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Luis Mansilla Plaza y Josep Mª Mata Perelló (Eds.) EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO. Cuadernos del Museo Geominero, nº 29 Instituto Geológico y Minero de España, Madrid, 2019. ISBN: 978-84-9138-081-8 © Instituto Geológico y Minero de España LA ANQUILOSTOMIASIS O ANEMIA DE LOS MINEROS ANCYLOSTOMIASIS OR MINERS’ ANAEMIA P. Orche1, M.P. Amaré2 y E. Orche3 1 SEDPGYM. Dirección General de Industria, Energía y Minas, Junta de Andalucía. mariap.orche@juntadeandalucia.es 2 SEDPGYM. atpilar@yahoo.es 3 SEDPGYM. eorche@gmail.com Resumen: El presente trabajo versa sobre una enfermedad infecciosa que produce anemia en las personas afectadas. Se trata de una enfermedad tropical que, no obstante, se desarrolló en las minas subterráneas de zonas más frías, debido a su microclima húmedo y caluroso. Está causada por un pequeño gusano que se fija a la pared del intestino, en donde rompe un vaso sanguíneo del que extrae pequeñas cantidades de sangre. La pérdida unitaria es mínima, pero, como una persona puede contener decenas de gusanos, la hemorragia que provocan puede ser significativa y dañar el organismo, reduciendo drásticamente el contenido en hierro. Dicha enfermedad tuvo características de epidemia en la minería europea y española a finales del siglo XIX y comienzos del XX, y sólo fue erradicada en la década de 1930, gracias a una decidida actuación de la Sanidad Pública. En 1924, el 15% de la población minera española estaba infectada, lo que indujo al Gobierno a solicitar ayuda a la Fundación Rockefeller, la cual, tras diseñar una campaña de actuación, contribuyó con las autoridades a ponerla en práctica, logrando la curación de los enfermos y la erradicación de la enfermedad en apenas una década. En realidad, la infección era fácil de detectar y también de tratar, por lo que el éxito de la campaña de la fundación americana era absolutamente previsible. En la actualidad afecta a unos 700 millones de personas de la zona tropical. Palabras clave: Anquilostomiasis, Enfermedad, Gusanos, Infección, Minería. Abstract: This paper deals with an infectious disease which causes anaemia in affected people. It is a tropical disease that, however, developed in the underground mines of colder areas, due to its humid and warm microclimate. It is caused by a small hookworm that attaches to the wall of the intestine, where it breaks a blood vessel from which it extracts small amounts of blood. Unitary loss is minimal, but because a person can contain dozens of hookworms, the bleeding they cause can be significant and damage the body, drastically reducing iron content. Such disease had real epidemic characteristics and affected to European and Spanish miners at the end of the XIXth century and the beginning of XXth century. It was eradicated in 1930’s decade, thanks to a resolute intervention of Public Health Service. In 1924, 15% of Spanish mining workers were infected, so the Government asked for technical assistance the Rockefeller Foundation, which designed a campaign that Spanish authorities carried out, achieving the cure of the patients and the eradication of the disease in just a decade. In fact, the infection was easy to detect and also to treat, so the success of the American Foundation’s campaign was absolutely predictable. It currently affects some 700 million people in the tropical zone. Keywords: Ancylostomiasis, Disease, Hookworms, Infection, Mining. 159 LUIS MANSILLA PLAZA Y JOSEP Mª MATA PERELLÓ (EDITORES) INTRODUCCIÓN La anquilostomiasis es una enfermedad debida a un parásito que se adhiere mediante unos ganchos que presenta en boca a las paredes del intestino de su huésped, alimentándose de su sangre. A pesar de que se trata de una enfermedad tropical, el ambiente imperante en las minas subterráneas proporciona las condiciones idóneas para la proliferación de los gusanos que provocan la infección. Entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX se detectó una importante incidencia de esta enfermedad en las minas europeas en general y españolas en particular, por lo que también fue conocida como la anemia de los mineros. CAUSA Y SÍNTOMAS La anquilostomiasis es una infección parasitaria producida por dos tipos de gusanos nematodos: Anchylostoma (Figura 1) y Necator. Los huevos de las hembras (Figura 2) se incorporan a los excrementos, salen al exterior, y se transforman en larvas en 1 ó 2 días. Bien en las heces o en el suelo crecen durante un periodo de 5 a 10 días, hasta que se hacen filiformes (en forma de hilo de 0,25 milímetros de longitud), momento en que los gusanos son infecciosos (Figura 3). Si tienen ocasión durante las 6 a 9 semanas que viven, cuando entran en contacto con la piel del ser humano o de otras especies animales, la perforan, entrando en el torrente sanguíneo del huésped. La sangre transporta las larvas a los bronquios pulmonares, cuya delgada pared atraviesan igualmente, ascendiendo por las vías respiratorias hasta la garganta, donde son deglutidas. El parásito también puede introducirse en el organismo por vía oral por medio de la ingesta de aguas y alimentos contaminados. Sea como fuere, seguidamente las larvas descienden desde la garganta por el tubo digestivo hasta el intestino delgado, donde se transforman en gusanos adultos, y se fijan a la mucosa gracias a unos ganchos que tienen en la boca (Figura 4), succionando la sangre del huésped, de la que se alimentan, comenzando el ciclo de nuevo. Cada larva sólo genera un gusano, pero, como las personas expuestas a la infección pueden ser invadidas a diario, es posible que lleguen a acoger un número considerable de parásitos. El síntoma más frecuente de la enfermedad es la anemia producida por la pérdida de sangre. Hay que tener presente que cada gusano puede extraer una gota de sangre cada día al huésped, pero, si está infectado con 200 gusanos, la sangre perdida sería de unos 10 cm3 al día y 300 cm3 al mes. La pérdida de glóbulos rojos y de hemoglobina consume las 160 FIGURA 1. Anchylostoma duodenalis (Your article library). FIGURA 2. Huevos de Anchylostoma duodenalis (Wikipedia). EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO reservas de hierro del organismo, debilitándolo para cualquier trabajo. Otros síntomas que también se presentan son inapetencia, adelgazamiento, diarrea y vagos dolores abdominales. La prevención más eficaz es evitar que las heces lleguen a estar en contacto con el terreno, o, en su defecto, reducir o suprimir el contacto directo con el suelo contaminado, evitando ir descalzos o tocarlo con la mano, y suprimir la ingestión de agua o alimentos que puedan estar contaminados por el gusano (Fernández, 1924; Luengo, 1928: 167; Medicina y Salud). FIGURA 3. Anchylostoma duodenalis (Health line). ANTECEDENTES EN EL ESTUDIO Y LA LUCHA CONTRA LA ENFERMEDAD El incremento de conocimientos toxicológicos, parasitológicos y bacteriológicos habidos en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del XX tuvo la consecuencia inmediata de revisar el concepto de enfermedad, en el sentido de considerar que su origen podía deberse a causas materiales o biológicas de procedencia externa. De esta forma, distintos tipos de anemias, caracterizadas como clorosis egipcia, anemia tropical, anemia de Georgia, FIGURA 4. Boca de Anchylostoma duodenalis anemia de los túneles o anemia de los mineros, entre (Infection landscapes). otras, se fundieron bajo la denominación común de anquilostomiasis, por el hecho de que estaban ocasionadas por diversas especies del parásito anquilostoma, identificado en Italia en 1838 por Angelo Dubini (Anchylostoma duodenale) y en Estados Unidos en 1902 por Charles Stiles (Necator americanus), en ambos casos con características endémicas (Rodríguez y Menéndez, 2006: 220). La presencia del parásito fue detectada e investigada en Europa a partir de 1880, en especial en diversos distritos mineros, y entre 1900 y 1901 en Estados Unidos y Puerto Rico, fundamentalmente en zonas agrícolas, generando los resultados una gran preocupación social. Asimismo, el nematodo fue hallado en abundancia en los países cálidos y tropicales como el Sur de Europa, la India, Egipto, Ceilán, América del Sur y Australia. Consecuencia de ello fue la realización de una encuesta internacional en torno a 1910, la cual reveló la existencia de una grave incidencia del parásito en una banda ecuatorial que abarcaba 30º a cada lado del ecuador, habitada en aquel entonces por mil millones de personas. Desde 1880 se conocía que el ser humano era receptor y también transmisor del parásito, hecho éste especialmente agravado en el caso de los movimientos migratorios de unos países a otros. Por el carácter internacional de la infección, la Fundación Rockefeller hizo bandera de ella, estableciendo un programa de intervención sanitaria que extendió a numerosos países (Anónimo, 1905: 5; Rodríguez y Menéndez, 2006: 221). Cabe señalar que la enfermedad se extendió por Europa cuando se finalizó el túnel de San Gotardo, en 1882, detectándose que la infección se recrudeció en diversas minas en las que se conocía su presencia 161 LUIS MANSILLA PLAZA Y JOSEP Mª MATA PERELLÓ (EDITORES) anterior. La razón fue que gran número de obreros del túnel se recolocaron en minas de diversos países. La infección ocasionada por la emigración fue más relevante en las minas de azufre de Sicilia, las de oro y plata de Hungría y algunas de carbón en Alemania, Bélgica, Holanda y Francia. En España y el Reino Unido la incidencia fue menor, aunque sufrieron el mal algunas minas de plomo y estaño, respectivamente. En el caso español, hay que destacar la ausencia de mano de obra extranjera en las minas, aunque la falta de detección de casos positivos también pudo deberse al retraso en la incorporación en el ámbito de la medicina minera de las técnicas microscópicas necesarias para el diagnóstico, desempeñada con frecuencia por los médicos rurales de los pueblos próximos a las minas (Anónimo, 1905: 5; Luengo, 1928: 166; Rodríguez y Menéndez, 2006: 224). Dos fechas son clave en la lucha contra el parásito en el último cuarto del siglo XIX. Entre 1880 y 1883 se establecieron los conocimientos fundamentales sobre la vida del anquilostoma, la forma en que infectaba a los humanos (se creía que sólo por vía oral hasta que en el periodo de 1903 a 1905 se demostró que por vía epitelial se producían la mayor parte de los contagios), el diagnóstico mediante examen microscópico de las heces del enfermo, así como el tratamiento eficaz mediante vermífugos. En 1900 comenzó a emplearse un nuevo producto, el tetracloruro de carbono, cuya eficacia facilitó que se usara extensivamente hacia 1915 y después. Una sola dosis ingerida por vía bucal bastaba para eliminar el 90% de los gusanos; la repetición del tratamiento solía ser suficiente para erradicar el parásito. Desde 1900, también se empleó tetracloroetileno de forma efectiva. Sin embargo, la ingestión de estos productos podía resultar tóxica para algunas personas, por lo que se administraban bajo control médico. En estos años, conocido el parásito con suficiente profundidad, se llevaron a cabo distintas campañas nacionales, particularmente en las zonas con especial incidencia como las hulleras en Alemania (1892, 1902 y 1903) y Bélgica (1899), o las agrícolas en Puerto Rico y el Sur de Estados Unidos a partir de 1904. Mientras tanto, la infección fue objeto de atención en el Congreso Minero Internacional y en el Congreso de Higiene y Demografía, ambos celebrados en Bruselas en 1903. El año siguiente el Congreso socialista de Ámsterdam impulsó definitivamente la lucha social contra la enfermedad, que siguió siendo estimulada en las sesiones monográficas habidas durante los dos primeros Congresos Internacionales sobre Enfermedades Profesionales que tuvieron lugar en Roma (1907) y Bruselas (1910) (Luengo, 1928: 167; Rodríguez y Menéndez, 2006: 221). De especial relevancia fue la labor de la Comisión Sanitaria creada específicamente en 1909 por la Fundación Rockefeller para combatir la anquilostomiasis, transformada en 1913 en la Junta de Sanidad Internacional (International Health Board, IHB por su acrónimo). Dicha institución, una vez conocida la forma sencilla, segura y barata de detectar el parásito en el organismo, su evolución fuera de él y la facilidad para eliminarlo, tanto en el interior del cuerpo humano como en el exterior mediante la adecuada profilaxis, adoptó la enfermedad como ejemplo para llevar a cabo campañas de erradicación de éxito garantizado con objeto de conseguir visibilidad y legitimidad social para la tarea de la salud pública. A tal fin la IHB realizó numerosas campañas distribuidas en distintos países que alcanzaron un rápido éxito en las zonas templadas y más industrializadas del mundo, lo que contribuyó a considerar la anquilostomiasis como una enfermedad tropical de incidencia sólo por detrás del paludismo. El éxito de la lucha de IHB contra la anquilostomiasis produjo tres resultados: reducir drásticamente el número de enfermos, despertar el interés social por los trabajos sanitarios y la salud pública, y abrir nuevos campos de investigación (Luengo, 1928: 168-169; Rodríguez y Menéndez, 2006: 221-222). Cuando el Gobierno español comenzó a colaborar en los programas de salud pública con la Fundación Rockefeller, la lucha contra la anquilostomiasis (Figura 5) fue una de las primeras cuestiones en abordarse. De 162 EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO hecho, en 1911 la IHB envió a España, al igual que a otros países, un formulario sobre el problema médico, social y económico planteado por la enfermedad. A estas alturas ya se sabía que el parásito se presentaba fundamentalmente en los trabajos mineros, a pesar de lo cual el Gobierno no había tomado medidas efectivas para erradicarlo de la población infectada. Tuvo que llegar a España la Fundación Rockefeller, para que, tras firmar un acuerdo con las autoridades, se iniciara una campaña decidida a afrontar el problema (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 104-105). FIGURA 5. Anchylostoma duodenalis (Anónimo). CONTAGIO EN LAS MINAS Cuando las excavaciones subterráneas reproducen el ambiente cálido y húmedo propio del trópico, el parásito encuentra las condiciones propicias para completar su ciclo de vida (Figura 6). De esta manera se explica su presencia en las minas del centro y Norte de Europa, habiendo llegado a constituir auténticas epidemias (Anónimo, 1905: 5). FIGURA 6. Galería favorable para la existencia de anquilostoma, debido a la presencia de agua en el suelo, humedad ambiental y alta temperatura (Minas de Tapia y cercanías). 163 LUIS MANSILLA PLAZA Y JOSEP Mª MATA PERELLÓ (EDITORES) El origen de la contaminación de una mina radicaba en la costumbre de los mineros de defecar en las mismas galerías. En estas condiciones, si alguno de ellos portaba el parásito, expulsaba los huevos con sus excrementos, lo que daba origen a millares de larvas maduras que rápidamente eran diseminadas por las aguas que circulaban por las galerías y, especialmente, por el continuo trasiego de los obreros en el interior de la mina. De esta forma, las larvas llegaban a cualquier parte de la mina a la que pudiera acceder personal, contaminándolo. A ello había que agregarle la dispersión activa de que eran capaces las larvas, cuando, aprovechando la humedad del ambiente que recubría máquinas, entibación, canalizaciones, tuberías de aire, etc., abandonaban el suelo y el agua en que se habían desarrollado para trasladarse a otros lugares, moviéndose por los elementos húmedos de las galerías. Por estas razones, el barro del suelo y, en general, todo objeto enlodado con él (cables, máquinas, herramientas, vasijas, los mismos alimentos que habían sido colocados en el suelo, etc.), podían ser vehículo de numerosísimas larvas. Según la clase de trabajo que desarrollaran, los mineros entraban en contacto obligado con todos estos elementos que podían estar infectados, bien por trabajar con ropa que no les protegía de la suciedad o la humedad, o directamente sin ella (Figura 7), bien por no usar guantes, calzado u otros equipos de protección personal que les aislasen de los potenciales focos de contaminación. FIGURA 7. Mineros en el tajo en una mina italiana de azufre desprovistos de ropa por el calor del ambiente (Archivo Storico Crotone). La elevada temperatura y humedad de muchas minas favorecía el proceso, tanto por acelerar la formación de larvas, como por obligar a que el obrero trabajase con escasa ropa para facilitar su trabajo lo más posible. Los roces con elementos sucios favorecían el contacto con el parásito y la infección a través de la piel. Si en este proceso contaminaban sus manos y se las llevaban a la boca sin limpiarlas, se infectaban por vía oral (Fernández, 1924) (Figura 8). Asimismo, las larvas pueden atravesar la piel humana por cualquier zona 164 EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO del cuerpo, aunque las preferentes son los espacios interdigitales de los pies y otras zonas de piel blanda (Luengo, 1928: 166), por lo que, si los mineros trabajaban descalzos también podían contaminarse. FIGURA 8. Mineros comiendo en el interior de la mina (Les Gueules Noires). PRESENCIA EN LAS MINAS ESPAÑOLAS Y SU ERRADICACIÓN El primer estudio conocido sobre la posible presencia de la anquilostomiasis en las minas españolas es una monografía escrita en 1882 por el Dr. Rodríguez Méndez, presentada tras los trabajos del Dr. Perroncito en Francia, cuando intervino en la epidemia del San Gotardo. Cabe señalar que por aquel entonces no hay constancia de ningún trabajador infectado en las minas de Almadén (Almansa et al., 2011). Con posterioridad, en 1897, el Dr. Bonifacio de la Cuadra fue probablemente el primero que diagnosticó y trató los casos de anquilostomiasis que detectó en las minas de plomo de Linares y La Carolina, sobre los que publicó una completa reseña en la Revista Minera, Metalúrgica y de Ingeniería (Cuadra, 1897: 106-109). En 1899, a causa de la pérdida de Puerto Rico por España a favor de los Estados Unidos, los médicos de este país detectaron que gran parte de la población campesina de la isla estaba infectada, sin que hubiera constancia de que las autoridades españolas conocieran el problema previamente. La campaña de erradicación iniciada en Puerto Rico por Estados Unidos en 1903 fue seguida de cerca por las autoridades sanitarias españolas, 165 LUIS MANSILLA PLAZA Y JOSEP Mª MATA PERELLÓ (EDITORES) interesándose por el problema desde ese momento la Real Academia de Medicina. En ese mismo año de 1903, el Dr. Ángel Larra presentó un trabajo que mostraba la necesidad de investigar la posible existencia del parásito en las minas españolas. El guante fue recogido por el Dr. José Codina (Figura 9), del Hospital General de Madrid, que dio a conocer que poseía información clínica de 2 enfermos provenientes de Linares y Ciudad Real. Al año siguiente, en 1904, el jefe del servicio médico de las minas de Horcajo (Ciudad Real), Dr. Mariano González, hizo público que había tratado 30 casos. Junto con su hermano, el farmacéutico Juan González, realizó un estudio monográfico que editaron en 1905. En este mismo año se hizo pública una memoria del Dr. Bonifacio de la Cuadra, en la que daba cuenta de que entre 1896 y 1905 había conocido a 62 mineros enfermos en las minas de Linares, siendo el primero un ingeniero; de ellos fallecieron siete. La citada memoria contenía FIGURA 9. Retrato del Dr. José un plan profiláctico a gran escala, que es el primero de su clase conocido Codina (Real Academia Nacional en España (Anónimo, 1926b: 181; Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 105; de Medicina). Rodríguez y Menéndez, 2006: 223-227). Por su parte, el Gobierno hizo muy poco por controlar una enfermedad que podía afectar a una población minera cercana a las 100.000 personas, desatendiendo las peticiones realizadas por los Dres. Codina y Larra de llevar a cabo campañas, a fin de detectar la extensión de la infección e informar a los potenciales afectados (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 105-106). De la misma manera, el mundo empresarial español dedicaba escasa atención a la infección, como lo prueba el siguiente texto publicado en 1905 por una revista especializada en minería: En las minas de España es de creer que no existan grandes focos de anquilostomasia cuando no han sido objeto de la atención especial de los médicos, fuera de algún caso poco divulgado, pero la enfermedad ha sido comprobada en dos individuos tratados hace poco tiempo en el Hospital Provincial de Madrid, y dos ingenieros, uno español y otro francés, que murieron en Linares hace algunos años, se dijo que habían sido víctimas de esta dolencia. Por lo demás, aunque llamemos a la anquilostomasia anemia de mineros por ser en Europa enfermedad casi exclusiva de los pobladores de las minas, nada tiene que ver con la palidez y estado ligeramente anémico y sin importancia en general que suelen ofrecer los mineros y los que cultivan otras profesiones y oficios, por ejemplo, los artistas de teatro, por el género de vida en medios de atmósfera más o menos viciada y privados del sol (Anónimo, 1905: 5). Por su parte, el Dr. José Codina continuó sus estudios sobre la anquilostomiasis en años sucesivos, profundizando en el conocimiento de los diversos aspectos de la enfermedad. De hecho, con motivo de la encuesta internacional promovida por la Comisión Sanitaria de la Fundación Rockefeller que llegó a España en 1911, el médico fue requerido por la Real Academia de Medicina, para que la cumplimentara, lo que dio pie a que realizara nuevas investigaciones, las cuales plasmó en una monografía, publicada en 1912, que abordaba el problema de la anquilostomiasis en España como enfermedad social (Codina, 1912). En lo que se refiere a la higiene del interior de la mina, la investigación que Codina llevó a cabo consistió en realizar un cuestionario constituido las siguientes preguntas, dirigido a las compañías mineras de las provincias investigadas, que fueron Almería, Asturias, Ciudad Real, Córdoba, Granada, Jaén y Murcia (Codina, 1912: 92): 166 EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO • • • • • • ¿Existen retretes interiores? ¿Se extraen los excrementos? ¿Se analizan los excrementos de los obreros antes de admitirles? ¿Existen lavabos? ¿Exigen aseo de la piel? ¿Se bebe agua potable exterior? Las contestaciones a cada una de las preguntas fueron casi idénticas. Unidas a las recopiladas durante otras pruebas y encuestas realizadas durante su investigación, condujeron a que Codina escribiese la siguiente y grave conclusión: Conocidos todos los datos que acabo de exponer, bien se puede asegurar, sin que se nos pueda tachar de exagerados ni de pesimistas, que España tiene a la población minera tan abandonada, desde el punto de vista sanitario, que se encuentra en el mismo borde de un peligroso abismo, donde seguramente ha de perecer lo más vigoroso de nuestra juventud minera, si no se está dispuesto a poner rápido y eficaz remedio contra tan grave mal, y un firme e inexpugnable dique contra su propagación. Hablan elocuentemente en pro de este peligro verdaderamente pavoroso y de esta probabilísima y rápida propagación, la edad, en plena juventud, de los mineros, el gran número de minas en que suponen contraída la enfermedad, la frecuencia con que un mismo obrero trabaja sucesivamente en distintas minas, y la falta absoluta en todas ellas de las más elementales medidas higiénicas que se han aconsejado contra la anquilostomiasis (Codina, 1912: 99). Codina presentó un mapa con las cinco provincias afectadas por la infección (Figura 10), con porcentajes de incidencia estimados entre el 2 y el 20% de la población trabajadora (Rodríguez y Menéndez, 2006: FIGURA 10. Provincias de España en donde se descubrió anquilostomiasis en 1912 (Codina, 1912). 167 LUIS MANSILLA PLAZA Y JOSEP Mª MATA PERELLÓ (EDITORES) 230). El trabajo de Codina incluía las medidas de prevención y profilácticas adecuadas para erradicar la anquilostomiasis, y proponía que la enfermedad fuera considerada dentro de la categoría de accidente de trabajo, por contraerse en el ambiente contaminado de la mina (Codina, 1912: 120-142). Codina envió su trabajo a la IHB, la cual le ofreció actuar de corresponsal de la institución en España para el asunto de la anquilostomiasis, cargo que aceptó con el compromiso de que enviaría sólo los datos oficiales (Rodríguez y Menéndez, 2006: 229). Como consecuencia de las iniciativas comentadas y de una cierta preocupación del Gobierno por controlar la infección, el 3 de enero de 1912 el Ministerio de Fomento dictó una Real Orden encaminada a iniciar medidas de profilaxis. En concreto, se estableció el mandato de contestar unos cuestionarios médicos, efectuar una inspección de las zonas mineras afectadas y tomar ciertas medidas encaminadas a detener el progreso y contagio de la enfermedad. En lo que respecta a estas últimas, se proponía lo siguiente: Art. 3. Que las empresas no admitan ningún obrero nuevo sin previo reconocimiento de sus heces, para asegurarse no es portador de gérmenes de la enfermedad. Art. 4. Que prohíban las compañías explotadoras bajar a las labores a todos aquellos mineros infectados por el anquilostoma, para cuyo efecto no deben admitirse los obreros sin que preceda un reconocimiento facultativo practicado por el médico que deben tener las minas, conforme al artículo 23 del Reglamento de Policía Minera. Art. 5. Que las compañías explotadoras saneen y desinfecten, conforme a las reglas y preceptos de la ciencia, los pozos y galerías infectados y establezcan la conveniente ventilación. Art. 6. Que las compañías prohíban ciertas evacuaciones portadoras de gérmenes en los trabajos interiores y que en ellos penetren descalzos los mineros. Art. 7. Que las compañías establezcan los retretes, lavabos y guardarropas necesarios en las inmediaciones de las bocas de entrada a los pozos y galerías, procurando la mayor limpieza y educación higiénica del minero. En las minas que sea necesario se exigirán retretes e inodoros portátiles dentro de las labores interiores (Ministerio de Fomento, 1912: 214). Cinco años después, un Real Decreto de 8 de agosto de 1916 determinaba las medidas específicas para realizar las estadísticas de la anquilostomiasis. Al día siguiente, 9 de agosto, otra Real Orden del mismo ministerio reiteraba lo dispuesto por la de 1912, lo que indica su falta de cumplimiento. En el preámbulo de la Real Orden, el Gobierno reconocía la existencia de minas infectadas de anquilostomiasis en diversas zonas del país sin que lo preceptuado en la Real Orden de 3 de enero de 1912, hubiera conseguido disminuir su intensidad, sino todo lo contrario, puesto que se había observado que había aumentado la extensión de la infección. El Gobierno estaba decidido a atajar la enfermedad, ya que consideraba que se podía evitar aplicando las medidas higiénicas propuestas, y era fácilmente curable en sus comienzos, si el obrero recibía a tiempo los tratamientos apropiados y seguía las reglas de higiene individual que evitasen el contagio de sus compañeros y familias. Mediante esta misma Orden, el Gobierno encomendaba a la Inspección de Sanidad del Campo el servicio de saneamiento de minas y enfermos hasta lograr la extinción de la enfermedad, y ordenaba que las compañías mineras habilitasen un laboratorio en cada distrito minero infectado, poniéndolo a disposición de los Inspectores de Sanidad del Campo, facilitándoles los medios y el personal médico y subalterno necesario. En dicho laboratorio los inspectores deberían poder impartir conferencias al mayor número posible de obreros para divulgar las peculiaridades de la infección y la forma de prevenirla y curarla (Ministerio de Fomento, 1916: 319-320). 168 EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO La legislación y medidas asociadas promovidas a instancias del Gobierno tuvieron escasa repercusión política y apenas ninguna sanitaria. De hecho, entre 1916 y 1919 sólo tres compañías mineras de la zona de La Carolina (Los Guindos, Sociedad de Peñarroya y El Centenillo) iniciaron la aplicación de las disposiciones vigentes, aunque únicamente la última, de capital inglés, la mantuvo durante varios años alcanzando notorio éxito (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 106; Rodríguez y Menéndez, 2006: 232-235). La inoperancia del Gobierno español acabó temporalmente cuando el 12 de agosto de 1919, José Castillejo, director de la Junta para Ampliación de Estudios, en nombre del citado Gobierno, solicitó a la IHB que enviase una representación a Madrid, al objeto de tratar con las autoridades gubernativas acerca de una posible cooperación en el terreno de la salud pública (Rodríguez, 2001: 74). Tras mantener diversos contactos, hubo que esperar a 1922, para que se produjese la firma de un convenio de cooperación entre el Gobierno y la Fundación Rockefeller, y se iniciase la toma de medidas conducentes a la erradicación de la anquilostomiasis del país. El plan constaba de dos fases: el envío de un experto para establecer la extensión de la infección y proponer medidas para su erradicación; y después, en función de los resultados, una actuación piloto en una zona concreta por parte de Salud Pública (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 106; Rodríguez y Menéndez, 2006: 236-237). La primera tarea fue encomendada por la IHB al neoyorkino Charles A. Bailey, quien comenzó su labor en 1924. Entonces el número estimado de mineros en España sumaba algo más de 94.000 efectivos, de los cuales la Fundación Rockefeller estimaba que 15.000 estaban infectados (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 104-105). Las conclusiones de este informe dieron lugar a la instauración de un proyecto de cooperación que comenzó a mediados de 1926, con una duración prevista de año y medio, aunque en realidad se prolongó hasta 1930 (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 106). En esta segunda investigación, Bailey contó con el teórico apoyo del Director General de Sanidad, el cual, desde el principio, mostró escaso interés por el trabajo del investigador. Las dificultades de Bailey con otras personas de la Administración sanitaria española fueron constantes. Tras una visita preliminar a las zonas mineras de Córdoba, Jaén y Sevilla, igualmente apreció que no existía conciencia de alarma sobre el problema ni a nivel popular, ni empresarial, ni entre los médicos. La incidencia de la enfermedad era muy gravosa, ya que el obrero infectado tenía reducida la capacidad de trabajo de un 20 a un 50% en relación con un obrero sano. Como medidas fundamentales para controlar y eliminar la anquilostomiasis, Bailey propuso las tres siguientes: • Evitar la contaminación del suelo con excrementos humanos. • Tratar a cada minero infectado hasta su completa curación. • Examinar al microscopio las heces de cada obrero con carácter previo a su contratación en la mina. Para evitar la contaminación del suelo, debían instalarse retretes en el interior de las minas, en cada piso o galería, que serían utilizados siempre y por todos los mineros (Figura 11). Tras depositar las heces en ellos, debían echar sobre las mismas una pequeña cantidad de desinfectante tipo hipoclorito cálcico o similar. Los retretes tenían que ser portátiles, a fin de poder sacarlos al exterior, vaciarlos, limpiarlos y volverlos a introducir en la mina (Anónimo, 1926b: 198). Debía, igualmente, preverse el suministro de agua para el lavado de las manos en el lugar donde los obreros efectuasen las comidas, sin olvidar el alcantarillado, las habitaciones donde pudieran cambiarse de ropa y lavarse, así como la educación sanitaria que los mineros debían recibir para no contraer la enfermedad. 169 LUIS MANSILLA PLAZA Y JOSEP Mª MATA PERELLÓ (EDITORES) Bailey propuso que los operarios afectados debían recibir el salario correspondiente a los días de trabajo perdidos. Asimismo, habían de ser reconocidos de nuevo al cabo de un año, para, si era el caso, extenderles un certificado de que estaban curados. Finalmente, el neoyorkino proponía iniciar una campaña que implicase tanto al Gobierno como a las empresas mineras, sugiriendo el nombramiento de un responsable médico por parte de la Dirección General de Sanidad (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 107-108). Obedeciendo las recomendaciones de Bailey y con objeto de evitar el peligro de extensión de la enfermedad, en este mismo año de 1926 la Dirección General de Sanidad nombró Médico Inspector de Minas al Dr. Diego Hernández Pacheco. Su misión consistiría en recorrer las explotaciones, realizando inspecciones médicas para asegurarse del cumplimiento de las disposiciones vigentes, conjuntamente con una labor de propaganda sanitaria y de formación del personal técnico encargado en cada mina de la aplicación de las FIGURA 11. Un minero defecando en un improvisado retrete en medidas profilácticas (Luengo, 1928: 165). una mina francesa de carbón (Les Gueules Noires). Una década después de emitirse la disposición de 9 de agosto de 1916 la situación no había cambiado: en 1926, una revista del ramo de la minería realizó un estudio de 77 minas de las provincias de Jaén, Badajoz, Córdoba, Sevilla, Ciudad Real, Almería, Murcia y Baleares, estimando el número de obreros mineros infectados en España era de unos 10.000 (Anónimo, 1926b: 198). El informe que Hernández Pacheco hizo llegar al Gobierno español, sirvió para que éste oficializara la lucha contra la anquilostomiasis, dictando el 12 de mayo de 1926 un Real Decreto que estipulaba los preceptos para combatir la enfermedad en las minas. Su objetivo era doble: establecer las medidas profilácticas pertinentes que debían adoptar las empresas; y promover que los obreros individualmente contasen con los medios necesarios para prevenir la infección, cuando estaban sanos, y para curarse, cuando habían sido víctimas de la invasión parasitaria. Todo ello era posible, teniendo en cuenta que la anquilostomiasis era una enfermedad que ya contaba con medios eficaces para prevenirla y curarla. En su articulado se explicaban las técnicas a utilizar y las pautas higiénicas para hacerlo, incluido el montaje de un pequeño laboratorio capaz de hacer los análisis de las heces y la presencia de un médico en la empresa (Consejo de Ministros, 126: 852-853). Como primera medida, el Estado acordó con una docena de empresas privadas la instalación de un laboratorio costeado por ellas, y extendió la campaña a otras zonas mineras con el apoyo financiero de la IHB (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 108). Cuando las empresas conocieron el Real Decreto de 12 de mayo de 1926, convocaron una asamblea de las Cámaras Oficiales Mineras de España el 22 de junio de 1926, para discutir las medidas que ordenaba. Los asistentes aprobaron la mayor parte del articulado, pero discreparon en el contenido varios artículos de la disposición, acordando escribir al Presidente del Consejo de Ministros, para comunicarle sus propuestas de textos alternativos (Anónimo, 1926a: 2-4). El posterior Reglamento de desarrollo, de fecha 4 de diciembre 170 EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO de 1926 (Ministerio de la Gobernación, 1926: 1.3251.327; Rodríguez y Menéndez, 2006: 240-241), acogió algunas de ellas y suavizó los requerimientos del Real Decreto en otras. Aún con ciertas vaguedades, esta norma desarrolló el procedimiento de lucha contra la enfermedad de forma minuciosa, cuando ya era bien conocido el proceso infeccioso y su curación. Una vez decidido el programa de actuaciones conforme a lo dispuesto en el Real Decreto de 12 de mayo de 1926, que sería dirigido por Hernández Pacheco, el equipo de trabajo visitó 27 minas de las provincias de Baleares, Ciudad Real, Córdoba, Huelva, Jaén, Murcia, Santander, Sevilla y Vizcaya, realizando reconocimientos a 9.149 mineros, de los que resultaron positivos 2.427 con un grado de infección medio-bajo, pues el 65% albergaba menos de 25 gusanos (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 106; Rodríguez y Menéndez, 2006: 237-240). Las minas a cielo abierto, en las que imperaban las condiciones ambientales locales de humedad y temperatura, eran inadecuadas para el desarrollo de las larvas de los anquilostomas (Anónimo, 1926b: 197). No ocurría lo mismo en las subterráneas. En la mayoría de ellas los obreros trabajaban con abarcas de esparto o alpargatas (Figura 12), y no pocos de ellos descalzos, con los pies y las piernas desnudos FIGURA 12. Mineros encargados del uso de explosivos, en el en íntimo y prolongado contacto con los lodos almanaque de la Unión Española de Explosivos del año 1909 (Mis infectados del interior de las galerías. La mayor parte Calendarios de Bolsillo. Modificada). de las minas poseía ventilación natural, algunas artificial y cierto número una combinación de las dos. La humedad en el interior de las minas subterráneas era elevada, por lo que los lugares de trabajo estaban convertidos en lodazales. El agua de bebida era llevada del exterior en barriles de madera (Anónimo, 1926b: 184). El informe de Hernández Pacheco demostraba que las minas subterráneas más contaminadas eran las de plomo y carbón. Como la vida de las larvas era de unas 6 a 9 semanas, si se cuidaba que no se produjese una reinfección, en poco tiempo la mina quedaba estéril, aunque la falta de retretes en el interior de casi todas las minas explicaba su constante contaminación (Anónimo, 1926b: 197-198). La puesta en marcha de estas medidas debió ser efectiva, ya que en el informe remitido el 9 de noviembre de 1926 por Bailey a la Fundación Rockefeller sobre la actuación realizada en el tercer trimestre del año, era abiertamente optimista por la buena marcha de la campaña (Rodríguez y Menéndez, 2006: 241). Meses después, en julio de 1927, se publicaba una amplia relación de minas de Ciudad Real (entre las que se contaban las de Almadén), Granada, Huelva, Jaén, Murcia, Santander, Sevilla y Teruel que se habían declarado inadecuadas para el desarrollo de la infección (Ministerio de la Gobernación, 1927: 625; Anónimo, 1927: 467 y 469). En este año tuvieron lugar los primeros cursos formativos de los médicos de empresa, realizándose más de 28.500 análisis de heces (Rodríguez y Menéndez, 2006: 242). En Sevilla, el Instituto Provincial de 171 LUIS MANSILLA PLAZA Y JOSEP Mª MATA PERELLÓ (EDITORES) Higiene organizó un ciclo especial de conferencias sobre la enfermedad, y montó una caravana informativa que visitó todas las zonas mineras, explicando el contenido de la campaña (Barona y Bernabeu-Mestre, 2008: 110-111). En 1928, la anquilostomiasis ocupaba un lugar secundario en España entre las enfermedades endemoepidémicas. Su frecuencia era, prácticamente, insignificante comparada con la existente en los países ecuatoriales y tropicales repartidos por América, Asia, África y Oceanía. El problema sanitario, además, era muy poco grave comparado con el que representaban otras endemias, como el paludismo o la fiebre tifoidea rural (Luengo, 1928: 165). El programa de saneamiento continuó siendo comprobado mediante inspecciones médicas, de manera que en 1929 se declararon libres de la enfermedad nuevas zonas en Ciudad Real, Córdoba y Jaén, y todas las explotaciones en marcha de León, Oviedo, Palencia, Santander y Vizcaya (Ministerio de la Gobernación, 1929: 1.431; Anónimo, 1929: 367). La campaña se mantuvo los años siguientes cofinanciada por el Estado y la Fundación Rockefeller a través de la IHB, resultando exitosa, con algunas excepciones, como la cuenca de carbón de Puertollano (Ciudad Real), en la que se encontró resistencia a todos los niveles: empresas, obreros y médicos. Las minas de la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya (Córdoba) se declararon libres de la infección en 1932 (Ministerio de la Gobernación, 1932: 453), y las de la Compañía Minero-metalúrgica de Los Guindos, en La Carolina (Jaén), al año siguiente (Ministerio de la Gobernación, 1933: 1.859). Las minas de El Centenillo (Jaén) se declararon libres de la infección en 1935, al no haberse registrado caso alguno entre los mineros en los tres años precedentes (Rodríguez y Menéndez, 2006: 244). En 1930 se tomó la decisión de que el Médico Inspector de Minas dedicado al Servicio de la Anquilostomiasis resultara adscrito y formara parte del personal de la Comisión Central de Trabajos antipalúdicos, y, aparte las demás funciones inherentes a su cargo, procurará encauzar los servicios de lucha contra ambas enfermedades en las zonas en que esto fuera posible, completando, además, la organización de los que no se encontrasen en estas condiciones (Ministerio de la Gobernación, 1931: 195). La Ley de 13 de julio de 1936, sobre las enfermedades profesionales, que no pudo aplicarse por el estallido de la Guerra Civil, incluía la anquilostomiasis como enfermedad profesional, así como un apartado genérico de enfermedades infecciosas. En 1944 una orden sobre declaración obligatoria de enfermedades profesionales recogía como tales la anquilostomiasis y otras enfermedades parasitarias, pero habría que esperar a 1947 para que se creara el seguro de enfermedades profesionales (Rodríguez et al., 2003: 110). CONCLUSIONES La anquilostomiasis es una enfermedad infecciosa de procedencia tropical, producida por la fijación de un gusano nematodo en el intestino delgado humano. Tuvo gran incidencia en las minas subterráneas españolas y europeas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, debido al ambiente existente en ellas, que reproducía las cálidas y húmedas condiciones necesarias para que se completase el ciclo biológico del parásito. • Una vez identificado éste y conocido su comportamiento, pronto se descubrieron la forma de detectarlo y el tratamiento para eliminarlo, ambos mediante procedimientos muy sencillos y efectivos. Por esta razón la enfermedad fue elegida por la Fundación Rockefeller, para llevar a cabo una campaña sanitaria a nivel mundial para erradicarla con una garantía de éxito total. El Gobierno de España, conocedor de que más del 15% de la población minera estaba infectada, solicitó a la fundación americana que incluyera al país 172 EL PATRIMONIO GEOLÓGICO Y MINERO. IDENTIDAD Y MOTOR DE DESARROLLO en su campaña anti-anquilostomiasis. A partir de la firma de un convenio de cooperación, se diseñó un plan encaminado a desterrar la enfermedad de las minas españolas. Durante la aplicación del mismo quedó patente que: • Las minas infectadas eran las subterráneas, especialmente las de plomo y carbón. • La falta de higiene y de medidas sanitarias en las empresas mineras eran notables. • La actuación gubernamental fue, a grandes rasgos, correcta, mostrando interés por la salud de los mineros. A pesar de ello, parte de la Administración sanitaria española fue reacia a colaborar en el plan de la Fundación Rockefeller. • Dicho plan fue llevado a la práctica por el Gobierno que emitió repetidamente legislación que incluía la adopción obligada de las medidas recomendadas. • La efectividad del plan de acción fue total, lo que condujo en apenas una década a la erradicación de la enfermedad que, no obstante, fue catalogada como enfermedad profesional en 1936. BIBLIOGRAFÍA Almansa, E., Montes, F. P., Iraizoz, J. M. y Fuentes, D. 2011. Enfermedades de los trabajadores de las minas de Almadén y Almadenejos (España, 1883-1887). Salud de los Trabajadores, vol.19, nº 2. Disponible en: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-01382011000200006 Anónimo. 1926. Acta de la Asamblea de las Cámaras Oficiales Mineras de España celebrada el día 22 de junio de 1926. Boletín de la Cámara Oficial Minera de Galicia, n.º 11, pp. 2-4. Anónimo. Ancylostoma duodenale [en línea]. 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