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    Valerie Amezcua, una agente supervisora de los casos de libertad condicional, trabaja en el Central Youth Reporting Center de Santa Ana donde no solo trabaja con jóvenes, pero también con padres en un esfuerzo de involucrarlos más con sus hijos.

  • Yvette Cabrera

    Yvette Cabrera

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La semana pasada, escribí una columna destacando el hecho de que la criminalidad juvenil en el condado de Orange se haya incrementado en los últimos años. Pero en lugar de escribir sobre los jóvenes delincuentes, le pedí a la gente que trata con chicos jóvenes que respondiera a esta pregunta: ¿Cómo cambiaría su trabajo si los padres hicieran un mejor trabajo al criar a sus hijos?

Esta semana recibimos respuestas de dos personas que saben mucho de jóvenes y crimen: Donna Drandall, una jueza en la Corte de Menores, y Valerie Amezcua, una agente supervisora de los casos de libertad condicional.

En 2005, Crandall empezó a llevar casos de delincuencia juvenil en el Centro de Justicia Lamoreaux de Orange. Y durante la mayor parte del último año se ha encargado de tres áreas especializadas, incluyendo el absentismo escolar y la drogadicción.

Aunque Crandall dice que los tipos de casos que lleva siguen siendo sobre el mismo tipo de temas durante el tiempo que ha permanecido en este cargo, la presión económica que enfrentan las familias – una presión que ella cree acaba resultando en delincuencia juvenil – ha aumentado significativamente durante los últimos dos años.

“Los padres están perdiendo sus trabajos y perdiendo sus casas. Y cuando no tienen dinero para poner comida en la mesa o un techo sobre sus cabezas, llevar el niño a la escuela o saber lo que hace está abajo de todo en su lista de prioridades”, dice Crandall.

De todos modos, según la ley, estos niños deben estar en la escuela y arreglar eso es una de las tareas más difíciles de Crandall. Cuando Crandall le pregunta a un estudiante por qué no ha ido a la escuela, la típica respuesta suele ser: “No lo sé”.

¿Frustrante? “Oh, sí. Mucho”, dice ella.

Estaba previsto que Crandall atendiera a 45 audiencias sobre absentismo escolar el día después de que yo le hiciera una visita, me explicó, con algunos reincidentes que ya habían estado en la corte de absentismo escolar otras nueve veces. También tiene a un pequeño grupo de ocho o diez padres que no llevan a sus niños de segundo y tercer grado a la escuela. En algunos de estos casos, los padres tienen que lidiar con sus propios problemas mentales o de drogadicción o alcoholemia, y Crandall refiere a esos padres a las agencias adecuadas.

La mayoría de padres con niños con problemas de absentismo escolar quieren arreglar la situación. Algunos, dice Crandall, llegan hasta a sentarse en clase con sus hijos. Pero hay una minoría de padres a los que Crandall no les otorgaría el título de madre o padre del año.

“Parece que hay padres de los niños a los que veo en la corte – y tengo que enfatizar que es una minoría de los niños – los padres no parece que hagan su trabajo”, dice Crandall.

Lo que hace falta, según ella, es que haya un seguimiento porque estos padres se han olvidado de alguna manera, o nunca se han dado cuenta, de que cada momento de la vida de sus hijos es su responsabilidad. Si los padres se acordarán de eso, dice Crandall, medio en bromas, ella no tendría trabajo.

“Si pudiéramos hacer que los padres de estos niños aceptaran realmente sus responsabilidades, y supieran dónde están sus hijos, y qué están haciendo, y qué es lo que se supone que deberían estar estudiando, y los ayudaran a hacer la tarea, e hicieran las cosas a tiempo, y los mantuvieran alejados de las drogas y el alcohol, o bien yo sólo estaría trabajando un día a la semana en la Corte de Menores, o bien no tendría trabajo en absoluto”.

No muy lejos de la corte de Crandall, Valerie Amezcua y sus tres empleados se encargan de lidiar con los mismos problemas cuando se trata de conseguir que los padres cumplan con sus responsabilidades.

Amezcua es la agente supervisora de los casos de libertad condicional del Central Youth Reporting Center de Santa Ana. Es un programa innovador que el Departamento de Libertad Condicional lanzó el año pasado para ofrecer a aquellos menores que están en libertad condicional una serie de servicios, como clases de instrucción, consejería y educación sobre el abuso de drogas y alcohol.

Los jóvenes tienen que reportar a los dos centros del departamento cinco días a la semana y pasar el día entero bajo los ojos vigilantes de los empleados del centro. Pero, a menudo, en las noches o durante los fines de semana, cuando los jóvenes están en casa, los agentes de Amezcua reciben llamadas de los padres que quieren que disciplinen a sus hijos por teléfono.

“Nos llaman los padres diciendo: ‘Dígale que limpie su cuarto’. No señora, ése no es nuestro trabajo. Ése es su trabajo”, explica Amezcua. “… algunos de nuestros padres están tan dispuestos a decir: ‘Tenga, ¿puede criar a mis hijos por mí?’. Y nosotros decimos: ‘No, no, no, no. Nosotros vamos a darle herramientas para ser un mejor padre”.

El centro ofrece sesiones semanales para los padres para que lidien con problemas como la falta de autoestima.

Igual que la jueza Crandall, Amezcua ve cómo los problemas económicos, como pagar la renta, a menudo toman una mayor prioridad que criar a los hijos. Su trabajo es ayudar a los padres a entender que sus hijos son primero.

No todos los padres quieren renunciar a su trabajo y muchos aparecen preguntando: “¿Qué puedo hacer diferente?”. Pero otros ven la paternidad como “una molestia”. En ambos casos, Amezcua dice que si los padres reconocieran lo importante que es su papel para los niños, se vería una diferencia en lo que estamos viendo en la corte de menores y en los centros de detención de menores. Y también implicaría, tal como Amezcua y sus empleados dicen en bromas, que ellos no tendrían trabajo.

“Para los jóvenes que están en la cúspide de involucrarse con el sistema de justicia criminal, cuando ves a un padre activo, creo que realmente marca la diferencia”, dice Amezcua.

“Pero cuando ves a un padre que dice: ‘Oh, gracias, ahora ya no tengo la responsabilidad y ya no la quiero más’, ellos acaban convirtiéndose en el problema y no tanto el joven”.

Yvette Cabrera es presidenta de la Asociación de Noticias Chicanas de California y escribe acerca de la comunidad latina en el condado de Orange.