El ayudar a los niños necesitados conduce a una vida de crecimiento personal

Donde uno crece puede tener un gran impacto en la persona que llega a ser. Yo crecí no muy lejos de Kansas City en un pueblito inteligente y cariñoso. Digo inteligente porque hay una universidad en el corazón del mismo; los padres exigieron una muy buena educación para sus hijos, y la recibimos. Todos nos conocíamos; a todo el mundo le importaba la seguridad y el futuro de sus niños. La garantía de una niñez positiva, basada en la comunidad y fortalecida por la educación tiene una conexión obvia con la misión de CI.

Dado que he trabajado en CI durante la mayor parte de 30 años, he tenido la extraordinaria oportunidad de viajar por el mundo. He viajado a cada país donde trabaja CI —y a algunos donde ya no trabajamos —. Pero realmente no tengo un país favorito. Como fotógrafa, mi intención es contemplar lo que es similar y lo que es diferente. La variedad de productos en el mercado, montones de especias coloridas, la textura de una tela. Sin embargo la gente siempre es mi favorita. ¿Qué es lo que distingue una persona de otra? Eso es algo que busco saber. Puedo perderme en las arrugas profundas de la cara de una mujer madura —son el mapa que muestra la ruta que ella ha tomado y la vida que ha llevado—. Las manos experimentadas de un anciano —manos que seguramente han trabajado duro, aprendido mucho y guiado a muchos—. Pero con los niños, aún no se ha escrito su historia entera. Por eso casi siempre me fijo primero en sus ojos. Llenos de gracia, esperanza y maravilla… o de temor, dolor y tristeza.

Sin lugar a dudas, son los niños los que me inspiran. En Honduras hubo una pequeña con grandes pestañas que enmarcaban unos ojos verdes increíbles. Ella nos vio acercarnos desde donde se escondía en la parte de atrás de una choza, pero le llamé la atención. Le tomé fotos por varios minutos antes de notar sus cicatrices. Ella tenía unos 6 o 7 años y estaba cicatrizada por quemaduras que casi le ocasionaron la muerte hace algunos años. La niña se escondía para que pocos la vieran. Le mostré la cámara y las fotos, y se dio cuenta de lo que yo ya sabía: ella era una niña hermosa.

Durante 30 años, Andrea Waters ha mostrado historias de pobreza mundial desde el otro lado del lente.

Yo la apadriné durante varios años, financiando una variedad de cirugías y ayudando a su familia con otro tipo de asistencia. Incluso parecía que ella estaba ganando autoestima, año tras año. Y de repente se fue. El informe dijo que "se mudó". Nadie sabía adonde se fue la familia ni si sus circunstancias mejoraron. Simplemente ya no estaban.

 

Esa es una de las cosas que uno aprende en esta línea de trabajo. No se trata de mí. Las realidades de la pobreza son increíblemente difíciles y la esperanza se encuentra en dosis muy pequeñas. Solo se pueden escapar a través de una lucha larga y constante. Necesitan un rumbo, herramientas y oportunidades. Necesitan levantar los ojos del camino y ver que alguien más está compartiendo su carga cuidándolos. Una tímida niña hondureña con ojos verdes no debería tener que hacerlo sola. Así que esa es la cosa. Los niños me han mantenido aquí todos estos años. Lo hago por ellos. Y todavía tengo mucho que ofrecer.

Sonia, la niña apadrinada de Andrea.

Andrea apadrinó a Sonia por seis años hasta que ella dejó el programa a los 13 años.

Mis propios hijos me han mantenido aquí también. He sido muy honesta con ellos acerca de cómo funciona el mundo, lo que he visto y que es un requisito ser una fuerza positiva para el bien. Son afortunados de haber viajado conmigo para vivirlo de primera mano, y ambos fueron devastados por el abrumador alcance de la pobreza. No es sorprendente que, como yo, estaban increíblemente animados por los niños y adolescentes que conocieron. Hoy como adultos, mis hijos están impactando positivamente al mundo. Ellos saben que es esencial.

El trabajo al que me dedico ha evolucionado a lo largo de los años, pero hoy en día soy una pastora de narradores, de pensadores increíblemente creativos y de muchos creadores. Personas talentosas quienes comparten fotos, videos e historias de los individuos a quienes servimos alrededor del mundo. Ya no viajo tanto como antes —quiero que el equipo lo experimente al escuchar, sentir, oler todo y sentarse en la tierra con los niños, adolescentes, voluntarios y personal—. Es necesario que estas experiencias formen parte de su ADN para que puedan servir mejor a nuestros colaboradores… pero lo más importante es que lo hacen por los niños. Es un requisito.

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