La salas de conciertos piden que la ley gallega permita el acceso a los menores

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Concierto de Simple Plan en la sala Capitol
Concierto de Simple Plan en la sala Capitol Álvaro Ballesteros

Comunidades como Madrid, Aragón o Valencia ya lo recogen de un modo expreso

03 jun 2018 . Actualizado a las 17:42 h.

La nueva Lei de Espectáculos de Galicia ha dejado en el aire la cuestión del acceso de los menores a las salas de conciertos. Desde Vicepresidencia indican que no se regula porque el propio texto legal remite a otro que ya trata esa cuestión: la Lei de Prevención do Consumo de Bebidas Alcohólicas en Menores de Idade (aprobada en el 2010). Esta permitiría que entrasen en las salas acompañados de mayores con responsabilidad sobre ellos.

Sin embargo, la ley choca con el Catálogo de espectáculos públicos e actividades recreativas de la Xunta (que admite los conciertos en la sala de fiestas, el café cantante y el café concierto). Esa norma señala que para hacer sesiones destinadas a público entre los 14 y los 18 años hay que pedir una licencia «condicionada a la prohibición de venta y consumo de bebidas alcohólicas». Además, impide «la entrada de mayores de edad durante las sesiones».

Esta situación, en donde ni siquiera existe una categoría específica de sala de conciertos y donde ambas normas colisionan entre sí, lleva a la falta de un criterio claro y seguro. En el sector existe confusión al respecto: unas salas restringen de manera total la entrada de menores; otras exigen que los acompañe un adulto y las hay que permiten el acceso si sus padres firman un documento en el que se responsabilizan del menor. Por supuesto, en las barras se despachan bebidas alcohólicas para los mayores de edad, a los que no se les veta el acceso, tal y como demanda el catálogo de actividades.

La abogada Eva Arcos, especializada en temas de hostelería y que asesora legalmente a múltiples locales en Galicia, explica que, «tal y como está la ley ahora», ella dice a sus clientes que «no dejen entrar a menores bajo ningún concepto». La situación se agrava en aquellas ciudades donde las ordenanzas municipales refuerzan el veto: «En A Coruña, por ejemplo, los menores no pueden entrar en los locales de los grupos II y III, que afectan a las salas», añade.

Plataforma para el cambio

Ante esta situación son cada vez más las voces que piden una regulación clara que permita el acceso de los menores. En comunidades autónomas como Madrid, Valencia y Aragón ya se ha logrado el cambio. La presión de la plataforma Queremos Entrar, creada específicamente para eliminar ese tapón para los menores de 18 años, lo motivó. Su representante en Galicia, Beatriz Camiña, se pronuncia en ese sentido: «Hemos pedido un tratamiento específico en la nueva ley y no se nos ha hecho caso. Queremos que los menores puedan disfrutar de este tipo de cultura, igual que lo hacen con el teatro o la música clásica. O incluso en un festival al aire libre donde también se vende alcohol en las barras y no pasa nada».

En Madrid, por ejemplo, tras el cambio legal, los menores de 16 años pueden asistir a todo tipo de conciertos (incluidos los celebrados en salas) si lo hacen acompañados de un adulto. Entre 16 y 18 lo pueden hacer solos, aunque debidamente identificados para que no se les venda alcohol.

Desde la Asociación Galega de Salas de Música ao Vivo (Clubtura), su gerente, María Nieto, pone sobre la mesa una paradoja: «Un niño puede asistir a la inauguración de una exposición de fotografía en la que se reparte un vino de honor, pero no a un concierto a una sala porque supuestamente allí podría tomarse una cerveza, algo imposible porque el personal le pediría el carné. No creo que el acceso a la música en directo pueda afectar negativamente al niño, sino todo lo contrario».

«A mí me gustaría decidir a qué actuación llevo a mi hijo o no, al margen de quien la patrocine» 

CÉSAR FORMOSEL CON SU HIJO.
CÉSAR FORMOSEL CON SU HIJO. MARCOS MÍGUEZ

En la casa de César Formosel son roqueros. Ir a conciertos es un clásico familiar. Pero muchas veces chocan de frente con la ley y la interpretación que de esta hace cada sala: «Mi hijo Iago tiene 16 años, pero desde que cumplió 3 lo he llevado a conciertos. Nos encontramos de todo: salas que no ponen ningún problema, otras que no nos permiten entrar con él y las que solo nos dejan ahora, que ya tiene 16 años», explica. «Como ya conozco la situación, lo que hago es ponerme en contacto con el local antes y preguntar cómo lo gestionan», dice.

Recientemente, se llevaron un chasco. En A Coruña iban ver a Aurora & The Betrayers, una artista que les encanta. Cuando ya tenían las entradas compradas les llegó una negativa desde la sala: «Nos dijeron no podía entrar el chico porque el concierto lo patrocinaba una marca de cerveza. Me parece injusto. Yo soy el primero que va a impedir que mi hijo beba alcohol. En todo caso, tendría el mismo riesgo de beber que en un bar normal al que, curiosamente, puedo llevarlo sin ningún problema. A mí me gustaría decidir a qué actuación llevo a mi hijo o no, al margen de quien la patrocine».

Tendencia en auge

Esa postura resulta cada vez más común en una nueva generación de padres que quieren compartir la experiencia de la música en vivo con sus hijos. Pablo Navarro, que militó como músico en Jugoplastika y es asiduo asistente a conciertos, recuerda cuando se tuvo que volver a casa en uno de sus intentos: «Fue en una sala de conciertos de Vigo. Al llegar a la puerta con mi hijo me encontré con un tajante "el niño no puede entrar". Fue imposible acceder, a pesar de insistir en que yo asumía todas las responsabilidades».

Al vivir a caballo entre Galicia y Madrid, Navarro conoce bien la otra cara de la moneda: «He ido hace poco con él a otra sala en Madrid. Allí simplemente tuve que rellenar y firmar una autorización y pudimos pasar sin problemas. Me parece una fórmula que se debería exportar a Galicia. Como miembro de distintas bandas, me da mucha pena no poder compartir con mis hijos música en directo en salas».

José Cousillas, del grupo heavy Malasömbra de Miño, ve el problema desde el escenario: «Cuando tocas en tu ciudad, te van a ver amigos que en muchos casos tienen hijos. Y hay salas que, cuando cierras el bolo, ya te aclaran expresamente que no van a permitir el acceso a menores de ninguna manera, aunque vengan con sus padres. Es muy frustrante».