Hasta ahora era una práctica habitual tras la cena de Acción de Gracias o cualquier otra comilona de características similares. Un gesto tan familiar como incompatible con un mínimo protocolo. Quizá por eso, los pantalones desabrochados no tenían que haber salido de casa, ni mucho menos, haber ascendido a tendencia, pero por la misma regla de tres, los pantalones de tiro bajo nunca tendrían que haber vuelto y, sin embargo, aquí están.
Un reportaje de The New York Times constataba a finales de septiembre en pleno Washington Square lo que las pasarelas, las cuentas más populares de Instagram y los armarios más envidiados del mundo venían avisando desde hace varias temporadas –crónica de una moda anunciada–, que los pantalones se llevan, mejor, desabrochados. Y no precisamente por necesidad, ni mucho menos por accidente, tan solo por estética. Dicho de otra forma: la moda quiere los pantalones que ya tienes… Y no te cierran.
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Porque, si algo positivo se puede sacar de ir por la calle con el pantalón abierto es que la tendencia de los pantalones desabrochados permite recuperar todos esos vaqueros que dejaste de ponerte porque te apretaban. Entre sus ventajas, también habrá quien enarbole la bandera de la sostenibilidad y hasta la del movimiento body positive, pero lo cierto es que no hay que profundizar tanto para justificar su presencia. Se puede trazar su contexto desde un argumentario más superficial:
- Por un lado, dejan asomar la ropa interior en la temporada en que los tangas y los calzoncillos son tan protagonistas como las camisas.
- Por otro, este gesto de estilo convierte cualquier pantalón en uno de talle bajo.
- Ofrecen un nuevo giro inesperado para aquellos pantalones raros raros de Zara, de Mango, de Victoria Federica y cada día de más gente,
- Por último, al abrir el botón y doblar las esquinas, se consigue ese elegante efecto ‘cuello de camisa’ que impusieron los vaqueros de moda de 2017.
Cuando el periódico le preguntó acerca del fenómeno; Emma McClendon, profesora adjunta de Estudios de Moda en la Universidad de St. John’s, encontró una posible explicación en la transición de los pantalones de cintura alta al regreso de los talles bajos ya que, esta solución permite adaptar o, como bien proponíamos, FORZAR la tendencia en cualquier pantalón. Sería, por tanto, una manera de “experimentar sin dar el salto al pantalón por la cadera”. Es decir que por más que a las madres neoyorquinas les cueste asimilarlo, en realidad se trata de un acercamiento moderado a los vaqueros brasileños de Julia Fox o los leggings low rise de Emily Ratajkowski que las estudiantes de la Universidad de Nueva York –la misma a la que asistió Felicity (Porter) con sus camisas abrochadas hasta arriba– ya están poniendo en práctica. A ellas nadie les pregunta ¿eres poeta? La abertura en modo cuello de camisa es la prueba irrefutable de que se trata de un gesto de moda deliberado e intencional. En cambio, lo que interesa saber es: ¿es que no se les caen?
Visto en la pasarela de Jacquemus, en los pantalones Magaluf de Rosalía, en las semanas de la moda de Nueva York o de Copenhague, en los shorts de Hailey Bieber o de Dua Lipa… Que se vayan preparando porque es cuestión de tiempo que los pantalones desabrochados sustituyan a los de cintura vuelta en el armario de Violeta Mangriñán y en las peores pesadillas de nuestras madres. Muy pronto los pantalones de Victoria Beckham no les parecerán ni tan mal… así que
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