Detalles gastronómicos de los hoteles que dan mucha rabia (y sería fácil corregir)

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Desayunos terribles o mini bares a precio de oro son algunos de los clásicos

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Desayunos terribles o mini bares a precio de oro son algunos de los clásicos

Habitaciones que sólo tienen un enchufe y está escondido en el lugar más recóndito, duchas con temperatura ingobernable o una cochambrosa cortina, interruptores con 500 combinaciones que hacen que apagar todas las luces sea una odisea o esa manía tan extendida de retrasar el check-in y adelantar el check-out. ¿Suenan familiares? Seguro, porque son algunas de las quejas más habituales -y justificadas- de los huéspedes de los hoteles. ¿Pero qué ocurre con la parte gastronómica? Por supuesto también tiene sus pequeños dramas.

En un estudio de 2015 sobre los aspectos más odiados por los clientes de los hoteles no aparecía nada relacionado con la comida ni la bebida en el top 10 del infierno hotelero. Pero los tiempos han cambiado y la oferta gastronómica ha ido ganando protagonismo en la carta de presentación de un hotel y como argumento frente a AirBnb y compañía.

Gastronomía

Pese a que entre las 10 primeras quejas de los clientes no aparece nada relacionado con la gastronomía, es un sector con flaquezas

¿Quién no ha fruncido el ceño asustado al ver la lista de precios del mini bar de la habitación o ha acabado buscando un desayuno alternativo al ver el panorama del buffet de turno? ¿Hay algo más deprimente que un club sándwich servido de mala manera cuando por las horas no hay ninguna alternativa?

El desayuno, mal empezamos

Por mucho que la presión del agua de la ducha o una mala conexión e Internet sean las quejas más habituales, lo cierto es que un buen desayuno puede hacernos olvidar muchos de esos pequeños detalles que algunos hoteles descuidan. Y viceversa, claro. Una habitación cómoda y decorada al detalle o incluso una atención sobresaliente pierden muchos puntos si por la mañana lo que nos espera es un café quemado y una magdalena de esas envueltas en plástico.

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La experiencia del cliente disminuye mucho si el desayuno es de mala calidad

Y es que, como todo el mundo sabe, el mismo desayuno que en casa se solventaría en 10 minutos en un hotel puede ser un ritual que se alarga una hora e incluye probar todas las opciones del buffet. Suponiendo que haya buffet y sea comestible, claro.

Primera trampa mortal con la que juegan algunos hoteles: el horario. Seguro que hay gente muy madrugadora o con vuelos a horas intempestivas que necesita desayunar a las 6 de la mañana. Bien por ellos sobre todo si eres un hotel de negocios en Estocolmo. Pero si estás en una zona vacacional o es sábado cerrar el desayuno antes de las 10 de la mañana es asegurarse el odio eterno de buena parte de tus huéspedes. Y con razón.

El horario

Muchos clientes creen que las horas durante las que se ofrece el desayuno no se adecuan a sus necesidades

Si el horario no es un problema, llega la letra pequeña. Y es que cuando la reserva incluye el desayuno hay que enviar el contrato al mejor bufet de abogados que uno pueda pagarse para comprobar si lo que se tendrá es el desayuno normal o una versión cutre que algunos se atreven a llamar desayuno continental pero que quiere decir café, croissant reseco y a la calle. Más odio eterno y en taza grande para los que juegan así con los sentimientos de sus clientes que se despierta soñando en un poco de beicon y unos huevos, por lo menos.

No a la fruta en almíbar y al jamón malo

El caso es que el desayuno es un excelente termómetro para saber si estamos en un buen hotel. No vamos a decir que sea fácil dar un buen desayuno, pero sí que es más sencillo que hacerlo todo mal como muchas veces ocurre. La receta no tiene secretos: ofrece poco y de calidad en lugar de mucho y malo.

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Muchos hoteles ofrecen grandes cantidades de comida de dudosa calidad

Vaya, que un buen desayuno se soluciona con algo de fruta -sin comentarios sobre esos lugares que ofrecen fruta en almíbar que parece rescatada de alguna cesta de Navidad-, buen pan, un café decente, algo salado y algo dulce. Y ya está.

A ver, que no hace falta ser un 5 estrellas Gran Lujo ni tener a una persona haciendo tortillas al momento. Pero basta ya de jamón malo -pon fuet bueno en su lugar- pan de molde infame y jarras de café que llevan ya unos cuantos recalentones a las 8 de la mañana. ¿Y el zumo? Por recurrir a una fórmula matemática: si tienes cuatro estrellas o más y tu habitación se cotiza a un precio considerable, poner zumo de bote debería llevarte de cabeza a la Audiencia Nacional.

El problema del zumo

En algunos desayunos de buenos hoteles se sigue sirviendo zumo de bote

La hipoteca para el minibar

Poco a poco los hoteles van entendiendo que tener precios absurdos para su oferta de mini bar y de servicio de habitaciones no es una buena idea. Al menos si se pretende que el cliente consuma porque cuenta la leyenda que todos los room service son deficitarios por definición así que mejor no incentivarlos y hacer que el huésped salga a comer fuera.

Pese a ello puede que algún despistado crea que cuando encuentra una carta en su habitación es para usarla. Y es entonces cuando empieza el drama. ¿Cómo es posible que hoteles con restaurantes de cierto nivel y grandes chefs en nómina muestren un desdén tal por lo que se puede pedir desde la habitación?

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Algunos hoteles añaden un suplemento al precio de l pedido por traerlo a la habitación

Sandwiches mixtos, pizza, hamburguesa y alguna que otra sopa a la que se le ve la desgana ya en el nombre suelen ser los grandes hits de una oferta cara y a la que en algunos lugares suman un suplemento considerable por acercártelo. Con lo glamouroso que queda siempre en las películas y lo poco que luce luego descubrir bajo ese icónico cubreplatos metálico una cuatro quesos.

¿Es un capricho y hay que pagar el peaje? De acuerdo, pero hay dos detalles que son especialmente molestos: las botellas de agua cobradas a precio de sangre de unicornio -especialmente sangrante en lugares donde el agua del grifo es de gusto mejorable- y que la tabla con los mismos quesos que a la mañana siguiente estarán en el desayuno a paladas aquí se cotice a 20 o 30 euros y encima sea escasa.

Más caro

Algunos hoteles añaden un suplemento al precio de l pedido por acercarlo a la habitación

Kettel, por favor

El sinsentido de esta política de precios es tal que puede que salga notablemente más caro improvisar un gin-tonic en la habitación a base del surtido del mini bar que pedirlo en la terraza de moda de ese mismo hotel servido por con una sonrisa por un camarero y con una buena selección de bebidas para escoger. Curiosamente muchos establecimientos han entendido que si quieren llenar sus bares y restaurantes con más público que los propios huéspedes tienen que tener precios de mercado -no ya económicos- pero esa política desaparece en cuanto cierras la puerta de la habitación.

Así que jugársela en vacaciones con una media pensión o pensión completa puede ser una auténtica ruleta rusa gastronómica, salvo que hayamos venido a jugar y un buffet con san jacobos nos parezca arte posmoderno cual plátano pegado a la pared con cinta americana. Si los buffets decentes son una especie difícil de localizar, dar con uno de ellos en un hotel roza lo mitológico.

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Muchos clientes valoran poder prepararse un té o café en la tranquilidad de su habitación

Así que al entrar en la habitación del hotel y ante la incierta perspectiva gastronómica a la que uno suele enfrentarse ver un hervidor de agua es casi un alivio y un seguro para, al menos, poder tomarte un té o un café sin pedir una segunda hipoteca. Eso sí, si son de los que cobran los sobrecitos del té o el café instantáneo -raro, pero ocurre a veces- a rajar sin piedad en TripAdvisor.

Y, por cierto, no olvides poner la alarma para no perderte el desayuno.

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