TEATRO
Entrevista Chimpún

Pablo Carbonell: "Siempre he tenido un magnetismo sexual tremendo y he sabido utilizarlo"

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Es muy difícil caer bien a casi toda España y él lleva lográndolo 40 años. "Mi gran talento es que la gente me aguanta muchas tonterías", explica

Pablo Carbonell, un tipo con estrella.
Pablo Carbonell, un tipo con estrella.Antonio Heredia

Pablo Carbonell abre la puerta recién levantado de la siesta, lo que genera una cómica discordancia: su mente se mueve a toda velocidad, como siempre, y a su cuerpo le cuesta seguir el ritmo. En dos minutos me ofrece un café, me enseña la casa a la que se acaba de mudar, regresando de la sierra a Madrid por imperativo familiar ("¿cómo convences a tu hija adolescente de seguir viviendo en un pueblo de 700 habitantes?"), me regala un polvorón y unas bebidas energéticas y no para de moverse de un lado a otro sin acabar ningún recorrido.

El café llegará un buen rato después y, junto con él, el despertar definitivo de Pablo, que desde el 12 de enero interpreta en el teatro Quique San Francisco de Madrid la obra El crédito, donde su encanto natural sólo tiene un objetivo: el dinero.

En este país suele dar vergüenza hablar de dinero, que es una cosa muy yanqui.
Eso de "la propiedad es un robo" se quedó muy antiguo, pero contar el dinero delante de los pobres está feo. Esta es una obra sobre lo que podemos llegar a fastidiarle la vida a los demás por el dinero. Cambiar una bañera por una ducha puede provocarnos una desesperación que nos lleve a atracar un banco, robar a un pariente y lo que sea. Es una desesperación muy humana. Mi personaje es el que va a pedir dinero y lógicamente, como hay más gente que pide dinero que gente que trabaja en un banco, el público se identifica conmigo, pero en realidad soy una verdadera alimaña sin escrúpulos.
¿Tú, que fuiste hippie de los de verdad, has perdido la cabeza por dinero alguna vez?
No, nunca he sido un tipo materialista. Siempre he sido muy manriqueño y he sabido que aquí acabamos todos en el mismo sitio tengamos millones o estemos en la miseria. Soy más de regalarme momentos felices. Hay gente que no lo entiende, pero sentarme a comer con los amigos o viajar son mis placeres máximos. Papá Noel me ha traído un viaje a Florencia y es lo que más ilusión me ha hecho. Soy un disfrutón de la contemplación, no he estado allí y me parece un lamparón en mi vida que hay que limpiar.
Para saber más

El otro día decían los Estopa que este culto al trabajo que nos quieren imponer es una mierda.
¿Pero Estopa, antes de hacer lo que hacen ahora, trabajaban de verdad?
Claro, trabajaban en la SEAT.
Ah, por eso les sale tan bien la rumba, claro. La rumba, como sabes, es el rock and roll del pueblo. Ahora lo entiendo todo.
¿Es trabajo de verdad lo que haces tú?
No, no. Yo no he trabajado en la vida y eso que tengo seis o siete trabajos diferentes y no paro en casa. Me lo paso muy bien haciendo lo que hago y procuro que mi trabajo sea algo parecido a una vía de escape. Me puede doler la espalda, la rodilla, el estómago, la cabeza y tener montones de problemas, pero cuando salgo al escenario se me curan. No entiendo cómo la Seguridad Social no receta a la gente hacer teatro. Se te quitan todos los achaques. ¿Sabes eso que dicen de que los autónomos son inmortales y están pensando en hacer transfusiones de su sangre a personas que están ya desahuciadas? Pues si les recomendaran subirse a un escenario tendrían el mismo efecto. Nadie se pone enfermo antes de subir a un escenario. Mira, contar dinero delante de los pobres da mucha grima, pero decir esto que voy a decir también la da: me encanta mi trabajo. Cuando cotizo a la Seguridad Social y la gente me dice que tendré una buena jubilación, me parto de risa porque no voy a jubilarme. En mi vida. Sé que a alguna gente esto le sentará como una amenaza, pero lo voy a cumplir.
Lo cierto es que cada vez haces más cosas.
Sí, sí. Esta obra de teatro, tengo conciertos con los Toreros Muertos, estoy en dos programas de televisión, ando reescribiendo un guión para ver si me dejan dirigir otra película, en los ratos libres estoy grabando un disco, lo que me supone mandar temas a gente, hacer canciones, meter arreglos..., y en casa trabajo de cocinero.
Cantante, actor, director, presentador, cómico, escritor... Has hecho de todo.
Sí, porque tengo mucho morro.
¿Y algún talento?
Supongo que sí. Sobre todo tengo el talento de que la gente tiene mucha paciencia conmigo. De repente, me tocaron con una varita y dijeron: "La gente te va a aguantar muchas tonterías". Luego, supongo, que había algo instintivo. Me veo ahora en 'La bola de cristal', por ejemplo, y me sorprendo porque entonces, sin conocer aún nada del oficio, ya sabía impostar la voz o generar una perspectiva en mi trabajo. En fin, alguna cosilla traía pero, en general, todo lo que he hecho en esta vida ha sido improvisado y lúdico.
Creo que tienes otro talento que explica lo de la paciencia: caer bien. Debes ser de las pocas personas en España que le cae bien a todo el mundo.
La verdad es que sí, tengo una suerte bárbara. Tengo que darte la razón, le caigo bien a la gente y no sé qué apostillar ahí. Es un hecho [risas].
Has hablado de 'La bola de cristal'. Quienes defienden que hemos perdido libertad respecto a los 80 dirían que hoy no se podría hacer.
No es cierto. No hemos perdido libertad, pero sí que hemos ganado la triste capacidad de insultar a la persona con la que no estamos de acuerdo. Es una capacidad que antes no teníamos, porque estábamos celebrando la libertad de expresión y la fiesta era tan grande que no había tiempo para que viniera un cenizo a decirte que lo que decías le ofendía por algún motivo. Libertad seguimos teniendo la misma o más, lo que pasa es que el mercado al que nos dirigimos es más exigente. He metido la frase "puta presión fiscal" en una canción nueva y te juro que le he estado dando vueltas bastante tiempo para sustituir la palabra puta por otra. No la he encontrado y me he tomado esa libertad, pero hace 30 años no hubiera dedicado un segundo a pensar en eso. Ahora sí, pero tampoco pasa nada, tampoco es un gran sacrificio. Estamos en una época bastante buena de libertades pese al ruido. La gente tiene que leer más novela histórica.
Cotilleando un poco por la casa, he visto unas cuantas.
Estoy totalmente enloquecido y enganchado. Si no salgo con túnica a la calle es para que no me detengan.
Eso en los 80 sí lo hubieras hecho.
Sí, pero no porque hubiera más libertad sino porque a saber cómo iba yo.
Pablo Carbonell, el discóbolo en Carabanchel.
Pablo Carbonell, el discóbolo en Carabanchel.Antonio Heredia

Quienes vivieron la Movida aún nombran tu actividad sexual de la época con asombro.
Sí, no tiene sentido que disimule a estas alturas [risas]. En la adolescencia me pusieron un corsé de escayola que me imposibilitaba bastante los juegos de cama y cuando me lo quitaron decidí recuperar el tiempo perdido. Tengo talento para ello. Es una de las cosas en que coincido con mi personaje en la obra: tenemos un magnetismo sexual tremendo y sabemos utilizarlo. No sé, siempre he tenido ese don. Una de las frases que dice es: "Tengo un don, tengo un talento natural, gusto a las mujeres, las sé tratar y eso ellas lo detectan". Esa frase la digo con total naturalidad porque la podría decir yo también. Es ciertamente así, aunque ha sido un músculo que he ido trabajando. Al principio me ponía muy colorado cuando me encontraba con una chica, pero aprendí a dominar mi coloración y ahora, a veces, se ponen ellas coloradas involuntariamente.
¿Es igual de cierta tu leyenda con las drogas?
Me he metido de todo y es un milagro que siga vivo, pero eso me permite hablar de ello con conocimiento de causa ahora que ya no consumo. De hecho, mi experiencia con las drogas es bastante más válida que la de la reina Sofía, que preside la Asociación contra la droga. Está claro quién sabe más del tema. Si estoy aquí todavía es porque no he utilizado las drogas para trabajar, eso me ha salvado la vida. Eso y que la heroína no me ha interesado porque me provocaba un estado de nirvana con el que se me iban las ganas de hacer cosas. Y yo necesito estar haciendo cosas. La hiperactividad me ha salvado.
¿Qué aportó realmente la Movida, vista en perspectiva?
Quitó muchos complejos a una España que se sentía menos. Escuchabas una canción como 'Escuela de calor', que sonaba tan bien, y llegamos a pensar: "Eh, nosotros podemos hacer las cosas tan bien como cualquier banda neoyorkina". Esa tontería hizo mucho bien socialmente. Luego, en aquellos años los jóvenes hablábamos mucho de política, pero no es que estuviéramos politizados, es que toda España estaba hablando de cómo hacer este encaje y este país nuevo. En ese sentido fue apasionante.
¿Sigue interesándote la política?
Sí me interesa, pero nunca me llega a elevar, ya no me calienta la sangre.
Debes ser el único, porque está todo el mundo muy tenso.
Pero es que yo no entiendo por qué se han puesto tan tensos con el tema de la amnistía. La política me interesa antropológicamente, soy una persona que vive en un país con una democracia muy consolidada. Digan lo que digan, tengo esa seguridad. Ya nadie se mata por un ideal, por lo menos en Europa, somos un país culto y, en ese contexto, me fascinan algunos personajes. Por ejemplo, Pedro Sánchez.
¿Qué es lo que te fascina de él?
Su capacidad para aguantar. Hubiera sido un gran fajador. Al final siempre gana y ¿sabes por qué? Porque le dan un puñetazo en el estómago y no se dobla. Es un hombre que, además, tiene un oído selectivo, escucha solamente lo que le interesa. Es realmente prodigioso como político. No sé qué consecuencias va a tener su política, nadie lo sabe, pero como soy buenista siempre pienso que todo será para mejor. El problema catalán es un problema emocional. ¿Cómo se soluciona un problema así? Generando emotividades y paralelismos. Intentar arreglarlo con cruceros llenos de policías ya se ha visto que no funciona, así que vamos a ver si con la amnistía sí. Soy optimista. Siempre lo he sido y me ha ido muy bien así y creo que la gente sería más feliz si tuviera un poquito más de positividad. Yo estoy siempre convencido de que todo va a ir bien y, cuando hay un problema, tengo una facilidad fascinante para mirar hacia otro lado.
¿Qué tal te has sentido en pelotas para toda España en 'Desnudos por la vida'?
Ha sido un proceso curioso desnudarse delante de la gente. Ya lo había hecho en el escenario hace 30 años, en algún fin de gira en viaje casi psicodélico, y en Zahara de los Atunes me bañaba en pelotas con Javier Krahe, que fue nudista toda su vida. Pero de ahí a hacer de estríper ha sido un camino realmente revelador y una experiencia que sé de mucha gente que se lo ofrecieron y no se atrevió. Hay que hacerlo, te quitas un montón de tonterías de la cabeza. La vida es aceptarse.
¿Te da vergüenza algo a estas alturas?
Sí. Hacer algo mal en un escenario no es que me dé vergüenza, es que me da pavor. Que el público lo pase mal es de las cosas que más terror me dan si exceptuamos la salud y la felicidad de mis seres queridos. El otro día estuve actuando con Pancho Varona, me puse sombrero como él y le dije: "Me lo pongo de la misma manera que los judíos se lo ponen para hablar con dios. Yo hablo con dios con sombrero".
¿Cuál es tu dios?
Mi dios es el público.