No suelo hacer caso a las estupideces que llegan por las redes, es más, no me hacen ni gracia. Ya dejé de reírme de los idiotas que piensan que la tierra es plana, pero hace poco me hicieron llegar unos amigos un tipo que hablaba sobre la industria eólica y eché un vistazo a lo que decía. Sus teorías no eran descabelladas, hablaba de cómo China está haciendo dumping para entrar en los mercados europeos y cómo eso afectaba a la industria donde yo trabajo. Decía algunas cosas que no tenían mucho sentido, pero al no ser un experto en la materia, le perdoné los deslices, no todo el mundo tiene que saber de todo.

Entonces entré en su canal de YouTube…

Y resulta que el tipo es un opinólogo. Opina de todo y parece que sabe de todo. Y lo peor, no era solo opinión, la secuencia de videos lleva solo a una conclusión: el mundo está contra España y su tecnología, no solo eso, contra la economía de este bendito país.

Entonces caí en la cuenta de que es algo por lo que no me he interesado, pero que cunde mucho en la sociedad actual: hay mucha gente que vive de crear teorías de la conspiración y estas teorías cunden porque tienen muchos usuarios. A la gente normal le encanta una explicación sencilla para temas complejos. Adoran la sensación de «entenderlo todo» con un video de dos, cinco o quince minutos. «Claro, claro, ahora lo veo» dicen después de ver el video que, toca de soslayo y sin base científica ni teórica ni contrastada temas complejos que, puede que se acerquen a la propuesta del que lo explica, pero que rara vez pueden explicarse de forma tan simplificada sin caer en errores que más de una vez son garrafales.

El conspiranoico lo tiene muy fácil. El ocio ha pasado de ver realities en la televisión y perder el tiempo con noticias del corazón en la telebasura para dedicarse a perder el tiempo y ver opinólogos elaborar teorías sobre lo que nos rodea y nos molesta. Cuando vemos que la energía no para de subir de precio, no nos basta con ver las noticias, sabemos que más de la mitad son notas de prensa de empresas que quieren hacernos ver lo que les interesa, vamos a Internet y encontramos un mundo de respuestas a nuestras preguntas y allí no gana la más parecida a la realidad (¿cómo se encuentra eso?), sino la que es más contundente.

Para ser opinador hay que creer firmemente lo que uno vende. No importa si sabes o no del tema, si hasta hace una semana no habías oído jamás hablar de los aerogeneradores, la materia negra o los volcanes, si la tendencia en las redes es eso, te lees cuatro artículos, elaboras una teoría, la lees frente al espejo unas tres o cuatro veces y cuando te la crees, cuando puedes hablar como si fueras un experto sobre ese tema, entonces grabas un video, le pones letras graciosas, haces cambios de plano y usas imágenes gratuitas o robadas y lo editas bien (muy importante) como para que tenga contundencia y una imagen bastante profesional (si tienes de eso) y ya está. A triunfar. Da igual que lo que digas no tenga el más mínimo sentido, ¿la gente qué sabe? Lo dices convencido, te has basado en cuatro expertos que dicen cosas lógicas y las has mezclado a tu gusto, eso no puede fallar, el video está bien editado y los likes empiezan a caer uno tras otro. Si llegan comentarios de expertos, los baneas, y listo, a por el siguiente tema en el que seguramente serás un gran experto, porque para eso no hace falta más que cara.

Conspirar, conspiran pocos, pero echarle cara, ¡miles!

Y así, cuando de verdad haya una teoría plausible que dé mucho miedo y que realmente tengamos que temer… no nos la vamos a creer. Hay quien dice que se fomentan teorías de la conspiración de lo más variadas para que no veamos las reales, las que hacen que este mundo sea cada vez peor. Yo me lo creo, es la teoría de la conspiración padre, la que cubre a todas las demás y si yo fuera poderoso estaría feliz con esta teoría, sobre todo con que nadie pensara en ella, porque mientras algunos señalan la luna, los tontos se quedan mirando el dedo.