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Bogotá

La historia del hombre que ayudó a cazar nubes para que lloviera en la sabana de Bogotá: ¿cómo lo lograron?

La idea del bombardeo de nubes es logras lluvias como las reales que muestra esta foto.

La idea del bombardeo de nubes es logras lluvias como las reales que muestra esta foto.

Foto:CESAR MELGAREJO

Un ingeniero y una periodista que estuvieron en los sobrevuelos contaron su experiencia. En esa época hasta el indio amazónico ofreció su ayuda. Expertos hablan sobre esta técnica que muchos miran con recelo.

Por estos días de sequía en la Sabana de Bogotá y el anuncio de cortes de agua por el crítico nivel de los embalses que surten del líquido a la capital algunos han recordado que, en 1984, ante una crisis similar, un grupo de investigadores estadounidenses vino a tratar nubes con el propósito de que lloviera y la ciudad saliera del embrollo.
Sobre esta experiencia han circulado muchas versiones y por eso, EL TIEMPO decidió entrevistar al ingeniero civil de la Universidad Nacional de Colombia, Néstor Fonseca Herrera, quien conoce de primera mano cuál fue la historia real.
Él, quien es especialista en sistemas y plantas de tratamiento, trabajó en la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EEAB) desde el año 1981 hasta el 2001. “Mi trabajo estaba relacionado con todo el tema del abastecimiento de agua. Ahora soy consultor independiente en varios países”.
Recuerda que, para diciembre de 1983, se sintió en el país el fuerte inicio del fenómeno del Niño que hizo sus mayores estragos en 1984. Como hoy fue por un evento climático que se genera cada cierto número de años por el calentamiento del océano Pacífico. Sus efectos son notables en el norte de la región Pacífica, los departamentos de la región Andina y de la región Caribe. Las lluvias disminuyen y empiezan los problemas.
“Todo pasó exactamente como ahora. Se está repitiendo la historia. Solo que en esa época las tres empresas que lideraban el tema del agua era la Corporación Autónoma Regional (CAR) y la Empresa de Energía que manejaba sus propios embalses y el Acueducto que recibía las descargas de agua de estos. Cada empresa era muy independiente. Para esa época comenzaba a operar el sistema Chingaza”.
El embalse de San Rafael hace parte del sistema Chingaza.

El embalse de San Rafael hace parte del sistema Chingaza.

Foto:Archivo EL TIEMPO

Pero, además, relató, en esa época se sumaron a la crisis los derrumbes en los túneles del sistema Chingaza, ubicado dentro del Parque Nacional Natural con el mismo nombre, una red de 28,5 kilómetros que sirve para canalizar y conducir el agua que se produce en los páramos hasta el embalse San Rafael, que suministra alrededor del 70 por ciento del agua que se consume en Bogotá. “Entonces los expertos de las empresas comenzaron a reunirse para saber qué hacer ante la situación. Al igual que hoy, no se sabía cuánto iba a durar la situación. Tocaba buscar soluciones y a expertos en la materia”.
Fotos de la Escuela de Periodismo de EL TIEMPO, en una visita al Parque Nacional Natural Chingaza con apoyo de WWF y Parques Nacionales Naturales.

Fotos de la Escuela de Periodismo de EL TIEMPO, en una visita al Parque Nacional Natural Chingaza con apoyo de WWF y Parques Nacionales Naturales.

Foto:Alejandro Zapata

“Ante la sequía,  los expertos de las empresas comenzaron a reunirse para saber qué hacer ante la situación. Al igual que hoy, no se sabía cuánto iba a durar la situación. Tocaba buscar soluciones y a expertos en la materia”.

El nerviosismo en la ciudad era tal que hasta el indio amazónico ofreció su ayuda y en sectores de Usme hicieron procesiones pidiéndole a la virgen que hacía llover que produjera el milagrito. “Se aceptaba de todo, no hay que negarlo”, dijo entre risas el ingeniero.
Lo cierto es que este comité de expertos de las tres instancias comenzó a investigar y consiguieron a una compañía americana, cuyos expertos arribaron al país, para explicar es qué consistía la lluvia artificial. “Lo que entendimos fue que era algo así como inseminar un químico en las nubes de ciertas características para que pasaran de estado gaseoso a líquido y así arreciara. Había nubes bebés, medianas y grandes”.
Y, para claridad, dice el ingeniero, la ciudad no fue ningún conejillo de indias, sino que la técnica tenía los fundamentos de un Nóbel de física y ya había sido probado en otros países del mundo. Y así fue que luego, a través de un decreto nacional y varios debates aceptaron que comenzaran los vuelos.

La cacería de nubes

Lo primero era ubicar una avioneta de hélice de Interamericana de Aviación y que fuera de alta velocidad. “El proceso consistía en que en la parte inferior de la avioneta se colocaba una caja llena de pequeños tubos que funcionaban como balas. A través de una escotilla se soltaban los recipientes con yoduro de plata dentro de la nube”.
Fonseca recordó que tenían autonomía y prioridad sobre cualquier otro vuelo en los aeropuertos. Además, se tenían que reunir con el ingeniero americano en el hotel Tequendama y con los meteorólogos más prestigiosos de la época quienes analizaban los fenómenos a partir de datos que salían de globos que mandaban señales desde el aire sobre humedades, vientos, entre otros y que operaba el Instituto Colombiano de Hidrología, Meteorología y Adecuación de Tierras (HIMAT), ahora conocido como el Ideam. “Solo que ahora su misión era decirnos en dónde estaban las nubes”.
“La naturaleza quiere ser eficiente", señala Figalli. "Por esa razón, el transporte óptimo y la naturaleza van bien juntos”.

Nubes eran cargadas con químicos para hacer llover.

Foto:Getty Images

Así planearon a qué horas debían salir los vuelos maniobrados por un piloto experimentado y que se realizaron durante casi tres meses, cada día. “Ahí volábamos además el americano, yo y había otra silla para los invitados especiales”.

El nerviosismo en la ciudad era tal que hasta el indio amazónico ofreció su ayuda y en sectores de Usme hicieron procesiones pidiéndole a la virgen que hacía llover que produjera el milagrito. Se aceptaba de todo, no hay que negarlo

Pero no ‘cazaban’ cualquier nube con la que se toparan, tenía que ser la cumulonimbus, un tipo de desarrollo alto, denso, con tormenta y mal tiempo. “Tienen como forma de globo, como las que pintan los niños, y les falta solo un poco más para crecer y provocar lluvias”.
Cuando la hallaban, la avioneta tenía que alcanzar la nube a toda velocidad, meterse en ella y si se veían pequeñas partículas de hielo comenzar a darle vuelta, giros de 180 grados para empezar a soltar el yoduro de plata mientras la atravesaban. “Entonces muchas veces esas nubes se ponían negras, crecían en fracción de segundos y ocurría la descarga”.
Claro, eso no significaba que se llenaran los embalses, recuerda el ingeniero, sino que esas precipitaciones servían para otras necesidades como el riesgo de los campos que tanto ansiaban los campesinos, entre otras. “Logramos que lloviera en Chía, en Zipaquirá, y lo supimos porque teníamos personal en terreno que nos iba informando por radio. Sin embargo, hay mucha gente que dice que eso no sirvió, pero no es verdad”.
Diariamente, trataban entre cuatro y seis nubes y aunque eso no solucionaba el problema de raíz, sí ayudaba a la causa mientras las lluvias reales volvían a aparecer. “Esa fue una buena época porque se unieron las tres instancias para hablar del tema y buscar soluciones, mientras las dos temporadas de lluvias que siempre ha tenido el país se normalizaban”.

La prensa

Artículos de prensa en 1984.

Artículos de prensa en 1984.

Foto:EL TIEMPO

Al igual que hoy, la crisis del agua en 1984, ocupaba todos los titulares de los principales medios de comunicación del país y por eso los profesionales se peleaban la posibilidad de subirse a los vuelos de bombardeo de nubes para saber de una buena vez, de qué se trataba esa técnica de la que tantos se burlaban por considerarla ‘traída de los cabellos’.
La noticia decía algo así: "John Walser, el norteamericano que disparó contra las nubes, en compañía de su equipo de vuelo, se declaró satisfecho por el resultado y propuso nuevas operaciones. El informe del plan piloto estableció que, horas después de realizar los 33 disparos con cápsulas de yoduro de plata, cayó un fuerte aguacero cerca de los embalses que surten a Bogotá". 
Fonseca recordó que una reconocida reportera lo hizo, junto con su camarógrafo, luego de insistir durante días. Aquel día se sentó en la silla trasera de la aeronave que más bien era el baño. “Se bajó pálida, le temblaban las piernas. Ella supo contar muy bien en su programa lo qué se hacía”. 
Por el periódico EL TIEMPO quien hizo el recorrido fue Lucevín Gómez, una experimentada y reconocida periodista quien siempre cubrió los temas relacionados con el agua en la sección Bogotá. “Eso fue hace 40 años y yo acababa de salir de la universidad”.

Se bajó pálida, le temblaban las piernas. Ella supo contar muy bien en su programa lo qué se hacía

Recuerda que la región atravesaba por una sequía “espantosa” y además con problemas en el suministro de agua. “Muy poco tiempo atrás había comenzado a funcionar el sistema Chingaza pensando en una proyección futura, en una nueva población, pero hubo un túnel principal  que no se había revestido con concreto y eso ocasionó varios derrumbes que lo taponaron y que nos dejaron sin abastecimiento”. La situación se agravó y se ordenó el racionamiento.
Tras semejante crisis, escuchar hablar de lluvia artificial, recuerda Lucevin, era cosa de locos. “Los meteorólogos opinaban y decían que eso era un absurdo, algo risible. Hasta hicieron una solicitud a la NASA, tramitaron una licencia ambiental y ubicaron al técnico en Estados Unidos. Recuerdo que los vuelos salían muy temprano, varios a las seis de la mañana”.

Los meteorólogos opinaban y decían que eso era un absurdo, algo risible. Hasta hicieron una solicitud a la NASA, tramitaron una licencia ambiental y ubicaron al técnico en Estados Unidos

La periodista logró estar en uno de estos y aún no olvida la experiencia, dice que sentía todo el tiempo el mareo del ascensor, pero que no se enfermó. “No recuerdo si fue el tercer o el cuatro vuelo, algunos no funcionaron, pero recuerdo que el día que yo estuve ahí, sí llovió, por fortuna. Hacían de a 33 disparos, eran como descargas de unas botellas y la idea era que cayeran en la nube. Eso sí, sirvió para aumentar el nivel de los embalses que estaban secos. Todos estaban contentos por el agua, pero los meteorólogos decían que no había sido por el bombardeo. Coincidencia o no, sí llovió”.

¿Qué dicen los expertos de esta técnica?

Lo primero es saber de qué técnica se está hablando y para eso hablamos con Andrea Devis Morales, PhD Oceanografía, profesora de la Facultad de ciencias naturales, de la Universidad del Rosario.
La experta explicó que cuando se habla de siembra de nubes son métodos que se empezaron a implementar hace unos 50 años en el mundo buscando que el vapor de agua que está contenida en la atmosfera se pudiera condensar y caer en forma de agua.
En algunos países como México, Uruguay y Chile, dijo Devis, también se propuso en varios momentos de la historia, así como en Emiratos Árabes, en donde han venido investigando la forma para concentrar cantidades de agua y llueva. “Lo que se hace, inicialmente, es agregar un compuesto químico como yoduro de plata, que tiene una estructura similar al hielo, cristalina, y cuando este se dispersa en las nubes las gotas de agua se pueden condensar o congelar más fácilmente y esto aumenta las probabilidades de que llueva”.
Las formas en las que se hace esta dispersión, dijo la experta, puede ser aérea, desde un avión que suelta unas descargas, con pequeños proyectiles que se operan desde tierra como cohetes y que se apuntan a pequeñas formaciones de nubes para aumentar la probabilidad de lluvias. “El otro método que se ha utilizado de forma más reciente, es por medio de unos drones que suben a la atmósfera, buscan nubes y empiezan a dirigir láseres que generan cargas eléctricas. Estas hacen que las nubes se agrupen hasta tener suficiente concentración de vapor de agua que se condensa y se vuelve agua”.
Esta lluvia artificial, explica la experta, ya ha caído en Dubái, pero dice que el problema de agregar estos químicos es que estos no deberían estar en la atmósfera porque pueden causar contaminación, porque no es agua potable y además si se generan tormentas eléctricas pueden caer rayos y afectar a los seres vivos. “Estas técnicas todavía se están investigando y la posibilidad de que lleguen a funcionar es a largo plazo, pero a corto plazo todavía hay mucha controversia con respecto al uso de este tipo de metodologías. Además, es muy costoso, sobre todo, el de los drones y la probabilidad de que yo le apunte a una nube y esa haga su trabajo no es muy alta, hay que gastar mucho producto y hacer muchos intentos. Y lo más importante, no sabemos qué consecuencias tenga este método”.
William Lozano, ingeniero Ambiental y Sanitario, magíster en Ingeniería del Agua, doctor en Biotecnología Avanzada, especialista en Modelación Ambiental y coordinador de la Cátedra Unesco en el manejo del Recurso Hídrico, dijo que hay que entender cómo es que se forma la lluvia, su receta. “Esta tiene tres elementos fundamentales, uno es suficiente vapor de agua en la alta atmosfera que aparece con los mismos procesos de evaporación que se dan en los ciclos del agua. El segundo ingrediente es el enfriamiento de ese vapor, que eso se logra cuando se gana altura, pues en la alta atmosfera, en la medida en que se va ascendiendo, hay temperaturas inferiores. Se necesita que sea lo suficientemente baja para que se condense. Y el tercer ingrediente, que es al que remite esta técnica, tiene que ver con núcleos de condensación o partículas como aerosoles, líquidos de naturaleza sólida como suelo, polen o material particulado alrededor de la cual ese vapor de agua se empieza a condensar”.
Según explicó, dependiendo del lugar y del momento, varía el vapor de agua en la atmosfera y si no hay suficientes núcleos de condensación alrededor de los cuales se condense ese vapor de agua, para que surja la gota de agua, la lluvia no se forma.
Agregó que la técnica conocida como ‘siembra de nubes’ de Vincent J. Schaefer lo que hace es agregar partículas de condensación, núcleos que en términos más técnicos se llaman núcleos higroscópicos. “Esta siembra se hace con yoduro de plata para facilitar la formación de las gotas de agua y que luego ocurra la precipitación”.
El experto concluyó que lo fundamental es entender que cuando se usa yoduro de plata se agregan partículas alrededor de las cuales ese vapor de agua que se está enfriando en la atmósfera se condense y forme las gotas de lluvia. “No es como he visto en muchas publicaciones, no es una reacción química, es un proceso físico. Estas partículas de yoduro de plata son inicialmente inertes y en las bajas concentraciones para casos de emergencia son inocuas y perfectamente asimilables por los sistemas”.
Dijo que este debate se viene haciendo de tiempo atrás y que incluso el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático se opuso por la incertidumbre en su efectividad y por posibles daños causados. “En casos de emergencia es una técnica efectiva. Hace 40 años se implementó en Bogotá y en la Sabana hay buenas cantidades de vapor de agua. Tenemos suficiente humedad. Si la técnica se usa eventualmente, es relativamente segura”.
CAROL MALAVER
SUBEDITORA BOGOTÁ
Escríbanos si tiene historias como esta a carmal@eltiempo.com 
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