Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia

Breve historia

Nació en Siena (Italia) en 1347, penúltima de los veinticinco hijos del tintorero Jácopo Benincasa y de Lapa Piangenti. Por inspiración divina a los siete años ofreció a Dios su virginidad y ya en 1363, superadas las graves dificultades de la oposición de su familia, inicia la vida entre las Hermanas de la Penitencia de santo Domingo dedicada con gran austeridad a la oración, penitencia y ayunos. Dada a la contemplación de la « dulce primera Verdad » buscó « conocer la presencia de Dios en ella y de ella en Dios.» Vive en su propia casa una vida llena de sacrificio hasta el año 1370 cuando, a los veintitrés años, en una visión de su Esposo celestial, recibe la misión de dedicarse a una vida de apostolado.

Desde ahora, reforzada maravillosamente por las gracias del Espíritu Santo, a las que ella responde con extrema docilidad, conseguirá unir una enorme actividad apostólica con una altísima contemplación de las verdades divinas dentro de la « celda del corazón.» Con sus hermosas cartas y con el ardor de su misma palabra induce al papa Gregorio XI a abandonar Aviñón en 1376. Simultáneamente hace una inmensa obra de pacificación entre las ciudades toscanas y se preocupa de la cruzada de liberación de Tierra Santa. Se dedicó con total eficacia a llevar el bien de la virtud y de la paz a hombres y mujeres de todas las clases sociales. inflamada del amor a Cristo crucificado buscó conformarse «i todo con él y el Io de abril de 1375 recibe los estigmas de la pasión, aunque su aspecto es de luz, no de sangre. Su misión fue también eficacísima en la reforma de la Iglesia dividida por el cisma y en la misma reforma de la Orden de Predicadores, apoyando la obra del beato Raimundo de Capua.

Su doctrina, en torno a la cual reúne una gran familia de discípulos, no fue adquirida y como se afirma en la bula de su canonización, «siempre apareció más como maestra que como discípula.» Ha dejado preclaros testimonios de enseñanza espiritual y teológica, especialmente en su Diálogo, como en sus Cortos y Oraciones. La Familia dominicana la considera como su madre. Murió en Roma el 29 de abril de 1380 y fue sepultada en la basílica dominicana de Santa María sopra Minerva. Pío II la canonizó el 29 de junio de 1461 y Pablo VI la declaró, junto con santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia en 1970.

 

Liturgia de las horas

Del Común de vírgenes.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría, aleluya.
O bien: ant. Adoremos a Cristo, maestro de la verdad, que enriqueció a Catalina con su sabiduría, aleluya.

Oficio de lectura

Himno
Con cortejo de vírgenes prudentes,
espera Catalina ya a su Esposo,
y las tinieblas de la noche
rompe con su luz pura.

Hermoso anillo de oro y pedrería,
regala Cristo a su nueva esposa,
diciéndole: Recibe, Catalina,
de amor la prenda.

Lleno su corazón de amor divino,
su cuerpo vive en éxtasis constantes;
con los estigmas de Cristo en sus miembros
quedó marcada.

Tantas veces, dichosa y regalada,
descansó sobre el pecho de su Esposo;
como una nueva luz del cielo brilla
entre los santos.

Al que es Dios Uno y Trino loa sea
y gloria siempre en su mansión celeste
y quien gobierna, providente, el mundo
honor reciba. Amén.

Serie A
Ant. 1 Cuando tú orabas con lágrimas y atendías a los enfermos, yo presentaba tu oración al Señor, aleluya.
Salmos del Común de vírgenes.
Ant. 2 Amonestad a los que viven desconcertáis, animad a los pusilánimes, sostened a los débiles, pacientes con todos, aleluya.
Ant. 3 En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos. Aleluya.
Antífona 1
Ser. B Nadie puede saborear la belleza de Dios dentro del abismo de la Trinidad, si no es a través de la misma Iglesia, su esposa, aleluya.
Ser. C Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo, aleluya.

Salmo 137 
Te doy gracias. Señor, de todo corazón, *
delante de los ángeles tañeré para, ti,
me postraré hacia tu santuario, *
daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, *
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué me escuchaste, *
acreciste el valor en mi alma.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, *
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor, *
porque la gloria del Señor es grande.
El Señor es sublime, se fija en el humilde, *
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando caminó entre peligros, *
me conservas la vida;
extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo, *
y tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo: +
Señor, tu misericordia es eterna, *
no abandones la obra de tus manos.

Ser. B: ant. Nadie puede saborear la belleza de Dios dentro del abismo de la Trinidad, si no es a través de la misma Iglesia, su esposa, aleluya.
Ser. C: ant. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo, aleluya.

Antífona 2
Ser. B Todos nosotros debemos pasar a través de la puerta que es Cristo crucificado, que tan sólo se encuentra dentro de la Iglesia, aleluya.
Ser. C Que Catalina nos conceda gozar en la verdadera luz de Cristo y que esta bienaventurada virgen nos una a los coros celestes, aleluya.

Salmo 24
A ti, Señor, levanto mi alma, *
Dios mío, en ti confío,
no quede yo defraudado, *
que no triunfen de mí mis enemigos;
pues los que esperan en ti no quedan defraudados; *
mientras que el fracaso malogra a los traidores.;
Señor, enséñame tus caminos, +
instrúyeme en tus sendas: *
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, *
y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu ternura *
y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados, *
ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia, *
por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y recto, *
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud, *
enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad *
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
Por el honor de tu nombre, Señor, *
perdona mis culpas, que son muchas.
¿Hay quién tema al Señor? *
El le enseñará el camino escogido:
su alma vivirá feliz, *
su descendencia poseerá la tierra.
El Señor se confía con sus fíeles *y les da a conocer su alianza.
Tengo los ojos puestos en el Señor, *
porque él saca mis pies de la red.
Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, *
que estoy solo y afligido.
Ensancha mi corazón oprimido *
y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas *
y perdona todos mis pecados;
mira cuántos son mis enemigos *
que me detestan con odio cruel.
Guarda mi vida y líbrame, *
no quede yo defraudado por haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán, *
porque espero en ti.
Salva, oh Dios, a Israel, *
de todos sus peligros.

Ser. B: ant. Todos nosotros debemos• pasar a través de la puerta que es Cristo crucificado, que tan sólo se encuentra dentro de la Iglesia, aleluya.
Ser. C: ant. Que Catalina nos conceda gozar de la verdadera luz de Cristo y esta bienaventurada virgen nos una a los coros celestes, aleluya.

Antífona 3
Ser. B Ordena tu vida, tu corazón y tu amor sólo para esta esposa, la Iglesia; hazlo por mí y sin ti, aleluya.
Ser. C Que con sus méritos la virgen Catalina nos haga llegar al reino de los cielos, aleluya.

Salmo 66 
El Señor tenga piedad y nos bendiga, *
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos, *
todos los pueblos tu salvación.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, *
que todos los pueblos te alaben.
Que canten de alegría las naciones, *
porque riges al mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud, *
y gobiernas las naciones de la tierra.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, *
que todos los pueblos te alaben.
La tierra ha dado su fruto, *
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; *
que le teman hasta los confines del orbe.

Ser. B: ant. Ordena tu vida, tu corazón y tu amor sólo para esta esposa, la Iglesia; hazlo por mí y sin ti, aleluya.
Ser. C; ant. Que con sus méritos la virgen Catalina nos haga llegar al
reino de los cielos, aleluya.

V. La llevan ante el rey con séquito de vírgenes, aleluya.
R. La siguen sus compañeras, aleluya.

Primera lectura
De la Carta del apóstol san Pablo a los Romanos                                                     8, 28-39

Hermanos; sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser Imagen de su Hijo para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

Ante esto, ¿qué diremos?; Sí Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que I murió; más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?; ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada i día, nos tratan como a ovejas de matanza.»

Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Responsorio
R. En toda ocasión y por todas partes llevamos S m el cuerpo la muerte de Jesús, * Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo, aleluya.
V. Dios nos predestinó a ser imagen de su Hijo,* Para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo, aleluya.

Segunda lectura
De una Carta de santa Catalina, virgen y doctora de la Iglesia

(Carla a los novicios de Santa María de Monte Olívelo; ep. 36, ed.
Misciaiceli vol. 1, Firenze 1970, pp. 136-142)

Encontraréis esta fuente dé amor en el costado de Cristo crucificado

Queridísimos hijos míos en Cristo, dulce Jesús. Yo, Catalina, servidora y esclava de los siervos de Jesucristo, os escribo en su preciosa sangre, deseando veros como hijos obedientes hasta la muerte, aprendiendo del Cordero inmaculado que fue obediente al Padre incluso hasta la ignominiosa muerte de cruz.

Pensad que él es camino y norma que vosotros, como todas las criaturas, debéis seguir. Quiero que lo pongáis como modelo a imitar ante los ojos de vuestro espíritu. ¡Mirad hasta qué extremo llegó la obediencia del Verbo! No esquivó la fatiga que debió soportar por el gran peso con que el Padre lo cargó, sino que corre con grandísimo deseo. Esto lo manifestó en la cena del jueves santo cuando dijo: He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer. (Lc 22, 14) Es decir, quería celebrar la pascua, cumplir por tanto la voluntad del Padre y obedecerle, y porque veía ya casi cumplido su tiempo —pues ya veía su final cuando debía ofrecer por nosotros su cuerpo al Padre— goza y exulta por ello y con alegría dice: He deseado enormemente.

Esta es la pascua a la que se refería: darse a sí mismo en alimento y por obediencia al Padre hacer el sacrificio de su propio cuerpo. Había ya frecuentemente celebrado otras pascuas comiendo con sus discípulos, pero nunca ésta de ahora. ¡Oh inestimable, dulcísimo, ardentísimo amor! pues no piensas en tus penas ni en tu ignominiosa muerte. Ve el Verbo que el Padre lo ha enviado y le ha dado por esposa la humanidad; ve que por obediencia le mandó que nos dé su sangre para que mediante ella se cumpla su voluntad con nosotros y para que así seamos santificados por la eficacia de su sangre.

Por esto os ruego, dulces hijos míos en Cristo, dulce Jesús, que nunca tengáis miedo, sino que pongáis vuestra confianza en la sangre .de Cristo crucificado. Nunca os separéis de él ni por tentaciones ni por ilusiones; no os separéis de él tampoco por temor a no poder perseverar, ni por miedo a sufrimientos que podáis imaginar que os sobrevendrán por la obediencia en vuestra Orden; por nada de lo que pueda suceder deberéis temer.

Así, pues, quiero que nunca tengáis temor; apartad de vosotros todo temor servil y decid como decía el Hulee y enamorado. Pablo: « Aguanta hoy alma mía. En Cristo crucificado lo podré todo, ya que por el deseo y por el amor está en mí quien me conforta. » (Cf. Flp 4,13) ¡Tened amor! ¡Amad, amad!

Los que viven en el mundo navegan por este mar ayudados solamente la fuerza de sus propios brazos, pero los que viven en una santa religión navegan ayudados por los brazos de los otros, es decir, los de su Orden.

¡Tened confianza! Encontraréis esta fuente de amor en el costado de Cristo crucificado y quiero que allí busquéis sitio para vosotros y allí dispongáis vuestra morada. Poneos, por tanto, en pie llenos de ardiente deseo, caminad y entrad y quedaos en esa dulce morada. No existe demonio ni .criatura alguna que os pueda arrebatar la gracia, ni que os pueda impedir alcanzar vuestra meta: el ver y gustar de Dios. No os digo más. Permaneced en el santo y dulce amor de Dios. Amaos, amaos irnos a otros.

Responsorio
R. Nada le pareció a esta virgen más satisfactorio y más digno entre las realidades de esta tierra que el vivir conforme a los mandatos de Cristo, * Y aconsejar a todos el camino para la vida eterna, aleluya.
V. Fue siempre su tarea llevar a los descarriados al buen camino. * Y aconsejar a todos el camino para la vida eterna, aleluya.

Otra:
De la relación de Tomás Antonio «Caffarini» discípulo de santa Catalina de Siena

(Libellum, ed. Cavallini – Foralosso, Roma 1974, pp. 305-316)

De la muerte de santa Catalina

El domingo tercero de cuaresma yacía ya la santa virgen Catalina vencida por innumerables sufrimientos, que de día en día aumentaban, en aquel cuerpecillo ya agotado y también vencida por las infinitas angustias que su alma sufría al considerar los pecados que cada día veía cometer contra Dios a los cristianos, así como a la vez por los peligros cada día más graves a los que estaba expuesta la santa Iglesia; por todo ello tanto se angustiaba y tanto penaba interior y exteriormente.

Y así siguió hasta el domingo siguiente a la Ascensión, que ese año de 1380 caía el 29 de abril. Ese día, dos horas antes del alba, se operó en ella un cambio grandísimo. Entonces se decidió administrarle el sacramento de la unción. Y así se hizo.

Después de recibir la unción estuvo por un tiempo en aparente inconsciencia, pero al poco rato empezó a estar inquieta y a hacer movimientos con los brazos y a tener una gran turbación en su rostro, tal como si tuviera delante una multitud de demonios, cosa que en realidad estaba sucediendo. Así, en esta batalla, pasó más de hora y media.

Entonces, casi instantáneamente, su rostro cambió hasta el punto de que de oscuro y turbado como estaba apareció completamente angelical y alegre. Entonces pusimos delante de ella un altarcillo con di versas reliquias de santos y pinturas muy hermosas. Ella fijando inmediatamente sus ojos en la imagen del Crucificado empezó a orar con gran concentración, diciendo cosas elevadísimas sobre la bondad de Dios. Y orando de este modo, comenzó luego a confesar sus pecados en la presencia de Dios, aunque también los presentes lo oían. Se confesó primero de sus pecados y culpas de un modo general, pasando después a hacerlo de cosas concretas, diciendo: «Me acuso, Trinidad eterna, y me pesa porque te he ofendido miserablemente con muchas negligencias, ignorancias, ingratitudes, desobediencias y otros muchos defectos. ¡Ay, desdichada de mí!» Así se culpaba de éstos y otros muchos defectos aquella purísima paloma y quizá lo disponía de esta forma el Altísimo, no tanto porque ella lo necesitara cuanto para ejemplo de los presentes.

Tras permanecer orando de esta forma un cierto tiempo, se dirigió a nosotros exhortándonos con breves frases al camino de la perfección y determinando con cada uno lo que se debería hacer después de su muerte. Nos pidió también indulgencia y perdón por la poca solicitud que creía haber tenido por nuestra salvación. ¡Ah, sí vierais con qué reverencia y humil dad recibía la bendición que su madre, allí presente, afligida y llorosa, varias veces le dio!

Pero todo esto no interrumpía la oración de la virgen. Cuando ya se acercaba el ansiado final hizo una oración especial por la santa Iglesia, afirmando que realmente ofrecía por ella su vida corporal. Oró después por Urbano VI, del que afirmó ser el verdadero sumo Pontífice y animó igualmente a sus hijos para que, si fuera necesario, dieran incluso su vida por esta verdad.

Oró después con gran fervor por todos sus queridos hijos e hijas en el Señor, usando en su oración muchas expresiones del mismo Salvador cuando oró al Padre por sus discípulos poco antes de pasar de este mundo al Padre. Una vez terminada esta oración, nos bendijo con la señal de la cruz a todos.

Así, acercándose el final tanto tiempo y tan intensamente por ella deseado, siguiendo siempre en oración, habló a su Señor y Esposo de este modo: «Señor, tú me llamas y yo vengo a ti. Mira, vengo no con mis méritos, sino sólo con tu misericordia, que te pido tenga s conmigo por la fuerza de tu sangre.» Finalmente diciendo varias veces con gran voz «¡Sangre! ¡Sangre!», por último, imitando al Salvador, dijo: «Padre en tus manos encomiendo mi alma y mi espíritu.» Y así, dulcemente y con un rostro todo angelical, inclinando la cabeza entregó su espíritu.

Responsorio                                                                                                        Col 1, 24; Ga 5, 24
R. Me alegro de sufrir por vosotros, así completo en mi carne los dolores de Cristo, * Sufriendo por su cuerpo, que es la Iglesia, aleluya.
V. Los que son de Cristo Jesús, ha n crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos. * Sufriendo por su cuerpo, que es la Iglesia, aleluya.

Otra:
De las adiciones al Memorial de la vida cristiana de fray Luis de Granada, presbítero

(Cons. 4 ed. J. Cuervo, t. IV, p. 207-214, en Obra Selecta, BAC, Madrid 1952, pp.43-44)

Bondadosa familiaridad de Dios con las almas santas como Catalina

Pues qué tan grande sea la bondad que se nos descubre por estas obras de gracia, las historias y vidas de los santos en gran parte le declaran. Los favores y muestras de amor que descubrió a la virgen santa y muestras que descubrió a la virgen santa Catalina de Siena no se pueden explicar con pocas palabras, sino leyendo toda la historia de su vida, que escribió su confesor, varón religiosísimo, que después fue Maestro de toda nuestra Orden, el cual supo mucho de lo que escribió de la boca de la misma virgen y después de esto él afirma con solemne juramento la verdad de todo lo que escribe.

Muchos son los argumentos de la divina bondad y el mayor de todos es haberse hecho Dios hombre por amor de los hombres, y padecido muerte por ellos; y unos mueven más con unos y otros con otros, según la disposición y devoción de cada uno. Mas yo confieso que uno de los que hasta ahora más me han espantado y mayor conocimiento me han dado de esta soberana bondad y del gran amor que este Señor tiene a las almas puras y limpias, es ver lo que hizo con esta santa, y las invenciones cotidianas de favores y regalos con que la visitaba y trataba.

Porque una vez le sacó el corazón del cuerpo y lo tuvo tres días en su poder, y después lo puso en su ligar; otra se desposó con ella en presencia de la sacratísima Madre suya y de otros santos; otra, por haber bebido un brebaje amarguísimo sirviendo a una enferma, le apareció y le dio a beber un licor celestial de la llaga de su sacratísimo lado; otra vez, por haberse ella desnudado de una túnica para dar a un pobre, le trajo el mismo Señor otra túnica con que nunca sintiese frío ni calor, invierno ni verano; otras veces le dio a sentir parte de todos los dolores y tormentos que había padecido en su sacratísimo cuerpo; y lo que excede a toda admiración: el
mismo Señor rezaba las horas canónicas con ella, como un clérigo con otro, lo cual es cosa que, si la misma virgen no lo dijera, parece que faltara a la fe humana para creer cosa tan nueva y admirable y de tanta familiaridad con Dios.

Pues, ¿qué diré de sus grandes revelaciones y de la eficacia de sus oraciones? ¿Qué de los pecadores obstinados que ella convirtió? ¿Qué de pasar tanto tiempo sin comer otro manjar que el santísimo Sacramento, como el papa Pío II da testimonio en la bula de su canonización? ¿Qué de los éxtasis y alienaciones de los sentidos que padecía todas las veces que comulgaba, donde no faltó una persona malvada que le hincó una aguja por la planta del pie, lo cual ella no sintió más que si fuera piedra de mármol?

Pues los milagros que se hicieron tres días que estuvo su santo cuerpo sin sepultar ¿quién los contará? Porque en la bula sobredicha, entre otras cosas se cuenta que no pudiendo una doliente llegar a su santo cuerpo, por la mucha gente que allí estaba, tomando una toca de ella y llevándola de mano en mano a tocar el cuerpo, y volviéndola a la doliente, fue luego sana.

Pues quienquiera que tuviera ojos para saber mirar estas maravillas, luego entenderá cuán incomprensible sea el amor que nuestro Señor tiene a las almas puras y limpias, pues así las trata, así las honra, así las abraza y regala, así las purifica y santifica, así las levanta sobre los cielos, así oye sus oraciones, así trata tan familiarmente con ellas, y les da parte de sus secretos y les hace en todo la voluntad.

Pues quien esto considerare por una parte se maravillará de ver cómo aquella soberana Majestad se inclina tan familiarmente a una cosa tan baja como el hombre, y por otra parte dejará de maravillarse, considerando que no se podía esperar menos de aquella infinita, inmensa e incomprensible bondad, ano que, tal como éste, sea el amor que tiene a los loen os y tal el trato y comunicación que tiene con ellos. 

Responsorio                                                                                                                   Ga 2, 19-20
R. Estoy crucificado con Cristo. * Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí, aleluya.
V. Y mientras vivo en esta carne, vivo de fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. * Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí, aleluya.

Te Deum
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardamos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

Laudes

Himno
Hoy, Catalina, te invocamos
con alabanzas excelsas,
pues siendo luz de la Iglesia,
te adornan tantas guirnaldas.

De virtudes eminentes
es tu vida esclarecida;
de la cruz sigues la senda
con alma humilde y valiente.

Fuiste luz para los pueblos,
les diste la paz ansiada;
renovaste las costumbres,
ánimos fieros amansas.

Llena del Fuego sagrado,
son ardientes tus palabras;
calor llevas a las almas,
y luz en tus enseñanzas.

Virgen del Señor amada,
en tus plegarias confiamos;
haz que por amor movidos,
busquemos al Rey tu Esposo.

Gloria sea a ti, Cristo,
de Madre y Virgen nacido,
al Paráclito y al Padre
por los siglos sea alabanza. Amén.

Antífona 1
Ser. A Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, aleluya.
Ser. B Deseaba morir para unirse con su Esposo, al que buscaba como la cierva las corrientes de agua, aleluya.
Salmos y cántico de los Laudes del domingo de la semana primera.
Antífona 2
Ser. A Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos, aleluya.
Ser. B No os digo nada más, sino que permanezcáis en el santo y dulce amor de Dios. Dulce Jesús, Jesús amor, aleluya.
Antífona 3
Ser. A Catalina alabó siempre al Señor y fue elevada por él a las alturas, aleluya.
Ser. B Se alegraba de modo más intenso cuanto más intensamente sufría, pues su deseo absoluto era poder sufrir por Cristo, aleluya.

Lectura breve                                                                                                            2Cor 4, 5.8-10
Porque no nos predicamos a nosotros, predicamos que Cristo es Señor, y nosotros, siervos vuestros por Jesús. Nos aprietan por todos los lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús, se manifieste en nuestro cuerpo.

Responsorio breve
V. El Señor es mi fuerza y mi energía. * Aleluya, aleluya.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía. * Aleluya, aleluya.
V. Él es mi salvación.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía. * Aleluya, aleluya.

Benedictus
Ant. Dígnate, Dios eterno, aceptar el sacrificio de mi vida por este cuerpo místico de tu santa Iglesia. Toma mi corazón y exprímelo sobre el rostro de tu esposa la Iglesia, aleluya.
O bien, especialmente con canto: ant. Bendecía Catalina al Creador de todas las cosas, pues mostró a los mortales el camino de la bienaventuranza, aleluya.

Preces
Bendigamos a la eterna e inefable Divinidad, en cuya luz veremos la luz, y digámosle:

Oh luz, fuego, Deidad inefable.

Tú, oh Señor, llamándonos a la fe, nos has congregado en tu santa Iglesia,
— porque nos invitas a alabarte al comienzo de este día, te alabamos.
Tú nos has dado la libertad y la gloria porque nos redimiste con la sangre preciosa del Cordero,
— juntos te damos gracias y te alabamos.
Tú, Señor, has llamado a los hombres para que continúen tu obra en la creación y a nosotros nos has asociado especialmente a completar la edificación del cuerpo de Cristo,
— junto con todos los que trabajan por tu reino, te alabamos. Tú, Padre misericordioso, no quieres que algún hombre se pierda sino que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad,
— por todos los hombres que emplean sus fuerzas por la salvación y bien de los hermanos, te alabamos.
Padre nuestro.

Oración
Oh Dios, que nos has enseñado por medio de la bienaventurada Catalina a llegar al conocimiento de tu verdad en el simultáneo y admirable conocimiento de nosotros en ti y de ti en nosotros; concédenos, por su intercesión, progresar de forma tal en el conocimiento perfecto de ti, que podamos amarte y servirte cada día con mayor perfección. Por nuestro Señor Jesucristo.

Hora media 

Sexta

Antífonas y salmos del día de la semana o de la salmodia complementaria.

Lectura breve                                                                                                                 Rom 5, 3-5
Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia; la constancia, virtud probada; la virtud, esperanza y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

Responsorio breve
V. Dios la socorre con su presencia, aleluya.
R. Teniendo a Dios en medio no vacila, aleluya.

Oración
Oh Dios, que nos has enseñado por medio de la bienaventurada Catalina a llegar al conocimiento de tu verdad en el simultáneo y admirable conocimiento de nosotros en ti y de ti en nosotros; concédenos, por su intercesión, progresar de forma tal en el conocimiento perfecto de ti, que podamos amarte y servirte cada día con mayor perfección. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Vísperas

Himno
Eres, oh virgen, digna de alabanza,
pues por tu santidad maravillosa,
hoy conquistaste el galardón del cielo,
llena de esplendor.

Tu vida santa ha recibido el premio
y tu intachable rectitud corona;
la recompensa eterna de la gloria
tienes por siempre.

De los Predicadores sol brillante,
con amor tú a Domingo veneraste,
que fue piadoso, humilde y prudente,
del mundo ejemplo.

Castigaste tu cuerpo con dureza,
hasta sangrar a golpes de flagelo;
lloraste los pecados de los hombres
llena de angustia.

Si en tu honor alabanzas se prodigan,
otras tantas nosotros te ofrecemos,
pues en piedad a todos aventajas,
oh Catalina.

Gracias inmensas, oh Cristo, te damos,
Hijo Unigénito y al Padre eterno,
y al Espíritu que de ambos procede,
única gloria. Amén.

Salmodia
Ant. 1 El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado, aleluya.

Salmo 30, 20-25 
¡Qué bondad tan grande, Señor, *
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen *
a la vista de todos!
En el asilo de tu presencia los escondes *
de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo *
frente a las lenguas pendencieras.
Bendito el Señor que ha hecho por mí prodigios de misericordia *
en la ciudad amurallada.
Yo decía en mi ansiedad: *
« me has arrojado de tu vista;
pero tú escuchaste mi voz suplicante *
cuando yo te gritaba.
Amad al Señor, fieles suyos; +
el Señor guarda a los leales. *
y a los soberbios los paga con creces.
Sed fuertes y valientes de corazón, *
los que esperáis en el Señor.

Ant. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado, aleluya.

Ant. 2 Mi alma, se ha afirmado y se ha amentado en Cristo, aleluya.

Salmo 83 
¡Qué deseables son tus moradas. *
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela *
los atrios del Señor.
mi corazón y mi carne *
retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; +
la golondrina un nido *
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los Ejércitos, *
Rey mío y Dios mío
Dichosos los que viven en tu casa *
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentra en ti su fuerza *
al preparar su peregrinación;
cuando atraviesan áridos valles, *
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana *
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte *
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; *
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo, *
mira el rostro de tu Ungido.
Vale mis un día en tus atrios, que mil en mi casa, *
y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo, *
el da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes *
a los de conducta intachable.
Señor de los ejércitos, *
dichoso el hombre que confía en ti.

Ant. 2 Mi alma, se ha afirmado y se ha amentado en Cristo, aleluya.

Ant. 3 Por Cristo quiso Dios reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz, aleluya.

Cántico Ap 4, 11; 5. 9. 10.12
Eres digno, Señor, Dios nuestro, *
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo; *
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.
Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, *
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios *
hombres de toda raza, pueblo y nación
y has hecho de ellos para nuestro Dios +
un reino de sacerdotes, *
y reinan sobre la tierra.
Digno es el Cordero degollado +
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, *
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

Ant. Por Cristo quiso Dios reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz, aleluya.

Lectura breve                                                                                                                1 Co 2, 11-16
El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido un Espíritu, que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos con el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales. A nivel humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una locura; no es capaz de percibirlo porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de Espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién conoce la mente del Señor para instruirlo?» Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

Responsorio breve
V. Dios es mi heredad, ha dicho mi alma. * Aleluya, aleluya.
R. Dios es mi heredad, ha dicho mi alma. * Aleluya, aleluya.
V. El Señor es bueno para el alma que lo busca.
R. Aleluya, aleluya.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Dios es mi heredad, ha dicho mi alma. * Aleluya, aleluya.

Magnificat
Ant. A ti, Padre eterno, yo, miserable, ofrezco de nuevo mi vida para que llegue a ver la reforma de esta tu dulce esposa la Iglesia sacrosanta. Yo te pido, oh Dios eterno, esta esposa, aleluya.
O bien, especialmente con canto: ant. Amaba con tal intensidad a los cristianos que día y noche se consumía abrasada en su amor por ellos.

Preces
Alegrémonos en Dios, hermanos (as), que iluminó la Iglesia y la Orden con las enseñanzas de santa Catalina y la enriqueció con su ejemplo de vida. Ruguémosle con fervor diciendo:

Purifícanos, Señor, con la sangre del Cordero.

Padre santo, tú que diste la paz al mundo por la sangre de tu Hijo crucificado,
— aumenta la unidad y la paz de su Iglesia.
Tú que hiciste a tu hija Catalina ardorosa en el celo de la verdad y del amor para edificación de tu Iglesia,
— enciende en nosotros un ardor apostólico seme jante.
Te pedimos por los mensajeros de tu Palabra y por los que sufren y son perseguidos,
— escucha nuestras oraciones fraternas.
Tú que has abierto a todos las puertas del paraíso por la pasión y resurrección de tu Hijo,
— concede a los difuntos entrar en tu gloria y haznos
un día compañeros de su suerte.

[Concluyamos el sacrificio de alabanza de este atardecer con la oración del Señor en la que nos perdonamos unos a otros y pedimos que así Dios nos perdone misericordiosamente:]

Padrenuestro.

Oración
Señor y Dios nuestro, que hiciste que la bienaventurada Catalina ardiese de amor divino en la contemplación de la pasión de tu Hijo y en su entrega sil servicio de la Iglesia; concédenos, por su intercesión, vivir asociados al misterio de Cristo para que podamos llenarnos de alegría en la manifestación de su gloria. Por el mismo nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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