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Nuevos medicamentos huérfanos

NUEVOS MEDICAMENTOS HUÉRFANOS

Los medicamentos huérfanos son aquéllos que sirven para diagnosticar, prevenir o tratar enfermedades raras de carácter muy grave o con riesgo para la vida. En la Unión Europea, la calificación de enfermedad rara se aplica a todas aquellas que no afectan a más de 5 de cada 10.000 personas. La designación de un medicamento como huérfano no garantiza su uso en la condición designada y no implica necesariamente que el producto satisfaga los criterios de eficacia, seguridad y calidad necesarios para la concesión de la autorización de comercialización. Como para cualquier medicamento, estos criterios sólo pueden ser evaluados una vez que la solicitud de autorización de comercialización haya sido presentada.

MEDICAMENTOS HUÉRFANOS AUTORIZADOS EN LA UNIÓN EUROPEA (EMA) EN LOS ÚLTIMOS DOCE MESES

Medicamento

Indicación

Laboratorio

Fecha
Autorización

Lenalidomida (Revlimid®)

Tratamiento del linfoma de células del manto

Celgene Europe Limited

12/07/2016

Daratumumab (Darzalex®)

Tratamiento del mieloma

Janssen-Cilag International

24/05/2016

Proteína recombinante de fusión consistente en el factor IX de coagulación humano unido a la zona Fc de IgG1 humana (Alprolix®)

Tratamiento de la hemofilia B

Biogen Idec Limited

13/05/2016

Proteína recombinante de fusión ligada al factor IX de coagulación humano con albúmina humana (Idelvion®)

Tratamiento de la hemofilia B

CSL Behring GmbH

13/05/2016

1-{3-[3-(4 clorofenil) propoxi]propil} piperidine (Wakix®)

Tratamiento de la narcolepsia

Bioprojet Pharma

04/04/2016

Factor X de coagulación humano (Coagadex®)

Tratamiento de la deficiencia heriditaria de factor X

Bio Products Laboratory

18/03/2016

Gliceril tri-(4-fenilbutirato) (Revicti®)

Tratamiento de la deficiencia de carbamoil fosfato sintasa

Horizon Therapeutics Limited

01/12/2015

Gliceril tri-(4-fenilbutirato) (Revicti®)

Tratamiento de la deficiencia de ornitina carbamoil transferasa

Horizon Therapeutics Limited

01/12/2015

Gliceril tri-(4-fenilbutirato) (Revicti®)

Tratamiento de la citrulinaemia tipo I

Horizon Therapeutics Limited

01/12/2015

Gliceril tri-(4-fenilbutirato) (Revicti®)

Tratamiento de la aciduria arginosuccinica

Horizon Therapeutics Limited

01/12/2015

Gliceril tri-(4-fenilbutirato) (Revicti®)

Tratamiento de la hiperargininemia

Horizon Therapeutics Limited

01/12/2015

Gliceril tri-(4-fenilbutirato) (Revicti®)

Tratamiento de la deficiencia de ornitina translocasa

Horizon Therapeutics Limited

01/12/2015

Isavuconazonium sulfato ( Cresemba®)

Tratamiento de la mucormicosis

Basilea Medical Ltd

19/10/2015

Isavuconazonium sulfato Cresemba®)

Tratamiento de la asperguilosis invasiva

Basilea Medical Ltd

19/10/2015

Acida lipasa lisosomal microsomal recombinante humana (Kanuma®)

Tratamiento de la deficiencia de lipasa lsososomal

Alexion Europe

01/09/2015

Idebenona (Raxona®)

Atrofia óptica

Leber

08/09/2015

Sebelipasa alfa (Kanuma®)

Enfermedad de Wolman

Synageva

28/08/2015

Dinutuximab (Unituxin®)

Neuroblastoma

United Theapeutics

14/08/2015

MEDICAMENTOS DESIGNADOS COMO HUÉRFANOS EN LA UNIÓN EUROPEA (EMA)
EN EL MES DE octubre DE 2016

Medicamento

Indicación

Laboratorio

2-((2-etil-6-(4-(2-(3-hidroxiazetidin-1-il)-2-oxoetil)-piperazin-1-il)-8-metilimidazo[1,2-alfa]piridin-3-il)-(metil)amino)-4-(4-fluorofenil)-tiazol-5-carbonitrilo

Tratamiento de la fibrosis pulmonar idiopática

Galapagos NV

6’-(R)-metil-5-O-(5-amino-5,6-dideoxi-a-L-talofuranosil)-paromamina

Tratamiento de la mucopolisacaridosis tipo I

Coté Orphan Consulting UK Limited

Adenovirus asociado al vector viral serotipo 5 conteniendo en gen humano RPGR

Tratamiento de la retinitis pigmentosa

Athena Vision Ltd

Cisplatino

Tratamiento del mesotelioma maligno

PlumeStars s.r.l.

Fimaporfin

Tratamiento del colangiocarcinoma

PCI Biotech AS

L-Pyr-L-Glu-L-Gln-L-Leu-L-Glu-L-Arg-L-Ala-L-Leu-L-Asn-L-Ser-L-Ser

Prevención del rechazo en el trasplante de islotes pancreáticos

Araim Pharma Europe Ltd

Nintedanib

Tratamiento de la esclerosis sistémica

Boehringer Ingelheim International GmbH

Masitinib

Tratamiento de la esclerosis lateral amiotrófica

AB Science

Metotrexato

Tratamiento de la alkaptonuria

aimAKU (Associazione Italiana Malati di Alcaptonuria)

Proteína recombinante derivada de la saliva de Ornithodoros moubata

Tratamiento de la hemoglobinuria paroxística nocturna

Akari Therapeutics Plc

Interleukina-12 recombinante humana

Tratamiento del síndrome agudo de radiación

Coté Orphan Consulting UK Limited

Benzoato sódico

Tratamiento de la intolerancia lisinúrica

Lucane Pharma SA

Benzoato sódico

Tratamiento de la deficiencia de ornitina translocasa

Lucane Pharma SA

Temozolomida

Tratamiento del glioma

Double Bond Pharmaceutical AB

Ácido valproico

Tratamiento de la enfermedad deMcArdle

Vall d’Hebron Institute of Research

Ácido zoledronico

Tratamiento del glioma

Laboratorio Italiano Biochimico Farmaceutico Lisapharma S.p. A.

PUBLICACIONES Y PÁGINAS WEB DE INTERÉS

Nuevos medicamentos de terapia avanzada

TERAPIA avanzada

Los medicamentos de terapia avanzada (MTA o Advanced Therapy Medicinal Products, ATMP) ofrecen nuevos e innovadores tratamientos para las enfermedades. Están basados en la terapia génica, la terapia celular somática o la ingeniería tisular. El marco legal para las ATMP en la Unión Europea está establecido en la Regulation (EC) No 1394/2007 on advanced therapy medicinal products1 que asegura el libre movimiento de estas medicinas dentro de la Unión Europea y el acceso a los mercados. La regulación (EC) nº 1394/2007 también establece el nuevo Comité en Terapias avanzadas (CAT)2,3 cuya responsabilidad fundamental consiste en preparar un proyecto de opinión sobre cada nueva solicitud de medicamento de terapia avanzada planteada a la Agencia Europea de Medicamentos, antes de que el Comité de Medicamentos de Uso Humano (CHMP, Committee for Medicinal Products for Human Use) de la misma adopte una opinión definitiva sobre la concesión, modificación, suspensión o revocación de una autorización de comercialización para el medicamento en cuestión.

1 http://ec.europa.eu/enterprise/pharmaceuticals/eudralex/vol-1/reg_2007_1394/reg_2007_1394_en.pdf

2 http://www.ema.europa.eu/htms/general/contacts/CAT/CAT.html

3 http://www.ema.europa.eu/pressoffice/cat.htm

NUEVOS PRODUCTOS DE TERAPIAS AVANZADAS EN LOS ÚLTIMOS DOCE MESES,
EN LA UNIÓN EUROPEA (EMA)

Medicamento

Indicación

Clasificación

Fecha

Vector viral adenoasociado serotipo 8 codificador de gen humano de glucosa-6

Tratamiento de la enfermedad tipo Ia de almacenamiento de glucógeno (enfermedad de von Gierke)

Terapia génica

14/09/2016

Vector viral adenoasociado serotipo 2 codificador del gen humano de L-aminoácido decarboxilasa

Tratamiento de la enfermedad de Parkinson

Terapia génica

14/09/2016

Cultivo ex-vivo de células progenitoras de sangre de cordón umbilical humano

Tratamiento de pacientes bajo trasplante de células progenitoras hematopoyéticas

Ingeniería tisular

14/09/2016

Células progenitoras heterólogas derivadas de hígado humano adulto

Tratamiento de las enfermedades fibroinflamatorias del hígado

Ingeniería tisular

14/09/2016

Fibroblastos autólogos expandidos in vitro

Tratamiento de cicatrices de diferentes etiologías (postraumáticas, postquirúrgicas, etc.)

Ingeniería tisular

15/07/2016

Concentrado de médula ósea autóloga

Tratamiento de la isquemia de extremidades sin opción quirúrgica

Ingeniería tisular

15/07/2016

Virus de Epstein-Barr alogénico de linfocitos T citotóxicos

Tratamiento del virus de Epstein-Barr. Virus asociado al postrasplante en trastornos linfoproliferativos

Terapia celular somática

23/06/2016

 

Células autólogas expandidas ex vivo reguladores de linfocitos T

Tratamiento de la diabetes tipo 1

Terapia celular somática

23/06/2016

 

Virus adenoasociado codificador de genes de los canales de rodopsina en algas

Tratamiento de la rinitis pigmantosa

Terapia génica

23/06/2016

 

Células madre mesenquimales aisladas de la médula ósea autóloga,

Tratamiento de enfermedades neurológicas en niños (encefalopatías, epilepsia y lesión de médula espinal).

Ingeniería tisular

23/06/2016

Concentrado derivado de células mononucleares de médula autóloga

Tratamiento de la isquemia crónica de miocardio con disfunción ventricular izquierda

Ingeniería tisular

26/05/2016

Cultivo de fibroblastos autólogos

Tratamiento del pie de diabético, ulceras venosas y cicatrices del acné

Ingeniería tisular

26/05/2016

Cultivo de células madre autólogas adiposas mesenquimales

Tratamiento de heridas no cicatrizadas

Ingeniería tisular

26/05/2016

Cultivo de queratinocitos autólogos

Tratamiento de heridas no cicatrizadas, quemaduras y úlceras tropicales

Ingeniería tisular

26/05/2016

Cultivo de melanocitos autólogos

Tratamiento del vitíligo

Ingeniería tisular

26/05/2016

Cultivo de células madre autólogas musculares

Tratamiento de las incontinencias fecales y urinarias y lesiones músculo-esqueléticas

Ingeniería tisular

26/05/2016

Líneas celulares alogénicas genéticamente modificadas de tumor pancreático estimulantes de la secreción del factor de macrófagos

Tratamiento del cáncer de páncreas

Terapia génica

05/04/2016

Suspensión de costras de quemaduras y tejido quemado de células de tejido adiposo obtenidos quirúrgicamente

Tratamiento de quemaduras

Ingeniería tisular

05/04/2016

Cultivo de keratinocitos y suspensión de costras de quemaduras y tejido quemado de células de tejido adiposo obtenidos quirúrgicamente sembrado en una matriz acelular

Tratamiento de quemaduras

Ingeniería tisular

05/04/2016

Células autólogas de estroma vascular y células madre autólogas adiposas

Tratamiento de los queloides de escaras

Ingeniería tisular

05/04/2016

Vector viral adenoasociado serotipo 2 conteniendo el gen humano RPE65

Tratamiento de la degeneración retinal debida al mutación autosómica recesiva del gen RPE65

Terapia génica

28/02/2016

Suspensión de células madre mesenquimáticas de membrana amniótica

Tratamiento de quemaduras

Ingeniería tisular

28/02/2016

Células progenitoras alogénicas humanas adultas

Tratamiento de la revascularización incompleta como adjunto al bypass arterial coronario en pacientes con malformaciones congénitas arteriales coronarias

Ingeniería tisular

28/02/2016

Cocultivo de fibroblastos y queratinocitos en forma de lámina

Tratamiento de quemaduras profundas y extensas y heridas crónicas

Ingeniería tisular

28/01/2016

Cocultivo de fibroblastos y queratinocitos en suspensión

Tratamiento de quemaduras profundas y extensas y heridas crónicas

Ingeniería tisular

28/01/2016

Células autólogas del estroma vascular y células madre autólogas derivadas de tejido adiposo

Tratamientos de las úlceras del pie del diabético

Ingeniería tisular

28/01/2016

Sistema hepático bioartificial

Tratamiento del fallo hepático agudo

Terapia celular somática

28/01/2016

Derivados autólogos de células madre de médula ósea no hematopoyética

Tratamiento de la diabetes tipo II

Terapia celular somática

28/01/2016

Derivados autólogos de células madre de médula ósea no hematopoyética

Tratamiento de la diabetes tipo I

Terapia celular somática

28/01/2016

Derivados autólogos de células madre de médula ósea no hematopoyética

Tratamiento de la artritis reumatoide

Terapia celular somática

28/01/2016

Vector viral adenoasociado serotipo 8 codificador de la ornitina transcarbamilasa humana

Tratamiento de la deficiencia de ornitina transcarbamilasa

Terapia génica

28/01/2016

Células dendríticas alogénicas derivadas de monocitos

Tratamiento del carcinoma renal

Terapia celular somática

16/12/2015

Células adiposas regenerativas autólogas adiposas encapsuladas en ácido hialurónico

Tratamiento de defectos del cartílago articular y defectos óseos

Ingeniería tisular

16/12/2015

Células autólogas del estroma vascular de tejido adiposo

Tratamiento del dolor asociado a osteoartritis

Terapia celular somática

16/12/2015

Células madre autólogas derivadas de médula ósea

Tratamiento de la esclerosis lateral amitrófica

Terapia celular somática

13/11/2015

Células madre autólogas derivadas de tejido adiposo mesenquimal

Tratamiento de la esclerosis lateral amitrófica

Terapia celular somática

13/11/2015

Células alogénicas precursoras mesenquimales

Tratamiento del dolor crónico lumbar

Ingeniería tisular

13/11/2015

Vector viral adenoasociado serotipo rh10 codificando el factor humano IX

Tratamiento de la hemofilia B

Terapia génica

02/10/2015

Células autólogas derivadas de médula ósea

Tratamiento de alteraciones arteriales periféricas e isquemia crítica

Ingeniería tisular

02/10/2015

Nuevos principios activos

NUEVoS MEDICAMENTOS en el mundo, durante el año 2016

Fármacos

Laboratorio

Comentarios

Baricitinib

INCB28050, LY3009104

Lilly

Baricitinib es un inhibidor de JAK1 y JAK2 que se encuentra en estudio de fase III como potencial tratamiento para la psoriasis y la neuropatía diabética.

Blinatumomab BLINCYTO

Amgen

 

Blinatumomab es un anticuerpo bioespecífico anti-CD19 x anti-CD3 (BiTE®). Se encuentra en estudios de fase III para el tratamiento de pacientes con leucemia linfoblástica aguda refreactaria y en estudios de fase II para el tratamiento de pacientes con Filadelfia de células B precursoras leucemia linfoblástica aguda negativa para el cromosoma LLA de células B.

Ciraparantag

Daiichi Sankyo/Perosphere

Ciraparantag es una molécula pequeña, sintética, soluble en agua, catiónica que puede revertir la anticoagulación mediada por heparina no fraccionada, heparina de bajo peso molecular, e inhibidores de factor Xa y factor IIa.

Dalantercept

Acceleron Pharma

Dalantercept es una proteína que inhibe que inhibe la angiogénesis y la activación de los receptores tumorales ALK-1.

Demcizumab

(OMP-21M18)

OncoMed Pharmaceuticals

Demcizumab es un anticuerpo monoclonal anti-DLL4 indicado para el tratamiento del cáncer de pulmón de células no pequeñas.

Depatuxizumab

AbbVie

Depatuxizumab es un anticuerpo anti EGFR indicado para el tratamiento del glioblastoma multiforme.

Etrolizumab

Genentech

Etrolizumab es un anticuerpo monoclonal Anti-αEβ7/α4β7, indicado para el tratamiento de la inflamación intestinal.

Finerenona

Bayer

Finerenona es un antagonista del receptor mineral corticoide (MR) indicado para el tratamiento de la enfermedad crónica renal y neuropatía diabética.

Grazoprevir

MSD

Grazoprevir es un inhibidor de proteasa HCV NS3 NS4A indicado para el tratamiento de la hepatitis C.

Inebilizumab

GeneTex

Inebilizumab es un anti-CD19 Mab, indicado para el tratamiento de la neuromielitis óptica y tratamiento de los tumores de células B.

Lanadelumab

Dyax Corp

Lanadelumab es un Anti-KLKB1 (kalikreina plasmática) MAb. Está indicado para el tratamiento del angioedema hereditario.

Lefamulin
(BC-3781)

Nabriva

Lefamulin es un agente antimicrobiano semisintético indicado para el tratamiento de las infecciones de la piel y de la neumonía bacteriana.

Mavrilimumab

(CAM-3001)

Cambridge Antibody Technology

Mavrilimumab es un anticuerpo monoclonal IgG4 estimulador de las colonias de granulocitos-macrófagos indicado para el tratamiento de la artritis reumatoide.

Oliceridina

Trevena

Oliceridina es un ligando del receptor mu-opioide parcial de proteína G que puede aumentar la eficacia analgésica con menores efectos adversos. El fármaco ha entrado en fase III de desarrollo clínico como tratamiento para el dolor agudo.

Oprozomib

Amgen

Oprozomib es un inhibidor de proteosoma que se está investigando para el tratamiento de enfermedades malignas hematológicas.

Ontuxizimab

Toshihiko

Ontuxizimab es un anticuerpo monoclonal G-1-kappa (IgG1/κ) que tiene como diana a la endosialina, que es una glucoproteína de superficie celular que se expresa en el desarrollo de la vascularización tumoral.

Pemafibrato

(K-877)

Kowa Pharmaceuticals

Pemafibrato es un modulador selectivo de PPARalpha indicado para el tratamiento de la dislipidemia.

Pimasertib (AS703026)

Merck, Serono, Sanofi

La inhibición directa de la proteína quinasa (MAPK) y quinasa (MEK) es una estrategia prometedora en el desarrollo de la terapéutica del cáncer para controlar el crecimiento del tumor que depende de la vía de señalización MAPK aberrante, tales como modelos de cáncer mutante RAS y BRAF. La mayoría de los inhibidores de MEK que se encuentran actualmente en desarrollo clínico temprano son selectivos para MEK1 y/o MEK2. Pimasertib es un muy selectivo, inhibidor de molécula de la proteína quinasa MEK1/2. Varios ensayos clínicos están investigando su papel, como agente único o en combinación, en los tumores sólidos y neoplasias malignas hematológicas.

Pradigastat

Novartis

Pradigastat es un inhibidor de diacilglicerol O-aciltransferasa 1 (DGAT1), indicado para el tratamiento de las alteraciones de lipoproteínas.

Tarextumab

OncoMed

Tarextumab es un anti-notch 2/3 MAb, destinado al tratamiento del cáncer de pulmón y de páncreas.

Tesevatinib

Kadmon Corporation

Tesevatinib es un nuevo inhibidor de segunda generación del receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR), receptor 2 del factor de crecimiento endotelial vascular (VEGFR-2), receptores tirosina-protein cinasa erbB-2 (HER2) y receptores tipo B de efrina 4 (EphB4). El candidato está desarrollando como un potencial nuevo tratamiento para pacientes con cáncer con resistencia adquirida a la primera generación inhibidores de EGFR tirosina quinasa. La actividad de tesevatinib también está siendo evaluada en pacientes con enfermedad de riñón poliquística autosómica dominante.

TEV-48125

Teva

El TEV-48125 es un anticuerpo monoclonal humanizado anti-CGRP indicado para el tratamiento de las migrañas.

Vaborbactam (RPX-7009)

Rempex Pharmaceuticals

Vaborbactam es un potente y selectivo inhibidor de beta-lactamasa designado para el tratamiento por vía IV de infecciones por Gram-negativos resistentes.

Volanesorsen

Akcea Therapeutics

Volanesorsen es un oligonucleótido antisentido dirigido contra la apolipoproteína C-III (APOC-III) se encuentra en el torrente sanguíneo. Volanesorsen está diseñado para reducir la cantidad de apoC-III en la sangre. La reducción de la cantidad de apo C-III en la sangre puede ayudar a las personas a reducir la cantidad de triglicéridos en la sangre, estando indicado para el tratamiento del síndrome de quilomicronemia familiar, el tratamiento de la hipertrigliceridemia, el tratamiento de la lipodistrofia.

Sacubitrilo/Valsartán (▼Entresto®, Novartis) en insuficiencia cardiaca

Resumen

El medicamento está formado por un complejo equimolecular de sacubitrilo y valsartán. El sacubitrilo es un profármaco, cuya forma activa (el metabolito LBQ657) inhibe la neprilisina, una endopeptidasa neutra (NEP) que participa en la degradación proteolítica de diversos péptidos natriuréticos, potenciando así los efectos de estos últimos. Por su parte, el valsartán es inhibidor del receptor de tipo 1 de la angiotensina II, por lo que previene los efectos de ésta a nivel cardiovascular y renal e inhibe la liberación de aldosterona dependiente de angiotensina II. El medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de la insuficiencia cardiaca crónica sintomática con fracción de eyección reducida, en adultos. Un amplio estudio clínico realizado con este nuevo fármaco, ha demostrado que es capaz de reducir la mortalidad y la necesidad de hospitalización derivadas de la insuficiencia cardíaca en torno a un 20% a lo largo de un periodo de dos años. Por otro lado, la tasa de mortalidad por cualquier causa experimenta una reducción relativa del 16%. Desde el punto de vista de la seguridad, el complejo sacubitrilo/valsartán presenta un perfil toxicológico relativamente benigno, equiparable al del enalaprilo, siendo los eventos adversos más comunes hipotensión, insuficiencia renal e hiperpotasemia. Todo lo anterior sugiere que la introducción de sacubitril/valsartán en clínica supone una mejora sustancial dentro de un campo donde hay muy pocas novedades de interés farmacológico o terapéutico en las últimas décadas. La consistencia de los datos clínicos y la mejora de la supervivencia, aunque modesta, van acompañadas por un mecanismo farmacológico innovador, la inhibición de la neprilisina, capaz de impedir la degradación de los péptidos natriuréticos, potenciando así los efectos de estos últimos.

 

ASPECTOS FISIOPATOLÓGICOS

Según la Sociedad Europea de Cardiología, la insuficiencia cardiaca (IC) es el estado en el que el corazón es incapaz de mantener una suficiente capacidad de bombeo sanguíneo, expresada como volumen minuto, en relación con el retorno venoso y las necesidades metabólicas del organismo en cada momento, o cuando solo puede hacerlo a expensas de unas presiones de llenado muy elevadas. En este sentido, la disminución del volumen minuto cardiaco es responsable de los signos y síntomas de un deficiente riesgo sanguíneo de los tejidos (hipoperfusión tisular):

  • Piel: fría y sudorosa
  • Músculo esquelético: fatiga, astenia, disminución de la tolerancia al ejercicio.
  • Riñón: oliguria.
  • Sistema nervioso central: depresión, desorientación.

Adicionalmente, la sangre que no puede ser expulsada durante la sístole cardiaca se acumula retrógradamente en el territorio venoso, originando los signos y síntomas de congestión pulmonar (disnea, edema pulmonar) y sistémica (edemas periféricos).

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Figura 1. Mecanismos de compensación que se activan en respuesta a la disminución del volumen minuto cardiaco. DMO2: demandas miocárdicas de O2; FS: flujo sanguíneo; PCP: presión capilar pulmonar; RVP: resistencias vasculares periféricas; SNS: sistema nervioso simpático; SRAA: sistema renina-angiotensina-aldosterona; TFG: tasa de filtración glomerular.

En la insuficiencia cardiaca sistólica, la anomalía primaria consiste en un déficit de la contractilidad cardiaca, y se caracteriza por un aumento del tamaño cardiaco (cardiomegalia) y de la presión intraventricular al final del llenado (diástole) del ventrículo izquierdo (presión telediastólica) y una disminución de la fracción de eyección ventricular izquierda (< 40%) y del volumen minuto cardiaco. La fracción de eyección es el porcentaje del volumen de sangre que contiene el ventrículo antes de contraerse que es bombeado en cada sístole. En condiciones normales, el corazón expulsa el 50-60% del volumen de sangre durante la sístole, pero puede aumentar hasta un 80-85% durante el ejercicio. Una fracción de eyección inferior al 30-35% indica la presencia de insuficiencia cardiaca sistólica (Tamargo, 2012).

Sin embargo, hasta un 40% de los pacientes con insuficiencia cardiaca presenta una fracción de eyección ventricular izquierda normal y el corazón no está dilatado; en realidad, lo que se observa es una alteración de la distensibilidad ventricular, que dificulta la relajación y aumenta la presión diastólica final ventricular. Es decir, presentan una insuficiencia cardiaca diastólica o con fracción de eyección preservada.

En ocasiones, el término insuficiencia cardiaca va asociado a otros, que lo matizan. Por ejemplo, de nueva aparición, cuando es el primer episodio (p. ej., tras un infarto de miocardio extenso); congestiva, que hace referencia al acúmulo de líquidos (edemas) a nivel pulmonar y sistémico; izquierda o derecha, lo que indica cuál de los dos ventrículos es el insuficiente; crónica, cuando se desarrolla a lo largo de meses o años; y aguda, caracterizada por la rápida aparición de los signos y síntomas o por el rápido empeoramiento (descompensación) de una insuficiencia crónica, que requiere un tratamiento urgente. Este último cuadro cursa con una reducción brusca e intensa del volumen minuto, síntomas de hipoperfusión periférica y congestión venosa; el cuadro, en ocasiones, culmina en un edema pulmonar. La descompensación de la insuficiencia cardiaca crónica es responsable del 80% de las hospitalizaciones por insuficiencia cardiaca. Finalmente, también debe citarse a la disfunción ventricular asintomática, caracterizada por una fracción de eyección <40% pero que no manifiesta síntomas clínicos.

La insuficiencia cardiaca es un grave problema sociosanitario, ya que afecta al 0,5-2% de la población (1,7% en el grupo de edad de 45-54 años; 6,1% en el de 65-74 años y más del 10% en pacientes >80 años), y su prevalencia sigue aumentando debido al envejecimiento de la población, la mayor supervivencia de los pacientes que han sufrido un infarto de miocardio y la eficacia de los programas de prevención secundaria en pacientes de alto riesgo. En España, la insuficiencia cardiaca es la causa más frecuente de ingreso hospitalario en personas de más de 65 años, y representa la tercera causa de mortalidad cardiovascular, después de la cardiopatía isquémica y la enfermedad cerebrovascular.

Además, la calidad de vida del paciente con insuficiencia cardiaca es muy pobre (peor incluso que la del paciente canceroso) y el pronóstico muy sombrío, aumentando la mortalidad con la gravedad del síndrome. Se ha estimado que el 30-50% de los pacientes diagnosticados de insuficiencia cardiaca leve o moderada fallecerá en el plazo de 5 años, mientras que un 50% de los pacientes graves (p. ej., tras infarto de miocardio) fallecerá durante el primer año. La alta prevalencia, las frecuentes hospitalizaciones y las pruebas diagnósticas explican el alto coste que el tratamiento de esta enfermedad conlleva (1-2% del gasto sanitario).

La función de bomba del ventrículo depende de cuatro factores que regulan el volumen minuto, es decir, el volumen de sangre que el corazón bombea en un minuto (figura 2).

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Figura 2. Factores que regulan la función ventricular.

La precarga es la presión que distiende al miocardio durante la diástole (dilatación y llenado) y determina el grado de elongación de la célula cardiaca antes de contraerse; equivale a la presión telediastólica del ventrículo izquierdo. Relacionando la precarga y el volumen minuto, se puede construir una curva de función ventricular en la que se observa que, dentro de ciertos límites, cuanto más se llena de sangre el ventrículo durante la diástole (precarga), mayor es el volumen de sangre expulsado durante la sístole (ley de Frank Starling, figura 3A).

En la insuficiencia cardiaca aumenta la precarga, como consecuencia de la reducción del volumen sistólico – que incrementa la presión y el volumen de sangre (volemia) en la cavidad ventricular al final de la sístole – y del aumento de la volemia. Cuando la precarga alcanza valores >20-25 mmHg, el volumen minuto disminuye y aparecen signos de congestión y edema pulmonar.

Por su parte, la poscarga es la fuerza que deben desarrollar los ventrículos para enviar la sangre a las arterias aorta (ventrículo izquierdo) y pulmonares (ventrículo derecho), y se equipara a las resistencias vasculares periféricas. Dado que según la ecuación, presión arterial = volumen minuto × resistencias vasculares periféricas, un aumento de las resistencias vasculares hace que disminuya el volumen minuto1. En el miocardio normal, la precarga determina los cambios del volumen minuto, de forma que pequeñas modificaciones de la precarga producen importantes variaciones del volumen minuto, mientras que las variaciones de la poscarga no se acompañan de cambios importantes en el volumen minuto (figura 3). Sin embargo, en la insuficiencia cardiaca, la curva de función ventricular se aplana, por lo que cambios importantes de la precarga apenas modifican el volumen minuto. En estas condiciones, las variaciones del volumen minuto dependen fundamentalmente de la poscarga (figura 3B). Esta es la justificación de la utilización de los fármacos vasodilatadores en el tratamiento de la insuficiencia cardiaca (Tamargo, 2012).

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Figura 3. Relación entre la precarga (A), la poscarga (B) y el volumen minuto. Para el mismo aumento de la precarga, el volumen minuto es mayor cuanto mejor es el estado contráctil del músculo. Lo contrario sucede con la poscarga, que guarda una relación inversa con el volumen minuto. La precarga determina el volumen minuto en el corazón sano, mientras que las variaciones de la poscarga son las que determinan el volumen minuto en pacientes con insuficiencia cardiaca.

La frecuencia cardiaca está controlada por el tono vegetativo. En la insuficiencia cardiaca aumenta el tono simpático y se produce una taquicardia compensadora que intenta mantener el volumen minuto, pero que no aumenta (o incluso disminuye) la contractilidad cardiaca. La contractilidad es la fuerza que desarrolla el corazón al contraerse y está determinada por la concentración de calcio intracelular libre ([Ca2+]i) en el miocardio durante la sístole a nivel de las proteínas contráctiles y que se encuentra deprimida en los pacientes con insuficiencia cardiaca sistólica que cursa con bajo volumen minuto (p. ej., posinfarto de miocardio).

En los pacientes con insuficiencia cardiaca se ponen en marcha varios mecanismos que intentan compensar la reducción del volumen minuto. Aunque a corto plazo estos mecanismos son beneficiosos, a largo plazo aceleran la progresión natural de la insuficiencia cardiaca y disminuyen la supervivencia del paciente.

  1. Dilatación cardiaca. El ventrículo insuficiente presenta un aumento de la presión y del volumen ventriculares al final de la diástole (precarga), como consecuencia de la disminución del volumen de eyección (volumen latido) y del aumento del volumen residual que dilata la cavidad ventricular. Esta dilatación aumenta la fuerza contráctil y el volumen de eyección ventricular durante la sístole (ley de Frank-Starling). Sin embargo, en la insuficiencia cardiaca la curva de función ventricular es plana y el aumento de la precarga no aumenta el volumen de eyección. Además, el aumento de la precarga tiene dos inconvenientes, ya que incrementa la presión telediastólica del ventrículo izquierdo y la presión capilar pulmonar, facilitando la aparición de signos de congestión pulmonar (disnea); asimismo, incrementa la tensión de la pared ventricular y las demandas miocárdicas de O2, lo que puede producir o agravar la isquemia cardiaca.
  2. Hipertrofia cardiaca. Cuando existe una sobrecarga hemodinámica, ya sea de presión o de volumen, el ventrículo responde con un aumento de la masa muscular. Según la ley de Laplace (T = P × R/2 h), la tensión (T) a la que está sometida la pared ventricular es directamente proporcional a la presión intraventricular (P) y al radio (R), e inversamente proporcional al grosor de la pared ventricular (h). Por tanto, la hipertrofia es un mecanismo compensador que intenta reducir la tensión de la pared ventricular y aumentar la función sistólica. Sin embargo, la hipertrofia no se acompaña de un aumento paralelo de la vascularización coronaria, lo que puede acentuar la isquemia (incluso en ausencia de enfermedad coronaria) y la necrosis cardiaca. Por otro lado, la hipertrofia se acompaña de una marcada fibrosis que altera la arquitectura ventricular, reduce su distensibilidad y acentúa la disminución del volumen minuto. Por tanto, la hipertrofia y la fibrosis aceleran la progresión de la insuficiencia cardiaca y aumentan la morbimortalidad.
  3. Activación neurohumoral. La reducción del volumen minuto cardiaco activa diversos mecanismos neurohumorales de signo opuesto, predominando los que presentan propiedades vasoconstrictoras, antidiuréticas y mitogénicas (sistema renina-angiotensina-aldosterona, tono simpático, vasopresina y endotelina 1), y aceleran la progresión de la insuficiencia cardiaca. A corto plazo, la activación neurohumoral produce una vasoconstricción arteriovenosa que ayuda a mantener la presión arterial, redistribuye los flujos sanguíneos (aumenta los flujos cerebral y coronario y disminuye la perfusión a nivel renal, esplácnico y cutáneo) y aumenta la contractilidad y la frecuencia cardiacas. Sin embargo, a largo plazo, la vasoconstricción arteriovenosa aumenta la precarga y la poscarga y reduce aún más el volumen minuto, la retención hidrosalina facilita la aparición de edemas y signos de congestión pulmonar, el aumento de la frecuencia cardiaca facilita la aparición de taquiarritmias e incrementa las demandas miocárdicas de O2 y los efectos proliferativos acentúan la hipertrofia y la fibrosis cardiaca. Además, el aumento de la contractilidad y la frecuencia cardiacas y de las resistencias vasculares periféricas incrementa las demandas miocárdicas de O2 y la isquemia cardiaca, la principal causa de IC. Por tanto, a largo plazo, la activación neurohumoral empeora la función ventricular, acelera la progresión de la IC y aumenta la morbimortalidad del paciente. De hecho: 1) los pacientes con IC que presentan los niveles plasmáticos más elevados de renina, angiotensina II (AII), aldosterona, noradrenalina o endotelina 1 presentan menor supervivencia; y 2) los agonistas β-adrenérgicos aumentan la mortalidad, mientras que los inhibidores del SRAA y los betabloqueantes mejoran la sintomatología y reducen la morbimortalidad del paciente. Estos hallazgos han sido la base para la utilización de inhibidores neurohumorales en el tratamiento de la IC.

¿Pero cuál es el motivo de la función de bomba del corazón esté deprimida? Los motivos pueden ser múltiples, aunque los más destacables son:

  1. una disfunción de la contractilidad cardiaca, como consecuencia de la pérdida de miocitos cardiacos, como sucede tras un infarto de miocardio;
  2. una sobrecarga de presión impuesta al corazón, como consecuencia de valvulopatías (estenosis aortica o pulmonar), coartación aortica o la presencia de hipertensión arterial sistémica o pulmonar;
  3. una sobrecarga de volumen, como sucede en presencia de hipervolemia, insuficiencia valvular (mitral, aórtica o tricuspídea) y defectos del tabique interauricular o interventricular;
  4. una disminución del llenado ventricular secundaria a alteraciones de la distensibilidad (hipertrofia y fibrosis cardiaca), hipovolemia, pericarditis constrictiva, valvulopatías (estenosis tricuspídea o mitral), miocardiopatías (dilatada, hipertrófica, restrictiva), taquiarritmias o bradiarritmias. Las taquiarritmias pueden producir IC porque reducen el tiempo de llenado ventricular, disminuyen la participación de la aurícula en el llenado ventricular y aumentan las demandas miocárdicas de O2 y la cardiopatía isquémica. Además, las taquiarritmias crónicas producen una taquimiocardiopatía, una forma de cardiomiopatía dilatada. Las bradiarritmias marcadas también pueden reducir el volumen minuto. En definitiva, la insuficiencia cardiaca representa el estadio final de muchas cardiopatías.

Otras causas de IC incluyen infecciones generales y respiratorias, alteraciones metabólicas (hipertiroidismo, feocromocitoma, enfermedad de Cushing), uso de determinados fármacos (betabloqueantes, antiarrítmicos, calcioantagonistas, antitumorales, zidovudina), alcoholismo, colagenosis (lupus eritematoso, esclerodermia, dermatomiositis), sarcoidosis y arritmias cardiacas.

En Europa, la cardiopatía isquémica es responsable de hasta un 70% de los cuadros de insuficiencia cardiaca sistólica (casi el 40% de los pacientes ha tenido un infarto de miocardio previo), aunque la hipertensión arterial y la diabetes están presentes en muchos pacientes. El riesgo de insuficiencia cardiaca se duplica en pacientes con hipertensión arterial moderada y se cuadruplica en los que presentan cifras >160/90 mmHg. La diabetes mellitus es un factor de riesgo para la aparición de cardiopatía isquémica y coexiste con la hipertensión arterial, lo que explica por qué en la mujer diabética el riesgo de insuficiencia cardiaca se quintuplica.

La New York Heart Association (NYHA) clasifica la IC, según los síntomas y la capacidad de ejercicio del paciente, en 4 clases funciónales. La clase I incluye a los pacientes sin limitación de la actividad física. La clase II, a los que presentan síntomas realizando la actividad física habitual, pero no en reposo; la clase III, a los que presentan síntomas cuando realizan una actividad física más ligera de la habitual; y la clase IV, a los que presentan síntomas de IC incluso en reposo.

Dado su carácter progresivo y su elevada morbimortalidad, el tratamiento de la insuficiencia cardiaca tiene como objetivos: a) reducir la mortalidad; b) reducir la morbilidad: aliviar los signos y síntomas, mejorar la calidad de vida, corregir las alteraciones hemodinámicas, aumentar la capacidad de ejercicio y reducir las hospitalizaciones; y c) prevenir o retrasar el deterioro de la función cardiaca y el desarrollo de daño miocárdico y de la hipertrofia y la fibrosis cardiacas.

El tratamiento farmacológico de la insuficiencia cardiaca se fundamenta actualmente en la utilización de una o varias de las siguientes opciones (Cuéllar, 2015):

  • Aumentar la contractilidad miocárdica (inotrópicos positivos):
  • Bloqueantes de la ATPasa dependiente de Na+/K+: digoxina
  • Incrementadores de los niveles intracelulares de AMPc:
  • Simpaticomiméticos: dopamina, dobutamina
  • Inhibidores de la fosfodiesterasa 3 (PDE3): milrinona
  • Incrementadores de la sensibilidad al Ca2+ de las proteínas contráctiles: levosimendán.
  • Mejorar los signos de congestión pulmonar y periférica (diuréticos):
  • Del asa (alto techo): bumetanida, furosemida, torasemida
  • Tiazidas: hidroclorotiazida, indapamida, xipamida, bendroflumetiazida
  • Ahorradores de potasio: amilorida, triamtereno
  • Mejorar la función ventricular, reduciendo:
  • la precarga (vasodilatadores venosos): nitroglicerina, dinitrato de isosorbida, 5-mononitrato de isosorbida
  • la poscarga (vasodilatadores arteriales): bloqueantes de los canales de calcio de tipo L (calcioantagonistas: amlopdipino, felodipino, etc.)
  • ambas (vasodilatadores arteriovenosos):
  • Nitroprusiato sódico
  • Combinación de hidralazina y dinitrato de isosorbida
  • Inhibir la activación neurohumoral:
  • Inhibidores del sistema renina-angiotensina-aldosterona:
  • Inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina (IECA): captopril, enalapril, lisinopril, ramipril, trandolapril, etc.
  • Antagonistas de los receptores AT1 de la angiotensina II (ARA II): candesartán, losartán, valsartán, etc.
  • Antagonistas de la aldosterona: eplerenona, espironolactona
  • Bloqueantes β-adrenérgicos (betabloqueantes): bisoprolol, carvedilol, metoprolol, nebivolol
  • Reducir de forma selectiva la frecuencia cardiaca.
  • Ivabradina
  • Aumentar la presión arterial, el volumen minuto y la perfusión tisular en pacientes con insuficiencia cardiaca aguda e hipotensión arterial que no responden a dopamina o dobutamina: vasopresores de acción breve (adrenalina y noradrenalina).

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Figura 4. Algoritmo de tratamiento de la insuficiencia cardiaca (IC) sistólica crónica según las guías de la Sociedad Europea de Cardiología. ARAII: antagonistas de los receptores AT1 de la angiotensina II; IECA: inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina.

En general, tras el diagnóstico de insuficiencia cardiaca se suele recurrir a la combinación de un IECA (enalaprilo, etc.) o, en caso de intolerancia a éste tipo, un ARA II (losartán, etc.) con un diurético (habitualmente del asa: furosemida, etc.) con el fin de controlar o mejorar los síntomas y signos más relevantes de la enfermedad. A medida que la enfermedad progresa o deja de estar controlada satisfactoriamente con la anterior combinación, se suele añadir a ésta un betabloqueante (carvedilol, bisoprolol, nevibolol). En el caso de que persista, la recomendación incluye un antagonista de la aldosterona, tal como la epleronona o la espironolactona; y si ello no permitiese un adecuado control de los síntomas de insuficiencia y la frecuencia cardiaca no fuera inferior a 70 latidos/minuto, se recomienda la utilización de ivabradina. En los cuadros en los que se mantenga la insuficiencia cardiaca, debe valorarse la utilización de digoxina o la combinación de vasodilatadores hidralazina-dinitrato de isosorbida. Finalmente, los pacientes con cuadros que no responsan satisfactoriamente al tratamiento farmacológico son tributarios de asistencia mecánica y/o trasplante cardiaco.

Los medicamentos que han demostrado hasta ahora reducir la mortalidad son los inhibidores del sistema renina-angiotensina-aldosterona (IECA, ARAII, antagonistas de la aldosterona), los bloqueantes β-adrenérgicos y la ivabradina. Por su parte, no modifican significativamente la mortalidad la digoxina y el levosimendán; mientras que los fármacos inotrópicos positivos (dopamina, dobutamina, milrinona) sí parecen incrementarla, a pesar de su utilidad en determinadas situaciones. Hay datos contradictorios sobre si los diuréticos afectan favorable o desfavorablemente, en su caso, a la mortalidad; en cualquier caso, no se discute su utilidad para el control sintomático de la insuficiencia cardiaca (Tamargo, 2012).

ACCIÓN Y MECANISMO

El medicamento está formado por un complejo equimolecular de sacubitrilo y valsartán. El sacubitrilo es un profármaco, cuya forma activa (el metabolito LBQ657) inhibe la neprilisina, una endopeptidasa neutra (NEP) que participa en la degradación proteolítica de diversos péptidos natriuréticos, potenciando así los efectos de estos últimos. Por su parte, el valsartán es inhibidor del receptor de tipo 1 de la angiotensina II, por lo que previene los efectos de ésta a nivel cardiovascular y renal e inhibe la liberación de aldosterona dependiente de angiotensina II. El medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de la insuficiencia cardiaca crónica sintomática con fracción de eyección reducida, en adultos.

Entre los efectos negativos de la hiperactividad del sistema renina-angiotensina-aldosterona, cabe destacar la vasoconstricción, la retención renal de sodio y de fluidos, la activación y proliferación del crecimiento celular de las paredes vasculares, y el consiguiente remodelado desfavorable cardiovascular. En este sentido, la inhibición de la neprilisina provocada por el metabolito activo del sacubitrilo (LBQ657), impide la degradación de los péptidos natriuréticos, potenciando así los efectos de estos últimos; entre ellos, cabe destacar la vasodilatación, la natriuresis y la diuresis, así como el incremento de la filtración glomerular y del flujo sanguíneo renal, la inhibición de la liberación de renina y de aldosterona, la reducción de la actividad del sistema nervioso simpático y efectos antihipertróficos y antifibróticos. Por otro lado, el valsartán bloquea los efectos relacionados con la actividad de la angiotensina II sobre sus receptores, previniendo la activación sistema renina-angiotensina-aldosterona y, en consecuencia, la vasoconstricción, la retención renal de sodio y de fluidos, la activación de la proliferación y crecimiento celular vascular, y el consiguiente remodelado cardiovascular patológico, propio de la insuficiencia cardiaca.

La neprilisina es expresada por una amplia variedad de tejidos, siendo particularmente abundante en el riñón, donde ejerce un importante papel en la regulación del tono vascular a través de diversos péptidos con propiedades vasoactivas y natriuréticas. Se trata de una endopeptidasa neutra2, también conocida como CD10 o antígeno común de la leucemia linfoblástica aguda (Common acute lymphoblastic leukemia-associated, CALLA), es una metaloproteasa dependiente de cinc (Zn) unida a la membrana ampliamente distribuida en los tejidos, con función de hidrolasa encargada de la escisión preferencial de polipéptidos entre residuos hidrofóbicos, particularmente aquellos conteniendo fenilalanina o tirosina que posteriormente funcionarán como hormonas, péptidos inflamatorios y vasoactivos: glucagón, encefalinas, sustancia P, neurotensina, oxitocina y bradicinina. También degrada el amiloide beta, cuya acumulación está implicada en la enfermedad de Alzheimer.

Precisamente, debido a la expresión de la neprilisina por células de diversos tejidos y especialmente por su efecto sobre la degradación del amiloide beta, su inhibición podría plantear la posibilidad de un efecto deletéreo sobre algunos de los mecanismos patológicos de la Enfermedad de Alzheimer. En este sentido, se podría considerar que el sacubitrilo, en tanto que inhibidor de la neprilisina, presenta un riesgo potencial de reducir la degradación de amiloide beta, motivo por el cual esta cuestión se ha incluido dentro del plan de farmacovigilancia del medicamento.

Por otro lado, se han detectado en estudios sobre animales (ratas) posible efectos adversos sobre el hueso y el riñón en especímenes jóvenes y, en particular, una reducción de la masa y de la elongación óseas; aunque no se ha detectado ningún efecto relevante en pacientes humanos adultos en esta materia y el medicamento solo está indicado en pacientes adultos, se ha sugerido (EMA, 2015) que no puede excluirse una interferencia, leve y transitoria en cualquier caso, sobre las primeras etapas de los procesos de consolidación ósea tras una fractura en adultos.

ASPECTOS MOLECULARES

Figura_5_fmt

El sacubitrilo y el valsartán están formulados como un complejo equimolecular, que se disocia rápidamente en el tracto digestivo. Como se ha indicado, el sacubitrilo es en realidad un profármaco, cuya forma activa es el metabolito LBQ657, producto de la hidrólisis del agrupamiento éster. En términos estructurales, tanto el LBQ657 como el valsartán son falsos péptidos que actúan como sustratos inhibidores del receptor de tipo I de la angiotensina II (valsartán) y de la actividad enzimática de la neprilisina (LBQ657). Aunque es evidente la similitud estructural de ambos, sin embargo cada uno actúa específicamente sobre su respectiva diana bioquímica.

La neprilisina es una glucoproteína dependiente de zinc (metaloproteína) que presenta dominios intra y extramembranales en las células donde se expresa. En concreto, presenta dos subdominos alfa-helicoidales, que incluyen el inicio y el final de la estructura peptídica, los cuales están anclados a una zona donde se sitúa el centro catalítico, formado por residuos del dominio 1, donde se une con gran afinidad el metabolito LBQ657. En este sentido, son especialmente determinantes el grupo carboxilo próximo al grupo metilo (-CH3) y el resto bifenilo. La configuración especial (el metabolito LBQ657 tiene cuatro posibles estereoisómeros) es muy importante, ya que el isómero RR, correspondientes a los carbonos donde se unen el resto metilo (R) y el bifenilo (S) tiene una potencia bloqueante sobre la neprilisina entre 5 y 100 veces mayor que cualquier de los otros tres estereoisómeros (RR, SS y SR). Todas las interacciones moleculares entre LBQ657 y la neprilisina son de tipo no covalente, lo que está en línea con un modo de inhibición reversible (Schiering, 2016).

EFICACIA Y SEGURIDAD CLÍNICAS

La eficacia y la seguridad clínicas del sacubitrilo/valsartán han sido adecuadamente contrastadas en la indicación autorizada mediante un amplio ensayo clínico de fase 3 (confirmatorio de eficacia y seguridad), aleatorizado, multicéntrico y multinacional (47 países), doblemente ciego, de grupos paralelos y controlados con un comparador activo (enalaprilo). Este estudio, denominado PARADIGMA-HF (Prospective Comparison of ARNI with ACEI to Determine Impact on Global Mortality and Morbility in Heart Failure; McMurray, 2014) tuvo una duración de 27 meses e incluyó a 8.442 pacientes con insuficiencia cardíaca con grados II, III o IV según la clasificación de la NYHA (New York Heart Association), y fracciones de eyección ≤40%3. Los pacientes debían tener elevados niveles de péptido natriurético de tipo B (BNP ≥150 pg/mol, o ≥100 pg/mol en el caso de pacientes que hubieran estado hospitalizados menos de un año).

Las características fisiopatológicas generales de los pacientes participantes fueron: 64 años de mediana de edad (49% ≥65 años), 78% varones, mediana de fracción de eyección del ventrículo izquierdo de 30% (el 89% tenía ≤35%), con clasificación del grado de insuficiencia cardiaca según NYHA mayoritariamente de grado II (70%) y III (24%) y con una mediana de la tasa de filtración glomerular de 60 ml/min/1,73 m2.

Desde al menos un mes antes del inicio del estudio, los pacientes participantes normalizaron su tratamiento farmacológico, recibiendo dosis estables de enalaprilo 10 mg (o equivalntes), betabloqueantes y, en los casos necesarios, de antagonistas de aldosterona (espironolactona, eplerenona) y diuréticos. Los participantes se distribuyeron de manera aleatoria en dos grupos, uno tratado con el complejo sacubitrilo/valsartán (200 mg/12 h), mientras que los del grupo control con enalaprilo (10 mg/12 h), ambos por vía oral. Los pacientes de ambos grupos recibieron el resto de medicación que les había sido prescrita antes de su inclusión en el ensayo.

La variable primaria de eficacia utilizada para determinar la eficacia clínica combinó dos criterios (covariable): muerte de origen cardiovascular y hospitalización por insuficiencia cardíaca. Como variables secundarias de eficacia se determinaron la mortalidad por cualquier causa, la variación en los síntomas y limitaciones físicas según el cuestionario KLCQ (Kansas City Cardiomyopathy Questionnaie), y la mediana de tiempo transcurrido hasta la aparición de un cuadro de fibrilación auricular.

El estudio fue finalizado en la parte doblemente ciega, correspondiente al brazo de control, cuando el análisis intermedio demostró que en el grupo de los pacientes tratados con sacubitrilo/valsartán, la covariable primaria era un 20% inferior a la del grupo de control con enalaprilo, lo que sucedió a tras un seguimiento medio de 27 meses (tasa de riesgo, HR=0,80; IC95% 0,73 a 0,87; p<0,0001). Los respectivos porcentajes de pacientes afectados por la covariable principal fueron del 21,8% con sacubitrilo/valsartán vs. 26,5% con enalaprilo, con una reducción absoluta de 4,7 puntos porcentuales (pp). La reducción del riesgo de la covariable primaria por secubitrilo/valsartán fue consistente en todos estratos de los subgrupos estudiados (edad, sexo, nivel de NYHA, fracción de eyección, etc.).

Considerando de forma separada los dos componentes de la covariable primaria, los porcentajes de muerte de origen cardiovascular fueron del 13,3 vs. 16,5%, con una reducción absoluta de 3,1 pp y relativa del 20% (HR=0,80; IC95% 0,71 a 0,89; p<0,0001), mientras que los de hospitalización fueron del 12,8 vs. 15,6%, con una reducción absoluta de 2,8 pp y relativa del 21% (HR=0,79; IC95% 0,71 a 0,89; p<0,0001).

En cuanto a las variables secundarias, la tasa de mortalidad por cualquier causa fue del 17,0 vs. 19,8%, con una reducción absoluta de 2,8 pp y relativa del 16% (HR=0,84; IC95% 0,76 a 0,93; p=0,0005); en cuanto a la puntuación de la escala KCCQ y la incidencia de fibrilación auricular de nueva aparición, las diferencias entre los dos brazos de estudios no fueron estadísticamente significativas.

Desde el punto de vista de la seguridad, el complejo sacubitrilo/valsartán presenta un perfil toxicológico relativamente benigno, equiparable al del enalaprilo. Los eventos adversos más comunes que aparecieron durante el tratamiento fueron hipotensión (24% con sacubitrilo/valsartán vs. 19% con enalaprilo), insuficiencia renal (16 vs. 18%), hiperpotasemia (12 vs. 14%), angioedema confirmado (0,5 vs. 0,2%), hepatotoxicidad (3,3 vs. 4,4%), alteraciones cognitivas (2,0 vs. 2,0%), reacciones de hipersensibilidad (7,8 vs. 8,7%), cambios en la densidad/crecimiento óseo (2,0 vs. 1,9%) y lesiones gástricas (10,2 vs. 10,3%). La incidencia de eventos adversos intensos (severos) emergentes durante el tratamiento fue similar con ambos tratamientos, incluyendo la hipotensión (1,4 vs. 1,6%).

ASPECTOS INNOVADORES

El medicamento está formado por un complejo equimolecular de sacubitrilo y valsartán. El sacubitrilo es un profármaco, cuya forma activa (el metabolito LBQ657) inhibe la neprilisina, una endopeptidasa neutra (NEP) que participa en la degradación proteolítica de diversos péptidos natriuréticos, potenciando así los efectos de estos últimos. Por su parte, el valsartán es inhibidor del receptor de tipo 1 de la angiotensina II, por lo que previene los efectos de ésta a nivel cardiovascular y renal e inhibe la liberación de aldosterona dependiente de angiotensina II. El medicamento ha sido autorizado para el tratamiento de la insuficiencia cardiaca crónica sintomática con fracción de eyección reducida, en adultos.

Un amplio estudio clínico realizado con este nuevo fármaco (PARADIGMA; McMurray, 2014), ha demostrado que es capaz de reducir la mortalidad y morbilidad derivada de la insuficiencia cardíaca en torno a un 20%, lo que podría conducir a un replanteamiento de los esquemas terapéuticos actuales de la insuficiencia cardiaca. Este estudio incluyó a 8.442 pacientes de 47 países con insuficiencia cardíaca con grados II a IV, y fracciones de eyección ≤35%. Los participantes se distribuyeron de manera aleatoria en dos grupos, uno tratado con sacubitrilo/valsartán (200 mg/12 h) y el grupo control, con enalaprilo (10 mg/12 h), ambos por vía oral. Los pacientes de ambos grupos recibieron el resto de medicación que les había sido prescrita antes de su inclusión en el ensayo. La covariable primaria utilizada para determinar la eficacia clínica combinó dos criterios: muerte de origen cardiovascular y hospitalizaciones por insuficiencia cardíaca.

Transcurridos 27 meses desde el inicio del estudio, el 21,8% de los pacientes tratados con sacubitrilo/valsartán habían fallecido o precisado ingreso hospitalario por agravamiento de su insuficiencia cardíaca, frente al 26,5% en el grupo control, tratado con enalaprilo; esta diferencia – estadísticamente significativa – implica un descenso del riesgo relativo del 20% con respecto al enalaprilo, siendo la diferencia absoluta de 4,7 puntos porcentuales. Por otro lado, la tasa de mortalidad por cualquier causa fue del 17,0 vs. 19,8%, con una reducción absoluta de 2,8 puntos y relativa del 16%.

Desde el punto de vista de la seguridad, el complejo sacubitrilo/valsartán presenta un perfil toxicológico relativamente benigno, equiparable al del enalaprilo. Los eventos adversos más comunes son hipotensión, insuficiencia renal e hiperpotasemia.

Aparentemente, los datos clínicos son muy robustos; el estudio PARADIGMA-HF utiliza un comparador apropiado, los pacientes incluidos en él son representativos de los que se observan en la comunidad, con síntomas leves a moderados; los resultados son convincentes y reproducibles; y ha demostrado beneficios que son aplicables a los pacientes que actualmente están utilizando agentes activos sobre el sistema renina-angiotensina-aldosterona (ARA II e IECA). Por último, las sociedades de cardiología de Europa y de Estados Unidos consideran actualmente que sacubitril/valsartán es el enfoque preferido para la inhibición del sistema renina-angiotensina en pacientes con insuficiencia cardíaca crónica que actualmente están recibiendo un inhibidor de la ECA o ARA II (Packer, 2016).

Todo lo anterior sugiere que la introducción de sacubitril/valsartán en clínica supone una mejora sustancial dentro de un campo donde hay muy pocas novedades de interés farmacológico o terapéutico en las últimas décadas. La consistencia de los datos clínicos y la mejora de la supervivencia, aunque modesta, van acompañadas por un mecanismo farmacológico innovador, la inhibición de la neprilisina, capaz de impedir la degradación de los péptidos natriuréticos, potenciando así los efectos de estos últimos.

No obstante, precisamente el hecho de que sean diversos tejidos los que son capaces de expresar la neprilisina y, especialmente, por su efecto sobre la degradación del amiloide beta, su inhibición podría plantear la posibilidad de un efecto deletéreo sobre algunos de los mecanismos patológicos de la Enfermedad de Alzheimer. En este sentido, se podría considerar que el sacubitrilo, en tanto que inhibidor de la neprilisina, presenta un cierto riesgo potencial de reducir la degradación de amiloide beta, motivo por el cual esta cuestión se ha incluido dentro del plan de farmacovigilancia del medicamento. Por otro lado, se han detectado en estudios sobre animales (ratas) posible efectos adversos sobre el hueso y el riñón en especímenes jóvenes y, en particular, una reducción de la masa y de la elongación óseas; aunque no se ha detectado ningún efecto relevante en pacientes humanos adultos en esta materia y el medicamento solo está indicado en pacientes adultos, se ha sugerido (EMA, 2015) que no puede excluirse una interferencia, leve y transitoria en cualquier caso, sobre las primeras etapas de los procesos de consolidación ósea tras una fractura en adultos.

Aunque es evidente que quedan algunas cuestiones pendientes, parece que el complejo sacubitrilo/valsartán es una interesante innovación farmacológica y terapéutica en el campo de la insuficiencia cardiaca que, como decíamos anteriormente, no incorpora novedades verdaderamente relevantes con frecuencia.

VALORACIÓN

SACUBITRILO/VALSARTAN

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ENTRESTO® (Novartis)

Grupo Terapéutico (ATC): C09DX. APARATO CARDIOVASCULAR. Agentes que actúan sobre el sistema renina-angiotensina: combinaciones de antagonistas de la angiotensina II.

Indicaciones autorizadas: Tratamiento de la insuficiencia cardiaca crónica sintomática con fracción de eyección reducida, en adultos.

INNOVACIÓN IMPORTANTE. Aportación sustancial a la terapéutica estándar

BIBLIOGRAFÍA

 

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Mieloma múltiple (O)

DEFIBROTIDA

DEFITELIO

Gentum

2016/03/30

FDA

Enfermedad veno-oclusiva hepática

EFTRENONCOG ALFA

ALPROLIX

Biogen Idec

2016/05/12

EMA

Hemofilia B (O)

ELBASVIR + GRAZOPREVIR

ZEPATIER

Merck Sharp Dohme

2016/07/22

EMA

Hepatitis C

ELBASVIR + GRAZOPREVIR

ZEPATIER

Merck Sharp Dohme

2016/01/28

FDA

Hepatitis C

ELOTUZUMAB

EMPLICITI

Bristol Myers Squibb

2016/05/11

EMA

Mieloma múltiple

ELOTUZYMAB

EMPLICITI

Bristol Myers Squibb

2015/11/30

FDA

Mieloma múltiple (O)

ELUXADOLINA

TRUBERZI

Aptalis

2016/09/09

EMA

Diarrea, síndrome del intestino irritable

ETEPLIRSEN

EXONDY

Sarepta

2016/09/07

FDA

Distrofia muscular de Duchenne

FACTOR X

COAGADEX

Bio Products

2016/03/16

EMA

Déficit de factor X (O)

FENILBUTIRATO DE GLICEROL

RAVICTI

Horizon

2015/11/27

EMA

Enzimopatías del ciclo de la urea (O)

FLUCICLOVINA (18F)

AXUMIN

Blue Earth

2016/05/27

FDA

Diagnóstico por imagen (PET)

FRACCIÓN CELULAR AUTÓLOGA ENRIQUECIDA CD34+

STRIMVELIS

Glaxo Smtihkline

2016/05/26

EMA

Inmunodeficiencia severa combinada (O)

GALIO (69Ga), DOTATATO

NETSPOT

ACA

2016/06/01

FDA

Diagnóstico por imagen (PET)

ISAVUCONAZOL

CRESEMBA

Basilea

2015/10/15

EMA

Aspergilosis (O)

IXAZOMIB

NINLARO

Millenium

2015/11/20

FDA

Mieloma múltiple (O)

IXEKIZUMAB

TALTZ

Lilly

2016/04/25

EMA

Enfermedad de Castleman (O)

LESINURAD

ZURAMPIC

AstraZeneca

2016/02/18

EMA

Hiperuricemia

LESINURAD

ZURAMPIC

Ardea

2015/12/22

FDA

Hiperuricemia

LIFITEGRAST (LFA-19

XIIDRA

Shire

2016/07/01

FDA

Ojo seco

LUMACAFTOR + IVACAFTOR

ORKAMBI

Vertex

2015/11/19

EMA

Fibrosis quística (O)

MIGALASTAT

GALAFORD

Amicus

2016/05/26

EMA

Enfermedad de Fabry (O)

NECITUMUMAB

PORTRAZZA

Lilly

2016/02/15

EMA

Cáncer de pulmón no microcítico

NECITUMUMAB

PORTRAZZA

Lilly

2015/11/15

FDA

Cáncer de pulmón no microcítico escamoso (O)

OBETICÓLICO, ÁCIDO

OCALIVA

Intercept

2016/05/27

FDA

Colangitis biliar primaria

OPICAPONA

ONGENTYS

Bial

2016/06/24

EMA

Enfermedad de Parkinson

OSIMERTINIB

TAGRISSO

AstraZeneca

2016/02/02

EMA

Cáncer de pulmón no microcítico (E)

OSIMERTINIB

TAGRISSO

AstraZeneca

2015/11/13

FDA

Cáncer de pulmón no microcítico

PATIROMERO SORBITEX

VELTASSA

Relyba

2015/10/21

FDA

Hiperpotasemia

PEGASPARGASA

ONCASPAR

Baxalta

2016/01/14

EMA

Leucemia-linfoma linfoblástico

PITOLISANT

WAKIX

Bioproject

2016/03/31

EMA

Narcolepsia (O)

RESLIZUMAB

CINQAERO

Teva

2016/08/16

EMA

Asma

RESLIZUMAB

CINQAIR

TEVA

2016/03/23

FDA

Asma

SEBELIPASA ALFA

KANUMA

Alexion

2015/12/08

FDA

Deficiencia de lipasa ácida lisosómica

SELEXIPAG

UPTRAVI

Actelion

2016/05/12

EMA

Hipertensión pulmonar (O)

SELEXIPAG

UPTRAVI

Actelion

2015/12/21

FDA

Hipertensión pulmonar

SUGAMMADEX

BRIDION

Organon Sub Merck

2015/12/15

FDA

Antídoto de rocuronio

SUSOSTOCG ALFA

OBIZUR

Baxalta

2015/11/11

EMA

Hemofilia A ((O) (E)

VELPATASVIR + SOFOSBUVIR

EPCLUSA

Gilead

2016/06/28

FDA

Hepatitis C

1 Se indican en negrita y color los nuevos principios activos y medicamentos incorporados en la tabla en el último mes.

2 O= Medicamento huérfano; C= Autorizado condicionalmente; E= Autorizado en condiciones excepcionales.

3 El daclizumab fue comercializado en España (Zenepax®) en el año 2000 para la prevención del rechazo en el trasplante de órganos, pero fue retirado posteriormente.

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA
EN LOS ÚLTIMOS DOCE MESES

PAM

Principio activo

Medicamento®

INNOVACIÓN

Indicación principal

Laboratorio

a

b

c

d

397

Mepolizumab

Nucala

 

 

Asma

Glaxo SmithKline

397

Sacubitrilo/Valsartán

Entresto

 

Insuficiencia cardiaca

Novartis

396

Edoxabán

Lixiana

 

 

 

 

Trombosis venosa profunda, embolia pulmonar

Daiichi Sankyo

395

Idarucizumab

Praxbind

 

 

 

Reversión del efecto anticoagulante
del dabigatrán

Boehringer Ingelheim

394

Vismodegib

Erivedge

 

 

Carcinoma de células basales

Roche

394

Metirapona

Metopirone

 

 

Diagnóstico y tratamiento
del síndrome de Cushing

HRA Pharma

394

Oxihidróxido sucroférrico

Velphoro

 

 

 

 

Hiperfosfatemia asociada
a insuficiencia renal

Vifor Frexenius

393

Siltuximab

Sylvant

 

 

 

Enfermedad de Castleman multicéntrica

Janssen Cilag

393

Idelalisib

Zydelig

 

 

Leucemia linfocítica crónica y linfoma folicular

Gilead

393

Alirocumab

Praluent

 

 

 

 

Hipercolesterolemia primaria

Sanofi Aventis

393

Trametinib

Mekinist

 

 

 

Melanoma avanzado

Novartis

392

Ibrutinib

Imbruvica

Linfoma de células del manto, leucemia linfática crónica y macroglobulinemia de Waldström

Janssen Cilag

392

Ceftolozano/Tazobactam

Zerbaxa

 

 

 

 

Infecciones complicadas intraabdominales y del tracto urinario

Merck Sharp Dohme

392

Olaparib

Lynparza

 

 

Cáncer de ovario

AstraZeneca

392

Vortioxetina

Brintellix

 

 

 

 

Depresión

Lundkeck

391

Dalbavancina

Xydalba

 

 

 

Infecciones de piel y tejidos blandos

Angelini

391

Apremilast

Otezla

 

 

Psoriasis en placas; artritis psoriásica

Celgene

391

Safinamida

Xadago

 

 

 

 

Enfermedad de Parkinson

Zambón

391

Nivolumab

Opdivo

 

Melanoma avanzado y cáncer de pulmón

Bristol Myers Squibb

391

Pembrolizumab

Keytruda

 

Melanoma avanzado

Merck Sharp Dohme

390

Evolocumab

Repatha

 

Hipercolesterolemia primaria

Amgen

390

Dulaglutida

Trulicity

 

 

 

 

Diabetes mellitus tipo 2

Lilly

390

Ospemifeno

Senshio

 

 

 

 

Vulvovaginitis atrófica posmenopáusica

Shionogi

390

Nintedanib

Ofev

 

 

Fibrosis pulmonar idiopática

Boehringer Ingelheim

389

Tedizolid

Sivextro

 

 

 

Infecciones de piel y tejidos blandos

Merck Sharp Dohme

389

Ramucirumab

Cyramza

 

 

 

Cáncer de estómago

Lilly

389

Obinutuzumab

Gazyvaro

 

 

Leucemia linfocítica crónica

Roche

388

Alogliptina

Vipidia

 

 

 

 

Diabetes mellitus tipo 2

Takeda

388

Secukinumab

Cosentyx

 

 

Psoriasis en placas

Novartis

388

Peginterferón beta-1a

Plegridy

 

 

 

Esclerosis múltiple

Biogen IDec

388

Umeclidinio, bromuro

Incruse

 

 

 

 

EPOC

GlaxoSmithKline

A. Clínica: Mejora la eficacia clínica con relación al tratamiento estándar.

B. Molecular: Incorpora variaciones significativas en la estructura molecular
y/o en el mecanismo de acción.

C. Seguridad: Mejora el perfil toxicológico con relación a la terapia estándar.

D. Farmacocinética: Mejora las características farmacocinéticas, con incidencia potencial o demostrada en las condiciones de uso y en la respuesta del paciente.

VALORACIÓN DE LA INNOVACIÓN TERAPÉUTICA EN PANORAMA ACTUAL DEL MEDICAMENTO

Es importante indicar que se valora el grado de innovación. Todos los medicamentos no innovadores tienen utilidad terapéutica, en tanto que su autorización por las autoridades sanitarias implica han demostrado rigurosamente su eficacia, su seguridad, su calidad y las condiciones de uso (incluyendo la información contenida en la ficha técnica – sumario de características – y en el prospecto del medicamento). Por tanto, la valoración que se hace se refiere a la incorporación, en el grado que se determine, de algún elemento innovador con respecto a otros medicamentos autorizados previamente para iguales o similares indicaciones terapéuticas o, en su caso, cubriendo la ausencia de éstas. Asimismo, debe considerarse que ésta es una evaluación que se practica coincidiendo con la comercialización inicial del medicamento. Se trata, por consiguiente, de una valoración provisional de la innovación realizada en función de la evidencia clínica disponible hasta ese momento, lo que no prejuzga, en ningún caso, el potencial desarrollo de nuevas indicaciones clínicas ni la posible aparición de aspectos desfavorables (efectos adversos graves previamente desconocidos, interacciones, etc.). Se consideran tres posibles niveles, adjudicados en función de la relevancia de la(s) innovación(es) presentes en el nuevo medicamento, siempre en relación al arsenal terapéutico disponible clínicamente en España en el momento de la comercialización:

SIN INNOVACIÓN. No implica aparentemente ninguna mejora farmacológica ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas.

INNOVACIÓN MODERADA. Aporta algunas mejoras, pero no implica cambios sustanciales en la terapéutica estándar.

INNOVACIÓN IMPORTANTE. Aportación sustancial a la terapéutica estándar.

Se distinguen dos niveles de evidencia científica para los aspectos innovadores de los nuevos medicamentos:

Evidencia clínica: mediante estudios controlados específicamente diseñados y desarrollados para demostrar lo que pretende ser un avance o mejora sobre la terapia estándar.

Plausibilidad científica (potencialidad): existencia de aspectos en el medicamento que racionalmente podrían mejorar la terapéutica actual, pero que no han sido adecuadamente demostradas mediante ensayos clínicos, bien por motivos éticos o bien por imposibilidad de realización en el momento de la comercialización del nuevo medicamento: perfil de interacciones, mecanismos nuevos que permiten nuevas vías terapéuticas, nuevos perfiles bioquímicos frente a mecanismos de resistencia microbiana, posibilidad de combinar con otros medicamentos para la misma indicación terapéutica, efectos sobre el cumplimiento terapéutico (por mejoras en la vía, número de administraciones diarias, etc.), mejora de la eficiencia, etc.

El rigor de los datos contrastados mediante ensayos clínicos controlados (evidencia clínica) es determinante en la valoración de la innovación, mientras que las potencialidades solo pueden ser valoradas accesoriamente, como aspectos complementarios de esta valoración. En ningún caso, un medicamento es valorado con un nivel de innovación importante en función de sus ventajas potenciales, si no aporta otras ventajas demostradas clínicamente. Se analizan cinco aspectos de la innovación: clínica, molecular, toxicológica, físico-química y económico-tecnológica. Como ya se ha indicado, la fundamental y determinante es la novedad clínica.

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA
DURANTE LOS ÚLTIMOS DOCE MESES, POR GRUPOS TERAPÉUTICOS

GRUPO TERAPéUTICO

Principio activo

Medicamento®

Laboratorio

PAM

A. Tracto alimentario y metabolismo

Alogliptina

Vipidia

Takeda

388

Dulaglutida

Trulicity

Lilly

390

B. Sangre y órganos hematopoyéticos

Edoxabán

Lixiana

Daiichi Sankyo

396

C. Aparato cardiovascular

Alirocumab

Praluent

Sanofi Aventis

393

Evolocumab

Repatha

Amgen

390

Sacubitril/Valsartán

Entresto

Novartis

397

G. Terapia genitourinaria

Ospemifeno

Senshio

Shionogi

390

J. Antiinfecciosos, uso sistémico

Ceftolozano/Tazobactam

Zerbaxa

Merck Sharp Dohme

392

Dalbavancina

Xydalba

Angelini

391

Tedizolid

Sivextro

Merck Sharp Dohme

389

L. Antineoplásicos y terapia
inmunomoduladora

Apremilast

Otezla

Celgene

391

Ibrutinib

Imbruvica

Janssen Cilag

392

Idelalisib

Zydelig

Gilead

393

Nintedanib

Ofev

Boehringer Ingerheim

390

Nivolumab

Opdivo

Bristol Myers Squibb

391

Obinutuzumab

Gazyvaro

Roche

389

Olaparib

Lynparza

AstraZeneca

392

Peginterferón beta-1a

Plegridy

Biogen Idec

388

Pembrolizumab

Keytruda

Merck Sharp Dohme

391

Ramucirumab

Cyramza

Lilly

389

Secukinumab

Cosentyx

Novartis

388

Siltuximab

Sylvant

Janssen Cilag

393

Trametinib

Mekinist

Novartis

393

Vismodegib

Erivedge

Roche

394

N. Sistema nervioso

Safinamida

Xadago

Zambón

391

Vortioxetina

Brintellix

Lundbeck

392

R. Aparato respiratorio

Mepolizumab

Nucala

GlaxoSmithKline

397

Umeclidinio, bromuro

Incruse

GlaxoSmithKline

388

V. Varios

Idarucizumab

Praxbind

Boehringer Ingelheim

395

Oxihidróxido sucroférrico

Velphoro

Vifor Frexenius

394

Metirapona

Metopirone

HRA Pharma

394

MEDICAMENTOS CON NUEVOS PRINCIPIOS ACTIVOS COMERCIALIZADOS EN ESPAÑA DURANTE LOS ÚLTIMOS DOCE MESES, POR LABORATORIOS

Laboratorio

Principio activo

Medicamento

PAM

Amgen

Evolocumab

Repatha

390

Angelini

Dalbavancina

Xydalba

391

AstraZeneca

Olaparib

Lynparza

392

Biogen Idec

Interferón beta-1a

Plegridy

388

Boehringer Ingelheim

Idarucizumab

Praxbind

395

Nintedanib

Ofev

390

Celgene

Apremilast

Otezla

391

Daiichi Sankyo

Edoxabán

Lixiana

396

Gilead

Idelalisib

Zydelig

393

GlaxoSmithKline

Mepolizumab

Nucala

397

Umeclidinio, bromuro

Incruse

388

HRA Pharma

Metirapona

Metopirone

394

Janssen Cilag

Ibrutinib

Imbruvica

392

Siltuximab

Sylvant

393

Lilly

Dulaglutida

Trulicity

390

Ramucirumab

Cyramza

389

Lundbeck

Vortioxetina

Brintellix

392

Merck Sharp Dohme

Ceftolozano/Tazobactam

Zerbaxa

392

Pembrolizumab

Keytruda

391

Tedizolid

Sivextro

389

Novartis

Sacubitril/Valsartán

Entresto

397

Secukinumab

Cosentyx

388

Trametinib

Mekinist

393

Roche

Obinutuzumab

Gazyvaro

389

Vismodegib

Erivedge

394

Sanofi Aventis

Alirocumab

Praluent

393

Shionogi

Ospemifeno

Senshio

390

Takeda

Alogliptina

Vipidia

388

Vifor Frexenius

Oxihidróxido sucroférrico

Velphoro

394

Zambón

Safinamida

Xadago

391

Obstrucción intestinal

Resumen

La obstrucción intestinal es un cuadro grave, debido a causas mecánicas (íleo obstructivo) o a trastornos de la motilidad intestinal (íleo paralítico secundario a trastornos neurológicos, metabólicos, humorales o a alteraciones de la musculatura lisa parietal). La seudoobstrucción intestinal, obstrucción incompleta al tránsito se debe a alteraciones en los plexos mientéricos, o bien a alteraciones de la musculatura lisa. El cuadro es de dolor abdominal leve/moderado con distensión abdominal. El tratamiento se basa en la instauración de sonda de aspiración nasogástrica y reposición hidroelectrolítica. La consecuencia inmediata de la obstrucción mecánica del intestino delgado es la deshidratación; tanto por la aparición de vómitos como por exudación a la luz tras edema de la pared intestinal, así como de exudación a cavidad peritoneal. Todo ello unido a sobrecrecimiento bacteriano. La obstrucción por estrangulación implica un incremento de la presión en la luz y en la pared intestinal, lo que aboca a una isquemia, necrosis, gangrena; la aparición de peritonitis, pérdida de plasma y shock. La obstrucción del colon produce menor alteración hidroelectrolítica, pero la distensión del mismo puede producir una perforación. Los síntomas clave que deben alertar sobre la existencia de este cuadro son: Dolor abdominal (peristaltismo de lucha), vómitos, distensión abdominal, incapacidad para la evacuación de gases. El tratamiento final, siempre es quirúrgico en los casos de íleo mecánico. En los casos de íleo paralítico, en ocasiones es suficiente, el tratamiento de la enfermedad de base, consiguiendo un buen balance hidroelectrolítico, y pudiendo restaurar el tránsito intestinal.

CONCEPTOS BÁSICOS Y DEFINICIÓN

Hablamos de la existencia de un íleo, cuando se interrumpe la progresión del contenido fecal intestinal. Esta situación puede obedecer a dos causas principales: que exista un obstáculo que impida dicho avance (íleo mecánico u obstructivo) o bien, que exista un problema en los mecanismos que hacen progresar el contenido intestinal (íleo paralítico o adinámico).

  • La oclusión intestinal o íleo obstructivo es un cuadro clínico caracterizado por la alteración en la progresión caudal del contenido intestinal debido a una obstrucción de su luz originada por una causa mecánica.

La obstrucción puede ser completa, cuando la imposibilidad para el tránsito intestinal es total; o incompleta —suboclusión intestinal— cuando el tránsito intestinal está dificultado, pero persiste.

La estrangulación consiste en la existencia de un compromiso de la vascularización intestinal, ocasionada por la oclusión.

  • La seudooclusión intestinal, íleo paralítico o adinámico consiste en un compromiso del tránsito sin una causa mecánica que lo justifique atribuyéndose, por tanto, a una alteración de la función motora del intestino. La causa más frecuente es la cirugía abdominal previa. Es habitual reservar el término de íleo paralítico para la seudooclusión intestinal aguda que afecta globalmente al intestino delgado y al colon. Existen dos formas clínicas de seudooclusión intestinal que merecen una consideración específica: el síndrome de Ogilvie y la seudoobstrucción intestinal crónica.
  • La seudoobstrucción cólica aguda (síndrome de Ogilvie). Se caracteriza por una dilatación masiva del colon, de instauración aguda, en ausencia de obstrucción mecánica. Las causas que lo desencadenan son múltiples.

Las más frecuentes incluyen cirugía digestiva, ginecológica, cardiaca u ortopédica previa; traumatismos; fármacos y determinadas condiciones clínicas que por diferentes mecanismos contribuyen a paralizar la actividad motora del colon, entre ellas, la sepsis, el hipotiroidismo, enfermedades neurológicas, infecciones virales y alteraciones hidroelectrolíticas.

  • La seudoobstrucción intestinal crónica. Es un cuadro clínico caracterizado por episodios recurrentes de obstrucción o seudoobstrucción intestinal, sin una alteración anatómica mecánica que pueda explicarlos. Las causas implicadas en la aparición de este síndrome son diversas. Es posible, en ocasiones, detectar, a menudo, una causa, neurológica (enfermedad de Parkinson, tumores cerebrales) o muscular (miositis, esclerodermia, amiloidosis). No es infrecuente, asimismo, identificar una enfermedad endocrinológica (hipotiroidismo, hipoparatiroidismo, feocromocitoma) o el consumo reciente o habitual de determinados fármacos (opiáceos y psicolépticos). Finalmente, en algunos casos no logra identificarse una causa aparente, considerándose estas formas como idiopáticas. Entre ellas deben distinguirse esencialmente dos cuadros: la miopatía visceral y la neuropatía visceral. En la miopatía visceral existe una alteración en la musculatura lisa del intestino, caracterizada por una degeneración de las células musculares lisas, que son sustituidas por tejido fibroso. Puede afectar a una o más capas del tejido muscular y se traduce en una contractilidad intestinal ordenada, aunque débil e inefectiva. La neuropatía visceral engloba procesos que pueden afectar a cualquier eslabón de la regulación nerviosa del intestino: desde el plexo mientérico hasta el SNC. Se caracteriza por presentar contracciones de magnitud normal pero con un patrón desorganizado, no se producen contracciones ordenadas y consecutivas, por tanto, inefectivo en la propulsión.

ETIOLOGÍA

La causa de que se produzca una obstrucción mecánica puede residir en la propia pared intestinal, en la propia luz intestinal, o bien procesos que comprimen la parede desde el exterior de la misma.

ILEO MECáNICO

  • Extraluminal
  • Adherencias postquirúrgicas (Causa más frecuente 35-40%)
  • Hernias externas (inguinales, crurales, umbilicales, laparotómicas, etc.)
  • Hernias internas
  • Torsiones
  • Vólvulos
  • Invaginaciones
  • Efecto masa extraluminal (tumoración, masa inflamatoria ó abceso)
  • Parietal
  • Neoplasias
  • Alteraciones congénitas (atresias, estenosis, duplicaciones, etc.)
  • Procesos inflamatorios (Crohn, postradiación, etc.)
  • Intraluminal
  • Ileo biliar
  • Bezoar
  • Parasitosis
  • Cuerpo extraño
  • Impactación fecal
  • Tumoraciones

ILEO PARALÍTICO

La detención en el progreso del contenido intestinal, debido a causas no relacionadas con factores obstructivos, puede deberse a alteraciones en los mecanismos propulsores, como son:

  • Adinámico
  • Postquirúrgico
  • Peritonitis
  • Reflejo (Síndrome retroperitoneal o reflejo entero-entérico a la distensión prolongada)
  • Compromiso medular
  • Hiperuricemia
  • Hipokaliemia
  • Coma diabético
  • Mixedema
  • Fármacos Bloqueantes ganglionares
  • Isquemia
  • Espástico
  • Intoxicación por metales pesados
  • Porfirias
  • Vascular
  • Embolia arterial
  • Trombo venoso

DIAGNÓSTICO

En la valoración de los pacientes con síntomas y signos sugerentes de un síndrome obstructivo se debe, en primer lugar, confirmar el diagnóstico y, en segundo lugar, precisar si se trata de una oclusión mecánica o de una seudooclusión.

En el caso de la oclusión verdadera, algunos datos pueden ayudar a discernir si se trata de una oclusión alta o baja, completa o incompleta. Un objetivo básico, aunque no siempre posible, es identificar la causa, lo que, sin duda, constituye una valiosa ayuda para orientar el tratamiento específico.

Anamnesis

El dolor abdominal, la distensión y las náuseas y vómitos son los síntomas más habituales, prácticamente constantes, que definen la presencia de un síndrome oclusivo intestinal. Con frecuencia existe estreñimiento e incluso ausencia en la emisión de heces y gases por el ano(cierre abdominal). No obstante, el cierre intestinal no es constante, e incluso puede existir diarrea en las primeras horas. Habitualmente, estos síntomas aparecen de forma aguda, estableciéndose el síndrome completo en pocas horas. El cambio de las características del dolor, de cólico a continuo, acompañado de fiebre y deterioro del estado general sugieren la posibilidad de estrangulación.

Algunos aspectos clínicos pueden diferenciar la oclusión de la seudooclusión, aunque esto no siempre es posible. En la oclusión mecánica, el dolor es típicamente cólico, muy intenso, reflejando el peristaltismo de lucha que, en la primera fase del cuadro, pretende vencer la obstrucción. La distensión y los vómitos son de intensidad variable, en función del nivel de la obstrucción y el cierre intestinal puede tardar en instaurarse, dado que con frecuencia tiene lugar primero la expulsión del contenido intestinal distal al punto de la oclusión.

En la pseudooclusión, el dolor suele ser menos intenso, más generalizado y de carácter constante y no cólico, ya que se produce por la distensión de las asas; la distensión abdominal y los vómitos suelen ser marcados, así como el cierre intestinal. Habitualmente, la pseudooclusión aguda aparece en un paciente ingresado, que ha sido intervenido recientemente o que padece una patología grave de instauración aguda —sepsis, insuficiencia cardiorrespiratoria, etc., o que presenta un trastorno hidroelectrolítico (p. ej.: hipopotasemia).

Por el contrario, la instauración de un síndrome oclusivo en un paciente no hospitalizado, sin patología asociada de interés, debe sugerir una oclusión mecánica.

Algunos datos clínicos ayudan a establecer el nivel de la obstrucción, en el caso de una oclusión mecánica, y discernir, a su vez, si se trata de una oclusión incompleta. Todo ello puede ser de valiosa ayuda para orientar el diagnóstico etiológico y tomar decisiones acerca del momento más apropiado para indicar la cirugía.

En las oclusiones más altas, por ejemplo, la distensión abdominal es menor y las náuseas y vómitos más intensos que en las más bajas (íleon o colon). La existencia de vómitos fecaloideos indica oclusión baja.

En los pacientes con oclusión incompleta, el cuadro clínico característico suele resolverse de forma espontánea una vez transcurridas unas horas desde el inicio. En tales casos, es habitual que el paciente presente un despeño diarreico que precede al alivio del dolor y la distensión abdominal.

Una intervención quirúrgica muy reciente, de tipo abdominal, cardiaca u ortopédica apoya fuertemente que se trate de una seudooclusión.

Del mismo modo, la coexistencia de una sepsis, un trastorno hidroelectrolítico o una insuficiencia cardiorrespiratoria sugieren una seudoobstrucción aguda.

El encamamiento prolongado, sobre todo en ancianos, es una causa frecuente para la aparición de fecalomas, que pueden producir oclusión intestinal por impactación, habitualmente rectal. Una cirugía intestinal o ginecológica previa a menudo es la causa de adherencias fibróticas entre las asas intestinales que pueden manifestarse clínicamente como una oclusión o seudooclusión, desde unos días a muchos años después de la intervención.

Un diagnóstico previo de hernia o de enfermedad de Crohn obliga igualmente a considerar estas enfermedades como una posible causa; algo similar ocurre con el antecedente de radioterapia abdomino-pélvica, incluso cuando ésta ha sido realizada muchos años antes. La aparición de episodios oclusivos repetidos debería hacer pensar en una causa mecánica responsable de suboclusión intestinal, incluyendo las adherencias postquirúrgicas, la enfermedad de Crohn, la enfermedad diverticular del colon, las hernias y los vólvulos.

Si estas causas se excluyen, el clínico debe considerar también la posibilidad de una pseudoobstrucción intestinal crónica secundaria o idiopática. En estos pacientes, los períodos intercríticos pueden estar libres de síntomas o cursar con alteración del ritmo intestinal y dolor.

La anamnesis debe incluir la búsqueda intencionada de antecedentes familiares de cáncer colorrectal o de otras enfermedades en las que la herencia pueda desempeñar un papel etiológico, especialmente neuromusculares.

Exploración física

La exploración física proporciona información primordial, no solamente para establecer un diagnóstico sindrómico y etiológico, sino para estimar la gravedad. Este último aspecto puede ser importante para establecer las prioridades en el tratamiento, en cuanto a la rapidez de actuación. Así, la exploración general permite en ocasiones observar la existencia de deshidratación, desnutrición, anemia o ictericia, signos que ayudan a orientar el diagnóstico.

La anemia debe hacer pensar en la presencia de un adenocarcinoma intestinal o en cualquier condición que curse con pérdida de sangre oculta en las heces o malabsorción (p. ej.: linfoma). La ictericia debe sugerir la posibilidad de una litiasis biliar responsable de un íleo biliar y la desnutrición en una enfermedad neoplásica, una enfermedad de Crohn o una seudoobstrucción intestinal crónica. Algunos signos, como la presencia de fiebre, taquicardia, sudoración o hipotensión, siempre reflejan una situación de gravedad debida probablemente a la existencia de una sepsis secundaria a estrangulación de un asa intestinal o al secuestro de líquidos en el tercer espacio (acúmulo de líquido en la cavidad peritoneal por exudación a través de las paredes intestinales), característico del íleo paralítico. Algunas lesiones cutáneas (eritema nodoso, pioderma gangrenoso) facilitan el diagnóstico de enfermedades sistémicas o de una enfermedad inflamatoria intestinal que puede ser causa de oclusión intestinal. La inspección del abdomen permite confirmar la distensión abdominal.

En ocasiones, el predominio de la distensión en alguna región abdominal ayuda a establecer el nivel de la oclusión. Es típica, por ejemplo, la distensión asimétrica del abdomen en el vólvulo de sigma. Igualmente importante es la búsqueda de cicatrices de laparotomía previa y de hernias.

La palpación permite detectar hernias inguinoescrotales, crurales o masas que pueden corresponder a una neoplasia, absceso o diverticulitis. También permite identificar la existencia de signos de irritación peritoneal (defensa muscular y dolor a la descompresión brusca -signo de Blumberg-), que anuncian la presencia de estrangulación o de perforación de una víscera hueca, ambas indicativas de la necesidad de tratamiento quirúrgico urgente.

La percusión permite descubrir el acúmulo excesivo de aire en las asas intestinales, al escucharse un sonido timpánico. Su principal interés es el diagnóstico diferencial con la ascitis. La auscultación debe realizarse de forma minuciosa, en los cuatro cuadrantes abdominales. En la obstrucción mecánica, los ruidos hidroaéreos están aumentados y reflejan el peristaltismo de lucha. Es típica su tonalidad metálica, coincidiendo con los episodios de dolor. Si la obstrucción se ha prolongado varios días o existe estrangulación con isquemia, peritonitis y necrosis puede haber silencio abdominal. En el íleo paralítico existe silencio abdominal o disminución de los ruidos hidroaéreos, desde el principio.

Sin embargo, en el síndrome de Ogilvie se pueden detectar ruidos procedentes del intestino delgado, que mantiene su movilidad, en ocasiones incluso incrementada.

Pruebas complementarias

Su utilidad para el diagnóstico etiológico del íleo es limitada, pero son importantes para valorar la gravedad del cuadro clínico y necesarios para programar adecuadamente el tratamiento, sobre todo la reposición hidroelectrolítica.

En las fases iniciales de la enfermedad la analítica suele ser normal. Sin embargo, a medida que el proceso avanza se hace patente la deshidratación y la hipovolemia secundaria al secuestro de líquidos. Todo ello se traduce en hemoconcentración y elevación del nitrógeno ureico, siendo también frecuentes las alteraciones en los niveles de potasio y del equilibrio ácido-base secundarias a la presencia de vómitos y diarrea. La leucocitosis y neutrofilia son frecuentes, aún en ausencia de infección. Si se produce isquemia intestinal debido a la existencia de estrangulación, puede detectarse aumento de los niveles de amilasa y otras enzimas presentes en la pared intestinal (LDH y fosfatasa alcalina).

Radiografía simple

La radiografía simple del abdomen es esencial para el diagnóstico de la oclusión y seudooclusión intestinal; puede ayudar en el diagnóstico diferencial entre causa mecánica y dinámica; y puede sugerir la etiología del cuadro.

Cuando la obstrucción intestinal es completa, la radiografía simple de abdomen puede ser suficiente para el diagnóstico. En estos casos, es típica la aparición de asas de intestino delgado dilatadas en la parte proximal a la obstrucción y la ausencia o disminución de aire en la zona distal a ésta. La radiografía realizada con el paciente en bipedestación, o con el paciente en decúbito lateral y rayo horizontal, muestra niveles hidroaéreos.

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En fases más avanzadas de la oclusión, la luz del intestino delgado se dilata y las válvulas conniventes se hacen patentes. En fases tardías, si existe estrangulación, el edema de la mucosa y submucosa, asociados a la necrosis determinan la aparición de imágenes con aspecto de impresiones dactilares.

La presencia de aire subdiafragmático en bipedestación o aire libre en la cavidad peritoneal en decúbito lateral izquierdo es diagnóstico de perforación intestinal. En el íleo paralítico es característico que la dilatación de las asas afecte o pueda afectar a todo el intestino. Sin embargo, la presencia de niveles hidroaéreos hace difícil su diferenciación de la oclusión intestinal. En el síndrome de Ogilvie se aprecia una dilatación del colon ascendente y transverso.

Figura_2_fmt

Se considera diagnóstico cuando el calibre del colon ascendente es superior a 9 cm. Si supera los 12 cm, el riesgo de perforación es muy elevado. La Rx simple de abdomen realizada durante los episodios agudos de seudoobstrucción crónica idiopática muestra una dilatación de asas de delgado similar a los casos de obstrucción mecánica, o dilatación de intestino delgado y grueso indistinguible del íleo paralítico. En ocasiones, la radiografía simple del abdomen puede aclarar la causa de una oclusión intestinal. Así, en pacientes con íleo biliar se observa la presencia de aire en la vía biliar —neumobilia o aerobilia— e incluso puede objetivarse la imagen de un cálculo biliar radioopaco impactado en alguna zona del tracto intestinal. En pacientes con vólvulo intestinal, la imagen radiográfica, en “grano de café”, suele ser suficientemente expresiva para permitir el diagnóstico.

En los pacientes con oclusión intestinal debe indicarse además una Rx de tórax. Esta exploración permite identificar otras patologías como una neumonía que puede ser tanto la causa del íleo como una consecuencia del mismo (por aspiración). Además es útil para valorar el estado cardiopulmonar, previo a una intervención y facilita la detección de aire libre infradiafragmático.

Radiología con bario

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La diferenciación entre oclusión y seudooclusión intestinal no siempre es posible con una radiografía simple del abdomen, por ello los estudios radiológicos con bario o con contraste hidrosoluble (Gastrografín) pueden utilizarse si la valoración de los datos clínicos no aclara el diagnóstico y el estado clínico del paciente lo permite.

Los estudios de tránsito intestinal deberían realizarse con contraste hidrosoluble si existe la posibilidad de oclusión completa y no debe administrarse bario si se sospecha la existencia de estrangulación o perforación intestinal. El estudio del tránsito mediante contraste hidrosoluble es una prueba útil para el diagnóstico de suboclusión si aparece contraste en el colon. También puede detectarse el paso de contraste hidrosoluble al colon mediante TC.

La radiografía baritada que con mayor frecuencia se realiza es el enema opaco, en pacientes con dilatación del colon o del intestino delgado más distal, en quienes se duda del carácter obstructivo o funcional del cuadro clínico. Esta exploración posee también utilidad terapéutica en pacientes, sobre todo niños, con vólvulo de sigma. El estudio baritado del intestino delgado durante la fase aguda es poco útil y no está exento de riesgos. En pacientes con obstrucción intestinal incompleta de causa desconocida, las pruebas radiológicas baritadas, como el enema opaco y, sobre todo, el tránsito baritado intestinal se realizan tras la resolución del episodio oclusivo.

Otras pruebas complementarias

La ecografía del abdomen suele ser poco útil dada la interferencia que supone el incremento de gas abdominal; sin embargo, en casos seleccionados, como en pacientes con una masa abdominal, puede resultar de alguna utilidad diagnóstica.

La tomografía axial computarizada (TC) puede aportar información relevante en pacientes con íleo. Permite valorar el retroperitoneo, el sistema urinario y la pelvis, posibilitando la detección de patología que pudiera tener relación con el cuadro oclusivo. Esta prueba permite valorar la existencia y las características de posibles masas abdominales, así como el grosor de la pared intestinal, los cambios de calibre entre asas proximales y distales, o si éstas presentan una dilatación difusa y uniforme. La angiografía mesentérica (o la propia TC con técnica de multicorte) pueden ser necesarias si se sospecha una isquemia intestinal. En estos casos, la presencia de un íleo establecido es una señal inequívoca de gangrena.

La colonoscopia es la prueba diagnóstica más eficaz para valorar la existencia de lesiones en el colon. En pacientes con sospecha o diagnóstico cierto de síndrome de Ogilvie se puede realizar durante el episodio agudo, con el fin de descartar la existencia de una lesión orgánica. Además permite realizar una descompresión terapéutica del colon, cuando la descompresión farmacológica (neostigmina) no ha dado buenos resultados.

En pacientes con sospecha de seudoobstrucción intestinal crónica idiopática, la manometría intestinal y la biopsia intestinal con estudios especiales del tejido muscular y nervioso pueden ser de valiosa ayuda para establecer un diagnóstico etiológico (neuropatía o miopatía visceral).

TRATAMIENTO

Oclusión intestinal

El tratamiento de la oclusión intestinal debe ser médico-quirúrgico. Sus objetivos generales son corregir las alteraciones del equilibrio hidroelectrolítico y ácido-base que pudieran existir; evitar o tratar las complicaciones sépticas; sortear el obstáculo que obstruye el intestino y, en definitiva, recuperar la motilidad intestinal.

El tratamiento quirúrgico es obligado en la mayoría de pacientes con oclusión intestinal completa. Ante un diagnóstico de certeza, la cirugía debe realizarse lo antes posible, una vez controladas las alteraciones de volumen plasmático, electrolíticas y del equilibrio ácido-base. Los retrasos innecesarios en la cirugía incrementan el riesgo de estrangulación intestinal, que no siempre puede ser previsto tras la valoración inicial del paciente. En pacientes con oclusión intestinal incompleta, suele ser posible diferir el tratamiento quirúrgico hasta que las pruebas complementarias proporcionen información concluyente sobre la etiología y naturaleza del proceso.

Bridas y adherencias

Constituyen la causa más frecuente de obstrucción intestinal y aparecen tras una laparotomía previa, como respuesta a materiales extraños (talco, suturas, contenido intestinal). Aunque se han estudiado numerosos métodos experimentales para tratar de prevenirlas, la mayoría de ellos no han demostrado ningún beneficio.

El tratamiento quirúrgico se indica ante la sospecha de estrangulación intestinal y cuando el episodio no se resuelve tras 48-72 horas de tratamiento conservador. Se basa en liberar las asas intestinales e identificar los segmentos intestinales no viables, realizando resecciones y anastomosis primarias de los segmentos isquémicos no recuperables.

Los pacientes con episodios repetidos de oclusión intestinal secundaria a bridas pueden ser candidatos a intervenciones quirúrgicas más complejas, encaminadas a fijar las asas intestinales.

Vólvulos

El tratamiento general es la devolvulación quirúrgica y la resección del segmento intestinal afectado, si procede. No obstante, el tratamiento del vólvulo sigmoide es inicialmente la devolvulación mediante enema opaca o colonoscopia, aunque esta prueba está contraindicada si existe perforación o estrangulación. En todo momento debe considerarse que la tasa de recurrencia es del 50%; por lo que en enfermos con buen estado de salud se debe programar la cirugía resectiva, que presenta baja tasa de morbimortalidad y recidivas.

Neoplasia de colon

El adenocarcinoma de colon es el responsable de más del 75% de las obstrucciones de colon malignas. La oclusión intestinal por cáncer de colon plantea tres problemas: conseguir la descompresión, eliminar el tumor, y restaurar el tránsito intestinal.

En las últimas décadas el tratamiento resectivo primario frente a la colostomía de entrada y resección posterior se ha consolidado como tratamiento electivo siempre que las condiciones del paciente lo permitan. La restauración del tránsito en los tumores de colon derecho se realiza con una anastomosis ileotransversa; sin embargo, en los tumores de ángulo esplénico, colon descendente o sigma es algo más compleja.

La opción más aceptada hoy en día es la resección tumoral con exteriorización de los extremos proximal y distal del colon (colostomía y fístula mucosa, respectivamente), o bien el cierre del muñón rectal (operación de Hartmann) con reconstrucción en un segundo tiempo.

El tratamiento siempre debe individualizarse en función de las características del enfermo, la experiencia del cirujano y la dotación del centro hospitalario. Siempre ha de tenerse en cuenta la existencia de pacientes con elevado riesgo quirúgico que son malos candidatos a la cirugía por diferentes motivos: enfermedad metastásica avanzada en el momento del diagnóstico, edad avanzada, o patología grave avanzada.

La colostomía de descarga urgente tiene una mortalidad de más del 10% y una morbilidad de más del 40%. Por ello, en los últimos años se han desarrollado técnicas endoscópicas alternativas a la cirugía urgente: descompresión mediante tubos o prótesis metálicas autoexpandibles, y ablación tumoral.

La colocación de prótesis metálicas autoexpandibles es una alternativa a la descompresión quirúgica en la obstrucción cólica, obteniendo buenos resultados en centros con experiencia, fundamentalmente en neoplasias del colon derecho. Las prótesis pueden constituir un tratamiento puente hasta la cirugía definitiva, evitando así la morbimortalidad de la colostomía de urgencia; y aportando tiempo adicional para mejorar el estado del paciente. También pueden valorarse como tratamiento paliativo para pacientes con alto riesgo quirúrgico.

Íleo paralítico

La evolución del íleo paralítico depende principalmente de la naturaleza de la enfermedad que lo produce y de su curso evolutivo. En este punto, es esencial la identificación y corrección precoz de cualquier factor implicado en su patogenia. Se precisan determinaciones de laboratorio repetidas para detectar y tratar las alteraciones del equilibrio hidroelectrolítico y ácido base, que pudieran ser causa o consecuencia del íleo. En ocasiones, especialmente en casos de insuficiencia prerrenal, la reposición hemodinámica hace aconsejable el ingreso del paciente en una unidad de cuidados intensivos con el objeto de garantizar una adecuada monitorización. Aunque es habitual realizar una descompresión intestinal mediante aspiración nasogástrica, hasta el momento actual no se ha demostrado que este recurso terapéutico sea útil para mejorar la evolución del cuadro clínico. Sin embargo, en pacientes con náuseas y vómitos significativos, el uso apropiado de la aspiración nasogástrica puede aliviar la sintomatología del paciente y evitar complicaciones como la aspiración pulmonar.

Seudooclusión aguda del colon (Síndrome de Ogilvie)

El tratamiento de la seudoobstrucción cólica aguda se basa en medidas conservadoras, fármacos y descompresión endoscópica o quirúrgica.

Medidas conservadoras

El enfermo debe permanecer en dieta absoluta, con sonda nasogástrica y rectal para favorecer la descompresión abdominal. Se deben suplir todos los déficits nutricionales y electrolíticos que presente el paciente, incluso con nutrición parenteral total si fuera necesario. Igualmente deben suspenderse los fármacos que pudieran inhibir la movilidad intestinal, como los narcóticos y anticolinérgicos, y tratar las posibles causas que han desencadenado el cuadro. La posición en decúbito prono con una almohada bajo las caderas puede favorecer la expulsión de gases y la defecación espontánea. Esta posición debe alternarse con el decúbito lateral izquierdo y derecho si es posible.

Estas medidas pueden mantenerse un intervalo de 24-48 horas, siempre que el enfermo permanezca estable y no presente síntomas de peritonitis u otros signos de alarma (fiebre, hipotensión, leucocitosis o acidosis metabólica) indicativos de isquemia o perforación. En todo caso, es prudente vigilar el diámetro cecal mediante estudios radiográficos cada 12–24 horas.

La probabilidad de perforación e isquemia aumentan cuando el diámetro del ciego es mayor de 10-12 cm, sobre todo si la evolución ha sido rápida, y cuando la duración de la distensión abdominal es mayor de 6 días.

Tratamiento farmacológico

La neostigmina es el único fármaco que ha demostrado ser beneficioso en el tratamiento del síndrome de Ogilvie. Se trata de un inhibidor reversible de la acetilcolinesterasa, enzima que metaboliza a la acetilcolina, con lo que se consigue incrementar el efecto colinérgico. Se administra por vía iv (bolo de 2-2,5 mg), obteniendo con ello un aumento la actividad contráctil gastrointestinal. Está contraindicada en casos de obstrucción urinaria e intestinal. Otras contraindicaciones relativas son la acidosis, el asma, el infarto de miocardio reciente y la terapia concomitante con b-bloqueantes. Los efectos adversos incluyen bradicardia, hipotensión, miosis, náuseas, vómitos, sudación y diarrea. En algunos casos se ha observado asistolia. En caso de aparición d efectos tóxicos o sobredosificación se puede usar atropina, para intentar revertirlos.

Tratamiento descompresivo

Los pacientes con contraindicaciones a la neostigmina o aquellos en los que falla el tratamiento médico, son candidatos a la descompresión intestinal por vía endoscópica o quirúrgica. La primera es el método de elección. De hecho, se han comunicado elevadas tasas de éxito en diferentes series, aunque también se ha descrito la recurrencia (sobre todo cuando no se deja una sonda de aspiración hasta el ciego tras el procedimiento). Su eficacia no se ha valorado en ensayos clínicos aleatorizados. La cecostomía o colectomía quirúrgica presenta mayor mortalidad que la descompresión colonoscópica y se reserva para aquellos pacientes en los que han fracasado las medidas anteriores o para los que han desarrollado complicaciones como perforación y peritonitis.

Seudoobstrucción intestinal crónica

Los objetivos del tratamiento son garantizar el estado de nutrición, mejorar la propulsión intestinal y evitar complicaciones, además de aliviar los síntomas. Para ello, se dispone de soporte dietético, agentes farmacológicos, y tratamiento quirúrgico.

Soporte nutricional

Como norma general, la alimentación oral debe mantenerse el mayor tiempo posible, corrigiendo los déficits de vitaminas y oligoelementos. La alimentación líquida o semilíquida es mejor tolerada en aquellos enfermos con alteración del vaciamiento gástrico. Las formas leves y moderadas pueden beneficiarse de la ingesta de alimentos pobres en lactosa y fibra, suplementos de Fe, folatos, calcio y vitaminas D, K, y B12. Cuando la alimentación oral es insuficiente, pueden beneficiarse de nutrición enteral, al presentar una capacidad absortiva intestinal normal. En fases más avanzadas de la enfermedad suele requerirse nutrición parenteral total.

Sobrecrecimiento bacteriano

El sobrecrecimiento bacteriano secundario a estasis crónico intestinal se trata con pautas cíclicas de 7-10 días al mes de diferentes antibióticos de amplio espectro, como las tetraciclinas, ciprofloxacino, metronidazol y cotrimoxazol. La rifaximina puede ser una alternativa eficaz. A pesar de que los beneficios no han sido documentados por la evidencia científica, en algunos pacientes se obtiene una clara mejoría.

Tratamiento farmacológico

El tratamiento farmacológico se basa fundamentalmente en potenciar un efecto colinérgico, aunque este tipo de fármacos no son muy efectivos en la práctica clínica debido a la corta duración de su acción y sus potenciales efectos secundarios a largo plazo. La cisaprida, agonista de los receptores 5-HT4, se administra a una dosis de 5-20 mg antes de las comidas y al acostarse. Con ello, se consigue mejorar el vaciamiento gástrico y el tiempo de tránsito intestinal. Su efecto secundario principal es la toxicidad cardiaca en forma de arritmias ventriculares que se manifiestan como síncopes o presíncopes. La cardiotoxicidad es más frecuente en pacientes muy mayores, cardiópatas, o en tratamiento con fármacos que utilizan la misma vía metabólica (antiarrítmicos, eritromicina, ketoconazol). La eritromicina es un macrólido agonista de la motilina que induce fases III del complejo motor interdigestivo acortando el tiempo orocecal. Aunque ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de la gastroparesia, sus efectos sobre la seudoobstrucción intestinal crónica no han sido claramente establecidos.

El octreótrido y otros análogos de la somatostatina, como el lanreótido, también tiene acción sobre la motilidad gastrointestinal. En enfermos con seudoobstrucción intestinal puede provocar la aparición de fases III —frentes de actividad motora—, que mejoran la propulsión intestinal y el aclaramiento de bacterias, contribuyendo a mejorar los síntomas del sobrecrecimiento bacteriano. Existen fórmulas de liberación retardada que permiten la administración de estos fármacos por vía im o subcutánea profunda con periodicidad mensual.

Tratamiento quirúrgico

La cirugía diagnóstica está indicada en aquellos pacientes en quienes no es posible excluir, mediante la valoración clínica e instrumental, la existencia de una causa mecánica. Si durante la intervención no se objetivan lesiones que justifiquen el cuadro oclusivo, se deben tomar biopsias transmurales de diferentes tramos del intestino delgado para un análisis histológico. La cirugía terapéutica sólo está indicada en los pacientes con seudoobstrucción intestinal crónica con afectación segmentaria, debiendo realizarse una resección lo más limitada posible, en el contexto de un análisis individualizado.

bibliografía

Síndrome de Piernas Inquietas (SPI)

Resumen

El síndrome de Piernas Inquietas (Restless Legs Syndrome, RLS) o enfermedad de Willis-Ekbom es un trastorno neurológico caracterizado por la percepción de sensaciones molestas en las extremidades y, especialmente, las piernas en estado de reposo (sentado o acostado). Estas molestas sensaciones inducen a la persona a levantarse, caminar y en general moverse – ya que con el movimiento se alivian o incluso desaparecen – provocando importantes alteraciones en el sueño y en el desempeño cotidiano de las actividades de los pacientes. El SPI afecta a cerca del 10% de la población adulta, manifestándose con una especial intensidad en un 2-3% de la población; menos del 10% de los casos clínicos están diagnosticados. La causa exacta de SPI no se conoce, aunque muchos estudios han demostrado que existe una alteración de la neurotransmisión dopaminérgica, pero no una hipofunción dopaminérgica. El hierro juega un papel importante en la función óptima del sistema dopaminérgico, lo que se relaciona con la presencia de cuadros de ferropenia en muchos pacientes con SPI. Como es bien sabido, la dopamina es un neurotransmisor que juega un papel capital en la regulación neurológica de los movimientos voluntarios.

Dado el carácter incurable del SPI idiopático, el objetivo del tratamiento farmacológico es paliar los síntomas, pero no actúa sobre las causas de la enfermedad ni modifica su curso evolutivo. Habida cuenta de que la fisiopatología del SPI idiopático se relaciona con defectos del sistema dopaminérgico, del metabolismo del hierro y con los mecanismos de control del dolor, las estrategias terapéuticas están diseñadas para reponer los trastornos del sistema dopaminérgico (agonistas dopaminérgicos) y los del metabolismo del hierro (suplementos del hierro), o para aliviar el dolor (moduladores α2δ, opioides). Dado que el síndrome de piernas inquietas (SPI) está frecuentemente infradiagnosticado, la farmacia comunitaria es un especio sanitario de especial importancia para facilitar la detección un importante problema neurológico que llega a afectar hasta un 10% de la población adulta.

 

INTRODUCCIÓN

El día 23 de septiembre se celebra el Día Mundial del Síndrome de Piernas Inquietas (Restless Legs Syndrome, RLS) o enfermedad de Willis-Ekbom, un trastorno neurológico caracterizado por la percepción de sensaciones molestas en las extremidades y, especialmente, las piernas en estado de reposo (sentado o acostado). Estas molestas sensaciones inducen a la persona a levantarse, caminar y, en general, moverse; ya que, con el movimiento, se alivian o incluso desaparecen, provocando importantes alteraciones en el sueño y en el desempeño cotidiano de las actividades de los pacientes. El síndrome de piernas inquietas (SPI) afecta a cerca del 10% de la población adulta, manifestándose con una especial intensidad en un 2-3% de la población; menos del 10% de los casos clínicos están diagnosticados.

La primera descripción clínica data de la segunda mitad del siglo XVII y procede de Thomas Willis (médico de Carlos II de Inglaterra), quien en 1672 refiere el caso de un granjero londinense con síntomas como los descritos anteriormente. Posteriormente, en el año 1861 cuando el médico alemán Theodor Wittmaack la incluyó por primera vez en su lista de enfermedades describiéndola como inquietud de miembros inferiores (anxietas tibiarum). Sin embargo, la denominación de Restless Legs se hizo oficial internacionalmente en 1945, debido fundamentalmente al neurólogo sueco Karl Ekbom, quien describió sistemáticamente el síndrome a partir de los datos recogidos de ocho pacientes; precisamente, en el día de nacimiento de este neurólogo (23 de septiembre de 1907) se celebra internacionalmente el Restless Legs Awareness Day.

En general, las personas suelen describir las sensaciones del síndrome de piernas inquietas (SPI) como quemantes, como si algo se les tirara de ellas o se les deslizaran, o como si insectos treparan por el interior de sus piernas en lo que casi todos describen como hormigueo. Estas sensaciones anormales – parestesias o disestesias – varían ampliamente en intensidad, pudiendo ir desde molestas a irritantes o, en caso extremos, dolorosas. En cualquier caso, el aspecto más específico del SPI consiste en que los síntomas son activados por el hecho de sentarse o acostarse. Esto supone que la mayor parte de los pacientes con SPI tienen dificultades para conciliar y mantener el sueño, lo que acaba por desencadenar un estado permanente de fatiga y desconcentración durante el día, afectando a su actividad laboral, a sus relaciones personales y al desarrollo de las actividades cotidianas.

Más del 80 por ciento de las personas con RLS también sufren una condición más común conocida como trastorno de movimiento periódico de una extremidad (Periodic Limb Movement Disorder, PLMD), caracterizado por movimientos involuntarios bruscos de las piernas, como tirones, que ocurren durante el sueño – típicamente cada 10 a 60 segundos, a veces durante toda la noche – y que provocan que el paciente se despierte repetidamente e interrumpen el sueño. A diferencia del síndrome de piernas inquietas (SPI), los movimientos causados por el PLMD son involuntarios.

EPIDEMIOLOGÍA

Los datos de varios estudios europeos muestran que la incidencia del SPI, con diferentes grados de frecuencia o gravedad, varía entre el 5% y el 11% según los países, manifestándose con una especial intensidad en un 2-3% de la población, aunque existen muchas dudas sobre la incidencia real, ya que parece estar notablemente infradiagnosticado. Algunos estudios apuntan que tasa de diagnósticos recogería a menos del 10% de los pacientes reales.

En un estudio descriptivo transversal desarrollado en un centro de atención primaria en España (Pérez, 2007), los mayores de 50 años que consultaron por cualquier motivo fueron encuestados sobre cumplimiento de los criterios diagnósticos. La prevalencia hallada fue del 11,6% (IC95% 7,9 a 15,3). Un 73,5% fueron mujeres y un 26,5%, hombres (2,8:1), aunque solo un 15% de estos refirieron una repercusión importante en su calidad de vida, por lo que la estimación de SPI clínicamente relevante es de un 1,9%. Otro estudio reciente realizado en España mediante un autocuestionario, sitúa la prevalencia en un 19,4% de las personas que acuden a un médico de asistencia primaria, de las que el 9% presentaría síntomas de intensidad moderada a grave al menos dos veces por semana.

En definitiva, el SPI ocurre en ambos sexos, pero la incidencia es mayor en las mujeres. Aunque el síndrome puede comenzar a cualquier edad, incluso en la infancia, la mayoría de los pacientes gravemente afectados son de edad media o mayores, especialmente a partir de la cuarta década de la vida. En ocasiones, la presentación infantil del SPI es diagnosticada erróneamente como un trastorno con déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o, genéricamente, como dolores propios del crecimiento

Varios estudios epidemiológicos han encontrado que la prevalencia de SPI entre las mujeres embarazadas oscila entre un 10% y un 34%, aunque en general hay remisión completa de los síntomas poco después del parto; sin embargo, en algunas pacientes, pueden continuar después del mismo (Gupta, 2016). En cualquier caso, el SPI durante el embarazo se asocia con un incremento del riesgo de padecer algunas complicaciones, incluyendo preeclampsia y necesidad de cesáreas. La asociación de SPI con el embarazo parece tener un marcado componente familiar, relacionándose también con bajos niveles séricos de hierro y de ferritina, y altos niveles de estrógenos durante el embarazo. Posiblemente, la deficiencia de vitamina D y sus efectos sobre el metabolismo del calcio también puede desempeñar un cierto papel

Asimismo, el SPI se ha detectado en un 15-40% de los pacientes con insuficiencia renal grave y es especialmente importante en pacientes en hemodiálisis.

ASPECTOS CLÍNICOS

Los principales signos y síntomas que definen el síndrome de piernas inquietas (SPI) sirven de criterio diagnóstico, tal como se define por el International RLS (ILRS) Study Group:

  • Sensaciones muy desagradables en las piernas y, en ocasiones, en los brazos y en otras partes del cuerpo, que se describen de múltiples maneras: desasosiego, hormigueo, calambres, pinchazos, nerviosismo, dolor, sensaciones extrañas profundas, quemazón o, incluso, piernas locas. Todo ello, siempre y cuando tales síntomas no sean debidos a otra condición patológica o de comportamiento (mialgia, artritis, calambres en las piernas, malestar posicional, hábitos de movimiento, etc.).
  • Necesidad irresistible de mover las piernas (o los brazos), acompañada o no de sensaciones molestas
  • Las molestias se alivian o desaparecen cuando el paciente se mueve, camina o frota sus piernas, y el alivio se mantiene siempre que se mantenga el movimiento. Es justamente, esta necesidad imperiosa de moverse la que da el nombre al síndrome.
  • Inicio o empeoramiento de los síntomas durante períodos de inactividad, tales como permanecer acostado en la cama, o estar sentado de forma prolongada (espectáculos, viajes, etc.).
  • Empeoramiento de los síntomas a últimas horas de la tarde o por la noche. En muchos casos, las molestias desaparecen o disminuyen notablemente durante el día.

Existen dos formas clínicas de SPI, la primaria o idiopática, cuya etiología es genética (30%) o desconocida (70% restante), y la secundaria, relacionada con la existencia de condiciones inductoras o desencadenantes, como la deficiencia de hierro, la insuficiencia renal avanzada o la neuropatía. Asimismo, hasta un 30% de los donantes de sangre padece SPI.

Las sensaciones molestas a las que se refieren los pacientes generalmente son experimentadas en el interior de la pierna, entre la rodilla y el tobillo; ocurren con menos frecuencia en los pies, los muslos, los brazos y las manos; aunque las sensaciones pueden ocurrir solamente en un lado del cuerpo, suceden más a menudo en ambos lados.

Los síntomas pueden variar de una persona a otra en su intensidad y duración. En los casos más leves de SPI, los síntomas ocurren de forma episódica y la interrupción del sueño solo es temporal y generalmente al comienzo del sueño, produciendo una escasa incomodidad al paciente. En los casos moderadamente graves, los síntomas ocurren solamente una o dos veces a la semana, pero afectan de forma relevante a la conciliación del sueño, con alguna interrupción en el funcionamiento durante las horas del día. En los casos más graves, los síntomas ocurren más de dos veces a la semana y resultan en una interrupción sustancial del sueño y en un deterioro del funcionamiento en las horas diurnas. Además de afectar a la calidad del sueño, el SPI puede ocasionar somnolencia durante el día y facilitar el desarrollo de cuadros de ansiedad y depresión.

Aunque el SPI suele ser continuo, ocasionalmente algunas personas pueden experimentar una mejoría espontánea que puede durar semanas, meses o incluso algunos años. Estos altibajos suceden generalmente en las etapas tempranas del SPI; no obstante, los síntomas tienden a empeorar con el tiempo. Algo así sucede con aquellos pacientes que tiene, además del SPI, otra enfermedad concomitante. Por el contrario, aquellos cuyo SPI no está relacionado con ninguna otra afección y que desarrollaron la enfermedad a una edad temprana muestran una progresión muy lenta del trastorno y pueden pasar muchos años antes de que los síntomas ocurran regularmente.

Actualmente, se utiliza una escala específica para valorar y cuantificar los síntomas subjetivos del SPI, la escala IRLS (International Restless Legs Syndrom). Mide los síntomas del SPI tanto en aquellos sujetos con el diagnóstico clínico ya establecido como en los que acuden por primera vez a consulta del neurólogo. Consta de diez apartados puntuables, cada uno de ellos en una escala de 0 a 4, que reflejan los siguientes aspectos:

  • Intensidad de las molestias en miembros inferiores y superiores.
  • Necesidad de movimiento.
  • Mejoría con el movimiento.
  • Trastornos del sueño por SPI.
  • Fatiga y somnolencia diurna debido al SPI.
  • Valoración global del SPI.
  • Frecuencia de síntomas.
  • Duración de los síntomas a lo largo de un día habitual.
  • Impacto de los síntomas sobre las actividades diurnas (familia, tareas domésticas, trabajo, etc.).
  • Impacto de los síntomas sobre el estado de ánimo.

Mediante la suma de estos apartados se obtiene una puntuación total con un valor que oscila entre 0 y 40. Los sujetos cuya puntuación total es 0 no presentan SPI, entre 1 a 10 sufren un SPI leve, de 11 a 20 presentan un SPI moderado, entre 21 y 30 padecen un SPI intenso y de 31 a 40 un SPI muy intenso. Habitualmente, en los ensayos clínicos realizados para establecer la eficacia de medicamento en esta indicación, se incluyen pacientes con una puntuación IRLS superior a 15.

La principal limitación de la fiabilidad clínica de esta escala es que la puntuación obtenida parece depender excesivamente del recuerdo que tenga el paciente de la última semana (no del curso completo de la enfermedad) y además no incluye ninguna evaluación de los síntomas motores y no se ajusta en relación con la actividad física realizada; por otro lado, en los estudios clínicos se ha mostrado muy sensible al efecto placebo. Con todo, la escala IRLS es la más ampliamente utilizada en clínica, habiéndose establecido por consenso que existe una mejoría clínicamente significativa cuando la puntuación en la escala IRLS disminuye en un paciente seis o más puntos con respecto a la basal (Poza, 2013).

Por su parte, la escala RLS-6 (SPI-6 en castellano) consta de seis subescalas, cada una de las cuales se puntúan entre 0 (“nada”) y 10 (“máximo”). Estas subescalas son muy sensibles para detectar cambios en la intensidad sintomática es estudios diseñados para cuantificar la respuesta a un fármaco y para diferenciar el tratamiento activo del placebo. La gravedad del SPI es valorada atendiendo a cuatro parámetros, relativos a la intensidad del SPI al inicio del sueño, a lo largo de la noche, durante el día en reposo y durante el día mientras se realizan actividades diurnas.

ETIOLOGÍA

La causa exacta de SPI no se conoce. Muchos estudios han demostrado que existe una alteración de la neurotransmisión dopaminérgica, pero no una hipofunción dopaminérgica. El hierro juega un papel importante en la función óptima del sistema dopaminérgico, lo que se relaciona con la presencia de cuadros de ferropenia en muchos pacientes con SPI. Como es bien sabido, la dopamina es un neurotransmisor que juega un papel capital en la regulación neurológica de los movimientos voluntarios.

Existe un historial familiar de la enfermedad en aproximadamente un 65 por ciento de los casos, lo que sugiere una forma genética del trastorno; de hecho, la concordancia entre gemelos homocigóticos es mayor del 80% (Poza, 2013). En general, las personas con la forma hereditaria de SPI tienden tener una menor edad de presentación de los primeros síntomas pero, en cambio, tienen una progresión más lenta de la enfermedad.

Hasta el momento, no se ha identificado ningún gen cuya mutación pueda provocar el SPI, pero sí variantes (polimorfismos) en cuatro genes que, aunque no son necesariamente patológicas, pueden inducir cambios en la expresión o la actividad de algún gen (MEIS1, BTBD9, MAP2K5-LBXCOR1 y PTPRD). Estos cuatro genes tienen en común ser genes reguladores que modifican la actividad de otros genes, algunos de ellos relacionados con el metabolismo y el transporte de hierro.

Por otro lado, parece probada la relación entre ferropenia y SPI; de hecho, la prevalencia de la enfermedad alcanza un 30 % entre los individuos con ferropenia y la intensidad de los síntomas se correlaciona con el grado de déficit férrico, por lo que en individuos genéticamente predispuestos, circunstancias ambientales que supongan un déficit de hierro, como una pérdida de sangre por cirugía, hemorragias crónicas, donaciones frecuentes de sangre o menstruaciones abundantes, o un consumo excesivo, como el embarazo, pueden desenmascarar o agravar un SPI hasta entonces latente o asintomático.

Hierro y dopamina están relacionados, dado que el hierro actúa como cofactor del enzima tirosina-hidroxilasa, que tiene un efecto limitante sobre la síntesis de dopamina. Además, este enzima es menos activo durante las últimas horas del día y el déficit de hierro altera aún más su funcionamiento en las horas de oscuridad. Por otro lado, algunos datos experimentales sugieren que el déficit de hierro se asocia a una disminución en la expresión de receptores dopaminérgicos D2 y del transportador estriatal presináptico de dopamina.

En resumen, todos estos datos parecen sugerir habría en el SPI una disfunción en el transporte de hierro al sistema nervioso central provocada por la coexistencia de múltiples factores genéticos que disminuyen la eficacia de dicho transporte. En el que caso de que exista un déficit de hierro en sangre, el transporte hacia el sistema nervioso central – ya de por sí poco eficiente en condiciones normales – resultaría aún menos eficaz. Pero incluso con niveles normales de hierro en sangre, los individuos con determinada carga genética no conseguirían alcanzar unos niveles neuronales óptimos de hierro. Este déficit de hierro neuronal sería el responsable de una disfunción dopaminérgica en el área A11 que tendría como resultado una disfunción de las vías sensitivas medulares y una hiperexcitabilidad de la vía motora que lleva a la génesis de la actividad motora periódica típica del SPI.

Precisamente, quizás el rasgo más llamativo del SPI es la distribución horaria de sus síntomas, en la que la aparición o agravamiento de los mismos suceden al final del día. De hecho, hay datos que confirmarían esta oscilación responde a un auténtico ritmo circadiano de la enfermedad, pues la intensidad de los síntomas se correlaciona negativamente con la curva de temperatura corporal, y en los pacientes con trabajo a turnos o que hacen viajes transoceánicos, el patrón sintomático sigue el ritmo circadiano, de manera que se desplaza a la hora a la que al individuo le tocaría dormir aunque no duerma y se va ajustando paulatinamente a medida que el individuo se adapta al nuevo ritmo (Poza, 2013).

En otros casos, el SPI parece estar relacionado a los diversos factores o condiciones, fundamentalmente enfermedades crónicas como la insuficiencia renal, la diabetes, la enfermedad de Parkinson y la neuropatía periférica; de hecho, en estos casos cuando se trata la enfermedad principal a menudo se obtiene un alivio de los síntomas del SPI.

Por otro lado, determinados medicamentos con propiedades antidopaminérgicas de acción central pueden estar relacionados o incluso inducir una sintomatología similar al SPI; entre ellos, cabe citar a ciertos antieméticos (proclorperazina, metoclopramida), antiepilépticos (fenitoína, droperidol), antipsicóticas de tipo fenotiazínico (clorpromazina, etc.) y butirofenonas (haloperidol, etc.), así como algunos antihistamínicos y antidepresivos. Asimismo, la cafeína, el alcohol y el tabaco pueden agravar o provocar los síntomas en los pacientes con predisposición a desarrollar el SPI, hasta tal punto que existen datos que corroboran que una reducción o la eliminación total de tales sustancias pueden aliviar los síntomas, aunque no está claro si su eliminación puede evitar completamente los síntomas.

TRATAMIENTO

El síndrome de piernas inquietas (SPI) es una enfermedad que, por el momento, no tiene curación y dura toda la vida. No obstante, algunos tratamientos pueden facilitar el control del trastorno, disminuyendo los síntomas y aumentando los períodos de sueño reparador. Además, como ya se ha indicado, algunos pacientes tienen remisiones de días, semanas o meses, aunque los síntomas generalmente acaban reapareciendo. El control sintomático se consigue habitualmente combinando fármacos con acciones sobre el estilo de vida de los pacientes.

Tratamiento no farmacológico

Para aquellos con síntomas leves a moderados, la prevención es la clave. Las medidas sobre el estilo de vida son muy importantes y se basan esencialmente en normalizar en lo posible el sueño nocturno y las actividades diurnas, así como reducir o eliminar los factores de riesgo o potenciadores del SPI. En este sentido, es importante mantener un horario regular de sueño, realizar ejercicio físico moderado – principalmente a última hora de la tarde y de tipo aeróbico – y reducir el consumo de café, tabaco y alcohol. También es importante evitar ciertos fármacos que pueden empeorar los síntomas, por sus efectos antidopaminérgicos.

Algunos pacientes perciben que los síntomas del SPI son menores durante las primeras horas de la mañana, por lo que cambian su rutina de dormir. También tomar un baño caliente, darse masajes en las piernas o aplicarse una bolsa de agua caliente – o, por el contrario, con hielo – puede ayudar a aliviar los síntomas en algunos pacientes.

El procedimiento extrafarmacológico mejor estudiado es el ejercicio físico moderado, con el que se han llevado a cabo varios ensayos clínicos controlados. En uno de ellos (Mortazavi, 2013), 26 pacientes con insuficiencia renal y sometidos a hemodiálisis periódica fueron divididos en dos grupos, uno de control y otro de ejercicio aeróbico (durante su hemodiálisis) durante 16 semanas, evaluándose la calidad de vida y la gravedad del síndrome de piernas inquietas se evaluaron en la primera semana de estudio y la última semana. La diferencia de la escala ILRS entre la primera semana de estudio y la final fue -5,5 en el grupo de ejercicio y de -0,53 en de control en los signos síntomas del SPI, pero sin que se apreciase ninguna diferencia estadística entre el grupo control y el de ejercicio en la calidad de vida.

En otro estudio (Giannaki, 2015) se estudió la combinación de ejercicio físico con agonistas dopaminérgicos en pacientes con insuficiencia renal avanzada (urémicos) sometidos a diálisis, mediante un ensayo aleatorizado, doblemente ciego y controlado con placebo, en el que investigaron los efectos de un entrenamiento de ejercicio intradiálisis en combinación con una dosis baja de agentes dopaminérgicos durante 6 meses, en pacientes con síntomas de SPI urémico. Catorce pacientes estables con SPI en hemodiálisis fueron sometidos a entrenamiento físico asociado aleatoriamente al tratamiento farmacológico o a un placebo, encontrándose que ambas combinaciones reducían igualmente los síntomas del SPI urémico en aproximadamente un 60%.

Hay datos que apuntan que hasta un 65% de los pacientes con SPI usan regularmente tratamientos alternativos a los estándares farmacológicos. Entre ellos cabe citar al ejercicio físico, yoga, acupuntura, sistemas de compresión neumática (PDC), fototerapia, psicoterapia conductiva-conductual, complementos vitamínicos y minerales, plantas medicinales (como la valeriana) e incluso medicina china.

En base a la evidencia contrastada disponible, una reciente revisión sistemática (Bega, 2016), la actividad física regular sí debe ser recomendada para el tratamiento de los síntomas del SPI. También la suplementación con hierro por vía oral es útil en pacientes con niveles bajos de ferritina, aunque no están estandarizados los criterios para identificar los mejores respondedores y, por otro lado, se necesitan seleccionar las formulaciones y la duración del tratamiento óptimos.

La suplementación vitamínica, cuando de los bajos niveles de vitaminas E, C y D, se podría considerar, aunque la evidencia específicamente en el SPI es limitada. Por el contrario, la evidencia científica es insuficiente para determinar el valor del yoga, de la la acupuntura, los PCD, la fototerapia con infrarrojo cercano, y el resto de terapias alternativas comentadas anteriormente.

Tratamiento farmacológico

Dado el carácter incurable – por el momento – del SPI idiopático, el objetivo del tratamiento farmacológico es paliar los síntomas, pero no actúa sobre las causas de la enfermedad ni modifica su curso evolutivo. En cualquier caso, si se abandona el tratamiento farmacológico, los síntomas generalmente reaparecen inmediatamente.

Habida cuenta de que la fisiopatología del SPI idiopático se relaciona con defectos del sistema dopaminérgico, del metabolismo del hierro y con los mecanismos de control del dolor, las estrategias terapéuticas están diseñadas para reponer los trastornos del sistema dopaminérgico (agonistas dopaminérgicos) y los del metabolismo del hierro (suplementos del hierro), o para aliviar el dolor (moduladores α2δ, opioides).

Por otro lado, es preciso considerar que existen formas secundarias del SPI, generalmente asociadas a déficit de hierro y a la insuficiencia renal avanzada. Obviamente, en estas formas secundarias el objetivo terapéutico primario consiste en tratar la enfermedad de base, aunque en ocasiones se recurre a la combinación de un tratamiento sintomático similar al de las formas idiopáticas, con el tratamiento etiológico.

Las opciones farmacológicas actualmente utilizadas en el tratamiento del síndrome de piernas inquietas (SPI) idiopático son los agentes dopaminérgicos de acción central, ciertos anticonvulsivantes y ciertos opioides. Los pacientes con síntomas leves o intermitentes suelen recibir benzodiazepinas (clonazepam, diazepam, etc.) con el fin de facilitar un sueño más reparador, pero no alivian los síntomas del SPI y pueden causar somnolencia durante el día.

Para el resto de los pacientes, los fármacos dopaminérgicos son considerados como el tratamiento inicial de preferencia. Para síntomas más graves, se pueden utilizar opioides como la codeína o la oxicodona, por su capacidad para estimular el relajamiento y disminuir el dolor. Los antiepilépticos gabapentina, pregabalina y carbamazepina también son útiles para algunos pacientes, disminuyendo fundamentalmente las parestesias.

Agentes dopaminérgicos

Han sido oficialmente autorizados para esta indicación en España pramipexol (EFG, Mirapexin®), rotigotina (Neupro®) y ropinirol (EFG, Adartrel®, Requip®). Su fundamento científico es potenciar la actividad de los circuitos neuronales interconectados con dopamina, supuestamente deficientes en el SPI, como ocurre en la enfermedad de Parkinson; de hecho, su utilización deriva de su empleo terapéutico en esta última. Se han reportado también buenos resultados con tratamientos cortos con levodopa asociada a carbidopa (EFG, Sinemet®), aunque muchos de los pacientes eventualmente desarrollarán lo que se conoce como aumento o acrecentamiento, un término que alude a que los síntomas del SPI se reducen por la noche pero comienzan cada vez más temprano durante el día, suele ser más graves e incluso pueden aparecer en extremidades antes no afectadas, como los brazos.

Los agonistas dopaminérgicos han demostrado (Scholz, 2011b) dar lugar a la mejoría más importante de todos los fármacos, determinada mediante la reducción de la puntuación de la International RLS Severity Rating Scale (IRLS), en comparación con el placebo. También hay una reducción marcada en los movimientos periódicos de las piernas durante el sueño y, además, se observa una mejoría leve en la eficiencia de éste.

Las comparaciones descriptivas indirectas entre agonistas dopaminérgicos revelan una eficacia más alta para la cabergolina y la pergolida, derivados ergóticos, pero a ello deben contraponerse los efectos secundarios potencialmente graves a los que se asocian, como el riesgo de fibrosis valvular cardiaca. La lisurida, el pramipexol, la rotigotina y el ropinirol, de estructura no ergótica, muestran una eficacia algo menor que los anteriores, pero resultan más adecuados desde el punto de vista toxicológico.

Son varios los estudios controlados realizados con pramipexol. Entre los más relevantes, cabe destacar uno realizado sobre 204 pacientes chinos con SPI (Zhang, 2015), que fueron aleatoriamente asignados a recibir un tratamiento con pramipexol (0,25 a 0,75 mg/24 h, con titulación individualizada) o placebo, 2-3 h antes de acostarse durante 12 semanas. Al final de este periodo, la reducción media de la puntuación IRSL fue de 13,2 vs. 9,3 puntos; un mes después los respectivos valores fueron de 12,1 vs. 8,3. Por lo que se refiere a la mejoría de la impresión clínica global (CGI-I, Clinical Global Impressions-Improvement), la calificación de “mejorado muchísimo” o “mucho “ se aplicó en el 61,8% vs. 34,3% (p <0,01) y 51,0% vs 26,5% (p <0,01) después de la semana 12, y tras un mes de seguimiento del tratamiento, respectivamente. La proporción de eventos adversos fue 60,8% en el grupo de pramipexol y 45,1% en el grupo placebo.

También se ha evaluado la respuesta al pramipexol en pacientes con bajos niveles de ferritina (15-50 ng/ml), en un estudio realizado sobre 30 pacientes (Lee, 2014) que recibieron aleatoriamente una suplementación oral de hierro o pramipexol. Tras 12 semanas, las puntuaciones IRLS fueron inferiores a los al inicio del estudio) y similares entre los dos grupos: 9.1 con hierro (p<0,001) y -8.7 con pramipexol (p=0,001. Las tasas de respuesta (porcentaje de pacientes que experimentaron una reducción de al menos un 50% en la puntuación IRLS) de los grupos fueron idénticos: 46,7%. En definitiva, el pramipexol no fue diferente de hierro por vía oral en términos de eficacia y velocidad mejora en pacientes con SPI con una ferritina sérica inferior a la normal, aunque la tasa de respuesta en ambos casos solo puede ser considerada como moderada.

Aunque algunos estudios iniciales con pramipexol sugerían que la incidencia de aumento era muy infrecuente; sin embargo, estudios posteriores más prolongados han sugerido niveles de aumento y tolerancia farmacológica del 32% y el 46%, respectivamente. En cualquier caso, los porcentajes de estos fenómenos son inferiores a los que se observan en pacientes tratados con levodopa (≥80%) y, de hecho, parecen más proclives a ocurrir en pacientes que los habían presentado anteriormente con la levodopa.

En general, puede afirmarse que el pramipexol, con dosis de 0,25 a 0,75 mg/d, ha demostrado ser eficaz en el tratamiento a corto y largo plazo del SPI. Se asocia a un riesgo moderado de inducir fenómeno de aumento y su tolerabilidad es buena, siendo los efectos adversos observados son los propios de los agentes dopaminérgicos (náuseas, vértigo, hipotensión y somnolencia diurna, a veces repentina).

En el caso del ropinirol también hay estudios clínicos controlados que muestran su eficacia en el SPI. En este sentido, en un ensayo doblemente ciego, aleatorizado y controlado con placebo, realizado en un conjunto de 404 pacientes con SPI grave o muy grave (puntuación IRLS ≥24), estos recibieron ropinirol (0,25-4 mg, con titulación personal de la dosis) o placebo a lo largo de 26 semanas, seguido por una fase abierta de seguimiento de 40 semanas durante las que todos los pacientes incluidos (269) recibieron ropinirol (Giorgi, 2013). Los resultados mostraron que el ropinirol fue significativamente mejor que el placebo en lo que respecta al cambio desde el inicio en la puntuación total IRLS, tanto durante el tratamiento a corto como a largo plazo, con diferencias de tratamiento promedio de -2.1 (P = 0,039) y -2,5 (p = 0,023) para las semanas 12 y 26, respectivamente. La incidencia de aumento y rebote temprano por la mañana fueron ≤ 4% con ropinirol.

En resumen, el ropinirol, a dosis de entre 0,5 y 4 mg/d, ha demostrado ser eficaz a corto y largo plazo y se asocia a un moderado riesgo de inducir fenómeno de aumento. Los efectos secundarios, especialmente las náuseas, parecen ser más frecuentes que con otros agonistas dopaminérgicos, aunque generalmente de intensidad leve y transitorios

La rotigotina tiene la peculiaridad de ser administrada en forma transdérmica, en forma de parches, lo que facilita la adherencia al tratamiento y limita la incidencia de algunos de los efectos adversos atribuibles al fármaco. Un amplio ensayo clínico (Stiasny, 2013) evaluó la efectividad y la tolerabilidad de este medicamento durante tres meses en la práctica clínica cotidiana en Alemania, sobre un conjunto de 684 pacientes con SPI, de los cuales 418 (61%) finalizaron el estudio. La dosificación media de rotigotina fue de 2,4 mg/24 h. Los resultados mostraron que la rotigotina mejoró todos los epígrafes de la escala IRLS-6, siendo la mejora más pronunciada en los síntomas diurnos mientras está en reposo (- 2.9). La mayoría de los pacientes que habían sido tratados previamente con levodopa (57%), pramipexol (84%) o ropinirol (78%) interrumpieron la monoterapia con estos medicamentos cuando se inició el tratamiento con rotigotina.

Otro estudio doblemente ciego y controlado con placebo evaluó específicamente los efectos de la rotigotina transdérmica (1-3 mg/24 h) sobre los síntomas diurnos en 150 pacientes con SPI idiopático, a lo largo de 12 semanas (García, 2016). Los resultados mostraron una variación media de -14,9 puntos en la escala ILRS vs. -12,7 con placebo, una diferencia estadísticamente no significativa.

Puede afirmarse que la rotigotina en parche transdérmico (1 a 3 mg/día) ha demostrado ser eficaz para el tratamiento a corto y largo plazo del SPI. En este sentido, cabe agregar que algunos de los estudios clínicos con este medicamento en el tratamiento del SPI han tenido una duración de hasta cinco años, una circunstancia que no es común. Por lo que se refiere a la frecuencia del aumento es posiblemente algo menor que la de los agonistas dopaminérgicos orales, aunque esta consideración se basa en comparaciones indirectas. Dada su forma de administración, wl efecto secundario más frecuente es la irritación cutánea local, mientras que la frecuencia de efectos secundarios típicamente dopaminérgicos, como las náuseas, parece ser inferior a la observada con otros agonistas.

Por lo que respecta a la levodopa (asociada a un inhibidor de la dopa descarboxilasa, como la carbidopa), se trata del primer medicamento utilizado en esta indicación que demostró una eficacia objetiva, reduciendo la gravedad y la frecuencia de los síntomas del SPI en mayor medida que el placebo, particularmente los movimientos periódicos de las extremidades durante el sueño, monitorizados durante polisomnografía, aunque no parece influir en el tiempo total de sueño. En cualquier caso, los primeros estudios observaron una notable mejoría en la calidad de vida y la calidad del sueño evaluada por el paciente; solo un número muy bajo de pacientes interrumpió el tratamiento debido a los eventos adversos. Sin embargo, tras la progresiva incorporación de los agonistas dopaminérgicos en clínica, varios ensayos clínicos controlados que compararon la levodopa con la cabergolina, la pergolida y el pramipexol mostraron un mejor perfil de estos últimos con respecto a la reducción de la gravedad del SPI, la mejoría de los síntomas y la calidad de vida, pero no en otras variables clínica (Scholz, 2011a).

Desafortunadamente, el uso prolongado de la levodopa presenta dos problemas que limitan la utilidad: un fenómeno de rechazo y otro de aumento. El fenómeno de rechazo es consecuencia de la breve semivida de eliminación de la levodopa, ya que en mitad de la noche los pacientes experimentan una recurrencia de su sintomatología, debido a la reducción de los niveles de dopamina circulante proveniente de la levodopa. La adición de un preparado de liberación sostenida puede retrasar la aparición del rebote hasta la mañana, aunque la eficacia a largo plazo de esta estrategia no está bien establecida. Sin embargo, el fenómeno de aumento es un problema grave de la levodopa, ya que los síntomas se presentan más temprano durante el día; pueden ser más graves y tardar menos en aparecer tras el reposo y pueden aparecer en partes del cuerpo no involucradas anteriormente, como por ejemplo los brazos. Hasta más de un 80% de los pacientes tratados con levodopa pueden experimentar síntomas de aumento tras algunos meses de tratamiento con levodopa.

En definitiva, aunque la levodopa (100-200 mg, antes de acostarse) ha demostrado ser eficaz para el tratamiento a corto y medio plazo (12-30 semanas) del SPI, pero es inferior al pramipexol. Por otro lado, el aumento, es un factor limitante y que se manifiesta en la mayoría de los pacientes tratados de forma prolongada, aconseja la elección de los antidopaminérgicos en contraposición a la levodopa para los tratamientos prolongados del SPI, si bien continúa siendo útil para los pacientes que tienen síntomas intermitentes graves y en cortos periodos de tiempo sin superar una dosis de 100-200 mg como máximo 2 días por semana, aunque tal indicación no ha sido oficialmente reconocida en España.

Antiepilépticos

Los antiepilépticos son una opción de segunda línea y se recomiendan en caso de ineficacia de los fármacos dopaminérgicos. Es importante tener en cuenta que ninguna de ellos tiene reconocida oficialmente en España la indicación del tratamiento del SPI.

La carbamazepina (EFG, Tegretol®), en dosis de 100-400 mg al atardecer, ha demostrado en ensayos clínicos aleatorizados que es eficaz para el alivio de las parestesias y la disminución del número de crisis de SPI, pero sin mejorar las alteraciones de sueño asociadas. Además, la frecuencia de los efectos indeseables con este fármaco es alta, por lo cual parece que actualmente se prefiere la gabapentina (EFG, Neurontin®), que también es eficaz y se tolera mejor.

A pesar de su aparente relación estructural con el aminoácido neuroinhibitorio GABA (ácido gamma aminobutírico), la gabapentina no tiene ninguna relación biológica con él, sino que actúa fundamentalmente modulando una subunidad auxiliar del canal de calcio activado por voltaje presináptico, la subunidad α2δ, muy abundante en neuronas del neocórtex, del hipocampo y del asta posterior medular; al unirse a esta subunidad, disminuye la entrada de Ca++ al interior neuronal. La activación por gabapentina de esta subunidad en la terminal presináptica, impide la fusión de las vesículas sinápticas con la membrana de la terminal e inhibe la liberación de neurotransmisores. La gabapentina y otros fármacos relacionados con ella muestran una notable predilección por las sinapsis más activas, frenando así preferentemente la actividad de las redes neuronales hiperexcitables implicadas en el origen de las crisis epilépticas o del dolor neuropático.

Algunos ensayos clínicos controlados realizados en pacientes con SPI secundario a insuficiencia renal, a los que se administró gabapentina en dosis de 100-400 mg (mucho menores de los 900-3.600 mg/día empleados en epilepsia y en dolor neuropático), han mostrado efectos significativamente superiores respeto al placebo. En cualquier caso, ninguno de estos medicamentos tiene reconocida oficialmente la indicación en el SPI.

La eficacia de la gabapentina (200 mg/24 h) ha sido estudiada frente a la combinación de levodopa-cabidopa (110 mg/24 h) en pacientes hemodializados para comprobar sus efectos sobre los síntomas del SPI y los problemas del sueño, a lo largo de cuatro semanas (Razazian, 2015). Los resultados mostraron que la gabapentina mejoró significativamente (p=0,016) la puntuación total IRLS (reducción media -17) en comparación con levodopa-carbidopa (-13). En cuanto a los parámetros del sueño, esta última mejoró la calidad del sueño, la latencia del sueño y la duración del sueño (P <0,0001); la gabapentina también fue eficaz en relación con los parámetros del sueño (P <0,0001).

En definitiva, la gabapentina ha demostrado ser eficaz para el tratamiento de SPI a corto plazo, aunque hay datos que indican que es capaz de mantener la eficacia entre 6 y 18 meses. No hay datos sobre la incidencia del fenómeno de aumento y, como efectos adversos, se han descrito con frecuencia mareos, vértigo, fatiga, confusión, somnolencia y edema periférico, aunque la incidencia e intensidad de estos efectos secundarios puede reducirse significativamente con un escalado lento y paulatino de la dosis.

Otros fármacos relacionados con la gabapentina, como la pregabalina (EFG, Lyrica®), han sido objeto de investigación clínica en el tratamiento del SPI. Sin embargo, por el momento, como ocurre con el resto de agentes anticonvulsivantes mencionados, ninguno de ellos tiene reconocida esta indicación. Sea como fuere, la pregabalina ha sido comparada con el pramipexol (que sí tiene reconocida oficialmente esta indicación) en un amplio estudio doblemente ciego y aleatorizado, realizado sobre 719 pacientes con SPI a lo largo de un año (Allen, 2014). Los pacientes fueron asignados aleatoriamente a recibir un año (52 semanas) de tratamiento con 300 mg/día de pregabalina, o pramipexol (0,25 o 0,5 mg/día), o 12 semanas de placebo seguidas de otras 40 con uno de los tratamientos activos.

Durante el período inicial de 12 semanas, la mejora (reducción) en las puntuaciones medias de la escala IRLS fue mayor, en 4,5 puntos, entre los participantes que recibieron pregabalina que entre aquellos que recibieron placebo (P <0,001), y la proporción de pacientes con síntomas que mejoraron mucho o muchísimo también fue mayor con pregabalina que con placebo (71,4% vs. 46,8%; p <0,001). La tasa de aumento en un período de 40 o 52 semanas fue significativamente menor con pregabalina que con la dosis de pramipexol de 0,5 mg (2,1 vs 7,7%; p=0,001), pero no con la de 0,25 mg (2,1 vs 5,3%; p=0,08).

Esta misma comparación entre tratamiento se ha realizado en relación a los efectos sobre las alteraciones del sueño en pacientes con SPI. En este sentido, en otro estudio aleatorizado, doblemente ciego y cruzado, realizado sobre 85 pacientes con SPI y asociado con alteraciones del sueño (García, 2014), los pacientes fueron sometidos a series de tratamientos de consistente s en tres periodos de cuatros semanas de duración, durante las que recibieron pregabalina (300 mg/día), pramipexol (0,5 mg/día) o placebo. La pregabalina mejoró el mantenimiento del sueño, retrasando en 27,1 minutos el despertar tras el inicio del sueño en comparación con placebo (p<0,001) y 26,9 vs. pramipexol, así como el número de despertares después del inicio del sueño (-2,7 vs. placebo; -7.9 vs pramipexol; P<0,0001) y aumentó el tiempo total de sueño subjetivo (30,8 min vs placebo, P<0,0001; 26,8 vs pramipexol). La pregabalina también aumentó la duración del sueño de ondas lentas (20,9 min vs placebo; 32,1 vs pramipexol; P<0,0001). La reducción en el índice de excitación de movimientos periódicos de las extremidades (PLMAI, periodic limb movement arousal index) con pregabalina fue similar al pramipexol y mayor que el placebo (-3,7 PLMA/h; p<0,0001]), a pesar de la reducción en el total de movimientos periódicos de las extremidades en el sueño fue menor que la de pramipexol. En resumen, este estudio demostró mejoras significativas en las medidas objetivas y subjetivas de mantenimiento del sueño y de la arquitectura del sueño con pregabalina, en comparación con el placebo y pramipexol.

Puede afirmarse que la pregabalina (150-450 mg/noche) es eficaz para tratar el SPI a corto (12 semanas) y largo plazo (1 año), con una eficacia similar al pramipexol y una menor incidencia de aumento que éste. Sus efectos adversos son similares a los de la gabapentina, especialmente somnolencia y mareo, sobre todo al inicio del tratamiento.

Opioides

El origen de la potencial utilidad de los opioides en el tratamiento del SPI se debe a su implicación en la modulación de la transmisión dopaminérgica, así como a la activación del propio sistema opioide endógeno, que presentan disfunciones en los pacientes con SPI, con reducción de la concentración de endorfinas a nivel talámico.

Como los antiepilépticos, se consideran fármacos útiles en pacientes con SPI que presentan neuropatía o disestesias dolorosas. El más estudiado en el tratamiento del SPI es la combinación de oxicodona y naloxona de liberación retardada (Targin®), que ha mostrado ser útil para la mejora sintomática y la reducción del trastorno de movimiento periódico de una extremidad durante el sueño. De hecho, el medicamento ha sido autorizado oficialmente para el tratamiento sintomático de segunda línea de los pacientes con síndrome idiopático de piernas inquietas grave a muy grave tras fracaso con terapia dopaminérgica.

Oxicodona y naloxona tienen afinidad por los receptores opioides kappa (κ), mu (µ) y delta (δ) del encéfalo, la médula espinal y órganos periféricos (incluyendo intestino). En estos receptores, la oxicodona actúa como agonista del receptor opioide y se une a los receptores opioides endógenos del SNC; por el contrario, naloxona es un antagonista puro que actúa sobre todos los tipos de receptores opioides. Debido al pronunciado metabolismo de primer paso, la biodisponibilidad de naloxona tras su administración oral es inferior al 3%, por lo que resulta improbable que tenga un efecto sistémico clínicamente relevante; debido al efecto del antagonismo competitivo local por el receptor opioide que ejerce naloxona frente a la oxicodona en el intestino, la naloxona reduce los trastornos de la función intestinal habituales (fundamentalmente, estreñimiento) del tratamiento con opioides

Los opioides como monoterapia o como tratamiento complementario deben ser considerados cuando otros regímenes alternativos no están disponibles o hayan demostrado su ineficacia, y la severidad de los síntomas circunstancias así lo exijan. En un ensayo clínico aleatorizado, doblemente ciego y controlado con placebo, de fase III (Trenkwalder, 2013), multicéntrico y multinacional (Austria, Alemania, España y Suecia), de 12 semanas de duración y con una extensión abierta de 40 semanas adicionales (solo con tratamiento activo), se ha estudiado la combinación de liberación prolongada de oxicodona –naloxona en 276 pacientes con SPI en lo que previamente habían fracasado otros tratamientos. El tratamiento consistió en la administración de la combinación (5 mg de oxicodona y 2,5 de naloxona) dos veces al día, ajustando la posología hasta un máximo de 40 mg de oxicodona y 20 de naloxona, dos veces al día. La reducción media de la puntuación IRLS a las 12 semanas fue de 16,5 con la combinación opioide vs. 9,4 con placebo, con una diferencia media de 8,15 puntos, estadísticamente significativa. Tras las 40 semanas de extensión en abierto, la puntuación IRLS media fue de 9,7 (frente a 31,6 al principio del estudio). El perfil de efectos adversos es consistente con el perfil de seguridad de los opioides, siendo los más frecuentes fatiga, estreñimiento, náuseas, dolor de cabeza, hiperhidrosis, somnolencia, sequedad de boca y prurito, generalmente leves o moderadas; y no se han reportado casos de aumento.

No obstante, se necesitan más estudios para evaluar si la combinación oxicodona-naloxona es igualmente eficaz como tratamiento de primera línea. Por otra parte, se necesitan estudios comparativos a largo plazo entre los opiáceos, los fármacos dopaminérgicos y los ligandos α2δ, como la gabapentina y la pregabalina (de Biase, 2016).

Fenómeno del aumento

Como ya se ha indicado, el fenómeno de aumento es una complicación del tratamiento del SPI que se caracteriza por un anticipo en la hora de aparición de los síntomas, haciéndolo a horas cada vez más tempranas de la tarde, así como por aumento en la intensidad de los síntomas, una expansión de los síntomas a partes del cuerpo previamente no afectadas y un acortamiento de la latencia hasta la aparición de síntomas en cuanto se inicia el reposo.

Fue descubierto inicialmente durante el tratamiento con levodopa, pero posteriormente se ha descrito con todos los fármacos dopaminérgicos usados en SPI, si bien con una frecuencia notablemente menor que con levodopa.

Con frecuencia, el fenómeno de aumento se inicia bajo la forma de tolerancia farmacológica, esto es, una disminución progresiva de la respuesta terapéutica al fármaco a medida que avanza el tratamiento. Sin embargo, con el aumento, posteriormente se aprecia una respuesta paradójica manifestada como, pues cualquier incremento en su dosis ocasiona un empeoramiento de los síntomas, en tanto que la reducción de dosis conduce a su mejoría. El aumento puede llegar a constituir una complicación importante y obligar a cambiar de tratamiento y, de hecho, constituye la principal causa de fracaso terapéutico en el SPI.

Entre las medidas preventivas del fenómeno de aumento se encuentran el evitar los valores bajos de hierro y evitar en lo posible la coadministración de antidepresivos, antidopaminérgicos y antihistamínicos. No obstante, una vez instaurado el fenómeno de aumento, es aconsejable reducir progresivamente la dosis del fármaco causal, ya que la interrupción brusca podría ser contraproducente. Si el fenómeno de aumento es aún leve se puede cambiar el agonista dopaminérgico inductor por otro de efecto más sostenido y, en casos más graves, será preferible introducir lentamente un medicamento con un mecanismo de acción diferente.

Recientemente, se ha publicado un metanálisis (Liu, 2016) en el que se concluye que la incidencia del aumento con los diversos tratamientos del SPI podría no ser tan alto como en principio parece. En concreto, se revisaron sistemáticamente un total de 60 estudios que incluyeron 11.543 participantes, encontrándose una tasa global de aumento del 5,6% (IC95% 4,0 a 7,7) que para los tratamientos a largo plazo fue del 6,1% (IC95% 4,1 a 9,1) y del 3,3% (IC95% 1,4 a 7,3) para los de corto plazo. Considerando el tipo de tratamiento, los diferentes valores de incidencia fueron del 27,1% (IC95% 12,3 a 49,5) con levodopa, 6,0% (IC95% 4,1 a 8,8) con agonistas de la dopamina y 0,9% (IC95% 0,2 a 3,3) con pregabalina o gabapentina. También se observó que el aumento ocurrió en el 7,2% (IC95% 5,0 a 10,3) de los pacientes tratados con fármacos de liberación inmediata y en el 1,7% (IC95% 0,6 a 5,0) con admistración transdérmica.

Hierro

Con frecuencia se observan niveles bajos de hierro en sangre en los pacientes con SPI y la falta de hierro puede formar parte de la causa del SPI, como ya se ha indicado. Sin embargo, no hay datos bien contrastados que permitan valorar con profundidad la eficacia de la administración de suplementos de hierro en pacientes con SPI idiopático y es posible que la respuesta esté en gran parte condicionada por el tipo de preparado empleado, la vía de administración (oral o intravenosa), los niveles basales de hierro y ferritina en sangre y las características clínicas del enfermo. En general, en pacientes con ferritina inferior a 20 ng/ml hay consenso entre los expertos en que se deben administrar suplementos de hierro. Cuando los niveles de ferritina se encuentran entre 20 y 50 ng/ml se recomienda valorar esta posibilidad dependiendo de las características individuales del paciente Poza, 2013).

Un estudio realizado sobre 38 pacientes con SPI idiopático (Zhang, 2015) mostró que los tratamientos con hierro sacarosa tanto con dosis bajas como altas aumentaron los niveles séricos de ferritina y mejoraron los síntomas clínicos; sin embargo, curiosamente se encontró que el tratamiento con las dosis bajas era más eficaz y tenía menos efectos secundarios.

El SPI asociado a anemia ferropénica responde bien al tratamiento con formas IV de hierro (Mehmood, 2014), en la mayoría de los casos, pero se ha observado que un 24% no responde, encontrándose que aquellos pacientes que no responden muestran niveles de hemoglobina inferiores a lo normal (<12,5 g/dl), lo que parece sugerir que estos casos de SPI refractarios podrían deberse, en realidad, a un fracaso del tratamiento de la deficiencia de hierro. Por ello, el tratamiento con hierro requiere asegurar más de las reservas de hierro corporal mínimamente adecuadas para reforzar los efectos del hierro a nivel neurológico. Para algunos pacientes, esto puede suponer la utilización de dosis de hierro IV por encima de las habituales.

EL PAPEL DEL FARMACÉUTICO

Dado que el síndrome de piernas inquietas (SPI) está frecuentemente infradiagnosticado (se estima que solo está diagnosticada menos del 10% de la población afectada), la farmacia comunitaria es un especio sanitario de especial importancia para facilitar la detección un importante problema neurológico que llega a afectar hasta un 10% de la población adulta.

Muchos pacientes lo relacionan con determinadas actividades o no le dan la importancia debida, asumiéndolo como una consecuencia inevitable del envejecimiento. El insomnio, por otro lado, no suele ser relacionado por el paciente con este tipo de síntomas, a pesar de que el SPI es una de las causas más frecuentes de insomnio en personas de más de 45 años. La difícil relación entre este síntoma en las piernas y el insomnio, determina que el paciente no mencione habitualmente estos aspectos en la consulta médica.

Por ello, es importante atender a cualquier persona que solicite información o asesoramiento sobre la aparición y persistencia de sensaciones desagradables en las piernas (y, en ocasiones, en los brazos y en otras partes del cuerpo) durante la noche, que le obligan a moverlas, que cada persona describe de forma peculiar: desasosiego, hormigueo, calambres, pinchazos, nerviosismo, dolor, sensaciones extrañas profundas, quemazón o, incluso, piernas locas. Una de las características del SPI es que esas molestias se alivian o desaparecen cuando el paciente se mueve, camina o frota sus piernas, persistiendo este alivio siempre que se mantenga el movimiento. Es justamente, esta necesidad imperiosa de moverse la que da el nombre al síndrome.

También es típico del SPI el inicio o empeoramiento de los síntomas durante períodos de inactividad, tales como permanecer acostado en la cama, o estar sentado de forma prolongada (espectáculos, viajes, etc.). La sintomatología suele recrudecerse a última hora de la tarde o por la noche. Incluso, en muchos casos, las molestias desaparecen completamente o disminuyen notablemente durante el día. En ocasiones, los síntomas se manifiestan con un cierto retraso, llegando incluso a hacerlo de madrugada, por lo que los pacientes se despiertan y generan graves problemas de insomnio y todas las molestias asociadas a éste: cansancio diurno, falta de concentración mental, tendencia a estados depresivos, irritabilidad, etc.

Por lo tanto, cualquier descripción que se asemeje a los síntomas descritos debe sugerir al farmacéutico la remisión del posible paciente a la consulta médica para una evaluación clínica detallada y, en su caso, remisión al neurólogo, especialista médico en la esta patología.

Una vez establecido el diagnóstico y, en su caso, prescrito el tratamiento específico, la adherencia al mismo es determinante para su eficacia, especialmente si se tiene en cuenta que muchos pacientes pueden renunciar a continuar ante la supuesta falta de eficacia. Es muy importante insistir en este aspecto, sobre si se tiene en cuenta que los agonistas dopaminérgicos – que suelen ser la primera opción farmacológica prescrita por el neurólogo en estos pacientes – suelen requerir un periodo de ajuste de la dosis en función de la respuesta terapéutica y del perfil de efectos adversos. Tan importante como esto es la hora de administración: la mayoría de los tratamientos orales requieren que se administren no más de un hora antes de acostarse y, en el caso de dos dosis diarias, la secuencia de éstas debe ser lo más regular posible, dado el carácter circadiano (ciclo cotidiano) del SPI.

En este punto, cabe indicar asimismo que es probable la prescripción de algún agente antiemético para paliar las frecuentes náuseas que inducen los agentes dopaminérgicos, pudiendo ser necesario en algunos casos utilizar domperidona1 durante las primeras semanas para prevenir la aparición de náuseas. Por otro lado, debe tenerse en cuenta el potencial adverso de este tipo de fármacos en pacientes con esquizofrenia y otros tipos de psicosis; especialmente, si, además, están siendo tratados con antipsicóticos antidopaminérgicos, con lo que las interacciones farmacodinámicas hacen poco predecibles los resultados clínicos. Asimismo, debe tenerse en cuenta la utilización de otros fármacos con propiedades antidopaminérgicas, tales como los que se describen en la tabla 1.

Tabla 1. Principios activos antidopaminérgicos comercializados en España

Alimemazina

Domperidona

Melitraceno

Prometazina

Amisulprida

Droperidol

Mequitazina

Quetiapina

Asenapina

Flufenazina

Metoclopramida

Risperidona

Cinitaprida

Flupentixol

Olanzapina

Sertindol

Cleboprida

Haloperidol

Paliperidona

Sulpirida

Clorpromazina

Levomepromazina

Perfenazina

Tiaprida

Clotiapina

Levosulpirida

Periciazina

Ziprasidona

Clozapina

Loxapina

Pimozida

Zuclopentixol

No menos importante que todo lo anterior y, además del resto de las medidas asistenciales propias de la atención farmacéutica, es la orientación al paciente sobre los fenómenos de tolerancia y de aumento (el primero suele anteceder al segundo, aunque no necesariamente). Es importante insistir al paciente sobre la necesidad de que siga las instrucciones dadas por su neurólogo y, en todo caso, informe a éste cuando comience a notar que los síntomas nocturnos vuelven a reaparecer, se vuelven más intensos y, sobre todo, cuando dichos síntomas vayan manifestándose de forma cada vez más temprana. En muchos casos, el neurólogo modificará (generalmente al alza) la dosis o impondrá una dosis supletoria durante la mañana; en otros casos, procederá a sustituir el actual tratamiento por otro y ello, posiblemente, determine la aparición de efectos adversos – generalmente leves – diferentes, lo que debe ser explicado al paciente para evitar una interpretación inadecuada de los mismos.

La sustitución de un medicamento para el SPI por otro debe hacerse de forma programada. En general, si el fármaco anterior no se ha utilizado con dosis elevadas, generalmente no suele hacer falta retirarlo progresivamente, pudiendo sustituirse directamente por el nuevo tratamiento. Sin embargo, esta no es la situación habitual, ya que frecuentemente el neurólogo suele explorar la respuesta con dosis progresivamente mayores. Por este motivo, cuando se sustituye un fármaco por otro, debe ir abandonándose el anterior de forma paulatina, ya que de otra forma los síntomas del SPI podrían agravarse, en especial cuando se trata de fármacos dopaminérgicos, además de incrementar el insomnio. Tras la retirada del fármaco, los síntomas regresan gradualmente a la situación basal anterior al tratamiento, aproximadamente entre cuatro y siete días tras la retirada.

Más allá de las medidas asistenciales para optimizar el tratamiento farmacológico, deben recomendarse desde la farmacia comunitaria la adopción por el paciente de una serie de medidas que afectan su estilo de vida, para facilitar su desempeño cotidiano y mejorar su calidad de vida. Algunas de estas medidas son:

  • Dar a conocer y explicar la situación a las personas con las que se convive, además de informar de forma completa al médico.
  • Evitar utilizar ningún medicamento sin el conocimiento de su médico e informe de ello también al farmacéutico cuando solicite algún medicamento que no requiere receta, aunque aparentemente no esté relacionado con el SPI.
  • Si puede, el pacientes debería considerar la posibilidad de dormir hasta tarde en las primeras horas de la mañana, cuando sus piernas estén menos activas, o dormir durante las primeras horas de la tarde,.
  • Deben realizarse ejercicios de estiramientos de las piernas, tanto después de levantarse como antes de acostarse
  • Un baño o una ducha con agua ligeramente caliente facilita el control dfe los movimientos de las piernas, cuando se padezcan crisis importantes.
  • Es recomendable colocar los objetos de uso cotidiano en lugares elevados en el hogar y en el espacio de trabajo, con el fin de tener la necesidad de ponerse de pie y estirar las piernas. Esto incluye la posición del ordenador y del asiento, que deben estar ligeramente sobreelevados.
  • En las salas de espectáculos, deben seleccionarse los asientos de pasillo para facilitar la salida del local. Igualmente, si tiene que estar de pie, debe colocarse cerca de la salida.
  • Es conveniente planificar las horas de viaje de acuerdo con los períodos de síntomas menos graves.
  • Es particularmente útil realizar diariamente un paseo de 30-60 minutos.
  • En el caso de viajar vehículos, debe limitarse el tiempo de inactividad, efectuando paradas con frecuencia (cada 1-2 horas), especialmente si es el paciente quien conduce.
  • En el caso de viajes aéreos, deben evitarse en lo posible los de larga duración (>5 h). Si ello no fuera posible, pueden planificarse viajes con una o más escalas. En cualquier caso, si es factible, es conveniente levantarse y hacer pequeños paseos por el pasillo del avión, así como estiramientos y flexiones para desentumecer las piernas (y los brazos)
  • Es importante también recordar al paciente que no está solo. Al levantarse por la noche, debe ser consciente de que puede molestar a las personas con las que convive o a los vecinos; por ello, debe realizar los movimientos de la forma más silenciosa posible.
  • Los pacientes con SPI se benefician notablemente al participar en asociaciones de pacientes, donde suelen encontrar mucha más comprensión a sus problemas que en otros ámbitos de la sociedad o, incluso, de su propia familia.

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¿Stents convencionales o con medicamentos?

Los stents son protésis internas (endoprótesis) vasculares consistentes en un pequeño tubo cilíndrico hueco de malla metálica con forma de muelle que se expande dentro de vaso sanguíneo, y que ayudan a corregir el estrechamiento de éste (y, por tanto, la limitación para el flujo sanguíneo), tanto de las arterias coronarias del corazón como de arterias o venas de otras regiones del cuerpo (aorta, arterias de las piernas, venas del tórax…). Básicamente, hay tres tipos: los convencionales o de metal desnudo (bare-metal, generalmente de acero o cromo-cobalto), los liberadores de fármacos citotóxicos (drug-eluting, mayoritariamente everolimús o paclitaxel), que proporciona el mismo soporte estructural que los anteriores, pero que liberan lentamente pequeñas cantidades de agentes con capacidad antiproliferativa de la íntima vascular, contribuyendo a prevenir la reestenosis del vaso; finalmente, los stents farmacoactivos bioabsorbibles son similares a estos últimos, pero tienen la peculiaridad de que su estructura física es reabsorbida, permitiendo – al menos, teóricamente – una restauración completa de todas las funciones de la pared de la arteria, evitando problemas mecánicos tardíos y facilitando la visualización y la valoración no invasiva durante el seguimiento de los segmentos coronarios tratados. Sin embargo, este último tipo de stent es el menos común, debido a su incorporación a la clínica relativamente reciente.

Por desgracia, hay pocos datos comparativos disponibles sobre los efectos a largo plazo de los stents liberadores de fármacos frente a los metálicos convencionales. Por ello, resultan particularmente interesantes los resultados de un amplio ensayo clínico sobre 9013 pacientes con enfermedad coronaria estable o inestable sometidos a una intervención coronaria percutánea en la que se implantó alguno de estos dos tipos de stents. Los resultados mostraron que, a los 6 años de la implantación, las tasas de muerte por cualquier causa o de infarto de miocardio espontáneo no fatal fueron el 16,6% en el grupo que recibió stents liberadores de fármacos y el 17,1% en el grupo que recibió stents convencionales (razón de riesgo, HR=0,98; IC95% 0,88 a la 1,09; p=0,66); es decir, no hubo diferencias significativas entre los grupos. Sin embargo, las tasas de revascularización fueron del 16,5% con los stents liberadores de fármacos y del 19,8% con los convencionales (HR=0,76; IC95% 0,69 a la 0,85; p <0,001) y las de trombosis de la endoprótesis fueron de 0,8% y 1,2%, respectivamente (p=0,0498), siendo las diferencias estadísticamente significativas en ambos casos. Los parámetros de calidad de vida no fueron significativamente diferentes entre los dos grupos.

Prebióticos y probióticos descontrolados

El concepto de probiótico se define como una preparación que contiene microorganismos vivos que y que, cuando se administra en cantidades adecuadas a una persona, confieren un beneficio para la salud de ésta. Por su parte, los prebióticos son ingredientes no digeribles de la dieta que estimulan el crecimiento o la actividad de uno o más tipos de bacterias en el colon. Lamentablemente, el uso inapropiado (abuso) del término probiótico es muy común y, según la regulación legal relativa a la declaración de las propiedades saludables, ésta no es valorada favorablemente por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (AESA) para los prebióticos y los probióticos. Por este motivo, se echa de menos que las sociedades científicas no hayan establecido hasta el momento guías de orientación a los consumidores y a los profesionales sanitarios sobre el uso de estos productos para el tratamiento y la prevención de diversas enfermedades. Resulta particularmente extraña la ausencia de una recomendación positiva por parte de las sociedades médicas científicas internacionales para utilizar prebióticos o probióticos para el tratamiento de la alergia a los alimentos u otras manifestaciones alérgicas, así como para la prevención de la alergia a determinados alimentos, la rinitis alérgica y el asma; aunque se han publicado algunas recomendaciones de los probióticos para la prevención del eczema en los bebés de alto riesgo, resultan discrepantes entre sí.