Por la boca… Sánchez canta la palinodia, pero desafina

Pedro Sánchez comparece en La Moncloa para anunciar la convocatoria anticipada de elecciones generales.
Pedro Sánchez comparece en La Moncloa para anunciar la convocatoria anticipada de elecciones generales.

Una vez más y con la convocatoria de elecciones generales, Sánchez ha demostrado que solamente le importan sus cálculos y sus pretensiones personales -porque al que menos le convienen ahora unas elecciones es al PSOE- y evidencia su bajeza ética y su cortedad de miras,  provocadas por su propia escasez. 

Sánchez ha disuelto las cámaras y ha convocado elecciones. Una vez más Sánchez se ha montado en La Moncloa -dónde al parecer no hay nadie que le haga entrar en razón- la película de sus conveniencias personales, obviando las de su partido, las de los que le han sido fieles y, por supuesto, sin plantearse lo que le conviene a España.

Ahora que, muchos se hacen los sorprendidos por la decisión, habría que decir que el final de Sánchez, después de su desastrosa etapa de gobierno, tenía que ser, con adelanto o sin adelanto, así de infausto.

Pretende ganar tiempo para él y restárselo a los otros.

Pretende ser la única opción de la izquierda porque, además del fracaso rotundo de Podemos, Díaz, sin tiempo también, no ha logrado conformar una opción medianamente seria.

Pretende dejar reducidas en el tiempo las consecuencias positivas del éxito indiscutible del Partido Popular y acortar la celebración de la fiesta diluyendo los resultados en la convocatoria electoral.

Pretende rentabilizar, durante la campaña, las negociaciones entre el Partido Popular y Vox para gobernar en algunos ayuntamientos y autonomías

Pretende cercenar de raíz cualquier intento de rebelión interna en el Partido Socialista, en el que solamente García Page podría aspirar a hacerle sombra e incluso arriesgarse a intentar un cambio de candidato, si los comicios se hubieran celebrado en Diciembre.

Pretende evitar cualquier crítica de los “ancianos” del socialismo, que sería mal aceptada en plena campaña electoral.

 

Pretende lavar su imagen y aparecer como un político generoso que no duda en poner su cargo a disposición de los españoles, para que sean los ciudadanos quienes decidan su futuro y clarifiquen lo que desean para España.

De todas esas pretensiones -que, con toda seguridad, han guiado una decisión que estaba tomada hace tiempo si los resultados eran los que han sido- las dos únicas que pueden tener un cierto resultado aceptable para Sánchez, son las que se refieren a cercenar de un golpe cualquier intento de su partido de “agradecerle los servicios prestados” o de algún “compañero o compañera” de quitarle de la foto del cartel electoral. Porque en cuanto a lo que puedan decir o hacer los “antiguos”, ya está sobradamente probada su “prudencia”.

Pero en la decisión de Sánchez hay pasos mal calculados.

En dos meses, la decisión  de quienes han votado el cambio espectacular que se ha producido, difícilmente va a variar, ni en dos meses se va a desvanecer la euforia de quienes han conseguido derrotar a Sánchez.

En dos meses, la percepción de que se ha iniciado un nuevo ciclo en la política española, que se consumará en las elecciones generales, no va a perder fuerza.

 En dos meses, la amalgama de grupúsculos que tiene Sánchez a su izquierda no tendrá tiempo de reponerse y organizarse, pero los odios y los rencores que ha dejado, está dejando y dejará, ya están instalados en todos sus antiguos coaligados, de los que solamente puede quedarle Bildu, con todo lo que eso supone.

En dos meses, el fantasma de Vox no va a tomar más cuerpo del que ya tiene y además, de tanto agitarlo, se diluye por momentos.

Por supuesto que Sánchez sabe que no pilla desprevenidos ni al Partido Popular ni a Vox, porque en ambas formaciones las elecciones municipales y autonómicas se han tomado como algo más que un anticipo de las generales y las maquinarias como se ha demostrado están bien engrasadas.

Solamente podría haber un motivo mínimamente plausible en el adelanto electoral: Sánchez se ha dado cuenta de que él y su partido iban a llegar desangrados a Diciembre y ha querido acortar la sangría lo más posible.

Además, la baza de la presidencia europea que tantos del entorno de Sánchez han cacareado, no es más que una rutina y no significa nada tan importante como querrán hacer creer los de la imagen de Sánchez, pero, pese a ello, convocar unas elecciones generales tres semanas después de haber asumido ese compromiso, demuestra lo poco que importa a Sánchez, el prestigio internacional de España.

La carcajada: Cualquiera de las intervenciones de Sánchez afirmando rotundamente que, en ningún caso, adelantaría las elecciones y que acabaría la legislatura.

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