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Parque Nacional de Doñana: crónica de una desecación anunciada
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Parque Nacional de Doñana: crónica de una desecación anunciada

Lo de Doñana se veía venir. Los científicos estaban avisando y los ecologistas clamaban al cielo mientras los políticos se ponían de perfil echándole la culpa al otro

Foto: La laguna más grande de Doñana está seca. (Banco de imágenes EBD/CSIC)
La laguna más grande de Doñana está seca. (Banco de imágenes EBD/CSIC)

Durante estos días, la desecación de Doñana ha dado pie a la publicación de numerosas noticias, algunas no todo lo rigurosas (por precipitadas) que requiere el tratamiento informativo de un tema tan delicado y sobre el que se arremolinan tantos y tan enfrentados intereses. Por eso es importante atender a lo que, desde la ciencia y el seguimiento diario, señalan quienes siguen su evolución a pie de charca.

Todo empezaba con un inquietante mensaje publicado el pasado fin de semana por la Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) en las redes sociales comunicando que la laguna permanente de Santa Olalla, la más grande de la marisma, alimentada directamente por el acuífero y la única que se mantenía con agua de todas las que se forman ante las dunas que la separan del Océano Atlántico se había secado por completo. Las imágenes compartidas por la institución científica en su cuenta de Twitter eran ciertamente estremecedoras.

Las causas que han conducido a este aguazal y al resto de la marisma hasta esta situación son varias y bien conocidas, pero todas ellas se han visto agravadas por la severa sequía que atraviesa la región, donde hace una década que no llueve de manera normal, las precipitaciones se han quedado muy por debajo de la media y los embalses de la cuenca del Guadalquivir han descendido hasta situarse al 21% de su capacidad.

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Pero a esta situación, directamente relacionada con un cambio climático que supone la mayor amenaza para los ecosistemas acuáticos del sur de Europa, hay que añadir la sobrexplotación del acuífero que nutre y da vida a uno de los humedales más importantes del continente europeo. Una sobreexplotación que supera notablemente su capacidad natural de recarga, muy mermada por la escasez de lluvias y que ha motivado la desecación (Doñana no se ha secado, ha sido desecada) no solo de la laguna de Santa Olalla, sino del resto de los aguazales y los caños que hidratan la marisma, tal y como denunciaba la organización conservacionista WWF, pionera en la defensa de Doñana e impulsora del parque, en las redes sociales con otra angustiosa imagen.

Sin embargo, pese a las alertas de las instituciones científicas y entidades ecologistas, pese a las condenas de la Comisión Europea por el pirateo de agua y las advertencias de organismos internacionales como la UNESCO, la sobreexplotación del acuífero no solo se ha mantenido durante el actual período de sequía, sino que se ha visto intensificada este verano. El acuífero se ha forzado aún más con las extracciones de agua para atender la alta demanda de un sector turístico muy alejado de la sostenibilidad, con una agricultura intensiva que no tiene en cuenta los límites de los recursos naturales y en la que la superficie de regadíos ilegales no ha dejado de aumentar, todo ello pese a la clausura de pozos ordenada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.

placeholder Cuando desaparece el agua desaparece la vida en Doñana. (EFE/Juan J. Negro)
Cuando desaparece el agua desaparece la vida en Doñana. (EFE/Juan J. Negro)

Con todo, la EBD/CSIC señalaba en un reciente comunicado que, más allá del grave expolio de agua causado por los pozos ilegales, las lagunas de Doñana estaban siendo desecadas "principalmente" por las captaciones para abastecer a los campos de golf, los resorts y las piscinas de la cercana localidad turística de Matalascañas. Esta localidad, que en verano pasa de ser un pequeño pueblo de 2.500 residentes a convertirse en uno de los mayores destinos turísticos de la provincia con más de 10.000 habitantes, dispara la demanda de agua hasta niveles imposibles de atender por un acuífero agotado y en pleno estiaje.

Turismo, naturaleza y agricultura: sí, pero no así

Buena prueba de esa relación causa/efecto quedaba demostrada estos días después de que una cámara de seguimiento situada en la laguna por técnicos de la reserva biológica detectara que, sorprendentemente, a partir de los primeros días de septiembre, después de que la mayoría de turistas regresaran a sus destinos y cesara la desbocada demanda, el agua empezaba a brotar de nuevo por algunos de los manantiales y vetas que abastecen a la mayor laguna permanente de Doñana desde el acuífero.

Ante esta situación, ¿qué es lo que se pide desde la EBD/CSIC para eludir los peores escenarios?, ¿qué podemos hacer para evitar la desecación definitiva del humedal? Pues algo de sentido común: que en años como este, en los que la sequía se manifiesta de forma tan severa y persistente, se impongan las medidas acordes para restringir el consumo de agua en las urbanizaciones y los complejos turísticos de Matalascañas y evitar el derroche. No se trata de dejar sin agua a la población, ni mucho menos, sino de ordenar el suministro gestionando mejor la demanda, estableciendo las debidas restricciones para garantizar el acceso de todos a los usos prioritarios. Como señalaba estos días el propio director de la Estación Biológica, "no puede ser que mientras se sigue regando el césped en Matalascañas, las lagunas de Doñana se sequen completamente".

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Unos flamencos recorren una laguna completamente seca. (EFE/José Manuel Vidal)

Y es que aquí ya no se trata de anteponer intereses, ni mucho menos de enfrentar la conservación de la naturaleza a las oportunidades de empleo, porque como estamos comprobando estos días, cuando el agua desaparece se borra el paisaje, desaparece la vida y se arruinan los negocios y las cosechas. Todos pierden. Por eso es urgente alcanzar un gran pacto sobre el uso sostenible del agua en Doñana, un acuerdo que permita armonizar el desarrollo local y las oportunidades de empleo con la protección del medio ambiente y la conservación del enclave natural.

En ese sentido, comparto las declaraciones de estos días del consejero de la Presidencia de la Junta de Andalucía, Antonio Sanz, afirmando que "lo que sería injusto es que la protección del entorno de Doñana se haga incompatible con la actividad económica". Por supuesto que sí: pero tampoco lo contrario, señor consejero. Aquí de lo que se trata es de sumar voluntades y fomentar alianzas que favorezcan un modelo de desarrollo económico sostenible, en el que se garantice el derecho al agua de las personas, pero se respete el agua de la naturaleza. Es urgente lograr un gran pacto que fomente un turismo más sostenible y una agricultura en equilibrio con el entorno. Un acuerdo que atienda y garantice el cumplimiento de las normativas, nacionales e internacionales, que velan por la conservación del alto patrimonio natural que alberga Doñana. Porque, de lo contrario, convertiremos la marisma y su comarca en un erial, sin linces ni patos, pero ojo: también sin campos de golf ni fresas.

Durante estos días, la desecación de Doñana ha dado pie a la publicación de numerosas noticias, algunas no todo lo rigurosas (por precipitadas) que requiere el tratamiento informativo de un tema tan delicado y sobre el que se arremolinan tantos y tan enfrentados intereses. Por eso es importante atender a lo que, desde la ciencia y el seguimiento diario, señalan quienes siguen su evolución a pie de charca.

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