Cómo diferenciar la culpa sana de la culpa insana

La culpa irracional suele asociarse al incumplimiento de unos estándares marcados por terceras personas

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La culpa neurótica es un sentimiento que se enquista y se somatiza en dolores de cabeza y rumiaciones, entre otros.

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La culpa, como la vergüenza y el orgullo, forma parte del grupo de las emociones autoconscientes. Es decir, el sentimiento de culpa implica una autoevaluación personal, sobre algo que hemos hecho o hemos dejado de hacer, que provoca a su vez un sentimiento de responsabilidad. La culpa guarda relación con las normas de la sociedad en la que vivimos y los valores culturales e incluso religiosos que se le han inculcado a cada persona.

Cada uno ‘sabe’ en qué contextos ha de sentirse culpable, sin embargo, aprender a gestionar el sentimiento de culpa y asumirla de forma madura es crucial para evitar los daños psicológicos vinculados a esta emoción. Es por eso por lo que, cuando aparece este sentimiento, debemos diferenciar si se trata de una culpa insana, por la que nos autoflagelamos, y la culpa sana, que tiene la vocación de reparar el daño causado.

La culpa insana

La culpa insana o neurótica puede tener múltiples orígenes. Según la psicoterapeuta Adriana Reyes, es habitual que los padres exijan a sus hijos, desde pequeños ciertos estándares o expectativas que acabamos asumiendo como incuestionables. Cuando alcanzamos la vida adulta y tales exigencias no se han cumplido, es común que aflore un sentimiento de culpa latente. Esta emoción corre el peligro de enquistarse y convertirse en una culpa insana.

La culpa neurótica puede somatizarse en nuestro cuerpo en forma de dolores de cabeza o contracturas, pero las peores consecuencias se dan en el plano psicológico. Se trata de un sentimiento que nos lleva a una peligrosa zona de confort. En el caso de haberle hecho daño a un tercero, evitaremos asumir responsabilidades. La asunción de sentimientos ajenos o la superación de las limitaciones personales o vitales también pueden llevarnos a experimentar una culpa insana, por la que nos enrocamos en pensamientos repetitivos que nos impiden perdonarnos a nosotros mismos y seguir adelante.

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La culpa sana

La culpa sana es aquella que asumimos de manera racional. Para ello es fundamental revisar nuestros actos, responsabilizarnos de nuestros errores e intentar enmendarlos con serenidad, nunca desde la flagelación. De este modo, juzgamos nuestros actos, nunca a nosotros mismos, y tratamos de buscar soluciones para reparar el daño causado. En definitiva, se trata de encarar la culpa, para desquitarnos de ella, pidiendo perdón a quien corresponda (a los terceros perjudicados o a nosotros mismos) y tratar de avanzar.

Sentirnos culpables por lo que hemos hecho y por cómo vivimos es un motor de impulso. Nos ayuda a reordenar nuestros ideales, conocer nuestros defectos y limitaciones y responsabilizarnos solo de aquello que hemos hecho nosotros, lo que seguro nos brindará una nueva y enriquecedora percepción de nosotros mismos.

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