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'El Niño de la Capea' reaparece en los ruedos con 70 años, su hijo y su yerno

El Niño de la Capea, con 69 años, se atreve a volver el 19 de junio a los ruedos.

El Niño de la Capea, con 69 años, se atreve a volver el 19 de junio a los ruedos.
El Niño de la Capea y su mujer Carmen Lorenzo | Gtres

Los toreros, se comprenderá fácilmente que tienen "un fecha de caducidad"; es decir, la edad los retira de los ruedos. Y, salvo casos especiales, raras veces superan los cincuenta años en activo. Si, jóvenes, corren un riesgo ante los toros, no digamos cuando no lo son. Pero hay valientes como el Niño de la Capea, que en vísperas de cumplir siete décadas de vida se arriesga, aunque sea para una sola tarde, en volver a vestirse de luces el próximo 19 de junio. ¿Qué razones le han impulsado a esta, digamos, "locura"?

Llevaba Pedro Gutiérrez Moya, que así se llama, algún tiempo dándole vueltas a la cabeza a una idea fija: conmemorar sus cincuenta años de alternativa haciendo de nuevo el paseíllo. Maduró ese propósito y sin atender prudentes reconvenciones de su mujer y de sus dos hijos y otros parientes fijó su compromiso para la próxima semana, el domingo 19 de junio, justo el día que hace medio siglo recibió el entorchado de matador de toros en la plaza de Vista Alegre, de Bilbao, de manos de Paco Camino y en presencia de "Paquirri". Siendo salmantino, eligió para su reaparición, el coso de Guijuelo, el pueblo de los jamones. Y el cartel que él encabeza, naturalmente, se complementa con su hijo Pedro, apodado asimismo "El Capea" y su yerno, el extremeño Miguel Ángel Perera, que está casado con Verónica Gutiérrez, la hija del veterano maestro. Todo queda en familia. Y aún más: los seis toros que van a lidiarse son de la propia ganadería del homenajeado.

Para este acontecimiento, Pedro, que ya por su edad choca un poco que se le siga llamando el Niño de la Capea, pues cumplirá setenta "tacos" el próximo septiembre, lleva unas cuantas semanas preparándose concienzudamente. Permaneció varias en México, donde es tan querido, puede que más que en España por una afición que lo tiene "consentido", como en aquellas tierras dicen de los que mucho admiran. Ha perdido unos kilos. Ha matado algunas reses. Se siente ya a punto de enfrentarse a esos dos toros que le esperan, a los que intentará imponer su temple, marca de la casa. Habrá mucha emoción esa tarde salmantina. En la que puede que esté presente Carmen Lorenzo: su esposa, la madre de Pedro el Capea, la suegra de Perera. Normalmente, las mujeres de los toreros esperan en casa. Aunque Carmen está muy familiarizada con la fiesta brava: a su nombre se lidian toros y novillos, al margen de los de su marido, que con frecuencia sucede en carteles de rejones.

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El Niño de la Capea | Gtres

Pedro y Carmen se conocieron en 1974. Él toreaba una tarde de feria en Salamanca y en uno de los palcos se encontraba ella como dama de honor de las fiestas. Carmen solicitó un autógrafo a su paisano y éste, complaciéndola y piropeándola, le dijo: " y además te doy un beso". Dos años más tarde se casaban, en octubre de 1976. Asistí al enlace, en la iglesia del convento de San Esteban de los padres dominicos. Con muchos invitados, la crema del taurinismo: el Viti, Paco Camino, Paquirri con Carmen Ordóñez (embarazada de su segundo hijo, Cayetano), Palomo Linares (que había dejado a su novia, Celia García Obregón, hermana de Ana, y estaba con la guapa Gloria Monís, que terminaría casándose con Patxi Andión), José Mari Manzanares (padre), el infortunado Julio Robles (que moriría como consecuencia de una cogida en Arles, de la que quedó paralítico), Enrique Vera (el "novio" de Sara Montiel en El último cuplé), al que la muerte le sobrevino años más tardes de un infarto…

Pedro Gutiérrez debía su apodo al haber sido alumno muy jovencito de la escuela taurina "La Capea", que estaba en Salamanca, y donde aprendió lo más elemental para en pocos años convertirse en uno de los matadores más importantes de la década de los 70. Se retiró en su ciudad natal el 14 de septiembre de 1988, aunque se vistió de luces a comienzos del nuevo siglo en Alba de Tormes, una tarde en la que alternó con su hijo. Dedicado por entero a su ganadería, Pedro ha mantenido un hogar feliz. Carmen Lorenzo, amén de guapa, es una mujer elegante, sencilla como él. Me invitaron a un almuerzo en su finca salmantina, después de un herradero. Son unos anfitriones entrañables.

Su hijo varón no ha alcanzado las glorias del progenitor, pero sin necesidades económicas en su vida y tras terminar sus estudios, le pudo más la vena familiar, tomó la alternativa ante la atenta mirada de su padre y aún sigue en los ruedos, aunque en España torea poco, más en México. En cuanto a la hija, Verónica (pocos nombres femeninos más taurinos) se enamoró de una figura del toreo, Miguel Ángel Perera, contrayendo matrimonio en 2013. Son padres de una niña, llamada como la joven abuela materna.

Suerte para el padre, el hijo y el yerno en esa tarde de Guijuelo. Apuesto a que desorejan a sus "enemigos".

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