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PEDIATRÍA INTEGRAL - Revista de formación continuada dirigida al pediatra y profesionales interesados de otras especialidades médicas

Portada 2021 01

Pediatría Integral
Publicación periódica de la revista Pediatría Integral
Número actual
Adolescencia, Alergia, Bioética, Cardiología, Cirugía pediátrica, Dermatología, Dolor, Endocrinología, Errores innatos de metabolismo, Farmacología, Gastroenterología, Genética y dismorfología, Hematología, Hepatología, Infectología e inmunología, Investigación en ap, Neonatología, Neumología, Nefrología, Neurología, Nutrición, Odontología, Oftalmología, Oncología, Otorrino laringología, Patología infecciosa, Psiquiatría infantil, Reumatología, Simulación avanzada, Traumatología y ortopedia, Vacunas
TEMAS DE FORMACIÓN CONTINUADA ACREDITADOS
Título de actividad: Trastornos respiratorios de mayor prevalencia en Pediatría.

Puede consultarse información sobre la acreditación de formación continuada sanitaria en: www.madrid.org
Enseñanza no reglada y sin carácter oficial. Los créditos de formación continuada, no son aplicables
a los profesionales que estén formándose como especialistas en Ciencias de la Salud.

Neumonía y neumonía recurrente

C. Rodrigo Gonzalo de Liria
Temas de FC


C. Rodrigo Gonzalo de Liria

Director clínico y Profesor Titular de Pediatría. Hospital Universitario Germans Trias i Pujol. Badalona. Universidad Autónoma de Barcelona.

Resumen

La neumonía es una infección muy frecuente en Pediatría y, casi siempre, es adquirida en la comunidad. La etiología varía con la edad: predominio de los virus en los 2-3 primeros años de vida y de Mycoplasma pneumoniae a partir de esa edad, con presencia del neumococo a todas las edades. El diagnóstico etiológico es difícil de establecer y, prácticamente, nunca se dispone de él en el momento de decidir el tratamiento, por lo que las decisiones terapéuticas han de ser empíricas casi siempre. La edad, las características del cuadro clínico y las imágenes radiológicas permiten, por lo general, sospechar cuales son los posibles microorganismos causales y orientar la antibioticoterapia de elección en cada caso. Para esto último, es imprescindible conocer los patrones de sensibilidad antimicrobiana de las bacterias responsables de neumonías.

 

Abstract

Pneumonia is a very common infection in pediatrics, and it is usually acquired in the community. The etiology varies with age: predominance of viruses in the first 2-3 years of life and of Mycoplasma pneumoniae after that age, with the presence of Streptococcus pneumoniae at all ages. The etiological diagnosis is difficult to establish, and it is practically never available when deciding on treatment; so, therapeutic decisions must be empirical. The age, the characteristics of the clinical picture and the radiological images usually allow to suspect the causative microorganisms and to guide the antibiotic therapy of choice in each case. Therefore, it is essential to know the antimicrobial sensitivity patterns of the bacteria responsible for pneumonia.

 

Palabras clave: Neumonía; Pediatría; Comunidad; Diagnóstico; Tratamiento..

Key words: Pneumonia; Pediatrics; Community; Diagnosis; Treatment.

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 37.e1 – 37.e6

 


Neumonía y neumonía recurrente

Neumonía


Introducción

La neumonía adquirida en la comunidad se sospecha clínicamente, se confirma mediante prueba de imagen y, en nuestro medio, la evolución suele ser satisfactoria.

En este capítulo, nos vamos a referir a la neumonía adquirida en la comunidad (NAC), que se define como: una infección aguda del parénquima pulmonar, caracterizada por algún síntoma de infección aguda y la presencia de un infiltrado en la radiografía de tórax o anomalías en la auscultación respiratoria (alteración de los sonidos normales, presencia de crepitantes), y que ocurre en un paciente que no ha estado hospitalizado en los últimos 7 días.

Su incidencia en la infancia es muy elevada, con variaciones según la edad, entre 10 y 40 casos/1.000 niños/año; la mayor frecuencia se da en niños de 1 a 5 años(1).

Clásicamente, el diagnóstico se sospecha ante un niño con fiebre, tos y taquipnea. La auscultación pulmonar suele corroborar el diagnóstico –si el niño colabora–, pero lo que confirma una neumonía es la radiografía de tórax.

La evolución es buena en la mayoría de los casos, ya sea autolimitada o por efecto del tratamiento antibiótico. En nuestro medio, no suelen ocasionar mortalidad, excepto en el período neonatal y en enfermos con deficiencias inmunitarias congénitas o adquiridas.

Etiología

La etiología predominante es vírica en los menores de 3 años, micoplásmica por encima de esa edad y neumocócica a cualquier edad, pasado el periodo neonatal.

Los agentes causantes de NAC varían con la edad. Durante los primeros dos o tres años de vida, la mayoría de las neumonías están causadas por virus. De estos, destacan: virus respiratorio sincitial (sobre todo de noviembre a marzo) y virus de la gripe (entre octubre y febrero); metaneumovirus, virus parainfluenza, adenovirus, coronavirus y rinovirus son agentes ocasionales(2).

Entre los 2 y 6 meses de vida se producen, en ocasiones, neumonías, generalmente leves, debidas a Chlamydia trachomatis, pero apenas se han descrito casos en España durante los últimos años.

Aunque se desconoce con precisión su incidencia, Streptococcus pneumoniae es la principal bacteria responsable de NAC grave en niños pequeños. Desde la implantación sistemática de la vacuna frente a Haemophilus influenza tipo b (Hib) en nuestro medio, este microorganismo ha quedado relegado a niños pequeños no vacunados.

A partir de los 3 años, la implicación de los virus decae progresivamente, mientras aumenta la de Mycoplasma pneumoniae; esta bacteria “atípica” es inusual como causa de NAC por debajo de los 3 años, pero se hace cada vez más prevalente a medida que aumenta la edad del niño(3). Y surgen nuevos agentes, incluidos habitualmente bajo la denominación genérica de “atípicos”, como son: Chlamydophila pneumoniae, Chlamydophila psittaci, Coxiella burnetti (fiebre Q) y Legionella pneumophila. La más frecuente de las cuatro es C. pneumoniae, pero no están bien definidos ni su incidencia ni su significado clínico; de hecho, hay datos que sugieren que prácticamente solo da manifestaciones clínicas importantes cuando se asocia a infección por neumococo. Los otros tres microorganismos, en general, guardan relación con situaciones epidemiológicas concretas: relación con ganado lanar, la Coxiella; asociada a contaminación de depósitos o sistemas de conducción de agua posteriormente aerosolizada, la Legionella; y contacto con aves infectadas, la C. psittaci.

La participación etiológica de los neumococos se mantiene a lo largo de todas las edades. Staphilococcus aureus, estreptococo del grupo A y meningococo son causa muy infrecuente de NAC, los dos primeros generalmente como complicación de infecciones víricas por gripe o virus respiratorio sincitial (VRS).

Patogenia y fisiopatología

Los microorganismos responsables de NAC en niños se adquieren, en la inmensa mayoría de los casos, por vía respiratoria, y alcanzan el pulmón por trayecto descendente desde las vías respiratorias altas. Al llegar al alvéolo y multiplicarse, originan una respuesta inflamatoria.

Clínica

Las manifestaciones clínicas son suma de la respuesta inflamatoria sistémica a la infección (fiebre, afectación del estado general, etc.) y la respuesta local (tos, dificultad respiratoria).

Las manifestaciones clínicas son consecuencia de la respuesta inflamatoria sistémica y local a la infección. Por consiguiente, son de dos tipos: generales (como: fiebre, malestar, escalofríos y cefalea) y respiratorios (como: tos, disnea, taquipnea y anomalías en la auscultación torácica). La semiología varía según el agente etiológico, ya que mientras unos dan lugar a una consolidación pulmonar localizada, otros provocan una inflamación más difusa. La gravedad del cuadro también depende del microorganismo causal.

Las neumonías bacterianas “típicas” producidas por neumococo se caracterizan por: fiebre alta de presentación aguda y afectación del estado general; en ocasiones, estas son las únicas manifestaciones clínicas aparentes al comienzo del cuadro. A menudo, hay escalofríos y dolor en un costado (o, como equivalentes, dolor abdominal o meningismo), así como letargo o irritabilidad, y vómitos; habitualmente, hay tos, pero, a veces, es mínima, y en niños pequeños puede ser quejumbrosa. La frecuencia respiratoria está aumentada y puede llegar a haber signos francos de dificultad respiratoria; en lactantes, puede haber: retracciones torácicas, quejido espiratorio o aleteo nasal. La auscultación respiratoria, aunque aparentemente normal al inicio en niños pequeños que no cooperan durante la exploración, antes o después, pondrá de manifiesto la desaparición de los sonidos broncopulmonares normales, presencia de crepitantes y, frecuentemente, también de soplo tubárico en una localización bien definida. A veces, sobre todo, en niños mayores, aparece un herpes labial y puede haber expectoración purulenta.

Las neumonías causadas por Legionella, C. pneumoniae y C. psittaci pueden presentar este mismo cuadro clínico.

Las denominadas “neumonías atípicas”, cuyo paradigma es la micoplásmica, dan lugar a un cuadro de comienzo subagudo, sin demasiada afectación del estado general. Los síntomas más importantes son la tos y la fiebre, que prácticamente no faltan nunca. Aunque, generalmente, la fiebre se acompaña de malestar general y mialgias, no suele ir precedida de escalofríos. Con frecuencia, hay la cefalea y presencia concomitante de síntomas correspondientes a: rinitis, faringitis, miringitis (inflamación del tímpano) o traqueobronquitis. En cualquier caso, la tos es el síntoma predominante y, en su ausencia, hay que poner en duda el diagnóstico. A diferencia de la neumonía neumocócica, no suele haber dolor en punta de costado, aunque puede existir dolorimiento torácico, motivado por los golpes de tos seca. En un reducido número de casos, existe un discreto exantema maculopapular. La semiología torácica es variable, pero suele ser más llamativa de lo que cabría esperar, por la escasa afectación del estado general. Por lo general, se auscultan solo subcrepitantes, aunque pueden existir roncus, sibilantes (que, en ocasiones, son predominantes en el cuadro, sugiriendo una bronconeumonitis) e, incluso, francos crepitantes; no obstante, los signos de consolidación lobar son raros.

Las neumonías víricas se suelen acompañar de un cortejo sintomático más amplio, al menos, al inicio, con frecuente participación de otros tramos de las vías respiratorias (rinofaringitis, laringotraqueitis, bronquitis o bronquiolitis); a menudo, la semiología respiratoria es propia de una brocoalveolitis, con mayor o menor grado de dificultad respiratoria y auscultación, tanto de crepitantes como de sibilantes, de forma difusa por ambos campos pulmonares. La fiebre, la tos y la afectación del estado general son variables; por lo general, son poco importantes, pero, en ocasiones, hay fiebre alta o tos intensa, o afectación significativa del estado general.

Diagnóstico

Las pruebas de imagen confirman el diagnóstico de neumonía; mediante estudios microbiológicos se puede intentar establecer la etiología.

El diagnóstico de la NAC se establece por los datos clínicos y exploratorios, y se confirma con el examen radiológico. Ante toda sospecha clínica, es imprescindible practicar una radiografía de tórax o una ecografía torácica, tanto para confirmar el diagnóstico como para descartar la existencia de complicaciones(2).

Pruebas de imagen

Las imágenes radiológicas por sí solas no son sensibles ni específicas para establecer cuál es el microorganismo responsable de la infección, pero valoradas en un contexto clínico, ayudan a orientar el diagnóstico etiológico.

Las neumonías bacterianas típicas por neumococo dan lugar a una condensación lobar, homogénea o mal delimitada, de localización preferentemente periférica; la imagen de “neumonía redonda” es característica del neumococo. En aproximadamente el 20% de los casos hay derrame pleural que, en una minoría de niños, evolucionará a empiema.

Las neumonías atípicas por micoplasma suelen ocasionar un infiltrado heterogéneo y poco denso, con aspecto de vidrio deslustrado, que tiende a estar situado cerca del hilio, sobre todo, en los lóbulos inferiores; y, a menudo, los infiltrados afectan a varios lóbulos, generalmente de ambos pulmones; así, el patrón radiológico más frecuente es el de un infiltrado parahiliar peribronquial uni o bilateral. Pero, también, es posible un aumento de densidad por ocupación del espacio aéreo limitado a un segmento o a un lóbulo. Aunque se ve pocas veces, es muy característico de infección por M. pneumoniae, la presencia de un infiltrado retículonodulillar localizado en un solo lóbulo inferior. En el 20-25% de los casos, pueden observarse pequeños derrames pleurales que acostumbran a tener poca expresión clínica. De forma excepcional, aparece un importante derrame pleural que domina el cuadro.

Las neumonías víricas también tienden a presentar un patrón de infiltrado parahiliar peribronquial, más o menos difuso, a veces, acompañado de atelectasias. Sin embargo, también son posibles otras imágenes, como: aumento de densidad localizado, segmentario o lobar, y aumentos de densidad dispersos, con varios focos en uno o los dos pulmones.

La presencia de una condensación homogénea asociada a un infiltrado difuso, debe hacer sospechar una coinfección de bacteria y virus, o de bacterias “típicas” y “atípicas”.

Pruebas de laboratorio

La mayor dificultad diagnóstica reside en identificar el agente etiológico, pues hay problemas para obtener muestras adecuadas para cultivo. El esputo es difícil de conseguir en los niños (y, en cualquier caso, su valor es discutible) y los hemocultivos tienen escaso rendimiento en las neumonías (su positividad no suele sobrepasar el 10% en las neumonías comunitarias). El aislamiento de bacterias potencialmente patógenas, como S. pneumoniae y de H. influenzae en los cultivos nasofaríngeos, no tiene ningún valor; y la detección de antígeno capsular de neumococo en orina mediante inmunocromatografía presenta una buena sensibilidad, pero no es útil en menores de 5 años por su escasa especificidad(3).

El aislamiento e identificación de virus, micoplasma y clamidia a partir de muestras clínicas, resulta muy laborioso y tiene un alto coste. Los estudios serológicos, útiles en epidemiología, tienen escasa utilidad clínica para el diagnóstico y tratamiento inicial de la neumonía, con la única excepción de la determinación de IgM específica frente a M. pneumoniae mediante una técnica de enzimoinmunoanálisis (ELISA), que tiene una excelente sensibilidad y especificidad en la fase aguda de la enfermedad. Las pruebas rápidas de detección de antígenos en muestras nasofaríngeas, mediante inmunofluorescencia automatizada o ELISA, resultan muy útiles para la identificación de virus respiratorios (VRS, virus de la gripe, adenovirus) con resultados en pocos minutos.

Las técnicas moleculares de amplificación de ácidos nucleicos, fundamentalmente mediante reacción de la cadena de la polimerasa (PCR), se han popularizado y empleado de forma masiva en el último año, para el diagnóstico de la infección por coronavirus SARS-CoV-2. Ya se empleaban de manera ocasional, en algunos hospitales, desde hace unos años, para el diagnóstico aislado de gripe, VRS o M. pneumoniae, o combinada (“multiplex”) de múltiples virus e incluso bacterias respiratorias, y probablemente su uso se extenderá a partir de ahora(3).

Los análisis inespecíficos, como el hemograma (recuento y fórmula leucocitaria) y los reactantes de fase aguda (proteína C reactiva [PCR], velocidad de sedimentación globular [VSG]) y procalcitonina [PCT]), aportan poca información complementaria, excepto cuando son normales o están muy alterados. Un recuento de leucocitos normal y una PCR –hecha después de 12-24 horas de iniciada la clínica– inferior a 20 mg/L, prácticamente descartan una infección bacteriana típica; mientras que una marcada leucocitosis con neutrofilia o desviación a la izquierda y una PCR superior a 60 mg/L van a favor de esa etiología. No obstante, estas pruebas pueden dar resultados normales en neumonías neumocócicas de pocas horas de evolución y, a veces, están muy alteradas en algunas infecciones víricas (sobre todo, por adenovirus y SARS-CoV-2) y en ciertas neumonías “atípicas” (en especial, por L. pneumophila y por C. pneumoniae). La determinación de la concentración sérica de PCT, aunque se eleva antes que la PCR y es algo más específica de infección bacteriana que esta, no aporta ventajas significativas en estas situaciones.

Tratamiento

Las neumonías neumocócicas se tratan con amoxicilina oral o con penicilina o ampicilina endovenosas; las micoplásmicas se pueden tratar con azitromicina, aunque no está bien establecido si mejora significativamente la evolución natural hacia la resolución espontánea.

La actuación terapéutica, si se conoce la etiología, es relativamente fácil de establecer, con solo algunas consideraciones nuevas referentes a la sensibilidad de los neumococos a la penicilina. A la hora de elegir un determinado tratamiento antibiótico en la NAC, debemos conocer los patrones de sensibilidad a los antibióticos de los distintos microorganismos potencialmente implicados.

S. pneumoniae

La resistencia del neumococo no guarda relación con la síntesis de betalactamasas, sino que está originada por la mutación de las proteínas fijadoras de penicilina, encargadas de la construcción de la pared celular. Según la concentración inhibitoria mínima (CMI) observada “in vitro” para la penicilina, las cepas de neumococos pueden ser sensibles (CMI ≤ 0,06 mg/L), resistentes (CMI >2 mg/L) o, según la terminología recientemente instaurada por EUCAST (European Committee on Antimicrobial Susceptibility Testing), con CMI >0,06, pero ≤2 mg/L “sensibles cuando se incrementa la exposición”. En nuestro medio, actualmente, prácticamente no existen las cepas de neumococo catalogadas de resistentes a penicilina, por lo que para tratar las neumonías, se utiliza la amoxicilina por vía oral, y la penicilina o la ampicilina por vía endovenosa, en la mayoría de los casos.

Las dosis frente a neumococos sensibles son: amoxicilina 40-50 mg/kg/d repartida cada 8 h, penicilina 200.000 U/kg/d, cada 4-6 h, ampicilina 150 mg/kg/d cada 6 h. Las dosis frente a neumococos sensibles “con incremento de dosis” (antes denominados con sensibilidad intermedia) son: amoxicilina 80 mg/kg/d cada 8 h, penicilina 300.000-400.000 U/kg/d cada 4 h, ampicilina 200-300 mg/kg/d cada 6 h. Y, aunque son excepcionales actualmente, ante cepas de neumococo con concentración mínima inhibitoria (CMI) elevadas para penicilina o ampicilina por encima de 2 mg/L, el tratamiento de elección es cefotaxima a 150-200 mg/kg/d cada 6-8 h o ceftriaxona a 50-75 mg/kg/d cada 12-24 h.

Dado que, por lo general, no se dispone de la sensibilidad antibiótica del probable agente etiológico y que la tendencia actual es a tratar las neumonías durante solo 5-7 días, parece recomendable utilizar de forma empírica, en todos los casos, las dosis más altas(3,4).

En los pacientes considerados alérgicos a la penicilina, es muy importante intentar dilucidar mediante la anamnesis y los informes previos, si realmente se trató de una reacción de tipo anafiláctico. Si la probabilidad de antecedente de anafilaxia a la penicilina es pequeña, se puede tratar con una cefalosporina con baja tasa de reacciones cruzadas, como es la cefuroxima, manteniendo una estrecha vigilancia en las dosis iniciales.

Si el antecedente de reacción anafiláctica es claro o no se puede descartar razonablemente, el tratamiento se complica, ya que el 25-30% de los neumococos de nuestro medio son resistentes a macrólidos y a clindamicina (sin apenas diferencias). Por tanto, hay que acudir a levofloxacino por vía oral y a esa misma fluorquinolona o a vancomicina para el tratamiento endovenoso.

Staphylococcus aureus

Las neumonías causadas por S. aureus sensible a la meticilina se tratan con cloxacilina a 150-200 mg/kg/d cada 4-6 h, o cefazolina a 100-150 mg/kg/d cada 6-8 h(5).

La cloxacilina es especialmente eficaz frente a S. aureus, pero es el betalactámico menos activo frente a S. pneumoniae y S. pyogenes. Por eso, en las situaciones en que se sospeche un S. aureus, pero no se pueda descartar una etiología estreptocócica, es preferible emplear cefazolina, que tiene una eficacia similar a cloxacilina frente a S. aureus y a penicilina o ampicilina frente a S. pneumoniae y S. pyogenes.

Cuando haya sospecha o posibilidad razonable de S. aureus resistente a meticilina de la comunidad (SARM-C, o con las siglas anglosajonas CA-MARSA), se debe añadir clindamicina a 40 mg/kg/d cada 6-8 h. En nuestro medio, los SARM-C son, por ahora, habitualmente sensibles a la clindamicina, pero si existiese alguna duda sobre el origen del S. aureus o de la situación de resistencias antimicrobianas, sería preferible asociar al betalactámico vancomicina a 60 mg/kg/d cada 6 h, en vez de clindamicina. La razón de la biterapia en el tratamiento empírico de S. aureus, es que los betalactámicos son claramente preferibles cuando la bacteria es sensible.

Streptococcus pyogenes

Las neumonías debidas a S. pyogenes se tratan con amoxicilina si es por vía oral y con penicilina si es por vía endovenosa, ya que el 100% son sensibles a todos los betalactámicos.

Bacterias “atípicas”

Las infecciones causadas por Mycoplasma pneumoniae, Chlamydophila pneumoniae o Chlamydophila psittaci, en la edad pediátrica, se tratan con macrólidos, pero existen dudas sobre la eficacia real de los antimicrobianos en la práctica. Cuando la clínica lo justifica, el fármaco preferible es la azitromicina a dosis de 10 mg/kg/24 h, 3 días. La dosis total estándar es de 30 mg/kg y la farmacopea europea lo reparte en 3 dosis iguales, lo que resulta más cómodo e igual de efectivo que la posología norteamericana, que distribuye la dosis total en 5 días sin ningún beneficio adicional.

En la neumonía que no puede catalogarse como típica o atípica, actuaremos igual que en la neumonía típica, pues puede tratarse de una coinfección y el microorganismo más importante a cubrir es el neumococo. En algunos niños, sobre todo de más de 3 años, que precisan ingreso hospitalario, excepcionalmente puede estar indicado un tratamiento combinado de betalactámico y macrólido, con objeto de actuar, tanto sobre el neumococo como sobre bacterias responsables de neumonía atípica.

Tratamiento de la neumonía con derrame pleural

La complicación más importante y frecuente de la neumonía es el derrame pleural. El diagnóstico se sospecha por la clínica y se confirma mediante pruebas de imagen; hoy en día, la ecografía torácica aporta una información superior a la radiografía simple. Puede ser: exudado simple (derrame metaneumónico), derrame complicado o francamente purulento (empiema). Para distinguirlos, aunque la ecografía puede orientar, es necesario un estudio microbiológico (tinción de Gram y cultivo) y un análisis citoquímico (pH, celularidad, proteínas, glucosa y LDH); los datos más importantes para la catalogación como derrame complicado o empiema son: aspecto (presencia de pus), estudio microbiológico (identificación de bacterias) y pH (pH < 7,0-7,2)(2,6).

El derrame pleural se suele deber a infección por neumococo, pero también por M. pneumoniae, C. pneumoniae o virus. La causa más frecuente de empiema, hoy en día, es el neumococo, aunque puede ser producido por otras bacterias piógenas en casos excepcionales.

Por lo tanto, el tratamiento antibiótico empírico inicial debe ser el mismo que el de una neumonía no complicada. Los antibióticos betalactámicos difunden muy bien al espacio pleural, donde alcanzan concentraciones equivalentes a las del parénquima pulmonar, por lo que en sentido estricto, no es necesario incrementar las dosis, aunque habitualmente se recomienda. Además, hay que considerar la conveniencia de realizar una punción torácica para diagnóstico etiológico y catalogación del derrame, que permite adecuar el tratamiento y valorar la necesidad de drenaje torácico.

Tratamiento de la neumonía necrotizante y del absceso pulmonar

La neumonía necrotizante tiene la misma etiología que la neumonía bacteriana y el empiema. Es frecuente que el curso sea más grave y la sintomatología (fiebre, dificultad respiratoria) tarde más en responder a la antibioticoterapia, pero ello no debe llevar a aumentar el espectro antimicrobiano. Sí conviene utilizar dosis altas de antibióticos, debido a la isquemia y presencia de tejido necrótico que dificulta la llegada de los fármacos al foco. Si el agente causal es S. pyogenes, resulta razonable añadir clindamicina al betalactámico por su mecanismo de acción sobre el ribosoma; la clindamicina también se debe de utilizar ante la evidencia o la sospecha de SARM-C(2,6).

Los abscesos pulmonares suelen estar causados por microorganismos de la cavidad bucal, a menudo, flora mixta aerobia y anaerobia. La amoxicilina-ácido clavulánico es un tratamiento inicial razonable, pero siempre hay que intentar obtener esputo previamente para dirigir el tratamiento antibiótico.

Neumonía recurrente


Introducción

Las neumonías recurrentes pueden deberse a problemas locales del árbol respiratorio o a enfermedades sistémicas con repercusión broncopulmonar.

Se define como neumonía recurrente (NR) a dos o más episodios de neumonía en un mismo año, o 3 o más episodios durante toda la vida, con evidencia de resolución radiológica entre los mismos. Se considera que el 6-9% de las neumonías son recurrentes(1).

Aunque, a menudo, se considera el asma como una causa frecuente de neumonías de repetición; en realidad, el asma lo que suele ocasionar son atelectasias que, en el contexto de un proceso febril vírico desencadenante del episodio, se confunde con una condensación neumónica. Por tanto, el asma se debe considerar responsable de falsas neumonías recurrentes y se debe descartar.

Etiología

Ante un caso de NR, el principal factor a tener en cuenta es la localización de los diferentes episodios. Una neumonía recurrente en la misma localización, orienta hacia una obstrucción de la vía aérea o una malformación, mientras que condensaciones en diferentes localizaciones, hacen pensar en una alteración de los mecanismos de defensa brocopulmonares (p. ej.: trastorno del aclaramiento mucociliar o inmunodeficiencia) (Tabla I).

Diagnóstico etiológico

La anamnesis y la exploración física permiten muchas veces orientar las posibles causas y, en consecuencia, elegir las exploraciones complementarias más adecuadas en cada caso.

Si hay expectoración, un cultivo de esputo puede orientar a la existencia de bronquiectasias: después de un tratamiento antibiótico apropiado para el microorgasnismo aislado, se deberá hacer una tomografía computarizada de tórax.

De hecho, siempre que se sospeche que el origen es un proceso localizado, convendrá valorar la conveniencia de solicitar una tomografía computarizada o una broncoscopia, como exploraciones iniciales.

Si se sospecha una enfermedad broncopulmonar diseminada o sistémica, se actuará según la orientación diagnóstica concreta: determinación de inmunoglobulinas, test del sudor, etc.

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio del autor.

1. Sanz Borrell L, Chiné Segura M. Neumonía y neumonía recurrente. Pediatr Integral. 2016; 20: 38-50.

2.** Crame E, Shields MD, McCrossan P. Paediatric pneumonia: a guide to diagnosis, investigation and treatment. Pediatr Child Health. 2021. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.paed.2021.03.005.

3.** Andrés-Martín A, Escribano A, Figuerola J, García-García ML, Korta J, Moreno-Pérez, et al. Documento de consenso sobre la neumonía adquirida en la comunidad en los niños. SENP-SEPAR-SEIP. Arch Bronconeumol. 2020; 56: 725-41.

4.** Pernica JM, Harman S, Kam AJ, Carciumaru R, Vanniyasingam T, Crawford T, et al. Short-Course Antimicrobial Therapy for Pediatric Community-Acquired Pneumonia: The SAFER Randomized Clinical Trial. JAMA Pediatr. Consultado online el 8 de marzo de 2021. doi:10.1001/jamapediatrics.2020.6735.

5. Matera MG, Rogliani P, Ora J, Cazzola M. Current pharmacotherapeutic options for pediatric lower respiratory tract infections with a focus on antimicrobial agents. Expert Op Pharmacother; 2018. p. 1-11.

6.* Moreno-Pérez D, Andrés A, Tagarro A, Escribano A, Figuerola J, García JJ, et al. Neumonía adquirida en la comunidad: tratamiento de los casos complicados y en situaciones especiales. Documento de consenso de la SEIP y SENP. An Pediatr (Barc). 2015; 83: 217.e1-11.

 

Caso clínico

 

Mes de enero. Niño de 6 años con antecedentes de sibilancias de repetición hasta los 4 años. En su clase de la escuela, ha habido varios niños con cuadro gripal, y él llevaba cinco días con resfriado, tos y febrícula. En las últimas 24 horas, ha empeorado el estado general, está decaído, con fiebre de hasta 39,5oC y le cuesta respirar. El padre le lleva a su pediatra de cabecera.

 

 

 

REFLEXIONES POR LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS

 

F. García-Sala Viguer
Editorial


F. García-Sala Viguer

Presidente de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primara (SEPEAP)

«Esta pandemia posiblemente nos cambie los esquemas de la Pediatría de Atención Primaria, pero no perdamos la relación médico-paciente que el maestro Laín Entralgo propugnaba»

 


REFLEXIONES POR LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS

Todo el mundo está afectado en mayor o menor manera por esta pandemia, pero unos países la han gestionado mejor que otros, tal vez por la mayor implicación de los expertos sanitarios en detrimento de los políticos, el tiempo juzgará a unos y otros, pero la realidad es que en España en la primera oleada, nos cogió mirando para otro lado; en la segunda, con las lecciones aprendidas hemos ido mejorando; y en esta tercera ola, las cosas de nuevo están empeorando.

La Atención Primaria en España y en concreto la PEDIATRÍA, ya estaba denostada y con muchas carencias, denunciadas por las sociedades científicas en todo momento, pero por desgracia con poca empatía por parte de los gobernantes de uno u otro color político, y de estos barros tenemos estos lodos por la falta de previsión que ha puesto en evidencia nuestro sistema público de Atención Primaria, con el colapso consiguiente de los centros de salud por la sobrecarga asistencial a la que se ha visto sometida, con unos recursos limitados de material y de personal a todos los niveles.

Al inicio de la pandemia en marzo, asistimos a un hecho sin precedentes que fue la casi ausencia de niños en los centros de la salud, como si la pandemia hubiera borrado del mapa toda la patología habitual que hacía que los padres trajeran a sus hijos al ambulatorio y esto se debía a la negativa a salir de casa durante el confinamiento inicial por miedo al contagio propio y de sus hijos, lo que ocasionó una caída en las vacunaciones de los mayores de 6 meses, sobre todo, por una recomendación errónea de priorizar las vacunaciones solo en la franja de 2 y 4 meses de vida. Además del problema de las vacunas, vimos afectadas las visitas de control de pacientes con patología crónica como: asmáticos, obesos, hipertensos, diabéticos, etc. y, finalmente, por ese miedo en acudir a los centros, los padres mantuvieron en casa a sus hijos con cuadros que precisaban exploración y, cuando acudieron, la gravedad de los mismos había empeorado.

Los profesionales de la salud hemos estado desprotegidos durante el peor momento de la pandemia: por falta de equipos de protección individual, por falta de previsión y por egos absurdos entre las administraciones autónomas y el gobierno central, priorizándose las compras en el extranjero cuando en nuestro país existen industrias capaces de fabricar en un tiempo record todos estos elementos de protección. El resultado fue el contagio importante de los profesionales sanitarios y el fallecimiento por desgracia de muchos de ellos. Tal vez con una actuación adecuada se hubieran evitado.

Los rastreadores han llegado, cuando han llegado, en número reducido y tarde. Se debería haber iniciado el rastreo desde el minuto cero de la pandemia, como hicieron muchos países de la unión europea que ahora gozan de una menor tasa de contagios por 100.000 habitantes. En España llegaron con bombo y platillo cuando terminó el estado de alarma y se pasó del 30 de junio al 1 de julio en un todo vale, con eliminación de un plumazo de todas las restricciones que habían contenido la propagación de la pandemia. Los países europeos que hicieron la transición de forma paulatina e incluso con algún retroceso en la desescalada, han mostrado unas cifras de contagio mucho más bajas.

A los niños los mantuvimos confinados y sin siquiera dejarlos salir a correr a la calle, nos convertimos en policías de nuestros vecinos, reprochando en muchas ocasionesla actitud suicida y homicida, según ellos por intentar que nuestros hijos se desfogaran con un poco ejercicio físico. Observamos durante el confinamiento: cuadros de ansiedad y miedos, alteraciones en el sueño, aumento del consumo de pantallas de ordenador y tabletas, aumento del peso por sedentarismo y picoteo entre horas, en resumen, situación no favorable para el desarrollo del niño y del adolescente.

Cuando se decidió permitir que los niños salieran a la calle, todo el mundo pensaba que se iban a duplicar los contagios, pues no se tenía claro si los niños contagiaban más o menos que los adultos. Afortunadamente, esto no ha sido así y de hecho comprobamos que el inicio del curso escolar no ha ocasionado un rebrote de casos, sino que ha seguido la tendencia de cada área de salud, de forma general. Los colegios deben de funcionar, los niños deben acudir al colegio, pero siempre con unas medidas claras de seguridad por todos conocidas como: mascarilla en mayores de 6 años, lavado de manos, distancia interpersonal, ventilación continua de las aulas y conveniencia de utilizar filtros Hepa. El contacto directo con los responsables de educación para el seguimiento de los protocolos establecidos ha funcionado de una forma correcta después de los inicios inciertos que por desgracia vivimos.

Desde las sociedades de Pediatría de Atención Primaria, se elaboraron protocolos de actuación ante pacientes con sospecha de COVID-19 en los centros de salud y atención domiciliaria, protocolos que fuimos cambiando conforme íbamos conociendo más la evolución del SARS-CoV-2 y, paralelamente, se enviaban documentos a la administración para atender a la desescalada que se empezó en junio, sobre cómo debería ser la actuación de los centros de salud, así se recomendó como premisa fundamental, la cita previa y la utilización de la videoconferencia o consulta telefónica, que todos sabemos que ha llegado para quedarse. Además, se configuraron dos circuitos de atención al paciente pediátrico, según patología sospechosa de coronavirus o no, en los centros grandes y fracciones horarias de atención, también según patologías en los centros pequeños. Se ha priorizado, afortunadamente, la vacunación en todas las edades, los controles de niño sano, la visita inicial al recién nacido y se han retomado las consultas a pacientes con patología crónica que se habían abandonado.

La situación en la que nos encontramos como pediatras de Atención Primaria es desesperante, es fundamental reforzarla con más personal médico y de enfermería. Sabemos que, por la situación laboral de los pediatras de Atención Primaria, muchos residentes de Pediatría cuando terminan su periodo de formación deciden irse al extranjero donde su trabajo está más reconocido y remunerado. Ante esa tesitura, se podría valorar en esta época de pandemia la posibilidad de incorporar pediatras a tiempo parcial desde el ámbito privado y pediatras jubilados que, en las circunstancias excepcionales en las que nos encontramos, podrían realizar una labor de apoyo y valorar también la contratación de personal de enfermería y de personal no sanitario, para la realización de tareas bajo la supervisión de personal médico asignado específicamente a la coordinación de estas labores. Ante la falta de especialistas en Pediatría, solicitamos a la administración el aumento de las plazas MIR para Pediatría y por desgracia han hecho oídos sordos.

Se debería habilitar un sistema de notificación de PCR negativas a través de SMS para descargar el sistema y crear grupos de investigación que analicen los síntomas y el contexto epidémico de los casos positivos sintomáticos, para afinar criterios que determinen un alto valor predictivo positivo del COVID-19. Existe un caos total en el seguimiento y recomendaciones por parte de salud pública, cada Comunidad y dentro de cada Comunidad, cada área de salud actúa de forma diferente, ocasionando impotencia y perplejidad de los sanitarios.

Es muy importante el poder disponer de protocolos claros que establezcan la distribución de tareas entre los diferentes agentes sanitarios implicados, sean de primera línea en los centros de salud, en los hospitales y, por supuesto, por los responsables de salud pública.

Es fundamental adelantarnos a posibles escenarios futuros: no hay que perder a los sanitarios que estarán en aislamiento por ser contactos asintomáticos, personal sanitario en aislamiento con síntomas leves o profesionales que se ofrezcan a hacer seguimiento, fuera de su horario laboral o en fines de semana, con la retribución correspondiente, facilitando el teletrabajo en sus domicilios, como medida imprescindible para posibilitar la conciliación.

Se debería poner en marcha una amplia campaña divulgativa, dirigida a explicar con claridad a la población las medidas de atención sanitaria establecidas y su motivación, especialmente en lo relativo a la implantación de la atención sanitaria telefónica, para evitar una mayor erosión de la imagen de la Atención Primaria entre la población. Este deterioro repercute en nuestro ejercicio y a muchos pediatras les está suponiendo una importante carga emocional adicional. Hemos pasado de ser héroes a villanos, ya no nos aplauden a las 8 de la tarde; ahora, en muchos casos, nos insultan y, en ocasiones, nos agreden. Los medios de comunicación no deberían ser tan sensacionalistas sacando frases de contextos para mayor impacto mediático, deberían de ser más responsables para que, más allá de la propia campaña que sugerimos, contribuyan a que la población comprenda mejor los mecanismos establecidos que son importantes para minimizar el riesgo de infección, intentando ofrecer, al mismo tiempo, una atención sanitaria de calidad.

No quiero dejar pasar la ocasión para volver a reclamar la vacunación universal de la gripe según recomienda la OMS y el centro europeo para la prevención y control de las enfermedades, así como otras vacunas que aún están en el tintero, como la del rotavirus, meningococo B en las Comunidades que no está financiada, el meningococo ACWY en los más pequeños y el virus del papiloma humano en los varones. La administración debe de ser consciente de las dificultades que este año vamos a tener en el diagnóstico de enfermedades que compartan síntomas con la infección por el coronavirus, por lo que se debería dotar a los centros de salud de los test rápidos de diagnóstico reclamados por los pediatras desde hace ya mucho tiempo.

Esta pandemia va a marcar un antes y un después en nuestra labor diaria, pues hemos aprendido a trabajar con incertidumbre, con respeto y, en algunas ocasiones, con miedo, sabemos que nuestro trabajo es importante, pero somos vulnerables, hemos priorizado nuestra seguridad y la de nuestros pacientes, hemos aprendido a utilizar nuevas tecnologías y a manejar criterios cambiantes de actuación. Todo esto nos va a dar una serie de oportunidades futuras, como son el disponer de consultas más organizadas al haber podido realizar una educación sanitaria a la población con nuevas formas de hacer medicina, como es la telemedicina y, tal vez, consigamos una mejor coordinación entre la Pediatría de primaria y la hospitalaria, pero no debemos perder la relación médico-enfermo que el maestro Laín Entralgo propugnaba.

Con el tema de las vacunas vamos a ver lo que sucede, es una muy buena noticia el poder disponer ya de ellas, pero no deberemos relajarnos, ya que de entrada no va a ser la panacea que solucione el problema, las medidas de prevención tendrán que seguir activas durante un tiempo hasta que finalmente logremos vencer a la pandemia.

Para terminar, me gustaría que la gestión de esta pandemia fuera una gestión sanitaria con profesionales cualificados que tomaran las decisiones y que estas no fueran manejadas por políticos que utilizaran la situación actual para obtener réditos electorales e intentaran en todo momento desprestigiar al adversario. Que las buenas ideas se pongan en práctica vengan de donde vengan y que no sean vilipendiadas por venir del adversario político. Con esta reflexión, estoy seguro que nos iría mucho mejor.

 

Diálogos de confinados. Gastronomía para adolescentes

Crítica de libros

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1)

 

Diálogos de confinados. Gastronomía para adolescentes

 

Hace unas semanas y casi como regalo de Navidad, nos llegaron a la SEMA, unas “delicatessen”, término reconocido por la RAE, y muy apropiado por su contenido, recopiladas en una deliciosa obra titulada: “DIÁLOGOS DE CONFINADOS, Gastronomía para adolescentes”, de la que es autor nuestro querido Profesor Manuel Cruz. Ya nos tiene acostumbrados, además de sus grandes obras, como su Tratado de Pediatría (ya por la 11ª edición), El Manual de Pediatría (4ª edición), etc., de referencia mundial en la Pediatría de habla hispana, a que de vez en cuando, nos deleite con obras intimas, personales y que llegan especialmente a su círculo más cercano, a los que hemos tenido la inmensa fortuna de ser sus discípulos, con gran alegría, así “Pequeños maestros” o “Ser pediatra en el siglo XXI. Abecedario del pediatra ideal”, son ejemplos recientes de ello.

En esta ocasión, son los “Diálogos de confinados. Gastronomía para adolescentes”, en ella nos narra como “…casi sin darse cuenta, la familia se vio confinada, y antes de saber que significaba el novedoso término, lo estaban practicando: fue una realidad el lema de las autoridades “yo me quedo en casa”. El padre, la madre y 2 adolescentes de 12 y 15 años, al que se agregó un nonagenario de alto riesgo, como él mismo se define y al que todos apreciamos, recorrieron las páginas y las semanas confinados, enseñándonos muchas cosas.

La amena lectura nos iba llevando codeándonos (de tú a tú), con diferentes aspectos de la alimentación y la nutrición, enfocados a la adolescencia. Esta estrecha convivencia con los más jóvenes, se convierte en oportunidad de oro, recogiendo sus palabras para hablar: de alimentación, de nutrición, de temas tan actuales y que interesan tanto al pediatra, como: medio ambiente, contaminantes alimentarios, cáncer y alimentación, síndrome metabólico, nutrigenómica, requerimientos nutricionales específicos en la adolescencia, nutrición y actitud ante la comida, exceso de peso y distribución de la grasa corporal, perder peso y no pasar hambre, menús ricos en calorías y proteínas, carencias, anorexia y bulimia, diarreas, prebióticos y probióticos, estreñimiento, errores alimentarios, confinamiento y psicología, y tantos y tantos temas en tan pocas páginas… o, por lo menos, se nos ha hecho muy corto.

Además, como contenido novedoso y ameno, las técnicas y las recetas de cocina, no solo al alcance de nuestros adolescentes, con sus trucos, sino a la altura de “MasterChef”. La verdad es que se disfruta leyendo este DIÁLOGO DE CONFINADOS…, que nos recuerda a los que nos dedicamos a la adolescencia, cosas tan evidentes, como respetar la capacidad de los mismos para tomar decisiones y admitir su derecho a equivocarse. Cuántos problemas de la adolescencia en su prevención y en su tratamiento, se podrían resolver simplemente comiendo o cenando con ellos, sentados en la misma mesa, con tiempo para hablar, para escuchar.

El profesor Cruz nos vuelve a dar una lección más, no solo de Pediatría, no solo de adolescencia, sino de humanismo, de vida…, como en la última frase del libro: “Nada es tan necesario como el amor siempre que no falte el pan nuestro de cada día”. Esperamos que le queden muchas y muchas lecciones por darnos. Como el mismo dice: “Los profesores estamos acostumbrados a ser oídos, pero no escuchados…”. Descuide profesor, los pediatras, los padres y las madres, los abuelos y adolescentes, le escuchan, le escuchamos, como siempre cuando habla o escribe un gran maestro. Gracias Profesor.

 

F. Notario Herrero

Pediatra. Unidad de Pediatría y Adolescencia.
Clínica Ntra. Sra. del Rosario. Albacete

 

 

Vida de médico en tiempos difíciles

Cartas al editor


V. Martínez Suárez

CAV del Principado de Asturias. Coordinador del Grupo de Investigación de la SEPEAP

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1)

 


Vida de médico en tiempos difíciles

El culto maníaco a la novedad le otorga a lo cambiante una visibilidad que deslumbra y un valor que muchas veces no tiene. En demasiadas ocasiones se nos informa de la banalidad y de lo que es solo moda, queriéndonos hacer creer que la noticia –y su incontrolable multiplicación– debe ser el objeto primario de nuestra educación en todas sus instancias. Y eso no es más que un concepto contaminado de consumismo y empobrecido en valores. Lo que nos hace buenos médicos –debiera aprenderse bien– no es el monto de la información que nos rodea, sino aquello que somos capaces de hacer con ella; ni la atracción ingenua por lo nuevo ni la inercia de la repetición de lo mismo. Lo que hace valioso un conocimiento médico es el grado en que puede ayudar a las personas a vivir más y mejor; el resto es consecuencia de un sistema que obliga a innovar casi nada y que todo lo convierte en mercancía.

Hago ese comentario desde la triste convicción de que la mayoría de los médicos más jóvenes saben poco de algunas cosas. Un suceso nada anecdótico ocurrido en cuarto curso de carrera: ¿quién fue Gaspar Casal?; ni una mano levantada; ¿y Cajal?, “el que inventó la neurona”; ¿podríais decirme alguno de los presentes qué le dice el nombre de Gregorio Marañón?, uno solo balbuceó “un escritor”; al repreguntar si lo podían situar en una época, el silencio fue total. De los asistentes a clase, nadie supo el título de una obra de cualquiera de los tres. Esa es la realidad. Un “ya casi graduado” que no sepa responder resueltamente a estas preguntas podrá llegar a ser en el mejor de los casos un gran técnico, pero no llegará a ser un médico completo y poseedor de la valiosa tradición intelectual de su oficio. Si además no cuenta con la fortuna de sentir en algún momento el influjo de un mentor, el caso se agrava. Tal es la otra cuestión. Los estudiantes padecen la superstición de la modernidad y el esnobismo de un falso magisterio, seguramente sin tener culpa. La falta de dominio del entorno y las consecuencias del presentismo les irán atorando el camino del conocimiento y de la libertad; nunca les llegará al cerebro sangre completamente oxigenada. Estas son consecuencias de algunas carencias que fuimos poniendo sobre ellos.

La cultura médica y la figura del maestro debieran situarse como contrapeso del modelo que se viene planteando. Porque siempre han sido los maestros los encargados de enlazar lo mejor del presente con lo más valioso del pasado, a modo de puente entre cosas que cambian y otras que perduran. Lo cierto es que ahora se nos muestran mucho más las primeras que las segundas. Se ha repetido muchas veces una anécdota contada por Umberto Eco de sus tiempos de profesor universitario. Un alumno pidió la palabra, se puso de pie y le preguntó: “disculpe profesor, pero en tiempos de Internet, ¿para qué sirve un maestro?”. Eco se quedó en silencio unos segundos y le respondió: “tal vez para que nadie rebuzne una pregunta tan estúpida como esa”. 

Es posible que la vida a todos nos haya permitido estar en contacto con un profesor o un jefe que nos recuerde ese suceso. Puede que lo hayamos encontrado en el aula desplegando con pasión encendida una lección sedimentada por años de práctica y de estudio, a veces ante la mirada hipnotizada de alguno de sus alumnos. O en el pase de visita del hospital; o en la sala de sesiones, transmitiendo con su puesta en escena, la inmensa responsabilidad de ser médico. Alguien así puede poner en nosotros una llama que nos durará toda la vida; aquello que no se encuentra en ningún manual ni aparece si se lo busca en “la red”: un modo de aprender, de pensar, de actuar; un repertorio de valores y de formas de ponerlos en práctica. No hay modo en que la infodemia sustituya a lo que él ofrece a sus discípulos.

¿Qué deberíamos transmitirles antes de terminar su período de formación? Varias cosas fundamentales. Que la medicina es primeramente un servicio destinado a quien padece, no un modo arrogante de acumular datos, papers”, citas y aplausos de la tribuna. Que ninguna innovación, ningún conocimiento nuevo, puede ser útil si ignoramos el contexto de aplicación. Que las habilidades y las competencias se aprenden, se entrenan, se automatizan; pero el sentido de la oportunidad de su empleo es siempre nuevo, siempre único y singular. Lamentablemente, pocas son las informaciones que recibimos que nos hablan de medicina; la mayoría son datos, novedades, “evidencias” y recomendaciones “consensuadas”, pero debiéramos saber que la medicina es mucho más que eso. Por tal motivo, tener presente esta idea en estos tiempos es algo fundamental. Es absolutamente necesario articular lo mejor del conocimiento riguroso de lo actual con el espíritu milenario de una profesión. Si no, lo que empieza a insinuarse es la triste distopía de una medicina donde un paciente se enfrenta a una computadora y consulta al doctor Google como a un oráculo y que como verdadera práctica médica está definitivamente muerta antes de nacer.

Otra consideración a la que nos debemos enfrentar. Estamos obligados a reconocer para cada caso clínico que toda enfermedad tiene un aspecto biológico, un impacto subjetivo y uno social. La medicina, precisamente por eso, no es una ciencia. En su ejercicio no resulta suficiente conocer el razonamiento fisiopatológico, siempre necesario; sobre ello es imperativo adaptar el conocimiento a la particularidad de cada individuo. El acto médico es la sustancia y la circunstancia; debemos tratar enfermos más que enfermedades. Todo eso el maestro lo decanta en el tiempo, lo lleva interiorizado, lo sabe y lo transmite. Quien llegado el momento oportuno se mueva junto a él se sentirá transformado, ya no será el mismo.

A eso se refiere el que corren tiempos difíciles para la medicina. Parafraseando al poeta, es esta una época turbulenta en la que la novedad arrasa con la reflexión y la información con el conocimiento(1). Y tras ese juicio surge obligada la necesidad de encontrarle al mismo alguna explicación. Comprender esto nos ayudará a ser médicos más felices, porque la felicidad del médico es siempre el producto del encuentro con nuevas preguntas que nos hacen mejores a nosotros mismos, descubriéndonos las poderosas razones para abrazar una profesión que justifica una vida o para dejarse abrazar por ella cuando nuestras propias existencias se sientan amenazadas.

1Primer canto del poema La roca, de TS Elliot.

 

Madrazo, el pintor de la Casa Real

J. Fleta Zaragozano
Representación del niño

en la pintura española


J. Fleta Zaragozano

Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria. Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad de Zaragoza

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 47.e1 – 47.e4


Madrazo, el pintor de la Casa Real

Madrazo gozó de gran prestigio y acumuló diversos cargos públicos, desde profesor y director de la Academia de San Fernando, donde destacó en su labor pedagógica, hasta director del Museo del Prado, donde publicó el primer catálogo de las obras de la pinacoteca. A diferencia de Murillo y Goya, que plasmaron en su obra, sobre todo, las figuras de niños pobres, menesterosos y de la calle, Madrazo retrató a multitud de niños de la nobleza y de la Casa Real.

Su vida, obra y estilo

Federico de Madrazo y Kuntz nació en Roma en 1815 y murió en Madrid en 1894. Era hijo del influyente pintor neoclásico José de Madrazo, que estaba al servicio, como pintor de cámara, del rey Carlos IV en el exilio y de Isabel Kuntz, hija del también pintor polaco Tadeus Kuntz. Fue bautizado en la basílica de San Pedro del Vaticano y apadrinado por el príncipe Federico de Sajonia. Se trasladó con su familia a Madrid cuando su padre pasó a ser pintor de cámara de Fernando VII, en 1819.

Formado en la Academia de San Fernando, fue nombrado académico de mérito en 1831, a la temprana edad de dieciséis años. Por entonces, dio comienzo su prematura carrera cortesana con una pintura propagandística encargada por la reina María Cristina, de especial interés iconográfico y simbólico, La enfermedad de Fernando VII que le reportó gran fama y reconocimiento. Pero su definitiva formación como pintor, absolutamente cosmopolita, tuvo lugar entre las dos grandes capitales artísticas europeas de su tiempo, siguiendo los pasos de su padre.

En 1833 emprendió un viaje a París, ciudad en la que volvería a instalarse entre 1837 y 1839; en esos años estuvo en contacto con lngres y con otros pintores franceses de éxito, a los que pudo acceder a través de su padre. Participó en los Salones y recibió el encargo de pintar, para la Galerie des Batailles, en el Palacio de Versalles, el cuadro de historia Godofredo de Boullon proclamado rey de Jerusalén. A continuación, realizó otras pinturas históricas, entre las que destaca El Gran Capitán recorriendo el campo de la Batalla de Ceriñola. En estas obras condensa la influencia del academicismo francés con la búsqueda de referentes formales españoles que complacieran el gusto artístico de la sociedad parisina de tiempos del rey Luis Felipe I.

Poco antes de abandonar París había comenzado a trabajar en una de las pinturas de composición capitales de su carrera, Las Marías en el Sepulcro. Con el proyecto de concluir ese cuadro se instaló en Roma, ciudad en la que terminaría de perfeccionarse como artista, incorporando a su estilo algunos elementos del purismo de raíz nazarena que pudo conocer allí directamente, y que no solo afectarían a su plástica, sino también a su modo de concebir la formación artística de sus futuros alumnos.

En 1842, Madrazo regresó a Madrid, donde pronto consolidó su carrera cortesana y, ayudado de nuevo por los contactos de su padre, alcanzó el puesto de pintor de cámara. En 1844 pintó el gran retrato de la Reina Isabel II con el que asentó definitivamente su puesto como retratista oficial de la Corona. Al calor de su indiscutible protagonismo como retratista de la reina, Federico disfrutó de una gran demanda entre la burguesía y la aristocracia madrileñas. Así, pronto acuñó sus propios modelos retratísticos originales, que tendrían una gran difusión en el mercado artístico de los años centrales del siglo XIX español.

De entre la caudalosa producción de esos años, destacan precisamente los retratos en que se sintió más libre y menos apegado a sus propios modelos, como sucede con el espléndido Segismundo Moret y Quintana, o en una de sus pinturas más emblemáticas, Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches. En esos años comenzó a madurar su estilo más característico, en el que adquirieron un gran peso los retratos españoles del Siglo de Oro, que marcarían el resto de su carrera.

No solo fue director del Museo del Prado, sucediendo en el cargo a Juan Antonio de Ribera, sino que regía también la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Asumió, además, la función de jurado en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes y llegó a ocupar un escaño como senador del reino, acumulando numerosísimas condecoraciones y reconocimientos internacionales, que son testimonio de las repercusiones de su poder y de la enorme fama que alcanzó en toda Europa.

Dotado de una extraordinaria capacidad para idealizar a sus modelos sin despegarse de la realidad y con una insuperable habilidad artística para describir las texturas de la vestimenta y la ambientación de sus retratos, consiguió un lenguaje artístico propio, de enorme difusión. Así, influyó en numerosas generaciones de pintores en España, ya que su labor docente fue muy dilatada y estuvo apoyada, tanto en el enorme peso social que llegó a acaparar, como en la extrema calidad de sus retratos, que no fue igualada por ninguno de sus rivales.

Los retratos de niños

Entre los retratos de niños y adolescentes destacan los dedicados a hijos de los reyes, de nobles y de la aristocracia, de militares y de personajes diversos con posibilidades económicas; ya que, de otro modo, hubiera sido imposible pagar los honorarios del pintor. Pasar a la posteridad solo era posible, en aquellos tiempos, mediante el retrato, bien al óleo, a lápiz o con otras técnicas.

Madrazo pintó el Retrato de Federico Flores, hijo de Antonio Flores, primer jefe de la Sección de Intendencia General de la Real Casa y Patrimonio y, además, amigo de los Madrazo. Esta es seguramente la efigie infantil más conocida de cuantas pintara Federico de Madrazo en toda su vida, constituyendo verdaderamente una obra de especial significación en su producción, ya que se trata de uno de los primeros y más notables retratos pintados por el artista nada más instalarse definitivamente en Madrid tras su estancia de formación en Roma. El niño, de unos 10 años, aparece de pie y tres cuartos a la izquierda, con uniforme de escolapio; de abundante cabellera rubia y ojos claros, la blancura de su piel acusa el rubor encendido de sus mejillas. Madrazo dio a la figura belleza y elegancia, mostrando su expresividad y habilidad en la composición.

La distinguida silueta, de azul negro, destaca sobre el resto de los colores en tonos grises y oscuros, entonación que es más clara en el rostro y en los edificios del horizonte. Así, viste casaca con botonadura plateada, cuello y bocamangas ocres, y pantalón con galón de plata, apoyando la mano izquierda en un espadín sujeto al cinto, mientras sostiene con la otra el bicornio, que apoya en la rodilla. El pintor pocas veces utilizó el paisaje como escenario para sus retratos, y este es una excepción, con su fondo de edificios y nubes del severo y castellano paraje de las afueras de Madrid, al igual que los múltiples paisajes velazqueños. En él los colores opacos, negros y grises se conjugan con otros colores más vivos. Este retrato es un óleo sobre lienzo de 176 por 110 cm fechado en 1842 y se encuentra en el Casón del Buen Retiro del Museo del Prado. Aparece fechado y firmado en el ángulo lateral izquierdo y fue adquirido por el Ministerio de Educación Nacional español (Fig. 1).

Figura 1. Retrato de Federico Flores.

Madrazo pintó 28 retratos de la reina Isabel II entre 1844 y 1868. De 1844, cuando la reina tenía 14 años, se conservan dos obras, realizadas cuando el pintor no era todavía de cámara, cargo que recaía entonces en Vicente López (1772-1850), su rival en la Corte. Isabel II nació el 10 de octubre de 1830 y falleció en abril de 1904. Hija de Fernando VII y de su cuarta esposa, doña María Cristina de Nápoles, sucedió a su padre en el trono el 29 de septiembre de 1833 y proclamada reina poco después. En 1846 se casó con su primo don Francisco de Asís Borbón y en 1868 fue destronada; tuvo que refugiarse en Francia, donde abdicó la corona en su hijo, don Alfonso, futuro Alfonso XII, en París, el 25 de junio de 1870.

En este Retrato de Isabel II, la reina tiene 14 años y se encuentra de cuerpo entero y tres cuartos a la izquierda. El pintor adopta la iconografía tradicional de retrato regio oficial: los rasgos físicos no traducen ninguna expresión de personalidad y el retratado se encuentra ante un escenario simbólico. La niña viste con un traje de raso blanco y una sobrefalda de encaje. La mano izquierda reposa a la altura del regazo, sosteniendo el pañuelo, que se confunde con los adornos del vestido, y la mano derecha apoyada en la mesa, tapizada con terciopelo burdeos, sujetando un guante y sobre un cojín la corona y el cetro, símbolos de la realeza. Detrás de la reina se sitúa un sillón con el escudo de España, adornado con cariátides, decoración del salón de columnas del Palacio Real, y al fondo, desde la ventana, un paisaje arquitectónico, a la usanza inglesa.

El cuadro fue encargado por la Comisión de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y figura en la actualidad en su salón de sesiones. Debido a su carácter de imagen oficial, se conocen numerosas réplicas y copias de este retrato de Isabel II, del más diverso carácter y calidad, advirtiéndose en ellas ligeras variantes de composición respecto a la pintura original. También pintaron a Isabel II: Esquivel (1840), Portaña (1843) y Casado del Alisal (1865), entre otros artistas. Es un óleo sobre lienzo de 224 por 147 cm, firmado y fechado en el lateral derecho, en 1844 (Fig. 2).

Figura 2. Retrato de Isabel II.

El encantador retrato Luisa, Rosa y Raimundo, hijos del pintor, representa a tres de los hijos de Federico y Luisa Garreta: Luisa, nacida en 1836, Rosa, en 1838, y Raimundo, en 1841. No aparece en él Antonio, que había fallecido a los cuatro años de edad en 1844. En sus Memorias, Raimundo, muchos años después, recordará el día en que lo llevaron al Tívoli, el edificio usado como estudio y vivienda por Federico, situado en el solar del actual hotel Ritz de Madrid, y le vistieron con la blusa que había llegado de París. Según narra, el único recuerdo que guardaba de aquel posado fue el momento en que su padre pintó sus manos sosteniendo la escopeta.

La anatomía de los pequeños es normal y la indumentaria incluye: gorro, blusa, chaquetilla, faldas y pantalón. En la composición se incluye un perro situado entre las dos niñas y una escopeta que lleva Raimundo. Los tres personajes miran directamente al pintor y están rodeados de plantas y árboles, que confieren un gran contraste de luces y colores: verdes, blancos, grises y negros. Este retrato fue presentado junto a otros dos en la Exposición de Bellas Artes de 1845, celebrada en la Academia de San Fernando, siendo alabado por su buen colorido y efecto de claro-oscuro. La obra está fechada en 1845, es un óleo sobre lienzo y pertenece a la Colección Madrazo de la Comunidad de Madrid (Fig. 3).

Figura 3. Luisa, Rosa y Raimundo, hijos del pintor.

Los retratos de niños recién nacidos no son frecuentes en la historia de la pintura española y mucho menos si los representados son niños fallecidos. En Madrazo encontramos dos de estos casos, uno es el Retrato yacente de Don Luis, Príncipe de Asturias, que representa al Príncipe de Asturias, primogénito de los reyes Francisco de Borbón e Isabel II, que nació asfixiado el día 12 de julio de 1849 y se encuentra vestido con el traje de bautismo. Los colores predominantes son el blanco y el azul. Madrazo se inspiró en apuntes tomados del natural, retratándole ligeramente recostado, como dormido. La cuna aparece cubierta de terciopelo y como fondo un manto de armiño, alusivo a la realeza. La anatomía de niño es normal. Es un óleo sobre lienzo, de 65 por 79 cm, está fechado en 1849 y se encuentra en el Palacio Real de Madrid (Fig. 4).

Figura 4. Retrato yacente de Don Luis, Príncipe de Asturias.

Isabel II con la infanta Isabel es uno de los muchos retratos que Madrazo realizó de la reina. Isabel II está sentada sobre un sillón y erguida; mira hacia el pintor en actitud serena, mostrando unas características faciales normales. Lleva pelo moreno, peinado en melena y raya en medio; camisa con volantes de puntillas y un vestido de amplios pliegues, de un llamativo color verde y con gran escote. En su regazo lleva a su hija, la infanta Isabel de Borbón, de una edad aproximada de un año: nació en 1851. La niña lleva un vestido muy holgado que permite ver los hombros, brazos y piernas. También mira hacia el pintor y sus características anatómicas son normales. La luz se recibe desde la derecha y la composición adopta una estructura triangular. Se trata de un óleo sobre tela de 142 por 101 cm, fechado en 1852 y pertenece al Cuartel General del Ejército (Fig. 5).

Figura 5. Isabel II con la infanta Isabel.

Otra niña recién nacida aparece en Retrato yacente de la Infanta María Cristina. En esta obra, el pintor repite la composición, con alguna variante. La Infanta aparece yacente recostada sobre un lecho de flores que simboliza la brevedad de la vida. Como fondo un sombrío paisaje de brumas y nieblas, en el que se sitúa la figura de un ángel iluminado que porta el alma de la difunta. Este cuadro, óleo sobre lienzo, mide 54 por 65 cm, fue pintado en 1854 y se encuentra en el Palacio Real de Madrid (Fig. 6).

Figura 6. Retrato yacente de la Infanta María Cristina.

En el Retrato de María Bosch se representa a una niña, María Bosch de la Presilla, la hija del industrial y político catalán establecido en Madrid, Pedro Bosch. Es una composición de más de medio cuerpo y de frente al espectador; apoya su mano derecha sobre una silla y la izquierda en su regazo. Peinada aún con trenzas y vestida con pañoleta blanca y sobrefalda con pasamanería, va vestida con un decorativo traje en tonos rosas y blancos, que le da un aspecto de delicadeza dentro de la seriedad de su rostro. Esta obra pertenece al periodo post-romántico de Madrazo, en el que renuncia al efecto decorativo del fondo. Fue realizado en 1855, las medidas de este óleo sobre lienzo son de 89 por 72 cm y se encuentra en el Museo Romántico de Madrid (Fig. 7).

Figura 7. Retrato de María Bosch.

Bibliografía

– Reyero C. Madrazo. Los Genios de la Pintura Española. Sarpe. Madrid. 1990.

– Arias E. Pintura española del siglo XIX. Cuadernos de Arte Español. Historia 16. Número 41. Madrid. 1992.

– Martín MT, Vidal J, Escribano M, Fernández A, García MS. La Edad Moderna: de Goya a nuestros días. La Pintura Española. Carroggio. Barcelona. 2000.

– Federico Madrazo. Consultado el 24 de agosto de 2020. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Federico_Madrazo.

– Navarro CG. Federico de Madrazo y Kuntz. Real Academia de la Historia. Consultado el 24 de agosto de 2020. Disponible en: http://dbe.rah.es/biografias/12571/federico-de-madrazo-y-kuntz.

Insomnio infantil: nuevos conceptos

G. Pin Arboledas
De interés especial
 


G. Pin Arboledas

Pediatra, especialista universitario en Medicina del sueño. Coordinador de la Unidad de Pediatría Integral y de la Unidad de sueño del Hospital Quirón Salud. Valencia


Resumen

Los problemas con el sueño no diagnosticados ocasionan una mayor frecuentación en el uso del sistema sanitario. Entender, por parte del profesional, los posibles mecanismos fisiopatológicos que pueden ocasionar dificultades de inicio o mantenimiento del sueño facilitará un enfoque más adecuado. Se repasan los 5 factores que se han detectado como más influyentes en el desarrollo de los patrones del sueño infantil (hereditario, perinatal, circadiano, neurohormonal y educativo), con el objetivo de realizar un abordaje más fisiológico del insomnio infantil.

 

Abstract

Undiagnosed sleep problems lead to an increased use of the healthcare system. Understanding the pathophysiological mechanisms that can cause difficulties in initiating or maintaining sleep by healthcare professionals, will facilitate a more appropriate approach. The 5 factors that are most influential in the development of infant sleep patterns are reviewed (hereditary, perinatal, circadian, neurohormonal and educational) with the aim of making a more physiological approach to childhood insomnia.

 

Palabras clave: Insomnio; Ritmo circadiano; Sueño.

Key words: Insomnia; Circadian rhythm; Sleep.

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 46.e1 – 46.e5


Insomnio infantil: nuevos conceptos

Introducción

El sueño del niño es el resultado de un equilibrio bío-psico-social inestable y dinámico que se inicia intrautero. La prevalencia de los trastornos del sueño y las repercusiones en la calidad de vida del niño y de su entorno justifican la necesidad de formación del pediatra en temas relacionados con el sueño y el descanso. El 29% de los niños que acuden a una unidad de alimentación asocian problemas con el sueño, mientras que el 16% de aquellos que acuden a una Unidad de Sueño padecen también dificultades con la alimentación.

Ello condiciona una mayor utilización del sistema sanitario con una media de visitas por enfermedad de 8,84, (95 IC: 7,77-9,90) frente a las 6,34 (95 IC: 5,56-7,12) de las ocasionadas por niños sin problemas con el sueño(1).

La naturaleza, en gran medida subjetiva, de los problemas relacionados con el sueño unida al rápido desarrollo del niño en todas las áreas de salud a esta edad, ha favorecido que en la literatura existan diferentes definiciones a la hora de valorar los problemas con el sueño, así como de la relación de estos con las dificultades de alimentación. Es necesario por ello, la recopilación y unificación de estos datos(2,3).

Los resultados de diferentes estudios que valoran esta relación arrojan conclusiones distintas; por ejemplo, en algunos estudios, se concluye que los niños alimentados al pecho duermen menos; mientras que, en otros, se concluye lo contrario.

La percepción paterna sobre qué constituye un problema con el sueño es un punto determinante que contribuye a la comprensión del impacto de las alteraciones del sueño infantiles en la salud familiar: cuando se ve como un hecho patológico en lugar de como una realidad emanada de la evolución natural, los padres experimentan un mayor grado de estrés y sufrimiento(4).

Influencias perinatales en el sueño infantil

El sueño del lactante está altamente influenciado por la situación que ha vivido el feto en el último trimestre del embarazo; en ese sentido, se han descrito perfiles diferentes en el sueño de los lactantes relacionados con: estrés materno, depresión y mala calidad de salud materna(5).

En el período postnatal inmediato, es interesante valorar la relación lactancia materna-sueño en la cual, el papel de las dos hormonas principales que regulan estos dos procesos (prolactina y melatonina) y que presentan un ritmo circadiano, está todavía por determinar a pesar de que los datos actuales apuntan a que un proceso favorece el otro y a la inversa. La prolactina aumenta su secreción de forma continua durante la noche y alcanza la concentración más alta antes de terminar el período de sueño, entre las 5 y 7 a.m; la concentración cae rápidamente una vez se despierta el individuo y mantiene niveles estables durante el día. La concentración de melatonina en la leche materna es mínima al inicio del día, y se incrementa de manera significativa en las tomas de la tarde-noche. Basándonos en las conocidas propiedades de la melatonina como hipnótico, cronorregulador y modulador de la motilidad intestinal, es posible que la melatonina administrada a esas horas con la leche materna ocasione una reducción de la actividad gastrointestinal nocturna y con ello del llamado cólico del lactante, promocionando una mejor calidad de sueño. Diversos estudios han demostrado la absorción de la melatonina a través del tracto gastrointestinal y existen datos que apuntan que la melatonina añadida a las fórmulas infantiles favorece un desarrollo más temprano de los ritmos circadianos que consolidan el sueño nocturno(6).

Es importante reconocer que, tras un período de ayuno, se ocasionan reducciones de la concentración de melatonina nocturna; de manera que, en los primeros meses de vida, en los que no hay ritmo circadiano, la concentración sérica de melatonina de origen digestivo es fundamental y por ello, un ayuno nocturno prolongado artificialmente podría favorecer la disminución patológica de melatonina sérica(7-9).

Por otro lado, y en contra de la creencia popular, se ha demostrado que las mujeres que lactan a sus hijos duermen más tiempo, se sienten físicamente mejor, tienen más energía y menores tasas de depresión(10); la mujer que lacta de manera exclusiva duerme aproximadamente media hora más que aquella que utiliza algún biberón de fórmula durante la noche. De la misma manera, hoy en día, sabemos que los despertares nocturnos no se relacionan con el tipo de alimentación (materna, artificial o mixta), desconociéndose el modo en que el tipo de alimentación y la duración del sueño se relacionan; si bien, los datos actuales indican que el número de horas que el lactante duerme se correlaciona con el número de horas que duerme su madre(11).

En el momento del nacimiento, existe una importante conexión troncoencéfalo-córtex parietal (especialmente en los pretérminos), que es la responsable de las sensaciones táctiles de labios y paladar. Una alteración de estas conexiones altera la alimentación, tanto materna como artificial. Al mismo tiempo, esta hiperrespuesta del eje ocasiona una disminución de la neurogénesis del hipocampo, con lo que se produce una remodelación de las redes neuronales que persistirán hasta la etapa adulta(12,13).

Bases biológicas de la afectividad, certeza y confianza

A partir del final del primer semestre de vida y una vez los ritmos circadianos de temperatura, secreción de melatonina y de vigilia-sueño se han establecido, el sueño depende, en gran medida, de afectividad, certeza y confianza, como base de un sueño seguro y eficaz.

Estas tres dimensiones tienen una base biológica, social y ambiental; es necesario conocer esta triple dimensión para poder realizar un adecuado manejo de los problemas relacionados con el sueño en la infancia, diferenciando con claridad los problemas con el sueño de los trastornos del sueño.

Los problemas con el sueño tienen, en muchos casos, una base biológica y lo que sí es un constructo social es medicalizar y convertir en una patología muchos de estos cambios, clasificándolos como: “síntomas”,” síndromes” o “enfermedad”. No debemos olvidar que la acción y la respuesta a determinadas hormonas (p. ej., testosterona, oxitocina…) dependen del contexto que envuelve su acción más que de la propia hormona en sí misma. El aprendizaje social y la biología tienen relaciones en ambas direcciones.

Mucho se ha escrito en la literatura pediátrica sobre los componentes psico-sociales del sueño, mientras se le ha dedicado menos espacio al componente biológico desde el punto de vista neurohormonal. Repasaremos las bases biológicas que hoy conocemos de estas tres variables: afectividad, certeza y confianza.

Afectividad

La amígdala basolateral recibe proyecciones de todos los sistemas sensoriales(14). Es por ello, que la amígdala cerebral y su papel en el sueño se constituyen en un factor que, no por ser poco conocido y a menudo olvidado, debe dejar de ser tenido en cuenta.

La amígdala es la región cerebral más implicada en el miedo y la ansiedad(15,16). Esta relación con el miedo y la ansiedad la hacen jugar un papel importante en la respuesta frente a la incertidumbre social y la conformidad(17); no estar seguro del lugar que ocupa en su sociedad (entorno familiar) es perturbador para el niño y, por ello, al abordar problemas con el sueño debemos asegurarnos de que, en su relación diurna, el niño es conocedor del papel que ocupa en su entorno inmediato o escolar, y valorar esa posición bien sea de: incertidumbre, dominio, inseguridad o dependencia.

La desorientación o incertidumbre social potencia la respuesta al miedo (tanto innato como adquirido)(18) por parte de la amígdala basolateral, especialmente en situaciones de disconformidad.

De manera que la amígdala, como base de respuesta emocional, juega un papel importante en la toma de decisiones sociales y emocionales y, con ello, el momento de iniciar el ritual del presueño que, a fin de cuentas, es el resultado de lo que ha acontecido durante día.

La reacción de la amígdala a los estímulos positivos es mayor cuando el valor de la recompensa es cambiante; respuesta que tiene que ver con la incertidumbre, el anhelo inestable de un placer potencial o la ansiedad y el enfado, porque la recompensa pueda ser menor de lo anticipado o no producirse(19).

Esta respuesta de la amígdala frente a la incertidumbre nos vuelve a reforzar la necesidad de enfocar el abordaje de los problemas del sueño de los niños, primero desde la perspectiva del vínculo establecido durante la vigilia y no directamente sobre lo que acontece durante la noche.

La amígdala, además, mantiene una íntima relación con el resto de las estructuras cerebrales, sensoriales y hormonales:

• Con el hipocampo: la amígdala reacciona ante el miedo, mientras el hipocampo aprende de los hechos indiferentes, desapasionados; pero en los momentos de miedo extremo, la amígdala induce al hipocampo a una clase de aprendizaje del miedo(20,21).

De manera que, el hipocampo decide qué memorizar o no en función de la actividad de la amígdala. Quizás por ello, el aprendizaje sea tan dependiente de la implicación afectiva en aprender.

• Con el locus cerúleo, que cuando se activa envía norepinefrina al resto del cerebro ocasionando un estado de alerta. Además, activa el sistema simpático influyendo en la intensidad de lo que se siente(22).

• Con la percepción sensorial: en los seres vivos la modalidad sensorial que domina (el olfato en la mayoría de los mamíferos, la visión en los humanos) es la que tiene el acceso más directo al sistema límbico. Por ello, la importancia del contacto visual para el bebé.

• Con hormonas:

- La testosterona nos hace sentir mejor, más seguros, pero reduce la actividad de la corteza prefrontal y su acoplamiento funcional con la amígdala e incrementa el acoplamiento amigdaloide al tálamo, de manera que baja la fiabilidad(23); sin embargo, los efectos de la testosterona sobre el comportamiento son muy dependientes del contexto, amplificando los efectos de cualquier situación y la respuesta de la amígdala.

- Oxitocina y vasopresina: fortalecen el vínculo padres-hijos y de pareja, mientras que inhiben la amígdala central suprimiendo el miedo y la ansiedad; activan al sistema parasimpático tan necesario para el buen sueño. La interactuación relajada padres-hijos incrementa sus niveles en ambos. No debemos olvidar que favorecen también una mayor recepción al refuerzo social, lo que sin duda favorecerá el sueño del niño.

- El trastorno del espectro autista (TEA) se ha asociado con variantes genéticas relacionadas con la oxitocina y la vasopresina, con mecanismos no genéticos para silenciar el gen que codifica para el receptor de oxitocina y con niveles inferiores del propio receptor(23); quizás esta sea una de las razones de sus dificultades con el sueño, relacionadas con sus niveles de ansiedad e hiperrespuesta sensorial.

Certeza

Otro de los factores a tener en cuenta a la hora de entender los problemas con el sueño, es el papel de la dopamina, como canalizadora de la respuesta anticipadora de la recompensa. La dopamina tiene que ver con el dominio, la expectativa y la recompensa(23), de manera que la señal fiable de una recompensa se convierte en una recompensa en sí misma, incrementando la liberación de dopamina con los refuerzos intermitentes(24). Esta liberación anticipada de dopamina alcanza un pico con una mayor incertidumbre en cuanto a si se producirá o no la recompensa: la dopamina se libera en la anticipación de la recompensa, esto es, alimenta el comportamiento dirigido hacia la consecución de un objetivo necesario para obtener la recompensa. Tiene que ver con la felicidad de la búsqueda de la recompensa que tiene probabilidad alta de producirse: con la certeza.

Confianza

Aquí juega un papel importante el lóbulo frontal y su relación con la amígdala. A la hora de planificar el enfoque de los problemas del sueño, es necesario valorar la situación durante el día y la noche, tanto del sistema dopaminérgico como de la amígdala y la corteza prefrontal (como depositaria de las funciones ejecutivas), teniendo en cuenta que el lóbulo frontal no está completamente conectado hasta la edad de 20-30 años, y que emoción (amígdala) y cognición (lóbulo frontal) están entrelazadas y sincronizadas en una colaboración necesaria para un funcionamiento normal. El lóbulo frontal calma a una amígdala sobreexcitada.

En su relación con la amígdala, hay que tener en cuenta que la información exterior llega con mucha rapidez a la amígdala, pero lo hace de una manera imprecisa y es el lóbulo frontal el que clarifica la información.

Esta situación es especialmente importante en situación de estrés. El estrés debilita la influencia de la corteza prefrontal sobre la amígdala(25) facilitando el aprendizaje de las asociaciones al miedo y dificultando la extinción de este aprendizaje. El estrés sostenido hace que la amígdala procese la información sensorial de manera rápida e imprecisa, altera la función del lóbulo frontal, y el niño tiene un pensamiento más confuso y actúa de una manera más impulsiva incrementándose la agresividad reactiva(26).

En relación con el sueño del niño en situación de estrés, esta dificultad de relación con la amígdala hace prioritario: primero, calmar y relajar; y después, redirigir la situación, máxime si tenemos en cuenta que el estrés sincroniza la activación en diferentes regiones frontocorticales, lo que merma la habilidad para cambiar la atención entre diferentes labores(27,23).

El estrés mantenido en el tiempo aumenta las sinapsis excitables en la amígdala y disminuye las sinapsis excitables en el lóbulo frontal, favoreciendo la impulsividad inducida por el estrés y la deficiente regulación emocional(28).

Dentro de esta información exterior, nuestro ambiente social, el ambiente físico (p. ej., el color rojo induce a la realización de ejercicio) y nuestra cultura dan forma literal a cómo vemos el mundo y cómo, de manera inconsciente, nos comportamos.

Por su parte, la serotonina (derivado del triptófano y precursor de la melatonina circadiana) tiene gran influencia en el ritmo vigilia-sueño. Las cantidades bajas de serotonina predicen una agresividad impulsiva y una impulsividad cognitiva, mientras que la serotonina aumenta los efectos de la dopamina sobre los comportamientos orientados hacia la consecución de objetivos(29).

Según estos datos, el abordaje de los problemas con el sueño exige la valoración del contexto de las 24 horas del niño. Su relación con: entorno, tipo de vínculo y tipo educativo de padres/tutores, son elementos de valoración indispensables antes siquiera de valorar lo que acontece por la noche.

Actitud ante el insomnio infantil

Durante los primeros 6 meses de vida, el ciclo vigilia sueño depende en gran medida de la alimentación y su entorno, controlado fundamentalmente por el troncoencéfalo y solo a partir de los 6 meses de vida, con la mayor predominancia de hipocampo, empiezan a tener más valor en la varianza del sueño (hasta alcanzar el 60%): condiciones ambientales, apego, modelo educativo…, coincidiendo con el establecimiento del ritmo circadiano de vigilia-sueño, podemos concluir que, salvo muy raras excepciones, el insomnio infantil no puede ser conceptualizado hasta pasados, al menos, los primeros 6-7 meses de vida extrauterina.

Un estrés en estos meses de vida, puede facilitar una situación de hiperarousal durante las 24 horas, predisponiendo al sujeto al insomnio.

En los primeros 5-6 meses, la respuesta al estrés infantil debe realizarse antes de que la concentración del cortisol sea tal que pueda ocasionar alteración de las redes neuronales de respuesta al estrés(30). La figura 1 describe el proceso.

Figura 1. La respuesta de la familia es fundamental: ante la reacción del niño (R) con llanto, la acción (A) de los cuidadores como respuesta debería realizarse antes de que el nivel de cortisol que provoca esta reacción pueda llegar a ser dañino (D). HSD11B2: gen de la corticoesteroide 11 ß deshidrogenasa tipo 2

La respuesta a cualquier tipo de estrés del lactante ocasiona una respuesta conductual y una actividad del cerebro de la madre asociada a la dopamina y los opioides endógenos: durante el llanto del bebé, la dopamina es la primera en aumentar y ocasiona una respuesta en los circuitos cerebrales, especialmente en el núcleo estriado y la amígdala. Al mismo tiempo, en la madre se incrementa la oxitocina, con actividad del hipotálamo para promover la secreción láctea y las conductas de maternidad. A continuación, se incrementa el cortisol para apoyar la respuesta al estrés y preparar a la madre ante la conducta demandante del llanto infantil. Si se trata de un llanto de hambre, el cortisol es el primero en parar su secreción después la oxitocina, tras haber facilitado la lactancia que disminuye la ansiedad.

Finalmente, la relación madre-bebe requiere la regulación de zonas corticales de la cíngula anterior, corteza medial frontal y corteza orbitofrontal, que son moduladas por los opioides endógenos que gestionan la satisfacción y refuerzan la conducta de cuidado.

Este refuerzo puede ir acompañado de una segunda tanda de secreción de dopamina para: mediar este refuerzo, favorecer el aprendizaje, el juego u otras interacciones de la pareja madre-bebé.

Situaciones como: depresión, ansiedad y abuso de sustancias, pueden ocasionar alteraciones en este sistema neuroendocrino, alterando la respuesta de cuidado(31).

El pediatra al evaluar el insomnio de un niño se encuentra, generalmente ante el resultado de un cuadro evolucionado: a una predisposición circadiana (insomnio de origen circadiano) se le une un desconocimiento por parte del entorno de los patrones de sueño normales durante los primeros meses con sus diferentes ritmos, desde el ritmo ultradiano inicial (cada 3 horas, mediado en gran parte por la alimentación) hasta el circadiano definitivo, así como del tiempo de sueño. Ello genera una respuesta educativa determinada que condiciona un apego inseguro-dependiente (insomnio educativo), ocasionándose el insomnio mixto (circadiano + educativo).

Por ello, el uso único y exclusivo de medidas conductuales sin realizar una educación sanitaria adecuada a los padres ni un enfoque diagnóstico del origen circadiano (valorando la predisposición vespertina o matutina del niño, la exposición o no a la luz durante las mañanas, el horario de las siestas, presencia de luz en el dormitorio, ruido…) es una actitud inadecuada. Es imprescindible la utilización de herramientas complementarias de diagnóstico, entre las que destacan: agendas libres de sueño tanto para este mismo diagnóstico como para el seguimiento.

Así pues, no existe una única causa que justifique que haya niños que duerman “bien” y otros “mal”. Hay, como hemos visto, numerosos factores que influyen en el sueño infantil, entre los que no hay que olvidar la existencia de factores predisponentes como la herencia genética: padres con insomnio es más probable que tengan hijos con insomnio.

Sobre esta predisposición, tienen influencia algunos factores precipitantes que el pediatra debe tener presente:

• Ambiente familiar: las relaciones fallidas de apego, las familias desestructuradas, el estrés familiar…, favorecen el insomnio infantil.

• Higiene de sueño deficiente.

• Pautas educativas: actitud paterna demasiado permisiva o demasiado estricta, límites imprecisos, etc.

A la vez, actúan otros problemas añadidos que actúan como factores perpetuantes que contribuyen a perpetuar el problema (médicos, de comportamiento, fármacos o drogas, niños con un tiempo cronobiológico tardío, cuyos padres suelen tener unas expectativas menos realistas del momento de inicio de sueño).

La resistencia del niño a dormirse cuando los padres lo desean suele ocasionar estrés familiar, por ello es necesario que los padres/tutores conozcan las necesidades reales de los niños, de manera que las conductas parentales referentes al sueño sean el resultado de un equilibrio entre la sensibilidad y la atención paternas, y el entrenamiento en la autonomía y autorregulación del niño. Pues muchos problemas relacionados con el sueño y/o la alimentación durante la infancia responden a prácticas culturales determinadas que son incongruentes con aspectos individuales de la biología y del momento evolutivo emocional y cognitivo. Es preciso que el pediatra valore las expectativas paternas como un “zeitgebers” social.

En definitiva, la queja de insomnio en la infancia debe ser enfocada como cualquier otro proceso médico, con una completa anamnesis, exploración clínica y, si se considera oportuno, unas pruebas complementarias, entre las que destaca la agenda o diario del sueño.

Conflicto de intereses

Los autores niegan cualquier conflicto de interés relacionado con el tema motivo de este artículo.

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Oxigenoterapia

A. González Brabin, M.A. García Teresa, A. García-Salido
Regreso a las bases


A. González Brabin, M.A. García Teresa, A. García-Salido

Unidad de Cuidados Intensivos. Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Madrid

Resumen

La oxigenoterapia se define como el aporte de oxígeno a un paciente a una concentración mayor del aire ambiente. Se puede administrar en pacientes con ventilación mecánica o ventilación espontánea. El principal objetivo de la administración de oxígeno suplementario es tratar o prevenir la hipoxemia (PaO2 menor de 60 mmHg o saturación arterial de oxígeno menor al 90%). Tiene como objetivo evitar sus consecuencias (hipertensión arterial pulmonar, acidosis metabólica, poliglobulia e hipoxia tisular) y controlar la sintomatología, mediante la reducción del trabajo respiratorio y el trabajo miocárdico generados por la puesta en marcha de mecanismos compensatorios.

 

Abstract

Oxygen therapy is defined as the supply of oxygen to a patient at a concentration greater than 21%. It can be administered in patients with mechanical ventilation or spontaneous ventilation. The main objective of supplemental oxygen administration is to treat or prevent hypoxemia (PaO2 less than 60 mmHg or arterial oxygen saturation less than 90%). Its objective is to avoid its consequences (pulmonary arterial hypertension, metabolic acidosis, polyglobulia, and tissue hypoxia), and to control the symptoms, by reducing respiratory work and myocardial work generated by the start-up of compensatory mechanisms.

 

Palabras clave: Hipoxemia; Oxígeno; Terapia.

Key words: Hypoxemia; Oxygen; Therapy.

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 38 – 44


Oxigenoterapia

Introducción

La oxigenoterapia es el tratamiento fundamental de la hipoxemia e insuficiencia respiratoria. Su objetivo es lograr que la PaO2 sea superior a 60 mmHg y la SatO2 superior al 90-92%. Su eficacia se traducirá en una mejoría de los signos y síntomas asociados. También se observarán cambios gasométricos y en el valor continuo de la SatO2. Existen, en la actualidad, multitud de sistemas para su administración y diferentes parámetros empleados para la monitorización de la oxigenación. Se resumen y describen a continuación.

Historia de la oxigenoterapia

El origen de la oxigenoterapia, tal y como la conocemos hoy en día, surge en 1783, año en que se aplica por primera vez el oxígeno como fármaco. El responsable de tal avance fue el médico francés Caillens, empleándolo para uno de sus pacientes enfermo de tuberculosis.

Posteriormente, durante el siglo XIX y primera parte del XX, surgen numerosos avances e investigaciones. Destaca John Scott Haldane, considerado el padre de la fisiología respiratoria. Describió cómo el impulso respiratorio parecía estar regulado por la concentración de CO2 en sangre, y se centró en desarrollar métodos para el análisis de gases en sangre. Este autor define el llamado “efecto Haldane”. Mediante este efecto se describe la propiedad de la hemoglobina para modificarse estructuralmente en función del grado de oxigenación. La hipoxemia induce una mayor capacidad de la hemoglobina(1) para portar dióxido de carbono y, a la inversa, la hemoglobina oxigenada tiene una capacidad reducida para transportar CO2.

Posteriormente, en los años sesenta, surge la figura de Earl Campbell que se centró en desarrollar nuevos dispositivos de administración. Así, aplica el efecto Venturi sobre el diseño de sus dispositivos. Esto permitió mezclar oxígeno puro con el aire ambiente dentro de una máscara, permitiendo ajustar distintas concentraciones de oxígeno. Las primeras máscaras desarrolladas por Campbell permitían concentraciones desde el 24 hasta el 35% de oxígeno. Estas mascarillas de oxígeno se conocen en la actualidad como mascarillas Venturi.

Conceptos de interés

FiO2: fracción inspiratoria de oxígeno. Hace referencia a la concentración de oxígeno del gas administrado al paciente. Se expresa en fracción de 1.

Hipoxemia: bajo contenido de oxígeno en sangre arterial.

Hipoxia: baja oxigenación tisular, las demandas de oxígeno no pueden ser satisfechas por los aportes.

Anoxia: ausencia de oxigenación tisular.

Ventilación: se determina a través de la PaCO2 (mmHg), cantidad de CO2 presente en sangre arterial. Aporta información sobre el intercambio gaseoso. El aumento de la PaCO2 se conoce como hipercapnia.

Complianza: es la distensibilidad (propiedad que permite el alargamiento o distensión de una estructura) pulmonar determinada por su cambio de volumen con la presión del gas.

Parámetros respiratorios.
Monitorización y valores de normalidad

Frecuencia respiratoria: número de respiraciones que se realizan por minuto. Los valores de normalidad varían en función de la edad, tal y como se muestra en la tabla I.

Saturación de oxígeno: se puede medir gasométricamente o bien con ayuda de métodos fotoeléctricos (pulsioximetría). Los valores normales medidos mediante pulsioximetría varían entre el 95 y 99%.

PaO2: presión parcial arterial de oxígeno. Para su medición, se requiere acceso a sangre arterial. Valores de normalidad: 80-100 mmHg en sangre arterial y 40 mmHg en sangre venosa (FiO2 0,21).

Cociente PaO2/FiO2: proporciona un mayor grado de información respecto al parámetro previo. Relaciona la FiO2 necesaria para mantener una determinada presión arterial de oxígeno. A mayor PaO2 y menor el aporte de FiO2, más positiva será la relación, y refleja una menor gravedad del paciente. Clasificación del grado de hipoxemia según los siguientes valores: normal > 300; leve 300-200; moderado 100-200; y grave < 100 (pacientes con presión al final de la expiración –PEEP– >5 cm H2O).

Índice de oxigenación (IO): valora la oxigenación en relación a la FiO2 y grado de asistencia respiratoria en ventilación mecánica invasiva. Para su cálculo, se requiere conocer la FiO2 y la presión media en la vía área o PMVA (ventilación mecánica invasiva). Clasificación del daño pulmonar según los siguientes valores: leve = 4 a 7,9; moderado = 8 a 15,9; y grave >= 16. Fórmula: IO = (FiO2 x PMVA en cm H2O) / PaO2.

PaCO2: presión parcial arterial de CO2. Para su medición, se requiere acceso a sangre arterial. Valores de normalidad: 35-45 mmHg en sangre arterial y 45-50 mmHg en sangre venosa.

Valoración del estado de oxigenación

Existen diferentes parámetros usados para valorar los distintos componentes de la oxigenación, distinguiéndose el transporte y capacidad de cesión, y consumo de oxígeno.

Transporte de oxígeno

El oxígeno no se disuelve fácilmente en el agua, y dado que el plasma es un 93% agua, para facilitar la oxigenación se requiere de una molécula que lo transporte: la hemoglobina.

PaO2: permite medir de forma indirecta la cantidad de oxígeno disuelto en el plasma.

Saturación arterial de oxígeno (SatO2): refleja la proporción de hemoglobina oxigenada respecto a la hemoglobina total en sangre.

Contenido arterial de oxígeno: resulta de la suma del oxígeno disuelto en plasma y del unido a hemoglobina, en sangre arterial.

Contenido venoso de oxígeno: resulta de la suma del oxígeno disuelto en plasma y del unido a hemoglobina, en sangre venosa.

Aporte o distribución de oxígeno (AO2)

El oxígeno pasa a la sangre en el circuito pulmonar, y es transportado a los órganos a través del flujo de sangre, es decir, el gasto cardiaco (Q). El ritmo con el que esto ocurre se denomina aporte de oxígeno(2), y describe el volumen de oxígeno que alcanza los capilares sistémicos cada minuto.

Captación de oxígeno (VO2)

Cuando la sangre alcanza los capilares sistémicos, el oxígeno se disocia de la hemoglobina y es cedido a los tejidos. El ritmo con el que esto sucede se denomina captación y describe el volumen de oxígeno (ml) que abandona el lecho capilar y se desplaza a los tejidos cada minuto.

Proporción de extracción de oxígeno: fracción de oxígeno proporcionado a los capilares que es captada por los tejidos.

Saturación venosa mixta (SvO2): refleja la extracción tisular de oxígeno por parte de los tejidos. Para su correcta medición, se debe disponer de un catéter venoso central cuyo extremo distal se encuentre en aurícula derechapara que la muestra sea representativa (punto donde se mezcla el flujo de sangre que proviene de la vena cava inferior y superior).

En la tabla II, se describe la forma de calcular los distintos parámetros comentados, así como los valores de normalidad.

Indicaciones de oxigenoterapia

El principal objetivo de la administración de oxígeno suplementario es tratar o prevenir la hipoxemia (PaO2 menor de 60 mmHg o saturación arterial de oxígeno menor al 90%).

Tiene como objetivo evitar sus consecuencias (hipertensión arterial pulmonar, acidosis metabólica, poliglobulia e hipoxia tisular) y controlar la sintomatología, mediante la reducción del trabajo respiratorio y el trabajo miocárdico generados por la puesta en marcha de mecanismos compensatorios.

Patología aguda

Enfermedades pulmonares: provocan una situación de hipoxemia-hipoventilación debido a la alteración en la relación ventilación-perfusión (neumonía, bronquiolitis…), hipoventilación alveolar.

Enfermedades cardíacas: patologías que condicionan cortocircuito derecha-izquierda (cardiopatías cianosantes).

Enfermedades infecciosas: situaciones de bajo gasto cardíaco o alta demanda de oxígeno (shock, sepsis…), condicionando una situación de hipoxia tisular sin hipoxemia.

Patología crónica

Enfermedades pulmonares: hipertensión pulmonar, enfermedades parenquimatosas, fibrosis pulmonar y displasia broncopulmonar.

Enfermedades cardíacas con hipertensión pulmonar.

Enfermedades neuromusculares, de la pared torácica, obstrucción de la vía aérea superior.

Complicaciones de la oxigenoterapia

• Retinopatía proliferativa en pacientes neonatos prematuros.

• Toxicidad pulmonar: secundaria a la disminución de la síntesis de surfactante, alteraciones en la relación ventilación-perfusión y disminución de la actividad mucociliar, favoreciendo la formación de atelectasias.

Depresión del centro respiratorio.

Sistemas de aporte de oxígeno

La oxigenoterapia se puede administrar tanto en pacientes con ventilación mecánica (invasiva o no invasiva) como en ventilación espontánea. En ventilación espontánea, los diferentes tipos de soporte respiratorio se clasifican de acuerdo al flujo administrado, diferenciando dos grupos: sistemas de bajo y alto flujo(7).

Sistemas de bajo flujo

Suministran O2 puro (100%) a un flujo menor que el pico de flujo inspiratorio del paciente. El O2 administrado se mezcla con el aire inspirado y, se obtiene una FiO2 variable, dependiente del flujo administrado y del volumen inspiratorio.

Oxigenoterapia en cánula o gafas nasales

Es la modalidad más empleada. Son ligeras y cómodas (Fig. 1).

Figura 1. Dispositivo de bajo flujo. Cánulas nasales simples.

Suministra una FiO2 variable (desde 0,24 a 0,44) en función del flujo utilizado (Tabla III).

Su eficacia disminuye en respiradores bucales o durante el sueño. En recién nacidos, el flujo a través de este dispositivo se debe restringir a 2 l/min, y en pediátricos hasta 4 l/min.

No se aconseja la utilización de este tipo de cánulas cuando son necesarios flujos superiores a 6 l/min, debido a que flujos mayores a través de este dispositivo ocasionan irritación de la mucosa nasal y no aumentan la FiO2.

Mascarilla simple de oxígeno

Se trata de una mascarilla que cubre boca y nariz. Dispone de 2 orificios laterales por donde entra el aire ambiente y sale el aire espirado (Fig. 2).

Figura 2. Dispositivo de bajo flujo. Mascarilla de oxígeno asociada a nebulizador.

Requiere de un flujo de O2 entre 4-10 l/min. No dispone de bolsa reservorio. Aporta una FiO2 variable entre 0,3 y 0,5.

Mascarilla con reservorio

Se trata de una mascarilla que cubre boca y nariz, que lleva asociada una bolsa reservorio en la parte frontal de la misma (Fig. 3).

Figura 3. Dispositivo de bajo flujo. Mascarilla asociada a bolsa reservorio.

Se debe asegurar un flujo suficiente (entre 10 y 15 l/min) para llenar el reservorio y evitar su colapso durante la inspiración.

Dispone de orificios laterales en la mascarilla, que permite la salida de aire durante la espiración, evitando así su reinhalación. Estos orificios permanecen cerrados durante la inspiración para evitar la entrada de aire ambiente. Este dispositivo permite administrar FiO2 más elevadas, entre 0,6-0,9.

Sistemas de alto flujo(3,8,9)

El flujo administrado al paciente es suficiente para proporcionar la totalidad del gas inspirado, independientemente del patrón respiratorio del paciente, permitiendo con ello regular de forma más exacta la FiO2 administrada.

Mascarilla Venturi

Se trata de una mascarilla que cubre boca y nariz, que lleva asociado un mecanismo regulador de FiO2. El oxígeno y el aire se mezclan en este mecanismo que se ajusta en función de la concentración de oxígeno deseada (Figs. 4 y 5).

Figura 4. Dispositivo de alto flujo. Mascarilla de efecto Venturi.

Figura 5. Dispositivo de alto flujo. Mascarilla de efecto Venturi. Regulador de FIO2.

El flujo de oxígeno a alta velocidad arrastra aire del exterior hacia el interior del regulador (efecto Venturi). Cada dispositivo, en función del modelo comercializado, dispone de una tabla orientativa para ajustar el flujo de oxígeno.

Oxigenoterapia de alto flujo con cánulas nasales(4)

Administración de un flujo elevado de aire mezclado con oxígeno, u oxígeno puro a través de un dispositivo de cánulas nasales específicas (Fig. 6).

Figura 6. Dispositivo de alto flujo. Cánulas nasales de alto flujo.

La FiO2 a administrar se ajustará mediante el dispositivo mezclador (Fig. 7).

Figura 7. Mezclador de aire y oxígeno.

Si no se dispone de un mezclador, se puede administrar mezclando dos caudalímetros, uno de aire y otro de O2, calculando la concentración de O2 con la siguiente fórmula: FiO2 = O2 (l/min) + aire (l/min) x 0,21) / O2 (l/min) + aire (l/min).

Dada la facilidad de uso y la buena adaptación que suele acompañar a este tipo de oxigenoterapia, su uso se ha visto extendido en los últimos años. Su indicación debe acompañarse de un seguimiento estrecho que confirme la buena respuesta e impida el retraso de otros tipos de asistencia.

Para el uso de alto flujo en cánulas nasales, es indispensable humidificar y calentar el aire (Fig. 8).

Figura 8. Humidificador. Conectado a sistema de alto flujo.

Se debe comenzar con flujos bajos, en torno a 0,5-1 l/kg/min. Posteriormente, ir aumentando en función de las necesidades del paciente, y también de la tolerancia, hasta un máximo en torno a 1,5-2 l/kg/min. En la tabla IV aparece el flujo máximo por rango de edad.

Este sistema mejora la oxigenación del paciente, dado que el flujo de aire administrado es superior al pico de flujo inspiratorio del paciente, evitando teóricamente la inhalación de aire ambiente. Permite, además, renovar el gas del espacio muerto en nasofaringe.

Destaca en su uso que, a mayor flujo pautado peor tolerancia por parte del paciente. Esto suele limitar la eficacia del dispositivo. Otro limitador importante es el tamaño de la cánula nasal seleccionado, que puede restringir al flujo administrado (se debe elegir la cánula nasal adecuada en función de la edad y del flujo que se desee pautar).

Ventilación mecánica no invasiva(6-9)

Se trata de un nivel de asistencia mayor que lo previamente descrito. Se considera ventilación no invasiva (VNI) al tratamiento que no invade la vía aérea del paciente; por tanto, no supone la intubación endotraqueal o la traqueotomía. Existen diferentes modalidades, pero la más empleada es aquella que hace uso de presión positiva (modalidades de presión). Los dispositivos empleados para la ventilación hacen uso del gradiente de presión entre el dispositivo y las unidades alveolares del paciente, y es a través de este gradiente que consigue movilizar un determinado volumen de gas.

Este sistema de ventilación permite regular la FiO2 administrada para optimizar el estado de oxigenación del paciente. Se debe asegurar que el volumen corriente en cada respiración es suficiente para llevar a cabo un adecuado intercambio gaseoso, permitiendo con ello la oxigenación y el intercambio de PCO2.

Habitualmente, se buscan volúmenes en torno a 4-6 ml/kg en lactantes y volúmenes en torno a 6-8 ml/kg en edad pediátrica. Se debe tener en cuenta que la ventilación no invasiva tiene como principal inconveniente la no tolerancia del paciente y las fugas, que pueden llegar a condicionar su eficacia (no es un circuito hermético).

Cuando se emplea la ventilación no invasiva, es fundamental humidificar y calentar el aire que se administra. La ausencia de humedad puede hacer más secas las secreciones, dificultando la movilización de las mismas con el consecuente agravio para el paciente.

Indicaciones de ventilación no invasiva

Insuficiencia respiratoria aguda(5): se distingue la forma hipoxémica, en la que se produce un fracaso en el intercambio de gases por afectación parenquimatosa pulmonar (p. ej.: neumonía, edema pulmonar cardiogénico, distrés respiratorio), y la forma hipercápnica, causada por el fracaso de la bomba respiratoria. Se iniciará soporte respiratorio con VNI en aquellos pacientes con deterioro respiratorio pese al tratamiento con las modalidades previamente descritas. Debe considerarse como primer nivel de asistencia en situaciones de debilidad neuromuscular o situación de dificultad respiratoria grave, en las que se requiera participación activa en la inspiración y espiración. El uso de este soporte permite asistir al paciente, disminuyendo el trabajo respiratorio y mejorar los parámetros de oxigenación.

Insuficiencia respiratoria crónica: enfermos con patología respiratoria de larga evolución, enfermedades neuromusculares, anomalías en el sistema nervioso central. En este grupo de pacientes, el uso de la VNI es una medida de soporte a largo plazo.

Dispositivos de administración de ventilación no invasiva

Hospitalario: es recomendable el uso de dispositivos específicos con sistemas de flujo continuo de turbina, que permiten compensar las fugas (Fig. 9).

Figura 9. Philips respironics v60. Respirador empleado para ventilación no invasiva.

En ambos, se requiere de una interfase, que puede ser: facial (ocupando boca y nariz), nasal o bucal que se debe ajustar al paciente (Figs. 10 y 11).

Figura 10. Interfase para ventilación no invasiva. Mascarilla facial.

Figura 11. Interfase para ventilación no invasiva. Mascarilla nasal.

Se pueden emplear respiradores de ventilación invasiva que dispongan de módulo de ventilación no invasiva. Sin embargo, este tipo de dispositivos no suelen realizar una compensación adecuada de las fugas del circuito.

Domiciliario: como los comentados previamente, son respiradores específicos con funcionamiento mediante turbina, pero de pequeño tamaño (Fig. 12).

Figura 12. Respirador domiciliario. Astral 150.

Disponen de modalidades de presión soporte, gran sensibilidad en el trigger inspiratorio/espiratorio (capacidad de detectar el flujo respiratorio del paciente) y capacidad de compensar las fugas del circuito. No disponen de mezclador de gases, por lo que si el paciente precisa oxígeno suplementario, se debe conectar una fuente externa mediante un sistema con alargadera.

Ventilación mecánica invasiva(6)

La ventilación mecánica invasiva (VMI) requiere de la intubación orotraqueal, nasotraqueal o traqueotomía/traqueostomía, que permite aislar la vía aérea (circuito cerrado).

Requiere de respiradores específicos designados para ello. Cuando se emplea este soporte, también es fundamental humidificar y calentar el aire que se administra al paciente.

Indicaciones

Insuficiencia respiratoria grave por aumento de las resistencias de la vía área o por patología en el parénquima pulmonar, cuando la VNI ha fracasado. La decisión de iniciar depende de la situación clínica del paciente (trabajo respiratorio, nivel de conciencia) y de las alteraciones gasométricas (hipoxemia, saturación de O2 < 90% a pesar de FiO2 > 0,6; o hipercarpnia, PCO2 > 70 mmHg y pH < 7,20).

Shock de cualquier etiología, en el que la demanda de oxígeno no se suple con los aportes.

Disfunción del SNC, ocasionando: pausas centrales y/o el cese de la respiración. Disminución del nivel de conciencia, secundario a intoxicaciones, infecciones del sistema nervioso central o traumatismo craneoencefálico.

Los objetivos son conseguir una adecuada oxigenación y ventilación del paciente, disminuir el trabajo respiratorio y el consumo de oxígeno (sistémico y miocárdico).

Tipos de asistencia y modalidades de ventilación invasiva

El inicio de la ventilación invasiva requiere elegir el tipo de asistencia que el paciente precisa. Se puede optar por una ventilación controlada, en la que el paciente no interviene, siendo todos los ciclos respiratorios iguales, o bien por una ventilación asistida, donde se soporta la respiración iniciada por el paciente, siendo los ciclos respiratorios diferentes entre sí. Existen modalidades intermedias que no son objeto de este capítulo.

Elegir una modalidad u otra dependerá del contexto y la gravedad del paciente. La ventilación controlada permite un alivio en la bomba respiratoria para los pacientes más graves y requiere de un óptimo estado de sedación-analgesia (asociado o no a relajante muscular).

Decidido el tipo de asistencia, se debe elegir el modo de ventilación, diferenciando modalidades de: volumen, presión y mixtas.

Ventilación por volumen: se pauta volumen, frecuencia respiratoria y un tiempo inspiratorio con pausa inspiratoria. Esta última permite que el volumen se distribuya de la forma más homogénea posible en las unidades alveolares, con distinta distensibilidad. La presión requerida para administrar el volumen es variable, dependiente de la resistencia y de la distensibilidad del circuito, y parénquima pulmonar. Durante la inspiración se administra el gas con un flujo constante. Esta modalidad disminuye el riesgo de hiperventilación/hipoventilación.

Ventilación por presión: en esta modalidad se programa la presión deseada en inspiración y espiración. El volumen administrado depende de la presión, del tiempo inspiratorio, y de la distensibilidad (complianza) del parénquima pulmonar. Emplea un flujo decelerado, porque disminuye a medida que lo hace el gradiente de presión. Genera, por tanto, menor riesgo de barotrauma, una mejor distribución del aire dentro y facilita un adecuado reclutamiento alveolar. Sin embargo, tiene riesgo de hiperventilación/hipoventilación al no asegurar el volumen.

Ventilación en modalidades mixtas, como volumen control regulado por presión. Es una modalidad de ventilación por presión con volumen garantizado, en la que se pauta un volumen y el respirador calcula en cada respiración la mínima presión necesaria para meter ese aire en el circuito respiratorio.

Bibliografía

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Patología pleural: derrame, neumotórax y neumomediastino

A. Gimeno Díaz de Atauri*, R. Morante Valverde**
Temas de FC


A. Gimeno Díaz de Atauri*, R. Morante Valverde**

*Sección de Neumología y Alergia Infantil. Servicio de Pediatría. Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid. **Servicio de Cirugía Pediátrica. Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid

Resumen

La patología pleural en el niño requiere de atención especializada hospitalaria, en la mayor parte de los casos. Las afecciones más frecuentes en niños son el derrame pleural (DP) y el neumotórax.
El DP consiste en el acúmulo de líquido entre las dos capas de la pleura; generalmente por una neumonía subyacente (derrame paraneumónico). La expresión clínica (dificultad respiratoria, tos, dolor pleurítico) es variable en función de la cantidad de líquido acumulado y la velocidad de instauración. Tras objetivar DP en una radiografía de tórax, se recomienda una ecografía torácica para definir su tamaño y características. Otras pruebas pueden ser necesarias, en función de la sospecha clínica y la evolución. El tratamiento es el de la causa subyacente, aunque si produce compromiso cardiorrespiratorio o tiene determinadas características, se recomienda drenar el líquido del espacio pleural.
El neumotórax consiste en un acúmulo de aire en el espacio pleural y puede ser espontáneo o traumático. La clínica típica consiste en: tos, dolor torácico y dificultad respiratoria; aunque depende de: extensión del neumotórax, velocidad de instauración y características del paciente. El tratamiento puede ser: conservador, con vigilancia clínica y radiológica, o intervencionista (toracocentesis, colocación de drenaje y cirugía en casos seleccionados).

 

Abstract

Pleural pathology in the child requires specialized hospital care in most cases. The most common conditions in children are pleural effusion (PE) and pneumothorax.
PE consists in the accumulation of fluid between the two layers of the pleura; usually from an underlying pneumonia (parapneumonic effusion). Clinical manifestations (respiratory distress, cough, pleuritic pain) are variable depending on the amount of fluid accumulated and the rate of its establishment. After confirming a PE on chest x-ray, a chest ultrasound is recommended to define its size and characteristics. Other tests may be necessary depending on the clinical suspicion and progress. Management involves treating the underlying cause, although if certain efussion characteristics are present or in case of cardiorespiratory compromise, drainage of the pleural space fluid is recommended.
Pneumothorax is an abnormal collection of air in the pleural space which can be spontaneous or traumatic. The typical clinical picture includes cough, chest pain and shortness of breath, although it depends on the extent of the pneumothorax, the rate of the air leak and patient characteristics. Its management may be conservative, with clinical and radiological surveillance, or interventionist (thoracocentesis, drainage placement or surgery) in selected cases.

 

Palabras clave: Pleura; Derrame; Neumotórax.

Key words: Pleura; Effusion; Pneumothorax.

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 29 – 36

 


Patología pleural: derrame, neumotórax y neumomediastino

Derrame pleural

Introducción

El derrame pleural es el acúmulo de un exceso de líquido en el espacio pleural. La causa más frecuente en Pediatría es la neumonía (derrame paraneumónico).

Los pulmones están recubiertos por dos capas de membranas semipermeables (pleura): una queda en contacto con el pulmón (capa visceral) y la otra con la caja torácica (capa parietal). Entre ambas queda el espacio pleural donde, en condiciones normales, hay unos 0,3 ml de ultrafiltrado del plasma, procedente de los capilares de la pleura parietal y que es drenado por el sistema linfático(1). El derrame pleural (DP) consiste en el acúmulo de un exceso de líquido, como consecuencia de un desequilibrio entre la producción y el drenaje del mismo. Puede ser de dos tipos, dependiendo de las características del fluido: trasudados o exudados. Los trasudados son transparentes, de color ambarino y se deben fundamentalmente a alteraciones en la presión oncótica o hidrostática en la red capilar pulmonar. En los exudados, el líquido es más turbio y espeso, y la causa suele estar relacionada con procesos inflamatorios o con problemas del drenaje linfático. El DP más frecuente en los niños previamente sanos, es el secundario a un proceso neumónico agudo (derrame paraneumónico [DPN]), por lo que la mayor parte de este artículo se centrará en esta patología. Existen otros dos tipos de derrame con nombre propio: hemotórax, que es el acúmulo de sangre en el espacio pleural y que generalmente está relacionado con traumatismos; y quilotórax, en el que el espacio pleural se llena de líquido linfático. La causa más frecuente de quilotórax es la secundaria a traumatismo del conducto torácico, principalmente en relación con procesos quirúrgicos cervicales o cardiotorácicos. Otras posibles causas incluyen: trombosis de la vena cava superior, tumores sólidos o enfermedades granulomatosas. El quilotórax congénito es una causa poco frecuente de DP en niños, aunque es la causa más frecuente de DP en el periodo neonatal. Se asocia a: malformaciones congénitas linfáticas, hydrops fetalis y a algunos síndromes concretos, como: síndrome de Down, síndrome de Noonan o síndrome de Turner(2,3).

Epidemiología

Actualmente, la incidencia anual en nuestro medio del derrame paraneumónico es de unos 2 por cada 100.000 niños. La epidemiología del derrame no paraneumónico está poco estudiada.

Existen pocos datos fiables sobre la epidemiología del DP en niños. En cuanto al DPN, los datos varían según los países y han sido muy variables a lo largo del tiempo en función del estado vacunal de la población para H. influenzae y, sobre todo, para neumococo, con un descenso importante de los ingresos por este motivo tras la introducción de la vacuna antineumocócica 13 valente. Se estima que, actualmente, la incidencia anual de empiema en nuestro entorno es de, aproximadamente, 2 por cada 100.000 niños(4,5).

Fisiopatología

El derrame pleural está causado por un desequilibrio entre la producción y la evacuación del líquido pleural. Los procesos inflamatorios son la principal causa en Pediatría.

El DP está causado por un desequilibrio entre la evacuación y la producción del líquido pleural, aunque el exceso de producción es más frecuente. El mecanismo de aparición del DP pasa por el aumento de la permeabilidad de la membrana pleural (procesos infecciosos, inflamatorios o tumorales) o la aparición de cambios en la red capilar, como aumento de la presión hidrostática (insuficiencia cardiaca congestiva, sobrecarga de volumen) o descenso de la presión oncótica (hipoproteinemia). También puede ocurrir, si hay paso de líquido desde el peritoneo o por una presión negativa intratorácica importante como, por ejemplo, en las atelectasias masivas(6). Las causas más frecuentes de DP quedan resumidas en la tabla I.

En el caso concreto de los DPN, la infección produce una inflamación pleural (pleuritis seca) que desencadena un aumento de la permeabilidad (fase exudativa) y, posteriormente, una fase fibropurulenta que pude dar lugar a una fase organizativa con formación de tractos fibrosos en el espacio pleural(7).

Clínica

Los síntomas dependen de la cantidad y rapidez de instauración del derrame. Los más frecuentes son: dificultad respiratoria, tos y dolor torácico.

Los pacientes pueden estar asintomáticos o presentar: disnea, empleo de la musculatura respiratoria accesoria, taquipnea, tos o/y dolor torácico en función de las características, la velocidad de instauración y la cantidad del DP. En el caso del DPN, suele haber fiebre asociada y más afectación del estado general que en los niños con neumonía sin derrame. También debe sospecharse, cuando una neumonía no mejora clínicamente tras 48 horas de tratamiento antibiótico apropiado. En la exploración física, destaca la disminución del murmullo vesicular y matidez a la percusión. En los derrames unilaterales grandes, puede haber disminución de la expansión torácica en el lado afecto(6-8).

Diagnóstico y diagnóstico diferencial

Para el diagnóstico, son fundamentales la radiografía y la ecografía torácicas. En algunos casos, es necesario realizar toracocentesis para estudiar el líquido pleural.

Ante la sospecha clínica de DP, la prueba inicial más accesible es la radiografía simple de tórax que, en la proyección anteroposterior, típicamente muestra la ocupación del seno costo-frénico afectado y, cuando el derrame va aumentando, una imagen homogénea de condensación con borde superior cóncavo y con mayor elevación en contacto con la pared torácica (curva de Damoisseau) (Fig. 1).

Figura 1. Radiografía posteroanterior de tórax con derrame pleural paraneumónico.

Si el paciente está en decúbito supino, como suele ocurrir en los lactantes, este signo puede pasar desapercibido y el DP se manifiesta como un aumento homogéneo de la densidad del hemitórax afecto, engrosamiento de las cisuras y aparición de una línea pleural en la zona más externa, en paralelo a la línea de inflexión de los arcos costales. También puede aparecer escoliosis con concavidad hacia el lado afecto. El derrame masivo puede provocar la opacificación completa del hemitórax y desplazamiento mediastínico hacia el lado contrario. La radiografía en decúbito lateral sobre el lado patológico, puede ayudar a identificar pequeñas cantidades de derrame libre. Generalmente, se considera que si la altura del derrame en esta proyección es menor de 1 cm, las probabilidades de obtener líquido con una toracocentesis son mínimas. La ecografía de tórax (Fig. 2) en manos expertas, puede llegar a sustituir la radiografía simple y cada vez existen más publicaciones sobre su uso a pie de cama por el clínico que atiende al paciente en el diagnóstico de neumonía y DPN asociado.

Figura 2. Ecografía torácica que muestra derrame pleural anecoico y condensación parenquimatosa subyacente con broncograma aéreo.

Permite: confirmar el diagnóstico de DP, definir su tamaño y características, realizar un seguimiento evolutivo y ayudar a establecer el mejor punto para realizar una toracocentesis, en caso de que esté indicada. La tomografía axial computarizada (TAC) supone mucha radiación y no está indicada inicialmente en el proceso diagnóstico del DP; aunque, en casos concretos, puede servir para filiar adecuadamente la causa subyacente o planificar una intervención quirúrgica(9).

La toracocentesis diagnóstica debe realizarse en todos los casos de etiología no aclarada, siempre que la cuantía del derrame sea suficiente. La extracción debe hacerse con jeringa heparinizada y realizar el análisis bioquímico y de pH lo más rápido posible, para que los resultados sean fiables. Las características del líquido permiten diferenciar exudados de trasudados; los criterios más empleados son los descritos por Light en 1972, que tienen alta sensibilidad en adultos para reconocer un exudado cuando se cumple, al menos, uno de los tres criterios. Estos criterios y algunos descritos posteriormente, quedan reflejados en la tabla II y pueden ayudar a la toma de decisiones terapéuticas, aunque hay controversia al respecto, porque la evidencia en niños es muy escasa(10).

El análisis de otros datos bioquímicos puede aportar información importante, como la presencia de triglicéridos por encima de 110 mg/dl para el diagnóstico de quilotórax. La citología puede orientar el diagnóstico etiológico de enfermedades infecciosas e inflamatorias, y facilitar el diagnóstico de enfermedades neoplásicas. Se debe enviar muestra también, para estudio microbiológico.

Además, dentro de la batería inicial de pruebas diagnósticas, es necesario solicitar analítica de sangre que incluya, al menos: hemograma, proteína C reactiva, perfil hepatorrenal, proteínas totales y lactatodeshidrogenasa (LDH), así como hemocultivo, en los casos en los que se sospeche etiología infecciosa. Se valorará añadir otros estudios como: prueba de tuberculina, ecocardiografía, etc., en función de la sospecha diagnóstica.

Tratamiento

Las indicaciones de drenaje del derrame son fundamentalmente: la ausencia de respuesta al tratamiento de la enfermedad de base y el compromiso cardiorrespiratorio por un derrame muy cuantioso.

El manejo del DP en niños debe hacerse siempre con el paciente ingresado en el hospital y con el tratamiento de soporte necesario según la situación clínica. Por lo demás, en muchos casos, basta con el tratamiento adecuado de la causa subyacente. En DP muy cuantiosos, puede ser necesario realizar una toracocentesis terapéutica para facilitar la expansión pulmonar y disminuir la sintomatología cardiorrespiratoria. Hay que tener precaución en los casos con acúmulo muy importante de líquido pleural, especialmente los de larga evolución, ya que la expansión rápida del parénquima pulmonar y el relleno brusco del lecho vascular pulmonar, puede dar lugar a un cuadro de edema agudo de pulmón o/y de hipotensión arterial. El control del dolor debe ser una prioridad mientras se mantenga el drenaje, que debe ser hasta que el débito de líquido sea mínimo (<40-60 ml/día o menor de 1 ml/kg/día, según otros autores).

En el caso del DPN, cuando es pequeño y no complicado, puede tratarse exclusivamente con antibioterapia intravenosa. Empíricamente, se emplean los mismos fármacos que en la neumonía adquirida en la comunidad, aunque a dosis más elevadas, para alcanzar adecuadamente el espacio pleural(11). No hay consenso en las distintas guías, sobre las indicaciones de la inserción de un tubo de drenaje (toracostomía) en el DPN. Hay que planteárselo, cuando hay: afectación clínica importante, tabiques u otros datos ecográficos de derrame complicado, ausencia de respuesta a antibioterapia intravenosa o tamaño importante del derrame (los puntos de corte a este respecto son arbitrarios y varían en las distintas publicaciones, desde 1 cm de espesor en algunas de ellas, a otras que sugieren que la mayor parte de los derrames que ocupen menos de la mitad del hemitórax, pueden resolverse con tratamiento conservador sin aumentar las complicaciones ni el tiempo de hospitalización). También se han propuesto criterios en función de las características del líquido pleural (pus franco, PH<7,2, glucosa <50 mg/dl, LDH >1.000 UI), aunque hay mucha controversia al respecto, por la falta de evidencia (a favor o en contra) en pacientes pediátricos(8,10-13).

La instilación de fibrinolíticos (urokinasa o estreptoquinasa) mejora el pronóstico frente al drenaje simple. Se administran cada 12 h durante 3 días, a través del tubo de drenaje, con cambios posturales y el tubo pinzado durante las 4 horas siguientes a la administración. Su uso está contraindicado en caso de alteraciones de la coagulación y cuando existen fístulas broncopleurales. Una alternativa a este procedimiento, es la videotorascocopia o cirugía toracoscópica asistida por vídeo (VATS, por sus siglas en inglés), que permite desbridar los tractos fibrosos y acceder a las loculaciones mediante visión directa. En los ensayos clínicos disponibles hasta el momento, sus resultados clínicos han sido similares a los obtenidos con un tubo de drenaje y fibrinolíticos, aunque puede conllevar un aumento de los costes. La experiencia del equipo quirúrgico de cada centro, es una variable fundamental a la hora de elegir entre ambas intervenciones. En todo caso, la ausencia de mejoría tras 48-72 horas de empleo de fibrinolíticos o la presencia de fístula broncopleural, son indicaciones de VATS(14,15). La decorticación mediante toracotomía posterolateral, permite eliminar el tejido fibroso y extraer todo el pus del espacio pleural, pero es una técnica más invasiva y está indicada solo en caso de fracaso de las demás opciones terapéuticas. En ocasiones, en caso de derrame recurrente, es necesario valorar una pleurodesis, que consiste en la fusión de ambas capas pleurales mediante la administración de sustancias esclerosantes a través de un tubo de tórax, o la abrasión pleural mecánica por toracoscopia o toracotomía.

Neumotórax

Introducción

El neumotórax consiste en un acúmulo de aire entre la pleura parietal y la visceral, y puede ser espontáneo o traumático.

El neumotórax traumático puede producirse por: explosión, quemadura, traumatismo torácico penetrante o por lesión iatrogénica (durante un procedimiento diagnóstico o terapéutico o secundario al barotrauma, asociado a ventilación mecánica). Este artículo se centra más en el neumotórax espontáneo (NE), que es aquel que se produce sin evidencia de traumatismo previo. Puede ser de dos tipos:

• Primario: es el más frecuente en niños y ocurre en pacientes sin patología pulmonar subyacente que predisponga a la fuga de aire.

• Secundario: aparece en pacientes con alguna patología pulmonar como: asma, fibrosis quística, neumonía necrotizante, bullas pulmonares o neumopatías intersticiales.

Epidemiología

La incidencia de neumotórax espontáneo varía según las series, siendo de 7,4 a 18 casos / 100.000 en varones y de 1,2 a 6 casos / 100.000 en mujeres, con un pico de incidencia en la adolescencia(16).

Fuera de esta edad, es frecuente encontrar neumotórax pequeños y asintomáticos en el periodo neonatal, apareciendo hasta en un 1-2% de los recién nacidos vivos. Por otro lado, los neumotórax sintomáticos ocurren únicamente en aproximadamente 2 de cada 10.000 recién nacidos vivos. Esta cifra es mayor en pacientes con factores de riesgo, como prematuridad o patología pulmonar; fundamentalmente, enfermedad de membrana hialina y aspiración meconial(17,18).

El NE es de 3 a 6 veces más frecuente en varones que en mujeres. En niñas adolescentes, existe un tipo de neumotórax asociado a la menstruación llamado neumotórax catamenial. Habitualmente, se produce en reposo; aunque, en algunas ocasiones, existe historia de actividad física o traumatismo torácico asociado, que produce aumento de las presiones pulmonares y actúa como factor precipitante.

Fisiopatología

Aunque cualquier fuga de aire entre la pleura parietal y visceral puede causar neumotórax, el neumotórax espontáneo ocurre exclusivamente por rotura de la pleura visceral.

Existen varios mecanismos que pueden dar lugar a rotura de pleura visceral y, por tanto, a neumotórax.

• Aumento de la presión transpulmonar, que causa distensión alveolar y puede llegar a producir rotura de los mismos. En ocasiones, en la superficie alveolar aparecen bullas, cuya rotura se abre directamente al espacio pleural, produciendo neumotórax. En otras ocasiones, el aire se confina en el espacio intersticial produciendo enfisema en esta localización y que también puede romperse al espacio pleural, si la presión es lo suficientemente alta. Si la rotura es del intersticio de la zona hiliar, el aire puede discurrir por el espacio perivascular y dar lugar a neumomediastino.

• Defectos en la pleura visceral, debido a alguna patología pulmonar. Esto ocurre en los neumotórax secundarios, como en los asociados a: procesos infecciosos, conectivopatías, tumores, malformaciones quísticas o en el neumotórax catamenial.

La presencia de aire en el espacio pleural, hace que la presión intrapleural se iguale a la atmosférica, y esto predispone a un colapso pulmonar parcial o completo.

Clínica

La mayoría ocurren en reposo, aunque pueden precipitarse por cualquier maniobra que aumente la presión intratorácica como un Valsalva, y los síntomas principales son: dolor pleurítico, disnea y taquipnea.

La clínica va a depender de: grado de presión intrapleural, extensión del colapso pulmonar, velocidad de instauración y reserva respiratoria del paciente.

En la exploración física, podemos encontrar: menor expansión torácica en el hemitórax afecto, timpanismo, disminución del murmullo vesicular y menor transmisión de las vibraciones vocales. Desde el punto de vista clínico, es importante distinguir entre neumotórax simple y neumotórax a tensión, que es aquel que se produce por un mecanismo valvular que permite la entrada de aire, pero no su salida, y que constituye una urgencia vital, dado que va a producir un compromiso ventilatorio y circulatorio, por disminución del retorno venoso y en consecuencia, del gasto cardiaco.

Diagnóstico

La historia clínica y exploración física nos van a dar un diagnóstico de sospecha, que debe confirmarse con una radiografía de tórax.

En la proyección póstero-anterior convencional, se identifican la mayoría de los neumotórax; pero para los de pequeño tamaño, es necesaria una radiografía en espiración. En neonatos o pacientes en los que la radiografía se realice en decúbito, puede ser necesaria una proyección lateral. Los hallazgos radiológicos son: hiperclaridad y aumento de volumen en el hemitórax afecto, colapso pulmonar y desplazamiento mediastínico al lado contralateral. Se puede ver también la línea de la pleura visceral (Fig. 3).

Figura 3. Radiografía de tórax posteroanterior en paciente con neumotórax izquierdo.

No existe una forma exacta de determinar el tamaño del neumotórax. Habitualmente, se usan los criterios empleados en adultos para los pacientes adolescentes (neumotórax grande: aquel en el que la línea de la pleura en la Rx se separa >3 cm en el borde apical o >2 cm en el lateral); mientras que para pacientes de menor edad, se define como: aquel que ocupa más de un 30% del tamaño del hemitórax afecto.

Otras pruebas de imagen como la TAC torácica, no se realizan de rutina y se reservan para pacientes en los que se sospecha alguna lesión subyacente en la radiografía o aquellos casos que precisan tratamiento quirúrgico. Está, por tanto, orientada a identificar lesiones susceptibles de tratamiento, fundamentalmente bullas subpleurales, que es la patología más frecuentemente encontrada en estos pacientes (Fig. 4).

Figura 4. Tomografía axial computarizada torácica en un paciente con fuga persistente, en el que se observa neumotórax y una bulla apical en LSD.

Tratamiento

Dependiendo de la situación clínica del paciente y el tipo de neumotórax, se optará por un tratamiento conservador o intervencionista (toracocentesis y aspiración, colocación de drenaje torácico o cirugía).

No existen guías clínicas específicas del manejo del neumotórax en la población pediátrica, por lo que el tratamiento se hace adaptando las recomendaciones de las guías existentes en adultos.

Tratamiento conservador

En el caso de neumotórax pequeños y en pacientes estables, se puede llevar a cabo una actitud expectante, con observación clínica y repetición de la radiografía en 6-12 horas. Aunque en adultos, se puede realizar tratamiento ambulatorio, en pacientes pediátricos lo habitual es que se lleve a cabo hospitalizados, al menos, durante las primeras 24 horas(19). Aunque en niños no existen estudios concluyentes sobre el papel de la oxigenoterapia suplementaria, dado que en adultos se ha visto que puede favorecer la reabsorción del neumotórax, se suele emplear durante el período de observación clínica, exceptuando los neonatos, en los que únicamente se emplea si tiene requerimientos de oxígeno suplementario y no por un tiempo superior a 72 horas.

Toracocentesis y colocación de drenaje torácico

Está indicado en el caso de pacientes con neumotórax grandes, en aquellos que tienen repercusión clínica, aunque sean de pequeño tamaño y en los que han aumentado durante el período de observación clínica. En el neumotórax espontáneo primario con paciente estable se puede realizar, de inicio, una toracocentesis y aspiración manual, que puede ser tan eficaz como la colocación de un tubo de drenaje, pero dado que en niños el procedimiento habitualmente requiere sedación, siempre que en la misma haya salida de gran cantidad de aire, es preferible dejar colocado un tubo de drenaje(19). La inserción del tubo se realiza en el 5º espacio intercostal línea medio axilar y la tendencia es a colocar catéteres finos, dado que se ha visto que son igual de eficaces que los de mayor diámetro y son mejor tolerados. El drenaje debe conectarse a un sistema de recolección con sello de agua y posibilidad de aspiración manual o digital, que permiten ajustar la presión de aspiración. Inicialmente, no se debe instaurar aspiración para evitar que se produzca edema pulmonar por una reexpansión brusca. Se iniciará aspiración activa en los casos en los que no se consiga reexpandir el pulmón por completo. El drenaje debe mantenerse hasta que hayan pasado 24 horas sin fuga aérea. Antes de retirarlo es recomendable mantenerlo pinzado 6-12 horas y realizar una radiografía de control para comprobar que no hay cámara de aire.

Tratamiento quirúrgico

Las indicaciones de tratamiento quirúrgico en el neumotórax son:

• Fuga aérea persistente, tras 5-7 días de drenaje torácico.

• Recidiva de neumotórax espontáneo primario, ipsilateral o contralateral.

• Hemoneumotórax.

En pacientes con neumotórax espontáneo secundario, es necesario valorar el tipo de patología de base y el número y extensión de las recurrencias, así como la posibilidad de que el tratamiento quirúrgico pueda interferir en un procedimiento futuro (p. ej., trasplante pulmonar en pacientes con fibrosis quística).

En cuanto a las opciones de tratamiento, actualmente la más empleada es la videotoracoscopia, que permite identificar y tratar lesiones pulmonares causantes (fundamentalmente, bullas subpleurales que se resecan en la propia intervención), habitualmente asociada a pleurodesis mecánica mediante abrasión de la pleura parietal. Otra opción de pleurodesis es la química, en la que se emplean sustancias que irritan la pleura (talco, sangre autóloga), pero tienen más complicaciones como la infección, y se reservan para casos en los que fracasa el tratamiento anterior o en pacientes con alto riesgo quirúrgico. La cirugía abierta mediante toracotomía y pleurectomía, en la actualidad, es muy poco usada en pacientes pediátricos.

Función del pediatra de Atención Primaria

Tanto el derrame pleural como el neumotórax son patologías potencialmente graves en la infancia, por lo que se recomienda su valoración hospitalaria. La labor del pediatra de Atención Primaria pasa por tener un alto índice de sospecha en los niños con la sintomatología descrita en el texto de este artículo. Ante cuadros leves sin compromiso clínico, puede solicitarse una radiografía de tórax para confirmar el diagnóstico antes de la derivación al centro hospitalario de referencia. En el resto de casos, se recomienda la derivación urgente para valoración y tratamiento.

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio de los autores.

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Revisión actualizada de la evidencia sobre las principales controversias en el manejo del derrame paraneumónico en niños. Incluye descripción de aspectos técnicos y propuesta de algoritmo de manejo.

- Antón-Pacheco Sánchez JL, Luna Paredes MC, Gimeno Díaz de Atauri A. Derrame pleural no paraneumónico, quilotórax, hemotórax y mediastinitis. Protoc diagn ter pediatr. 2017; 1: 211-9.

Protocolo de la Asociación Española de Pediatría y la Sociedad Española de Neumología Pediátrica, sobre el derrame pleural no paraneumónico. Aporta información añadida sobre el quilotórax o el hemotórax, que no se desarrollan en este artículo.

- Calder A, Owens CM. Imaging of parapneumonic pleural effusions and empyema in children. Pediatr Radiol. 2009; 39: 527-37.

Revisión narrativa sobre el papel de las distintas pruebas de imagen en el derrame paraneumónico.

- Moreno-Pérez D, Andrés Martín A, Tagarro García A, Escribano Montaner A, Figuerola Mulet J, García García JJ, et al. Neumonía adquirida en la comunidad: tratamiento de los casos complicados y en situaciones especiales. Documento de consenso de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica (SEIP) y Sociedad Española de Neumología Pediátrica (SENP). An Pediatr (Barc). 2015; 83: 217.e1-11.

Consenso nacional español entre las sociedades de infectología y neumología pediátricas, sobre el manejo de la neumonía complicada, incluido el derrame paraneumónico.

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Estudio retrospectivo de pacientes con neumotórax, que han precisado tratamiento con la finalidad de analizar factores que predispongan a la recidiva.

- Aguinagalde B, Aranda JL, Busca P, Martínez I, Royo I, Zabaleta J, et al. Guía de práctica clínica de la SECT sobre el manejo de pacientes con neumotórax espontaneo. Cir esp. 2018; 96: 3-11.

Guía de práctica clínica para el manejo de pacientes con neumotórax. Aunque se describe para pacientes adultos, su lectura resulta de utilidad dada la escasez de guías específicas para pacientes pediátricos.

 

Caso clínico

 

Anamnesis

Lactante de 9 meses, correctamente vacunado para su edad, sin antecedentes patológicos relevantes, que acude a urgencias por un cuadro clínico de: fiebre de hasta 39ºC, irritabilidad, rechazo de las tomas y quejido intermitente de 3 días de evolución, con empeoramiento en las últimas 24 horas. Tos y rinorrea sin otra sintomatología acompañante.

Exploración física

SatO2: 94%. FC: 135 lpm. Aceptable estado general, algo decaído. Reactivo. Bien nutrido, hidratado y perfundido. Relleno capilar inmediato. No lesiones en piel. Buena perfusión periférica. Quejido respiratorio, tiraje inter y subcostal leve, con hipoventilación en hemitórax derecho a la auscultación pulmonar. Auscultación cardíaca rítmica y sin soplos. Sin otros hallazgos patológicos.

Pruebas complementarias

– Laboratorio: destaca leucocitosis (21.400/μl, neutrófilos 19.300 μl) y elevación de reactantes de fase aguda (proteína C reactiva. 29,5 mg/dl; procalcitonina 18,53 ng/ml).

– Radiografía de tórax (Fig. 5).

 

Figura 5. Radiografía de tórax

 

 

 

Bronquiolitis y bronquitis

M. Ridao Redondo
Temas de FC


M. Ridao Redondo

Equipo de Atención Primaria (EAP). Torrellas de Llobregat. Barcelona

Resumen

La bronquiolitis (BA) es un primer episodio de dificultad respiratoria en un lactante de hasta 24 meses. La etiología es vírica, cursando en brotes epidémicos estacionales. La causa más frecuente es el virus respiratorio sincitial, seguido por el rinovirus. El diagnóstico es clínico y el manejo se realiza básicamente en Pediatría de Atención Primaria. Cada vez hay más y mejor evidencia a partir de las guías de práctica clínica (GPC), de que no existe tratamiento farmacológico que modifique el curso de la BA, ni reduzca la tasa de ingresos ni la duración de la hospitalización. Sin embargo, parecen existir distintos fenotipos de pacientes y mecanismos patogénicos distintos para algunos virus que explicarían que, algunos niños, puedan responder a la prueba terapéutica con broncodilatadores. La necesidad de oxígeno en bronquiolitis grave indicará la necesidad de manejo hospitalario.
La bronquitis aguda es de etiología vírica y curso autolimitado. La bronquitis crónica se da en niños con patología respiratoria de base. La bronquitis bacteriana persistente forma parte del diagnóstico diferencial de la tos crónica, su diagnóstico es clínico y responde bien al tratamiento antibiótico prolongado.

 

Abstract

Bronchiolitis (BA) is a first episode of respiratory distress in an infant of up to 24 months of age. The etiology is viral, occurring in seasonal epidemic outbreaks. The most common cause is Respiratory Syncytial Virus, followed by Rhinovirus. The diagnosis is clinical and the management is carried out basically in primary care paediatrics. There is more and better evidence from clinical practice guidelines (CPG), that there is no pharmacological treatment able to modify the course of BA, nor reduce the rate of admissions or duration of hospitalization. However, there seem to be different phenotypes of patients and different pathogenetic mechanisms for some viruses that would explain, why some children may respond to the therapeutic test with bronchodilators.
The requirement of oxygen in severe bronchiolitis indicates the need for hospital management.
Acute bronchitis has a viral etiology and a self‐limited course. Chronic bronchitis occurs in children with an underlying respiratory disease. Persistent bacterial bronchitis is part of the differential diagnosis of chronic cough. Its diagnosis is clinical and responds well to prolonged antibiotic treatment.

 

Palabras clave: Bronquiolitis; Bronquitis.

Key words: Bronchiolitis; Bronchitis.

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 21 – 28

 


Bronquiolitis y bronquitis

Bronquiolitis

Definición

La bronquiolitis es un primer episodio de infección vírica aguda de las vías respiratorias inferiores que cursa como síndrome disneizante. Está causada por la inflamación aguda, edema y necrosis de las células epiteliales de los bronquios más pequeños, junto con hipersecreción de moco, en el contexto de un cuadro catarral en un lactante menor de 2 años(1). En 1983, McConnochie estableció unos criterios clínicos para definir la enfermedad que, aunque de forma heterogénea, son los más utilizados (Tabla I).

Epidemiología

Es un síndrome clínico muy frecuente que cursa en brotes epidémicos con una incidencia máxima entre los 2 y los 6 meses.

En el primer año de vida, alrededor de 1 de cada 3 lactantes, desarrollará bronquiolitis clínica. En el hemisferio norte (templado), la mayoría de los casos se producen entre noviembre y abril, con una incidencia máxima entre enero y febrero.

Se desconoce el impacto real en las consultas de Atención Primaria (AP). En la base de datos clínicos del Ministerio de Sanidad, en el grupo de 0 a 14 años de edad, la bronquiolitis aguda (BA) es el quinto motivo de consulta, pero no se recoge qué lugar ocupa en los menores de 2 años(2). En Cataluña, en el año 2014, la tasa de nuevos diagnósticos de BA en Atención Primaria fue de 13,3 por cada 100 lactantes(3). El estudio epidemiológico realizado en Valencia(4), concluye que la mayoría de las BA se tratan en AP (87%); que afecta a 2 de cada 10 niños menores de 2 años y que, de ellos, el 3% requiere ingreso. Los lactantes entre 2 y 10 semanas son grupo de riesgo para bronquiolitis grave. Este mismo estudio estima que cada episodio genera 5 consultas en AP y, globalmente, unas 500.000 visitas y 1.000.000 de días de atención por parte de los padres o cuidadores.

En España, la tasa anual de hospitalización por BA es del 24/1.000 menores de 12 meses. Los ingresos suponen el 18% de todas las hospitalizaciones pediátricas(5). Es la primera causa de hospitalización en menores de 2 años en todo el mundo. Se considera la segunda causa de muerte después de la malaria en niños menores de un año.

El análisis económico de las hospitalizaciones no es fácil, ya que existe una gran variabilidad en la manera de abordar la infección, utilizándose con frecuencia, tratamientos cuya eficacia no está demostrada. Los costes también varían dependiendo del sistema sanitario; así, mientras que en Holanda se estimó un coste medio de 2.200 dólares por caso hospitalizado, en EE.UU. se acerca a los 9.000 dólares. En España, concretamente en la Comunidad Valenciana, un estudio realizado durante los años 2001-2002, con una aproximación similar a la de los autores responsables de los estudios anteriores, pero de base poblacional, estimó que cada caso de bronquiolitis por VRS costaría 2.253 euros(6). No hay que olvidar que el impacto no solo es sanitario y económico, también supone una importante carga para las familias, tanto económica como emocional: días de hospitalización, niños enfermos, pérdida de días de trabajo por cuidados, etc.

Etiología

La bronquiolitis aguda está causada por infecciones virales. Los distintos virus varían en función de la estación del año. El virus detectado con más frecuencia es el virus respiratorio sincitial (VRS), seguido por el rinovirus (RV). Otros menos frecuentes son: bocavirus, adenovirus, metapneumovirus, influenza A y B, y parainfluenza. Se han descrito coinfecciones entre ellos hasta en un tercio de las BA(7).

El VRS es el más frecuente, causa el 70-80% de las BA. Es estacional, de noviembre a febrero, con picos epidémicos (Fig. 1).

Figura 1. Numero de detecciones de VRS desde la semana 40/2016 hasta la 07/2020.
En:
https://www.sjdhospitalbarcelona.org/es/informe-red-vigilancia-hospitalaria-vrs.

No produce inmunidad duradera y las reinfecciones son frecuentes. Cada año, el 75% de los menores de un año se infecta por VRS (pico entre 2 y 3 meses). El 2-3% de los menores de 12 meses con una primoinfección VRS necesita ingreso y, de ellos, el 2-6% en cuidados intensivos. La mortalidad, en niños sanos, en países industrializados (acceso a ventilación mecánica e ingreso en cuidados intensivos) es muy baja (0-1,5%). Pero cada año fallecen en el mundo, entre 66.000 y 199.000 niños por VRS. Los principales factores de riesgo de bronquiolitis por VRS se resumen en la tabla II.

El RV es el segundo virus más frecuente. Se clasifica en tres especies: A, B y C, con más de 100 serotipos. Esta diversidad antigénica representa un gran desafío a la hora de establecer una inmunidad protectora y desarrollar vacunas. El RV tipo A, con frecuencia, causa infección del tracto respiratorio inferior, y el RV tipo C, en particular, está relacionado con sibilancias graves en niños infectados.

Circula todo el año, con mayor incidencia en primavera y otoño, causa el 80% de las BA diagnosticadas entre septiembre y octubre. Son niños de más edad, que van a guardería y que tienen, con más frecuencia, dermatitis atópica y antecedentes maternos de asma o atopia, que los lactantes con BA por VRS (Fig. 2).

Figura 2. La frecuencia de agentes etiológicos virales según la edad de los pacientes hospitalizados con el primer episodio de bronquiolitis o sibilancias. Los diagnósticos virales se basaron en la PCR (incluidas las especies de rinovirus C), excepto para el bocavirus humano que se basó en la serología. VRS: virus respiratorio sincitial; RV: rinovirus; BoV: bocavirus humano 1; MPV: metaneumovirus; PIV: virus de la parainfluenza; AdV: adenovirus; CoV: coronavirus; Gripe: influenza 8, 9, 10. Jartti T, et al. Allergy. 2019; 74: 40-52. doi: 10.1111/all.13624.

El tabaquismo en la familia se relaciona con mayor riesgo de BA por RV.

Fisiopatología

La clínica es consecuencia del efecto directo del virus sobre las células del epitelio respiratorio y de la respuesta inmunológica del huésped.

Los virus respiratorios, en general, se transmiten por contacto directo o partículas de aerosol y se replican en las células epiteliales de las vías respiratorias. Tanto las infecciones por VRS como por RV, muestran diversos mecanismos patogénicos, comunes unos y otros muy distintos. Normalmente, como resultado de la activación inmune innata, se produce rápidamente una explosión temprana de interferón (IFN) de tipo I/III después de la infección viral respiratoria. Esto será seguido por una inducción de citocinas, incluidas alarminas, quimiocinas y factores de crecimiento que activan y atraen: células linfoides innatas, granulocitos, células dendríticas y monocitos, al sitio de infección. El efecto combinado del virus y la respuesta inflamatoria conduce a: apoptosis de las células epiteliales, necrosis y desprendimiento epitelial, así como a la sobreproducción de moco. Se forman tapones y, como resultado, hay obstrucción, con zonas de atelectasia y zonas de hiperinsuflación. Esta fisiopatología explicaría la no respuesta a broncodilatadores en estos casos (Fig. 3).

Figura 3. Bronquiolitis celular: infiltrado celular mononuclear peribronquiolar que muestra un estrechamiento luminal concéntrico de la vía aérea. Pentach-rome 40, aumento 884E.R. Fernández Pérez, et al. Respiratory Medicine. 2013; 107: 883e889.

Aunque, en general, las infecciones por RV están relacionadas con la inducción de una inflamación epitelial más leve que las infecciones por VRS, tienden a reducir la expresión de IFN tipo I, y a causar inflamación tipo Th2, y niveles altos de citosinas. Todo ello da lugar a: broncoespasmo, edema y producción de moco, y conduce a la obstrucción de las vías respiratorias y sibilancias. La exposición a alérgenos, junto a la barrera epitelial deteriorada y las respuestas deficientes del interferón, dan lugar a una función pulmonar disminuida(8).

Las infecciones por VRS pueden provocar una infección grave de las vías respiratorias inferiores, principalmente en niños muy pequeños, mientras que las infecciones por RV tienden a provocar sibilancias en niños un poco mayores, en particular, aquellos con predisposición atópica. Esto apuntaría a que en función de la genética del individuo y a los mecanismos patogénicos, la clínica y la respuesta a los tratamientos serían distintos en cuanto a resultados a corto y a largo plazo, y explicarían la relación entre la BA y el Asma descrita desde hace muchos años(9).

El papel del microbioma

Las complejas comunidades de microbios que habitan todas las partes del cuerpo humano se denominan colectivamente microbioma. Este inmenso entorno microbiano tiene el potencial de estimular el desarrollo del sistema inmunológico, además de actuar como modulador de enfermedades. El vínculo entre el microbioma y la susceptibilidad a la BA, y el asma subsiguiente, se ha explorado, tanto en lo que respecta a las vías respiratorias como a nivel intestinal, pero los mecanismos detrás de los posibles efectos aún no se conocen por completo.

En lo que respecta al microbioma de las vías respiratorias, existe una continuidad microbiológica diversa entre las vías respiratorias superiores e inferiores. El desarrollo espectacular del microbioma de las vías respiratorias comienza con el nacimiento y está influenciado por factores como: hermanos, asistencia a la guardería, antibióticos e infecciones previas. Estudios recientes han sugerido, que ciertos patrones de colonización microbiana que prevalecen ya en la primera infancia, pueden afectar el riesgo de bronquiolitis y preceder al desarrollo de sibilancias persistentes o asma. Además, la gravedad de las infecciones respiratorias agudas puede estar modulada por el tipo de comunidad microbiana presente en las vías respiratorias(10).

El papel de la genética

Si bien, la infección por VRS y por RV es muy común, la bronquiolitis grave es relativamente rara. Por tanto, parece probable que factores del huésped, como la genética, también sean factores de riesgo importantes. Se han sugerido varios genes de susceptibilidad a partir de estudios de genes candidatos. La mayoría de los estudios se centran en la bronquiolitis por VRS y las asociaciones notificadas incluyen genes relacionados con la regulación inmunitaria. Varios de estos genes también se han asociado con asma, lo que sugiere que la asociación entre bronquiolitis y el desarrollo de asma posterior podría explicarse en parte, por la genética compartida. Desafortunadamente, la comprensión actual de los factores de riesgo genéticos de la bronquiolitis es limitada(11).

Clínica

El diagnóstico de la bronquiolitis es clínico. Típicamente, comienza con: síntomas de vía aérea superior, congestión y/o rinorrea, seguidos de síntomas de vía aérea inferior en el día 2-3, aumento de la frecuencia respiratoria, tiraje, sibilancias y crepitantes, con un pico en los días 5-7 y, a partir de entonces, resolución gradual.

La duración depende de: edad, gravedad, factores de riesgo y agente causante. La bronquiolitis es generalmente autolimitada. En un 50% de los pacientes, la tos se resuelve antes de 13 días, en un 90% antes de los 21 días. El distrés respiratorio mejora en 2-5 días, pero el resto de síntomas y signos pueden persistir. Se ha de tener especial atención por el riesgo de complicaciones en los niños, con los factores de riesgo que se recogen en la tabla II.

Las complicaciones a las que debemos estar atentos son:

Apneas: son un factor de riesgo para la progresión a insuficiencia respiratoria y necesidad de ventilación mecánica. Son más frecuentes en prematuros y menores de 2 meses.

Deshidratación: los lactantes con bronquiolitis pueden presentar dificultades para mantener una buena hidratación, debido a: aumento de necesidad de fluidos (en relación con la fiebre y la taquipnea), disminución de la ingesta oral de líquidos (en relación con la taquipnea y el esfuerzo respiratorio) y los vómitos.

Insuficiencia respiratoria: la hipoxemia es frecuente y se asocia a tapones mucosos y atelectasias La hipercapnia se asocia a fatiga de los músculos respiratorios, requiere soporte ventilatorio adicional.

Sobreinfección respiratoria: a excepción de la otitis media, es muy infrecuente. La sobreinfección pulmonar bacteriana ocurre en aproximadamente un 1% de los niños hospitalizados con bronquiolitis por VRS. Aun así, al 7,6% de los pacientes con diagnóstico de bronquiolitis en Atención Primaria, se les prescribió un antibiótico en los 7 días posteriores al diagnóstico (SISAP: Sistema d’Informació dels Serveis d’Atenció Primària. Cataluña. 2014).

Diagnóstico

El diagnóstico es clínico. Normalmente existe ambiente epidémico familiar de infección respiratoria(12). Los criterios diagnósticos (CD) publicados varían entre: países, diferentes guías y consensos de Sociedades Científicas. En España, hay también gran heterogeneidad. Los CD mínimos, consensuados entre los expertos en una publicación de 2019, son: primer episodio de dificultad respiratoria, con taquipnea, en cualquier estación del año, y utilidad de la identificación del virus.

Entre los pediatras clínicos es muy baja la utilización de criterios estándar, pero la mayoría consideran que se debe limitar el diagnóstico al primer episodio y a los primeros 24 meses(13).

La exploración física detecta la intensidad del trabajo respiratorio: taquipnea, aleteo, retracciones. En la auscultación pulmonar, se encuentran zonas de hipoventilación con: crepitantes, sibilancias y espiración alargada. Hay que hacer una exploración general y valorar la hidratación.

Pruebas complementarias

En general, no serán necesarias.

• Pulsioximetría: indicada para valorar al inicio, la gravedad y para controlar los cambios clínicos del compromiso respiratorio. El nivel de saturación de oxígeno (SatO2) que indica ingreso hospitalario varía según las guías entre el 90-92%. No se aconseja la monitorización continua. Diversos autores plantean que el manejo basándose únicamente en el nivel de SatO2, puede prolongar: hospitalización, ingreso en UCIP y duración de ventilación mecánica.

• Radiografía de tórax: su realización se relaciona con mayor e indebido uso de antibióticos (infiltrado versus atelectasia), ya que no hay correlación entre radiología y gravedad. Solo está indicada, si hay: mala evolución, BA grave, enfermedad de base o duda diagnóstica.

• Ecografía pulmonar: por su inocuidad, cada vez la encontraremos más en la cabecera del paciente. Podría incorporarse en los scores para el manejo, ya que ha mostrado una sensibilidad y especificidad del 100 y el 82%, respectivamente, para predecir el ingreso en UCIP. Permitiría reducir el número de ingresos en aquellos niños que ingresan en observación por su edad (< 6 semanas), si puede haber un manejo adecuado(14).

• Test de detección de virus en nasofaringe (VRS e Influenza): las guías no recomiendan la identificación rutinaria del agente causal. Entre los expertos españoles de la publicación mencionada, hubo consenso en considerar la identificación viral como útil en el diagnóstico de BA, pero no coincidían en ello los pediatras clínicos. Pensamos que, en un futuro próximo, con la generalización de los test de diagnóstico rápido (TDR) en Atención Primaria, habrá un cambio de paradigma, ya que el uso de TDR a VRS (con una sensibilidad del 90% y una especificidad del 95%), permite incidir en la familia sobre: potencial gravedad evolutiva, optimizar el manejo y aislar para evitar los brotes en guarderías y, por supuesto, en niños ingresados(15).

• La procalcitonina o la PCR podrían ser útiles cuando hay fiebre elevada y se sospeche una infección bacteriana potencialmente grave.

Tira reactiva en orina, sedimento y urocultivo. Únicamente en aquellos lactantes con fiebre elevada (>39,5ºC), de forma persistente, ya que un 5% de los niños con BA presentan como coinfección una infección urinaria.

Diagnóstico diferencial

Clásicamente, en el diagnóstico diferencial de la BA, se consideran varias entidades que afectan al tracto respiratorio, tales como: sibilancias recurrentes por virus, asma, neumonía, infección pulmonar crónica, aspiración de cuerpo extraño, neumonía aspirativa, cardiopatía congénita, insuficiencia cardiaca y anillos vasculares. Pero si realmente nos ceñimos a los CD de BA (primer episodio), muchas de estas entidades no deberían considerarse.

Cuando la bronquiolitis es severa, puede desenmascarar una obstrucción de vía aérea preexistente (p. ej.: anillo vascular). Las manifestaciones clínicas ayudan a distinguir algunas de estas entidades de la bronquiolitis (p. ej.: ausencia de síntomas de vía aérea superior inicial, episodio de atragantamiento, estancamiento ponderal, cronicidad, etc.), para otras, es necesario el uso de pruebas de imagen o de laboratorio.

En los lactantes con apneas como único síntoma de inicio, sobre todo en los menores de dos meses, hay que descartar tos ferina.

Manejo de la bronquiolitis aguda

Cada vez hay más y mejor evidencia, a partir de las guías de práctica clínica (GPC), de que no existe tratamiento farmacológico (broncodilatadores inhalados, adrenalina nebulizada, corticoides inhalados u orales, antibiótico, bromuro de ipratropio, ni suero hipertónico) que modifique el curso de la BA, ni reduzca la tasa de ingresos ni la duración de la hospitalización.

El manejo va a depender del grado de afectación. Se debe valorar: anamnesis, exploración física, SatO2, factores de riesgo para evolución grave y signos de enfermedad grave (Tablas II y III).

Existen varias escalas para valorar la gravedad BA; recientemente, se ha validado la escala de TAL(16)(Tabla IV).

Cada pediatra debe familiarizarse con el manejo de una de ellas. Antes de valorar la gravedad, hay que aspirar las secreciones de vías altas para mejorar la respiración nasal. La mejor evaluación es la valoración clínica repetida.

Hay varias iniciativas en marcha, para intentar difundir el mensaje de las GPC a pediatras de urgencias y de AP (Campaña del País Vasco “BA: menos es más” y en Madrid “No hacer en la BA”). Si se siguieran las GPC, se lograría un descenso del uso de fármacos y de recursos diagnósticos(17).

El tratamiento consiste en conseguir una buena hidratación y oxigenación del niño, mientras la BA evoluciona a la curación espontánea(18,19) (ver algoritmo al final del artículo).

• En la BA leve:

- Evitar el humo de tabaco y otros contaminantes ambientales.

- Mantener la hidratación, tomas breves, pero frecuentes.

- Lavados nasales, si los mocos causan dificultad para respirar.

- Posición semisentado a 30° para mejorar la respiración.

- Explicar a los padres la enfermedad y cuáles son los motivos por los que tienen que consultar o acudir a urgencias (Tabla V).

• En la BA moderada/ grave:

- Además de las medidas de mantenimiento, se considerará la necesidad de oxigenoterapia con gafas nasales/mascarilla.

- A nivel hospitalario y de forma no rutinaria, la nebulización de suero salino fisiológico o adrenalina, valorando siempre la respuesta individual al tratamiento(20).

Respecto al salbutamol inhalado, existe controversia. Parece claro que la evidencia no lo avala en el tratamiento de la BA. No obstante, muchas publicaciones parecen indicar que algún tipo de BA responde a la prueba terapéutica. Son, sobre todo, los niños mayores descritos con BA por RV y con una genética de atopia. En los próximos años, se irá conociendo más de esta relación, y de los fenotipos y endotipos de la BA y del asma, avanzando en el camino de una medicina personalizada que pueda identificar a esos pacientes concretos(21,22).

Medidas preventivas

Como para todos los virus respiratorios, se recomienda el lavado frecuente de manos y evitar el contacto de niños y adultos que padezcan cuadros catarrales con los lactantes.

La única intervención disponible para prevenir enfermedades graves en niños de alto riesgo es la administración del anticuerpo monoclonal humanizado anti-VRS Palivizumab. Las Sociedades de Neonatología lo recomiendan como immunoprofilaxis (aunque las GPC ponen en cuestión su eficacia). Nuevos Ac monoclonales de vida media extendida están en ensayos clínicos, en este momento.

Actualmente, hay en desarrollo clínico, vacunas contra el VRS que utilizan cuatro enfoques: basadas en partículas, vivas atenuadas o quiméricas, de subunidades y de vectores vivos que portan genes que codifican proteínas de VRS. Otra estrategia en evaluación, es inmunizar a las mujeres embarazadas para transferir altos títulos de anticuerpos protectores al bebé antes del nacimiento.

Por último, se están evaluando nuevos antivirales y nanopartículas con acción frente a VRS, específicamente en población pediátrica.

En la próxima década, podremos esperar que varios de estos candidatos puedan estar en manos de los clínicos.

Bronquitis

La bronquitis aguda es de etiología vírica y curso autolimitado. La bronquitis crónica se da en niños con patología respiratoria de base. La bronquitis bacteriana persistente forma parte del diagnóstico diferencial de la tos crónica.

Bronquitis aguda

La bronquitis aguda es un síndrome clínico producido por la inflamación de: tráquea, bronquios y bronquiolos. En los niños, se asocia a una infección viral del tracto respiratorio inferior. Suele tener un patrón estacional que predomina en los meses de invierno. Los síntomas son tos productiva y, en ocasiones, dolor retroesternal con las respiraciones profundas o la tos. El curso clínico es generalmente autolimitado, con recuperación completa a los 10-14 días del inicio de los síntomas.

Los agentes infecciosos causantes de bronquitis aguda son, en un 90%, virus (adenovirus, influenza, parainfluenza, VRS, rinovirus, bocavirus, coxackie, herpes simple). En un 10%, se trata de infecciones bacterianas (Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae, Moraxella catarrhalis, Mycoplasma pneumoniae y Chlamydia pneumoniae). Es importante subrayar que las bronquitis agudas bacterianas son excepcionales fuera de los pacientes fumadores, con fibrosis quística o inmunodeprimidos. Rara vez, puede producirse por otros agentes infecciosos (hongos) o por agentes no infecciosos (alergias, aspiraciones o reflujo gastroesofágico).

La traqueítis bacteriana es una entidad: específica, infrecuente, equivalente a una forma de infección bacteriana invasora, que puede constituir: una verdadera urgencia médica, requiere ingreso hospitalario y tratamiento antimicrobiano agresivo.

Bronquitis crónica

La bronquitis crónica es una inflamación recurrente con deterioro secundario de la vía aérea. Los pacientes con bronquitis crónica tienen más secreciones de lo normal, por aumento de producción y/o déficit de aclaramiento. Se asocia con frecuencia a: asma, fibrosis quística, discinesia ciliar primaria, aspiración de cuerpo extraño y exposición a agentes irritantes de la vía aérea. Los contaminantes del aire, como los que ocurren en el tabaquismo y el humo de segunda mano, también causan bronquitis crónica. La exposición al humo del cigarrillo en el útero y después del nacimiento en el hogar, está estrechamente relacionada con el asma y la bronquitis recurrente en los niños. Existen bronquitis recurrentes también en portadores de traqueotomía e inmunodeprimidos.

Los agentes infecciosos más frecuentes causantes de bronquitis crónica son:

• En menores de 6 años: Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae y Moraxella catarrhalis.

• En mayores de 6 años: Mycoplasma pneumoniae.

• En ciertas patologías de base crónicas (traqueotomía, etc.) pueden presentarse, otros microorganismos como: Pseudomonas aeruginosa y Staphylococcus aureus (incluido el meticilín-resistente). 

El tratamiento consiste en: adecuada hidratación, evitar humo del tabaco, antitérmicos y antibióticos, en caso de sospecha de infección bacteriana. Si asocia sibilancias o clínica de hiperreactividad bronquial, se pueden utilizar broncodilatadores o corticoides. Estos niños deben estar correctamente vacunados y se recomienda una exhaustiva educación sanitaria en función de la patología de base que presenten(23-24).

Bronquitis bacteriana persistente (BBP)

Se caracteriza por una tos húmeda que persiste durante, al menos, 3-4 semanas y se resuelve con terapia antimicrobiana. La clínica comienza habitualmente con un cuadro catarral y, posteriormente, una infección respiratoria baja que puede asociar fiebre, y cuyos síntomas se resuelven a excepción de la tos. Con frecuencia, han recibido antibióticos en pautas cortas que les mejoran, pero a los pocos días de finalizarlos la tos reaparece. El diagnóstico es clínico, basado en la anamnesis y la exploración física (que suele ser normal salvo tos húmeda). Se debe plantear diagnóstico diferencial con otras causas de tos prolongada. Se especula que una infección viral inicial altera la función respiratoria epitelial y ciliar, lo que lleva a una inflamación crónica que da lugar a la formación de biopelículas bacterianas, que dificultan la erradicación bacteriana. Si no se trata, la BBP puede provocar una enfermedad pulmonar supurativa crónica o bronquiectasias. La broncoscopia muestra: edema, aumento de las secreciones bronquiales y cultivo bacteriano positivo, después del lavado broncoalveolar. La biomasa bacteriana, el porcentaje de neutrófilos, los niveles de interleucina (IL) IL-8 e IL-1-beta son significativamente más altos en niños con BBP. Los gérmenes aislados son: Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae no tipable y Moraxella catarrhalis y, frecuentemente, se aíslan varios de ellos. El tratamiento debe hacerse con un antibiótico de amplio espectro durante 4 semanas. La pauta más utilizada es amoxicilina-clavulánico a 80-100 mg/kg/día. Se recomienda una mayor investigación/diagnóstico diferencial en aquellos pacientes que no experimentan una mejoría clara de los síntomas tras el tratamiento antibiótico(25-26).

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio de la autora.

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Bibliografía recomendada

– Cavaye D, Roberts DP, Saravanos GL, Hsu ZY, Miyajima R, Randall LE, et al. Evaluation of national guidelines for bronchiolitis: AGREEments and controversies. J Paediatr Child Health. 2019; 55: 25-31. doi: 10.1111/jpc.14160. Epub 2018 Aug 9. PMID: 30094877.

Evaluación y comparación entre guías nacionales, que muestra la heterogeneidad de criterios diagnósticos y reflejan la evidencia equivoca sobre los distintos tratamientos.

– Jartti T, Smits H, Bønnelykke K, Ozlem Bircan O, Elenius V, Konradsen J, et al. Bronchiolitis needs a revisit: Distinguishing between virus entities and their treatments Allergy. 2019; 74: 40-52. DOI: (10.1111/all.13624).

Mirada distinta, haciendo incidencia en los distintos mecanismos fisiopatológicos en función de los virus causantes de la bronquiolitis y de las características de cada lactante (genética, epigenética, microbioma).

– Carolan PL, Sharma GD. Pediatric bronchitis, eMedicine (actualizado el 22 de enero de 2019). Consultado el 2 de noviembre de 2020. Disponible en: http://emedicine.medscape.com/article/1001332-overview.

Repaso general extenso y actualizado al tema de la bronquitis.

 

Caso clínico

 

Acude a la consulta de Atención Primaria una lactante de 5 meses que consulta por presentar en las últimas 48 horas: rinorrea clara, tos y le han termometrado 37,5ºC. Desde hace unas horas, la familia cree que le cuesta respirar. Ha tomado pecho sin problemas.

Antecedentes personales

Recién nacida a término de peso adecuado para su edad gestacional. Correctamente inmunizada. Lactancia materna exclusiva.

Antecedentes familiares

Padre con asma alérgico a ácaros hasta la adolescencia. Actualmente, rinitis perenne y alergia alimentaria a marisco. Dos hermanos de 3 y 5 años sanos. El menor presenta mocos y tos productiva en los últimos dos días y esta mañana está más decaído y se queja de dolor retroesternal en la respiración profunda.

Exploración física

Buen estado general. Alegre y reactiva. Relleno capilar menor de 2 segundos. No presenta exantemas. Rinorrea acuosa abundante. Tiraje subcostal e intercostal leves; frecuencia respiratoria: 46 rpm. Auscultación cardiaca: rítmica, sin soplos. Auscultación pulmonar: buena ventilación bilateral, crepitantes secos difusos en todos los campos pulmonares, más marcados en ambas bases. Abdomen blando y depresible, sin masas ni visceromegalias palpables. Hiperemia faríngea, otoscopia bilateral normal, no se palpan adenopatías. Temperatura: 37ºC. SpO2: 96%.

 

 

 

Tos persistente

M.A. Zafra Anta*, C. Merchán Morales**
Temas de FC


M.A. Zafra Anta*, C. Merchán Morales**

*Pediatra. Área de Neumología pediátrica. Adjunto del HU de Fuenlabrada. Madrid. Profesor-Colaborador honorífico de la Universidad Rey Juan Carlos. Madrid. **MIR de Pediatría. HU de Fuenlabrada. Madrid

 

Resumen

La tos es un motivo de consulta muy frecuente en Pediatría. Se debe diferenciar la tos aguda recurrente, por infecciones respiratorias de repetición, de la tos prolongada o crónica. A partir de las 4 semanas de duración, es el momento para considerar seguimiento y valoración. La anamnesis debe ir dirigida por edades, modo de presentación, si la tos es seca o productiva, según la situación epidemiológica o de si hay síntomas asociados.
Se propone un algoritmo de decisión para su manejo. En el estudio diagnóstico de la tos crónica, es importante tener en cuenta las diferentes etiologías por edades. Para los pacientes de 14 años y menos, se utilizarán protocolos pediátricos. Para los adolescentes de 15 o más años, muchos autores plantean que se pueden utilizar protocolos de adultos. Es recomendable tener una formación para reconocer los puntos críticos o signos de alarma de la tos. El diagnóstico precoz de trastornos pulmonares subyacentes (asma, bronquiectasias, aspiración de cuerpo extraño, bronquitis bacteriana persistente y otros) mejora los resultados clínicos.

 

Abstract

Cough is a common medical consultation in paediatrics. A distinction must be made between recurrent acute cough episodes due to repeated respiratory infections and prolonged or chronic cough. An assessment should be made if coughing persists beyond 4 weeks. History taking must include particularities depending on age, mode of presentation, the epidemiological situation as well as if the cough is dry or productive and association of symptoms.
A decision algorithm is suggested for its management. When dealing with chronic cough, different aetiologies must be taken into consideration depending on age. For patients aged 14 years and younger, paediatric protocols will be followed. For adolescents aged 15 years or more, many authors suggest adhering to adult protocols. Training is advisable in order to recognise the sometimes termed “specific cough points”. Early diagnosis of underlying lung disorders (asthma, bronchiectasis, foreign body aspiration, persistent bacterial bronchitis and others) improves clinical outcomes.

 

Key words: Chronic cough; Pediatrics; Antitussive agents.

Palabras clave: Tos crónica; Pediatría; Antitusígenos.

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 5 –12

 


Tos persistente

Introducción

La tos prolongada y persistente o crónica (más de 4 semanas de duración) supone un motivo de consulta común; aunque ha variado con la pandemia de SARS-COV-2. En ocasiones, no es suficientemente considerada por los clínicos. Deben tenerse en cuenta las expectativas de los padres, si hay tabaquismo en el entorno, y las causas más probables por edad y ámbito de atención (rural, urbano, región).

La tos es un motivo de consulta muy frecuente en Pediatría, sobre todo, en infecciones virales agudas no complicadas y autolimitadas. También, la tos prolongada y persistente o crónica supone un motivo de consulta común. La prevalencia estimada(1,2) es del 5-7% en la edad preescolar, y del 12 al 15% en los niños mayores. En ocasiones, no es suficientemente considerada por los clínicos. Hay que diferenciarla de la tos aguda de lenta resolución y de la tos aguda recurrente.

Tanto en adultos como en niños, en los últimos años, se ha investigado mucho sobre las causas de tos crónica(3). En niños parece que destacan por frecuencia: tos postinfecciosa, bronquitis bacteriana persistente, bronquiectasias, malacia de la vía aérea y asma. Por el contrario, en el adolescente predominan las causas de la edad adulta: reflujo gastroesofágico, asma y síndrome de la vía aérea superior. Esta diferencia está en relación con las características propias del niño frente a adultos en el tracto respiratorio, el sistema inmune, así como en el sistema nervioso(4).

Por otro lado, en los niños mayores, particularmente en la adolescencia, hay mayor vulnerabilidad para el desarrollo de sintomatología psicosomática; no se debe olvidar abordar la repercusión personal de los síntomas crónicos si estos afectan a la esfera social(5,6).

La duración de más de 3-4 semanas marca el límite para distinguir la tos aguda de la prolongada o crónica en la mayoría de las guías pediátricas; y ese sería el periodo de tiempo para considerar su evaluación y seguimiento. En adultos, se considera a partir de 8 semanas(7,8).

Únicamente, la Sociedad Británica del Tórax considera la tos crónica en Pediatría la que dura más de 8 semanas, con lo cual la unifica con la tos crónica en adultos.

En la consulta, se suele apreciar discordancia entre los síntomas y la apreciación subjetiva de los padres, esto es, sus expectativas. El consumo de tabaco por los padres es un factor presente en la tos persistente hasta en un 50% de los niños menores de 11 años, algo menos en los adolescentes.

En el manejo de la tos crónica, hay que tener en cuenta las diferentes etiologías por edades. Para los pacientes de 14 años y menores, se utilizarán protocolos pediátricos. Para los adolescentes de 15 años o más, muchos autores plantean que se pueden utilizar protocolos de adultos(7,9,10).

El uso de algoritmos debe tener en cuenta el lugar de evaluación, esto es, Atención Primaria o especializada de Neumología pediátrica. Para la implementación de protocolos, es indispensable tener formación dirigida especialmente a reconocer los puntos específicos de la tos y su significación clínica.

Etiología

Tras valorar si es una tos esperada o dentro de límites y frecuencia normal, en la tos prolongada podemos considerar dos grandes grupos:

• Tos específica: secundaria a procesos fisiopatológicos pulmonares y también extrapulmonares.

• Tos inespecífica: sin una causa aparente tras una valoración inicial(2,11,12).

De mayor a menor prevalencia, en Pediatría la tos crónica inespecífica suele ser de origen: postinfeccioso, tos como equivalente asmático, tos psicógena y tos crónica por síndrome de la vía aérea superior.

Tos crónica aislada sin sibilancias

Aparece en niños aparentemente sanos. Entre sus causas estarían:

• Anomalía pulmonar o reflujo gastroesofágico en lactantes.

• Tos como única manifestación de asma.

• Tos postinfecciosa.

• Infecciones respiratorias: bronquitis viral recurrente simple o bien la tos prolongada o pertusoide: Bordetella pertusis, parapertusis, Mycoplasma, Chlamydia, citomegalovirus, adenovirus y Ureaplasma.

• En la actual pandemia de coronavirus SARS Cov-2 o Covid-19, en alguna ocasión, se ve en Pediatría tos prolongada más allá de un mes(13). Se recomienda solicitar estudio (PCR Covid-19) si hay alguna enfermedad subyacente o comorbilidad, y contacto conocido con coronavirus.

• Rinosinusitis. Alérgica o no, y asociada o no a asma.

• Tos psicógena (actual síndrome de tos somática). Hábito de tos (actual tic de tos).

• Síndrome de tos crónica de la vía aérea superior (anteriormente denominado síndrome de goteo postnasal).

Tos crónica en niños con una patología pulmonar de base

• Tos como manifestación de asma.

• Reflujo gastroesofágico, con o sin aspiración.

• Bronquitis bacteriana persistente (BBP).

• Bronquitis crónica: eosinofílica o no.

• Otras patologías: tuberculosis, fibrosis quística, aspiración de cuerpo extraño, inmunodeficiencia, malformaciones broncopulmonares, disfunción ciliar, déficit de alfa-1-antitripsina, traqueomalacia, bronquiolitis obliterante, bronquitis crónica, etc.

Véase en la tabla I, la etiología más frecuente según la edad.

Clínica

La anamnesis debe ir dirigida a datos de alarma (edad neonatal, asociación a síntomas generales, aspiración y signos de inflamación bronquial supurativa), así como por: edades, modo de presentación, si la tos es seca o productiva, y según la situación epidemiológica.

En la consulta, las preguntas sobre la tos prolongada o crónica se dirigirán(1,2,6) a:

• Inicio de la tos, edad y si se asoció a una infección respiratoria o no.

• Características de la tos: forma de toser habitual, para clasificarla en tos seca y productiva.

• Si es discontinua, metálica, con estridor, paroxística, ritmo horario, nocturna o desaparece durante el sueño, relación con la ingesta, inicio brusco, relación con el ejercicio o el esfuerzo (llorar, reír).

Si hay posibilidad de distraer la tos o si hay una desproporcionada preocupación por la tos. Si hay relación con: humedades, mascotas, humo, contaminantes ambientales.

• Se debe considerar: tabaquismo, vapeo (cigarros electrónicos), uso de drogas vía inhalada, irritantes o contaminantes químicos de uso, como aficiones o hobbies (pegamentos, pinturas) o en el ámbito laboral.

• Signos de alarma: inicio en o cerca de periodo neonatal, o bien asocia síntomas generales (hay pérdida de peso, dificultades en la alimentación, diarrea crónica, acropaquias) o si hay hemoptisis.

• Otros datos relevantes: fiebre, rinorrea, catarro, atragantamiento o aspiración de cuerpo extraño, vómitos habituales, producción de esputo, riesgo de contacto con tuberculosis o VIH, tabaquismo de los padres, posible alergia y estado vacunal.

• Antecedentes personales: enfermedades previas, pulmonares (neumonías, alteraciones congénitas cardiopulmonares, autoinmunes, neoplasias, inmunodeficiencias y medicaciones). En su caso, procedencia geográfica y posibilidad de enfermedades endémicas parasitarias: tuberculosis, histoplasmosis (EE.UU.), toxocara (China), equinococosis (zonas rurales sin adecuado control sanitario).

• Hay que valorar las exploraciones complementarias previamente realizadas: radiografías de tórax o analíticas. Enfermedades asociadas, cardíacas o neurológicas, otras, comorbilidades (obesidad, apnea del sueño, atopia). También valorar en su caso qué alivió la tos (corticoide inhalado, antibióticos, antihistamínicos)(1,2,6).

• En el abordaje es importante tener en cuenta el impacto en la calidad de vida del niño y del adolescente en sus diversos entornos de vida, y hay que preguntar por ello, así como las expectativas de los padres(5). En Pediatría, hay cuestionarios multidimensionales (esfera física, emocional, funcionamiento escolar y social), como el PedsQL o KIDSCREEN (kidscreen.org), de uso recomendable no solo en estudios de investigación.

Complicaciones

Entre las complicaciones por la presión tóraco-abdominal que produce la tos, y por el impacto en la vida social, se incluyen: vómitos, petequias, hemorragia subconjuntival, síncope tusígeno, incontinencia urinaria, dolor musculoesquelético, ronquera, agotamiento, timidez, alteración en la relación social, insomnio, cefalea, mareos, transpiración excesiva, y preocupación de que “algo anda mal”, alteración en la calidad de vida, cambios en el estilo de vida, hernias abdominales; menos frecuentes: fracturas de costillas (sobre todo, de la 5º a la 7º) inducidas por la tos, enfisema intersticial pulmonar, neumotórax, arritmias, etc.(1,2).

Diagnóstico

Se basa en una valoración clínica sistemática, con anamnesis y exploración física general. Una primera visita se debe dirigir a preguntar por: existencia de infección respiratoria aguda previa, tipo de tos, presencia de signos de enfermedad específica y si hay indicadores de tos específica o factores de riesgo (infección, asma, aspiración de cuerpo extraño, etc.)(1,2,14). Esa primera visita, así como la reevaluación a los 7-14 días, son determinantes para iniciar una orientación diagnóstica y considerar exploraciones complementarias dirigidas.

Resulta decisiva: reevaluación periódica, control clínico para objetivar la evolución natural o respuesta al tratamiento orientado inicialmente.

Hay que tener en cuenta que la tos prolongada puede mejorar espontáneamente, con lo cual hay que evitar realizar sobrediagnósticos y tratamientos innecesarios. Además, a veces, puede haber dos o más causas para la tos (p. ej.: asma, rinitis, bronquitis bacteriana persistente, anomalías congénitas de la vía aérea y tabaquismo).

La exploración física debe ser completa, destacando: desarrollo ponderoestatural, color de la piel, signos de atopia, deformidad torácica, acropaquias, auscultación cardiopulmonar y exploración detallada de faringe, nariz y oídos, incluido cuello (explorar la existencia de bocio). Podemos encontrar una alteración auscultatoria persistente, más asociada con tos húmeda y otros síntomas, además de la tos(14,15).

Pruebas complementarias

En el estudio diagnóstico de la tos crónica, se debe tener en cuenta la diferente etiología predominante según la edad, así como no demorar el diagnóstico y tratamiento dirigido en cuadros de riesgo. Para los pacientes de 14 años y menos, se utilizarán protocolos pediátricos.

Se puede plantear un abordaje secuencial guiado por: anamnesis, exploración física y realización de radiografía y espirometría forzada. Véase tabla II de fases o niveles de estudio de tos prolongada y el algoritmo de manejo(7,9,10). En niños mayores y adolescentes, si hay sospecha diagnóstica de rinitis o tos como expresión de “goteo postnasal”, se podría empezar por un ensayo terapéutico inicial en Atención Primaria.

Radiografía de tórax: generalmente se solicita una proyección frontal (AP hasta los 6 años, PA a partir de esa edad). En el caso de que se desee valorar localización de una lesión o estudiar las bases pulmonares (p. ej., en COVID-19), se solicitarán dos proyecciones, PA y lateral. Permite: objetivar asimetrías, visualizar anomalías congénitas, cuerpos extraños radiopacos, infiltrados y atelectasias, aumento de silueta cardiaca. Otros estudios de imagen según sospecha: radiografía de senos paranasales ante la sospecha de sinupatía, ecografía si se desea valorar mediastino, la tomografía computarizada puede ser útil si se desea un estudio más completo de senos paranasales, o alteraciones de la vía aérea superior, si hay radiografía de tórax alterada o sospecha de enfermedad pulmonar. La resonancia magnética será de utilidad en alteraciones vasculares.

• La espirometría basal y tras broncodilatación en colaboradores y mayores de 5-6 años (si está entre parámetros normales, considerar espirometría tras tratamiento con corticoide inhalado o sistémico). En caso de sospecha de asma, el registro de variabilidad en flujo espiratorio máximo o pico-flujo y los test de broncoprovocación (este solo disponible en centros especializados) pueden revelar obstrucción reversible e hiperreactividad, o sugerir anomalías anatómicas (estenosis de las vías aéreas o malacia).

• Medición de los niveles de óxido nítrico exhalado (FeNO), disponible en centros especializados, contribuye al diagnóstico de asma eosinofílico. El punto de corte propuesto generalmente como patológico es de 50 ppm. Tiene alto valor predictivo negativo, hasta el 93%.

• Intradermorreacción de Mantoux. El cribado de tuberculosis también podría hacerse con IGRA (Ensayo de Liberación de Interferón Gamma, como el Quantiferon)(16). Dependiendo del área geográfica o riesgo de exposición, muchos consideran que la tuberculina debería estar en la valoración inicial o de primer nivel.

Estudio de alergia a aeroalérgenos en mayores de 3-4 años, con sospecha diagnóstica, quizá más concretamente a hongos o ácaros. Estudios según disponibilidad: test in vivo como las pruebas cutáneas (“prick”), o test in vitro (analítica de sangre) tipo Phadiatop, Cap system (IgE específica en grupos de alérgenos), factible en muchos centros de Atención Primaria. Se utilizaría el perfil pneumoalérgenos, o bien IgE específica por alérgenos individualizados. Un Phadiatop negativo indica muy baja probabilidad de sensibilización alérgica.

Hemograma con VSG, bioquímica básica y TSH. En caso de posible infección activa. El bocio o la tiroiditis pueden ser causa excepcionalmente de tos, como único síntoma aparente inicial. En la pandemia de coronavirus SARS-Cov2 puede considerarse su estudio serológico.

Estudio de reflujo gastroesofágico. Solo en el 3-8% de los casos pediátricos coinciden reflujo y tos crónica; esto es más frecuente en los lactantes, que no suelen manifestarse solo como tos, y en niños o adolescente, de mayor edad, especialmente si hay otros síntomas: pirosis o regurgitación. Puede plantearse el ensayo terapéutico durante 8 semanas con un inhibidor de la bomba de protones (p. ej., omeprazol), y si no hay respuesta, derivar para estudio por gastroenterólogo pediátrico, que puede indicar: endoscopia digestiva, pHmetría esofágica en su caso con impedanciometría intraluminal de doble canal u otros (tránsito digestivo superior o bien gammagrafía esofágica). La acalasia se ha descrito como causa de tos crónica.

• Valoración por especialista ORL. Si se sospecha sinupatía crónica o alteración de la vía aérea superior. Con nasofibroscopia se puede realizar el diagnóstico de hipertrofia de cornetes con rinitis y poliposis.

• Si se puede obtener esputo se hace gram y cultivos. Y si está disponible: el estudio de eosinófilos y células metacromáticas en el esputo inducido. Contribuye al diagnóstico de asma y de inflamación eosinofílica de la vía aérea.

Test serológicos: estudio de infección pasada por virus, Mycoplasma pneumoniae, B pertussis, otros.

• Determinación de inmunoglobulinas y sus clases, y otros test de inmunocompetencia están indicados en casos de infección crónica. Estudio de infección VIH.

Broncoscopia. Broncoscopio rígido o con fibrobroncoscopio. Sus indicaciones son: extracción de un cuerpo extraño, en caso de anomalías congénitas, para obtener muestras de vías bajas (lavado broncoalveolar [LBA]), para cultivo y microscopia. Un aumento de lípidos en el lavado broncoalveolar puede revelar microaspiración. La realización de una fibrobroncoscopia con LBA para estudio citológico, cultivo y realización de PCR, constituye la prueba definitiva para el diagnóstico de bronquitis bacteriana persistente, aunque su escasa accesibilidad hace que se reserve para aquellos pacientes con una respuesta insuficiente al tratamiento antibiótico o que presenten una BBP recurrente (más de 3 episodios al año).

Hay una asociación frecuente de traqueobroncomalacia y BBP (48-74% de los casos).

El test del sudor, para descartar fibrosis quística (FQ), se debe hacer ante tos prolongada si hay desnutrición o tos productiva crónica. Desde hace unos 11 años (desde 2009), se ha generalizado el cribado neonatal con tripsina inmunoreactiva en sangre en todas las comunidades autónomas españolas. Por tanto, hay que tener en cuenta que los adolescentes o migrantes pueden no tener cribado neonatal realizado de FQ.

• La discinesia ciliar primaria se excluye solo en centros especializados y requiere: pruebas in vivo e in vitro, microscopía electrónica y cultivos de epitelio. En caso de inicio neonatal de la tos pensar en ella, así como en situs inversus o anomalías congénitas de la vía aérea.

• En personas con drepanocitosis, el asma puede ser una comorbilidad que incremente la gravedad de la hemo­globinopatía; pero no suele ser la tos un síntoma único de complicaciones.

Evaluación de la tos en Pediatría de Atención Primaria

Es importante valorar si la tos está aparentemente dentro de lo normal o no, considerar las expectativas de los padres, tranquilizar a la mayoría de las familias. En la consulta de Atención Primaria pediátrica, ante un niño conocido, la anamnesis sobre las características de la tos, la presencia de otros signos de enfermedad y la exploración física nos orientará en su caso a sospechar un proceso de base. No olvidar considerar la bronquitis bacteriana persistente como una causa no rara en la tos húmeda en menores de 6 años. Se realizará una radiografía de tórax, así como las exploraciones complementarias dirigidas a descartar tuberculosis, Coronavirus SARS-Cov 2, y una espirometría en niños mayores de 5 años.

Se utilizará la Fase I de estudio y el lado izquierdo y central del algoritmo.

Para un adecuado tratamiento de la tos prolongada en Pediatría, se debe intentar esclarecer la causa, excluyendo enfermedades subyacentes graves. La presencia de tos de larga evolución debe ser investigada hasta su desaparición completa o hasta llegar a un diagnóstico definitivo. Mejorías parciales o transitorias de la tos no deben ser tenidas en cuenta como éxitos terapéuticos definitivos. Con un abordaje adecuado se determinan hasta el 80% de las causas de tos crónica en la edad pediátrica, y hay mejoría en el 90% de los tratamientos(7,9-11,17).

Tratamiento

Medidas generales

Hidratación oral y lavados nasales. Evitar exposición a tabaco e irritantes.

Tratamiento con medidas ambientales

No hay evidencias de que el manejo ambiental domiciliario, incluidos: desionizadores, vaporizadores, humificadores, filtros de aire y otros, sean eficaces en el tratamiento de la tos inespecífica prolongada en Pediatría.

Tratamiento etiológico

Cuando se identifique la causa.

• Antibióticos para infección establecida o sospechada, en caso de clínica de BBP (2 semanas con amoxicilina-clavulánico a 80 mg/kg/día –dosis de adulto, 875 mg amoxicilina/125 mg de clavulánico–, como primera elección), o bien cotrimoxazol o cefalosporinas o macrólidos (azitromicina 10 mg/kg/día, y hasta 500 mg cada 24 h, 3 días, o claritromicina). La buena respuesta a antibioterapia también caracteriza y contribuye al diagnóstico de la BBP(12).

• Macrólidos en el caso de tos ferina (ya no acortaría la fase de estado a partir de las 2 semanas de inicio de la clínica de tos).

• En rinitis o síndrome de tos crónica de la vía aérea superior, antihistamínicos de primera generación, por su efecto anticolinérgico o corticoides nasales.

• Tratamiento de la enfermedad alérgica con medidas ambientales y esteroides inhalados. En tos seca, se puede hacer el ensayo de corticoide inhalado 4 semanas o inhibidor de leucotrienos (montelukast en mayores de 6 meses de edad, según ficha técnica), como segunda opción. Si el tratamiento antiasmático de prueba ha fallado, es importante suspenderlo.

• Tratamiento quirúrgico en anomalías anatómicas.

• El reflujo se puede tratar médicamente (ranitidina en lactantes o bien omeprazol y estilos de vida evitando bebidas ácidas, colas, ingesta inmediatamente antes de acostarse, almohada sobreelevada), o quirúrgicamente (funduplicatura de Nissen), en casos de no respuesta al tratamiento conservador, la tos aislada crónica excepcionalmente será una indicación de intervención quirúrgica de reflujo.

• Otros: algunos autores han encontrado respuesta a la lidocaína nebulizada en tos refractaria seca en adultos y niños. En adultos con tos crónica que no responde a tratamiento, se han usado off-label (fuera de indicación de la ficha técnica), la guanfacina o bien la gabapentina. La guanfacina es un agonista selectivo de receptor alfa2A adrenérgico, un antihipertensivo de acción central, también aprobado para TDAH. La gabapentina es fármaco anticomicial, que se usa también comúnmente para el tratamiento del dolor neuropático.

Apoyo psicológico. Información adecuada

En la tos prolongada inespecífica y no sugestiva de patología, es importante indagar sobre la necesidad de información individualizada al paciente y a la familia. En ocasiones, hay miedos o prejuicios que no se informan en primeras visitas, y que deben ser estudiados y atendidos adecuadamente mediante técnicas de asesoramiento (counseling).

El tratamiento de la tos psicógena (síndrome de tos somática) irá dirigido a localizar el conflicto subyacente, tranquilizar a los padres y familiares, explicando el carácter benigno del proceso de una forma clara y no suspender la escolarización. Pueden dar resultado las técnicas de relajación para disminuir la tensión músculo-esquelética de cuello y tórax. En casos extremos, derivar al psiquiatra y considerar la hipnosis familiar. Hay técnicas de sugestión para mejorar la tos de origen psicógeno: tos como círculo vicioso originado por irritante, que ya no actúa, concentrarse en espaciar progresivamente la tos, maniobras para aliviar la irritación, etc.(18).

Tratamiento farmacológico de la tos

Los antitusígenos no deben ser fármacos más que de uso puntual, concreto, nunca en primera línea y respetando la indicación y contraindicaciones según edad.

Los antitusivos son algunas veces de ayuda en casos de tos intratable, especialmente debida a infecciones virales, pero no deben estar en 1ª línea del tratamiento de la tos prolongada, pues pueden retrasar un diagnóstico específico y su tratamiento. Para el uso de los fármacos antitusivos más comunes en Atención Primaria, véase la tabla III.

Los adolescentes y los padres deben recibir información sobre los fármacos y su parcial eficacia, así como de la posibilidad de efectos adversos asociados a su uso. La codeína es el más importante a nivel central; pero la Agencia Española del Medicamento desde 2015 recomienda no utilizar codeína en menores de 12 años, ni en adolescentes de 12 a 18 años de edad que presenten compromiso de la función respiratoria de origen pulmonar, neuromuscular, traumático o quirúrgico. También, hay una variedad de remedios caseros con efecto más bien placebo.

• No hay lugar para los mucolíticos, incluidos bromhexina y acetilcisteína para la tos crónica, porque no hay evidencia de eficacia y, además, pueden causar irritación de la vía aérea. La DNasa recombinante humana (alfa-dornasa) inhalada puede ser eficaz en niños con secreciones viscosas purulentas y está indicada en fibrosis quística.

Hay numerosas líneas de investigación actuales de nuevos antitusivos, para actuar sobre la multiplicidad de receptores o dianas potenciales del mecanismo de la tos.

• En caso de tos asociada a tratamiento con antihipertensivos inhibidores de la angiotensina II (IECA), estará indicado suspenderlos y, en su caso, utilizar ARA-II como losartan o valsartan, que no inhiben el metabolismo de las quininas. Esto no es frecuente en la edad pediátrica.

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio de los autores.

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Bibliografía recomendada

– Pascual Sánchez MT, Urgelles Fajardo E. Tos persistente. Protoc diagn ter pediatr. 2017; 1: 1-14.

Artículo que resume las características y recomendaciones fundamentales para el manejo de la tos persistente en nuestro medio, tanto en Atención Primaria como especializada.

– Chang AB, Marchant JM, Mallory GB, Hoppin AG. Approach to chronic cough in children. UpToDate 2020. Versión octubre 2018.

Revisión con metodología de la medicina basada en la evidencia de las características clínicas y epidemiológicas de la tos prolongada, realizada por uno de los mayores expertos internacionales en el tema, que se mantiene constantemente actualizada.

– Zafra Anta MA. Tos crónica. En: Hidalgo Vicario MI, Rodríguez Molinero L, Muñoz Calvo MT. Eds. Medicina de la adolescencia. Atención integral. Majadahonda (Madrid): Ergon. 3ª ed. 2021; p. 585-90.

Texto actualizado muy dirigido al grupo de edad de diez a veinte años.

– Moneo Hernández I, Asensi Monzó M, Rodríguez Fernández-Oliva CR. Guía de Algoritmos en Pediatría de Atención Primaria. Tos crónica en AP. AEPap. 2017 (en línea). Disponible en: algoritmos.aepap.org.

Guía que sirve de apoyo y aval en la decisión para realizar estudios complementarios y derivación en su caso.

– Busquets Monge RM, Castillo Corullón S, Aguilar Fernández AJ. Tos húmeda: bronquitis bacteriana persistente, enfermedad supurativa bronquial y bronquiectasias. Protoc diagn ter pediatr. 2017; 1: 15-29.

Análisis exhaustivo sobre la tos húmeda crónica, no tan excepcional como se puede pensar, y cuyo tratamiento precoz disminuye el riesgo de complicaciones crónicas pulmonares.

Chang AB, Oppenheimer JJ, Irwin RS; CHEST Expert Cough Panel. Managing Chronic Cough as a Symptom in Children and Management Algorithms: CHEST Guideline and Expert Panel Report. Chest. 2020; 158: 303-329.

Es una excelente revisión, con niveles de evidencia, de las guías recientes respecto de la de 2006. Se recomienda seguir guías diagnósticas por edades. Se exponen recomendaciones diagnóticas y de tratamiento.

Morice AH, Millqvist E, Bieksiene K, et al. ERS guidelines on the diagnosis and treatment of chronic cough in adults and children. Eur Respir J. 2020; 55: 1901136 Disponible en: [https://doi.org/10.1183/13993003.01136-2019].

La tos crónica se reconoce como entidad diferenciada. Esta guía europea incorpora los recientes avances en fisiopatología, el diagnóstico y el tratamiento farmacológico y no farmacológico de la tos crónica.

Enlaces de interés:

- Guía GEMA. Para el manejo del asma: https://www.gemasma.com/.

- Página de la Sociedad Española de Neumología Pediátrica: http://www.neumoped.org/.

- Grupo de Vías Respiratorias de la AEPap: http://www.respirar.org/.

Caso clínico

 

Tomás tiene 5 años y consulta en Atención Primaria, porque en el contexto de cuadro catarral comenzó con una tos húmeda persistente, hace más de 4 semanas. Sus padres refieren que, en ocasiones, tiene fatiga, pero poco tiempo, al final de los frecuentes accesos de tos. No tiene antecedente de atragantamiento durante una comida, ni aspiración de cuerpo extraño. No hay síntomas de Covid-19 en la familia. No hay fumadores en el domicilio. No ha perdido peso. Sigue tratamiento desde hace dos años por asma moderado con budesonida espray con cámara a dosis medias y montelukast. En la exploración está afebril, destacan sibilantes espiratorios, dispersos, sin dificultad respiratoria, el resto de la exploración es normal. Se inició tratamiento con salbutamol y corticoide oral 3 días, mejorando la auscultación, pero no la tos, que persistía. Se realizó una radiografía de tórax, informada como sin hallazgos. Se considera la posibilidad de asma mal controlada y se cambia la budesonida por salmeterol-fluticasona en spray con cámara. No hay cambios en la tos. La saturación con pulsioximetría de dedo, en varias ocasiones, es 96-99%. Se añadió al tratamiento, amoxicilina-clavulánico oral durante 2 semanas, con mejoría en los primeros 2-3 días, desapareciendo la tos y normalizando la auscultación.

 

 

 

Infecciones víricas del tracto respiratorio

I. Sanz Muñoz, M.R. Bachiller Luque, J.M. Eiros Bouza
Temas de FC


I. Sanz Muñoza, M.R. Bachiller Luqueb,d, J.M. Eiros Bouzaa,c,d

aCentro Nacional de Gripe, Valladolid.  bCentro de Salud “Pilarica-Circular”, Valladolid. cServicio de Microbiología, Hospital Universitario Río Hortega. Facultad de Medicina, Universidad de Valladolid

Resumen

Las infecciones víricas del tracto respiratorio son una de las enfermedades más frecuentes en el niño, y causan alrededor del 60-80% de las ausencias escolares. En la mayor parte de los casos, los cuadros clínicos son benignos y autolimitados, pero aproximadamente en el 5% de los casos, implica a las vías respiratorias inferiores, originando cuadros de: bronquitis, bronquiolitis y neumonía, sobre todo, en individuos que no son inmunocompetentes. Aunque existen más de 200 especies víricas de siete familias diferentes que están relacionadas con la infección respiratoria, existen otros agentes etiológicos menos comunes que se detectan con menos frecuencia en estos cuadros. Algunos de los más frecuentemente detectados son: gripe, virus respiratorio sincitial, rinovirus, coronavirus humanos y bocavirus, entre otros. Los métodos de diagnóstico en el laboratorio son variados, desde aquellos de tipo directo basados en la detección de antígenos del virus, como los test inmunocromatográficos, hasta los ensayos de PCR o reacción en cadena de la polimerasa; hasta aquellos de tipo indirecto que buscan detectar la respuesta inmune del huésped hacia el virus, detectándose la producción de anticuerpos. El diagnóstico de laboratorio es importante de cara al: manejo clínico, antiviral y aislamiento del paciente.

 

Abstract

Viral infections of the respiratory tract are one of the most frequent illnesses in children, causing about 60-80% of school absences. In most cases, the clinical pictures are benign and self-limited, but in approximately 5% of the cases it involves the lower respiratory tract causing bronchitis, bronchiolitis and pneumonia, especially in individuals who are not immunocompetent. Although there are more than 200 viral species from seven different families that are related to respiratory infection, there are other less common etiological agents that are detected less frequently. Some of the most frequently detected are influenza, respiratory syncytial virus, rhinoviruses, human coronaviruses and bocaviruses, among others. Laboratory diagnostic methods are varied, from those of the direct type based on the detection of viral antigens, such as immunochromatographic tests, to PCR or Polymerase Chain Reaction tests; even those of an indirect type that seek to detect the host’s immune response to the virus, detecting the production of antibodies. Laboratory diagnosis is important for clinical, antiviral, and patient isolation management.

 

Palabras clave: Virus respiratorios; Infección respiratoria aguda; Viriasis; Vías respiratorias; Neumonía.

Key words: Respiratory viruses; Acute respiratory infection; Viral infection; Respiratory tract; Pneumonia.

 

Pediatr Integral 2021; XXV (1): 13 – 20

 


Infecciones víricas del tracto respiratorio

Introducción

Las infecciones respiratorias agudas representan el grupo de enfermedades más frecuentes a lo largo de la vida, predominando en la edad pediátrica con una incidencia máxima en los menores de un año, y ocasionando en los adultos de tres a cuatro episodios por persona y año.

Son responsables del 60-80% de las ausencias escolares y del 30-50% del absentismo laboral. En su mayoría solo afectan a las vías respiratorias altas y pueden ser consideradas leves en individuos inmunocompetentes, con un curso benigno y autolimitado (catarro común, rinitis y faringoamigdalitis). Alrededor del 5% implican las vías respiratorias inferiores (bronquitis, bronquiolitis y neumonía), y constituyen infecciones potencialmente más graves en pacientes con enfermedades subyacentes, inmunodeprimidos y en las edades extremas de la vida, pudiendo requerir asistencia hospitalaria.

En la actualidad, se han identificado más de dos centenares de virus respiratorios distribuidos en siete familias diferentes (Tabla I), que están implicados en la patogenia de la infección del tracto respiratorio.

Existen otros agentes que están asociados con menor frecuencia a estos cuadros clínicos, siendo algunos ejemplos: virus del herpes simple, virus del sarampión o virus de Epstein-Barr. La circulación de estos virus en algunas especies se da en forma de epidemias, mientras que otros lo hacen en forma de brotes a lo largo de todo el año (Fig. 1).

Figura 1. Tasa de detección de los diferentes virus respiratorios humanos a lo largo de los años 2019 y 2020 en el hemisferio norte, utilizando la herramienta online: “Syndromic Trends” de BioFire.
Obtenido de:
https://syndromictrends.com/metric/panel/rp/percent_positivity/organism/main; con el permiso y consentimiento explícito de la compañía BioFire para su uso y difusión en esta publicación.

Como característica general de estas infecciones, cada uno de los virus puede ser el agente etiológico de más de un síndrome diferente, existiendo diferencias entre los niños (Tabla II) y los adultos.

Sin embargo, cada uno de ellos está más asociado con un tipo particular de enfermedad, que varía en muchos casos según: área geográfica, estacionalidad, edad y condiciones de base del paciente. Las focalidades infecciosas que se consideran con un criterio didáctico son: resfriado común, faringitis aguda, laringitis aguda, laringotraqueobronquitis aguda, otitis media aguda, sinusitis, epiglotitis, bronquitis aguda, exacerbación de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), sin interés en el ámbito pediátrico, bronquiolitis y neumonía. Atendiendo a este criterio etiológico, a continuación, se describen algunas características epidemiológicas, clínicas y de tratamiento y profilaxis, de los principales virus respiratorios.

Infecciones causadas por la gripe

La gripe es una enfermedad infecciosa que cursa en forma de epidemias anuales circunscritas a los meses más fríos del año en las zonas templadas de los dos hemisferios.

Supone un problema de primer orden, permanente y recurrente a nivel mundial. Los datos oficiales de la temporada de gripe 2018-2019 en España, reflejan: 490.000 casos leves en Atención Primaria, 35.000 hospitalizaciones con gripe confirmada, 2.500 admisiones en Unidades de Cuidados Intensivos y estimaciones de 6.300 defunciones asociadas a la gripe(1). Además, a nivel mundial, se estima una media de 650.000 muertes al año, entre 3 y 5 millones de hospitalizaciones y 1.000 millones de afectados al año(2).

Afecta fundamentalmente a niños, pero condiciona la hospitalización y provoca muertes en personas mayores y con fragilidad biológica. Esto puede observarse en los reportes anuales de gripe, en los que se observa que la mayor incidencia se da, sobre todo, en las primeras dos décadas de la vida y, fundamentalmente, en el segmento de edad de 0-4 años(1).

La presentación clínica de la gripe varía de los niños a los adultos. En un porcentaje de los casos, de entre el 5,2 y el 35,5%, la infección es asintomática y, entre el 25,4 y el 61,8%, es paucisintomática(3). En los adultos, el síndrome gripal es la manifestación más frecuente en casos de gripe no complicada. Este incluye fiebre alta (más de 38,5ºC) de: inicio brusco, cefalea, quebrantamiento general y síntomas respiratorios, como la tos(4). La mayoría de los síntomas descritos son aplicables también en niños mayores de 4 años, aunque la fiebre tiende a ser más elevada. Sin embargo, en los menores de esta edad, la gripe cursa a menudo con alteraciones del estado general con: letargia, apnea, rechazo del alimento y cuadros respiratorios similares a la laringotraqueobronquitis y a la bronquiolitis.

El período de incubación de la gripe es de alrededor de 24-48 horas, y la duración del cuadro gripal es de aproximadamente 3-5 días. El periodo en el que el individuo es contagioso no suele sobrepasar los siete días tras el inicio de los síntomas, pero en algunos casos, como en los niños o en pacientes inmunodeprimidos, este periodo puede alargarse hasta los 21 días o más. La evolución del cuadro suele ser benigna y autolimitada, aunque la astenia y la tos pueden persistir incluso hasta dos semanas, en algunos casos.

Las complicaciones se suelen producir en: mayores, personas que tienen patologías previas y mujeres gestantes. La neumonía es la principal complicación, asociada frecuentemente a infecciones bacterianas posteriores, aunque de mejor pronóstico que la neumonía viral primaria.

El tratamiento de la gripe no complicada es meramente sintomático. Pero para tratar la gripe en pacientes hospitalizados, se recurre al uso de antivirales específicos. Actualmente, los más utilizados son los inhibidores de la neuraminidasa (oseltamivir, zanamivir y peramivir). Las resistencias a estos tratamientos, aunque no son frecuentes, existen y deben ser vigiladas continuamente. Otros fármacos más modernos, como el baloxavir-marboxil (inhibidor de la endonucleasa cap-dependiente), surgen de la necesidad de explorar otros fármacos útiles frente a la gripe. En niños se utiliza fundamentalmente Oseltamivir. A pesar de la existencia de estos tratamientos, la forma más eficaz de prevenir la gripe es la vacunación antigripal anual.

Infecciones causadas por el virus respiratorio sincitial

El virus respiratorio sincitial (VRS) representa la principal causa de enfermedad respiratoria del tracto inferior en niños de corta edad(5).

En los países de nuestro entorno, en los que su epidemiología es relativamente homogénea, el VRS es responsable del 45% de las hospitalizaciones por esta causa en menores de 2 años. Los ancianos y adultos inmunodeprimidos también se reconocen como pacientes en los que se observan complicaciones debidas a infección por el VRS, en muchas ocasiones, adquiridas de manera nosocomial, siendo este el quinto agente etiológico más prevalente en las neumonías en adultos(6).

En países con un clima templado, las infecciones por el VRS ocurren fundamentalmente en los meses de otoño-invierno y comienzos de la primavera, en ondas que se repiten anualmente(7). Durante un mismo brote circulan, de manera simultánea, cepas de los diferentes subgrupos, en proporciones variables.

La afección por el VRS se circunscribe a las vías aéreas y las enfermedades de base, como: bronconeumopatías, cardiopatías congénitas e inmunodepresión, agravan la infección. La inmunidad tras una infección es transitoria e incompleta y, al cabo de varias reinfecciones, el cuadro clínico se suaviza, como sucede en los niños mayores y en los adultos.

En los niños pequeños, las infecciones primarias suelen afectar a las vías respiratorias bajas, en forma de bronquiolitis o broncoalveolitis (el 50% de los casos) y, con menor frecuencia, ocasionan: neumonía, traqueobronquitis o laringotraqueítis. Tras unos días de rinitis, aparece tos seca y dificultad respiratoria progresiva con: fiebre, taquipnea y retracción de los músculos intercostales (tiraje intercostal y subcostal). En los lactantes de pocas semanas, sobre todo, en los pretérmino, la sintomatología respiratoria, a veces, está ausente o es mínima, y predominan manifestaciones como: letargia, irritabilidad, rechazo de las tomas e incluso episodios de apnea. En la exploración física, se advierten sibilancias de predominio espiratorio, con o sin crepitantes finos diseminados, y espiración alargada; según la intensidad del cuadro, puede evidenciarse taquicardia y palidez. No es infrecuente que se documente hipoxemia, aunque es raro que se aprecie cianosis. La mayoría de los lactantes previamente sanos siguen un curso relativamente leve y autolimitado en unas dos semanas, y las sobreinfecciones bacterianas son muy poco frecuentes. La enfermedad puede ser grave en: prematuros, niños con cardiopatías congénitas, hipertensión pulmonar o displasia broncopulmonar, así como en inmunodeprimidos.

Las reinfecciones de los niños mayores y adultos cursan como catarro común o rinofaringitis, a veces, con: otitis media, traqueobronquitis o bronquitis. Por otra parte, no es raro que provoque exacerbaciones asmáticas o de otras enfermedades pulmonares crónicas. Los niños que han padecido una bronquiolitis presentan mayor tendencia a sufrir episodios de tipo asmático recurrentes. La radiografía de tórax muchas veces es normal o pone de manifiesto: hiperinsuflación pulmonar, atelectasias subsegmentarias o infiltrados intersticiales dispersos; en las neumonías, se objetiva condensación pulmonar.

Junto con medidas de soporte, como oxígeno y/o ventilación asistida, es posible la administración de ribavirina nebulizada; si bien, su actividad es reducida. Aunque las recomendaciones iniciales de la AAP en 1996 consideraban su uso en bonquiolitis grave o en pacientes con enfermedades de riesgo; según las últimas guías de práctica clínica desde el 2003, no se debería usar por su alto coste, su eficacia muy dudosa y su potencial teratogénico en embarazadas. En el contexto de brotes en las unidades neonatales, se deben adoptar medidas de aislamiento de contacto. Están disponibles inmuno­globulinas hiperinmunes y anticuerpos monoclonales que, administrados mensualmente a niños de alto riesgo, disminuyen la incidencia y la gravedad de estas infecciones. En nuestro medio, el palivizumab se administra por vía i.m. durante los meses de incidencia del VRS a: lactantes y niños menores de 2 años afectos de neumopatía crónica significativa, lactantes nacidos a las 32 semanas de gestación o menos y lactantes nacidos entre las 32 y las 35 semanas de gestación con otros factores de riesgo. Están en fase de estudio, diversas modalidades de vacunas que involucran a las respuestas innatas y adaptativas, humorales, y a los mecanismos efectores celulares, así como a las respuestas sistémicas y mucosales.

Infecciones causadas por rinovirus y enterovirus

La elevada incidencia de la infección por Rinovirus Humano (RVH) se encuentra relacionada con la existencia de un gran número de serotipos, actualmente 160.

Estos se agrupan en tres especies definidas antigénicamente: RVH-A, RVH-B y RVH-C. Los RVH causan entre un tercio y la mitad de todas las infecciones agudas del tracto respiratorio(8). Son más frecuentes en climas templados y durante los meses más fríos del año. La infección se disemina de persona a persona por contacto directo, a través de secreciones respiratorias y a través del contacto con fómites y superficies contaminadas. Se implican también en infecciones asociadas a cuidados sanitarios.

La enfermedad típica debida a la infección por rinovirus es el resfriado común, y se caracteriza por la presencia de estornudos, obstrucción y secreción nasal, dolor faríngeo y otros síntomas, como: cefalea, tos y malestar general, con un curso generalmente autolimitado. A pesar de esto, es el segundo agente etiológico vírico en frecuencia en los casos de neumonías pediátricas adquiridas en la comunidad, tan solo detrás del VRS(5), y el primero de las neumonías víricas adquiridas en la comunidad en adultos(6). En algunos casos, pueden estar involucrados en: otitis media aguda, sinusitis e infección de las vías respiratorias bajas, y ocasionan neumonía en enfermos inmunodeprimidos. Se han implicado en la génesis de las exacerbaciones de los pacientes asmáticos y de los bronquíticos crónicos.

La actitud terapéutica se fundamenta en el empleo de: antihistamínicos, AINE y la administración nasal de suero salino fisiológico, los cuales mejoran los síntomas, pero no reducen la duración de la enfermedad. La interrupción de la cadena de transmisión, a través del lavado de las manos y la desinfección de los fómites potencialmente contaminados, representa una medida eficiente en la prevención.

Infecciones causadas por metapneumovirus

El metapneumovirus humano (MVH) causa casos estacionales en los países con clima templado desde el invierno a la primavera.

En nuestro medio, el pico de detección llega a ser máximo en los meses de febrero a abril, y la mayoría de las series incluyen a pacientes pediátricos hospitalizados con bronquiolitis o asma.

En general, los mecanismos patogénicos y las manifestaciones de los infectados por MVH se asemejan a la infección respiratoria del tracto inferior asociada al VRS. Si bien, comparado con este, el MVH es un bajo inductor de diferentes interleucinas. Su espectro clínico oscila desde: infección de afección media hasta tos importante, bronquiolitis y neumonía(9), frecuentemente acompañadas de: fiebre muy alta, mialgia y vómitos, siendo el tercer agente más frecuente en estas últimas(5).

Los cuadros más graves se documentan en los niños menores de 2 años, que requieren a menudo hospitalización, con presentación de una sintomatología mucho más leve en niños mayores y adultos(10).

Aunque el tratamiento es básicamente sintomático, existen estudios para producir anticuerpos monoclonales y policlonales que puedan neutralizar el MVH al ser administrados en pacientes con infección activa. Además de las medidas de profilaxis de exposición (lavado de manos, minimizar el contacto con secreciones respiratorias), están en desarrollo vacunas quiméricas que pretender inmunizar de modo concomitante frente a MVH y VRS.

Infecciones causadas por coronavirus

Los coronavirus humanos (hCoV) (hCoV-OC43, hCoV-229E, hCoV-HKU1 y hCoV-NL63) son virus que, en general, producen cuadros de resfriado común en niños y adultos.

Sin embargo, otros coronavirus de origen animal que han pasado al ser humano en los últimos 20 años, como el SARS-CoV y el MERS-CoV, son virus que presentan una patogenicidad mucho mayor. En el año 2019, apareció un nuevo coronavirus denominado como SARS-CoV-2(11), produciendo la primera pandemia registrada por coronavirus. La tasa de mortalidad de este virus es mucho más baja que los otros coronavirus zoonóticos, pero su increíble adaptación a la especie humana ha producido un número mucho mayor de mortalidad neta que las anteriores emergencias zoonóticas(12). Hasta finales del año 2020, la COVID-19 había producido más de 50 millones de casos y en torno a 1,3 millones de muertes en el mundo.

Los hCoV circulan en forma de brotes e incluso de forma epidémica en algunas de las especies. Las infecciones son más frecuentes en niños y ejercen tropismo por las células epiteliales ciliadas de la nasofaringe (si bien, pueden infectar las células epiteliales del aparato digestivo). El cuadro clínico que ocasionan parece estar más relacionado con la liberación de mediadores de la inflamación que con la lesión celular, y consiste esencialmente en: congestión nasal, rinorrea, odinofagia y tos seca de una semana de duración. La sintomatología sistémica, con: malestar general, cefalea, fiebre o febrícula, es menos frecuente. También pueden producir infecciones del aparato respiratorio inferior, especialmente en pacientes con enfermedades de base o inmunodeprimidos. Pueden presentarse complicaciones en pacientes ancianos o con enfermedad respiratoria subyacente, así como en niños de corta edad. Los coronavirus se han relacionado desde hace décadas con cuadros de gastroenteritis(13).

Se carece de fármacos antivíricos eficientes frente a las infecciones habituales por coronavirus; por tanto, su tratamiento es de tipo sintomático. En pacientes adultos con cuadros graves, se han empleado fármacos antivíricos, como la ribavirina y el lopinavir, e inmunomoduladores, como el interferón β y el factor de necrosis tumoral α, con resultados variables. Sin embargo, en niños no se tiene constancia de la utilidad de estos tratamientos. Las medidas de profilaxis hasta el momento, se asimilan a lo descrito para los rinovirus.

Infecciones causadas por el virus de la parainfluenza

La distribución de las infecciones por virus de la parainfluenza es universal, y estas infecciones pueden tener carácter epidémico o esporádico(14).

Actualmente, se reconocen cinco virus de la parainfluenza diferentes, los virus de la parainfluenza 1 y 3 (VPI-1 y VPI-3), encuadrados en el género respirovirus, y los virus de la parainfluenza 3, 4A y 4B (VPI-3, VPI-4A y VPI-4B), pertenecientes al género rubulavirus, ambos en la familia Paramyxoviridae.

El espectro de cuadros respiratorios en los que están implicados los virus de la parainfluenza es muy similar a los descritos para el VRS, aunque el número de pacientes que requieren hospitalización es significativamente menor. El VPI-3 infecta más frecuentemente a niños menores de 2 años de edad, para ocasionar cuadros respiratorios de las vías altas, como rinitis y faringitis. No obstante, la fiebre, la bronquiolitis y la neumonía son manifestaciones que pueden observarse en pacientes hasta de 6 meses de vida, aunque con menor frecuencia que las debidas a infección por el VRS. En niños mayores, con una edad comprendida entre 2 y 6 años, la laringotraqueobronquitis aguda es la manifestación más característica de la infección por virus de la parainfluenza, particularmente VPI-1. Las manifestaciones clínicas observadas en niños mayores de seis años y adultos, se limitan exclusivamente a las vías altas. En ancianos, las infecciones respiratorias por virus de la parainfluenza son menos graves que las causadas por el VRS, pero son bastante más frecuentes que en individuos jóvenes sanos(15).

La terapia sintomática engloba la humidificación con nebulizador y, en casos leves, la mera exposición al aire fresco. Si se documenta dificultad respiratoria, se deben administrar glucocorticoides nebulizados y/o por vía oral o intramuscular; cuando el cuadro clínico adquiere mayor intensidad, se debe asociar una dosis de adrenalina nebulizada para acelerar la resolución de la inflamación laríngea. La profilaxis radica en evitar el contacto con secreciones respiratorias y un minucioso lavado de manos. Los pacientes hospitalizados se someterán a “aislamiento de contacto”.

Infecciones causadas por adenovirus

Las infecciones por adenovirus predominan en la infancia y casi todos los adultos presentan anticuerpos frente a múltiples serotipos(16).

La transmisión se produce por: aerosoles, vía fecal-oral o fómites, y, en el caso de neonatos, a través de las secreciones cervicales maternas. Se han descritos casos de contagio por órganos trasplantados. Se presentan durante todo el año, pero predominan desde el otoño a la primavera, ocasionan brotes en campamentos de reclutas y en otras colectividades. Los adenovirus pueden inducir tumores en la experimentación animal y, en algunos casos, se usan como vectores (vectores adenovirales) en la investigación científica para la transfección de material genético a las células de interés.

Las infecciones respiratorias de las vías altas y, dentro de ellas, la faringitis aguda y la rinitis en los niños, son las focalidades más comunes. A veces, la faringitis puede ser indistinguible de la causada por Streptococcus pyogenes, aunque suele presentarse en niños más pequeños. Con frecuencia, existen manifestaciones sistémicas (fiebre, malestar general, mialgias) y dolor abdominal(17). Puede ocasionar también: conjuntivitis, otitis, laringotraqueobronquitis y neumonía (que puede acompañarse de: faringitis, conjuntivitis, ronquera y diversas complicaciones extrapulmonares). La neumonía atípica que se presenta en brotes, es similar a la producida por Mycoplasma pneumoniae. En adultos, la faringitis febril con tos es más prevalente que la neumonía.

La mayoría de las infecciones por adenovirus son autolimitadas y solo requieren tratamiento de soporte. Se ha empleado también gammaglobulina intravenosa como tratamiento adyuvante. Se han desarrollado vacunas de virus atenuados frente a los tipos 4 y 7.

Infecciones causadas por bocavirus

Los bocavirus humanos (BoVH) presentan una distribución mundial, con una seroprevalencia en la población adulta superior al 90%.

Desde su descubrimiento, se ha podido detectar en muestras respiratorias y de heces de niños, fundamentalmente menores de 2 años(18), ocasionalmente en muestras respiratorias de adultos y raramente en la sangre. Sus vías de transmisión son: aérea y contacto directo, y presenta una importante estabilidad, lo que podría favorecer la transmisión nosocomial. En España, los BoVH circulan a lo largo de toda la temporada, como ocurre con los rinovirus o los adenovirus, con picos de detección en los meses fríos de finales de otoño e invierno.

Han sido identificados por primera vez en muestras de aspirado nasofaríngeo procedentes de niños con infección respiratoria y, con posterioridad, se han implicado en cuadros de bronquiolitis y sibilancias recurrentes en niños de corta edad; son capaces de inducir infección sistémica. Por otro lado, también podrían ser responsables de un pequeño porcentaje de gastroenteritis. Gran parte de los síntomas son comunes a otras infecciones víricas anteriormente comentadas, como: tos, rinitis, otitis media y faringitis(19).

El tratamiento es básicamente sintomático. Las medidas profilácticas consisten en evitar el contacto con las secreciones respiratorias de los pacientes e insistir en el lavado de manos del personal sanitario después de atender a los niños afectos de infecciones respiratorias.

Diagnóstico virológico

El diagnóstico virológico de la infección respiratoria depende, en gran medida: de la calidad de la muestra obtenida, el momento de la historia natural en el que se recoge, el transporte adecuado y las condiciones de conservación o almacenamiento hasta que se procesa.

En pediatra de atención primaria ante un cuadro sospechoso de infección respiratoria comunitaria tras una valoración epidemiológica y clínica debería tener acceso a pruebas diagnósticas rápidas. Entre las cabe destacar por su sencillez, utilidad y coste los métodos basados en inmunocromatografía que detectan antígenos de los virus circulantes más prevalentes en cada estación. Sería deseable incorporar las técnicas moleculares como las basadas en amplificación isotérmica y en reacción en cadena de la polimerasa, que en minutos ofertan resultados altamente fiables basados en sus características operacionales (sobre todo en su excelente sensibilidad).

La muestra de elección para detectar virus respiratorios es el aspirado nasofaríngeo, preferiblemente obtenido en los dos primeros días después del inicio de los síntomas(20). Otras muestras respiratorias de vías altas son: exudados nasales o faríngeos y lavados nasales. Los mejores rendimientos se obtienen si las muestras contienen el mayor número posible de células epiteliales ciliadas, son procesadas 2-3 h después de ser obtenidas para la detección molecular de genoma o de antígenos víricos mediante inmunofluorescencia, o test rápidos con soporte de nitrocelulosa (o de inmunocromatografía), y antes de 48 h para el aislamiento de virus en el cultivo celular. En el caso de que las muestras no puedan ser procesadas en el período de tiempo señalado, deberán conservarse a –70ºC.

Desde un punto de vista teórico, este diagnóstico puede adoptar una doble estrategia. De una parte, la que se fundamenta en métodos directos, como los capaces de recuperar el virus mediante su aislamiento en el cultivo celular y los que permiten detectar la presencia de sus antígenos y/o de su genoma en las secreciones respiratorias.

El cultivo celular presenta como principal ventaja: comprobación de la viabilidad, infectividad y diferenciación entre virus capaces e incapaces de infectar. Esta información no es posible obtenerla utilizando los otros métodos, y permite además el estudio de la sensibilidad a los antivíricos y la caracterización fenotípica de los aislados. Las líneas celulares empleadas varían en función de la dotación y capacitación del laboratorio de virología, y entre las comúnmente empleadas se incluyen: HeLa, HEp-2, LLC-MK2, MDCK, MDCK-Siat1, MRC-5 y Vero. La identificación del virus aislado en el cultivo celular puede realizarse por diferentes métodos, como: inhibición de la hemaglutinación, inmunofluorescencia o detección de alguna actividad enzimática. La metodología de “shell-vial” acorta el tiempo requerido para la emisión de resultados y su empleo se ha consolidado en este campo.

La detección de antígenos se realiza fundamentalmente con técnicas de inmunofluorescencia directa e inmunocromatografía. Las primeras se han visto mejoradas mediante la automatización y la lectura objetiva. Las segundas presentan como ventajas: fácil y rápida ejecución, lectura sencilla y disponibilidad en áreas de urgencias o atención comunitaria, donde han representado un impulso muy notable a las estrategias de diagnóstico rápido.

Para la detección de genoma, la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) es la técnica más empleada, tanto en su vertiente clásica o PCR a tiempo final, como en la de PCR en tiempo real. Esta modalidad presenta excelentes características operacionales de sensibilidad y especificidad, y ha reemplazado al cultivo celular como método usual de diagnóstico. Están disponibles muchos métodos de PCR en tiempo real con independencia del sistema de emisión-detección de señal empleado, que permiten la cuantificación, además de reducir el riesgo de contaminaciones y el proceso de emisión de los resultados. Si a esto se añade, la posible utilización de una PCR múltiple que, además de detectar diferentes géneros de virus respiratorios con interés humano, permita el subtipado de los mismos, el valor de esta metodología se ve incrementado notablemente.

Los métodos moleculares demuestran una sensibilidad muy superior a los convencionales en la detección de virus poco viables o de difícil aislamiento en cultivo(21). La secuenciación de ácidos nucleicos resulta útil, tanto para la caracterización de virus conocidos y su análisis filogenético, como para la identificación de otros potencialmente nuevos y para explorar la composición del viroma en los ecosistemas del aparato respiratorio.

Por otra parte, el diagnóstico indirecto es una aproximación para evaluar la respuesta inmunitaria de tipo humoral a través de la detección de anticuerpos específicos en el suero. Las técnicas empleadas con mayor frecuencia son: reacción de fijación de complemento, inhibición de la hemaglutinación, seroneutralización y técnica ELISA (por sus siglas en inglés Enzime-Linked ImmunoSorbent Assay).

Los métodos de detección directos son los más extendidos en los laboratorios de microbiología clínica. Los métodos indirectos, basados en la determinación de anticuerpos específicos, presentan menor utilidad en el diagnóstico convencional y están siendo relegados como herramientas de estudio epidemiológico. El elevado número de agentes que pueden estar involucrados en la patología respiratoria y su enorme heterogeneidad como ha sido visto en este capítulo, hacen del diagnóstico vírico una labor obligada.

Bibliografía

Los asteriscos muestran el interés del artículo a juicio de los autores.

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https://www.cdc.gov/adenovirus/hcp/clinical-overview.html#:~:text=Adenoviruses%20most%20commonly%20cause%20respiratory,%2C%20less%20commonly%2C%20neurological%20disease.

18. S Y Ong D, Schuurman R, Heikens E. Human bocavirus in stool: A true pathogen or an innocent bystander? J Clin Virol. 2016; 74: 45-9.

19.** Longtin J, Bastien M, Gilca R, Leblanc E, de Serres G, Bergeron MG, et al. Human Bocavirus Infections in Hospitalized Children and Adults. Emerg Infect Dis. 2008; 14: 217-21.

20.*** Eiros JM, Ortiz de Lejarazu R, Tenorio A, Casas I, Pozo F, Ruiz G, et al. Diagnóstico microbiológico de las infecciones virales respiratorias. Enf Inf Mic Clin. 2009; 27: 168-77.

21.*** Hodinka RL, Kaiser L. Is the Era of Viral Culture Over in the Clinical Microbiology Laboratory? J Clin Microbiol. 2013; 51: 2-8.

22. C. Gonzalo-de-Liria R, Méndez Hernández M. Infecciones víricas del tracto respiratorio inferior. Pediatr Integral. 2016; XX(1): 16-27.

Bibliografía recomendada

- Iuliano AD, Roguski KM, Chang HH, Muscatello DJ, Palekar R, Tempia S, et al. Estimates of global seasonal influenza-associated respiratory mortality: a modelling study. Lancet. 2018; 391: 1285-300.

Artículo que refleja las cifras de morbilidad y mortalidad de la gripe durante las epidemias estacionales, poniendo énfasis en el número de muertos y de casos anuales de esta enfermedad infecciosa.

- Jain S, Williams DJ, Arnold SR, Ampofo K, Bramley AM, Reed C, et al. Community-Acquired Pneumonia Requiring Hospitalization among U.S. Children. N Engl J Med. 2015; 372: 835-45

Artículo que evalúa el papel de los virus respiratorios como causa etiológica de las neumonías adquiridas en la comunidad en niños.

- Jain S, Self WH, Wunderink RG, Fakhran S, Balk R, Bramley AM, et al. Community-Acquired Pneumonia Requiring Hospitalization among U.S. Adults. N Engl J Med. 2015; 373: 415-27.

Artículo que evalúa el papel de los virus respiratorios como causa etiológica de las neumonías adquiridas en la comunidad en adultos.

- Hodinka RL, Kaiser L. Is the Era of Viral Culture Over in the Clinical Microbiology Laboratory? J Clin Microbiol. 2013; 51: 2-8.

Artículo que refleja el cambio de paradigma en los laboratorios de microbiología y diagnóstico clínico, en los que la aparición de los métodos de amplificación de ácidos nucleicos ha revolucionado el sistema de detección de virus.

 

Caso clínico

 

Varón de 15 meses que, en noviembre de 2020, es llevado a consulta de su pediatra de Atención Primaria por cuadro de tos que se acentúa por la noche y febrícula. Los días previos a la consulta referían los padres algo de rinorrea serosa. No asocia otro síntoma.

Antecedentes personales: embarazo, parto y periodo neonatal sin interés. Escolarizado en guardería desde los 4 meses de edad. Episodio de bronquiolitis previo a los 6 meses. Padres sanitarios afectos de COVID-19 en el momento de la consulta.

Antecedentes familiares: madre afecta de asma extrínseca. Resto sin interés.

En la exploración por aparatos, solo se aprecian sibilancias respiratorias de intensidad leve en ambos campos pulmonares y faringe eritematosa. Resto de exploración por aparatos sin datos significativos. Saturación O2: 98%.

Exámenes complementarios: dada la situación de pandemia, se realiza un test de diagnóstico rápido de detección de Ag de SARS–CoV-2 de Abbott con resultado positivo (Fig. 2).

 

Figura 2. Figura que ilustra el resultado del test de detección antigénica de SARS-CoV-2.

Al diagnosticarse una bronquiolitis por SARS-Cov-2, se decide tratamiento sintomático con humedad ambiental y vigilancia ambulatoria diaria, constatándose una evolución favorable en 72 horas, en las que se resolvió el cuadro.

 

 

 

Caso clínico MIR. Haz tu diagnóstico.
Vómitos y shock en lactante de 4 meses

N. Camarena Pavón*, L. Antúnez Segura**, D. Ruano Domínguez***, C. Nova***
El Rincón del Residente


Coordinadores:

M. García Boyano*, S. Criado Camargo*, R. Vila de Frutos**, L. García Espinosa*
*Residentes de Pediatría del Hospital Universitario Infantil La Paz. Madrid. **Residente de Pediatría del Hospital Universitario Infantil Niño Jesús. Madrid.

 

Autores:

S. Marco Campos(a), E. Vela Martínez(b), A. Fernández Calatayud(c), S. García Williams(d)
(a)Residente de Pediatría. Hospital Universitario Francisco de Borja. Gandía. Valencia. (b)Residente de Pediatría. Hospital Universitario y Politécnico La Fe. Valencia.
(c)Adjunto de Pediatría. Hospital Universitario Francisco de Borja. Gandía. Valencia. (d)Adjunto de Pediatría. Hospital Universitario y Politécnico La Fe. Valencia. España


El Rincón del Residente es una apuesta arriesgada de Pediatría Integral. No hemos querido hacer una sección por residentes para residentes. Yendo más allá, hemos querido hacer una sección por residentes para todo aquel que pueda estar interesado. Tiene la intención de ser un espacio para publicaciones hechas por residentes sobre casos clínicos, imágenes y revisión bibliográfica.
¡Envíanos tu caso! Normas de publicación
aquí

Lactante de 4 meses valorado en servicio de urgencias en situación de shock. Presenta vómitos de aparición aguda y alteración de las deposiciones tras la ingesta de un biberón de fórmula artificial. Se monitoriza al paciente, se procede al manejo inicial del shock con reposición de volumen y antibioterapia empírica, y se realizan pruebas complementarias diagnósticas.


Pediatr Integral 2021; XXV (1): 45.e1 – 45.e7


Caso clínico MIR. Haz tu diagnóstico.
Vómitos y shock en lactante de 4 meses

Caso clínico

Lactante de cuatro meses, con vacunación en regla y sin antecedentes de interés, que es valorado en el servicio de urgencias de un hospital comarcal por un cuadro de tres vómitos en las últimas cuatro horas, el último de características biliosas, y una deposición blanda acólica con restos mucosos. Alimentación habitual con lactancia materna, aunque una hora antes del inicio de la clínica había ingerido por segunda vez fórmula artificial (FA). Había tomado FA en una ocasión la semana anterior, tolerándola adecuadamente. Afebril, sin otros síntomas acompañantes salvo decaimiento desde el inicio de la clínica.

Exploración física

Presenta un triángulo de evaluación pediátrica (TEP) inestable, con apariencia y circulación alteradas. Al monitorizar al paciente, presenta una frecuencia cardíaca de 195 lpm y una saturación de oxígeno del 100%. Afebril. La tensión arterial es de 100/58 mmHg. Se realiza una glucemia que es de 134 mg/dl. A la exploración, destaca: palidez cutánea y cianosis peribucal, sin exantemas ni petequias. Pulsos periféricos conservados con relleno capilar enlentecido. Auscultación cardiopulmonar normal, sin signos de dificultad respiratoria y sin soplos audibles. Abdomen parcialmente depresible, con defensa abdominal, sin masas ni megalias. A nivel neurológico, presenta un Glasgow de 13, con llanto débil persistente, con fontanela normotensa.

Caso clínico MIR. Haz tu diagnóstico.
Retención urinaria aguda en Pediatría

B. Fernández Monteagudo*, M.C. Míguez Navarro**
El Rincón del Residente


Coordinadores:

M. García Boyano*, S. Criado Camargo*, R. Vila de Frutos**, L. García Espinosa*
*Residentes de Pediatría del Hospital Universitario Infantil La Paz. Madrid. **Residente de Pediatría del Hospital Universitario Infantil Niño Jesús. Madrid.

Autores:

B. Fernández Monteagudo*, M.C. Míguez Navarro**
*Médico Interno Residente de Pediatría. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. **Médico Adjunto de Urgencias pediátricas. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Madrid


El Rincón del Residente es una apuesta arriesgada de Pediatría Integral. No hemos querido hacer una sección por residentes para residentes. Yendo más allá, hemos querido hacer una sección por residentes para todo aquel que pueda estar interesado. Tiene la intención de ser un espacio para publicaciones hechas por residentes sobre casos clínicos, imágenes y revisión bibliográfica.
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Presentamos el caso de un varón de 15 años cuyo motivo de consulta principal, la retención aguda de orina, es infrecuente en los centros de salud o las urgencias pediátricas. Planteamos el caso a los lectores, así como una serie de cuestiones que nos ayuden a resolver este reto diagnóstico.


Pediatr Integral 2021; XXV (1): 45.e1 – 45.e7


Caso clínico MIR. Haz tu diagnóstico.
Retención urinaria aguda en Pediatría

Varón de 15 años que acude a urgencias por: dolor abdominal en hipogastrio, sensación de llenado vesical y anuria de 24 horas de evolución. Desde hace cinco días presenta dolor urente cutáneo, irradiado desde el glúteo y zona posterior del muslo hasta la cara interna de miembro inferior izquierdo, así como aparición progresiva de lesiones cutáneas en región glútea. Describe dichas lesiones como microvesículas sobre base eritematosa, que posteriormente evolucionan a costra, con descamación final (Fig. 1).

Figura 1. Lesión glútea que presentaba el paciente. Se observa una placa eritematosa de aproximadamente 5 x 6 cm de diámetro, ligeramente sobreelevada y descamativa en los extremos. No se objetivan microvesículas.

No refiere alteración de la sensibilidad ni pérdida de fuerza.

Recibe de forma autopautada, tratamiento con aciclovir tópico ante sospecha de herpes y analgesia con ibuprofeno oral, con escasa mejoría. Niega ingesta de otros fármacos o tóxicos, así como haber sufrido traumatismo previo.

No presenta antecedentes personales de interés, con calendario vacunal actualizado y varicela superada en la primera infancia.

A la exploración física, destaca un abdomen levemente distendido con globo vesical a la palpación. Además, en la piel de la región glútea izquierda, se objetiva una placa eritematosa con descamación en los bordes, sin microvesículas ni costras. La exploración neurológica completa, con evaluación de: pares craneales, fuerza, sensibilidad y reflejos osteotendinosos, no presenta alteraciones. El resto de exploración por aparatos es normal.

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