Los lunares y los melanomas son tumores de la piel que provienen de las mismas células, los melanocitos, que dan color a la piel para protegerla de los rayos solares. Los cambios específicos en la secuencia de ADN de los melanocitos, llamados mutaciones del gen BRAF, se encuentran en más del 75% de los lunares. El mismo cambio también se encuentra en el 50% de los melanomas y es común en cánceres como el de colon y pulmón.

Hasta ahora se pensaba que cuando los melanocitos solo tenían la mutación BRAFV600E, la célula dejaba de dividirse y se convertían en un lunar. En cambio, cuando los melanocitos tienen otras mutaciones, se dividen sin control y se convierten en melanoma, que es cancerígeno. Este modelo se llama senescencia inducida por oncogenes.

Pero varios estudios han puesto en entredicho esta teoría, según explica Robert Judson-Torres, investigador del Huntsman Cancer Institute (HCI) y profesor de la Universidad de Utah: “Estas investigaciones han proporcionado datos que sugieren que el modelo de senescencia inducida por oncogenes no explica la formación de lunares, pero no ha habido hasta ahora una explicación alternativa”.

Con la ayuda de colaboradores de la Universidad de California en San Francisco, un equipo de expertos liderado por Judson Torres ha llevado a cabo una investigación en la que analizaron lunares y melanomas donados por pacientes y utilizó perfiles transcriptómicos y citometría holográfica digital. El perfil transcriptómico permite a los investigadores determinar las diferencias moleculares entre lunares y melanomas. La citometría holográfica digital ayuda a rastrear los cambios en las células humanas.

Lunar en el cuerpo

Descubrimos un nuevo mecanismo molecular que explica cómo se forman los lunares, cómo se forman los melanomas y por qué los lunares a veces se convierten en melanomas", dice Judson-Torres. El estudio muestra que los melanocitos que se convierten en melanoma no necesitan tener mutaciones adicionales, pero en realidad se ven afectados por la señalización ambiental, cuando las células reciben señales del entorno en la piel que las rodea. Los melanocitos expresan genes en diferentes entornos, diciéndoles que se dividan incontrolablemente o que dejen de dividirse por completo.

“Los orígenes del melanoma que dependen de las señales ambientales brindan una nueva perspectiva en la prevención y el tratamiento”, dice Judson-Torres. “Asimismo juega un papel en el intento de combatir el melanoma al prevenir y atacar las mutaciones genéticas. También podríamos combatir el melanoma cambiando el entorno”.

Estos hallazgos crean una base para la investigación de posibles biomarcadores de melanoma, lo que permite a los médicos detectar cambios cancerosos en la sangre en etapas más tempranas. Los investigadores también están interesados ​​en utilizar estos datos para comprender mejor los posibles agentes tópicos para reducir el riesgo de melanoma, retrasar el desarrollo o detener la recurrencia y detectar el melanoma temprano.