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David Arratibel

“Esta película me ha servido para desanudar el conflicto con mi familia”

El director pamplonés David Arratibel presentó ayer ‘Converso’ en la sección oficial del Punto de Vista. La película, que vuelve a pasarse hoy a las 20 horas, nace de la conversión de su madre y hermanas al catolicismo

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“Esta película me ha servido para desanudar el conflicto con mi familia”
Actualizado el 09/03/2017 a las 11:21
David Arratibel comenzó el miércoles a ver Converso en las primeras filas de la Sala de Cámara del Baluarte y lo terminó en las últimas. Estrenaba una película en la que se desnuda no solo a sí mismo, sino a toda su familia, y además en su ciudad, y en el festival que lo ha formado como cineasta. Hacía diez años que un navarro no competía en la sección oficial del Punto de Vista. La presión era mucha, así que se refugió en las butacas traseras, junto a un grupo de jóvenes. También porque le intrigaba ver su reacción. Cuando dieron la luz, los chavales se asombraron de que Arratibel había saltado de la pantalla a su lado. Le dieron la enhorabuena, y le hicieron una pregunta: “¿Tú te has convertido?”. La película nació cuando en un periodo de menos de dos años sus dos hermanas y su madre, la exalcaldesa de Burlada y exparlamentaria del PSN Pilar Aramburo, se convirtieron al catolicismo, cada una por un camino distinto. Aquello abrió un conflicto entre David y el resto de la familia que ahora la película trata de cerrar; porque el protagonismo, en realidad, no es de ellas, sino de él, que intenta entenderse a sí mismo. La sala, prácticamente llena, le premió ayer con una ovación. La película participará después en el Festival de Málaga y será distribuida por Márgenes.

¿Por qué dedica la película a su padre, que falleció hace años y es el único que no aparece?
Nunca pensé que en esta película acabara apareciendo mi padre. Cuando empiezas a indagar en la familia sabes dónde empiezas pero no dónde acabas. La muerte de mi padre, cuando yo tenía veintipocos años, fue muy prematura. Como había sido una familia muy traumática, con muchos conflictos, como se intuye en la película, con mis padres había muchas conversaciones pendientes que con veinte años no tienes. Con cuarenta las he podido tener con mi madre. Cuando mi hermana me dice: “Tú y yo tenemos una unión muy animal, porque tú y yo hemos sufrido mucho juntos”, me doy cuenta que hay otro tema, la eterna conversación pendiente es la que tengo con mi padre.
Luego está su tía.
Mi tía, por parte paterna, siempre me decía: “Tenemos que hablar algún día”. Y cuando estoy terminando la película pienso que la manera de afrontar la conversación pendiente con mi padre es a través de ella. Entonces le llamo, le grabo la conversación sin que lo sepa (se enfadó un montón) pero a mí esta película me ha servido para desanudar el conflicto con mi familia materna. Y con la paterna al menos he movido la primera pieza con mi tía. Tras la primera proyección de la película en la Filmoteca me di un abrazo con mi tía que sentía que me lo daba con mi padre.
Parece que la propia película le va dando las claves, como cuando su hermana le dice: “Solo por lo que hemos hablado vale la pena esta película”.
Ese momento es el que yo me dí cuenta de que la película había cambiado. Yo empiezo a grabar de manera torpe, porque no sabía cómo abordar el tema. A mi hermana yo le grabo con un formato entrevista pero hablando con ella me doy cuenta de que es una conversación y no una entrevista.
Al final hablando se entiende la gente, ¿tan sencillo como eso?
Sí. Yo estaba intentando entender lo que les había pasado a ellos para admitirlo, o entenderlo, y ubicarlo en mi estructura afectiva, psicológica, familiar. Pero me di cuenta que el no haberlo hablado hasta entonces no era un problema de que no me lo habían explicado, era un problema mío de cómo lo he afrontado yo. Irremediablemente tú te sientes excluido y sientes un agobio tremendo. En vez de intentar analizar de dónde te viene ese agobio, les niegas a ellos y les cuestionas, cuando en realidad te estás poniendo un espejo y te dices: “¿Qué está pasando conmigo?”.
¿A cuánto le ha ido el pulso en el pase?
A mil. El pacto con mi familia era que si no estaban de acuerdo con el más mínimo contenido la película se borraba. Pero cuando ellos dieron su visto bueno, lo más “amenazante” era que la película fuera al festival de Donosti. No teníamos ni idea de si iba a Cádiz, a Lima, o donde sea. Pero, claro, la primera en Baluarte. La exposición pública no es lo mismo en Cádiz o en Irán o en la plaza de tu pueblo. Eso me daba mucho pudor. Pero ellas quedan muy bien en la película. Y para los creyentes es una peli que les reconforta, me ha venido gente llorando después.
Gente no creyente también estaba emocionada.
La gente no creyente se queda con la parte que yo he vivido, que es el conflicto familiar.
Seguramente sea la película con más diálogos en lo que llevamos de festival, pero también hay un lenguaje no verbal en esos segundos previos de las charlas, en cómo manosea nerviosa un boli su madre, o su hermana un cajón, ¿quería remarcarlo?
Quería que se entendiera que el dispositivo de rodaje era muy íntimo, que estábamos a gusto, tranquilos, que en el set de rodaje no había nadie. Eso quería que se transmitiera. De hecho hay dos cámaras que están rodando la escena y luego hay una tercera que la poníamos con el equipo detrás de todo y ellos se iban.
También hay partes de humor. Por momentos era casi como un Ocho apellidos vascos entre un religioso y un ateo
Sí, tiene ese punto. ¡Es que nos hemos reído haciéndolo! ¿Tú sabes lo dramático que era esto? De todas maneras cuando se reía la gente en la sala me daba impresión.
¿Le ha cambiado algo?
Me he dado cuenta de que tampoco yo tenía un rechazo concreto con la fe católica. Sigo teniendo la misma visión, que es que yo no tengo la necesidad de lo trascendental, y respectoa la iglesia católica creo que hay ahí gente maravillosa, igual que gente super cuestionable. En nombre de la fe y de la iglesia se han hecho barbaridades, ¿y en nombre de la democracia, que la defendemos todos a pie juntillas? Cualquier idea grande lleva consigo un montón de mierda asociada.
¿Para remontarse al verdadero inicio de la película hay que situarse diez años atrás en los cines Yamaguchi?
Sí, cuando vi en el Punto de Vista Los diarios de Perlov, una peli de un profesor de cine israelí que en el año 73 decide que no va a grabar más cine, se compra una cámara y empieza a hacer unos diarios durante diez años con lo que ve por su ventana, lo cotidiano, sus hijas, a su familia, lo que se ve por televisión... A mí aquello me dejó hipnotizado. Y cuando salí le dije a mi amigo con el que me chupaba todo el Punto de Vista: “Me voy a pillar una cámara”. Ahí empecé a hacer unos diarios. Tengo un montón de metraje que ahí está. Así empezó un poco la cuestión. La gente que no tiene contacto con este tipo de cine se quedan alucinados de que haga una película en mi casa con mi familia. Nosotros sabemos que existe este tipo de cine, es algo que me surge en Punto de Vista. Yo no he hecho otra cosa que ver películas en Punto de Vista.
Cuando presentó aquella protopelicula de Converso hace dos años en la Filmoteca ya decía que no estaba terminada, desde entonces la ha seguido manoseando. ¿Es difícil poner el punto final?
Totalmente. Aún le metería un par de cosillas. Hemos hecho veintidos montajes diferentes de esta película. De repente, cuando la peli ya estaba medio terminada les dije que no se veía el proceso del acercamiento en la familia. No sabía cómo hacer eso. ¿Cómo lo haces, con un plano final todos abrazados? Eso es de una obviedad que no me gustaba nada.
Y se sacó la canción final todos juntos.
Desde hace mogollón de años teníamos pendiente hacer una polifonía juntos, porque ellos cantan muy bien y yo canto, pero no tengo formación musical. De hecho el grupo de whatsapp de nuestra familia se llama “Polifonías en familia”. Cuando estaba con la idea de cómo representar esa armonia entre familia me dije: “Joe, ¡cantando!”. Les propongo esa canción, de Tomas Luis de Victoria, una locura de armonía, mi cuñado me decía que era imposible. Nos lo curramos mogollón y para mí era la metáfora. El organo es la metáfora de la iglesia, porque el viento del Espíritu Santo suena por todos los tubos y genera una armonía que es como la de la iglesia entre todos los creyentes. Qué mejor metáfora que tratar de tener una armonía sin ningún instrumento, con nuestras voces.
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