Querido profesor universitario: Sí, nos está engañando

Querido profesor universitario: Sí, nos está engañando

Sé que LinkedIn se utiliza para otras cosas: compartir logros profesionales, conectarse con colegas o buscar empleo. Pero este artículo se volvió viral durante las vacaciones de Navidad, y tuve que escribir esto, porque si no lo hacía, explotaba.

Las palabras de este profesor me hicieron recordar lo peor de los años en los que estudié ingeniería en la universidad pública. No conozco a este catedrático, pero me apetece mucho responderle, como forma de hacerlo a todos esos profesores con ideas similares a las de este señor y a los que tuve que escuchar durante mi grado. Aquí va mi respuesta:

¿Los jóvenes de hoy somos un desastre? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No lo sé. Usted ha vivido muchos más años que yo, así que lo sabrá mejor. Es posible que los jóvenes de hoy seamos más vagos e incultos, que no sepamos escribir ni hablar bien. Puede que sea cierto que solo balbuceamos mientras miramos embobados nuestros móviles, que nuestras presentaciones están a la altura de un teatrillo de Navidad de primaria, y que si hubiéramos vivido en su época nunca habríamos aprobado su asignatura.

¿Pero sabe qué? Eso no es culpa nuestra. Es culpa suya, de su generación. ¿Sabe lo que nos hemos encontrado nosotros en la universidad? Profesores, en su gran mayoría, malos. Horribles. Profesores que se dedican a leer diapositivas, que son incapaces de aterrizar ideas para que se puedan entender, que nos hacen estudiar contenidos y apuntes que tienen décadas.

Profesores que se creen superiores a la ley y deciden no aplicar los planes de estudio. Profesores que evitan la evaluación continua porque, aunque no lo digan, supone menos trabajo preparar y corregir un examen final que currarse una evaluación continua con trabajos, proyectos y presentaciones. En mi experiencia, durante mis cuatro años de estudios de grado hice solo DOS presentaciones en clase, UN trabajo en grupo y CERO debates en clase. Con respecto a esto último, nunca olvidaré una anécdota que me sucedió en clase: la profesora mostró las bajísimas tasas de gestión de residuos reciclados en España. Un alumno, indignado, preguntó por qué molestarnos en separar los residuos en casa si finalmente la mayoría de productos reciclados no se gestionan. Se formó ruido en clase, y la profesora zanjó: “Aquí no hemos venido a debatir”. Y siguió leyendo sus diapositivas. Si los fundadores y precursores de la institución milenaria de la que habla levantasen la cabeza y vieran esto, se volverían a morir.

Profesores que nos piden aprender problemas y textos que son repetitivos y basados en la memoria. Profesores que no fomentan de ninguna manera que reflexionemos o nos expresemos, que no promueven el pensamiento crítico ni nos preparan para ser buenos profesionales o mejores personas. Las habilidades, conocimientos y valores no se crean por generación espontánea, sino que se cultivan y transmiten entre generaciones. Y lo siento mucho, pero su generación no se ha esmerado en ello.

Es posible que nosotros no hubiéramos aprobado su asignatura hace 20 años o que nunca hubiéramos conseguido lo que usted es hoy, un catedrático que estudió en un sistema educativo de verdad, no como el actual. Pero tengo que decirle que, si usted hubiera sido de mi generación, tampoco conseguiría ser lo que es hoy. Mi generación ha crecido inmersa en crisis económicas consecutivas, con tasas de desempleo insoportables, y en un país en el que todos los espacios laborales, económicos y de poder están ocupados por una generación "tapón", la suya, que no deja espacio para los jóvenes. Una generación que representa una plantilla universitaria cuyo promedio de edad supera los 50 años y que expulsa a jóvenes excelentes investigadores y con vocación docente. Jóvenes cuyo único camino es emigrar si no quieren seguir pidiendo becas a los 40 años, esperando a obtener milagrosamente alguna plaza cuando se jubile alguno de esos profesores que dan moralinas a los estudiantes sobre el pésimo sistema educativo que tenemos hoy... si es que esa plaza no se la adjudican al sobrino o ahijado del jefe de departamento, que suele ser un desenlace bastante común.

Por cierto, un sistema educativo que no decidimos ninguno de los que estudiamos en él, porque estábamos en el colegio cuando se aprobaron todos esos cambios que, según usted, han empeorado la universidad. Sin embargo, usted ya era profesor universitario y podría haber hecho algo, pero no lo hizo.

Por todo esto, quizás usted también esté viviendo una mentira edulcorada, y sea mejor que no siga leyendo si no quiere descubrir lo que hay detrás de "Matrix":

  • Si menos del 30% de sus alumnos asisten a sus clases, significa que no aportan ningún valor añadido a los apuntes, diapositivas u otros recursos didácticos que tengan a mano. Yo era de los que raramente iba a clase, porque para perder el tiempo viendo a un profesor aburrido leer diapositivas, prefería leerlas yo mismo en la biblioteca. Si el profesor era bueno, no me perdía una clase aunque el mundo se cayera.
  • Si los alumnos que acuden lo hacen mirando su móvil u ordenador, significa que sus clases aportan menos que lo que pueden encontrar en esos dispositivos. Y no se confunda, no es que usted sea más aburrido que Instagram, sino que lo que usted cuenta lo pueden encontrar rápidamente tecleando en Google. Así que, probablemente, esos alumnos solo asistan por remordimiento, para que su cara le suene a la hora de ir a revisión, o porque "no vaya a ser que pase lista".
  • Si los trabajos que manda se pueden copiar en Wuolah, es que el trabajo que manda está mal diseñado. Ahora, con el surgimiento de las IAs y herramientas como ChatGPT, no me quiero imaginar su grado de frustración. Si su tarea no requiere un ejercicio de comprensión, ni originalidad, ni creatividad, ni pensamiento crítico, entonces es una mala tarea.
  • Concluye usted que "lo que está claro es que si tú, estudiante, no tienes interés, yo no puedo plantarlo en ti". Profesor, creo que no puede estar usted más equivocado. ¡Es todo lo contrario! Por supuesto que puede plantar interés en aquello que transmite, porque si no lo hace, es imposible transmitirlo. He tenido asignaturas cuyos contenidos podrían ser tan interesantes que darían para un guión de Hollywood, pero que han terminado siendo las clases más aburridas de mi vida. Y he tenido otras (las cuento con los dedos de una mano) que parecían un tostón, pero en las que me pasaba las 2h de clase sin pestañear. Para ello, tiene usted que aterrizar las ideas, explicarlas en un lenguaje entendible para alguien que no sabe nada (se os olvida frecuentemente, pero estamos en su clase para aprender, si ya supiéramos lo que tiene que explicarnos no estaríamos matriculados), contar anécdotas, mostrarnos como funciona lo que está explicando en el mundo real, aportar recursos audiovisuales que refuercen sus ideas (una imagen vale más que mil palabras), hacer partícipes a los alumnos en sus clases, generar debates, pedir opiniones. No son recursos exóticos, sino la única forma de hacer posible el aprendizaje real. De otra forma, solo tendrá alumnos que vomiten conocimientos memorizados en su examen y que dentro de unos meses no recordarán NADA de su asignatura.

En cualquier caso, no quiero terminar exponiendo un problema sin dar soluciones. Antes de 2030, más de la mitad de la plantilla universitaria se jubilará, y con suerte, entrarán jóvenes con muchas ganas de cambiar la docencia, haciéndola participativa y enfocada en un aprendizaje transversal que incluya habilidades, no solo en enseñanzas repetitivas, memorísticas e inútiles. Esperemos que esta nueva generación permita que la educación universitaria sirva para crear buenos profesionales y mejores personas. Una nueva generación que no quiera prohibir la tecnología ni volver a los dictados, sino avanzar hacia una pedagogía moderna, participativa e inclusiva, centrada en que los alumnos aprendan. El neoludismo nunca puede ser la solución, y mucho menos en la universidad. Adaptémonos a los nuevos tiempos.

En ese cambio de paradigma podemos apoyarnos en experiencias que ya viven países extranjeros. En mi caso, afortunadamente, pude estudiar un curso en Suecia, y la experiencia fue reveladora. Aprobar todas las asignaturas era realmente fácil, desde luego mucho más que en España. Pero no tengo ninguna duda de que un universitario sueco termina su grado con una formación mucho más completa que un universitario español. Las clases eran minúsculas (nunca tuve una donde fuéramos más de 20 alumnos), por lo que la relación con el profesor era casi personal, y su actitud hacia el alumno era muy diferente: parecían realmente interesados en que los alumnos aprendiésemos. Podían ser más aburridos o entretenidos, mejores o peores oradores, pero en todos ellos sentías que la evaluación solo era un medio para comprobar que hubieras adquirido ciertos conocimientos, no un fin en sí mismo, como sucede en las universidades españolas. Nuestra obsesión aquí (incluso la de muchos profesores) consiste en superar los exámenes, no en terminar un grado con el máximo aprendizaje posible. Y eso tiene que ver con un pésimo diseño de las evaluaciones: si todos los alumnos van a la biblioteca para aprender cómo superar un examen, y no motivados por aprender los contenidos y conocimientos de la asignatura, significa que algo se está haciendo terriblemente mal. En Suecia solo tuve un examen final (la peor asignatura que tuve y en la que menos aprendí, por cierto), en el resto nos evaluaban por pequeñas tareas semanales, trabajos en grupo y varias presentaciones orales en clase. Además, la mayoría de clases tenían tiempos reservados para preguntar, leer y discutir.

En fin, querido profesor, quizás sea la excepción a todo lo escrito, ojalá sea así, pero los números me dicen que las probabilidades son inferiores al 10%. En todo caso, si quiere cambiar, aún está a tiempo porque, como bien dice usted, "la solución está en ti". Y si no quiere cambiar, no se preocupe, que dentro de poco vendrán profesores con nuevas y mejores ideas.

Francois Cohen

Associate Professor at University of Barcelona, and Honorary research fellow at University of Oxford

1w

No podría concordar con lo que has escrito. De dar clases en España, te puedo asegurar que los celulares son un problema. Los profesores más jóvenes tenemos los mismos problemas que los de la generación anterior con eso. Hacer debates, usar métodos participativos,  trabajos en grupo, lo hago pero es más difícil cuando hay celulares en las aulas. Trata de dar un texto a leer a estudiantes para que lo debaten entre ellos... Si son de Máster lo van a leer, pero en primer o segundo año de grado lo toman como un tiempo de recreo a menos que sea notado. Y no importa el formato. He usado videos y me pasó igual. Creo que subestimas la dificultad del oficio. Hasta cierto punto podemos interesar a los estudiantes, pero no podemos hacer el trabajo de aprender en su lugar.

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IVAN Ramirez Orgaz

Facultad de Educacion de Ceuta

1y

Usted no ha entendido nada. Saludos

Carlos Quesada Jimenez

Product Owner & Control System Engineer

1y

Yo no lo hubiera escrito mejor, 100% de acuerdo.

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