James FÜREMAN-PECK: Historia Económica Mundial. Relaciones Económicas Internacionales desde 1850, Segunda Edición, Prentice-Hall, United Kingdom.
La traducción de la segunda edición
de esta obra ambiciosa de ForemanPeck supone un gran beneficio para los
universitarios e investigadores de habla española. En esta nueva edición,
Foreman-Peck preserva el núcleo de la
primera, aunque ha ampliado algunos
temas —el segundo capítulo, por ejemplo, es una ampliación de un previo
tratamiento del triángulo de pagos entre Gran Bretaña, EE.UU. e India. La
nueva edición incluye también temas
de la historia económica más reciente,
como la transición de los países de Europa oriental y la política monetaria europea.
Existen cuatro mercados potenciales para este libro: como texto introductorio, como texto intermedio,
como recurso suplementario para clases avanzadas y/o investigadores o profesores con un interés tangencial en el
ámbito económico internacional de
ese período y para los investigadores
especializados en los temas tratados en
el libro. Por razones que trataré más
adelante, los alumnos de primer año lo
encontrarán demasiado confuso y difícil. Funcionará muy bien como texto
intermedio o recurso suplementario
para investigadores porque éstos sabrán más teoría económica, algo que
resulta imprescindible para clarificar la
historia presentada. La teoría proporciona un marco analítico que muchas
veces Foreman-Peck no expone explícitamente. El libro también servirá
como una buena referencia para especialistas en el campo, porque dispone
de una excelente bibliografía.
El alcance del libro, como indica el
título, es inmenso, por lo que hay que
evitar críticas excesivas a las omisiones
inevitables. Foreman-Peck pretende
695
KliCLNSIO.W.S
seguir el desarrollo del comercio y relaciones financieras internacionales de
los últimos ciento cincuenta años. El
autor dice que su objetivo «es facilitar
la comprensión de la historia por medio de conceptos económicos ... adoptando un enfoque poco técnico». La dificultad para lograr esta meta es aún
mayor en una empresa tan extensa
como ésta, y refleja la tensión en la enseñanza de historia económica por encontrar la cantidad apropiada de teoría
económica. Es imposible escribir un libro que satisfaga a todos. Creo que Foreman-Peck se halla más cerca de su
meta en su tratamiento del comercio
internacional, pero no lo hace tan bien
con respecto al sistema monetario internacional.
Como texto para alumnos de primer
curso, sin ninguna experiencia anterior
en economía internacional, teoría macroeconómica o teoría monetaria, la
abundancia de hechos históricos puede resultar abrumadora por la carencia
de un marco teórico. Los profesores
que utilicen este libro para tal curso
tendrán que complementarlo con lecturas o clases que provean de mayor
marco teórico. Esta necesidad es particularmente aguda en relación al patrón
oro y la determinación de los tipos de
cambio. Foreman-Peck introduce el
concepto de balanza de pagos en el capítulo dos, pero lo hace de una manera
poco didáctica. Vuelve a referirse muy
a menudo a la balanza de pagos a lo largo del libro, introduciendo los tipos de
cambio en el quinto capítulo, y el pa6%
trón oro y la Hacienda pública en el
noveno, pero la discontinuidad y la ausencia de un marco analítico central
confunde el alumno. Aunque Foreman-Peck ha incluido un glosario de
términos, eso no logra ser un sustituto
adecuado para la exposición de la teoría económica básica.
Otra fuente de confusión es la división entre lo comercial y lo monetario.
Eso se ve especialmente claro en su tratamiento de los años cié entreguerras.
Habla de la política comercial durante
la Gran Depresión en el capítulo diez y
trata la desintegración del patrón oro y
la liquidez en la Gran Depresión en el
capítulo siguiente. Ambos están bien
estudiados, especialmente los detalles
de la desintegración del patrón oro,
pero puede que un examen integrado
de la Depresión hubiera sido mejor.
Para los alumnos que no conozcan
bien la materia, les puede hacer olvidar
con demasiada facilidad que lo comercial y lo monetario están relacionados.
No se compara favorablemente con el
libro de Kenwood y Lougheed, su gran
competidor en el mercado español,
con respecto a la integración de estos
aspectos. Este último resultará más accesible en un curso introductorio.
Pero el libro de Foreman-Peck tiene
algunas ventajas muy claras sobre el de
Kenwood y Lougheed. Aunque el volumen de Kenwood y Lougheed sea
mas fácil algunas veces, Foreman-Peck
dispone de una bibliografía mucho
más actual y muchísimo más amplia.
Esta ventaja se ve aumentada con la
RF.C.F.NSIONES
nueva edición, que incluye referencias
a los trabajos más recientes de Borchardt, Schubert, Eichengreen y Temin sobre varios aspectos de la Gran
Depresión. Se encuentran tratamientos
actuales de muchos otros temas, por lo
cual servirá mejor como libro de referencia o texto a nivel intermedio. Desafortunadamente, esta edición padece
de un índice equivocado que, a menudo, no corresponde con el texto.
Sin embargo, las ventajas del libro de
Foreman-Peck son importantes —su
bibliografía y su comprensividad no
son igualadas—. La segunda edición po-
dría ser una adquisición muy iJtil para
todos los que tengan un interés en el
tema, particularmente para investigadores especializados en otros aspectos
de la historia económica moderna que
deseen un texto de referencia que resuma esta importante materia. Sin duda alguna, se trata de una lectura estimulante —una crónica del crecimiento
de la interdependencia internacional,
los altibajos, las tensiones y los beneficios del camino cooperativo y las consecuencias de la autarquía.
R. SlCOTTE
Pablo MARTÍN ACEÑA y Monserrat GÁRATE OJANGUREN, eds.: Economía y Empresa
en el Norte de España. Una aproximación histórica, San Sebastián, Cuadernos de
Economía y Empresa, Sección Historia, 1994, 386 pp.
Se eligió un título exhaustivo para
anunciar los doce trabajos cuyo denominador más común es el de haber sido presentados en el V Congreso de la
Asociación de Historia Económica celebrado en San Sebastián en otoño de
1993. Se trata, pues, de una colección
heterogénea de ensayos, primeros resultados de investigación y resiimenes
de trabajos acabados. A primera vista
se publican aquí en su estado primitivo, es decir, sin establecer, a posteriori,
lazos o referencias entre ellos.
Los editores presentan el conjunto
como «una muestra de las maneras de
tratar diferentes asp)ectos de la Historia
Económica». Hacen alusión al papel
complementario y enriquecedor de la
economía regional propulsado en tiempos más recientes por autores como
North y Pollard. De momento, cabe resaltar que el análisis a nivel de región,
como fin en sí mismo, no siempre proporcionará aportaciones en esta dirección. Así encontramos aquí, por un
lado, trabajos de historia y economía
regional propiamente dichos y, por
otro, trabajos más limítrofes o «regionalistas» cuyo interés para la historiografía española o europea es más bien
reducido. Los diversos estudios se
agrupan, por su temática, en cuatro categorías: historia marítima, instituciones bancarias, empresas y empresarios
y emigración a América. La cobertura
temporal es de 300 años (1650-1949),
697
RF.(T.N'SIONES
aunque el grueso de los trabajos se
concentra en el período de finales del
siglo XIX hasta la Ciuerra Civil. Geográficamente cubren la mitad oriental de
la cornisa cantábrica y Navarra.
El primer trabajo, de María Lourdes
Odriozola Oyarbide, es un estudio de
historia marítima y examina la industria naval guipuzcoana de 1650 a 1730.
Expone las circunstancias que codeterminaron la coyuntura de auges y declives de la industria. Su aportación
más relevante es, sin duda, una catalogación anual muy completa de las embarcaciones construidas en los principales astilleros guipuzcoanos. Se echa
en falta algún análisis de los costes de
construcción, que podría ser muy útil a
la hora de establecer comparaciones
interregionales. El bloque marítimo se
cierra con un trabajo más puntual, el
de Isabel Miguel López, en una prolongación parcial de su libro Ei comercio
hispanoamericano a través de Gijón, Santander y Pasajes (1778- 1795), sobre el
comercio marítimo de Santander en
tiempos de guerra, desde el tratado de
San Ildefonso en 1796 hasta 1818, fecha de la apertura del comercio hispanoamericano a barcos no españoles.
Una primera parte resume los cambios
en la normativa del comercio colonial
y va seguido de un análisis bastante
pormenorizado del volumen, origen y
estructura de las remesas que salían a
través de Santander a América y termina con una relación anual del destino
del global de las mercancías. Este estudio mide, de hecho, un fenómeno su698
prarregional, como el comercio europeo
con América, en un punto regional. Empleando fuentes de los Archivos Cienerales de Indias y de Simancas es capaz
de hacer una evaluación de la participación del producto español en este comercio. Puede ser también de interés un
anexo con la lista exhaustiva de los viajes de los barcos habilitados en Santander en el período en cuestión, con el valor de mercancías que transportaban.
El bloque sobre instituciones bancarias se abre con un ensayo de Manuel González Portilla y Manuel Montero sobre la creación e inicios del
Banco de Bilbao. En un ya habitual itinerario comentado a través de los
acontecimientos y circunstancias de la
época, surge la pregunta central: ¿por
qué sobrevivió el Banco de Bilbao tras
los azarosos años que le tocó vivir en su
primera etapa (1857- 1876)? Las claves
de su supervivencia se recogen, para
estos autores, en los estatutos del banco. El Banco de Bilbao se distinguía, y
así se plasma en sus estatutos, de otros
bancos por su austeridad a la hora de
repartir beneficios, su mesura en la
emisión de billetes, las garantías exigidas en las operaciones de descuentos y
las garantías que fijaba para sus préstamos. Aparte de este punto, el ensayo
establece el vínculo entre la creación
del Banco de Bilbao y la financiación
del Ferrocarril Bilbao-Tudela y en alguna medida con la siderurgia moderna de Vizcaya. El segundo trabajo, de
Monserrat Gárate Ojanguren, analiza
las instituciones financieras en Gui-
RECENSIONES
púzcoa en el primer tercio de nuestro
siglo. El trabajo se divide en tres partes.
Tras establecer las pautas de la coyuntura bancaria española entre 1898 y
1920, repasa en orden cronológico el
establecimiento de sucursales francesas y la fundación de bancos extranjeros en estas dos décadas. El repaso incluye información sobre las fechas de
constitución, descripción estatutaria
de la actividad de los bancos o sucursales, listas de fundadores y datos sobre
capital nominal y desembolsado. A
continuación, amplía la cronología de
los nuevos establecimientos de 1920 a
1930, en la que domina la creación de
entidades de capital nacional. Termina
el ensayo con un estudio más detallado
de tres entidades bancarias guipuzcoanas; el Banco Guipuzcoano, el Banco
de San Sebastián y el Banco de Tolosa.
Quizá sea esta parte la más interesante.
Incluye la evolución de algunas magnitudes y ratios habituales en el análisis
de balances, rentabilidad y gestión de
entidades financieras. Cabe esperar
que este artículo sea el adelanto de un
trabajo en curso, pues conecta dentro
de la historia empresarial con una de
las áreas de investigación más actuales
y prometedoras. Cerrando esta segunda sección sobre instituciones bancarias, Pedro M." Velarde Revilla y Fermín Allende Portillo presentan unos
apuntes sobre la crisis bancaria de
1925 en Bilbao. Inspiran su trabajo en
memorias comerciales y bancarias, recortes de periódicos y literatura secundaria disponible. Su estudio resume
brevemente la aparición de los principales actores de la plaza de Bilbao
para, acto seguido, centrar su análisis
en la actuación individual de los bancos, uno a uno, en los años en torno a la
crisis. El trabajo presenta las áreas de
inversión, las estrategias de expansión,
los fondos de reservas, el capital nominal y desembolsado y los beneficios de
los bancos supervivientes (Bancos de
Bilbao, de Vizcaya y Urquijo Vascongada) y de aquellos que desaparecieron
(Crédito de la Unión Minera, Banco
Vasco y Banco Agrícola Comercial). El
uso de fuentes externas logra recomponer la secuencia de sucesos pero no esclarece el origen de la quiebra del Crédito de la Unión Minera, ni la
propagación del pánico, ni el resultado
del «crac»; quizá sean estas las cuestiones a responder. La prudencia de las
entidades a la hora de repartir beneficios es una variable entre muchas otras
en un juego bien complejo; no conviene caer en un razonamiento simplificador de tipo post hoc, ergopropler hoc. Un
análisis siguiendo las líneas de la nueva
organización industrial podría aportar
mucho para entender con más profundidad estas cuestiones.
El tercer bloque se compone de seis
trabajos. El primero de ellos, de Josean
Garrués Irurzun, estudia la influencia
que Hidroeléctrica Ibérica tuvo en la formación del mercado eléctrico vasconavarro. Describe la creación de la empresa y su estrategia de expansión
como productor y distribuidor hasta la
fundación de Saltos del Duero. En la se699
RECF.NSlüNF.S
gunda parte fundamenta cómo la aparición de Saltos del Duero, uno de los
mayores productores de energía en España, exigió nuevas estrategias, la de la
expansión como distribuidor, sus convenios y finalmente su fusión con Saltos
del Duero. Contiene descripciones muy
ilustrativas de las estrategias de captación de mercado. Es, en definitiva, un
adelanto esperanzador de su tesis doctoral en curso. El siguiente trabajo, de
María Angeles Torné Hierro, analiza el
desarrollo de las empresas de transporte mecánico por carretera en Vizcaya
entre 1920 y 1949. Recogiendo estadísticas de empresas organizadas como sociedades en las publicaciones oficiales
de organismos regionales y circulares,
anuarios, catálogos, o sea, de fuentes
secundarias, proporciona una muestra
parcial de la industria y de su evolución en Vizcaya. Esta muestra limitada
se complementa con las normativas legales relevantes, enmarcado en un análisis dividido en etapas. El estudio
muestra una gran labor recopilatoria
pero ofrece unos resultados poco trascendentes. A continuación, Elena Legorburu Faus presenta un ensayo sobre
el nacimiento de la Liga Guipuzcoana
de Productores, sesgado en revender la
conmovedora figura del buen patrono
de los valles de Guipúzcoa, mito creado en su momento por la propia Liga.
La autora recoge y analiza los orígenes
de esta comunidad de intereses en la
segunda y tercera décadas del siglo xx.
La Liga nace, segiín Legorburu, para la
reversión del puerto de Pasajes al Esta700
do, la renovación del IV Concierto
Económico y para establecer una representación dentro del cooperativismo primorriverista. Dejando a un lado
los aspectos nostálgicos, contiene material interesante para los estudiosos
de biJsqueda de rentas y grupos de presión. Después se da uno de los pocos
momentos del libro en el que se superponen parcialmente dos temas y períodos: Eduardo Alonso Olea expone un
estudio sobre los Conciertos Económicos y la fiscalidad privilegiada en Vizcaya entre 1878 y 1937. La hipótesis
central de Alonso Olea es que los importantes beneficios de las sociedades
vizcaínas no se derivaron sólo de las
coyunturas económicas favorables, sino, además, de los privilegios fiscales
de los que gozaban estas sociedades
gracias a los Conciertos. Aporta una
descripción de lo que fue y pudo haber
sido y alguna comparación cuantitativa. El trabajo ofrece una buena lectura
a los seguidores de la Ría, que llegó a
valer millones. Casi cerrando el bloque, Javier Moreno Lázaro ilustra, en
una versión particular, la saga de los
López Dóriga, una familia muy ligada a
la historia comercial, industrial y financiera de Santander, en un estudio nada
menos que de 1770 a 1914. El principal fallo de este trabajo viene indicado
por el propio autor: se basa únicamente en los fondos públicos de naturaleza
registral y notarial, sin consultar la documentación en manos de la familia.
Dada la envergadura del tema, la relación de los agentes familiares entre sí
RF.CKNSIONF.S
llega en varios momentos a ser muy enredada. Más allá de sus limitaciones, su
trabajo indica algunas de las posibles
claves de la supervivencia de los López
Dóriga. El penúltimo trabajo, de Manuel González Portilla, examina cómo
la desestabilización económica iniciada con la Primera Guerra Mundial
afecta a Altos Hornos de Vizcaya. Este
artículo, un adelanto a la segunda parte
de su anterior libro sobre la siderurgia
vizcaína, LM Siderurgia Vasca, (18801901), sigue con el compromiso de una
historia de carácter narrativa y divulgativa, contraído por Manu Montero y él
en sus más recientes publicaciones. Se
presenta aquí un ensayo cuya línea argumental es, para los estudiosos de
otros temas, algo engorrosa de seguir.
El tema del ensayo, ciertamente relevante, es el impacto de la coyuntura
económica del primer tercio del siglo
XX sobre Altos Hornos de Vizcaya, que
en este período era la empresa dominante del sector siderúrgico español.
Es en estos años donde se encuentran,
para González Portilla, las claves del
declive tecnológico y de la obsolescencia de las instalaciones de una empresa
que en sus inicios fue la empresa vanguardia en tecnología punta de la industria de España. El trabajo es un entramado de acontecimientos exógenos
y decisiones propias que afectaron a la
empresa y a su porvenir. Metodológicamente recuerda mucho a su primer
libro así contiene gran variedad de
datos, entre ellos de inversión, renovación, productividades de factores, pro-
ducciones, beneficios, costes, ventas,
con ratios, índices y más. En esta fase
de presentación, las preguntas y sus
contestaciones quedan todavía bastante abiertas al criterio del lector.
La única ponencia incluida en el
último bloque es un trabajo de Consuelo Soldevilla Oria. La ponencia
trata sobre las remesas montañesas
distribuidas por la casa comercial Noriega y Rodrigo en el primer tercio de
este siglo. Es una aportación interesante, ya que complementa las tendencias o regularidades observadas
en los datos del archivo privado de la
casa comercial con entrevistas incluidas en su anterior libro Cantabria y
América. Este trabajo sobre remesas
aporta una pieza en un rompecabezas
que difícilmente se recompondrá, el
del papel de las remesas y repatriaciones en la economía española desde la
Guerra de Cuba.
Para cerrar, algunas líneas sobre la
presentación del libro. Muestra una
cuidadosa preparación en lo referente
a la homogeneidad de tablas y gráficos.
El individualismo de cada autor destaca en los demás aspectos que habitualmente se suelen someter a una disciplina editorial: citas, notas, bibliografía,
abreviaturas. Algunos trabajos tienen
tablas y gráficos incompletos. Son limitaciones que no afectan tanto en la lectura pero que son molestas por haberse
podido suprimir.
Stefan HOUPT
Universidad Carlos III
701
RECENSIONES
Daniel DIAZ FUENTES: Crisis y cambios estructurales en América Latina. Argentina, Brasil y México durante el período de enlreguerras, México, Fondo de Cultura Económica, 1994. Prólogo de Carlos Marichal, 426 pp., con cuadros y gráficos;
apéndice estadístico y de gráficos; índice general, de cuadros y gráficos y del
apéndice y bibliografía.
Tras una década de revisión historiográfica sobre la crisis de 1930 y su
vinculación con los problemas de crecimiento económico en América Latina, cualquier estudio nuevo sobre el
tema debe situarse en una posición crítica frente a la visión tradicional, pero
también frente a la revisión misma. A
pesar de la calidad de los trabajos realizados últimamente, lo que sabemos
acerca de la crisis y de las economías
latinoamericanas en el período de entreguerras plantea aún muchos interrogantes. El avance en los estudios macroeconómicos ha sido impresionante,
pero no se puede decir lo mismo de las
investigaciones microeconómicas, muy
escasas, aunque una de las conclusiones de los anteriores es la necesidad de
insistir en esos enfoques. Carecemos
también de buenos trabajos comparativos y se sabe poco del efecto de los factores endógenos en la depresión, Díaz
Fuentes resuelve con brillantez algunas de esas cuestiones. Se sitúa en una
posición crítica frente a toda la historiografía precedente y realiza una aportación sustancial al análisis de los casos
de Argentina, Brasil y México, individual y comparativamente.
El autor insiste en tres ideas. La primera confirma las conclusiones de trabajos anteriores acerca de que la crisis
702
de 1930 no supuso una ruptura en las
pautas de crecimiento a largo plazo,
como sugería la CEPAL, aunque matiza que la visión cepalina fue resultado
de la ausencia de estudios sobre el período previo a la recesión. La segunda
es un alegato a favor del análisis comparativo y contra las generalizaciones
que no tienen como base dicho análisis. La tercera, por desgracia, defrauda
esta última intención al retomar una tesis de Díaz Alejandro que clasifica a los
países latinoamericanos en activos y
pasivos de acuerdo con su actitud frente a la depresión, clasificación teóricamente errónea, pues parte del supuesto
no generalizable de que la aplicación
de políticas monetarias y fiscales, la
protección arancelaria y el fomento de
la industria sustitutiva de importaciones fue la única opción ante la crisis. Lo
que encontramos en algunos países calificados de pasivos, como Cuba, fue
una opción diferente. La isla se reinsertó en el orden mundial postcrisis con
pocas modificaciones en su estructura
económica y sin aplicar dichas políticas, pero no por ello mantuvo una actitud pasiva. Aunque esta opción tuvo
como condición necesaria una estructura económica distinta, la condición
suficiente fue que la mencionada reinserción permitió resolver los proble-
RECENSIONES
mas de crecimiento planteados en el
período de entreguerras y los conflictos sociales generados por esos problemas.
La primera parte del libro estudia
los antecedentes de la crisis y su efecto
sobre la producción y el comercio de
Argentina, Brasil y México. De acuerdo con la crítica que le hacíamos anteriormente, el autor señala que la Primera Guerra Mundial dejó secuelas
que impidieron restaurar el orden económico precedente, a pesar de que los
tres países intentaron volver a un sistema dentro del cual se formaron como
naciones. La guerra provocó una contracción de los flujos monetario y comercial, el abandono del patrón oro y
de los presupuestos equilibrados, inflación y medidas de intervención estatal
en la economía. También impulsó un
proceso de industrialización sustitutiva de importaciones, aunque frenado
por las dificultades para importar insumes y bienes de capital que necesitaba
la industria. Tras el armisticio, la exportación de materias primas experimentó
una crisis debido al ajuste de la oferta,
a la que su unieron el problema del
traslado del centro económico mundial de Gran Bretaña a los EE.UU. y,
más tarde, los desequilibrios financieros causados por el aumento de los tipos de interés de la Reserva Federal en
1928.
Pese a los antecedentes, Díaz Fuentes cree que la crisis no se previo. Fue
un fenómeno importado, transmitido
por cuatro mecanismos: la contracción
del flujo comercial y de capital, el deterioro de los términos de intercambio y
la deflación, agravada por la deuda
acumulada en años precedentes. A pesar de la gravedad del shock externo, la
depresión fue menor que en los países
desarrollados y su intensidad no dependió del crecimiento económico anterior. Estas conclusiones, si bien son
ciertas, deben ser matizadas por el
efecto de los factores endógenos y la
relación entre recesión y estructura
económica, aspectos que el autor omite. Así, en el primer caso, señala que dichos factores agravaron o mitigaron la
crisis, pero no se detiene a analizar la
importancia que tuvo la coincidencia
de dos ciclos depresivos, el de la economía mundial y el de la producción
primario-exportadora, particularmente grave en Argentina. En el segundo,
sus propios datos indican que una mayor dependencia de las exportaciones,
de un numero relativamente pequeño
de artículos exportables y de un solo
mercado, estuvo altamente correlacionada con el impacto de la recesión.
México fue el más afectado de los tres
países estudiados y su economía dependía más de la minería y de los intercambios con los EE.UU.
La evolución de la estructura sectorial del PIB y de la población activa
destaca el efecto diferente de la crisis
sobre Argentina, Brasil y México. Argentina fue el que más creció durante
los años veinte, México el que menos.
El crecimiento brasileño fue más uniforme sectorialmente hablando. En los
70)
RF.rLNSIONFS
Otros dos países ia industria experimentó un desarrollo mayor que la agricultura y la minería, aunque fue el rubro más dinámico en los tres. La
producción no comercializable, manufacturera y minera fue la más afectada
por la depresión y la agricultura impulsó la recuperación en Brasil y México y
deprimió levemente la economía argentina. Esas conclusiones refutan la
tesis cepalina acerca de que 1930 supuso el fin del ciclo de crecimiento impulsado por las exportaciones y su sustitución por otro caracterizado por la
industrialización sustitutiva de importaciones. En los tres casos analizados,
los factores de continuidad predominaron sobre los de ruptura. La industria era el sector más dinámico de la
economía antes y después de la crisis.
Díaz Fuentes cree, incluso, que ésta retrasó el cambio estructural, aunque esa
afirmación se debe a una confusión
metodológica, pues la crisis tuvo un
efecto desfavorable a corto plazo sobre
la industria, pero a medio y largo plazo
aceleró los cambios que favorecieron
un desarrollo manufacturero mayor.
La preeminencia de los elementos de
continuidad se manifestó también en
la productividad: la industria experimentó mejoras en la relación producto; trabajo empero, ese cociente no dejó de ser elevado en las actividades
relacionadas con el sector externo.
Aunque hay diferencias entre los artículos, los precios de las exportaciones fluctuaron en los años veinte. La
depresión se superpuso a esa inestabili704
dad y, por tanto, no fue un punto de inflexión en una tendencia de crecimiento. Durante los años treinta, finalmente, se observó un deterioro de los
términos de intercambio y una brusca
reducción del valor y del volumen de
exportación. Ahora bien, esto se acompañó de una caída de las importaciones mayor que la disminución de la capacidad de compra de los países
debido al mencionado proceso de sustitución de importaciones.
La segunda y tercera parte del libro
examinan las políticas económicas y
fiscales. Son la gran aportación de la
obra y en ellas despliega el autor toda
su capacidad analítica. De hecho, la
primera parte de la obra es un preámbulo dedicado a contextualizar y a despejar el objeto de estudio. Díaz Fuentes
señala: «una vez establecida la relación
entre comercio exterior y actividad interna, quedará claro el efecto residual,
inducido en parte por las políticas económicas». La recuperación de la crisis
dependió del comercio exterior y de
esas políticas; por tanto, estuvo determinada por la dimensión del sector público y por los instrumentos fiscales y
monetarios disponibles. Tras el abandono del patrón oro a principios de
los años treinta, debido al drenaje de
divisas que provocó el aumento de los
tipos de interés de la Reserva Federal
en 1928, Argentina, Brasil y México
aplicaron devaluaciones, controles de
cambios y medidas arancelarias y suspendieron el pago de la deuda externa
(excepto México, que había declarado
RECENSIONES
con anterioridad una moratoria). Aunque dichas medidas mejoraron los precios relativos internos frente a los externos, favoreciendo la sustitución de
importaciones, no se puede decir que
ese resultado fuese deliberado. Esto y
el hecho indiscutible de que las políticas económicas de los tres países fueron activas frente a la depresión son los
principales elementos de coincidencia.
Como en casos anteriores, no obstante,
hubo también diferencias. México se
resistió a aplicar controles de cambios,
al contrario que Argentina, que, a pesar
de ello, mantuvo el servicio de su deuda. Argentina tampoco optó por una
política monetaria expansiva para financiar el déficit con recurso a la inflación, lo que sí hizo Brasil. Otra cuestión interesante que señala el autor es
que la ortodoxia financiera no fue lo
común después de 1930, pero tampoco hubo una intención deliberada por
mantener desequilibrios presupuestarios, los cuales, además, habían sido
normales en los años veinte, evidencia
que permite hablar de nuevo de continuidad más que de keynesianismo antes de Keynes.
Es en las estructuras tributarias,
muy dependientes del comercio exterior, donde hay más similitudes entre
los tres países analizados. Esa dependencia implicó que durante los años
veinte las recaudaciones creciesen menos que el PIB y para paliar el déficit
hubo que establecer impuestos sobre
la renta y sobre el consumo de varios
artículos. Esto permite afirmar a Díaz
Fuentes que la crisis de 1930 (yo diría
más bien los cambios en las economías durante el período de entreguerras) provocó modificaciones en las estructuras impositivas. Partiendo de
dichas conclusiones, el autor aplica el
modelo ideado por Hinrichs, quien
defiende la existencia de tres fases en
la relación entre estas últimas y el comercio exterior. En la primera, los ingresos del sector externo crecen más
que el PIB y el gasto aumenta con independencia del incremento de la
renta. Esta etapa desemboca en un período de transición al que sigue una
fase de cambio estructural, en la cual
las recaudaciones procedentes del comercio crecen menos que el PIB, y el
incremento del gasto depende de la
posibilidad de obtener ingresos de la
actividad interna y de recursos extratributarios. Con esos presupuestos es
posible elaborar un modelo econométrico para medir la incidencia fiscal en
el crecimiento económico. El resultado es que mientras la importancia de
los impuestos sobre el sector externo
tendió a disminuir en los países en desarrollo, la elasticidad impositiva fue
menor que en los desarrollados. Dicha
diferencia planteó problemas de insuficiencia impositiva, particularmente
en momentos de transición como el
período de entreguerras, en el que
aquellos primeros siguieron pautas de
gasto similares a las de estos últimos,
generando así desequilibrios presupuestarios.
Díaz Fuentes aplica el modelo de
705
KK(:KNSI()M:S
Hinrichs a los tres países estudiados y
demuestra que una mayor elasticidad
renta de! gasto que de los recursos fiscales explica los déficit en períodos de
transición. Dice, asimismo, que el gasto
creció en Argentina y México y se mantuvo estable en Brasil. No obstante, los
déficit fueron constantes en el primero
y en el liltimo, no así en el segundo. En
Argentina, el PIB y los ingresos aumentaron menos que el gasto y el efecto
agregado de estos dos últimos fue procíclico, debido a que los recursos fiscales se emplearon para pagar la deuda,
en detrimento de la inversión en capital físico. Todo lo contrario sucedió en
Brasil: la expansión del gasto fue menor que la del PIB y hubo una tendencia a reducir el déficit. Aunque con
más moderación que en Argentina, el
gasto mexicano creció también más
que la renta y los ingresos, generando
leves déficit y siguiendo una tendencia
procíclica, pues el incremento de la inversión pública fue mayor que en los
otros dos países, pero partía de niveles
mucho más bajos.
Como conclusión final, Díaz Fuentes
señala que la lección principal que se deduce de comparar las economías mexicana, argentina y brasileña en el período
de entreguerras es que cada país tuvo
que enfrentarse a problemas inherentes
a su propio desarrollo (él analiza únicamente los problemas económicos, pero
habría que añadir también los sociales,
cuya incidencia en la aplicación de las
políticas ha sido poco analizada), que la
heterodoxia de las medidas implementadas no fue totalmente excepcional respecto del pasado, ni respondió a las pautas marcadas por tal o cual economista o
escuela de pensamiento económico, a
pesar de que algunos de los resultados
de esas combinaciones específicas fueron comunes a los tres y permiten ciertas
generalizaciones.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
I. U. Ortega y Gasset
María de Lourdes MIRÓ LIASJO: Sociedades mercantiles de Huelva, 1886-1936, Huelva, Diputación Provincial de Huelva, 1994, 170 pp.
Desde que hace más de veinte años
el profesor Jiménez Araya planteara
como valioso material de estudio de
nuestra historia económica los registros de las sociedades mercantiles, se
ha avanzado extraordinariamente en la
investigación, en términos generales,
de lo que dio de sí el proceso industrializador español de finales del siglo pa706
sado y primer tercio del presente. Tal
es así que aún hoy éste sigue constituyendo uno de los grandes debates historiográficos, siencío cada vez más
cuantioso el número de aportaciones
en uno u otro sentido. Ahora bien, en
muchas ocasiones los historiadores nos
hemos dejado embaucar por las grandes teorías y las generalizaciones, olvi-
RECENSlüNF.S
dándonos de los matices y peculiaridades regionales o locales. Actualmente
parece que sucede lo contrario, que,
por razones de todos conocidas y que
no es preciso especificar, la historia
local es la que prima y goza de mayores
ayudas. Partidarios de este tipo de trabajos, creemos que pueden contribuir
muy positivamente a introducir nuevos elementos de análisis y a enriquecer notablemente el debate, siempre,
claro está, que no se caiga en el mero
localismo, como a veces también está
sucediendo. Es, pues, bajo esta perspectiva como debemos entender este
libro. Lourdes Miró no sólo apuesta
por la historia local como un instrumento válido para hacer buena historia
total, sino que además centra su investigación en uno de los materiales más
ricos con los que contamos para acercarnos a la realidad económica de la
España intersecular, escogiendo en su
caso la ciudad de Huelva.
Sin embargo, con ser ésta una fuente
de extraordinaria validez, tiene razón
la autora cuando en las conclusiones
expone su pesar por no haber podido
establecer comparaciones con otros
casos similares, sin duda por falta de
estudios. Qué duda cabe que los casos
de Barcelona, Madrid, Asturias o Vizcaya poco tienen que ver con su objeto
de estudio. Nos choca, por consiguiente, la falta de trabajos de este tipo para
otras ciudades o provincias, los cuales
contribuyan, como se ha dicho, a iluminar no sólo el mismo debate sino
también la propia historia de España.
En este sentido, desde el primer momento, hay un deseo de la autora por
insertar la realidad onubense en un
marco más amplio, el español, tratando
de superar cualquier estadio de tipo localista.
Teniendo en cuenta todo lo dicho
hasta ahora, debemos indicar que el libro se articula en tres capítulos, además de un prólogo del profesor Alfonso Braojos, una introducción de la
misma Miró Liaño y un apartado bibliográfico. Respondiendo al objetivo
de «realizar un estudio de la evolución
de los negocios en Huelva, a partir del
análisis de las Sociedades Mercantiles
constituidas durante este período de
50 años», la autora dedica el primer capítulo, tan breve como conciso, a las
características de estas sociedades objeto de su estudio (colectivas, comanditarias, anónimas y limitadas). A continuación, en el segundo capítulo, lleva a
cabo un exhaustivo análisis cuantitativo de dichas sociedades, insistiendo en
su naturaleza y tipología mediante el
examen de aspectos tales como sus formas jurídicas, capitales, objeto, duración-disolución o estudio de los socios.
Apoyándose en numerosos gráficos y
cuadros nos da una valiosísima información al respecto, sistematizada de
tal forma que pueda ser comparada
con otras investigaciones de características semejantes.
A partir de esta definición de las
mismas, Lourdes Miró aborda en el
tercer capítulo la relación existente entre estas sociedades mercantiles v la co707
RECENSIONES
yuntura económica nacional, llevando
a cabo una triple periodización, a saber:
la Restauración del siglo xix, la crisis
de la Restauración y los años correspondientes a la Dictadura y a la República. Sin perder nunca el referente del
comportamiento de la economía española en general, aunque en nuestra opinión debería insistir un poco más en
ello, observa cómo Huelva, una ciudad
plenamente agrícola todavía en el último cuarto del siglo pasado, vive una
etapa de cierta estabilidad económica
durante estos años que posibilita algunas iniciativas empresariales de muy
escasa enjundia, las cuales, como resulta evidente, no van a borrar la imagen
de centro preindustrial que aún conserva. Las cosas cambian en la etapa siguiente, ya que, como el resto del país,
Huelva también se beneficia de la coyuntura generada por la guerra europea, aumentando considerablemente
el número de sociedades mercantiles.
Aunque la crisis vuelve a ser manifiesta
durante los años veinte v treinta, si
bien, para esas fechas, las compañías
son ya de mayor envergadura económica, presentan más solidez y no están
tan a la expectativa de los negocios rápidos y especulativos de los años diez.
En definitiva, un estudio hecho con
una metodología y un rigor tales que
supone un buen ejemplo a seguir para
otros trabajos de la misma índole. El
acercamiento a la realidad económica
de Huelva durante estos cincuenta
años mediante el estudio sistemático
de las sociedades mercantiles nos parece realmente válido y, en cierto modo,
novedoso. En sí constituye una magnífica base para seguir indagando en ios
cambios económicos que tuvieron lugar en esta ciudad durante este largo ciclo. Así pues, creemos que una mayor
profundización en este terreno ha de
contribuir muy positivamente a aumentar una percepción de por sí sumamente valiosa.
Carlos LARRINAGA RODRÍGUEZ
Universidad de Deusto
W. Peter WARD: Birth Weight and Economic Growth. Women's Living Standards in
the Industrializing West, Chicago and London, University Chicago Press, 1993,
XV + 218 pp., incluye referencias bibliográficas e índice.
En los recientes estudios sobre el nivel de vida viene siendo frecuente el
uso de indicadores antropométricos, al
punto de ser una referencia casi obligada entre los historiadores económicos.
Si la estatura ha recibido una mayor
acogida que el peso, como instrumento
708
de análisis, ha sido, sin embargo, por la
abundancia y calidad de la información de la primera. Pero cuando las
fuentes ofrecen la posibilidad de recoger series sobre el peso al nacimiento,
como ha sido en el caso del libro de
Ward, la oportunidad no hay que desa-
KECF.NSIONES
provecharla. Hospitales, hospicios y
casas de maternidad puede que dispongan de materiales suficientes para
indagar en aspectos como la nutrición
y la salud de las madres y los niños, e
indirectamente sobre las relaciones
que se establecen entre desarrollo económico y nivel de vida.
El libro examina los cambios en el
tamaño de los recién nacidos en diversas ciudades europeas y americanas entre mediados del siglo xix y los años de
la gran depresión de la década de 1930:
Boston, Dublín, Edimburgo, Montreal
y Viena. De las dos últimas ciudades,
Peter Ward y Patricia Ward habían publicado parte de los resultados (Amencan Histortcal Review, 1984; Aunáis oj
Human Biology\ 1987; Journal of Intcrdiscipltnary History, 1988). Ahora el
conjunto publicado constituye un sólido estudio comparativo sobre la nutrición de las mujeres trabajadoras durante un período en el que algunas de
las ciudades experimentaron un fuerte
crecimiento económico mientras que
otras se estancaron (caso de Dublín).
Pocas fuentes, como el peso y el tamaño de los recién nacidos, se muestran
tan ricas y ofrecen un fresco tan completo acerca del estado nutricional y la
salud de las madres pobres y trabajadoras, sabiendo que la información cuantitativa acerca del nivel de vida escasea
—en ausencia, también, de indicadores estadísticos comunes de desarrollo
económico para dichas ciudades— y
se muestra a menudo tan tosca, como
es el caso de los salarios reales. Resulta
alentador, no obstante, que los resultados de una regresión —realizados sólo
para Dublín— muestren una influencia positiva y significativa de los salarios reales sobre el peso medio de los
nacidos (pp. 78-79).
Las conclusiones del trabajo de
Ward son bastante consistentes, dada
la muestra analizada, y revelan fuertes
diferencias en el nivel de vida de las
mujeres a lo largo del tiempo, acorde
con la modalidad del crecimiento económico y de la población urbana. Si
algo en comiin tienen las ciudades estudiadas es que todas ellas experimentaron cambios económicos estructurales que tuvieron fuertes implicaciones
en la mujer, destacando su elevada participación en el mercado de trabajo.
Especialmente importante era la actividad en las industrias textiles y del vestir, así como en el servicio doméstico,
en las décadas centrales del siglo xix;
pero mientras la primera se redujo con
el paso del tiempo en casi todas ellas,
las labores en el sector servicios siguieron creciendo. Tanto en Dublín como
en Edimburgo, en donde las oportunidades económicas de la mujer se contrajeron gradualmente, el peso medio
al nacimiento tendió a ser más bajo
cuando la población y el crecimiento
económico de las respectivas ciudades
se estancó, cosa que ocurrió a finales
del siglo XIX en la capital irlandesa y a
comienzos del siglo XX en la escocesa.
La experiencia de Montreal se muestra
parecida. Aunque la población de la
ciudad creció rápidamente durante el
709
RECENSIONES
Último tercio del siglo xix, el crecimiento urbano permaneció no obstante prisionero por la disponibilidad de
un mercado limitado para bienes y servicios. Aquí también la proporción de
la mujer en la fuerza de trabajo declinó
en el tiempo y el peso medio de los
niños recién nacidos bajó considerablemente en las dos últimas décadas del
siglo XIX. Pero el cambio estructural en
las economías urbanas de las ciudades
observadas no provocó resultados semejantes. En Boston y Viena, dos ciudades prósperas, el carácter desarrollado
de su organización económica permitió un impacto pequeño en el tamaño
de los recién nacidos. El rápido crecimiento y la expansión de las oportunidades de trabajo para la mujer apenas
se dejó sentir significativamente en el
peso medio de los niños y este hecho
nos revela una conclusión obvia: por sí
mismo, el crecimiento industrial no parece tener efectos positivos sobre el peso de los nacidos y, en consecuencia,
tampoco sobre el bienestar de las mujeres pobres trabajadoras (p. 139). De la
tendencia de dicha medida antropométrica parece desprenderse que los
efectos de la industrialización no fueron tan benéficos en los niveles de vida
de las clases trabajadoras y que la riqueza debió distribuirse de manera desigual dentro de la sociedad urbana.
Naturalmente, como sostiene el autor,
hay que ser cauto, ya que el estado nutricional depende de otros muchos factores económicos y sociales. Las costumbres y los gustos en la dieta local, la
710
disponibilidad de terrenos ajardinados
y de huertos, el lugar de residencia y las
vivencias relativas en los barrios y las
relaciones de poder dentro de la familia pudieron mediatizar el poder adquisitivo y la alimentación y la nutrición
de la gente común.
Resulta de interés la relación de factores sociales y económicos que el autor señala en las variaciones observadas sobre el tamaño de los recién
nacidos en las diferentes ciudades. La
influencia ocupacional resulta severa
en muchos casos. Entre las domésticas
y las mujeres que trabajaban en ocupaciones relacionadas con la alimentación, era frecuente encontrar bebés
más pesados, con peso semejante a los
niños de las esposas de profesionales y
empleados directivos, así estudiados en
Edimburgo y Viena. Además, los niños
de las mujeres vienesas en estas mismas categorías ocupacionales eran más
largos que otros. En general, eran más
grandes los niños de familias con más
renta y las empleadas en el servicio de
hogares y en la manipulación de alimentos. El hecho de que el tamaño al
nacimiento fuera más sensible a las diferencias ocupacionales en Edimburgo
y Viena que en Boston y Dublín es
también revelador. En las primeras ciudades, las fuertes diferencias ocupacionales y de renta mantenían notables contrastes en el tamaño de los nacidos. En
cambio, las ciudades americanas parecen haber disfrutado de unos niveles
nutricionales más favorables a todos
los grupos sociales, y el nivel general de
RECENSIONES
bienestar de las clases trabajadoras era
lo bastante alto como para eliminar las
marcadas diferencias entre la población trabajadora.
El lugar de residencia era otro de los
factores que reflejaba diferentes grados sociales. Dublín ofrece una ciara
evidencia de la asociación entre el modelo de residencia y el tamaño del recién nacido. Así, la mujer que vivía en
los distritos centrales más pobres de la
ciudad tenía hijos más pequeños y delgados que las que vivían en los alrededores más prósperos. El rol del modelo
residencial también se encuentra en
Boston, aunque, en este caso, las diferencias sociales estaban asociadas con
la localización de cada clínica y las
áreas de la ciudad ocupadas por sus
respectivas clientelas. En determinadas circunstancias, el estado matrimonial tenía efectos independientes sobre
el peso de los nacidos, que se explica
por la seguridad económica que disfrutaba la mujer casada.
Entre los factores económicos generales destaca la estacionalidad en el peso al nacimiento, así como las fluctuaciones a largo plazo asociadas a los
ciclos de negocios o económicos. El
peso y la longitud de los nacidos variaba según la estación en las tres ciudades europeas analizadas, mientras que
apenas se percibían cambios estacionales significativos en las ciudades americanas. Las fluctuaciones de las primeras
parecen asociarse con las diferencias
estacionales en la abundancia de alimentos como en los costes relativos del
precio de los alimentos y del resto del
presupuesto doméstico. Los meses de
invierno eran los más duros del año y
ello se refleja en la disminución del tamaño y el peso de los niños nacidos.
Igualmente ocurre con los ciclos económicos, cuya influencia sobre el recién nacido era notable, declinando su
peso en tiempos de recesión y de estancamiento económico y aumentándolo
en períodos de rápida expansión económica. La ausencia de un modelo cíclico en las ciudades americanas es
consistente con la información que revela una menor diferenciación social
en el tamaño medio del peso al nacimiento entre las mujeres pobres.
Los efectos institucionales también
estaban asociados con las variaciones
en el crecimiento fetal. En casi todas
las ciudades se ha documentado un
mayor peso y tamaño de los nacidos a
medida que la hospitalización de la
mujer previa al parto se prolongaba
durante algunas semanas, a diferencia
de las que ingresaban justo en el momento de dar a luz. La duración de la
asistencia institucional previa al nacimiento era particularmente significativa, ya que mientras la tasa de ganancia
de peso fetal era más grande en el último tercio del embarazo, disminuía hacia el final de la gestación. Así, el feto
de una mujer hospitalizada durante
unos pocos días en su última fase de un
embarazo normal no tuvo por qué verse afectada por el ambiente institucional, en parte porque el período era demasiado corto y en parte porque la tasa
711
KhCENSIOK'LS
de crecimiento fetal en esa fase era
muy baja para dicho tiempo. Sólo la
asistencia hospitalaria durante estancias largas, y en particular por más de
tres semanas, permitía que la influencia institucional se viera reflejada en el
aumento del peso y tamaño del recién
nacido (Tabla 7.3, p. 120).
La contribución de la nutrición maternal en el crecimiento y tamaño de
los fetos es bastante clara y se revela
como el factor más determinante, como
ya dieran a entender los casos de los recién nacidos según la ocupación de la
madre. Un examen de las dietas revela
fuertes constrastes entre las ciudades
europeas y americanas. Pese a sus muchas diferencias culturales, hay bastante similitud entre la dieta de las clases
trabajadoras de dichas ciudades; así, en
Norteamérica el consumo de carne,
frutas y vegetales era mayor que el de
las ciudades europeas, que consumían
básicamente pan, patatas, leche, margarina y azúcar, complementada con cerveza en Viena y té en Dublín y Edimburgo. En las ciudades europeas, los
datos ponen de manifiesto que los valores energéticos de las dietas eran inadecuados para las familias de las clases
trabajadoras. Las dietas básicamente se
componían de carbohidratos abundantes pero eran escasas en vitaminas y
proteínas, necesarias para el crecimiento fetal. Asimismo, la dieta basada en la
carne consumida en Boston era más rica en grasas y proteínas, y también en
carbohidratos (pp. 96-97), lo cual posibilitó unos cuerpos más rollizos y sanos
712
que los de los europeos. Tal información es consistente con la de los recientes estudios apoyados en la talla de los
norteamericanos, que muestran una
media de estatura más elevada que la
de los europeos, en consonancia con
una mejor nutrición basada en diferentes modelos de dieta alimenticia.
Ward encuentra también una fuerte
asociación entre el bajo peso al nacimiento y un mayor riesgo de mortalidad de acuerdo con resultados de investigaciones basadas en datos más
recientes. Situaciones crónicas de malnutrición provocaron efectos significativos en el tamaño y peso de los niños
recién nacidos, del mismo modo que
documenta los efectos positivos de una
prolongada hospitalización y asistencia
nutricional de la madre en el crecimiento fetal. Sin embargo, no advierte
influencia significativa entre enfermedades ambientales y peso al nacimiento; así lo pone de manifiesto examinando las relaciones entre las tendencias
de la tasa de mortalidad por tuberculosis entre las mujeres en edades comprendidas de quince a cincuenta y cuatro años y la media anual del peso de
los nacidos en Edimburgo (período de
1861-1910, p. 49), Viena (período de
1891-1914, p. 67), Boston (1880-1900,
p. 97) y Montreal (en este caso, la regresión se ha realizado con la tasa anual de
mortalidad por tuberculosis para el
conjunto de la ciudad, 1876-1905,
p. 109). Resulta llamativo, además, que
las generaciones de niños nacidos dublineses durante la Gran Hambruna
RFXF.NSIONES
(1846-1850) no diferían en tamaño de
los nacidos antes y después de la catástrofe alimentaria. En cambio, es particularmente revelador el efecto que
ocasionó en Viena la crisis económica
entre 1915 y 1922, que mostró una caída significativa en el peso de los recién
nacidos, lo cual pone de manifiesto la
importancia que tuvo el colapso de la
economía austríaca, la hiperinflación y
la desintegración del imperio en el
conjunto de las instituciones asistenciales y en el bienestar de las clases trabajadoras.
Creo que el libro de Peter Ward
abre nuevas perspectivas en el contex-
to de los estudios sobre el nivel de vida
no ya de la mujer trabajadora, sino de
la población en su conjunto, al explorar las relaciones entre crecimiento
económico y nutrición mediante medidas antropométricas. El planteamiento
no sólo es útil para los historiadores
económicos, sino también para los estudios de historia social y de la medicina. Un libro, además, bien escrito y de
lectura ágil, recomendable, por tanto,
para un lector español que no esté demasiado familiarizado con estos temas.
José Miguel MARTÍNEZ CARRIÓN
Universidad de Murcia
Santiago ZAPATA BLANCO (ed.): La industria de una región no industrializada: Extremadura, 1750-1990, Cáceres, Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones, 1996, bibliografía.
Esta obra colectiva es el resultado
del proyecto de investigación «La industria extremeña desde el siglo xviii a
nuestros días», financiado por la Junta
de Extremadura, al que también se han
sumado las aportaciones de otros tres
especialistas. Diecisiete trabajos, además del capitulo sobre las fuentes utilizadas, integran esta obra necesariamente compleja tanto por el largo arco
temporal escogido como por el alcance
del tema.
Entre los estudios con mayor perspectiva histórica, tres analizan la industria extremeña en general a lo largo de
determinados períodos: Aurora Pedraja (mediados del siglo xix-1930), Enri-
que Llopis (décadas de 1940 y de 1950)
y María Jesús Delgado (1978-1989).
Partiendo de una situación de raquitismo industrial, la contribución extremeña al producto industrial español
disminuyó desde mediados del siglo
XIX hasta 1930. En un ejercicio sólido,
Llopis muestra la ruptura de esta tendencia durante el primer franquismo
como resultado de estímulos básicamente exógenos a la economía extremeña (electrificación, Plan Badajoz...) y
de insuficiente entidad. Ello determinó que no se removieran algunos obstáculos básicos (comunicaciones, capital humano, demanda regional), que la
industria fabril continuase anclada a
713
KLCENSION'KS
los productos agrarios de la región y
que, en consecuencia, el desarrollo industrial fuese muy limitado. En el período 1978-1989, además del impacto
del desarrollo del sector energético en
el producto industrial total, las carencias de !a industria manufacturera se
tradujeron en un comportamiento negativo en relación a la industria española tanto en términos de productividad como de participación en el valor
añadido bruto.
Otros cuatro estudios se basan en
análisis sectoriales. Enrique Llopis se
ocupa del proceso de especialización
agraria y de desindustrialización del
sector textil en la etapa final del Antiguo Régimen y concluye, convincentemente, que hubo un problema de oferta,
ya que las oportunidades de crecimiento agrario no fueron aprovechadas por
dicha industria. Juan García Pérez prosigue minuciosamente el análisis del
declive textil hasta la década de 1940.
Sin embargo, su análisis se resiente del
uso de las erróneas estadísticas de
1879 y de algunos problemas conceptuales y metodológicos, especialmente
evidentes al tratar los factores del declive.
Javier Moreno Lázaro muestra de
manera diáfana la problemática de la
industria harinera extremeña de 1850
a 1975, centrada en un notable desajuste entre capacidad productiva y producción real, y el dilatado aplazamiento de su reorganización a causa de las
políticas económicas imperantes. Esta
industria se limitó al mercado de la re714
gión, el cual, al carecer de una desarrollada y diversificada industria consumidora de harinas, no pudo proporcionarle los efectos de arrastre y
las economías externas convenientes.
Francisco Zarandieta analiza la industria de alcoholes y destilados de 1845 a
1993 en un trabajo eminentemente
descriptivo. Merece señalarse la notable presencia de empresarios de otras
regiones en la fabricación de harinas y
de alcoholes, industrias transformadoras de bienes primarios de la región, lo
que debería constituir un motivo de reflexión sobre el factor empresarial en
Extremadura.
Más limitados en el tiempo, y de índole muy distinta, son dos de los estudios de José A. Pérez Rubio: la evolución de la fuerza de trabajo (1940-1975)
y las ideologías sobre el atraso de Extremadura a partir de la intervención del
Estado y de la especialización industrial
asignada a la región (1940-1980). De alcance parecido, aunque con reflexiones
más generales y propuestas políticas, es
el breve análisis de Martín Ramajo sobre las políticas industriales en la región
de 1975 a nuestros días. Estos dos liltimos trabajos critican el retraso e insuficiencia de la intervención del Estado y
sus presupuestos ideológicos.
Otras cinco aportaciones tienen un
enfoque radicalmente distinto, básicamente estático: la de Miguel A. Melón
(la industria a partir del Catastro de
Ensenada), las dos a cargo de Martín
Ramajo (relaciones de interdependencia de la industria extremeña a partir
KECLNSIONF.S
de las tablas input-output de 1978 y
competitividad de los sectores manufactureros en 1989), el de Manuel Palazuelos y José A. García Pérez (mentalidad
empresarial a fines de la década de
1980) y la de Georgina Cortés Sierra (localización actual de la industria). Esta
última, muy bien elaborada, y las dos de
Ramajo muestran la excesiva concentración de la industria fabril en el sector
agroalimentario. El tínico trabajo que
no se circunscribe al ámbito extremeño,
de carácter más genérico, es el de Rafael
Myro, dedicado a una reflexión sobre
las líneas y los instrumentos de una política industrial regional.
Por último, ha correspondido al animador del proyecto de investigación y
editor del libro, Santiago Zapata, el encaje de las piezas reseñadas mediante
una reflexión atinada sobre el éxito y el
fracaso de la economía extremeña en
los dos últimos siglos. En ella introduce
el determinante, parcialmente considerado en algunos de los trabajos reseñados, de un sector agrario hipertrofiado
y de baja productividad. La expansión
del producto en base a una agricultura
de rendimientos escasos —incluso después del Plan Badajoz— dio lugar a un
modelo de especialización agraria sin
industria. Esta «opción» ha sido determinada tanto por factores internos a la
región (hostilidad del medio natural,
estructura de la propiedad, estrechez
del mercado, debilidad de la banca regional y dotación del capital humano)
como externos (el desarrollo desigual
de las regiones inherente al capitalismo
y la tardía e ineficaz intervención del
Estado). La virtud de esta reflexión, incluidas sus mismas dudas, reside no
sólo en ofrecer un marco interpretativo
al empirismo predominante en una
obra de estas características, sino en
evidenciar la complejidad histórica de
las raíces del atraso económico de la
región. Ello pone de manifiesto tanto
los límites de la aplicación de determinadas teorías del desarrollo económico
al marco regional (aunque en algunos
casos las insuficiencias operativas se
derivan más de la teoría que de la idoneidad del marco de aplicación) como
las dificultades de llevar a cabo ciertas
recetas, aparentemente sencillas en el
papel, de política industrial.
Toda obra colectiva tiende a una
cierta desigualdad en las aportaciones
que la integran, y ésta difícilmente podía ser una excepción. Las diferencias
se dan incluso dentro de los bloques en
que hemos agrupado los trabajos, y ello
se debe no sólo a la inevitable heterogeneidad de los datos disponibles o de las
temáticas, sino también a la diversidad
de enfoques y de planteamientos conceptuales. El mismo hecho de abordar
un tema casi inédito explica un cierto
exceso de descripción y de prolijidad
en algunos trabajos. De ello también
adolece, sin que las escasas particularidades extremeñas lo justifiquen, el largo capítulo inicial dedicado a las fuentes. No obstante, esta obra ha sentado
una firme base para la comprensión del
atraso industrial de Extremadura. La
profundización de esta nueva temática
715
RtCKNSlONES
deberá pasar por ahondar y completar el
análisis temporal (los años del desarrollo
de 1960-1973 no tienen un tratamiento
equiparable a otros períodos) y sectorial
(la industria aceitera, por ejemplo), por
introducir el análisis comparativo con
otras regiones atrasadas del entorno europeo y, finalmente, por discutir y desarrollar el esquema interpretativo propuesto por Santiago Zapata.
Josep María
BENAUL BF.RKNGUER
Joaquín MELGAREIS MCJRENO: La intervención del Estado en la cuenca del Segura,
1926-19H6, Alacant, Institut de C-ultura «Juan Gil-Albert», 1995, bibliografía.
El estudio de los usos de ese recurso
natural de primer orden que es el agua
parece exigir con especial énfasis un
enfoque institucional. En efecto, pocas
veces percibimos con tanta claridad la
intersección de factores tecnológicos,
problemas económicos, estructuras sociales y formas de poder político como
en la cuestión hidráulica. Así, si observamos históricamente el uso agrario
del agua, lo encontramos profundamente mediatizado por una serie de
instituciones y de normas escritas u
orales, sin las cuales el hecho técnico
individual de aplicar el riego a los cultivos resulta imposible de explicar.
Conocer los contornos y las convenciones dentro de los cuales tienen lugar
los procesos económicos se nos presenta, en este caso y en otros, como una
importante línea de investigación que
está dando a la historia económica una
mayor amplitud de miras. El libro que
comentamos aquí se sitiia en esta dirección.
anterior La política hidráulica primorriverista. La Confederación Sindical Hidrográfica de el Segura {Murcia, Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos, 1988).
En esta ocasión retoma aquel objeto
de estudio para ofrecer una visión a largo plazo del máximo organismo de regulación del agua desde que en 1926 se
legislara la creación de Confederaciones en todas las cuencas hidrográficas
españolas. Estos organismos constituían una buena muestra del «capitalismo corporativo» que bajo diversas manifestaciones se estaba abriendo paso
en todas partes, como el propio autor
resalta al destacar el carácter casi contemporáneo de iniciativas como la
Tennessee Valley Authority. El papel
del Estado como articulador de intereses distintos y en ocasiones contrapuestos, como eran, en este caso, los de
agricultores, empresas generadoras de
electricidad y otras empresas industriales, aparece en este libro como uno de
los motivos de fondo.
El autor es un buen conocedor de
los aspectos institucionales del regadío
murciano, como mostraba en su obra
Por lo que respecta a los contenidos
del libro, habría que destacar, fundamentalmente, dos aspectos: por una
716
RECENSIONES
parte, la evolución institucional de la
Confederación, a la que se dedica más
de la mitad del volumen; por otra, las
obras programadas y llevadas a cabo
por este organismo durante el prolongado período estudiado. En este segundo aspecto, el autor da cuenta de
los proyectos de embalses y conducciones de agua, muestra la distancia
que separaba en ocasiones el plan de la
realización práctica y señala, con acierto, la estrecha vinculación que las
obras de regadío tuvieron con las destinadas a defender el habitat humano de
las peligrosas avenidas del Segura; en
este terreno la actuación sobre la regulación hidrológica muestra las múltiples implicaciones que un enfoque lindante con la geografía económica
puede poner de manifiesto.
En lo concerniente a la primera de
las cuestiones, en la cual centraré mi
comentario, la trayectoria de la Confederación se nos aparece como una permanente deriva desde el carácter autónomo
que los documentos fundacionales establecían hacia una intervención del
Estado, de diverso signo según las épocas, que llegó a hacer de aquélla una
simple prolongación del Ministerio de
Obras Públicas. Esta tendencia fue
muy temprana, puesto que la figura del
delegado regio concentró, desde el primer momento, un notable poder que
incluía el veto a las decisiones de la
asamblea de representantes de los diversos intereses implicados. Se acentuó esta pérdida de autonomía con la
legislación republicana que incardina-
ba la política hidráulica con otros objetivos reformistas de política agraria. Sin
embargo, nada de ello fue comparable
a la burocratización y sometimiento al
Ministerio que impulsó el régimen
franquista y que prácticamente vació
de sentido el modelo de Confederación establecido en los años veinte.
Ello fue así tanto en lo que afectaba a la
organización espacial —la afirmación
de la provincia como ámbito de actuación rompía la unidad de cuenca, que
era uno de los principios más renovadores de las Confederaciones— como
en el terreno más social —la representación de intereses que ejercían los diversos organismos de la Confederación
desapareció prácticamente y fue sustituido por un rígido dirigismo estatal—.
Uno de los aspectos más interesantes
de esta evolución lo constituye el cambio que comenzó a producirse a finales
de la década de los cincuenta. El autor
muestra cómo, dentro de la más estricta adhesión al régimen, se fue abriendo
paso una demanda de mayor representatividad y autonomía en el seno de la
Confederación. Esta posición se manifestó, sobre todo, en los sucesivos Congresos Nacionales de Comunidades de
Regantes y en otras convocatorias
como las Asambleas de las Hermandades de Labradores y Ganaderos, y consiguió imprimir un giro a la política
estatal frente a las Confederaciones. El
hecho, además de mostrar la posibilidad de autotransformación y adaptación del Estado franquista, responde,
en otro orden de cosas, según el autor.
7J7
RF.CENSIOXF.S
a la tradición participativa que había
impregnado siempre la gestión de los
regadíos mediterráneos y que había resultado constreñida durante las primeras etapas del régimen. En todo caso, la
recuperación de la autonomía y la representatividad sólo se consolidó con
la transición democrática, cuando el
entorno socioeconómico había cambiado tanto que el abanico de intereses
representados en el organismo hidrográfico hubo de ampliarse notablemente para abarcar no sólo riegos y electricidad, sino también abastecimientos
urbanos, usos turísticos, etc.
El otro elemento destacado por J.
Melgarejo en el funcionamiento interno de la Confederación es el acentuado carácter oligárquico. La institución
estuvo permanentemente bajo el control de los grandes propietarios, agrarios sobre todo, pero también de industrias hidroeléctricas. Medianos y
pequeños propietarios, arrendatarios y
aparceros, empresarios de molinos, almazaras y batanes quedaron fuera de
los órganos de poder. Esta desigualdad
no es nada extraña, puesto que no hace
sino reflejar fielmente la distribución
también desigual de la riqueza agraria
e industrial. Tal situación se nos presenta en el libro como esencialmente
invariable a lo largo del período; sin
embargo, en ocasiones aflora algún indicio —como la desaparición de la nobleza, en 1932, de los diversos cargos
directivos—, que apunta en la dirección de ciertas alteraciones y adaptaciones de la base social, pero que no re718
sulta suficientemente explicado. Por
otra parte, puede resultar también equívoca la continuidad que establece el autor entre este dominio oligárquico y los
«viejos intereses» (p. 66) económicos
hegemónicos desde épocas anteriores.
En primer lugar, esta continuidad no
puede haber dejado de experimentar
rupturas importantes o incorporaciones de nuevos sectores sociales, como
los estudios de historia agraria del área
mediterránea vienen mostrando. En
segundo lugar, el calificativo «viejos»
puede hacer olvidar que quienes presidían la Confederación o sus pares, pese
al título de nobleza que detentaban,
habían impulsado la intensificación
agraria y, en ocasiones, orientado sus
actividades económicas a la producción industrial. En todo caso, resulta
significativa la acogida que estas élites
dispensaron a la Confederación en el
momento de su creación y su rápida
adaptación a un ámbito institucional
nuevo que sobrepasaba el terreno estrictamente agrario.
Estos problemas están, sin duda, relacionados con la orientación del libro:
se trata de una historia esencialmente
«interna» de la Confederación Hidrográfica, que deja fuera de consideración, por tanto, el complejo tejido de
actividades e intereses que se integraban en aquel organismo, la relación de
fuerzas sociales en el regadío murciano
y la evolución que todo ello experimentaba en una época en la que los
cambios han sido indudables y, en ocasiones, profundos. Estas ausencias im-
RFCF.NSIONLS
piden al lector conocer una de las claves fundamentales para dar sentido a
la trayectoria de la Confederación
—que era, por su misma constitución,
lugar de encuentro de todos aquellos
intereses.
Por último, el libro carece también
de una valoración final sobre el papel y
resultados de esta vertiente de la participación del Estado en la economía. Si
bien el autor sugiere que era la autonomía y no el estricto control estatal lo
que resultaba fructífero para la Confederación, el planteamiento formulado
en el mismo título de la obra queda sin
concluir. ¿En qué medida la intervención del Estado, junto a la de los sectores interesados, mejoró la disponibilidad
del recurso y reordenó su distribución? Las diversas indicaciones dispersas a lo largo del texto que responden a
preguntas como ésta resultan insuficientes para que el lector obtenga una
idea global de esta vertiente del papel
creciente del Estado en la vida económica.
En conjunto, el libro es una minuciosa reconstrucción de la trayectoria y
realizaciones de este organismo, constituye prácticamente la inauguración
del estudio monográfico de las Confederaciones en nuestro país y asume
una visión totalizadora de las diversas
facetas de la institución objeto de atención. Parece, pues, lógico incitar al autor
a completarlo con otro estudio sobre
los variadísimos agentes que confluyeron en la existencia de la Confederación, sobre sus relaciones y dependencias y sobre el modo en que sus
intereses fueron condicionados por la
existencia del organismo confederal.
Lo cual se acercaría mucho, probablemente, a una historia económica de la
región durante el período.
Salvador CALATAYUD GINER
Universitat de Valencia
Pablo MARTÍN ACEÑA y James SIMPSON (eds.): The Economic Development ofSpain
since 1870, Aldershot, Elgar, 1995, xviii + 564 pp.
Este volumen sobre España, que es
el más reciente en la serie de Elgar sobre la Europa moderna, reproduce una
serie de ensayos sobre un país que
pocas veces aparece en las historias
económicas de Europa y es, además,
una manifestación de la creciente consideración que, con razón, suscita la
comunidad de historiadores económicos españoles en el escenario interna-
cional. Los editores de este volumen,
que figuran también entre los mejores
copartícipes en la historia económica
española, no tuvieron excesiva dificultad para reunir un número suficiente
de ensayos en inglés con los que delinear una perspectiva amplia del desarrollo económico de España durante el
pasado siglo. Si hemos de juzgar por la
comparación con lo que se desprende
719
RE(;hNS.IONl;S
del reciente libro de Gabriel Tortella, puesto ni mas ni menos que una expoEl desarrullo de la España contemporánea sición completa de la historia económi(1994), la colección de trabajos agrupa- ca moderna de España, algo imposible
dos por Martín Aceña y Simpson es de contener dentro de unas dimensiobastante representativa de las principa- nes razonables.
les cuestiones investigadas hasta el moSegiJn se desprende de este volumento, cuya finalidad última es resaltar men, la moderna historia económica
tanto el atraso como la modernización de España ha llegado a algunas conclude la economía española. Han sido siones interpretativas contundentes,
omitidos los trabajos de tipo cuantitati- mientras que otras cuestiones están
vo más recientes, probablemente por aún totalmente abiertas. Entre los
ser excesivamente amplios para que- avances más interesantes quisiera desdar incluidos en este volumen. Sin du- tacar la inserción de la economía espada alguna, la historia económica espa- ñola en el contexto internacional, a lo
ñola es una disciplina muy viva, con un cual se dedican principalmente los tracrecimiento tan rápido que hace falta bajos de Tortella, Carreras y Prados. Se
gran atención para mantenerse al día. ha comprobado que España es uno de
Es mérito de los editores haber inclui- los pocos países, junto a Italia (y quizá
do en esta recopilación una serie de Holanda y Portugal), que iniciaron su
working papers recientes (todos ellos crecimiento económico moderno tras
debatidos en 1993), sólo conocidos an- un descenso respecto a anteriores niveteriormente en círculos muy restrin- les de acumulación de riqueza e instigidos.
tucionales, con todos los factores disLos veintiíjn ensayos de este volu- torsionantes que esto implica. Se ha
men están ordenados por sectores, y visto también que el paralelismo con el
aunque sus principales conclusiones caso italiano es grande; tanto es así que
están resumidas en la introducción, no la comparación con Italia ha llegado a
se ofrece al lector ninguna orientación ser unas de las referencias interpretatisobre la aportación que representa ca- vas más interesantes con la cual juzgar
da trabajo —aparecidos en su mayoría, el caso español.
claro está, en lengua española— a su
Además, la identificación del atraso
respectivo campo de investigación. En en agricultura y educación como los
realidad, la falta de una introducción dos factores más decisivos de retraso
más sustancial, que encuadrara cada en el siglo Xix y posteriormente, son a
uno de los ensayos en sus contextos, es mi juicio conclusiones sólidas que tan
la principal censura que puede hacerse sólo precisan de una mayor ilustración.
a este volumen, pese a que los editores En el campo de la agricultura, la copueden alegar en su descargo que una rriente de opinión que ha predominaintroducción de esa índole habría su- do en los últimos tiempos —a saber, la
720
RP.CENSK)NF.S
inevitabilidad del atraso dada la mala
calidad de los suelos y unas condiciones climáticas poco favorables— ha de
ser, con todo, confrontada con unas
políticas erróneas adoptadas tanto piiblica como privadamente, que retrasaron la agricultura más allá de su tendencia «natural». Las colaboraciones
de tipo cuantitativo, como la de Simpson, que mide la producción y la productividad por regiones, son de gran
utilidad para aclarar los resultados del
sector agrícola y la contribución de
ésta a la economía en general. En el
campo de la educación, el exhaustivo
trabajo de Clara Niiñez sobre la enseñanza primaria queda a la espera de ser
complementado por un trabajo similar
sobre la enseñanza técnica y superior,
dada la importante función de éstas en
la segunda y tercera revolución industrial.
Con respecto a la industria, hay buenos ensayos sobre aspectos particulares de la industrialización de España,
como la excelente contribución de Gómez Mendoza, así como estudios pormenorizados del índice de producción
industrial (no incluido en este volumen). Lo que parece, no obstante,
echarse en falta es un trabajo sistemático que intentara determinar la organización de la industria en diversas etapas de desarrollo antes de la década de
1950, tanto por sectores como por
áreas geográficas.
Pero el campo de investigación menos definido y más apasionante dentro
de la historia económica española es, a
mi juicio, el papel del Estado. Hay varios ensayos que inciden en esta cuestión, entre ellos el trabajo, muy documentado si bien no concluyente, de
Francisco Comín sobre la hacienda pública. Ahora bien, ninguno de estos ensayos se centra en el problema directamente. Es ésta una cuestión muy
compleja que abarca miiltiples aspectos. Lo que se deduce es una tendencia
general a considerar el papel del gobierno español en términos negativos
prácticamente en todos los períodos
salvo en el más reciente. Los gobiernos
de fines del siglo xix y principios del xx
han sido acusados de excesivo proteccionismo y de no haberse adherido al
patrón oro, factores ambos que hicieron que la economía española se cerrara demasiado sobre sí misma, como demuestra el ensayo de Antonio Tena,
muy bien argumentado, sobre el sector
exterior español. Y ya que hablamos de
proteccionismo, existe una investigación en curso, también de Tena, que
podrá iluminar mejor la cuestión en
comparación con Italia. El excelente
ensayo de Martín Aceña, publicado en
este volumen, sobre España en la era
del patrón oro clásico, no hace referencia a que también Italia abandonó el
patrón oro en 1894, pero que el hecho
no tuvo las mismas implicaciones en
términos de su aislamiento de la comunidad económica internacional porque
el banco central italiano y las autoridades financieras mantuvieron la estabilidad de la lira como si hubiera permanecido dentro del patrón oro.
721
RF.C:F.N!IIC>\ES
Más adelante, en los primeros años
de la dictadura franquista, la autarquía
resultó ser un desastre, segiin la opinión general. Por el contrario, hay una
serie de trabajos recientes sobre Italia
que están demostrando que durante los
años autárquicos de Mussolini la industria generó una maestría técnica que se
revelaría de gran utilidad posteriormente, al producirse la apertura del
país. Y algo similar ocurrió también en
Alemania. En mi opinión, no se ha prestado atención suficiente a las razones
que permitieron que la segunda mitad
de la dictadura de Franco fuera mucho
más positiva que la primera desde el
punto de vista económico. En términos
generales, hay que señalar que los períodos positivos de crecimiento no se
producen sin la existencia de anteriores cimientos, pese a que en países dependientes, como Italia y España, la expansión suele producirse sólo cuando
la economía internacional está creciendo. Otro tema que contribuye a una visión general del papel del Estado en el
período franquista es la función de las
empresas piiblicas dentro de la economía, no tanto en términos de sus superávit o déficit presupuestarios, cuanto
de la división del trabajo y la sinergia
con las empresas privadas.
Si aceptamos esta visión negativa
del papel del Estado, ella contrastaría
sorprendentemente con el caso italiano, donde se considera que, en general,
el Estado ha creado incentivos positivos y ha respaldado la industrialización
por medio de una clase de gobernantes
722
«europeístas» que aspiraban a emular
los mejores rendimientos europeos y a
poner en movimiento un tipo de instituciones e intervención destinadas a
lograr este fin. Ni siquiera Mussolini se
desvió mucho de la pauta anteriormente establecida, y dedicó más recursos y
esfuerzos a la industria que a la agricultura. ¿Por qué procJujeron los gobiernos
españoles unos resultados tan insatisfactorios? Esta me parece una pregunta muy interesante.
Una liltima cuestión que sin duda
merece más atención son los períodos
de análisis del caso español. Aún más
que en el caso de Italia, el auténtico logro de la industrialización se alcanzó
en España muchos años después de la
II Guerra Mundial, y sin duda es mucho más fructífero llevar el análisis histórico del caso español hasta este período relativamente reciente que en el
caso de otros países como Alemania y
Estados Unidos. De hecho, sólo estudiando lo ocurrido recientemente podemos comprender la relevancia, o
irrelevancia, de acontecimientos anteriores. Y afirmo esto sobre el supuesto
de que no existen milagros en la economía y que el desarrollo económico es
un árbol que crece desde la raíz. Para
conocer la calidad de estas raíces primero hay que observar el árbol. En realidad, esta es la implicación de una incorporación tardía: que los análisis del
proceso de industrialización nos exigen la consideración de tiempos más
recientes que en el caso de procesos de
desarrollo más tempranos.
RF.CF.NSIONtS
Para resumir, quisiera subrayar mi
ilimitada confianza en la superioridad
de los trabajos comparativos, que permiten las conclusiones interpretativas
más significativas. Un instrumento
como la serie de Elgar sobre el desarrollo económico de la Europa moderna
es bienvenida porque ofrece —¡aunque a un alto precio!— una valiosísima
cantidad de material para estudios
comparativos. Tenemos que agradecer
a Martín Aceña y Simpson, que han entendido su labor de la manera más
creativa, que hayan reunido una amplia variedad de artículos que han convertido el desarrollo económico español en un caso del que a partir de ahora
no se podrá prescindir en comparaciones internacionales.
Vera ZAMAGNI
Universidad de Bologna
Manuel MARTÍNEZ NEIRA: Revolución y fiscalidadmunicipal. La hacienda de la villa de
Madrid en el reinado de Fernando Vil, Madrid, coedición del Instituto de Estudios Madrileños, Departamento de Derecho Público y Filosofía del Derecho
de la Universidad Carlos III, 1995. Incluye una relación bibliográfica y un
anexo de dieciséis gráficos, 247 pp., precio, 2.000 pts.
El sistema fiscal y los recursos de los
municipios son temas de actualidad y
sugestivos. En esta línea, la obra de
Martínez Neira va a efectuar una panorámica pormenorizada a las estrategias y cambios que en materia fiscal soportaron los madrileños y, por
supuesto, el patrimonio del municipio
durante el primer tercio del siglo xix.
El punto de partida es un prólogo realizado por la profesora Adela Mora y
una amplia introducción del autor. A
partir de ahí, el esquema general de la
obra se estructura en dos partes muy
delimitadas. La primera está dedicada
a la organización de la hacienda municipal de Madrid en cinco períodos
temporales concretos: 1808, 1812, con
posterioridad a 1814, 1820 y 1823, más
un sucinto epílogo. La segunda es una
disección detallada de los ingresos y
gastos municipales, realizada de una
forma sintética, donde se pasa una rigurosa revista a los tres recursos esenciales que componían el cargo: las rentas de los propios, los arbitrios y las
sisas.
En el reinado de Carlos III se legislaron unas medidas impositivas cuyo
objetivo era organizar la hacienda de
los municipios bajo la intervención
estatal. En el libro se recuerda esa idea,
naturalmente, así como que los ayuntamientos, por medio de las juntas de
propios y arbitrios, continuaron algunos años después con la gestión directa
de sus ingresos, pero sin apenas capacidad de decisión, al quedar regulado
hasta el último detalle el destino de los
fondos desde la Contaduría. Al au72}
RKCHNSIONtb.
tor le sirve la presentación histórica
aludida para entrar en una visión más
particularizada de las rentas que obtenía la hacienda del municipio madrileño anualmente. Procedían de una numerosa gama de arbitrios y sisas, unos
reales y otros municipales, cuyo número era superior a tres decenas. La búsqueda imperiosa de recursos durante
el reinado de José I, como y donde fuese, se convirtió en una cuestión prioritaria de la economía de guerra que le
tocó vivir a Madrid. La situación deficitaria de las arcas del rey intruso sería
un determinante fundamental para
transferir los impuestos indirectos del
ayuntamiento a la Corona sin tener en
cuenta las reticencias de los madrileños al traspaso. La Tesorería general
absorbía por la fuerza unos caudales
cuya gestión de recaudación venía
siendo competencia del ayuntamiento
desde el reinado de Felipe IV (16211665), creados para resarcir a los concejos de las aportaciones en metálico,
anticipadas en calidad de servicios. En
el estudio se resalta, como significativa,
la hipótesis que tal decisión adquirió
un insospechado alcance, al quedarse
en descubierto las necesidades básicas
del ayuntamiento. Para paliar los efectos sólo era posible operar con dos maniobras, ambas de consecuencias negativas, bien con el incremento del
déficit o la aplicación de recargos impositivos.
Los planes hacendísticos quedaban
trastocados en agosto de 1812 al salir
de la capital el rey José. Momentánea724
mente se restablecía la junta de propios y arbitrios, que puso en marcha
una operativa, inalcanzable, cuyos
puntos básicos eran maximizar los rendimientos y minimizar el fraude. La
operación no tuvo los resultados esperados, pues la recuperación por el ejército francés de la capital suspendió ambas actuaciones. El recién inaugurado
Ministerio del Interior anuló las prerrogativas que disfrutaba el municipio,
a la vez que transmitía una normativa
sobre nuevas medidas fiscales, introduciendo un gravamen denominado consignaciones. De una forma casi paralela
se iniciaba un proceso desamortizador
sobre los propios, por medio de un decreto aprobado el 4 de enero de 1813,
cuyas consecuencias económicas no tenían excepcional importancia sobre la
hacienda de la capital al ser poco significativas las tierras y escasos sus rendimientos, aunque pudo convertirse en
la cuña trascendental para cambiar las
estructuras de la propiedad agrícola
del país —el profesor Seco Serrano la
definió como la gran reforma agraria
de la época contemporánea—; sin embargo, el espíritu legislativo quedó desvirtuado cuando los derechos de propiedad de los municipios pasaron a
manos de los gobernantes locales. Entre la salida de los franceses de la capital y la vuelta de Fernando VII —el tratado de Valen^ay del 24 de marzo de
1814— el ayuntamiento repuso varias
medidas hacendístico-fiscales de matiz
constitucional, a la vez que recuperaba
el reglamento carolino que, por otro
RECENSIONES
lado, sería una operación inútil y de escaso éxito, al no lograr un sustantivo
aumento de I05 ingresos por el elevado
fraude que soportaban los derechos de
puertas; gravámenes que representaban casi el 95% de los ingresos de las
arcas madrileñas, frente al 5% que correspondía a las rentas de propios. En
ésta como en otras ocasiones la presión
fiscal excesiva desencadenaba un fraude generalizado.
El capítulo III trata del sistema de
recaudación instaurado con la vuelta
del rey y la instrucción de 1818. Era
una nueva fórmula para un campo en
donde había escasez de alternativas,
cuyas novedades no se supieron aprovechar con eficacia; no obstante, los ingresos aumentaron al ser ampliadas las
recaudaciones fiscales con las rentas
estancadas y provinciales, pero el crecimiento de los sueldos del personal encargados en la recaudación minimizó
sus efectos. Más novedosa para su época fue la reforma tributaria de Martín
de Garay y Paredes. El proyecto consistía en suprimir las rentas provinciales sustituyéndolas por una contribución directa general, tasada en 250
millones, cuya capitación se realizaría
por repartimiento entre todas las poblaciones del reino, exceptuando a las
capitales de provincia y los puertos habilitados, a la vez que reponían los derechos de puertas sobre los productos
introducidos y algunos arbitrios, cuya
percepción y administración quedaba
centralizada en los empleados de la hacienda real, con la salvedad de mante-
ner las inmunidades que venía gozando el estado eclesiástico. A primera vista puede parecer que un impuesto sustituyó al otro, al quedar extinguidas
contribuciones como los cientos, millones y alcabalas sobre consumo; sin
embargo, la realidad es que puso en
marcha un sistema mixto donde coexistieron dos elementos recaudatorios: contribución directa sobre bienes y producción agraria y una indirecta sobre
los artículos que llegaban a las ciudades. Si el pastel de los recursos —versus
ingresos— ya era de por sí sustancioso,
más suculenta era la participación en
su producto; de ahí el interés de la hacienda regia en detraer una porción al
ayuntamiento madrileño.
El autor concede gran importancia
—en un extenso capítulo IV— al período de reformas que pudo comenzar
con el triunfo del pronunciamiento del
general Riego. Los tres años de constitucionalismo tuvieron gran relevancia
en el ámbito político, sin que tal paralelismo quedase reflejado en el plano
económico financiero del Estado. La
principal preocupación del nuevo régimen fue la de racionalizar el sistema
fiscal, ya que las directrices hacendísticas emanadas del decreto del 30 de
mayo de 1817 no proporcionaron el
éxito esperado; es más, aparecen algunos escarceos y, cómo no, antagonismos dialécticos en las Cortes, que se
conjuntaron con reticencias para pagar
entre la población. Las vías de ingresos
fiscales descansaban, por un lado, en
las imposiciones indirectas de puertas.
725
RECENSIONES
alumbrados, arbitrios y sisas —cuya
administración recuperó el municipio
de Madrid—, y por el otro, en la imposición directa de renta de casas y la de
patentes sobre la industria y comercio.
Ambas opciones fueron desestimadas
ante la incapacidad para encontrar un
modelo recaudatorio exento de problemas y, en consecuencia, se mantuvieron los impuestos indirectos sobre
los directos, con lo cual se volvía al sistema regresivo de siempre: la carga tributaria la soportaban con exclusividad
los consumidores.
Con la vuelta del gobierno absoluto,
las leyes fiscales de matiz liberal fueron
suspendidas y el ayuntamiento, una
vez más, tuvo que ceder los arbitrios
municipales a la real hacienda. En vista
a obtener mayores ingresos era imprescindible introducir sustanciales modificaciones al modelo recaudatorio de
las puertas e incrementar las medidas
para impedir el fraude fiscal. La tabla
de salvación parecía ofrecerla la propuesta de Dueñas y la petición de Ofilia —pp. 137-138—. Nada de eso. La
reforma de López Ballesteros no se
aplicó en Madrid, al considerar que la
capital por su propia constitución
estaba exenta de la regla general, aunque se introdujo la novedad, en 1830,
de asignar el arriendo de los derechos
de puertas y arbitrios municipales al
banquero Riera, con lo cual la administración pública de los recursos fiscales
pasaba a la iniciativa privada, quizá
bajo el subrepticio deseo de armonizar
mayor eficacia e imponer un modelo
126
que contuviese los altos niveles de
fraude. En palabras de Martínez Neira, aquel traspaso favoreció a las arcas
reales, pero perjudicó a las municipales. La cosas no cambiaron a la muerte
de Fernando VII y continuaron los
obstáculos para la municipalidad, que
no pudo recuperar los derechos de
puertas aunque hubiese sido relativamente fácil conseguirlo a partir de
1836. Como incógnita queda saber si
hubo algún tipo de distribución social
de la carga fiscal.
Es conveniente mencionar dos observaciones brevísimas sobre el capítulo de los gastos, dado que sus principales partidas iban destinadas al pago de
la deuda y a beneficencia. Correspondían a los réditos de censos consignativos en manos de particulares o instituciones religiosas desde el siglo xvii,
cuando las ciudades castellanas realizaron forzados donativos al rey con dinero prestado. Los estudios sobre patrimonios concejiles en Córdoba, Jaén,
Sevilla, Toledo o Valladolid reconocen
el embargo de las haciendas por concursos de acreedores promovidos por
los censualistas al no poder hacerles
efectivas sus anualidades.
Como punto final, cabe decir que es
un estudio útil para conocer los avatares sufridos por los recursos madrileños al iniciarse el período contemporáneo, en años problemáticos en la
vertiente política, pero también en el
plano hacendístico yfiscal.Sin duda, se
trata de un libro denso en datos, laborioso, construido sobre un fondo heu-
RECENSIONES
rístico abundantísimo y de un excepcional valor para interrelacionar elementos cuantitativos; no obstante, el
lector puede quedar insatisfecho por
varias circunstancias. Quizá la más sobresaliente es que hay páginas saturadas de un exceso de números. Unas
magnitudes mudas que deberían hablar sin continencia. Quisiera hacer
una consideración nimia. Cuando se
están utilizando transcripciones literales, suelen aclararse por medio de un
artilugio tan simple como las comillas.
El adverbio latino Í/C suele ser también
de una estimable ayuda, colocándolo
entre paréntesis, para indicar que una
expresión al parecer equivocada está
así en el original.
Hilario
RODRÍGUEZ DE GRACIA
Carlos ARENAS POSADAS: Sevilla y el Estado. Una perspectiva local de la formación del
Capitalismo en España (1892-1923), Sevilla, Secretariado de Publicaciones de
la Universidad de Sevilla-Fundación Fondo de Cultura de Sevilla, 1995,335 pp.
Incluye bibliografía.
La historiografía actual sobre la Sevilla de la Restauración se ha centrado
preferentemente en el análisis de las
fuerzas políticas locales y en su imbricación en el sistema canovista. En consecuencia, el terreno del desarrollo
económico sevillano y de su adaptación al devenir de la economía nacional permanecía hasta el momento sin
cultivar por parte de los investigadores.
El presente libro de Carlos Arenas viene en buena parte a cubrir ese vacío, facilitando a los historiadores el conocimiento del «substrato material» sobre
el que se erigiría el juego de las fuerzas
políticas ya bastante conocido por
otras investigaciones. Resumen de su
Tesis Doctoral, este libro complementa y continúa otras investigaciones del
autor, más centradas en el desarrollo
de la clase obrera y sus vías de asociación (La Sevilla inerme. Un estudio sobre
las condiciones de vida de las clases populares sevillanas a comienzos del siglo xx; Industria y clases trabajadoras en la Sevilla
del siglo XX). El resultado es un muy
ajustado análisis de la evolución de la
economía hispalense durante los años
del viraje nacionalista de la economía
española, desde el cambio de orientación de la fxjlítica económica nacional
hasta las vísperas del golpe de Primo
de Rivera.
La investigación se articula sobre
tres partes bien diferenciadas pero íntimamente conectadas. La primera parte
(capítulos II y III), titulada «Los condicionantes de la economía sevillana en
la Restauración», analiza el peso de la
vertiente mercantil sobre la economía
local y los problemas relacionados con
la renta, la formación del capital y la inversión en Sevilla. En cuanto a lo primero, la conclusión fundamental es la
727
REI.F.NSIONES
de que el viraje nacionalista de la política económica española volvió a dotar
a Sevilla de una de las notas más definidoras de su pasado económico, esto es,
de un neto papel mercantil, redistribuidor y comisionista. El binomio protección-exportación provocaría que el
puerto de Sevilla, en el marco de una
redistribución nacional de las posibilidades económicas, gozase de una
notable reactivación de su actividad,
aunque reducida a un mero papel de
redistribución de la producción agraria o de materias primas para mercados
externos. En cuanto a los aspectos relacionados con el capital y su inversión,
la característica sevillana sería una
marcada preferencia por la inversión
en tierras (impulsada por la especialización agroexportadora de la ciudad) y
una muy reticente, dispersa y escuálida
inversión en iniciativas industriales.
La segunda parte (capítulos IV al
VI) está dedicada monográficamente a
los avalares de la iadustria sevillana.
Para el autor, no existían a priori obstáculos para que Sevilla se hubiese incorporado a la lista de regiones industrializadas. Por el contrario, la cercana
disponibilidad de recursos (carbón, cobre, piritas), las rentas de situación derivadas de su carácter de puerto interior que podría articular la relación
económica entre el interior andaluz y
el exterior europeo y americano, la potencialidad de su mercado y la abundancia de la mano de obra (como consecuencia de un imparable éxodo
rural), hubieran podido ser los pilares
72^
sobre los que erigir una economía netamente industrial. Si ello no fue así. Arenas lo atribuye a la incapacidad sevillana
para desarrollar un proyecto autónomo frente a los intereses agro-mercantiles dominantes. Como consecuencia, el
desarrollo industrial sevillano del siglo
XX muestra las clásicas características
de un fint comer, pero con un siglo de
retraso, cuando las tendencias internacionales e incluso españolas apuntaban
hacia la concentración de la producción y de los capitales. La crisis que siguió a la Primera Guerra Mundial pondría abruptamente al descubierto las
carencias y debilidades estructurales
de la industria local, desfasada en su
desarrollo y excesivamente atada a los
sectores agrarios y mercantiles de la
ciudad. Como único reproche a una investigación en su globalidad modélica,
señalaríamos el excesivo esquematismo en el que se cae al pretender analizar uno por uno todos y cada uno de
los sectores industriales de la ciudad. A
menudo, los apartados sólo constan de
un gráfico y de unas sucintas líneas de
comentario. Tal vez hubiese sido mejor
agrupar las industrias y el material estadístico y gráfico y desarrollar más las
conclusiones globales.
La tercera parte, por liltimo (capítulos VII al X), analiza las cuestiones relacionadas con el mercado de trabajo, las
rentas salariales y las actitudes obreras.
Como se ha dicho con anterioridad,
una de las ventajas de las que en principio gozaba la plaza sevillana era la
abundante disponibilidad de mano de
RFXF.NSIONF.S
obra procedente de un incesante éxodo
rural. Para los sectores productivos de
la economía local, esto supuso poder
compensar el siempre tenue nivel de
competitividad de sus actividades con
unos bajos niveles salariales. Por supuesto que ello redundaría en unas
condiciones de vida realmente terribles
para la clase obrera sevillana, que gozaba del triste privilegio de ostentar una
de las más altas tasas de mortalidad de
Europa, pero también en la propia inca-
pacidad para articular una respuesta de
clase organizada hasta fechas muy tardías, ya en los años veinte. Cuando esto
ocurrió, las consecuencias no se harían
esperar, a la vista de las condiciones de
vida y de trabajo existentes. Sevilla
estaría, hasta 1936, a la cabeza de los índices de conflictividad social y de violencia de clase, ganándose a pulso el
timbre de Sevilla la Roja.
Andrés
MORENO MENGIBAR
Jesús CRUZ: Political Change and Cultural Persislence Among the Spanish Dominant
Groups, 1750-1850, Cambridge Univcrsity Press, 1996, 350 pp. Bibliografía e
índices.
La hipótesis central de esta obra
consiste en negar un carácter social relevante a nuestra revolución liberal antes de 1850. No sería, según Jesús Cruz,
una revolución «burguesa», sino política y parcialmente económica, sin apenas cambios en la estructura social.
Todo ello se debería al hecho de que el
protagonismo revolucionario no fuera
encarnado por una clase social auténticamente burguesa, es decir, con unas
funciones económicas, sino por unas
clases medias que seguirían siendo las
mismas después de la revolución. De
ahí —dice— que apenas cambiara la
estructura de la sociedad, que se mantuviera idéntica la extracción social de
los grupos dirigentes o que encontremos, a veces, las mismas personas a través del cambio de régimen político.
Centrado como está en el ámbito ma-
drileño, Cruz ha estudiado una amplia
muestra de políticos, burócratas, grandes mercaderes y banqueros de la capital entre 1750 y 1850. La primera parte
de la obra nos ofrece la comparación
de sus fortunas antes y después de la
revolución. Profundizando en el Archivo de Protocolos, en el Histórico
Nacional, en el de la Villa y en otros,
compara igualmente la composición
de esas fortunas en una y otra etapa, así
como los hábitos inversores de sus propietarios. De esa comparación no resultan diferencias significativas desde
el punto de vista del enfoque de Cruz:
aparte de una mayor riqueza —debida
a una mayor actividad comercial—
sólo resalta la tendencia de los posrevolucionarios a la compra de bienes
raíces procedentes de la Desamortización y, especialmente entre los finan729
RECENSIONES
cienos, a la inversión en Deuda Pública.
Las semejanzas incluyen la falta de inversiones industriales por parte de las
élites madrileñas, lo mismo antes que
después de la revolución política. Tras
buscar las posibles causas de tal fenómeno entre los grandes mercaderes y
banqueros, el autor —que en esta parte
de su obra sigue la teoría del análisis de
los sistemas regionales— apunta a razones estructurales y, en definitiva, a la
fuerte dependencia de la economía
madrileña respecto del Estado.
La segunda parte del libro sigue las
nuevas tendencias metodológicas que,
inspirándose en la antropología cultural, se refieren a la interacción entre los
conceptos de cultura, clase o grupo, y
hegemonía. Ello le da pie para insistir
en la persistencia de la sociedad prerrevolucionaria y la de las antiguas relaciones sociales; no unas relaciones de
clase, sino las antiguas del privilegio,
basadas —como en el Antiguo Régimen— en un complejo sistema de dependencias personales e influencias
familiares o de paisanaje. Con ese objetivo, ofrece una serie de interesantes
biografías familiares, empezando por la
de Cabarrús y sus descendientes.
Nos encontramos, pues, ante una
obra de investigación, pero también de
revisión; revisión no sólo de la anterior
historiografía marxista, sino también
de todo lo que pueda parecer influido
por ella. No seré yo quien defienda las
tesis marxistas; defenderé menos aún
el abuso con el que, durante un tiempo, llegaron a veces a ser utilizadas.
730
Pero, a mi entender, las interpretaciones de Cruz pueden resultar excesivas
a pesar de la valiosa investigación que
las respalda. De ahí, en mi opinión, la
necesidad de matizar:
1) No importa que los políticos revolucionarios mostraran la misma extracción social no ya de los grupos dominantes, sino de la mayor parte de los
ilustrados reformistas, es decir, la hidalguía. (Esto es un punto que llevaría
a un largo debate, fuera aquí de lugar.)
No importa tampoco que algunos de
los más destacados revolucionarios
ocuparan plazas de importancia secundaria (subrayo el nivel de esas plazas
porque, a mi entender, resulta relevante) en la reducida administración absolutista. Si nada de eso importa es porque actúan a continuación de forma
radicalmente distinta a como venían
haciéndolo, es decir, como poder revolucionario y con unos principios que,
se quiera o no, son también revolucionarios en todos los órdenes. Si los que
eran hidalgos, poseedores de mayorazgos y, excepcionalmente alguno, señores jurisdiccionales, crean un sistema
en que todo eso desaparece, ¿no hay
que hablar de una revolución social? Si
liberalizan las actividades económicas,
¿no están poniendo las bases de una
sociedad distinta? Porque el programa
de la revolución liberal incluye una serie de medidas económicas y sociales
que, junto a las políticas, están destinadas a crear una nueva sociedad regida
por los propietarios. De ahí que, en un
país preindustrial, uno de los primeros
RP,(.F.KSK)Ni;s
pasos sea la liberalización del mercado
de la tierra, con la consiguiente aparición de una masa de propietarios, antes inexistente; entre ellos, y con extensiones más o menos grandes, segiin los
casos, se encuentra buena pane de los
políticos liberales de nuestro siglo xix
(González Calleja y Moreno Luzón,
1993).
2) La base económica no puede
cambiar, por supuesto, al paso de la revolución política; el ritmo económico
tiene por necesidad que ser mucho
más lento. Es normal, pues, que la composición de las fortunas siga siendo
igual o similar, y que lo sigan siendo los
hábitos inversores. (Lo cual no autoriza,
sin embargo, a minimizar la influencia
de la legislación liberal en la expansión
económica o en las transformaciones
sociales del siglo xix.) Normal es también que se mantenga ese mundo del
patronazgo que Cruz describe como
simple continuación de las relaciones
sociales del Antiguo Régimen. Porque
ese es el mundo propio del liberalismo
preindustrial, el de la lucha política a
través de los partidos de notables, aunque también el de la libertad económica
y las transformaciones sociales. Existen, por tanto, diferencias relevantes
con la situación prerrevolucionaria:
porque, como otros mercados, el del
patronazgo se ha liberalizado y se ha
ensanchado; sus participantes y sus posibilidades son ahora mucho mayores,
frente al mundo pequeño y cerrado de
las redes de influencias del Antiguo
Régimen. No es un mundo, por su-
puesto, en el que la igualdad ante la ley
se traduzca con frecuencia en realidades; pero sí lo es de evolución económica y social.
Soy consciente de que estoy rebatiendo —o tratando, quiza, de rebatir— los argumentos de esta obra con
los mismos que el autor rechaza. Soy
consciente de que —para Cruz y segijn sus propias palabras— me sitiío
entre los historiadores con un «enfoque evolucionista», «influidos por el
positivismo o el marxismo». De hecho, el enfoque que yo propongo es
otro más modesto: en las investigaciones históricas, ¿no sería preferible
tomar con precaución las teorías
cuando éstas pueden deformar o malinterpretar la realidad estudiada? Si
no se dispone de la teoría para una interpretación adecuada, ¿por qué no limitarse a construir el modelo más explicativo de esa realidad, tal como va
ésta surgiendo de las investigaciones y
después de ser cuidadosamente analizado el material? Así, el estudio realizado en esta obra sobre las relaciones
socio-culturales —o el ya mencionado
sobre la comparación de fortunas—
resultan, desde luego, enriquecedores,
y corrigen aspectos de nuestro modelo de revolución liberal; pero no consiguen refutarlo.
Una cosa son el enfoque y las hipótesis de este libro, con los que se puede
estar o no de acuerdo. Otra distinta resulta la valiosa investigación de archivo
realizada por el autor. En ella resalta
por su interés, y sin que desmerezca el
73 J
KLUiNSK)\ILS
resto, la parte que se ocupa de los mercaderes y los banqueros madrileños:
constituye una auténtica aportación al
conocimiento de la sociedad madrileña de la época, aunque quepa también
disentir sobre algunas de las interpretaciones que nos ofrece Cruz.
Esta parte de la investigación se centra en el ámbito del gran comercio, el
que deja constancia en el Archivo de
Protocolos a través, sobre todo, de los
inventarios de partición de bienes.
Como estrategias empresariales, en
este mundo destacan la solidaridad familiar y la solidaridad regional, habitual esta última en todos los ámbitos y
profesiones en una ciudad de inmigración como la capital madrileña. Cruz
ha podido constatar, además, el origen
norteño (Vascongadas, Navarra, Rioja)
de la mayoría de estos mercaderes;
también, hasta qué punto el prestigio
mercantil estaba ligado a nombres de
familias y de regiones más que al mérito personal en aquella economía clientelar. Era más fácil —nos dice el autor— entrar en el mundo del pequeño
comercio, cuyos clientes pertenecían a
las clases populares. Pero abrir una empresa mercantil de productos de lujo
—normalmente encuadrada en los
Cinco Gremios Mayores— exigía determinados requisitos: capital, en buena parte procedente de herencias c inversiones de amigos y familiares, pero
también las ya mencionadas relaciones
personales e, incluso, la hidalguía.
Cuando se carece de capital, la forma
de acceder al mundo del gran comer7}2
cio es el aprendizaje, trabajando largos
años en el almacén hasta conseguir
participación en la empresa, hasta integrarse después plenamente en la misma. La relación entre maestro y aprendiz era más personal que contractual;
pero lo que más destaca es la frecuencia con la que, de nuevo, este liltimo
era familiar o al menos paisano del patrono.
Madrid aparece así como el «centro
de atracción de pequeños y medianos
hidalgos del Norte que aspiraban a enriquecerse o, al menos, a salir adelante
en aquella sociedad». Y es que, efectivamente y con la probable excepción
de las de Cádiz, las fortunas de estos
grandes mercaderes madrileños eran
las mayores del país. Eso sí, necesitaban ampliar y diversificar el negocio
como forma de luchar contra los riesgos que les amenazaban; riesgos que
procedían sobre todo de las guerras, de
la acumulación de créditos incobrados
por falta de protección legal y de la deficiente información sobre los mercados. De ahí el complejo abanico de
mercancías que ofrecían y, también, la
frecuente amalgama de su negocio comercial con el de la banca. La figura del
«comerciante-banquero» resulta, pues,
habitual en la época, como en otras capitales europeas. Existían, además, banqueros esfsecializados, y entre todos
cubrían la totalidad de los servicios
bancarios de la época; cambios, descuento de letras, crédito, administración del capital privado y finanzas estatales. La mayor fuente de beneficios.
RF.r.F.NSIONES
así como de influencia y de prestigio,
era la última de las actividades mencionadas. Por eso los «asentistas» disfrutaban de un nivel de vida semejante al de
la aristocracia y llegaban a ser figuras
poderosas.
Lo sintetizado en estos párrafos,
aunque sea de forma algo rudimentaria, está convenientemente explicado
en el libro de Cruz a base de numerosos ejemplos extraídos de la muestra
investigada y de un rigurosos estudio
cuantitativo de las fortunas. Se puede
incluso seguir la saga de algunas familias que superaron la crisis del Antiguo
Régimen y mantuvieron sus negocios
en el siglo xix.
En cualquier caso, el negocio principal de la mayor parte de las casas de
banca madrileñas —nos dice Cruz— era
el comercio de exportación de la lana,
aunque no fuera nunca su tínica actividad. Contrataban con el ganadero propietario la compra de la lana esquilada
para una o varias estaciones, se comprometían a darle crédito y, actuando como
intermediarios, se entendían con sus
agentes y corresponsales, establecidos
en lugares situados entre los centros de
producción y los de exportación; finalmente, controlaban las operaciones de
pago y de cambios con el extranjero.
Sabemos, por supuesto, que en Madrid residía un buen niimero de los
grandes propietarios nobles de rebaños, y que necesitaban los servicios de
esos intermediarios. Pero vamos ya sabiendo que eran otros muchos los que
intervenían en el negocio exportador
de lana en bruto, y no sólo en los puertos por donde salía, sino también en el
interior peninsular. El hundimiento de
esas exportaciones a partir de la guerra de la Independencia (García Sanz,
1978) tuvo que contribuir a la descapitalización de todos ellos, también a la
de los más modestos del interior que,
al menos en parte, financiaban la manufactura castellana. (De forma no tan
diferente a como los mercaderes bilbaínos, exportadores de hierro y lana,
financiaban a los «ferrones» de la zona.
Fernández de Pinedo, 1989.) Porque
la manufactura textil castellana ofrecía un panorama muy complejo, no era
—como dice Cruz en algijn momento—
un modelo simplemente orientado hacia la exportación de la materia prima.
La industria —o manufactura—
textil castellana en el siglo xviii se localizaba en las ciudades y en el campo,
encuadrada en el marco gremial o fuera del mismo, sujeta a empresarios que
la financiaban (los «fabricantes» de la
ciudad de Segovia que ha investigado
García Sanz, 1989 y 1996) o no. Si los
comerciantes y banqueros madrileños
no invertían en ella, como el mismo
Cruz ha encontrado en los archivos, se
debía a que sus funciones eran otras.
Pero es que las funciones de Madrid,
como las de sus agentes económicos,
no tenían por qué ser las de Segovia,
Cuenca o Palencia, por no alargar la lista, y menos aún las de Barcelona. A las
funciones de centro político y administrativo iban unidas las de un gran centro de consumo, destinado a estimular
733
RECENSIONES
—vía demanda— la producción nacional y la integración de los mercados. Importaciones aparte y si nos atenemos a
los tejidos bastos, la capital recibía al menos los lienzos gallegos (Carmona Badía,
1990), ios paños bastos catalanes (Benaul, 1995), las estameñas, las bayetas o
los sayales de Burgos (Aracil y Bonafé,
1983) y tantos otros que tenían que llegar para las clases modestas de la población madrileña. Lo irán mostrando futuras investigaciones, aunque hasta ahora
nos hayamos centrado en los artículos
de primera necesidad y en las importaciones de los de lujo por los Cinco Gremios Mayores; en cuanto a estos últimos
géneros, también se consumían en Madrid algunos paños finos castellanos,
como los de Segovia, por ejemplo.
¿Quiénes invertían en esa industria
textil? Cruz demuestra que los grandes
mercaderes y banqueros madrileños
no lo hacían. Pero es que no era de esperar en aquel tipo de economía porque la financiación procedía del mismo mundo artesanal y productor,
especialmente de las gentes más emprendedoras del mismo. Podían ser los
mencionados «fabricantes» de la capital segoviana, la mayor parte de ellos
encuadrados en alguno de los gremios
textiles de la ciudad (García Sanz, 1989
y 1996); o los también «fabricantes»
que controlaban la producción de
Amusco y otros pueblos de Tierra de
Campos, repartiendo la materia prima
y retribuyendo después el género terminado, bien a destajo, bien a jornal
(García Colmenares, 1992); similares
734
son los casos de Béjar (Rosa Ros, 1993)
y tantos otros que van e irán apareciendo a la luz de nuevas investigaciones.
En Cameros también había auténticos
empresarios con varios telares, los cuales empleaban a oficiales y aprendices
(A. González Enciso, 1984). Por otra
parte, el protagonismo de la industrialización catalana pertenece a los pequeños empresarios surgidos del mismo
mundo artesanal y productor, ya sea el
rural ya el de Barcelona; y también allí
los productores más activos de algunas
villas controlaban el trabajo de otros artesanos de los pueblos del entorno (Torras, 1984; Maluquer, 1989; Benaul,
1995; A. Sánchez, 1995). Si Cataluña se
industrializó fue debido a que el medio
físico permitió una economía más diversificada y más comercializada que la
castellana, no a las inversiones de los
grandes mercaderes de la capital (Lluch,
1973; Maluquer, 1989).
SegiJn Cruz, fue la falta de cambio
estructural en la Castilla de la primera
mitad del siglo xix lo que cerró la vía a
posibles inversiones industriales desde
Madrid. Pero es que la estructura económica sí cambió: por un lado, la expansión agrícola castellana se inició
tras el fin de la guerra contra Napoleón, con independencia de los cambios políticos (Llopis, 1985); por otro
lado, desde la guerra se vino abajo la
mayor parte de la manufactura textil
castellana, y lo haría sin recuperación
posible ante la nueva era industrial.
Concepción de
CASTRO MONSAI.VE
RF.C.F.NSIONKS
Peter TEMIN: Lecciones de la Gran Depresión, Madrid, Alianza Universidad, 1995.
Incluye dos apéndices, bibliografía e índice analítico. Precio: 1.850 pesetas.
Hace poco tiempo, Charles P. Kindleberger señalaba que hay un triste comentario en la profesión de economista que reconoce que después de medio
siglo sigue sin saberse qué causó la
Gran Depresión de la década de 1930.
Peter Temin, el autor del libro que reseñamos, ha dedicado más de veinte
años de su vida a este tema, y no le embarga admitir que sus juicios tienen
todavía mucho de provisional. Con
ello, Temin se muestra plenamente
consciente de que sus puntos de vista
se han visto duramente contrastados
con los de otros analistas e investigadores. En realidad, la ciencia económica
no sabe avanzar de otra manera.
Lecciones de la Gran Depresión recoge
un ciclo de tres conferencias, pronunciadas por Peter Temin en 1989, que
fueron organizadas por el Lionel Robbins Memorial Trust. La primera se dedicó a las causas del fenómeno; la segunda, a su propagación; y la tercera, a
la salida de la crisis. Cabe advertir que
Temin no contempla en ellas la Depresión en una perspectiva verdaderamente mundial, pues su análisis se centra casi exclusivamente en Estados
Unidos, Alemania, Gran Bretaña y, en
menor medida, Francia. A pesar de
ello, las conclusiones que extrae pretenden tener una aplicación universal,
lo que puede constituir un primer punto confiictivo.
En realidad, todo el libro es profun-
damente polémico —quizá con exceso—, pues Temin no deja títere con cabeza en su repaso de la historiografía.
Así, al iniciar su análisis de las causas,
el autor no duda en suscribir la temprana interpretación de J. M. Keynes
(1931), en sus Harris Leclures, para
quien la crisis fue provocada por el negativo efecto que sobre la inversión tuvieron las políticas monetarias restrictivas de finales de la década de 1920.
Sin embargo, Temin se opone a Friedman y Schwartz (1963), quienes hicieron recaer toda la explicación sobre la
inoportuna muerte en 1928 del enérgico Benjamín Strong, presidente del
Banco de la Reserva Federal de Nueva
York; a Kindleberger (1986), quien
acusó a la falta de un prestamista internacional de último recurso, sin que hubiese un banco central hegemónico; a
la escuela de las expectativas racionales por menospreciar la influencia de
las políticas económicas; a Galbraith
(1961), pues la quiebra de la Bolsa de
Nueva York en 1929 no fue en sí misma un factor importante e independiente; a Lewis (1949), porque la caída
en la demanda de exportaciones, provocada por las políticas proteccionistas,
pudo verse compensada con el aumento de la demanda interna resultante de
los aranceles; a Bernanke (1983), ya
que los resultados estadísticos no prueban que las quiebras bancarias hubieran perjudicado más a las industrias
735
KECKNSION'LS
dominadas por pequeñas y medianas
empresas, como cabría esperar de ser
muy relevantes los llamados «costes de
intermediación crediticia».
¿Cuál es, entonces, la explicación
de Temin? Pues bien, Tcmin cree que
la verdadera causa de la Gran Depresión está en las propias limitaciones
del pensamiento económico. En su
opinión, el primer error está en suponer que los agentes económicos piensan como economistas: «no cabe ninguna duda de que los políticos y la
mayoría de los líderes particulares de
las finanzas y la industria de hoy día
no han recibido cursos recientes de
macroeconomía»; el segundo, en la
persistencia de los viejos paradigmas
económicos frente a los que se necesitan en cada momento. Durante las décadas de 1920 y 1930 el empeño por
mantener el patrón oro fue nefasto;
por eso, sus mayores diatribas se dirigen a los contemporáneos que no vacilaron en sostener el sistema monetario internacional. Sólo los socialistas o
filosocialistas parecieron darse cuenta
de ello y apoyaron con rotundidad políticas expansionistas, poniendo de
manifiesto la interacción entre economía y política. Como el mismo autor
reconoce, esta interpretación es algo
diferente a la que propuso en su obra
maestra, Did Monetary Forces Cause the
Great Depression? (Nueva York, Norton, 1976) —inexplicablemente nunca traducida al castellano—, donde insistía en la importancia de los factores
reales para explicar la caída de la de736
manda agregada; ahora se pone el
acento en los perjuicios que pudo acarrear el mantenimiento de una exasperante ortodoxia monetaria y financiera. Temin trata de conciliar ambas
interpretaciones, pero no está claro si
lo consigue.
Las últimas consideraciones de Temin van dirigidas a extender sus reflexiones a la situación de la economía
contemporánea, y ahí es donde se pone
de manifiesto la «antigüedad» del libro
(la edición es traducción —sólo bastante correcta— sin actualizar de la realizada en 1989 por el Massachusetts
Institute of Technology), pues se pierde una magnífica oportunidad de juzgar los pros y contras de la implantación de la Unión Monetaria Europea
en la coyuntura actual. El libro finaliza
con dos apéndices que recogen los modelos de teoría económica subyacentes
y algunas regresiones. Me parece que la
idea de su presentación explícita es
muy oportuna, pero es una pena que
ambos aspectos, teórico y estadístico,
queden desvinculados, pues las regresiones no se refieren a los modelos expuestos. En realidad, este es un problema que se puede generalizar a todo el
libro, pues la tesis de Temin, bastante
novedosa, requiriría un análisis más
detallado de la evolución del pensamiento económico en el primer tercio
del siglo XX e, igualmente, se hace necesario introducir mayores dosis de
historia política si se quieren justificar
plenamente las relaciones entre economía, ideología y decisiones guberna-
RF.CENSIONi;^
mentales. ¿Estas observaciones restan
interés al libro? En absoluto, este trabajo sólo es lo que pretende ser: la
transcripción de unas conferencias
pronunciadas por un brillante profesor. Su lectura es sumamente sugerente, está preñada de originalidad en sus
planteamientos y abre nuevas vías a la
investigación sobre uno de los fenómenos clave en la his
historia económica. ¿Se
puede pedir más?
José Luis GARCÍA RUIZ
Universidad Complutense
Klaus GALLO: De la invasión al reconocimiento. Gran Bretaña y el Río de la Plata,
1806-1826, Buenos Aires, A-Z Editora, 1994, 252 pp., bibliografía.
Las relaciones angloargentinas no
pudieron empezar peor. El 21 de junio
de 1806 sir Home Popham desembarcó en Buenos Aires con 1.600 hombres
y tomó la ciudad. Una milicia local luchó contra la invasión y recuperó Buenos Aires en agosto. Casi exactamente
un año después de sir Home, el 28 de
junio de 1807, el general John Whitelocke volvió a intentarlo y a fracasar. Tales los primeros contactos que tuvieron
los rioplatenses con el poder británico
y el punto de partida de este excelente
trabajo de Klaus Gallo, traducción de
la tesis doctoral que bajo la supervisión
de Malcolm Deas presentó en la Universidad de Oxford en 1993.
El profesor Gallo, que es hijo del
distinguido historiador argentino, y
también doctor oxoniense, Ezequiel
Gallo, tiene la habilidad de transmitir
desde la primera página la complejidad
característica de períodos tan turbulentos como el que atrajo su atención.
Baste recordar como muestra que los
líderes de las dos invasiones inglesas
fueron sometidos a sendas cortes mar-
ciales en su país por haber actuado sin
autorización expresa del gobierno. Las
autoridades de Londres, en efecto, tuvieron marcadas vacilaciones acerca
de la rentabilidad económica y política
de invadir las aún colonias españolas.
No obstante, reflejaron un interés creciente por ellas ya en el siglo xviii, interés especialmente acentuado cuando
un triunfante Napoleón promulgó el
decreto de Berlín de noviembre de
1806, que cerraba al comercio inglés
los puertos bajo su control. Por otra
parte, el caos institucional de la madre
patria estimuló sin duda los movimientos independentistas en América. No
es de descartar que el triunfo de los
criollos sobre los ingleses en 1806 y
1807 les haya afianzado la confianza en
sus fuerzas para independizarse de una
metrópoli invadida. Y el Río de la Plata
inició su carrera hacia la independencia el 25 de mayo de 1810. Muchos de
sus protagonistas habían sido héroes,
pocos años antes, en la lucha contra el
invasor británico.
El momento político no podía ser
737
RECtNSIGNF.S
más delicado para los bonaerenses. El
control sobre su propio territorio
estaba lejos de ser claro y el final eventual de las guerras napoleónicas podía
dar lugar a un intento español de recuperar sus colonias. De ahí la urgencia
con que fueron enviados desde Buenos Aires ilustres emisarios a Londres,
con objeto de asegurar el reconocimiento inglés. Pero no por azar el duque de Wellington lo es también de
Ciudad Rodrigo: Inglaterra, efectivamente, se había aliado con España
frente a Napoleón, lo que dejaba en
una incómoda posición al gobierno de
Londres a la hora de negociar con los
sudamericanos. En ese contexto, no es
de extrañar que las relaciones diplomáticas fueran complicadas y que el reconocimiento inglés, ansiado por los argentinos, se demorara muchos años, a
pesar de la presión de los comerciantes
británicos, que eran conscientes de
que un marco político estable entre
Londres y Buenos Aires garantizaría el
libre comercio con un mercado que
había sido durante siglos monopolio
español. Finalmente, después de que la
victoria de Sucre en Ayacucho zanjara
la cuestión militar, y bajo el decidido
impulso del ministro George Canning,
Inglaterra reconoció a la Argentina independiente en 1825. Gallo cierra entonces su investigación, en los albores
de unos años en donde las relaciones
738
entre Londres y Buenos Aires serían
intensas, pacíficas y prósperas.
Con amplio despliegue de fuentes
manuscritas e impresas, Klaus Gallo se
adentra en las maniobras políticas y diplomáticas tanto en Inglaterra como en
el Río de la Plata y traza un vivo retrato
de personajes cruciales para su historia, como Canning y Bernardino Rivadavia, el primer presidente argentino y
autor de importantes reformas económicas y políticas en la década de 1820.
Con referencia a los personajes, la profusión de los mismos puede desorientar incluso a un lector familiarizado
con la historia argentina, y se echa gravemente en falta un índice onomástico.
Aunque las cuestiones económicas
y comerciales sólo aparecen tangencialmente en este libro, la importancia
sobresaliente de la dimensión política
y diplomática en los veinte años que estudia lo vuelve un indispensable complemento a cualquier estudio de historia
económica angloargentina. Un aspecto
de interés para la historia de las ideas
es apuntado en el libro y merecería
quizá un estudio más detallado: las relaciones entre Rivadavia y Jeremy
Bentham, el activo jurisconsulto y economista inglés que tan amigo fue, a la
vez, de España e Iberoamérica.
Carlos RoDRlciUEZ BR.^UN
Universidad Complutense
RECENSIONES
James K. J. THOMSON: Els orígens de la industrialització a Catalunya. El cota a Barcelona, Barcelona, Edicions 62, 1994, 412 pp., 4.990 pts., contiene bibliografía e
índices de mapas, cuadros y nombres.
Con este título se presenta la traducción al catalán del libro de James Thomson A Distinctive Industrialization. Cotton
in Barcelone, 1728-18)2 (Cambridge,
1992), trabajo que fue merecedor del
premio Catalunya 1992, otorgado por la
Societat Catalana d'Economia. El autor
ha culminado con él una investigación
que había ido desgranándose con anterioridad en diversas contribuciones más
breves. El libro ha tenido como principal virtud la de llenar el vacío que existía sobre la industrialización catalana en
el universo de las publicaciones en lengua inglesa. De todos modos, la edición
catalana presenta alguna ligera variación
con respecto al original, sobre todo en
lo que respecta a la bibliografía, a la que
se han añadido títulos que, incomprensiblemente, no figuraban en la primera
versión.
celonesa del siglo XVIII en el contexto
del desarrollo de este sector en otros
lugares de Europa durante la misma
época. Además, el autor trata de alejarse de planteamientos positivistas, buscando de forma permanente la explicación de los hechos, las estructuras y los
cambios. Para ello recurre explícitamente al marco teórico que le ofrece el
estudio de la protoindustrialización,
así como los trabajos clásicos de Maurice Dobb y, muy especialmente, de
Pierre Vilar.
El estudio adopta, básicamente, una
estructura cronológica. En primer lugar, se sintetizan los principales rasgos
de la evolución de la industria (textil lanera) catalana, desde sus orígenes hasta
el siglo xviii. Se trata de analizar las características de esta industria, así como
sus fluctuaciones y cambios, para estaSe trata de un trabajo ambicioso que blecer posteriormente un patrón genepretende ser, en palabras del propio ral de comportamiento propio de la
autor, una «historia general de la in- manufactura textil catalana preindusdustria». Por ello, el libro se sitiia en al- trial. En este sentido, el libro tiende a
gunos pasajes a medio camino entre la presentar de forma implícita al sector
síntesis y la investigación de primera algodonero como la continuación más
mano. En este sentido, Thomson bus- o menos «natural» de la tradición textil
ca, por un lado, integrar la gran canti- catalana. Sin embargo, de la lectura no
dad de estudios parciales que sobre el se desprende que la aparición de la insector algodonero catalán se han lleva- dianería sea el resultado de una recondo a cabo en una obra que contribuya versión de la industria lanera urbana,
a explicar globalmente la evolución de cuya crisis (en el xvii) había promovido
esta actividad industrial, y, por otro, es- su traslado hacia áreas semiurbanas o
tudiar la manufactura algodonera bar- rurales más interiores. Los inicios de la
739
RLCENSKiNRS
manufactura de estampación de indianas se encuentran ligados a la actividad
emprendedora de tres personajes que
no tienen ninguna relación aparente
con la pañería: Josep Sala, Bernat
Gloria y Esteve Cañáis. Si, para Thomson, fue claramente la legislación proteccionista de los primeros borbones la
que dejó el mercado expedito para la
aparición de esta industria, también
otro acontecimiento extraño al desarrollo industrial iba a propiciar su expansión a partir de la década de los 40
del siglo xviii. En este caso, Thomson
contrasta la tesis de Vilar, para quien
las dificultades del comercio exterior
durante las guerras de Asiento y de Sucesión austríaca forzaron al capital comercial a buscar alternativas de inversión rentable, entre las que destacó
muy pronto la manufactura de indianas. Desde este momento, y apoyándose fundamentalmente en el mercado
interior (según Thomson el comercio
colonial jugó casi siempre un papel de
segundo orden), la industria irá creciendo hasta alcanzar su máximo desarrollo hacia la primera mitad de la década de los 80.
Thomson describe detalladamente
el origen de los capitales invertidos y
de los inversionistas, así como las dimensiones y la estructura interna de las
empresas. De la misma manera, señala
la importancia de los conocimientos
técnicos y su difusión. La descripción
de la industria y de su localización en la
ciudad de Barcelona es, asimismo, muy
minuciosa. A través de una explora740
ción sistemática de las fuentes disponibles (y muy especialmente de los contratos y los inventarios de las compañías) nos dibuja con trazos seguros y
firmes los rasgos más sobresalientes de
la manufactura algodonera en los años
centrales del siglo. La madurez alcanzada por la industria en el período de
su apogeo (1768-1786) se traducirá en
una creciente tendencia a la reglamentación y en la aparición, junto a la gran
manufactura característica del sector,
de un tipo de empresa más pequeña y
menos capitalizada, de orígenes artesanos en buena medida. La atención
dedicada al factor empresarial, sin embargo, no se ve compensada con un estudio más detenido del factor trabajo y
un análisis de las relaciones de producción, a los que se dedican muy escasas
páginas.
El período subsiguiente, marcado
muy especialmente por la Guerra del
Francés, es calificado por el historiador británico como de crítico. De las
características del período cabe destacar la extensión progresiva de la hilatura y su mecanización, las permanentes
dificultades de los mercados y la crisis
de las grandes empresas. Todo ello
conducirá a una notable reconversión,
tanto estructural como geográfica. Por
un lado, la manufactura algodonera
subsistirá hasta la «industrialización»
(iniciada definitivamente con la fundación de la fábrica Bonaplata en 1832)
sobre la base de unas minúsculas empresas, débilmente mecanizadas, y un
proceso de producción fuertemente
RUCENSIOM-.S
segmentado. Por otro, será el período
en el que la industria dejará de ser
«barcelonesa» para pasar a ser «catalana», puesto que sufrirá una fuerte dispersión territorial, con un desplazamiento de la industria hacia comarcas
más interiores. Thomson parece identificar (aunque no de forma explícita) a
este período, asimilable, según él, a los
procesos de ruralización que conoció
la pañería catalana tras las crisis del xv
y del XVII, como el de la «protoindustrialización» de la manufactura algodonera.
De todos modos, la solidez de la investigación empírica que caracteriza el
estudio de las primeras etapas (hasta la
década de 1780) se pierde notablemente en los períodos posteriores. A partir
de estos momentos la sólida base factual desaparece para dejar paso a una
investigación que cada vez se apoya
más en las investigaciones de otros.-La
obra, pues, deja sin respuesta a toda
una serie de interrogantes que se van
planteando a lo largo de las páginas dedicadas al período de 1732 a 1786 (211
frente a 60 dedicadas al de 1787-1830).
Hay que destacar como excepción,
con todo, el minucioso estudio del proceso de nacionalización y, desde 1790,
de progresiva mecanización del hilado.
La descripción de la industria durante
los difíciles años de finales del xviii y
las primeras décadas del xix, no resuelve satisfactoriamente los problemas
planteados al inicio del libro, especialmente en lo que se refiere al papel del
capital comercial y, más aún, del indus-
trial en el momento decisivo de la industrialización.
Dos grandes ideas recorren la explicación que despliega Thomson a lo largo del libro. Por un lado, el papel de la
política económica en el desarrollo industrial, y, por otro, las relaciones entre
el capital comercial y la industria. El
primer aspecto ha sido el que más críticas ha suscitado entre los especialistas.
En su propuesta, el papel del Estado
resulta crucial para entender el desarrollo del sector, gracias a una política
que, salvo algún breve momento de indecisión, lo promovió y lo protegió con
distintas leyes desde 1717 hasta 1802 y
más allá. Los efectos positivos de este
proteccionismo se habrían visto reforzados por la concesión de privilegios a
determinadas fábricas que fueron generalizándose con el tiempo. La actitud intervencionista habría ayudado,
incluso (con el reglamento de 1768), a
configurar el tamaño medio (grande
dentro de su contexto) de las protofactorías algodoneras. Frente a la actitud
poco favorable al desarrollo de la manufactura de algodón de los distintos
gobiernos europeos (prohibicionismo
británico o francés, inhibición permisiva en Holanda o Suiza), en el caso español nos hallamos, según Thomson, con
una intervención gubernamental decididamente impulsora de la actividad.
Así pues, el que la Corona española no
discriminase al algodón en su política
de fomento industrial (como ocurrió
en el caso francés y británico) ha podido llevar a Thomson a magnificar su
741
RF.CF.NSIONES
papel. Por contra, el aspecto más brillante del libro es el análisis de las relaciones entre el capital industrial y el
comercial durante el período de formación de la manufactura. Como ha
señalado Torras, en la obra de Thomson el capital comercial no tiene el
sentido vago al que estamos normalmente acostumbrados, sino que se
convierte en una nómina de inversores de orígenes muy claros en casi
todos los casos. Con ello consigue determinar en numerosas ocasiones la
procedencia del capital invertido y las
razones de la inversión. Sin duda la
principal contribución del libro reside en la caracterización de los períodos iniciales del sector, los más desconocidos hasta el momento. Se trata,
por lo tanto, de una obra imprescindible por sus aportaciones y por su esfuerzo de síntesis para conocer y comprender los primeros pasos del que
fue el principal sector de la industrialización catalana.
Lluís TORRÓ GIL
Universitat d'Alacant
Jeremy EDWARDS y Klaus FiscHER: Banks, finance and investment in Germany, Cambridge University Press, Cambridge, 1994, 252 pp., bibliografía, índice de autores y materias.
La literatura ha otorgado un papel
esencial a la banca en el desarrollo económico experimentado por Alemania
desde finales de la segunda guerra
mundial hasta nuestros días, tanto por
la actividad crediticia realizada por la
misma como por su destacado papel en
el control y gestión de una gran parte
del sector empresarial. En ese sentido,
dado que la estructura de los bancos
alemanes es la de bancos mixtos, se ha
atribuido el éxito de países como Alemania o Japón, en contraste con el relativo fracaso del Reino Unido, al papel
desempeñado por la banca mixta, es
decir, por bancos que no sólo se dedican a la actividad comercial, sino también a la de inversión. El principal objetivo del libro que nos ocupa es
742
obtener evidencia empírica que permita contrastar hasta qué punto estas afirmaciones son ciertas. Según los autores
de esta investigación, es difícil aceptar
que el crecimiento económico alemán
fuese una consecuencia de su sistema
bancario y no de otra serie de factores
tales como su sistema de formación del
capital humano. Así pues, este libro trata de recopilar información cuantitativa con la finalidad de valorar cuál fue
la contribución de la banca al «éxito»
de la economía alemana.
Una de las principales dificultades
con las que se encuentran los autores
es la falta de datos. Aunque el objetivo
del libro es analizar el papel de la banca desde finales de la segunda guerra
mundial hasta mediados de los ochen-
RFCENSlONüS
ta, gran parte de la información que
ofrecen Edwards y Fischer se refiere al
período 1970-1985. Por esa razón, la
principal crítica que se puede hacer a
este libro es el hecho de que en muchos casos se extrapolan los resultados
que se han obtenido para períodos
muy recientes, con un mayor nivel de
competencia dada la internacionalización de los mercados y el propio desarrollo tecnológico, a toda la etapa que
en teoría se pretende analizar. Teniendo
en cuenta esta observación, debemos
destacar algunas de las conclusiones
obtenidas en esta investigación y que,
bajo mi punto de vista, ponen en tela
de juicio muchas de las afirmaciones
realizadas sobre la contribución de la
banca al crecimiento alemán. En teoría, los bancos de carácter universal o
banca mixta tienen un efecto positivo
sobre la economía por varios motivos.
En primer lugar, porque al aumentar la
relación entre los bancos y las empresas disminuyen los problemas de información asimétrica entre el banco y sus
clientes. Este aumento de la información se traduciría en una mayor oferta
de créditos y en un incremento de los
préstamos a largo plazo. En segundo
lugar, la estrecha conexión entre bancos y empresas permite que los bancos
participen en la gestión de estas liltimas. La principal crítica a este sistema
de banca universal es la posibilidad de
que los bancos puedan explotar su poder de monopolio y, por tanto, no ser
tan eficientes en la concesión de créditos.
El primer resultado que se destaca
en este libro es que no es posible aceptar sin reservas que el papel de los préstamos bancarios en la financiación de
la empresas fue mayor en Alemania
que en otros países como el Reino Unido. Además, tampoco podemos afirmar que aquellas empresas que tenían
a los bancos en sus consejos de administración obtenían ventajas en términos de una mayor cantidad de préstamos. Los autores muestran cómo la
decisión de un banco de conceder o no
un crédito era independiente de que
tuviesen o no un representante en el
consejo de administración de dicha
empresa. De hecho, la mayor parte de
los créditos se concedían en función
de criterios tradicionales y, especialmente, de las garantías de que dispusiesen los demandantes del mismo.
Con respecto a la madurez de los
créditos, los autores parten de la consideración de que no existe ningún elemento que permita afirmar que este tipo de créditos es más favorable para el
desarrollo de un país, cuestión que podría ser discutible si tenemos en cuenta que la obtención de créditos a largo
plazo puede permitir a las empresas
acometer proyectos de inversión de
mayor envergadura y, además, concede mayor independencia a las empresas con respecto a los bancos al no
estar condicionadas en la toma de decisiones al hecho de que un determinado
banco decida renovarles un crédito o
no. Los resultados de Edwards y Fischer indican que los grandes bancos
745
KtCLNSIONES
alemanes concedían una mayor cantidad de créditos a largo plazo que los
bancos ingleses. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el sistema bancario
alemán no estaba muy concentrado, especialmente en lo que a la actividad
crediticia se refiere, y que el porcentaje
de créditos a largo plazo que concedían los bancos de menor tamaño y
otros intermediarios financieros no
bancarios no era muy elevado, el resultado final no permite aceptar que el papel de los créditos a largo plazo en la
economía alemana fue superior al de
otros países. Finalmente, y contrariamente a lo que se ha venido defendiendo, no es cierto que los bancos alemanes tuviesen un papel decisivo en los
consejos de administración de las empresas no financieras. Sí que podría hacerse esta afirmación para los tres grandes bancos, pero aun aceptando este
hecho no hay evidencia empírica de
que estos bancos estuviesen claramente involucrados en la gestión de las empresas en las que participaban. De hecho, en los casos en los que los bancos
se veían en la necesidad de intervenir,
su colaboración se limitaba a los aspectos estrictamente financieros.
744
La principal contribución de este libro se centra en poner de manifiesto
que la simple correlación de dos hechos (en este caso, crecimiento económico de Alemania desde 1945 y carácter universal de sus bancos) no permite
establecer relaciones de causalidad.
Así pues, los autores afirman que los
méritos que tradicionalmente se han
asociado a la banca alemana, en particular las ventajas en términos de mayor
oferta de créditos, aumento en el período de madurez cié los mismos e incremento de la eficiencia derivado de su
participación en la gestión empresarial,
no pueden ser aceptados desde un
punto de vista empírico. Por tanto,
para analizar si la banca contribuyó al
crecimiento económico de Alemania
es necesario buscar otros mecanismos
distintos a los que tradicionalmente se
han considerado. En cualquier caso,
este resultado debe ser valorado con
cautela, ya que la información que suministran los autores es limitada y, por
tanto, puede estar sujeta a revisión con
la aportación de nuevos datos.
M." Ángeles PONS BRIAS
Universidad de Oxford
ÍNDICE DEL VOLUMEN XIV
ÍNDICE
AÑO XIV (1996)
PREMIO RAMÓN GARANDE 1994
HERRANZ LOCAN, Alfonso y TIRADO FÁBREGAT, Daniel A.: La restncaón
exterior al crecimiento económico español (1870-1915)
11
ARTÍCULOS
FLYNN, Dennis O. y GIRÁLDEZ, Arturo: China and the Spanish Empire
309
FRANCH BENAVENT, Ricardo: Los negocios de una gran empresa sedera en la Valencia del siglo xviu: la Compañía de Nuestra Señora de los Desamparados
557
FRAX ROSALES, Esperanza y MATILLA QUIZA, M.' Jesús: Los seguros en España: 1830-1934
183
GALLEGO MARTÍNEZ, Domingo y PINILLA NAVARRO, Vicente: Del librecambio matizado al proteccionismo selectivo: el comercio exterior de productos agrarios y alimentos en España entre 1849y 1935
371
GARCÍA RUIZ, José Luis: Luis María Pastor un economista en la España de Isabel 11 ..
205
LÓPEZ ORTIZ, Inmaculada: Los efectos de la autarquía en la agricultura murciana ..
591
641
MÉNDEZ IBISATE, Fernando: AlfredMarshally el Banco Central: política monetaria ..
MIGUEL LÓPEZ, Isabel: El censo de manufacturas de 1784. Una nueva fuente para
el análisis de la industria catalana
125
O'BRIEN, P. K.; GRIFFITHS, T. y HUNT, P. A.: Theories of Technological Progress and the British Textile Industryfrom Kay to Cartwright
533
PÉREZ ROMERO, Emilio: Trashumancia y pastos de agostadero en las sierras sorianas durante el siglo xvill
91
SCHWARTZ GIRÓN, Pedro: El arbitrismo en su marco institucional: las Cortes de
Castilla del siglo xvn ante los éranos y montes de piedad
53
TORRERO MAÑAS, Antonio: Empresas y empresarios en el Reino Unido. La visión
de Marshall y de Keynes
421
VALLEJO POUSADA, Rafael: El impuesto de consumos y la resistencia antifiscal en la
España de la segunda mitad del siglo xix: Un impuesto no exclusivamente urbano
339
747
NOTAS
DE CASTRO MONSALVE, Concepción: Campomanes. Un ilustrado en el Consejo
de Castilla
457
FELIU MONFORT, Gaspar: El milagro español o el mito del fracaso
67 3
NEWLAND, Carlos y PARRADO, Emilio: Cultivos y crecimiento de la población
esclava: el caso de Guyana en el siglo xi\
683
ROJAS FRIEND, Antonio y FUENTES, Juan Francisco: Una nota sobre el gasto
de timbre de correo a mediados del siglo xix
231
RECENSIONES
ARENAS POSADAS, Carlos (ed): Industria y clases trabajadoras en la Sevilla del siglo XX. Por Ricardo M. Martín de la Guardia
256
ARENAS POSADAS, Carlos: Sevilla y el Estado. Una perspectiva local de la formación del Capitalismo en España (1892-192}). Por Andrés Moreno Menjíbar
727
ATIENZA, Angela: Propiedad y Señorío en Aragón. El clero regular entre la expansión
y la crisis (1700-1835). Por José Manuel Latorre Ciria
484
BENAUL, Josep M.; CALVET, Jordi y DEU, Esteve: Industria i ciutat Sabadell,
1800-1980. Por José Antonio Miranda Encarnación
252
BERNABÉU MESTRE, Josep: Enfermedad y población. Introducción a los problemas y métodos de la epidemiología histórica. Por Abel F. Losada Alvarez
277
BERNECKER, Walther L.: De agiotistas y empresarios. Entorno de la temprana industrialización mexicana (siglo xix). Por Carlos Sola Corbacho
283
CÁRCELES DE GEA, Beatriz: Fraude y administraciónfiscalen Castilla. La comisión de millones (1632-1638): Poder fiscal y privilegio jurídico-polilico. Por Juan
Zafra Oteyza
477
CARMAGNANI, Marcello: Estado y Mercado. La economía pública del liberalismo
mexicano, 1850-1911. Por Juan Carlos Sola Corbacho
283
CRUZ ARTACHO, Salvador: Caciques y campesinos. Poder político, modernización agraria y conflictividad rural en Granada, 1890-1925. Por Luis Garrido
González
508
CRUZ, Jesiís: Political Change and Cultural Persistence Among the Spanish Dominant
Groups, 1750-1850. Por Concepción de Castro
729
DÍAZ FUENTES, Daniel: Crisis y cambios estructurales en América Latina. Argentina, Brasil y México durante el período de entreguerras. Por Antonio Santamaría ...
702
DIEZ SANZ, Enrique: La tierra de Soria. Un universo campesino en la Castilla orien272
tal del siglo XVI. Por Alfonso Rodríguez Grajera
EDWARDS, Jeremy y FISCHER, Klaus: Banks, finance and investment in Germany. Por M." Angeles Pons Brías
742
FOREMAN-PECK, James: Historia Económica Mundial Relaciones Económicas Internacionales desde 1850. Por R. Sicotte
695
GALLO, Klaus: De la invasión al reconocimiento. Gran Bretaña y el Río de la Plata,
1806-1826. Por Carlos Rodríguez Braun
737
GRICE-HUTCHINSON, Marjorie: Ensayos sobre el pensamiento económico en España. Por José Luis García Ruiz
519
748
HERNÁNDEZ BENÍTEZ, Mauro: A la sombra de la Corona. Poder local y oligarquía urbana. Por Miguel Ángel Melón Jiménez
263
HOBSBAWN, Eric: Misiona del siglo xx. 1914-1991. Por Gabriel Tortella
514
KLEIN, Hcrbert: The American Finances of ihe Spanish Empire: Royal Income and
Expenditurcs in México, Perú and Charcas, 1680-1809. Por Carlos Marichal
280
KOMLOS, John (ed.): Stature, Living Standards, and Economic Developmenl: Essays
in Anthropomelric History y John Komlos (ed.), The Biological Standard of Living on Three Conlinenls: Further Explorations in Anlropomelric liistory. Por James Simpson
526
LANGLOIS, Richard N , y ROBERTSON, Paul L.: Firms, Markets and Economic
Change. A Dynamic Theory of Business Institutions. Por Jesús María Valdaliso ..
522
LLORDEN MIÑAMBRES, Moisés: Desarrollo económico y urbano de Gijón en los
siglos XIX y XX Por Carlos Larringa Rodríguez
502
MARTÍN ACEÑA, Pablo, y GÁRATE OJANGUREN, Montserrat: Economía y
Empresa en el Norte de España. Una aproximación histórica. Por Stefan Houpt ...
697
MARTÍN ACEÑA, Pablo, y SIMPSON, James: The Economic Developmenl of
Spain since 1870. Por Vera Zamagni
719
MARTÍNEZ NEIRA, Manuel: Revolución y fiscalidad municipal La hacienda de la
723
villa de Madrid en el reinado de Fernando VIL Por Hilario Rodríguez de Gracia
MELCíAREJO, Joaquín: La intervención del Estado en la cuenca del Segura, 19261986. Por Salvador Calatayud
716
MIRO LIAÑO, M.» Lourdes: Sociedades mercantiles de Iluelva, 1886-1936. Por
Carlos Larrinaga
706
MONTERO, Manuel: La California del hierro. Las minas y la modernización económica y social de Vizcaya. Por Antonio Escudero
505
MUÑOZ RUBIO. Miguel: RENFE (1941-1991) Medio siglo de ferrocarril público
Por Francisco Javier Vidal Olivares
511
NADAL, Jordi y CATALÁN, Jordi (eds.): La cara oculta de la industrialización española. La modernización de los sectores no líderes (siglos xix y xx). Por Miguel
Martorell Linares
241
PANMONTO]0,}uan:
La bodega del mundo (1H00-19}6) Por José Pujol Andreu ..
500
PASTOR REY DE VIÑAS, Paloma: Historia de la Fábrica de Cristales de San Ildefonso durante la época de la ilustración (1727-1810). Por Juan Helguera Quijada
492
ROBLEDO, Ricardo: Economistas y reformadores españoles: La cuestión agraria
(1760-1935). Por Juan Carmona Pidal
497
RODRÍGUEZ DE GRACIA, Hilario: Vivir y morir en Montilla. Actitudes económicas y sociales en el siglo xvn. Por Carlos Larrinaga Rodríguez
270
SAAVEDRA, Pegerto: La vida cotidiana en la Galicia del Antiguo Régimen. Por Amparo Bejarano Rubio
260
SÁNCHEZ ALONSO, Blanca: Las causas de la emigración española, 1880-1930
Por Alan M. Taylor
244
SARASUA, Carmen: Criados, nodrizas y amos El servicio doméstico en la formación del
mercado de trabajo madrileño, 1758-1868. Por Esmeralda Ballesteros Doncel
268
SCHOLLIERS, P. y ZAMAGNI, Vera (eds.): Labour's Reward Real Wages and
Economic Change in 19th-and 20th- century Europe. Por Guillermo A Pérez
Sánchez
291
749
TEDDE DE LORCA, Pedro y MARICHAL, Carlos (eds.): U formación de los
bancos centrales en España y América Latina. Por Antonio (2ubel
TELLO I ARAGAY, Enric: Certera i la Segarra al segle xviii. En els origens duna
Catalunya pobra, 1700-1860. Por Tomás Peris Albentosa
TEMIN, Peter: Lecciones de la Gran Depresión. Por José Luis García Ruiz
THOMSON, James K. J.: Els origens de la industrialilzació a Catalunya. El coto a
Barcelona. Por Lluís Torró Gil
TONINELLI, Angelo Pier: Nascita di una nazione Lo sviluppo económico degliStati Uniti (1780-1914). Por Gabriel Tortella Casares
WARD, W. Peter: Birth Weight and Economic Growth. Women's Living Standards in
the Industrializing West. Por José M. Martínez Carrión
ZAPATA BLANCO, Santiago: La industria de una región no industrializada: Extremadura, 1750-1990. Por Josep M. Benaul
ZYLBERBERG, Michel: Une si duouce dominatton. Les milieux d'affaires franjáis et
lEspagne vers 1780-1808 Por Joan Caries Maixé Altes
750
248
480
735
739
294
708
713
488
e. \> /
0^
\
HISTORIA INDUSTRIAL
I
995
A. S Á N C H E Z P I C Ó N ,
impronta
Modelos tecnológicos en
la reforma
la minería
durante
del plomo
el siglo
ROMERO-BALMAS,
andaluza
xix. G. N Ú Ñ E Z
Empresas
de
industrial
de
arancelaria
de 1906. I. B A R T O L O M É , Los límites de la hulla blanca en
vísperas
de la Guerra Civil. E. SAN ROMÁN,
producción y distribución de electri-
El nacimiento
cidad en España. M. SABATÉ SORT, La
quía
de la SEAT:
e intervención
del
autarINL
DIÁLOGOS Y ENTREVISTAS: Louis BERGERON, Arqueología Industrial, pasado y
presente. Por G. DOREL • FERRÉ. • NOTAS DE INVESTIGACIÓN • RECENSIONES
MARCIAL PONS
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Espelosín y
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EGIPTOMANÍA
LB 1822
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(NUEVA ÉPOCA)
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N ú m e r o monográfico sobre
«El Parlamento y la vida política en la España contemporánea»
1.
VISIONES GENERALES
Arcículos de: MARCUKI.I.O y Pr.RKZ Lr.nrsMA, SOI.OZABAL, ARAGÓN e YRADI.A.
2.
EL PERSONAL PARLAMENTARIO
Artículos de: L()Ri:NTi:, URyciio, BuRDiF.i., CARASA YDF.i. Rr.v Rr.r.cii.i.o y MORÍ-NO LCZON.
3.
EL PARLAMENTO Y LA VIDA POLÍTICA
Artículos de: Dr. 1.A GIIARDIA, MARCUF.I.LO, CABRERA, FLAOI-:FR, HIIANO, PERF/. NUNF/. CARNF.RO,
ARRANZ V CAHRKRA, MARTORFLL, CABRFRA y ÁIA'ARF.Z CHII.I.IUA.
4.
EL PARLAMENTO Y LA POLÍTICA ECONÓMICA Y SOCIAL
Artículos de: MATIIIA, TOBOSO, RODRICUF.Z LOPF.Z-BRFA, GARCÍA CÍARIIA, DFF MORAI
PAN-MONTOIO, VERDOY y GUILLEM.
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SUMARIO DEL NÚM. 140 (mayo-agosto 1996)
HSTUDIOS
K. GARRIIX) FALLA: La aámmislrativizacum de la gestión Je ¡a Segundad Social. (Con una alusión al
«Estado de bienestar»).
S. MARTIN-RLLORTILLH BAQLIKK: Reflexiones sobre la «hutda« del Derecho administrativo.
]. AROZAMKNA SIERRA: Comentario al Capitulo Primero, del Título VII de la Ley }0/19')2. de 26 de
noviembre (arts. 102 al 106).
J. C CASSACNL: El resurgimiento del servicio público y su adaptación en los sistemas de economía de
mercado. (Hacia una nuetm concepción.)
J. PRII: ro DF, Pri5R(): La exigencia de un buen lenguaje jurídico y y estado de derecho.
JURISPRUDENCIA
I.
Comentarios monográficos
F.. ARIMANV l.AMíK.LiA y E. Picii FRUTOS: Las Diputaciones Provinciales y su función como entes de
auxilio a los municipios. Confirmación jurisprudencial (Comentario a la sentencia del Tribunal
Supremo de 29 de noviembre de 1995).
II.
Notas
Contencioso administrativo
A)
En general (T. FON II LLOVL.T y.I- TORNÍUS MAS).
B)
PersonalÍR. ENTRLNA CrrsTAl.
C R C ) N I C A ADMINISTRATIVA
DOCUMENTACIÓN Y DICTÁMENES
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RODRÍGUEZ IGLESIAS
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Secretaria: Nila TORRES UGENA
SUMARIO DEL VOLUMEN 23, NÚM. 2 (mayo-agosto 1996)
ESTUDIOS
Amonio ORTIZ ARCI:: La con/i^uradón Je la rcspomahilidad civil en el amhilo comunitario europeo
de la cornpclcncia cnlrc empresas v de las ayudas de Estado.
Nicolc STOFFFI. VAM.OTON: Interpretación «estricta" o «restrictivas del artículo i6 ICE Las «exigencias imperativas» como interpretación del articulo }6 1.
(Carmen OTERO GARCIA-CASTRÜ I.ON: El instrumento de defensa comercial comunitario tras la conclusión de los acuerdos de la Ronda Uruguay.
NOTAS
José Ff RNANDFZ MARTI\: El principio de responsabilidad patrimonial del Estado por daños causados
por el incumplimiento de las normas de derecho comunitario (Comentario a las sentencias de 3 de
marzo de 1996, Brasserie du Pccheur a RFA y Eactoname lU, as/ac.
F. Jesús ("ARRLRA HERNANDI.Z: El deher de asistencia diplomática y consular de los pescadores comu
nitarios por la Comisión Europea (comentario a la sentencia Odigitria AAf, del TPI de 6 de Julio
de ¡9951
JURISPRUDENCIA
Tribunal de Justicia do las Comunidades Europeas.
CRÓNICA
Consejo de Europa
BIBLIOGRAFÍA
REVISTA DE REVISTAS
DOCUMENTACIÓN
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DE DERECHO CONSTITUCIONAL
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Director: Francisco RUBIO LLÓRENTE
Secretario: Javier JIMÉNEZ CAMPO
SUMARIO DEL AÑO 16 NÜM. 47 (mayo-agosto 1996)
ESTUDIOS
CuRiMlAN SlARi K: Raíces históricas liherlades religiosas.
MANrri. Ani.NZA y |IJAN RUIZ MANI:RO: La regla Je rcconucimienln.
Josr. Li'is MKU.AN GIL: La Adminislracián Pública a partir de la Constitución de 197S.
ALIONSI) Riiz Mn.i'ii.: La objeción de conciencia a deheres cívicos.
FRANCISCO (.AAMAS^O DOMINCIKZ: lil recurso de amparo v la reforma peyorativa de derechos junda
mentales.
NOTA
ANIK)NI PPRI./ A'IALA: La reforma constitucional de Chirac.
JURISPRUDENCIA
Actividad del Tribunal Constitucional: Relación de sentencias dictadas durante el tercer cuatrimestre de
1995 (Deparlamento de Derecho Constitucional de la Universidad Carlos III).
La doctrina del Tribunal Constitucional durante el primer cuatrimestre de 1996
Estudios Críticos
CRÓNICA PARLAMENTARIA
Por NICOLÁS PI-RI-Z-SERRANO
CRÍTICA DE LIBROS
RESENA BIBLIOGRÁFICA
Noticias de libros
Rcvisca de Revistas
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EL TRIMESTRE
ECONÓMICO
CX>MITÉ DICTAMINADOR: Alejandro Castañeda, Pablo Coltor, Raúl Garcia, Raúl Uvas, Rodolfo de la
Tone. CONSEJO EDITORIAL Edinar L Bacha, José Blanco, Qerardo Bueno, Enrique Cárdenas, Arturo
Ferrténdez, Ricardo Ffrench-Davis, Enrique Florescano, Roberto Frenkel, Ricardo Hausmann, Aleiandro
Hernández, AM>ert O. Hirschman, David Ibarra, Felipe Ljtrrain, Frartcisco Ljopes, QuiNermo Maldonado,
RodoNo ManueW, José A. Ocampo, Joseph Ramos, Luis Ángel Rojo Duque, Qert Rosenttwl, Francisco
Sagasti, Jaime José Serra, Jesús SUva Herzog Flores, Osvaldo Sunkel, Carlos TeHo, Sweder van
Wk^berger.
Director Rodolfo de la Torre. Subdirector Raúl Uvas
Secretario de Redacción: Guillermo Escalante A.
Vd. LXIII (4)
México, Octubre-Diciembre de 1996
Núm. 252
ARTÍCULOS
Eiiee Furió Blasco
Enlacia, astknuloa y plastkidad. Un ncorrido por
la obra da Albart O. Hirachman
Raúl Qarcia Heras
La Argantma y e/ ChJb da Paria: Contorció y pagoa
multilatoralos con la Europa Occidontal, 1055-} 950
Pedro Reyes Ortega
Compotitividad da la cama da bovino an Méx/co.
Ganadoras y pardadoras
NOTAS Y COMENTARIOS: Aldo Ferrer, Dasarrollo y aubdaaarroUo an un mundo global: Los
problamas da la AmMca Latirta. DOCUMENTOS: Comunicado Oficial dal Conaajo imarAcáón.
COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS: Aldo Ferrer, Historia da la globalización. Oríganas dal ordan
ecoTfómfco muftdlal, por Francisco Suárez Dávila y por Víctor L Urquidi
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Santamar??a Garc??a, Antonio, PRADOS DE LA ESCOSURA, Leandro y AMARAL, Samuel: 'La Independencia
Americana: Consecuencias econ??micas' (Book Review), Revista de Indias, 55:203 (1995) p.258
Revista de Indias, 2000, vol. LX, núm. 219
AQUINO, Emigdio, José Carlos Mariátegui y el problema nacional, México, UDUAL,
1997, 236 páginas.
El libro que reseñamos está basado en una prolija investigación, realizada en el Perú,
durante una beca de investigación en la Universidad Nacional de San Marcos. Para realizarla, el autor estableció contactos y relaciones con una generación de mariateguistas que,
alrededor de la familia Mariátegui y Empres Editora Amauta, mantienen en el Perú y en el
extranjero el interés por el estudio de la vida y la obra de José Carlos Mariátegui. Su autor,
el historiador mexicano Emigdio Aquino, profesor de la Universidad Autónoma de
México, no sólo ha contado de esta manera con acceso a importantes fuentes documentales y testimoniales, sino que también estuvo en el Perú en un momento muy importante
para los estudios sobre José Carlos Mariátegui: la conmemoración del centenario de su
nacimiento, celebrada en 1994. Cabría destacar, dentro de lo señalado al respecto de nuestro autor, que en los úiltimos años el centro de la producción de investigaciones acerca de
la vida y obra de José CarlosMariátegui ha girado del Perú hacia Europa y algunos de los
más importantes países de América Latina. Este libro se inscribe, pues, al interior de este
cambio de centro.
El libro está compuesto en total por cinco capítulos. El primero está dedicado al
«Marco Histórico del Perú»; el segundo a «El marxismo, Mariátegui y el problema
nacional»; el tercero a «El problema Nacional en el Perú»; el cuarto a «La vigencia de
Mariátegui»; y, finalmente, el quinto a las «Conclusiones». El libro también cuenta con
cuatro anexos que ayudan a ilustrar al lector no especializado sobre algunas de las tesis en
él sostenidas; los integran la transcripción de los Principios Programáticos del Partido
Socialista y el testimonio de Eliseo García, colaborador dde Mariátegui, realizado por el
mismo Aquino, así como una cronología sumaria de la vida y obra de Mariátegui.
Respecto del primer capítulo, Aquino hace un repaso de la historia peruana desde el
fin de la guerra del Pacífico, en 1883, hasta la muerte de Mariátegui en 1930.
Concretamente, por un lado desarrolla la evolución económica y política del Perú y, por
otro, su evolución intelectual y social, agrupándolo todo en tres acápites. En el primer caso
realiza una periodificación en tres momentos: 1883-1895, que abarca al Tercer
Militarismo; 1895-1919, conocido como la República Aristocrática; y 1919-1930, correspondiente al oncenio de Leguía. En el segundo hace un seguimiento de los intelectuales
más representativos y sus ideas, y estudia cómo evolucionó la organización de los trabajadores peruanos.
En el segundo capítulo se hace un recuento del contexto internacional y latinoamericano en el que se enmarcan los escritos de Mariátegui, así como una formulación acerca
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
de lo que se define como «Problema Nacional», uno de los temas sobre los que volveremos más adelante. Respecto al tercero, es el capítulo central de la investigación en donde
Aquino desarrolla y analiza las principales tesis de Mariátegui acerca del «Problema
Nacional»; en cinco de sus cuatro acápites se estudian los problemas centrales de los planteamientos mariateguianos: el problema indígena y campesino; el carácter dual de la sociedad peruana; la polémica con otros planteamientos acerca del problema nacional; y la
apuesta de Mariátegui por un Perú integral. En el capítulo cuarto se hace una valoración
general de las propuestas de Mariátegui a través del análisis del problema de la vigencia
de sus planteamientos. Por último, en el quinto capítulo se aportan las conclusiones de la
investigación.
En cuanto a los aportes de la investigación de Aquino, queremos resaltar ciertos aspectos importantes, algunos de los cuales han sido dejados de lado por muchos investigadores
de la vida y la obra de Mariátegui y que podemos resumir en una idea fundamental: la perspectiva integral del proyecto socialista de Mariátegui. En primer lugar, que este autor no
sólo analizó la realidad peruana, lo que ha dado lugar a algunas interpretaciones acerca del
carácter «nacional» del socialismo de Mariátegui. Como muy bien nos recuerda Aquino,
Mariátegui ubicó el problema nacional del Perú dentro de contextos más amplios: la situación internacional, donde realizó importantes análisis acerca de la realidad europea
(España incluida) y los países colonizados, especialmente de Asia; y la realidad latinoamericana, en particular los referidos a los problemas de la identidad y la cultura, resaltando los lazos que los unen, pero también los que los dividen.
En segundo lugar, resaltar al problema indígena y el problema agrario como central en
su formulación del problema nacional del Perú. Desde su perspectiva marxista, Mariátegui
consideraba que el campesinado indígena, en tanto trabajador, tenía un papel fundamental
al lado de la clase obrera en el proyecto socialista. Esto que ahora podría ser evidente, en
el Perú de entonces no lo era. En tercer lugar, el carácter integral del proyecto de
Mariátegui. Contrariamente a una visión muy difundida, Mariátegui no era un «indigenista»: planteaba que para que el Perú dejara de ser una nacionalidad en formación, la tradición indígena debía ser incorporada a cualquier proyecto de construcción nacional al lado
de la tradición española y de la tradición republicana (o criolla). Fórmula que sería recogida por José María Argeueedas, quien la resumió en su célebre frase «Un Perú de todas
las sangres». Mariátegui, pues, no rechazó el aporte de las otras tradiciones históricas existentes en el Perú, sino que resaltó la necesidad de incorporar la tradición indígena a la cultura existente. Es en este sentido que Mariátegui encuentra puntos de encuentro con algunas posiciones indigenistas, pero esto no lo convierte en un indigenista. En cuarto lugar, el
rescate de un concepto de suma importancia para entender el carácter integral del proyecto nacional de Mariátegui: el de tradición. Mariátegui disingue por ello entre «pasadismo»
y «tradición». El primer término es concebido como algo ya establecido e inmutable, y que
ha llevado a muchos nacionalismos a planteamientos «esencialistas» de la nación, que en
el caso peruano se expresaba en las posiciones de los intelectuales de la generación del 900
que Mariátegui critica. El segundo, en cambio, es concebido como algo móvil y cambiante, que se desarrolla a partir del proceso histórico de cada país. Es en ese sentido que
Mariátegui habla, insistimos, de una «nacionalidad en formación», ya que la tradición indígena no había sido incorporada a la «tradición nacional».
Como balance general, podemos señalar que se trata de un libro bien logrado y prolijamente desarrollado, y que da aportes importantes para la continuación del debate tanto
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acerca de los planteamientos de José Carlos Mariátegui como de su importancia para el
análisis de los problemas contemporáneos de América Latina en el actual contexto internacional. Aportes que hemos resaltado en las líneas anteriores. Pero como toda obra que
aporta al debate, queremos también señalar algunas discrepancias y matizaciones a sus
planteamientos.
En primer lugar nos referiremos a las características de la obra de Mariátegui, y seguidamente a las bases teóricas y metodológicas de la investigación. En cuanto a las características de la obra del pensador peruano, habría que resaltar que se trata de trabajos formulados desde el periodismo y la ensayística. Nada más lejos de las intenciones de
Mariátegui que realizar una obra con el fin de formular un cuerpo cerrado de doctrina.
Como él mismo señaló en los Siete Ensayos, no consideraba que sus planteamientos estuvieran terminados, y habría que volver sobre ellos cuantas veces fuera necesario para desarrollarlos. La impresión que da la investigación de Aquino es que Mariátegui hubiera dejado formulado un corpus teórico que pudiera ser resumido y utilizado como una metodología a seguir. Mariátegui no sólo tenía una concepción heterodoxa del marxismo, sobre
cuyo tema Aquino no se detiene, sino además alejada de todo cientificismo propio tanto
del socialismo socialdemócrata como del marxismo soviético. No hace alusión, por ejemplo, a influencias incómodas para cualquier marxismo ortodoxo como las de Sorel o
Bergson. Más bien presenta al marxismo de Mariátegui como una continuidad lineal de las
obras de Marx, Engels y Lenin, que están obviamente presentes en la obra de Mariátegui,
pero no son las únicas. En ese sentido, no se recogen los aportes de algunos importantes
mariateguianos, como por ejemplo los escritos de Alberto Flores Galindo, que constantemente resaltó el carcter antidogmático de la obra de Mariátegui, lo que le llevó a polemizar con la Tercera Internacional o el Comintern. Es en ese sentido que debe entenderse la
vigencia de la obra de Mariátegui: como una obra abierta que debe ser continuada con la
misma creatividad con que él la hizo para interpretar la realidad peruana y transformarla.
En cuanto a las bases teóricas y metodológicas de la investigación, es claro que ésta
se inscribe por un lado en la tradición marxista y, por otro, dentro de la teoría de la dependencia, perspectivas que no son cuestionables en sí mismas pero que plantean problemas
en el campo de la teoría y la metodología. En cuanto a lo primero, el problema central es
el de seguir caracterizando a las clases sociales y a los intelectuales como sujetos homogéneos que se comportan en función de sus inmediatos intereses de clase. La realidad es
siempre más compleja, y por ello aplicar este esquema al problema nacional lleva a caracterizar tanto a los partidos políticos y a los intelectuales de «nacionales» y de «antinacionales». Es desde esta perspectiva que los debates de Mariátegui con intelectuales como
Víctior Andrés Belaúnde o Haya de la Torre no son entendidos en su complejidad. En
cuanto a lo segundo, también se ve patente en el análisis del problema nacional con respecto al imperialismo, en donde las clases dominantes son percibidas como meros títeres
de las grandes potencias internacionales. Por otro lado, respecto al problema nacional
mismo implica asumir un enfoque donde la nación es sólo resultado de una revolución burguesa y del desarrollo del capitalismo, procesos que debieron haberse producido con la
independencia a principios del siglo XIX. De esta manera, se sigue una concepción lineal
de la evolución histórica cuyo modelo se basa en los procesos de construcción nacional de
Europa occidental. Que este enfoque no es asumido por Mariátegui es claro cuando analiza la complejidad de la realidad peruana, donde el desarrollo del capitalismo no había
implicado la desaparición de estructuras no capitalistas sino que más bien las había reproR. I., 2000, n.° 219
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
ducido. También se expresa en que la base del proyecto socialista de Mariátegui era recuperar la tradición comunitaria de las comunidades campesinas, tema tampoco tratado en el
libro, y que fue asimismo punto de fuertes debates no sólo con la Tercera Internacional sino
también al interior del propio Partido Socialista. Desde una perspectiva modernizadora, el
campo y la comunidad campesina representaban el atraso del país y debían desaparecer.
Mariátegui más bien planteaba recuperarlos para el proyecto socialista. ¿Es este planteamiento hoy vigente?
Estos comentarios no quieren desmerecer de ninguna manera los aportes del libro,
sino, como señalábamos anteriormente, continuar con un debate que sigue abierto y que es
siempre bienvenido.
Ricardo PORTOCARRERO GRADOS
Pontificia Universidad Católica del Perú
BÖTTECHER, Nikolaus y HAUSBERGER, Bernd (editores), Dinero y negocios en la historia
de América Latina. Geld and Geschäft in der Geshichte Lateinamerikas. Veinte ensayos
dedicados a Reinhard Liehr, Frankfurt am Main y Madrid, Vervuet-Iberoamericana,
Bibliotheca Ibero-Americana, 2000, 552 páginas, índice general y de autores, gráficos,
cuadros, mapas y bibliografía, prólogos de Nikolaus Böttecher y Bernd Hausberger y
de Günter Vollmer y datos biográficos y bibliografía de Reinhard Liehr.
Reseñar un trabajo colectivo es siempre una tarea complicada, pero más aún en el caso
que nos ocupa. Bajo un título tan amplio como Dinero y negocios en América Latina,
Nikolaus Böttecher y Bernd Hausberger reúnen una veintena de artículos muy distintos;
acerca de problemas, áreas o países, y momentos históricos muy diferentes; tan diferentes
como las metodologías y presupuestos teóricos usados por los autores para abordarlos. Con
esos precedentes, es obvio, pero a la vez necesario señalar que la obra, al igual que cualquier otra de este tipo, incluye estudios de muy diversa calidad. La razón de la compilación, además, no es estrictamente temática, al menos no solamente, sino rendir homenaje
a la labor del historiador Reinhard Liehr, lo que tampoco ayuda a su unidad y coherencia.
A ello hay que añadir, finalmente, que haber optado por incluir los textos en cuatro idiomas —castellano, alemán, inglés y portugués—, dificulta también el acceso a la totalidad
de sus contenidos a la mayoría de los lectores interesados en los temas tratados.
No obstante lo dicho anteriormente, Dinero y negocios en América Latina, aparte del
indudable valor que algunos de sus artículos tienen para el conocimiento de ciertos temas
específicos tratados en el mismo, es interesante como muestra del tipo de problemas que
atraen actualmente la atención de los historiadores de la economía latinoamericana, y de
las teorías y métodos de trabajo e investigación en uso. Aunque con ciertas limitaciones
que exponemos a continuación, en mi modesta opinión, la obra ofrece una visión bastante
completa del panorama historiográfico, fundamentalmente para el estudio de algunas cuestiones, como la historia empresarial, del comercio internacional o de las instituciones económicas, aunque particularmente centradas en el área novohispana colonial y mexicana
independiente.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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Acerca del valor muestral de la compilación de Böttecher y Hausberger es necesario
decir también que incluye otras dos limitaciones. En el orden estrictamente espacial, a
pesar de la mencionada concentración temática en el área del antiguo Virreinato de la
Nueva España, incluye artículos acerca de áreas y/o países como Perú, Venezuela, Bolivia,
Paraguay, Cuba o Brasil, pero también excluye completamente otros, algunos de enorme
importancia intrínseca e historiográfica, como la Argentina. La segunda limitación es la
ausencia de los estudios que emplean métodos econométricos para mejorar el conocimiento del pasado; procedimientos muy poco habituales en la investigación tradicional
sobre las economías latinoamericanas, pero que en las últimas décadas están generando
trabajos muy interesantes.
El libro comienza con una introducción de los editores y una especie de prefacio a
cargo de Günter Vollmer acerca de la obra de Liehr, al que sigue una relación de sus trabajos y datos biográficos más importantes. Como corolario, además, la compilación concluye con un ensayo de Horst Pietschmann sobre la «Globalización y mercado de trabajo:
la perspectiva del historiador de larga duración», en el que el autor apunta algunas conclusiones que ofrece el estudio de la historia para explicar el actual y controvertido problema de la mencionada globalización. Pietschmann señala que la único modo de superar
el nivel de decisión político-económico nacional es la agrupación internacional de países,
especialmente con criterios regionales, pero que para ser practicables, dichas agrupaciones
deben realizarse teniendo en cuenta los problemas nacionales y, particularmente, las
demandas sociales internas de los Estado que las forman.
Además, del ensayo de Pietschmann, Dinero y negocios en América Latina incluye
otros dos artículos, los firmados por Enrique Otte y Mariano Torres Bautista, muy diferentes del resto de los trabajos del libro que, de un modo u otro, es posible agrupar en grandes bloques temáticos, en función de su objeto de estudio. Otte estudia «La mujer de Indias
en el siglo XVI». Básicamente, el autor comenta la historiografía, el estado de la cuestión
y las fuentes disponibles para la investigación de un tema que ha merecido poca atención
hasta el momento. Torres Bautista, por su parte, analiza «La valorización del patrimonio
cultural. El caso del patrimonio industrial en América Latina»; es decir, las posibilidades
que ofrece la infraestructura concebida en su momento con propósitos productivos y ahora
en desuso por distintas razones, para albergar y potenciar actividades de carácter social y
cultural, que en su opinión son enormes.
La mayor parte de los trabajos compilados en el libro, como señalamos anteriormente, se dedican al estudio de la Nueva España o México. Dos de ellos, además, abordan problemas relacionados con la producción y el comercio del cacao: Ursula Thimer-Sachse,
«Wer war oder ist der 'Señor del Cacao'. Kakaobohnen als währrung im Vizekönigreich
Neuspanien», y Günter Vollmer, «Über den wechselkurs von cacaobohnen und den preis
der schokolate. Ein mexikanisches problem». Otros dos artículos se dedican a aspectos
relacionados con la minería: Eduardo Flores Clair: «Utopía y realidad. Proyectos para
financiar la minería novohispana (1777-1783)», y Brígida Von Mentz, «La organización y
el abasto de insumos de una empresa minera en Zacatecas al fines del período colonial e
inicios del independiente». Los capítulos firmados por Antonio Ibarra, «El Consulado de
Comercio de Guadalajara, 1795-1821. Cambio institucional, gestión corporativa y costos
de transacción de la economía novohispana», y Jorge Silva Riquer, «Mercado y comerciantes de la ciudad de México, 1830-1840», como sus títulos indican, se interesan por
temas comerciales, esencialmente del mercado interno de las grandes ciudades mexicanas,
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
aspectos que también definen el contenido del texto de Rosa María Meyer Cosío sobre
«Francisco Iturbe: del comercio local a las finanzas nacionales, 1809-1861», aunque éste
último indaga sobre un caso personal concreto. Finalmente, un octavo trabajo dedicado al
Virreinato novohispano es el de Bernd Hausberger, titulado «Ein silberayfkäufer macht
bankrott. Anmerkungen zu kredit, schulden und preisen im nordwestlichen Neuspanien».
Los problemas relacionados con el marco institucional, que han merecido mucha atención en las últimas décadas y cuyo estudio se reforzó tras la concesión del Premio Nobel
a Douglass C. North, y la historia empresarial, esencialmente casuística, y generalmente
en relación con el tema anterior, son los asuntos más abordados en la compilación. Flores
Clair, por ejemplo, piensa que las necesidades de capital de la minería novohispana en las
décadas de 1770 y 1780 provocaron un proceso de concentración de las compañías, pero
también hicieron patente la urgencia de reformas institucionales que modificasen el rígido
monopolio de la Corona, algunas de las cuales se realizaron con relativo éxito. Von Mentz,
por otro lado, analiza una firma minera de Zacatecas en los años finales del dominio español, y destaca la eficiencia de su funcionamiento, lo que pone en tela de juicio algunos tópicos habituales en la historiografía sobre el sector, como las dificultades que para una buena
gestión implicó el absentismo de los propietarios, muy común en esa actividad productiva,
o la corrupción administrativa y los sobornos, práctica normal que no siempre fue en detrimento de dicha eficiencia y sobre la que se han realizado muchas afirmaciones con poco fundamento.
Analizando la figura y la trayectoria de Iturbe, Meyer Cosío, destaca también las dificultades de índole institucional que tuvieron que enfrentar los empresarios mexicanos en el
inicio del siglo XX. Las crisis financieras endémicas que padeció el país —dice—, se fueron agravando con el tiempo y terminaron perjudicando los negocios que, incluso, habían
surgido o prosperado en ocasiones aprovechando esas circunstancias. Unidas a las combulsiones políticas de la nación y a las necesidades financieras del Estado, cada vez más difíciles de satisfacer, condujeron a los gobiernos a utilizar procedimientos coercitivos para
obtener recursos que perjudicaron las actividades económicas, llegando a extremos como el
encarcelamiento del citado Iturbe y de otros empresarios que se negaron a aceptarlos.
Los trabajos de Ibarra y Silva Riquer estudian también las condiciones institucionales
del comercio interno en dos grandes ciudades mexicanas, México capital y Guadalajara.
Ibarra aplica lo que él llama la teoría neoinstitucionalista para explicar la función y el desarrollo de los Consulados de Comercio en el inicio del siglo XIX, y llega a la conclusión de
que la acción de esos organismos, a pesar de las dificultades del contexto histórico en que
desarrollaron su actividad, fue positiva y significó cambios decisivos en el mercado y en
los modos de actuación de los agentes económicos. Silva Riquer llama la atención sobre los
problemas que la magnitud que el mercado mexicano implicó para el desenvolvimiento de
estos últimos en las décadas de 1830-1840. En dichas circunstancias, el autor resalta que la
característica más llamativa fue la continuidad de las prácticas mercantiles respecto al período colonial, lo que en su opinión se explica debido a que esa fue quizás la opción más
racional, entre otras cosas, como consecuencia de que tal continuidad fue también el rasgo
predominante en la legislación comercial y en la administración en general.
Colin M. Lewis estudia problemas similares a los anteriores –la relación entre el
desenvolvimiento empresarial privado, el marco institucional y la acción del Estado–, aunque en un país, en una época y en un sector distintos: «Regulating the Private Sector:
Government and Railways in Brazil, c. 1900». Como Pietschmann, Lewis propone obteR. I., 2000, n.° 219
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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ner lecciones del conocimiento histórico para situaciones del presente: el futuro de las
compañías ferroviarias. El ferrocarril –dice– no fue en el caso brasileño un factor de anticipación al crecimiento, ni tuvo una función destacada de fomento e impulso de la economía, pero ello se debió a las limitaciones de la estructura económica nacional, y la gestión
privada no resolvió los problemas de eficiencia y rentabilidad que en general tuvieron las
líneas como consecuencia de la ausencia de condiciones institucionales adecuadas. Esta
conclusión coincide, además, con las del reciente libro de Jesús Sanz (coord.) et al.
(Historia de los ferrocarriles en Iberoamérica, 1837-1995, Madrid, Ministerio de
Fomento, 1998), para casi todos los países de América Latina.
Dinero y negocios en América Latina incluye un segundo trabajo sobre Brasil que,
además, junto a los de Ibarra y Von Mentz es representativo del reciente interés por potenciar los estudios regionales y locales. Se trata del artículo de Mattias Röhrig-Assunçao
acerca de la «Exportaçao, mercado interno e crises de subsistência numa provincia brasileira. O caso do Maranhao, 1800-1860».
Exceptuando el artículo de Barbara Potthast, «Bäuerliche wirtschaft und die rolle der
frauen: Paraguay im 19. Jahrhundrt», el resto de los trabajo de la compilación están dedicados al área andina y/o al comercio internacional o a las relaciones económicas de los países de ese área, del Imperio Español en general, o del Caribe hispano con las grandes
potencias europeas y con los Estados Unidos.
Menos el trabajo de Jügen Golte, «Zur bedeutung von ferhandelsbezeihungen in der
geschichte der Anden», los textos dedicados al área andina examinan aspectos relativos al
comercio internacional en la primera mitad del siglo XX. León E. Bieber, «El comercio germano-boliviano 1936-1939. Un fracaso singular en el contexto del comercio de compensación de Alemania con América Latina», destaca la coincidencia en los últimos años de la
década de 1930 del interés germano por ampliar sus negocios en América Latina, y de la
intención de los gobiernos bolivianos por romper los monopolios de las grandes empresas
mineras norteamericanas y aplicar una especie de socialismo de Estado. El acercamiento de
ambas naciones no dio los resultados esperados —dice el autor— debido a hechos más o
menos circunstanciales como el suicidio del presidente Busch o el inicio de la Segunda
Guerra Mundial, pero, piensa que en el fondo se habrían frustrado de todos modos.
Michael Zeuske, que indaga también en los intereses germanos en América Latina,
estudia los «Trasfondos del conflicto de 1902: política, cónsules y comerciantes alemanes
en las Venezuelas en el siglo XIX»; conflicto bien estudiado en su conjunto, según el autor,
pero del que se desconocían los detalles de las complejas relaciones políticas internacionales y comerciales que lo motivaron.
Finalmente, Rory Miller, «British Business in Peru. From the Pacific War to the Great
Depression», analiza el problema de las relaciones británico-peruanas que, según él, en esa
época destacaron por su idiosincrasia en relación con el resto de los países latinoamericanos; Renate Pieper estudia «Imperium und Finanzpolitik im 18. Jahrundert. Spanien und
England im vergleich», y Nikolaus Böttecher, «Trade, War and Empire: British Merchants
in Cuba, 1762-1796», artículo en el que se revisa la importancia que para el crecimiento
de la economía cubana de finales del siglo XVIII y principios del XIX tuvo la toma de La
Habana por los ingleses.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
CAGNI, Horacio, La Guerra Hispanoamericana y el inicio de la globalización, Buenos
Aires, Centro Argentino de Estudios Estratégicos, IXBILIA-Universidad de Sevilla,
OLCESE Editores, 1999, 102 páginas, bibliografía, fuentes e índice. Prólogo de Abel
Posse.
1898 es una de las fechas con mayor simbolismo y proyección de la historia contemporánea mundial. Por eso, la historiografía que ha generado la reciente conmemoración de
su centenario se ha caracterizado por su vastedad, pero también por una considerable heterogeneidad temática. Cuando analizamos con Consuelo Naranjo Orovio los estudios dedicados al tema en los últimos años (1996-1999), señalamos que la trascendencia del problema, espacial y temporalmente hablando, era uno de los aspectos que más interés había
despertado en las obras dedicadas al asunto [Antonio Santamaría García y Consuelo
Naranjo Orovio, «El '98 en América. Últimos resultados, tendencias recientes de la investigación y bibliografía», Revista de Indias, volumen LIX, número 215 (enero-abril, 1999),
páginas 215-274].
La obra de Horacio Cagni, La Guerra Hispanoamericana y el inicio de la globalización, puede ser clasificada entre la producción historiográfica sobre el 98 como uno de los
estudios interesados en los hechos acontecidos en los años finales del siglo XIX, y concretamente en la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, por sus implicaciones posteriores. Además, en sus páginas incluye también un pequeño ensayo acerca de «algunas opiniones argentinas» sobre el conflicto, lo que se justifica por el origen del autor y el lugar
de edición del estudio, no obstante debemos señalar que, generalmente por esas mismas
razones, este es otro aspecto —la proyección del problema en países que no estuvieron
directamente implicado en los referidos hechos— que ha despertado mucho interés en la
investigación. Por ejemplo, poco antes de la publicación del libro que ahora nos ocupa,
Sylvia L. Hilton y Steve J.S. Ickringuill editaban un trabajo con contribuciones de varios
historiadores titulado: European Perceptions of the Spanish-American War of 1898 (Bern,
Berlin, Bruselas, Frankfurt, Nueva York y Viena, Peter Lang, 1999), el cual reseñamos
también para la Revista de Indias.
El libro de Horacio Cagni es un trabajo bastante bien concebido en mucho sentidos,
breve, con utilidad divulgativa, articulado en torno a una tesis central con la que se puede
estar más o menos de acuerdo, pero que se fundamenta dignamente y que, además, se matiza con otras posibilidades entre las que, además, se ofrece como una contribución con
carácter complementario. En opinión de Abel Posse, que prologa el estudio, dicha tesis es
«una parábola útil»; útil por su valor explicativo y parábola por su referida proyección del
significado del 98 a acontecimientos actuales, como la Guerra del Golfo y el conflicto de
los Balcanes.
La razón con la que autor fundamenta su proyección parabólica del 98 hispanoamericano es que, en su opinión, el acontecimiento puede ser considerado históricamente como
el hito que marcó el inicio de lo que él denomina la «globalización» norteamericana. La
tesis que Horacio Cagni sostiene es que, a pesar de las muchas explicaciones que se han
dado sobre la guerra entre España y los Estados Unidos e, incluso, sin contradecir muchas
de ellas, «los poderes indirectos fueron los auténticos impulsores» del conflicto, y estos
mismos pueden ser considerados también los principales promotores de la intervención
armada de aquel país en el Golfo Pérsico, en la antigua Yugoslavia, y en otros lugares del
planeta desde finales del siglo XIX hasta hoy en día. Poderes —en opinión del autor— que
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desde la finalización de la Guerra de Secesión, se mostraron interesados en una agresiva
expansión internacional de su nación para el beneficio de sus propios intereses, pero que
quisieron y supieron enmascararla con atributos como la extensión de la civilización, de la
democracia y de la libertad estadounidenses y, más recientemente, con motivos humanitarios.
Para un historiador, oficio de quien reseña estas páginas, una explicación de los hechos
como la que propone Horacio Cagni es muy discutible, esencialmente debido a que supone estático uno de los factores explicativos del problema, y, además, no uno cualquiera,
sino el más importante. Básicamente, y a pesar de los matices que introduce en ciertos
momentos, considera prácticamente inmutables los referidos «poderes indirectos» o fácticos —denominación más usual en castellano—. No obstante, en lo que en un estudio con
pretensiones mayores y más páginas podría considerarse un defecto insalvable, en una obra
breve, ensayística —a pesar de que utiliza una relativamente abundante documentación de
primera mano— que, como ya señalamos, se concibe como una contribución complementaria al entendimiento del tema, no sólo elude en nuestra opinión ese problema, sino que
consigue dignamente su objetivo de ofrecer al lector una interesante aportación historiográfica.
Además del referido análisis sobre algunas opiniones argentinas acerca del conflicto
hispano-cubano-norteamericano y de su significado y proyección para entender otros
acontecimientos más actuales de la acción internacional de los Estados Unidos, La Guerra
Hispanoamericana y el inicio de la globalización, examina brevemente sus antecedentes y
la conflagración en sí misma, su significado dentro el enfrentamiento entre aquél país y los
europeos, los fundamentos geo-políticos e ideológicos del tema, y el «desastre» visto
desde España. El trabajo termina con una relación breve pero suficiente de las fuentes y la
bibliografía.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
CONTRERAS, Carlos y CUETO, Marcos, Historia del Perú Contemporáneo, Lima, Red para
el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 1999, 312 páginas.
En estos últimos años se ha producido un inusual interés por reinterpretar la historia del
Perú republicano, siendo ejemplos de ello libros como el de Nelson Manrique, Nuestra
Historia: Historia de la República, Lima, Cofide, 1995 y el de Franklin Pease, Breve
Historia del Perú Contemporáneo, México, FCE, 1995. La Historia del Perú
Contemporáneo que ahora han escrito Carlos Contreras y Marcos Cueto se suma a esta
revisión sintética, motivada, en palabras de ambos autores, por los nuevos hallazgos que la
investigación ha producido en los últimos quince años, por el cambio de paradigmas teóricos que lo anterior ha supuesto y por la nueva coyuntura política, social y cultural que
vive el país al culminar el siglo XX. El eje de este relato es el análisis de la propuesta y
aplicación de los cuatro proyectos políticos que habrían marcado el rumbo del Perú en
estos dos últimos dos siglos: 1) el proyecto de los libertadores y la primera generación
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republicana (1821-1869), 2) el proyecto liberal del civilismo (1870-1930), 3) el proyecto
nacional, populista e indigenista (1930-1989) y 4) el proyecto neoliberal (1990 hasta la
actualidad). A lo largo de los diez capítulos en que está dividida la obra, ambos autores
combinan el análisis y el ensayo interpretativo sobre el mero dato cronológico. Además
introducen nuevos enfoques que han contribuido a enriquecer el conocimiento acerca del
pasado reciente peruano como la historia de la ciencia o la demografía histórica. En este
aspecto ambos demuestran un dominio absoluto de la extensa bibliografía reciente, exclusivamente editada en castellano, que se incorpora al final de cada capítulo. Además cada
cierto tiempo el lector se encuentra con unos recuadros didácticos que a través de breves
testimonios de la época o datos estadísticos procuran reforzar adecuadamente lo argumentado en las páginas principales. En general este es un libro estupendo por su claridad y
perspectiva que, por eso mismo, invita a la polémica.
Si bien es cierto los autores anuncian una postura equidistante tanto de la historia política tradicional como de la historia «estructural», economicista y dependentista, conforme
se avanza en la lectura se aprecia cierto tributo metodológico con el esquema evolutivo
propuesto en Clases, Estado y Nación de Julio Cotler, polémica obra que, paradójicamente, no aparece mencionada en la bibliografía y que pese a sus defectos visibles fue un horizonte referencial de muchos historiadores. Tal como antes lo formulara Cotler, el Estado
sigue siendo el gran protagonista de la Historia del Perú Contemporáneo, bajo una careta
patrimonial y rentista entre la independencia y el estallido de la guerra del Pacífico (18791883); oligárquica, modernizadora y populista entre 1895 y 1968; corporativa, nacionalista e intervencionista entre 1968 y 1980 y, por último, neoliberal y privatizadora entre 1990
y 1999. Sobre este gran escenario se reconstruye el papel del resto de los protagonistas (los
caudillos y partidos políticos, el Ejército, la Iglesia, los intelectuales y, por último, la sociedad civil). Contreras y Cueto, tal vez conscientes de su proximidad con la visión del Perú
de Cotler, señalan casi al terminar el libro que su énfasis fue resaltar la riqueza de los proyectos políticos con el ánimo de contraponerse a visiones «en las que se sugirió, por lo
contrario, la carencia de elites dirigentes» (p. 311), en alusión directa al lamento de aquel
sociólogo acerca de la inexistencia en el país de una burguesía dirigente y nacional. Uno
de los aportes de este libro es precisamente recoger las investigaciones de Paul
Gootenberg, Alfonso Quiróz, Rosemary Thorp y Geoff Bertram que desde el punto de vista
económico demostraron lo exagerado de tal afirmación. Ello les conduce a la relectura del
papel de las clases dirigentes, por ejemplo cuando se afirma que la «república aristocrática» entre 1895 y 1920 no lo fue tanto, en la medida que la actuación de los potentados fue
más bien propia de una burguesía orientada a la inversión bursatil, las finanzas o el comercio antes que la vía rentista (p. 124). En el balance global, a juicio de estos autores, el camino hacia la conformación de un mercado interno, hecho que comenzó a acelerarse en la
década de 1920, fue un logro del Estado moderno tras los fracasos del siglo XIX, alcanzándose una economía diversificada y una relativa industrialización.
Uno de los aspectos quizás más polémicos de esta síntesis es el tratamiento que se hace
de la historia política. Los autores plantean que junto con la creación de un mercado interno, los proyectos políticos deberían haber conducido paulatinamente a la formación de una
comunidad de ciudadanos. Los obstáculos más relevantes para alcanzar dicho objetivo
eran la herencia colonial (la fragmentación histórica de la estructura social con la formación de una sociedad dualista que enfrenta a descendientes de las culturas colonizadora y
colonizada), la geografía agreste y difícilmente comunicable y la situación desventajosa
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dentro del marco del nuevo sistema mundial. De todos ellos, se asume a la herencia colonial como el obstáculo más difícil de superar. En ella quedan comprendidas además el
arcaismo de la vida urbana, las haciendas rurales; las elites, el derecho escrito; la Iglesia y
las técnicas productivas, la explotación de los indios y hasta el mestizaje. Tal como sostuvieron ya desde muy temprano los primeros escritos de historia del siglo XIX, una tradición continuida por la historiografía criolla del siglo XX, de España nada positivo se hereda y todo se tenía que derruir. Sin embargo, hay aspectos si se quiere positivos de este legado histórico que comienzan a ser estudiados y que no han sido incorporados en el libro.
Por ejemplo, la estructura electoral de las Cortes de Cádiz, uno de los más importantes
soportes del liberalismo constitucional de 1812, persistió en el país andino con algunas
modificaciones hasta 1895. La modernidad política tal y como se practicó en Perú durante el siglo XIX tuvo un referente español quizás inconfesable debido al riesgo de ser acusado de hispanista. La incomprensión de este hecho conduce a que en algunas páginas del
libro se hable de la exagerada prolongación de las elecciones presidenciales de 1871 (p.
125), cuando en realidad los procedimientos de la elección indirecta así lo exigían. Los
autores, si bien llegan a reconocer que el voto indígena y analfabeto llegó a practicarse
entre 1849 y 1895 (p. 77), no vinculan esa situación con el legado gaditano. Si bien es cierto que de este sistema se beneficiaron los caciques políticos, peor fue el remedio a este problema sancionado con la ley electoral de 1896, que redujo la población electoral y centralizó su control en Lima. Convendría relativizar que durante la «república aristocrática» la
estabilidad y la continuidad política fueran sus rasgos más visibles (p.163-164), ya que
nunca antes como en aquella coyuntura las elecciones fueron tan violentas. La explicación
de este fenómeno fue la exclusión del contrario que practicó el partido civilista gracia al
control que ejerció sobre el Jurado Electoral Nacional, y por parte de los perjudicados, la
adopción de la abstención política, en el caso de los demócratas, cuando no la actuación
desestabilizadora, en el caso de los liberales. En este marco, no resulta exagerado atribuir
a este sistema pernicioso el engendro de un personaje como Augusto B. Leguía, cuya dictadura entre 1919 y 1930 procuró su preservación en el poder destruyendo a todos sus contendientes. Ello contribuyó a alimentar en los militares el mito de que los civiles no sabían gobernarse, siendo ese uno de los pretextos usados por los dictadores para asumir el
papel de salvadores de la patria desde los años treinta. Así lo refleja el recorrido de
Contreras y Cueto por los años más recientes de la historia política, entre 1930 y 1998,
cuya base de referencia son los análisis sociológicos en una prueba de que los historiadores aún no se atreven a traspasar la frontera de los años treinta.
Otros temas desarrollados por la «nueva» historia política que no aparecen resaltados
en el texto son la evolución de las asociaciones públicas y políticas, es decir, el ingreso de
la sociedad civil en la esfera moderna al margen de los condicionantes estatales. Sobre esta
materia ya hay varios trabajos publicados (Carlos Forment, Ulrich Müecke) que concentran su atención en las instituciones de la segunda mitad del siglo XIX. El balance general
que se puede extraer es que la historia política tiene aún un mucho campo de desarrollo
con temas como la historia del parlamento, más estable de lo que se supone, los partidos
políticos, tan importantes algunos como el civilista, las municipalidades, etc. Por otro lado,
ambos autores hacen una breve alusión al conflicto con España de 1864 a1866, el mismo
que no se puede entender sin mencionar el liderazgo asumido por el Perú desde los años
cincuenta en el proyecto de la Unión Americana, instancia que debía unir contra la ingerencia europea, además, a Chile, Bolivia y Ecuador. El conflicto bélico de 1866 tuvo un
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trasfondo diplomático y hasta romántico, un verdadero duelo consecuencia de injurias
mutuas, que aún espera un estudio desapasionado. En general, la historia diplomática no
ha sido tema predilecto de la historiografía reciente, y eso se advierte en el libro de
Contreras y Cueto. Sobre la historia cultural, es decir el desarrollo de las artes, la literatura o la misma fotografía, los autores utilizan la bibliografía esencial, aún breve, que existe sobre el tema y hacen evidente la necesidad de más exploraciones en este terreno.
Puede concluirse que el libro de Contreras y Cueto es un manual de los más útiles que
se han escrito hasta ahora para comprender los obstáculos que tuvo que enfrentar la «promesa» republicana. Invita a la reflexión, es ágil en su lectura, ameno y proporciona una
importante síntesis interpretativa de la realidad peruana. Su lectura dirigida a las nueva
generaciones que transitan hacia el siglo XXI, es también recomendable para quienes por
primera vez se adentran a estudiar la historia reciente peruana.
Víctor PERALTA RUIZ
CSIC, Madrid
MALUQUER DE MOTES BERNET, Jordi, España en la crisis de 1898. De la Gran Depresión
a la modernización económica del siglo XX, Barcelona, Editorial Península
(Colección Historia, Ciencia y Sociedad, número 287), 1999, 233 páginas, índice,
bibliografía, cuadros y gráficos.
España en la crisis de 1898 es un libro en el que confluye el resultado de varias líneas de investigación desarrolladas a lo largo de varios años por Jordi Maluquer de Motes y
que hasta el momento se habían materializado en artículos, capítulos de obras colectivas,
incluso en algún libro, como por ejemplo Nación e inmigración: españoles a Cuba (siglos
XIX y XX) [Gijón, Júcar, 1992], «La financiación de la Guerra de Cuba y sus consecuencias sobre la economía española. La deuda pública» [en Consuelo Naranjo, Miguel Ángel
Puig-Samper y Luis Miguel García Mora (eds.), La nación soñada: Cuba, Puerto Rico y
Filipinas ante el 98. Aranjuez, Eds. Doce Calles, 1996, pp. 317-330] o «Las consecuencias
económicas de la guerra de independencia. Un primer acercamiento» [en María R.
Rodríguez (coord.): 1898. Entre la continuidad y la ruptura, Morelia, Universidad
Michoacana San Nicolás de Hidalgo, 1997, pp. 164-184].
Los múltiples intereses que a lo largo de los años ha mostrado el autor por distintos
problemas de la historia económica de Cuba y España a finales del siglo XIX explican la
peculiaridad del un libro que, de otro modo, podría parecer algo desordenado. Lo que
Maluquer de Motes se propone es contribuir a aclarar algunas de las cuestiones que todavía suscita el problema de la modernización española y, fundamentalmente, el efecto que
las guerras de Ultramar y la pérdida de las últimas colonias americanas y de Filipinas
tuvieron en la misma.
La historiografía lleva años cuestionando que la pérdida de las últimas colonias americanas y de Filipinas fuese un desastre para la economía española. Lo cierto es que el período en que aquélla se produjo fue relativamente positivo para esta última. Leandro Prados
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de la Escosura en De imperio a nación. Crecimiento y atraso económico en España (18701930) [Madrid, Alianza, 1988] expuso incluso la hipótesis de que dicha pérdida podría
haber tenido un efecto modernizador, fundamentalmente político-institucional, similar al
que tuvo la del resto del imperio indiano ochenta años antes, según demostró Joseph
Fontana en La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820) [Barcelona, Ariel, 1971].
El hecho de que el crecimiento y la modernización de la economía española no se
detuviesen en el período en que se perdieron las últimas colonias americanas y Filipinas,
sin embargo, no implica necesariamente que no se viesen afectados por dicha pérdida,
menos aún que ésta los favoreciese. Tampoco es posible afirmar que la preservación de los
territorios de Ultramar no hubiese significado una aceleración de ambos. Al menos nadie
lo ha demostrado hasta ahora.
Dentro del debate historiográfico referido anteriormente de manera muy sucinta,
España en la crisis de 1898. De la Gran Depresión a la modernización económica del siglo
XX, aunque su título podría inducir a pensarlo, no resuelve los grandes problemas enunciados, pero representa una relevante contribución al conocimiento del tema y aporta precisión a muchas cuestiones, cuya discusión se había mantenido en un plano más especulativo hasta el momento. En los capítulos iniciales, el autor demuestra que las expectativas
de la opinión pública sobre el resultado de la guerra en Cuba estuvieron bien reflejadas en
la evolución de las cotizaciones bursátiles, particularmente de los títulos de deuda emitidos
para financiarla, y que el mercado se mostró muy sensible a las noticias que llegaban sobre
la actitud de los Estados Unidos ante el conflicto, que fue la variable más determinante en
el estado de esa opinión. Maluquer de Motes examina también el capital humano implicado en la contienda, confirma la desproporción de los dos ejércitos en liza y matiza las cifras
de bajas. Estima que perdieron la vida 170.000 criollos y 55.000 españoles en Cuba, Puerto
Rico y Filipinas, aproximadamente, cantidad que apenas incidió en el crecimiento poblacional de España y que, incluso, no es muy grande en comparación con el saldo de mortalidad dejado por la Guerra de los Diez Años en la primera de aquellas tres islas (1868-1878)
o por epidemias como la gripe de 1918-1919. Finalmente, señala también que el número
de muertos fue mayor entre los soldados nacidos en las regiones de la periferia del país, lo
que ocasionó grandes suspicacias sobre las diferencias en el reclutamiento.
Otra de las conclusiones de España en la crisis de 1898 es que la financiación de las
guerras coloniales no se hizo con cargo a los presupuestos, sino mediante cuentas especiales del Ministerio de Ultramar, de modo que aquéllos no aumentaron. Ahora bien, frente a
lo que habitualmente se creía, tras ellas se produjo una expansión del gasto público; eso sí,
gracias al incremento de los recursos, pues la Hacienda obtuvo superávits en términos primarios (ingresos-gastos-pago de la deuda) en todo el período 1899-1908.
Lo anterior no significa, según Maluquer de Motes, que las guerras no tuvieron consecuencias financieras. El autor calcula que su coste fue de unos 4,65 - 5,00 millones de
pesetas, lo que equivale a 1,7 - 1,9 billones de 1998. El Banco de España —dice— fue el
principal agente financiero, se recurrió poco a los impuestos y a la emisión monetaria y se
usó, sobre todo, deuda pública, cargada fundamentalmente sobre las economías de las
colonias y adquirida mayoritariamente por españoles. Ahora bien, al gastarse ese dinero
fuera, se desvalorizó la peseta y el Estado entró en bancarrota en el mes de abril, antes de
la derrota naval de Santiago de Cuba frente a la escuadra estadounidense.
La situación financiera empeoró por el hecho de que la pérdida de los territorios de
Ultramar impidió seguir cargando la deuda sobre sus economías. Ahora bien, al mismo
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tiempo se vio aliviada gracias a que las condiciones de la paz no fueron desfavorables, no
obstante lo que han señalado algunos autores. El Tratado de París no impuso a España el
pago de indemnizaciones y en el se estableció que los EE.UU. abonarían una generosa
suma a cambio de la renuncia a la soberanía de Filipinas.
En las condiciones descritas anteriormente, tras la paz, hubo que hacer frente a los
pagos aplazados de la deuda, cosa que la opinión pública no hubiese permitido realizar a
través de un incremento de los impuestos. La solución fue un complejo plan de reformas
y ajustes, ideado por Raimundo Fernández de Villaverde, basado esencialmente en la reordenación de dicha deuda, en la contención de la oferta monetaria y en el incremento de la
recaudación mediante la creación de nuevas tasas. El análisis de la reforma de Villaverde
es, sin duda, la parte más conseguida del trabajo de Maluquer de Motes. Quizás peca algo
de exceso de optimismo en el mismo; sin embargo, sus conclusiones son claras y coinciden con lo que está diciendo la historiografía más reciente sobre la misma: que su principal cualidad fue su coherencia y su continuidad, gracias a que los sucesores de su mentor
al frente de la Hacienda prosiguieron su labor, y que permitió una estabilización rápida y
eficaz, aunque ello afectó al gasto publico, ergo, a su función como impulsor del crecimiento económico, no obstante el dinamismo del sector privado en ese momento amortiguó en parte tal defecto.
En términos de renta, el efecto inmediato de las guerras fue importante, dice Maluquer
de Motes, aunque no exagerado. El PIB se redujo menos que en el período 1887-1890, y
su recuperación fue grande, continuando el proceso de modernización iniciado antes. El
mismo autor señala, además, que los salarios reales del sector más moderno de la economía mejoraron a partir de 1902, que hubo una breve recesión de la industria, pero se recobró relativamente pronto, y que no obstante el comercio con Filipinas y Puerto Rico prácticamente desapareció, los intercambios con Cuba, los más importantes antes de la pérdida de las colonias, no se redujeron mucho y tuvieron un saldo positivo en las balanzas
hasta 1930 mayor que en época colonial.
Es en las conclusiones anteriores donde el libro resulta menos resolutivo. En general,
ya sabíamos que la continuidad en el crecimiento y la modernización de la economía prosiguieron tras las guerras coloniales, pero continuamos ignorando si aquéllas tuvieron
algún efecto, positivo o negativo sobre el mismo. Es preciso seguir investigando el tema,
aunque también debemos señalar que responder a ese interrogante parece una tarea sumamente complicada. No obstante, España y la crisis de 1898 si apunta algunas ideas al respecto. Maluquer de Motes demuestra que los años posteriores al conflicto se caracterizaron por un auge inversor, y lo explica aduciendo una mayor confianza de las empresas,
entre otras cosas, debido a que sus gestores tuvieron la certeza de que el Estado no emprendería otras aventuras a medio y largo plazo gracias al correctivo que supuso la derrota. Por
la misma razón, llegó bastante capital del exterior en forma de inversiones directas e indirectas, el cual se unió a las remesas traídas desde Cuba, tras el fin del dominio colonial,
enviadas por los inmigrantes en la isla y también en otros países latinoamericanos. El autor
calcula que en concepto de repatriación de los antiguos territorios ultramarinos arribaron a
España 2.000 millones de pesetas; que el capital foráneo invertido en el país rondó los
1.000 millones, y que las citadas remesas, otras transferencias de capital y el retorno de las
inversiones españolas en el exterior representaron otros 1.000 millones.
Un último capítulo de España y la crisis de 1898, analiza la valoración que los economistas de la época hicieron del fin de las guerras coloniales y de las reformas de
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Villaverde. En este sentido, el libro demuestra que la principal controversia se dio en torno
a la inflación y que la tesis dominante fue la que abogó por la acción del Estado, el abandono de los proyectos de ajuste deflacionista, y la adopción de medidas de impulso a la
competitividad, al comercio exterior y al turismo. El autor señala también que años más
tarde casi todos los analistas coincidieron en alabar la ortodoxia presupuestaria y en destacar la notable recuperación y modernización económica de esos años.
España y la crisis de 1898 concluye con un corolario sobre el problema que da subtítulo al libro, De la Gran Depresión a la modernización económica del siglo XX, en el que
se resumen sus principales conclusiones y, sobre todo, se explica su contribución a la historia económica del país. Maluquer de Motes dice que los conflictos finiseculares produjeron grandes daños. Aumentó la presión fiscal y el gasto, aunque de manera moderada; así
como la deuda pública, que lo hizo en un 50%, no obstante dicho incremento fue menor
que el de los años 1876 ó 1881, se pudo contener con una política rigurosa, y no se incurrió en deuda externa ni se dejó de pagar el servicio de la contraída anteriormente. Las conversiones y otras operaciones que se realizaron sobre ella fueron complicadas y laberínticas, pero similares a la que se llevaron a cabo en otros países. El plan de Villaverde, por
otro lado, fue coherente con la nueva coyuntura monetaria: redujo el coste del dinero cuanto el Estado dejó de demandar fondos y desparecieron los riesgos que conllevaba la guerra y, por tanto, la necesidad de mantener fuertes primas. La paz marcó el fin de la gran
depresión agraria de los últimos años del siglo XIX y el crecimiento del PIB cambió de
ritmo, recobrando el vigor perdido en esos años gracias a medidas proteccionistas, pero
también a un incremento de la productividad del agro que apoyo la recuperación del consumo privado y de la demanda agregada. También mejoró la oferta de los sectores secundario y terciario como respuesta a las nuevas oportunidades del mercado. Aparecieron
necesidades energéticas, de transporte y de servicios financieros que dieron lugar a muchos
proyectos empresariales.
Las razones de la expansión de la economía española en el inicio del siglo XX, por
tanto, fueron el auge de las inversiones, los saldos positivos en la balanza de pagos, y la
disponibilidad de recursos, que permitió crear grandes entidades financieras, las cuales
actuaron con un destacado protagonismo industrial. También crecieron la construcción, el
comercio, los servicios y el transporte urbanos, símbolos de la definitiva modernización
demográfica del país, y lo mismo puede decirse de otros indicadores de desarrollo, como
los índices de alfabetización y esperanza de vida o el alumbrado de las viviendas, aunque,
como ha reiterado con frecuencia la historiografía más reciente, todos esos avances no se
correspondieron con mejoras similares en los niveles de convergencia respecto a las naciones del occidente europeo, los cuales, incluso, empeoraron.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
LAURÍA-SANTIAGO, Aldo A., An Agrarian Republic. Commercial Agriculture and the
Politics of Peasant Communities in El Salvador, 1823-1914, Pittsburgh, Pitt Latin
American Series, University of Pittsburgh Press, 1999, 236 páginas, índices general y
onomástico, apéndice estadístico, glosario, bibliografía, cuadros, gráficos, mapas e
ilustraciones.
El libro de Aldo A. Lauría-Santiago es, como su título indica, una historia socio-política y económica de la agricultura salvadoreña entre 1823 y 1924, enfocada desde el estudio de las comunidades campesinas. A pesar de la envergadura de sus propósitos, se trata
de un trabajo bien definido, que logra alcanzarlos con eficacia, incluso con brillantez en
ocasiones, lo que con seguridad le convertirá en breve en una obra de referencia básica
para la historiografía centroamericana.
El estudio comienza con una relativamente breve, pero exhaustiva caracterización de
las comunidades campesinas antes de la independencia. El autor señala que éstas jugaron
un papel muy importante en el desarrollo de la producción de índigo para el mercado local,
regional e internacional, coexistiendo con los grandes hacendados —generaban aproximadamente la mitad de la oferta de ese artículo—. Su actividad económica y su organización
corporativa les permitió, además, un alto grado de autonomía frente a los terratenientes,
comerciantes y oficiales coloniales.
La caracterización de la organización y actividades económicas de las comunidades
campesinas en los últimos años de dominio español en Centroamérica es esencial para
entender cómo se integraron en el nuevo proyecto socio-político tras la independencia.
Lauría-Santiago prueba que ésta no detuvo su expansión, pues el colapso del Estado imperial, las guerras civiles en el istmo y la inestabilidad política consiguientes afectaron a las
redes de poder local y central. Debido a esos inconvenientes y a la escasez de infraestructuras, la hacienda decayó como unidad de producción y muchos hacendados abandonaron
sus predios. En tal situación, infinidad de municipios y comunidades compraron terrenos
o reclamaron su posesión alegando su uso durante años. El resultado fue el reforzamiento
de las citadas formas de tenencia y organización comunitaria, amparadas, además, por los
gobiernos, independientemente de su signo —conservadores o liberales—, quienes reconocieron sus derechos, sancionando legalmente dos tipos de pertenencia: los ejidos y la
propiedad comunal o corporativa que, de ese manera, a la altura de 1860, constituían el elemento fundamental del agro salvadoreño.
Lauría-Santiago presenta evidencias suficientes para contrarrestar las tesis tradicionales de la historiografía acerca de la desarticulación de las comunidades campesinas y, especialmente indígenas, tras la independencia. Prueba que, aparte de la tierra, controlaban los
sistemas de regadío y los bosques —lo que les aseguró el acceso a los recursos de subsistencia— y participaron en la comercialización de los productos agrarios y en la actividad
política. No obstante, y quizás está es la principal aportación de la primera parte de la obra,
el autor no idealiza ni exagera sus conclusiones. La situación descrita también generó problemas y conflictos; en primer lugar, por que es difícil generalizar, sobre todo debido a las
grandes diferencias que encuentra en el análisis de las distintas regiones de El Salvador, lo
que, por otra parte, dificultó el establecimiento de un sistema político nacional y fue fuente de disputas. En segundo lugar —dice—, la organización comunal, aunque bastante solidaria, no era enteramente democrática ni igualitaria, lo que generó antagonismos internos,
a los que, además, se unieron otros de carácter externo, entre las referidas comunidades,
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los ladinos y los gremios de artesanos y profesionales, cuyos privilegios no fueron reconocidos por los gobiernos en la misma medida que los de aquéllas.
El autor afirma que las comunidades campesinas y los gremios artesanales fueron
esenciales en la formación del Estado salvadoreño por su capacidad de movilización y su
apoyo a las distintas facciones de la elite. Esta aseveración, señala, es igualmente cierta
para entender las conspiraciones pro-independentistas de 1810, la revolución posterior
contra los ladinos, o la reforma liberal de 1871, la cual no supuso realmente una ruptura
con el pasado inmediatamente anterior, entre otras cosas, por que el Estado no fue una
buena institución para la construcción de una oligarquía socio-económica debido al violento final de los mandatos de muchos gobiernos, que llevó aparejada en infinidad de ocasiones la pérdida de las propiedades de sus integrantes y allegados, incluso el abandono del
territorio nacional o la muerte. La institución más importante para la constitución de esa
oligarquía —dice Lauría-Santiago— fue el ejército. Así, El Salvador experimentó en las
décadas de 1880 y 1890 un exitoso proyecto de centralización fundado en difusas alianzas
entre los militares y la fragmentada elite político-económica que, a la altura de 1900, permite hablar de la existencia de un fuerte Estado central basado en la virtual disolución del
poder corporativo y municipal, en la creación de una milicia profesional, en complejas
negociaciones con los centros de poder local, y en la acumulación y distribución de beneficios procedentes de las rentas estatales, que se consolidó con las reformas institucionales
de la administración de Araujo, en 1912-1913, no obstante ello no supuso, como se ha sostenido habitualmente hasta ahora, al menos no directamente, la violenta subordinación,
desposesión y/o proletarización del campesino. El proceso fue bastante más complejo.
A partir de la década de 1860 se sucedieron una serie de factores que complicaron la
situación descrita párrafos atrás en el agro salvadoreño. Aumentó el número de productores para el mercado local, regional e internacional, se desarrolló un sistema de crédito
refaccionario y surgió una incipiente elite empresarial en la que destaca la participación de
los indígenas, debido a la referida importancia de las explotaciones comunales y municipales. Se expandió el cultivo del café, el tabaco, la silvicultura y las industrias de cigarros,
textiles o licores, entre otras. Algunas de esas actividades fueron ayudadas por la acción
del Estado, que distribuyó plantas, difundió conocimientos, otorgó incentivos a la importación de los bienes necesarios para su funcionamiento, y a la exportación de sus productos, e invirtió en la construcción de caminos y otras infraestructuras. Contribuyeron a esa
expansión también variables externas, como el aumento de la navegación por el Pacífico,
el descubrimiento de oro en California, que atrajo recursos hacia el istmo centroamericano –la ruta más corta entre el Este y Oeste de los EE.UU.–; atracción que culminó con la
apertura del Canal de Panamá en 1914.
La combinación de factores internos y externos mencionados anteriormente explica la
expansión de la agricultura comercial salvadoreña, pero también sus límites. Así, señala
Lauría-Santiago, un marco institucional como el descrito impidió la consolidación hasta el
inicio del siglo XX de formas unificadas de capitalismo rural, de un mercado de tierra y
capital y de una consistente, aunque aún heterogénea, burguesía. El cultivo del café no
generó en el XIX la concentración agraria típica de la centuria siguiente. Proliferaron los
establecimientos de beneficio en pequeña escala, lo que permitió el mantenimiento de la
pequeña y mediana propiedad, cuyo principal enemigo fue su vulnerabilidad en épocas de
precios bajos; momentos en los que fue común el paso de tales propiedades a manos de los
comerciantes-prestamistas. Además, surgió un sector empresarial dedicado a la importaR. I., 2000, n.° 219
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
ción y exportación que controló el crédito, incluso el beneficio más que la producción.
Hubo también otras actividades, como las industrias azucarera y licorera o la especulación
con la deuda nacional que fueron fuentes de acumulación de capital y formación de elites,
pero también el germen de una clase media rural, administrativa y profesional. La construcción del ferrocarril, afirma el autor y confirman los estudios recientes sobre el tema
(ver J. Sanz, coord. et al., Historia del ferrocarril en Iberoamérica, 1837-1995, Madrid,
Ministerio de Fomento, 1998), refleja la complejidad del agro en El Salvador, en sí misma
y en comparación con las otras Repúblicas centroamericanas. En él las líneas no siguieron
exactamente el trazado centro de producción-puerto, típico en dichos países, sino que se
tendieron en dirección Este-Oeste, integrando buena parte del territorio nacional. Otra
prueba más en este sentido es que el tren no se caracterizó por prestar servicio a un único
producto. En 1913 el café representaba un 20% de su volumen de carga, el azúcar un 8%,
y otros artículos y manufacturas, sin llegar ninguno de ellos individualmente a esos porcentajes, el 72%.
En el siglo XX la situación agraria predominante en el XIX cambió. Se fue difundiendo el beneficio del café a gran escala, controlado por la misma elite que poseía el capital. Además, la producción de ese artículo se concentró en tres regiones que no eran las de
más antigua ocupación. Ello y las necesidades de trabajo temporal que requirió su explotación precisó movilizar mano de obra por medios coercitivos.
El desarrollo de la agricultura comercial tropezó en distintas áreas, especialmente del
occidente salvadoreño, con los obstáculos inherentes al mantenimiento las formas de
tenencia y organización comunal ya en las últimas décadas del siglo XIX, y ello condujo
a un proceso de privatización de la tierra a gran escala. La historiografía ha explicado ese
proceso señalando que la explotación cafetalera requería contar con terreno abundante y
campesinos dispuestos a vender su trabajo barato. Lauría-Santiago prueba, frente a esas
tesis, que las cosas fueron más complejas y deben ser observadas en un espectro mayor: el
de la construcción de un sistema socio-político y económico relativamente integrado a
nivel nacional. Así, sostiene que el mantenimiento de las comunidades campesinas dificultó la expansión del cultivo del café, pero, además, creó fronteras internas en casi todas
las regiones y limitó, por su incompatibilidad, la extensión de la formas republicanas de
soberanía, ciudadanía y también de propiedad, de modo que fueron varias las fuerzas que
presionaron para su desaparición.
Los legisladores liberales pensaron que mercantilizando la tierra favorecerían a los
agricultores y que ello redundaría en interés nacional. Desamortizar los ejidos no representó apenas problemas, pero sí los predios del común, pues ello significó también, de
facto, eliminar las comunidades. Los terrenos y los costes y beneficios de la privatización
fueron repartidos entre sus miembros, aunque algunos se vendieron a terceros para cubrir
dichos costes. Esto provocó corrupción, pérdida de valor del suelo y conflictos. Los indios
apelaron a la tradición y al uso para defender la legitimidad de sus dominios y su desposesión socavó su identidad, su organización corporativa y también los mecanismos de
solidaridad que se desarrollaban en su seno. Las comunidades, como resultado, se volvieron más jerárquicas, lo cual —demuestra el autor— fue causa de más disputas que la
expansión cafetalera o la referida privatización que, por tal motivo se extendió a lo largo
de un cuatro de siglo. Los baldíos del Estado sufrieron también la misma suerte, pero en
su caso el proceso fue más extensivo. Por lo general, fueron adquiridos por especuladores
y/o empresarios urbanos a bajo precio.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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A largo plazo, la privatización fue más contradictoria de lo que esperaban sus mentores. Miles de campesinos se convirtieron en propietarios; los empresarios y los granjeros
aumentaron su control sobre la tierra y expandieron sus posesiones, pero ello también
generó desigualdades en perjuicio de los más pobres, y facilidades para que éstos perdiesen sus predios, problemas que arreciaron con el paso de las generaciones, cuando los
terrenos fueron divididos entre la descendencia y dejaron de asegurar la subsistencia. La
desamortización agraria, finalmente —dice el autor— no concentró necesariamente el
suelo en manos de una elite capitalista; generó una clase —si es posible calificarla así—
muy heterogénea de propietarios y, en el caso de los más pequeños (la mayoría), extremadamente vulnerable, cuya descendencia no tuvo más alternativas que convertirse en asalariada o emigrar.
La última parte de An Agrarian Republic. Commercial Agriculture and the Politics of
Peasant Communities in El Salvador, 1823-1914, se dedica a las implicaciones que el estudio tiene para el análisis de la historia salvadoreña. Lauría-Santiago señala que el éxito de
la economía de exportación a partir de la década de 1860 no provocó necesariamente
pobreza, marginalidad o proletarización campesina. Otra cosa fue su intensificación a partir del decenio de 1920, cuando el aumento de la población, la integración de la elite agraria y la división de la tierra entre las familias durante varias generaciones si condujo a la
mencionada proletarización rural debido al cierre de la frontera agraria interna y al aumento de la demanda de trabajo. Pero, aún entonces, ese proceso fue gradual y, en general,
exento de mecanismos coercitivos y de la intervención del Estado para garantizarlo.
Confirmado la más reciente interpretación historiográfica acerca del tema, del estudio de
Lauría-Santiago se deduce que los supervivientes de la privatización de la tierra sustentaron el sistema político autoritario, debido a la ausencia de alternativas, y mantuvieron la
primacía económica del café en detrimento de otros cultivos y actividades. Para muchos
campesinos, aunque todavía no masivamente, esto significó un aumento de su dependencia de los grandes terratenientes. Las crisis de 1920-1921 y 1929-1932 tuvieron como
resultado una concentración de la propiedad, la producción y el procesamiento cafetalero
a gran escala, lo que dejó sin sus fincas y endeudados a muchos de ellos.
La referida falta de alternativas para reformar la estructura económica dejó a un número cada ver más elevado de campesinos marginados de la producción para el mercado y de
la política socio-económica del Estado. El proceso de modernización y tecnificación que
experimentó aquélla tras la Segunda Guerra Mundial agravó las cosas, preparando las condiciones para la insurgencia rural de la década de 1980. Otro elemento que coadyuvó a
agravar estos problemas fue el fracaso de la reforma liberal y la consolidación del autoritarismo, lo que contribuyó a preservar formas de solidaridad, identidad y organización
comunitaria, particularmente indígena, en alguna zonas del país, reforzadas por su marginalidad, sobre todo después de la crisis de 1930, pues hasta la revuelta de 1932 dichas
comunidades mantenían relaciones clientelares con el poder local, incluso nacional, que
ese conflicto rompió. Con hechos como éste, el nivel de represión del campesinado fue en
aumento, quedando al descubierto la oposición de los principales sectores de la elites y de
las clases medias a sus demandas de representación corporativa, de derechos laborales y
de autonomía política local.
A los problemas mencionados anteriormente se unió el hecho de que la desposesión de
buena parte de la población tropezó en la década de 1930 con dificultades para encontrar
trabajo, por el cual se pagaban, además, muy bajos salarios debido a la crisis cafetalera. No
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obstante, concluye el autor, es un grave error historiográfico derivar directamente de ello
la explicación del autoritarismo político. Su investigación prueba que el elemento de continuidad más importante entre 1880 y 1930 fue el faccionalismo político-militar. El militarismo excluyente, la escasa reforma de la ciudadanía, el clientelismo y paternalismo político y las relaciones étnicas a nivel local explican el fracaso de los intentos de democratización en los años treinta y el militarismo autoritario, valga la redundancia, que gobernó
el país posteriormente.
La investigación de Lauría-Santiago, por tanto, aunque en ocasiones peca de algo de
omnisciencia a la hora de buscar antecedentes de los hechos de la historia recientes salvadoreña en problemas del pasado y, seguramente, resultaría cuestionable en más de uno de
sus argumentos si se examinan pormenorizadamente varios de los problemas o períodos
cronológicos abordados, es muy coherente tomada en su conjunto, y no sólo como explicación del tema central del estudio, sino como replanteamiento general de ciertas cuestiones básicas del transcurrir histórico del país centroamericano. Por ejemplo, las tesis que se
han ofrecido hasta ahora sobre los procesos de insurgencia de la década de 1930 que, como
sostiene el autor y, en opinión de éste crítico con suficiente fundamento, son demasiado
simples si se observan a la luz de ese transcurrir.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
URIBE SALAS, José Alfredo, CORTÉS ZAVALA, María Teresa y NARANJO OROVIO, Consuelo
(coordinadores). México frente al desenlace del 98. La Guerra Hispanonorteamericana,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones
Históricas, Universidad de Puerto Rico/Recinto de Río Piedras, Instituto Michoacano
de Cultura/Gobierno del Estado de Michoacán, 1999, 194 páginas.
La obra reúne una selección de los trabajos presentados en el Congreso Internacional: El
98 en la Coyuntura Imperial celebrado en las ciudades de Morelia y Páztcuaro Michoacán,
México en 1997; forma parte de las investigaciones realizadas a lo largo de la década de los
90 a propósito del centenario de la guerra hispano-norteamericana, cuyas repercusiones rebasaron el marco de quienes se vieron involucrados directamente en dicho conflicto.
El libro presenta estudios que dan cuenta de cómo se percibió y vivió en México esta
coyuntura, las posturas adoptadas por el gobierno y otros sectores de la sociedad que van
desde quienes prestaron abierto apoyo a España, quienes defendieron la causa de los
patriotas cubanos e incluso quienes simpatizaron con las acciones norteamericanas.
Como producción colectiva, a partir del eje: México y el 98, en ella se abordan diversos temas de esta problemática, como diplomacia, pensamiento político, prensa, problemas
fronterizos entre otros, con distintas orientaciones teóricas y metodológicas. El resultado
es significativo porque logra estructurar, en un todo orgánico, una propuesta teórica; y por
la visión de conjunto sobre aspectos que hasta ahora no habían sido desarrollados en el
debate académico, por considerarlos colaterales.
El contenido se puede agrupar en dos partes: en la primera se establece el marco general; con el primer ensayo relativo al contexto histórico latinoamericano y el segundo a la
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estructura diplomática mexicana. En la segunda parte se analizan aspectos específicos
como la correspondencia consular mexicana, el pensamiento de Justo Sierra y Francisco
Bulnes, la visión mexicana ante la cuestión cubana, la intervención norteamericana,
cerrando con políticas y conflictos de frontera. El ensayo sobre Belice es relevante, en la
medida que plasma la actitud de Inglaterra frente a esta zona geográfica y frente al reordenamiento internacional que se dio en este período.
La derrota de España en la Guerra Hispano Norteamericana fue el ocaso del viejo
colonialismo en tierras americanas, pero un nuevo poder imperial vino a sustituirlo, dando
paso a nuevas formas de dominación económica, política y militar. El conflicto hispanonorteamericano constituye un hito dentro de la redistribución geográfica y del nuevo reparto del mundo entre las potencias; este fenómeno es parte de la formación y expansión
imperialista a finales del siglo XIX y principios del XX, por ello, de manera especial repercutió en toda América Latina y desde luego en México, que ya tenía el antecedente de la
invasión y apropiación por parte de Estados Unidos de más del 50% su territorio en 1848.
Como señalan los coordinadores en la presentación, esta obra forma parte de la revisión critica e histórica sobre la guerra del 98 entre España, Cuba y Estados Unidos, resaltando el aporte de nuevos datos, de nuevos instrumentos y nuevas líneas de investigación,
cuestión que permite la constatación en México del llamado «98 hispanoamericano.»
Así el 98 es una coyuntura que abre camino a la dominación norteamericana en
América Latina, por lo que conocer las distintas percepciones que hubo en México del problema, muestra hasta que punto ya diversos sectores advertían el peligro yanqui y como la
política de neutralidad del gobierno mexicano favoreció finalmente a los intereses norteamericanos.
Podemos resumir en tres las principales aportaciones de este libro:
1. Parte acertadamente por ubicar el 98 en el contexto internacional, como punto de
ruptura que cierra un periodo (el viejo colonialismo español), para abrir uno nuevo (el
imperialismo); pero además establece el contexto histórico latinoamericano, que hace
posible la formación de una nueva conciencia nacional antiimperialista, señalando la presencia de intelectuales, obreros, campesinos, indígenas, etc. como nuevos actores políticos,
y ubica el papel de las manifestaciones culturales, del carácter multiétnico y multicultural
de las sociedades latinoamericanas como parte de los proyectos de construcción nacional.
2. En cuanto a la cuestión mexicana, resulta claro que la política de neutralidad del
gobierno mexicano (adoptada también por todos los gobiernos latinoamericanos), no reflejó el sentir de los distintos sectores de la sociedad, que tuvo manifestaciones activas en pro
o en contra de algunas de las partes.
3. El análisis específico de fenómenos particulares (pensamiento político, opinión
publica, conflictos fronterizos, etc. ) permite establecer la complejidad del problema y sus
múltiples manifestaciones en la sociedad mexicana, como expresión del momento histórico que está viviendo el país.
Esta obra es imprescindible como fuente de consulta para estudiantes, académicos e
investigadores interesados en el tema, por lo cual el esfuerzo de su publicación es meritorio, si se toma en cuenta que con este libro reseñado se publica (en 3 volúmenes ) la totalidad de trabajos presentados en el Congreso Internacional: El 98 en la Coyuntura Imperial.
Emigdio AQUINO BOLAÑOS
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
VILA VILAR, Enriqueta y KUETHE, Allan J. (editores), Relaciones de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC y
Texas-Tuch University, 1999, 304 páginas, índices general y análitico (a cargo de Ana
Isabel Martínez Ortega) y cuadros.
En el marco del «XLIX Congreso Internacional de Americanistas», celebrado en la
ciudad de Quito en el año 1997, se desarrolló una sesión de trabajo acerca de «Las relaciones de poder y el comercio Hispano-Americano», que en 1999 dio lugar al libro que
ahora nos ocupa. Antes de entrar en materia es preciso señalar el cuidado con el que se ha
realizado el trabajo de edición y cuyo resultado es un volumen técnicamente muy bien
hecho en todos los aspectos. Aunque este tipo de comentarios no son usuales en los artículos de crítica literaria, pensamos que merecía la pena dedicar unas líneas a comentarlo,
pues no siempre se tiene entre las manos una obra con tales características.
A pesar de lo dicho anteriormente, el libro editado por Enrique Vila Vilar y Alan J.
Kuethe, destaca esencialmente por la calidad y homogeneidad de sus contribuciones, algo
bastante inusual en obras de este tipo, que suelen reunir buenos artículos, temáticamente
interesantes y bien estructurados, junto a otros de mucha mejor valía. Por esa razón, y el
hecho de que el trabajo encuentra su razón de ser en cuestiones científicas de relevancia y
define de manera muy específica sus objetivos, su principal defecto, desde nuestro punto
de vista, es que los editores, quizás por razones de tiempo y/o espacio, no se hayan animado a escribir un ensayo introductorio examinando con detenimiento su aportación a la
historiografía. En la introducción que firman ambos autores se apunta en líneas generales,
pero es muy escasa en páginas y detalles.
Desde hace tiempo —dicen Vilar Vilar y Kuethe— los investigadores dedicados al
comercio colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII se han percatado de la existencia de
características y comportamientos socio-económicos muy similares en los grandes comerciantes, tanto en España, como en América, que, además, variaron relativamente poco a lo
largo de los años, y entre los que destaca su falta de iniciativa empresarial. Sin embargo,
también se ha olvidado tradicionalmente la importancia de las instituciones, de la Casa de
Contratación y del Consulado, primero de Sevilla, luego de Cádiz, incluso de otras más
informales (camarillas, grupos de poder, redes familiares, ect.), que jugaron un papel fundamental, cuyo resultado fue un deslizamiento paulatino del monopolio de los intercambios de la esfera pública a la privada. Se sabe muy poco, pues, de las actividades y del
entramado de relaciones que fueron construyendo esos hombres de negocios, no obstante
su conocimiento es esencial para explicar la historia española y latinoamericana de los tres
siglos referidos anteriormente. El objetivo de Relación de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas es arrojar nuevas luces sobre el tema, aprovechando el interés que desde
hace algunos años tienen los estudios de la acción colectiva, los grupos de presión y de
interés y las instituciones económicas, y las herramientas teórico-metodológicas que han
ido aportando esas investigaciones.
La compilación de Vilar Vilar y Kuethe se divide en dos partes bien diferenciadas que
dan al trabajo una estructuración lógica y racionalmente bien pensada. La primera, escrita
íntegramente por los editores, sirve de marco de referencia para la segunda. Dichos autores
examinan, respectivamente, el «El poder del Consulado sevillano y los hombres del comercio en el siglo XVII: una aproximación», y «El final del monopolio: los Borbones y el
Consulado andaluz» y el «Traslado del Consulado se Sevilla a Cádiz; nuevas perspectivas».
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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Vila Vilar estudia las funciones judiciales y gremiales del Consulado de Sevilla respecto al comercio con las Indias, lo que la autora denomina su poder legal; así como sus
funciones mercantiles (poder monopolista) y el control administrativo y financiero; es
decir, el poder efectivo de la institución, inherente a su organización, pero más importante
si cabe que el legítimamente estipulado. En ese sentido, la historiadora se da cuenta de la
relevancia que para el conocimiento del tema tiene el examen de los comerciantes, de los
hombres del comercio, a quienes dedica la última parte del trabajo y también la más interesante, pues en ella descubre que en la primera mitad del siglo XVII algunos de esos hombres formaron una especie de camarilla que jugó un papel esencial, no sólo en la actividad
mercantil, sino también en la sociedad sevillana, andaluza, incluso española de la época, y
en las decisiones políticas, fundamentalmente en las que afectaban al desarrollo de su actividad.
Kuethe, por su parte, examina en dos artículos el contexto nacional e internacional en
el que desarrolló sus funciones el Consulado sevillano, sobre todo en el período de la
Guerra de Secesión y en los reinados de los primeros Borbones, relacionándolo con los
hechos fundamentales de la historia política y social española de esos años, lo que demuestra un incremento de su influencia de facto, a la que se refería Vila Vilar para la época
inmediatamente anterior. El segundo de los dos artículos que dedica al tema analiza específicamente el asunto del traslado de dicho Consulado de la capital hispalense a Cádiz.
Aunque no es la única variable explicativa que emplea, en nuestra opinión, parece demasiado importante el papel que confiere al interés personal de la Reina, Isabel de Farnesio,
en tal decisión.
Para completar la primera parte de la compilación habría sido necesario, eso sí, un artículo que examinase específicamente la evolución y el desarrollo de las funciones de la
Casa de Contratación, al igual que se hace con el Consulado.
La segunda parte del libro reúne seis artículos de otros tantos autores dedicados a cuestiones particulares, pero estrechamente relacionadas con la anterior; al «comercio y sus
función social», las «compañías, redes y hombres de negocios». Un primer trabajo, firmado por Carlos Álvarez Nogal, y titulado, «Un comprador de oro y plata en la Sevilla del
siglo XVII. Bernardo de Valdés al servicio de la Real Hacienda», examina la figura y la
trayectoria del referido Valdés, que entre 1650 y 1655 se convirtió en uno de los agentes
financieros más importantes de la Corona. Dicho agente —apunta el autor—, obtuvo privilegios que no respetaron la costumbre ni la legislación vigente, lo cual se explica como
resultado de la necesidad que el Estado tenía de contar con sus servicios. Para el referido
comerciante, los beneficios directos de tales privilegios no fueron muy grandes, pero si los
indirectos; los negocios particulares que le permitió el ejercicio de su función y la red
clientelar que tejió. Lo más importante de la investigación es que, independientemente de
los citados beneficios personales, Álvarez Nogal entiende que el caso de Valdés es muy
significativo de la complejidad organizativa y funcional del sistema comercial y financiero ligado a los intercambios entre España y América que, sin hombres como él, se hubiese visto entorpecido, lo que conduce a la necesidad de emprender nuevos estudios que
indaguen en el tema con menos apego a la legalidad, observando, por ejemplo, la importancia del fraude institucionalizado para el mantenimiento del entramado comercial.
Antonio Gutiérrez Escudero analiza «El tabaco en Santo Domingo y su exportación a
Sevilla (época colonial)», un estudio que destaca, sobre todo, por la cantidad de documentación consultada y por el buen hacer del autor a la hora de sintetizarla en cuadros estaR. I., 2000, n.° 219
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dísticos, que nos presenta en un extenso apéndice final. El desarrollo de la producción
tabacalera dominicana y el efecto que las reformas borbónicas tuvo sobre la misma, una
actividad que ha merecido poco interés por parte de la investigación, demuestra el interés
de la Monarquía en el desarrollo económico de todos sus territorios americanos –dice al
autor–, aunque también los límites de la política de fomento. Así, dicho desarrollo se vio
parcialmente frustrado debido al monopsonio que sobre su oferta ejercía la Fábrica de
Tabacos de Sevilla, cuando ésta comunicó a las autoridades de la isla que sólo requería
12.000 arrobas anuales del mencionado artículo, no obstante ellas y los cultivadores habían pensado en 24.000 y se estaban preparando para producirlas.
Al problema del «comercio libre» y del «comercio neutral» dedican su atención sendos artículos Javier Ortiz de la Tabla Ducasse y John R. Fisher en «Comercio neutral y
redes familiares al final de la época colonial» y «El comercio y el ocaso imperial: el comercio español con Hispanoamérica, 1797-1820» respectivamente. Ortiz de la Tabla señala
que hubo una interconexión evidente entre los intereses públicos y privados implicados en
los intercambios entre España y América, y un grado de influencia de los segundos sobre
los primeros que les permitió determinar la política mercantil metropolitana y, por supuesto, conseguir pingües beneficios. A través de ese entramado de relaciones el autor examina las líneas generales del proyecto borbónico; del denominado Reglamento de Comercio
Libre.
El artículo de Fisher aborda problemas de carácter más general. Dice que es difícil
saber la importancia de la liberalización mercantil para las economías española y americanas, debido fundamentalmente a la falta de estadísticas sobre las exportaciones de las colonias. Ahora bien, examinando las metropolitanas es posible afirmar que las regulaciones
de los intercambios con los neutrales de 1797 no eliminaron el antiguo sistema imperial.
Es cierto que el proyecto fracasó, especialmente en sus objetivos de fomento industrial en
España; ahora bien, sorprende –según Fisher–, el éxito con que los puertos peninsulares, y
especialmente el de Cádiz, se ajustaron a la nueva situación y mantuvieron su posición
anterior, no obstante las nuevas leyes abrieron un inexorable proceso por el que los americanos, legalmente o de facto, comenzaron a comerciar libremente, particularmente con los
Estados Unidos y la Gran Bretaña. Esas conclusiones ponen en tela de juicio la vinculación tradicional de las demandas de libertad mercantil con las causas de la emancipación.
Los dos últimos artículos de Relaciones de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas aportan el contrapunto americano a la compilación. Carmen Parrón Salas examina las «Nuevas perspectivas del Perú colonial y su transición al mundo contemporáneo»,
y Alfredo Moreno Cebrián, la «Fiscalidad, connivencia, corrupción y adecuación al mercado: la regulación del comercio provincial en México y Perú (1746-1777)». Parrón Salas
analiza las reformas borbónicas en el Virreinato peruano y su efecto en el posterior movimiento emancipación y señala la importancia y el poder del Consulado de Lima en esa
época, que se mantuvieron a pesar de que dichas reformas trataron precisamente de menoscabarlos, así como de las grandes compañías privilegiadas, los Cinco Gremios y la Real de
Filipinas.
En un excelente artículo por la magnitud del tema que abarca y la perspectiva comparada que adopta, Moreno Cebrián coteja el comercio interno de los Virreinatos de Nueva
España y del Perú y, particularmente, el poder y la influencia de ciertos individuos en esas
actividades que, en su opinión, aumentó al amparo de una legislación incorrectamente aplicada y de la corrupción, gracias también a la existencias de una relación de connivencia
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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con los funcionarios coloniales. Lo más interesante de este trabajo, no obstante, es su conclusión acerca de que con condiciones y mecanismos de actuación similares en ambos
territorios, los resultados del proceso descrito fueron muy distintos.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
R. I., 2000, n.° 219
Jesús M.^ VALDALISO y Santiago LÓPEZ: Historia económica de la empresa,
Barcelona, Crítica, 2000.
Jesús Valdaliso y Santiago López
son dos historiadores de la empresa
con un claro enfoque teórico. Es
decir, engarzan las diferentes monografías sobre historia industrial en el
armazón de un enfoque teórico elaborado y explícito. Esto no es la
regla general en la profesión. Por
ejemplo, Chandler, en un debate
entre economistas sobre las diferencias entre economía neo-institucionalista y economía neoclásica y su
mayor o menor conexión con la reaHdad, se sitúa claramente al margen
de la discusión, pues él se ocupa de
los hechos, no de la teoría: «"Que
es una empresa"... concierne a los
economistas más que a los historiadores económicos, porque es menos
una cuestión de práctica de la eco-
nomía que de teoría económica.
... Como historiador económico, me
he concentrado en la práctica más
que en la teoría» («What is a Firm?
A Historical Perspective», European
Economic Review, vol. 36,
núms. 2-3, pp. 483-492, 1992,
p. 484). Chandler no entra en la discusión explícitamente; pero su propuesta de considerar la empresa
como unidad básica de análisis
supone un enfoque muy diferente al
de Jensen y Meckling de la empresa
como «nexo contractual».
Precisamente por su enfoque
teórico, este libro de Valdaliso y
López contiene referencias y, sobre
todo, la propia manera de contar los
hechos históricos e incluso de ordenarlos, que los economistas y los
Revista de Historia Económica
Año XIX. Invierno 2001. N." I-
189
RECENSIONES
teóricos de la empresa reconocerán
fácilmente como su bagaje analítico
habitual, tengan o no un fuerte interés por la historia. Este es el principal mérito de estos autores. Como
afirman en la Introducción, la historia empresarial es una disciplina
híbrida, situada entre la historia, la
economía y la dirección estratégica.
El libro se divide en cuatro partes, la primera dedicada a la teoría.
El primer capítulo expone de forma
asequible las ideas de los economistas sobre la empresa y el empresario.
Incluye, como todo el libro, cuadros
y «recuadros» sobre temas específicos, que en este caso ayudan a
ordenar la variopinta mezcla de
enfoques que nos encontramos en
el pensamiento económico sobre
este tema. Y resulta especialmente
valioso que termine en un «punto
de llegada» plenamente actual: «La
empresa como recipiente de capacidades y conocimientos: la teoría
evolutiva de la empresa basada en
los recursos y capacidades.»
La segunda parte (caps. 3, 4 y 5)
se ocupa del período anterior a la
«empresa moderna», hasta 1860. El
capítulo 3 se ocupa de la empresa
pre-industrial, entre 1300 y 1760.
Sostiene desde el principio que «el
intercambio voluntario de factores y
productos a través del mercado» es
algo muy reciente. En muchos países de Europa, ente los siglos xvi
y xvn se extiende gradualmente una
economía de mercado capitalista.
190
Los autores destacan, en este proceso, el papel del Estado, que
refuerza la seguridad de las personas
y los bienes. Y consideran que la
oferta rígida de factores productivos, lo limitado de la tecnología, el
mercado fragmentado y la ausencia
de relaciones con el Estado diferencian claramente la actividad empresarial de este período de la que tendrá lugar a partir de la Revolución
Industrial. Después se ocupan por
separado de esta transformación en
la agricultura, en el comercio y las
finanzas, y en la industria.
Esta segunda parte, con el título
«La génesis de los mercados», termina, como de pasada, con el epígrafe «La aparición de la "empresa
moderna" en el transporte ferroviario y las telecomunicaciones». Allí se
destaca que las nuevas tecnologías
en el transporte ferroviario y marítimo y en las telecomunicaciones
(telégrafo, cable submarino) necesitaron, para ser explotadas, de la contabilidad de costes anaÜtica y una
organización empresarial más compleja. Desde La mano visible, de
Chandler, la «empresa moderna» es
el «punto de llegada» que organiza
toda la historia empresarial, o bien
el paradigma frente al cual se construye un discurso alternativo. En
este libro, si atendemos a los contenidos, se le presta mucha importancia a ese paradigma, aunque por
la situación y el título de los distintos
epígrafes pueda parecer lo contrario.
RECENSIONES
La tercera parte llega hasta 1973.
Los capítulos 6 y 7, dedicados al
período 1870-1940, se centran en la
«empresa moderna» chandleriana:
«A partir de 1870 la combinación
de una serie de cambios en el mercado y la tecnología darán lugar a
un fenómeno nuevo, la aparición de
la gran empresa moderna», con producción y distribución en masa para
un mercado internacional cada vez
más integrado (p. 271). A veces
parece como si hubiera concesiones,
en los títulos y en comentarios concretos, a una alternativa de distritos
industriales frente al paradigma
chandleriano. Pero, al final de esas
explicaciones más audaces, todo
queda en que la «gran empresa»
puede tener, en vez de o además
de, producción en masa, otra forma
de producir que encaja en el término «especialización flexible». El
análisis de cada caso les hace afirmar, de forma convincente, que las
estrategias de integración vertical
pueden explicarse a posteriori con
una lógica de teoría económica, pero
que muchas veces respondieron a
factores que bien poco tenían que
ver con esa lógica, aunque su resultado encaje en ella.
En el capítulo 6 se dedica un
apartado a las «Alternativas a la gran
empresa y la producción en masa:
pequeñas y medianas empresas
(PYMEs), distritos industriales y
"especialización flexible"». Como
de costumbre, el espacio y el con-
tenido que se dedica a cada tema
es el convencional, aunque su situación al final pueda hacer pensar que
es el «punto de llegada». El apartado empieza constatando la disminución de la importancia de las
PYMEs entre 1870 y 1930 (p. 322);
y aunque su triunfo «nunca fue
completo» (p. 324), los «distritos
industriales» «no pueden ser considerados como una alternativa total
a la gran empresa» (p. 325). (El texto advierte que «los criterios usados
para definir una PYME no son unánimes, además de haber cambiado
frecuentemente», p. 322, n. 97. En
el interesante recuadro sobre el distrito industrial de Badén-Württemberg, compuesto por empresas
pequeñas y medianas, se las define
como «con menos de mil empleados», p. 501.) El ejemplo del automóvil en Europa ilustra bien que la
especialización flexible de éstos era
respuesta a un mercado más pequeño y menos homogéneo que el norteamericano.
El capítulo 7 se ocupa del mismo
período 1870-1940, dedicado a «la
emergencia del capitalismo gerencial», y se ocupa de la intervención
del Estado en la regulación de la
actividad empresarial y bancaria; de
las relaciones laborales (la «organización científica del trabajo» de
Taylor); y de la organización empresarial más compleja que surge, con
los modelos de empresa multifuncional y multidivisional. Recomien-
m
RECENSIONES
do especialmente la lectura conjunta
de «El trabajo en cadena y la producción en masa: Ford y sus imitadores» (apartado 7.2.2,
pp. 354-361), y del recuadro 1.4,
«Las lógicas de la integración vertical en la industria automovilística
de Estados Unidos»), como ejemplo
de «método del caso» histórico pero
con un fuerte contenido teórico.
El capítulo 8 se ocupa de «El
apogeo de la gran empresa y el capitalismo gerencial (1945-1973)». Sus
tesis son bastante clásicas: Durante
los años cincuenta y sesenta, el crecimiento sostenido de los mercados
y la estabilización de la demanda,
apoyada por el «Estado de bienestar», llevaron al apogeo de la gran
empresa y la producción en masa.
Esto llevó también a la expansión
de las empresas multinacionales
(apartado 8.2). El modelo de organización industrial de distritos
industriales retrocedió, salvo excepciones, en este período (p. 426). En
relaciones laborales, el modelo de
«relaciones humanas» intenta remediar las insuficiencias del taylorismo
(apartado 8.6).
La cuarta parte incluye el capítulo 9, último del libro, titulado «La
"segunda ruptura industrial": las formas de producción flexible y la competitividad global de las empresas
desde 1973 en adelante». Se dedica
nada menos que a las actuales nuevas tecnologías y a la globalización,
y en ocasiones las referencias son de
192
la prensa de 1999 (p. 512, n. 115).
El capítulo se dedica a las importantes transformaciones ocurridas
en el modo de producir y de organizarse las empresas desde la crisis
del petróleo hasta hoy mismo, advirtiendo que «asistimos a un mundo
complejo que aún no se ha terminado de reestructurar» (p. 486). Los
hechos que se tratan son, no ya
recientísimos, sino actuales, y las
teorías en que se apoyan para intentar ordenarlos son igualmente
recientes y actuales. Esto hace que
la lectura del capítulo sea muchas
veces territorio incierto, pero, a
cambio, los estudiantes, profesores
e investigadores en el campo de la
economía de la empresa reconocerán su contenido y ubicarán la disciplina de historia empresarial en el
conjunto de sus conocimientos. En
este capítulo se hacen especialmente
notables las carencias del libro en
el terreno, precisamente, de las nuevas tecnologías aplicadas a la enseñanza. Una imagen vale más que mil
palabras, y ahora que vídeos, CDs
e Internet son accesibles, se echan
de menos las referencias a estos
materiales en casos como la descripción detallada de los cambios tecnológicos dentro de las fábricas y su
repercusión en la organización de la
empresa.
El libro tiene un capítulo inusual
(el núm. 2, pero los autores advierten que para uso docente, caben
varias alternativas diferentes del
RECENSIONES
orden del propio libro): «Fábricas y
rascacielos: la evolución de la arquitectura de las empresas». Uno no
se espera este capítulo, y, sin embargo, una vez que se lo encuentra le
parece plenamente adecuado. El
taylorismo, y el big business en general, y otros cambios en la organización empresarial, se tradujeron en
edificios con una forma determinada, y a su vez el edificio impulsaba
el tipo de organización para el que
había sido diseñado.
Escribir un manual con criterio
y estilo homogéneos resulta un tour
de forcé, en el que no pueden faltar
los errores puntuales en el contenido. Los que yo he podido detectar,
en temas en los que he trabajado
a fondo, son menores y cuentan muy
poco frente al resultado tangible del
esfuerzo y la osadía de intentar este
Hbro. Cuando la historia del pensamiento económico aparece en materias que no son directamente relevantes para la narración de historia
em presarial, está adecuadamente
recogida en notas al pie de página
(por ejemplo, p. 241, sobre la aparición del marginaHsmo). Cuando si
es relevante, está en lugar destacado
(todo el capítulo primero) y, a mi
entender, tratado de forma competente.
La asignatura de historia empresarial ha de tener un contenido y un
enfoque que resulte atractivo para
los miles de estudiantes de empresariales a los que va destinada, y este
libro es un magnífico paso adelante
en esta dirección. (Como manual, la
principal pega que se le puede poner
es su elevado precio, y la ausencia
de un libro de prácticas que lo complemente.) A la vez, la historia
empresarial como campo de investigación puede beneficiarse mucho
de los conocimientos teóricos en
economía y empresa, especialmente
de los desarrollos más recientes. En
ambos terrenos, el libro de Valdaliso
y López es una magm'fica aportación, tanto por su utilidad como instrumento docente como por los
ejemplos claros y asequibles de presentación de la historia empresarial
dentro de un enfoque teórico, que
pueden contribuir a clarificar el diálogo entre los diferentes enfoques
en la profesión más que muchas discusiones específicamente metodológicas.
Manuel SANTOS REDONDO
Universidad Complutense
193
RECENSIONES
Miguel Ángel MELÓN JIMÉNEZ: Hacienda, comercio y contrabando en la frontera de Portugal (siglos xv-xviii), Cáceres, Cicon Ediciones, 1999, 320 pp.,
prólogo de Carlos Martínez Shaw, apéndices documental y estadístico,
mapas, relación de Archivos y fuentes documentales, bibliografía, índices
de cuadros, mapas y gráficos, ilustraciones en color, 2.800 pesetas.
Los principales objetivos de esta
obra consisten en estudiar la actividad económica y social generada
alrededor de la frontera extremeña
con Portugal durante la etapa
moderna y, a partir de ahí, extrapolar algunas ideas acerca del significado de las fronteras a lo largo
de la historia. Trabajos previos del
autor habían desvelado una fuerte
orientación de las clases mercantiles
extremeñas hacia las poblaciones
fi-onterizas. Por ello, en este libro se
plantea, y lo hace con detalle y rigor,
analizar un conjunto de aspectos
que van desde el proceso de delimitación de la frontera hasta el
entramado de relaciones económicas y sociales que se articulan alrededor de la misma.
Los cinco capítulos en que se
estructura el libro, además de introducción y conclusiones, pueden
dividirse en dos grandes bloques.
Los dos primeros capítulos nos
aproximan al objeto de estudio —la
frontera—, a las fuentes y a los cambios que se van produciendo en torno a la frontera desde fines de la
Edad Media hasta principios del
siglo xvm. Los capítulos tercero,
cuarto y quinto constituyen el eje
194
central de la obra y analizan respectivamente el sistema aduanero y el
comercio, la vigilancia del espacio
fronterizo y el contrabando; todo
ello durante el siglo xvm y primeros
años del XK.
El libro explica cómo empieza a
delimitarse la frontera en la etapa
medieval y cómo se va configurando
y reforzando progresivamente a lo
largo de la etapa moderna. Se trata
de un espacio discutido, vigilado y
controlado, donde la frontera pohtica y aduanera no siempre coinciden. Nos presenta a la Extremadura
de la Edad Moderna como un territorio periférico, poco institucionalizado y olvidado por el poder central;
una tierra pobre, en la que predomina la agricultura de subsistencia,
con escasa presencia de actividades
manufactureras y en la que la población se asienta en pequeños núcleos.
El crecimiento demográfico desde
fines del siglo xvn y el reparto cada
vez más desigual de la riqueza convierten al comercio y, fundamentalmente, al contrabando con Portugal
en una de las principales salidas para
una parte de los habitantes crecientemente concentrados en torno a los
núcleos fronterizos. En este contex-
RECENSIONES
to, la frontera adquiere un papel
relevante. Los Estados se esfuerzan
en delimitarla y los hombres tratan
de difuminarla para asegurar su
supervivencia.
Desde finales del siglo xiv el
comercio fronterizo va aumentando
hasta que la Guerra de Restauración
con P o r t u g a l (1640-1668) lo
interrumpe. Dentro de esa tendencia general, cabe destacar la intensificación del comercio y de la entrada de portugueses —mayoritariamente judeoconversos que se
dedican al comercio y a actividades
financieras— en España durante el
período de unificación, entre 1580
y 1640. Este aumento del tráfico y
las necesidades de recaudación de
la Hacienda Real provocan un creciente interés por el control del mismo, lo que se refleja en un refiíerzo
de los puestos aduaneros y en una
mayor intensidad legislativa.
Durante la Guerra de Restauración con Portugal gran parte de los
judíos que habían entrado a Extremadura se ven obligados a retomar
El conflicto afectará también al
comercio fronterizo, que se reduce
progresivamente hasta terminar por
ser prohibido en 1657. Aunque acabada la Guerra se reanudan los
intercambios, durante la segunda
mitad del siglo xvu son mucho
menores de lo que habían sido en
la primera mitad. En el siglo xvffl
las políticas fiscal y aduanera ocupan
un lugar cada vez más importante
dentro de la política económica
general. Desde principios de siglo se
piensa en las aduanas como un pilar
fundamental para aumentar los
ingresos del Estado, y la recaudación de aduanas, que hasta entonces
constituía ima renta arrendada, pasa
a estar bajo la administración directa
de la Real Hacienda. La vitalidad
del comercio en la segunda mitad
del siglo y la mayor eficacia de la
gestión se reflejan en un aumento
de los ingresos aduaneros, pero un
aumento menor que el del comercio, ya que el elevado proteccionismo de los aranceles aprobados abre
la puerta al contrabando. En el caso
de la frontera con Portugal, Melón
Jiménez cree que los ingresos recaudados se corresponden apenas con
una mínima parte del tráfico real.
El tráfico ilegal de mercancías por
la frontera portuguesa durante la
segunda mitad del xvm parece superar ampliamente el que existía a lo
largo de los dos siglos precedentes.
Se analizan en el libro las sucesivas reorganizaciones del sistema
aduanero realizadas durante el
siglo xvm con el fin de lograr im control adecuado del espacio fronterizo
y de adaptarse a los cambios que se
iban produciendo en la actividad
comercial, y se pone de manifiesto
que las reformas realizadas no consiguieron impedir el contrabando,
que aumentó a lo largo del siglo y
lo hizo de forma más acusada a partir de la década de 1760. A favor
195
RECENSIONES
del contrabando jugaban varios elementos como un cuerpo de vigilancia formado por miembros que, en
su mayoría, vivían en los mismos
pueblos que los contrabandistas;
una administración conocedora del
fraude pero viciada desde tiempo
atrás; una frontera muy abierta; una
gran desigualdad económica que
convertía al contrabando en el único
medio de subsistencia para gran parte de la población, al menos en ciertas estaciones del año; y una política
arancelaria muy proteccionista.
Todo ello constituía un caldo de cultivo que hacía que las medidas coercitivas fracasasen una tras otra y que
las medidas de gracia y reinserción,
acompañadas de amenazas de máximo rigor y castigo futuros para los
que no se acogiesen a ellas, corriesen una suerte semejante. Dentro
del territorio extremeño, parece que
el contrabando era más intenso por
las aduanas de la actual provincia de
Cáceres, destacando núcleos como
Zarza la Mayor o Ceclavín. La introducción de géneros estancados
como la sal o el tabaco o de manufacturas textiles resultaba muy rentable para los contrabandistas, de la
misma forma que lo era la extracción de cereales, aguardientes, aceite, ganados o lanas. De todas maneras, el protagonismo de algunos de
estos núcleos en el contrabando no
significa que se trate de una actividad que afectaba apenas a unos
cuantos personajes, pueblos y ferias
196
de ambos lados de la frontera. Se
trataba de algo mucho más amplio
y complejo.
Desde el punto de vista de los
productos y mercados el hecho de
que entre los artículos implicados
aparezcan algunos cuyos orígenes o
destinos últimos no están en Portugal, sino en otros países europeos
y ultramarinos (tejidos de Inglaterra
y Hamburgo; azúcar, café o pimienta de las colonias portuguesas; lanas
o sedas españolas hacia países del
norte de Europa, ...) y la existencia
de una importante demanda para
los productos introducidos, que se
extiende desde los puntos fronterizos hacia Madrid, dan idea del
alcance del contrabando. Desde el
punto de vista de los agentes, aspecto espléndidamente analizado por el
autor en el capítulo quinto, pueden
destacarse las siguientes ideas. En
primer lugar, en el contrabando participaba gente de muy variada condición social; junto a delincuentes,
desertores y gitanos aparecen también hidalgos y miembros de la alta
nobleza laica y eclesiástica. En
segundo lugar, comercio legal y contrabando aparecían imbricados, los
mismos agentes participaban en uno
y otro y los productos aparecían
mezclados, lo cual complicaba el trabajo de los perseguidores de este
delito. En tercer lugar, comerciantes
y contrabandistas contaban con
colaboradores a ambos lados de la
frontera, lo que les aportaba infor-
RECENSIONES
mación y protección. Según señala
el autor, durante la segunda mitad
del xvm y primer tercio del XK, las
relaciones comerciales y de amistad
que estos contrabandistas tenían
con los portugueses tuvieron mayor
peso que la intervención diplomática española pidiendo la colaboración del país vecino para su aprehensión. Finalmente, es de destacar
que, en el período analizado, los
contrabandistas y sus colaboradores
ganaron la batalla no sólo frente a
la ley, sino también frente a aquellos
pocos funcionarios que se empeñaron en hacerla cumplir y frente a
aquellas instituciones que amenazasen su actividad.
En mi opinión, el libro del profesor Melón Jiménez, cuyo contenido trasciende ampliamente las ideas
que he destacado en los párrafos
anteriores, constituye una valiosa
aportación y reúne varias virtudes,
entre las que señalaré algunas de las
que considero más relevantes.
Merece destacarse la amplitud,
riqueza y adecuado uso de las fuentes utilizadas. Se trata de un libro
que descansa fundamentalmente en
fuentes primarias y, dado el período
que estudia, mayoritariamente
manuscritas. El autor no ha escatimado esfuerzos a la hora de rastrear
por un amplio número de archivos
a la búsqueda de fuentes que aportasen luz sobre el tema de estudio.
La bibliografía se utiliza para contextuaHzar, reforzar o aportar una
visión más amplia sobre los distintos
asuntos que van surgiendo al deshacer la madeja de las fuentes primarias y ha sido cuidadosamente
seleccionada y utilizada.
En segundo lugar, en el análisis
realizado se integran como un todo
los distintos aspectos estudiados. Es
decir, no se trata de una secuencia
de capítulos en los que se analizan
separadamente los asuntos fiscales y
arancelarios, el comercio y el contrabando, sino que se interrelacionan unos con otros y todos ellos se
insertan en el contexto social, económico y político extremeño de la
época. Sería de agradecer, sin
embargo, que se aportase alguna
información desde el lado portugués
sobre los temas tratados. ¿Cómo
ven desde Portugal el contrabando
o la evolución del comercio? ¿Qué
medidas se van tomando desde el
punto de vista arancelario en el país
vecino? ¿Qué grupos portugueses
salen beneficiados y cuáles perjudicados por el contrabando? De las
pinceladas que se van aportando a
lo largo del libro se deduce que,
durante la etapa moderna, los portugueses se llevan la mejor parte en
este tráfico y que en el país vecino
se realiza una política, unas veces
activa y otras más encubierta, de
apoyo al mismo. Aunque concuerdo
plenamente con el autor, me parece
que en el trabajo no quedan del
todo demostradas esas hipótesis;
para ello sería necesaria una apro-
197
RECENSIONES
ximación a las fuentes portuguesas,
aunque fuese muy somera. En tercer
lugar, Melón Jiménez ha conseguido
convertir un tema árido en un libro
de agradable lectura y en el que la
aportación de numerosos detalles y
datos concretos no le impide retomar y recordar, cada vez que es
necesario, el argumento central que
se está desarrollando en cada capítulo. Considero, en cambio, que las
conclusiones no se corresponden
con la riqueza de la obra; pienso que
sus lectores concordarán conmigo
en que tras la lectura del libro se
pueden trazar sin temor hipótesis y
conclusiones más amplias que las
expuestas por su autor.
Creo, finalmente, que este libro
constituye un excelente puente
hacia el siglo xix. Después de leerlo,
aquellos que centramos nuestras
investigaciones en diversos aspectos
de las relaciones entre España y Portugal durante la etapa contemporánea podemos comprender mucho
mejor cuándo empezaron a ser verdaderamente importantes ciertos
temas o por qué, a lo largo de los
siglos XK y XX, las autoridades políticas de ambos países han ido
tomando determinadas decisiones
referentes a infraestructuras, a organización aduanera o a la política
comercial y arancelaria. Coincido
con Martínez Shaw, el autor del prólogo, en que estamos no sólo ante
un libro de historia, sino también
ante una apuesta de futuro a favor
de un mejor entendimiento entre
vecinos y me gustaría añadir que,
entre las muchas lecciones que
podemos obtener está la de que la
represión no es suficiente para acabar con las prácticas fraudulentas.
El autor lo deja claro para el pen'odo
que analiza, y realidades semejantes
se hacen insistentes durante la etapa
contemporánea e incluso en la
actualidad. Por supuesto, van cambiando los productos, los agentes y
las prácticas, pero el fondo permanece.
Man'a del Carmen ESPIDO BELLO
Universidad de Santiago
Javier MALDONADO ROSSO: La formación del capitalismo en el marco de Jerez.
De la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos
xvuiy xix), Madrid, Huerga y Fierro Editores, 1999, 434 pp.
La rápida recuperación del
comercio exterior después de la pérdida del mercado colonial a comien198
zos del siglo XDC se debió en parte
al crecimiento de las ventas de vino
procedentes de la región de Jerez de
RECENSIONES
la Frontera hacia el norte de Europa. Las exportaciones crecieron desde los 2 8 . 0 0 0 h e c t o l i t r o s en
1 7 8 4 - 1 7 9 3 hasta 127.000 en
1823-1844, multiplicándose su valor
por diez. Hacia el final del período,
el vino de Jerez suponía cerca del
10 por 100 de las exportaciones
españolas y se había convertido, junto con el Oporto, el Claret y el
Champagne en uno de los vinos más
importantes del siglo xix. Dada su
importancia, sorprende que los historiadores hayan tenido que conformarse con los libros de González
Gordon y Jeffs, ambos excelentes
por sí mismos, pero escritos hace
muchos años ya para un público no
especializado. Esto es lo que hace
que el libro de Maldonado, que
estudia el período desde 1720 a
1840, sea tan importante. Además,
este libro no sólo cubre un hueco
en esta literatura, sino que es un
estudio esencial para los historiadores del vino en general, y para aquellos interesados en la organización
del comercio en una economía en
desarrollo.
Aunque todo el mundo sabe que
un Petms cuesta un poco más de lo
que la mayor parte de los lectores
de la Revista de Historia Económica
bebe habitualmente, el historiador
del vino se enfrenta al problema de
identificar no sólo la «calidad» del
vino, sino la naturaleza del vino descrita en las fuentes. Una contribución importante del libro de Maldo-
nado es trazar el desarrollo del «vino
de jerez» desde im vino joven que
era transportado o bien en otoño
(«mosto») o en primavera («vinos
en claro») hasta los viejos vinos
mezclados del siglo xvni tardío.
Detrás de estos cambios en el vino,
relaciona el desarrollo de la solera,
que, según sugiere, ocurrió «a lo largo de la segunda mitad del siglo xvm
y primer tercio del XEí, desde una
forma incipiente hasta su pleno
desarrollo» (p. 170), junto con los
cambios esenciales en el diseño de
las bodegas, y la mayor participación
de los extractores en la producción
de los vinos. Y fue realmente la
necesidad de conservar los vinos
durante varios años antes de su
envío una causa esencial del intento
exitoso de los extractores para que
el monopolio del Gremio de Vinatería les dejara almacenar sus vinos
y así controlar su producción. Maldonado también considera que se
produjeron cambios importantes en
la demanda de los vinos en Inglaterra y que los vinos finos se implantaron en tomo a las décadas de 1820
y 1830. Sugiere que la solera empezó antes de lo que muchos historiadores han defendido hasta el presente, y que fue utilizado no sólo
para la producción de finos, sino de
olorosos y dulces. Me parece que el
autor no tendrá la última palabra en
algunas de estas afirmaciones, en
parte por los problemas que puedan
surgir en tomo a la definición del
199
RECENSIONES
«vino», a los que ya se ha hecho
referencia. Sin embargo, no cabe
duda que Maldonado ha contribuido al debate de forma importante,
y ha apoyado sus afirmaciones en
una extensa investigación en archivos privados de la región de Jerez.
Una segunda contribución
importante del libro es mostrar
cómo la organización comercial
cambió durante ese período. La distinción tradicional entre cosecheros,
almacenistas y extractores es demasiado simplista, según él. A comienzos
del siglo xvim, los cosecheros también hacían el vino y lo vendían
directamente a los exportadores,
aunque unos pocos, tales como Juan
Haurie, se convirtieron también en
exportadores. La mayor parte de los
exportadores eran, sin embargo, o
bien agentes de los importadores
británicos o actuaban independientemente. A comienzos del siglo xrx,
la situación había cambiado. En vez
de esto los contratos los realizaban
directamente las compañías comerciales y los importadores británicos,
a veces mediante la concesión de
derechos exclusivos a ambas partes.
A medida que el jerez se iba vendiendo progresivamente con el
nombre del exportador, fueron ellos
los que poco a poco fueron controlando el negocio y fijaron los precios. Sin embargo, el autor destaca,
al igual que Fernández Pérez en un
reciente artículo de la revista Business History, la importancia de la
200
cooperación existente entre las partes. En cambio, muy pocos importadores y exportadores se integraban
en la misma empresa. Maldonado
también provee evidencias decisivas
basadas en fuentes archivísticas de
que los sherry baratos eran exportados por los exportadores más
importantes, aunque sin su nombre.
La demanda de estos vinos procedía
de sus socios en Londres con el fin
de que los vinos baratos se mantuvieran competitivos en el segmento
más bajo del mercado. Y como un
corresponsal en Londres apuntó en
1827, la introducción de algún tipo
de denominación de origen en Jerez,
habría sido completamente inútil
debido a la facilidad con la que este
vino podía ser adulterado en el Reino Unido. Finalmente, Maldonado
establece, y en mi opinión de forma
conclusiva, que la producción de
vino de Jerez fue básicamente realizada por españoles. Los extranjeros, aunque importantes en el
comercio, se integraban rápidamente en la sociedad local, a diferencia
del caso de Oporto.
El estudio de Maldonado es
mucho más vasto de lo que podría
reseñarse en un espacio tan limitado, pero se ha puesto suficientemente de manifiesto la importancia
de este libro. Sin embargo, tengo
dos quejas menores. La primera es
que el lector debería evitar la «síntesis interpretativa» final, que, si me
hubiese puesto a leer primero en vez
RECENSIONES
de al final, me podría haber desanimado a seguir la lectura. La segunda es que las referencias a la producción de uva son muy limitadas,
aunque el autor muestra la organización de la elaboración del vino y
su comercialización en mucho
mayor detalle que cualquier otro
hasta ahora. El libro tiene además
otras dos características que merece
la pena reseñar: la primera, la producción es de excelente calidad, y
la segunda, que Maldonado es uno
de los pocos autores que siguen creyendo que las citas a pie de página
deben incluir el número de la página
de las obras citadas.
James SIMPSON
Universidad Carlos III
Francisco J. HERNÁNDEZ MONTALBÁN: La abolición de los señoríos en España
(1811-1837), Madrid, Biblioteca Nueva y Universidad de Valencia, 1999,
446 pp.
Una de las características esenciales del paso de una economía de
Antiguo Régimen a otra moderna
fue la Überalización de ios factores
de producción. Dentro de los recursos naturales, la tierra constituía, en
una España predominantemente
rural como era la de principios de
siglo XK, un elemento clave para el
despegue económico del país. Tal y
como había sucedido en Gran Bretaña, parecía necesario que el
desarroUo industrial debía ir acompañado de un incremento notable
de la productividad agrícola. Para lo
cual era preciso una Überalización
de la tierra y su puesta en circulación. Sólo con la entrada en circulación de la tierra podría ser alcanzado este objetivo. De ahí la importancia que la abolición de los seño-
ríos en las primeras décadas del
siglo XK tuvo para la economía española posterior. Pero no sólo eso, ya
que semejante abolición destruyó
también el aparato coercitivo que
sostenía la renta feudal, es decir, los
derechos jurisdiccionales, algo que
daba paso a un mayor despliegue de
las relaciones sociales capitalistas.
Hernández Montalbán lo que
hace precisamente en este trabajo,
fruto de su tesis doctoral, es poner
de manifiesto la relevancia de este
hecho, analizando detenida y sistemáticamente todos los pasos dados
en esta dirección. En este sentido,
habría que decir que esta obra se
enmarca en una corriente historiográfica cuyos máximos representantes han sido Rafael García Ormaechea, por un lado, y Salvador de
201
RECENSIONES
Moxó, por otxo. El primero publicó
en 1932 su libro Supervivencias feudales en España, en el que se centraba,
sobre todo, en la legislación y jurisprudencia sobre señoríos, estando la
obra muy ligada al contexto histórico
del momento, al primer bienio de la
n República y su reforma agraria.
Más conocido aún es el estudio del
segundo de los autores citados, La
disolución del reamen señorial en España, editado en 1965 y que ha llegado
a tener una gran influencia entre los
historiadores españoles de estos últimos lustros. En él Salvador de Moxó
asume unos planteamientos antitéticos de la obra de García Ormaechea
desde el punto de vista ideológico y
político, asumiendo una postura más
moderada de la cuestión. Pues bien,
con estos antecedentes, el autor elabora un nuevo escrito con el rigor
necesario que distingue a la historiografía contemporánea. Sin concesiones a elucubraciones o disquisiciones
ideológicas, nos encontramos ante un
libro que lo que busca fundamentalmente es descubrir la verdad, desentrañar las claves del proceso de abolición de los señoríos en España.
Para llevar a cabo este cometido,
el profesor Hernández Montalbán
recurre al análisis de las fuentes primarias. En primer lugar, la legislación pertinente, es decir, el Decreto
de 6 de agosto de 1811, la Ley de
3 de mayo de 1823 y la Ley de 26
de agosto de 1837, textos que aparecen incorporados en un apéndice
202
sumamente útil. En segundo lugar,
los discursos parlamentarios, pronunciados por los protagonistas del
debate tanto en comisión como en
pleno. Por último, otras fuentes
complementarias como pueden ser
memoriales, obras de época, etc.,
que contribuyen a comprender
mejor la realidad de dicho proceso.
Con todo este material, pues, el
autor construye un documento sólido, fundamentado en resistentes
pilares, aunque a veces resulta
exhaustivo y un tanto complicado en
su lectura. Es tal el cúmulo de matices exprimidos por el autor que el
resultado viene a ser algo complejo
en algunos pasajes de la obra.
Por lo demás, podemos decir que
el libro se estructura en tomo a esos
tres instrumentos legislativos antes
mencionados. Tal como demuestra
el autor, gracias a los mismos se
pudo conseguir en España la abolición de los señoríos. Algo que se
hizo poco a poco y siempre con altibajos, en función de los propios
acontecimientos históricos del
momento. Fue un proceso, por consiguiente, muy ligado a los continuos
vaivenes políticos propios de esos
años. La pugna entre la burguesía,
clase auspiciadora de la abolición, y
la mayor parte de la nobleza, contraria a tal medida y deseosa de
seguir manteniendo sus privilegios,
fue una constante del proceso, sin
olvidar, por otro lado, el papel jugado por los municipios, sobre todo.
RECENSIONES
los que formaban parte de un señorío. Todo ello teniendo en cuenta
que la burguesía tampoco constituía
una clase compacta, sino que existían importantes discrepancias entre
los moderados y los exaltados, tal
como se puso claramente de manifiesto durante el Trienio Liberal.
Si en 1811 las Cortes de Cádiz
aprobaron la supresión de los derechos jurisdiccionales de los señores,
en el Trienio Liberal se fue más lejos
y se abolieron los derechos territoriales. Mientras los diputados moderados sostenían que anulada la jurisdicción quedaba suprimido el carácter
señorial de la propiedad feudal, permaneciendo el territorio como mera
propiedad particular, los exaltados
disentían de esta interpretación,
deseando poner término también a
los derechos señoriales. Podríamos
decir que la armonización de ambas
posturas vino de la mano de la Ley
de 1837, que Uegó a adoptar una
solución casi coincidente con la postura mantenida por los moderados
durante el Trienio, dado que «a
w
comienzos de 1837, la Ley radical del
23 no resultaba sólo peligrosa para
la aristocracia, sino también para
aquellos sectores de la burguesía que
habían adquirido un patrimonio territorial de origen señorial» (p. 317), ya
que gracias a las normas desvinculadoras la burguesía había podido
adquirir nuevas tierras.
La importancia, por lo tanto, de
la cuestión analizada no es baladí,
ya que constituye un elemento clave
dentro de la historia política y económica de España. No se trata de
una reforma agraria como tal, como
tampoco la fue la desamortización,
pero sí de un fenómeno de vital
importancia para el futuro de la agricultura española de las décadas posteriores. De ahí la necesidad de un
estudio como el presente, guiado
por el cálculo científico que debe
presidir toda tesis doctoral, a pesar
de las dificultades que el texto presenta en ciertas ocasiones.
Carlos LARRINAGA RODRÍGUEZ
Universidad de París XII
. j ^ rnn^umo condiciones de vida y comercialización.
1999, 433 pp., incluye índice y bibhografia.
ALos estudios sobre consumo, distribución y niveles de vida tienen
relativamente poca tradición en la
historiografía económica española.
m^^ ^^^^^^^ dedicadas a estos temas
^j y j Simposio de Hisen ei y
203
RECENSIONES
toria Económica, celebrados en
Bellaterra en 1990 y 1992, permitieron conocer algunos de los trabajos por aquel entonces en curso,
estimularon algunos posteriores, y
fueron de alguna forma el origen
remoto del libro que comentamos.
El volumen que coordinan Jaume
Torras y Bartolomé Yun recoge nada
menos que 19 contribuciones y una
introducción, referidas en su mayor
parte al consumo y comercialización
de bienes semiduraderos, con una
especial atención a los textiles. La
concreción de todos los trabajos al
ámbito castellano y catalán es una
consecuencia de ser el libro en su
mayor parte resultado de dos proyectos de investigación desarrollados en Universidades de Valladolid
y Barcelona, en ambos casos sobre
su entorno espacial más inmediato,
aunque ello no obsta para que el
interés del trabajo rebase con
mucho el interés local o regional. Al
lado de una mayoría de trabajos
dedicados a estos temas se presentan también otros cuatro referidos
a niveles de vida y poder adquisitivo,
que ocupan la segunda parte del
libro, y que ofrecen todos ellos perspectivas innovadoras; los de Rafael
Domínguez Martín y Pilar Zarzosa
presentan nuevos indicadores de
bienestar (el índice Físico de Calidad de Vida en el caso del primero
y el denominado DP2 en el de la
segunda), que tratan de reflejar la
realidad de las disparidades regio204
nales españolas del siglo XK de un
modo más fidedigno que los indicadores economicistas convencionalmente usados en este tipo de
comparaciones. Los otros dos, de
Esmeralda Ballesteros y Rafael
Serrano se refieren a salarios y calidad de vida. Ballesteros evidencia
por medio de ejemplos castellanos
lo inapropiado que resulta el uso de
los salarios monetarios como indicadores de los niveles de vida y aboga por el estudio de otros elementos
constitutivos del ingreso familiar
mientras que Serrano hace una presentación crítica de índices del coste
de la vida y salarios para la ciudad
de Valladolid.
El grueso del libro lo constituyen
la primera y la tercera parte que son
las referidas al consumo y la comercialización. La primera parte se abre
con dos artículos de un fuerte componente metodológico a cargo de
Yun y de Lecina respectivamente,
ambos en una línea de crítica de
fuentes y resultados muy presente
también en otras varias aportaciones
de las que aparecen en el libro. Esta
contribución de corte metodológico
es uno de los activos que hacen
recomendable la lectura de este
volumen, pues la amplia diversidad
de fuentes utilizadas en el conjunto
de los artículos (inventarios post
mortem, contratos matrimoniales,
inventarios de tiendas, dotes, etc.)
y la crítica de las virtudes y sesgos
que cada una de ellas introduce
RECENSIONES
hacen de él una excelente brújula
con la que orientarse para cualquiera que trate de introducirse en el
estudio del consumo y la distribución en la historia de la España de
los siglos xvn al XK.
De los seis restantes artículos de
la primera parte, cuatro se centran
en el consumo de textiles. Son el
de Torras, Duran y Torra, que utiHza
su presencia en los contratos matrimoniales catalanes como indicador
de la evolución del consumo en el
largo plazo; el de Lidia Torra que
contrasta la presencia del mismo
producto en inventarios poí/ mortem
de particulares y en inventarios de
tiendas en tres locaÜdades catalanas,
y finalmente, los de Máximo García
Fernández y Ramón Maruri, basado
el primero de eUos en el análisis de
los contratos de dote en Valladohd
y dedicado el segundo al anáHsis del
consumo en Santander utÜizando
una variadísima gama de fuentes
Los otros dos presentan un perhl
más general; el de Fernando Ramos
Falencia presenta un avance aun no
formaUzado de una investigación
inspirada en el conocido Hbro de
Shammas, y que tiene como objetivo
la elaboración de una función de
consumo a través de los resultados
del anáUsis de los invéntanos post
mortem; el de Belén Moreno se ocupa del estudio de las pautas de consumo desglosadas por grupos sociales (una orientación que también
incluye Lidia Torra en su trabajo).
lo que le permite llegar a concluir
una escasa correlación entre los
poseedores de un mayor patrimonio
y los grupos con un consumo más
avanzado.
La tercera y última parte del
libro, titulada genéricamente «Comercialización y características de
los mercados» se abre con dos artículos sobre la segunda de estas cuestiones cuyos autores son Andrés
Hoyo y Rafael Barquín, que presentan dos visiones alternativas de un
mismo fenómeno: el efecto que la
estructura del sector comercializador de la harina castellana negociada
en el puerto de Santander pudo
tener en los problemas de competitividad de este producto. Mientras
que Hoyo considera su efecto como
muy relevante, Barquín lo minimiza.
Otros tres estudios se ocupan de
lo que serían propiamente canales
de comercialización; la buhonería y
las diásporas comerciales son el
objeto de dos de ellos, siendo el tercero el de la evolución del comercio
estable un una ciudad castellana. Al
comercio ambulante, cuya fuerza en
el siglo xvni constatan también otros
apartados del libro, se refiere Laurence Fontaine en im artículo de
tipo general que repasa algunos de
sus rasgos e incluye reflexiones de
mucho interés sobre sus funciones
y su mecánica. El tema de las diásporas lo trata Assumpta Muset en
referencia al caso de los negociantes
catalanes que no sólo comercian en
205
RECENSIONES
ferias y mercados españoles durante
el xvín, sino que también se instalan
en muchas de sus ciudades distribuyendo los textiles de su país de
origen. Finalmente, Rosa María
Dávila estudia la evolución del
comercio de carácter minorista y
estable en Valladolid en un minucioso e interesante trabajo que permite seguir tanto el proceso hacia
la especialización de los establecimientos como sus transformaciones
morfológicas (evolución espacio
tienda, aparición de los escaparates,
etc.).
Finalmente, esta tercera sección
del libro incluye dos trabajos que
toman en consideración, aunque en
muy diferente medida, cuestiones
relativas al consumo desde el punto
de vista del fabricante. Es el caso
de Esteve Deu, que estudia la distribución de los tejidos catalanes en
Castilla, pero no a partir de fuentes
producidas por el consumidor, sino
por el productor, los libros mayores
de las empresas laneras y algodoneras catalanas. Y aunque sólo sea en
cierto sentido, es también el caso del
trabajo de Jesús Cruz y Juan Carlos
Sola, un trabajo que invita a revalorizar el papel de Madrid como
consumidora de productos industriales de producción nacional
durante el siglo xvin. Estos autores
constatan a través de una amplia
muestra de inventarios madrileños,
un fuerte aumento en el gasto en
ropa y enseres domésticos, en una
206
parte importante de producción
española, entre la que se encontrarían los algodones catalanes, lo que
obligaría en su opinión a revisar la
idea de que Madrid fue un obstáculo para la modernización de la
economía española.
Una de las virtudes que más llama la atención de este libro es la
de que, aunque abigarrado y diverso, posee una razonable coherencia,
que permite obtener de su lectura
no sólo importantes orientaciones
metodológicas o aportaciones al
conocimiento de aspectos concretos
del consumo y la comercialización,
sino también algunas ideas y conclusiones generales sobre la España
de los siglos que trata. Por ejemplo,
la ausencia de una auténtica revolución del consumo en la España del
siglo xvm, a pesar de los fuertes
cambios que éste experimentó en
aquellos años. O el peso que el
comercio ambulante y las redes
informales mantienen hasta bien
entrado el siglo xix, especialmente
en la comercialización de las gamas
bajas de producto. O la importante
fracción del consumo de bienes
semiduraderos que se mantiene
cubierta por la producción española
durante todo el período.
El buen resultado que ofrece este
conjunto pionero de aportaciones a
la historia del consumo, la distribución y los niveles de vida para Castilla y Cataluña debería animar a
completar la panorámica con estu-
RECENSIONES
dios semejantes para otras regiones,
incluyendo también, a ser posible,
el análisis de los canales mayoristas.
Todo ello permitiría seguir avanzando en la comprensión tanto de la
modernización del consumo como
de la de la propia industria, y algo
José C.
MOYA:
más inédito hasta ahora, de la de
los canales por los que estos bienes
llegaban a los consumidores.
Joám CARMONA BADÍA
Universidad de Santiago
de Compostela
Cousim and Strangers. Spanish Inmigrants in buenos Aires,
1830-1930, Berkeley, University of California Press, 1998, 542 pp. más
índices.
Desde que salieron a la luz los
primeros trabajos de José Moya
sobre los inmigrantes españoles en
Buenos Aires, historiadores, demógrafos y científicos sociales en general han esperado con impaciencia la
pubÜcación de este Hbro. El trabajo
de Moya, basado casi íntegramente
en su tesis doctoral, resulta difícÜ de
sintetizar por la multitud de aspectos que trata. Consta de una primera
parte dedicada al proceso migratono
en sí, a uno y otro lado del Atlántico,
y una segunda más amplia, pues
concentra el grueso de su investigación, que anaüza la adaptación de
los inmigrantes españoles a su nuevo
entorno, la ciudad de Buenos Aires,
dentro de un ampUo período cronológico, 1850-1930.
Se lamenta Moya en su introducción de la escasa atención que los
inmigrantes españoles han recibido
por parte de la historiografía de las
migraciones al Nuevo Mundo y es
bien cierto que su trabajo viene a
llenar, con gran brillantez, un vacío
historiográfico que esperemos se
siga cubriendo con nuevas aportaciones. El libro de Moya, más que
cerrar, afortunadamente abre puertas a la investigación sobre los españoles en Argentina y, en general,
sobre la emigración española transoceánica, pues, como bien afirma el
autor, no se puede entender un proceso sin el otro. En este sentido,
resulta ejemplar, y un modelo a
seguir, el esfuerzo de Moya por ligar
patrones de comportamiento de los
inmigrantes españoles en Buenos
Aires con las pautas, raíces y característias de sus lugares de origen en
la península. De hecho, para el autor
los condicionantes del lugar de partida resultan ser elementos determinantes en el proceso de adaptación
de los españoles al entorno urbano
207
RECENSIONES
de Buenos Aires. Resulta acertado
el empleo del término adaptación en
lugar de asimilación, pues es difícil
concebir una «sociedad argentina»
previa a la llegada de millones de
inmigrantes a la cual éstos se pudieran asimilar.
El trabajo de Moya se centra en
el estudio de cuatro grupos regionales españoles que se encuentran
bien representados en la ciudad de
Buenos Aires desde mediados del
siglo XDC: gallegos, vascos, catalanes
y castellanos, y que, según él, abarcan un conjunto de características
tan variadas como para poder ser
considerados representativos del
conjunto de los inmigrantes españoles. Así, el análisis se centra en los
inmigrantes procedentes de Ferrol,
el condado de Corcubión y varios
pueblos de Pontevedra para la emigración gallega, del pueblo de Val
de San Lorenzo en León como
representante de la emigración castellana, Mataró como exponente de
los inmigrantes catalanes y varias
localidades de Navarra, fundamentalmente del Valle del Baztán que
son consideradas representativas de
la emigración vasca. Estas localidades, arguye Moya, están muy por
encima de las peculiaridades locales,
pues representan distintos tipos de
emigración con características bien
definidas y comparables a los que
aparecen en otros países europeos
como Inglaterra, Irlanda o ciertas
zonas de Italia. Si ése es el caso,
208
hubiera resultado interesante que el
autor estableciera algún tipo de
comparación explícita entre estas
áreas de emigración en España y los
distintos modelos migratorios que
representan, con otras similares en
otros países europeos. Puesto que
cada vez existen más estudios locales y regionales sobre patrones de
emigración en Europa, se echa de
menos alguna referencia exph'cita a
los mismos que permitiera establecer esos tipos de emigración de
manera más general. Ciertamente
hubiera resultado más coherente
con las afirmaciones de Moya
(pp. 120 y 393-94), bastante categóricas por cierto, de que la universalidad de los patrones locales es la
única vía para entender los movimientos de población, una vía,
según el autor, mejor que las
amplias perspectivas de nivel nacional. Personalmente pienso que en
las ciencias sociales ningún enfoque
debe ser excluyente, puesto que
todos son válidos siempre y cuando
partan de premisas razonables y,
hasta cierto punto, contrastables
empíricamente con toda la riqueza
de fuentes que la historia pone a
nuestra dispxjsición. La comparación
exph'cita parece ser la única vía para
contrastar esa universalidad de los
patrones locales. Por otra parte,
puesto que las localidades españolas
están seleccionadas a partir de las
fuentes argentinas, surge la duda de
si esa tipología de la emigración se
RECENSIONES
mantendría si habláramos de la emigración de los ferrolanos a Uruguay,
de los de Pontevedra a Brasil o de
los paisanos de Mataró a Cuba.
Insiste asimismo Moya en la
necesidad, creo que compartida por
todos, de integrar el análisis macro
con el análisis micro, pero lo cierto
es que el lector encontrará en su
libro mucho de análisis micro (y muy
bueno), y poco (y muy flojo) de análisis macro. Los capítulos dedicados
a este fin, el 1 y el 2, especialmente
el primero, dedicado a la dimensión
macroestructural de la emigración
española, resultan, lamentablemente, decepcionantes. Mucho se ha
publicado sobre emigración en el
campo de las ciencias sociales como
para realizar afirmaciones tan vagas
como que la emigración surge y forma parte de un proceso de «modernización global». El primer capítulo
muestra, por otra parte, un alarmante desconocimiento de los derroteros de la historiografía española
sobre el desarroUo económico y
social en los siglos XK y xx (la utilización profusa del manual de
Vicens Vives, pubücado por primera
vez en 1959!!!! es una buena muestra de eUo), y sobre la emigración
española en general (en los últimos
años han aparecido títulos, tanto
generales como regionales, que el
autor debería haber consultado).
Algo parecido le sucede al capítulo 2, bastante pobre en su manejo
de la bibliografi'a sobre el desarrollo
económico argentino.
Por el contrario, la segunda parte, especialmente el capítulo 4, es
una magnífica muestra de la excelencia del trabajo de Moya y de su
tratamiento original de las fuentes.
Su análisis de los patrones de residencia de los españoles en Buenos
Aires, dentro de un contexto de
sociología urbana, es ciertamente
ejemplar y novedosa y debería servir
de muestra para futuros trabajos
sobre otras ciudades argentinas o
sobre otros grupos inmigrantes.
Resulta, sin embargo, paradójico,
que frente a su énfasis en el análisis
de grupos regionales, lo mejor del
trabajo de Moya se refiera a grupos
nacionales, los españoles frente a
otros grupos mayoritarios como los
italianos. Asimismo, el lector echa
de menos que no haya en todo el
libro ninguna referencia a los patrones matrimoniales de los españoles
en Buenos Aires, junto con los
patrones de residencia, el otro indicador clásico en este tipo de estudios (como el de Suzchman sobre
la ciudad de Córdoba). Si se trata
de una elección deliberada del autor
o de una restricción impuesta por
las fuentes utilizadas, el lector debería conocer el porqué de su
ausencia.
El capítulo 5, dedicado a la
estructura ocupacional de los españoles, resulta también modélico,
pues Moya enlaza de manera cier209
RECENSIONES
tamente brillante las características
de los lugares de origen de los inmigrantes con las profesiones en el
lugar de destino, aunque su análisis
del proceso de movilidad social
resulte más pobre. Su conclusión de
que los españoles resultaron bastante competentes en su proceso de
movilidad social es, sin duda, revisionista, pues viene a romper la imagen de un grupo inmigrante bastante estático en ese contexto. No queda claro, sin embargo, por qué se
utiliza una determinada clasificación
ocupacional, excesivamente amplia,
y no otra (se me ocurre, por ejemplo, la de Stephen Nicholas en su
trabajo Convict Workers. Reinterprettng Australia's Past, Cambridge University Press, 1988, sobre los inmigrantes en Australia) y es una lástima que no haya ni una sola referencia a salarios. En más de una ocasión resulta confusa, y difícilmente
justificable desde el punto de vista
estadístico, la utilización abusiva de
porcentajes en lugar de tasas, especialmente cuando se está tratando
con muestras ciertamente pequeñas.
Con todo, gracias al libro de Moya
contamos con una imagen bastante
clara de la estructura ocupacional y
profesional de los españoles en Buenos Aires.
Menos convincente resulta el
análisis que se hace de las cadenas
migratorias desarrolladas por los distintos grupos regionales. Tras la lectura del libro de Moya no queda cla210
ro por qué se forman esas cadenas,
ni por qué los canarios y malagueños
que emigraron a Buenos Aires no
desarrollaron cadenas mientras que
sí los hicieron los gallegos o los catalanes (de hecho, los canarios sí
desarrollaron cadenas migratorias
hacia Cuba, como bien demuestran
los múltiples trabajos de Antonio
Macías). La explicación de Moya de
que la ausencia de redes de apoyo
de los distintos grupos locales determina la inexistencia de cadenas
migratorias resulta poco convincente y ciertamente es un argumento
ex post. El propio Moya reconoce
(p. 73) que no están claras las razones por las que los malagueños, presentes en Buenos Aires desde la
época colonial, se hayan desvanecido a la altura de los años ochenta
del siglo XIX. Tampoco está muy claro por qué hay cadenas migratorias
que, tras permanecer «dormidas»,
en expresión del autor, se reavivan
en un momento dado. Resulta también discutible el panorama idílico
que Moya presenta de cooperación
y camaraderia entre paisanos inmigrantes y se echa de menos alguna
referencia a los múltiples conflictos
y enfrentamientos que se dieron (y
se dan, como bien saben los sociólogos) en las propias comunidades
de inmigrantes, incluso entre paisanos. Por ejemplo, Benito Hortelano,
un inmigrante español en el Buenos
Aires de los años cincuenta, presenta en sus Memorias un panorama
RECENSIONES
ciertamente contrario a un ambiente
fraternal.
Por último, hay que hacer una
mención a los aspectos formales de
la obra pues, aunque no afectan a
su valía académica, empañan el conjunto final. No creo que resulte
achacable al autor, más bien supongo que a la editorial, el hecho de
las notas a los distintos capítulos
aparezcan agrupadas al final del
libro, lo que resulta ciertamente
engorroso en un libro de más de 500
páginas, pues dificulta enormemente la lectura. Lo que sí se debe
reprochar al autor es el hecho de
que no exista una lista completa de
referencias bibliográficas y el que, a
pesar de la profusión de citas y títulos en las notas, la bibliografía aparezca obsoleta (algunas notas, como
la 45 de la página 494, contienen
hasta 17 !!!! referencias distintas
sólo para ilustrar la indolencia e
inmoralidad de los inmigrantes en
el servicio doméstico). Resulta sorprendente que en un libro que sale
al mercado en 1998 las referencias
más cercanas en el tiempo, pocas,
sean del año 1993, que se citen
como trabajos «recientes» obras de
1985 (nota 36, p. 467) o 1986 (nota
88, p. 438), o que, por poner algunos ejemplos, aparezcan citados
como documentos de trabajo artículos que ya tienen solera en alguna
revista (nota 3, p. 446). Insisto en
que estos defectos formales no restan un ápice de validez al ingente
trabajo de Moya, pero hubiera sido
preferible no tener que mencionarlos.
En suma, el libro de Moya muestra, en contra de la visión predominante hasta ahora, una comunidad
inmigrante rica y vital, tanto es su
adaptación a la ciudad como en sus
profesiones y mecanismos de asociación. Su trabajo merece ser ampliamente leído y discutido, y le auguro
la fortuna de convertirse, con todo
merecimiento, en un clásico de los
estudios migratorios.
Blanca SÁNCHEZ ALONSO
Universidad San Pablo-CEU
r^ • j c „ RFHPR- E/ declive de la mortalidad en España,
Fausto DoPico y Da^.d-SvenRE^ffiR_i^M^^
(Monografía
1860-1930, Madrid, Asociación de
^^^^^^^^
nfm.l), 1998, 168 pp., ISBN: 84-930864-0-1.
En los últimos años hemos asistido a un notable enriquecimiento
del panorama historiográfico espa-
ñol por lo que a estudios de mortalidad se refiere. Aunque la realización de un balance objetivo de la
211
RECENSIONES
producción bibliográfica de las dos que los autores denominan poblaúltimas décadas (desde los trabajos ción rural, salvo para 1920-1921).
de Vicente Pérez Moreda o Jordi En el primer capítulo, de carácter
Nadal hasta la monografía que esta- fundamentalmente metodológico,
mos reseñando) sobrepasa los lími- se explica cómo se ha procedido a
tes de la presente recensión, convie- elaborar las tablas de mortalidad, así
ne destacar, sin embargo, dos como «los ajustes utilizados» para
circunstancias: la riqueza de las resolver los problemas detectados.
aportaciones que se han realizado Se señalan, de forma particular, las
desde los supuestos de la historia dificultades para estimar la mortalocal (ofreciendo grandes posibilida- lidad en los primeros años de vida
des al análisis diferencial y compa- y se analizan algunos de los problerado), y la atención que se ha pres- mas clásicos en el manejo de las
tado a la mortalidad infantil y juve- fuentes censales, como ocurre con
nil, uno de los factores claves en la la tendencia al redondeo de las
modernización demográfica. Falta- edades.
ban, con todo, aportaciones que
El segundo capítulo, firmado por
ofreciesen, en la línea de trabajos Fausto Dopico, lleva por título El
como el de Rosa Gómez Redondo descenso de la mortalidad en España
(La mortalidad infantil española en el y en las regiones
históricas
siglo XX, 1992), una panorámica de (1860-1930) y ofrece un interesante
conjunto y un análisis sistemático análisis explicativo del descenso de
del descenso de la mortalidad.
la mortalidad, al contextualizar
La monografía de los profesores dicho fenómeno en el marco de las
Fausto Dopico y David Reher, dos transformaciones sociodemográfide los especialistas más destacados cas, económicas, políticas y culturaen la materia, ofrece un análisis sis- les que acompañaron la modernizatemático de la mortalidad en España ción de la sociedad española de finadurante la fase inicial de la transi- les del siglo XIX y principios del xx.
ción epidemiológica (décadas finales Tras calificar la situación como la
del siglo XK y primeras del xx). Apa- propia de un país de industrializarece estructurada en tres capítulos, ción tardía con retraso en la moderademás de la bibliografía y el inte- nización demográfica, para Fausto
resante apéndice de tablas de vida, Dopico, el descenso de la mortalidonde se ofrecen datos para el con- dad española habria sido el resultajunto nacional y las regiones histó- do de la conjunción de diversos facricas en los años 1900-1901, tores: desde mejoras en la higiene
1910-1911, 1920-1921 y 1930-1931 privada y pública, a la mejora nutri(diferenciando entre capitales y lo cional, pasando por la mejora de las
212
RECENSIONES
condiciones de trabajo o el progreso
científico-médico. En la cronología
del descenso el autor señala tres
fases interrumpidas por las crisis de
la gripe de 1918 y el período bélico
de 1936-1939 y sus consecuencias.
Entre finales de la década de 1880
y 1910 habría tenido lugar más de
la cuarta parte del descenso. Entre
1920 y 1930 tuvo lugar una de las
caídas más importantes. Como indica el propio Fausto Dopico: «En vísperas de la guerra civil, España
habría recorrido aproximadamente
la mitad del camino entre una mortaHdad propia del antiguo régimen
demográfico y otra que la asimilaba,
al menos por sus indicadores cuantitativos, con los países más avanzados.» Conviene destacar el papel
otorgado al descenso de la mortaUdad entre el primer y el quinto amversario y la condición de evitable
que cabe otorgarle a la misma. El
tercer gran momento de descenso
de la mortaHdad habría tenido lugar
en la década de 1940, en plena posguerra y en una situación socioeconómica en la que la renta per cápita
no había recuperado los mveles
alcanzados antes del estaUido de la
guerra civil.
Frente a la visión homogénea que
ofrecen los datos nacionales, la
monografía aporta, en el capítulo
que estamos comentando, unas interesantes reflexiones sobre los contrastes regionales del descenso de la
mortalidad. Se presentan 12 mapas
con la esperanza de vida de las diferentes regiones y las tablas que
muestran su evolución. Los comportamientos demográficos se interrelacionan con aspectos culturales y
económicos y los resultados obtenidos ponen de manifiesto la necesidad de ser cautos en el momento de
correlacionar regímenes de alta o
baja presión demográfica con un
mayor o menor desarrollo económico.
El tercero de los capítulos, firmado por David Reher, aborda la problemática del comportamiento diferencial entre la mortalidad urbana
y rural y los condicionantes que lo
explican. Frente a la desventaja inicial que ofrecen las ciudades en su
proceso de transformación demográfica y sanitaria, los datos analizados en la monografía ponen de
manifiesto, en similitud con lo
ocurrido en otros contextos de nuestro entorno, el cambio progresivo
del modelo. Con el paso de las décadas las ciudades y los núcleos urbanos, de forma particular aquellos
que vivieron con más intensidad el
proceso de industrialización, alcanzaron ima posición más ventajosa.
Conviene destacar, por su interés,
el comportamiento diferencial de la
mortalidad de los grupos de edad
y la importancia que alcanzó fi-ente
al mundo rural la reducción de la
mortalidad juvenil urbana. En relación con esta última circunstancia el
autor llama la atención del lector
213
RECENSIONES
sobre la influencia de las medidas de
salud e higiene públicas que se llegaron a aplicar en las ciudades y principales núcleos urbanos. Por el contrario, el comportamiento de otros
grupos de edad, a partir sobre todo
de los diez años, es el inverso al mostrar el mundo urbano mayores niveles
de mortalidad como consecuencia, al
menos en parte, de los riesgos para
la salud que ofrecía aquel entorno
físico y socioeconómico.
Menos concluyente se muestra el
profesor Reher al analizar el comportamiento diferencial de la mortalidad
por sexo en ambos contextos. Entre
los resultados más destacados hay
que señalar la sobremortalidad masculina, salvo para determinados grupos erarios, y su mayor intensidad en
ciudades y núcleos urbanos. Parece
necesario volver a insistir, pese a las
dificultades de análisis que reconoce
el propio autor, en el papel de los
factores de riesgo asociados a las condiciones laborales y a determinados
modos y estilos de vida (alcohol,
tabaco, etc.).
En el campo del análisis espacial
de los resultados, el capítulo
desarrollado por David Reher aborda igualmente la regionalización de
los procesos de modernización
demográfica. Frente a la mayor uniformidad de la mortalidad rural, el
mundo urbano ofrece una disparidad mayor. Diferencias regionales
que se mantienen a lo largo del
período estudiado y que se ponen
214
de manifiesto en la distribución de
la esperanza de vida que ofi-ecían las
ciudades españolas en 1930 al mostrar zonas de baja mortalidad urbana (zona de Levante, País Vasco y
Madrid) que coincidían con ciudades que alcanzaron un crecimiento
económico notable durante las primeras décadas del siglo xx.
Se trata, sin duda, de una obra
fundamental para el análisis del proceso de modernización demográfica
que vivió la sociedad española entre
las décadas finales del siglo XK y la
primera mitad del siglo xx. Aunque
los autores se muestran cautos en
el momento de establecer conclusiones e insisten en la necesidad de
profundizar en el análisis de los factores que explican el descenso de la
mortalidad, podemos concluir con
las palabras que recoge David Reher
en la parte final del tercer capítulo:
«la modernización demográfica no
empezó en 1900 ni terminó en 1930.
Pero pocos especialistas discutirán
que estas fechas encierran una época
clave en la historia de la población
española». El trabajo que acabamos
de reseñar, a partir de un acertado
análisis y exposición de los datos, y
a pesar de las dificultades que ofrecen las fuentes, aporta al lector preguntas muy sugerentes e invita a profundizar, desde la interdisciplinariedad, en el estudio del descenso de
la mortalidad y sus causas.
Josep BERNABEU-MESTRE
Universitat d'Alacant
RECENSIONES
Francis Y. EDGEWORTH: Psicología Matemática, Madrid, Pirámide, 2000.
Traducción de Jordi Pascual, estudio preliminar de Manuel Jesús González, 190 pp., índice analítico.
La aparición en el mercado de la worth estadístico. Pero no ha sido
primera traducción de Psicología sino recientemente que ha visto la
Matemática de Francis Y. Edge- luz, gracias a los esfuerzos del proworth al castellano forma parte de fesor Phillip Mirowski, una recopila iniciativa del profesor Carlos lación de las publicaciones de EdgeRodríguez Braun, bajo los auspicios worth en la que se incluyen sus estude la editorial Pirámide, de divulgar dios acerca de la probabilidad del
las obras más importantes de los conocimiento, la aplicación de
principales economistas. La obra métodos estadísticos a las ciencias
cuenta con la veteranía en los tra- sociales, etc., muy en la línea de las
bajos de traducción de textos de ideas expresadas mucho antes por
economía del profesor Jordi Pascual Quétélet y Coumot. La falta del
y con la colaboración del profesor adecuado reconocimiento de EdgeManuel Jesús González, quien nos worth tanto en su época como despresenta en su estudio preliminar el pués tiene su justificación en la
mundo personal y teórico de Edge- constante comparación con Marshall, quien, como es sabido, vivió en
worth.
Francis Ysidro Edgeworth es, permanente «campaña» para ser
posiblemente, el economista más recordado como el principal econorepresentativo de la llamada «segun- mista de su tiempo. El hecho de que
da generación de marginalistas». la prolífica obra de Edgeworth no
Sus aportaciones a la teoría econó- sea tan conocida se debe en parte
mica marcaron un hito en el ámbito al propio autor, quien omitió en su
de la teoría del intercambio, y en antología en tres volúmenes Papen
la econorm'a matemática, en general. Relating to Political Economy
Menos reconocidos han sido sus tra- (1925), sus artículos sobre probabibajos estadísticos y su heurística, en lidad y otros en los que aportaba
la que los isomorfismos entre la eco- conceptos importantes para la economía y otras ciencias, tal y como nomía matemática, naciente en
se señala en el estudio preliminar, aquellos momentos.
El libro que publica la editorial
adquieren especial relevancia. Es
destacable el esfuerzo de especialis- Pirámide es el más conocido y el
tas como Ted Porter en los años más valorado, en términos generaochenta por reivindicar al Edge- les, por los economistas. En él, par215
RECENSIONES
tiendo de las ideas de Coumot acerca de la aplicación del razonamiento
matemático no numérico a la teoría
económica, aporta mucho en apenas
150 páginas. El mérito de Edgeworth es doble si tenemos en cuenta
que no sólo aplicó los conocimientos
aprendidos de Alexander Bain y sus
discípulos que estudiaban la aplicación de la psicofísica del alemán
Gustav Fechner (en lo que coincide
con Jevons), sino que además su formación de humanista (fue profesor
de griego y de lógica) le obligó a
estudiar desde cero las herramientas
matemáticas necesarias para entender las teorías marginalistas, lo que
hizo a partir de 1879, publicándose
Psicología Matemática en 1881. Su
capacidad de estudio y de asimilación queda patente si observamos el
número y envergadura de los autores citados en esta obra y que tuvo
que leer en un tiempo tan reducido,
probablemente siguiendo las recomendaciones de Jevons. Su bagaje
intelectual asoma en sus textos, conjugando su formación clásica con
sus conocimientos de teoría económica.
Las innovaciones por las que
Edgeworth es habitualmente loado
son la noción del core en la teoría
de juegos; la prioridad en el uso de
Lagrangianos en una publicación; la
prioridad en el empleo de una función de utilidad general (no separable); la anticipación en la replicación de las economías con un flujo
216
continuo de agentes; el concepto de
preferencias de carácter ordinal (no
numéricas); el análisis de varianzas
y la contrastación de hipótesis; la
adopción de métodos estadísticos
de la teoría de errores en la cuantificación de la incertidumbre en las
ciencias sociales, en general, y en la
economía, en particular (Coumot
también investigó en este terreno.
La similitud entre ambos es debida
a que los dos autores se basaron en
las ideas de Laplace referidas a los
errores en los cálculos astronómicos).
Edgeworth divide su libro en dos
partes diferenciadas que componen
el texto principal y siete anexos complementarios. A medida que el lector se adentra en el texto principal,
se va dando cuenta de que los anexos son, no sólo tan importantes
como el resto del libro, sino que
algunos de ellos son imprescindibles
para su comprensión. El texto principal, a su vez, se compone de dos
partes que analizan cada una de
ellas la aplicabilidad de las matemáticas a las ciencias morales y a la economía y la aplicación efectiva de las
mismas. El subtítulo de la obra («De
la aplicación de las matemáticas a
las ciencias morales») nos adelanta
la complejidad de la misma. Esta
segunda parte le lleva a diferenciar
dos tipos de cálculo: el cálculo económico y el cálculo utilitario. El
desarrollo de ambos está estructurado de forma similar: definición de
RECENSIONES
los conceptos importantes, axiomas,
conclusiones y corolarios.
En las primeras páginas sienta las
bases conceptuales de su propuesta.
Partiendo de la filosofia hedom'stica
y de conocimientos de psicología
(en concreto de la rama llamada psicofísica), encuentra en la física
matemática la llave que le permite
acceder a la matematización de la
economía, yendo más allá que sus
antecesores en este terreno.
El escollo que para ellos supuso
la imposibilidad de las comparaciones interpersonales de la utilidad lo
supera Edgeworth por analogía con
el problema de la interacción de los
cuerpos. Si la física matemática no
se ha estancado por el hecho de no
tener resuelta la determinación
exacta del movimiento de tres cuerpos que se atraen mutuamente
según una función de la distancia,
entonces tampoco se deberían dejar
de emplear las matemáticas en las
ciencias morales argumentando que
no hay una solución numérica y
exacta a las comparaciones interpersonales de la utiHdad. Edgeworth no
se queda ab' y extiende el estudio
a otros ámbitos de la economía,
como, por ejemplo, el estudio de los
contratos entre agentes particulares
que asegura la consecución de un
máximo relativo de felicidad en la
sociedad. El primer apéndice («De
la matemática no numérica») explica más detalladamente esta analogía
partiendo de las bases que estable-
ció Coumot, el padre de la economía matemática, en palabras de
Edgeworth. La rama de la física que
estudia la energía constituye para el
autor la analogía exacta («contraimagen idéntica») del estudio de la
felicidad (o placer), el hedonismo,
deshaciendo, de esta manera, la
barrera entre lo físico y lo espiritual
que impedía el análisis científico
(matemático) de los deseos, las
necesidades y los gustos de las personas. La importancia del hedonismo y de la hedonimetría quedan
patentes en el segtmdo y tercer
apéndice.
Una vez demostrada la aplicabilidad de las matemáticas a las ciencias sociales llega el momento de
hacerlo efectivo, de la aplicación.
Éste es el contenido de la segunda
parte del libro, que comienza con
el cálculo económico. En primer
lugar, el autor expone una serie de
definiciones (o descripciones sui
generis de lo que constituye el ámbito de su estudio: el contrato como
alternativa al conflicto, el campo de
la competencia como concepto análogo al campo de fuerza en física,
el ajuste, etc.). A continuación,
Edgeworth especifica la pregunta
fundamental cuya respuesta constituye el grueso de su teoría: en qué
condiciones el contrato será indeterminado cuando no hay competencia, en el ámbito de la competencia
perfecta y cuando existe competencia más o menos perfecta. El primer
227
RECENSIONES
paso es la delimitación del campo
de contratación (lo que en teoría de
juegos se denomina el core) partiendo de la hipótesis de comportamiento de que todo agente se mueve
solamente por su propio interés. La
resolución de esta triple cuestión le
permite a Edgeworth llegar a la
ecuación de intercambio de Jevons,
a la resolución del equilibrio general
según Walras (que da por asumida
sin entrar en detalles) y seguir un
poco más aUá, analizando la multiplicidad de ajustes finales cuando
hay combinaciones en los grupos de
agentes contratantes y contratados,
en un mercado no perfectamente
competitivo y con el objetivo final
de obtener la máxima felicidad
social posible.
Resulta difícil seguir el razonamiento de Edgeworth sin el apoyo
gráfico, especialmente cuando el
autor es capaz de describir las curvas
de indiferencia y los diferentes tramos de la curva de contrato como
si tuviera un mapa de la zona delante. En el apéndice quinto examina
con más detalle las diferencias entre
las fórmulas de Jevons y las suyas
y dibuja un gráfico que facilita la
comprensión del texto. Lamentablemente, es de suponer que el lector
habitual no tenga una imaginación
espacial tan entrenada como él. Por
otro lado, su lenguaje variado, rico
y propio de un humanista con el
bagaje de Edgeworth, resultará des218
concertante para el economista
medio de nuestro siglo.
A partir de la página 80 aproximadamente, el autor baja del razonamiento abstracto a la realidad de
la contratación laboral y nos lleva de
la mano a la conclusión de que la
competencia por sí sola no conduce
necesariamente a la determinación
del contrato, sino que requiere de
la ayuda del arbitraje, siendo la base
del arbitraje entre contratantes que
buscan su propio interés, la suma
total máxima de utilidad, la máxima
felicidad posible. De esta manera,
para completar el cálculo económico, es necesario desartollar el cálculo utilitario, al que dedica las últimas
20 páginas del libro, sin contar con
los anexos. Su estudio del cálculo
utilitario comienza como en el caso
del cálculo económico, con una descripción de los conceptos fundamentales que va a utilizar (placer,
mayor felicidad posible, medios,
capacidad de felicidad, capacidad
para el trabajo). Su axioma de partida es que el placer es mensurable
y que todos los placeres son comparables.
A continuación, elabora seis
postulados básicos en los que analiza temas como las variaciones de
la tasa de placer y de la tasa de fatiga, la relación entre la capacidad
para el placer y la capacidad para
el trabajo, la influencia del tamaño
de la población en los medios para
disfrutar del placer (como la rique-
RECENSIONES
za) o la selección de los individuos
mejor dotados a lo largo de la evolución. Su análisis, forzado por el
utilitarismo y complicado por el
estudio de las combinaciones de
estos postulados, le lleva a ideas
sorprendentes desde un punto de
vista actual, como, por ejemplo,
que la felicidad de una parte de las
clases menos favorecidas puede
sacrificarse a favor de las clases más
altas y a favor de las siguientes
generaciones, o su consideración
del rol de la mujer en la sociedad,
dado que está menos capacitada
que el hombre y, por tanto, es inferior a él.
La conclusión general es la consideración de la sociedad que busca
el máximo de felicidad social como
un gran organismo complejo, flexible y cuyos órganos están en
constante reajuste en función de
infinidad de variables. Con gran
acierto, el autor señala, para finalizar, que la forma final de este gran
organismo «es todavía, tal vez, un
tema más propio del prejuicio que
del juicio». Estas elucubraciones
de difícil aceptación tienen como
problema añadido el lenguaje en el
que están expuestas, siguiendo el
estilo del resto del libro. El autor
utiliza palabras de origen griego
inventadas por él para designar
conceptos de uso generalizado. Por
desgracia, la originalidad va pareja
con la dificultad que añaden. La
densidad de la obra, la exhaustividad del análisis, la combinación de
filosofía y economía matemática
junto con la poca amabilidad del
autor en el empleo del lenguaje, en
el que predominan largas oraciones
llenas de «accidentes geográficos»
(paréntesis, citas en diferentes
idiomas, notas al pie, cursivas...),
y la notación matemática griega
que resulta tan extraña a nuestros
ojos terminan de entorpecer la
comprensión de un libro ya de por
sí complejo. Con todo, es una suerte que podamos contar con una traducción de esta obra tan completa,
erudita y de tanta importancia, no
sólo para la economía matemática,
sino para cualquier estudio acerca
de la interrelación de las ciencias
en general.
María BLANCO GONZÁLEZ
Universidad San Pablo-CEU
219
RECENSIONES
Nikolaus BóTTECHER y Bemd HAUSBERGER (eds.): Dinero y negocios en la
historia de América Latina, Geld and Geschaft in der Geshichte Lateinamerikas. Veinte ensayos dedicados a Reinhard Liehr, Frankfurt am Main
y Madrid, Vervuet-Iberoamericana, Bibliotheca Ibero-Americana, 2000,
552 pp., índice general y de autores, gráficos, cuadros, mapas y bibliografi'a, prólogos de N. Bóttecher y B. Hausberger y de G. Vollmer,
y datos biográficos y bibliografía de R. Liehr.
Reseñar un trabajo colectivo es
siempre una tarea compleja, más
aún en el caso que nos ocupa. Bajo
un título tan amplio como Dinero y
negocios en América Latina, N. Bóttecher y B. Hausberger reúnen veinte artículos muy distintos, sobre problemas, lugares y momentos históricos diferentes; tan diferentes como
las metodologías y presupuestos teóricos usados por los autores para
abordarlos. Con esos precedentes,
es obvio, pero a la vez necesario,
señalar que la obra, igual que cualquier otra de este tipo, incluye estudios de muy diversa calidad. La
razón de la edición, además, no es
estrictamente temática, sino rendir
homenaje al historiador R Liehr, lo
que tampoco ayuda a su unidad y
coherencia. A ello hay que añadir,
finalmente, que haber optado por
incluir los textos en cuatro idiomas
—castellano, alemán, inglés y portugués— dificulta también el acceso
a la totalidad de sus contenidos a
muchos de los lectores interesados
en los temas tratados.
No obstante lo dicho anteriormente. Dinero y negocios en América
220
Latina, aparte del indudable valor
que varios artículos tienen para el
conocimiento de ciertos temas específicos, es interesante como muestra
del tipo de problemas que atraen
actualmente la atención de los historiadores de la economía latinoamericana, y de las teorías y métodos
de investigación en uso. Con ciertas
limitaciones que exponemos a continuación, en mi opinión, la obra
ofrece una visión bastante completa
del panorama historiográfico, fundamentalmente para el estudio de
algunas cuestiones, como la historia
empresarial, del comercio internacional o de las instituciones económicas, aunque particularmente centradas en el área novohispana colonial y mexicana independiente.
Sobre el valor muestral de la
compilación es necesario decir también que incluye otras dos limitaciones. En el orden estrictamente espacial, a pesar de la citada concentración temática en el área del antiguo
Virreinato de la Nueva España, reúne artículos acerca de zonas y/o países como Perú, Venezuela, Bolivia,
Paraguay, Cuba o Brasil, pero tam-
RECENSIONES
bien excluye completamente otros,
algunos de enorme importancia
intrínseca e historiográfica, como la
Argentina. La segunda limitación es
la ausencia de estudios que empleen
métodos econométricos para mejorar
el conocimiento del pasado; procedimientos poco habituales en la investigación tradicional sobre las economías latinoamericanas, pero que en
las últimas décadas están generando
trabajos muy interesantes.
El libro empieza con una introducción de los editores, un prefacio
de G. Vollmer acerca de la obra de
Liehr y una relación de sus trabajos
y datos biográficos. Como corolario,
además, la compüación concluye
con un ensayo de H. Pietschmarin
sobre «GlobaHzación y mercado de
trabajo: la perspectiva del historiador de larga duración», en el que
el autor apunta algunas conclusiones
que ofrece el estudio de la historia
para explicar el actual y controvertido problema de la referida globaUzación. Pietschmann piensa que el
único modo de superar el mvel de
decisión político-económico nacional es la agrupación internacional de
países, en especial con cntenos
regionales, pero que para ser practicables, dichas agrupaciones deben
realizarse teniendo en cuenta los
problemas nacionales; particularmente, las demandas sociales internas de los Estado que las forman.
Además del ensayo de Pietschmann, Dinero y negocios en América
Latina incluye otros dos artículos,
los firmados por E. Otte y M.
Torres, muy diferentes del resto de
los trabajos del libro que, de un
modo u otro, se pueden agrupar en
grandes bloques temáticos. Otte
estudia «La mujer de Indias en el
siglo XVI». Básicamente, el autor
comenta la historiograñ'a, el estado
de la cuestión y las fuentes disponibles para investigar un tema que
ha merecido poca atención hasta el
momento. Torres, por su parte, analiza «La valorización del patrimonio
cultural. El caso del patrimonio
industrial en América Latina»; es
decir, las posibilidades que ofrece la
infraestructura concebida en su
momento con propósitos productivos
y ahora en desuso por distintas razones, para albergar y potenciar actividades de carácter social y cultural,
que en su opinión son enormes.
La mayoría de los trabajos compilados en el libro, como señalamos
anteriormente, se dedican al estudio
de la Nueva España o México. Dos
de ellos, además, abordan problemas relacionados con la producción
y el comercio del cacao: U. Thimer-Sachse, «Wer war oder ist der
"Señor del Cacao". Kakaobohnen
ais Wáhrrung im Vizekónigreich
Neuspanien», y G. Vollmer, «Über
den Wechselkurs von Kakaobohnen
und den Preis der Schokolate. Ein
mexikanisches Problem». Otros dos
artículos se dedican a aspectos relacionados con la minería: E. Flores:
221
RECENSIONES
«Utopía y realidad. Proyectos para
financiar la minería novohispana
(1777-1783)», y B. von Mentz, «La
organización y el abasto de insumos
de una empresa minera en Zacatecas al fines del período colonial e
inicios del independiente». Los
capítulos firmados por A. Ibarra, «El
Consulado de Comercio de Guadalajara, 1795-1821. Cambio institucional, gestión corporativa y costos
de transacción de la economía novohispana», y J. Silva, «Mercado y
comerciantes de la ciudad de México, 1830-1840», como sus títulos
indican, se interesan por temas
comerciales, esencialmente del mercado interno de las grandes ciudades mexicanas, aspectos que también definen el contenido del texto
de Rosa M. Meyer sobre «Francisco
Iturbe: del comercio local a las
finanzas nacionales, 1809-1861»,
aunque este último indaga sobre un
caso personal concreto. Finalmente,
un octavo trabajo dedicado al Virreinato novohispano es el de Bemd
Hausberger, titialado «Ein Silberayfkáufer macht Bankrott. Anmerkungen zu Kredit, Schulden und Preisen im nordwestlichen Neuspanien».
Los problemas relacionados con
el marco institucional, que han
merecido mucha atención en las
últimas décadas y cuyo estudio se
reforzó tras la concesión del Premio
Nobel a Douglass C. North, y la historia empresarial, esencialmente
222
casuística, y generalmente en relación con el tema anterior, son los
asuntos más abordados en el libro.
Flores, por ejemplo, piensa que las
necesidades de capital de la minería
novohispana en las décadas de 1770
y 1780 provocaron un proceso de
concentración de las compañías,
pero también hicieron patente la
urgencia de reformas institucionales
que modificasen el rígido monopolio de la Corona, algunas de las cuales se realizaron con relativo éxito.
Von Mentz, por otro lado, analiza
una firma minera de Zacatecas en
los años finales del dominio español,
y destaca la eficiencia de su funcionamiento, lo que permite discutir
algunos tópicos habituales en la historiografía sobre el sector, como las
dificultades que para una buena gestión implicó el absentismo de los
propietarios, muy común en esa
actividad productiva, o la corrupción administrativa y los sobornos,
práctica normal que no siempre fue
en detrimento de dicha eficiencia y
sobre la que se han vertido muchas
afirmaciones con poco fundamento.
Analizando la figura y la trayectoria de Iturbe, Meyer destaca también los problemas de índole institucional que tuvieron que enfrentar
los empresarios mexicanos en el inicio del siglo XX. Las crisis financieras
endémicas que padeció el país —dice— se agravaron con el tiempo y
acabaron perjudicando los negocios
que, incluso, surgieron o prospera-
RECENSIONES
ron en ocasiones aprovechando esas
circunstancias. Unidas a las convulsiones políticas de la nación y a las
necesidades financieras del Estado,
cada vez más difíciles de satisfacer,
condujeron a los gobiernos a usar
medios coercitivos para obtener
recursos que perjudicaron las actividades económicas, llegando a
extremos como el encarcelamiento
del citado Iturbe y de otros empresarios que se negaron a aceptarlos.
Los trabajos de Ibarra y Suva
estudian también las condiciones
institucionales del comercio interno
en dos grandes ciudades mexicanas,
México capital y Guadalajara. Ibarra
aplica lo que él Uama la teoría
neoinstitucionalista para explicar la
función y evolución de los Consulados de Comercio en el inicio del
siglo XK, y llega a la conclusión de
que su desempeño, a pesar de las
dificultades del contexto histórico
en que se desarrollaron, fue positiva
y significó cambios decisivos en el
mercado y en los modos de actuación de los agentes económicos. Silva llama la atención sobre los problemas que la magnitud del mercado mexicano implicó para el desenvolvimiento de estos últimos en las
décadas de 1830-1840. En tales circunstancias, el autor resalta que la
característica más llamativa fue la
continuidad de las prácticas mercantiles respecto al período colonial, lo
que en su opinión se explica debido
a que ésa fue tal vez la opción más
racional, entre otras cosas, como
consecuencia de que tal continuidad
fue también el rasgo predominante
en la legislación comercial y en la
administración en general.
C. M. Lewis estudia problemas
similares a los anteriores —la relación entre el desarrollo empresarial
privado, el marco institucional y la
acción del Estado—, aunque en un
país, una época y un sector distintos:
«Regulating the Prívate Sector:
Government and Railways in Brazil,
c. 1900». Como Pietschmann,
Lewis propone obtener lecciones del
conocimiento histórico para situaciones presentes: el futuro de las
compañías ferroviarias. El ferrocarril
—dice— no fue en el caso brasileño
un factor de anticipación al crecimiento, ni tuvo una función destacada de fomento e impulso de la
economía, pero ello se debió a las
limitaciones de la estructura económica nacional, y la gestión privada
no resolvió los problemas de rentabilidad que en general tuvieron las
líneas a causa de la ausencia de condiciones institucionales adecuadas.
Esa conclusión coincide, además,
con las del reciente libro de Jesús
Sanz (coord.) et al. {Historia de los
ferrocarriles en Iberoamérica,
1837-1995, Madrid, Ministerio de
Fomento, 1998), para casi todos los
países latinoamericanos.
Dinero y negocios en América Latina incluye un segundo trabajo sobre
Brasü que, además, junto a los de
22J>
RECENSIONES
Ibarra y Von Mentz, es representativo del reciente interés por potenciar los estudios regionales y locales.
Se trata del estudio de M. Róhrig-Assungáo acerca de la «Exportagáo, mercado interno e crises de
subsistencia numa provincia brasileira. O caso do Maranháo,
1800-1860». Exceptuando el artículo de B. Potthast, «Báuerliche
Wirtschaft und die Rolle der
Frauen: Paraguay im 19. Jahrhundrt», el resto de los trabajo del
libro están dedicados al área andina
y/o al comercio internacional o a las
relaciones económicas de los países
de ese área, del Imperio Español en
general o del Caribe hispano con las
grandes potencias europeas y los
Estados Unidos. Menos el trabajo
de J. Golte, «Zur Bedeutung von
ferhandelsbezeihungen in der Geschichte der Anden», los textos dedicados al área andina examinan
aspectos relativos al comercio internacional en la primera mitad del
siglo XX. L. E. Bieber, «El comercio
germano-boliviano, 1936-1939. Un
fracaso singular en el contexto del
comercio de compensación de Alemania con América Latina», destaca
la coincidencia en los últimos años
de la década de 1930 del interés germano por ampliar sus negocios en la
región, y de la intención de los
gobiernos bolivianos por romper los
monopolios de las grandes empresas
mineras norteamericanas y aplicar
una especie de socialismo de Estado.
224
El acercamiento de ambas naciones
no dio los resultados esperados —dice el autor— debido a hechos más
o menos circunstanciales, como el
suicidio del presidente Busch o el inicio de la Segunda Guerra Mundial,
pero piensa que en el fondo se
habrían frustrado de todos modos.
M. Zeuske, que indaga también
en los intereses germanos en América Latina, estudia los «Trasfondos
del conflicto de 1902: política, cónsules y comerciantes alemanes en las
Venezuelas en el siglo XDC»; conflicto
bien estudiado en general, según el
autor, pero del que se desconocían
los detalles de las complejas relaciones políticas internacionales y
comerciales que lo motivaron. Finalmente, R. Miller, «British Business
in Perú. From the Pacific War to
the Great Depression», analiza las
relaciones británico-peruanas que,
según él, destacan por su idiosincrasia en relación con el resto de los
países latinoamericanos; R. Pieper
estudia «Imperium und Finanzpolitik im 18. Jahrundert. Spanien und
England im vergleich», y N. Bóttecher, «Trade, War and Empire: Brit i s h M e r c h a n t s in C u b a ,
1762-1796», artículo que revisa la
importancia que la toma de La
Habana por los ingleses tuvo para
el crecimiento económico insular de
finales del siglo xvni.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Consejo Superior
de Investigaciones Científicas
RECENSIONES
Alberto RAMOS SANTANA (coord.): Comercio y navegación entre España y
Suecia (siglos x-xx), Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz,
2000, 540 pp.
Este libro publica las Actas del
n i Encuentro Histórico Suecia-España, auspiciado por la Embajada
sueca en España y celebrado en
Cádiz en diciembre de 1998. A juzgar por lo indicado en la Introducción y los Agradecimientos, el
Encuentro contó con numerosos
patrocinadores que también han
colaborado en la financiación de la
publicación de las Actas, tanto en
castellano como en inglés. La inexistencia de limitaciones presupuestarias y la escasa literatura existente
sobre este tema ha debido influir
para que el libro recoja la inmensa
mayoría de las ponencias y comunicaciones presentadas, en total 21
trabajos sobre las relaciones entre
España y Suecia desde los siglos
medievales hasta nuestros días,
ordenados cronológicamente, que
ocupan más de 500 páginas, y que
tienen una calidad, extensión, contenidos e incluso presentación formal (citas y bibliografía) muy desigual.
sino que ni siquiera los criterios de
citación son homogéneos: en algunos capítulos la bibliografía aparece
citada a pie de página, en otros al
final del texto. Existen otras deficiencias en la edición, como la
ausencia de texto en alguna nota
(p. 523) o un texto, o mejor palabra,
incomprensible para el lector
(p. 105). En algún caso aparece hasta la fecha final de redacción del
manuscrito (p. 125). El lector también habría agradecido un mayor
cuidado a la hora de presentar los
gráficos, en particular los que aparecen en el muy interesante trabajo
de Kent Olsson sobre el comercio
entre España y Suecia en el siglo xx,
cuya lectura es a veces problemática.
Sin duda, todos estos aspectos son
secundarios respecto a lo verdaderamente importante, el contenido
de los trabajos, pero no dejan de
producir al lector una impresión inicial desfavorable.
En cuanto a los contenidos, a
pesar de que en teoría el libro se
Empezando por los aspectos centra en las relaciones comerciales
puramente formales, el Übro incluye entre España y Suecia, sorprende la
trabajos de menos de diez páginas inclusión de algunos trabajos como
(Cirici, Kaukianien) junto con otros los de Juan R Cirici o Ingmar Sóhrde sesenta (Torrejón) o casi cien man dedicados al arte y la cultura,
(Maestro). No sólo no hay una o el —por lo demás muy interesanbibliografía común, citada al final, te— de Concepción Castrillo sobre
225
RECENSIONES
fortificaciones en la Galicia costera, permiten un análisis individualizado
puesto que la relación con los escan- de estos dos países. Hay dos trabadinavos o vikingos todo lo más se jos que intentan ofrecer una especie
intuye, aunque nunca se hace explí- de estado de la cuestión, el de
cita (en realidad el tema de análisis Miguel A, Ladero sobre la Edad
es la financiación y el abastecimien- Media, de carácter muy general, y
to de las fortificaciones y las medi- otro, mucho más centrado en las
das arbitradas para ello por los relaciones económicas y muy inteReyes Católicos). Otros capítulos resante por la bibliografía sueca
abordan las relaciones hispano-sue- empleada, de Magnus Mómer sobre
cas desde otros ámbitos, como el de los siglos modernos. El resto de traManuel Flores sobre los posibles bajos, que agruparé según su temánexos comunes en el derecho marí- tica, se basan en fuentes de primera
timo medieval de ambos países, la mano, abordan temas originales y,
descripción de un portulano español a pesar de su extensión y calidad
del norte de Europa del siglo xvi, desigual, tienen un indudable interealizada por Luisa Martín-Meras, rés y merecen una atenta lectura.
los de Josefa Gómez de Entem'a y Dos capítulos, los de Manuel Bustos
Cinta Cantería, que estudian la y Guadalupe Cartasco, analizan las
transferencia de conocimientos actividades de algunas casas comercientíficos y tecnológicos desde Sue- ciales suecas en el Cádiz del
cia a España en el siglo xvm, los de siglo xvm. Otros dos estudian el
Enrique Martínez Ruiz-Magdalena comercio de dos mercancías: Juan
de Pazzis y Juan Carlos Lavandeira, Torrejón el de importación de
centrados en las relaciones diplomá- madera del Báltico en el siglo xvm,
ticas entre ambos países a mediados describiendo los tipos de maderas
del siglo xvm, o el breve capítulo de empleadas en la construcción naval,
Rene Quatrefages sobre los escan- los sistemas de aprovisionamiento
dinavos en Cádiz, basado funda- de la Armada española y el papel
mentalmente en trabajos y docu- de una casa de comercio sueca; y
mentación ya publicados con ante- Javier Maldonado y Alberto Ramos
el de exportación de vinos españoles
rioridad por D. Ozanam.
Los once capítulos restantes se a Suecia a finales del siglo XK,
centran propiamente en el análisis haciendo especial hincapié en los
del comercio y la navegación entre sistemas de comercialización. Los
España y Suecia o, mejor, entre la cinco restantes analizan de forma
Península Ibérica y los países escan- general el comercio y la navegación:
dinavos, por cuanto que las fuentes, Bertil Andersson el efectuado entre
por diversos motivos, no siempre España y Gotemburgo entre 1750
226
RECENSIONES
y 1820, demostrando que, además
de sal, este comercio movió otras
mercancías, como los vinos y frutas
en la exportación y el hierro y la
madera en la importación; Yrjó Kaukiainien el realizado entre España y
Finlandia antes de 1850, haciendo
un especial énfasis en las redes
comerciales existentes y en los intercambios de información; Javier
Maestro el llevado a cabo entre
España y Suecia-Noruega en el
siglo XK, y Marcos Cantera y Kent
Olsson el comercio hispano-sueco
entre 1870 y 1940 y desde 1920 hasta 1994, respectivamente.
Estos tres últimos trabajos, aparentemente los más ambiciosos, al
menos por su título, intentan
reconstruir el comercio hispano-sueco empleando estadísticas oficiales,
españolas, el primero, y suecas, los
segundos, con desiguales resultados.
El trabajo de Maestro es manifiestamente mejorable, por varios motivos. Primero, tiene una extensión
desmesurada y además no justificable, debido en parte a las referencias
excesivas —para el público al que
va destinado— a la coyuntura económica de España, Suecia y del
mundo en general, con citas a veces
sorprendentes. La abundancia de
citas generales, sin embargo, contrasta con el desconocimiento de
trabajos más especializados sobre el
comercio exterior que le habrían
permitido saber, por ejemplo, que
la sal es un producto estancado y
que, por lo tanto, no aparece en las
Balanzas de Comercio de 1792 ó
1824, o sobre mercancías o sectores
concretos que le habrían permitido
matizar o documentar mejor algunas
de sus afirmaciones. Por otra parte,
hay extremos no suficientemente
aclarados por el autor: si las estadísticas de comercio exterior no permiten separar Suecia de Noruega
hasta 1883, no se entiende cómo
puede ofrecer en el gráfico B la
importación sólo de Suecia entre
1792 y 1908, sin precisar fuentes (algo, por lo demás, extensible a todos
los gráficos) o métodos de elaboración. El lector también observa en
este gráfico, con cierta perplejidad,
que se encadenan, sin más precisiones ni separación temporal en el eje
horizontal, los valores de 1792 con
los de los años cuarenta, un procedimiento injustificable para un estudiante y mucho menos para un Doctor. Otros aspectos que podrían
haber sido mejorados son los gráficos Al, A2, C l y C2, donde la
escala exponencial no facilita la
comparación de los valores del
comercio hispano-sueco con los
totales (que, por otro lado, sólo se
ofrecen hasta 1887), o el Apéndice
documental, que se presenta desordenado (aunque esto puede deberse
a una edición deficiente). El trabajo
de Marcos Cantera sobre el comercio hispano-sueco se basa en el
empleo de fuentes estadísticas suecas, pero carece de sistematícidad y
227
RECENSIONES
se limita a ofrecer algunos datos
para años o etapas concretas dentro
de su período de estudio. Sin duda,
el trabajo de Kent Olsson es el más
importante y de mayor calidad de
los tres, puesto que analiza con
metodología apropiada y de manera
sistemática, empleando las estadísticas suecas de comercio exterior, el
comercio entre España y Suecia
entre 1920 y 1994. Los resultados
son muy interesantes y serán de
imprescindible lectura para aquellos
interesados en esta materia, aunque
una puesta al día de la bibliografía
sobre la historia económica española, al menos de la accesible en inglés,
realzaría el valor de su contribución.
Jesús M.* VALDALISO
Universidad del País Vasco
Francisco COMÍM COMÍN, Pablo MARTÍN ACEÑA, Miguel MUÑOZ RUBIO y
Javier VIDAL OLIVARES: 150 años de historia de los ferrocarriles españoles,
2 vols., Madrid, Anaya, 1998.
La obra se halla dividida en dos
volúmenes. El primero trata de la
era de las compañías
privadas
(1844-1941), y el segundo analiza la
rtacionalización de las redes: Renfe y
los ferrocarriles autonómicos, es decir,
los años transcurridos entre 1941 y
nuestros días. En estos libros se nos
ofrece un estudio muy completo de
la trayectoria histórica de los ferrocarriles españoles. Para ello, los
autores han utilizado, de manera sistemática, las ya numerosas aportaciones historiográficas existentes
centradas, básicamente, en el período comprendido entre los orígenes
del ferrocarril en España y el inicio
de la Primera Guerra Mundial. Esto
quiere decir que una proporción
considerable de la obra que reseñamos es producto de un trabajo de
228
investigación desarrollado exprofeso. Nos referimos, por una parte, al
período de 1914 a 1936, durante el
cual tuvo lugar la tercera gran crisis
de las compañías ferroviarias y en
el que se intentó paliar la agudización del proceso de descapitalización de la red. Esto significó el inicio
de la inversión pública en el sector
(regulada por el Estatuto Ferroviario de 1924) y determinó que las
empresas ferroviarias quedaran sujetas a intervención por parte del
Estado. Y, por otra, al segundo volumen de la obra, en el que se analizan
la nacionalización de la red ferroviaria básica, las vicisitudes de la política fertoviaria a partir de 1941 y el
proceso de explotación de los fertocarriles a través de Renfe. Por tanto,
esta obra contribuye a llenar un hue-
RECENSIONES
co en la historiografía de los ferrocarriles españoles, es decir, la época
en la que a partir de su nacionalización fueron convertidos en
empresa pública.
El primer volumen se halla dividido en seis apartados. El primero
de ellos está dedicado a precisar la
situación del transporte terrestre en
España en el transcurso de la primera mitad del siglo XK —en los
años previos a los inicios de la construcción de la red ferroviaria. El país
contaba con una red de carreteras
relativamente poco densa, y los
canales navegables tem'an un carácter casi testimonial. Esto conduce a
los autores a sustentar, acertadamente, la hipótesis de que la carestía
e insuficiencias de los medios tradicionales del transporte terrestre
constituían un serio obstáculo para
el desarrollo económico del país,
pese a que el sistema registró innegables progresos, como el establecimiento de líneas regulares de diligencias. En el segundo describen los
orígenes de la política ferroviaria
española y ponen de manifiesto las
inconsecuencias (e ilegalidades) de
la poh'tica de los gobiernos moder a d o s d u r a n t e la d é c a d a de
1844-1855. El tercer apartado (de
mayor extensión) precisa la política
ferroviaria de los progresistas a partir de la promulgación de la Ley de
1855. En el período que media entre
1855 y 1864 se construyó gran parte
de la red, y los autores opinan
—también con acierto— que quizás
se hizo de manera precipitada. En
cualquier caso, de ello se derivaron
consecuencias trascendentes. Porque tales urgencias no parecen ajenas al hecho de que los gobiernos
españoles cedieran ante las presiones de los grupos financieros extranjeros por conseguir (y mantener)
una total exención arancelaria a la
importación del material. Entienden
que esto coartó en sumo grado el
desarrollo de la industria sidero-metalúrgica. El ritmo frenético que
caracterizó la construcción ferroviaria en estos años contribuyó, sin
duda, como se apunta en la obra,
a incrementar los costes del capital
y a que los empréstitos negociados
por las compañías alcanzaran proporciones difi'cilmente sostenibles.
Estas consideraciones sirven para
explicar la profunda crisis que experimentó el sector ferroviario durante
los años sesenta y constituyen el
preámbulo para efectuar una valoración —a través de una buena síntesis— de los efectos hacia adelante
y hacia atrás generados por los ferrocarriles. Sostienen que los efectos
hacia adelante fueron muy importantes, como ponen de manifiesto
los cálculos disponibles sobre el
ahorro social. Porque la reducción
de los precios del transporte terrestre propiciaron: el desarrollo del tráfico a largas distancias; la profundización de procesos de especialización regional; y, en definitiva, el
ll')
RECENSIONES
avance del proceso de integración
del mercado interior y el desarrollo
de la exportación de productos agrarios y de minerales. En cambio, evidencian que los efectos hacia atrás
se vieron sumamente limitados por
el largo mantenimiento de una total
exención arancelaria a la importación de todo tipo de material ferroviario. Por ello se inclinan por aceptar la tesis de que se puede hablar
de «oportunidad perdida» para
desarrollar la industria nacional
mediante la demanda generada por
las construcciones ferroviarias.
En el cuarto apartado, abordan
la descripción del proceso de concentración que experimentó el sector ferroviario a lo largo de las tres
últimas décadas del siglo XDC. En su
opinión, a través de estas operaciones, las grandes compañías trataban
de conseguir economías de escala
con objeto de disminuir los costes
medios para poder así reducir tarifas. En el supuesto de que la demanda de transporte hubiera tenido un
nivel aceptable de elasticidad precio
hubiera traído consigo un incremento del tráfico y de los ingresos. Por
otra parte, apuntan que Norte de
España, M. Z. A. y Andaluces adquirieron las líneas de las pequeñas
compañías en buenas condiciones
de precio. Posiblemente, esta parte
adolece de una ausencia de valoración acerca de los costes que
significaron las fusiones para las
«víctimas» de las mismas —los
230
accionistas y obligacionistas de las
compañías absorbidas. Tampoco
existe suficiente evidencia empírica
de que antes de la crisis agraria finisecular, los gestores de las empresas
hegemónicas —particularmente la
compañía del Norte de España—
mantuvieran la convicción de que
existía una demanda de transporte
elástica respecto al precio y de que,
consecuentemente, tuvieran intención de reducir las tarifas.
En cualquier caso, las empresas
del sector experimentaron una
segunda gran crisis en los últimos
años del siglo XK debido a la conjunción: 1) del estancamiento (e
incluso caída en algunas líneas) del
tráfico debido a la crisis agraria;
2) de los crecientes costes adicionales que se derivaron del hundimiento del tipo de cambio de la peseta,
a causa de que las compañías se
habían comprometido a pagar en
francos el servicio de los empréstitos
colocados en Francia y los dividendos repartidos a los accionistas
galos. Esto conllevó unos años de
sequía de dividendos y que hasta
mediados de la primera década del
siglo XX las compañías no consiguieran —por efecto de la expansión del
tráfico— reequilibrar su cuenta de
resultados y reanudar el reparto de
beneficios. Pero sin solución de continuidad, los trastornos ocasionados
por la Primera Guerra Mundial
comportaron la tercera gran crisis (y
esta vez definitiva) de las empresas
RECENTSIONES
ferroviarias. En estos años se registró un fuerte incremento del tráfico,
pero todavía fue mayor el aumento
de los costes en los capítulos de la
energía (el carbón) y de los salarios
en términos absolutos y de mayor
cuantía aún expresados en salario-hora. Señalan que ello coincidió
con crecientes presiones sociales
tendentes a que las compañías ferroviarias efectuaran nuevas reducciones de tarifas.
La síntesis sobre la historia de los
ferrocarriles españoles hasta la Primera Guerra Mundial tiene como
colofón un capítulo dedicado a los
ferrocarriles secundarios. En él se
precisa el origen y el desarrollo de
los ferrocarriles «económicos» de
vía estrecha (en su mayor parte surgidos al amparo de la Ley ferroviaria
de 1877) que en algunas regiones
alcanzaron un notable desarrollo, así
como las vicisitudes de su explotación. Los autores también recogen,
de forma suscinta, la aparición y
expansión de las redes de tranvías
urbanos y suburbanos (de Madrid,
Barcelona, Valencia...) y de los
ferrocarriles metropolitanos de
Madrid y Barcelona.
En el último capítulo del primer
volumen se inicia la parte elaborada
a través de la consulta de fondos
documentales y, por tanto, producto
de su labor investigadora. Empieza
con una glosa de la actitud adoptada
por los últimos gobiernos de la Restauración ante el «problema» ferro-
viario. Éste se trató, en principio, de
manera provisional. Se concedieron
anticipos (en teoría reintegrables) a
las compañías para hacer frente al
aumento de los gastos salariales y
energéticos y evitar su suspensión de
pagos y con objeto de renovar (y
ampliar) el material y evitar un
colapso del servicio. A continuación,
nos muestran cómo la política ferroviaria desarrollada por el régimen de
la Dictadura de Primo de Rivera
(plasmada en el Estatuto Ferroviario
de 1924) intentó solventar la cuestión de manera más decidida y permanente. El Estado asumió (a través
de la Caja Ferroviaria) cuantiosas
inversiones —en tanto que las
empresas quedaron sujetas a intervención por parte del gobierno—
tendentes, sobre todo, a renovar el
material de tracción y rodante, al
propio tiempo que emprendió la
construcción de algunas líneas. Evidencian que esta política benefició,
en sumo grado, a la gran industria
de material ferroviario. Por contra,
los gobiernos de la 11 República,
obsesionados por la ortodoxia presupuestaria, paralizaron la inversión
pública en el sector ferroviario
—salvo en la vertiente de electrificación de las líneas. Rechazaron la
política de subvenciones y se inclinaron por acceder a autorizar
aumentos de tarifas. Esto significó
un cambio radical respecto a la política practicada durante el período
precedente, puesto que a partir del
231
•
RECENSIONES
aumento de tarifas autorizado en
1918, las solicitudes formuladas por
las compañías habían sido sistemáticamente desoídas. Pero en un contexto de creciente competencia de
los vehículos de motor de explosión,
ello difícilmente podía servir para
mejorar los resultados de las empresas ferroviarias. En suma, en este
apartado se nos ofrece una primera
(y novedosa) valoración de conjunto
de la política ferroviaria del período.
El segundo volumen de la obra
es producto, en gran parte, de una
labor investigadora de primera
mano. Es una aportación relevante,
sin duda, sobre la historia del ferrocarril convertido en empresa pública, así como sobre la política ferroviaria española durante el franquismo y la democracia. Después de
valorar las destrucciones ocasionadas en la red y en el material por
la Guerra Civil, esta parte analiza el
proceso de «rescate» de las concesiones de las líneas de la red básica
a que dio lugar la nacionalización de
los ferrocarriles. Ello pone de manifiesto que la indemnización pagada
a los antiguos accionistas y obligacionistas —abonada en Deuda del
3,5 por 100— no fue tan generosa
como aparenta, habida cuenta de la
elevada inflación de las décadas posteriores. La nacionalización implicó
la creación de Renfe, una empresa
pública con personalidad jurídica
que tuvo por objeto la explotación
de la red ferroviaria.
232
Las autores evidencian que,
durante el primer franquismo, el
ferrocarril experimentó un intenso
proceso de descapitalización, puesto
que durante la década de 1940 las
inversiones públicas se orientaron,
básicamente, a la reconstrucción de
los desperfectos ocasionados por la
guerra y a restablecer el servicio. Un
tímido intento de modernización
tuvo lugar a lo largo de los años cincuenta a través del Plan de Reconstrucción de 1949, consistente en el
inicio de la renovación de los carriles
(muy deteriorados) y en la reconversión de las locomotoras (fuelización)
para sustituir la dependencia del
carbón, que resultaba muy caro. Por
lo demás, las otras vertientes del
proceso de modernización tuvieron
un carácter casi anecdótico: se electrificaron algunos tramos, circularon
los primeros trenes Talgo (a partir
de 1950), llegaron las primeras locomotoras diesel de procedencia norteamericana...
Entre tanto, ei desarrollo del proceso de motorización —que se
había de intensificar enormemente
en el transcurso de la década
siguiente— estaba captando la totalidad de la creciente demanda de
transporte. Consecuentemente, el
crecimiento del tráfico ferroviario
era escaso. Todo ello, unido al enorme retraso del ajuste al alza de las
tarifas respecto al aumento del coste
de la vida y a la tendencia alcista
del coste de explotación de la red
RECENSIONES
(debido, básicamente, al incremento cieron los déficits de explotación,
de los salarios), determinó que las sujetos de nuevo a una espiral alcista
cuentas de explotación de Renfe sal- incontenible. Por contra, la relativadaran con déficits de enorme y cre- mente elevada inversión pública en
el sector ferroviario de estos años
ciente magnitud.
En definitiva, en la política del posibilitó la subsistencia de una
régimen —totalmente decantada en serie de grandes talleres dedicados
promover la motorización y el a la producción de material como
desarrollo de la industria automovi- CAE, Patentes Talgo, MTM,
lística—, el ferrocarril había queda- MACOSA, Euskalduna, Babcock &
do sumido en el más absoluto olvi- Wilcox, etc. Estas empresas pasaron
do. La modernización de la red —y a producir locomotoras y automoen ello tuvieron mucho que ver, tores diesel y eléctricos, pero con
según podemos inferir, las presiones una dependencia casi total de la utidel Banco Mundial— no se abordó, lización de patentes extranjeras.
En la obra se pone especial énfapor tanto, de manera decidida hasta
la puesta en marcha (en 1964) del sis en exponer las claves de lo que
Plan Decenal de Modernización, podríamos denominar la gran crisis
que a partir de 1972 fue seguido por del ferrocarril como medio de transel denominado Plan Renfe. Queda porte terrestre hegemónico concebiclaro que las grandes inversiones do como un servicio público gestioefectuadas posibilitaron una renova- nado por el Estado. Ello acontenció
ción casi total de la vía con carriles durante la época de la transición y
de mayor peso, la electrificación de obligó (a los gobiernos de UCD) a
una parte sustancial de la red y la replantearse totalmente la política
renovación completa de las locomo- ferroviaria. El máximo exponente de
toras (sustitución del vapor por el esta reconsideración lo constituye el
diesel y la electricidad) y del mate- Libro Blanco del Transporte, en el
rial rodante. Los logros del proceso que se aborda el «problema» ferrode modernización tecnológica fue- viario en el contexto de una política
ron apreciables, pero, pese a ello, el global de ordenación del sector. En
ferrocarril siguió perdiendo cuota de suma, se impuso la conclusión de
mercado respecto a la carretera. Los que el ferrocarril no proporcionaba
ingresos de Renfe no aumentaron en los servicios de transporte con los
la proporción que lo hicieron los niveles de calidad que demandaba
la población y se planteó la nececostes, a pesar de la intensa reducsidad de reorientar la poÜtica de
ción de la plantilla y de los aumentos
transportes en el sentido de que el
de productividad. En la segunda
ferrocarril se especializara en cubrir
mitad de los años setenta reapare233
RECENSIONES
aquellas demandas en las que a priori presentaba ventajas comparativas.
Esencialmente el transporte de viajeros de cercam'as y entre grandes
núcleos urbanos, y el de mercancías
muy voluminosas.
La urgencia de transformar el
servicio determinó que la acción del
Estado se materializara, a partir de
1979, a través de contratos-programa. Este instrumento posibilitó la
concreción de los compromisos de
inversión asumidos por el sector
público para modernizar la infraestructura y el material ferroviarios, y
responsabilizó a Renfe —a la que
se otorgó mayor autonomía— a tratar de mejorar su gestión empresarial a fin de aumentar ingresos, reducir costes e incrementar la productividad. Los gobiernos del PSOE
continuaron esta pauta, y formalizaron con Renfe tres contratos-programa en 1984, 1988 y 1992. Por otra
parte, la aprobación de la Ley de
Ordenamiento del Transporte
Terrestre (en 1987) y la elaboración
del Plan de Transporte Ferroviario
(en este mismo año) llevaron consigo la decisión de invertir grandes
recursos con objeto de mejorar la
calidad del servicio ferroviario, lo
cual se concretó, básicamente, en
conseguir velocidades comerciales
de 200 km/h. Esto comportó la decisión (en 1988) de construir la línea
de AVE entre Madrid y Sevilla y de
una red española de alta velocidad
conectada a la europea. Por lo
234
demás, según podemos constatar a
través de la información suministrada, la política ferroviaria de los años
1990 insistió en la necesidad de
reorganizar Renfe en «unidades de
negocio», con objeto de competir en
el mercado de transportes; de seguir
mejorando la productividad del
ferrocarril; y de especializar la oferta
de los servicios de transporte en
aquellas modalidades en las que el
ferrocarril tenía ventajas comparativas. Esto se concretaba en los servicios de cercanías de las grandes
urbes; en la alta velocidad en los
desplazamientos entre grandes ciudades; y por lo que se refiere al tráfico de mercancías, en potenciar el
sistema TECO (Trenes Expresos de
Contenedores) y la intermodalidad.
De otro lado, se precisa que en el
transcurso de estos años se produjo
la crisis (y desaparición) de la mayoría de las grandes empresas españolas productoras de material ferroviario. Sólo consiguieron adaptarse a
un contexto de mayor competitividad y superar la exigencia de asimilar las nuevas tecnologías CAF y
Patentes Talgo. Pero, paralelamente, el compromiso de los gobiernos
españoles de efectuar grandes inversiones tendentes a modernizar la red
ferroviaria propició que grandes
empresas multinacionales del sector
se establecieran en España (como
GEC Alsthom, ADTRANZ...), o
que alguna de las que ya operaban
en el país (es el caso de Siemens)
RECENSIONES
orientara sus factorías hacia la producción de material ferroviario.
En la obra que reseñamos queda
claro que el objetivo básico de tales
reformas ha sido conseguir saldar la
explotación de Renfe con superávit.
Pero esto no sólo pasaba por
aumentar la eficiencia y la competitividad de la empresa. Exigió, además, la transformación de los esquemas contables. Porque el rediseño
del papel Estado respecto a los
ferrocarriles consistió en que el presupuesto público había de asumir:
las inversiones en la mejora de la
infraestructura; la financiación de la
deuda histórica de Renfe; y la subvención a aquellos servicios ferroviarios considerados de carácter público, ya fuese por la aplicación de tarifas reducidas en los servicios de
cercanías o por el mantenimiento en
explotación de líneas deficitarias.
Esta nueva conceptualización ha
dado lugar, en estos últimos años,
a la doctrina que sustenta la necesidad de diferenciar la infraestructura ferroviaria —de titularidad
estatal y mantenida y mejorada con
recursos públicos— y la explotación
de la red encomendada hasta el
momento a Renfe. Pero existe la
expectativa de que la misma pueda
ser cedida a una o varias empresas
privadas en régimen de arrendamiento.
Por último, los autores precisan
la evolución de los ferrocarriles de
vía estrecha, que, en gran parte.
siguieron explotados por compañías
concesionarias después de la nacionalización (en 1941) de la red básica. La creciente descapitalización de
estas líneas comportó que por
renuncia de las empresas concesionarias, fueran pasando sucesivamente a la compañía estatal Ferrocarriles
Españoles de Vía Estrecha. Una
transferencia que conllevó, en
muchos casos, el cierre de líneas y
el consiguiente levantamiento de las
vías. En otros, se decidió efectuar
las inversiones necesarias para mejorar las vías y el material y mantenerlas en servicio. En los años de
la transición, el patrimonio de FEVE
fue, en parte, transferido a los
gobiernos autonómicos, lo cual ha
dado lugar a les redes explotadas en
la actualidad por Ferrocarriles de la
Generalitat de Catalunya, Ferrocarriles Vascos, Ferrocarriles de la
Generalitat Valenciana, Servicios
Ferroviarios de Mallorca... El cierre
de muchas líneas de vía estrecha
estuvo relacionado con el proceso
de despoblación rural, mientras que
la expansión de las redes de los
ferrocarriles metropolitanos lo ha
estado con el creciente proceso de
urbanización de la población española. Las últimas páginas del segundo volumen del libro están dedicadas a analizar el desarrollo de las
redes de los «metros» de Madrid,
Barcelona y Bilbao.
En definitiva, se trata de una
obra de gran ambición. Un mérito
235
RECENSIONES
sobresaliente de los libros reseñados
consiste en que sus autores efectúan
una aportación, en buena parte
novedosa, de la crisis del ferrocarril
en la inmediata posguerra europea
y de la política ferroviaria de los
gobiernos de la Dictadura de Primo
de Rivera y de la 11 República. Y,
sobre todo, destaca su estudio sobre
la política ferroviaria durante el
franquismo y la democracia, así
como el de la trayectoria histórica
de Renfe. En estos años, el ferrocarril ha dejado de ser el medio de
transporte terrestre básico y ha quedado reducido a cubrir una proporción muy exigua (casi marginal) de
la demanda. Lo cual resulta para-
236
dójico cuando el transporte por «la
carretera cuesta a la colectividad
aproximadamente el doble que el
ferrocarril por unidad de tráfico».
Esto plantea cuestiones —^la de cómo
se forjan las preferencias del consumidor y el concepto de actividades
deficitarias para el Estado— que subyacen en los contenidos de la obra,
sin que sus autores hayan entrado a
fondo en el análisis de tales problemáticas. Sin embargo, todo parece
indicar que se hallan en el meollo de
la crisis de los ferrocarriles de la
segunda mitad del siglo xx.
Pere PASCUAL DOMÉNECH
Universitat de Barcelona
VII Congreso de la Asociación
de Historia Económica
Zaragoza, 19-20-21 de septiembre de 2001
Conferencia inaugural:
La historia de la peseta
Luis Ángel Rojo
Sesiones plenarias:
Economía del primer franquismo
Carlos Barciela
Pautas de consumo, ] 500-1850
Bartolomé Yun y Jaume Torras
Sesiones simultáneas:
Instituciones financieras no bancarias
Andrés Hoyo y Gabriel Tortella
Educación, capital humano y desarrollo económico
Clara Eugenia Nuñez y David Sven Reher
Las cuentas de las regiones. La reconstrucción de series históricas
de la contabilidad regional de España (siglos xixy xx)
Santiago Zapata y Jordi Maluquer
Baldíos, comunales, propios y arbitrios: propiedad,
gestión y explotación (siglos xiv-xix)
Sebastián Amarilla y Ángel García Sanz
La pesca en la economía española (siglos xviii-xx)
José Giráldez y Joám Carmona
La competitividad internacional de la empresa española
Caries Sudriá y Jesús M.^ Valdaliso
Los sistemas hidráulicos en la historia
Joaquín Melgarejo y Antonio Macías
Las migraciones a América
Blanca Sánchez Alonso y Vicente Pérez Moreda
Cambio tecnológico y transformación económica:
indicadores y perspectivas
Santiago López y Patricio Sáiz
Mujeres y hombres en los mercados de trabajo.
La evolución histórica de los mecanismos de acceso
y movilidad interna
Carmen Sarasúa y Lina Gálvez
Sesión "Ernest Lluch" de Historia del Pensamiento Económico
Hacienda y Dinero en los economistas españoles
Salvador Almenar y Vincent Llombart
Taller sobre las últimas investigaciones en historia del pensamiento
económico en España
John Reeder
Sector exterior y desarrollo económico (siglos xviii-xx)
Josep M." Delgado y José M.^ Serrano Sanz
La formación y gestión de los grandes patrimonios
en España (siglos xv-xx)
Hilario Casado y Ricardo Robledo
La automoción en la industrialización española:
aspectos de demanda y oferta
José Luis Hernández Marco y José Luis García Ruiz
Sector agrario e industrialización
Luis Germán Zubero y Antonio Parejo Barranco
Información:
Cuotas de inscripción:
Socios de la AHE: inscripción gratuita (A los socios que se inscriban antes del
21 de mayo de 2001 se les regalará el CD con los textos presentados a las diferentes
sesiones del congreso. A los que se inscriban después de esta fecha se les cobrará
3.000 pesetas por dicho CD).
Estudiantes: inscripción gratuita. Otros participantes: 15.000 ptas.
(A los participantes que se inscriban antes del 21 de mayo de 2001 se les regalará
el CD con los textos presentados a las diferentes sesiones del congreso. A los que
se inscriban después de esta fecha se les cobrará 3.000 pesetas por dicho CD).
La inscripción da derecho a participar en todas las actividades programadas (visitas,
excursiones, etc.)
Las cuotas se ingresarán mediante transferencia bancaria al siguiente número de
cuenta: Ibercaja. Oficina Central Paraíso. Núm. de cuenta: 2085 0103 90 03 301070
19. Concepto: VII Congreso de la AHE
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La organización del trabajo en el mundo rural y sus evoluciones
históricas. Época contemporánea
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Endeudamiento y limites de la solidaridad campesina en la Cataluña del siglo XVI
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Sagrada propiedad imperfecta. Otra visión de la revolución liberal española
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Los amiilaramientos como fuente estadística: una visión critica desde la contribución territorial
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Cooperativismo y crédito agrario en la Región de Murcia, 1890-1936
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Absentismo escolar y trabajo infantil en el Madrid njral del primer tercio del siglo XX
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La ganadería gallega durante el primer franquismo: cninica de un tiempo perdido, 1936-1960
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Paisaje, asentamiento y Edad Media: reflexiones sobre dos estudios recientes
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Riqueza y consumo en la Baja Extremadura en el siglo XVII. Análisis a través
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El trabajo asalariado en la agricultura de la Baja Andalucía. Siglos XVIII y XIX
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Técnicas y procesos de trabajo en la agricultura del sur de Navarra
entre los siglos XIX y XX
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Un estado de la cuestión
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El análisis histórico del trabajo agrario: cuestiones recientes.
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El proyecto de Raímat: la formación de un vifledo (1914-1970)
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Evolución histórica de la investigación agraria en Espalda.
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Naturaleza y sociedad en perspectiva histórica: la historia
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historia económica
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7 Industrializa^So brasileira etn
perspectiva histórica
Andfé ViUela
27 Tarifas de importa^ao e citnbio na
génese da industria brasileira, 1901-1928
Angelo Alves Cañara
4 7 A capitanía de Minas Gerais (1674-835):
modelo de interpretafio de urna
sociedade agraria
Barsanufo Gomides Botges
65 A economía agraria goiana no
contexto nacional (1930-1960)
Víctor Meyer
85 Bases históricas da instabilidade
da economía soviética: u m
retorno aos anos trinta
César Carreras e Pedro Paulo A. Funari
IOS Estado y mercado en el abastecimiento
de bienes de consumo en el Imperio
Romano: un estudio de caso de la
distribución de aceite español
en Britannia
BIBUOCRAFIA E DOCUMENTAQÍO
Mario Rapoport e Colaboradores
123 La Argentina, Brasil y la
la integración regional
fí
Condiciones medioambientales, desarrollo humano y crecimiento
económico.
con sesiones sobre:
Crecimiento y
Recursos y residuos en los procesos
Derechos de propiedad
y conflictos
Sostenibilidad.
históricos de la actividad
económica.
ecosociales en perspectiva
histórica.
Población y calidad de vida en perspectiva
histórica.
Universitat Autónoma de Barcelona
Bellaterra, 5, 6 y 7 de Junio del año 2002
Para más información:
SECRETARIA DEL SIMPOSIO: M ^ P a Z C h i v i t e
upco. de Economía e Historia Económica
racultad Ciencias Econocr.icas Y Empresariales
Universitat Autónoma de Barcelona
08193 BELLATERRA (Barcelona)
Teléfono: 34 93 581 1200
Telefax: 34 93 581 2012
E-mail: MariPaz.Chlvitgffliuab.tis
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COMISIÓN ORGANIZADORA:
Ramón Garrabou, Giuseppe Munda y Josep Pujol
PATRONATO
Gabriel Tortella (Presidente)
Carmen Iglesias (Directora del Centro de Estudios Constitucionales)
Carlos Pascual (Director de Marcial Pons)
Francisco Prada Gayoso (Director de la Fundación Empresa Pública)
Felipe Ruiz Martín (Presidente Honorario de la Asociación de Historia Económica)
Revista de Indias, 2001, vol. LXI, núm. 221
LANGUE, Frédérique, Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo
XVIII novohispano, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, 479 pp.
La traducción al castellano de esta obra, que fue tesis doctoral de la autora, y se publicó en francés en 1992 con el título Minas, terres et société à Zacatecas (Mexique) de
la fin du XVIIe siécles à l’independance, es un acontecimiento a destacar dentro de la
historiografía mexicanista, pues nos encontramos ante un estudio decisivo para conocer la
sociedad novohispana del siglo XVIII. Centrada en un grupo social: las elites, y una región de gran peso en las finanzas del Imperio: Zacatecas, la historiadora francesa aborda
las estrategias de los grandes mineros locales para hacer fortuna y/o mantener la posición
social mediante títulos nobiliarios, redes de solidaridad y matrimonios endogámicos.
Todo ello en base a un código del honor y a una elaborada representación del mundo y de
su papel privilegiado en él, que regirá los comportamientos y las actitudes ante la Corona,
ante el resto de la sociedad y entre ellos mismos.
Para enmarcar y estudiar en profundidad estos temas, y ante la falta de estudios económicos y socio-políticos sobre la ciudad y la región de Zacatecas durante la centuria
ilustrada, Frédérique Langue ha abordado en la primera parte de su libro un laborioso y
brillante análisis de las «fronteras» zacatecanas («La economía, sus ritmos y sus actores»). En primer lugar, estudia con gran detalle los mecanismos de funcionamiento de
esta economía minera, así como el impacto de las reformas introducidas por los políticos
ilustrados, que, en palabras de David Brading, protagonizaron una «revolución en el
gobierno». La autora resalta la tendencia finisecular de los mineros a reagruparse en
compañías y la complementariedad de las minas de Zacatecas y Sombreretes, cuyos ciclos productivos estaban invertidos. Si las actividades mineras fueron el motor principal
de la economía regional, el estudio resalta la imbricación de otros sectores económicos y
la influencia de factores externos, como las guerras internacionales. Una de las cuestiones
que siempre me habían llamado la atención sobre el pasado de Zacatecas es la relativa
estabilidad de la región, que la historiadora francesa explica por «la eficacia que habían
adquirido los grandes complejos agrícolas y mineros de finales de siglo, la de la «integración» y de la complementariedad a la que habían llegado los grandes mineros, término de
una evolución iniciada sin duda desde el siglo XVII».
Los tres capítulos de esta primera parte nos introducen, además, en otros numerosos
problemas regionales, como los ciclos de crecimiento y depresión, las condiciones y
estructura de la producción, el impacto de la fiscalidad y de las reformas carolinas, la
tipología de las minas y el triunfo de los mineros capitalistas. La historiadora nos introduce en el árido paisaje zacatecano, en las paradojas y contrastes de su historia. Frédérique Langue retoma las cifras de Richard Gadner para glosarlas en una perspectiva históR. I., 2001, n.º 221
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rica más amplia, que ha permitido descubrir nuevas facetas de esta dinámica región.
Aunque apruebe la fatalidad («Los fundadores de Zacatecas y sus descendientes no
habrán de escapar de esta fatalidad que hace del minero un personaje que oscila entre la
ruina y la fortuna»), las investigaciones acuciosas de esta historiadora insisten en averiguar los mecanismos que permitieron construir un imperio en el desierto. Zacatecas minera, pero también centro neurálgico de la expansión del norte, emporio comercial, ciudad de palacios, residencia de nobles, centro regional e infierno de hombres y mujeres.
La segunda parte de la obra («Del minero rico al gran hacendado y a la nobleza) está
dedicada al estudio de la formación y la perpetuación de una elite económica y social en
la frontera zacatecana. Fruto de una ejemplar búsqueda de fuentes archivísticas en varios
países, la historiadora francesa ha trazado un cuadro de las principales familias zacatecanas, sus aspiraciones por mantenerse en la cúspide social y la transmisión de instituciones
y mentalidades en la que coexisten en sincretismo reminiscencias medievales y modernidad. Atención especial merece la solicitud a la Corona de títulos de nobleza, lo que permitió
consolidar linajes, mantener el honor y disfrutar de privilegios, como la impartición de
justicia en sus haciendas y el mantenimiento de hombres armados. Su origen se encuentra
en la recompensa por parte de la Corona de los servicios prestados y en la adquisición de
recursos para sus siempre deficitarias arcas. Otro tema interesante son las alianzas matrimoniales. Sobresalen las realizadas entre la antigua aristocracia rural y la elite económica
que surge gracias a las bonanzas mineras (nobleza de sangre y nobleza de privilegio), «término de una evolución que tiende a reducir y a minimizar las diferenciaciones de origen e
incluso las oposiciones socio-políticas entre peninsulares y criollos» (p. 197).
Los grandes mineros zacatecanos contribuyeron decisivamente a pacificar la región y
a mantener el orden y la autoridad real en las áridas y desiertas regiones del Norte, pero, a
cambio, estos «conquistadores del siglo XVIII» (en palabras de Doris Ladd) obtuvieron
grandes privilegios y una «cierta delegación de poder del monarca», justo cuando las
tendencias centralistas y monárquicas se imponían en América gracias a las reformas
borbónicas: interesante paradoja que Frédérique Langue estudia en varios apartados de su
obra. Otras formas de mantener los privilegios y las fortunas familiares fueron los mayorazgos, buscados por comerciantes y mineros con ahínco, como el conde de la Valenciana, el marqués de San Clemente o el marqués de San Juan de Rayas. En resumen, la autora nos muestra una región fronteriza de gran dinamismo por las bonanzas mineras, que
contrasta con el peso y la tradición de linajes, mayorazgos y «dinastías», propietarias de
extensiones inmensas (San Pedro del Alamo, San Mateo Valparaíso, Jaral del Berrio),
pues la tierra siguió siendo la garantía por excelencia para el mantenimiento de las elites.
En la tercera parte del libro, titulada: «Haciendas y mentalidades», F. Langue analiza
las formas de solidaridad y sociabilidad, estudiando el acaparamiento de haciendas, que
influyó en la consolidación de las grandes propiedades, que divide en tres tipos: los grandes latifundios, que se remontan al siglo XVI; otras propiedades menos extensas, pero
integradas a complejos económicos; y una última, formada por hacendados locales que
tienen un patrimonio altamente hipotecado y pocas relaciones fuera de la provincia. Dentro de las relaciones sociales y las estrategias de las elites, sobresale el compadrazgo y el
clientelismo, que se extiende por toda la ciudad y que determinan la estructura del poder
en Zacatecas.
Por último, Frédérique Langue dedica varios capítulos a las mentalidades y comportamientos de estas elites: sus actitudes religiosas, caritativas, fundaciones devotas, apoyo
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económico a la conquista espiritual del Norte «bárbaro», creación de cofradías y participación en ceremonias religiosas y políticas, que dieron lugar a varios conflictos. Las
apariencias y la decencia, la honra y el buen nombre, perseguían a estos «señores» y
sobre todo a estas «señoras de Zacatecas», que participaron de valores y actitudes medievales. La pugna entre tradición y nuevas actitudes «ilustradas» queda ejemplarizada en el
divertido e interesante caso de José Monter y Alarcón, tesorero de la Caja Real, que escandalizó a la ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas con sus bailes y sátiras.
En definitiva, el libro que reseñamos es un magistral estudio sobre el microcosmos
zacatecano, que revela las dinámicas económicas y sociales de esta singular región novohispana, de gran trascendencia para la historia de la Nueva España en la centuria ilustrada. La acuciosidad y empeño de la autora se demuestra en los apéndices que ha incorporado a la obra (glosario y tabla de medidas y equivalencias) y la completa bibliografía,
que la convierten en un referente obligado de la historiografía mexicanista.
Salvador BERNABÉU ALBERT
Escuela de Estudios Hispanoamericanos, CSIC
LUJÁN MUÑOZ, Jorge, Breve Historia Contemporánea de Guatemala, México, Fondo
de Cultura Económica, 1998, 523 pp.
No son fáciles de elaborar breves historias de países que contengan los datos más
importantes y, a la vez, ofrezcan una interpretación ajustada a la realidad histórica, más
todavía como es el caso de Guatemala, cuya historia contemporánea es compleja y con no
pocas variantes que la convierten en difícil de estructurar y comprender.
El profesor Jorge Luján ha ordenado el libro en catorce capítulos. Los cuatro primeros, inicios de la sociedad colonial, la organización del orden colonial, la sociedad indígena y la economía durante la Colonia, son introductorios y cortos, pero necesarios para
comprender la época contemporánea, inseparable de los siglos de presencia española en
Guatemala. Los capítulos restantes, que lógicamente componen el grueso de la obra,
están dedicados a la Independencia, la República Federal, el gobierno conservador de los
treinta años, la reforma liberal (1781-1885), los herederos del liberalismo (1885-1994), la
década revolucionaria (1944-1954), la contrarrevolución (1954-1974), y la historia inmediata de 1974 a la actualidad.
El libro, ordenado cronológicamente, aparece muy bien estructurado, claro y equilibrado en sus partes. Es de agradecer al Profesor Luján el esfuerzo que ha realizado de
síntesis, la elección de los datos y sucesos más importantes y significativos y su concisa
interpretación, siempre ajustada a los hechos, manteniendo una actitud intelectual mesurada y libre de prejuicios, especialmente en la historia reciente de Guatemala, tan llena de
enfrentamientos, intereses encontrados y con una guerra y violencia desatadas, características que colocan al historiador en una situación difícil y, en ocasiones, desagradable. Su
objetividad contrasta con la de las historias y artículos abundantes escritos a partir de la
década de los sesenta, cuyo denominador común era una rígida interpretación de la histoR. I., 2001, n.º 221
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ria de Guatemala que metodológicamente se fundamentaba en un dogmático materialismo histórico, que tanto ha contribuido a deformar esa historia.
El libro, bien escrito, se lee con facilidad y en sus páginas está bien reflejada una historia contemporánea de Guatemala fiable y razonada. Los aspectos más sobresalientes de
la obra son los políticos, económicos y sociales. Se nota una laguna en lo referente al
mundo de la cultura, apenas esbozado.
Jesús María GARCÍA AÑOVEROS
Instituto de Historia, CSIC
MARICHAL, Carlos, La bancarrota del virreinato. Nueva España y las finanzas del
Imperio Español, 1780-1810, México, El Colegio de México y Fideicomiso Historia de
las América, Fondo de Cultura Económica, 1999, 366 pp., apéndice estadístico y
documental, fuentes y bibliografía, cuadros, mapas y gráficos.
Las dificultades y bancarrotas fiscales que antecedieron a muchos de los procesos revolucionarios y de independencia de finales de la Edad Moderna (emancipación de los
Estados Unidos, Revolución Francesa o quiebra de la Monarquía absoluta en España) han
merecido desde hace años el interés de la investigación. Para el caso de la América continental hispana, sin embargo, carecíamos de un estudio exhaustivo, aunque historiadores
como H. Klein habían apuntado algunas ideas en ese sentido. El presente trabajo de C.
Marichal examina el tema en el Virreinato de la Nueva España.
Para Marichal, los problemas financieros del Virreinato novohispano que, además,
deben entenderse como parte de los que aquejaban a la Hacienda nacional e imperial
española en las últimas décadas del siglo XVIII y primeras del XIX, no fueron la causa
de la revolución de independencia mexicana, pero, desde luego, antecedieron al proceso de
emancipación y contribuyeron a la consolidación y estallido del movimiento insurgente. No
es posible —dice el autor— precisar con exactitud cuáles fueron sus efectos sobre la economía colonial, pues no disponemos de todos los datos que serían necesarios para realizar
tal evaluación, pero sí es factible describir con bastante detalle el monto del endeudamiento
del Estado y las dificultades del erario público, lo cual permite apuntar varias hipótesis
acerca de tales efectos que, con seguridad, conoceremos mejor cuando se emprendan futuras investigaciones para las que este trabajo será un fundamento indispensable.
Como otros estudios anteriores de Marichal, La bancarrota del Virreinato. Nueva
España y las finanzas del Imperio Español, 1780-1810, destaca por la calidad e idoneidad
de sus preguntas al proceso histórico que pretende dilucidar. Cuando se conoce la documentación disponible, se es consciente de sus carencias y se poseen las herramientas
teóricas y metodológicas adecuadas para abordar problemas tan difíciles como los que
presentan los sistemas fiscales y hacendísticos, es preciso situar muy bien los límites de
la investigación y adaptar con precisión los objetivos a los medios. El autor lo consigue.
Habría sido un error priorizar aspectos como la interrelación entre las dificultades financieras del Estado y la Revolución de Independencia mexicana; en cambio es un acierto
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centrar estudio en el endeudamiento y deducir de las sólidas conclusiones que posibilita
su examen todo lo demás en forma, como ya he señalado, de cuestiones sobre las que
sería conveniente un análisis más pormenorizado, pero acerca de las cuales se está ya en
disposición de avanzar algunas ideas sugerentes. Los buenos libros de historia se forjan
con estos mimbres, una correcta estructuración del texto y claridad expositiva. La obra de
Marichal cumple también los dos últimos requisitos.
La bancarrota del virreinato. Nueva España y las finanzas del Imperio Español,
1780-1810, comienza con una introducción en la que, además de analizar la historiografía
general y específica sobre el problema de las crisis financieras acerca de la economía y la
hacienda mexicana de finales del siglo XVIII e inicios del XIX, se presentan las principales hipótesis de trabajo. Al final del libro, unas conclusiones concebidas a manera de un
pequeño artículo de síntesis vuelven a revisar esas hipótesis a la luz de la investigación
proporcionada en el cuerpo del trabajo. Dicho cuerpo se divide en seis capítulos, seccionados en distintos apartados.
El primer capítulo analiza los gastos imperiales y del Virreinato, los costes fiscales
del colonialismo, la importancia del Tesoro novohispano dentro del sistema financiero
español, los egresos militares y hacendísticos comparados con los de otras posesiones
americanas y si es posible establecer un modelo de dinámica fiscal del imperio hispano y
de Nueva España dentro del mismo, considerando que esta última funcionó como una
especie de submetrópoli en Indias a través de los llamados situados que destinaba a las
posesiones del Caribe. Se estudian también las remesas que enviaba la colonia, su importancia para el erario metropolitano y el impacto que sobre aquélla tuvieron los déficits de
este último durante el reinado de Carlos IV.
En el segundo capítulo Marichal indaga en si es posible hablar de auge fiscal en el
México borbónico; en las tendencias de los ingresos, el comportamiento de los diferentes
ramos de la recaudación, la evolución de las Haciendas regionales y el impacto de los
impuestos en perspectiva comparada. En el tercero el autor examina el papel de las guerras imperiales y de los préstamos novohispanos al Tesoro metropolitano, los orígenes de
la política de endeudamiento, la colaboración financiera de la elite colonial y las diferentes donaciones y empréstitos aportados por el Virreinato.
El capítulo cuarto analiza la actitud de la Iglesia novohispana ante la situación de las
finanzas del Imperio; las rentas eclesiásticas, la participación de aquella institución en los
donativos y préstamos y, en especial, en la consolidación de los Vales de Reales de 18041808. El quinto investiga el destino de la plata mexicana durante la invasión napoleónica de
España, la función de la Caja de Consolidación como segunda tesorería real, las consecuencias del Tratado de Subsidios de 1803, los acuerdos con los banqueros Ouvrard, Hope y
Baring y la crisis financiera de 1805 en París que condujo a la bancarrota del primero.
El sexto capítulo estudia la relación y los contratos de la de la Hacienda con el consorcio Gordon y Murphy, su dependencia de los insumos importados, el efecto que tuvieron sobre ella las guerras navales con Inglaterra, el establecimiento del comercio libre
con los países neutrales y el papel que en todo ello jugó el mencionado consorcio. El
séptimo examina los envíos de plata mexicana a España durante las Cortes de Cádiz, los
donativos novohispanos y los préstamos para salvar la Corona y el comercio, y la importancia de tales contribuciones para el Tesoro metropolitano durante el período parlamentario gaditano.
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Tras la referidas conclusiones, el autor incluye tres apéndices en los que se detallan
los ingresos de varios ramos de la hacienda española y novohispana entre 1763 y 1811, y
los donativos y préstamos mexicanos para la metrópoli, así como una relación de las
fuentes y de la bibliografía.
Los estudios sobre la independencia mexicana —señala Marichal—, se han centrado
en las causas sociales y políticas. Las conclusiones del análisis de la bancarrota fiscal y
financiera que antecedió a la crisis del Estado no cuestionan la importancia de tales factores, sino que arrojan nuevas luces acerca del proceso. Aunque es indudable —dice— que
las pesadas cargas tributarias soportadas por el Virreinato en 1810 generaron un fuerte
descontento con el gobierno y el sistema colonial, resulta difícil discernir el modo preciso
cómo influyeron dentro de un complejo contexto de intereses particulares y diferentes de
las elites y del pueblo novohispano. El autor presenta evidencias acerca de que dichas
elites eran conscientes de la vinculación entre la inestabilidad socio-política del territorio
y la fuerte presión impositiva a que estaba sometido, pero también manifestaron su adhesión al orden establecido, siempre que se dio el caso, y acudieron en su auxilio con sus
recursos cuando se les pidió, lo que ocurrió en muchas ocasiones y significó un importante desembolso.
La política de gastos determina normalmente la dirección del Estado y el nivel de las
contribuciones, pero en el caso de una colonia como la Nueva España dicha determinación fue impuesta desde el exterior, desde la metrópoli, sin apenas margen para su modificación interna. Los cálculos que realiza Marichal cuestionan las tesis de J.H. Coatsworth acerca del escaso impacto negativo de las medidas fiscales sobre la economía y la
sociedad del Virreinato. Entre 1760 y 1810 salieron de México hacia España 8.300.000
pesos anuales por término medio. Las aportaciones rondaron los 4 pesos per capita y sin
ese drenaje de recursos habrían quedado en el territorio 1,66 por persona aproximadamente para aumentar la producción y el consumo. Autores como el referido anteriormente y algunos otros han señalado que dicho drenaje fue amortiguado por la inflación, pero
investigaciones recientes han mostrado que los precios crecieron relativamente poco.
Si el nivel de las contribuciones ordinarias y el porcentaje de las mismas que se exportaba era elevado y crearon un clima de descontento, esa situación empeoró al aumentar la presión fiscal con medidas de recaudación extraordinaria para hacer frente a las
dificultades de la Hacienda metropolitana. Marichal calcula que entre 1780 y 1810 se
extrajeron 30.000.000 de pesos de los particulares y corporaciones novohispanas por ese
procedimiento, a los que debemos sumar 5.000.000 más por concepto de donativos. La
cantidad es mucho más baja que la estimada por otros autores. No obstante, ello sólo
demuestra que la administración colonial siguió dependiendo fundamentalmente de los
citados ingresos ordinarios hasta 1810, no resta importancia a una cifra que de todas
formas es muy alta para la época, con el agravante, además, de que se trató de una recaudación sin contrapartidas, al menos directa e inmediata, pues fue remitida al exterior y,
cuando fue menester, se endosó su devolución a la Hacienda virreinal. Aunque no se
señala explícitamente, la suma de esos montantes y de los devengados por el sistema
tributario habitual indica cuánto estuvieron dispuestos a pagar los mexicanos por el mantenimiento del dominio y el orden impuesto por Madrid.
Los Reales Consulados de México y Veracruz y el Tribunal de la Minería de México
recaudaron 14.600.000 pesos aproximadamente en préstamos con interés. Aunque dicho
interés, cuando se pagó, revirtió en beneficio de los adeudados, tal cantidad restó circuR. I., 2001, n.º 221
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lante y capital de inversión a la economía local y, en el caso de la tercera institución,
desvirtuó la función crediticia con que había sido concebida para fomentar las empresas
de extracción de mineral. De hecho, el banco creado con ese propósito fracasó y tuvo que
ser liquidado. El Tribunal reunió 1.600.000 pesos adicionales en concepto de donativos y
los Consulados unos 6.700.000 en aportaciones sin réditos, de las que sólo se abonó una
pequeña parte. La Iglesia fió alrededor de 17.600.000 pesos también sin rédito y apenas
entregó donaciones, pues los desembolsos eclesiásticos sin retorno estaban asignados por
ley a funciones concretamente estipuladas. Marichal señala que aunque no hay documentos suficientes para saber qué parte recuperó la administración eclesiástica, podemos
suponer que fue relativamente poco, pues en el caso que sí conocemos, el de los más de
9.000.000 entregados para la Consolidación de los Vales Reales entre 1805 y 1809, no se
reintegró dinero alguno. Otra fuente de ingresos fueron las Cajas de Comunidad de las
4.500 República de Indios, de las que se extrajeron 2.700.000 pesos, lo que supuso una
descapitalización de las comunidades campesinas aborígenes en detrimento de sus necesidades económicas, educativas o religiosas.
Como desconocemos el stock de capital del Virreinato e ignoramos muchas cosas del
funcionamiento del mercado financiero, no es posible evaluar con más precisión el efecto
que el endeudamiento de la Hacienda tuvo en la economía colonial, pero las referencias
disponibles no dejan lugar a dudas acerca de su incidencia depresiva sobre la inversión
productiva, la tasa de inversión anual, incluso sobre necesidades más perentorias. Los
testimonios contemporáneos analizados por Marichal, especialmente las quejas contra
acciones como la Consolidación de los Vales Reales apuntan en ese mismo sentido. Los
contemporáneos —dice— estaban preocupados por el aumento de la deuda, y eran perfectamente conscientes de sus implicaciones. De hecho, lo concebían como un peligro
para la estabilidad del Estado en los extremos a los que había llegado en el momento de
estallar la insurrección de independencia. Además, a partir de ese momento fue también
una rémora para obtener recursos con que afrontarla. Aquéllos que tenían capacidad para
contribuir a ello manifestaron que no podían seguir desembolsando dinero, entre otros
motivos, debido a lo abultado de sus aportaciones en años anteriores, que en buena parte
aún no habían recuperado. En esa situación, cuando comenzó la revolución emancipadora, la Hacienda se hallaba en virtual suspensión de pagos. Se calculaba en 1813 que para
resolver sus dificultades financieras se requerían 1.200.000 pesos anuales, estipendio que
habría podido reunirse en condiciones normales, pero no inmersa en una guerra civil cuya
atención triplicaba al menos dicha cifra. La Revolución, por tanto, agravó el problema.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
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MÜCKE, Ulrich, Der Partido Civil in Peru 1871-1879: Zur Geschichte politischer
Parteien und Reprasentation in Lateinamerika. Studien zur modernen Geschichte, Bd.
50. Stuttgart: Franz Steiner Verlag, 1998. 384 pp. ISBN: 3-515-07240-3.
La historia política del Perú contemporáneo presenta un panorama desigual pues numerosos temas han permanecido poco atendidos, dada la fuerte concentración de los
estudiosos en la historia económica y social. Este texto subsana la falta de un estudio
específico del Partido Civil, organización que llegó al poder mediante elecciones en
1872. La tipología de los partidos de Max Weber es una referencia imprescindible para
esta obra, aunque matizada y reformulada a partir de estudios más recientes. El autor
establece un diálogo sutil y crítico entre la historia política y los estudios de la sociabilidad de la tradición investigadora europea y los aportes peruanos sobre historia económica
e historia de las ideas para construir un marco interpretativo que le permita interrogar la
experiencia peruana que dio bases al surgimiento del Partido Civil.
Para definir las bases económicas del desarrollo de la burguesía peruana (término que
el autor prefiere al de oligarquía, habitual en los estudios peruanos) desde mediados del
siglo XIX, el autor utiliza los estudios existentes sobre el tema y analiza de modo exhaustivo los negocios de Manuel Pardo, fundador del Partido Civil y posteriormente presidente del Perú entre 1872 y 1876. La pujanza económica de la segunda mitad del siglo XIX
peruano alentó un mayor nivel de urbanización y de desarrollo de la sociedad civil, con lo
cual se habría creado un clima favorable para la definición de una identidad del ciudadano burgués. La conciencia de dicha identidad se expresó en una sociabilidad particular
encarnada en la fundación de clubes y asociaciones. Un examen de la conformación del
Club Nacional, el Club de la Unión y la Sociedad de Amigos de los Indios, basada en los
archivos existentes de estas entidades y en los diarios de la época, permite al autor cruzar
los datos resultantes con la lista de integrantes del Partido Civil y trazar el cuadro de sus
interrelaciones. En lo sustancial, dice el autor, en el Partido Civil se hallaban representados los sectores altos y medios de la burguesía (incluidos militares de alta graduación), y
en una medida bastante reducida algunos trabajadores manuales y los pequeño burgueses.
Se trataba por tanto de un partido de notables, carente de un aparato al estilo de los partidos burocráticos.
Esta sociabilidad burguesa creó las condiciones para el surgimiento del Partido Civil,
pero su consolidación como fuerza política habría sido resultado de su participación en
las campañas electorales, la vida parlamentaria y el ejercicio del gobierno. Mediante los
clubes electorales, el partido logró una implantación a nivel nacional que, sin ser homogénea, fue efectiva. Las vinculaciones personales tuvieron un gran papel para ganar la
adhesión de los notables, y fueron cultivadas de manera intensiva por Manuel Pardo, su
principal dirigente en esta época, tal como lo muestra el análisis que el autor hace de su
incesante correspondencia pre-electoral. En cambio, para conseguir la aquiescencia de los
sectores subordinados, el Partido Civil invirtió en dádivas y propaganda impresa, y fomentó los vínculos de clientelismo. Sin embargo, el clientelismo como marco explicativo
resulta insuficiente, por lo que el autor atribuye el arraigo del partido antes bien a la expansión de redes electorales propiamente dichas. Igualmente limitadas son las explicaciones que subrayan la primacía de las relaciones de parentesco, ya que se dieron casos
en que las vinculaciones políticas primaron sobre aquéllas. El hecho de que el Partido
Civil aprovechara e intensificara la comunicación entre los notables creó, entre las capas
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altas de cada localidad, el sentimiento de pertenencia a una nación de notables, lo cual
ratificaría la existencia de un proyecto nacional de marcado carácter elitista. En cambio,
los sectores subordinados sólo en casos excepcionales desarrollaron una comunicación de
ámbito nacional o suprarregional, y cuando entraron en contacto con el Partido Civil lo
consideraron ante todo como un vehículo interesante para entablar relaciones con los
notables, que como un entorno para su propio desarrollo político. Un caso aparte en este
ámbito es el de la relación entre los artesanos y el Partido Civil, que, al tratar de atraérselos, les permitió crear plataformas que a la larga dieron paso al surgimiento de una identidad artesana, que se ha de diferenciar de la identidad proletaria industrial de data posterior. La sociabilidad y la comunicación son para el autor claves conceptuales para entender la evolución política de los distintos sectores sociales.
La continuidad de la vida parlamentaria en la década de 1870 permitió al partido
convertirse en una fuerza política generadora de directrices que debían ser acatadas por
sus representantes. El autor emprende un laborioso y exhaustivo examen estadístico de
las legislaturas y de los temas debatidos en ellas usando los diarios de debates del congreso
entre 1868 y 1878. Las votaciones realizadas le sirven para establecer una base estadística a
partir de la cual deducir la existencia de fracciones. Las dificultades para esta tarea provienen de la gran variación de la composición del congreso de una legislatura a otra, de la
presencia esporádica de representantes suplentes y de las abstenciones en determinadas
votaciones; de modo que, para distinguir a las fracciones parlamentarias, el autor establece el universo de representantes ateniéndose tanto al nivel de asistencia a las votaciones
como a las correlaciones de voto. Constata así el surgimiento de una fuerte fracción que
dio apoyo al presidente Pardo, pero que tendió a atomizarse por el problema de la sucesión presidencial, hasta que, una vez operado el cambio de gobierno, el civilismo pudo
consolidar una corriente de oposición efectiva. El autor opta por no examinar factores
como la procedencia, la profesión, la edad, etc. de los congresistas y su posible incidencia
en las actividades de éstos, con lo cual la imagen de la vida parlamentaria resulta a veces
un tanto encapsulada y no es posible precisar el impacto que tuvo el congreso en la política nacional en este momento. Con todo, el análisis estadístico de fracciones es muy sugerente y abre nuevas vías para evaluar el alcance de la política parlamentaria latinoamericana del siglo XIX.
La consolidación del Partido Civil fue alentada por Pardo, a través del ejercicio del
poder ejecutivo, aunque no con el mismo estilo que bajo la campaña electoral ni tampoco
sin ambigüedades, puesto que a veces el papel directriz de Pardo chocó con los intereses
partidarios. La correspondencia de Pardo durante su presidencia se concentró en una elite,
conformada por aquellos elementos necesarios para controlar el estado. El poder presidencial de Pardo se fundaba en buena medida en la red de relaciones que había tejido
durante la campaña electoral, fortalecida y ampliada. Estas relaciones personales podían
adquirir un contenido institucional a través de nombramientos a puestos administrativos,
pero no formaban una estructura cerrada y piramidal de lealtad hacia el dirigente, pues
los participantes de esa red mantenían vínculos abiertos con otras redes y los compromisos locales también exigían su atención y cuidado. Por ello el Partido Civil no se convirtió exactamente en un sustituto de estas lealtades sino en una nueva red de relaciones que
se superponía a las existentes y a veces podía competir con ellas. Ilustran la complejidad
de estos vínculos las relaciones de Pardo con los prefectos de los departamentos del sur
andino, condicionadas por las limitaciones del poder estatal.
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206
RESEÑAS
El autor concluye que el Partido Civil consiguió introducir un nuevo significado en la
vida política peruana al hacer de los partidos un elemento esencial de un proceso de democratización complejo y multiforme integrado por factores casi no examinados hasta ahora
como la sociabilidad, la comunicación, la vida parlamentaria, la competencia de adhesiones
entre redes de relaciones. Su estudio además de aportar una comprensión fundamentada de
uno de los actores principales de la vida política peruana decimonónica, puede suscitar un
interesante debate sobre el significado histórico de la democratización y sería deseable que
pronto fuera publicado en castellano para que el diálogo que plantea entre la investigación
histórica europea y la peruana alcance a sus más interesados interlocutores.
Magdalena CHOCANO MENA
OJEDA REYES, Félix y ESTRADE, Paul (eds.), Pasión por la libertad. Actas del Coloquio Internacional «El independentismo puertorriqueño, de Betances a nuestros días»,
San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2000, 206 pp.
Con motivo de la conmemoración del primer centenario de la muerte del independentista puertorriqueño Ramón Emeterio Betances (1827-1898), se celebró en el otoño parisino de 1998 un coloquio internacional auspiciado por el Instituto de Estudios del Caribe
de la Universidad de Puerto Rico y por el Centro de Historia de las Antillas Hispánicas de
la Universidad de París VIII. La reunión de historiadores venidos de Cuba, Puerto Rico,
Martinica, Italia, Estados Unidos, España y Francia constituyó, más allá del evento académico, un acontecimiento pleno de memoria, simbolismo y evocación de la figura del
médico, político, periodista y poeta que fue Betances, así como de invocación del presente y el futuro de Puerto Rico a la luz de la experiencia acumulada después de un siglo de
dependencia política y económica de Estados Unidos. El resultado del coloquio es este
volumen coordinado por los historiadores Félix Ojeda Reyes y Paul Estrade, máximos
conocedores de la vida y la obra de Betances, quienes están embarcados, además, en una
ambiciosa edición de sus escritos y que han añadido al título original del coloquio una
frase a modo de síntesis del pensamiento betanciano «pasión por la libertad» que, sin
duda, les resume a ellos y que fue, asimismo, el espíritu con el que se abordó la figura del
soñador de un Puerto Rico soberano y con un destino afín a las demás Antillas.
En la introducción a cargo de los editores se detallan los acontecimientos no exentos
de simbolismo que tuvieron lugar a lo largo del coloquio: la bienvenida en la embajada
dominicana —de cuya legación Betances, descendiente de dominicanos, fue secretario—,
la develación de una tarja frente a la entrada del edificio donde Betances vivió y tuvo su
consulta médica en el barrio hispanoamericano del París del s. XIX y, finalmente, la
reunión informal de clausura en el piso del artista puertorriqueño Alfonso Arana, sede de
la fundación Arana para artistas plásticos y digno émulo del centro de encuentro de los
antillanos que fuera el hogar de Betances.
La obra consta de cinco partes, la primera titulada «los fundadores del movimiento
independentista» está encabezada por el trabajo de Paul Estrade sobre las vías indirectas
—y básicamente pragmáticas y realistas— de Betances para lograr su objetivo final que
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era la «independencia absoluta» de Puerto Rico; Josefina Toledo trata la génesis de los
clubes «Borinquen» y el femenino «Mercedes Varona» dedicados a la recaudación de
fondos, la realización de manifiestos patrióticos y colaboraciones periodísticas identificadas con el pensamiento de Betances así como su relación con otros pensadores puertorriqueños (Hostos y Pachín Marín). Félix Ojeda considera a Betances como el máximo
exponente de la concepción integradora de las Antillas y destaca en su artículo su valor
de visionario, reclamando la vuelta al ideario de Betances de cara al futuro. Cierra este
primer apartado la profesora Carmen T. Vásquez con un trabajo sobre la obra poética de
Betances —la conocida hasta el momento data de su años juveniles— en la que cultivó la
misma temática que en su obra periodística y oratoria.
La segunda parte consagrada a otras figuras independentistas y a las peculiaridades
del 98 puertorriqueño contiene trabajos de José Ferrer Canales, Pedro Pablo Rodríguez y
el de la autora de estas líneas sobre la figura del otro independentista coetáneo de Betances que fue Eugenio M.ª de Hostos, la relación entre ambos y la función de las Antillas en
la visión hostosiana de América. La relación de Betances con el movimiento italiano en
favor de Cuba libre y su encuentro con el anarquista Michele Angiolillo, homicida de
Cánovas, es abordado por Francesco Tamburini para concluir sobre la posibilidad de que
Betances inspirara la acción del anarquista aunque no la instigación material del atentado.
Astrid Cubano centra su trabajo en el pensamiento del poeta Francisco Gonzalo Marín
que imaginó una patria libre, no sometida al régimen español ni a actitudes sociales contra la libertad y la dignidad individual mientras Antonio Gaztambide establece una comparación entre los «nuevos imperios» europeos y el estadounidense en el marco de una
discusión sobre las continuidades y rupturas entre la expansión continental y el imperialismo del s. XIX tardío.
Los apartados tercero y cuarto se adentran en el siglo XX, en los problemas que han
sobrevenido al movimiento independentista y en las perspectivas contemporáneas de la
situación política y social de Puerto Rico a partir del trabajo de Luis Agrait quien, desde
una vocación de continuidad de los fenómenos históricos inherente a la historia de las
ideas, contempla el pensamiento de Luis Muñoz Marín (1913-1931) como uno de los
diversos «independentismos» que han sido formulados y que, en su opinión, deben ser
reconocidos y analizados para el futuro. Libia M. González presenta un artículo sobre las
tensiones en la construcción de la memoria (y el olvido) de Betances a fines del s. XIX y
principios del XX, centrándose en el pensamiento de figuras como Brau, Quiñones, Pérez
Morris, Sotero Figueroa y Bonafoux. Silvia Álvarez Curbelo se adentra en la visión necesariamente purificadora de la nación en Albizu Campos y en el proceso condenatorio
personal e ideológico que padeció el líder nacionalista y que fue simultáneo a la proclamación del Estado Libre Asociado. El trabajo de Ramón Grosfoguel sobre el movimiento
independentista en Puerto Rico y la evolución del régimen colonial de Estados Unidos de
'98 a '98 evidencia el escaso apoyo electoral del independentismo (un 4% en 1993) y la
existencia de una mayoría de partidarios de «alguna forma de unión permanente» con
Estados Unidos basada en la innegable asimilación puertorriqueña al dominio económico,
militar y simbólico norteamericano. Coincidimos con Grosfoguel en su advertencia del
discurso «fantasma» de la «puertorriqueñidad» convertido en el manto ideológico con el
que se ocultan nuevas estrategias de colonización. Sobre la evolución de la presencia
norteamericana en Puerto Rico y la (aparentemente) paradójica fortaleza de la «nación
puertorriqueña» versa el trabajo de José Luis Méndez para quien la isla debe salir del
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«empatamiento y el limbo en que actualmente se encuentra para articular a través de un
consenso un nuevo proyecto que le permita encarar con éxito los retos que se presentan
para el próximo siglo». Luis A. Ferrao contempla el fin de siglo desde la vigencia del
pensamiento de Albizu Campos (un discurso despojado en la actualidad, según su autor,
de elementos conservadores) con el análisis de la naturaleza y evolución de los términos
y contenidos del discurso nacionalista albizuista y del populismo de Muñoz Marín. Ante
la globalización actual, el trabajo de Justin Daniel señala la nulidad de las posibilidades
del movimiento independentista para «conjuntar el estatus político reivindicado y unas
identidades políticas y culturales cada vez más móviles y fluidas» mientras que James A.
Cohen se adentra en las aspiraciones nacionales y democráticas del pueblo puertorriqueño apelando a la «estadidad radical» como fórmula para ahondar en la democratización
de la isla.
El trabajo se cierra con los discursos que Paul Estrade, José Ferrer Canales y Félix
Ojeda pronunciaron en el acto de develamiento de la tarja conmemorativa a Ramón Emeterio Betances en los que resaltaron su estancia parisina, la estrecha relación que tuvo con
los cubanos revolucionarios así como su prestigio alcanzado como médico, intelectual y
diplomático, siéndole concedida la legión de honor francesa en 1872.
M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL
Instituto de Historia, CSIC
RIZO-PATRÓN BOYLAN, Paul, Linaje, dote y poder: la nobleza de Lima de 1700 a 1850.
Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial, 2000. XXXVI, 400 pp.
ISBN: 9972-42-359-X.
Tras una espera de varios años, que ciertamente ha merecido la pena, contamos ahora
con este medular estudio de Paul Rizo-Patrón Boylan sobre la nobleza titulada de Lima
durante el reinado de los Borbones (y en las primeras décadas de la etapa postcolonial).
El autor, licenciado en historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú, había
presentado en 1989 una tesis acerca del mismo tema, centrando su análisis en el caso de
una familia paradigmática: los de la Puente, marqueses de Corpa y Villafuerte. Con el
correr de los años su minuciosa y sólida investigación de archivos ha ganado en profundidad interpretativa, de tal modo que se yergue hoy como una historia cuasi modélica de
los grupos de elite en la sociedad peruana.
En las páginas de introducción encontramos un sugerente derrotero historiográfico
por las obras que, en las últimas dos o tres décadas, han renovado los enfoques sobre la
actuación social del estamento nobiliario en diversos territorios de Hispanoamérica. Tomando inspiración en el caso de México (especialmente a partir del libro de Doris M.
Ladd, The Mexican nobility at Independence, 1976) y en los de otras ciudades importantes del hemisferio, los enfoques modernos han reformado y enriquecido nuestra percepción de la elite tardovirreinal limeña sobre todo desde la publicación, en 1984, de la tesis
doctoral de Alberto Flores Galindo, Aristocracia y plebe: Lima, 1760-1830. Nuestro
autor remarca en este contexto la valiosa utilización de cuadros genealógicos, piezas que
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ayudan a sistematizar los entronques de los linajes nobles y «resultan ser verdaderas
radiografías de los entramados de parentesco en la cúpula del poder económico, social y
político» (p. XXV).
Sabida cosa es que Lima, entre los territorios ultramarinos sometidos a la corona de
España, fue la ciudad que contó con mayor número de títulos nobiliarios: aunque las
fuentes difieren respecto a las cifras exactas, se cuenta que en el virreinato del Perú llegó
a haber 70 marquesados, 49 condados, 2 vizcondados y un ducado (según Alberto Rosas
Siles). Las bases materiales que sustentaban el desarrollo y consumo de este grupo privilegiado eran muy diversas. Muchas veces se constituyeron las fortunas a base de actividades de comercio, gracias al exclusivo rol de Lima como eje distribuidor para casi toda
América del Sur; luego venían las inversiones en agricultura, ganadería y minería y, muy
frecuentemente, los cargos públicos en la esfera municipal o provincial.
Al hilo de la abundante documentación que ha consultado, Paul Rizo-Patrón efectúa
un vigoroso desmentido en torno a la capacidad económica de esa «elite de la elite» —los
nobles titulados de Lima— en la segunda mitad del siglo XVIII. No es cierto, afirma, que
las fortunas de los aristócratas limeños fueran inferiores a las que se hallaban en México,
Cuba o Venezuela (como decía, por ejemplo, Alejandro de Humboldt). Hoy se puede
demostrar con toda certeza que sí hubo aptitud para formar y mantener grandes patrimonios, pese a las reformas administrativas introducidas por los Borbones y al progresivo
recorte del territorio peruano. Los que han malentendido el problema quizá no hayan
tenido suficientemente en cuenta las pesadas cargas tributarias, como censos, capellanías
y obras pías, que gravaban los bienes inmuebles, haciendo dificultosa la dispersión de las
fortunas y la movilidad social (pp. 71-78).
Uno de los aspectos en que mejor se demuestra la eficaz gestión de aquellos linajes,
es en las alianzas matrimoniales y las escrituras de dote. Las dotes eran mecanismos por
los cuales se traspasaba la parte menos gravada de los patrimonios, a través de estratégicas uniones y pactos familiares donde lo que menos interesaba era, ciertamente, la voluntad de los contrayentes.
Rizo-Patrón posee la virtud de señalar que «los patrones matrimoniales optados fueron exogámicos cuando las familias necesitaban revitalizarse o ascender y endogámicos
cuando, seguras de su posición, buscaban la consolidación de su status y la conservación
de sus bienes» (p. 272). Todo esto viene claramente iluminado en su obra con testimonios
de los casamientos acordados por y entre las familias nobles en aquella etapa compleja de
fines del Virreinato, y aun en la iniciación de la República.
Es más, vemos los postulados del autor perfectamente expuestos en el caso particular
de la familia de la Puente, originaria del pueblo de Trucíos (Vizcaya), que hizo su aparición
en el medio social limeño hacia las postrimerías del siglo XVII. En el lapso de sólo tres
generaciones, este linaje se había consolidado como uno de los más prominentes —si no el
más rico e importante— en la capital virreinal. De su extenso consumo suntuario, sus
abundantes propiedades, lucidos matrimonios, cargos públicos y prebendas nobiliarias, se
ocupa con detalle la segunda parte del libro que comentamos (cap. III).
En fin, Paul Rizo-Patrón establece un continuum en las pautas de conducta y de manejo patrimonial fijadas por la clase más distinguida del Virreinato, que habrían perdurado inclusive hasta las generaciones más recientes. Por lo mismo, comenta con lástima el
hecho de que la nobleza titulada del antiguo régimen hubiera quedado marginada del
ejercicio del poder en el Perú tras la proclamación de la Independencia. Al insistir en la
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habilidad gestora y dirigente de esa elite de viejo cuño, confronta el autor explícitamente
las palabras de don José de la Riva-Agüero y Osma —él mismo dos veces marqués—,
quien al reflexionar en sus Paisajes peruanos (1912) sobre las consecuencias de la batalla
de Ayacucho había dicho: «¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña,
incapaz de toda idea y de todo esfuerzo...!».
Teodoro HAMPE MARTÍNEZ
Pontificia Universidad Católica del Perú
SÁBATO, Hilda, La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880, Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1998, 290 pp.
Prácticas electorales y formas de movilización públicas en la Argentina del siglo XIX
son analizadas de modo innovador y sugerente por Hilda Sábato en La política en las
calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880. Crítica con el modelo
marshalliano de democratización gradual y con el entendimiento de las elecciones como
el espacio fundamental de expresión de la ciudadanía política, la autora se interroga de
modo general sobre si el voto define a la misma. La respuesta ofrecida rescata el concepto habermasiano de «sociedad civil» para ofrecer un modelo político de mediación entre
gobernantes y gobernados paralelo al de las organizaciones partidarias enfrentadas electoralmente. Frente a un sistema político faccioso dominado por clientelas en conflicto permanente, aunque controlado, el asociacionismo y la prensa se analizan como inductores
de otras conductas políticas específicas que dieron paso a una forma de sociabilidad democrática, ordenada en torno al principio de la opinión pública.
El escenario escogido por Sábato para el estudio de las cuestiones relativas a la conformación efectiva de una comunidad política nacional y a la construcción de un régimen
político legítimo es la ciudad de Buenos Aires en los años de la llamada Organización
Nacional, entre 1862 y 1880, etapa protagonizada por la dirigencia porteña, en concreto
por su vertiente mitrista. El texto consta de tres partes centradas en discutir cómo participó la población bonaerense en la construcción del poder político. Mientras en la primera
se discute el fortalecimiento de la sociedad civil y la constitución de la esfera pública, en
la segunda y tercera partes se exploran las prácticas electorales y el ejercicio de la ciudadanía a través de las manifestaciones y movilizaciones colectivas, ejemplos de la compleja relación entre las elites políticas y los sectores más amplios de la ciudad. Este enfoque
sobre las actividades de las distintas facciones y clubes porteños y su vinculación con la
sociedad en su conjunto inscribe el texto en la corriente de revaloración de la historia
política latinoamericana, en general, y argentina, en particular.
Uno de los aportes principales del libro es el estudio del funcionamiento del sistema
político en Buenos Aires mediante la elección de la esfera pública como el ámbito privilegiado para la vinculación de los diferentes sectores y la definición de identidades grupales y como un espacio estratégico de negociación e intervención políticas. Sin embargo,
de la virtud del libro resulta también la razón de algunas objeciones al mismo. La importancia otorgada a la sociedad civil presenta al voto y a la movilización popular como dos
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aspectos diferentes y hasta contradictorios de una misma realidad. Mientras las elecciones
se entienden como meros actos facciosos de confirmación de candidatos propuestos desde arriba y no como un mecanismo de selección de representantes por parte de los ciudadanos, las asociaciones y la prensa se asumen como posibilitadoras de la construcción de
la ciudadanía. Esa polarización contradice el meritorio esfuerzo de Sábato de desmontar
el tópico historiográfico que reduce la política decimonónica a un sistema de competencia
oligárquica. ¿A qué se debe esta afirmación? Sábato se pregunta sobre quién votaba en
Buenos Aires, estableciendo claramente que quienes lo hacían eran los sectores populares. Pero como en su opinión el voto no definía la ciudadanía, la importancia política de
estos grupos queda puesta nuevamente en entredicho porque no participaban a través de
las elecciones de la construcción de un sistema representativo. Por supuesto, estos mismos colectivos formaban parte activa de las asociaciones, pero como éste era también el
espacio de expresión política escogido por la elite ¿debe interpretarse que al contrario que
el sistema político partidario, asociaciones, clubes, mítines y manifestaciones eran ajenas
a las jerarquías y a las dependencias personales y clientelares? De darse tal fenómeno y
dado que algunas de estas instancias de reunión solían recibir apoyo gubernamental a
¿cuál era su autonomía respecto al Estado y en torno a qué temas existía diálogo político?
Y si las asociaciones eran plenamente voluntarias, ¿significaba eso que los mismos individuos eran capaces de actuar en las elecciones según pautas tradicionales de dependencia y de comportarse en las manifestaciones como individuos autónomos? Desde luego es
loable y necesario el esfuerzo de Sábato por demostrar la capacidad de los sectores populares para generar comportamientos democráticos en el seno de la sociedad civil, pero ese
planteamiento puede también distorsionar las posibilidades, opciones y medios de estos
grupos de visibilizarse públicamente. En este sentido, el estudio de la naturaleza y utilidad de las plataformas políticas y de las campañas electorales o de la importancia de los
comicios como espacio de politización y nacionalización podría ayudar a relativizar la
idea de que la conquista de la opinión pública era distinta a la conquista de los votos. Ello
evitaría que el fraude siguiese siendo interpretado como un medio para ganar elecciones,
en vez de verlo como un mecanismo de movilización de votantes y de incorporación
práctica a la ciudadanía de los excluidos por ley de ella.
En suma, Sábato ha realizado un audaz, apreciable e interesante esfuerzo por oponer
a la «democracia de las urnas» la «democracia de las manifestaciones», pero al hacerlo da
la impresión de haber negado no sólo su complementariedad, sino también la posibilidad
de que las elecciones pudieran ser reinterpretadas historiográficamente como un momento central de la vida política. Es decir, si bien la autora ha desinflado al fantasma marshalliano y los lugares comunes a que ha dado lugar, y ha ofrecido una alternativa de análisis, por su conveniencia también ha respetado la imagen tópica del modo electoral, con
la consiguiente «parcialización» del sentido de las prácticas públicas. Quizás la explicación del sesgo positivo para la vida asociativa y el negativo para los comicios se deba a
las características del periodo histórico escogido, con lo que surgen preguntas sobre su
especificidad y sobre las características de la vida política que vino después del mitrismo.
Dejando a un lado las observaciones anteriores que sólo han tratado de mostrar el carácter polémico y provocador del texto reseñado, el esfuerzo de Sábato por ahondar en
«la relación de gobernados y gobernantes» convierte a La política en las calles. Entre el
voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880 en un punto de partida para futuras
investigaciones sobre los temas debatidos. Pese a las controversias y desacuerdos que
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pueda suscitar o mejor, gracias a ellas, se trata de una necesaria e inexcusable lectura para
todo aquel interesado en el desarrollo de lo público.
Marta IRUROZQUI VICTORIANO
Instituto de Historia, CSIC
SCHRÖTER, Bernd y BÜSCHGES, Christian (eds.), Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América Hispana, Madrid, Iberoamericana; Frankfurt am Main, Vervuert, 1999, 315 pp.
Dejo el ejemplar que he leído ya añejo por el uso, repleto de anotaciones, de bibliografía trasladada a mis apuntes y de sugerencias e ideas nacidas al hilo de la lectura, lo
cual es, quizás, lo mejor que pueda decirse de cualquier libro y más aún del que nos ocupa, el resultado del Simposio internacional organizado en diciembre de 1998 por el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia sobre una temática que, en los últimos años, lleva centrando el interés de numerosos investigadores de
este centro académico, lugar tradicionalmente ligado a los estudios de historia social de
América Latina en la época colonial.
Como señala en la introducción Christian Büschges, uno de sus editores, el objetivo
del encuentro de especialistas sobre la formación y desarrollo de las capas sociales altas
(urbanas) en América era ofrecer un espacio para reflexionar sobre las raíces de la estructura e identidad de estos grupos para, desde una perspectiva comparativa, analizar el
origen y las coincidencias existentes. Büschegs hace un interesante repaso a los hitos de
la historiografía social hispanoamericana (de Konetzke y Brading a la «nueva historia
cultural») y sus aciertos metodológicos para reparar en la necesidad de que los estudios
sobre identidades sociales analicen, definan y delimiten los conceptos, términos, símbolos e imágenes que son expresión de dichas identidades, aborden los elementos estucturales en que se fundan dichas identidades en una región y época concreta y en último término, acometan la perspectiva comparativa.
El libro consta de quince excelentes trabajos a cargo de especialistas consagrados en
el ámbito de las redes sociales y los estudios de elite que, siguiendo un acertado criterio
espacial-metodológico, los editores han agrupado en cuatro apartados. En el primero se
atiende a la evolución de las identidades de los grupos sociales altos en Nueva España y
Perú, el segundo se centra en los procesos de formación e identidades de las capas sociales altas influidas por el factor inmigratorio en regiones fronterizas y periféricas del continente (Parral, Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Maracaibo y provincia de
Venezuela), mientras los dos trabajos del tercer apartado analizan la evolución a largo
plazo de las elites habanera y quiteña y en el cuarto y último se examina la formación de
las elites de centros pequeños (Asunción, Jujuy y Zacatecas). Christian Büschegs y Bernd
Schröter dedican las páginas finales a reflexionar sobre los resultados del simposio, su
alcance y limitaciones en lo que a identidades sociales se refiere y a sugerir nuevas vías
de investigación y debate.
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Inaugura el libro el artículo de John E. Kicza mostrando la estabilidad de la elite colonial mexicana en los siglos XVI y XVII, la encomienda como primera fórmula de enriquecimiento y distinción, la posterior diversificación de actividades, así como la importancia del desempeño de un oficio público y de la adecuada elección de esposa (endogamia matrimonial). Kicza fundamenta la identidad de la elite en la riqueza y su proyección
pública mediante elementos de lujo y ostentación (residencia cerca de la plaza central de
la ciudad de México, carruajes, rico mobiliario, etc.), señalando que, frente a la escasez
de títulos nobiliarios en los dos primeros siglos de la colonia, se hallan un mayor número
de integrantes de órdenes militares.
Michel Bertrand avanza un siglo en el estudio de la elite de Nueva España (s. XVIII)
a partir del estudio que realizó sobre los oficiales de la Real Hacienda1 y reflexiona sobre
la exigencia metodológica de identificar al grupo social sometido a estudio y los criterios
utilizados para ello (desde las nociones propias del Antiguo Régimen a planteamientos
ideológicos que ahondan en las fuerzas sociales y económicas, pasando por la propuesta
de Bertrand de reconstrucción de los grupos de actores sociales y sus redes clientelares,
de amistad, familiares, etc.). Bertrand señala las limitaciones del método prosopográfico
y, frente al más extenso concepto de redes, sugiere el de «círculos de sociabilidad»2 centrado en tres aspectos: las estrategias matrimoniales de los oficiales reales, sus grados o
círculos de amistad y el «buen uso» de estas relaciones. En última instancia, Bertrand
apuesta por un análisis que plantea el paso del Antiguo Régimen a la modernidad desde
la práctica social y no tanto desde la norma impuesta.
Pedro Guibovich Pérez se adentra en la construcción de la memoria histórica por parte de la elite limeña en el siglo XVII a través de una «relectura» de las primeras historias
de la ciudad en clave de su identificación con la elite urbana por la coincidencia de sus
autores, el jesuita Bernabé Cobo y el franciscano Buenaventura de Salinas y Córdova,
formados en el exclusivo colegio jesuita de San Martín así como un marco temporal análogo para la recopilación de información (1628-1630). Guibovich señala, entre los elementos que rodearon la elaboración de ambas historias, el florecimiento cultural de Lima,
el intento de preservar del olvido y reivindicar hechos pasados (enfatizando más o menos
el aporte criollo) y la popularidad del género de la corografía o historia urbana en que se
consignaban las glorias de la ciudad mediante la utilización de tópicos (descripción, recursos, costumbres, etimología del nombre de la ciudad, historia de su fundación, lealtad
a la monarquía, religiosidad y devoción, etc.). El autor nos advierte de la singular atención que los religiosos Cobo y Salinas dedicaron a la Universidad en la valoración de una
institución creada para solucionar la inestabilidad política y educar a los criollos en la
lealtad a la Corona.
Cristina Mazzeo de Vivó presenta aspectos parciales de una investigación más amplia sobre la elite mercantil limeña de fines del siglo XVIII y principios del XIX y sus
mecanismos de supervivencia, con la familia Lavalle como paradigma. Los criterios para
identificar a los integrantes de la elite mercantil son, según Mazzeo de Vivó, la riqueza, el
————
1 Michel BERTRAND, Grandeur et misères de l'office, les officiers de finances de Nouvelle
Espagne, XVII-XVIII siècle, Paris, 1999.
2 Puede resultar de lectura complementaria: Juan Luis CASTELLANO y Jean Pierre DEDIEU
(eds.), Réseaux, familles et pouvoirs dans le monde ibérique à la fin de l'Ancien Régime, Paris,
CNRS Editions, 1998.
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poder político, la formación de muchos de sus componentes en el colegio San Martín
(antiguo de los jesuitas), el desempeño de funciones en el Cabildo de Lima y la pertenencia a una orden militar y, sobre todo, al Consulado entre 1765 y 1824. La estructura familiar predominante en la elite era la familia extendida y endógama (aunque exógama con
españoles y comerciantes), practicante de la beneficencia, con una vida lujosa gracias a la
actividad mercantil ligada al comercio de exportación y la propiedad agraria. Respecto a
la actuación de estos grupos en la independencia, Mazzeo señala el mantenimiento del
patrimonio por parte de algunas familias desde la colonia a la república mediante la tenencia de la tierra, el matrimonio rentable y el prestigio social fundamentado en las relaciones sociales y la educación esmerada.
Chantal Cramaussel inicia los trabajos sobre zonas periféricas con un estudio sobre la
oligarquía del centro minero de San José del Parral en el siglo XVII, el origen de su poder
y los mecanismos de permanencia a través de las biografías de los diez hacendados que
tenían mayor número de mano de obra (además de minas, campos de labranza, tiendas y
algún cargo local). La autora cree que la clave del éxito del inmigrante en Parral residía,
no tanto en la práctica de una determinada actividad, sino en la manera de integrarse a la
sociedad local a través del matrimonio, las relaciones de prestigio y la consolidación de
un clan familiar, no importando tanto el origen social y el lugar de nacimiento. Cramaussel concluye el relevante papel de estos «señores de la tierra» en el afianzamiento del
poder real gracias a la colonización de nuevos territorios, las fuerzas militares de que
disponían y la justicia impartida.
Bernd Schröter analiza las estructuras, el prestigio y la identidad de la capa social alta
en Montevideo del siglo XVIII a la Independencia, con las reformas borbónicas como
inicio de la actividad aconómica en la Banda Oriental y el consiguiente germen de una
«capa social alta» (rechaza los términos más evolucionados de aristocracia, elite u oligarquía) dedicada a la explotación de tierras y al comercio, de procedencia europea mayoritariamente y aliada por matrimonio a los criollos, lo que otorgaba la confianza de ser
«vecino poblador».
Susan Socolow, basándose en su larga trayectoria investigadora sobre la elite bonaerense (comerciantes y burócratas3) y en el único artículo en inglés del volumen, nos ofrece una reflexión para el futuro de los estudios de elites desde la consideración de la heterogeneidad de las mismas, exhortando al análisis de los cambios intra elite y su transformación en las diversos coyunturas políticas. Socolow insta al estudio de la variación y el
cambio en la elite como medida del movimiento general de la sociedad apuntando temas
como la relación entre parentesco y economía, el peso de la dote matrimonial, la cuestión
de identidad de la elite, las redes sociales y económicas en las que participaba y su relación con otros grupos de América y España.
María Rosaria Stabli estudia el surgimiento de la elite en Chile en el siglo XVIII
—integrada por personas de origen vasco y castellano— a través de cartas familiares y
testamentos (recuento de 418 personas entre 1680 y 1820) establecidas en Santiago y
que formaron parte de grupos diversos (funcionarios, comerciantes, marineros y criados).
Stabli señala el comportamiento tradicional de estos peninsulares en América (matrimo-
————
3 Susan SOCOLOW, The merchants of Buenos Aires, 1778-1810: Family and Commerce, New
York, 1978 y The Bureaucrats of Buenos Aires, 1769-1810: Amor al Real Servicio, Durham, 1987.
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nio con criollas, vinculación al cabildo) y su mentalidad de grupo basada en el honor, el
prestigio y el patrimonio económico y cultural.
Germán Cardozo Galué y Arlene Urdaneta de Cardozo se centran en el papel de la
elite de Maracaibo en la construcción de la identidad de esta región del occidente venezolano (actualmente estado de Zulia) desde su preponderancia económica al discurso político y literario del imaginario colectivo; una elite que superó el tránsito a la república con
el fortalecimiento de su identidad basada en el peso económico-administrativo de la región y la proclamación de lealtad a la monarquía en la coyuntura independentista. El
estudio abarca hasta fines del siglo XIX mostrando la revalorización del discurso identitario y nacionalista.
También sobre la provincia de Venezuela trata el trabajo de Inés Quintero quien centra su interés en el fenómeno de la desigualdad —a partir de su acatamiento tanto por las
capas altas como por las subalternas— derivado del proceso de ennoblecimiento y aristocratización de la sociedad del siglo XVIII sobre la base económica del cacao, la aplicación del mayorazgo, el desempeño de cargos en el cabildo y las alianzas matrimoniales.
La autora señala el lento cambio hacia la igualdad una vez modificada la normativa tras
la independencia.
Los estudios verticales sobre las capas sociales altas a largo plazo (en el que cabría el
trabajo anterior dedicado a Maracaibo) se abre con el artículo de Arturo Sorhegui sobre el
germen de la elite hacendada de La Habana a partir de la sucesivas reparticiones de tierras (siglos XVI y XVII) —cuya fuente principal de estudio son las actas del Cabildo
desde 1550— y los intentos de la Corona de arbitrar dicho proceso. La generación de los
hateros fue sustituida por los comerciantes y funcionarios de principios del s. XVII que
dieron lugar al pujante sector azucarero un siglo después.
Christian Büschegs analiza el origen y desarrollo de la capa social alta de Quito en la
época colonial mostrando la progresiva adquisición de una «identidad de nobleza» por
parte de un sector privilegiado que, a principios del siglo XVII, era ya predominantemente criollo por ser Quito —a diferencia de otras zonas de América— de escasa inmigración
española y dedicado a actividades textiles (obrajes) y agrarias. Büschegs insiste en el
cultivo, por parte de esta elite, de elementos inherentes al estatus de nobleza como eran el
honor y el prestigio (la «cuasi posesión de nobleza») de gran trascendencia en la organización de las relaciones sociales de la sociedad quiteña.
El último apartado se inicia con el trabajo de Barbara Potthast afirmando la existencia de una elite mestiza (o de «mancebos de la tierra») en Asunción a pesar de la singularidad (por homogénea) de la población de Paraguay que derivó en la creación de una
noción de comunidad y del mito nacional de Paraguay fundado en los elementos de
igualdad socio-étnica y de resistencia heroica a amenazas exteriores. Potthast indica el
proceso de mestizaje que dió lugar a la capa social alta, el retrasó de su consolidación
respecto a otras áreas del continente, la extralimitación (aceptada por la Corona) de sus
acciones de gobierno amparadas en la lucha contra los indígenas, la rivalidad con los
jesuitas y su conversión en una elite rural en la segunda mitad del siglo XVIII (momento
que exige una mayor profundización de los estudios).
Juan Pablo Ferreiro trata sobre política y parentesco entre las familias notables de Jujuy en el siglo XVII detallando la conformación del Cabildo, la homogeneidad de sus
integrantes y las acciones de connivencia con los gobernadores en una progresiva «elitiR. I., 2001, n.º 221
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zación» del ayuntamiento donde Ferreiro considera, al margen de extrapolaciones conceptuales y ahistóricas, que se ejerció una cierta «democracia restringida».
Frédérique Langue cierra las contribuciones de este texto ya imprescindible para el
estudio de elites reflexionando, a partir de sus múltiples trabajos sobre las capas altas de
Zacatecas y Caracas, sobre la historiografía y metodología de los estudios de elites coloniales y la importancia de la perspectiva regional comparada. Langue considera muy
pertinente el título del coloquio «beneméritos, aristócratas y empresarios» por la estrecha
vinculación de diversas «identidades» y anima a «poner desorden» en el escenario de los
estudios de elites elaborando genealogías sociales y atendiendo a los actores y redes sociales, a los vínculos de parentesco y el predominio de los mismos en el terreno económico y político con el transfondo hispánico en la permanencia de determinados modelos
culturales y su adaptación o transformación en el contexto americano.
M.ª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL NAVARRO
Instituto de Historia, CSIC
SCHMIDT-NOWARA, Christopher, Empire and Antislavery. Spain, Cuba and Puerto
Rico, 1833-1874. Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1999. 239 pp. (Pitt Latin
American Series).
Todos los imperios coloniales tienen su lógica. El de España en América tuvo la suya
hasta que en el primer tercio del siglo XIX los territorios continentales decidieron emanciparse. Pero a partir de ese momento, según plantea Schimidt-Nowara —autor conocido
en medios académicos por trabajos anteriores como «Imperio y Crisis colonial» en Más
se perdió en Cuba: España, 1898 y la crisis de fin de siglo (1998) y «Spanish Cuba: Race
and Class in Spanish and Cuba Antislavery Ideology, 1861-1868» Cuban Studies, 25
(1995)— España no se conformó con ser una antigua y decadente potencia y jugó un
importante papel en el desarrollo de lo que Dale Tomich ha denominado «the second
slavery». Para ello, facilitó el desarrollo de un sistema esclavista de producción con el
que sus colonias del Caribe respondieran a la creciente demanda europea de determinados
productos. Así, una segunda esclavitud se correspondería con un segundo imperio, con el
que no todos estaban de acuerdo. El objeto de estudio de Schimidt-Nowara son los esfuerzos del movimiento abolicionista español, institucionalizado a partir de 1865 en la
Sociedad Abolicionista Española, por conseguir el fin de la esclavitud en el Caribe hispano. El origen del abolicionismo, sus resultados y las estrategias desarrolladas, tanto en las
colonias como en la metrópoli, para conseguir sus fines, así como las dificultades que
tuvo que sortear, son analizados en Empire and Antislavery.
En muchas ocasiones, y por lo general en estudios realizados por investigadores de
Cuba y Puerto Rico, se ha pretendido explicar lo que sucedía en el Caribe español en el
siglo XIX al margen de lo que acontecía en su metrópoli. Madrid, el gobierno central,
aparecía como trasfondo, pero nunca como el escenario protagonista del devenir de la
política colonial. Desde luego esta es una estrategia errada, más si tenemos en cuenta la
centralización del modelo colonial español. Con una estructura así, los contemporáneos
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eran conscientes de que la batalla por la reforma colonial debía ganarse en la metrópoli.
A fines del XIX eran constantes los requerimientos que Rafael María de Labra hacía
llegar a los autonomistas antillanos para que abandonasen el localismo y se integrasen en
la vida de la metrópoli «de donde tienen que partir todas las soluciones». Por ello Schimidt-Nowara trata de explicar en su conjunto la política colonial española en la época que
Eric Hobsawm denominó «la era del capitalismo», un capitalismo que no entendía de
límites geográficos y que en su consolidación estaba tan atento a lo que pasaba en Madrid
o Barcelona, como en La Habana y San Juan. Estudios anteriores han mostrado esa relación a la hora de analizar a los beneficiarios de las rentas generadas por la explotación
colonial. En este sentido podemos citar los trabajos de Elena Hernández Sandoica (principalmente su magnífica tesis doctoral Pensamiento burgués y problemas coloniales en la
España de la Restauración, 1875-1887, quizás un trabajo que Schimidt-Nowara hubiese
tenido que citar y usar más en el suyo), Angel Bahamonde y José G. Cayuela, Manuel
Espadas o Jordi Maluquer, por citar algunos dentro de una lista que sería larga. Pero lo
novedoso de Empire and Antislavery es que pone de manifiesto la interrelación existente
entre los que desafiaban el orden colonial, tanto en las propias colonias como en su metrópoli. Es más, retomando una antigua teoría esbozada por Alberto Gil Novales en los
años sesenta («Abolicionismo y librecambio. Labra y la política colonial española en la
segunda mitad del siglo XIX», Revista de Occidente (Madrid). 59 (1968) p. 154-181),
Schmidt-Nowara incorpora la idea abolicionista como uno de los objetivos a conseguir
por los reformistas que luchaban por implantar un orden capitalista moderno, superador
de las pervivencias del Antiguo Régimen, contrario a las oligarquías, que asegurase la
separación de la Iglesia del Estado y la educación pública. Ese proyecto, sustentado por
clases medias urbanas, que era el de los que luchaban por el librecambio, por la educación de la mujer y por cualquier reforma que estimasen conveniente, fue provocando la
necesaria transformación de la esfera pública, sobre todo a partir de 1854, como para que
se pudiese plantear la idea de la modificación del orden colonial y de la abolición de la
esclavitud. Así, el librecambio y la abolición se muestran como las dos caras de una
misma moneda; los que están en la Asociación para la Reforma de los Aranceles, son los
mismos que están en la Sociedad Abolicionista y son los mismos que desde las filas demócratas y republicanas defenderán un nuevo orden colonial y tendrán enfrente a los que
defienden el mercado protegido, pretenden prolongar la esclavitud y mantener a ultranza
un statu quo colonial que les beneficia. Los unos son los hombres del Sexenio, sus oponentes los que hicieron posible la Restauración.
Schimidt-Nowara acierta al presentar la abolición como un proceso en el que intervienen diversos factores y no únicamente la rentabilidad de la institución esclavista. En
este sentido, y siguiendo una línea abierta por trabajos anteriores de David Eltis y Seymour Drescher, plantea el problema de la abolición desde la perspectiva de la movilización que los cambios políticos e ideológicos del momento provocaron. Así, tras leer Empire and Antislavery nos damos cuenta de que sin el desarrollo de una clase media organizada en distintas asociaciones y políticamente movilizada contra el proteccionismo
económico hubiera sido difícil vender a la sociedad española la idea de la abolición.
Cuando los reformistas antillanos Saco, Del Monte, Angulo y Heredia, Vizacarrondo,
Acosta etc. arribaron a la capital encontraron el ambiente apropiado en los Sanromá,
Figuerola, Pi i Margall, Gabriel Rodríguez, Labra... y en las asociaciones por ellos creadas para llevar a buen término el programa de reformas que preconizaban. En septiembre
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de 1868 culmina un largo decenio de movilización política a favor de la reforma colonial
y de la abolición de la esclavitud. El autor, asumiendo las tesis de Robin Blackburn, (The
Overthrow of Colonial Slavery), concluye que la emancipación de los esclavos ocurrió en
el contexto de una revolución política que afectó a todo el imperio. Sin embargo, la inestabilidad política de la metrópoli, la guerra en Cuba y, en el fondo, la no total convergencia en los intereses abolicionistas de cubanos, puertorriqueños y peninsulares (aspecto
que ya quedó patente en la Junta de Reformas de Ultramar y en el papel protagonista que
jugaron los puertorriqueños en la fundación de la Sociedad Abolicionista Española) propició que sólo en Puerto Rico, donde la esclavitud tenía escaso sentido económico, fuese
decretada la abolición en 1873. En Cuba, donde todavía era un sistema de trabajo rentable,
el proceso de abolición fue finalmente controlado por aquellos que se beneficiaban del
orden colonial, pesando, en última instancia, más la presión ejercida por el ejército independentista durante diez años de guerra (separatista, pero, al fin y al cabo, también una
revolución) que la realizada por el movimiento abolicionista. La abolición, que finalmente
promulgada en 1880 se hizo efectiva en Cuba en 1886, fue más la de aquellos que durante
todo el siglo habían controlado las relaciones coloniales que la de los que habían luchado
por su reforma.
Con Empire and Antislavery, Christopher Schimdt-Nowara ha conseguido, a partir
del trabajo desarrollado en su tesis doctoral, un libro sugerente, con el que se podrá estar
más o menos de acuerdo, pero que está científicamente bien concebido, con hipótesis
bien planteadas y argumentos convincentes, lo suficientemente documentados.
Luis Miguel GARCÍA MORA
Fundación Histórica Tavera
SOLANO PÉREZ-LILA, Francisco de, La pasión de reformar, Antonio de Ulloa marino
y científico (1716-1795), Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos, CSIC Universidad de Cádiz, 1999, 458 pp.
No todos los libros se reseñan de la misma manera, cuanto más si se trata, como éste,
de una obra excepcional, en lo científico por su contenido y proyección, por todo lo que
virtió de sí en sus páginas el que las escribiera, y por el hecho de que el autor, entrañable
amigo y maestro de generaciones de americanistas españoles o extranjeros, no pudo ver,
por fin, impreso un trabajo que tanto significaba en su trayectoria científica y vital.
Muchas cosas en común acercaban a Francisco de Solano y a su casi paisano Antonio
de Ulloa. Ya desde la década de los setenta había empezado a interesarse por él y había
publicado un libro en México sobre la actuación del insigne marino en la última flota de
Cádiz a Nueva España en 1776 y su posterior descripción del virreinato novohispano.
A primera vista puede parecer extraña sin embargo que un historiador como Francisco de Solano, tantos años dedicado a la historia social en sus múltiples facetas, haya dedicado tanto tiempo a una biografía del egregio marino. La perspectiva del bicentenario
de la muerte de éste, en 1795, y el premio del Ministerio de Defensa que ganó ese año no
lo explican todo y son más bien felices coincidencias.
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En realidad, si efectivamente de Antonio de Ulloa se trata y de sus sesenta y ocho
años al servicio del Rey, como bien indica de manera sesgada Francisco de Solano en su
introducción, este libro se sitúa dentro de la perspectiva del estudio de esas generaciones
de políticos y funcionarios de la segunda mitad del siglo XVIII animados por «tan decidido fervor por las reformas y los cambios que deseaban introducir en España» que «se
aplicaron con entusiasmo a potenciar los cambios que se acometían en todos los ámbitos
con el propósito político de verificar la modernización» del país. Precisamente por la casi
excepcional duración de su carrera, Antonio de Ulloa lo fue todo sucesivamente o a la
vez: oficial de marino, escritor, divulgador de conocimientos, científico experimentado
en diversos campos, promotor de renovaciones profundas, de manera que participó directa
o indirectamente en casi todas las grandes empresas de la llamada Ilustración. Esta obra se
debe leer pues como el recorrido vital de uno de los exponentes más interesantes y significativos de aquella época desde muchos conceptos excepcional en la historia de España.
El libro, respaldado con el acostumbrado trabajo archivístico de D. Francisco, a la
vez amplio, metódico, preciso y novedoso —en este caso en más de veinte depósitos y
bibliotecas de Europea y América— sigue cronológicamente los pasos de su biografado.
Primero los antepasados, el entorno familiar (la casa del economista Bernardo de Ulloa),
los años de formación y estudios, los inicios del joven caballero guardamarina, en el
ambiente de las primeras reformas borbónicas que anunciaban otras muchas, las de la
Casa de Contratación y, precisamente, la de la Academia de Guardamarinas de Cádiz.
Los capítulos II y III están dedicados a la famosa expedición geodésica hispanofrancesa al reino de Quito para la medición del meridiano. Estos dos capítulos constituyen de
hecho una especie de libro dentro del libro. A pesar de que se haya escrito muchísimo
sobre dicha expedición, Francisco de Solano aporta muchas novedades sobre la constitución del equipo binacional y sus problemas, las instrucciones a los expedicionarios, sus
tareas científicas (cartografía, geodesia, astronomía). No en vano recuerda entonces el
lector que F. de Solano fue el iniciador y el dinamizador de un equipo de investigación —
de aportes fundamentales— sobre los viajes científicos españoles del siglo XVIII. Paralelamente insiste a continuación sobre la difusión de los resultados de la misión geodésica:
relación histórica del viaje, observaciones astronómicas, historia natural, antigüedades de
Quito. Para cada uno muestra cuál fue, o pudo ser, la participación de Ulloa en la empresa. Insiste en particular sobre su papel en el descubrimiento del platino y, de manera tan
sólo aparentemente colateral, en otras empresas como la defensa del Mar del Sur, con
Jorge Juan, y por supuesto ese legado tan perspicaz como único, y por eso mismo controvertido, que fueron las famosas Noticias Secretas de América.
El capítulo IV, que corresponde a los años de 1749-1757, nos muestran a un Ulloa viajando por diversos países europeos a la vez estudioso de las novedades ajenas y de alguna
forma espía también, propagandista de la nueva imagen que de España querían dar los Borbones. Luego, de vuelta a la Península, estuvo involucrado en grandes proyectos de la época tan
diversos como el canal de Castilla, la fundación de nuevas entidades dedicadas a la conservación y desarrollo de los conocimientos recién adquiridos (Jardín de Plantas, Gabinete de Historia natural) y varios planes de reforma (hospitales, minas, laboratorios, etc.).
Los dos capítulos siguientes detallan sucesivamente los puestos político-administrativos
que desempeñó Ulloa: el de gobernador y superintendente de Huancavelica en el Perú, puesto
neurálgico para toda la minería andina por el abastecimiento de mercurio, después el de
primer gobernador español de Luisiana (1766-1768). En ambos puestos Ulloa tuvo que
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hacer frente a dificultades, en el primero, el fracaso de las reformas e innovaciones que se
quisieron implantar, en el segundo los recelos de los colonos franceses que desembocaron
en los graves sucesos de octubre de 1768 y al final en la expulsión del gobernador. Durante esos años se le habían acumulado los honores (Comendador de Ocaña en la Orden
de Santiago, de Valdecarábanos en la de Calatrava), se había casado a los cuarenta y siete
años con la hija del Conde de San Javier y de Casa Laredo, y había publicado sus Noticias Americanas y un libro sobre la marina en Europa.
Un nuevo destino esperaba a Ulloa con el mando de la Flota de Nueva España en
1776. Más allá de sus funciones meramente marineras y militares durante el viaje y su
preparación, el autor muestra cómo su biografado, una vez en Méjico, estuvo involucrado
en la política de reformas del virrey Bucareli, con los proyectos relativos a un astillero en
la costa veracruzana y a un nuevo puerto en la fachada del Pacífico en San Blas. También
muy de su época fue su papel decisivo para la redaccción de un formulario muy detallado
destinado a inventariar todo lo relativo al virreinato, «los bienes y fuentes tributarias en
este vasto continente», cuestión que F. de Solano, editor de tantas relaciones geográficas,
conocía como nadie
Menos acertadas fueron las actuaciones de Ulloa en sus últimos puestos después de
sus breves pero muy intensos años novohispanos. La expedición que comandó a las islas
Azores en 1779 fue de escasísimos resultados. Le valió además ser enjuiciado, hasta
1782, por la justicia militar que le imputó 26 cargos pero en el fondo le hacía responsable
de la inutilidad de la expedición y buscaba un chivo expiatorio, antes de absolverlo finalmente pero dejando su honor notablemente dañado. El último capítulo (Los años quietos, 1783-1795) nos pintan a un Ulloa dedicado a sus negocios familiares, al porvenir de
su familia (fundación de un vínculo, ingreso de todos sus hijos en las Ordenes militares,
colocación de su esposa e hija como dama y camarera de la reina, etc.)
En resumen, este libro particularmente rico desde muchos aspectos, fruto de una vida
entera —aunque trunca— dedicada a la investigación, ofrece un vasto panorama de muchos aspectos de la época borbónica, de sus intentos de reforma, de sus fracasos reales o
relativos, de sus frustraciones también, y sobre todo de los hombres que intentaron hacer
realidad ese afán de una España nueva y moderna.
Por todas esas razones, este libro es una de las piedras angulares de la producción española sobre la Ilustración y demuestra además, de paso, que el género biográfico tiene
todavía cabida en nuestro campo, con tal que el individuo y su contexto estén mostrados
interactivamente en el sutil entramado de una realidad compleja. Todos estos retos han
sido superados por Francisco de Solano y el éxito de este último libro suyo nos hace más
sensible aún su fallecimiento.
Bernard LAVALLÉ
Universidad de la Sorbonne Nouvelle, París III
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TABANERA, Nuria, ALCAZAR, Joan del y CACERES, Gonzalo, Las primeras democratizaciones en América Latina: Argentina y Chile, 1880-1930, Valencia, Universitat de
Valéncia, 1997, 232 pp.
Las primeras democratizaciones en América Latina: Argentina y Chile, 1880-1930 se
inscribe en la tendencia historiográfica de revitalización de la historia política latinoamericana. Se compone de tres textos de diversa naturaleza temática y metodológica, ya que
mientras los dos primeros abordan los procesos políticos argentino y chileno entre 1880 y
1920, el tercero se interroga sobre los cambios urbanos desarrollados por la administración
autoritaria de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931).
En «La transformación del sistema político oligárquico y los orígenes de la democracia en el Cono Sur: el ejemplo argentino (1880-1916)» Nuria Tabanera estudia el sistema
político argentino y su evolución entre 1880 y 1916, remontándose a sus antecedentes
que sitúa en el periodo conocido como la Organización Nacional (1853), destacando la
importancia que el sufragio universal tendrá en la conformación de una realidad política,
entendido como vía de transformación profunda de la sociedad. Se analizan los marcos
institucionales de la Organización Nacional (1853-1880), el Unicato y la aparición de
partidos como la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista con la intención de resaltar
cómo junto al cambio en el espectro político partidario se iniciaron modificaciones en las
prácticas políticas de la ciudadanía.
Joan de Alcàzar y Gonzalo Cáceres son los autores del segundo texto «El proceso político chileno: de la consolidación y crisis de la dominación oligárquica (1891-1920).
Aunque este trabajo ofrece un panorama general de la realidad chilena del siglo XIX, está
centrado en la etapa que va desde el denominado periodo oligárquico chileno hasta la elección de Arturo Alessandri Palma como presidente de la República en 1920. Se explican
1891 y 1920 como dos hitos de la historia chilena, siendo el primero visto como la consolidación del liderazgo oligárquico en Chile gracias a la guerra civil, mientras el segundo se
asume como una etapa política presidencialista en la que la conducción del poder se diversificara a otros grupos sociales. A fin de dar contenido a esa interpretación, se analizan
las causas de la contienda bélica desde una quíntuple perspectiva: el conflicto jurídicopolítico, el económico-social, el de casta, el de personalidades y el concerniente a reconducir la modernización capitalista. Por último, además de examinar la problemática de un
sistema de partidos amplio y competitivo, se entiende el desborde obrero popular vinculado a los efectos de la transición de una economía rural a otra de carácter urbano.
Por último, en «Modernización, transformación y cultura urbana: Santiago de Chile bajo la experiencia autoritaria (1927-1931)» Gonzalo Cáceres se interroga sobre los procesos
que han modificado la fisonomía urbana de Santiago de Chile y que a lo largo del siglo XX
han favorecido su liderazgo nacional. La respuesta escogida por el autor para explicar las
características y naturaleza de sus sucesivas transformaciones consiste en identificar algunos de los antecedentes tempranos de cambio que han favorecido el centralismo santiaguino. La etapa de estudio elegida ha sido la primera presidencia de Carlos Ibáñez del Campo,
por considerarse un ejemplo de intervención estatal sistemática para modernizar una ciudad.
A partir de su análisis se establecen los nexos existentes entre la dinámica de renovación
urbana —masificación de obras públicas e innovaciones tecnológicas—, el proyecto político autoritario que la alimentaba y las mutaciones culturales consecuentes.
En general, pese a que Las primeras democratizaciones en América Latina: Argentina y Chile, 1880-1930 resulta un trabajo riguroso, exhaustivo e historiográficamente
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informado, posee dos problemas. Respecto al primero, la valiosa colaboración entre historia política e historia urbana presente en el libro resulta positiva en la medida que abre
posibilidades interpretativas enriquecedoras. Sin embargo, de esa cooperación también
surge el riesgo de una menor conexión analítica entre los tres trabajos, dando lugar a una
publicación desigual, no en tanto a la calidad de lo escrito, sino en lo referente a que el
libro pueda ser interpretado y leído como una unidad problematizada. Esto se debe a que
no se advierte que los textos compartan una declarada premisa común o traten de abordar
un mismo problema desde diversas ópticas disciplinarias. De hecho, aunque los tres textos aparecen aglutinados bajo el título de Las primeras democratizaciones en América
Latina no queda claro en qué medida cada estudio participa de tal propuesta. Esto conduce
al segundo problema que afecta fundamentalmente al primero y segundo artículos. Si bien
ambos poseen un mayor compromiso temático en lo relativo al análisis de los procesos de
las llamadas historiográficamente primeras democratizaciones latinoamericanas, no están
explicados los criterios que les llevan a sostener que tales procesos tengan, primero, que
encuadrarse necesariamente en las décadas de 1880 y 1890, sobre todo teniendo en cuenta
que desde la independencia Argentina y Chile se asumieron constitucionalmente como
regímenes representativos, y, segundo, ocurran inicialmente en los países estudiados, sobre
todo cuando hay una ausencia de referencias bibliográficas a otras experiencias latinoamericanas relativas a un tema de gran actualidad académica. Hubiera sido, por tanto, necesaria
una introducción más propositiva y explicativa de las intenciones, sentido y propuestas
globales del texto.
Frente a esas objeciones, el libro posee dos virtudes historiográficas. Por un lado,
llama la atención tanto sobre la importancia del debate ideológico entre la elite, como
contradice un discurso historiográfico tradicional que ha culpado de la degradación y del
funcionamiento irregular del sistema político a la esencia antidemocrática de este grupo.
Por otro, plantea el sentido de la modernización autoritaria, destacando su importancia en
los procesos de transformación pública. En este sentido, Las primeras democratizaciones
en América Latina: Argentina y Chile, 1880-1930 ofrece un referente no sólo para el
estudio de la vida política argentina, sino de la latinoamericana en general.
Marta IRUROZQUI VICTORIANO
Instituto de Historia, CSIC
TÉLLEZ, Dora María, ¡Muera la gobierna! Colonización en Matagalpa y Jinotega
(1820-1890), Managua, URACCAN, 1999, 316 pp. + 2 mapas.
La producción historiográfica de Nicaragua ha atravesado a lo largo de los años por
serios altibajos, entre otros motivos, por diversas razones históricas de sobras conocidas.
Las condiciones sociopolíticas vividas en los últimos decenios y, en relación con ellas, el
estado de conservación de sus archivos no han hecho fácil en el país la escritura de la
historia. Con todo, en los últimos años, autores de distintas generaciones y tendencias,
tanto nacionales (Germán Romero, Flor Solórzano, Ligia Madrigal entre otros colegas de
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aquel país), como extranjeros (Knut Walter, Jeffrey Gould) han contribuido a ampliar el
conocimiento del pasado de aquel territorio.
Dora M. Téllez viene a sumarse, desde las filas de los nuevos autores nicaragüenses,
a esta recuperación de la historiografía nacional. Y lo hace incorporando una excelente
monografía en la que aborda el proceso de cambio interno experimentado por una amplia
región del centro-norte del país al mejor conocimiento del pasado de la nación, y sus
relaciones con la región en que se encuentra, con el telón de fondo implícito de la revolución industrial en el siglo XIX. Con un sólido método de análisis y en un estilo fluido, la
autora dedica un capítulo inicial al Estado nacional y, desde él, comienza a abrir su abanico de observación desde el medio geográfico, pasando —en posteriores capítulos— por
la demografía y, fundamentalmente, por las dimensiones básicas de la realidad económica: la tierra, la producción, el comercio, las inversiones y el mercado externo. Prácticamente en todos ellos surgen datos novedosos que, pese a lo fragmentario de su carácter,
siguen un nítido hilo argumental y dan nuevo sentido a visiones estereotipadas que aún
circulaban sobre este siglo, como las procedentes de la obra de B. Burns. Así, tasas de
crecimiento demográfico, datos sobre la estructura de la población, mecanismos coercitivos de reclutamiento de mano de obra indígena, evolución del sector agropecuario y
respuesta al estímulo de la demanda externa en el caso del café van dando perfil a la
historia de la mencionada región nicaragüense.
A pesar de las interrogantes que surgen con la lectura y que tienen su origen, básicamente, en el carácter de las fuentes, el trabajo efectuado por Dora M. Téllez puede calificarse, sin temor a exagerar, de fundamental para mejor poder explicar el funcionamiento
de la sociedad de la región en el período tan importante de tránsito que fue el siglo XIX.
Es a partir de análisis de este tipo, como se podrá penetrar más adelante en la composición y reproducción de sectores sociales como, por ejemplo, los que la autora prefiere
denominar prudentemente «grupos hegemónicos» y, con ellos, en el funcionamiento del
Estado. Es de resaltar y agradecer la cautela de la autora en este sentido en lugar de recurrir a soluciones fáciles pero con escaso fundamento, que es lo que se observa con frecuencia en nuestros días, cuando muchos historiadores utilizan con ligereza conceptos
procedentes de la Sociología sin esforzarse en precisar su definición y descontextualizándolos del marco teórico en que fueron acuñados.
El auge del 'pensamiento único' de estos últimos años coincide con la desbordante
expansión de la visión postmoderna de la historia —por no mencionar otras «metodologías» que podemos calificar de «ligeras» como, por ejemplo, la llamada historia global—
desde la que posiciones como la adoptada por Dora M. Téllez son tildadas de «tradicionalistas». Autores tan consistentes y desde ópticas tan diversas como Lawrence Stone (Past
and Present, nº 135, mayo 1992) o Eric Hobsbawm ( Prefacio a Sobre la historia. Barcelona, 1998), no obstante, han reducido a sus justos términos algunos de los postulados
básicos de dichas recientes orientaciones metodológicas y, naturalmente desde nuestra
modesta perspectiva, de lo que cabe felicitarse es de que la historiografía nicaragüense
continue consolidando el conocimiento del pasado de su sociedad gracias a autoras como
Dora M. Téllez. Su historia personal en el proceso de la revolución sandinista resalta su
calidad humana, pero el libro que ha publicado tiene valor por sí mismo.
Antonio ACOSTA
Universidad de Sevilla
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VIDAL, Laurent et D’ORGEIX, Emilie (dir), Les villes françaises du Nouveau Monde,
des premiers fondateurs aux ingénieurs du roi ( XVI°-XVIII° siècle), Paris, Somogy éditions d'art-Le Flash-Centre International de la Mer-Centre des Archives d'outre-mer,
1999, 192 pp.
La historia de la ciudad en la hispanoamérica colonial se conoce hoy bastante bien
gracias a estudios tan numerosos como valiosos. Baste recordar los que llevaron a cabo o
coordinaron en las décadas anteriores investigadores como Jorge Hardoy o Francisco de
Solano, entre otros. Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo de las ciudades que
los franceses fundaron en las diversas regiones del Nuevo Mundo en que se asentaron de
manera más o menos duradera entre los siglos XVI y XVIII. Este libro, con abundantes
mapas, fotos y planos acertadamente escogidos, se propone llenar este vacío desde los
puntos de vista complementarios de la historia, del urbanismo y de la arquitectura encargados a unos veinte autores diferentes, los más de ellos profesores universitarios franceses y norteamericanos.
Después de un primer capítulo en que se exponen, y de hecho se comparan, los experimentos urbanísticos americanos de los colonizadores españoles, portugueses, británicos
y holandeses, los autores analizan los modelos, los proyectos y las experiencias francesas
en el llamado Nuevo Mundo en función de tres grandes clasificaciones: 1° las ciudades
creadas ex nihilo, según las ideas del famoso arquitecto militar Vauban, 2° las que seguían más o menos la traza del arsenal tipo de Rochefort y, 3° de una forma más general,
las que correspondían con la formación recibida por los inegnieros militares del siglo de
Luis XIV. Estas consideraciones desembocan sobre una serie de reflexiones generales
alrededor del urbanismo francés en América, sus relaciones obvias con el poder político
pero también con la religión.
La segunda parte del libro titulada Les villes françaises du Nouveau Monde, propone
a continuación una especie de inventario de las realizaciones urbanísticas francesas en
América durante los siglos XVI al XVIII, por supuesto muy diferentes según los países,
las épocas, los medios o el respaldo oficial del que disponían los colonos. Se analizan así
Fort-Cologny, en la Francia Antártica del Brasil (1555-1560), Charlesfort y Fort-Caroline
en la Florida protestante (1562-1565), los primeros intentos en la Nouvelle France —el
futuro Québec—, Saint-Louis del Marañón en la fugaz Francia equinoccial (1612-1615),
las implantaciones más duraderas posteriormennte en Guayana, Martinica y Guadalupe,
en Luisiana y Santo Domingo.
La tercera parte se centra ya no sobre zonas y realizaciones, sino sobre los hombres
que llevaron éstas a cabo en diversas regiones del mundo americano. Se rescatan así las
figuras hoy bastante olvidadas de un Jean-Joseph Verguin, Gaspard-Joseph Chaussegros
de Léry ingeniero de fortificaciones en Nueva Francia, François Blondel que actuó en las
islas del Caribe, Jean-Baptiste Franquelin geógrafo del Canada, del grupo de ingenieros
que fundaron las primeras ciudades luisianesas, o de Amédée-François Frézier, que trabajó en Saint-Domingue pero al que se conoce más por el interesantísimo testimonio que
dejó de su largo viaje por el Mar del Sur a comienzos del siglo XVIII.
Completado por una bibliografía esencial, una cronología bastante útil y un índice,
este libro tiene el mérito de insistir sobre unos aspectos poco conocidos de la presencia
colonizadora francesa en América, sobre todo en regiones en que sus implantaciones
fueron poco duraderas y a veces sin porvenir alguno.
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RESEÑAS
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No queremos terminar sin notar también que no en vano esta obra tiene como editor
principal una casa especializada en libros de arte. Ofrece una abundante iconografía, de
gran valor a la vez por la calidad técnica de las fotos que presenta pero también por el
gran interés científico de los documentos escogidos.
Bernard LAVALLÉ
Universidad de la Sorbonne Nouvelle, Paris III
WALKER, Charles F., De Tupac Amaru a Gamarra. Cusco y la formación del Perú
Republicano 1780-1840, Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de
las Casas, 1999, 314 pp.
Publicado originalmente en Estados Unidos con el título de Smoldering Ashes. Cuzco
and the creation of Republican Perú (Durham and London, Duke University Press,
1999), este libro quiere demostrar en términos generales que la población indígena, lejos
de la pasividad que la historiografía tradicional le atribuye, fue el protagonista clave de la
transición que experimentó el Cuzco de colonia a república. Walker asume este análisis
historiográfico a la vez como un compromiso social al señalar que su «libro se basa en los
actuales esfuerzos por colocar a las clases bajas en el centro de la historia» (p. 21), siguiendo así una tradición que en Perú fue llevada a su expresión más depurada, rigurosa y
elegante por el historiador Alberto Flores Galindo en su obra Buscando un inca. En cierto
sentido el libro de Walker revisa y amplía varios de los planteamientos formulados por el
desaparecido historiador peruano respecto al Cuzco, esbozados en aquella obra y en otros
ensayos. La hipótesis central del libro de Walker apunta a demostrar que los indígenas
cuzqueños formaron parte de los ejércitos de Tupac Amaru II en 1780, de Mateo García
Pumacahua en 1814 y de Agustín Gamarra en los inicios de la república en la medida que
los tres movimientos incorporaron en sus objetivos políticos la utopía andina. Otra afirmación que postula el autor es que la prédica republicana anti-centralista y anti-limeña
que dominó el Cuzco entre 1824 y 1840, cuyo patrocinador fue el general Gamarra, no
fue suficiente para contener el enfrentamiento histórico entre el Estado y la sociedad
indígena. Ambas afirmaciones según Walker se demuestran reinterpretando las luchas
políticas a la luz de las nuevas nociones proporcionadas por los nuevos estudios de la
cultura política y la historia cultural. Esa es la aventura a la que este historiador se adentra en los cinco capitulos en que se divide su obra.
El estudio de la rebelión de Tupac Amaru II es el escenario en el que Walker discute
el compromiso de los indígenas cusqueños y otros sectores sociales subalternos con el
nacionalismo incaico del proyecto político tupamarista que el autor define como «una
ideología protonacional que buscaba unir contra los españoles y europeos a todos los
diferentes grupos étnicos nacidos en el Perú» (pp. 61-62). Como otros historiadores que
anteriormente analizaron esta rebelión, Walker tiene que lidiar con la ambigüedad que
resulta del análisis de la amplia documentación publicada hasta hoy sobre este personaje,
lo que le obliga a tomar distancia de las interpretaciones que calificaron el movimiento
como precursor de la independiencia, como movimiento neoincaico retrógrado o como
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RESEÑAS
rebelión que busca renegociar los derechos de los indios con el Rey respetando el pacto
colonial. No obstante, concluye que las tres contribuyen a su comprensión y sólo se requiere combinarlas, concluyendo así que la rebelión fue a la vez anti-colonial, de revitalización de la identidad inca y recuperadora de unos derechos protonacionales. El fracaso
inmediato del proyecto político tupamarista lo encuentra el autor en las diferencias ideológicas entre el liderazgo y las masas indígenas, mestizas y criollas que lo secundaron.
Sin embargo, el efecto más negativo de esta derrota se mide en el largo plazo, en la consolidación de un racismo anti-indígena de parte de la sociedad criolla que cerrará en adelante cualquier resquicio para el surgimiento de un liderazgo político indígena. En otras
palabras, la derrota tupamarista sentó las bases de la desigualdad social peruana que se iba a
consolidar después de la independencia. Pero ¿habría sido contraria la situación política si
la rebelión de 1780 hubiera triunfado? Esta pregunta tendrá siempre una respuesta ideológica y en el texto de Walker es indudable que también afirmativa. No obstante habría que
recordar que el virreinato peruano ya había dejado de ser gravitante en el continente y atravesaba por múltiples crisis, por lo que era limitada la posibilidad de que el éxito tupamarista
se ampliara como ejemplo a seguir por el resto de las administraciones coloniales.
En el capítulo dedicado al estudio de la resistencia al Estado colonial por parte de los
indigenas cusqueños recurriendo a los tribunales entre fines del siglo XVIII y principios
del siglo XIX, Walker, a través del análisis de centenares de expedientes judiciales, quiere demostrar que la mayor sensibilidad y hasta la actitud comprensiva por parte de las
autoridades hispanas ante tales demandas legales tuvo como propósito apaciguar las rebeliones anti-coloniales y garantizar el cobro del tributo. Sin embargo, su conclusión es que
dicha coyuntura de uso de la legalidad como «táctica reformista» por la clase dominante
no sirvió para apaciguar los movimientos sociales, ya que la justicia no logró reconciliar
al Estado con los indígenas y, por el contrario, las derrotas legales de estos últimos aumentaron sus frustraciones respecto al sistema colonial. En suma, el recurso de la justicia
como válvula de escape fue inútil para reconstruir las relaciones de subordinación entre
las sociedades penisular-criolla e indígena.
Respecto al apartado titulado «El advenimiento de la Santa Patria», el autor estudia la
actitud de los indígenas cuzqueños ante la crisis política que estalló en España en 1808
con la invasión francesa y que derivó en las guerras de la independencia, cuyo hecho
culminante fue la capitulación española de diciembre de 1824 en Ayacucho. En el Cuzco
esta coyuntura estuvo definida por dos momentos fundamentales, de un lado, la conspiración de 1805 de los criollos Gabriel Aguilar y Juan Manuel Ubalde y, de otro lado, la
revolución del Cuzco de 1814 que tuvo como líderes a los hermanos Angulo y al cacique
indio Mateo García Pumacahua. Ambas conspiraciones, y especialmente la segunda por
el amplio apoyo que recibió de muchos poblados indígenas, según Walker se valieron de
la imagen del Inca para construir un proyecto político alternativo al español. Pero éstas al
ser derrotadas endurecieron las divisiones étnicas y sociales en el sur andino. Tras el
fracaso de la revolución de 1814, el Cuzco dejó de ser el centro de la rebelión anticolonial en Perú y se sumió en una crisis general sólo alterada por aisladas protestas indígenas. Tal vez debido a esta última carencia el autor presta poca atención al último gobierno realista que el virrey La Serna estableció en esta ciudad entre 1821 y 1824.
Los tres últimos capítulos del libro son sin duda los más originales al concentrarse en
el estudio de la hegemonía política del general Agustín Gamarra sobre la sociedad cuzqueña entre 1824 y 1840. Aprovechando su cargo de máxima autoridad local, Gamarra
R. I., 2001, n.º 221
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SANTAT4cI¡IA CaRcr'a
Susana Bandieri (comp.), La
historia económica y los
procesos de independencia en
la América hispana, Buenos
Aires, Prometeo Libros,
Asociación Argentina de
Historia Económica, 2011, 402
p., índice, cuadros, gráficos y
bibliografía.
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y discüsos cognirivos s¡risfadonos Adeñás r¡¡es déficns se aüec¿nrab¡n
debido a qu¿ 16 investigaciones sobE ¿l ámi en su .on¡,nro y sobE csos
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@itin¡da po¡ rp¡nd¡o Pmrlos x Sannel Anrrat: ¿¡ mdep¿dñ.id dñ¿¡imndl
@nrdumc6 conbnims (M¡did,Aliana, r99r, que se.enra básiqmente ¿n
los csos nácionales l en el imp,cro en tóminos de co ¿s y be¡eti¿i.s de la
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.onjun¡o, alsun¡s específi$s, ded¡caüs a I¡ eo¡omí, ¿e inicios det sigto xx, y
l¡ m¡j¡n¿ r p nod
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p!ed. d¿.isc que el lib¡o ha ¡prendldo de lds cont¡bucionesprtc.denres, de sus
dolcncias, c¡iric q& ¡dbicrcn y aDodacio¡cs qtre es oblisrdo eñ¡ae¡ dc . ¡s
L¿ ¿ditoD señala .n 1¡ in¡Dducció¡ que no ¿s rtu. haya dej¡do de has¡
niron¡ eonónicr en los ú1tiños anos, sino quc ésb pc,nió.enhlidad en el
debat¿ y ,tue Ecup€G¡la prcisa una reo.ie¡ración Qtrienes sc dediqn ¿l t ma.
tns 16 cíhcas q¡e ha mcibidola nrncre t, ¡boda o en et pasado, no del,en
co¡fom¡Femn r¿,1ú¡rejedciostleeco¡óniGepliodaapmbl.n¡s de anraño
sn' p¡esb¡ ranbién arención , óros asuntos linculados, e los demás Áp€clos
ecial.s, Dofricos, cultlnles. cono cj¿Dpto urjtiza B¡ndie¡i et aso d¿ ra pampa
hrp]hrcvonlndo.reftsÓ¡e/63321
a4e¡tin¡ y ¡os hbajos quc hin quebndo la visión hdi.jonat sobft la
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que.ppdomüó el p€qu¡ñoynedjano pmpiera¡io. y es sólo nn
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ba,licho, pnsslos¿dudiósrcienres han insisrido rambión e¡ clanátisisdcolm
ftsione, h¿rudos, p.jdi.as y srEksias, del con¿(io desde la p.s¡¿criva d¿
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onenianres, de ¡os ob¡eG, hs .onunidades i¡dis¿n¡s, los nedios dc plgo
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ifrpe¡ial y porun. pempción erendida d¿ que rcdab¡e.erlos t¡7os
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no ¿ra fávonble pa¡á apmvechar las oporunjdades de nesocio que oiE.i¿
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pa¡onha intéñacional, conedll, iinlncieñ y pbdudjvo, Esuli¡do
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Pnmem Re¡olu.ión rhdurn¡t I qu€ se habia harn¡tü¿do en
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vincul¡ción de las ftonohid ¿ in(emnbios nerRnriles ro.¡t¿s
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3reraña,oto6 p€ises eurcpeNy Estados unidos
Asi .ntendid¡s, 16 ousas, y ránbién los etectos eoiónicos dr t?s
nc p?-dñ,k. rucó' -tr...pjf ) ¿ L t. / d, p..F.. hF,
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ruptu¡a3 d¿ sp¡cios p¡liticc y de n€edo y dé to¡ intenros, no
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reonenrados
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resion¡les, d¿
oDtum y hanstonación dÉ los mcmdos y públemas fis.ales cn.l p€íodo
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quiebm del doni¡ioeslañot sobe Hjs
Fno¡mé ¡i.a y de .ontigu m.ión e¡ et ár¿a
de diresos Erados, asi coho ¿n sus efedos en ta of¿,r, y
cj(uhción no¡er¿ria.
c¿.. rod¡..u¡ rmb¿,. .é dcd.dn
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ú\¡ndolo.66p,ds.dtord-t-l, ,in6 ,;.,m,.con Llb p." ,
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dediodos s o¡ms mgiones.
$ con¡¡¡ro es sü o¡denación. ad.más
los estudiN d¿ los diveEos úoEs, úb¡iene conenra¡iN a v ios de eitos
Quizás el p¡inciDal del¿do de la obn pn
d¿
h¡p'mlon@¡orclr.ots6]3)L
escilN por Tulio Halp€nn y Her¡djo Bonill¿, p€D óstos se edr¿n al ini.jo de la
obn, cu¿ndo lo no.m¡t había sdo inclu os ins los hahrjor qu¿ ciri.¿n. por
o¡n pafr¿, €nt¡e los d¿diados a la esión iopl¡!.¡se hay invesjsacion.s hás
ge¡cmles y otB sob¡e
debi¿E¡ habcs¿
o4dizado siSni¿n.io un .nr¡io de halo¡ a nemr p3m fr.ilirar s¡ leduR
r,s esbdios más 8en.¡al$ po¡ su netodotogia y enfoque son los tinados por
Jo¡se Celnan, D.niel santitli ) Robefo schmr, .un,tue se editán ¿n
cuano sex¡o lusa¡ en ta obE. cetm¡n señala l,s difioltad¿s ffe¡idas ,tue p¡ra
el ¡nálisis supone la esesez de drtos a.era del p¿ío,lo ind¿pendenrisra, nás
aú¡ .uando de lo que se rEta ¿s de E¿lja iN¿srisrcion¿s con lna pcBp¿criva
n& amplia y cofrpl¿F qu. las efedud¡s en el p6¡do pese a e|o el autor
anm, qu.la docuDent¡ción dúponible es suñ¡iente )i pcmi¡e ¡sestrn¡ qtre et
principal pmbleha de ¿sos ¡ños fue ta rorña en que lrs disrinras rosiones sc
e¡fp¡lllon ¡l mnre¡ro eco¡ónro en cl qu¿ se prcnujo l¡ ehancipacjó. Una
ni¡ada d¿sd¿ t.l punto de lida mue*r¡ qtr¿ et res¡tr¡do nás elidenre fue et
eda¡@hienrod¿l inre¡ior nopl.¡ense' t¡pujan¿a, p.r el contmrio, de suenos
aifts y ¿e eilo s¿ denr" l¡ n€cesirt¡d de ¿xplorar qué ladofts facilitamn a la
Épital ¡¡¿entina aprcrtchar l¡s opofrunid¡des de d¿.ínie¡ro que po¡ enron.¿s
se prseniaban, vin.ulad¿s coo ta inie¡sifia.ión del onemio auá¡rico
snci¡s a
la¡ehluciónindus¡i¡lydelos rmnsp.res
ctlma¡. Do¡ ra¡ror.¡estiona los enfoques inrnucionatjsr¡s de tosprcbtenrs
e.onóhiús de lás ind¿pend.ncjás. r¡ impotunte ttreon Iá opo¡tunid¿des v€l
modo ¡tc ¿pmqu.¡. r td¡ ,nl..-,1ón", .lcn. ,D, dé dto
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ello fue obm¡do Buenos airs obs¿ra, sin embalso, que anres de ta
emanci!€ción esto ¡o sene¡ó smnd¿s djfere¡cias, aunque si después, debido a la
.ontinuación de l.s rnde¡ci¡s rnre.ioEs. qtre taroE.iebn al ár¡ pohena y
pbvoca¡on ¡n estanc,mie¡to de otFs tefito¡ios por dicha m¿ón scri¿¡e óu¿
h¡v andbh. "on m")o- poda
"\p'srno qtr- t,.,n...u, i n .. b,, c.múr; L
doreción de Ec¡Nos paü el nlerido ¡pm!¿chanienro dc t, deñánda ¿xteha
que, d¿bido ¡la escasez {te capnal y inbájo, efur¡
¡nn.ipalm¿nt¿ elacionaü
on el acceso ale den¡.A¿lloseañ.dió ¿t abemlahie¡ro de las onuni€¡ioNs
nuviales r n¿!?les. H,sra qne esto su.edió y I5s dirin¡ás resiones cónpiti¿mn
por el ¿bate.iDie¡ro del ¡lio Perrr y bs slto5 costes d¿ r¡nspofrc
oloeaDn
¡sbje ales!¡cio i nte¡io ¡ rioptar¿¡s e, pem cu¿ndo se ftduj¿m¡ y la d€m¡nd¿
intebacional süperó a la det .triptano an¿i'q sobre lodo hs h ..isis min.m
que soberino con las independencias, fue et liior.t {tujen cob¡ó t¡l ,¿nr¡ja,
¡üecentada por el conhol ,oi¡cftnse ,le las aduanas, motilo p€n.nenr¿ d¿
.onlli.rosj ! qne junro con la denanda urbana otor¡amn a su gobjemo una
úpacidád E.¡u.Lto¡ia j,eonóhica- sin p.mnsónen su vecind,d
E¡ el mÑno sd¡ido qne celm¡n, Danicl sanrilli ¿studjá el cso de la
pioüncia & Suenos airs y los snbios,tue a.¿ftó p¡n ella ¿l ¿s¡bhcimienro
d¿l libre com¿rcio .on ts rforn¡s Lo¡bóniss en el úttino i¿rcio del sislo xIX.
El auro¡ ¿{!dia Ia €xT¡nsión qu¿j.onro consc.ue¡ciaj ¿xpe¡im.nió tr tmnren
¡gblia p.n¿ñ¡, ylo localiza en ¿l ¿xan¿n de los ambios seiates ásocüdos a la
innrigr¿ción qu¿ re.i[ió l¡ zona .ono eicdo, y lueso ranbjén caúsa, de su ¡u8e
dponador Dl auror señala qu¿ cdo riermitió un üeciñiento den¡oeritlio qu.
.ahbio y.onDlejizó su pobla.ión y su socieüdj pucs rrvo como rsulr¡do ¡na
¿ler€d, novilidad socid en un 6Dr¿íó ¡e esGsez,l. rnbajo J: d. Dedominioj
cono
iDdiqli. Bandie.i, de l¡ pequcns r, medina p¡opied¡d, lo que dio Lrq¡r ¿
en el aumento d¿ la d¿nand¡ exte¡or
':
lrrpruoomijorelf-ofcb]3:l
un esenano tuml
diveñilicdo, dinámio y con/ejo.
Rob¿tu s.húit, po. su pan¿, cuesjo., ta afinación tndjcionat
de quc ta
i¡d.p€n¿encia .o¡lkus¿ .rmbios e.onónjcos y la tohaoon
de n¿udos
naciond¿s rr e\idencia disponib¡e rr tos esbdios Ealiz¿dos en trs ilrim¡s
décad¡s indtcan qtre su eredo tu¿ trra t¡agñe¡trción rer¡ironat
, du¿ bles
ratudo. .urci.m¡
un ú h¡o d, 8nn ,nFn,dun1!
-r tdnh \ o fr.. ,,. ¡. dé 'o! L.Ldo¡ f¡ !épómú,
h, ¡ nom.d not.d- !4 ¡,n dr ¿tu.F,, -, dqJé ,¡
.o¡ ,. oir¿ . qur ¿Ion ,onr
rubn .n.tudé. pot.r.u¡
'hlhrl4onrt e¡4./ d,
dp t¡pd'id'rp.r o p"ñ
dúrinta,
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los .ods de h desn¡hbmció¡ de los Dercados se trnjemn,
ad¿Dás, Ios de l¡s conri¡tras sn€n6 dc em.icipa.ión y por ¿n.ncjpa.ión. po.
orE p,Éc a lo. aroF. L,n- ,mphdda. ¡n LJ,. t.ue.o. f rncmn
o, é o ¡¿t¡ dndt,,, .¡ h !roi., det Fnodo
omo ld dp un pm ¡!o dr tcn.¿ \ d.,,,troq rodpnd,on
".onom,o-!p-Bt,
dlnque sJbPndo qu" et Flutúdo
mo@lo. m LsLdo. 1 r. @t ir,Jp!,r,u
ru¡ dÉb",on imp4n¡noo¡ to
nnmo en el lnoml Fctri.o que en el adánlico Lsto, asimismo. denvó de rn¡
cohbina.ión d€ i¡@ntñ6 qDe poi¿¡ciarcn t6 ¡edes herc¡rihs y neg@jos
on€nhdos al neMdo e¡remo, opción nás fricit y barar¿ y plm obt¿n¿r
&cuBos
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k@ciüd t ",l ) p¡no.hüd". Je ,F
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d F. túdo ¿¡,u.,ehb,o. pa. im ! "onomh! dptp", odn
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aduJo P' crnl¿-F J r-mDtr,r 'o. rnLu.o. otooHh.
|.. dlro snqm",."
sbbhcidc por el sobiemo bo¡¡eronses p.ra sufms.r los ú{es de la guena,
Dbcun¡do rd¿nás quc perjudiüs¿n to nenos posibl¿ ¡ l. oljsa4xj. pon¿ñaJl
p¿np.na. El pado antiotonilt se qu¿b¡ó
DDdudo de di.ha polirjca, ,nque
p.¡ en¡o¡ces ¿sr¡ba ya muy ¡leú l. ofefa de tas rsioncs del i¡reno¡
, sut¡i¡ia
r3. ¡on t^,onn..r¡. qré ó.".,,". ..."r.""."",..,","; d,
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sihr¡.ión füe de c¡isis y ¡tue tos ont ici.s poderioRs la ag,?e¡mn
s¿8úncorehs,yal i8üal qN m,nió e¡ México,l en menor nedj.h. aunqu¿
también, etr el Rio de ta pt.r¿, si atgo trnió a dirinros sedofts sociale¡ p€¡¡anos
le¡t a EsDaña íuebn los ¿leudos inpuedos. po¡ ¿sá r¡zón, rt¡¡lo que su
móvinie¡ro indep.¡dentñra Iu¿ nás ra¡dio, nanh¡e¡tos Edrcjdos n,e h
pin pJ i Fnh d" csir'n'"¡ion détnu"vo Ls ¿d. Fpubh .u .o quc mror {
nni d¡\ ü oa L p.bJcioo ¿.ono ptvo pe." rd jo..-F,,d,o- .,wEio¡
Dúbl'ü vp.¡iudoé 1é-.,.nro ó ¡t ¿.so p.¡/u H LLdo an. F,
€e.tó de lu¿n¡ politi.¡ rr de rectr*os mficient pan elabohr un pós¡áma
¿.o-ó¡iú rm. L ¡m" ¡D¡ o L J t. . ..'Bo v,cb.o",.onnr ¡. p6kaoF\
qu"
¡.uao ¡smvdn tr iru,oón j
'ood-o¡bu"-5t!n-d"qo.é!óo.
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dtédsd¡ f," ¡ m.a".rB-n,,."r" to qup rnr,
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d€.Dl¡¿npn¡o po" e¡io' por 3 e\p¡ordqon détqu¿n , tu"q det...u^
rr..'üdc. Dnn¡'p€ cc. A¡óB b.én. ".. .té.o to. ins+.o. . pmp4r..u o ""-"
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cuyo sector eneno pe¡dió eledos ntrltiptic.dofts .o h sustitución
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no se hadujo D.yor púdtrdnidád y si en un insüfi.ie¡re
sastos cn
inlmertuctums, y de la.onsotid¡cióo d¿ h hqemonia de tas ¿tires ljmeñas
v la
¿ hlpod¡_". n'm. nnpFndo l¿ ndL flonn
¿rtifl'l¿oon.oüot€mro¡iJt¡ru¿hJbBG {eri¡do¡tr.otoh
Lu¡ Jáurcstri, por su pare, scñ.h pam Méxim ¡rgo sinjlar ¡ lo que
aBunent¡ cro¡r¿ms ¡obr€ peni. r¡s peblenas eonónhos del ri!reinato
novohispano denvados d¿l aumenro de Ia pHión fisal en l$ d¿e&s
finates de
dohinio olonial, 6l rcno sus efedos en tos distinros secioEs so.iates ¿$án
Fs
s6¿tu 8¡ndkn llonp
).
L, ¡ sbf !
{
qú pfmrr r "ulu' um frJ,ü
¿tur"n-r.codo, ¡f
¡\ Frohb b.r¡ n.-5 ..n t¡
readn:.ión dcl c¡eciniento dc le hineía y det óúemjo. ¡obamn de¡irando
po',l¡d m4h¡. m¡nflm"ü¡.n m¡. r. bpn"h.o. pam t¿
hdbEh quc
cndo¡ó bLénd p¿d" dc q, éno.mc d ud, -i4n¿
¿.-mu 3r'¡ F, t¿. io r 3n¡¿r
me\.uno rl
q.¡ "\.o
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padicul¡m¿nre en la asm i.du{¡já1,
el antor, nermamn ta6
posibilid¡,1.6 ¿conóhicas con las que el nuevo Esbdo
ruro (lDé alúhrar s¡
r.r rflon po ^dépf-d¡n,8. ur !,nroa4 mu) fran¡o \ ó, p¡dé de.pobhd4
.u\¿ aq,a sr b¿, ba onn.iprtrq,ts. n ó ¡g¡i.u I .
1 "*pr.t","" a" .
Ecu6os d€l slbsu¿lo, hubi¿se requ¿ido füefr¿s i¡¡rNiones" empes.nales
yen
,.mH,ü iom! p?'o t¿ ¡n"i" m
a .n o -r bpn ,) ,n-f, . i, dp ,r5
in,r
p..o ddp ,d" p¿tu rom"na. -t ¡F.ih r r¡ crcnom..o r qup
'flor..
krdáb¡
¿n nodiñG^q y etenfrenraD¡ento de diteE¡res inreFses
rsnnar¿s,
qtre d.fendieon las p.sicioncs que
habj¡r ¿lsnzado dtrmn¡e ta $Em cont¡¿
El ú¡tiho erudio del tibro, firhado !o¡ salomón rllnanoe¿,
se ptieF rl
Colomb'¿ \ .?1¡.a o.¡ ét
€.. dr
.nd-pcndrlB rur t" in..ubtr.üd pot.'
d
eredo nás ihp.n.nr fue u¡a inve¡sión esctua ,t(e m¿mó
et oe.jmi¿nro
porpl,idl. d".'n,a'N¿tu pút0.,.onfl..o. poLph",-@..on.
I. pnod.,.nJ
ü domrniu olonn r.p¡nót.ob? cthlorio ."n¿t.,. tdu.o, r,ó t1.,,dcon
4 arlr dpi\rrinro d. ¡,(q C,dn¿ü.,up!n
pbFE
mF
optoq"h¡.."
rhüdháhkú1c dot¿hr onosrnd. L¿ d.,r,,tLdA - !n;mr@ m- .". quc r
¿fonro L mn.rru. ion d- t4. ¡14o. tsrddo. en ¡ eFá p"1r{."renk
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'olun bionu d4 \.rco op I. o,r¡¿. iu, dp., r,mFnro
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p rodu. cn ¡-b'o t¡ d.mr,u.on d ¡. oF,:o, n-,t
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f¿cilibmn tú¿so l¡ exFnsió¡ er"on¡dom.
\¡ b-a-h l" a,l¡o-t d.du.¡n ,obñ . r pef,ooo ritsnu. a tr
''d-pPndcn,H rue d-,F imiénro nu. drp I.3t_"no\ir¿.
h,y o1s.¿,hJ,_e,oo
ánrR qu ¡-^ hón ó\ruúddo ¡t ¡rme ¿.cr
d o" qu- t¿ p Lr: r,¡,lo,oto. i4t no
r.oér" - res¡i,m{tsFs".,\¡,,oio! mrd¡pt./o.¿-nt-e...h.d.mn
lo qup .-'i"láoro snln p¿1 t¡ Fg,ó, n4pt¡r,o p S mpr {.¿doJridn
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P,rom"q* ó--nd út nhrcr dc
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sin d rl¡ t¡
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ohút) mó ,nts.é.en. qu " b, n..ido ¿t ,;,, , _hs.. ,
'o- de
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la hhio¡ia e.o¡óhica de los pbccsos de independ¿nciá.
t¡s
.omónhnos d¿ Hatp€nDs r Bonjll¡, d.djodos ftsp€dn¿Dente
a tos estudiñ de
Fra¡dki¡, s,n¡iui y Gelnen, y a tos rabajos d¿ x¡thanovir¿ r cohirm!
8ptrnL cñp¿rct¿.m7on".
hj rü-!p¡ abmrd
la iDrensidad de tds prccesos de rondo que esbb¡n aconecrendo
en las
"04"¿d". . - ohis..r"ndo oc.n"F¡ td. ndcFnden.id ) q, ,!mo \c
c ¡n td F,. rded rB"n," Llf
'o, m¿
poE onTdh t¿. d,f"F hr.,...soo¿ "onr,,
o_pob,,
t¿
'nrenis¡,ion,¡
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d€ ci.das ¿rDticciones r¡ inreGsante de tos distinros
cabnubs de t¡
4bE - qr pFen.r- !
'¡idd¿ ' "-p-". "p-,,r..,on"". ro. t.¡1".,",
i¡ro.p¡ñj LF. r ducJ¡rt,. T p-"d,y¿ dFdu, Éndo ló ¡omph d¡r J c.t ¡, ir, d¿d o to. ?F, oo.
t_r o ", J L. bpn h
ró LU.d t . léd4. d" l¿. rnJrpno n.L. I d. ts._,on
oo ; ¡\ Fm.t
T"-" *'p" "* ¡m.nüd dr ?lo,.s p\phs¡,o qu",.o,
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coNi€ne sesüi¡ ind¡s¡ndo.
d.r,n,¿
qu. úho.q
Potu citar 6te artículo
1]:::.:i]1T"":"."'1,:-3
"63.E'
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PA6¡¡!
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,a,o!
Anuario de Estudios Americanos, 69, 2,
julio-diciembre, 727-788, Sevilla (España), 2012
ISSN: 0210-5810.
Andújar Castillo, Francisco, y Felices de la Fuente, M.ª del Mar (eds.): El
poder del dinero. Ventas de cargos y honores en el Antiguo Régimen,
Madrid, Biblioteca Nueva, 2011, 360 pp.
La obra recoge los estudios de especialistas europeos en el análisis de
las diferentes vías de provisión de cargos y honores a través del dinero a lo
largo del Antiguo Régimen. Una línea de investigación, la de los procesos
venales, que está viviendo un verdadero resurgir entre los historiadores
durante las últimas décadas. En esta ocasión, si bien los autores centran
mayoritariamente sus reflexiones en torno a España, cabe destacar la atención prestada a otros espacios geográficos del Imperio, caso de los Países
Bajos o América, así como la comparativa realizada con Portugal. Debe ser
señalada igualmente la amplitud cronológica, situada entre los siglos XVI y
XVIII, así como la variedad temática, pues se abordan diferentes ámbitos de
estudio relacionados con la venalidad, como son los oficios municipales, los
cargos militares y de justicia, los hábitos de caballero de las Órdenes
Militares, o los títulos nobiliarios.
Se trata de un trabajo heredero de la corriente historiográfica que iniciaron en los años setenta algunos estudios de Antonio Domínguez Ortiz y
Francisco Tomás y Valiente, y que más tarde han tenido continuidad a través
de nuevas investigaciones realizadas por Francisco Andújar Castillo, Antonio
Álvarez-Ossorio o Mauro Hernández. En este contexto, la presente obra
supone un punto y seguido, una pausa para la reflexión, para la evaluación de
lo hasta ahora hecho, así como una guía para las investigaciones venideras.
La obra se encuentra dividida en cinco apartados cada uno de los cuales
aborda una problemática diferente. El primero de ellos: «Problemas conceptuales en torno a la venalidad», reúne varios trabajos que reflexionan sobre el
uso que se da a conceptos como venalidad, merced o corrupción. En su artículo, Jean Pierre Dedieu aboga por una contextualización más amplia de la
transmisión de los cargos públicos durante el Antiguo Régimen, al tiempo
que ve necesario un análisis más profundo acerca de los conceptos de venta,
727
RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
secreto, publicidad o disimulación. Los autores del segundo estudio, Jean
Pierre Dedieu y Andoni Artola, ampliando la propuesta del trabajo anterior,
tratan de situar la venalidad en el contexto de las convenciones políticas que
regían la España Moderna, ahondando en la relación entre el individuo y el
rey a través del dinero. Michel Bertrand en su investigación en torno al concepto de corrupción en la España colonial realiza una reflexión acerca de los
espacios de negociación en los que se encontraban los actores, unos espacios
en los que la corrupción muestra la complejidad del sistema político y cómo
este hecho no es sinónimo de un debilitamiento de la autoridad del Estado.
Para cerrar este primer bloque, Francisco Andújar realiza un esfuerzo por
dibujar un campo conceptual en relación a los tipos de cargos enajenables,
caso de los empleos «beneficiados» frente a los «vendidos», lo que según el
autor responde a una misma realidad, al interceder en ambos una transacción
monetaria. Del mismo modo, también se profundiza en los conceptos de «dispensa», «seguridad o salvaguarda» y «facultades», elementos que están presentes en los contratos de venta de cargos.
En el segundo cuerpo del libro, «Las ventas de oficios municipales»,
Alberto Marcos Martín analiza los procesos de acrecentamiento y creación de
nuevos oficios en Castilla a lo largo del siglo XVI. María López Díaz incide
de forma inicial en una terminología específica destacando los términos de
«tráfico», «patrimonialización» o «mercado de oficios» frente al de «venalidad». La autora aborda el estudio de las ventas de cargos municipales, especialmente para el caso gallego, tanto en los concejos urbanos de realengo
como de señorío. Sus conclusiones se centran en una confirmación de la
venalidad de los empleos municipales, mayoritariamente de los que tenían
voto en Cortes, siendo la Corona la principal promotora de esta actividad.
Siguiendo con los cargos municipales, aunque en esta ocasión en América,
concretamente en Quito, Pilar Ponce confirma la venta de empleos sobre la
base de negociaciones y acuerdos, si bien no olvida la importancia de diferenciar las prácticas venales de la metrópoli con las efectuadas en Indias,
donde fueron más habituales, al punto que llegaron a provocar enfrentamientos entre los miembros de la élite quiteña, principales compradores, que se
vieron ampliamente favorecidos en su intento de consolidación social.
En el tercer apartado de la obra: «Venalidad de cargos y oficios»,
Antonio Jiménez Estrella analiza el peso de las patentes en blanco y los suplimientos dentro del ejército español del siglo XVII. Una alternativa que dibujó un nuevo panorama militar como consecuencia de una práctica venal, desempeñada por quienes tenían bienes metálicos, y aprobada por un rey
necesitado de hombres. Thomas Glesener contextualiza su estudio en los
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Países Bajos y se centra principalmente en los individuos, ya que son ellos
quienes controlan los canales de información que dan vía a la adquisición de
empleos, en este caso militares, y quienes gozan —tanto ellos como sus familias— de la confianza que buscaba el monarca a la hora de otorgar mercedes.
Inés Gómez traslada su investigación a los tribunales reales donde destaca
una notable venalidad en los puestos subalternos del cuerpo, al tiempo que
aboga por la necesidad de conocer a los protagonistas de una movilidad
social descendente en los citados cuerpos judiciales. En su trabajo, María
Victoria López-Cordón desplaza el prisma de análisis a la Corte, más concretamente a los empleos de Cámara, aquellos que destacan por su cercanía a los
monarcas. Según la autora, se produjo un incremento del número de servidores personales lo cual pudo llevar implícita la aparición de nuevas vías de
entrada al cuerpo, si bien la confianza en las personas y en las familias resistía como el mérito más destacado.
Se inicia el cuarto apartado: «Ventas de honores y naturalizaciones»,
con el estudio de María del Mar Felices de la Fuente, quien demuestra la existencia de un mayor control sobre el origen social de quienes pretendían acceder a la baja y media nobleza a través de la obtención de hidalguías o hábitos de caballeros, en contraposición a lo que ocurrió para ingresar en la
cúspide del estamento nobiliario, la nobleza titulada, donde apenas se exigió
trámite alguno durante la primera mitad del siglo XVIII. Antonio José
Rodríguez Hernández analiza la concesión de títulos nobiliarios a través del
levantamiento de regimientos en el ejército español durante el siglo XVII.
Pese a ser un recurso regular, la práctica indica que no siempre resultó beneficioso para quien buscaba honor a través del reclutamiento de soldados, ya
que en la mayor parte de los casos coyunturas especiales impidieron el logro.
En relación a los hábitos de las órdenes militares, Domingo Marcos Giménez
destaca el proceso de venta de estas mercedes más allá de la posibilidad de
caer en delito de simonía. No en vano, ante el interés de la Corona por obtener beneficios económicos, el encubrimiento de esta venta sería objetivo principal de la Monarquía. En torno a la problemática de la ocultación encara su
trabajo José Manuel Díaz Blanco, quien analiza el secreto y la disimulación
a partir de las «cartas de naturaleza» de la Carrera de Indias que fueron enajenadas. Según el autor, a través del dinero se consiguió silenciar las fuentes
y, en este caso, los orígenes de quienes comerciaban.
En el quinto apartado: «La Monarquía portuguesa. Nuevas perspectivas», Roberta Stumpf desarrolla un balance historiográfico de la venalidad de
empleos y honores en el contexto portugués y brasileño. Al tiempo que asegura que la Monarquía portuguesa no despreció la venalidad, se certifica
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cómo esta se produjo en menor medida que en territorios castellanos. Por
último, Fernanda Olival señala una realidad venal portuguesa desde el siglo
XV, pese a que las investigaciones son aún incipientes y los vacíos numerosos. En cualquier caso, la autora anuncia cómo la venta de cargos fue más restringida en Portugal, en especial en lo relativo a las iniciativas de la Corona.
Uno de los elementos a destacar dentro del conjunto del libro, son los
esfuerzos realizados por los autores para exponer una nueva metodología que
permita avanzar en esta vertiente histórica. La amplia consulta documental,
mostrada a través del cruce de diferentes fuentes, así como la búsqueda de
caminos hasta ahora inexplorados, ayudan a valorar el hueco ocupado por la
obra. Igualmente, debe ser destacado el interés de los autores por abrir nuevos caminos, caso de los análisis en clave de red social, habida cuenta de las
referencias al peso de la clientela o de los parientes y allegados en el momento de acceder a las prácticas enajenatorias. A lo largo del trabajo una idea se
repite, la relación entre el individuo y el monarca. Estamos ante una serie de
estudios que reflexionan en torno a un sistema de relaciones económicas,
políticas o sociales y que ponen en liza al principal agente del Estado, el rey,
y a quienes solicitan de éste alguna contraprestación. Un sistema de negociación entre el súbdito y el soberano en el que se observa una relación de intereses personales de la que todos buscan salir favorecidos. En conclusión, se
trata de una obra referente que invita a la reflexión, que abre nuevos ámbitos
de estudio relacionados con la venalidad, y que muestra un amplio campo por
trabajar pese a los avances conseguidos.—ÁLVARO CHAPARRO, Casa de
Velázquez-LARHRA.
Andújar Castillo, Francisco, y Giménez Castillo, Domingo Marcos (eds.):
Riqueza, poder y nobleza: los Marín de Poveda, una historia familiar
del siglo XVII vista desde España y Chile, Almería, Universidad de
Almería, 2011, 212 pp., fotos blanco y negro.
El presente estudio está conformado por ocho trabajos de investigación
referidos a la familia Marín de Poveda, originaria de Lúcar, en Almería, y que
tuvo activa participación en Chile, Potosí y Charcas, en el antiguo Virreinato
del Perú, en el siglo XVII.
El génesis de la obra se remonta a una solicitud que realizó el alcalde de
la referida localidad almeriense, don José Antonio González, al grupo de
investigación Sur-Clío de la Universidad de Almería, de realizar un curso de
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verano que tuviera por objetivo profundizar en los antecedentes históricos de
los Marín de Poveda, puesto que salvo referencias aisladas de la historiografía española, sólo se conocía por lo señalado por los historiadores chilenos
José Toribio Medina y Diego Barros Arana, con relación a Tomás Marín de
Poveda, quien fuera gobernador de Chile entre 1692 y 1700.
Asumido el desafío, se conformó un equipo de interdisciplinario para
desarrollar una investigación que cumpliese con el objetivo del curso, pero
que al mismo tiempo concretara un estudio como el que ahora se reseña.
El trabajo está dividido en tres partes. En la primera, que trata acerca del
paso de la familia desde Lúcar a América, se incorporan dos estudios de alto
valor. Francisco Andújar trata acerca de los orígenes de la familia y las relaciones de poder que ésta generó, en especial a través de la persona de don
Bartolomé González de Poveda, el primero que pasó a América y que llegó a
ser presidente de la Audiencia y arzobispo de Charcas. Posteriormente
Valeriano Sánchez, aborda un tema de gran actualidad historiográfica como
son las redes de poder que generó la familia. Aquí se destaca el gran trabajo
investigativo del autor en archivos de protocolo, y que través de una línea
genealógica pudo realizar un seguimiento a los miembros de este clan familiar, tanto por la vía de los Marín, los González y los López-Torres, quienes
desde Yeste los primeros, desde Alange los segundos, y desde Jorquera los
terceros, arribaron a tierras almerienses en tiempos de la repoblación y se vincularon con los Poveda, originarios de Barbalimpia (Cuenca) y repobladores
de Lúcar.
En suma, en la primera parte de la obra queda claro que la figura del
arzobispo de Charcas, tiene una clara influencia en los destinos de la familia
y de la construcción patrimonial de la misma, puesto que cuatro de sus cinco
sobrinos, entre ellos Tomás Marín de Poveda, pasaron al Nuevo Mundo y
construyeron, a partir de redes y alianzas, un poderoso clan.
La segunda parte del libro aborda la figura de quien se transformó en la
máxima autoridad política en la historia de Chile en la última década del siglo
XVII. Nos referimos a Tomás Marín de Poveda, gobernador y presidente de
la Audiencia en 1692 y 1700.
Cinco estudios conforman este corpus acerca de su figura, pensamiento
y actuación política. El primero, del citado Francisco Andújar, apunta a la
problemática de la compra de cargos en Indias, aspecto en el que se vio involucrado el personaje de estudio, aunque para entonces bajo un simpático
eufemismo: el de «donativo gracioso». Aquí el autor advierte que esta situación se debe contextualizar en los tiempos económicos en que vivía la monarquía de los Austrias.
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El segundo estudio trata acerca de la política de los Parlamentos
Hispano–Indígenas, realizados entre 1692 y 1694 por el nuevo gobernador. A
través de la mirada de Jimena Paz Obregón, ahí está la clave de lo que llama
«un encumbramiento exitoso». Aquí la autora, aprovecha de hacer una revisión a las particularidades de su gestión como máxima autoridad de la
Capitanía General, así como después su trayectoria que lo llevó a recibir el
hábito de la Orden de Santiago. Finalmente se aborda un tema delicado, en
cuanto al origen de la fortuna que amasó en Chile, planteando a manera de
hipótesis el posible comercio de esclavos indios en que habría estado involucrado el gobernador, práctica bastante común en los tiempos en que él vivió
en la frontera de guerra.
María Eugenia Petit-Breuilh trata las relaciones fronterizas en tiempos
del personaje analizado. Estudio interesante que permite recoger las variables
que para entonces eran el centro de la preocupación del gobernador, es decir,
mantener la paz, vigilar las costas de enemigos extranjeros y fundar ciudades
en el extremadamente ruralizado Chile central. Entre las soluciones buscadas
por Marín de Poveda estaban los referidos parlamentos, las misiones de jesuitas y franciscanos, así como también la posibilidad de reducir los indios a
pueblos.
El estudio del pensamiento del gobernador no podía faltar y por ello
Javier Pinedo aborda este desafío. Con una acuciosa búsqueda en el Archivo
de Indias, se pudo poner en valor el interesante epistolario que allí se conserva. Entre las grandes novedades que se aportan está la relación del gobernador con la élite local, y en donde el autor identifica elementos de identidad
criolla que bien podrían hacer comprender lo que pasaría un siglo más tarde.
El último capítulo de esta segunda parte de la obra está a cargo de José
Manuel Díaz Blanco, quien en forma aguda y bien fundamentada, trata el
tema de la fundación de ciudades en la gobernación destacando la paradoja
de que pese a que la política reformista de Marín de Poveda fue, por diversas
razones, un fracaso, dos villas de su plan fundacional lograron prosperar con
el tiempo, aunque para el caso de Talca, no en el mismo sitio donde la concibió Marín de Poveda ya que el emplazamiento urbano definitivo se debió al
gobernador Manso de Velasco en 1742, a doce kilómetros de sitio original,
hoy comuna de Maule.
En la tercera parte de la obra, nos encontramos con un estudio solitario
dedicado a don Bartolomé Marín de Poveda, hermano del gobernador de
Chile, cuya investigación estuvo a cargo de los editores Francisco Andújar y
Domingo Giménez. En él se trata de manera amena y documentada la historia del otro personaje de gran importancia en la familia en cuestión. Lo inte-
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resante es que comienza construyendo la relación a partir del testamento de
Bartolomé, una curiosa personalidad del ámbito eclesial que llegó a construir
en América una fortuna basada en relaciones, alianzas, sociedades y una alta
dosis de corrupción. Tuvo el curato de Potosí y luego fue visitador general
del arzobispado de Charcas, siempre bajo la protección de su tío, que falleció
en 1692; regresó a España ese mismo año y llegó a ser capellán de honor del
Rey en Madrid en 1695, donde desarrolló una intensa actividad, entre las cuales, las intermediaciones y los préstamos, permitieron acrecentar su poder
económico, el cual, al momento de su muerte en 1702, legó en parte a su hermano Tomás, sin que éste último se enterara puesto que falleció en 1703 en
Santiago de Chile, sin conocer noticias de la apertura del testamento. Sin
embargo, Bartolomé benefició de sobremanera al resto de la familia, en particular a su hermano Francisco Marín de Poveda, el único que había permanecido en Lúcar. De ese modo parte de la fortuna de la familia siguió relacionada con el pueblo almeriense que les había visto nacer.
Estamos frente a un estudio del todo interesante, porque por diversas
vías se ha podido reconstruir una historia poco conocida de un clan familiar,
que por algunos de sus representantes dio mucho que hablar en tierras americanas y en la propia España.—RODRIGO MORENO JERIA, Universidad Adolfo
Ibáñez, Viña del Mar, Chile.
Bandieri, Susana (comp.): La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana. Buenos Aires: Prometeo Libros,
Asociación Argentina de Historia Económica, 2011, 402 pp., índice,
cuadros, gráficos y bibliografía.
La Historia Económica había experimentado en los últimos años un
reflujo fruto de las nuevas corrientes predominantes en la investigación sobre
el pasado. El pensamiento postmodernista, los new cultural studies, los llamados retornos de la política, narrativismo y análisis micro-históricos omitían o menospreciaban las generalizaciones y reduccionismo comunes en ella
como formas de abordar el conocimiento y el papel del mercado en la articulación de las sociedades. Recientemente, empero, y esto es normal aunque
paradójico en el devenir del saber científico, la larga fase de crecimiento
mundial en la que surgieron y crecieron tales postulados renovadores, ha concluido en una profunda crisis que ha devuelto a primer plano el interés por la
indagación en los aspectos materiales de la existencia humana a lo largo del
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tiempo, por el modo de generar y asignar los recursos. Sin embargo también
es cierto que quienes se dedican a explorarlos han aprendido mientras
tanto de sus críticos y se acercan a ellos con puntos de vista enriquecidos y
mejorados.
En lo concerniente a América Latina, y sobre todo al estudio de sus
independencias, a las críticas a la Historia Económica en general se añadieron otras no menos relevantes, especialmente el hecho de que las explicaciones que han buscado en el pasado fundacional de los países las causas de sus
problemas actuales, aparte de insuficientes, no habían logrado articular métodos de análisis y discursos cognitivos satisfactorios. Además tales déficits se
acrecentaban debido a que las investigaciones sobre el área en su conjunto y
sobre casos nacionales y regionales en pocos casos consiguieron avances y
una comunicación suficiente entre ellas para ofrecer hipótesis y conclusiones
extrapolables y comparables.
De todos esos problemas, o más bien del intento por superarlas, y cabe
decir que con honradez y relativo éxito, es resultado la compilación de
Bandieri sobre la historia económica de las independencias hispanoamericanas. El libro, fruto de un seminario organizado en las XXI Jornadas de
Historia Económica argentinas en 2008, strictus sensus sólo tiene un antecedente, la obra coordinada por Leandro Prados y Samuel Amaral: La independencia americana: consecuencias económicas (Madrid: Alianza, 1993), que
se centra básicamente en los casos nacionales y en el impacto en términos de
costes y beneficios de la desestructuración política de territorios otrora unidos bajo una misma administración. No obstante también es heredera de un
inmenso acervo de investigaciones acerca de los distintos países de la región
y de ésta en su conjunto, algunas específicas, dedicadas a la economía de inicios del siglo XIX, y la mayoría a períodos más amplios. En ese sentido y en
los términos expuestos puede decirse que el libro ha aprendido de las contribuciones precedentes, de sus dolencias, críticas que recibieron y aportaciones
que es obligado extraer de ellas.
La editora señala en la introducción que no es que haya dejado de hacer
historia económica en los últimos años, sino que ésta perdió centralidad en el
debate y que recuperarla precisa una reorientación. Quienes se dedican al
tema, tras las críticas que ha recibido la manera la abordarlo en el pasado, no
deben conformarse con realizar ejercicios de económica aplicada a problemas de antaño sin prestar también atención a otros asuntos vinculados, a los
demás aspectos sociales, políticos, culturales. Como ejemplo utiliza Bandieri
el caso de la Pampa húmeda argentina y los trabajos que han quebrado la
visión tradicional sobre la misma, focalizada en los terratenientes, para
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Mostar un panorama rural en el que predominó el pequeño y mediano propietario. Y es sólo un ejemplo, como se ha dicho, pues los estudios recientes
han insistido también en el análisis de otras regiones, mercados, prácticas y
estrategias, del comercio desde la perspectiva de los comerciantes, de los
obreros, las comunidades indígenas, los medios de pago.
Tras la introducción, por tanto, al lector obtiene una idea clara de lo que
ofrece La historia económica y los procesos de independencia de la América
hispana. Se trata de un libro que privilegia el estudio del área rioplatense,
pero completado con el de otras regiones, y también de una obra que no tiene entre sus defectos ese límite espacial, ya que carece de pretensiones de
extrapolar sus conclusiones específicas, y sólo se presenta como modelo por
su forma diferente y comprensiva de abordar los problemas mediante el examen particular de casos, que de así se postulan como aportaciones al debate.
En tal sentido de sus capítulos se infiere que los procesos de independencia,
acerca de lo cual existe un amplio acuerdo, estuvieron motivados inicialmente por el vacío de poder que provocó la invasión francesa de la metrópoli en
1808. Ahora bien, si su continuación posterior tuvo causas económicas, éstas
estuvieron vinculadas con el aumento de la presión fiscal colonial y el efecto que tuvo en la sociedad, en unión con el descontento de la elite y otros sectores por la centralización de poder que habían supuesto las reformas borbónicas de la administración imperial y por una percepción extendida de que
restablecer los lazos con España no era favorable para aprovechar las oportunidades de negocio que ofrecía el panorama internacional, comercial, financiero y productivo, resultado de la Primera Revolución Industrial y que se
había materializado en la progresiva vinculación de las economías e intercambios mercantiles locales con Gran Bretaña, otros países europeos y
Estados Unidos.
Así entendidas, las causas, y también los efectos económicos de las
independencias, fueron múltiples y a la vez dispares, internacionales, regionales, intra e interregionales, específicos según los casos y problemas, y al
mismo tiempo dinámicos, cambiantes, incluso los más generalizables como
los descontentos por razones fiscales o reparto de poderes, o los derivados de
las rupturas de espacios políticos y de mercado y de los intentos, no siempre
exitosos, de establecer otro alternativos y reorientados en su relación con la
economía mundial. Y en ese sentido la primera conclusión de los autores del
libro editado por Bandieri es que faltan datos y estudios al respecto para que
la conclusiones puedan ser rotundas, aunque no por ello el estado actual de
la cuestión impide ofrecer ya una idea y una imagen preliminar más rica,
compleja y variada de los procesos de independencia, dado que en poco tiemAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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po se han acumulado numerosos trabajos y es previsible que el ritmo de producción se incremente en el futuro y facilite una mayor generalización de las
hipótesis y resultados de investigación.
Con los precedentes teórico-metodológicos sucintamente expuestos los
estudios compilados por Bandieri se centran en los análisis regionales, de
ruptura y transformación de los mercados y problemas fiscales en el período
de quiebra del dominio español sobre Hispanoamérica y de configuración en
el área de diversos Estados, así como en sus efectos en la oferta y circulación
monetaria. Casi todos los trabajos se dedican al área región rioplatense y sus
márgenes, incluyendo los casos paraguayo y de las provincias limítrofes con
el alto Perú y Brasil, y se completan, para ofrecer un panorama más extenso,
con capítulos dedicados a otras regiones.
Quizás el principal defecto de la obra en su conjunto es su ordenación.
Además de los estudios de los diversos autores, contiene comentarios a varios
de ellos escritos por Tulio Halpering y Heraclio Bonilla, pero éstos se editan
al inicio de la obra, cuando lo normal habría sido incluirlos tras los trabajos
que critican. Por otra parte, entre los dedicados a la región rioplatense hay
investigaciones más generales y otras sobre regiones y aspectos específicos y
debieran haberse organizado siguiendo un criterio de mayor a menor para
facilitar su lectura integral y comprensiva.
Los estudios más generales por su metodología y enfoque son los firmados por Jorge Gelman, Daniel Santilli y Roberto Schmit, aunque se editan en
cuarto-sexto lugar en la obra. Gelman señala las dificultades referidas que
para el análisis supone la escasez de datos acerca del período independentista, más aún cuando de lo que se trata es de realizar investigaciones con una
perspectiva más amplia y compleja que las efectuadas en el pasado. Pese a
ello el autor afirma que la documentación disponible es suficiente y permite
asegurar que el principal problema de esos años fue la forma en que las distintas regiones se enfrentaron al contexto económico en el que se produjo la
emancipación. Una mirada desde tal punto de vista muestra que el resultado
más evidente fue el estancamiento del interior rioplatense y la pujanza, por el
contrario, de Buenos Aires y de ello se deriva la necesidad de explotar qué
factores facilitaron a la capital argentina aprovechar las oportunidades de crecimiento que por entonces se presentaban, vinculadas con la intensificación
del comercio atlántico gracias a la revolución industrial y de los transportes.
Gelman, por tanto, cuestiona los enfoques institucionalistas de los problemas económicos de las independencias. Lo importante fueron la oportunidades y el modo de aprovecharlas y las instituciones derivaron de ello. Así
señala el autor que lo más relevante del contexto tardocolonial en el Río de
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la Plata económicamente hablando fue el crecimiento económico de las
regiones basado en el aumento de la demanda exterior agro-pecuaria y la preponderancia que por ello fue cobrando Buenos Aires. Observa, sin embargo,
que antes de la emancipación esto no generó grandes diferencias, aunque sí
después, debido a la continuación de las tendencias anteriores, que favorecieron al área porteña y provocaron un estancamiento de otros territorios. Por
dicha razón sostiene que hay variables con mayor poder explicativo que las
instituciones, básicamente la dotación de recursos para el referido aprovechamiento de la demanda externa que, debido a la escasez de capital y trabajo,
estuvo principalmente relacionada con el acceso a la tierra. A ello se añadió
el abaratamiento de las comunicaciones fluviales y navales. Hasta que esto
sucedió y las distintas regiones compitieron por el abastecimiento del alto
Perú y los altos costes de transporte otorgaron ventaja al espacio interior rioplatense, pero cuando se redujeron y la demanda internacional superó a la del
altiplano andino, sobre todo tras la crisis minera que sobrevino con las independencias, fue el litoral quien cobró tal ventaja, acrecentada por el control
bonaerense de las aduanas, motivo permanente de conflictos, y que junto con
la demanda urbana otorgaron a su gobierno una capacidad recaudatoria —y
económica— sin parangón en su vecindad.
En el mismo sentido que Gelman, Daniel Santilli estudia el caso de la
provincia de Buenos Aires y los cambios que acarreó para ella el establecimiento del libre comercio con las reformas borbónicas en el último tercio del
siglo XIX. El autor estudia la expansión que, como consecuencia, experimentó la frontera agraria porteña, y lo focaliza en el examen de los cambios sociales asociados a la inmigración que recibió la zona como efecto, y luego también causa, de su auge exportador. El autor señala que esto permitió un
crecimiento demográfico que cambio y complejizó su población y su sociedad, pues tuvo como resultado una elevada movilidad social en un contexto
de escasez de trabajo y de predominio, como ya indicaba Bandieri, de la
pequeña y medina propiedad, lo que dio lugar a un escenario rural diversificado, dinámico y complejo.
Roberto Schmit, por su parte, cuestiona la afirmación tradicional de que
la independencia conllevase cambios económicos y la formación de mercados nacionales. La evidencia disponible y los estudios realizados en las últimas décadas indican que su efecto fue una fragmentación territorial y que
tales mercados surgieron lentamente y en un contexto de gran incertidumbre
institucional, escasez de circulante y déficit fiscal de los Estados. La separación de España implicó para la economía rioplatense dejar de abastecer a
aquellas regiones que surtía con su oferta y que ahora constituían unidades
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políticas distintas, y a los costes de la desmembración de los mercados se
unieron, además, los de las continuas guerras de emancipación y post-emancipación. Por otra parte, a los actores locales implicados en tales procesos se
unieron diferentes intereses extranjeros. Por ello cabe analizar la historia del
período como la de un proceso de lenta y dificultosa reordenación económico-espacial, aunque sabiendo que el resultado fue favorable a las áreas portuarias y a sus modelos de Estado, a sus políticas y prácticas, que acabaron
imponiéndose, lo mismo en el litoral pacífico que en el atlántico. Esto, asimismo, derivó de una combinación de incentivos que potenciaron las redes
mercantiles y negocios orientados al mercado externo, opción más fácil y
barata y para obtener recursos que nutriesen los erarios de las nuevas repúblicas, pero que también mermó su capacidad fiscal y posibilidades de creación
institucional y ocasionó graves desequilibrios territoriales que perjudicaron a
las comarcas con peores condiciones para las exportaciones. La peor herencia de la independencia, según Schmit, por tanto, fue la inestabilidad financiera y monetaria con que nacieron los estados hispanoamericanos.
El otro estudio específico de la región rioplatense que conformó la futura Argentina es el de Beatriz Bargoni. La autora propone también en este caso
un enfoque novedoso, regional, referido al área de Cuyo, y centrado en el
análisis de un aspecto y unos sectores sociales concretos. La investigación se
refiere a las elites y sus cambios de comportamiento durante la transición de
la colonia a la República, así como a sus disputas por el poder, y señala que
un componente importante de los procesos que ocurrieron y sus derivaciones
fue que se mostraron como sujetos activos ante la coerción y cooptación ejercida por la administración central, hecho que evidencia indagando en sus
linajes, redes y vínculos locales que se formaron y en la definición de estrategias en los distintos contextos a que tuvieron que enfrentarse.
Otros tres artículos del libro se dedican a regiones rioplatenses que no se
integraron en Argentina: Paraguay y Uruguay —en este caso analizando un
aspecto muy concreto—, y a aportar una perspectiva general del amplio espacio del norte y sus conexiones atlánticas y pacíficas antes y después de la independencia. El referido a la Banda Oriental, firmado por Raúl Frandkin, es una
investigación tan particular como novedosa e interesante por su enfoque, conclusiones y propuesta metodológica y de indagación para otros lugares. Los
conflictos que caracterizaron a la independencia, señala el autor, fueron múltiples y variados en sus causas, efectos y manifestaciones. De hecho se dieron
varios tipos y uno especialmente interesante es el que puede denominarse guerra económica. Con el fin de investigar ese fenómeno construye una base
empírica, utilizando como proxi la magnitud de las movilizaciones militares.
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La rivera este del Paraná —dice— era una zona en plena adaptación a los cambios en la economía y el comercio en general en el período en el que se produjo la emancipación, debido al aumento de la actividad mercantil resultado de
la revolución de los transportes e industrial a que se refería Gelman. Los
enfrentamientos bélicos provocaron una presión sobre los recursos agropecuarios que fue dispar según el momento y las regiones, pero en general el
análisis de la demanda de los ejércitos, que mide a través de la mencionada
movilización de tropas, permite señalar que las contribuciones voluntarias de
la población rural en un principio dejaron poco a poco paso a los expolios.
Además, examinando esa presión y su grado de compulsividad, se pueden
explicar hecho como que los habitantes de determinadas zonas cambiasen de
bando, incluso en más de una ocasión. En tal contexto debe entenderse, por
ejemplo, la propuesta que se debatió en Uruguay de unirse a Brasil.
A otra región fronteriza rioplatense que también optó por desmembrarse políticamente de los demás territorios del virreinato, Paraguay, dedica su
estudio Nidia Areces, y lo focaliza en un aspecto concreto: las elites y sus
conexiones inter e intrarregionales. La autora señala que los vínculos ancestrales entre las oligarquías locales y las del litoral e insiste en el modo en que
fueron afectados por la centralización borbónica, lo que le permite explicar
que en el momento de la independencia se distanciasen tanto de la metrópoli como de Buenos Aires. Argumenta que el resultado de los cambios políticos y económicos del período tardocolonial fue un progresivo predominio de
los comerciantes porteños y además se caracterizó por la llegada de inmigrantes españoles que desplazaron a la elite local de las actividades mercantiles. De ahí su temprana independencia y el hecho de que ésta no llevase aparejada cambios sociales y en las relaciones sociales como los que se dieron
en otros lugares, y que a su vez clarifica las condiciones que condujeron al
establecimiento de la dictadura de Gaspar Rodríguez Francia en 1814. Opina
la autora que dicho gobierno autoritario eliminó la competencia combinando
fuerza y recursos fiscales, evitando así los enfrentamientos internos y minimizando el peligro de las amenazas externas recurriendo al aislamiento. Esto,
a su vez, generó estabilidad, aunque es discutible que pueda entenderse como
una revolución radical, según han pretendido varios estudios, ya que el resultado fue el mantenimiento de las formas y vínculos precedentes en las relaciones socio-políticas, consolidando así una especie de equilibrio dentro de
ese orden fundada en que cada cual fue relativamente beneficiado si se atenía
al mismo, lo que a la postre creó desincentivos para el cambio.
El último artículo referido a márgenes del espacio rioplatense, aunque
en realidad plantea un estudio general de la región enfocado en ellos, es un
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
brillante trabajo de Carlos Sempat Assadourian y Silvia Palomeque. Los
autores sostienen que las reformas borbónicas favorecieron a la economía del
interior del virreinato, aunque aún más a Buenos Aires. Su ganado siguió
abasteciendo al área minera andina y a la costa pacífica y sus tejidos y otras
mercancías a Paraguay y al litoral atlántico, y de tales zonas recibía importaciones, de modo que el saldo de la balanza comercial fue relativamente equilibrado. La población local debió ver esos intercambios como un bien que
convenía preservar tras la independencia y esperar de ella, según se ha indicado ya, que paralizase la sangría de recursos que implicaba la extracción de
su riqueza con destino a la metrópoli, mediante el tradicional monopolio
comercial impuesto por el gobierno español y los diversos impuestos, y dirigida a otros países europeos como pago de sus mercancías. Este último
aspecto y la consideración de que los efectos del conflicto emancipador serían transitorios —opinan Assadourian y Palomeque— explica la alianza de las
comarcas interiores del Río de Plata con la litoral-pampeana.
La expectativa de que las consecuencias de la guerra de independencia
no serían duraderas, empero, fue errónea. Como resultado el interior rioplatense perdió el mercado altoperuano, que Gran Bretaña comenzó a abastecer
desde el Pacífico, y al reanudarse el comercio con él y con Chile, lo hizo sujeto a los aranceles que fijaron las nuevas repúblicas establecidas en la zona. Por
otra parte Buenos Aires y Valparaíso empezaron a importar yerba mate y azúcar de Brasil y no de Paraguay y Perú y ese último país elevó sus tarifas aduaneras para las importaciones chilenas, lo cual, unido a los conflictos arancelarios que se sucedieron fruto de la protección de diversos intereses de las
distintas elites nacionales, acabó desarticulando los mercados establecidos
durante la colonia, redujo el circulante y reemplazó los tributos coloniales por
altos gravámenes establecidos por el gobierno bonaerenses para sufragar los
costes de la guerra, procurando además que perjudicasen lo menos posible a la
oligarquía porteña y pamperaza. El pacto anticolonial se quebró producto de
dicha política, aunque por entonces estaba ya muy afecta la oferta de las regiones del interior y sufriría aún más con los conflictos que asolarían el territorio
consecuencia de los conflictos que caracterizaron las primeras décadas de
andadura de Argentina. Sólo el tabaco de Catamarca, Jujuy, Salta y Tucumán,
y luego el azúcar en esta última provincias estuvieron exentos de los referidos
problemas e iniciaron la formación de un mercado espacialmente mucho más
restringido en el espacio que el de tiempos precedentes.
Los tres últimos artículos de libro completan el panorama incluyen el
análisis de casos fuera de la región rioplatense, Perú, México y Colombia,
aunque el primero de ellos, según se ha visto, muy relacionado con ella.
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Carlos Contreras discute si las vísperas de la independencia fueron de crisis
o de crecimiento para la economía peruana. La reanimación de la minería y
el aumento de los ingresos fiscales parecen indicar lo primero y el fin del
monopolio de El Callao con la habilitación para el comercio de los puertos
de Valparaíso y Buenos Aires, y la pérdida de la riqueza mineral del altiplano con la creación del virreinato del Río de la Plata lo segundo. Nadie discute, sin embargo, que a partir de 1808 la situación fue de crisis y que los conflictos posteriores la agravaron.
Según Contreras, y al igual que ocurrió en México, y en menor medida,
aunque también, en el Río de la Plata, si algo unió a distintos sectores sociales peruanos frente a España fueron los elevados impuestos. Por esa razón,
dado que su movimiento independentista fue más tardío, mantenerlos reducidos fue la principal fuente de legitimación del nuevo Estado republicano, lo
que mejoró el nivel de vida de la población a corto plazo, pero redujo la capacidad de inversión pública y perjudicó el crecimiento en el largo plazo. El
Estado, en síntesis, careció de fuerza política y de recursos suficiente para
elaborar un programa económico tras la emancipación, y los largos y costosos conflictos posteriores, que acapararon buena parte de esos escasos recursos, agravaron la situación. La principal afectada fue la minería argentífera,
lo que explica su rápido desplazamiento posterior por la explotación del guano y luego del salitre como actividades principales. Ahora bien, esto elevó los
ingresos y proporcionó cierta estabilidad socio-política, incluso antes que en
otros países vecinos, anticipó la reformas liberales que luego se realizarían en
la mayoría de ellos, y la ampliación de los derechos civiles y de la justicia
social, pero sobre la base de una economía cuyo sector externo perdió efectos multiplicadores con la sustitución de la plata por el guano como principal
exportación, de una presión tributaria reducida que no se tradujo en mayor
productividad y sí en un insuficiente gastos en infraestructuras, y de la consolidación de la hegemonía de las elites limeñas y la consiguiente exclusión
de la serranas del poder central, rompiendo la tradicional articulación socioterritorial que había caracterizado a la colonia.
Luis Jáuregui, por su parte, señala para México algo similar a lo que
argumenta Conteras sobre Perú. Los problemas económicos del virreinato
novohispano derivados del aumento de la presión fiscal en las décadas finales de dominio colonial, así como sus efectos en los distintos sectores sociales están mejor y más extensamente estudiados que en otros casos hispanoamericanos, lo que permite al autor una explicación menos profusa. El aparten
esplendor que supusieron para la economía novohispana las reformas borbónicas, con la reactivación del crecimiento de la minería y del comercio, acaAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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baron derivando por las razones mencionadas en mayores beneficios para la
metrópoli, que endosó buena parte de su enorme deuda externa acumulada
por las incesantes guerras al erario mexicano. El impacto que esto tuvo en la
oferta interna, particularmente en la agro-industrial, según el autor, mermaron las posibilidades económicas con las que el nuevo Estado tuvo que afrontar su situación postindependencia. Un territorio muy extenso y en parte despoblado, cuya riqueza se basaba principalmente en la agricultura y la
explotación de los recursos del subsuelo, hubiese requerido fuertes inversiones empresariales y en comunicaciones, pero la crisis en que sucedió la
emancipación provocó que escasease al capital para ellas. A esto se unió también la ineficacia de las instituciones, poco adecuadas para fomentar el crecimiento económico y que tardaron en modificarse, y el enfrentamiento de
diferentes intereses regionales, que defendieron las posiciones que habían
alcanzado durante la guerra contra España.
El último estudio del libro, firmado por Salomón Kalmanovitz, se refiere al caso de Colombia y señala que el principal problema derivado de su
independencia fue la inestabilidad política. Coincide con Conteras en que el
efecto más importante fue una inversión escasa que mermó el crecimiento
potencial, desincentivada por los conflictos postemancipación. El período
final de dominio colonial español sobre el territorio, señala el autor, tras la
creación en ella del virreinato de Nueva Granada, fueron más prósperas de lo
que hasta ahora había sostenido la historiografía. La dificultades económicas
con las que se afrontó la construcción de los nuevos Estados en el área, y particularmente el colombiano, derivaron de la contracción del crecimiento desde inicios del siglo XIX debido a las interrupciones en el comercio causadas
por las constantes guerras, primero entre España y otros países de Europa en
el Caribe, y posteriormente ocasionadas por el estallido de los movimientos
insurreccionales hispanoamericanos y los conflictos internos en que desembocaron, así como por la decadencia y posterior abolición de la esclavitud.
Fueron factores positivos del período, en cambio, la disminución de la presión fiscal y la extracción de recursos por parte de la metrópoli, y la modernización institucional, que facilitaron luego la expansión exportadora.
No obstante la tradicional discusión sobre si el período anterior a la
independencia fue de crecimiento o no, dice Kalmanovitz, hay bastante
acuerdo entre quienes han estudiado el tema acerca de que la política tardocolonial no tuvo efecto necesariamente negativos a corto y medio plazo, aunque coincide con lo que señalaban Smith para la región rioplatense, Sempat
Assadourian y Palomeque acerca del interior de la misma, y Contreras y
Jáuregui respecto a Perú y México, que a corto y medio plazo provocó una
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fuerte escasez de circulante y un progresivo déficit fiscal, que junto con la
también creciente introducción de mercancías extranjeras causaron problemas económicos y derivaron en una aumento de la desigualdades regionales,
lo que además se agravó con la emancipación y los largos enfrentamientos
civiles posteriores. En definitiva, el autor sostiene que tales circunstancias
impidieron aprovechar el boom del comercio exterior y acentuó los desequilibrios socio-territoriales, y aunque la actividad mercantil se expansión, sobre
todo desde mediados del siglo XIX, y con ella la economía, el coste de los
conflictos distrajo muchos recursos que podían haberse empleados en la
construcción de infraestructuras que facilitasen superar los obstáculos inherentes a la escarpada geografía colombiana.
En síntesis, los artículos reunidos por Bandieri en constituyen sin duda
la aportación colectiva más interesante que se ha realizado al análisis integral
y comparado de la historia económica de los procesos de independencia. Los
comentarios de Halpering y Bonilla, dedicados respectivamente a los estudios de Frandkin, Santilli y Gelman, y a los trabajos de Kalmanovitz y
Contreras, apuntan en parte las razones. Insisten en el esfuerzo de los autores
por subrayar la intensidad de los procesos de fondo que estaban aconteciendo en las sociedades y económicas cuando ocurrieron las independencia, y en
cómo se vieron afectados por éstas, y en la necesidad urgente de contar con
más investigaciones para contrastar las diferentes tesis esbozadas y comprobar la validez de ciertas explicaciones. Lo interesante de los distintos capítulos de la obra es que presentan variadas y complejas aproximaciones a los
problemas, algunas generales, otras sobre aspectos particulares, y que de
ellas se puede ya ir deduciendo la complejidad y especificidad de los referidos procesos y también de las causas y efectos de las independencias y de su
relación con ellos, pero al mismo tiempo una comunidad de factores explicativos que, con distinta intensidad, incluso cronología, se repite en muchos
casos y en la que también conviene seguir indagando.—ANTONIO
SANTAMARÍA GARCÍA, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC.
Böttcher, Nikolaus; Hausberger, Bernd, y Hering Torres, Max S. (coords.): El
peso de la sangre. Limpios, mestizos y nobles en el mundo hispánico,
México, El Colegio de México, 2011, 320 pp.
La limpieza de linaje, el mestizaje y la nobleza son tres de las manifestaciones en las que la sangre codifica el cuerpo con significados específicos
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y hace de él un texto para el historiador. El «valor de la sangre» se presta a
una pluralidad de entrecruzamientos analíticos, desde perspectivas y métodos
tanto sociales como antropológicos, literarios o artísticos. «La sangre representa uno de los elementos primordiales a través del cual se construye el
mundo como casa del hombre».1 La principal caracterización de la sangre en
el Ancien Régime es su ambivalencia: de la sangre se puede predicar cualquier cosa y su contrario. En cuanto radicalmente ambivalente, cada oposición puede adscribirle una nueva connotación. Y la más radical disyunción
destacable a esos efectos es la que existe entre vida y muerte. La sangre es
entonces principium vitae y principium mortis.2
El excelente volumen coordinado por Nikolaus Böttcher, Bernd
Hausberger y Max S. Hering Torres –hasta ahora el más actual y completo
resumen crítico-descriptivo publicado sobre el fenómeno– a través de los tres
ejes temáticos del subtítulo, analiza un denominador común de la sangre y su
peso: el carácter distintivo.
La limpieza de sangre fue en el mundo hispánico un mecanismo de diferenciación genealógica y una categoría que se articuló con el color de la piel
y la calidad de los vasallos del soberano. En efecto, la sangre «marcaba diferencias entre los estamentos con base en las virtudes y en el ethos estamental
anclado a ella» (p. 10); las tensiones conflictivas del Antiguo Régimen se
advertían y solucionaban por medio de la sangre y la desigualdad estamental
se justificaba como herramienta de la voluntad divina. Y es la limpieza de
linaje el eje central del análisis del libro y de ella se desglosan dos de sus derivaciones: el mestizaje y la nobleza. Esta última «precede en términos cronológicos a la existencia de la limpieza, sin embargo convive más adelante con
ella y la entrecruza en muchos casos; el mestizaje colonial, por su parte, se
puede entender como la disensión y contrariedad de la limpieza de sangre
–hecho que cuestiona la idea de la pureza» (p.10).
Los autores que colaboran en el volumen (los capítulos en total, con la
introducción, son once) estudian los tres ejes en común aproximación al concepto de la raza. Desde la lógica semántica de la modernidad temprana,
«raza» significaba «parentesco» y la nobleza se comprobaba a partir de la
raza; sin embargo, en el siglo XVI, la noción de raza apuntaba también a
«linaje maculado» o «impureza de sangre»; asimismo, el mestizaje se podría
interpretar a través de la terminología de la época como mescolanza de mala
y buena raza, entendiéndolas como linajes que se representan y manifiestan
a partir de la tonalidad del cutis.
1 L.M. Lombardi Satriani, De Sanguine, Roma, Meltemi, 2005, p. 18.
2 Ibídem.
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En términos jurídicos el concepto de «limpieza de sangre» se empleó
por primera vez en 1449 en el cabildo de Toledo: una sentencia-estatuto
excluyó a los conversos de los cargos públicos. Una tras otra, con el apoyo de
la monarquía y del papado, las principales instituciones españolas adoptaron
«estatutos de limpieza» que reservaban el ingreso a los oficios únicamente a
los «cristianos viejos».3
En el segundo apartado Max S. Herring Torres («Limpieza de sangre en
España. Un modelo de interpretación», pp. 29-62) analiza eruditamente el
tema y esboza un modelo interpretativo puntual de «la historicidad de la limpieza de sangre, su desarrollo y su variabilidad conceptual» como categoría
normativa, social y discursiva (p. 30). Mediante una amplia bibliografía y en
concreto algunos tratados teológicos medievales o de la época moderna
muestra cómo la metodología de la limpieza de sangre presente características complejas que abarcan el mundo jurídico, el social y el mental: «la limpieza de sangre no fue una constante estática, sino todo lo contrario, tuvo una
variedad de significados y se adecuó a dinámicas especificas en su contexto
histórico» (p. 58). Cuando, a partir del siglo XIV, los hebreos y después los
mahometanos se convirtieron al cristianismo, la sociedad española acudió
constantemente a dispositivos de exclusión ya no marcados por la adscripción
a una comunidad religiosa, sino por el «imaginario colectivo» del linaje y la
sangre. El cambio definitivo respecto a la percepción del «otro» o de la «otredad» de las minorías (judías y musulmanas) se dio en términos jurídicos con
la oficialización del nuevo «enemigo-neófito» en el estatuto-sentencia de
Toledo. Ahora era el converso el sujeto que se consideraba peligroso para la
misma supervivencia de la sociedad española. La originalidad del estudio de
Herring Torres se centra en asociar el concepto de limpieza de sangre con el
de racismo. «La limpieza de sangre inició la metamorfosis de un “antijudaísmo religioso”, característico en la Edad Media y Moderna en el ámbito europeo, para transformarse en un “antijudaísmo religioso-racial”» (p. 59).4
En «La nobleza ibérica y su impacto en la América española: tendencias historiográficas recientes» (pp. 63-76), de Óscar Mazín, se contextualiza, por mediación de la tratadística medieval y moderna y la historiografía
3 Los estatutos de limpieza operaron en muchos espacios de poder, pero no necesariamente
en los organismos más prestigiados del imperio (por ejemplo, los consejos).
4 Tema también tratado por la antropóloga e hispanista de la Universidad de Amberes
Christiane Stallaert en Etnogénesis y etnicidad en España. Una aproximación histórico-antropológica
al casticismo, Barcelona, Proyecto A, 1998 (primera edición: Etnisch nationalisme in Spanje. De historisch-antropologische grens tussen christenen en Moren, Lovaina, Universitaire Pers Leuven, 1996),
y, sobre todo, en Ni una gota de sangre impura. La España inquisitorial y la Alemania nazi cara a cara,
Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2006, los dos textos ignorados por el autor del capítulo.
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europea, la nobleza hispánica como categoría moral, social y de movilidad y
se llega a la conclusión que en el nuevo mundo la lejanía geopolítica consintió a los pobladores españoles deshacerse de los prejuicios «éticos-raciales»
de la metrópoli o al menos aligerarlos.
Bajo el epígrafe de «Limpieza de sangre y construcción étnica de los
vascos en el imperio español» (pp. 77-111), Bernd Hausberger ofrece un
correcto panorama de las maneras en que algunos autores vascongados, a los
dos lados del Atlántico, fundaron el discurso retórico de la supuesta limpieza de su estirpe en la Edad Moderna. La noción de «limpieza de linaje» se
cristaliza en el tema central de la identidad y los vascos se identifican a sí
mismos como grupo minoritario privilegiado de la monarquía católica; cuando alegan, en términos simbólicos y reales, legales e identitarios, la ausencia
de toda mancha a lo largo de su larga historia, anticipan en el imaginario
colectivo la idea de «raza pura» de los siglos XIX y XX. Citando el texto ya
clásico de María Elena Martínez,5 Hausberger llega a la conclusión que el
imaginario sobre la corrupción de la sangre en el mundo hispánico aparece
con un planteamiento social y discursivo no sólo religioso sino también racista o «protorracista».6
Javier Sanchiz es el responsable del trabajo «La limpieza de sangre en
Nueva España, entre la rutina y la formalidad» (pp. 113-135). A través de una
extensa revisión historiográfica, enlista los escenarios principales de la limpieza de linaje en el virreinato en las pesquisas más recientes: Santo Oficio,
Universidad, Colegio de abogados, provincias, órdenes religiosas, etcétera;
describe los «espacios de la limpieza» en los fondos del Archivo General de
la Nación de México, reflexiona sobre las calidades en la sociedad novohispana y afirma la sinonimia sangre-«vehículo transmisor»: la limpieza de sangre se puede considerar una condición «pre» o «paranobiliaria» como «resultado de un imaginario social» (p. 123). El historiador matiza su aseveración
argumentando que por «noble de sangre» se entendía ser heredero de hidalgos y por «limpio de sangre» ser descendiente de los puros y no excluidos.
Finalmente, después de tratar la práctica de la exclusión en la Inquisición y
las probanzas y licencias novohispanas, considera perspicazmente la limpie5 Genealogical fictions. Limpieza de sangre, Religion, and Gender in colonial Mexico,
Stanford, Stanford University Press, 2008, pp. 11-13 y 46-60.
6 Sobre el “protorracismo” español véanse Imanuel eiss, Geschichte des Rassismus,
Frankfurt am Main, Suhrkamp, 1988; Michael Grüttner, “DieVertreibung der spanischen Juden 1492”,
en Geschichte in Wissenschaft und Unterricht, 47 (1996), pp. 166-188; Pere Joan i Tous (ed.), El olivo
y la espada. Estudios sobre el antisemitismo en España (siglos XVI-XX), Tubinga, Max Niemeyer
Verlag GmbH, 2003.
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za como un «requisito adicional» que los súbditos debían cubrir para optimizar las posibilidades de ascenso social o de acceso a una corporación o institución regia o a un empleo.
«Pureza, prestigio y letras en Lima colonial. El conflicto entre el
Colegio de San Martín y el Colegio Real de San Felipe y San Marcos (15901615)» (pp. 137-168), de Alexandre Coello de la Rosa, utilizando una vasta
documentación, analiza la querella entre los dos cuerpos académicos citados
sobre el «derecho de antigüedad» y sobre las prerrogativas y rentas que comportaba su reconocimiento por parte del rey. Dicha disputa, que surge a causa de las transformaciones de los espacios educativos de la capital virreinal,
encuentra su fulcro en los diferentes criterios de aceptación de los estudiantes: en San Martín se admitían criollos de provincias, mientras que en San
Felipe se alojaban exclusivamente alumnos integrae famae et opinionis ex
puro sanguine procedentes. A lo largo del capítulo se afirma que las discriminaciones no se relacionaban con la raza, en su significación biológica contemporánea, sino con «razonamientos teológico-morales interpretados por
los rectores de los colegios peruanos en el nivel local» (p. 140). Sin embargo, y en términos contradictorios, más adelante se asevera que «los criterios
de distinción social enarbolados por el colegio de San Felipe dependían no
sólo de las genealogías familiares sino también de las características fenotípicas de sus colegiales» (p. 140).
«La limpieza de sangre: de las normas a las prácticas. Los casos de
Melchor Juárez (1631) y del padre fray Francisco de Pareja, comendador de
La Merced (1662)» (pp. 169-185) se titula el artículo de Solange Alberro, que
plantea, a través del estudio de esos episodios del siglo XVII, la labilidad de
la regla de la limpieza de sangre en tierras americanas: formalmente acatada
pero no cumplida a rajatabla. En la administración cotidiana de las Américas
las informaciones de limpieza de linaje no eran respectadas, incluso en institutos de gobierno que se suponían especialmente rigurosos en la selección de
sus funcionarios. Los expedientes de Melchor Juárez, secretario del obispo de
Puebla, y Francisco Pareja, catedrático y maestro de La Merced, señalan
cómo «el peso del contexto sociopolítico» se imponía a las normas en la
materia (p. 177).
En «Inquisición y limpieza de sangre en Nueva España» (pp. 187-217)
Nikolaus Böttcher trata, gracias al dominio de las fuentes inquisitoriales
españolas y mexicanas y desde un enfoque pluridisciplinar (el análisis discursivo, la biografía, la lingüística, la historia política y del derecho), unas cuestiones básicas de la limpieza de sangre como instrumento de segmentación
sociocultural y como táctica de unión- exclusión. A través de las «solicituAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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des» de los aspirantes a las plazas del estado se precisan las consecuencias
sociales de la limpieza de sangre y de la actuación del Santo Oficio, «entes
de control y de adiestramiento poblacional» (p. 188). La vigilancia además
muta con el tiempo: desde una primera etapa más rígida, entre 1535 y 1649,
hasta las «grietas» de finales del siglo XVIII.
«Informaciones y probanzas de limpieza de sangre. Teoría y realidad
frente a la movilidad de la población novohispana producida por el mestizaje» (pp. 219-250), de Norma Angélica Castillo Palma, e «Ilegitimidad, cruce
de sangres y desigualdad: dilemas del porvenir en Santa Fe colonial» (pp.
251-281), de Marta Zambrano, afrontan los temas de las mezclas de la sangre y la estratificación social en dos provincias de la corona hispánica,
México y el Nuevo Reino de Granada.
Castillo Palma puntualiza el significado de pureza de sangre en la religión y su consecuencia legal como instrumentum regni: la exclusión de los
mestizos. Y subraya, en contradicción con otros apartados del mismo volumen y argumentando una supuesta abundancia de expedientes de limpieza en
la última centuria de la Edad Moderna, «una mayor tendencia a obstaculizar
la movilidad social de los “naturales de estos reinos”» (p. 234). Tal vez esta
tajante aserción tendría que ser más documentada a través de un detallado
estudio serial y cuantitativo de las probanzas mexicanas de limpieza producidas a lo largo de los tres siglos del dominio español. En fin, añade un elemento poco conocido en el debate historiográfico: las pruebas de pureza indígena que atestiguan la identidad familiar y la ascendencia noble de un grupo
autóctono.
Zambrano, manejando una extensa bibliografía internacional, adoptando un enfoque de género y de estudio de casos, explora con erudición la generación de la ambigua noción de «mestizo» en el virreinato neogranadino y
explica cómo «el imaginario ibérico ideal de la época que preconizaba la rigidez de las clasificaciones sociales, tuvo que ajustarse repetidamente» por el
choque entre civilizaciones y razas iniciado en las primeras fases de la conquista (p. 258).
En el último título, «Del mestizo al mestizaje: arqueología de un concepto» (pp. 283-318), Guillermo Zermeño aborda el complejo tema histórico-filosófico del mestizaje como hecho que aspira a representar la identidad
nacional mexicana. Citando a Mora, Sierra, Vasconcelos, Ramos, Paz,
Villoro, Zea y otros más y describiendo el largo camino histórico-semántico
que transforma la palabra «mestizo» de la era colonial en la «idea incluyente» de «mestizaje» de la época nacional, verdadero recorrido del progreso
civilizatorio que termina en 1950, concluye afirmando que el «elogio moder-
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no del mestizaje presupone […] la abolición de una cierta noción de “pureza
de sangre”» (p. 311).—FERNANDO CIARAMITARO, Universidad Autónoma de
la Ciudad de México.
Bohoslavsky, Ernesto, y Godoy Orellana, Milton (eds.): Construcción estatal, orden oligárquico y respuestas sociales. Argentina y Chile, 18401930, Buenos Aires y Los Polvorines, Prometeo Libros y Universidad
Nacional de General Sarmiento, 2010, 336 pp.
La obra que reseñamos representa un aporte importante en dos sentidos
que complejizan la mirada sobre los procesos de construcción de los estados
nacionales. Por un lado, permite no sólo avanzar en una perspectiva comparativa sino incluso considerar problemáticas que atraviesan la cordillera en
ese marco, y por otro, apunta a incluir en el proceso a múltiples actores sociales. El libro consta básicamente de una introducción en la que los editores
ubican el problema en el contexto de la historiografía latinoamericana, explicitan su apuesta teórica y metodológica a favor de un enfoque comparativo y
destacan en términos generales las convergencias y divergencias entre
Argentina y Chile en el periodo analizado. Los textos que componen la obra
se articulan en tres secciones.
Una primera sección, destinada a las instituciones, sus capacidades y
límites, reúne tres capítulos. El de Mauricio Rojas Gómez se concentra en las
prácticas de control social por parte de la jerarquía eclesiástica y las autoridades civiles, examina las tensiones que recorren su implementación y las
modalidades de una moralidad oficial y otra distinta practicada por la mayor
parte de la población. El de Roberto Schmit y Andrés Cuello da cuenta de las
interacciones entre el proyecto nacional y su recepción en ámbitos locales
como la provincia de Entre Ríos, haciendo un recorrido sobre las transformaciones del derecho de propiedad y las regulaciones de control social de la
población rural entre 1850 y 1870. La contribución de Gabriel Carrizo se
dedica a repasar las alternativas de la materialización del control a través del
estudio de la organización de la policía del Territorio Nacional del Chubut y
las prácticas de resistencia de los sectores subalternos entre fines del siglo
XIX y principios del siguiente.
La segunda sección está compuesta en su totalidad por artículos de autores chilenos como Milton Godoy Orellana, Hugo Contreras Cruces y Manuel
Fernández Gaete, Rodrigo Araya Gómez, y Leonardo León Solís. Este tramo
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explora las respuestas y resistencias populares (en el marco del carnaval, el
bandidaje rural, la criminalidad), ante las políticas estatales de control social
desde la década de 1840 hasta el fin de siglo.
Finalmente, la tercera sección contiene tres contribuciones. La de
Daniel Palma Alvarado analiza las modalidades de la movilización popular
en distintos puntos de Chile en el contexto de los motines de 1850-1851; en
la de Ernesto Bohoslavsky, su repaso de los procesos protagonizados por las
organizaciones gremiales del extremo sur de Argentina y Chile en las primeras décadas del siglo XX, le permite —a través de la articulación de un análisis de clase con la movilización y política— rediscutir «el problema más
general de la construcción de ciudadanía desde arriba y su recepción, adaptación y apropiación desde abajo» (p. 266). Por último, el capítulo de Lisandro
Gallucci se concentra en las formas híbridas de las prácticas políticas en
Neuquén durante los primeros años del siglo XX, repasando las características de la participación de los «notables» y de los sectores subalternos.
Ninguno de los capítulos se focaliza exclusivamente en sectores de elite, intermedios o subalternos por más que estén ubicados en secciones que
apuntan a enfatizar los márgenes de acción de unos u otros, sino que la gran
mayoría tiene en cuenta las densas tramas de relaciones en que están insertos. Quizás la única excepción, o al menos la más evidente, esté constituida
por el texto de León Solís, donde se aborda la cuestión del bandidaje rural en
la Araucanía entre 1880 y 1900, sin acompañar ese objetivo de ninguna referencia a los estudios de Hobsbawm, ni a las superaciones que de sus planteos se han verificado desde el debate Slatta-Joseph de principios de la década
de 1990 en las páginas de Latin American Research Review.
La obra se cierra con un excelente epílogo redactado por Germán
Soprano que no sólo realiza un balance de los capítulos, sino que propone,
creo, una agenda de investigación muy interesante sobre cuyos principales
puntos vale hacer una serie de breves consideraciones. En primer lugar, el
autor se pregunta de qué manera sería posible que estos trabajos permitan
«reconocer e inscribir en un relato historiográfico más pluralista sobre estos
dos países unos sujetos habitualmente tenidos por periféricos, físicamente
distanciados […] de los actores y de los centros del poder metropolitano de
los estados nacionales» (p. 324). Para ello, sugiere inscribirlos no sólo en
Argentina y Chile, sino compararlos con otros escenarios en una dimensión
regional latinoamericana, lo cual, entiendo, permitiría la superación de aquel
entrampamiento de la historia como «biografía de la nación». En segundo
lugar si bien relacionado con lo anterior, y dado que tanto historiadores
argentinos como chilenos conciben la frontera como problema y objeto de
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interés en común, Soprano observa que se trata de un «escenario intelectual
particularmente fecundo para comprender históricamente la singular conformación que asumen los procesos de estatización y nacionalización de espacios sociales y de las poblaciones en las fronteras» (p. 325). En tercer lugar,
aunque reconoce que la mayoría de los trabajos tienen por referencia los procesos de conformación de los respectivos estados nacionales, Soprano argumenta que esta matriz no siempre constituye una referencia hermenéutica
socialmente eficiente, y no siempre lo es tampoco para las poblaciones en
estudio. En lugar de ello, propone la región como categoría más adecuada
para evitar la introducción a priori del esquema propio de los estados-nación.
Finalmente, Soprano inscribe los trabajos argentinos y chilenos en sus respectivos contextos historiográficos con el propósito de adelantar algunas
otras posibilidades. En el caso de los historiadores argentinos, señala su simpatía por un enfoque reciente en la historiografía argentina que omite «interpretar de antemano al Estado Nacional o a cualquier otra forma del orden
estatal como el promotor principal y excluyente de la unidad económicosocial, política y cultural en la historia de la sociedad argentina» (p. 328). No
obstante, sostiene que para lograr que esas iniciativas cuajen en nuevas síntesis sería necesario poner en diálogo una serie de investigaciones dispersas
que actualmente circulan por carriles muchas veces distantes entre sí. En el
caso de los historiadores chilenos, señala las dificultades de una historiografía que, aunque tiene el foco aplicado sobre los sectores subalternos y se ocupa de sus propias iniciativas y experiencias, termina —en general— por centrar sus intereses analíticos en las agendas que fijan las elites estatales,
políticas y /o sociales.
En resumen, la compilación de Bohoslavsky y Godoy Orellana representa un enfoque recomendable no sólo como lectura, sino para su inclusión en la
bibliografía de las cátedras de historia nacional y americana. La obra aparece
en un momento en que resulta necesario revisar la producción historiográfica
que mira los procesos de construcción estatal desde los centros de cada país y
sigue presentando periodizaciones y regionalizaciones que varios investigadores vienen discutiendo hace al menos una década. No se trata sólo de un excelente libro de historia regional, sino de un conjunto de aportes que, en palabras
de sus autores, procura «pensar un problematizar una serie de macro-problemas de la historia latinoamericana (tales como los procesos de construcción
del orden social o sus desafíos) tomando como estudios de caso a microregiones)» y lo logra acabadamente.—CLAUDIA SALOMON TARQUINI, Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)/Instituto de
Estudios Socio-Históricos de la Universidad Nacional de La Pampa.
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Caño Ortigosa, José Luis: Cabildo y círculos de poder en Guanajuato (16561741), prólogo de Manuela Cristina García Bernal, Sevilla, Universidad
de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 2011, 552 pp.
La obra que presentamos deja la reflexión de que es muy poco lo que
sabemos sobre los cabildos en la América hispana, y lo mucho que debemos
celebrar el empeño que ha puesto José Luis Caño Ortigosa, para que su investigación constituya una importante contribución al conocimiento de esta
compleja institución y de la sociedad en la que se inserta.
El municipio indiano como objeto de análisis de las ciencias sociales
tiene una larga trayectoria que arranca de mediados del siglo XX, aunque es
a partir de las últimas décadas que su estudio se complejiza al integrar el
escenario institucional y el social. Pese a los importantes frutos dados por
este nuevo enfoque, no son muchos los trabajos que se pueden citar, si bien
ahora se vine a sumar este estudio sobre el cabildo de Guanajuato, importante ciudad minera ubicada en El Bajío, una de las regiones más dinámicas de
la Nueva España en el siglo XVIII y que destacó por su desarrollo urbano y
producción agrícola. Precisamente por insertarse en este contexto espacial
tan pujante, es que el estudio del cabildo de Guanajuato tiene pertinencia y
cobra protagonismo entre los trabajos publicados en esta línea.
Producto de la tesis doctoral de su autor, esta obra recorre a lo largo de
sus casi 500 páginas la historia de esta intuición de gobierno municipal desde mediados del siglo XVII, que es cuando se funda el primer cabildo, hasta
1741 cuando la villa es elevada a la categoría de ciudad. Y para abordarlo,
Caño Ortigosa incursiona en la historia comparada confrontando el cabildo
de Guanajuato, cuando es posible, «con algunos de los concejos de las principales ciudades del imperio y con otros que presentaban un carácter más
provinciano», como él mismo nos anuncia al principio de su libro.
Pese a una realidad marcada por la escasa bibliografía existente sobre
la historia de Guanajuato en su etapa colonial, que contrasta con la riqueza
de su pasado, el autor arranca en el primer capítulo de la obra con un completo estudio de esta ciudad minera desde el surgimiento, a mediados del
siglo XVI, del pequeño centro minero bautizado por los españoles con el
nombre de Santa Fe de Guanajuato, hasta su integración en los mercados
regionales de El Bajío y más tarde del virreinato. De esta forma se va describiendo el desarrollo demográfico y económico que es el sustento del largo camino iniciado por el centro minero hasta la obtención del privilegio de
villa. A este respecto cabe mencionar la importancia que tuvo su rico subsuelo para que Guanajuato pasara de ser un pequeño «villorrio» —a decir
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HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS
del autor— a posicionarse, tras el descubrimiento de ricas vetas de plata para
mediados del siglo XVIII, como una de las ciudades más prósperas del
imperio español.
Con este escenario armado, el autor pasa a analizar la configuración del
cabildo y lo hace de modo espléndido y con gran habilidad al ensamblar la
secuencia temática con la cronológica. Parte de una institución en estado casi
embrionario, conformada por un alguacil mayor y dos diputados mineros,
hasta llegar a un cabildo de gran complejidad, representativo de la pujanza de
Guanajuato en siglo XVIII, compuesto por dieciséis regidores, dos alcaldes
ordinarios, dos alcaldes provinciales de la Santa Hermandad, un procurador
mayor, y cuatro escribanos que auxiliaban en las funciones del cabildo.
Figura clave de esta estructura institucional es el alcalde mayor, que es analizado de modo exhaustivo en el segundo capítulo. De este funcionario, máximo representante del poder del rey, se describen sus competencias y se revela que para el caso de Guanajuato acumuló, en consonancia con las
características geográficas y económicas de la región, ciertas prerrogativas
que lo diferenció de otros alcaldes mayores de la Nueva España. Así, entre
otras atribuciones, el alcalde mayor en Guanajuato tenia la facultad, como
presidente del cabildo, de proponer a los candidatos para los oficios electivos
cadañeros del ayuntamiento y aceptar o rechazar el resultado de la elección.
Una gran aportación de esta obra, y que ayuda al esclarecimiento de este oficio, es el estudio de las competencias de los funcionarios interinos, de quienes se ha logrado identificar los nombres de un gran número de ellos, así
como el tiempo que ejercieron el cargo, por lo que se llega a la conclusión de
que se trata de una figura de suma importancia en la labor de control de las
autoridades locales en materia de gobierno, justicia y milicia. En definitiva,
el capítulo nos presenta en toda su complejidad y amplitud a un actor clave
para entender el control que ejercían las elites urbanas sobre las regiones de
la Nueva España y, no obstante, hasta el momento poco iluminado por la historiografía especializada.
Gran especialista en la temática, Caño Ortigosa percibe al cabildo como
una de las principales instituciones que otorgaban poder y prestigio, y aprecia cómo ser miembro de este ámbito cerrado implicaba ciertos privilegios
que redundaban en provecho personal y familiar. De ahí el análisis de la configuración del cabildo guanajuatense, que identifica las distintas modalidades
de ingreso que tuvieron los vecinos de la villa y nos muestre que, junto a los
mecanismos tratados por la historiografía especializada —como fueron la
venta y renunciación de los oficios capitulares o la elección anual—, los
mineros y comerciantes de Guanajuato alcanzaron ciertas prerrogativas.
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Demuestra así, cosa que no es tan sencilla, que la estructura de los cabildos
no fue rígida, sino que hubo una evolución en el tiempo y una adaptación a
la realidad del lugar; en este sentido, el análisis del cabildo de Guanajuato
resulta modélico.
El estudio institucional se aborda en los siguientes capítulos, que manifiestan el exhaustivo trabajo del autor para identificar cada uno de los oficios
capitulares que componen el cabildo guanajuatense, definir sus funciones y
establecer las prerrogativas de los miembros de la corporación. Sin duda una
labor nada fácil que, gracias al atinado acierto de incursionar en la historia
comparada, nos acerca a los pasillos y estancias de los cabildos indianos ya
estudiados y nos revela que no hubo un patrón fijo, sino que la diversidad se
impuso en la estructura y composición de estas instituciones en función de
las particularidades geo-económicas en que estaban insertos.
Al hablar de los oficios resulta necesario abordar el proceso de enajenación que se dio en América en el periodo colonial y poner en evidencia las
cotas de poder, riqueza y prestigio que otorgaba a nivel local, regional, virreinal o, incluso, imperial, —a decir del autor—, el ser miembro del cabildo.
Pero no sólo esto, también es preciso conocer si los diversos oficios eran de
elección o enajenables y si representaban cargos de privilegio o de función.
De ninguna de estas variables se olvida Caño Ortigosa, quien sabe que sólo
de este modo, al identificar las diferencias, se puede entender la relevancia de
cada puesto y el atractivo que su desempeño podía despertar entre los miembros de la elite. Esto explica la magnífica propuesta de presentar primero, en
el capítulo cuarto, los oficios electivos y estudiar en el quinto y sexto los vendibles y renunciables. Tal tipificación y ordenamiento de los oficios del cabildo de Guanajuato permite que, como explica el autor, «puedan comprenderse mejor las causas que motivaron el carácter que se decidió que tuvieran,
cómo influyó el tipo de oficio en el modo de ejercerlos y en las personas que
pudieron desempeñarlos, así como las consecuencias que se derivaron de
todo ello».
Por último, agotado el escenario institucional, Caño Ortigosa incursiona en lo que es su otro gran objeto de estudio: identificar a la elite que se
incorpora al cabildo. Su interés se centra ahora en descifrar los mecanismos
y prácticas sociales utilizadas para defender sus intereses individuales y los
de grupo, así como en comprender las oportunidades estructurales y coyunturales de las que se beneficiaron para lograr situarse en la cúspide de la
estructura sociopolítica local. Muestra cómo el análisis prosopográfico, con
la perspectiva de las redes sociales, permite ir más allá de la normativa y
medir la capacidad de adaptación social, así como matizar la imagen del
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enfrentamiento entre criollos y peninsulares. De esta forma, se comprueba
que Caño Ortigosa logra alcanzar el objetivo de su investigación, que no es
otro que el manifestado por Giovano Levi cuando se refiere al estudio de
un exorcista de Santena en el siglo XVII: «El tema de este libro no es ni
una revuelta abierta ni una crisis definitiva, ni una herejía profunda ni una
innovación conmovedora, sino más bien la vida política, las relaciones
sociales, las reglas económicas, las relaciones sociológicas de un periodo
normal que permite contar cuantas cosas importantes vemos producirse
cuando aparentemente no pasa nada». Una atinada cita que resume el contenido de la obra y que el autor ha elegido como epígrafe para poner a la
cabeza de su libro.
Por lo anterior, podemos decir que se trata de una obra que aporta un
gran conocimiento al tema de los cabildos indianos y ello pese a las dificultades documentales que el autor encontró a lo largo de su investigación.
Por ejemplo, el no contar con muchas de las actas de cabildo para el siglo
XVII y XVIII, que es la principal fuente documental para estudiar esta institución, ni con las ordenanzas municipales y disponer de un volumen
menor de la correspondencia remitida por este centro minero. Por fortuna
este escollo se salvó gracias a la incorporación de fuentes menos clásicas,
como los protocolos de cabildo, y a una ardua labor de búsqueda y rastreo
documental en un gran número de archivos españoles, mexicanos y de
Estados Unidos. Sorprende el manejo de una extensa bibliografía especializada que incluye desde las obras más clásicas y de difícil consulta,
hasta las de más reciente publicación, sin detectarse omisiones sobre la
temática.
Un aspecto destacable de esta obra son los apéndices, que son testimonio del gran volumen de documentación que se ha manejado y que en muchos
casos rebasa el marco cronológico establecido en la investigación; como también el prólogo de Manuela Cristina García Bernal, pionera en el estudio de
las elites capitulares indianas, que cumple muy bien su función: valorar de
modo objetivo y adecuado el trabajo dentro de la historiografía sobre el tema.
En cuanto a las cuestiones formales, el libro es bastante afortunado y presenta una edición clara y limpia, si bien se echa en falta, por su carácter académico, la inclusión de un índice analítico.
En definitiva, Cabildo y círculos de poder en Guanajuato (1656-1741)
es un excelente trabajo de investigación, que a partir de ahora se constituye
en una obra de consulta obligada para el estudio de los cabildos indianos y de
las elites capitulares.—MARÍA PILAR GUTIÉRREZ LORENZO, Universidad de
Guadalajara (México).
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Carrellán Ruiz, Juan Luis: Salitre y Militares: Las relaciones entre España y
Chile (1900-1931), Huelva, Universidad de Huelva, 2011, 194 pp.
Desde que en 1844 se firmó el tratado de paz por el que España reconocía la independencia chilena, las relaciones entre los dos países no fueron precisamente cordiales hasta que en 1883, tras la intervención de Chile apoyando a Perú en su enfrentamiento con España, un nuevo tratado ponía fin a la
hostilidad entre ambos. Pese a ello, a finales del siglo XIX la situación no
parecía haber cambiado demasiado; aunque los enfrentamientos hubieran
desaparecido, este hecho no implicó, realmente, un acercamiento efectivo
entre las dos naciones.
Por aquellos años España, a raíz de la pérdida de las Antillas, se
replanteaba sus conexiones con las antiguas colonias. El «desastre» del 98
no sólo había dejado patente que no era una gran potencia, sino que despertó serios temores sobre la política expansionista de los Estados Unidos, a
los que desde entonces se mira como «el gran enemigo» de la cultura hispana, para cuya defensa, frente al impulso anglosajón, debían reunirse todos
los pueblos que la integraban. Ese cambio de rumbo era apoyado por
amplios sectores de la clase dirigente, que estaban en desacuerdo con la
política seguida hasta entonces respecto a América Latina, plagada de recelos mutuos, y cuyo único resultado había sido el alejamiento de países que
consideraban «hermanos» y, todavía en parte, como una prolongación de la
propia península.
Las publicaciones españolas de principios del siglo XX insistían, una y
otra vez, en la necesidad de incrementar el comercio con las antiguas colonias, estableciendo nuevas líneas de navegación y celebrando exposiciones
comerciales que reactivaran las relaciones mutuas. Y es precisamente en esa
época en la que el autor inicia su investigación sobre las relaciones hispano
chilenas, investigación que extiende hasta la tercera década del siglo XX, con
el propósito de analizar las relaciones entre los dos países en una etapa que
considera clave para el capitalismo contemporáneo, y que viene a rellenar un
claro hueco historiográfico.
Aunque dividida en tres capítulos (relaciones diplomáticas, relaciones
económicas y productos de intercambio comercial), lo cierto es que la obra
se divide realmente en dos partes, mucho más amplia la segunda que la primera, en las que se analizan las relaciones diplomáticas y económicas separadamente; y es que, en definitiva, como afirma el autor, fueron estas últimas
las que determinaron el carácter y la intensidad de los contactos entre las dos
naciones.
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En la primera de ellas, utilizando una bibliografía contrastada y documentación de archivos españoles y chilenos, el autor parte del nacimiento del
«hispanoamericanismo» en España para explicar los esfuerzos realizados por
los gobiernos peninsulares por intensificar las relaciones con las antiguas
colonias, así como las dificultades a que tuvo que hacer frente ese nuevo rumbo político. Y es que en aquellos momentos, como se muestra con claridad
en la presente obra, España no era una prioridad para la república chilena,
que centraba sus relaciones exteriores en aquellos países con los que venía
manteniendo relaciones económicas significativas. Como ejemplo de ello,
indica el autor, si bien España mantuvo una legación en Chile de manera permanente desde la firma del tratado de 1883, hasta 1908 no se nombró un
representante chileno «permanente» en Madrid.
De acuerdo con esa falta de interés, Carrellán Ruiz nos muestra cómo
esas relaciones, en general cordiales, se mantuvieron en un ámbito estrictamente formal, limitándose, prácticamente, al ámbito militar. Desde comienzos del siglo XX España, como táctica para su acercamiento, dio amplias
facilidades a sus antiguas colonias tanto para la formación de estudiantes en
las universidades españolas como para la de militares en sus academias. Y en
el caso de Chile esa política comenzó a dar ciertos frutos, especialmente
cuando la primera guerra mundial le impidió tanto la compra de material bélico como la formación de los miembros de su ejército en otros países
(Alemania, Francia o Gran Bretaña). En unos momentos en que procedía a la
modernización de aquél, la antigua metrópoli le daba facilidades en este campo; y Chile supo aprovecharlas, siendo en este aspecto en el que se centraron
las relaciones diplomáticas hispano chilenas, que se vieron intensificadas
después por el acercamiento ideológico que tuvo lugar con la llegada al poder
de Primo de Rivera en España y del general Ibáñez del Campo en Chile.
La segunda parte (capítulos 2 y 3) está dedicada a las relaciones comerciales que, como afirma el autor, son las que marcan realmente el acercamiento entre ambos países. Ese comercio se centró, como se indica ya en el
título del libro, en el salitre; y a la evolución de su tráfico dedica el autor gran
parte de este bloque, en el que se analizan las vicisitudes que en los treinta
años tratados experimentó dicho comercio, así como los intentos de las autoridades por normalizarlo. Sin embargo, nos dice también, esos esfuerzos no
fueron suficientes para acabar con los múltiples problemas que lo dificultaban (empezando por la falta de líneas de navegación regulares), y que se veían agravados por el hecho ya señalado de que España no era, en principio, un
socio comercial demasiado importante para Chile. Y es que aunque el mercado español fuera un destino interesante para su salitre, Chile no tuvo, en
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general, problemas para abastecerlo a través de terceros países. Sólo cuando
la guerra europea dificultó el suministro, y sus exportaciones comenzaron a
sufrir por la competencia de los nitratos artificiales, Chile comenzó a prestar
una mayor atención a sus relaciones directas con España, atención que se
vería incrementada cuando con la llegada de Ibáñez del Campo al poder
tuviera lugar, también, el acercamiento político.
Ilustrada con una serie de tablas y gráficos significativos para valorar el
intercambio comercial, los productos de ese intercambio y, esencialmente, el
papel fundamental del salitre en el mismo, la presente obra nos ofrece una
panorámica detallada de las relaciones económicas entre ambos países en los
primeros 30 años del siglo XX, relaciones que ayudan a explicar lo que fueron los contactos políticos y diplomáticos en ese periodo, en el que Chile se
convirtió en el segundo país iberoamericano en cuanto al valor de las mercancía importadas por España, pese a que a la hora de comprar allí su puesto no
pasó, en ningún momento, del octavo lugar.
Con la utilización de una bibliografía solvente y una interesante base
documental, la obra viene a completar una serie de estudios que, con motivo
de la celebración del bicentenario de las independencias latinoamericanas, se
han venido realizando recientemente con el fin de ilustrar lo que fueron las
relaciones de las nuevas naciones con su antigua metrópoli, para concluir, en
el caso chileno, y a diferencia de lo que ocurrió con otros países del área, que
a pesar de los esfuerzos de España esas relaciones no alcanzaron la intensidad pretendida por ésta.—ROSARIO SEVILLA SOLER, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, CSIC, Sevilla.
Carrillo Cázares, Alberto (ed.): Manuscritos del Concilio Tercero Provincial
Mexicano (1585). Directorio de confesore (edición, estudio introductorio, versión paleográfica, aparato crítico de variantes y traducción de
textos latinos), Quinto tomo, Zamora (Michoacán), El Colegio de
Michoacán-El Colegio de México, 2011, 360 pp., fotos blanco y negro.
El Tercer Concilio Mexicano es, sin duda alguna, el evento jurídicocanónico más importante del periodo colonial en el virreinato de la Nueva
España. Los instrumentos pastorales del Tercer Concilio Mexicano –ritual,
catecismo, directorio de confesores– no merecieron el honor de las prensas,
y quedaron al margen de la acción pastoral, escondidos en unas pocas versiones manuscritas. Es en esta tesitura en la que se enmarca la presente edición
del Directorio para confesores y penitentes del Tercer Concilio de México,
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HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS
obra del Dr. Alberto Carrillo Cázares. El autor es profesor investigador del
Centro de Estudios de las Tradiciones en El Colegio de Michoacán (Zamora,
México). Quizás la actividad más sobresaliente que ha realizado Carrillo es
la de impulsar un grupo internacional de trabajo sobre los concilios provinciales mexicanos, cuyo fruto más importante ha sido la edición del propio
Carrillo de los Manuscritos del Concilio Tercero Provincial Mexicano
(1585), en cuatro volúmenes publicados entre 2006 y 2009 por El Colegio de
Michoacán (en el primer tomo en coedición con la Universidad Pontificia de
México). Se trata de la trascripción y edición de los volúmenes de la Bancroft
Library de Berkeley, que contienen las actas del concilio (Mexican manuscripts, vols. 266-269).
La obra que ahora comentamos es el quinto tomo de la colección
Manuscritos del Concilio Tercero Provincial Mexicano. En el Estudio introductorio el autor no hace una presentación general del Directorio, sino que
profundiza en algunos aspectos. Carrillo pasa luego a describir los cinco
manuscritos del Directorio que se conocen. Tres de ellos contienen el texto
completo: 1) Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 7196, fechado en 1599; 2)
Archivo de la Catedral de México, fondos microfilmados, libros diversos,
XVI, 1401, letra del s. XVIII, con notas; y 3) Biblioteca Pública de CastillaLa Mancha en Toledo, fondo Borbón-Lorenzana, ms. 47, del s. XVIII.
Leyendo esta introducción llaman la atención del lector dos cuestiones:
la enorme riqueza del Directorio por su contenido (moral, pastoral, espiritual,
social, jurídico), y su vocación a fomentar un profundo cambio en la sociedad, que se vio frustrada por la no publicación. En primer lugar se presenta
la génesis y progresiva formación del documento. Éste nace con el encargo
oficial del Concilio al jesuita Juan de la Plaza de dos instrumentos, un
«Confessionario» para españoles e indios, y una «Ynstrucción de examinadores y examinandos».
El Directorio está dividido en dos partes desiguales: la primera, más
breve, es el texto de referencia para examinar a los candidatos a confesores.
No es muy diferente a otros instrumentos similares de Europa, y se ocupa de
los pecados, casos de conciencia, censuras y excomuniones, descritos con
sentido a la vez técnico y pedagógico, siguiendo la teología moral del
momento. La parte más rica y extensa, sobre la que se han ocupado algunos
investigadores, es la «Dirección para confesores y penitentes». Se compone
de elementos de teología moral (interrogatorios por mandamientos y por
pecados), espirituales/pastorales (virtudes del confesor, confesión de gente
devota, orden de vida tras la confesión), de moral profesional (obligaciones
específicas por razón de la profesión), moral económica (contratos), jurídicos
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(testamentos) y de justicia social (repartimientos de indios). No se trata de un
documento cerrado en sí mismo, sino concebido en estrecha unión con los
decretos. Como sintetiza Carrillo, «el Directorio resume el Concilio convirtiéndose en un instrumento de pastoral pensado como la manera práctica de
hacer efectiva la reformación de la vida novohispana» (p. XXXIV). La confesión –obligatoria para todos los fieles una vez al año– se veía como el
medio ideal para purificar las conciencias y sanear la sociedad.
En las pp. LXIII-LXXVI, el autor ofrece la lista de las fuentes citadas
en el Directorio, que refleja la ciencia jurídica y teológica de los padres conciliares, a la que se añade la personal de Juan de la Plaza. Cierra el estudio
introductorio un muy útil «Sumario del Directorio de confesores del Concilio
III Provincial Mexicano (1585)», el cual quizá hubiera sido mejor situar dentro del índice general del volumen. Siguen 335 páginas con el texto del
Directorio, editado con la maestría ya demostrada por el autor en los anteriores volúmenes de Manuscritos del Concilio Tercero Provincial Mexicano. Se
han usado los tres manuscritos completos del Directorio. Destacan algunas
características: la calidad paleográfica, las notas a pie de página con el aparato de variantes, las notas originales de los otros manuscritos y otras incidencias, la traducción de fragmentos latinos respetando los originales. Se
podría calificar la edición como de una sobria perfección, en el sentido de que
el lector puede encontrar lo que busca sin estridencias, gracias a la ordenada
y clara presentación de todos los elementos necesarios en una edición crítica.
Cierran la obra diversas secciones muy de agradecer: un glosario y tres índices onomástico, temático y toponímico.
Estamos delante de una excelente edición de uno de los instrumentos
pastorales sobre la confesión más interesantes del mundo postridentino. Con
la obra de Carrillo se abre un importante campo de estudio para historiadores
(historia de la Iglesia, de la vida social y económica, etc.), juristas (historia
de las instituciones y de la doctrina canónica y civil), y teólogos (moralistas,
estudiosos de la doctrina social de la Iglesia, de la espiritualidad, de los sacramentos, etc.), por no referirnos también a los antropólogos y a otros científicos. El Directorio es fruto de un trabajo en equipo, aunque lleva la impronta
de Juan de la Plaza. Se trata de uno de los ejemplos más claros del nivel
alcanzado por la Iglesia mexicana en los años finales del siglo XVI, en aspectos tan dispares como el derecho canónico, la moral, la justicia social, la espiritualidad, etc. En el Directorio se dan cita tradiciones muy diversas: académicas y pastorales, con aportes de los obispos, del clero regular y secular y
hasta de laicos. La no publicación de esta obra fue, sin duda, una gran pérdida para la Nueva España. De alguna manera, la edición que presentamos nos
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HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS
«consuela» académicamente y nos estimula a seguir ahondando en las riquezas del Tercer Concilio de México.—LUIS MARTÍNEZ FERRER, Universidad
Pontificia de la Santa Cruz (Roma).
Felices de la Fuente, María del Mar: La nueva nobleza titulada de España y
América en el siglo XVIII (1701-1746): entre el mérito y la venalidad,
Almería, Universidad, 2012, 524 pp.
Este libro es uno de los frutos de la excelente tesis doctoral de la autora, realizada dentro del espacio de investigación modernista que lidera el profesor Francisco Andújar Castillo en la Universidad de Almería. La filiación
académica no es gratuita ni baladí. El libro se caracteriza continuamente por
bondades características del círculo modernista almeriense: atención a grandes problemas históricos, preocupación por desvelar las falsedades y los
silencios de la documentación, cruce de fuentes como método crítico para
conseguirlo, interés por el tema de la venalidad, cronología dieciochesca, elegancia literaria y conciencia de la necesidad de integrar la historia colonial
americana dentro de la historia española. La nueva nobleza titulada de
España y América es una verdadera obra de escuela, en el mejor sentido que
puede darse a esta expresión.
El propósito de estas breves líneas es ponderar la riqueza del abundante
material americanista que contiene el libro, aunque para ello será menester
partir de una sucinta exposición de su planteamiento general. La Dra. Felices
de la Fuente ha abordado en su investigación el proceso creativo de títulos
nobiliarios en el mundo hispánico en tiempos de Felipe V. Haciendo uso de
una metodología muy novedosa, ha llegado a conclusiones importantes: la
relativa intensidad del fenómeno (continuista con el reinado de Carlos II), la
primacía de la vía ejecutiva en la tramitación de los títulos, la ausencia real de
controles sobre el origen social de los agraciados, la amplitud cuantitativa y
cualitativa del fenómeno venal y el peso equiparable de concesiones por méritos y servicios, sobre todo en el marco de la Guerra de Sucesión. Entre todas
estas ideas, se sitúa una tesis central a través de la cual la autora afirma que la
prodigalidad de Felipe V supuso una renovación profunda de la nobleza titulada, que definitivamente dejó de ser aquel grupo reducido de dinastías linajudas al que se había reducido hasta mediados del siglo XVII. La nueva nobleza
titulada fue realmente nueva en un sentido muy profundo que va más allá de la
simple contabilización de títulos de reciente creación. La Corona, pretendidaAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
mente, «configuró una aristocracia leal, de confianza, y en cierto modo dependiente, que asegurara la estabilidad plena del sistema. Era una forma más de
evitar posibles reacciones nobiliarias en contra del poder real, como las que se
habían experimentado durante el cambio dinástico» (p. 412).
La primera parte del libro disecciona la estructura institucional y el proceso burocrático que produjeron los nuevos títulos nobiliarios. La autora ha
logrado reconstruir la vía de tramitación de 67 títulos indianos (sobre un total
de 78): 51 fueron concedidos por decreto ejecutivo, 13 por consulta de la
Cámara de Castilla y sólo 3 por consulta del Consejo de Indias. Las cifras
recalcan la primacía de la vía ejecutiva sobre la consultiva y demuestran una
participación minoritaria de los organismos políticos indianos en la Corte. La
explicación de esto último es sencilla: los llamados títulos de indianos fueron
concesiones realizadas a indianos, pero administrativamente fueron títulos de
Castilla.
La segunda parte del libro estudia el conjunto de los nuevos títulos nobiliarios, dentro del cual los títulos indianos fueron una parte destacada. Felices
de la Fuente ha contabilizado un mínimo de 318 títulos expedidos en tiempos
de Felipe V. De ellos, 207 han sido calificados como peninsulares y 78 como
indianos, quedando indefinido el origen geográfico de los 33 restantes. El
libro nos presenta un apasionante retrato de grupo de estos títulos indianos.
Merecerían destacarse muchos de sus rasgos, pero entre ellos llama poderosamente la atención un dato central: sólo dos títulos se concedieron por servicios personales directos a la Monarquía, mientras que 57 fueron títulos
venales con total certeza, otros 16 lo fueron con un alto grado de probabilidad y sobre otros 3 se cierne la duda, porque su concesión se otorgó a personas «sin grandes méritos».
La conclusión es el predominio aplastante de lo venal sobre la vía del
mérito personal, que se hace aun más llamativa cuando se establece la comparación con los 207 títulos peninsulares, de los cuales 149 se otorgaron por
méritos y servicios y sólo 58 pueden clasificarse como venales con distinto
grado de certidumbre. La identidad de los compradores podría explicar la
enorme incidencia de la venalidad y, a tales efectos, Felices de la Fuente
explica que muchos de ellos eran grandes mercaderes que compaginaron su
actividad comercial con inversiones en otros sectores, como el minero, el
agropecuario o el financiero. Los beneficios que obtuvieron fueron invertidos
en su ascenso social a través de la compra de cargos y honores, entre los cuales los títulos nobiliarios eran la pieza culminante.
Esta catalogación explica con claridad la presencia minoritaria del componente americano en los capítulos dedicados a la nobleza titulada de servicio
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y la mayor atención recibida en los capítulos dedicados a los títulos venales.
Felices de la Fuente desvela en estos últimos un auténtico sistema en el que los
títulos nobiliarios se ponían a la venta en mercados muy diversos: el primero
de todos era la propia Corte, pero a ella se sumaban (previa licencia real) las
instituciones religiosas, los municipios, los virreyes y los gobernadores americanos e incluso algunos particulares. A su vez, en estos mercados se compraba
a través de diversas modalidades: por transacción directa, por financiación de
obras públicas, por contribuciones directas a la guerra... Pudiéramos dar por
hecho que los indianos sólo compraron títulos a los gobernantes coloniales,
pero no fue así, porque también supieron aprovechar las oportunidades que se
ofertaban desde la Península. En realidad, como la autora demuestra, los
indianos se las ingeniaron para adquirir títulos a través de la mayor parte de las
vías posibles. Recuérdese: administrativamente los títulos indianos eran en su
mayoría títulos de Castilla, cuya negociación se canalizaba a través de diversos espacios situados físicamente en la geografía peninsular.
La lectura del libro proporciona al historiador americanista un bagaje de
información e ideas que le obliga a plantearse preguntas. Tal vez las más acuciosas sean las que se refieren a las evidentes divergencias que se verifican en
la instalación de las mesocracias indianas y las peninsulares en la cúspide de
la nobleza titulada. Felices de la Fuente intenta responderlas invocando en
primer lugar la «mayor ambición social por parte de quienes disponían de
grandes capitales» en América y, después, la «tradición venal» indiana, que
desde el reinado de Carlos II habría conocido una «prolongación natural» en
la venta de títulos (pp. 408-9). La propuesta es obviamente susceptible de ser
aprobada, matizada o rechazada, como cualquier explicación histórica de largo alcance, pero nadie podrá negar nunca a la autora el mérito extraordinario
de haber construido una base de datos de óptima fiabilidad para formularla y
haber sentado con ella los cimientos para un debate histórico de primer nivel.
Ojalá otros historiadores no tarden en recoger el guante tendido por esta magnífica investigación.—JOSÉ MANUEL DÍAZ BLANCO, Universidad de Huelva.
García-Abásolo, Antonio (coord.): La Música de las Catedrales Andaluzas y
su Proyección en América, Córdoba, Universidad de Córdoba, Servicio
de Publicaciones / Caja Sur, Obra Social y Cultural, Servicio de
Publicaciones, 2010, 341 pp., ilustraciones + gráficos.
El presente libro, dedicado a la música de las catedrales andaluzas y su
proyección en América, es resultado de los trabajos de investigación desarroAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
llados en el marco del Proyecto de Excelencia «Andalucía y América Latina.
Intercambios y trasferencias culturales», patrocinado por la Junta de
Andalucía.
En los últimos años se ha producido un auge en el estudio de la música
en la América hispana: publicaciones científicas y grabaciones sonoras que
rescatan antiguas partituras olvidadas han venido a rellenar lagunas sobre un
campo de estudio fascinante. Y es que la música es parte fundamental de la
vida de todas las sociedades; y, como no podía ser de otro modo, también lo
fue de la sociedad indiana. Como decía un verso de Pedro Calderón de la
Barca la música es el imán de los sentidos. En ese contexto el libro coordinado por el doctor Antonio García-Abásolo, catedrático de Historia de América
de la Universidad de Córdoba, resulta muy pertinente al tratar diversos aspectos de interés en relación a la música hispano-americana entre los siglos XVI
y XVIII.
Un importante objetivo se plantea la obra: «insertar en el marco social,
económico y político correspondiente la historia de la música y de los músicos» (pp. 9-10), poniendo en valor la música renacentista y barroca de la época virreinal española: la de las catedrales y otros centros religiosos destacados, la música indígena, y la música doméstica o profana.
En este libro se atiende al primer grupo, esto es, a la música elaborada
o interpretada en señalados templos indianos a mayor gloria de la liturgia y
el culto divino. Música que inundaba sus naves, enriqueciendo unas magníficas ceremonias llenas de belleza y plasticidad. Estudiar estas partituras, las
historias que rodean a sus compositores y el devenir de su difusión y aceptación en España y en América es otra vía de acercarse al estudio del pasado.
De la presencia de la música y de lo musical en la vida cotidiana indiana nos hablan infinidad de manifestaciones artísticas. Por citar una sola,
extraordinaria, podemos referirnos a una de las tablas del Biombo de las Artes
Liberales (1670), dedicada a la música. Obra de Juan Correa, conservada en
el Museo Franz Mayer (México, D.F.), en dicha tabla se representan cuatro
figuras, enmarcadas en un evocador paisaje, sosteniendo dos de ellas una viola de gamba o violonchelo y una flauta, respectivamente. A sus pies, sobre el
suelo, unas partituras completan la composición.
Once son los capítulos que componen la obra, precedidos de una introducción a cargo de su coordinador, en donde se presentan de manera amplia
y detallada los temas que la integran.
En el primer capítulo, «Historiadores y musicólogos americanistas.
Caminos que se encuentran», escrito por el doctor García-Abásolo, se traza
un amplio panorama historiográfico sobre el estudio de la música hispana en
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la Edad Moderna. Esta contribución es un magnífico ejemplo de cómo la
música puede ser, y debe de ser, estudiada en el contexto humano, social, económico, político y misional del momento. Una música que fue primero introducida por los religiosos regulares destinados al Nuevo Mundo con tareas
misionales y que, después, se desarrolló al calor de las capillas musicales de
las catedrales indianas.
En «Granada-Sevilla-Puebla de los Ángeles. Los comienzos del villancico barroco», el doctor José López Calo (S.J.) analiza los comienzos del
villancico barroco hispánico, situando sus orígenes en la catedral de Granada
en los últimos años del siglo XV o primeros años del XVI, iniciándose con
posterioridad desde este punto su difusión.
En «Músicos sevillanos de los siglos XVI y XVII en Hispanoamérica»,
el doctor Herminio González Barrionuevo señala cómo los «dominicos, franciscanos, y otros frailes que habían acompañado a los conquistadores, reconocieron la habilidad musical innata de los aztecas, incas, y otros indios del
continente americano, y pronto recurrieron a la música como medio de conversión a la fe cristiana; de manera que, hacia finales del siglo XVI, existían
ya impresionantes iglesias y escuelas de música» (p. 67). Incluye un análisis
de los centros polifónicos de polifonía renacentista y barroca de
Hispanoamérica, agrupándolos en centros catedralicios, parroquiales y conventuales. Muy interesantes resultan las páginas dedicadas a los músicos de
la catedral de Sevilla, de la Colegiata del Divino Salvador de la misma localidad y de otros centros hispalenses, que pasaron después a continuar su labor
en los reinos de las Indias.
El doctor Javier Marín López, en «Patrones de diseminación de la música catedralicia andaluza en el Nuevo Mundo (siglos XVI-XVIII)», insiste en
el decisivo protagonismo «jugado por el sur peninsular en las relaciones
musicales con América» (p. 118); siendo muy interesante el apéndice titulado «Inventario abreviado de maestros de capilla andaluces de los siglos XVI
al XVIII con obras manuscritas en archivos y bibliotecas americanas» (pp.
120-132). Una figura inserta en la página 118 presenta un gráfico con los
archivos de lugares de culto americanos que conservan el repertorio musical
manuscrito andaluz: la catedral de Puebla de los Ángeles es la que más acervo posee en este campo.
La doctora Rosa Isusi Fagoaga, en «La música de la Catedral de Sevilla
en el siglo XVIII y América: proyección institucional, movilidad de los músicos y difusión del repertorio», destaca el papel de difusor musical de la catedral de Sevilla estudiando, entre otras temáticas, la migración de músicos del
principal templo hispalense a América durante la decimoctava centuria.
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
En «Domenico Zipoli. Importancia de su trayectoria personal y artística», la doctora María Isabel Osuna aborda el estudio de la figura de este
jesuita (1688-1726), organista y compositor italiano, cuya música fue utilizada en las misiones del Río de la Plata en las que estuvo destinado. Atractivo
resulta el apartado dedicado a revisar las reducciones jesuíticas y la música
allí interpretada.
El capítulo «El ambiente musical y el entorno americano cordobés de
Fernando de las Infantas (ca. 1534-1609?)», del licenciado José Luis Ruiz
Vera, investiga la composición de la capilla musical de la catedral de
Córdoba, centrándose luego en la figura del sacerdote y polifonista cordobés
Fernando de las Infantas.
Como continuación del tema anterior, en «Los maestros de capilla de la
Catedral de Córdoba en el siglo XVIII y su presencia en los archivos americanos», la doctora Beatriz Fernández Reyes repasa la vida de la capilla musical de la catedral cordobesa y de sus maestros en el siglo XVIII, y cómo
muchas obras allí compuestas o interpretadas figuran en algunos archivos
americanos —como los existentes en las catedrales de México, Lima,
Guatemala o Sucre, entre otros centros litúrgicos relevantes—. Señala, asimismo, la proyección y fortuna crítica que tuvieron en Indias las obras de los
compositores Agustín Contreras y Juan Manuel Gaitán y Arteaga.
En «La música en los documentos fundacionales de la Iglesia en el
Nuevo Mundo: los modelos andaluces de las catedrales de Sevilla y
Granada», el licenciado Gonzalo J. Roldán Herencia indica el valor de la
documentación indiana para los musicólogos. En concreto, el potencial que
ofrecen tipologías documentales tales como las letras apostólicas y los documentos episcopales otorgados en Indias, donde se recogen útiles datos acerca de la forma de organizar y reglar el funcionamiento interno de las capillas
musicales.
La doctora Mercedes Castillo Ferreira, en «La colegiata [o iglesia colegial] como entidad musical en Andalucía y su proyección en América: una
reflexión sobre la exportación de modelos institucionales», analiza el papel
de las iglesias colegiales andaluzas y su protagonismo como centros productores musicales.
Por último, en «La Catedral de Málaga como modelo de estudio de la
música en el ámbito catedralicio español e hispanoamericano: logros, perspectivas y retos», la doctora María José de la Torre Molina expone, entre
otras cuestiones de gran interés, las principales investigaciones acerca de la
vida musical de la catedral malacitana, apuntando el trasfondo ideológico,
propagandístico y antropológico de las fiestas renacentistas y barrocas, en las
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que la música ocupaba un papel principal. Señala la autora cómo «las fiestas
nos abren el camino para estudiar aspectos relacionados con la música que
van más allá de compositores, obras e intérpretes, y que están relacionados
con las funciones y sentidos de la música en el marco de la ciudad» (p. 341),
citando algunas de ellas: relación entre música e ideología, entre música y
espacios urbanos, la función representativa de los músicos, y uso de la música como vía de organización y diferenciación social.
Todos los capítulos se acompañan de unos elaborados aparatos críticos
repletos de citas documentales y bibliográficas de interés. Y todos ellos coinciden en señalar las notables trasferencias musicales que se produjeron entre
Andalucía y América desde los comienzos mismos de la colonización. Las
catedrales de México, Puebla de los Ángeles, Lima, Santa Fe de Bogotá o
Quito fueron destacados centros musicales.
Otra de las conclusiones que pueden extraerse del conjunto de las aportaciones reunidas en este volumen es que la capilla musical de la catedral de
Sevilla sirvió de modelo para las creadas en las catedrales americanas. Algo
similar a lo que sucedió, en el ámbito de los estudios superiores, con la
Universidad de Salamanca y su proyección ultramarina.
De igual forma, los análisis del cursus honorum y de la formación académica de muchos de los músicos que aparecen estudiados en los capítulos
que componen el libro resultan de gran atractivo.
No deseamos concluir sin resaltar que nos encontramos ante una cuidada edición que sirve de estuche perfecto a una obra de extrema utilidad en el
campo de los estudios culturales de la América española. Obra destinada a
convertirse en un referente para los especialistas en este área de conocimiento.—MIGUEL LUQUE TALAVÁN, Universidad Complutense de Madrid.
González Leandri, Ricardo; González Bernaldo de Quirós, Pilar, y Suriano,
Juan: La temprana cuestión social. La ciudad de Buenos Aires durante
la segunda mitad del siglo XIX, Madrid, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Colección América, 2010, 224 pp.
La temprana cuestión social. La ciudad de Buenos Aires durante la
segunda mitad del siglo XIX es una obra escrita conjuntamente por los historiadores Ricardo González Leandri, Pilar González Bernaldo de Quirós y
Juan Suriano que tiene por objeto indagar en tanto tema y problemática historiográfica en las condiciones de emergencia de una temprana cuestión
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social en la Argentina del siglo XIX y sus lazos con la educación, la beneficencia, la salud pública, los problemas sanitarios derivados de la modernización y del crecimiento urbano y más tarde con la imposición de una cuestión obrera. El libro se estructura con una introducción y cuatro capítulos de
autoría individual que despliegan de manera muy bien articulada los particulares temas de interés de cada autor en relación la temprana cuestión
social. Así, González Bernaldo (capítulo 1) toma como objeto de análisis a
la Municipalidad y la institucionalización de lo social desde la perspectiva
de la beneficencia en la Buenos Aires del siglo XIX. González Leandri escribe en dos capítulos diferentes sobre las políticas y proyectos en torno a la
educación pública elemental en Buenos Aires entre 1820 y 1870 (capítulo 2)
y, en otro, sobre la temprana cuestión social en relación a la higiene y las
instituciones médicas para los años 1852 y 1890 (capítulo 3). Juan Suriano
cierra el libro (capítulo 4) con un análisis sobre la incidencia de la crisis de
1890 desde la perspectiva de los trabajadores y la emergencia de la cuestión
obrera. Entonces, cada uno de los autores logra en terrenos fuertemente consolidados por años de investigación, desplegar aquellas problemáticas que
permiten revelar el significado del planteamiento teórico sobre la emergencia de una temprana cuestión social en la Buenos Aires del siglo XIX, eje
central de este libro.
Pero sin duda, la contribución reveladora que tiene este trabajo es su
capítulo introductorio en el que los autores despliegan con densidad conceptual y lucidez teórica los nudos de una temática compleja planteada a su vez
para un complejo período para la historiografía argentina. Así, los autores
instalan el problema en torno a la temprana cuestión social como ejercicio de
exploración que les permita trazar los límites conceptuales y temporales para
su definición en tanto objeto histórico. Para ello, como caso relevante se presenta de manera precisa la ciudad de Buenos Aires y su gobierno municipal.
Los temas abordados están asentados sobre una sólida corriente de estudios culturales y sociales producidos en las últimas décadas por la historiografía argentina para los que se destaca la filiación con aquellos que cobraron mayor precisión en relación a la definición y análisis de la emergencia de
la moderna cuestión social, tal los escritos de Ricardo Salvatore, Eduardo
Zimmermann y Juan Suriano, principalmente.1 Sin embargo, la compilación
de Juan Suriano La cuestión social en la Argentina aparecida hace ya más de
1 Zimmermann, Eduardo: Los liberales reformistas en la Argentina 1890-1916, Buenos
Aires, Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1995. Suriano, Juan (compilador): La cuestión social
en Argentina. 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000.
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una década precisó no sólo sobre una selección de temas y problemas que se
incluyen en ese libro sino que fundamentalmente detectó la importancia de la
definición del marco cronológico y del establecimiento de un punto de partida para estos estudios. En ese texto se observa con precisión que pese a que
la profunda crisis de 1890 puso en evidencia la cuestión social, es desde
varias décadas antes que se puede vislumbrar los indicios de la toma de conciencia en relación a problemas sociales y la apelación a la acción pública,
particularmente en relación a la higiene, la salud y la educación.2 Es en ese
proceso de desplazamiento y de repensar la cronología en que se encuentra la
producción de La temprana cuestión social.
Es así como los autores que se reúnen en este volumen se propusieron
luego del dictado de seminarios de discusión tanto particulares como compartidos, la misión de poner por escrito los resultados de aquellas ideas en proceso de discusión para avanzar en la definición de una temprana cuestión
social tema hasta el momento escasamente planteado en la historiografía
local para definirlo como un momento histórico particular más allá e independientemente de su institucionalización a principios del XX. Precisamente,
el desafío reside por un lado, en dar cuenta a partir de un conjunto de herramientas metodológicas y conceptuales de la existencia en la ciudad de
Buenos Aires de una cuestión social temprana, y por otro, de pensar en la
articulación de las diversas instituciones, actores y temporalidades que estos
acercamientos planteaban.
La tarea se orienta entonces hacia la constatación de la especificidad de
un período definido a su vez por la indeterminación institucional y por una
diversidad de actores, agentes y jurisdicciones que entran en juego así como
en revelar la importancia que tuvieron para la definición del perfil de la temprana cuestión social tanto actores e instituciones médicas, propagandistas
educadores, asociaciones, como la pugna por jurisdicciones y atribuciones
para su funcionamiento. En esto fue central dar cuenta del rol cumplido por
la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, pues aparece como particularidad que el gobierno municipal instituyó lo social como esfera de acción
comunal y lo urbano como problema social, al tiempo que definió una serie
de servicios públicos como la higiene, la salud, la educación y la beneficencia como forma de regulación social pública, definición que por cierto no
estuvo ajena a tensiones.
En este escenario los autores reconocen otras conexiones problemáticas que refractan de algún modo sobre la complejidad y extensión del tema
2 Suriano, Ibidem, 1-2.
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planteado en el libro. Así una reflexión especial se refiere al papel del
Estado, tanto en la formulación de la cuestión social como en las decisiones que van a definirse como respuesta institucional, tema que a su vez presenta ciertas limitaciones para la historiografía argentina y demanda necesariamente la puesta en revisión, de algún modo, de los estudios clásicos
sobre la construcción del Estado. Para Pilar González Bernaldo de Quirós,
la noción de lo social lleva a repensar los postulados de Oscar Oszlak en su
clásico y vital trabajo sobre el Estado.3 Para ella pensar en los distintos
emprendimientos públicos y privados que buscaban dar diversas respuestas
a los problemas que empezaban a formularse como sociales no implicaban
necesariamente la existencia del Estado sino que más bien dan cuenta de
aquellas estrategias tanto sociales como institucionales que adecuaron la
idea de Estado a acciones colectivas que enfrentaron la solución de cuestiones extremas. Juan Suriano reconoce en cambio, en el tradicional estudio
sobre el Estado elaborado por Oszlak, un complemento a las ideas pensadas
en este libro pues aquella mirada estructural y desde arriba desarrollada en
el clásico La formación del Estado argentino es una hipótesis que continúa
siendo apropiada. De algún modo, la temprana cuestión social se inscribe
en esas trazas cuyo interés, cabe recordar, residió en mirar al Estado nacional sin considerar especialmente la conformación del poder municipal,
ámbito en el que se desplegaron la mayor parte de las iniciativas y demandas sociales. Ricardo González Leandri, por su parte, propone sortear el
sentido teleológico que se desprende del texto de Oszlak en su definición de
los rasgos de estatidad, dado que en la coyuntura específica en que se dio
el desarrollo de la temprana cuestión social, aquella visión presenta variaciones y retrocesos. Sostiene, que el ritmo de construcción estatal planteó
marcadas diferencias según la dimensión analizada (educación, higiene, la
regulación de las relaciones laborales o el control de la pobreza) difícilmente generalizable.
Aparecen también en el estudio introductorio reflexiones en torno a las
ideas de Robert Castel y su tesis sobre el modo en que las revoluciones atlánticas bosquejaron un nuevo paradigma en el campo social con la eliminación
de las corporaciones y gremios propios del Antiguo Régimen que suprimieron también los sistemas propios de protección estableciendo de hecho la
«libertad sin protección».4 Así, la historiografía modeló como noción «cues3 Oszlak, Oscar: La formación del Estado argentino. Orden, progreso y organización nacional, Buenos Aires, Planeta, 1997.
4 Castel, Robert: Les métamorphoses de la question sociale, Paris, Fayard, 1995.
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tión social» la toma de conciencia de los nuevos problemas que planteaba la
sociedad industrial y el mercado de trabajo libre, al cambio en la percepción
de la miseria ya no como visión de destino individual sino como fenómeno
social. En particular, para el espacio rioplatense que emergió luego de la
revolución de principios del XIX, se interpretó el desfase cronológico por el
tardío desarrollo de su sociedad industrial y por la especificidad local que
implicaba el impacto del proceso inmigratorio. Así se pensó también como la
cuestión social devino en cuestión obrera formulada más bien en términos de
asimilación cultural y política. En este punto, los autores plantean pensar esta
problemática de modo menos lineal y —retomando lo postulado por Jaques
Donzelot— presentar la existencia de lo social como campo de existencia
humana situado entre el individuo y el Estado, inscrito en el proceso histórico de «invención de lo social» cuyas primeras muestras son detectadas en la
revolución francesa del 48 con el surgimiento de la noción de solidaridad.5
Localmente resultó asociado a la «generación romántica» y se identifican en
el «dogma socialista» los postulados de la sociedad como producto de un
pacto social que ofrece protección y derechos a sus miembros. Reconocen los
autores que estas ideas trazan una noción nueva atada al concepto de sociedad en la interpretación de los destinos individuales y la noción de intervención pública como salvaguarda de derechos, sin ser necesariamente una formulación de «cuestión» entendida como riesgo de ruptura o desestabilización
del equilibrio.
Entonces, una nueva formulación se orienta a detectar en el tiempo la
emergencia del sentimiento de amenaza al orden social en la Argentina posterior a la independencia, identificar cuáles fueron los modos de manifestación institucional y —fundamentalmente— como se articuló con la «cuestión social» datada para fines del XIX. Los autores ubican que las primeras
amenazas al equilibrio social se hicieron explícitas desde la política y estaban vinculadas a la propaganda contra el rosismo. Las acaloradas denuncias
opositoras en la prensa extranjera apuntaron a cuestionar la cruel desprotección que implicaba el abandono por parte del gobierno de las instituciones
de beneficencia pública. Es aquí dónde señalan una marca clave de este proceso, descubriendo en aquellas denuncias no sólo la introducción de un nuevo paradigma en el modo de pensar la sociedad sino también la emergencia del problema de las condiciones de desprotección de ciertos sectores
sociales.
5 Donzelot, Jaques: L invention du social. Essai sur le déclin des passions politiques, Paris,
Fayard, 1984.
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Así, afirman los autores, la temprana cuestión social quedó vinculada
desde un comienzo a la idea de riesgo social, al riesgo de pérdida de cohesión y de crisis. En la segunda mitad del siglo XIX los problemas en torno
a la salud y la higiene, fundamentalmente las recurrentes epidemias, la aceleraron más que cualquier otro aspecto (por ejemplo la pobreza) y se comportaron como puntos de inflexión y promotores de redes de interdependencia social. De algún modo las epidemias aceleraron la conformación de lo
«social» y afectaron renovadas interpretaciones de la «cuestión social» en su
expresión sanitaria así como la crisis del 1890 hizo lo propio para la cuestión obrera. Estas crisis epidémicas, entrelazadas con otros hechos significativos de la segunda mitad del siglo, tales como las crisis sociales efecto de
crisis económicas, las guerras (fundamentalmente la Guerra del Paraguay),
se combinaron para dar lugar a diversos aspectos de la cuestión social y funcionaron como disparadoras de acciones tanto del Estado como de instituciones de la sociedad civil orientadas a dar respuesta a los efectos sociales
de estos desastres.
La temprana cuestión social, se formula —y los capítulos del libro dan
cuenta de ello— en el contexto de las décadas que siguieron a la institucionalización de la Municipalidad de Buenos Aires, la creación de su burocracia, de su precaria institucionalización, de las limitaciones materiales visibles
en el espacio municipal, provincial como nacional y de la fragmentación política. Fueron entonces la prevención frente a ese contexto que convirtió lo
social en «cuestión», definida también por la indeterminación de los ámbitos
de intervención. Este escenario no quedó reducido meramente al ámbito
local, pues también emergió en el plano nacional la implementación de políticas de intervención pública en los ámbitos de salud, educación y vivienda
entretejiendo una compleja estatidad.
El arco conceptual y temporal que definen la emergencia de la temprana cuestión social tiende a cerrarse como efecto de la crisis de 1890 y los
cambios en la expresión de los problemas sociales así como en las soluciones
postuladas. Es a partir de esta crisis y sus efectos que la cuestión social
comienza a asociarse con la cuestión urbana y obrera y a postular un cambio
de escala a cuestión nacional.
En un repaso por los temas desarrollados individualmente en cada capítulo por los tres autores se entiende claramente los postulados del denso texto introductorio. Pilar González Bernaldo de Quirós explora deliciosamente
—su análisis del Asilo de los Mendigos da cuenta de ello— en los orígenes
de la institucionalización de lo social como ámbito de expresión pública en
el marco del proceso de independencia y en particular en el de la creación de
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un poder municipal para Buenos Aires. Situada especialmente en el análisis
de la beneficencia muestra el modo en que la institución municipal implementó lo social como acción de implicancia pública comunal y cómo las problemáticas urbanas fueron identificadas como problemas sociales. Efecto de
esta concepción fue la ubicación de la beneficencia en el espacio comunal
pero también en la disputa y competencia entre múltiples actores e instituciones que reclamaban su legítima intervención.
Los capítulos trabajados por Ricardo González Leandri avanzan sobre
otras dos temáticas fundamentales para la definición de los objetivos de este
libro. En el primer capítulo se centra en la relación de la temprana cuestión
social y la educación, tomando para ello —y sirviéndose de una nutrida documentación— de la acción de propagandistas, políticos y funcionarios. Avanza
sobre la tensión dada entre proyectos de reforma en pos de implementar la
formación elemental pública con la concepción filantrópica y caritativa que
asociaba educación con beneficencia, tensión a su vez atravesada por la relación entre educación y religión. Señala González Leandri que este tema produjo más que otras cuestiones gran cantidad de ideas y programas que plantearon una temprana asociación de la educación pública con un derecho,
particularidad quizás más evidente que en otras áreas.
En el otro capítulo, este autor se ocupa de la cuestión sanitaria y la redefinición de los términos higiene y salud y su implicancia en la definición de
la cuestión social, expresada de modo más dramático como crisis epidémicas.
Retomando anteriores trabajos sobre estas preocupaciones, avanza en la idea
de que tanto en la atención de la salud como en el control de la higiene se evidencia la inquietud estatal y un entramado profesional y de instituciones
médicas (como caso el Consejo de Higiene) que pese a las limitaciones materiales formularían un criterio de intervención pública que se destacaría más
adelante con la precisión de la cuestión social.
Juan Suriano cierra el libro con un capítulo destinado a analizar el
impacto de la crisis de 1890 entre los trabajadores y sus múltiples representaciones. Los efectos visibles de la crisis económica dados con el aumento de
la desocupación, la pérdida salarial también se expresaron en los cambios en
la forma de protesta con relación a la década anterior y en las variaciones en
el plano político e ideológico de las organizaciones obreras. El acierto del
capítulo reside en la forma que el autor va demostrando como el efecto esencial de la crisis económica está en la reorientación de la cuestión social en
cuestión obrera dado el impacto sobre los trabajadores y sus instituciones.
Pese a que el Estado demorará en materializar esos reclamos en políticas
efectivas, es destacable, señala Suriano, el modo en que un grupo de intelecAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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tuales y legisladores instaló la noción de una política y legislación protectora del mundo del trabajo y los trabajadores.
La temprana cuestión social identifica de modo notable una trama de
problemas, actores e instituciones que puestos en juego suman para la definición de la realidad social argentina en un tiempo histórico más prolongado y
que busca en el despliegue del siglo XIX las condiciones de emergencia de
una temprana cuestión social que dota de un sentido novedoso y atractivo a
un período escasamente explorado desde esa perspectiva.—VIVIANA BARRY,
IDAES-UNSAM Y UBA, Argentina.
González-Ripoll Navarro, María Dolores, y Álvarez Cuartero, Izaskun
(coords.): Francisco Arango y la invención de la Cuba azucarera,
Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2010, 336 pp., tablas
y bibliografía.
Arango es la figura más relevante y controvertida de la Cuba de finales
del siglo XVIII e inicios del XIX y sobre la que más se ha escrito debido a la
importancia de su labor y su obra. Formó parte de la elite colonial y fue parte activa de las redes de poder, además de profuso escritor y polemista, atrevido en sus propuestas y práctico, capad de interpretar las posibilidades de
éxito de los intereses que defendió: los de los grandes productores azucareros criollos.
La obra que aquí reseñamos es la interpretación más acertada de la labor
y obra de Arango, pues apuesta por valorarla en su contexto, por su participación en los procesos que convertirían a Cuba en la mayor productora de
azúcar del orbe y destino principal de la trata negrera. En ese contexto variable supo leer mejor que nadie las oportunidades que se presentaban a la isla
para expandir su oferta de dulce tras la revolución de Haití y proponer un proyecto mediante el que conseguir que la ocasión no tuviese un efecto efímero.
El prólogo de Allan Kuethe y la introducción de las editoras adelantan la
referida intención y explican así que dicho proceso sea calificable como
invención, como construcción de una nueva economía, sociedad y relación
colonial con España articulada en torno al binomio azúcar-esclavos. Y un
excelente ensayo de Consuelo Naranjo redunda en esa idea y sostiene que en
función de ello se redefinió el país y fue posible acallar voces y proyectos
alternativos, pues con Arango se convirtió discurso, en un plan de actuación
e instituciones, argumentación que completa un capítulo de Jamie Holeman,
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HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS
quien indaga en la variable que lo hizo posible, en la esclavitud, y en el modo
en que para ella también se elaboró otro discurso justificativo y una imagen,
según la cual, su desempeño en Cuba era más benigno que en las demás
Antillas.
Leida Fernández aborda otro aspecto relevante de Arango y su contexto, la existencia de un informe anterior a su Discurso sobre la agricultura con
propuestas similares, escrito por Agustín Crame hacia 1780, pero que no tuvo
igual éxito. Y la razón fue el cambio de los tiempos, la citada rebelión haitiana que una década después dejaba a merced de otros competidores el tráfico
negrero que se dirigía a ella y los mercados que surtía. José A. Piqueras analiza en un magnífico estudio cómo la importancia de Arango fue, precisamente, que entonces había creado una red de conexiones en la Corte de Carlos IV,
ante la que ejercía de apoderado del Cabildo habanero, y supo conjugar sus
intereses con los de poderosos personajes del gobierno metropolitano, lo que
explica el éxito de su proyecto para aprovechar los sucesos de Haití en beneficio de la expansión económica de Cuba.
Piqueras aclara la razón necesaria del éxito del proyecto aranguino, su
origen y oportunidad, pero la razón suficiente es que se trató de un plan de
creación institucional, de libertad de comercio y fundación de una Junta de
Agricultura, que finalmente se erigió unida a un Consulado, con la que la
elite de Cuba mejoraba su representación política y participación en la toma
de decisiones. En ese sentido fue continuación de medidas anteriores, que
desde la década de 1760 estaban reformando la relación colonial y la economía de la isla, aunque la definitiva expansión de su oferta azucarera precisaba mano de obra y competir con los altos rendimientos laborales de
otras Antillas que ésta fuese esclava. Tal es la ocasión que brindó la revolución de Haití. Las instituciones económicas eficientes son la que surgen
como respuesta a las oportunidades de crecimiento que se presenta, más aún
si se idea con el fin de propiciar la colaboración de los distintos intereses
implicados y esa fue la aportación del proyecto de Arango en dichas circunstancias.
Estudios de Mercedes García y Dale Tomich insisten en ese lado de la
oferta, del hacendado. Señalan que la generación de empresarios que representó Arango modernizó el ingenio, pero su esfuerzo tuvo continuidad gracias a que se articuló en instituciones, en el Consulado y la Sociedad
Económica, en las que aquel tuvo cargos de responsabilidad, lo que explica
la razón por la que el proyecto de Cuba que defendieron se impuso sobre
otros alternativos, no fue efímero y acabó extendiéndose a la totalidad de la
sociedad insular. Ada Ferrer, finalmente, completa los análisis anteriores añaAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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diendo a la explicación otro factor derivado de los sucesos de Haití.
Resultado de ellos —dice— migraron a la Gran Antilla miles de plantadores
franceses con sus esclavos, capital y conocimientos técnico-empresariales, y
ayudaron a la referida modernización de los ingenios.
Los demás capítulos del libro analizan otros aspectos de la labor de
Arango con igual enfoque contextual. Rafael de Bívar compara Cuba y
Brasil y señala que la revolución haitiana y la invasión francesa de España
y Portugal supusieron una reinstitucionalización de ambas colonias para
garantizar la continuidad del vínculo con la metrópoli y refundar la economía esclavista. Al respecto Alfonso Quiroz cree que es preciso redimensionar la obra aranguina en dicho contexto y observarla, más que como
representación de la sacarocracia criolla, como esfuerzo de mediación
entre ella y los variados intereses político-comerciales insulares y españoles, y Dominique Gonçalves redunda en esa opinión y descubre en el pensamiento de Arango una complejidad y contradicciones que sólo se explican si se estudia como respuesta al mencionado entorno cambiante en el
que se elaboró.
La complejidad de los intereses en disputa, en efecto, era tal que no
se ciñó a una lidia entre criollos y metropolitanos. Emma Vidal dice que en
la misma Cuba inmiscuyó a copartícipes de su expansión azucarera y a las
instituciones creadas para su fomento, materializadas en las desavenencias
del síndico consular, Arango, y el intendente, José P. Valiente, y que el crecimiento de la oferta de dulce, asociada a la trata de esclavos, fueron el
entorno y la razón de las disputas por el poder entre ambos y sus amigos y
enemigos políticos. Sherry Johnson ofrece una visión alternativa y muestra
que la pugna insular-peninsular con que se ha analizado el debate público
en Cuba en los años 1808-1823 no explica una realidad más intrincada, en
la que se detectan enfrentamientos, pero difíciles de reducir a esos términos, pues más bien confrontaron a un grupo elitista metropolitano, que pretendió desplazar del poder a los criollos, con otro, liberal y formado por
éstos y también por metropolitanos desilusionados con la monarquía y el
absolutismo.
En sintonía con la tesis de Johnson, Josef Opatrný analiza la idea de
patria en Arango y dice que la definió como lugar de nacimiento, y que al ser
Cuba una colonia, compartía con la metrópoli derechos concedidos por el
régimen político, lo que le permitió eludir controversias y excluir a la población de origen africano, a la que sólo otorgó valor laboral, imprescindible
para su proyecto de expansión azucarera. Esa posición implicó una contradicción en la que abunda Michael Zeuske al comparar a Arango con la otra gran
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figura de mayor influencia intelectual de su época en la isla, Humboldt, y
señalar que ambos variaron sus posturas frente a la esclavitud con el tiempo,
pero erraron en su vaticinio sobre su fin, pues ni se abrogó por manumisión
como pensó el segundo, ni se convirtió en trabajo rural forzados, según sostuvo el primero.
Seis artículos más completan el libro y tratan otros aspectos de la obra
de Arango y su contexto. Armando García y Miguel A. Puig-Samper estudian su labor científico-educativa y afirman que en la Cuba del período se
dieron considerables avances pero insuficientes. Vicent Sanz analiza la producción de tabaco, sobre la que también escribió el habanero, y dice que su
desplazamiento por el azúcar como principal fuente de riqueza no fue sólo
un proceso económico. Como argüía Naranjo, tuvo un componente político
esencial y supuso la redefinición de la sociedad y del equilibrio de poderes
en la isla. José L. Belmonte, por otro lado, estudia la región de Santiago,
capital del este insular, alejada del centro de expansión del ingenio, y muestra la importancia, pese a lo que se ha sostenido habitualmente, de los mecanismos de negociaciones en las relaciones amos-esclavos, que explican que
muchos africanos, especialmente los nacidos en el territorio y los que llevaban más tiempo en él, mejorasen sus condiciones mediante ellos, incluso
comprasen su libertad.
Finalmente Manuel Hernández y Manuel Barcia estudian la herencia de
Francisco Arango, el primero la figura de su primo y colaborador, José, oscurecido por la talla de su pariente, pero con una relevancia que se manifestó,
sobre todo, en un escrito acerca de la independencia de Cuba. El segundo
indaga en el conde de Villanueva, también colaborador de Arango, al que
sucedió en la intendencia, considerado como continuador de su obra, y acerca del cual dice que si bien no tuvo la ilustración de su antecesor, estuvo dotado de mayor sentido práctico aun y de capacidad para hallar los medios con
que lograr sus propósitos, por lo que fue gracias a su impulso, sobre todo en
la construcción ferroviaria, por lo que la isla se convertiría definitivamente en
la azucara del mundo.
En suma, Arango y la invención de la Cuba azucarera es una relevante
aportación al conocimiento de un personaje y de los procesos que caracterizaron el tránsito del siglo XVIII al XIX, cuando Cuba consolidó su especialización económica y siguió unida a España tras la independencia del resto de
Hispanoamérica. Las editoras logran con la selección de los trabajos y la
colaboración de los autores arrojar nuevas luces sobre ese contexto mediante
el análisis de la figura que mejor lo representó.—ANTONIO SANTAMARÍA
GARCÍA, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC.
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Piqueras, José Antonio: La esclavitud en las Españas. Un lazo trasatlántico,
Madrid, Catarata, 2011, 261 pp.
El planteamiento inicial de José Antonio Piqueras es poco común y por
ello especialmente valioso pues hace una revisión del estado general de la
cuestión en la sociedad española actual, llegando a la conclusión de que la
esclavitud es un tema incómodo que fue borrado de su memoria colectiva tras
la abolición definitiva en 1886. En este trabajo el autor no duda en mostrarse
favorable a denunciar la esclavitud como crimen contra la humanidad, manifestando que ni siquiera se ha solicitado el cambio de nombres de calles rotuladas con apellidos muy ilustres que especialmente en el siglo XIX hicieron
fortuna con el tráfico humano en España.
Después de mostrar someramente la evolución de la esclavitud en la
Península Ibérica desde la época romana hasta la modernidad, y aunque el
autor no olvida la importancia histórica de la cuestión del cautiverio en el
Mediterráneo, el trabajo gravita mucho más en un enfoque americano.
El trabajo pone de manifiesto que con la esclavitud apareció desde el
siglo XVI la primera economía de un sistema-mundo, que para el siglo XVIII
se había integrado en una interrelación atlántica que fomentó el desarrollo de
la Revolución Industrial. En definitiva, que fue necesaria una duradera colaboración entre los pueblos occidentales y los africanos para el mantenimiento de la trata negrera. Esta se mantuvo hasta el siglo XIX cuando Occidente
consideró que debía hacerse cargo directamente de los designios de África
mediante el colonialismo, permitido y justificado por la creación de una valoración racista del africano.
Una de las características principales de la obra es la preponderancia de
la casuística caribeña y sobre todo cubana, como no podía ser de otro modo
por su importancia cuantitativa y cualitativa en dicha problemática. El papel
de Cuba en el proceso es decisivo dado que la mitad de los africanos son llevados a la Gran Antilla, en una evolución que se acelera especialmente a partir del siglo XVIII. Cuba fue el gran exponente, junto a Brasil y el sur de los
Estados Unidos de América, de la llamada segunda esclavitud iniciada en el
siglo XIX. Piqueras se posiciona en el debate a favor de esta segunda esclavitud teorizada por Tomich, que se caracterizaría por su integración dentro de
la sociedad y economía industrial.
El autor destaca que la trata esclavista permitió la acumulación de capitales, lo que especialmente en el XIX produjo un enriquecimiento de negreros que llegaron a alcanzar títulos de nobleza en España. Esto fue favorecido
por la extensión generalizada de la corrupción, incentivada por unos inmen-
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sos beneficios del comercio esclavista que socavaron los cimientos de la
administración española en Cuba y Puerto Rico. Piqueras no duda en comparar el tráfico de africanos con el actual tráfico de drogas. Citando los estudios
de Bahamonde y Cayuela, el autor pone de manifiesto que los grandes capitales obtenidos por peninsulares con la venta de esclavos sobre todo en Cuba,
pero también en Puerto Rico, fueron reinvertidos en la Península, especialmente por catalanes, vascos, montañeses y andaluces, dando detallada cuenta de quiénes eran. Describe además la implicación de la Corona por medio
de la Regente María Cristina y su segundo marido Francisco Muñoz, tan
escandalosa que desde Inglaterra se llegó a protestar al respecto.
En el capítulo con el significativo título de «Vida y destino» hace una
detalla descripción de las opciones de resistencia por parte de los esclavos.
Piqueras estudia la aparición de espacios de libertad como el de los palenques
y sus sistemas de vida. También explica las acciones de persecución de
negros, rancherías, los costes de dichas prácticas, etc. El profesor hace un
notable esfuerzo por refutar los trabajos que desde 1970 han incidido en las
opciones negociadas que mejoraron las condiciones de los esclavos e incluso
les permitieron obtener la libertad, situando el debate en un punto que seguro será muy controvertido. Considera que los estudios de estos casos son
meras extrapolaciones poco aceptables por su escaso número dentro de los
datos disponibles sobre millones de africanos esclavizados.
Es también muy interesante el capítulo dedicado a lo que el autor llama
«combate desigual entre humanistas y defensores de la esclavitud», en el que
cuenta como la cultura española del Renacimiento se esforzó por legitimar
intelectualmente la esclavitud al considerar que afectaba a bárbaros e infieles. El autor critica el liberalismo español que en el XIX, tras acercarse al
abolicionismo británico y francés, se plegó ante los intereses esclavistas.
En este trabajo Piqueras se compromete y emite sus opiniones sin tapujos al considerar a los españoles implicados en el tráfico como «genocidas»
considerando que fueron culpables de un «africanicidio» en masa. Para el
autor esta no es una visión extemporánea pues ya en la época la trata negrera era una práctica internacionalmente reprobada y perseguida. No hay posibilidad de exculpar a los tratantes del XIX como hombres de su tiempo pues
era a todas luces una actividad ilegal y moralmente cuestionada entonces. Por
otra parte, considero un gran acierto del autor las constantes e interesantes
aproximaciones a la literatura o la pintura que han prestado atención a la
esclavitud.
Me parece que uno de los aspectos más destacados del trabajo es que el
autor ilustra sus explicaciones con una gran cantidad de estudios de casos,
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aunque quizás se podría criticar que estos casos sean tan dominantemente
caribeños y especialmente cubanos. El autor por ejemplo dedica un amplio
apartado a las tremendas condiciones del viaje trasatlántico de los esclavos,
con numerosas historias que no dejan de conmover. El libro cuenta además
con un importante aparato crítico y con una selección de las obras más significativas que han tratado el tema.
Como ya mencioné antes, Piqueras expresa sus opiniones claramente y
de manera persistente. Los lectores podrán estar de acuerdo o no con sus
planteamientos, pero pueden tener la certeza de cuál es la opinión del autor,
que mantiene su criterio con pulso firme durante todas las páginas del libro.
Por ello podemos afirmar que el objetivo de Piqueras no es sólo hacer un
estudio histórico. También quiere incentivar un debate revisionista para que
la esclavitud sea recuperada como una parte de nuestro pasado más ominoso
y que la historia oficial ha tratado de borrar.
Nuestra historiografía está necesitada de planteamientos del debate
científico del modo directo en que Piqueras lo ha hecho en este libro. En mi
opinión su «provocación» debe ser aceptada tanto por los que lo consideren
acertado como por aquellos que no estén de acuerdo con sus planteamientos.
En el debate científico está el avance del conocimiento. Todo esto hace que a
buen seguro este libro se convertirá en una obra de referencia especialmente
interesante y útil tanto para investigadores como para estudiantes.—SIGFRIDO
VÁZQUEZ CIENFUEGOS, Universidad de Sevilla.
Ruiz Gutiérrez, Ana: Arte indígena del norte de Filipinas. Los grupos étnicos de la cordillera de Luzón, Granada, Editorial Atrio, 2012, 236 pp.,
ilust.
Este trabajo se enmarca dentro de los resultados del proyecto de investigación de la Junta de Andalucía titulado Andalucía en América. Arte, cultura y sincretismo estético, dirigido por el Prof. Dr. Rafael López Guzmán,
Catedrático del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de
Granada. Algunos de los trabajos de este equipo de investigadores vienen
saliendo a la luz gracias a la Editorial Atrio, que ha creado para tal fin la
Colección Atrio Patrimonio. La investigación de la profesora Ruiz Gutiérrez
es el cuarto número de la serie, ampliando los intereses americanistas iniciales al ámbito filipino prelegazpiano.
En los últimos años la discusión sobre las culturas prehispánicas en el
archipiélago ha vivido un cierto repunte, gracias a las aportaciones de Scott
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(Barangay, Manila 1994) o incluso de Fernando Zialcita (Authentic. Though
not exotic, Manila 2005). En paralelo, se han extendido los estudios sobre el
papel de la comunidad china durante el gobierno español, destacando el
recientemente publicado por Gil (Los chinos en Manila. Siglos XVI y XVII,
Lisboa 2011). Sin duda, el conocimiento de ambas poblaciones resulta fundamental para entender tanto la posterior presencia hispana, así como para
valorar el interés coleccionista de arte prelegazpiano en España durante los
siglos XIX y XX, como ha apuntado recientemente Sánchez Gómez (Un
imperio en la vitrina: el colonialismo español en el Pacífico y la Exposición
de Filipinas de 1887, Madrid 2003).
El estudio de Ruiz Gutiérrez se divide en dos partes que analizan por un
lado los aspectos culturales de los pueblos del norte de Luzón y por otro su
producción artística. La primera se centra en las diferencias entre los distintos grupos étnicos de La Cordillera, desde los isneg, los tinguian o los kalinga, hasta los ifugao, ibaloi y kankanay, pasando por los bontoc. El segundo
ofrece un panorama sobre el arte de estos pueblos. Su estudio resulta fundamental para entender el futuro desarrollo bajo gobierno hispano, ya que tanto las técnicas como los materiales e incluso los significados serán reutilizados. Por citar algunos casos, en el plano urbanístico cabe señalar cómo el
consejo de ancianos se reunía alrededor de un árbol reconocible a cierta distancia, elemento habitual posteriormente en los atrios conventuales. En el
campo musical, los regalos de cítaras y flautas como parte del cortejo nupcial
pudieron tener influencia sobre la casi total inexistencia de los mismos en las
celebraciones religiosas de época española, que prefirió el uso del arpa.
La producción escultórica goza de cierto detenimiento por parte de la
autora, enriquecido además por numerosas ilustraciones. El material más utilizado fue la madera, especialmente la de narra. El uso del marfil, muy extendido durante época española, debería ponerse en relación por tanto con la
población sangley. Quizás por ello, en muchos inventarios de parroquias filipinas las obras en madera fueron muy superiores a las de eboraria. En línea
con el trabajo de la autora, resulta interesante analizar el ceremonial de estos
pueblos alrededor de la propia realización de los anitos, además de su vinculación con la arquitectura o con la agricultura. Según se expone en el trabajo, existen paralelismos suficientes para poner en relación las obras del norte
de Luzón con las estudiadas en la actual Indonesia, en concreto con la provincia de Sulawesi.
Por último cabe destacar otras manifestaciones artísticas tales como la
alfarería, la cestería, la metalistería o la vestimenta. Desgraciadamente los
datos al respecto se limitan a algunas obras conservadas en museos tras excaAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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vaciones arqueológicas. La autora rastrea por diversos medios las diferentes
técnicas y tipologías, así como sus denominaciones y usos, demostrando el
grado de especialización y refinamiento que alcanzaron en cada una de las
culturas de La Cordillera. Un capítulo de especial interés para el desarrollo
posterior del arte en Filipinas lo ofrece la tradición de decoración de piezas
de nácar. Desde el fikum hasta el pangalapang o los pawisak, se evidencia un
desarrollo técnico similar al que tuvieran los otomíes en América. Aunque
todas ellas son soluciones particulares de Luzón, la autora ha conseguido
establecer vínculos formales con otras culturas tanto en Indonesia como en el
continente asiático.
Con este trabajo Ruiz Gutiérrez aporta una renovada visión en castellano de las culturas del norte de Luzón aprovechando desde la investigación de
campo hasta la revisión de fondos archivísticos, que quedan expuestos en un
prolongado apéndice documental. Gracias a sus conclusiones se facilita la
puesta en valor de la diversidad cultural de los pueblos de las montañas y su
variado patrimonio.—PEDRO LUENGO GUTIÉRREZ, Universidad de Sevilla.
Saranyana, Josep-Ignasi, y Amores Carredano, Juan Bosco (eds.): Política y
religión en la independencia de la América hispana, Madrid, Biblioteca
de Autores Cristianos / Universidad de Navarra, Estudios y Ensayos
Historia 131, 2011, IX + 239 pp.
En el contexto de la conmemoración del bicentenario de la independencia de las naciones latinoamericanas de matriz hispana, la Universidad de
Navarra organizó en Pamplona un Simposio internacional sobre Política y
religión en la independencia de la América hispana (28-29 octubre de 2010),
que contó con el patrocinio de la Pontificia Comisión para América Latina.
Intervinieron ponentes de once universidades —cuatro europeas y siete americanas—, y el discurso final estuvo a cargo del entonces Vicepresidente de
la Pontificia Comisión para América Latina.
Este libro, publicado con el mismo título del Simposio, recoge las
ponencias enriquecidas por las reflexiones de los debates posteriores durante
el Simposio. Aborda uno de los temas más debatidos por la americanística en
el contexto de las conmemoraciones del bicentenario: la cuestión religiosa en
la independencia de la América Latina y, en concreto, la participación de la
jerarquía y el clero católicos en los procesos independentistas. En general, se
reconoce el papel destacado que tuvieron tanto la jerarquía como los miembros del clero secular y del regular. Su preparación intelectual, así como su
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compromiso con las elites ilustradas y la influencia que ejercía sobre la
población de las colonias explican la función relevante que desempeñaron en
esos momentos de graves y decisivas decisiones.
Hay tres trabajos de carácter general y ocho a nivel regional. Los primeros tratan de los enfoques historiográficos sobre la independencia (Juan
Bosco Amores); la Iglesia ante la conmemoración del bicentenario (Octavio
Ruiz Arenas) y las conclusiones generales de las aportaciones recogidas
(Josep-Ignasi Saranyana), todos ellos con perspectivas novedosas y enriquecedoras. Desde una perspectiva regional-territorial estudian: Europa en el
momento de la restauración ante la independencia (Mariano Delgado); y el
análisis de los hechos y doctrinas que sostuvieron la empresa independentista en las diversas naciones de América Latina, con la sola excepción de Perú.
El profesor Bosco Amores aborda con buena óptica el análisis y periodización de las historiografías sobre la independencia latinoamericana.
Iniciada a nivel nacionalista desde 1949, tras un largo período de silencio en
ambas costas del Atlántico. En los 60, la irrupción de Annales lleva a una lectura de la independencia como un simple paso de poder de la burocracia borbónica a las élites criollas, sin cambios estructurales en las naciones. A
mediados de los 60 la historiografía anglosajona (John Lynch) ve la independencia a nivel continental como una revolución frente al neo-imperialismo
español. En los 90 la historiografía francesa (François Guerra) la interpreta
como una «mutación» (1808-1810) que introduce a las nuevas Repúblicas en
la Modernidad, al mismo nivel de Europa. Actualmente, sin olvidar los planteamientos anteriores, se introducen nuevas perspectivas y fuentes novedosas,
que permiten acercarse a diversos actores —el pueblo, los indios, los afroamericanos— y a los ámbitos regionales, y analizar las convicciones y las causas de su opción por uno u otro bando.
Monseñor Ruiz Arenas, hace una lectura «desde la Iglesia» del proceso
vivido en la independencia que enfrentó a católicos de diversas opciones políticas; se detiene en las causas —doctrinales, socio-políticas, culturales— de
cada una de las opciones, como vía para llegar a un entendimiento mutuo que
garantice la paz.
El profesor Saranyana hace un lúcido análisis conclusivo del Simposio,
desde la teología de la historia. Plantea dos cuestiones nucleares del tema tratado: porqué los actores de la independencia de ambos bandos justificaron su
opción con argumentos teológicos y si se dio o no un liberalismo americano.
A la primera responde que todos los protagonistas de la independencia
plantearon justificar la moralidad de su posición por tener una compleja duda
de conciencia sobre la licitud o no de la revuelta al poder legítimamente consAnu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
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tituido. Esto es así, afirma Saranyana, por lo que denomina «humus español
tan peculiar, que eleva, como por instinto, cualquier debate al plano de la trascendencia». Y enlaza con las conocidas disputas sobre la legitimidad de la
conquista o sobre la encomienda, inexplicables en otros ámbitos culturales.
En el momento de la independencia, todos, por ser católicos, apelaron a principios teológicos para apoyar sus actuaciones. Esto hizo de la independencia
de América Latina una realidad original, distinta de la disgregación de otros
imperios. Otra conclusión: en este proceso se dieron, sobre una base común
cristiana, sistemas doctrinales distintos y enfrentados. Saranyana deduce que
caben distintas teologías políticas, dentro del cristianismo, como de hecho
sucedió en las guerras de la independencia latinoamericana (Robert H.
Holden, en su estudio sobre Guatemala afirma en esta línea que no se puede
hablar del «papel de la Iglesia», porque no hubo una sola voz eclesiástica).
A la pregunta sobre si se dio un liberalismo americano, responde
Saranyana acercándonos a dos figuras que conoce bien, el mexicano Servando
Teresa de Mier y Terán, representante del primer liberalismo y el peruano
Francisco de Paula González Vigil, exponente del segundo liberalismo, mucho
más agresivo. Y, citando el trabajo de José Luis Soberanes, añade que hubo
después de la independencia, dos cuestiones religiosas que tuvieron que resolverse con urgencia: las relaciones Iglesia-Estado y la libertad de cultos.
Soberanes afirma que en el caso mexicano ambas cuestiones siguen aún vigentes, pues no han sido resueltas adecuadamente. Saranyana añade que esta
observación, con matices, podría aplicarse a otras latitudes de Latinoamérica.
Los trabajos regionales, de especialistas reconocidos, aportan las nuevas
tendencias y estudios sobre el área. Original el de Javier de Navascués, que
analiza la obra literaria de Jacinto V. de Molina, afroamericano uruguayo,
hijo de libertos, que sortea su adhesión al regalismo hispano, en medio de
avatares que le llevan al Brasil y le hacen retornar al Uruguay de origen.
Destaca asimismo, el análisis cultural de Juan Bosco Amores al estudiar la
realidad neogranadina donde la religión fundamentó un orden justo, por el
que se comprende la posición realista de zonas y estratos populares de la
población.
Estamos ante una aportación al debate americanista suscitado con ocasión del bicentenario. Muestra que la comprensión de todo proceso histórico
ha de hacerse desde un estudio interdisciplinar en el que la religión tiene una
importante tarea y, en este caso, una función primordial para alcanzar una
objetiva lectura de los hechos. Útil tanto para los estudios de historia latinoamericana como para los estudiosos de teología del área.—ELISA LUQUE
ALCAIDE, Universidad de Navarra.
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HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS
Torres Torres, Fray Eugenio (coord.): Los dominicos insurgentes y realistas,
de México al Río de la Plata, México, Instituto Dominicano de
Investigaciones Históricas / Miguel Ángel Porrúa, 2011, 642 pp., fotos
blanco y negro.
El libro que reseñamos cuyo coordinador es el sacerdote dominico
Eugenio Torres Torres O. P., ha contado con la colaboración de un notable
grupo de historiadores e investigadores vinculados con el Instituto
Dominicano de Investigaciones Históricas de la Provincia dominicana de
Santiago de México, órgano rector de los trabajos presentes en la obra, la cual
ofrece al lector una visión muy completa de la actuación política de los religiosos pertenecientes a la Orden de Predicadores durante el proceso de la
independencia —gestado en el siglo XIX— en las regiones de Argentina,
Colombia, Chile, Ecuador, Guatemala, México, Perú y Venezuela.
Para cumplir con esta fundamental tarea se contactaron a veinticinco
autores de los países arriba mencionados para involucrarlos en el proyecto y
así cada uno de ellos aportó el material imprescindible para crear la obra de
642 páginas, con un invalorable trabajo investigativo en archivos eclesiásticos y civiles —unos 38 reservorios documentales en América y Europa—, así
como de Academias de la Historia de diversas naciones y el examen minucioso en las bibliotecas de universidades y de conventos repartidos por la
amplia geografía de América Latina.
Un trabajo histórico perfectamente enmarcado en las celebraciones por
el bicentenario de la independencia, evento organizado en los distintos países
donde conmemoran el doble centenario del nacimiento como estados independientes de la corona de España.
La iglesia católica jugó un papel de primerísimo plano durante el proceso de emancipación. Su participación fue compleja y en muchos casos tanto la jerarquía como sus demás miembros fueron presa de las incertidumbres
morales y éticas originadas por la situación. Muchos de los eclesiásticos se
decantaron en los albores de 1810 por el bando monárquico o cerraron filas
en torno a las tropas republicanas. Casi todos convencidos de pertenecer al
grupo de los defensores de la justa causa. Unos pocos, madurando sus ideales, cambiaron de partido y auparon con más ahínco a aquellos que habían
combatido inicialmente.
El libro comienza con una introducción escrita por el padre Eugenio
Torres, quien logra un apretado pero denso contexto histórico del tema y así
como una explicación e historia de los orígenes de la obra, madurada desde
el verano de 2008.
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Se trató de abarcar dentro de la temática diversos aspectos relacionados
con los dominicos y la independencia. El primer capítulo de María del
Carmen Icaza de Velasco, titulado «Tres miradas patrias desde Perú,
Argentina y México», analiza partiendo del arte de la época la visión de la
nueva soberanía de estos países, en palabras de la autora. Un capítulo muy
especial e interesante.
Los siguientes capítulos desde el 2 al 4 y posteriormente el 20 y el 24
son los apartados dedicados a la relación general de los religiosos predicadores con los movimientos independentistas o monárquicos de Ecuador, Venezuela, Argentina, Chile y Guatemala, en ese orden. Los tres primeros autores
son dominicos: Jonny France Zozoranga de Ecuador, Oswaldo Montilla de
Venezuela y Rubén González de Argentina. Lucrecia Enríquez, Paula Jiménez y José Manuel Castro escribieron sobre los dominicos de Chile y
Fernando Urquizú hizo, a su vez, la disertación sobre el antiguo reino de
Guatemala.
No podía faltar la referencia a las dominicas de clausura en el texto reseñado. El quinto capítulo perteneciente a Guillermo Nieva Ocampo se titula
«El gravoso precio de la lealtad: las dominicas de Córdoba de Tucumán y la
Revolución (1810-1813)». Las religiosas pertenecían a un monasterio de abolengo que no sólo constituía un centro religioso, además mantuvo en esos
años vínculos estrechos con la monarquía, ocasionando que en 1812 se le
acusara de «antipatriotismo».
El capítulo sexto corresponde a la dupla de dos investigadores: Roberto
Di Stefano e Ignacio Martínez quienes escribieron acerca de los «Frailes de
gorro frigio. La experiencia de la Comisaría General de Regulares en el Río
de la Plata (1813-1816)». La Comisaría General de Regulares funcionó como
un organismo que controlaba la vida interna y la participación de los religiosos en los diferentes estamentos de la sociedad. La idea era solucionar la
«necesidad de reorganizar el funcionamiento de las comunidades religiosas».
El siguiente capítulo (el séptimo) es de la investigadora Lucrecia Jijena
y lleva por título «La revolución de Mayo y el ocaso de la Tercera Orden
dominicana en Buenos Aires». Entre los integrantes de la Junta de Mayo
había terciarios dominicos, mercedarios y franciscanos. La crisis política
generó la participación de estos destacados terciarios en el ambiente social y
sus posteriores reformas, pues los dominicos terciarios se vieron obligados a
buscar nuevas formas de «apostolado laico».
El libro continúa con el capítulo octavo de Matilde Tagle. Investigando
en la biblioteca del convento de Santo Domingo de Córdoba donde existen
unas tres mil obras escritas pertenecientes a los siglos XVI al XVIII, la auto-
786
Anu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
HISTORIOGRAFÍA Y BIBLIOGRAFÍA AMERICANISTAS
ra nos presenta a los «Frailes lectores en tiempos de la Independencia ¿insurgentes o realistas? Córdoba del Tucumán, siglos XVIII-XIX». El apoyo de
los frailes no abarcó lo meramente económico o aquello espiritual, el aporte
académico también fue significativo.
Los siguientes capítulos están dedicados —la mayoría— a figuras señeras de la historia dominicana latinoamericana. El capítulo 9 del profesor
Carlos Mario Alzate presenta a «Fray Ignacio Mariño y Torres: entre la labor
evangelizadora y la revolución en la Nueva Granada», y los capítulos 10, 11
y 12 están dedicados al eximio dominico mexicano Fray Servando Teresa de
Mier: de la pluma de César Alejandro Salinas Márquez nos adentramos en el
tema «Fray Servando Teresa de Mier: vida de un dominico americano»;
Cristóbal Sánchez Ulloa expone la figura de «Fray Servando de Santa Teresa
de Mier Noriega y Guerra, la Orden de Predicadores y la Ciudad de México
(1780-1795», y para terminar el estudio sobre él de Alfonso Esponera
Cerdán: «Servando Teresa de Mier, recluso y capellán militar en España
(1808-1811)».—FR. OSWALDO MONTILLA PERDOMO, O.P., Instituto de
Teología para Religiosos de Caracas (ITER) y Universidad Católica Andrés
Bello de Caracas (UCAB).
Anu. estud. am., 69, 2, julio-diciembre, 2012, 727-788. ISSN: 0210-5810
787
A uto de fe, a la altura de 1974,
entrañaría un paso adelante. García López mantiene en esa obra sus
usos formales —organización del
poema atendiendo a un desarrollo total, deslumbre de las figuras
retóricas—; pero el objetivo se
amplía hasta abarcar las esencias
ontológicas. Con todo, el giro importante se efectúa gracias a Trasmundo, diario de un enfermo en
trance de peligrosa encrucijada.
Esa experiencia impone el basamento de la autobiografía y obliga a la desnudez, de la que se deriva un corte de la ampulosidad y
una inclinación a la síntesis, así como el toque reflexivo y el asomo
al misterio. García López, como
a las puertas de la muerte, va hacia el fondo, percibe el revés del
tapiz, dicta lo que podríamos llamar su testamento. Conmueve y
convence. Pasada esa sacudida,
benéfica a todas luces, Los ojos en
las ramas —sonetos a sus hijos—
ofrece su delicia aliviadora del dolor vivido. Memoria amarga de mí
acierta de nuevo a decantarse en
el yo, y sigue, pues, el camino que
parte de Trasmundo, ahondar en
la persona. La arquitectura es ondulante, aunque sin la complacencia habitual en el brillo. García
López llega a decir: «De los libros
escritos me arrepiento de todos,
porque en verdad debiera sólo haber hecho éste». Los otros sirven
de peldaño para esta culminación
con mucho de amorosa, que constituye el hallazgo del sitio justo en
el cosmos. Esa meta, tan clarificante y serenada, deja atrás la urgencia agónica a que ya aludí y va
explayándose como ríos reflejadores de los mimbres humanos. El
cómo sirve al qué. El pasado y el
presente se ayuntan con naturalidad. Según suele ocurrir, los árboles no dejaban apenas ver el
bosque, mientras que ahora aquéllos no impiden que la luz sea ocultada. Latrocinios y virginidades y
Medio siglo, cien años (ambientación en la Argentina) son una consecuencia de ese rumbo, aunque el
logro no sea tan acusado.
García López, lo mismo que
otros poetas anteriores y posteriores, supo percibir que la poesía española necesitaba apartarse de los
temas societarios y políticos, pro-
pios de un período de posguerra,
aunque éstos no fueran los únicos
a la vista, como se afirma, a veces, desfigurando la verdad. La
clave residía en el realismo. Entre
los años sesenta y setenta procedió la voluntad de cambio. Hubo
en ese momento posturas radicales —la de algunos de los denominados novísimos— y posturas no
rígidas. Lo que había que salvar
era la importancia del idioma poético y, también, la ascendencia de
la tradición no destinada al simple mimetismo. Era conveniente
tender a una suerte de medianería
entre la herencia rehumanizadora
y el aporte de una expresividad
distinta. La presión de la realidad
histórica cede y cunde a la apertura hacia la realidad de la naturaleza (paisaje), objetos cotidianos, etcétera, elementos de un
ansia de transfiguración, con lo
que la metáfora y demás tropos
vuelven a intervenir, crecientemente, en el proceso de la poesía.
La obra de Ángel García López
se ciñe al esquema que describe.
Sus facultades ingénitas para esta
aventura remozadora son extraordinarias, lo que, por sobra de facilidad, podía ser una amenaza,
que se nota en la primera parte de
su empeño. La brillantez llega a
resultar un tanto agobiante. Por
fortuna, este andaluz característico supo conseguir que en su
espacio-tiempo alumbrara el meollo del individuo y sucediera el desbroce que domina en los últimos
poemarios. Los ojos, tan decisivos
en su poesía, miraron al interior
de sí, sin desdeñar el apoyo en las
cosas exteriores. Dos impulsos se
unieron: el que extiende lo que es
el mundo en torno y el que le da
sentido. Y la Obra poética completa (1963-1983) (I) es la suma,
por ahora, de un derrotero que ha
ido de Sur a Sur. Porque las palabras finales dicen: «Y aquel niño,
aquel desvelo/ que antaño fui, se
asoma. Y ve./ Y en Rota/ esta
ventana es mar. Y gaviota/que le
devuelve lo mejor del cielo». Ángel García López no olvida que,
como asegura Rilke, «la infancia
es la patria del poeta». En este caso, por partida doble.
Luis Jiménez Marios
Argentina y la
colonización
española,
David Rock
Argentina, 1516-1987. Desde
la colonización española hasta
Raúl Alfonsín.
Col. «Alianza América», n.° 21.
Alianza Editorial.
Madrid, 1989, 530 págs.
ECIR que Argentina es probablemente el país de América Latina que tradicionalmente ha despertado mayor interés en la opinión pública internacional es algo
obvio; pero no lo es intentar explicar las razones de esa consideración. Para ello, Rock realiza en
esta obra un colosal esfuerzo de
síntesis buscando definir mínimamente los procesos históricos que
han conducido a la Argentina a la
situación que presenta en la actualidad.
Evidentemente, el mayor peligro de un intento como éste es la
posibilidad de caer en la superficialidad si no se tienen claros los
objetivos a conseguir. Precisamente, eso es lo que David Rock, a
nuestro entender, ha sabido evitar
a través de una articulación lógica que cabría calificar de irreprochable. La obra va a centrarse en
el Siglo XX, más concretamente
en la década de los años setenta,
en lo que el autor llama la «repentina sucesión de historias de horror», y a partir de ahí realiza un
sondeo en las causas que lo explican, por un lado, y en las perspectivas de futuro predecibles a
partir de los recientes cambios democratizadores del país, por otro.
Ese verdadero emporio que era
la Argentina, irremediablemente
destinado, en opinión de muchos
y no hace demasiado tiempo, a ser
una de las grandes potencias mun-'
diales, ha vivido un verdadero
proceso de degeneración, hasta alcanzar la pésima situación que encontramos en la actualidad. Tra-
tar de entender todas las causas
e implicaciones de un proceso
como éste habría sido un grave
error de cálculo para una obra
como ésta; pero aportar una
mínima aproximación global al
tema, en cambio, resulta su
mayor acierto.
Antonio Santamaría García
Objetivo: ganar
el futuro
J. Van-Halen
(Conversaciones con Alfonso
Osario).
Ed. Plaza y Janes.
Barcelona, 1987, (21,5 x 15,5),
302 págs.
ON indudable maestría por
parte del periodista se hace un íour
d'horizont sobre los hitos de la
biografía de este político conservador, clave de la transición española, así como de los principales
problemas españoles al filo de celebrarse las elecciones de 1986. El
libro tiene así un indudable carácter oportunista, no obstante lo
cual, la información proporcionada por el entrevistado sobre aspectos tales como el ejército, la Iglesia, la educación, los partidos
políticos y sus líderes dan lugar a
un caudal muy estimable de noticias y datos de indudable valor
para el historiador del período.
Las posiciones del que fuera
vicepresidente del gobierno
español del primer gabinete
Suárez son, en conjunto, muy
moderadas —salvo las críticas al
socialismo—, abogando por una
derecha
auténticamente
democrática,
progresista
y
liberal. Libro este de corte y factura muy «europeos» que deben
tener una mayor generalización y
audiencia en el público español e
hispanoamericano por su utilidad
para una radiografía de la actualidad política por profesionales y
voces autorizadas.
J. M. Cuenca Toribio
La caída
de los imperios
P. Kennedy
Auge y caída de las grandes
potencias.
Ed. Plaza y Janes.
Barcelona, 1989, 812 págs.
ABIDA es la desconfianza
con la que los historiadores suelen acoger las grandes panorámicas trazadas por las ágiles plumas
de pensadores o publicistas, a menudo de innegable calidad. En el
período de entreguerras, la crepuscular reconstrucción de la cultura
europea debida a Spengler atrajo
la crítica, a las veces, inmisericorde, de los profesionales de Clio.
En la última posguerra, sería el ingente fresco toymbiano el que provocara las reservas y el rechazo de
algunos de los principales historiadores del momento, como v.g.
Fernán Braudel.
Contra lo que pudiera creerse,
no siempre el monroísmo y un estrecho espíritu corporativista han
inspirado tal repudio. Sin dejar de
reconocer lo que de positivo y estimulante hay en estos grandes
cuadros de la evolución de la humanidad, los historiadores han
puesto en guardia sobre los excesos de fantasía y unilateralidad a
que dichas visiones son tan proclives.
Bien es cierto, empero, que en
la ocasión presente, el tema no es
desmesurado ni el autor un intruso o parvenú. Discípulo de uno de
los más importantes polemólogos
del siglo XX, el británico Sir Basil Liddle Hart, llegado al campo
de la historia militar desde el servicio de las Armas, el oxiense Paul
Kennedy aspira a desentrañar en
su extensa obra las causas del esplendor y declive de las naciones
que desde el orto de la modernidad hasta fines del segundo milenio han ejercido, sucesivamente,
el liderazgo mundial. El bagaje de
documentación y lectura sobre el
que se construye su tesis es muy
considerable, pero no abrumador
e incluso, en ciertos extremos, insuficiente. No hay, así, por ejemplo, en su armadura bibliográfica
ningún título castellano, y el solo
autor español mencionado, Vicens
Vives, aparece a través de una traducción extranjera. A mayor
abundamiento, tampoco los títulos franceses alcanzan una mención siquiera discreta, como ocurre igualmente con los germanos.
Y su visión de la China de los
Ming o del imperio otomano apenas si sobrepasa el nivel de un
buen manual del bachillerato... de
antaño.
La bibliografía anglosajona se
enseñorea, pues, de los ocho amplios capítulos que vertebran la
obra pese, insistiremos, a que dos
de sus cinco goznes fundamentales, si no por el tratamiento otorgado, sí por el análisis, se enquician, uno, en la España imperial
y, otro, en la Francia del Rey Sol.
Por lo demás, debe convenirse en
que la tesis desvelada en la obra
—cómo de la capacidad económica de los diferentes imperios se
descubrirá el talón de Aquiles más
destacado de su fuerza militar—
no resulta desorbitadamente ambiciosa ni compleja, aunque lo sea,
y ¡hasta qué punto!, el intento de
demostrarlo empíricamente; tarea
en la que Kennedy incurre a veces
en la farragosidad y en elementalidad, por el empeño un tanto infantil de acumular datos e información, con olor a rancio en
muchas ocasiones.
A través de las experiencias de
la dinastía de los Habsburgo, de
la Francia luiscatorciana y napoleónica, de la Inglaterra victoriana y eduardiana y de los Estados
Unidos investidos en su papel de
guía indiscutible de Occidente al
término de la Segunda Guerra
Mundial, así como de capítulos
más reducidos de la historia protagonizados por Japón o Rusia,
este profesor inglés especialista en
la historia marítima —The Rise
and Fall ofBrítish Naval Mastery
(1976)— quintaesencia el juego del
poder a escala mundial, así como
la implantación de los diferentes
órdenes internacionales registrados en los anales de la historia. El
diagrama es siempre igual. Alcanzado el leadership por un país, el
Santamar??a Garc??a, Antonio, ORTIZ HERN??N, Sergio: 'Los Ferrocarriles de M??xico,
una Visi??n Social y Econ??mica' (Book Review), Revista de Indias, 51:191 (1991) p.225
Santamar??a Garc??a, Antonio, CALCAGNO, Eric: 'El Pensamiento Econ??mico Latinoamericano:
Estructuralistas, Liberales y Socialistas' (Book Review), Revista de Indias, 51:193 (1991) p.647
SantaMar??a Garc??a, Antonio, LEWIS, Paul H.: 'The Argentine Crisis Capitalism' (Book Review),
Anuario de estudios americanos, secci??n historiograf??a y bibliograf??a, Suplemento, 48:2 (1991) p.177-232
316
Reseñas
de los métis [mestizos] en 1885); varios libros sobre el origen de los métis (p.ej., TheNew
Peoples, que explora el proceso de colonización y la creación de una nueva identidad
cultural para los mestizos), y Elmito del salvaje (un análisis de la variedad de respuestas
de Europa frente a las culturas amerindias, especialmente en lo referente a las políticas
europeas de centralización y el auge del capitalismo), etcétera.
Pero el/la historiador/a que se interese por Canadá tampoco puede descuidar los tí-
tulos clasificados en otras secciones del catálogo. Varias obras de la sección de etnología
constituyen lecturas obligadas, como son Indians of Canada (relación de las distintas
tribus por región) y Smoking Pipes (análisis de la cosmología relacionada con las ceremonias de pipa). La sección de política contemporánea contiene breves reseñas de obras,
como The Dynamics of Governmení Programs for Urban Indians in ¡he Pra irle Provinces (sobre la creciente emigración de la población nativa a las ciudades); Arduous
Journey (sobre la descolonización y la autodeterminación de los indios canadienses), y
una obra de lectura esencial, As Long as ¡he Sun Shines unu’ Water Flows (contiene la
mejor selección de artículos históricos sobre indios canadienses hasta la fecha).
Dentro de los géneros ligerarios, los/las historiadores/as que tengan interés especial
en visiones femeninas de la historia pueden centrarse en las obras autobiográficasescritas
por mujeres indias, ya que hay una verdadera plétora de ellas: Foodandspírir(199t)y
Ia,n Woman (1988) (mezclan la historia tradicional oral con hechos nacionales contemporáneos); Dream On (1991) y Mohawk Trail (1988) (combinación de historias personales con los hechos o¿urridos en la tribu); ín Search ofApril Raintree (1983) y Jlonour
¡he Sun (1987) (obras que mezclan lo autobiográfico con la ficción), y muchas más.
Por útil que sea esta recogida de datos, quedan fuera del tintero obras actuales muy
valiosas, seguramente porque no todas las editoriales han facilitados los datos pertinentes.
Por ejemplo, de la prestigiosa casa Fifth House, no se ha incluido ningún título, dejando
de lado obras tan importantes para estudiosos de autobiografías, como InsideOut (James
Tyman, 1990). La omisión más inexplicable concierne las obras de Penny Petrone: First
People, First Voices (Universidad de Toronto, 1983), Northern Voices: ¡¡¡uit Writing in
English (Universidad de Toronto, 1989) y Native Literature in Canada: From ¡he Oral
Tradition to thePresent(Oxford UF, Toronto, 1990). Estaúltima—que recoge sermones,
oraciones, diarios, autobiografías, escritos históricos, cuentos, poesía, novela y drama—
constituye el primer estudio crítico de la literatura indígena canadiense.
JoAnne NEFF VAN AERrSELAER
Mario CERUlTI y Menno VELLINGA: Burguesías e industria en América Latina y
Europa Meridional, «Alianza América», nY 22. Madrid, Alianza Editorial, 1989,
290 Pp.
El estudio de los siete casos compilados en este libro por Mario Cerutti y Menno
Vellinga, amerita nuevamente las posibilidades de una línea de investigación que si bien
ya es clásica en el quehacer histórico, continúa arrojando nuevas, interesantes y hasta
Reseñas
317
insospechadas luces sobre los procesos de desarrollo sociocconómico. Se trataba en este
caso de indagar en el papel que las burguesías regionales de América Latina y Europa
meridional jugaron en el desarrollo industrial y econóníico en general de sus respectivas
regiones, insertas en el proceso de formación de los Estados nacionales.
La conclusión más evidente, sin lugar a dudas, es que la burguesía, según su definición más clásica, fue en todo los casos el agente social encargado de la acumulación
primaria de capital, imbuida de una racionalidad que en nada la diferencia de sus homónimas centro y norteuropea o norteamericana: alcanzar el máximo beneficio, con el
mínimo riesgo posible en sus distintas actividades económicas. Separado el viejo tópico
de la inexistencia de una clase social que cumpliese este papel en los casos estudiados y
siendo su comportamiento semejante al que tuviera en países de mayordesarrollo relativo
parece, por tanto, que el análisis de su comportamiento debiera centrarse más en las
circunstancias históricas que rodearon su formación y desenvolvimiento, así como de los
momentos y espacios que posibilitaron la traslación de sus actividades hacia las formas
de producción capitalistas y, más concretamente, hacia el desarrollo industrial.
Indagando en los procesos regionales y con fuentes hasta el momento poco explotadas, los distintos trabajos coinciden en que las burguesías tuvieron sus origenes en
actividades comerciales que se desarrollan dentro de un espacío económica y sociopolíticamente inestables, el de unos Estados nacionales en formación, coincidiendo con
ajustes en el sistema económico internacional. En un contexto de aislamiento y de atraso
económico —dice Mario Cerutti—Jas burguesías localesjugarongeneralmente unpapel
de astutos intermediarios, más que de impulsoras de la producción, monopolizando el
escaso efectivo circulante y el crédito, que repartieron entre la producción privada y el
Estado. Enel caso latinoamericano, además, acapararon el suelo productivo, explotándolo
según las necesidades del mercado.
En lasegunda mitad del sigIoXlX una reorientación en Ja economía mundial provoca
una mayor transferencia de capital hacia las actividades productivas, coincidiendo con
una segunda fase en la Revolución Industrial. Los casos de Cataluña y del norte de Italia,
analizados en este estudio, conocen entonces un fuerte desarrollo industrial, no así el
resto de la Europa meridional y los países de América Latina, donde la actividad más
favorecida será la agricultura de exportación. Esto explica que racionalidades semejantes
arrastren a las burguesías en espacios y tiempos distintos por caminos diferentes. El
desarrollo del sector agroexportador, dentro de un proceso que estaba integrando las
distintas regiones del territorio dentro de una economía nacional y ésta dentro del
mercado mundial, responde a los objetivos de la racionalidad burguesa en América Latina y Europa meridional, tanto como la industrialización lo hacía en los Estados Unidos
o en la Europa Centro-Occidental.
Este último proceso no se realiza, pues, en contra, sino a la par, que el desarrollo de
los Estados y de las economías nacionales, de forma concomitante con una incipiente
industrialización, unida a la formación de mercados nacionales de bienes y capitales y de
un emergente sistema bancario. Una burguesía que también se encuentra en proceso de
formación jugará dentro del mismo un papel de primer orden, demostrando una prodigiosa capacidad de adaptación y de respuesta a los cambios.
318
Reseñas
El progreso económico, el crecimiento de la población (tanto vegetativos como
debido a lallegada de inmigrantes, fundamental en algunos de los casos estudiados, como
el brasileño), la urbanización y la especialización económica regional y nacional, así
como la creación y extensión de la infraestructura económica y de transporte, consolidan
el incipiente mercado nacional y con él respuestas económicas y sociales a las rápidas
transformaciones. La industria fabril urbana para el mercado interno, hacia la que la
burguesía traslada capitales, es parte indudable de las respuestas, pese a las limitaciones
que supone la pervivencia de un enorme sector no capitalista o, al menos, con relaciones
sociales no capitalistas en el seno de un sistema de producción que silo es. La alta
dependencia y la vulnerabilidad externa de las economías, y concretamente del sector
industrial, que precisa capitales, insumos, materias primas, etc., del exterior; lacompetencia
de las manufacturas industriales, etc., son algunos de los inconvenientes a los que deberá
enfrentarse.
La lección más importante que se obtiene de una obra como ésta, por tanto, es la
equiparación del comportamiento social de los grupos que promueven el desarrollo
económico. Dentro de un contexto como el descrito puede concluirse que agentes
sociales caracterizados por una misma racionalidad, que en el caso de la burguesía se
define por la búsqueda del máximo beneficio en sus actividades, actuaron de manera
similar, pero frente a problemas de distinta índole. Es el estudio de dichas condiciones,
pues, el que podría explicarnos muchas de las preguntas planteadas sobre el desarrollo
histórico comparado de los países.
Antonio SANTAMARíA
GARCÍA
Oscar ZANErFI y Alejandro GARCíA: Caminospara el azúcar. La Habana, Editorial
Ciencias Sociales, 1987, 420 Pp.
Merecedor del galardón de «Mejor Libro Latinoamericano del Año>’, Caminospara
el azúcar entronca con dos tradiciones de arraigo en la historiografía cubana postrevolucionaria,cuyo máximo exponente hasta eí momento eraEl Ingenio, de Manuel Moreno
Fraginals (La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1978). La primera de aquellas tradiciones pretende renovar las interpretaciones al aso de la historia nacional, utilizando para
ello una metodologíadebasemarxista,pero desvinculada del mero tratamiento ideológico
de los problemas y sólidamente asentada sobre el estudio riguroso de las fuentes.
La segunda de las tradiciones, aunque de signo complementario, hunde sus raíces en
los mismos orígenes de la historiografía cubana y tiene que ver con las necesidades más
tangibles de la sociedad y de la economía isleñas. Se refiere al estudio del propio
transcurrir histórico de Cuba, determinado por los rasgos peculiares que reviste una
explotación azucarera de tipo capitalista, monoproductora y monoexportadora para un
solo mercado: el estadounidense. Con El Ingenio habían quedado sentadas las bases de
esta nueva interpretación. De hecho, Caminos para el azúcar así lo reconoce, tomando
su título de un capítulo de la citada obra en el que se analizaba la importancia que el
Revista de Indias, 2000, vol. LX, núm. 219
AQUINO, Emigdio, José Carlos Mariátegui y el problema nacional, México, UDUAL,
1997, 236 páginas.
El libro que reseñamos está basado en una prolija investigación, realizada en el Perú,
durante una beca de investigación en la Universidad Nacional de San Marcos. Para realizarla, el autor estableció contactos y relaciones con una generación de mariateguistas que,
alrededor de la familia Mariátegui y Empres Editora Amauta, mantienen en el Perú y en el
extranjero el interés por el estudio de la vida y la obra de José Carlos Mariátegui. Su autor,
el historiador mexicano Emigdio Aquino, profesor de la Universidad Autónoma de
México, no sólo ha contado de esta manera con acceso a importantes fuentes documentales y testimoniales, sino que también estuvo en el Perú en un momento muy importante
para los estudios sobre José Carlos Mariátegui: la conmemoración del centenario de su
nacimiento, celebrada en 1994. Cabría destacar, dentro de lo señalado al respecto de nuestro autor, que en los úiltimos años el centro de la producción de investigaciones acerca de
la vida y obra de José CarlosMariátegui ha girado del Perú hacia Europa y algunos de los
más importantes países de América Latina. Este libro se inscribe, pues, al interior de este
cambio de centro.
El libro está compuesto en total por cinco capítulos. El primero está dedicado al
«Marco Histórico del Perú»; el segundo a «El marxismo, Mariátegui y el problema
nacional»; el tercero a «El problema Nacional en el Perú»; el cuarto a «La vigencia de
Mariátegui»; y, finalmente, el quinto a las «Conclusiones». El libro también cuenta con
cuatro anexos que ayudan a ilustrar al lector no especializado sobre algunas de las tesis en
él sostenidas; los integran la transcripción de los Principios Programáticos del Partido
Socialista y el testimonio de Eliseo García, colaborador dde Mariátegui, realizado por el
mismo Aquino, así como una cronología sumaria de la vida y obra de Mariátegui.
Respecto del primer capítulo, Aquino hace un repaso de la historia peruana desde el
fin de la guerra del Pacífico, en 1883, hasta la muerte de Mariátegui en 1930.
Concretamente, por un lado desarrolla la evolución económica y política del Perú y, por
otro, su evolución intelectual y social, agrupándolo todo en tres acápites. En el primer caso
realiza una periodificación en tres momentos: 1883-1895, que abarca al Tercer
Militarismo; 1895-1919, conocido como la República Aristocrática; y 1919-1930, correspondiente al oncenio de Leguía. En el segundo hace un seguimiento de los intelectuales
más representativos y sus ideas, y estudia cómo evolucionó la organización de los trabajadores peruanos.
En el segundo capítulo se hace un recuento del contexto internacional y latinoamericano en el que se enmarcan los escritos de Mariátegui, así como una formulación acerca
R. I., 2000, n.° 219
586
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
de lo que se define como «Problema Nacional», uno de los temas sobre los que volveremos más adelante. Respecto al tercero, es el capítulo central de la investigación en donde
Aquino desarrolla y analiza las principales tesis de Mariátegui acerca del «Problema
Nacional»; en cinco de sus cuatro acápites se estudian los problemas centrales de los planteamientos mariateguianos: el problema indígena y campesino; el carácter dual de la sociedad peruana; la polémica con otros planteamientos acerca del problema nacional; y la
apuesta de Mariátegui por un Perú integral. En el capítulo cuarto se hace una valoración
general de las propuestas de Mariátegui a través del análisis del problema de la vigencia
de sus planteamientos. Por último, en el quinto capítulo se aportan las conclusiones de la
investigación.
En cuanto a los aportes de la investigación de Aquino, queremos resaltar ciertos aspectos importantes, algunos de los cuales han sido dejados de lado por muchos investigadores
de la vida y la obra de Mariátegui y que podemos resumir en una idea fundamental: la perspectiva integral del proyecto socialista de Mariátegui. En primer lugar, que este autor no
sólo analizó la realidad peruana, lo que ha dado lugar a algunas interpretaciones acerca del
carácter «nacional» del socialismo de Mariátegui. Como muy bien nos recuerda Aquino,
Mariátegui ubicó el problema nacional del Perú dentro de contextos más amplios: la situación internacional, donde realizó importantes análisis acerca de la realidad europea
(España incluida) y los países colonizados, especialmente de Asia; y la realidad latinoamericana, en particular los referidos a los problemas de la identidad y la cultura, resaltando los lazos que los unen, pero también los que los dividen.
En segundo lugar, resaltar al problema indígena y el problema agrario como central en
su formulación del problema nacional del Perú. Desde su perspectiva marxista, Mariátegui
consideraba que el campesinado indígena, en tanto trabajador, tenía un papel fundamental
al lado de la clase obrera en el proyecto socialista. Esto que ahora podría ser evidente, en
el Perú de entonces no lo era. En tercer lugar, el carácter integral del proyecto de
Mariátegui. Contrariamente a una visión muy difundida, Mariátegui no era un «indigenista»: planteaba que para que el Perú dejara de ser una nacionalidad en formación, la tradición indígena debía ser incorporada a cualquier proyecto de construcción nacional al lado
de la tradición española y de la tradición republicana (o criolla). Fórmula que sería recogida por José María Argeueedas, quien la resumió en su célebre frase «Un Perú de todas
las sangres». Mariátegui, pues, no rechazó el aporte de las otras tradiciones históricas existentes en el Perú, sino que resaltó la necesidad de incorporar la tradición indígena a la cultura existente. Es en este sentido que Mariátegui encuentra puntos de encuentro con algunas posiciones indigenistas, pero esto no lo convierte en un indigenista. En cuarto lugar, el
rescate de un concepto de suma importancia para entender el carácter integral del proyecto nacional de Mariátegui: el de tradición. Mariátegui disingue por ello entre «pasadismo»
y «tradición». El primer término es concebido como algo ya establecido e inmutable, y que
ha llevado a muchos nacionalismos a planteamientos «esencialistas» de la nación, que en
el caso peruano se expresaba en las posiciones de los intelectuales de la generación del 900
que Mariátegui critica. El segundo, en cambio, es concebido como algo móvil y cambiante, que se desarrolla a partir del proceso histórico de cada país. Es en ese sentido que
Mariátegui habla, insistimos, de una «nacionalidad en formación», ya que la tradición indígena no había sido incorporada a la «tradición nacional».
Como balance general, podemos señalar que se trata de un libro bien logrado y prolijamente desarrollado, y que da aportes importantes para la continuación del debate tanto
R. I., 2000, n.° 219
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
587
acerca de los planteamientos de José Carlos Mariátegui como de su importancia para el
análisis de los problemas contemporáneos de América Latina en el actual contexto internacional. Aportes que hemos resaltado en las líneas anteriores. Pero como toda obra que
aporta al debate, queremos también señalar algunas discrepancias y matizaciones a sus
planteamientos.
En primer lugar nos referiremos a las características de la obra de Mariátegui, y seguidamente a las bases teóricas y metodológicas de la investigación. En cuanto a las características de la obra del pensador peruano, habría que resaltar que se trata de trabajos formulados desde el periodismo y la ensayística. Nada más lejos de las intenciones de
Mariátegui que realizar una obra con el fin de formular un cuerpo cerrado de doctrina.
Como él mismo señaló en los Siete Ensayos, no consideraba que sus planteamientos estuvieran terminados, y habría que volver sobre ellos cuantas veces fuera necesario para desarrollarlos. La impresión que da la investigación de Aquino es que Mariátegui hubiera dejado formulado un corpus teórico que pudiera ser resumido y utilizado como una metodología a seguir. Mariátegui no sólo tenía una concepción heterodoxa del marxismo, sobre
cuyo tema Aquino no se detiene, sino además alejada de todo cientificismo propio tanto
del socialismo socialdemócrata como del marxismo soviético. No hace alusión, por ejemplo, a influencias incómodas para cualquier marxismo ortodoxo como las de Sorel o
Bergson. Más bien presenta al marxismo de Mariátegui como una continuidad lineal de las
obras de Marx, Engels y Lenin, que están obviamente presentes en la obra de Mariátegui,
pero no son las únicas. En ese sentido, no se recogen los aportes de algunos importantes
mariateguianos, como por ejemplo los escritos de Alberto Flores Galindo, que constantemente resaltó el carcter antidogmático de la obra de Mariátegui, lo que le llevó a polemizar con la Tercera Internacional o el Comintern. Es en ese sentido que debe entenderse la
vigencia de la obra de Mariátegui: como una obra abierta que debe ser continuada con la
misma creatividad con que él la hizo para interpretar la realidad peruana y transformarla.
En cuanto a las bases teóricas y metodológicas de la investigación, es claro que ésta
se inscribe por un lado en la tradición marxista y, por otro, dentro de la teoría de la dependencia, perspectivas que no son cuestionables en sí mismas pero que plantean problemas
en el campo de la teoría y la metodología. En cuanto a lo primero, el problema central es
el de seguir caracterizando a las clases sociales y a los intelectuales como sujetos homogéneos que se comportan en función de sus inmediatos intereses de clase. La realidad es
siempre más compleja, y por ello aplicar este esquema al problema nacional lleva a caracterizar tanto a los partidos políticos y a los intelectuales de «nacionales» y de «antinacionales». Es desde esta perspectiva que los debates de Mariátegui con intelectuales como
Víctior Andrés Belaúnde o Haya de la Torre no son entendidos en su complejidad. En
cuanto a lo segundo, también se ve patente en el análisis del problema nacional con respecto al imperialismo, en donde las clases dominantes son percibidas como meros títeres
de las grandes potencias internacionales. Por otro lado, respecto al problema nacional
mismo implica asumir un enfoque donde la nación es sólo resultado de una revolución burguesa y del desarrollo del capitalismo, procesos que debieron haberse producido con la
independencia a principios del siglo XIX. De esta manera, se sigue una concepción lineal
de la evolución histórica cuyo modelo se basa en los procesos de construcción nacional de
Europa occidental. Que este enfoque no es asumido por Mariátegui es claro cuando analiza la complejidad de la realidad peruana, donde el desarrollo del capitalismo no había
implicado la desaparición de estructuras no capitalistas sino que más bien las había reproR. I., 2000, n.° 219
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
ducido. También se expresa en que la base del proyecto socialista de Mariátegui era recuperar la tradición comunitaria de las comunidades campesinas, tema tampoco tratado en el
libro, y que fue asimismo punto de fuertes debates no sólo con la Tercera Internacional sino
también al interior del propio Partido Socialista. Desde una perspectiva modernizadora, el
campo y la comunidad campesina representaban el atraso del país y debían desaparecer.
Mariátegui más bien planteaba recuperarlos para el proyecto socialista. ¿Es este planteamiento hoy vigente?
Estos comentarios no quieren desmerecer de ninguna manera los aportes del libro,
sino, como señalábamos anteriormente, continuar con un debate que sigue abierto y que es
siempre bienvenido.
Ricardo PORTOCARRERO GRADOS
Pontificia Universidad Católica del Perú
BÖTTECHER, Nikolaus y HAUSBERGER, Bernd (editores), Dinero y negocios en la historia
de América Latina. Geld and Geschäft in der Geshichte Lateinamerikas. Veinte ensayos
dedicados a Reinhard Liehr, Frankfurt am Main y Madrid, Vervuet-Iberoamericana,
Bibliotheca Ibero-Americana, 2000, 552 páginas, índice general y de autores, gráficos,
cuadros, mapas y bibliografía, prólogos de Nikolaus Böttecher y Bernd Hausberger y
de Günter Vollmer y datos biográficos y bibliografía de Reinhard Liehr.
Reseñar un trabajo colectivo es siempre una tarea complicada, pero más aún en el caso
que nos ocupa. Bajo un título tan amplio como Dinero y negocios en América Latina,
Nikolaus Böttecher y Bernd Hausberger reúnen una veintena de artículos muy distintos;
acerca de problemas, áreas o países, y momentos históricos muy diferentes; tan diferentes
como las metodologías y presupuestos teóricos usados por los autores para abordarlos. Con
esos precedentes, es obvio, pero a la vez necesario señalar que la obra, al igual que cualquier otra de este tipo, incluye estudios de muy diversa calidad. La razón de la compilación, además, no es estrictamente temática, al menos no solamente, sino rendir homenaje
a la labor del historiador Reinhard Liehr, lo que tampoco ayuda a su unidad y coherencia.
A ello hay que añadir, finalmente, que haber optado por incluir los textos en cuatro idiomas —castellano, alemán, inglés y portugués—, dificulta también el acceso a la totalidad
de sus contenidos a la mayoría de los lectores interesados en los temas tratados.
No obstante lo dicho anteriormente, Dinero y negocios en América Latina, aparte del
indudable valor que algunos de sus artículos tienen para el conocimiento de ciertos temas
específicos tratados en el mismo, es interesante como muestra del tipo de problemas que
atraen actualmente la atención de los historiadores de la economía latinoamericana, y de
las teorías y métodos de trabajo e investigación en uso. Aunque con ciertas limitaciones
que exponemos a continuación, en mi modesta opinión, la obra ofrece una visión bastante
completa del panorama historiográfico, fundamentalmente para el estudio de algunas cuestiones, como la historia empresarial, del comercio internacional o de las instituciones económicas, aunque particularmente centradas en el área novohispana colonial y mexicana
independiente.
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Acerca del valor muestral de la compilación de Böttecher y Hausberger es necesario
decir también que incluye otras dos limitaciones. En el orden estrictamente espacial, a
pesar de la mencionada concentración temática en el área del antiguo Virreinato de la
Nueva España, incluye artículos acerca de áreas y/o países como Perú, Venezuela, Bolivia,
Paraguay, Cuba o Brasil, pero también excluye completamente otros, algunos de enorme
importancia intrínseca e historiográfica, como la Argentina. La segunda limitación es la
ausencia de los estudios que emplean métodos econométricos para mejorar el conocimiento del pasado; procedimientos muy poco habituales en la investigación tradicional
sobre las economías latinoamericanas, pero que en las últimas décadas están generando
trabajos muy interesantes.
El libro comienza con una introducción de los editores y una especie de prefacio a
cargo de Günter Vollmer acerca de la obra de Liehr, al que sigue una relación de sus trabajos y datos biográficos más importantes. Como corolario, además, la compilación concluye con un ensayo de Horst Pietschmann sobre la «Globalización y mercado de trabajo:
la perspectiva del historiador de larga duración», en el que el autor apunta algunas conclusiones que ofrece el estudio de la historia para explicar el actual y controvertido problema de la mencionada globalización. Pietschmann señala que la único modo de superar
el nivel de decisión político-económico nacional es la agrupación internacional de países,
especialmente con criterios regionales, pero que para ser practicables, dichas agrupaciones
deben realizarse teniendo en cuenta los problemas nacionales y, particularmente, las
demandas sociales internas de los Estado que las forman.
Además, del ensayo de Pietschmann, Dinero y negocios en América Latina incluye
otros dos artículos, los firmados por Enrique Otte y Mariano Torres Bautista, muy diferentes del resto de los trabajos del libro que, de un modo u otro, es posible agrupar en grandes bloques temáticos, en función de su objeto de estudio. Otte estudia «La mujer de Indias
en el siglo XVI». Básicamente, el autor comenta la historiografía, el estado de la cuestión
y las fuentes disponibles para la investigación de un tema que ha merecido poca atención
hasta el momento. Torres Bautista, por su parte, analiza «La valorización del patrimonio
cultural. El caso del patrimonio industrial en América Latina»; es decir, las posibilidades
que ofrece la infraestructura concebida en su momento con propósitos productivos y ahora
en desuso por distintas razones, para albergar y potenciar actividades de carácter social y
cultural, que en su opinión son enormes.
La mayor parte de los trabajos compilados en el libro, como señalamos anteriormente, se dedican al estudio de la Nueva España o México. Dos de ellos, además, abordan problemas relacionados con la producción y el comercio del cacao: Ursula Thimer-Sachse,
«Wer war oder ist der 'Señor del Cacao'. Kakaobohnen als währrung im Vizekönigreich
Neuspanien», y Günter Vollmer, «Über den wechselkurs von cacaobohnen und den preis
der schokolate. Ein mexikanisches problem». Otros dos artículos se dedican a aspectos
relacionados con la minería: Eduardo Flores Clair: «Utopía y realidad. Proyectos para
financiar la minería novohispana (1777-1783)», y Brígida Von Mentz, «La organización y
el abasto de insumos de una empresa minera en Zacatecas al fines del período colonial e
inicios del independiente». Los capítulos firmados por Antonio Ibarra, «El Consulado de
Comercio de Guadalajara, 1795-1821. Cambio institucional, gestión corporativa y costos
de transacción de la economía novohispana», y Jorge Silva Riquer, «Mercado y comerciantes de la ciudad de México, 1830-1840», como sus títulos indican, se interesan por
temas comerciales, esencialmente del mercado interno de las grandes ciudades mexicanas,
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
aspectos que también definen el contenido del texto de Rosa María Meyer Cosío sobre
«Francisco Iturbe: del comercio local a las finanzas nacionales, 1809-1861», aunque éste
último indaga sobre un caso personal concreto. Finalmente, un octavo trabajo dedicado al
Virreinato novohispano es el de Bernd Hausberger, titulado «Ein silberayfkäufer macht
bankrott. Anmerkungen zu kredit, schulden und preisen im nordwestlichen Neuspanien».
Los problemas relacionados con el marco institucional, que han merecido mucha atención en las últimas décadas y cuyo estudio se reforzó tras la concesión del Premio Nobel
a Douglass C. North, y la historia empresarial, esencialmente casuística, y generalmente
en relación con el tema anterior, son los asuntos más abordados en la compilación. Flores
Clair, por ejemplo, piensa que las necesidades de capital de la minería novohispana en las
décadas de 1770 y 1780 provocaron un proceso de concentración de las compañías, pero
también hicieron patente la urgencia de reformas institucionales que modificasen el rígido
monopolio de la Corona, algunas de las cuales se realizaron con relativo éxito. Von Mentz,
por otro lado, analiza una firma minera de Zacatecas en los años finales del dominio español, y destaca la eficiencia de su funcionamiento, lo que pone en tela de juicio algunos tópicos habituales en la historiografía sobre el sector, como las dificultades que para una buena
gestión implicó el absentismo de los propietarios, muy común en esa actividad productiva,
o la corrupción administrativa y los sobornos, práctica normal que no siempre fue en detrimento de dicha eficiencia y sobre la que se han realizado muchas afirmaciones con poco fundamento.
Analizando la figura y la trayectoria de Iturbe, Meyer Cosío, destaca también las dificultades de índole institucional que tuvieron que enfrentar los empresarios mexicanos en el
inicio del siglo XX. Las crisis financieras endémicas que padeció el país —dice—, se fueron agravando con el tiempo y terminaron perjudicando los negocios que, incluso, habían
surgido o prosperado en ocasiones aprovechando esas circunstancias. Unidas a las combulsiones políticas de la nación y a las necesidades financieras del Estado, cada vez más difíciles de satisfacer, condujeron a los gobiernos a utilizar procedimientos coercitivos para
obtener recursos que perjudicaron las actividades económicas, llegando a extremos como el
encarcelamiento del citado Iturbe y de otros empresarios que se negaron a aceptarlos.
Los trabajos de Ibarra y Silva Riquer estudian también las condiciones institucionales
del comercio interno en dos grandes ciudades mexicanas, México capital y Guadalajara.
Ibarra aplica lo que él llama la teoría neoinstitucionalista para explicar la función y el desarrollo de los Consulados de Comercio en el inicio del siglo XIX, y llega a la conclusión de
que la acción de esos organismos, a pesar de las dificultades del contexto histórico en que
desarrollaron su actividad, fue positiva y significó cambios decisivos en el mercado y en
los modos de actuación de los agentes económicos. Silva Riquer llama la atención sobre los
problemas que la magnitud que el mercado mexicano implicó para el desenvolvimiento de
estos últimos en las décadas de 1830-1840. En dichas circunstancias, el autor resalta que la
característica más llamativa fue la continuidad de las prácticas mercantiles respecto al período colonial, lo que en su opinión se explica debido a que esa fue quizás la opción más
racional, entre otras cosas, como consecuencia de que tal continuidad fue también el rasgo
predominante en la legislación comercial y en la administración en general.
Colin M. Lewis estudia problemas similares a los anteriores –la relación entre el
desenvolvimiento empresarial privado, el marco institucional y la acción del Estado–, aunque en un país, en una época y en un sector distintos: «Regulating the Private Sector:
Government and Railways in Brazil, c. 1900». Como Pietschmann, Lewis propone obteR. I., 2000, n.° 219
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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ner lecciones del conocimiento histórico para situaciones del presente: el futuro de las
compañías ferroviarias. El ferrocarril –dice– no fue en el caso brasileño un factor de anticipación al crecimiento, ni tuvo una función destacada de fomento e impulso de la economía, pero ello se debió a las limitaciones de la estructura económica nacional, y la gestión
privada no resolvió los problemas de eficiencia y rentabilidad que en general tuvieron las
líneas como consecuencia de la ausencia de condiciones institucionales adecuadas. Esta
conclusión coincide, además, con las del reciente libro de Jesús Sanz (coord.) et al.
(Historia de los ferrocarriles en Iberoamérica, 1837-1995, Madrid, Ministerio de
Fomento, 1998), para casi todos los países de América Latina.
Dinero y negocios en América Latina incluye un segundo trabajo sobre Brasil que,
además, junto a los de Ibarra y Von Mentz es representativo del reciente interés por potenciar los estudios regionales y locales. Se trata del artículo de Mattias Röhrig-Assunçao
acerca de la «Exportaçao, mercado interno e crises de subsistência numa provincia brasileira. O caso do Maranhao, 1800-1860».
Exceptuando el artículo de Barbara Potthast, «Bäuerliche wirtschaft und die rolle der
frauen: Paraguay im 19. Jahrhundrt», el resto de los trabajo de la compilación están dedicados al área andina y/o al comercio internacional o a las relaciones económicas de los países de ese área, del Imperio Español en general, o del Caribe hispano con las grandes
potencias europeas y con los Estados Unidos.
Menos el trabajo de Jügen Golte, «Zur bedeutung von ferhandelsbezeihungen in der
geschichte der Anden», los textos dedicados al área andina examinan aspectos relativos al
comercio internacional en la primera mitad del siglo XX. León E. Bieber, «El comercio germano-boliviano 1936-1939. Un fracaso singular en el contexto del comercio de compensación de Alemania con América Latina», destaca la coincidencia en los últimos años de la
década de 1930 del interés germano por ampliar sus negocios en América Latina, y de la
intención de los gobiernos bolivianos por romper los monopolios de las grandes empresas
mineras norteamericanas y aplicar una especie de socialismo de Estado. El acercamiento de
ambas naciones no dio los resultados esperados —dice el autor— debido a hechos más o
menos circunstanciales como el suicidio del presidente Busch o el inicio de la Segunda
Guerra Mundial, pero, piensa que en el fondo se habrían frustrado de todos modos.
Michael Zeuske, que indaga también en los intereses germanos en América Latina,
estudia los «Trasfondos del conflicto de 1902: política, cónsules y comerciantes alemanes
en las Venezuelas en el siglo XIX»; conflicto bien estudiado en su conjunto, según el autor,
pero del que se desconocían los detalles de las complejas relaciones políticas internacionales y comerciales que lo motivaron.
Finalmente, Rory Miller, «British Business in Peru. From the Pacific War to the Great
Depression», analiza el problema de las relaciones británico-peruanas que, según él, en esa
época destacaron por su idiosincrasia en relación con el resto de los países latinoamericanos; Renate Pieper estudia «Imperium und Finanzpolitik im 18. Jahrundert. Spanien und
England im vergleich», y Nikolaus Böttecher, «Trade, War and Empire: British Merchants
in Cuba, 1762-1796», artículo en el que se revisa la importancia que para el crecimiento
de la economía cubana de finales del siglo XVIII y principios del XIX tuvo la toma de La
Habana por los ingleses.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
CAGNI, Horacio, La Guerra Hispanoamericana y el inicio de la globalización, Buenos
Aires, Centro Argentino de Estudios Estratégicos, IXBILIA-Universidad de Sevilla,
OLCESE Editores, 1999, 102 páginas, bibliografía, fuentes e índice. Prólogo de Abel
Posse.
1898 es una de las fechas con mayor simbolismo y proyección de la historia contemporánea mundial. Por eso, la historiografía que ha generado la reciente conmemoración de
su centenario se ha caracterizado por su vastedad, pero también por una considerable heterogeneidad temática. Cuando analizamos con Consuelo Naranjo Orovio los estudios dedicados al tema en los últimos años (1996-1999), señalamos que la trascendencia del problema, espacial y temporalmente hablando, era uno de los aspectos que más interés había
despertado en las obras dedicadas al asunto [Antonio Santamaría García y Consuelo
Naranjo Orovio, «El '98 en América. Últimos resultados, tendencias recientes de la investigación y bibliografía», Revista de Indias, volumen LIX, número 215 (enero-abril, 1999),
páginas 215-274].
La obra de Horacio Cagni, La Guerra Hispanoamericana y el inicio de la globalización, puede ser clasificada entre la producción historiográfica sobre el 98 como uno de los
estudios interesados en los hechos acontecidos en los años finales del siglo XIX, y concretamente en la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, por sus implicaciones posteriores. Además, en sus páginas incluye también un pequeño ensayo acerca de «algunas opiniones argentinas» sobre el conflicto, lo que se justifica por el origen del autor y el lugar
de edición del estudio, no obstante debemos señalar que, generalmente por esas mismas
razones, este es otro aspecto —la proyección del problema en países que no estuvieron
directamente implicado en los referidos hechos— que ha despertado mucho interés en la
investigación. Por ejemplo, poco antes de la publicación del libro que ahora nos ocupa,
Sylvia L. Hilton y Steve J.S. Ickringuill editaban un trabajo con contribuciones de varios
historiadores titulado: European Perceptions of the Spanish-American War of 1898 (Bern,
Berlin, Bruselas, Frankfurt, Nueva York y Viena, Peter Lang, 1999), el cual reseñamos
también para la Revista de Indias.
El libro de Horacio Cagni es un trabajo bastante bien concebido en mucho sentidos,
breve, con utilidad divulgativa, articulado en torno a una tesis central con la que se puede
estar más o menos de acuerdo, pero que se fundamenta dignamente y que, además, se matiza con otras posibilidades entre las que, además, se ofrece como una contribución con
carácter complementario. En opinión de Abel Posse, que prologa el estudio, dicha tesis es
«una parábola útil»; útil por su valor explicativo y parábola por su referida proyección del
significado del 98 a acontecimientos actuales, como la Guerra del Golfo y el conflicto de
los Balcanes.
La razón con la que autor fundamenta su proyección parabólica del 98 hispanoamericano es que, en su opinión, el acontecimiento puede ser considerado históricamente como
el hito que marcó el inicio de lo que él denomina la «globalización» norteamericana. La
tesis que Horacio Cagni sostiene es que, a pesar de las muchas explicaciones que se han
dado sobre la guerra entre España y los Estados Unidos e, incluso, sin contradecir muchas
de ellas, «los poderes indirectos fueron los auténticos impulsores» del conflicto, y estos
mismos pueden ser considerados también los principales promotores de la intervención
armada de aquel país en el Golfo Pérsico, en la antigua Yugoslavia, y en otros lugares del
planeta desde finales del siglo XIX hasta hoy en día. Poderes —en opinión del autor— que
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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desde la finalización de la Guerra de Secesión, se mostraron interesados en una agresiva
expansión internacional de su nación para el beneficio de sus propios intereses, pero que
quisieron y supieron enmascararla con atributos como la extensión de la civilización, de la
democracia y de la libertad estadounidenses y, más recientemente, con motivos humanitarios.
Para un historiador, oficio de quien reseña estas páginas, una explicación de los hechos
como la que propone Horacio Cagni es muy discutible, esencialmente debido a que supone estático uno de los factores explicativos del problema, y, además, no uno cualquiera,
sino el más importante. Básicamente, y a pesar de los matices que introduce en ciertos
momentos, considera prácticamente inmutables los referidos «poderes indirectos» o fácticos —denominación más usual en castellano—. No obstante, en lo que en un estudio con
pretensiones mayores y más páginas podría considerarse un defecto insalvable, en una obra
breve, ensayística —a pesar de que utiliza una relativamente abundante documentación de
primera mano— que, como ya señalamos, se concibe como una contribución complementaria al entendimiento del tema, no sólo elude en nuestra opinión ese problema, sino que
consigue dignamente su objetivo de ofrecer al lector una interesante aportación historiográfica.
Además del referido análisis sobre algunas opiniones argentinas acerca del conflicto
hispano-cubano-norteamericano y de su significado y proyección para entender otros
acontecimientos más actuales de la acción internacional de los Estados Unidos, La Guerra
Hispanoamericana y el inicio de la globalización, examina brevemente sus antecedentes y
la conflagración en sí misma, su significado dentro el enfrentamiento entre aquél país y los
europeos, los fundamentos geo-políticos e ideológicos del tema, y el «desastre» visto
desde España. El trabajo termina con una relación breve pero suficiente de las fuentes y la
bibliografía.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
CONTRERAS, Carlos y CUETO, Marcos, Historia del Perú Contemporáneo, Lima, Red para
el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 1999, 312 páginas.
En estos últimos años se ha producido un inusual interés por reinterpretar la historia del
Perú republicano, siendo ejemplos de ello libros como el de Nelson Manrique, Nuestra
Historia: Historia de la República, Lima, Cofide, 1995 y el de Franklin Pease, Breve
Historia del Perú Contemporáneo, México, FCE, 1995. La Historia del Perú
Contemporáneo que ahora han escrito Carlos Contreras y Marcos Cueto se suma a esta
revisión sintética, motivada, en palabras de ambos autores, por los nuevos hallazgos que la
investigación ha producido en los últimos quince años, por el cambio de paradigmas teóricos que lo anterior ha supuesto y por la nueva coyuntura política, social y cultural que
vive el país al culminar el siglo XX. El eje de este relato es el análisis de la propuesta y
aplicación de los cuatro proyectos políticos que habrían marcado el rumbo del Perú en
estos dos últimos dos siglos: 1) el proyecto de los libertadores y la primera generación
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
republicana (1821-1869), 2) el proyecto liberal del civilismo (1870-1930), 3) el proyecto
nacional, populista e indigenista (1930-1989) y 4) el proyecto neoliberal (1990 hasta la
actualidad). A lo largo de los diez capítulos en que está dividida la obra, ambos autores
combinan el análisis y el ensayo interpretativo sobre el mero dato cronológico. Además
introducen nuevos enfoques que han contribuido a enriquecer el conocimiento acerca del
pasado reciente peruano como la historia de la ciencia o la demografía histórica. En este
aspecto ambos demuestran un dominio absoluto de la extensa bibliografía reciente, exclusivamente editada en castellano, que se incorpora al final de cada capítulo. Además cada
cierto tiempo el lector se encuentra con unos recuadros didácticos que a través de breves
testimonios de la época o datos estadísticos procuran reforzar adecuadamente lo argumentado en las páginas principales. En general este es un libro estupendo por su claridad y
perspectiva que, por eso mismo, invita a la polémica.
Si bien es cierto los autores anuncian una postura equidistante tanto de la historia política tradicional como de la historia «estructural», economicista y dependentista, conforme
se avanza en la lectura se aprecia cierto tributo metodológico con el esquema evolutivo
propuesto en Clases, Estado y Nación de Julio Cotler, polémica obra que, paradójicamente, no aparece mencionada en la bibliografía y que pese a sus defectos visibles fue un horizonte referencial de muchos historiadores. Tal como antes lo formulara Cotler, el Estado
sigue siendo el gran protagonista de la Historia del Perú Contemporáneo, bajo una careta
patrimonial y rentista entre la independencia y el estallido de la guerra del Pacífico (18791883); oligárquica, modernizadora y populista entre 1895 y 1968; corporativa, nacionalista e intervencionista entre 1968 y 1980 y, por último, neoliberal y privatizadora entre 1990
y 1999. Sobre este gran escenario se reconstruye el papel del resto de los protagonistas (los
caudillos y partidos políticos, el Ejército, la Iglesia, los intelectuales y, por último, la sociedad civil). Contreras y Cueto, tal vez conscientes de su proximidad con la visión del Perú
de Cotler, señalan casi al terminar el libro que su énfasis fue resaltar la riqueza de los proyectos políticos con el ánimo de contraponerse a visiones «en las que se sugirió, por lo
contrario, la carencia de elites dirigentes» (p. 311), en alusión directa al lamento de aquel
sociólogo acerca de la inexistencia en el país de una burguesía dirigente y nacional. Uno
de los aportes de este libro es precisamente recoger las investigaciones de Paul
Gootenberg, Alfonso Quiróz, Rosemary Thorp y Geoff Bertram que desde el punto de vista
económico demostraron lo exagerado de tal afirmación. Ello les conduce a la relectura del
papel de las clases dirigentes, por ejemplo cuando se afirma que la «república aristocrática» entre 1895 y 1920 no lo fue tanto, en la medida que la actuación de los potentados fue
más bien propia de una burguesía orientada a la inversión bursatil, las finanzas o el comercio antes que la vía rentista (p. 124). En el balance global, a juicio de estos autores, el camino hacia la conformación de un mercado interno, hecho que comenzó a acelerarse en la
década de 1920, fue un logro del Estado moderno tras los fracasos del siglo XIX, alcanzándose una economía diversificada y una relativa industrialización.
Uno de los aspectos quizás más polémicos de esta síntesis es el tratamiento que se hace
de la historia política. Los autores plantean que junto con la creación de un mercado interno, los proyectos políticos deberían haber conducido paulatinamente a la formación de una
comunidad de ciudadanos. Los obstáculos más relevantes para alcanzar dicho objetivo
eran la herencia colonial (la fragmentación histórica de la estructura social con la formación de una sociedad dualista que enfrenta a descendientes de las culturas colonizadora y
colonizada), la geografía agreste y difícilmente comunicable y la situación desventajosa
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dentro del marco del nuevo sistema mundial. De todos ellos, se asume a la herencia colonial como el obstáculo más difícil de superar. En ella quedan comprendidas además el
arcaismo de la vida urbana, las haciendas rurales; las elites, el derecho escrito; la Iglesia y
las técnicas productivas, la explotación de los indios y hasta el mestizaje. Tal como sostuvieron ya desde muy temprano los primeros escritos de historia del siglo XIX, una tradición continuida por la historiografía criolla del siglo XX, de España nada positivo se hereda y todo se tenía que derruir. Sin embargo, hay aspectos si se quiere positivos de este legado histórico que comienzan a ser estudiados y que no han sido incorporados en el libro.
Por ejemplo, la estructura electoral de las Cortes de Cádiz, uno de los más importantes
soportes del liberalismo constitucional de 1812, persistió en el país andino con algunas
modificaciones hasta 1895. La modernidad política tal y como se practicó en Perú durante el siglo XIX tuvo un referente español quizás inconfesable debido al riesgo de ser acusado de hispanista. La incomprensión de este hecho conduce a que en algunas páginas del
libro se hable de la exagerada prolongación de las elecciones presidenciales de 1871 (p.
125), cuando en realidad los procedimientos de la elección indirecta así lo exigían. Los
autores, si bien llegan a reconocer que el voto indígena y analfabeto llegó a practicarse
entre 1849 y 1895 (p. 77), no vinculan esa situación con el legado gaditano. Si bien es cierto que de este sistema se beneficiaron los caciques políticos, peor fue el remedio a este problema sancionado con la ley electoral de 1896, que redujo la población electoral y centralizó su control en Lima. Convendría relativizar que durante la «república aristocrática» la
estabilidad y la continuidad política fueran sus rasgos más visibles (p.163-164), ya que
nunca antes como en aquella coyuntura las elecciones fueron tan violentas. La explicación
de este fenómeno fue la exclusión del contrario que practicó el partido civilista gracia al
control que ejerció sobre el Jurado Electoral Nacional, y por parte de los perjudicados, la
adopción de la abstención política, en el caso de los demócratas, cuando no la actuación
desestabilizadora, en el caso de los liberales. En este marco, no resulta exagerado atribuir
a este sistema pernicioso el engendro de un personaje como Augusto B. Leguía, cuya dictadura entre 1919 y 1930 procuró su preservación en el poder destruyendo a todos sus contendientes. Ello contribuyó a alimentar en los militares el mito de que los civiles no sabían gobernarse, siendo ese uno de los pretextos usados por los dictadores para asumir el
papel de salvadores de la patria desde los años treinta. Así lo refleja el recorrido de
Contreras y Cueto por los años más recientes de la historia política, entre 1930 y 1998,
cuya base de referencia son los análisis sociológicos en una prueba de que los historiadores aún no se atreven a traspasar la frontera de los años treinta.
Otros temas desarrollados por la «nueva» historia política que no aparecen resaltados
en el texto son la evolución de las asociaciones públicas y políticas, es decir, el ingreso de
la sociedad civil en la esfera moderna al margen de los condicionantes estatales. Sobre esta
materia ya hay varios trabajos publicados (Carlos Forment, Ulrich Müecke) que concentran su atención en las instituciones de la segunda mitad del siglo XIX. El balance general
que se puede extraer es que la historia política tiene aún un mucho campo de desarrollo
con temas como la historia del parlamento, más estable de lo que se supone, los partidos
políticos, tan importantes algunos como el civilista, las municipalidades, etc. Por otro lado,
ambos autores hacen una breve alusión al conflicto con España de 1864 a1866, el mismo
que no se puede entender sin mencionar el liderazgo asumido por el Perú desde los años
cincuenta en el proyecto de la Unión Americana, instancia que debía unir contra la ingerencia europea, además, a Chile, Bolivia y Ecuador. El conflicto bélico de 1866 tuvo un
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trasfondo diplomático y hasta romántico, un verdadero duelo consecuencia de injurias
mutuas, que aún espera un estudio desapasionado. En general, la historia diplomática no
ha sido tema predilecto de la historiografía reciente, y eso se advierte en el libro de
Contreras y Cueto. Sobre la historia cultural, es decir el desarrollo de las artes, la literatura o la misma fotografía, los autores utilizan la bibliografía esencial, aún breve, que existe sobre el tema y hacen evidente la necesidad de más exploraciones en este terreno.
Puede concluirse que el libro de Contreras y Cueto es un manual de los más útiles que
se han escrito hasta ahora para comprender los obstáculos que tuvo que enfrentar la «promesa» republicana. Invita a la reflexión, es ágil en su lectura, ameno y proporciona una
importante síntesis interpretativa de la realidad peruana. Su lectura dirigida a las nueva
generaciones que transitan hacia el siglo XXI, es también recomendable para quienes por
primera vez se adentran a estudiar la historia reciente peruana.
Víctor PERALTA RUIZ
CSIC, Madrid
MALUQUER DE MOTES BERNET, Jordi, España en la crisis de 1898. De la Gran Depresión
a la modernización económica del siglo XX, Barcelona, Editorial Península
(Colección Historia, Ciencia y Sociedad, número 287), 1999, 233 páginas, índice,
bibliografía, cuadros y gráficos.
España en la crisis de 1898 es un libro en el que confluye el resultado de varias líneas de investigación desarrolladas a lo largo de varios años por Jordi Maluquer de Motes y
que hasta el momento se habían materializado en artículos, capítulos de obras colectivas,
incluso en algún libro, como por ejemplo Nación e inmigración: españoles a Cuba (siglos
XIX y XX) [Gijón, Júcar, 1992], «La financiación de la Guerra de Cuba y sus consecuencias sobre la economía española. La deuda pública» [en Consuelo Naranjo, Miguel Ángel
Puig-Samper y Luis Miguel García Mora (eds.), La nación soñada: Cuba, Puerto Rico y
Filipinas ante el 98. Aranjuez, Eds. Doce Calles, 1996, pp. 317-330] o «Las consecuencias
económicas de la guerra de independencia. Un primer acercamiento» [en María R.
Rodríguez (coord.): 1898. Entre la continuidad y la ruptura, Morelia, Universidad
Michoacana San Nicolás de Hidalgo, 1997, pp. 164-184].
Los múltiples intereses que a lo largo de los años ha mostrado el autor por distintos
problemas de la historia económica de Cuba y España a finales del siglo XIX explican la
peculiaridad del un libro que, de otro modo, podría parecer algo desordenado. Lo que
Maluquer de Motes se propone es contribuir a aclarar algunas de las cuestiones que todavía suscita el problema de la modernización española y, fundamentalmente, el efecto que
las guerras de Ultramar y la pérdida de las últimas colonias americanas y de Filipinas
tuvieron en la misma.
La historiografía lleva años cuestionando que la pérdida de las últimas colonias americanas y de Filipinas fuese un desastre para la economía española. Lo cierto es que el período en que aquélla se produjo fue relativamente positivo para esta última. Leandro Prados
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de la Escosura en De imperio a nación. Crecimiento y atraso económico en España (18701930) [Madrid, Alianza, 1988] expuso incluso la hipótesis de que dicha pérdida podría
haber tenido un efecto modernizador, fundamentalmente político-institucional, similar al
que tuvo la del resto del imperio indiano ochenta años antes, según demostró Joseph
Fontana en La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820) [Barcelona, Ariel, 1971].
El hecho de que el crecimiento y la modernización de la economía española no se
detuviesen en el período en que se perdieron las últimas colonias americanas y Filipinas,
sin embargo, no implica necesariamente que no se viesen afectados por dicha pérdida,
menos aún que ésta los favoreciese. Tampoco es posible afirmar que la preservación de los
territorios de Ultramar no hubiese significado una aceleración de ambos. Al menos nadie
lo ha demostrado hasta ahora.
Dentro del debate historiográfico referido anteriormente de manera muy sucinta,
España en la crisis de 1898. De la Gran Depresión a la modernización económica del siglo
XX, aunque su título podría inducir a pensarlo, no resuelve los grandes problemas enunciados, pero representa una relevante contribución al conocimiento del tema y aporta precisión a muchas cuestiones, cuya discusión se había mantenido en un plano más especulativo hasta el momento. En los capítulos iniciales, el autor demuestra que las expectativas
de la opinión pública sobre el resultado de la guerra en Cuba estuvieron bien reflejadas en
la evolución de las cotizaciones bursátiles, particularmente de los títulos de deuda emitidos
para financiarla, y que el mercado se mostró muy sensible a las noticias que llegaban sobre
la actitud de los Estados Unidos ante el conflicto, que fue la variable más determinante en
el estado de esa opinión. Maluquer de Motes examina también el capital humano implicado en la contienda, confirma la desproporción de los dos ejércitos en liza y matiza las cifras
de bajas. Estima que perdieron la vida 170.000 criollos y 55.000 españoles en Cuba, Puerto
Rico y Filipinas, aproximadamente, cantidad que apenas incidió en el crecimiento poblacional de España y que, incluso, no es muy grande en comparación con el saldo de mortalidad dejado por la Guerra de los Diez Años en la primera de aquellas tres islas (1868-1878)
o por epidemias como la gripe de 1918-1919. Finalmente, señala también que el número
de muertos fue mayor entre los soldados nacidos en las regiones de la periferia del país, lo
que ocasionó grandes suspicacias sobre las diferencias en el reclutamiento.
Otra de las conclusiones de España en la crisis de 1898 es que la financiación de las
guerras coloniales no se hizo con cargo a los presupuestos, sino mediante cuentas especiales del Ministerio de Ultramar, de modo que aquéllos no aumentaron. Ahora bien, frente a
lo que habitualmente se creía, tras ellas se produjo una expansión del gasto público; eso sí,
gracias al incremento de los recursos, pues la Hacienda obtuvo superávits en términos primarios (ingresos-gastos-pago de la deuda) en todo el período 1899-1908.
Lo anterior no significa, según Maluquer de Motes, que las guerras no tuvieron consecuencias financieras. El autor calcula que su coste fue de unos 4,65 - 5,00 millones de
pesetas, lo que equivale a 1,7 - 1,9 billones de 1998. El Banco de España —dice— fue el
principal agente financiero, se recurrió poco a los impuestos y a la emisión monetaria y se
usó, sobre todo, deuda pública, cargada fundamentalmente sobre las economías de las
colonias y adquirida mayoritariamente por españoles. Ahora bien, al gastarse ese dinero
fuera, se desvalorizó la peseta y el Estado entró en bancarrota en el mes de abril, antes de
la derrota naval de Santiago de Cuba frente a la escuadra estadounidense.
La situación financiera empeoró por el hecho de que la pérdida de los territorios de
Ultramar impidió seguir cargando la deuda sobre sus economías. Ahora bien, al mismo
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tiempo se vio aliviada gracias a que las condiciones de la paz no fueron desfavorables, no
obstante lo que han señalado algunos autores. El Tratado de París no impuso a España el
pago de indemnizaciones y en el se estableció que los EE.UU. abonarían una generosa
suma a cambio de la renuncia a la soberanía de Filipinas.
En las condiciones descritas anteriormente, tras la paz, hubo que hacer frente a los
pagos aplazados de la deuda, cosa que la opinión pública no hubiese permitido realizar a
través de un incremento de los impuestos. La solución fue un complejo plan de reformas
y ajustes, ideado por Raimundo Fernández de Villaverde, basado esencialmente en la reordenación de dicha deuda, en la contención de la oferta monetaria y en el incremento de la
recaudación mediante la creación de nuevas tasas. El análisis de la reforma de Villaverde
es, sin duda, la parte más conseguida del trabajo de Maluquer de Motes. Quizás peca algo
de exceso de optimismo en el mismo; sin embargo, sus conclusiones son claras y coinciden con lo que está diciendo la historiografía más reciente sobre la misma: que su principal cualidad fue su coherencia y su continuidad, gracias a que los sucesores de su mentor
al frente de la Hacienda prosiguieron su labor, y que permitió una estabilización rápida y
eficaz, aunque ello afectó al gasto publico, ergo, a su función como impulsor del crecimiento económico, no obstante el dinamismo del sector privado en ese momento amortiguó en parte tal defecto.
En términos de renta, el efecto inmediato de las guerras fue importante, dice Maluquer
de Motes, aunque no exagerado. El PIB se redujo menos que en el período 1887-1890, y
su recuperación fue grande, continuando el proceso de modernización iniciado antes. El
mismo autor señala, además, que los salarios reales del sector más moderno de la economía mejoraron a partir de 1902, que hubo una breve recesión de la industria, pero se recobró relativamente pronto, y que no obstante el comercio con Filipinas y Puerto Rico prácticamente desapareció, los intercambios con Cuba, los más importantes antes de la pérdida de las colonias, no se redujeron mucho y tuvieron un saldo positivo en las balanzas
hasta 1930 mayor que en época colonial.
Es en las conclusiones anteriores donde el libro resulta menos resolutivo. En general,
ya sabíamos que la continuidad en el crecimiento y la modernización de la economía prosiguieron tras las guerras coloniales, pero continuamos ignorando si aquéllas tuvieron
algún efecto, positivo o negativo sobre el mismo. Es preciso seguir investigando el tema,
aunque también debemos señalar que responder a ese interrogante parece una tarea sumamente complicada. No obstante, España y la crisis de 1898 si apunta algunas ideas al respecto. Maluquer de Motes demuestra que los años posteriores al conflicto se caracterizaron por un auge inversor, y lo explica aduciendo una mayor confianza de las empresas,
entre otras cosas, debido a que sus gestores tuvieron la certeza de que el Estado no emprendería otras aventuras a medio y largo plazo gracias al correctivo que supuso la derrota. Por
la misma razón, llegó bastante capital del exterior en forma de inversiones directas e indirectas, el cual se unió a las remesas traídas desde Cuba, tras el fin del dominio colonial,
enviadas por los inmigrantes en la isla y también en otros países latinoamericanos. El autor
calcula que en concepto de repatriación de los antiguos territorios ultramarinos arribaron a
España 2.000 millones de pesetas; que el capital foráneo invertido en el país rondó los
1.000 millones, y que las citadas remesas, otras transferencias de capital y el retorno de las
inversiones españolas en el exterior representaron otros 1.000 millones.
Un último capítulo de España y la crisis de 1898, analiza la valoración que los economistas de la época hicieron del fin de las guerras coloniales y de las reformas de
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Villaverde. En este sentido, el libro demuestra que la principal controversia se dio en torno
a la inflación y que la tesis dominante fue la que abogó por la acción del Estado, el abandono de los proyectos de ajuste deflacionista, y la adopción de medidas de impulso a la
competitividad, al comercio exterior y al turismo. El autor señala también que años más
tarde casi todos los analistas coincidieron en alabar la ortodoxia presupuestaria y en destacar la notable recuperación y modernización económica de esos años.
España y la crisis de 1898 concluye con un corolario sobre el problema que da subtítulo al libro, De la Gran Depresión a la modernización económica del siglo XX, en el que
se resumen sus principales conclusiones y, sobre todo, se explica su contribución a la historia económica del país. Maluquer de Motes dice que los conflictos finiseculares produjeron grandes daños. Aumentó la presión fiscal y el gasto, aunque de manera moderada; así
como la deuda pública, que lo hizo en un 50%, no obstante dicho incremento fue menor
que el de los años 1876 ó 1881, se pudo contener con una política rigurosa, y no se incurrió en deuda externa ni se dejó de pagar el servicio de la contraída anteriormente. Las conversiones y otras operaciones que se realizaron sobre ella fueron complicadas y laberínticas, pero similares a la que se llevaron a cabo en otros países. El plan de Villaverde, por
otro lado, fue coherente con la nueva coyuntura monetaria: redujo el coste del dinero cuanto el Estado dejó de demandar fondos y desparecieron los riesgos que conllevaba la guerra y, por tanto, la necesidad de mantener fuertes primas. La paz marcó el fin de la gran
depresión agraria de los últimos años del siglo XIX y el crecimiento del PIB cambió de
ritmo, recobrando el vigor perdido en esos años gracias a medidas proteccionistas, pero
también a un incremento de la productividad del agro que apoyo la recuperación del consumo privado y de la demanda agregada. También mejoró la oferta de los sectores secundario y terciario como respuesta a las nuevas oportunidades del mercado. Aparecieron
necesidades energéticas, de transporte y de servicios financieros que dieron lugar a muchos
proyectos empresariales.
Las razones de la expansión de la economía española en el inicio del siglo XX, por
tanto, fueron el auge de las inversiones, los saldos positivos en la balanza de pagos, y la
disponibilidad de recursos, que permitió crear grandes entidades financieras, las cuales
actuaron con un destacado protagonismo industrial. También crecieron la construcción, el
comercio, los servicios y el transporte urbanos, símbolos de la definitiva modernización
demográfica del país, y lo mismo puede decirse de otros indicadores de desarrollo, como
los índices de alfabetización y esperanza de vida o el alumbrado de las viviendas, aunque,
como ha reiterado con frecuencia la historiografía más reciente, todos esos avances no se
correspondieron con mejoras similares en los niveles de convergencia respecto a las naciones del occidente europeo, los cuales, incluso, empeoraron.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
LAURÍA-SANTIAGO, Aldo A., An Agrarian Republic. Commercial Agriculture and the
Politics of Peasant Communities in El Salvador, 1823-1914, Pittsburgh, Pitt Latin
American Series, University of Pittsburgh Press, 1999, 236 páginas, índices general y
onomástico, apéndice estadístico, glosario, bibliografía, cuadros, gráficos, mapas e
ilustraciones.
El libro de Aldo A. Lauría-Santiago es, como su título indica, una historia socio-política y económica de la agricultura salvadoreña entre 1823 y 1924, enfocada desde el estudio de las comunidades campesinas. A pesar de la envergadura de sus propósitos, se trata
de un trabajo bien definido, que logra alcanzarlos con eficacia, incluso con brillantez en
ocasiones, lo que con seguridad le convertirá en breve en una obra de referencia básica
para la historiografía centroamericana.
El estudio comienza con una relativamente breve, pero exhaustiva caracterización de
las comunidades campesinas antes de la independencia. El autor señala que éstas jugaron
un papel muy importante en el desarrollo de la producción de índigo para el mercado local,
regional e internacional, coexistiendo con los grandes hacendados —generaban aproximadamente la mitad de la oferta de ese artículo—. Su actividad económica y su organización
corporativa les permitió, además, un alto grado de autonomía frente a los terratenientes,
comerciantes y oficiales coloniales.
La caracterización de la organización y actividades económicas de las comunidades
campesinas en los últimos años de dominio español en Centroamérica es esencial para
entender cómo se integraron en el nuevo proyecto socio-político tras la independencia.
Lauría-Santiago prueba que ésta no detuvo su expansión, pues el colapso del Estado imperial, las guerras civiles en el istmo y la inestabilidad política consiguientes afectaron a las
redes de poder local y central. Debido a esos inconvenientes y a la escasez de infraestructuras, la hacienda decayó como unidad de producción y muchos hacendados abandonaron
sus predios. En tal situación, infinidad de municipios y comunidades compraron terrenos
o reclamaron su posesión alegando su uso durante años. El resultado fue el reforzamiento
de las citadas formas de tenencia y organización comunitaria, amparadas, además, por los
gobiernos, independientemente de su signo —conservadores o liberales—, quienes reconocieron sus derechos, sancionando legalmente dos tipos de pertenencia: los ejidos y la
propiedad comunal o corporativa que, de ese manera, a la altura de 1860, constituían el elemento fundamental del agro salvadoreño.
Lauría-Santiago presenta evidencias suficientes para contrarrestar las tesis tradicionales de la historiografía acerca de la desarticulación de las comunidades campesinas y, especialmente indígenas, tras la independencia. Prueba que, aparte de la tierra, controlaban los
sistemas de regadío y los bosques —lo que les aseguró el acceso a los recursos de subsistencia— y participaron en la comercialización de los productos agrarios y en la actividad
política. No obstante, y quizás está es la principal aportación de la primera parte de la obra,
el autor no idealiza ni exagera sus conclusiones. La situación descrita también generó problemas y conflictos; en primer lugar, por que es difícil generalizar, sobre todo debido a las
grandes diferencias que encuentra en el análisis de las distintas regiones de El Salvador, lo
que, por otra parte, dificultó el establecimiento de un sistema político nacional y fue fuente de disputas. En segundo lugar —dice—, la organización comunal, aunque bastante solidaria, no era enteramente democrática ni igualitaria, lo que generó antagonismos internos,
a los que, además, se unieron otros de carácter externo, entre las referidas comunidades,
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los ladinos y los gremios de artesanos y profesionales, cuyos privilegios no fueron reconocidos por los gobiernos en la misma medida que los de aquéllas.
El autor afirma que las comunidades campesinas y los gremios artesanales fueron
esenciales en la formación del Estado salvadoreño por su capacidad de movilización y su
apoyo a las distintas facciones de la elite. Esta aseveración, señala, es igualmente cierta
para entender las conspiraciones pro-independentistas de 1810, la revolución posterior
contra los ladinos, o la reforma liberal de 1871, la cual no supuso realmente una ruptura
con el pasado inmediatamente anterior, entre otras cosas, por que el Estado no fue una
buena institución para la construcción de una oligarquía socio-económica debido al violento final de los mandatos de muchos gobiernos, que llevó aparejada en infinidad de ocasiones la pérdida de las propiedades de sus integrantes y allegados, incluso el abandono del
territorio nacional o la muerte. La institución más importante para la constitución de esa
oligarquía —dice Lauría-Santiago— fue el ejército. Así, El Salvador experimentó en las
décadas de 1880 y 1890 un exitoso proyecto de centralización fundado en difusas alianzas
entre los militares y la fragmentada elite político-económica que, a la altura de 1900, permite hablar de la existencia de un fuerte Estado central basado en la virtual disolución del
poder corporativo y municipal, en la creación de una milicia profesional, en complejas
negociaciones con los centros de poder local, y en la acumulación y distribución de beneficios procedentes de las rentas estatales, que se consolidó con las reformas institucionales
de la administración de Araujo, en 1912-1913, no obstante ello no supuso, como se ha sostenido habitualmente hasta ahora, al menos no directamente, la violenta subordinación,
desposesión y/o proletarización del campesino. El proceso fue bastante más complejo.
A partir de la década de 1860 se sucedieron una serie de factores que complicaron la
situación descrita párrafos atrás en el agro salvadoreño. Aumentó el número de productores para el mercado local, regional e internacional, se desarrolló un sistema de crédito
refaccionario y surgió una incipiente elite empresarial en la que destaca la participación de
los indígenas, debido a la referida importancia de las explotaciones comunales y municipales. Se expandió el cultivo del café, el tabaco, la silvicultura y las industrias de cigarros,
textiles o licores, entre otras. Algunas de esas actividades fueron ayudadas por la acción
del Estado, que distribuyó plantas, difundió conocimientos, otorgó incentivos a la importación de los bienes necesarios para su funcionamiento, y a la exportación de sus productos, e invirtió en la construcción de caminos y otras infraestructuras. Contribuyeron a esa
expansión también variables externas, como el aumento de la navegación por el Pacífico,
el descubrimiento de oro en California, que atrajo recursos hacia el istmo centroamericano –la ruta más corta entre el Este y Oeste de los EE.UU.–; atracción que culminó con la
apertura del Canal de Panamá en 1914.
La combinación de factores internos y externos mencionados anteriormente explica la
expansión de la agricultura comercial salvadoreña, pero también sus límites. Así, señala
Lauría-Santiago, un marco institucional como el descrito impidió la consolidación hasta el
inicio del siglo XX de formas unificadas de capitalismo rural, de un mercado de tierra y
capital y de una consistente, aunque aún heterogénea, burguesía. El cultivo del café no
generó en el XIX la concentración agraria típica de la centuria siguiente. Proliferaron los
establecimientos de beneficio en pequeña escala, lo que permitió el mantenimiento de la
pequeña y mediana propiedad, cuyo principal enemigo fue su vulnerabilidad en épocas de
precios bajos; momentos en los que fue común el paso de tales propiedades a manos de los
comerciantes-prestamistas. Además, surgió un sector empresarial dedicado a la importaR. I., 2000, n.° 219
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ción y exportación que controló el crédito, incluso el beneficio más que la producción.
Hubo también otras actividades, como las industrias azucarera y licorera o la especulación
con la deuda nacional que fueron fuentes de acumulación de capital y formación de elites,
pero también el germen de una clase media rural, administrativa y profesional. La construcción del ferrocarril, afirma el autor y confirman los estudios recientes sobre el tema
(ver J. Sanz, coord. et al., Historia del ferrocarril en Iberoamérica, 1837-1995, Madrid,
Ministerio de Fomento, 1998), refleja la complejidad del agro en El Salvador, en sí misma
y en comparación con las otras Repúblicas centroamericanas. En él las líneas no siguieron
exactamente el trazado centro de producción-puerto, típico en dichos países, sino que se
tendieron en dirección Este-Oeste, integrando buena parte del territorio nacional. Otra
prueba más en este sentido es que el tren no se caracterizó por prestar servicio a un único
producto. En 1913 el café representaba un 20% de su volumen de carga, el azúcar un 8%,
y otros artículos y manufacturas, sin llegar ninguno de ellos individualmente a esos porcentajes, el 72%.
En el siglo XX la situación agraria predominante en el XIX cambió. Se fue difundiendo el beneficio del café a gran escala, controlado por la misma elite que poseía el capital. Además, la producción de ese artículo se concentró en tres regiones que no eran las de
más antigua ocupación. Ello y las necesidades de trabajo temporal que requirió su explotación precisó movilizar mano de obra por medios coercitivos.
El desarrollo de la agricultura comercial tropezó en distintas áreas, especialmente del
occidente salvadoreño, con los obstáculos inherentes al mantenimiento las formas de
tenencia y organización comunal ya en las últimas décadas del siglo XIX, y ello condujo
a un proceso de privatización de la tierra a gran escala. La historiografía ha explicado ese
proceso señalando que la explotación cafetalera requería contar con terreno abundante y
campesinos dispuestos a vender su trabajo barato. Lauría-Santiago prueba, frente a esas
tesis, que las cosas fueron más complejas y deben ser observadas en un espectro mayor: el
de la construcción de un sistema socio-político y económico relativamente integrado a
nivel nacional. Así, sostiene que el mantenimiento de las comunidades campesinas dificultó la expansión del cultivo del café, pero, además, creó fronteras internas en casi todas
las regiones y limitó, por su incompatibilidad, la extensión de la formas republicanas de
soberanía, ciudadanía y también de propiedad, de modo que fueron varias las fuerzas que
presionaron para su desaparición.
Los legisladores liberales pensaron que mercantilizando la tierra favorecerían a los
agricultores y que ello redundaría en interés nacional. Desamortizar los ejidos no representó apenas problemas, pero sí los predios del común, pues ello significó también, de
facto, eliminar las comunidades. Los terrenos y los costes y beneficios de la privatización
fueron repartidos entre sus miembros, aunque algunos se vendieron a terceros para cubrir
dichos costes. Esto provocó corrupción, pérdida de valor del suelo y conflictos. Los indios
apelaron a la tradición y al uso para defender la legitimidad de sus dominios y su desposesión socavó su identidad, su organización corporativa y también los mecanismos de
solidaridad que se desarrollaban en su seno. Las comunidades, como resultado, se volvieron más jerárquicas, lo cual —demuestra el autor— fue causa de más disputas que la
expansión cafetalera o la referida privatización que, por tal motivo se extendió a lo largo
de un cuatro de siglo. Los baldíos del Estado sufrieron también la misma suerte, pero en
su caso el proceso fue más extensivo. Por lo general, fueron adquiridos por especuladores
y/o empresarios urbanos a bajo precio.
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A largo plazo, la privatización fue más contradictoria de lo que esperaban sus mentores. Miles de campesinos se convirtieron en propietarios; los empresarios y los granjeros
aumentaron su control sobre la tierra y expandieron sus posesiones, pero ello también
generó desigualdades en perjuicio de los más pobres, y facilidades para que éstos perdiesen sus predios, problemas que arreciaron con el paso de las generaciones, cuando los
terrenos fueron divididos entre la descendencia y dejaron de asegurar la subsistencia. La
desamortización agraria, finalmente —dice el autor— no concentró necesariamente el
suelo en manos de una elite capitalista; generó una clase —si es posible calificarla así—
muy heterogénea de propietarios y, en el caso de los más pequeños (la mayoría), extremadamente vulnerable, cuya descendencia no tuvo más alternativas que convertirse en asalariada o emigrar.
La última parte de An Agrarian Republic. Commercial Agriculture and the Politics of
Peasant Communities in El Salvador, 1823-1914, se dedica a las implicaciones que el estudio tiene para el análisis de la historia salvadoreña. Lauría-Santiago señala que el éxito de
la economía de exportación a partir de la década de 1860 no provocó necesariamente
pobreza, marginalidad o proletarización campesina. Otra cosa fue su intensificación a partir del decenio de 1920, cuando el aumento de la población, la integración de la elite agraria y la división de la tierra entre las familias durante varias generaciones si condujo a la
mencionada proletarización rural debido al cierre de la frontera agraria interna y al aumento de la demanda de trabajo. Pero, aún entonces, ese proceso fue gradual y, en general,
exento de mecanismos coercitivos y de la intervención del Estado para garantizarlo.
Confirmado la más reciente interpretación historiográfica acerca del tema, del estudio de
Lauría-Santiago se deduce que los supervivientes de la privatización de la tierra sustentaron el sistema político autoritario, debido a la ausencia de alternativas, y mantuvieron la
primacía económica del café en detrimento de otros cultivos y actividades. Para muchos
campesinos, aunque todavía no masivamente, esto significó un aumento de su dependencia de los grandes terratenientes. Las crisis de 1920-1921 y 1929-1932 tuvieron como
resultado una concentración de la propiedad, la producción y el procesamiento cafetalero
a gran escala, lo que dejó sin sus fincas y endeudados a muchos de ellos.
La referida falta de alternativas para reformar la estructura económica dejó a un número cada ver más elevado de campesinos marginados de la producción para el mercado y de
la política socio-económica del Estado. El proceso de modernización y tecnificación que
experimentó aquélla tras la Segunda Guerra Mundial agravó las cosas, preparando las condiciones para la insurgencia rural de la década de 1980. Otro elemento que coadyuvó a
agravar estos problemas fue el fracaso de la reforma liberal y la consolidación del autoritarismo, lo que contribuyó a preservar formas de solidaridad, identidad y organización
comunitaria, particularmente indígena, en alguna zonas del país, reforzadas por su marginalidad, sobre todo después de la crisis de 1930, pues hasta la revuelta de 1932 dichas
comunidades mantenían relaciones clientelares con el poder local, incluso nacional, que
ese conflicto rompió. Con hechos como éste, el nivel de represión del campesinado fue en
aumento, quedando al descubierto la oposición de los principales sectores de la elites y de
las clases medias a sus demandas de representación corporativa, de derechos laborales y
de autonomía política local.
A los problemas mencionados anteriormente se unió el hecho de que la desposesión de
buena parte de la población tropezó en la década de 1930 con dificultades para encontrar
trabajo, por el cual se pagaban, además, muy bajos salarios debido a la crisis cafetalera. No
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obstante, concluye el autor, es un grave error historiográfico derivar directamente de ello
la explicación del autoritarismo político. Su investigación prueba que el elemento de continuidad más importante entre 1880 y 1930 fue el faccionalismo político-militar. El militarismo excluyente, la escasa reforma de la ciudadanía, el clientelismo y paternalismo político y las relaciones étnicas a nivel local explican el fracaso de los intentos de democratización en los años treinta y el militarismo autoritario, valga la redundancia, que gobernó
el país posteriormente.
La investigación de Lauría-Santiago, por tanto, aunque en ocasiones peca de algo de
omnisciencia a la hora de buscar antecedentes de los hechos de la historia recientes salvadoreña en problemas del pasado y, seguramente, resultaría cuestionable en más de uno de
sus argumentos si se examinan pormenorizadamente varios de los problemas o períodos
cronológicos abordados, es muy coherente tomada en su conjunto, y no sólo como explicación del tema central del estudio, sino como replanteamiento general de ciertas cuestiones básicas del transcurrir histórico del país centroamericano. Por ejemplo, las tesis que se
han ofrecido hasta ahora sobre los procesos de insurgencia de la década de 1930 que, como
sostiene el autor y, en opinión de éste crítico con suficiente fundamento, son demasiado
simples si se observan a la luz de ese transcurrir.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
URIBE SALAS, José Alfredo, CORTÉS ZAVALA, María Teresa y NARANJO OROVIO, Consuelo
(coordinadores). México frente al desenlace del 98. La Guerra Hispanonorteamericana,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones
Históricas, Universidad de Puerto Rico/Recinto de Río Piedras, Instituto Michoacano
de Cultura/Gobierno del Estado de Michoacán, 1999, 194 páginas.
La obra reúne una selección de los trabajos presentados en el Congreso Internacional: El
98 en la Coyuntura Imperial celebrado en las ciudades de Morelia y Páztcuaro Michoacán,
México en 1997; forma parte de las investigaciones realizadas a lo largo de la década de los
90 a propósito del centenario de la guerra hispano-norteamericana, cuyas repercusiones rebasaron el marco de quienes se vieron involucrados directamente en dicho conflicto.
El libro presenta estudios que dan cuenta de cómo se percibió y vivió en México esta
coyuntura, las posturas adoptadas por el gobierno y otros sectores de la sociedad que van
desde quienes prestaron abierto apoyo a España, quienes defendieron la causa de los
patriotas cubanos e incluso quienes simpatizaron con las acciones norteamericanas.
Como producción colectiva, a partir del eje: México y el 98, en ella se abordan diversos temas de esta problemática, como diplomacia, pensamiento político, prensa, problemas
fronterizos entre otros, con distintas orientaciones teóricas y metodológicas. El resultado
es significativo porque logra estructurar, en un todo orgánico, una propuesta teórica; y por
la visión de conjunto sobre aspectos que hasta ahora no habían sido desarrollados en el
debate académico, por considerarlos colaterales.
El contenido se puede agrupar en dos partes: en la primera se establece el marco general; con el primer ensayo relativo al contexto histórico latinoamericano y el segundo a la
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estructura diplomática mexicana. En la segunda parte se analizan aspectos específicos
como la correspondencia consular mexicana, el pensamiento de Justo Sierra y Francisco
Bulnes, la visión mexicana ante la cuestión cubana, la intervención norteamericana,
cerrando con políticas y conflictos de frontera. El ensayo sobre Belice es relevante, en la
medida que plasma la actitud de Inglaterra frente a esta zona geográfica y frente al reordenamiento internacional que se dio en este período.
La derrota de España en la Guerra Hispano Norteamericana fue el ocaso del viejo
colonialismo en tierras americanas, pero un nuevo poder imperial vino a sustituirlo, dando
paso a nuevas formas de dominación económica, política y militar. El conflicto hispanonorteamericano constituye un hito dentro de la redistribución geográfica y del nuevo reparto del mundo entre las potencias; este fenómeno es parte de la formación y expansión
imperialista a finales del siglo XIX y principios del XX, por ello, de manera especial repercutió en toda América Latina y desde luego en México, que ya tenía el antecedente de la
invasión y apropiación por parte de Estados Unidos de más del 50% su territorio en 1848.
Como señalan los coordinadores en la presentación, esta obra forma parte de la revisión critica e histórica sobre la guerra del 98 entre España, Cuba y Estados Unidos, resaltando el aporte de nuevos datos, de nuevos instrumentos y nuevas líneas de investigación,
cuestión que permite la constatación en México del llamado «98 hispanoamericano.»
Así el 98 es una coyuntura que abre camino a la dominación norteamericana en
América Latina, por lo que conocer las distintas percepciones que hubo en México del problema, muestra hasta que punto ya diversos sectores advertían el peligro yanqui y como la
política de neutralidad del gobierno mexicano favoreció finalmente a los intereses norteamericanos.
Podemos resumir en tres las principales aportaciones de este libro:
1. Parte acertadamente por ubicar el 98 en el contexto internacional, como punto de
ruptura que cierra un periodo (el viejo colonialismo español), para abrir uno nuevo (el
imperialismo); pero además establece el contexto histórico latinoamericano, que hace
posible la formación de una nueva conciencia nacional antiimperialista, señalando la presencia de intelectuales, obreros, campesinos, indígenas, etc. como nuevos actores políticos,
y ubica el papel de las manifestaciones culturales, del carácter multiétnico y multicultural
de las sociedades latinoamericanas como parte de los proyectos de construcción nacional.
2. En cuanto a la cuestión mexicana, resulta claro que la política de neutralidad del
gobierno mexicano (adoptada también por todos los gobiernos latinoamericanos), no reflejó el sentir de los distintos sectores de la sociedad, que tuvo manifestaciones activas en pro
o en contra de algunas de las partes.
3. El análisis específico de fenómenos particulares (pensamiento político, opinión
publica, conflictos fronterizos, etc. ) permite establecer la complejidad del problema y sus
múltiples manifestaciones en la sociedad mexicana, como expresión del momento histórico que está viviendo el país.
Esta obra es imprescindible como fuente de consulta para estudiantes, académicos e
investigadores interesados en el tema, por lo cual el esfuerzo de su publicación es meritorio, si se toma en cuenta que con este libro reseñado se publica (en 3 volúmenes ) la totalidad de trabajos presentados en el Congreso Internacional: El 98 en la Coyuntura Imperial.
Emigdio AQUINO BOLAÑOS
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México
R. I., 2000, n.° 219
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
VILA VILAR, Enriqueta y KUETHE, Allan J. (editores), Relaciones de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC y
Texas-Tuch University, 1999, 304 páginas, índices general y análitico (a cargo de Ana
Isabel Martínez Ortega) y cuadros.
En el marco del «XLIX Congreso Internacional de Americanistas», celebrado en la
ciudad de Quito en el año 1997, se desarrolló una sesión de trabajo acerca de «Las relaciones de poder y el comercio Hispano-Americano», que en 1999 dio lugar al libro que
ahora nos ocupa. Antes de entrar en materia es preciso señalar el cuidado con el que se ha
realizado el trabajo de edición y cuyo resultado es un volumen técnicamente muy bien
hecho en todos los aspectos. Aunque este tipo de comentarios no son usuales en los artículos de crítica literaria, pensamos que merecía la pena dedicar unas líneas a comentarlo,
pues no siempre se tiene entre las manos una obra con tales características.
A pesar de lo dicho anteriormente, el libro editado por Enrique Vila Vilar y Alan J.
Kuethe, destaca esencialmente por la calidad y homogeneidad de sus contribuciones, algo
bastante inusual en obras de este tipo, que suelen reunir buenos artículos, temáticamente
interesantes y bien estructurados, junto a otros de mucha mejor valía. Por esa razón, y el
hecho de que el trabajo encuentra su razón de ser en cuestiones científicas de relevancia y
define de manera muy específica sus objetivos, su principal defecto, desde nuestro punto
de vista, es que los editores, quizás por razones de tiempo y/o espacio, no se hayan animado a escribir un ensayo introductorio examinando con detenimiento su aportación a la
historiografía. En la introducción que firman ambos autores se apunta en líneas generales,
pero es muy escasa en páginas y detalles.
Desde hace tiempo —dicen Vilar Vilar y Kuethe— los investigadores dedicados al
comercio colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII se han percatado de la existencia de
características y comportamientos socio-económicos muy similares en los grandes comerciantes, tanto en España, como en América, que, además, variaron relativamente poco a lo
largo de los años, y entre los que destaca su falta de iniciativa empresarial. Sin embargo,
también se ha olvidado tradicionalmente la importancia de las instituciones, de la Casa de
Contratación y del Consulado, primero de Sevilla, luego de Cádiz, incluso de otras más
informales (camarillas, grupos de poder, redes familiares, ect.), que jugaron un papel fundamental, cuyo resultado fue un deslizamiento paulatino del monopolio de los intercambios de la esfera pública a la privada. Se sabe muy poco, pues, de las actividades y del
entramado de relaciones que fueron construyendo esos hombres de negocios, no obstante
su conocimiento es esencial para explicar la historia española y latinoamericana de los tres
siglos referidos anteriormente. El objetivo de Relación de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas es arrojar nuevas luces sobre el tema, aprovechando el interés que desde
hace algunos años tienen los estudios de la acción colectiva, los grupos de presión y de
interés y las instituciones económicas, y las herramientas teórico-metodológicas que han
ido aportando esas investigaciones.
La compilación de Vilar Vilar y Kuethe se divide en dos partes bien diferenciadas que
dan al trabajo una estructuración lógica y racionalmente bien pensada. La primera, escrita
íntegramente por los editores, sirve de marco de referencia para la segunda. Dichos autores
examinan, respectivamente, el «El poder del Consulado sevillano y los hombres del comercio en el siglo XVII: una aproximación», y «El final del monopolio: los Borbones y el
Consulado andaluz» y el «Traslado del Consulado se Sevilla a Cádiz; nuevas perspectivas».
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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Vila Vilar estudia las funciones judiciales y gremiales del Consulado de Sevilla respecto al comercio con las Indias, lo que la autora denomina su poder legal; así como sus
funciones mercantiles (poder monopolista) y el control administrativo y financiero; es
decir, el poder efectivo de la institución, inherente a su organización, pero más importante
si cabe que el legítimamente estipulado. En ese sentido, la historiadora se da cuenta de la
relevancia que para el conocimiento del tema tiene el examen de los comerciantes, de los
hombres del comercio, a quienes dedica la última parte del trabajo y también la más interesante, pues en ella descubre que en la primera mitad del siglo XVII algunos de esos hombres formaron una especie de camarilla que jugó un papel esencial, no sólo en la actividad
mercantil, sino también en la sociedad sevillana, andaluza, incluso española de la época, y
en las decisiones políticas, fundamentalmente en las que afectaban al desarrollo de su actividad.
Kuethe, por su parte, examina en dos artículos el contexto nacional e internacional en
el que desarrolló sus funciones el Consulado sevillano, sobre todo en el período de la
Guerra de Secesión y en los reinados de los primeros Borbones, relacionándolo con los
hechos fundamentales de la historia política y social española de esos años, lo que demuestra un incremento de su influencia de facto, a la que se refería Vila Vilar para la época
inmediatamente anterior. El segundo de los dos artículos que dedica al tema analiza específicamente el asunto del traslado de dicho Consulado de la capital hispalense a Cádiz.
Aunque no es la única variable explicativa que emplea, en nuestra opinión, parece demasiado importante el papel que confiere al interés personal de la Reina, Isabel de Farnesio,
en tal decisión.
Para completar la primera parte de la compilación habría sido necesario, eso sí, un artículo que examinase específicamente la evolución y el desarrollo de las funciones de la
Casa de Contratación, al igual que se hace con el Consulado.
La segunda parte del libro reúne seis artículos de otros tantos autores dedicados a cuestiones particulares, pero estrechamente relacionadas con la anterior; al «comercio y sus
función social», las «compañías, redes y hombres de negocios». Un primer trabajo, firmado por Carlos Álvarez Nogal, y titulado, «Un comprador de oro y plata en la Sevilla del
siglo XVII. Bernardo de Valdés al servicio de la Real Hacienda», examina la figura y la
trayectoria del referido Valdés, que entre 1650 y 1655 se convirtió en uno de los agentes
financieros más importantes de la Corona. Dicho agente —apunta el autor—, obtuvo privilegios que no respetaron la costumbre ni la legislación vigente, lo cual se explica como
resultado de la necesidad que el Estado tenía de contar con sus servicios. Para el referido
comerciante, los beneficios directos de tales privilegios no fueron muy grandes, pero si los
indirectos; los negocios particulares que le permitió el ejercicio de su función y la red
clientelar que tejió. Lo más importante de la investigación es que, independientemente de
los citados beneficios personales, Álvarez Nogal entiende que el caso de Valdés es muy
significativo de la complejidad organizativa y funcional del sistema comercial y financiero ligado a los intercambios entre España y América que, sin hombres como él, se hubiese visto entorpecido, lo que conduce a la necesidad de emprender nuevos estudios que
indaguen en el tema con menos apego a la legalidad, observando, por ejemplo, la importancia del fraude institucionalizado para el mantenimiento del entramado comercial.
Antonio Gutiérrez Escudero analiza «El tabaco en Santo Domingo y su exportación a
Sevilla (época colonial)», un estudio que destaca, sobre todo, por la cantidad de documentación consultada y por el buen hacer del autor a la hora de sintetizarla en cuadros estaR. I., 2000, n.° 219
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
dísticos, que nos presenta en un extenso apéndice final. El desarrollo de la producción
tabacalera dominicana y el efecto que las reformas borbónicas tuvo sobre la misma, una
actividad que ha merecido poco interés por parte de la investigación, demuestra el interés
de la Monarquía en el desarrollo económico de todos sus territorios americanos –dice al
autor–, aunque también los límites de la política de fomento. Así, dicho desarrollo se vio
parcialmente frustrado debido al monopsonio que sobre su oferta ejercía la Fábrica de
Tabacos de Sevilla, cuando ésta comunicó a las autoridades de la isla que sólo requería
12.000 arrobas anuales del mencionado artículo, no obstante ellas y los cultivadores habían pensado en 24.000 y se estaban preparando para producirlas.
Al problema del «comercio libre» y del «comercio neutral» dedican su atención sendos artículos Javier Ortiz de la Tabla Ducasse y John R. Fisher en «Comercio neutral y
redes familiares al final de la época colonial» y «El comercio y el ocaso imperial: el comercio español con Hispanoamérica, 1797-1820» respectivamente. Ortiz de la Tabla señala
que hubo una interconexión evidente entre los intereses públicos y privados implicados en
los intercambios entre España y América, y un grado de influencia de los segundos sobre
los primeros que les permitió determinar la política mercantil metropolitana y, por supuesto, conseguir pingües beneficios. A través de ese entramado de relaciones el autor examina las líneas generales del proyecto borbónico; del denominado Reglamento de Comercio
Libre.
El artículo de Fisher aborda problemas de carácter más general. Dice que es difícil
saber la importancia de la liberalización mercantil para las economías española y americanas, debido fundamentalmente a la falta de estadísticas sobre las exportaciones de las colonias. Ahora bien, examinando las metropolitanas es posible afirmar que las regulaciones
de los intercambios con los neutrales de 1797 no eliminaron el antiguo sistema imperial.
Es cierto que el proyecto fracasó, especialmente en sus objetivos de fomento industrial en
España; ahora bien, sorprende –según Fisher–, el éxito con que los puertos peninsulares, y
especialmente el de Cádiz, se ajustaron a la nueva situación y mantuvieron su posición
anterior, no obstante las nuevas leyes abrieron un inexorable proceso por el que los americanos, legalmente o de facto, comenzaron a comerciar libremente, particularmente con los
Estados Unidos y la Gran Bretaña. Esas conclusiones ponen en tela de juicio la vinculación tradicional de las demandas de libertad mercantil con las causas de la emancipación.
Los dos últimos artículos de Relaciones de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas aportan el contrapunto americano a la compilación. Carmen Parrón Salas examina las «Nuevas perspectivas del Perú colonial y su transición al mundo contemporáneo»,
y Alfredo Moreno Cebrián, la «Fiscalidad, connivencia, corrupción y adecuación al mercado: la regulación del comercio provincial en México y Perú (1746-1777)». Parrón Salas
analiza las reformas borbónicas en el Virreinato peruano y su efecto en el posterior movimiento emancipación y señala la importancia y el poder del Consulado de Lima en esa
época, que se mantuvieron a pesar de que dichas reformas trataron precisamente de menoscabarlos, así como de las grandes compañías privilegiadas, los Cinco Gremios y la Real de
Filipinas.
En un excelente artículo por la magnitud del tema que abarca y la perspectiva comparada que adopta, Moreno Cebrián coteja el comercio interno de los Virreinatos de Nueva
España y del Perú y, particularmente, el poder y la influencia de ciertos individuos en esas
actividades que, en su opinión, aumentó al amparo de una legislación incorrectamente aplicada y de la corrupción, gracias también a la existencias de una relación de connivencia
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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con los funcionarios coloniales. Lo más interesante de este trabajo, no obstante, es su conclusión acerca de que con condiciones y mecanismos de actuación similares en ambos
territorios, los resultados del proceso descrito fueron muy distintos.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
R. I., 2000, n.° 219
Revista de Indias, 2000, vol. LX, núm. 220
CÁRCEL ORTÍ, Mª. Milagros, Las Visitas Pastorales de España (siglos XVI-XX): propuesta de inventario y bibliografía, Oviedo, Asociación de Archiveros de la Iglesia de
España, 2000, 189 pp.
El estudio de las Visitas Pastorales, tema casi olvidado durante mucho tiempo por los
historiadores, pastoralistas, canonistas y teólogos, aunque no desconocido para los archiveros de la Iglesia, poco a poco ha ido tomando auge, pues se ha visto la importancia para
un mejor conocimiento de la Iglesia, su desarrollo y funcionamiento. Las Visitas Pastorales son, sin duda, fuente importante de análisis y reflexión. Las Visitas son testigo de un
quehacer eclesial, propio y distinto de otras actividades eclesiásticas, que ocupan un
puesto insustituible.
La doctora Mª. Milagros Cárcel, autora de importantes trabajos archivísticos referentes a Visitas Pastorales en España, y concretamente en Valencia, nos ofrece un libro,
fruto de muchas horas de investigación en archivos y bibliotecas, cuya finalidad es darnos datos precisos y bien ordenados y acertadas reflexiones sobre parte del material que
existe sobre la materia. Nos habla, en primer lugar, de los cuestionarios utilizados en las
Visitas Pastorales en Francia, Alemania e Italia, aplicados a diversas épocas, seguido de
un estudio de las Visitas Pastorales en los archivos eclesiásticos españoles. A continuación, y esta es, a mi juicio, una de las partes en donde la autora hace valer sus interesantes
y cuidadas reflexiones, se elabora una propuesta metodológica de aproximación a un
inventario de Visitas Pastorales. El grueso del libro lo constituye la bibliografía sobre
Visitas Pastorales (siglos XVI-XX) publicada en Europa, según países y regiones, destacando la mayor abundancia de publicaciones en Francia e Italia, sin olvidar la especial
dedicación a España, sobre el resto, y unas breves referencias a los Estados Unidos, la
América Hispana y Filipinas.
Desearía detenerme un poco, al tratarse de una recensión que se hace en la Revista de
Indias, a las aportaciones bibliográficas relativas a países hispanoamericanos. Es escasa y
para nada se habla de Brasil. Son de agradecer, no obstante, las aportaciones de la autora,
que, sin duda, se ha centrado sobre todo en Europa y en España, sin duda su principal
propósito. De cara a futuros trabajos posiblemente encontraría referencias bibliográficas
en las amplias bibliografías que aparecen en muchas de las obras que se han publicado
acerca de la Historia de la Iglesia en América. Y, en cuanto a las fuentes documentales,
en la indagación directa en los archivos eclesiásticos de las diócesis americanas, muchos
de ellos todavía en parte inéditos, aunque los hay que periódicamente están publicando
catálogos documentales de sus fondos en los que aparecen las Visitas Pastorales.
Es de destacar el impecable trabajo de la doctora Cárcel, que nos ha abierto a los investigadores un camino seguro, bien ordenado y estructurado, de documentación y biR. I., 2000, n.º 220
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
bliografía, por el que hay que congratularse, y que esperamos que sea seguido por la
autora y por otros archiveros y documentalistas en esa tarea, con frecuencia tan ingrata y
costosa, de trabajo en archivos y bibliotecas. Aportación que estimamos necesaria para
una mejor y más profunda comprensión de la naturaleza e historia de la Iglesia.
Jesús María GARCÍA AÑOVEROS
Instituto de Historia, CSIC
DÍAZ-TRECHUELO, Lourdes, Bolívar, Miranda, O'Higgins, San Martín. Cuatro vidas
cruzadas, Madrid, Ediciones Encuentro, 1999, 246 pp.
Numerosa es la bibliografía que trata de la independencia de América que desde muy
distintos puntos de vista, desde el biográfico de los personajes la impulsaron, pasando por
los presupuestos ideológicos de los mismos, las ayudas internacionales, de la masonería,
enfoques globales en obras de síntesis o parciales de los diferentes países. El libro que
aquí se reseña contiene rasgos de todos ellos, pero tiene un hilo conductor que lo diferencia de los demás: la indagación de la aportación personal y conjunta al proceso de la
independencia de América realizada por Bolívar, Miranda, O'Higgins y San Martín. Desde el planteamiento inicial que hace la autora en la introducción de su libro, en el que
conecta tiempo histórico, biografía y cultura común, el lector penetra en la vida de cuatro
personajes cruciales para la independencia de América, sin embargo no estamos ante
cuatro biografías, porque excede en mucho a tal género.
Con un lenguaje directo y sencillo, a la vez que riguroso, tanto en la utilización de las
fuentes como en la exposición, como es habitual en la larga serie de obras de Lourdes
Díaz-Trechuelo, nos introduce de una forma lineal a primera vista pero plenamente integrada, casi a modo de crónica, en la serie de acontecimientos que desembocaron en la
independencia de Venezuela, Chile, Perú, Argentina, etc. que plantea de forma casi cinematográfica, con un principio y fin que son a la vez envolventes de todo su contenido:
hombre y tiempo. Ello a través de seis capítulos expresivos de su contenido: I. Los protagonistas; II. Comienza la lucha; III. Guerra en todo el continente; IV. Donde Bolívar y
San Martín se encuentran; V. Hacia el final; VI. Hombres de su tiempo.
Ya en la introducción nos da muestras la autora de sus líneas de investigación sobre
la Universidad en América, sin aludir a ninguna de sus obras, cuando inserta el momento
histórico de los personajes en el movimiento cultural común de Europa y América difundido en gran medida a través de la Universidad. Pero la perspectiva de una cultura común
no se pierde en estas palabras iniciales, sino que aflora en distintos momentos cuando en
el capítulo primero hace la presentación de los protagonistas que en sus viajes a Europa
buscan y asumen dicha cultura, de forma individual. En este capítulo los datos biográficos de los cuatro personajes se hacen cruciales para el entendimiento de la independencia
de América, con la figura de Miranda como eje de la misma, pero, además, sirve para
conectar a los personajes, tanto en sus respectivas ideologías como en la relación personal
existente entre ellos. Esta presentación, inicialmente centrada en Miranda, permite al
lector la comprensión de los siguientes capítulos, siempre elaborados a partir de la relaR. I., 2000, n.º 220
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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ción entre dos de los personajes: en el segundo la de Miranda y Bolívar, quedando preparado el siguiente capítulo por la introducción de O'Higgins, que conecta con San Martín y
vuelve a utilizar la misma técnica de iniciar los hechos de Bolívar en la reconquista de
Venezuela, para conectar en el cuarto capítulo a éste con San Martin, que cierra el capítulo quinto tras los precipitados hechos de los últimos años de Bolívar y O'Higgins.
«Comienza la lucha», lucha de ideas y lucha en los principios de la independencia.
En el primero de los casos las diferencias que se plantean entre los partidarios del mantenimiento de la fidelidad a Fernando VII y las diferencias personales entre los protagonistas (Miranda y Bolívar; O'Higgins y Carreras) y el escaso arraigo de Miranda en su tierra,
lo que supone el primer gran fracaso personal de Miranda, el precursor, que después se
reiteran; en el segundo, la constitución de la Junta de Caracas, la secuencia de los movimientos que llevan al intento fallido de búsqueda de apoyos internacionales, la independencia de Venezuela (5 de julio de 1811) y los complejos acontecimientos posteriores
que conectan estos hechos con Chile, etc. La traición de Bolívar y la muerte de Miranda
marca un hito en la evolución de los hechos: Bolívar desplaza a Miranda.
«Guerra en todo el continente» parte de Buenos Aires como punto de resistencia al
ataque inglés y como foco de resistencia a partir de la formación de la Junta el 25 de
mayo de 1810, que condujo a la independencia. En este capítulo será San Martín el que
protagonice los acontecimientos. Su relación con O'Higgins, será definitiva, también se
resalta la amistad con Luis López Méndez y Andrés Bello. La lucha se extiende. Por la
actividad de Bolívar y San Martín los focos de insurrección se multiplican. El intento de
Bolívar de la Gran Colombia (Venezuela, Nueva Granada y reino de Quito) queda frustrado, pero el avance continúa hacia Santa Fe de Bogotá (10 de agosto de 1819), la proclamación de la República de Colombia (17 de diciembre de 1819) y la independencia de
Chile (12 de febrero de 1818) y sus problemas internos.
De nuevo un cruce en las vidas de dos de nuestros personajes sirve de base para el
quinto capítulo, «Donde Bolívar y San Martín se encuentran», en torno a la independencia de Perú (15 de julio de 1821), sin olvidar la sincronía de los acontecimientos en el sur
de Colombia y Reino de Quito.
Los capítulos centrales lo son también por la intensidad de los acontecimientos. Resalto la conexión entre los personajes y el proceso de independencia, que se sitúan en América, pero no olvidan los hechos sincrónicos de la Península. Si algo queda evidente en tal
cúmulo de hechos es la unidad de acción que caracteriza al proceso. Hay un motor común
(la idea de libertad) una unidad de actuación (que se evidencia en el entrecruce continuo de
personajes en territorios hoy de diferentes países, incluso la jefetura que de forma consecutiva ejercen alguno de ellos en diferentes espacios, Bolívar como más significativo, pero no
exclusivo) y un único fin (conseguir la independencia) que logra superar las evidentes rivalidades y la decepción final de cada uno de los personajes analizados.
La unidad es el hilo conductor que desemboca en el penúltimo capítulo, «Hacia el final», en el que el movimiento que de hecho se presentó unitario, quiere llevarse a una
unidad de Derecho, mediante una gran confederación americana, tal como se presenta en
la mente de Bolívar (ya ideada por Miranda, que concibió a América como una nación),
pero no son años propicios ni al libertador en Perú, ni la idea en el resto del continente,
como no lo había sido antes la iniciativa de Miranda.
Finalmente, «Hombres de su tiempo», nos vuelven al punto inicial, englobando, a
modo de resumen, la trayectoria de un siglo (1750, nacimiento de Miranda y 1850, muerR. I., 2000, n.º 220
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
te de San Martín). De nuevo el hombre en su tiempo es la línea que marca la ruptura y la
cohesión de los hechos. La ruptura de un mundo que ha cambiado y que exige unos nuevos modelos, que ahora se esbozan en el pensamiento filosófico, político y religioso de
cada uno de los personajes.
A veces, pocas veces, nos encontramos con un libro de historia que a la vez presenta
elementos cinematográficos, con pinceladas impresionistas que nos permite ver el entorno de los personajes, con un lenguaje colorista, descriptivo, que nos traslada a las casas,
las calles, el polvo de los caminos y el ánimo de los personajes. Realmente cuando se
empieza a leer nos impulsa su lectura a terminarlo, metiéndonos con avidez en el desarrollo de los complejos acontecimientos que supusieron los pasos decisivos hacia la independencia de América.
Y aún hay algo, debajo de la forma, que merece su lectura reflexiva: continentes entrelazados (Europa y América), vidas cruzadas (Bolívar, Miranda, O'Higgins y San Martín), utopías inacabadas con proyección de futuro. De nuevo la autora nos transmite una
lección de grandeza en la sencillez de un encuentro.
Remedios MORÁN MARTÍN
UNED
ESTRADE, Paul, José Martí. Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica,
Aranjuez (Madrid), Ediciones Doce Calles, Colección Antilia, 2000, 794 pp.
José Martí. Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica es un libro clásico,
conocido por los especialistas en la obra y la vida de José Martí y por los estudiosos de la
historia de Cuba en general. Como dice Roberto Fernández Retamar en el «prefacio» de
esta edición, el libro es también un texto fundamental —en el sentido más etimológico
posible de la palabra— y un texto englobador. Es un exhaustivo análisis del pensamiento
martiano visto desde lo que en opinión de el autor —Paul Estrade— es su característica
más importante y, no por casualidad, más universalista: la democracia.
Es también una obra con su propia historia, una obra paradójica en ese sentido, pues su
indiscutible carácter de texto clásico para el especialista no se ha visto hasta ahora correspondido con una difusión acorde con su importancia por varias razones. Paul Estrade terminó el trabajo en 1984, fue su tesis doctoral, y lo publicó en edición facsímil y en francés en
1987. No eran esos años, sin embargo, propicios para el debate que en él se proponía, ni el
idioma en que fue redactado el más adecuado para sus potenciales lectores. Desgraciadamente, este segundo problema no pudo paliarse enseguida, pues su traducción al castellano
en Cuba se postergó indefinidamente debido a las dificultades materiales para editar en la
isla a partir de finales de los años ochenta. La reedición en español de José Martí. Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica facilita su acceso a los que ya conocíamos el
libro y permite una mayor difusión entre el público menos especializado.
José Martí fue un hombre polifacético, lo fue como hombre de acción y de palabra al
mismo tiempo, pero también por su curiosidad intelectual que le llevó a formarse y a
realizar aportaciones a diferentes disciplinas científicas y artísticas; cultivó el análisis
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político, el periodismo, el ensayo literario, la poesía. Pero, además, Martí fue y es, por lo
que hizo y por lo que escribió, una figura simbólica y de proyección universal, razón por
la que su pensamiento, su literatura, su quehacer público han generado un sinfín de estudios desde distintas disciplinas y desde diferentes ópticas. En ese acervo de estudios, en
que están presentes luminosos análisis y muestras de profunda erudición, la obra de Paul
Estrade, y en especial este libro, son un referente indispensable.
Sin perder la visión global del pensamiento martiano, el autor lo analiza de manera
minuciosa, presentando sus principales contenidos en tres partes diferenciadas: Sus ideas
económicas; Sus ideas y sus prácticas sociales; Sus ideas y su acción políticas. Según
Estrade, la democracia, una democracia entendida de un modo peculiar, «de mayoría
popular» —como dice Ramón de Armas— pero en su opinión la única realmente eficaz y
universal, es la guía que unifica y da coherencia al quehacer martiano, a su obra y a su
vida. De lo general a lo particular, en su opinión, esa democracia distinguía a los países
latinos de América de los Estados Unidos; debía ser el eje vertebrador para la unidad de
los pueblos de la región —del Caribe español en particular y de América Latina en general— y, concretamente, el espacio para la construcción de una nacionalidad cubana independiente; independiente de la que entonces era su metrópoli y del peligro de quedar
determinada tras su emancipación por los Estados Unidos, peligro que de un modo u otro
se cernía sobre todas las repúblicas que antaño formaron el imperio hispano.
Con coherencia el autor ha ido desgranando a lo largo de los años un pensamiento
que germinalmente se encontraba ya en su tesis doctoral; con paciencia y para fortuna de
todos, en esos años ha ido profundizando en los aspectos que entonces no quedaron suficientemente tratados, buscando nuevas fuentes para dar respuesta a problemas que ya se
esbozaban entonces. El propio autor señala en la introducción del libro que precisamente
han sido esas razones las que le han motivado a reproducir sin apenas modificación alguna la versión original del libro en francés en esta nueva edición. Sólo resta agradecer a la
editorial Doce Calles el esfuerzo realizado para la publicación de este extenso libro, como
siempre con la excelente calidad a la que nos tiene acostumbrados, rescatando el manuscrito original, revisando y mejorando la primera traducción del mismo y, finalmente,
asumiendo el reto comercial que supone la edición de una obra como esta.
Consuelo NARANJO OROVIO
Instituto de Historia, Departamento de Hª de América (CSIC)
GARCÍA JORDÁN, Pilar, (Ed.) Fronteras, colonización y mano de obra indígena en la
Amazonía Andina (Siglos XIX-XX), Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 1998, 539 pp.
La historiografía de la Amazonía se caracteriza por su extrema dispersión e irregularidad. Mientras los hechos del descubrimiento, el sometimiento de la «barbarie indígena»
o la evangelización han sido estudiadas con profusión e intensidad, cuestiones como la
naturaleza de los procesos de colonización y su relación con la construcción de las distintas naciones-estado de la región prácticamente han sido ignoradas. Si además centramos
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
nuestra atención en regiones como la Amazonía andina, el fértil mundo de transición entre
la selva y la cordillera, la penuria de nuestros conocimientos es aún mayor. La compilación
editada por Pilar García Jordán, que cuenta con una larga trayectoria de investigación en
estas materias, viene a cubrir oportunamente este vacío, al tiempo que relanza el debate de
cuestiones básicas y esclarece nuestro conocimiento de un período crucial.
En el primero de los trabajos, «¿De bárbaros a ciudadanos? Tutela, control de mano
de obra y secularización en las misiones de Guarayos (Amazonía norboliviana), 18711948», P. García Jordán aborda la implantación de la nación-estado en la Amazonía
norboliviana a través de la historia de las misiones franciscanas entre los guarayos. La
autora nos muestra que el papel asignado por el estado a dichas misiones se transforma a
lo largo del tiempo, fundamentalmente en lo relativo a la relación de la misión con el
exterior, siempre mediatizada por su máxima autoridad, el padre conversor. Su poder, que
inicialmente se extendía a todos los órdenes de la vida social, económica y política de los
neófitos, se transforma en sucesivos reglamentos misionales hasta convertirse en una labor
meramente sacerdotal. Esta transformación sirve a la autora para analizar las presiones a las
que se vieron sometidas las misiones por parte del estado y la sociedad civil, sobretodo a
partir del último tercio del siglo XIX, cuando el auge cauchero incrementó la demanda de
mano de obra indígena.
A lo largo del siglo XIX, el régimen misional constituyó para el Estado el único medio
eficaz de alcanzar un cierto desarrollo económico y ejercer control territorial en el espacio
fronterizo. Sin embargo, García Jordán nos señala la contradicción implícita de la política
misional del estado boliviano. La tutela de los padres conversores sobre los neófitos implicaba su control del flujo de mano de obra hacia el exterior. Si por un lado las misiones
servían eficazmente a su objetivo de domesticación y «creación» de mano de obra, a la vez
suponían un freno a su expansión. La presión de los propietarios aumentó con el crecimiento de la actividad económica en la región. A su vez, el desarrollo boliviano suscitó un incremento del control administrativo sobre las misiones y una reducción de su autonomía.
Con el cambio de siglo, la legislación empieza a reflejar las presiones de la sociedad civil, y
ya en 1905 un decreto plantea por primera vez la libre contratación de mano de obra indígena. El apoyo ideológico del estado a las misiones se desvaneció finalmente en los años
veinte, cuando a las críticas de los propietarios se unieron las denuncias sobre las misiones,
a las que se califica de «estado dentro del estado». Este proceso culmina con los decretos
secularizadores de 1938 y 1939, por los que se sustituyó a los misioneros como mediadores
con los indígenas, regidos desde entonces por una delegación nacional. Solo en 1947 y
1948, tras reconocer la administración civil su fracaso en evitar la explotación de la mano
de obra indígena, se suprime la intendencia delegacional de Guarayos, se otorga la ciudadanía a sus habitantes y se incorporan sus territorios a la organización administrativa de
Santa Cruz.
La tensión entre independencia y dependencia de la administración del estado también figura prominentemente en el ensayo «Sociedad y Economía en el Espacio Cauchero
Ecuatoriano de la Cuenca del Río Napo, 1870-1930». En él F. Barclay repasa, a raíz del
fenómeno cauchero, el marco de relaciones comerciales y laborales que se desarrollan en
el oriente ecuatoriano durante el último tercio del siglo XIX y el primero del XX, así
como las políticas que llevan a cabo los diferentes estados, en este caso Perú y Ecuador,
para hacer efectiva su presencia e incorporar este espacio a su territorio nacional. Nos
encontramos aquí con un espacio fronterizo, fluído y ambiguo, en el que ni Perú ni EcuaR. I., 2000, n.º 220
INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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dor pueden ejercer una jurisdicción efectiva hasta por lo menos 1875. El empuje de nuevos frentes extractivos da lugar a una sociedad de comerciantes caucheros en el oriente
ecuatoriano vinculada con las casas comerciales del puerto peruano de Iquitos gracias a la
navegación comercial a vapor por el río Napo, que a partir de 1880 da una salida al caucho ecuatoriano. Se establece así un circuito comercial entre Iquitos y el alto Napo que
comienza a dar sentido a la idea de frontera, la cual origina varios litigios entre Perú y
Ecuador, entre ellos la protesta de Perú en 1891 al tratado del año anterior que promueve
a su vez el juicio arbitral del rey de España, objeto del interesante e innovador capítulo
«Estrategias de Ocupación de la Amazonía: la posición Española en el Conflicto PerúEcuador (1887-1910)», de A. Martínez Riaza, que muestra las ambigüedades y limtaciones del poder arbitral español. En esta etapa, el éxito del régimen misional radica en su
capacidad de proveer de eficiente mano de obra «civilizada» o «quechuizada». A falta de
la mediación misional, un sistema de concertaje, establecido sobre la base de deudas
contraídas generalmente por repartos forzosos, servía de mecanismo de reclutamiento y
retención de mano de obra, la cual se traspasaba entre patronos mediante liquidaciones en
las que se compraban las deudas del peón.
El espacio económico articulado en el Alto Napo no seguía ni en la comercialización
ni en la explotación del caucho las fronteras nacionales; los patronos ecuatorianos desarrollaban su actividad extractiva en ambos lados de la frontera desplazando con ellos
mano de obra ecuatoriana. Las autoridades ecuatorianas fracasaron en sus intentos por
obtener ingresos fiscales de la exportación del caucho y por limitar la movilidad de la
mano de obra, que constituía el principal activo de su territorio. El estado se encontró con
la dificultad añadida de combinar estos objetivos con la necesidad de controlar las fronteras y, sobre todo, de mantener la lealtad política de los caucheros, cuyos fundos constituían «las únicas marcas de ocupación ecuatoriana» (p. 149). Con la crisis cauchera a partir
de 1907 el problema se agudizó y los desplazamientos se intensificaron. La autora argumenta que con la disminución de la rentabilidad y el desarrollo de otros frentes extractivos en la región amazónica, los patronos centraron su actividad en la venta al exterior de
la mano de obra cualificada. Así pues, parece que si bien la presencia estatal ecuatoriana
consiguió delimitar un espacio fronterizo en su pugna con Perú, su intento por controlar
la actividad extractiva entre ambos lados provocó su cese, sin siquiera lograr ofrecer
protección legal efectiva a los nativos.
El problema que la presencia indígena planteaba a las aspiraciones del estado centralizador, especialmente en su doble faceta de recurso económico y enemigo potencial, es
recurrente a lo largo del libro. En «Alucinaciones Justificatorias: las Misiones de Madre
de Dios y la Consolidación del Estado-nación peruano» L. Wahl analiza los problemas
que el modelo misional presentaba en el contexto amazónico. El naciente estado peruano
durante el siglo XIX incluía territorios que se resistían a ser «incorporados». Uno de ellos
fue el ocupado por los harakmbut en el alto Madre de Dios, sometidos a un régimen de
misiones dominicas hacia mediados de siglo. La autora nos muestra las claves del fracaso
de este intento de incorporación. El punto de partida del proceso evangelizador suponía la
deslegitimación del mundo cultural indígena frente a la civilización cristiana y la persecución de las prácticas y creencias indígenas, que eran sustituidas por una educación en la
que los misioneros ejercían un control absoluto sobre todo nuevo conocimiento técnico y
político significativo. Wahl argumenta que las limitaciones culturales de los misioneros
despojaban a los indígenas de su capacidad para actuar dentro de un nuevo orden cultural.
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Sin embargo, más allá del factor ideológico, existían razones de orden político y económico que determinaban la mejor disposición de la cultura nativa, con su estructura descentralizada y su economía no depredadora, diversificada y conocedora de la diversidad
del medio, para la explotación del espacio amazónico. No fue solo la estrategia de dominación lo que provocó el rechazo harakmbut, sino también las condiciones económicas
ofrecidas, basadas en la explotación de monocultivos y en la búsqueda de la maximización del beneficio. En otras palabras, el proyecto nacional de ocupación resultaba económicamente insostenible más allá del contexto de una práctica extractiva. De la misma
forma que el individualismo y el sentido de salvación personal de la ideología de la misión estaban íntimamente ligados al modelo político y económico del estado, el desarrollo
de sus propias relaciones de producción con base en el parentesco, resultaban vitales para
los indígenas si querían sobrevivir. Concluye la autora que la relación entre las misiones
de Madre de Dios y el intento de fortalecimiento del estado-nación peruano puso en evidencia que en la lucha por incorporar y resistir el proyecto civilizador y cristianizador no
se ponían en juego meras ideologías, sino relaciones de producción concretas.
En el último estudio del libro, «Cusco y su proyección en el Oriente Amazónico,
1800-1929», N. Sala i Vila nos revela la fuerza del piedemonte amazónico en el imaginario cusqueño decimonónico. Fuente de riquezas perdidas durante la colonia, y en decadencia y aislado después, en él se cifran las esperanzas de un resurgir glorioso para el
Cusco. La autora nos muestra, a través de testimonios publicados en libros, folletos y
revistas, los variados proyectos de los intelectuales y propietarios cusqueños dirigidos a
hacer efectiva su presencia en el oriente, conectando Cusco con el Pacífico y el Amazonas, y posibilitando el progreso y el resurgir económico de la región. Como se muestra a
lo largo del trabajo, «el interés de los grupos dirigentes cuzqueños fue promover el resurgir regional, que para ellos pasaba por la región oriental que debía ser descubierta, ocupada, poblada, civilizada y explotada en aras del progreso» (p.476). Este regeneracionismo cusqueño fue paralelo a la exigencia de una mayor presencia del estado en la integración amazónica, la defensa de mercados, migración y fronteras y la búsqueda de las
mejores vías de comunicación y relación con la selva. En diferentes fases, se potenciaron las exploraciones, la construcción de vías de comunicación y las inversiones en la
extracción cauchera. Todo ello bajo el signo de la defensa de la nacionalidad de la
región amazónica y la defensa ante competidores extranjeros, mediante proyectos que
provocaron intensos debates y en la práctica chocaron con la falta de fondos, guerras
endémicas con los nativos, la carencia de mano de obra, y las tensiones entre Cusco y
el poder estatal. En la etapa posterior a la guerra del Pacífico, se produjo un cambio
sustancial en la economía regional cusqueña, con la llegada del la fiebre del caucho.
Los problemas de colonización y extensión de la frontera agrícola se comenzaron a
resolver sólo cuando el ciclo extractivo del caucho hizo atractivo canalizar el comercio
de productos agrarios hacia Madre de Dios, dando con ello participación a los propietarios cusqueños en múltiples negocios.
Por su concepción, este libro nos sitúa en más de un sentido en un espacio marginal: en los márgenes físicos de la nación-estado, en las fronteras del poder y en los
abismos de la imaginación de «los otros». La Amazonía andina, un espacio social,
cultural, y económicamente ajeno, que se resiste al empuje implacable de la economía
capitalista y las formas modernas de estado, encuentra en él un escenario de expresión
adecuado y lleno de sugerencias. Con todo, tras su lectura permanecen multitud de preR. I., 2000, n.º 220
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guntas sin respuesta, muchas de ellas nacidas del desgarro de un presente que apenas da
tregua para la reflexión.
Manuel LUCENA GIRALDO
Instituto de Historia, CSIC
GARCÍA PÉREZ, Rafael D., El Consejo de Indias durante los reinados de Carlos III y
Carlos IV, EUNSA, Pamplona, 1998, XXVII + 530 pp.
El creciente interés historiográfico por el estudio de las instituciones que estructuraban la administración pública en la época de los Austrias y de los Borbones se ha plasmado en una importante producción científica. En el caso del Consejo de Indias el referente es, sin duda, la obra clásica de Ernst Schäfer, sobre la organización y labor administrativa del Consejo de Indias desde su fundación hasta finales del siglo XVII. Para el
siglo XVIII se contaba con el valioso trabajo de Gildas Bernard sobre los órganos centrales de la administración indiana, algunas de cuyas conclusiones habían sido ya discutidas
por investigaciones más recientes y son ahora completamente revisadas en esta obra. El
trabajo de Rafael García Pérez, aunque limitado a la segunda mitad de esta centuria, viene por lo tanto a cubrir una importante laguna historiográfica para el conocimiento de una
institución que durante tres siglos fue clave en el gobierno de los territorios americanos.
Se trata de un trabajo respaldado por la consulta de una considerable cantidad de
fuentes inéditas, la mayoría de ellas, como es lógico, procedentes del Archivo General de
Indias, completadas a su vez por repertorios documentales del Archivo Histórico Nacional y la Biblioteca de la Real Academia de la Historia principalmente. Es digno de mención igualmente el manejo de numerosas colecciones documentales impresas, textos
legales, así como de una abundante literatura jurídica de la época.
Con el fin de abordar la evolución del Consejo de Indias en los cincuenta años a los
que se refiere la investigación, el autor incide en dos aspectos fundamentales: su organización interna y las competencias que se le atribuyeron. No hay una exposición histórica
al estilo clásico sino que los acontecimientos históricos más destacados se señalan en
función de estos dos aspectos. Siguiendo tales parámetros, el libro se estructura en cuatro
capítulos. En la Introducción el autor hace un interesante estado de la cuestión, de indudable valor historiográfico, y más si se tiene en cuenta la relevancia del tema. El primer
capítulo, el único que sigue una estructura temporal, supone un importante esfuerzo de
síntesis para narrar los «Antecedentes históricos», es decir, el origen, desarrollo y funcionamiento del Consejo de Indias hasta el periodo en que se centra el estudio. En los restantes capítulos se aborda todo lo relativo a la composición y organización interna, sus competencias y funcionamiento. Al final de la obra se incluye el importante elenco documental y bibliográfico consultado junto con un interesante apéndice documental en el que se
reproducen diez documentos esenciales para entender el Consejo de Indias en el período
estudiado.
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Dentro de los órganos de gestión se analizan, no sólo los cargos individuales (presidente, gran canciller, consejeros, fiscales...) sino también los pluripersonales sobre los
que recaía directamente el trabajo burocrático: la Secretaría de la Presidencia, las Secretarías del Péru y Nueva España y la Escribanía de Cámara. Se dedica una especial atención
al estudio de los consejeros: extracción social, formación universitaria, procedencia geográfica y, sobre todo, a su experiencia personal en el gobierno de las Indias. Por ejemplo,
el autor destaca el hecho de que la promulgación del Decreto de 29 de julio de 1773, que
constituía al Consejo de Indias en tribunal de término, equiparado en rango al de Castilla,
benefició enormemente la competencia profesional de sus ministros. A partir de esta fecha,
la mayor parte de los consejeros que se nombraron habían ocupado con anterioridad algún
cargo en las Audiencias indianas, por lo que poseían un conocimiento personal y directo de
América. Este aumento en la calidad de los ministros fue acompañado también de un ampliación de su número, como consecuencia, entre otras cosas, del significativo incremento
de los expedientes gubernativos y judiciales que se remitían para su tramitación, situación
que condujo al desdoblamiento en 1776 de la sala de gobierno del Consejo.
Este nuevo empuje se ve también reflejado en la Contaduría de Indias, organismo
dependiente del Consejo y fiscalizador de la Real Hacienda indiana, que experimentó en
la segunda mitad del siglo XVIII un resurgir importante llegando a convertirse en un
cualificado protagonista de la política indiana, a través sobre todo de los informes que
emitía en cuestiones de Hacienda. La presencia de personajes de la talla de Felipe de
Altolaguirre, Tomás Ortiz de Landázuri o Francisco Machado al frente de estas oficinas
explica este empuje; aunque la razón última del mismo fuera, sin duda, la fuerte incidencia del reformismo borbónico en la política fiscal indiana.
No es posible valorar el auténtico papel que el Consejo de Indias jugó en el siglo
XVIII sin llevar a cabo un estudio profundo de sus competencias. El autor se detiene a
describir los distintos ámbitos de actuación del Consejo, en su triple condición de órgano
gubernativo, consultivo y judicial. Así, atendiendo a la relación existente entre el número
de asuntos de gobierno y de justicia que el Consejo de Indias despachó en este periodo,
concluye que fue un órgano principalmente gubernativo. Por otra parte, el Consejo continuó desempeñando su tradicional papel de principal órgano asesor del rey para los asuntos americanos y, por lo tanto, influyó de una manera decisiva en la política reformista
seguida por la Corona en la segunda mitad del siglo XVIII con respecto a los territorios
americanos.
Finalmente se analiza minuciosamente la organización del trabajo interno del Consejo (formación de las distintas salas, votaciones, horarios, etc...) y su funcionamiento. Para
ello se reconstruye paso a paso la tramitación que seguían las causas en la vía judicial, y
los expedientes en la vía gubernativa. La lectura de esta parte, un tanto ardua, resulta sin
embargo útil para conocer la vida interna del Consejo así como las relaciones que, en la
resolución de los distintos expedientes, mantenía este órgano con la vía reservada.
La tesis de Gildas Bernard acerca del declive progresivo del Consejo de Indias a lo
largo del siglo XVIII, marginado de la administración de las Indias por la creciente pujanza de las recién creadas Secretarías de Estado y del Despacho, queda por lo tanto superada tras el excelente trabajo de Rafael García Pérez que viene a demostrar, siguiendo a
autores como Mark A. Burkholder e Ismael Sánchez Bella, que el Consejo de Indias del
XVIII, en concreto durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, no sólo no perdió el
protagonismo de siglos anteriores, sino que experimentó un nuevo resurgir. La disminuR. I., 2000, n.º 220
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ción de competencias ejecutivas en beneficio de las Secretarías del Despacho no justifica
hablar de una decadencia del Consejo de Indias que, al contrario, ganó en prestigio, autoridad moral e influencia, plasmadas en un relevante desarrollo institucional que le permitió conservar un amplio abanico de competencias.
Se trata por todo ello de una obra de referencia primordial para futuras investigaciones sobre la administración americana en la segunda mitad del XVIII. En su calidad de
especialista en Historia del Derecho, Rafael García Pérez, realiza un riguroso estudio
institucional, en el que a veces se echa en falta una mayor contextualización histórica del
XVIII español y americano. Sin embargo, la obra plantea al historiador americanista
sugerentes preguntas y abre por lo tanto puertas para futuras investigaciones que permitan
esclarecer, por ejemplo, quiénes fueron los verdaderos protagonistas, tanto a nivel personal como institucional, del reformismo borbónico de la segunda mitad del XVIII.
Pilar LATASA VASSALLO
Universidad de Navarra
GARMENDIA ARRUEBARRENA, José, Guía de vascos en el Archivo General de Indias
de Sevilla, Madrid, Real Sociedad, Bascongada de Amigos del País - Delegación en Corte,
1998, 628 pp.
Se trata esta obra de una nueva edición, si bien ampliamente aumentada y revisada,
de un trabajo similar que publicara el autor en 1992, fruto de una beca de investigación
otorgada por la Sociedad de Estudios Vascos - Eusko lkaskuntza. Aquel «Diccionario
biográfico vasco. Méritos, servicios y bienes de los vascos en el Archivo General de
Indias», ha crecido en esta ocasión hacia un planteamiento más completo: una revisión y
catalogación, exhaustiva aunque no total, de la presencia de personajes de origen vasco
en la documentación conservada en el importantísimo repositorio sevillano. Para ello, el
autor se ha basado, además de en la obra, ya mencionada, que sirve de base a ésta, en su
dilatada experiencia en el manejo documental del Archivo General de Indias y en una
larga labor recopilatoria, fruto de la cual ha sido la publicación de un gran número de
artículos y notas en revistas científicas sobre esta misma cuestión —especialmente en el
Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, entidad que ahora patrocina
la edición de este libro—.
La obra constituye, por lo tanto, una utilísima herramienta para la consulta en dicho
archivo de informaciones referidas a la emigración y actividad de los vascos en la América
española. Su estructura es sencilla, y a la vez sumamente práctica. En su primera parte,
presenta el elenco documental siguiendo fielmente la propia división en secciones de Archivo General de Indias; en cada sección, por su parte, hace un inventario sistemático, legajo a legajo, extractando un resumen de los documentos que hacen referencia a los vascos.
En algunos casos, estos extractos son muy descriptivos, especialmente cuando se trata de
memoriales o crónicas de cierta extensión; en otros, en cambio, apenas se reflejan los nombres y los cargos u oficios de los personajes vascos reseñados. No obstante, hay que hacer
constar que el autor no ha abarcado la totalidad de las secciones, dejando algunas como la
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
IX (Arribadas), en la que por otras vías se constata la presencia de numerosos vascos, fuera
de su estudio. En un segundo apartado, el autor ha establecido un índice onomástico unificado de los personajes vascos reseñados en la primera parte del libro —así como de otros
personajes que, sin ser vascos, se hallan relacionados documentalmente con aquellos,
según señala el propio autor (p. 448)—.
Es de destacar, a este respecto, que el criterio utilizado a la hora de determinar sobre
el carácter vasco de los nombres catalogados es muy lato. Además de los que —por referencias directas de la documentación consultada o por conocimiento historiográfico—
tenemos documentado que nacieron en las provincias vascas, se advierte que el autor ha
incluído también a todo aquel que presenta un antropónimo vasco, o más concretamente
euskérico, aun sin que se precise su lugar exacto de nacimiento. Este criterio ha llevado a
que, muy posiblemente, hayan quedado fuera de este catálogo vascos de naturaleza, cuyo
apellido no sea euskérico —como es común, por ejemplo, en regiones como la Rioja
alavesa o las Encartaciones de Vizcaya—, al tiempo que se habrán incluido naturales de
otras regiones españolas. algo muy común, entre otras razones debido al secular proceso
de emigración e instalación de familias vascas en el resto de España, ya desde épocas
bajomedievales. Otro aspecto a tener en cuenta es que, dentro del grupo vasco, ha incluido a los navarros junto a los alaveses, guipuzcoanos o vizcaínos, e incluso algunos vasco-franceses. Ante las críticas que este proceder pueda originar, cabe remitirse a la definición que la Real Academia de la Lengua da de la voz «vasco»; y en todo caso, siempre
habrá que hacer una distinción entre el sentido cultural del término y la configuración
política actual de la España de las autonomías.
Finalmente, el autor incluye un pequeño apéndice, donde se remite a otros catálogos
que pueden ser de utilidad para el estudioso de la presencia vasca en América; así como
un repaso de la documentación vasca publicada en una recopilación de fuentes de tanta
importancia en los orígenes del americanismo como fue el CODOIN, donde se publicaron algunos de los más descriptivos e interesantes documentos del propio Archivo General de Indias.
Óscar ÁLVAREZ GILA
Universidad del País Vasco
HILTON, Sylvia L. y Steve J.S. ICKRINGILL (eds.), European Perceptions of the Spanish-American War of 1898, Bern, Berlin, Bruselas, Frankfurt, Nueva York y Viena, Peter Lang, 1999, 212 páginas, índice de contenidos, agradecimientos, introducción y nota
sobre los autores.
El significado historiográfico que ha tenido la conmemoración del centenario de
1898 y, particularmente, de la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana es tal que ha
permitido la realización de investigaciones y la publicación de libros que descienden a un
nivel de detalle y profundización en los hechos como el que ahora nos ocupa. Sylvia L.
Hilton y Steve J.S. Ickringill reúnen en «European Perceptions of the Spanish-American
War of 1898» una decena de artículos acerca de la percepción que de la mencionada
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guerra y de la crisis del imperio ultramarino español se tuvo en países como Italia, Alemania, Portugal, Austria, Holanda, Rusia, Francia y Gran Bretaña, incluso en territorios
que no formaban naciones, como el Ulster o las colonias holandesas.
Cuando se ha trabajado y publicado tanto sobre un tema —a pesar de las lagunas de
conocimiento que siempre quedan— descender a niveles de detalle como lo que proporciona la edición de Hilton y Ickringill cobra un valor especial para el avance del saber
y del debate historiográfico. Los artículos compilados en la obra, además, son de gran
calidad. Algunos plantean cuestiones de carácter general acerca de la referida percepción
de la guerra en determinados lugares; otros abordan ciertos aspectos del problema; verbigracia, el modo en que la prensa de determinado país se hizo eco de la crisis del imperio
español y/o de la intervención norteamericana en la misma, o la reacción ante esos
hechos de grupos como los católicos italianos o los unionistas e independentistas de Irlanda del Norte. Aparte de las contribuciones particulares de varios estudios a la historia
de Italia, del Ulster, de Francia o Alemania, para la temática noventayochista el principal
valor de «European Perceptions of the Spanish-American War of 1898» es el que se obtiene de una lectura conjunta.
El libro comienza, precisamente, con una lectura conjunta y una síntesis de las principales conclusiones comunes del trabajo en una introducción firmada por los editores,
Sylvia L. Hilton y Steve J.S. Ickringill, con lo que se ofrece al lector un estado de la cuestión sobre el problema, insistiendo en los factores que determinaron el discursos político
de los diferentes países europeos sobre la intervención norteamericana en la Gerra Hispano-Cubana y su significado.
En general, casi todos los autores coinciden en que el 98 español fue percibido en
otros países europeos con bastante interés, pero fundamentalmente pensando en la manera en que sus implicaciones afectarían a sus propios intereses nacionales. Nico A. Bootsma, por ejemplo, sostiene que en Holanda la intervención norteamericana en la guerra
cubana contra España en Cuba y en Filipinas se vio con preocupación debido a la consolidación de los Estados Unidos como potencia en el Caribe y en el Pacífico, donde el país
tenía intereses coloniales. No obstante, tras la firma de la paz lo que predominó fue la
satisfacción por la vuelta a la estabilidad de ambas zonas. Además, lo sucedido con el
imperio hispano incentivó al gobierno holandés a realizar cambios sustanciales en su política colonial; al establecimiento de la denominada «ethical policy» y de una actitud más
liberal con las inversiones extranjeras en los territorios bajo su dominio, lo que otorgó al
colonialismo de los Países Bajos una base mucho más sólida desde entonces.
La misma preocupación por sus propios intereses que en Holanda, aunque con un carácter más internacional por tratarse de países con mayor proyección exterior, hubo en
Rusia o en Alemania según Ludmila N. Popkova y Markus M. Hugo respectivamente.
Popkova dice que en un principio el Zar, por razones fundamentalmente dinásticas, propuso defender a España de la agresión de los Estados Unidos, estableciendo incluso un
bloqueo contra ellos, pero finalmente se impuso la coherencia de su gobierno, cuyo Ministro de Finanzas aconsejó no dañar las buenas relaciones existentes con Norteamérica y
hacer explícita en un comunicado que la posición del país era aceptar su expansionismo
mientras no perjudicase los intereses rusos. Hugo, por su parte, señala que en la percepción de las publicaciones y los estamentos públicos germanos destaca un creciente sentimiento negativo frente a los Estados Unidos y una escasa simpatía por España y por los
rebeldes cubanos y filipinos, a quienes se tildó comúnmente de crueles y bandidos. Con
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esa misma percepción negativa se vio también la conducción de la guerra y sus resultados
y consecuencias para Alemania; perspectiva, en opinión del autor, poco adecuada como
base para la comprensión política e intercultural de los hechos y de terceros países, y que
impidió entender lo que estaba ocurriendo y sus verdaderas implicaciones más allá de su
efecto directo e inmediato sobre la economía, la política o la posición internacional alemana. Esto, según Hugo, significó perder la oportunidad para conocer mejor a los Estados Unidos, lo que tuvo importantes consecuencias en el futuro.
En Portugal, la crisis colonial española también se percibió en función de sus implicaciones sobre el país, aunque en este caso dichas implicaciones fueron mucho más directas que en los anteriores. Agustín R. Rodríguez dice que tanto la actitud frente al problema como la lección que obtuvo de sus consecuencias estuvieron estrechamente vinculadas con las relaciones luso-británicas. Tales relaciones se habían visto alteradas por el
«ultimátum» inglés en África en 1890, tras el cual, según Rodríguez, aunque en nuestra
opinión esa afirmación es algo exagerada, el gobierno de Lisboa trató de encontrar en
Madrid un garante de su posición internacional alternativo a Londres. Sea como fuere,
con la derrota frente a los Estados Unidos, el mencionado gobierno comprendió la débil
posición de España en el mundo, aún más cuando se vio involucrado en los acontecimientos con la presencia de flota británica en el puerto lisboeta, tomando posiciones
para evitar que el conflicto hispano-norteamericano se extendiese a Europa y a las Canarias. En resumen, el autor piensa que el 98 hizo comprender a los portugueses la necesidad de retornar a su tradicional alianza con el Reino Unido.
Entre los estudios más particulares de la compilación están los de Daniela Rossini y
de Steve J.S. Ickringill sobre la actitud de los católicos italianos y de los habitantes del
Ulster ante la guerra hispano-norteamericana. Rossini piensa que para los primeros y,
sobre todo, desde el punto de vista oficial del Vaticano, la derrota de España significó la
victoria de un país protestante en el que, además, estaba clara la separación Iglesia-Estado, opción muy discutida por las principales autoridades eclesiásticas, que no se resignaban a mantener únicamente su poder en el plano espiritual, a lo que se habían visto
obligadas tras la unificación italiana. No obstante, la autora señala también que no todo el
mundo católico estuvo de acuerdo con esa posición oficial. Por ejemplo, el clero americanista vio en la victoria norteamericana la de una Iglesia más libre frente al excesivo
poder de Roma, que había apoyado al obsoleto catolicismo español. A las mismas razones de complejidad social alude Ickringill para explicar la percepción del 98 en el Ulster.
De hecho, dice que la reacción frente al conflicto hispano-estadounidense refleja la profunda división del territorio. En general, los independentistas se vieron identificados con
la lucha de los cubanos por su independencia y saludaron con esperanza la ayuda de
Washington por ello y por lo que la consolidación de los Estados Unidos como potencia
internacional significaba como contrapeso del poder inglés en el mundo. Además, poco
antes habían celebrado la victoria electoral de William McKinley, presidente de origen
irlandés y, curiosamente, con un antepasado ejecutado en las revueltas de 1798, cuyo
centenario se conmemoraba en 1898. No obstante esta situación, los Unionistas no tuvieron motivo para estar intranquilos, ya que en su mensaje sobre el Estado de la Unión,
McKinley destacó con especial hincapié la buena salud de las relaciones anglo-norteamericanas.
La estrecha relación entre Gran Bretaña y los Estados Unidos es también una de las
principales conclusiones de Joseph Smith en su estudio sobre las corresponsalías briR. I., 2000, n.º 220
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tánicas y el conflicto hispano-cubano. Smith señala que por esa razón, en general, los
periódicos de aquel primer país saludaron la victoria del segundo. También indica que dichos periódicos no enviaron corresponsales a la isla hasta que Washington declaró la
guerra a Madrid —mientras tanto sus informaciones se nutrieron con las noticias de Reuters, de la Associated Press of New York, y de la prensa española y norteamericana—.
Las cosas cambiaron tras la citada declaración. Entonces no sólo se enviaron reporteros,
sino que algunos rotativos, como el «Daily Mail», eligieron a su mejor hombre para cubrir el acontecimiento. Ese hombre era Charles E. Hand, el único periodista —según el
autor— que se dio cuenta de que ello implicó la transformación de la lucha de Cuba por
la independencia en una guerra de conquista, al informar acerca de que el ejército estadounidense consideraba a las autoridades locales incapaces de gobernarse.
Otro estudio sobre la prensa es el de Serge Ricard acerca de la «editorialización» del
conflicto hispano-norteamericano en los periódicos franceses. El autor insiste en el interés que éstos mostraron en la guerra y comenta que sus editoriales destacaron fundamentalmente por su percepción negativa de la actitud de los Estados Unidos cuando
decidieron intervenir en los asuntos internos de un país vecino —y por aquel entonces
aliado— y por lo que significaba como consolidación de ese país como potencia mundial,
sobre todo en el lejano Oriente. Richard opina también que esa posición fue muy coherente con la del gobierno galo, que desde el inicio del conflicto hispano-cubano se esforzó en lograr una rápida pacificación.
Seguramente Austria fue el país europeo —al menos entre los estudiados en el libro— que mostró una actitud más diferenciada frente al conflicto hispano-cubano-estadounidense, posiblemente también debido a que fue el menos afectado directa o indirectamente por él. Nicole Slupetzky prueba que la prensa austriaca vio el acontecimiento,
además, con una gran perspicacia, deduciendo rápida y claramente su significado como
origen del imperialismo norteamericano. Casi todos los periódicos coincidieron en señalar los errores del colonialismo hispano, pero también la falta de legitimidad de los Estados Unidos para actuar en dicho conflicto por razones humanitarias, pues enseguida fue
evidente que en Cuba pretendían algo más que la independencia de la isla y, además, usaron su intervención en ella para ocupar Puerto Rico y Filipinas, incluso Hawai, que ni siquiera era colonia española.
El trabajo de Sylvia L. Hilton en «European Perceptions of the Spanish-American
War of 1898» es el único que no guarda relación con los anteriores, dado que analiza un
problema concreto en uno de los países implicados en el conflicto hispano-cubano-norteamericano. Esa falta de consonancia respecto al resto de las contribuciones reunidas en
el libro no implica, sin embargo, que el estudio carezca de interés. Según la autora, la
historiografía ha dicho que la guerra contra los Estados Unidos fue el único recurso que
le quedaba al régimen de la Restauración para sobrevivir a la pérdida de Cuba y salvar a
la Monarquía. Los partidarios de la República, por el contrario, trataron de explotarla
para provocar una crisis que acabase con dicho régimen; sin embargo esa posición provocó un discurso lleno de contradicciones, incluso incompatible con la ideología republicana y que, además, no tuvo resultados: satanizaba la actitud norteamericana al mismo
tiempo que valoraba su ejemplo como el símbolo de las virtudes del sistema de gobierno
que reclamaban para España. Frente a ambos, monárquicos y republicanos, los federalistas mantuvieron posiciones muchos más coherentes, antinorteamericanas —según HilR. I., 2000, n.º 220
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ton—, pero también destinadas a distanciarse de los hechos para no verse implicadas en
el desastre de la derrota.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia (CSIC)
KOHUT, Karl y ROSE, Sonia V. (editores), La formación de la cultura virreinal. 1. La
etapa inicial, Frankfurt am Main, Madrid, Vervuert/Iberoamericana (Col. «Textos y estudios coloniales y de la independiencia», vol. 6) 2000, 320 pp.
Los estudios coloniales latinoamericanos se han visto estimulados por la iniciativa de
los editores a esta publicación —Kohut y Rose—, quienes llevan adelante un proyecto, a
largo plazo, con el objetivo de estudiar la formación de la cultura iberoamericana en
etapas sucesivas y a través de casos particulares. El volumen 6 de la colección TECI
(Textos y estudios coloniales y de la independencia) es un avance de ello. Reúne 23 trabajos, mas bien cortos, presentados en el simposio «La formación de la cultura en Iberoamérica: tradiciones cultas y realidad colonial (siglo XVI y principios del XVII)» realizado en Alemania (Universidad Católica de Eichstätt) a fines del 1997; es el segundo
organizado y publicado como parte del proyecto señalado1.
La temática se ordena en torno a dos ejes de reflexión, que enmarcan el contenido: 1) el status político de las posesiones americanas, tema a debatirse dentro de una
corriente de re-evaluación del concepto «colonia» y sus especificidades regionales, y 2)
el status de las letras y la cultura, concebido por unos como una prolongación de la cultura europea y por otros como el producto de una incipiente literatura americana. Desde esa
base se pretende analizar a la sociedad colonial en formación, asimilando activa y creativamente los elementos propuestos por la cultura española y occidental —ingredientes que
varían en forma y cantidad— y además comprobar la manera de elaborar ciertas variantes
regionales a partir de los componentes del mundo indígena.
Uno de los logros más novedosos de esta publicación resulta ser el análisis de una diversidad de casos que permiten trabajar en torno a las proporciones de la vertiente occidental y la nativa, es decir, estudiando fragmentos de la obra de Sor Juana, Dávalos y
Figueroa, Fernández de Oviedo, Cabello Valboa, Fray Martín de Murúa, el Inca Garcilaso, entre otros, se logra comprender los elementos que intervinieron en la construcción de
la cultura iberoamericana. En torno a ese entramado, las contribuciones se han estructurado en tres secciones de acuerdo a la problemática tratada por los autores. Una primera
contiene siete estudios relativos a «la génesis de la tradición literaria». La segunda parte
agrupa ocho, relativos a la «translación, circulación y actualización de modelos e ideas» y
se ocupan de las manifestaciones literarias en diferentes géneros, sus influencias y sus
————
1 El primer volumen, también resultado de un simposio, es KOHUT, Karl y ROSE, Sonia V.
Pensamiento europeo y cultura colonial , Frankfurt am Main, Madrid, Vervuert/Iberoamericana
(Col. «Textos y estudios coloniales y de la independiencia, vol 4), 1997.
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variantes regionales. Y la tercera y última, con otros ocho artículos, registra casos de la
«historiografía y expresión de identidades» examinando algunas obras como expresiones
germinales de identidad, de saber científico y de dominio del espacio. Los textos presentados pueden ser leídos en clave de crítica y análisis literario, o también, desde la amplia
perspectiva interdisciplinaria hacia el conocimiento del mundo colonial, su sociedad y su
proceso de formación.
Los antecedentes inspiradores y los componentes necesarios para la creación literaria
de las primeras décadas de la colonización española, a mediados del siglo XVI, son —sin
duda— lo español y lo americano, aunque, según estos estudios, superan los límites de la
simple mezcla. La literatura europea aportó la plataforma de expresión proponiendo modelos poéticos y épicos, aunque en estos últimos se descubren elementos autobiográficos.
Estas expresiones sugieren modelos estéticos que reivindican lo criollo, o lo europeo criado
en América a la sombra de lo indígena (Peña, Sobrevilla, Rösnner y también Kohut, Costigan, Chang Rodríguez), mientras que lo indígena promovía ciertas estrategias de integración social (Bénat-Tachot, Bolaños, Perujo, Val Julián), además de interpretaciones de su
realidad americana en clave europea (Duviols, Guibovich, Rodríguez Garrido). La presencia de influencias del mundo de la reconquista y su herencia árabe, llegadas con la conquista, están presentes en la estructura de algunas obras (Rose, del Pino). Para completar, hay
una llamada de atención sobre el uso constante del latín durante los tres siglos de domino
ibérico y su influencia, ya sea en las obras científicas, de composición o en citas (Briesemeister, Colombí-Monguió), tema que hasta hace poco había sido poco profundizado en los
estudios de historia cultural pero que empieza a cobrar fuerza. Una propuesta de periodificación con criterios de producción y circulación del material literario completa la simple
consideración cronológica (Janik).
Soslayando la posición atemporal del débil marco teórico post-colonial, los editores
han elegido utilizar la palabra «virreinal» en lugar de «colonial» para romper —dicen
ellos— con la imagen de bipolaridad colonia/metrópoli o centro/periferia, sin embargo no
hay que olvidar que este concepto fue utilizado en las décadas pasadas por historiadores
del arte con una perspectiva de tendencia conservadora que deseaba exaltar los valores de
la Metrópoli.
Auguramos a este proyecto una larga vida esperando que sus resultados puedan —como
sostienen sus promotores— aportar piezas de conocimiento que permitan en el futuro «trazar
la cartografía de la actividad intelectual de Iberoamérica» (p. 10) y establecer nexos y contactos entre las academias europeas y norteamericanas, y me permito añadir, a las latinoamericanas, aunque esto sólo sea un deseo personal.
Clara LÓPEZ BELTRÁN
Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia)/CSIC
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MARTÍNEZ RIAZA, Ascensión (comp.), La Construcción de la Identidad Iberoamericana: Textos Históricos (CD ROM, Colección Clásicos Tavera, n.º 31, Serie II, Vol. 4:
Temáticas para la historia de Iberoamérica), Madrid, MAPFRE Mutualidad, Fundación
Histórica Tavera y DIGIBIS, 1999.
El presente CD ROM forma parte de un amplio proyecto que hace poco más de tres
años ha iniciado la Fundación Histórica Tavera, «La Colección Clásicos Tavera», cuyo
objetivo es la edición electrónica de las obras más relevantes para el conocimiento del
pasado de los países, regiones y ciudades de América Latina, Filipinas, España y Portugal, así como de ciertos temas monográficos relacionados con esas mismas áreas geográficas. De hecho, La Construcción de la Identidad Iberoamericana: Textos Históricos es
el tercer CD ROM editado de la serie «Temáticas para la historia de Iberoamérica» (los
otros dos son: «Afroamérica, la tercera raíz», a cargo de Enriqueta Vila Vilar, de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos del CSIC; y «Náutica y Navegación», a cargo de
José Ignacio González-Aller Hierro, director del Museo Naval).
La Construcción de la Identidad Iberoamericana: Textos Históricos recoge una cuidadosa selección de textos (26, en total) de pensadores, intelectuales y políticos latinoamericanos, que constituyen, en definitiva, diferentes modelos y propuestas de interpretación de la realidad de los países del área desde el proceso de independencia de España hasta
finales de la segunda década del Siglo XX. Período complejo, polémico y reincidente para
las reinterpretaciones históricas, pero fundamental para valorar el proceso de conformación
de los Estados nacionales en América Latina. La selección está a cargo de una historiadora
especialmente idónea para realizarla; Ascensión Martínez Riaza, profesora de la Universidad Complutense, posee sólidos conocimientos sobre el período. Por eso, una selección de
textos como la propuesta requiere de algunos criterios de explicación que la autora no
pasa inadvertidos y procura aproximarnos en la introducción de la obra.
Las obras elegidas para la compilación constituyen una buena muestra para abordar
el tema, aunque —como Martínez Riaza confiesa-la selección obligó a dejar de lado otros
autores igualmente relevantes. Los materiales han sido digitalizados en edición facsimilar. El resultado del trabajo editorial de DIGIBIS es digno de mención porque pone a
disposición del lector un acceso integral, rápido, fácil y sencillo de un conjunto de documentación que suele estar dispersa. La consulta del CD-ROM no es complicada; cuenta
con una buena guía de ayuda, un sumario general en el que se detallan los contenidos y a
través del que es posible realizar búsquedas por distintos campos (uno a uno o varios a la
vez) por autor, titulo y/o palabras clave. Cada texto dispone, asimismo, de una ficha independiente en la que se señalan sus características y se incluye un índice que permite
búsquedas similares a las del sumario general. El sistema ofrece, además, distintos tipos
de visualización (zoom, rotación e inversión de imagen, modificación de los niveles de
contraste), y permite seleccionar partes del contenido y guardarlas en cualquier otro soporte magnético e imprimirlas con una calidad muy superior a la de una fotocopia convencional. A través de este CD-ROM se puede consultar, asimismo, todos los índices de
las obras de la Colección Histórica Tavera que se han publicado con anterioridad.
En la introducción, la autora explica el por qué de los textos elegidos. Considera a las
obras seleccionadas «documentos básicos» en los que se trata de reflexionar acerca de la
«cuestión nacional» en el proceso de formación de los Estados nacionales latinoamericanos
y presenta las aportaciones teóricas más recientes y elaboradas sobre el tema —Hobsbawn,
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Anderson o Gellner, y Hale y Francois Guerra para el caso latinoamericano—. Además,
para ella estos historiadores son «autoridades» en el sentido de que su obra y actuación
tuvieron incidencias sobre la realidad de la que se ocuparon. Todos ellos pertenecieron al
grupo dominante, se movieron en el circuito de influencias intelectuales y políticas que
posibilitaba el intercambio con Europa, y actuaron en la vida pública a través de distintas
plataformas —academia, política o medios de comunicación—. Algunos textos constituyeron los pilares ideológicos de programas políticos en curso; otros, en cambio, se elaboraron para manifestar la oposición al poder establecido.
La visión general del proceso se completa con otras referencias no menos importantes para encuadrar a los autores seleccionados. La preocupación por organizar a los diferentes países que resultaron de la fragmentación del imperio colonial, derivó en pactos
entre las diferentes facciones que luchaban por el poder y en la búsqueda de modelos
funcionales para establecer un estado moderno. El modelo liberal se legitimó institucionalmente y se proyectó la admiración del sistema republicano de los Estados Unidos y la
idea de progreso de las naciones europeas. El positivismo fue el modelo ideológico de los
programas políticos, se valoró la educación como medio de trasmisión de valores y de
control social, y se elaboró una historia nacional como soporte de la idea de nación. El
cuestionamiento a ese modelo de «estado oligárquico» no escapa de la presentación de la
obra, aunque apenas se despunta el problema debido a las limitaciones cronológicas impuestas por la selección. Las explicaciones introductorias en torno a los diferentes autores
y su obras se amplían con notas complementarias que añaden referencias sociopolíticas,
al tiempo que informan sobre cómo se manifestaba esa corriente ideológica y cultural en
otros países de América y sobre bibliografía para profundizar cuestiones interesantes que
surgen del relato.
El primer grupo de autores seleccionados actuó y escribió en los años siguientes de la
ruptura con España. Dignos representantes de la «generación romántica», según Leopoldo Zea, son los argentinos Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, y los chilenos José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao. Todos ellos
defendieron las ideas liberales para el diseño del proyectos políticos nacionales y entendieron a la herencia española como una limitación a la penetración de las ideas progresistas. Echeverría, Alberdi y Sarmiento, hombres de la «generación del 37», opuestos al
régimen caudillista y autoritario que impuso Juan M. De Rosas tras años de luchas civiles
en la región rioplatense , elaboraron proyectos nacionales de clara influencia norteamericana.. De Esteban Echeverría se reproducen dos obras, Dogma Socialista (1946), en la
que incorporó todos los ideales de la Revolución Francesa; y El Matadero (1939), un
cuadro costumbrista de la sociedad marginal de Buenos Aires, a la que atacaba simbólicamente. La incorporación a la selección de Las Bases y Puntos de Partida para la Organización Política Argentina (1952) de Juan Bautista Alberdi es más que apropiada, ya
que, nutrido de influencias europeas y americanas, constituyó el modelo para la elaboración de la Constitución Argentina de 1853. De Domingo F. Sarmiento se reproducen dos
obras: Facundo (1915; pero que apareció por entregas en el periódico chileno El Progreso en 1845), en el que desarrolló un proyecto de nación a partir de la crítica feroz a los
caudillos, apostando por pautas europeas y estadounidenses; y Conflicto y armonías de
las razas en América (1883), escrito que le permitió justificarse ideológicamente de su
obra de exterminio al indígena mientras ejerció la presidencia del gobierno argentino En
Chile, a diferencia del resto de las naciones latinoamericanas, la estabilidad política fue el
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signo dominante. Sin embargo, al conservadurismo portaliano, se le opusieron liberales
como José Victorino Lastarria y Francisco Bilbao; este último con ideas más radicales.
En la compilación electrónica se reproducen los volúmenes correspondientes a los Estudios Históricos (Barcelona, 1909) de las Obras Completas del primero. De Bilbao se ha
reproducido El evangelio Americano (1864), obra en la que manifiesta su actitud anticolonialista y antiimperialista.
Lo cierto es que este grupo de autores tiene una homogeneidad ideológica fácil de
identificar y otorga cierta uniformidad al hilo explicativo. No obstante, las diferencias
regionales en la evolución del proceso de conformación de estados nacionales se imponen
en la selección de las obras y Martínez Riaza se encuentra con un abanico de tendencias
que abarcan a los distintos autores como son el Modernismo, El Hispanismo, El Indeginismo, el Positivismo y el darwinismo social. Para facilitar el proceso de formación de las
repúblicas y resolver los problemas políticos sobre bases liberales y bajo la égida del
positivismo era fundamental la construcción de la historia de los países. En ese sentido,
en el CD-Rom están reproducidas las del colombiano José María Samper, Apuntamientos
para la historia política y social de la Nueva Granada (1853); del argentino Bartolomé
Mitre, Historia de Belgrano (2 vols.); del guatemalteco Lorenzo Montúfar, Discursos del
Doctor Lorenzo Montúfar (1897); del mexicano Justo Sierra, Historia Patria (1922); y
del ecuatoriano Juan Montalvo, La pluma de fuego de Juan Montalvo (s.d.) y Sus primeras prosas (seguidas de algunos inéditos) (s.d.).
En ese espectro de diferencias también tienen su sitio en el CD-ROM otros dignos
defensores de la aplicación del positivismo para las soluciones latinoamericanas como el
puertorriqueño Eugenio María de Hostos, Lecciones de Derecho Constitucional (1908) y
Madre Isla: Campaña política por Puerto Rico, 1898-1903 (1939) y los peruanos Manuel
González Prada, Horas de lucha (1908) y Páginas Libres (Paris, 1894) y Ricardo Palma,
Tradiciones peruanas (3 vols) (1893-1894) El antillano se valió de las ideas positivistas
para pensar en la independencia de las últimas colonias españolas. Para los peruanos, el
positivismo fue la ideología de austeridad y de reconstrucción que demandaba la derrota
de su país ante Chile en la Guerra del Pacífico (1897-1883), pero también la de las políticas
para pensar la cuestión del indio y el problema multirracial. El panorama de pensadores
peruanos se completa con José de Riva Agüero, cuya obra ha despertado más de una polémica historiográfica en el país sudamericano. Sus obras digitalizadas han sido: Carácter de
la literatura del Perú independiente (1905) y La Historia del Perú (1910); obras en la que
reivindicó la tradición española frente al modernismo de imitación extranjera.
Los argentinos Carlos Octavio Bunge y José Ingenieros constituyen, como bien lo
señala la compiladora, los representantes más emblemáticos de la sociología positivista
en América Latina. El contacto de ambos con los llamados «krausistas» españoles se
refleja en sus escritos. De hecho, la obra de Bunge, Nuestra América (1903), se editó en
Barcelona con un prólogo de Rafael Altamira. José Ingenieros, por su parte, en La evolución Sociológica Argentina. De la Barbarie al Imperialismo (1910) advierte sobre la
necesidad de contrarrestar las medidas antisociales que la inmigración y el progreso económico habían desarrollado en la Argentina mediante reformas legislativas que regulasen
las relaciones entre los trabajadores.
Al calor del cambio de siglo, las ideas positivistas comenzaron a ser cuestionadas por
algunos latinoamericanos, concitando expectativas de reconciliación con lo que tenían
más próximo. Desde diferentes contextos, pero con una perceptible influencia del moderR. I., 2000, n.º 220
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nismo, el cubano José Martí y el uruguayo José Enrique Rodó son los seleccionados por
la autora para representar a esta tendencia que desmitifica a los modelos europeos y norteamericano para la elaboración de propuestas propias de la región. Ambos contribuyeron
a reformular el proyecto iberoamericano basándolo en una sociedad igualitaria, popular y
democrática y revalorando el elemento mestizo. De Martí se han reproducido tres obras:
Patria (1925), Libertad (1925) y Nuestra América (1925). Rodó, al igual que Martí se formó en el proyecto positivista, pero acabó cuestionándolo. En Ariel: Liberalismo y Jacobinismo (1926) encarnó los valores positivos de la tradición latina y los democráticos.
Marcela GARCÍA
Instituto Universitario Ortega y Gasset
MAZA MIGUEL, Manuel P., Esclavos, Patriotas y Poetas a la sombra de la Cruz.
Cinco ensayos sobre catolicismo e historia cubana, Centro de Estudios Padre Juan Montalvo, S. J., Santo Domingo, República Dominicana, 1999, 263 pp.
Manuel P. Maza Miguel, sacerdote jesuita presenta, bajo un sugerente título Esclavos, Patriotas y Poetas a la sombra de la Cruz, seis ensayos publicados en la Revista de
Estudios Sociales del Centro de Estudios Sociales Padre Juan Montalvo entre 1987 y
1995, y uno editado en 1985 por la revista Ciencia y Sociedad de Santo Domingo. Como
sugiere el titulo, el espectro temático que se aborda es sumamente amplio, por lo cual
resulta importante el vínculo que los unifica: las posiciones adoptadas por la Iglesia Católica en diferentes momentos y ante distintas situaciones.
Como puede apreciarse a simple vista, los momentos en que estos trabajos fueron
elaborados son diferentes, uno fue escrito hace catorce años, otro doce, en tanto el más
reciente fue publicado originalmente en 1995; esta circunstancia trasciende al lector especializado, quien observa cierto retraso tanto en la forma de abordar los asuntos como
en la bibliografía utilizada para su confección. El autor, Licenciado en Teología Fundamental de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y Doctor en Historia por la
Universidad de Georgetown, no ignora, desde luego, esta debilidad del libro, pero evidentemente la necesidad de una divulgación más amplia y la escasez de tiempo para actualizar trabajos tan disímiles, debieron influir en su decisión. Cubano por nacimiento y dominicano por adopción, ha perseguido una intención, y un objetivo; la primera, que la
historia, en cuanto ciencia, permite conocer el pasado para proyectar, de manera más
adecuada, el futuro de la sociedad; y el segundo, trascendente en su condición de sacerdote, analizar la acción de la Iglesia Católica en diversos momentos del devenir histórico de
la sociedad cubana. Para ello se hace preguntas y ofrece respuestas objetivas, sin que su
condición de sacerdote le impida asumir sucesivos reconocimientos que agrupa en cinco
presupuestos:
• Cuando la Iglesia forma parte del poder legitima los intereses de éste y manifiesta
sus acciones como mediaciones necesarias a los fines de la evangelización.
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• A partir de esta toma de posición, la Iglesia descalificará otras ideas y posiciones
que pueden manifestarse en su seno.
• Esta actitud se manifiesta como la única válida y como su acción totalizadora, de
forma tal que las fuerzas que pugnan por proyectar nuevas acciones, se ven precisadas a rechazar, en su conjunto, todo lo que forma parte de su discurso oficial.
• Estos elementos han influido en que las respuestas más adecuadas a los retos sociales verdaderos, no hayan partido del seno de la Iglesia sino de sus opositores.
• En estos procesos se presentan coincidencias y acuerdos sorprendentes e inesperados entre personas de convicciones religiosas opuestas, pero que tienen criterios
humanistas similares.
Los artículos que integran, en forma de capítulos, el libro, son los siguientes: Iglesia
cubana, Cinco siglos de desafíos y respuestas; Clero católico y esclavitud en Cuba (s.
XVI al XIX). Ensayo de síntesis; Estudio del poema «West Indies LTD» de Nicolás Guillén. Historia y poesía. Lo racial en Guillén; León XIII, José Martí y el Padre Mac
Glynn. Un esforzado luchador social en Nueva York a fines del siglo XIX; Cuba, Iglesia y
Máximo Góme y Desiderio Mesnier (1852-1913): un sacerdote y patriota cubano para
todos los tiempos. Su origen, como artículos independientes, no modificados a los efectos
de la edición, hacen que su factura sea diversa y que se manifiesten frecuentes reiteraciones en el tratamiento de algunos asuntos; por otra parte una temática tan amplia y diversa
-tiempos, espacios, épocas y personajes diferentes y disímiles-, hacen que su abordaje sea
menos científico y más superficial y que descanse sobre la base informativa de que el
autor ha dispuesto, en esta dirección influyen dos cuestiones, el momento en el cual fue
escrito cada trabajo y la ausencia de fuentes editadas en la Isla de Cuba. Debe tenerse en
cuenta, desde luego, que el autor no pretende establecer conocimientos nuevos, sino imbricar la información que requiere para lograr su objetivo: analizar las posiciones asumidas por la Iglesia Católica en la Isla de Cuba, a lo largo de cuatro siglos.
El primer capítulo que aborda «cinco siglos de desafíos y respuestas», tiene una peculiar periodización que se relaciona, esencialmente, con las acciones de la Iglesia : Una
primera etapa que se inicia con la conquista, comprende el Primer Sínodo Diocesano de
1680 y concluye con la presencia en Cuba del Obispo Compostela en 1687; una segunda
que trasciende la muerte del Obispo Espada y llega hasta las medidas anticlericales de
1840; la tercera se extiende desde ese momento hasta el fin de la primera ocupación norteamericana en Cuba en 1902; la cuarta abarca hasta el triunfo de la Revolución en 1959;
y la última llega hasta los años noventa, aunque no alcanza a reflejar la visita del Papa
Juan Pablo II a la Isla.
Abordar las posiciones de la Iglesia Católica durante cuatro siglos signados por cuatro procesos revolucionarios, dos ocupaciones del territorio por parte de los Estados Unidos y un estado de profunda subversión social en todos esos momentos, es una tarea harto
difícil que el autor logra sortear con inteligencia y objetividad.
El capítulo segundo, centrado en la esclavitud, retoma algunas cuestiones tratadas en
las tres primeras etapas del anterior y profundiza en otras. Este capítulo se resiente, tal
vez más que otros, por la ausencia de bibliografía procedente de la Isla, ya que al ser éste
un tema muy trabajado por la historiografía cubana, el autor hubiese podido contar con
más elementos para algunas de sus consideraciones y que le hubiesen evitado algunos
errores, como el de atribuir a Manuel Moreno Fraginals, criterios elaborados desde muR. I., 2000, n.º 220
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cho antes por Juan Pérez de la Riva, que fueron enriquecidos a lo largo de su prolífica
obra1, al igual que asumir un discernimiento elaborado a partir de la historiografía norteamericana sobre la esclavitud: la definición no cultural sino nacional de afrocubanos
para los negros nacidos en Cuba, que nunca se consideraron como tales.
Cabe destacar que este capítulo aporta interesantes consideraciones sobre las diferentes posiciones asumidas por la Iglesia ante el fenómeno de la esclavitud.
El capítulo tercero es menos histórico, pues aborda específicamente un poema de Nicolás Guillén, aunque permanece relacionado a las cuestiones sociales a partir del abordaje de la «raza»; fue escrito, originalmente en 1985 y pretende analizar esos versos «como
testigo documental de un determinado momento histórico». Para ello introduce elementos
biográficos sobre el autor, y también algunas implicaciones psicológicas en sus actitudes
a partir del asesinato del padre. En este caso aparecen, junto a otras fuentes, las cubanas,
especialmente diversos trabajos elaborados por Angel Augier, Cinto Vitier y Nancy Morejón. Tal vez merecería tenerse en cuenta, para la ausencia del movimiento de los Independientes de Color en las referencias del poeta, que no todos los negros tuvieron, en
esos años, proyecciones similares y que su padre formó parte, al igual que otras figuras
de la época , del grupo que no consideraba pertinente la creación de un partido negro.
Muy interesantes, por polarizados u obviados en el debate historiográfico, son los criterios de Cintio Vitier, asumidos por Martínez Estrada y discrepados por Nancy Morejón,
con respecto a los problemas raciales y la cubanía.
En el cuarto capítulo, a partir de lo publicado por José Martí en 1887 en La Nación,
de Buenos Aires sobre el conflicto entre Edward Mc Glynn, sacerdote de Nueva York,
con su arzobispo Michael A. Corrigan, se expone un esbozo biográfico del primero, las
raíces de sus ideas sociales y sus posiciones en la campaña electoral a favor de la candidatura de Henry George para alcalde de Nueva York; sobre estos presupuestos se desarrollan las acciones de Corrigan que llega a excomulgar al sacerdote y el desacuerdo de
éste sobre la base de que «Hay que distinguir entre la Iglesia y los meros administradores
de aquello que pudiera llamarse (…) la maquinaria eclesiástica, (…) nosotros somos del
sentir, que esta noche estamos del lado de nuestra fe y de los derechos de los ciudadanos
norteamericanos».
En este capítulo, tal vez más que en otros, se refleja la posición de Maza Miguel de lo
que debe ser, hacer y significar la Iglesia para la sociedad, y para ello utiliza la percepción subversiva de José Martí: «¡Y son como siempre los humildes, los descalzos, los
desamparados, los pescadores, los que se juntan frente a la iniquidad hombro a hombro y
echan a volar, con sus alas de plata encendida, el Evangelio! ¡La verdad se revela mejor a
los pobres y a los que padecen!. ¡Un pedazo de pan y un vaso de agua no engañan nunca!.
Y en esa dirección se establecen las conclusiones del autor.
El quinto capítulo, escrito originalmente en 1987, establece la unión, y también el
compromiso, cubano-dominicano, de Maza en particular y de la historia cubana en general, en tanto ambos países forman parte, con Puerto Rico, de esa trilogía de Antillas Hispánicas que es portadora de múltiples elementos comunes. Aborda, específicamente las
————
1 Nos referimos a los criterios sobre la Cuba A y la Cuba B, enriquecidos en el prólogo a la
Suscienta Historia sobre la Isla de Cuba de Manuel del Valle Hernández, y en su proyecto, diseminado en múltiples artículos sobre La Conquista del Espacio Cubano, que no pudo concluir por su
temprano fallecimiento.
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posiciones de la Iglesia Católica a partir de 1898, momento en que Placide Chapelle fue
nombrado Delegado Apostólico de ésta en las conversaciones de París. Fue éste quien
designó, el 2 de julio de 1899 al cubano Francisco de Paula Barnada como Arzobispo de
Santiago de Cuba y quien propuso a Donato Sbarretti para la diócesis de la Habana. Este
último nombramiento concitó la oposición de los independentistas, quienes proponían al
padre Luis Mustelier como Obispo de la Habana. En un contexto de acusaciones múltiples y de descontento generalizado se produjo, en abril de 1901, una entrevista entre
Monseñor Donato Sbarreti y el General Máximo Gómez, al igual que una serie de acciones posteriores que concluyeron con el nombramiento, para el Arzobispado de la Capital,
de Francisco de Paula Barnada.
Este capítulo permite al autor, analizar un caso concreto en el cual se manifiestan las
posiciones de la Iglesia y los líderes de un proceso revolucionario: «Las justas reservas y
recriminaciones que albergaba Máximo Gomez contra la jerarquía católica no lo llevaron a
envolverse en un manto de justicia y cerrarse desdeñoso a todo diálogo con los representantes de esa institución que tanto lo había combatido. Por su parte, tanto el italiano Sbarretti
como el español Santander (…) ¡contramarcharon!; de esta forma manifiesta el autor, con
una frase muy conocida del general dominicano-cubano, las posiciones asumidas por la
institución eclesiástica: «contramarcharon»; la inferencia, por evidente, resulta obvia.
Desiderio Mesnier (1852-1913): un sacerdote y patriota cubano para todos los tiempos, es el título del sexto y a la vez último capítulo. La figura de Mesnier, «seminarista
mambí» y las acciones y actitudes que tuvo que asumir en su vida personal y religiosa,
enmarcada en los dos grandes conflictos bélicos que se desarrollaron en Cuba contra la
Península, sirven a Maza para poner de relieve las posiciones de un sacerdote cubano. A
finales de 1898, fue propuesto, por el general Calixto García, como coronel del Ejército
Libertador. En ese contexto post-bélico, de exaltación permanente, Desiderio Mesnier
emprendió la defensa del Arzobispo de Santiago de Cuba, Dámaso Sáenz de Urturi,
quien, aterrorizado, refería «todos los días (…) hay manifestaciones, y ora en el cementerio, ante una tumba de un hombre de la actual insurrección, se oye el desaforado grito de
!mueran los españoles! ¡Mueran los rabiosos!.
Para Mesnier «los insurrectos fueron a la revolución armada no a hacerle la guerra a
Dios ni a sus ministros, sino al gobierno español», pero el Arzobispo, aterrorizado, no fue
capaz de entender nada y regresó a la Península. Una vez más, Maza utiliza el relato
histórico para llegar a una conclusión, pues Mesnier «impidió que el sentido de la lucha
independentista cubana fuera tergiversado en ambos lados del Atlántico. Por eso sigue
enseñándonos».
Ni la dirección, ni el movimiento de los capítulos que integran este libro son uniformes, sin embargo, como expresamos al iniciar este comentario, tras ellos hay un hilo
conductor que Manuel P. Maza Miguel utiliza para analizar el papel desempeñado por la
Iglesia, pero que pudiera servir para muchas otras consideraciones en torno a la necesidad
de la comprensión de los procesos y de las consecuencias profundas que en ellos desempeñan las acciones de los sujetos históricos.
Dra. María del Carmen BARCIA ZEQUEIRA.
Universidad de La Habana
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MILHOU, Alain et HARWICH, Nikita (Etudes réunies par), Interdits et Transgressions.
II. Civilisation: Le monde hispanique du XVe. au XVIIe. Siecle, Rouen, Les Cahiers du
CRIAR (Centre de Recherches d´etudes iberiques et ibero-americanes, No. 18-19), 2000,
287 pp.
Analizando el mundo religioso y cultural de la Europa del siglo XVI, se observa que
España era uno de los países menos cristianizados a causa de la presencia viva de comunidades judías y musulmanas. Las campañas edificantes realizadas para promover el
modelo de cristianismo en la modalidad católica, forjaron prácticas y creencias morales,
espirituales y religiosas elaboradas a partir de las tres religiones monoteístas. Generaron
peculiaridades y sincretismos conceptuales y ceremoniales, en las diferentes regiones de
la geografía española y en la periferia iberoamericana, donde también se incorporaron
creencias de las culturas nativas.
Para demostrar lo anterior y abundando en el tema «Interdicción y Transgresión» en
las sociedades, el CRIAR publica su cuaderno número 18-19 dedicado a la historia de las
practicas culturales en el mundo hispánico de la Península y del Nuevo Mundo durante la
época de los Reyes Católicos y la de los Habsburgos. Con diez estudios de caso algunos
de ellos desprendidos de premiadas tesis de maestría— esta interesante publicación reúne
un conjunto de aportes dedicados al conocimiento de las desviaciones de la ortodoxia
católica y de las normas tradicionales de los antiguos cristianos, imperantes en los siglos
XVI y XVII.
Las contribuciones fueron ordenadas por los editores en cuatro capítulos: 1.Normas
morales de la edad moderna. 2.En las fronteras de lo ortodoxo y lo heterodoxo. 3.El modelo hispano-católico frente al judaísmo y al islam. 4.La periferia americana: beatería e
irreligión, que dan como resultado un reflejo al mosaico de ese conjunto social y cultural,
donde se tocan temas relativos a las prácticas y principios de la Inquisición que, desde1478 actuó con campañas destinadas a rechazar o cancelar signos de todo lo que evocara el mundo judío o islámico, en lo cultural como en lo religioso, como demuestran los
análisis de Milhou, Al-Alaloui y Woerlé, sino que, promocionaba normas morales encaminadas a fortalecer la práctica de un cristianismo tradicional e hipócritamente santurrón,
con nuevos conceptos para entender el pecado y el castigo divino, temas vistos por Milhou-Roudie, Fernández, Legros, Talbot, Vignaux. Todo lo anterior tropieza con resistencias y conflictos ante la llegada de nuevas corrientes de pensamiento como el erasmismo
o la reforma protestante, estudiados por Rabaey en el caso del inquisidor Diego López de
Cortegana y por Wagner en el pensamiento y actuación de Juan de Valdés.
El elaborado artículo de Milhou es un esfuerzo de compactar varias visiones dirigidas
a señalar las «fronteras, puentes y barreras» que la unificación religiosa en España produjo al intentar cancelar los vestigios islámicos y judíos que la sociedad se resistía a olvidar.
Los otros escritos se sirven de fuentes documentales primarias, algunas muy concretas.
La obra erudita de Juan de Valdés y también la de Diego López de Cortegana los descubre como precursores de una mentalidad reformada que tardó en llegar a España. Los
manuales de catecismo dan luz sobre la forma de concebir el pecado como responsabilidad individual después de la institucionalización del sacramento de la confesión. Un
excepcional documento, el escrito del siglo XVII de Petronila de San José, religiosa en un
convento carmelita de Valladolid y conservado en el mismo, da noticia sobre la vida
conventual describiendo la vida de sus compañeras además de presentar sus reflexiones
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espirituales. Este testimonio tuvo, sin duda, la desaprobación de sus superiores ya que en
la época se aconsejaba «obrar y no pensar» evitando la reflexión espiritual en general,
pero mucho más entre las mujeres debido a su natural inclinación al pecado. Las causas
de los tribunales de la Inquisición de Barcelona, Valencia y Zaragoza entre 1560 y 1700,
sirven al estudio de Fernández para demostrar la represión de la homosexualidad entendida más bien como práctica desviante ajena, traída del extranjero y que constituía un mal
ejemplo y un peligro para la estabilidad sexual dentro del matrimonio cristiano que se
perseguía establecer como práctica extendida. Documentos militares sirven de base para
entender la lejana Melilla, presidio y tierra de musulmanes en camino hacia la cristianización. El mundo colonial es visto desde la perspectiva de la religiosidad y la iglesia; la
obra de un cronista ilustra sobre el mundo mágico y el gusto por los milagros desarrollado en esa parte del mundo, y, dos expedientes judiciales sirven de evidencia para conocer
la violencia del poder que se ejercía en esa sociedad periférica, también entre las mujeres.
Son dos ejemplos de una realidad criolla y mestiza mucho más compleja que la aquí
expresada.
La lectura de estos diez trabajos hacen pensar que, respecto al resto de Europa, España es en el siglo XVI, una zona de frontera y de puentes entre la tres culturas monoteístas,
con judíos y musulmanes forzados a convertirse por la razón o la fuerza. Sin embargo, la
evolución interna de la sociedad y la acción del Estado y de la Iglesia la envuelven en un
manto de excesiva devoción y algo de fanatismo que hacen percibir a la religión como un
refugio. En conjunto, esta publicación tiene la virtud de ofrecer una visión más elaborada
y más rica, aunque fragmentada, de un mundo hispánico en formación.
Clara LÓPEZ BELTRÁN
Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia)/CSIC
PUIG-SAMPER, Miguel Ángel y VALERO, Mercedes, Historia del Jardín Botánico de
la Habana, Aranjuez (Madrid), Ediciones Doce Calles - Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000, 252 pp.
En los últimos años la historia de la evolución de la actividad científica en Cuba ha registrado un notable progreso gracias a la labor de dos grupos de historiadores nucleados en
dos Instituciones fundamentales, una en la propia Isla y otra en la antigua metrópoli. Nos
referimos al Departamento de Historia de la Ciencia que durante años ha radicado en la antigua sede de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana —inserto en
una Institución que ha sido indistintamente Museo de Ciencias o Centro de Investigaciones,
sin dejar de ser ambas cosas en ningún momento— y al Departamento de Historia de la
Ciencia (y en no poca medida el de Historia de América) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid.
Con altas y bajas ambas instituciones han mantenido una fructífera colaboración y
por encima de todo sus investigadores. El libro sobre el Jardín Botánico de la Habana en
el siglo XIX que ahora aparece, es sin duda una de las realizaciones concretas más notables, resultado de la indagación de varios años por parte de los investigadores PuigR. I., 2000, n.º 220
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Samper, de España, y la cubana Valero. No hay más que revisar en la bibliografía anterior de ambos autores para encontrar adelantos a la presente obra, en los temas botánicos
y de las ciencias naturales en general y en el caso particular de los jardines botánicos
madrileño y habanero.
La obra, con prólogo del destacado historiador de la ciencia español José Luis Peset,
se divide en cinco capítulos. El primero, bajo el título de «La ciencia de los señores del
azúcar», nos adentra en el contexto en que surgió la idea de fundar en la Isla una institución de este tipo, determinada, como nos dicen, por la «aparición en Cuba de un poderoso
grupo azucarero criollo a finales del siglo XVIII, verdadera oligarquía en el terreno económico y auténtica elite en los asuntos políticos militares e intelectuales». Se trata de un
repaso sintético al momento del despegue de la producción de azúcar en la Isla y sobre
todo a sus promotores, quienes concedieron entonces a las ciencias un lugar destacado en
el empeño de modernizar la colonia y contribuir por medio de ésta al afianzamiento del
gran salto productivo propiciado por la revolución haitiana.
Y entre las ciencias, aquellas con mayor aplicación al fomento azucarero, como eran
la botánica y la química. Por otro lado, el interés interno por la actividad científica, como
destacan los autores, no podría verse separado de su estímulo y fomento directo o indirecto desde la metrópoli bajo el signo del reformismo ilustrado del XVIII, bien a través del
envío de colonias americanas, de expediciones científicas para el reconocimiento y control
de los recursos naturales, o bien mediante la creación de instituciones científico académicas
al estilo de las existentes en la península, como es el caso de los jardines botánicos.
Para que no quepan dudas de la estrecha relación de las iniciativas surgidas en la metrópoli y la colonia y los intereses a ambos lados del Atlántico que confluyen en el notable desarrollo de la ciencia en la Isla en el tránsito del siglo XVIII al XIX, dedican los
autores el segundo capítulo a «Las expediciones científicas españolas a Cuba». En éste se
recoge de modo especial la actividad desplegada por la Real Expedición Botánica a Nueva España en suelo cubano, bajo la dirección de Martín de Sessé, y por la Comisión Real
de Guantánamo.
Luego de estos dos capítulos introductorios, se pasa a estudiar en los tres restantes el
tema específico del Jardín Botánico existente en La Habana durante el siglo XIX. El
capítulo III, titulado «El jardín del Campo de Marte», se ocupa de la creación de la institución, sus antecedentes más inmediatos y a la figura de su principal promotor, el intendente Alejandro Ramírez. Asimismo se ofrece un perfil biográfico del primer director y
de la estructura, organización y financiación en los primeros años de actividad.
El capitulo IV está dedicado a evaluar la etapa en la que se desempeñó como su director el destacado naturalista español Ramón de la Sagra. Junto a una amplia información de la labor de La Sagra al frente de la Institución, se insertan acápites independientes
para analizar las realizaciones más importantes de esta etapa, como fueron la cátedra de
Botánica Agrícola, los Anales de Ciencias, Agricultura, Comercio y Artes y la Institución
Agrónoma de La Habana. Por último se hace referencia a las polémicas que le tuvieron
como contendiente de José Antonio Saco y que a la postre se convirtieron en símbolo de
las pugnas intelectuales entre peninsulares y criollos. Entre 1824 y 1835, fecha en que
dejó Cuba el reconocido naturalista, el Jardín Botánico de La Habana tuvo su época de
mayor esplendor, con énfasis en los estudios botánicos aplicados a la agricultura insular
bajo el propósito de modernizarla y de atenuar la avasalladora preponderancia de los
cultivos comerciales.
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El hecho de que nominalmente Ramón de La Sagra continuase por varios años como
Director de la Institución es una de las causas manejadas por los autores al analizar la
paulatina decadencia del Jardín Botánico de La Habana. No obstante, a pesar de las adversidades de todo tipo, logró mantenerse en actividad hasta las postrimerías de la centuria. A esta larga etapa de más de seis décadas se dedica el capítulo final: «Un naturalista
hispano-francés en la dirección del Jardín Botánico de La Habana: Pedro Alejandro Auber (1786- 1843)».
Correspondió a éste la dirección interina hasta su muerte, y tanto por su destacada labor como por la difícil situación que le correspondió enfrentar, entre otras el traslado
repentino del jardín, constituye el centro de atención de los autores en este último capítulo. Auber, a diferencia de su predecesor, encaminó la labor hacia los estudios botánicos
aplicados a la medicina y la farmacia, a partir de su idea de «hacer una materia médica y
una farmacopea cubana, basada en el conocimiento de la botánica», aunque sin descuidar
del todo el interés por la vertiente agronómica debido a su importancia para la Isla. Le
sustituyó al morir, también con la condición de Director sustituto, su hijo Emilio, de
quien se destacan además de su actividad al frente del Jardín otros importantes datos
biográficos. La vida de la Institución en la segunda mitad del siglo es calificada por los
autores de agónica, aquejada tanto por la falta de recursos y la situación política como por
los diferentes cambios de dependencias a las que estuvo adscripto: Escuelas Profesionales,
Sociedad Económica, Instituto de Segunda Enseñanza, Inspección General de Montes.
Nos encontramos en fin ante una importante obra en el cada vez más sólido camino
de la historia de la ciencia en suelo cubano, en la que nos conducen Puig-Samper y Valero a través de la historia de una de las más duraderas de las instituciones científicas del
período colonial, el contexto en que hubo de desarrollar su actividad, y en los motivos de
sus éxitos y vicisitudes. Leerla ayudará, junto a aportes tan necesarios como dotar a las
instituciones que se pueden considerar como sus herederas de un antecedente desdibujado
en el tiempo, a explorar las dificultades para la experimentación científica de encontrar
eco en una realidad más amplia, como es el caso del histórico tema de la diversificación.
En este sentido esperamos que los autores puedan en un futuro, de ser posible, ampliarnos
sobre experiencias que surgidas en el Jardín Botánico de La Habana decimonónico se
hayan al menos intentado poner en práctica en una escala más amplia. Y como ya es
costumbre, el excelente trabajo editorial de Doce Calles y su Colección de Historia Natural Theatrum Naturae, dirigida por el propio Miguel Angel Puig-Samper hacen el resto.
Una bella edición de la mejor calidad con ilustraciones de ejemplares de la fauna y la
flora cubana dibujados en el XIX, vistas de La Habana colonial y planos de su Jardín
Botánico de entonces, para una obra que será sin duda referencia obligada para los estudiosos de la historia de la ciencia en Cuba.
Reinaldo FUNES
Museo Carlos J. Finlay,
Academia de Ciencias (La Habana)
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ROJAS RABIELA, Teresa, dir. Vol. y MURRA, John V., codir. vol., Las sociedades originarias, Vol 1 de la Historia General de América Latina, Madrid y Paris, TrottaUNESCO, 1999 (660 pp., mapas, Ill.)
A diferencia de otros libros, la aparición del primer tomo de una Historia general de
América Latina genera expectativas que van más allá de sí mismas. Por un lado, proclama la existencia de una nueva síntesis, de la cíclica y necesaria renovación producto de la
investigación más reciente o de un nuevo «acuerdo» sobre la forma o carácter de ese
pasado. Este nuevo texto puede simplemente recoger la versión ya reconocida por los
expertos o tratar de tranformar esa visión intentando aplicar una visión deliberadamente
polémica. Para historias como la que nos ocupa, la última alternativa es menos habitual y
cada nueva publicación tiende a intentar incorporar el camino recorrido por la disciplina
o simplemente actualizarse. Por otro lado, los autores, los editores y las instituciones que
auspician su realización son otro de los orígenes de las expectativas que estas obras generan en la academia y los posibles lectores nos especialistas.
En el caso de la obra que nos ocupa, son dos los elementos de ella que, en mi opinión, más destacan en una primera aproximación: el patrocinio de la UNESCO, y la procedencia generalmente latinoamericana de los autores. A diferencia de otras obras de
referencia clásicas, como la muy semejante en estructura, historia de Latinoamérica de la
Universidad de Cambridge, el propósito primordial de la obra, como dice el presidente
del Comité Internacional que supervisa la Historia en la introducción general, Germán
Carrera Damas, es «contribuir a la renovación de la conciencia histórica del criollo latinoamericano y, por ende, a promover el papel propio y relativo de las demás sociedades
con las cuales comparte el territorio americano» (pág. 23).
Se trata, como indica el antiguo presidente de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, de realizar una aportación histórica acorde con el doble propósito de la organización
internacional de promover y «facilitar la comunicación y la comprensión entre las naciones» (pág. 11). Para ello se ha concebido la obra como una historia total, coordinada por
un comité científico internacional en el que estan representadas una importante proporción de naciones latinoamericanas más Nigeria, EEUU, Reino Unido, Portugal y España;
y que ha contado con las aportaciones de una red de 240 especialistas repartidos en una
obra de 9 volúmenes (I. Las sociedades originarias, II. El primer contacto y la formación
de las nuevas sociedades, III. Consolidación del orden colonial, IV. Procesos americanos hacia la redefinición social, V. La crisis estructural de las sociedades implantadas,
VI. La construcción de las naciones latinoamericanas, VII. Los proyectos nacionales
latinoamericanos: sus instrumentos y articulación, 1870-1930, VIII. América Latina
desde 1930, y IX. Teoría y metodología en la Historia de América Latina).
Un proyecto total que se inició en 1981 y que pretende examinar las variantes regionales y la globalidad de América Latina en el mundo sin perder de vista los papeles jugados por todos los actores de esa historia. Por ello, se insiste en la introducción general de
la obra, se pretende centrar el foco del estudio más en las sociedades de ese mosaico que
da lugar a la sociedad latinoamericana concebida como un todo diverso. Un propósito
ambicioso y, en mi opinión tan loable como políticamente correcto, que parte de una base
académica inusitadamente amplia y que se introduce en un universo historiográfico plagado de obstáculos nacionalistas, coloniales y políticos. La introducción general de la
obra, realizada por Germán Carrera Damas, es, en sí misma una declaración programática
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que identifica los problemas que enfrenta un proyecto multinacional y ofrece una alternativa hasta la ahora perspectiva «criolla» que él manifiesta ha de ser superada, en su opinión, por «una perspectiva histórica del largo periodo americano» (pág. 18), que la identifique frente otras regiones del mundo, y, en segundo lugar, situando «a las sociedades
implantadas en una relción de interacción múltiple con los factores y procesos que a lo
largo de medio milenio han condicionado su formación» (pág. 18).
Para ello es necesaria una visión que acentúe más las continuidades, la especificidad
americana de un transplante humano más que social en la que lo europeo se formula y
transforma en un nuevo entorno, donde las sociedades indígenas son «condicionantes y
condicionadas», en el que la población africana, «además de componente del mestizaje
global, [es] también la matriz de sociedades afroamericanas» (pág. 19), en el que las
distintas olas migratorias ha mantenido y mantiene abierto su constante proceso de transformación. En última instancia, el objetivo de la obra no sólo es académico sino político:
«contribuir a actualizar, en las sociedades implantadas latinoamericanas, los criterios
nacionales y nacionalistas, en el sentido de hacerlos concordar con el momento histórico
que viven esas sociedades» (pág. 21) que permita, además, «actualizar su nacionalismo»
sobre unas bases más inclusivas.
Desgraciadamente es imposible realizar una valoración crítica de los propósitos generales de la obra sin contar con los nueve volúmenes. A esta dificultad se añade la propia naturaleza del primer tomo de la misma, el dedicado a las sociedades originarias, que
trata, como indica Teresa Rojas Rabiela, directora del volumen, de América antes de
América. En su opinión es necesario abordar el mundo previo a la llegada de los castellanos y portugueses para ver las raíces comunes de una historia de historias en la que se
restablezca la historicidad de las sociedades aborígenes y, con un carácter mucho más
ambicioso, de «lograr una historia precolombina que no sea un mero antecedente o justificación de los episodios 'gloriosos y heroicos' protagonizados por los europeos en tierras
americanas después de 1492, sino una historia propia que esté presente en la hazaña de la
humanidad» (pág. 26).
Para llevar a cabo dichos propósitos este tomo, que cuenta también con la codirección de John V. Murra, se estructura de un modo que, en mi opinión muestra una aproximación más clásica que la declaración de voluntades de la introducción al primer volumen. La obra se divide por capítulos centrados en las grandes áreas culturales latinoamericanas bajo una perspectiva temporal de larga duración, a los que preceden dos capítulos
introductorios, en el primero de ellos, a los rasgos de la naturaleza latinoamericana (a cargo
de Olivier Dollfus) y, en el segundo, al poblamiento del o los continentes americanos (Alan
L. Bryan). Le siguen dos capítulos en los que se demarcan dos grandes áreas de la región:
Mesoamérica (Lorenzo Ochoa, E. Ortíz-Díaz y Gerardo Gutiérrez) y, la algo sorprendente
para los cánones antropológicos clásicos, de Sudamérica (Luis G. Lumbreras).
Con respecto a este primer bloque, que marca el tono general del resto del texto,
quiero destacar la capacidad de síntesis de los capítulos, así como la bastante bien elaborada presentación del área y orígenes del mundo que se va a abordar de modo pormenorizado en los siguientes capítulos. De ellos, y también dentro de todo el volumen, destaca
el actualizadísimo texto de Allan Bryan sobre el poblamiento originario de América en el
que se nos introduce, además, en las particularidares de este ámbito de los estudios prehistóricos y las polémicas existentes al respecto. Sería injusto, en mi opinión medir con el
mismo rasero al resto de los capítulos de la obra ya que, a pesar de ser una excelente
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revisión y síntesis histórica del mundo latinoamericano precolombino, se queda corta en
los objetivos que sus directores se proponen.
Una lectura cuidadosa de todo el volumen nos permite no sólo obtener un panorama
de las sociedades originarias bastante actualizado, imposible de conseguir en español
sino, además, la tremenda distancia a la que estamos de esa «historia aborigen». Pretender, sin embargo, que una obra general como la reseñada alcance ese objetivo, en mi
opinión inalcanzado en casos puntuales y especializados, sería claramente injusto sobre
todo cuando lo que se nos ofrece es un intento por aproximarse a ese ideal desde el irregular estado actual de conocimientos de que gozamos en el área. Llama la atención, dentro de este proyecto, la procedencia «políticamente correcta» de los autores de los distintos capítulos de distintas áreas y etapas ya que, en general, área y procedencia nacional
del experto tienden a coincidir de un modo sistemático.
Por otro lado, y como es habitual en todas las obras generales de esta índole, las áreas
injustamente llamadas marginales con respecto a las «civilizaciones» mesoamericanas y
andinas carecen, en mi opinión, de un tratamiento suficientemente extenso. Ahora bien
hay que aclarar una vez más que dicha peculiaridad no es más que el reflejo del estado de
nuestros conocimientos sobre todo el territorio y que los propios editores destacan.
Con respecto al libro propiamente dicho hay que destacar el esfuerzo de la joven (y
galardonada con el Premio Nacional) editorial Trotta por realizar una edición de calidad
con un precio relativamente ajustado. La inclusión de unos índices toponímico y onomástico junto con una bibliografía general es loable; sin embargo, para una obra de estas
características hay que señalar algunos problemas que parecen producto de cierta
precipitación: la bibliografía no recoge autores y obras mencionados en el texto: algunas
de las fotografías no tienen la calidad deseable y se hace uso de una terminología
altamente especializada que hubiera merecido un glosario con definiciones básicas para
el lector culto no especializado y los estudiantes de la materia.
La aparición del primer volumen de la Historia General de América Latina es, tras
los fastos (y nefastos) de las conmemoraciones del Quinto Centenario, un acontecimiento
digno de celebración por su calidad, por su voluntad de actualización y por la manifestación de una nueva voz latinoamericana más inclusiva (tanto si, al final del recorrido se
consigue ese objetivo como si se queda corto en sus aspiraciones). Con todo, es deseable
que se convierta en un lugar de referencia habitual en cualquier bibliografía básica.
Fernando MONGE
Instituto de Historia, CSIC
SOTO ARANGO, Diana, PUIG-SAMPER, Miguel Ángel y GONZÁLEZ-RIPOLL, M.ª Dolores (Eds.), Científicos Criollos e Illustración, Aranjuez (Madrid), Ediciones Doce CalleColciencias-Rudecolombia, 1999, 271 pp.
Desde tiempo atrás, la reflexión relativa a la Ilustración española e hispanoamericana ha
sido uno de los temas predilectos de la historiografía. Más aún, esta misma temática ha dado
lugar a debates y, a veces, a discusiones encarnecidas, unos y otros relativos a la relación
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
existente entre ambas ilustraciones así como a la interpretación que se podía proponer de
ellas. Cabría preguntarnos si fue, en todo o en parte, la Ilustración americana una simple
excresencia de un fenómeno nacido en España y exportado desde allí a las colonias, qué
conexión —o conexiones— pueden establecerse entre Ilustración e Independencia, qué
relaciones mantuvo la Ilustración americana con el resto de Europa, o si, en este intercambio, entre el Viejo y el Nuevo Continente, América fue sólo un receptor. Éstos, y
muchos otros, fueron algunos de los interrogantes que alimentaron dichos debates a lo
largo de los años.
Sin embargo, a pesar de una bibliografía ya abundante, la nueva publicación ofrecida
bajo la coordinación de Diana Soto Arango, Miguel Ángel Puig-Samper y M. Dolores González-Ripoll propone un planteamiento original que intenta —y en gran parte consigue—
salirse de los caminos andados por sus antecesores. Como lo expresa muy claramente el
título, se trata en esta obra colectiva de llevar a cabo una reflexión centrada en los propios
protagonistas de lo que fue la Ilustración en América. Por otra parte, este enfoque centrado
en los actores de la Ilustración americana pretende también insistir en la dimensión americana, más concretamente criolla, del fenómeno. La compilación propone por lo tanto un
«retrato de familia» de aquellos hombres —no se encuentra entre el grupo constituido para
la ocasión una sola mujer que haya merecido la atención, aspecto que no deja de suscitar la
reflexión y hubiera merecido sin duda algún comentario cuando no justificación o explicación— que como científicos de diversas disciplinas, algunos de ellos teóricos, otros más
bien preocupados por aspectos mas prácticos, ocuparon un lugar de primer plano en la
escena intelectual americana de la segunda mitad del siglo XVIII. Sin tener la mas mínima
pretensión de alcanzar cualquier exhaustividad —lo cual no tendría sentido en una reflexión
como la desarrollada aquí— la obra propone una selección bastante representativa de lo que
fue la Ilustración americana mediante la presencia de tres novohispanos, tres neogranadinos, dos pertenecientes al virreinato de La Plata , dos al del Perú y tres brasileños.
Más allá de esta, ya de por sí, muy interesante paleta, los coordinadores enfocan su
atención hacia una perspectiva poco habitual ya que generalmente se insistió en el intercambio orientado desde Europa hacia América. A la inversa, varias de las contribuciones
centran su atención sobre americanos que precisamente desarrollaron gran parte de sus
actividades profesionales no tanto en su tierra sino en la propia metrópoli, contribuyendo
así al desarrollo de la Ilustración en España. Los casos de Dávila, Mociño, La Llave o
Zea sirven por lo tanto de acertado ejemplo de aquellos intercambios científicos, y más
ampliamente culturales, que no se realizaron en una dirección exclusiva, como mucho
tiempo lo consideró la historiografía, ya que el movimiento fue más bien un continuo ir y
venir entre Europa y América.
La obra propone una reflexión enfocada desde una triple problemática. Por una parte,
no olvida retomar la clásica pero necesaria difusión de los nuevos paradigmas científicos
europeos hacia las colonias mediante la proyección de la nueva cultura ilustrada con el
caso de americanos formados en prestigiosas instituciones de la Península. Tal es el caso
del interesante análisis de la formación científica de J. M. Lanza, realizada por Manuel
Lucena Giraldo. Sin embargo, este tradicional aspecto es minorado aquí para dejar mucho
más espacio a una segunda problemática relativa al desarrollo de una Ilustración más
propiamente criolla mediante, entre otros casos, el del llamado periodismo científico
americano. Varias contribuciones abordan el análisis del tema desde esta óptica. Tal es el
caso, por ejemplo, de F. Campo del Pozo quién sugiere una reflexión sobre la modernizaR. I., 2000, n.º 220
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ción de los planes de estudios en Bogotá expuesta por fray Diego Francisco Padilla a
finales del siglo XVIII. Lo mismo ofrece María Cristina Vera de Flachs al analizar el
proyecto de Gregorio de Funes para renovar el plan de estudios de la Universidad de
Córdoba en el virreinato de la Plata o D. Soto Arango con el caso de Francisco Antonio
Zea. La contribución de M. A. Puig-Samper y M. D. González-Ripoll también aborda
este mismo aspecto aunque lo haga sin centrarse en un individuo concreto sino en un
espacio de difusión de la ciencia ilustrada como lo fue El Papel Periódico de La Havana.
Lo interesante de este último planteamiento es que permite establecer la estrecha correlación entre la difusión de los aportes científicos de la Ilustración y la demanda local. En
este sentido, el periódico escogido, que fue el órgano de expresión del importante grupo
azucarero en la isla, viene a ser un excelente lugar de observación de dicho fenómeno.
Sin embargo, y es quizás aquí la principal originalidad de la obra, muchas de las otras
contribuciones desarrollan una tercera problemática al invitarnos a reflexionar sobre la
actividad desarrollada por estos ilustrados americanos en la propia metrópoli. Entre las
diversas contribuciones de gran interés, merecen ser destacadas la aportación de J. L.
Maldonado Polo y Graciela Zamudio sobre el conocido naturalista novohispano José
Mariano Mociño quien, entre otras muchas actividades, acabó por tomar la responsabilidad del Gabinete de Historia Natural de Madrid antes de conocer un fin algo dramático.
Después de una vida dedicada a la ciencia, la irrupción de la política dentro de sus actividades profesionales significó para él un trastorno de gran magnitud. Sospechoso de
afrancesamiento en un período traumático tras la invasión napoleónica, tuvo que exiliarse
en 1813. Se refugió en Francia donde estuvo unos cuatro años. Si alcanzó regresar a la
Península en 1817, no consiguió obtener el modesto cargo al que pretendía, o sea el de
médico rural. La muerte lo alcanzó pocos meses después de su llegada a Barcelona,
cuando atravesaba una situación personal algo crítica.
Varias de las contribuciones aquí reunidas ilustran que la desventura de José Mariano
Mociño no fue de ningúna manera una excepción. No fueron raros los ilustrados americanos que, voluntariamente o no, se encontraron envueltos en las tormentas políticas
surgidas del movimiento hacia las independencias de las colonias americanas. El ejemplo
de Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz, estudiado por M. Alaperrine-Bouyer, no deja en
este sentido de ser particularmente significativo e interesante. Lo mismo se podría decir
de José Ignacio de Pombo, quien vino a ser uno de los líderes del movimiento independentista en la Nueva Granada, siendo el portavoz de los intereses de los comerciantes
cartageneros. Desde un enfoque renovado estos estudios retoman el viejo tema de la relación entre Ilustración e Independencia.
Otro aspecto interesante planteado en algunas de las contribuciones es la cuestión de
la integración de estos científicos americanos, que siempre habían concebido los intercambios con Europa en general y la metrópoli en particular como una necesidad, dentro
de la intelectualidad surgida de las independencias. A esta temática de gran interés, que
permite escaparse de la tradicional ruptura impuesta en la historiografía del período colonial al considerar la independencia como un punto final insuperable, se dedica la contribución de Celina Lértora Mendoza al tomar el caso de Manuel Moreno, estudiando sus
relaciones con lo que denomina la autora la naciente ciencia argentina.
Esta obra colectiva, muy diversa en sus planteamientos pero que mantiene una gran
unidad y coherencia en su problemática, ofrece por lo tanto un acercamiento original a
una temática que sigue siendo un eje de investigación particularmente activo dentro de la
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historiografía americanista. Probablemente el período de conmemoración de la gesta
humboldtiana -en la que entramos el año pasado al cumplirse el bicentenario de su viaje a
América- contribuirá en los meses venideros a alimentar la reflexión sobre un tema fundamental para la comprensión de la historia de América.
Michel BERTRAND
Université de Toulouse-Le Mirail
THORP, Rosemary, Progress, Poverty and Exclusion. An Economic History of Latin
America in the 20th Century, Nueva York, Interamerican Development Bank, XIV+369
páginas, cuadros, gráficos, mapas, ilustraciones, fotografías y textos seleccionados, índice
de materias, bibliografía y apéndice de contribuciones y trabajos de consultoría; Prólogo
de Enrique V. Iglesias y Manuel Martí González (pp XI-XII), y Apéndice Estadístico de
Pablo Astorga y Valpy FitzGreald (pp 307-365).
En 1984 se publicó Latin America in the 1930s: the Role of Periphere in World Crisis (editado por R. Thorp, Basingtoke, Macmillan & St. Antony's College, y traducido al
español en 1988 por el Fondo de Cultura Económica en México, con el título América
Latina en los años treinta. El rol de la periferia en la crisis mundial), libro emblemático
de lo que, desde mi punto de vista, significó la mayor revolución de la historiografía
económica sobre América Latina en las últimas décadas. Las conclusiones de sus distintos artículos mostraban los errores y carencias de los análisis cepalinos y dependentistas
sobre la evolución de las economías regionales, excesivamente enfocados desde el lado
de la demanda, y señalaban la necesidad de realizar más estudios sobre casos nacionales
y desde el lado de la oferta. Además, la obra supuso también la consolidación de un grupo de trabajo que desde entonces ha seguido cooperando y ofreciendo resultados muy
interesantes, compuesto fundamentalmente por latinoamericanos de distintas nacionalidades y británicos: C. Díaz Alejandro, E. Cárdenas, G. Palma, J.A. Ocampo, R. Cortés
Conde, V. Bulmer-Thomas, V. FitzGerald o la propia R. Thorp, entre otros.
Progress, Poverty and Exclusion. An Economic History of Latin America in the 20th
Century es parte y síntesis a la vez de la labor del referido grupo de investigadores. Igualmente, se ha publicado en inglés y en castellano y forma parte de un proyecto más
ambicioso, pues en breve estará acompañado por la aparición de dos volúmenes en coautoría, The Export Age: The Latin American Economies in the Late Ninetheenth and Early
Twentieth Centuries e Industrialisation and State in Latin America: The Black Legend of
the Post War Years (editados ambos por E. Cárdenas, J.A. Ocampo y R. Thorp en Londres, Macmillan & St. Antony's College, y México, Fondo de Cultura Económica), así
como por la reedición del citado Latin America in the 1930s: the Role of Periphere in
World Crisis. Los tres primeros libros son el resultado de un encuentro sobre el tema que
se realizó hace algunos años en Guatemala.
Toda investigación, aunque esté firmada por una única persona, es de un modo u otro
la suma de esfuerzos colectivos, la que ahora nos ocupa más aún. Además del apéndice
estadístico, confeccionado por P. Astorga y V. FitzGerald, y cuyo contenido es suficiente
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para ilustrar el estudio, R. Thorp utiliza varios trabajos de consultoría, formales e informales, para la elaboración de los distintos capítulos. Este modo de proceder le permite
ganar en rigurosidad y consistencia y eludir en parte los errores en que se suele incurrir
cuando se aborda un estudio de tanta envergadura y en el que es preciso incluir análisis y
reflexiones acerca de temas que un autor individual conoce poco. Tales trabajos, que se
acreditan explícitamente en el texto, versan sobre determinados aspectos de índole general, o sobre los países examinados en el libro. Así, Ó. Altimir, A. Crawley, S. Hunt, C.
Kay, A.K. Knight, S. Gunder, R. Ffrench-Davies, S. Griffith-Jones y A. Maddison ayudaron a R. Thorp, respectivamente, con los problemas referentes a la distribución del ingreso, las relaciones entre Unión Europea y América Latina, el Estado del Bienestar, la reforma agraria, la historia rural, la ecología, la integración económica, la globalización, y
el crecimiento a largo plazo. R. Cerdas, H. Finch, N. Girvan, J. Dunkerley, M. Szekeley,
J. Maiguashca y B. Pollit, por su parte, aportaron sus conocimientos sobre Costa Rica,
Uruguay, el Caribe, Bolivia, México, Ecuador y Cuba. Finalmente, D. Treece, C. Romano, S. Wunder, J. Sábato, V. Stolcke, E. Jelin, C.D. Deere y M. Deas colaboraron también en otros aspectos del estudio.
El resultado de un libro concebido y estructurado de forma tan original es, en nuestra
opinión, un excelente ensayo interpretativo sobre la historia económica reciente de América Latina, y sobre la similitudes y diferencias entre los distintos países de la región.
Como tesis central, la autora señala que estos últimos experimentaron en el siglo XX dos
procesos de crecimiento y construcción institucional. El primero databa de mediados de
la centuria anterior y se prolongó —dice textualmente—, hasta los «desórdenes» ocasionados por las dos guerra mundiales y la depresión de 1930. El segundo comenzó en esos
años y siguió hasta las crisis del petróleo y la deuda externa (1973-1982). A pesar de sus
diferencias —dice además—, ambas fases se caracterizaron por haberse perpetuado en
sus momentos finales gracias al financiamiento externo, lo que acabó agravando los problemas económicos con crisis de deuda como la mencionada. Ambas, por otro lado, compatibilizaron crecimiento e inequidad, hasta tal extremo que se puede afirmar que dicha
inequidad es el inconveniente más grave que afronta hoy Latinoamérica, junto con el
deterioro del medio ambiente producido por la explotación indiscriminada de los recursos
e inherente también a su proceso histórico de desarrollo.
El tratamiento del problema de la inequidad como algo funcional a los sistemas económicos de los países de América Latina, independientemente de los cambios que experimentaron los mismos a lo largo del siglo XX, es la aportación más interesante y original
del análisis de R. Thorp. Las principales diferencias entre esos países —señala—, se
dieron fundamentalmente en las respuestas a las grandes crisis de la centuria, particularmente a la que cerró el segundo de los referidos períodos de crecimiento en la década de
1980, e indagar en el por qué es crucial para entender lo que sucedió después.
En el período que terminó con la depresión de 1930, caracterizado por un crecimiento conducido por las exportaciones, la combinación del tipo de condiciones preexistentes
y de la clase de producto comercializable es la ecuación que parece explicar mejor las
diferencias entre las distintas nacionales de América Latina. En general, el café fue el
artículo que permitió una mayor diversificación de la economía, y la presencia de población indígena el factor más determinante para un alto grado de inequidad y conflictividad.
Al analizar las competencias políticas y el desarrollo institucional, R. Thorp demuestra,
además, que la expansión guiada por el sector externo no dependió tanto como se pensaR. I., 2000, n.º 220
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ba de la afluencia de capital extranjero, que los países que alcanzaron niveles más altos
de consolidación institucional e igualdad social fueron aquéllos en los cuales las elites
tuvieron que aprender a tratar entre ellas, y que el desarrollo anterior a los años treinta no
es un buen predictor de la rapidez y consistencia de la recuperación posterior a la crisis.
En el período de crecimiento que se inauguró tras la depresión de 1930, en general,
se produjo un reforzamiento de las clases medias y del movimiento obrero, incluso surgieron movimientos de defensa de la población menos integrada, particularmente indígena, pero la oligarquía permaneció normalmente en el poder. Se redefinió el papel del
Estado en la economía, pero no enfrentó dicho poder oligárquico ni reformó su función
fiscal para mejorar la equidad en la distribución de los ingresos, con lo que se mantuvo,
incluso se reforzó la desigualdad sistémica heredada de la etapa anterior.
La última parte del trabajo está dedicada a examinar los cambios experimentados por
las economías latinoamericanas desde la década de 1980 y, aunque se apuntan algunas
luces que podrían mejorar en el futuro los grandes problemas de la región, su principal
conclusión, no obstante es pronto todavía para sostenerla con firmeza, es que las necesidades de reducción del gasto público a que obligó la gran crisis financiera de esa década
han empeorado incluso más los problemas de equidad social.
En el desarrollo de su tesis central sobre el crecimiento económico con un alto grado
de inequidad, el libro de R. Thorp analiza los grandes procesos históricos de la región y
se detiene en las particularidades de cada país y en cada período. En este sentido la obra
tiene una cualidad que no es común en trabajos de ese mismo tipo: no se limita a las
grandes naciones de la región. Haber contado con la colaboración de investigadores especializados en el área del Caribe, Centroamérica, Ecuador o Bolivia, por ejemplo, ha sido
esencial para eludir ese defecto.
Aparte de lo anterior, se puede decir también que el libro de R. Thorp es heredero de
dos grandes corrientes de investigación actual. Una procede de la economía; la otra de la
sociología, la antropología y la historia social. De la primera toma el problema del crecimiento con equidad, redefinido por la autocrítica estructuralista y cepalina tras la crisis de
la década de 1980 con una perspectiva menos ideológica que la que había tenido tradicionalmente, más orientada a la búsqueda de soluciones de desarrollo autosostenible y preocupada por los efectos del deterioro medioambiental y las posible soluciones para el
mismo. De esta corriente es directamente heredero Progress, Poverty and Exclusion. An
Economic History of Latin America in the 20th Century. Con la otra entronca solamente
de soslayo. A pesar de contar entre sus consultores con V. Stolke, una de las pioneras en
los estudios históricos sobre la naturaleza y las razones de la desigualdad social en América Latina, la formación económica de la autora y de muchos de sus otros consultores
explica que el libro no conozca la mayor parte de los trabajos existentes acerca de ese
tema, que ha sido abordado principalmente en relación con el racismo y otras formas de
xenofobia y con la construcción de las identidades nacionales latinoamericanas.
El desconocimiento de los trabajos de otras disciplinas es entendible, incluso disculpable. Es más, incluso resulta positivo reseñar que investigadores con diferentes enfoques y
preocupaciones estén llegando actualmente a planteamientos similares acerca de los principales problemas que padecen actualmente los países de América Latina y busquen una explicación histórica de los mismos para mejorar las posibilidades de resolverlos. El principal
defecto que en nuestra opinión tiene el libro de R. Thorp es la omisión, por ignorancia o
desestimación, de algunos trabajos, la mayoría clásicos, que desde el lado de la economía o
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la historia socio-económica se han planteado cuestiones similares a las que preocupan a la
autora y han ofrecido explicaciones a algunas de las cuestiones que ella plantea.
Llama la atención, por poner algunos ejemplos, pues en tan poco espacio es imposible entrar en más detalles, el desconocimiento de las conclusiones de algunas investigaciones clásicas, muchas de las cuales, incluso, no aparecen citadas en la bibliografía.
Entre ellas podemos citar, «verbigracia», la obra de A. Touraine, América Latina, política
y sociedad (Madrid, Espasa-Calpe, 1989), en la que se ofrece como explicación al problema de la exclusión social en muchos países de América Latina el hecho de que las
circunstancias históricas obligaron a una distribución relativamente grande y rápida del
ingreso entre los sectores sociales que protagonizaron los conflictos de las décadas de
1920 y 1930; distribución que fue en detrimento de la acumulación de capital y la inversión y que generó un progresivo problema de marginalidad entre aquéllos otros sectores
que no entraron en dicho reparto. Más ejemplos en este mismo sentido son los estudios de
C. Marichal, Historia de la deuda externa en América Latina (Madrid, Alianza, 1988),
que examina el tema con un mal endémico de las economías de la región; de D. Díaz
Fuentes, Crisis y cambios estructurales en América Latina: Argentina, Brasil y México
en el período de Entreguerras (México, Fondo de Cultura Económica, 1994), que indaga
en las políticas monetarias y fiscales tras la depresión de 1930; de E. Torres Rivas, Centroamérica, la democracia posible (San José de Costra Rica, FLACSO, 1988), el cual
sostiene que la preservación del poder de las oligarquías tras la referida depresión en las
Repúblicas del Istmo se debió a la ausencia de otras alternativas viables, o, finalmente, de
la compilación de M. Cerutti y M. Vellinga (comps.), Burguesías e industria en América
Latina y Europa meridional (Madrid, Alianza, 1988), donde distintos autores investigan
la formación de las elites y redes empresariales de varias naciones. Si se contrastan las
referidas conclusiones de todos estos estudios, como digo, tomados a manera de ejemplo,
y las tesis planteadas por el libro de Thorp y expuestas anteriormente, es fácil concluir
que su conocimiento por parte de esta última habría mejorado lo que de por sí es una
estupenda interpretación de la historia económica latinoamericana.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
R. I., 2000, n.º 220
Revista de Indias, 2000, vol. LX, núm. 219
AQUINO, Emigdio, José Carlos Mariátegui y el problema nacional, México, UDUAL,
1997, 236 páginas.
El libro que reseñamos está basado en una prolija investigación, realizada en el Perú,
durante una beca de investigación en la Universidad Nacional de San Marcos. Para realizarla, el autor estableció contactos y relaciones con una generación de mariateguistas que,
alrededor de la familia Mariátegui y Empres Editora Amauta, mantienen en el Perú y en el
extranjero el interés por el estudio de la vida y la obra de José Carlos Mariátegui. Su autor,
el historiador mexicano Emigdio Aquino, profesor de la Universidad Autónoma de
México, no sólo ha contado de esta manera con acceso a importantes fuentes documentales y testimoniales, sino que también estuvo en el Perú en un momento muy importante
para los estudios sobre José Carlos Mariátegui: la conmemoración del centenario de su
nacimiento, celebrada en 1994. Cabría destacar, dentro de lo señalado al respecto de nuestro autor, que en los úiltimos años el centro de la producción de investigaciones acerca de
la vida y obra de José CarlosMariátegui ha girado del Perú hacia Europa y algunos de los
más importantes países de América Latina. Este libro se inscribe, pues, al interior de este
cambio de centro.
El libro está compuesto en total por cinco capítulos. El primero está dedicado al
«Marco Histórico del Perú»; el segundo a «El marxismo, Mariátegui y el problema
nacional»; el tercero a «El problema Nacional en el Perú»; el cuarto a «La vigencia de
Mariátegui»; y, finalmente, el quinto a las «Conclusiones». El libro también cuenta con
cuatro anexos que ayudan a ilustrar al lector no especializado sobre algunas de las tesis en
él sostenidas; los integran la transcripción de los Principios Programáticos del Partido
Socialista y el testimonio de Eliseo García, colaborador dde Mariátegui, realizado por el
mismo Aquino, así como una cronología sumaria de la vida y obra de Mariátegui.
Respecto del primer capítulo, Aquino hace un repaso de la historia peruana desde el
fin de la guerra del Pacífico, en 1883, hasta la muerte de Mariátegui en 1930.
Concretamente, por un lado desarrolla la evolución económica y política del Perú y, por
otro, su evolución intelectual y social, agrupándolo todo en tres acápites. En el primer caso
realiza una periodificación en tres momentos: 1883-1895, que abarca al Tercer
Militarismo; 1895-1919, conocido como la República Aristocrática; y 1919-1930, correspondiente al oncenio de Leguía. En el segundo hace un seguimiento de los intelectuales
más representativos y sus ideas, y estudia cómo evolucionó la organización de los trabajadores peruanos.
En el segundo capítulo se hace un recuento del contexto internacional y latinoamericano en el que se enmarcan los escritos de Mariátegui, así como una formulación acerca
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
de lo que se define como «Problema Nacional», uno de los temas sobre los que volveremos más adelante. Respecto al tercero, es el capítulo central de la investigación en donde
Aquino desarrolla y analiza las principales tesis de Mariátegui acerca del «Problema
Nacional»; en cinco de sus cuatro acápites se estudian los problemas centrales de los planteamientos mariateguianos: el problema indígena y campesino; el carácter dual de la sociedad peruana; la polémica con otros planteamientos acerca del problema nacional; y la
apuesta de Mariátegui por un Perú integral. En el capítulo cuarto se hace una valoración
general de las propuestas de Mariátegui a través del análisis del problema de la vigencia
de sus planteamientos. Por último, en el quinto capítulo se aportan las conclusiones de la
investigación.
En cuanto a los aportes de la investigación de Aquino, queremos resaltar ciertos aspectos importantes, algunos de los cuales han sido dejados de lado por muchos investigadores
de la vida y la obra de Mariátegui y que podemos resumir en una idea fundamental: la perspectiva integral del proyecto socialista de Mariátegui. En primer lugar, que este autor no
sólo analizó la realidad peruana, lo que ha dado lugar a algunas interpretaciones acerca del
carácter «nacional» del socialismo de Mariátegui. Como muy bien nos recuerda Aquino,
Mariátegui ubicó el problema nacional del Perú dentro de contextos más amplios: la situación internacional, donde realizó importantes análisis acerca de la realidad europea
(España incluida) y los países colonizados, especialmente de Asia; y la realidad latinoamericana, en particular los referidos a los problemas de la identidad y la cultura, resaltando los lazos que los unen, pero también los que los dividen.
En segundo lugar, resaltar al problema indígena y el problema agrario como central en
su formulación del problema nacional del Perú. Desde su perspectiva marxista, Mariátegui
consideraba que el campesinado indígena, en tanto trabajador, tenía un papel fundamental
al lado de la clase obrera en el proyecto socialista. Esto que ahora podría ser evidente, en
el Perú de entonces no lo era. En tercer lugar, el carácter integral del proyecto de
Mariátegui. Contrariamente a una visión muy difundida, Mariátegui no era un «indigenista»: planteaba que para que el Perú dejara de ser una nacionalidad en formación, la tradición indígena debía ser incorporada a cualquier proyecto de construcción nacional al lado
de la tradición española y de la tradición republicana (o criolla). Fórmula que sería recogida por José María Argeueedas, quien la resumió en su célebre frase «Un Perú de todas
las sangres». Mariátegui, pues, no rechazó el aporte de las otras tradiciones históricas existentes en el Perú, sino que resaltó la necesidad de incorporar la tradición indígena a la cultura existente. Es en este sentido que Mariátegui encuentra puntos de encuentro con algunas posiciones indigenistas, pero esto no lo convierte en un indigenista. En cuarto lugar, el
rescate de un concepto de suma importancia para entender el carácter integral del proyecto nacional de Mariátegui: el de tradición. Mariátegui disingue por ello entre «pasadismo»
y «tradición». El primer término es concebido como algo ya establecido e inmutable, y que
ha llevado a muchos nacionalismos a planteamientos «esencialistas» de la nación, que en
el caso peruano se expresaba en las posiciones de los intelectuales de la generación del 900
que Mariátegui critica. El segundo, en cambio, es concebido como algo móvil y cambiante, que se desarrolla a partir del proceso histórico de cada país. Es en ese sentido que
Mariátegui habla, insistimos, de una «nacionalidad en formación», ya que la tradición indígena no había sido incorporada a la «tradición nacional».
Como balance general, podemos señalar que se trata de un libro bien logrado y prolijamente desarrollado, y que da aportes importantes para la continuación del debate tanto
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acerca de los planteamientos de José Carlos Mariátegui como de su importancia para el
análisis de los problemas contemporáneos de América Latina en el actual contexto internacional. Aportes que hemos resaltado en las líneas anteriores. Pero como toda obra que
aporta al debate, queremos también señalar algunas discrepancias y matizaciones a sus
planteamientos.
En primer lugar nos referiremos a las características de la obra de Mariátegui, y seguidamente a las bases teóricas y metodológicas de la investigación. En cuanto a las características de la obra del pensador peruano, habría que resaltar que se trata de trabajos formulados desde el periodismo y la ensayística. Nada más lejos de las intenciones de
Mariátegui que realizar una obra con el fin de formular un cuerpo cerrado de doctrina.
Como él mismo señaló en los Siete Ensayos, no consideraba que sus planteamientos estuvieran terminados, y habría que volver sobre ellos cuantas veces fuera necesario para desarrollarlos. La impresión que da la investigación de Aquino es que Mariátegui hubiera dejado formulado un corpus teórico que pudiera ser resumido y utilizado como una metodología a seguir. Mariátegui no sólo tenía una concepción heterodoxa del marxismo, sobre
cuyo tema Aquino no se detiene, sino además alejada de todo cientificismo propio tanto
del socialismo socialdemócrata como del marxismo soviético. No hace alusión, por ejemplo, a influencias incómodas para cualquier marxismo ortodoxo como las de Sorel o
Bergson. Más bien presenta al marxismo de Mariátegui como una continuidad lineal de las
obras de Marx, Engels y Lenin, que están obviamente presentes en la obra de Mariátegui,
pero no son las únicas. En ese sentido, no se recogen los aportes de algunos importantes
mariateguianos, como por ejemplo los escritos de Alberto Flores Galindo, que constantemente resaltó el carcter antidogmático de la obra de Mariátegui, lo que le llevó a polemizar con la Tercera Internacional o el Comintern. Es en ese sentido que debe entenderse la
vigencia de la obra de Mariátegui: como una obra abierta que debe ser continuada con la
misma creatividad con que él la hizo para interpretar la realidad peruana y transformarla.
En cuanto a las bases teóricas y metodológicas de la investigación, es claro que ésta
se inscribe por un lado en la tradición marxista y, por otro, dentro de la teoría de la dependencia, perspectivas que no son cuestionables en sí mismas pero que plantean problemas
en el campo de la teoría y la metodología. En cuanto a lo primero, el problema central es
el de seguir caracterizando a las clases sociales y a los intelectuales como sujetos homogéneos que se comportan en función de sus inmediatos intereses de clase. La realidad es
siempre más compleja, y por ello aplicar este esquema al problema nacional lleva a caracterizar tanto a los partidos políticos y a los intelectuales de «nacionales» y de «antinacionales». Es desde esta perspectiva que los debates de Mariátegui con intelectuales como
Víctior Andrés Belaúnde o Haya de la Torre no son entendidos en su complejidad. En
cuanto a lo segundo, también se ve patente en el análisis del problema nacional con respecto al imperialismo, en donde las clases dominantes son percibidas como meros títeres
de las grandes potencias internacionales. Por otro lado, respecto al problema nacional
mismo implica asumir un enfoque donde la nación es sólo resultado de una revolución burguesa y del desarrollo del capitalismo, procesos que debieron haberse producido con la
independencia a principios del siglo XIX. De esta manera, se sigue una concepción lineal
de la evolución histórica cuyo modelo se basa en los procesos de construcción nacional de
Europa occidental. Que este enfoque no es asumido por Mariátegui es claro cuando analiza la complejidad de la realidad peruana, donde el desarrollo del capitalismo no había
implicado la desaparición de estructuras no capitalistas sino que más bien las había reproR. I., 2000, n.° 219
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ducido. También se expresa en que la base del proyecto socialista de Mariátegui era recuperar la tradición comunitaria de las comunidades campesinas, tema tampoco tratado en el
libro, y que fue asimismo punto de fuertes debates no sólo con la Tercera Internacional sino
también al interior del propio Partido Socialista. Desde una perspectiva modernizadora, el
campo y la comunidad campesina representaban el atraso del país y debían desaparecer.
Mariátegui más bien planteaba recuperarlos para el proyecto socialista. ¿Es este planteamiento hoy vigente?
Estos comentarios no quieren desmerecer de ninguna manera los aportes del libro,
sino, como señalábamos anteriormente, continuar con un debate que sigue abierto y que es
siempre bienvenido.
Ricardo PORTOCARRERO GRADOS
Pontificia Universidad Católica del Perú
BÖTTECHER, Nikolaus y HAUSBERGER, Bernd (editores), Dinero y negocios en la historia
de América Latina. Geld and Geschäft in der Geshichte Lateinamerikas. Veinte ensayos
dedicados a Reinhard Liehr, Frankfurt am Main y Madrid, Vervuet-Iberoamericana,
Bibliotheca Ibero-Americana, 2000, 552 páginas, índice general y de autores, gráficos,
cuadros, mapas y bibliografía, prólogos de Nikolaus Böttecher y Bernd Hausberger y
de Günter Vollmer y datos biográficos y bibliografía de Reinhard Liehr.
Reseñar un trabajo colectivo es siempre una tarea complicada, pero más aún en el caso
que nos ocupa. Bajo un título tan amplio como Dinero y negocios en América Latina,
Nikolaus Böttecher y Bernd Hausberger reúnen una veintena de artículos muy distintos;
acerca de problemas, áreas o países, y momentos históricos muy diferentes; tan diferentes
como las metodologías y presupuestos teóricos usados por los autores para abordarlos. Con
esos precedentes, es obvio, pero a la vez necesario señalar que la obra, al igual que cualquier otra de este tipo, incluye estudios de muy diversa calidad. La razón de la compilación, además, no es estrictamente temática, al menos no solamente, sino rendir homenaje
a la labor del historiador Reinhard Liehr, lo que tampoco ayuda a su unidad y coherencia.
A ello hay que añadir, finalmente, que haber optado por incluir los textos en cuatro idiomas —castellano, alemán, inglés y portugués—, dificulta también el acceso a la totalidad
de sus contenidos a la mayoría de los lectores interesados en los temas tratados.
No obstante lo dicho anteriormente, Dinero y negocios en América Latina, aparte del
indudable valor que algunos de sus artículos tienen para el conocimiento de ciertos temas
específicos tratados en el mismo, es interesante como muestra del tipo de problemas que
atraen actualmente la atención de los historiadores de la economía latinoamericana, y de
las teorías y métodos de trabajo e investigación en uso. Aunque con ciertas limitaciones
que exponemos a continuación, en mi modesta opinión, la obra ofrece una visión bastante
completa del panorama historiográfico, fundamentalmente para el estudio de algunas cuestiones, como la historia empresarial, del comercio internacional o de las instituciones económicas, aunque particularmente centradas en el área novohispana colonial y mexicana
independiente.
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Acerca del valor muestral de la compilación de Böttecher y Hausberger es necesario
decir también que incluye otras dos limitaciones. En el orden estrictamente espacial, a
pesar de la mencionada concentración temática en el área del antiguo Virreinato de la
Nueva España, incluye artículos acerca de áreas y/o países como Perú, Venezuela, Bolivia,
Paraguay, Cuba o Brasil, pero también excluye completamente otros, algunos de enorme
importancia intrínseca e historiográfica, como la Argentina. La segunda limitación es la
ausencia de los estudios que emplean métodos econométricos para mejorar el conocimiento del pasado; procedimientos muy poco habituales en la investigación tradicional
sobre las economías latinoamericanas, pero que en las últimas décadas están generando
trabajos muy interesantes.
El libro comienza con una introducción de los editores y una especie de prefacio a
cargo de Günter Vollmer acerca de la obra de Liehr, al que sigue una relación de sus trabajos y datos biográficos más importantes. Como corolario, además, la compilación concluye con un ensayo de Horst Pietschmann sobre la «Globalización y mercado de trabajo:
la perspectiva del historiador de larga duración», en el que el autor apunta algunas conclusiones que ofrece el estudio de la historia para explicar el actual y controvertido problema de la mencionada globalización. Pietschmann señala que la único modo de superar
el nivel de decisión político-económico nacional es la agrupación internacional de países,
especialmente con criterios regionales, pero que para ser practicables, dichas agrupaciones
deben realizarse teniendo en cuenta los problemas nacionales y, particularmente, las
demandas sociales internas de los Estado que las forman.
Además, del ensayo de Pietschmann, Dinero y negocios en América Latina incluye
otros dos artículos, los firmados por Enrique Otte y Mariano Torres Bautista, muy diferentes del resto de los trabajos del libro que, de un modo u otro, es posible agrupar en grandes bloques temáticos, en función de su objeto de estudio. Otte estudia «La mujer de Indias
en el siglo XVI». Básicamente, el autor comenta la historiografía, el estado de la cuestión
y las fuentes disponibles para la investigación de un tema que ha merecido poca atención
hasta el momento. Torres Bautista, por su parte, analiza «La valorización del patrimonio
cultural. El caso del patrimonio industrial en América Latina»; es decir, las posibilidades
que ofrece la infraestructura concebida en su momento con propósitos productivos y ahora
en desuso por distintas razones, para albergar y potenciar actividades de carácter social y
cultural, que en su opinión son enormes.
La mayor parte de los trabajos compilados en el libro, como señalamos anteriormente, se dedican al estudio de la Nueva España o México. Dos de ellos, además, abordan problemas relacionados con la producción y el comercio del cacao: Ursula Thimer-Sachse,
«Wer war oder ist der 'Señor del Cacao'. Kakaobohnen als währrung im Vizekönigreich
Neuspanien», y Günter Vollmer, «Über den wechselkurs von cacaobohnen und den preis
der schokolate. Ein mexikanisches problem». Otros dos artículos se dedican a aspectos
relacionados con la minería: Eduardo Flores Clair: «Utopía y realidad. Proyectos para
financiar la minería novohispana (1777-1783)», y Brígida Von Mentz, «La organización y
el abasto de insumos de una empresa minera en Zacatecas al fines del período colonial e
inicios del independiente». Los capítulos firmados por Antonio Ibarra, «El Consulado de
Comercio de Guadalajara, 1795-1821. Cambio institucional, gestión corporativa y costos
de transacción de la economía novohispana», y Jorge Silva Riquer, «Mercado y comerciantes de la ciudad de México, 1830-1840», como sus títulos indican, se interesan por
temas comerciales, esencialmente del mercado interno de las grandes ciudades mexicanas,
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
aspectos que también definen el contenido del texto de Rosa María Meyer Cosío sobre
«Francisco Iturbe: del comercio local a las finanzas nacionales, 1809-1861», aunque éste
último indaga sobre un caso personal concreto. Finalmente, un octavo trabajo dedicado al
Virreinato novohispano es el de Bernd Hausberger, titulado «Ein silberayfkäufer macht
bankrott. Anmerkungen zu kredit, schulden und preisen im nordwestlichen Neuspanien».
Los problemas relacionados con el marco institucional, que han merecido mucha atención en las últimas décadas y cuyo estudio se reforzó tras la concesión del Premio Nobel
a Douglass C. North, y la historia empresarial, esencialmente casuística, y generalmente
en relación con el tema anterior, son los asuntos más abordados en la compilación. Flores
Clair, por ejemplo, piensa que las necesidades de capital de la minería novohispana en las
décadas de 1770 y 1780 provocaron un proceso de concentración de las compañías, pero
también hicieron patente la urgencia de reformas institucionales que modificasen el rígido
monopolio de la Corona, algunas de las cuales se realizaron con relativo éxito. Von Mentz,
por otro lado, analiza una firma minera de Zacatecas en los años finales del dominio español, y destaca la eficiencia de su funcionamiento, lo que pone en tela de juicio algunos tópicos habituales en la historiografía sobre el sector, como las dificultades que para una buena
gestión implicó el absentismo de los propietarios, muy común en esa actividad productiva,
o la corrupción administrativa y los sobornos, práctica normal que no siempre fue en detrimento de dicha eficiencia y sobre la que se han realizado muchas afirmaciones con poco fundamento.
Analizando la figura y la trayectoria de Iturbe, Meyer Cosío, destaca también las dificultades de índole institucional que tuvieron que enfrentar los empresarios mexicanos en el
inicio del siglo XX. Las crisis financieras endémicas que padeció el país —dice—, se fueron agravando con el tiempo y terminaron perjudicando los negocios que, incluso, habían
surgido o prosperado en ocasiones aprovechando esas circunstancias. Unidas a las combulsiones políticas de la nación y a las necesidades financieras del Estado, cada vez más difíciles de satisfacer, condujeron a los gobiernos a utilizar procedimientos coercitivos para
obtener recursos que perjudicaron las actividades económicas, llegando a extremos como el
encarcelamiento del citado Iturbe y de otros empresarios que se negaron a aceptarlos.
Los trabajos de Ibarra y Silva Riquer estudian también las condiciones institucionales
del comercio interno en dos grandes ciudades mexicanas, México capital y Guadalajara.
Ibarra aplica lo que él llama la teoría neoinstitucionalista para explicar la función y el desarrollo de los Consulados de Comercio en el inicio del siglo XIX, y llega a la conclusión de
que la acción de esos organismos, a pesar de las dificultades del contexto histórico en que
desarrollaron su actividad, fue positiva y significó cambios decisivos en el mercado y en
los modos de actuación de los agentes económicos. Silva Riquer llama la atención sobre los
problemas que la magnitud que el mercado mexicano implicó para el desenvolvimiento de
estos últimos en las décadas de 1830-1840. En dichas circunstancias, el autor resalta que la
característica más llamativa fue la continuidad de las prácticas mercantiles respecto al período colonial, lo que en su opinión se explica debido a que esa fue quizás la opción más
racional, entre otras cosas, como consecuencia de que tal continuidad fue también el rasgo
predominante en la legislación comercial y en la administración en general.
Colin M. Lewis estudia problemas similares a los anteriores –la relación entre el
desenvolvimiento empresarial privado, el marco institucional y la acción del Estado–, aunque en un país, en una época y en un sector distintos: «Regulating the Private Sector:
Government and Railways in Brazil, c. 1900». Como Pietschmann, Lewis propone obteR. I., 2000, n.° 219
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ner lecciones del conocimiento histórico para situaciones del presente: el futuro de las
compañías ferroviarias. El ferrocarril –dice– no fue en el caso brasileño un factor de anticipación al crecimiento, ni tuvo una función destacada de fomento e impulso de la economía, pero ello se debió a las limitaciones de la estructura económica nacional, y la gestión
privada no resolvió los problemas de eficiencia y rentabilidad que en general tuvieron las
líneas como consecuencia de la ausencia de condiciones institucionales adecuadas. Esta
conclusión coincide, además, con las del reciente libro de Jesús Sanz (coord.) et al.
(Historia de los ferrocarriles en Iberoamérica, 1837-1995, Madrid, Ministerio de
Fomento, 1998), para casi todos los países de América Latina.
Dinero y negocios en América Latina incluye un segundo trabajo sobre Brasil que,
además, junto a los de Ibarra y Von Mentz es representativo del reciente interés por potenciar los estudios regionales y locales. Se trata del artículo de Mattias Röhrig-Assunçao
acerca de la «Exportaçao, mercado interno e crises de subsistência numa provincia brasileira. O caso do Maranhao, 1800-1860».
Exceptuando el artículo de Barbara Potthast, «Bäuerliche wirtschaft und die rolle der
frauen: Paraguay im 19. Jahrhundrt», el resto de los trabajo de la compilación están dedicados al área andina y/o al comercio internacional o a las relaciones económicas de los países de ese área, del Imperio Español en general, o del Caribe hispano con las grandes
potencias europeas y con los Estados Unidos.
Menos el trabajo de Jügen Golte, «Zur bedeutung von ferhandelsbezeihungen in der
geschichte der Anden», los textos dedicados al área andina examinan aspectos relativos al
comercio internacional en la primera mitad del siglo XX. León E. Bieber, «El comercio germano-boliviano 1936-1939. Un fracaso singular en el contexto del comercio de compensación de Alemania con América Latina», destaca la coincidencia en los últimos años de la
década de 1930 del interés germano por ampliar sus negocios en América Latina, y de la
intención de los gobiernos bolivianos por romper los monopolios de las grandes empresas
mineras norteamericanas y aplicar una especie de socialismo de Estado. El acercamiento de
ambas naciones no dio los resultados esperados —dice el autor— debido a hechos más o
menos circunstanciales como el suicidio del presidente Busch o el inicio de la Segunda
Guerra Mundial, pero, piensa que en el fondo se habrían frustrado de todos modos.
Michael Zeuske, que indaga también en los intereses germanos en América Latina,
estudia los «Trasfondos del conflicto de 1902: política, cónsules y comerciantes alemanes
en las Venezuelas en el siglo XIX»; conflicto bien estudiado en su conjunto, según el autor,
pero del que se desconocían los detalles de las complejas relaciones políticas internacionales y comerciales que lo motivaron.
Finalmente, Rory Miller, «British Business in Peru. From the Pacific War to the Great
Depression», analiza el problema de las relaciones británico-peruanas que, según él, en esa
época destacaron por su idiosincrasia en relación con el resto de los países latinoamericanos; Renate Pieper estudia «Imperium und Finanzpolitik im 18. Jahrundert. Spanien und
England im vergleich», y Nikolaus Böttecher, «Trade, War and Empire: British Merchants
in Cuba, 1762-1796», artículo en el que se revisa la importancia que para el crecimiento
de la economía cubana de finales del siglo XVIII y principios del XIX tuvo la toma de La
Habana por los ingleses.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
R. I., 2000, n.° 219
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
CAGNI, Horacio, La Guerra Hispanoamericana y el inicio de la globalización, Buenos
Aires, Centro Argentino de Estudios Estratégicos, IXBILIA-Universidad de Sevilla,
OLCESE Editores, 1999, 102 páginas, bibliografía, fuentes e índice. Prólogo de Abel
Posse.
1898 es una de las fechas con mayor simbolismo y proyección de la historia contemporánea mundial. Por eso, la historiografía que ha generado la reciente conmemoración de
su centenario se ha caracterizado por su vastedad, pero también por una considerable heterogeneidad temática. Cuando analizamos con Consuelo Naranjo Orovio los estudios dedicados al tema en los últimos años (1996-1999), señalamos que la trascendencia del problema, espacial y temporalmente hablando, era uno de los aspectos que más interés había
despertado en las obras dedicadas al asunto [Antonio Santamaría García y Consuelo
Naranjo Orovio, «El '98 en América. Últimos resultados, tendencias recientes de la investigación y bibliografía», Revista de Indias, volumen LIX, número 215 (enero-abril, 1999),
páginas 215-274].
La obra de Horacio Cagni, La Guerra Hispanoamericana y el inicio de la globalización, puede ser clasificada entre la producción historiográfica sobre el 98 como uno de los
estudios interesados en los hechos acontecidos en los años finales del siglo XIX, y concretamente en la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, por sus implicaciones posteriores. Además, en sus páginas incluye también un pequeño ensayo acerca de «algunas opiniones argentinas» sobre el conflicto, lo que se justifica por el origen del autor y el lugar
de edición del estudio, no obstante debemos señalar que, generalmente por esas mismas
razones, este es otro aspecto —la proyección del problema en países que no estuvieron
directamente implicado en los referidos hechos— que ha despertado mucho interés en la
investigación. Por ejemplo, poco antes de la publicación del libro que ahora nos ocupa,
Sylvia L. Hilton y Steve J.S. Ickringuill editaban un trabajo con contribuciones de varios
historiadores titulado: European Perceptions of the Spanish-American War of 1898 (Bern,
Berlin, Bruselas, Frankfurt, Nueva York y Viena, Peter Lang, 1999), el cual reseñamos
también para la Revista de Indias.
El libro de Horacio Cagni es un trabajo bastante bien concebido en mucho sentidos,
breve, con utilidad divulgativa, articulado en torno a una tesis central con la que se puede
estar más o menos de acuerdo, pero que se fundamenta dignamente y que, además, se matiza con otras posibilidades entre las que, además, se ofrece como una contribución con
carácter complementario. En opinión de Abel Posse, que prologa el estudio, dicha tesis es
«una parábola útil»; útil por su valor explicativo y parábola por su referida proyección del
significado del 98 a acontecimientos actuales, como la Guerra del Golfo y el conflicto de
los Balcanes.
La razón con la que autor fundamenta su proyección parabólica del 98 hispanoamericano es que, en su opinión, el acontecimiento puede ser considerado históricamente como
el hito que marcó el inicio de lo que él denomina la «globalización» norteamericana. La
tesis que Horacio Cagni sostiene es que, a pesar de las muchas explicaciones que se han
dado sobre la guerra entre España y los Estados Unidos e, incluso, sin contradecir muchas
de ellas, «los poderes indirectos fueron los auténticos impulsores» del conflicto, y estos
mismos pueden ser considerados también los principales promotores de la intervención
armada de aquel país en el Golfo Pérsico, en la antigua Yugoslavia, y en otros lugares del
planeta desde finales del siglo XIX hasta hoy en día. Poderes —en opinión del autor— que
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desde la finalización de la Guerra de Secesión, se mostraron interesados en una agresiva
expansión internacional de su nación para el beneficio de sus propios intereses, pero que
quisieron y supieron enmascararla con atributos como la extensión de la civilización, de la
democracia y de la libertad estadounidenses y, más recientemente, con motivos humanitarios.
Para un historiador, oficio de quien reseña estas páginas, una explicación de los hechos
como la que propone Horacio Cagni es muy discutible, esencialmente debido a que supone estático uno de los factores explicativos del problema, y, además, no uno cualquiera,
sino el más importante. Básicamente, y a pesar de los matices que introduce en ciertos
momentos, considera prácticamente inmutables los referidos «poderes indirectos» o fácticos —denominación más usual en castellano—. No obstante, en lo que en un estudio con
pretensiones mayores y más páginas podría considerarse un defecto insalvable, en una obra
breve, ensayística —a pesar de que utiliza una relativamente abundante documentación de
primera mano— que, como ya señalamos, se concibe como una contribución complementaria al entendimiento del tema, no sólo elude en nuestra opinión ese problema, sino que
consigue dignamente su objetivo de ofrecer al lector una interesante aportación historiográfica.
Además del referido análisis sobre algunas opiniones argentinas acerca del conflicto
hispano-cubano-norteamericano y de su significado y proyección para entender otros
acontecimientos más actuales de la acción internacional de los Estados Unidos, La Guerra
Hispanoamericana y el inicio de la globalización, examina brevemente sus antecedentes y
la conflagración en sí misma, su significado dentro el enfrentamiento entre aquél país y los
europeos, los fundamentos geo-políticos e ideológicos del tema, y el «desastre» visto
desde España. El trabajo termina con una relación breve pero suficiente de las fuentes y la
bibliografía.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
CONTRERAS, Carlos y CUETO, Marcos, Historia del Perú Contemporáneo, Lima, Red para
el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 1999, 312 páginas.
En estos últimos años se ha producido un inusual interés por reinterpretar la historia del
Perú republicano, siendo ejemplos de ello libros como el de Nelson Manrique, Nuestra
Historia: Historia de la República, Lima, Cofide, 1995 y el de Franklin Pease, Breve
Historia del Perú Contemporáneo, México, FCE, 1995. La Historia del Perú
Contemporáneo que ahora han escrito Carlos Contreras y Marcos Cueto se suma a esta
revisión sintética, motivada, en palabras de ambos autores, por los nuevos hallazgos que la
investigación ha producido en los últimos quince años, por el cambio de paradigmas teóricos que lo anterior ha supuesto y por la nueva coyuntura política, social y cultural que
vive el país al culminar el siglo XX. El eje de este relato es el análisis de la propuesta y
aplicación de los cuatro proyectos políticos que habrían marcado el rumbo del Perú en
estos dos últimos dos siglos: 1) el proyecto de los libertadores y la primera generación
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republicana (1821-1869), 2) el proyecto liberal del civilismo (1870-1930), 3) el proyecto
nacional, populista e indigenista (1930-1989) y 4) el proyecto neoliberal (1990 hasta la
actualidad). A lo largo de los diez capítulos en que está dividida la obra, ambos autores
combinan el análisis y el ensayo interpretativo sobre el mero dato cronológico. Además
introducen nuevos enfoques que han contribuido a enriquecer el conocimiento acerca del
pasado reciente peruano como la historia de la ciencia o la demografía histórica. En este
aspecto ambos demuestran un dominio absoluto de la extensa bibliografía reciente, exclusivamente editada en castellano, que se incorpora al final de cada capítulo. Además cada
cierto tiempo el lector se encuentra con unos recuadros didácticos que a través de breves
testimonios de la época o datos estadísticos procuran reforzar adecuadamente lo argumentado en las páginas principales. En general este es un libro estupendo por su claridad y
perspectiva que, por eso mismo, invita a la polémica.
Si bien es cierto los autores anuncian una postura equidistante tanto de la historia política tradicional como de la historia «estructural», economicista y dependentista, conforme
se avanza en la lectura se aprecia cierto tributo metodológico con el esquema evolutivo
propuesto en Clases, Estado y Nación de Julio Cotler, polémica obra que, paradójicamente, no aparece mencionada en la bibliografía y que pese a sus defectos visibles fue un horizonte referencial de muchos historiadores. Tal como antes lo formulara Cotler, el Estado
sigue siendo el gran protagonista de la Historia del Perú Contemporáneo, bajo una careta
patrimonial y rentista entre la independencia y el estallido de la guerra del Pacífico (18791883); oligárquica, modernizadora y populista entre 1895 y 1968; corporativa, nacionalista e intervencionista entre 1968 y 1980 y, por último, neoliberal y privatizadora entre 1990
y 1999. Sobre este gran escenario se reconstruye el papel del resto de los protagonistas (los
caudillos y partidos políticos, el Ejército, la Iglesia, los intelectuales y, por último, la sociedad civil). Contreras y Cueto, tal vez conscientes de su proximidad con la visión del Perú
de Cotler, señalan casi al terminar el libro que su énfasis fue resaltar la riqueza de los proyectos políticos con el ánimo de contraponerse a visiones «en las que se sugirió, por lo
contrario, la carencia de elites dirigentes» (p. 311), en alusión directa al lamento de aquel
sociólogo acerca de la inexistencia en el país de una burguesía dirigente y nacional. Uno
de los aportes de este libro es precisamente recoger las investigaciones de Paul
Gootenberg, Alfonso Quiróz, Rosemary Thorp y Geoff Bertram que desde el punto de vista
económico demostraron lo exagerado de tal afirmación. Ello les conduce a la relectura del
papel de las clases dirigentes, por ejemplo cuando se afirma que la «república aristocrática» entre 1895 y 1920 no lo fue tanto, en la medida que la actuación de los potentados fue
más bien propia de una burguesía orientada a la inversión bursatil, las finanzas o el comercio antes que la vía rentista (p. 124). En el balance global, a juicio de estos autores, el camino hacia la conformación de un mercado interno, hecho que comenzó a acelerarse en la
década de 1920, fue un logro del Estado moderno tras los fracasos del siglo XIX, alcanzándose una economía diversificada y una relativa industrialización.
Uno de los aspectos quizás más polémicos de esta síntesis es el tratamiento que se hace
de la historia política. Los autores plantean que junto con la creación de un mercado interno, los proyectos políticos deberían haber conducido paulatinamente a la formación de una
comunidad de ciudadanos. Los obstáculos más relevantes para alcanzar dicho objetivo
eran la herencia colonial (la fragmentación histórica de la estructura social con la formación de una sociedad dualista que enfrenta a descendientes de las culturas colonizadora y
colonizada), la geografía agreste y difícilmente comunicable y la situación desventajosa
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dentro del marco del nuevo sistema mundial. De todos ellos, se asume a la herencia colonial como el obstáculo más difícil de superar. En ella quedan comprendidas además el
arcaismo de la vida urbana, las haciendas rurales; las elites, el derecho escrito; la Iglesia y
las técnicas productivas, la explotación de los indios y hasta el mestizaje. Tal como sostuvieron ya desde muy temprano los primeros escritos de historia del siglo XIX, una tradición continuida por la historiografía criolla del siglo XX, de España nada positivo se hereda y todo se tenía que derruir. Sin embargo, hay aspectos si se quiere positivos de este legado histórico que comienzan a ser estudiados y que no han sido incorporados en el libro.
Por ejemplo, la estructura electoral de las Cortes de Cádiz, uno de los más importantes
soportes del liberalismo constitucional de 1812, persistió en el país andino con algunas
modificaciones hasta 1895. La modernidad política tal y como se practicó en Perú durante el siglo XIX tuvo un referente español quizás inconfesable debido al riesgo de ser acusado de hispanista. La incomprensión de este hecho conduce a que en algunas páginas del
libro se hable de la exagerada prolongación de las elecciones presidenciales de 1871 (p.
125), cuando en realidad los procedimientos de la elección indirecta así lo exigían. Los
autores, si bien llegan a reconocer que el voto indígena y analfabeto llegó a practicarse
entre 1849 y 1895 (p. 77), no vinculan esa situación con el legado gaditano. Si bien es cierto que de este sistema se beneficiaron los caciques políticos, peor fue el remedio a este problema sancionado con la ley electoral de 1896, que redujo la población electoral y centralizó su control en Lima. Convendría relativizar que durante la «república aristocrática» la
estabilidad y la continuidad política fueran sus rasgos más visibles (p.163-164), ya que
nunca antes como en aquella coyuntura las elecciones fueron tan violentas. La explicación
de este fenómeno fue la exclusión del contrario que practicó el partido civilista gracia al
control que ejerció sobre el Jurado Electoral Nacional, y por parte de los perjudicados, la
adopción de la abstención política, en el caso de los demócratas, cuando no la actuación
desestabilizadora, en el caso de los liberales. En este marco, no resulta exagerado atribuir
a este sistema pernicioso el engendro de un personaje como Augusto B. Leguía, cuya dictadura entre 1919 y 1930 procuró su preservación en el poder destruyendo a todos sus contendientes. Ello contribuyó a alimentar en los militares el mito de que los civiles no sabían gobernarse, siendo ese uno de los pretextos usados por los dictadores para asumir el
papel de salvadores de la patria desde los años treinta. Así lo refleja el recorrido de
Contreras y Cueto por los años más recientes de la historia política, entre 1930 y 1998,
cuya base de referencia son los análisis sociológicos en una prueba de que los historiadores aún no se atreven a traspasar la frontera de los años treinta.
Otros temas desarrollados por la «nueva» historia política que no aparecen resaltados
en el texto son la evolución de las asociaciones públicas y políticas, es decir, el ingreso de
la sociedad civil en la esfera moderna al margen de los condicionantes estatales. Sobre esta
materia ya hay varios trabajos publicados (Carlos Forment, Ulrich Müecke) que concentran su atención en las instituciones de la segunda mitad del siglo XIX. El balance general
que se puede extraer es que la historia política tiene aún un mucho campo de desarrollo
con temas como la historia del parlamento, más estable de lo que se supone, los partidos
políticos, tan importantes algunos como el civilista, las municipalidades, etc. Por otro lado,
ambos autores hacen una breve alusión al conflicto con España de 1864 a1866, el mismo
que no se puede entender sin mencionar el liderazgo asumido por el Perú desde los años
cincuenta en el proyecto de la Unión Americana, instancia que debía unir contra la ingerencia europea, además, a Chile, Bolivia y Ecuador. El conflicto bélico de 1866 tuvo un
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trasfondo diplomático y hasta romántico, un verdadero duelo consecuencia de injurias
mutuas, que aún espera un estudio desapasionado. En general, la historia diplomática no
ha sido tema predilecto de la historiografía reciente, y eso se advierte en el libro de
Contreras y Cueto. Sobre la historia cultural, es decir el desarrollo de las artes, la literatura o la misma fotografía, los autores utilizan la bibliografía esencial, aún breve, que existe sobre el tema y hacen evidente la necesidad de más exploraciones en este terreno.
Puede concluirse que el libro de Contreras y Cueto es un manual de los más útiles que
se han escrito hasta ahora para comprender los obstáculos que tuvo que enfrentar la «promesa» republicana. Invita a la reflexión, es ágil en su lectura, ameno y proporciona una
importante síntesis interpretativa de la realidad peruana. Su lectura dirigida a las nueva
generaciones que transitan hacia el siglo XXI, es también recomendable para quienes por
primera vez se adentran a estudiar la historia reciente peruana.
Víctor PERALTA RUIZ
CSIC, Madrid
MALUQUER DE MOTES BERNET, Jordi, España en la crisis de 1898. De la Gran Depresión
a la modernización económica del siglo XX, Barcelona, Editorial Península
(Colección Historia, Ciencia y Sociedad, número 287), 1999, 233 páginas, índice,
bibliografía, cuadros y gráficos.
España en la crisis de 1898 es un libro en el que confluye el resultado de varias líneas de investigación desarrolladas a lo largo de varios años por Jordi Maluquer de Motes y
que hasta el momento se habían materializado en artículos, capítulos de obras colectivas,
incluso en algún libro, como por ejemplo Nación e inmigración: españoles a Cuba (siglos
XIX y XX) [Gijón, Júcar, 1992], «La financiación de la Guerra de Cuba y sus consecuencias sobre la economía española. La deuda pública» [en Consuelo Naranjo, Miguel Ángel
Puig-Samper y Luis Miguel García Mora (eds.), La nación soñada: Cuba, Puerto Rico y
Filipinas ante el 98. Aranjuez, Eds. Doce Calles, 1996, pp. 317-330] o «Las consecuencias
económicas de la guerra de independencia. Un primer acercamiento» [en María R.
Rodríguez (coord.): 1898. Entre la continuidad y la ruptura, Morelia, Universidad
Michoacana San Nicolás de Hidalgo, 1997, pp. 164-184].
Los múltiples intereses que a lo largo de los años ha mostrado el autor por distintos
problemas de la historia económica de Cuba y España a finales del siglo XIX explican la
peculiaridad del un libro que, de otro modo, podría parecer algo desordenado. Lo que
Maluquer de Motes se propone es contribuir a aclarar algunas de las cuestiones que todavía suscita el problema de la modernización española y, fundamentalmente, el efecto que
las guerras de Ultramar y la pérdida de las últimas colonias americanas y de Filipinas
tuvieron en la misma.
La historiografía lleva años cuestionando que la pérdida de las últimas colonias americanas y de Filipinas fuese un desastre para la economía española. Lo cierto es que el período en que aquélla se produjo fue relativamente positivo para esta última. Leandro Prados
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de la Escosura en De imperio a nación. Crecimiento y atraso económico en España (18701930) [Madrid, Alianza, 1988] expuso incluso la hipótesis de que dicha pérdida podría
haber tenido un efecto modernizador, fundamentalmente político-institucional, similar al
que tuvo la del resto del imperio indiano ochenta años antes, según demostró Joseph
Fontana en La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820) [Barcelona, Ariel, 1971].
El hecho de que el crecimiento y la modernización de la economía española no se
detuviesen en el período en que se perdieron las últimas colonias americanas y Filipinas,
sin embargo, no implica necesariamente que no se viesen afectados por dicha pérdida,
menos aún que ésta los favoreciese. Tampoco es posible afirmar que la preservación de los
territorios de Ultramar no hubiese significado una aceleración de ambos. Al menos nadie
lo ha demostrado hasta ahora.
Dentro del debate historiográfico referido anteriormente de manera muy sucinta,
España en la crisis de 1898. De la Gran Depresión a la modernización económica del siglo
XX, aunque su título podría inducir a pensarlo, no resuelve los grandes problemas enunciados, pero representa una relevante contribución al conocimiento del tema y aporta precisión a muchas cuestiones, cuya discusión se había mantenido en un plano más especulativo hasta el momento. En los capítulos iniciales, el autor demuestra que las expectativas
de la opinión pública sobre el resultado de la guerra en Cuba estuvieron bien reflejadas en
la evolución de las cotizaciones bursátiles, particularmente de los títulos de deuda emitidos
para financiarla, y que el mercado se mostró muy sensible a las noticias que llegaban sobre
la actitud de los Estados Unidos ante el conflicto, que fue la variable más determinante en
el estado de esa opinión. Maluquer de Motes examina también el capital humano implicado en la contienda, confirma la desproporción de los dos ejércitos en liza y matiza las cifras
de bajas. Estima que perdieron la vida 170.000 criollos y 55.000 españoles en Cuba, Puerto
Rico y Filipinas, aproximadamente, cantidad que apenas incidió en el crecimiento poblacional de España y que, incluso, no es muy grande en comparación con el saldo de mortalidad dejado por la Guerra de los Diez Años en la primera de aquellas tres islas (1868-1878)
o por epidemias como la gripe de 1918-1919. Finalmente, señala también que el número
de muertos fue mayor entre los soldados nacidos en las regiones de la periferia del país, lo
que ocasionó grandes suspicacias sobre las diferencias en el reclutamiento.
Otra de las conclusiones de España en la crisis de 1898 es que la financiación de las
guerras coloniales no se hizo con cargo a los presupuestos, sino mediante cuentas especiales del Ministerio de Ultramar, de modo que aquéllos no aumentaron. Ahora bien, frente a
lo que habitualmente se creía, tras ellas se produjo una expansión del gasto público; eso sí,
gracias al incremento de los recursos, pues la Hacienda obtuvo superávits en términos primarios (ingresos-gastos-pago de la deuda) en todo el período 1899-1908.
Lo anterior no significa, según Maluquer de Motes, que las guerras no tuvieron consecuencias financieras. El autor calcula que su coste fue de unos 4,65 - 5,00 millones de
pesetas, lo que equivale a 1,7 - 1,9 billones de 1998. El Banco de España —dice— fue el
principal agente financiero, se recurrió poco a los impuestos y a la emisión monetaria y se
usó, sobre todo, deuda pública, cargada fundamentalmente sobre las economías de las
colonias y adquirida mayoritariamente por españoles. Ahora bien, al gastarse ese dinero
fuera, se desvalorizó la peseta y el Estado entró en bancarrota en el mes de abril, antes de
la derrota naval de Santiago de Cuba frente a la escuadra estadounidense.
La situación financiera empeoró por el hecho de que la pérdida de los territorios de
Ultramar impidió seguir cargando la deuda sobre sus economías. Ahora bien, al mismo
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tiempo se vio aliviada gracias a que las condiciones de la paz no fueron desfavorables, no
obstante lo que han señalado algunos autores. El Tratado de París no impuso a España el
pago de indemnizaciones y en el se estableció que los EE.UU. abonarían una generosa
suma a cambio de la renuncia a la soberanía de Filipinas.
En las condiciones descritas anteriormente, tras la paz, hubo que hacer frente a los
pagos aplazados de la deuda, cosa que la opinión pública no hubiese permitido realizar a
través de un incremento de los impuestos. La solución fue un complejo plan de reformas
y ajustes, ideado por Raimundo Fernández de Villaverde, basado esencialmente en la reordenación de dicha deuda, en la contención de la oferta monetaria y en el incremento de la
recaudación mediante la creación de nuevas tasas. El análisis de la reforma de Villaverde
es, sin duda, la parte más conseguida del trabajo de Maluquer de Motes. Quizás peca algo
de exceso de optimismo en el mismo; sin embargo, sus conclusiones son claras y coinciden con lo que está diciendo la historiografía más reciente sobre la misma: que su principal cualidad fue su coherencia y su continuidad, gracias a que los sucesores de su mentor
al frente de la Hacienda prosiguieron su labor, y que permitió una estabilización rápida y
eficaz, aunque ello afectó al gasto publico, ergo, a su función como impulsor del crecimiento económico, no obstante el dinamismo del sector privado en ese momento amortiguó en parte tal defecto.
En términos de renta, el efecto inmediato de las guerras fue importante, dice Maluquer
de Motes, aunque no exagerado. El PIB se redujo menos que en el período 1887-1890, y
su recuperación fue grande, continuando el proceso de modernización iniciado antes. El
mismo autor señala, además, que los salarios reales del sector más moderno de la economía mejoraron a partir de 1902, que hubo una breve recesión de la industria, pero se recobró relativamente pronto, y que no obstante el comercio con Filipinas y Puerto Rico prácticamente desapareció, los intercambios con Cuba, los más importantes antes de la pérdida de las colonias, no se redujeron mucho y tuvieron un saldo positivo en las balanzas
hasta 1930 mayor que en época colonial.
Es en las conclusiones anteriores donde el libro resulta menos resolutivo. En general,
ya sabíamos que la continuidad en el crecimiento y la modernización de la economía prosiguieron tras las guerras coloniales, pero continuamos ignorando si aquéllas tuvieron
algún efecto, positivo o negativo sobre el mismo. Es preciso seguir investigando el tema,
aunque también debemos señalar que responder a ese interrogante parece una tarea sumamente complicada. No obstante, España y la crisis de 1898 si apunta algunas ideas al respecto. Maluquer de Motes demuestra que los años posteriores al conflicto se caracterizaron por un auge inversor, y lo explica aduciendo una mayor confianza de las empresas,
entre otras cosas, debido a que sus gestores tuvieron la certeza de que el Estado no emprendería otras aventuras a medio y largo plazo gracias al correctivo que supuso la derrota. Por
la misma razón, llegó bastante capital del exterior en forma de inversiones directas e indirectas, el cual se unió a las remesas traídas desde Cuba, tras el fin del dominio colonial,
enviadas por los inmigrantes en la isla y también en otros países latinoamericanos. El autor
calcula que en concepto de repatriación de los antiguos territorios ultramarinos arribaron a
España 2.000 millones de pesetas; que el capital foráneo invertido en el país rondó los
1.000 millones, y que las citadas remesas, otras transferencias de capital y el retorno de las
inversiones españolas en el exterior representaron otros 1.000 millones.
Un último capítulo de España y la crisis de 1898, analiza la valoración que los economistas de la época hicieron del fin de las guerras coloniales y de las reformas de
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Villaverde. En este sentido, el libro demuestra que la principal controversia se dio en torno
a la inflación y que la tesis dominante fue la que abogó por la acción del Estado, el abandono de los proyectos de ajuste deflacionista, y la adopción de medidas de impulso a la
competitividad, al comercio exterior y al turismo. El autor señala también que años más
tarde casi todos los analistas coincidieron en alabar la ortodoxia presupuestaria y en destacar la notable recuperación y modernización económica de esos años.
España y la crisis de 1898 concluye con un corolario sobre el problema que da subtítulo al libro, De la Gran Depresión a la modernización económica del siglo XX, en el que
se resumen sus principales conclusiones y, sobre todo, se explica su contribución a la historia económica del país. Maluquer de Motes dice que los conflictos finiseculares produjeron grandes daños. Aumentó la presión fiscal y el gasto, aunque de manera moderada; así
como la deuda pública, que lo hizo en un 50%, no obstante dicho incremento fue menor
que el de los años 1876 ó 1881, se pudo contener con una política rigurosa, y no se incurrió en deuda externa ni se dejó de pagar el servicio de la contraída anteriormente. Las conversiones y otras operaciones que se realizaron sobre ella fueron complicadas y laberínticas, pero similares a la que se llevaron a cabo en otros países. El plan de Villaverde, por
otro lado, fue coherente con la nueva coyuntura monetaria: redujo el coste del dinero cuanto el Estado dejó de demandar fondos y desparecieron los riesgos que conllevaba la guerra y, por tanto, la necesidad de mantener fuertes primas. La paz marcó el fin de la gran
depresión agraria de los últimos años del siglo XIX y el crecimiento del PIB cambió de
ritmo, recobrando el vigor perdido en esos años gracias a medidas proteccionistas, pero
también a un incremento de la productividad del agro que apoyo la recuperación del consumo privado y de la demanda agregada. También mejoró la oferta de los sectores secundario y terciario como respuesta a las nuevas oportunidades del mercado. Aparecieron
necesidades energéticas, de transporte y de servicios financieros que dieron lugar a muchos
proyectos empresariales.
Las razones de la expansión de la economía española en el inicio del siglo XX, por
tanto, fueron el auge de las inversiones, los saldos positivos en la balanza de pagos, y la
disponibilidad de recursos, que permitió crear grandes entidades financieras, las cuales
actuaron con un destacado protagonismo industrial. También crecieron la construcción, el
comercio, los servicios y el transporte urbanos, símbolos de la definitiva modernización
demográfica del país, y lo mismo puede decirse de otros indicadores de desarrollo, como
los índices de alfabetización y esperanza de vida o el alumbrado de las viviendas, aunque,
como ha reiterado con frecuencia la historiografía más reciente, todos esos avances no se
correspondieron con mejoras similares en los niveles de convergencia respecto a las naciones del occidente europeo, los cuales, incluso, empeoraron.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
LAURÍA-SANTIAGO, Aldo A., An Agrarian Republic. Commercial Agriculture and the
Politics of Peasant Communities in El Salvador, 1823-1914, Pittsburgh, Pitt Latin
American Series, University of Pittsburgh Press, 1999, 236 páginas, índices general y
onomástico, apéndice estadístico, glosario, bibliografía, cuadros, gráficos, mapas e
ilustraciones.
El libro de Aldo A. Lauría-Santiago es, como su título indica, una historia socio-política y económica de la agricultura salvadoreña entre 1823 y 1924, enfocada desde el estudio de las comunidades campesinas. A pesar de la envergadura de sus propósitos, se trata
de un trabajo bien definido, que logra alcanzarlos con eficacia, incluso con brillantez en
ocasiones, lo que con seguridad le convertirá en breve en una obra de referencia básica
para la historiografía centroamericana.
El estudio comienza con una relativamente breve, pero exhaustiva caracterización de
las comunidades campesinas antes de la independencia. El autor señala que éstas jugaron
un papel muy importante en el desarrollo de la producción de índigo para el mercado local,
regional e internacional, coexistiendo con los grandes hacendados —generaban aproximadamente la mitad de la oferta de ese artículo—. Su actividad económica y su organización
corporativa les permitió, además, un alto grado de autonomía frente a los terratenientes,
comerciantes y oficiales coloniales.
La caracterización de la organización y actividades económicas de las comunidades
campesinas en los últimos años de dominio español en Centroamérica es esencial para
entender cómo se integraron en el nuevo proyecto socio-político tras la independencia.
Lauría-Santiago prueba que ésta no detuvo su expansión, pues el colapso del Estado imperial, las guerras civiles en el istmo y la inestabilidad política consiguientes afectaron a las
redes de poder local y central. Debido a esos inconvenientes y a la escasez de infraestructuras, la hacienda decayó como unidad de producción y muchos hacendados abandonaron
sus predios. En tal situación, infinidad de municipios y comunidades compraron terrenos
o reclamaron su posesión alegando su uso durante años. El resultado fue el reforzamiento
de las citadas formas de tenencia y organización comunitaria, amparadas, además, por los
gobiernos, independientemente de su signo —conservadores o liberales—, quienes reconocieron sus derechos, sancionando legalmente dos tipos de pertenencia: los ejidos y la
propiedad comunal o corporativa que, de ese manera, a la altura de 1860, constituían el elemento fundamental del agro salvadoreño.
Lauría-Santiago presenta evidencias suficientes para contrarrestar las tesis tradicionales de la historiografía acerca de la desarticulación de las comunidades campesinas y, especialmente indígenas, tras la independencia. Prueba que, aparte de la tierra, controlaban los
sistemas de regadío y los bosques —lo que les aseguró el acceso a los recursos de subsistencia— y participaron en la comercialización de los productos agrarios y en la actividad
política. No obstante, y quizás está es la principal aportación de la primera parte de la obra,
el autor no idealiza ni exagera sus conclusiones. La situación descrita también generó problemas y conflictos; en primer lugar, por que es difícil generalizar, sobre todo debido a las
grandes diferencias que encuentra en el análisis de las distintas regiones de El Salvador, lo
que, por otra parte, dificultó el establecimiento de un sistema político nacional y fue fuente de disputas. En segundo lugar —dice—, la organización comunal, aunque bastante solidaria, no era enteramente democrática ni igualitaria, lo que generó antagonismos internos,
a los que, además, se unieron otros de carácter externo, entre las referidas comunidades,
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los ladinos y los gremios de artesanos y profesionales, cuyos privilegios no fueron reconocidos por los gobiernos en la misma medida que los de aquéllas.
El autor afirma que las comunidades campesinas y los gremios artesanales fueron
esenciales en la formación del Estado salvadoreño por su capacidad de movilización y su
apoyo a las distintas facciones de la elite. Esta aseveración, señala, es igualmente cierta
para entender las conspiraciones pro-independentistas de 1810, la revolución posterior
contra los ladinos, o la reforma liberal de 1871, la cual no supuso realmente una ruptura
con el pasado inmediatamente anterior, entre otras cosas, por que el Estado no fue una
buena institución para la construcción de una oligarquía socio-económica debido al violento final de los mandatos de muchos gobiernos, que llevó aparejada en infinidad de ocasiones la pérdida de las propiedades de sus integrantes y allegados, incluso el abandono del
territorio nacional o la muerte. La institución más importante para la constitución de esa
oligarquía —dice Lauría-Santiago— fue el ejército. Así, El Salvador experimentó en las
décadas de 1880 y 1890 un exitoso proyecto de centralización fundado en difusas alianzas
entre los militares y la fragmentada elite político-económica que, a la altura de 1900, permite hablar de la existencia de un fuerte Estado central basado en la virtual disolución del
poder corporativo y municipal, en la creación de una milicia profesional, en complejas
negociaciones con los centros de poder local, y en la acumulación y distribución de beneficios procedentes de las rentas estatales, que se consolidó con las reformas institucionales
de la administración de Araujo, en 1912-1913, no obstante ello no supuso, como se ha sostenido habitualmente hasta ahora, al menos no directamente, la violenta subordinación,
desposesión y/o proletarización del campesino. El proceso fue bastante más complejo.
A partir de la década de 1860 se sucedieron una serie de factores que complicaron la
situación descrita párrafos atrás en el agro salvadoreño. Aumentó el número de productores para el mercado local, regional e internacional, se desarrolló un sistema de crédito
refaccionario y surgió una incipiente elite empresarial en la que destaca la participación de
los indígenas, debido a la referida importancia de las explotaciones comunales y municipales. Se expandió el cultivo del café, el tabaco, la silvicultura y las industrias de cigarros,
textiles o licores, entre otras. Algunas de esas actividades fueron ayudadas por la acción
del Estado, que distribuyó plantas, difundió conocimientos, otorgó incentivos a la importación de los bienes necesarios para su funcionamiento, y a la exportación de sus productos, e invirtió en la construcción de caminos y otras infraestructuras. Contribuyeron a esa
expansión también variables externas, como el aumento de la navegación por el Pacífico,
el descubrimiento de oro en California, que atrajo recursos hacia el istmo centroamericano –la ruta más corta entre el Este y Oeste de los EE.UU.–; atracción que culminó con la
apertura del Canal de Panamá en 1914.
La combinación de factores internos y externos mencionados anteriormente explica la
expansión de la agricultura comercial salvadoreña, pero también sus límites. Así, señala
Lauría-Santiago, un marco institucional como el descrito impidió la consolidación hasta el
inicio del siglo XX de formas unificadas de capitalismo rural, de un mercado de tierra y
capital y de una consistente, aunque aún heterogénea, burguesía. El cultivo del café no
generó en el XIX la concentración agraria típica de la centuria siguiente. Proliferaron los
establecimientos de beneficio en pequeña escala, lo que permitió el mantenimiento de la
pequeña y mediana propiedad, cuyo principal enemigo fue su vulnerabilidad en épocas de
precios bajos; momentos en los que fue común el paso de tales propiedades a manos de los
comerciantes-prestamistas. Además, surgió un sector empresarial dedicado a la importaR. I., 2000, n.° 219
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
ción y exportación que controló el crédito, incluso el beneficio más que la producción.
Hubo también otras actividades, como las industrias azucarera y licorera o la especulación
con la deuda nacional que fueron fuentes de acumulación de capital y formación de elites,
pero también el germen de una clase media rural, administrativa y profesional. La construcción del ferrocarril, afirma el autor y confirman los estudios recientes sobre el tema
(ver J. Sanz, coord. et al., Historia del ferrocarril en Iberoamérica, 1837-1995, Madrid,
Ministerio de Fomento, 1998), refleja la complejidad del agro en El Salvador, en sí misma
y en comparación con las otras Repúblicas centroamericanas. En él las líneas no siguieron
exactamente el trazado centro de producción-puerto, típico en dichos países, sino que se
tendieron en dirección Este-Oeste, integrando buena parte del territorio nacional. Otra
prueba más en este sentido es que el tren no se caracterizó por prestar servicio a un único
producto. En 1913 el café representaba un 20% de su volumen de carga, el azúcar un 8%,
y otros artículos y manufacturas, sin llegar ninguno de ellos individualmente a esos porcentajes, el 72%.
En el siglo XX la situación agraria predominante en el XIX cambió. Se fue difundiendo el beneficio del café a gran escala, controlado por la misma elite que poseía el capital. Además, la producción de ese artículo se concentró en tres regiones que no eran las de
más antigua ocupación. Ello y las necesidades de trabajo temporal que requirió su explotación precisó movilizar mano de obra por medios coercitivos.
El desarrollo de la agricultura comercial tropezó en distintas áreas, especialmente del
occidente salvadoreño, con los obstáculos inherentes al mantenimiento las formas de
tenencia y organización comunal ya en las últimas décadas del siglo XIX, y ello condujo
a un proceso de privatización de la tierra a gran escala. La historiografía ha explicado ese
proceso señalando que la explotación cafetalera requería contar con terreno abundante y
campesinos dispuestos a vender su trabajo barato. Lauría-Santiago prueba, frente a esas
tesis, que las cosas fueron más complejas y deben ser observadas en un espectro mayor: el
de la construcción de un sistema socio-político y económico relativamente integrado a
nivel nacional. Así, sostiene que el mantenimiento de las comunidades campesinas dificultó la expansión del cultivo del café, pero, además, creó fronteras internas en casi todas
las regiones y limitó, por su incompatibilidad, la extensión de la formas republicanas de
soberanía, ciudadanía y también de propiedad, de modo que fueron varias las fuerzas que
presionaron para su desaparición.
Los legisladores liberales pensaron que mercantilizando la tierra favorecerían a los
agricultores y que ello redundaría en interés nacional. Desamortizar los ejidos no representó apenas problemas, pero sí los predios del común, pues ello significó también, de
facto, eliminar las comunidades. Los terrenos y los costes y beneficios de la privatización
fueron repartidos entre sus miembros, aunque algunos se vendieron a terceros para cubrir
dichos costes. Esto provocó corrupción, pérdida de valor del suelo y conflictos. Los indios
apelaron a la tradición y al uso para defender la legitimidad de sus dominios y su desposesión socavó su identidad, su organización corporativa y también los mecanismos de
solidaridad que se desarrollaban en su seno. Las comunidades, como resultado, se volvieron más jerárquicas, lo cual —demuestra el autor— fue causa de más disputas que la
expansión cafetalera o la referida privatización que, por tal motivo se extendió a lo largo
de un cuatro de siglo. Los baldíos del Estado sufrieron también la misma suerte, pero en
su caso el proceso fue más extensivo. Por lo general, fueron adquiridos por especuladores
y/o empresarios urbanos a bajo precio.
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
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A largo plazo, la privatización fue más contradictoria de lo que esperaban sus mentores. Miles de campesinos se convirtieron en propietarios; los empresarios y los granjeros
aumentaron su control sobre la tierra y expandieron sus posesiones, pero ello también
generó desigualdades en perjuicio de los más pobres, y facilidades para que éstos perdiesen sus predios, problemas que arreciaron con el paso de las generaciones, cuando los
terrenos fueron divididos entre la descendencia y dejaron de asegurar la subsistencia. La
desamortización agraria, finalmente —dice el autor— no concentró necesariamente el
suelo en manos de una elite capitalista; generó una clase —si es posible calificarla así—
muy heterogénea de propietarios y, en el caso de los más pequeños (la mayoría), extremadamente vulnerable, cuya descendencia no tuvo más alternativas que convertirse en asalariada o emigrar.
La última parte de An Agrarian Republic. Commercial Agriculture and the Politics of
Peasant Communities in El Salvador, 1823-1914, se dedica a las implicaciones que el estudio tiene para el análisis de la historia salvadoreña. Lauría-Santiago señala que el éxito de
la economía de exportación a partir de la década de 1860 no provocó necesariamente
pobreza, marginalidad o proletarización campesina. Otra cosa fue su intensificación a partir del decenio de 1920, cuando el aumento de la población, la integración de la elite agraria y la división de la tierra entre las familias durante varias generaciones si condujo a la
mencionada proletarización rural debido al cierre de la frontera agraria interna y al aumento de la demanda de trabajo. Pero, aún entonces, ese proceso fue gradual y, en general,
exento de mecanismos coercitivos y de la intervención del Estado para garantizarlo.
Confirmado la más reciente interpretación historiográfica acerca del tema, del estudio de
Lauría-Santiago se deduce que los supervivientes de la privatización de la tierra sustentaron el sistema político autoritario, debido a la ausencia de alternativas, y mantuvieron la
primacía económica del café en detrimento de otros cultivos y actividades. Para muchos
campesinos, aunque todavía no masivamente, esto significó un aumento de su dependencia de los grandes terratenientes. Las crisis de 1920-1921 y 1929-1932 tuvieron como
resultado una concentración de la propiedad, la producción y el procesamiento cafetalero
a gran escala, lo que dejó sin sus fincas y endeudados a muchos de ellos.
La referida falta de alternativas para reformar la estructura económica dejó a un número cada ver más elevado de campesinos marginados de la producción para el mercado y de
la política socio-económica del Estado. El proceso de modernización y tecnificación que
experimentó aquélla tras la Segunda Guerra Mundial agravó las cosas, preparando las condiciones para la insurgencia rural de la década de 1980. Otro elemento que coadyuvó a
agravar estos problemas fue el fracaso de la reforma liberal y la consolidación del autoritarismo, lo que contribuyó a preservar formas de solidaridad, identidad y organización
comunitaria, particularmente indígena, en alguna zonas del país, reforzadas por su marginalidad, sobre todo después de la crisis de 1930, pues hasta la revuelta de 1932 dichas
comunidades mantenían relaciones clientelares con el poder local, incluso nacional, que
ese conflicto rompió. Con hechos como éste, el nivel de represión del campesinado fue en
aumento, quedando al descubierto la oposición de los principales sectores de la elites y de
las clases medias a sus demandas de representación corporativa, de derechos laborales y
de autonomía política local.
A los problemas mencionados anteriormente se unió el hecho de que la desposesión de
buena parte de la población tropezó en la década de 1930 con dificultades para encontrar
trabajo, por el cual se pagaban, además, muy bajos salarios debido a la crisis cafetalera. No
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obstante, concluye el autor, es un grave error historiográfico derivar directamente de ello
la explicación del autoritarismo político. Su investigación prueba que el elemento de continuidad más importante entre 1880 y 1930 fue el faccionalismo político-militar. El militarismo excluyente, la escasa reforma de la ciudadanía, el clientelismo y paternalismo político y las relaciones étnicas a nivel local explican el fracaso de los intentos de democratización en los años treinta y el militarismo autoritario, valga la redundancia, que gobernó
el país posteriormente.
La investigación de Lauría-Santiago, por tanto, aunque en ocasiones peca de algo de
omnisciencia a la hora de buscar antecedentes de los hechos de la historia recientes salvadoreña en problemas del pasado y, seguramente, resultaría cuestionable en más de uno de
sus argumentos si se examinan pormenorizadamente varios de los problemas o períodos
cronológicos abordados, es muy coherente tomada en su conjunto, y no sólo como explicación del tema central del estudio, sino como replanteamiento general de ciertas cuestiones básicas del transcurrir histórico del país centroamericano. Por ejemplo, las tesis que se
han ofrecido hasta ahora sobre los procesos de insurgencia de la década de 1930 que, como
sostiene el autor y, en opinión de éste crítico con suficiente fundamento, son demasiado
simples si se observan a la luz de ese transcurrir.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
URIBE SALAS, José Alfredo, CORTÉS ZAVALA, María Teresa y NARANJO OROVIO, Consuelo
(coordinadores). México frente al desenlace del 98. La Guerra Hispanonorteamericana,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones
Históricas, Universidad de Puerto Rico/Recinto de Río Piedras, Instituto Michoacano
de Cultura/Gobierno del Estado de Michoacán, 1999, 194 páginas.
La obra reúne una selección de los trabajos presentados en el Congreso Internacional: El
98 en la Coyuntura Imperial celebrado en las ciudades de Morelia y Páztcuaro Michoacán,
México en 1997; forma parte de las investigaciones realizadas a lo largo de la década de los
90 a propósito del centenario de la guerra hispano-norteamericana, cuyas repercusiones rebasaron el marco de quienes se vieron involucrados directamente en dicho conflicto.
El libro presenta estudios que dan cuenta de cómo se percibió y vivió en México esta
coyuntura, las posturas adoptadas por el gobierno y otros sectores de la sociedad que van
desde quienes prestaron abierto apoyo a España, quienes defendieron la causa de los
patriotas cubanos e incluso quienes simpatizaron con las acciones norteamericanas.
Como producción colectiva, a partir del eje: México y el 98, en ella se abordan diversos temas de esta problemática, como diplomacia, pensamiento político, prensa, problemas
fronterizos entre otros, con distintas orientaciones teóricas y metodológicas. El resultado
es significativo porque logra estructurar, en un todo orgánico, una propuesta teórica; y por
la visión de conjunto sobre aspectos que hasta ahora no habían sido desarrollados en el
debate académico, por considerarlos colaterales.
El contenido se puede agrupar en dos partes: en la primera se establece el marco general; con el primer ensayo relativo al contexto histórico latinoamericano y el segundo a la
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estructura diplomática mexicana. En la segunda parte se analizan aspectos específicos
como la correspondencia consular mexicana, el pensamiento de Justo Sierra y Francisco
Bulnes, la visión mexicana ante la cuestión cubana, la intervención norteamericana,
cerrando con políticas y conflictos de frontera. El ensayo sobre Belice es relevante, en la
medida que plasma la actitud de Inglaterra frente a esta zona geográfica y frente al reordenamiento internacional que se dio en este período.
La derrota de España en la Guerra Hispano Norteamericana fue el ocaso del viejo
colonialismo en tierras americanas, pero un nuevo poder imperial vino a sustituirlo, dando
paso a nuevas formas de dominación económica, política y militar. El conflicto hispanonorteamericano constituye un hito dentro de la redistribución geográfica y del nuevo reparto del mundo entre las potencias; este fenómeno es parte de la formación y expansión
imperialista a finales del siglo XIX y principios del XX, por ello, de manera especial repercutió en toda América Latina y desde luego en México, que ya tenía el antecedente de la
invasión y apropiación por parte de Estados Unidos de más del 50% su territorio en 1848.
Como señalan los coordinadores en la presentación, esta obra forma parte de la revisión critica e histórica sobre la guerra del 98 entre España, Cuba y Estados Unidos, resaltando el aporte de nuevos datos, de nuevos instrumentos y nuevas líneas de investigación,
cuestión que permite la constatación en México del llamado «98 hispanoamericano.»
Así el 98 es una coyuntura que abre camino a la dominación norteamericana en
América Latina, por lo que conocer las distintas percepciones que hubo en México del problema, muestra hasta que punto ya diversos sectores advertían el peligro yanqui y como la
política de neutralidad del gobierno mexicano favoreció finalmente a los intereses norteamericanos.
Podemos resumir en tres las principales aportaciones de este libro:
1. Parte acertadamente por ubicar el 98 en el contexto internacional, como punto de
ruptura que cierra un periodo (el viejo colonialismo español), para abrir uno nuevo (el
imperialismo); pero además establece el contexto histórico latinoamericano, que hace
posible la formación de una nueva conciencia nacional antiimperialista, señalando la presencia de intelectuales, obreros, campesinos, indígenas, etc. como nuevos actores políticos,
y ubica el papel de las manifestaciones culturales, del carácter multiétnico y multicultural
de las sociedades latinoamericanas como parte de los proyectos de construcción nacional.
2. En cuanto a la cuestión mexicana, resulta claro que la política de neutralidad del
gobierno mexicano (adoptada también por todos los gobiernos latinoamericanos), no reflejó el sentir de los distintos sectores de la sociedad, que tuvo manifestaciones activas en pro
o en contra de algunas de las partes.
3. El análisis específico de fenómenos particulares (pensamiento político, opinión
publica, conflictos fronterizos, etc. ) permite establecer la complejidad del problema y sus
múltiples manifestaciones en la sociedad mexicana, como expresión del momento histórico que está viviendo el país.
Esta obra es imprescindible como fuente de consulta para estudiantes, académicos e
investigadores interesados en el tema, por lo cual el esfuerzo de su publicación es meritorio, si se toma en cuenta que con este libro reseñado se publica (en 3 volúmenes ) la totalidad de trabajos presentados en el Congreso Internacional: El 98 en la Coyuntura Imperial.
Emigdio AQUINO BOLAÑOS
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, México
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INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA
VILA VILAR, Enriqueta y KUETHE, Allan J. (editores), Relaciones de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC y
Texas-Tuch University, 1999, 304 páginas, índices general y análitico (a cargo de Ana
Isabel Martínez Ortega) y cuadros.
En el marco del «XLIX Congreso Internacional de Americanistas», celebrado en la
ciudad de Quito en el año 1997, se desarrolló una sesión de trabajo acerca de «Las relaciones de poder y el comercio Hispano-Americano», que en 1999 dio lugar al libro que
ahora nos ocupa. Antes de entrar en materia es preciso señalar el cuidado con el que se ha
realizado el trabajo de edición y cuyo resultado es un volumen técnicamente muy bien
hecho en todos los aspectos. Aunque este tipo de comentarios no son usuales en los artículos de crítica literaria, pensamos que merecía la pena dedicar unas líneas a comentarlo,
pues no siempre se tiene entre las manos una obra con tales características.
A pesar de lo dicho anteriormente, el libro editado por Enrique Vila Vilar y Alan J.
Kuethe, destaca esencialmente por la calidad y homogeneidad de sus contribuciones, algo
bastante inusual en obras de este tipo, que suelen reunir buenos artículos, temáticamente
interesantes y bien estructurados, junto a otros de mucha mejor valía. Por esa razón, y el
hecho de que el trabajo encuentra su razón de ser en cuestiones científicas de relevancia y
define de manera muy específica sus objetivos, su principal defecto, desde nuestro punto
de vista, es que los editores, quizás por razones de tiempo y/o espacio, no se hayan animado a escribir un ensayo introductorio examinando con detenimiento su aportación a la
historiografía. En la introducción que firman ambos autores se apunta en líneas generales,
pero es muy escasa en páginas y detalles.
Desde hace tiempo —dicen Vilar Vilar y Kuethe— los investigadores dedicados al
comercio colonial de los siglos XVI, XVII y XVIII se han percatado de la existencia de
características y comportamientos socio-económicos muy similares en los grandes comerciantes, tanto en España, como en América, que, además, variaron relativamente poco a lo
largo de los años, y entre los que destaca su falta de iniciativa empresarial. Sin embargo,
también se ha olvidado tradicionalmente la importancia de las instituciones, de la Casa de
Contratación y del Consulado, primero de Sevilla, luego de Cádiz, incluso de otras más
informales (camarillas, grupos de poder, redes familiares, ect.), que jugaron un papel fundamental, cuyo resultado fue un deslizamiento paulatino del monopolio de los intercambios de la esfera pública a la privada. Se sabe muy poco, pues, de las actividades y del
entramado de relaciones que fueron construyendo esos hombres de negocios, no obstante
su conocimiento es esencial para explicar la historia española y latinoamericana de los tres
siglos referidos anteriormente. El objetivo de Relación de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas es arrojar nuevas luces sobre el tema, aprovechando el interés que desde
hace algunos años tienen los estudios de la acción colectiva, los grupos de presión y de
interés y las instituciones económicas, y las herramientas teórico-metodológicas que han
ido aportando esas investigaciones.
La compilación de Vilar Vilar y Kuethe se divide en dos partes bien diferenciadas que
dan al trabajo una estructuración lógica y racionalmente bien pensada. La primera, escrita
íntegramente por los editores, sirve de marco de referencia para la segunda. Dichos autores
examinan, respectivamente, el «El poder del Consulado sevillano y los hombres del comercio en el siglo XVII: una aproximación», y «El final del monopolio: los Borbones y el
Consulado andaluz» y el «Traslado del Consulado se Sevilla a Cádiz; nuevas perspectivas».
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Vila Vilar estudia las funciones judiciales y gremiales del Consulado de Sevilla respecto al comercio con las Indias, lo que la autora denomina su poder legal; así como sus
funciones mercantiles (poder monopolista) y el control administrativo y financiero; es
decir, el poder efectivo de la institución, inherente a su organización, pero más importante
si cabe que el legítimamente estipulado. En ese sentido, la historiadora se da cuenta de la
relevancia que para el conocimiento del tema tiene el examen de los comerciantes, de los
hombres del comercio, a quienes dedica la última parte del trabajo y también la más interesante, pues en ella descubre que en la primera mitad del siglo XVII algunos de esos hombres formaron una especie de camarilla que jugó un papel esencial, no sólo en la actividad
mercantil, sino también en la sociedad sevillana, andaluza, incluso española de la época, y
en las decisiones políticas, fundamentalmente en las que afectaban al desarrollo de su actividad.
Kuethe, por su parte, examina en dos artículos el contexto nacional e internacional en
el que desarrolló sus funciones el Consulado sevillano, sobre todo en el período de la
Guerra de Secesión y en los reinados de los primeros Borbones, relacionándolo con los
hechos fundamentales de la historia política y social española de esos años, lo que demuestra un incremento de su influencia de facto, a la que se refería Vila Vilar para la época
inmediatamente anterior. El segundo de los dos artículos que dedica al tema analiza específicamente el asunto del traslado de dicho Consulado de la capital hispalense a Cádiz.
Aunque no es la única variable explicativa que emplea, en nuestra opinión, parece demasiado importante el papel que confiere al interés personal de la Reina, Isabel de Farnesio,
en tal decisión.
Para completar la primera parte de la compilación habría sido necesario, eso sí, un artículo que examinase específicamente la evolución y el desarrollo de las funciones de la
Casa de Contratación, al igual que se hace con el Consulado.
La segunda parte del libro reúne seis artículos de otros tantos autores dedicados a cuestiones particulares, pero estrechamente relacionadas con la anterior; al «comercio y sus
función social», las «compañías, redes y hombres de negocios». Un primer trabajo, firmado por Carlos Álvarez Nogal, y titulado, «Un comprador de oro y plata en la Sevilla del
siglo XVII. Bernardo de Valdés al servicio de la Real Hacienda», examina la figura y la
trayectoria del referido Valdés, que entre 1650 y 1655 se convirtió en uno de los agentes
financieros más importantes de la Corona. Dicho agente —apunta el autor—, obtuvo privilegios que no respetaron la costumbre ni la legislación vigente, lo cual se explica como
resultado de la necesidad que el Estado tenía de contar con sus servicios. Para el referido
comerciante, los beneficios directos de tales privilegios no fueron muy grandes, pero si los
indirectos; los negocios particulares que le permitió el ejercicio de su función y la red
clientelar que tejió. Lo más importante de la investigación es que, independientemente de
los citados beneficios personales, Álvarez Nogal entiende que el caso de Valdés es muy
significativo de la complejidad organizativa y funcional del sistema comercial y financiero ligado a los intercambios entre España y América que, sin hombres como él, se hubiese visto entorpecido, lo que conduce a la necesidad de emprender nuevos estudios que
indaguen en el tema con menos apego a la legalidad, observando, por ejemplo, la importancia del fraude institucionalizado para el mantenimiento del entramado comercial.
Antonio Gutiérrez Escudero analiza «El tabaco en Santo Domingo y su exportación a
Sevilla (época colonial)», un estudio que destaca, sobre todo, por la cantidad de documentación consultada y por el buen hacer del autor a la hora de sintetizarla en cuadros estaR. I., 2000, n.° 219
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dísticos, que nos presenta en un extenso apéndice final. El desarrollo de la producción
tabacalera dominicana y el efecto que las reformas borbónicas tuvo sobre la misma, una
actividad que ha merecido poco interés por parte de la investigación, demuestra el interés
de la Monarquía en el desarrollo económico de todos sus territorios americanos –dice al
autor–, aunque también los límites de la política de fomento. Así, dicho desarrollo se vio
parcialmente frustrado debido al monopsonio que sobre su oferta ejercía la Fábrica de
Tabacos de Sevilla, cuando ésta comunicó a las autoridades de la isla que sólo requería
12.000 arrobas anuales del mencionado artículo, no obstante ellas y los cultivadores habían pensado en 24.000 y se estaban preparando para producirlas.
Al problema del «comercio libre» y del «comercio neutral» dedican su atención sendos artículos Javier Ortiz de la Tabla Ducasse y John R. Fisher en «Comercio neutral y
redes familiares al final de la época colonial» y «El comercio y el ocaso imperial: el comercio español con Hispanoamérica, 1797-1820» respectivamente. Ortiz de la Tabla señala
que hubo una interconexión evidente entre los intereses públicos y privados implicados en
los intercambios entre España y América, y un grado de influencia de los segundos sobre
los primeros que les permitió determinar la política mercantil metropolitana y, por supuesto, conseguir pingües beneficios. A través de ese entramado de relaciones el autor examina las líneas generales del proyecto borbónico; del denominado Reglamento de Comercio
Libre.
El artículo de Fisher aborda problemas de carácter más general. Dice que es difícil
saber la importancia de la liberalización mercantil para las economías española y americanas, debido fundamentalmente a la falta de estadísticas sobre las exportaciones de las colonias. Ahora bien, examinando las metropolitanas es posible afirmar que las regulaciones
de los intercambios con los neutrales de 1797 no eliminaron el antiguo sistema imperial.
Es cierto que el proyecto fracasó, especialmente en sus objetivos de fomento industrial en
España; ahora bien, sorprende –según Fisher–, el éxito con que los puertos peninsulares, y
especialmente el de Cádiz, se ajustaron a la nueva situación y mantuvieron su posición
anterior, no obstante las nuevas leyes abrieron un inexorable proceso por el que los americanos, legalmente o de facto, comenzaron a comerciar libremente, particularmente con los
Estados Unidos y la Gran Bretaña. Esas conclusiones ponen en tela de juicio la vinculación tradicional de las demandas de libertad mercantil con las causas de la emancipación.
Los dos últimos artículos de Relaciones de poder y comercio colonial: nuevas perspectivas aportan el contrapunto americano a la compilación. Carmen Parrón Salas examina las «Nuevas perspectivas del Perú colonial y su transición al mundo contemporáneo»,
y Alfredo Moreno Cebrián, la «Fiscalidad, connivencia, corrupción y adecuación al mercado: la regulación del comercio provincial en México y Perú (1746-1777)». Parrón Salas
analiza las reformas borbónicas en el Virreinato peruano y su efecto en el posterior movimiento emancipación y señala la importancia y el poder del Consulado de Lima en esa
época, que se mantuvieron a pesar de que dichas reformas trataron precisamente de menoscabarlos, así como de las grandes compañías privilegiadas, los Cinco Gremios y la Real de
Filipinas.
En un excelente artículo por la magnitud del tema que abarca y la perspectiva comparada que adopta, Moreno Cebrián coteja el comercio interno de los Virreinatos de Nueva
España y del Perú y, particularmente, el poder y la influencia de ciertos individuos en esas
actividades que, en su opinión, aumentó al amparo de una legislación incorrectamente aplicada y de la corrupción, gracias también a la existencias de una relación de connivencia
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con los funcionarios coloniales. Lo más interesante de este trabajo, no obstante, es su conclusión acerca de que con condiciones y mecanismos de actuación similares en ambos
territorios, los resultados del proceso descrito fueron muy distintos.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
R. I., 2000, n.° 219
Revista de Indias, 2003, vol. LXIII, núm. 229
Págs. 767-782, ISSN: 0034-8341
PERÍODO COLONIAL
MONGE, Fernando, En la costa de la niebla. El paisaje y el discurso etnográfico ilustrado de la expedición Malaspina en el Pacífico, Madrid, CSIC (Colección Tierra Nueva
e Cielo Nuevo nº 44) 2002, 240 pp.
Con En la costa de la niebla. El paisaje y el discurso etnográfico ilustrado de la expedición Malaspina en el Pacífico, Fernando Monge realiza un calado de fondo en un
tema por el que muchos otros han navegado anteriormente. Esta circunstancia justifica y
aclara en gran parte el carácter de esta obra que cuenta con un voluminosísimo aparato
crítico compuesto por 558 entradas o títulos bibliográficos, en su gran mayoría referidos a
las expediciones del siglo XVIII a la costa N.O. de América, muchos de ellos específicos de
la de Malaspina, aunque tampoco faltan referencias a otras expediciones del siglo XVIII,
estudios contemporáneos sobre los Tlingit Yakutat y otros grupos indígenas que ocupaban
el área, o sobre la Ilustración europea y española; al igual que se incluyen títulos y autores
de reconocido prestigio en el panorama de la teoría antropológica contemporánea. La bibliografía se desgrana a lo largo de la obra en 597 notas a pie de página que ocupan
aproximadamente un tercio del texto impreso, lo que teniendo en cuenta su menor cuerpo
tipográfico, muestra el total dominio del tema por parte del autor y la sólida formación
como antropólogo e historiador puesta al servicio de la redacción del trabajo. Las 16 referencias a sus propias publicaciones sobre la expedición, entre ellas su tesis doctoral La
contribución a la etnología americana y oceánica de las expediciones científicas españolas: La expedición Malaspina (1789-1794) (Universidad Complutense de Madrid 1991),
indican que el tema tampoco es nuevo para él, sin embargo no se trata de una reelaboración
o actualización de trabajos ya publicados, pues como dice Fernando Monge, su tesis es
utilizada como un documento más en su objetivo de realizar un nuevo nivel de análisis en el
campo de la antropología histórica. De hecho él mismo especifica que la inclusión de la
palabra «niebla» en el título de la obra que por lo demás es suficientemente preciso sobre su
orientación y contenido como para necesitar más aclaraciones, no sólo responde a la característica climatológica que durante muchos días acompañó a los expedicionarios impidiéndoles en más de una ocasión la descripción física del paisaje, sino también a toda esta
ingente bibliografía previa que no siempre sabe aclarar las circunstancias y condicionamientos que a modo de niebla empañan la interpretación de las descripciones.
Consecuente con sus planteamientos en el primer capítulo además de hacer una exposición teórica sobre las relaciones entre Antropología e Historia, realiza un análisis
critico del estado de la cuestión en el que valora las aportaciones de historiadores y antropólogos y los posibles enfoques teóricos, quedando patente sus simpatías (postmodernismo) y fobias (Clifford Geertz).
Los estudios sobre los indígenas de la costa noroeste de América están en su gran
mayoría basados en la documentación de archivo generada por las expediciones ilustraR. I., 2002, n.º 224
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RESEÑAS
das a través de las cuales la cultura occidental y las autóctonas del área entraron en contacto, ya que la información arqueológica es muy escasa y, tras la colonización, los cambios sufridos han sido demasiado profundos. La segunda era de las expediciones tras el
descubrimiento de América (1764-1806), centrada en la exploración científica del Pacífico, acontece durante la Ilustración y estará claramente determinada por las características
de este periodo en las diversas naciones europeas, incluyendo España; no sólo en sus
aspectos más humanísticos, como el afán de conocer e interpretar las nuevas culturas
americanas que se tratarán de identificar con el concepto del «buen salvaje» acuñado por
Rouseau, sino también en aspectos puramente políticos: el control y la explotación comercial de las costas del Pacifico y su reparto entre unas y otras naciones, el dominio de
Alaska, o la búsqueda del paso del noroeste.
Tras esta contextualización, el autor analiza las limitaciones del explorador ilustrado
como agente de las descripciones de los habitantes de la costa noroeste y el Pacífico, destacando la escasez de los contactos, que suelen tener un carácter comercial con estancias de
muy escasa duración, el desconocimiento del idioma y los condicionamientos o las predisposiciones culturales en su visión del otro que tienen los escritores del siglo XVIII. En el
análisis estilístico de las monografías sobre el Pacífico de las que Fernando Monge dirá:
«tienen el tono épico o moral de la novela del siglo XIX pero más soterrado e inconsciente», se singulariza el caso español con un estilo más pragmático y frío, plenamente ilustrado
y no concebido para su publicación, sino como informes sobre el área, destacando la autocrítica hacia la situación colonial. Centrándose ya en los indígenas de la costa noroeste de
América enumera los cinco documentos utilizados para su análisis generados a lo largo de
tres viajes españoles a las costas noroeste de América entre 1791 y 1792:
1º Viaje político-científico alrededor del mundo por las cobertas Descubierta y Atrevida al mando de los capitanes de navío D. Alejandro Malaspina y D. José de Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794; 2º Diario del viaje de José Espinosa y Tello por la costa
noroeste con la expedición Malaspina, 1791; 3º Relación del viaje hecho por las goletas
`Sutil´ y `Mejicana´ en el año de 1792 para reconocer el estrecho de Fuca; 4º Diario de
Tomás de Suria en su viaje con Malaspina a la Costa Noroeste de América en 1791; 5º
Noticias de Nutka de José Mariano Moziño. El autor destaca por la cantidad de noticias
generadas gracias a un mayor periodo de estancia, las Noticias de Nutka de Moziño aunque al ceñirse su trabajo a la expedición de Malaspina, será la documentación recogida por
éste (el primero de los documentos) en donde centrará su análisis, aunque también se utilizará y contrastará con el diario no oficial realizado por el dibujante Tomás Suria. Estos dos
diarios difieren entre sí; el general se escribió después de la expedición y a los datos obtenidos en ella, se suman las descripciones realizadas antes por otros expedicionarios (Cook,
Anderson y Dixon). Malaspina refleja un tipo de expedición científica sin apoyo terrestre y
escasa información previa, sus principales objetivos son la búsqueda del paso del noroeste y
la recogida de información etnográfica sobre los indígenas (los Tlingit Yakutat), especialmente las posibilidades para el comercio. Mientras que el pintor Suria además de los dibujos de los nativos y la costa, confeccionó un verdadero diario imitando a los oficiales, aunque como suele ser normal en este género, algunos días no escribió y las fechas entre uno
y otro no siempre coinciden.
Partiendo del puerto de Acapulco en las fechas veraniegas más favorables para una
expedición hacia las frías latitudes, las dos corbetas, Descubierta y Atrevida navegan
bordeando la costa durante 58 días, los avatares de la travesía y la descripción física del
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paisaje han quedado recogidos en las dos descripciones, más ampliamente en el de Suria.
El 27 de junio de 1791 llegan a puerto Mulgrave en la actual bahía de Yakutat en Alaska
allí son recibidos por los nativos Yakutat y permanecerán en contacto con ellos tan sólo
durante nueve días, hasta el 5 de julio.
En la descripción de Malaspina se refleja como fue el encuentro, en el que los indios
entonaron el «himno de la paz» y los primeros intercambios comerciales (salmón y artesanías por indumentarias e instrumentos), reservándose los autóctonos las pieles de nutria
para los últimos momentos. La anterior presencia de otros expedicionarios como Dixon
no sólo es recordada por los nativos sino que sus indumentarias occidentales la ponen en
evidencia. El equilibrio mezcla de alianza y enemistad entre unas y otras tribus es mencionado con motivo de la visita de una de ellas. Mientras que el robo de una chaqueta por
parte de los nativos parece ser el principal motivo de un enfrentamiento entre autóctonos
y visitantes (Suria mencionará más hurtos), destacando también la pretensión de «apropiarse» de un filipino que viajaba en la expedición y al que consideran de su misma raza.
Fernando Monge centra su análisis en la Descripción de Malaspina, que más que la
visión del «otro» refleja la del intermediario quien aplica sus propias categorías (sistema
filosófico o entramado lógico) para la comprensión y descripción de lo visto. Así la descripción física del territorio dividido en tres áreas geográficas se ciñe a la utilidad que
para los expedicionarios tenían los recursos naturales y la conexión del medio con las
características culturales y sociales de los nativos (Suria cree distinguir diferencias físicas
según fueran pescadores o cazadores).
Sobre los indígenas quizá lo más destacado de la descripción de Malaspina es su consideración de que todos los habientes de la costa noroeste (de los que hoy en día se sabe
la existencia de varios grupos totalmente diferentes) constituyen una sola nación. Para
ello se basa en conceptos de tipo cultural según el tipo de vida, el modelo de sociedad y
sus utensilios sin que las diferencias de lengua, las enemistades entre unas y otras tribus u
otros signos distintivos apreciados menoscaben esta concepción que se ajusta bastante
bien al modelo de nación española del XVIII. Se trata de dar la visión de todo el área,
más que de un grupo concreto. Los tres principales temas de interés en su «Descripción
de los indios del puerto Mulgrave» son el mando y la jerarquía, que no comprende demasiado bien por no ajustarse a su categoría (los jefes a modo de primus inter pares no dan
signos de tener un mejor nivel de vida que el resto), la cuestión de las mujeres que les
ofrecen y la venta de niños y por último su habilidad comercial con la que logran un
beneficio colectivo de los intercambios individuales y ante la cual los expedicionarios,
tanto de en este caso como en expediciones anteriores tienen la sensación de ser continuamente engañados por los nativos.
Tras el minucioso análisis de estos temas y la literatura que han generado Fernando
Monge concluye que la visión unitaria de las tribus de la costa noroeste americana vertida
en la expedición Malaspina en cierto modo se asemeja a la actual, acentuándose las interconexiones por guerras, comercio y rituales redistribuidos, pero se deforma al sobrevalorar una parte sobre el todo, advirtiéndose de la necesidad de utilizar estas fuentes con
prudencia, capacidad crítica y reflexiva dentro del contexto ilustrado en que se generaron.
Hay que analizar a los visitantes y a los visitados bajo un mismo foco para desarrollar una
antropología histórica.
Se trata en fin de un libro sugerente y denso aunque para su total comprensión requeriría no sólo una formación en la teoría antropológica sino también ciertas nociones y
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lecturas previas sobre el área descrita. Sin lugar a dudas abrirá nuevas vías de interpretación y valoración de las expediciones científicas del siglo XVIII y la forma en que se
produjeron los contactos entre dos mundos culturales bien distintos.
Matilde FERNÁNDEZ MONTES
CSIC, Departamento de Antropología
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PERÍODO CONTEMPORÁNEO
NARANJO, Consuelo; LUQUE, María Dolores y PUIG-SAMPER, Miguel Ángel (editores), Los lazos de la cultura. El Centro de Estudios Históricos de Madrid y la Universidad de Puerto Rico, 1916-1939, Madrid, Universidad de Puerto Rico, Río PiedrasConsejo Superior de Investigaciones Científicas, 2002 (Colección Tierra Nueva e Cielo
Nuevo, nº 46), 412 pp.
Tal como lo define en el primer párrafo de su prólogo, José Luis Vega —Decano de
la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras—,
este libro es el «recuento de un apasionante episodio de historia cultural de alcance transatlántico» (p. 13). Antes que nada quisiera destacar que la lectura de la aventura intelectual que aquí se recoge resulta fácil y fluida, gracias al equilibrio en la presentación de los
contextos ideológicos y científicos en que se desenvuelven los hechos, y de las figuras de
sus personajes centrales, que se hacen vívidas mediante el uso de documentación particular y privada, lo que logra un retrato eminentemente dinámico de las circunstancias y las
acciones de los protagonistas individuales y colectivos. Junto a esto, una segunda característica es que, a pesar de ser un libro en el que han intervenido diez autores, la coherencia
que muestra su estructura, que, sin duda, debe apuntarse como un acierto de los editores,
permite su lectura como si de una obra monográfica se tratara.
A través de los tres capítulos iniciales nos introducimos en el contexto de la ideología
política y las propuestas culturales que la sociedad puertorriqueña crea para enfrentarse a
los problemas de su construcción nacional. La situación de Puerto Rico en la borrosa
frontera del Estado, su particular forma de doble colonización y la fuerza de su reivindicación identitaria basada en rasgos culturales convierten a la Isla en un terreno privilegiado para el estudio de los sistemas de dominación colonial y postcolonial y para la observación de la compleja dinámica de interrelación de la diferencia en los distintos niveles
de poder ideológico y político, no solo en el Caribe, sino en el contexto más amplio de
América Latina. Si la situación especial de Puerto Rico como posibilidad de mantenimiento de una identidad mestiza e intersticial bajo la presión postcolonial de la «potencia» por antonomasia en el mundo de hoy produce ya de por sí gran interés, a éste se une,
a mi juicio, la poca atención que le han prestado los historiadores españoles que se ocupan de América, que acompaña al escaso conocimiento que la opinión general tiene acerca de un Estado tan importante en su propia historia política y cultural.
En este sentido sirve de perfecta introducción el primer capítulo del libro: «Política y
nación cultural: Puerto Rico 1898-1938», debido a Mª Ángeles Castro Arroyo, de la Facultad de Humanidades, de la Universidad de Puerto Rico (pp. 17-48), que acomete una
exposición, circunscrita al periodo cronológico que es objeto de estudio, de las relaciones
políticas entre Puerto Rico y EE. UU. Se parte de la base de que la situación de dependencia económica y de dominio total de los norteamericanos hacía inviable una política
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independentista, ante lo cual, el nacionalismo se volcó en el terreno de la cultura, en una
búsqueda de una identidad nacional independiente, pero que no lleva aparejada la soberanía política: la nación es la cultura. La autora se refiere a la «ciudadanía sin soberanía»
como vía que permitía no renunciar a largo plazo a la independencia, sin entrar en abierto
conflicto con la gran parcela de poder administrada por EE. UU.
Después de 1898 en Puerto Rico quedaron muchos españoles y fueron otro sujeto actuando en el panorama de conflicto de orígenes, cultura e intereses político-económicos
en el cambio de potencia colonial. Jaime Moisés Pérez Rivera, de la Facultad de Estudios
Generales de la Universidad de Puerto Rico, entra en este tema, al que ha dedicado su
tesis doctoral, en el capítulo titulado, «El papel de las asociaciones españolas en el fomento de las relaciones culturales entre España y Puerto Rico, 1898-1929» (pp. 49-91).
En su erudito examen de las asociaciones culturales en Puerto Rico tras la guerra y sus
actividades, el autor manifiesta la existencia de continuidad en los discursos tras la descolonización y de un giro adaptativo hacia el iberoamericanismo; tendencias que se mantienen luego hasta los años treinta. No obstante, de los numerosos datos aportados se deduce
una considerable pobreza intelectual en las elites españolas de Puerto Rico y en sus creaciones corporativas, así como un discurso muy conservador. En este sentido, habría sido
útil un análisis comparativo entre la exaltación hispánica que proponen estas elites y la
imagen de la colonia que paralelamente divulgaban los norteamericanos, asunto al que
solo se dedica una referencia a una obra concreta (p. 90).
Este primer bloque del libro, que expone la situación de los debates intelectuales en
Puerto Rico en torno a la lengua y la cultura, en los primeros treinta años de dominación
norteamericana, se cierra con el trabajo de Libia M. González, de la Facultad de Estudios
Generales, de la Universidad de Puerto Rico, sobre «Memoria y representación: España
en Puerto Rico 1900-1930» (pp. 93-120). En su contribución, que sirve de perfecto complemento al texto de Pérez Rivera, la autora expone el proceso por el cual ya en 1930 la
situación de dependencia económica y política de los EE. UU. hace a las elites cultas de
la Isla volverse hacia la ideología panhispanista y al pasado español que, depurado de sus
aspectos negativos, aparece idealizado de un modo romántico frente a la «modernidad»
impuesta por el nuevo colonizador, que mantiene al «país» en una posición de total sumisión, sin proporcionar tampoco desarrollo económico. La dedicación de Libia M. González a la creación del imaginario nacional puertorriqueño hace que en su análisis, además
del habitual discurso intelectual y literario, tengan cabida también otros elementos simbólicos (escudo, pintura, productos emblemáticos, etc.).
Aunque también representa una continuidad en el relato cronológico, con el capítulo
firmado por los editores del libro: «Hacia una amistad triangular: Las relaciones entre España, Estados Unidos y Puerto Rico» (pp. 121-152) se entra de lleno en lo que es su núcleo
central; el estudio de las complejas relaciones que se desarrollan en las décadas de 1920 y
1930 entre intelectuales, científicos y representantes académicos de tres países: Puerto Rico,
España y Estados Unidos, cada uno representando uno de los vértices de la que a lo largo
del libro se alude en numerosas ocasiones como relación triangular, que tendrán como resultado el que será uno de los momentos más brillantes de la joven universidad establecida
en Río Piedras y que, en un orden más general, constituye un momento privilegiado para
observar la articulación de dos paradigmas influyentes y enfrentados: el panamericanismo y
el (pan)hispanismo. En este artículo se presentan los materiales y documentación de las
instancias institucionales y las personas que, a partir de ahora van a aparecer continuamente
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en el libro: la Junta para Ampliación de Estudios y el centro de Estudios Históricos de España, la Universidad de Columbia y la Universidad de Puerto Rico; Federico de Onís, Tomás Navarro, Thomas E. Benner, Josephine Holt, Antonio S. Pedreira, etc. La experiencia
de Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper en el manejo de las fuentes documentales sobre la historia intelectual y científica española en el primer tercio del siglo XX, a la
que se une la aportación puertorriqueña de parte de María Dolores Luque, se pone aquí al
servicio del examen de la evolución de las ideas sobre la preeminencia de la cultura hispánica en América, desde sus plasmaciones regeneracionistas, por parte de Rafael Altamira,
por ejemplo, hasta la más moderna búsqueda de una política cultural española en el exterior, por parte de la Junta para Ampliación de Estudios, adaptada al expansionismo (no solo
cultural) norteamericano de las primeras décadas del siglo XX. Puerto Rico, y su Universidad, representa el punto de unión de estas dos políticas expansionistas de EE. UU. (panamericanismo) y España (panhispanismo, iberoamericanismo): a esto es a lo que se alude en el
libro como «amistad triangular»1. A mi juicio es muy significativo el símil que esta denominación repetida en el libro supone con lo que más habitualmente se entiende por un
«triángulo» amoroso —las relaciones de una joven «nación» con sus dos «pretendientes»
coloniales— y muy fértiles, aunque tal vez no conscientemente buscadas, las asociaciones
que sugiere de desigualdad, seducción, desconfianza y engaño.
Una perfecta continuación del anterior constituye el artículo de Consuelo Naranjo y
Miguel Ángel Puig-Samper, del Instituto de Historia del CSIC, «Relaciones culturales entre
el Centro de Estudios Históricos de Madrid y la Universidad de Puerto Rico» (pp. 153-189),
que analiza pormenorizadamente dos lados del «triángulo». Con la utilización de documentación original —como es habitual en otras obras de los autores— proveniente de archivos
españoles, pero sobre todo aquí del personal de Federico de Onís, y haciendo protagonistas
a los científicos que, con su trabajo y su gran generosidad, contribuyeron a la transformación de una España añeja en una nación con vocación de modernidad y contactos exteriores, se expone la intervención del Centro de Estudios Históricos, dirigido por Menéndez
Pidal, y donde trabajaban Américo Castro, Tomás Navarro, Samuel Gil y Gaya, Manuel
García Blanco, etc., en la creación del Departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, auspiciada por otro colaborador del grupo de filólogos del Centro,
Federico de Onís, desde su puesto como profesor en la Columbia University de Nueva
York, y por el rector de la Universidad puertorriqueña, Thomas Benner.
Desde la otra orilla transatlántica, Laura Rivera Díaz y Juan G. Gelpí, de la Facultad
de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, se ocupan en su contribución de «Las
primeras dos décadas del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de
Puerto Rico: Ensayo de historia intelectual» (pp. 191-235). El trabajo de Rivera y Gelpí
puede ser leído (obviamente, entre otras muchas posibilidades) como un «contrapunteo»
del de Naranjo y Puig-Samper, ya que enfoca hechos similares desde un punto de vista
particular, que coloca a Puerto Rico en el centro. Así, se analizan los datos con un especial énfasis en las luchas de poder nacionales, a través de los discursos de los intelectua-
————
1 En realidad se alude, como cita literaria, al título de una famosa conferencia, «Una amistad
triangular», de William Shepherd, profesor de la Columbia University, pronunciada con motivo de
la celebración del 25 aniversario de la fundación de la Universidad de Puerto Rico y que aparece
como apertura del primer número de la Revista de Estudios Hispánicos, del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico (tomo I, nº 1, 1928, pp. 1-17).
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les, y se ubican las contraposiciones entre españoles y norteamericanos por hacerse con el
control de la Isla como un centro estratégico para la expansión de sus respectivas políticas culturales; sin olvidar tampoco mencionar el escaso peso que los propios puertorriqueños tuvieron en las distintas iniciativas. En este capítulo, como en ningún otro del
libro, aparece, aunque no sea explícitamente, el lado largo del triángulo —el norteamericano— como el dominante; el que dicta como principio de actuación el panamericanismo; al que responden de distinta forma puertorriqueños y españoles y ante el cual la figura de Federico de Onís se eleva como mediador posibilista.
En un distinto nivel de profundización, entramos, a partir del capítulo siete del libro, en
el abordaje de los actores concretos de los hechos que se están exponiendo. El más sobresaliente de ellos es objeto de la contribución de Matilde Albert Robatto, de la Facultad de
Humanidades, de la Universidad de Puerto Rico, «Federico de Onís entre España y Estados
Unidos (1920-1940)» (pp. 237-266). Onís es indiscutiblemente el personaje central en la
reorganización de los estudios de lengua y cultura española que el rector Thomas E. Benner
—un liberal no excesivamente dócil a la política metropolitana en materia cultural— emprendió en la década de 1920 en la Universidad de Puerto Rico, donde, desde su creación en
1903, la enseñanza del inglés había ido ganando terreno inexorablemente. Se trata además
de una figura clave en la difusión de los estudios hispánicos en Estados Unidos y representa
pulidamente el modelo de hombre nuevo que la Junta para Ampliación de Estudios y otras
instancias renovadoras de la educación superior en España habían propuesto en las primeras
décadas del siglo XX como la única posibilidad de desarrollo y evolución positiva para el
país en el contexto del mundo moderno. Su pertenencia como profesor a la Universidad de
Columbia y su familiaridad con la cultura y los medios académicos anglosajones hicieron
que, a juicio de Benner, fuera la persona ideal para organizar los estudios hispánicos en
Puerto Rico. La salida de la Universidad de Benner fue acompañada por la renuncia de
Onís, en 1929, a dirigir el Departamento de Estudios Hispánicos. Sin embargo, desde Nueva York siempre mantuvo el contacto con la Isla y sus amplias redes académicas sirvieron a
muchos exiliados de la guerra de España, que habían sido compañeros y colaboradores en
el Centro de Estudios Históricos, para encontrar acomodo en diversos países americanos.
Desde 1935 no volvió a España y, a su muerte, legó su biblioteca y archivo a la Universidad
de Puerto Rico. En contrapartida ésta fundó un Seminario que lleva su nombre. Este Seminario Federico de Onís ha sido dirigido por Matilde Albert, quien, durante 1995 y 1996,
coordinó la reorganización de la biblioteca y el archivo particular de Onís, al que este libro
debe buena parte de su valiosa documentación original (pp. 262-263).
Si Onís fue, como hombre de acción, el ejecutor de importantes planes académicos,
Tomás Navarro Tomás fue no sólo un imprescindible colaborador en estos proyectos, sino
además, el primer investigador sistemático de la lengua española en Puerto Rico. María
Vaquero, de la Facultad de Humanidades, de la Universidad de Puerto Rico, se ocupa de
estas contribuciones: «Navarro Tomás en Puerto Rico: Capítulo de una relación articulada
en los ‘Tónicos de la voluntad’» (pp. 267-305). La autora, que ya en 1999 se ocupó de la
edición conmemorativa del libro de Navarro El español de Puerto Rico (1948), elabora su
contribución a este libro colectivo en torno a dos ideas; por una parte, la propia identidad de
Navarro Tomás como intelectual comprometido con su tiempo y en la superación del atraso
científico y cultural de España —de ahí la referencia en el título del trabajo al discurso de
entrada de Ramón y Cajal en la Academia de Ciencias— y, por otra, la cuestión del «ideario lingüístico» y la «cuestión del idioma» en Puerto Rico, en relación con su identidad
nacional. Analiza, así, en primer lugar la situación de la enseñanza y el conocimiento del
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español en la Isla, para exponer después el contexto científico e histórico en que debe colocarse la obra de Navarro Tomás y, por último, se centra en la investigación de geografía
lingüística llevada a cabo por él en Puerto Rico, que comenta pormenorizadamente. Este
análisis sobre el Atlas Lingüístico de Puerto Rico viene a cerrar los enfoques y niveles de
análisis que contiene el libro, con la visión, no ya de retóricas o discursos generalizadores
sobre la importancia de la lengua, la ciencia y la cultura, y acerca de la necesidad de la
apertura al exterior de los países para conseguir su desarrollo, sino de una plasmación práctica y concreta, dentro de un programa de dedicación al conocimiento y al estudio.
Las contribuciones del libro se cierran con un capítulo que retoma en su título el general del libro: «Los lazos de la cultura se convierten en lazos de solidaridad: Los inicios del
exilio español» (pp. 307-319), debido a Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper.
Este texto puede verse, por un lado, como un artículo final y de ruptura, por cuanto, lo que
en él se cuenta se inicia con la guerra civil, que pone fin a instituciones, carreras, proyectos
y vidas involucradas en los hechos en que nos hemos detenido hasta ahora; es decir, cierra
un periodo, el que cronológicamente se acotaba en el título del libro. Pero, a la vez, supone
también un capítulo inicial, por cuanto, a pesar de la guerra y, sin duda, por su causa, las
relaciones de los intelectuales progresistas separados por el Atlántico no sólo no terminan,
sino que se acaban convirtiendo en permanentes. La dureza de las primeras épocas del
exilio de los científicos que habíamos visto aparecer hasta ahora por las páginas de este
libro desarrollando sus carreras y sus proyectos, surgen en su final con la fuerza de las cartas personales a amigos en el exterior, en busca de ayuda, consuelo y desahogo. Américo
Castro, que se exiliará primero en Argentina, para ser luego profesor en distintas universidades norteamericanas, se muestra clarividente sobre las posibilidades futuras de retorno
para los intelectuales republicanos, en una carta que escribe a su amigo F. de Onís, desde
Madison, el 22 de abril de 1938: «No perdonan el pasado, ni el tener sesos. Es la España
fernandina, pero sin que sea metáfora [...] Siempre me río cuando oigo que tendrán que
llamar a este y a aquel, porque no tienen gente, etc. No. No llamarán a nadie [...] quieren
estar en familia. Si esos hombres llegan a poder entrar en España, vivirán en la sombra y
como los penitenciados del Santo Oficio, que recobraban la libertad» (p. 313).
Además de las muchas cartas reproducidas a lo largo del libro, se publican al final
dos valiosos apéndices epistolares. En el primero se reproducen cartas de Federico de
Onís a varios intelectuales españoles y en el segundo, una selección de su correspondencia durante la guerra civil. Una útil bibliografía general, que recoge todas las referencias
hechas en sus páginas, cierra la obra colectiva.
Aunque ya se ha hecho mención de que Los lazos de la cultura es una obra en sí muy
homogénea y más parecida a una monografía que a una colectanea, me gustaría resaltar
ahora otro rasgo de coherencia que no puede extraerse sólo de su lectura. Me refiero a su
carácter como nueva contribución dentro de una línea de trabajo que dirigen los dos editores del libro que trabajan en el CSIC, centrada en la historia de la cultura y de la ciencia
española en sus relaciones con algunos países americanos. Los trabajos de Consuelo
Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper sobre las actividades americanas de los científicos
españoles de la Junta para Ampliación de Estudios, sobre la Institución Hispano-Cubana
de Cultura y sobre el exilio de los hombres y mujeres de ciencia tras la guerra son ya bien
conocidos. Pero, de igual forma, son muy numerosas sus iniciativas para agrupar, en
torno al debate y estudio de estos mismos temas, a investigadores y profesores de muy
distintas procedencias, disciplinares y nacionales. El que este proyecto inicial de ConsueR. I., 2003, n.º 229
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lo Naranjo y Miguel Ángel Puig-Samper haya podido contar con otros nueve estudiosos
pertenecientes a la Universidad de Puerto Rico habla bien a las claras de su amplitud de
miras y de su capacidad para aglutinar y unir fuerzas y nos muestra también la permanencia de «los lazos de la cultura».
Carmen ORTIZ GARCÍA
Dpto. de Antropología. CSIC. Madrid
Orígenes del pensamiento cubano I (hasta 1868) [CD-Rom], Biblioteca Digital de
Clásicos Cubanos, Madrid, Fundación Mapfre Tavera y Casa de Altos Estudios Don
Fernando Ortiz, Universidad de La Habana, 2002, 10.000 pp. aproximadamente.
La Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de La Habana (Cuba), y la Fundación
Mapfre Tavera (Madrid, España), acaban de publicar el Orígenes del pensamiento cubano I, primer CD-Rom del proyecto «Biblioteca Digital de Clásicos Cubanos», reproducción electrónica y en facsímil de la «Biblioteca de Clásicos Cubanos», iniciativa editorial
que condensa más de treinta años de investigación y que supone el estudio y compilación
de las obras creadas por las principales figuras históricas de la filosofía, la economía, las
ciencias y el pensamiento político y social en la mayor de las Antillas.
El primer volumen de la «Biblioteca Digital de Clásicos Cubanos» incluye varios de
los libros de algunos de los principales pensadores insulares de la primera mitad del siglo
XIX, concretamente del período anterior a la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y,
según el editor y director de dicha Biblioteca, Eduardo Torres-Cuevas, padres de las
ciencias y la cultura del país y de su nacionalidad. Se trata, básicamente, de los que se
reunieron en torno al Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana, comenzando por José Agustín Caballero, que vivió entre 1762 y 1835, filósofo y uno de los
mentores del reformismo ilustrado, del proyecto autonómico y la crítica a la esclavitud,
además de maestro de Félix Varela y Morales.
Hay un consenso como pocos en la Historia de Cuba acerca de que en Varela y Morales (1788-1853) están las raíces del pensamiento y la intelectualidad insular, el germen
de las ideas que culminaría en el proyecto martiano. Desarrolló estudios sociales y jurídicos, en los que defendió por primera vez tesis independentistas que según el referido
Torres-Cuevas, constituyen una verdadera «teoría de la emancipación».
Además de las obras de Caballero y Varela y Morales, en uno y tres volúmenes respectivamente, los Orígenes del pensamiento cubano I, incluyen los Papeles del Obispo
Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa (1756-1832), más conocido como Obispo Espada, fruto de la labor de mecenazgo e impulsor de la modernización de Cuba que
concentró los esfuerzos de su autor, y que hasta ahora no habían sido publicado íntegramente. En ellos se encuentra, además, el primer proyecto de reforma de la agricultura
insular desde un ángulo en su momento novedoso, pero que después desarrollarían infinidad de pensadores: el fomento y la protección de la pequeña y mediana propiedad y del
campesinado ligado a ella.
Tanto en el caso de los libros ya mencionados, como en el de los demás reunidos en el
CD-Rom, la labor de edición no se ha limitado a una mera transcripción documental, sino
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que es resultado de un esfuerzo de búsqueda y contraste de sus diferentes versiones, impresas y manuscritas, en archivos y bibliotecas, con el fin de cotejarlas y de corregir los errores
existentes en publicaciones anteriores. Cada una cuenta, además, con un estudio introductorio de un especialista, una cronología de la vida y obra del autor en cuestión y una bibliografía que comprende sus estudios y los trabajos realizados acerca de cada uno de ellos.
Felipe Poey y Aloy (1799-1891), José Antonio Saco (1797-1879), y José de la Luz y
Caballero (1800-1862) fueron tres de los alumnos más aventajados de Varela y Morales y
sus obras forman parte también de la selección de Orígenes del pensamiento cubano I. La
digitalización de las obras, la Ictiología cubana y la Ictiología cubana. Atlas, del primero
es especialmente importante, pues hasta ahora sólo contábamos con sus ediciones originales decimonónicas, de manera que se puede decir que la presente publicación ha tenido
también como objetivo recuperarlas.
Poey y Aloy es, probablemente, el padre de la moderna ciencia cubana, autor de una
geografía que insiste en lo no-europeo, por contraste con las realizadas en su época en el
Viejo Continente, así como de la referida Ictiología, que estudia la práctica totalidad de la
fauna de la plataforma marina insular, cuya edición en el CD-Rom estuvo a cargo del
recientemente fallecido, Dr. Darío Guitart Manday. El original cubano de esta obra —hay
otro en España—, además, era el que se hallaba en unas condiciones más lamentables de
deterioro, a pesar de que cuando se publicó recibió un amplio reconocimiento internacional y varios galardones en Francia y Holanda.
Saco es, seguramente, el intelectual más conocido, polémico e influyente de Cuba en
el siglo XIX junto con José Martí, aunque aquél primero para los dos tercios iniciales de
esa centuria y el segundo para su década final fundamentalmente. Desarrolló estudios
políticos, sociales y económicos, que incluyen una aguda crítica al colonialismo español,
pero también a las posiciones anexionistas (de la isla a los Estados Unidos) de su época,
una defensa de la autonomía y un alegato antiesclavista. De él se editan en el CD-Rom los
tres tomos de sus Papeles, publicados entre 1856 y 1858, y la Colección póstuma, que
contiene sus obras posteriores a la última fecha mencionada y su epistolario completo.
La historia de la esclavitud de Saco será editada en un segundo volumen de los Orígenes del pensamiento cubano, junto con las obras de otros autores que completan las de
esta primera selección, como las de Francisco Arango y Parreño, sagaz intelectual y político y principal exponente del pensamiento de los azucareros esclavistas de la Gran Antilla; el Epistolario de Domingo del Monte, recopilación de las cartas enviadas por éste a
un selecto grupo de pensadores insulares con debates literarios y socio-políticos.
Orígenes del pensamiento cubano II, que se publicará próximamente, incluirán también la edición de los escritos de Tomás Romay y Chacón, otro de los padres de la ciencia
moderna en la isla caribeña, y de los tres volúmenes de la Polémica en torno a la liberación que, en opinión de Torres-Cuevas, contienen el debate teórico en torno al destino de
Cuba desarrollado entre los años 1860 y 1890.
Volviendo a los Orígenes del pensamiento cubano I, su selección se completa con la
Polémica de la filosofía cubana o La polémica filosófica, debate que tuvo lugar en el
período 1838-1840 y que confirió al citado De la Luz y Caballero el reconocimiento
como el más importante pensador y teórico de la isla en ese momento, cuyas obras se
editan en cinco volúmenes en el CD-Rom.
En total, la edición digital que nos ocupa reúne unas 10.000 páginas, rigurosamente
editadas, como los muchos otros trabajos realizados ya por Digibis y la Fundación MapR. I., 2003, n.º 229
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fre Tavera (antes Fundación Histórica Tavera), y a texto libre, lo que ofrece al lector una
poderosa herramienta de búsqueda, consulta, recuperación y tratamiento de la información, además de las múltiples posibilidades que ofrecen las publicaciones digitales.
Aparte de las diferentes opciones de visualización (rotación, inversión de la imagen,
zoom, modificación de los niveles de contraste), la edición digital permite imprimir cualquier parte de la misma con una calidad de reproducción muy superior a la de una fotocopia convencional, o archivarla en otro soporte magnético. Además de esto y de las
referidas búsquedas en los contenidos a través de los índices o de criterios personalmente
definidos por el usuario; es decir, de un acceso integral y sencillo a la información, los
Orígenes del pensamiento cubano I, incluyen aportaciones más específicas como, por
ejemplo, una mecanismo que relaciona la imagen del citado Atlas de Poey y Aloy con su
descripción taxonómica en dos volúmenes de texto, muestra muy ilustrativa de las posibilidades técnicas para añadir valor a la obra escrita o dibujada.
La calidad e importancia de los trabajos incluidos en Orígenes del pensamiento cubano I, sobre todo teniendo en cuenta que se completará con otro volumen del mismo
valor, más aún con el tipo de edición elegida y los recursos que ofrece para la lectura,
consulta y uso de la información, constituyen sin duda una de las más importantes aportaciones recientes al conocimiento de la historia de Cuba.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
PIQUERAS, José Antonio (comp.), Azúcar y esclavitud en el final del trabajo forzado,
Madrid-México, Fondo de Cultura Económica de España, 2002, 398 pp.
Escribo este comentario precisamente dos años después de producirse los trágicos
acontecimientos en Nueva York que dificultaron la reunión del total de los especialistas
invitados al Segundo Coloquio Internacional de Historia Social celebrado en Castellón y
Benicàssim del 1 al 3 de octubre de 2001, fruto del cuál es este trabajo colectivo coordinado por José Antonio Piqueras —instigador entusiasta del debate intelectual— y dedicado a la figura del historiador cubano entonces recién fallecido Manuel Moreno Fraginals quien, ya en su día, estudiara los factores que —en mayor o menor medida— contribuyeron a la supresión de la esclavitud en el Caribe español, el tema de reflexión planteado en el coloquio.
Asimismo, hay que destacar que esta obra incluye las investigaciones de miembros
de la Unidad Asociada de «Historia Social Comparada», CSIC-Universitat Jaume I, que
dirigen los doctores Consuelo Naranjo Orovio y José Antonio Piqueras desde sus respectivas instituciones y que centra sus estudios en la creación de espacios sociales, la delimitación de los espacios públicos y la extensión de los conflictos al ámbito de la esfera
política en la región del Caribe español durante la época colonial y el siglo XX.
Desde el preámbulo e introducción al libro, José A. Piqueras ofrece una visión ampliada y dinámica de los variados elementos que concurrieron en la provisión y rentabilidad de la mano de obra esclava, el camino a su abolición y transición al trabajo libre, así
como las consecuencias de dichos procesos para Cuba y Puerto Rico, teniendo en cuenta
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que la etapa álgida de la producción azucarera y del sistema esclavista en ambas sociedades se produjo justo en vísperas de la supresión de la trata legal transatlántica por Inglaterra (1807) y Estados Unidos (1808), momento en que se abrían paso las ideas abolicionistas. Las quince contribuciones de esta obra abordan con nuevos enfoques y evidencias
empíricas el asunto pendiente y muy debatido en la historiografía esclavista sobre el
Caribe y más aún sobre Cuba, de cuál fue la sucesión de causas que llevó a la supresión
del sistema de trabajo forzado, una vez alcanzado el consenso en otros aspectos del proceso transformador de la producción azucarera.
Las diferencias se revelaron ya con los primeros estudios sobre la esclavitud de figuras
coetáneas a tan peculiar «institución» como José Antonio Saco, Ramón de la Sagra y Juan
Poey quienes la responsabilizaron del atraso de la producción azucarera y de la inviabilidad
de la libertad civil, seguidos de los trabajos de historiadores como Raúl Cepero Bonilla,
Julio Le Riverend y Manuel Moreno Fraginals que pusieron de relieve la mentalidad esclavista y racista del reformismo cubano anterior a 1868 y ahondaron en el proceso de transformación de la producción azucarera en su doble aspecto técnico y humano. La renovación
historiográfica se ha venido multiplicando en los últimos quince años con trabajos como el
de Rebeca Scott que destaca la acción colectiva de resistencia y oposición esclava como el
factor principal del declive del sistema o la probada viabilidad económica del trabajo esclavo
hasta el momento de su abolición en opinión de Laird W. Bergad, dos autores participantes
en esta obra y cuyas visiones son matizadas, ampliadas o contestadas por parte de otros destacados especialistas como Herbert S. Klein, Gloria García, Antonio Santamaría, Robin
Blackburn, Pablo Tornero y Consuelo Naranjo, entre otros.
El libro está dividido en tres partes, la primera dedicada a examinar la provisión de
mano de obra a la economía azucarera mediante dotaciones de esclavos y la transición al
trabajo libre, con estudios sobre el comercio atlántico de africanos en el siglo XIX, la
evolución del mercado de trabajo y la incidencia de las reformas en Cuba con la sustitución de la mano de obra y la inmigración española; la segunda parte aborda la rentabilidad y viabilidad del ingenio esclavista a través de los precios de los esclavos en los
distintos mercados de venta y los cambios que se sucedieron con la transformación en
centrales, el sistema del colonato, el impacto en el medio natural y el peso del contexto
internacional y la metrópoli en las actitudes de los plantadores. El último apartado
relativo a las circunstancias de la abolición de la esclavitud y sus consecuencias plantea
temas como la cuestión racial en Cuba y el legado de la abolición en Puerto Rico,
abriendo el espectro de los estudios esclavistas a la reflexión sobre la ideología liberal
española y el posible influjo en la política exterior de España en América de los frutos del
sistema esclavista vigente hasta 1873 en Puerto Rico y 1886 en Cuba.
Nos encontramos, pues, con un trabajo sumamente interesante que es suma y multiplicación de las investigaciones, reflexiones e inquietudes de diversos autores, unos ya
consagrados en este área de estudio y otros que ya transitan con fuerza en la dilucidación
de los factores (y ritmo de actuación) que hicieron posible el final del trabajo forzado en
el Caribe hispano, hecho vital para el avance historiográfico. A esta cualidad hay que
añadir la variedad de enfoques de los trabajos, desde más generales a más concretos, de
un tratamiento más tradicional a uno más novedoso, dentro de la triple mirada económica, político-ideológica y social establecida sobre la esclavitud, la transición al trabajo
libre y su legado, para dichas esferas de las sociedades cubana y puertorriqueña del siglo
XX que dotan al actual debate de intensidad y apasionamiento.
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En cuanto a sus carencias, la principal nos atañe a todos los estudiosos del Caribe hispano y es la desproporción de trabajos sobre Puerto Rico —también en este tema de la
esclavitud— con respecto a la atención que recibe Cuba. Aún teniendo en cuenta la menor
escala del hecho histórico en Borinquen, donde no alcanzó las dimensiones cuantitativas y
económicas de la Gran Antilla, es digno de atención y de futuros análisis, como señala José
Curet en el artículo que cierra el libro, ese «legado incierto» de la esclavitud y su abolición,
de tanta repercusión para la conformación de mentalidades, de la identidad y de una cultura
nacional. Un referente sobre las cuestiones raciales y sus consecuencias en la formación de
las sociedades antillas es el artículo de Consuelo Naranjo, así como buena parte de su obra
centrada en Cuba. Desde esta nueva historia cultural, que imbrica aspectos sociales e intelectuales, la alusión al discurso científico sobre la existencia de diferentes razas y la subordinación de unas a otras enlaza con el fomento de la inmigración blanca desde las instituciones estatales. Fe Iglesias, Gloria García, Consuelo Naranjo e Imilcy Balboa abordan la
sustitución de la mano de obra esclava por el trabajador libre desde distintos niveles (costes de producción, salarios, cambios tecnológicos, relaciones laborales, etc).
Los análisis centrados en la rentabilidad de la esclavitud, que cuentan con larga tradición historiográfica, siguen siendo reveladores de la dinámica colonial en su doble aspecto económico y político. Los trabajos de Robin Blackburn, José Antonio Piqueras, Christopher Schmidt-Nowara, desde la incursión en la política, y los de Pablo Tornero, Martín
Rodrigo, Nadia Fernández de Pinedo, Antonio Santamaría y Luis Miguel García, desde la
economía, contribuyen a visualizar las contradicciones del sistema esclavista, los intereses de la elite hispanocubana y los cambios en las directrices de la política metropolitana,
en un momento en que la isla se convierte en una colonia de gran rentabilidad.
Junto a estas cuestiones, el libro contiene otros enfoques sugerentes que amplían la
perspectiva del estudio de la esclavitud a través de metodologías inmersas en las corrientes historiográficas de la historia atlántica y la historia ecológica como muestran los artículos de Hebert S. Klein, Laird Bergad y Reinaldo Funes referidos al comercio y los
mercados de esclavos, así como al impacto de la industria azucarera en el medio natural.
Terminamos con la esperanza de que este libro, una magnífica contribución al debate
sobre las causas que contribuyeron a la extinción de la esclavitud en Cuba y Puerto Rico
y a las consecuencias para sus sociedades, se convierta en todo el planeta en la realidad
que proclama su título, «el final del trabajo forzado».
Mª Dolores GONZÁLEZ-RIPOLL
Instituto de Historia, CSIC
ROVIRA MAS, Jorge (editor), La democracia de Costa Rica ante el siglo XXI, San José de Costa Rica, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2001, 603 pp, índice, cuadros, gráficos e ilustraciones, apéndice bibliográfico y nota sobre los autores.
La peculiaridad del caso costarricense en la historia y la realidad actual de América
Latina es una evidencia que nadie ha conseguido explicar con suficientes argumentos
para satisfacer a la mayoría de los científicos sociales, pero aparte la ciencia, es una evidencia —reitero— tan poderosa que lo mismo puede servir para sostener la dificultad de
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hablar una evolución y de problemas comunes en la región, que como ejemplo de que es
posible lograr en ella un desarrollo paralelo, equilibrado y sin violencia de la economía,
la sociedad y la política.
Una historia sin sobresaltos, que se puede decir abreviando, provoca una percepción
de monotonía y continuidad en el acontecer costarricense a los ojos del observador atento
a los resultados, pero no a los entresijos de los de los procesos —la mayoría de los que
nos interesamos por saber cómo andan las cosas en tantos países y tan distintos (los de
América Latina)—. Una de las aportaciones de la compilación de J. Rovira es desvelar
los cambios que se esconden tras lo evidente a esa inmensa mayoría aunque, naturalmente, en la mente del editor y los autores que participan en el libro, tal contribución era sólo
un valor añadido y resultado indirecto de la preocupación por ofrecer respuestas a quienes viven y piensan desde más cerca Costa Rica.
La democracia de Costa Rica ante el siglo xxi es el resultado de las conclusiones de la
«Conferencia Internacional La Democracia en Costa Rica ante el Nuevo Siglo» que tuvo
lugar en San José con motivo de la celebración del xxv Aniversario del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica entre el 29 y el 31 de mayo de 2000.
Según Rovira fue, además, fruto de una inquietud perenne, aunque dinámica, de la preocupación que provocó la crisis de los años ochenta, que originalmente se pensó acabaría con
lo que se ha llamado «la edad de oro del desarrollo nacional», pero a la postre acabó dando
lugar a «un nuevo estilo» y «un nuevo rostro» en el que, como decimos, prevalecen muchos
de los rasgos y virtudes del la anterior —y también algunos vicios y defectos—, pero tras
un severo ajuste, con importantes cambios y, sobre todo, diferentes restos.
La compilación de Rovira trata de responder a las principales preguntas que plantea
el contexto descrito anteriormente desde una perspectiva multidisciplinar y aunando los
esfuerzos de un colectivo compensado de madurez y juventud, ópticas nacionales y aportaciones extranjeras, análisis de largo plazo y de coyuntura. El resultado es, desde nuestro
punto de vista, adecuado a los objetivos, muy ilustrativo y, citando la opinión de una de
las autoras de la obra —J. Guzmán— que pudimos conocer y que de otra manera no
habríamos podido saber, influyente hasta el extremo de provocar un debate que ha modificado los proyectos políticos costarricenses. La democracia de Costa Rica ante el siglo
xxi, aparte de un prólogo del editor, de una introducción que este último firma junto a B.
Leimbach, y de una bibliografía ordenada por temas, seleccionada también por el propio
Rovira y J. Rodríguez, se divide en seis partes que agrupan, por sus contenidos, las veintiséis contribuciones presentadas a la conferencia que dio origen al libro.
La primera parte del libro aborda el problema del entorno de la democracia en Costa
Rica, con artículos de K. Bodemer acerca del efecto de la globalización, la modernización
y el desencanto político en los regímenes representativos; de E. Torres Rivas sobre la
dialéctica reforma-revolución en perspectiva comparada —estudia los casos costarricense
y guatemalteco—; de A. Artiga respecto a los procesos de estructuración de los actuales
sistemas de partidos en los países de América Central, y de J. Lanzaro, que analizar un
ejemplo ajeno a la región —«Uruguay, del bipartidismo al pluralismo bipolar»— y ofrece
un contrapunto para enriquecer su conocimiento.
La segunda parte versa sobre los problemas y desafíos futuros. En ella M.A. Seligson
reflexiona acerca de los «¿Problemas en el paraíso?, la erosión del sistema político y la
centroamericanización» costarricense en el último tercio del siglo xx, y J. Mora en la
necesidad de buscar nuevos caminos democráticos ante el deterioro de la calidad del
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sistema. H. Pérez Brignoli e Y. Baires, por su parte, hablan de una crisis en ciernes, F.
Rodríguez y S. Castro indagan en papel de la juventud en la política, y R. Salom en la
manera de hacer aquélla actualmente en Costa Rica.
La tercera parte de la compilación de Rovira se dedica a los partidos políticos y al
sistema democrático basado en ellos. A. Cortés analiza la cultura política en relación con
él, K. Casas su dinámica, y el propio editor se pregunta si se está debilitando el bipartidismo que rige actualmente en Costa Rica, cuestión en la que profundiza R. Blanco al
estudiar la acción y el espacio de las formaciones cantonales en ese contexto. Finalmente,
O. Hernández estudia «El quiebre [sic.] del voto en las elecciones de presidente y de
diputados» entre 1962 y 1998.
La relación entre democracia, elecciones y política económica es el objeto de la cuarta parte de la obra y coincide prácticamente con el título y contenidos del artículo que
firma J.M. Villaruso dentro de la misma. J. Peeler, por su parte, compara los casos venezolano y costarricense, prestando especial atención al papel de la elites; C. Reventos
analiza la manera en que se aprobaron las medidas de ajuste del período 1980-1995 en un
contexto democrático, y C. Sojo los problemas de exclusión social que éstas provocaron
en el país y su efecto en la gobernabilidad.
Los cambios sociales y las nuevas formas de participación ciudadana preocupan a los
autores agrupados en la sexta sección del libro. A.C. Escalante y M. Barahona analizan
en sendos artículos la participación de las mujeres y de sus organizaciones en la construcción de la democracia costarricense y sus retos futuros, entre los que J. Guzmán destaca
la potenciación de los derechos de los consumidores, de su ejercicio y protección. Finalmente J. Vargas estudia la auditoría popular de la calidad democrática costarricense.
Como conclusión, la sexta parte de la compilación de Rovira está dedicada a las reformas, electoral, de los partidos y del derecho constitucional, acerca de las cuales hace
balance C. Arraya; del propio Estado y la democracia, sobre cuya necesidad y posibilidades reflexiona J.L. Vega. Acompañan a ambos ensayos, además, sendos artículos de R.
Hernández y O. Fernández que contraponen el modelo parlamentarista y presidencialista
y analizan los sistemas de representación en Costa Rica respectivamente.
En síntesis, como todo libro colectivo, la compilación de Rovira ofrece al lector contribuciones diferentes y de muy distinta calidad, pero en general de muy buena factura y,
sobre todo, con contenidos coherentes con los objetivos de una obra que, explícitamente,
se propuso abrir un debate sobre la democracia y sus retos en Costa Rica y, según parece,
ya consiguió influir en los proyectos políticos, e implícitamente aporta a cualquier lector
interesado un detenido análisis que le permite profundizar en el trasfondo de una realidad
cuya evidente historia sin sobresaltos, parece que poco cambia.
Antonio SANTAMARÍA GARCÍA
Instituto de Historia, CSIC
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y como ha ocurrido hasta nuestros
mismos días con el famoso PRI
mexicano.
Convertido en poderoso elemento deseducador por su raíz antiética, el caciquismo fomenta en
grado sobresaliente la generalizada corrupción que distingue a la
práctica totalidad de esas sociedades, con una burocracia transformada en clientela del poder y unas
élites degradadas o con escaso vigor para el cambio. El sucursalismo y satelización económica de los
pueblos del Nuevo Mundo acentúa
la inmoralidad de sus clases dirigentes, dependientes de organizaciones multinacionales que operan
en sus territorios con poca o nula
preocupación por la promoción de
esta «periferia» del capitalismo
central.
Frente a esta desarticulación, los
partidos políticos comienzan a jugar un papel casi insustituible de
estructuración de la sociedad al
movilizar las masas, seleccionar
las élites y difundir las ideologías.
Sin duda, en muchas naciones
afroasiáticas tales formaciones son
artificiales, salidas de los grupos
y organizaciones que impulsaron
la independencia, sin que hayan
nacido del clima de modernización
necesario para una vida parlamentaria auténtica. Mas, con todo, a
través de su actividad fomentan
decisivamente la atmósfera indispensable para la creación de una
patria y una conciencia nacional
por encima de clanes y tribalismos, de jerarquías periclitadas o
en vías de extinción y de injerencias religiosas, aunque en ocasiones el proceso no aparezca nítido,
confundiéndose en él las aguas.
La «revolución» femenina que ha
alcanzado su madurez en las sociedades industrializadas apenas sí
se atisba en las ahora glosadas. El
analfabetismo característico de la
mayoría de los pueblos del Tercer
Mundo flagela con mayor fuerza
a la mujer sur americana, sometida a un régimen que recuerda a veces la servidumbre, con agotadoras tareas domésticas y laborales.
Su acceso a los centros superiores
de enseñanza es muy restringido,
así como su inserción en los puestos de mando y dirección. En
términos globales, las socie-
dades del Nuevo Mundo presentan una gran inestabilidad, pese a
la presencia en ellas de fuertes
vínculos familiares o corporativos.
Su constreñimiento político e ideológico y su precario nivel de vida
hacen de la mayor parte de ellos
un potencial altamente explosivo
frente a coyunturas críticas, al
tiempo que las convierte en caldo
de cultivo para toda clase de mesianismos, sin que sus energías fecunden, por la obstrucción de los
poderes establecidos, los caminos
que puedan conducirla a su desarrollo y democratización, íntimamente ligados.
Potenciar todo lo que conduzca a esto último deberá erigirse en
meta prioritaria para los dirigentes políticos y sociales de Iberoamérica, tierra aún de promisión
más que de realidades positivas en
su convivencia y nivel de vida. Entre los muchos mensajes que es posible extraer de este libro sereno,
pero a la vez denunciador, quizá
sea éste el más peraltado y apremiante.
José Manuel Cuenca Toribio
El Heredero de
Perón
Alfredo Leuco
y José Antonio Díaz
Menem, entre Dios y el Diablo.
Planeta.
Barcelona, 1989.
ENEM es el heredero de Perón, es el lema «Síganme» lanzado
clamorosamente a las masas desheredadas de la Argentina allá en
los tiempos de la modernización
económico-social del país, que parece seguir teniendo vigencia, dado que aún no se ha superado el
efecto negativo que el modelo modernizador tuvo. Menem es, pues,
el heredero de Perón; pero también es el Peronismo renovado, el
Menemismo, algo distintos al menos en el fondo, pues las formas
continúan siendo similares, emblemáticas e impregnadas de viejos
estilos en una sociedad que, aunque no de forma suficiente, ha
cambiado.
Menem, casi místico, es ahora
todo y nada. Tan indefinible como imprevisible —perdón por el
tópico—, «tan argentino». «Entre
Dios y el Diablo». No hay oración
que mejor lo diga. Menem parece
tener un programa y, en realidad,
no lo tiene, o tiene programa y parece no tenerlo. Va ofreciendo
aquí y allá soluciones alternativas
para todos los problemas, cual
magnánimo asignador de recursos, cuando hasta hace muy poco
tiempo se decía que la solución a
todos los problemas era contradictoria, que había que establecer un
orden de prioridades. Menem no
parece tener orden de prioridades,
dice poder marchar con todo, pero al mismo tiempo está aplicando la «receta» del neoliberalismo
mejor que nadie. Menem es el rey
de la «puesta en tela de juicio», de
la más alta contradicción en sus
posiciones hecha sistema, del saber estar en todos los sitios y
—cómo no— en ninguno. Menem
es todo esto ahora, pero también
lo ha sido siempre, como se desprende de su biografía, en buena
parte hasta ahora desconocida.
El problema es que las soluciones deben entenderse en todos sus
extremos para poder coadyuvar a
que resulten, y las que Menem
propone para la Argentina sólo él
parece conocerlas. Lo que se desprende de esta obra es que las cosas, por el momento, no están claras y que esto, por el momento, no
puede ser una crítica siquiera. Una
vez alcanzado el poder, una vez
han sido recuperadas las masas,
haciendo olvidar incluso la existencia misma de aquel a quien él
mismo tanto venera, la única conclusión posible es que las soluciones son múltiples y diversas, aunque el hombre sólo sea uno,
Menem.
Antonio Santamaría García