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Cómo es Silípica, el pueblo natal de Mama Antula, el orgulloso hogar de la santa

En el lugar donde comenzó su misión como peregrina sobrevuela un profundo sentimiento de gratitud, en medio de la llegada de miles de personas que viajan desde diferentes puntos de todo el país.
Sabado, 10 de febrero de 2024 12:33

“Mujer fuerte”, “Madre de la Patria”, “Mama Antula”, son algunos de los nombres con los que se conoce a María Antonia de Paz y Figueroa, la beata santiagueña que será canonizada el 11 de febrero en una misa oficiada por el papa Francisco en la Basílica de San Pedro. Según la tradición oral, la primera santa argentina nació en Villa Silípica, localidad del departamento de Silípica, provincia de Santiago del Estero. Son días muy movidos para la población, de aproximadamente 1200 habitantes, por las miles de personas que se acercan a la capilla que se construyó para rendirle homenaje, y desde 2016 –año en que fue beatificada- se preparan para este momento.

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“Mujer fuerte”, “Madre de la Patria”, “Mama Antula”, son algunos de los nombres con los que se conoce a María Antonia de Paz y Figueroa, la beata santiagueña que será canonizada el 11 de febrero en una misa oficiada por el papa Francisco en la Basílica de San Pedro. Según la tradición oral, la primera santa argentina nació en Villa Silípica, localidad del departamento de Silípica, provincia de Santiago del Estero. Son días muy movidos para la población, de aproximadamente 1200 habitantes, por las miles de personas que se acercan a la capilla que se construyó para rendirle homenaje, y desde 2016 –año en que fue beatificada- se preparan para este momento.

“La canonización de Mama Antula es una gran bendición para Santiago del Estero, y particularmente para Silípica, donde estamos en plenos preparativos, viviéndolo con mucha alegría y paz en el corazón, con espíritu de abundancia y de regalo extraordinario de Dios, con todo lo que este evento de concurrencia masiva conlleva; lo hacemos desde una actitud de servicio y humildad, para que todo el mundo pueda conocer su vida, y la pueda imitar, porque para eso son los santos”, expresa el padre Tenti a este medio. Tal como ha declarado el mismísimo Sumo Pontífice, considera que la beata es un “ejemplo supremo de fe”, y los tiempos en que los que inició su obra realzan aún más su perseverancia, fuera de todas las convenciones de la época y fiel a su misión en todo momento.

Son muchos los hechos que destacan en la odisea que emprendió María Antonia de San José –el nombre que sugirió para sí misma y con el que firmó muchas de sus famosas cartas-, nacida en 1730. A diferencia de lo que solía ocurrir en ese entonces, era una de las pocas mujeres que sabía leer y escribir, hablaba quichua, y tenía conocimientos sobre técnicas de ganadería y agricultura. “El papá de Mama Antula era un encomendador, tenía una encomienda de indios, algunos estaban bajo la tutela de los jesuitas, muy capacitados en construcción y producción agropecuaria”, acota el comisionado de Villa Sílipica. Desde los 15 años, la joven santiagueña acompañaba a los jesuitas en la tarea de evangelización de los pueblos originarios, y lo hizo sin descanso hasta 1767, cuando fueron desterrados de toda América, y decidió no quedarse de brazos cruzados.

A los 38 años, puso su vida al servicio, renunció a los privilegios económicos de su familia, y en medio de las adversidades y la constante lucha con el contexto sociopolítico, comenzó con la práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola -meditaciones, oraciones y encuentros para orientar a las personas a la fe- que realizaban los jesuitas. “No se puede creer que haya hecho todo lo que hizo, siendo una mujer que salió al mundo sola, sin un hombre, confiando en la providencia divina, en tiempos tan bravos, con gobiernos tan tiranos, y logró algo extraordinario: unir a la alta sociedad con los pobres, porque durante los ejercicios convivían esclavos con personas de la alta alcurnia de Europa, y ahí eran todos iguales, incluso se servían mutuamente”, manifiesta el comisionado, asombrado por los más de 5.000 kilómetros que caminó Mama Antula por todo el actual territorio del noroeste argentino.

A muchos los sorprende aún más el hecho de que pese al hábito negro que usaba, no era monja, sino una mujer laica consagrada. En este sentido, el padre Tenti lo considera un detalle fundamental, y cree que cada una de las acciones de la beata están alineadas con la Iglesia del siglo XXI que el papa Francisco sueña y pregona. “El Santo Padre tiene un amor muy grande por Mama Antula, y por el pueblo silipiqueño; el papa dice: ‘Silípica, el pueblo fiel, el pueblo de la Madre Antula”, porque representa una Iglesia necesitada de salir a evangelizar, de llevar a Jesús a los demás, como lo hacía Mama Antula, quien realizó una tarea evangelizadora única para una mujer y laica de ese tiempo; de sanar las heridas de los que sufren; como ella lo hacía; de tener una mirada más allá de las crisis y los dolores que en sus tiempos provocó la expulsión de los jesuitas; y es un ejemplo de fe para la sociedad en la que vivimos, de no abandonar, no negarse a la vida y a la felicidad aún en esos momentos, de construir la cultura del encuentro, la paz, y un mundo donde haya más justicia y equidad; el papa la elije también para reparar los dos siglos de demora en la canonización de una persona que en vida ya era considerada santa”, indica el padre.

Silípica, el pueblo de Mama Antula

Su historia continúa con su llegada a Buenos Aires en 1779, en pleno inicio del Virreinato del Río de la Plata, donde logró fundar la Santa Casa, un edificio construido a puro esfuerzo y donaciones, situado hasta la actualidad en la Avenida Independencia 1190. Los siguientes ocho años unas 70.000 personas realizaron en aquella casona colonial los Ejercicios Espirituales. Aunque la bienvenida no había sido para nada grata, supo convertirse en una fuente de legitimidad, de habitual consulta, y por eso se cree que muchos de los próceres de Mayo pasaron por el lugar y formó parte de la base de sus valores en el camino a la Independecia. Aún después de la muerte de Mama Antula, el 7 de marzo de 1799, dejó en sabias manos su legado, y el lugar se mantiene activo hasta nuestros días. Nada de eso hubiera sido posible sin sus comienzos como peregrina en su tierra natal, que incluso hoy sigue siendo un pueblo de fe, una característica propia de la provincia de Santiago del Estero.

Villa Sílipica se encuentra a 40 kilómetros de la ciudad capital, y a 25 kilómetros de Loreto, por Ruta Nacional N°9. A modo de referencia, Manogasta, Arraga y Sumamao son localidades vecinas, y se ubica a 6 kilómetros de Simbol, y a 7 del Río Dulce. El comisionado de Villa Silípica es nacido y criado allí, dueño de gran simpatía, y cuenta que la tranquilidad y la paz que sobrevuela no tienen comparación. “A la hora de la siesta hay un silencio infernal, tanto que se dice que a esa hora anda al diablo; y cuando éramos chicos no podíamos salir, porque era tal el silencio que nos daba miedo”, dice con humor. Todavía se mantiene una gran cantidad de población golondrina, por lo que estima que en el núcleo de la localidad viven unas 1200 personas, pero junto a los parajes de los alrededores alcanzan los 2000 residentes.

“La juventud va y viene a trabajar, a las zonas de la papa en Mar del Plata, Otamendi, Balcarce; a Córdoba para la industria del maní, y los arándanos en La Rioja; siempre desde chico se trabaja, porque venimos de familias muy humildes”, indica. Lo sabe de primera fuente, porque hasta los 16 años realizó tareas agrícolas en la zona, y más adelante consiguió empleo en el correo, por lo que enfrentó el desarraigo hasta su regreso como comisionado. “Es hermoso volver al pueblo, tiene sus encantos, la memoria de los recuerdos, y estoy dichoso porque todo se ha construido con mucho esfuerzo: ahora tenemos una ruta asfaltada, una planta de agua, se refaccionó la escuela primaria, se hizo un jardín de infantes, y se rescató una capilla histórica de más de 200 años, la de nuestra patrona, la Virgen de Monserrat, que estaba muy destruida y pudimos hacer una galería museo que quedó hermosa”, relata.

Actualmente hay dos capillas en la localidad, la construcción blanca es la de Mama Antula, que no existía hasta 2016, cuando la inauguró el padre Tenti una semana después de la beatificación, y otra de tonalidad amarilla con rojo, en honor a la patrona del pueblo. Esta última conserva el techo original, de dos siglos de antigüedad, y el adobe de 60 centímetros de ancho, propio de las edificaciones de aquel entonces. “Es historia viva de lo que fue nuestro pueblo, con la influencia de los jesuitas, y que tenemos el saldo pendiente de descubrir nuestra fecha fundacional, algo que estamos en proceso de investigación para llegar a la fecha más concreta posible”, proyecta el comisionado Concha.

“Mama Antula no tenía su capilla, solamente había un templete a 1000 metros, donde la gente se acercaba a tocar la tierra sagrada, hasta que pudimos construirla cuando fue beatificada, y eso desembocó en otras obras importantes, como la pavimentación de más de 10 kilómetros de ruta y de las calles del pueblo; un acueducto que recorre casi 30 kilómetros para llevar agua a la población, que carecía de agua, y mejoras en todo sentido, con una presencia cultural y religiosa que antes no teníamos”, explica el padre, quien ha sido fundamental en cada avance de Villa Silípica, e incluso ha escrito libros sobre la vida de María Antonia para registrar su legado. Frente a la imagen de la santa argentina, hay una pequeña reliquia que donó la Santa Casa de Buenos Aires: un pedazo de hueso de la beata, que fue resguardado junto a otras pertenencias.

“Es un signo de su presencia que tiene gran valor afectivo para todos”, destaca el padre, que además es el coordinador de la parroquia. Estos días son vividos por los silipiqueños como un acontecimiento sin precedentes, incrédulos de la cantidad de gente que está llegando al lugar. En vísperas de la beatificación ya habían recibido a más de 15.000 fieles, pero es muy probable que el evento de la canonización supere todo récord previo. “Santiago del Estero tiene espíritu festivo, las fiestas son muy grandes, con cantidad de caballos, grupos de jinetes, bombos, acordeones, cuando hacemos ruido, hacemos ruido en serio”, asegura el comisionado sonriente. Las celebraciones patronales comienzan todos los años el 1° de enero en honor a la Virgen de Monserrat, con variedad de actividades programadas, tales como misas, bailes en la capilla con conjuntos de la zona, y procesiones. El clima festivo no para hasta marzo, porque se unifica con otros acontecimientos.

“Se dio la coincidencia de la culminación de la fiesta patronal de Monserrat con la canonización de Mama Antula, porque justo termina el 11 de febrero”, comentan. También se celebrarán los tradicionales carnavales, y el 7 de marzo se vuelve a festejar, por ser la fiesta litúrgica de María Antonia. Luego, a fines de agosto, el mes en que se la beatificó, se realiza una peregrinación multitudinaria, donde se recorren 40 kilómetros, desde la ciudad capital hasta Silípica. En diciembre, desde el 21 se conmemora a San Esteban, considerado el primer mártir de la historia católica, al ritmo de alabanzas con los vistosos erkes, y una marcha hacia la localidad de Sumamao, con retorno a Silípica el 27 de diciembre y salida al amanecer hacia Maco. Así es el calendario de los silipiqueños, con gran presencia de celebraciones religiosas, y con más razón, este 2024 sienten desde lo más profundo de su corazón, el compromiso de honrar a la primera santa argentina.


 

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