La historia de la "arroba" y del "arrobar"

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28/09/2016

Marco Gonsen | Editor

Editor General de Excélsior. Autor de la columna Memoria Flash sobre cultura digital. Con más de 20 años de experiencia en la industria periodística...

Shiva Ayyadurai es un ingeniero nacido en India que se volvió célebre hace año y medio por casarse con la actriz Fran Drescher, estrella de la serie televisiva La Niñera. Sin embargo, él ha luchado desde hace varios años para que se le reconozca universalmente como el inventor del correo electrónico, título que le ha disputado al programador neoyorquino Raymond Samuel Tomlinson, fallecido el pasado domingo a los 74 años.

En su libro The Email Revolution. How to build brands and create real (Editorial Alworth, Nueva York, 2013), Ayyadurai refuta la versión de que su colega estadunidense escribió hace 45 años el primer mensaje enviado entre dos computadoras conectadas en red, que estaban una al lado de la otra. Un acontecimiento por el cual, sumado a otros méritos, Tomlinson recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2009.

Sólo los muy especialistas (y clavados) entenderán los alegatos en torno a quién le pertenece tal gloria. Y si bien Ayyadurai recibió en 1982 la patente del gobierno estadunidense por la creación del e-mail, hay un punto que le da a Tomlinson ventaja competitiva, el cual también ha sido muy recordado a raíz de su reciente deceso: la incorporación del signo “@” al lenguaje cibernético.

Egresado del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Tomlinson formó parte del equipo que trabajó en el desarrollo de la red Arpanet (acrónimo de Advanced Research Projects Agency Network), antecesora de internet creada a solicitud del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Él mismo relató en su blog que durante el verano y el otoño de 1971 estuvo concentrado en la mejora de SNDMSG, uno de los sistemas de transferencias de documentos entre computadoras que ya existían desde la década de los sesenta. Fue en ese proceso en el que surgió la aportación más famosa de Tomlinson, consistente en crear una estructura sintáctica que enlazaba el nombre del usuario con el de la computadora habilitada como servidor para el envío o recepción de mensajes en red. En lugar de usar letras del alfabeto, guiones, diagonales o cualquier otro signo ortográfico convencional, optó por la grafía “@”, que en inglés representa la preposición “at” (en español “a”, “en” o “para”) y que sirve también para indicar el precio unitario de una mercancía. Un símbolo así, pensó, funcionaría como separador inequívoco, al no formar parte de ningún nombre o palabra.

Ayyadurai descalificó en su libro de 2013 la selección de la tecla “@” como parte de las direcciones electrónicas, al recordar que servía originalmente para borrar líneas en el sistema operativo Multics, lo que provocó que fuera poco utilizada o sustituida por letras con el fin de evitar problemas técnicos.

Lo cierto es que la ocurrencia de Tomlinson volvió universal el signo que, en marzo de 2010, fue integrado a la colección del Departamento de Arquitectura y Diseño del MoMA de Nueva York. La curadora Paola Antonelli cuenta que el uso de “@” fue común en el comercio veneciano del siglo XVI como representación de una ánfora, recipiente que servía como unidad de medida. Una utilidad semejante le dio el idioma español al designarla como arroba, palabra cuya raíz árabe significa “cuarta parte” y que equivale a un peso de 11 kilos y medio. Con la misma vocación comercial, “@” fue incorporado en 1885 al teclado de la máquina de escribir Underwood y en 1963 al código ASCII, pionero de los lenguajes computacionales.

Llama la atención que la arroba no tenga un nombre propiamente dicho en inglés, donde se le conoce como “at sign”, a diferencia de la imaginativa variedad de otros idiomas: “miukumauku” (gato durmiente) en finlandés, “apestaart” (cola de mono) en holandés, “zavinac” (arenque en vinagre) en checo, “kukac” (gusano) en húngaro, “chiocciola” (caracol) en italiano y “snabel-a” (trompa de elefante) en sueco, entre otros. En español, un sector de la corrección política en español impulsa utilizar la arroba al final de una palabra (como mexican@) para asignarle simultáneamente los géneros masculino y femenino.

Desde su cuenta de Twitter, Ayyadurai continuó ayer su batalla contra el difunto Tomlinson mediante la publicación de una carta titulada “Corrección:  el inventor del e-mail aún sigue vivo”, donde insiste en que el neoyorquino sólo creó el mensaje de texto simple, aunque esta vez le reconoce haber introducido la “@” al lenguaje cibernético.

Y no podría ser de otra forma: si quiere enterarse de quiénes le dan ese reconocimiento, por fuerza debe ser arrobado.

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