Share especial 50 años del golpe de Pinochet en Chile

Chile: 50 años del golpe militar y una sociedad dividida

  • Salvador Allende en el golpe militar en su contra.

  • Tropas chilenas el 11 de septiembre de 1973, mientras rodean el Palacio de la Moneda, en el corazón de Santiago.

  • Ataque contra el Palacio de la Moneda en Santiago durante junta militar liderada por Pinochet contra el presidente constitucional Salvador Allende.

  • Expresidente de Chile, durante el golpe de Estado en el que perdió la vida.

  • Bombardeo al Palacio de La Moneda.

  • Soldados golpistas atacan el Palacio de La Moneda.

  • Un tanque escolta soldados golpistas que atacan el Palacio.

  • Palacio presidencial en llamas durante el golpe de Estado del general Pinochet.

1 A. M.:

El presidente Salvador Allende es informado de que un grupo de tropas se están movilizando para supuestamente reforzar la seguridad ante unos posibles disturbios. El Gobierno manifiesta sospechas.

4:30 A. M.:

Las fuerzas golpistas dan inicio a la ‘Operación Silencio’. Se intervienen a medios afines al Gobierno y se instala una cadena de transmisión de radio para emitir los mensajes del Ejército.

6 A.M.

El alto mando militar se instala en el Ministerio de Defensa de Chile y se alistan una docena de aviones de combate.

7:20 A.M.

Allende se dirige a La Moneda (sede presidencial) y hace un llamado para que los militares respeten al Gobierno. Orlando Letelier, secretario de Defensa, es detenido por los golpistas.

8 a. m.

El almirante José Toribio y el general César Benavides informan tanto a los oficiales como a los chilenos que el Ejército se haría a cargo del país.

8:40 a. m.

El teniente coronel Roberto Guillard proclama por primera vez el golpe. Insta al Presidente a dejar el cargo.

9:30 a. m.

El Ejército se toma una ciudad a 120 kilómetros del Palacio Presidencial. Le ofrecen a Allende abandonar el país con su familia, pero se rehúsa.

10:30 a. m.

El Ejército lanza un ultimátum y dice que a las 11 bombardearían La Moneda si el Gobierno no se rinde. Hay una breve tregua y varios miembros de la familia Allende y funcionarios del gabinete presidencial abandonan el palacio.

11 a. m.

Las tropas irrumpen la casa de gobierno.

11:52 a. m.

La Fuerza Aérea chilena ataca La Moneda. Se presentan enfrentamientos entre el Ejército y la población.

12:20 p. m.

El Ejército pone en conocimiento de la ciudadanía los bombardeos y la negativa de Allende de rendirse. La infantería ataca el palacio presidencial con armas pesadas.

1 p. m.

El palacio presidencial está en llamas. Tres funcionarios del Gobierno se rinden y tratan de negociar una rendición, pero son apresados.

1:30 p. m.

Las tropas entran a La Moneda.

1:40 p. m.

Allende se suicida y poco después es encontrado muerto.

2:35 p. m.

Las Fuerzas Armadas anuncian que asumen el poder en Chile.

3 p. m.

Bomberos apagan el incendio que consumía a La Moneda.

6 p. m.

El presidente de la Corte Suprema respalda el golpe.

7 p. m.

Los jefes de la Junta Militar llevan a cabo su primera reunión.

8:30 p. m.

El Ejército convierte dos estadios en campos de prisioneros. Ese día se detienen a 5.600 personas que se resistían contra el golpe; 600 eran estudiantes.

10 p. m.

Augusto Pinochet toma juramento como presidente de la junta militar y anuncia un decreto que implanta el estado de sitio en el país.

1 A. M.:

El presidente Salvador Allende es informado que un grupo de tropas se están movilizando para supuestamente reforzar la seguridad ante unos posibles disturbios. El Gobierno sospecha del movimiento de tropas.

4:30 A. M.:

Las fuerzas golpistas dan inicio a la “Operación Silencio”. Se intervienen a medios afines al Gobierno y se instala una cadena de transmisión de radio para emitir los mensajes del ejército.

6A.M.

El alto mando militar se instala en el Ministerio de Defensa de Chile y se alistan una docena de aviones de combate.

7:20 A.M.

Allende se dirige a La Moneda (sede presidencial) y hace un llamado para que los militares respeten al Gobierno. Orlando Letelier, secretario de Defensa, es detenido por los golpistas.

8 a. m.

El almirante José Toribio y el general César Benavides informaban tanto a los oficiales como a los chilenos que el Ejército se harían a cargo del país.

8:40 a. m.

El teniente coronel Roberto Guillard proclama por primera vez el golpe. Insta al presidente a dejar el cargo.

9:30 a. m.

El ejército se toma una ciudad a 120 kilómetros del Palacio Presidencial. Le ofrecen a Allende abandonar el país con su familia, pero se rehúsa.

10:30 a. m.

El ejército lanza un ultimátum y dice que a las 11 bombardearían La Moneda si el Gobierno no se rinde. Hay una breve tregua y varios miembros de la familia Allende y funcionarios del gabinete presidencial abandonan el palacio.

11 a. m.

Las tropas irrumpen la casa de gobierno.

11:52 a. m.

La fuerza aérea chilena ataca la Moneda. Se presentan enfrentamientos entre el ejército y la población.

12:20 p. m.

El ejército pone en conocimiento de la ciudadanía de los bombardeos y de la negativa de allende de rendirse. La infantería ataca el palacio presidencial con armas pesadas.

1 p. m.

El Palacio presidencial está en llamas. Tres funcionarios del Gobierno se rinden y tratan de negociar una rendición, pero son apresados.

1:30 p. m.

Las tropas entran al Palacio.

1:40 p. m.

Allende se suicida y poco después es encontrado muerto.

2:35 p. m.

Las Fuerzas Armadas anuncian que asumen el poder en Chile.

3 p. m.

Bomberos apagan el incendio que consumía a La Moneda.

6 p. m.

El presidente de la Corte Suprema respalda el golpe.

7 p. m.

Los jefes de la Junta Militar llevan a cabo su primera reunión.

8:30 p. m.

El Ejército convierte dos estadios en campos de prisioneros. Ese día se detienen a 5.600 personas que resistían contra el golpe; 600 eran estudiantes.

10 p. m.

Augusto Pinochet toma juramento como presidente de la junta militar y anuncia un decreto que implanta el estado de sitio en el país.

El dictador chileno sin condena

El dictador chileno
sin condena

Carlos Reyes García

Subeditor de Internacional

“No se mueve ninguna hoja en este país si no la estoy moviendo yo, eso que quede claro”. Así se refería Augusto Pinochet en 1981 a la forma como dirigía a Chile con puño de hierro durante los 17 años que duró su dictadura (1973-1990).

Y aunque ya ha pasado medio siglo desde que la Junta Militar dirigida por Pinochet derrocó a Salvador Allende y se atribuyó poderes absolutos para gobernar el destino de los chilenos durante casi dos décadas, su legado sigue despertando pasiones y odios.

Tres de cada diez chilenos aún justifican el golpe militar y cerca de cuatro de cada diez cree que el exgeneral impulsó la modernización de la economía chilena. Esta última la razón principal por la que no son pocos los que aseguran que los tiempos de Pinochet marcaron el desarrollo del país.

Siempre luciendo durante el régimen su traje militar, gafas oscuras y una postura corporal altiva, Augusto Pinochet forjó su renombre en buena parte durante la larga carrera castrense que tuvo en las filas del Ejército chileno.

Nacido en Valparaíso el 25 de noviembre de 1915 del matrimonio entre Augusto Pinochet Vera y Avelina Ugarte Martínez, a los 18 años entró a la Escuela Militar Libertador Bernando O’Higgins tras recibir durante su niñez y adolescencia una profunda educación religiosa en el Seminario San Rafael de Valparaíso, en el Instituto Rafael Ariztía de Quillota y en el Colegio de Los Padres Franceses de Valparaíso.

Según su biógrafo, James Whelan, Pinochet tuvo una infancia normal en la cual su madre tuvo un papel muy importante en la formación de su personalidad. Ella le inculcó un profundo fervor por la religión. De hecho, se solía definir a sí mismo como un “católico, apostólico y romano”.

De acuerdo con una reseña que le hizo la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile (BCN), durante su paso por el Ejército se especializó en geografía militar y geopolítica. Sus primeros años los dedicó como profesor titular en escuelas militares, entre otras funciones.

Luego, a mediados de la década de los 50, fue subsecretario de Guerra e hizo parte de una delegación militar en Estados Unidos como agregado militar en la embajada en Washington. Poco después fue enviado a Quito para organizar la Academia de Guerra de Ecuador, en donde vivió por tres años.

Para finales de la década de los 60 fue nombrado general de brigada y comandante jefe de la VI División del Ejército en Iquique, lo que le labró el camino para que en 1970 fuera ascendido a general de división.

Ya en los más altos cargos dentro de la jerarquía castrense, entre 1972 y 1973 asumió como jefe subrogante el Ejército en reemplazo de Carlos Prats, quien fue llamado por Allende para formar parte de su gabinete ministerial.

Su destino cambió, poco después, el 23 de agosto de 1973, cuando Prats renunció a su cargo de ministro no sin antes recomendarle a Allende que nombrara como comandante en jefe del Ejército al propio Pinochet. Hasta entonces, y como lo recuerdan los medios de la época, el entonces general nunca había mostrado ningún tipo de actos de rebeldía ni había manifestado aspiraciones políticas.

Tenía, eso sí, fama por su personalidad fuerte. Y tan solo 18 días antes del 11 de septiembre de 1973, Allende accedió y nombró a Pinochet en el nuevo cargo. Valiéndose de los poderes concedidos por el propio presidente, el entonces general alineó a las cuatro instituciones de las Fuerzas Armadas y dirigió hace 50 años una sangrienta operación militar que tuvo como epicentro el histórico bombardeo al Palacio de la Moneda –sede de Gobierno-. En menos de 24 horas, el ejército comandado por Pinochet terminó derrocando a Salvador Allende y alterando el orden constitucional y democrático de Chile.

Una semana después del golpe, el fotoperiodista neerlandés Chas Gerretsen, le tomó a Pinochet una fotografía durante la liturgia del Te Deum en la Catedral de Santiago que posteriormente encarnaría el símbolo de lo que serían los 17 años del exgeneral en el poder.

General Augusto Pinochet (centro, abajo) junto a varios oficiales del Ejército en Santiago, a pocos días del golpe de Estado que daría el 11 de septiembre

La Junta Militar celebró una misa de Fiestas Patrias, en un evento que estuvo cercado por francotiradores, nidos de ametralladoras en las principales avenidas y puesto de control militar en las calles de Santiago. Gerretsen lo captó con su lente mientras el entonces general estaba sentado y rodeado de sus guardaespaldas y sus más cercanos colaboradores. Pinochet tenía las manos cruzadas sobre su pecho, gafas negras y una mirada severa y desafiante dirigida directamente hacia el lente de la cámara.

Así fue como el mundo vio el rostro del dictador y su retrato de líder implacable con el que se proyectaba hacia la gente. No en vano su famosa frase de que en Chile “no se movía ninguna hoja sin que él se supiera” refleja su poder autoritario y la persecución contra sus opositores.

“Pinochet me miró, él fue lo suficientemente astuto para pensar que la cámara era una herramienta para hablarle a la gente. Luego fui a Hollywood y fotografié actores desde el 75 al 89. Pinochet era un actor. Cuando vi la foto en una revista entendí el tipo de foto que era”, dijo el fotoperiodista sobre la icónica imagen recientemente en una entrevista con Efe a propósito de los 50 años del golpe.

Pero además del respaldo que logró entre los militares para dirigir la dictadura, quizás uno de los personajes más influyentes en la vida de Pinochet fue su esposa Lucía Hiriart Rodríguez, con quien tuvo cinco hijos: Lucía, Jacqueline, Verónica, Augusto y Marco Antonio. De acuerdo con una biografía no autorizada escrita por Alejandra Matus, Hiriart fue mano derecha de Pinochet durante la dictadura y fue una de las personas que más influenciaron a Pinochet para liderar el golpe de Estado.

Lo cierto es durante el régimen Pinochet diseñó todo un andamiaje para que el poder orbitara a su alrededor. Además de los abusos y la persecución que ejercieron los servicios de inteligencia chilenos, también se restringieron los derechos civiles y políticos, se instauró el estado de sitio y el toque de queda y se censuraron los medios de comunicación. También se escribió una nueva Constitución con la que blindó el modelo económico neoliberal por el cual quería llevar a Chile.

Inspirado en la teoría de libre mercado de los ‘Chicago Boys’, Pinochet aplicó el modelo privatizador bajo el cual Chile vivió años de prosperidad y estabilidad económica. Por un lado, se aprobó la creación de un sistema de pensiones y salud privadas, y se devolvieron a compañías una gran parte de las empresas que habían sido estatizadas durante la era Allende.

“Pero este modelo tiene algunas marcadas sombras. Pese al crecimiento económico, la desigualdad en Chile persiste, y el acceso a las pensiones, la salud y la educación están fuertemente segregados”, recuerda un artículo de la cadena británica BBC.

Lo que terminó precipitando el fin de la dictadura fue un plebiscito convocado en 1988 en el que se le preguntaba a la ciudadanía si estaba de acuerdo que el exgeneral siguiera a cargo del país hasta 1997. Tras el triunfo del “No” se convocaron votaciones para elegir presidente y parlamento en 1989.

El 11 de marzo de 1990, Pinochet entregó el poder tras perder un referendo, pero permaneció otros ocho años al frente del Ejército. Fue senador "vitalicio" hasta 2002, cuando renunció. Murió a los 91 años cuando estaba bajo arresto domiciliario por tres casos de violaciones de derechos humanos y uno de malversación de fondos públicos.

El militar falleció en 2006 sin pisar una cárcel o un estrado judicial. Y aunque en 1998 fue arrestado en la capital de Inglaterra tras una solicitud de captura internacional de la Audiencia Nacional de España emitida por el juez Baltasar Garzón, quien investigaba el homicidio de varios ciudadanos españoles durante la dictadura, en el año 2000 regresó a Chile.

“Faltó tiempo para condenarlo”, dijo recientemente elexpresidente de la Corte Suprema chilena entre 2010 y 2012, Milton Juica. Durante el régimen militar, ese tribunal fue "completamente afín al régimen", aseguró.

Hoy, el recuerdo de Pinochet es amargo: para unos es un criminal que nunca pagó por las torturas, desapariciones y ejecuciones que se llevaron a cabo durante su dictadura: aún muchas familias siguen sin tener noticias de personas que desaparecieron durante esos 17 años.

Pero otros justifican el golpe por el crecimiento que tuvo el país en ese entonces y un 36 por ciento de ciudadanos opinan que Pinochet “liberó a Chile del marxismo”. “Es el único dictador de Occidente de la historia contemporánea que a 50 años de haber dado un golpe de Estado tiene más de un tercio de la población a su favor", señala la socióloga Marta Lagos, directora de la encuestadora Mori.

El presidente socialista que
murió en las ruinas incendiadas
del palacio presidencial

El presidente socialista
que murió en las
ruinas incendiadas del
palacio presidencial

William Moreno Hernández

Redacción Internacional

Septiembre 4 de 1970. Cuando el médico socialista Salvador Allende Gossens ganó las elecciones presidenciales en Chile en su cuarto intento, el poeta Pablo Neruda, militante comunista y su amigo cercano, le envió una carta: “Querido Salvador: no he ido a felicitarte porque he estado felicitándome. Supongo que desbaratamos la conspiración”, le escribió.

Dos de los personajes chilenos de mayor relevancia en el siglo XX celebraron ese día, como miles de personas, que por primera vez en la historia de su país un político socialista llegaba al gobierno a través de la votación popular. Un hecho que, sin embargo, antecedió a una cadena de eventos que marcaron la ruptura más profunda de la historia democrática chilena años más tarde.

***

El presidente nació el 26 de junio de 1908 en el seno de una familia de la alta clase media de Valparaíso, hijo del abogado y notario Salvador Allende Castro y de la política Laura Allende Gossens.

‘Chicho’, como lo llamaban

En 1926, luego de prestar el servicio militar, el joven Allende ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, donde se tituló de médico cirujano en 1932. Desde su época de estudiante mostró su vocación por el servicio público. En 1929, integró el grupo político universitario de izquierda ‘Avance’, del cual llegó a ser director, y en 1933, cuando se fundó el Partido Socialista de Chile, con apenas 25 años de edad se convirtió en su primer secretario regional. Bajo la sombrilla de ese partido permaneció toda su vida.

Su ingreso a la política fue a temprana edad. Antes de cumplir 30 años resultó elegido diputado por Valparaíso y Quillota, una ciudad de la zona central de Chile. Por esos años, participó activamente en la fundación del Frente Popular, un amplio bloque de izquierdas que llevó al candidato Pedro Aguirre Cerda a la presidencia de Chile en 1938. Precisamente, durante ese gobierno dejó su puesto de diputado y se embarcó en la tarea de llevar las riendas del Ministerio de Salubridad, Previsión y Asistencia Social.

Allende tuvo tres intentos fallidos de llegar al Palacio de La Moneda. Lo hizo durante los cerca de 25 años de su carrera parlamentaria, luego de ser elegido senador en 1945. Se lanzó por primera vez en 1952, patrocinado por la coalición del Frente del Pueblo, pero en esa ocasión sólo obtuvo un cinco por ciento de los sufragios.

Lo intentó de nueva cuenta en 1958. Esa vez, como candidato del Frente de Acción Popular (FRAP) -una alianza cuya base se conformaba por los partidos Socialista y Comunista-, alcanzó el segundo lugar en la votación, con un 28 por ciento de los votos, tras ser derrotado por el ingeniero civil Jorge Alessandri Rodríguez. Seis años más tarde, en las presidenciales de 1964, nuevamente con el aval del FRAP, aunque logró casi un 39 por ciento de los votos, sufrió por tercera vez el embate de la derrota, pero ahora frente a Eduardo Frei Montalva.

La cuarta fue la vencida. Luego de presidir el Senado entre 1966 y 1969, Allende fue uno de los fundadores de la Unidad Popular (UP), una alianza política que reunió a partidos y agrupaciones sociales de centro e izquierda luego de que el Partido Socialista y el Partido Comunista elaboraron un documento público en el cual invitaron a los movimientos afines ideológicamente a sumarse a una gran coalición. Con el respaldo de esa alianza, en 1970, el médico y político se lanzó una vez más a la presidencia.

En esas elecciones, Salvador Allende obtuvo el 36 por ciento de los votos. Le siguieron Jorge Alessandri Rodríguez, su viejo rival, con el 34,9 por ciento, y Radomiro Tomic, con el 28,1 por ciento. Al no obtener ninguno la mayoría absoluta, el Congreso chileno tuvo que ratificar el triunfo y elegir entre los dos candidatos más votados.

Según cuenta el historiador Joaquín Fermandois en su libro ‘La Revolución inconclusa’, el 24 de octubre de ese año, “en el Congreso Pleno, Salvador Allende fue elegido presidente con 153 votos contra 35 por Jorge Alessandri”.

“(Allende) logró el triunfo definitivo gracias a la intervención de la Democracia Cristiana, que tenía la mayoría en el Parlamento. Ese partido acordó apoyarlo siempre y cuando el electo presidente y los partidos representantes de su candidatura aceptaran la firma de un Estatuto de Garantías Democráticas, incorporado a la Constitución Política mediante una reforma. Una condición que fue aceptada”, cuenta la Biblioteca Nacional del Congreso de Chile en una reseña bibliográfica.

EL presidente de Chile Salvador Allende en el momento que asume el poder.

Con su investidura, la historia se partió en dos. Allende no solo se convirtió en el primer mandatario socialista en el mundo en ser elegido democráticamente, sino también el primero en intentar transitar hacia el socialismo mediante la vía pacífica.

El gobierno de Salvador Allende dio inicio entonces a un plan difícil e inédito. Como señalan historiadores, el entonces presidente, como muchos de sus seguidores y aliados políticos, estaba convencido de que el socialismo podía construirse sobre la base de las tradiciones democráticas de su país.

Su programa de gobierno contemplaba la construcción de un Estado Popular y una economía planificada, en gran parte estatizada.

En este sentido, resultó significativo para el candidato de la Unidad Popular que meses después de su triunfo, en julio de 1971, el Congreso Nacional aprobó, con muy pocas modificaciones y por votación unánime, la enmienda constitucional que hizo posible la nacionalización y estatización de la gran minería del cobre, el metal considerado la “viga maestra” de la economía chilena en el siglo XX y cuya industria estaba hasta ese momento en manos de capitales extranjeros y monopolios internos.

Sin embargo, no ocurrió lo mismo con el intento de estatizar otras grandes empresas. Y al no contar con la mayoría parlamentaria, el gobierno decidió echar mano de un olvidado, aunque vigente decreto, que le permitió expropiar cualquier industria que fuese considerada estratégica para la economía. Además de la expropiación, que solía estar precedida por la toma de la industria por parte de sus trabajadores, el gobierno en cabeza de Allende utilizó otros mecanismos como la compra de acciones, lo que le permitió llegar a controlar casi el 80 por ciento de las industrias y un número importante de bancos.

A eso se sumó la rapidez en la expropiación de más de 4.400 grandes latifundios gracias a una reforma agraria aprobada en el gobierno anterior y los primeros pasos para construir el Área de Propiedad Social (APS), valiéndose de procedimientos legales que si bien no cuestionaban la juridicidad del sistema de entonces, algunos los llamaron “resquicios legales”. Y es que Allende buscaba que ese sector, que abarcaba en su mayoría a empresas estatales, fuera el dominante en la economía, que liberara al país de la “dependencia frente al capital extranjero”, que orientara la producción y aumentara el empleo.

Todas esas medidas, sin embargo, encendieron las alarmas en varios sectores sociales. Un archivo de la Biblioteca Nacional de Chile lo resume así: “la naturaleza radical del programa de gobierno despertó una frontal oposición, tanto en el interior del país como a nivel internacional”.

Esos desacuerdos se dieron en un contexto en el que aún primaba la política de Guerra Fría, el enfrentamiento ideológico entre los bloques capitalista-norteamericano y socialista-soviético, el cual repercutió en Chile con la aplicación de políticas antimarxistas y en una profunda polarización ideológica.

“El gobierno norteamericano decidió utilizar todas las armas necesarias con el objetivo final de derrocar al gobierno chileno”, apunta la Biblioteca Nacional de Chile en una reseña.

A ese panorama se añadió la decisión del gobierno de la Unidad Popular de restablecer las relaciones bilaterales con Cuba y de iniciar, por primera vez, relaciones con China, Corea del Norte, Vietnam del Norte y Alemania Oriental, lo que dio pie a una alta influencia de países extranjeros en la coyuntura chilena. Como reza en el archivo del Congreso de Chile, “si Estados Unidos respaldó activamente la oposición política y social al gobierno, países como Cuba apoyaron a la Unidad Popular”.

El país austral no logra pasar la página de la dictadura de Augusto Pinochet y sigue sumergido en una inquietante polarización política entre izquierda y derecha.

Stephany Echavarría

Editora Internacional

“En algún momento, pareciera ser que esperábamos el bombardeo, pero después se aplazó. El tiempo cobró otra dimensión. Cuando caen los primeros rockets nos fuimos a un sótano. El segundo piso era un infierno, lleno de humo y llamas. En el primer piso, algo pasó con las alcantarillas, porque estaba lleno de agua (…) Encontré (muerto) a (Augusto) ‘Perro’ Olivares -periodista chileno- justamente en el primer piso y a partir de ese momento recuerdo que empecé a gritar, a llamar a un médico a ver si algo podía hacer. Hasta el lugar llegó Allende, los médicos y todos. El presidente tuvo la fortaleza de ordenar un minuto de silencio en homenaje a la primera víctima del golpe de Estado en Chile”.

Carlos Tito Tolosa, periodista y asesor de prensa de Salvador Allende, recuerda de esta manera los hechos ocurridos el martes 11 de septiembre de 1973 cuando las Fuerzas Armadas y los Carabineros de Chile, liderados por los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea —Augusto Pinochet, José Toribio Merino y Gustavo Leigh—, ejecutaron una acción militar para derrocar a Salvador Allende que hacía tres años, en 1970, se había convertido en el primer presidente socialista del mundo elegido democráticamente.

Tropas del ejército y aviones de la Fuerza Aérea atacaron el Palacio de La Moneda, la sede de gobierno, donde se encontraba Tito Tolosa junto a otras decenas de personas, incluido el presidente Allende, quien, tras intentar ponerse en contacto con los tres comandantes comprendió lo que estaba ocurriendo y emitió a través de la radio su último discurso.

Poco más tarde comenzaron los disparos y bombardeos contra La Moneda y Allende fue hallado muerto en el salón principal junto al arma con la que, según el relato oficial, se suicidó.

A partir de entonces, se instauró en Chile una dictadura militar que duró 17 años. Augusto Pinochet se convirtió en el presidente de facto y cerró por tiempo indefinido el Congreso, con lo que concentró en sí mismo el “mando supremo de la nación”.

La vía al socialismo que Allende impulsó con el gobierno de coalición de la Unidad Popular había terminado y daba relevo a un sistema radicalmente diferente que reestructuró toda la sociedad, la economía y la política del país.

Hoy, 50 años después de un golpe de Estado que quebró la institucionalidad democrática y que marcó un hito en la historia de Latinoamérica, la sociedad sigue dividida entre quienes aún creen que los militares tenían razón -36 por ciento, según una encuesta de Barómetro de la política CERC-Mori- y quienes lo condenan flagrantemente.

Según testigos directos, los hechos acaecidos deben ser un recordatorio para no repetir “errores catastróficos”, en especial en tiempos en que la polarización parece hacer irreconciliables las posturas ideológicas, no solo en Chile, sino en gran parte de los países de Latinoamérica y del mundo.

“Los traumas políticos y sociales dejan heridas que no son sencillas de curar, y plantean un complejo reto a la democracia. Es lo que hemos vivido en Chile. Aunque, nuestro país avanzó en todos los terrenos en los últimos 30 años, el pasado sigue entrometiéndose…”, le dice a este diario Sergio Muñoz, prisionero de la dictadura por ser uno de los principales dirigentes de las Juventudes Comunistas en Chile.

Muñoz, quien terminó siendo un crítico del modelo impulsado por Allende luego de que en su exilio en Europa conoció de cerca los crímenes del estalinismo y del tipo de régimen totalitario establecido por los comunistas, recalca que en Chile no se puede “volver a perder la democracia” y hay que “rechazar sin ambigüedades la violencia como método político”.

“El reto de la democracia es convivir en la diversidad, y ello solo puede materializarse en el marco del Estado de Derecho que protege las libertades. La incomprensión de ello estuvo en la génesis de nuestra tragedia”.

“Aunque los años de Allende no habían sido de ningún modo placenteros, puesto que la crisis económico-social y la confrontación política no permitían ni dormir tranquilos, la llegada de la dictadura fue la entrada en otro país, en el que se derrumbó toda noción de derecho. Sobrevino entonces una represión inmisericorde contra los hombres y mujeres de izquierda. ¿Cómo llegó Chile a esa situación? Es doloroso admitirlo para quienes apoyamos a Allende, pero la dictadura de Pinochet no se entiende sin la experiencia del gobierno de la izquierda”, destaca el escritor y analista político.

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CHILE DIVIDIDO: LAS CARAS DE LA CRISIS

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En medio de los tiempos de la Guerra Fría y de su efervescencia ideológica, lo que se propusieron Allende y la coalición política de la Unidad Popular fue avanzar, por una vía pacífica y constitucional, hacia un socialismo que Allende caracterizaba como “democrático, pluralista y libertario”.

Y si bien en una primera etapa los resultados de tal empresa se mostraron positivos, no pasó mucho tiempo para que brotaran desequilibrios extremos en el sistema económico: una inflación que superó el 600 por ciento, escasez de alimentos y la caída de la capacidad de compra para el desarrollo de la industria.

En paralelo se produjo un desborde del programa original, especialmente en materia de expropiaciones de tierras e industrias, por presión de los propios trabajadores, estimulados por los grupos de izquierda más radicales.

El resultado fue la multiplicación de la protesta social, la agudización del conflicto político y una ola en ascenso de actos de violencia y terrorismo. En el eje de todo ese desencanto estuvo la polarización.

“En 1973, la sociedad chilena estaba profundamente dividida en dos bandos irreconciliables. Agotada y presa de una desesperanza aprendida, la población asumía que no había más salida que la imposición de un bando sobre el otro”, explica el sociólogo y consultor chileno Eugenio Tironi.

Para Tironi, el pecado de Allende fue que no ponderó la fuerza de los antagonistas que despertaría su proyecto. “No tomó el debido peso, por ejemplo, a lo que anticipaba el asesinato del comandante en jefe del Ejército, René Schneider, a días de asumir la Presidencia, por un comando de fanáticos de ultraderecha manejado por Estados Unidos y altos mandos militares. Tampoco calibró lo que implicaba la huida de capitales, que interpretó como una conspiración antes que como una reacción a su programa, que incluía la estatización de industrias y la total nacionalización del cobre. Menos aún sopesó las voces de alarma provenientes de la Casa Blanca: ganó aplausos denunciándolas como gestos imperialistas, pero no asumió que ellas indicaban que Washington jamás permitiría que en Chile prosperara un modelo que luego podía ser importado por las izquierdas de la Europa del Sur, colocando en riesgo los equilibrios estratégicos globales”, analiza el consultor.

La administración estadounidense —entonces presidida por Richard Nixon— vio con malos ojos el ascenso de un Gobierno socialista en Latinoamérica. Siendo el consejero de Seguridad Nacional de la época, Henry Kissinger, uno de los principales impulsores de la intervención en América Latina y en el gobierno de Allende.

“Salvador Allende representaba una búsqueda pacífica de cambio, de un cambio significativo que realmente despertó las esperanzas y los sueños de mucha gente, no sólo en Chile sino en todo el mundo. Kissinger lo entendió y por eso buscó que fracasara a través de un acto sangriento que resonó en todo el planeta”, afirma por su parte Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Chile del National Security Archive estadounidense.

El informe Church de 1975 —elaborado para investigar las operaciones y los abusos de poder de los servicios de inteligencia y del poder ejecutivo de Estados Unidos— menciona los diálogos entre Kissinger, Nixon y el director de la CIA, Richard Helms, en los cuales se establecía la necesidad de “evitar que Chile se fuera por el desagüe”, así como las órdenes a la CIA de evitar que Allende asumiera el Gobierno; cuando esto fracasó, comenzaron a planearse operaciones para minar su gobernabilidad.

Pero, en lugar de suavizar los aspectos más radicales de su programa o de ofrecer garantías a EE. UU., Allende creyó que podría sortear las amenazas recurriendo a su reconocida astucia política. “Cuando, a fines de 1972, Allende se dio cuenta de que el país iba hacia el abismo, integró a los jefes militares al Gobierno, pero ya era tarde. La ceguera ideológica llevó a aquella izquierda a actuar de modo suicida”, menciona Muñoz. Así, Chile llegó a aquel septiembre de 1973 en el que Pinochet y la junta militar lograron su objetivo: una toma del poder rápida y efectiva apalancada, entre otras razones, por los contactos con la Administración estadounidense. Irónicamente, Pinochet recibió la visita de Kissinger en 1976 cuando este iba a realizar un discurso por los derechos humanos en la OEA.

lÍNEA DE TIEMPO

MEDIO SIGLO DEL GOLPE QUE CAMBIÓ A LA SOCIEDAD

MEDIO SIGLO DEL GOLPE
QUE CAMBIÓ A LA SOCIEDAD

1970

Salvador Allende gana las elecciones presidenciales en Chile y se convierte en el primer mandatario socialista en llegar por la vía democrática al poder.

1970 - 1973

Durante este tiempo, el Gobierno Allende introdujo varias reformas aprobadas por el Congreso que provocaron tensiones políticas y económicas con los sectores conservadores chilenos.

1971

Por ejemplo, el Congreso aprobó la Ley de Nacionalización de la Gran Minería de cobre, una de las industrias más grandes del país.

1972

Se aceleró una crisis económica en Chile que se extendió por varios meses. Los niveles de inflación pasaron de 22,1 por ciento en 1971 a 605,1 por ciento en 1973.

1972

En octubre se produce una huelga protagonizada por grandes y medianos empresarios y por grupos de clases medias.

1973

29 de julio, se agrava la crisis política en el país y se produce una sublevación militar llamada el ‘tanquetazo’. Agosto, fracasan los diálogos entre el Gobierno y la oposición.

1973

11 de septiembre, Salvador Allende es derrocado mediante un Golpe Militar liderado por las Fuerzas Armadas y de Carabineros, con Augusto Pinochet a la cabeza.

VER MINUTO A MINUTO

1973

24 de septiembre, trece días después del golpe militar, la junta militar decide disolver el Congreso Nacional.

1974

La junta militar introduce un decreto en el que asume los poderes constituyentes, legislativos y ejecutivos de Chile.

1978

La dictadura realiza un plebiscito sin registros electorales y bajo un régimen de estado de sitio en el que se le pregunta a la ciudadanía si apoya o no a Augusto Pinochet. El escrutinio dio como resultado un 75 por ciento de respaldo.

1980

8 de agosto, la junta militar convoca un plebiscito que propone que Augusto Pinochet permanezca al frente por otros ocho años más. 11 de septiembre, los resultados de la consulta son de 67 por ciento a favor y 30 por ciento en contra. El régimen militar se garantiza mantenerse en el poder hasta 1988.

1981

Entra en vigencia la nueva Constitución y Augusto Pinochet jura como presidente por un periodo de ocho años.

1983

Se crea la coalición Alianza Democrática, un movimiento que se opone al régimen militar de Augusto Pinochet.

1983 - 1987

Se conforman diferentes partidos políticos de distintos espectros políticos.

1988

Se realiza un plebiscito nacional, ya previsto desde 1980, que determina si se acaba el régimen militar. El referendo, además, pregunta si Augusto Pinochet sigue en el poder hasta 1997. Tras el triunfo del “No” se convocan a elecciones democráticas para elegir presidente y parlamento en 1989.

1989

Chile vive sus primeras elecciones democráticas desde el golpe de Estado. Patricio Alwyn es elegido presidente de la República tras ser el candidato de la Concertación de Partidos por la Democracia. En esta misma fecha también se elige el nuevo Congreso del país (Cámara y Senado).

1994

TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA

Eduardo Frei se posesiona como presidente y sucede a Patricio Alwyn.

2000

Ricardo Lagos es elegido presidente de Chile.

2006

Michelle Bachelet se posesiona como presidenta y se convierte en la primera mujer en tener el poder del Ejecutivo en Chile.

2010

Sebastián Piñera se posesiona como presidente.

2014

Michelle Bachelet es reelegida como Jefe de Estado.

2018

Sebastián Piñera vuelve a ser reelegido.

2019

Protestas masivas demandan cambios estructurales, incluyendo una nueva Constitución. Chile acepta introducir un nuevo plebiscito para preguntar si se quiere una nueva carta magna.

2020

Los chilenos votan a favor de escribir una Constitución y enterrar la escrita durante la dictadura.

2021

Chile vota para elegir a los constituyentes que escribirán la nueva Carta magna.

2022

11 de marzo, Gabriel Boric es elegido presidente de Chile, el más joven de la historia de ese país. 4 de septiembre, los chilenos rechazan la propuesta de Constitución.

2023

Los partidos chilenos aprueban elegir unos nuevos representantes para escribir una nueva Constitución.

La era Pinochet

Una vez instaurado, Pinochet llevó a cabo una serie de reformas con el objetivo de liberalizar la economía y reducir el papel del Estado en ella mediante la ejecución de un proyecto económico conocido como El Ladrillo, que solo se dio a conocer poco tiempo después del fin de la dictadura, en 1992.

Chile fue el primer país en implementar el modelo económico neoliberal y sirvió como un experimento para evaluar la implementación y el resultado de dichas políticas plasmadas en la privatización de sectores como la salud, la educación y las pensiones.

“El país estaba en una situación desesperada y el resultado final fue que se convirtió en el primer país de América Latina en crecimiento, mucho más rico y con menos pobreza. Su política sirvió de ejemplo incluso a países más desarrollados, porque la libertad económica nunca había sido aplicada tan extensamente como en este caso”, afirma Hermógenes Pérez de Arce, quien fue diputado del derechista Partido Nacional cuando se produjo el bombardeo a La Moneda y quien ha escrito cerca de 16 libros relacionados con el régimen militar.

Leandro Lima, analista del Cono Sur de Control Risks, destaca que el principal legado del régimen fue una convicción por parte de la ciudadanía de que “un modelo económico neoliberal es el mejor para el crecimiento económico y la estabilidad”. “Esta percepción también existe en grupos sociales de otros países de la región, pero tiene raíces más sólidas en Chile y es la marca de las políticas públicas”, agrega.

Pero, con el crecimiento económico, en paralelo el país se sumió en una ola de terror. El régimen ordenó la ilegalización de los partidos políticos, los límites a la libertad artística y de expresión y la prohibición de las manifestaciones sociales y sindicales.

En 1974 se creó la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) encargada de aplicar la doctrina de la seguridad nacional para la persecución, detención y ejecución de toda clase de oposición política a la dictadura.

Gran parte de los oficiales que formaban parte de la Dina fueron entrenados en la Escuela de las Américas, donde se instruyeron en distintos mecanismos de tortura, interrogación y ejecución de grupos subversivos.

A través de la Dina —luego renombrada Central Nacional de Informaciones—, el régimen de Pinochet ejerció una política sistemáticamente violenta y represiva contra la población, sobre todo contra miembros de sindicatos, campesinos, obreros y estudiantes, pero también contra otros colectivos sociales.

De acuerdo con los informes oficialmente reconocidos por el Estado, la dictadura en Chile dejó más de 44.000 víctimas, entre ellas 3.216 muertos, de los cuales 1.185 fueron detenidos desaparecidos que fueron encontrados e identificados con el tiempo. A estas cifras se suman cerca de 33.000 detenidos y torturados, además de 200.000 exiliados.

El Estadio Chile y el Nacional se convirtieron en dos de los principales centros de detención del país, en los cuales muchas personas, como el cantautor chileno Víctor Jara, a quien le quebraron todos sus dedos y luego lo obligaron a intentar tocar su guitarra, fueron torturadas y asesinadas.

Después de 15 años, el plebiscito del 5 de octubre de 1988, el tercer referéndum para definir la continuidad de Pinochet en el poder, la tensión y polarización política estaban en su punto máximo en el país.

Finalmente, la Concertación de Partidos por el No ganó con un 54,7 % de los votos frente al 43 % del sí. El 11 de marzo de 1990 el candidato democristiano, Patricio Aylwin, se convertiría en el primer presidente de la transición a la democracia.

Cuando Pinochet murió en 2006, lo hizo con una orden de detención internacional y más de 400 querellas en su contra por crímenes de lesa humanidad, mientras todavía se desconoce el paradero de otras 1.162 víctimas.

Es por esto que el Estado chileno asumirá por primera vez la búsqueda de esos detenidos desaparecidos, una inédita política de búsqueda de las víctimas de desaparición forzada, que se suma a un proyecto de ley para levantar parcialmente el secreto del informe elaborado hace dos décadas por la Comisión de Prisión Política y Tortura, conocida como Comisión Valech, para esclarecer la identidad de los opositores encarcelados y torturados durante la dictadura.

Además, la Cámara de Diputados aprobó solicitar archivos secretos a Estados Unidos sobre su intervención en la desestabilización del gobierno de Allende, visto por muchos como un símbolo de la resistencia y por otros tantos más como el peligro máximo para la estabilidad social y económica del país.

Así registró EL TIEMPO uno de los episodios más violentos en Chile: la toma abrupta del poder de Augusto Pinochet y la dictadura que presidió.

Una herencia que sigue vigente

Si bien Chile ha vivido un proceso de democratización política, permanecen en el entramado institucional elementos heredados de la dictadura, a lo que se suma una polarización que aún hoy divide entre detractores y defensores del régimen de Pinochet.

“Yo justifico el golpe militar”, afirmó en julio pasado el diputado chileno Jorge Alessandri respecto al derrocamiento de Allende, eco de un sector de la derecha chilena que, según analistas, manifiesta “retrocesos” al justificar o negar la violencia de la dictadura y que ha crecido en los últimos meses en el seno de un Chile polarizado que puja por hacer memoria.

Sin ir más lejos, un estudio difundido por la Fundación Activa realizado en agosto reveló que al 56 por ciento de los chilenos no les interesa el aniversario del golpe de Estado.

La mayoría de los encuestados coinciden, asimismo, en que las diferencias y divisiones que genera el golpe nunca se superarán, y el 43,7 por ciento justifica un golpe de Estado dependiendo de “las condiciones que viva un país”.

“Hemos tenido un retroceso considerando que anteriormente el país daba ciertos pasos adelante en relación a reconocer las violaciones a los derechos humanos y condenarlas. Hoy hemos visto cómo el sector heredero de la dictadura ha tenido un discurso muy distinto, reivindicando el golpe, justificando, negando o minimizando las violaciones a los derechos humanos”, señala el director de Amnistía Internacional Chile, Rodrigo Bustos.

“Por un lado, los sectores más cercanos al pinochetismo duro han tenido mayor visibilidad producto de sus resultados electorales, hoy es un sector que tiene mayor fuerza política”, agregó.

A juicio del investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Rodrigo Pérez de Arce, Chile llega a esta conmemoración en un “clima político complejo” donde “no solo hay diferencias profundas respecto de la evaluación del golpe, sino que también en cómo se debiera organizar la sociedad”.

Con la llegada del gobierno del presidente izquierdista Gabriel Boric, quien asumió el poder en 2022 a sus 36 años mostrándose como una figura desligada de la política tradicional y con la promesa de hacer cambios sustanciales en el país que llevaran a una mayor igualdad y justicia tras el estallido social de 2019, las posturas ideológicas se han vuelto a distanciar, en especial por el tortuoso camino que ha significado cumplir con la decisión ciudadana de cambiar la Constitución heredada de Pinochet

Los partidos políticos habían acordado redactar una nueva carta magna como una forma de poner fin a la ola de protestas sociales que paralizaron el país a fines de 2019. Pero, los chilenos rechazaron hace un año el primer texto redactado por la Convención Constitucional, impulsado por el Gobierno y sus aliados, temiendo que diera demasiado poder a grupos indígenas y de izquierda radical, además de que rompiera los controles y equilibrios del poder gubernamental.

En una nueva votación, el país viró de extremo y se inclinó por las fuerzas conservadoras, siendo el segundo intento de Chile en tres años por redactar una nueva ley fundamental.

El Partido Republicano, que siempre se opuso al cambio constitucional, fue el más votado y lidera la redacción de la nueva propuesta que será votada el próximo 17 de diciembre.

Entre los cambios introducidos en el documento más reciente están la ausencia de una mayor autonomía de los grupos indígenas y un impulso para garantizar la paridad entre hombres y mujeres en las esferas de Gobierno.

“Sustituir la Constitución es difícil porque existe una polarización de fondo sobre el legado de Pinochet y su modelo socioeconómico. En la coyuntura actual, el debate es difícil para los defensores de una nueva carta magna, sobre todo una más progresista, porque la ventana de oportunidad para un cambio profundo ya está cerrada. El ímpetu reformador del estallido social de 2019 se ha debilitado y el presidente Boric no tiene la suficiente fuerza política para recuperarlo. La ciudadanía también está cansada del proceso constituyente y no me sorprendería demasiado que este año gane otra vez el No”, afirma el analista Leandro Lima.

Las amenazas de los nuevos tiempos

El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alberto van Klaveren Stork, es claro en que el Chile actual enfrenta un nuevo fenómeno. “Ya no es la interrupción violenta de un proceso democrático, de la intervención de la fuerza armada o incluso de la intervención de una potencia extranjera; lo que estamos viendo es un fenómeno de erosión gradual de procesos democráticos en distintos países”.

“Hoy por hoy los golpes de Estado son más frecuentes, pero en el caso de América Latina más que surgir como producto de la acción de las fuerzas armadas, se dan como consecuencia de la acción de líderes electos como presidentes que empiezan a socavar las instituciones democráticas”, agrega.

Como lo advierte Peter Kornbluh, en los tiempos actuales la mayoría de los países se ven amenazados por la deriva hacia los extremos. “No sólo hacia la derecha, sino hacia cualquier extremo, hacia sistemas que no respetan la verdad, la dignidad y la gobernanza democrática”. Por eso, para él, Chile es una nación de la que se pueden extraer muchas lecciones.

Y es que todos los expertos coinciden en que la gran lección que dejó el golpe de Estado en Chile es la importancia de mantener y cuidar el Estado de derecho, las instituciones, la democracia y los acuerdos políticos, sea cual sea el signo político del gobernante de turno.

“La estabilidad democrática está en riesgo en distintos países de América Latina y esto significa que no podemos esperar que las instituciones se defiendan solas. La preservación activa de la cultura democrática en la sociedad es fundamental”, comenta Lima.

Por su parte, Sergio Bitar, preso político de la dictadura, ícono de los exiliados chilenos y quien fue ministro de Gobierno de Allende, considera que el gran cambio fue la valoración de la democracia y de lo sagrado que significa el respeto a los derechos humanos y de tener un sistema judicial autónomo.

“Este es un país que se inclina por las reformas graduales, pero tiene también un alma conservadora que hay que tener presente para quienes quieran gobernar. Pinochet sacó más del 40 por ciento de los votos en el plebiscito para seguir como dictador después de 17 años. Entonces, desde el punto de vista político, hay que pensar que hay un sector que privilegia la seguridad. Y esto, en los momentos actuales, no solo de Chile sino de América Latina, envuelta en redes de crimen organizado y una espiral de violencia, es un elemento a tener muy en cuenta. Debemos garantizar cómo asegurar un cambio democrático sin violencia, dando garantías de seguridad a la ciudadanía para tener esperanza de poder lograr mayor igualdad y mejores condiciones de vida para todos sin sacrificar la democracia”, sentenció.

Así registró EL TIEMPO uno de los episodios más violentos en Chile: la toma abrupta del poder de Augusto Pinochet y la dictadura que presidió.

DATOS

¿CUÁNTAS VÍCTIMAS DEJÓ EL GOLPE DE ESTADO?

EL MAPA DE LAS VÍCTIMAS DURANTE LA DICTADURA

EL MAPA DE LAS VÍCTIMAS
DURANTE LA DICTADURA

Número de personas desaparecidas y ejecutadas por región.

PRINCIPALES VICTIMARIOS

Número de personas ejecutadas y desaparecidas por cada cuerpo armado o grupo paraestatal.

VIOLACIONES A DERECHOS HUMANOS

VIOLACIONES A
DERECHOS HUMANOS

Número total de violaciones a derechos entre 1979 y 1986.

LOS EFECTOS A 50 AÑOS DEL GOLPE

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CRÉDITOS

Diseño e Ilustración:

Daniel Celis

Infografías:

Dany Esteban Valderrama

Maquetación:

Carlos Bustos

Jefe de Diseño:

Sebastián Márquez

Dirección de Arte:

Sandra Rojas

Editora Internacional:

Stephany Echavarría.

Redacción: Andrea Aguilar, Carlos José Reyes,

Angie Ruiz Hurtado, Sergio Gómez Masseri, William Moreno Hernández, Stephany Echavarría y Sofía Gómez.

Andrea Aguilar, Carlos José Reyes, Angie Ruiz Hurtado, Sergio Gómez Masseri, William Moreno Hernández, Stephany Echavarría y Sofía Gómez.

Video:

Julián I. Espinosa Rojas.

Periodista de Reportajes Multimedia:

David Alejandro López Bermúdez.

Editores de Mesa Central:

Eduard Soto y Jhon Torres.

Fotografías:

Archivo EL TIEMPO.

Datos: Chile visualizado: El mapa de las víctimas

en dictadura. Decidechile by Unholster. 50 años: las víctimas en dictadura georreferenciadas. La Tercera.
Desde las cenizas: vida, muerte y transfiguración de la democracia en Chile 1833-1988 / James R. Whelan.
Covert action, vol. 7, informe del Comité Especial del Senado de Estados Unidos, 4 y 5 de diciembre de 1975, pp. 184-185. Elección ordinaria de presidente de la república, Viernes 4 de septiembre de 1970. Dirección del registro electoral, Santiago. Edición especial de la revista política Hoy (ligada al Partido Demócrata Cristiano), mayo de 1986, p. 36.

Chile visualizado: El mapa de las víctimas en dictadura. Decidechile by Unholster. 50 años: las víctimas en dictadura georreferenciadas. La Tercera.
Desde las cenizas: vida, muerte y transfiguración de la democracia en Chile 1833-1988 / James R. Whelan.
Covert action, vol. 7, informe del Comité Especial del Senado de Estados Unidos, 4 y 5 de diciembre de 1975, pp. 184-185. Elección ordinaria de presidente de la república, Viernes 4 de septiembre de 1970. Dirección del registro electoral, Santiago. Edición especial de la revista política Hoy (ligada al Partido Demócrata Cristiano), mayo de 1986, p. 36.