Una pequeña iglesia de estilo barroco sale al paso del caminante que recorre la marítima Alameda de Paula, en la Habana Vieja. Lo primero que sorprende es la cúpula de base octagonal que se ve en la distancia, una especie de augurio de buena fortuna que ha sobrevivido al paso del tiempo.

La Iglesia de San Francisco de Paula espera justo al final del paseo, pequeña en apariencia para quien la conoce por primera vez e ignora las maravillosas historias que alberga.

Construida a mitad del siglo XVIII, la iglesia de Paula sustituyó a una pequeña ermita que fue destruida por un huracán en 1730. Los que por entonces visitaban el lugar no podían evitar asociar la iglesia con el hospital para mujeres que se levantaba justo al lado y que fue totalmente reconstruido también para convertirse en el Real Hospital de La Habana. La historia de estos dos edificios está estrechamente vinculada, no solo por las características de sus construcciones sino por el trabajo que en ellos se llevaba a cabo.

Este hospital fue el segundo de su tipo en Cuba y el primero en ofrecer una especialización ginecobstétrica. Atendía principalmente a mujeres pobres y fue el primer centro que practicó la enfermería intrahospitalaria realizada por mujeres. En su mayoría, los que fallecían en el hospital eran sepultados en los terrenos de la iglesia, una práctica que fue habitual hasta 1806, momento en el que el Obispo Espada la prohibió. Fue en el año 2000 que se descubrieron los enterramientos en la iglesia y un estudio constató que no solo era terreno de descanso para cubanos que habían fallecido en el hospital aledaño pues se encontraron restos que se correspondían con personas de diferentes clases económicas, edades y sexo, así como nacionalidades.

Sobreviviendo al paso del tiempo

A finales del siglo XIX, la Iglesia de San Francisco de Paula fue vendida a la Compañía de Comercio del Puerto Habana Railroad y, por primera vez desde su construcción, dejó de usarse como un centro eminentemente eclesiástico. La compañía convirtió el edificio en almacén y en 1937 intentaron derribarlo para ampliar el ferrocarril. Sin embargo, no sería tan fácil deshacerse de la iglesia que tanto había ayudado a sus vecinos. Las protestas que se organizaron incluyeron a figuras tan prominentes de la isla como Emilio Roig de Leuchsenring y Fernando Ortiz, quienes lograron que el edificio fuera declarado Monumento Nacional en 1944. El hospital no tuvo tanta suerte, los años de negligencia en su cuidado hicieron imposible su recuperación y fue derribado en 1946.

La iglesia comenzó, entonces, un periodo dorado de transformaciones que la llevaron nuevamente a ser uno de los principales centros arquitectónicos de la Habana Vieja. Los curiosos que la descubren admiran la fachada con arco central y columnas adosadas que la caracterizan, así como el alto campanario de su punta. En el interior tiene una planta de cruz latina y una clásica bóveda de cañón. Pero son los vitrales los que ganan protagonismo en la Iglesia de Paula. Montados a modo de retablo, son obra de artistas de la Oficina del Historiador de La Habana y sus tonalidades naranjas, doradas y malvas le otorgan un misticismo incomparable al interior del edificio.

En la actualidad, la Iglesia de San Francisco de Paula es un centro para la música y el arte y un lugar de descanso para el caminante agotado que se deslumbra ante la belleza de la iglesia.

Texto y Fotos: Redacción Bienvenidos