spínola, aunque
evita expresamente el análisis interno de la situación portuguesa. Como
diplomático, opina sobre la política exterior del militar. Vaticina el fracaso
de su proyecto de transformación del imperio colonial en una federación
de los territorios africano-portugueses y predice la inevitable autodeterminación de las colonias31.
Como anexo, esta obra incluye el listado de los 22 atentados y sabotajes cometidos contra el Gobierno depuesto por los grupos Acción Revolucionaria Armada, Frente Popular de Liberación Nacional y Liga de Unión
y Acción Revolucionaria desde el 17 de mayo de 1967 hasta el 1 de mayo
de 1973.
En estas primeras semanas tras el 25 de abril, la visión más crítica
con la Revolución portuguesa la ofrece el relato de Eliseo Bayo, periodista
enviado por el semanario Sábado Gráico. En su análisis, coherente con su
militancia de extrema izquierda que anteriormente ya le había conducido
a la cárcel en España, niega el carácter revolucionario del cambio político.
El pueblo portugués no había protagonizado su liberación. A su juicio «el
golpe, táctica y estratégicamente perfecto, ha sido conducido por la burguesía portuguesa —fuertemente entroncada al capital extranjero— para
cumplir sus propios objetivos». El restablecimiento de las libertades había sido un paso necesario desarrollado por la burguesía y el capital para
mantener el control del aparato del Estado ante los objetivos y problemas
generados por la dictadura salazarista. Prueba de ello fueron el apoyo de
las multinacionales a los militares, la pasividad de la OTAN durante los
acontecimientos o la llamada al general Spínola para presidir la Junta de
Salvación Nacional32. Desde el punto de vista marxista de este autor, el
Partido Socialista y el Partido Comunista habían sido neutralizados por
las fuerzas burguesas mediante el golpe militar. El autor reconoce que sus
conclusiones van a contracorriente y son poco populares. Admite que el
golpe militar es «un magniico ejemplo de cómo puede ser sustituido un
régimen autoritario por otro democrático sin convulsiones sociales, sin
derramamientos de sangre, sin violencias particulares y sin represalias»,
31 Prólogo de Manuel Aznar en ibidem, pp. 15–20.
32 Bayo, E.: op. cit., pp. 9–10.
250
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
aunque las libertades no signiiquen la antesala de la revolución, sino las
«adhesiones al programa estratégico de la burguesía»33.
Xavier Roig, enviado del diario barcelonés Tele/eXpres a Lisboa el 25
de abril, ofrece una detallada crónica de los principales acontecimientos
(el golpe militar, el in de la PIDE —Policía Internacional y de Defensa del
Estado—, la liberación de los presos políticos, el regreso de Mario Soares y
Álvaro Cunhal, la celebración del 1 de mayo, etc.) hasta la constitución del
Gobierno provisional. El relato muestra el optimismo y la alegría generalizada, pese a los problemas que debían afrontarse, del pueblo portugués.
El periodista testimonia la repetida pregunta de los ciudadanos lusos:
¿Qué pasará ahora en España? El libro, además de un anexo con extractos del pensamiento político de Spínola o de las distintas fuerzas políticas
activas, cuenta con un prólogo del escritor Manuel Vázquez Montalbán,
quien muestra su simpatía por la Revolución. Frente a posturas críticas,
este escritor destaca que en Portugal se han recuperado «las reglas del juego democrático» y esta circunstancia es positiva, salvo para los fascistas
de derechas o para los fascistas de izquierda, que «solo se autolegitiman
en la anormalidad de la represión indiscriminada» del fascismo. Como
señala Vázquez Montalbán, su prólogo y el libro de Roig «apuestan desde
la primera palabra a la última por una situación que nos parece legitima,
racional y envidiable»34. Como en otras obras sobre Portugal, probablemente funciona la autocensura y se evitan comparaciones expresas con
la situación española. Sin embargo, la referencia a la envidia, el deseo de
algo que no se posee, es un mensaje claro de lo que el prologuista espera
para su país.
El periodista Eduardo G. Rico visitó Portugal y mantuvo encuentros con Mario Soares, Álvaro Cunhal y Adelino Palma Carlos, así como
con militares, dirigentes sindicales y miembros de partidos de extrema
izquierda, izquierda burguesa y centro. A partir de esta experiencia, su
objetivo no es estrictamente redactar una crónica periodística del golpe
militar, sino llevar a cabo un análisis, desde una perspectiva marxista, de
las raíces socioeconómicas de la Revolución. A su juicio, el capitalismo
portugués exigía la liberación del constreñimiento de las estructuras políticas del salazarismo, caliicado como fascismo, y una solución al problema de la guerra. El cambio impulsado por los militares no había afectado
33 Ibidem, p. 10.
34 Vázquez Montalbán, M. en X. Roig: op. cit., p. 11.
251
Juan Manuel González Sáez
«a la relación entre las distintas clases de las sociedad portuguesa», pero
las libertades democráticas abrían alternativas para la discusión política
de las contradicciones de la realidad socioeconómica lusa35. En deinitiva,
esta obra, publicada por una editorial fundada por cristianos progresistas
y marxistas, ofrece una visión positiva del cambio, pero está menos idealizada o es menos romántica que la de otros autores. Como en otros reportajes, la autocensura parece funcionar, ya que se eluden comparaciones de
nuevo con España.
El periodista portugués José Viale Mountinho publica un detallado
relato cronológico del proceso revolucionario desde el 25 de abril hasta
el 21 de mayo, fecha de la salida de Caetano hacia Brasil. El libro, expresamente redactado como una recopilación de hechos y documentos para
aclarar a los lectores españoles el golpe militar, incluye una valoración de
la actitud de distintos periódicos españoles (ABC, Ya, Hoja del Lunes, Arriba, El Alcázar e Informaciones). En su opinión, la prensa releja el recelo
ante un movimiento popular que podía arrastrar a España. Frente al tono
alarmista generalizado, se encuentra la interpretación iel de los acontecimientos realizada por el diario Informaciones36.
Juan Maestre, periodista de la revista Cuadernos para el Diálogo, que
visitó el país vecino tras los acontecimientos revolucionarios, publica un
ensayo monográico sobre Portugal dentro de la colección de suplementos
de la publicación dirigida por Félix Santos y fundada por Ruiz Giménez.
Esta obra, pese a su formato de revista, cuenta con su propio depósito
legal, por lo que, siguiendo la opinión de Francisco Javier Davara, se ha
considerado un libro37. El autor divide su obra Portugal: medio siglo de
dictadura en tres partes: pasado, presente y futuro. En la primera, analiza
brevemente la historia de la dictadura, los periles de Salazar y Caetano,
y las características políticas del salazarismo. Esta concepción ideológica
se identiica con el fascismo, puesto que se explican sus raíces en el integrismo, los principios de Acción Francesa, la doctrina social de la Iglesia,
el anticomunismo «a ultranza» y la instrumentación legal del fascismo. El
autor reconoce, no obstante, que el salazarismo rechaza el racismo propio
35 Rico, E. G.: op. cit., pp. 87-88.
36 Viale Mountinho, J.: op. cit., pp. 133–135.
37 Davara Torrego, F. J.: Cuadernos para el diálogo: un modelo de periodismo crítico, tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias de la Información,
2001. Disponible en línea: <htpp://biblioteca.ucm.es/tesis/inf/ucm-t25239.pdf>. [Consulta
el 10/01/2014].
252
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
de otros fascismos. En este sentido, Portugal era el ejemplo de la nación
menos racista del mundo occidental38. En la segunda parte, se describe
la revolución «incruenta» de abril, en la introducción caliicada como un
magno «San Fermín» por su carácter popular, y se señalan los problemas
a los que tenía que enfrentarse el país: estructura capitalista, elevado nivel
de subdesarrollo y pobreza, y conlicto colonial. Comparando los indicadores sociales de Portugal con España (renta per cápita, tasa de incremento del producto nacional bruto, tasas de mortalidad infantil, esperanza de
vida, etc.), se pone de relieve, aun estando España «en la cola de los europeos», el atraso portugués. El futuro del país se resume en la última parte
de la obra, donde se analiza la igura del general Spínola, «distorsionada
por los medios de información españoles», cuyo papel se había «supervalorizado». En deinitiva, pese a la consecución de la libertad y el in del
fascismo, sin grandes convulsiones, no se habían resuelto los problemas de
Portugal, ya que el poder todavía no estaba «totalmente deinido»39.
Desde el punto de vista periodístico, la última obra que se edita en
1974 es el libro de viajes de Tomás Martín Arnoriaga. Este periodista ofrece sus apuntes de viaje, en los que se recogen testimonios de trabajadores,
soldados, militantes comunistas o las palabras del ya exministro socialista
Raúl Rego. Es una visión de la situación del país cuatro meses después
de la Revolución, menos analítica, mucho más centrada en las pequeñas
descripciones de los cambios registrados y de los problemas planteados
en distintos ámbitos (el mundo del trabajo, los militares, la universidad, la
Iglesia, etc.). El editor justiica el interés de esta obra en una introducción
en la que la ambigüedad de los posesivos pueden alcanzar sentidos especiales para los lectores españoles: «El tema sobre Portugal sigue vivo. Su
cercanía geográica despierta más nuestro interés por esta experiencia democrática en un país dominado tantos años por una dictadura fascista»40.
4.2 Otros libros y testimonios
El primer libro no periodístico relacionado con Portugal publicado en
España tras el 25 de abril es la traducción de la obra Portugal y el futuro
del general Spínola. La editorial Planeta lanzó la obra en mayo con el eslogan «Todo comenzó con este libro». Una prueba del interés español por
38 Maestre, J.: op. cit., pp. 18-19.
39 Ibidem, pp. 47-53.
40 Martín Arnoriaga, T.: op. cit., p. 5.
253
Juan Manuel González Sáez
los asuntos portugueses es que en ese mismo mes se imprimieron 40 000
ejemplares en tres ediciones consecutivas.
En 1974 también se publicaron los testimonios de dos personalidades
políticas completamente opuestas. En primer lugar, en agosto, la autobiografía de Mario Soares, histórico dirigente del Partido Socialista, opositor
encarcelado por la dictadura salazarista y en aquel momento ministro de
Asuntos Exteriores. La edición española incluye un prólogo del socialista
Raúl Morodo con una reivindicación expresa de la inevitable democratización en España. A su juicio, las dictaduras no se heredan y los sistemas
políticos autoritarios pueden mantenerse por cierta inercia. No obstante,
la desaparición de los fundadores de los estados provoca la inevitabilidad
del cambio político41. Por otra parte, en diciembre, se publicó el testimonio redactado por Caetano tras su cese como presidente del Gobierno. Su
obra es una reivindicación personal de su labor gubernamental, tanto de
los intentos liberalizadores del régimen como de la política de ultramar,
desde su nombramiento en 1968 hasta su caída en 1974. Caetano analiza
el movimiento de los capitanes, el libro de Spínola y el levantamiento militar de Caldas da Rainha. El depuesto gobernante no habla sobre el 25 de
abril , salvo una breve referencia a su detención y traslado al aeropuerto
militar para su expulsión del país42.
Los acontecimientos revolucionarios despiertan interés por Portugal.
Pese a la vecindad, existe, en general, un escaso conocimiento sobre su
devenir histórico, su cultura o su estructura económica. A los reportajes
periodísticos inmediatos sobre el golpe militar y a los libros de los protagonistas de los acontecimientos, se suman obras que tratan sobre aspectos
concretos de su estructura social o historia reciente, o sobre la génesis de
su Imperio colonial.
Por ejemplo, Díaz-Llanos realiza un profundo análisis de las estructuras sociales, económicas y políticas del Portugal anterior a la Revolución.
El texto incluye breves referencias al golpe militar, añadidas a una obra
terminada antes del 25 de abril. De hecho, la obra aparece en la base de
datos del ISBN como editada en diciembre de 1973, pero su depósito legal
y lanzamiento fue en 197443. El libro se imprimió con una faja publicitaria
41 Véase el prólogo de Raúl Morodo en Soares, M.: Portugal amordazado: un testimonio,
Barcelona: Dopesa, 1974, pp. 11–14.
42 Caetano, M.: op. cit., pp. 191–193. La obra se editó originariamente en Río de Janeiro.
43 «Presentación del libro “Portugal en la encrucijada”», ABC, 6 de junio de 1974.
254
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
que incluía el eslogan «De Salazar a Spínola». La obra, como se ha apuntado, se centra realmente en el salazarismo y el caetanismo, no en el espinolismo y, por ello, sirve como texto explicativo de los problemas sociales,
políticos y económicos que dieron origen a este proceso revolucionario44.
En noviembre se publica un trabajo de investigación, aunque redactado en un estilo periodístico con recreaciones literarias e incluso invenciones de situaciones y diálogos, que describe la trayectoria política y la
muerte del general Delgado, uno de los protagonistas de la oposición al salazarismo. Su lucha contra la dictadura terminó con su asesinato en 1965
por agentes de la PIDE en Villanueva del Fresno. La obra detalla las circunstancias de su muerte, así como del proceso judicial iniciado en España
para aclarar los hechos, que culmina en Portugal con el encarcelamiento
de sus responsables tras la Revolución de abril. El libro incluye la reproducción fotográica de las ichas de 10 de los agentes de la PIDE responsables del asesinato45. Destaca la narración del encuentro entre el general
y Manuel Giménez Fernández en 1961. El exministro de la República Española le expuso a Delgado, en una frase especialmente signiicativa leída
en el contexto del año 1974, que el triunfo de los demócratas portugueses
siempre representaba «un triunfo para los demócratas españoles»46. Esta
obra la escribió Mariano Robles Romero-Robledo, abogado de la familia
del general asesinado, y el periodista español José Antonio Novais, hijo
del exiliado político portugués Novais-Teixeira. El prólogo lo escribió el
socialista Raúl Rego, quien sufrió la persecución del régimen salazarista
por intentar investigar el crimen.
En el periodo analizado, se editaron otras dos obras relacionada con
la historia de Portugal que no tienen vinculación con los acontecimientos
del 25 de abril y que pueden responder a una pura coincidencia temporal
o al redescubrimiento del país vecino por parte de los españoles. Así, por
una parte, en septiembre, se edita por primera vez en España el libro La
gesta de Portugal: Tres siglos de exploraciones y descubrimientos de John
Dos Passos. Este autor nació en Chicago, pero sus raíces familiares se encontraban en Madeira. La obra editada originariamente en 1969 bajo el
44 Díaz-Llanos, E. G.: Portugal en la encrucijada, Madrid: Ediciones del Centro, 1974.
45 Tras el prólogo, este libro arranca con una sección titulada «¿Fueron estos los asesinos?»,
encabezada por la fotografía de Salazar, donde se presentan las ichas y las fotografías de los
agentes de la PIDE implicados en el crimen. Véase Robles, M. y Novais, J. A.: op. cit., pp.
16-42.
46 Ibidem, p. 125.
255
Juan Manuel González Sáez
título he Portugal story es un relato histórico sobre el Imperio portugués
y su aventura colonial. El autor, que inicialmente había mostrado simpatía
por el comunismo, pero evolucionó hacia posturas conservadoras, narra
la epopeya del imperialismo portugués de forma acrítica47.
Por otra parte, el africanista español Carlos González Echegaray publica una historia del África negra, y en algunas de sus páginas estudia las
colonias portuguesas48. Finalizó su obra en 1965. Para su primera edición
en 1974, incluyó un epílogo redactado por Talón, que actualizaba la historia africana entre 1960 y 1973. En este texto, se analiza la situación de
las colonias portuguesas de Guinea, Mozambique y Angola. No hay referencias a la Revolución de los Claveles49. En cambio, en la obra de Emilio
Menéndez Valle sobre el colonialismo en África, editada en agosto, se justiica el interés de su publicación por los acontecimientos del 25 de abril50.
En ese año, coincidiendo con la proclamación de la independencia de
Guinea-Bisáu en septiembre, se publica la biografía y trayectoria política
de Amílcar Cabral, líder del PAIGC (Partido Africano da Independencia
da Guiné e Cabo Verde), asesinado en 1973. En la introducción de esta
obra, escrita con abundante terminología marxista y democrática, se destaca la imposibilidad de vencer militarmente al PAIGC como uno de los
principales factores en la génesis del movimiento de los capitanes y de la
posterior Revolución. Asimismo, se expresa la inviabilidad de la fórmula
espinolista de neocolonialismo51.
5. Conclusiones
Existió un fuerte interés en España por los acontecimientos portugueses
que se releja en la edición de 17 libros con ines comerciales relacionados
con la Revolución de los Claveles a lo largo de 1974. Casi la mitad de estos libros son trabajos redactados por periodistas españoles en el periodo
comprendido entre el golpe militar y la constitución del primer Gobierno
47 Dos Passos, J.: La gesta de Portugal: tres siglos de exploraciones y descubrimientos, Barcelona: Plaza & Janés, 1974.
48 González Echegaray, C.: Historia del África Negra, Madrid: Editorial Nacional, 1974.
49 Talón, V.: «África, primeros pasos (1960–1973)», en C. González Echegaray: op. cit., pp.
355–395.
50 Menéndez del Valle, E.: op. cit., p. 431.
51 Fisas Armengol, V.: op. cit., pp. 9–13. Sobre las propuestas neocolonialistas de Spínola:
ibidem, pp. 95–101.
256
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
provisional. Entre mayo y julio se publicaron el 80 % de las obras estudiadas.
La perspectiva de los autores españoles es, en términos generales,
clara y expresamente favorable al proceso democratizador. Este posicionamiento positivo hacia la transición portuguesa resulta coincidente con
la corriente de simpatía generalizada de la prensa española independiente, favorecida por la apertura informativa impulsada por el ministro de
Información y Turismo Pío Cabanillas, durante la fase espinolista de la
Revolución.
La simpatía izquierdista de los periodistas testigos del 25 de abril es
explícita, salvo en el caso de las obras de Talón y De la Lama, cuya valoración positiva de la Revolución se muestra desde una perspectiva más conservadora. En cambio, desde una interpretación marxista, Bayo mantiene
sus dudas sobre el carácter revolucionario del golpe militar.
Las comparaciones entre las situaciones políticas de España y Portugal son escasas y, en cualquier caso, generalmente poco explícitas. Pese a
la clara tolerancia del Ministerio de Información y Turismo, funcionaron
probablemente los mecanismos de autocensura que marcaban a los autores los límites a su propia libertad de expresión.
Estas obras, más allá de las explicaciones de los acontecimientos y sus
antecedentes, contribuyeron a difundir las experiencias del libre ejercicio
democrático y a dar testimonio de la posibilidad de la caída, sin grandes
convulsiones, de las dictaduras en España.
Esta investigación está abierta, ya que pretende ser continuada con
el análisis de los libros publicados sobre la Revolución portuguesa a lo
largo de 1975, a in de tener una visión global de la producción editorial
anterior al inicio del proceso democratizador en España. Asimismo, otro
objetivo inmediato es clariicar la repercusión en el mundo editorial de los
controles y iltros de la Dirección General de Cultura Popular durante el
periodo entre 1974 y 1975 a través de la consulta de los fondos del Archivo
General de la Administración.
257
Juan Manuel González Sáez
Anexos
Libros editados en España con ISBN relacionados con Portugal y la Revolución de los Claveles (1974)
Obra
Díaz-Llanos, E. G.: Portugal en la encrucijada,
Madrid: Ediciones del Centro, 1974.
Fecha de edición ISBN
12/1973*
El depósito legal es
de 1974. La obra se
presentó públicamente
en junio de 1974.
Spínola, A.: Portugal y el futuro, Barcelona: Planeta,
1974.
Carandell, L. y Barrenechea, E.: Portugal, Sí,
Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1974.
05/1974
Talón, V.: Portugal, ¿golpe o revolución?, Madrid: CVS
Ediciones, 1974.
06/1974
De la Lama Chamorro, C.: La Revolución de la Flor.
Golpe de Estado en Portugal, Madrid: Sedmay, 1974.
06/1974
Bayo, E.: Portugal, en libertad condicional, Barcelona:
Dirosa, 1974.
06/1974
Da Cruz, H. y Espinar, C.: Revolución portuguesa: 25
de abril, Madrid: Miguel Castellote, 1974.
06/1974
Viale Mountinho, J.: Un abril en Portugal, Madrid:
Júcar, 1974.
Maestre, J. A.: Portugal, medio siglo de dictadura,
Madrid: Cuadernos para el Diálogo, 1974.
Roig, X.: Portugal: La muerte de un fascismo,
Barcelona: Laia, 1974.
Rico, E. G.: La caída del fascismo portugués, Bilbao:
Zero, 1974.
Soares, M.: Portugal amordazado: un testimonio,
Barcelona: Dopesa, 1974.
Menéndez del Valle, E.: África negra dominio
blanco (un estudio sobre Sudáfrica, Namibia, Rhodesia
y las colonias portuguesas), Madrid: Espejo, 1974.
258
05/1974
07/1974
07/1974
07/1974
07/1974
08/1974
08/1974
Repercusión de la Revolución de los Claveles en España: libros publicados en 1974
Obra
Fisas Armengol, V.: Amílcar Cabral y la
independencia de Guinea-Bissau, Barcelona: Nova
Terra, 1974
Martín Arnoriaga, T.: Y al oeste, Portugal (notas de
viaje), Bilbao: Zero, 1974.
Robles, M. y Novais, J. A.: Asesinato de un héroe,
general Humberto Delgado, Madrid: Sedmay, 1974.
Caetano, M.: Testimonio, Madrid: Paraninfo, 1974.
Fecha de edición ISBN
09/1974
10/1974
11/1974
12/1974
Elaboración propia. Fuente: <www.mcu.es/libro/CE/AgenISBN.html>.
259
«YA ESTÁBAMOS EN LOS TIEMPOS DE LA TRANSICIÓN».
EL CAMBIO SOCIAL BAJO LOS PIES DEL FRANQUISMO:
ESPACIOS, SOCIALIZACIÓN Y DESAFÍOS
EN LA CATALUÑA RURAL (1960–1976)
Cristian Ferrer González*
Universitat Autònoma de Barcelona
cristian.ferrer.gonzalez@gmail.com
Resumen
Franco murió en la cama el 20 de noviembre de 1975. La dictadura, sin
embargo, ya estaba tocada de muerte desde hacía años. El cambio político
cristalizado en el cambio institucional de 1977-1978 ya se había producido
en el seno de la sociedad civil a lo largo de los años sesenta y setenta, en
especial en Cataluña. El medio rural catalán, lejos de la apatía y la desmovilización, vivió un intenso proceso de transición social equiparable
en muchos aspectos al de la Cataluña metropolitana. Las resistencias al
régimen y las luchas por la mejora de las condiciones materiales, así como
el activismo cívico y cultural crítico devinieron espacios de conlicto permanente a lo largo de esos años, que irían deiniendo y aumentando qué
era y qué no era posible bajo el franquismo. Cuando a inicios de 1977 lo
que quedaba de régimen se vio forzado a acatar su desnaturalización, el
cambio era ya una realidad tangible para el grueso de la población.
Palabras clave
Medio rural; conlictividad laboral; sociabilidad popular; cambio político;
antifranquismo.
*
Esta investigación se inscribe en el proyecto HAR2012-31431, en el que participa el autor en
virtud de una beca FPI concedida por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO). Cristian Ferrer es investigador predoctoral en el Centro de Estudios sobre las Épocas
Franquista y Democrática (CEFID) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y es
miembro del Grupo de Investigación sobre la Época Franquista (GREF). Correo electrónico:
cristian.ferrer@uab.cat. Twitter: @CristianFerrerG.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 261–290.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Cristian Ferrer González
Abstract
Franco died in his bed on 20 November 1975. he dictatorship, however,
had already been in its death throes for several years. he political changes
that were consolidated by the moves towards a democratic system in 197778 had already occurred within civil society throughout the 1950s and
1960s, especially in Catalonia. Far from apathy and demobilization, rural
Catalonia experienced an intense process of social change comparable
in many ways to that of metropolitan areas. hroughout this period,
resistance to the regime, struggles to improve material conditions, and
civic, critical and cultural activism became spaces of permanent conlict
that would deine and expand what was and what was not possible under
Franco. When in early 1977 what was let of regime was forced to accept
its demise, change had already become a tangible reality for most of the
population.
Key words
Rural world; labour conlicts; popular sociability; political change; antiFrancoism.
1. El franquismo y la pervivencia de la lucha de clases
…quan a la realitat se li tanca la porta
no és gaire estrany que t’entri per la inesta…
Tanto el título del presente escrito como la cita que lo encabeza provienen de una relexión realizada a raíz de la trabazón existente entre movimiento obrero, sociedad civil y cambio político1. Según airmaba Xavier
Domènech, Sabadell parecía una excepción que no encajaba en las explicaciones de la transición política «de la ley a la ley» que uno creía o asumía
que estaban conducidas por las élites moderadas del antifranquismo y los
sectores reformistas del régimen. Sin embargo, esa excepción no parecía
reducirse al caso de la cocapital del Vallès Occidental, puesto que experiencias extraordinarias como la huelga general de febrero de 1976 y la consiguiente dimisión de su alcalde no parecían circunscribirse a esa ciudad.
Los casos de Vizcaya, Guipúzcoa, Vitoria, Navarra, Vigo, Ferrol, el Baix
1 Domènech, X.: Quan el carrer va deixar de ser seu. Moviment obrer, societat civil i canvi
polític. Sabadell, 1966-1976, Barcelona: Abadia de Montserrat, 2002, pp. 351 y 350.
262
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
Llobregat o Madrid apuntaban otros interrogantes tan pertinentes como
necesarios. Permitían, como poco, plantearse si aquellas excepciones no
eran más bien normas y si eran de utilidad para explicar la transición a
la democracia sin recurrir a unas siempre presuntas y nunca probadas
«buenas voluntades» y la «responsabilidad» de las clarividentes élites que
condujeron el proceso2.
Atender a la sociedad y a su interacción con el poder político como una
relación dialéctica de conlicto permanente que los modulaba mutuamente
permite comprender mejor los porqués del cambio de régimen. Un
proceso en el que la lucha de clases jugó un papel destacado. De hecho,
la misma génesis del franquismo se hallaba en las luchas populares que
habían logrado ensanchar los espacios del Estado liberal decimonónico.
En el primer tercio del siglo xx, el gran dilema para los sectores dirigentes
fue cómo integrar y mantener bajo control a la sociedad de masas sin que
esto comportara la apertura a la democracia: la respuesta fue el fascismo3.
No obstante, si el franquismo había «nacido para hacer desaparecer la
lucha de clases, su propia existencia la conirmaba»4. Resulta fundamental
comprender que para el franquismo la paz social era la máxima que
explicaba su motivo de ser. La omnipresencia de la lucha de clases —esto
es, del fracaso del régimen para erradicarla— permite que se entiendan,
asimismo, los vaivenes de la larga dictadura y deviene en paradigma
central para explicar, pues, tanto su origen como su inal5.
En su andadura inal, el franquismo se vio sumido en una constante
laminación de sus apoyos por incontables pequeños y grandes conlictos
extendidos por doquier y llevados a cabo por inmensas minorías refractarias
a la dictadura. Aquellas numerosas excepciones que devinieron normas
no existieron únicamente en las áreas industriales de las principales urbes
del Estado español. ¿Acaso puede airmarse empíricamente que el medio
rural fue un mero espectador pasivo del cambio político? Un creciente
número de estudios han contradicho la aparente calma social atribuida
2 Ibidem, p. 35.
3 Marín, M.: Història del franquisme a Catalunya, Lérida: Pagès-Eumo, 2006, p. 21.
4 Domènech, X.: Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo. Lucha de clases,
dictadura y democracia (1939–1977), Barcelona: Icaria, 2012, p. 132.
5 Molinero, C. e Ysàs, P.: Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y
conlictividad laboral en la España franquista, Madrid: Siglo XXI, 1998, pp. 267-270. Sobre el
papel del movimiento obrero como motriz democratizadora, véase Eley, G.: Un mundo que
ganar. Historia de la izquierda en Europa, 1850-2000, Barcelona: Crítica, 2003.
263
Cristian Ferrer González
al campo durante el franquismo y dan muestra de una sociedad compleja
que supo resistir, organizarse y desaiar al fascismo español al forjar una
genuina cultura de resistencia; un espacio marcado por el conlicto que
fue capaz de potenciar cambios sociales y políticos que, sin lugar a dudas,
coadyuvaron al proceso de cambio general6. A lo largo de estas líneas
se destacarán las claves que se considera que explican cómo las clases
populares de la Cataluña rural consiguieron subvertir el orden social y
político establecido y constituirse en una fuerza contrahegemónica capaz
de disputar el poder al franquismo. Un proceso nacido de las luchas por
la mejora de las condiciones materiales, pero que consiguieron romper los
marcos estrictos de la lucha de clases para convertirse en pueblo.
2. La construcción social de la protesta
El proyecto fascista, implantado con la «victoria» de 1939, jamás contó
con el beneplácito del grueso de la población. Si bien no es posible hablar
ni de un consenso hegemónico ni de una frontal oposición en el campo
—más propio de visiones dicotómicas de la sociedad que no atienden a
los matices siempre complejos en los que se mueven los humanos—, sí
que se detecta una gran gama de actitudes sociales susceptibles de ser interpretadas históricamente: desde la adaptación y el consentimiento hasta
las resistencias, los disensos y las adhesiones parciales y cambiantes en el
tiempo7. La ruptura que supuso la Guerra Civil anonadó las redes sociales
tejidas por las clases populares desde antaño y las resistencias existentes
tendieron a una codiicación diferente, basada, de nuevo, en las «peque-
6 Herrera, A.: La construcción de la democracia en el campo (1975-1988). El sindicalismo
agrario socialista en la transición española, Madrid: Magrama, 2007; Martín, Ó. J.: A tientas
con la democracia. Movilización, actitudes y cambio en la provincia de Albacete, 1966-1976,
Madrid: Catarata, 2008; Cabana, A.: La derrota de lo épico, Valencia: Publicaciones de la
Universidad de Valencia, 2013; Lanero, D. (ed.): Por surcos y calles. Movilización social e
identidades en Galicia y el País Vasco (1968–1980), Madrid: Catarata, 2013; y Ferrer, C.:
Lluitadors quotidians. L’antifranquisme, el canvi polític i la construcció de la democràcia al
Montsià (1972–1979), Lérida: Universidad de Lérida, 2014.
7 Entre las principales aportaciones sobre las actitudes populares durante el primer franquismo en la última década, destacan Font, J.: «“Nosotros no nos cuidábamos de la política”. Fuentes orales y actitudes políticas en el franquismo. El ejemplo de una zona rural,
1939–1959», Historia Social, n.º 49, 2004, pp. 49-68; y Cabana, A.: «De imposible consenso.
Actitudes de consentimiento hacia el franquismo en el mundo rural (1940–1960)», Historia
Social, n.º 71, 2011, pp. 89-106.
264
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
ñas rebeldías cotidianas» a las que James Scott llamó las armas del débil8.
Tal y como señala Carme Molinero, a la traumática vivencia de la guerra
le siguió una no menos dura experiencia de miseria que para el grueso
de la población estuvo acompañada de incertidumbre y de una profunda
desmoralización. En ese contexto, la oposición al franquismo fue escasa y
solo posible en la clandestinidad más absoluta. Aunque, de ningún modo,
aquella obligada pasividad era muestra de una aceptación del nuevo orden, puesto que las resistencias a las políticas del nuevo Estado fueron
muy extensas. Tanto es así que el régimen franquista tuvo que recorrer
desde sus inicios a miles de personas para controlar las actitudes de los
colectivos desafectos, a quienes los conseguía neutralizar, pero nunca los
conquistaba9; los vencía, pero jamás los convencía, en palabras de Unamuno. Este hecho resultaría esencial en la extensión de la disidencia, como se
verá, en la etapa comprendida en el presente escrito.
Bajo una calma solo aparente, la España rural estaba padeciendo las
consecuencias indeseadas de los Planes de Desarrollo Económico que
producirían el cambio en el estatus social del campesino medio. En «ningún momento se han registrado situaciones o hechos que tuvieran alguna
incidencia sobre el mantenimiento de la paz interior, fruto de una pacíica
y ordenada convivencia» de los gerundenses, escribía su gobernador civil.
Sin embargo, Victorino Anguera reconocía la existencia de un «descontento registrado entre amplios sectores del campo»10, debido a la profunda
reordenación económica del agro catalán, proceso que implicaba, entre
otros, el aumento no equitativo de la iscalidad. Aquella imposición iscal
no sería percibida solamente como una agresión económica que diezmaba
el poder adquisitivo de un grueso relevante de la población, sino que también —y sobre todo— fue percibida como una afrenta contra el modelo de
vida campesino autosuiciente y pequeño propietario, hecho que produjo
el incremento del malestar y la aparición de disidencias entre unas clases
8 Sobre el concepto pequeñas rebeldías cotidianas, véase Yusta, M.: Guerrilla y resistencia
campesina. La resistencia armada contra el franquismo en Aragón (1939–1952), Zaragoza:
Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003, pp. 15–25. Para la obra clásica sobre resistencia
campesina, véase Scott, J. C.: Los dominados y el arte de la resistencia, Tafalla: Txalaparta,
2003.
9 Molinero, C.: «Subsistencia y actitudes populares durante el primer franquismo», Bulletin
of Spanish Studies, vol. xci, n º1-2, 2014, p. 197.
10 Archivo General de la Administración (AGA), Gobernación: Memoria del Gobierno Civil
de Gerona, 1969, caja 52/00483.
265
Cristian Ferrer González
sociales que habían consentido de manera mayoritaria el establecimiento
del franquismo, cuando no se habían erigido como uno de sus máximos
valedores11.
Por otro lado, la inexistencia de actuaciones que fracturasen la paz social franquista no implicaba necesariamente la aceptación del orden social
establecido. En este sentido, debe abandonarse la imagen del motín como
paradigma de la acción colectiva, ya que «puede haber otros métodos tales como las peticiones en masa a las autoridades […] o la migración de
poblados enteros». En cualquier caso, el «motín no tiene por qué ser el
procedimiento favorito dentro de la cultura de los pobres»12. Las clases
subalternas han utilizado históricamente un extenso repertorio de actuaciones creadoras de lo que podría considerarse una verdadera cultura de
resistencia, íntimamente relacionada con la propia cultura de clase, grupo,
etnia o comunidad, que varía en sus formas concretas en función de la
naturaleza represiva del poder, pero que siempre ha estado presente. Asimismo, este repertorio de resistencias se ha mantenido en el tiempo por
ser considerado un instrumento socialmente justo y aceptado, y mantener
una codiicación reconocible e inserta en la cultura de los protagonistas de
la protesta. Esta protesta ha creado una cultura de protesta, que se ha visto
actualizada dependiendo de la naturaleza opresiva del Estado y de las clases dirigentes, así como del mismo aprendizaje otorgado por la experiencia de luchas anteriores. No obstante, conviene señalar que históricamente
nunca ha existido una vinculación inequívoca entre una situación aparentemente injusta y la contestación social, pues siempre han sido necesarios
unos marcos cognitivos que identiicaran, codiicaran y potenciaran la
actuación-consecuencia de la injusticia padecida.
A continuación, se analizará brevemente cómo se codiica y construye
socialmente la protesta. Para este in, la obra de Bert Klandermans puede
servir como base de análisis, ya que resulta de utilidad para aproximarse
11 Font, J.: ¡Arriba el campo! Primer franquisme i actituds polítiques en l’àmbit rural nordcatalà, Gerona: Diputación de Gerona, 2001, p. 130; y Cobo, F.: ¿Fascismo o democracia?
Campesinado y política en la crisis del liberalismo europeo, 1870–1939, Granada: EUG, 2012,
pp. 357–369 y 395–399. Si bien resulta difícil hablar de «autosuiciencia» en sociedades
industrializadas, los códigos culturales siguieron de algún modo insertos en la cultura popular
campesina. Asimismo, continúa resultando difícil establecer el peril socioeconómico de los
apoyos rurales al franquismo en Cataluña, por lo que se remite a obras que han abordado
este tema, aunque se aspira a elaborar una explicación satisfactoria en la tesis doctoral en
desarrollo.
12 Thompson, E. P.: Costumbres en común, Barcelona: Crítica, 1995, p. 298.
266
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
a los marcos cognitivos de los participantes en los movimientos sociales
que se abordarán13. Klandermans establece que el marco de identidad y el
marco de injusticia permiten aprehender una situación como conlictiva
e identiicar a sus responsables. El marco de injusticia es fundamental, ya
que es donde se gesta la sensación de agravio allí donde antes solamente
había descontento. Este sentimiento de indignación moral crea, codiica
o da una atribución de responsabilidad respecto a dicho agravio; señala
al responsable. El marco de injusticia permite, pues, entender cómo se
generan, interpretan, sienten y difunden las injusticias, su atribución y la
indignación que provocan entre los potenciales participantes del movimiento social. En un sentido estricto, el marco de identidad implica la
existencia de una identidad compartida, imprescindible para que la acción
emerja. Según Concha Fernández y Xosé Manuel Sabucedo, la identidad
colectiva implica deiniciones compartidas relativas a las metas, los signiicados y los campos de acción; involucra redes de relaciones activas entre
los agentes que interactúan: se comunican y se inluyen, negocian y toman
decisiones. Del mismo modo, requieren de un cierto grado de implicación emocional imprescindible para que las personas se sientan parte de
una unidad. Resulta indispensable un esquema interpretativo común, tal
y como lo llama Manuel Pérez Ledesma, o una cultura política, entendida
esta como un conjunto de actitudes, valores y símbolos que legitimen y
determinen sus objetivos14.
Finalmente, el marco motivacional implica la creación y difusión de
creencias sobre la eicacia de la acción colectiva y es, junto con el agravio,
una de las claves de la construcción social de la protesta. Ana Cabana entiende que solo «Cuando los potenciales participantes en un movimiento
social piensan que las estrategias y las acciones colectivas son instrumentales para cambiar la situación y reducir el malestar, existe un vínculo entre el descontento y la conducta de protesta»15. Única y exclusivamente
13 Klandermans, B.: he social psychology of protest, Oxford: Blackwell Publishers, 1997.
Véase también una aportación posterior en Van Stekelenburg, J. y Klandermans, B.:
«he social psychology of protest», Sociopedia: International Sociological Association [en
línea], 2010. <http://goo.gl/Ieic8M>.
14 Fernández, C. y Sabucedo, X. M.: Do descontento á acción. A construción social da
protesta campesiña en Galiza, Vigo: Xeiras, 2005, p. 121; y Pérez Ledesma, M.: «“Nuevos”
y “viejos” movimientos sociales», en C. Molinero (ed.): La transición treinta años después,
Barcelona: Península, 2006, p. 148.
15 Cabana, A.: La derrota de lo épico, Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia,
2013, p. 53.
267
Cristian Ferrer González
con la existencia de estos tres marcos (injusticia, identidad y motivación)
puede generarse y generalizarse la protesta social. Estos marcos deben
conluir para que la opción del sujeto o de un colectivo sea protestar. La
inexistencia de uno solo de estos marcos suele comportar una situación de
adaptación del individuo que, evidentemente, puede soportar diferentes
niveles de descontento, aunque estos no puedan derivar en ninguna acción de protesta.
Sin pretender caer en el automatismo al que a menudo la psicología
social parece inducir, en el espacio temporal que se trata, el descontento, la
noción de estar padeciendo una situación injusta y las consiguientes «pequeñas rebeldías cotidianas» campesinas fueron ocupando un espacio de
mayor relevancia en la vida sociopolítica y económica de todo el territorio. Pese a los esfuerzos del régimen, las diicultades, la durísima coerción
—cuando no abierta represión—, las huelgas cada vez menos esporádicas
y otras formas de protesta como el absentismo laboral, la indisciplina, los
impagos, los boicots puntuales y las reivindicaciones abiertas nunca llegaron a desaparecer por completo en las relaciones laborales y eran muestra,
asimismo, de una lucha latente sumergida en la cotidianidad y con una
codiicación basada y enraizada en las costumbres de la comunidad16.
3. Empobrecimiento y (sub)desarrollo
Qué duda cabe de que la capacidad de subsistencia, esto es, la capacidad
de consumo, ha sido uno de los elementos persistentes y considerados
centrales en la cosmovisión ideológica de la población rural. Conviene
tener en consideración que la explotación familiar (la agricultura familiar)
ha sido la unidad básica de producción en el medio rural, la cual «ha sido
apropiada, absorbida y adaptada históricamente por distintos modos de
producción»17. Económicamente, el concepto de agricultura familiar hace
referencia a una forma de producción centralizada cuya fuerza de trabajo
procede mayoritariamente del núcleo de parentesco más cercano y una
parte del producto inal está destinado al consumo de la propia unidad
familiar. La progresiva introducción del capitalismo en el campo desde
16 Una muestra de ello puede encontrare en AGA, Gobernación: Memorias del Gobierno
Civil de Castellón, 1976, caja 32/11454; entrevistas a P. F. M. (4 de junio de 2013): pastor,
jornalero y militante socialista; y a ETA (17 de junio de 2013): estudiante, obrero y militante
comunista.
17 Breton, V.: «¿De campesino a agricultor? La pequeña producción familiar en el marco
del desarrollo capitalista», Noticiario de Historia Agraria, n.º 5, 1993, p. 153.
268
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
las últimas décadas del siglo xix hasta el primer tercio del siglo xx mutó
algunas de las pautas de comportamiento del campesinado y aianzó otras;
aunque en lo esencial, la centralidad que ocuparía el consumo —ligado a
la producción— se mantendría inmutable18.
La anécdota que popularizó Richard Henry Tawney en su estudio
sobre el campesinado en China puede ser de utilidad para comprender
la idea que se intenta transmitir aquí, pese al elocuente distanciamiento entre ambos contextos y agentes19. Tawney escribió que un campesino
medio (un payés autosuiciente)20 vive en una situación de incertidumbre
continua, pues se asemeja a una persona parada con el agua al cuello de
manera permanente, de modo que tan solo es necesaria una pequeña ola
para que este se ahogue. En efecto, en la mayoría de las sociedades campesinas precapitalistas, el temor a la insuiciencia de alimentos dio lugar a
la coniguración de una mentalité o cultura política basada en la ética de
subsistencia de la propia clase, en la que estas negociaban o presionaban
para incidir en la economía. Las técnicas agronómicas, al igual que muchos arreglos sociales, estaban orientados, en esas sociedades, a limitar las
pequeñas olas que podían ahogar a un campesino: patrones de reciprocidad, generosidad forzada, tierras comunales, entre otras. Todo ello estaba
destinado a suavizar las inevitables simas en los recursos familiares, lo
que de otra manera podía arrojar a la familia por debajo del umbral de
subsistencia21.
Volviendo al tema objeto de análisis, cabe señalar que desde la década
de los cincuenta la explotación familiar autosuiciente dejó de estar principalmente destinada para el autoconsumo y a lo largo de esa década se
18 Gallego, D.: «De la sociedad rural en la España contemporánea y del concepto de
sociedad capitalista: un ensayo», Historia Agraria, n.º 16, 1998, pp. 13–53.
19 Tawney, R. H.: Land and labour in China, Londres: Allen & Unwin, 1932.
20 Proveniente del vocablo del siglo xvi pagensis (‘aquel que vive en el pagus’, es decir, en una
aldea o, por extensión, en el campo),en el bajo medievo se entendía que un payés era aquel
campesino o agricultor adscrito a la tierra que trabajaba, que para abandonarla debía redimir
con su señor la remença, y que se encontraba sujeto a los mals usos. En la contemporaneidad,
se asume que un payés posee y vive de trabajar su propia tierra, que generalmente luctúa entre un tamaño pequeño o, a lo sumo, mediano. En su estudio sobre el campesinado europeo,
Cobo considera que una pequeña explotación es aquella que oscila entre 1 y 10 hectáreas, y
una mediana, entre 11 y 100. Cobo, F.: ¿Fascismo o democracia? Campesinado y política en la
crisis del liberalismo europeo, 1870–1939, Granada: EUG, 2012.
21 Scott, J. C.: he moral economy of the peasant. Rebellion and subsistence in Southeast Asia,
Yale: Yale University Press, 1976, p. 3.
269
Cristian Ferrer González
integró por completo en el mercado capitalista, pasando a depender de la
industria agraria de comercialización y de los nuevos intermediarios que
irían surgiendo. Esto produjo que muchas familias fueran incapaces de
mantener un ritmo de producción suiciente para hacer frente a las altas
cotizaciones y a las deudas contraídas. Muchos pasaron a trabajar en la
industria de las cabeceras de comarca o emigraron a las capitales provinciales —hecho que puede ser interpretado como protesta; la mayor protesta que puede realizar un campesino, de hecho—. La necesidad de competir en el mercado obligó al campesinado a realizar grandes inversiones
para maximizar la producción, e incluso, no pocos decidieron comprar o
arrendar las tierras de aquellos vecinos que habían optado por el éxodo22.
Tanto es así que durante el periodo de 1960 a 1975, la población agraria
española se redujo casi a la mitad, pasando del 23 al 13 %23. Esta considerable pérdida de mano de obra forzó un selectivo proceso de modernización
que afectó de manera muy desigual a las distintas zonas del Estado. La
adecuación de la producción agrícola a las crecientes demandas de una
cada vez mayor población urbana comportó cambios tanto en las formas
de elaboración como en los alimentos producidos. Las nuevas demandas
alimentarias implicaron la decadencia de la producción cerealista, el incremento de cultivos hortofrutícolas y, especialmente, mayores exigencias
en la obtención de carne y productos lácteos.
Además, la política gubernamental agraria, centrada en satisfacer la
creciente demanda de productos agrícolas para las regiones industriales,
obligó a los pequeños campesinos a endeudarse para poder mantener una
producción elevada y competir así con los grandes propietarios. Se hizo
imprescindible, pues, el uso de caros productos itosanitarios y la mecanización del agro, así como dotar a las incas de riegos automatizados y
costosas canalizaciones otrora prescindibles. Las exigencias de fertilizantes, maquinaria, combustibles y productos itosanitarios en general fueron
una constante ligada ineludiblemente al desarrollismo económico de la
22 Alonso, y otros: Crisis agrarias y luchas campesinas, 1970-1976, Madrid: Ayuso, 1976,
pp. 41-54; Simpson, J.: La agricultura española (1765–1965): la larga siesta, Madrid: Alianza, 1997, pp. 321–247; Sabio, A.: «Cultivadores de democracia. Politización campesina y
sindicalismo agrario progresista en España, 1970–1980», Historia Agraria, n.º 38, 2006,
pp. 75–102, especialmente las pp. 76-77; y entrevista a T. M. (s. f. [1976-77]): sindicalista
campesino, en: Benelbas, L. y otros: Unió de pagesos. El sindicat del camp, Barcelona:
Alternativa, 1977, pp. 197–199.
23 De Riquer, B.: Historia de España. La dictadura de Franco, vol. 9, Barcelona: Crítica,
2010, p. 625.
270
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
década de los sesenta en el campo; así como lo fue la imperiosa necesidad
de mano de obra asalariada agrícola-industrial de aquellas clases sociales
ajenas a la posibilidad de acceder a los inputs agrarios24. A medida que la
agricultura y la ganadería perdían su tradicional relevancia macroeconómica en beneicio de la industria, el comercio y el turismo, se debilitaba
de manera paralela el trabajo y el poder adquisitivo de una gran masa de
pequeños campesinos y jornaleros.
La consolidación del sistema agrícola-industrial en el campo favoreció la proliferación de intermediarios: envasadores, distribuidores, empaquetadores o simples especuladores que forzaron la disminución de las
plusvalías en pos de una mayor competitividad agrícola en el mercado.
Este hecho agudizó todavía más la paupérrima situación económica de
las familias que vivían de la tierra respecto a otros sectores productivos25.
Durante la década de los sesenta se dejó notar el encarecimiento de los
fertilizantes y el combustible, y a su vez, el precio inal de los productos
agrícolas26. Además, la política iscal aprobada por el régimen en 1966
contabilizaba las cotizaciones a la Seguridad Social Agraria (SSA) con
peonadas teóricas, hecho que establecía un cómputo de mano de obra teórica necesaria para labrar una propiedad y equiparaba en la contribución
iscal a pequeños propietarios y a latifundistas. Esta política agrícola fue
identiicada como un verdadero atentado contra el campesinado, ya que
puso en una coyuntura complicada a las familias que trabajaban la tierra
propia —muchas de las cuales, y especialmente entre la juventud, optaron
por el éxodo hacia las capitales provinciales y, en menor medida, también
hacia la gran Barcelona27—. Esta situación se vio agravada cuando en 1973
estalló la crisis del petróleo con su consiguiente inlación desorbitada, que
empobreció irremisiblemente a grandes sectores sociales del medio rural.
24 Ortiz Heras, M.: Las hermandades de labradores en el franquismo. Albacete, 1943-1977,
Albacete: Diputación de Albacete, 1992, p. 130.
25 «Els problemes del camp», Endavant: Òrgan del Moviment Socialista de Catalunya, n.º
120, diciembre de 1960-enero de 1961.
26 Centre Documental de la Comunicació (CEDOC), Fondo Viladot: «No som els
responsables del encariment!», La Veu del Camp, suplemento de Lluita: Órgano local del
Partit Socialista Uniicat de Catalunya, n.º 6, 22 de febrero de 1973, caja 4219, p. 8; y Sabio,
A.: op. cit., pp. 77–79.
27 AGA, MG: Memoria del Gobierno Civil de Tarragona, 1966, caja 44/12141; idem: Memoria
del Gobierno Civil de Tarragona, 1968, caja 52/00487; y CEDOC, Fondo Viladot: «El jovent
marxa del camp», La Terra, n.º 1, julio de 1975, caja 0689GF, p. 9.
271
Cristian Ferrer González
4. Identidades, (auto)organización y redes sociales
de expansión de la protesta
Como ha podido intuirse en las líneas precedentes, aunque merece la pena
hacerlo patente, la forja de identidades compartidas resultó esencial para
la (auto)organización de respuestas colectivas, aunque estas no siempre
respondieran al arquetipo del motín en el campo. Las «armas del débil» no
solo son actuaciones esporádicas de individuos aislados que se mueven en
los márgenes de la autoridad debido a la omnipresencia del poder dictatorial. Sin duda tienen mucho de ello, pero estas se insertan resueltamente
en una mentalité, una cultura política o una conciencia de autopercepción
y autoidentiicación claramente existente e imprescindible para que surja
la protesta: valores morales, culturales, ecológicos, lógicas clasiicadoras
o principios interpretativos comunes y compartidos que se forjaron mediante la propia experiencia. La penetración del capitalismo en el medio
rural alteró y, por ello, reconiguró la propia identidad del campesinado
—como grupo heterogéneo, pero (auto)identiicable—, aunque no transmutó las prácticas establecidas y aceptadas, ni desterró la ética de la subsistencia ni tampoco la carga moral de la economía28.
Así pues, y ante una situación que hacía peligrar la subsistencia de los
más y que fue codiicada como una injusticia social, algunos campesinos
decidieron lo siguiente: «Hemos convenido en la necesidad de defender
con nuestras manos nuestros intereses, los cuales coinciden con los democráticos generales de nuestro pueblo»29. Por ello, se unieron a las llamadas
Comissions de Pagesos i Jornalers de Catalunya (o más habitual, simplemente Comissions Pageses (CC. PP.)— ante la perspectiva siguiente: «Los
propietarios pequeños y medianos muy pronto seremos asalariados de los
intermediarios que comen nuestros frutos como les viene en gana»30. Sin
lugar a dudas, deben considerarse las CC. PP. como un esfuerzo del campesinado catalán por modiicar las normativas sociales, políticas y económicas vigentes y una forma de dar salida a las tensiones estructurales
28 Cabana, A.: op. cit., pp. 45-46 y 108.
29 Arxiu Nacional de Catalunya (ANC), Fondo PSUC: Extractes de documents de la Coordinadora de Comissions de Pagesos del Camp de Catalunya, s. f. [1968], caja 1552, carpeta 128,
p. 2. El original está en catalán.
30 Arxiu Històric de la Comissió Obrera Nacional de Catalunya (AHCONC), prensa clandestina: «La necessitat de la Reforma Agrària», Camp: Portaveu de les Comissions de Pagesos
de Catalunya, n.º 2, s. f. [septiembre-octubre de 1969], reg. 00/97, top. 0159C015. El original
está en catalán.
272
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
subyacentes. En efecto, unos pocos decidirían unirse «para defender con
nuestras manos nuestros intereses» y otros irían sumándose al movimiento al juzgar que ellos también padecían las mismas injusticias sociales31.
Como se verá, las CC. PP. tenían una vertiente de movimiento popular, pero cabe inscribirlas en una estrategia de oposición organizada más
amplia, sin que por ello exista contradicción alguna. Santiago Carrillo,
secretario general del Partido Comunista de España (PCE), en una carta
dirigida a la Pasionaria, Dolores Ibárruri, un año antes de la constitución
de las CC. PP., le escribió lo siguiente:
En la discusión del Comité Ejecutivo hemos convenido en la necesidad de
esbozar en la próxima reunión la perspectiva de lo que llamamos un frente
de las fuerzas del trabajo y la cultura […] [que] puede irse creando a través
de los contactos de las Comisiones Obreras, el movimiento campesino, los
estudiantes y las diversas formas de organización de los intelectuales. En un
momento determinado, cuando la coordinación haya llegado a un grado de
madurez, y cuando la coyuntura política lo aconseje, puede aparecer formalmente constituido en la escala nacional y provincial por representantes de las
diferentes capas sociales. Una de las originalidades de este frente, en el que los
artesanos y los comerciantes e industriales podrían encontrar también lugar,
es que sería no un partido, sino una especie de frente laborista amplísimo32.
En cierta manera, los comunistas en Cataluña consiguieron ese objetivo de aunar en un solo frente laborista amplísimo a buena parte de las
clases populares, y de este modo, se asemejaron a los partidos-sociedad
de la posguerra de la Segunda Guerra Mundial33. Conviene señalar, sin
embargo, que si bien los logros de las Comisiones Obreras (CC. OO.) en la
industria, del movimiento estudiantil en las universidades y de la generalización exitosa de ese frente de las fuerzas del trabajo y la cultura a través
de movimientos de profesionales y la organización en los barrios urbanos,
en el medio rural catalán las CC. PP. y los posicionamientos comunistas
tuvieron problemas de asentamiento notorios. Por un lado, como se verá,
31 Tejerina, B.: «Los movimientos sociales y la acción colectiva. De la producción
simbólica al cambio de valores», en P. Ibarra y B. Tejerina (eds.): Los movimientos sociales.
Transformaciones políticas y cambio cultural, Madrid: Trotta, 1998, pp. 114-115.
32 Citado en Morán, G.: Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, 1939–1985,
Barcelona: Planeta, 1986, p. 431.
33 Molinero, C. e Ysàs, P.: Els anys del PSUC. El partit de l’antifranquisme (1956–1981),
Barcelona: L’Avenç, 2011, pp. 139-140; y Flores, M.: Sul PCI. Un’interpretazione storica, Bolonia: Il Mulino, 1992.
273
Cristian Ferrer González
por la omnipresente represión del régimen, pero, por otro, por problemáticas derivadas de la Guerra Fría y, particularmente, de los sucesos de la no
tan lejana Guerra Civil. Pese a la experiencia frentepopulista española y la
lucha antifascista en toda Europa, algunos campesinos consideraban que
los «comunistas eran dictadores también, y a mí de dictadura ya me bastaba con la de Franco»34. Si bien los fundamentos de «dictadores» deberían
haberse mitigado después del XX Congreso del Partido Comunista Soviético en febrero de 1956, esta imagen chequista siguió muy presente en el
imaginario colectivo de amplios sectores de la izquierda anticomunista.
Está por ver si estos imaginarios guardan relación con la experiencia de
las colectividades campesinas durante la Revolución de 1936 o si más bien
son el subproducto cultural del mundo bipolar en el que las invasiones de
Budapest y Praga —ampliamente difundidas por la prensa española—35
actuaban como la conirmación fáctica de la herencia de Iósif Stalin nunca
resuelta por los comunistas36.
En cualquier caso, la relación de las CC. PP. y el comunismo eran notorias, cosa que, por un lado, garantizaba un formidable sustento organizativo, pero por otro lado, la retórica radicalizada alejaba a ciertos sectores
del campo. Alfonso Martínez Foronda explica que las Comisiones Obreras
del Campo en Andalucía estuvieron formadas básicamente por campesinos del PCE y que entre estos no se comprendía la necesidad estratégica de
fundar una organización sindical al margen del partido, tal y como desde
la dirección se imponía. Sin embargo, accedieron y las Comisiones conseguirían el control de las verticales hermandades de labradores y ganaderos
en unas pocas cabeceras comarcales en 1966. Tras esto el movimiento se
extendió por otros lares andaluces37. Juan Antonio Andrade Blanco apunta una cuestión interesante que debe tenerse en consideración: airma que
34 Entrevista a P. F. M. (4 de junio de 2013).
35 A modo de ejemplo, véanse las 10 páginas que le dedicaba La Vanguardia Española el día
22 de agosto de 1968 bajo el titular «La alevosa ocupación de Praga por las tropas soviéticas»,
o los informes de las matanzas en Budapest de «varios niños […] ametrallados por los rusos»
en el Abc el 10 de noviembre de 1956 (p. 23), así como las colectas que este diario organizó al
grito de «¡Católico español! Ayuda al pueblo húngaro» (Ibidem, pp. 25–30).
36 Véase la relación cultural entre comunismo y antifranquismo en Domènech, X.: «Cenizas
que ardían todavía. La identidad comunista en el tardofranquismo y la transición», en M.
Bueno y S. Gálvez: «Nosotros los comunistas». Memoria, identidad e historia social,
Sevilla: Atrapasueños, 2009.
37 Martínez, A.: «Historia de Comisiones Obreras de Andalucía: desde su origen hasta
la constitución como sindicato», en A. Martínez (coord.): La conquista de la libertad.
274
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
ese «cuestionamiento de la calidad democrática del PCE fue, más que un
impedimento para la unidad, una excusa para evitarla», puesto que la
debilidad del resto de fuerzas antifranquistas hacía que estas viesen con
temor su integración en plataformas u organismos hegemonizados por
los comunistas38. Fuera como fuese, la fuerza de los comunistas diicultó,
paradójicamente, el encuadramiento unitario del antifranquismo y serían
los comunistas quienes «generosamente» atenuarían su vertiente ideológica con el in, a veces demencial, de «la unidad»39.
La bandera enarbolada por las CC. PP. en Cataluña era la que mejor conectaba con las costumbres de «pequeñas rebeldías cotidianas» del
campesinado, puesto que reivindicaba una medida que muchos ya venían
practicando, ya que era una de «las reivindicaciones más sentidas […]
por los campesinos y jornaleros»: el boicot —a partir de entonces coordinado— a los pagos de la SSA—40. Pese a las causas subyacentes profundamente enraizadas en las comunidades rurales, como se ha explicado
más arriba, el factor exógeno que explica la irrupción de este movimiento
sociopolítico fue el éxito representado por las CC. OO. en la industria,
así como de un incipiente movimiento campesino andaluz en las elecciones sindicales de 1966. Los protagonistas de aquella nueva organización
sindical fueron los jóvenes campesinos formados profesionalmente en las
escuelas de capacitación agraria y políticamente en el movimiento antifranquista universitario. Se trataba de «jóvenes inquietos y comprometidos que pondrán el gusanillo a sus amigos de los pueblos y que intentarán arrastrar a sus padres», según establece un estudioso del movimiento
campesino de Cataluña y que también fue testigo directo de sus luchas41.
Con la voluntad de agrupar a pequeños propietarios, arrendatarios, ma-
Historia de las Comisiones Obreras de Andalucía (1962-2000), Cádiz: Fundación de Estudios
Sindicales, 2003, especialmente las pp. 234–247.
38 Andrade, J. A.: El PCE y el PSOE en (la) transición. La evolución ideológica de la izquierda
durante el proceso de cambio político, Madrid: Siglo XXI, 2012, p. 63.
39 Molinero, C. e Ysàs, P.: op. cit., pp. 192–194 y 200-201.
40 ANC, Fondo PSUC: op. cit., p. 2. El original está en catalán. La centralidad del boicot de
la SSA puede verse en AHCONC, prensa clandestina: «Continua el problema de la Seguretat
Social», Camp: Portaveu de les Comissions de Pagesos de Catalunya, n.º 3, s. f. [noviembrediciembre de 1969], reg. 00/97, top. 0159C015.
41 Mayayo. A.: De pagesos a ciutadans. Cent anys de sindicalisme i cooperativisme agraris a
Catalunya, 1893–1994, Barcelona: Afers, 1995, p. 197. El original está en catalán.
275
Cristian Ferrer González
soveros42, aparceros, y jornaleros, aquellas efímeras CC. PP. se asentaron
en el campo sobre la base de organizaciones católicas preexistentes que
entroncaron con tradiciones resistentes de socialistas, comunistas y anarquistas. Además, las CC. PP. se convirtieron en la síntesis de las tradiciones sindicales del campo catalán previas a la dictadura y aunaron facetas
reformistas y otras revolucionarias al actuar en los espacios contemplados
por la dictadura, pero también al forzar la legalidad y ampliarla.
Mediante redes sociales y contactos personales se produjeron procesos de transmisión informativa y de emulación de lo que ocurría en otros
lares más conlictivos que las comarcas rurales. Además, gracias a las convivencias militantes, los encuentros, la prensa, la propaganda política o
el papel destacado de los activistas universitarios tras su vuelta al pueblo,
se produjo la transmisión de una serie de experiencias —incluso también
valores— desde los «focos iniciadores de la protesta» hacia zonas donde
el franquismo estaba muy presente y, por consiguiente, existía una menor
movilización: de la ciudad al campo. De este modo, se fueron difundiendo
una serie de recursos organizativos e interpretativos que establecieron nexos entre las reclamaciones e identidades colectivas procedentes de otros
lugares de Cataluña. El resultado fue la extensión geográica, sectorial y
también identitaria de la movilización democrática contra la dictadura
franquista. No puede negarse que si bien los estudiantes socializados políticamente en los centros de educación superior hostiles al franquismo
solían abandonar la militancia al concluir sus estudios, en muchos casos,
estos trasladaron su compromiso contra el régimen a su vuelta al pueblo,
como así sucedía también en sus nuevos entornos laborales y profesionales43.
42 Según la Real Academia Española, un masovero en Cataluña es un «labrador que,
viviendo en masía ajena, cultiva las tierras ajenas a cambio de una retribución o de una parte
de los frutos».
43 Entrevistas a J. V. E. (26 de julio de 2012): estudiante, socialista y profesor no numerario;
a E. E. M. (3 de junio de 2013): estudiante agrónomo, payés y sindicalista; a ETA (17 de junio
de 2013); AHCONC, entrevista a C. L. S. (22 de octubre de 1998-18 de febrero de 1999):
militante comunista entrevistada por Javier Tébar; y entrevista a J. S. (s. f. [1976-77]): payés
y sindicalista, en Benelbas, L. y otros: op. cit., pp. 201-202. Véase un estudio pionero que se
aproxima a la emulación de la movilización, el espejo político, como él lo llama, en Martín,
Ó. J.: op. cit., pp. 172–182 y 226–234. Hay unas breves referencias en Martínez, A.: op. cit.,
pp. 124-125. Se ha abordado lateralmente este tema en Ferrer, C.: op. cit., pp. 69–71 e idem:
«Popular empowerment, peasant struggles and political change: Southern Catalonia under
late Francoism (1968–1976)», Workers of the World: International Journal on Strikes and Social Conlicts, n.º 5, 2014, pp. 39–57.
276
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
Aunque desde inales de 1968 se vivió un notorio incremento de la
movilización rural, el estado de excepción de 1969 truncó gran parte de
estas dinámicas y provocó la caída del Partit Socialista Uniicat de Catalunya (PSUC) en el Baix Ebre, la vanguardia del movimiento campesino en Cataluña44. Derivado de la siempre presente represión y del consiguiente desmantelamiento de las CC. PP., quedó profundamente dañada
la primera organización eminentemente campesina desde la Guerra Civil,
y sus miembros volvieron a actuar en la absoluta clandestinidad, al menos
durante un tiempo. Aunque, como se ha mencionado al iniciar el presente
texto, cuando a la realidad se le cierra una puerta, a menudo esta entra
por la ventana, y el retorno a la absoluta clandestinidad permitió ainar las
actuaciones del campesinado. Pese a la represión padecida, la experiencia
unitaria vivida entre sectores de la oposición cristiana, los marxistas, los
nacionalistas o, sencillamente, la gente del pueblo resultó esencial para la
creación, propagación y consolidación de percepciones de la realidad, así
como para la expansión de prácticas contestatarias que contribuirían a
la articulación de una oposición antifranquista operativa a principios de
la nueva década. Las Juventudes Comunistas, por ejemplo, tomaron conciencia de la «importancia de ganar nuevos militantes entre los payeses
[…] y de extender la organización del Partido a las zonas rurales»45. Estos
procesos de emulación de las movilizaciones sociales acaecidas en las urbes industriales —también en sus fórmulas organizativas en comisiones
de trabajadores— resultaron fundamentales para el desarrollo de la conlictividad organizada en la Cataluña rural. A pesar de las diicultades de
encuadramiento unitario de muchos jornaleros y campesinos bajo las CC.
PP., estas fueron capaces de canalizar las primeras demandas de los campesinos hacia la lucha por el control de la Hermandad Sindical y, al mismo tiempo, de generar unos liderazgos y unas prácticas que resultarían
fundamentales para los desafíos posteriores: valiéndose de los «medios
públicos y legales a nuestro alcance» como las reivindicaciones a través de
44 ANC, Fondo PSUC: Llamamiento a la población de Tortosa y comarca, 24 de enero de
1970, caja 948, carpeta 55; idem: Primera Conferència del Comité Intercomarcal Baix EbreMontsià, s. f. [1978], caja 5444, p. 6; y AHCONC, entrevista a C. L. S. (22 de octubre de
1998-18 de febrero de 1999).
45 ANC, Fondo PSUC: Una gran campanya de reclutament, 11 de septiembre de 1974, caja
193, carpeta 8, pp. 3-4. El original está en catalán.
277
Cristian Ferrer González
la Hermandad y otras «acciones que crean necesarias tanto si son legales,
como si no los son», como el motín, la huelga o el boicot46.
5. Redeinir lo posible transformando el marco dado
La Cataluña rural vivió un aumento exponencial de las reivindicaciones
campesinas a medida que avanzaba la nueva década. En las zonas de mayor concentración jornalera, como el Montsià y el Baix Ebre, donde el
trabajo temporal llegaba a la mitad del total y también en zonas con un
número relativo de obreros agrícolas elevado, como el Barcelonès, el Baix
Llobregat, el Maresme o el Garraf, las reivindicaciones de mejoras salariales fueron la tónica dominante derivada de la precariedad que comportó la liberalización de los precios agrícolas y la búsqueda del máximo
beneicio empresarial47. Después de la estocada de 1969, Amposta lanzó
abiertamente el primer desafío al régimen en abril de 1971 con una gran
manifestación jornalera por las calles de la capital del Montsià48. Además,
el malestar por las abusivas cuotas de la SSA sirvió como aglutinante del
movimiento campesino en un territorio, el catalán, donde más del 70 %
del campesinado cotizaba como grandes terratenientes. Gerona, por
ejemplo, solo contaba con 4 653 jornaleros y las cotizaciones a la SSA de
la provincia igualaban las de Cádiz, donde había nada menos que 46 111
asalariados. Así, se estimularon los primeros boicots generalizados al pago
impositivo en virtud de una ley que «por injusta, debe ser derogada»49.
En las comarcas gerundenses los boicots fueron secundados por más de
3 000 payeses50. La problemática de los pagos a la SSA por parte de los
46 ANC, Fondo PSUC: Extractes de documents de la Coordinadora de Comissions de Pagesos
del Camp de Catalunya, s. f. [1968], caja 1552, carpeta 128, p. 3. El original está en catalán.
Puede verse cómo perciben José Antonio Serrano Montalvo y el Gobierno Civil tarraconense
el aumento del malestar campesino mediante el incremento de las quejas, que coincide con
la formación de las CC. PP., en AGA, MG: Memoria del Gobierno Civil de Tarragona, 1968,
caja 52/00487.
47 Bernal, A. M.: «Sindicalismo jornalero y campesino en España (1939-2000)», en Á. L.
Villaverde y M. Ortiz Heras (coords.): Entre surcos y arados. El asociacionismo agrario en
la España del siglo xx, Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha, 2001, p. 37.
48 Ferrer, C.: Lluitadors quotidians. L’antifranquisme, el canvi polític i la construcció de la
democràcia al Montsià (1972-1979), Lérida: Universidad de Lérida, 2014, pp. 74-75.
49 «Las cuotas de la Seguridad Social Agraria», La Vanguardia Española, 10 de mayo de
1972. Es una carta abierta enviada por los payeses de Artesa de Lérida en solidaridad con
los de Albatàrrec.
50 Datos sobre los pagos a la SSA extraídos de ANC, Fondo PSUC: op. cit., p. 4.
278
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
pequeños propietarios hizo despertar una gran solidaridad popular entre
otros segmentos sociales ajenos al trabajo de la tierra, ya que «estos deseos
no son ya exclusivos de los campesinos. Han saltado a todos los hombres
progresistas, a todo el pueblo»51. Un informe de las CC. PP. destacaba que
el campesinado de Lérida contaba con la «experiencia de lucha diaria, claridad en sus objetivos, formas estratégicas de lucha adecuadas, trabajo y
capacidad movilizadora de sus hombres»52. Tanto es así que en Albatàrrec,
la solidaridad de los vecinos impidió que los 29 campesinos que se habían
negado a abonar las cuotas correspondientes a la SSA fueran detenidos y
embargados por las autoridades en 1972, puesto que llegaron a recoger
a través de los movimientos cristianos juveniles 785 irmas en una población que en 1975 tenía 1 130 habitantes: el 88,7 % de Albatàrrec irmó
contra la SSA53.
A raíz de movilizaciones campesinas aparentemente inconexas de
otros lugares del Estado, se estimuló también la actuación colectiva del
campesinado catalán. La negativa a entregar el 10 % de la cosecha de vid
de las cooperativas vinícolas de las comarcas del Alt y el Baix Camp, la
Conca de Barberà, la Terra Alta y el Empordà siguiendo el ejemplo de los
castellanomanchegos de Villamalea es, quizá, el caso más representativo54.
Por otro lado, las expropiaciones forzosas de tierras a precios irrisorios en
el Morell, Constantí y la Pobla de Mafumet, destinadas a la construcción
de la reinería de ENTASA, provocaron un enorme malestar popular, ya
que, de seguir adelante, muchos payeses del Tarragonès perderían su medio de vida. Dos vecinos de Constantí, incluso, iniciaron una huelga de
hambre que abandonarían unos días después sin conseguir su objetivo
inal55. Otras protestas derivaron de privatizaciones de tierras comunales;
51 ANC, Fondo PSUC: Acuerdos de la primera…, caja 1552, carpeta 128, p. 3.
52 ANC, Fondo PSUC: Assemblea de la Coordinadora de les Comissions de Pagesos i Jornalers
de Catalunya, n.º 5 de diciembre de 1971, caja 1552, p. 3. El original está en catalán.
53 ANC, Fondo PSUC: A las hermandades sindicales de labradores y ganaderos de la provincia
de Lérida, s. f. [mayo de 1972], caja 1620, carpeta 131; y Mayayo, A.: op. cit., p. 200.
54 CEDOC, Fondo Viladot: «No a l’entrega a l’Estat del 10 % de la collita del vi», La Veu del
Camp Català, suplemento de Lluita: Órgano del comité local de Tarragona del Partit Socialista
Uniicat de Catalunya, n.º 8, septiembre de 1973, caja 4219, p. 7; y ANC, Fondo PSUC:
Informaciones campesinas, s. f. [inales de 1974], caja 1552, carpeta 128, p. 2. Para el caso de
Villamalea, véase Martín, Ó. J.: op. cit., pp. 81–95.
55 CEDOC, Fondo Viladot: «El “contaminado” asunto de la reinería», La Veu del Camp,
suplemento de Lluita: Órgano del comité local de Tarragona del Partit Socialista Uniicat de
Catalunya, n.º 3, 1 de septiembre de 1972, caja 4219, p. 6.
279
Cristian Ferrer González
de denuncias de privilegios iscales, como las del arzobispo de Urgell; de
la siempre presente demanda de mejoras en los precios de los productos
agrarios (vino, aceite, avellanas, trigo, alcachofas, tomates, etc.); o de actuaciones serias, como el intento del antifranquismo organizado de tomar
el control de la Cámara Arrocera de Amposta en otoño de 197256. Actuaciones, todas ellas, que ponían en evidencia que el malestar latente se
había vuelto malestar evidente y que la población rural estaba dispuesta a
desaiar cada vez de manera más descubierta al régimen franquista.
Estas movilizaciones nacieron con la voluntad de mejorar las condiciones de vida y de trabajo, pero que en ningún caso carecían de un
componente estrictamente político, como algunos han aducido. Aunque
toda ruptura de la paz franquista signiicase ya un desafío político, las
máximas que se gritaban en las masivas asambleas campesinas no dejaban
lugar a dudas: «Pagesia unida enfront el règim franquista», «La terra per
el qui la treballa», «No al pagament del 10 % [del vino] a l’Estat», «Seguretat social per a tots nosaltres», para acabar clamando: «Visca Comissions
Pageses!!»57.
Pese a algunas victorias, como el aumento de los jornales a partir de
los que se empezaba a pagar la SSA, o el aumento del salario mínimo del
trabajo jornalero58, el margen de maniobra era pequeño y los costes represivos elevados. La legislación del sindicalismo franquista imposibilitaba
que los trabajadores pudiesen optar por el control de la Hermandad Sindical, la única brecha legal para plantear reivindicaciones. La transformación del marco de actuación que el franquismo había impuesto resultaba
fundamental para los trabajadores del campo, como lo venía siendo para
la clase obrera industrial desde inales de los años cincuenta —o incluso
antes—. Los terratenientes y grandes empresarios gozaban de una situación de poder absoluto y no cuestionado dentro de las estructuras sindicales, aunque representaban únicamente el 8,1 % de los ailiados en Cata56 Ferrer, C.: op. cit., pp. 74-75. Se ha profundizado en este episodio y en hechos posteriores en Ferrer, C.: «Popular empowerment, peasant struggles and political change: Southern
Catalonia under late Francoism (1968–1976)», Workers of the World: International Journal on
Strikes and Social Conlicts, n.º 5, 2014, pp. 39–57.
57 ANC, Fondo PSUC: No al pagament del 10 % de la collita de vi al Estat, s. f. [septiembre
de 1973], caja 887, carpeta 52.
58 Arxiu Històric Provincial de Tarragona (AHPT), Fondo de la COSA: Libro de actas, 15 de
marzo de 1973, caja 58, p. 12; ANC, Fondo del PSUC: Primera Conferència del Comité Intercomarcal Baix Ebre-Montsià, s. f. [1978], caja 5444, p. 6; y Mayayo, A.: op. cit., pp. 199–210.
280
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
luña, frente el 16,1 % de jornaleros y el 63,2 % de payeses autosuicientes
considerados «empresarios sin asalariados»59. Este desequilibro abismal
hacía imposible el control del sindicato oicial exclusivamente por los sectores de productores.
Conscientes los campesinos de que no era posible dominar a toda la
Hermandad —no así la sección social, que en muchas poblaciones ya controlaban—, iniciaron un acercamiento hacia sectores más acomodados del
vertical. Este punto resultó crucial, ya que las clases trabajadoras, poco a
poco, consiguieron extender la idea entre buena parte de los pequeños
y medianos propietarios de que era necesaria la unidad contra «el mal
[que] nos viene desde arriba», que no era otro que «la pervivencia de las
reminiscencias feudales y de la penetración monopolista»60. Más allá de
la retórica del discurso, la necesidad de una acción unitaria entre jornaleros y pequeños y medianos propietarios agrícolas se convirtió en una de
las grandes virtudes del antifranquismo rural, y la máxima «cuando hay
unidad, hay victoria» les garantizó unos notorios resultados en cuanto a
movilización y, sobre todo, consolidación de cuotas de poder dentro de las
hermandades61. No cabe duda de que los éxitos del movimiento campesino fue un aliciente y estimularían nuevas acciones, que cada vez contaban
con el beneplácito de un segmento mayor de los agricultores y un número
creciente de participantes de procedencia social cada vez más diversa e incluso ajena al trabajo de la tierra. Se ampliaba, de ese modo, la base social
del antifranquismo. Buena muestra de esa ampliación sería la expansión
del sindicato democrático, unitario e independiente Unió de Pagesos (UP)
entre 1974 y 1976, que tenía como objetivo la «transformación social y
política que nuestro campo necesita»62. Era un movimiento sociopolítico
de un gran arraigo en el que participaba el grueso de las clases populares
59 Datos elaborados a partir del censo de población de 1970, que se han añadido a los del
Consorci d’Informació i Documentació de Catalunya, recogidos por Benelbas, L. y otros:
op. cit., pp. 12-13. En algunas comarcas, como el Montsià, el desequilibrio entre jornaleros,
pequeños propietarios y latifundistas era aún mayor; véase Ferrer, C.: Lluitadors quotidians.
L’antifranquisme, el canvi polític i la construcció de la democràcia al Montsià (1972–1979),
Lérida: Universidad de Lérida, 2014, p. 54.
60 ANC, Fondo PSUC: Acuerdo de…, caja 1552, carpeta 128, p. 1 e idem: Extractes de documents de la Coordinadora de Comissions de Pagesos del Camp de Catalunya, s. f. [1968], caja
1552, carpeta 128, p. 3.
61 ANC, Fondo PSUC: Elecciones sindicales en Amposta, 5 de julio de 1975, caja 1667.
62 CEDOC, Fondo Viladot: «Editorial», La Terra, n.º 1, julio de 1975, caja 0689GF, p.
1. El original está en catalán. Véase en este mismo volumen el capítulo de Puig, G.: «La
281
Cristian Ferrer González
de los municipios de Cataluña y que, de hecho, sirvió, avanzado el cambio
político, como base de acción opositora local en la mayoría de poblaciones rurales hasta la constitución de los primeros ayuntamientos electos
en 197963.
Paralelamente a estas luchas en el vertical, la vanguardia antifranquista en los pueblos había ido construyendo espacios seguros alejados del
principal escenario de la lucha de clases; alejados de los lugares de trabajo,
de las cooperativas, del sindicato, etc. Puede resultar útil para comprender
la importancia de estos espacios de libertad la situación de la disidencia y
del jacobinismo inglés de inales del siglo xviii en la ciudad de Londres.
Según nos retrató Edward Palmer hompson hace poco más de medio siglo en su célebre obra —y salvando las distancias profundamente distintas
que separan ambas situaciones—, la Inglaterra de 1790 distinguía entre
dos mundos antitéticos que se desconocían e ignoraban mutuamente. Por
un lado, estaban las gentes educadas, acaudaladas y con propiedades, y
por otro, «la multitud»:
El campo estaba dominado por la gentry, las ciudades por ayuntamientos corruptos, la nación por la corporación más corrupta de todas; pero el templo,
la taberna y el hogar les pertenecían solo a ellos. En los lugares de culto que
no tenían campanario, había espacio para una vida intelectual libre y para
experimentos democráticos con innumerables miembros64.
Eran unos lugares donde los desafectos y los opositores al régimen
conluían con otros campesinos y trabajadores ajenos al movimiento. Allí
podían expresar libremente su descontento, así como socializar actitudes y
experiencias vitales de gran relevancia para la formación de su identidad.
Cómo operaban exactamente estos espacios y su interacción con los sectores populares resulta difícil de rastrear. En cualquier caso, todo apunta a
que resultaron esenciales en la creación de una cosmovisión compartida,
una mentalité antifranquista que llevó a un cada vez mayor grueso de la
«multitud» a implicarse en la confrontación contra el régimen. Por supuesdemocratización en el campo. Formación y primeras acciones de la Unió de Pagesos en la
construcción de la democracia en la Cataluña rural».
63 Ferrer, C.: Lluitadors quotidians. L’antifranquisme, el canvi polític i la construcció de la
democràcia al Montsià (1972-1979), Lérida: Universidad de Lérida, 2014, pp. 135–144.
64 Thompson, E. P.: La formación de la clase obrera en Inglaterra, Madrid: Capitán Swing,
2012, p. 74. La palabra gentry designaba a los miembros de la pequeña nobleza, tanto rural
como urbana.
282
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
to, la oposición imbuyó sus percepciones y posicionamientos refractarios
al franquismo entre la sociedad civil mediante su infatigable presencia en
centros culturales, asociaciones vecinales, parroquias, cine-foros, clubes
excursionistas y, en general, en todos los espacios de sociabilidad popular
que entonces existían. Además, la proliferación de locales privados, como
bares, librerías o espacios teatrales amateurs, entre otros, propiciarían un
proceso de contacto, experimentación, aprendizaje y legitimación de ideas
y prácticas de horizontalidad democrática latentes y sumergidas en la cotidianidad, que resultarían cruciales a largo plazo. Mediante un asociacionismo autónomo se contribuyó, sin lugar a dudas, a destruir deinitivamente la hegemonía del régimen en el mundo de las ideas65.
Esta red asociativa extensa (re)tejida por la sociedad civil ofreció unos
estrechos márgenes de maniobra que fueron aprovechados por una minoría activa de personas vinculadas al antifranquismo para abrir espacios de
libertad independientes a la oicialidad que facilitaron el surgimiento de
una cultura política claramente disidente y forjaron una actitud «subversiva», capaz de sobrepasar los marcos de clase e ir más allá de los militantes
ya existentes de las organizaciones antifranquistas66 hasta llegar, en palabras del ministro de Relaciones Sindicales, a «colectivos hasta ese momento pacíicos»67. La cultura oicial, contrariamente, había quedado irresolublemente arrinconada a conmemoraciones institucionales y se mostraba
incapaz de ofrecer algún atractivo que consiguiera atraer a las nuevas generaciones. El antifranquismo, ante la incapacidad de articular propuestas
políticas operativas, convirtió el activismo cultural en el «anzuelo» que les
permitiría «canalizar alternativas formuladas independientemente de la
oicialidad»68. De ese modo, poco a poco, se fue tejiendo una extensa red
65 Véase una aproximación al asociacionismo popular durante estos años en Duch, M.:
«Sociabilitat popular a la Catalunya del segon franquisme: espais de llibertat en construcció»,
en R. Arnabat y J. Santesmeses: 1960–1980. Transicions i canvis a les terres de parla catalana,
Barcelona: Cossetània, 2012, pp. 517–530; y Maza Zorrilla, E.: «Franquismo y espacios de
sociabilidad», en R. Arnabat y M. Duch (eds.): Historia de la sociabilidad contemporánea.
Del asociacionismo a las redes sociales, Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia,
2014, pp. 155–170.
66 AGA, MG: Memoria del Gobierno Civil de Gerona, 1976, caja 32/11454, c. 5.
67 Martín Villa, R.: Al servicio del Estado, Barcelona: Planeta, 1985, p. 16.
68 Jarne, A.: L’oposició al franquismo a Lleida, Lérida: Pagès, 1998, pp. 99–152, cita en la 102.
El original está en catalán.
283
Cristian Ferrer González
que asentaría las bases para la confrontación abierta contra los representantes locales del franquismo.
Sería justo en ese momento —y no antes ni después— que la vida
«conquistada» por aquella mayoría social establecería las bases de una
nueva situación política, una «situación política radicalmente diferente a
la que se había vivido hasta entonces»69. El cambio social era una realidad
tangible hasta para las propias autoridades franquistas70. La democracia
de la que hablaban los dirigentes del régimen en aquel tiempo poco tenía
que ver con aquella que los movimientos de protesta habían construido
de facto. El propio Javier Tusell, un historiador no conocido precisamente
por su radicalismo, escribió que «el cambio de mentalidad» se produjo
«como resultado de la acción de determinados sectores […] que iniciaron la protesta, la instalaron como fenómeno normal y cotidiano e incluso consiguieron conquistar parcelas irreversibles de autonomía respecto
a los poderes políticos dictatoriales»71. Cierto es que el régimen todavía
era fuerte —como se encargaría de seguir demostrando hasta el inal—
y el mundo construido por el antifranquismo en su lucha cotidiana no
conseguiría, pese a todo, la ruptura anhelada por muchos. Sin embargo,
las luchas de aquellas inmensas minorías fueron indispensables para que
fracasasen las opciones continuistas del régimen después de la muerte de
Franco, y para abrir un proceso de cambio político72. Un cambio político
que ciertamente no gestionaban, pero sí condicionaban. A partir de 1976
se inauguraría un periodo de luchas que tenían su génesis en los desafíos
sociales al régimen cuando todavía era fuerte, poderoso y omnipresente,
aunque cada vez con más vías de agua.
69 Domènech, X.: Quan el carrer va deixar de ser seu. Moviment obrer, societat civil i canvi
polític. Sabadell, 1966-1976, Barcelona: Abadia de Montserrat, 2002, p. 350. El original está
en catalán.
70 AGA, MG: Memoria del Gobierno Civil de Gerona, 1976, caja 32/11454, c. 5.
71 Tusell, J. y Queipo de Llano, G. G.: Tiempo de incertidumbre. Carlos Arias Navarro
entre el franquismo y la transición (1973–1976), Barcelona: Crítica, 2003, p. 3.
72 Ysàs, P.: Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia,
1960-1975, Barcelona: Crítica, 2004, pp. 205–211.
284
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
6. Consideraciones inales: a modo de conclusiones
Ningún régimen político puede gobernar a espaldas de la mayoría de
forma permanente73. La crisis del régimen franquista había obligado a
la dictadura a un serio intento de ensanchamiento de sus bases sociales;
intento inalmente fracasado que daría la oportunidad de un cambio de
mayor calado en 1976 e irresolublemente en 1977, con el desbordamiento
supuesto por el resultado de las elecciones de junio. Por otro lado, si se
considera la democracia como algo que sobrepasa los marcos de delegación parlamentaria, se torna imprescindible abordar los procesos de participación y experiencia de horizontalidad democrática desde abajo. Estudios precedentes sobre el inal del franquismo advertían ya de la íntima
relación existente entre sociedad civil y democratización, así como entre
el ejercicio de la democracia y el propio cambio político74. Como se ha visto más arriba en la multitud de ejemplos y dinámicas de transformación
precedentes, la Cataluña rural vivió un intenso proceso de participación
popular en unas luchas consideradas centrales para el devenir colectivo.
Un largo proceso que se ubica entre las décadas de los sesenta y setenta
—aunque de ningún modo de forma estanca. Dos décadas que cambiarían totalmente la morfología social del Estado español y que obligarían al
régimen franquista a un gran esfuerzo de contención y desactivación de
aquellas sinergias transformadoras. Esfuerzo que, por otro lado, no conseguiría nunca sus objetivos.
Las nuevas realidades de participación construidas por la gente de los
pueblos —esos «experimentos democráticos» de los que hablaba hompson— mediante las luchas por las mejoras de las condiciones materiales
de la mayoría produjeron un profundo cambio social de aquella misma
mayoría. Un cambio social creador y, a su vez, creado por espacios de encuentro, redes relacionales y procesos de (auto)organización colectiva que
contribuyeron a debilitar el poder del franquismo, a generar nuevas idelidades personales y colectivas y, así, avanzarse en el proceso democrático
desde la base. Al in y al cabo, Franco murió un noviembre de 1975 pese
a los grandes esfuerzos del personal franquista, conscientes como eran de
que la dictadura estaba muerta ya en la realidad cotidiana de la mayoría
73 Cabana, A.: «De imposible consenso. Actitudes de consentimiento hacia el franquismo
en el mundo rural (1940–1960)», Historia Social, n.º 71, 2011, p. 89.
74 Martín, Ó. J.: op. cit., pp. 301–319.
285
Cristian Ferrer González
social. Como bien señala Ismael Saz, «la sociedad marcó el camino»75 y el
mundo rural, lejos de la apatía y la desmovilización —actitudes a menudo
atribuidas a sus gentes— devino un espacio en el que se desaió a la dictadura con unos resultados notorios, que consiguieron desgastar los apoyos
sociales al franquismo de manera exitosa, hecho que resultó central para
cuando se iniciase el cambio político en el ámbito institucional.
75 Saz, I.: «Y la sociedad marcó el camino. O sobre el triunfo de la democracia en España
(1969–1978)», en R. Quirosa-Cheyrouze (ed.): La sociedad española en la transición. Los
movimientos sociales en el proceso democratizador, Madrid: Biblioteca Nueva, 2011, p. 29.
286
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
7. Bibliografía
Alonso, V. L. y otros: Crisis agrarias y luchas campesinas, 1970-1976, Madrid: Ayuso, 1976.
Andradre, J. A.: El PCE y el PSOE en (la) transición. La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político, Madrid:
Siglo XXI, 2012.
Benelbas, L. y otros: Unió de Pagesos. El sindicat del camp, Barcelona:
Alternativa, 1977.
Bernal, A. M.: «Sindicalismo jornalero y campesino en España (1939–
2000)», en Á. L. Villaverde y M. Ortiz Heras (coords.): Entre
surcos y arados. El asociacionismo agrario en la España del siglo xx,
Cuenca: Universidad de Castilla-La Mancha, 2001.
Breton, V.: «¿De campesino a agricultor? La pequeña producción familiar en el marco del desarrollo capitalista», Noticiario de Historia Agraria, n.º 5, 1993, pp. 127–159.
Cabana, A.: «De imposible consenso. Actitudes de consentimiento hacia
el franquismo en el mundo rural (1940–1960)», Historia Social, n.º 71,
2011, pp. 89–106.
—: La derrota de lo épico, Valencia: Publicaciones de la Universidad de
Valencia, 2013.
Cobo, F.: ¿Fascismo o democracia? Campesinado y política en la crisis del
liberalismo europeo, 1870-1939, Granada: EUG, 2012.
De Riquer, B.: Historia de España. La dictadura de Franco, vol. 9,
Barcelona: Crítica, 2010.
Domènech, X.: Quan el carrer va deixar de ser seu. Moviment obrer,
societat civil i canvi polític. Sabadell, 1966–1976, Barcelona: Abadia de
Montserrat, 2002.
—: «Cenizas que ardían todavía. La identidad comunista en el
tardofranquismo y la transición», en M. Buenos y S. Gálvez:
«Nosotros los comunistas». Memoria, identidad e historia social,
Sevilla: Atrapasueños, 2009.
—: Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo. Lucha de
clases, dictadura y democracia (1939–1977), Barcelona: Icaria, 2012.
Duch, M.: «Sociabilitat popular a la Catalunya del segon franquisme:
espais de llibertat en construcció», en R. Arnabat y J. Santemeses:
1960–1980. Transicions i canvis a les terres de parla catalana, Barcelona:
Cossetània, 2012.
287
Cristian Ferrer González
Eley, G.: Un mundo que ganar. Historia de la izquierda en Europa, 18502000, Barcelona: Crítica, 2003.
Fernández, C. y Sabucedo, X. M.: Do descontento á acción. A construción
social da protesta campesiña en Galiza, Vigo: Xerias, 2005.
Ferrer, C.: «Popular empowerment, peasant struggles and political
change: southern Catalonia under late Francoism (1968–1976)»,
Workers of the World: International Journal on Strikes and Social
Conlicts, n.º 5, 2014, pp. 39–57.
—: Lluitadors quotidians. L’antifranquisme, el canvi polític i la construcció
de la democràcia al Montsià (1972–1979), Lérida: Universidad de Lérida, 2014.
Flores, M.: Sul PCI. Un’interpretazione storica, Bolonia: Il Mulino, 1992.
Font, J.: ¡Arriba el campo! Primer franquisme i actituds polítiques en l’àmbit
rural nord-català, Gerona: Diputación de Gerona, 2001.
—: «“Nosotros no nos cuidábamos de la política”. Fuentes orales y actitudes
políticas en el franquismo. El ejemplo de una zona rural, 1939–1959»,
Historia Social, n.º 49, 2004, pp. 49–68.
Gallego, D.: «De la sociedad rural en la España contemporánea y del
concepto de sociedad capitalista: un ensayo», Historia Agraria, n.º 16,
1998, pp. 13–53.
Herrera, A.: La construcción de la democracia en el campo (1975–1988).
El sindicalismo agrario socialista durante la transición española,
Madrid: Magrama, 2007.
Jarne, A.: L’oposició al franquisme a Lleida, Lérida: Pagès, 1998.
Klandermans, B.: he social psychology of protest, Oxford : Blackwell Publishers, 1997.
Lanero, D. (ed.): Por surcos y calles. Movilización social e identidades en
Galicia y el País Vasco (1968–1980), Madrid: Catarata, 2013.
Marín, M.: Història del franquisme a Catalunya, Lérida: Pagès-Eumo,
2006.
Martín Villa, R.: Al servicio del Estado, Barcelona: Planeta, [1984] 1985.
Martín, Ó. J.: A tientas con la democracia. Movilización, actitudes y cambio
en la provincia de Albacete, 1966-1976, Madrid: Catarata, 2008.
Martínez, A.: «Historia de Comisiones Obreras de Andalucía: desde su
origen hasta la constitución como sindicato», en A. Martínez (coord.):
La conquista de la libertad. Historia de las Comisiones Obreras de Andalucía (1962–2000), Cádiz: Fundación de Estudios Sindicales, 2003.
288
“Ya estábamos en los tiempos de la transición”. El cambio social bajo los pies del franquismo:…
Mayayo, A.: De pagesos a ciutadans. Cent anys de sindicalisme i cooperativisme agraris a Catalunya, 1893–1994, Barcelona: Afers, 1995.
Maza Zorrilla, E.: «Franquismo y espacios de sociabilidad», en R. Arnabat y M. Duch (eds.): Historia de la sociabilidad contemporánea.
Del asociacionismo a las redes sociales, Valencia: Publicaciones de la
Universidad de Valencia, 2014.
Molinero, C.: «Subsistencia y actitudes populares durante el primer
franquismo», Bulletin of Spanish Studies, vol. xci, n.º 1-2, 2014, pp.
179–197.
Molinero, C. e Ysàs, P.: Productores disciplinados y minorías subversivas.
Clase obrera y conlictividad laboral en la España franquista, Madrid:
Siglo XXI, 1998.
—: Els anys del PSUC. El partit de l’antifranquisme (1956–1981), Barcelona:
L’Avenç, 2011.
Morán, G.: Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, 19391985, Barcelona: Planeta, 1986.
Naranco, J.: «La agricultura y el desarrollo económico español», Cuadernos de Ruedo Ibérico, n.º 13, 1967, pp. 6–31.
Ortiz Heras, M.: Las hermandades de labradores en el franquismo. Albacete, 1943-1977, Albacete: Diputación de Albacete, 1992.
Pérez Ledesma, M.: «“Nuevos” y “viejos” movimientos sociales», en C.
Molinero (ed.): La transición treinta años después, Barcelona: Península, 2006.
Rodríguez González, R.: «Monetarización de la economía rural en
Galicia», Ería, n.º 48, 1999, pp. 19–30.
Sabio, A.: «Cultivadores de democracia. Politización campesina y
sindicalismo progresista en España, 1970–1980», Historia Agraria, n.º
38, 2006, pp. 75–102.
Sánchez Marroyo, F.: La España del siglo xx. Economía, demografía y
sociedad, Madrid: Istmo, 2003.
Saz, I.: «Y la sociedad marcó el camino. O sobre el triunfo de la
democracia en España (1969–1978)», en R. Quirosa-Cheyrouze
(ed.): La sociedad española en la transición. Los movimientos sociales
en el proceso democratizador, Madrid: Biblioteca Nueva, 2011.
Scott, J. C.: he moral economy of the peasant. Rebellion and subsistence in
Southeast Asia, Yale: Yale University Press, 1976.
—: Los dominados y el arte de la resistencia, Tafalla: Txalaparta, 2003.
289
Cristian Ferrer González
Simpson, J.: La agricultura española (1765–1965). La larga siesta, Madrid:
Alianza, 1997.
Tawney, R. H.: Land and labour in China, Londres: Allen & Unwin, 1932.
Tejerina, B.: «Los movimientos sociales y la acción colectiva. De la
producción simbólica al cambio de valores», en P. Ibarra y B.
Tejerina (eds.): Los movimientos sociales. Transformaciones políticas
y cambio cultural, Madrid: Trotta, 1998.
Thompson, E. P.: Costumbres en común, Barcelona: Crítica, 1995.
—: La formación de la clase obrera en Inglaterra (primera edición inglesa
de 1963), Madrid: Capitán Swing, 2012.
Tusell, J. y Queipo de Llano, G. G.: Tiempo de incertidumbre. Carlos
Arias Navarro entre el franquismo y la transición (1973–1976), Barcelona: Crítica, 2003.
Van Stekelenburg, J. y Klandermans, B.: «he social psychology of
protest», Sociopedia: International Socological Association [en línea],
2010. <http://goo.gl/Ieic8M>.
Ysàs, P.: Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su
supervivencia, 1960-1975, Barcelona: Crítica, 2004.
Yusta, M.: Guerrilla y resistencia campesina. La resistencia armada contra
el franquismo en Aragón (1939–1952), Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003.
290
DE LA CULTURA POPULAR A LA CULTURA DE LA VICTORIA.
EL PROCESO DE TRANSFORMACIÓN Y EVOLUCIÓN
DEL ESPACIO Y LA VIDA PÚBLICA EN LA PROVINCIA
DE TARRAGONA (1931–1942)
Jordi Carrillo Caro
Universidad Autónoma de Barcelona
jordicarrillo.89@gmail.com
Resum
Esta comunicación parte del estudio de la importancia que tuvo el espacio
público en la evolución de los acontecimientos y de la sociedad en una
época tan convulsa como fueron los años treinta en España. Las plazas, las
calles y las iestas, tanto políticas como locales, fueron testigos de excepción de la transformación de la sociedad, así como sus actores, y de este
modo, fueron una herramienta más de las aspiraciones políticas y sociales.
Palabras clave
Cultura popular; espacio público; Tarragona; Segunda República Española; franquismo
Abstract
his article studies the importance of public space to the events and
the society of Spain in the convulsive period of the 1930s. he squares,
streets and political and local festivals were privileged witnesses to the
transformation of society and the people who drove it, and in this way they
become another tool for the expression of political and social aspirations.
Key words
Popular culture; public space; Tarragona; Second Spanish Republic;
Francoism.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 291–306.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Jordi Carrillo Caro
Esta comunicación parte del estudio de la importancia que tuvo el espacio
público en la evolución de los acontecimientos y de la sociedad en una
época tan convulsa como fueron los años treinta en España. Las plazas, las
calles y las iestas, tanto políticas como locales, fueron testigos de excepción de la transformación de la sociedad, así como sus actores, y de este
modo, fueron una herramienta más de las aspiraciones políticas y sociales.
A partir del estudio metodológico de la prensa tarraconense podrá observarse un cambio y una metamorfosis de la estructura social. Las iestas
populares, el calendario oicial y, en resumidas cuentas, el espacio público
irá evolucionando en una cronología tan complicada como es la Segunda
República y el franquismo, sin olvidar la guerra fratricida que actuó de
nexo y de ruptura entre una coyuntura y otra. Se ha escogido esta cronología precisamente por la amplia diferencia social que se observa entre un
periodo y otro.
El término cultura popular surgió entre los intelectuales de clase media del siglo xviii que empezaron a estudiar o a interesarse por una serie
de canciones, bailes y cuentos populares que concernían e involucraban al
pueblo. Este interés adquirió un cariz antropológico en sus inicios, pero
no fue hasta 1959 cuando los historiadores se interesaron por el papel activo de la sociedad en la historia. Podría considerarse que el primer estudio al respecto vino de la mano de Francis Newton, seudónimo de Eric
Hobsbawn, que en he jazz scene, analizó no solamente la música jazz,
sino también al público que la escuchaba. De este modo, observó unas
determinadas dinámicas sociales a través del estudio de algo tan sencillo
como la música. Cuatro años después, en Making of the English working
class, Edward hompson analizó, tal y como dice Peter Burke, «la vida
cultural de los pobres». A través del simbolismo de la comida o la iconografía de los disturbios, analizó la formación de la clase obrera desvelando
y destacando la importancia de la cultura popular en la construcción de
los procesos económicos o políticos1. Se considera que este concepto, la
cultura popular, es totalmente válido para ejempliicar qué fue la Segunda
República en sus inicios, «un Gobierno del pueblo para el pueblo», tal
y como dijo, el 14 de abril de 1931 el nuevo alcalde de Tarragona, Pere
Lloret2. La población en su pleno derecho inició una revolución en las
urnas con la intención de acabar con la monarquía y, especialmente, con
1 Burke, P.: ¿Qué es la historia cultural? Barcelona: Paidós, 2006, p. 32.
2 Lloret, P.: Diari de Tarragona, 15 de abril de 1931, p. 5.
292
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación y evolución del espacio…
lo que signiicaba y simbolizaba. La comunidad popular unió al pueblo
contra una política que los excluía y amenazaba, a la vez que permitió, a
través de la movilización y la participación, alcanzar la igualdad mediante
la popularización de la política, y de este modo, se posibilitó que cualquier
persona pudiese contribuir a ella3. Por ende, la República abrió una puerta
a la participación de la sociedad, una sociedad cansada de la política «turnista», del caciquismo y del hambre, que vio la oportunidad de iniciar un
cambio social que se tradujese en unas mejoras reales.
La República y la guerra en la calle
La República, bien estudiada por la historiografía, fue una época corta,
pero muy intensa, como demuestra la gran cantidad de conlictos sociales,
políticos y económicos que coexistieron en un espacio temporal tan breve.
Si bien las tensiones ideológicas pronto dividieron a la población, hay que
destacar que el resultado de las elecciones y la huida al exilio de Alfonso
XII fueron un rayo de esperanza para gran parte de la sociedad, que salió
a la calle a celebrar, a lo grande, el inicio de un nuevo régimen que, por
lo pronto nacía rompiendo relaciones con la monarquía y la dictadura de
Primo de Rivera. Las calles, los espacios públicos y, en especial, los actos
y eventos que se hacían se convirtieron en el espejo y el relejo de la sociedad republicana; esceniicaban y mostraban unas dinámicas que fueron
evolucionando paulatinamente de la alegría, la ilusión y la esperanza a la
agitación y la violencia en aras de una guerra que estaba por llegar.
En el calendario republicano, una de las fechas señaladas fue —como
no podría ser de otra manera— el 14 de abril, día de la instauración de la
Segunda República. Este día tuvo un carácter festivo muy intenso en el
año de la proclamación, pero también en 1932, puesto que se celebraba
por parte tanto de las autoridades como de la mayoría de la población
el cambio social que se estaba gestando. Popularmente, los actos fueron
seguidos con gran entusiasmo por gran parte de la sociedad, que participó en las manifestaciones populares y en los eventos de carácter político
organizados por el régimen. Si se observa la prensa, pueden encontrarse
varias diferencias entre qué signiicó el 14 de abril de 1932 para el Diario
de Tarragona y para el diario La Cruz, diario católico de Tarragona. El Diario de Tarragona destacó el ambiente de festividad y adhesión al proyecto
3 Cruz, R.: En el nombre del pueblo. República, rebelión y guerra en la España de 1936, Madrid: Siglo XXI, 2006, p. 29.
293
Jordi Carrillo Caro
republicano por parte de la población, y señaló que incluso mucha gente
de otros pueblos se desplazó hasta Tarragona para unirse al fervor popular4. En cambio, el diario La Cruz, aunque no le quedó otro remedio que
aceptar el gran número de asistentes que había secundado esta festividad,
destacó que el ánimo de la gente era más bien triste poniendo el ejemplo
de los Xiquets de Tarragona, que vivieron el acto con menos energía que
otras veces, puesto que uno de los castells se cayó5. El diario católico intentó plasmar en sus páginas un descontento contra la República que no se
asemejaba con la realidad de los dos primeros años, donde todavía existía
una comunidad popular a favor del nuevo régimen.
Los años siguientes vinieron marcados por la crisis interna provocada
por las reformas realizadas por el Gobierno de la República en los ámbitos educativo, agrario y religioso, que ocasionaron una verdadera batalla
campal entre las izquierdas y las derechas en el espacio público por hacerse con el control de las calles. De esta forma, el 14 de abril se utilizó
como una herramienta política más, que las izquierdas aprovecharon para
reivindicar el cambio social y las mejoras por las que estaba luchando la
República. Así, el 14 de abril de 1934 adquirió un cariz reivindicativo contra los ataques que estaba recibiendo la libertad:
Tres anys de República amb tota mena d’atacs, amb baixos intents d’aïllar-la, i
amb desigs barroers d’enderrocar-la: Resta pura i ferma. I és que la República
és l’expressió d’una idealitat, la concretació d’un desig unànimement i fortament sentit, i contra ell res no podrà la folla fúria d’inconfessables i amagats
egoismes personalistes dels ambiciosos que creuen que és el país un ésser carent de voluntat posat al seu servei6.
El mismo 14 de abril de 1934, las derechas católicas, después de ganar
las elecciones, a través de La Cruz, criticaron el sistema de la República haciendo hincapié en que «los pobres estaban hartos de la libertad y muertos
de hambre»7. Incluso, llegaron a aconsejar indirectamente a los buenos
católicos españoles que no saliesen a celebrar el 14 de abril.
Las celebraciones del 1 de mayo o las iestas de carnaval fueron también unas celebraciones que tuvieron cierta importancia durante la Re4 Diari de Tarragona, 15 de abril de 1932, p. 3.
5 La Cruz, 15 de abril de 1932, p. 3.
6 González, M.: «14 d’abril. Dia de festa», Diari de Tarragona, 14 de abril de 1934, p. 1.
7 La Cruz, 16 de abril de 1934, p. 1.
294
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación y evolución del espacio…
pública, en especial el 1 de mayo, Día del Trabajo, donde todos los establecimientos permanecían cerrados y la gente lo celebraba yéndose al
campo a descansar. La prensa destacaba el carácter paciista de esta jornada, aunque en algunos lugares de la geografía española y, especialmente
en 1934, 1935 y 1936, las tensiones aumentaron por las manifestaciones
comunistas que reivindicaban los derechos laborales y sociales ese día y
que acababan la mayoría de veces en graves altercados entre la población.
El carnaval, una iesta pagana en toda regla, gozó de amplia libertad para
la celebración de bailes, pese a que puede observarse que el carnaval desde
1932 fue una iesta dividida entre las clases. Existía un carnaval realizado
por entidades, como clubes marítimos o casinos, que claramente tenía un
carácter aristócrata, con bailes en salones totalmente engalanados, y existían unas iestas mucho más populares, que se celebraban por las calles de
la ciudad, y entre estas, destacaba el Carnaval de Tarragona, organizado
por la sociedad recreativa Els Tranquils, que era famosa por la sátira y la
crítica que expresaban a través de sus bailes y disfraces. La división teórica
entre las diferentes facciones ideológicas se plasmó en la práctica a través
de las iestas populares. Tómese como ejemplo el Carnaval antes mencionado: en 1932, el Semanario Católico de Reus criticó esta iesta en cuestión
a razón del enorme gasto económico que conllevaba, puesto que debían
tenerse en cuenta los problemas con los que se convivía, como el conlicto
religioso, el paro agrícola o la anarquía pública8. En 1933, con las derechas
en el poder, el diario El Conseqüent, de ideología izquierdista, consideró
la necesidad de volver a realizar el carnaval «asesinado»9. Como puede
observarse, las festividades estaban directamente relacionadas con una
ideología en concreto e, incluso, con una praxis política, por lo que durante el llamado bienio negro, años en los que la fuerza católica tenía más
inluencia, las iestas paganas como el carnaval estaban mal vistas y prohibidas, pero, en cambio, un año antes, cuando las fuerzas izquierdistas gobernaban, estaba totalmente permitido y se dejaba que toda la población
practicase libremente esta iesta. La pugna constante entre la preponderancia de la Iglesia católica y del laicismo escondía algo más profundo que
la cuestión religiosa: encerraba una disputa por unos valores, una manera
de pensar y actuar, que en un periodo tan convulso como la República se
radicalizó a extremos violentos, ya no físicos, sino también simbólicos.
8 Duch, M.: Reus sota el primer franquisme 1939-1951, Reus: Associació d’Estudis Reusencs,
1996.
9 Ibidem.
295
Jordi Carrillo Caro
La cultura popular inculcó y propició que la música, el teatro, el cine,
los bailes e, incluso, cosas tan importantes como la educación llegaran a
todos los estamentos posibles, y de este modo, se creó una identidad y
se culturizó a la población. Durante la Guerra Civil, la cultura popular
cambió a una cultura en guerra y las iestas populares se adaptaron a la
coyuntura de guerra y adquirieron un carácter diferente al que habían tenido durante los años de paz. La guerra provocó un cambio en la sociedad:
la alegría inicial de los milicianos camino al frente de batalla dejó paso a
la fatiga, al miedo y al hambre. Los talleres y almacenes se convirtieron
en fábricas de guerra, se tuvo que racionar los alimentos, los bombardeos
no cesaron en ningún momento y la población tuvo que acostumbrarse
a llevar una vida normal en condiciones anormales. Nadie pudo vivir al
margen de esta guerra, que aparecía en cualquiera de los quehaceres diarios de una población transformada y dedicada exclusivamente a ella10.
No es de extrañar entonces que el espacio público se convirtiera en una
trinchera más, en un espacio de lucha desde donde poder manifestar, propagar y unir una serie de valores, ideales y sueños, cuyo in era la libertad y
la victoria sobre el fascismo. El diario Llibertat utilizó el Día Internacional
del Trabajo, el 1 de mayo, como pretexto para unir a todos los trabajadores
bajo una bandera y evitar de una vez por todas las luchas internas entre las
izquierdas, que no hacían otra cosa que perjudicarles. Del mismo modo,
la prensa utilizó el 14 de abril de 1937 para engrandecer el sentimiento de
lucha con un homenaje a Lluís Companys. Ese día, todos los artículos del
diario Llibertat estuvieron dirigidos a honrar la igura del presidente de
la Generalitat, a in de recordar el día de la proclamación de la República,
además de su importancia simbólica, el espíritu luchador y la fuerza que
representaba, que se intentó traspasar a la población catalana. Asimismo,
ese mismo día, un periodista de este periódico se preguntaba si el 14 de
abril era un día para celebrar o para trabajar:
Tothom que es «dongui» compte dels moments greus que estem (a)travessant,
sap molt bé que la seva obligació és la de treballar pel triomf de la República,
i l’aixafament del feixisme, intensiicar el treball per augmentar la producció,
doncs mentre tinguem a les trinxeres els nostres soldats, ills del poble, que
no tenen jornades assignades, ni festes assenyalades, no tenim ningú a la reraguarda cap dret a celebrar una festa ni amb el pretext de celebrar la proclama10 Serrallonga, J. (dir.): Vivir en guerra, la zona leal a la República (1936–1939), Bellaterra:
Servei de Publicacions UAB (Colección: El Espejo y la Lámpara), 2013, p. 67.
296
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación y evolución del espacio…
ció d’aquesta República, que en un dia de sol, de rialles i de visques del poble
vàrem proclamar, i que sis anys després tantes llàgrimes i tantes tragèdies està
costant al poble per a fer-la veritablement seva11.
Este debate interno que se presenta no hace más que conirmar la
transformación social que ocasionó la guerra. El 14 de abril acabó convirtiéndose en un día de lucha más, donde no había espacio para celebrar,
sino para reivindicar. Para el pueblo se convirtió en un día para recordar
los tiempos felices de aquella joven República por la que se estaba luchando, una parada, un alto en el camino, un respiro que recordara a la gente
por qué estaban combatiendo, y así poder coger aire y seguir con más
fuerza todavía, si cabe, la lucha por la libertad. De este modo, poco a poco
el espacio público se fue convirtiendo en un escenario más de la guerra,
donde la población civil intentó seguir con una vida normal, mantener la
esperanza y la ilusión en un momento tan difícil como fue el de la guerra.
Los himnos fueron también un símbolo más que se representaba en
los espacios públicos y que acabó creando y consolidando una identidad a
través de la música. Los himnos unían, animaban y vinculaban unos sentimientos y unos valores que la gente acogía y los acababa identiicando.
Así, en las iestas que celebraban la instauración del nuevo régimen, en
1931, el himno de la Marsellesa simbolizó la liberación del pueblo de la
tiranía monárquica, al igual que la Santa Espina, canción sardanista muy
popular y arraigada, destacada por la prensa como un himno popular catalán. Junto con estos himnos, convivieron durante la Segunda República
y la Guerra Civil El himno de Riego y la Internacional. A través de la prensa
ha podido observarse la evolución del uso de los himnos, por ejemplo con
la aparición progresiva de la Internacional en el espacio público conforme las tensiones internas y la conlictividad iban en aumento. La cultura
política de preguerra y la coyuntura de pugna civil propició que el himno
de la Internacional acabara integrándose dentro de la cultura popular, del
mismo modo que Els segadors, que durante de la Segunda República sonaba en actos oiciales de carácter catalán, como el 11 de septiembre o el Día
de Sant Jordi. Els segadors acabó sonando junto con la Internacional y el
Himno de Riego en cualquier manifestación pública que pudiese realizarse
en la calle durante la guerra. La popularización de los himnos como generadores de un anhelo y una energía durante la guerra fue una realidad.
11 Viana, E.: «Homenatges», Llibertat, 14 de abril de 1937, p. 2.
297
Jordi Carrillo Caro
Esparcimiento e implementación del franquismo:
el control de las calles
El in de la guerra y la consiguiente victoria del ejército franquista provocó
—hecho que no puede negarse— una enorme ruptura en todos los aspectos posibles, aunque al mismo tiempo propició que continuara latente una
cultura de guerra, debido, entre otras cosas, a la vigencia del estado de
guerra (válido hasta 1948), a la propia legitimación del régimen —otorgada en una lucha armada— o a la represión orquestada por los tribunales militares, que funcionaron hasta mucho después de que el conlicto
acabara. El triunfo en la contienda y el interés franquista por implantar y
asentar entre la población un entramado simbólico que los legitimara se
acabó conigurando en una cultura de la victoria, por la que conluiría y
se legitimaría el Gobierno franquista hasta su muerte. La dictadura utilizó
el control absoluto de todos los mecanismos sociales y aparatos gubernamentales que pudiesen afectar a una persona desde su nacimiento hasta su
muerte para intentar crear una adhesión total al movimiento. El Sindicato
Vertical, la Sección Femenina, el Auxilio Social, el Frente de Juventudes o
la propia Iglesia católica fueron las herramientas y los instrumentos con
los que llegar a la población, así como el control del espacio público y la
creación de un calendario político festivo, que no solo ayudaba a legitimar y a imponer su poder sobre la población, sino que fue un brazo más
de la política franquista para crear una cultura propia, una cultura de la
victoria.
Así, el ejército sublevado desde el mismo comienzo de la conlagración inició un proceso de legitimación basado en la creación de un calendario de iestas y ritos que durante la contienda cohesionó y movilizó
a la población de la retaguardia sublevada. De este modo, el futuro régimen dictatorial implantó ya una serie de actividades de carácter público
que auspiciaron la participación de las masas en el entramado simbólico
del movimiento con un doble interés para (auto)legitimarse: introducir
referentes culturales proyectados durante la guerra e intentar justiicar e
inculcar algunos valores y principios a través de su conmemoración y oicialización12.
Con el in del conlicto armado, las disputas no se acabaron, sino que
continuaron en el plano político y simbólico. La victoria en armas por
12 Box, Z.: España, año cero. La construcción simbólica del franquismo, Madrid: Alianza,
2010, p. 199.
298
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación y evolución del espacio…
parte del bando sublevado se convirtió en el leitmotiv del discurso político
dirigido a la población, que inició una verdadera estrategia política que
constantemente recordaba los elementos y fundamentos con los que nació
y por los que se regiría en un futuro. La memoria de la Guerra Civil se
empleó para recordar y ensalzar a los muertos y mártires de la cruzada y
como mito del origen de la lucha por la regeneración y (re)construcción
de la patria «lastimada»13. En este sentido, la utilización del espacio público como espacio para la memoria nació de la necesidad de introducir a la
población dentro del juego y el entramado simbólico para así cohesionar
y articular a la sociedad en el conocido binomio «vencedores y vencidos»,
ensalzar y gloriicar a una parte de la sociedad y excluir y olvidar a otra
gran parte. Las calles se inundaron de monumentos y placas que recordaban a los mártires y del mismo modo se renombraron las calles en honor
y por la gloria de los valedores de la causa nacional. No obstante, la cosa
no quedó ahí, ya que la instauración del calendario festivo propició una
gran marea de conmemoraciones y ritos de origen fascista que se mezclaban con los propios de la Iglesia católica y anegaban completamente el
almanaque festivo.
A raíz del éxito en la contienda, el nuevo régimen franquista se encargó de imponer sobre el espacio una nueva concepción ideológica, que se
llevaría a la práctica a través de la construcción y la realización en el espacio urbano de una serie de monumentos y actividades que sintetizarían
los valores de la cruzada14. La exaltación y el enardecimiento de la cultura
de la victoria provocó que las autoridades trabajaran incesantemente para
modiicar el paisaje urbanístico de la ciudad con la intención de plasmar
sobre la sociedad civil sus ideales, a la vez que se encargaron de destruir
cualquier tipo de recuerdo, ya fuese del anterior régimen republicano o
de ideologías contrarias a las del nuevo régimen. Una pequeña muestra
de ello fue la obligación de que los rótulos y carteles de los establecimientos que estuvieran en catalán o los vocablos genéricos extranjeros debían
cambiarse a la lengua oicial del nuevo Estado, tal y como sucedió en Reus
poco después del inal de la guerra15.
13 Aguilar, P.: Políticas de la memoria y memorias de la política, Madrid: Alianza, 2008, p.
63.
14 Del Arco, M. Á.: «Las cruces de los caídos: Instrumento nacionalizador en la “cultura de
la victoria”», en VV. AA.: No solo miedo, actitudes políticas y opinión popular bajo la dictadura
franquista (1936-1977), Granada: Comares, 2013, p. 74.
15 Archivo Comarcal del Baix Camp 01.07/5981 «29/05/1939».
299
Jordi Carrillo Caro
Sin embargo, si debe tratarse sobre el simbolismo y el espacio público
durante el franquismo, no puede dejarse de mencionar una de las más emblemáticas construcciones creadas por el régimen de Franco, tal y como
sucediera en la Alemania nazi o en la Italia fascista: el monumento a los
caídos. Es interesante destacar la importancia que jugaron en el paisaje urbanístico, ya que una buena situación y localización en el espacio público
era prácticamente conditio sine qua non para que un monumento nacional
funcionase como lugar de culto16. El monumento a los caídos, inaugurado
en Reus el 29 de octubre de 1940, encajó perfectamente en el discurso
ideológico fascista sobre la función y el peso que debían ocupar dentro del
entramado simbólico del régimen. De esta manera, el monolito se acabó
construyendo al cierre de una gran avenida, desde donde podrían celebrarse los más solemnes actos de comunión nacional. Lo más signiicativo
de la ubicación de este monolito es que aunque estaba alejado del centro
histórico de la ciudad, podía accederse perfectamente a él desde la plaza
Prim subiendo por la calle de Llovera hacía la avenida de los Mártires.
Desde el mismo inicio de la calle, que hace pendiente, el obelisco jugó un
importante papel simbólico, ya que el monumento se veía al inal de esta,
imponente y altivo, mientras se subía hacía la avenida, e interactuaba e
intimidaba a la población que transitara a diario por esas calles. Con la
construcción de estos monumentos «honoríicos», se acabó de cohesionar
un grupo social determinado, vencedor de la Guerra Civil y dueño del
espacio público. Un espacio que nunca fue aleatorio, tal y como ha airmado Miguel Ángel del Arco, sino que buscaba el lugar donde la vida social
de la comunidad se desarrollaba de forma más intensa17. Esta airmación
puede demostrarse tras analizar todos los monumentos construidos en
las ciudades y en los pueblos de la geografía española, sin necesidad de
aventurarse a urbes importantes. Por ejemplo, pueden analizarse los monumentos de algunos pueblos y villas de la provincia de Tarragona, que
sin contar con una relativa importancia política y/o económica dentro del
territorio, acabaron participando —como era su deber— en el entramado
simbólico del franquismo. Desde Villalba dels Arcs, pueblo situado en la
Terra Alta, se construyó un monumento a los caídos —vale la pena mencionar que todavía se conserva intacto—, localizado justamente en la pla16 Sobre la retórica y liturgia en los monumentos en la Alemania nazi véase Mosse, G. L.: La
nacionalización de las masas, Madrid: Marcial Pons, 2005.
17 Del Arco, M. Á.: op. cit., p. 76.
300
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación y evolución del espacio…
za del Ayuntamiento, centro neurálgico de la vida social de esta localidad.
Este monumento se situó en un espacio desde el que su sola presencia le
recordara a diario los caídos a la población y, por consiguiente, la contienda civil. Algo parecido sucedió en Cambrils, donde el monolito no se
situó en el centro histórico de la población, pero sí en un lugar importante
para la vida social de los cambrilenses: la ermita de la Mare de Déu del
Camí. En la España franquista, como es ampliamente conocido, la Iglesia
católica jugó un papel de vital importancia, puesto que se involucró totalmente en la estrategia política del régimen, y por ende, en la vida diaria de
las personas, y por ello, fue posible que la ermita se acabara convirtiendo
en un espacio más del simbolismo cotidiano del régimen totalitario de
Franco. Por último, cabe destacar el monumento construido en Valls en
honor a los caídos, situado en la plaza del Retiro de José Antonio —actual
plaza de los Quarters— e inaugurado el 20 de noviembre de 1942, fecha
de conmemoración del asesinato de este líder falangista. Este monumento
se distingue tanto por su ubicación (en el centro histórico de Valls) como
por sus características, puesto que se aleja de los cánones tradicionales al
ser un enorme monolito en forma de cruz encabezado por una igura de
bronce de un soldado con un una espada y una lanza, que simboliza en un
mismo elemento el poder de la Iglesia católica y el recuerdo del guerrero
caído y, por ende, el de la Guerra Civil, motivo que, como ha podido verse
hasta ahora, utilizó el régimen para legitimarse hasta el inal de sus días18.
El recuerdo colectivo, tal y como han manifestado Javier Rodrigo y
José Luís Ledesma, formó parte de «la continuidad simbólica y la legitimación retroactiva de las identidades de grupo»19. Así pues, recordar se
convirtió en una tarea más que necesaria para el régimen, con el in de
obtener una legitimación imprescindible para imponer el control sobre
la sociedad. El cambio de nomenclatura de las calles y las plazas fue una
de las herramientas utilizadas para rememorar en el espacio público las
fechas y los nombres representativos de la cruzada. No obstante, no solo
se llevó a cabo por este motivo, sino que también se intentó, a raíz del cam18 El Memorial Democràtic impulsado por la Generalitat de Cataluña ha posibilitado la
localización de los símbolos franquistas existentes en Cataluña, lo que ofrece un mapa de los
elementos del régimen que pueden encontrarse todavía hoy en el espacio público catalán.
<memorialdemocratic.gencat.cat/ca/simbologia> [consulta el 02/10/2014].
19 Ledesma, J. L. y Rodrigo, J.: «Caídos por España, mártires de la libertad. Víctimas y
conmemoración de la Guerra Civil en la España posbélica (1939–2006)» Ayer, n.º 63, 2006,
p. 237.
301
Jordi Carrillo Caro
bio, excluir en el olvido una serie de ideologías y pensamientos que iban
más allá de los relacionados con la Segunda República al censurar y prohibir cualquier nomenclatura que incluyese personas o actos que atentaran
directa o indirectamente contra la ideología nacional. Por consiguiente,
entre las primeras tareas de las recién creadas gestoras municipales se encontró la modiicación de los nombres de las calles más importantes de las
ciudades, que debían emular y honorar en todo lo posible los principios
del movimiento. Por ello, la plaza de la Constitución (o de la República en algunos lugares) pasó a ser la plaza de España en la gran mayoría
de poblaciones, así como algunas calles ilustres, como las de Companys,
Castelar o Pi i Margall, que pasaron a llamarse general Mola, 18 de julio o
generalísimo Franco. Cabe destacar entre ellas las dedicadas a los mártires
y, en concreto, a Primo de Rivera. Como se ha observado en Reus y en
Valls, estos monumentos se situaban en lugares cargados de un gran peso
simbólico. No deja de ser interesante señalar, asimismo, que las nomenclaturas de las calles de carácter local que otorgaban las gestoras municipales
de cada municipio pertenecían a mártires o a personas de importancia
política; por ejemplo, en el caso de Reus, Francisca Magdalena de la Hoz,
falangista de primer orden en la ciudad, que fue asesinada durante los
primeros meses de la contienda.
El calendario franquista merece ser mencionado, ya que si se analiza
la prensa y la documentación oicial puede observarse que hubo una clara
intención por parte del régimen de no dejar descansar a la población del
estímulo del régimen; querían que vivieran permanentemente bajo el inlujo de las iestas y los homenajes. Por una parte, intentaban adoctrinar a
la población y, por otra, pretendían que los vencidos recordaran a diario
que fueron derrotados en todos los aspectos posibles. En la provincia de
Tarragona, este calendario empezaba en enero con la conmemoración de
la entrada del ejército franquista en sus pueblos; el 9 de febrero se conmemoraba el Día del Estudiante Caído; el 10 de marzo, la iesta por los mártires de la tradición (tradicionalistas); el 19 de abril, el Día de la Uniicación;
el 2 de mayo, el Día de la Independencia (el levantamiento contra los franceses en 1808); el 3 de junio, al general Mola; el 13 de julio, la muerte de
Calvo Sotelo; el 18 de julio, el Día del Alzamiento; el 1 de octubre, el Día
del Caudillo; el 12 de octubre, el Día de la Raza o de la Hispanidad; el 29
de octubre estaba dedicado a los caídos en la guerra y a la fundación de la
Falange; y el 20 de noviembre se conmemoraba la muerte de José Antonio.
A esta gran masa de recordatorios, iestas y conmemoraciones hay que su-
302
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación y evolución del espacio…
mar las iestas locales, la Semana Santa o los actos militares que pudieran
realizarse. Por otra parte, cabe destacar que conforme el tiempo avanzaba
la carga tanto simbólica como retórica fue perdiendo trascendencia, y algunos actos fueron relegados a meras menciones en la prensa o a eventos
protocolarios de corta duración. Sin embargo, otras fechas siguieron celebrándose con asiduidad, y esto demostraba el alto valor político que se
les daba.
Dentro de la amalgama de festividades creadas por el régimen, una
de las que tuvo mayor importancia y peso en el calendario festivo fue la
del 18 de julio, fecha del inicio de la cruzada y, por tanto, del tan preciado
alzamiento nacional, mito fundacional de la dictadura. Esta fecha también
se utilizó como una iesta de exaltación del trabajo, puesto que se relacionaba el inicio de la contienda con la unión y la evolución próspera de
los trabajadores españoles, juntos en igualdad de condiciones y derechos
en la nueva España. La primera celebración festiva del 18 de julio en la
provincia de Tarragona sirvió para recordar a los trabajadores los anhelos
de justicia social propios del discurso nacional-sindicalista, uniendo a patronos y obreros simbólicamente bajo una misma mesa, compartiendo los
alimentos y la bebida, siempre agradeciendo a Franco y a los valientes que
habían iniciado el glorioso movimiento nacional la posibilidad de demostrar que «aquellos antiguos recelos liberales y marxistas entre las clases
han desaparecido. Lo que fue lucha, desunión y violencia de unos contra
otros ha de ser de ahora en adelante paz, amor y colaboración de todos
para todos»20. La búsqueda de la equiparación entre la igualdad social y
el inicio de la contienda durante las celebraciones de ese día no tuvo in;
a modo de ejemplo, en la ciudad de Tarragona, en 1939, se repartieron
unas bolsas de comida a 1 000 trabajadores parados, que si bien no servían
para apaciguar el hambre, a ojos del régimen era una muestra más de que
Franco se estaba preocupando por todos y cada uno de los trabajadores
españoles. La realidad era que estos actos simbólicos representaban para
los obreros parados una muestra de la subyugación a la que estaban sometidos tanto ideológica como físicamente, puesto que para el régimen
franquista, independientemente de la labor social que pudiesen aparentar,
era una herramienta de dominación y opresión hacia el niño, el enfermo
o el trabajador en este caso, dependientes totalmente de la política social
20 Diario Español, 19 de julio de 1939, p. 1.
303
Jordi Carrillo Caro
para poder seguir viviendo21. Sin embargo, si bien la política social hacia el
trabajador era importante en esa fecha, todavía lo fue más si cabe la muestra de poder y fuerza que manifestaban las fuerzas de la Falange en las
enormes concentraciones y desiles de carácter patriótico que inundaban
las ciudades de la provincia cada 18 de julio. En 1939 y 1940, los actos de
airmación nacional-sindicalista empezaban con una misa multitudinaria
sobre la Cruz de los Caídos o el Monumento a los Caídos, y después todos
se dirigían a las calles más concurridas e importantes, donde se realizaban
desiles y/o discursos por parte de las diferentes jerarquías y autoridades
locales. Las salas de cine o los teatros funcionaban en este tipo de actos
como difusores propagandísticos al realizar una serie de discursos y actos
que ensalzaban la misión revolucionaria y la importancia vital que tuvieron los mártires locales en la consecución de la victoria. Para inalizar los
actos, se proyectaban una serie de películas culturales y de propaganda
nacionalista, que terminaban con los himnos del movimiento y nacional
«escuchados en pie y con el brazo en alto por la inmensidad del público
que llenaba a rebosar nuestro coliseo», tal y como mencionaba el Diario
Español en el caso de Reus22. Si bien se ha ejempliicado el 18 de julio,
en general, las actividades y prácticas simbólicas del régimen se revestían, por norma, de una liturgia y realización similar a la mencionada.
Así, otras festividades como el 1 de octubre, el Día del Caudillo, o el 12
de octubre, el Día de la Hispanidad, aunque contenían sus características
propias, no faltaban en este tipo de celebraciones la tradicional misa, los
desiles y los discursos retóricos.
Los rituales de la muerte tendrían en el 29 de octubre su celebración
más importante con el Día de los Caídos. Inicialmente, durante los años
de la contienda bélica, estas celebraciones aludirían a los muertos falangistas, pero poco después y a partir de la uniicación, conmemorarían a
todos los muertos del bando sublevado. En Tarragona, la primera celebración tuvo un carácter austero y especíicamente sacralizado en torno
a una masiicada misa en el Altar de los Caídos, situado en la plaza de la
Fe, en el cementerio del municipio. De esta manera, el punto neurálgico
de la celebración se centró en una santa misa, a la que asistieron todos los
altos cargos políticos y estamentos eclesiásticos, y se reservó un lugar pri21 Molinero, C.: La captación de las masas. Política social y propaganda en el régimen franquista, Madrid: Cátedra, 2005. p. 29.
22 «Los actos de Reus», Diario Español, 19 de julio de 1940, p. 3.
304
De la cultura popular a la cultura de la victoria. El proceso de transformación y evolución del espacio…
vilegiado a todas las familias de las víctimas del terror rojo. Seguidamente,
y después de los tradicionales discursos de los altos cargos políticos de la
provincia y de la ofrenda loral a las víctimas, se trasladaron a la rambla
del Generalísimo, en la que se realizó un intenso desile de todas las organizaciones del movimiento. En Reus, se fue más allá, ya que los actos de
por la tarde se encuadraron perfectamente en el modus operandi fascista
en torno a los grandes mártires. De esta forma, tal y como sucedió con el
ataúd de Primo de Rivera en Alicante, los restos inhumados de Francisca
Magdalena de la Hoz fueron llevados a hombros por camaradas de la vieja
guardia de la Falange desde la plaza de José Antonio hasta el cementerio,
donde se le enterró de la manera más solemne y grandilocuente posible.
Las iestas religiosas y de carácter local, aunque no encarnaron el
mismo espíritu simbólico ideado y perpetrado por el régimen, sí fueron
fechas en las que elementos como la Iglesia católica o el folclore estaban
bien visibles. De este modo, las iestas de carácter local, como podrían
ser las de Santa Tecla en Tarragona, se alejaron durante los primeros años
del iel relejo político y simbólico de las anteriores iestas mencionadas,
aunque sí que destacaron los típicos componentes del folclore catalán, que
se sobrepusieron sobre una raíz y una base española, y se realizaron sin
ningún tipo de pudor o rechazo por parte de la sociedad y las jerarquías
políticas. Así, los tradicionales castells, los bailes de sardanas, los gigantes
o el baile de bastons formaban parte de las celebraciones locales de la provincia, sin importar la tradición catalana, y se destacaba por encima de
todo su carácter folclórico. Quizá sería interesante analizar en un futuro
a las personas que formaban parte de las tradicionales colles, ya que este
tipo de información podría facilitar la creación de un peril sociológico de
las personas y las tradiciones catalanas en un momento tan difícil como
fue el inal de la Guerra Civil y el inicio de una dictadura tan arraigada
en el nacionalismo español. La Semana Santa y las iestas religiosas vivieron una época de esplendor durante el régimen franquista, puesto que
se les otorgó desde el propio régimen la repercusión y la trascendencia
necesarias para adoctrinar, manipular y controlar a la sociedad bajo las
premisas religiosas. Al respecto, cabe destacar la Semana Santa de 1939,
que coincidió con el in de la contienda bélica, y que sirvió para unir todavía más a la Iglesia católica con el franquismo, ya que se cohesionaban
y relacionaban totalmente a través de esta iesta. La famosa tríada paraísocaída-redención sirvió para que este estamento explicara qué era España;
una época de plenitud (el Imperio hispano), su caída (la República) y su
305
Jordi Carrillo Caro
redención (el franquismo). De esta forma, el nuevo régimen fue el inicio,
el motor, con el que redimir las culpas del caos que fue la República para
la sociedad. En menos de 10 años, España vio caer una monarquía, nacer
una república, una guerra y, por último, un régimen dictatorial. El espacio público no permaneció inalterable, puesto que fue testigo de primera
mano de los cambios estructurales que padeció la sociedad española, y por
ello, permutó año tras año el color de sus plazas: de la tricolor a la roja, y
de la roja a la bicolor; aunque siempre mantuvo la fuerza y la importancia
que, día a día, ha tenido a lo largo de la historia.
306
LA TRANSICIÓ I EL RETORN DE LA MAÇONERIA
Quim Vendrell Moreno
qvendrellmoreno@gmail.com
Resum
El Gran Orient Espanyol sobrevisqué a l’exili, i durant la Transició impulsà, des de Mèxic, la legalització de la maçoneria espanyola. Del tractament
que la maçoneria rebé de la premsa en el període de la Transició democràtica tractarà la present comunicació i ho farà a partir d’una selecció de
la premsa escrita del moment d’àmbit estatal i nacional. Per una qüestió
d’extensió, i perquè el total de notícies supera les 400, el present treball
incidirà en els titulars i/o en breus ressenyes de les notícies aparegudes
sobre la maçoneria. L’ABC serà el punt de partida de la informació, al qual
s’afegiran les notícies d’especial rellevància publicades a El Alcázar, El País,
l’Avui i El Punt.
El treball es dividirà per temes que abraçaran des de la mort de Franco, el novembre del 1975, ins al juny del 1983, data de celebració, a Saragossa, del I Simpòsium Internacional d’Història de la Maçoneria Espanyola, coordinat per José Antonio Ferrer Benimeli.
Paraules clau
Premsa, Maçoneria, Transició, Gran Orient Espanyol, Grande Oriente
Español (Masonería Española Simbólica Regular), Gran Orient Espanyol
Unit, Grande Oriente Español Unido.
Abstract
he Gran Oriente Español (the oldest Masonic organisation in Spain)
survived the period of exile ater the Civil War and during the Transition
worked from Mexico for the legalisation of Spanish Freemasonry. he
present study analyses a selection of Spanish and Catalan newspaper
articles to reveal how it regarded and discussed Freemasonry during the
Spanish democratic transition. he total number of articles is over 400 and
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 307–334.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Quim Vendrell Moreno
so, for questions of space, the present study will focus on headlines and/
or brief summaries of news referring to Freemasonry. he sutdy begins by
looking at the ABC newspaper followed by particularly signiicant new
items published in El Alcázar, El País, l’Avui and El Punt.
he article is divided into diferent topics that cover the period from
the death of Franco in November 1975 to the 1st International Symposium
on the History of Spanish Freemasonry, coordinated by José Antonio
Ferrer Benimeli in Saragossa at the end of June 1983.
Key words
Press, Freemasonry, Transition, Gran Orient Espanyol, Grande Oriente
Español (Spanish Symbolic Regular Masonry), Gran Orient Espanyol
Unit, Grande Oriente Español Unido.
1. Introducció
La maçoneria va ser una de les moltes organitzacions perseguides i reprimides pel franquisme durant i un cop acabada la guerra civil, ins al punt
de patir la repressió persones que no en formaven part. El 1939 a l’Estat
espanyol hi havia prop de 5.000 ailiats, mentre que el Servei de Documentació de Salamanca acumulava 80.000 itxes de suposats maçons.
Les dues obediències de la maçoneria espanyola, el Gran Orient Espanyol i la Gran Lògia Espanyola, durant el llarg exili s’instal·laren a Mèxic, on van ser acollides i reconegudes per la maçoneria mexicana, fet que
possibilità la seva assistència a les diferents reunions maçòniques internacionals.
Malgrat la prohibició i la persecució obsessiva a què va ser sotmesa
pel règim franquista, sobretot a partir de la Llei de la repressió de la maçoneria i el comunisme, de 2 de març de 1940, durant la dècada dels anys
50 s’instal·laren, a desgrat del dictador, lògies militars a les bases nordamericanes (a Torrejón de Ardoz, la lògia Arthur T. Weed núm. 59; a Morón, la Liberty; a Saragossa, la Pyrenees núm. 77…), amb poca transcendència maçònica per a la resta del territori espanyol.
308
La Transició i el retorn de la maçoneria
Visita del president dels EUA, Eisenhower, a l’Estat espanyol. Desembre de 1959.1
El 1970, el Gran Orient Espanyol des de l’exili mexicà encarregà a un
membre de l’obediència que comencés a preparar el terreny per legalitzar,
si arribava el moment, la maçoneria a l’Estat espanyol. Més enllà dels resultats obtinguts, els tòpics sobre la maçoneria, i el que no era maçoneria,
continuaren intactes després de la mort de Franco; l’Estat espanyol s’encaminà a una transició, a un canvi de règim, sense canvi de dirigents, sense
canvi social i amb les mateixes estructures de l’estat franquista.
2. El tòpic d’Església catòlica i maçoneria
La paraula maçoneria apareix amb contingut despectiu posada en boca de
l’arquebisbe Marcel-François Lefebvre, que acabà provocant un cisma dins
l’Església catòlica, adreçada a la jerarquia vaticana en considerar-la envaïda pel protestantisme i la maçoneria. La resposta dels bisbes alemanys es
produí mitjançant un document elaborat el 22 de setembre del 1976,2 en
el qual les airmacions de Lefebvre eren considerades «frases que no es
corresponien amb la realitat i només servien per enrarir l’atmosfera». El
segon semestre del 1977, en una notícia breu,3 Lefebvre ara airmava que la
maçoneria i el comunisme s’havien introduït a l’Església i l’estaven matant.
L’any 1980 començaven a aparèixer les notícies sobre la compatibilitat, o no, de pertànyer a l’Església catòlica i alhora a la maçoneria, com
1 Es considera la i de l’aïllament internacional de l’Espanya franquista. Imatge: <www.abc.
es/archivo-historia-abc/20130914/abci-historia-mormones-espana-bases-201309141431.
html> [consultada: 1 març 2014]
2 ABC, 27/10/76.
3 ABC, 5/7/77.
309
Quim Vendrell Moreno
les notícies que parlaran del procés de revisió del dret canònic, amb especial èmfasi a les condemnes a la maçoneria i a l’avortament. Sobre la
compatibilitat, el maig del 1980 la Conferència Episcopal Alemanya emeté
un comunicat,4 datat a Bonn, segons el qual els catòlics no podien pertànyer a la maçoneria, asseveració sense pal·liatiu que comportava truncar
el diàleg iniciat el 1974 entre la jerarquia de l’Església catòlica i la Gran
Lògia Unida d’Alemanya, una obediència maçònica que comptava amb
370 lògies i 20.000 ailiats. Després de 6 anys d’haver-se iniciat aquest diàleg amb les grans lògies, els bisbes alemanys reiteraven la incompatibilitat
de ser, alhora, catòlic i francmaçó. També havien constatat que «existien
contrastos fonamentals i insuperables» que portaven a concloure que la
maçoneria, en la seva essència, no havia canviat. Aquestes declaracions
coincidien amb la visita pastoral de Joan Pau II a l’Alemanya Federal, que
evidenciaven que aquesta era la postura oicial de l’Església catòlica. Com
a contrapunt, i en la mateixa pàgina, es recollien declaracions d’Antonio
Villar Massó en les quals airmava que la maçoneria no maquinava contra
l’Església, i que un catòlic sí que podia ser maçó.5
El 1983 fou aprovat el nou dret canònic, amb la novetat que l’excomunicació ja no s’aplicaria a la maçoneria, però sí a l’avortament. La maçoneria no se citava textualment, només hi constava que es castigaria amb pena
d’interdicció6 qui s’adherís a una societat que maquinés contra l’Església.7
3. Les conspiracions de la maçoneria
El «contubernio judeo-masónico-comunista» continuava present després
de la mort del dictador, sobretot en l’extrema dreta, els militars i bona part
de la jerarquia catòlica com a institucions que s’aferraven als privilegis del
passat, a l’immobilisme.
Una mostra d’aquest tòpic va ser l’homenatge a Blas Piñar, a Tenerife,8
en el qual, a part de ser maltractats i insultats diferents periodistes, el discurs de l’homenatjat es basà en un atac a la maçoneria, al comunisme i
a les forces de l’oposició, per aquest ordre. El mateix tòpic el repetia la
4 ABC, 17/5/80.
5 ABC, 26/7/80. Antonio Villar Massó en aquesta data era gran mestre adjunt del Grande
Oriente Español (Masonería Española Simbólica Regular).
6 ABC, 26/1/83.
7 ABC, 20/1/83.
8 ABC, 20/1/76.
310
La Transició i el retorn de la maçoneria
Hermandad Sacerdotal9 que emeté un comunicat de premsa, en el qual
responsabilitzava el comunisme i la maçoneria de tots els mals d’Espanya.
L’ABC feia, el 1976, un seguit d’entrevistes a diferents militars, amb
rang de general, i entre aquests el general Félix Àlvarez-Arenas y Pacheco,10
que airmava estar convençut que els enemics d’Espanya eren els mateixos
que els del 1936: el comunisme internacional, que no perdonava la derrota
de la guerra civil, i la maçoneria. Maçoneria i comunisme no eren tòpics
sinó realitats palpables, segons el general.
La monarquia també estava la damniicada per una conspiració maçònica, segons Joan de Borbó. L’ABC amb el titular «Don Juan de Borbón, grandeza y servidumbre del deber», reproduïa un seguit de textos del
llibre amb el mateix títol,11 en el qual airmava, en un dels seus apartats,
que Alfons XIII no hauria perdut el tron si s’hagués ailiat a la maçoneria.
Sobre la monarquia també versava l’entrevista que Pilar Urbano va fer a Julián Cortés-Cavanillas,12 que sota el títol «Mis últimas conversaciones con
Alfonso XIII»,13 posava en boca del monarca «que no hi havia cap dubte
de la força de la maçoneria, i que, si volia tornar a ocupar el tron, només
havia d’inscriure’s a les lògies, fet impossible atès que, “d’un cop de mall”,
havia trencat qualsevol relació».
Curiosament, qui no s’afegia al tòpic era el franquista Fraga Iribarne
que, en ser preguntat14 sobre la legalització de la maçoneria, responia que
no li semblava un problema important perquè es trobava en franca decadència, tot i que reconeixia que no li agradaven les societats secretes,
fossin del tipus que fossin.15
9 ABC, 3/2/76. Associació ultracatòlica que aplegava prop de 7.000 sacerdots i religiosos de
totes les diòcesis de l’Estat espanyol.
10 ABC, 8/2/76. En aquesta data era ministre de l’Exèrcit amb el Govern d’Arias Navarro.
La revista Blanco y Negro havia entrevistat el tinent general Fernando Rodrigo Cifuentes, el
10/1/76, amb respostes de contingut similar.
11 ABC, 21/4/76. El llibre està editat per Editorial Planeta - Espejo de España, 1976, i l’autor
és Víctor Salmador.
12 Monàrquic convençut. El padrí del seu ill fou Alfons XIII.
13 ABC, 26/5/76.
14 ABC, 2/7/76.
15 «Fossin del tipus que fossin», cal suposar que Fraga es referia a l’Opus Dei, que en algun
moment fou considerat com «la maçoneria blanca».
311
Quim Vendrell Moreno
El titular més desbaratat el donava El País amb: «Ejercicio de ingreso:
matar a un niño»,16 dins l’apartat de cartes al director, signat per Jorge
Villalonga, de Còrdova, i reproduït a continuació:
El País, carta al director de 23/9/76.
Aquest article el respongué, el 14/10/76, Antonio Lusa, de Saragossa,
que no entenia com un diari com El País havia publicat aquesta barbaritat,
i acabava la carta airmant que, malauradament, «a Espanya encara hi havia analfabets en el seu més estricte signiicat… i hauria de saber, aquest
cordovès, que en la seva carta s’acusa d’infanticides moltes personalitats de
les Ciències, Lletres, Arts i Política».
El franquisme ideològic es manifestava desacomplexadament a través
d’El Alcázar, i no cal dir que el contuberni i les conspiracions maçòniques
hi tenien cabuda. Signat per Albert Riguet,17 es publicava un article en què
el relat era una conspiració internacional en un dels campaments del Polisario, en el qual s’ensinistraven els escamots terroristes del MIC (Moviment Independentista Canari) integrats per espanyols, cubans i algerians,
16 El País, 23/9/76.
17 El Alcázar, 06/12/76.
312
La Transició i el retorn de la maçoneria
sota la direcció de generals veneçolans i amb la col·laboració dels soviètics.
Per reblar aquesta conspiració, el president de Veneçuela encoratjava el
procés independentista a través de personatges de la maçoneria de les illes
Canàries. Alfonso Paso Gil, mitjançant un altre article en el mateix diari
amb el títol de «Canarias es el precio»,18 constatava aquesta conspiració
marxistomaçònica personiicada en el president de Veneçuela, Carlos A.
Pérez Rodríguez, perquè alhora era maçó del grau 18 i president de la
Internacional Socialista.
Un altre dels col·laboradors habituals d’El Alcázar era Manuel Ribera
que, amb l’article «La monarquia está en peligro»,19 alertava que la corona
s’estava desviant de les lleis fonamentals i dels principis del Movimiento,
fet que estava a punt de provocar que la Llei de reforma política legalitzés
la maçoneria i deixés campar lliurement el marxisme.
I sobre les autonomies, la valoració que feia El Alcázar era que el
seu restabliment es podia comparar amb el regionalisme italià: una collaboració eicaç de la maçoneria, el socialisme i els comunistes, val a dir de
totes aquelles forces internacionals a qui no convenia la unitat nacional.
Segons el diari El Imparcial, la maçoneria era l’actora de l’assassinat de
Calvo Sotelo (13 de juliol de 1936). Urbano Orad de la Torre, l’implicat en
la notícia, ho puntualitzà a través d’El País: ell havia actuat com a militar
i no com a maçó.20 S’afegia, dins la notícia, l’acusació a la maçoneria de la
mort de Carrero Blanco. Pocs anys més tard, Ian Gibson arribà a la conclusió que l’assassinat de Calvo Sotelo no va ser un crim d’estat, sinó que fou
una decisió presa per la Unió Militar Republicana Antifeixista, sense que
els membres de la Guàrdia d’Assalt que procediren a la detenció del polític
dretà tinguessin coneixement de què succeiria.21
Nosotros, los Franco era el títol del llibre escrit per Pilar Franco presentat a Madrid. Durant l’acte l’autora airmà que estava convençuda que el
seu germà Francisco algun dia seria canonitzat «i les campanes del Vaticà
repicarien de glòria per ell». La conspiració maçònica no faltà, quan digué
que tenia el convenciment que la mort de Ramon, l’altre germà, va ser obra
de la maçoneria.22
18 El Alcázar, 10/12/76.
19 El Alcázar, 24/12/76.
20 El País, 28/9/78.
21 Avui, 17/2/82.
22 Avui, 23/10/80.
313
Quim Vendrell Moreno
Pàgina 116 de l’ABC de 21/2/1982.
El 21 de febrer del 1982, l’ABC elevava la maçoneria a la categoria de
«Multinacionales ideològicas que operan en Espanya». Com es pot comprovar en la imatge anterior, la maçoneria era considerada independent en
les seves actuacions i sense domicili públic.
4. Els camins cap a la legalització de la maçoneria
Tot i que els tòpics sobre maçoneria continuaven apareixent en la premsa,
sorgien notícies d’una certa normalitat, com l’Avui, del 3 d’agost del 1977,
que informava de la creació de la lògia Sant Joan de Catalunya, a Barcelona, amb el número 288, afavorida per la Gran Lògia Provincial Occitana,
depenent de la Gran Lògia Nacional Francesa. Una nova lògia era una
notícia de normalitat, però la intromissió de la maçoneria francesa a Catalunya i, per extensió, a l’Estat espanyol era difícil de comprendre.
Entrem al 1977, quan s’iniciaren posicionaments polítics i socials,
sobretot a inal d’any, a favor de la legalització de la maçoneria a l’Estat
espanyol. Joaquín Satrústegui23 es manifestava favorable, alhora que, com
a monàrquic, reairmava que la corona era l’única institució capaç de portar la democràcia a Espanya. A inals del 1977 començaren a circular els
rumors que el Govern d’Adolfo Suárez havia consultat l’episcopat espanyol
sobre la despenalització canònica de la maçoneria, rumor que va ser des23 ABC, 23/10/77. Satrústegui era monàrquic i liberal. Participà en el Contuberni de Munic
del 1962. Fundà l’Aliança Liberal, amb la qual, dins la coalició Senadores por la Democracia,
obtingué l’acta de senador el 1977.
314
La Transició i el retorn de la maçoneria
mentit pel mateix episcopat.24 L’ABC recollia com a notícia d’última hora
que la maçoneria aviat seria legalitzada perquè s’hi havia compromès el
ministre de l’Interior, Rodolfo Martín Villa, segons declaracions del gran
mestre de la maçoneria, Jaime Fernández Gil de Terradillos.25
El País recollia moltes de les declaracions de Fernández Gil en nom
del GOE, que s’apartaven, i molt, de la necessària discreció maçònica, sobretot en declaracions com donar suport a la monarquia26 i també a la
Constitució.27
De normalitat era la notícia28 que els francmaçons espanyols es reunirien, durant l’abril i el maig al sud de França, i que Catalunya era una de
les zones de l’Estat espanyol amb més presència de francmaçons, uns doscents. El mes de maig29 salta la notícia dels problemes interns: la maçoneria
exiliada a Mèxic havia reclamat la legítima continuïtat de la maçoneria que
ara s’intentava legalitzar, alhora que pretenia desqualiicar els promotors
inicials: Jaime Fernández Gil de Terradillos, Antonio Villar Massó i Antonio García Borrajo (als tres se’ls dedica l’apartat 8 d’aquesta comunicació).
El nou escenari maçònic de dues direccions per a una sola organització
retardà la legalització sol·licitada pels promotors inicials —que, paradoxalment, estava basada en la Llei d’associacions de 1964. Aquesta doble
representació tingué com a solució que la maçoneria a l’exili s’inscrivís
amb el nom de Grande Oriente Español Unido —en endavant GOE(u)—,
perquè, amb anterioritat, els promotors inicials havien inscrit el nom de
Grande Oriente Español (Masonería Española Simbólica Regular) —en
endavant GOE—, fet que condicionarà el futur de la maçoneria espanyola
i que desvirtuava tot el que s’havia preparat des de l’exili a Mèxic.
El GOE condemnà l’atemptat d’ETA contra el general de brigada
Juan Sánchez Ramos i el seu adjunt, el tinent coronel José Antonio Pérez
Rodríguez.30 El terrorisme d’ETA tenia un contraterrorisme integrat per
l’ATE (Antiterrorismo ETA), AAA (Alianza Apostólica Antonicomunista)
24 ABC, 15/11/77.
25 ABC, 29/11/77. Era l’home que havia rebut l’encàrrec de la maçoneria exiliada a Mèxic de
legalitzar-la i preparar el retorn del Grande Oriente Español.
26 El País, 29/11/77.
27 El País, 1/8/78.
28 ABC, 23/2/78.
29 ABC, 4/5/78.
30 ABC, 23/7/78.
315
Quim Vendrell Moreno
i Guerrilleros de Cristo Rey, les tres organitzacions formaven un autodenominat Comité de Justicia Patriótica que, mitjançant un comunicat
enviat a Europa Press,31 amenaçaven d’executar set polítics: Adolfo Suárez,
Gutiérrez Mellado i Martín Villa, de la UCD; del PSOE, Felipe González;
del PCE, Santiago Carrillo, i d’Euskadiko Ezkerra, Juan Maria Bandrés i
Francisco Letamendia. El discurs que justiicava els assassinats era que
«veient la situació desastrosa a què ens havia avocat la maçoneria separatista antiespanyola, s’havien d’eliminar tots els rojos, separatistes i maçons
sense cap contemplació».
El 2 de febrer del 1979 el Ministeri de l’Interior resolgué denegar la
legalització a la maçoneria perquè l’article 22.5 de la Constitució espanyola32 prohibia les associacions secretes. El GOE, però, presentà recurs contenciós administratiu davant l’Audiència Nacional contra la resolució. La
negativa ministerial va ser el motiu de l’editorial d’El País del 21 de febrer
del 1979, que la situava dins «la semàntica d’allò que és grotesc, que ha
permès el tancament dels sex shops per no complir la reglamentació referent a l’ortopèdia… Aquesta negativa sembla més aviat una concessió a
altres poders, i a la llegenda, que a contenir el perill». Cal recordar que el
22 de juliol del 1978,33 el GOE(u) demanà que es modiiqués aquest article
de la Constitució, ja que entenien que, per mala interpretació, podia ser
un motiu per no legalitzar la maçoneria a l’Estat espanyol, com així succeí
en un primer moment.
La notícia que aparegué l’11 de maig del 1979 no deixà de sorprendre a propis i estranys: la maçoneria havia ajudat que Espanya ingressés
al Consell d’Europa. Els promotors inicials del GOE havien fet gestions,
segons ells, davant els membres de la maçoneria europea, per tal que Espanya fos admesa en l’esmentada institució. Continuant al mes de maig,34 la
Sala del Contenciós Administratiu de l’Audiència Nacional fallava a favor
de la maçoneria, en tant que considerava que dels estatuts no es desprenia
el caràcter secret de cap de les dues organitzacions, ni del GOE, ni del
GOE(u). Ara, però, era l’advocat de l’Estat que presentava el recurs d’apellació pertinent per tal que la maçoneria no fos legalitzada.
31 ABC, 29/9/78.
32 Literal de l’article 22.5: «Es prohibeixen les associacions secretes i les de caràcter paramilitar.»
33 El País.
34 ABC, 24/5/79.
316
La Transició i el retorn de la maçoneria
La relació entre partits polítics i maçoneria sempre ha estat controvertida, aquest fou un tema al qual Francesc Molins, diputat i gran mestre
del GOE a Catalunya, hagué de respondre negant-lo quan li preguntaren35
per la vinculació d’ERC i la maçoneria a través de Tarradellas i Companys.
A partir del titular «Els maçons augmenten la clientela», el contingut de
la notícia era que la maçoneria comptava a les seves iles amb polítics del
PSOE i de la UCD. Les inluències econòmiques, continuava la notícia,
eren modestes, malgrat que només feia un any que la maçoneria havia
estat legalitzada.36
Sorgiren noves aportacions a la història de la maçoneria publicitades,
entre altres espais, dins l’apartat de cultura de l’ABC.37 Era el torn de l’aportació d’Ángel María de Lera, que estava preparant «un llibre d’informació,
objectiu i clariicador» sobre la maçoneria i que, quan fou presentat, es
qualiicà de poc rigor històric.
El 24 de maig del 198038 es clausurava a París la Conferència Maçònica Internacional, amb l’assistència del GOE(u) representant la maçoneria
espanyola, fet que havia d’interpretar-se com la continuïtat del reconeixement internacional de la maçoneria espanyola exiliada a Mèxic; un reconeixement que s’inicià el 1939, que tingué continuïtat durant tot l’exili i
durant l’inici de la Transició, però que, posteriorment, va ser negat.39
35 El Punt, 1/6/79. Tarradellas en cap moment va pertànyer a la maçoneria.
36 Avui, 23/1/81.
37 ABC, 1/7/79.
38 El País.
39 El reconeixement internacional de «maçoneria regular» l’atorga la maçoneria anglesa, si
no ens trobem amb una «maçoneria irregular». La petició de regularitat del GOE(u), tingué
la resposta negativa el 28 de febrer del 1980.
317
Quim Vendrell Moreno
Revista Triunfo. En primer terme Antonio Villar Massó.40
El GOE durant l’exili mexicà no va tenir cap problema per ser admès a
les reunions internacionals atès que anava de la mà de la Gran Logia Valle
de México, però quan va tenir jurisdicció pròpia (retornà al seu territori)
se li negà aquest reconeixement perquè el seu naixement, el 1870, no va
ser d’acord amb les normes de la maçoneria anglesa i posteriorment, remetent-se ins al 1939, tampoc havia obtingut cap reconeixement d’obediències maçòniques regulars.
Segell
la GranLogia
Logia Valle
de México.
Segell de
ladeGran
Valle
de México.
Si no existia, doncs, cap organització maçònica regular a l’Estat espanyol, el territori tenia la consideració, maçònicament parlant, de «territori
lliure», i signiicava que qualsevol altra organització maçònica estrangera podia establir-hi les seves lògies, com ho féu la Gran Lògia Nacional
40 <http://www.triunfodigital.com/imprimir.php?a%F1o=XXXIII&num=857&imagen=40
&fecha=1979-06-30 1/1> [consultada: 12 gener 2013]
318
La Transició i el retorn de la maçoneria
Francesa el juny del 1980, amb la consegüent protesta del GOE(u).41 Entre
aquestes lògies hi havia la de Sant Joan de Catalunya, esmentada anteriorment, a la qual, posteriorment, s’afegí la de Sant Jordi, a Girona.
El llibre d’Ángel Maria de Lera, La Masonería que vuelve, comptà amb
un bon ressò mediàtic, i amb dos exministres de Franco com a presentadors: Joaquín Ruiz-Giménez42 i Pedro Saínz Rodríguez.43 També comptà
amb l’assistència del gran mestre i el gran mestre adjunt del GOE, Jaime
Fernández Gil i Antonio Villar, respectivament.44 Aquest llibre, com veurem més endavant, no quedà exempt de crítica.
El desembre del 1980 aparegueren un seguit de cartes al director45 amb
retrets creuats entre el GOE i el GOE(u). Era un dels pocs moments en què
les disputes maçòniques entre els dos grans orients tenien transcendència pública a través de la premsa escrita i amb intervenció directa de les
dues parts implicades. Mentrestant, a Catalunya, Lluís Maria de Puig, Pere
Corbella i Josep Clarà publicaven un reportatge46 sobre la maçoneria a les
comarques gironines, que situava el tema en l’àmbit històric i comarcal.
Era una de les poques ocasions que la premsa diària feia un monogràic
sobre el tema, tot i que aquesta no és la seva tasca habitual.
5. Les notícies de la maçoneria estrangera
Si bé a partir de principis dels anys 80 es pot parlar d’un certa normalitat
en la informació de la premsa diària sobre maçoneria, els fets ocorreguts
en l’àmbit internacional, sobretot en la maçoneria italiana, la situaran en
un context fosc i delictiu.
Amb «Los masones italianos se deienden de la acusación de
fascismo»47 es donava compte de la pseudomaçoneria que estava funcionant a Itàlia i que havia tingut diferents topades amb la justícia: el gran
mestre del Gran Orient Italià havia declarat com a testimoni per l’intent
de cop d’estat del desembre del 1970 o per l’homicidi del magistrat romà
Vittorio Occorsio.
41 Avui, 9/8/80.
42 Ministre d’Educació amb Franco, el 1951.
43 Formà part del «Primer Gobierno Nacional de España», 1938-1939.
44 Presentació que es fa el 2/10/80, i que l’ABC recull el dia 3/10/80.
45 El País, 7/12/80 – 12/12/80 – 13/12/80.
46 El Punt, 24/12/80.
47 El País, 15/9/76.
319
Quim Vendrell Moreno
Sobre Portugal tenim el titular «La masonería portuguesa tuvo un papel destacado en la Revolución», amb què l’ABC 48 donava a conèixer un
informe que sobre els maçons portuguesos havia aparegut al diari lisboeta
A Luta. Era la típica notícia que adjudicava l’autoria d’un fet a la maçoneria, quan qui l’havia portat a terme era un francmaçó o francmaçons, pel
seu compte i risc. També sobre Portugal, les notícies49 sobre Ramalho Eanes en la campanya per la seva reelecció com a president de la República,
parlaven del suport dels comunistes i la maçoneria a la seva candidatura. 50
Però l’any 1981 apareixerà l’escàndol de la lògia Propaganda Due (en
endavant P-2), que marcarà bona part de les notícies sobre maçoneria que,
iniciades el 23 de maig del 1981, tindran continuïtat durant aquest any i
el 1982. Els titulars eren prou eloqüents: «Quando la masonería hace la
competencia a la maia», «Conjura internacional de la masonería contra
la democracia cristiana», «Cuarenta y tres socialistas italianos implicados
en el escàndalo masónico»…51 També s’hi afegia un llarg article de Ricardo de la Cierva52 titulat «El dia que se alzaron las columnas».53 L’article
aproitava per denunciar, segons l’autor, que «mentre a Itàlia un escàndol
maçònic fa caure un Govern, aquí no falten polítics que fan cua davant les
lògies; i la maçoneria, antany proscrita i condemnada com a secta, amenaça de transformar-se en moda i, ins i tot, en preuat loró per a més d’un
currículum».
Per la seva banda, El Punt54 també oferia un titular prou eloqüent amb
l’esclat de l’escàndol de la P-2: «Un miler d’alts càrrecs implicats. L’escàndol
dels Maçons farà canviar govern i militars».
Sobre la P-2, Ferrer Benimeli opinava55 que en els articles apareguts
a la premsa hi havia fets molt sospitosos: «[…] es podria tractar d’una
48 ABC, 9/10/76.
49 Avui, 2/12/80.
50 Sánchez Cervelló, J., La Revolución de los Claveles en Portugal, Madrid, Arco Libros
SL, 1997.
51 Són titulars de l’ABC del mes de maig i juny del 1981.
52 Ministre de Cultura i Benestar de gener a setembre del 1980. Anteriorment havia estat director general de Cultura Popular i president del Instituto Nacional del Libro Español (1973).
S’autodeinia com «anticomunista, antimarxista i antimaçó, perquè sóc catòlic, espanyol i
tradicional en el sentit correcte del terme».
53 ABC, 12/6/81.
54 ABC, 23/5/81.
55 El País, 21/5/81.
320
La Transició i el retorn de la maçoneria
organització secreta sense lligams orgànics amb la maçoneria. L’escàndol
s’hauria aproitat per atacar les institucions maçòniques d’una manera a
què els italians són molt afeccionats.»
Davant la denúncia per la vídua de Calvi, Clara Calvi, de vinculacions
entre maçoneria i obediències religioses, el Vaticà i l’Opus Dei desmentien
qualsevol vinculació amb la P-2. I davant la comissió parlamentària que
investigava els fets, Clara Calvi també havia denunciat el nom d’un dels
grans mestres de la P-2: Giulio Andreotti.56 L’abast de les persones implicades a la P-2 continuà greixant-se amb el temps i, entre altres, hi apareixia
el bisbe Marcinkus, un dels responsables del Banc Ambrosià.57
Quasi dos anys després d’aparèixer la primera notícia sobre la P-2,
noves informacions revelaven implicacions de mitjans de comunicació,
presidents d’organismes públics, secretaris de partits polítics i un llarg etcètera d’italians il·lustres.58 El mateix febrer, el president i el conseller delegat del Corriere de la Sera eren empresonats, també, pel tema de la P-2.59
A partir d’una nova autòpsia es conirmava el suïcidi de Roberto Calvi,
que signiicava que la família no cobraria l’assegurança de vida. En aquest
titular de la notícia apareix una nova manera d’anomenar la P-2, que és
«lògia anòmala».60 Semblava que, inalment, s’havia arribat a la conclusió
que la P-2 no era maçoneria, sinó una organització maiosa que delinquia
en beneici dels seus integrants.
Més enllà de les notícies sobre la P-2, n’aparegueren altres que es podien qualiicar de desconcertants, en tant que, per exemple, la noblesa
anglesa estava implicada en la maçoneria: el duc de Kent, cosí de la reina d’Anglaterra, era citat com a gran mestre de la maçoneria anglesa pels
tribunals francesos en qualitat de testimoni en un plet maçònic per delicte
d’estafa.61 Per la seva banda, l’arquebisbe de París autoritzava les exèquies
religioses i sepultura en un cementiri catòlic al gran mestre d’honor de
la Gran Lògia Nacional Francesa (GLNF). L’arquebisbe argumentà que la
GLNF havia demanat a la cúria romana que enviés un visitador a les seves
56 ABC, 9/12/82.
57 Avui, 9/7/82.
58 ABC, 14/2/83.
59 ABC, 22/2/83.
60 ABC, 30/3/83. Notícia signada per Joaquín Navarro-Valls.
61 ABC, 10/9/81.
321
Quim Vendrell Moreno
lògies per comprovar que no maquinaven contra l’Església i que, per tant,
l’excomunicació que proclamava el cànon 2.335 no els era aplicable.62
També hi havia espai per a notícies o articles sobre la maçoneria amb
ironia o sarcasme que feien referència a Ricardo de la Cierva, la P-2 i l’extrema dreta, com quan s’anunciava que es buscaven maçons il·legals per
Espanya.63
Un article de Josep Maria Ballarín Monset (mossèn Ballarín) sobre
Mozart i la seva darrera obra, La Flauta Màgica, indica que tot i ser considerada una apologia de la maçoneria, no tingué l’agraïment dels francmaçons, ja que el dia de l’enterrament de Mozart es van quedar a casa perquè
plovia.64
6. José Antonio Ferrer Benimeli
El 1976 era prou conegut i reconegut el treball sobre història de la maçoneria de José Antonio Ferrer Benimeli i l’apunt cultural del dia 2 d’abril
del 197665 era que la Fundación Universitaria Española acollia una conferència que pronunciava amb el títol «¿Por qué los papas condenaron la
masonería?».
El 1978, també a través de la Fundación Universitaria Española, José
Antonio Ferrer Benimeli presentava66 La masonería y la Constitución de
1931. En el Congrés Internacional Galdosià67 era el torn de la ponència
«La masonería en las dos primeras series de los Episodios Nacionales».
62 ABC, 12/2/82.
63 Avui, 16/6/81.
64 Avui, 1/7/82.
65 ABC. En aquestes dates, les aportacions de Ferrer Benimeli a la història de la maçoneria ja
li valien el reconeixement internacional que ha mantingut ins a data d’avui.
66 ABC, 16/5/78.
67 ABC, 7/9/78.
322
La Transició i el retorn de la maçoneria
Dies després68 presentava Inquisición y masonería un problema políticoeclesial.
El 24 de juliol del 1980, El País realitzava una entrevista a Ferrer Benimeli amb un titular tan explícit com «Existen farsantes en la masonería
espanyola», en què explicava que el fet de ressorgir de la maçoneria no
implicava que tots els que ahir van ser perseguits per aquest motiu continuessin sent maçons honorables i afegia, encara, que alguns d’ells volien
viure a costa de les societats i mercantilitzar-ne l’ingrés. Si bé hi ha una
gran part de l’entrevista dedicada al contingut del llibre Vuelven los masones, d’Ángel María de Lera69 —del qual opinava que era un gran muntatge
comercial, però que històricament era un frau per al lector—, ens hem de
preguntar si els farsants, els maçons no honorables, era una referència a
Jaime Fernández Gil de Terradillos, Antonio Villar Massó i Antonio García Borrajo.
El 28 de maig del 1981, Ferrer Benimeli a El País es posicionà favorablement sobre la compatibilitat entre maçoneria i catolicisme, tot recordant que des del 1974 el Vaticà reconegué l’existència d’una maçoneria que
no maquinava contra l’Església. Feia pocs dies que Ferrer Benimeli havia
tornat del Brasil, on havia explicat que el 90% dels maçons eren catòlics
i, en una conferència que impartí a Porto Alegre, va ser presentat per un
bisbe anglicà que portava el manil posat.
El 21 de juny del 1983, a Saragossa, començà el I Simpòsium sobre
la Història de la Maçoneria Espanyola,70 amb la presència destacada d’Aldo Mola i de Françoise Randouyer.71 La sessió d’obertura anà a càrrec del
mateix Ferrer Benimeli, com a professor de la Universitat de Saragossa i
coordinador del simpòsium. Ferrer Benimeli dissertà sobre l’estat actual
dels estudis de la maçoneria i destacà que, en els darrers anys, s’havien
defensat 4 tesis doctorals sobre la maçoneria espanyola (a Saragossa, Granada, París i La Laguna), i que 10 més estaven a punt de ser presentades.
68 ABC, 26/9/78.
69 Comandant de l’Exèrcit republicà espanyol. Empresonat del 1939 al 1947. El 1957 publicà
la seva primera novel·la: Los olvidados.
70 El País.
71 Italià i francès, respectivament. Historiadors de la maçoneria.
323
Quim Vendrell Moreno
José Antonio Ferrer Benimeli.72
L’1 de setembre del 198373 uns desconeguts neonazis van calar foc al
despatx de Ferrer Benimeli a la Universitat de Saragossa i van calcinar tots
els documents de 15 anys de treball. L’article dedicat a aquest acte terrorista feia, també, un breu repàs a les incidències que havia patit pel fet de ser
maçonòleg; l’any 1972 va rebre amenaces dels ultres quan defensà la tesi
doctoral «Relación de la Iglesia y la masonería en el siglo xviii e historia
de la masonería en España en el siglo xviii». Sobre la maçoneria Ferrer
Benimeli airmava «que no era tan dolenta ni tan bona com pretenien uns
i altres, i tampoc havia tingut ni tenia la importància que se li vol donar.
Han pretès jugar amb els misteris, i això només enganya els ignorants; als
especialistes en societats secretes no ens serveixen els misteris.»
Amb la publicació de la història de la maçoneria d’Aragó també tingué problemes, i encara foren més accentuats, el 1982, amb el llibre El
contubernio judeo-masónico-comunista. Ferrer Benimeli, airmava «que la
maçoneria a Espanya té poca importància, atès que els mateixos maçons
s’han encarregat de destruir l’organització, de dividir-se i subdividir-se en
cinc maçoneries distintes, per causes econòmiques. Fenomen molt típic,
d’altra banda, al llarg del segle xix.» Seguia molt de prop el tema de la P-2
i opinava que:
72 <http://www.asturmason.net/search/label/Masoner%C3%ADa%20liberal> [consultada:
15 març 2014].
73 El País.
324
La Transició i el retorn de la maçoneria
[…] el tema era molt complex i no hi havia res clar; era difícil arribar al fons
de la qüestió perquè hi havia un seguit de màies del poder que havien intentat
apropiar-se de la maçoneria, amb implicacions d’entitats inanceres, editorials, premsa, ins i tot la Internacional Negra, els neodretans, i quasi tots els
partits italians excepte el comunista. Era signiicatiu que Suïssa, país on es
refugià Licio Gelli,74 no concedís abans l’extradició, i sí que ho féu un cop
escapolit.
7. La consolidació de la maçoneria: el inal del GOE(u) i del GOE
El fet de considerar l’Estat espanyol com a territori maçònic lliure, comportà que es creessin lògies afavorides per la GLNF, mitjançant la Gran
Lògia Provincial Occitana, una divisió territorial de la GLNF. El 16 de juny
del 1980 les lògies de la Provincial Occitana foren transferides al districte
de nova creació: la Gran Lògia del Districte d’Espanya, depenent, també,
de la GLNF. El 16 d’octubre del 1980 s’inscrigué en el Ministeri de l’Interior la Gran Lògia d’Espanya —en endavant GLdE— que, posteriorment,
el 2 de juliol del 1982, fou afavorida mitjançant decret de la GLNF. Amb
l’apadrinament de la maçoneria regular francesa, la maçoneria de la GLdE
aconseguia indirectament el reconeixement internacional de la maçoneria
anglesa, i, consegüentment, la regularitat. La GLdE començà a treballar el
6 de novembre del 1982.75
74 Era el venerable mestre (el que presideix) de la P-2, amb un historial polític que anava de
Camisa Negra, amb Mussolini, a agent de la CIA.
75 <http://www.gle-crd.org/index.php/component/content/article/5-generales/generales/31la-gran-logia-de-espana> [consultada: 17 abril 2014]
325
Quim Vendrell Moreno
El 31 de març del 2001, el GOE s’incorporà a la GLdE. El gran mestre,
en els seus inicis, fou Lluís Salat Gusils, de nom simbòlic Bolívar, a qui el
1939 trobem com a membre de la lògia hemis, de Barcelona, pertanyent
a la Gran Lògia de Catalunya federada a la Gran Lògia Espanyola.76 Durant la Transició estigué present en l’intent de fundació de l’obediència
catalana Gran Lògia de Catalunya.77
Per part d’alguns francmaçons s’interpretava, però, que la nova maçoneria espanyola estava perdent el caràcter liberal que històricament havia
tingut i, a partir d’un seguit de lògies catalanes i espanyoles properes a les
obediències franceses del Gran Orient de França o de la Gran Lògia de
França, crearen, el 15 de maig del 1980, la Gran Lògia Simbòlica Espanyola (GLSE) amb el lideratge de qui fou el seu gran mestre, Rafael Vilaplana.78 Era el naixement de la maçoneria que s’autoproclamarà liberal,
adogmàtica i mixta, que es considerava hereva del GOE(u) i oposada a la
regular o dogmàtica de la GLdE-GOE.79
76 Sánchez CervellÓ, J.; Vendrell Moreno, Q., Gran Lògia de Catalunya. Orígens, consolidació
i repressió franquista. Una historia vigent, Tarragona, Arola Editors, 2011.
77 Roger I Moreno, R., Respectable Lògia Catalunya. Recuperació de la Francmaçoneria a
l’Estat espanyol (1976-2006), Barcelona, La Busca Edicions, 2009.
78 <http://obrerosdehiram.wordpress.com/instituciones/historia-de-la-gran-logia-simbolica-espanola/> [consultada: 17 abril 2014]
Rafael Vilaplana també col·laborà amb Salat Gusils, i altres francmaçons, en la redacció
del document Bases per a [la] reorganització de la Maçoneria a Catalunya en què propugnaven la creació de la Gran Lògia de Catalunya, però inalment s’integrà al GOE(u) i després
l’abandonà per crear la GLSE.
79 Regular i dogmàtica enfront de liberal i adogmàtica, són els termes que habitualment es
fan servir per diferenciar les dues maneres de concebre la maçoneria. Tot i així, qui subscriu
aquesta comunicació considera més adient la terminologia de Ferrer Benimeli: tradició anglesa, els primers, i llatins, els segons.
326
La Transició i el retorn de la maçoneria
8. Sobre els tres promotors inicials de la maçoneria espanyola, ailiats al
GOE a l’exili: Jaime Fernández Gil de Terradillos, Antonio Villar Massó
i Antonio García Borrajo80
El 1970 Jaime Fernández Gil de Terradillos rebé el mandat del Gran Orient Espanyol a l’exili d’estudiar les possibilitats de tornar a legalitzar la ma·
çoneria a l’Estat espanyol. La tasca encomanada, però, la portà a terme pel
seu compte i risc, elaborant uns nous estatuts el 1977 amb la denominació
Grande Oriente Español (Masonería Española Simbólica Regular), fet que
representà que la maçoneria a l’exili, la històrica, hagué de canviar la denominació per Gran Oriente Español Unido.
Antonio Villar Massó tenia un historial maçònic,81 polític i policial,
conegut amb posterioritat a la seva mort, que porta a creure que era un
iniltrat del Govern en aquesta aventura de la legalització maçònica, a més
del beneici econòmic que es podia derivar del patrimoni coniscat pel
franquisme al GOE.82
80 Rodríguez, P., Masonería al descubierto: del mito a la realidad (1100-2006), Barcelona,
Ediciones Temas de Hoy S.A. (TH), 2006. Hi ha un detall de les activitats fraudulentes portades a terme pels tres personatges, amb especial atenció a Antonio Villar Massó.
81 Iniciat al GOE, a França, durant el franquisme.
82 Rodríguez, P., Masonería al descubierto….., op. cit.
327
Quim Vendrell Moreno
Informació
sobre Antonio
Massó
(remarcada enen
vermell)
a la Fundación
Pablo Iglesias.Pablo Iglesias.
Informació sobre
Antonio
Villar Villar
Massó
(remarcada
vermell)
a la Fundación
A l’arxiu de la Fundación Pablo Iglesias,83 el trobem com a militant
de l’organització clandestina [PSOE] a Madrid, amb una breu anotació de
«detingut [el] 1958». En el mateix arxiu se’l relaciona amb Manuel González Méndez, que també era militant de l’organització clandestina a Madrid,
amb una anotació inal que diu: «Encara que en reportatges periodístics de
començaments de la Transició apareix citat com a conident de la policia,
fou l’altre detingut qui en realitat va ser policia, Antonio Villar Massó.» 84
Afegim que la necrològica de Villar Massó apareguda a l’ABC85 informava
que «era membre de la VI promoció de l’Acadèmia General Militar (arma
de cavalleria), doctor en Dret, advocat, inspector honorari del Cos General de Policia […]».
83 <http://www.fpabloiglesias.es/archivo-y-biblioteca/diccionario-biograico/biograias/15793_villar-masso-antonio> [consultada: 12 gener 2014]
84 <http://www.fpabloiglesias.es/archivo-y-biblioteca/diccionario-biograico/biograias/9370_
gonzalez-mendez-manuel> [consultada: 12 gener 2014]
85 4/12/89.
328
La Transició i el retorn de la maçoneria
Revista Blanco y Negro, 5/12/79, assistents al Contuberni de Munic.
Villar Massó participà al Contuberni de Munic del 1962, fou reconegut en la declaració institucional del Congrés de diputats del 29 de maig
del 2012, en complir-se 50 anys de l’esmentada trobada de l’oposició política al règim franquista de l’interior i de l’exili. Segons la versió del mateix
Villar Massó, la seva entrada a la maçoneria es produí a França, on viatjava
molt i on va rebre l’encàrrec dels francmaçons exiliats d’entrar en contacte
amb el règim que ja donava clars signes de declivi. Aquest era «un plantejament força inversemblant, més aviat semblava l’acció d’un iniltrat amb
inal feliç, i així hem de catalogar-lo perquè després de la Transició seguí
ocupant càrrecs maçònics de rellevància».86
Antonio García Borrajo, aviador republicà durant la guerra civil, pilot
de la Royal Air Force (RAF) durant la Segona Guerra Mundial, membre
de la resistència francesa i condecorat per Mitterrand el 1989, arribà a president de la Federació Internacional de Drets de l’Home on era reconegut
com a especialista a denunciar tortures87 i també es va afegir a la legalització d’un nou GOE. Dels tres era el que menys declaracions públiques féu
com a francmaçó.
9. Conclusions
La visió que es podia tenir de la maçoneria a través de la premsa diària
durant la Transició presentà, malgrat que no sempre, un seguit de tòpics i
polèmiques de fàcil classiicació: la conspiració o contuberni, la incompa86 Ferrer, C., Secretum, La España enigmática, Barcelona, Ediciones Robinboock SL, 2007.
87 Diario 16, 13/4/77. <http://www.march.es/ceacs/biblioteca/proyectos/Linz/Ficha.
asp?Reg=R-6716> [consultada: 1 febrer 2013]
329
Quim Vendrell Moreno
tibilitat entre catolicisme i maçoneria, i la inluència econòmica i política
de la maçoneria, val a dir que una repetició dels esquemes del segle xix.
Per la seva banda, la maçoneria es presentà com una associació altament integrada en la nova etapa democràtica; va acceptar la Constitució,
la monarquia i la compatibilitat amb l’Església catòlica; era una imatge
massa cortesana, d’acord amb les declaracions dels tres promotors inicials, que poc tenia a veure amb la discreció i la llibertat de la persona que
reconeix la maçoneria.
Les conspiracions maçòniques gairebé arribaven a ser delirants: la
maçoneria estava darrere del moviment independentista canari, conjuntament amb el president de Veneçuela i els soviètics; darrere del trencament de la unitat d’Espanya amb les autonomies; darrere el terrorisme…
La cúpula militar, que era la que havia fet la guerra en el bàndol franquista, continuava assumint el tòpic que els mals d’Espanya eren, abans i ara,
la maçoneria i el comunisme. Les conspiracions de la maçoneria i el comunisme conjuntament, només eren possibles en l’imaginari franquista,
perquè el IV Congrés de la III Internacional Comunista, el 1922, declarà
incompatibles ambdues organitzacions i prohibí que els militants comunistes també ho fossin de la maçoneria. Curiosament, i cal remarcar-ho,
de la trilogia franquista del contuberni havien desaparegut els jueus, possiblement perquè se’ls considerava el baluard de la civilització occidental
a l’Orient Mitjà.88
El tòpic que identiica la maçoneria amb inluències econòmiques i
polítiques no es va poder trencar, sinó tot el contrari, amb l’escàndol de la
P-2. Dos anys després d’aparèixer la primera notícia sobre la P-2, el 1983,
alguns mitjans de comunicació començaren a qualiicar-la de «lògia anòmala», més vinculada a la màia que a la maçoneria, però el mal ja estava
fet i, en aquest cas, com en molts altres, es pot aplicar la frase de Mark
Twain: «És més fàcil enganyar la gent, que convèncer-los que han estat
enganyats.»
De la divisió entre el GOE de l’exili i el nou GOE cal constatar, i això
s’ha sabut anys més tard, que l’actuació dels tres promotors: Fernández Gil,
Villar Massó i García Borrajo estava lluny no només de qualsevol paràmetre maçònic, sinó de qualsevol paràmetre d’honestedat i honradesa; val a
dir que estava més a prop de la delinqüència que d’altra cosa. De fet, cal
considerar dos factors per entendre aquesta deslleialtat a la maçoneria i als
88 ABC, 4/12/80.
330
La Transició i el retorn de la maçoneria
exiliats. El primer és que durant la Transició en molts àmbits no se sabia
qui era qui i, per tant, endegar el que van endegar va ser possible perquè
no se’ls coneixia, però tenien molta capacitat per establir bones relacions
públiques. El segon factor és que Villar Massó era l’iniltrat del Govern
per controlar, preventivament, un procés que havia de comportar una maçoneria sense cap ensurt i, des del primer moment, acatà la Constitució
i la monarquia. És més que lamentable que la coniança que dipositaren
els francmaçons de l’exili hagués estat traïda per tres persones «que estaven actuant pel seu compte, per deslleialtat i perjuri, i, per tot plegat, eren
considerades indignes de pertànyer a l’Augusta Institució».89 Els tres eren
membres del GOE a l’exili i, el 7 de març del 1978, en foren expulsats a perpetuïtat, rebutjant tot el que ins al moment havien creat a l’Estat espanyol.
L’explicació objectiva dels fets la donava Ferrer Benimeli, que tenia —i
té— predicament perquè és un historiador que es basa amb l’objectivitat
documental, no és francmaçó i, a més, és jesuïta. Les seves conclusions
sobre Església i maçoneria, sobre la P-2, sobre l’honestedat dins la maçoneria… eren el contrapunt necessari per ressituar els temes. El 1983 el seu
despatx fou cremat amb tota la documentació sobre maçoneria recopilada
durant 15 anys. El 24 de juny del 2006, i per escrit, s’inicià la campanya de
l’extrema dreta que incitava els falangistes a cremar les seus maçòniques,
alhora que una recollida de signatures per prohibir la maçoneria a l’Estat
espanyol.90 Havien passat més de 20 anys des de l’acte terrorista contra
Ferrer Benimeli, però l’animadversió a la maçoneria des de l’extrema dreta
poc havia canviat.
Tot i així, la incompatibilitat de la maçoneria i el catolicisme encara és
vigent, com ens ho recorda la notícia apareguda el 10 d’abril d’enguany i
que es reprodueix a continuació:91
89 Sánchez Casado, G., Los Altos Grados de la Maçoneria, Madrid, Ediciones Akal, 2009.
90 <http://www.pepe-rodriguez.com/Masoneria/Masoneria_F_ataque(2006).htm> [consultada: 27 abril 2014]
91 Revista digital El Maçó Aprenent, <http://maconeria.blogspot.com.es/2014/04/el-vicari-general-de-la-dioceside.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_
campaign=Feed:+blogsp> [consultada: 14 abril 2014]
331
Quim Vendrell Moreno
Cal considerar la Transició com l’època dels possibles i, més enllà de
la falta d’honestedat que menà l’acció de Fernández Gil, Villar Massó i
García Borrajo, fer la declaració d’acatament a la monarquia i a la Constitució podia entrar dins el joc dels possibles, però avui fer una declaració
d’adhesió al cap de l’Estat espanyol i a la Constitució,92 com va fer la GLdEGOE el 8 de març del 2014, és repetir una adhesió més que discutible en
termes maçònics, i tan innecessària com contestada per alguns membres
de la mateixa obediència en considerar que la monarquia no és garantia de
democràcia, i que aquesta adhesió representa un homenatge innecessari.93
Aquesta posició de la GLdE-GOE també ha d’interpretar-se com la resposta a l’adhesió d’una part de la maçoneria catalana al Dret a Decidir, i a
la creació de la sectorial, dins l’Assembla Nacional Catalana, de Francmaçons per la Independència. Amb pocs dies de diferència, la maçoneria liberal o llatina va participar en la manifestació contra la llei de l’avortament
que preparava el Govern espanyol, amb pancarta i símbols maçònics.94
92 Revista digital FENIXnews, <http://www.fenixnews.com/2014/03/26/masoneria-sigloxix-protesta-de-regulares-ante-la-resolucion-de-la-gran-logia-de-espana-gle/> [consultada:
27 març 2014]
93 <http://www.elconidencial.com/espana/cataluna/2014-04-18/los-masones-pierden-susede-historica-en-barcelona-y-afrontan-el-peligro-de-escision_116244/> [consultada: 22
abril 2014]
94 <http://www.fenixnews.com/2014/03/13/masoneria-siglo-xxi-la-gran-logia-de-espanagle-y-su-adhesion-a-la-monarquia-espanola/> [consultada: 22 abril 2014]
332
La Transició i el retorn de la maçoneria
Sigui la maçoneria de tradició anglesa o la maçoneria llatina, es fa
difícil atorgar quina de les dues és l’hereva del GOE històric, el del 1939.
La legitimitat històrica pot ser un problema a resoldre en termes d’interioritat maçònica, però hi ha un problema que cal considerar seriosament:
la maçoneria continua sent un tema desconegut per a una majoria que, en
molts casos, quan en parla, ho fa recorrent als tòpics de sempre, però amb
adhesions al cap d’estat o manifestacions al carrer, que no ajudaran gaire a
construir una imatge positiva de la maçoneria.
Si la Transició va ser el joc dels possibles perquè tot estava controlat
i dirigit pels mateixos que havien governat amb el dictador, precisament
per aquest motiu, avui ens cal sotmetre el resultat inal d’aquest període a
la crítica i a la revisió, i no només fer-ho amb la maçoneria.
Tarragona, maig del 2014
a) Bibliograia
Ferrer, C., Secretum, La España enigmática, Barcelona, Ediciones Robinboock SL, 2007.
Rodríguez, P., Masonería al descubierto: del mito a la realidad (11002006), Barcelona, Ediciones Temas de Hoy S.A. (TH), 2006.
Roger I Moreno, R., Respectable Lògia Catalunya. Recuperació de la
Francmaçoneria a l’Estat espanyol (1976-2006), Barcelona, La Busca
Edicions, 2009.
Sánchez Casado, G., Los Altos Grados de la Maçoneria, Madrid, Ediciones Akal, 2009.
Sánchez Cervelló, J., La Revolución de los Claveles en Portugal, Madrid,
Arco Libros SL, 1997.
25
333
Quim Vendrell Moreno
Sánchez Cervelló, J.; Vendrell Moreno, Q., Gran Lògia de Catalunya.
Orígens, consolidació i repressió franquista. Una historia vigent, Tarragona, Arola Editors, 2011.
b) Hemeroteques digitals de premsa
ABC - Blanco y Negro: <http://hemeroteca.abc.es/results.stm>
Avui: <http://www.girona.cat/sgdap/cat/premsa.php>
El País: <http://elpais.com/diario/>
El Punt: <http://www.girona.cat/sgdap/cat/premsa.php>
Tiempo de Historia Digital (Revista Triunfo): <http://www.triunfodigital.
com/TH/bcrono.php?Year=1975&inicio=0>
c) Arxius
Fundación Juan March – Archivo Linz de la Transición espanyola (El
Alcázar, Diario 16): <http://www.march.es/ceacs/biblioteca/proyectos/linz/Busqueda.asp?pag=5&Paginado=20&Orden=Fecha>
Fundación Pablo Iglesias - Diccionario Biográico del Socialismo Español:
<http://www.fpabloiglesias.es/archivo-y-biblioteca/diccionario-biograico>
d) Premsa digital
FENIXnews: <http://www.fenixnews.com/>
El Maçó Aprenent: <http://maconeria.blogspot.com.es/>
El Conidencial: <http://www.elconidencial.com/>
e) Bibliograia web
<http://obrerosdehiram.wordpress.com/instituciones/historia-de-lagran-logia-simbolica-espanola/> [consultada: 17 abril 2014]
<http://www.asturmason.net/search/label/Masoner%C3%ADa%20
liberal>[consultada: 15 març 2014]
<http://www.gle-crd.org/index.php/component/content/article/5-generales/generales/31-la-gran-logia-de-espana> [consultada: 17 abril
2014]
<http://www.granlogiavalledemexico.org/> [consultada: 14 gener 2014]
<http://www.pepe-rodriguez.com/> [consultada: 22 abril 2014]
334
EL MOVIMENT OPOSITOR POLÍTIC I OBRER
DURANT LA TRANSICIÓ A TARRAGONA
Marc Suanes Larena
marc.suanes@gmail.com
Resum
L’Assemblea de Catalunya es formalitzà el 1971 amb un caire unitari i sortí
per primera vegada a la llum pública el 1973 a l’enterrament d’un treballador de la reineria durant una manifestació. L’Assemblea va anar apareixent en diversos moments, amb la instal·lació de taules informatives
al llarg de la ciutat, però oicialment es va presentar el 6 de novembre del
1976 al míting del Camp de Mart.
Paraules clau
Transición; Tarragona; Assemblea de Catalunya; democràcia; partits polítics
Abstract
he Assemblea de Catalunya (Catalan Assembly) was united platform
founded in 1971 and irst became known to the public in 1973 during a
demonstration at the funeral of a worker from Tarragona’s reinery. Ater
this, the Assembly made frequent appearances by publishing information
throughout the city, but it was not oicially presented to the public until 6
November 1976 in a meeting a Tarragona’s Camp de Mart park.
Key words
Transition; Tarragona; Assemblea de Catalunya; democracy; political
parties.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 335–352.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Marc Suanes Larena
L’Assemblea de Catalunya es formalitzà el 1971 amb un caire unitari i sortí
per primera vegada a la llum pública el 1973 a l’enterrament d’un treballador de la reineria durant una manifestació. L’Assemblea va anar apareixent en diversos moments, amb la instal·lació de taules informatives
al llarg de la ciutat, però oicialment es va presentar el 6 de novembre del
1976 al míting del Camp de Mart. La majoria de les accions polítiques que
es realitzaven en aquesta època prèvia a la mort de Franco eren la resposta
a fets que s’anaven produint. Finalment, el 20 de novembre el dictador
moria al llit.
El primer dia del 1976 un grup de 20 persones penjaren una pancarta
a la Rambla Nova de Tarragona demanant l’establiment de les llibertats
democràtiques; encetaven, així, un any d’intenses mobilitzacions.1 L’estiu
del 1976 s’organitzà a tot Catalunya la Marxa per la Llibertat sota el lema
«Poble català, posa’t a caminar», organitzada al marge dels partits polítics,
principalment per Pax Christi. La Marxa va ser prohibida pel ministre de
Governació, Manuel Fraga Iribarne, i fou durament reprimida a les nostres comarques amb el resultat d’un mort. A Tarragona es va celebrar una
missa multitudinària a l’església de Sant Pau per la seva mort i, en inalitzar, de manera espontània, es va fer una marxa en silenci. Però quan arribà
a la Rambla Nova la policia va carregar durament i, per exemple, apallissaren Rafael Nadal, entre d’altres. A la població del Vendrell la repressió va
ser tan forta que l’Ajuntament en ple va dimitir. Finalment, la Marxa per
la Llibertat va arribar a Poblet el 12 de setembre, on se celebrà un acte de
clausura després de travessar una barrera de guàrdies civils.
Serà el Partit Socialista Uniicat de Catalunya (PSUC) qui encetarà,
vertebrarà i organitzarà a inicis de la dècada dels anys 60 la lluita antifranquista a la nostra comarca. Tanmateix, em vull centrar en l’estudi d’aquelles organitzacions polítiques extraparlamentàries o radicals que no van
participar de la política institucional.
A l’esquerra del PSUC trobarem altres forces polítiques implantades
al Tarragonès com l’Organització Revolucionària de Treballadors (ORT),
el Partit Socialista d’Alliberament Nacional (PSAN) o la Lliga Comunista
Revolucionària (LCR). Al llarg dels anys 80 a la ciutat de Tarragona qui va
tenir més pes polític de caràcter extraparlamentari i de presència al carrer
van ser el Moviment Comunista de Catalunya (MCC) i la Lliga Comunista
1 Martorell, M.T., La Rambla Nova de Tarragona: 150 anys d’història. Tarragona, Ajuntament i Museu d’Història, 2004, pàg. 163.
336
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
(LC), juntament amb el Partit Comunista de Catalunya (PCC), una escissió del PSUC que es produí el 1982.
El Moviment Comunista de Catalunya (MCC) estava dins de l’organització estatal Movimiento Comunista de España (MCE), que es fundà el
1972, tanmateix el 1976 va canviar les sigles per MC (Movimiento Comunista). A Tarragona no es va crear ins a inals del 1975 i estigué en actiu
ins al 1990 com a tal. Un primer nucli va estar format per Rafael Suanes,
José Calatrava i dues persones més de Vilafranca del Penedès, municipi on es van fer les primeres reunions. Ràpidament van establir contacte
amb persones de CCOO i de les Plataformes Anticapitalistes, formant la
primera cèl·lula a Tarragona. En molt poc temps, l’organització comptava
amb força militants provinents sobretot del muntatge, ja que la reineria i
moltes fàbriques encara estaven en construcció i la mobilitat de persones
era molt gran.
La cèl·lula s’organitzava amb un total de tres a cinc persones, es feien reunions
setmanals, es dividien les tasques, la propaganda, el contacte i les informacions de l’organització a escala de Catalunya o d’Espanya, es posava en comú el
que cadascú havia fet, es discutien les accions pràctiques a realitzar i planiicar, la discussió de debats teòrics i polítics, els contactes que es feien, i les intervencions en els moviments associatius veïnals o sindicals. També hi havia
espai per parlar de les qüestions personals, problemes i necessitats que podia
tenir un… La cèl·lula era com una família on es podia discutir tot.2
A poc a poc la rigidesa de les cèl·lules va anar desapareixent, va augmentar el número de persones, aquestes es van anar coneixent pel nom
real i no pel nom de guerra, se sabia el lloc de residència de cadascú, anaven sortint a la llum pública amb comunicats i a través dels sindicats, de
les Associacions de Veïns (AV) i de l’Assemblea de Catalunya, etc. ins que
es va crear el Comitè Local del MCC. D’una banda, hi havia els militants
i, de l’altra, els adherents, que en deien, depenent del grau de compromís
que tenien les persones. En aquesta època acostumaven a ser unes 12 persones.
El MCC també existia amb simpatitzants en altres municipis de la
província, com el Vendrell i Reus. La majoria de material, tipus publicacions, pamlets… de temes generals, venien des de Barcelona.
El MCC es va presentar a les primeres eleccions legislatives dins la
Candidatura d’Unitat Popular (CUP) i a les eleccions municipals del 1979
2 Entrevista amb Rafael Suanes Lara, antic militant del MCC. Tarragona, 03.X.2007 (AHCT).
337
Marc Suanes Larena
van donar suport a la Candidatura per la Participació dels Veïns (CPV),
que va treure dos regidors.
Aquest mateix any l’OEC s’integrà al MCC i, així, l’organització va
créixer molt i es va fer més efectiva. Es va aconseguir un local al carrer
Gasòmetre que anomenaven «la Sede».
Van ser molt actius reclamant els ajuntaments democràtics, amb la
crisi de l’aigua i totes les problemàtiques que anaven sortint a la ciutat,
donant suport a les organitzacions veïnals i sindicals. El MCC feia campanyes molt potents a escala estatal i internacional; per exemple, contra les
extradicions de presos polítics i contra l’agressió dels EUA a Líbia. Sempre
va estar molt a prop de diversos moviments socials com el veïnal, l’antiOTAN, el feminista, l’ecologista i antinuclear, i l’independentista (defensava
el dret a l’autodeterminació dels pobles). Van fer molts pamlets, manifestos i cartells, dels millors de l’època. La publicació del MC era Servir al
Pueblo primer i Hacer després.
A les eleccions del Parlament de Catalunya del 1980 es va presentar
dins la coalició Unitat Popular del Socialisme i el 1990, amb la seva dissolució, es creà Revolta, que tingué una curta durada. Fou llavors quan les
persones que havien format part del MCC impulsaren la Plataforma, amb
la idea d’aglutinar els moviments de la ciutat per presentar-se a les eleccions municipals. Tingué força èxit als comicis del 1991, però no aconseguiren representació. A les municipals del 1995 van fer coalició amb Iniciativa per Catalunya els Verds (ICV) i aconseguiren una regidora i un regidor.
L’Organització d’Esquerra Comunista (OEC) va tenir molta força a
Tarragona a partir de la seva creació el 1974, amb molta gent militant, sobretot a partir de les Plataformes Anticapitalistes. Alguns dels seus membres foren: Josep Sementé, Pitu, Navas, Josep Maria Prats, Fina Capdevila,
Tomàs Carod, Agustí Roquetas, Josep Maria Cartanyà, Teresa Fortuny…
Hi havia diverses cèl·lules que estaven coordinades per un Comitè
Local amb un representant de cadascuna. Els primers anys, ins a la mort
del dictador, les mesures de seguretat eren molt clandestines. Van tenir
una cèl·lula a Reus, una a Tortosa i quatre a Tarragona (Bonavista, Sant
Salvador i al centre). També anaven a les reunions del Comitè Central, a
Barcelona. D’altra banda, les reunions les feien a cases particulars.
El temes que tractaven eren múltiples, participaven de les lluites obreres a les fàbriques, del moviment veïnal i en solidaritat amb els presos. No
van participar de l’Assemblea de Catalunya ja que ho veien com una unitat
burgesa i el 1979 es van fusionar amb el MCC.
338
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
La Lliga Comunista (LC), una escissió de la Lliga Comunista Revolucionària (LCR), sorgí a Tarragona el 1975 a partir d’una cèl·lula d’unes
4 persones que, inalment, es van anar ampliant. Entre elles hi havia Pau
Gomis, Gonzalo Busqué, Carlos Villuendas, Maribel i Monti, Jordi Solé,
Pablo Jiménez, Antonio Andrés Puello, la camarada Llanos, Salvador
Grau, Jordi Gállego i Mariano Pescador. Més endavant van començar a
ingressar-hi més persones que eren de Tarragona, però que estudiaven a
Barcelona. Allà entraren en contacte amb la LC i van tornar cap aquí a
militar i a reforçar l’organització. És el cas de Pere Joan i Pere Sans.
A poc a poc començaren a crear una mínima organització a la vegada
que debatien aspectes teòrics. Al principi només es coneixien pels noms
de guerra i se solien reunir en llocs públics com cafeteries, per no aixecar
sospites, i a les coves del Llorito. També participaven en els moviments
que hi havia en aquells temps, com les AV. Tingueren una visió discordant
amb les postures de l’Assemblea de Catalunya, contrària a pactar la reforma amb els elements del règim. Organitzativament, seguien el centralisme
democràtic, participaven en el Comitè Central a Barcelona i d’allà baixava
quasi cada setmana un comissari polític que explicava l’estratègia general
i els objectius del partit.
Tingueren molta inluència en el món obrer i, a més, en el moviment
estudiantil a l’Institut Martí i Franquès i a la Universitat; van promoure la creació de comitès d’estudiants com els Comitès de Joves Contra la
Repressió, contraris a la visió de les Joventuts Comunistes del PSUC, que
apostaven per la creació de delegats. L’any 1977 es va crear la Lliga de les
Joventuts Comunistes que aconseguí aglutinar molta gent. Com a tal van
realitzar manifestacions, pintades, llançades de pamlets, etc. Algunes
de les manifestacions d’estudiants més importants van ser en contra de
l’empresonament de Josep Maria Yago (que era membre de les Joventuts
Comunistes) i per la llibertat d’expressió quan van empresonar alguns
membres dels Joglars per l’obra La Torna. També organitzaren, al bar la
Geganta, una festa que es va dir «La Juerga Común», curiosament amb les
inicials de les joventuts (LJC). També organitzaven xerrades clandestines a
la parròquia de Sant Pere i Sant Pau, ja que el capellà Jordi Gual els deixava
un local.
Les manifestacions eren molt curioses perquè les fèiem de recorreguts molt
curts, quan s’arribava a un punt hi havia dispersió i ens ajuntàvem al cap de
mitja hora a un altre lloc, de manera que la policia mai et podia localitzar.
339
Marc Suanes Larena
Qui cridava les consignes anava rodejat de gent perquè no el poguessin identiicar i cridava amb el nas tapat. També hi havia un servei de protecció de la
manifestació amb xiulets per avisar si venia la policia o per si hi havia algun
secreta que estirava algú. A les manifestacions tipus salts com aquestes, hi
solien assistir unes 50 persones.3
A partir del 1976 es començà un procés d’apertura pel qual es participava en més actes públics, manifestacions… amb l’objectiu de fer-se
visible, tot i que l’organització encara no era legal. En aquests moments les
detencions van ser freqüents.
Es va fer campanya de boicot contra el referèndum per la Constitució
el 6 de desembre del 1978, es donava suport a les múltiples vagues que es
realitzaven i es col·laborava amb altres organitzacions com el MCC, l’OEC
i Bandera Roja o en les AV contra la pujada de les tarifes de l’aigua, contra
la construcció d’un ediici al Teatre Romà, etc.
Alguns membres de la LC van rebre amenaces de mort per part de la
Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista).
El desenllaç dels esdeveniments va fer que, cada vegada, tinguessin
menys incidència en el món obrer, tot i que van fundar una secció del metall a la UGT molt forta, amb 90 ailiats; però van ser expulsats del sindicat
per motius polítics i molts anaren a parar a la CNT. En l’àmbit estudiantil,
moltes persones marxaren a Barcelona i la gent es va dispersar.
L’any 1980 alguns militants es van escindir i formaren el grup Agrupación Mayo de 1937 (AM 37). Es deinien com a marxistes revolucionaris,
més propers a idees llibertàries, però el grup va ser molt reduït.4
La publicació de l’organització era el diari Combate, que es feia setmanalment, i una publicació mensual que es deia Contracorriente. Publicaren
diversos pamlets fets en vietnamita i ciclostil, a més de diversos quaderns
per a la formació. Els materials es feien i s’anaven a buscar a Barcelona ins
que van aconseguir unes multicopistes de la Universitat.
El Partit del Treball d’Espanya (PTE) es funda a Tarragona a partir
de persones com Jordi Tiñena, Berta Ramos, Juanjo Pigrau i Joan Capigal. Abans havia existit com a Partit Comunista d’Espanya Internacional
(PCE-I), organitzat, el 1973, per Pedro Álvarez, un estudiant procedent de
Motril. Més endavant se’n va crear, també, un grup a Reus amb persones
de la construcció. Va créixer molt i va ser molt actiu.
3 Entrevist a Pau Gomis, antic militant de la LC. Tarragona, 17.X. 2007 (AHCT).
4 Entrevist a Pau Gomis, cit.
340
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
Les seves joventuts es deien la Jove Guàrdia Roja. De fet, les primeres
activitats es van fer en l’àmbit estudiantil amb la realització de vagues, assemblees, etc. Aviat es va fer una extensió de la Jove Guàrdia a Torreforta i
a la Laboral, on fou força important.
S’organitzaven de la manera clàssica, a través de cèl·lules d’unes cinc
persones i procedent de Barcelona venia una persona. Era un sistema bastant jeràrquic amb secretari general, etc. Des dels inicis dels anys 70 ins
a les primeres eleccions, les mesures de seguretat eren extremes: entre les
persones no se sabien els noms ni cognoms reals, ni on vivien, i havien
de canviar de cèl·lula de tant en tant. A poc a poc va augmentar la permissivitat i les estructures es van lexibilitzar, sobretot a partir del 1976.
Fou llavors quan es va crear el Comitè de Tarragona, amb un nucli de 10
persones. Com a militants actius, junt amb la Jove Guàrdia, eren unes 40
persones.
El PTE va participar d’organismes unitaris com l’Assemblea de Catalunya i la Junta Democràtica en l’àmbit estatal, però apostava per una
ruptura sense pactes amb la dreta. En el moviment sindical, va formar
la Confederació de Sindicats Unitaris de Treballadors (CSUT). També
va crear l’Associació Catalana de la Dona i les Joventuts Democràtiques,
independents del partit, però controlades per aquest. Es feien reunions,
formacions, assemblees als llocs de treball, agitació i participació en les
vagues obreres i estudiantils; es repartien diaris i pamlets; s’anava a les
assemblees veïnals…
A les eleccions del 1977, com la majoria de partits de l’esquerra més
enllà del PCE i del PSUC, no van poder anar amb les seves sigles i s’ajuntaren amb Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) amb militants històrics a Tarragona com Grau Pere i Fortuny, en la coalició Esquerra de
Catalunya.
Les primeres eleccions democràtiques van ser frenètiques. Jo treballava al
metall llavors, al muntatge, i vaig participar fent mítings, muntant la infraestructura i després ho recollíem tot. La seu central de la campanya la vam centralitzar al local del sindicat. Hi participàvem tots; xavals de la Jove Guàrdia
de la Laboral van treballar com a lleons durant la campanya, dormien al local
i tot. Era un ritme frenètic perquè tot ho havies de fer tu. Ara els partits tenen
diners, es paguen la propaganda i els militants no fan res.5
5 Entrevista a Jordi Tiñena, antic militant del PTE. Tarragona, 05.XI.2007 (AHCT).
341
Marc Suanes Larena
En el referèndum de la Constitució el 1978 el PTE va apostar pel sí.
El PTE va apostar per, quan s’anava a fer la mili, intentar promoure actes contra el Règim i captar gent, sobretot en l’època que es gestava la Unió
Militar Democràtica (UMD). Van crear la Unió de Soldats Democràtics,
que no va arribar a ser gaire important, ja que era molt difícil convèncer
els soldats, però alguns dels membres del partit tingueren aquesta missió.
El PTE va desaparèixer el 1980, poc després d’uniicar-se amb l’ORT.
Persones que havien format part de l’ORT van ser Miguel Dueñas i Agustí
Mallol.
Des del punt de vista de la propaganda, no van arribar a editar cap
diari d’àmbit local. Sí, però, que van fer diversos pamlets sobre temes puntuals. A escala de Catalunya es publicava Avant, i l’òrgan del Comitè Central del Partit es deia Mundo Obrero Rojo, primer, i El correo del pueblo,
després, i, inalment, La unión del pueblo.
Hi ha diversos conlictes importants que marquen la història del moviment obrer a les nostres comarques. Als anys 60 es produeixen les primeres reivindicacions salarials, com a la Tabacalera, el 1963, i els treballadors portuaris, el 1964. El 1968 s’intentaran concentracions per al Primer
de Maig que foren ràpidament dispersades.
El 1973 hi hagué l’ocupació de la Magistratura situada a la Rambla, per
part d’uns treballadors de l’empresa Estándar Eléctrica.
Una de les vagues més sonades i que la gent recorda en totes les converses és la de la Valmeline, del 30 de juliol al 9 de setembre del 1974. Valmeline era una indústria de confecció de vestits de la qual van acomiadar
més de cent treballadores de les 331 que hi havia en total.
La vaga general del sector de la construcció organitzada per CCOO
a escala provincial del mes de gener al febrer del 1976 va ser molt important. S’ocuparen els locals de l’antiga CNS per fer-hi les assemblees de
treballadors, que hi participaren de manera massiva. La vaga va sorgir arran d’unes grans mobilitzacions al Baix Llobregat, coordinades per la Comissió Obrera Nacional de Catalunya (CONC), i la voluntat d’estendre el
conlicte a un lloc amb possibilitats de guanyar. En aquella època hi havia
importants obres a Tarragona, com la construcció de la TAQSA. Es van
fer reunions a totes les empreses i es va decidir anar a la vaga per demanar
l’augment salarial. Aquesta vaga va durar uns 20 dies i paralitzà pràcticament tota la província. Es van fer piquets, assemblees i manifestacions diàries a la Rambla. Un dia es va decidir estendre la solidaritat a la Tabacalera
(on hi havia gent de les Plataformes Anticapitalistes) amb un piquet i es
342
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
va produir una càrrega policial i llançament de pedres amb la policia. A la
tarda es va decidir fer una manifestació a la Rambla on José Estrada va ser
detingut per la policia i passà una setmana a la presó. Després d’això la majoria de treballadors van decidir continuar amb la vaga ins que Estrada no
estigués al carrer. La Patronal, que estava desitjant que s’acabés el conlicte,
i CCOO, que veia com les coses sortien de mare, van negociar una sortida.
Representants de cadascuna de les organitzacions van anar a la presó i se
signà un document en el qual la Patronal cedia una quantitat econòmica a
canvi d’aturar la vaga. Arran d’això Estrada va sortir en llibertat i, en una
assemblea els treballadors, van decidir tornar a treballar. En aquesta vaga,
el sindicat Vertical ja no hi va pintar res i les negociacions es van fer directament entre treballadors i empresaris.6
El 5 de març del 1976, amb la Reineria en plena efervescència, centenars de manifestants van deixar la feina i es dirigiren al centre de la ciutat
en solidaritat amb els 5 morts i 79 ferits pels fets de Vitòria del dia 3 per
assistir en una gran manifestació. En aquell moment hi havia moltes empreses en la construcció de la Reineria, amb més de 3.000 treballadors. A
més, hi havia moltes persones procedents del País Basc i Navarra que tenien connexió amb els fets. Es van fer assemblees i es va decidir convocar
una vaga. Les forces de l’ordre públic es van mobilitzar i van portar centenars de «grisos» antidisturbis, que van taponar quasi totes les entrades de
Tarragona per no deixar entrar els obrers. Els treballadors, amb els seus
monos de treball, els cascs i armats amb pedres es trobaren en una batalla
campal. La manifestació fou durament reprimida pels antidisturbis i va
morir un treballador, Juan Gabriel Rodrigo Kafo, al carrer Unió quan llençava coses a la policia des d’un terrat. Per fer front a la repressió de les porres, dispars de salva i pilotes de goma, es van travessar cotxes i es van fer
barricades. La manifestació s’organitzà de manera unitària entre diferents
forces polítiques i sindicals i també hi van participar, com en quasi totes
les mobilitzacions, estudiants de la Universitat, l’Institut Martí i Franquès
i la Universitat Laboral. A l’enterrament de l’assassinat hi assistiren milers
de persones i en sortir es va fer una manifestació en silenci que va tornar
a ser reprimida.7
6 Entrevista amb José Estrada Cruz, antic militant del PSUC i CCOO. Tarragona, 07.II.2008
(AHCT).
7 Sánchez Cervelló, J., op. cit., pàg. 186-187.
343
Marc Suanes Larena
L’any 1978 es caracteritzà per una sèrie de vagues a la petroquímica
que reclamaven millores salarials i més seguretat laboral, i el mes de maig
es va produir un altre conlicte laboral a l’ENPETROL que va paralitzant
la producció.8
El mes de març 2.700 treballadors de l’empresa NUCEA, constructora
de la Central Nuclear d’Ascó, es declararen en vaga i assemblea permanent
per reclamar millores salarials.
Aquest mateix mes es va produir a Tarragona una manifestació en
favor de la llibertat d’expressió, pels fets ocorreguts amb la companyia de
teatre Els Joglars. La protesta va ser reprimida per la policia i es va realitzar
un tancament a la Universitat en senyal de protesta.
Per aquelles dates es va produir una vaga important al sector de l’hoteleria que aconseguí aturar el sector turístic de Salou.
Són èpoques en què l’activitat, el proselitisme i la captació en les indústries serà molt gran. El 1978 se celebraren les primeres eleccions sindicals en «democràcia». La victòria al Tarragonès fou per CCOO, seguida
d’UGT, USO, SU i CSUT. La CNT no va aconseguir implantar-se com
abans de la guerra i va tenir una activitat minsa, igual que el SOC.
El 23 d’octubre del 1979 diversos treballadors de l’empresa Auxini
s’encadenaren a l’estàtua dels Despullats protestant per la pèrdua dels seus
llocs de treball.
Els inicis dels anys 80 es caracteritzaren per l’aparició dels expedients de crisi, els tancaments d’empreses i les regulacions de la plantilla,
que seran contestats amb lluites importants, com per exemple la citada
de Valmeline. L’any 1982, en plena crisi econòmica i amb un índex d’atur
molt elevat, es va produir un tancament a l’església de Torreforta per part
de persones a l’atur.
Una iniciativa que va tenir molta importància fou la creació de l’Assemblea d’Aturats, ja que a Tarragona hi va arribar a haver el 23% d’atur
l’any 1984. S’organitzà a partir de persones provinents del muntatge, ja que
s’acabava de construir la nuclear d’Ascó II, la TAQSA, l’Alcudia la Paular
i altres grans obres. Molta gent, sobretot vinguda de fora, no podia anar
enlloc ja que la situació d’atur era greu a tot l’Estat. Va ser una experiència
molt interessant perquè es van aconseguir llocs de treball. També es va
realitzar una marxa de Tarragona a Barcelona caminant d’unes 70 perso8 «Trabajadores de mantenimiento de ENPETROL…», Diario Español, actividades políticas
y laborales. 05.I.1978 (HCT).
344
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
nes aturades, que acabà a Barcelona en una gran manifestació i amb una
entrevista amb el president de la Generalitat, llavors Jordi Pujol. El mateix
any hi va haver una altra vaga dels treballadors de la Reineria.
Fons d'Associacions i Fundacions, MCC (AHT).
Fons d’Associacions i Fundacions, MCC (AHT).
El novembre del 1966 se celebrà la primera reunió de militants de
CCOO a Tarragona amb enllaços de Barcelona i, a poc a poc, es va anar
ampliant a altres municipis, com Reus, Tortosa, Amposta, etc. Les primeres reunions es van fer a l’església de Torreforta i en cases particulars. Es
van presentar el 27 d’octubre del 1967, coincidint amb la resta de l’Estat.9
Tanmateix no és ins al 1973 que comencen a tenir una forta inluència
amb l’aproitament de les estructures del Sindicat Vertical. En aquesta època CCOO i PSUC eren quasi la mateixa cosa.
En aquests anys hi havia diverses comissions en diverses fàbriques,
però la implantació era més aviat minsa i l’organització molt precària, de
4-5 persones a cada empresa gran.
El Primer de Maig del 1971 es va fer la primera manifestació organitzada per CCOO, bàsicament per persones de Bonavista i, algunes d’elles,
com José Arjona, van ser detingudes. Les accions que bàsicament es realitzaven eren: fer pintades, repartir pamlets i el diari Mundo Obrero, que
es feien majoritàriament a Barcelona o a França.
9 Heras, P.A., La oposición al franquismo en las comarcas de Tarragona (1939–1977). Tarragona, El Mèdol, 1991, pàg. 33.
345
Marc Suanes Larena
Fins a la seva formació com a sindicat el 1976, no se’n va construir una
estructura sòlida, a partir d’una assemblea, al barri de Bonavista, que es
reunien a l’assessoria laboral del Xavier Roig. Poc després van adquirir un
local al carrer Reding, que aviat es va fer petit, ja que el sindicat es va fer
legal el 1977 i molts treballadors i treballadores s’hi van ailiar en massa.
Més endavant, el local es va traslladar al carrer Comte de Rius i, seguidament, es va formar una assessoria pròpia amb advocats per tal de defensar-se en els conlictes amb les empreses. Després d’una lluita pel patrimoni sindical amb ocupacions de locals i tancades, inalment es va obtenir
una part de l’antic ediici de la CNS, juntament amb la UGT i també es van
començar a constituir seccions sindicals com la del metall, la construcció,
la química… i a signar els convenis col·lectius a escala provincial. Sorgia
així CCOO del Tarragonès.
El cop d’estat del 23 de febrer del 1981 va produir molta por entre
la militància d’esquerres. CCOO obreres edità una fulla que repartiren a
primera hora del matí per tal que la gent que anava a treballar no ho fes i
incitant a la vaga general.
El 1982 hi va haver una crisi interna important, tant en l’àmbit de Catalunya com a Tarragona, que va anar generant una dinàmica d’expulsions
en anys posteriors. El conlicte venia donat per la línia majoritària controlada pel PSUC i una de minoritària, impulsada per sectors provinents del
PTE, l’ORT i el MCC, amb una perspectiva més radical. Serà així com algunes persones aniran cap a la Confederació General del Treball (CGT).10
CCOO es va anar fent gran i també burocratitzant i, a poc a poc, va
anar fent fora els sectors que proposaven lluites més reivindicatives i contràries a la burocratització del sindicat. S’oblidaren aquelles èpoques en
què molts treballadors van sacriicar feines estables a les fàbriques per
lluitar per unes millors condicions salarials i laborals, anant de fàbrica
en fàbrica, de construcció en construcció… a preparar les vagues. Moltes
d’aquestes persones després tindran problemes per trobar feina ja que els
empresaris no els voldran contractar.
El butlletí que realitzà CCOO era Expresión Obrera, al principi es feia
d’una manera molt rudimentària, però, a poc a poc, s’anirà fent més elaborat.
La UGT es creà a les comarques tarragonines a partir d’un grup d’estudiants de la Universitat Laboral l’any 1975. Tot i ser un centre falangis10 Entrevista a José Estrada, cit.
346
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
ta, allí hi havia alguns professors d’esquerra com Pedro Quintero, Antoni
Tur i Miguel López Tortosa, així com un grup de les joventuts del PTE, la
Jove Guàrdia Roja… En aquella època la Laboral comptava amb més de
mil estudiants; per tant, quan es mobilitzaven aportaven molta gent a les
manifestacions, com per exemple la que es produí en solidaritat pels fets
de Vitòria.
Per als socialistes, crear la UGT era el primer pas abans de crear la
Federació Catalana del PSOE i les Joventuts Socialistes que a Tarragona
no existien. A inals d’octubre es va fer una primera reunió amb enllaços
de Barcelona. La fragilitat organitzativa d’aquestes organitzacions, a inals
del 1975, a Catalunya era molt gran. Seguidament s’establiren contactes
amb el món laboral a través de treballadors del Port, la RENFE, l’IQA i
amb algunes persones vingudes de fora. Així es formà el primer nucli de
la UGT, amb una estructura molt dèbil i una implantació sindical petita.
Les primeres activitats que realitzaren van ser pintades als polígons,
al voltant de la Laboral i enganxar propaganda per la ciutat. La nit abans
del Primer de Maig del 1976 detingueren tres persones, una pogué escapar
i la resta van estar empresonades durant tres dies per llançar pamlets de
propaganda.
A començaments del 1977, s’hi van ailiar persones de la LC, de caire
trotskista, però van ser expulsats per «intrusió sindical». El PSOE anava
creixent i consolidant-se com a organització i va depurar la gent més encarada cap a l’esquerra. Algunes d’aquestes persones formaren l’Agrupació
Maig del 1973, que va sobreviure un període curt de temps. També es va
anar muntant el sindicat amb les diverses seccions sindicals: la química,
el metall, etc.
La manifestació del Primer de Maig del 1977 va ser convocada per
UGT i CNT conjuntament, en la qual, com era de costum encara en
aquesta època, hi hagué una càrrega policial a partir del llançament d’una
pedra a un vidre de l’ediici d’Hisenda.
A poc a poc la UGT s’anirà consolidant i estenent per les nostres comarques.11
El 1978 el PTE i l’ORT van fundar uns altres sindicats: el CSUT i el SU,
respectivament, com a rebuig a l’hegemonia del PCE i el PSUC a CCOO.
El CSUT va tenir força en alguns sectors com a Correos, tot i això va desaparèixer el 1981 i el SU té una implantació molt minoritària.
11 Entrevista a Josep Sánchez Cervelló, antic militant d’UGT. Tarragona, 15.VI.2009
(AHCT).
347
Marc Suanes Larena
D’una escissió de CCOO sorgiren les Plataformes Anticapitalistes el
1971. Qüestionaven la forma de ser i de fer de CCOO, i el control que en
feia el PSUC. Les Plataformes estaven formades per persones de fora de la
ciutat, de Tarragona i per alguns cristians de base procedents de les JOC.
Alguns dels seus membres van ser: Josep Sementé, Josep Maria Prats,
Anna Guasch, Paco Madariaga i Teresa Fortuny.
Les seves actuacions es feien des de la clandestinitat, sense la participació en organismes unitaris (no van participar en l’Assemblea de Catalunya), en contra dels pactes amb els sectors burgesos i partidaris de
l’espontaneïtat en l’acció sindical. Van ser molt actius en conlictes laborals
entre el 1974 i el 1976, com a la Tabacalera, la Valmeline, Alena, Loste,
l’Hospital Joan XXIII, la construcció de la Reineria, etc. Tingueren una
dinàmica molt important, amb més de cent persones organitzades, i se’n
van constituir assemblees a Valls i a Reus.
Cada plataforma es reunia a les diferents fàbriques i també en diverses
esglésies o al pont del Diable. Elaboraven els seus materials i tenien la seva
propaganda pròpia que imprimien en multicopistes gràcies al sector més
obert de l’Església, amb una relació directa amb persones com Francesc
Xammar, Agustí Ayats, Cisco Vinyes i les Vedrunes de Cambrils.
El 1977 es van integrar a l’OEC, tot i que ja abans aquesta organització
era al darrere. Va ser un intent de formar un sindicalisme de base, amb
una dinàmica assembleària, una visió radical, crítica i solidària amb altres
vagues. Partien com a eix fonamental de l’assemblea de fàbrica i després
es coordinaven a través de delegats d’assemblea i de la participació directa
dels treballadors, en contra d’ocupar els càrrecs sindicals des de dins.
De la mateixa manera i amb la mateixa ilosoia, es van crear les Plataformes de Barri; com, per exemple, la que impulsà la vaga d’autobusos
de Bonavista, liderada per gent de les Plataformes. Es formaren diverses
comissions de barri i treballaren dins les associacions de veïns. Per últim
es creà una Plataforma a la Universitat.
També es creà un grup de Treballadors Autònoms Socialistes (TAS),
que s’organitzà en assemblees i publicà la revista El Topo Obrero. Van començar la lluita a l’empresa de camises Seidensticker, el que després serà
la Valmeline.12
La CNT va tenir Comitè Local a Reus ins al 1984, que es va dissoldre,
però va tornar a aparèixer el 1997 durant dos anys ins que una vegada
més va desaparèixer. També a Valls i a les Terres de l’Ebre tingué presència.
12 Entrevista a Josep Sementé Moyà, antic militant de Plataformes Anticapitalistes i de
l’OEC. Tarragona, 11.XII.2007 (AHCT).
348
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
Pel que fa a la CNT a Tarragona, amb la legalització dels sindicats el
1977, es va tornar a formar un petit nucli de persones, la majoria persones
grans com Josep Alomà, supervivents de la guerra civil i la postguerra.
Aquestes persones, amb idees molt encarades al passat, no es van acabar
d’entendre amb la gent jove que va anar arribant, la majoria provinents
de la UGT i de la LC, amb una ideologia propera al trotskisme i a l’anarquisme, però que no havien viscut ni la República, ni la guerra civil, ni els
primers anys del franquisme. Molts d’aquests els van acusar d’intrusisme i
alguns d’ells van ser expulsats. També sorgiren discussions per temes com
el nacionalisme, la celebració de l’11 de Setembre o què fer davant les eleccions municipals.13
A poc a poc la gent gran i els desencantats per les picabaralles internes
i el desenllaç de la Transició van anar abandonant la CNT. El sindicat a
Tarragona tenia llavors entre 70 i 80 ailiats i entre 10 i 20 persones treballant de manera activa, amb la qual cosa decidiren formar el Sindicat
d’Oicis Varis.
El fet que va provocar la quasi desaparició de la CNT va ser el desenllaç de la situació política després del cop d’estat del 23-F. El local va estar
situat durant uns quants anys a la plaça de la Font (abans n’havien tingut
un a l’antic carrer de la Liberación).14
Mentre la CNT a Tarragona es basava en aspectes estrictament sindicals, la CNT de Reus, en no tenir una classe obrera tan clara i deinida, es
va dedicar a temes més socials com les lluites contra el minitransvasament
de l’Ebre, contra l’ampliació del polígon petroquímic i el paper de les multinacionals, contra les mobilitzacions antinuclears, contra l’OTAN, etc.15
Als anys 80 la CNT va tenir un paper molt minoritari dins el món
sindical, es va negar a participar en les eleccions sindicals i a portar lluites
residuals quan algú tenia un conlicte laboral. La CNT també va entrar en
un debat intern entre el sector més anarquista i el més sindicalista. A poc
a poc es va convertir en un petit nucli d’ainitat entre alguns membres de
la FAI i, això, provocà la seva dissolució momentània a inals dels anys 80.
13 Entrevista a Gonzalo Busqué Lorenzo, antic militant de la LC i la CNT. Tarragona,
16.XI.2007 (AHCT).
14 Entrevista a Gonzalo Busquet Lorenzo, cit.
15 Xerrada de Joan Rosich, antic membre de l’Ateneu Llibertari de Reus i sindicalista de la
CGT. Tarragona, 21.XI.2009
349
Marc Suanes Larena
Bibliograia
Alavedra, M., et alii, Memòria de la Transició a Espanya i Catalunya.
Barcelona, Edicions Universitat de Barcelona, 2000.
Ballester, D., Els homes sense nom. L’exili i la clandestinitat de la UGT de
Catalunya (1939-1976). Barcelona, Viena edicions, 2003.
Bladé, A. et alii, Els cartells de la democràcia (1976–2000). El fons de cartells polítics de l’Hemeroteca Caixa Tarragona. Tarragona, Edició Fundació Caixa Tarragona, 2002.
Borrás, J., Sindicalismo español en la encrucijada. Barcelona, Ediciones
Picazo, 1978.
Caldú, P. et alii, Història de Tarragona. Tarragona, Diari de Tarragona,
2009.
Cidur (col.), Movimientos de barrios y Partidos políticos. Madrid, Ediciones Mañana, 1977.
Cisquella, G., et alii, La agonía de la Universidad Franquista. Barcelona,
Ed. Laia, 1976.
CNT, CNT. Confederación Nacional del Trabajo. Barcelona, Ediciones
Avance, 1976.
Comin, A., et alii, Presente y futuro del sindicalismo en Catalunya. SOC,
UGT, CONC, USO. Barcelona, Ed. Laia, 1977.
Diversos Autors, Trabajo y clase obrera hoy. Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 1991.
Duran, R., Contención y transgresión. Las movilizaciones sociales y el Estado en las transiciones española y portuguesa. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2000.
Estivill, J. i De La Hoz, J.M., La cultura de la política dels treballadors a
Catalunya. Estudi sobre les eleccions sindicals (1944-1987). Barcelona,
Fundació Jaume Boill i Edicions la Magrana, 1988.
Heras, P.A., La oposición al franquismo en la comarcas de Tarragona
(1939-1977). Tarragona, El Mèdol, 1991.
Hinojosa, R., El sindicalisme a Catalunya. Una proposta per a un projecte.
Barcelona, Tibidabo Edicions, 1987.
Hosbawn, E., Trabajadores. Estudios de la historia de la clase obrera. Barcelona, Crítica, 1979.
Huertas, J.M., Obrers a Catalunya. Manual d’història del Moviment Obrer
(1840–1975). Barcelona, Col·lecció Clió, ed. L’Avenç, 1982.
350
El moviment opositor polític i obrer durant la Transició a Tarragona
Jarné, A., De l’esperança al desencís. La Transició als Països Catalans. Lleida, Edicions el Jonc, 2006.
Jordá, A., Història de la ciutat de Tarragona. Valls, Cossetània Edicions,
2006.
Llop, J., La industrialització de Tarragona (1957–1971) i les seves circumstàncies. Tarragona, Arola Editors, 2002.
Llovell, F., La Industrialización de Tarragona análisis histórico, promática actual, estrategias de futuro. Tarragona, Asociación Empresarial
Química de Tarragona ,1980.
Ludevid, M., Cuarenta años de sindicato vertical. Aproximación a la Organización Sindical Española. Barcelona, Ed. Laia, 1976.
Mayayo, A. et alii, Memòria de la Transició a Espanya i a Catalunya. Els
joves de la Transició. Barcelona, Edicions de la Universitat de Barcelona, 2003.
Piqué, J., El segle xx a Tarragona. Tarragona, Nou Diari, 1995.
Pont, J. i Iniesta, R., La Utopía Obrera. Historia del movimiento de los
trabajadores españoles. Barcelona, Flor de viento ediciones, 2002.
Pujadas, J. i Bardají, F., Los barrios de Tarragona, Una aproximación Antropológica. Tarragona, Ajuntament de Tarragona, 1987.
Riquer, B. de i Culla, J.B., El Franquisme i la transició democràtica:1939-1988. Barcelona, Edicions 62, 1989.
Ruiz, D. (dir.), Historia de Comisiones Obreras (1958–1988). Madrid, Ed.
Siglo XXI, 1993.
Sanchez Cervelló, J. i Parral, J., La Pobla de Mafumet, 20 anys de progrés (1986–2006). La Pobla de Mafumet, Ajuntament de la Pobla de
Mafumet, 2008.
Sartorius, N., El resurgir del Movimiento Obrero. Barcelona, Ed. Laia,
1975.
Serra Busquets, S. (ed.), Autogovern i democràcia a la mediterrània occidental a inal del segle xx. Eivissa, Res Publica Edicions, 2003.
Silva, J. de, Informe urgente. La historia, el rostro, la ideología y los estatutos de los sindicatos de clase. Esplugas de Llobregat, Ed, Plaza & Janes,
1977.
Solé, R.M. i Bardají, F., Riuclar, moviment i transparència. Tarragona,
Ed. El Mèdol, 1991.
Soto, A., Transición y cambio en España 1975-1996. Madrid, Alianza Editorial, 2005.
UGT, UGT. Unión General de Trabajadores. Barcelona, Ed. Avance, 1976.
351
Marc Suanes Larena
USO, USO (en sus documentos). Union Sindical Obrera (1960–1975). Madrid, Ediciones HOAC, 1976.
Arxius i hemeroteques
Arxiu Històric de Tarragona (AHT)
Arxiu Municipal de la Ciutat de Tarragona (AMCT)
Hemeroteca de la Caixa de Tarragona (HCT)
Biblioteca Hemeroteca Municipal de Tarragona (BHMT)
Biblioteca Pública de Tarragona (BPT)
Premsa, revistes
Butlletí Municipal de Tarragona
Diario Español
Diari de Tarragona
El Punt
La Farola
La Vanguardia
Nou Diari
Nuestros Barrios
Servir al Pueblo. Revista de Movimiento Comunista
Hacer. Revista del Movimiento Comunista
Fonts orals
Entrevista amb Gonzalo Busqué. Tarragona, 16.XI.2007 (AHCT).
Entrevista amb Jordi Tiñena. Tarragona, 5. XI.2007 (AHCT).
Entrevista amb Josep Sanchez. Tarragona, 15.VI.2009 (AHCT).
Entrevista amb José Estrada. Tarragona, 7.II. 2008 (AHCT).
Entrevista amb Pau Gomis. Tarragona, 17.X.2007 (AHCT).
Entrevista amb Pedro Quintero. Tarragona, 17.I.2008 (AHCT).
Entrevista amb Rafael Suanes. Tarragona, 8.X.2007 (AHCT).
Entrevistes amb Toni Sementé. Tarragona, 11.XII.2007 (AHCT).
Xerrada amb Joan Rosich. Tarragona, 21.XI.2009.
352
EL CANVI DE RÈGIM DEL FRANQUISME A LA DEMOCRÀCIA
PARLAMENTÀRIA: TRES ÀMBITS D’ANÀLISI SOBRE
LA «TRANSICIÓ»*
Joel Sans Molas
Universitat Autònoma de Barcelona
joel.sans@gmail.com
Resum
En aquesta comunicació es fa una proposta de conceptualització del procés de canvi polític en diferents àmbits, no tant en l’ànim d’apostar per una
terminologia enfront d’una altra sinó més aviat per intentar articular una
explicació sobre els diferents processos que es van donar per veure’n les
dinàmiques i interrelacions.
Paraules clau
Lluita social; Transició; canvi institucional; democràcia parlamentària;
franquisme
Abstract
he present article puts forward a proposal regarding the conceptualisation
of the process of political change in diferent ambits, not so much out
of a desire to choose one terminology over another but rather to try to
articulate an explanation of the diferent processes that took place and to
identify their dynamics and interrelations.
Key words
Social struggles; Transition;
democracy; Francoism.
institutional
change;
parliamentary
Aquest treball està vinculat al projecte d’investigació: «Las alternativas a la quiebra liberal en
Europa: socialismo, democracia, fascismo y populismo, 1914–1991» (Ministerio de Ciencia
e Innovación, HAR2011- 25749). Al mateix temps, forma part del projecte de tesi doctoral
de l’autor i està inançat pel programa de Formación de Profesorado Universitario (FPU) del
Ministerio de Educación.
*
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 353–374.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Joel Sans Molas
Parlar de la «Transició» és un lloc comú dintre de la historiograia. Tanmateix, com mostren els debats que continua despertant, hi ha una diicultat
important per precisar exactament quin contingut es dóna a aquest concepte i quin arc cronològic abraça. En aquesta comunicació intentaré fer
una proposta de conceptualització del procés de canvi polític en diferents
àmbits, no tant en l’ànim d’apostar per una terminologia enfront d’una
altra sinó més aviat per intentar articular una explicació sobre els diferents
processos que es van donar per veure’n les dinàmiques i interrelacions.
Dintre de les motivacions d’aquesta proposta es troba estrènyer l’encaix
interpretatiu entre la dinàmica de mobilització social —que considero
que té una importància motriu— i el procés de canvi institucional —que
afecta, al seu torn, la lluita social. La relació entre aquests dos elements
desperta, també, desencontres entre les expectatives de canvi en el si dels
moviments socials i el canvi institucional que es du, inalment, a terme. Es
tracta d’una proposta que faig essent conscient que no és possible desenvolupar un marc analític que descrigui perfectament, en la seva globalitat i
complexitat, els fenòmens històrics. I aquesta proposta segurament adduirà diversos problemes, però la duc a terme per intentar realçar alguns trets
interpretatius del canvi polític que es va viure fa quatre dècades.
El concepte de «transició», tal com s’ha utilitzat sovint en la historiograia, ha presentat diverses problemàtiques. En primer lloc, sovint s’ha
entès la Transició com a període històric autònom. Tanmateix, presenta
diicultats donar entitat de «període» o d’esdeveniment històric a la Transició perquè és un concepte que indica un «procés», un moment curt de
canvi entre un estat i un altre en el qual prima la transformació per sobre
els elements d’estabilitat. Per una banda, això ha provocat la tendència a
associar entre si tot un seguit d’elements —socials, polítics, institucionals i
culturals— per donar substància a la Transició. Per l’altra, la consideració
de període històric provoca una cronologia de contorns àmplia que aniria
sovint des de la mort de Franco —o encara abans— ins a principis dels
anys 80 —o ins a l’entrada a la Comunitat Econòmica Europea, el 1986.
Amb aquestes dates es tendeix a suavitzar el peril del règim franquista en
els seus últims moments amb el primer govern de la monarquia, en ser
un règim ja «en transició». Contràriament, no considero que amb la mort
de Franco es produeixi una desnaturalització del règim en una direcció
democràtica, sinó que aquest es manté i pugna per sobreviure, enmig de
les contradiccions.
354
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
Aquest punt està relacionat amb una altra consideració freqüent en la
historiograia, que ha estat donar sentit a la Transició des del lloc d’arribada (la democràcia parlamentària) i, des d’aquest inal, construir el relat
històric.1 Aquesta visió ha caracteritzat el canvi polític com un procés lineal i teleològic, amb la qual cosa s’ha donat sovint una motivació democràtica clara als sectors del règim que van dirigir el procés de canvi institucional. Això està relacionat amb un problema propi de la historiograia
que és la tendència —psicològica, podríem dir, ins i tot— a associar la
progressió cronològica dels esdeveniments històrics a relacions de causaefecte. Òbviament les causes sempre precedeixen els efectes, però no sempre un fet actua com a causa dels fets immediatament següents. A vegades
es produeixen esdeveniments sense els quals no es podrien produir els
posteriors, però sense que aquest esdeveniment s’estigués realitzant amb la
intenció de produir-los; és a dir, esdeveniments que generen un nou escenari i, per tant, «permeten» nous desenvolupaments, sense «provocar-los»
directament. Si en la investigació històrica és difícil combatre aquesta fàcil
associació, el concepte de «transició» encara diiculta més la tasca, ja que
en aparèixer el procés transitiu com una unitat, aquell moment cronològic on situes el seu inici, automàticament passa a estar connectat amb el
inal. En aquest sentit, Xavier Domènech ha alertat de la diicultat d’usar
el concepte de «transició» en la ciència història, pels problemes heurístics
que comporta: «La línea transitiva, deinida no por su principio, ni por
su evolución, sino por su inal, viene a indicar que ella ya estaba allí previamente, que travesó todo el período y que, inalmente, llegó al período
ulterior como no podía ser de otra forma.»2 En el cas que ens ocupa, usar
el concepte «transició» comporta el risc d’associar el resultat inal, la democràcia, als fets que es van produir a l’inici del procés.
Una nova problemàtica és que en ser un procés, és molt difícil deinir quan comença i acaba «exactament»; tots els processos tenen contorns
amplis. I això, en el cas de la Transició espanyola, que no té un caràcter
nítid de ruptura, sinó que hi ha un procés de transformació o reconversió
de l’elit política procedent del franquisme i una convergència i moderació
de l’oposició, relativament ràpida a partir del 1976, però al mateix temps
gradual, encara fa més difícil assenyalar uns punts clars. I relacionat amb
1 Domènech, Xavier : «El cambio político desde abajo (1962–1976). Una perspectiva teórica
y metodológica», Historia del presente, núm. 1, 2002. Disponible en línia a: <http://www.
espai-marx.net/ca?id=206#_tnref96> [Consulta feta: 22/05/2013].
2 Domènech, Xavier (2002): «El cambio político desde abajo (1962–1976)…», pàg. 5.
355
Joel Sans Molas
aquest aspecte, la condensació de diferents elements al voltant del període de canvi institucional ha diicultat realitzar una diferenciació entre els
factors que van empènyer i possibilitar el canvi polític, molts d’ells de llarg
recorregut.
La necessitat de tenir en compte els factors que provoquen el canvi
de règim i donar pes justament a la mobilització ha provocat, de manera
encertada, ampliar el marc cronològic. Però, a vegades, això s’ha concretat
amb formulacions que posen el començament de la Transició en els anys
60 o a principis dels anys 70. Per exemple, Pelai Pagès situava l’inici de la
Transició no en el moment de la mort de Franco, sinó que «s’havia encetat
un temps abans, a partir del moment en què va començar a quedar palès
que el règim franquista havia manifestat símptomes d’una crisi que s’evidenciava com a irreversible».3 Estant d’acord que per entendre el canvi
polític s’ha d’abraçar una cronologia àmplia i s’han de mirar tots els factors
previs a la mort del dictador, usar la paraula «transició» per fer-ho ens
condueix –encara que no sigui la intenció– a una sèrie de problemes conceptuals: la tendència a difuminar la frontera entre causes i conseqüències, a rebaixar la naturalesa del franquisme (que es va mantenir almenys
durant el 1976) i a desdibuixar el moment de transformació institucional
pròpiament (de temps curt). Començar a pensar en diferents arcs temporals ha estat un avenç historiogràic per aprofundir en el procés de canvi.
Com sintetitzava Ivan Bordetas, s’ha plantejat «el establecimiento de varios tiempos en el proceso de cambio político: un tiempo largo protagonizado por la sociedad movilizada y antagonista que cubriría desde los años
sesenta a mediados de 1976, momento en el que se inicia el tiempo corto
del cambio político strictu sensu, el periodo en sí de la transición».4 Al mateix temps, dins d’aquesta línia d’aproximació s’ha començat a privilegiar
el concepte de «canvi polític» respecte al de «transició».
En aquesta comunicació es presentarà una visió del canvi de règim
com un procés més que com un període. D’altra banda, atès que el procés
de canvi del franquisme a la democràcia parlamentària té múltiples dimensions simultànies, però amb cronologies i continguts diferents, considero útil usar, principalment, la paraula «canvi» i adjectivar-la per poder
precisar els diferents àmbits. La paraula «transició» la podríem reservar
3 Pagès, Pelai (2005): La transició democràtica als Països Catalans. València, Universitat de
València, pàg. 10.
4 Bordetas, Ivan (2012): Nosotros somos los que hemos hecho esta ciudad. Autoorganización
y movilización vecinal durante el tardofranquismo y el proceso de cambio político.
356
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
no per indicar un procés històric sinó per la manera especíica com es fa el
canvi polític, d’una manera gradual, amb elements de continuïtat en l’entreacte entre dos règims; és a dir, podríem situar el concepte de «transició»
dins del camp del tipus de procediment del canvi –com podrien ser, d’altra
banda, una ruptura o revolució– i no com a esdeveniment històric.
Entre els múltiples aspectes del canvi veiem ritmes diferents. Tenim
una mobilització social que va forçar la transformació de règim que va
començar als anys 60. El procés de contactes i negociacions polítiques per
allò que es va anomenar en el seu moment «ruptura pactada» va tenir
lloc ja des dels inicis del 1976. En canvi, el procés de transformació institucional que portaria a unes eleccions i a una democràcia parlamentària
començaria uns mesos després, a partir del nou Govern d’Adolfo Suárez.
Per poder casar aquests elements i poder precisar millor una cronologia
del procés de canvi, proposo, sintèticament, distingir tres àmbits: el de la
mobilització social, l’institucional i el de l’articulació política del canvi.
El primer àmbit fa referència a l’arc extens de mobilització social des
de baix, que seria motor i conformador en bona mesura del procés de canvi polític. Aquest arc abraçaria des de principis dels anys 60 (amb l’ascens
de la protesta obrera i l’emergència de les CCOO) ins a inals dels anys 70
i tindria una última etapa de gran densitat en la mobilització —especialment amb relació a vagues i mobilització veïnal—, que s’iniciaria després
de la mort de Franco, el 1975, i arribaria ins al 1979.
La conlictivitat social va esperonar la crisi de la dictadura. De fet,
moviment obrer i règim van anar incidint l’un sobre l’altre.5 El règim va
intentar canalitzar i disminuir l’impacte de les vagues amb canvis en les
relacions laborals, que van donar lloc a nous patrons de mobilització obrera i que, ins i tot, van ser aproitats per l’oposició favorablement, com la
introducció de les eleccions sindicals. Tot això va conduir que, a inicis dels
anys 70, el règim es trobés sense eines polítiques per fer front a l’ascens
de la protesta, que, al seu torn, contribuïa a la seva pèrdua d’hegemonia
i al fet que l’espai de desafecció s’anés ampliant més enllà dels mateixos
activistes. La resposta del règim, amb una intensiicació de la repressió
a principis dels anys 70, tanmateix, no va funcionar ja que eixamplava el
teixit social afectat per les actuacions policials i comportava l’ascens de
5 Vegeu: Domènech, Xavier (2012): Cambio político y movimiento obrero bajo el franquismo.
Lucha de clases, dictadura y democracia (1939–1977). Barcelona, Icaria.
357
Joel Sans Molas
la contestació, un augment del cost polític i la deslegitimació del règim.6
Un informe de l’ambaixada francesa del 7 de desembre del 1973 constatava signiicativament un enduriment de l’autoritarisme del règim que,
tanmateix, no reforçava la cohesió, de manera que: «psicológicamente, el
post-franquismo ha empezado y detrás de la rígida fachada unitaria del
sistema se detectan las divergencias sobre la orientación política a tomar
en el futuro».7 La desaparició de Carrero Blanco pocs dies després de la
redacció d’aquest informe abocava el règim a una crisi política, sense un
projecte polític clar i amb un augment de les issures sobre com s’havia
d’actuar per tal de revertir la forta pèrdua de suports. L’any següent es van
començar a plantejar propostes de reformes (mínimes), com el Decret llei
d’associacions polítiques del desembre, que permetia, per primera vegada, la legalització de grups polítics diferents al Movimiento, sempre que
declaressin idelitat als principis del Movimiento i a les lleis fonamentals.
La mort de Franco va obrir una expectativa en l’oposició; era possible
acabar amb el règim. La mobilització obrera va tenir un enorme creixement, amb un caràcter ofensiu, en un moviment obrer que tenia entre
els seus objectius les llibertats polítiques i sindicals i la i del franquisme.
Especialment destacada és l’explosió de vagues entre gener i març del 1976
(en aquests mesos pràcticament es duplica la suma del nombre de jornades de vaga dels dos anys anteriors)8 d’una intensitat enorme en diverses
zones de l’Estat, que va tenir un paper crucial en fer esgotar i caure el
Govern d’Arias Navarro, en mostrar a sectors de la classe dirigent el perill
d’una radicalització de les lluites i d’una inestabilització major que amenaçava el mateix marc institucional, si aquest es mantenia. D’altra banda,
la mobilització del moviment veïnal desbordava en moltes ciutats les autoritats locals franquistes. A això, cal sumar-hi una crisi econòmica que
apareixia descontrolada i unes concessions laborals del Govern d’Arias
Navarro, davant la pressió del moviment obrer, que van indignar la patronal. Tot plegat forçaria un canvi de govern el juliol, que ara seria presidit
per Adolfo Suárez. La conlictivitat social, si bé patiria una petita baixada,
6 Com s’analitza abastament a: Casanellas, Pau (2014): Morir matando. El franquismo ante
la práctica armada, 1968-1977. Madrid, Catarata.
7 Citat a: Casanellas, Pau (2014): Morir matando…, pàg. 135.
8 Dades a partir de: Molinero, Carme; Ysàs, Pere (1998): Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conlictividad laboral en la España franquista. Madrid, Siglo
XXI, pàg. 96 i Soto, Álvaro (1996): «Conlictividad social y transición sindical», a Tusell,
Javier; Soto, Álvaro (ed.): Historia de la transición. 1975–1986. Madrid, Alianza, pàg. 379.
358
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
mantindria el pols amb el Govern i durant els primers mesos del 1977 serien constants en les vagues les reivindicacions d’amnistia política i laboral
i de llibertats polítiques i sindicals.
Després de les eleccions del juny del 1977, amb una democràcia parlamentària en formació i els Pactes de la Moncloa de la tardor, la mobilització obrera va entrar en un segon moment que arriba ins al 1979.
La mobilització serà encara intensa i, de fet, el 1979 serà l’any pic en el
nombre de jornades de vaga de tot el període 1975-79, però passa a adoptar un caràcter més defensiu i de reivindicacions laborals i econòmiques
(enfront de les demandes polítiques que hi havia hagut anteriorment), i a
veure’s afectada pel nou marc que s’està institucionalitzant i per la política
del consens, en la qual participen el PSOE i el PCE.
Canvi institucional
La mobilització social, que es va anar traslladant a principis dels anys 70
en una crisi de règim i que va amenaçar la mateixa continuïtat, ens porta al segon àmbit, el del canvi institucional. Aquest canvi, conduït des de
dalt, el podríem acotar en un moment més delimitat cronològicament, el
moment de pas en què la institucionalitat existent no és pròpiament la del
règim franquista ni tampoc la de la democràcia parlamentària. Una bona
acotació cronològica pot ser la que proposa Ismael Saz: «entendiendo la
Transición como el pasaje de un régimen dictatorial a una democracia
parlamentario, parecería claro que tal proceso es, en su esencia, político y
con unos límites cronológicos bien precisos (que aquí ijaremos […] entre
julio de 1976 y diciembre de 1978)».9 Les dues dates podrien moure’s una
mica. Per exemple, sobre la primera, el nou Govern de Suárez del juliol
del 1976 va realitzar una amnistia i iniciar converses amb l’oposició ben
aviat, però no va començar a fer canvis institucional rellevants ins a la Llei
per a la reforma política, a la tardor del 1976, que podria ser un moment
d’inici més clar. I la segona es podria allargar una mica per anar més enllà
de l’aprovació de la Constitució, amb les noves eleccions generals del 1979
i les primeres eleccions municipals, que suposaran el reemplaçament dels
consistoris franquistes. Però, en deinitiva, ens estem movent en un interval temporal reduït. Emmarcar el canvi institucional dins d’aquest període
9 Saz, Ismael (2011): «Y la sociedad marcó el camino. O sobre el triunfo de la democracia en
España (1969-1978)», a Quirosa, Rafael (ed.): La sociedad española en la Transición. Los movimientos sociales en el proceso democratizador. Madrid, Biblioteca Nueva, 2011, pàg. 29-30.
359
Joel Sans Molas
(del 1976 al 1978-79) no treu que hi hagi alguns residus del sistema polític
franquista que es mantinguin molt de temps, però sí que signiica que el
gruix del nou marc es basa en els mecanismes de la democràcia parlamentària.
És difícil situar l’inici del canvi institucional abans del Govern de
Suárez. Des del 1974 el règim estava intentant dur a terme mesures de
reforma com el mencionat Decret llei d’associacions polítiques, però es
va mantenir en uns estrictes límits davant la pressió dels sectors ultres.
Després de la mort de Franco, el primer Govern de la monarquia d’Arias
Navarro va cedir durant la primavera del 1976 en algunes qüestions socials davant la pressió obrera (una Llei de relacions laborals que suposava
un avenç i una pujada en el salari mínim) i també va permetre algunes
expressions polítiques, com la celebració del congrés d’UGT. Però aquestes concessions es feien en un règim ancorat en els principis del Movimiento i situat a la defensiva. Podia usar una tolerància selectiva per dividir
l’oposició, però no fer canvis legals i públics. Suárez, en canvi, iniciaria
mesures majors de reforma política i institucional, que signiicaven canvis
qualitatius respecte als governs franquistes anteriors, com l’amnistia del
juliol del 1976 (si bé de caràcter limitat), la intensiicació dels contactes
amb l’oposició i la mateixa Llei per a la reforma política. Ara bé, ¿ins a
quin punt Suárez volia anar a una democràcia parlamentària homologable
a escala europea i desmantellar les principals estructures franquistes? I,
¿a partir de quin moment prendria aquesta orientació? Plantejar aquesta
qüestió no és fútil, ja que correm el risc que s’associï —com dèiem— el
punt en què situem l’inici del canvi institucional al resultat, la democràcia
parlamentària, i atorgar a Suárez i al rei una voluntat democràtica d’inici.
En aquest sentit, cal tenir en compte que durant els mesos anteriors el
rei no havia tingut discrepàncies amb el projecte polític d’Arias Navarro
de manteniment del règim franquista sense canvis substancials.10 I que
Suárez —l’últim secretari general del Movimiento—, durant la primera
meitat del 1976, s’havia oposat al projecte de reforma de Manuel Fraga
per anar massa enllà, un projecte que plantejava —sempre sense superar
las lleis fonamentals— un sistema bicameral, amb un congrés escollit per
sufragi universal al costat d’un senat corporatiu, i ampliar la participació
de les forces polítiques dintre d’unes restriccions. Suárez va contraposar a
10 Sobre l’adhesió del rei al franquisme i al primer Govern de la monarquia, vegeu: Gallego,
Ferran, (2008): El mito de la transición. La crisis del franquismo y los orígenes de la democracia
(1973–1977). Barcelona, Crítica, pàg. 209-267.
360
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
aquesta proposta un model en què les corts fossin corporatives i el sufragi
universal estigués reservat només a un dels tres terços, el familiar. Va ser
amb l’entrada en el Govern el juliol quan Suárez va fer seus els plans reformistes de Fraga, ara que havia quedat descavalcat de poder.11
A partir d’aquests precedents, si situo amb el segon Govern de la monarquia l’inici del canvi institucional, no és per donar un caràcter democràtic a Suárez, que no el tenia, sinó per marcar l’entrada en escena d’una
actuació institucional que va provocar un canvi d’escenari que «permetrà»
el desmantellament progressiu del franquisme. Això està lluny de signiicar que el nou Govern de Suárez tingués un projecte democràtic clarament planiicat que aniria aplicant pas a pas. Com argumenta críticament
Ferran Gallego, entre els elements anacrònics en la visió teleològica de la
Transició cal destacar:
[…] la pretesa existència de projectes de democratització que van inspirar les
mútues concessions a favor d’un bé general […]. Cap de les forces presents
tenia un full de ruta que correspongués amb el que va esdevenir després, sinó
que l’origen de les institucions democràtiques es troba en un procés profundament conlictiu, provocat per la necessitat de controlar el ritme dels esdeveniments per part de tots els subjectes en lliça.12
Durant la segona meitat del 1976 Adolfo Suárez manté el franquisme, es mou dintre d’un projecte de «reforma» del règim, no de «canvi
de» règim.13 La inconcreció de les reformes legals (tant els canvis del 14
de juliol en el codi penal com en la Llei de la reforma política, que no
explicitava si les noves corts electes serien constituents) i el plantejament
de mantenir fora la llei tot un seguit de grups polítics indiquen les limitacions del projecte «confrontado con los estándares de las democracias
parlamentarias».14 Ara bé, els diferents canvis institucionals van iniciar
11 Río, Miguel Á. del, (2013): «De la extrema derecha neofranquista a la derecha conservadora: los orígenes de Alianza Popular (1973–1979)». Tesis doctoral, Universitat Autònoma
de Barcelona, pàg. 226–229 i Río, Miguel Á. del: «La extrema derecha neofranquista a inicios
del postfranquismo», HMiC, núm. 9, 2011. Disponible a: <http://www.raco.cat/index.php/
HMIC/article/viewFile/245031/328186>(entrada 15/09/2014). pp. 94-96.
12 Gallego, Ferran: «La genealogia de la transició política espanyola (1973-1977)», Segle
XXI, núm. 9, 2009, pàg. 124.
13 Ysàs, Pere: «Ni modèlica ni immodèlica. La transició des de la historiografía», Franquisme & Transició, núm. 1, 2003, pàg. 273-208.
14 Escribano, Daniel; Casanellas, Pau: «La precipitación del cambio político (1974–
1977). Una mirada desde el País Vasco», Historia Social, núm. 73 (2012), pàg. 115-116.
361
Joel Sans Molas
un camí incert que, en el context de crisi de règim i mobilització social
—especialment de gran intensitat a Euskadi— per aconseguir credibilitat
i guanyar l’oposició al projecte, necessitava de la convocatòria «d’eleccions
amb certes garanties», amb la qual cosa s’obria les portes a un canvi gradual del sistema polític, sense un trencament institucional. Es tractava d’una
proposta moderada de canvi d’ordenació que canalitzaria el nou partit
«basado en el control absoluto del proceso del cambio».15 Fets com la Llei
per la reforma política, el referèndum del desembre del 1976, les contínues
negociacions amb l’oposició, les promeses de democràcia parlamentària,
els canvis de llenguatge —ara parlant de «sobirania popular», «eleccions
lliures» i «partits polítics»— són un salt respecte tots els anteriors projectes reformistes franquistes. Suárez va iniciar, així, un joc del qual va esdevenir presoner: per tenir credibilitat i conservar la iniciativa política, va
haver de generar avenços d’acord amb el discurs que venia públicament,
i això, en la dinàmica de crisi política i mobilització, el va acabar portant
més enllà del que projectava inicialment. Per estar al centre d’una situació
en què els moviments i les diferents forces estiraven endavant no es podia quedar al mateix lloc. El marge de maniobra que adquireix Suárez es
produeix perquè es mou en el pla polític en direcció a les reclamacions de
democratització, si bé, al mateix temps, en el pla social atacava les condicions laborals, amb el paquet de mesures econòmiques de l’octubre del 1976,
per guanyar-se la coniança dels sectors empresarials.
No serà ins a la primavera del 1977 quan comencen a haver-hi els
majors canvis institucionals; ara sí que s’inicia una gradual desnaturalització del franquisme: la dissolució del Movimiento, la legalització de partits
polítics i la convocatòria d’eleccions parlamentàries. Tot i així, aquestes
actuacions es fan mentre es mantenen la resta d’estructures de poder franquistes i, ins i tot, s’aplica la força repressiva amb major intensitat que en
períodes previs, amb un «semiestat d’excepció» amb rècords de detencions, i amb unes eleccions parlamentàries en què una part dels partits de
l’oposició no es pot presentar obertament (els republicans i l’esquerra radical). A més, els mitjans de comunicació continuen a mans dels franquistes,
majoritàriament; entre ells, la televisió (de gran importància) i l’exercici
del vot, que està envoltat de nombroses irregularitats.16 Tot i així, els resul15 Río, Miguel Á. del: «La extrema derecha neofranquista a inicios del postfranquismo»,
HMiC, núm. 9, 2011, pàg. 101.
16 Mayayo, Andreu (2002): La ruptura catalana. Les eleccions del 15-J del 1977. CatarrojaBarcelona, Afers, pàg. 142–155.
362
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
tats són una derrota (relativa) per les forces que provenen del franquisme,
UCD i AP; i, per tant, forcen a obrir un període constituent i d’institucionalització de la democràcia.
En aquest canvi institucional es durà a terme una ruptura jurídica amb
el franquisme, però sense que es produeixin buits de poder. Les transformacions polítiques es fan des de sectors del mateix Estat. Les limitacions
del canvi que es va dur a terme proven que no hi ha una nova institucionalitat que sorgeixi de l’oposició ni un govern provisional intermedi extern al
franquisme que piloti el canvi.
Dintre del canvi institucional és entre el juliol del 1976 i ins als Pactes
de la Moncloa de l’octubre del 1977 el període en què estava més obert el
terreny de transformació i en què múltiples camins eren possibles. Després de les primeres eleccions hi ha una intensiicació del canvi institucional, però dins ja d’uns motlles: el del balanç de forces entre els diferents
partits a les corts i el dels Pactes de la Moncloa, que inauguren una política
de consens entre la majoria de partits polítics que estabilitza, en bona mesura, la situació. Amb l’aprovació de la Constitució i les eleccions generals
i municipals del 1979, s’acaben de delimitar els marges d’allò possible, si
bé hi ha alguns aspectes que continuen oberts i no s’ha realitzat una institucionalització plena (per exemple, es mantenen les cambres agràries
franquistes i, als empleats públics, se’ls posterguen les eleccions sindicals
ins al 1987).
Transició negociada
I el tercer àmbit, que es relaciona amb els altres dos de la mobilització i el
canvi institucional, és el del procés polític concret, que inclou les negociacions entre igures de l’oposició i del règim. Es tracta d’un procés que
podríem qualiicar de «transició negociada», la manera com es fabrica el
canvi polític i institucional. Si el «canvi institucional» es va obrir a partir
del Govern Suárez, la «transició negociada» tindria una gestació prèvia
a partir de contactes durant els mesos anteriors entre forces de l’oposició
antifranquista i igures destacades del règim franquista.
Aquests contactes s’havien produït ja des dels moments de crisi del
franquisme, però van augmentar a partir de la mort de Franco. La desaparició del dictador, com dèiem abans, va esperonar l’oposició i va obrir unes
expectatives de canvi en una bona part de la població. La paraula «transició» va començar a ser una paraula molt utilitzada per tots els sectors
363
Joel Sans Molas
de l’esquerra (des de revistes progressistes ins a publicacions clandestines
de l’esquerra revolucionària). Si bé el franquisme va intentar sobreviure
tancant-se sobre ell mateix, el moment del «canvi polític» era ja palpable.
D’aquesta manera, la tensió de la mobilització per la ruptura, de la psicologia del moment de transició, té una gènesi prèvia i empeny el moment
del canvi institucional.
Bona part de l’oposició s’aglutina el març en l’organisme unitari de la
Coordinación Democrática i els contactes, encara puntuals, amb algunes
igures del règim es van succeint ja durant els primers mesos del 1976.
Fraga, com a ministre de Governació, va mantenir entrevistes amb una
bona part dels líders de l’oposició, com Tierno Galván, Rodolfo Llopis,
Felipe González, Gil Robles, Joaquín Ruiz-Giménez, Jordi Pujol, Heribert
Barrera i Josep Pallach, entre d’altres.17 Les memòries del governador civil
de Barcelona, Sánchez Terán,18 són un bon exemple d’aquestes prospeccions per part de sectors del règim que són conscients de la necessitat de fer
reformes que puguin neutralitzar i dividir la creixent oposició.
A partir del nou Govern de Suárez la dinàmica de «transició negociada» es multiplica amb reunions amb l’oposició d’un caràcter més formal,
i ins i tot públic. En els primers mesos del 1977 el procés de negociació
portarà que el Govern de Suárez faci un seguit de concessions de cara a
les eleccions —determinades garanties i la legalització del Partit Comunista— i que la majoria de l’oposició doni la seva acceptació —i, per tant,
legitimació— als comicis. El procés de negociació i acceptació entre parts
preigurarà la lògica del consens després de les eleccions, que es visualitzarà ràpidament tant en la composició de la ponència constitucional com
en els Pactes de la Moncloa. La negociació no necessàriament implica un
acord formal i públic entre oposició i forces del règim. En el cas espanyol
és una «transició negociada» en què la iniciativa roman a mans, fonamentalment, del Govern de Suárez i la relació amb l’oposició és de tanteig,
cessió parcial, per part del Govern, i consentiment, per part de l’oposició.
El sociòleg Colin Barker ha descrit aquest tipus de transformació sota
el concepte de «transició negociada», un procés que requeriria:
17 Río, Miguel Á. del: «La extrema derecha neofranquista a inicios del postfranquismo»,
HMiC, núm. 9, 2011, pàg. 94 i Molinero, Carme; Ysàs, Pere, (2010): Els anys del PSUC. El
partit de l’antifranquisme (1956–1981). Barcelona, L’Avenç, pàg. 200.
18 Sánchez-Terán, Salvador (1988): De Franco a la Generalitat. Barcelona, Planeta, pàg.
115–120.
364
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
On the ruling class side, sections of the «old regime» must see the writing
on the wall, and be prepared to abandon their previous power monopoly.
More important, on the side of the opposition, «moderate» leaders must be
found who will work to contain the activity of their own supporters within
«safe limits» and to guarantee the safety, and oten the continued wealth and
security, of at least most of the old regime’s cadres. In this way, the «risks» of
popular revolution may be reduced, and openings can be created for at least
the more far-seeing of the old regime to achieve satisfactory «safe landings»
when regime change occurs. […] A «negotiated transition» requires both a
«reforming» wing within the ruling class and a dominant «reformist wing»
within the opposition. he reformist opposition leaders must work to
contain popular demands and organisations, by a mixture of co-optation and
demagogy, and by excluding dissenting voices.19
Crec que a, grans trets, aquest tipus de deinició encaixa amb el caire
polític del canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària.
La dinàmica de la negociació política va anar comportant una disminució
de la importància de la mobilització i una contenció, per part de l’esquerra.
Per posar un exemple, el 20 de març del 1976, disset dies després dels fets
de Vitòria, el PCE va proclamar en un manifest la idea de la «ruptura democrática pactada»,20 una formulació contradictòria que servia per encobrir la idea de la reforma pactada21 i que ja indicava la voluntat que el canvi
polític es dugués a terme a través d’una negociació amb el règim. Aquest
ajustament del discurs es produeix just després de la majoria de lluites que
s’havien viscut ins al moment i, per tant, fa palesa la voluntat d’evitar una
dinàmica radicalitzada de la mobilització que trenqués el marc en què el
partit es movia.
Dos mesos després Coordinación Democrática deixava fora la referència a l’Acción Democrática Nacional (ADN) que havia de fer caure
la dictadura. El manteniment de la política d’aliances per evitar un aïllament del partit era un element fonamental per part del PSUC i del PCE.
El PSUC argumentava, en una reunió de l’11 de maig, aquest abandó de
19 Barker, Colin: «Twenty ive years of revolution», International Socialism, núm. 135,
estiu 2012. Disponible a: <http://www.isj.org.uk/index.php4?id=827&issue=135> [entrada
04/09/2014]
20 Molinero, Carme; Ysàs, Pere (2010): Els anys del PSUC…, pàg. 196.
21 Fontana, Josep: «Los comunistas en el inal de la dictadura», a Bueno, Manuel; Gálvez,
Sergio (ed.), (2009): Memoria, identidad e historia social. Madrid, FIM-Atrapasueños, pàg.
408.
365
Joel Sans Molas
l’ADN així: «para que fructiique [la ruptura] hace falta incorporar la derecha y el centro y no podemos hacer la ADN [Acción Democrática Nacional] con la colaboración entusiasta de la derecha y el centro, pero lo
tenemos que hacer con la derecha y el centro».22 La voluntat del PCE (i
del PSUC) d’una unitat el màxim d’àmplia de les forces antifranquistes
portava a l’aliança amb forces de centre-dreta i dreta que s’oposaven al
moviment vaguístic. D’aquesta manera, el mètode de lluita i pressió (la
vaga general) es contradeia amb l’essència de la unitat antifranquista, interclassista, que plantejaven.
El fet que el PSUC no plantegés una extensió del moviment vaguístic,
amb la idea de reservar forces i de no buscar el derrocament del règim,
sinó amb la voluntat de pressionar cap als sectors polítics moderats, comportava una certa contenció i reducció dels esforços posats a aconseguir
una generalització i una conluència de les vagues, la qual cosa va contribuir a limitar-ne el potencial. Aquest partit es va adequar a la dinàmica
creixent de negociacions, a adoptar un paper responsable que preigurés
el seu rol durant la democràcia. Com bé escriu Rubén Vega sobre el PCE:
«Las cautelas acerca de una posible deriva radical que escape al control y la
disposición a colaborar en las medidas para afrontar la crisis económica a
cambio de contrapartidas políticas que abran paso a un marco democrático no son algo sobrevenido en el curso de la Transición.»23
Després de les eleccions el consens entre forces polítiques també actua
en el mateix sentit de canalitzar la mobilització. L’acceptació dels Pactes
de la Moncloa –que incloïen una rebaixa dels salaris reals– per part del
PCE i el PSOE va portar a ambdós partits traslladar aquests acords a les
direccions dels seus sindicats d’inluència, les quals van haver de fer acatar la decisió a les seves bases. Com diu Treglia: «el precio a pagar por el
PCE por su participación fue hacer que CCOO convenciera a los trabajadores de la necesidad de perder poder adquisitivo, evitando huelgas y
manifestaciones».24
Finalment, una altra de les característiques de la «transició negociada» que plantejava Baker, «to guarantee the safety, and oten the continued
22 Citat a: Domènech, Xavier (2012): Cambio político y movimiento obrero…, pàg. 231.
23 Citat a: Vega, Rubén: «Las fuerzas del trabajo: los comunistas en el movimiento obrero
durante el franquismo», a Bueno, Manuel; Gálvez, Sergio (ed.), (2009): Memoria, identidad
e historia social. Madrid: FIM-Atrapasueños, pàg. 361.
24 Treglia, Emilio (2012): Fuera de las catacumbas. La política del PCE y el movimiento
obrero. Madrid, Eneida. pàg. 364.
366
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
wealth and security, of at least most of the old regime’s cadres» la trobem
en la manca de depuració dels òrgans estatals i en la Llei d’amnistia de
l’octubre del 1977, que si bé va alliberar els presos polítics (excepte els homosexuals, que van tardar dos anys més), al mateix temps atorgava immunitat als franquistes i als seus crims.
Dissonàncies entre la mobilització i el canvi institucional
Per acabar, analitzarem la relació entre les expectatives i voluntats presents
en les lluites socials i la transició institucional que es va produir, el que ens
porta a la qüestió dels límits del canvi. Si bé els moviments socials van ser
forces motrius fonamentals de l’erosió del franquisme i van provocar que
cada cop més sectors del règim veiessin la necessitat de fer una reformulació del sistema polític, per tal de mantenir els interessos essencials dels
poders fàctics; d’altra banda, l’articulació del canvi polític i institucional
va ser protagonitzada per les direccions dels partits polítics conjuntament
amb els sectors reformistes del règim. Fruit que el procés de canvi es dugués a terme a partir del mecanisme de «transició negociada» entre elits polítiques s’ha tendit —encara que cada vegada en menor mesura, almenys
en la historiograia— tant a reduir la importància de les lluites socials en
la conformació del canvi que es va produir com a certiicar que la transició
que hi va haver va ser l’única possible.
Una de les idees que crec important de plantejar és que els límits del
canvi institucional,si bé no es poden desvincular de l’abast de la conlictivitat, també han de tenir en compte l’actuació de les direccions polítiques
dels principals partits antifranquistes, en un doble sentit: en primer lloc,
en la seva participació en el procés de «transició negociada», acceptant
gradualment els contorns del canvi institucional que s’estava produint, i,
en segon lloc, canalitzant i mitigant la lluita social, que era el motor que
forçava els avenços. És a dir, parteixo de la consideració que la relació
entre la mobilització social i el canvi institucional no és directa sinó mitjançada en bona part per les organitzacions polítiques d’esquerres.
Ismael Saz enfront la idea de la transició pilotada per les elits, comenta
que la «sociedad marcó el camino»:
Lo que vale también para la otra perspectiva crítica aludida, aquella que responsabiliza a las élites, ahora de la oposición, de no haber movilizado, no
haberlo hecho suicientemente, o haber frenado, cuando no traicionado, las
dinámicas de la movilización popular. Estas élites pudieron cometer, y de he-
367
Joel Sans Molas
cho cometieron, muchos errores, pero no, desde luego, ése: intentaron movilizar hasta donde pudieron, o, mejor dicho, hasta donde la sociedad quiso y
dispuso.25
Es tracta d’una interpretació que té com a valor situar el procés d’assoliment de la democràcia en la mateixa societat. Ara bé, una de les conclusions que se n’extreu és que la societat va marcar tant la disconformitat
amb el «continuismo pseudo-democrático postfranquista» com l’assumpció d’una «transición efectiva a la democracia pero sin traumas —y sin
miedos». És a dir, la transició que es va fer era l’única possible, perquè va
ser l’única que obeïa als desitjos i a les voluntats de la societat en aquell
moment. Un dels problemes d’aquesta relexió, a banda de la qüestió de la
contenció per part de les forces polítiques, que ja havia apuntat en l’apartat
anterior, és la personiicació del concepte de societat. Tanmateix, la societat no és un ens que actuï homogèniament sinó que està formada per una
pluralitat de col·lectius, subjectes i classes socials, amb diferents voluntats
i concepcions. Com diu Xavier Domènech, s’ha d’anar en compte de no
prendre la transició que es va viure com el camí únic que podia seguir la
i del franquisme. L’habitual legitimació de la Transició («modèlica») s’ha
realitzat des dels que en van sortir beneiciats, per legitimar les noves institucions de la democràcia liberal que la van seguir.26 Òbviament la forma
que va adoptar el canvi institucional va ser una i no una altra, però hi havia
una pluralitat de visions sobre quina era la manera de produir-se. Legitimant la transició produïda com l’única possible, es pot oblidar que hi
havia forces socials i polítiques que buscaven una ruptura política i social
nítida amb el franquisme.
En el mateix sentit d’indicar els límits del canvi polític, Álvaro Soto
parla de la «moderación de la clase obrera española durante el periodo de
la transición»27 a partir d’alguns estudis sociològics, entre ells el llibre de
Fishman: Organización obrera y retorno a la democracia en España. Els resultats de les enquestes a líders obrers que va realitzar Fishman assenyalen
que el 57 % dels treballadors estava d’acord amb l’opció de la reforma i el
39 % d’acord amb la ruptura. Ara bé, aquesta última xifra, tot i no ser majoritària, és d’un cert abast i crec que qüestiona l’existència d’una modera25 Saz, Ismael: «Y la sociedad marcó el camino…», pàg. 40.
26 Domènech, Xavier: «El cambio político desde abajo (1962-1976)…».
27 Soto, Álvaro: «Conlictividad social y transición sindical», a Tusell, Javier; Soto, Álvaro
(ed.) (1996): Historia de la transición. 1975–1986. Madrid, Alianza, pàg. 384–386.
368
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
ció ben estesa; més encara si tenim en compte que les enquestes estan fetes
a posteriori, que la ruptura és una opció que no es va produir i que s’ha
defensat a bastament des de la classe política l’opció del canvi institucional
que es va fer. A banda, en alguns àmbits concrets, les dades donen un altre
balanç: la ruptura seria majoritària a CCOO a la província de Barcelona
amb el 30 % per la reforma i el 68 % per la ruptura. A la mateixa enquesta,
s’assenyala que el 1980 el 53 % dels quadres de CCOO creien que, en la
primera fase de la Transició, s’havia perdut una oportunitat històrica per
crear una democràcia més avançada aproitant la mobilització.28 Tot això
mostra que la qüestió de la moderació és un plantejament molt matisable
i que hi havia una voluntat entre sectors no marginals d’anar més enllà.
Pere Ysás planteja que «la mobilització va contribuir decisivament a
la crisi de la dictadura, però mai no va assolir l’extensió i la intensitat per
portar-la a la fallida» a causa de tres factors: un aparell repressiu plenament operatiu, que manté capacitat dissuasiva; una por extensa dins la
societat, que es traduiria en passivitat, i una intensitat de la conlictivitat
reduïda a les principals concentracions industrials i urbanes.29 Certament,
tots aquests factors s’han de tenir en compte, però crec que també s’hi ha
d’afegir el paper dels diferents partits de l’oposició i la seva orientació durant el moment clau del 1976-77.
Seguint la conceptualització gramsciana que fa Xavier Domènech
d’una guerra de trinxeres que passa a guerra de maniobres en la primera
fase de la Transició,30 crec que, si en els moments de guerra de trinxeres
allò important és la penetració social, crear hegemonia i inluència, en el
moment de la guerra de maniobres —el camp que s’obre, sobretot, l’any
1976— les decisions dels diferents actors polítics esdevenen decisives, en
bona mesura. En l’acceleració del procés de canvi polític que s’obre després
de la mort de Franco s’expandeixen els camins d’allò que era possible. En
aquest context s’ampliica la importància i els efectes que pren el factor
subjectiu i el desenllaç passa a dependre, en una part, de les orientacions
estratègiques dels diferents sectors organitzats i del balanç de forces entre
28 Fishman, Robert M. (1996): Organización obrera y retorno a la democracia en España.
Madrid, Siglo XXI, pàg. 163–173.
29 Ysàs, Pere: «Ni modèlica ni immodèlica. La transició des de la historiograia», Franquisme & Transició, núm. 1, 2003, pàg. 276.
30 Domènech, Xavier (2002): Quan el carrer va deixar de ser seu. Moviment obrer, societat
civil i canvi polític. Sabadell (1966–1976). Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat,
pàg. 33.
369
Joel Sans Molas
ells. Si el principal partit de l’antifranquisme, el PSUC-PCE, va tenir un
paper determinant en la conformació i l’ascens del moviment obrer i els
moviments socials en general des dels anys 60, no es pot minimitzar el pes
de l’estratègia que va marcar el partit sobre l’actuació del moviment obrer
en el moment que s’articula la «transició pactada».
El PCE-PSUC, durant el 1976 va anar canalitzant la mobilització
en funció de la seva política d’aliances i no estava disposat a recórrer un
camí de la generalització de les lluites. El PSUC feia una lectura a partir
de la correlació de forces i de l’immobilisme de l’exèrcit que el portava a
exercir una política dirigida a reforçar la seva posició dins l’oposició en el
procés de reforma i negociació. Això va comportar que «las perspectivas
de integración democrática acabaran prevaleciendo sobre las dinámicas
radicales dentro del movimiento obrero, favoreciendo de esa manera la
estabilización del cuadro sociopolítico».31 Així, el PCE-PSUC va tenir una
visió política a partir d’un moment —les aliances àmplies i la «ruptura
pactada»— que va signiicar no usar la seva força per incentivar aquests
processos; algunes vegades, provocant un desacord amb part de les seves
pròpies bases. D’aquesta manera, part de la capacitat de mobilització existent no es va arribar a materialitzar davant l’exercici de contenció que es
va aplicar.
L’altra força destacada dins el moviment obrer era l’esquerra revolucionària. Les diferents organitzacions d’aquest corrent polític, entre les quals
destacaven el PTE, l’ORT, l’MC, la LCR, l’OIC i l’OCE (BR), representaven,
conjuntament, la segona força de l’antifranquisme dintre les lluites i els
moviments socials (per tant, per davant de partits que sortirien altament
reforçats del procés de canvi institucional). L’esquerra revolucionària va
créixer ràpidament al llarg dels anys 70 ins a assolir una militància conjunta d’unes 25.000-30.000 persones arreu de l’Estat espanyol, en el seu
moment àlgid, entre el 1977 i el 1978.32 Va ser el corrent que va mantenir
la perspectiva de la ruptura més temps, ins als primers mesos del 1977,
31 Treglia, Emilio (2012): Fuera de las catacumbas…, pàg. 297.
32 Planas, Albert: «La izquierda marxista radical en la transición. Catalunya, 1968-1980», a
Quirosa-Cheyrouze, Rafael; Navarro; Luis Carlos; Fernández, Mónica (coord.) (2011):
Las organizaciones políticas. Congreso Internacional Historia de la Transición en España. Almería, Universidad de Almería, Servicio de Publicaciones, pàg. 609–620; Sans, Joel: «Entre
las instituciones y la movilización: la crisis de la izquierda radical durante la Transición», a
Quirosa-Cheyrouze, Rafael; Navarro, Luis Carlos; Fernández, Mónica (coord.) (2011):
Las organizaciones políticas…, pàg. 649–666.
370
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
quan la resta de forces polítiques ja l’havia abandonat. Encara que les organitzacions revolucionàries i altres sectors radicals fossin minoritaris, les
seves propostes i els seus objectius podien ser compartits per persones que
no se situaven en aquest punt de l’espectre ideològic. D’altra banda, en una
situació d’obertura política com la que es planteja a principis del 1976, el
component radical és un factor destacat per explicar la pròpia dinàmica
d’explosió de determinades lluites. Algunes de les lluites més intenses i
amb una articulació assembleària, com les vagues de Vitòria entre gener
i març del 1976, la vaga del metall de Sabadell de setembre i octubre del
mateix any o la vaga de 96 dies de Roca, van ser liderades per una avantguarda de treballadors que militaven en organitzacions revolucionàries o
que estaven situats en l’espai ideològic de l’anticapitalisme.33 Des del moment en què les minories organitzades havien tingut un paper destacat
per generar dinàmiques de mobilització, que s’havien contagiat amb un
efecte multiplicador, cal tenir en compte la importància de l’orientació del
lideratge obrer com un factor relacionat amb el potencial de les lluites per
la ruptura. De fet, en certs moments històrics dinàmics, les mobilitzacions permeten fer salts en la maduració del teixit social que s’aglutina a
través seu. El mateix paper del PSUC en vertebrar el moviment obrer era
una mostra de l’impacte que els sectors de l’esquerra organitzada podien
tenir. No es tracta d’exagerar la inluència del component radical durant
el canvi polític, però tampoc es pot negar o no tenir en compte, com s’ha
fet sovint, que hi havia forces amb una certa base que lluitaven per l’opció
de la ruptura.
Tanmateix, l’esquerra revolucionària no va tenir ni la força militant
ni la inluència social com per proporcionar una alternativa al rumb que
va prendre la Transició. Aquestes organitzacions van tenir discrepàncies
importants amb el procés de «transició pactada» que s’estaven produint,
algunes d’elles es van mantenir al marge dels organismes unitaris i les que
hi participaven van defensar una dinàmica de mobilització que cada cop
trobava menys acollida. Aquestes organitzacions van quedar aïllades en
la dinàmica del canvi polític que estava tenint lloc, la resta de forces de
l’oposició les va deixar fora d’organismes unitaris, com el Consell de Forces
33 Per aquests conlictes obrers, vegeu: Abásolo, José Antonio (1987): Vitoria 3 de marzo.
Metamorfosis de una ciudad. Vitòria, Diputación Foral de Álava; Domènech, Xavier (2002):
Quan el carrer va deixar de ser seu…, pàg. 302-322; Alonso, Albert; Campmany, Josep, et
alii (2008): La vaga de la Roca (1976-1977) una generació després. Gavà, Centre d’Estudis de
Gavà.
371
Joel Sans Molas
Polítiques de Catalunya, i negociadors, com la Comissió dels 9. La repressió selectiva del franquisme durant el 1976 i el 1977, més elevada cap a
les forces polítiques rupturistes i cap a les lluites socials més radicals, i la
impossibilitat de les forces radicals, nacionalistes radicals i republicanes
de presentar-se a les eleccions del 1977, mostraven que el procés de canvi
polític i institucional no s’estava fent igual per a tothom. Finalment, els
mals resultats que van tenir les organitzacions de l’esquerra revolucionària
en les eleccions del 15 de juny del 1977 van acabar signiicant que quedessin apartades del nou quadre polític, en el qual ara les institucions eren
l’escenari d’actuació preponderant. L’esquerra revolucionària que havia estat el segon corrent amb força dintre el camp de la lluita social, quedava
marginat com a actor, passava a ser un subjecte dissident que molestava
el quadre del consens que s’anava forjant i, possiblement per això mateix,
quedaria fora del relat històric principal.
Ara bé, tot i aquesta presència més reduïda envers altres forces, podem analitzar l’esquerra revolucionària dins d’un corrent de radicalització
política més ampli, en el qual podem situar sindicats com la CNT i el SOC,
moviments llibertaris i tota una capa d’activistes. Hi ha una signiicativa
part d’aquesta radicalització que no s’incardinava en les organitzacions
sinó que ho feia en el pla de la militància social. La inluència d’aquest
l’imaginari anticapitalista i rupturista era present dins dels principals moviments socials (obrer, veïnal i estudiantil, feminista o ecologista). Com
ha assenyalat Ricard Martínez, en el moviment veïnal a la província de
Barcelona hi va haver una dimensió anticapitalista molt signiicativa.34
Una gran quantitat de gent no només lluitava per unes millores concretes
o per acabar amb la dictadura, encara que aquests fossin temes fonamentals, sinó que també hi havia l’aposta per una transformació social de fons,
d’acabar amb la lògica econòmica del capitalisme. En determinades fàbriques, una majoria de la plantilla es podia identiicar amb les posicions de
l’esquerra radical, encara que només una petita part milités al seu si.35 Hi
34 Martínez, Ricard: «Construir futurs. La dimensió anticapitalista del moviment veïnal»,
a Molinero, Carme; Ysàs, Pere (coord..) (2010): Construint la ciutat democràtica. El moviment veïnal durant el tardofranquisme i la transició. Barcelona, Icaria, pàg. 265–318.
35 Un exemple és la fàbrica Miniwatt on dominava la minoria crítica de CCOO, tot i que la
LCR només hi tenia dos militants. Entrevista a Juan Montero (militant de la LCR a Miniwatt). Barcelona, 21 de maig del 2013. Sobre l’experiència d’organització obrera en aquesta
empresa, vegeu: Gutiérrez, Pepe (2003): Miniwatt-Philips. La memoria obrera. [Barcelona],
Viejo topo.
372
El canvi de règim del franquisme a la democràcia parlamentària: tres àmbits d’anàlisi sobre la “Transició”
havia una interrelació entre l’esquerra revolucionària i aquesta esquerra
social àmplia: «El mundo político-cultural de las comunidades militantes
de la izquierda revolucionaria no era estanco: había mucho en común con
el conjunto de la izquierda política y social más activa. Fue precisamente
ese bagaje común el que, en buena parte, se quedó por el camino a lo largo
del cambio político.»36
Era un imaginari que també es podia trobar, en part, en les bases de
partits com el comunista o socialista. A l’interior del PSUC hi havia posicions polítiques més esquerranes que les que van regir l’orientació del partit
durant la Transició, i que expliquen, entre altres qüestions, la divisió que
va donar lloc al Partit Comunista de Catalunya el 1981-82. El mateix partit
socialista tenia un discurs molt ancorat cap a l’esquerra i parlava d’una
societat sense classes socials. Segons el dirigent socialista Joan Colomines,
la societat catalana «suava socialisme», i això es plasmava en la majoria
de programes dels partits, incloent CDC i el partit carlí.37 Això no vol dir
assimilar tots aquests corrents polítics, cadascú amb les seves tradicions i
ideologia, però sí assenyalar la penetració del component radical o, com a
mínim, socialitzant.
Jordi Mir ha comentat, també, com dins la joventut hi havia un ferment de canvi de valors i d’hàbits culturals i una adopció d’idees de l’extrema esquerra. Una enquesta del 1977 proporcionava les dades següents:
«un 89 por 100 de los jóvenes es partidario de que los trabajadores tengan
derecho a participar en la gestión de las empresas y el 68 por 100 piensa
que los bancos deben ser nacionalizados».38 Encara que això no es traslladés automàticament a les eleccions (en què l’esquerra revolucionària no
va aconseguir pràcticament representació), en l’autoubicació de l’electorat
espanyol en una escala esquerra-dreta l’11 % de la població es deinia d’extrema esquerra el 1979.39
Tot aquest espai esquerrà, en organitzacions polítiques i en els moviments i les lluites socials, es va mobilitzar per una alternativa diferent a la
que es va produir durant el procés de Transició. El manifest per la forma36 Martínez, Ricard (2013): «La izquierda revolucionaria de ámbito estatal, de los sesenta a
los ochenta: una brevísima historia», Viento Sur, núm. 126, gener 2013, pàg. 117.
37 Mayayo, Andreu (2002): La ruptura catalana…, pàg. 48.
38 Mir, Jordi: «Salir de los márgenes sin cambiar las ideas. Pensamiento radical, contracultural y libertario en la Transición española», Ayer, núm. 81, 2011 (1), pàg. 83–108.
39 Soto, Álvaro (1998): La transición a la democracia. España 1975–1982. Madrid, Alianza,
pàg. 196.
373
Joel Sans Molas
ció de la Convergència Popular Basca a principis del 1977, un organisme
unitari que agrupava forces de abertzales radicals i de l’esquerra revolucionària, és només un exemple indicatiu de l’abast de les reivindicacions que
plantejava aquest sector: la democratització radical de l’aparell de l’Estat i
la depuració dels seus elements feixistes, l’exigència de responsabilitats als
elements de la dictadura destacats en les tasques repressives i criminals,
una política econòmica en favor de les classes populars, la democratització
de l’economia enfront del poder del gran capital, una reforma iscal progressiva i democràtica, la socialització del sòl urbà, de la banca i altres sectors bàsics de l’economia, l’amnistia total en termes polítics, sindicals i laborals, un ampli autogovern basc com a camí per a l’autodeterminació i un
govern provisional per pilotar el procés constituent basc.40 A això, s’hi ha
d’afegir la reivindicació àmpliament compartida per l’esquerra —almenys
ins abans que comenci el procés de canvi polític i institucional— de poder
decidir sobre la república i l’autodeterminació de les diverses nacionalitats
de l’Estat. Però anant més enllà d’aquestes demandes concretes, una bona
part de les persones que s’havia mobilitzat buscava un procés de capgirament social complet i iniciar un procés de transformació igualitària, amb
valors anticapitalistes. Aquestes expectatives es van quedar pel camí del
procés de canvi polític i institucional que es va produir. A partir de les
primeres eleccions, el relux en el qual van entrar els moviments socials i
la forta crisi en el si de l’esquerra revolucionària és una constatació de les
dissonàncies entre la «transició pactada» i els objectius i les esperances
que havien guiat a un dels sectors més actius de l’antifranquisme.
40 Archivo Histórico Provincial de Álava. Subd. 1125. Carpeta 4. «Proyecto de Declaración
de la “Convergencia Popular Vasca”. Comentario conjunto de los Comités Nacionales de Euskadi del Partido Comunista de Uniicación y del Partido del Trabajo de España». LAIA, EIA,
EHAS, ES, MCE, ORT, PCU i PTE, febrer 1977.
374
III. TRANSICIONES
EN OTROS CONTINENTES
EL BING BANG PORTUGUÉS Y LA TRANSFORMACIÓN
GEOPOLÍTICA EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO XX
Josep Sánchez Cervelló
Universidad Rovira i Virgili
josep.sanchez@urv.cat
Resumen
La importancia de la Revolución de los Claveles ha sido clave en los cambios políticos del último tercio del siglo xx, especialmente por la dimensión de su imperio colonial, puesto que su descolonización cambió la
geopolítica planetaria.
Palabras clave
Revolución de los Claveles; Portugal; Guerra Fría; descolonización; África
Abstract
he Carnation Revolution was of vital importance to the political changes
of the last third of the 20th century, in particular because of Portugal’s
colonial empire and the subsequent decolonisation that changed the face
of global geopolitics.
Key words
Carnation Revolution; Portugal; Cold War; decolonisation; Africa.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 377–415.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Josep Sánchez Cervelló
1. ¿Desgaste bipolar o tercera ola en el origen del pluralismo político
en el último tercio del siglo xx?
Samuel P. Huntington fue quien acuñó el marchamo de la tercera ola democratizadora para los países que alcanzaron la democracia a partir de
19741. No obstante, su análisis de los procesos de liberalización política
adolecía de una concepción de la democracia más formal que real. Con
esa percepción señaló que la primera ola se habría producido entre 1828 y
1926, cuando en 29 países de Europa y América se aceptó el sufragio universal. La segunda, entre 1943 y 1962, se habría producido a partir de la
victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial y habría concluido cuando
la mayor parte del tercer mundo se emancipó.
Esta periodización estuvo fuertemente inluenciada por su mesiánico
protestantismo y su ultranacionalismo norteamericano, que le hicieron
percibir que su país, Estados Unidos, tenía un destino maniiesto. Sin embargo, este postulado tenía poca base cientíica. La fecha de 1828 la escogió basándose en la idea de democracia mínima, defendida por Jonathan
Sunshine, que establecía los dos criterios que deinían ese sistema: el 50 %
de los varones blancos podían elegir y ser elegidos, y la existencia de un
Ejecutivo iscalizado por un parlamento escogido en elecciones periódicas2. No se va a descubrir nada al señalar que los negros en Estados Unidos
solo tuvieron derechos civiles a partir de la Civil Rights Act de 1964; por
tanto, Estados Unidos estuvo en democracia mínima 136 años, aunque
la discriminación ha durado mucho más, en realidad, porque las leyes
que garantizaban su plena igualdad jurídica fueron desplegándose parsimoniosamente y, de facto, los derechos de las minorías han continuado
siendo ignorados con alevosía3. Por ello, resulta evidente que la fecha, felizmente hallada de 1828 tiene el mérito, para el autor, de coronar a su país
como la primera democracia del planeta, aunque eso sea discutible, ya
que ese vocablo no tiene hoy el mismo signiicado que en 1828. De hecho,
1 Huntington, S. P.: he third wave: democratization in the late twentieth century, Oklahoma: University of Oklahoma Press, 1991.
2 Huntington, S. P.: op. cit., p. 16.
3 A inales de junio del 2014 fueron plenamente absueltos de una violación que no cometieron, los «cinco de Nueva York»: cuatro negros y un hispano, que pasaron entre siete y
13 años en prisión. El País, 21 de abril de 2014, p. 68. Los abusos policiales con víctimas
afroamericanas han crecido a lo largo de 2015 exponencialmente. El último incidente ha
sido la ejecución de un tetrapléjico afroamericano en Wilmington (Delaware). El País, 27 de
septiembre de 2015.
378
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Huntington tuvo una idea teológica y ritual de la democracia, al considerarla como un instrumento apto para la consecución de ines individuales,
en detrimento de los colectivos4. Cabe destacar que distinguió claramente
entre la política interna de su país, donde demandó respeto por el Estado de derecho y las ideas del puritanismo religioso que conformaron su
fundación, y la política exterior, en la que fue partidario de combinar el
pragmatismo con la utilización de la fuerza, según el caso.
Otro aspecto controvertido de Huntington fue su airmación de que
la generalización de la tercera ola democratizadora se produjo a partir de
1981 y por qué Estados Unidos la impulsó5. Esta airmación, cuando menos, es inexacta. En realidad, en febrero de ese año el secretario de Estado,
Alexander Haig, cuando Antonio Tejero el 23 de febrero entró en el congreso de los diputados de España, dijo que aquello era un domestic afair6.
Las palabras de Haig escandalizaron y ofendieron a casi todo el mundo. Tanto
como el hecho de que el presidente Ronald Reagan no encontrara un momento para interesarse por el golpe hasta bien entrada la mañana del 24, cuando
ya los guardias civiles salían derrotados y cabizbajos del Parlamento7.
De hecho, la política exterior de Washington, aunque en algunos
casos propiciase la apertura política, no ha dejado nunca, ni entonces ni
ahora, de defender sus intereses imperiales, que poco tienen que ver con
la democracia y el respeto a los derechos humanos8. Una de las últimas
evidencias de esto fue la visita del actual secretario de Estado, John Kerry,
el 22 de junio del 2014 a El Cairo para bendecir la dictadura de Abdelfatá
4 Huntington, S. P.: «El sobrio signiicado de la democracia» [en línea]. <www.cepchile.
cl/dms/archivo_1061_1157/%EE%80%80rev33%EE%80%81_huntington.pdf>. [Consulta el
24/06/2014].
5 Huntington, S. P.: op. cit., pp. 92-93.
6 Palacios, J.: 23-F: el golpe del CESID, Barcelona: Planeta, 2001, p. 347.
7 «Los secretos de la CIA sobre el 23-F», ABC [en línea]. <http://www.abc.es/20110515/
espana/abcp-secretos-sobre-20110515.html>. [Consulta el 23/11/2014].
8 Granada en 1983; Panamá en 1989; Irak en 1991; Somalia en 1993; Yugoslavia en 1995;
Afganistán y Sudán en 1998; Serbia en 1999; Afganistán entre 2001 y 2014; Irak entre 2003 y
2014; Pakistán, el Yemen y Somalia entre 2002 y 2014; Libia en 2011; Siria entre 2011 y 2014.
Véase Blum, W.: Killing hope. Us Military and CIA. Interventions since World War II, Monroe:
Common Courage Press, 2004.
379
Josep Sánchez Cervelló
al Sisi, cuando la justicia de ese país acababa de decretar otra tanda de 183
penas de muerte contra los Hermanos Musulmanes9.
Se considera que la clave de la última ola democratizadora no hay que
buscarla tanto en la voluntad de Estados Unidos, que durante la Guerra
Fría, e igual que la Unión Soviética, apoyó ardorosamente regímenes autoritarios, o no, en función de sus intereses, como por el debilitamiento de
ambas superpotencias. En deinitiva, la modiicación del statu quo de la
etapa de los dos bloques fue la clave de la democratización.
El periodo de inales de la década de los sesenta e inicios de los setenta estuvo marcado políticamente por la distensión bipolar (como evidenciaron los acuerdos SALT I de 1972 y SALT II de 1979). Estados Unidos
centró sus prioridades en la guerra del Vietnam, donde después de que el
Viet Cong desencadenase la ofensiva del Têt en 1968, entendieron que no
podían ganar el conlicto y buscaron una salida negociada con la Unión
Soviética y la República Popular de China. Su posterior derrota en 1973 y
el escándalo Watergate, que obligó a dimitir al presidente Richard Nixon,
los diluyó en la escena internacional, por lo que se centraron, esencialmente, en su política doméstica, lo que permitió la autonomía de la Comunidad Económica Europea (CEE), después de que hubiesen fracasado
en la mediación entre Grecia y Turquía por la cuestión de Chipre, a pesar
de ser sus aliados en la OTAN. Esta mezcla de repliegue y perplejidad de
Washington explicaría su actuación contradictoria en las transiciones peninsulares y el papel mucho más relevante en ellas de la CEE.
La Ostpolitik alemana, diseñada por Willy Brandt a partir de 1969 y
seguida por Helmunt Schmidt tras su dimisión en 1974, reforzaba el papel
de Bruselas. En esa misma dirección, se encaminaba la política francesa
promovida por Charles de Gaulle, con el doble objetivo de asegurar la autonomía de Francia en el seno de la OTAN y de garantizarle un papel más
relevante en la construcción europea. La misma tónica siguieron posteriormente Georges Pompidou y Giscard d’Estaing. También los laboristas
británicos, en el poder desde 1964 con Harold Wilson, iniciaron un claro
acercamiento a la CEE, y su sucesor, el conservador Edward Heath (19701974), recogió esos frutos al conseguir integrar a su país en la Europa comunitaria (1973). Esta política prosiguió con el nuevo ciclo laborista de
Harold Wilson y James Callaghan (1974-1979).
9 Pena de muerte para 183 seguidores de los Hermanos Musulmanes», Diario de Navarra,
21 de junio de 2014, p. 1.
380
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
La importante actuación de los socialistas germanos, británicos y
franceses (François Mitterrand se consolidó en las presidenciales de 1974
como líder de la Unión de Izquierdas con la mitad de los sufragios) garantizó el papel destacado de la Internacional Socialista (IS) en las transiciones ibéricas y, de hecho, su presidente Brandt avaló, en vísperas de cambios políticos, la formación del Partido Socialista Portugués (PS), creado
en abril de 1973 en Bad Münstereifel (República Federal Alemana), y la
renovación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el congreso
celebrado en Suresnes en octubre de 1974, que lo alejó de la órbita inoperante del exilio y lo lanzó por la senda del poder10. Por tanto, un año antes
de la caída de la dictadura en Portugal y un año antes de la muerte de
Francisco Franco, la IS asentó en bases moderadas a la izquierda ibérica,
apoyando las formaciones de Mário Soares y de Felipe González al darles
medios económicos y reconocimiento internacional para que estuviesen
en condiciones de enfrentarse con éxito a la fuerza del PCP y del PCE y de
sus respectivas organizaciones de masas. Otra organización con capacidad
de actuación en ese escenario fue la Internacional Demócrata Cristiana.
La Unión Soviética, con la asunción de la doctrina Brézhnev (puesta
en evidencia en el aplastamiento de la Primavera de Praga en 1968), imponía que cada estado socialista no solo era responsable ante su pueblo, sino
también ante la comunidad de miembros del Pacto de Varsovia, lo que
reducía su soberanía interna. Está claro que el reconocimiento del derecho
de intervención de Europa del Este en sus asuntos permitía, implícitamente, el reconocimiento de que sus oponentes hiciesen lo mismo. Además, la
Unión Soviética estaba en ese periodo interesadísima en apoyar la autonomía de la CEE en relación con Estados Unidos y en potenciar la distensión; lo que para los soviéticos pasó a ser prioritario tras el acercamiento
de Washington a Pekín, que se inició con la visita de Nixon a la República
Popular China en febrero de 197211.
Otro postulado de Huntington, que se considera discutible, es su aseveración de que la democracia se extendió mecánicamente desde mediados de los setenta a mediados de los ochenta, cuando pasó del sur de Europa a América Latina y a parte de Asia; y, a continuación, a mediados de
los ochenta y a inicios de los noventa, llegó a la Europa Oriental y al África
10 Sobre el papel de la socialdemocracia en la transición española, véase Muñoz Sánchez,
A.: El amigo alemán. El SPD y el PSOE, de la dictadura a la democracia, Barcelona: RBA,
2012.
11 Sánchez Cervelló, J.: «Las transiciones democráticas», Ayer, n.º 37, 2000, pp. 163–187.
381
Josep Sánchez Cervelló
Subsahariana12. Así, por ejemplo, el modelo de transición portugués no es
similar a los posteriores procesos de cambio. Portugal fue el último intento de revolución socialista en Europa y mediante un putsch, mientras la
mayor parte de las democratizaciones posteriores tuvieron que sacudirse
a los militares del aparato del Estado. Por eso, la secuenciación de Huntington se considera artiicial. Además, la OCDE reconoció que los países
industrializados, a partir de 1979, sufrieron una gran caída de sus tasas
de crecimiento del PIB: en Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, el
Reino Unido, Italia y Canadá cayeron desde el 3,7 % en 1979 al 1 % en 1980
y 1981 y a -0,5 % en 1982. Esta recesión repercutió en las economías más
dependientes y en el sistema inanciero internacional, lo que produjo que
creciese la inlación, aumentase considerablemente el desempleo, cayesen
las exportaciones y creciesen desmesuradamente la deuda externa, los niveles de pobreza extrema y la inestabilidad política. En suma, se dieron
problemas de legitimidad y racionalidad del Estado. Supuso el inal de
un ciclo, que pasaba del desarrollo sostenido al aumento de las desigualdades, tanto en el norte como en el sur13. Esta crisis económica inluyó
decisivamente en los procesos de los cambios sociopolíticos, que fueron
sobre todo posibles por la quiebra del statu quo de los bloques. Por tanto, se considera que no existe el efecto dominó mecánico, pues aunque sí
hubo inluencias en la mudanza en la península Ibérica, desde Portugal a
España14, no las hubo de Portugal a Grecia, pues el caso heleno tuvo dinámicas casi exclusivamente internas. Es evidente que las causas de la caída
de los coroneles en Atenas fueron más endógenas que exógenas, mientras
que la Revolución portuguesa tuvo una dimensión más global por el peso
geoestratégico de su imperio, por lo que acabó inluyendo, decisivamente,
en las transiciones de España y del África Austral.
A su vez, los cambios en Asia fueron propiciados por la retracción
de Estados Unidos tras su derrota en Vietnam y por las mudanzas en la
República Popular China después de la muerte del Gran Timonel en 1976,
lo que distendió la región, que pasó de la confrontación bélica a la negociación política.
12 Huntington, S. P.: op. cit., pp. 21–26.
13 Dillares Cisneros, M. E.: «México en la perspectiva global del cambio estructural: Estado moderno y gestión estratégica», Gestión y Estratégica [en línea]. <http://www.azc.uam.
mx/publicaciones/gestion/num4/doc1.html>. [Consulta el 1/09/2014].
14 Sánchez Cervelló, J.: «Portugal y España: encuentros y desencuentros», Historia y
Política, n.º 7, 2002, pp. 267–288.
382
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Por otro lado, se considera que la democratización del bloque comunista obedeció tanto a problemas internos como a externos. Dada la dependencia política de los países del este europeo de la Unión Soviética, en
el desmoronamiento de estos acabó por tener, muy a su pesar, un papel
capital Mijaíl Gorbachov al proclamar la llamada doctrina Sinatra, «You
can do it your own way». Esta actitud fue dictada más por necesidad que
por voluntad, ya que él no tenía intención de desmantelar el comunismo,
solo de actualizarlo. No obstante, en el contexto de la derrota en Afganistán, de la Guerra de las Galaxias, a la que le emplazó Ronald Reagan, y
del colapso económico del modelo de planiicación centralizada, una vez
empezaron las reformas, se descontroló el proceso, lo que provocó que se
desmoronase todo el sistema.
La supuesta democratización parcial de África, acabada la Guerra
Fría, es más una cuestión de fe que una verdad empírica. El análisis, por
tanto, que Hungtinton elaboró se basa más en su voluntarismo que en
un estudio pormenorizado y ajustado de cada caso. La categorización que
estableció genera contradicciones, como la de no prever los retrocesos en
las democratizaciones y en la calidad de nuestros sistemas democráticos,
tanto como consecuencia de la llamada lucha contra el terrorismo como
por los efectos de la crisis económica desencadenada en 2007.
Al margen de los debates académicos, la Unesco inscribió las democratizaciones de la década de los ochenta dentro de lo que denominó el
Zeitgeist (‘espíritu de la época’), pues en todas partes las demandas de la
población eran favorables a la democracia15, aunque el resultado del proceso de consolidación institucional y de las políticas socioeconómicas,
tanto de esas nuevas democracias como de las más viejas, haya estado tan
alejado de la justicia social.
2. La Revolución de los Claveles
El 25 de abril de 1974 los militares portugueses, englobados bajo el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), derribaron la dictadura más longeva de Europa occidental (1926-1974), porque estaban cansados de una
larga y penosa guerra colonial (1961-1974), que no podían vencer, como
señaló el general António de Spínola en febrero de 197416.
15 Kazancigil, A.: «Editorial», Revista Internacional de Ciencias Sociales, n.º 128, p. 261.
16 Spínola, A.: Portugal e o Futuro, Lisboa: Arcadia, 1974.
383
Josep Sánchez Cervelló
El curso de este conlicto acabó siendo desfavorable para Portugal por
la progresiva mejora militar de la guerrilla, tanto en armamento como
en eiciencia militar, especialmente por parte del Partido Africano para la
Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC) y del Frente Revolucionario de Liberación de Mozambique (FRELIMO), que utilizaron mísiles
tierra-aire SAM-7 en marzo 1973 y en mayo de 1974, respectivamente17.
En esa coyuntura, los oiciales intermedios del Ejército, entendiendo que
una guerra de liberación precisaba de medidas políticas complementarias
a las militares y ante la negativa de la dictadura a tomarlas, iniciaron un
proceso conspirativo que acabó derribándola.
Los cambios políticos iniciados el 25 de abril de 1974 tuvieron dos
escenarios: el imperio y la metrópolis. En el Portugal continental aparecieron dos líneas políticas divergentes: una que quería descolonizar y otra
que pretendía consagrar una situación neocolonial. Por tanto, la Revolución se desarrolló en paralelo con un proceso de enfrentamientos entre
las distintas facciones políticas, que hasta septiembre de 1974 permitió el
control del Ejecutivo por los sectores a la izquierda del Partido Socialista
(PS), lo que ayudó a que las fuerzas guerrilleras que habían combatido a
Portugal militarmente se hiciesen con el poder en Guinea-Bisáu, Angola y
Mozambique, así como en Cabo Verde y São Tomé, que aunque no hubo
confrontación armada, la conjunción entre el MFA y los movimientos de
liberación acabó dándole el poder a los partidos únicos marxistas-leninistas18.
En la metrópolis, la dirección política de la Revolución, que hegemonizaba el PCP, fue crecientemente contestada, especialmente a partir de las
primeras elecciones constituyentes en abril de 1975, en las que obtuvieron
una clara victoria el PS, con el 37,87 %, y del Partido Social Demócrata
(PSD), con el 26,39 %, que actuaban mancomunadamente para expulsar
a los comunistas del aparato de Estado, mientras que el PCP y sus aliados del Movimiento Democrático Portugués obtuvieron, en conjunto, un
16,60 %.
Aparte del modelo político del futuro Portugal, la instauración de una
democracia occidental o una democracia popular, la confrontación fue
también por el destino de las colonias. De hecho, ambos modelos se re17 Sánchez Cervelló, J.: «Dissidência militar», en C. Matos Gomes y A. Afonso: Os anos
da guerra colonial, Lisboa: Quidnovi, 2009, pp. 100–110.
18 Sánchez Cervelló, J.: El último Imperio occidental. La descolonización portuguesa, Mérida: UNED, 1998.
384
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
troalimentaban. Era necesario dominar el poder en Lisboa para controlar
la descolonización en la dirección que el Gobierno procomunista deseaba.
Por eso, en Angola se procuró, con la colaboración del MFA, que el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) asumiese el poder
después de una terrible guerra civil (entre enero y noviembre de 1975), en
la que el partido de António Agostinho Neto se apoderó de la capital y, por
ello, acabó siendo reconocido como el Gobierno legítimo por la comunidad internacional. Eso fue posible por el apoyo político en Portugal, cuyo
Gobierno presidia el general Vasco Gonçalves. El desgaste del Ejecutivo
portugués por esa operación acabó consolidando a los moderados en el
aparato del Estado, después de una maniobra militar desencadenada por
las fuerzas político-militares lideradas por Soares y que contaban con el
apoyo de la CEE y de Washington19.
3. Repercusión en el África Austral
Después del 25 de abril de 1974, la arquitectura geopolítica diseñada
durante la Guerra Fría se hundió cuando, en julio de 1974, la Junta de
Salvación Nacional portuguesa reconoció el derecho de las colonias a la
autodeterminación. Esta decisión provocó el in del eje Lisboa-PretoriaSalisbury, en el que Portugal era la primera línea de contención de los
gobiernos racistas del África Austral. Mozambique protegía a Rodesia y
este país, a su vez, defendía a Sudáfrica, y Angola se encargaba de impermeabilizar la frontera de Namibia. Por tanto, el debilitamiento de una
parte del entramado hacía peligrar toda la estructura de dominación en el
sur del continente.
Este eje racista se fraguó en 1968, cuando la Fuerza Aérea Sudafricana prestó apoyo logístico a las tropas portuguesas de Angola y participó
directamente en los combates en el frente este, para impedir la penetración del MPLA y de la Organización del Pueblo de África del Sudoeste
(SWAPO) desde Zambia. Al año siguiente, Rodesia se coordinó con las
autoridades portuguesas para establecer un plan de contingencia en la región, ante el incierto rumbo que para sus intereses tomaba la guerra de
liberación nacional20. Finalmente, en 1970 se estableció la alianza tripar19 Sánchez Cervelló, J.: «O 25 de novembro», en J. Medina: História de Portugal, vol. XIV,
Amadora: Ediclube, 1993, pp. 87–94.
20 Barroso, L.: Salazar, Caetano e o «Reduto Branco»: A manobra político-diplomática de
Portugal na África Austral (1951–1974), Lisboa: Fronteira do Caos, 2012, p. 286.
385
Josep Sánchez Cervelló
tita para asegurar la hot pursuit contra la guerrilla, que permitía saltarse
las fronteras. Ese mismo año, el general sudafricano Charles Allan Fraser
(1915–1994) redactó un informe demoledor sobre el Ejército portugués,
en el que resaltaba sus carencias y pedía que se le apoyase para que no
fuese derrotado. Entonces surgió la alianza militar secreta denominada
Exercicio Alcora para asegurar la hegemonía blanca en la región21. Otros
autores creen que el antecedente de esa colaboración se produjo el 17 de
marzo de 1970 cuando Sudáfrica le concedió a Portugal un crédito de 25
millones de rands para sufragar la guerra, que Portugal avaló con el petróleo de Cabinda22.
Sudáfrica, para presionar a Portugal después del 25 de abril, le volvió
a ofrecer otro préstamo de 150 millones de rands en junio23, cuando la
lucha por el poder en Portugal aún no se había dilucidado entre los que
no querían descolonizar (Spínola) y los que sí querían hacerlo (MFA)24.
La octava y última reunión de los jefes militares de los países Alcora tuvo lugar en Lisboa en octubre de 1974. El general J. A. Pinheiro, en
nombre de la delegación portuguesa, anunció su in porque Portugal había
pactado con el FRELIMO los Acuerdos de Lusaka para la independencia
de Mozambique, y en Angola se estaba buscando también la paz con los
movimientos de liberación25.
La independencia de Mozambique, el 25 de junio de 1975, dio un
profundo vuelco a la geopolítica regional al tener frontera con Zimbabue
y Sudáfrica, y posibilitar el acceso de las guerrillas nacionalista a estos
países.
3.1 En Mozambique
El proceso de independencia, tras los Acuerdos de Lusaka el 7 de septiembre de 1974, dejó claro que esta se consagraría bajo la egida del FRELIMO,
tras el desmantelamiento de los grupos políticos concurrentes y de los co21 Afonso, A. y Matos Gomes, C. de: Alcora: O acordo secreto do colonialismo, Lisboa:
Divina Comédia, 2013, 400 pp.
22 Meneses F. Ribeiro de, y McNamara, R.: «Exercício Alcora. O que sabemos, e não
sabemos, sobre a guerra colonial», Relações Internacionais, n.º 38, Lisboa, junio 2013, pp.
125–133.
23 Afonso, A. y Matos Gomes, C.: op. cit., p. 308.
24 Sánchez Cervelló, J.: A Revolução portuguesa e a sua inluência na transição espanhola,
Lisboa: Assirio &Alvim, 1993, p. 204.
25 Meneses, F. Ribeiro de; y McNamara, R.: op. cit., p. 125.
386
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
lonos que propugnaban una intervención de Sudáfrica. A pesar de ello,
Mozambique se independizó el 25 de junio de 197526. A partir de entonces sus diicultades se agravaron, tanto por la interferencia de sus vecinos
como por la herencia colonial. La economía de Maputo era inviable, pues
las exportaciones apenas cubrían la mitad de las importaciones, además
de tener un 93 % de analfabetismo y menos de medio centenar de personas con educación superior. Por si no fuese suiciente, se produjo la fuga
masiva de unos 85 000 colonos que eran la columna vertebral de la Administración y de los sectores productivos y de la administración, lo que
erosionó considerablemente la capacidad de funcionamiento del nuevo
país27.
Por otra parte, la beligerancia de Maputo con los países racistas limítrofes intensiicó la guerra, tanto en esos países como en el suyo, lo que
acabó por producir un agravamiento de la situación interna, por la injerencia de Rodesia y Sudáfrica. Así, este último país redujo drásticamente
el número los mineros mozambiqueños que trabajaban en su territorio y
los pocos millares autorizados dejaron de percibir su salario en oro, lo que
impidió la entrada de divisas. Además, Pretoria, con ese mismo in, eliminó el turismo hacia Mozambique y desvió el tráico del puerto de Maputo
al de Durban. La situación empeoró en 1976, cuando Maputo, siguiendo
las recomendaciones de la ONU, aplicó sanciones contra el Gobierno de
Rodesia, lo que, según los expertos, le ocasionó pérdidas de 150 millones
de dólares al año, lo que afectó al puerto de Beira y al oleoducto BeiraUmtali, que abastecían al país28.
Para contrarrestar la ofensiva racista, el 18 de abril de 1977 en Luanda,
los jefes de Estado de Zambia, Botsuana y Tanzania constituyeron los Países de la Línea del Frente (PLF) en 1975 para apoyar el desmantelamiento
del apartheid y cobijar a las guerrillas de la Zimbabwe African National
Union (ZANU), de la Zimbabwe African People’s Union (ZAPU) y del
African National Congress (ANC) sudafricano, que intensiicaron la ayuda a los movimientos de liberación de Zimbabue, Namibia y Sudáfrica.
Además, los PLF organizaron en abril de 1980, junto con Suazilandia,
26 Souto, A. N.: Caetano e ocaso do Imperio. Administração e guerra colonial em Moambique
durante o marcelismo, Oporto: Afrontamento, 2007.
27 Cónim, C. N. P. S. y Carrilho, M. J.: Situação demográica e perspectivas de evolução,
Portugal, 1960–2000, Instituto de Estudos para o Desenvolvimento, 1989, pp. 91-92.
28 Mittelman, J. H.: El síndrome de la globalización: transformación y resistencia, México:
Siglo XXI, 2002, pp. 132-133.
387
Josep Sánchez Cervelló
Lesoto y Malaui, la Conferencia para la Coordinación del Desarrollo del
África Austral (SADC) para disminuir su dependencia económica de Sudáfrica29, aunque no lo lograron. De hecho, la capacidad de Pretoria para
condicionar la vida de las excolonias portuguesas de Angola y Mozambique se reveló extraordinaria y, en el caso de este último país, también
contribuyó Rodesia.
El FRELIMO había sido la fuerza hegemónica que desde 1964 combatía al poder colonial. Tras el 25 de abril y con el apoyo del MFA, que
quería establecer un cese de hostilidades, se consolidó como la única
fuente de legitimidad, lo que inviabilizó la concurrencia de cualquier
otra formación política. No obstante, al socaire de la represión que
desencadenó este partido marxista-leninista en 1976 contra los 35 000
mozambiqueños integrados en las tropas portuguesas, hubo una fuga de
disidentes hacia Rodesia y Malaui. Estos fueron encuadrados por la Central
Intelligence Organization (CIO) rodesiana, dirigida por Ken Flower, con
la colaboración después del 25 de abril del exjefe de la policía política
portuguesa, la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), Silva
Pais, en la organización que denominaron inicialmente Movimiento de la
Resistencia Mozambiqueña (MNR). El primer contingente de mercenarios
llegó el 2 de junio dirigido por Óscar Cardoso, uno de los pides más
inluyentes, pero la mayoría de los reclutados, en menos de un año se
fueron a Zaire, donde la CIA les prometió a los que se uniesen al Frente
Nacional de Liberación de Angola (FNLA) una soldada mejor. No fue
hasta junio de 1976 cuando André Matsangaiza, exoicial del FRELIMO,
se escapó de la prisión en Sacuze (Mozambique), donde cumplía una pena
por haber robado un Mercedes Benz, y había sido capturado por la CIO,
que fue cuando pudo montarse la Resistencia Nacional Mozambiqueña
(RENAMO)30. Orlando Cristina, un hombre ligado a Jorge Jardim, el
empresario portugués más inluyente de Mozambique, ligado a la PIDE, y
que había intentado, en colaboración con Pretoria y Salisbury, obtener una
independencia blanca, fue quien le dio nombre31.
29 «Transition from frontline States to Sadc», he Herald (Harare) [en línea], 5 de agosto
de 2015. <http://www.herald.co.zw/transition-from-frontline-states-to-sadc>. [Consulta el
27/09/2015].
30 Lulat, Y. G. M.: United States relations with South Africa: A critical overview from the
colonial period to the present, Nueva York: Peter Lang, 2008, p. 272.
31 Ferire Antunes, J.: Jorge Jardim: agente secreto, Lisboa: Bertrand, 1996.
388
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Por una parte, los objetivos de la RENAMO eran atacar poblaciones
e infraestructuras y neutralizar las bases del Zimbabue African National
Liberation Army (ZANLA), ubicadas en la frontera común, y por otra,
debilitar al Gobierno de Maputo. La situación llegó a ser tan crítica que
Samora Machel acabó en diciembre de 1977 pidiendo ayuda militar a
Cuba, a lo que Fidel Castro se negó, aduciendo, con razón, que no tenía
capacidad militar para hacerlo tras la intervención en Angola y en la
guerra del Ogadén32. No obstante, sí que ayudó a formar a 2 400 estudiantes
mozambiqueños entre 1977 y 197933.
Tras la independencia de Zimbabue, la RENAMO se trasladó a
Sudáfrica y a Malaui en 1980, al tiempo que Pretoria bombardeaba el área
de Matola, próxima a Maputo, en 1981 y 1983, donde tenía la sede el ANC
y, paralelamente, dotaba a la RENAMO de armas e infraestructuras. El
Gobierno de Zimbabue, en solidaridad con Mozambique, desplegó en
ese país unos 10 000 soldados, aunque poco pudieron hacer para atajar
el desastre socioeconómico. Por eso, el presidente y líder del FRELIMO,
Machel, tuvo que irmar con Sudáfrica los Acuerdos de Nkomati en marzo
de 1984, por los que dejaba de apoyar al ANC a cambio de que Pretoria
hiciese lo mismo con la RENAMO y así poder normalizar las relaciones
económicas34.
Tras la caída del muro de Berlín, se iniciaron las conversaciones de
paz deinitivas entre el Gobierno de Maputo y la RENAMO, primero en
Nairobi y después en Roma, pues con el in del apartheid en Sudáfrica en
1990, la guerrilla a sueldo de Pretoria estaba condenada a desaparecer.
Con ese trasfondo y con la eicaz mediación de la Comunidad de San
Egidio, se iniciaron las conversaciones de paz que concluyeron felizmente
en octubre de 199235. Mozambique pasó entonces de tener un régimen de
partido único a otro de partido hegemónico.
32 Porter, B. D.: he USSR in third world conlicts: Soviet arms and diplomacy in local wars
1945–1980, cap. ix, Cambridge: Cambridge University Press, 1986.
33 Gleijeses, P.: Visiones de libertad, La Habana, Washington, Pretoria, y la lucha por el sur
de África (1976–1991), La Habana, 2015, pp. 142-143 y 247.
34 Sánchez Cervelló, J.: «La evolución del África Austral (1975–1990): AngolaMozambique, Rhodesia-Zimbawe y Namibia», en J. U. Martínez Carreras y O. Negrín:
Curso de África actual, Madrid: AEA, 1995, pp. 49–65.
35 Morozzo della Rocca, R.: Mozambique: una paz para África, Barcelona: Icaria, 2003,
pp. 117–232.
389
Josep Sánchez Cervelló
3.2 En Zimbabue
Desde 1965 existía en Rodesia un Gobierno de minoría blanca, presidido
por Ian Smith, pues de los seis millones y medio de habitantes europeos
solo al 4,5 % la ONU les había impuesto sanciones económicas, que no
tuvieron ningún efecto porque Portugal y Sudáfrica las boicotearon36.
La descolonización de Mozambique desestabilizó Rodesia, pues como
se ha señalado, las guerrillas acabaron acorralando al régimen de minoría
blanca a partir de la utilización por parte de la ZANU de bases fronterizas
en los distritos mozambiqueños de Tete, Manica e Sofala y Gaza, y de la
ZAPU desde la frontera este de Zambia. Aunque la ZAPU tuvo menor implicación militar porque la frontera entre Zambia y Zimbabue era difícil
de cruzar por el caudal del Zambeze, que delimitaba la frontera.
El Gobierno de Mozambique, agredido por Salisbury, presionó para
que las dos guerrillas llegasen a una alianza que aumentase su efectividad.
La maoísta ZANU estaba dirigida por Robert Mugabe y la prosoviético
ZAPU, por Joshua N’Komo. El acuerdo cristalizó en enero de 1976, bajo
el nombre de Frente Patriótico. Aunque la desconianza entre ambas organizaciones se mantuvo por su distinta composición étnica: la ZANU
estaba implantada entre los grupos shonas del norte y del centro del país,
que representaban, aproximadamente el 80 % de la población y la ZAPU
encuadraba a los minoritarios endebeles-kalangas del sur, que eran al 19 %
de la población.
La guerra se inició en 1965 y la situación política y militar se hizo
insostenible, por lo que muchos colonos blancos abandonaron el país y el
Estado estuvo a punto del colapso37. Estados Unidos, con Jimmy Carter en
la presidencia, desde 1967 presionó a Smith para que celebrase elecciones
con presencia de las organizaciones que hacían la guerra. No obstante, el
Gobierno racista preirió encontrar una solución política que le permitiese mantener las bases socioeconómicas de la dominación blanca, para lo
que diseñaron el Acuerdo Interno, que se irmó en marzo de 1978 por el
Gobierno y las fuerzas africanas colaboracionistas: la ZANU-Ndonga, de
Ndabaningi Sithole; el United African National Council (UANC), del obis36 Sánchez Cervelló, J.: «Da guerra do Vietname ao assassínio de Humberto Delgaddo»,
en C. Matos Gomes y A. Afonso: Os anos da guerra colonial, Lisboa: Quidnovi, 2009, pp.
92–109.
37 Boer, M.: «El enfoque de Rhodesia hacia las operaciones de contrainsurgencia», Military
Review, enero-febrero 2012, pp. 65–78.
390
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
po Abel Muzorewa; y la Zimbabue United People’s Organisation (ZUPO),
del líder tribal Jeremiah Chirau. Pretendían establecer un Gobierno multirracial legitimado mediante unas elecciones, en las que participasen los
signatarios y se excluyesen a la ZANU y a la ZAPU por considerarlas comunistas.
El escrutinio, por sufragio universal con separación de razas, se realizó en abril de 1979 y en él participaron el 64 % de los votantes negros, lo
que acabó, al menos formalmente, con el Gobierno de la minoría blanca
y el nuevo Estado pasó a llamarse Zimbabue-Rodesia. Sin embargo, los
Países de la Línea del Frente, en una cumbre celebrada en Dar es-Salam,
concertada con los dirigentes del Frente Patriótico, denunciaron la legitimidad electoral y la guerra continuó38.
La comunidad internacional no reconoció este Gobierno, por lo que
Salisbury tuvo que negociar un acuerdo constitucional en Londres (10.
IX-21.XII.1979), conocido como el Acuerdo de Lancaster House, por los
cuales se abolía la anterior Constitución de 1961, se suspendía el Acuerdo Interno de 1978 y se establecía la realización de elecciones separadas,
consiguiéndose para el 6 % de blancos 20 escaños y 77 para el 84 % de la
población negra39. Con todo, este acuerdo tenía el objetivo de aislar más
aún a Sudáfrica.
En marzo de 1980, se celebraron las elecciones, que las ganó el líder
de la ZANU, Mugabe, que obtuvo 57 de los 80 escaños, con el 63 % de
los votos; seguido de N’Komo que obtuvo 20 escaños con el 24,1 % de los
sufragios; el UANC de Muzorewa obtuvo tres diputados con el 8,28 % de
los votos; Smith obtuvo 20 escaños con el 83 % del voto blanco40; y otros
grupos obtuvieron el 4,7 de los sufragios, pero sin obtener representación
parlamentaria41. Mugabe acabó gobernando únicamente para los suyos,
malbaratando la legitimidad que había alcanzado en la lucha por la
liberación nacional.
38 «Rhodesia, total oposición de los Países de la Línea de Frente al Acuerdo Interno», ABC,
23 de marzo de 1978, p. 26.
39 Kriger, N. J.: Guerrilla veterans in post-war Zimbabwe: symbolic and violent politics,
1980–1987, Cambridge: Cambridge University Press, 2003, p. 36 y siguientes.
40 Sánchez Cervelló, J.: «La evolución del África Austral (1975-1990): AngolaMozambique, Rhodesia-Zimbawe y Namibia», en J. U. Martínez Carreras y O. Negrín:
Curso de África actual, Madrid: AEA, 1995.
41 Sobre estas elecciones, véase:
<http://www.ipu.org/parline-e/reports/arc/ZIMBABWE_1980_E.PDF>.
[Consulta el 14/10/2015].
391
Josep Sánchez Cervelló
3.3 En Angola
Angola tiene 246 000 km y una población, en el momento de su
independencia, de unos nueve millones de habitantes, de los que 320 000
eran blancos y cerca de 100 000 mulatos, tanto los unos como los otros
eran vistos con desconianza por la mayoría negra. Con el trasfondo de
la Guerra Fría, Angola se convirtió en una pieza geopolítica de primera
magnitud, ya que tenía la llave de Namibia, y ambas colonias, más Sudáfrica,
condicionaban el lujo de minerales valiosos, raros y geoestratégicos que
estaban en el África Austral y que Sudáfrica o Portugal, en la época de
dominación blanca, controlaban y de los que Occidente se beneiciaba42.
La rivalidad bipolar estalló en Angola con mayor virulencia que en
las otras colonias, porque no había un partido anticolonial único, como
ocurría en las otras colonias portuguesas, sino tres. Por eso, cuando
Lisboa se propuso iniciar la descolonización, provocó una feroz guerra
civil de marzo a noviembre de 1975, que impidió que los tres movimientos
de liberación: Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), Unión
Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y el Movimiento
Popular para la Liberación de Angola (MPLA) pudiesen colaborar
lealmente. De estos tres grupos, cuando cayó la dictadura portuguesa, el
más débil era el MPLA que, a pesar del apoyo del MFA portugués, no
fue capaz de conseguir la unidad interna y acabó siendo capitaneado por
Neto, a quien dirigentes de su propio partido, como Daniel Chipenda
o los hermanos Andrade, acusaban de dictador. La pugna interna
acabó decantándose a favor de Neto, por sus estrechas relaciones con el
bloque soviético, que en su fase expansiva por África, y con esperanzas
de cambiar a su favor la geopolítica local, decidió apoyarlo a través de la
denominada Operación Carlota, que permitió la llegada de instructores
cubanos y armamento a partir de agosto de 197543, inmediatamente antes
de la proclamación oicial de la independencia, que se produjo el 11 de
noviembre.
2
42 Burgess, S.: «Ustainability of Strategic Minerals in Southern Africa And Potential Conlicts
and Partnerships», Standard Form 298 [en línea] (rev. 8-98), 2010 <webhp?sourceid=chromeinstant&ion=1&espv=2&ie=UTF#q=minerales%20estrat%C3%A9gicos%20en%20el%20
sur%20de%20%C3%81frica>. [Consulta el 1/10/2015]; y Del Pino, Domingo: «Los minerales
estratégicos de África son claves para la industria occidental», El País, 21 de enero de 1981.
43 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, p. 36.
392
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Así, el MPLA pudo asegurarse el dominio de Luanda, lo que
resultó vital para sus intereses, ya que el control de la capital supuso el
reconocimiento diplomático. La intervención cubana resultó crucial,
visto que el MPLA estaba muy debilitado por la disputa interna y tenía,
apenas, grupos de guerrilleros con armamento diverso y sin posibilidades
de resistir simultáneamente a los ejércitos de Sudáfrica y el Zaire. Por
ello, la intervención cubana fue decisiva para la victoria del MPLA. De
hecho, solo recientemente se ha sabido que la intervención cubana hizo
que el secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger se plantease
aplastar militarmente Cuba en 197644.
Tras la neutralización de las fuerzas concurrentes del FNLA y de la
UNITA y de la expulsión del FNLA a Zaire y de la UNITA a Namibia, el
brazo armado del MPLA, las Fuerzas Armadas Populares de Liberación
de Angola (FAPLA), reforzadas con los efectivos cubanos, que llegaban
entonces a 36 000 hombres45, iniciaron lo que denominaron la segunda
guerra de Libertação (de noviembre 1975 a marzo 1976), que concluyó
con la victoria gubernamental cuando en marzo de 1976 las últimas tropas
de las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica (SADF) abandonaron Angola.
Entonces, el conlicto se convirtió en un enfrentamiento típico de
la Guerra Fría, en el que el Gobierno racista de Pretoria se encargó de
debilitar al Ejecutivo de Luanda, lo que supuso que desde mediados del
1976 la escalada bélica fuera in crescendo, ya que Angola cobijó en su
territorio a las guerrillas namibias de la SWAPO y a las sudafricanas del
ANC. Esto provocó incesantes intervenciones de las SADF; en una de ellas,
su aviación y fuerzas helitransportadas atacaron el mayor campamento de
refugiados namibios en la población de Cassinga, a 260 km de la frontera
con Namibia, en mayo de 1978, lo que causó más de 600 muertos (mujeres,
niños y ancianos), así como un número ingente de heridos46. También las
SADF en marzo de 1979 atacaron la base del ANC en Nova Catengue,
en el sur de la provincia de Benguela, lo que dejó tras de sí una estela de
muertes.
44 «Henry Kissinger envisageait d’“écraser” Cuba», Le Monde [en línea], 1 de octubre de
2014. <http://www.lemonde.fr/ameriques/article/2014/10/01/henry-kissinger-envisageait-decraser-cuba_4498753_3222.html>. [Consulta el 1/10/2014].
45 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, p. 378.
46 Gleijeses , P.; Risquet, J.; y Remirez, F.: Cuba y África: historia común de lucha y sangre,
La Habana, 2007, pp. 29-30.
393
Josep Sánchez Cervelló
En los años posteriores a su independencia, Angola sufrió periódicas
agresiones tanto de Zaire gobernado por Mobutu, como por parte de
Sudáfrica. La incapacidad del nuevo Estado para garantizar la mejor de
las condiciones de vida de su población, la permanente inestabilidad y
la división en el partido único crearon tensiones que acabaron con la
realización de un golpe de Estado, auspiciado por Moscú y dirigido por el
exministro del interior Nito Alves, que las fuerzas cubanas aliadas a Neto
neutralizaron47. Con todo, hubo miles de muertos y detenidos, además de
purgas, torturas y asesinatos48.
Desde enero de 1979, el contingente cubano dejó de participar en la
lucha contra la UNITA, cometido que quedó en manos de las FAPLA, que
se habían reforzado. El contingente cubano quedó como reserva estratégica encargada de combatir las agresiones externas de Zaire o de Sudáfrica.
Con este objetivo se retiraron del sur de Angola y se establecieron a unos
300 km al norte de la frontera con Namibia, en una línea que iba de Namibe, en la costa, a Magongue al este. Este replanteamiento del dispositivo
cubano se debió también a la falta de medios antiaéreos y a la inferioridad
de la aviación cubana en relación con la de Pretoria. No obstante, después
de Cassinga, la Unión Soviética asignó medios antiaéreos tierra-aire a
Cuba y la dotó de aviones modernos49.
Desde 1978, a pesar de la enmienda Clark50, Reagan pasó a apoyar
secretamente a la UNITA y con el apoyo implícito de Europa occidental, a lo largo de 1979, Sudáfrica realizó varias incursiones sobre el sur
de Angola sin que Occidente las condenara. La situación de desestabilización que sufrió el Gobierno de Luanda continuó tras la muerte de
Agostinho Neto (septiembre de 1979). Su sucesor, José Eduardo dos Santos, continuó con la política anterior, puesto que no cambió nada. Cabe
destacar que Sudáfrica continuó desestabilizando el país, cebándose en
la destrucción de infraestructuras vitales, puentes, vías de comunicación;
realizando sabotajes, etc., ataques que continuaron los años siguientes.
47 Correia, P. Pezarat: Angola do Alvor a Lusaka, Lisboa: Hugin, 1996, p. 44.
48 Millares, Y.: «La transformación de un movimiento de liberación nacional en opción
política: el caso de Angola», África Internacional, n.os 5 y 6, 1987–1988, pp. 63–84; y Cabrita y Mateus, D. y Mateus Á.: Purga em Angola, Lisboa: Asa, 2007.
49 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, pp. 189-190.
50 Se estableció en 1975 como consecuencia de la derrota de Estados Unidos en Vietnam y
limitaba la capacidad presidencial para desestabilizar a otros países con acciones encubiertas. Ronald Reagan la revocó en 1985.
394
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Durante los 11 primeros meses de 1981, el presidente Dos Santos señaló
que Sudáfrica había realizado 53 operaciones militares en su país, más de
100 bombardeos y más de 1 600 vuelos de reconocimiento aéreo51.
Dentro de este contexto de guerra total, diseñado por Pretoria, la
UNITA en septiembre de 1980 ocupó Mavinga, una pequeña población
de la provincia de Cuando Cubango, a 250 km de la frontera de Namibia,
que se convirtió en la primera línea de defensa de la capital que Jonas
Malheiro Savimbi, líder de la UNITA, estableció en Jamba en 1979 con
protección sudafricana.
La obligación de que Sudáfrica aplicase la Resolución 435 (1978)
sobre Namibia hizo que Sudáfrica, en 1981, para evitar su cumplimiento,
la vinculase con la salida de las tropas cubanas de Angola. Además, para
conseguir ese último objetivo las SADF, inició una serie de ataques a gran
escala contra todos sus vecinos: Lesoto, Zambia, Suazilandia, Botsuana y,
especialmente, Angola y Mozambique.
En mayo de 1981, el MPLA trató de desalojar a Savimbi de Mavinga,
pero no lo consiguió. Entonces, Pretoria llevó a cabo la mayor ofensiva que
había realizado en Angola, la Operación Protea, que llegó a movilizar a
más de 5 000 soldados sudafricanos, con tanques y apoyo aéreo. Ocuparon
parte de las provincias de Cunene, Namibe y Huila, y provocaron la
huida de 130 000 angoleños hacia el norte, al tiempo que destruyeron
infraestructuras de las FAPLA, especialmente las instalaciones de radar
y de misiles antiaéreos SA-3 y SA-6 de Canhama y Ongiva, y otras de la
SWAPO52.
En paralelo, la UNITA inició su expansión y fue desplegando sus
actividades por todo el país (realizó minados, destruyó infraestructuras e
hizo emboscadas) hasta que en diciembre de 1981, y ante el desbordamiento
militar, el Gobierno del MPLA solicitó formalmente a Cuba que volviese
a intervenir en la lucha contrasubversiva. La guerrilla de Savimbi, de 1981
a 1983, se extendió por Huambo, Bié, Moxico y Lunda Norte y Sur, donde
estaban las principales minas de diamantes con las que la UNITA podría
inanciar la guerra53.
51 Hanlon, J.: Beggar your neighbours: apartheid power in Southern Africa, Londres: Indiana
University Press, 1986, p. 159.
52 Campos, A.: Africa do Sul, potência regional, Lisboa: Universidade Técnica de Lisboa e
Instituto Superior de Ciências Sociais e Políticas, 1996, pp. 297-298.
53 Muekalia, J.: Angola a segunda revolução. Memórias da luta pela democracia, Oporto:
Porto Editora, 2010, pp. 165–171.
395
Josep Sánchez Cervelló
El objetivo de Pretoria era obligar al MPLA a negociar con la UNITA,
que se viera abocado a compartir el poder y a organizar un Estado federal,
lo que dejaría la meseta central en manos de la UNITA, y desde allí hasta
la frontera de Zaire, en poder del MPLA. Así, los aliados de Sudáfrica
podrían ayudar a los racistas a liquidar la SWAPO, que sin la retaguardia
angoleña sería fácilmente destruida.
Después de la Operación Protea, fue Angola quien solicitó negociar con
sus enemigos. De este modo, con el apoyo de Washington, representantes
de Sudáfrica y de Angola mantuvieron conversaciones en Cabo Verde a
inales de 1982 e inicios de 198354.
No obstante, no se concretó ningún acuerdo ante la decidida
voluntad de Pretoria de continuar hostigando a Angola, como aconteció
en diciembre de 1983, cuando las SADF atacaron el sur de Angola en la
Operación Askari, que tenía por objetivo formal acabar con la iniltración
de la SWAPO en Namibia desde el sur de Angola. Para ello, atacaron a las
cuatro brigadas de las FAPLA (unos 7 000 hombres) que se encontraban
en Caiundo, Cahama, Cuvelai y Mulondo. Después de violar la frontera
angoleña, avanzaron 140 km atacando a las fuerzas de la SWAPO y a las
de la FAPLA con contundentes bombardeos y ataques de artillería de larga
distancia, que provocaron el pánico entre las fuerzas angoleñas, que se
desbandaron en Cuvelai55.
Después de esta victoria de los sudafricanos, Chester Crocker56
convenció a Dos Santos de la negoción entre Pretoria y Luanda. El deseo
del Gobierno de Angola era terminar con las agresiones sudafricanas
y conseguir que las SADF se retirasen de su territorio, a cambio las
FAPLA no permitirían que la SWAPO atacase Namibia desde territorio
angoleño a través de la creación de patrullas mixtas entre las FAPLAS y
las SADF. Este fue el pacto al que llegaron en la capital de Zambia ambos
contendientes, con la venia de Estados Unidos, mediante los Acuerdos
de Lusaka. También se estableció que se aplicaría la Resolución 435. Con
todo, el talón de Aquiles era que no se mencionaba para nada a la UNITA,
54 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, p. 340.
55 Oosthuizen, G. J. J.: «he South African Defence Force versus SWAPO and its allies:
Operation Askari, 1983–1984», New Contree, n.º 50, noviembre de 2005, pp. 3–14.
56 Fue secretario de Estado asistente para Asuntos Africanos durante los mandatos del
presidente Reagan. Fue el encargado de mediar en los conlictos de Angola, Cuba, Sudáfrica
y Namibia.
396
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
a la que Sudáfrica no pensaba abandonar57. De hecho, la UNITA, entre
1984 y 1985, se expandió por el norte en la provincia de Zaire y por el
este, y llegaron a la periferia de Luanda. Esta continuación en el apoyo
a la guerrilla que Sudáfrica patrocinaba también se dio en Mozambique,
tras los Acuerdos de Nkomati, pues Pretoria continuó apoyando a la
RENAMO.
El objetivo de Sudáfrica era debilitar al MPLA, al tiempo que Savimbi
accedía a mayores cuotas de poder desde las que, hipotéticamente, podría
impedir la descolonización de Namibia. Sin embargo, lo que provocó fue
la deinitiva detención, en mayo de 1985, del capitán de las SADF, W. P.
J. du Toit, que dirigía un grupo de 14 comandos, que fueron lanzados
por un buque nodriza en la bahía de Malembo (Cabinda) con el objetivo
de destruir los depósitos de la Gulf Oil y causar un daño irreparable a la
economía angoleña, puesto que se calcula que las reparaciones hubiesen
costado cerca de 200 millones de dólares, más 30 millones por la pérdida
del petróleo almacenado en los tanques y 250 millones por la parálisis de
la producción, mientras no se reparasen los destrozos. Los miembros del
comando, además, traían panletos de la UNITA, que pensaba atribuirse
la acción58.
La posición de Sudáfrica en mayo de1986 fue atacar Zambia, Botsuana
y Zimbaue por su supuesto apoyo al ANC, pero a inales de ese año, la
ONU y los países occidentales aprobaron sanciones a Sudáfrica.
El 8 de agosto de 1985 los soviéticos proyectaron tomar Jamba,
capital de la UNITA, lo que debilitaría su capacidad operacional. Para
conseguirlo, tenían que marchar desde Cuito Cuanavale, la base militar de
las FAPLA más próxima a la frontera de Namibia, avanzar 200 km por una
zona selvática sin vías transitables y ocupar Mavinga, que era la antesala
de Jamba. El Gobierno del MPLA y los consejeros soviéticos ordenaron
a cuatro brigadas de las FAPLA cruzar los ríos Lomba y Kuzumbia. La
UNITA no aceptó el combate frontal y fue retrocediendo ante el avance
de las FAPLA hasta que consiguió su agotamiento mientras se alejaban de
su retaguardia. Entonces, se inició una contraofensiva de la UNITA y de
las SADF, que les obligaron a retroceder. Ante lo delicado de la situación,
Luanda pidió la intervención de los cubanos, que entraron en combate
para impedir la destrucción de las tropas que estaban a merced de la
57 Pérez Cabrera, R.: La historia cubana en África, Raleigh: Lulu.com, 2012, pp. 484-485.
58 Brittain, V.: Death of dignity: Angola’s civil war, Londres: Pluto Press, 1998, p. 20.
397
Josep Sánchez Cervelló
artillería y la aviación sudafricana. La tremenda dureza de los combates
hizo que los asesores soviéticos abandonasen el campo de batalla. Solo la
llegada de otra brigada de refresco permitió que se estabilizase la situación
y que llegasen hasta Cuito Cuanavale a principios de noviembre. Para las
FAPLA, el resultado fue 1 550 muertos, 300 desaparecidos, 1 300 heridos y
la perdida de gran cantidad de material de guerra59.
La UNITA atacó a las FAPLA en Cuito Cuanavale entre el 9 y el 10 de
agosto de 1986, con apoyo de la artillería sudafricana, pero no pudieron
tomar la población. Con todo, la capacidad de la UNITA para boicotear
la economía mediante el minado de los campos de cultivo y las vías
de comunicación creció, y se le sumó la caída del precio del crudo y la
creciente corrupción en el seno de la Administración angoleña.
A lo largo de 1987, se realizaron nuevas conversaciones entre Estados
Unidos y el Gobierno de Angola en Brazzaville, Luanda y Bruselas. En
medio de este proceso negociador, el 12 de julio de ese año, las FAPLA
iniciaron una nueva ofensiva: Saudando Outubro, para mejorar su
posición en la mesa de negociaciones. El objetivo de Luanda era, una vez
más, ocupar Mavinga. Contaba para ello con cuatro brigadas, unos 6 000
hombres. Sudáfrica respondió con la Operación Moduler para evitar la
derrota de sus aliados de la UNITA. Una de esas brigadas, la 47, trató
de establecer una cabeza de puente en el río Lomba, pero fue pillada por
sorpresa por las SADF cuando atravesaba el río, lo que provocó que fuese
completamente destrozada y que atacasen al resto de las tropas angoleñas
en retirada, con la intención de ocupar Cuito Cuanavale. Dada la peligrosa
situación, el Gobierno cubano decidió enviar a Angola «más tropas y
más armas, los mejores aviones con los mejores pilotos, las armas más
soisticadas y los tanques más modernos y todo el combustible necesario
para los aviones»60. De hecho, desde la anterior derrota en Mavinga, en
agosto de 1985, los cubanos, entendiendo que en ella había sido decisiva
la superioridad aérea sudafricana, solicitaron y obtuvieron de la Unión
Soviética la entrega de los modernos MIG-29 y el entrenamiento de sus
pilotos. La suerte de Cuito Cuanavale se decidió en una cumbre en Moscú,
el 9 de noviembre de 1987, en la que participaron Dos Santos y Castro,
junto con los principales mandos soviéticos, que decidieron defender
59 Gleijeses, P.: op. cit., vol. II, pp. 137–147.
60 Gleijeses, P.: op. cit., vol. II, p. 236.
398
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
aquella estratégica población a cualquier precio61, pues tanto el bloque
soviético como los cubanos y el Gobierno del MPLA se jugaban su prestigio
en caso de ser derrotados. Pretoria, por su parte, pretendía asegurar sus
posiciones en el sureste de Angola para garantizar su statu quo en Namibia.
El contingente cubano pasó de los 38 000 soldados de noviembre de 1987
a los 55 000 en agosto de 198862. La Unión Soviética reforzó a los cubanos
con más y mejor armamento. Los MIG-29, pilotados por los cubanos,
acabaron teniendo la supremacía aérea y permitieron la llegada al enclave
sitiado de los suministros necesarios para resistir, mientras que la Fuerza
Aérea sudafricana desapareció, lo que provocó el desabastecimiento de su
infantería. Aunque las SADF estaban francamente desmoralizadas, el 23
de marzo de 1988 intentaron por última vez el asalto al este del río Cuito,
pero fueron repelidos63. La victoria de Cuito Cuanavale fue crucial para
desbloquear la situación de Namibia, el in del apartheid en Sudáfrica y
la búsqueda de una solución para el conlicto de Angola64. El desbloqueo
de la situación de Namibia representó un inlujo positivo para la solución
de la guerra angoleña, que propició los Acuerdos de Bicesse (Portugal) en
mayo 1991, por los que el MPLA aceptaba modiicar la Constitución del
país para acabar con el régimen de partido único y aceptaba el pluralismo
político y la celebración de elecciones con iscalización internacional.
Además, se estableció el desarme de la UNITA y la integración de una
parte de sus efectivos en el nuevo ejército uniicado. No obstante,
desgraciadamente, este proceso político se truncó porque, a pesar de que
el MPLA ganó las elecciones presidenciales y legislativas en septiembre
de 1992, Savimbi y su partido no aceptaron el resultado del escrutinio y
reiniciaron la guerra. En 1993, el Consejo de Seguridad de la ONU decretó
el embargo de armas y petróleo a la UNITA. Tanto el Gobierno como la
UNITA se comprometieron entonces a no adquirir más material bélico,
pero no cumplieron su compromiso.
61 James,W. M.: Historical dictionary of Angola (segunda edición), Lanham: he Scarecrow,
2011, pp. 35–37.
62 Gleijeses, P.: op. cit., vol. II, p. 259.
63 Villegas Tamayo, H.: «Cuito Cuanavale: defensa y victoria», en VV. AA.: La guerra de
Angola, La Habana: Política, 1989, pp. 144–161; y Gómez Chacón, C.: Cuito Cuanavale.
Viaje al centro de los héroes (segunda edición), La Habana: Verde Olivo, 2008, pp. 239.
64 La Paz de Cuito Cuanavale: documentos de un proceso, La Habana: Editora Política, 1989,
p. 26; y Pérez Cabrera, R.: op. cit., pp. 454–461.
399
Josep Sánchez Cervelló
En noviembre 1994, la comunidad internacional consiguió sentar
nuevamente a las partes en la mesa a negociar y acabaron irmando
los Acuerdos de Lusaka, por el que la UNITA aceptaba los resultados
electorales y los Acuerdos de Bicesse, que exigían su desarme, el
establecimiento de una Administración que integrase a las dos partes
enfrentadas y el traslado de la UNITA a Luanda. Sin embargo, este acuerdo
acabó rompiéndose de nuevo por la participación de Luanda en la guerra
del Congo. La paz parecía estar más cerca que nunca, pero el Gobierno de
Dos Santos intervino en el Congo en 1997-1998 a favor de Joseph Kabila65,
lo que contravenía los acuerdos de paz. El presidente zaireño Mobutu
era aliado de la UNITA, que disponía en ese país de infraestructura y
de una retaguardia segura. El Gobierno de Angola, presidido por Dos
Santos, apoyó a Kabila con 2 500 soldados, pues pensó que la crisis de
su vecino del norte le daba la oportunidad de debilitar a la UNITA, a la
que en el fondo quería doblegar militarmente. La actitud de Dos Santos
acabó obligando a Savimbi a entrar en el avispero zaireño para mantener
sus posiciones, pero el conlicto acabó por pasar a Angola, donde, en
diciembre de 1998, la guerra se reencendió, si bien la coyuntura ya era
totalmente adversa a Savimbi, pues ni Mobutu ni Pieter Willem Botha
gobernaban y el apartheid había acabado, y con él el paraguas sudafricano
que hasta entonces había protegido a la UNITA.
La muerte de Savimbi en combate en febrero de 2002 supuso el inal
de la guerra. El conlicto duró 41 años: primero con Portugal y después
entre los distintos movimientos de liberación. El balance fue de un millón
de muertos, cuatro millones de desplazados internos, más de 500 000
refugiados (sobre una población de 12 millones). Además, quedan
aún millones de minas antipersona enterradas y las infraestructuras
destruidas66.
El Gobierno pactó con la UNITA su desarme e integración en el Ejército y en la Administración de los derrotados. Sin embargo, no cumplió
sus compromisos ni con los combatientes ni con la población civil. Tampoco las políticas de reconciliación nacional han funcionado y la división
social continúa. Asimismo, la corrupta dirección del MPLA es un grave
hándicap para el progreso del país.
65 James, W. M.: Historical dictionary of Angola, Maryland: Scarecrow Press, 2011, pp. 80-81.
66 Ruiz-Giménez, I.: «Conlictos armados en África y mecanismos de resolución», en J.
Alberdi y otros: África en el horizonte: introducción a la realidad socioeconómica del
África subsahariana, Madrid: Catarata, 2006, pp. 110–139.
400
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
3.4 En Namibia
Tal y como había sucedido en Zimbabue, en Namibia la presión internacional hizo que la Asamblea General de la ONU, mediante la Resolución
2145 (XXI) de octubre de 1966, decretase el inal del mandato de Sudáfrica67, aunque Pretoria le negó a la ONU cualquier legitimidad para decidir
sobre ese territorio. No obstante, una resolución del Tribunal Internacional de Justicia declaró, en junio de 1971, que era ilegal la ocupación sudafricana de ese país. Entonces, las principales iglesias de Namibia defendieron públicamente el inal de la ocupación, al tiempo que se producía una
gran movilización social, especialmente entre los ovambos, que concluyó
con una huelga general entre diciembre de 1971 y febrero de 1972, con
afectación en la minería, los ferrocarriles y los puertos, en las industrias
pesquera y conservera, en la enseñanza secundaria, y en los pastores de
ganado trashumantes, que destruyeron más de 100 km de la valla fronteriza entre Angola y Namibia68.
Los ovambos apoyaban mayoritariamente la SWAPO y son prácticamente el 50 % de la población de Namibia, de un total de 900 000
habitantes. La SWAPO fue creada en 1960 para luchar contra la ocupación
y el apartheid, y la Asamblea General de la ONU la reconoció en 1972
como único representante legítimo del país. La SWAPO inició la lucha
armada en 1966 en condiciones asaz complicadas, pues solo podían
actuar desde Zambia, lo que les obligaba a atravesar el sureste de Angola
y la franja de Caprivi, un corredor de 402 km entre Angola, Zambia y
Botsuana, plagado de bases de las SADF.
En Namibia, la política sudafricana pasaba por dividir étnicamente
a sus habitantes, a los que el Gobierno ocupante entregaba tierras que
funcionaban como reservas tribales, llamadas bantustanes. Las buenas
tierras de cultivo que poseían los ovambos eran insuicientes para
alimentarlos. Sin embargo, otras tribus más minoritarias disponían de
tierras prácticamente desérticas. Estos bantustanes tenían el 50 % de las
tierras. La otra mitad estaba en manos de los blancos, que apenas eran el
10 % de la población y tenían las mejores tierras, las minas y la mayoría
de los recursos.
67 El mandato sudafricano sobre Namibia había sido impuesto por la SN tras la derrota del
Imperio alemán en el Tratado de Versalles de junio de 1919. Las resoluciones de la ONU en
ese ámbito fueron la 1514 (XV), de diciembre de 1960; la 2145 (XXI), de octubre de 1966; la
2248, de mayo de 1967; y las 2324-2325 (XXII), de diciembre de 1967.
68 Departamento de Informação e Publicidade SWAPO: Nasce uma nNação. A luta de
libertação da Namibia, Londres: Zed, 1985, pp. 211–228.
401
Josep Sánchez Cervelló
La agitación que padeció el territorio a inicios de los años setenta
se debió al cansancio de los autóctonos por la segregación racial y por
las condiciones laborales, que rozaban la semiesclavitud. La respuesta de
Pretoria fue, por una parte, reprimirla duramente y, por otra, acelerar la
bantustanización, se había iniciado en Ovamboland en 1968 y se generalizó
a partir de 1973 con la creación de un consejo consultivo de nativos de
esa etnia. Se pretendía así engañar a la sociedad internacional, puesto que
quería aparentarse que los nativos se autogobernaban, aunque ese consejo,
en realidad, no tenía competencias administrativas y estaba totalmente
designado por Pretoria. Este modelo, poco después, fue implantado en
otros nueve bantustanes. Pretoria pretendía así retrasar la emergencia de
la identidad nacional al provocar la división entre los distintos pueblos y
propiciar lo que Sudáfrica malévolamente llamaba el desarrollo separado69.
Para legitimarse ante la sociedad internacional, Pretoria precisaba
consultar al electorado y, por ello, inició el proceso por Ovamboland, para
que, supuestamente, los habitantes de la zona más densamente poblada
del país escogiesen a sus representantes, pero el escrutinio fracasó, pues
apenas votaron el 2,5 % de la población, por la gran implantación de la
SWAPO, que defendió boicotear esa farsa. En cambio, en el bantustán
de Kavangoland, creado en 1970, la participación en la votación de
septiembre de ese año fue del 66,2 %, por la escasa implantación de la
guerrilla. Pretoria trató de explotar ese éxito internacionalmente. Las
elecciones volvieron a repetirse en enero de 1975 en Ovamboland, y esta
vez el régimen planiicó su actuación con actitudes intimidatorias y, según
sus datos, votó el 55 % del censo70.
La caída de la dictadura portuguesa despertó el entusiasmo de los
nacionalistas y el pánico en Sudáfrica, ya que incluso la represión política
se atenuó inicialmente71. La SWAPO trasladó sus bases desde Zambia a
Angola en 1976, desde las que atacaba a las SADF establecidas en Namibia.
Ante la constatación de que las cosas se complicarían para las autoridades
sudafricanas, Pretoria se preparó para, sin renunciar a la presión militar,
buscar una salida política que no cuestionase la hegemonía blanca. Con ese
objetivo, en septiembre de 1974, Pretoria, con la colaboración del Partido
69 Véase Cola Alberich, J.: La República Sudáfrica. Impresiones de un viaje, Madrid: Ed.
del Autor, 1975, pp. 133–186.
70 Katjavivi P. H. A.: History of resistance in Namibia, 15 Ed., Oxford: Marston, 2004, pp.
72–75.
71 Departamento de Informação e Publicidade SWAPO: op. cit., p. 236.
402
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Nacional del África Sudoccidental, propició la Conferencia de Turnhalle,
planteada como una invitación a todos los grupos étnicos del país para
discutir el futuro constitucional de Namibia, y hacer creer que se planteaba
la autodeterminación del territorio. Al mismo tiempo, perseguían a los
africanos oposicionistas y los blancos intimidaron a los jefes tribales para
que colaborasen en el proyecto. En paralelo, el presidente de Sudáfrica,
John Vorster, planteaba la cuestión de una solución interna, con la
pretensión de excluir a la SWAPO, que, supuestamente, estaría vendida al
comunismo. A esa conferencia se unió el líder de los hereros, la segunda
etnia más importante, y de la National Convention of Namibia (NCN),
Clemens Kapuuo72. La Conferencia se inició en septiembre de 1975 y en
su declaración de intenciones, y con el in de evitar sanciones de la ONU,
iguraba el establecimiento de un Gobierno provisional multirracial para
marzo de 1977 y se ijaba la independencia para diciembre de 1978. De
este modo, Pretoria evitó las sanciones, gracias al veto de las potencias
occidentales en el Consejo de Seguridad de la ONU.
En marzo de 1977, los delegados de Turnhalle aprobaron la
constitución de un Gobierno provisional, al tiempo que Sudáfrica
nombraba un administrador general del territorio, al juez Martinus
Steyn, con poderes legislativos. Este procuró ganar alguna credibilidad
anulando algunas disposiciones racistas: la abolición de los pases, que
eran imprescindibles para viajar, y la prohibición de mantener relaciones
sexuales y matrimonios interraciales. Evidentemente, estas medidas no
tocaban el fondo del apartheid ni de la discriminación.
La conferencia se alargó hasta octubre de aquel mismo año, cuando
se presentó el proyecto de Constitución, que era tan compleja y con una
fragmentación territorial tan grande que quedó claro que el objetivo de
Pretoria era controlar la colonia. A pesar de ello, el partido racista Partido
Nacional del África Sudoccidental se negó a ratiicarla. Sudáfrica, además,
pretendía anexionarse el puerto de Walvis Bay y las islas Pingüino, situadas frente a su costa.
La ONU entonces estableció la Resolución 435/1978 por la que exigía el alto el fuego, la liberación de los presos políticos y el retorno de
los refugiados. No obstante, por presión de Estados Unidos, se estableció
que los miembros de la SWAPO se quedasen en Angola y que los 20 000
72 Fue asesinado en marzo de 1978 por la SWAPO. Du Preez, M.: Pale native: memories of
a renegade reporter, Zebra, 2004, p. 94.
403
Josep Sánchez Cervelló
miembros de las SADF, que ocupaban el territorio, se redujesen a 1 500,
y se enviase un contingente de la ONU para controlar las elecciones para
una asamblea constituyente73.
Estados Unidos, para no debilitar a su aliado, en marzo de 1977 propuso la creación de un «grupo de contacto», formado por Francia, Estados Unidos, la República Federal Alemana, el Reino Unido y Canadá, con
el propósito de que Pretoria cumpliese la Resolución 385 (1976) sobre la
independencia de Namibia. Aunque en realidad la creación de este lobby
favorecía a Sudáfrica, que siempre se había opuesto a la intervención de
la ONU74.
En abril de 1977, en la Ciudad del Cabo, los representantes del grupo
de contacto le exigieron a Sudáfrica que la descolonización de Namibia
debía basarse en la Resolución 385. No obstante, Sudáfrica reiteró su deseo de apropiarse de Walvis Bay y de las islas Pingüino75.
El 6 de noviembre, un día antes de la clausura de la Conferencia de
Turnhalle, su presidente, Dirk Mudge, hizo un llamamiento a los 11 partidos de base étnica, representados por jefes tradicionales: ocho negros,
dos mulatos y el de los colonos de la South West Africa National Union
(SWANU), para que se uniesen en una alianza electoral. De ahí surgió la
Democratic Turnhalle Alliance (DTA)76. Con el propósito de preparar las
elecciones, que excluirían a la SWAPO.
El grupo de contacto, los Países de la Línea del Frente (PLF) y el Gobierno de Luanda, desesperado por la intensiicación de la agresión sudafricana, presionaron a la SWAPO para que cerrase un acuerdo con Pretoria. Este debía consistir en lo siguiente: se celebrarían elecciones para una
asamblea constituyente, bajo la supervisión del administrador general sudafricano en Windhoek, en coordinación con el representante especial de
la ONU; la policía sudafricana, supervisada por la ONU, se encargaría del
control del orden público; y Walvis Bay quedaría en manos de Pretoria. En
abril de 1978, Pretoria aceptó este plan, pero para dinamitarlo, ya que que73 Nyangoni, W. W.: Africa in the United Nations system, Cranbury: Fairleigh Dickinson
University Press, 1985, pp. 69–89.
74 López Cámara, F.: Dos capítulos de la diplomacia mexicana, México: UNAM, 1993, p. 61.
75 Repertorio de la práctica seguida por los órganos de las Naciones Unidas, Nueva York:
United Nations Publications, 2006, pp. 87–89.
76 McCraty, M. S.: Guerrilla warfare in Namibia and associated. Implications for external
military involvement, tesis naval de la Postgraduate School Monterey, California, 1979, pp.
188–190.
404
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
ría mantener el statu quo en Namibia al obtener de este territorio muchas
divisas por las exportaciones de minerales y, además, le servía de tapón
para evitar que las agresiones armadas se realizasen en su territorio. Por
eso, provocó la masacre de Cassinga, para que la SWAPO se retirase, como
se retiró, de la mesa de negociaciones. Aunque Angola le obligó a volver y
en julio, a regañadientes, la SWAPO acabó por aceptarlo, Sudáfrica volvió
a realizar maniobras diletantes para no aplicar lo acordado77. De hecho, el
primer ministro sudafricano, Vorster, que dimitió en septiembre de 1978,
en su discurso de despedida «desaió nuevamente a la ONU y a las cinco
potencias occidentales y ha dicho que la independencia de Namibia será
como los surafricanos quieran. Hemos acordado celebrar elecciones con
la base del sufragio universal para establecer inequívocamente quién tiene
el derecho de hablar en nombre del pueblo del África Sudoccidental»78.
El rechazo de Vorster a aplicar la Resolución 435 hizo que la ONU
aplicase sanciones a Sudáfrica: embargo de transporte aéreo a los vuelos
desde y hacia ese país y embargo de exportaciones agrícolas y de crédito.
A pesar de ello, el escrutinio amparado por Pretoria se celebró entre el 4
y el 8 de diciembre de 1978. La DTA obtuvo 41 de los 50 escaños, pero ni
el Gobierno provisional ni la Constitución tuvieron el beneplácito de la
comunidad internacional. Es más, las elecciones fueron escandalosas, sin
iscalización y con brutalidades y deportaciones contra los opositores. Por
ello, la guerra continuó con acciones cada vez más audaces de la SWAPO.
El administrador sudafricano, al conocer los resultados, aseguró que pediría a la nueva asamblea que las SADF se quedasen en Namibia79.
Después de las elecciones, la Asamblea Constituyente se transformó
en una asamblea nacional, y se estableció un consejo de ministros de 11
miembros de cada grupo étnico, presidido por el dirigente blanco de la
DTA Frederick Dirk Mudge80 y iscalizado por el administrador general,
quien por injerencias de Sudáfrica acabó abandonando el cargo a principios de 1983, y con él todos sus ministros. Esto hizo que Botha nombrase
a un administrador sudafricano, que acabó proponiendo que la DTA y
77 «Fórmula de compromiso para las elecciones en Namibia», La Vanguardia, 20 de octubre
de 1978, p. 16.
78 «Vorster dimite por motivos de salud», La Vanguardia, 21 de septiembre de 1978, p. 17.
79 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, pp. 262–267.
80 Tonchi, V.; Lindeke, W. A.; y Grotpeter, J. J.: Historical dictionary of Namibia (segunda
edición), Lanham: Scarecrow Press, 2012, p. 264.
405
Josep Sánchez Cervelló
otros cinco partidos étnicos realizasen, en noviembre de 1983, la Conferencia Multipartidaria, aunque la ausencia de la SWAPO impedía que
pudiese consolidarse el proyecto sudafricano de un Gobierno títere81. A
pesar de ello, y con el grupo de contacto debilitado por la marcha de Francia y el Reino Unido, Pretoria decidió unilateralmente en junio de 1985
crear un Gobierno de transición y unidad nacional, presidido por Dawid
Bezuidenhout, y una asamblea nacional, cuyos miembros no habían sido
elegidos. La ONU condenó esta acción, igual que lo hizo la Organización
para la Unidad Africana (OUA) y el Movimiento de los No Alineados82.
En abril de 1987, el presidente congolés Dennis Ngueso consiguió que
representantes de Luanda y de Washington se reuniesen para tratar de
encontrar soluciones para el conlicto de África Austral. En paralelo, la derrota de las SADF en Cuito Cuanavale propició que los cubanos, las tropas
de la SWAPO y las de las FAPLA contraatacasen en mayo de 1988 y llegasen a 60 km de la frontera de Namibia, después de un demoledor bombardeo cubano a los efectivos sudafricanos que ocupaban la presa de Calueque83. Entonces, los sudafricanos no tuvieron más remedio que aceptar
las negociaciones cuadripartitas de Nueva York. El acuerdo, alcanzado el
22 diciembre de 1988, daba cumplimiento a la Resolución 435/1978 del
Consejo de Seguridad, lo que suponía el in de la ocupación sudafricana
de Namibia y le otorgaba la independencia, que se lograría tras unas elecciones supervisadas por la ONU. Además, también se estableció la salida
de las tropas de Pretoria, tanto de Angola como de Namibia, y en paralelo,
de las cubanas de Angola84.
El proceso de transición de Namibia concluyó con las elecciones de
1989, que dieron la victoria a Sam Nujoma, líder de la SWAPO, que se
convirtió en el primer presidente de un país que alcanzaba la democracia
plena en el Cono Sur africano.
81 Con la participación de la SWAPO-Democrats, la SWANU, los conservadores del SWANP,
el Rehoboth Liberation Front y el Damara Council.
82 Repertorio de la práctica seguida por los órganos de las Naciones Unidas, Nueva York: United Nations Publications, 2006, pp. 22–225.
83 Mesquita Leal, M.: A campanha militar de Cuito Cuanavale (1987–1988). Uma análise
baseada na teoría de Clausewitz, TFL-Universidade Federal de Roi Grande do Sul, 2011, p. 58.
84 Sobre el proceso negociador, véase Aguirre, M. y Matthews, R. P.: Guerras de baja
intensidad, Madrid: Fundamentos, 1989, pp. 183–190.
406
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
3.5 Sudáfrica
El hundimiento del glacis defensivo portugués en 1974-1975 obligó a
Sudáfrica a realizar un enorme esfuerzo defensivo, pasando su presupuesto militar de 700 millones de rands en 1974 a 1 700 millones de rands
en 197785. En paralelo, las SADF pasaron de 50 000 efectivos en 1975 a
103 000 en 198986, y eso sin contar con las Fuerzas Armadas del África
del Suroeste, con unidades de reclutamiento local mandadas por oiciales
blancos.
Los miembros de la rama militar del ANC, Umkhonto weSizwe (MK),
en la década de los sesenta, fueron entrenados mayoritariamente en la
Unión Soviética y en países de Europa del Este87. Tras la detención de Nelson Mandela y de la mayor parte de la dirección y de los activistas del MK,
sus acciones en territorio sudafricano desaparecieron.
La reactivación de sus bases se produjo tras la independencia de las
colonias portuguesas, especialmente en Mozambique, que tenía frontera
con Sudáfrica. Los problemas generados por el apartheid se evidenciaron
en 1973 en Durban, donde de enero a marzo 100 000 trabajadores se declararon en huelga en exigencia de mejoras económicas. La movilización
se intensiicó tres años más tarde, el 16 de junio, en Soweto, donde los
estudiantes protestaron por el tipo de enseñanza que el régimen racista
impartía88. Aquel día las fuerzas racistas mataron a 566 niños. Después de
este brutal suceso, miles de estudiantes fueron a buscar los campamentos
del ANC en Angola, que se hallaban en Nova Catengue (Huambo), donde
se entrenaban 500 miembros del MK, pero después del ataque de las SADF
en marzo de 1979, se trasladaron a Quimbaxe, en el centro de Angola. En
junio de 1979, varios comandos del MK atentaron en tres instalaciones
estratégicas de combustible en el área de Johanesburgo. La reactivación
del MK dio alas al ANC89.
85 Lefort, R.: Sudáfrica: historia de una crisis, Madrid: Siglo XXI, 1978, p. 135.
86 Castel, A.: «Suráfrica en el nuevo orden regional africano», en J. U. Carreras y B.
Rodríguez: Curso de aproximación al África subsahariana, Madrid: AEA, 1998, p. 164.
87 Cherry, J.: Spear of the nation: Umkhonto weSizwe: South Africa’s Liberation Army, 1960s–
1990s, Ohio University Press, 2012, p. 65.
88 Mamdani, M.: Ciudadano y súbdito: África contemporánea y el legado del colonialismo
tardío, Madrid: Siglo XXI, 1998, pp. 260–263 y 295–297.
89 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, p. 150.
407
Josep Sánchez Cervelló
En la última década del apartheid, Sudáfrica padeció una psicosis de
aislamiento que provocó que el Gobierno de Botha (1978-1979) iniciase
una política de desestabilización, que pretendía neutralizar a la SWAPO y
al ANC. Para ello, era preciso desestabilizar militar y económicamente a
los países que acogían combatientes para que no lo hiciesen. Así, realizaron demoledoras ofensivas que pretendían que sus vecinos se doblegasen
a la pax pretoriana. Esta política se hizo efectiva con el Acta de Defensa
de 1977, que autorizó a las SADF a actuar fuera de sus fronteras. La devastación que provocó ese Gobierno racista consiguió que en febrero de
1984 Angola y, en marzo de ese mismo año, Mozambique irmasen, respectivamente, los Acuerdos de Lusaka y de N’Komati, por los que se comprometían a no dar cobijo ni ayuda a los enemigos de Sudáfrica, fuesen la
SWAPO o el ANC, y a cambio Pretoria haría lo mismo al evacuar el sur de
Angola y no asistir a la RENAMO en Mozambique.
Durante la década de los ochenta, Sudáfrica padeció la militarización de
sus instituciones y de su política. El general Magnus Malan impulsó la doctrina de la estrategia total, que se basaba en el supuesto de que Sudáfrica era
víctima de un ataque sistemático de la Unión Soviética y, en ese proyecto, la
SWAPO y el ANC eran sus peones. Esta teoría tuvo irmes partidarios en la
política norteamericana durante la administración Reagan, que había modiicado las orientaciones de pressure de Carter, desde que llegó al poder en 1981.
La estrategia total se asentaba en dos postulados: el primero era mantener a los
comunistas lo más alejados posible de las fronteras de Sudáfrica, y el segundo
era mantener la supremacía afrikáner y la prosperidad blanca. En relación
con el primer enunciado, las SADF atacaron permanentemente a sus vecinos
con incursiones directas, como habían hecho en Angola, donde, además, había reforzado a la UNITA. También en Mozambique, a través de la RENAMO,
consiguieron dejar el país en escombros en medio de una brutal guerra civil.
Asimismo, persiguieron implacablemente a la SWAPO, como se evidenció en
las masacres de Angola con los bombardeos de Cassinga (abril de 1978) y en el
campamento del ANC en Nova Catengue (marzo de 1979). Los efectos de esta
política tan agresiva produjeron efectos perversos después de que las tropas racistas se retirasen. Así, la Comisión de la Verdad Sudafricana señaló lo siguiente:
[…] después de la incursión de las SADF se creó un ambiente de paranoia
creyendo que había agentes sudafricanos iniltrados entre los miembros del
ANC. Como consecuencia de ello, muchos miembros del ANC fueron detenidos y torturados por sus propios compañeros; otros murieron como consecuencia de las agresiones y otros fueron ejecutados90.
90 Truth Comission, ANC Camps. <sabctrc.saha.org.za/glossary/anc_camps.htm?t=%2BA
NC+%2Bcamps&tab=victims&start=20>. [Consulta el 2/10/2015].
408
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Otro ejemplo de la agresividad sudafricana se produjo en mayo de
1986 cuando la aviación de las SADF atacó instalaciones del ANC en
Zambia, Botsuana y Zimbabue. También las SADF convirtieron Ovambolandia, la zona donde vivía el grupo étnico que mayoritariamente apoyaba
a la SWAPO, bajo toque de queda y en una zona operacional, donde reinaba el terror y donde se asentaron unos 20 000 soldados para impedir que
la guerrilla atacase a los granjeros blancos91.
En Sudáfrica, la situación dio un giro de 180 º desde Cuito Cuanavale,
como señaló Mandela: «La derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale
hizo posible que hoy pueda estar aquí con ustedes. Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha de liberación de África Austral […] y
marca un viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del
azote del apartheid»92.
El reaccionario y duro Botha fue sustituido en la presidencia de la
República por Frederik de Klerk en febrero de 1989, quien con una clara
percepción de la evolución mundial y del inal de la Guerra Fría emprendió una política de reformas que pasó por abolir la legislación racista, legalizar el ANC y otras formaciones, y liberar a los presos políticos, entre
ellos a Mandela el 11 de febrero de 1990, lo que tuvo una extraordinaria
importancia para la transición hacia la democracia y el inal del apartheid.
Con las elecciones multirraciales de abril de 1994, que dieron la victoria al
ANC, Mandela fue escogido presidente de la República.
Sudáfrica fue el segundo país en el que se consiguió la democracia
política, pero continua estando lejos de un reparto de la riqueza, de la
propiedad de la tierra y de la igualdad de oportunidades entre todos sus
habitantes. La tasa de desempleo ha pasado de un 16 % en 1990 al 40 % en
la actualidad. La pobreza ronda el 50 % y se concentra principalmente en
la población negra. Así, viven en la miseria el 75 % de los niños negros y
solo un 5 % de los blancos. La polarización de la renta se ha acentuado, y
el coeiciente Gini, que mide la desigualdad social (siendo 1 el valor de
máxima desigualdad), se situó a comienzos de los años 2000 en un 0,77 %,
frente al 0,68 % de 1992.
91 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, pp. 364–367.
92 Mandela, N.: Un ideal por el cual vivo, Navarra: Txalaparta, 2005, p. 203.
409
Josep Sánchez Cervelló
4. Las aventuras militares comunistas propiciaron
la caída de la Unión Soviética y la crisis cubana
La Unión Soviética intervino bélicamente al apoyar a Vietnam, invadió
Afganistán y apoyó a Cuba, Nicaragua, Angola, Etiopía y al resto de sus
aliados en el Cono Sur de África, a causa de su disputa por la hegemonía mundial con Estados Unidos, lo que acabó propiciando que invirtiera
cada vez más en la carrera armamentística y en la conquista del espacio,
especialmente durante el periodo de Brézhnev. Esta militarización excesiva
produjo que la económica soviética se estancase en 1975 con trágicas consecuencias para sus ciudadanos, que tuvieron que limitar su consumo hasta
niveles desconocidos, y su Gobierno, que tuvo que restringir sus inversiones. En paralelo, la brecha tecnológica con Occidente se fue agrandando.
En esta coyuntura, llegó Reagan a la Casa Blanca y entre sus objetivos
estaba el relanzamiento de la carrera armamentística. Moscú pronto se dio
cuenta de que no podría competir contra su rival y que era urgente acabar
con el estancamiento económico y político del país.
Cuando Gorbachov llegó al poder en 1985 procuró hacer reformas,
abrirse a Occidente y negociar acuerdos que detuviesen la carrera armamentística93, pero ya era demasiado tarde; el régimen no podía reformarse
y se desplomó.
Además de las causas expuestas, cabe destacar que el empeño militar
soviético en derrotar al imperialismo tuvo también su importancia. Así,
la Unión Soviética vendió ingentes cantidades de armas a Angola (aproximadamente 6 000 millones de dólares entre 1976 y 1988), pero los angoleños apenas pagaron en efectivo el 10 o el 15 % del total; el resto fue a
crédito y la deuda no se pagó jamás. El viceministro de Exteriores de la
Unión Soviética, Anatoly Adamishin, aseguró que la venta de armas durante la época soviética fue «un agujero negro»94.
Lo mismo sucedió con Cuba. En mayo de 1976, Castro preguntó a
Agostinho Neto cuándo Cuba podría dejar de abastecer al contingente
militar de 25 000 cubanos desplazados a Angola y lo haría el Gobierno de
Luanda. También le preguntó si podrían proporcionarles alimentos frescos. Los angoleños no lo pudieron hacer. Por eso, dos años después, el general Julio Casas, viceministro primero de Defensa de Cuba, le reirió que
93 Van Driessche, V.: La chute du mur de Berlin: la in du rideau de fer, Bélgica: 50
minutes, 2014, pp. 10–12.
94 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, p. 9.
410
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Cuba no podía pagar ningún dispendio que fuese con divisas y, además,
le recordaba que ellos pagaban a sus ejércitos con moneda cubana y que
aunque Cuba no les exigiese nada dadas las circunstancias, la situación
económica de su país era muy difícil.
De hecho, Angola incumplía un acuerdo bilateral de septiembre de
1978, por el que el Gobierno cubano abonaba el salario a sus tropas y el de
Angola sufragaba los restantes gastos: comida, ropa, equipos, transporte,
comunicaciones, etc. Además de los efectivos militares, había en Angola
3 355 técnicos cubanos en noviembre de 1977, cuyo salario correspondía
satisfacer al Ejecutivo angoleño, pero era Cuba quien lo hacía, siendo su
salario al cambio de 1 000 kwanzas al mes, pero además no podían adquirir nada porque el país estaba totalmente desabastecido95.
En 1983, un memorándum del Gobierno cubano señalaba lo siguiente:
[…] los bajos índices de cumplimiento por parte de las FAPLA de los acuerdos para el aseguramiento de material, técnico y médico afectan las condiciones de las tropas, las posibilidades combativas del armamento y la técnica, así
como su disposición combativa. El cumplimiento del plan en el 1r trimestre
de 1982 fue del 60 %. Existen diicultades de calzado, almohadas, toallas, colchones, sábanas y otros medios de aseo personal. Hasta octubre en que se
recibieron 17.000 pares de botas, había aproximadamente esta cantidad de
personal equipado con zapato textil.
Este problema subsistió, según Piero Gleijeses, hasta que los cubanos
salieron de Angola, lo que ocasionó una carga inmensa para la economía
cubana. De hecho, otro acuerdo entre Luanda y La Habana de octubre de
1983 estipulaba que Angola pagaría solo por los viajes aéreos, la comida
y el alojamiento de los cooperantes, que eran entonces 4 168. Cuba acabó
perdiendo por ese concepto 20 millones de dólares por año96.
Cuba en las tres primeras décadas de socialismo recibió un gran respaldo inanciero con préstamos y subsidios comerciales de Moscú97. No
obstante, desde la segunda mitad de la década de los ochenta había profundas tensiones en la economía cubana que expresaban los límites del
modelo de crecimiento que tenía y la vulnerabilidad de su sector productivo. Tras la caída del bloque comunista, Cuba no tuvo capacidad econó95 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, pp. 128–131.
96 Gleijeses, P.: op. cit., vol. I, pp. 377-378 y 402.
97 Pujol, J. P. (ed.): Cuba: políticas económicas para la transición, Madrid: Verbum, 2004,
pp. 10–12.
411
Josep Sánchez Cervelló
mica para repetir sus intervenciones en los conlictos internacionales. Su
desarrollo desde el inicio de la década de los noventa señaló los límites de
su modelo socialista98; pues el país tuvo que mantener elevadas cuotas de
importación por antiguas diicultades estructurales, a las que se sumaba el
bloqueo de Estados Unidos.
El dispendio cubano en sus intervenciones en África: Angola, Etiopía,
la colaboración con las guerrillas de Sudáfrica, Namibia, Zimbabue, Mozambique, Nicaragua, etc. tuvieron un elevadísimo coste en su capacidad
económica.
El hundimiento de la Unión Soviética trajo a la isla lo que se conoce
como periodo especial en tiempos de paz, que se extendió desde 1989 hasta
la llegada de Hugo Chávez al poder en Venezuela en 1998.
La caída del comunismo provocó la brutal contracción del PIB en un
36 % de 1990 a 199399. El Gobierno tuvo que realizar reformas institucionales a mediados de esa década: restablecer la cartilla de racionamiento,
limitar la venta de combustible y aceptar el envío a particulares de divisas.
Además, se permitió la diversiicación de las fuentes de ingresos y se toleró la economía de mercado, ya que hasta entonces el sector público había
monopolizado el mercado laboral.
El despunte del creciente sector privado, conocido eufemísticamente
por modelo socialista de mercado descentralizado, ha generado una creciente desigualdad social y el auge de la corrupción, además del aloramiento de una nueva clase social que se exaspera cada vez más por la
burocracia e ineiciencia del Estado.
Dos historiadores de referencia señalaron en ese mismo sentido lo
siguiente:
La URSS y Cuba se desprendieron de una cantidad inaudita de recursos humanos y materiales, para defender el Gobierno de Luanda y derrotar a la
UNITA. Junto con las guerras de Afganistán y del nordeste de África, el conlicto en los campos angoleños consumió tal cantidad de recursos soviéticos
que llevó a algunos historiadores a defender que la Guerra Fría en 1990 había
sido parcialmente determinada por lo que aconteció en el interior de Angola100.
98 Serbín, A. y Tulchin, J. S.: El Caribe y Cuba en la Posguerra Fría, Caracas: Instituto
Venezolano de Estudios Sociales y Políticos, 1994, pp. 30-41.
99 <www.ecured.cu/index.php/Producto_Interno_Bruto_en_Cuba>.
[Consulta el 10/10/2015].
100 Wheler, D. y Pélissier, R.: História de Angola, Lisboa: Tinta da China, 2013, p. 364.
412
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
5. La inluencia de la Revolución portuguesa en España
La caída de la dictadura de Caetano fue decisiva a la hora de buscar un
modelo transicional para España, que alejase la posibilidad, por remota
que fuese, de que hubiese otro proceso revolucionario. En Portugal hubo
un corte radical con el pasado, pues en los días posteriores al golpe se
suprimió el partido único de la dictadura, la Acção Nacional Popular; se
prohibió su periódico, Época; se disolvió la policía política y las organizaciones ilofascistas Legião Portuguesa, Mocidade Portuguesa, los sindicatos nacionales, etc.; y se depuró al personal defensor de la dictadura del
aparato del Estado y de las universidades, incluso, de la empresa privada.
En España, sucedió lo contrario. El partido único, el Movimiento
Nacional, fue el núcleo de la Unión del Centro Democrático (UCD) de
Adolfo Suárez; la DGS, la policía política franquista, acabó siendo redirigida a luchar contra Euskal Ta Askatasuna (ETA), sin antes haber sido
reeducada en el respeto a los derechos humanos; las Fuerzas Armadas fueron depuradas, pero no de franquistas, que lo eran en su mayoría, sino de
los demócratas que integraban la Unión Militar Democrática (UMD); la
censura de prensa se redobló y la extrema derecha se organizó, bajo lo que
se denominó el búnker.
En lugar de revolución, en España se produjo una reforma, de la ley
a la ley, porque, como señalaron tanto Brandt como Kissinger: «los vacíos
de poder favorecían al comunismo». Esa comunión de pensamiento, que
reveló la alianza estratégica entre Estados Unidos y Europa occidental,
marcó la senda por la que debía transitarse101. Los analistas y politólogos
sesudos llegaron a la conclusión de que en Portugal, desde abril 1974 y
durante la mayor parte de 1975, el PCP y la Confederación General de los
Trabajadores Portugueses-Intersindical Nacional (CGTP-IN) dominaron
la política y el aparato del Estado porque cuando cayó Caetano, eran las
únicas fuerzas organizadas. Lo mismo ocurría por entonces en España,
donde el PCE y el Partit Socialista Uniicat de Catalunya (PSUC) y Comisiones Obreras (CC.OO.) eran los grupos clandestinos hegemónicos.
Por eso, el miedo de la oligarquía a la revolución era total, pues tenían
vivo el recuerdo de lo que había sucedido en 1936 y, por tanto, se buscó
una salida negociada que no cuestionase su hegemonía. Así, por ejemplo,
101 Véase Muñoz Sánchez, A.: El amigo alemán. El SPD y el PSOE de la dictadura a la
democracia, Barcelona: RBA, 2012; y Lemus, E.: Estados Unidos y la transición española.
Entre la Revolución de los Claveles y la Marcha Verde, Madrid: Sílex, 2011.
413
Josep Sánchez Cervelló
el banquero Jordi Pujol, futuro presidente de la Generalitat de Cataluña,
estuvo de acuerdo en la democratización, siempre que no condujese a la
nacionalización de la banca, a la reforma agraria y al control de los medios
de producción por parte del Estado102.
La inluencia portuguesa se dejó ver en la indulgencia con la que el
franquismo pasó a tolerar el surgimiento de fuerzas que iban desde la extrema derecha al centro izquierda, pues pudieron actuar sin demasiadas
limitaciones, de acuerdo con las demandas de la CEE y de Estados Unidos,
al entender que la portugalización sería un peligro y que las fuerzas moderadas debían organizarse antes de la muerte de Franco. Empezaron, entonces, a proliferar grupos liberales, demócrata-cristianos y, desde los sectores reformistas del franquismo, también se auspició la tolerancia de las
organizaciones socialistas. Así, el PSOE (renovado), bendecido por la IS
y dirigido por «Isidoro» (Felipe González), emergió de la clandestinidad
avant la lettre, y la Unión General de Trabajadores (UGT) fue la primera
organización derrotada en 1936 que pudo hacer un congreso en libertad,
del 15 al 18 de abril de 1976103. El PSOE, arropado por el anticomunismo
heredado de la guerra civil y reforzado por el de la Guerra Fría, y con la
experiencia de lo acontecido en Portugal con el proceso revolucionario
en curso (PREC), no descartó presentarse a las elecciones sin que el PCE
estuviese legalizado104; extremo que no llegó a ocurrir.
Otros ámbitos en los que la inluencia portuguesa fue mayúscula fueron en la descolonización del Sáhara105; en la cuestión militar; en la aceptación del pluralismo sindical, que inicialmente el franquismo no contemplaba y que acabó aceptando, para que el sindicato comunista CC. OO., no
monopolizase el movimiento obrero; en la democratización de la policía y
en la metamorfosis de la DGS (la policía política); en la liberalización de
los mass media y en la percepción de la cultura del vecino peninsular, que
hasta entonces había pasado desapercibido106.
102 «Las terceras vías a Europa. Jordi Pujol y la necesidad de una convergencia democrática,
en Cataluña», La Vanguardia, 28 de mayo de 1975, p. 35.
103 Sánchez Cervelló, J. y Tubau, I.: Felipe González, Barcelona: Ediciones B, 2004, pp.
72-73.
104 García Santesmases, A.: Repensar la izquierda: evolución ideológica del socialismo en la
España actual, Barcelona: Anthropos, 1993, p. 34.
105 Sánchez Cervelló, J.: «A descolonização do Saara a luz da Revolução dos Cravos»,
Revista de Ciência Política, n.º 6, (Lisboa), 1987, pp. 79–91.
106 Sánchez Cervelló, J.: A Revolução portuguesa e a sua inluência na transição espanhola
(1061–1976), Lisboa: Assirio & Alvim, 1993, pp. 329–432.
414
El Big bang portugués y la transformación geopolítica en el último tercio del siglo xx
Conclusiones
Huntington habla de tercera ola democratizadora, pero se considera desde
este estudio que en ella tuvo más inluencia la distensión bipolar que la
mayoría de los pueblos demandaban, que la voluntad de Estados Unidos
de realizarla y, evidentemente, fueron procesos que no los guío nadie.
La importancia de la Revolución de los Claveles ha sido clave en los
cambios políticos del último tercio del siglo xx, especialmente por la dimensión de su imperio colonial, puesto que su descolonización cambió
la geopolítica planetaria: remodeló el Cono Sur del continente, lo que
propició que se acabara con el apartheid y atrajo sobre aquella región la
inluencia del bloque soviético, que tuvo que hacer un esfuerzo ingente
para doblegar a Sudáfrica y a sus aliados. Este esfuerzo acabó debilitando
considerablemente a Moscú y a La Habana.
415
LAS TRANSICIONES POLÍTICAS CONTEMPORÁNEAS
EN EL MUNDO ÁRABE: UN ANÁLISIS CRÍTICO DESDE
LAS PRIMAVERAS DE 2011 A LA ACTUALIDAD
Oliver Klein Bosquet
Universidad Rovira i Virgili
oliver.klein@urv.cat
Resumen
Los países árabes, en los cuales se profesa mayoritariamente la religión del islam,
parece ser que están en guerra contra el exterior, por ejemplo, contra lo que se
considera Occidente, dado el terrorismo internacional de organizaciones bárbaras como pueden ser Al Qaeda o el Estado Islámico, aunque una aproximación
más detallada a su problemática servirá para percatarse de que están más bien en
medio de una guerra civil entre ellos. Lo que se conoce bajo el concepto de itna
en árabe (traducido como ‘división’) resulta ser un conlicto muy complejo que no
consta tan solo de dos bandos que luchan, sino de un buen número de confesiones
y corrientes que se alían o se enfrentan entre ellas frente a un tercero, según las
circunstancia o según sus propios intereses o los de otros países que juegan en el
ajedrez de la hegemonía en las relaciones internacionales.
Palabras clave
Primavera Árabe; islam; islam político; sunismo; chiismo; terrorismo islámico;
Irán, Arabia Saudita.
Abstract
he barbarous international terrorism of organizations such as Al Qaeda or the
Islamic State of Iraq and the Levant (ISIL) gives the impression that the Arab
countries, most of which follow the religion of Islam, seem to be at war with the
outside world, for example with the West. However, a more detailed analysis of
the problem shows that they are in fact engaged in a civil war among themselves.
he conlict, which is referred to by the Arabic concept of «itna» (translated as
“division”), is highly complex in that, rather than just two opponents ighting each
other, a large number of sects and movements ight among themselves or join
forces against a third party depending on the circumstances or according to their
own interests or those of other countries that are playing in the game of chess that
decides the hegemony of international relations.
Key words
Arab Spring; Islam; political Islam; Sunni Islam; Shia Islam; Islamic terrorism;
Iran; Saudi Arabia.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 417–438.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Oliver Klein Bosquet
El mundo árabe vive hoy inmerso en un proceso profundo de cambio que
puede enmarcarse perfectamente dentro del concepto de transición política1. Desde el extremo más occidental al más oriental de su vasto territorio
los árabes están desarrollando su propia solución a la fórmula por ellos
aplicada de conjugar el apego a su religión muy mayoritaria, que es el islam2, con la organización política del Estado y el comportamiento de sus
respectivos gobiernos. A partir del año 2011, con lo que se ha conocido
popularmente como primaveras árabes3, y hasta hoy en día, se siguen sucediendo en dicho territorio y al mismo tiempo, lo que podrían representar
ciertas esperanzas democratizadoras junto con otras amenazas de involución conservadora, casi siempre de un tipo renovado de talante teocrático.
Lo más importante que debe observarse es como un único islam4, como
religión que pretende abarcar todos los ámbitos de la vivencia personal
y humana, se está moldeando bajo diferentes concepciones, prácticas y
propuestas, según la idiosincrasia de su origen e identidad y de la comprensión de la modernidad. Estas serán las diferentes vertientes del islam
político5 que se analizarán a continuación.
1 Se entiende como transición política el periodo de tiempo que reúne cambios profundos
en el ámbito político, que llevan consigo la transformación de todo un régimen de gobierno.
Sobre todo en el caso analizado, se aplica a la profunda transformación que conlleva para
una sociedad el paso de un régimen autoritario a otro que pretende ser más democrático.
2 El islam es la segunda religión más grande del mundo de tipo monoteísta, puesto que cuenta con cerca de 1 570 millones de ieles, aproximadamente un 23 % de la población mundial.
Cerca de un 13 % de ellos viven en Indonesia, el mayor país llamado musulmán, y un 31 %,
en el subcontinente indio, aparte de una muy importante implantación en China y en los territorios que coinciden con la Federación Rusa y algunas de las antiguas repúblicas soviéticas
de Asia central; lo que corrobora que no puede resumirse el hecho de equiparar el musulmán
con el árabe, a la vez que tampoco puede airmarse que todos los árabes sean musulmanes,
aunque sí la gran mayoría de ellos.
3 Se preiere la fórmula «primaveras árabes», ya que, pese a existir un orden cronológico de
los sucesos insurreccionales vividos en el espacio territorial que se está tratando, no se considera que exista un modelo de Primavera Árabe único, homogéneo e importado de un país
a otro, sino más bien se trata de diferentes «primaveras» en diferentes lugares que se reúnen
para resumir y hacer referencia a un proceso histórico muy destacado.
4 Se habla de un único islam de manera teórica, bajo la inluencia del concepto de umma o
de hermandad de las poblaciones y los países que profesan esta religión, aunque la realidad
es que la lógica estatista y la dinámica de las relaciones internacionales durante los siglos xx
y xxi pongan muy en entredicho el comportamiento unánime y de consenso.
5 El concepto de islam político se entiende como diferentes formas de islamismo aplicado al
gobierno de un territorio y de sus ieles y conciudadanos, lo que viene a ser un conjunto hete-
418
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
En primer lugar, debe recordarse que bajo lo que se denomina mundo árabe se reconocen diferentes realidades y mundos, en todo caso bajo
una misma premisa, que es el predominio de la religión musulmana entre
sus habitantes. Seguidamente, debe delimitarse este «mundo» geográicamente y reconocer los países en concreto de los que se habla, lo que ya
provoca, según diferentes autores, más de una controversia. Por un lado,
están los países que forman parte del Magreb6 (Mauritania, Marruecos,
Túnez y Argelia), el Mashrek7 (Libia y Egipto), los del Próximo Oriente u
Oriente Medio8 (Turquía, Palestina9, Jordania, el Líbano, Siria, Irak e Irán)
y los del golfo Pérsico o la península arábiga10 (Arabia Saudita, el Yemen,
Omán, Baréin, los Emiratos Árabes Unidos de Abu Dabi y Dubái, Catar
y Kuwait).
rogéneo de movimientos políticos cuya ideología y programa político consiste esencialmente
en la adaptación de la vida política a los mandatos religiosos del islam.
6 El Magreb signiica ‘poniente’, es decir, ‘por donde se pone el sol’, y los países que se mencionan en su seno coinciden con los de la organización de la Unión del Magreb Árabe, en
la cual se reconoce excepcionalmente a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD)
como representante del Sáhara Occidental tras la descolonización de la metrópolis española.
7 El Mashrek signiica ‘levante’, es decir, ‘por donde sale o se levanta el sol’. Tradicionalmente
se considera que todos aquellos países que están al este de Libia, considerándose Libia de
una forma ambigua como un territorio tapón, y muy claramente convirtiendo a Egipto en el
país por excelencia y potencia regional de la zona, dentro de la cual puede incluirse el área
ocupada por Sudán como el Mashrek.
8 Se preieren estas dos nomenclaturas que incluyen bajo un mismo concepto todo el vasto
territorio que va desde Turquía a Irán, teniendo en cuenta que bajo el peril de árabes no
pueden incluirse ni a los turcos ni a los curdos ni a la mayoría de iraníes de origen persa, así
como grupos poblacionales de distinta índole que se encuentran circunscritos en este ámbito
en cuestión. Existen otras nomenclaturas como Creciente Fértil o Asia Menor que son más
parciales y menos inclusivas.
9 Se considera que Palestina es un Estado de reconocimiento limitado por la comunidad
internacional, también denominado como Territorios Palestinos de Gaza y Cisjordania, que
incluye la presunción de la capitalidad de Jerusalén Este, pese a no ser estos continuos ni
responder a un único y uniforme Gobierno.
10 Esta nomenclatura también ha sido ampliamente discutida. Mientras desde el lado oriental, donde se sitúa Irán, país básicamente no árabe, se preiere hacer mención al golfo que
baña sus costas; por el otro lado, que es árabe, bajo predominio de los postulados del Estado
creado de Arabia, llamada Saudita, por la dinastía monárquica de los Al Saoud, que son los
que consiguieron su independencia, se preiere hacer mención a la descripción geográica de
península, que incluye mejor —eso sí— los territorios más occidentales, como pueden ser
los del Yemen.
419
Oliver Klein Bosquet
En segundo lugar, deben tenerse en consideración, de forma cronológica y detallada, los acontecimientos básicos que generaron un momento
histórico observado con mucha atención por la comunidad política internacional, hasta el punto de emitir juicios de valor de forma prematura
al creer que estas rebeliones populares podrían conllevar el inal de regímenes dictatoriales que se habían prolongado durante décadas11, en la
mayoría de los casos instalados desde los mismos movimientos que promovieron las independencias respecto a las potencias coloniales durante
el pasado siglo, que fueron sustituidos por sistemas de gobierno de talante
más democrático al estilo occidental. Valga el símil, pues: se estaba, entonces, hablando de un invierno demasiado oscuro que debería dar paso a las
diferentes primaveras del año 201112.
La primera irrupción y el nacimiento de lo que más tarde se conocería
como Primavera Árabe fue el episodio acontecido en la ciudad tunecina de
Sidi Bouzid en diciembre de 2010, en el que se inmoló un joven mercader
ambulante como símbolo de protesta por la precariedad económica del
país y la corrupción existente entre sus esferas dirigentes.
En enero de 2011, las manifestaciones que se generalizaron en todo
Túnez y que se convirtieron en un movimiento contra la tiranía del presidente Ben Alí se reprodujeron de forma casi inmediata en Egipto, concretamente en su capital, El Cairo, a partir de las movilizaciones organizadas
alrededor y con epicentro en la plaza Tahrir. Desde que los militares derrocaron la antigua monarquía egipcia siempre han tenido la última palabra en las deliberaciones sobre el futuro del país, desde la época de Naser13,
pasando por Al Sadat, hasta el apoyo y el abandono a la familia Mubarak.
11 Resulta muy interesante observar cómo en el lenguaje del periodismo de los países conocidos como occidentales los adjetivos dirigidos a los antiguos dirigentes de estos países pasan
de ser los de buenos aliados para los ines de las potencias globales para cambiarlos, tras su
derrocamiento, por los de sátrapas, dictadores y genocidas, muy especialmente en los casos
de Ben Alí y Hosni Mubarak.
12 El nombre de las estaciones meteorológicas que se dan según la época del año y el clima
cambiante ha terminado dando mucho juego dentro de la temática analizada. Simpliicando
mucho, se considera que los países árabes vienen de un invierno negro, frío y profundo. Muy
inluenciados por Vivaldi, se considera que la primavera es el sitio donde uno debe quedarse
por su bondad y no se tienen en cuenta ni los periodos de verano ni de otoño. Posteriormente,
se comentará al analizar en perspectiva los hechos que los del invierno quedarán inalmente en
otoño, es decir, en un intento de tránsito que no puede considerarse totalmente exitoso.
13 El general Gamal Abdel Naser es el fundador, alrededor de su igura, del «naserismo», un
movimiento político nacido en Egipto gracias a un grupo de jóvenes oiciales que conspiraron para derrocar al rey Faruq: nacionalista y socializante. Este movimiento dará lugar a una
420
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
La mecha de la protesta estalló inmediatamente también en Libia, un
país bajo el control totalitario —más que en otro lugar— de Gadai, en los
últimos años agasajado por muchos de los presidentes de la otra ribera del
Mediterráneo debido a la existencia en su territorio de grandes reservas de
gas natural, de gran interés estratégico para los países desarrollados y sus
compañías multinacionales. Hoy en día, Libia es lo más parecido a un «Estado fallido»14 tras la guerra civil que aún perdura, el asesinato de Gadai
y la lucha de poder entre diferentes facciones que dejan dividido el país
en dos grandes partes15, a lo que se le suman otros conatos subversivos en
otras pequeñas regiones aisladas según el predominio de ideologías, tribus
o señores de la guerra clásicos.
En el extremo occidental del norte de África se encuentra Marruecos,
que aunque ya ha vivido un proceso anterior de apertura relativa, reconciliación y superación de los años de plomo16 con la sustitución de Hasán
II por un monarca más joven y moderno, como es su hijo Mohamed VI,
y pese a que grandes grupos de población piden cambios en la relación
de la Administración con sus súbditos, el control de los tiempos continúa
marcándolo el majzén17. Tras unas primeras semanas de efervescencia, el
corriente mayor, que salpicará al resto de países vecinos de la zona, cuyo nombre es panarabismo y que pretende reunir las ansias de libertad de todos los territorios árabes colonizados
bajo una misma organización estatal y gubernamental.
14 El concepto Estado fallido lo emplean los periodistas y los comentaristas políticos para
describir un Estado aparentemente independiente y soberano que se considera ha fallado
en la garantía de los servicios básicos a su población. Por lo general, esta situación de desgobierno está caracterizada por un fracaso social, político y económico, así como por una organización política tan débil o ineicaz que sea incapaz de controlar las vastas regiones de su
territorio, los altos niveles de corrupción y de criminalidad, a los refugiados y desplazados, y
una marcada degradación económica.
15 Actualmente, una misión especial de la ONU, bajo el liderazgo del diplomático español
Bernardino León, intenta negociar la paz entre dos autoproclamados gobiernos (el de Tobruk y el de Trípoli) y los territorios que están controlados por Al Qaeda, dígase también Estado Islámico —que coincide con la región histórica de Bengasi, que se levantó fuertemente
contra Gadai—, así como los diferentes líderes tribales, entre ellos tuaregs y señores de la
guerra que han ido proliferando en el ámbito local.
16 Se conoce como «años de plomo» a un periodo de la historia reciente de Marruecos caracterizado por la práctica desaparición de las garantías del Estado de derecho y el terror de
Estado contra disidentes o personas consideradas potencialmente peligrosas o perjudiciales
para el orden político vigente, coincidiendo con el reinado de Hasán II (1969–199).
17 Majzén es una palabra árabe que signiica ‘almacén’ y que designaba antiguamente al Estado marroquí y en la actualidad a la oligarquía o a los poderes fácticos instalados alrededor
del Palacio Real, que gobierna en la sombra con toda una serie de privilegios otorgados.
421
Oliver Klein Bosquet
monarca reaccionó abriendo el proceso que debería llevar a una nueva
Constitución18, que otorgara más libertades civiles, como mínimo teóricamente, a todos sus conciudadanos y se generaran medidas de gracia,
como puede representar el indulto del 14 de abril de ese mismo año a 190
presos políticos como respuesta a otro informe elaborado por el Consejo
Nacional Marroquí de Derechos Humanos. Por su parte, Argelia desgraciadamente goza de la malísima experiencia de combates continuos contra el salaismo organizado y reconvertido a terrorismo, desde la victoria
invalidada por el mismo ejército del Frente Islámico de Salvación (FIS)19,
lo que no permite hoy en día demasiados experimentos. Lo mismo ocurre
en la débil Mauritania, igualmente acongojada por los movimientos yihadistas20 y las células de Al Qaeda21 y el Estado Islámico22, que se extienden
18 La nueva Constitución marroquí de 2011 representa la norma fundamental para el Reino de Marruecos a propuesta del rey Mohamed VI, en junio de ese año, con el objetivo de
sustituir a la de 1996, sometida a referéndum el 1 de julio del mismo año, cuando obtuvo un
apoyo superior al 97 % de los votantes y entró en vigor el 16 de julio. A raíz de las protestas
que estaba sacudiendo el país desde febrero de 2011, bajo el protagonismo de un grupo básicamente de jóvenes conocido como Movimiento del 27 de Febrero, esta maniobra del joven
monarca destaca por su visión estratégica a la hora de calmar los ánimos de esas protestas al
rellenar su contenido con elementos fundamentales para el cambio lento hacia una mayor
democratización del país, como pueden ser la reducción sus propios poderes y prerrogativas,
el refuerzo de la posición del presidente del Gobierno como jefe del Poder Ejecutivo, un reconocimiento mayor de los derechos y las libertades fundamentales, la creación de una cámara
alta con vocación de cámara regional, y la posibilidad de una elección libre de los consejos
regionales y locales con cierto grado de autonomía.
19 Este proceso llevó a lo que se conoce como la guerra civil argelina, que fue un conlicto
armado librado entre el Gobierno argelino y varios grupos rebeldes islamistas que empezó
en diciembre de 1991, cuando el Gobierno canceló las elecciones tras su primera ronda, en la
cuales presumiblemente iba a ganar el FIS, lo que hizo patente su interés por erradicar el proceso democrático. El número de muertes se estima entre 150 000 y 200 000, y terminó con la
victoria del Gobierno tras la rendición del Ejército Islámico de Salvación, brazo armado del
FIS, y la derrota en 2002 del Grupo Islámico Armado (GIA). No obstante, en la actualidad
siguen produciéndose conlictos de baja intensidad en algunas zonas del país.
20 Yihad se traduce del árabe como ‘esfuerzo’ o ‘lucha’, en el sentido de conseguir ser un buen
musulmán. Aquellos que lo interpretan como ‘lucha’ o ‘guerra santa’ contra los «inieles»
para imponer su doctrina única islamista se conocen como yihadistas, antiguos guerreros
muyahidines, hoy identiicados con terroristas que pueden pertenecer a organizaciones del
tipo de Al Qaeda o el Estado Islámico.
21 Al Qaeda signiica literalmente ‘la base’, aunque también puede traducirse por ‘el fundamento’ o ‘el método’ y es una red de organizaciones fundamentalistas islámicas que optan por
el terrorismo internacional para que su doctrina o visión del mundo prevalezca.
22 El Estado Islámico (ISIS o DAESH, según sus siglas en inglés o árabe, respectivamente)
es un grupo terrorista radical que ha conseguido reunir bajo su paraguas a diferentes grupos
422
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
a lo largo de toda la zona del Sahel, desde el desierto del Sáhara hasta las
zonas central y oriental africanas, y la propia gran potencia regional, Nigeria, con el activismo en su parte norte de la guerrilla islamista de Boko
Haram.
Desde el norte de África se ha extendido paulatina y progresivamente un contagio dañino hasta los países de la península arábiga o el golfo
Pérsico. El primer episodio conocido es el del Yemen, actualmente bombardeada por los saudíes con ayuda militar británica y estadounidense tras
las protestas y la huida de su presidente durante décadas, el dictador Saleh,
y después de una reuniicación del país realizada en falso el 22 de mayo
de 199023. Asimismo, se sucedieron revueltas en Baréin relacionadas con
la discriminación de la minoría chiita, sobre todo en la capital Manama,
con protestas reiteradas en su plaza de la Perla. Aunque no se hable mucho
de ellos, también existen conatos de protesta en la misma Arabia Saudita,
cuna del islam, con las ciudades sagradas de La Meca y Medina bajo su
custodia, sobre todo relacionados con el trato de las minorías étnicas y
religiosas que no participan como ciudadanos con plenos derechos reconocidos en el Gobierno del país en concreto ni en toda la región24.
Nunca debe olvidarse qué ocurre y se vive con mucha intensidad y
desgarro en todos los países árabes en la tierra de Palestina25, donde debe
armados, entre ellos gran parte de la original Al Qaeda, lo que ha propiciado la victoria del
islam a través del autoproclamado nuevo califato, []asentado en un amplio territorio de Irak
y Siria.
23 La República Árabe del Yemen (también conocida como Yemen del Norte), con capital
en Saná, más ligada a la hegemonía saudita, y la República Democrática Popular del Yemen
(o Yemen del Sur), con capital en Adén, se reuniicaron bajo el nombre de República Unida
del Yemen, con capital en Saná. Actualmente, los hutíes, concentrados en los territorios del
norte y ligados al chiismo, que gozan del apoyo de Irán, se han levantado contra el Gobierno
provisional del país, lo que ha provocado, a su vez, un contraataque de la coalición prosunita,
liderada por Arabia Saudita y en la que participan otros países monárquicos árabes, como
Jordania o Marruecos.
24 El sunismo es la rama mayoritaria de interpretación del islam, pero tal y como pasa en el
cristianismo, que puede distinguirse entre catolicismo y protestantismo, el chiismo representa su principal alternativa. Chiita signiica ‘partidario de Alí’ y alude a los seguidores del que
fuera primo y yerno de Mahoma (ya que estaba casado con la hija del Profeta, Fátima) en las
luchas por el poder que siguieron a su muerte. No se recordaba hasta hace bien poco que en
el seno de Arabia Saudita, baluarte del sunismo clásico y ortodoxo, así como en casi todos los
países del Golfo, existen importantes minorías chiitas, tradicionalmente marginadas.
25 El conlicto en Palestina que viene a conocerse por su trascendencia mayor como árabeisraelí, aparte de la historia violenta anterior a la creación del Estado de Israel, constituye la
423
Oliver Klein Bosquet
aludirse a esa hermandad retórica que resulta la umma. Aquí, cabe señalar
el poder conseguido en los últimos años, muy concentrado en la franja de
Gaza, junto a la frontera egipcia y la península del Sinaí —donde ahora
también hay una presencia predominante de Al Qaeda y el Estado Islámico—, por parte del partido político armado Hamás26, que se atreve a poner
en entredicho la herencia y la hegemonía de Yasir Arafat y la élite predominante de Al Fatá27 y la autoridad nacional oicialmente gobernante.
Este hecho está directamente relacionado con el frágil Líbano, en el
cual los palestinos refugiados, sobre todo en el sur del país, deben convivir
con el partido y la guerrilla prochiita de Hizbulá28, hermanada y apoyada por Irán, junto con la mayoría cristiana maronita, otras comunidades
árabes sunitas, drusos, grecoortodoxos, armenios, etc. A lo que hay que
sumar los casi más de cuatro años de guerra civil en Siria, con aproximadamente 320 000 muertos, más de ocho millones de desplazados internos,
y más de cinco millones de refugiados. Muchos de ellos acogidos en Jordania, cuya monarquía hachemí siempre se ha caracterizado por el juego
de equilibrios que ha sabido elaborar, en el actual campo de refugiados
más grande del mundo, en Zaatari, que supera incluso el de Dadaab, que
suma de la primera guerra de 1948 tras la expulsión de los primeros árabes; la guerra de los
Seis Días en 1967, en la que llegaron a entrar en combate Egipto, Siria, Jordania e Irak; la
guerra del Yom Kippur en 1973 por el control de la península del Sinaí, hoy bajo soberanía
egipcia; dos insurrecciones armadas palestinas conocidas como intifadas; y la primera guerra
del Líbano, con la consiguiente invasión del sur del país por parte de Israel.
26 Acrónimo que signiica literalmente ‘Movimiento de la Resistencia Islámica’; es un partido político radicado en Palestina cuyo brazo armado ha sido considerado durante mucho
tiempo como terrorista por gran parte de la comunidad internacional. Antisionista y cercano
a las posturas de los Hermanos Musulmanes también ha colaborado con Hizbulá y los intereses iraníes en la zona, en detrimento del otro partido mayoritario palestino que es Al Fatá,
lo que ha propiciado inalmente su gobierno sobre la Franja de Gaza.
27 Al Fatá se traduce a su vez como Movimiento de Liberación Nacional Palestino y es una
de las principales facciones palestinas y la mayor constituyente de la Organización para la
Liberación de Palestina (OLP), cuyo líder histórico y inalmente presidente de la Autoridad
Nacional Palestina fue Yasir Arafat hasta su muerte el 11 de noviembre de 2004, que fue
sustituido hasta el día de hoy por Mahmud Abás.
28 Hizbulá se fundó en el Líbano en 1982 como respuesta a la intervención israelí de ese
momento. Fue entrenada, organizada y fundada por un contingente inicial de la Guardia
Revolucionaria iraní. Hoy en día sigue recibiendo armas, capacitación y apoyo inanciero de
Irán, que alienta su confesión chiita, y ha venido funcionado con la bendición de la vecina
Siria, cuyo líder actual es el clérigo Hasán Nasralah.
424
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
protege a los somalíes huidos de Kenia perseguidos por los yihadistas de
Al Shabah en el Cuerno del África Oriental29.
Irak fue utilizado por Estados Unidos para castigar la tercera osadía
de Sadam Huseín30, del mismo partido Baaz31 que la familia Al Asad en
Siria, a su vez miembro de la minoría alauí, de fraternidad chiita, por lo
que merecen ambos la amistad del país vecino y potencia regional que es
la República Islámica de Irán32, gobernada de forma teocrática por sus
ayatolás. Muchos obviaron las relaciones históricas precoloniales entre
Irak e Irán33, pese a su gran guerra inducida y las fronteras creadas, por
lo que sorprende hoy la mayoría chiita del país, a excepción de la región
central, conocida bajo el nombre de triángulo sunita, del cual procedía a
su vez el anciano dictador. Junto con Afganistán, la intervención estadounidense no hizo más que aumentar la desconianza ante la intervención y
la defensa de los intereses de lo que en el mundo árabe se llama Occidente.
Ni los discursos del trato desigual ni las actuaciones militares para poner
orden ni el apoyo a unos u otros gobernantes —según sea el caso— no son
válidos para el conjunto de esta población. Se está viviendo la reconstrucción de un nuevo orden político árabe y musulmán que contiene varios
29 Tampoco se tiene en cuenta, ante la fuerte oleada actual de refugiados sirios a Europa, el
reconocimiento de los campos instalados bajo el auspicio de la ONU en Jordania y el Líbano.
También es lícito recordar que otros países del entorno no ofrecen el mismo asilo, aunque
sean igualmente hermanos de la misma umma, como Irak, Irán, Turquía o la propia Arabia
Saudita.
30 Entre 1991 y 2003 se contabilizan las llamadas tres guerras del golfo Pérsico, que tienen
que ver con la intervención directa de Estados Unidos en esa región de Oriente Medio para
derrocar al invasor de Kuwait, genocida de chiitas del sur y de curdos del norte, el iraquí Sadam Huseín, antes de instalar un nuevo presidente bajo un régimen declarado democrático
y sustentado por los intereses y dólares de las petroleras internacionales.
31 El partido Baaz, que signiica en árabe ‘renacimiento’, se proclamaba árabe y socialista, a la
vez que tenía un comportamiento ante el fenómeno religioso más bien laico y protegía a las
minorías confesionales existentes. Se fundó en 1947 y contaba con ramas en diferentes países
árabes, aunque siempre fue más fuerte en Siria e Irak.
32 La República Islámica de Irán resulta la heredera del territorio que abarcaba la antigua
Persia, área geográica que durante siglos había sido la protagonista de un imperio, frontera
con el mundo árabe, aunque proclamado musulmán, de doctrina chiita, a partir de la revolución organizada contra el monarca absoluto conocido como sah en 1979.
33 La guerra entre Irak e Irán fue un conlicto bélico surgido entre los años 1980 y 1988 que
inalizó sin un claro vencedor. Sus orígenes se encuentran en la larga animosidad árabe-persa
y en las rivalidades por conseguir la hegemonía regional entre dos modelos de gobierno de
país de gran inluencia entre los musulmanes.
425
Oliver Klein Bosquet
factores de análisis en el mismo momento de poder aprovechar la ocasión
para acelerar la oleada de democratización que tras la caída del muro de
Berlín en 1989 y el hundimiento de la Unión Soviética en 1991, se predecía
a principios del siglo xxi, y solo pareció ser ocasionalmente efectiva para
las antiguas repúblicas comunistas de Europa del Este.
10 años después de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York
el 11 de septiembre de 2001, en ese nuevo paradigma de las relaciones
internacionales para el nuevo siglo, la invasión de Afganistán con el objetivo de actuar contra los talibanes34, colaboracionistas de los terroristas
islámicos, propició que el ciclo de la historia cambiara radicalmente en
cuanto a las dos grandes perspectivas —y a su vez muy diferentes— de ver
el desarrollo del mundo, que deben imponerse una sobre la otra en el territorio indicado: por un lado, el radicalismo de la esencia que hace que se
retroceda en el tiempo a manos de los herederos de Al Qaeda y el Estado
Islámico, que pretenden reinstalar un gobierno del terror bajo un único
califato; y, por otro, la senda democrática que viene asociada al pacto con
los conglomerados de poder en el ámbito internacional, ya sea con Estados Unidos o la Unión Europea (UE), la Organización de Naciones Unidas (ONU) o los propios países emergentes a los que habrá que tener en
cuenta, por ejemplo, los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica).
Paralelamente, cada país del conglomerado árabe-musulmán predica internamente su actual transición, según diferentes consignas y objetivos futuros, que precisamente en este texto pretenden descifrarse más
allá de las crónicas periodísticas sobre los sucesivos eventos trágicos que
han acaecido últimamente. Existen cinco países de los anteriormente citados que sirven para describir los diferentes grupos de casuística aplicada,
como son Túnez, Egipto, Libia, el Yemen y Siria, ninguno de los cuales
parece ser un buen ejemplo de resolución lograda, sino todo lo contrario.
Aquellos países que controlaron o estabilizaron algunos de los levantamientos populares de la época parecen ser hoy en día precisamente más
estables, donde parece imperar una mayor seguridad jurídica, pese a sus
imperfecciones claras, como pueden ser Marruecos o Argelia, por un lado,
34 Los talibanes son originarios de Afganistán y su denominación en la lengua pastún de la
zona signiica ‘estudiantes del Corán’. Responden a una orientación fundamentalista islámica
y hoy en día es por todos conocido que fueron armados por Estados Unidos y adoctrinados
en las madrasas o escuelas coránicas inanciadas por Arabia Saudita para frenar el auge comunista en la zona de inluencia soviética.
426
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
o Arabia Saudita, por el otro; aunque siempre existan suspicacias sobre su
fortaleza aparente35.
Todo ello puede llevar a la relexión, de nuevo, sobre las falacias y los
errores del análisis occidental de la cuestión, lo que pone en tela de juicio la expresión de Primavera Árabe como una época que tenía que traer
consigo una mayor luz, puesto que, en muchos de casos, no se ha hecho
otra cosa que empeorar la situación. Con una gran dosis de empatía y el
conocimiento de caso por caso, cabe la posibilidad de preguntarse, como
habitantes de un país, si la situación actual en Libia es mejor o peor que
durante la dictadura de Gadai; lo mismo en Irak, bajo la dictadura de Sadam Huseín; o actualmente en Siria, bajo el padre de Bashar al Asad; etc.
En todo caso, en ninguno de estos países predomina hoy una democracia
cuyas normas básicas —se sepa— estén bajo el sufragio amplio y limpio,
el pluripartidismo total y la separación de poderes, así como la diferenciación fundamental entre los ámbitos de la religión, la política y el Estado, y
tan solo en algunos casos se han dado procesos truncados en dicha dirección, que han terminado nada ejemplarmente, como pueden ser el Túnez
inseguro después de los últimos atentados en el museo del Bardo o en sus
principales playas turísticas; el Egipto de Al Sisi y los militares de siempre;
y las concesiones a cuentagotas dadas en países que pueden ir desde Jordania hasta el golfo Pérsico, siempre bajo modelos de futuro e intereses
estratégicos seguramente muy diferentes.
Tariq Ramadan36, el estudioso del islam europeo, es decir, de la confesión musulmana con la que deben convivir muchos emigrantes y ciudadanos en Europa, considera que tan solo existía una razón que uniera la
causa de las primaveras árabes y era «la voluntad del pueblo de no aguantar más ni dictaduras ni islamistas radicales», es decir, ninguno de los extremos propuestos entre el Gobierno abusivo anterior y el oportunismo
del islamismo radical, que se autoproclama como rápida solución. Este
hecho muestra que seguramente existe una inmensa zona intermedia de
35 Hay que reconocer en este punto que muy pocos analistas —y de aquí un acercamiento
infame de las potencias mundiales a sus posturas en sus últimos años de Gobierno— parecían pensar que estos regímenes defendidos por sus poderosas guardias pretorianas y cuerpos de espionaje se vendrían abajo de la forma observada tras los sucesivos levantamientos
populares.
36 Ramadan es un intelectual suizo romando musulmán. Su madre, Wafa al Bana, es la hija
primogénita de Hasán al Bana, fundador de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Su padre,
Said Ramadan, discípulo de Al Bana, escapó de Egipto a causa de la prohibición de esta organización en los tiempos de Naser y se estableció en Suiza.
427
Oliver Klein Bosquet
población que preiere la paz, la estabilidad, el progreso y, seguramente, la
democracia y la religión de la manera que ellos mismos quieran conjugarla en su mundo particular, con sus peculiaridades regionales y por países.
Hablar de una única Revolución37 árabe en 2011 que uniera todos los
procesos particulares descritos parece hoy día muy descartable, y tampoco
parece acertado pensar que el único objetivo común como alternativa sea
la apuesta por una democracia predeterminada, como se ha intentado explicar antes. Evidentemente, lo que sí se suceden son cambios importantes
en los sistemas políticos, lo que permite que pueda hablarse de transiciones. La escritora argelina Yasmina Jadra38 hace hincapié en que «no son ni
tan siquiera diferentes revoluciones que puedan sumarse», tan solo existe
un hartazgo político y económico de gran parte de la población tras más
de medio siglo de independencia formal de sus naciones y coniguración
de sus estados modernos. Si se excluyen a los fanáticos y a los que puedan
tener intereses sectoriales concretos, la mayoría de la población árabe en
esta época histórica señala muy comúnmente que los terroristas no tienen
nada de musulmanes. Así, si no todos los Hermanos Musulmanes, salaistas, fundamentalistas, islamistas, etc. son terroristas, ¿quién sabe a ciencia
cierta si los talibanes, quizá sí los yihadistas internacionales, los que apoyan a Al Qaeda o al Estado Islámico lo son? Es necesario, pues, profundizar más en los matices de una sociedad pluriforme y en clara ebullición
cambiante. El prestigioso profesor palestino de la Universidad de Lovaina,
Bichara Jader39, cree, por otro lado, que sí puede hablarse de una revolución, «que no es la de los vientre vacíos, sino la de las cabezas llenas de
sueños y esperanzas». Debe seguir analizándose esta compleja situación.
Una cosa está clara a estas alturas y es que los viejos modelos de gobierno tras la independencia colonial pretenden ser sustituidos y en poco
tiempo parecen haberse enterrado los estilos peculiares, autócratas y me37 Se utiliza por primera vez el término Revolución árabe para equipararlo al de Primavera
Árabe, al mismo tiempo que se ha cuestionado de igual modo el segundo concepto previamente. Se quiere con ello concluir que de la misma forma que no hay una única Primavera
Árabe, tampoco hay una única Revolución árabe, como también cuestionan los mismos apelativos de primavera o revolución aplicados para el proceso general.
38 Jadra, nacido en el Sáhara argelino en 1955, es el seudónimo del escritor en lengua francesa Mohamed Moulesehoul quien adoptó este nombre por motivos de seguridad, puesto que
fue general del Ejército y describió los desmanes de la época de la lucha oicial contra el FIS.
39 Es un intelectual de origen palestino. Árabe de profesión cristiana instalado en Bélgica ha
destacado por su preocupación por dar a entender la realidad de los países de la ribera sur del
Mediterráneo y de Oriente Medio; cuenta con una vasta bibliografía al respecto.
428
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
siánicos de Hasán II en Marruecos, Ben Alí en Túnez, Gadai en Libia,
Mubarak en Egipto y Yasir Arafat en Palestina. ¿Quién sabe qué ocurrirá
tras las guerras civiles en el Líbano o Siria? ¿Cómo querrán amarrar el
poder Abdalá de Jordania o los príncipes herederos del golfo Pérsico, aunque todo esté predestinado —si ningún tipo de duda— a cambiar en los
próximos años? Si se parte de la principal hipótesis de este análisis de que
se está ante la disyuntiva de escoger diferentes caminos de organización
política en una etapa postautoritatria y posdictatorial en la mayoría de los
países analizados, es obligado concretar a continuación cuáles son estos
modelos aplicables tras alguna de sus prácticas observadas:
1) Modelo de la República Islámica de Irán, el cual representó el vértice principal del conocido Eje del Mal40 de la política exterior estadounidense. Desde la Revolución iraní de 1979, llevada a cabo por los defensores del ayatolá Jomeini, contra la monarquía del sah de Persia, este tipo de
teocracia, a la vez que la inluencia misma iraní como potencia regional,
tienen que ver muy directamente con todo lo sucedido en la política dentro de Irak (tras las guerra inmediata entre los dos países: 1980-1988), el
gobierno de la familia Al Asad en Siria, la fuerza de Hizbulá en el Líbano,
y hasta hace muy poco tiempo sobre parte del comportamiento de Hamás
en Palestina, a lo que hay que sumarle la protección iraní sobre varias minorías chiitas existentes en los países de las monarquías del golfo41. Coincide que esta rama chiita del islam es la que apoya la construcción de un
islam que no reconoce otra monarquía, como sí aceptan los sunitas, que
no sea la teocrática de sus ayatolás.
2) Modelo turco de república presidencialista, que implica la vuelta a
los preceptos religiosos y que predica, al mismo tiempo, una mayor inclusión en las relaciones internacionales, como puede traducirse de su acercamiento a la Unión Europea, y cierta modernidad o defensa del progreso
económico, que pretende dar así una solución, en un principio pacíica,
40 La expresión «Eje del Mal» fue utilizada por el presidente de Estados Unidos George
W. Bush en su discurso del Estado de la Unión el 29 de enero de 2002 para describir a los
regímenes que supuestamente apoyaban el terrorismo. Los estados que Bush mencionó en
su discurso fueron en un principio Irak, Irán, y Corea del Norte, a los que posteriormente se
añadieron Libia y Siria, y un poco más tarde Bielorrusia, Birmania y Zimbabue.
41 Tanto en Arabia Saudita como en Kuwait o en los Emiratos Árabes Unidos existen minorías chiitas que van desde el 5 al 25 % de la población. Quizá las minorías chiitas más reconocidas de la zona sean las de los hutíes en el Yemen, desencadenantes de la actual guerra
civil en la que está enfrascado el país, y el 35 % existente en Baréin, protagonista de múltiples
reivindicaciones y protestas en los últimos años.
429
Oliver Klein Bosquet
al islam político, o sea a la relación de la gobernabilidad con la presencia de la religión mayoritaria. Turquía42, con el Partido de la Justicia y el
Desarrollo (AKP), organización que se asocia a la línea de los Hermanos
Musulmanes43, con el fuerte liderazgo de su presidente Recep Tayyip Erdogan, hace tiempo que inició una reforma interna del islam basada en las
experiencias llevadas a cabo por esta cofradía en los barrios más humildes
de las urbes más pobladas de Egipto ya a inales de los años veinte del siglo
pasado. Al Nahda, liderada por su personalidad más inluyente en el exilio, el profesor Rachid Ganuchi, de la misma manera, se impone aparentemente en Túnez, en los primeros comicios llamados democráticos tras la
presidencia de Ben Alí; así como en Marruecos gobierna el partido, bajo
el mismo nombre, de PJD, liderado por Abdelilah Benkirán, bajo concesiones de su monarquía todopoderosa. Egipto, que durante Naser golpeó
y encarceló este modelo, vivía el Gobierno de Mohamed Morsi (del 30 de
junio de 2012 al 3 de julio de 2013) tras los primeros hechos de Tahrir hasta el nuevo golpe de Estado de los militares. Todos ellos son reconocidos
en Occidente como islamistas moderados, un mal menor dentro del islam
mayoritario sunita si cuentan con el poder, y a su vez con gran predicamento en la oposición a los regímenes oiciales de Jordania y Siria.
3) Arabia Saudita, así como el resto de monarquías del golfo (a excepción del Yemen, aunque con un régimen igualmente totalitario), se convierte en el modelo de monarquía tradicional heredada por ataduras de
sangre que en unas primeras décadas sabe repartir de forma despótica los
dividendos de sus beneicios del petróleo. De ahí que exista una amistad
directa, dada la profesión de la corriente mayoritaria sunita del islam y
pese a su lejanía, con la monarquía marroquí en el extremo del África
42 No se ha hablado anteriormente sobre el efecto de la Primavera Árabe en Turquía, ya que
cíclicamente en la cuna del Imperio otomano existen movilizaciones ante la hegemonía del
AKP y Erdogan; muchas de ellas protagonizadas por la población curda del país, aunque en
esta ocasión no coincidan directamente con las fechas de Túnez y Egipto. En mayo de 2013,
el anuncio de que el Gobierno tenía la intención de demoler el parque Gezi, situado en la
plaza de Taksim, en el distrito de Beyoglu de Estambul, para reconstruir el histórico Cuartel
Militar, así como para construir un centro comercial, provocó una fuerte oleada de protestas
que por su comportamiento alrededor del espacio público y dada la participación de jóvenes
y que se convocó por las redes sociales, pueden asociarse a los movimientos de protesta
árabes del momento.[
43 Los Hermanos Musulmanes surgidos en Egipto e imitados en gran parte del mundo musulmán son una organización política islamista con un ideario basado en un islam bajo el
que debe gobernarse. Si en el siglo pasado fueron considerados terroristas, en la actualidad
aceptan jugar en el marco de las elecciones democráticas.
430
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
Occidental, monarca que goza de una doble legitimidad, tanto política
como religiosa, al alzarse como príncipe de los creyentes, y descendiente
directo del profeta Mahoma. Ello no interiere en otro hecho crucial para
este estudio como es que el mismo reino gobernando por la familia Al
Saoud vea confrontada su hegemonía por el nuevo proyecto del emirato
de Catar y su igualmente monarquía absolutista de la dinastía Al Zani,
dada su apuesta por constituirse como referente y alternativa apoyando
económicamente a varios grupos rebeldes durante la Primavera Árabe y, a
su vez, extendiendo su inluencia global a través de su televisión estatal Al
Yazira. Resumiendo mucho, si Arabia Saudita sigue defendiendo el statu
quo que le propicia centralidad desde su conservadurismo wahabita44, que
se caracteriza por una interpretación rigurosa de la sharía y su ansia de
expansión —hechos que le han relacionado directamente con la inanciación de lugares de culto y centros educativos que han profesado la yihad
contra el enemigo occidental, engendrado en cierta manera otro monstruo mayor—, el nuevo príncipe catarí optó por otro tipo de reformas que
acabarían ayudando indirectamente a que los diferentes Hermanos Musulmanes llegaran al poder preparados. Es necesario pararse a pensar por
un momento en cómo todo esto convive con el crecimiento exponencial
de los vecinos Emiratos Árabes Unidos con sus dos capitales multimillonarias: Abu Dabi y Dubái.
Finalmente, para una mayor comprensión de la complejidad de la
confrontación de modelos, cabe mencionar las alas aún más conservadoras, fundamentalistas o radicales del islam sunita, que con el tiempo incluso han llegado a oponerse a sus regímenes militares predominantes, a sus
presidentes hereditarios o a las monarquías instaladas en los privilegios
y abusos. Si la doctrina wahabita ha pasado a ser oicial, por ejemplo, en
Arabia Saudita, cuyo patrón o corte ha sido salaista45, han aparecido nue44 El wahabismo es una corriente religiosa musulmana de la rama mayoritaria del sunismo
en la que se apoya la dinastía de monarcas de los Al Saoud para aianzar su poder en Arabia
Saudita e inluenciar al resto de mundo islámico. Destaca por su rigor en la aplicación de la
ley islámica, conocida como sharía, y por un constante deseo de expansión por el mundo.
Para ello, sus seguidores utilizan tanto sus instituciones de formación, a las que acuden estudiantes de todos los países mayoritariamente sunitas, como los recursos económicos que
les proporciona la Corona saudí, que se emplean para la creación de mezquitas y centros de
estudios islámicos en distintos lugares del mundo.
45 El salaismo proviene de la palabra árabe salaf que signiica ‘predecesor’ o ‘ancestro’, que
designa a los compañeros del profeta Muhamad y a las tres primeras generaciones que lo
sucedieron. Con ello se expresa la voluntad de sus seguidores, de la rama mayoritaria del su-
431
Oliver Klein Bosquet
vos predicadores, como puede ser el jeque Yasín en Marruecos, o también
otros grupos muy mayoritarios en Túnez, Libia o Egipto, y crecientes en
Palestina, Jordania y Siria, que pese a no militarizarse inicialmente sí que
pueden dar pie a grupos que acabarán conformando hipotéticamente células de Al Qaeda, por ejemplo, en las madrasas del norte de Pakistán, que
se nutren del feudo talibán en Afganistán, así como sus múltiples sucesiones alrededor de la organización del Estado Islámico, que se maniiestan
transnacionales a la hora de aprovechar a los muyahidines que durante
décadas han estado desilando por diferentes países, en defensa de Alá y
del islam, como puede ser en Bosnia, Chechenia, China occidental, Filipinas, Indonesia, Afganistán, Birmania, Irak, Siria, etc., y buscan la yihad
islámica global mediante técnicas y tácticas de organización terrorista.
Bajo los tres primeros grandes modelos hay tres grandes países con
presunta vocación de potencia que confrontan sus planes: Irán (protectora a su vez de las minorías chiitas), Turquía y Arabia Saudita. Catar surge como alternativa con un diseño propio gracias a los petrodólares y la
potencia de su antena comunicadora que resulta ser Al Yazira46. Túnez y
Egipto son los países donde se confrontan más directamente el proyecto
de los Hermanos Musulmanes con los de otra parte de su sociedad que
opta por el laicismo y una democracia más del tipo europeo. Marruecos
destaca por su pacto entre una monarquía constitucional y un Gobierno, que también es islamista moderado. Cabe señalar las guerras civiles
prolongadas en Libia, Siria y el Yemen, y la aparición de orientaciones
marginales violentas que solo pretenden secundar el caos, como las asociadas a Al Qaeda y al Estado Islámico, muy cercanos a su vez, como se ha
explicado ya, al salaismo, que pervive con el paso de los años, las décadas
y los siglos.
No hay duda que, ante esta disyuntiva, Occidente, al ver acosados a
sus antiguos gobernantes, que los protegían del comunismo soviético y
de otras ideologías radicales, opta por apoyar la inclusión paulatina de los
nismo, de regresar a las interpretaciones más antiguas para lograr la apreciación de un buen
musulmán, de un rigor excesivo y de una amodernidad sorprendente.
46 Al Yazira signiica en árabe ‘la península’, en clara alusión a la península arábiga. Es un
canal de televisión por satélite en lengua árabe que fue fundado en noviembre de 1996 por el
Gobierno de Catar, y en muy poco tiempo se convirtió en el principal medio de estas características para la gran mayoría de árabes y musulmanes del mundo entero. Aunque hoy en día
es autónomo, siempre se ha ligado a la concepción catarí de entender la religión y la política.
Fue sorpresivo su apoyo a los activistas que hicieron posible las primaveras árabes frente a los
autócratas de sus gobiernos, frente al inmovilismo inicial de Arabia Saudita.
432
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
islamistas moderados en la nueva democracia refundada siempre tras un
pacto, no siempre sincero, con la vieja guardia del ejército, que es el claro
ejemplo de Egipto, o los poderes tradicionales que no quieren perder inluencia, que es el caso de Marruecos y su majzén.
No obstante, ¿cuáles son las condiciones que dieron paso a los movimientos de inales de 2010 y principios de 2011 que hoy dejan un panorama abierto por lo que respecta al futuro de la coniguración de un nuevo
orden político en suelo árabe y musulmán? Pueden citarse cinco:
El aumento sin freno de una población joven en muchos casos sin
horizontes de supervivencia clara, unos cuentan con una clara inluencia
de los modelos occidentales y otros optan por su entera negación y huida
hacia el pasado.
Una coyuntura económica mala a partir de la crisis internacional de
2007. En esta área geográica la crisis se caracteriza por un aumento considerable de los precios de la cesta básica de alimentos, a lo que pueden
sumarse el aumento del desempleo, los déicits en infraestructuras y alfabetización, la carencia de libertades civiles básicas en el ámbito del asociacionismo, la libertad de expresión, la mujer, las minorías, etc.
Momentos de indecisión e incertidumbre por lo que se reiere a la
sucesión de los personajes que pueden llegar a gobernar en muchos de
los países autócratas. Por un lado, están las posibles sucesiones: Mubarak
y Ben Alí querían a sus hijos como sucesores directos bajo elecciones encubiertas, Hafez al Asad escogió a su hijo Bashar, y Gadai quería optar
por su primogénito Saif al Islam; y por otro lado, cabe destacar que entre
las monarquías del golfo existen diferentes príncipes con diferentes acercamientos al modelo básico de desarrollo de su país y de su entorno, y el
envejecimiento de otros jefes de Estado como Boutelika en Argelia, etc.
Una gran inluencia de los nuevos medios de comunicación, que se
crean como herramienta para el control político y social, tal y como ha
sucedido en Occidente. Aquí toma ventaja Al Yazira con su retransmisión
en directo y su interpretación de las guerras contemporáneas. De la misma
manera, hay que resaltar la aparición de las nuevas redes sociales y tecnologías de la comunicación, a las cuales se les atribuye el primer éxito de la
convocatoria de Tahrir tras los hechos de Túnez.
La coincidencia de vivir en un periodo histórico en el cual se están
produciendo grandes cambios geopolíticos en diferentes lugares y al mismo tiempo, lo que, a su vez, propicia que se atisben nuevos usurpadores del
poder, y otros movimientos relacionados con la lucha por su conservación.
433
Oliver Klein Bosquet
Todo ello se hace más peligroso si se añaden los dosieres abiertos del
plan nuclear iraní y la no resolución del conlicto palestino-israelí, el incremento de las tensiones internas religiosas entre las corrientes sunita y
chiita, y la amenaza terrorista tanto regional como internacional y global.
Muy pronto, seguramente, se estudiará una nueva aproximación a la
democracia por parte de los países árabes y musulmanes, ya que no puede
dudarse de que existen en su seno un gran número de grupos entre la
población que la consideran factible y la deienden. Aunque del mismo
modo es necesario evitar el espejismo de creer ver en sus democracias algo
demasiado parecido a nuestras democracias europeas y occidentales. Tras
las primaveras árabes de hace ya más de una década solo se han convocado elecciones más o menos de forma libre en Marruecos, Túnez y Egipto,
que coinciden con lo que se ha llamado parte del islam sunita mayoritario,
en los que, a su vez, gozan de gran implantación los partidos religiosos
moderados, como son los Hermanos Musulmanes.
Resulta muy interesante el estudio del momento y de los argumentos
cuando se autoriza o se decide pasar a la esfera política por parte de esas
cofradías que antes habían aguardado junto al pueblo raso mediante su
capacidad organizativa y humanitaria como gran agente de cohesión. Es
por ello que hoy existen millones de musulmanes que quieren y deciden
ir a votar por sus opciones políticas, mientras existen otros, seguramente
muchos menos, que quieren imponer de diferente manera —y aún son
menos los que apoyan la vía armada, aunque muy peligrosos— su opción
preferiblemente religiosa.
Lo que está claro es que a ojos de los europeos y los occidentales la
visión y la percepción del mundo árabe y musulmán en lo que ha transcurrido del siglo xxi debería haber cambiado mucho: desde la creación del
Estado de Israel y las sucesivas guerras palestinas hasta la actualidad; pasando por la descolonización mayoritariamente de Francia y Reino Unido, la Revolución de los Oiciales Libres de 1952, el estilo de Ataturk en
Turquía, y el panarabismo creciente del gran personaje histórico que fue
Naser; hasta la capacidad de derrocar la monarquía por parte de Gadai
en Libia en 1969, y la Revolución de Jomeini en 1979, en un país que es
musulmán, pero no árabe, como es Irán, a su vez modelo para la corriente
chiita, se llega a un cambio de siglo marcado por lo que va entre la caída
del muro de Berlín de 1989 y el atentado de las Torres Gemelas de 2001.
En este periodo intermedio de poco más de una década tiene lugar el desmembramiento de la Unión Soviética y el retorno a las raíces islámicas de
434
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
sus exrepúblicas, así como los episodios internos de Chechenia en el marco de la Federación Rusa; la guerra civil en la antigua Yugoslavia, que lleva
a que se conozca el drama de la población bosnia, junto con los hechos
paralelos de Albania y Kosovo; la presencia de los primeros muyahidines internacionales tanto en los Balcanes como en el conlicto interno de
Argelia a partir de la victoria en unas elecciones aparentemente democráticas por parte de los salaistas del FIS; o la primera guerra del Golfo a
partir de la invasión del emirato de Kuwait por parte de Sadam Huseín,
presidente de Irak. Todo ello será, sin duda, un caldo de cultivo para la
invasión posterior de Afganistán —país no árabe, pero con relaciones con
su terrorismo islámico, junto con el caso de Pakistán—, las nuevas guerras
de Irak, la decapitación de Sadam Huseín y el caos regional en Oriente Medio, hasta la llegada de las primaveras árabes y sus consecuencias.
Sin olvidar nunca el episodio de unas revueltas en Irán que hoy parecen
haberse difuminado, lo que se conoció como Revolución o Movimiento
Verde, cuya consecuencia fue la convivencia del presidente moderado Hasán Ruhaní, tras el duro periodo de Mahmud Ahmadineyad, con el nuevo
ayatolá Alí Jamenei.
Este mundo que se ha tratado está, pues, en ebullición. ¿Qué modelo
se impondrá en qué parte de la misma gran región? ¿Quién sabrá adaptarse mejor o quiénes empujarán más fuerte para realizar un cambio más
profundo? Los sucesos que día a día llegan mediante los medios de comunicación de esta parte del mundo conirman que están viviendo un
periodo de transición. Es obvio que existen múltiples retos en el mundo
árabe-musulmán para procurar decidir su futuro y organización política
más inmediata. Es necesario ijarse de nuevo en los pasos que cada país
debe seguir de forma autónoma y conjugar ese análisis con los movimientos internacionales que puedan efectuar potencias regionales y religiosas
como pueden ser el Reino de Arabia Saudita y la República Islámica de
Irán. Quizá en este punto se encuentre la clave más importante, entre
otros vectores inluyentes, para el caso y la cuestión.
435
Oliver Klein Bosquet
Bibliografía
Alcoverro, T.: El decano. De Beirut a Bagdad, Barcelona: Editorial Planeta, 2006.
Amin, S. y Faisal, Y.: El Mediterráneo en el mundo, Madrid: IEPALA,
1987.
Aubarell, G.: Políticas mediterráneas, Barcelona: Icaria Editorial, 1999.
Balta, B.: El Gran Magreb. Desde la independencia hasta el año 2000, Madrid: Editorial Siglo XXI, 1994.
Bastenier, M. A.: La guerra de siempre. Pasado, presente y futuro del conlicto árabe-israelí, Barcelona: Editorial Península, 1999.
Ben Ami, S.: Islam entre la guerra y la paz, Barcelona: Ediciones B, 1999.
Fibla García-Solé, C.: España-Marruecos desde la orilla sur, Barcelona:
Icaria Editorial, 2005.
Fisas, V.: Paz en el Mediterráneo, Barcelona: Lerna-Greenpeace, 1978.
—: Ecología y seguridad en el Mediterráneo, Barcelona: Icaria Editorial,
1993.
Goytisolo, J.: Argelia en el vendaval, Madrid: El País-Aguilar, 1999.
Hernando de Larramendi, M.: Historia y memoria de las relaciones hispano-marroquíes, Madrid: Ediciones de Oriente y del Mediterráneo,
2006.
Hernando de Lerranendi, H. y López García, B.: Sistemas políticos del
Magreb actual, Madrid: MAPFRE, 1994.
Iglesias, M.: Conlicto y cooperación España-Marruecos (1956–2008), Cádiz: Centro de Estudios Andaluces, 2010.
Kepel, G.: La revancha de Dios: cristianos, judíos y musulmanes a la reconquista del mundo, Barcelona: Muchnik, 1993.
—: La yihad. Expansión y declive del islamismo, Barcelona: Península Ediciones, 2000.
Jader, B.: Europa y el Gran Magreb, Barcelona: Fundación Servicios de
Cultura Popular, 1992.
—: Europa y el Mediterráneo, Barcelona: Icaria Editorial, 1995.
—: Los hijos de Agénor: Europa y Palestina, desde las cruzadas hasta el siglo
xxi, Barcelona: Edicions de Bellaterra, 1999.
Laraoui, A.: Historia del Magreb, Madrid: Editorial Mapfre, 1994.
Lmrabet, O.: Mañana. A favor de la libertad de expresión en Marruecos,
Barcelona: Editorial Península, 2003.
436
Las transiciones políticas contemporáneas en el mundo árabe: un análisis crítico…
López García, B.: El mundo árabe-islámico contemporáneo, Madrid: Síntesis, 1997.
—: Marruecos en trance, Madrid: Política Exterior, 2000.
—: Marruecos político. Cuarenta años de procesos electorales, Madrid: CIS,
2000.
Lorca, A. V. y Escribano, O.: Las economías del Magreb, Madrid: Ediciones Pirámide, 1998.
Maalouf, A.: Los desorientados, Madrid: Editorial Alianza, 2012.
—: Orígens, Barcelona: Edicions La Campana, 2012.
Mahfuz, N.: Hijos de nuestro tiempo, Barcelona: Editorial Martínez Roca,
1989.
Martín Muñoz, G.: Democracia y derechos humanos en el mundo árabe,
Madrid: ICMA, 1993.
—: El estado árabe. Crisis de legitimidad y contestación islámica, Barcelona:
Edicions de Bellaterra, 1999.
Menaoudi, K.: Une algérienne debout, París: Edicions Jái lu, 1991.
Mernissi, F.: El hilo de Penélope. La labor de las mujeres que tejen el futuro
de Marruecos, Barcelona: Editorial Lumen, 2005.
Morales Lezcano, V.: Diálogos ribereños, Madrid: UNED, 2002.
—: Historia de Marruecos, Madrid: Editorial La Esfera de los Libros, 2006.
Naïr, S.: En el nombre de Dios, Barcelona: Icaria Editorial, 1995.
—: Mediterráneo hoy. Entre el diálogo y el reclamo, Barcelona: Icaria Editorial, 1995.
Núñéz Villaverde, J.: La política exterior y de cooperación de España hacia el Magreb, Madrid: Editorial La Catarata, 1996.
Prats Català, J.: Gobernabilidad y libre cambio en el Mediterráneo, Valencia: Editorial Tirant Lo Blanc y ESADE, 1996.
Rashid, A.: Los Talibán. El islam, el petróleo y el nuevo gran juego de Asia
central, Barcelona: Editorial Península, 2001.
Révue Marocaine d’Administration Locale et Dévelopement (Remad): La nouvelle Constitution du Royaume du Maroc, Rabat, 2013.
Rojo, P.: El mundo visto por los árabes, Barcelona: Icaria Editorial, 1997.
Roy, O.: Afghanistan, islam et modernité politique, París: Seuil, 1985.
—: L’échec de l’islam politique, París: Seuil, 1992.
Segura i Mas, A.: Más allá del islam, Madrid: Alianza Editorial, 2001.
—: El Magreb: del colonialismo al islamismo, Barcelona: Publicaciones de
la UB, 1994.
—: El món àrab actual, Barcelona: EUMO Editorial, 1997.
437
Oliver Klein Bosquet
Soler, E.: Un català a Terra Santa, Barcelona: Planeta Editorial, 2005.
Tozy, M.: Monarquía e islam político en Marruecos, Barcelona: Edicions
de Bellaterra, 2000.
Turmeda, A.: Disputa de asno, Barcelona: Club Internacional del Libro,
1986.
Vernet, J.: Traducción al español del Corán, París: Maison des Sciences
Religieuses, 1990.
Vilanova, P.: Jerusalén, Barcelona: Icaria-CIDOB, 1999.
438
EL «DESPERTAR» DEL GEGANT XINÈS: DE L’HEGEMONIA
OCCIDENTAL AL PODER ASIÀTIC
Ester Magriñá Lozano
Doctora en Història i Consultora d’Estudis de l’Àsia oriental a la UOC
emagrina@uoc.edu
Resum
Quan parlem sobre transicions en el món contemporani no podem deixar
de ixar la mirada a les noves realitats socioculturals generades pels processos de globalització actuals. L’Àsia oriental s’ha convertit en un actor
important en tot aquest procés global de transformació en sorgir tot un
seguit de noves realitats històriques, socials i culturals, capaces de fer
trontollar l’equilibri mundial. I, d’entre tots aquests nous actors, destaca,
i amb diferència, la Xina. La cultura, les estructures socioeconòmiques
i polítiques, i la psicologia social que constitueixen el sistema de valors
tradicional —els anomenats valors asiàtics— van impedir, al seu dia, que
la Xina orquestrés una resposta eicaç davant de les ambicions dels poders
imperialistes dels segles xix i xx, la qual cosa va tenir com a conseqüència
que el país patís, sense interrupció i ins ben entrat el segle xx, tot un seguit de desastres. No hem d’oblidar que, fa tan sols unes dècades, la Xina
era un país immens perdut en un camí sense retorn, sotmès a un model
polític, social i econòmic de comunisme caduc amb evidents símptomes
d’esgotament. No obstant això, contra tot pronòstic i per sorpresa, lluny de
qualsevol procés de transició i modernització política cap a la democràcia,
com seria d’esperar d’acord amb els valors occidentals, la Xina iniciava una
nova etapa molt diferent de les anteriors, per i, després de tant de temps,
com a actor important i cada cop més decisiu en les relacions geoestratègiques del nou ordre mundial.
Paraules clau
Xina; globalització; Deng Xiaoping; Comunisme; Àsia oriental
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 439–461.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Ester Magriñá Lozano
Abstract
When talking about transitions in the contemporary world we cannot
ignore the new sociocultural realities created by current global trends.
East Asia has become an important part in all theses global
transformations due to the new social and cultural historical realities that
have the potential to upset the world order.
Among these new players, China in particular stands out. he culture,
socioeconomic political structures and social psychology which constitute
what we may refer to as the traditional system of Asian values at one time
prevented China from giving an efective response to the ambitions of the
imperialist powers of the 19th and 20th centuries, which in turn led the
whole country to sufer series of continuous disasters that did not end
until the mid-20th century.
We should not forget that only a few decades ago China was a vast
country moving inexorably down a path of no return under a defunct
political and social communist system that was showing clear signs of
exhaustion.
However, against all predictions and to the surprise of many, rather
than undertaking any process of political transition and modernization
towards democracy, as it would be expected in a country governed by
Western values, China embarked upon new era, very diferent from those
that had gone before, which has inally allowed it to become an important
and increasingly inluential player within the geostrategic relations of the
new world order.
Key words
China; globalisation; Deng Xiaoping; Communism; East Asia.
440
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
Nous actors, noves realitats
En octubre de 1971 se puso in radicalmente al aislamiento diplomático de
China durante la Revolución Cultural, cuando la Assamblea General de la
ONU votó en favor de la admisión de la República Popular como estado
miembro (hasta entonces, el lugar de China en la ONU había sido ocupado
por Taiwan, que, con el apoyo de Estados Unidos, airmaba representar el
gobierno legítimo de China).1
Si ens remuntem a fa poc més d’un segle ens trobem amb la i del sistema
imperial xinès després d’una llarga agonia. La revolució política del 1911,
poc planiicada i hereva dels problemes del passat, des d’un bon començament va estar sentenciada fruit de la bipolarització protagonitzada pel
Partit Nacionalista (Guomindang) i el Partit Comunista Xinès. En acabar
sobtadament la Segona Guerra Mundial, el 15 d’agost del 1945, amb els
bombardejos nord-americans sobre Hiroshima i Nagasaki, després del parèntesi de la invasió del Japó, a la Xina va tornar a esclatar l’enfrontament
entre el Guomindang i el Partit Comunista interromput el 1936. Amb el
suport en un bàndol i en l’altre dels Estats Units i Rússia, la guerra civil
xinesa es va convertir en el primer conlicte de la Guerra Freda. La victòria inal del Partit Comunista marcaria l’escenari polític xinès ins als
nostres dies, amb la coexistència de dues entitats polítiques aparentment
irreconciliables: la República Popular de la Xina i la República de la Xina
a Taiwan. Enrere quedava, per sempre, el model imperial, els esmorteïts
intents democratitzadors i les disputes de poder o l’enfrontament entre els
anomenats «senyors de la guerra». La nova etapa, en gran part conseqüència de la interferència dels interessos occidentals a la zona, donava pas a
un règim comunista i totalitari, repressor i autocràtic, més capicat a esborrar qualsevol empremta d’occidentalització i de la cultura i valors tradicionals que no pas a teixir un futur d’esperança i de progrés. Entrada la
segona meitat del segle xx, la Xina aniria construint el seu propi món, gris
i obscur, cada cop més aïllat econòmicament i política de la resta del món,
ofegant la població amb campanyes incongruents i ineicaces, castigant i
represaliant els desafectes al règim, mentre que s’erigia amb força una nova
dinastia de dirigents omnímodes legitimitats per la prepotència del Partit.
No obstant això, la Xina en els darrers trenta anys ha protagonitzat
un canvi de rumb impensable només fa unes dècades. Sota una aparença
1 Bailey, Paul (2002). China en el siglo xx, pàg. 29.
441
Ester Magriñá Lozano
d’uniformitat i, ins i tot, de continuisme polític, s’han viscut importants i
accelerats canvis que han retornat a la Xina el protagonisme perdut. En un
temps rècord ha tingut lloc una metamorfosi que sorprèn al mateix temps
que confon. No tenim clar cap a on conduirà políticament i social aquest
canvi, però, econòmicament, ningú posa en dubte l’emergència total i aclaparadora de la Xina, un país que, ins fa tan sols unes dècades, es trobava al
llindar del subdesenvolupament. Aquest sorprenent creixement econòmic
i procés de modernització xinès no és un fenomen aïllat a l’Àsia oriental
on, tot i les singularitats pròpies de cada país, les transformacions modernitzadores, en algun cas ins i tot amb símptomes democratitzadors, s’han
estès per bona part de la seva àrea d’inluència. Es tracta de països que,
històricament, havien mantingut estrets lligams econòmics i polítics amb
la Xina a partir d’un sistema tributari imperial que regulava el comerç i les
relacions diplomàtiques de l’emperador i el seu imperi. Durant segles, s’organitzaren ambaixades que oferien el seu tribut a l’emperador, en un joc de
relacions diplomàtiques marcadament ritualitzat. Després de tants anys,
en un altre context, la prepotència comercial xinesa és, de nou, una realitat
a l’Àsia oriental, on el que més compta i comptarà són les perspectives de
l’economia, més que no pas els mínims canvis polítics. Fontana descriu
perfectament aquesta realitat i l’exempliica amb el cas de Corea del Nord,
un país comunista en què l’estil de Govern de Kim apunta ja a una progressiva obertura econòmica similar a la Xina en els propers seixanta anys.
I tot plegat, en un context en què el gran gegant asiàtic sembla ser que ha
recuperat la centralitat a la zona sota el paraigua d’un socialisme de mercat
força contradictori, tot i que eicaç; ja que la Xina actual s’ha convertit en
una primera potència mundial i en un motor dinamitzador de l’economia
a l’àrea Pacíic.2
I davant de l’emergència xinesa ens trobem l’altre gran actor asiàtic,
el Japó, un petit país enmig del Pacíic que, entrat el segle xxi, es projecta
en ple estancament, després de dues dècades de crisi a les quals se suma
el desastre nuclear de Fukushima després del tsunami. El Japó va assolir
el 2012 un dèicit comercial inèdit en la seva història, amb un dels majors
deutes dins del món desenvolupat. No obstant això, però, continua sent
un país ric, amb un PIB per capita molt superior al de la Xina, amb unes
possibilitats de recuperació favorables, especialment si aconsegueix l’esta2 Fontana, Josep (2013). El Futuro es un país extraño. Una relexión sobre la crisis social de
comienzos del siglo xxi, pàg. 89–92.
442
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
bilització política. Una altra cosa és veure, un cop assolida la recuperació,
quin paper pot jugar dins de l’àrea Pacíic, on els records de les atrocitats
de la Segona Guerra Mundial i l’occidentalització nipona no ajuden gaire a
establir vincles i amistats. I en el centre d’atenció de tot aquest creixement
hi ha la Xina, un nou actor que ha aconseguit desestabilitzar l’ordre establert després de la Segona Guerra Mundial i, per això, li dedicarem una
atenció especial.
Centrant-nos en la temàtica d’aquest congrés sobre la sempre controvertida qüestió dels processos de transició en el món contemporani, ens
adonarem que la Xina no deixa de ser un gran interrogant, un cas sorprenent i aclaparador pels estudiosos, perquè les transformacions econòmiques s’han succeït en un immobilisme polític aparent que res té a veure
amb un procés de transició.
Si partim de la idea que, per poder parlar de transició, cal un canvi
de règim polític, en aquest cas, cap a un model democratitzador, entendrem que la Xina actual, tot i els espectaculars canvis econòmics no mostra símptomes aparents de patir cap procés polític de transició. El traspàs
del règim comunista xinès, autocràtic i dictatorial, cap a la democràcia o
la consecució de la «cinquena modernització», com se l’ha anomenat, és
avui dia encara una assignatura pendent. No obstant això, les transformacions econòmiques són tan importants i profundes que no es descarta que
puguin esdevenir aviat el catalitzador d’una reacció política que condueixi
el país cap a la democratització. Tothom es fa la pregunta, de difícil resposta, de quant temps podrà continuar creixent la Xina amb una econòmica
de mercat sota el poder únic del Partit Comunista, per això em centraré
a exposar fets i a descriure esdeveniments que ens permetin relexionar
sobre el que està succeint. És cert que la Xina actual ha frenat les xifres de
creixement espectacular que l’han posicionat al lloc on és ara, però no es
pot oblidar que encara se situa per sobre d’Occident i amb índexs positius.
El PIB del país va créixer el 2014 el 7,4 %, de manera que va registrar el
menor increment en 24 anys, però, malgrat tot, continua creixent molt per
sobre d’altres grans economies occidentals.
Políticament a la Xina no es parla de democratització, i aquest mutisme contrasta amb un fenomen evident: la nova realitat social. Cada cop es
fa més palès, fruit de l’aperturisme econòmic, l’occidentalització cultural
i de la vida quotidiana, la penetració de diferents corrents ideològics i la
gènesi de noves forces vives de poder que, tard o d’hora, exerciran la seva
pressió sobre el mateix sistema.
443
Ester Magriñá Lozano
La Xina, ins fa poc aïllada i sotmesa a l’ostracisme total, emergirà amb
força suicient per fer trontollar l’ordre econòmic mundial i desaiar políticament les grans potències imperialistes que la van postrar en el passat. I
el que més expectació suscita és que ho fa posant en dubte els valors d’una
«il·lustració europea» sobre els quals s’ha construït i sustentat la prepotència occidental i les democràcies liberals.
L’entrada a escena de la Xina, un règim comunista, antidemocràtic i de
lliure mercat, no únicament fa evident l’existència d’un nou actor mundial
sinó també l’existència d’un nou model que posa en dubte l’ordre establert
durant dècades, amb totes les conseqüències que aquest fet comporta.
Eric J. Hobsbawm3 tenia molt clar que si les economies socialistes volien continuar existint, ja des dels anys 60, havien d’integrar en els seus
sistemes elements de mercat; la qual cosa, val a dir, ha acabat per desestabilitzar-los políticament. No obstant això, el que realment diferencia la
Xina dels estats on es va produir el col·lapse del règim comunista amb la
caiguda de la Unió Soviètica –com Hongria, Txecoslovàquia o la mateixa
Rússia–, no era solament que el règim no havia caigut, sinó que, al contrari, seguia endavant amb un procés d’exitoses reformes econòmiques,
clarament dirigides cap al mercat.
El creixement xinès, formidable en molts aspectes, no exclou que el
país encara pateixi greus problemes i desigualtats, però de cap manera
comparables amb els que estan patint actualment alguns països excomunistes, com és el cas de Rússia. Si molta gent estava convençuda que la
follia del creixement econòmic de la Xina acabaria amb un daltabaix ben
sonat, els esdeveniments recents comencen a posar en dubte aquestes prediccions tan catastroistes; i, tot i que la Xina darrerament ha vist aluixada
la seva economia, continua creixent.
La Xina té dues cares, com si d’una moneda es tractés: les zones rurals
d’interior, deprimides, i grans urbs i ports, veritables monstres inancers;
milionaris sorgits del negoci especulatiu i funcionaris empobrits i sense
feina… La Xina no escapa a les desigualtats i misèries del capitalisme actual, tot i que, políticament, es vulgui mostrar com un estat igualitari i
social. Per poder entendre realment tot aquest procés de transformació,
però, cal sumar al treball d’economistes, sociòlegs i politòlegs l’anàlisi de
l’historiador, perquè ens aproximi a fets del passat que ens ajudin a entendre el present.
3 Hobsbawm, Eric J. (2004). Entrevista sobre el siglo xxi, pàg. 98.
444
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
L’arribada dels occidentals a l’Àsia oriental
L’actual actitud xinesa envers el món «Occidental» és fruit, d’una banda,
de les conseqüències de les catàstrofes que el país va patir durant l’últim
segle i mig i, de l’altra, del seu desig de recuperar el temps perdut com a
conseqüència d’aquestes catàstrofes per tal de modernitzar l’economia i
millorar el nivell de vida.4
L’arribada de les potències occidentals a l’Àsia oriental mogudes pel seu afany
expansionista, àvides de mercats i de riqueses, va marcar els inicis d’unes
transformacions cabdals per entendre el futur dels seus pobles. A inals del
segle xix l’imperialisme occidental hi accelerà unes crisis estructurals internes que precipitarien en un convuls període de guerres civils i revoltes socials,
que es resoldrien de maneres diferents segons la capacitat de reacció de cadascun dels seus protagonistes.
El Japó afrontà l’arribada dels occidentals, la signatura dels tractats desiguals i la conseqüent humiliació política, amb una resposta contundent,
àgil i eicaç, i articulà un sorprenent procés de modernització i occidentalització. En tan sols unes quantes dècades, el petit arxipèlag emergiria com
una gran potència imperialista, cabdal en el xoc d’interessos i aliances que
es resoldrien de manera sagnant en la Segona Guerra Mundial.
És curiós veure com la premsa tarragonina de inals del segle xix es
feia ressò de la desconiança d’Espanya vers l’amenaça japonesa cap als
seus interessos a les Filipines. L’article, amb una encertada visió de futur,
alertava que:
[…] la insurrección Filipina puede constituir para España un peligro mucho
mayor que la insurrección de Cuba. Nada tiene que ver el lánguido deseo de
los índigenas que aspiran a la libertad de sus islas, con el ansia apasionada
de los japoneses que sueñan con la posesión efectiva de aquellos territorios.5
Mentrestant, la Xina, el gran gegant asiàtic, el país que havia controlat
tota transacció econòmica i comercial dins la seva gran àrea d’inluència, acabaria cedint per la força de les armes a les pretensions occidentals,
deleroses d’aconseguir la llibertat de comerç que, per i, els obrís les portes a la penetració econòmica a l’Àsia oriental. La Xina incapaç de mo4 Golden, Seán (2003). «La Xina del segle xxi, el dilema de la modernitat», pàg. 5.
5 El Francolí, 26 de setembre de 1896. «La ambiciones de Japón», Hemeroteca Municipal de
Tarragona.
445
Ester Magriñá Lozano
dernitzar-se, amb intents fallits o que arribarien massa tard, desbordada
per la mateixa magniicència que anys enrere l’havia fet gran, s’esfondrava
com un gran castell de sorra. Es feia evident una crisi interna insalvable: revoltes socials, ètniques i religioses, desigualtats i misèria, territori
inabastable, insuicients modernitzacions, catàstrofes naturals, endèmica
corrupció administrativa, monarquia decadent, nous dirigents corruptes i
personalismes omnipotents. La Xina humiliada, postrada davant dels occidentals, amb les guerres de l’opi com a teló de fons, els sagnants tractats
desiguals, la cessió de l’illa de Hong Kong a la Gran Bretanya, les abusives
indemnitzacions de guerra i l’obertura forçosa d’estratègics ports comercials com Canton o Shangai, s’enfrontava al segle xx com una etapa de total
decadència.
En aquest context, no ens ha de sorprendre que entre l’epistolari del
reusenc Eduard Toda i Güell (1845-1941), historiador,6 egiptòleg, bibliòil i escriptor, destinat a la Xina l’any 1897 com a vicecònsol espanyol a
Macau, aparegui més d’una referència pejorativa cap als xinesos. Mentre
estava a Macau, Toda rebé la carta d’un amic seu de Barcelona en què, amb
to irònic i burlesc, li preguntava: «tampoch son aixins?», referint-se a les
caricatures dels xineos que li havia dibuixat:7
Tot al contrari, l’orientalisme japonès a inals del segle xix despertà
gran interès i admiració entre els cercles més reinats de l’alta burgesia
6 La història de l’Àsia oriental com a disciplina té origen al segle xix, en el context del colonialisme, concretament quan comença a despertar l’interès dels occidentals cap a aquells
països; un període en què els historiadors eren missioners, diplomàtics, funcionaris, etc.
7 Massó, Jaume (2008). Dietari de viatges d’Eduard Toda i Güell, 1876-1891. Reus: Museu
d’Arqueologia Salvador Vilaseca.
7
446
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
europea i els grups d’artistes d’avantguarda, com el reusenc Marià Fortuny,
que, com molts altres, va veure en l’art japonès una font d’inspiració i de
renovació estètica altament atractiva. El Japó simbolitzava, aleshores, el
triomf dels valors occidentals introduïts a l’Àsia oriental. Poc després de
la revolució de Meiji, al Japó se’l reconeixeria arreu del món civilitzat com
un estat en progrés, dotat d’una cultura i un art impregnats de modernitat. L’Exposició Universal de Barcelona del 1888, a més d’apropar l’art del
Japó als visitants, va afavorir l’establiment dels primers nexes comercials
directes entre empresaris catalans i japonesos. El Japó havia girat l’esquena
als seus veïns asiàtics, oblidant-se que la cultura xinesa fou la font de coneixement de la qual s’havia nodrit. Quan Fukuzawa Yukichi (1835-1901),
un dels principals ideòlegs de Meiji, explicava com havia de ser el nou
Japó modern, després de fer un llarg viatge per Europa, si una cosa tenia
clara és que la clau de l’èxit residia en l’occidentalització del seu país i en
el distanciament vers els seus veïns asiàtics, sentenciats a esfondrar-se enmig del caos i l’endarrariment econòmic, incapaços d’assolir amb èxit la
modernització.
Entrat el segle xx, deinitivament la realitat política a l’Àsia oriental
quedaria sotmesa al caprici de l’imperialisme occidental; va patir de manera sagnant les conseqüències desastroses dels dos grans conlictes mundials, intentant treure proit de les derrotes i els tractats de pau internacionals, les crisis econòmiques –com la crisi econòmica del 1929–, etc., però
sempre comparable al viatger que puja al tren sense un pla de ruta preixat
per saber on va. El Japó va decidir sumar-se a la cursa de l’imperialisme
agressiu i deshumanitzat per acabar constituint un baluard nord-americà
a la zona, mentre que la Xina trontollarà entre dos bàndols: nacionalistes i
comunistes, sense un rumb clar, per acabar enilant el seu camí en solitari.
La i de la Segona Guerra Mundial i el nou ordre
Hay señales claras de que la apatía, el resentimiento y el derrotismo cunden
rapidamente en las ilas nacionalistas y causan rendiciones y deserciones.
Factores principales que contribuyen a esto son el constante aumento de la
superioridad de los comunistas.8
8 Spence, Jonathan D. (2011) En busca de la China moderna, pàg. 634. Resum de la situació
xinesa al Departament d’Estat a inals del maig del 1947, enviat pel cònsol general estatunidenc a Mukden.
447
Ester Magriñá Lozano
Quan va acabar la Segona Guerra Mundial es va establir un nou ordre
rector de les estratègies geopolítiques i de l’economia al món durant dècades. En el marc de la Guerra Freda i l’escissió de dos blocs enfrontats, Àsia
entrava a formar part dels territoris més manllevats pel xoc d’interessos
i les disputes internacionals. La guerra de Corea, primer, la de Vietnam,
després i les diferents insurreccions nacionalistes a favor de la independència –com la d’Indonèsia, entre d’altres–, acabarien per dibuixar un
mapa polític ple d’incerteses, règims corruptes, governs inestables, pobresa i endarreriment econòmic. I, en aquest context tan poc alentidor, se
situava el Japó, alineat al bloc de les democràcies capitalistes occidentals
sota el paraigua dels EUA, amb Corea del Sud i Taiwan, i les dues ciutats
asiàtiques de Singapur i Hong Kong. Mentrestant, la Xina comunista de
Mao iniciava el seu propi camí, primer al costat de la URSS, però, al poc
temps, en solitari. Tot i que el Japó el 1945 estava derrotat i humiliat, i
també postrat davant dels vencedors, sota domini nord-americà entre el
1945 i el 1952, i a mercès de la personalitat carismàtica del comandant
suprem de les forces aliades, el general MacArthur, va començar a sembrar
la llavor de l’èxit de la seva represa posterior. Trenta anys després de la i
de la Guerra Mundial, la seva economia i el seu nivell de vida es trobaven
entre els més avançats del món i, a inals del segon mil·lenni, amb els EUA
i l’Europa occidental, sostenia l’economia internacionalitzada. Però per als
seus veïns asiàtics la seva etapa d’auge nacionalista i d’imperialisme agressiu difícilment es podrà esborrar i encara es recorden massacres com la
de Nanging, el 1937, un veritable genocidi de població civil xinesa a mans
dels exèrcits invasors nipons.
En canvi, la Xina, inalitzada la Segona Guerra Mundial i alliberada del Japó, es veuria sotmesa a un joc a dues bandes protagonitzat per
nacionalistes i comunistes, units només accidentalment durant la Segona
Guerra Mundial per fer front a l’enemic comú: el Japó.
El Partit Nacionalista o Guomindang liderat per Chiang Kai-shek aniria donant forma a un govern autoritari i corrupte encaminat a satisfer
els interessos de la burgesia comercial de les grans ciutats, cada cop més
allunyat de les necessitats reals del poble xinès, especialment de l’interior
rural. Mentrestant, el Partit Comunista Xinès, fundat el 1921, s’engrandia
a poc a poc sota el lideratge de Mao Zedong, un jove amb qualitats de líder
capaç de guanyar-se l’afecte de camperols i de la majoria de la població xinesa més deprimida. Per tot plegat no és estrany que poc després d’acabar
la Segona Guerra Mundial esclatés, a la Xina, una nova guerra civil prota-
448
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
gonitzada per Mao, al capdavant del Partit Comunista, i Chiang Kai-shek,
líder del Partit Nacionalista i aleshores al capdavant de la presidència de la
República. El conlicte s’acabaria resolent amb la derrota del líder nacionalista, forçat a exiliar-se a Taiwan on, ajudat pels EUA, va mantenir el seu
feu durant força anys.
L’antiga Xina imperial quedava deinitivament seccionada en dues
entitats polítiques aparentment irreconciliables: la República Popular de
la Xina i la República de la Xina a Taiwan. La qüestió de Taiwan, no hem
d’oblidar-ho, ha suposat des del 1950 un polvorí en les relacions entre la
Xina comunista i els EUA, i ha conduït més d’un cop ambdós països al
límit d’una guerra. Aquest conlicte entre les dues xines encara avui es percep en moltes decisions polítiques i diplomàtiques del país. Un exemple el
tenim en l’interès de la Xina a l’Àfrica, ja que si bé aquest interès obeeix a
la necessitat d’accedir als recursos energètics, a determinades matèries primeres i a obrir nous mercats per als seus productes i empreses, no es desaproita l’ocasió per reforçar els vincles amb els països africans aliats, tot
amenaçant d’excloure els que reconeguin la República Xinesa de Taiwan.
Després de la guerra civil a la Xina és quan es comença a dibuixar la
igura política i ideològica d’un Mao considerat com el gran vencedor i
alliberador del seu país. Amb el temps, el Gran Timoner, com se l’ha anomenat, anirà prenent la forma d’un dirigent gairebé omnímode, capaç de
fer i desfer capritxosament, mitjançant campanyes ideològiques amb greus
conseqüències econòmiques i socials per al seu país. La Xina de postguerra quedaria absolutament transformada per un Mao, ins i tot, divinitzat.
Mao, d’ideòleg compromès a dirigent omnímode
El nuevo énfasis de Mao en las cuestiones sociales, y en la observación de
primera mano, lo obligó a revisar sus objetivos políticos. Para cambiar China,
concluyó, sería necesario primero cambiar la Sociedad. Para cambiar la Sociedad, se tenia que cambiar antes el sistema. Y para cambiar el sistema, se debía
de comenzar cambiando a los que había en el poder.9
Per entendre bé la Xina actual cal conèixer què va suposar el maoisme
per aquest país. L’anterior paràgraf correspon al pensament d’un jove Mao
preocupat per resoldre les grans desigualtats i injustícies de la Xina. Mao
(1893-1976) va néixer a Hunan en el si d’una família camperola, va estudi9 Short, Philip (2003). Mao. Barcelona: Crítica, pàg. 18.
449
Ester Magriñá Lozano
ar a la Universitat de Pequín on va començar a engendrar el seu pensament
i es va iniciar en la lluita política. Probablement és l’essència d’aquest Mao
en estat embrionari la que s’ha volgut projectar i institucionalitzar per part
del règim després de la seva mort. No hem d’oblidar que una qüestió difícil
de resoldre en tot el procés modernitzador de la Xina ha estat, precisament, determinar la lectura que s’havia de fer del passat recent del Partit
i de la igura del Gran Timoner, una controvèrsia que s’ha acabat resolent
integrant les idees maoistes a la pràctica concreta de la modernització.
El setembre del 1976, quan va morir Mao, més de 300.000 persones
li van retre homenatge en un acte multitudinari de ressò internacional.
Més enllà de l’impacte mediàtic, però, sembla ser que el sentiment popular
estava molt lluny de la sinceritat mostrada. Molt diferent fou el que succeí uns mesos abans, quan se celebraren els funerals per la mort de Zhou
Enlai, el primer ministre de la República Popular durant 27 anys sense
interrupció. Es tractava d’un líder carismàtic caracteritzat per la seva moderació, diplomàcia i savoir faire, tant en les relacions diplomàtiques vers
a l’exterior com en política interior, oposant-se a la branca més radical del
Partit, especialment a Lin Biao.10
Zhou Enlai és el dirigent xinès recordat per mantenir la famosa entrevista privada amb el conseller del president Nixon per a la seguretat nacional, Henry Kissinger, l’any 1971, amb l’objectiu de planiicar els detalls
de la visita presidencial de Nixon a la Xina un any més tard. L’aleshores
president de la República Popular, Zhou Enlai, intuïa ja, en el seu discurs, la voluntat d’un canvi cap a l’aperturisme per posar i, deinitivament,
als estralls de la Revolució Cultural, l’aïllacionisme i la dictadura de Mao,
quan airmava:
Nosaltres no ens considerem una potència. Tot i que estem intentant desenvolupar la nostra economia; en comparació amb altres, estem encara molt
subdesenvolupats. El seu president [Nixon] també ha mencionat que en els
propers cinc o deu anys, la Xina es podria desenvolupar a un ritme accelerat. Però nosaltres creiem que això no succeirà tan ràpid, tot i que farem el
possible perquè així sigui, desenvolupant la nostra economia socialista d’una
manera més econòmica, ràpida i eicaç.11
10 Es tracta del màxim dirigent de l’Exèrcit Popular d’Alliberament i l’actor principal de la
Revolució Cultural que s’encarregà de recopilar les cites del president Mao en el Petit Llibre
Roig.
11 Kissinger, Henry (2011). On China, pàg. 247.
450
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
S’entreveia un canvi transcendental, després de dues dècades de rabiosa propaganda segons la qual la República Popular de la Xina i el Govern
de Washington serien sempre enemics irreconciliables. La Xina, després
de la mort de Mao, no es podia permetre denunciar obertament el maoisme, era massa arriscat. El temor que a la Xina es poguessin repetir els
fets succeïts a Rússia, amb un Gorbačov xinès, era una amenaça que els
preocupava molt. Per això, s’havia d’afrontar el canvi amb prou recel i prudència, i res millor que justiicar l’existència del germen modernitzador
xinès implícit en el pensament de Mao; la qual cosa no exclou que no es
reconeguessin obertament «errors i faltes» que, per suposat, calia esmenar.
Si ens remuntem als primers anys del període maoista, poc després de
la mort de Stalin, el 1953, descobrim un Mao cada cop més distanciat de la
URSS, insatisfet del model econòmic soviètic i rancuniós perquè Moscou
no li va donar suport en la seva voluntat d’intervenció al conlicte coreà.
Deinitivament, entre Mao i la cúpula del Partit s’iniciava un distanciament irreconciliable que acabaria per conduir la Xina a seguir el seu camí
en solitari, aïllada del món occidental.
Mao mantindria, internament, gairebé sempre un estira-i-arronsa
amb el Partit. Durant el seu mandat protagonitzà la campanya de les Cent
Flors (1956-57), precisament per combatre els seus opositors dins del Partit i l’allunyament del poble. Ell mateix instà obertament els intel·lectuals
que critiquessin el Partit per tal de permetre que tornés al camí correcte.
Però de la campanya de les Cent Flors es va passar a la de les Males Herbes, la primera campanya conciliadora i, en aparença, banal va fracassar
perquè Mao va témer que les crítiques desencadenessin una situació que
se li podia escapar de les mans. Aleshores fou quan decidí, sobtadament,
reprimir intel·lectuals i petits quadres del Partit crítics, als quals va acusar
d’elements subversius que calia fer desaparèixer. Un dels que s’hi oposaren
fou precisament Deng Xiaoping, aleshores secretari general del Partit.
A partir d’aleshores s’anava deinint la segona etapa del mandat del
Gran Timoner, cada cop més dura i intransigent, representant el divorci
deinitiu entre els intel·lectuals i el Partit. A Mao, li va servir per decidir un
canvi de direcció en què calia deixar de banda, deinitivament, el model de
desenvolupament econòmic soviètic per dirigir el país a la font de recursos
més gran de la Xina: el camp, i va orquestrar un dels grans desastres de la
història del país: el Gran Salt Endavant (1958). S’acceleraren un seguit de
nous canvis per tal de permetre superar la Gran Bretanya en la producció
d’acer, ferro i altres productes industrials; va reforçar l’autoconiança, i va
451
Ester Magriñá Lozano
conirmar la independència respecte de la Unió Soviètica. Les empreses
havien de quedar sota control provincial i local i, per això, calia més control del Partit. Tothom recorda, encara, el màxim exponent del Gran Salt
Endavant que va ser la comuna. El fracàs econòmic que provocà aquell
daltabaix, entre el 1959 i el 1961 va comportar la mort de fam de trenta
milions de persones a les zones rurals, un trienni recordat com els Tres
Anys Negres.
La misèria generada per aquella campanya sense fonament, les males
collites i les inundacions, van rebre dures crítiques des de la Unió Soviètica. A més, Kruščov es va negar, també, a donar suport incondicional
a Pequín en la seva disputa amb els EUA sobre Taiwan, de manera que
va segellar la ruptura deinitiva entre ambdós països. Aquella etapa tan
obscura, però, acabaria convisquent amb polítiques més pragmàtiques
impulsades, entre altres, per Deng Xiaoping. Es limitaren les comunes, es
prioritzà el procés d’industrialització a les zones urbanes… Tot plegat, féu
palès el pragmatisme d’un personatge que, una dècada més tard, capgiraria la vida econòmica del país amb un canvi de rumb decisiu: la nova política de portes obertes. És aleshores quan Deng formula la seva coneguda
frase, famosa arreu del món: «no importa si el gat és negre o blanc; si caça
ratolins és un bon gat» (1962).
Fou després del fracàs del Gran Salt Endavant, que Mao prioritzaria
els seus interessos personals als de la represa econòmica del país, delerós
de recuperar les rendes del poder. Aquesta seria la raó principal per la qual
orquestraria la darrera i més sagnant de les seves campanyes: la Revolució
Cultural, amb el Llibre Roig com a vademècum i la difusió de cites de Mao
com a eslògans de propaganda i d’adoctrinament, creant un joc d’odis i de
confusió sense precedents en la història del país. S’engegava, així, des de
l’àmbit de la cultura, una nova campanya d’atac contra el Partit i els qui
havien gosat contradir-lo. Entre molts altres dirigents polítics represaliats,
Deng i la seva família van ser durament castigats, mentre que una plèiade
d’homes durs s’enfortien al voltant del gran líder, conformant la branca
més radical i aïllacionista del Partit.
Mao va recuperar el poder i va assolir nivells d’adoració a la seva personalitat inimaginables; però, més enllà de les repercussions socials i ideològiques de la seva nova campanya, les conseqüències econòmiques van
ser duríssimes a inals dels anys 60. Fou durant els darrers anys de vida
del dictador que la Xina evidenciaria ja símptomes d’un dinamisme propi
i canvis immediats. Els homes forts, la branca radical del Partit, personi-
452
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
icada en la coneguda com Banda dels Quatre, entre els quals hi havia la
dona de Mao, tenien els dies comptats, tot i els darrers intens desesperats
per mantenir les rendes del poder.
Quan el 1976 mor Zhou Enlai i el substitueix Hua Guofeng com a
primer ministre, semblava que podria tenir èxit la campanya dels radicals
contra Deng, home de coniança i protegit de Zou Enlai,12 a qui Hua va
substitur del seu càrrec al poc de ser nomenat. Finalment, però, la situació
es va capgirar a favor dels representants de la branca pragmàtica del Partit, defensors de la modernització i l’aperturisme. Hua va acabar ordenant
l’empresonament de la Banda dels Quatre i se’n va sortir enfortit políticament, perquè va sumar al càrrec de president de la República, la presidència del Comitè Central del Partit i de la Comissió Militar, de manera que es
va reunir en una sola persona el control del Partit, l’Exèrcit i l’Estat.
Val a dir que, amb la mort de la visió utòpica del maoisme i el descrèdit públic de tants membres del Partit Comunista Xinès durant la Revolució Cultural, no quedava a la Xina cap centre clar d’autoritat. S’augurava,
així, l’adveniment de molts canvis, importants i decisius, per un Govern
amb greus problemes estructurals, al qual calia, urgentment, trobar un
nou camí per poder continuar endavant.13
Per i, l’anhelada modernització
El segle xxi va començar el mes de desembre de l’any 1978, quan Deng Xiaoping va iniciar una política de canvis a la Xina. Crec que Deng Xiaoping serà
fàcilment considerat per als historiadors com el personatge més important del
segle xx. […] Xiaoping va ser l’home que despertà la Xina després de restar
adormida durant molts segles i la va encarrilar.14
Deng, emparat per Zhou Enlai, va reforçar el seu poder dins del Partit i
va guanyar terreny en la direcció del Govern gràcies a ser un home hàbil
i estrateg. Tot i que Hua Guofeng era qui ostentava els càrrecs de més jerarquia del Partit, l’Estat i l’Exèrcit; el 1980 Deng ja mantenia importants
vincles amb els màxims dirigents del país i els intel·lectuals. Aquest fet li va
12 Zhou Enlai va recuperar Deng de les purgues de la Revolució Cultural i el va nomenar
viceprimer ministre i membre del Comitè Permanent del Politburó del 1973 al 1975.
13 Spence, Jonathan D. (2011). En busca de la China moderna. Barcelona: Tusquets, pàg.
787.
14 Bregolat, Eugeni (2011). Relacions d’Espanya amb la Xina, el nou referent, pàg. 2.
453
Ester Magriñá Lozano
garantir el suport necessari perquè aquell mateix any substituís Hua com a
primer ministre, controlant de manera directa, de facto o a través dels seus
protegits, tots els òrgans de direcció de la República Popular de la Xina.
Aquest personatge sabrà revisar millor que ningú el pensament de Mao
per acabar conirmant que l’única via per salvar la Xina era el socialisme,
tot eliminant qualsevol vestigi d’esquerranisme radical i deixant clara una
línia política per la qual apostar. El seu pragmatisme el conduirà a centrar
l’atenció en l’obertura cap a l’exterior i la reforma del sistema econòmic i
institucional per assegurar el creixement de l’economia i la prosperitat del
poble; això sí, a canvi de no qüestionar el model polític del partit únic.
En política exterior es ratiicaven les relacions amb EUA. El 1979
Deng protagonitzà el viatge oicial més mediatitzat d’un dirigent polític
del segle xx quan va visitar els EUA per entrevistar-se amb el president
Carter i diversos congressistes. La fotograia de la seva visita a la seu de la
Coca-cola a Atlanta donaria la volta al món. A partir d’aleshores, Deng era
catapultat, deinitivament, com el nou gran líder que la Xina necessitava
per assolir amb èxit l’anhelat Salt Endavant.
A les acaballes del maoisme, entrada la dècada dels anys 70, el país ja
havia iniciat la reconstrucció de l’administració i de l’estructura del Partit.
Mao, vell i malalt, distanciat de Lin Biao havia demostrat una voluntat
d’apropament cap als EUA en aconseguir que el 1971 l’Assemblea General
de les Nacions Unides admetés la Xina comunista com a estat membre, en
detriment de Taiwan. La recuperació econòmica gràcies a les denominades quatre modernitzacions: l’agricultura, la indústria, la defensa i la ciència, i la tecnologia, ja era una realitat. Es potenciarien les exportacions de
matèries primeres i la importació de tecnologia occidental, tot i l’oposició
dels quadres més radicals i aïllacionistes del Partit. Entre els plans de modernització més ambiciosos, per exemple, destacava el de l’educació. Es va
desenvolupar un programa per formar investigadors en l’àmbit de la tecnologia, s’obriren vora un centenar de noves universitats, s’enviaren prop
de mig miler d’estudiants a l’estranger i es rehabilitaren els cientíics que
havien estat desplaçats al camp durant la Revolució Cultural. Tot apuntava
a una vertiginosa cursa per accelerar el progrés.
Una de les decisions més fonamentals de tot el procés modernitzador,
però, malgrat el fracàs inicial, va consistir en la creació el 1979 de les quatre Zones Econòmiques Especials (ZEE) a les províncies de Guandong i
Fujian. L’objectiu era incentivar-hi la inversió de companyies estrangeres
oferint unes condicions avantatjoses per als inversors. Tot i que, en un pri-
454
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
mer moment, els resultats no foren els esperats per culpa de la ineiciència
burocràtica i laboral, la problemàtica social…, durant els anys 80, les ZEE
es convertirien, inalment, en el veritable motor de la represa econòmica i
se n’obriren de noves.
Però entre les modernitzacions que Zhou Enlai i Deng Xiaoping havien impulsat no hi havia lloc per a la cinquena: la democràcia. Malgrat
que es denunciïn els horrors comesos durant la Revolució Cultural, especialment des del món de la cultura, com és el cas d’escriptors crítics i
compromesos dins del corrent anomenat «literatura de les cicatrius», o
el de la intel·lectualitat posicionada a favor de les llibertats i els drets humans, Deng va saber orquestrar magistralment un joc camaleònic avesat
a acontentar tant els qui s’havien vist beneiciats per les reformes com els
qui, en el si del Partit, reclamaven cautela. I si, en un principi, va encoratjar
un moviment de denúncia i revisió del passat, aviat fou suicientment caut
per adonar-se que s’havia anat massa lluny i que des del Partit calia actuar
amb celeritat. La política posterior de Deng no va seguir una línia clara, va
estar caracteritzada per avenços bruscos, en alguns aspectes, i per pauses i
ins i tot retrocessos espectaculars, en d’altres.
En aquest context d’incertesa, no es pot deixar de fer esment a les revoltes de Tiananmen, el 1989, com un moment crític de les relacions entre
la Xina i els EUA, i de la projecció internacional del país.
A Tiananmen es barrejaren els problemes socials no resolts amb la
manca de reformes polítiques. Fou un moviment marcat per un fort caràcter heterogeni, a la protesta estudiantil se sumà la denúncia de la presència
colonitzadora al Tibet, envaït per la Xina l’any 1949, i el descontentament
obrer contra la corrupció i desocupació. Tot plegat, una realitat força diferent de la projecció mediàtica que se’n va fer, el d’una mobilització orquestrada a favor de la democràcia durament reprimida pel Govern xinès. El
Politburó va votar a favor de la llei marcial per posar fre a les protestes; no
està clara, encara, la xifra inal de morts i els dissidents i intel·lectuals empresonats. Deng, però, demostraria altra vegada la seva habilitat política;
capicat a apartar el país d’una «perestroika xinesa» va continuar apostant
fort pel reformisme econòmic mentre aconseguia amortir el pes impecable de la condemna internacional.
L’autèntic signiicat de Tiananmen estaria centrat en el fet que l’Estat
i el Partit no varen voler abdicar. Es volia evitar a tota costa el que havia
succeït a la Unió Soviètica i, per això, eren perfectament conscients de la
necessitat d’organitzar la transició. No es podien transferir alegrament les
455
Ester Magriñá Lozano
parts ineicients de l’economia al mercat lliure, sinó que s’havia de preveure d’alguna manera una sostenibilitat per a les grans indústries de l’Estat,
i no solament tancar-les perquè no donessin beneicis. Com que la Xina
va aconseguir mantenir el control d’aquest procés, l’Estat, d’una manera o
altra, va assumir la responsabilitat d’afrontar els problemes de la transició,
que no eren pocs, però, de cap manera, comparables als que estava patint
Rússia.15
Les cinc generacions de dirigents xinesos
El verdadero y único poder en China es el Partido Comunista que mantiene
un férreo control sobre el Estado y su Ejército.16
Després dels violents fets de Tiananmen, Deng apostaria, convençut, per
una tercera generació de dirigents polítics, versàtils, capaços d’adaptar-se
amb rapidesa als canvis socials fruit de la modernització i l’enriquiment de
la societat, però prou grisos, ideològicament parlant, per no donar lloc a
un Gorbačov xinès, la qual cosa es va garantir amb la indiscutible i obligada idelitat al Partit.
No obstant això, no va poder impedir que entorn de la igura de Jiang
Zemin, al capdavant de la presidència de la República des del 1993 ins
al 2003, s’anés teixint una trama de nepotisme i corrupció que naixia a
remolc del gran desenvolupament econòmic. A més a més, l’entrada de
la Xina a l’Organització Mundial del Comerç, el 2001, després de quinze
anys de negociacions, faria gairebé impossible impedir l’entrada dels empresaris al Partit.
La Xina viurà la consecució de cinc generacions de dirigents xinesos
que s’han anat succeint des dels inicis de la República Popular ins als nostres dies, deinint l’evolució del Partit Comunista Xinès.
La primera generació, encapçalada per Mao Zedong, es correspondria
amb l’etapa dels revolucionaris que van fundar el Partit i que encapçalaren
la proclamació de la República Popular de la Xina, l’octubre del 1949 a la
plaça de Tiananmen.
15 Hobsbawm, Eric J. (2004). Entrevista sobre el siglo xxi, pàg. 98.
16 Ramírez, Raúl (2013). «Caras, características i dinámicas del poder en la China actual»,
pàg. 74.
456
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
La segona, protagonitzada per Deng Xiaoping i els anomenats «Vuit
Immortals del Partit», la constituïren homes de la seva coniança amb qui
va tirar endavant tot el procés de reformes i canvis modernitzadors.
La tercera generació, en canvi, seria la dels tecnòcrates i els membres
de l’anomenat «clan de Xangai», representada pel president Jiang Zemin
ins que el 2003, passà el relleu a Hu Jintao, en un context de fortes tensions que evidenciaven l’existència de rivalitats internes dins del Partit.
La quarta generació és la del Govern de Hu Jintao i s’identiica amb la
de l’ascens al poder de joves provinents de la Lliga Juvenil del Partit. Hu
Jintao, caracteritzat per la moderació política i la seva lleialtat al Partit,
en una primera etapa va haver de conviure encara amb el pes important
del clan de Xangai, ins que, en una segona etapa, el substituí un altre
sector elitista, conegut com els «petits prínceps», els quals apostarien fort
pel desenvolupament econòmic per sobre de tot, fent pressió per desplaçar
l’altra nova facció apareguda aleshores dins del Partit entorn el poder de la
Lliga Juvenil, un grup de joves polítics més sensibilitzats pel desenvolupament social i l’increment de les desigualtats. Es pot dir, tot i les circumstàncies, que aquesta quarta generació mostraria ja una major preocupació
pels problemes socials i ambientals, així com per combatre la corrupció.
En cinquè lloc, tenim l’actual i cinquena generació de dirigents que el
novembre del 2012 prenien el relleu a la quarta generació. Aquests dirigents es caracteritzen per l’oposició entre els anomenats «petits prínceps»
i els «ills del poble» amb Xi Jinping i Li Keqiang com a màxims representants. Amb aquesta darrera generació, el sistema polític xinès sembla
ser que ha arribat a la seva maduresa política i ha aconseguit la màxima
estabilitat. Un moment de tranquil·litat insuicient, però, perquè l’ombra
dels escàndols, els silencis… deixin d’exercir un efecte negatiu en l’estabilitat política del país, tot obligant a plantejar deinitivament al Partit la
necessitat d’obrir les portes a la cinquena modernització, la darrera, i la
realment decisiva per convertir la Xina en un estat de lleis en lloc d’un
estat de personalitats.
En aquesta evolució, es percep un gran esforç del Partit per mantenir-se al poder, però en un segon pla. Per a molts occidentals, també els ha
anat bé mantenir el Partit en un plànol secundari i actuar com si la Xina
tingués un sistema orgànic, amb les seves fortaleses i debilitats, rareses i
peculiaritats, igual que qualsevol altre govern. La brillant vida comercial
del país i la seva actitud aperturista cap a la globalització és suicient per-
457
Ester Magriñá Lozano
què la majoria cregui que el comunisme ja no és la força imperant; però si
aprofundim una mica en el model xinès, ens adonarem que és molt més
comunista del que aparentment pot semblar.
A la Xina, el Partit s’ha trobat a punt del precipici i l’autodestrucció en
nombroses ocasions, com durant el període immediat a les brutals campanyes de Mao Zedong, a partir del 1950, o més tard, el 1989, just després
que l’exèrcit sufoqués les manifestacions de Pequín i d’altres indrets del
país. El mateix Partit va experimentar una crisi existencial després del collapse de la URSS i dels seus estats satèl·lits. Però sempre ha aconseguit aixecar-se i, a més a més, reforçat, com una maquinària de proporcions formidables i única, tal com descriu, argumenta i explica Richard Mcgregor,17
corresponsal al diari britànic Financial Times a Pequín entre els anys 2000
i 2009. L’autor analitza la realitat política a la Xina a partir del recull de
casos, escàndols, personatges… que li permeten treure a la llum l’entramat polític, social i econòmic que s’amaga al darrere de tot plegat; com ell
diu, la força d’un Partit invisible. Segons l’autor, gran part de les anàlisis
d’Occident s’han centrat a predir l’imminent col·lapse de la Xina i, amb
ell, la desestabilització mundial; però aquestes anàlisis passen per alt allò
essencial, que la Xina desestabilitzarà el món tant si fracassa com si no.
Per concloure
Els interrogants a resoldre sobre el panorama actual a l’Àsia oriental i, especialment, el despertar del gran gegant xinès, són de difícil resposta. Tots
ells, però, tenen un denominador comú: si la Xina acabarà estimbant-se
o continuarà el seu vertiginós ascens econòmic com a primera potència
mundial.
La Xina, tot i la seva cada cop més important presència internacional,
no està exempta de problemes interns que, a mig i llarg termini, l’acabaran
afectant; d’aquí que comencin a ser una qüestió prioritària per als actuals
dirigents xinesos i que els preocupin més que no pas el canvi polític, com
Occident pugui pensar.
El sistema comunista xinès, tot i les seves endèmies estructurals, en el
marc de l’actual crisi inancera, ha anant reforçant les seves conviccions,
adaptant-se i teixint el seu poder a l’ombra. La Xina coneix bé, des de fa
temps, el que molts països desenvolupats comencen a conèixer ara, que el
Partit Comunista i els seus líders mai no han volgut ser occidentals.
17 McGregor, Richard (2011). El Partido, los secretos de los líderes chinos. Madrid: Turner.
458
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
Després de la mort del Mao, a la Xina s’iniciava un procés de desmantellament general de l’ordre maoista per apostar pel desenvolupament econòmic i construir acceleradament l’escenari que, actualment, coneixem;
un escenari brillant, però alhora ediicat a partir de clarobscurs i ple de
reptes que les futures generacions de líders xinesos hauran de resoldre
per poder continuar endavant i convertir el seu país, deinitivament, en la
primera potència del món globalitzat que tant anhelen.
L’Àsia oriental no deixa ni deixarà mai de sorprendre Occident. Al miracle xinès actual cal sumar el miracle japonès de la segona meitat del segle
xx, quan el Japó pujà al pòdium de les primeres potències mundials, tot i
la humiliant derrota en la Segona Guerra Mundial. Avui dia el Japó també és un gran interrogant; totalment assimilat per Occident esdevé l’altre
gran gegant asiàtic que s’enfronta als mateixos reptes de les societats avançades: la presumpta preponderància dels actors privats sobre l’Estat, les
crisis recurrents sobre el capitalisme inancer, la sostenibilitat de la forma
de vida consumista, etc. Ens preguntem, doncs, també pel paper de Japó
com a superpotència econòmica a l’àrea Pacíic i l’escenari internacional,
i sobre la seva capacitat de lideratge en un àmbit regional en el qual el
despertament de la Xina i l’Índia, amenacen de relegar l’arxipèlag nipó a
un paper secundari.
Tota l’atenció recau, avui dia, en la Xina i l’espectacular progrés econòmic aconseguit en tan sols tres dècades. Però, potser, el que més sorprèn
és el fet d’haver-ho aconseguit a partir d’unes receptes pròpies, un capitalisme amb característiques xineses o un socialisme amb característiques
xineses.18 I, en tot aquest procés, l’artífex i impulsor de la modernització
té un nom a destacar: Deng Xiaoping. A ell, li atribuïm les primeres reformes i molts altres encerts –com les mesures per limitar l’ascensió de cap
personalisme dins del Partit capaç de fer trontollar l’estabilitat, posar i al
dolorós record de les agressions occidentals del passat, quan va liderar les
negociacions per retornar a sobirania xinesa Hong Kong, el 1997, o el fet
de rejovenir el Govern ixant límits als mandats i a l’edat dels components
del Comitè Permanent del Buró Polític. Va facilitar, així, al comandament
col·legiat del Partit la transició d’una generació de dirigents a la següent.
Deng, però, també es va haver d’afrontar als opositors a les reformes
de dins les iles del Partit o, més aviat, a les conseqüències ideològiques
18 Pascual, Carlos (2009). «La modernización económica de China. Perspectivas a medio
plazo», pàg. 53.
459
Ester Magriñá Lozano
que podien tenir. Per satisfer aquests sectors més conservadors es va veure
forçat a dur a terme diverses campanyes de ratiicació. La dels Cinc Èmfasis, per exemple, fou una campanya dirigida a millorar la conducta social
per lluitar contra la contaminació espiritual, la liberalització burgesa, etc.;
si bé eren diferents de les antigues campanyes maoistes, serien suicients
per marcar un retrocés, a més de generar tensions al si del partit.
La Xina de Deng, i la que seguirà després de la seva mort, creixerà
econòmicament, no exempta de sacriicis i renúncies. L’alt cost de la vida,
els baixos sous, els reduïts pressupostos educatius, els acomiadaments de
les empreses públiques, l’alt nivell de corrupció, etc., estan al punt de mira
de les crítiques d’intel·lectuals i estudiants. El ritme de desenvolupament
econòmic a la Xina és frenètic, es percep a tot arreu i sobretot en la quotidianitat de les grans ciutats, on el luxe ostentós i el consumisme sembla
ser l’única activitat d’oci per a molts xinesos. En contraposició, la misèria
i la injustícia social, reclosa als suburbis urbans o en aïllades zones rurals,
contrasta amb tot el progrés i, a la vegada, personiica l’altra cara de la
moneda, ben diferent. Però l’economia xinesa creix a un ritme imparable
i això comporta, també, per a centenars de xinesos, millorar la qualitat de
vida, aconseguint treure de la pobresa a quasi tota la població: no hem
d’oblidar que, en el moment de començar les reformes, la pobresa al país
afectava el 85 % dels seus 900 milions d’habitants, de manera que va protagonitzar el procés de reducció de la pobresa més ràpid de tota la història,
fet que és digne de ressaltar tenint en compte que és el país més poblat del
món.
Els esdeveniments succeïts des que el Comitè Olímpic Internacional
va concedir a la ciutat de Pequín ser la seu dels Jocs Olímpics del 2008 és
aclaparador. Aquell fet esportiu, simbòlicament, es pot interpretar com el
reconeixement del paper de la Xina en el context internacional i la i de
les relacions tempestuoses que, des del segle xix, havia mantingut amb els
països occidentals; s’obria una nova etapa.
Més important que el creixement en si mateix, és veure si l’economia
serà capaç d’anar transformant el seu patró de creixement, reduir la dependència de la inversió i augmentar el protagonisme del consum privat,
i, a la vegada, reduir la degradació mediambiental. En el terreny social, la
Xina s’enfronta, igualment, a la degradació en la distribució de la renda, ja
que les diferències es fan cada cop més ostentoses i la missió d’acabar amb
la pobresa que encara existeix, s’ha fet, si és possible, més difícil encara.
Tanmateix, en el context inqüestionable de la inserció de la Xina dins de la
460
El «despertar» del gegant xinès: de l’hegemonia occidental al poder asiàtic
globalització com una potència política i econòmica emergent, també es
qüestiona el seu posicionament respecte als Drets Humans i la vulneració
sistemàtica de drets bàsics com les llibertats individuals d’opinió, de religió, de procreació, etc., respecte als quals el Govern xinès té el seu propi
discurs i poca predisposició per canviar. Fets com l’empresonament de Liu
Xiaobo, escriptor i activista a favor dels Drets Humans, a qui fou concedit
el premi Nobel de la Pau el 2010, mentre estava empresonat, evidencien
les esquerdes que encara existeixen fruit del xoc de dues civilitzacions,
Occident i Orient, tan difícils de reconciliar al llarg de la història.
Bibliograia
Bailey, Paul (2002). China en el siglo xx. Barcelona: Ariel.
Baum, Richard (1994). Burying Mao: Chinese Politics in the Age of Deng
Xiaoping. Princeton: Princeton University Press.
Bregolat, Eugeni (2011). Relacions d’Espanya amb la Xina, el nou referent. Barcelona: Conferències de l’Associació d’Amics de la UAB.
Busquets, Anna (coordinadora) (2009). Claus per entendre la Xina del
segle xxi. Barcelona: Editorial UOC.
Fisac, Taciana; Tsang, Steve (2000). China en transición: Sociedad, cultura, política y economía. Barcelona: Edicions Bellaterra.
Fontana, Josep (2013). El Futuro es un país extraño. Una relexión sobre la
crisis social de comienzos del siglo xxi. Barcelona: Pasado & Presente.
Golden, Seán (2003). «La Xina del segle xxi, el dilema de la modernitat»,
dins La Xina avui, núm. 86.
Hobsbawm, Eric J. (2004). Entrevista sobre el siglo xxi. Barcelona: Crítica.
Kissinger, Henry (2011). On China. Nova York: he Pequin Press.
Martínez, David; Sasot, Albert (2010). Història de l’àsia orinetal II: els
segles xix i xx. Barcelona: FUOC.
McGregor, Richard (2011). El Partido, los secretos de los líderes chinos.
Madrid: Turner.
Pascual, Carlos (2009) «La modernización económica de China perspectivas a medio plazo», dins Boletín económico de ICE, núm. 2.972.
Ramírez, Raúl (2013). «Caras, características y dinámicas del poder en la
China actual», dins Historia Actual Online, núm. 30.
Short, Philip (2003). Mao. Barcelona: Crítica.
Spence, Jonathan D. (2011). En busca de la China moderna. Barcelona:
Tusquets.
461
EL CONTRACTUALISMO,
LA CUESTIÓN NACIONAL Y LA SECESIÓN*
Lukas K. Sosoe
Universidad de Luxemburgo
sosoel@gmail.com
Resumen
El objetivo de la presente contribución es examinar la cuestión de la secesión en el marco del Estado nación moderno. Dada su importancia, el
análisis se limitará a una presentación del problema que tendrá como fondo los importantes trabajos en ilosofía política contemporánea de autores
como Allen Buchanan, Charles Taylor y Jürgen Habermas.
Palabras clave
Estado; nación; secesión; ilosofía del derecho; autodeterminación
Abstract
he present article examines the issue of secession in the framework of
the modern nation state. Given its importance, the analysis is limited
to examining the problem against the backdrop important works of
contemporary political philosophy by authors such as Allen Buchanan,
Charles Taylor and Jürgen Habermas.
Key words
State; nation; secession; philosophy of law; self-determination.
* J’aimerais très sincèrement remercier Luis Ojeda, PhD pour m’avoir ofert la traduction de ce
texte. Bien évidemment les opinions défendues sont miennes et ne l’engagent nullement.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 463–477.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Lukas K. Sosoe
I
El objetivo de la presente contribución es examinar la cuestión de la secesión en el marco del Estado nación moderno. Dada su importancia, el
análisis se limitará a una presentación del problema que tendrá como fondo los importantes trabajos en ilosofía política contemporánea de autores
como Allen Buchanan, Charles Taylor y Jürgen Habermas.
Dos concepciones ideales típicas de la nación serán el punto de partida: la nación en su sentido moderno, y la nación en su sentido histórico,
romántico.
En una primera parte, se sostendrá que la respuesta a la pregunta relativa a la secesión se encuentra íntimamente ligada a la noción de nación
en juego. Partiendo de los diferentes argumentos, a menudo avanzados, a
favor de la secesión, en términos de derechos morales, o de aquellos otros
que se oponen al derecho de secesión, se pondrán de relieve algunos aspectos del debate contemporáneo.
La secesión es un término difícil de precisar a causa de su proximidad
con otros conceptos, lo que provoca cambios en la actitud de los ciudadanos, mayoritarios o minoritarios, en relación con el poder central. La secesión designa normalmente el cuestionamiento por una región o un grupo
más o menos homogéneo de individuos de una autoridad política central
con el objetivo de concretar su propia legislación y de autodeterminarse.
En este sentido, la secesión presupone la supresión pura y simple del Estado central y, por tanto, la desvertebración de una importante reducción o
limitación, o de una reorganización considerable del alcance de su poder.
En consecuencia, hablar de un derecho a la secesión es referirse a un
derecho moral de cuestionamiento del poder del Estado, a un derecho
moral de cambiar, de modiicar o de rechazar el poder del Estado sobre un
territorio, y a partir de ese momento, convertirse en autónomo sustrayéndole todos sus poderes. En este sentido, el derecho a solicitar la secesión
signiica dos cosas, tomando prestados los términos de Buchanan: «(Ello)
es moralmente permitido para aquellos que tienen los derechos de secesión y para aquellos otros de estar moralmente obligados a no interferir en
la secesión de los primeros»1. Como es una cuestión de derecho moral, la
obligación de respetarla es una obligación de gran importancia.
1 Buchanan, A.: Secession. he morality of political divorce from Fort Sumter to Lithuania and
Quebec, Oxford: Westview Press, 1991, pp. 50 y siguientes: «[…] that is morally permissible
for those who have the rights to secede and that others are morally obligated not to interfere
464
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión
El derecho moral a la secesión es a menudo evocado y reivindicado sobre la base de varios argumentos, entre los cuales destacan los siguientes: 1) la protección de la libertad, fundada sobre el principio de no
provocar perjuicio alguno a un tercero o a un grupo de individuos ; 2) la
promoción de la diversidad; 3) los límites que una entidad política se ha
ijado; 4) el derecho a abandonar una formación política; 5) el derecho a
evitar una distribución discriminatoria; 6) el fortalecimiento de la eicacia;
7) la protección de la cultura; 8) el argumento puramente nacionalista; 9)
la autodefensa de un grupo étnico o de una minoría que busca la protección y la supervivencia dentro de la secesión; 10) el principio de la rectiicación de injusticias del pasado; y 11) el consentimiento mutuo en pos
de una reparación. A todos estos argumentos discutidos por Buchanan se
añade uno que es menos importante, y que puede presentarse como una
posibilidad de demanda de secesión —a no ser que se considere que está
entre las razones de un consentimiento mutuo a la secesión—: la necesidad de una transformación por el cambio de una formación política.
El marco de esta modesta contribución no permite, desgraciadamente, pasar revista a cada uno de los argumentos citados. Se examinarán tan
solo dos de ellos, que a menudo se localizan en los debates contemporáneos, ya sea en el plano de los estados centralizados, en términos de perecuación, o en el plano de las minorías culturales en los estados federales
o confederales.
Se trata realmente del derecho al desarrollo de la lengua y de la cultura
regional o provincial, y del derecho a la autodeterminación de los pueblos,
que accesoriamente podrían conluir, entre otros, en los problemas de distribución percibidos como injustos.
Por otro lado, no puede hablarse del derecho a la secesión sin mencionar los argumentos contrarios a la secesión. A falta de poder discutirlos y
someterlos a examen, se enumerarán. Pueden consultarse los trabajos de
Buchanan en los que recoge al menos seis: 1) la protección de las expectativas legítimas de los ciudadanos no prosecesionistas; 2) la resistencia a la
secesión como autodefensa; 3) la protección de una mayoría en el marco
de una democracia constitucional; 4) un paternalismo atemperado antisecesionista; 5) el riesgo de la anarquía; 6) la evitación de la expropiación
with their seceding». Et, parce qu’il est question de droit moral, l’obligation de le respecter est
une obligation d’une grande importance. Debe subrayarse que esencialmente, y a efectos de
esta contribución, se seguirán las grandes líneas de la argumentación a favor y en contra de
la secesión en el debate moderno de Buchanan.
465
Lukas K. Sosoe
arbitraria; y, inalmente, 7) la justicia distributiva. Estos argumentos combinan, por una parte, los razonamientos del poder del Estado garantizado
por el derecho positivo de asegurar el orden contra la anarquía, y por otra
parte, la referencia a los derechos morales de los ciudadanos, exactamente
de las minorías víctimas electivas y eventuales de toda secesión2.
La pregunta de si una nación puede adoptar la Constitución de su
elección puede parecer insólita por cuanto su respuesta parece evidente.
Sin embargo, esto no es así si se observa con más detenimiento.
En 1791, el escritor alemán Justus Möser planteó una cuestión parecida en su obra Patriotischen Phantasien, relacionada con los acontecimientos políticos que tenían lugar en ese momento en Francia: ¿Cuándo
y cómo —se preguntaba él— una nación puede cambiar su Constitución?
Su concepción organicista e historicista de la nación, por no decir romántica, no le permitía simplemente responder airmativamente a una cuestión de cambio constitucional conducente a una separación o a la desvertebración de una nación.
Sin embargo, hay más, responder a una cuestión de forma airmativa
o negativa produce otro problema relativo a la noción misma de pueblo.
Responder con un sí o un no presupone lo siguiente: 1) la existencia de un
pueblo homogéneo y 2) la voluntad maniiestamente unánime de este en
cuanto al cambio o no de la Constitución. El concepto de pueblo, como el
de nación, remite a diferentes deiniciones. Ver diferentes concepciones
incluyendo en ellas mismas, mediante algunas condiciones, el cambio o
el mantenimiento de la Constitución. En conclusión, la concepción que se
tiene de la nación llegará a prejuzgar la respuesta.
Es tentador creer que es el tiempo el que nos separa de este autor, que
explica, sin justiicar, el rechazo de aquello que parece evidente, porque las
diferentes nociones de nación se oponen y prohíben explicar su respuesta
negativa a la cuestión mediante un argumento puramente histórico; que
este argumento histórico sea problemático e insuiciente resulta obvio a la
luz de todo problema nacional de secesión.
Por ello, y con el objetivo de mostrar toda la complejidad de la cuestión del cambio constitucional y de la soberanía, que querría presentarse
siguiendo el enfoque de Möser y de aquellos otros autores que argumentarían del mismo modo que él, lo que, en el plano ilosóico, es el problema de la soberanía nacional regional de un Estado, que no aparece con
2 El lector interesado puede consultar Buchanan, A.: op. cit., cap. III.
466
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión
evidente claridad, sino que, por el contrario, parece tomar la forma de una
reivindicación paradójica.
Hay muchas nociones de nación. La ilosofía del derecho distingue
normalmente entre el concepto histórico o romántico de nación y el concepto moderno de nación. La reivindicación de soberanía puede parecer
paradójica, puesto que al seguir los dos conceptos de nación, el discurso
sobre la soberanía de una región culturalmente diferente dentro de un
Estado enlaza mucho con la lógica romántica de la nación, lógica en nombre de la cual se observa difícilmente cómo podría hablarse de cambio
constitucional o, incluso, de independencia. Puede concebirse como una
situación paradójica porque no se sabe ver la lógica de una concepción
romántica de nación, emplazar la idea misma de una cohabitación con
otras, especialmente aquellos que no son de la misma cultura. Finalmente,
también se concibe como una situación paradójica porque quien dice autonomía o soberanía presupone que existen derechos colectivos, derechos
para los grupos o de las comunidades, aquello que desde una perspectiva
moderna liberal democrática individualista de derecho todavía tiene en
gran medida que demostrarse.
El problema se sitúa estrictamente en el plano de la ilosofía del derecho y de una sociedad liberal democrática, e intenta captar la atención
sobre las diicultades puramente teóricas que están unidas a la reivindicación de la soberanía dentro del cuadro de dos concepciones diferentes
y opuestas de nación. Esto está lejos de ser un alegato a favor o en contra
de la soberanía en general, puesto que únicamente se intenta suscitar un
cierto número de preguntas relativas a la defensa de la propia idea de autonomía o de secesión, que a partir de la descripción de la naturaleza de
todo nacionalismo cultural regional de cualquier lugar, son tributarias,
más bien, de una lógica romántica que no de una moderna, contractualista en la medida en que esta lógica insiste más en la lengua, la cultura y el
genio de un pueblo para legitimar la sucesión3.
No se trata, se insiste una vez más, de una posición a favor de los pros
o de los contras de la reivindicación de la soberanía, sino de una relexión
ilosóica de los problemas unidos a la naturaleza de un nacionalismo
3 Naturalmente, podrá también demostrarse que es una sociedad liberal. Véase sobre este
tema el debate abierto por Kymlicka, W.: Multicultural citizenship. A liberal theory of
minority rights, Ebsco, 1996. Se trata de un derecho especíico en el seno de la nación con
vistas a favorecer el desarrollo de la cultura de un grupo en un Estado democrático liberal.
No es una cuestión necesariamente de separación.
467
Lukas K. Sosoe
particular en el seno de una sociedad moderna contemporánea. Sopesar los pros y los contras podría, justamente, ser un ejercicio interesante,
que por desgracia, debe inclinarse inevitablemente ante la historia de un
pueblo que quiere vivir y la pasión que le lleva irremediablemente hacia
el devenir de su destino. Quizá deba mantenerse en este preciso contexto
contra Georg Wilhelm Friedrich Hegel que la historia del mundo no es el
tribunal del mundo, y decir seguidamente de Johann Gottlieb Fichte que
el problema del derecho —véase, el proyecto nacional cultural— no tiene
en absoluto su origen en el tribunal de la historia.
No obstante, entonces ¿en qué consiste la lógica romántica de la nación que autoriza a que sea interpretado el nacionalismo cultural regional
como obediente a una lógica historicista?
En sentido contrario a la concepción moderna de nación, según la
cual la nación es una asociación de personas unidas por lazos contractuales que maniiestan su libre voluntad de vivir bajo las mismas leyes4, la
idea historicista de nación se deine, ante todo, por un cierto número de
elementos, entre ellos: el nacimiento, los lazos de sangre, la raza o la etnia,
la historia común y la lengua; en conclusión, la cultura en su conjunto.
La primera pregunta que surge es si en las sociedades modernas esta idea
corresponde a la existencia social y política de una determinada nación.
Sé es miembro, es decir, no se deviene miembro por una libre adhesión a los principios de coexistencia de una comunidad. Incluso el estatuto
de los príncipes diiere. Estos se perciben como la expresión de la voluntad de la comunidad, pero como tradición o costumbre que expresa una
voluntad superior a aquella de sus miembros. La nación en un sentido
romántico o histórico se enuncia esencialmente como una identidad más
o menos cerrada sobre ella misma y reposa sobre los lazos orgánicos naturales5.
4 Se retoma aquí la idea del abad Sieyès, cuya deinición de la nación en ¿Qué es el tercer
Estado? se identiica con lo que podría llamarse una concepción moderna. Sieyès se pregunta
qué es una nación, y se responde: «un cuerpo de asociados que viven bajo una ley común,
representada por una misma legislatura, etc.» (p. 38), y más adelante: «No somos libres por
los privilegios, sino por los derechos de los ciudadanos, los derechos que pertenecen a todos»
(p. 39). Así pues, se observa que para Sieyès, en teoría, cualquier persona puede expresar su
voluntad de formar parte de una nación o de salir de ella. Todo depende de la voluntad de
los individuos. Incluso pueden decidir la disolución de la nación cuando lo convengan. Lo
mismo puede decirse de la formulación de Ernest Renan: «La nación es un plebiscito diario».
5 Voir à ce sujet Renaut, A.: «La notion ichtéenne de nation», L’Etat et la nation. Cahiers de
philosophie politique et juridique, Caen: Université de Caen, 1988, pp. 121–205.
468
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión
Es ante todo una comunidad viva, históricamente acontecida, de personas unidas por la misma lengua, la misma cultura y los mismos orígenes, tres elementos concebidos como los bienes comunes en torno a los
que se cristaliza la identidad del grupo nacional cultural, que rememora su
historia para revivirla y reclamarse único y distinto de los otros. Es necesariamente una comunidad que maniiesta su diferencia, es decir, aquello
que la distingue de las otras. Es por eso que la nación, en el sentido histórico del término, remite a la idea de nación-genio; de un alma colectiva a una
visión organicista e historicista. La nación tiene un contenido particular
que retoma el discurso que la enuncia: aquello que ciertamente se aleja de
la idea contractualista moderna.
Como está justamente alejada de la idea moderna de nación, el nacionalismo cultural regional se presenta como un nacionalismo cuyos
elementos constitutivos son la lengua y la cultura ancestral, la historia de
esa cultura y, sobre todo, la conciencia irme de la pertenencia a esa historia, a esa cultura, conciencia que nadie puede ignorar, que nadie puede olvidar. Parece evidente que la identidad nacional regional que aquí
se inscribe en la historia de un pueblo —un concepto que no está claro,
como el de nación— representa una identidad que no ha sido pensada
como una construcción o una formación fundada sobre un contrato. No
es una construcción porque es un hecho de la historia. No corresponde,
por tanto, en absoluto, a la idea de una asociación voluntaria de individuos. No es una identidad que se elige, puesto que nadie puede escoger
su abolengo. Aun cuando en el discurso se reconoce la necesidad de una
apertura —y ante los hechos lo es innegablemente—, la identidad cultural
nacional regional no representa un momento voluntarista, un momento
de decisión, más bien se presenta como una entidad orgánica, histórica,
como una entidad cerrada en un mundo globalizado. La pregunta que se
plantea es saber cómo una determinada nación quiere adoptar la Constitución de su elección.
Pregunta difícil, cuya respuesta no es fácil de adivinar, porque el
contexto geopolítico en el que se despliega la identidad cultural nacional
regional representa una entidad moderna, diferente de la identidad nacional. Así, puede concebirse como una entidad moderna en el sentido
voluntarista y republicano del término.
Para mayor claridad, el presente enfoque puede resumirse de la siguiente manera:
469
Lukas K. Sosoe
1) Los elementos constitutivos de la identidad cultural nacional regional son de naturaleza orgánica, histórica; por tanto, de naturaleza necesariamente diferente a la de un orden político moderno, individualista,
liberal y democrático. Al ser moderno e individualista, el orden democrático permanece indiferente a los elementos constitutivos de la identidad
cultural nacional regional en la medida en que esta no está deinida en relación con el sistema de la suma de preferencias individuales compatibles
para todos. El orden social y político correspondiente a aquello que una
identidad histórica justiicaría no admite la intervención de la voluntad
humana6.
2) En la medida en que sigue siendo un Estado democrático, el Estado moderno se presenta como una identidad opuesta o indiferente a
toda deinición histórica. Como tal, su existencia como grupo de personas
asociadas, viviendo bajo una misma legislación, depende de la voluntad
de los individuos. Frente a esto, la Constitución puede cambiar en todo
momento sin que sea puesta en cuestión su propia deinición moderna,
siempre y cuando este cambio no se oponga radicalmente a los principios
liberales y democráticos. El proceso de este cambio se debe menos, en el
plano de la lógica propiamente moderna, a una transformación de los elementos que deinen una identidad nacional que agotaría la reivindicación
de una identidad particular.
3) Ahora bien, por una extraña astucia de la razón, el reconocimiento de una asociación y la voluntad de negociar con ella signiican que se
acepta lo que es y aquello que su existencia implica, a saber, la indiferencia
en relación con una identidad históricamente deinida.
4) Negociar con este orden moderno, lo que supone reconocerlo, exige que una identidad históricamente deinida se reduzca a la suma de los
intereses de la pluralidad de sus individuos, o sea, se ponga al mismo nivel
de los de provincias y de grupos, que no tienen la misma percepción de
ellos mismos, teniendo en cuenta que estos no forman una entidad comparable a la de la identidad histórica.
5) Este proceso no signiica otra cosa, en el plano ilosóico, que el
abandono de la forma en la que la identidad romántica o histórica se deine a sí misma como nación. Nosotros no nos vemos como una suma
de individuos cuyos intereses o preferencias se encuentren por azar ser
6 Por supuesto, se trata de tipos ideales. La realidad del discurso y los otros hechos no coinciden siempre con los ideales en el sentido de Max Weber.
470
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión
los intereses o preferencias culturales y lingüísticas. Nosotros somos una
nación irreductible a la suma de sus individuos.
Contrariamente a lo que podría pensarse, este enfoque no es extraño
ni absurdo. Podría, incluso, hacerse más accesible partiendo del hecho de
que, según sus presupuestos morales individualistas, el Estado moderno
no sabría reconocer los derechos que de aquellos que se dejan reducir a los
intereses personales y no a los intereses comunes, a los grupos que componen la sociedad. No hay necesidad de evocar en este contexto la crítica
bien conocida de los autores contemporáneos y sobre todo de los comunitaristas, como Michael Sandel,7 Charles Taylor8 y Alasdair MacIntyre9 y
sus partidarios, según la cual la democracia liberal es fundamentalmente
incapaz de tener en cuenta el bien común de una comunidad nacional en
virtud de sus premisas individualistas.
La presente airmación no es, sin embargo, ineludible. Podría oponérsele, al menos, el argumento siguiente: el reconocimiento por un Estado
moderno democrático de ciertos derechos de grupos o de colectividades,
que efectivamente existen, como el derecho a la huelga, de asociación o de
libertad religiosa. Estos no pueden ejercerse de forma individual. Todos
deben ejercerse de forma colectiva. Por tanto, la entidad nacional regional
puede y debe ser reconocida como una entidad cultural que quiere preservar su cultura en un Estado moderno; no debe tratarse como una pluralidad de individuos que se encuentran por azar persiguiendo los mismos
intereses. Además, existe el derecho de los pueblos a la autodeterminación.
En consecuencia, el problema de una región que quiere una autonomía
con el objeto de proteger su cultura podría concebirse no en términos de
una pluralidad de individuos, sino más bien como un problema de derechos de grupo. Puede igualmente comprenderse dentro de la perspectiva
de un derecho a la autodeterminación de los pueblos. En este sentido, el
hecho de que la sociedad plantee problemas no es más que un acontecimiento feliz. Su imposibilidad teórica permite que se radicalice nuestro
punto de vista. No se trata del reconocimiento de un carácter distinto en el
seno del Estado moderno, sino más bien del reconocimiento de un Estado
7 Sandel, M.: Liberalism and the limits of justice, Cambridge: Cambridge University Press,
1998.
8 Aunque es difícil clasiicar claramente a los comunitaristas, Taylor deiende puntos de vista similares. Taylor, C.: Multiculturalism. Examining the politics of recognition, Princeton
University Press, 1994.
9 MacIntyre, A.: Ater virtue, Notre Dame University Press, 2007.
471
Lukas K. Sosoe
soberano, después del reconocimiento del derecho, en tanto que grupo
o nación, a la secesión con vistas a conceder los medios para una mejor
gestión del propio destino, de la autodeterminación como pueblo.
Entonces, ¿qué signiica el derecho de los pueblos a la autodeterminación? ¿Qué se entiende por pueblo? Suponer que existen derechos de
las colectividades y que una sociedad democrática debe reconocer estos
derechos sirve como airmación, pero debe demostrarse previamente. Hay
que demostrar en qué esos derechos no son reducibles a derechos individuales. La pregunta a la que intentará responderse será, por tanto, si
existen en la democracia derechos de grupos que no son reducibles a los
derechos individuales.
II
El derecho de los pueblos a la autodeterminación es ante todo un concepto, mejor todavía, un eslogan político, que la ONU creó particularmente
para apoyar las veleidades de independencia en los países del tercer mundo. Es un eslogan que, como todos los eslóganes, no posee el don de la
claridad. Puede entenderse tanto en un sentido fuerte como en un sentido
débil.
En su sentido fuerte, el derecho de los pueblos a la autodeterminación
responde a un principio normativo del nacionalismo. Como lo recalca
Buchanan, siguiendo a Ernest Gellner, «el principio normativo del nacionalismo estipula que todo “pueblo” tiene el derecho a su Estado y que los
límites de las fronteras culturales (étnicas) y políticas deben coincidir».
Se trata, por tanto, necesariamente de una independencia total, de una
soberanía total de toda la colectividad que se reconoce como pueblo10.
Tal y como se ha señalado previamente, el concepto de pueblo no está
más claro que el derecho que le es aquí reivindicado. Incluso viendo el número de pueblos o grupos étnicos que hay sobre la Tierra bajo el empuje
de la emergencia de nuevas entidades políticas, no se observa de forma
repentina un sentimiento de pertenencia (adhesión) que justiique sus reivindicaciones de independencia. El principio normativo del nacionalismo
dará lugar no solamente a una fragmentación política, sino también a los
costes materiales y morales de su realización, que serán prohibitivos11.
10 Buchanan, A.: op. cit., pp. 50 y siguientes.
11 Buchanan, A.: op. cit., pp. 51-52.
472
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión
En su sentido más débil, el derecho de los pueblos a la autodeterminación no está claro. Asimismo, se le puede sustituir un conjunto de mecanismos constitucionales y políticos que hacen su uso inútil. Puede, por
tanto, seguirse a Buchanan cuando parte de la hipótesis de que el recurso
moral al principio de autodeterminación «depende precisamente de su
carácter vago (impreciso)». Se trata de un tipo de recurso provisional para
varios principios posibles que deine formas y grados diversos de independencia.
Entonces, si el concepto de autodeterminación plantea más problemas
que los que resuelve, solo queda, en última instancia, una reivindicación
fundada sobre el derecho de los grupos a la preservación de su cultura, de
su identidad. La cuestión es saber si la noción de derechos colectivos tiene
sentido en el contexto de una teoría liberal, democrática, basada principalmente en preferencias individuales. ¿En qué medida puede hablarse de
derechos colectivos en el desarrollo y la preservación de la cultura regional, derechos que no son reducibles a los derechos individuales?
La idea de derechos colectivos todavía la siguen defendiendo autores
como, por ejemplo, Will Kymlicka12. La hipótesis es que, en ciertas circunstancias, una colectividad necesita derechos especiales para preservar
su cultura. Se trata más concretamente de conocer las formas de control de las que una colectividad puede disponer, y si estas formas de control son suicientes para conceder a esas colectividades, cuya cultura está
amenazada, la protección que necesitan.
Según Kimlycka, ser miembro de una comunidad cultural es vital
para el individuo. La cultura ofrece múltiples opciones al individuo. Sin
ella, el individuo no sabría controlar las múltiples posibilidades que se le
ofrecen, porque la cultura sirve para «unir en un todo coherente aquello
que de otro modo permanecería como metas fragmentadas: ella ofrece
ideales de plenitud y continuidad, no solo a través de las etapas de la vida
humana, sino durante generaciones».
Sin el contexto de una opción dotada de sentido, facilitada por la cultura, el individuo podría sentir que no vale la pena hacer nada. En resumen, al individuo le llegaría a faltar un horizonte con sentido.
Lo que este argumento tiene de individualista salta a la vista. Como
es individualista, reduce igualmente el problema de los derechos colectivos, el problema de separación o de independencia de un grupo cultural a
12 Kymlicka, W.: Multicultural citizenship. A liberal theory of minority rights, Ebsco, 1996.
473
Lukas K. Sosoe
la suma de posibilidades de autorrealización del individuo. Incluso si sus
valores y elección pertenecen al horizonte cultural de la comunidad, es en
nombre de los derechos individuales y no de los derechos de una comunidad cultural que se eligen los valores necesarios para la realización de los
ines. No está claro cómo sobre la base de este argumento puede hablarse
de derechos concedidos a una colectividad o a un grupo para desarrollar
su cultura o para preservarla del peligro de desaparecer. Como bien airma
el ilósofo alemán Jürgen Habermas, esto equivaldría a tratar a los seres
humanos como especies animales o vegetales en vías de extinción13. En otras palabras, inclusive si la cultura como tal no es una entidad individual,
no es a la colectividad que la vive como (tal) colectividad que los derechos
le sean reconocidos, sino a los individuos que la componen.
Buchanan airma que Kymlicka no ha discutido sobre derechos colectivos, ya que la justiicación que da de los derechos de las minorías
para defender su cultura consiste en el valor individual de ser miembro de
una cultura14. En conclusión, los derechos de las minorías propuestos por
Kymlicka son los derechos de un grupo a restringir las libertades individuales, pero a favor de los individuos del propio grupo.
Así, quiere saberse si existen derechos colectivos y cómo una teoría
liberal democrática puede explicarlos sin oponerse a sus propias premisas.
Hay que concluir, que al menos con carácter provisional y salvo que
haya una prueba de lo contrario, los derechos colectivos no pueden defenderse sin diicultades en marco de una teoría liberal democrática, que
solo los individuos pueden tener los derechos, y que hablar de la soberanía
de una nación para la defensa de su cultura no tiene sentido, que si esta
soberanía se formula o traduce en términos de preferencias individuales
o de intereses individuales. Ahora bien, el discurso nacionalista es un discurso que no se reiere ni al bien individual ni a una suma de bienes individuales. Querer reducir el discurso de una entidad colectiva a la suma
de preferencias de sus elementos constitutivos individuales es vaciarla de
13 Habermas, J.: L’intégration républicaine. Essais de théorie politique, París: Fayard, 1996,
p. 224. Le titre du sous-chapitre en dit long sur le contenu: «coexistence à droits égaux ou
protection des espèces menacées».
14 Kymlicka, W.: «Droits de l’homme et justice ethnoculturelle», en L. K. Sosoe (ed.): Diversité humaine. Démocratie, multiculturalisme et citoyenneté, Québec y París: Presses universitaires de Laval y L’Harmattan, 2002, pp. 387–406. Voir également Jacob, L.: «Démocratie
et politique de la diférence» y Sosoe, L. K. : «Politiques de la reconnaissance, culture et
critique», en L. K. Sosoe : op. cit., pp. 407–422.
474
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión
su propia sustancia. Es decir, ¿la reivindicación de la soberanía nacional
no se justiica de ninguna manera? En el plano de la justiicación ilosóica
de un orden liberal democrático y no dentro de un sistema cualquiera de
derecho positivo, el individuo permanece como el único valor irreductible
en nombre del cual un cambio constitucional es legítimo. Este plano de
justiicación ilosóica no admitiría los derechos colectivos y solo en la medida en que estos son la opción determinada por los propios individuos.
Poco importa la cultura a la que pertenecen estos individuos. Además,
conceder derechos en un Estado liberal democrático a una categoría de
personas podría ir en contra del principio de igualdad de trato en el plano
jurídico.
Esta tesis no parece ofrecer ningún argumento racional a favor de la
soberanía para la preservación de la cultura de una colectividad en el interior de una comunidad política moderna: si el reconocimiento de la sociedad culturalmente distinta no encuentra justiicación moral, no queda
nada más que la secesión. Esta es la justiicación ilosóica.
En cierta manera, y sin ser idéntico, véase el caso de un grupo de
personas que viven en una región de un Estado o el de una pareja15. Así
como una pareja puede decidir separarse de mutuo acuerdo, una región
puede igualmente querer ser independiente. Es al resto de la sociedad de
aceptarla o de ponerle las condiciones necesarias y suicientes para esta
separación para la satisfacción de todos. Si la vía de la soberanía parece
presentarse como el único camino, pero no es reducible a la suma de derechos individuales, ¿qué otra justiicación podría aportarse a favor de la
soberanía? ¿Cómo concebir la idea o la reivindicación de la soberanía?
Esto resulta de la lógica inherente a lo que es una nación: una entidad
histórica fundada sobre su cultura, sus orígenes. Querer buscar una justiicación racional a la reivindicación de la soberanía de un pueblo cuya
identidad no se deine ante todo en términos de derechos, en términos de
una asociación de personas únicamente deseosas de vivir bajo la misma
legislación, es pasar por alto la naturaleza de la reivindicación. Una nación no es una asociación ni una unión cualquiera. ¿Quiere decirse que
15 A pesar de la similitud, las consecuencias para una pareja salida de un divorcio son más
simples. Puede ser que no haya más que el futuro de los hijos —si la pareja crea problemas—.
Los problema materiales pueden resolverse de buena fe y existe un consentimiento mutuo en
la separación. En el plano político, este no es el caso de una región en la que viven personas
que tras generaciones como minorías no quieren que su región sea una entidad independiente.
475
Lukas K. Sosoe
es irracional? Tampoco. La reivindicación de la soberanía no es racional,
pero como el amor y muchas otras cosas de la vida humana, esto no es,
por tanto, ni negativo ni condenable. No son los derechos democráticos
y otros los que crean la historia de los pueblos, de las naciones cuya identidad corresponde a una naturalidad histórica. En este contexto, la frase
de Fichte adquiere pleno sentido: el problema de la nación no tiene su
origen necesariamente en el tribunal de la historia. Sin embargo, aceptar
esta sentencia es aceptar también los límites de la ilosofía jurídica y política, al menos su incapacidad en el marco de la democracia para pensar de
manera satisfactoria el nacionalismo y la identidad nacional.
La mejor ilustración de esta conclusión puede encontrarse en las ideas
revolucionarias, en una idea de cambio constitucional como hecho moral.
Este suceso será el de un pueblo, que deiniéndose como tal, reivindica su
mayoría —de edad— jurídica.
En la medida en que la cultura es necesaria para la vida de la nación
y, por tanto, la airmación de su dignidad en calidad de nación, no puede
impedirse el devenir soberano sin subestimarlo jurídicamente en el plano moral, sin impedirle su autodesarrollo en la historia. Como es moralmente condenable impedir el desarrollo de un pueblo, la soberanía no es
un derecho que pueda negociarse, pues deviene una necesidad moral, un
suceso moral que debe culminar en el acontecimiento de la historia de un
pueblo. Como dice Ludwig Erhard, «un pueblo es culpable del hecho de su
minoría de edad, ante esto no es justo que se revele […] cuando lo tratan
como un menor». Salir de la minoría de edad es hacer su propia historia y
aportar al mundo lo que es. Por ello, puede concluirse con Erhard en estos
términos: «Si queremos impedir al pueblo su formación (propio alumbramiento), entonces es justo que se subleve, y si los obstáculos provienen de
la Constitución, hay que derogar la Constitución».
Existen numerosas justiicaciones morales a favor del derecho de
secesión, así como argumentos morales justiicables en su contra.
Los argumentos más importantes utilizados a favor del derecho de
secesión son la protección de la cultura o el rechazo de la justicia distributiva, el rechazo a contribuir por otras regiones menos ricas. No obstante,
estos dos argumentos: la protección de la cultura, así como las cuestiones
relativas a la distribución no tienen una validez absoluta. Una adaptación
del Gobierno central, o incluso un proceso hacía un Estado federal o una
reforma de la relación entre el poder central y las regiones que componen
476
El contractualismo, la cuestión nacional y la secesión
el Estado podría constituir una solución menos costosa en el plano social
y humano, y en el plano político.
No se trata, en este caso, de argumentos de ilosofía del derecho y ilosofía política. Frente a los hechos, ante la presencia de la pasión política
a favor o en contra de una secesión, solo el equilibrio o el desequilibrio
de las fuerzas presenciales y del poder político puede ser decisivo para la
realización del sueño de una secesión o para su oposición.
Llegado ese momento, se está ante el corazón de la historia política
de los pueblos y de la fuerza factual de lo normativo, de la expresión de
la voluntad de la autonomía política o de la represión de esa voluntad.
Frente a la prudencia política que querría ser objetiva no queda más que,
por una parte, la constatación impotente de la cabeza de la gorgona del
poder estatal y, por otra parte, la expresión de la voluntad de las personas
por rodearse de muros de acero en torno a su cultura con el objeto de
protegerla, y negarse a compartir sus bienes en el interior de las antiguas
instituciones políticas que desafían su legitimidad. ¿Y qué es de aquellos
que contribuyeron, a pesar de todo y en desacuerdo, a la prosperidad de
la región secesionista? Si cada pueblo produce sus minorías y reproduce
sus diferencias regionales, esas minorías, a su vez, pueden justiicar nuevas
reivindicaciones de secesión. Puede preguntarse si no es extremadamente
gravoso reivindicar sin concesión alguna una secesión con todas sus consecuencias, tanto las previsibles como las imprevisibles. ¿No parece más
razonable introducir reformas en las instituciones políticas existentes, en
el Estado central, más que destruir todo aquello a lo que se ha contribuido? La región que hoy rica quiere la separación puede convertirse mañana
en el pariente pobre del Estado, y depender del intercambio de la riqueza
con otras regiones. La pregunta fundamental que debe plantearse es la
siguiente: ¿Es legítimo imponer un mañana incierto a los miembros de
una comunidad política que no puede calcular todas las consecuencias
de la secesión? ¿Qué debe hacerse con las expectativas de la minoría que
contribuyó a la riqueza de una región y que no comparte la idea de una
eventual secesión? ¿No tiene esta minoría derecho a vivir en la región que
antaño formaba parte del Estado central unitario?
477
LA TRANSICIÓN DE LOS CANGREJOS
Y LA FALAZ DEMOCRACIA MEXICANA*
Carlos Ímaz Gispert
Universidad Nacional Autónoma de México
carlis59@yahoo.com.mx
Resumen
En esta ponencia se llevará a cabo una breve explicación histórica de la conformación del régimen político mexicano posrevolucionario y de las conceptualizaciones de las que ha sido objeto, para posteriormente presentar las
características de lo que se denomina democracia y transición democrática, y
contrastar dichas categorías con la realidad mexicana actual. A partir de la
evidencia presentada, se concluirá que México no debe considerarse un país
democrático y que a pesar de la alternancia política durante los primeros 12
años del nuevo siglo, no ha habido un cambio de régimen político que permita
hablar de una transición a la democracia.
Palabras clave
Estado mexicano; corporativismo; autoritarismo; democracia; transición.
Abstract
his paper ofers a brief historical account of the formation of the Mexican
post-revolutionary political system and of the concepts that have been used
to describe it. It will then examine the characteristics of democracy and
democratic transition, and compare these categories with the current situation
in Mexico. On the basis of the evidence presented, it is concluded that Mexico
should not be regarded as a democratic country, and that, although a diferent
party was in power during the irst 12 years of the century, there have been no
changes to the political regime that would allow us to speak of a transition to
democracy.
Key words
Mexican state; corporatism; authoritarianism; democracy; transition.
* Esta ponencia incorpora sintéticamente el análisis y los planteamientos desarrollados en
Ímaz, C.: Estado y maestros en el siglo xx mexicano. Relaciones y luchas políticas, México:
FCPyS-UNAM, 2013.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 479–496.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Carlos Ímaz
En casi todos los estudios sobre el régimen mexicano, este es identiicado
como un caso atípico dentro del contexto latinoamericano, e incluso es
posible airmar que durante el siglo xx en ninguna otra parte del mundo
un partido oicial sostuvo el poder durante más tiempo que el Partido
Revolucionario Institucional (PRI).
Después de la derrota de la dictadura poririana y la institucionalización, a partir de los años veinte, del nuevo régimen posrevolucionario,
a pesar de las enormes desigualdades sociales, una signiicativa estabilidad
política logró enraizarse en el sistema político mexicano, particularmente
tras el asesinato de uno de los más importantes caciques militares del momento, el general Álvaro Obregón, a la sazón candidato a la presidencia de
la República. Las facciones triunfantes del conlicto armado cerraron ilas
y el pacto realizado se encarnó en la conformación del Partido Nacional
Revolucionario (PNR, 1928–1938), que se transformó en el Partido
de la Revolución Mexicana (PRM, 1938–1945) y después, en el Partido
Revolucionario Institucional (PRI, 1945–actualidad), manteniéndose a la
cabeza del Ejecutivo federal de manera ininterrumpida hasta el año 2000,
para recuperarla en 2012.
El Estado mexicano posrevolucionario se construyó sobre la derrota
militar de los ejércitos campesinos y el posterior asesinato de sus más
importantes dirigentes: Pancho Villa y Emiliano Zapata. No obstante, la
revuelta popular, que empezó como una insurrección contra la dictadura
de Poririo Díaz en pos de la democracia política, bajo la consigna de
«Sufragio efectivo y no reelección», llegó a convertirse en una rebelión
de grandes vuelos contra los privilegios y la opresión, que fue más allá
del reemplazo de una clase política, pues impulsó, desde abajo, una
redistribución de la propiedad de la tierra bajo el lema «La tierra es de
quien la trabaja».
Es por ello que, una vez terminado el conlicto armado, a la facción
triunfante le resultó insoslayable reconocer la profundidad y extensión
de la rebelión popular y optó por desarrollar un importante número de
reformas sociales que beneiciaron a aquellos que fueron derrotados o
que no estaban incluidos en la «familia revolucionaria». Apoyaron una
Constitución muy progresista (artículos 3, 27, 28 y 123), la reforma
agraria, el sistema educativo nacional-popular, la seguridad social y la
nacionalización de las industrias petrolera y eléctrica y de los ferrocarriles,
y fomentaron organizaciones obreras, campesinas y populares impulsadas
y controladas por el Estado. Como dice Juan Felipe Leal (1986), el nuevo
480
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
Estado no era solo una institución «progresista», sino también una
institución muy poderosa.
El Estado que nace de la revolución es ya un Estado «reformado», «más avanzado» que el de ciertos países en los que se desarrolla un capitalismo tardío
y que va «a la delantera», en ciertos aspectos, de las potencias capitalistas,
debido a que nació dentro del contexto de la debilidad estructural de las clases
sociales básicas, el «nuevo orden» establece la supremacía del Estado sobre
la sociedad y sus disputas, no solo de manera general —lo cual es cierto en
cualquier Estado capitalista—, sino también de manera especíica el Estado
asume autoridad para otorgar reconocimiento y para participar directamente
en la organización de las clases y de las facciones de clase, dándoles a conocer
cuáles son las fronteras dentro de las cuales se permiten las disputas, con la
estipulación de que siempre quedan sujetas al arbitraje del Estado. Esto último garantiza la hegemonía de la burocracia gobernante (Leal, 1986: 33).
Las bases políticas del Estado mexicano contemporáneo se aceleraron con las reformas socioeconómicas y políticas efectuadas durante la
presidencia del general Lázaro Cárdenas (1934–1940), quien utilizó el Estado para ejercer un mayor control sobre el desarrollo socioeconómico al
impulsar un proyecto, delineado en la nueva Constitución, que ha sido
bautizado como nacional-popular o populista, de acuerdo con el enfoque
de quien lo mire. Sin embargo, a partir de aquí, aun cuando se mantuvo
el discurso nacional-popular de lo que Arnaldo Córdova ha denominado
la ideología de la Revolución mexicana, los contenidos de las políticas gubernamentales nacionales, de manera creciente, apoyaron las metas de las
facciones privilegiadas de la burocracia y el capital (Córdova, 1975). Al
mismo tiempo, tanto los alcances radicales como el desvanecimiento de
las promesas de la Revolución dejaron al Estado mexicano con un control
casi absoluto y bajo la obligación de redimensionar todos los aspectos de
la sociedad.
Será otro asesinato, el del entonces candidato presidencial del PRI,
Luis Donaldo Colosio, en marzo de 1994, el que marcará el momento culminante en el proceso de demolición de esa estabilidad monolítica, que
había comenzado casi seis años antes, cuando Carlos Salinas de Gortari
llegó a la presidencia como resultado de un proceso electoral que se saldó
con una adulteración de la voluntad popular en 1988 con la muy conocida
caída del sistema1 electoral. Es indispensable señalar que fue el 1 de enero
1 Con esa expresión el Gobierno justiicó su decisión de «desconectar» el sistema de cómputo
de los votos, pues la tendencia favorecía claramente al candidato opositor Cuauhtémoc
481
Carlos Ímaz
de 1994 cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN). No obstante, ese mismo día, México y el mundo fueron sacudidos por el alzamiento, mayoritariamente indígena, encabezado
por el EZLN. Este mostraba un alto contraste entre quienes anunciaban
desde arriba la entrada de México a la modernidad y la generación de un
rápido crecimiento económico, que nunca llegó (desde entonces y después de varias décadas de crecimiento sostenido a altas tasas, México ha
registrado una de las tasas de crecimiento más bajas de América latina); y
la bárbara exclusión social que, desde abajo y hecha insurrección armada,
decía: «¡Ya basta!».
Para describir el régimen político mexicano, Mario Vargas Llosa acuñó el término dictadura perfecta, mientras que desde la izquierda, Adolfo
Gilly lo deinió como un régimen de partido de Estado. Otros, como Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter, exponentes centrales de la teoría
de las transiciones, trataron de describir la misma realidad mediante expresiones intermedias, pero no necesariamente más claras, como dictablanda o democradura, mientras que en la misma sintonía, Roderic Ai
Camp lo llamaba un modelo político semiautoritario y más de un político
en México y en Estados Unidos lo etiquetaban como democracia en desarrollo.
Sin embargo, no hay desacuerdo en cuanto a que el régimen político
mexicano que resultó de todo esto puede caracterizársele como corporativo (Brandenburg, 1964; Leal 1976 y 1986; Córdova, 1975; Schmitter, 1974;
Morales-Gómez y Torres 1990; y Camp, 1993), aun cuando las diferencias
en los contenidos de dicho término sean sustanciales.
Desde el punto de vista pluralista liberal, el corporativismo ha sido
deinido por Schmitter del siguiente modo:
[Es] un sistema de representación de intereses en el que las unidades constitutivas están organizadas en un número limitado de categorías obligatorias,
no competitivas, jerárquicamente ordenadas y funcionalmente diferenciadas,
que el Estado reconoce o a las que autoriza (si no es que las crea) y otorga monopolios deliberados de representación dentro de sus respectivas categorías, a
cambio de que observen ciertos controles en cuanto a su selección de líderes y
a la articulación de demandas y apoyos (Schmitter, 1974: pp. 93-94).
Cárdenas, del Frente Democrático Nacional (FDN), y cuando fue «reconectado», la
tendencia, mágicamente, favorecía al candidato del PRI, Carlos Salinas.
482
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
Sin embargo, más allá de su aportación analítica, como lo señalan Alfred C. Stepan (1978) y Martin Carnoy (1984), concebido como un sistema, el corporativismo presenta algunos problemas teóricos importantes.
Su mayor diicultad es que ninguna de las democracias que están en funcionamiento cumple con la deinición liberal de corporativismo; pues se
mantiene el conlicto entre clases, donde los miembros de los sindicatos
obreros a menudo disienten de sus líderes y de manera similar los patrones tratan de reducir el poder político de los sindicatos al elegir gobiernos proempresariales y al poner en marcha políticas que incrementen sus
ganancias. En consecuencia, Daniel A. Morales-Gómez y Carlos Alberto
Torres plantean lo siguiente:
[…] en México, el corporativismo se reiere especíicamente a las características organizacionales de la estructura del Estado, así como al control del partido político que depende, en cierto grado, de la participación y la movilización
popular, aspectos, ambos, que se controlan y manipulan cuidadosamente
para ines no democráticos (1990: 41).
Desde esta perspectiva, la deinición sistémica de corporativismo
estatal que ofrece Schmitter no resulta del todo adecuada para entender
el Estado mexicano, pues no reconoce contradicciones estructurales ni
eventuales conlictos de clase ni la característica de inclusión señalada
por Stepan (1978), la cual fue medular en el corporativismo mexicano del
siglo xx, que comenzó a declinar a principios de la década de 1980, con
la adopción, desde el Estado mexicano, de una ilosofía que contradice
dicha lógica inclusionaria, ya que la nueva perspectiva radical de replegar
el Estado de su responsabilidad social, tiene, como se sabe, un vigoroso
efecto de exclusión socioeconómica. Este cambio, conocido como el giro
neoliberal, ha signiicado una modiicación radical en la ilosofía pública
dominante, en la que la economía se concibe como una entidad autónoma
donde se producen el destino y el signiicado de la sociedad, es decir, ya
no se entiende como un medio para mejorar la vida humana, que ahora se
rige por las leyes y la lógica del mercado. A su vez, aunque este mercado
no es más que un instrumento creado por los hombres para el intercambio
de mercancías, ahora, como perfecto fetiche, se presenta como un ente
con vida propia, inteligente y sensitivo, que se pone nervioso y reacciona
negativa o positivamente, sin que ello dependa de la voluntad de quienes
en él conluyen; y las personas son sometidas e instrumentalizadas respecto a las necesidades y las leyes de esta nueva deidad laica. Cabe decir que
483
Carlos Ímaz
Dios es un aprendiz de brujo al lado de semejante ser. Una mano invisible
reeditada que mueve todas las cunas al ritmo del egoísmo y la ganancia
personal, del individualismo posesivo y el darwinismo social.
Con estos soportes, hoy se encuentra a la cabeza del Estado mexicano una facción neoliberal-tecnocrática, escoltada por los grupos corporativos tradicionales y los grandes medios de difusión, donde la fuente
ideológica de legitimación sustentada en la inclusión subordinada ha sido
reemplazada por su contraparte tecnocrática y su embeleso modernizador
como instrumento y discurso para la legitimación de las nuevas políticas
públicas. La tesis determinista de que el liberalismo económico conlleva
una liberalización política no ha resultado cierta. El entramado caciquil,
corporativo, clientelar y corrupto, controlado y dirigido desde el Estado
por el Gobierno de turno, goza de cabal salud después de tres décadas de
radical liberalismo económico. La enorme desigualdad y exclusión social
existentes, agravadas por la brutal pauperización salarial en la que se funda la llamada ventaja comparativa del país, en términos de su inserción
subordinada al mercado mundial, ha llevado a quienes dirigen el proceso
de liberalización económica a apalancarse en las viejas estructuras de dominación. ¡Paradojas del discurso! El neoliberalismo a la mexicana, además de obscenamente corrupto, es corporativo y clientelar.
A esto, hay que añadir otra peculiaridad de este régimen político, que
los mexicanos llaman presidencialismo. Camp lo describe como la existencia de una concentración sui generis de la autoridad en la rama del Ejecutivo federal que va mucho más allá de lo que las democracias occidentales
consideran un presidente poderoso, y lo ilustra comparando la inluencia
política del presidente de Estados Unidos con la del presidente mexicano:
[El presidente mexicano] ejerce mucho más control sobre el escenario político de México, que su homólogo estadounidense. La fuerza de la presidencia,
en forma especíica, y de la rama del Poder Ejecutivo, en general, se obtiene
a costa de unas ineicaces ramas legislativa y judicial, o de cualesquiera otras
autoridades autónomas (1993: xx).
Este tipo de reinado es también peculiar, porque el rey lo es solo durante seis años, lo cual, a ojos de los teóricos liberales pluralistas, impide
clasiicar a México como un régimen político autoritario, y por ello, se
utiliza una nomenclatura estrambótica o eufemismos para denominar
algo que, si bien no pueden llamar democrático, tampoco quieren llamarlo
autoritario. Sin duda que el sistema autoritario mexicano es distinto, por
484
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
ejemplo, al de las dictaduras tradicionales que se conocen en Latinoamérica o en otras partes, pero si se emplea casi cualquier deinición de democracia o de autoritarismo, no puede eludirse la conclusión de que México
no ha sido ni es una democracia, sino un sistema político corporativo presidencialista y autoritario.
Para ello, el propio Camp ofrece una deinición útil: «Autoritario se
reiere a un sistema político en el que son pocos los individuos que tienen acceso al proceso de toma de decisiones, y son todavía menos los que
están en condiciones de ejercer opciones y delinear conductas de carácter político, cuando se trata de aspectos importantes» (1993: 11). Es más,
en consecuencia, Camp se pregunta y se responde: «¿Posee México un
sistema autoritario? La respuesta es simplemente que sí» (1993: 10). Sin
embargo, después de compararlo con otros regímenes autoritarios, particularmente con lo que él llama el totalitarismo de China, matiza hasta
desdibujar su propia airmación al decir que «lo que coloca al sistema autoritario mexicano a parte de muchos otros es que permite mucho mayor
acceso al proceso de toma de decisiones y, lo que es aún más importante,
sus responsables en cuanto a tomar decisiones cambian frecuentemente»
(1993: 11). Concluye, entonces, que el mexicano tiene un sistema semiautoritario «porque recicla a sus élites», y se enreda en la contradicción de
airmar que en México hay «mucho mayor acceso al proceso de toma de
decisiones» al tiempo que centra su análisis en la élite política y en las
opiniones y modus operandi del presidente de turno. Como si un rey fuera
menos rey porque se le reemplaza por otro tras un corto tiempo o porque
consulta a más personas para decidir.
Puesto que no hay regímenes políticos que sean idénticos, para qué
andar con subterfugios respecto a la terminología de clasiicación. Sin embargo, hacerlo no es inocuo y tiene una consecuencia política importante,
pues gracias a estos juegos verbales, los apologistas del régimen cierran
artiicialmente la distancia entre México y las llamadas democracias occidentales ya consolidadas y, en general, permite que el sistema político
mexicano no sea identiicado como un régimen autoritario. En México,
si uno llama a las cosas por su nombre, el verdadero carácter del régimen
sale a relucir. Como ejemplo solo cabe recordar que al día siguiente de que
frente a las cámaras de la televisión mexicana, en agosto de 1990, Vargas
Llosa dijera que «México es la dictadura perfecta», fue expulsado del país.
¡Y eso que los candidatos de la transición mexicana a la democracia airman que para esas fechas esta ya estaba concluyendo!
485
Carlos Ímaz
Para el concepto de democracia, Terry Karl (1990), politóloga norteamericana reconocida dentro del cuerpo de literatura de las transiciones
como una de sus exponentes más destacadas, quien ha dedicado muchos
de sus esfuerzos analíticos a América latina, ofrece una deinición útil y
bastante incluyente de democracia en lo que ella deine, apenas, como «a
mitad de la escala». Para ella, se trata de «un conjunto de instituciones que
permiten a la totalidad de la población adulta actuar como ciudadanos al
escoger a sus gobernantes en un competitivo, honrado y regular sistema
de elecciones, el cual dentro de los marcos legales garantiza la libertad
política y limita las prerrogativas militares» (Karl, 1990: 2).
Está claro que el régimen político mexicano no satisface esta deinición de democracia, pues si bien tenemos elecciones más plurales y competitivas desde la rebelión en la urnas de 1988, basta decir que en México
no ha habido ni hay elecciones honradas, libres ni justas y que es imposible que las haya mientras los gobiernos hagan uso de fondos, infraestructuras y recursos humanos públicos para impulsar a los candidatos
de su partido en las campañas electorales; manipule a conveniencia los
resultados electorales; el órgano electoral «independiente» esté compuesto por personeros de los partidos políticos dominantes; haya millonadas
de dinero de procedencia ilícita en las campañas; se compren votos con
dinero en efectivo y en especie a los más pobres y marginados (la modernidad tecnocrática lo hace ahora también entregando tarjetas bancarias
y de prepago para tiendas de autoservicio); la injerencia del dinero y los
operadores de narco civil sea cada vez más evidente en los procesos electorales; y los funcionarios gubernamentales y los candidatos actúen con
total impunidad.
Una muestra, ratiicada hace apenas unas semanas, la constituye la
siguiente noticia:
La Comisión legislativa encargada de investigar al grupo inanciero Monex
en relación con el proceso electoral del año 2012 anunció que los gastos no
reportados de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto, incluyendo las
tarjetas Monex, asciende a un total de 4 mil 599 millones 947 mil 834 pesos,
cuando el tope de campaña presidencial establecido por el IFE era de 336
millones 111 mil 84 pesos2.
Es decir, que tan solo con uno de «sus gastos», en este caso utilizado
para la compra y coacción del voto, el entonces candidato del PRI y actual
2 Nota de Enrique Méndez y Roberto Garduño: «Peña Nieto rebasó por $4 mil 263 mdp el
tope de gastos de campaña: comisión legislativa», La Jornada, México, 11 de abril de 2014.
486
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
presidente de México, rebasó 13 veces el tope legal de gasto de campaña
establecido por la autoridad electoral. Eso sin contar los millones de enseres domésticos entregados durante la campaña3 y la adicional adulteración
cibernética de resultados con cómputos que producen «misterios», como
millones de votos y papeletas faltantes y sobrantes y la kakiana conducta
de la autoridad electoral. Esta mecánica de defraudación repite el esquema puntualmente documentado por Humberto Díaz Polanco (2012) en
el caso de la elección presidencial del año 2006, que da múltiples evidencias de que «el fraude se realizó en dos niveles: con acciones ilegales a ras
de casillas, “a la antigüita”, pero también mediante soisticadas maniobras
cibernéticas»4. En ningún caso, hubo consecuencias legales, aun cuando,
de acuerdo con la sentencia del Tribunal Electoral (TEPJF)5, el presidente
de la alternancia, Vicente Fox, del PAN (Partido Acción Nacional), violó
la ley durante el proceso electoral de 2006, y de acuerdo con la Cámara de
Diputados, Enrique Peña Nieto, como candidato, hizo lo mismo en 2012.
México, sobre el papel, parece un régimen democrático, pero es consistentemente negado por las prácticas institucionalizadas de sus protagonistas más poderosos, los votos no se obtienen ni se cuentan limpiamente,
la impunidad es absoluta y la inequidad es incontestable y brutal, la cual,
por cierto, de acuerdo con el más insigne abanderado de la transición
democrática en México, constituye «uno de los pilares fundamentales de
cualquier disputa electoral» (Woldenberg, 2012: 103).
A todo esto, vale la pena añadir la advertencia que, a partir de la experiencia histórica y con cierta distancia del pluralismo liberal, la propia
Karl hace respecto a su deinición de democracia cuando airma que «es
difícil formar o mantener instituciones democráticas en una sociedad profundamente dividida por el ingreso y la riqueza, sobre todo en una sociedad que da la impresión de no hacer mucho para remediar esa situación o,
peor aún, que la exacerba activamente» (1996: 3).
3 Véase «EXPO-FRAUDE 2012: lávese las manos cuando salga» [en línea], 12 de agosto de
2012. <concientizartetv.blogspot.mx/2012/08/expo-fraude-2012-lavese-las-manos.html>.
[Consulta el 30/04/2014].
4 Para ampliar la documentación y el análisis del fraude electoral de 2006 y la conducta de
las autoridades electorales, se recomienda Díaz Polanco, H.: La cocina del diablo. El fraude
de 2006 y los intelectuales, México: Planeta, 2012.
5 Véase Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF): Dictamen
relativo al cómputo inal de la elección presidencial. Declaración de validez del proceso electoral
y de presidente electo [en línea]. <www.trife.gob.mx/sites/default/iles/Primera_Parte.pdf>.
[Consulta el 03/04/2014]. El fallo se emitió el 5 de septiembre de 2006.
487
Carlos Ímaz
En México, la concentración de la riqueza en unas cuantas manos es
de las más altas del planeta. México es ominosamente desigual, pues teniendo al hombre más rico del planeta, una de cada cinco personas vive
en extrema pobreza y una de cada dos, en pobreza, y de acuerdo con datos
de la OCDE revelados el marzo pasado, cuatro de cada 10 no tienen dinero suiciente para alimentarse adecuadamente6. El ingreso del decil de
población con mayor ingreso en México es 29 veces mayor que el del decil
de la población más pobre, brecha que triplica el promedio de los países
de la OCDE, que es de 9,5 veces7. En México, tan solo 10 empresarios
concentran una fortuna de 132 900 millones de dólares, mientras que el
salario mínimo vigente más alto es de 5 dólares diarios (67,29 pesos o 3,7
euros8), que equivalen a 150 dólares al mes (2 018 pesos o 111 euros)9, es
decir, 1 880 dólares anuales (24 215 pesos o 1 332 euros), cuando el PIB per
cápita en México es de 16 377 dólares anuales10. Datos revelados hace una
semana por Unicef, informan de que «el 53,8 % de los niños y adolescentes
mexicanos menores de 17 años viven en la pobreza y el 12,1 % en extrema
pobreza, mientras que solo uno de cada seis (el 16,6 %) vive en un estado
de bienestar»11. Es imposible no reconocer que, como bien señala Rolando
Cordera (2014b), «con tanta y lagrante desigualdad, lo que impera es la
injusticia en todos los planos»; volviendo el concepto de democracia, una
entelequia legitimadora de la opresión.
Por último, se hará referencia al concepto de transición, que, como el
anterior, ha sido más manoseado que un billete de un dólar. Debe decirse
que referirse a cualquier cambio signiica que ha habido algún tipo de recorrido entre las riberas de un antes y un después, sea más o menos abrupto, con más o menos continuidades y rupturas, más o menos imaginado
o cómo haya sido; y es a la narrativa de ese tránsito entre lo que había (lo
6 Nota de Roberto González: «En México, 4 de cada 10 personas no tienen dinero para
comprar alimentos», La Jornada, México, 19 de marzo de 2014, p. 26.
7 Ibidem.
8 Calculado con tipo de cambio de 1 peso = 13,45 dólares y de 1 peso = a 18,18 euros.
9 En España, el salario mínimo vigente es de 21,51 euros diarios o 645,30 euros mensuales:
seis veces más que en México. En Estados Unidos, en el ámbito federal, es de 80,8 dólares
diarios o 2 424 dólares al mes: 16 veces más que en México.
10 Nota de Roberto González: «Venezuela y Uruguay, países con mayor poder de compra en
AL: BM», La Jornada, México, 3 de mayo de 2014, p. 24.
11 Nota de Emir Olivares: «Sufren pobreza en México 53,8 % de niños y adolescentes», La
Jornada, México, 30 de abril de 2014, p. 46.
488
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
que era o estaba) y lo que hay (lo que es o está) a lo que, en consecuencia,
se denomina genéricamente transición.
Concebida así, ¿no sería verdad que toda vida es una constante de
transiciones, aunque solo fuera vista en su consideración biológica, y que
podría aplicarse esta airmación a aquello que se denomina vida social?
Sin embargo, desde la ciencia política se ha constituido como nombre
propio que alude solo a un tipo de tránsito dentro de la inconmensurable diversidad de transiciones existentes. Lo cual no deja de ser chocante
por excluyente y podría considerarse hasta pedante, pues se habla de la
transición como si no hubiera otras, y lo que es peor, se asume que todos
sabemos de qué se está hablando. Algunos, por cierto, para menguar la inevitable polisemia, hablan de transición política, lo cual se agradece, pero
se sigue, en ese otro universo ininito, en la misma circunstancia. Por ello,
debe confesarse que no resulta simpático este concepto, pues se considera
poco útil, ya que, incluso en su sectaria acepción politológica no contribuye a mencionar más que a una generalidad, amén de que ha sido revestido
de una pléyade de lugares comunes y se ha aplicado contradictoriamente.
De acuerdo con O’Donnell, cuya deinición del concepto es una de
las más citadas:
[El término transición hace referencia al] «intervalo que se extiende entre un
régimen político y otro… Las transiciones están delimitadas, de un lado, por
el inicio del proceso de disolución del régimen autoritario, y del otro, por el
establecimiento de alguna forma de democracia, el retorno de algún tipo de
régimen autoritario o el surgimiento de alguna alternativa revolucionaria»
(1988: 19–30).
Hay que reconocer que el maestro O’Donnell rechaza desde el principio el que ha sido uno de los gazapos más comunes y contradictorios en su
uso, a saber, el de ponerle de antemano apellido a dicho intervalo —véase
la transición democrática en curso—, pues su deinición claramente implica que, en rigor, ese sería un ejercicio post facto. También es cierto que
su deinición aporta en el sentido de nombrar las riberas de partida y de
llegada, de un tipo de régimen político a otro; sin embargo, no dice nada
del intervalo entre ellas. Se sospecha que el maestro O’Donnell sabía, pues
está implícito en su planteamiento, que en el corazón de su deinición
está la incertidumbre y, por tanto, decir que una transición es el intervalo de incertidumbre que se extiende entre un tipo de régimen político y
otro, sea este último igual, parecido o diferente al anterior, poco abona.
489
Carlos Ímaz
De cualquier manera, queda claro que se reiere a un proceso en el que
la única certidumbre de su existencia estaría sustentada en acreditar un
cierto grado de incertidumbre en la permanencia de un régimen político,
pues de lo contrario se estaría recociendo su suiciente estabilidad y reproducción. Esta graduación, por cierto, parece indispensable, pero no se
menciona y menos aún se operacionaliza por ningún lado, y al no hacerlo,
deja un sabor de boca muy insípido, pues se regresa a la acepción genérica
de la palabra, pero presentándola como un concepto exclusivo de un supuesto signiicado particular que hace referencia a que en todo cambio es
posible reconocer un intervalo entre lo que había y lo que hay, y que dicho
intervalo es reconocible por la incertidumbre que signiica no estar allí ni
aquí, es decir, en ninguna de las identidades que en su denominación —en
este caso el tipo de régimen político— generan certidumbre. Perdón, pero
sospecho que hasta Perogrullo se sentiría un poco abochornado.
Dicho lo anterior, debería tenerse cuidado al reconocer que, desde la
deinición referida, para airmar la existencia de una transición, al menos
habría que acreditar la disolución de un régimen político; lo cual en el
caso mexicano parece una perogrullada, cuando incluso se discute acerca
de si se está frente a un «Estado fallido» por lo que dijo el sabio sociólogo alemán de que este se deine por el exitoso monopolio legítimo de la
violencia en el interior de un territorio, y a partir de la violencia, más precisamente de la lucha armada por el control de territorios para el trasiego
y la venta de droga que se vive en México, sobran razones para sostener
esta tesis.
Sin embargo, es una convicción propia, que en México esta violencia
tiene su origen en el propio Estado, pues no solo es un negocio que en gran
parte nació de una política de Estado (la siembra de amapola durante la
Segunda Guerra Mundial para proveer morina a los servicios médicos de
las tropas norteamericanas), y que, si bien cuenta con operadores civiles, a
los que se les llaman narcotraicantes, es un secreto a voces —que explica la
persistencia y magnitud del problema— que su estructura más sólida y sus
jefaturas operativas están constituidas por las propias Fuerzas Armadas
del Estado. Es decir, el narcotráico y la violencia que ha generado devienen y han sido toleradas por el propio Estado. Expresado llanamente, en
México no se vive una guerra contra las drogas por parte del Estado, sino
una guerra por el control de las drogas en el interior del Estado, la cual ha
producido en los últimos siete años más de 120 000 muertes violentas, más
490
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
de 30 000 desparecidos, más de 250 000 desplazados y, al menos, 20 000
huérfanos12.
Es demostrable que la desigualdad social, la exclusión, el desamparo,
la injusticia, la impunidad, la abrumadora corrupción y la violencia criminal no son consecuencias sino causas del narcotráico, y que el llamado
crimen organizado, lo está, pero desde el Estado. Desgraciadamente, como
se sabe, la delincuencia no pretende alcanzar ines cívicos, sino personales, al igual que los gobernantes y su remozado fundamentalismo ideológico. Adolfo Sánchez Rebolledo airma lo siguiente al respecto:
[…] a inal de cuentas, la gloriicación de la competencia sobre todo planteamiento racional lleva por vías tortuosas pero no ajenas a los valores dominantes a justiicar a la delincuencia como empresa, sea como imitación del
poder, sea como ejercicio de las máximas que rigen y justiican al capitalismo
desde sus comienzos. Frente a la notoria desintegración de la cohesión social,
la (actual) apuesta del reformismo oicial no busca crear nuevas instituciones
democráticas ni distribuir de un modo menos obsceno las riquezas nacionales, sino ajustar la existencia formal, constitucional, de los intereses más
fuertes a sus pretensiones objetivas (2014: xx).
Por ello, se considera que el problema de la debilidad o carencia del
Estado mexicano, en relación con la deinición weberiana, está no solo
en la ausencia del respeto que el propio Estado debe a su legalidad, sino
sobre todo en que, a consecuencia de ello, hay una pérdida de credibilidad
creciente, la cual, se airma con atrevimiento, está muy cerca de constituirse —si no lo es ya— en una crisis de legitimidad. Los grupos dominantes
han estado jugando al peligroso juego de simular respetar la norma y quebrantarla consistentemente, que en el caso que ocupa signiica simular una
democracia que no llega, aspirar a una legitimidad democrática solo en el
discurso y cambiar después de cada fraude electoral a los personeros del
12 «Más de 121 mil muertos, el saldo de la narcoguerra de Calderón: Inegi», Proceso [en línea],
30 de julio de 2013. <www.proceso.com.mx/?p=348816>. [Consulta el 30/04/2014]; «Los
niños son las primeras víctimas de la guerra contra el narcotráico en México», CubaDebate
[en línea], 8 diciembre de 2013. <www.cubadebate.cu/noticias/2013/12/08/los-ninos-sonlas-primeras-victimas-de-la-guerra-contra-el-narcotraico-en-mexico/#.U2FEmYF5O24>.
[Consulta el 30/04/2014]; y «Combate al narcotráico en México ha producido 20 mil niños
huérfanos; son las verdaderas víctimas», Boletín n°. 3 335 de la Cámara de Diputados:
<www5.diputados.gob.mx/index.php/esl/Comunicacion/Boletines/2014/Abril/04/3335Combate-al-narcotrafico-en-Mexico-ha-producido-20-mil-ninos-huerfanos-son-lasverdaderas-victimas>. [Consulta el 30/04/2014].
491
Carlos Ímaz
organismo encargado de las elecciones o, como acaba de ocurrir recientemente, cambiarle el nombre.
Cordera lo plantea preguntándose lo siguiente:
[…] quizá llegó ya la hora de admitir que tanta fe en el voto y su contabilidad
también sirvió de mampara para sabotear todo intento de llevar la transición a
un cambio de régimen político, a una reforma auténtica del Estado, congruente con las esperanzas y expectativas despertadas en sus primeros años. Pero en
esta materia, lo que impera es la fuga hacia adelante. El Congreso fue colonizado por los llamados poderes fácticos, portavoces voluntarios o asalariados y
muchos políticos de arribazón, gracias al pluralismo y la leva democrática, que
aprendieron pronto que el acomodo era lo mejor, hasta llegar al bochornoso
in de iesta que nos dieron panistas y priistas en diciembre pasado, cuando sin
oposición se fueron hasta la cocina y pusieron a la venta no solo las reservas
petroleras sino los vasos, las tasas y el microondas (2014a).
Por su parte, Diego Valadés, un reconocido abogado constitucionalista que milita en el partido en el poder y que ha ocupado cargos muy altos
en el Gobierno federal durante las administraciones priistas pasadas, donde fue procurador general de la República y ministro de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, y que también ha sido abogado general de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y hasta hace muy poco,
el director de su Instituto de Investigaciones Jurídicas, declaró, respecto a
la reciente reforma constitucional en materia energética lo siguiente:
[Con ella] desaparecieron un modelo, modiicaron la naturaleza del Estado
y fortalecen el hiperpresidencialismo en un proceso de alta concentración de
poder… Nunca he participado en la corriente jurídica que quiere sacralizar
el pasado. Las instituciones jurídicas deben ser para el futuro. El 27 constitucional fue clave en la discusión de 1917 y en 1934 para ampliar la noción de
desarrollo y de futuro que fue el país. Fue el resultado de un proceso revolucionario que no fue cualquier cosa en esta nación. Ahora, una cosa es cambiar el 27 para incorporar otras modalidades, que no cambian la estructura
jurídica y política del Estado, y otra cosa es esto que han hecho, incluyendo
al 28 constitucional. Vamos a tener, a partir de ahora, otro Estado, pequeño,
subsidiario, no intervencionista, pero tampoco democrático. Han sacriicado el modelo de tamaño del Estado por su democratización. Lo vimos en la
reforma político-electoral reciente. Vamos hacia un modelo como en China,
donde a los liberales económicos no les preocupa si el Estado es autoritario o controlado por un partido político, sino que garantice los espacios de
inversión y liberalización al máximo, aun cuando esta liberalización tenga
492
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
un impacto negativo en la democratización del Estado. Vamos a perder, por
tanto, niveles de gobernabilidad. Nuestro déicit de gobernabilidad se va a ir
acentuando. La ingobernabilidad va a ser mayor13.
Un par de hipótesis más aloran de lo aquí expuesto. Los corruptores
denuncian la corrupción, pues han decidido dejar de robar de la empresa
estatal más grande y productiva del mundo: Pemex. La máxima del neoliberalismo mexicano ha sido: «Mejor robarse las empresas del Estado que
andar robando de ellas». Del Estado nacionalista y faccioso, corporativo
y autoritario de origen, se pasa al Estado entreguista y maioso, pero también corporativo y autoritario. Se pasa de José María Morelos, conocido
como el Siervo de la Patria, a Enrique Peña Nieto, el Siervo de la Privatización. El primero se guía por un histórico texto de su autoría, cuyo título es
Los sentimientos de la nación, y el segundo sigue el texto: Los sentimientos
de la Exxon, redactado por la Casa Blanca y el FMI.
Se considera que la alabada transición mexicana, que, de acuerdo con
sus panegiristas mexicanos más vehementes (Woldenberg, 2000 y 2012;
Lujambio, 2000; y Silva-Hérzog, 2004) fue democrática y ocurrió entre los
años 1977 y 1997, sería más preciso llamarla la transición de los cangrejos,
pues produjo una restauración fortalecida del viejo régimen autoritario,
presidencialista y corporativo, reforzado con la maia de los poderes fácticos, nacionales y extranjeros, que en más de un sentido lo dirigen. Eso
sí, fue modernizado y coloreado para estar a tono con los nuevos tiempos,
es decir, sin ironía alguna, cambiaron el collar, pero mantuvieron la cadena. Hubo alternancia, pero no un cambio de régimen, y aumentaron la
pobreza, la exclusión y el saqueo de la población en un México cada día
más parecido a una inmensa necrópolis, y donde, de acuerdo con el relator
de la ONU, Juan E. Méndez14, se vive una continua militarización y se ha
generalizado la práctica de la tortura para obtener confesiones forzadas o
información.
Del ensueño de la transición democrática, los mexicanos han despertado solo para descubrir que, como dijo el genial Augusto Monterroso, «el
dinosaurio todavía estaba allí» y se dispone a devorar lo que queda de país.
Guiados por el pensamiento neoliberal, una ideología vieja, pero presen13 Entrevista de Jenaro Villamil a Diego Valadés publicada en la revista Proceso, n.º 1 937,
México, 15 de diciembre de 2013.
14 Nota de Fernando Camacho: «Generalizada en México, la tortura como medio de
investigación: relator de la ONU», La Jornada, 3 de mayo de 2014, p. 7.
493
Carlos Ímaz
tada como revolucionaria y moderna, cambiaron también el maquillaje
del sistema político al preservar sus estructuras y resortes más íntimos.
Sin embargo, bajo sus pies, las aguas profundas de los ríos han crecido
y están revueltas, siendo notables y renovados los impulsos, que desde
abajo, vienen encarando la renovada soberbia del saurio. Incluso en el escenario electoral, pues la reiterada defraudación de la voluntad popular
solo se explica porque la inconformidad y la rebeldía social expresada en
las urnas lo han derrotado más de una vez y a pesar de todos los recursos
a su disposición.
John Ackerman apunta que en México sucede lo siguiente:
[…] nos encontramos una situación de fraude electoral institucionalizado y
consolidado. La única forma en que un ciudadano puede defender la soberanía popular e inluir en las políticas públicas es por medio de la protesta social. Es por ello que los maestros disidentes y los jóvenes activistas son
nuestros demócratas más destacados. A quienes les incomodan las protestas
habría que recordarles que estas manifestaciones son síntomas de un problema estructural más profundo de ilegitimidad democrática (2013).
Se concluye diciendo que la llamada democracia mexicana es una falacia y la transición que lleva ese apellido, una parodia. Reconocerlo y
expresarlo mantiene abierto el empeño de fundarla, lo cual, sin lugar a dudas, y parafraseando a la escritora española Cristina Fallarás, solo podrá
venir de la «puta calle».
Carlos Ímaz Gispert (México, 1959) es sociólogo, doctorado en Educación y profesor a tiempo completo indeinido en la Facultad de Ciencias
Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su
trabajo académico más reciente se centra en la construcción de narrativas
que rescatan la memoria de los protagonistas de la lucha armada en América Latina por alcanzar los ideales de democracia, justicia y libertad.
494
La transición de los congrejos y la falaz democracia mexicana
Bibliografía
Ackerman, J.: «Fraude institucionalizado y reforma electoral», Proceso,
n.º 1 929, México, 20 de octubre de 2013.
Brandemburg, F.: he making of modern México, Estados Unidos:
Prentice Hall, 1964.
Camp, R.: Politics in Mexico, Nueva York: Oxford University Press, 1993.
Carnoy, M.: he State & political theory, Princeton: Princeton University
Press, 1984.
Cordera, R.: «De la montaña mágica a los trópicos, el clima es diferente»,
La Jornada, México, 26 de enero de 2014.
—: «La desigualdad, sus tiempos y sus voces», La Jornada, México, 4 de
mayo de 2014.
Córdova, A.: La ideología de la Revolución mexicana: la formación del
nuevo régimen, México: Era, 1975.
Díaz Polanco, H.: La cocina del diablo. El fraude de 2006 y los intelectuales,
México: Planeta, 2012.
Fallarás, C.: A la puta calle. Crónica de un desahucio, España: Planeta,
2013.
Habermas, J.: Legitimation crisis, Boston: Beacon Press, 1975.
Ímaz, C.: Estado y maestros en el siglo xx mexicano. Relaciones y luchas
políticas, México: FCPyS-UNAM, 2013.
Karl, T.: «Dilemmas of democratization in Latin America», Comparative
Politics, n.º 23 (1), Estado Unidos, octubre de 1990.
—: «¿Cuánta democracia acepta la desigualdad?», Este País, n.º 69, México,
diciembre de 1996.
Leal, J. F.: La burguesía y el Estado mexicano, México: Ediciones El
Caballito, 1976.
—: México: Estado burocracia y sindicatos, México: Ediciones El Caballito,
1986.
Lehmbruch, G. y Schmitter, P. (eds.): «Patterns of corporatist policymaking», Cal. Modern Politics Series, n.º 7, Beverely Hills, 1982.
Lujambio, A.: El poder compartido. Un ensayo sobre la democratización
mexicana, México: Océano, 2000.
Meyer, L.: «La institucionalización del nuevo régimen», Historia general
de México (versión de 2000), México: El Colegio de México, 2002.
495
Carlos Ímaz
Morales-Gómez, D. A. y Torres, C. A.: he State, corporatist politics,
and educational policy making in Mexico, Nueva York: Praeger, 1990.
O’Donnell, G. y Schmitter, P.: «Tentative conclusions about uncertain
transitions», Transitions from authoritarian rule, vol. 4, Baltimore:
Johns Hopkins University Press, 1986.
O’Donnell, G.: Transiciones desde un Gobierno autoritario: 4 conclusiones
tentativas sobre las democracias inciertas, Buenos Aires: Paidós, 1988.
Panitch, L.: «Recent theorizations of corporatism: relections on a growth
industry», British Journal of Sociology, Inglaterra, junio de 1980.
Pescador, J. A. y Torres, C. A.: Poder político y educación en México,
México: UTEHA, 1985.
Sánchez Rebolledo, A.: «La gran desconianza mexicana», La Jornada,
México, 3 de abril de 2014.
Schmitter, P.: «Still the century of corporatism?», en F. Pike y E. Stritch
(eds.): he new corporatism, Notre Dame: University of Notre Dame
Press, 1974.
Silva-Hérzog, J.: El antiguo régimen y la transición en México, México:
Planeta y Joaquín Mortiz, 2004.
Smith, P.: Los laberintos del poder: el reclutamiento de las élites políticas en
México, 1900-1971, México: El Colegio de México, 1981.
Stepan, A. C.: he State and the society: Peru in comparative perspective,
Princeton: Princeton University Press, 1978.
Woldenberg, J. y otros: La mecánica del cambio político en México, México: Cal y Arena, 2000.
—: Historia mínima de la transición democrática en México, México: El
Colegio de México, 2012.
496
LA PARTICIPACIÓN CUBANA EN LA GUERRA DE ANGOLA.
CUITO CUANAVALE: LA VICTORIA SOBRE LA SUDÁFRICA
DEL APARTHEID
Sandra Guerra Maseda
Universidad Rovira i Virgili
sitecontar@yahoo.es
Resumen
Cuando la agresión a gran escala llevada a cabo por Sudáfrica y otras fuerzas aliadas a ella amenazaba con poner en peligro la independencia de Angola, Cuba respondió a la llamada de ayuda del líder y fundador del MPLA, Agostinho Neto: este
pidió al Gobierno Revolucionario de Cuba que proporcionara ayuda esencial para
contrarrestar y acabar con la invasión militar extranjera. Cuba atendió inmediatamente esta petición histórica que Angola realizó en noviembre de 1975. El 27 de
marzo de 1976, las fuerzas conjuntas de Angola y Cuba llevaron a las fuerzas invasoras sudafricanas de vuelta a sus líneas fronterizas. Desde entonces, los ataques
de Sudáfrica continuaron sin interrupción. Las tropas cubanas se enfrentaron a
más obstáculos tras el ataque a gran escala de las fuerzas sudafricanas en agosto de
1981, lo cual permitió al régimen racista ocupar algunas partes del sur de Angola.
La constante agresión de Sudáfrica y el régimen colonial que mantuvo durante más de 70 años en Namibia continuaron y, en septiembre de 1987, sus tropas
ocuparon parte del sur de Angola en una amenaza abierta a la integridad territorial del país. Entonces, Sudáfrica se aprovechó de la situación favorable en un
determinado sector del frente sur para causar graves problemas a la mayor concentración de tropas de las Fuerzas Armadas de Liberación de Angola, en la región
de Cuito Cuanavale. A la vista de estos nuevos eventos, en noviembre de 1987 la
República de Angola solicitó de nuevo ayuda militar a Cuba. Fue un período difícil, pero la combinación de la estrategia militar adecuada, el coraje de las valientes
tropas cubanas, angoleñas y de la Organización del pueblo de África del Sudoeste
(SWAPO, por sus siglas en inglés), y los devastadores ataques aéreos resultó en una
derrota aplastante de las unidades militares de Sudáfrica. Después de los intentos
fracasados de Sudáfrica por apoderarse de un Cuito Cuanavale bloqueado, Estados Unidos se vio obligado a aceptar lo que hasta el momento había rechazado: la
participación de Cuba en las negociaciones de paz posteriores.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 497–510.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Sandra Guerra Maseda
La acción militar de Cuba y del pueblo y gobierno de Angola tuvo claramente
una inluencia decisiva en las negociaciones de Londres de mayo de 1988 y en la
participación de Pretoria en ellas, además de contribuir también en los cambios
estratégicos de África.
Palabras clave
Guerra de Angola; descolonización; Cuba; Sudáfrica; Guerra Fría.
Abstract
When the large scale aggression undertaken by South Africa and other forces
allied to it threatened to endanger Angolan Independence, Cuba answered the
call for assistance from the leader and founder of the MPLA, Agostinho Neto. He
asked the Revolutionary Government of Cuba to provide essential aid to counter
and crush the foreign military invasion. Cuba immediately heeded that historic
request by Angola in November 1975. On 27 March 1976, the joint AngolanCuban forces drove the South African invading forces back to their frontier lines.
From then on, South African attacks continued without interruption. he Cuban
troops faced further obstacles following the large-scale attack by South African
forces in August 1981, which enabled the racist regime to occupy some parts of
southern Angola.
he constant aggression by South Africa and the colonial rule it had
maintained for over 70 years over Namibia continued, and in September 1987
its troops occupied part of Southern Angola in an open threat to the country’s
territorial integrity. South Africa then took advantage of a favourable development
in a certain sector of the southern front to cause serious trouble for the largest
concentration of troops from the Armed Forces for Liberation of Angola in the
Cuito Cuanavale region. In the face of these new events, in November 1987 the
Republic of Angola again asked Cuba for military aid. It was a diicult period,
but a combination of the right military strategy, the courage of the brave Cuban,
Angolan and SWAPO troops, and devastating air strikes led to a crushing defeat of
the South African military units. Ater this defeat of the South African’s attempts
to seize blockaded Cuito Cuanavale, the United States was forced to accept what it
had always rejected up to that moment: Cuba’s participation in the ensuing peace
negotiations.
he military action by Cuba and people and government of Angola clearly
had a decisive inluence on the negotiations in London in May 1988 and on
Pretoria’s participation therein, and also contributed to strategic changes in Africa.
Key words
Angolan War; decolonisation; Cuba; South Africa; Cold War.
498
La participación cubana en la guerra de Angola. Cuito Cuanavale: victoria sobre la Sudáfrica del apartheid
Antecedentes
Para analizar la dimensión de la presencia militar cubana en Angola es necesario llevar a cabo una breve aproximación histórica. Cuando en octubre de 1975 la independencia de Angola, conseguida tras 13 años de lucha
armada, desde 1961, se vio amenazada por la agresión externa emprendida por Sudáfrica y otras fuerzas aliadas, el líder del Movimiento Popular
para la Liberación de Angola (MPLA), Agostinho Neto, decidió solicitar al
Gobierno revolucionario cubano ayuda para hacer frente, frenar y aplastar
la invasión militar extranjera.
Para impedir la victoria del MPLA, las tropas sudafricanas invadieron
Angola antes de que se celebrara el Día de la Independencia, el 11 de noviembre de 1975, y de este modo, convirtieron la guerra civil en este país
en un conlicto internacional1. Para ello, «se habían fraguado dos grandes
planes en Washington y Pretoria. La operación de la CIA, llamada IAFEATURE, supervisada personalmente por Henry Kissinger y la nominada
Operación SAVANNAH del Gobierno del Apartheid en Sudáfrica»2.
Sudáfrica sabía que Neto sentía hostilidad hacia el apartheid y que estaba comprometido con ayudar a los movimientos de liberación del África
Austral, además, Pretoria contaba con la ayuda de Washington. «Kissinger
planteó la lucha en Angola en los términos clásicos de la guerra fría. El
FNLA y la UNITA —respaldados por Occidente— aplastarían al MPLA,
que era apoyado por la Unión Soviética». De hecho, la ayuda soviética al
MPLA era muy limitada, porque Moscú desconiaba de Neto y no quería
poner en peligro las negociaciones del tratado SALT II con Estados Unidos3.
1 Los detalles de la guerra civil que estalló en Angola en la primavera de 1975 los analiza el
investigador Piero Gleijeses en su libro Misiones en conlicto, y luego las actualiza con fuentes
directas. «Al ser derrocada la dictadura portuguesa el 25 de abril de 1974, en Angola habían
tres movimientos guerrilleros rivales: el Movimiento Popular para la Liberación de Angola
(MPLA) de Agostinho Neto, el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) de
Holden Roberto, y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA)» de
Jonas Savimbi, en P. Gleijeses, J. Risquet y F. Remírez: Cuba y África. Historia común de
lucha y sangre, La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2007, p. 4.
2 Risquet, J.: «Acciones militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba en solidaridad con los pueblos de África Subsahariana (1965–1991)», exposición en conmemoración del 25 aniversario de la batalla de Cuito Cuanavale, el 27 y el 28 de septiembre de 2013,
Toronto: Universidad de Toronto (inédito).
3 Gleijeses, P.; Risquet, J.; y Remírez F.: Cuba y África. Historia común de lucha y sangre, La
Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2007, p. 5.
499
Sandra Guerra Maseda
De esta manera miles de cubanos, militares y civiles, viajaron voluntariamente a este Estado africano. El Gobierno y el pueblo cubano actuaron regidos por la política internacionalista de la Revolución cubana, que
refrendaba una deuda histórica con el África negra, una de las raíces de
la nacionalidad cubana. Esta política tenía antecedentes. Antes de Angola, en los años sesenta, Cuba prestó algún tipo de ayuda en Argelia, Mozambique y Guinea-Bisáu, entre otros países del continente, y además, se
contó con la presencia del mítico comandante Ernesto «Che» Guevara en
el Congo. Asimismo, desde el inicio de la lucha de liberación contra el
colonialismo portugués en Angola, la colaboración cubana se hizo patente
con el entreno de combatientes angolanos del MPLA.
El escritor colombiano Gabriel García Márquez, amigo íntimo de Fidel Castro, escribió por esos años un artículo sobre el primer envío de tropas cubanas para luchar en Angola, la denominada Operación Carlota4,
en el que explica las bases de esta colaboración:
Los contactos entre la Revolución cubana y el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) se habían establecido por primera vez y habían sido
muy intensos desde agosto de 1965, cuando el Che Guevara participaba en
las guerrillas del Congo. El año siguiente estuvo en Cuba el propio Agostinho
Neto acompañado por Endo, el comandante en jefe del MPLA que había de
morir en la guerra, y ambos se entrevistaron entonces con Fidel Castro. Luego, y por las propias condiciones de la lucha en Angola, aquellos contactos se
habían vuelto eventuales. Solo en mayo de 1975, cuando los portugueses se
preparaban para retirarse de sus colonias de África, el comandante cubano
Flavio Bravo se encontró en Brazzaville con Agostinho Neto, y este le solicitó
una ayuda para transportar un cargamento de armas, y además le consultó
la posibilidad de una asistencia más amplia y especíica. En consecuencia, el
comandante Raúl Díaz Argüelles se trasladó tres meses después a Luanda al
4 «La Operación Carlota se inició con el envío de un batallón reforzado de tropas especiales,
compuesto por 650 hombres. Fueron transportados por avión en vuelos sucesivos durante 13
días desde la sección militar del aeropuerto José Martí, en La Habana, hasta el propio aeropuerto de Luanda, todavía ocupado por tropas portuguesas. Su misión especíica era detener
la ofensiva para que la capital de Angola no cayera en poder de las fuerzas enemigas antes
de que se fueran los portugueses y luego sostener la resistencia hasta que llegaran refuerzos
por mar». El nombre de esta operación es un homenaje simbólico a una esclava cubana a la
que llamaban la Negra Carlota, que un 5 de noviembre del 1843 se sublevó machete en mano
frente a sus opresores colonialistas españoles y murió en la rebelión.
García Márquez, G.: «Operación Carlota», Granma Internacional Digital [en
línea], 3 de noviembre de 2005. <www.granma.cu/granmad/espanol/2005/noviembre/
juev3/45carlota.html>.
500
La participación cubana en la guerra de Angola. Cuito Cuanavale: victoria sobre la Sudáfrica del apartheid
frente de una delegación civil de cubanos, y Agostinho Neto fue entonces más
preciso aunque no más ambicioso: solicitó el envío de un grupo de instructores para fundar y dirigir cuatro centros de entrenamiento militar5.
Este fue el origen de la presencia cubana en Angola en noviembre
de 1975. Las fuerzas angolanas y cubanas juntas obligaron a Sudáfrica el
27 de marzo de 1976 a replegarse en sus fronteras, y de este modo, cumplieron su objetivo. No obstante, la amenaza externa no cesó, sino que las
agresiones de la Sudáfrica del apartheid se sucedieron sin interrupción,
y las tropas cubanas permanecieron en territorio angolano, dedicadas en
un principio a operaciones defensivas. De todos modos, después de estos
acontecimientos, los gobiernos de Angola y de Cuba concertaron, en varias ocasiones, diferentes calendarios para la reducción del contingente
internacionalista cubano, el primero de los cuales se suscribió el 23 de
abril de 1976, apenas un mes después de la expulsión de los racistas y sus
aliados de suelo angolano6.
Estos cronogramas tampoco pudieron desarrollarse a cabalidad por la
continua persistencia de las agresiones del régimen de Pretoria. Las trabas
a la retirada de las tropas cubanas aumentaron a raíz del ataque a gran escala efectuado por Sudáfrica en agosto de 1981, cuya consecuencia fue que
las tropas sudafricanas se asentaron parcialmente en algunas regiones del
sur de Angola. A esto se unió la pretensión de vincular la independencia
de Namibia con la retirada de los internacionalistas cubanos, por lo que
los esfuerzos de Angola y Cuba por encontrar una salida política al conlicto en el sudoeste africano no tuvieron fruto7.
5 Ibidem.
6 «Después de haber sacado a los sudafricanos de Angola, los cubanos planearon retirar sus
tropas gradualmente, dándole tiempo al MPLA de crear unas fuertes Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola (FAPLA) que pudieran proteger al país […] Neto aceptó el calendario de los cubanos pidiendo solo algunos cambios menores, incluyendo que “Los
médicos militares cubanos que se encuentran en Angola se quedarán y siguieran ofreciendo
su valiosa ayuda”», Gleijeses, en P. Gleijeses, J. Risquet y F. Remírez: op. cit., pp. 12-13.
7 La Declaración Conjunta de los Ministros de Relaciones Exteriores de Cuba y Angola, del 4
de febrero de 1982, y la declaración conjunta de los respectivos gobiernos, del 19 de marzo de
1984, así lo evidencian. Esto representó las bases de una plataforma negociadora angolanocubana para un arreglo político al conlicto en el África sudoccidental al especiicarse las
condiciones necesarias para esto.
Risquet, J.: «Entrevista», Revista Bohemia, año 81, n.º 4, 27 de enero de 1989, p. 22.
501
Sandra Guerra Maseda
La situación se complicó aún más después de 1981, cuando la administración Reagan adoptó la llamada política de compromiso constructivo
con el régimen de Pretoria.
Aunque esta política de Washington de los años ochenta intentaba presentarse
como «equidistante» respecto a los contendientes en la región, la negativa
oicial a ejercer presión sobre Sudáfrica, el encauzamiento de la ayuda cubierta
a la UNITA y la insistencia de vincular la independencia de Namibia con la
retirada de las tropas cubanas de Angola (postura que encontró un amplio
espectro de censura internacional) dieron testimonio del sólido compromiso
norteamericano con su aliado tradicional, que posibilito la actitud agresiva de
Pretoria durante esos años8.
Años más tarde, todos los pasos dados por Angola (en los cuales se
comprometía Sudáfrica) para buscar una solución pacíica al conlicto
fueron reiteradamente violados por el régimen de minoría blanca de Sudáfrica para tratar de desestabilizar el Gobierno angolano, frenar la lucha
de los combatientes de la Organización del Pueblo de África del Sudoeste
(SWAPO) y perpetuar su presencia en Namibia9.
En marzo de 1985, Angola y Estados Unidos mantuvieron nuevamente conversaciones. Tras este último encuentro, pasó más de un año y medio hasta que se volvieron a realizar nuevos contactos entre estas partes a
causa de la abolición en Estados Unidos de la enmienda Clark, que prohibía ayudar a la UNITA.
Con el viaje del presidente José Eduardo dos Santos a La Habana en
agosto de 1987 se retomaron los esfuerzos por encontrar una solución política a este conlicto. El comunicado conjunto irmado al acabar esta visita
expresaba la disposición de ambos países a llevar a cabo, a través de una
representación conjunta, las negociaciones reiniciadas un mes antes en
Luanda.
Cuito Cuanavale: la victoria deinitiva
Como se ha expresado, las agresiones de Sudáfrica y su dominio colonial
sobre Namibia continuaron y en septiembre de 1987 sus tropas ocuparon
8 González López, D.: «Equilibrio de fuerzas y negociaciones en África Austral, Revista de
África y Medio Oriente, n.º 2, vol. 8, La Habana: Editorial Miramar, 1991, p. 132.
9 Editorial del periódico Granma, La Habana, 23 de diciembre de 1986, p. 1.
502
La participación cubana en la guerra de Angola. Cuito Cuanavale: victoria sobre la Sudáfrica del apartheid
parte del sur de Angola, lo que supuso una franca amenaza a la integridad
territorial de este país10.
Sudáfrica aprovechó una coyuntura favorable en un determinado
sector del frente meridional para poner en grave peligro a la mejor agrupación de tropas de las Fuerzas Armadas para la Liberación de Angola
(FAPLA) en la región de Cuito Cuanavale, punto cercano a la línea de
defensa de las tropas cubanas en el sur de ese país. Este hecho supuso
una amenaza para la seguridad de la agrupación de tropas cubanas que
estaban allí situadas.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas exigió que las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica (SADF) se retiraran incondicionalmente de
Angola, pero la administración Reagan se aseguró de que esta no trascendiera. Mientras que las SADF aniquilaban a las unidades de elites de las
FAPLA, fuentes militares sudafricanas y diplomáticos occidentales aseguraban que para principios de 1988 Cuito caería11.
La pretensión de Sudáfrica, en coordinación con los efectivos de la
UNITA, era asestar una fuerte derrota militar al Ejército angolano (FAPLA) y obligar así al MPLA a hacer concesiones en las conversaciones,
que con la mediación de Estados Unidos, se habían reiniciado en julio de
1987. Ante este peligro se solicitó a Cuba un aumento de la ayuda militar.
Cuba respondió una vez más a esta petición de Angola, y el 15 de
noviembre de 1987 el presidente cubano Fidel Castro decidió enviar a sus
mejores tropas y armamento moderno hacia ese país africano. Su intención maniiesta no era solo defender Cuito, sino sacar a las SADF de Angola. De este modo, aviones cubanos y 1 500 combatientes reforzaron las
tropas angolanas12.
En los meses siguientes, la acción conjunta de las tropas cubanas y
angolanas, así como la de los combatientes de la SWAPO, se realizó de
común acuerdo entre los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba (FAR) y de las FAPLA, Fidel Castro y José Eduardo
10 En julio de 1987 el Ejército angolano (FAPLA) lanzó una ofensiva en el sureste de Angola
contra las tropas de Jonas Savimbi, y esto provocó que las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica
(SADF), que controlaban las partes meridionales del suroeste de Angola, intervinieran en
el sureste.
11 Gleijeses, P.: «Cuito Cuanavale. 25 años de la batalla que terminó con el apartheid» [en
línea]. <www.cubadebate.cu/opinion/2013/03/23/cuito-cuanavale-batalla-que-termino-conel-apartheid>.
12 Ibidem.
503
Sandra Guerra Maseda
dos Santos, respectivamente. Fue una verdadera proeza trasladar y desplegar en el sudoeste angolano, entre otros medios, a 40 000 combatientes, 998 tanques, 600 transportadores blindados, 1 600 piezas de artillería,
morteros medios de la defensa antiaérea, 1 000 bocas de fuego apuntando
hacia el cielo y, además, la aviación de combate en un aeropuerto construido en tiempo récord, más cerca de los objetivos vitales del enemigo, lo que
contribuyó a lograr, por primera vez, la supremacía aérea bajo los cielos
de Angola13. En el sur, tropas angolanas y de la SWAPO marcharon junto a
las FAR hacia la frontera con Namibia. De este modo, Cuito Cuanavale se
convirtió en una trampa para los agresores.
Para el investigador y profesor italoamericano Piero Gleijeses, que
pudo acceder y estudiar los documentos en los archivos cerrados cubanos
y norteamericanos, a pesar de la distancia ideológica que separa La Habana y Washington, estos documentos contrastados relatan una historia que
impacta por lo parecida que es. Aunque parte de los archivos relevantes
sudafricanos siguen clasiicados, se tomará como guía para explicar la estocada inal angolano-cubana a la Sudáfrica del apartheid la breve cronología siguiente del citado autor14.
• El 23 de marzo de 1988 los sudafricanos llevaron a cabo su
último asalto de mayor envergadura contra Cuito, que fue
frenado deinitivamente por las fuerzas cubanas y angolanas, y
Cuito no cayó inalmente, como había sido vaticinado.
• El 26 de mayo de 1988 el jefe de las SADF anunciaba que fuerzas cubanas y de la SWAPO, fuertemente armadas, integradas,
habían avanzado hacia el sur, a unos 60 km de la frontera con
Namibia.
• Para el 26 de junio, el administrador general sudafricano de Namibia reconocía que los MIG-23 cubanos volaban sobre Namibia; un cambio dramático si se tiene en cuenta que hasta hacía
poco los cielos pertenecían a las SADF.
13 Risquet, J.: «Acciones militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba
en solidaridad con los pueblos de África Subsahariana (1965–1991)», exposición en
conmemoración del 25 aniversario de la batalla de Cuito Cuanavale, el 27 y el 28 de
septiembre de 2013, Toronto: Universidad de Toronto (inédito).
14 Gleijeses, P.: «Cuito Cuanavale. 25 años de la batalla que terminó con el apartheid» [en
línea]. <www.cubadebate.cu/opinion/2013/03/23/cuito-cuanavale-batalla-que-termino-conel-apartheid>.
504
La participación cubana en la guerra de Angola. Cuito Cuanavale: victoria sobre la Sudáfrica del apartheid
•
Al día siguiente, el 27 de junio, MIG cubanos atacaron posiciones de las SADF cerca de la presa de Calueque, a 11 km al norte
de la frontera de Namibia. La CIA informó sobre «la manera
exitosa con que Cuba ha utilizado su fuerza aérea y la aparente
debilidad de las defensas antiaéreas de Pretoria», es decir, subrayaron el hecho de que La Habana había logrado la superioridad aérea en el sur de Angola y en el norte de Namibia.
• Pocas horas después del ataque exitoso de los cubanos, las
SADF destruyeron un puente cercano a Calueque sobre el río
Cunene. Lo destruyeron —según la CIA— «para diicultar a las
tropas cubanas y angolanas el cruce de la frontera con Namibia
y para reducir el número de posiciones que [debían] defender».
• El 30 de agosto de 1988 salieron de Angola los últimos soldados
sudafricanos cuando los negociadores ni siquiera habían empezado a discutir el cronograma y la retirada cubana de Angola.
Fue una etapa difícil, pero la acertada estrategia militar; el coraje de
las tropas cubanas, angolanas y de la SWAPO; y el contundente golpe aéreo que se asestó contribuyeron al descalabro y la derrota sufrida por las
fuerzas sudafricanas.
Después de la derrota de Sudáfrica en sus intentos por conquistar la
asediada Cuito Cuanavale, entre inales de diciembre y principios de enero
de 1988, Estados Unidos se vio obligado a aceptar lo que hasta entonces
había rechazado: la participación de Cuba en las negociaciones.
Las negociaciones tripartitas
El viraje en la correlación militar en el terreno tuvo como consecuencia
directa la celebración de la primera ronda tripartita entre Angola, Cuba y
Estados Unidos entre el 28 y el 29 de enero de 1988.
Todos los analistas están de acuerdo en que un factor decisivo para
que Sudáfrica el 24 y el 25 de junio de 1988 en El Cairo aceptara la proposición angolano-cubana de elaborar los principios sobre los cuales se
basarían los acuerdos del 11 al 13 de julio en Nueva York, fue la derrota sufrida en el sur de Angola, pese a que en el Gobierno de Pretoria no existía
aún unanimidad de criterios sobre la solución por la vía de la negociación.
Esto explica el ataque de la artillería racista en Tchipa a las pocas horas de
que se concluyera esta reunión en El Cairo15.
15 Risquet, J.: «Entrevista», Revista Bohemia, año 81, n.º 4, 27 de enero de 1989, p. 23.
505
Sandra Guerra Maseda
Finalmente, la derrota de las tropas sudafricanas en la dirección de
Tchipa y la mencionada Calueque llevó al Gobierno de Pretoria a la conclusión de que no quedaba otro camino que la solución negociada. Este
hecho asentó las bases para los resultados que se obtuvieron en Nueva
York, Cabo Verde y el protocolo irmado en Ginebra. Desde la tercera ronda tripartita, la comisión conjunta angolano-cubana reairmó la necesidad
de una solución global del conlicto.
Las únicas condiciones y exigencias impuestas por Cuba para las negociaciones fueron que se garantizara la Resolución 435 de las Naciones
Unidas de 1978, que estableció la retirada incondicional sudafricana del
territorio namibio para el logro de su independencia, garantías para la
seguridad del Gobierno angolano, su integridad territorial y la propia seguridad de las tropas cubanas para su posterior retirada. Cuba enfocó este
asunto desde el punto de vista político, técnico y logístico. Con un acuerdo
sobre estas bases prácticamente se ponía in al conlicto16.
A lo largo de todo el proceso negociador, y pese a la posición constructiva mantenida por Cuba y Angola, Sudáfrica utilizó todo tipo de tácticas dilatorias para evitar la independencia de Namibia. Sobre todo, el
régimen de Pretoria hizo hincapié en informaciones infundadas sobre el
incremento de la presencia de tropas cubanas en Angola durante el transcurso de las negociaciones. Más tarde, alegó estar en desacuerdo con el
calendario de salida de las tropas cubanas, decisión soberana que exclusivamente correspondía a los gobiernos de Angola y Cuba.
Otra actitud destacable del Gobierno de Sudáfrica en las negociaciones fue su oposición a preservar la discreción de los asuntos debatidos.
Durante y después de estas negociaciones, siguieron produciéndose tensiones en Namibia que ponían en peligro el proceso de paz y los acuerdos
irmados. La manifestación más relevante de esta actitud dilatoria sudafricana fue tratar de reducir a un marco estrecho las negociaciones, a partir
de la retirada cubana en Angola.
Se ha tratado de tergiversar las verdaderas causas de la presencia cubana en Angola. El Gobierno cubano manifestó que los soldados cubanos
no fueron a Angola a luchar contra la guerrilla de la UNITA, puesto que
constituía un asunto interno que le correspondía resolver al Gobierno de
Angola. Su propósito era defender a los angolanos de las agresiones su16 Risquet, J: «Las negociaciones que cambiaron el rumbo de la historia», Granma, La
Habana, 20 de diciembre de 2013, pp. 8-9.
506
La participación cubana en la guerra de Angola. Cuito Cuanavale: victoria sobre la Sudáfrica del apartheid
dafricanas. Otro aspecto de vital importancia que dejó claro el ministro
de Relaciones Exteriores de Cuba, Isidoro Malmierca, en la ceremonia de
irma del acuerdo tripartito, el 22 de diciembre de 1988 en Nueva York,
fue el siguiente:
A la República Popular de Angola no fue Cuba tras beneicios económicos, ni
en defensa de intereses estratégicos, que por nuestros principios y como país
pequeño del tercer mundo no podemos pretender, Cuba no deja tras sí en
el hermano país, bases militares, ni propiedades de ninguna clase o derecho
alguno sobre las riquezas angolanas. Como anunciamos hace 12 años, de Angola únicamente nos llevaremos el amor y el respeto de su abnegado y heroico
pueblo y los restos de los hijos del pueblo de Cuba caídos defendiendo la soberanía y la integridad de Angola contra la agresión exterior y el apartheid17.
El acuerdo irmado inalmente el 22 de diciembre de 1988 entre la
República Popular de Angola, la República de Cuba y la República de
Sudáfrica fue el resultado de largas, difíciles y pacientes negociaciones. El
Gobierno cubano participó animado por la voluntad política de encontrar
una rápida y justa salida al conlicto; entre sus propuestas, se encontraba
la iniciativa conjunta con el Gobierno de Angola de solicitar desde el principio de las negociaciones, la veriicación por parte de Naciones Unidas de
la retirada de las tropas cubanas18.
Precisamente en el contexto de la irma de estos acuerdos, se completó, en el transcurso de 30 meses a partir del 22 de diciembre de 1988, la
retirada gradual y total de las tropas cubanas de la República Popular de
Angola. Las fuerzas internacionalistas cubanas junto con los combatientes
de las FAPLA y con los luchadores de la SWAPO hicieron posible en los
últimos meses de 1988 que se consumara un proceso negociador iniciado
en Londres y que duró siete largos meses.
Cuba logró en estas negociaciones todos los objetivos que la animaban. Los resultados obtenidos en el terreno militar por parte de las tropas
internacionalistas cubanas y los combatientes angolanos fueron tan grandes como los esfuerzos diplomáticos. Algunas fuentes y medios políticos
17 Malmierca, I.: «Texto de la intervención de Isidoro Malmierca, ministro de Relaciones
Exteriores en la ceremonia de la irma de los acuerdos tripartitos entre Cuba, Angola y
Sudáfrica el 22 de diciembre de 1988 en la sede de la ONU en Nueva York», Granma, La
Habana, 23 de diciembre de 1988, p. 1.
18 Castro, F.: «Intervención en el VIII Pleno del Comité Central del Partido Comunista de
Cuba», Granma, La Habana, 16 de diciembre de 1988.
507
Sandra Guerra Maseda
occidentales intentaron escamotear el papel esencial jugado en este proceso por Angola, Cuba y la SWAPO al minimizar la solución negociada.
Uno de los argumentos preferidos fue otorgar este papel a las grandes potencias19.
Fuentes consultadas por Gleijeses evidencian como el secretario de
Estado adjunto para África de Estados Unidos, Chester Crocker, reconoció en su momento el papel de Cuba cuando le dijo en un cable al secretario de Estado George Shultz el 25 de agosto de 1988 lo siguiente:
[…] describir lo que piensan los cubanos es una forma de arte. Están preparados tanto para la guerra como para la paz. Hemos sido testigos de un
gran reinamiento táctico y de una verdadera creatividad en la mesa de negociaciones. Esto tiene como telón de fondo las fulminaciones de Castro y el
despliegue sin precedentes de sus soldados en el terreno20.
A partir del 1 de abril de 1989 se inició el proceso de aplicación de la
Resolución 435 para la independencia de Namibia y la retirada de los primeros 3 000 combatientes cubanos. La retirada total se llevó a cabo durante los siguientes 27 meses. Murieron 2 077 cubanos en tierra angolana. El
21 de marzo de 1991, el proceso de descolonización de Namibia culminó
con el triunfo de la SWAPO en las elecciones y el ascenso de Sam Nujoma
como jefe del nuevo Estado. Con 36 días de antelación a la fecha ijada en
los acuerdos de Nueva York, el 25 de mayo de 1991, llegaron a La Habana —en cinco aviones— los últimos cientos de cubanos que quedaban en
Angola21.
En cuanto a los resultados de la negociación, se valoró como uno de
los mayores méritos que tras 10 años de agresiones y desacato sudafricano
a la voluntad de la comunidad internacional expresada en la Resolución
435 de 1978 sobre la independencia de Namibia, se despejó el camino para
el cese de la ocupación ilegal de ese territorio y su conversión a un Estado independiente. En lo referido a Angola, tras 13 años de agresiones y
19 Ibidem.
20 Gleijeses, P.: «Cuito Cuanavale. 25 años de la batalla que terminó con el apartheid» [en
línea]. <www.cubadebate.cu/opinion/2013/03/23/cuito-cuanavale-batalla-que-termino-conel-apartheid>.
21 Risquet, J.: «Acciones militares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba en solidaridad con los pueblos de África Subsahariana (1965-1991)», exposición en conmemoración del 25 aniversario de la batalla de Cuito Cuanavale, el 27 y el 28 de septiembre de 2013,
Toronto: Universidad de Toronto (inédito).
508
La participación cubana en la guerra de Angola. Cuito Cuanavale: victoria sobre la Sudáfrica del apartheid
violaciones a su soberanía e integridad territorial por parte del Ejército
sudafricano, este tuvo que retirarse.
A modo de conclusión, debe resaltarse que con esta victoria angolanocubana, la Sudáfrica racista se vio obligada a retirarse del sur de Angola y
de la frontera de Namibia. Las acciones ofensivas sudafricanas realizadas
con el objetivo de desestabilizar los gobiernos de la zona, terminaron con
el descalabro militar y la pérdida de su inluencia directa sobre esa área.
Además, este revés repercutió en el interior de la propia sociedad sudafricana, y puso en tela de juicio el hegemonismo militar del régimen, que
ya estaba debilitado económicamente. Bajo la resonancia mundial de la
exitosa acción militar y del consiguiente proceso negociador, que culminó
con los acuerdos de Nueva York el 22 de diciembre de 1988, se irmaron
tratados que representaron un giro radical en la correlación de fuerzas
en esta área y permitieron la retirada de las tropas cubanas de Angola en
27 meses, la independencia de Namibia y el cese de la intervención de
Sudáfrica en sus países vecinos. Además, precipitó el in del apartheid, así
como la liberación de Nelson Mandela y su ascenso al primer Gobierno
democrático y multirracial —esto es, su verdadera descolonización— en
la historia de Sudáfrica.
509
Sandra Guerra Maseda
Bibliografía básica
Céspedes Carrillo, A.: Angola: tortuoso camino hacia la independencia,
La Habana: Editorial Universitaria Félix Varela, 2013.
Crocker, C.: Hora crítica en el África meridional. Establecimiento de la
paz en una región escabrosa, Nueva York y Londres: W. W. Norton &
Company.
Gleijeses, P.; Risquet, J.; y Remírez, F.: Cuba y África. Historia común
de lucha y sangre, La Habana: Instituto Cubano del Libro, Editorial
Ciencias Sociales, 2007.
Gleijeses, P.: Misiones en conlicto. La Habana, Washington y África
1959–1976, La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 2002.
—: Visiones de la libertad: La Habana, Washington, Pretoria y la lucha por
el sur de África, ideas extraídas de esta obra en la presentación en el
Wilson Center por parte de este autor en enero de 2014, que se basa
principalmente en un tríptico de documentación desde Cuba, Estados Unidos y Sudáfrica.
Entralgo González, A.; González López, D.; y González Díaz de
Villegas, C.: «Notas sobre la política exterior de Cuba en África»,
Revista Estudios y Compilaciones, n.º 2, vol. 4, La Habana: Centro de
Estudios de África y Medio Oriente, 1986, pp. 147–165.
González López, D.: «Equilibrio de fuerzas y negociaciones en África
Austral, Revista de África y Medio Oriente, n.º 2, vol. 8, La Habana:
Editorial Miramar, 1991.
510
IV. OTRAS VISIONES
DE LA TRANSICIÓN
TRANSICIÓN POLÍTICA Y LITERARIA EN LA REVISTA CUBANA
CICLÓN: EL VIAJE DE VIRGILIO PIÑERA
Manuel Fuentes Vázquez
Universidad Rovira i Virgili
manuel.fuentes@urv.cat
Resumen
La obra de Piñera no está en boca del Gobierno cubano ni estará nunca
en boca de cualquier Gobierno futuro de la isla, sea aquel el que fuere. La
obra completa del escritor de Electra Garrigó se ha publicado en Cuba y
se ha difundido masivamente en las ediciones del centenario, gracias a
la entereza y constancia de sus defensores. Su inluencia en los escritores
isleños nacidos tras la Revolución está siendo estudiada y analizada desde
hace décadas.
Palabras clave
Virgilio Piñera; Cuba; revista Ciclón; vanguardias; revolución cubana
Abstract
he work of Virgilio Piñera is completely ignored by the Cuban Government
and always will be any future government of the island, whatever form it
takes. he complete version of the author’s work Electra Garrigó has been
published in Cuba and was widely distributed around the centenary of
his death thanks to the determination and perseverance of his supporters.
His inluence on the island’s writers born ater the Revolution has been
studied and analysed for decades.
Key words
Virgilio Piñera; Cuba; Ciclón journal; vanguards; Cuban Revolution.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 513–529.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Manuel Fuentes Vázquez
Entre los días 19 y 22 de junio de 2012 se celebró en el Colegio San Gerónimo de la Universidad de La Habana el coloquio internacional «Virgilio
Piñera tal cual». El presidente de la Comisión Organizadora, el poeta y
albacea de Virgilio Piñera, Antón Arrufat, dictó la conferencia inaugural.
Las palabras preliminares, tras la intervención del viceministro de Cultura
cubano, expresan los aún borrosos límites entre la libertad posible y la
libertad deseada. Arrufat dijo la mañana del 19 de junio de 2012:
Es indudable: a medida que creció su exclusión y sus obras dejaron de imprimirse, y las que habían sido publicadas fueron retiradas de los estantes de las
librerías, sus piezas teatrales desaparecieron de los escenarios, su nombre fue
borrado de los periódicos, de la televisión y de la radio, de las antologías y de
las historias de la literatura cubana, incluso del catálogo de las bibliotecas públicas. […] Poco le importó, protegido por su callada y solitaria vindicación,
que su persona de escritor fuera puesta en el espacio en blanco de la marginación, y su parte de ciudadano quedara integrada, en un modesto puesto de
traductor en la Editorial Nacional, a la vida laboral de su país.
En su alocución, el crítico, antólogo y amigo de Piñera, ante la autoridad política, dibujaba el periodo inal de la vida del escritor cubano,
que falleció en La Habana el 18 de octubre de 1979, y los años posteriores a su muerte. Sus palabras critican implícitamente el periodo más oscuro de la Revolución cubana, el denominado, según Ambrosio Fornet,
quinquenio gris (1971–1976), que más bien fue un decenio (1971–1979),
y cuyo inicio, sabido es, cabe situarlo en 1971, a raíz del Congreso de Educación y Cultura; aunque los denominados felices sesenta terminaran con
la lamentable e injusta «Carta abierta a Pablo Neruda», que se publicó en
Granma el 31 de julio de 1966 y fue irmada por los más relevantes escritores cubanos, y cuyo contenido el poeta chileno, el primer cantor de la
Revolución, no perdonó ni olvidó hasta su muerte. Quizá sea conveniente
recordar en una nota a pie de página algunos aspectos de aquella noticia1.
1 Cabe recordar algunos detalles de aquella polémica. En 1960, el 12 de abril, a bordo del
transatlántico Louis Lumière, Pablo Neruda inalizó Canción de gesta (en adelante, CG) e inició un periplo que lo llevó a la Unión Soviética, Polonia, Bulgaria, Rumanía, Checoslovaquia,
París, Italia y, inalmente, La Habana. Ese mismo año se publicó en Cuba CG con una tirada
de 25 000 ejemplares. El libro, tal y como anota Neruda, se gestó en un principio «en torno a
Puerto Rico, a su martirizada condición de colonia, a la lucha de sus patriotas insurgentes»,
pero los acontecimientos cubanos lo llevaron a variar su propósito inicial para dedicárselo a
«los libertadores cubanos: Castro, a sus compañeros y al pueblo cubano». El sexenio 1960–
1966 estuvo lleno de suspicacias y reticencias que terminaron de forma abrupta con la carta-
514
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
En la clausura de aquel congreso, el 30 de abril de 1971, Fidel Castro,
entre la aclamación de los asistentes, airmaba: «A veces se han impreso
maniiesto publicada el domingo 31 de julio de 1966 en Granma (órgano oicial del Partido
Comunista Cubano). La «Carta abierta a Pablo Neruda», condescendiente en el tono, con
«mansa reconvención y lenta sorpresa», advierte al para muchos primer poeta vivo en lengua
castellana de ese tiempo, y revolucionario sin tacha, de los dos delitos de traición cometidos:
su encuentro con el presidente peruano Fernando Belaúnde —de quien era amigo el poeta
chileno y que aceptó, a petición de los escritores peruanos una condecoración oicial— y su
viaje a Estados Unidos para asistir a un congreso del PEN Club internacional junto a otros
escritores invitados: Arthur Miller, Ernesto Sábato, Victoria Ocampo, Emil Rodríguez Monegal (a quien en la «Carta abierta» desprecia) o Carlos Fuentes, entre otros. En 1966, CG
había pasado al olvido. En el prólogo a la tercera edición uruguaya, y fechado en 1968 en Isla
Negra, Neruda recuerda los acontecimientos: «Invitado por el PEN Club de los Estados Unidos a uno de sus congresos leí mi poesía lírica, épica y antiimperialista, a muchos y grandes
auditorios en New York y California. Algunos literatos cubanos sirvieron de redactores y
divulgadores de una carta contra mí que pasará a la historia moderna de la infamia. Impresa
en Madrid, en imprentas autorizadas por Franco, con la eigie postal del dictador fascista, se
distribuyó por millares en América latina. Se le dio también enorme y costosa distribución
en Europa y Asia». CG será excluida de la edición de las Obras completas (1962) de Losada
y como airma Hernán Loyola: «tras un breve periodo de exaltación del libro […], sin jamás
explicar ni dar razones relegó también Canción de gesta a esa especie de limbo literariorevolucionario en el que todavía está. De este libro (nunca reeditado en el país) no se habla
ni se escribe en Cuba. Allí nadie lo estudia o discute, ni siquiera para criticarlo. No hay memoria de él. No existe». Los avatares editoriales de CG han sido estudiados; no obstante, cabe
recordar que solo recientemente la edición deinitiva del libro ha sido posible, puesto que en
las anteriores al último poema del mismo (xliii, «Juicio inal») no se incluía. Pueden recordarse algunos versos: «[…] esta Canción de gesta que no tuvo/otro destino sino la esperanza/
fue agredido por tristes escritores/que en Cuba nunca liberaron nada/sino sus presupuestos
defendidos/por la chaqueta revolucionaria». Los ataques frontales de Neruda se dirigen contra tres escritores cubanos, dos a quienes no se nombra directamente, pero son fácilmente
identiicables y otro más de quien se airma lo siguiente: «[…] Y otro tan retamar que despojado/de su Fernández ya no vale nada/sino lo que les cuesta a los cubanos/vendiendo elogios
y comprando fama […]». En el penúltimo capítulo de Conieso que he vivido (en adelante,
CHV), en la sección «La carta de los cubanos», Neruda airma: «Me contaron después que
los entusiastas redactores, promotores y cazadores de irmas para la famosa carta, fueron los
escritores Roberto Fernández Retamar, Edmundo Desnoes y Lisandro Otero [en el discurso
de Castro, «Palabras a los intelectuales», el comandante cita como modelo a Otero y alude
a su artículo «Conversaciones en La Laguna», que se publicó en Revolución el martes 8 de
marzo de 1960, y recoge el encuentro de Castro con Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
El 17 de abril de ese mismo año, Neruda lee en la casa de Fernández Retamar, fragmentos de
CG]. A Desnoes y a Otero no recuerdo haberlos leído nunca ni conocido personalmente. A
Retamar, sí. En La Habana y en París me persiguió asiduamente con su adulación. Me decía
que había publicado incesantes prólogos y artículos laudatorios sobre mis obras. La verdad
es que nunca lo consideré un valor, sino uno más entre los arribistas políticos y literarios de
nuestra época». Caballerosamente, Fernández Retamar antepuso un prólogo a la edición
que se maneja (vid. infra) titulado «Canción de gesta, 1960», que reelabora el artículo «Pablo
515
Manuel Fuentes Vázquez
determinados libros. El número no importa. Por cuestión de principios,
hay algunos libros de los cuales no se debe publicar ni un ejemplar, ni un
capítulo, ni una página, ni una letra». Si el 30 de abril de 1971, el comandante en jefe pronunciaba esta orden, apenas un mes después, el 20 de
marzo de 1971 —sirva como ejemplo—, agentes que se encargaban de
la seguridad del Estado asaltaron el apartamento de Belkis Cuza Malé y
Heberto Padilla, y requisaron, incautaron y destruyeron el libro Juego de
damas, que se había publicado unos meses antes por Ediciones Unión. El
libro de Belkis Cuza Malé no podrá leerse hasta 2002, cuando es reconstruido por la autora y publicado en Estados Unidos por la Editorial TérNeruda habla otra vez a los americanos», publicado en Lunes de Revolución el 9 de mayo de
1960. Ni una sola línea aclara el porqué de aquel episodio, tampoco aprovecha la invitación
de la editorial para defenderse de los ataques nerudianos. En CHV, Neruda airma que viajó
a Estados Unidos con el permiso del Partido Comunista Chileno frente a la oposición del
Partido Comunista Cubano, ambos los más fuertes y disciplinados de América latina en
aquellos momentos, y con diferentes estrategias en los procesos revolucionarios. Es dable
esta situación a partir de 1966, pero no explica esa suerte de no-man’s land en la que vivió
el poeta, y por extensión CG, entre 1960 y la publicación y difusión de la «Carta a Pablo
Neruda». Los irmantes de aquella carta son hoy bien conocidos y la suerte que corrieron
fue diversa. A los dos primeros irmantes, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén, le seguirán
nombres mayores de la literatura hispánica: Lezama Lima, Piñera, Marinelo, Padilla, Jamís,
Morejón, Fernández Retamar, etc. La pléyade cubana y otros cuya vigencia es hoy en día
apenas nada. Algunos irmaron por convicción; otros, quizá a causa del miedo; algunos aseguraron que no irmaron, pero ahí están: la mala memoria; y así es, puesto que la excelente
memoria de Heberto Padilla, represaliado posteriormente y víctima de la Revolución, uno
de los irmantes de la «Carta», nada dice de estos episodios en su libro de memorias, titulado,
con exactitud, La mala memoria (Barcelona: Plaza & Janés, 1989). Jamás olvidó el poeta del
Canto general, según Matilde Urrutia, este episodio, que lo afectó profundamente al inal
de su vida. El último párrafo del penúltimo capítulo de CHV se cierra con estas palabras
de dignidad y tristeza: «Pero cada uno tiene su debilidad. Yo tengo muchas. Por ejemplo,
no me gusta desprenderme del orgullo que siento por mi inlexible actitud de combatiente
revolucionario. Tal vez será por eso, o por otra rendija de mi pequeñez, que me he negado
hasta ahora, y me seguiré negando, a dar la mano a ninguno de los que consciente o inconscientemente irmaron aquella carta que me sigue pareciendo una infamia». No hay ninguna
prueba documental, ninguna evidencia ilológica, pero acaso el poema xliii de Canción de
gesta, quepa leerlo a la luz del poema xliii del Trilce vallejiano en un escorzo iccional. Dice
el peruano: «[…] Narra que no es posible/todos digan que bueno/cuando ves que se vuelve y
revuelve,/animal que ha aprendido a irse… ¿No?/¡Sí! Acaríciale. No le arguyas». Véase para
las referencias anteriores: Neruda, P.: Canción de gesta/Las piedras de Chile (edición y notas
de Hernán Loyola y prólogos de Roberto Fernández Retamar e Ida Vitale), Barcelona: Debolsillo, 2003; y Conieso que he vivido, Barcelona: Seix-Barral, 1978; y Edwards, J.: Persona non
grata (1973) (reedición de 2013), Barcelona: Random House Mondadori y Debolsillo, xxxx.
Edwards narra parte de este episodio in extenso en su obra.
516
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
mino2. En una interpretación ligera, parece un acto de osadía el exponer
ante las autoridades del régimen la censura y la prohibición que sufrió el
hombre y su literatura por ese mismo régimen en transición, pero el coloquio internacional «Virgilio Piñera tal cual» fue posible, entre otros motivos, porque rectiicaba y culminaba el periodo de reinserción de la obra
tanto de Piñera como de Lezama Lima, que se inició a inales de los años
ochenta siguiendo las directrices posteriores del régimen, incluyendo las
de su jefe de Estado, que emanaron del congreso de 1971 anteriormente
citado, entre ellas, deinir el carácter de las «desviaciones homosexuales
como patología social».
Así, la refutación del proyecto cultural del quinquenio gris se incorporó al discurso oicial de la Revolución y, permitido por el poder, se convirtió en un lugar común de la crítica literaria cubana contemporánea. De
esta forma, el joven investigador David Leyva González, del Centro de
Estudios Martianos, al publicar la excelente antología Órbita de Virgilio
Piñera3 airma lo siguiente:
El idilio neoyorquino de Martí fue más perdurable que el idilio revolucionario de Piñera. La cronología de nuestro autor se disuelve en la década de
1970; época, sin dudas, de los mayores errores culturales de la historia de la
Revolución.
El sábado 7 de julio de 2012 el historiador exiliado cubano Rafael Rojas publicó en la sección «La cuarta página» del diario El País el artículo
«Virgilio Piñera y el pensamiento cautivo», quizá el ataque más duro contra aquel coloquio. Tras una síntesis de la obra del escritor, se expuso la
aparente contradicción en los siguientes términos:
Esta crítica [se reiere al discurso de Arrufat], sin embargo, es ilegible en medios oiciales como Granma, Juventud Rebelde y Cubadebate que presentan
el interés en Piñera como prueba de una rectiicación que, a juzgar por el
sistema político de la isla, sus líderes, sus ideas y sus prácticas represivas no es
tal. La justa vindicación promovida por quienes durante años han defendido
el legado del escritor antiautoritario acaba ensordecida en el lenguaje acrítico
del poder.
2 Véase Serrano, P. E.: «Para presentar Juego de damas», en B. Cuza Malé: Juego de damas,
Colorado: Término Editorial, 2002, p. 9.
3 Al tiempo que ve a Piñera enfrentado «a la estatalización de la cultura». Leyva González,
D.: Órbita de Virgilio Piñera, La Habana: Ediciones Unión, 2011, p. 10.
517
Manuel Fuentes Vázquez
Se considera necesaria una leve matización: no existe un lenguaje
acrítico del poder. El título del artículo de Rojas no era inocente: «El pensamiento cautivo» remite directamente a la obra homónima del escritor
polaco Czeslaw Milosz, una alusión —clara, por otra parte— oculta, al
tiempo que descubre otra conexión mucho menos evidente para un lector
no avisado: la reseña que Piñera escribió del libro de este autor polaco y
que publicó en la revista Ciclón4. Trascender la mecánica de la dialéctica
entre el terror rojo y el terror nazi para arrojar la barbarie humana a una
dimensión universal es, quizá, el propósito que anima al escritor de Cárdenas. Escribió Piñera en aquella olvidada reseña lo siguiente:
No es el caso hablar ahora de si Milosz tiene razón, si los comunistas mismos
la tienen o no la tienen; todo eso es accesorio. Hay un hecho irrefutable: de la
primera a la última página de este libro se encara a los hombres no en función
de la vida, sino en función de la muerte. ¿Qué importa que la explicación
última de estos actos crueles sea el nacimiento de un mundo mejor, o que los
rusos justiiquen sus actos con su famoso lema: «Quien no está con nosotros
está contra nosotros»? Nada de eso tiene mayor importancia frente al hecho
comprobado de una «voluntad de matar»; parece que al hombre le resulta más
provechoso matar a su prójimo que convivir con él, y también parecería que
a medida que este hombre progresa en el curso de la historia dicha voluntad
de matar se hiciera más imperiosa, más fácil, y ¡qué horror!, más mecánica.
Las últimas líneas del artículo de Rojas son, cuando menos, susceptibles de un breve escolio: «En boca del Gobierno cubano, Virgilio Piñera
acaba siendo lo que no fue: un defensor del pensamiento cautivo».
La obra de Piñera no está en boca del Gobierno cubano ni estará nunca en boca de cualquier Gobierno futuro de la isla, sea aquel el que fuere.
La obra completa del escritor de Electra Garrigó se ha publicado en Cuba
y se ha difundido masivamente en las ediciones del centenario, gracias a
la entereza y constancia de sus defensores. Su inluencia en los escritores
isleños nacidos tras la Revolución está siendo estudiada y analizada desde
hace décadas. Los análisis y los repertorios bibliográicos se han multiplicado, dentro y fuera de la isla5. Parafraseando al historiador cubano,
4 Piñera, V.: «El pensamiento cautivo», Ciclón, vol. 2, n.º 4, julio de 1956, pp. 64–66 (65).
Reseña del libro que fue publicado por Ediciones de La Torre, Universidad de Puerto Rico.
5 Véase López Cruz, H. (ed.): Virgilio Piñera. El artiicio del miedo, Madrid: Editorial Hispano-cubana, 2012.
518
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
quizá en boca del pensamiento cautivo de Rojas, Piñera acaba siendo lo
que acaso no fue: tan solo un feroz anticomunista.
El acápite de aquel congreso de 2012, «Virgilio Piñera tal cual», fue
una declaración y una actitud, puesto que remite, para los conocedores de
la obra piñeriana, a dos procesos complementarios. Por un lado, reitera el
título que la revista Unión le dedicó monográicamente a Piñera, «Virgilio
tal cual»6, en 1990, con lo que se construye un puente entre 1990 y 2012
para ofrecer una imagen de la continuidad temporal en el estudio y en la
difusión de la obra de este escritor cubano, no solo al cobijo de la celebración de los fastos de un centenario que podría considerarse oportunista.
Por otro lado, descaliica implícitamente a través del olvido el periodo
entre 1962 y 1988: el más duro en la represión contra la literatura y los
homosexuales de la isla. Precisamente en 1988 la editorial oicial cubana
publica Una broma colosal, que recoge la poesía escrita en el periodo más
oscuro (1970-1979). El libro contiene el acaso —es discutible— último
poema escrito por Piñera, fechado en 1979, titulado «Isla»7:
Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
solo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré ijamente al horizonte,
6 Revista de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, año iii, n.º 10, abril-mayojunio de 1990.
7 Piñera, P.: La isla en peso (Obra poética) (compilación y prólogo de Antón Arrufat), Barcelona: Tusquets, 2000, p. 236.
519
Manuel Fuentes Vázquez
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
Más allá del estudio del poema —cuya exégesis no es ahora pertinente—, la importancia de este texto deriva no tanto de la multiplicidad de
análisis de la intentio auctoris, sino de su conversión por parte de la crítica cubana contemporánea —es cuestionable la unanimidad— en el acto
fundacional de la incorporación de este escritor al canon literario isleño.
La animista transformación simbólica de la voz y el cuerpo del escritor en
una isla, ya carente de interpretación histórica, y elevada a la dimensión
de emblema inal de una vida dominada por el miedo, vendría a construir una nueva utopía: la integración del escritor en el destino inal de su
pueblo, más allá del régimen bajo el que vivió y murió en el olvido y en la
miseria. Tal posición hermenéutica ilustra ejemplarmente una vertiente
de la transición cultural de la Cuba actual al refutar en su interpretación
la distopía que el poeta cubano construyó y propuso en su más celebrado
poema, «La isla en peso», de 1942. Si Lezama Lima creaba la isla a partir
del mito en Muerte de Narciso (1937) —«Dánae teje el tiempo dorado por
el Nilo»8—, Piñera la empujaba haciéndola oscilar hacia el contramito:
«[…] y Cadmo, desdentado, se pone a tocar el bongó»9.
Sin embargo, la visión piñeriana tendría también una continuación
en el tiempo, puesto que aunque «Isla» clausuraba la vida de Piñera, no
cerraba su obra: una transición inacabada e incierta que algunos quieren
congelar en el tiempo y que jamás explicará la realidad; porque nadie podía sospechar ni predecir su muerte, víctima de un infarto masivo, pese a
que el escritor en aquellos últimos meses de vida organizara sus papeles,
al tiempo que hablaba de ser inmortal e intentaba una última obra de teatro. Dos poemas (penúltimo y antepenúltimo, según la organización de
Arrufat de Una broma colosal) estaban dedicados al joven poeta Abilio
Estévez, quizá uno de los escritores más representativos de la literatura cubana hoy. Uno de esos poemas se iniciaba con estos versos premonitorios:
«Con todo su cuerpo que resplandece,/en la mano derecha una lor,/en la
izquierda una clepsidra, rodeado de tinieblas, el joven se abre paso./Caute8 Lezama Lima, J.: Poesía completa (prólogo, edición corregida y aumentada de César López), Madrid: Alianza, 1999, p. 21.
9 Piñera, V.: op. cit., p. 42.
520
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
loso iniciaba su Anábasis»10. Estévez, que acompañó a Piñera en su muerte, abandonó la isla en el año 2000. Sus libros y piezas teatrales retomaban
la lección piñeriana. Así, versos procedentes de varios libros construyen
frente a la irrealidad de la isla soñada o la isla congelada por la nueva
crítica, la otra isla: «Mierda de tierra, mierda de mar. Nadie nunca ha querido estar aquí» (Inventario secreto de La Habana, 2004), «Esta mierda en
forma de cocodrilo donde vivimos» (El navegante dormido, 2008), y «Esto
no es una isla… sino un monstruo» (El horizonte y otros regresos, 1998)11.
Nacer en la isla no es una iesta innombrable, como quería Lezama Lima.
La isla en peso de Piñera fue duramente atacado antes de la Revolución por el representante más conspicuo del esencialismo poético del grupo Orígenes. Así, Cintio Vitier en su capital ensayo Lo cubano en la poesía
(1958), airmaba en sentencia bien conocida y explorada: «La isla en peso
va a convertir a Cuba, tan intensa y profundamente individualizada en sus
misterios esenciales por generaciones de poetas, en una caótica, telúrica y
atroz Antilla cualquiera, para festín de existencialistas»12.
Vitier escribió su ensayo, un ciclo de conferencias —en un rapto, airma—, entre octubre y diciembre de 1957, tratando de darle consistencia al
proyecto lezamiano de la teleología insular nombrando esos misterios, que
no pueden revelarse, sino a través de constantes —eones— suprahistóricas
inmanentes a las artes. Esas constantes que tratan de deinir la poética
esencia de «lo cubano» —riesgo de toda inmanencia— quedaban clasiicadas en una taxonomía rigurosa: arcadismo, ingravidez, intrascendencia,
lejanía, cariño, despego, frío, vacío, memoria y ornamento, y buscaban el
ser de la poesía cubana y, por extensión, una concepción de la existencia.
No obstante, un año antes, el 2 de diciembre de 1956 casi un centenar de
hombres desembarcaron en Cuba, se internaron en la Sierra Maestra e iniciaron una revolución que aún perdura. El tiempo de la historia se impuso
al tiempo de la poesía.
Si parte de la crítica poética anterior a la Revolución condenaba la isla
de Piñera, la crítica revolucionaria simpliicó los argumentos complejos:
10 Piñera, V.: op. cit., p. 235 (fechado en 1979).
11 Véanse los versos citados en Serna Arnaiz, M.: «La inluencia de Virgilio Piñera en la
desmitiicación de Cuba y de José Martí», en M. Fuentes Vázquez (ed.): Insular corazón.
Virgilio Piñera (1912–2012), Tarragona: Publicacions URV, 2013, pp. 181–194 (188).
12 Para este aspecto, así como para la retractación posterior de Vitier, consúltese Fuentes
Vázquez, M.: «Notas para una poética de Virgilio Piñera», Insular corazón, Virgilio Piñera
(1912–2012), Tarragona: Publicacions URV, 2013, pp. 133–140 (138, nota 20).
521
Manuel Fuentes Vázquez
censurarla, olvidarla. Difícilmente un escritor que trataba de indagar en la
condición humana a través del expresionismo grotesco, del absurdo, del
teatro de la crueldad o de ese choteo cubano que imaginó Jorge Mañach
podía incorporarse a la nueva cultura revolucionaria, al nuevo hombre
que debía nacer el 1 de enero de 1959. Ese hombre nuevo en un nueva
sociedad que poéticamente cantó Fayad Jamís en su libro Por esta libertad,
primer poeta cubano que recibió el Premio Casa de las Américas en 1962,
y que fue la puesta en práctica poética del memorable discurso de Castro
«Palabras a los intelectuales», pronunciado el 30 de junio de 196113, donde
a micrófono abierto, Piñera —es conocido— el día 16 habló del miedo14.
Fragmentos del debate entre Piñera y Castro se han transcrito y revelan la
valentía del escritor en la radical defensa de la libertad del creador.
Sin embargo, el centenario de Piñera que se celebró en la Universidad
de La Habana en junio de 2012, trazaba, quizá, otra línea de relación menos visible. Su título, «Virgilio Piñera tal cual» remitía, en una suerte de
complicidad explícita, a una de las obras tal vez más signiicativas de este
escritor cubano, titulada exactamente La vida tal cual.
El número monográico que le dedicó la revista Unión en 1990, al que
se ha hecho alusión anteriormente, airmaba en su editorial lo siguiente:
«Al fogonazo que es la lectura de su obra, se suman ahora estos fragmentos de su autobiografía […] que en su mayoría se mantenían inéditos»15.
Estos fragmentos, de una autobiografía inacabada, se encontraron entre los papeles que el escritor dejó al morir. La autobiografía declaraba sin
ambages las tres gorgonas que construyeron la vida del poeta, según su
propia confesión: la miseria, el homosexualismo y el arte16. Este documento es capital para, entre otros asuntos, precisar las estancias del escritor
en Buenos Aires (la primera, de febrero de 1946 a diciembre de 1947; la
segunda, de abril de 1950 a mayo de 1954; y la tercera, de enero de 1955 a
noviembre de 1958) y su relación con la literatura argentina. Sin embargo,
en estos fragmentos, de forma explícita, el poeta cubano narra el relato
13 Castro, F.: Palabras a los intelectuales, La Habana: Ediciones del Consejo Nacional de
Cultura, 1961.
14 Véase Beaupied, A.: «Celebrando a Virgilio Piñera, escritor del miedo», Virgilio Piñera.
El artiicio del miedo, pp. 47–69.
15 Unión, loc cit., p. 21.
16 «Claro que no podía saber a tan corta edad que el saldo arrojado por esas tres gorgonas:
miseria, homosexualismo y arte, era la pavorosa nada», Ibidem, p. 25.
522
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
de su homosexualidad sin ningún tipo de tabú, desde su infancia hasta su
vida de estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras de La Habana:
Cumplida ampliamente la mayoría de edad seguía yo practicando a diestra y
siniestra la recitación y la masturbación: yo lo recitaba todo —desde la prosa
hasta los versos y me masturbaba tanto física como mentalmente. Expresar
los pensamientos ajenos y evadir todo contacto real con el sexo se había convertido para mí en una mecánica cotidiana, matizada por el tantalismo que
ponía yo en todos mis actos17.
Más allá de la alusión al tantalismo, que Piñera desarrolla en su vertiente crítica para caracterizar, por ejemplo, el núcleo de la literatura argentina18, las páginas de La vida tal cual indagan en la homosexualidad y
se difunden desde una publicación oicial. La vindicación de la igura del
escritor corre en paralelo a la conquista de la libertad sexual en el régimen.
No puede entenderse de otra forma la airmación del poeta Víctor Fowler
de la «omnipresencia viril del discurso nacional y político cubano»19.
En contrapartida a Orígenes (1944–1956), la revista de José Lezama
Lima, nace Ciclón, de Piñera (1955–1959), que son revistas de José Rodríguez Feo. Esta última se acaba disolviendo en el suplemento Lunes de
Revolución (1959–1961). Ciclón representó no tanto la ruptura con respecto al proyecto origenista, sino la posibilidad de dar cabida en sus páginas
a otras formas de interpretación y expresión de la realidad. Esa realidad
jánica venía de lejos y puede razonarse sin ningún tipo de simpliicación
con el estudio de dos libros, cuyas primeras ediciones vieron la luz en
1941: Las Furias. Poema, de Piñera20 y Enemigo rumor, de Lezama Lima21.
Una revisión de los colaboradores que participaron en el primer número de Ciclón (enero de 1955) da cuenta del propósito no excluyente de
la revista: Dámaso Alonso, Ernesto Sábato, Jean Cassou con un ensayo
(«El lirismo ontológico de Jorge Guillén», que, más allá de su valor crítico,
puede entenderse como una defensa del poeta vallisoletano contra Juan
17 Ibidem, p. 27.
18 Piñera, V.: «Nota sobre la literatura argentina de hoy», Orígenes, n.º 13, vol. iii, 1947. Cita
extraída de la edición facsímil de Rivas, J. M. (ed.): Orígenes (introducción e índice de autores de Marcelo Uribe), México y Madrid: ediciones El Equilibrista y Turner, 1989, pp. 48–53.
19 Fowler, V.: «Homoerotismo y construcción de la nación», La Gaceta de Cuba, vol. 1, n.º
36, enero-febrero de 1998, pp. 2–6.
20 Piñera, V: Las Furias/poema, La Habana: Cuadernos Espuela de Plata, 1941.
21 Lezama Lima, J.: Enemigo rumor, La Habana: Ediciones Espuela de Plata, 1941.
523
Manuel Fuentes Vázquez
Ramón Jiménez, responsable de la ruptura de la revista Orígenes), Edith
Sitwell, (traducida por Rodríguez Feo); Emilio Prados junto a Julián Marías y a Francisco Ayala o Luis Lastra, y la primera traducción al español
—con una nota de Piñera— de unos fragmentos de Las 120 jornadas de
Sodoma, del Marqués de Sade, que conmocionó a la pacata sociedad burguesa de La Habana22.
Las 15 entregas de esta revista incluyeron tan solo cuatro editoriales:
«Borrón y cuenta nueva», «Cultura y moral», «Duelo en España» y «La
neutralidad de los escritores»23. Un somero análisis de esos textos sin irma, atribuidos durante un tiempo a Piñera, pero debidos a Rodríguez Feo,
plasma el proyecto de esta revista, así como su evolución y desaparición
inal. Desde el iracundo número inicial:
Lector, he aquí a Ciclón, la nueva revista. Con él borramos a Orígenes de un
golpe. A Orígenes que como todo el mundo sabe tras diez años de eicaces
servicios a la cultura en Cuba, es actualmente solo peso muerto. Quede, pues,
sentado de entrada que Ciclón borra a Orígenes de un golpe. En cuanto al
grupo Orígenes, no hay que repetirlo, hace tiempo que, al igual que los hijos
de Saturno, fue devorado por su propio padre24.
Pasando por la relación de lo que debe hacer un Gobierno para garantizar la soberanía del escritor y el artista, en palabras de Piñera, la revista
signiicó:
22 Rodríguez Feo, J. (dir.): Ciclón, vol. 1, n.º 1, La Habana, enero de 1955. Dámaso Alonso publicó el capital poema «A un río le llamaban Carlos», fechado en Dunster House en
febrero de 1954, que abre la revista (pp. 1-3); Ernesto Sábato participó con «Sobre el arte
abstracto de nuestro tiempo» (pp. 9-15); el hispanista francés Jean Cassou aportó su ensayo
sobre Jorge Guillén (pp. 16–21); Emilio Prados incluyó su poema «Fuente interior» (p. 25),
fechado en Madrid en octubre de 1954; Julián Marías colaboró con su breve ensayo «La
imagen intelectual del mundo» (pp. 26–28); y Humberto Rodríguez Tomeu participó con su
traducción de los fragmentos sadianos a cargo de (pp. 35–41), con una nota introductoria
de Virgilio Piñera (p. 35), quien airmaba: «Pero dejemos al lector juzgar por sí mismo. Le
creemos inteligente, sin moral al uso, sabedor que si debe leerse un escritor como Kaka que
expresa, a través del terror, el absurdo de la vida humana, también está en el deber de informarse sobre un escritor llamado Sade que expresa, por medio del terror, la oscura vida sexual
del hombre». Así, el ejercicio de una absoluta y diversa libertad estética, ideológica y moral
fue el emblema de esta revista desde su primer número.
23 Rodríguez Feo, J. (dir.): Ciclón, vol. 1, n.º 1, enero de 1955, entre 22 y 23; Ciclón, vol. 1,
n.º 6, noviembre de 1955, entre 33–39; Ciclón, vol. 2, n.º 1, enero de 1956, entre 36-37; Ciclón,
vol. 4, n.º 1, enero-marzo de 1959, entre 36-37.
24 Pérez León, A.: Tiempo de Ciclón, La Habana: Ediciones Unión, 1995. Para este propósito, cabe destacar sobre todo las páginas de la 25 a la 33. En esta obra se lleva a cabo un análisis
pormenorizado de los editoriales, así como de la historia e intrahistoria de esta revista.
524
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
[…] el baluarte, el reducto, contra ese aspecto de la dictadura que se hacía
representar por el Instituto de Cultura y por su adocenado director Guillermo de Zéndegui. En las páginas de Ciclón queda constancia de las batallas
sostenidas contra esa cultura oicial batistiana, que aspiraba a convertir a los
escritores en ciegos, sordos y mancos.
Hasta la denuncia de la dictadura franquista25 y la inalización de su
trayectoria en el último número de enero-marzo de 1959, ya en marcha
la Revolución, y el duro ajuste de cuentas contra algunos escritores que
aceptaron prebendas batistianas y el saludo al triunfo de la Revolución,
que algún representante de la ortodoxia consideró oportunista.
El grueso de los colaboradores de Ciclón (Arrufat, Escardó, Rine Leal,
De Oraá, Otero, Piñera, Cabrera Infante —cuya reseña del libro Antología
del cuento en Cuba26 provocó una dura controversia con el grupo de escritores marxistas que procedían de La Gaceta del Caribe, del año 1944—),
y Casey27, Pablo Armando Fernández y Padilla (que no colaboraron en
25 A diferencia del resto de editoriales, insertos en papel amarillo, «Duelo en España» aparece en la página de la contracubierta del número indicado arriba, y está irmado por el
director. El editorial se hace eco de la censura en la España franquista. Rodríguez Feo reproduce un fragmento que un «distinguido hombre de letras» español le envía: «Te escribo bajo
los efectos de un mazazo. Hace cuatro días la Dirección de Prensa ha suspendido Insula. Y
también ha suspendido Indice y otras revistas menores. Es un atropello incaliicable, con el
cual pretenden ahogar la inquietud y el afán de libertad que hay en la juventud universitaria.
Pero la despótica medida, completamente absurda, va a resultarles contraproducente, y ha
levantado una ola de indignación en toda clase intelectual y universitaria de España». Ese
«distinguido hombre de letras», cuyo nombre se oculta, no es otro que José Luis Cano. Ciclón no solo levanta su voz contra la «España catolizante, víctima desgraciada del Opus Dei,
la Falange salvadora, y del ridículo tiranzuelo Francisco Franco» en palabras de Rodríguez
Feo, sino que lleva a sus páginas la libertad poética que intenta negarse en España. Así, en las
páginas de la 29 a la 32 aparecen poemas de escritores tan alejados ideológica y estéticamente
como Blas de Otero, José Hierro, Rafael Morales y el silenciado José Luis Cano.
26 Ciclón, vol. 1, n.º 2, marzo de 1955, pp. 55–58.
27 Los tiempos empujan. Calvert Casey, quizá uno de los escritores más perseguidos por la
homofobia de la Revolución, quizá uno de los poetas más silenciados, es ahora objeto de estudio y análisis en Cuba. Jamila Medina Ríos, joven investigadora cubana, recibió el premio
de ensayo Alejo Carpentier por su libro publicado en 2012 Diseminaciones de Calvert Casey,
cuando ya en España recordaban al poeta muerto en Roma en 1969 Vicente Molina Foix,
José Ángel Valente, Juan Luis Panero, etc. Los tiempos empujan: Reinaldo Arenas, que entre
1974 y 1976 estuvo en la cárcel, en la prisión del Morro, y que se exilió en 1980, para suicidarse en 1990, es ahora interrogado desde la memoria de «Tomasito» en «Rei-surrección/
Entrevista a Tomás Fernández Robaina», de Carlos Velazco, publicado en La Gaceta de Cuba
por Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y Ediciones Unión, entre septiembre y octubre
de 2010, pp. 32–36.
525
Manuel Fuentes Vázquez
Ciclón) pasaron a Lunes de Revolución. Esa brevísima historia signiicó la
mayor libertad del proceso revolucionario y su derrota, debida a la imposición del modelo del realismo socialista.
En sus ensayos, poesía, traducciones, novelas y teatro, Piñera fue un
rebelde y un peregrino frente al exiliado y al revolucionario, que tratan de
construir modelos para imponerlos en una sociedad inerme. Más próximo al suicida Gerard de Nerval que a Jamís, el poeta de Cárdenas atacó
la retórica verbal de Gertrudis Gómez de Avellaneda, estudió la poesía de
Emilio Ballagas desde la homosexualidad que ocultó bajo la religión y el
matrimonio, y se peleó contra todas las formas de hipocresía moral. Quizá
José Antonio Portuondo, el mejor representante del ensayismo marxista–leninista cubano28, al analizar lo que representó Ciclón y Piñera pueda
explicar este proceso:
Naturalmente que una cosa es ser rebelde y otra revolucionario. Son dos cosas
distintas. El rebelde es, por lo general, un tipo individualista que se proyecta
contra esto y aquello, un franco tirador que no se apoya en una irme concepción del mundo y sobre todo que no responde a un movimiento de masas. En
tanto que el revolucionario, sí se inserta en las clases revolucionarias organizadas, parte de una irme concepción del mundo, absolutamente cientíica,
y se encamina hacia la transformación radical de todo un sistema de vida29.
Frente a esta posición dogmática, Julio Cortázar, que publicó sus primeros cronopios y famas en Ciclón gracias a Piñera, cuando aún no era
Cortázar30, irmó en París, en diciembre de 1969 (en los inicios de la represión cultural), el ensayo titulado «Literatura en la revolución y revolución
en la literatura: algunos malentendidos a liquidar» como respuesta a un
28 Contemporáneos estrictos, José Antonio Portuondo (1911) y Piñera (1912) representan la
doble vertiente del compromiso de este escritor con la sociedad. Poco hay que glosar de esta
airmación del ensayista de Santiago de Cuba: «[…] Puso in a tales discusiones el encuentro
de los escritores y artistas con dirigentes revolucionarios —Fidel Castro, Osvaldo Dorticós,
Armando Hart, Carlos Rafael Rodríguez— celebrado en la Biblioteca Nacional “José Martí”,
los días 16, 23 y 30 de junio, cuyas conclusiones expuso Fidel Castro en un discurso titulado
Palabras a los intelectuales, que constituye el documento deinidor de la política cultural de
la revolución cubana, centrado en un concepto claro y preciso de la libertad de expresión».
Véase Portuondo, J. A.: Ensayos sobre literatura cubana (edición del centenario), La Habana: Letras Cubanas, 2011, p. 347.
29 Pérez León, R.: op. cit., pp. 202-203.
30 Cortázar, J.: «Historia de cronopios y de famas», Ciclón, vol. 2, n.º 3, mayo de 1956, pp.
12–14: «Costumbres de los famas», «Viajes», «Conservación de los recuerdos», «Relojes», «El
canto de los cronopios», «La foto salió movida» y «Los exploradores».
526
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
artículo de Óscar Collazos31. Airmaba el escritor argentino en este ensayo
lo siguiente:
La sociedad tal como la concibe el socialismo no solo no puede anular al individuo así entendido, sino que aspira a desarrollarlo en un grado tal que toda
la negatividad, todo lo demoníaco que aprovecha la sociedad capitalista, sea
superado por un nivel de su personalidad donde lo individual y lo colectivo
cesen de enfrentarse y frustrarse. La auténtica realidad es mucho más que el
contexto «sociohistórico y político», la realidad soy yo y setecientos millones
de chinos, un dentista peruano y toda la población latinoamericana. Óscar
Collazos y Australia, es decir el hombre y los hombres, cada hombre y todos
los hombres, el hombre agonista, el hombre en la espiral histórica, el Homo
sapiens y el Homo faber y el Homo ludens, el erotismo y la responsabilidad social, el trabajo fecundo y el ocio fecundo; y por eso una literatura que merezca
su nombre es aquella que incide en el hombre desde todos los ángulos (y no
por pertenecer al Tercer Mundo, solamente o principalmente en el ángulo
sociopolítico), que lo exalta, lo incita, lo cambia, lo justiica, lo saca de sus
casillas, lo hace más realidad, más hombre, como Homero hizo más reales,
es decir, más hombres a los griegos, y como Martí y Vallejo y Borges hicieron
más reales, es decir más hombres, a los latinoamericanos.
Esta y no otra fue también la propuesta de Piñera frente a la intolerancia. Estévez acompañó al poeta el miércoles 17 de octubre de 1979, 18
horas antes de que muriera. El viernes 19 de octubre de 1979, Juventud
Rebelde publicó una nota sobre su fallecimiento, apenas unas líneas. Después, el olvido, como recordaba Arrufat al principio de estas líneas. Estévez recuerda que cuando se encontraban, el saludo que pronunciaba el
escritor era «¿Y de mi Cuba qué?». Ese saludo formula la poética piñeriana
basada en la incertidumbre y la duda constantes que están en la base del
pensamiento del escritor cubano. Y esa es la pregunta a la que tendrá que
responder en el futuro el pueblo cubano.
¿Así que era verdad?
31 Cortázar, J.: Obra crítica/Obras completas, vi (edición de Saúl Yurkievich con la colaboración de Gladis Anchieri), Barcelona: Galaxia Gutenberg y Círculo de lectores, 2006, pp.
399–422 (415).
527
Manuel Fuentes Vázquez
Bibliografía
Castro, F.: Palabras a los intelectuales, La Habana: Ediciones del Consejo
Nacional de Cultura, 1961.
Ciclón, vol. 1, n.º 1–6, La Habana,1955. Véanse las referencias en las notas
a pie de página.
Ciclón, vol. 2, n.º 1–6, La Habana,1956. Véanse las referencias en las notas
a pie de página.
Cortázar, J.: Obra crítica/Obras completas, vi (edición de Saúl Yurkievich
con la colaboración de Gladis Anchieri), Barcelona: Galaxia Gutenberg
y Círculo de Lectores, 2006.
Cuza Malé, B.: Juego de damas, Colorado: Término Editorial, 2002.
Edwards, J.: Persona non grata (1973), Barcelona: Random House Mondadori y Debosillo.
Fowler, V.: «Homoerotismo y construcción de la nación», La Gaceta de
Cuba, vol. 1, n.º 36, enero-febrero de 1998, pp. 2–6.
Fuentes Vázquez, M. (ed.): Insular corazón/Virgilio Piñera (1912–2012),
Tarragona: Publicacions URV, 2013.
López Cruz, H. (ed.): Virgilio Piñera. El artiicio del miedo, Madrid: Editorial Hispano Cubana, 2012.
Lezama Lima, J.: Enemigo rumor, La Habana: Ediciones Espuela de Plata,
1941.
—: Poesía completa (prólogo, edición corregida y aumentada de César López), Madrid: Alianza, 1991.
Medina Ríos, J.: Diseminaciones de Calvert Casey, La Habana: Letras
cubanas, 2013.
Neruda, P.: Canción de gesta/Las piedras de Chile (edición y notas de Hernán Loyola y prólogos de Roberto Fernández Retamar e Ida Vitale),
Barcelona: Debolsillo, 2003.
—: Conieso que he vivido, Barcelona: Seix Barral, 1978.
Padilla, H.: La mala memoria, Barcelona: Plaza & Janés, 1989.
Pérez León, A.: Tiempo de Ciclón, La Habana: Ediciones Unión, 1995.
Piñera, V.: Las Furias/Poema, La Habana: Cuadernos Espuela de Plata,
1941.
—: La isla en peso (obra poética) (compilación y prólogo de Antón Arrufat), Barcelona: Tusquets, 2000.
Portuondo, J. A.: Ensayos sobre literatura cubana (edición del centenario), La Habana: Letras Cubanas, 2011.
528
Transición política y literaria en la revista cubana Ciclón: el viaje de Virgilio Piñera
Rivas, J. M. (ed.): Orígenes (introducción e índice de autores de Marcelo
Uribe; edición facsímil), México y Madrid: ediciones El Equilibrista y
Turner, 1989.
Velazco, C.: «Rei-surrección/Entrevista a Tomás Fernández Robaina»,
La Gaceta de Cuba, Ediciones Unión, septiembre-octubre de 2010, pp.
32–36.
529
MUJERES EN TRANSICIÓN: DE LAS POLÍTICAS PARA MUJERES
A LAS POLÍTICAS DE IGUALDAD DE GÉNERO.
UN APUNTE SOBRE EL CASO DE ESPAÑA
Inma Pastor y Paloma Pontón
Universidad Rovira i Virgili
inma.pastor@urv.cat; paloma.ponton@urv.cat
Resumen
Este texto analizará la evolución que han seguido las políticas de igualdad
desarrolladas en España centrándose en el periodo que va de la transición
democrática hasta la actualidad. Durante este análisis se mostrarán, de
manera resumida, los principales cambios que las mujeres españolas han
vivido en las últimas décadas. Este texto señalará que en España los cambios experimentados por las mujeres son el resultado de dos dinámicas
que se han venido complementando, han sumado fuerza al proceso de
cambio y han hecho posible el avance de los derechos para las mujeres.
Estas dos dinámicas han sido, por un lado, la organización de mujeres en
grupos de reivindicación y protesta y, por otro lado, el desarrollo de políticas de igualdad por parte de las instituciones del Estado. En este trabajo, se
propondrá una relexión sobre este proceso de institucionalización de las
políticas de igualdad bajo la hipótesis de que los cambios para las mujeres
han sido más rápidos, profundos y beneiciosos cuando las dos dinámicas
han coincidido en sus objetivos y han sumado fuerzas.
Palabras clave
Mujeres; políticas pública; igualdad de género; institucionalización; cambios sociales.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 531–554.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Inma Pastor, Paloma Pontón
Abstract
his chapter analyses the evolution of the gender equality policies
implemented in Spain. We focus on the period starting from the
democratic transition up to the present day. he analysis describes and
summarises the main changes that Spanish women have experienced over
the last decades. he text shows how the changes that Spanish women have
experienced over time are the result of two complementary dynamics: on
the one hand, the emergence of organised groups of women committed to
protest and demanding change, and, on the other hand, the development
of equality policies by state institutions. Both of these dynamics bolster the
process of change and further the advancement of women rights. In this
chapter we relect on the process by which state institutions have come to
adopt gender policies put forward the hypothesis that the positive changes
experienced by women have been faster, deeper and better when both
dynamics have joined forces and pursued common objectives together.
Key words
Women; public policies; gender equality; institutionalisation; social
changes.
1. Introducción
Se habla de transición para referirse a la acción y al efecto de pasar de un
modo de ser o estar a otro distinto. En cambio, hablar de cambio social
hace referencia a hablar de las transformaciones apreciables de las estructuras sociales, pero también a analizar las consecuencias y las manifestaciones de esas estructuras ligadas a las normas, los valores y sus productos.
Este cambio en el modo de ser o estar encaja, precisamente, con el proceso
de cambios sociales que han experimentado las mujeres en buena parte
del mundo de un tiempo a esta parte.
Puede apuntarse que en España los cambios experimentados por las
mujeres son el resultado de dos dinámicas que se han venido complementando y que han sumado fuerzas al proceso de cambio. La primera dinámica ha sido la organización de mujeres en grupos de reivindicación
y protesta. Estos grupos en muchos casos han sido de reivindicación y
protesta política, pero sobre todo han sido grupos de ayuda mutua, de
532
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
autoconocimiento, de repensar la identidad de la mujer, de movilización,
etc.; han sido grupos de mujeres que se han organizado para transformar
su vida diaria, para superar barreras, para hacer desaparecer creencias,
para eliminar ideas y prejuicios, etc. En deinitiva, para cambiar todo
aquello que limitaba su libertad, la libertad de las mujeres. Esta dinámica
de reivindicación superó los propios grupos de mujeres y accedió a las
instituciones a través de la conquista política y la consolidación de organizaciones con fuerza y poder internacional. Con ello se consiguió empezar
a desarrollar la segunda dinámica de cambio que ha hecho posible el avance de los derechos para las mujeres: el desarrollo de políticas de igualdad.
Son muchas las estudiosas que han analizado este proceso y han expuesto
el proceso de institucionalización de estas políticas, así como su desarrollo
y evolución (Guzmán, 2001; Astelarra, 2005; Valiente, 2006; y Bustelo y
Lombardo, 2007).
En este capítulo, se propondrá una relexión sobre este proceso de institucionalización de las políticas de igualdad bajo la hipótesis de que estos
cambios han sido más rápidos, profundos y beneiciosos para las mujeres
cuando estas dos dinámicas han coincidido en sus objetivos y han sumado
fuerzas. En las estructuras de las políticas públicas, los grupos de mujeres
tienen elementos para que sus reivindicaciones se consoliden y prosperen.
Al mismo tiempo, las políticas públicas requieren de las organizaciones
de mujeres para trasladarse al conjunto de la ciudadanía y así mejorar el
bienestar de toda la sociedad, pues no hay que olvidar que garantizar los
derechos de las mujeres mejora toda la sociedad y aumenta el bienestar
colectivo. Con este texto se pretenden analizar los principales cambios
que las mujeres españolas han vivido en las últimas décadas, así como sus
causas y efectos, haciendo hincapié en el periodo que va de la transición
democrática hasta la actualidad.
2. La intensidad de los cambios
El objetivo de este apartado es analizar la situación de las mujeres en distintos ámbitos de la sociedad desde la perspectiva de género desde los
últimos años de la dictadura y la transición hasta la consolidación democrática. Se hará hincapié en el análisis de la educación superior, el trabajo
y la participación política. Podrían estudiarse los cambios experimentados
por las mujeres en otras muchas dimensiones de la vida social y, sin duda,
serían relevantes. Varias especialistas así lo han hecho y han puesto de
533
Inma Pastor, Paloma Pontón
maniiesto tanto los avances como las barreras que diicultan alcanzar la
igualdad entre hombres y mujeres. En este texto, el objetivo es medir la
intensidad de los cambios que se han producido en los ámbitos citados,
al tiempo que se pretende constatar que las modiicaciones sociales y legislativas no han sido suicientes para erradicar las prácticas sexistas. La
pregunta que se lanza a debate, en la línea de Teresa González (2010), es
la siguiente: ¿La mayor educación y formación de las mujeres, su mayor
presencia en el mercado laboral y su mayor participación política son sinónimo de igualdad?
2.1 Educación superior
La incorporación de las mujeres a la universidad se produjo en España
durante el último tercio del siglo xix, momento hasta el cual solo los hombres podían acceder. Fue en 1892 cuando por primera vez una mujer se
matriculó —con un permiso especial de las autoridades académicas— en
una facultad española. Su nombre era María Helena Maseras y se inscribió
en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. No obstante,
no fue hasta 1910 cuando una Orden Real del Ministerio de Instrucción
Pública y Bellas Artes dispuso la derogación de la anterior Orden Real
de 1888 en la que se decía que «las mujeres fueran admitidas a los estudios como alumnas de enseñanzas privadas y que cuando una mujer
solicitara matrícula oicial se consultase con la Superioridad para que este
resolviese según el caso y las circunstancias de la interesada». El nuevo
texto de 1910 derogaba la citada orden y permitía «que por los jefes de
los establecimientos docentes se concedan, sin necesidad de consultar a
una superioridad, las inscripciones de matrícula en enseñanza oicial o
no oicial solicitadas por mujeres, siempre que se ajusten a las condiciones y reglas establecidas para cada clase y grupo de estudios» (Gala, 2010:
46). En el primer curso, después de la Orden Real de 1919, las mujeres
solo representaban un 0,17 % del alumnado. Su presencia fue creciendo
muy lentamente: 0,56 % en 1916-1917, 5,2 % en 1929-1930, 8,8 % en 19351936, 12,6 % en 1940-1941, etc. (Duch, 2011). Si se presta atención al curso 1940-1941, en plena posguerra, se observa que del 12,6 % de mujeres
matriculadas en universidades, el 82 % se concentraban en los estudios de
Filosofía y Letras, Química y Farmacia.
La progresiva incorporación de las mujeres a la universidad a lo largo
del siglo xx fue, pues, un proceso lento, con numerosas barreras legales y
socioculturales. De hecho, no fue hasta 1986 cuando se logró la igualación
534
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
numérica de mujeres y hombres en las matrículas universitarias (Ruiz de
Azúa, 2000). Para los años del tardofranquismo, se tienen datos de 1966,
año en el que las mujeres eran el 30 % del alumnado matriculado, y de
1970, en el que representaban un 31 %.
En los primeros años de la transición democrática, el alumnado universitario seguía siendo mayoritariamente masculino: un 38 % eran mujeres frente al 62 % que eran hombres en 1975-1976. Las matrículas eran
desiguales según la rama de enseñanza. Así, las mujeres se concentraban
en los estudios de Ciencias de la Educación y Humanidades, mientras que
los hombres estaban más concentrados en los estudios de Derecho y Economía. Además, los hombres ocupaban casi en exclusiva las ingenierías y
las escuelas técnicas superiores, con un 95 % de matriculados (Santesmases, 2000). Puede observarse, pues, un fuerte sesgo que responde, por un
lado, a la concepción social de que ciertas profesiones estaban reservadas
a un sexo y, por otro, a las barreras que las jóvenes tituladas ingenieras
y técnicas tenían para incorporarse al mercado laboral, en unos sectores
altamente masculinizados (González-González, 1999). Este 38 % de mujeres universitarias del curso 1975-1976 ha ido aumentando poco a poco:
40,8 % en 1978-1979, 53,3 % en 1998-1999, 53 % en 2000-2001, 54,5 % en
2007-2008 y 53,4 % en 2010-2011.
Desde los años de la transición hasta nuestros días se ha observado el
avance de las mujeres en la educación universitaria, y también en las áreas
de conocimiento tradicionalmente masculinas. Además, varios estudios
(Seymour y Hewitt, 1997; Ginorio, 1995; y Sánchez de Madariaga, 2011)
señalan que las mujeres tienen mayores tasas de éxito y menores tasas de
abandono que los hombres. Si bien la presencia de las mujeres estudiantes
de universidad ha llegado ya a superar en número a los hombres, los datos
muestran cómo aún siguen existiendo estudios típicamente masculinos
y otros femeninos. Solo hace falta ver los últimos datos disponibles de la
Estadística de Enseñanza Universitaria del INE para el curso 2010-2011:
535
Inma Pastor, Paloma Pontón
Tabla 1. Alumnado matriculado en estudios de grado
por sexo y rama de enseñanza durante el curso 2010-2011
Tipo de estudio
Ciencias
Ciencias de la Salud
Ciencias Sociales y Jurídicas
Artes y Humanidades
Ingeniería y Arquitectura
Mujeres (%)
50,9
70,4
60,3
60,1
24,5
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del INE - Estadística de Enseñanza Universitaria.
Asimismo, aparte de la segregación por ramas de enseñanza (segregación horizontal), la universidad adolece de una pérdida de talento femenino en las trayectorias investigadoras (segregación vertical). Si bien las
mujeres empiezan siendo mayoría en las aulas, en la transición del grado
o máster al doctorado y en la transición del doctorado al posdoctorado, se
encuentran diferencias por género: la evolución de la presencia de mujeres
en los programas de posdoctorado no muestra un incremento sostenido
en el tiempo que releje el incremento de mujeres cualiicadas para obtener estas becas (Sánchez de Madariaga, 2011: 29). Esta pérdida de mujeres
se traslada posteriormente al personal investigador de las universidades.
Las mujeres en categorías de profesorado titular representan el 37,3 % y
solo el 15,4 % en las cátedras (Sánchez de Madariaga, 2011b). Se observa,
pues, cómo las mujeres van perdiendo presencia a medida que se escala en
las categorías académicas.
Por último, no puede inalizarse este apartado sin que se preste atención a las leyes que han acompañado toda esta evolución de cifras. Tanto la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades (LOU)
como la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva
de Mujeres y Hombres (LOIEMH) se ocupan de la igualdad entre mujeres
y hombres en la universidad. También las distintas leyes de igualdad autonómicas (Canarias, Islas Baleares, País Vasco, Castilla y León, Comunidad
Valenciana, Andalucía, Galicia y Murcia) lo hacen (Gala, 2010). Así, por
ejemplo, la LOU airma en su artículo 42 que «el estudio en la universidad
es un derecho de todos los españoles en los términos establecidos en el ordenamiento jurídico» y reconoce que los estudiantes tienen derecho a «la
igualdad de oportunidades y a la no discriminación por motivo de sexo,
raza, religión o discapacidad o cualquier otra condición o circunstancia
536
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
personal o social en el acceso a la universidad, ingreso en los centros, permanencia en la universidad y ejercicio de sus derechos académicos», así
como a recibir «un trato no sexista». No obstante, si se analiza un poco
más a fondo la normativa estatal y autonómica que trata sobre la igualdad
entre mujeres y hombres en la universidad, se constata que, en la mayoría
de casos, las medidas que se prevén no son obligatorias para la universidad, puesto que se usan términos como promover, fomentar, impulsar, etc.
(Gala, 2010).
2.2 El trabajo productivo
Un segundo ámbito en el que se considera necesario detenerse es la participación de las mujeres en el trabajo productivo. En este apartado, se
pretende estudiar cuáles han sido los cambios que en los últimos 35 años
se han dado en el mercado laboral español. Se tomará como punto de
partida el año 1976, fecha a partir de la cual existen cifras EPA (Encuesta
de Población Activa) homologadas. Para empezar, se observarán la tasa
ocupación y la tasa de paro para la serie 1976–2015, con datos para cada
tramo de cinco años.
Tabla 2. Tasas de actividad y paro por sexos
sobre la población de 16 años en adelante
Tasa de actividad
Año / Trim.
1976 / III
1980 / II
1985 / II
1990 / II
1995 / II
2000 / II
2005 / II
2010 / II
2015 / II
Total
52,5
50,1
48,9
50,7
50,8
53,4
57,9
60,4
59,8
Sexo
Hombres
78,0
74,2
70,6
68,3
64,9
66,2
69,0
68,5
65,8
Mujeres
28,8
27,7
28,5
34,2
37,5
41,2
47,2
52,7
54,0
Fuente: EPA - INE.
537
Tasa de paro
Total
4,4
11,1
21,5
16,2
22,7
13,7
9,3
19,9
22,4
Sexo
Hombres
4,3
10,6
20,1
11,9
17,9
9,4
7,4
19,6
21,0
Mujeres
4,8
12,4
24,9
24,4
30,6
20,3
12,0
20,3
24,0
Inma Pastor, Paloma Pontón
Muchos de los cambios que se han producido en este periodo tienen
a las mujeres como protagonistas y podrían deinirse como la gran revolución silenciosa del siglo pasado (Meil, 1999). Estos cambios se explican,
en líneas generales, según dos fases: una primera fase, de 1976 a mediados
de la década de los ochenta, en la cual se dio una fuerte incorporación de
las mujeres a la actividad, es decir, las mujeres decidieron incorporarse al
trabajo; y una segunda fase, de mediados de la década de los ochenta a la
actualidad, en la cual las mujeres se incorporaron a la ocupación, es decir,
las mujeres efectivamente ocuparon un puesto de trabajo.
Si se observa la primera fase, a grandes rasgos, puede decirse que una
de las principales características del periodo 1976–1985 es el descenso en
la tasa de actividad masculina y la subida de la tasa de actividad femenina,
acompañada de una fuerte pérdida de ocupación agraria, ya iniciada en
los años cincuenta y sesenta. En términos generales, podría hablarse de
una gran pérdida de población ocupada, en la que inluye la crisis del petróleo, la subida de los salarios y una política de tipos de interés altos. En
1985, el paro alcanza un 21,5 % (20,1 % para los hombres y 24,9 % para las
mujeres), valores no muy alejados de los actuales. Debe prestarse atención
al cambio en la pauta de comportamiento de las generaciones de mujeres
jóvenes: se incorporan al mercado laboral con vocación de permanencia,
a diferencia de las generaciones anteriores, que se incorporaban y, en un
momento determinado (normalmente por el matrimonio o la maternidad), dejaban —sería más exacto decir que eran expulsadas— sus puestos de trabajo para no volver a incorporarse. Hay que destacar que este
fenómeno se produjo en unas circunstancias adversas, en medio de una
grave crisis económica. Este mismo hecho es ya un indicador de que no se
trataba de un fenómeno coyuntural, sino de un cambio social: las mujeres
tenían plena voluntad de desarrollar carreras laborales, lo que dejaba atrás
la concepción del trabajo femenino como un complemento de la economía familiar (Carrasquer, 2009). Este fenómeno no tuvo la misma intensidad en todo el territorio español. Así, comunidades como Cataluña, Islas
Baleares o Madrid estuvieron a la cabeza en actividad femenina (Jordi,
2005). En ese momento comenzó también el crecimiento de las mujeres
que desarrollaban carreras profesionales en régimen de doble presencia
(Balbo, 1978), lo que coniguró un patrón que sigue vigente hoy en día.
En la segunda fase, a partir del año 1985, el contexto económico cambió y se inició una fase de creación de ocupación (interrumpida por dos
importantes crisis), en dos etapas diferenciadas: 1985–1991 y 1995–2005,
538
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
que alcanzó sus mejores resultados en 2005, con unas tasas de paro muy
bajas (9,3 %: 7,4 % para los hombres y 12 % para las mujeres). Deben destacarse dos características esenciales de este periodo desde la perspectiva
de género: la ocupación femenina aumentó y se acercó a la masculina, y
el modelo de incorporación de la mujer al mercado de trabajo se masculinizó (Jordi, 2005), es decir, las mujeres seguían la pauta de actividad de
los hombres. Catalina Jordi (2005: 117) señala que «es curioso observar
como en 10 años (1995–2005) la actividad masculina prácticamente no
ha variado, mientras que todos los cambios los encontramos dentro de la
actividad femenina, que se acerca a la masculina y tiene prácticamente su
peril».
Además, hay que destacar que a partir de la década de los años ochenta, en el contexto de la primera gran crisis económica en España, aumentó
la tasa de paro para los dos sexos. Sin embargo, en la segunda mitad de
esta década se empezaron a desarrollar patrones diferenciados para los
dos sexos: la tasa de paro masculina iría luctuando según el contexto
económico, mientras que la tasa femenina permanecería elevada —muy
elevada, podría considerarse— desde entonces. Únicamente en los años
de una gran bonanza económica se asistirá a una reducción de esta tasa
para el colectivo de las mujeres. Así pues, la gran noticia que suponía la
incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, que se entendía que
la ocupación era la vía para la independencia económica y, por tanto, el
mecanismo de construcción de la ciudadanía plena, quedó oscurecida por
los propios datos del mercado laboral.
Para completar este análisis deben señalarse, según los estudios de
Teresa Torns y otros (2007), varias características presentes en el mercado
de trabajo español y, en general, en las sociedades desarrolladas cuando se
analiza de manera comparativa la realidad de hombres y mujeres. Uno de
estos rasgos, tal vez el fundamental cuando se analiza la inserción laboral
de las mujeres, es la segregación laboral por género, tanto la horizontal
(por ramas de actividad), como la vertical (por categoría profesional). Estas segregaciones han dado —y siguen dando— lugar a la discriminación
de las mujeres en el ámbito laboral, con fenómenos que no son ajenos,
como una mayor precariedad, temporalidad y parcialidad de su trabajo; la brecha salarial, el techo de cristal, el leaking pipe, el sticky loor, el
síndrome de Sísifo, el burnout, la subocupación, la doble y triple jornada,
la doble presencia, las ocupaciones pink collar, etc.
539
Inma Pastor, Paloma Pontón
2.3 Representación política
En tercer lugar, y como se ha apuntado al principio de este bloque, es necesario preguntarse por los avances de las mujeres en el terreno de la participación política. La ley de 22 de julio de 1966 reconocía que las mujeres
tenían los mismos derechos que los hombres en el ejercicio de las actividades políticas y laborales, salvo en las carreras militar y judicial, y con la
limitación impuesta de que la mujer casada necesitaba la autorización del
marido para trabajar.
La participación de las mujeres en los distintos ámbitos del poder político se ha incrementado notablemente en España en los últimos años,
como muestran los datos de las tablas siguientes. Este avance se promovió
de forma destacada con la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la
Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres (LOIEMH), que presta especial
atención al fomento del principio de presencia o composición equilibrada.
Esta ley representa un punto de inlexión decisivo en la apuesta por alcanzar una representación equilibrada de mujeres y hombres en los ámbitos
públicos. A tal in, esta ley deine en su disposición adicional primera la
composición equilibrada con los siguientes términos: «Se entenderá por
composición equilibrada la presencia de mujeres y hombres de forma que,
en el conjunto a que se reiera, las personas de cada sexo no superen el
sesenta por ciento ni sean menos del cuarenta por ciento».
En lo referente a la confección de listas electorales y al reparto de cargos de representación para órganos electivos, la LOIEMH, en su título
ii, capítulo i, sienta las bases de la actuación de los poderes públicos en
relación con la igualdad y consagra el principio de presencia equilibrada
de hombres y mujeres en las listas electorales, en la toma de decisiones y
en los nombramientos realizados por los poderes públicos, con la consiguiente modiicación de la ley electoral (disposición adicional segunda).
Concretamente, la Ley Orgánica 3/2007 establece que se añade un nuevo
artículo, 44 bis, a la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen
Electoral General (LOREG). El artículo 44 bis de la LOREG incorpora
importantes novedades: las candidaturas que se presenten para las elecciones de los representantes en el Congreso, los ayuntamientos, los consejos
y cabildos insulares, el Parlamento Europeo y las asambleas autonómicas
deberán tener una composición equilibrada de hombres y mujeres, de forma que cada uno de los sexos componga un mínimo del 40 % de las listas,
sin perjuicio de otras medidas que puedan establecerse para favorecer la
540
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
presencia de las mujeres en las candidaturas. Esta proporción deberá mantenerse también en cada tramo de cinco puestos. Cuando el último tramo
de la lista no alcance los cinco puestos, la referida proporción de mujeres
y hombres en ese tramo será lo más cercana posible al equilibrio numérico, aunque deberá mantenerse en cualquier caso la proporción exigible
respecto del conjunto de la lista. Se establecen como excepción aquellos
municipios con un número de residentes igual o inferior a los 3 000 habitantes, y en las islas con un número de residentes igual o inferior a 5 000
habitantes. En los siguientes gráicos, se mostrará la representación de
mujeres y hombres en las asambleas legislativas españolas en la actualidad:
Tabla 3. Mujeres (%) en concejalías durante el periodo 1995–2014
2014
35,24
2013
35,17
2011
34,95
2007
30,50
2003
25,53
1999
21,10
1995
16,45
Fuente: Elaboración del Instituto de la Mujer a partir de datos del Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas.
Tabla 4. Mujeres (%) en alcaldías durante el periodo 1983–2014
2014
17,42
2013
17,17
2011
16,77
2007
14,60
2003
12,56
1999
9,61
1995
6,53
1991
4,86
1987
3,22
1983
2,04
Fuente: Elaboración del Instituto de la Mujer a partir de datos del Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas.
Tabla 5. Mujeres (%) presidentas de diputaciones provinciales, diputaciones forales y cabildos o consejos insulares durante el periodo 2002–2014
2014
13,16
2013
18,92
2012
16,22
2011
10,81
2008
10,81
2007
2,70
2006
2,70
2004
2,70
2002
2,70
Fuente: Elaboración del Instituto de la Mujer a partir de datos del Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas.
Tabla 6. Mujeres (%) en ministerios durante el periodo 1995–2014
2014
2013
2012
2011
30,77 30,77 30,77 46,67
2009
2008
2007
2006
2004
50
50
43,75
50
50
2002
2001
2000
1999
18,75 18,75 18,75 14,29
1995
20
Fuente: Elaboración del Instituto de la Mujer a partir de datos del Ministerio de Hacienda y
Administraciones Públicas.
541
Inma Pastor, Paloma Pontón
3. Búsqueda de las causas de los cambios:
las políticas públicas de igualdad
Aunque las causas de los cambios sociales experimentados por las mujeres
en las últimas décadas sean múltiples y se interconecten, en este texto se
hará hincapié en una de ellas: el desarrollo de las políticas de igualdad.
Varios estudios destacan la capacidad transformadora de los organismos
de igualdad y sus políticas para el avance de las mujeres (Stetson y Mazur,
1995; Mazur, 2001; Lovenduski y otros, 2005; Stetson, 2001; Outshoorn,
2004; y Outshoorn y Kantola, 2007). Estos estudios coinciden en señalar
que las políticas de igualdad han sido, y son, instrumentos fundamentales
para el avance de la igualdad de género. En los siguientes subapartados se
desarrollará el marco conceptual de las políticas de igualdad y sus estrategias de intervención, y se llevará a cabo un breve repaso de las políticas de
igualdad en España.
3.1 Las políticas públicas de igualdad de género
Debe empezarse por clariicar el concepto de políticas públicas. En palabras de Judith Astelarra (2005) en su análisis sobre la obra de Virginia
Guzmán (2001), estas se deinen como «los procesos por los cuales son
elaborados e implementados programas de acción pública, es decir dispositivos político-administrativos coordinados en torno a objetivos explícitos». Esta deinición debe ampliarse, ya que como la misma Astelarra
(2005) airma, una política pública es mucho más que una colección de
acciones y decisiones, ya que en el trasfondo de toda política yace una
construcción conceptual determinada. En este sentido, es interesante el
trabajo de María Bustelo y Emanuela Lombardo (2007) sobre los marcos interpretativos (policy frames) de las políticas públicas de igualdad.
Es decir, ¿para los poderes públicos, cuál es el signiicado de igualdad de
género? En función de cómo se conceptualiza y de cómo se enmarca el
problema, los poderes públicos ponen en marcha unas u otras acciones,
cuyo objetivo es ofrecer soluciones. Distintos marcos interpretativos dan
lugar a distintos tipos de políticas públicas de igualdad. Así, el tipo de políticas de España, Hungría, Holanda o Suecia son diferentes.
Las políticas públicas de igualdad son, pues, un tipo especíico de políticas públicas. Según la deinición de Bustelo y Lombardo, estas se deinen como «el conjunto de las decisiones, objetivos y medidas adoptadas
por las instituciones en relación con el fomento de la igualdad entre mujeres y hombres y con la mejora de la situación socioeconómica, política y
542
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
cultural de la mujer» (2007: 11). El objetivo último de las políticas públicas
de igualdad es la eliminación de la discriminación. Otras autoras se reieren al objetivo de las políticas de igualdad como el logro de la «justicia de
género» (Fraser, 1997) o de la «equidad social» (Guzmán, 1997). En todo
caso, se coincide con Guzmán (2001) en que las políticas públicas son el
resultado de procesos sociales que se inician en distintos espacios de la sociedad. Por ello, en el caso de las políticas públicas de igualdad, los actores
sociales no gubernamentales, como el movimiento feminista, fueron tan
relevantes para crear el clima social adecuado a in de que la desigualdad
de género se convirtiera en un problema público merecedor de un tratamiento y una respuesta gubernamental.
3.2 Las estrategias de intervención
de las políticas públicas de igualdad de género
Las políticas públicas se organizan a partir de varios mecanismos de intervención. En el caso de las políticas de igualdad, está fuertemente consensuado que sus estrategias de intervención son tres: la igualdad de oportunidades, la acción positiva y la transversalidad (mainstreaming). Estas tres
maneras de abordar la desigualdad de género se corresponden con lo que
también se han llamado las fases de las políticas públicas de igualdad.
Así, en un primer momento, las políticas estaban orientadas a garantizar la igualdad de oportunidades para las mujeres, es decir, el mismo
acceso y ejercicio de derechos. En un segundo estadio, las políticas se dirigieron hacia la acción positiva1, es decir, la corrección de desigualdades
mediante la primacía, en igualdad de condiciones, de la mujer (sujeto de
desigualdad). En la tercera fase, se incorporó la transversalidad2, esto es, se
propuso incorporar la perspectiva de género a todas las políticas, a todos
los niveles y en todas las etapas de las políticas públicas. La etapa actual
1 La acción positiva subraya la erradicación de situaciones concretas de desigualdad en cualquier ámbito y favorece a las mujeres (o a otros colectivos) con el objetivo de promover su
pleno desarrollo social y personal (Silvestre, Elizondo y Novo, 2013).
2 Siguiendo a Silvestre, Elizondo y Novo (2013), puede apuntarse a que el mainstreaming
fue un concepto inicialmente propuesto por la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer de Naciones Unidas en 1987 y, posteriormente, fue asumido explícitamente
como una estrategia global dentro del marco del III Programa de Acción Comunitaria en
materia de Igualdad de Oportunidades (1991–1995). Sin embargo, suele considerarse que
el mainstreaming irrumpe de forma deinitiva en la agenda de la política internacional en
1995 mediante la Plataforma de Acción aprobada en la IV Conferencia Internacional sobre
Mujeres de Naciones Unidas de Pekín, en la que se pide explícitamente a los gobiernos que
incorporen la perspectiva de género en sus actuaciones.
543
Inma Pastor, Paloma Pontón
se caracteriza por articular las políticas de igualdad a partir de lo que se
ha convenido en denominar estrategia dual, es decir, una estrategia que
combina a su vez dos estrategias: la acción positiva y la transversalidad.
En la tabla siguiente, de manera sintética, pueden observarse las deiniciones y los ejemplos de las tres estrategias de intervención.
Tabla 7. Estrategias de intervención de las políticas públicas de igualdad
Estrategia
Igualdad de
oportunidades
Acción positiva
Descripción
Se fundamenta en el principio de
igualdad y se reiere a la necesidad
de corrección de las desigualdades
existentes entre hombres y mujeres
en nuestras sociedades. Constituye la
garantía de ausencia de cualquier barrera
discriminatoria de naturaleza sexista
en las vías de participación económica,
política y social de las mujeres.
El principal componente de la igualdad
de oportunidades es el legislativo. Así, el
primer objetivo en esta línea es revisar
los marcos legales y la legislación para,
a continuación, legislar directamente a
favor de la equidad.
La acción positiva es una ampliación de
la noción de igualdad de oportunidades
y la ausencia de discriminación. Se trata
de la aplicación de políticas, planes,
programas y acciones diseñados y
encaminados a combatir los efectos de la
discriminación hacia personas o grupos
desfavorecidos. Su inalidad es corregir
las consecuencias de la discriminación
habilitando a la persona o al colectivo
perjudicado para empoderarse, airmarse
y competir en igualdad con el colectivo
favorecido o alcanzar la equiparación de
inmediato. También se llaman acciones
airmativas. Las formas de intervención
de la acción positiva implican, en
igualdad de condiciones, primar a una
mujer, que es sujeto de desigualdad,
sobre un hombre.
544
Ejemplos
Leyes integrales o
especíicas para los
distintos problemas de la
discriminación: violencia
doméstica, leyes laborales,
conciliación, participación
política.
Sistema de cuotas en
el que se equilibra
numéricamente la
proporción de cada uno de
los géneros que participan
en ciertas actividades.
Líneas de crédito
especíicas para
empresarios que contraten
a mujeres.
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
Estrategia
Descripción
Transversalidad Las primeras deiniciones de esta
(mainstreaming) estrategia se hicieron en las Conferencias
Mundiales de Naciones Unidas, la tercera
en 1985 en Nairobi y la cuarta en 1990
en Pekín. La Unión Europea la incorporó
en su Tercer Programa de Acción
Comunitaria (1991-1995) y la consolidó
en su Cuarto Programa (1996-2000).
La deinición más completa y detallada
la proporciona el Grupo de Expertos del
Consejo de Europa: «El mainstreaming
de género es la organización (la
reorganización), la mejora, el desarrollo y
la evaluación de los procesos políticos, de
modo que una perspectiva de igualdad
de género se incorpore en todas las
políticas, a todos los niveles y en todas
las etapas, por los actores normalmente
involucrados en la adopción de medidas
políticas».
Sus objetivos principales son
integrar el principio de igualdad de
oportunidades en todas las políticas
y prácticas cotidianas públicas, evitar
los desequilibrios y desigualdades
existentes en la sociedad, acabar con las
discriminaciones no solo por sexo, sino
además por etnia, discapacidad; etc.
Ejemplos
Todas aquellas políticas
que incluyen un enfoque
integrado de género.
Es muy habitual en
políticas que se focalizan,
o bien en determinados
colectivos (población
inmigrada, gente mayor,
juventud, personas con
discapacidad, etc.), o
bien en determinadas
problemáticas (pobreza
o exclusión social, por
ejemplo). También
pueden centrarse en
otros ámbitos, como la
planiicación y gestión de
ámbitos sectoriales de las
políticas públicas locales
(consejos sectoriales,
planes educativos,
proyectos de promoción
turística, la Agenda 21,
planes de movilidad y/o
accesibilidad, gestión de
centros cívicos, etc.).
Fuente: Elaboración propia a partir de EQUAL (2007), Astelarra (2005: 73–88) y Brugué
(2008).
3.3 Los primeros pasos de las políticas públicas de igualdad en España
No es aleatorio el punto de partida del análisis que se ha propuesto en este
texto: el inicio de la transición democrática. Fue a partir de ese momento
cuando los poderes públicos empezaron a asumir la necesidad de impulsar políticas que garantizaran la igualdad entre hombres y mujeres, incorporando la igualdad de género en la agenda pública. Este es, quizá, uno de
los aspectos más interesantes de la transición: la legitimación del tema, es
545
Inma Pastor, Paloma Pontón
decir, el traslado al debate público sobre los orígenes de la discriminación
por razón de sexo y la creación de cierto consenso en cuanto a que la discriminación debe combatirse con el objetivo último de erradicarla. En este
nuevo contexto democrático se buscan nuevas formas de hacer política y
se reconoce en la igualdad de oportunidades uno de los pilares fundamentales para la construcción de la democracia.
Sin duda los inicios no fueron fáciles. La promulgación de la Constitución española (1978) supuso la airmación legal de la igualdad entre
mujeres y hombres y la no discriminación por razones de raza, sexo o religión. Sin embargo, la práctica evidenciaba que para que las mujeres pudieran experimentar la igualdad de oportunidades no era suiciente con las
leyes. Era preciso cambiar las actitudes y los comportamientos, las formas
de vida y la organización social y económica que generaban y mantenían
una situación discriminatoria. Además, cambiar la situación de las mujeres pasaba por la aceptación de la sociedad y de los poderes públicos de
que existía discriminación contra las mujeres y que era un deber público
eliminarla. No es difícil imaginar que en una sociedad democrática recién
estrenada esto fuera una tarea ardua. En esta tarea, el papel del movimiento feminista fue determinante para que la lucha contra la discriminación
se convirtiera en una reivindicación compartida por muchas mujeres, y
también por muchos hombres (Astelarra, 2005). Así, el movimiento feminista se coniguró como un importante motor del cambio social durante la
transición. Sin duda, sus reivindicaciones en contra de la discriminación
de las mujeres contribuyeron a la creación de instancias institucionales y a
la implementación de políticas de igualdad para terminar también con la
herencia franquista (Astelarra, 2005).
Uno de los hitos más destacados en este camino fue la creación del
Instituto de la Mujer en 1983, un organismo autónomo con rango de dirección general que dependió del Ministerio de Cultura, en un primer
momento, y del Ministerio de Asuntos Sociales, más tarde. Este primer
Instituto de la Mujer tuvo la responsabilidad de iniciar las primeras políticas de igualdad de oportunidades en España. Sin embargo, el trabajo del
Instituto en sus inicios se centró sobre todo en la realización de campañas
de información sobre los derechos de las mujeres. También sacó a la luz
el problema de los malos tratos y realizó estudios sobre la situación de las
mujeres en España, cuyos resultados fueron difundidos. Sin duda, la adhesión de España en la Comunidad Europea fue un factor determinante para
546
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
que las actividades y los planes del Instituto de la Mujer fueran asumidos
por los diferentes gobiernos españoles.
El nacimiento del Instituto de la Mujer supuso el comienzo de una
política institucional para la igualdad de oportunidades. Se habla de institucionalización de las políticas públicas de género para referirse al «proceso mediante el cual una nueva práctica se incorpora a las instrucciones
del Estado, se hace estable, se reitera en el tiempo» (Astelarra, 2005: 70).
La acción del Instituto se concretó en sucesivos planes para la igualdad
de oportunidades de las mujeres, que estaban encaminados a eliminar
las diferencias por razones de sexo y a luchar contra la discriminación
de las mujeres en la sociedad. La creación del Instituto también supuso
el nacimiento en España de lo que algunas autoras (Valiente, 2006) han
denominado el feminismo de Estado (state feminism), feminismo oicial o
feminismo institucional (MacKinnon, 1995 y MacBride, 2010).
En 1988 se aprobó el primer Plan de Igualdad de Oportunidades, en
un momento en el que no existía tradición alguna en la Administración de
llevar a cabo este tipo de iniciativas. Es por este motivo que los primeros
planes (1988-1990 y 1993-1995) no respondían a una necesidad instrumental, sino que más bien se dirigían a explicitar en qué consistían las
políticas públicas de igualdad de oportunidades y de acción positiva, es
decir, a «poner el tema en la agenda pública» (Astelarra, 2005). Sucesivamente, desde 1988 hasta nuestros días, se han ido aprobando más planes,
tal y como puede verse sintéticamente en la tabla que sigue:
547
Plan
I Plan para la Igualdad
de Oportunidades de las
Mujeres
1993-1995
II Plan para la Igualdad
de Oportunidades de las
Mujeres
1997-2000
III Plan para la Igualdad
de Oportunidades de las
Mujeres
2003-2006
IV Plan para la Igualdad
de Oportunidades de las
Mujeres
548
Año
1988-1990
Descripción
Suponía una estrategia política para mejorar la situación social de las mujeres a través de 120
medidas agrupadas en seis áreas: igualdad en el ordenamiento jurídico, familia y protección
social, educación y cultura, empleo y relaciones laborales, salud, cooperación internacional y
asociacionismo.
Se hizo siguiendo el modelo de los programas para la igualdad de oportunidades entre hombres
y mujeres de la Comunidad Europea.
Tuvo como inalidad básica la adopción de medidas para avanzar desde la igualdad formal
hacia la igualdad real, es decir, la promoción y el desarrollo de medidas de acción positiva,
principalmente, en los ámbitos de la educación, la formación y el empleo.
Las 172 actuaciones especíicas de este plan pueden considerarse medidas políticas puestas en
marcha con el in de conseguir los cambios estructurales que permitieran a las mujeres su libre
desarrollo y una participación activa en el mundo de la cultura, del trabajo y de la política.
Supuso la introducción del principio de igualdad en todas las políticas del Gobierno y la
promoción de la participación de las mujeres en todas las esferas de la vida social, con el
in de que se convirtieran en agentes copartícipes de la toma de decisiones, dado que sin su
participación, es imposible alcanzar los objetivos de igualdad y desarrollo.
Se asumieron los compromisos adquiridos de la Plataforma de Acción aprobada en la IV
Conferencia Mundial de las Mujeres de Pekín, así como las orientaciones del IV Programa de
Acción Comunitario.
Basado en las directrices marcadas por la Estrategia Marco Comunitaria sobre la Igualdad
entre Hombres y Mujeres (2001-2005), buscaba potenciar la transversalidad de género, aunque
promoviendo, en aquellas áreas donde fuera necesario, políticas especíicas de igualdad de
oportunidades, es decir, acciones positivas; por tanto, tenía un planteamiento dual. Asimismo, se
inspiró en el principio fundamental de cooperación entre todos los agentes sociales implicados.
Inma Pastor, Paloma Pontón
Tabla 8. La política institucional para la igualdad de oportunidades:
planes para la igualdad de oportunidades de las mujeres
Año
2007
549
2014-2016
Descripción
En el año 2007, se aprobó la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de
Mujeres y Hombres, lo que supuso un punto de inlexión en las políticas de igualdad en España.
Tiene los siguientes principios rectores: a) la redeinición de un modelo de ciudadanía, de forma
que se deja de entender a las mujeres como un colectivo y a lo masculino como referencia
universal y medida de la experiencia humana; b) el empoderamiento de las mujeres, entendido
en su doble vertiente de favorecer el acceso de las mujeres a aquellos puestos donde se toman
decisiones y
de revalorizar sus aportaciones; c) la transversalidad de género como
herramienta que implica la integración de la dimensión de género en toda la actuación de los
poderes públicos; d) el reconocimiento de la importancia de la innovación cientíica y tecnológica
como fuerza de cambio social y la necesidad de eliminar las barreras que, tradicionalmente, han
hecho que las mujeres queden excluidas de estos ámbitos.
Plan Estratégico de Igualdad Aprobado por el Consejo de Ministros del 7 de marzo 2014, tiene 224 actuaciones y 35 objetivos,
de Oportunidades entre
agrupados en siete ejes. A su vez, en él subyace una doble estrategia, a la hora de afrontar los
Mujeres y Hombres
retos para alcanzar la igualdad real: a) por una parte, la pervivencia de las políticas especíicas
de igualdad, concebidas como medidas correctoras para reducir desigualdades, y b) por otra, la
estrategia transversal, orientada a la introducción de cambios estructurales.
Fuente: Adaptación de datos del Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades.
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
2008-2011
Plan
Mandato de la Ley Orgánica
para la Igualdad Efectiva
entre Mujeres y Hombres:
los Planes Estratégicos de
Igualdad
Plan Estratégico de Igualdad
de Oportunidades entre
Mujeres y Hombres
Inma Pastor, Paloma Pontón
4. Transiciones pendientes o retos de futuro
Sin duda, los grados de igualdad y de desigualdad social han ido variando
a lo largo de las últimas décadas en España, muy especialmente durante
la Segunda República y durante la transición democrática. Sin embargo,
sigue siendo preciso trabajar para que se amplíe y se consolide la igualdad,
especialmente en estos tiempos, marcados por políticas neoliberales y por
los efectos de la crisis actual, que han desembocado en «un proceso de
involución de derechos sociales y políticos», en palabras de Julia Varela y
Ángel Juan Gordo (2013: 605–607). Se coincide con estos autores en que
la fuerza de la ideología neocon y de las políticas que atentan contra las
conquistas del Estado social están tomando fuerza en Europa y también
en España. Así, pueden observarse reformas laborales y políticas institucionales que «tácitamente reivindican la vuelta a la familia tradicional, lo
que signiicaría que la mujer debería dedicarse exclusivamente al cuidado
del hogar, mientras el varón, ensalzado a través de la igura del padre, encarnaría de nuevo la autoridad a la vez moral, económica y social» (Varela
y Gordo, 2013: 605–607).
Si bien se apuntaba al inicio de este texto que las políticas de igualdad
han sido, y son, instrumentos fundamentales para el avance de la igualdad de género, no debe dejarse de cuestionar si estas políticas pueden
también reproducir el statu quo o incluso diicultar el propio avance de la
igualdad. Algunas autoras se han mostrado especialmente prudentes con
el potencial transformador de las políticas de igualdad y han pedido que
se analicen más detenidamente estas políticas. Así, Bustelo y Lombardo
(2007: 12) se preguntan: «¿Qué hay debajo de la alfombra de las políticas
de igualdad?», y lanzan otras preguntas provocadoras sobre las que merece la pena detenerse: «¿Las políticas de conciliación de la vida familiar
y laboral tratan de transformar o bien de mantener, e incluso consolidar,
el papel tradicional de la mujer como cuidadora universal? ¿Las políticas
sobre violencia contra las mujeres tratan el problema como una cuestión
de género? ¿Las políticas de igualdad tratan e incluyen los derechos de las
mujeres lesbianas?». En deinitiva, es necesario mantenerse atento y ser
consciente de los límites y las debilidades de las políticas de igualdad.
Además, cabe apuntar algunos de los retos pendientes para desarrollar mejores políticas de igualdad. Se considera que algunos de estos retos
serían la puesta en marcha de estrategias para profundizar en la institucionalización de las políticas públicas de igualdad, como la evaluación previa
550
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
del impacto de género, los presupuestos de género y la metodología de
evaluación de las políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres.
Desarrollar en la práctica la transversalidad de género, de manera que
todas las políticas incorporen el principio de la igualdad, requiere de la
puesta en práctica de instrumentos y mecanismos organizativos diversos,
como los que se han citado antes. Son muchas las orientaciones dadas por
organismos e instituciones nacionales e internacionales para facilitar este
desarrollo y materializar el enfoque identiicado con el lema «Mainstreaming de género»; solo falta llevarlo a la práctica.
551
Inma Pastor, Paloma Pontón
Bibliografía
Astelarra, J.: Veinte años de políticas de igualdad, Madrid: Cátedra, 2005.
Balbo, L.: «La doppia presenza», Inchiesta, n.º 32, 1978, pp. 3–11.
Bustelo, M. y Lombardo, E.: «Los marcos interpretativos de las políticas
de igualdad en Europa: conciliación, violencia y desigualdad de género en la política», Revista Española de Ciencia Política, n.º 14, 2006,
pp. 117–140.
— (eds.): Políticas de igualdad en España y en Europa, Madrid: Cátedra,
2007.
Brugué, Q.: Transversalidad: del concepto a la práctica, de las ideas a
los resultados [en línea], 2008. <http://goo.gl/fQKwi>. [Consulta el
03/09/2015].
Carrasquer, P.: La doble presencia. El trabajo y empleo femenino en las
sociedades contemporáneas (tesis doctoral) [en línea], 2009. <http://
goo.gl/tuPFP8>. [Consulta el 08/08/2015].
Dema, S.: A la igualdad por la desigualdad: La acción positiva como estrategia para combatir la discriminación de las mujeres, Oviedo: KRK
Ediciones, 2000.
Duch, M.: «A empentes i rodolons. Els obstacles sexistes en l’accés de les
dones a la universitat espanyola», en I. Pastor (ed.): Cent anys de
dones a la universitat, Tarragona: Publicacions URV, 2011.
EQUAL: Glosario de términos relacionados con la transversalidad de género
[en línea], 2007. <https://goo.gl/4bqFbk>. [Consulta el 03/09/2015].
Fraser, N.: Justice interruptus: critical relections on the «post-socialist”
condition, Nueva York: Routledge, 1997.
Gala, C.: «Llei, dones i universitat: vells i nous reptes», en VV. AA.,
Doctes, doctores i catedràtiques, Barcelona: Departament d’Innovació,
Universitats i Empresa, 2010.
Ginorio, A. B.: Warming the climate for women in academic science,
Washington: AACU, 1995.
González, T.: «Mujeres, educación y democracia», Revista de Educación,
n.º 351, 2010, pp. 337–359.
González-González, J. M.: La situación de las mujeres ante los estudios
universitarios técnicos, Sevilla: Instituto Andaluz de la Mujer, 1999.
Guzmán, V.: Transición con feminismo. Memoria del Foro Internacional
sobre Ciudadanía, Género y Reforma del Estado, México: Grupo de
Educación Popular con Mujeres, AC, 1997.
552
Mujeres en transición: de las políticas para mujeres a las políticas de igualdad de género
—: La institucionalización de género en el Estado: nuevas perspectivas de
análisis, Chile: CEPAL, 2001.
Jordi, C.: «El futur del mercat de treball i la població activa femenina», en
C. Cuadrada (ed.): Dones, coneixement i societat, Tarragona: Fundació Josep Recasens, 2005.
Lovenduski, J. y otros (eds.): State feminism and political representation,
Cambridge: Cambridge University Press, 2005.
MacBride, D.: he politics of state feminism. Innovation in comparative
research, Filadelia: University Press, 2010.
MacKinnon, C. A.: Hacia una teoría feminista del Estado, Madrid: Cátedra, 1995.
Meil, G.: La postmodernización de la familia española, Madrid: Acento,
1999.
Outshoorn, J. (ed.): he politics of prostitution. Women’s movement,
democratic states and the globalisation of sex commerce, Cambridge:
Polity Press, 2004.
Outshoorn, J. y Kantola, J. (eds.): Changing state feminism, Palgrave:
MacMillan, 2007.
Ruiz de Azúa, E.: «Un primer balance de la educación en España en el
siglo xx», Cuadernos de Historia Contemporánea, n.º 22, 2000, pp.
159-182.
Sánchez de Madariaga, I. (coord.): Libro blanco. Situación de las mujeres en la ciencia española, Madrid: Ministerio de Ciencia e Innovación, 2011.
— (coord.): Cientíicas en cifras 2011, Madrid: Ministerio de Ciencia e Innovación, 2011.
Santesmases, M. J.: Mujeres cientíicas en España (1940–1970). Profesionalización y modernización social, Madrid: Instituto de la Mujer, 2000.
Seymour, E. y Hewitt, N. M.: Talking about leaving: Why undergraduates
leave the science, Boulder: Westview Press, 1997.
Silvestre, M.; Elizondo, A.; y Novo, A.: «Análisis y relexión en torno
al mainstreaming en las políticas de igualdad» (ponencia presentada
en el Congreso Español de Sociología), 2013.
Stetson, D.: Abortion politics, women’s movements and the democratic
State: a comparative study of state feminism, Oxford: Oxford University
Press, 2001.
Stetson, D. y Mazur, A. (eds.): Comparative state feminism, housand
Oaks: Sage, 1995.
553
Inma Pastor, Paloma Pontón
Valiente, C.: «El feminismo de Estado en España: el Instituto de la Mujer
(1983–2003)», Quaderns Feministes, n.º 6, 2006.
Varela, J. y Gordo, A. J.: «Introducción al monográico mujeres y cambio social», Papers Revista de Sociologia, n.º 98 (4), 2013, pp. 605–607.
554
LAS NACIONES UNIDAS Y LA JUSTICIA TRANSICIONAL:
EL RELATOR ESPECIAL SOBRE LA PROMOCIÓN DE LA VERDAD,
LA JUSTICIA, LA REPARACIÓN Y LAS GARANTÍAS
DE NO REPETICIÓN Y SU VISITA A ESPAÑA
Santiago J. Castellà Surribas
Universitat Rovira i Virgili1
santiagojose.castella@urv.cat
Resumen
El presente trabajo abarca la construcción de la justicia transicional en el seno de
las Naciones Unidas, desde la justicia penal internacional y los procesos de reconstrucción de la paz hasta la recuperación del estado de derecho. El caso de estudio
que se presenta son las conclusiones del relator especial respecto a la Guerra Civil
y al franquismo tras su visita a España.
Palabras clave
Justicia transicional, derecho penal internacional, Naciones Unidas, Guerra Civil,
franquismo
Abstract
his paper addresses the construction of transitional justice by the United Nations,
ranging from international criminal justice and reconstruction processes to the
restoration of the rule of law. he case study presented here shows the indings
of the UN’s Special Rapporteur on the Civil War and Francoism ater his visit to
Spain.
Keywords
Transitional Justice, International Criminal Law, United Nations, Civil War, the
Franco dictatorship.
1 Una primera versión de este trabajo fue presentada en el congreso Transiciones en el Mundo Contemporáneo, organizado por el Centro de Estudios en Conlictos Sociales (CECOS)
de la URV en mayo de 2014. El trabajo se enmarca en el proyecto de la Secretaría de Estado
de Investigación «Del desarrollo sostenible a la justicia ambiental: hacia una matriz conceptual para la gobernanza global» (DER2013-44009-P, 2014-2016), cuyo investigador principal
es Antonio Pigrau Solé.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 555–576.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Santiago J. Castellà Surribas
Presentación
Tras la Segunda Guerra Mundial y ante la evidencia de las masivas violaciones de los derechos humanos, ejempliicadas principalmente en el
genocidio del pueblo judío, la sociedad internacional tomó clara conciencia de dos cuestiones determinantes para entender el desarrollo del
derecho internacional contemporáneo. En primer lugar, la protección de
los derechos humanos, poco a poco, dejó de ser un asunto esencialmente
de la jurisdicción interna de los estados para iniciar una evolución
internacionalizadora que dio como fruto el nacimiento de un sistema
de protección internacional articulado en torno a las Naciones Unidas,
en convivencia con diferentes sistemas regionales. En segundo lugar, se
instauró un claro convencimiento de que los crímenes cometidos durante
la Segunda Guerra Mundial no podían quedar impunes y merecían un
castigo.
El 9 y el 10 de diciembre de 1948, respectivamente, escasos tres años
después de la creación de la Organización de las Naciones Unidas, fuimos
testigos de dos hitos normativos cruciales para las dos dinámicas señaladas:
si el 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas
reunida en París proclamaba la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, el día anterior se había aprobado, y con ello abierto a la irma,
ratiicación o adhesión de los estados, la Convención contra el Genocidio.
El texto de la Declaración sirve como piedra angular y cimiento de todo
el ediicio onusiano de protección de los derechos humanos, mientras que
el texto de la Convención contra el Genocidio contiene los fundamentos
del actual modelo de justicia penal internacional. Ambos procesos de
construcción política y normativa, la protección de los derechos humanos
y la justicia penal internacional, transcurren por vías paralelas, pero con
múltiples vasos comunicantes, relaciones mutuas e interacciones, y en
cierta manera se reencuentran, como veremos, en la reciente política de
las Naciones Unidas surgida en torno a la idea de la justicia transicional.
556
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
1. El concepto de justicia transicional
El concepto de justicia transicional se aleja progresivamente de la idea de
transiciones políticas para adentrarse en la idea de lucha contra la impunidad2 y de derecho a la justicia.3 Las transiciones políticas, en palabras de Elster, se referían a «los procesos de juicios, purgas y reparaciones
que tienen lugar luego de la transición de un régimen político a otro» y,
por lo tanto, «lo más difícil es deinir el rol de la ‘justicia’ en la justicia
transicional».4
La progresiva pluralidad de sus cimientos queda recogida en lo que
Christine Bell deine como “‘la nueva ley’ de la justicia transicional”,
resultado de la combinación de la práctica de los acuerdos de paz y los
desarrollos legales. Bell airma que esta nueva ley “se basa en la normativa
de derechos humanos, el derecho humanitario, el derecho penal
internacional y el derecho penal común, pero no se puede justiicar desde
el punto de vista de ninguno de estos sistemas por sí solo.”5
La clave de esta evolución hacia un concepto de derecho a la justicia
por encima de la idea de la justicia de los vencedores la encontramos en
trabajos que dan como resultado el conocido Conjunto de principios para
la protección y la promoción de los Derechos Humanos mediante la lucha
contra la impunidad, adoptado por la Comisión de Derechos Humanos en
la Resolución 2005/81 de abril de 2005.6
2 Bonet Pérez, Jordi: «La lucha contra la impunidad y sus implicaciones jurídicas internacionales para el ejercicio de la justicia transicional», en Bonet, J. y Alija, R. A.: Impunidad,
derechos humanos y justicia transicional, Universidad de Deusto, Instituto de Derechos Humanos, Bilbao, 2009, págs. 15-92.
3 Abellán Honrubia, Victoria: «La aportación de las Naciones Unidas a la internacionalización del derecho a la justicia», en Los Derechos Humanos en un mundo dividido, Universidad de Deusto, Bilbao, 1999, págs. 209-226.
4 Elster, Jon: Rendición de cuentas: la justicia transicional en perspectiva histórica, Katz Editores, Buenos Aires, 2006, págs. 15 y 99, respectivamente.
5 Bell, Christine: «La “nova llei” de la justicia transicional», en Olivan, H.; Prandi, M. y
Cañadas, M. (eds.): Drets humans i justícia transicional: gestionant el passat, Generalitat de
Catalunya – Oicina de Promoció de la Pau i dels Drets Humans, y Escola Cultura de Pau,
Barcelona, 2009, pág. 30.
6 Una primera versión de estos principios la encontramos ya en el informe inal elaborado
y revisado por M. Joinet: La cuestión de la impunidad de los autores de violaciones de los
derechos humanos (civiles y políticos), en ONU, Doc. E/CN. 4/Sub. 2/1997/20/Rev.1, informe
realizado en aplicación de la decisión 1996/119 de la antigua Subcomisión de Prevención
557
Santiago J. Castellà Surribas
En esta resolución, la Comisión invita a los estados, a las organizaciones
intergubernamentales y a las organizaciones no gubernamentales «a que
tengan en cuenta las recomendaciones y las mejores prácticas identiicadas
en el estudio, así como los Principios actualizados, según proceda, al
elaborar y aplicar medidas efectivas de lucha contra la impunidad,
incluidos los esfuerzos por reforzar la capacidad nacional, por ejemplo,
reformas legislativas e institucionales, y al preparar mecanismos judiciales
y comisiones de la verdad y la reconciliación y otras comisiones de
investigación, y a señalarlos a la atención de todas las instituciones y el
personal pertinentes».7
Paralelamente, los mismos órganos de las Naciones Unidas
trabajaban, de la mano del relator especial heo van Boven, en un
estudio relativo al derecho de restitución, indemnización y rehabilitación
de las víctimas de violaciones lagrantes de los derechos humanos y las
libertades fundamentales,8 que concluyó en un Proyecto de principios
y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones de las
normas internacionales de derechos humanos y del derecho internacional
humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones.9 El experto
independiente Cherif Bassiouni fue quien recibió el mandato de reformular
estos principios en consultas con los estados y otros actores, para elevarlos
a su adopción por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Bassiouni
presentó su informe inal a la antigua Comisión de Derechos Humanos el
18 de enero de 2000,10 y los principios fueron adoptados deinitivamente
por la Asamblea General el 24 de octubre de 2005.11
de las Discriminaciones y Protección a las Minorías, «La administración de la justicia y los
derechos humanos de los detenidos», de 2 octubre de 1997.
7 ONU, Doc. E/CN.4/2005/102, informe de Diane Orentlicher, experta independiente encargada de actualizar el conjunto de principios para la lucha contra la impunidad, de 18 de
febrero de 2005.
8 ONU, Doc. E/CN.4/Sub.2/1993/8, de conformidad con su Resolución 1989/13, de la entonces Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías.
9 ONU, Doc. E/CN.4/1997/104, anexo
10 ONU, Doc. E/CN.4/2000/62, Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas
de violaciones de las normas internacionales de derechos humanos y del derecho internacional
humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones.
11 AGNU, Resol A/RES/60/147, Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas
de violaciones de las normas internacionales de derechos humanos y del derecho internacional
humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones contenidos en el documento, de 24
de octubre de 2005, ONU, Doc. E/CN.4/2005/59.
558
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
Ambas líneas de trabajo,12 la basada en la lucha contra la impunidad
y la de reparación a las víctimas, se encuentran inalmente reunidas y
extendidas en su más amplia concepción en la creación, por el Consejo de
Derechos Humanos en septiembre de 2011, de la igura del relator especial
sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías
de no repetición.13
Al tiempo, un concepto reduccionista basado en el proceso judicial a
los culpables se vio claramente superado por esta concepción más amplia,
reconciliadora y socialmente cohesionadora de las cicatrices históricas,
resultado del nuevo enfoque global.
Ese enfoque global o multidimensional se fundamenta en los cuatro
elementos que coniguran el mandato del relator especial: la verdad, la
justicia, la reparación y las garantías de no repetición. Estos elementos
están orientados, como se señala en la Resolución que renueva por tres
años más su mandato, a «garantizar la rendición de cuentas, hacer justicia,
brindar remedios para víctimas, promover la curación y la reconciliación,
establecer una supervisión independiente del sistema de seguridad,
restaurar la conianza en las instituciones del Estado y promover el estado
de derecho de conformidad con el derecho internacional de los derechos
humanos».14
Ni en el mandato del relator ni en sus documentos de trabajo
encontramos una noción delimitada y precisa de justicia transicional, pero
la descripción de su ámbito de actuación y de sus inalidades nos permite
entender sus complejos y multidimensionales contornos. Una deinición
ad hoc empleada por el secretario general de las Naciones Unidas se
12 Para ser exhaustivos, habría que señalar también las resoluciones de la Comisión de Derechos Humanos 2005/70, de 20 de abril de 2005, sobre los derechos humanos y la justicia
de transición; 2005/81, de 21 de abril de 2005, sobre la impunidad, y 2005/66, de 20 de abril
de 2005, sobre el derecho a la verdad; así como las resoluciones del Consejo de Derechos
Humanos 12/11, de 1 de octubre de 2009, sobre los derechos humanos y la justicia de transición; 9/11, de 18 de septiembre de 2008, y 12/12, de 1 de octubre de 2009, sobre el derecho
a la verdad; y 10/26, de 27 de marzo de 2009, y 15/5, de 29 de septiembre de 2010, sobre
la genética forense y los derechos humanos, y las decisiones del Consejo 2/105, de 27 de
noviembre de 2006, sobre el derecho a la verdad, y 4/102, de 23 de marzo de 2007, sobre la
justicia de transición.
13 Consejo de Derechos Humanos, Resol. 18/7, Relator especial sobre la promoción de la
verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, de 29 de septiembre de 2011.
14 Consejo de Derechos Humanos, Resol. 27/3, Relator Especial sobre la promoción de la
verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, vid. Doc. ONU, A/HRC/
RES27/3, de 3 de octubre de 2014.
559
Santiago J. Castellà Surribas
reiere a la justicia en transición como «toda la variedad de procesos y
mecanismos asociados con los intentos de una sociedad por resolver los
problemas derivados de un pasado de abusos a gran escala, a in de que
los responsables rindan cuentas de sus actos, servir a la justicia y lograr la
reconciliación».15
Algunos autores, como Rosa Ana Alija, señalan la existencia de algunos «componentes esenciales» en el concepto de justicia transicional,
como serían el cambio o transición política tras un periodo de violaciones
graves de los derechos humanos, la articulación de diversidad de procesos
y mecanismos para la obtención de justicia, y su orientación a obtener
una multiplicidad de objetivos relacionados con la acción en favor de las
víctimas, la persecución y castigo a los culpables y la reconciliación entre
actores enfrentados.16
2. Antecedentes históricos de justicia transicional
Como hemos señalado, las masivas violaciones de los derechos humanos
vividas durante la Segunda Guerra Mundial suelen ser consideradas el origen de la moderna concepción de la justicia transicional. Sin embargo, Jon
Elster se remonta a muy lejanos antecedentes para construir el hilo argumental de su Rendición de cuentas y airma que esta es tan antigua como
la democracia. Elster sitúa su punto de partida en el derrocamiento de la
democracia ateniense (acontecido en los años 411 y 403 a. C.) y en sus
procesos de restauración acompañados de «medidas retributivas contra
los oligarcas».17 Seguidamente se detiene en los procesos de restauración
de la monarquía acaecidos en Francia en 1814 y, tras el Gobierno de los
Cien Días, en 1815, después de las derrotas de Napoleón.18 Finalmente,
en un capítulo cajón de sastre de la contemporaneidad titulado «El
universo del caos» analiza hasta una treintena de procesos transicionales
(tras las derrotas de Alemania, Italia y Japón en la Segunda Guerra
Mundial, la llegada de la democracia a Grecia, Portugal y España en la
15 ONU, Doc. S/2004/616, informe del secretario general El Estado de derecho y la justicia de
transición en las sociedades que sufren o han sufrido conlictos, pág. 6.
16 Alija Fernández, Rosa Ana: «La multidimensionalidad de la justicia transicional: un
balance de los límites jurídicos internacionales y los límites de lo jurídico», en Bonet, J. y
Alija, R. A.: op. cit., pág. 97.
17 Elster; J.: op. cit., págs. 17 y ss.
18 Elster; J.: op. cit., págs. 41 y ss.
560
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
década de los setenta; las nuevas democracias de América Latina tras las
dictaduras militares; la Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín;
las transiciones africanas de Rhodesia y Sudáfrica) y los clasiica según el
carácter exógeno o endógeno del régimen derrotado, y el carácter exógeno
o endógeno del proceso de justicia transicional.19
Si bien tras la Primera Guerra Mundial ya hubo un intenso debate y un
serio intento de enjuiciar a los autores, y la Sociedad de Naciones dedicó
esfuerzos a avanzar hacia un marco de justicia penal internacional,20 el
punto catalizador de este proceso lo encontramos con posterioridad a la
Segunda Guerra Mundial, en la conocida Carta de Londres o Estatuto
del Tribunal Militar Internacional, irmada el 8 de agosto de 1945 por
las potencias aliadas vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (URSS,
EE.UU., Francia y Reino Unido) y en la que se establecen los principios
y procedimientos por los que se regiría el Tribunal en los Juicios de
Nuremberg,21 otorgándole competencias en crímenes de guerra, contra
la humanidad y contra la paz.22 El tribunal se enfrentó al argumento de
la inexistencia de lex previa en los crímenes contra la humanidad, por
lo que decidió castigarlos en conexión con los crímenes contra la paz y
las violaciones del derecho internacional humanitario, dedicando en su
sentencia un relativo escaso espacio al genocidio sufrido por el pueblo
judío. En cualquier caso, la fundamentación de la competencia material
del Tribunal y los esfuerzos por explicar la tipiicación de los delitos
sirvieron para posteriores trabajos en el marco de las Naciones Unidas.
En efecto, ya en la primera reunión de la Asamblea General de las
Naciones Unidas se adoptó una resolución titulada Conirmación de los
Principios de Derecho internacional reconocidos por el Estatuto del Tribu19 Elster; J.: op. cit., págs. 61 y ss.
20 Sobre este particular puede verse Pigrau SolÉ, Antoni: «Elementos de Derecho Penal
internacional», Cursos de Derecho Internacional de Vitoria - Gasteiz, 1997, págs. 7 y 8., en
<http://www.ehu.eus/cursosderechointernacionalvitoria/ponencias/pdf/1997/1997_4.pdf>.
21 El resultado de la actividad del TPI fue de 3 sentencias absolutorias, 12 sentencias a pena
de muerte en la horca, 3 sentencias a cadena perpetua, 2 condenas a 20 años, 1 a 15 años,
1 a 12 años, 1 a 10 años; otro no alcanzó a ser condenado porque se suicidó (Ley, Robert).
Se declaró como criminales al mando político del Partido Nacionalsocialista Alemán de los
Trabajadores (NSDAP), así como a la SS, la Gestapo y el Servicio Secreto de Seguridad. Las
sentencias se pueden consultar en el siguiente enlace: <http://avalon. law.yale.edu/imt/judsent.asp>.
22 Véase Bassiouni, C.: «An appraisal of the growth and developing trends of international
criminal law», RIDP, 1974, núm. 3-4, págs. 405-433.
561
Santiago J. Castellà Surribas
nal Militar Internacional de Nuremberg y por el fallo de este Tribunal23 y,
posteriormente, durante el segundo periodo de sesiones de la Asamblea
General, se adoptó la Resolución 177 (II), que proponía a la Comisión de
Derecho Internacional (CDI) la formulación de los principios de Nuremberg y la preparación de un proyecto de delitos contra la paz y la seguridad
de la humanidad.24
La justicia penal internacional siguió su propia dinámica; en este sentido, los conlictos de la disolución de Yugoslavia y de los Grandes Lagos supusieron dos hitos determinantes para la reacción de sendos tribunales penales internacionales ad hoc. Fue en 1993 cuando el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas, en una actuación atípica, decidió crear el Tribunal
Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY). Un año después,
en 1994, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas creó el Tribunal
Penal Internacional para Ruanda (TPIR), «con el propósito exclusivo de
enjuiciar de genocidio y otras graves violaciones de Derecho internacional
Humanitario, cometidas en el territorio de Rwanda y a ciudadanos de
Rwanda responsables de genocidio y otras violaciones de esa naturaleza
cometidas en el territorio de estados vecinos, entre el 1 de enero de 1994
y el 31 de diciembre de 1994.»25 No obstante, la idea de justicia penal
internacional se consolidó deinitivamente con la creación de la Corte
Penal Internacional en la Conferencia Diplomática de plenipotenciarios
de las Naciones Unidas sobre el establecimiento de una Corte Penal
Internacional, celebrada en Roma,26 en cuyo preámbulo se airma que «los
crímenes más graves de trascendencia para la comunidad internacional en
su conjunto no deben quedar sin castigo y que, a tal in, hay que adoptar
medidas en el plano nacional e intensiicar la cooperación internacional
para asegurar que sean efectivamente sometidos a la acción de la justicia»
23 Agnu, Resol. 95 (I), de 11 de diciembre de 1946.
24 AGNU, Resolución 177 (II) e informe de la CDI a la GNU sobre los trabajos desarrollados
en su segunda sesión del 5 de junio al 29 de julio de 1950, ONU, Doc. A/1316, en Yearbook
of International Law Comission, 1950, vol. II, pág. 374.
25 C. S., Resol. 955, de 8 de noviembre de 1994. Véase Pigrau I Solé, A.: «El tribunal internacional para Rwanda», Tiempo de Paz, n.º 37-38, 1995, págs. 140-151.
26 Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. El texto del Estatuto de Roma se distribuyó como documento A/CONF.183/9, de 17 de julio de 1998, enmendado por los procès
verbaux de 10 de noviembre de 1998, 12 de julio de 1999, 30 de noviembre de 1999, 8 de
mayo de 2000, 17 de enero de 2001 y 16 de enero de 2002. El Estatuto entró en vigor el 1 de
julio de 2002.
562
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
y se maniiesta su decisión de «poner in a la impunidad de los autores de
esos crímenes y a contribuir así a la prevención de nuevos crímenes». La
Corte extiende su competencia ratione materiae, de acuerdo con su art.
5, a los crímenes de genocidio (art. 6), crímenes de lesa humanidad (art.
7), crímenes de guerra (art. 8) y crímenes de agresión (art. 8 bis, según
Resolución 6 del 11 de junio de 2010 de la Asamblea de Estados Parte del
Estatuto de Roma). Su nacimiento no ha estado privado de tensiones y de
la ausencia de consensos universales.27
Paralelamente, en diferentes procesos transicionales se dan mecanismos y procedimientos que marcan la tendencia hacia un tratamiento
unitario y multidimensional por parte de las Naciones Unidas. Ruti Teitel
habla de tres grandes fases históricas:28 una primera vinculada al proceso
de Nuremberg, una segunda centrada en lo que se ha denominado la «tercera ola» de transiciones en América Latina y Europa del Este, y un tercer
momento en el siglo xxi, con los nuevos conlictos vinculados a estados
fallidos y a la globalización. A nosotros, vista la vía de la justicia penal,
nos interesa ahora ijarnos en los diferentes procesos transicionales que
han operado con mecanismos distintos de los propios de la justicia penal
internacional, principalmente en América Latina.29
En Guatemala se creó la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Guatemala (CEH), destinada a «Esclarecer con toda objetividad
e imparcialidad las violaciones a los derechos humanos y los hechos
de violencia que han causado sufrimiento a la población guatemalteca,
27 El Estatuto de la Corte no fue irmado ni ha sido todavía ratiicado, entre otros países,
por Estados Unidos, Rusia, China, India, Israel, Cuba e Irak. Por ejemplo, el Congreso de los
Estados Unidos aprobó la American Servicemembers Protection Act (Ley de Protección del
Personal de Servicio Estadounidense), de 2 de agosto de 2002, con el objetivo de impedir a
toda la administración americana cualquier acto de asistencia a la Corte.
28 Teitel, Ruti G. «Transitional Justice Genealogy», Harvard Human Rights Journal, vol. 16,
Spring 2003, Cambridge, MA, pp. 69-94. La versión en español se encuentra en <http://www.
cdh.uchile.cl/media/publicaciones/pdf/18/59.pdf>.
29 Con carácter general puede verse el estudio «Origen y fundamentos de la justicia transicional», coordinado por Beatriz Cuervo en el marco del proyecto «Criterios de aplicación
de Derecho Penal Internacional y Derecho Penal Colombiano en los procesos de la Ley de
Justicia y Paz», con el apoyo del semillero de investigación Atenea, adscrito al Grupo de
Investigación Libertad y Garantismo de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Colombia y publicado en la Revista Vínculos, vol. 11, número 1, y en <http://
comunidad.udistrital.edu.co/revistavinculos/iles/2015/02/Origen-y-fundamentos-de-lajusticia-transicional.pdf>. Ver también el trabajo de Esteban Cuya «Las Comisiones de la
Verdad en América Latina» en <http://www.derechos.org/koaga/iii/1/cuya.html#bol>.
563
Santiago J. Castellà Surribas
vinculados con el enfrentamiento armado».30 En El Salvador, Gobierno
y FMLN irmaron el Acuerdo sobre Derechos Humanos en 1990, y el
Acuerdo de México en 1991, que estableció la Comisión de la Verdad.31
En Perú, la Comisión de la Verdad y Reconciliación presentó su informe inal en agosto de 2003.32 En Chile, la Comisión Nacional de Verdad
y Reconciliación, que trabajó entre 1990 y 1991, dio como resultado el
Informe Rettig,33 nombre del jurista que la presidía. En Argentina, la Comisión Nacional para la Investigación sobre la Desaparición de Personas
(CONADEP) investigó las violaciones de los derechos humanos ocurridas
entre 1976 y 1983, durante el período de las dictaduras militares, y presentó de la mano de Ernesto Sábato el informe titulado Nunca Más.34 En
Brasil, la investigación para conocer lo ocurrido en las dictaduras de 1964
a 1979 fue coordinada en secreto por la Iglesia Católica (Archidiócesis
de Sao Paulo) y dio como resultado el documento Brasil Nunca Mais.35
Otro tanto ocurrió en Paraguay, con la creación en 1976 del Comité de
Iglesias para Ayudas de Emergencia (CIPAE), que elaboró un extenso
informe publicado con el título Paraguay Nunca Más.36 Por último, en
Bolivia, inicialmente el llamado Comité impulsor del Juicio contra García
Meza y, posteriormente, la Comisión Nacional de Desaparecidos y la
Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDHB) hicieron público
el documento No me borren de la historia, que contiene datos obtenidos
entre 1964 y 1982.37
Los resultados de todos estos procedimientos distan todavía
mucho del ideal de justicia transicional sobre el que trabaja Naciones
30 Acuerdo de Oslo de 23 de junio de 1994, entre el Gobierno de Guatemala y la Unidad
Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG). Vid. Memoria del Silencio, informe de la
Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Disponible en <http://shr.aaas.org/guatemala/
ceh/mds/spanish/>.
31 Informe de la Comisión, De la locura a la esperanza. Disponible en <http://www. uca.
edu.sv/publica/idhuca/cv.pdf>, <www.usip.org/library/tc/doc/charters/tc_elsalvador.html>.
32 El informe inal puede verse en <http://www.cverdad.org.pe/iinal/index.php>.
33 El informe puede verse en <http://www.ddhh.gov.cl/ddhh_rettig.html>.
34 El informe puede verse en <http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/ investig/articulo/nuncamas/nmas0001.htm>.
35 El informe y demás documentación puede verse en <http://bnmdigital.mpf.mp.br/#!/>.
36 El informe puede verse en <http://www.cipae.org.py/V2/informe-inal-anive-agua-oiko/>.
37 El informe puede verse en <https://www.amnesty.org/es/documents/AMR18/002/2014/
es/>.
564
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
Unidas de la mano del relator especial. Como señala Teitel, «Lo que era
históricamente visto como un fenómeno legal asociado a condiciones
post-conlicto extraordinarias, ahora parece ser cada vez más un relejo
de tiempos normales. La guerra en tiempos de paz, la fragmentación
política, Estados débiles, guerras pequeñas y el conlicto permanente,
todas son características condiciones políticas contemporáneas. Estos
acontecimientos contemporáneos han estimulado el intento de lograr una
normalización de la justicia transicional, conduciendo en última instancia
a consecuencias ambivalentes».38
3. El mandato del relator especial sobre la promoción de la verdad,
la justicia, la reparación y las garantías de no repetición
Por medio de la Resolución del Consejo de Derechos Humanos 18/7, de
13 de octubre de 2011, se establece el mandato para un nuevo relator especial, que se dedicará a la cuestión de la promoción de la verdad, la justicia,
la reparación y las garantías de no repetición. En su mandato no hay una
deinición estricta de su ámbito material, sino una enumeración de sus
capacidades de actuación, a modo de marco competencial formal. Estas
capacidades de obrar se concretan en:
a) Contribuir, cuando se le solicite, a la prestación de asistencia técnica o de
servicios de asesoramiento sobre las cuestiones inherentes al mandato;
b) Reunir la información pertinente sobre las situaciones nacionales, en particular sobre marcos normativos, prácticas y experiencias nacionales, tales
como las comisiones de verdad y reconciliación y otros mecanismos, en relación con la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de
no repetición para hacer frente a las violaciones maniiestas de los derechos
humanos y a las violaciones graves del derecho internacional humanitario,
estudiar las tendencias, las novedades y los problemas y formular recomendaciones al respecto;
c) Identiicar, intercambiar y promover las buenas prácticas y las enseñanzas
obtenidas, así como identiicar posibles elementos adicionales con miras a recomendar medios de mejorar y reforzar la promoción de la verdad, la justicia,
la reparación y las garantías de no repetición;
d) Establecer un diálogo regular y cooperar con, entre otras entidades, los
gobiernos, las organizaciones internacionales y regionales, las instituciones
38 Teitel, Ruti G.«Transitional Justice Genealogy». Op. cit , pág 90.
565
Santiago J. Castellà Surribas
nacionales de derechos humanos y las organizaciones no gubernamentales,
así como los órganos y mecanismos pertinentes de las Naciones Unidas;
e) Formular recomendaciones sobre, entre otras cosas, medidas judiciales y
no judiciales al elaborar y aplicar estrategias, políticas y medidas para hacer
frente a las violaciones maniiestas de los derechos humanos y a las violaciones graves del derecho internacional humanitario;
f) Emprender, en colaboración con, entre otras entidades, los Estados, los órganos y mecanismos pertinentes de las Naciones Unidas, las organizaciones
internacionales y regionales, las instituciones nacionales de derechos humanos y las organizaciones no gubernamentales, y relejando su opinión, un estudio sobre los medios de abordar las cuestiones inherentes al mandato;
g) Hacer visitas a los países y responder con prontitud a las invitaciones de
los Estados;
h) Participar en las conferencias y actividades internacionales pertinentes y
contribuir a ellas, a in de promover un enfoque sistemático y coherente de las
cuestiones inherentes al mandato;
i) Hacer que se cobre mayor conciencia del valor de un enfoque sistemático
y coherente para hacer frente a las violaciones maniiestas de los derechos
humanos y a las violaciones graves del derecho internacional humanitario, y
formular recomendaciones al respecto;
j) Integrar una perspectiva de género en todas las actividades del mandato;
k) Integrar una perspectiva centrada en las víctimas en todas las actividades
del mandato;
l) Trabajar en estrecha coordinación, evitando las duplicaciones innecesarias,
con la Oicina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con las organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, con otros actores pertinentes.”
El 1 de mayo de 2012 inicio su actividad como relator especial el colombiano Pablo de Greif, que vio prorrogado su mandato en 2014, por
medio de la Resolución del Consejo de Derechos Humanos 27/3, por un
período adicional de tres años. Durante trece años, hasta su nombramiento, había sido el director del departamento de investigación de una importante ONG especializada en estos temas: el Centro Internacional para la
Justicia Transicional (ICTJ).
566
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
Para entender su mandato, hay que acudir al que fue su primer informe a la Asamblea General,39 centrado en la idea de que «la justicia de transición puede contribuir a fortalecer el estado de derecho». La idea de «estado de derecho» asumida por la práctica de las Naciones Unidas puede
concretarse en la expresada por el secretario general de la ONU en el ya
citado informe presentado al Consejo de Seguridad sobre el estado de
derecho y la justicia de transición,40 tras analizar las repetidas peticiones
de restablecimiento del estado de derecho en situaciones de peligro o
ruptura de la paz y la seguridad internacionales.41
Así, el relator, guiado por esta idea fuerza, propone un conjunto de
acciones posibles en cada uno de los cuatro pilares coniguradores de
su mandato. Con relación a los mecanismos de búsqueda de la verdad,
propone: a) dejar al descubierto a los funcionarios comprometidos y
destituirlos; b) promover el acceso a la justicia; c) establecer las bases para
la aplicación de otras medidas del estado de derecho; d) dar visibilidad a
las víctimas y facilitar su participación; e) canalizar los debates acerca de
la comprensión apropiada del estado de derecho.
En relación con el mandato relativo a la investigación de antecedentes
y otras medidas de reforma institucional destinadas a garantizar la no
repetición, el relator especial expresa que «De todas las medidas de justicia
de transición, la investigación de antecedentes es la que más se ha prestado
a la manipulación política» y, por lo tanto, precisa que «es especialmente
importante diseñar y aplicar los programas de investigación de
39 ONU, Doc. A/67/368, Promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de
no repetición, de 13 de septiembre de 2012.
40 «Un principio de gobierno según el cual todas las personas, instituciones y entidades,
públicas y privadas, incluido el propio Estado, están sometidas a unas leyes que se promulgan
públicamente, se hacen cumplir por igual y se aplican con independencia, además de ser
compatibles con las normas y los principios internacionales de derechos humanos. Asimismo, exige que se adopten medidas para garantizar el respeto de los principios de primacía de
la ley, igualdad ante la ley, rendición de cuentas ante la ley, equidad en la aplicación de la ley,
separación de poderes, participación en la adopción de decisiones, legalidad, no arbitrariedad, y transparencia procesal y legal.» ONU, Doc. S/2004/616, párr. 6.
41 «[…] el Consejo de Seguridad ha pedido que se restablezca y mantenga el estado de derecho y ha establecido mandatos para operaciones de mantenimiento de la paz con componentes de estado de derecho que incluyen la aplicación de medidas de justicia de transición en el
Afganistán (resoluciones 1401 (2002) y 2041 (2012)), Côte d’Ivoire (resoluciones 1528 (2004)
y 2062 (2012)), Guatemala (resolución 1094 (1997)), el Iraq (resoluciones 1500 (2003) y 2061
(2012)), Liberia (resoluciones 1509 (2003) y 2008 (2011)) y la República Democrática del
Congo (resoluciones 1291 (2000) y 2053 (2012)) entre otros». ONU, Doc. A/67/368, párr. 20.
567
Santiago J. Castellà Surribas
antecedentes escrupulosamente, respetando criterios procesales estrictos,
en consulta con la sociedad civil y con la mayor transparencia posible,
al tiempo que se garantiza la conidencialidad a la que tienen derecho
tanto los que son investigados como las posibles víctimas», y analiza los
contextos en que debe darse la remoción de personal y su sustitución por
nuevo personal.
Sobre el tercer pilar de su mandato, centrado en las reparaciones,
propone la formulación de programas administrativos de carácter no
judicial destinados a reconocer diversas prestaciones —«materiales y
simbólicas, individuales y colectivas»— a las víctimas.
Finalmente, sobre el último pilar, la justicia, analiza las diicultades
especíicas que suelen existir para el enjuiciamiento de los autores
airmando con contundencia que «Huelga justiicar la contribución que
para el estado de derecho supone la justicia penal por violaciones graves
de los derechos humanos e infracciones graves del derecho internacional
humanitario».
En cualquier caso, incide principalmente en entender como partes de
un todo los cuatro elementos coniguradores de su mandato —verdad,
justicia, reparación y garantías de no repetición— y no como una simple
«colección aleatoria de iniciativas». El papel unitario en el retorno a la
conianza en el estado de derecho y la reorganización de la sociedad
civil en torno a él implica, como exigencia ineludible, la necesidad de
que las medidas de justicia de transición que se adopten se ajusten
escrupulosamente al estado de derecho.
Se suele citar la Sentencia de 29 de julio de 1988, de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, en el caso del estudiante Velásquez
Rodríguez contra Honduras, como el texto de referencia para explicitar
las obligaciones que competen a los estados en materia de derechos
humanos:42
a) el deber de reprimir y perseguir las violaciones de derechos humanos;
b) el deber de investigar e informar sobre las violaciones de derechos humanos;
c) el deber de reparar los daños causados;
d) y el deber de prevenir o la garantía de no repetición.
42 Siguiendo la síntesis de Rosa Ana Alija en la monografía ya citada: Alija Fernández, R.
A.: «La multidimensionalidad de…», op. cit., pág. 109.
568
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
4. El informe de su visita a España
Entre el 21 de enero y el 3 de febrero de 2014 el relator especial Pablo de
Greif realizó una visita oicial a España con el in de valorar las medidas
de justicia transicional en torno a los cuatro ejes de su mandato —verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición— que tuvieran que
ver con las violaciones graves y masivas de los derechos humanos y del
derecho internacional humanitario ocurridas tanto durante la Guerra Civil (1936-1939) como durante la larga dictadura franquista (1939-1976).
Durante su visita se reunió con responsables gubernamentales tanto del
Estado como de diferentes comunidades autónomas, con instituciones
públicas que trabajan en temas relacionados con la memoria histórica y
con expertos universitarios, representantes de la sociedad civil, asociaciones, víctimas y familiares.
El relator constata lo profundamente politizado que se halla el debate,
dominado por una visión de simetría de hechos violentos entre dos bandos opuestos que «parten de una posición deliberadamente difundida por
el franquismo que durante décadas impidió una confrontación abierta y
directa con el pasado», lo que, a su juicio, además de politizar el debate,
«ha contribuido a la asimilación de las reivindicaciones de las víctimas
con ailiaciones políticas y partidarias, en detrimento de una consideración de derechos.»43
En relación con las garantías de no repetición,44 el relator analiza en
primer lugar la consolidación democrática y la reforma de las Fuerzas Armadas. Señala que la democracia no presenta ningún riesgo de quiebra
institucional proveniente de las Fuerzas Armadas, que han sido sometidas
con éxito al imperio de la Constitución. El proceso de transformación, que
duró más de una década y que no estuvo exento de problemas, encontró su
principal fractura en el intento de golpe militar del 23 de febrero de 1981.
No obstante, el relator considera que el amplio apoyo social a la transición
democrática y el consenso social existente hicieron posibles las graduales reformas estructurales de las Fuerzas Armadas, circunstancia a la que
contribuyó el ingreso de España en la OTAN y en la Comunidad Europea.
43 ONU, Doc. A/HRC/27/56/Add.1, Informe del Relator especial sobre la promoción de la
verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, Pablo de Greif. Misión a
España, de 22 de julio de 2014, párr. 9.
44 Ibídem, párrafos 11 a 42.
569
Santiago J. Castellà Surribas
La creación de un Ministerio de Defensa con una composición progresiva de civiles, la transformación de órganos colegiados militares en
órganos consultivos, el control civil de los servicios de inteligencia, la
profesionalización de los cuadros y la disminución de la presencia militar
en sectores civiles fueron medidas que ayudaron a lograr ese objetivo, así
como a distinguir entre las funciones de seguridad y las de defensa. Hay
que destacar, por otra parte, que no hubo depuraciones en las Fuerzas
Armadas, aunque sí se promovió una renovación generacional con la reducción de la edad de jubilación. Se introdujeron también importantes
cambios en la formación de las academias militares. Especial importancia
tuvo asimismo la aplicación del principio de unidad jurisdiccional, que
restringía la justicia militar a ámbitos puramente internos.
Otro aspecto analizado de las garantías de no repetición es la remoción de los símbolos o monumentos conmemorativos de la exaltación de
la sublevación militar, la Guerra Civil y la dictadura militar. El relator celebra la adopción de la Ley 52/2007 y su aplicación, que conllevó una importante retirada de símbolos y monumentos inventariados. Sin embargo,
el relator constata la existencia de una todavía larga lista de trabajos pendientes para dar pleno cumplimiento a la ley. Constata asimismo el trabajo
que realiza la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caídos,
pero informa de que los trabajos para darle un nuevo signiicado en favor
de la promoción de la verdad y la memoria, tremendamente complejos,
todavía no se han iniciado.
En materia de educación, el relator conirma una vez más su idea de
que la educación es un instrumento poderoso en favor de la no repetición. Durante el franquismo, el currículum escolar fue utilizado como
instrumento de adoctrinamiento y control social. Las leyes educativas de
la democracia han modiicado sustancialmente esta línea, aunque el relator constata que en no pocos manuales se sigue manteniendo una visión
de «responsabilidad simétrica» de ambos bandos. Entre las garantías de
no repetición, el relator analiza también la formación de los funcionarios
públicos y constata en primer lugar que los módulos de derechos humanos en la formación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado no
hacen referencia a la Guerra Civil, al franquismo y a las violaciones graves
perpetradas durante ese periodo. Constata asimismo las escasas reformas
que ha visto el poder judicial. Tampoco la formación de jueces y iscales
introduce referencias a las responsabilidades del poder judicial, y a las jurisdicciones especiales durante la Guerra Civil y el franquismo; también
570
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
constata la escasa formación de jueces y iscales sobre temas de justicia
penal internacional.
En relación con el segundo pilar, la verdad,45 el relator analiza en
primer lugar los mecanismos institucionales para el esclarecimiento de
la verdad. Constata el enorme trabajo académico y divulgativo llevado a cabo para conocer lo ocurrido, aunque falta unidad metodológica
y sistemas claros de veriicación. Destaca la ausencia de censos oiciales
de víctimas, así como de estimaciones oiciales del número total de víctimas, y observa grandes lagunas o zonas oscuras en ámbitos referidos a
los trabajos forzosos de los presos, las muertes en bombardeos, los niños
robados, las formas de represión y la complicidad de empresas privadas en
las violaciones de derechos humanos. En conclusión, considera el relator
que no ha existido una política de estado para la promoción de la verdad,
y asegura que es necesario establecer un mecanismo o institución oicial
de carácter independiente, con el objetivo de lograr un relato exhaustivo
de las violaciones de derechos humanos ocurridas durante este periodo;
señala en este sentido que podría tener la forma de comisión de la verdad.
Además, es urgente la recogida de testimonios orales de las víctimas y
testigos directos de edad avanzada.
En relación con los archivos, que tienen una función central en la realización del derecho a la verdad, el relator celebra la creación del Centro
Documental de la Memoria Histórica de Salamanca por el Real Decreto
1708/2011. Sin embargo, constata que las disposiciones de la Ley 52/2007,
que garantizan el derecho a los fondos documentales de los archivos públicos, se cumplen escasamente, dada la disparidad de prácticas, la dispersión de la información, la falta de medios técnicos y de personal, así como
las variadas restricciones de facto. Especialmente complejo es el acceso a
los fondos militares, más aún a los relativos a justicia militar. A este respecto, considera necesaria una ley de archivos que reconozca el derecho
a la verdad garantizando adecuadamente la privacidad y la conidencialidad, después de haber perdido una oportunidad de hacerlo por medio de
la Ley 19/2013 de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Buen
Gobierno.
Analiza a continuación las instituciones de la memoria histórica. La
Oicina de Víctimas de la Guerra Civil y la Dictadura, creada en el marco
de la Ley 52/2007, dejó de funcionar en 2012 porque, según el Gobierno,
45 Ibídem, párrafos 43 a 66.
571
Santiago J. Castellà Surribas
había cumplido su función, mientras que asociaciones memorialistas y
víctimas consideran que nunca llegó a desarrollar plenamente sus funciones. Instituciones similares de las comunidades autónomas han visto
recortado su presupuesto por motivos de carácter político.
Con relación a las exhumaciones, el relator constata avances como
la elaboración del mapa de fosas, pero al mismo tiempo considera que el
Estado no ha actuado adecuadamente para facilitar las exhumaciones y la
identiicación de los restos, a pesar de que es técnica y materialmente factible. La inexistencia de presupuesto para implementar la ley hace que las
exhumaciones sean irrealizables, y la ausencia de una política estatal deja
en manos privadas los proyectos de exhumación, lo que genera inconvenientes en materia de protocolos técnicos y metodología unitaria que
seguir. Tales exhumaciones privadas no quedan oicialmente registradas,
de modo que el derecho a localizar y enterrar a las víctimas se opone al
derecho al establecimiento de una verdad oicial.
En relación con el tercer pilar, la justicia,46 el relator analiza en primer
lugar los obstáculos en el acceso a la justicia para las víctimas y señala que
nos encontramos ante el ámbito en que se observan mayores déicits, muchos de ellos basados en la ausencia de reformas del poder judicial. Una de
las valoraciones más destacables es la existencia de la Ley 46/1977, conocida como Ley de Amnistía, que se ha convertido en un obstáculo insalvable
para el acceso a la justicia de las víctimas. Así, en numerosas ocasiones, el
Tribunal Supremo se ampara en la Ley de Amnistía, en el principio de no
retroactividad o en la prescripción de delitos, para impedir investigaciones judiciales. La Ley 46/1977, nacida de un amplio consenso destinado
a extinguir la responsabilidad penal por delitos políticos, curiosamente
incluía también, en su artículo segundo, la extinción de la responsabilidad
penal de los delitos cometidos por funcionarios contra las personas. Este
artículo —señala el relator— fue introducido sin previo debate público
ni discusión social. Sin embargo, como señala, las leyes de amnistía o de
punto inal no pueden imponerse a las obligaciones internacionales adquiridas por el Estado español, y en este sentido apunta que la ratiicación de España al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se
produjo el 27 de abril de 1977, meses antes de que se aprobara la Ley de
Amnistía, de 15 de octubre del mismo año. Además, señala la existencia
de claros estándares internacionales que establecen la imprescriptibilidad
46 Ibídem, párrafos 67 a 84.
572
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
de los delitos de lesa humanidad, así como los casos de desapariciones
forzadas, en que las obligaciones del Estado no cesan hasta que la persona
desaparecida aparece viva o muerta. Considera el relator que el Tribunal
Constitucional es la institución idónea para pronunciarse sobre las disposiciones de la Ley de Amnistía anulando aquellas que resulten incompatibles con las obligaciones internacionales exigibles a España.
Analiza a continuación la falta de investigaciones como obstáculo
para el derecho a la verdad y constata que, en casi la totalidad de los casos
sometidos a la jurisdicción por crímenes cometidos durante la Guerra Civil o el franquismo, o no se abren investigaciones o se archivan de oicio,
en clara contradicción con las obligaciones internacionales en materia de
derecho a la justicia. Se extraña el relator de que la mayoría de las autoridades políticas consideren que la investigación penal no es el camino
adecuado para tratar estas cuestiones. Es más, nada en la Ley de Amnistía
impide el inicio de estos procesos y la investigación de los hechos, ya que
solo es posible amnistiar al que ha sido previamente juzgado y condenado.
Analiza inalmente, dentro del apartado dedicado a la justicia, la
cuestión de la aplicación de la jurisdicción universal, materia en que los
tribunales españoles han sido pioneros en casos como los de Scilingo y
Pinochet. Las sucesivas reformas de 2009 y 2014 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial limitan signiicativamente el ejercicio de la justicia universal en España, que conlleva el cierre de algunas de las causas abiertas. En
relación con la querella argentina y las solicitudes de extradición cursadas,
el relator recuerda la obligación internacional de España de extraditar o
juzgar y señala que solo un proceso en la justicia española sería causa justiicada para denegar la extradición.
Finalmente, en relación con el cuarto pilar del mandato del relator
especial, referido a la reparación,47 tres son las cuestiones analizadas. En
primer lugar, la deinición de víctima, señalando que en España muchas
de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo se siguen considerando de segunda categoría, en comparación con el trato recibido por otras
víctimas de delitos graves como el terrorismo. En segundo lugar, analiza
los programas de reparaciones, señalando que estos son los que más desarrollo han tenido por haberse articulado medidas de carácter asistencial
y económico para personas víctimas de la guerra, o que habían sufrido
prisión durante el franquismo o se habían visto abocadas al exilio. Sin em47 Ibídem, párrafos 85 a 99.
573
Santiago J. Castellà Surribas
bargo, algunas víctimas siguen excluidas, como las personas que estuvieron en campos de concentración y trabajo, las detenidas al amparo de las
leyes de peligrosidad social o las que lo fueron por su orientación sexual.
Asimismo, constata la escasa atención recibida por mujeres víctimas de
violencia sexual.
Finalmente, en sede de reparación, el relator analiza la anulación de
sentencias de tribunales creados durante la Guerra Civil y el franquismo,
y a este respecto constata la inexistencia de procedimientos para declarar
la nulidad de estas sentencias. La Abogacía del Estado, en una nota de 3
de noviembre de 2004, niega la posibilidad de revisión-nulidad de sentencias sobre la base de los principios de seguridad jurídica, cosa juzgada
y no retroactividad, pero plantea dos alternativas que el relator cree que
son dignas de ser estudiadas. El relator considera que es una cuestión que
debe recuperarse para dar con una solución adecuada, pues, más allá del
carácter simbólico de la nulidad, esta tiene efectos prácticos constatables.
En sus conclusiones y recomendaciones48 el relator constata la gran
distancia existente entre las posiciones oiciales y las de las víctimas. El
discurso oicial de no reabrir heridas del pasado no hace justicia, en su
opinión, a los avances logrados por España en su proceso democratizador.
Airma que «la fortaleza de las instituciones democráticas no puede ser
adecuadamente medida por su capacidad de dejar al lado algunos temas,
especialmente aquellos que se reieren a derechos fundamentales, sino por
su capacidad de gestionarlos efectivamente, aunque sean complejos e incómodos».
Recomienda evaluar rigurosamente la implementación de la Ley de
Memoria Histórica, buscar mecanismos para oicializar y resolver la fragmentación de la construcción de la memoria histórica, sistematizar las
iniciativas en relación con símbolos y monumentos franquistas, fortalecer
los programas educativos a todos los niveles, reconocer y dar cobertura a
todas las categorías de víctimas y buscar mecanismos para hacer efectiva
la nulidad de las sentencias. Especial importancia tienen sus recomendaciones de privar de efecto las disposiciones de la Ley de Amnistía que
obstaculizan el acceso a la justicia, promover una mayor conciencia acerca
de las obligaciones asumidas por España en esta materia y asegurar la colaboración con procedimientos judiciales iniciados en el exterior.
48 Ibídem, párrafos 100 a 104.
574
Las Naciones Unidas y la justicia transicional: el relator especial sobre la promoción de la verdad…
El Estado español respondió a este informe con un conjunto de comentarios y observaciones49 basados en la idea de que el objetivo de la
transición democrática, que era la consolidación de las instituciones democráticas, se había cumplido plenamente. Se airma literalmente que “el
equilibrio entre los distintos intereses, paz y democracia, justicia y reconciliación, se encontró en España a costa de renunciar a la justicia penal”.
El Estado considera que son el principio de irretroactividad y las garantías
penales, y no la ampliamente consensuada Ley de Amnistía, los verdaderos
obstáculos para iniciar procesos penales. Finalmente, considera que el proceso penal no está pensado para la investigación de los hechos, como propone el relator, sino para la identiicación y el castigo de los responsables.
5. Conclusiones
El desarrollo paralelo del principio de justicia universal —en la justicia
penal internacional— y de internacionalización de los derechos humanos,
junto con el desarrollo multinivel de las operaciones de mantenimiento
de la paz buscando la restauración del estado de derecho y la reconciliación de las sociedades fracturadas por violaciones graves de los derechos
humanos y el derecho internacional humanitario, han dado como resultado la progresiva institucionalización de una nueva línea de trabajo en las
Naciones Unidas en torno a la justicia transicional. La igura del relator
especial sobre la Promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las
Garantías de No Repetición es un hito decisivo de esta nueva aproximación onusiana al tratamiento posconlicto, donde se combinan ideas vinculadas con la no impunidad y el castigo a los culpables, con el derecho a
la justicia y a la reparación de las víctimas, y con la reconstrucción consensuada de la conianza y la cohesión social en torno a las instituciones
de un estado de derecho.
Las conclusiones y recomendaciones realizadas por el relator especial
en su visita a España sirven como caso de estudio, en el que una explicación «idílica» del proceso de transición omite importantes incumplimientos de las obligaciones internacionales asumidas por España, en especial
las referidas a la prohibición de leyes de punto inal que garantizan la impunidad, y a la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad, así
como la insatisfacción por el abandono que sienten las víctimas. Conviene subrayar, ya en sede de conclusiones, que en el mismo sentido se han
49 ONU, Doc. A/HRC/27/56/Add.3, de 17 de diciembre de 2014.
575
Santiago J. Castellà Surribas
pronunciado diferentes comités del sistema de derechos humanos de las
Naciones Unidas, y en especial el Grupo de Trabajo sobre Desapariciones
Forzosas y el Comité de Desapariciones Forzosas en su evaluación del primer informe periódico presentado por España.
576
LEGISLACIÓN LABORAL Y CONFLICTOS SOCIALES:
DEL FRANQUISMO A LA DEMOCRACIA
Rosa Rodríguez Sánchez
Universidad Rovira i Virgili
rosa.rodriguez@urv.cat
Resumen
Con este estudio se pretende mostrar cuáles eran los derechos de los trabajadores durante la época de la transición española a través de un breve
recorrido por las normas laborales aprobadas en el periodo transcurrido
entre la muerte de Franco y la aprobación de la Constitución de 1978. Se
está ante un ordenamiento jurídico laboral en tránsito desde un modelo
caracterizado por una falta o prohibición de importantes derechos laborales a otro modelo, el constitucional, que no solo reconoce sino que eleva a
la categoría de derechos fundamentales algunos de esos derechos negados.
Durante la transición se asentaron las bases para el nuevo modelo laboral:
se desmantelaron instituciones, se amnistió a trabajadores sancionados
por el ejercicio de derechos prohibidos y se reconocieron derechos. Todo
ello en un clima de fuertes resistencias y grandes incertidumbres, y en un
contexto de crisis económica y de gran conlictividad social que, como
consecuencia de la violencia policial en algunos casos, resultó especialmente sangrienta.
Palabras clave
Derechos laborales; conlictividad social; amnistía; huelga; libertad sindical; represión policial.
Abstract
he aim of this study is examine the labour laws introduced during the
period between Franco’s death and the approval of the 1978 Spanish
Constitution in order to show the rights which workers had during the
time of the Spanish Transition. he picture is one of transition from a legal
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 577–602.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Rosa Rodríguez Sánchez
model characterized by the lack or prohibition of fundamental labour
rights to a constitutional model that not only recognised but also elevated
some of those prohibited rights to the status of fundamental labour rights.
During the Transition the foundations of a new legal model for labour
law were laid by dismantling institutions, recognising rights and giving
amnesty to workers who had been punished for exercising prohibited
rights. All of this came in a climate of strong resistance and great
uncertainty, and in a context of economic crisis and high levels of social
conlict which in some cases was particularly bloody as a consequence of
police violence.
Key words
Labour rights; social conlict; amnesty; strike; freedom of association;
police repression.
Introducción
El propósito de esta intervención es realizar un recorrido, necesariamente
breve, sobre la regulación de las relaciones laborales en un periodo complejo de la historia de España, la transición política, que aunque profusamente estudiada, siempre admite miradas propias de quienes fueron testigos de algunos de los acontecimientos que tanta incidencia han tenido
en el presente.
Tras acotar temporalmente la transición al ámbito de las relaciones laborales y apuntar algunos rasgos del periodo de análisis, se explicarán los
cambios que se fueron produciendo en las relaciones laborales a través de
la sucesión de normas que se fueron aprobando en esos años y que regulaban los derechos de los trabajadores, tanto individuales como colectivos,
que irían conformando un nuevo modelo laboral, que se perilaría más
nítidamente en la Constitución de 1978.
1. Delimitación temporal y rasgos generales
de las relaciones laborales en la transición
Según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española,
el término transición es la ‘acción y [el] efecto de pasar de un modo de ser
o estar a otro distinto’, o de manera más concreta para la transición polí-
578
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
tica española, «la transformación político-institucional de la dictadura a
la democracia parlamentaria»1. Si se ligan ambas deiniciones con la frase
de Enrique Tierno Galván escogida con gran acierto por los coordinadores de este congreso, se tendrá una idea bastante aproximada de cómo
fue la transición en España, y es perfectamente aplicable al ordenamiento jurídico laboral de este periodo: «Era diicultoso cortar un hilo que se
había trenzado para que no se cortase y (hacía falta) mucha sutileza para
ingir que se cortaba sin cortarlo, y a la vez cortarlo simulando que no se
cortaba»2.
Si el propósito de la transición era democratizar la sociedad española,
es decir, pasar de un sistema político autoritario en el que las decisiones se
tomaban de ese modo a otro en el que los ciudadanos participaran de esa
toma de decisiones, necesariamente tenían que democratizarse las relaciones laborales, esto es, debía permitirse que sus protagonistas, trabajadores
y empresarios, intervinieran en todo aquello que afectara a su relación
jurídica.
Acotar el periodo identiicado como transición no es tarea fácil, como
lo demuestran las opiniones que establecen fechas de inicio y inalización
tan diferentes. Estas opiniones datan el inicio de la transición en 1973 con
la muerte de Luis Carrero Blanco, o en 1975 con la muerte de Francisco
Franco o con la proclamación de Juan Carlos de Borbón, o en 1976 con
la aprobación de la Ley para la Reforma Política. Estas mismas opiniones,
con respecto al inal de la transición, la datan en diciembre de 1978 con la
aprobación de la Constitución, o en 1982 con el primer Gobierno socialista o, incluso, en diciembre de 1983 cuando los Grupos Antiterroristas
de Liberación (GAL) tomaron el relevo de la guerra sucia y cometieron
sus primeros crímenes bajo el Gobierno socialista3. Cabe destacar que hay
quien considera, centrándose en el ámbito de las relaciones laborales objeto de este trabajo, que la transición aún no ha inalizado porque no ha
habido un desarrollo normativo completo de algunos derechos constitu-
1 Köhler, H. D.: El movimiento sindical en España, Madrid: Editorial Fundamentos, 1995,
p. 28.
2 Grimaldos, A.: Claves de la transición (1973–1986), Barcelona: Editorial Península, 2013,
p. 11. Sostiene que «son los propios franquistas quienes diseñan el cambio y se reparten los
papeles en la obra que ellos mismos dirigen».
3 Sánchez Soler, M.: La transición sangrienta. Una historia violenta del proceso democrático
en España (1975–1983), Barcelona: Ediciones Península, 2010, p. 19.
579
Rosa Rodríguez Sánchez
cionales, como es el caso de la huelga4. En todo caso, identiicar el principio y el inal de la transición dependerá del propósito que se tenga en el
estudio o análisis.
La transición laboral se inició con los textos normativos que se fueron
aprobando tras la muerte de Franco en noviembre de 1975 y que culminó
con la aprobación de la Constitución en 1978. Esta es la opción que se considera más adecuada para indagar sobre el ordenamiento jurídico laboral
de la transición, que es el cometido de esta exposición. Se entiende que en
el ámbito laboral, el inicio de este periodo estuvo marcado por las normas
jurídicas que iniciaron el cambio del modelo de relaciones laborales y puede darse por acabado cuando ese nuevo modelo quedó consagrado en la
Constitución de 19785.
Si bien muchos de los derechos laborales reconocidos en la Constitución española se desarrollaron en años posteriores e incluso alguno de
ellos no cuenta todavía con normas que lo regulen de manera precisa, en
la Constitución de 1978 se plasmó un nuevo modelo laboral con líneas
claras y diferenciadas del existente durante la dictadura franquista. Desde
este punto de vista, la transición fue un periodo de hiperactividad normativa en el que, de 1976 a 1978, se elaboró un ordenamiento bisagra6 entre
el franquista y el que se desarrollará a partir del nuevo marco constitucional. Tres años que, si bien no parece un periodo largo en una situación de
normalidad y estabilidad política, resultaron un tiempo excesivo ante las
expectativas y las esperanzas de cambio para muchas facetas de la vida de
los españoles y, en concreto, para el reconocimiento de algunos derechos
4 Zufiaur, J. M.: «Introducción: El sindicalismo español en la transición y la democracia»,
en Á. Soto Carmona y M. Aroca Mohedano (dirs.): Combates por la democracia: los sindicatos, de la dictadura a la democracia (1938–1994), Madrid: Universidad Autónoma de
Madrid-Fundación Francisco Largo Caballero, 2012. Sitúa el inicio a partir de la muerte de
Franco y el inal en los últimos rastros de la legislación básica de la dictadura, que lo fecha en
octubre de 1994 con el Acuerdo Interconfederal en materia de ordenanzas y reglamentaciones de trabajo, suscrito entre CEOE, CEPYME, CC. OO. y UGT para sustituir tales normas
laborales.
5 Jordà Fernández, A. y Purcalla Bonilla, M. A.: Las relaciones laborales en España
hasta la Constitución de 1978, Madrid: Editorial Dykinson, 2007, pp. 123–130. En esta obra,
se comentan algunos de los textos legales aprobados en ese periodo.
6 Esteban Legarreta, R.: «El Real Decreto Ley de Relaciones de Trabajo. Una perspectiva
en transición» [en línea], ponencia incorporada en M. J. Espuny Tomás y O. Paz Torres
(coords.): 30 años de la ley de amnistía, (1977–2007), VIII Jornadas Interdisciplinarias de
Estudio de la Diplomatura de Relaciones Laborales, Universidad Autónoma de Barcelona,
ISBN 9788498497694.
580
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
laborales postergados hasta entonces. Efectivamente, esos años parecieron
una eternidad, ya que tardaba en llegar el cambio que permitiría que la
gente respirara deinitivamente.
Durante la transición se fueron poniendo los cimientos de un nuevo
modelo de relaciones laborales que consagró la Constitución en 1978. Sin
embargo, fue un tiempo convulso en el que convivieron en una suerte
de esquizofrenia normativa la legislación franquista (Fuero del Trabajo,
legislación sindical, ordenanzas de trabajo), una legislación que no solo
no contemplaba los derechos laborales que en poco tiempo se iban a reconocer, especialmente los de carácter sindical, sino que los prohibía, penalizaba y reprimía; y otras normas que fueron apareciendo y que permitían,
entre otras cosas, la organización y la acción sindical de los trabajadores7. A caballo entre dos modelos de relaciones laborales, el autoritario y
de fuerte intervencionismo público de la dictadura franquista y el de la
Constitución que al reconocer la autonomía colectiva de las partes sociales recogía la intervención estatal, convivieron en él instituciones, normas,
actitudes y comportamientos de la dictadura con otros que apuntaban a
un cambio drástico de escenario, que en aquel momento no se sabía lo que
iba a deparar.
Se intentará plasmar esta situación de incertidumbre a partir de cómo
se iban regulando los diferentes derechos de los trabajadores y en el contexto en el que se hacía. No obstante, antes se considera necesario destacar
algunos rasgos característicos de esta etapa histórica en el ámbito de las
relaciones laborales.
La transición se vive en un contexto de crisis económica provocada,
entre otras cosas, por la subida del precio del petróleo, que, iniciada en
1973, afectó gravemente a la obsoleta industria española, que no se había
modernizado al compás de los países de su entorno. Esto provocó una
importante inlación, con un aumento del 20 % en los precios en 1975, que
llegó al 40 % en 1977, y con una importante pérdida de empleos (250 000
trabajadores al semestre aproximadamente) como consecuencia de las
quiebras y las suspensiones de pagos de empresas industriales y de servicios8. Esta situación económica generó una gran conlictividad y, en con7 Montoya Melgar, A.: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España (1873–1978),
Madrid: Editorial Civitas, 1992, pp. 416-417. Se destaca la actitud conciliadora y comprensiva hacia el derecho del régimen en trance de liquidación contenida en los preámbulos de
algunas de las nuevas normas laborales aprobadas en ese momento.
8 Martín-Uceña, P.: «Economía y política durante la transición a la democracia en España, 1975–1985» [en línea], documento de trabajo, n.º 1, 2010. <https://portal.uah.es/portal/
page/portal/epd2_profesores/prof121788/publicaciones>.
581
Rosa Rodríguez Sánchez
secuencia, se produjeron importantes movilizaciones de los trabajadores,
del ámbito tanto general como sectorial, que reivindicaban mejoras laborales y estaban en contra del cierre de empresas. Junto con estas demandas laborales, los trabajadores clamaban también por derechos políticos
laborales y convergían con otros sectores en reclamación de democracia,
libertad y amnistía. Esto incidió en la aparición de leyes laborales que se
aprobaron a «matacaballo» para intentar frenar las demandas sociales y
hacer creíble, tanto en el interior del país como en el exterior, la reforma
política que quería emprenderse para acabar con el régimen franquista
una vez muerto Franco9.
A estas alturas, no hay duda del papel fundamental que jugó la movilización obrera y social en el logro del nuevo sistema laboral y político10, ni
tampoco de la respuesta institucional a esas movilizaciones. Efectivamente, tampoco en el ámbito de las relaciones laborales la transición fue pacíica. La —para algunos— reformista, no rupturista y modélica transición
española fue una época convulsa en la que hubo 169 muertes producidas
por motivaciones políticas, de las que 60 lo fueron por la violencia política
del Estado11, y muchas de ellas como consecuencia de la defensa de los
derechos de los trabajadores12.
Aunque el número de trabajadores muertos y heridos por la policía
durante las huelgas y las manifestaciones de esa época fue más amplio13,
9 García Becedas, G.: «La transición política y las relaciones laborales en democracia», en
A. Galán García (coord.): Intervención pública en las relaciones laborales, Madrid: Editorial
Tecnos y Consejo Andaluz de Relaciones Laborales, 2000, p. 50. Es de la opinión de que la
verdadera prueba de sinceridad de la voluntad reformista del Gobierno era iniciar la transición política con la transición laboral y sindical emprendiendo reformas en el ámbito de
las relaciones laborales y eliminando los elementos incriminadores del fenómeno colectivo.
10 Pérez Amorós, F.: «La amnistía sindical durante un trienio de la transición política
(1976–1978): llibertat, amnistía i Estatut d’Autonomía» [en línea], ponencia incorporada en
M. J. Espuny Tomás y O. Paz Torres (coords.): 30 años de la Ley de Amnistía, (1977–2007),
VIII Jornadas Interdisciplinarias de Estudio de la Diplomatura de Relaciones Laborales,
Universidad Autónoma de Barcelona, ISBN 9788498497694.
11 Sánchez Soler, M.: op. cit., p. 303.
12 Grimaldos, A.: op. cit., p. 97. Airma que la mayor parte de las víctimas se produjeron
a consecuencia de intervenciones desproporcionadas de las fuerzas de orden público contra
manifestantes y huelguistas, y como resultado de criminales agresiones y atentados protagonizados por bandas fascistas.
13 Una relación de víctimas entre el 1 de diciembre de 1975 y el 20 de octubre de 1978, tanto
de la represión policial como de grupos de extrema derecha, puede verse en Sánchez Soler,
M.: op. cit., pp. 315–338.
582
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
se citarán tan solo dos sucesos que ejempliican el clima de violencia que
se vivía. El primer ejemplo es la matanza de Atocha el 24 de enero de
1977, en la que un comando de pistoleros ultraderechistas (la reivindicación del atentado la realizó la triple A, estando adscritos sus autores a
organizaciones ultraderechistas como Fuerza Nueva, Falange Española y
la Hermandad de la Guardia de Franco) asaltó un despacho de abogados
laboralistas de Comisiones Obreras (CC. OO.) y asesinó a cinco personas
y dejó gravemente heridas a cuatro más14. El segundo ejemplo son los trabajadores que murieron en Vitoria el 4 de marzo de 1976, a los que Lluis
Llach cantó Campanades a mort.
Hasta el mismo acontecimiento que marca el inicio de la transición, la
muerte de Franco, va a estar salpicado por esa violencia política: Franco se
moría en el hospital de La Paz mientras en otra habitación de ese mismo
hospital intentaban salvarle la vida a un estudiante que, tras haber sufrido
torturas durante 10 días en la Dirección General de Seguridad y pasar por
el hospital penitenciario, fue trasladado a La Paz con importantes lesiones15.
Por último, en cuanto al ordenamiento jurídico laboral de la transición, una característica que debe resaltarse, que se acerca a este incierto
panorama, es la utilización del real decreto ley como instrumento normativo para regular, por razones de urgencia, cuestiones tan importantes
como la huelga, el conlicto colectivo o la negociación colectiva. Esto permite hacerse una idea de la situación de emergencia que se vivía y cómo
ante los conlictos laborales se respondía con una regulación a veces plagada de contradicciones internas y de ambigüedades. Las incoherencias
temporales fruto, como ya se ha mencionado, de la coexistencia de normas laborales de sentido, a veces, diametralmente opuesto16 diicultaban
14 La crónica del suceso, las conexiones institucionales y el papel destacado de la Brigada de
Información de la Policía (antigua Brigada Político-Social), así como la posterior detención y
juicio de los autores ha sido realizada por Sánchez Soler, M.: op. cit., pp. 65–79.
15 El periódico ABC de 19 de noviembre de 1975 daba cuenta de la admisión de la querella
contra funcionarios del Cuerpo Superior de Policía como presuntos responsables de las lesiones sufridas por Juan Alberto Sevilla Quintana. A este mismo caso alude Peces Barba,
G.: «Lo que calla el señor Quintero», Cuadernos para el Diálogo, n.º 138, 1976, p. 23.
16 No existía ninguna intención política de derogar el Fuero del Trabajo ni el resto de leyes
fundamentales, como resalta Pérez Amorós, F.: «La amnistía sindical durante un trienio
de la transición política (1976–1978): llibertat, amnistía i Estatut d’Autonomía» [en línea],
ponencia incorporada en M. J. Espuny Tomás y O. Paz Torres (coords.): 30 años de la Ley
583
Rosa Rodríguez Sánchez
su aplicación y generaban tolerancia o prohibición del ejercicio de derechos, que en ocasiones se acompañaba de una fuerte represión policial.
Si en una situación de estabilidad institucional, la elaboración de las
normas no es siempre pacíica, ya que responde a las tensiones entre las
diferentes fuerzas políticas y sociales y los intereses que representan, en
esta época de tránsito esas tensiones eran especialmente virulentas. A pesar de ello, el mayor logro del ordenamiento jurídico laboral de la transición, y la clave para el modelo que vendría con la Constitución de 1978, es
haber abordado la regulación de los derechos colectivos laborales.
Para explicar de una manera sistemática que facilite una mejor comprensión de lo que, desde una perspectiva laboral, supuso este periodo de
tiempo, se ha optado por llevar a cabo un recorrido de la producción normativa laboral agrupándola según los aspectos de las relaciones laborales
que regula y no exclusivamente de manera cronológica. Así, se tratarán,
en primer lugar, las normas laborales que regulan la relación individual de
trabajo, es decir, las condiciones de trabajo que afectan al trabajador y al
empresario como consecuencia de su relación jurídica. Estas condiciones
laborales ya contaban con una regulación anterior, por lo que las nuevas
normas buscaban una adaptación a la nueva situación a la que iba a ir
encaminándose el país, al mismo tiempo que pretendían hacer frente a la
crisis económica asentada desde el inicio de los años setenta. En segundo
lugar, se tratará la regulación de aquellos derechos de los trabajadores, los
derechos colectivos laborales, que conformarán el nuevo modelo constitucional de relaciones laborales.
2. Derecho laborales individuales
2.1 La efímera Ley 16/1976, de 8 de abril, de Relaciones Laborales
La primera ley laboral de la transición fue la Ley 16/1976, de 8 de abril
de 1976, de Relaciones Laborales (LRL), culmen de varios proyectos y
borradores que se fueron elaborando por los diferentes gobiernos que se
sucedieron a partir de 1970 y que pretendían elaborar una ley básica del
trabajo17.
de Amnistía, (1977–2007), VIII Jornadas Interdisciplinarias de Estudio de la Diplomatura de
Relaciones Laborales, Universidad Autónoma de Barcelona, ISBN 9788498497694.
17 García Becedas, G.: op. cit., p. 49.
584
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
La LRL aparece en un momento de gran conlictividad social. Desde
diciembre de 1975 se fueron sucediendo las huelgas en diferentes ámbitos
sectoriales y geográicos. En el cinturón industrial de Madrid; en el metro
de Madrid en enero de 1976, que llevó a la militarización del servicio; y
en Correos son algunos ejemplos, o las huelgas en Vitoria, en las que al
desalojar la policía una iglesia donde se celebraba una asamblea el 3 de
marzo provocaron la muerte de dos trabajadores, heridas graves a cuatro
más, tres de los cuales morirían posteriormente, y heridas a otros tantos,
en todos los casos por balas de la policía, que previamente había lanzado
gases lacrimógenos para forzar la salida de la iglesia.
Esto explica, quizá, que la LRL se antepusiera incluso a la Ley 1/1977,
de 4 de enero, para la Reforma Política, que si bien no contenía ningún
precepto laboral, marcaba el inicio del futuro modelo político. La LRL ya
predecía ese futuro, y aunque airmaba que «ha de anticiparse, en la medida de lo posible, a los criterios y nuevos planteamientos que se adivinan en
un porvenir inmediato», no había una sola mención a los derechos laborales proscritos durante el franquismo, en concreto los de carácter sindical,
indispensables para la democratización de las relaciones laborales.
La LRL no establece un sistema de fuentes, es decir, no establece unas
reglas de reparto de poder para la ijación de condiciones laborales, a pesar de que en la exposición de motivos habla de ordenanzas laborales y
convenios. ¿Cómo hacerlo sin interlocutores de trabajadores y empresarios cuando se vislumbraba un futuro en que el exclusivo intervencionismo estatal no parecía lo más adecuado para garantizar la paz social? Hay
que recordar que en ese momento seguían en vigor las leyes fundamentales franquistas, que negaban el conlicto de intereses entre trabajador y
empresario y, en consecuencia, su participación en la ijación de las reglas
del juego entre ellos y que, a pesar de esa negación, el conlicto existía y se
materializaba cada vez con mayor virulencia.
La LRL abogaba por la estabilidad en el empleo al declarar que el contrato de trabajo se presumía por tiempo indeinido, sin más excepciones
que las causales reguladas en la propia ley y que tenían que ver con las
circunstancias estructurales de las empresas.
Se ijaba la edad mínima para trabajar en los 16 años y se establecía la
capacidad plena de hombres y mujeres para celebrar contratos de trabajo
a los 18 años. Se eliminaba así la necesidad de que la mujer casada contara
con el permiso del marido para que la contratasen.
585
Rosa Rodríguez Sánchez
La LRL, que prevenía la que se avecinaba: la desaparición del partido único y del sindicato único, obligatorio y mixto, incompatibles ambos
con el camino a la democratización del país que se pretendía, y frente a
la incertidumbre del futuro, protegió el estatus jurídico de aquellos que
tan buenos servicios habían dado al régimen y estableció que «el personal funcionario al servicio del Movimiento Nacional y de la Organización
Sindical queda sometido a sus propios estatutos»18.
Creó el Fondo Nacional Interempresarial de Garantía Salarial que,
sostenido con aportaciones empresariales, garantizaría los salarios de los
trabajadores en situaciones de insolvencia empresarial.
Uno de los aspectos más sorprendentes que recogía esta ley, en la misma línea de potenciar la estabilidad en el empleo, fue el establecimiento de
la readmisión obligatoria del trabajador despedido improcedentemente.
Esta avanzada medida que garantizaba la estabilidad del trabajador, que
no existía en normas anteriores19, tuvo poca duración, ya que fue suspendida siete meses después por el Real Decreto Ley 18/197620 (RDL), que
atendía a las exigencias empresariales que pedían medidas de lexibilización en la situación de crisis económica que se vivía. Este RDL rompía
también la otra medida de estabilidad en el empleo aludida anteriormente,
la preferencia de la contratación indeinida, al introducir la contratación
temporal de fomento de empleo, con la promoción del empleo juvenil y
de los desempleados.
En el ámbito colectivo, el RDL incorporó medidas que devaluaban la
incipiente e intervenida negociación colectiva a través de decisiones arbitrales obligatorias ante la falta de acuerdo entre las partes negociadoras
o imponían límites a los contenidos negociales21. Esto provocó que los
trabajadores contestaran con la realización de una huelga general el 12
de noviembre de 1976, convocada por la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS), que, integrada por CC. OO., la Unión General de
18 Disposición adicional sexta.
19 El artículo 81 del texto refundido de la ley de contrato de trabajo aprobado por los decretos del 26 de enero y del 31 de marzo de 1944 establecía la readmisión o la indemnización
a criterio del trabajador o del empresario en función de la dimensión de la plantilla de la
empresa.
20 Real Decreto Ley 18/1976, de 8 de octubre, sobre Medidas Económicas (BOE, 11 de octubre de 1976).
21 El artículo 5, en su apartado 2, prohíbe los acuerdos sobre la reducción del tiempo de
trabajo y en el 4, se limita la negociación de incrementos salariales.
586
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
los Trabajadores (UGT) y la Unión Sindical Obrera (USO), movilizó a un
millón de trabajadores, sobre todo del sector industrial, contra la política
económica del Gobierno y en demanda de libertades22.
2.2 El Real Decreto Ley 17/1977, de 4 de marzo, sobre Relaciones de Trabajo
El RDLRT, además de la regulación de derechos colectivos como la huelga
de la que se hablará más adelante, dedicó parte de su articulado a la extinción del contrato de trabajo. Se declaró la causalidad del despido y el
rechazo al despido libre. Junto con el despido disciplinario causal, es decir,
el motivado por un incumplimiento del trabajador, esta norma introdujo
el despido por circunstancias objetivas derivadas de la capacidad del trabajador o de las necesidades de funcionamiento de la empresa, regulando
el procedimiento y los requisitos para llevarlo a efecto.
Se reguló, asimismo, la posibilidad de reestructurar las plantillas de
las empresas suspendiendo o extinguiendo los contratos de trabajo por
causas económicas o tecnológicas. Como ya se ha dicho, el país vivía una
situación de crisis económica, iniciada en 1973 con la subida del precio del
petróleo, y aunque estaba necesitada de una renovación de su industria,
los más importantes procesos de reconversión industrial se aplazaron hasta los años ochenta para no hacerlos coincidir con el proceso de cambio
político ante el peligro de conlicto social que entrañaba.
Las normas que se aprobaron tenían una clara vocación de provisionalidad, ya que parece que su objetivo era canalizar la elevada conlictividad laboral, sobre todo en los dos primeros años de la transición. De
cualquier manera, los vaivenes, giros y cambios de orientación del ordenamiento laboral no fueron privativos de un momento histórico como la
transición; esa provisionalidad y, parece, falta de rumbo han sido una característica del desarrollo de la normativa laboral en los últimos tiempos
también, valgan como ejemplo las 34 reformas laborales realizadas entre
2012 y 201423.
22 Babiano, J.; Pérez, J. A.; y Tébar, J.: La huelga general en el siglo xx español: retórica,
mito e instrumento, n.º 66, Madrid: Fundación 1.º de Mayo, (Colección Estudios), 2013, p. 10.
23 Véase como ejemplo del ingente afán reformista del Gobierno VV. AA.: Febrero 2012–
2014. 34 Reformas laborales. Análisis de su alcance y efectos, Informe 77, Fundación 1.º de
Mayo, 2014.
587
Rosa Rodríguez Sánchez
3. Derechos colectivos laborales
El aspecto colectivo de las relaciones laborales es el que sufre un cambio más radical durante la transición porque la mayoría de los que hoy se
conocen como derechos colectivos no solo tenían prohibido su ejercicio
laboralmente, sino que también estaban tipiicados como delitos en el Código Penal.
La regulación de estos derechos culminó con su reconocimiento por
parte de la Constitución de 1978, que proclamó unos valores y principios
jurídicos de signo diametralmente distinto a los previstos en las leyes franquistas.
En relación con la organización y actuación colectiva de los trabajadores, la prolíica producción normativa de este periodo acometió los
siguientes objetivos: primero, la reconversión y extinción del sindicalismo
vertical como paso previo al reconocimiento del asociacionismo sindical
libre y plural; después, el reconocimiento de la huelga y el conlicto colectivo; y por último, la delimitación del papel de la negociación colectiva en
la regulación de las relaciones laborales frente al intervencionismo estatal
de las Reglamentaciones de Trabajo.
La fuerza de los hechos hace patente que no podría hacerse frente a la
situación conlictiva que vivía el país con los instrumentos normativos que
prohibían la organización sindical y la actividad sindical y que echaban
mano de la represión policial y el Tribunal de Orden Público.
3.1 La organización y la representación de los trabajadores
durante la transición
3.1.1 El desmantelamiento del sindicato vertical
Sin embargo, ¿cómo podía pasarse de un modelo de unidad sindical en el
que los trabajadores y empresarios estaban obligados a integrarse en un
sindicato único a otro de libertad sindical en el que el pluralismo de organizaciones de representación de intereses pretendía ser la regla?
El nuevo ordenamiento laboral colectivo arrancó con el Decreto Ley
19/1976, de 8 de octubre, sobre Creación, Organización y Funciones de
la Administración Institucional de Servicios Profesionales; nombre rimbombante que no identiicaba la verdadera inalidad de esta entidad, que
aunque se declaraba para la «dirección y gestión de los servicios sociales y
asistenciales de carácter profesional que le sean coniados», no tenía otro
objetivo que desmantelar el sindicato vertical dando cobijo a los 32 000
588
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
funcionarios que lo integraban y haciéndose cargo del ingente patrimonio
sindical24 que se había ido acumulando como fruto de la cuota sindical
obligatoria que trabajadores y empresarios habían aportado desde su creación, cuyo pago no se suspendió hasta ocho meses más tarde25, y a lo que
se sumaban las incautaciones de bienes de las organizaciones sindicales
tras la Guerra Civil26 y las donaciones.
En la actualidad, los inmuebles que integran el Patrimonio Sindical
Acumulado, cuya titularidad corresponde a la Administración General
del Estado, se ceden en uso a las organizaciones sindicales y empresariales para que puedan desarrollar las funciones que les reconoce el ordenamiento jurídico27.
Paradójicamente, casi 40 años después, algunos sindicatos históricos,
que fueron despojados de su patrimonio tras la Guerra Civil, siguen reclamando los bienes de los que se consideran propietarios28.
3.1.2 La Ley 19/1977, de 1 de abril, sobre Regulación del Derecho
de Asociación Sindical y la legalización de los sindicatos
Tanto durante la transición, antes de su legalización, como en los años
anteriores, en plena dictadura franquista, y a pesar de su prohibición, la
existencia de sindicatos al margen del sindicato vertical era un hecho y su
actuación no solo en demanda de mejoras laborales sino de democratización de las relaciones laborales y del país era una constante.
24 De unos 40 000 millones de pesetas, según Almendros Morcillo, F.; Jiménez-Asenjo,
E.; Pérez Amorós, F.; y Rojo Torrecilla, E.: El sindicalismo de clase en España (1939–
1977), Barcelona: Ediciones Península, 1978, p. 20. Unos datos similares ofrece De la Villa,
L. E.: «El patrimonio sindical», IUSTEL, 11 de abril de 2012, quien airma que en el año 1978
se realizó una evaluación del patrimonio de la OSE y se cifró en 44 000 millones de pesetas
el valor de los 1 168 inmuebles de su titularidad. Guinea, J. L.: Los movimientos obreros y
sindicales en España. De 1833 a 1978, Ibérico Europea de Ediciones, 1978, p.151, lo cifra en
100 millones de pesetas.
25 Real Decreto Ley 31/1977, de 2 de junio (BOE, 8 de junio de 1977).
26 La ley de 23 de septiembre de 1939 dispuso que los bienes de los sindicatos pasaran a ser
propiedad de la Falange Española.
27 Ley 4/1986, de 8 de enero, de Cesión de Bienes del Patrimonio Sindical Acumulado.
28 Ernesto Murcia, secretario de Patrimonio de la CNT, da cuenta de las reclamaciones judiciales pendientes de resolver en reclamación de su patrimonio incautado tras la Guerra
Civil y de la situación del legado documental del sindicato en el periódico CNT [en línea],
n.º 395, diciembre 2012. <http://www.cnt.es/periodico/peri%C3%B3dico-cnt-n%C2%BA395-diciembre-2012>.
589
Rosa Rodríguez Sánchez
Asimismo, eran una constante los distintos intentos para limitar o
impedir la acción de los sindicatos o incluso eliminarlos. En este sentido,
cabe destacar la actuación de la policía contra la actividad de los sindicatos
y de otros sujetos u organizaciones que no estaban de acuerdo con el rumbo que tomaba el país hacia la libertad sindical y otros derechos democráticos. Un ejemplo claro de ello fue la matanza de Atocha ya citada29. Otro
ejemplo fue el intento de neutralizar al sindicato Confederación Nacional
del Trabajo (CNT) acusándolo de estar detrás de los cócteles que provocaron la muerte de cuatro trabajadores de la sala de iestas Scala de Barcelona tras una masiva manifestación convocada por el sindicato el 15 de
enero de 1978 contra los Pactos de la Moncloa y las elecciones sindicales30.
El 1 de abril de 1977 se aprobó la ley sobre regulación del derecho de
asociación sindical (LAS), que pretendía la legalización de los sindicatos a
los que, con un lenguaje críptico, llamaba asociaciones profesionales, tal y
como lo hacía la ley sindical de 1971 para identiicar a las organizaciones
del sindicato vertical.
No obstante, la aprobación de la LAS no estuvo exenta de tensiones en
el seno del Gobierno31, y en contra de lo que pudiera parecer, no supuso
un avance inmediato hacia la democratización de las relaciones laborales.
Una muestra de ello fue la prohibición por el Gobierno de Adolfo Suárez
de las manifestaciones de celebración del 1 de mayo de 1977, que reclamaban plena libertad sindical, derecho de huelga y amnistía laboral, y fueron
reprimidas duramente.
La LAS hizo un ejercicio de malabarismo normativo o, más bien, de
chapuza jurídica al declarar en su preámbulo que su objetivo era reformar
la ley sindical del 17 de febrero de 197132, a partir de una de las posibles
29 Véase la página 5.
30 Wilhelmi Casanova, G.: «La CNT en el Madrid de la transición (1975–1982)», en Á.
Soto Carmona y M. Aroca Mohedano (dirs.): Combates por la democracia. Los sindicatos
de la dictadura a la democracia (1938–1994), Madrid: Universidad Autónoma de MadridFundación Francisco Largo Caballero, 2012, p. 297. Airma que la CNT tuvo que enfrentarse
a una represión especíicamente diseñada para ella y que fueron señalados por el ministro del
Interior Rodolfo Martín Villa como «el principal peligro para la democracia».
31 Las discrepancias del general Fernando de Santiago, vicepresidente del Gobierno para
Asuntos de Defensa, con Suárez, sobre todo tras la posibilidad de legalización de los sindicatos, provocaron su dimisión, lo que propició el nombramiento el 23 de septiembre de Manuel
Gutiérrez Mellado.
32 La Ley Sindical 2/1971, de 17 de febrero (BOE, 19 de febrero de 1971), regula un sindicato
único, obligatorio y mixto, igual que lo hacía la ley de unidad sindical del 26 de enero de
1940 a la que sustituyó.
590
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
interpretaciones de la declaración xiii del Fuero del Trabajo «más congruente con las exigencias actuales y la deseable expansión de las asociaciones profesionales de base voluntaria». El preámbulo de la LAS sigue
diciendo lo siguiente:
[…] esta reforma, habrá de orientarse a la protección legal de la libertad de
asociación sindical de los trabajadores y empresarios para la defensa de sus
intereses peculiares33, sin otros límites funcionales que los inherentes a la naturaleza profesional de sus ines estatutarios y al deber de acatamiento de la
legalidad; todo ello en el ejercicio de las libertades propias de una sociedad
democrática y teniendo en cuenta los convenios internacionales, especialmente los Convenios números 87 y 98 de la Organización Internacional del
Trabajo, así como el Pacto internacional de derechos económicos, sociales y
culturales recientemente irmado por el Gobierno español34.
A esta incongruencia, hay que añadir la de que hasta dos meses más
tarde de que se aprobara la LAS no se extinguió la sindicación obligatoria
a la Organización Sindical Española (OSE), lo que provocó que convivieran un modelo de sindicación obligatoria con otro de libertad sindical
durante un tiempo35, en el que trabajadores y empresarios debían seguir
pagando la cuota obligatoria al sindicato vertical.
3.1.3 Los representantes de los trabajadores en la empresa
En relación con la presencia de los sindicatos en las empresas, existían
diicultades para la realización de su actividad sindical. Un ejemplo de
esto fue el intento de regulación de los órganos de representación de los
trabajadores en las empresas, proyecto36 que no llegó a ver la luz precisamente por las discrepancias sobre la presencia del sindicato en la empresa;
discrepancias que también mantenían los sindicatos legalizados, que no
tenían los mismos criterios sobre el modelo de participación en la empre-
33 No parece fácil interpretar en ese sentido el Fuero del Trabajo de 1938 cuando declara
que «los españoles, en cuanto participan en el trabajo y la producción, constituyen la organización sindical».
34 Todos estos convenios y pactos fueron ratiicados por el Estado español el 13 de abril
de 1977, por tanto, no lo estaban cuando se aprobó la ley de asociación sindical el 1 abril,
aunque esta diga lo contrario.
35 Real Decreto Ley 31/1977, de 2 de junio (BOE, 8 de junio de 1977).
36 El proyecto de ley se publicó en el Boletín Oicial de las Cortes del 16 de enero de 1978.
591
Rosa Rodríguez Sánchez
sa. La democratización en la empresa quedó pendiente hasta la aprobación del Estatuto de los Trabajadores37.
Durante la transición política se mantuvo en esencia, por tanto, el
modelo de la representación de los trabajadores en la empresa previsto
en el franquismo, integrado en la estructura del sindicato vertical38. Fue
sometido a algunas modiicaciones para hacerlo compatible con la nueva
situación y permitir así la celebración de las primeras elecciones sindicales libres en el seno de las empresas. Para ello, se aprobó el Real Decreto
3149/197739 (RD), que aunque «de forma exclusivamente provisional y
transitoria, ya que son las Cortes las que en su día establecerán las reglas
jurídicas de la elección de los representantes de los trabajadores», posibilitaba la celebración de elecciones sindicales en las empresas fuera del sindicato vertical. Para materializar la incompatibilidad de las instituciones
sindicales del régimen franquista con las elecciones libres que regulaba el
RD se suprimieron diferentes órganos, como el Comité Ejecutivo Sindical,
el Congreso Sindical, los consejos sindicales o los consejos de trabajadores
y técnicos.
Se estableció una estructura de comités de empresa y delegados de
personal en función de la plantilla del centro de trabajo y se ijó un modelo
de listas cerradas para la elección de representantes y un sistema proporcional de distribución de representantes elegidos.
Las elecciones de representantes de los trabajadores celebradas en
1978 dieron la victoria a CC. OO., seguida de UGT.
3.2 La autonomía colectiva, el cambio de paradigma:
de la heteronomía a la autonomía
«La liberalización del marco de las relaciones colectivas laborales» y «la
potenciación de la relación jurídica colectiva en cuanto fuente de producción del derecho laboral» son las intenciones declaradas en la exposición
de motivos del ya citado RDLRT, pero de difícil materialización en ese
momento, ya que no existían interlocutores para negociar fuera de las estructuras del sindicato vertical, puesto que no estaba reconocida la libertad sindical.
37 El título II del texto legal regula la democracia representativa en la empresa estableciendo
órganos de representación cuyos miembros son elegidos por los trabajadores del centro de
trabajo.
38 Decreto del 18 de agosto de 1947.
39 Real Decreto Ley 3149/1977, de 6 de diciembre, sobre Elección de los Representantes de
los Trabajadores en el Seno de las Empresas (BOE, 13 de diciembre de 1977).
592
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
El RDLRT vendría a modiicar la ley de convenios colectivos sindicales de trabajo de 19 de diciembre de 1973 que, a su vez, modiicaría la
ley de convenios colectivos sindicales de trabajo de 1958, ambas reguladoras de una negociación colectiva peculiar, fuertemente intervenida por
la Administración laboral, que entendían la negociación colectiva con la
inalidad de fomentar «el sentido de unidad de producción y comunidad
de trabajo» o, lo que es lo mismo, negar el conlicto de intereses entre trabajadores y empresarios.
La supresión de la decisión arbitral obligatoria, instrumento con el
que la Administración laboral zanjaba la negociación de un convenio en
el que los negociadores no habían llegado a un acuerdo, unido al papel
subsidiario que pasaban a tener las reglamentaciones de trabajo y las ordenanzas laborales, solo aplicables cuando no existiera convenio colectivo,
eran muestras del inicio del cambio de modelo que plasmará la Constitución de 1978 al reconocer la negociación colectiva laboral entre representantes de trabajadores y empresarios.
3.3 La huelga y otros medios de solución de conlictos
La regulación de la huelga que «la dinámica social» imponía, según expresión empleada en la exposición de motivos del RDLRT, venía a derogar la
norma de 1975 que había aceptado la legitimidad del recurso a la huelga,
pero con importantes restricciones40.
El RDLRT, de 4 de marzo de 1977, se aprobó por el Gobierno por razones de urgencia, a pesar de que estaban en vigor las leyes fundamentales
que prohibían los derechos que en él se contenían, paradoja que, como en
otros casos, generó divergencias en su aplicación.
Aunque se reconoció por primera vez como un derecho en el citado
RDLRT al cambiar el eufemístico recurso a la huelga de la regulación de
40 El Decreto Ley 5/1975, de 22 de mayo, sobre Regulación de los Conlictos Colectivos de
Trabajo, legalizó el recurso a la huelga. Según su exposición de motivos: «Esta expresión
estaba relegada, prácticamente, al ámbito penal estricto; de ahí su carga política negativa;
pero una vez más el Decreto Ley trata de asumir plenamente la realidad económica y
social, en sus hechos y en sus nombres, para ordenarla con irmeza y claridad, evitando los
desajustes, cuando no la ruptura, entre el mundo social y el mundo de las normas». Así, la
huelga podía ser ejercida por los trabajadores, pero con importantes limitaciones: no podía
exceder el ámbito de la empresa ni tener lugar por razones de solidaridad ni afectar a las
empresas encargadas de la prestación de servicios públicos o de reconocida e inaplazable
necesidad.
593
Rosa Rodríguez Sánchez
1975, las importantes limitaciones que se establecían para su ejercicio parece que lo que pretendían era frenarla o amortiguarla más bien.
Se eliminó la obligatoriedad de negociar una solución al conlicto antes de convocar la huelga que existía en el decreto de 1975 y que tenía un
efecto disuasorio, ya que debía realizarse en el sindicato vertical y ante la
autoridad laboral.
La exigencia de acuerdo favorable de cada centro de trabajo, al margen del ámbito de la convocatoria, diicultaba enormemente las huelgas de
ámbito superior y permitía un mayor control. En consonancia, el RDRT
no contemplaba a los sindicatos como posibles convocantes de la huelga
al hacer referencia a los trabajadores o sus representantes en el centro de
trabajo.
Quedaban fuera, como titulares del derecho, los funcionarios públicos. Si bien la interpretación del Tribunal Constitucional (TC) tras la
aprobación de la Constitución española los asimilaba a los trabajadores
por cuenta ajena a estos efectos41; hasta la aprobación del Estatuto Básico
del Empleado Público (EBEP)42 en 2007 no hubo un reconocimiento explícito de su titularidad.
Se eliminó la prohibición del decreto anterior de realizar huelgas en
empresas encargadas de servicios públicos, aunque con un régimen especíico de preaviso y de reanudación de la prestación del servicio.
Se creó un órgano, el Comité de Huelga, encargado de la gestión de
la huelga.
Se clasiicaron las huelgas en función de la ilegalidad de las huelgas
políticas, las huelgas de solidaridad y las huelgas con ocupación de locales.
Así, se intentaron evitar muchas de las huelgas que se convocaban por esos
motivos.
También se reguló en el RDLRT un procedimiento administrativo de
solución de conlictos que podía iniciarse por cualquiera de las partes en
conlicto, lo que impedía la simultaneidad con la huelga cuando era el trabajador quien la iniciaba. Era un procedimiento que pretendía la solución
del conlicto laboral a través de la mediación o el arbitraje como alternativa a la medida de presión que suponía la huelga.
41 STC 11/1981, de 8 de abril, Fundamento Jurídico 13.º (RTC 1981,11).
42 Ley 7/2007, de 12 de abril (BOE, 13 de abril de 1977).
594
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
Asimismo, el RDLRT reguló el cierre patronal de respuesta ante conlictos que pusieran en peligro a las personas, los trabajadores y los empresarios, o el patrimonio de este último.
Por último, hay que señalar que el RDLRT es la única norma de la
transición que mantiene en vigor la regulación de la huelga, lo que crea
una situación compleja que se ha intentado salvar con la intervención del
TC, que ha depurado su contenido para hacerlo compatible con el derecho
regulado en la Constitución. La emblemática sentencia del TC 11/1981, de
8 de abril, ha hecho ese ejercicio de constitucionalización que se ha completado con otras importantes resoluciones judiciales.
Como norma de transición, la vigencia y operatividad del RDLRT debería haberse agotado con la promulgación de la Constitución de 1978 y
su desarrollo normativo, pero al no haberse hecho así podría pensarse que
la transición no se ha acabado al existir esta proyección anómala de esta
en la actualidad.
4. Otras normas transversales de incidencia en las relaciones laborales
Se aprobaron también en ese periodo otras normas que, sin ser estrictamente laborales, tuvieron una gran repercusión en este ámbito. Se hará
referencia, en primer lugar, a la ley de amnistía y, en segundo lugar, a los
Pactos de la Moncloa, que además de incidir en los derechos de los trabajadores, iniciaron una manera de producción normativa, de legislación
negociada, que se ha mantenido, con mayor o menor intensidad, hasta la
actualidad como un instrumento de concertación social.
4.1 La ley de amnistía y la amnistía laboral contra la amnistía sindical
Si bien la ley de amnistía no forma parte de la producción normativa especíicamente laboral de la transición, resulta necesario mencionar esta
norma para determinar cómo se resolvieron los perjuicios sufridos por los
trabajadores en su estatus jurídico laboral por la realización de actividades
sindicales con anterioridad a la legalización de los sindicatos.
El cambio de modelo político y laboral al que se dirigía la transición
exigía la liquidación de los efectos represivos de la dictadura franquista,
por lo que la lucha por la amnistía para todos los presos políticos y por la
vuelta de los exiliados fue un clamor unánime durante buena parte de ese
595
Rosa Rodríguez Sánchez
periodo43. Incluso se constituyeron entidades para la gestión de las movilizaciones y actuaciones por la amnistía, como la Asociación pro Amnistía o las Gestoras pro Amnistía. Fue una reivindicación incluida en todo
tipo de protestas: estudiantiles, políticas, laborales o vecinales44, y generó
un movimiento bastante unitario, aunque también se entendía como una
reivindicación con fuerza suiciente por sí sola al considerarse como el
primer paso irrenunciable a la democracia.
No sirvieron los parches a las reclamaciones de amnistía para acallar
el grito unánime por la amnistía total, ni el indulto concedido por la proclamación de Juan Carlos de Borbón como rey de España en 1975 «como
homenaje a la egregia igura del general Franco, artíice del progresivo
desarrollo de la paz de que ha disfrutado España en las últimas cuatro
décadas»45, ni tampoco la amnistía para delitos y faltas concedida por el
primer Gobierno de Suárez46.
Durante la primera mitad de 1976, después de la celebración de las
elecciones y de la constitución del Gobierno de Suárez, el movimiento por
la libertad de los presos políticos y la vuelta de los exiliados se materializó
en la convocatoria de manifestaciones en muchos puntos del país: Barcelona en febrero, Madrid en abril, el País Vasco entre el 7 y el 12 de julio
con la celebración de la semana proamnistía, etc. Muchas de ellas fueron
prohibidas y reprimidas con contundencia47.
Por in, las primeras Cortes democráticas aprobaron la ley de amnistía
(LAS)48 para exonerar de responsabilidad a quienes habían cometido delitos o faltas de intencionalidad política. No todos los partidos estaban de
43 Según De la Villa, L. E. y Desdentado Bonete, A.: La amnistía laboral. Una crítica
política y jurídica, Madrid: Ediciones de la Torre, 1978, p. 14, la intensidad de la lucha por la
amnistía disminuyó a partir de la consolidación del pacto tácito para la transición democrática, en abril de 1977, tras legalizarse el Partido Comunista de España (PCE).
44 A inales del año 1976 se constituyó en la prisión de Carabanchel la Coordinadora de
Presos Españoles en Lucha (COPEL) con la inalidad de conseguir la amnistía o el indulto
general y la mejora de la vida en la cárcel.
45 Según expresaba en su exposición de motivos el Decreto 2940/1975, de 25 de noviembre.
46 Real Decreto Ley 10/1976, de 30 de julio.
47 El estudiante Arturo Ruiz fue asesinado el 23 de enero de 1977 por guerrilleros de Cristo
Rey en una manifestación no autorizada en Madrid. De la vinculación de los asesinos con
los servicios de información de la Policía y la Guardia Civil da cuenta Sánchez Soler, M.:
op. cit., pp. 55–58.
48 Ley 46/1977, de 15 de octubre (BOE, 17 de octubre de 1977).
596
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
acuerdo en aprobar esta ley49, Alianza Popular (AP) defendió su postura
contraria y tras declarar que «acepta y reconoce la institución de la amnistía porque es una medida que responde a ideas de indulgencia, benignidad
y de piedad, y que sintoniza directamente con la sensibilidad generosa de
nuestro pueblo y de nuestros corazones», hizo alusión a «un grupo denominado (político-militar) del Norte» para concluir que frente a los ataques
a la democracia no era buena medicina la amnistía. La única medicina
que aplican las democracias más genuinas y consolidadas es una estricta
aplicación de la ley y de la justicia50.
Uno de los escollos que tuvo la ley en su tramitación fue precisamente la amnistía laboral, a la que también se oponía el Gobierno de Suárez
porque podía provocar la hostilidad de los empresarios, ya que lo que pretendía era la reintegración en sus derechos a los trabajadores que habían
sufrido perjuicios en estos por razones políticas, lo que fundamentalmente implicaba la readmisión en sus puestos de trabajo de los que habían sido
despedidos por ejercer actividades políticas o sindicales prohibidas.
En concreto, la ley establecía que quedaban sin efecto las resoluciones judiciales y los actos administrativos que habían producido despidos,
sanciones, limitaciones o suspensiones de los derechos activos o pasivos
de los trabajadores por cuenta ajena derivados de actos de intencionalidad
política tipiicados como delitos y faltas, así como las infracciones laborales o sindicales por actos que supusieran el ejercicio de derechos reconocidos a los trabajadores en normas y convenios internacionales vigentes51.
La ley solo contemplaba, por tanto, la amnistía para aquellos trabajadores que hubieran reclamado contra la actuación del empresario o de
49 Resalta la resistencia de los sectores franquistas más recalcitrantes Molinero, C.: «La ley
de amnistía de 1977: la reivindicación antifranquista y su lectura treinta años después», en
M. J. Espuny Tomás y O. Paz Torres (coords.): 30 años de la ley de amnistía, (1977–2007),
VIII Jornadas Interdisciplinarias de Estudio de la Diplomatura de Relaciones Laborales, Universidad Autónoma de Barcelona, ISBN 9788498497694.
50 Puede consultarse la intervención de Antonio Carro Martínez, del grupo parlamentario
de Alianza Popular, en el debate del proyecto de ley en el Congreso en el Diario de Sesiones
del Congreso de los Diputados del 14 de octubre de 1977, p. 957.
51 La Circular 1/1977, de 20 de octubre, de la Fiscalía del Tribunal Supremo (Boletín de Información del Ministerio de Justicia del 25 de octubre, n.º 1111), que daba instrucciones a los
iscales para la interpretación de la LAS, exigía que la conducta del trabajador hubiera dado
lugar a una sanción disciplinaria, que constara la infracción que la motivó y que hubiera sido
cometida antes del 6 de octubre de 1977, fecha incomprensible, puesto que la ley se aprobó el
15 de octubre y entró en vigor el 17 de octubre, fecha de su publicación en el BOE.
597
Rosa Rodríguez Sánchez
la Administración pública, derivada de su actuación política y sindical, y
contaran con una resolución judicial o administrativa que conirmara esa
decisión, lo que dejaba fuera de los efectos restitutivos de la amnistía a
todos aquellos que no hubieran realizado reclamación52.
La amnistía suponía no solo la restitución de los derechos que el trabajador hubiera tenido en el momento de la concesión, sino también la
obligación del Estado de hacer frente a sus cotizaciones sociales.
La ambigüedad de la ley generó muchos problemas en su interpretación53, lo que mermó su efectividad.
A la amnistía laboral se acogieron alrededor de 60 00054 trabajadores,
a pesar de las diicultades y demoras en su aplicación55.
Uno de los efectos perversos de la ley fue que garantizaba la impunidad de los torturadores, pero no reintegraba a sus puestos de trabajo a todos los trabajadores que habían sufrido represalias laborales por motivos
políticos o sindicales, probablemente a manos de los propios amnistiados.
4.2 Los Pactos de la Moncloa y las normas derivadas
En octubre de 1977, se irmaron sendos acuerdos: los Pactos de la Moncloa entre las fuerzas políticas parlamentarias y el Gobierno, que fueron
ratiicados posteriormente por las Cortes. Con estos acuerdos se pretendía
ijar un marco de convivencia político, social y económico a la espera de
la aprobación de la Constitución56. Estos pactos se materializaron en un
acuerdo «para el saneamiento y [la] reforma de la economía» y en otro
«sobre el programa de actuación jurídica y política».
52 La proposición de ley de los grupos parlamentarios socialista, comunista, vasco-catalán
y mixto, presentada al Congreso el 1 de octubre de 1977, salvaba esta importante limitación
al establecer que la amnistía dejaba sin efecto resoluciones judiciales, actos administrativos y
también decisiones empresariales.
53 La propia Fiscalía del Tribunal Supremo al entender «lo extraordinario de la materia,
la complejidad de las normas que contiene esta ley y las diicultades de interpretación que
plantea en algunos puntos» elabora unas instrucciones generales para su aplicación que se
contienen en la circular ya citada.
54 Molinero, C.: «La ley de amnistía de 1977: la reivindicación antifranquista y su lectura
treinta años después», en M. J. Espuny Tomás y O. Paz Torres (coords.): 30 años de la ley
de amnistía, (1977–2007), VIII Jornadas Interdisciplinarias de Estudio de la Diplomatura de
Relaciones Laborales, Universidad Autónoma de Barcelona, ISBN 9788498497694.
55 Con 28 años de retraso reconoció la Audiencia Provincial de Madrid los derechos económicos pasivos a un condenado por motivos políticos; véase la noticia en el periódico El País
del 16 de enero de 2006.
56 Montoya Melgar, A.: op. cit., p. 419.
598
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
Los Pactos de la Moncloa, en los que no participaron los sindicatos,
aunque algunos apoyaron las disposiciones legales a que dieron lugar57,
iniciaron la intervención sindical en la elaboración de las normas jurídicas, la concertación social, una estrategia de pactos entre organizaciones
sindicales y empresariales, con intervención del Gobierno en algunos casos, que se desarrolló profusamente en los años posteriores.
El Acuerdo Básico Interconfederal (ABI), suscrito entre UGT y la
Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) el 10
de julio de 1979, que marcó las líneas maestras en algunos puntos del futuro Estatuto de los Trabajadores; el Acuerdo Nacional sobre el Empleo
(ANE), suscrito el 9 de junio de 1981 entre el Gobierno, la CEOE, UGT
y CC. OO., con medidas para fomentar el empleo, al que acompañó un
acuerdo entre Gobierno, CC. OO. y UGT para el reparto del patrimonio
sindical acumulado58; y el Acuerdo Económico y Social (AES) de octubre
de 1984 son algunos ejemplos de pactos que, con más o menos incidencia
y altibajos, han sido frecuentes en estos años para eliminar la conlictividad social. El último de estos pactos, el III Acuerdo para el Empleo y la
Negociación Colectiva 2015-2017, fue suscrito entre la CEOE, la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), CC.
OO. y UGT59.
5. La Constitución de 1978 y el in de la transición laboral:
una breve relexión inal
Para cerrar la descripción de este periodo de la historia española tan importante para entender el presente, se hará hincapié en la expresión del
embajador saharaui en la conferencia inaugural del congreso de que «una
mala transición provoca un mal presente y futuro» para inalizar esta disertación con unas breves referencias al modelo de relaciones laborales de
la Constitución.
57 Se relata las disensiones internas en CC. OO. por el apoyo a los pactos en Soto Carmona,
Á: «Comisiones Obreras en la transición y consolidación democrática. De la Asamblea de
Barcelona a la huelga general del 14-D (1976–1988)» en D. Ruiz, (dir.): Historia de Comisiones Obreras (1958–1988), Madrid: Siglo XXI de España Editores, 1993, pp. 467-468.
58 Solans Latre, M. A.: Concertación social y otras formas de neocorporatismo en España y
en la comunidad Europea, Madrid: Tecnos, 1995, pp. 129-130. Da cuenta de los avatares de
este reparto.
59 Firmado el 8 de junio de 2015 y publicado en el BOE el 20 de junio.
599
Rosa Rodríguez Sánchez
Tal y como se apuntaba al inicio de este recorrido, con la aprobación
de la Constitución puede darse por inalizado este periodo de transición
en la medida en que en la norma fundamental son reconocibles elementos
suicientes para poder hablar de un nuevo modelo de relaciones laborales,
diferente al del franquismo, pero también al de la transición.
Sin hacer un análisis detallado del modelo laboral y sindical de la
Constitución, se identiicará el contenido de aquellos preceptos que marcaron una diferencia con el de las leyes fundamentales y con las normas
laborales aprobadas durante el periodo de la transición.
Como punto de partida, la Constitución reconoce implícitamente el
conlicto de clases o de intereses al identiicar y diferenciar las organizaciones de trabajadores y de empresarios «para la defensa de sus intereses
propios», lo que sirve para enmarcar los medios para la tutela de esos intereses y los sujetos que los representan. Los poderes públicos asumen un
papel de promoción de los derechos de los trabajadores y los empresarios
y, frente a ellos, se reconoce la autonomía colectiva al regular el derecho de
negociación colectiva entre trabajadores y empresarios y la eicacia normativa del producto de esa negociación.
Para hacer posible esta autonomía de las partes, y partiendo de la idea
de que el antagonismo entre trabajadores y empresarios no se da en condiciones de igualdad jurídica, se dota a aquellos de un medio de reequilibrio de su posición de debilidad, la huelga, concebida como un derecho
fundamental, por tanto, con la máxima protección jurídica, sin que exista un instrumento similar para los empresarios. La libertad sindical, la
huelga y la negociación colectiva son los pilares sobre los que se asienta
el nuevo modelo de relaciones laborales, muy en contraposición con el
ordenamiento laboral franquista, que parte de una concepción antidemocrática, autoritaria y armonicista que otorga un papel protagonista y único
al Estado en la regulación de las relaciones laborales, que concibe la empresa en términos comunitaristas con una identidad de intereses entre sus
miembros y con la prohibición de la libertad sindical y de los medios de
acción sindical60.
60 A diferencia de la concepción anterior en la que la empresa es una «comunidad» de capital y trabajo en la que concurren los elementos de la producción (artículo 26 del Fuero de
los Españoles) y que se constituye como «comunidad de intereses y unidad de propósitos»
(Principios del Movimiento Nacional, xi), haciéndose portadora de un «interés objetivo»
superior al de las partes, al que los intereses de esta se subordinan, y subordinándose aquel,
a su vez, al «interés supremo de la nación» (Fuero del Trabajo, VIII, 3, XI, 2, y artículo 26 del
Fuero de los Españoles).
600
Legislación laboral y conlictos sociales: del franquismo a la democracia
Tras casi 37 años de desarrollo constitucional y construcción democrática, los últimos tiempos traen, sin embargo, un retroceso, que salvando las distancias, y que sería tema de un debate más profundo, se acercan
a ese periodo de la transición política en el que se perseguían derechos
sin los cuales no era reconocible una sociedad democrática y de progreso:
la llamada ley mordaza61, la criminalización de sindicalistas ejerciendo el
derecho de huelga, o la disminución del poder normativo sindical son algunos ejemplos de esa deriva que, para algunos, más que tratarse de una
segunda transición, podría identiicarse como la «antitransición»62. Sea
como fuere, y aunque el tema exige un debate más profundo, lo cierto es
que las reformas laborales que se han ido sucediendo en los últimos años
han degradado muchos de los derechos laborales consolidados con el objetivo de crear empleo y superar así la situación de crisis económica que se
arrastra desde hace tiempo.
61 Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de Protección de la Seguridad Ciudadana (BOE,
31 de marzo de 2015)
62 No se trata de una «segunda transición», sino de una negación evidente del espíritu de la
primera, de un intento de aniquilarla y retornar a los tiempos del franquismo, según airman
Cotarelo, R. y Roca, J. M.: La antitransición. La derecha neofranquista y el saqueo de España, Valencia: Tirant lo Blanch, 2015.
601
Rosa Rodríguez Sánchez
Bibliografía
Almendros Morcillo, F.; Jiménez-Asenjo, E.; Pérez Amorós, F.; y
Rojo Torrecilla, E.: El sindicalismo de clase en España (1939–1977),
Barcelona: Ediciones Península, 1978.
De la Villa, L. E. y Desdentado Bonete, A.: La amnistía laboral. Una
crítica política y jurídica, Madrid: Ediciones de la Torre, 1978.
Espuny Tomás, M. J. y Paz Torres, O. (coords.): 30 años de la ley de
amnistía, (1977–2007), VIII Jornadas Interdisciplinarias de Estudio de
la Diplomatura de Relaciones Laborales, Universidad Autónoma de
Barcelona.
García Becedas, G.: «La transición política y las relaciones laborales en la
democracia», en A. Galán García (coord.): Intervención pública en
las relaciones laborales, Madrid: Editorial Tecnos y Consejo Andaluz
de Relaciones Laborales, 2000.
Grimaldos, A.: Claves de la transición (1973–1986), Barcelona: Editorial
Península, 2013.
Guinea, J. L.: Los movimientos obreros y sindicales en España. De 1833 a
1978, Ibérico Europea de Ediciones, 1978.
Köhler, H. D.: El movimiento sindical en España, Madrid: Editorial
Fundamentos, 1995.
Jordà Fernández, A. y Purcalla Bonilla, M. A.: Las relaciones
laborales en España hasta la Constitución de 1978, Madrid: Editorial
Dykinson, 2007.
Montoya Melgar, A.: Ideología y lenguaje en las leyes laborales de España
(1873–1978), Madrid: Editorial Civitas, 1992.
Ruiz, D. (dir.): Historia de Comisiones Obreras (1958–1988), Madrid: Siglo
XXI de España Editores, 1993.
Sánchez Soler, M.: La transición sangrienta. Una historia violenta del
proceso democrático en España (1975–1983), Barcelona: Ediciones
Península, 2010.
Solans Latre, M. A.: Concertación social y otras formas de neocorporatismo
en España y en la comunidad Europea, Madrid: Tecnos, 1995.
Soto Carmona, Á. y Aroca Mohedano, M. (dirs.): Combates por la
democracia: los sindicatos, de la dictadura a la democracia (1938–
1994), Madrid: Universidad Autónoma de Madrid-Fundación
Francisco Largo Caballero, 2012.
602
LA TRANSICIÓN COMO ESPACIO DE CREACIÓN: CINE, MÚSICA
Y PINTURA (ENTRE MOVIDAS ANDUVO EL JUEGO)
José Carlos Suárez
Universidad Rovira i Virgili
josecarlos.suarez@urv.cat
Resumen
Con este título se pretende dar una visión sobre un fenómeno cultural,
social y político que se produjo en España desde mediados de la década
de los setenta y que se extendería hasta mediados de la década siguiente,
el periodo comprendido entre la muerte de Franco y la transición. Lo ocurrido entonces se caracterizaba por la eclosión de libertad y creatividad,
producto de muchos años de dictadura, en los primeros años de la vuelta
de la democracia a España.
Asimismo, quiere precisarse que eso que se ha dado en llamar la movida fue un fenómeno que se produjo como consecuencia lógica de lo
antes expuesto en toda España y no solo en Madrid, como parecen dar
a entender algunos autores y medios de comunicación. En este sentido,
quiere dejarse claro cuál fue el papel de Barcelona en todo este proceso,
haciendo especial hincapié en que lo sucedido en la capital de Cataluña
fue determinante y de importancia fundamental para lo que sucedería
después en otros lugares, ya que desde los últimos años de la dictadura,
Barcelona se había convertido en un verdadero oasis que representaba la
vanguardia cultural española.
Palabras clave
Arte, música, cine, teatro, transición, la movida.
Abstract
his article describes a cultural, social and political phenomenon that
occurred in Spain from the mid-1970s to the mid-1980s, that is, the period
covering the death of Franco and the Transition. What happened during
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 603–630.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
José Carlos Suárez
this time can be described as an explosion of freedom and creativity
during the initial years ater the return of democracy to Spain ater many
years of dictatorship.
he article also asserts that this phenomenon which came to be
known as la movida happened throughout the whole of Spain and not
solely in Madrid, as some authors and parts of the media seem to claim.
In this regard, the article seeks to emphasise the role of Barcelona in this
process given that during the inal years of the dictatorship it had become
a real oasis for the Spanish cultural avant-guard and stresses that what
happened in the Catalan capital was decisive and of vital importance to
what subsequently occurred in other places.
Key words
Art, music, cinema, theatre, transition, la movida.
En el congreso sobre transiciones en el mundo contemporáneo, se dedicó
una mesa redonda a hablar de la transición como un espacio de creación,
donde se señalaron las manifestaciones artístico-culturales, en toda su
amplitud, que tuvieron lugar en ese contexto histórico que se ha dado en
llamar la transición, también denominada transición española o transición
democrática. Este concepto histórico, discutido y discutible, hace referencia, etimológicamente, al paso de un estado a otro: desde el in de la dictadura, simbolizada por la muerte del dictador hasta la recuperación y, inalmente, consolidación de las libertades democráticas. O sea, este periodo
va desde mediados de los años setenta con la muerte del general Francisco
Franco, que muere en 1975; pasa por un traspaso político de poderes, cuya
interinidad corrió a cargo de Carlos Arias Navarro, que llevaría posteriormente a los gobiernos de Unión de Centro Democrático (UCD), liderados
por Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo; hasta principios de los años
ochenta, con la llegada de la izquierda al poder en 1982 con el triunfo del
Partido Socialista Obrero Español (PSOE), liderado por Felipe González.
Así pues, se llevará a cabo un somero repaso —puesto que el espacio no da
para más— sobre qué ocurrió por aquel entonces en una España, que tras
muchos —demasiados— años de dictadura, empezó a experimentar una
eclosión inusitada de libertad y creatividad en el marco de consolidación
de sus derechos políticos y sociales.
604
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
No obstante, aunque se hayan señalado unas coordenadas históricas
concretas, nada aparece por generación espontánea. Siempre hay un caldo
de cultivo que hace que el proceso llegue a ser una realidad. Así, ya en
los cincuenta aparecieron tentativas artísticas que hicieron que pudiera
airmarse que no se estaba tan lejos de lo que sucedía en el panorama
general del arte; tal vez el rasgo diferencial fuera solamente que la evolución se desarrollaba por unos caminos que aún seguían siendo diferentes.
El impulso que podría considerarse como deinitivo no se produjo hasta la década de los sesenta y ya entrados en la de los setenta, como bien
ha señalado Francisco Calvo Serraller: «De hecho, solo durante la fase
agónica del franquismo, desde 1965 hasta 1975, puede hablarse de cierta
trascendencia social del arte español de vanguardia»1.
Por ello, hay que remitirse a mediados de la década de los sesenta,
que es cuando España comienza, aunque tímidamente, debido a las
circunstancias políticamente hostiles, a sintonizar con la vanguardia
internacional, que se vio truncada con el estallido de la Guerra Civil. A
que fuera así contribuyó, sin duda, una recuperación económica y unos
cambios sociales, favorecidos por el turismo, que se concretarían en lo
que se ha dado en llamar los años del desarrollismo. En el ámbito de las
artes plásticas, los grupos y las individualidades que se decantaron por
las tendencias abstractas, donde destacaban las informalistas, y unos años
más tarde, aquellas otras de tipo igurativo, dentro de la esfera del pop
art, empezaron a tener un cierto predicamento en la escena internacional.
En lo que al cine se reiere, su renovación vino dada por las tendencias
innovadoras del llamado nuevo cine español, con epicentro en Madrid y
apegado a una realidad social, y la llamada escuela de Barcelona, que se
decantaba más hacia la experimentación y los presupuestos de la nouvelle
vague francesa. Ambas propuestas, sin embargo, convivieron con el cine
de siempre. Por poner algunos ejemplos, debido a cómo contribuyeron a
difundir internacionalmente la marca España, cabe citar a Antoni Tàpies
en el ámbito de la pintura y a Carlos Saura en el del cine.
Así llegaron los setenta, donde es necesario mencionar un concepto
que se ha consolidado, como ningún otro, para hacer referencia a lo que
culturalmente sucedió en el periodo denominado la transición: la movida.
Hay que detenerse para precisar su signiicado, ya que hay palabras que a
1 Calvo Serraller, F.: Del futuro al pasado. Vanguardia y tradición en el arte español contemporáneo, Madrid: Alianza (Colección Alianza Forma, n.º 74), p. 81.
605
José Carlos Suárez
fuerza de repetirlas lo pierden. El sustantivo movida proviene del verbo
mover, es su participio, cuya acción, que es activa, se opone a aquello que
es estático o inactivo, por lo que son palabras antónimas. Sin embargo,
María Moliner en su diccionario la deine como una acepción informal
referida a la «animación de un lugar». Así pues, ese estado de actividad
(animación) que fue la movida se produjo en un lugar llamado España y
en un contexto histórico concreto, el que es objeto de estudio, aunque cabe
señalar que la palabra se ha asociado normalmente a la palabra madrileña,
que ha actuado como un adjetivo, que unido a ese artículo la, podría
llegarse a pensar que era la única existente —de este tema se hablará más
adelante—. Dicho esto, debe precisarse que la movida no nació ni en un
día concreto ni en un lugar determinado, sino que fue el resultado de un
fermento que se fue gestando lentamente, ya incluso antes de la muerte del
dictador, en unas condiciones presididas por la lucha para la consecución
de las libertades; el estado idóneo en el que debe germinar todo proceso
creativo.
En los setenta, se entró en una década en la que el mundo seguía su
curso y España debía esperar. Aunque se pensaba que muerto el perro,
se acabaría la rabia, no fue así; aún quedaba la rehala, dispuesta a seguir
acosando a una manada cada vez menos dócil, que seguía conquistado
parcelas de libertad, como ya habían hecho en los años previos. En esos
años, entre los triunfos deportivos en el mundo, como los de Pedro
Carrasco, Francisco Fernández Ochoa o Luis Ocaña, que siempre fueron
importantes para reairmar la autoestima; bodas sonadas, como la de la
«nietísima» Carmen Martínez Bordiu con el primo del rey, Alfonso de
Borbón; hazañas de desarraigados, como el Lute; y atentados de ETA, que
culminarían con la muerte del presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco
el 20 de noviembre de 1973, se llegó a otro 20 de noviembre, el de 1975,
fecha en la que Franco murió tras una larga agonía. Los acontecimientos
políticos en los años que van de 1973 a 1975 se sucedieron de forma
vertiginosa, tanto nacional como internacionalmente: el llamado Proceso
1001 contra dirigentes de Comisiones Obreras en 1973; la ejecución de
Salvador Puig Antich en 1974; la renovación del PSOE en Suresnes en
1974; la conclusión de la guerra de Vietnam en 1975; las ejecuciones de
cinco miembros del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota)
y de ETA (Euskadi Ta Askatasuna) en 1975; la invasión del Sáhara por
Marruecos; la llamada Marcha Verde en 1975; y inalmente, el cambio de
régimen con la proclamación, como heredero de Franco, de Juan Carlos I
como rey de España en 1975.
606
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
La cultura, mientras tanto, seguía trabajando en condiciones hostiles.
La revista Triunfo2, verdadera guía y abrevadero de libertad, educaba
democráticamente. Por ello, tuvo que enfrentarse a muchos cierres y
censuras; de hecho, su última suspensión (por cuatro meses) coincidió
con la muerte del dictador, por lo que no pudieron informar de la nueva e
incierta situación a la que se enfrentaba España. Dos ciudades se erigieron
como focos culturales indiscutibles, sin menoscabo de otras capitales
donde también se ejercía una resistencia militante. Por un lado, estaba
Madrid, que al ser la capital, gozaba de sus ventajas, pero también de sus
inconvenientes, pues la presión de los cuerpos represivos era agobiante;
además de pesarle, todavía, un provincianismo recalcitrante. Por otro
lado, estaba Barcelona, que aunque también participaba de esa represión,
la sufría en menor medida, lo que unido a que era una ciudad con carácter
y capital de una cultura con rasgos especíicos muy marcados que, además,
respiraba la necesidad de recuperar su identidad, se convirtió en un oasis
al que muchos —como quien esto escribe— decidieron desplazarse.
Esos movimientos migratorios culturales, ya que los hay que no son solo
económicos, convirtieron a esta ciudad, ya de por si cosmopolita, en
faro y crisol donde fructiicó un movimiento cultural forjado con gente
proveniente del resto de España.
Llegados a este punto, es necesario matizar la información y para ello,
debe volverse a la movida. La movida en Barcelona comenzó en la década
de los sesenta, en la que se generó una reinaxença que combinaba aspectos
de la cultura tradicional catalana con los últimos movimientos artísticos.
Este movimiento se dejó ver en todas las artes, aunque fue en la música
donde se encontraron unas características que la hicieron diferente a la
que se hacía en el resto de España. Los dos ejes fundamentales de la música
catalana de aquellos años fueron, por un lado, la nova cançó, con una clara
apuesta por expresarse en lengua catalana, que partió del grupo Els Setze
Jutges, constituido en 1961, y se adentró en la década de los setenta, en la
que encontró en el sello discográico Edigsa el vehículo para difundir sus
canciones. A cantantes como Francesc Pi de la Serra, Guillermina Motta o
Joan Manuel Serrat, se unirían otros como la mallorquina Maria del Mar
Bonet o los valencianos Raimon y Ovidi Montllort.
2 Aunque se fundó en Valencia en 1946 por José Ángel Ezcurra, su director hasta 1982, tuvo
su momento de esplendor a partir de 1962, ya en Madrid, donde se trasladó en 1948. Puede
consultarse digitalizada en <www.triunfodigital.com>.
607
José Carlos Suárez
Por otro lado, surgió el interesantísimo concepto de rock layetano,
con grupos magníicos y hoy casi olvidados como la Compañía Eléctrica
Dharma, Iceberg, Música Urbana, etc. En paralelo al trabajo de estas
bandas, se desarrolló una infraestructura de salas (Zeleste, Boira, Cibeles y
Metro) y sellos discográicos independientes (Zeleste-Edigsa, Ddomestic
Records, Flor y Nata Records) que sirvieron de plataforma de lanzamiento
para muchos músicos, algunos personajes genuinos de la movida, como
Loquillo y los Trogloditas, o la gente que años después formaría El Último
de la Fila. Además, contribuyeron a desarrollar la cultura nocturna, que
muy pronto se extendió por toda España. Mención aparte merece Jaume
Sisa, cantautor galáctico que integra un género en sí mismo y que expresa,
como pocos, el espíritu surreal e irreverente de lo que quiso ser la movida.
El 26 de julio de 1975 tuvo lugar en Canet de Mar, la ya mítica primera
edición del Festival Canet Rock bajo el epígrafe «12 hores de música i
follia», que reunió a 25 000 personas para escuchar a lo más lorido de la
música catalana y a representantes del rock andaluz, como Gualberto, y el
lamenco fusión, como Manuel Molina y Lole Montoya. Los que tuvieron
la suerte de vivirlo, no lo olvidarán nunca, sobre todo cuando, sobre un
escenario vacío y a oscuras, con tan solo un micrófono iluminado, la
megafonía empezó a emitir la canción Qualsevol nit pot sortir el sol de
Jaume Sisa; los allí asistentes empezaron a encender sus mecheros y
convirtieron aquel recinto al aire libre en un cielo cuajado de estrellas. El
símbolo más hermoso de que en España, ahora sí, empezaba a amanecer.
En Barcelona, a diferencia de en Madrid, la producción musical
fue extraordinaria, por lo que se mostró una mayor solidez cultural
que en la capital, y una mayor tendencia a la creación colectiva frente
al individualismo castellano. Sin embargo, a pesar de esto, su difusión
fue mucho menor y por ello, también menos conocida y reconocida. La
creación barcelonesa, más culta, más compleja y, a menudo, localista,
resultaba menos comercial y más difícil de exportar. Aunque los cantautores
catalanes tuvieron cierto éxito inicial en todo el país al abrigo de la lucha
antifranquista, pronto su trabajo dejó de interesar fuera de Cataluña, en
una España a la que, aún hoy, el idioma catalán parece lesionar los oídos,
si bien no tiene reparos en consumir música en inglés a raudales.
También en el ámbito del cómic y del diseño, que tanto singularizaría
a Barcelona, foráneos, como el sevillano Nazario Luque, el madrileño
Ceesepe o el valenciano Javier E. Mariscal conformarían, junto con los
barceloneses Josep Toutain y Max, entre otros, un reconocido y celebrado
608
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
plantel, que encontraron en revistas como El Víbora, Star, El Rrollo
Enmascarado o Bang!, unas inestimables plataformas para dar a conocer
sus trabajos, en un principio editados por ellos mismos en forma de
fanzines y en muchos casos distribuidos clandestinamente. Cabe señalar
que una característica de la movida de Barcelona que la diferencia de otras
movidas es su carácter colectivo. Si en Madrid primaba el individualismo,
en la capital catalana los creadores tendían a agruparse en movimientos
organizados, casi siempre efímeros, pero muy fértiles.
Al fenómeno de la prensa libre, donde junto con las publicaciones
antes señaladas se encuentran otras como Ozono y, sobre todo, Ajoblanco,
todas ellas con un marcado cariz libertario y desde donde se difundió
la contracultura en España, hay que añadirle la aparición de las radios
libres, como Radio La Voz de la Experiencia, de La Cadena del Water,
una emisora madrileña que llevaba en activo desde 1977 y que en 1987,
fue iniquitada por la ley de ordenación de las telecomunicaciones del
ministro socialista José Barrionuevo —tanto luchar contra Franco para
luego esto—.
En el ámbito del teatro surgieron grupos alternativos, muy novedosos
para la época, como Dagoll Dagom, Els Comediants, Els Joglars o La Fura
dels Baus. En este terreno, Madrid tenía poco que hacer, pues aparte de
la efímera compañía Los Goliardos, la actividad teatral de vanguardia,
aunque meritoria, fue casi insigniicante. La presencia del mimo y
coreógrafo inglés Lindsay Kemp en Barcelona, donde se aincó en 1977,
y la del grupo norteamericano de teatro he Living heatre marcaron
una época a la que habría que sumarle las actividades de espacios como
La Paloma y, sobre todo, el Saló Diana (situado en el número 5 de la
calle de Sant Pau, en pleno barrio del Raval), sede de la L’Assemblea de
Treballadors de l’Espectacle (ADTE), que en 1977, año de su apertura,
acogió las Jornades Llibertaries Internacionals, junto con el parque Güell
y el Ateneo, donde se debatió intensamente sobre música, cine, teatro y
ecología.
En cuanto al cine, ya se ha mencionado la escuela de Barcelona, de
inales de los sesenta, en cuyo nacimiento juega un papel determinante
Ricardo Muñoz Suay y surgió en el mismo contexto histórico que la nova
cançó. En este sentido, cabe hacer mención, para completar el marco
cultural, a la gauche divine —por cierto, todos ellos muy inluenciados
por la vecina cultura francesa—, que consistía en un movimiento de
intelectuales y artistas de izquierda, cuya divinidad les era otorgada por
609
José Carlos Suárez
el hecho de que sus miembros provenían de la burguesía y de las clases
altas de la capital catalana, quienes encontraron su cuartel general en
la discoteca Bocaccio, desde donde practicaron la endogamia que los
caracterizó. Esto contrastaba con esa otra izquierda anarquizante del Raval
y el Born, caracterizada por su propensión al mestizaje. Como puede
observarse, había dos Barcelonas en una misma ciudad, una dicotomía
que aún hoy sigue vigente.
Hecha esta precisión, es necesario volver al ámbito del cine. A
principios de los setenta, el panorama cinematográico de Barcelona no
era precisamente muy alentador, como en el resto de España. Los cambios
de legislaturas y tendencias hicieron que los pequeños imperios fílmicos
de Barcelona comenzaran a languidecer. Empresas como los Estudios
Balcázar, poblado del oeste incluido (Esplugas City) en Esplugas de
Llobregat, o la Factoría Iquino, un tinglado que mezclaba los modos y
las jerarquías hollywoodenses con un estilo netamente botiguer. En ese
panorama solo llegaban, difuminadas, las ondas emitidas por el trabajo
de un grupo de directores ya en retirada de la escuela de Barcelona,
que justo por entonces ya se replanteaban su futuro. Aparte del caso de
Jacinto Esteva, incapaz de levantar proyectos desde principios de los
setenta y que murió prematuramente en 1985, Gonzalo Suárez iniciaría
una nueva etapa madrileña, Joaquim Jordà abandonaría la dirección y no
reaparecería hasta los ochenta, Carles Duran se pasaría a la producción,
Vicente Aranda iniciaría una etapa de cine más comercial, etc. Era la
resaca de un movimiento que tuvo una parte de voluntad de ruptura, de
experimentación fílmica, pero otro tanto, o más, de calculada operación
de marketing.
El llamado cine independiente de los setenta en Barcelona aportó tres
cineastas que, por escapar al adocenado panorama existente, constituían
una piedra angular: Llorenç Soler, Pere Portabella y Toni Padrós, que
inluenciarían a toda una generación de nuevos cineastas. En 1975, llegó a
Barcelona la Filmoteca Nacional, un espacio clave de formación, y lo hizo
en un momento clave, a partir de entonces pudieron plantearse ilmes más
trasgresores, que se asomaban a las propuestas de cine alternativo que se
hacían por el resto del mundo. A inales de los setenta, en el Saló Diana,
un tal Pedro Almodóvar, por entonces empleado de Telefónica, proyectó
un corto titulado Folle… folle… ¡fólleme, Tim! (1978), rodado en súper
8, en el que hacía él en vivo la banda sonora para regocijo del respetable.
Paralelamente, un tal José Pérez Ocaña paseaba travestido por las Ramblas
610
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
para ser ilmado por la cámara de Ventura Pons en el documental
Ocaña, retrato intermitente, del mismo año. También con Ocaña como
protagonista el cineasta Jesús Garay, santanderino aincado en Barcelona,
rodó Manderley (1980). Ocaña, de origen sevillano, al igual que Nazario, se
convirtió en todo un polifacético personaje, que ejempliicó la Barcelona
de ese momento y la lucha por la normalización y las libertades de los
gais, las lesbianas y los transexuales, perseguidos y reprimidos por el
franquismo y su ley sobre peligrosidad y rehabilitación social de 1970.
El cine español de los setenta, en su conjunto, mantuvo las mismas
constantes que el resto de cinematografías. Un cine en el que, después de
las iniciativas para su renovación, que tuvieron lugar en los sesenta, convivieron tanto el viejo cine de siempre como ese otro con vocación de
cambio, o lo que es lo mismo, convivieron la tradición con la innovación.
En este contexto, cabe distinguir dos periodos muy diferentes, debido a la
enorme trascendencia de los acontecimientos políticos y sociales vividos
en España, cuya inlexión viene señalada por la muerte de Franco, que
indudablemente determinaron un ideario cinematográico diferente. A
pesar de esto, las estructuras industriales y los índices de calidad no sufrieron variaciones, sino que más bien el cambio vino derivado por un mayor
grado de libertad creativa, lo que permitió modiicaciones en cuanto a su
base ideológica. El agravamiento de la crisis económica de la industria
cinematográica, heredada de la década anterior, hizo que se tendiera a
realizar producciones de un marcado carácter comercial para así ganarse
los favores del público. El cine de género se instaló en las pantallas y destacaron las películas de terror y las comedias.
El terror, o mejor dicho el llamado fantaterror, como son conocidas
las producciones sobre este género3 realizadas en España, se inició ya en la
década de los sesenta, con una inluencia importante de la Hammer inglesa, y se adentró en los setenta hasta alcanzar una resonancia internacional,
ya que muchas de estas producciones, realizadas en régimen de coproducción, estaban destinadas a ese mercado y se rodaban en inglés o en francés.
Algunos de sus directores más representativos fueron León Klimovsky y,
sobre todo, Amando de Ossorio, cuya tetralogía sobre los templarios (La
noche del terror ciego —Tombs of the blind dead— de 19714, El ataque de
3 Se ha aceptado convencionalmente el uso de la palabra fantástico para deinir al género de
terror, ya que comparte muchos de sus elementos con los de la ciencia icción.
4 La secuencia en la que Virginia, su protagonista, huye perseguida por los espectros de los
monjes templarios a caballo inspiró, tanto en su estructura como planiicación, aquella otra
611
José Carlos Suárez
los muertos sin ojos —Return of the blind dead— de 1973, El buque maldito —he ghost galleon— de 1974, y La noche de las gaviotas —Night of the
seagulls— de 1975) es considerada de culto por los seguidores del género.
No debe olvidarse el también director de culto Jesús Franco (Jess Franco),
especializado en temáticas vampíricas, que se caracterizó por el alto contenido erótico de sus producciones, muchas de ellas realizadas como dobles
versiones (una para el mercado nacional y otra para el internacional), debido a los problemas con la censura. A partir de 1976, este género decayó
y fue sustituido por producciones de destape y comedias herederas del
landismo. Cabe mencionar en este apartado a otro director y, sobre todo,
actor, que al igual que los anteriores, devino igualmente en una referencia
de culto: Paul Naschy, el «hombre lobo nacional», y también muy internacional, como Franco y De Ossorio.
En cuanto a la comedia, el cine de los setenta experimentó una ruptura en relación con aquella otra imperante en las dos décadas anteriores,
donde el hilo argumental se asentó en el humor de enredo, pero blanco, tal
y como mandaban los cánones morales de entonces. En aquel momento,
el enredo, base de la comedia, tenía un componente erótico importante,
cuya dosiicación iba en función de lo permitido por la censura, impuesta
en España por el franquismo ya desde 1938. No debe olvidarse que la censura fue ideológica y moral, no en vano el nacionalcatolicismo fue una de
las señas de identidad ideológica del régimen. Esto respondía lógicamente
al auge que comenzaban a adquirir las películas de corte erótico o pornográico, cuya exhibición, obviamente, estaba prohibida en España. Esto
obligó a un buen número de españoles a realizar un particular peregrinaje
de in de semana, cruzando la frontera con Francia, para buscar en Perpignan o Biarritz aquello que cinematográicamente no podían ver en su país.
En este sentido, cabe mencionar un título, el de mayor éxito en taquilla del cine español hasta aquel momento, No desearás al vecino del quinto
(1970), de Ramón Fernández, que representó, como ningún otro, este tipo
de comedia. Esta película es relevante porque, primero, inauguró la moda
de este tipo de producciones y, segundo, porque la protagonizó Alfredo
Landa. Precisamente este actor, protagonista de muchas de las películas
de este periodo, fue el que mejor encarnó cinematográicamente el pro-
carrera a caballo de la primera entrega de El señor de los anillos (Lord of the rings, 2001),
de Peter Jackson, en la que Arwen y Frodo son perseguidos por los temibles jinetes nazgul.
612
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
totipo del español medio de la época5, lo que dio lugar al nacimiento de
un fenómeno sociológico que se conoce como landismo. Es un fenómeno excepcional en sí mismo, puesto que no existe en toda la historia del
cine ningún otro caso comparable en el que, en una especie de sinécdoque
cinematográica, el nombre de un actor, o para ser más precisos, su apellido, haya servido para designar a un todo del que él formaba parte. La
repercusión y la fuerza comercial del landismo convirtió a otros actores en
asiduos de este género, como a José Luis López Vázquez y a José Sacristán,
quienes con el paso de los años tuvieron su reconocimiento actoral, al
igual que ocurrió con Landa, lo que propició que se les sacara del encasillamiento al que parecían estar condenados6.
Sería el reconocido Juan Antonio Bardem quien, haciendo una inteligente pirueta, muy en consonancia con su ideario político, eligió a este
actor para protagonizar El puente, 1976 (1977). Esta elección no fue nada
gratuita, ya que Landa hacía en esta película de Landa, en tanto que representaba a un mecánico cuya intención durante el puente del 15 de agosto
era divertirse y ligar todo lo que pudiera (lo propio de la temática de las
películas del landismo). No obstante, una serie de encuentros y circunstancias durante su viaje al sur de España hicieron que volviera a Madrid
como un concienciado sindicalista. Así, es la historia de un viaje, en su
sentido iniciático, del que su protagonista vuelve transformado.
A principios de los setenta se asistió a la aparición de un fenómeno
novedoso en la cinematografía española, la llamada tercera vía, invención
del productor José Luis Dibildos y del director Roberto Bodegas, quienes
partieron de la comedia al uso para intentar acercarse —no siempre consiguiéndolo— a una realidad obviada, a la vez que se buscaba una calidad
y una pátina aperturista que, sorteando las diicultades propias impuestas
por la ausencia de libertades, se aproximase a lo que se hacía fuera de España. El título que inauguró este fenómeno fue Españolas en París (1971),
del director y productor antes señalados. En ella, se asiste a las aventuras
5 Representaba al español como un reprimido ligón de turno que, en un escenario que tenía,
generalmente, como fondo las míticas ciudades del boom turístico, deambulaba entre la soltería y el disfrute de su condición de «rodríguez de in de semana», afanándose en la caza de
la extranjera, más accesible sexualmente que la mujer española.
6 En el caso de López Vázquez, ocurriría con la película de Jaime de Armiñan Mi querida
señorita (1971). En cuanto a Sacristán, habría que esperar a 1978 con Un hombre llamado
Flor de Otoño, de Pedro Olea. En ambos casos, se tratan con seriedad temas como el cambio
de sexo y la homosexualidad.
613
José Carlos Suárez
y desventuras de un grupo de emigrantes españolas que trabajan como
sirvientas en la ciudad de París —a principios de la década de los setenta
fueron más de 40 000 las españolas que así lo hicieron—, con un tema
tabú, como era el del aborto, de fondo. Esta película supone un intento
de acercamiento, puesto que se afronta como nunca antes se había hecho,
al tema de la emigración a Europa, prácticamente inexistente en el cine
español, lo que no deja de ser contradictorio, habida cuenta de que fueron
casi cuatro millones de españoles emigraron a otros países del viejo continente desde comienzos de la década de los sesenta. Las razones de esa
falta de sensibilidad para relejar una realidad existente podrían hallarse
en el hecho de que el cine en esos momentos dependía del Ministerio de
Información y Turismo, y sus intereses iban más dirigidos a promover el
turismo, que por entonces empezaba a revelarse como la principal fuente
de entrada de divisas, que a poner en evidencia a una España, modelo para
el régimen, que al provocar la emigración actuaba como una mala madre,
incapaz de cuidar de sus hijos.
Otro título que se acerca a este tema, aunque de una manera bien distinta, es la coetánea Vente a Alemania, Pepe (1971), de Pedro Lazaga, que
interpretan Landa y Sacristán. Habría que esperar bastantes años todavía
para ver relejada en el cine español la emigración a Europa y el drama que
ello supuso. En concreto, no ocurriría hasta 2006, de la mano del actor
Carlos Iglesias, quien había emigrado a Suiza en los sesenta con sus padres, con la película Un franco, 14 pesetas, que signiicó su celebrado debut
como director. Con guion también suyo e inspirada en sus vivencias y en
las de otros emigrantes, plantea las diicultades del desarraigo y el comienzo de una nueva vida en un país diferente y con un idioma desconocidos.
Asimismo, dio una vuelta más de tuerca al problema al hacer hincapié en
el renovado drama que para muchos signiicó la vuelta a un país donde
poco o nada había cambiado.
Ya se ha señalado cómo el componente erótico empezó a ser un recurso temático cada vez más presente en el cine de los setenta, entre otras
razones, las comerciales incluidas por supuesto, porque cuarenta años sin
sexo, es demasiado tiempo. Cruzar la frontera para ver lo prohibido fue
proverbial, y no solo pornografía, sino también películas de un gran nivel
que la censura impedía su exhibición. El caso de El último tango en París
(Ultimo tango a Parigi) de 1972, de Bernardo Bertolucci, una obra maestra, protagonizada por Marlon Brando y una desconocida Maria Schneider, que mostraba un drama sobre las relaciones humanas, la soledad y la
614
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
decadencia, fue emblemático. Esta película fue objeto del deseo de muchos españoles, seducidos por la famosa secuencia de la mantequilla, que
tan bien parodió La Trinca7. Muchas fueron las desilusiones una vez vista,
pues la imaginación, espoleada por la prohibición, lo que le añadía un plus
de morbosidad, los llevó más allá de la realidad fílmica. Finalmente, esta
película se estrenó en España en 1977.
El ilón que representaba la exhibición de películas de alto contenido
sexual no pasó desapercibido para los exhibidores patrios y lentamente se
fueron colando títulos que rozaban lo permitido, aunque insinuaban más
que enseñaban. Un ejemplo que, por otro lado, hace referencia a las escapadas fuera de las fronteras españolas, se encuentra en un elocuente título:
Lo verde empieza en los Pirineos (1973), de Vicente Escrivá. No obstante,
aún habría que esperar unos años más para que en las pantallas y los cines
españoles pudiera verse un desnudo. El honor de ser el primer desnudo
frontal e integral del cine español le pertenece a María José Cantudo, que
en la película La trastienda (1976), de Jorge Grau, y a pesar de durar tan
solo tres segundos, la convirtió en todo una sex symbol —coloquialmente
se hablaba por entonces de «el felpudo de la Cantudo»—, que llegó a rodar
más de 30 películas de destape. En septiembre de ese mismo año, la revista Interviú8, en la portada de su número 16, sorprendió a los españoles
con un cuidado desnudo, realizado por el fotógrafo César Lucas, de Marisol, símbolo, donde los hubiera, de un tiempo que quedaba atrás, bajo el
epígrafe «El bello camino hacia la democracia, Marisol»9. Lucas tuvo que
responder por un supuesto delito de escándalo público, que se resolvió a
su favor cuatro años después, con sentencia expresa y clamorosa, donde
no solo se rubricaba que aquellas fotos no eran «constitutivas de escándalo
alguno», sino que además resultaban «de una notoria calidad artística».
7 La Trinca en 1973, dentro de su álbum Mort de gana, presentó la canción «Tango», cuya
letra decía así: «El meu amic Armando,/sentint el gran escàndol,/d’un ilm d’en Bertolucci/
que fan a Perpinyà./Se’n va de “contrabando”/a veure en Marlon Brando/i torna a casa seva/
amb ganes d’endrapar./M’agafa la costella,/me li endinya mantega/i mentre s’arrossega/per la
moqueta del pis,/en mig d’un esbufec,/diu: Pepeta jo crec,/que això és més pistonut/que el
tango de París…».
8 Fue fundada en 1976 por Antonio Asensio, y dio origen a la editorial Grupo Zeta. Pensada
como un referente de la prensa española, se caracterizó por ser la primera que publicaba
semidesnudos, apelando con ello a la libertad de expresión.
9 El fotógrafo fue acusado por ello de escándalo público. Lo absolvieron cuatro años después
y la sentencia indicó que las fotos no eran «constitutivas de escándalo alguno», además de ser
«de una notoria calidad artística».
615
José Carlos Suárez
Con el nombre de cine de destape se conoce a toda una serie de películas realizadas tras la muerte del general Franco, en las que, debido a una
mayor apertura, los desnudos se sucedían de manera arbitraria, aunque
siempre apelaban a las exigencias del guion. En 1977, el Gobierno de la
UCD eliminó la censura y aprobó las películas clasiicadas como S, apartado en el que se incluían las películas pseudopornográicas, lo que dio lugar a un subgénero de una gran implantación10. No debe dejar de hacerse
referencia a las actrices de este periodo, que eran un símbolo de libertad
y que hicieron realidad los sueños eróticos de los españoles, como Susana
Estrada, Lina Romay (mujer y musa de Jesús Franco), Agata Lys, Bárbara
Rey o Nadiuska, entre otras, a las que cabría incluir también a Carmen
Cervera, hoy baronesa hyssen. Los años desnudos. Clasiicada S (2008),
de Félix Sabroso y Dunia Ayaso, recrea aquel tiempo y homenajea a aquellas mujeres que fueron las protagonistas de un cine hecho por hombres.
La clasiicación S también se aplicaba a aquellas otras películas con
violencia explícita o cuya temática era incómoda, lo que la convertía en
un cajón de sastre donde todo tenía cabida. Como ejemplo pueden citarse
las películas de Eloy de la Iglesia El sacerdote y El diputado, ambas de 1978,
así como Bilbao y Caniche, de Bigas Luna, de 1978 y 1979 respectivamente.
Estos autores lograron labrarse una reputación que fue más allá del auge
del cine S, cosa que no ocurrió con otros directores. Así, también se estrenaron, acogidas a esta clasiicación, otras películas extranjeras de calidad,
como la ya citada de Bertolucci: El imperio de los sentidos (Ai no korîda,
1976), de Nagisa Oshima; o Saló, o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120
giornate di Sodoma, 1975), de Pier Paolo Pasolini. De este modo se terminó con un fructífero negocio para los exhibidores galos.
Curiosamente la primera película clasiicada como S fue una producción catalana, Una loca extravagancia sexy (1978), dirigida por Enrique
Guevara (bajo el seudónimo de Paul Benson) y la última también, No me
toques el pito que me irrito (1983), dirigida por Ricard Reguant (bajo el
seudónimo de Richard Vogue)11. Como puede observarse, el periodo de
10 El prolíico guionista y director catalán Ignacio Fernández Iquino, presente en el cine
español desde la década de los treinta hasta los ochenta, representa un ejemplo emblemático,
ya que desde su productora se especializó, durante los setenta y los ochenta, en producir y
dirigir este tipo de películas. Entre las que cabe citar Los violadores del amanecer, La otra cara
del placer, La basura está en el ático y Las que empiezan a los quince años, todas ellas de 1978.
11 La utilización de seudónimos por parte de los directores españoles de ese periodo era
habitual. Así encontramos a Jesús Franco, que de entre sus muchos seudónimos, destaca
616
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
tiempo entre su nacimiento y auge y su declive es breve, ya que con la
llegada del PSOE al poder en 1982 y nombrada la realizadora Pilar Miró
directora general de cinematografía (1982–1985), se eliminó la clasiicación S, que se sustituyó por la X, dedicada a películas pornográicas, que
fueron exhibidas a partir de 1984 en salas especiales (X) para mayores
de 18 años. La normalización, el hastío y, sobre todo, la implantación del
vídeo doméstico hicieron que paulatinamente estas salas fueran desapareciendo hasta extinguirse deinitivamente12. De este modo, la producción
pornográica pasó al ámbito videográico.
Una de las características del cine en este periodo, sobre todo a partir de 1975, como se ha visto, es que se estrenaron títulos prohibidos por
la censura franquista, muchos de ellos de cine español, como Viridiana
(1961), de Luis Buñuel, que no lo hizo hasta 1976, a pesar de haber obtenido la Palma de Oro (mejor película) en el Festival de Cannes de 1961;
o Canciones para después de una guerra (1971), de Basilio Martín Patino,
que se estrenó también ese mismo año. Otros fueron títulos internacionales, como Y llegó el día de la venganza (Behold a pale horse, 1964), de
Fred Zinnemann, que no se estrenó hasta 1979 debido a su argumento, en
el que un guardiacivil se venga de un maqui huido a Francia cuando este
se ve obligado a volver a España por cuestiones familiares. La Columbia
produjo esta película, que el empeño del entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, consiguió prácticamente arruinarla en el
mercado español13.
No obstante, cabe señalar que empezaban a poder tocarse temas que
hasta entonces no habían podido abordarse, o si se había hecho, había
sido en clave simbólica, para así poder burlar la censura. La revisión del
pasado histórico, sobre todo en lo que a la Guerra Civil se reiere, será uno
de los temas recurrentes ante la necesidad de contar la historia desde otra
perspectiva distinta a la que se había contado desde el bando vencedor.
Un ejemplo sería el director catalán Jaime Camino, al que se le deben dos
estimables producciones: la icción Las largas vacaciones del 36 (1975) y
el documental La vieja memoria (1977), que es una visión intimista de
la Guerra Civil, reconstruida mediante imágenes de archivo y entrevisel de Jess Franco, o el propio Iquino, que utilizó varios también, como el de Steve McCohy.
12 El Cine Alba de Madrid, inaugurado en 1941 y que a partir de 1986 se transformó en un
cine X, ha cerrado sus puertas en febrero de 2015. Era la última sala de su género en la capital.
13 Sobre este tema se está llevando a cabo un proyecto de investigación inanciado por el
Ministerio.
617
José Carlos Suárez
tas a algunos de sus participantes, como Enrique Líster, Dolores Ibárruri
o Josep Tarradellas. Directores de la vieja escuela, como Bardem con 7
días de enero (1979), plasmaron los acontecimientos históricos recientes
por aquel entonces, como los cinco asesinatos que tuvieron lugar el 5 de
enero de 1977 en un despacho de abogados laboralistas de la calle Atocha
de Madrid, sin duda el suceso más grave ocurrido durante la transición.
Otros jóvenes directores hicieron algo parecido, como Manuel Gutiérrez
Aragón, quien con Camada negra (1977) denunció la violencia de los grupos de ultraderecha, muy activos en los primeros años de la democracia.
El paso a la década de los ochenta se produjo en una convivencia entre
aquellos directores con carreras consolidadas, como Bardem y sobre todo
Berlanga; directores que empezaron en los sesenta, como José Luis Borau,
quien realizó la espléndida Furtivos (1975), y Jaime Chávarri, autor de la
espléndida también El desencanto (1976), documental descarnado sobre la
familia Panero, y de A un dios desconocido (1977), un bello acercamiento
a la homosexualidad a través de la rememoración de la igura de Lorca; y
directores que comenzaron en los setenta, como Ricardo Franco, autor de
Pascual Duarte (1976), brillante adaptación de la novela de Camilo José
Cela, y Fernando Colomo, que con Tigres de papel (1977) y ¿Qué hace una
chica como tú en un sitio como este? (1978) irrumpió con una comedia renovada que marcó la década siguiente, no en vano la protagonista de ambas películas es Carmen Maura, verdadera musa del cine de los ochenta,
al haberlo sido de Pedro Almodóvar, quien, por cierto, aparece como extra
en la segunda película de Colomo que se ha citado. No quiere terminarse
este apartado sin nombrar a Víctor Erice, ya que dos títulos de su reducida,
pero brillante ilmografía, enmarcan el periodo que se ha tratado: El espíritu de la colmena (1973) y El sur (1983), obras maestras del cine español.
Brillante, asimismo, Iván Zulueta, quien con Un, dos, tres… al escondite
inglés (1969), la película más pop del cine español, marcó el camino a la
comedia de los ochenta, década que él inauguró con la que hoy se ha convertido en una película de culto: Arrebato (1980). En 1982, José Luis Garci
obtuvo el Óscar de Hollywood a la mejor película extranjera por Volver a
empezar (1982), que fue la primera película española que lo consiguió. La
llegada de las autonomías hará que los gobiernos de las distintas comunidades autónomas irrumpan en el mundo del cine y participen en su producción en un intento por perilar un cine propio, fuertemente identitario.
No quiere terminarse este recorrido por el cine de la transición sin
recordar a una directora, en un mundo de directores, como fue Pilar Miró,
618
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
quien junto con Joseina Molina fueron las únicas directoras presentes en
el cine de este periodo, además de las primeras en hacerlo en el cine español. Ya se ha comentado que la censura desapareció en 1977, pero en la
práctica no fue así, o al menos no del todo. La transición a la democracia
en España estaba vigilada por las jerarquías militares ultraderechistas, que
seguían contando con todo el entramado jurídico del régimen franquista,
pendiente de que se desmontara. En 1979, Miró realizó, con un guion propio y de Lola Salvador Maldonado, El crimen de Cuenca, una película que
narraba los sucesos ocurridos en la primera década del siglo xx entre las
localidades conquenses de Tresjuncos y Osa de la Vega, donde la desaparición de un pastor llevó a que dos vecinos fueran acusados de su asesinato.
Tras confesar, bajo brutales torturas, fueron condenados a la pena capital,
que inalmente fue conmutada por 18 años de prisión; todo el proceso
estuvo plagado de errores judiciales. A los dos años de ser puestos en libertad, el pastor asesinado apareció en Mira de la Sierra (Cuenca).
La directora, curándose en salud, introdujo al inicio de la película el
siguiente texto:
Esta película, de fondo histórico, relata unos hechos acaecidos hace más de
65 años, que fueron objeto de juicio y sobre los que recayó una sentencia.
Esta sentencia fue revisada y anulada en su día por el Tribunal Supremo. No
hay en ella la menor intención ofensiva para ninguna persona, provincia e
institución o cuerpo del Estado, pues todos ellos merecen el mayor respeto
de los ciudadanos.
A pesar de ello, la polémica alrededor de El crimen de Cuenca comenzó el 27 de noviembre de 1979, fecha en la que se solicitó su exhibición.
El 12 de diciembre de ese mismo año la Dirección General de Cinematografía comunicó a la productora que la Administración había estimado
que el ilm podía contener escenas delictivas. A partir de aquí, empezó el
calvario político y judicial para Pilar Miró.
El 2 de febrero de 1980, el Juzgado Militar Permanente n.° 5 decretó
el secuestro de la película original y de todas sus copias por considerar
que Pilar Miró había incurrido en un posible delito de «injurias a la Guardia Civil». Parece ser que, en un principio, se había llevado un proceso
normal hasta que alguna instancia superior del Ejército creyó oportuno
tomar cartas en el asunto y dejó en suspenso la autorización por parte de
la Dirección General de Cinematografía para su exhibición, y a la que las
correspondientes comisiones de caliicación la habían clasiicado como S
619
José Carlos Suárez
y le habían otorgado la mención de Especial calidad. El ministro de Cultura de UCD, el profranquista Ricardo de la Cierva, recibió presiones de la
oposición política y una carta irmada por un gran número de profesionales del mundo de la cultura, en la que caliicaban el secuestro de la película
como un acto contrario a la libertad de expresión, además de anticonstitucional, que evidenciaba la vigencia de la censura ideológica. No obstante,
el ministro hizo oídos sordos y, en frase histórica, llegó a airmar: «al oír la
expresión jurisdicción militar me pongo en posición de saludo».
La situación jurídica de la película era, pues, complicada. Rápidamente, el abogado de Miró, Joaquín Ruíz-Giménez (hijo), solicitó que el caso
pasase a la jurisdicción civil, al tiempo que el productor, Alfredo Matas,
aclaraba que «la película no pretende atacar a nada ni a nadie». No obstante, estas maniobras no impidieron que la realizadora (procesada por el
Tribunal Militar bajo la peregrina acusación de injurias a la Guardia Civil)
tuviera que declarar el 15 de abril durante dos horas ante la Justicia Militar.
Se dio la circunstancia de que El crimen de Cuenca pudo proyectarse el 25
de febrero de 1980 en el Festival de Berlín14, mientras que en España aún
no contaba con la licencia administrativa de exhibición. Pasaron los meses
y en enero de 1981, la jurisdicción militar decidió inhibirse en el caso de
la película El crimen de Cuenca a favor de los tribunales ordinarios. La
Audiencia Nacional ya había fallado el 31 de julio de 1980 la nulidad de la
denegación de la licencia de exhibición, si bien esto no signiicaba que la
película podía exhibirse, puesto que la realizadora seguía estando procesada —por un supuesto delito de ofensa a la Guardia Civil— por la justicia
ordinaria, que tenía las copias de la película secuestradas.
En febrero de 1981, el Ministerio de Cultura publicó en el BOE una
orden por la que disponía el cumplimiento en sus propios términos de
la sentencia dictada por la Audiencia Nacional, en recurso contenciosoadministrativo entre Incine SA y Jet Films y la Administración General del
Estado, cosa que fue considerada en los medios cinematográicos como
«un acto puramente político». Finalmente, el 31 de marzo de 1981, tanto
el procesamiento contra Miró como el secuestro de su película quedaron
sin efecto por la sección tercera de la Audiencia Provincial de Madrid. El
crimen de Cuenca se estrenó en agosto de ese mismo año, aunque 1 740
mujeres de militares, guardiaciviles y policías llegaron a irmar con pos14 La orden de secuestro no se refería a los negativos de la película, que fueron exportados
legalmente a París y a Berlín.
620
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
terioridad un maniiesto en contra de la concesión de Especial Calidad
concedida por el Ministerio de Cultura.
Llegados a este punto, cabría señalar que algo parecido había ocurrido
unos años antes en el ámbito teatral. En 1976 la compañía de teatro catalana Els Joglars dejó Barcelona y se instaló en Pruit (provincia de Barcelona,
hoy unido a Rupit), donde se construyeron una cúpula geodésica como
espacio de ensayo. El primer espectáculo que prepararon allí fue La torna,
una tragicomedia con máscaras que narraba la detención, el consejo de
guerra y la ejecución a garrote vil en la prisión de Tarragona, de Heinz
Chez, el alemán ejecutado el mismo día que el anarquista Salvador Puig
Antich (2 de marzo de 1974). La obra se estrenó el 7 de noviembre de 1977
en el teatro Argensola de Barbastro (Huesca) y tras 40 representaciones
por teatros de España, se prohibió el 2 de diciembre, a los dos días de su
estreno en el teatro Bartrina de Reus, por el capitán general de Cataluña.
Su director, Albert Boadella, junto con los actores Gabriel Renom, Arnau Vilardebó, Andreu Solsona y Míriam de Maeztu fueron procesados
y sometidos a un consejo de guerra15. Los actores quedaron en libertad
provisional y Boadella ingresó en la cárcel Modelo y de allí fue trasladado
al Hospital Clínico, dado que simuló una enfermedad, de donde se escapó
de forma rocambolesca dos días antes del consejo de guerra, y se exilió a
Francia.
Suspendido el consejo de guerra por la ausencia de Boadella, los cuatro actores que se presentaron fueron detenidos y encarcelados. El consejo
de guerra, celebrado en marzo de 1978, dictó la siguiente sentencia: dos
años a cada uno de los actores, que fueron indultados en enero de 197916.
Boadella volvió a España y en marzo de 1979 fue detenido, aunque cuatro
meses después fue puesto en libertad provisional. En enero de 1981, el
15 El error clave, tal y como se desprende de la sentencia del consejo de guerra que condenó
a Els Joglars, era el texto del programa de mano que se distribuía a los espectadores, sin el
preceptivo depósito legal y sin autorización, que identiicaba la trama con hechos reales en
relación con un proceso que en su día tuvo lugar y que fue fallado por el Consejo Supremo
de Justicia Militar. A esto se le sumaba que los vestidos y adornos (que no se señalaban en el
libreto) que utilizaban identiicaban claramente a los actores así vestidos como componentes
de las Fuerzas Armadas.
16 En abril de 1978 se debate en el pleno del Senado sobre el caso de Els Joglars y en mayo
se produce una polémica entre Boadella y los abogados del resto miembros de la compañía
por rehusar este una hipotética amnistía. Boadella quería la reforma del Código de Justicia
Militar, contemplada en los Pactos de la Moncloa, que tenía que garantizar que ningún civil
fuese juzgado por un tribunal militar.
621
José Carlos Suárez
sumario de La torna pasó deinitivamente a la jurisdicción ordinaria y
en febrero la Audiencia Territorial de Barcelona condenó a seis meses y
un día a Boadella por un delito de quebrantamiento de condena (la huida). Se le exculpó del supuesto delito de injurias al Ejército, puesto que
se hizo constar que ese delito, de haber existido, ya habría prescrito. En
el tiempo en el que se desarrolló este caso se sucedieron toda una serie
de manifestaciones y protestas ciudadanas, que llegaron incluso al ámbito
internacional, lo que lo convirtió en el movimiento más importante de la
democracia a favor de la libertad de expresión.
Estas injerencias de los militares en el desarrollo de la democracia
culminaron con el intento fallido del golpe de Estado del 23 de febrero de
1981. Ese día, cuando se procedía en el Parlamento a la investidura como
presidente del Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, tras la dimisión de
Adolfo Suárez, irrumpió un numeroso grupo de guardiaciviles al mando
del teniente coronel Antonio Tejero, quien disparó al aire y tomó el Parlamento. Sobre este acontecimiento, que tuvo en vilo a todo el país, que
veía, como si de una pesadilla se tratase, una vuelta al pasado, se ha dicho
y escrito mucho, pero la verdad está aún pendiente de ser contada. Quien
salió reforzado tras esta intentona fue el discutido Juan Carlos I rey de
España, y parece ser que también la democracia.
En cuanto al arte del momento, la situación era más o menos parecida
a lo que estaba ocurriendo fuera de nuestras fronteras, con matices
importantes derivados de la situación política y social. Se entraba en la
década de los setenta arrastrando aún la dicotomía entre las tendencias
no igurativas y las tendencias igurativas que habían presidido el
debate artístico en la década anterior. A inales de los sesenta, en la
escena internacional triunfaban las tendencias posminimalistas y el arte
procesual. En 1972, se celebró la Documenta 5 (Kassel), que supuso la
aceptación institucional del arte minimal y el conceptual en Europa. A
mediados de esta década, el videoarte reclamó un lugar institucional entre
el arte visual y la performance, la televisión y el cine. Asimismo, artistas
feministas desarrollaron diferentes posiciones de la representación de
las mujeres. En 1977, la exposición «Pictures» (imágenes) identiicaba a
un grupo de artistas jóvenes cuyas estrategias de apropiación y críticas
a la originalidad introducían el concepto de posmodernidad en el arte.
Finalmente, en 1982, año con el que se cierra este periodo de estudio, tuvo
lugar la Documenta 7 (Kassel), que bajo la dirección de Rudi Fuchs, supuso
un retorno a la pintura tras la crisis del arte conceptual. Es el momento
622
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
de los neoexpresionismos en todas sus variantes nacionales, y en este
contexto despegó internacionalmente un artista mallorquín aincado en
Barcelona que se llamaba Miquel Barceló.
Sin intención de hacer un repaso exhaustivo del arte español, cabe señalar que la presencia del arte conceptual en Cataluña fue muy importante, y prueba de ello es el gran número de artistas que lo cultivaron en todas
sus modalidades, como el destacado Grup de Treball (1973-1976), colectivo heterogéneo de artistas e intelectuales fuertemente comprometidos
con su sociedad. Hablando de compromiso, algo, por otro lado, necesario
en aquellos momentos, cabe destacar un equipo de trabajo que renunció
a su individualidad, se constituyó en Valencia en 1964 y estaba formado
por Manolo Valdés y Rafael Sólbes: Equipo Crónica (1964–1981). Su método de trabajo consistía en que sus obras, de carácter igurativo, muy en
la línea del pop art, pero con un contenido crítico, se agrupaban en series
temáticas (llegaron a realizar un total de 21). A continuación, se hablará
de dos de ellas.
La primera fue El cartel (1973), que fue una serie puntual, de ahí su
reducido número de obras, cinco en total. Se realizó cuando el Equipo
Crónica aceptó la invitación cursada por la Comisión Organizadora de la
VIII Bienal de París, entre cuyos miembros se encontraba Antonio Saura. Se les invitó también al diseñador gráico Alberto Corazón. Por tanto,
estos fueron los únicos españoles participantes en esa edición, que tuvo
lugar durante los meses de septiembre y octubre de 1973. Los motivos que
llevaron al Equipo Crónica a plantearse la elección de un tema como el
del cartel a la hora de elaborar esta serie fueron de diversa índole. Por un
lado, debieron de inluir algunas críticas, más o menos veladas, que con
motivo de su serie Policía y cultura (1971) aparecieron en varios medios,
en los que se la juzgaba en sentido peyorativo por sus connotaciones cartelísticas, entendido esto como algo opuesto al concepto de artisticidad.
Por otro lado, estaba esa invitación para asistir a la Bienal de París, que
en aquellos momentos representaba, junto con la Documenta de Kassel,
el escaparate artístico más prestigioso de cuantos se celebraban ya no solo
en Europa, sino internacionalmente. Precisamente, como la Documenta
5, celebrada el año anterior, había supuesto la consagración de los nuevos
movimientos minimal y conceptual aparecidos a inales de la década de los
sesenta, era de esperar que la Bienal de París ratiicara la línea allí marcada, como así fue. Por tanto, presentar una obra de ese tipo signiicaba una
provocación, a la vez que un desfase si no se tiene en cuenta la imposición
623
José Carlos Suárez
de las modas. Sin embargo, esto último fue un riesgo perfectamente asumido por el Equipo Crónica y entraba de lleno en una lógica presidida por
su coherencia personal y artística.
El sentido de esta serie era la conciencia de tener todavía muchas cosas que decir. A través de esta serie, se ponía en evidencia el polémico
planteamiento consistente en establecer dónde residen los límites entre el
cartel y la obra de arte. Los razonamientos aducidos por el Equipo Crónica
eran muy claros, sobre todo teniendo en cuenta sus convicciones en relación con el papel del artista como miembro integrante de una sociedad y
su compromiso con ella. Formalmente, esta serie presentaba las mismas
características que las últimas series en cuanto a recursos y procedimientos empleados, aunque poseía algunas propias, como la uniicación de los
formatos de las obras que la integraban (200 x 200 cm), a excepción de una
de ellas (200 x 400 cm), lo que la convertía en la de mayores dimensiones
realizada por el Equipo Crónica. Versando su temática sobre el cartel, las
citas utilizadas procedían fundamentalmente de ese campo y se concretaban en el cartel político español de tradición republicana, aunque en convivencia con otras tomadas de la pintura y la fotografía. Fue precisamente
el cartel republicano el que hizo que el arte español tuviera que pasar a la
retaguardia en 1936, momento en el que se truncó su lógico discurrir por
la vanguardia, y en aquel momento el Equipo Crónica se lo apropió para
reincorporarse a ella.
La otra serie es Variaciones sobre un paredón. Esta serie se presentó
junto con la de Ver y hacer pintura en la galería Juana Mordó de Madrid
en mayo de 1976, y ambas se incluyeron en el llamado periodo 1975-1976.
De hecho, nueve de esos 10 cuadros estaban fechados en 1975 y uno solo,
en 1976. Variaciones sobre un paredón pertenecía a ese tipo de series que
se han llamado puntuales, como también lo fue El cartel (1973) y La subversión de los signos (1974). Al igual que estas obras, su realización estuvo
condicionada por la asistencia del Equipo Crónica a un certamen internacional de arte. En esta ocasión, se creó para presentarla en la Bienal de
Venecia, que iba a celebrarse en junio de aquel mismo año, pero el Equipo
Crónica consideró oportuno que el público español pudiese ver esas obras
antes del acontecimiento italiano.
Las circunstancias que envolvieron a este acontecimiento y sobre todo
la polémica que se generó en torno a él, fue una de sus principales características, ya que la situación creada terminó por dividir al mundillo artístico español del momento, como si se quisiera hacer alusión al epígrafe bajo
624
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
el que se presentaba el Pabellón español Vanguardia artística y realidad social en el estado Español: 1936-197617. Con ello, se ponía en evidencia, una
vez más, una de las lamentables y tristes constantes históricas españolas,
resumida en la siguiente frase: «los unos contra los otros». De toda esta
situación, la prensa del momento, tanto española como italiana, se hizo
ampliamente eco, y aún hoy día parece que todavía quedan rescoldos. Por
su parte, Variaciones sobre un paredón fue expuesta dentro de la sección
especial Hors-Texte (equivalente de lo que hoy es el Aperto), en la que se
encontraban también obras de Andreu Alfaro, Eduardo Arroyo, Alberto
Corazón, Juan Genovés, Agustín Ibarrola, Lucio Muñoz, Antonio Saura,
Eusebio Sempere y Antoni Tàpies.
Ya se ha señalado al principio que esta era una serie puntual, pero no
solo por las razones antes expuestas, sino porque, además, lo era también
por su temática de actualidad. Con ella, los miembros del Equipo Crónica,
ieles a su papel originario de ser cronistas de la realidad, mediante el uso
de la imagen, daban su propia respuesta desde el arte a un acontecimiento
histórico acaecido en España el 27 de septiembre de 1975, marcando, de
manera brutal, el principio del inal de una dictadura que moriría con su
dictador tan solo dos meses después. Ese día, a pesar de la repulsa y condena, además de la clemencia solicitada por una gran parte de españoles y
organismos internacionales, entre las que se encontraba la del papa Pablo
VI, España amaneció llena de rabia e impotencia al no haber podido evitar
los fusilamientos de cinco jóvenes, tres de ellos militantes del FRAP y dos
de ETA, que tuvieron lugar en las ciudades de Madrid, Barcelona y Burgos.
De aquellos sucesos daba cuenta el Equipo Crónica en su serie Variaciones sobre un paredón, formada por 10 cuadros de un mismo formato,
que presentaban 10 variaciones sobre el mismo tema. A pesar de lo que
en ellos se relejaba, eran, quizá, los documentos más bellos que quedaban
como testimonio para la posteridad de lo acontecido aquel día. Fueron la
respuesta de unos artistas comprometidos con su sociedad y signiicaron
el rechazo a la indiferencia de cuanto en ella sucedía. Ese era el sentido
simbólico de un elemento como la paleta de pintor rota en pedazos, que
de manera reiterativa aparecía en todos los cuadros de la serie.
17 Véase VV. AA.: España. Vanguardia artística y realidad social: 1936–1976, Barcelona: Gustavo Gili (Colección Comunicación Visual), 1976.
625
José Carlos Suárez
Formalmente, esta serie presentaba unas características muy determinadas, que se repetían en cada una de las obras. Véase, por ellos mismos,
de qué manera se estructuraban y cuál era su intencionalidad:
Estaba compuesta por diez telas de 140 x 140 cm en las que repetíamos un
mismo sistema iconográico: un muro, una igura con los ojos tapados por un
rectángulo negro, una hoja de calendario con una fecha, una paleta quebrada
en el centro y una franja negra en el ángulo superior izquierdo.
Todos estos elementos estaban repetidos con un tratamiento frío y sintético. Las referencias pictóricas y la ordenación simbólica del espacio pretendían describir los acontecimientos citados desde una óptica que descartase
tanto la «neutralidad» aséptica como la retórica sentimental. La vía elegida
podría caliicarse como un documentalismo simbólico.
Los elementos constantes en la serie (franja de luto, del ángulo y rectángulo sobre el rostro del personaje, calendario y paleta rota) eran los elementos
objetivos, reconocibles de inmediato, que hicimos funcionar como símbolos.
Los muros y iguras, factores variables, estaban elegidos entre la iconografía del arte de vanguardia —Chirico, Klee, Delvaux, Tàpies, Picasso, etc.—
y cumplían la función de representar el suceso concreto. Constituían la parte
documental de la obra.
Como último matiz, el importante marco subrayaba su aspecto de «cuadro», objeto perteneciente a la alta cultura18.
El 9 de septiembre de 1981, el Guernica de Pablo Picasso, encargado
por el Gobierno de la República para el Pabellón español de la Feria Internacional de París de 1937, fue descolgado del MOMA y el 10 de septiembre aterrizó en el aeropuerto de Madrid a bordo de un avión de Iberia.
Acababan así 44 años de exilio de la obra, cumpliendo el encargo del pintor de no traerla a España hasta que la democracia se hubiera consolidado
en el país. Instalado en el Casón del Buen Retiro y protegido con grandes
medidas de seguridad, permaneció allí hasta que inalmente, el 26 de julio
de 1992, fue trasladado al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía,
donde actualmente se encuentra. El 12 de noviembre de 1981 se presentaron en la Biblioteca Nacional de Madrid las dos últimas series del Equipo Crónica y un día antes de esa inauguración moría en Valencia Rafael
18 Equipo Crónica: «Datos sobre la formación del Equipo Crónica». «Cronología por Series». Catálogo para la exposición: Equipo Crónica 1965–1981. IVAM, Centro Julio González, Valencia, febrero-abril. Centre de Cultura Contemporània de la Casa de la Caritat,
Barcelona, mayo-junio. Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, septiembre-noviembre de 1989.
Museo de Bellas Artes, Oviedo, noviembre-diciembre de 1989.
626
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
Sólbes. Con ello, el Equipo Crónica ponía punto y inal a una trayectoria
única y excepcional no solo del arte español. Su forma de trabajar, tomando referencias iconográicas de la alta y baja cultura, sintonizaba con las
propuestas hechas a inales de los setenta dentro de lo que se ha dado en
llamar posmodernidad, pero con la diferencia de que ellos lo habían hecho una década antes. Un arte, el español, no tan a contracorriente como
pudiera parecer, sino hecho en tiempos difíciles y en un país «diferente».
Para terminar, se retomará el concepto de movida, puesto que quiere
precisarse que eso que se ha dado en llamar la movida fue un fenómeno
que se produjo como consecuencia lógica de unas ansias de libertad en
toda España, y no solo en Madrid, como parecen dar a entender algunos
autores y medios de comunicación. En este sentido, quisiera dejarse claro que el papel de Barcelona en todo este proceso fue determinante y de
importancia capital para lo que sucedería después en otros lugares, ya que
desde los últimos años de la dictadura, Barcelona se había convertido en
un verdadero oasis que representaba la vanguardia cultural española y,
en consecuencia, en un polo de atracción de gente que llegaba de todas
partes de España. Por ello, se reivindica para esta ciudad la etiqueta de la
otra movida. Lo de «la otra» se toma de doña Concha Piquer y su famoso
Romance de la otra, aquella que no tenía derecho a nada por no llevar un
anillo con una fecha por dentro. El hecho de llamarla la otra movida es
obviamente una contraposición a aquella otra que quieren hacer ver como
la única movida, ya que no se habla de la movida de Madrid, sino de la
movida y esa, por antonomasia, es la de Madrid. Barcelona era entonces
una iesta, pero las circunstancias históricas hicieron que la iesta acabase
bruscamente y que Madrid, como Nueva York hiciera en relación con París, tras la Segunda Guerra Mundial, le robase la idea de la movida.
Eso fue así en gran medida por el centralismo secular de España. En la
capital están el dinero y el poder, y el posible mecenazgo. Además, Madrid
es la ciudad más poblada de España, lo que implica un mercado más amplio y, por ello, más atractivo. Por todas estas razones, la ciudad también
es un polo de atracción para aquellos que buscan oportunidades y como
ya ocurriera con Barcelona, muchos miembros de su movida no eran de
allí. Sin embargo, las circunstancias históricas fueron determinantes y la
gestión del fenómeno se realizó de manera diferente en cada lugar.
En las primeras elecciones municipales de 1979, gracias a una alianza
el PSOE y el Partico Comunista de España (PCE), Enrique Tierno Galván
accedió a la alcaldía de Madrid y fue reelegido en 1983 con mayoría abso-
627
José Carlos Suárez
luta. Su aceptación y maneras de hacer lo convirtieron en un personaje popular, cuya fama traspasó fronteras y consiguió que durante su mandato la
ciudad experimentara un renacimiento cultural y artístico desconocido, lo
que hizo que fuera comparado con Carlos III, el mejor alcalde de Madrid.
El Viejo Profesor, como era conocido, hizo suya la movida cuando no la
había inventado, no tanto por convicción como por oportunismo y visión
de futuro. Para hacerse una idea de cómo la gestionó, baste recordar su
famosa frase dirigida a los madrileños en iestas: «¡Roqueros: el que no
esté colocado, que se coloque… y al loro!».
En Barcelona, las cosas fueron muy diferentes. Con una tradición cultural sólida y de largo recorrido, la capital catalana no necesitaba con tanta
urgencia un movimiento modernizador. Además, el Gobierno derechista
de la Generalitat (que en Cataluña es lo que pesa más, a diferencia de Madrid, donde predomina el Ayuntamiento) no veía con buenos ojos a tanto
moderno, tan radical, tan atrevido y tan contrario a los valores burgueses
tradicionales. Convergencia i Unió (CIU) temía el desenfreno de la movida, y en lo que le concernía, la puso a buen recaudo mientras se dedicaba
a su tibio proceso de construcción nacional. En Madrid, por el contrario,
incluso se llegó a abrir en el Ayuntamiento una Oicina de Relaciones Públicas con la movida.
Por su parte, el Partido Socialista de Cataluña (PSC), que llegó al
Ayuntamiento de Barcelona también en 1979 de la mano de Narcís Serra,
y que no lo abandonó hasta 2001, año en que pasó a CIU, no es que no
apoyara esa movida, es que tal vez era demasiado radical, en tanto que,
como ya se ha señalado, su base ideológica era anarquizante —por otro
lado, una constante histórica de la ciudad—. Resumiendo, ni desde la
izquierda ni desde la derecha, por supuesto, se hizo nada por evitar su
muerte, así que puede decirse aquello de que «entre todos la mataron y
ella sola se murió».
El clima cultural, por tanto, no era propicio y distaba, paradójicamente, mucho del que se había vivido en los setenta, ya que se pensaba, ingenuamente, que muerto Franco, todo sería distinto. En Barcelona, se entró
en los ochenta con un Gobierno de CIU, Jordi Pujol fue nombrado presidente de la Generalitat de Cataluña en 1980, y como tal permaneció en la
presidencia hasta 2003, demasiados años. En ese periodo se vio cómo se
iba gestando un modelo de creación nacional donde la cultura se iba sustituyendo por la «cultureta» y, como en la dictadura, se iban marginando
y persiguiendo a personas y posturas que no comulgaban con el régimen.
628
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
Músicos como Loquillo o Jaume Sisa, que cambió su nombre por el de
Ricardo Solfa, se fueron a Madrid. Grupos de teatro, como Els Joglars, fueron perseguidos y el director de este grupo de teatro en concreto fue anatematizado por haber cometido el delito de denunciar, al ponerlo en evidencia, como el presidente de Cataluña, en un ejercicio de funambulismo
político, se transmutó en sinécdoque al decir: «Yo, ciudadano de Cataluña,
soy Cataluña». Inolvidables sus obras Operació Ubú (1981) y, sobre todo,
Ubú president (1995), basadas en el personaje creado por Alfred Jarry, que
es la parodia más lucida e intemporal sobre el poder y quienes lo detentan,
e igualmente inolvidable la escena en la que Ubú presidente se envuelve
en la bandera de Cataluña.
No debe olvidarse que la obra teatral tiene una dimensión estética que
es la de poder lograr abrir los ojos del espectador, entre otras. Sin embargo, hay cosas que no se perdonan y, por ello, Boadella fue condenado al ostracismo, pese a ser un símbolo de la cultura catalana y el director de uno
de los grupos teatrales de mayor prestigio, a quienes en 1978 el entonces
presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, les hizo entrega del Premio
Josep M. de Sagarra, dotado con 250 000 pesetas, que la Diputación de
Barcelona les había concedido el año anterior como galardón a su labor
artística. Ese mismo año, recibieron el Premio Crítica Serra d’Or 1978 por
La torna. No obstante, a los símbolos, cuando molestan, se los arrincona,
y en muchos casos sin que haya oposición. Sin embargo, el tiempo, que
pone todo en su sitio, ha terminado dándole a razón.
Se concluirá con unas palabras del otrora honorable que refutan
las que expresó en su crítica al libro de Paco Candel (Els altres catalans,
1964)19, y que decían: «por catalán entiendo todo hombre que vive y trabaja en Cataluña y que, de Cataluña, hace su casa, su país, al cual se incorpora y se reconoce», las cuales, convertidas en eslogan de propaganda, se
han repetido hasta la saciedad. Las otras palabras fueron escritas en 1976,
al año siguiente de la muerte del dictador y aludían a aquellos emigrantes
que un día llegaron a Cataluña y que con su trabajo también ayudaron a
construir Cataluña, aunque desde el poder se los considerase ciudadanos
de tercera. Concretamente, se refería a los inmigrantes andaluces de condición humilde:
L’altre tipus d’inmigrant és, generalmente, un home poc fet. És un home que
fa centenars d’anys que passa gana i viu en un estat d’ignorància, i de misèria
19 Candel, F.: Els altres catalans, Barcelona: Edicions 62, 1964.
629
José Carlos Suárez
cultural, mental i espiritual. És un home desarrelat, incapaç de tenir un sentit una mica ampli de comunitat. Sovint dóna proves d’una excel·lent fusta
humana i tot ell és una esperança, però, d’entrada, constitueix la mostra de
menys valor social i espiritual d’Espanya. Ja ho hem dit abans: és un home
destruït i anàrquic. Si per la força del nombre arribés a dominar Catalunya
sense abans haver superat la seva pròpia perplexitat, desfaria Catalunya. Hi
introduiria la seva mentalitat anàrquica i pobrísima, és a dir, la seva manca
de mentalitat20.
Bibliografía
Chaia, G. A. y Cortés, J. R.: Solo para supervivientes (la historia de «El
Víbora») [DVD], Madrid: Primitive Films/Cameo, 2015.
Calvo Serraller, F.: Del futuro al pasado. Vanguardia y tradición en el
arte español contemporáneo, Madrid: Alianza, 1988, p. 81.
—: España. Medio siglo de arte de vanguardia: 1939–1985, tomos i y ii,
Madrid: Fundación Santillana-Ministerio de Cultura, 1985.
De España, R.: El manicomio catalán. Relexiones de un barcelonés hastiado, Madrid: La Esfera de los Libros, 2013.
Lechado, J. M.: La movida. Una crónica de los 80, Madrid: Algaba Ediciones, 2005.
Nazario: Los años 70 vistos por Nazario y sus amigos, Castellón: Ellago
Ediciones, 2004.
Parcerisas, P.: Conceptualismo(s) poéticos, políticos y periféricos. En torno
al arte conceptual en España, 1964–1980, Madrid: Akal, 2007.
Pérez-Mínguez, P.: Mi movida madrileña. Fotografías 1979–1985, Barcelona: Lunwerg Editores, 2006.
Pujol, J.: La immigració, problema i esperança de Catalunya, Barcelona:
Nova Terra (serie Noves Actituds), 1976.
20 Pujol, J.: La immigració, problema i esperança de Catalunya, Barcelona: Nova Terra (serie
Noves Actituds), 1976, p. 120.
«El otro tipo de inmigrante es, generalmente, un hombre poco hecho. Es un hombre que
hace centenares de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia, y de miseria
cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un
poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana y todo
él es una esperanza, pero, de entrada, constituye la muestra de menos valor social y espiritual
de España. Ya lo he dicho antes: es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del
número llegase a dominar Cataluña sin antes haber superado su propia perplejidad, desharía
Cataluña. E introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad», traducción propia.
630
La transición como espacio de creación: cine, música y pintura (entre movidas anduvo el juego)
Ribas, J.: Los 70 a destajo. Ajoblanco y libertad, Barcelona: RBA, 2007.
Vila-San-Juan, M.: Barcelona era una iesta underground 1970–1980
[DVD], Madrid: Séptimo Elemento y Cameo, 2010.
Lozano Aguilar, A. y Pérez Perucha, J. (eds.): El cine español durante
la transición democrática (1974–1983), Madrid: Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográicas de España y Asociación Española
de Historiadores del Cine, 2004.
VV. AA.: España. Vanguardia artística y realidad social: 1936–1976, Barcelona: Gustavo Gili (Colección Comunicación Visual), 1976.
631
ART EXEMPLIFICAT PER MODELS DE TRANSICIÓ:
ARQUITECTURA BARROCA A L’ARXIDIÒCESI TARRAGONINA
A INICIS DEL SEGLE XIX?
Anna Isabel Serra Masdeu
Universitat Rovira i Virgili. Tarragona
annaisabel.serra@urv.cat
Resum
El present article relexiona sobre les condicions, pautes formatives i pràctica que els mestres de cases van haver d’assimilar, allunyant-se del seu
esperit gremial, a les primeres dècades del segle xix. La idea de transició
s’aplica a un escenari, especialment el del Camp de Tarragona a l’entrada
d’un nou segle, que va haver de deixar de banda, obligatòriament, les seves
arrels barroques, quasi va haver de negar-les i va haver de construir seguint unes línies de projecció més europees. L’article espigola què quedava
compositivament de l’art barroc, entès ja com un anacronisme a l’entrada
del segle xix.
Paraules clau
Tarragon; academicisme; art gremial; transició artística.
Abstract
he present article relects on the conditions, training and practices that
builders had to assimilate during the irst decades of the 19th century
and which distanced them from the spirit of their profession. he idea of
transition is applied to a scene, in particular in the Camp de Tarragona
region, that was forced to abandon, perhaps even refute, its Baroque roots
and that had to construct buildings that were in keeping with new more
European aesthetics. he article highlights what remained of Baroque
aesthetics, which had come to be seen as an anachronism at the start of
the 19th century.
Key words
Tarragona; academicism; artisan art; artistic transition.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 633–642.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Anna Isabel Serra Masdeu
Introducció
Oblidar més d’un segle i mig d’art barroc a les nostres terres, a cop d’imposició acadèmica, usant normatives contra els gremis, no era ni podia
ser un fet transitori, ni especialment ràpid, ni tampoc assumit. Entrar al
cor de les darreres hores del treball i pensament barrocs era desencisador
i veritablement provocador, perquè suposava un comiat d’una pràctica a
la qual es negava la continuïtat del llegat estètic que havia evolucionat al
llarg dels segles xvii i xviii. Com és sabut, el canvi vers l’apartament dels
creadors locals mai va ser una transició ni programada ni pactada, sinó
radical, a partir de les reials ordres divulgades per la Real Academia de San
Fernando de Madrid. Les conseqüències de les decisions centralitzades
encaminaven un traspàs artístic vers altres horitzons que per als creadors
podien ser desconeguts.
La teoria: formació en transició. L’impuls de la continuïtat
La vida dels gremis de la ciutat a inals de segle no havia variat radicalment. Per exemple, el 20 de gener del 1794, el gremi de fusters examinava
quatre dels seus aprenents que passarien sense cap mena de problema a
mestres. Aquella mateixa tarda els integrants del gremi (hi assistiren gairebé tots) examinaren els joves candidats: Anastasi Boixó va realitzar un
«escaire de branca», Antoni Alsina féu un bastiment quadrat, Miquel Pallejà efectuà un nivell i Marià Grau, una «saltarella». Tot seguit juraren les
ordinacions del seu gremi i prometeren que obeirien la ciutat.1 Aquesta
inèrcia demostra que, a inals de segle, la pràctica artística no havia variat
en cap aspecte. Malgrat tantes imposicions, per al gremi de fusters de Sant
Josep (que havia formalitzat les seves ordinacions el 1773), no hi havia cap
traspàs de continguts teòrics i pràctics substancial.
A Reus, tal com airma Ezequiel Gort, el 1800 hi havia 19 gremis. Pocs
anys abans la vida activa dels agremiats en aquella ciutat era molt alta, però
ensopegaria amb la crisi derivada de la Guerra Gran (1793–1795), que va
generar un alt nivell d’atur entre els mestres de cases reusencs.2 La idea de
la construcció del famós canal (entre Reus i Salou) havia de donar feina
1 AHT. MN 290, fol. 152r-v.
2 Segons J. Andreu el 1797 hi havia 85 mestres de cases a Reus, mentre que el 1802 la xifra ja
havia davallat a 65. (Andreu, 1985, p. 59.)
634
Art exempliicat per models de transició: arquitectura barroca a l’arxidiòcesi tarragonina a inicis del segle xix?
a molts mestres sense treball, problema que rondava la ciutat feia anys.3
El 1798 es va editar una llei que ja no feia necessaris ni l’aprenentatge ni
l’oicialia, encara que el 1807 va tornar a ser vigent i novament suspesa. El
1813 les Corts de Cadis promulgaven un decret a favor del lliure exercici
de les activitats més artesanals; el 1815 tornaria a estar en vigor, però ja
s’havien depurat algunes pràctiques com els anys ixos d’aprenentatge. A
la ciutat, el 1820 s’havien de trametre les ordenances dels gremis acompanyats d’un comentari de la seva necessitat.4 El 1836 s’abolien de manera
deinitiva els antics gremis encara que la corporació de mestres de cases
intentaria refer-se ins a dissoldre’s deinitivament el 1850.5
A la ciutat comtal es va crear, el 1817, la Junta de Comerç, que podia
formar arquitectes i es mantindria activa ins al 1849. Malgrat que els professors eren acadèmics no va rebre el títol d’oicial.6 Aquesta tessitura de
contínues contradiccions mostra molt bé quin era el marc que emparava
el món de l’arquitectura. Per una banda, els decrets feien cas a les sentències generades per l’Academia de San Fernando, però hi havia un grup de
mestres, potser els mancats de menys recursos, que volien continuar amb
el treball d’ajut mutu. Malgrat el paraigua protector corporatiu, diu E. Gort
que, des de inals del segle xviii, a Reus alguns mestres actuaven per lliure
(despresos del gremi), igual que a Barcelona, a causa de les diicultats de
trobar feina.7
Encara a Barcelona, l’any 1830, la Reial ordre de 7 de desembre de
1828 demanava facilitar l’habilitació i l’examen dels professors agremiats
de les províncies i la seva incorporació a al Real Academia de San Fernando. Per aquell dictamen quedava dissolt com a cos facultatiu el gremi de
mestres de cases (albañiles) i picapedrers de la ciutat de Barcelona. Segons
els seus membres, la seva corporació era una de les més antigues d’Espanya, autoritzada per Pere III d’Aragó, amb lleis pròpies validades per diversos monarques, i ajudava el servei d’enginyers, que havia aixecat ediicis
públics a la ciutat. Llavors, al gremi hi havia homes de quaranta, seixanta,
3 Gort, 1985, p. 105.
4 Alguns mestres d’obres de Tarragona van anar a Madrid a superar els exàmens corresponents per gaudir dels privilegis que els podia aportar aquest títol, també revisat per l’Academia de San Fernando. (Santamaría, 2000, p. 349–359.)
5 Gort, 1985, p. 108–110.
6 Gort, 1985, p. 111.
7 Gort, 1985, p. 110.
635
Anna Isabel Serra Masdeu
setanta i vuitanta anys que demanaven que se’ls poguessin restablir les
ordinacions sota el patrocini de la Vera Creu de Nostra Senyora de Jesucrist. Tot i formar 19 clàusules per al seu govern i enviar-les per usar-les
de nou a la Real Academia de San Fernando de Madrid, els van respondre
seguint els estatuts de l’academia madrilenya. Se’ls va recordar el que ja
se sabia des del 1754, la necessitat d’anul·lar escoles ni d’exercir el treball
d’arquitectes amb les penes que s’havien dictat, consultables als estatuts
de la institució centralista.8 Evidentment, recordaven la reiteració de les
prohibicions, com la de 2 d’octubre de 1814 en la qual es manifestava que
els gremis no podien examinar ni titular com a arquitectes cap individu,
encara que podien lliurar cartes d’oicis mecànics.9 La Reial ordre de 23
d’agost de 1816 demanava que els «aparelladors» s’examinessin a València,
Saragossa i Valladolid per esdevenir «maestros de obras».
El gremi de Barcelona indica que havia mantingut una especial repugnància vers les normatives acadèmiques ins que la Reial cèdula de 21
d’abril de 1828 va fer que anessin a examinar-se a Madrid molts candidats
de la ciutat comtal, tal com ho va fer el mestre d’obres major de la ciutat.
Els madrilenys acusaven els metres barcelonins de no voler passar els exàmens de prova i de mantenir els seus antics privilegis, cosa que els feia
aferrar a les seves normatives.10
Els mestres de cases barcelonins van demostrar que creien en el seu
oici i en la seva continuïtat; van demanar a l’Academia fer els exàmens
a la mateixa ciutat, desplaçant-hi acadèmics.11 Efectivament l’Academia
va pensar a incorporar-hi Antoni Celles (1775–1835), Pere Serra Bosch
(1762/65–1832/33)12 i Francisco Vallès Cuchi (?–1825).13 Des de Madrid
es va decidir de formar una junta delegada de l’Academia encapçalada per
acadèmics de mèrit i pels arquitectes aprovats que residien a la ciutat.14
Malgrat aquesta iniciativa, la ciutat comtal no va rebre, com ells volien,
8 Els estatuts indicaven que cap mestre podria dirigir o taxar obres i, de fer-ho, serien penalitzat. (Estatutos, 1767, p. 89.)
9 AHN. Consejos, 22.355. s/f.
10 Si bé aquesta decisió acadèmica és del 3 de setembre del 1831, el 28 d’agost del 1816 ja
es refermava la posició de poder reial, indicant que feia 49 anys que l’Academia es queixava
d’aquests temes.
11 Es veriicava a la Reial ordre publicada a la Gaceta de Madrid l’11 d’abril del 1829.
12 Montaner, 1998, p. 258.
13 Montaner, 1998, p. 258.
14 AHN, 23.355, fol. 34-36. Carta del 15 maig del 1829.
636
Art exempliicat per models de transició: arquitectura barroca a l’arxidiòcesi tarragonina a inicis del segle xix?
aquesta determinació que pretenia ajudar els que no es podien desplaçar
a Madrid per motius diversos; necessitat, ganes, desitjos i manaments no
anaven en la mateixa direcció. Martín Fernández de Navarrete es queixava
el 4 d’octubre del 1831 que l’Academia havia fet molt per Barcelona:
[…] aún ha hecho más la Academia de San Fernando en favor de los profesores de arquitectura en Barcelona pues que en 9 de abril de 1829 propuso
a S.M. que seria del mayor interés se estimulase a la Junta de comercio, y
al Ayuntamiento de aquella ciudad al establecimiento de una academia de
nobles artes testada completamente al modo de la de Valencia y, en efecto, la
misma Real Junta de comercio manifestó a la Academia en 22 de diciembre de
aquel año que iba a ocuparse de este negocio para remitir a su probacion los
estatutos que se formasen pero hasta ahora no ho ha veriicado.
La transició era més que mai un rebuig creatiu15
Mentre a Barcelona es prenia un ferm compromís amb el saber local,
a Tarragona, i en concret l’arquebisbat, feia temps que s’havia acceptat el
trencament amb la tradició. L’arquebisbe Armanyà havia ideat divulgar
una revista entre els rectors vinculada a «agricultura y artes» que aportaria
novetats per enfortir els coneixements dels pobles de l’arxidiòcesi. A Tarragona no s’han de deixar de banda els plànols que els enginyers militars
elaboraven per al port de Tarragona des de inals del segle xviii, que eren
portadors d’una estètica molt depurada, altament funcional. La continuïtat d’aquell pensament descansava en la formació que els joves tarragonins
rebrien a l’Acadèmia de Nàutica i Dibuix, creada a Tarragona el 1803.
En traspassar el segle foren molt pocs els aprenents que acudiren a
les aules de la Real Academia madrilenya; segons E. Pardo, Ramon Belart
de Montblanc, el 1805; el reusenc Juan Calixto Bofarull, el 1806, i el jove
vallenc de 13 anys Pablo Malats, el mateix any.16 No tothom podia desplaçar-se a Madrid; els joves tarragonins tenien una bona opció formativa si
s’apuntaven a l’Acadèmia de Dibuix i Nàutica de la capital, encara que es va
especialitzar força en el treball de la geometria i les matemàtiques.
15 L’expedient de l’AHN s’acompanya dels llibres dels estatuts corresponents a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando i la de San Carlos de Valencia per justiicar les decisions
preses pels acadèmics. Era una manera d’imposar una determinada raó. És molt signiicatiu
que ja ben entrat el segle xix els directius de l’Academia de San Fernando continuïn usant
com a testimonis inviolables els Estatuts de la institució del 1767.
16 Pardo, 1967, p. 100. El llistat efectuat per aquest autor no inclou els anys 1794–1799.
637
Anna Isabel Serra Masdeu
La pràctica: arquitectura religiosa de síntesi
Durant els darrers anys del segle xviii i el primer decenni del segle xix,
hi va haver una tendència a obeir el que proposava l’Academia, a través de
les valoracions dels seus informes en referència a les fàbriques religioses a
mig construir o a les que es formaren de nova planta, que llavors eren ben
poques. Encara que els administradors de les esglésies que es construïen
o es volien aixecar en aquells moments no sempre acceptaven totalment
el que proposaven les comissions d’acadèmics; els professionals de l’arquitectura treballaven com sempre havien après i l’estètica començava a sintetitzar radicalment l’ornamentació usada. Hi havia un tant, per cert, de
llibertat creativa sobre el que s’obligava a seguir. Algunes fàbriques com
la de Santa Maria de Capafonts, començades a inals del segle anterior
restaven per enllestir. La data de la clau de la seva portalada indica el 1793
i, segons exposa la documentació, el 1805 li devia faltar bastant per acabar.
Durant la visita de l’arquebisbe Mon y Velarde es va usar l’església vella i
no pas la nova.17 A l’interior d’aquesta església hi ha un nou tarannà que
juxtaposa elements decoratius usats a les esglésies d’aquell moment i una
planta que camina cap a una simplicitat més explícita que en altres ediicis
tardobarrocs. Moria una època i en naixia una de nova, i està clar que no
podia manifestar-se de manera radical.
De l’església parroquial de Sant Miquel de Mont-roig del Camp, se’n va
posar la primera pedra el 1801 i és un ediici que avui en dia encara mostra la seva façana per enllestir. De grans dimensions, mostra un element
poc habitual als temples d’aquell moment, la girola. De tres naus i capelles
laterals, la seva façana es mostra com un simple mur de tancament, tot i
que té una planta, elaborada per mestres de cases tarragonins, amb unes
pretensions que, per l’època, eren desmesurades i quasi «catedralejaven».
Els següents exemples mostren aquesta alternança de conceptes estètics. El 1805 es contractava l’església de Masmolets, un petit agregat de
Valls. Les capitulacions no havien canviat substancialment de les escrites
a inals del segle xviii. Les esglésies pactades en aquells primers anys del
segle admetien, també, un gir contundent cap a l’academicisme, com fou
el cas de l’església de Santa Llúcia de Bellmunt del Priorat, construïda entre
el 1806 i el 1818.
Malgrat aquest camí artístic dirigit i traçat de manera clara, alguns
ediicis religiosos, com l’església parroquial de Santa Perpètua de Gaià, no
17 Serra, 2010, p. 98.
638
Art exempliicat per models de transició: arquitectura barroca a l’arxidiòcesi tarragonina a inicis del segle xix?
havien canviat el seu repertori plàstic. El monument manté la data del
1806 a la clau d’entrada de la porta principal. D’una sola nau amb capelles
laterals, no havia canviat el programa de representació arquitectònica, que
es manté com els ediicis de meitat del segle passat. Val a dir que l’església,
des de fa molts anys sense ús, ha patit un oblit absolut de les institucions,
que han permès que el temps hagi fet caure un ediici força interessant tant
per la qualitat de la seva fàbrica com per la seva especial situació. Fins no
fa gaires anys es podia veure la decoració a les petxines que suportaven el
creuer, que era d’una textura pròpia dels darrers anys del barroc. Avui ja
no en resta gairebé res. Guarnir la façana no importava, ja que es tractava d’un mur sense ornamentació; però l’interior sí que importava des del
punt de vista d’ús litúrgic i social.
Estat actual de l’església parroquial de Santa Perpètua de Gaià.
Cal puntualitzar que els ediicis religiosos bastits aquests primers anys
a l’arxidiòcesi tarragonina eren, principalment, de pobles de pocs habitants que, al moment de màxima creació d’aquests ediicis, no s’havien
arriscat a fer-los nous. Aquest fet ocorria a punts com ara Lloà, que va
construir una església de manera totalment tradicional. Els veïns de Lloà
airmaven que havien tingut una església semblant a una casa d’animals,
pel mal estat que presentava; malgrat això es van imposar un quinzè i van
aconseguir alçar el temple i el campanar. En tornar a imposar-se una nova
contribució per quatre anys més, nou dels veïns es van queixar. El batlle, el
639
?
Anna Isabel Serra Masdeu
1816, recorria a la justícia per tal que aquests veïns tornessin a sufragar les
despeses.18 L’església de Vallclara es va beneir el setembre del 1814.
Els anys daurats de mimesi vignolesca havien convergit en les darreres
fàbriques construïdes amb façanes en les quals prioritzava la funció de
tancament, no pas l’atenció ornamental i estètica. A l’agregat de Glorieta,
l’església data del 1812 i la façana ja ha perdut qualsevol vincle amb la plàstica barroca. Quedaven encara per enllestir algunes esglésies començades
els últims anys del segle passat, com la de Vilallonga. En aquest punt del
Tarragonès, el 1816 se signava el darrer contracte per acabar el campanar
que, pel que sembla, es va enllestir amb la pedra de l’antiga església vella.19
Cap als anys trenta del segle xix ja s’havia consolidat l’ús del classicisme, patent a l’església de Sant Joan de Tarragona (1836), que aproitava
parts de les antigues restes dels caputxins. Les catedrals feia temps que
havien assimilat les noves tendències gairebé en silenci, com és el cas de
la capella del Santíssim Sagrament de la catedral de Tortosa (1829–1844).
Conclusions
En el pas de l’ús del darrer barroc a l’assentament ple de les tendències
academicistes i la incorporació de modes del classicisme francès hi ha una
llarga i dilatada transició revestida, durant els primers anys del segle xix
de contradicció conceptual i les dues modes llavors contraposades.
En llocs de menys població es mantenia viu un cert esperit artístic
més tradicional, com ho prova l’aïllament de l’església parroquial de Santa
Perpètua de Gaià; mentre que, a les ciutats, ja no quallava la presència de
qualsevol element que recordés l’estètica purament barroca, com va ocórrer a l’església de Sant Joan de Tarragona.
Amb l’arribada de la guerra del Francès hi ha una visió més poderosa,
més sintètica i que obvia el llegat estètic del segle anterior. De manera sigillosa, la visió classicista es va apoderar del sentiment i treball dels mestres
de cases, encara que ells volien recuperar el seu passat i la tendència secular gremial. Les diverses escoles de formació a les quals podien acudir
els joves mestres d’obres van modiicar totalment l’imaginari que havien
desenvolupat els seus pares i, ins i tot, el projectaven de la manera més
oposada a la que havien après.
18 AHN. Leg. 37.438, núm. 17.
19 Serra, 1998.
640
Art exempliicat per models de transició: arquitectura barroca a l’arxidiòcesi tarragonina a inicis del segle xix?
La construcció religiosa dels creadors tarragonins delata un lent viratge cap a la reducció de les formes i volumetries barroques. Aquesta acceptació de les noves formes seria pausada i es pot trobar en obres dels
primers anys del segle xix, com ara l’església parroquial de Santa Perpètua
de Gaià. Hi ha un punt dràstic d’inlexió: l’arribada de la guerra del Francès, que va tallar les expectatives econòmiques i de gust creatiu. La realitat
social i la situació viscuda després d’aquells fets suposarien un fort cop a
l’ànima dels creadors i del gust dels comitents. Malgrat aquest punt i a part
en el treball dels mestres de cases, hi ha quelcom que volia perdurar en el
funcionament de la societat tarragonina: la normativa del gremi de mestres de cases no volia perdre’s ni caducar, tal com les autoritats forasteres
demanaven. El paper dels enginyers militars va ser clau a la zona del Camp
de Tarragona per empènyer el nou gust de síntesi creativa adaptat al seu
tarannà sintètic.
La creació de l’Escola de Dibuix i Nàutica a la capital a principis de
segle també va ser clau per introduir una nova visió de l’art que encetava
un segle que ja no usava els codis estètics del segle xviii.
641
Anna Isabel Serra Masdeu
Bibliograia
Andreu, Jordi. «La decadència dels gremis reusencs a la i de l’Antic Règim», a Penell. Revista d’Història, núm. 2, Reus, 1985.
Estatutos de la Real Academia de San Fernando. Gabriel Ramírez. Impresor de la Real Academia. Madrid, 1757.
Fuguet, Joan. «Sant Pere de Belltall», a Història de la Conca de Barberà.
Història de l’Art. Cossetània Edicions i Consell Comarcal de la Conca
de Barberà, Valls, 2008.
Gort Juanpere, Ezequiel. L’antic gremi de mestres de cases de Reus. Gremi
de la Construcció del Baix Camp, Reus, 1985.
Montaner Martorell, Josep Maria. La modernització de l’utillatge mental de l’arquitectura a Catalunya. Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 1990.
Pardo Canalis, Enrique. Los registros de matrícula de San Fernando de
1752 a 1815. CSIC, Madrid, 1967.
Santamaría Almolda, Rosario. «Los maestros de obras aprobados por
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1816–1858). Una
profesión en contínuo conlicto con los arquitectos», a Espacio, Tiempo, Forma. Historia del Arte, serie VII, t. 13, Madrid, 2000.
Serra Masdeu, Anna Isabel. L’església parroquial de Sant Martí de Vilallonga del Camp. Cossetània Edicions, Valls, 1998.
—. Josep Prat i la irrupció de l’Academicisme en l’arquitectura tardobarroca
a Tarragona. Diputació de Tarragona, Tarragona, 2010.
642
PONIÉNDOLE EL CASCABEL AL GATO. EN TORNO
AL CONCEPTO DE LA CULTURA DE LA TRANSICIÓN
Aleix Romero Peña
Universidad de La Rioja
aleix.romero84@gmail.com
Resumen
El uso del término «la cultura de la transición» para referirse a la cultura española «pos-1976» tras la muerte de Franco ha generado gran controversia. El concepto parece razonablemente claro por encima, pero en
realidad requiere una mayor aclaración. ¿A qué se reiere la cultura de
la transición? ¿A toda la producción cultural que ha aparecido desde la
transición política o bien al sector cultural que está más estrechamente
asociado con el mundo político? En este artículo se relexiona sobre esta
cuestión y se sitúa el concepto en el contexto de la crisis inanciera de
2008.
Palabras clave
Cultura de la transición; Transición; franquismo; crisis econòmica
Abstract
he use of the term «the culture of the transition» to refer to «post-1976»
Spanish culture ater Franco’s death has generated tremendous controversy.
he concept seems reasonably clear on the surface but in reality it requires
greater clariication. What does the culture of the transition refer to? All
the cultural output that has appeared since the political transition, or to
the cultural sector that is more closely associated with the political world?
his article relects on this question and places the concept in the context
of the inancial crisis of 2008.
Key words
Culture of the transition; Transition; Francoism; economic crisis.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 643–654.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Aleix Romero Peña
1. Crisis económica y revisión de la transición política
La crisis y, especialmente, la falta de respuestas políticas han propiciado
la aparición de un gran número de ensayos y tesis que plantean una lectura en clave pesimista y moralizante. Al respecto, en uno de los escritos
más conocidos, Todo lo que era sólido, Antonio Muñoz Molina elabora un
inventario de los desmanes económicos producidos hasta la fecha, y les
reprocha a los ciudadanos su carencia de espíritu crítico, que, según este
autor, es propia de la democracia española1. Este reproche no es del todo
cierto, pues debe tenerse en cuenta que los análisis sociológicos indican
que desde el año 2000 se ha ido incrementando el número tanto de las
manifestaciones como de su público asistente2. Esta, pues, parece ser una
cuestión menor: «se non è vero, è molto ben trovato», es decir, aunque no
sea verdad, está muy bien compuesto, como diría el renacentista Giordano
Bruno.
Lo mismo ocurre con otras interpretaciones de la crisis, que, aunque
aparentemente distintas —Muñoz Molina formaría parte de la cultura de
la transición—, parten de la misma raíz, si bien se articulan desde una
perspectiva histórica y política cercana al campo de las izquierdas. Según
certiica el periodista e investigador Alfredo Grimaldos, la transición es
«la base de la podredumbre actual», principalmente debido a la ausencia
de una depuración del «aparato franquista» —que habría favorecido la
existencia de un gran poso sociológico franquista— y a la liquidación
de los «movimientos populares» por parte de quienes los constituyeron
o contribuyeron en gran parte a su formación, en especial el Partido
Comunista de España (PCE)3. El politólogo Juan Carlos Monedero incide
en la misma argumentación y señala que la endeblez de la transición
política es la causa de la debilidad democrática que existe hoy en España4.
El experto en economía política Vicenç Navarro va un paso más allá y
subraya la íntima relación existente entre transición política y crisis
económica, porque la «falta de sensibilidad del Estado español» deriva
de un maniiesto desequilibrio de fuerzas entre las fuerzas conservadoras
1 Muñoz Molina, A.: Todo lo que era sólido, Barcelona: Seix Barral, 2013, p. 37.
2 Jiménez Sánchez, M.: La normalización de la protesta. El caso de las manifestaciones en
España (1980–2008), Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2011.
3 «La transición es el cimiento de la podredumbre actual», Público, 3 de junio de 2013.
4 Monedero, J. C. : La transición contada a nuestros padres. Nocturno de la democracia española, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2011, pp. 197–207.
644
Poniéndole el cascabel al gato. En torno al concepto de la cultura de la transición
—que incluiría a las derechas, pero también a algunas de las voces más
destacadas de las izquierdas— y las progresistas5.
Como puede verse, la censura hacia la transición no proviene tanto
de una relexión ahistórica del fenómeno —una acusación explícitamente
rechazada por estos autores— como de una crítica general de la situación
política vigente. Lo que realmente se cuestiona es el sistema, cuya fuente
de legitimación es la transición. La principal premisa que explica los males
actuales es la ausencia de una ruptura radical con la dictadura franquista.
Sin embargo, ninguno de estos autores lleva a cabo un estudio comparativo
de la transición española con las transiciones de aquellos países en los que
triunfó la vía revolucionaria, como Portugal. Las conclusiones pueden
resultar bastante curiosas. De acuerdo con Robert Fishman, quien sí ha
realizado un ejercicio de cotejo entre los casos español y portugués, en el
país luso la sociedad civil presenta mayor fortaleza —representada por unos
mayores niveles de educación cívica, la transcendencia del debate público,
la gestión de la Administración pública, la actitud de los políticos hacia
las muestras de protesta, etc.—6. No obstante, tal y como explica Ignacio
Sánchez-Cuenca, para discernir la inluencia de ambas transiciones en
las democracias actuales, debe descenderse a un nivel de detalle, porque
las semejanzas son más evidentes7: ambos estados son democracias
pluripartidistas, tienen economías de libre mercado que se encuentran en
la periferia europea, están integrados en la moneda única y pertenecen a
alianzas militares intergubernamentales como la OTAN, etc. En deinitiva,
los problemas de las democracias española y portuguesa no son, pese a los
particularismos, muy diferentes. Además, se trata de una de las numerosas
crisis que han sacudido la economía mundial durante los últimos 30 años,
que han dañado seriamente zonas geográicas del planeta8.
5 Navarro, V.: «La crisis de legitimidad del Estado español: causas y consecuencias», Público
[en línea], 10 de octubre de 2012. <blogs.publico.es/vicenc-navarro/2012/10/10/la-crisis-delegitimidad-del-estado-espanol-causas-y-consecuencias>.
6 Fishman, R.: «Legacies of democratizing reform and revolution: Portugal and Spain
compared», artículo presentado en un seminario del Instituto de Ciencias Sociales de
la Universidad de Lisboa el 27 de abril de 2004. Posteriormente, Fishman desarrolló su
perspectiva en otros trabajos.
7 Sánchez-Cuenca, I.: La impotencia democrática. Sobre la crisis política en España, Madrid:
Los Libros de la Catarata, 2014, p. 91.
8 Recio Cuesta, A.: «La crisis del neoliberalismo», Revista de Economía Crítica,
n.º 7, 2009, p. 103.
645
Aleix Romero Peña
En España, las críticas hacia la transición comenzaron a generalizarse
con las protestas de la primavera de 2011, circunstancia puesta de
maniiesto, entre otros, por Amador Fernández-Savater, para quien el
movimiento 15M constituye una oportunidad de «emborronar» la cultura
de la transición9. La crisis invita a cuestionarse todo porque la sociedad
está aquejada de una «fatiga democrática» —que también aparece en
otros países del continente europeo—, que se caracteriza por un divorcio
entre ciudadanía y élites políticas. Este divorcio conlleva que se acabe con
varios de los consensos que se habían atado durante la transición, como la
economía de libre mercado —en España, el nivel de apoyo a la economía de
libre mercado en años anteriores a la crisis era superior al que presentaban
otros países europeos, como Alemania o Francia—, el europeísmo, la
necesidad de partidos o la propia democracia10. Algo similar sucede con la
propia transición, en cuanto relato canónico hacia una Arcadia feliz donde
las acciones de los grandes hombres y los acuerdos políticos oscurecen las
luchas sociales y los estallidos de violencia11. Todo lo que la cultura de la
transición había «desproblematizado» con su promoción de la cultura del
consenso, es «reproblematizado» una vez desaparecen sus bases políticas.
Si no es posible a través de la academia, se recorren otros caminos. Como
el de la icción: la preparación de la novela sobre el fallido golpe del 23F,
Anatomía de un instante, le conirió a Javier Cercas el aplomo necesario
para censurar públicamente la actitud del rey con respecto al «ruido de
sables»12.
2. El concepto de cultura de la transición
La principal novedad que ofrece la cultura de la transición (CT para abreviar, tal y como hacen sus acuñadores) es brindar un concepto que sirve
9 Fernández-Savater, A.: «Emborronar la CT (del “No a la guerra” al 15M)», en
G. Martínez: CT o la cultura de la transición. Crítica a 35 años de cultura española, Barcelona: Debolsillo, 2012, pp. 49–51.
10 Vallespín, F.: «La fatiga democrática», Claves de Razón Práctica, n.º 215, 2011,
pp. 10–18.
Barreiro, B.: «Consensos rotos», El País, 22 de abril de 2013.
11 Canales, D.: «El relato canónico de la transición. El uso del pasado como guía
para el presente», El Futuro del Pasado, n.º 4, 2013, p. 515.
12 «Cercas: “El rey hizo cosas en el 23F que no debería haber hecho”», El País, 16
de abril de 2009.
646
Poniéndole el cascabel al gato. En torno al concepto de la cultura de la transición
tanto de herramienta descriptiva como de estigma con el que marcar a
quienes se cobijan bajo su paraguas. Su aparición resultó, en principio,
anodinamente trivial: una idea que planeaba en una serie de artículos escritos por el periodista Guillem Martínez en 2006 (recogidos posteriormente en un libro, La canción del verano), donde hacía un recorrido por
la historia social y cultural de los últimos 30 años en España a través de
las canciones del verano. Con un planteamiento provocativamente frívolo, Martínez pinta a la CT en el prólogo a La canción del verano como un
invento que la izquierda se sacó de la manga durante la transición para
«crear cohesión»13. Una deinición parcialmente certera, pues no solo en la
izquierda, sino también en la derecha se sucedieron distintos movimientos ideológicos para acomodarse semánticamente a los nuevos tiempos
que marcaba la transición14. Para Martínez, esta singularidad distingue
arbitrariamente la cultura española de otras, que se caracterizarían por
presentar en bloque todos los matices de la realidad, aunque carcomieran
los valores de convivencia y cohesión. De ahí que concluya que la cultura
española está desactivada15.
Con el paso del tiempo, se le dotó al concepto de CT de mayor enjundia y profundidad intelectual. Cuatro años después de la publicación de La
canción del verano —es decir, en el decisivo año 2011—, Martínez apuntó
que el concepto de CT recurría a la «antropología cultural, a teorías de
la recepción, a la teoría de los marcos y a los culture studies», aparte de,
por supuesto, al periodismo16. Se trata de un objeto de estudio amplio al
abarcar todo el conjunto de expresiones simbólicas y actividades humanas, lo que justiica la multidisciplinariedad de los puntos de vista sobre la
CT que aparecen en el volumen colectivo que coordina Martínez: política,
economía, propiedad intelectual, humor, prensa, internet, etc.
La cultura de la transición parte de las ideas de unos pocos autores
outsiders situados al margen de los fundamentos de la cultura oicial, aunque eso no sea un impedimento para que publiquen en los grandes medios
13 Martínez, G.: La canción del verano. 30 años desde sus veranos, Barcelona:
Debolsillo, 2007, pp. 17-18.
14 Del Águila, R. y Montoro, R.: El discurso político de la transición española,
Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1984, pp. 75–97.
15 Martínez, G.: op. cit., pp. 17–20.
16 Martínez, G.: «El concepto CT», en G. Martínez: CT o la cultura de la transi-
ción. Crítica a 35 años de cultura española, Barcelona: Debolsillo, 2012, pp. 13-14.
647
Aleix Romero Peña
de comunicación —como el propio Martínez, que es colaborador habitual de El País—. Se citan expresamente al periodista Gregorio Morán,
al novelista Manuel Vázquez Montalbán, al también escritor y ensayista
Rafael Sánchez Ferlosio, al antropólogo Juan Aranzadi y al crítico literario
Ignacio Echevarría17. De acuerdo con este último —que también colabora
en el volumen sobre la CT—, el año 1975 y el in biológico del franquismo
no signiicaron nada para el mundo literario español porque el cambio
cultural ya estaba abonado en los años sesenta, cuando el crecimiento económico creó las bases materiales para su desarrollo, lo que facilitó cierta
complicidad entre la clase política y la intelectual en la década siguiente18.
No está de más mencionar el ruidoso artículo «La cultura, ese invento del
Gobierno», donde Sánchez Ferlosio censura las estrechísimas relaciones
entre el Ejecutivo de Felipe González y la intelectualidad19 al imitar —de
manera un tanto burda— al Estado cultural de la Francia de François Mitterrand, que denunció Marc Fumaroli. En efecto, las listas de «intelectuales relevantes» elaboradas durante la etapa de Javier Solana al frente del
Ministerio de Cultura estaban repletas de nombres de representantes de
distintas disciplinas que pertenecían a diferentes corrientes políticas, pero
se caracterizaban todos ellos por la posibilidad de que fueran asimilados
por la política cultural imperante20.
No obstante, el concepto de CT se cimenta, sobre todo, en la ventana
abierta por internet a la comunicación y al intercambio libre de conocimientos, al margen de las grandes empresas culturales21. Aquí merece la
pena aludir al monográico dedicado por la revista Mombaça a la transición, con unos artículos de calidad dedicados a una arqueología del periodo dominada por la nostalgia:
17 Martínez, G.: op. cit., p. 13.
18 Echevarría, I.: «La CT: un cambio de paradigma», en G. Martínez: CT o la
cultura de la transición. Crítica a 35 años de cultura española, Barcelona: Debolsillo, 2012, pp. 25–36.
19 Sánchez Ferlosio, R.: «La cultura, ese invento del Gobierno», El País, 22 de
noviembre de 1984.
20 Quaggio, G.: La cultura en transición. Reconciliación y política cultural en Espa-
ña, 1976–1986, Madrid: Alianza, 2014, pp. 265-366.
21 Martínez, G: op. cit., p. 13.
648
Poniéndole el cascabel al gato. En torno al concepto de la cultura de la transición
[…] entre 1968 y 1984 tienen lugar todo tipo de experiencias colectivas, comunitarias, en las que se moviliza una singular imaginación social, una gran
cantidad de energías sociales mediadas a través de prácticas culturales y organizativas. Dejaron huellas. Abundante documentación. Trazos escritos. Y
sobre todo dejaron huellas identitarias profundas en los individuos que las
vivieron y que, inevitablemente, las han transmitido en sus conductas, en sus
formas de pensar y de estar con los otros22.
A diferencia de los estudiosos del concepto de CT, los autores del monográico de Mombaça no se centran en el mundo de la cultura, sino en la
identidad social de los actores que intervinieron en la transición. Se cuestiona que el relato canónico de la transición imponga una narrativa cuyo
protagonista es la clase media23 o cómo transformó a la sociedad española
el inlujo de la revolución conservadora encabezada por Ronald Reagan y
Margaret hatcher, que impuso la liberalización de la economía española
y la lexibilización de la política laboral24. En el volumen colectivo sobre
la CT, Isidro López reconoce que «el apesabramiento de la cultura de la
transición», político y cultural, ha facilitado la incorporación al consenso
del capitalismo posmoderno25.
¿Pero qué es la CT? En un artículo publicado en prensa, Martínez explica que este concepto se reiere a la «cultura post-76», que se caracteriza
por «a) no construir objetos problemáticos, b) no meterse en política, o en
el trance de hacerlo, darle c) la razón al Estado; el Estado subvenciona la
cultura, da honores, premios y construye el canon cultural». La CT es, en
deinitiva, el «elemento propagandístico de un sistema»26. En otras palabras, una inmensa marea negra que contamina todo a su paso. Una hipérbole que, de acuerdo con Jaron Rowan, uniica «una serie de prácticas y
objetos culturales dispares y heterogéneos, que si bien es verdad que acon22 Labrador, G.: «El cristal de la bola», Revista Mombaça, n.º 8, 2010, p. 9.
23 Sánchez León, P.: «Encerrados en un solo juguete. Cultura de clase media y
metahistoria de la transición», Revista Mombaça, n.º 8, 2010, pp. 11–18.
24 Mir García, J.: «Sobre cómo la revolución conservadora acabó con la transición
en España», Revista Mombaça, n.º 8, 2010, pp. 25–29.
25 López, I.: «Consensonomics: la ideología política en la CT», en G. Martínez:
CT o la cultura de la transición. Crítica a 35 años de cultura española, Barcelona:
Debolsillo, 2012, pp. 77-78.
26 Martínez, G.: «¿La cultura de la transición (CT) se muere?», El País, 11 de
junio de 2011.
649
Aleix Romero Peña
tecen durante los últimos 35 años en el Estado español, son lo suicientemente peculiares como para poner en crisis esta noción uniicadora»27.
Por otra parte, en su reseña crítica, Rubén Martínez cuestiona el desmesurado papel que Guillem Martínez otorga al Estado como entidad reguladora de la cultura28. La existencia de una tendencia intervencionista por
parte de los gobiernos central y autonómicos en la producción cultural y
artística ha conocido también sus resistencias con, por ejemplo, la creación de consejos de artes29.
Llegados a este punto, ¿qué utilidad tiene el concepto de CT? Regresando a Muñoz Molina, con quien se ha empezado este texto, se ha insistido desde el poder machaconamente en que todos hemos tenido nuestra
parte de responsabilidad en la crisis, por lo que lo más lógico es que entre
todos se busquen soluciones, pero comenzando por los representantes políticos e intelectuales. Este fue el discurso asumido en 2010 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que puso en marcha una campaña de
lavado de imagen contra la crisis llamada Esto lo arreglamos entre todos. En
su acto de presentación, el economista Guillermo de la Dehesa hizo «una
llamada a la sociedad civil para salir de la crisis» al pedir «que [primara] el
consenso frente a las ideologías (sic)»30. Se trataba de una plasmación más
de la CT, entendida como el consenso político-cultural de las élites para
imponer a la población determinadas líneas de actuación. Las palabras de
De la Dehesa evocan el pensamiento del ilósofo Antonio Gramsci, para
quien los representantes de los apartados ideológicos deben actuar en la
sociedad para ejercer la hegemonía, y su principal objetivo es la preservación del consenso de las masas con la clase dirigente31. Para valorar la
inluencia del pensamiento gramsciano en la CT, conviene tener en cuenta
27 Rowan, J.: «Comentario sobre el libro CT o la cultura de la transición» [en
línea]. <www.demasiadosuperavit.net/?p=182>. Se aconseja seguir la discusión
que se establece en los comentarios con varios autores del libro.
28 Martínez, R.: «Cultura de la transición, ¿qué hay de nuevo, viejo?»,
Teknokutltura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales, vol. 9, nº 2, 2012,
pp. 175–189.
29 Marzo, J. L. y Badia, T.: Políticas culturales en el Estado español (1985-2005)
[en línea], 2006. <soymenos.net/politica_espanya.pdf>.
30 El País, 26 de febrero de 2010.
31 Bobbio, N.: Estado, Gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política,
México: Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 48-49.
650
Poniéndole el cascabel al gato. En torno al concepto de la cultura de la transición
la importancia que tuvieron las ideas de Gramsci en la izquierda española
de los años setenta, especialmente en los sectores más cercanos al PCE y
al Partido Socialista Obrero Español (PSOE)32. El peso de la violencia y el
terrorismo, el «ruido de sables» y el miedo, antes y especialmente después
del 23F, empujaron a la otrora izquierda antifranquista al consenso con
una derecha deseosa de lavar su pasado franquista33.
El concepto de CT sigue teniendo utilidad para designar a toda aquella cultura que presta el servicio político de crear estabilidad y coherencia
en torno al orden establecido, que se encuentra representado por la Constitución, Europa y el neoliberalismo34. Más complicadas resultan otras
premisas, como la del olvido del doloroso pasado como paso previo a la
«desproblematización». Algunos especialistas señalan que en el mundo
cultural se produjo en los años de la transición una «saturación de la memoria», sobre todo en cuanto a la Guerra Civil35, aunque esta presencia
abrumadora no fue óbice para que la amnesia inundase las esferas política
y jurídica36. El ejemplo más notorio es el de la ley de amnistía de 1977,
donde se incluyó una serie de delitos como actos políticos, rebelión, sedición y denegación de auxilio en todos los actos cometidos con anterioridad al 15 de diciembre de 1976. La ONU ha exigido al Gobierno español
en varias ocasiones que deje de ampararse en esta ley para investigar los
crímenes del franquismo37. Cabe señalar que esta situación cae, en principio, fuera del ámbito de la cultura.
3. Consideraciones inales
Como se ha ido viendo, el concepto de CT se incluye en la marea de interpretaciones que insisten en una concepción particularista de la crisis
económica española, sin la que seguramente no se habría producido una
32 Quaggio, G.: op. cit., p. 268.
33 Muñoz Soro, J.: «La transición de los intelectuales antifranquistas», Ayer, n.º
81, 2011, pp. 25–55.
34 López, I.: op. cit., pp. 78–88.
35 Quaggio, G.: op. cit., pp. 199–264.
36 Véase al respecto Aguilar, P.: Memoria y olvido de la Guerra Civil española,
Madrid: Alianza, 1996.
37 «La ONU exige a España que deje de ampararse en la ley de amnistía para no
juzgar el franquismo», Público, 15 de noviembre de 2013.
651
Aleix Romero Peña
revisión tan acusada de la transición. La excepción española estaría encarnada por la transición y su carácter poco modélico —en contraposición
con la que propone el relato oicial, que incluso la sitúa como uno de los
estandartes de la marca España38—, aunque esta singularidad debería relacionarse necesariamente con el contexto internacional.
Aunque los catedráticos le den la espalda al concepto de CT y los periodistas más señeros lo desprecien, como dice Martínez39, es un término
válido. Su campo de estudio, sin embargo, precisa de una acotación mayor, en la que se abandone una pretensión omnicomprensiva y, al mismo
tiempo, se incorpore el contexto político y social de la transición. El propio Martínez cobra conciencia de esta problemática cuando alude a las
«deserciones de la CT/cultura de la transición por parte de algunos de sus
power rangers (sic)»40. ¿Sigue siendo Muñoz Molina, de Todo lo que era
sólido, un representante desorientando de la CT, o es algo diferente tras su
deserción? ¿Y Cercas?
Desde hace algunos años se está asistiendo a continuos emborronamientos de la CT, comenzando por el 11M, pasando por el 15M y acabando con la irrupción de Podemos y otras alternativas electorales. Sin embargo, ni las manchas ni la creciente escasez de medios consiguen acabar
con la CT, que aún se erige triunfante por encima de otras culturas. Existe,
además, el peligro de que acabe persistiendo, incluso con otros agentes
políticos, porque cuando el líder de Podemos, Pablo Iglesias, intenta relacionar las expectativas de su partido con la ilusión que generó el PSOE en
198241, ¿no está siendo parte de la CT?
38 Así aparece en la propia web de la Marca España: <marcaespana.es/es/institu-
ciones-historia/historia/destacados/34/la-transicion-democratica>.
39 Martínez, G.: «¿La cultura de la transición (CT) se muere?», El País, 11 de
junio de 2011.
40 Martínez, G.: «Guillem Martínez: hundimiento cultural», Jot Down [en línea],
28 de abril de 2013. <www.jotdown.es/2013/04/guillem-martinez-hundimientocultural>.
41 «Un socialista indignado», El País, 25 de mayo de 2014.
652
Poniéndole el cascabel al gato. En torno al concepto de la cultura de la transición
Bibliografía
Aguilar, P.: Memoria y olvido de la Guerra Civil española, Madrid: Alianza, 1996.
Bobbio, N.: Estado, Gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política, México: Fondo de Cultura Económica, 2006.
Canales, D.: «El relato canónico de la transición. El uso del pasado como
guía para el presente», El Futuro del Pasado, n.º 4, 2013, pp. 513–532.
Del Águila, R. y Montoro, R.: El discurso político de la transición española, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1984.
Echevarría, I.: «La CT: un cambio de paradigma», en G. Martínez: CT
o la cultura de la transición. Crítica a 35 años de cultura española, Barcelona: Debolsillo, 2012, pp. 25–36.
Fernández-Savater, A.: «Emborronar la CT (del “No a la guerra” al
15M)», en G. Martínez: CT o la cultura de la transición. Crítica a 35
años de cultura española, Barcelona: Debolsillo, 2012, pp. 37–52.
Fishman, R.: «Legacies of democratizing reform and revolution: Portugal and Spain compared», artículo presentado en un seminario del
Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa el 27 de
abril de 2004.
Jiménez Sánchez, M.: La normalización de la protesta. El caso de
las manifestaciones en España (1980–2008), Madrid: Centro de
Investigaciones Sociológicas, 2011.
Labrador, G.: «El cristal de la bola», Revista Mombaça, n.º 8, 2010, pp.
5–10.
López, I.: «Consensonomics: la ideología económica en la CT», en G.
Martínez: CT o la cultura de la transición. Crítica a 35 años de cultura
española, Barcelona: Debolsillo, 2012, pp. 77-88.
Martínez, G.: «El concepto CT», en G. Martínez: CT o la cultura de la
transición. Crítica a 35 años de cultura española, Barcelona: Debolsillo,
2012, pp. 13–24.
—: «Guillem Martínez: hundimiento cultural», Jot Down [en línea], 28
de abril de 2013. <www.jotdown.es/2013/04/guillem-martinez-hundimiento-cultural>.
—: «¿La cultura de la transición (CT) se muere?», El País, 11 de junio de
2011.
—: La canción del verano. 30 años desde sus veranos, Barcelona: Debolsillo,
2007.
653
Aleix Romero Peña
Martínez, R.: «Cultura de la transición, ¿qué hay de nuevo, viejo?», Teknokutltura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales, n.º 2,
vol. 9, 2012, pp. 175–189.
Marzo, J. L. y Badia, T.: Políticas culturales en el Estado español (1985–
2005) [en línea], 2006. <soymenos.net/politica_espanya.pdf>.
Mir García, J.: «Sobre cómo la revolución conservadora acabó con la
transición en España», Revista Mombaça, n.º 8, 2010, pp. 25–29.
Monedero, J. C.: La transición contada a nuestros padres. Nocturno de la
democracia española, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2011.
Muñoz Molina, A.: Todo lo que era sólido, Barcelona: Seix Barral, 2013.
Muñoz Soro, J.: «La transición de los intelectuales antifranquistas», Ayer,
n.º 81, 2011, pp. 25–55.
Navarro, V.: «La crisis de legitimidad del Estado español: causas y
consecuencias», Público, 10 de octubre de 2012.
Quaggio, G.: La cultura en transición. Reconciliación y política cultural en
España, 1976–1986, Madrid: Alianza, 2014.
Recio Cuesta, A.: «La crisis del neoliberalismo», Revista de Economía
Crítica, n.º 7, 2009, pp. 96–117.
Rowan, J.: «Comentario sobre el libro CT o la cultura de la transición» [en
línea]. <www.demasiadosuperavit.net/?p=182>.
Sánchez-Cuenca, I.: La impotencia democrática. Sobre la crisis política en
España, Madrid: Los Libros de la Catarata, 2014.
Sánchez León, P.: «Encerrados en un solo juguete. Cultura de clase media y metahistoria de la transición», Revista Mombaça, n.º 8, 2010, pp.
11–18.
Sánchez Ferlosio, R.: «La cultura, ese invento del Gobierno», El País, 22
de noviembre de 1984.
Vallespín, F.: «La fatiga democrática», Claves de Razón Práctica, n.º 215,
2011, pp. 10–18.
654
ELS XIQUETS DE VALLS I LA SEVA TRANSICIÓ:
DE L’«ORDENO Y MANDO» A L’«ENTRE TOTS HO FAREM TOT»
Àlex Cervelló Salvadó
Universitat Rovira i Virgili
angeguet@hotmail.com
Resum
La present comunicació pretén analitzar l’evolució viscuda pel món casteller des del franquisme ins a la instauració de la democràcia a l’Estat espanyol. Per fer-ho, cal tenir present que hi havia diverses colles repartides per
la geograia catalana i que en van anar apareixent de noves, però que totes,
en major o menor mesura, van conviure amb les autoritats franquistes.
Paraules clau
Castells; franquisme; Valls; Transició; cultura popular
Abstract
he present article analyses the changes experienced by those who
engaged in the Catalan cultural practice of human tower building. he
article investigates how the world of human tower building changed from
the time of Franco to restoration of democracy in Spain. It shows that
various groups were already in existence throughout Catalonia and that
new ones also emerged. All, however, were tolerated to a greater or lesser
extent by the Francoist authorities.
Key words
Castells (human towers); Francoism; Valls; Transition; popular culture.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 655–666.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Àlex Cervelló Salvadó
La present comunicació pretén analitzar l’evolució viscuda pel món casteller des del franquisme ins a la instauració de la democràcia a l’Estat espanyol. Per fer-ho, cal tenir present que hi havia diverses colles repartides per
la geograia catalana i que en van anar apareixent de noves, però que totes,
en major o menor mesura, van conviure amb les autoritats franquistes.
Inicialment, acabada la guerra, n’hi havia tres: la de Valls, la del Vendrell i la de Tarragona. Després es reorganitzà la Colla Vella dels Xiquets
de Valls (1947) i es canvià de nom la colla oicial, que passà a anomenar-se
la Muixerra (1947), i amb els anys en sorgiren d’altres: els Castellers de
Vilafranca (1948), els Minyons de l’Arboç (1958), els Castellers de Barcelona (1969), els Xiquets de Tarragona (1970), la Colla Joves Xiquets de
Valls (1971), els Bordegassos de Vilanova (1972), els Castellers d’Altafulla
(1973), els Nois de la Torre (1975), la Colla Jove Xiquets de Tarragona
(1979), els Minyons de Terrassa (1979) i els Castellers de Terrassa (1980).
Considero que el model de transició del fet casteller va seguir dos
camins diferenciats: el de les colles que van conviure molts anys amb el
franquisme i el de les que es van crear a la recta inal d’aquest. Per analitzar
aquest procés ens centrarem en l’estudi de Valls, ciutat bressol dels castells
i els seus Xiquets, ja que cada una de les seves colles actuals en representava un.
Acabada la Guerra Civil, les autoritats franquistes locals tenien la necessitat de mostrar una certa normalitat i van decidir utilitzar el fet casteller, que no es va plantejar mai com una airmació de la identitat catalana,
sinó únicament i exclusiva com una tradició local pròpia de l’Alt Camp, el
Tarragonès i el Penedès. Malgrat la instrumentalització que n’intentà fer el
franquisme, també era una de les poques coses que, per sobre de la política, identiicaven els vallencs de tots els colors del ventall ideològic; a més,
era una distracció esplèndida, i a poc a poc la gent els va anar reconeixent
com a signe d’identitat col·lectiva local, que alhora els servia d’evasió per
als difícils moments que es vivien.
El primer pas va ser uniicar les dues colles anteriors en una de sola,
coneguda popularment com la barreja. S’inicià el procés d’intervenció a
les festes, no només amb els castells, sinó amb tots els elements folklòrics
locals, de manera que aquests participessin en les festes tradicionals, les
festes majors d’altres municipis, però també en les de nova creació i polititzades, com serien les de la Liberación, de la Victoria, etc.
El 12 de març de 1939, en una festa celebrada a Valls, el secretario
provincial del Movimiento s’expressava així:
656
Els Xiquets de Valls i la seva transició: de l’”ordeno y mando” a l’”entre tots ho farem tot”
En Valls, vemos de qué manera tan pujante y decidida ha surgido nuevamente nuestra organización. Habéis aplicado el ejemplo que yo he visto en los
«Xiquets de Valls», al construir plataformas humanas, apiñadas y compactas.
Así nosotros tenemos que construir el pedestal del nuevo Estado, que será
[…] un Estado de todos, y no el de unos privilegiados como antes. […]. No
basta ser hombre de orden y de derechas. Es preciso que este hombre entre
en nuestra organización, donde le espera un puesto de trabajo y de lucha. No
trabajamos para recoger frutos, sino para sembrar sacriicios, para laborar
por España. Por eso yo espero de vosotros, vallenses, que seréis disciplinados
y consecuentes. Que pondréis a España por encima de todo, porque España
requiere abnegación y sacriicio. Y para ser buen patriota, buen español, se
ha de cumplir a rajatabla los postulados y consignas que son la esencia de
nuestro Movimiento. Lucha, abnegación, trabajo y sacriicio. Yo espero seáis
consecuentes, y así podremos lograr la España Una, Grande, Libre que todos
deseemos.1
Malgrat la instrumentalització que en va fer el franquisme, els castells
eren de les poques coses que identiicaven tots els vallencs, fos quina fos
la seva ideologia. A més, eren una distracció esplèndida per als moments
difícils que es vivien.
Paral·lelament s’anava creant una nova simbologia entorn els castells,
ja que es veien com un model de raça i cohesió que amb el pas dels anys
s’anà repetint constantment. La primera mostra d’aquest fet la trobem
molt aviat, el mateix 1940:
Las típicas torres, símbolo de nuestra fortaleza, se levantaron airosas en estas
iestas de liberación como iel resurgimiento de nuestra raza. La inclusión del
elemento joven, con exclusión de las costumbres arcaicas de nuestros viejos,
dan a ellos otra emotividad que con el tiempo darán mayor efectividad en
el sentido técnico y estético. Aquel tres de siete levantado y bajado con toda
pulcritud no igualada se nos antojó ya como un relejo de lo que pueden ser
en adelante los «Xiquets de Valls», que lucharán de día en día con ansias de
superación para dar una gloria perenne a lo que tenemos de más típico en
nuestra ciudad. […].Vaya para estos bravos vallenses, lor de la raza, nuestra
más cordial felicitación.2
Les autoritats locals van aconseguir amb la uniicació el seu propòsit i
en poc temps s’assolí el nivell d’abans de la guerra. Però la uniicació forço1 Diario Español, núm. 48, 14/03/1939, pàgina 3.
2 Diario Español, 18/01/1940, núm. 310, pàgina 4.
657
Àlex Cervelló Salvadó
sa també va comportar tensions internes entre els uns i els altres que generà un descens en les construccions entre els anys 1943 i 1944. Aquesta davallada va coincidir amb el bon moment de forma dels Nens del Vendrell,
que generà una gran rivalitat entre les colles i els respectius municipis.
Aquesta rivalitat va ser potenciada per les autoritats franquistes, ja
que els permetia desviar l’atenció de problemes més greus i potenciava
un localisme que era totalment intranscendent. Al mateix temps, el règim
aproitava qualsevol actuació per demanar la col·laboració dels aicionats,
segurament perquè el franquisme vallenc necessitava els castells per no
ser considerat una cosa estranya a la societat vallenca, com per Sant Joan
de 1945: «Cabe esperar y sería de desear que esta expectación se tradujese
no sólo animándolos y aplaudiéndolos sino ayudándolos como antaño.»3
A més, en el cas que els Xiquets perdessin el seu nivell, ins i tot en podien
ser considerats culpables.
El 1946, en un model de societat on el franquisme no permetia ni el
pluralisme ni l’oposició, un grup de castellers joves, juntament amb antics
castellers de la Colla Vella que anaven amb la barreja, s’anirien desmarcant
a poc a poc, ins a la reaparició deinitiva de la Colla Vella dels Xiquets de
Valls a la plaça del Blat el dia 2 de febrer de 1947.
El 1946 també va ser l’any en què des de l’Ajuntament vallenc es creà
el Patronat dels Xiquets de Valls, que es podria considerar el primer ens
públic (es defensava un salari per als castellers, una assegurança, la creació
de socis protectors i la difusió del fet casteller local). Aquest ens va intentar acabar amb la colla recentment reorganitzada, però la participació i
el suport rebut de destacats membres del requetè vallenc ho van impedir.
Amb aquesta escissió dins el panorama vallenc, es va haver de buscar
un nom per a l’antiga colla, que d’ara endavant seria la Muixerra. Aquesta colla, des del primer moment va ser dirigida per les autoritats, ins al
punt que molts la van considerar la colla de l’alcalde Josep Maria Fàbregas.
Aquesta situació de discriminació positiva en favor de la colla «oicial»
va durar ins a la seva desaparició el 1958. Les autoritats justiicaven la
creació del Patronat per estimular el fet casteller vallenc, però per què justament ara, si amb la creació d’una nova colla local ja s’estava autoestimulant? Crec que responia a la voluntat d’acabar amb la colla que estava
sorgint, ja que amb el tracte de favor que el Patronat garantia a la Muixerra
els seus castellers es podien considerar gairebé professionals.
3 Juventud. Semanario Nacional Sindicalista, núm. 126, 23/06/1945, pàgina 4.
658
Els Xiquets de Valls i la seva transició: de l’”ordeno y mando” a l’”entre tots ho farem tot”
Durant els anys següents, tant el Patronat com les autoritats locals van
donar suport a la Muixerra, que era considerada la colla del règim i l’encarregada de representar Valls a les diferents actuacions que es feien fora
de la ciutat, on en molts casos els acompanyaven.
Amb les dues colles a la plaça, la Muixerra era la clara dominadora
del panorama casteller, mentre la Vella anava augmentant, a poc a poc, el
seu nivell. Paral·lelament, el discurs entorn el fet casteller feia un pas més,
i si ins llavors es tractava d’exaltar el règim i la raça, d’ara endavant s’hi
inclouria la unitat i el control jeràrquic:
¡Qué magníico símbolo de la bien entendida fraternidad humana son esas
torres que levantan los Xiquets! Sin una plena compenetración, sin una fuerte
ligazón que les une a todos, su empresa no sería posible. Es merced a la unión
jerárquica, escalonada, de cada uno de los elementos que brota la gracia arquitectónica del conjunto. […]. ¡Oh, si en todos los azares de la vida todos nos
comportáramos como los Xiquets de Valls!4
Fins al 1954 el domini casteller estava en mans de la Muixerra i els
Nens del Vendrell, però des d’aquell any, en què la colla vallenca gairebé va desaparèixer, fou la Vella qui s’enfrontà amb els rivals vendrellencs.
Aquesta situació va durar ins al 1958, quan la Muixerra va plegar. Els
motius cal buscar-los en la falta de relleu dels castellers, el cansament dels
capdavanters i la falta de suport dels aicionats. A més, des de la reaparició
de la Colla Vella, els vallencs la van considerar contrària al règim; tot i no
ser-ne l’oposició, sí que hi va haver algunes divergències amb l’autoritat,
que van ser permeses perquè alguns dels capdavanters eren carlins. De
la seva banda, la Muixerra estava identiicada clarament amb l’alcalde vallenc, Josep Maria Fàbregas, que ocupava el càrrec des de feia divuit anys.
A inals de la dècada dels cinquanta, el fet casteller va anar vivint un
cert retrocés, i els Xiquets de Valls també s’hi van veure afectats. A més,
la lenta davallada de la Muixerra va suposar que la Vella anés ocupant a
poc a poc l’espai que l’altra perdia; així, s’inicià la instrumentalització de la
colla per part de les autoritats, tot i que mai es va arribar als nivells assolits
en l’etapa anterior. Aquesta crisi generalitzada del fet casteller va coincidir
amb el inal de l’autarquia i l’inici de la modernització. Amb la instauració
del Plan Nacional de Estabilización Económica (aprovat pel decret llei el
21 de juliol de 1959) s’inicià l’obertura dels seixanta, que suposà l’aparició
4 Juventud. Semanario Nacional Sindicalista, núm. 252, 15/11/1947, pàgines 1 i 3.
659
Àlex Cervelló Salvadó
del turisme, les discoteques, els Beatles o els 600. Durant aquest període els castells van ser percebuts com una entelèquia pròpia d’una societat
arcaica i rural. El franquisme havia anat traient el sentit identitari dels
castells ins a convertir-los en una relíquia del que havien estat, cosa que
en suposà l’allunyament progressiu de la societat a partir del moment que
entraren en joc els factors de modernitat. A més, hem de tenir present
que els castellers, fossin de la colla que fossin, estaven mal vistos per la
resta de la societat vallenca, ja que durant molt de temps era l’ocupació de
menestrals, dels pagesos i dels sectors més pobres de la societat. També
se’ls considerava problemàtics, ja que sovint tenien baralles i discussions.
Al llarg de la nova dècada que s’inicià, a poc a poc es va anar canviant
aquesta visió negativa.
D’una banda, la Colla Vella va prendre part a la processó de les festes decennals de 1961 com a entitat. Si ins llavors els castellers anaven al
davant de la processó, amb la resta de grups folklòrics contractats des de
l’Ajuntament, aquesta vegada la canalla ho seguí fent, mentre que la resta
de la colla, amb uniforme casteller i la bandera, desilà amb la resta d’entitats vallenques. L’equiparació de la colla amb la resta d’entitats locals va
suposar el primer pas cap a la digniicació de la igura dels castellers.
D’altra banda, el segon fet a destacar foren les tres edicions del Trofeu
Jorba-Preciados, celebrades els anys 1964, 1965 i 1966 a Barcelona i guanyades per la Colla Vella, que van servir per arrelar el fet casteller a la capital catalana. La premsa vallenca s’hi referí així: «Entusiasmo desbordante,
y natural nerviosismo, en la Avenida barcelonesa de la Puerta del Ángel,
magníico marco de la bella manifestación. Una multitud, calculada en
unas veinticinco mil personas, vivió cerca de tres horas de honda e intensa
emoción.»5 Amb aquestes tres edicions, els castells recuperaven un paper
de centralitat i modernitat dins la societat catalana i es projectaren arreu
de Catalunya.
El 1960 va reaparèixer la Muixerra, però tot i els intents de les autoritats de crear un nou Patronat que afavorís, aquesta vegada, les dues colles,
no se’n van sortir. Als problemes que venia arrossegant la Muixerra s’hi
sumaren les pressions exercides per alguns membres de la Colla Vella, que
a títol personal volien ser l’única colla local, ins que desaparegué deinitivament l’any 1964. Considero que el motiu principal fou que els aicionats
5 Juventud. Semanario Nacional Sindicalista, núm. 1233, 01/10/1966, pàgina 1.
660
Els Xiquets de Valls i la seva transició: de l’”ordeno y mando” a l’”entre tots ho farem tot”
no oblidaren la relació entre la Muixerra i Fàbregas, que, a més, fou l’escollit per representar-los en aquest nou intent de Patronat.6
La dècada dels seixanta també va suposar per a Valls la consolidació
d’un grup d’oposició més visible sorgit dels moviments d’església i del carlisme, que inicialment havien donat suport a Franco, però que a poc a poc
evolucionaren cap a l’oposició i la defensa del catalanisme. Aquests anys la
Colla Vella actuà en tot tipus d’actes, des de polítics, populars, esportius,
per diners i de reivindicatius, com en l’aplec sardanístic de Paret Delgada
(a la Selva del Camp) del maig de 1962 on van fer el primer pilar amb la
senyera.7
Eren anys on dins la colla hi convivien totes les ideologies i s’inicià un
projecte, la Cooperativa de Vivendes de la Colla Vella, que tot i fer-se sota
l’aixopluc franquista, canviaria la manera de relacionar-se del grup com a
col·lectiu.8
A partir de la dècada dels setanta es va produir la veritable transformació dins el fet casteller vallenc. Com a la resta de Catalunya, la vida
associativa prengué molta volada. La incorporació de jovent i la permeabilitat de noves idees i maneres de fer van motivar un seguit de canvis
importants que marcaren la transició cap a la democràcia.
Aquest impuls va generar moviments. El primer va ser al desembre de
1970, quan la Colla Vella es va convertir en associació, amb uns estatuts,
una junta directiva i una assemblea. Aquest canvi va suposar la veritable
democratització de l’entitat, quan amb la nova estructura organitzativa es
donava cabuda a tothom per participar de les decisions. Si ins aquell moment era el cap de colla qui manava, amb el suport d’un grup més o menys
reduït, d’ara endavant es posava en marxa el repartiment del treball. La
primera assemblea de la Vella es va celebrar el 1972: s’hi va decidir crear
la igura del soci, de manera que els aicionats es podien, a partir d’ara,
relacionar més estretament amb la Colla.
6 Arxiu Municipal de Valls. Caixa 2182. Expedient Creació Patronat dels Xiquets de Valls.
Resposta de la Muixerra a l’alcalde de Valls, setembre de 1962.
7 Català i Roca, Pere (dir.); Món Casteller, Rafael Dalmau Editor, Barcelona, 1981, Pàgina
775, Vol. II.
8 Vegeu González Sánchez, Diego: Cooperativa de vivendes. Colla Vella dels Xiquets de
Valls 1962–2002, La Torratxa, Valls, 2003.
661
Àlex Cervelló Salvadó
Quadre núm. 1: Estatuts de l’Associació de la Colla Vella dels Xiquets
de Valls, del 17 de desembre de 1970:9
Artº 1º. De conformidad con lo dispuesto en el párrafo 1º del artº. 16 del
Fuero de los Españoles y Ley de Asociaciones de 24 de Diciembre de 1.964, se
constituye en Valls (Tarragona) la Asociación «Colla Vella dels Xiquets
de Valls», cuyo origen, aunque no legalizado, se remonta a ines de 1.700,
que se regirá por los presentes Estatutos, ajustados a la legislación vigente en
la materia. […].
Artº 3º. Los ines que han de cumplir serán los siguientes:
1º. Promover y divulgar principalmente el ejercicio folklórico de los «Xiquets
de Valls», de cuya Ciudad son originarios y conserva su práctica y vivencia.
2º. Impulsar las actividades para el desarrollo y difusión de su cultura.
3º. Servir de cauce a una mayor promoción humana de sus componentes en
los aspectos religioso, social, folklórico, artístico, etc.
4º. Elevar el nivel moral educativo y social de los mismos.
5º. Procurar una mayor instrucción para sus asociados, prestando ayuda económica y moral, a través de Becas, Bolsas de Estudio.
6º. Representar los intereses de sus miembros en todas las cuestiones que les
afecten como propias.
L’any 1971, com conseqüència de la derrota dels vallencs al concurs
de castells de Tarragona celebrat l’any anterior, i que va suposar la primera
victòria d’una colla no vallenca en un concurs, es creà la Colla Joves Xiquets de Valls. Tot i ser clarament hereva de la Muixerra, considero que va
renunciar al seu passat durant gairebé trenta anys, amb l’objectiu inicial de
trencar la relació establerta entre la Colla i l’autoritat. Altres autors, com
Carles Herèdia, defensen que van renunciar al seu passat per les pressions
exercides des de l’Alcaldia i la impossibilitat d’utilitzar els noms anteriors
o el genèric dels Xiquets de Valls,10 tot i que considero que la pressió que
es realitzà des de l’Ajuntament vallenc no era tant per recuperar un dels
noms anteriors, com per utilitzar el genèric per referir-se a una sola colla,
tal com ja havia passat amb la Colla Xiquets de Valls, la uniicada, que un
cop reorganitzada la Vella va haver d’adoptar un nom nou.
9 Centre de Documentació Castellera (Valls). Fons Francesc Francin. «Estatutos de la Asociación Colla Vella dels Xiquets de Valls».
10 Herèdia, Carles: «Caure al fons per a tornar a tocar el cel» a El bloc d’en Carles Herèdia.
<http://carlesheredia.wordpress.com/>, [20/09/2014].
662
Els Xiquets de Valls i la seva transició: de l’”ordeno y mando” a l’”entre tots ho farem tot”
Fos com fos, Ramon Barrufet, un dels promotors de la colla, s’expressà
així: «Vam néixer l’octubre del 70. La majoria som una colla de joves entusiastes. Un planter novell. I vam voler fundar una colla de la joventut de
Valls, i els mateixos són els que porten la direcció. No som la Muixerra. No
ho som. Som els Xiquets de Valls, Colla Joves».11
La nova manera de pensar que s’introduïa al fet casteller vallenc cristallitzà al Concurs celebrat a Vilafranca el 1973, quan la Colla Vella demanà
el suport de tots els seus aicionats: «per aconseguir el nostre propòsit és
necessari l’esforç de tots, grans i petits, homes i dones de la nostra colla,
que davant el coratge que els Xiquets posaran a la lluita, sentin l’emoció
que dóna el lliurament incondicional de tots quants ens honorem a ésser
membres actius de la […] Colla Vella»12. Si ins ara eren les autoritats qui
apel·laven al patriotisme local per aconseguir la victòria, d’ara endavant
eren les colles qui demanaven el suport dels seus.
Cal destacar que durant els anys seixanta i setanta van conviure les
actuacions d’exaltació al règim i les d’oposició, tot i que les circumstàncies
polítiques feien que les primeres fossin molt més abundants. De fet, totes
les colles que feia uns anys que existien havien participat en actes d’actes
tipus, com al maig de 1974, quan la Colla Vella va participar a Madrid a la
XVII Demostración Sindical. I només les de recent creació es van poder
mantenir més allunyades de la relació amb el franquisme.
Com a la resta de la societat, al si de les colles vallenques hi havia persones que simpatitzaven amb el règim i cada colla jugava les seves cartes
per treure’n el màxim partit, ja fos econòmic, polític o social. Un dels objectius era mantenir una bona relació amb l’autoritat, ja que feia més fàcil
la supervivència de les colles.
El 1975 es començà a parlar del Congrés de Cultura Catalana, que pretenia defensar i promoure la cultura del país. Ràpidament van aparèixer
propostes perquè els castellers s’hi adherissin, ja que eren identiicats com
a símbol de catalanitat (aquesta identiicació fou més dels intel·lectuals
que no pas dels mateixos castellers). A més, aquest any va morir el dictador i s’iniciaren els moviments de masses que demanaven el canvi polític
arreu de l’Estat. A Valls, les dues colles van participar en la Diada Nacional
de Catalunya de 1976 i 1977, i el 2 d’octubre es va celebrar a Santes Creus la
11 Català i Roca, Pere (dir.); Món Casteller, Rafael Dalmau Editor, Barcelona, 1981, pàgines 217 i 218, Vol. II.
12 Pena Martínez, Agustí. Colla Vella dels Xiquets de Valls 1947–1980, La Magrana, Barcelona, 1999, pàgina 175, Vol. I.
663
Àlex Cervelló Salvadó
trobada de totes les colles castelleres com a aportació al II Congrés de Cultura Catalana. S’hi llegí el Manifest Casteller, que exposava clarament els
castells com a símbol del poble i en demanava la conservació i promoció.
Paral·lelament als canvis que vivia la societat, la Colla Vella en vivia
d’altres estretament relacionats. Amb la creació de la Colla com a entitat
i l’aparició dels socis, va anar sorgint la idea d’oferir alguna cosa més, i
per fer-ho es va començar a pensar en l’adquisició d’un local propi per
als assajos, que es comprà el 1977. Poc després de celebrar-se les primeres
eleccions municipals democràtiques, que acabaven amb el darrer alcalde
franquista de Valls, la Colla Vella inaugurà el seu primer local.
En conclusió, considero que hi va haver dos models diferenciats, el de
la Colla Vella i el de la Colla Joves, que, salvant les distàncies amb les altres
colles castelleres, van anar marcant el camí.
Així, la Colla Vella va iniciar el seu procés de transició democràtica de manera pausada, veient com la forma en què es relacionaven entre
ells canviava, es democratitzava i sorgien nous espais de sociabilització.
A més, des de feia un parell d’anys els castellers havien renunciat al seu
salari en favor de la Colla (només es repartien els diners per l’actuació a
Vilafranca). Tots aquests canvis van culminar en la professionalització de
la Colla com a grup, en detriment del casteller professional, que cobrava
un jornal; això suposà la planiicació de les temporades, dels ingressos i de
les despeses. Tot i que, paral·lelament, van saber mantenir en la igura del
cap de colla el responsable de quan i com s’havien d’aixecar els castells. En
deinitiva, el punt inicial d’aquest procés democratitzador va ser la participació de la Colla com a entitat a la processó de la Candela del 1961,
amb la voluntat de digniicar els castellers; visqué diferents etapes, com
la transformació de la Colla en associació al desembre de 1970, i inalitzà
amb la inauguració del local el 1977.
De la seva banda, la Colla Joves inicià el seu procés democratitzador
des del començament, ja que al renunciar a l’herència de la Muixerra es
treia de sobre la col·laboració entre la Colla i les autoritats. Així, la transició va ser molt més breu i senzilla, ja que la Colla se n’havia desmarcat
anteriorment.
Tot i que no podem parlar del món casteller com un tot, al llarg
d’aquest període els castells es van estendre fora de la zona tradicional i
van aparèixer noves colles (de les tres que hi havia el 1939 a les tretze de
1980). També es van obrir a la participació de persones de totes les condicions socials. En deinitiva, els castells han estat un model d’èxit, amb uns
664
Els Xiquets de Valls i la seva transició: de l’”ordeno y mando” a l’”entre tots ho farem tot”
valors universals com el treball en equip, la solidaritat i l’esforç. Així, tot
i l’ambigüitat política que les colles van tenir en algun moment, els castellers es van saber posicionar de manera individual, passant del «ordeno y
mando» al «entre tots ho farem tot».
Pel que fa al model de transició de les colles, l’any 1974 es reorganitzava la direcció dels Castellers de Vilafranca, i l’any 1975 ho feien els
Nens del Vendrell seguint el model iniciat per la Vella. Per la seva banda,
la Colla Joves Xiquets de Valls ho feia un any després, quan es convertia
en associació.
Quadre núm. 2: Estatuts de l’Associació de la Colla Joves Xiquets
de Valls, del 17 de maig de 1976:13
Artº 1º. Con la denominación de Asociación de Castellers «Colla Joves Xiquets de Valls» se constituye en la ciudad de Valls la Agrupación de dicho
nombre, que se regirá por los presentes Estatutos […].
Artº 2º. La asociación tiene por objeto y serán sus inalidades, principalmente, las siguientes:
a) Fomentar, promocionar, enseñar y difundir los ejercicios tradicionales de
la ciudad de Valls denominados «castells» o torres humanas, mediante exhibiciones, actuaciones públicas y privadas, y participación en concursos, festivales, actos populares, ferias, iestas y demás manifestaciones de iguales o
semejantes características.
b) Fomentar, organizar, colaborar y participar en cuantas conferencias, coloquios, exposiciones y, en general, actividades sean adecuadas a la normal
difusión y práctica de los «castells».
c) Dirigirse a los poderes públicos y demás entidades públicas y privadas en
orden a la obtención de los objetivos sociales.
Superada la transició, la dècada dels vuitanta plantejava nous reptes.
S’iniciava un període d’organització política i cultural de Catalunya, i el
model festiu no en quedà al marge. Així, els Xiquets de Valls i el món
casteller es convertiren en un dels exemples a seguir com a símbols de
democràcia, associacionisme, participació, integració de la immigració (i
posteriorment de la dona) i de modernitat. Arribava, doncs, la culminació
del procés iniciat als anys seixanta de retornar el prestigi social a la igura
del casteller.
13 Centre de Documentació Castellera (Valls). Fons Francesc Francin. «Estatutos de la Asociación Colla Joves Xiquets de Valls».
665
Àlex Cervelló Salvadó
Bibliograia
Bargalló, Josep. El fet casteller. La història i l’actualitat d’un costum tradicional. Barcelona: Primera Plana, 2000.
—. Un segle de castells de 1900 a 2000 en dades. Valls: Cossetània, 2001.
Besolí, Josep. Els castells i la construcció de la identitat catalana. Barcelona: Universitat de Barcelona, 1999. Treball de i de carrera de Sociologia.
Blasi, Francesc. Els castells dels Xiquets de Valls. Valls: Cossetània, 1997.
Català, Pere (dir.). Món Casteller I i II. Barcelona: Rafael Dalmau Editor,
1981.
Cervelló, Alexandre. Els Xiquets de Valls durant el primer franquisme
(1939–1960). Tarragona: Universitat Rovira i Virgili, 2014. Tesi doctoral.
Ferrando, Pere; Cusiné, Fèlix Josep. Cent anys de castells (1876–1976):
entorn de la família Cusiné de Vilafranca del Penedès. Vilafranca: Edicions i Propostes Culturals Andana, 2011.
Gavaldà, Antoni. El naixement del nou sindicalisme d’ordeno y mando:
anys quaranta a Valls i comarca. Tarragona: El Mèdol, 2006.
Giori, Pablo. Hacer castells, construir nación. Castells, modelo festivo y catalanismo. Girona: Universitat de Girona, 2012. Treball de i de màster
de Comunicació i Estudis Culturals.
Güell, Xavier. Els castells: entre la passió i la història. Valls: Cossetània,
2002.
Herèdia, Carles. “Caure al fons per a tornar a tocar el cel”. El bloc d’en
Carles Herèdia. <http://carlesheredia.wordpress.com/> [20/09/2014].
Miralles, Eloi. Fem pinya! Els castells, símbol i expressió del nostre poble.
Barcelona: Diàfora, 1981.
Pena, Agustí. Colla Vella dels Xiquets de Valls 1947–1980. Barcelona: La
Magrana, 1999.
Sánchez, Josep (dir.). Valls i la seva història. Època contemporània: segle
xx. Valls: Institut d’Estudis Vallencs, 2010.
Solé, Josep Maria; Villarroya, Joan. Cronologia de la repressió de la llengua i la cultura catalanes (1936–1975). Barcelona: Curial, 1993.
666
ESTABILIDAD TRANSICIONAL VS. JUSTICIA TRANSICIONAL
Y EL PAPEL DE LA JUSTICIA UNIVERSAL
Héctor Sánchez Margalef
hectorsanchezmargalef@gmail.com
Resumen
El objetivo de este trabajo es relacionar los conceptos de estabilidad transicional, la justicia transicional y la justicia universal. Aunque el concepto
de transición se ha estudiado en profundidad, es importante analizar el
papel de la justicia universal cuando la justicia transicional se sacriica en
aras de la estabilidad de entender la relación entre la estabilidad y la justicia transicionales es esencial para la legitimidad de los nuevos regímenes.
Palabras clave
Transición; estabilidad transicional; justicia transicional; justicia universal
Abstract
he aim of this study is to relate the concepts of transitional stability,
transitional justice and universal justice. Although the concept of
transition has been studied in depth, it is important to analyse the role
of universal justice when transitional justice is sacriiced in the name of
stability. Understanding the relationship between transitional stability and
transitional justice is essential for the legitimacy of new regimes.
Key words
Transition; transitional stability; transitional justice; universal justice.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 667–678.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Hector Sanchez
Introducción
El objetivo de este trabajo es relacionar los conceptos de estabilidad transicional, la justicia transicional y la justicia universal. Aunque el concepto
de transición se ha estudiado en profundidad, es importante analizar el
papel de la justicia universal cuando la justicia transicional se sacriica en
aras de la estabilidad de entender la relación entre la estabilidad y la justicia transicionales es esencial para la legitimidad de los nuevos regímenes.
Se discutirán tres casos de transiciones en las que puede haber habido o no un equilibrio entre la estabilidad y la justicia transicional. En
primer lugar veremos el caso de España, donde la justicia transicional fue
completamente sacriicada en favor de la estabilidad. Como resultado, la
legitimidad del régimen actual está cada vez más cuestionada. En segundo
lugar, vamos a discutir el caso egipcio, donde el intento de llevar a cabo
una justicia transicional, mientras el país carecía de estabilidad, socavó el
proceso de transición. Por último, vamos a ver el caso de Chile, donde una
dictadura militar tomó el poder casi al mismo tiempo que terminó la dictadura española. Duró hasta 1990, cuando la democracia en España estaba
cada vez más consolidada; y, ahora, Chile tiene una democracia liberal y
ha reconocido las víctimas de la dictadura. Aunque la memoria sobre la
dictadura es una línea de falla en la sociedad chilena, la democracia está
consolidad.
A pesar de que un proceso de transición implica numerosos elementos, vamos a centrarnos en la dicotomía entre la estabilidad y la justicia
transicional y el papel de la justicia universal. Debemos, sin embargo,
mencionar algunos de los otros elementos comunes en los procesos de
transición.
Deinición del concepto
El concepto de transición política ha sido ampliamente estudiado. Antonia Martínez Rodríguez deine la transición política como una transformación de las normas y los mecanismos de participación, ya sea de un
régimen democrático a un régimen autoritario o viceversa (2009). Santamaría (1982) entiende la transición como un proceso de cambio por
el cual un régimen político y/o económico preexistente es sustituido por
otro. Esto implica la sustitución de los valores, normas, reglas e instituciones y afecta a todos los elementos de un estado.
668
Estabilidad transicional vs. justicia transicional y el papel de la justicia universal
Maravall y Santamaría (1988; 114) argumentaron que el período de
transición tiene el punto de partida en la crisis del régimen autoritario y
termina con la puesta en marcha de un sistema democrático. Asimismo,
de acuerdo a Giuseppe Di Palma, una transición termina «cuando se llega
a un acuerdo sobre las nuevas reglas de la democracia y se han puesto en
funcionamiento»(1990: 138). Y de acuerdo con Morlino, la transición se
completa cuando se incluye a la oposición en el proceso de toma de decisiones (1987: 57). Es generalmente aceptado que un período de transición
termina cuando la relación entre la oposición y la élite gobernante se normaliza. Al mismo tiempo, una transición necesita de la sociedad civil para
impulsar tanto partidos políticos y élite gobernante a profundizar en la
transición política (Martínez Rodríguez).
A pesar de los argumentos de Rustow (1970) de que una transición
política tiene tres fases, entendemos que las transiciones políticas de un
régimen autoritario a una democracia liberal es un proceso dinámico que
se mueve hacia atrás y hacia delante y eso signiica que las fases se superponen. Las transiciones políticas comienzan cuando los regímenes autoritarios colapsan —cualquiera que sea la razón— y la élite gobernante percibe que la transición a un régimen democrático va a ser menos costosa
que el mantenimiento de un régimen autoritario (Acemoglu y Robinson,
2001). En esta percepción, la presión de la sociedad civil juega un papel
clave. Sin embargo, la élite, o partes de la élite, harán todo lo posible para
mantener su cuota de poder. Esto signiica que el nuevo papel de la vieja
élite en los nuevos regímenes pueden ser el resultado de una transición
por rotura, por reforma o por acuerdo. El período de transición termina
cuando se convocan elecciones y el poder cambia tranquilamente de manos, o puede seguir hasta que no quede ningún resto del antiguo régimen
que pueda perturbar la vida política del nuevo régimen.
La literatura sobre lo que implican las transiciones es amplia y variada. Desde mediados de los años 90, el concepto de justicia transicional ha
sido fundamental para el establecimiento de un régimen pacíico y duradero después de una transición política. Según Avello (2007), «el concepto
de ‘justicia transicional’ se reiere, en general, a las estrategias judiciales
y de otra índole adoptadas en estados donde los derechos humanos han
sido gravemente violados en un intento de reconciliar las distintas partes
y garantizar una sociedad democrática y una paz duradera».
La «estabilidad transicional» es clave durante un período de cambio.
En situaciones de transición, los policy-makers tienen un doble dilema: por
669
Hector Sanchez
un lado, puede adoptar el «enfoque de democratización», que se supone
que debe promover la democracia, los derechos humanos, el Estado de
Derecho y, en cierta medida, la la justicia; y, por otro lado, pueden adoptar
el «enfoque de estabilización», cuyos principales objetivos son poner
in a la violencia, mantener el orden público, establecer la estabilidad
política y «evaluar las demandas de justicia contra tales consideraciones»
(Rangelov, 2011: 2). Se ha visto que los policy-makers tienden hacia la
estabilidad en lugar de la democracia, y democracias consolidadas que
tienen el sot power para promover la democracia a menudo han optado
por la estabilidad. La reacción tardía de la UE a los acontecimientos de la
primavera árabe es el ejemplo más reciente; el hecho de que regímenes
autocráticos se hayan mantenido durante tanto tiempo en la inmediata
vecindad de la UE ejempliica claramente como, a menudo, la élite
gobernante elige estabilidad antes que democracia.
Por último, según el International Justice Research Center, la justicia
universal o el ejercicio de la jurisdicción universal «hace referencia a la
idea de que un tribunal nacional puede procesar a individuos por cualquier crimen grave contra el derecho internacional —como los crímenes
contra la humanidad, crímenes de guerra, genocidio y torturas— basándose en el principio de que tales delitos dañan a la comunidad internacional o al propio orden internacional, que los Estados individuales pueden
actuar para proteger». Sin embargo, la razón principal por la que la jurisdicción universal no puede actuar libremente es que «la deinición y el
ejercicio de la jurisdicción universal es diferente en todo el mundo. La autoridad de un tribunal nacional o internacional para procesar a individuos
por crímenes internacionales cometidos en otros territorios dependerán
de las fuentes de la ley y la jurisdicción, tales como la legislación nacional
o un acuerdo internacional, que puede ser, por ejemplo, exigir que sólo los
individuos dentro de territorio nacional sea objeto de enjuiciamiento». La
idea principal detrás de la justicia universal es que la injusticia no quede
impune. Tal como lo deine Amnistía Internacional, dada la impunidad
con la que algunos crímenes —o acciones abusivas— son o fueron cometidos, los Estados o tribunales internacionales deben ser capaces de actuar
y, al hacerlo, tienen que compensar a las víctimas de alguna forma.
670
Estabilidad transicional vs. justicia transicional y el papel de la justicia universal
El caso de España: la estabilidad por encima de la justicia
«Una de las concepciones más extendidas dentro de las más inluyentes
esferas política y de los medios de comunicación es que la transición de la
dictadura a la democracia en España fue ejemplar» (Navarro, 2012). Debido a esta [mal]concepción, se cree que el modelo de transición español
puede exportarse a todos los países del mundo. Sin embargo, hay académicos, políticos y diferentes sectores de la sociedad que creen todo lo contrario. La transición española fue llevada a cabo por la élite de la dictadura,
que aceptó jugar según las reglas democráticas para poder mantener cierta
cuota de poder, y una oposición moderada que algunos creen que cedieron en demasiadas cosas en su deseo de democracia. A modo de ejemplo,
una de los más palabras comunes que se utilizan al hablar, leer o escribir
sobre la transición española es «consenso».
Franco irmó un decreto en 1969 que prescribió todos los delitos cometido antes de 1939. En 1977, durante la Transición, las elites de la dictadura que todavía estaban en el poder aprobaron una amnistía general
(Modolell, 2008). Estas dos medidas hicieron imposible que nadie pudiera
ser considerado responsable de algunos de los crímenes cometidos entre
1936 y 1977. La estabilidad, pues, se impuso a la posibilidad de juzgar los
excesos cometidos durante la dictadura. Una vez la democracia se había
consolidado y después de que el Partido Socialista volviese al gobierno en
2004, se intentó poner en marcha una Ley de Memoria Histórica en un intento de mantener viva y honrar la memoria de las víctimas de la dictadura. La ley fue fuertemente criticada por la oposición de derecha (herederos
de la élite de la dictadura), y se rebajó hasta el punto de que en el momento
en que fue aprobada, estaba muy lejos de sus objetivos originales. Además,
en 2008, el ahora ex juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, que
se hizo famoso cuando trató de extraditar el dictador Augusto Pinochet
para procesarle bajo la jurisdicción de la justicia universal, se declaró a sí
mismo capaz de investigar los crímenes cometidos durante la dictadura.
Sin embargo, asociaciones y partidos de extrema derecha le denunciaron
formalmente y fue procesado, separado, suspendidos provisionalmente y
inalmente absuelto, pero con una sentencia que no le declaraba no competente para la investigación de los crímenes de la dictadura (New York
Times, 2010).
Esto demuestra que aunque la democracia está bien establecido, una
parte de la sociedad española no quiere que los crímenes del pasado sean
671
Hector Sanchez
investigados, perpetuando así la división de la sociedad española. El hecho de que la estabilidad transicional prevaleciese sobre la justicia transicional durante tanto tiempo ha hecho que aquellos que son críticos con
modelo de transición se reieran al actual sistema político español como
«democracia incompleta» (Vicenç Navarro, 2003). De hecho, algunos de
los problemas actuales —desde la corrupción política al modelo territorial inestable— se puede atribuir a la falta de justicia transicional hasta el
punto de que «en el largo plazo, algunos métodos políticos justiicable durante ese período excepcional han tenido un efecto negativo en la cultura
democrática española» (Fuentes Aragonés, 2006).
El caso de Egipto:
la incompatibilidad de la estabilidad y la justicia transicional
La llamada Primavera Árabe, que comenzó en Túnez en diciembre de
2010 y se extendió por todo el mundo árabe en 2011 afectando principalmente a Marruecos, Túnez, Libia, Egipto, Siria, Yemen y Bahrein, pero con
ecos en todos los países, ha tenido diferentes desenlaces. En Egipto, la las
manifestaciones populares que empezaron en enero de 2011 terminaron
con la renuncia de Hosni Mubarak en febrero de 2011 después de 30 años
en el poder. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) asumió
el poder, levantó la Estado de emergencia y prometió elecciones dentro de
seis meses después de la redacción de una nueva constitución. En junio
de 2012 se celebraron elecciones y Mohammed Morsi de los Hermanos
Musulmanes. Un año más tarde, en julio de 2013, un golpe militar depuso
a Morsi, los militares se hicieron con el poder y tomaron el control del país
una vez más y establecieron un sistema muy similar al de la era Mubarak.
No hay acuerdo en cuanto a si la primavera árabe ha terminado o no
en todos los países en los que tuvo lugar; pero en Egipto, las posibilidades de crear un sistema más democrático fueron reducidas drásticamente
cuando el general al-Sisi se convirtió en presidente de Egipto. Uno de las
razones por las que la revolución no llegó a buen puerto fue era que el
Estado profundo se negó a la posibilidad de poder ser considerados responsables de crímenes cometidos durante los años de Mubarak y durante
el levantamiento.
Entre febrero de 2011 y junio 2012 hubo un pacto entre el CSFA y
los Hermanos Musulmanes en el que el CSFA diseñó una transición para
beneiciar a los sectores conservadores como ex agentes del régimen y a
672
Estabilidad transicional vs. justicia transicional y el papel de la justicia universal
los Hermanos Musulmanes y garantizr la estabilidad. El pacto comenzó
a desmoronarse cuando el CSFA trató de conservar sus privilegios y los
Hermanos Musulmanes trataron de consolidar el poder civil (Bourekba
y Sánchez Margalef, 2013). Los Hermanos Musulmanes intentaron reformar el sistema judicial, lo que afectaba directamente a los intereses del todavía existente Estado profundo porque los jueces y el sistema judicial en
general estaban muy politizados. «El nuevo régimen egipcio [se enfrentó
a] los problemas de purgar magistrados con conexiones con el régimen
anterior que podrían [haber favorecido] a sus antiguos aliados políticos en
caso de juicio y reformar las disposiciones legales que protegen contra la
dependencia política» (Petkova, 2012: 4). El presidente Morsi tampoco fue
capaz de evitar que hubiese civiles siendo procesados por tribunales militares por delitos cometidos contra los militares o hacer que el poder judicial procesara a los responsables de los ataques contra los manifestantes
en 2011. Esto llevó a la destitución del Procurador General designado por
Mubarak; lo que causó resentimiento entre los militares (Petkova, 2012;
Bourekba y Sánchez Margalef, 2013). Por último, entre la expulsión de
Mubarak y la toma de poder de Morsi, no fue procesado ni un solo oicial
superior por lo que pasó durante las revueltas (Morsy, 2013). En cambio,
miembros y líderes de los Hermanos Musulmanes están siendo juzgados
por cargos de terrorismo mientras las autoridades cometen delitos para
reprimir a la oposición (El-Shewy, 2014). Es obvio que el poder judicial
en Egipto no es independiente y que está controlado por los militares,
quienes también son los líderes del país.
Irónicamente, la justicia transicional egipcia debería haber esperado
hasta que la transición a la democracia se hubiese completado. En otras
palabras, la estabilidad transicional debería haber prevalecido sobre la justicia transiscional debido a la naturaleza de la revolución y la diversidad
de la oposición egipcia. La diferencia con la transición española, es que
la egipcia comenzó después de una revolución de abajo a arriba sin un
liderazgo claro. El hecho de que la élite no estuviese involucrada, a priori,
en el proceso revolucionario hizo el acceso a las estructuras del estado más
complicado. El estado profundo fue capaz de maniobrar para evitar que
la justicia transicional se llevara a cabo. Aunque el contexto y el proceso
de transición eran extremadamente complejos y la justicia transicional
indispensable para el buen funcionamiento de un sistema democrático,
los revolucionarios egipcios no calcularon bien hasta que punto el estado
profundo continuaba teniendo el control de las estructuras del estado y
673
Hector Sanchez
quizás deberían haber moderado sus demandas de justicia transicional
centrándose en la consolidación de la democracia en primer lugar para
desmantelar las estructuras del antiguo régimen poco a poco.
El caso de Chile: un equilibrio entre la estabilidad y la justicia
Entre 1973 y 1990 Chile fue gobernado por una brutal dictadura militar.
El recuerdo de aquella época y de los crímenes cometidos por los militares siguen generando cierta división dentro de la sociedad chilena, como
pudo verse con la muerte del general Pinochet en 2006 (New York Times,
2006) y los disturbios en las calles todos los 11 de septiembre —aniversario del golpe militar contra Allende (Infobae, 2012). Sin embargo, de
acuerdo con Santiago Roncagliolo, varios pequeños detalles parecen demostrar que Chile está cada vez más listo y dispuesto a superar su pasado,
muy diferente de España (Efe, 2014). Esto se hizo evidente por primera
vez en 1999, cuando un juez chileno considerado conservador condenó a
Pinochet, que todavía estaba vivo, a arresto domiciliario (Democracy Now,
2013) después de la solicitud de extradición del juez español Baltasar Garzón cuando Pinochet estaba en Londres. Luego, en 2006, Michelle Bachelet, la hija de un brigada de la fuerza aérea que permaneció leal a Allende y
murió por ello, llegó al poder y criticó abiertamente Pinochet cuando murió (El País, 2006). Además, los individuos y grupos tales como partidos
de derecha (Infoabe, 2012) o jueces (BBC, 2013) que apoyaron la dictadura
chilena expresaron su pesar y se disculparon por haberlo hecho. Incluso
el primer presidente de derecha de Chile después de la dictadura, Sebastián Piñeira, dijo que el país debía ponerse de acuerdo con el pasado, que
debía haber un legado de paz y que los que fueron encubridores pasivos
del régimen de Pinochet deben rendir cuentas (El País Uruguay, 2013). Y
lo más importante, a pesar de la Ley de Amnistía de 1978, los jueces están
trabajando en la investigación de los crímenes cometidos bajo la dictadura
de Pinochet y procesando a las personas responsables.
Aunque todavía hay un largo camino por recorrer, Chile (que no es
el único país de América Latina que está tratando de reconciliarse con
su pasado) ha elegido investigar su pasado y que los responsables de los
crímenes cometidos entre 1973 y 1990 rindan cuentas. Por supuesto, es
imposible juzgar e investigar todos y cada uno, pero Chile ha encontrado
un equilibrio entre la estabilidad y la justicia. A pesar de que el régimen
de Pinochet todavía tiene algunos partidarios, la mayoría de la sociedad
674
Estabilidad transicional vs. justicia transicional y el papel de la justicia universal
chilena cree que la dictadura fue brutal y en 2013 se les pidió rendición
de cuentas a un total de 911 personas en 1.250 procesos penales diferentes
(El Comercio, 2013).
Conclusión
Llevas los presuntos crímenes de regímenes caídos cumple con dos objetivos. En primer lugar, muestra una ruptura total con el régimen que
está siendo juzgado; y en segundo lugar, da legitimidad al nuevo régimen:
«mecanismos de jueces durante la transición tratar de mantener el orden y
establecer una nueva legitimidad al al mismo tiempo» (Benavides, 2011).
Así, fracasar al llevar a cabo un proceso de justicia transicional afectará
directamente a la legitimidad del nuevo régimen, lo que inevitablemente
conduce a las nuevas instituciones, las élites que gobiernan y el sistema en
sí a ser cuestionado y la brecha entre gobernantes y gobernados se vuelve
cada vez mayor. De acuerdo con Bondia García (Benavides, 2011) «si el
proceso de justicia transicional no se implementa correctamente, […] el
peor resultado no es sólo la impunidad […], sino que los ciudadanos pierden su capacidad de desaiar la impunidad y que elijan la mentira sobre
la verdad, palabras sobre silencio. Si esto ocurriera por miedo, vergüenza
o connivencia, el pasado se convertirá en un discurso reprimido, cuyas
consecuencias contribuyen a erosionar la legitimidad de las instituciones
democráticas».
Aún de la diicultad de la justicia transicional, se puede lograr si se
acepta que es indispensable para un sistema democrático e indispensable
para legitimar un nuevo régimen que surge de una dictadura. A pesar de
que hay casos en el que sacriicar la justicia parece ser la mejor manera de
lograr la paz, tarde o temprano las exigencias de justicia tendrán que ser
cumplidas. Este es el caso de Colombia, como dijo el presidente Santos
en una entrevista: «La clave es cuáta justicia se sacriica en aras de la paz»
(El País, 2014). Sin embargo, hay dos posibilidades: o bien la sociedad se
uniica detrás del mismo relato de la historia como Alemania con el nazismo o, como parece, ha hecho Chile con la dictadura de Pinochet; o el
principio de justicia universal puede ofrecer una solución.
Si algunos asuntos son demasiado tabú para investigarse en el país de
origen, la justicia universal es una salida no sólo para los nuevos gobiernos electos que tener que lidiar con otros temas en lugar de enjuiciar los
crímenes del antiguo régimen, lo que sería políticamente costoso ya que
675
Hector Sanchez
los restos del antiguo régimen podrían sabotear una eventual transición
—como ocurrió en Egipto— o evitar el consenso y, por lo tanto, interrumpir el proceso en sí mismo —como ocurrió en España— sino también
para la sociedad, que vería su deseo de justicia cumplida si los crímenes
cometidos por un régimen son juzgados por los tribunales nacionales de
otros estados, los tribunales ad hoc o la Corte Penal Internacional.
El último iscal vivo de los juicios de Nuremberg, Benjamin B. Ferencz, defendió esta idea cuando dijo que «no debe haber escondites para
los perpetradores de crímenes contra la humanidad» (El País, 2014). Han
habido avances en la consecución de la justicia universal —por ejemplo,
homas Lubanga siendo condenado por el Tribunal Penal Internacionalpero también retrocesos. Por ejemplo, el gobierno español del Partido Popular reformó la jurisdicción universal para evitar que se ponga en práctica, lo que generó una gran cantidad de críticas por parte de la sociedad
civil (El País, 2014) y ONGs (International Amnistía Internacional España) debido a que el objetivo tras la reforma era no antagonizar cualquier
gobierno extranjero. Sin embargo, la justicia universal sigue ejerciéndose,
ya que hay países que aún la permiten, como Argentina hizo con las víctimas de la dictadura de Franco (El País, 2014). Al inal, se reduce a hacer lo
que es correcto y aunque la justicia transicional tenga que ser sacriicada
en aras de la estabilidad, nunca debe ser olvidada por los policy-makers,
del mismo modo que nunca será olvidado por las víctimas. Y si las autoridades se olviden, el principio de justicia universal debe ser capaz de ser
suiciente como estabilizador para un nuevo régimen y los que exigen justicia transicional. En deinitiva, enfrentarse al pasado es necesario en para
poder vivir en paz en el presente, nos conducirá a un futuro más próspero.
Bibliografía
Acemoglu, D. y Robinson, J. A. (2001), «A heory of Political Transitions»,
he American Economic Review, vol. 91, No. 4, septiembre de 2001,
pp. 938-963.
«América Latina supera a España en investigación de su pasado», El Comercio, 20 de mayo de 2014.
Amnistía Internacional, «Reforma de la jurisdicción universal española».
«An injustice in Spain», he New York Times, 8 de abril de 2010.
676
Estabilidad transicional vs. justicia transicional y el papel de la justicia universal
Avelló, M. (2007), «Transitional justice: a European perspective», FRIDE,
Comment, diciembre 2007.
«A 40 años del golpe, Chile todavía no supera los traumas del pasado», El
País Uruguay, 2013.
«Bachelet dice que Pinochet es ‘un referente de división, odio y violencia’»,
El País, 13 de diciembre de 2006.
«Chile’s judges apologies for their actions ater the coup», BBC, 4 de septiembre 2013.
Benavides Vanegas, F. S. (2011), «Justicia en épocas de transición: conceptos, modelos, debates, experiencias», Informe 03/2011, Institut Català Internacional per la Pau (Barcelona: 2011).
Blanco, S. y Reyes, E. L. (2014), «La clave es cuánta justicia se sacriica en
aras de la paz», El País, 17 de junio de 2014.
Bourekba, M. y Sánchez Margalef, H. (2013), «Constitution and Rule
of Law in Egypt: he Army as Guardian of Reform», en VV.AA. (2013),
IEMed Mediterráneo Year Book 2013, (IEMed: Barcelona), pp. 103.
«Chile: homenaje a Pinochet vuelve a mostrar la división sobre su igura»,
Infobae, 11 de junio de 2012.
Democracy Now (2013), «Chilean judge Juan Guzm.n who charged
Pinochet with kidnapping: Truth is irst step toward justice», 11 de
septiembre 2013.
El-Shewy, M. (2014), «‘Going grassroots’: Transitional Justice in Egypt»,
Middle East Institute, 27 de enero de 2014.
Di Palma, G. (1990), To Crat Democracies, University of California Press:
Berkeley.
Fuentes Aragonés, J. F. (2006), «Lo que los españoles llaman la transición: Evolución histórica de un concepto clave», Mélanges de la Casa
Velázquez, en Transitions politiques et culturelles en Europe méridionale (xixe-xxe siécle), 36-1, 2006.
Junquera, N. (2014), «Argentina devuelve a la Audiencia Nacional la memoria histórica», El País, 29 de Mayo de 2014.
— (2014), «Si matan tu hermana, esperas que haya un juicio», El País, 4
de julio 2014.
— (2014), «No debe haber escondites para los perpetradores de crímenes
contra la humanidad», El País, 23 de Mayo de 2014.
«Las heridas abiertas de Chile 40 años después del golpe de Pinochet», El
Comercio, 15 de septiembre de 2013.
677
Hector Sanchez
Maravall, J. M. y Santamaría, J. (1988), «El cambio político en España
y las perspectivas de la democracia», en O’Donnell, G.; Schmitter,
P. y Whitehead, L. (eds.) (1988), Transiciones desde un gobierno autoritario. Europa meridional, Buenos Aires, pp. 112-164.
Martínez Rodríguez, A. (2009), «La transición política», en Reyes, R.
(dir.), Diccionario Crítico de Ciencias Sociales, Madrid y México.
Modolell González, J. L. (2008), «La justicia de transición en América Latina y Europa, y la jurisprudencia de la Corte Penal Internacional»,
Informe del VI Seminario del Grupo Latinoamericano de Estudios sobre
Derecho Penal Internacional, Valparaíso, 1 a 4 de enero de 2008.
Morlino, L. (1987), «Democratic Establishments: a Dimensional
Analysis», en Baloyra, E. (ed.), Comparing New Democracies.
Transition and Consolidation in Mediterranean Europe and Southern
Cone, Westview Press: Boulder, pp. 53-78.
Morsy, A. (2013), «Transitional Justice: Egypt’s Way Forward», Middle
East Institute, 26 de julio de 2013.
Navarro, V. (2003), «Consecuencias de la Transición inmodélica», El
País, 8 de enero de 2003.
— (2012), «Garzón y la Transición», Público, el 19 de enero de 2012.
Petkova, M. (2012), «Transitional Justice in Egypt: A comparison»,
en he Middle East & North Africa and the Balkans: Challenges of
Transformation, Sofía, 13-15 de diciembre de 2012.
Rangelov, I. (2011), «A regional approach to justice? Rethinking EU
justice policies in conlict and transition», Policy Brief, European
Policy Centre, mayo de 2011.
Rother, L. (2006), «A bitter legacy of division survives Pinochet», he
New York Times, 12 de diciembre de 2006.
Rustow, D. A. (1970), «Transitions to Democracy», Comparative Politics,
vol. II, No. 3, abril 1970, pp. 337-363.
Santamaría, J. (1982), «Transición controlada y diicultades de consolidación: el ejemplo español», en Santamaría, J. (comp.), Transición a
la democracia en el Sur de Europa y América Latina, Centro de Investigación Sociológica, Madrid, pp. 371-417.
678
LA DEMOCRATIZACIÓN EN EL CAMPO. LA FORMACIÓN
Y LAS PRIMERAS ACCIONES DE LA UNIÓ DE PAGESOS
EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA
EN LA CATALUÑA RURAL
Guillem Puig Vallverdú
Universidad Rovira i Virgili
guillem.puigvallverdu@gmail.com
Resumen
Mucho se ha hablado del cambio político en las zonas urbanas industrializadas, pero no tanto en su periferia. Esta comunicación pretende aproximarse al estudio de los orígenes y las primeras acciones del sindicato
hegemónico del campo catalán, la Unió de Pagesos (UP). De este modo,
aspira a colaborar en el análisis de la movilización social durante la crisis
del franquismo y los inicios del cambio político desde la periferia urbana
a través del método que proporciona la historia desde abajo.
Palabras clave
Unió de Pagesos; antifranquismo; historia desde abajo; cambio político;
mundo rural.
Abstract
Political change in industrialized urban areas has been studied extensively,
but the same cannot be said for other areas. his paper studies the origins
and the early activities of the largest trade union in rural Catalonia, the
Unió de Pagesos (UP). he article takes a history-from-below approach
and seeks to contribute to the analysis of social mobilization in rural areas
during the crisis of the Franco dictatorship and the beginning of political
change.
Key words
Unió de Pagesos; anti-Franco resistance; history-from-below; political
change; rural world.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 679–696.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Guillem Puig Vallverdú
1. Nuevos sujetos
Las clases populares del campo catalán, en especial aquel colectivo heterogéneo que se conoce como campesinado, ha sido habitualmente relegado a
un segundo plano por la historiografía del antifranquismo. Puede airmarse que el análisis de la movilización social y el sindicalismo en el campo
catalán se han desvinculado de los análisis académicos si se comparan con
estudios sobre los espacios urbanos e industrializados1. Se encuentran algunas investigaciones, como la de Eduardo Sevilla Guzmán2, en las que se
presenta una retrospectiva de la evolución del colectivo campesino desde
la España del siglo xx hasta los inicios del cambio político. En el caso catalán, deben destacarse los trabajos de Andreu Mayayo3 sobre sindicalismo
y cooperativismo agrario, que se alargan hasta mediados de la década de
los noventa. Al mismo tiempo, deben señalarse varias monografías sobre
la UP durante los años de cambio político en el agro catalán, como las de
Andreu Peix4 e Ignasi Aldomà5, que analiza detalladamente el caso del
Urgell y de las acciones que se llevaron a cabo en aquella zona. Asimismo,
debe tenerse en cuenta el trabajo de Antonio Herrera González de Molina6, crucial para entender el proceso democratizador en el campo español.
En los últimos años han crecido entre los jóvenes investigadores nuevas perspectivas de análisis vinculadas a la historia social como método
de estudio. Lo que se conoce como la historia desde abajo7 permite que
los investigadores —se insiste en que la mayoría de ellos son jóvenes8—
1 Véase Molinero, C. e Ysàs, P.: Productores disciplinados y minorías subversivas. Clase obrera y conlictividad laboral en la España franquista, Madrid, Siglo XXI, 1998.
2 Sevilla, E.: La evolución del campesinado en España, Barcelona: Edicions 62, 1979.
3 Para un estudio completo, véase Mayayo i Artal, A.: De pagesos a ciutadans. Cent anys de
sindicalisme i cooperativisme agraris a Catalunya, 1893–1994, Barcelona: Afers, 1995.
4 Peix i Massip, A.: 25 anys d’Unió de Pagesos: el camí cap a la llibertat sindical al camp,
1974–1999, Lérida: Pagès, 1999.
5 Aldomà i Buixadé, I.: La vaga dels tractors: conlictes pagesos a l’Urgell, (1977-1978), Lérida: Virgili & Pagès, 1986.
6 Herrera González de Molina, A.: La construcción de la democracia en el campo (1975–
1988), Madrid: Centro de publicaciones del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 2007.
7 Véase Thompson, E. P.: Agenda para una historia radical, Barcelona: Crítica, 2000.
8 Durante la primera década del nuevo milenio han aparecido en las universidades —sobre
todo en las periféricas— una generación de jóvenes, la mayoría de ellos nacidos y criados
en democracia, que sin abandonar el estudio de las políticas institucionales y la violencia
680
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
secentren en los aspectos de la vida cotidiana de las clases populares y, en
concreto, en las temáticas relacionadas con el inicio y el inal del franquismo y los años del cambio político. Del mismo modo, posibilita que se diluciden las acciones colectivas del antifranquismo como motor principal
de cambio social y de oposición al régimen.
Así pues, con el in de averiguar cuál fue la naturaleza de la UP en sus
inicios, esta comunicación pretende dar a conocer la vinculación política que tenía este sindicato y cuáles eran sus bases sociales, desglosar sus
objetivos principales y enumerar y explicar las distintas acciones reivindicativas llevadas a cabo en la acción sindical. La investigación se basará en
fuentes bibliográicas. Se hará uso, siempre que sea posible, del boletín de
este sindicato, La Terra, y se destacarán dos fuentes primarias, las publicaciones del I Congreso de la Unió de Pagesos y la recopilación de los consejos generales del Partido Socialista de Cataluña. Debe resaltarse, además,
la gran producción de pequeños ensayos de tipo divulgativo vinculados
con el objeto de estudio. En último término, cabe mencionar que desde el
ámbito institucional, los estudios que se han realizado están relacionados
con temas más transversales, como los de género en el mundo agrario9.
2. Crisis económica y crisis del régimen
Dada la naturaleza del conlicto, la experiencia de la UP no puede analizarse solo desde un punto de vista catalán y el ámbito de estudio debe
ampliarse mucho más. Por tanto, es necesario hacer constantes análisis
comparativos y tener en cuenta el resto de luchas que se estaban llevando
a cabo al mismo tiempo en el resto del Estado, a pesar de las diferencias estructurales en la propiedad de la tierra que caracterizan la lucha
campesina. En primer lugar, para entender el problema del campo deben
mencionarse las constantes oleadas migratorias hacia la ciudad, intensiicadas una vez inalizada la guerra y protagonizadas por jornaleros10 y
del régimen franquista, se acercan a posturas cercanas a la historia social y cultural al tomar como sujetos a la gente corriente, lo que rompe con la metodología de sus maestros y
primeros investigadores del franquismo. Véase Rodríguez Barreira Ó. (coord.): El franquismo desde los márgenes. Campesinos, mujeres, delatores, menores…, Lérida: Universidad
de Lérida, 2013.
9 Generalitat de Cataluña: Gènere, agricultura i representació de les dones en les cooperatives agràries a Catalunya, Barcelona: Institut Català de la Dona, 2003.
10 Véase Marín Corbera, M.: «La fàbrica, el barri, la ciutat i el país. La integració dels immigrants a Catalunya durant el franquisme», en J. Font Agulló (dir.): Història i memòria:
681
Guillem Puig Vallverdú
arrendatarios, en su mayoría. Durante la década de los años sesenta, el
lujo migratorio se aceleró por los planes de desarrollo y se extendió por
los sectores medios de la agricultura (arrendatarios y pequeños propietarios). Esto generó un auténtico éxodo rural y provocó la crisis de la dinámica latifundio-minifundio. Una crisis que «no puede caliicarse como de
adaptación sino de ruptura. Las leyes del mercado se imponen»11.
La instauración de nuevas ideologías que racionalizaban este proceso
y lo presentaban como una forma inevitable del progreso histórico, como
el industrialismo agrario, defendían un modelo relejado en el sector industrial, y esto provocó que las unidades familiares estuvieran abocadas
al fracaso. Con esto se pretendía justiicar la industrialización que el franquismo había propiciado, ya que la mecanización pudo realizarse a través
de la creación de líneas de inanciación públicas. Esto favoreció la decisión
de migrar de las comunidades rurales, forzadas por la falta de oportunidades y dejadas al amparo de los mecanismos del mercado privado, a pesar
de las reticencias del régimen ante el movimiento poblacional.
En su conjunto, la agricultura experimentó un crecimiento irregular,
pero con un resultado inal satisfactorio para las clases dominantes. La
agricultura ahora era moderna, más tecniicada y con una alta productividad, pero dependiente de los precios del mercado. Como consecuencia,
el campesinado se vio involucrado en un proceso de proletarización en
el que tuvo que diversiicar sus tareas con el trabajo asalariado temporal,
tanto dentro como fuera de la agricultura, o bien tuvo que reconvertir
sus explotaciones con inanciación externa y, de este modo, fue perdiendo
poco a poco el control de los medios de producción para poder obtener
maquinaria, abonos, fertilizantes, semillas o productos químicos. Estos
cambios conllevaron la reconversión de la igura del terrateniente por la
del empresario agrícola en «una nueva burguesía agraria con mentalidad
claramente capitalista»12.
En 1973, el régimen franquista estaba inmerso en una profunda crisis
política y social, que tenía como escenario de fondo la crisis económica
provocada por el aumento del precio del petróleo. El exceso de conianza
del Gobierno de Carlos Arias Navarro, y la inanciación del precio del cruel franquisme i els seus efectes als Països Catalans, Valencia, Publicaciones de la Universidad
de Valencia, 2007, pp. 261–282.
11 Sevilla, E.: op. cit., p. 239.
12 De Riquer, B.: «La dictadura de Franco», en J. Fontana y R. Villares (coords.): Historia
de España (vol. 9), Barcelona: Crítica, 2010, p. 627.
682
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
do para evitar la caída de la demanda, agravó aún más la situación, que en
un periodo relativamente corto de tiempo se hizo notar en otros ámbitos
de la economía española. Este factor alteró aún más la protesta social y
provocó que muchas movilizaciones, que en un principio eran de carácter
laboral, se convirtieran en políticas como consecuencia de la intransigencia de la patronal y de la represión del Estado. Tanto en el campo como en
la ciudad, las demandas fueron incluyendo, poco a poco, la exigencia de
libertades individuales y colectivas.
3. El movimiento en el campo
Los inicios de la UP deben buscarse dentro de la dinámica de oposición
antifranquista, pues las primeras organizaciones clandestinas tuvieron su
origen en 1968 con las Comissions Pageses (CC. PP.). Estas fueron el resultado de la unión de antiguos militantes comunistas y socialistas, y la organización de jóvenes procedentes de los ámbitos agrarios, la mayoría de
ellos formados en la Escuela de Peritos Agrícolas. Este movimiento llegó a
aglutinar distintas tendencias: desde las organizaciones juveniles católicas
hasta el Moviment Socialista de Catalunya (MSC) o el Partit Socialista
Uniicat de Catalunya (PSUC), en el que debe destacarse la experiencia
de la lucha, como la de uno de sus dirigentes más distinguidos, José Vidal,
quien había formado parte del Bloque Obrero y Campesino (BOC) durante la Segunda República, y que era conocido como Pep Jai.
Las CC. PP. fueron capaces de recoger dos grandes tradiciones del
sindicalismo agrario: la reformista, que apostaba por la profesionalización
dentro de las cooperativas, y la revolucionaria, que defendía el trabajo colectivo. Paralelamente, las CC. PP. coordinaron su lucha con la de otras
organizaciones del resto del Estado y, de este modo, se creó el caldo de
cultivo necesario para llevar a cabo acciones reivindicativas (la mayoría
de ellas referentes a los precios de los productos, como la guerra del pimiento en la Ribera Navarra en noviembre de 1973, o la demostración de
insumisión ante el pago de la cuota de la seguridad social agraria), que
propiciará que se cree más adelante un movimiento más amplio con otras
organizaciones vinculadas a la defensa del medioambiente (como el movimiento antinuclear en las Terres de l’Ebre). De esta manera, será cómo
nacerá la UP13.
13 Mayayo i Artal, A.: De pagesos a ciutadans. Cent anys de sindicalisme i cooperativisme
agraris a Catalunya, 1893–1994, Barcelona: Afers, 1995.
683
Guillem Puig Vallverdú
Este sindicato se fundó en la clandestinidad el 3 de noviembre de 1974
en Pontons, en el Alt Penedès (Barcelona). A diferencia de otros sindicatos
de oposición antifranquista, la UP no nació como un sindicato de clase,
sino como un sindicato nacional «donde se reúnen todas las capas sociales
del campo catalán»14. Sus miembros podían ser cualquiera que fuese agricultor o ganadero, desde propietarios hasta jornaleros, siempre y cuando
trabajaran directamente la tierra. Esta voluntad interclasista con la que
nació el sindicato, se hacía patente en el texto estatutario, que alegaba que
no se discriminaría a ninguno de sus miembros por motivos ideológicos,
religiosos o políticos. Según Pep Riera, coordinador general de la UP a
partir de 1976:
[El fundamento de este modelo unitario] no fue producto de la inluencia
[…] de la Asamblea de Cataluña, sino […] de conocer a fondo la agricultura.
[…] Saber que en el campo catalán solo cuajaría un modelo sindical que integrara el máximo número de unidades familiares, trabajara con independencia
y […] defendiera unos planteamientos democráticos y progresistas. […] Debían ser pragmáticos y rebajar el contenido ideológico y social de la Unión15.
Así pues, su ámbito de actuación era el territorio de Cataluña, aunque
en el régimen interno defendía la solidaridad con otras organizaciones
sindicales agrarias de todo el Estado español, sobre todo las situadas en
Baleares y el País Valenciano.
3.1 Los objetivos del sindicato UP
La UP planteó dos tipos de objetivos que cumplir en el momento de su
fundación. Por un lado, a largo plazo y quedaba relejado en el segundo
artículo de sus estatutos, pretendía crear una nueva estructura que acabara
«con los intereses creados y la corrupción dentro de nuestra agricultura»16,
es decir, recrear una red asociativa sindical, puesto que la anterior había
sido destruida por el régimen franquista desde el establecimiento de las
hermandades de labradores y ganaderos, que defendiera los intereses reales de los agricultores. Más adelante, y por otro lado, se deiniría con la idea
de democratizar el campo a través de la fomentación de la participación
14 Benelbas, L.; Garcia, X.; y Tudela, J.: Unió de Pagesos. El sindicat del camp, Barcelona:
Alternativa, 1977, p. 181. Se ha traducido del catalán.
15 Riera, P.: «El nostre model sindical», Nous Horitzons, n.º 108, 1988, p. 34.
16 Benelbas, L.; Garcia, X.; y Tudela, J.: op. cit., p. 182. Se ha traducido del catalán.
684
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
directa de los ailiados, además de su profesionalización. Como objetivos
especíicos destacan tres ideas principales: la primera, promover y realizar
la acción sindical, y por tanto, defender los intereses del sindicato y los de
sus miembros; la segunda, asegurar la formación de sus miembros en el
ámbito de esta acción; y inalmente, la tercera, representar y defender a sus
miembros ante los organismos privados y estatales. Con un carácter más
social, la UP aspiraba a recuperar la ley de contratos de cultivo de 1934
para así romper con las relaciones de dominación heredadas, que generaban inseguridad entre el campesinado, y hacer de la tierra un medio de
producción que generara bienestar para evitar de esta forma su uso especulativo. En un aspecto más global, el sindicato planteaba el cooperativismo como medio para defender los intereses de la empresa familiar agraria
desde una base democrática ante los intereses de las multinacionales.
3.2 La democratización en el campo
La hegemonía antifranquista fue adquiriendo cada vez mayor peso dentro
de la sociedad civil, y esto fue a raíz de las prácticas de socialización de
experiencias y opiniones compartidas, que acabó dotando de conciencia a
jornaleros y a pequeños propietarios. Este apoderamiento permitió que la
agricultura de algunas zonas abandonara la trinchera para pasar al asalto.
Así pues, de la misma manera que lo hizo Comisiones Obreras (CC. OO.)
en el espacio industrial y urbano, la UP llegó a iniltrarse dentro de las
hermandades con cierto éxito —el ejemplo más destacado sería la Cámara
Arrocera de Amposta17, en la que se ostentaron cargos que se utilizaron
como plataforma de acción colectiva—. Sin embargo, viendo la fuerza que
estaba adquiriendo el nuevo sindicato, los dirigentes franquistas intentaron encabezar el descontento en el campo. Esta iniciativa puesta en marcha por las autoridades terminó fracasando, en la medida en que se fueron
extendiendo las acciones de la UP. Entre las primeras destacan todo tipo
de denuncias de fraude que se producían en la red clientelar de distribución de poderes e inluencias dentro de las hermandades, que luego se
transmitieron a las cámaras agrarias.
A lo largo de la dictadura, los movimientos sociales en el ámbito agrario eran muy reducidos, debido a que «la emigración propiciada por el
desarrollo económico actuaba de válvula de escape a los problemas que
17 Ferrer González, C.: Lluitadors quotidians. L’antifranquisme, el canvi polític i la construcción de la democracia al Montsià (1972–1979), Lérida: Universidad de Lérida, 2014.
685
Guillem Puig Vallverdú
ya empezaban a presentarse a los agricultores»18. Los primeros contactos
entre campesinos de las distintas zonas del Estado se iniciaron a partir de
1973; se intercambiaron experiencias y problemas cotidianos por medio
del boletín del movimiento católico Cooperación para el Desarrollo. En
noviembre de 1975, por medio de la Juventud de Acción Rural Católica
(JARC), se celebró en Valladolid el Primer Encuentro de Organizaciones
Campesinas, embrión de lo que más adelante sería la Coordinadora de
Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). A partir de ahí se
convocaron varios encuentros entre organizaciones de agricultores y ganaderos de las distintas zonas del Estado, en los que la UP tuvo un protagonismo predominante debido a su rápida expansión. Incluso las asociaciones sindicales que fueron creándose elaboraron estatutos a partir de los
de la UP, inluenciados, parcialmente, por los sindicatos franceses: CNJA19
y FNSEA20.
Una de las primeras acciones de protesta llevadas a cabo por los
miembros de la UP desde dentro de la Hermandad fue en agosto de 1975,
cuando se produjo la huelga de recogida de tomates en Amposta, a raíz de
los bajos precios del mercado. Más adelante, en octubre, el sindicato optó
por extender a toda Cataluña la protesta de las cooperativas vinícolas de
Tarragona y el Empordà contra la entrega vínica obligatoria. Por su parte,
los poderes locales, ieles aún al régimen franquista, acusaron al sindicato
de radical y extremista. Sin embargo, con estas acciones, la UP rompió con
el discurso de que el campo debía ir unido contra la ciudad y la industria,
a in de preservar un modelo de vida propio, y de esta manera, promover
la armonía social y la autonomía de la agricultura. Según Peix, a la política aperturista que había adoptado el Gobierno de Arias le era totalmente
favorable esta imagen de proceso democratizador en el campo, sobre todo
por la falta de líderes fuertes, lo que les tranquilizaba. No obstante, por
otra parte, legalizar las nuevas asociaciones signiicaba enfrentarse con los
dirigentes de las hermandades, lo cual era una decisión poco sensata.
El nacimiento de la COAG en noviembre de 1976, en el IV Encuentro de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos, permitió coordinar
las distintas acciones de los diferentes movimientos sindicales del campo.
18 «Informe sindical de la I Assemblea de la COAG», citado en Peix i Massip, A.: op. cit.,
pp. 28-29.
19 Centre National des Jeunes Agriculteurs.
20 Fédération Nationale des Syndicats d’Explotants Agricoles.
686
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
Esta nueva organización se deinió como democrática, independiente, antimonopolista, unitaria, progresista y defensora de la explotación familiar.
Las uniones de agricultores de todo el Estado surgieron como movimientos de acciones espontáneas y no institucionalizadas, producidas por la
crisis de sobreproducción y la crisis política. Así pues, se hacía patente
una alternativa sindical a la oicial. Por esta razón, y con motivo de la
pérdida de liderazgo, los dirigentes de las hermandades convocaron manifestaciones para canalizar el descontento agrario, y de este modo, mantener el continuismo de su modelo sindical. Las cámaras oiciales sindicales
agrarias (COSA) de Tarragona y Lérida se vieron obligadas a convocar
oicialmente manifestaciones en mayo de 1976, aunque no estuviesen orquestadas por la Hermandad, sino por los miembros de la UP, bajo el lema
«¡Basta sindicatos verticales!». Así, el objetivo del sindicalismo franquista
quedaba estancado y, en consecuencia, producía el efecto contrario y signiicaba la airmación del nuevo movimiento sindical democrático inluyente, con una rápida expansión.
El 28 de noviembre de 1976 se celebró el I Congreso de la UP en la Espluga de Francolí, en la Conca de Barberà (Tarragona). Era imprescindible
aprovechar la tímida apertura del Gobierno de Arias para irrumpir en el
mundo agrario. Los acuerdos tomados en este primer congreso dibujaban
un proyecto de organización democrática en el campo tanto catalán como
del resto del Estado. Su inluencia en el mundo político la obtendría por
sus propuestas de ley y las acciones realizadas en el ámbito rural. Su política agraria se describió a partir de todo el conjunto de acciones y objetivos
concretos, similar a la dinámica del movimiento obrero y vecinal en los
espacios industriales y urbanos. La crisis sistémica había hundido los precios de los productos en el mercado y, además, debía añadirse el aumento
del coste de los medios de producción, en especial de los tractores, por la
crisis del precio del petróleo, lo que signiicaba una mayor dependencia
del exterior y, por tanto, que el coste a los consumidores sería más elevado.
El 20 de febrero de 1977, en La Rioja, el Gobierno suspendió la asamblea de la Unión de Agricultores y Ganaderos (UAGR), que optó por salir
a ocupar las carreteras con los tractores para obtener su reconocimiento.
El seguimiento del resto de miembros de la COAG fue desigual, pues no
fue hasta el 27 de febrero cuando varias organizaciones de todo el Estado, entre ellas la UP, le dieron apoyo. Las reclamaciones de los sindicatos
fueron: libertad sindical, seguridad social equiparada con otros oicios y
revisión de los precios de los productos agrarios. No obstante, por en-
687
Guillem Puig Vallverdú
cima de todo, lo que se reclamaba en la carretera era el reconocimiento
de los sindicatos democráticos como medios para resolver las demandas
de los agricultores. Además, en estas acciones sindicales, se demostró un
profundo desprestigio hacia el sindicalismo del régimen. Allí donde hubo
un seguimiento de esta protesta, la convocatoria fue un éxito, incluso «salen una mayoría de los agricultores, incluidos caciques y propulsores de
los sindicatos amarillos que en alguna comarca intentan apropiarse de la
tractorada»21. Sin embargo, no lo lograron y las hermandades quedaron
totalmente desmarcadas de la nueva dinámica sindical. Así pues, «la gran
improvisación y la generalización alcanzadas por la acción, le dan el carácter de una manifestación representativa de todo el campesinado»22.
De este modo, se hacía realidad el principal objetivo de la UP: la unidad y la fuerza del campesinado, y por tanto, se hacía evidente la capacidad organizativa del sindicato. La tractorada signiicó la consolidación
del sindicato en las comarcas en las que ya estaba organizado y que lo
conociera el resto, lo que favoreció un aumento en el número de ailiados.
Según el editorial de La Terra, en un intento de balance de la movilización:
[…] habrá sido la constatación práctica de la existencia de una solidaridad
campesina arraigada, de una elevada capacidad de organización y sentido de
la disciplina y una clara conciencia democrática […] Es evidente que la Unión
de Pagesos ha tenido un papel fundamental en la huelga de los tractores […]
consecuente con sus objetivos, ha estimulado el movimiento campesino desde dentro […] practicando el diálogo y la libre discusión en asambleas multitudinarias23.
Más adelante, la UP inició en noviembre de 1977 la «campaña del
gasóleo» para denunciar el fraude en la utilización del carburante agrícola
por parte de empresas de obras públicas. No obstante, las protestas de este
nuevo sindicato no se quedaban solo en el ámbito agrario, sino que iban
más allá: por ejemplo, en septiembre de ese mismo año participó en la
manifestación de la Diada de Catalunya en defensa del restablecimiento
de la Generalitat y de una consejería de agricultura.
21 Peix i Massip, A.: op. cit., p. 41. Se ha traducido del catalán.
22 Aldomà i Buixadé, I.: op. cit., p. 24.
23 «La tractorada: balanç provisional», La Terra, n.º 6, 1977. Se ha traducido del catalán.
688
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
3.3 El conlicto con las cámaras agrarias
Con la consolidación de las nuevas organizaciones tras las tractoradas, el
Gobierno de la Unión de Centro Democrático (UCD) potenció la alternativa continuista con la creación del Centro Nacional de Jóvenes Agricultores (CNJA), lanzado desde las hermandades y el Servicio de Extensión
Agraria, así como la Federación Independiente de Sindicatos Agrarios
(FISA) desde el Instituto de Relaciones Agrarias del Ministerio de Agricultura para aglutinar las organizaciones procedentes del sindicalismo
franquista. Siguiendo la misma dinámica, la UCD elaboró una propuesta
de ley de cámaras agrarias para poder mantener el control en el campo. No
obstante, la ley de libertad sindical de 1977 permitió la legalización de las
uniones y la COAG, lo que facilitó una rápida expansión del movimiento
campesino en todo el Estado —aunque no fue posible eliminar la cuota
sindical obligatoria—. Sin embargo, los acosos hacia los nuevos modelos
sindicales democráticos continuaban por parte del Gobierno, que constantemente presionaba a los representantes de la COAG para fomentar la
división entre las uniones. Asimismo, aparecieron pugnas para controlar
el movimiento, como el caso leonés entre Martín Villa y la Unión de Campesinos de León.
Ante el hundimiento de los sindicatos del régimen, el Gobierno reaccionó tarde y mal lanzando sindicatos que fracasaban al no poder arraigar
en las estructuras diseñadas desde arriba. Luis Mombiedro de la Torre,
presidente de la Hermandad Nacional, elaboró un proyecto de ley de cámaras agrarias para frenar el nuevo sindicalismo, con la pretensión de que
fuera una alternativa continuista. Las nuevas cámaras agrarias entraron
en vigencia a partir del Real Decreto Ley, de 2 de junio de 1977. En los
Pactos de la Moncloa, el programa acordado en materia agraria implicaba
un proyecto de normalización que marcaría la política agraria de los años
siguientes, pero los partidos que intervinieron, según Peix, acordaron no
eliminar el corporativismo que suponían las cámaras agrarias, en el campo. A pesar de las recomendaciones de la UP y la COAG, se perpetró con
ellas un trato diferencial respecto al sindicalismo de los demás sectores
productivos, donde se mantenía una igura residual del franquismo. De
este modo, según Peix, quedó interrumpida la transición democrática en
el campo, con el maquillado de un modelo organizativo proveniente de la
dictadura.
689
Guillem Puig Vallverdú
Las movilizaciones por un modelo sindical democrático en el campo
no cesaron por parte de los miembros de la COAG. El 21 de noviembre
de 1977 se produjo en Madrid la primera sentada, y a partir de entonces,
las tractoradas se dirigieron contra las cámaras agrarias y en defensa de
un espacio para el sindicalismo agrario democrático en todo el Estado.
Este movimiento, además, también participó en la lucha por la democratización en los ayuntamientos, ya que en las zonas rurales, la estructura de
las hermandades aún tenía mucha fuerza, y se las había maquillado para
convertirlas en cámaras agrarias. Esto habría permitido que los continuistas mantuvieran el control en el ámbito municipal. Aun así, cabe señalar
que muchos de los prohombres del régimen se habían convertido en demócratas de la noche a la mañana y mantenían amplias cuotas de poder
en las zonas rurales, tanto por el hecho de ser propietarios de tierras como
por sus actividades en la industria agroalimentaria y el sector inanciero.
En enero de 1976 se renovó la cúpula de la Comisión Permanente de
la UP. El 26 de enero entró a formar parte el que sería durante 24 años
coordinador general de este sindicato, Pep Riera. Las movilizaciones llevadas a cabo fueron varias, e incluso más radicales que en años anteriores.
Durante ese mes de enero, se ocuparon la Delegación del Ministerio de
Agricultura de Lérida y las cámaras agrarias de las principales ciudades de
la provincia de Tarragona y de algunos pueblos eminentemente agrícolas,
como Prades, l’Aleixar, Riudoms y Capafonts. Asimismo, cabe destacar
que se le añadieron algunas capitales de provincia del resto del Estado.
La crispación en el sector agrícola, aunque sobre todo en el frutícola,
era muy elevada, hasta el punto de que se boicotearon cargamentos extranjeros. Viendo los ánimos, el Gobierno de Adolfo Suárez aprobó un
decreto ley el 13 de enero de 1978 que penalizaba el aparcamiento de tractores en la carretera. El 26 de febrero de 1978 se reunió la asamblea del
sector de aparceros y arrendatarios en Vilafranca del Penedès (Barcelona)
para pedir una nueva ley de contratos de cultivo. El 8 de marzo, la UP ocupó las carreteras catalanas para forzar una seguridad social agraria, evitar
la expulsión de aparceros, luchar contra la bajada de los precios de los
productos y establecer unos canales de participación democráticos y, por
tanto, el boicot hacia las cámaras agrarias. Este fue uno de los factores más
importantes durante los días de lucha debido a la proximidad de las elecciones a las cámaras. Sin embargo, «las opiniones de los agricultores están
690
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
ya decididas y organizadas con antelación»24. Durante los días siguientes,
recibieron el apoyo y la solidaridad desde otros puntos del Estado, como
Aragón; de personalidades, como el presidente de la Generalitat, donde se
había constituido en Gobierno provisional en octubre de 1977; y de partidos políticos que daban apoyo a la «lucha para mejorar las condiciones de
vida y trabajo del campesinado»25.
El 15 de marzo, los tractores se retiraron de la carretera. La participación fue del 35 % en toda Cataluña, un 3 % inferior a la del año anterior,
pero con unas propuestas mucho más radicales que las de la última tractorada y tenía «muchas más características de huelga que la primera»26.
Además, debe tenerse en cuenta que el seguimiento se dio sobre todo en
Lérida y Tarragona, a pesar de la gran inluencia que todavía tenían los
sindicatos continuistas. El boicot a las movilizaciones de la UP se dio fundamentalmente en las zonas ganaderas de Lérida, donde se hizo correr «el
rumor de que la Unió es un sindicato de cerealistas y que hace subir con
sus acciones el precio del grano»27, lo que hizo bajar la participación del
sector ganadero.
Las movilizaciones hicieron posible que el Gobierno de la UCD se
sentara a negociar los precios de los productos con la CNAG28, la CNJA
y la COAG. Este tipo de negociaciones fueron frecuentes y este tema, el
principal los años siguientes. No obstante, los intereses de los mercados
primaban en el Gobierno, lo que motivaba que la COAG propusiera una
política de estructuras de producción y comercialización paralela a la política de precios, ya dada por perdida.
El 21 de mayo de 1978 se celebraron las elecciones a las cámaras agrarias con una abstención del 77 % en Cataluña y de un 35 % en el resto de
España. Según Peix, «la posición de boicot de la Unió de Pagesos ha signiicado una política rupturista, la única hecha con éxito durante la reforma y la transición política, y casualmente por el sector considerado más
conservador, el agrario»29. Sin embargo, la COAG, a última hora, decidió
24 Aldomà i Buixadé, I.: op. cit., p. 26. Se ha traducido del catalán.
25 Fundació Rafael Campalans: Els consells generals del Partit Socialista de Catalunya.
Novembre 1976 – juliol 1978, Barcelona: Viena Serveis Editorials, 1997, p. 142.
26 Aldomà i Buixadé, I.: op. cit., p. 27. Se ha traducido del catalán.
27 Peix i Massip, A.: op. cit., p. 55. Se ha traducido del catalán.
28 Confederación Nacional de Agricultores y Ganaderos.
29 Peix i Massip, A.: op. cit., p. 59. Se ha traducido del catalán.
691
Guillem Puig Vallverdú
presentarse, obteniendo hasta el 24 % fuera de Cataluña, con una fuerte
presencia en Aragón, León, La Rioja, Navarra, Castellón, Mallorca y Málaga. Estas elecciones representaron en Cataluña «la confrontación entre
la organización sindical protagonista de todas las organizaciones reivindicativas y las viejas fuerzas del poder local»30. La política que la UP aplicó
después de las elecciones pasó por la denuncia de las actividades fraudulentas de las cámaras agrarias y el dominio de estas en los organismos de
poder local, garantizando «la inutilidad de los sindicatos y la sumisión
campesina a las intenciones gubernamentales»31. La oposición del sindicato a estos organismos se mantuvo. En 1980 se movilizaron por el atraso
del cobro de la subvención del carburante cuando las cámaras agrarias ya
tenían la inanciación y el resto del Estado ya la había recibido. También
continuó la lucha contra los precios de los abonos y a favor de la revisión
de los precios de los productos. Por otro lado, cabe destacar que desde
las elecciones se había abierto una brecha entre el campesinado catalán,
y desde las cámaras, se potenciaron sindicatos agrarios paralelos a la UP.
Con la entrada del PSOE en el Gobierno en 1981, se pidieron nuevas
reformas en la política agraria, sobre todo la del desmantelamiento de las
cámaras agrarias, con el traspaso de sus funciones a la Administración
«para evitar favoritismos y clientelismo»32 y la creación de concejalías de
agricultura en los ayuntamientos. No obstante, no fue hasta 1985, después
de unas irregularidades en la Cámara Agraria de Reus, cuando la Generalitat potenció una reforma de estas entidades. Sin embargo, en octubre de
ese mismo año, el Gobierno del Estado aprobó el proyecto de ley de bases
del régimen jurídico de las cámaras agrarias, que establecía una cámara
por provincia y permitía que las autonomías las establecieran comarcal
o localmente. Además, recortaba las funciones de las cámaras y las reducía a organismos consultivos. Los sindicatos agrarios estaban obligados a
presentarse a las elecciones, aunque la cotización y la ailiación a estos no
serían obligatorias. Entonces, las «nuevas» cámaras agrarias se convirtieron en un consejo sindical, donde estaban representadas todas las fuerzas
sociales del ámbito agrario, pero donde las clases dominantes continuaban
teniendo una gran inluencia.
30 Aldomà i Buixadé, I.: op. cit., p. 28. Se ha traducido del catalán.
31 Ibidem, p. 179.
32 Peix i Massip, A.: op. cit., p. 105. Se ha traducido del catalán.
692
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
La UP presentó un recurso por la falta de democratización de los dos
proyectos de ley y para defender que las competencias de las cámaras pasaran a manos de la Generalitat. En diciembre de 1986 se aprobó esta ley
del Gobierno socialista sobre el régimen de las cámaras agrarias, lo que
signiicó una victoria pírrica para la apertura sindical en el campo. Al año
siguiente, el Tribunal Constitucional declaró ilegales los puntos de la ley
de cámaras del consejero Miró y, por consiguiente, falló a favor de la UP.
4. Consideraciones inales
El sindicalismo es un fenómeno que surge de la solidaridad en los momentos de crisis por la falta de soluciones que podría presentar el Estado,
y la UP no es una excepción. Nació en 1974 fruto de la puesta en común
de las experiencias de lucha con dos objetivos fundamentales: defender
los intereses de los campesinos catalanes y llevar a cabo un proceso democratizador en el campo contrario al régimen establecido. Se puede decir
que el proceso que encabezó la UP fue paralelo al que CC. OO. estaba
llevando a cabo desde hacía años en los espacios urbanos e industriales.
Aunque el movimiento en el campo empezó ya muy avanzada la crisis de
la dictadura franquista, su lucha por la destrucción de los elementos fascistas se mantuvo durante todo el cambio político hasta la sustitución de
las hermandades por las cámaras agrarias durante la primera legislatura
socialista. A partir de entonces, la mayoría de las acciones llevadas a cabo
giraron alrededor de las políticas de los precios de los productos.
Debe tenerse en cuenta que el campesinado fue un colectivo muy castigado como consecuencia de los planes de desarrollo de la década de los
sesenta, la alteración en los precios de los productos y su vinculación con
los mercados internacionales. Esto desestabilizó la balanza de las economías familiares y puso en peligro su supervivencia en la nueva economía
capitalista. Además, la fuerte mecanización en el campo conllevó el aumento de la migración hacia la ciudad, lo que provocó la proletarización
del sector agrario. La preocupación por parte de las diferentes administraciones, tanto de las franquistas como de las posteriores, fue mínima y
de carácter secundario, y por ello, se relegaron los problemas de la agricultura, tanto catalana como del resto del Estado, a un segundo plano y
se potenció el sector terciario y el secundario. Sin embargo, a medida que
la crisis económica envolvía la crisis del régimen, el mensaje del antifranquismo era cada vez más hegemónico entre agricultores medios y pequeños, así como entre los jornaleros.
693
Guillem Puig Vallverdú
Las organizaciones cristianas apostaron con fuerza por el mensaje
surgido del Concilio Vaticano II, y condujeron a estos colectivos rurales
a empoderarse y a tomar conciencia de sí mismos. Primero, desde estas
organizaciones y más tarde, desde las creadas a partir de los encuentros
entre agricultores, se creó una red asociativa capaz de poner en tela de
juicio las políticas del Gobierno a través de las hermandades. Asimismo, la
inluencia y experiencia de antiguos militantes comunistas y anarcosindicalistas ayudaron a perilar estas acciones y reivindicaciones. La UP hegemonizó la lucha en el ámbito rural catalán, lo que provocó que las propias
estructuras verticales actuaran, inútilmente, en contra de las directrices
del Gobierno solo para intentar no perder el control sobre los campesinos
encuadrados dentro de las hermandades.
Finalmente, cabe mencionar que la construcción de un sindicato unitario y democratizador en el campo no fue una tarea fácil para los que
decidieron sacarla adelante, ya que las clases dirigentes hicieron todo lo
posible para garantizar elementos de continuidad del franquismo en el
nuevo modelo que se pretendía construir. La crisis económica y la política
favorecieron el número de ailiados a la UP, a pesar de algunas opiniones
que miraban con recelo la iniciativa. Sin embargo, el franquismo no se
dejó vencer fácilmente en el campo, donde ejerció una fuerte oposición
a cualquier alternativa democrática en un espacio que, a pesar de haberlo
estado desguazando desde los años sesenta, había sido el eje del nuevo
Estado. Pese a todo, la lucha sirvió para ayudar a derribar la dictadura y
construir la democracia en el campo.
694
La democratización en el campo. La formación y las primeras acciones de la Unió de Pagesos…
Bibliografía
Aldomà i Buixadé, I.: La vaga dels tractors: conlictes pagesos a l’Urgell,
(1977-1978), Lérida: Virgili & Pagès, 1986.
Benelbas, L.; Garcia, X.; y Tudela, J.: Unió de Pagesos. El sindicat del
camp, Barcelona: Alternativa, 1977.
De Riquer, B.: «La dictadura de Franco», en J. Fontana y R. Villares
(coords.): Historia de España, vol. 9, Barcelona: Crítica, 2010.
Ferrer González, C.: Lluitadors quotidians. L’antifranquisme, el canvi
polític i la construcció de la democràcia al Montsià, Lérida: Universidad de Lérida, 2014.
Fundació Rafael Campalans: Els consells generals del Partit Socialista
de Catalunya. Novembre 1976–juliol 1978, Barcelona: Viena Serveis
Editorials, 1997.
Generalitat de Cataluña: Gènere, agricultura i representació de les dones en les cooperatives agràries a Catalunya, Barcelona: Institut Català
de la Dona, 2003.
Herrera González de Molina, A.: La construcción de la democracia en
el campo (1975–1988): el sindicalismo agrario socialista en la transición
española, Madrid: Centro de publicaciones del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación , 2007.
Marín Corbera, M.: «La fàbrica, el barri, la ciutat i el país. La integració dels immigrants a Catalunya durant el franquisme», en J. Font
Agulló (dir.): Història i memòria: el franquisme i els seus efectes als
Països Catalans, Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2007, pp. 261–282.
Mayayo i Artal, A.: De pagesos a ciutadans. Cent anys de sindicalisme
i cooperativisme agraris a Catalunya, 1893-1994, Barcelona: Afers,
1995.
Molinero, C. e Ysàs, P.: Productores disciplinados y minorías subversivas.
Clase obrera y conlictividad laboral en la España franquista, Madrid:
Siglo XXI, 1998.
Peix i Massip, A.: 25 anys d’Unió de Pagesos: el camí cap a la llibertat sindical al camp, 1974-1999, Lérida: Pagès, 1999.
Sevilla Guzmán, E.: La evolución del campesinado en España, Barcelona:
Edicions 62, 1979.
Thompson, E. P.: Agenda para una historia radical, Barcelona: Crítica,
2000.
695
Guillem Puig Vallverdú
Rodríguez Barreira, Ó. (coord.): El franquismo desde los márgenes.
Campesinos, mujeres, delatores, menores…, Lérida: Universidad de
Lérida, 2013.
Hemeroteca
La Terra: òrgan d’informació i debat de la Unió de Pagesos.
Riera, P.: «El nostre model sindical», Nous Horitzons, n.º108, 1988, pp.
34–36.
696
EPÍLOGO: JUAN CARLOS I, UN BALANCE HISTÓRICO
Paul Preston
London School
p.preston@lse.ac.uk
Resumen
El reinado de Juan Carlos de Borbón es la historia de cómo el hombre
designado por Franco para perpetuar su dictadura adquirió una inmensa
legitimidad popular por hacer todo lo contrario y haber contribuido al
establecimiento de la democracia. Recobrar esa legitimidad es el mayor
reto para su sucesor. Juan Carlos se liberó de las leyes e instituciones del
dictador y contribuyó de manera crucial a una transición relativamente
incruenta.
Palabras clave
Franquismo; Transición; democracia parlamentaria; monarquía española
Abstract
he reign of Juan Carlos de Borbón is the story of how the man chosen
by Franco to perpetuate his dictatorship acquired immense popular
legitimacy by doing the complete opposite and being instrumental in
establishing democracy in Spain. Regaining this legitimacy is the greatest
challenge facing his successor. Juan Carlos freed himself from the dictator’s
laws and institutions and played a crucial role in a relatively bloodless
transition.
Key words
Francoism; Transition; parliamentary democracy; Spanish monarchy.
Reig Tapia, Alberto y Sànchez Cervelló, Josep (coords.), Transiciones en el mundo contemporáneo, URV/UNAM, Tarragona/Ciudad de México, 2016, p. 697–706.
ISBN: 978-84-8424-397-7. DOI: 10.17345/9788484243977
Paul Preston
El reinado de Juan Carlos de Borbón es la historia de cómo el hombre
designado por Franco para perpetuar su dictadura adquirió una inmensa
legitimidad popular por hacer todo lo contrario y haber contribuido al
establecimiento de la democracia. Recobrar esa legitimidad es el mayor
reto para su sucesor. Juan Carlos se liberó de las leyes e instituciones del
dictador y contribuyó de manera crucial a una transición relativamente
incruenta. Entre 1969 y 1977 supo compatibilizar los objetivos aparentemente incompatibles de la idelidad a los principios del movimiento
franquista y el compromiso de establecer una monarquía constitucional democrática. Entre 1977 y 1982 defendió la democracia frente a las
conspiraciones militares, se convirtió en un héroe nacional y logró una
legitimidad muy lejos de lo que podría haber soñado un monarca que
había llegado al trono gracias a Francisco Franco.
A los 10 años, en 1948, separado de su familia en Portugal, el joven
príncipe fue un rehén en España, encargado de dar el marchamo real a
la regencia indeinida de Franco. El dictador intentó entrenarle para
conservar una dictadura basada en la brutal división de los españoles
entre vencedores y vencidos. Sin embargo, sus dos años en la Academia
General Militar de Zaragoza, los periodos de seis meses en la Academia
del Aire y la Armada, otros periodos en varios ministerios civiles y
los constantes viajes por España le permitieron a Juan Carlos ver los
grandes cambios sociales de los que Franco parecía ser ignorante y el
consiguiente anhelo democrático de muchos españoles. Sofía, su esposa,
con su experiencia en el exilio como miembro de la familia real griega,
supo juzgar con realismo la situación y reiterar lo que ya sabía su marido:
que el único camino al trono era la proximidad con el caudillo y la única
forma de permanecer en él era la democracia.
En 1969, Franco designó como heredero a Juan Carlos, una decisión
que rompía la continuidad y la legitimidad de la línea Borbón. Franco
quería que la nueva monarquía fuera exclusivamente suya. Si su sucesor
es Felipe VI, rey constitucional, es porque Juan Carlos traicionó a Franco.
Tener que jurar lealtad a las leyes fundamentales le preocupó enormemente. Necesitó asegurarse de que el juramento no le iba a atar para
siempre al régimen, y sus asesores legales le convencieron de que todas
las leyes franquistas podían reformarse o incluso revocarse. Franco esperaba de él que prolongase la dictadura y que no fuera más que un mascarón mientras el almirante Carrero Blanco le dirigiese por el debido
camino.
698
Epílogo: Juan Carlos I, un balance histórico
Cuando Carrero murió asesinado, en diciembre de 1973, Franco humilló a Juan Carlos y no le incluyó en su decisión de nombrar sucesor
como jefe del Gobierno al inlexible Carlos Arias Navarro. Juan Carlos
tuvo que observar pasivamente cómo Arias navegaba sin rumbo durante
la oleada de inlación y la agitación obrera posteriores a la crisis energética. Tras la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, el nuevo
rey pasó seis angustiosos meses. Tuvo que neutralizar a los franquistas
mientras sus asesores, encabezados por Torcuato Fernández Miranda,
preparaban con gran sofisticación un proyecto de reforma política que
abriese el camino al cambio sin obligarle a Juan Carlos a traicionar sus
juramentos de idelidad al movimiento. El nuevo rey se vio obligado a
mantener a Arias como primer ministro al tiempo que intentaba convencer a la izquierda de sus intenciones democratizadoras. El gran salto
vino en el verano de 1976, cuando nombró a Adolfo Suárez presidente
del Gobierno para encargarle la siguiente y fundamental fase del proceso. Fue una gran apuesta que podía suponer el éxito o el fracaso de
la monarquía. No obstante, las apariciones públicas del rey como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y sus reuniones privadas con
oiciales ayudaron a contener la hostilidad militar.
Tras las elecciones de junio de 1977, la democracia no fue verdaderamente viable hasta que el Ejército y la mayoría del pueblo vasco se
sumaron al proceso. La violencia antidemocrática de derecha e izquierda
dificultaba la construcción de un marco constitucional de consenso, y
el respaldo real fue crucial para la consolidación de la democracia. El
Gobierno necesitó la presencia constante de Juan Carlos como mando
supremo de las Fuerzas Armadas y sus incansables esfuerzos para no caer
aplastado entre el terrorismo vasco y la rebelión militar. La espiral de
violencia causada por la intensiicación del terrorismo de ETA provocó
una reacción de la extrema derecha que acabó por alcanzar al propio
rey. Cuando dimitió Suárez, en enero de 1981, los militares lo presionaron para formar una coalición encabezada por un general. Juan Carlos
resistió a las presiones y contribuyó de forma crucial a impedir el golpe
militar del 23 de febrero. Se ha alegado que estuvo involucrado en la conspiración militar por su supuesta participación en la creación de «un golpe de
diseño» destinado a asustar a la clase política lo bastante como para que aceptara
un Gobierno de coalición bajo la presidencia del general Armada. Si esto hubiera
sido lo que quería Juan Carlos, lo podría haber conseguido fácilmente durante
las consultas con los jefes de las minorías parlamentarias que siguieron a la di-
699
Paul Preston
misión de Suárez. Casi todos ellos estaban dispuestos a aceptar una solución de
esa índole. De hecho, aquella noche fue un punto de inlexión en el proceso
de transición y en el papel del rey, que posteriormente se quejó a los líderes de los principales partidos de que estaba harto de ser el bombero de
la democracia, siempre apagando fuegos.
Tras la abrumadora victoria socialista en las elecciones del 28 de octubre de 1982, Juan Carlos dejó de ser un bombero y se convirtió en
un jefe de Estado constitucional más, al estilo de la reina Isabel II de
Inglaterra. No obstante, tanto el terrorismo como la subversión militar
continuaron, y ETA planeó matarle en junio de 1985, diciembre de 1986 y
octubre de 1997. Sus relaciones con Cataluña fueron más fáciles que con
el País Vasco. Con sus numerosas visitas a Barcelona, quiso consolidar la
presencia catalana en la democracia española y aumentar la popularidad
de la monarquía en esa región. Aun así, el sentimiento antimonárquico
de Esquerra Republicana sigue vigente y será el primer problema serio
que tendrá que afrontar Felipe VI.
La actividad más intensa y eicaz de Juan Carlos fue su actividad
como embajador comercial del país con innumerables viajes al extranjero. Las visitas a Francia y a Alemania fueron fundamentales para el
proceso de integración de España en la Comunidad Europea. Su relación
con el presidente Mitterrand contribuyó a obtener la cooperación francesa en la lucha contra ETA. La clase política era consciente de que el
monarca era un valor seguro para la marca España. También trabajó
para consolidar la imagen de España en Latinoamérica y para promover
la transición de dictaduras a democracias en la región, en especial en
Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Juan Carlos tuvo, asimismo, buenas
relaciones con varios países árabes (Marruecos, Jordania, Arabia Saudita,
los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait) que garantizaron el suministro de
petróleo a España, pero que, a su vez, dieron pie a rumores de que había
recibido dinero de las monarquías de Oriente Próximo; unos rumores
que, años más tarde, cristalizaron en los intentos de empañar su imagen
y relacionarle con los escándalos inancieros que empezaban a acosar la
vida política española.
En las dos décadas que siguieron al fallido golpe militar del 23 de
febrero de 1981, el prestigio de Juan Carlos y de la monarquía española se
mantuvo muy alto a pesar de algunos escándalos inancieros y sentimentales. Los medios de comunicación y con ellos, el grueso de la opinión
pública eran conscientes de sus múltiples tareas oiciales y, especialmente,
700
Epílogo: Juan Carlos I, un balance histórico
de su papel como el más conocido y eicaz embajador de España. De
haber sido consciente de sus actividades placenteras, usualmente comentadas con discreción y respeto, a la mayoría de los españoles les habría
parecido poco más que sus merecimientos; por algo era el rey. De hecho,
entre inales de los años noventa y los primeros años de la década del
2000, la monarquía era la institución pública que más consenso generaba
entre los españoles ante los diferentes escándalos vividos por varios partidos políticos y gobiernos: desde la guerra sucia del GAL hasta los casos
de corrupción que afectaron tanto al Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) como al Partido Popular (PP) o a Convergència i Unió (CIU).
En los sondeos realizados sobre la valoración de dirigentes hasta el 2007,
el rey siempre fue el más valorado, salvo en 2005, cuando lo adelantó la
reina, y en 2006, cuando empataron. Después, la crisis económica y los
escándalos relacionados con la corrupción endémica de la clase política también repercutieron inevitablemente sobre la imagen del monarca
como cúspide del statu quo político. Sin embargo, en los primeros años de
la crisis, en las encuestas de opinión pública, el rey seguía estando mejor
valorado que la propia institución de la Corona.
Siendo así, ¿cómo puede explicarse la escena que se televisó el mediodía del 18 de abril de 2012? Un abatido Juan Carlos apareció en la
puerta de su habitación en el hospital USP San José de Madrid y pronunció unas palabras jamás oídas de los labios de cualquier jefe de Estado
español, real o republicano: «Lo siento mucho. Me he equivocado y no
volverá a ocurrir». Solamente unos minutos antes había recibido el alta
clínica después de haber pasado cinco días ingresado para que le pusieran
una prótesis de cadera y le repararan una triple fractura de fémur. Había
sufrido ambas lesiones al caerse mientras cazaba elefantes en Botsuana.
Este gesto sin precedentes se esperaba que fuera el punto de inlexión de
un largo proceso de deterioro de la imagen del monarca y de la monarquía.
En parte, el mantenimiento de la popularidad real hasta mediados
de la primera década del siglo xxi se debía a la discreción con la que
la mayoría de los medios de comunicación trataban al rey y a su familia. En la década siguiente, esta situación cambió radicalmente, con implicaciones que ponen en entredicho el futuro de la monarquía. Hasta
comienzos del siglo xxi, la gran disyuntiva respecto a la monarquía se
planteaba del siguiente modo: no había duda de que el país era juancarlista, pero muchos observadores se preguntaban si era lo suicientemente
701
Paul Preston
monárquico como para asegurar la sucesión duradera de su heredero,
Felipe VI. Por una serie de razones, la premisa de un país mayoritariamente juancarlista se empezó a resquebrajar. Los medios de comunicación abandonaron su tradicional discreción y respeto hacia el rey y su
familia, y además, algunos miembros de la familia, e incluso el propio rey,
se dejaron involucrar en actividades comprometedoras. Así, la posición
personal de Juan Carlos como garante del futuro de la monarquía se debilitó, no solo en una izquierda con simpatías republicanas, sino también,
de forma creciente, en el País Vasco, Cataluña y Galicia.
Después de su intervención crucial en la derrota del golpe militar
del 23 de febrero de 1981, el papel del rey ha sido cada vez más ceremonial y ha tenido con menor peso político. El paso de una situación en la
que Juan Carlos había aceptado con valentía un protagonismo dramático,
arriesgado y primordial en el destino del país a una posición más homologable con la situación del resto de monarquías constitucionales de
Europa era un elemento crucial, además de deseable e inevitable, en la
consolidación de la democracia en España. El papel de bombero de la
democracia fue necesario durante los turbulentos años que iban desde
la muerte de Franco hasta mediados de los años ochenta. Sin embargo,
a partir de entonces, sobre todo tras el controvertido referéndum sobre
la permanencia de España en la OTAN de marzo de 1986, fue evidente
la gradual reducción del protagonismo político de las Fuerzas Armadas.
En ese proceso, el papel de Juan Carlos fue de suma importancia por su
apoyo incondicional como capitán general de las Fuerzas Armadas al
proceso de reforma del estamento militar y de su subordinación al poder
civil.
Otro hito fue el cambio de gobierno en 1996, cuando empezó como
algo rutinario la alternancia pacíica entre el PSOE y el PP. Esto no solamente era un paso hacia la normalización del sistema democrático, sino
que acentuó el proceso a través del cual el rey abandonaba discretamente
el primer plano. En cuanto a su peril público, su obediencia a los límites
de la Constitución signiicaba la disminución de su imagen heroica.
Además, intensiicaba este proceso el hecho de que Juan Carlos no tenía
la misma sintonía personal con el nuevo presidente del Gobierno, José
María Aznar, que había tenido con Felipe González. Aznar ninguneó al
rey al reducir la cantidad y la calidad de las informaciones que se le proporcionaban. Incluso en uno de los papeles en los que el rey había triunfado, como embajador brillante y popular en la representación peripaté-
702
Epílogo: Juan Carlos I, un balance histórico
tica de su país, Aznar sometió estrictamente sus viajes y relaciones a sus
decisiones. Esta relegación del rey se acabó, y de forma muy negativa para
su imagen, a mediados de julio de 2012 cuando el presidente del Gobierno Mariano Rajoy le hizo presidir un consejo de ministros justo antes
de una reunión para acordar más recortes y así asociarle con la decisión.
Si la imagen de la monarquía se mantenía si Juan Carlos se comportaba con dignidad y buen criterio, pero empezó a deteriorarse en cuanto
ciertos individuos de su familia política empezaron a abusar de su situación privilegiada. La posición del monarca y de la Corona se ha visto
ensombrecida en los últimos años por las vicisitudes y los errores de algunos miembros de la familia real. La creciente crisis económica y los
cada vez más profundos recortes del bienestar llevaron a los españoles a
exigir una mayor transparencia en las cuentas de la casa real y en el uso
de los fondos que reciben de los presupuestos del Estado. A su vez, la
posición de la monarquía se ha cuestionado más que antes como consecuencia de la cada vez mayor inluencia de los partidos independentistas
en el País Vasco y Cataluña. Hubo desplantes y ataques a su persona tanto
de la izquierda aberzale vasca como del sector independentista catalán.
Desgraciadamente para la Corona, se dio publicidad a los errores tanto
del propio Juan Carlos como de miembros de su familia en un momento
en el que, como consecuencia del desarrollo de la democracia española,
se había roto el tabú respecto a posibles críticas al monarca o, incluso, a
especulaciones sobre ciertas actividades o relaciones de sus familiares.
Las revistas del corazón han destacado su aición a la velocidad y a
los deportes peligrosos, que le han causado graves accidentes y lesiones,
así como su entusiasmo por las mujeres hermosas. Sus amigos y sus caprichos lo expusieron a un escrutinio morboso e incluso hostil. Curiosamente, las críticas más vehementes han surgido de la prensa y la radio
de derechas, en particular de la emisora de la Conferencia Episcopal, la
COPE, indignadas por sus cordiales relaciones con Felipe González y,
posteriormente, con José Luis Rodríguez Zapatero. En realidad, Juan
Carlos fue un jefe de Estado neutral que ayudó a suavizar las amargas
divisiones de la Guerra Civil. Desde la COPE, Federico Jiménez Losantos pidió varias veces la abdicación del monarca. Aunque se produjeron
incidentes, como la quema de imágenes del rey en Barcelona, Valencia y
Vigo, estos no tuvieron la repercusión que tuvieron las críticas despiadadas de Jiménez Losantos, que habrían sido inimaginables pocos años
antes. Como comentó el historiador Santos Juliá, tras el 23F Juan Carlos
703
Paul Preston
I se convirtió «en un rey taumaturgo al abrigo de toda crítica: la Corona
desde entonces, se mira pero no se toca». Sin embargo, en 2007, «tras
una acumulación de actos del rey y de conductas de la familia real excesivamente expuestos a la mirada pública, ese aura mítica que rodea a la
Corona se desvanece en el aire, quizá porque ya ha dado de sí todo lo que
podía dar».
En 2013, Juan Carlos cumplió 75 años, aunque todavía llevaba una
vida extraordinariamente activa, por no decir inhumana, con la consiguiente repercusión sobre su salud. Desde los años ochenta, se ha
sometido a 10 operaciones, cuatro por accidentes deportivos y el resto
por motivos de salud. Los problemas asociados a su edad se agravaron
por las exigencias de sus tareas reales. Además de audiencias, recepciones, actos públicos y visitas a países extranjeros, daba un promedio de
dos almuerzos o cenas oiciales por semana, y asistía a frecuentes actos
de índole militar y a inauguraciones en diferentes puntos de España. En
mayo de 2010 fue operado en un hospital público de Barcelona de un
tumor pulmonar, después de lo cual, el príncipe Felipe comenzó a ejercer
como «suplente».
Las consiguientes especulaciones sobre un posible relevo se intensiicaron a lo largo del año 2013. A lo largo de 12 meses muy difíciles, el rey
tuvo que torear los desaires consecuentes por la imputación de Iñaki Urdangarín, su yerno. Irónicamente, el 14 de abril, aniversario del establecimiento de la Segunda República, todo se complicó cuando el rey necesitó
dos intervenciones quirúrgicas: una para ponerle una prótesis de cadera y
otra para reparar una triple fractura de fémur después de sufrir una caída
mientras cazaba elefantes en Botsuana, aventura que provocó muchas
críticas. Desde hace varios años, es evidente que, en una época de creciente preocupación ecológica, ética y medioambiental, la caza de animales
protegidos o en peligro de extinción solamente podía dañar gravemente
el prestigio de la monarquía. Además, dado el compromiso ecologista de
la reina, este hecho también fue motivo de división dentro de la Zarzuela.
La noticia de lo que había pasado en Botsuana coincidió con la insistente
subida de la prima de riesgo española y con el anuncio por parte del Gobierno de importantes recortes en sanidad y educación.
Los comentarios se agravaron cuando se conirmó que el rey iba
acompañado de la princesa alemana Corinna Zu Sayn-Wittgenstein, empresaria y organizadora de safaris. Esto parece que fue otro motivo de
tensiones entre el rey y la reina, quien no se apresuró a volver de Grecia,
704
Epílogo: Juan Carlos I, un balance histórico
donde se encontraba, y cuya primera visita al monarca en el hospital duró
tan solo 20 minutos. El presidente del Partido Nacionalista Vasco (PNV),
Iñigo Urkullu, se mostró «estupefacto» y «abochornado» por el comportamiento del rey tras caliicar la cacería de Botsuana de «frivolidad absoluta». Poco antes de su muerte, uno de los padres de la Constitución,
Gregorio Peces Barba, deinió el viaje como «un patinazo y un error» y
dijo que el rey debería pedir perdón. Los elefantes y la princesa alemana
se habían unido para romper un dique mediático, que ya hacía agua, en
cuanto a los viajes, las amistades y la vida privada del rey. Entre las secuelas del viaje a Botsuana, cabe destacar el aumento en las especulaciones sobre las frías relaciones que mantenían el rey y la reina.
Ese mismo año, la valoración del rey en la opinión pública española
empezó a bajar seriamente. El peligro para la monarquía provenía no
tanto de la presión republicana, sino de los errores que iban cometiendo
los miembros de la familia real. El caso Urdangarín minó la credibilidad
y el prestigio de la monarquía. La sensación de desilusión popular provocada por la caída de Iñaki Urdangarín fue dramática, puesto que la
investigación se asociaba con los muchos casos de corrupción que salpican toda la política española. Después de la petición de perdón el 18 de
abril de 2012 al salir del hospital, gesto recomendado por sus consejeros,
empezaron a surgir voces sobre la conveniencia de la abdicación de un
soberano que, por problemas de salud y de movimiento, tendría diicultad para cumplir muchas de sus funciones básicas.
Así, las revelaciones del caso Urdangarín provocaron que se cuestionara el futuro papel del monarca. Después de tanta crisis y tantas malas noticias, muchos comentaristas anunciaron que el rey había agotado
las enormes reservas de crédito acumuladas entre 1975 y 1982, y que la
situación de la monarquía era muy frágil. Una situación realmente peligrosa que se salvó temporalmente por la reacción del rey frente a la crisis
económica. Recuperó la iniciativa al asumir un mayor protagonismo en
los temas económicos del país con sus viajes a Kuwait y a Mostar. El ministro de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo y Maril llegaría
a declarar que el rey «nos saca las castañas del fuego» en determinados
países.
La nueva prioridad para la monarquía, sino para el propio Juan Carlos, era la preparación de lo que el agudo comentarista José Antonio Zarzalejos llamaba la Operación don Felipe. Era imposible evitar la conclusión
705
Paul Preston
de que el rey estaba cansado y que tantas operaciones habían mermado su
disponibilidad para hacer tantos viajes, así como su capacidad de gestión.
Los rumores sobre sus asuntos amorosos y las revelaciones sobre su
fortuna han oscurecido la abnegación y el sentido del deber que conformaron la base de su existencia. Durante la crisis económica, desde 2010,
se generalizó un sentimiento de desencanto con la monarquía. Como
símbolo del sistema político, Juan Carlos sufrió el resentimiento popular ante la corrupción de las élites. Cansado tras años de dedicación a la
democracia y a España, y en medio de una gran pérdida de popularidad,
hizo caso a las sugerencias de sus consejeros y aceptó que le había
llegado el momento de disfrutar del descanso del guerrero.
La decisión de abdicar puso de relieve, al igual que el complejo
papel desempeñado durante la transición, que es un hombre inteligente,
decidido y con un profundo patriotismo. Tal vez convencido de que no
iba a recobrar la popularidad en la que se basa la supervivencia de la
monarquía, o quizá demasiado cansado para intentarlo, el rey decidió
cortar por lo sano para que su hijo tuviera la mejor oportunidad posible
de conservar el trono. Que lo logre o no dependerá del nuevo rey, de que
sea capaz de distanciarse del aura negativa que ha rodeado al trono en
últimos tiempos, de cómo se comporte en relación con la crisis catalana
y de la posibilidad de una recuperación económica que disipe los temores de un renacimiento republicano.
La inmensa utilidad de la monarquía como jefatura del Estado neutral en un país crispado sigue siendo su mayor contribución a la tranquilidad constitucional de España. Sin embargo, parte del problema con el
que se encontró Juan Carlos es que para la generación que no ha vivido el
franquismo, la transición empieza a sonar a batallita lejana y, por tanto,
no valoran los sacriicios que hizo Juan Carlos en la construcción de la
democracia. Los menores de 35 años, que no han vivido la transición, no
pueden valorar las gestas de Juan Carlos en sus años de heroísmo y, por
consiguiente, no comprenden la utilidad de la monarquía. Juan Carlos
consiguió conducir a España de la dictadura a la democracia de manera
incruenta y se convirtió en referente esencial de un país nuevo y moderno. Su sucesor se enfrenta a un complejo desafío. La abdicación fue
verosímilmente el último servicio fundamental de Juan Carlos a España.
Para valorarlo, habrá que ver si Felipe VI puede comportarse con la dignidad y el buen criterio exigibles.
706
UNIVERSITAT ROVIRA I VIRGILI
El concepto de transición es necesariamente confuso, porque siempre resulta difícil delimitar cuál es el punto de partida de cualquier proceso de
cambio político, económico o cultural en la sociedad, así como si es meramente coyuntural o afecta al conjunto de la estructura de un país. En consecuencia, la delimitación del origen y término de cualquier proceso será
siempre convencional y relativa. Para el conjunto de las ciencias sociales,
los procesos de cambio político han tenido siempre un considerable interés, pues permiten entender mejor las sociedades modernas y actuar en
consecuencia en su seno. Este libro, que gira en torno al concepto de transición, es fruto de las ponencias y comunicaciones presentadas en el Congreso Internacional sobre Transiciones que se celebró del 7 al 9 de mayo
de 2014 en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. En él se estudiaron
los procesos de transición y transformación en el mundo contemporáneo
y la serie de conflictos que suscitan en los más diversos ámbitos desde una
perspectiva abiertamente pluridisciplinar.