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Crítica de La fiebre de los peluches Beaney: una extravagante y nostálgica historia frente al sexismo laboral

La fiebre de los peluches Beaney

Crítica de La fiebre de los peluches Beaney (The Beanie Bubble), dirigida por Kristin Gore y Damian Kulash. Una historia de emprendimiento y coleccionismo americano protagonizada por Zach Galifianakis, Elizabeth Banks y Sarah Snook, entre otros. El estreno de La fiebre de los peluches Beaney en Apple TV fue el 28 de julio de 2023.

Los 90 en Estados Unidos fueron los años de Madonna, Britney Spears y Nirvana, de Friends y El Príncipe de Bel-Air, de los regalos de McDonald's y de los Tamagotchi, de Disney y del nacimiento de Harry Potter... y de la locura por los Beanie Babies.

Es en este último punto en el que tú, lector hispanohablante, seguramente estés tan perdido como lo estaba yo antes de lanzarme al visionado de hoy. Los Beanie Babies fueron, en esencia, los Funko POP de los 90. El germen con el que se iniciaría la competición y las disparatadas cifras del coleccionismo de muñecos con eBay como vehículo principal.

Apple TV+ ha recuperado su historia para lanzar La fiebre de los peluches Beaney (The Beanie Bubble), ya disponible en la plataforma, y competirle a Barbie lo de hablar de juguetes y del patriarcado.

Basada en el libro de 2015 «The Great Beanie Baby Bubble: Mass Delusion and the Dark Side of Cute» (La gran burbuja de los Beanie Babies: Delirio masivo y el lado oscuro de lo tierno), nos ponemos ojos a la obra con una sátira feminista extravagante del capitalismo y el ego masculino.

La cuna del consumismo

Zach Galifianakis es Ty Warner, creador y nombre de la marca de los peluches Beanie... pero no el único. La película narrará el nacimiento, auge y destrucción de los Beanie a través de las tres mujeres que sostuvieron su peso a lo largo de su historia: Robbie (Elizabeth Banks, de Cocaine Bear), Sheila (Sarah Snook, de Sucession) y May (Geraldine Viswanathan).

Con un montaje a tres partes, conoceremos un poco más de sus respectivas vidas y cómo influyeron determinantemente en las distintas etapas de los peluches Beanie, construyendo una dramedia que también aporta una mirada interesante sobre la ambición y la obsesión en los negocios.

Viajaremos desde 1983 hasta finales de los 90 con ellas tres protagonizando sus respectivos tramos, muy en la línea de La Playlist, mostrándonos cómo Ty Warner creó su imperio inconscientemente mediante la aplicación de un principio del marketing: la ilusión de escasez y la especulación.

La fiebre de los peluches Beaney

Dirigida por Kristin Gore y Damian Kulash, lo primero que saltará a nuestra vista es lo evidente: la extravagancia estilística. Esa fue la bandera de Ty Warner, y esa es, también, la bandera de la película. Los tres segmentos estarán predominantemente dominados por la paleta del color asociado a cada una de las protagonistas: Robbie y el azul, Sheila con el rojo y terminamos con May y el amarillo.

Sus colores también hablan sobre sus personalidades. Tendremos una Robbie inicialmente apacible, una Sheila emocionalmente dominante y una May naturalmente divertida y afable. Todas ellas acabarán evolucionando con los desprecios empresariales y sociales que acaban sufriendo a manos de Warner.

En este sentido, el trabajo artístico es, junto a la estética de la que hablaremos más adelante, su principal valedor. Cada actriz ofrece una interpretación convincente y poderosa, dando vida a mujeres que deben responder con el desprecio más inteligente para hacerse un hueco en un mundo dominado por hombres. 

Todo ello carecería de valor, cómo no, sin el trabajo del villano. Zach Galifianakis se mueve con la soltura que le precede en el histrionismo, dando vida a Ty Warner con una combinación de carisma y narcisismo que da forma a un personaje complejo e inevitablemente cuestionable.

Una más para los biopics de emprendimiento

En los biopics que alimentan las bibliotecas de los nuevos emprendedores tiene una especial importancia el producto. También para el resto del público, no vayamos a bajarnos del carro todavía. La red social necesitaba a Facebook tanto como la película de Steve Jobs necesitaba a Apple. Hoy necesitamos a los peluches Beanie.

Su historia, al margen de ciertos vaivenes narrativos, es francamente interesante para un neófito en el tema. Con Internet en los albores de su nacimiento, la película utiliza el fenómeno para dar pinceladas sobre lo que llegaría en el futuro: cartas coleccionables, figuras únicas, zapatillas... e incluso criptomonedas y NFT. Todas pivotan en el mismo marco.

Los peluches Beanie fueron un absoluto agente del caos. La reventa a través de eBay superaba con creces los precios originales, los repartidores eran prácticamente placados en su llegada a las tiendas y la histeria pasó de los más pequeños hasta los mayores. Incluso los divorcios llegaban a juicio para el reparto equitativo de los peluches de las parejas.

Y en esto, Kristin Gore y Damian Kulash, sus directores, han hecho un gran trabajo para trasladar el frenesí, la atmósfera y el espíritu de la sociedad estadounidense de los 90. La dirección de arte, el diseño de vestuario y la banda sonora ponen la guinda a ese pastel de excesos de la sociedad que más define el término.

La fiebre de los peluches Beaney

Los recursos visuales se vuelven imprescindibles, utilizando imágenes de archivo y recreando escenas para hacer hincapié en la fiebre del coleccionismo. Un puntito más de nostalgia hubiera sido perfecto para terminar de motivar a la audiencia, especialmente a la suya.

Volviendo a los biopics; es el momento de apuntar que ambas historias de Aaron Sorkin trascendieron por la profundidad del drama humano. Y en La fiebre de los peluches Beanie queda poco que pueda emanar algo más en nuestro recuerdo con el paso del tiempo que su divertida excentricidad visual.

Su narración es errática por momentos de las tres partes, volviéndose predecible y repetitiva al construir su historia alrededor de un personaje que repite los mismos patrones sobre todas las mujeres que lo rodean.

El alfiler de la burbuja

La fiebre de los peluches Beanie presenta una historia entretenida, fácil de ver y lo suficientemente interesante gracias a la mirada poco convencional que hace sobre el consumismo, la excentricidad y el ego masculino de los negocios.

Sin perder de vista su enfoque feminista, la película destaca la importancia de las mujeres en el desarrollo de una de las historias de emprendimiento más exitosas de los Estados Unidos, utilizando la sátira y la comedia para mostrar la lucha de las mujeres para obtener el reconocimiento que se les había negado.

Es ciertamente más ambiciosa de lo que le permiten sus capacidades narrativas, pero la nostalgia es poderosa compañera. Una historia que, concibiéndola en sí misma, cumple con todo lo que se propone; a gusto de cada uno quedará el calado que tenga fuera del marco territorial que nos separa.

VALORACIÓN:

La fiebre de los peluches Beaney (The Beanie Bubble) es una sátira histriónica con un estilo inevitablemente llamativo que se sobrepone a la repetición de esquemas narrativos gracias al carisma de Galifianakis, Banks, Snook y Viswanathan y la siempre poderosa nostalgia.

LO MEJOR:

Las interpretaciones y la estética serán la razón por las que la historia se vuelva ciertamente interesante.

LO PEOR:

Tiene poca trascendencia para el mercado hispano y repite esquemas narrativos debido a su montaje.
Hobby

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Aceptable

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