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La avaricia: el afán desmedido de poseer riquezas

La exploración de la avaricia desde la perspectiva de la ciencia revela la complejidad de este fenómeno humano.

La avaricia, según la ciencia

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La avaricia se define en el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) como el afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Y si rebobinamos hasta la Antigüedad, la idea de la avaricia como pecado ha sido una constante a lo largo de la historia.

Los filósofos, desde Sócrates y Platón hasta David Hume e Immanuel Kant, veían la avaricia como una violación moral que había que evitar y denunciar. El poeta romano cristiano Prudencio describió este aspecto en la Alta Edad Media como el más espantoso de todos los vicios.

La avaricia, según la ciencia

La avaricia, según la cienciaGetty Images

Y en su tratamiento pormenorizado de este pecado, entre otros, la Biblia establece el décimo mandamiento: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo”. De hecho, desde la perspectiva bíblica, se presenta como un peligroso desvío de los principios éticos y espirituales.

Tanto es así que se conmina a aceptar lo que uno tiene en contraposición al deseo desmedido de lo ajeno. A su vez, en el Nuevo Testamento, -en Lucas 12:15-, se transmite el mensaje de que la vida no está determinada por la abundancia de posesiones.

Otra de las referencias bíblicas a este pecado capital tiene lugar en la epístola de Pablo a Timoteo (1 Timoteo 6:10), con una de las citas más conocidas sobre la avaricia: “Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males”. Una afirmación que sugiere que anhelar riquezas sin control puede conducir a la pérdida de valores, la injusticia o la contienda.

Sin embargo, la avaricia no solo ha sido un tema frecuente en la reflexión ética y religiosa, sino que también se ha convertido en objeto de estudio científico. De hecho, se ha analizado desde diversas disciplinas que van desde la psicología o la neurociencia hasta la economía.

¿Qué es la avaricia, según la ciencia?

La psicología y la economía conductual se han centrado en comprender cómo las personas toman decisiones relacionadas con el dinero y los recursos. En el corazón de la avaricia se encuentra la idea de un deseo insaciable de acumulación, y diversos estudios han abordado las motivaciones detrás de ese impulso.

“La avaricia es el deseo insaciable de tener más. Consiste en querer más de lo que uno tiene: más ingresos, más posesiones, más influencia, más poder, más sexo, más privilegios, más de cualquier cosa buena”, explicaban los investigadores holandeses Marcel Zeelenberg y Seger Breugelmans tras una revisión de artículos en 2022.

La avaricia, según la ciencia

La avaricia, según la cienciaGetty Images

En este contexto, identificaron tres facetas de la avaricia: lo bueno, lo malo y lo desagradable. Por una parte, aseguraban, “puede ser un importante motor económico con numerosas implicaciones para el comportamiento de los consumidores y los procesos de decisión (...) lo bueno de la avaricia es que tiene posibles ventajas para la sociedad en su conjunto”.

En sus palabras, la avaricia podría ser una motivación importante del crecimiento económico y la prosperidad: “Se ha dicho que el capitalismo es un sistema de codicia; sin embargo, es el que ha elevado el nivel de vida de sus ciudadanos más pobres a cotas que ningún otro sistema ha podido igualar jamás”.

Según la teoría económica predominante (aunque simplista), señalan, la avaricia motiva la competencia, y la competencia es esencial para el crecimiento en un mercado que funcione. Al centrarse en las ganancias personales, la gente contribuye directamente al bien común.

La avaricia, según la ciencia

La avaricia, según la cienciaGetty Images

No obstante, en opinión del psicólogo Dan Ariely, de la Universidad de Duke (EE UU), “la creencia de que la avaricia permite el desarrollo de los mercados es más probablemente un reflejo de la capacidad del Homo sapiens para justificar nuestras motivaciones egoístas que una receta para el éxito económico”.

Y es que, pese a que pueda tener algunos beneficios, también tiene su lado negativo, según estos científicos: “Lo malo de la avaricia es el daño potencial que puede causar a los demás y las propias desventajas de ser avaricioso para las propias personas”, subrayaron.

Por ejemplo, esta característica se ha definido “como una motivación egoísta para adquirir una cantidad injustamente excesiva de un recurso, a expensas de los demás”. Una idea que también está presente en algunos estudios empíricos.

La avaricia, según la ciencia

La avaricia, según la cienciaiStock - Somsak Bumroongwong

Y es que, la avaricia se ha abordado en el contexto de experimentos económicos que simulan situaciones de toma de decisiones. Los juegos económicos, como el Ultimatum o el Dictator, han demostrado cómo las personas toman decisiones que pueden considerarse avariciosas en cuanto a la distribución de recursos.

En el juego del Ultimatum, por ejemplo, una persona propone una división de una suma fija de dinero, y la otra puede aceptar o rechazar la oferta. Si la oferta es percibida como injusta, la segunda persona puede rechazarla, aunque eso implique que ambos jugadores pierdan la oportunidad de ganar.

Es por eso que a menudo, se establece un vínculo entre la codicia y la corrupción. Según Dan Ariely, “las personas más codiciosas son más deshonestas, inmorales o poco éticas, y consideran que ese comportamiento es más aceptable y justificable”.

Otros puntos de vista

De otro lado, la teoría del prospecto, propuesta por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, sugiere que las personas valoran más las pérdidas que las ganancias. En el contexto de la avaricia, esto podría explicar por qué algunos individuos están dispuestos a correr riesgos extremos para obtener beneficios financieros, ya que la perspectiva de ganancia supera la aversión a la pérdida.

Además, la aversión a la desigualdad, estudiada por economistas como Richard H. Thaler, destaca que las personas pueden verse impulsadas por la comparación social. La avaricia puede surgir cuando se percibe una brecha entre la propia situación financiera y la de los demás, generando un deseo de alcanzar o superar a los demás en términos de riqueza.

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La avaricia, según la ciencia

Por otra parte, la neurociencia ha indagado en los sustratos neuronales de la toma de decisiones relacionada con la avaricia. En concreto, algunos estudios de resonancia magnética funcional (fMRI) han revelado que ciertas áreas del cerebro están implicadas en la respuesta a estímulos financieros y recompensas.

De ello, se extrae la conclusión de que el sistema de recompensa del cerebro, en particular el núcleo accumbens, se activa durante situaciones financieras y de ganancia. Y en individuos propensos a la avaricia, esta activación puede ser más pronunciada, indicando una respuesta amplificada a los estímulos asociados con la obtención de riqueza.

La dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa, también desempeña un papel clave. La búsqueda constante de recompensas financieras puede crear un ciclo de retroalimentación donde la dopamina refuerza el comportamiento avaricioso, llevando a una búsqueda continua de más ganancias.

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La avaricia, según la ciencia

En cualquier caso, aunque la avaricia pueda brindar beneficios económicos temporales, también conlleva consecuencias negativas. Desde el punto de vista de la salud mental, la constante búsqueda de riqueza puede generar, según los expertos, estrés, ansiedad e insatisfacción, ya que la avaricia a menudo está vinculada a una insaciabilidad perpetua.

A nivel social, la avaricia puede contribuir a la desigualdad económica y la injusticia. Según los especialistas, la concentración desproporcionada de recursos en manos de unos pocos puede tener efectos perjudiciales en la cohesión social, así como generar tensiones en la sociedad.

Mitigar la avaricia

Por ello, comprender la avaricia desde una perspectiva científica también abre la puerta a estrategias para mitigar ese comportamiento. La educación financiera, que aborda las percepciones distorsionadas sobre el dinero y la riqueza, puede ser una herramienta eficaz, en la opinión de los expertos. Así, fomentar la empatía y la comprensión de las consecuencias sociales de la avaricia también puede influir en la toma de decisiones.

La implementación de políticas económicas que promuevan la equidad y la redistribución de recursos también puede abordar las raíces sistémicas de la avaricia. Además, las intervenciones psicológicas y terapias centradas en cambiar patrones de pensamiento avariciosos pueden ofrecer apoyo a individuos que luchan contra este impulso.

Referencias: 

  • Zeelenberg, M. 'The good, bad and ugly of dispositional greed'. Current Opinion in Psychology. ELSEVIER (2022)
  • Yiming Zhu; Sijia Liu, et al: 'Is Greed a Double-Edged Sword? The Roles of the Need for Social Status and Perceived Distributive Justice in the Relationship Between Greed and Job Performance'. Frontiers in Psychology (2019)
  • Kahneman, D; Tversky, A. 'Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk'. The Econometric Society (1979)
  • Thaler, R. 'Behavioral Economics: Past, Present, and Future'. American Economic Review (2016)
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